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2" Época.— Niiiii. 1
r de mayo de 1892.
REVISTA ECONÓMICA
DEL h -
RIO DE LA PLATA
DIRECTOR: DOMINGO LAMAS
Remta Económica iel Rio íe la Plata
SEGUNDA ÉPOCA
I
Siempre recordaré con satlsíliccjón
que mi primera iniciativa ha sido la de
crear la primer Revista Económica
que se ha publicado en el Rio de la Plata,
laque apareció el 7 de agosto de i8yo,
suspendiéndose con su N". 34, el 29 de
marzo de 1871, cuando, alcanzando á
su máximum la epidemia de fiebre
amarilla que entonces asolaba esta ciu-
dad, me vi privado del personal tipo-
gráfico parala conlección del periódico.
Con aquel objeto solicité y obtuve
el concurso de D. José Vattri, ilustrado
y noble emigrado italiano, y la colabo-
ración de las personas más entendidas
en la materia con que contaba el Rio
de laPlata, limitando mis tareas, excep-
tuando alguna colaboración accidental,
á la parte material de la publicación, la
que no era pequeña empresa visto lo
difícil de obtener en aquella época con-
diciones de vitalidad para una publica-
ción de este género, y á proveer los
datos de lasección comercial y financiera,
en lo que fui generosamente ayudado
por D. Serafin Polinini, que. tan gratos
recuerdos ha dejado en ésta plaza, y
que yá entonces se ocupaba de la crea-
ción del Banco de Italia y Rio de la
Plata.
No obstante las colaboraciones ofre-
cidas, la regularidad de la publicación
se hubiera encontrado comprometida,
ó su interés hubiera decaído sin el con-
curso de mi señor padre y maestro, el
Dr. D. Andrés Lamas, quien, después
de los primeros números, puede decirse
fué el redactor efectivo de la publica-
ción.
En el N'\ 4 se publicó su primer ar-
tículo en el que hizo el análisis del pro-
yecto de Banco Nacional presentado al
Congreso por el Dr. D. Dalmacio Velez
Sarsfield, Ministro de Hacienda de la
República Argentina, estudio que am-
plió en los números siguientes.
Fué el primer estudio fundamental
económico, histórico, político que pu-
blicó La Pevista, y si bien su autor,
prosiguiendo sus investigaciones cientí-
ficas, modificó con los años, en parte,
algunas de las ideas que entonces expre-
saba, se confirmó cada vez más en lo
que constituía lo fundamental de sus
objeciones: hechos producidos en éstos
últimos años confirman que ya en-
tonces había levantado la bandera de
las verdaderas conveniencias naciona-
les en el orden bancario.
La propaganda de La Revista tuvo
el eco que era de esperar que tuviese;
sus números fueron solicitados por casi
Kev.'Sta Económica
todos los miembros del Congreso, y el
23 de septiembre de 1870 el proyecto
fué" aplazado por unanimidad en la
Cámara de Diputados, 'aplazamiento
que fué definitivo, aunque con el correr
del tiempo vino, en otra forma, á crear-
se la institución proyectada.
"La Nación" del día siguiente de
aquella resolución del Congreso dice
que "en esto fué muy feliz el Sr. Minis-
tro, ]nies si se hubiese resuelto consi-
derar el asunto hubiera sido rechazado
por igual número de votos" y refiere
además la siguiente anécdota: "Ha-
biéndose enviado decir al Ministro,
por un empleado de las Cámaras, que
se solicitaba su presencia en la discu-
sión del proyecto, parece haber respon-
dido: "Ya les he dicho que no quiero
ir. No voy: que hagan lo que quieran
esos...."
"No reproducimos, agrega "La Na-
ción", la palabra, por honor de! Mi-
nistro".
Por mi parte puedo decir, que el Dr.
Velez Sarsfield procedió con la altura
que le era propia, y á los pocos días
de rechazado su proyecto fué á visitar
por vez primera al Dr. Lamas, dicién-
dole al entrar, con su chispa habitual :
"Quiero conocer al impugnador de mi
proyecto". Mi colaborador se consideró
ampliamente compensado con el placer
que le proporcionaba la relación que
desde entonces cultivó con tan emi-
nente estadista.
Larga es la relación de los trabajos
que esa colaboración proporcionó á La
Revista.
En la parte industrial tomó la inicia-
tiva, con un estudio detenido y com-
pleto, de la fabricación de tejidos de
lana en el Rio de la Plata.
En la parte financiera publicó entre
otros trabajos un estudio retrospectivo
de las Deudas Públicas del Estado
Oriental, y en el que se manifestaba el
temor de que llegásemos. pronto á pesos
100.000.000 de Deuda y "con ésto á
la insolvencia, al impudor" todo lo que
después nos vino conju Pitamente con
esa ciíra.
Se ocupó de la cuestión agraria con-
denando las enagenaciones que se hacían
en beneficio del agio y con el sacrificio
del trabajo, y trató otras cuestiones tras-
cedcntales económinas y financieras.
Sin desatender el estudio de estas
materias, la Revista Política, que
al principio era una simple reseña de
hechos, adquirió en breve importan-
cia. La guerra civil ensangrentaba á
Entre-Rios, donde el General López
Jordán luchaba con éxito variable con-
tra las armas nacionales, y dominaba
también en el Estado Oriental, donde la
lucha se prolongaba con grave perjuicio
de la riqueza pública é inminente riesgo
de nuevas complicaciones internaciona-
cionales. Pugnó como correspondía por
las soluciones de concordia, apoyando
respecto de la República Argentina las
gestiones del comité de la Paz; y en
cuanto al Estado Oriental, no se limitó
á aconsejar la paz á los partidos en
lucha; sedirijióal Gobierno Argentino
á fin de que pusiese sus buenos oficios
al servicio de la paz, y levantó de nuevo
la bandera del olvido de los rencores
del pasado, que, aunque tomada por
robustas inteligencias de Montevideo,
fué en breve convertida por las estre-
chas vistas del personalismo, en otra
nueva bandera de exclusión, de odios,
de calamidades, y cuando ya La Revis-
ta no podía protestar contra tan sacri-
lega degeneración de sus doctrinas.
A la par de esas cuestiones, las de
higiene vinieron á absorver la pre-
ferente atención del colaborador de La
Revista. La fiebre amarilla aparecía
en el Mediterráneo, en el Brasil y en
DEL Rio de la Plata
el Paraguay ; todo en ésta ciudad parecía
dispuesto á su ditusión y no se tomaban
las medidas más indispensables para
evitar la introducción del germen.
La propaganda fué tan tenaz como
consciente; pero, por desgracia, no tuvo
eco, Y la profecía que hizo de que "en
en el verano Íbamos á ser devastados
por la fiebre amarilla", se cumplió al
pié de la letra.
Llegaron los tristes días que la in-
consciencia de las autoridades no evita-
ron : producido el mal, La Revista se
dedicó con empeño a indicar los medios
de evitar su propagación, estimular á
los que abnegadamente se ponían al
servicio de la humanidad, y no olvi-
dando el orden de los intereses mate-
riales, inició (una vez que el mal se
había desarrollado, publicando La Re-
vista al efecto un suplemento), la pró-
rroga de las obligaciones que el Gobier-
no de la Provincia de Buenos Aires
decretó en seguida.
La última página de la colaboración
fué una página de luto, única que con-
tiene esa Revista Económica, y dedi-
cada no á la necrología de un econo-
mista, sino á la de un héroe de la
humanidad, del Dr. D. José Roque
Pérez, Presidente de la Comisión Popu-
lar de auxilios á las víctimas de la
epidemia, y en la que pedía la erección
de una estatua que todavía está por
levantarse.
Tal es el cuadro general de los tra-
bajos de los ocho meses que duró esa
publicación.
Considerando su obra, con la impar-
cialidad que dá un intermedio de 20
años, encuentro que fué meritoria su
labor y que ella impone serias respon-
sabilidades á los que venimos á inau-
gurar su segunda época.
II
Si fuese á atenerme á lo que sostie-
nen algunas autoridades en materias
económicas. La Revista al tomar por
programa de su segunda época el que
se desprende de los trabajos de la pri-
mera, que acabo de reseñar, no sería
propiamente una publicación econó-
mica. Autores de la nombradía de
Víctor Cousin no vacilan en decir que
la Economía Política, para no falsearse,
no debe dar entrada en sus dominios á
las riquezas que llama morales; "que
debe, só pena de hacerse inquietante y
aún tiránica para las otras ciencias, ex-
cluir de su órbita de estudio á la moral,
la jurisprudencia, la lógica, la metafísi-
ca etc. y no salir de los antiguos lími-
tes: que debe circunscribirse á la agri-
cultura, al comercio, á la hacienda," —
concepto estrecho, aún desde el punto
de vista doctrinario, y que haría débil
é ineficaz la acción de los que se pro-
pongan estudiar y sostener los intereses
económicos en general.
Esto me lleva á tratar, desde las pri-
meras páginas La Revista, lamas ar-
dua de las cuestiones de la "Economía
Política", á fin de justificar el programa
de esta publicación, dilucidando la
cuestión que consiste en fijar los límites
que naturalmente deben corresponder-
le á 2Ste importante ramo de los cono-
cimientos humanos.
No quiero cansar la atención de mis
lectores con largas discusiones doctrina-
rias, ni con profusión innecesaria de
citas, ni hacer aparato de erudición,
que distrae y estravía el espíritu. Es
útil en materias, de por sí áridas, cier-
ta ornamentación, pero debo también
recordar que una vegetación exhube-
rantes borra los caminos y cierra los
horizontes, por lo cual me limitaré á
las referencias estrictamente necesarias
Revista Económica
á la ilustración de los puntos que voy á
tratar ligeramente.
Tres escuelas, todas partiendo de
exactas pero incompletas observaciones,
llenan la historia de la "Economía Po-
lítica" y si bien cada una de ellas ha
traído su contingente de verdades y
tienen todas el mérito de haber alimen-
tado en el espíritu moderno el estudio
de las condiciones en que se desenvuel-
ve la riqueza, que es base del progre-
so y prosperidad de los pueblos, se han
disputado á la vez, sucesivamente, la
prerrogativa de extraviarlos con erra-
das generalizaciones é inautorizados
esclusivismos.
La escuela mercantil, surgida en el
siglo XVI, la agrícola en el xvii y la
industrial en el xviii, que ha prepon-
derado en el presente, y es calificada hoy
en Alemania de escuela de Manches-
ter, por sus impugnadores, se fundan
todas en el error de elevar á riqueza
única elementos parciales de su consti-
tución.
Para una, los metales preciosos eran
la riqueza; para otra los productos de
1?. tierra; y para la que aún predomina,
el elemento principal es el trabajo, que
transforme ó transporte objetos mate-
riales, creando valores de cambio; la
tierra, para esta escuela es de importan-
cia secundaria, pero la tiene principaH-
sima, la acumulación de las riquezas
materiales producidas, que forman ca-
pitales.
Todo sistema fundado en una con-
cepción incom.pleta es fatalmente erra-
do, y por lo tanto Adam Smith, si bien
prestó á la ciencia el servicio de un
gran caudal de observaciones y de
principios exactos, lejos de establecer
las bases científicas de la "Economía
Potítica," nú hizo más que reemplazar
un sistema errado por otro que, y por
análoga causa, lo es igualmente.
Demostró el error de los fisiócratas
de considerar improductivo el trabajo
de los inckistriales y de los comercian-
tes, pero incurrió en el de clasificar del
mismo modo á los llamados inmateria-
les, que, como los del maestro, según
lo demostró Dunoyer, al preparar una
inteligencia para el desempeño de fun-
ciones útiles no produce menor riqueza
que la que crea el alfarero al dar for-
ma á una basija de barro, ó como los
médicos que al restablecer la salud de
un obrero no desempeñan una acción
económica menos importante que la
del herrero que compone una rota he-
rramienta.
Los economistas inanchesterianos^ que
admiten esto que tan evidentemente se
demuestra, se limitan á ello, sin hacer,
sin embargo, de los factores inmateria-
les^ objeto de investigaciones que no
caben en el cuadro de su escuela, mien-
tras que la lógica del sistema lleva
aún á otros á desconocerlo. Van to-
davía más lejos, y al ocuparse solo
de los objetos materiales, incurren en
el doble error de limitarse, además,
comumente, á los de valor de cambio,
convertiéndose asi la ciencia en simple
y secundaria rama del orden de los co-
nocimientos que debe abarcar.
A éste sistema corresponde la limi-
tación de la "Economía Política," cuya
impugnación voy á emprender.
III
Adam Smith dio á su obra monu-
mental el título de "Investigación so-
bre la naturaleza y causa de la Riqueza
de las Naciones." De eso en efecto,
debe ocuparse la "Economía Política,"
y las divergencias provienen del modo
de considerar la naturaleza y causa de
ese orden ds riquezas, que son distin-
tas de las individuales.
DEL Rio de la Plata
Un hombre es rico, desde que posea
un poder de cambio: créditos, mone-
das, bienes raíces etc;más ó menos rico,
no según lo que naturalmente puedan
producir los bienes que posea ó la can-
tidad que de ellos tenga, sino según sea
mayor ó menor su valor venal en rela-
ción con los demás bienes, mientras
que desde el punto de vista nacional,
los créditos de un habitante contra otro
se compensan, y nó es el valor de las
cosas lo que interesa, sino la can-
tidad.
De la falta de ésta distinción nació el
problema ante el cual se detuvo Juan
Bautista Say, ¿"Cómo, se decía, com-
poniéndose las riquezas de un país del
valor de las cosas poseídas, puede ser
una nación tanto más rica cuanto las
cosas están ámás bajo precio"? Ese pro-
blema, como lo observa P. Cauwés,
proviene de que se tenía un concepto
falso de lo que constituye la riqueza
efectiva de una nación y "que, agrega,
depende del valor en uso de lo que se
posee," en lo que éste distinguido eco-
nomista incurre también en error.
Una cantidad de poder de cambio,
monedas, créditos etc., y el abasto de
productos, puede constituir un estado
permanente de riqueza para un indivi-
duo, pero no así para una nación, cu-
yas necesidades son expansivas y cuya
vida es ilimitada, aunque sea esterno
el poder de cambio, y por grande que
sea la cantidad de objetos útiles de que
se disponga. — Lo que constituye la
fuerza económica de una nación, lo que
determina su prosperidad, no es el
abasto, por su naturaleza transitorio,
sino el poder de producción.
Adam Smith al decir que la riqueza
real es el producto anual de la tierra y
de la sociedad, se ha acercado más á la
verdad que los que confunden el ca-
rácter de la riqueza nacional con el de
la individual y creen encontrarla en el
simple hecho del abasto.
Así definida la riqueza, correspon-
de á la "Economía Política," investi-
tigar la naturaleza y causa del poder
productivo de las naciones.
A éste fin concurren, i" el estado eco-
nómico ó las condiciones sociales y
materiales, y i'> la acción directa colec-
tiva y la individual.-
El estado económico propio á la
creación de la riqueza lo constituyen,
i" Ventajas naturales y mejoras artifi-
ciales; 2o, condiciones sociales, como
sean garantías, reglas de equitativa dis-
tribución, organización propicia para
el aprovechamiento de las facultades
personales, disponibilidad de mercados
y de capital, organización del crédito
y de la circulación monetaria adecuada,
y demás beneficios que para el amplio
desarrollo del trabajo ofrezca la orga-
nización social; y 3", adelanto moral é
intelectual, que estimula y aumenta la
acción económica del hombre.
Todo ésto sale del orden de lo cam-
biable, y, sin embargo, constituye ele-
mentos principales del poder producti-
vo de las naciones, de cuya apreciación
no puede prescindirse al investigar su
naturaleza y sus causas.
La simple observación nos demues-
tra, en todas partes y en todas las épo-
cas, la insuficiencia de los elementos
cambiables de producción y de la sim-
ple acción individual, en sus condicio-
nes naturales, para constituir la prospe-
ridad de un país, desde que, según los
distintos centros esos factores dan di-
versos resultados á la par que dichos
elementos, por sí solos, no determinan
ni el progreso, ni la decadencia de las
naciones, desde que estos hechos se ve-
rifican sin que preceda alteración sen-
sible en aquellos factores aparentes.
En la otra categoría he citado la ac-
Revista Ecomómica
ción colectiva é individual, aún cuando
los economistas ortodoxos, que así se
llaman también á los que no quieren
salir de los principios primeramente es-
tablecidos, cual si ellos fueran un Evan-
gelio, no ven en la del Estado más que
una acción negativa, que se apropia y
consume riquezas y crea trabas al tra-
bajó, para el cual se le considera el
menos apto.
Soy el primero en reconocer con
Courcelle Seneuil, que el individuo es la
fuente de la acción y del pensamiento,
y que el interés individual, como que
es el directo, es más vigoroso que el de
los delegados de la colectividad; pero
esto, que constituye un argumento con-
tra la estralimitación de la acción del
Estado, nada prueba cuando ella se
mantiene en su órbita natural econó-
mica, que abarca toda la vasta esfera
de los monopolios naturales, ó no sale
de los límites accesorios determinados
por la insuficiencia de la acción aisla-
da de los individuos ó de las asociacio-
nes necesariamente limitadas.
Se reconoce hoy, comunmente, por
lo más individualistas, que el Estado,
debe hacer lo que no alcance á realizar
la iniciativa particular, pero conside-
rando siempre su intervención como
un mal menor, aunque ellos mismos
recomiendan la asociación como un
factor importante, benéfico y poderoso,
en lo que no hay lógica, pues, si la aso-
ciación es una fuerza económica bené-
fica, el Estado que, al ser la mayor
asociación, es la mayor fuerza, no pue-
de ser ni teórica ni prácticamente re-
ducido á la inacción.
Tenemos asi que, además del traba-
jo colectivo é individual, hay como fac-
tores de riqueza ic- las condiciones ma-
teriales, legislativas y m.orales que
constituyen el estado económico, y que
la ciencia que de ellas se ocupe no pue-
de dejar de estudiar; y 2° el Estado que
es una fuente de acción muy directa,
cuyos límites y naturaleza debemos
apreciar, en vez de querer fundar la
teoría de la riqueza pública en las sim-
ples leyes que rigen la acción indi-
vidual.
La riqueza nacional exige, además
del trabajo, que crea productos mate-
riales y de la acumulación de objetos,
los medios y condiciones morales y ma-
teriales que ya suprimen, disminuyen el
trabajo, ó promueven, activan y multi-
plican su acción, y acumulaciones que
si bien inmateriales, no son menos fe-
cundas que las de las cosas materiales,
á la par que conjuntamente con la ac-
ción individual, actué la social, en la
esfera que le es propia.
IV
La escuela Smitheriana, ó Manches-
teriana, observa Bagehot, ha estableci-
do sus dogmas según un tipo especial,
el del estado industrial de Inglaterra, y
ellos no pueden convenir más que á
países que tienen una constitución eco-
nómica análoga. El mismo autor agre-
ga "que ha habido época que esos pre-
ceptos habrían sido funestos, y en las
cuales los preceptos exactamente opues-
tos, eran sabios y necesarios." Las di-
ferencias que ese autor encuentra entre
distintas épocas, tratándose de Inglate-
rra, existen entre los diversos países,
entre cuyos tipos estreñios se presentan
las divergencias que existen entre las
distintas edades de un pueblo, conside-
radas entre sí.
Con este motivo dice con razón,
P. Cauwés, que no son sólo las edades
primitivas las que escapan al imperio
de las reglas de la economía política
metafísica, que así llama á la escuela de
Adam Smith, sino también las otras so-
DEL Rio de la Plata
ciedades civilizadas que no están cons-
tituidas según el sistema industrial de
la Gran Bretaña."
Si bien de acuerdo en esta aprecia-
ción con P. Cauwés, lo estoy también
en principio con los autores á quien
éste censura, por decir que la economía
política especulativa puede formular le-
yes de carácter universal, puesto que
es indudable que en el orden económi-
co los hechos están sujetos á leyes tan
fatales como en el físico. El mal está
en deficiencias de observación y en las
generalizaciones falseadas por espíritu
de sistemas inadecuados.
Tomaré por ejemplo, ya que he cita-
do el orden físico, lo que pasa con las
nociones sobre los movimientos. Un
cuerpo impulsado por una fuerza ins-
tantánea, si no se encuentra Sujeto á
ninguna otra fuerza ni encuentra resis-
tencia, seguirá, en virtud de la inercia,
un movimiento uniforme y rectilineo.
Esta simple noción, por exacta que
sea en la hipótesis de esas condiciones,
nos induciría siempre en error si con
ella quisiésemos apreciar lo que pasa en
nuestra esfera, — Admitida la acción de
la ley de gravedad, pero anulando la
resistencia del aire, tendremos, según
sea la impulsión de arriba á abajo ó de
abajo hacia arriba, un movimiento
unifórmente acelerado ó uniformemen-
te retardado. — Según diversas circuns
tancias, ese movimiento es unifórmente
variado y crece ó disminuye, y en vez
de rectilineo es parabólico ó circular.
Así, en "Economía Política," no
basta establecer leyes fundadas en la
concepción de un estado ideal en que
no se encuentran otros elementos con
currentes, ó limitarse á estudiar tan solo
los que se encuentran en determinados
estados sociales, para fundar una teória
general, estableciendo, por ejemplo,
como nociones fundamentales de pros-
peridad, la libre competencia interna-
cional y el individualismo absoluto, que
pueden convenir á la patria de Adam
Smith, que ya en su época tenía la pri-
macía industrial y comercial, los hábitos
del gobierno propio y fuerzas prepon-
derantes, morales y materiales en el or-
den individual, pero que en países de
condiciones distintas, deben producir
resultados diversos.
El ser mutables esas condiciones, el
variar según las épocas y los lugares, no
excluye la existencia de leyes econó-
micas fatales, invariables, puesto que
es permanente la relación entre los
fenómenos y sus causas, debiendo ser,
en todos los tiempos y todos los lugares,
idénticos los efectos siempre que actúen
iguales fuerzas económicas y en iguales
condiciones. Los que no pueden ser
invariables son los regímenes econó-
micos.
A ésta ciencia toca analizar las fuer-
zas que actúan en el orden económico,
determinar las leyes que imperan según
sus distintas combinaciones, y las de
las alteraciones de que, según los casos,
son susceptibles; materia que requiere
gran labor de observación, pero que
permitirá una simplificación y una
certidumbre no menor, que la que nos
ofrecen las ciencias hoy más autori-
zadas.
Lo demás, las reglas prácticas, el
grado de protección ó libre cambio, la
limitación ó extensión de la acción del
Estado, las reglamentaciones bancarias,
monetarias, etc., casi todo lo que nos
vienen dando como preceptos generales,
corresponden á la vasta esíera del arte,
la que apreciando los factores que
actúan en cada época v en cada lugar,
puede, con la luz de la ciencia, obte-
ner certidumbre en la ejecución y traer
á los males que se presentan los reme-
dios adecuados.
Revista Económica
Reducida la Economía Política á
los extrechos límites que le asígnala
escuela de Adam Smith, no teniendo
por objeto más que la riqueza material
cambiable, y elevándose á principios
fundamentales y exclusivos, las reglas
correspondientes á un estado determi-
nado, como el que le sirvió de campo
de observaciones, era natural que, cam-
biados los lugares ó las circuntancias, el
criterio así formado se trocase en fuente
fecunda de estravíos, que la práctica
reprocha.
En vista de ésto, se busca la escusa,
ya pretendiendo con Rossi que "la
ciencia uo tiene objeto", y agregando
con él, "que desde que se ocupe del
empleo que de ella puede hacerse se cae
en el arte", ya con Coquelin diciendo
que "observar y describir los fenómenos
reales hed ahí la ciencia; ella no acon-
seja, ni prescribe, ni dirige", ó con Che-
buhez que afirma "que las verdades
que descubre no pueden ser más que
teorías ó juicios fundados en estas teo-
rías, no reglas imperativas, no preceptos
de conducta individual ó de adminis-
tración".
Laveleye refuta victoriosa y extensa-
mente estas escusas, pero creo que me
bastará para el mismo objeto recordar
tan solo la definición clara y precisa de
Bentham que dice "que el arte es llevar
á cabo una operación cualquiera men-
tal ó corporal; la ciencia es el conoci-
miento de los medios de llegar á su
ejecución".
Eas ciencias siempre tienen un objeto
siti lo cual no se justificaría la labor que
requieren, v en el caso actual, limitán-
dose arbitrariamente los fenómenos que
se deben observar y describir, desna-
turalizándose los objetos y el fin de la
ciencia, ésta no puede satisfacerlo y que
si bien no es establecer reglas ó precep-
tos de conducta, función propia del
arte, es el de proporcionar á ésta el
caudal de conocimientos necesarios
para acertadas deducciones.
V
La amplitud que indico no importa
una invasión de la esfera de las otras
ciencias, sino el dominio de la esfera
propia.
Para comprobarlo me bastará con-
testar á estas preguntas que, de acuerdo
con las opiniones corrientes, compen-
diadas en la frase de V. Cousin, podrían
hacérseme, en vista del programa prác-
tico de la primera época de La Revista
Económica del Rio de la Plata,
¿qué tiene que ver la "Economía Polí-
tica", con la salud, la ilustración, la
moralidad, etc..''
Desde que el primer factor de la pro-
ducción es el hombre, no puede pres-
cindirse de las condiciones que deter-
minan su mayor ó menor eficacia. La
cuestión de higiene interesa tanto á la
producción como una cuestión de im-
puestos; el obrero inteligente es para
la creación de la riqueza superior al
salvage ó al embrutecido, y el hombre
moral que economiza, que es estimu-
lado para el trabajo y que respeta la
propiedad, tiene, comparado con el
inmoral, una ventaja, para el poder
productivo de una nación, tan positiva
como es éste, por lo común, negativo.
Stuart Mili, sosteniendo el orden de
ideas que combato, dice, como argu-
mento decisivo: "Todo el mundo sabe
que ser rico es una cosa y otra el ser
valiente, instruido, humano, etc., y
todos comprenden que las investigacio-
nes sobre las causas de la virtud, de la
ciencia, de la cultura, de las artes, del
valor de un pueblo son distintas de las
que tienen por objeto las causas de la
riqueza".
DEL Rio de la Plata
No puede ponerse en duda, que el
hecho de ser rico es distinto del de ser
valiente, instruido ó humano, pero ésto
no importa aseverar que el ser instruido,
por ejemplo, no sea, en determinadas
circunstancias, causa directa ó concu-
rrente para llegar á ser rico.
Por otra parte, la investigación de
los efectos económicos, que éstas con-
diciones pueden producir, es una cosa
distinta de la investigación de las diver-
sas causas que puedan dar lugar al
hecho de que esas calidades existan.
El mismo Stuart Mili, en su Econo-
mía Política, se ocupa de las ventajas
económicas que ofrecen el empleo de
las máquinas y las vías perfeccionadas
de comunicación, y para apreciarlas
desde ese punto de vista no necesita
considerar como se fabrica un arado ni
ocuparse de los problemas de la mecá-
nica y de la ingeniería, y no obstante
comprende que una cosa es el ser rico
y otras el arado y las vías de comuni-
cación.
Ea "Economía Pohtica", en el orden
moral, pedagógico ó político, por ejem-
plo, no debe hacer mas que establecer
lo que en cada uno de ellos corresponda
al ideal económico, y apreciar los efec-
tos económicos de lo que exista ó pueda
existir, procediendo en sus razona-
mientos y observaciones con los facto-
res inmateriales como hace con los
materiales.
A su vez, el moralista, el pedagogo,
el político, tienen que considerar el esta-
do económico en el que influyen y por
el que son influenciados, sin que por
esto se operen invasiones recíprocas
en las esferas de sus ciencias, que con-
trarían las especializaciones indispen-
sables.
Lo que si hay es identidad final, de-
biendo encontrarse la perfección ideal
económica con la moral é intelectual.
y de esta identidad resulta en vez
de la confusión en las investigaciones
de las leyes de unas y otras ciencias, el
medio de verificar la exactitud de las
reglas que ellas sugieran, debiendo, por
ejemplo, ser errado todo sistema eco-
nómico que nos aleje del ideal de la
moral y de la justicia, así como será
forzosamente erróneo todo precepto
moral y toda disposición legal que
resulte contraria al progreso econó-
mico.
VI
Ahrens y con él, el eminente Azcárate
establecen que "todos los bienes espiri-
tuales, la instrucción, la moralidad, etc.,
favorecen la buena producción y con-
sumo de los bienes económicos", por lo
que dice que "toca á la "Economía
Política" exponer también las relaciones
de influjo de los bienes expirituales
sobre los materiales, pero, debe limi-
tarse, agrega, á desenvolver las leyes
relalivas á los bienes, cuyo fln directo
consiste en la satisfacción de las necesi-
dades físicas. Convendría por esto
distinguir más claramente entre los
bienes directos de la "Economía Política"
y los bienes indirectos que influyen sobre
las causas de la producción de los otros".
Convengo en que la "Economía Po-
lítica" debe establecer los efectos econó-
micos de los bienes espirituales sin
entrar en el análisis de las leyes que los
produzcan, pero en el mismo caso es-
tán los bienes materiales, pues como lo
observé replicando á Stuart Mili, si
bien debe apreciar los efectos de los
arados y de las vías de comunicación,
no le corresponde dilucidar las cuestio-
nes técnicas á cuyas soluciones se deben
esos beneficios. Hay además evidente
error en considerar que las causas de la
producción, son sólo materiales y en
10
Eevista Económica
reducir á una mera influencia directa en
la producción la que en ella ejerzan los
progresos inmateriales, cuando éstos
produzcan en el orden económico efec-
tos tan directos y predominantes como
los que tienen en la vegetación los
rayos vivificantes del sol y la fertilidad
del suelo.
¿Qué se debe entender por favorecer
la producción? ¿Qué es lo que se atri-
buye á los bienes espirituales? ¿Evitar
obstáculos? ¿Neutralizar fuerzas nega-
tivas? — Entonces sí, su acción sería
indirecta, pero ese no es el caso, desde
que ellos actúan también para multi-
plicar los productos, cooperando así
directamente á la realización de los
fines económicos.
Según la escuelaSmitheriana, la rique-
za era el resultado de la acumulación
de los productos cambiables del trabajo,
mientras que el trabajo productivo de las
naciones se funda principalmente en los
adelantos de orden inmaterial que dis-
minuyen subsiguientemente para una
misma producción, la cantidad necesaria
de trabajo y de capital. Pongamos
frente á frente la India que atesora secu-
larmente y ha aumentado de un modo
extraordinario los brazos aptos para el
trabajo, y un país de pequeño capital
acumulado y poca densidad de pobla-
ción, pero eminentemente activo é in-
teligente y tendremos que éste la aven-
taja debido á sus bienes espirituales,
que son causa directa de una mayor
producción.
Azcárate, después de apoyar esas
palabras de Ahrens, agrega: "así los
trabajos del químico ó mecánico que
presta sus servicios en una fábrica de
fundición ó de harinas, etc., entran
ciertamente en el orden económico, y
por tanto en la economía; pero los tra-
bajos de esos mismos en la cátedra de
una Universidad donde tienen por fin
la cultura de la juventud, pertenecen
al orden científico y sólo indirectamente
toca considerarlos al economista".
Este autor reconoce, pues, aquí, que
los trabajos del químico y del mecánico
cooperan en la producción, y no se
pretenderá por cierto que sea principal-
mente con el trabajo material sino con
el caudal de sus conocimientos, que
actúan directamente. El hecho de que
el economista no deba ocuparse sino
indirectamente de los trabajos univer-
sitarios, no importa establecer que no
deba ocuparse directamente de los re-
sultados de esos trabajos cuando ellos
importen conservar, contrariar ó am-
pliar los medios de producción.
Por mi parte no pretendo mas. En
moral, en política, en derecho, en ins-
trucción, la "Economía Política" no
debe, á mi juicio, ocuparse mas que de
establecer lo que al respecto convenga
á sus fines, y de determinar lo que
económicamente represente lo que en
esas materias exista ó pueda existir, de
modo á poder apreciar la naturaleza de
los fenómenos económicos, en cuya pro •
ducción actúan los hechos de ese géne-
ro, y formar un criterio exacto de lo
que, en una época dada, sea lo mas
conveniente para conseguir el desarrollo
económico nacional.
En países nuevos como éstos, todo
lo que propenda á la constitución de
un estado económico próspero, que en
su parte material sale de la esfera de lo
cambiable y que es en sus otros elemen-
tos inmaterial, es precisamente lo que
mas nos interesa estudiar, y pobre sería
en ellos la misión de la ciencia que no
lo comprendiese.
Al mismo tiempo se nos presenta
otra seria atención en el estudio de los
sistemas adecuados á nuestras condicio-
nes especiales y á las necesidades de un
movimien.to fuertemente expansivo co-
DEL Rio de la Plata
11
mo el que nos corresponde y que no
se aviene con los moldes importa-
dos de las viejas sociedades de Europa.
Si como ciencia la economía política
no es nacional en el sentido de que sus
leyes sean locales, lo es por cierto como
arte, puesto que las reglas deben cam-
biar tanto como el tiempo y los lugares
cambien las condiciones que facilitan,
dificultan ó promueven el desarrollo
del poder productivo.
Vil
A todo lo expuesto me cabe agregar
la observación de que no trato de una
publicación exclusivamente doctrinaría,
sino de una Revista destinada no solo
al estudio y difusión de la ciencia eco-
nómica, sino también á promover y
defender los intereses económicos de
las naciones del Río de la Plata.
El "Journal des Economistes" no
obstante ser el órgano de la escuela
que sostiene los límites más restrictos
de la ciencia, reconoce, en el hecho, que
ella debe tener un objeto, que debe dar
lugar á un arte, y sostiene sistemas, es-
tablece, de acuerdo con sus principios,
reglas generales, y desde el punto de
vista de sus concepciones fundamenta-
les, hace la crítica de los trabajos sobre
derecho, instrucción etc., y sostiene re-
formas, según lo aconsejan las conve-
niencias económicas, tales como las
concibe.
El carácter de órgano de los intere-
ses económicos, impone una misión ac-
tiva en toda la vasta esfera política y
social.
Como una garantía de que la publi-
cación que emprendo llenará debida-
mente su objeto, debo agregar que ten-
go ofrecida la colaboración de varios
de los hombres más competentes en la
materia con que hoy cuenta el Río de
la Plata, y espero que ha de aumentar-
se este concurso, llegando en breve La
Revista á ser el centro donde se dilu-
ciden, con el auxilio de todas nuestras
competencias en la materia, las grandes
cuestiones que afecten el presente y el
porvenir de estos países.
Por otra parte, una publicación de
este género no interesará solo á los que
estudien la "Economía Política". La
compilación de datos retrospectivos y
su apreciación científica servirá para
aclarar muchos puntos históricos y rec-
tificar y ampliar su crítica. No me
nos útil podrá llegar á ser para los que
se ocupen de cuestiones de instrucción,
de legislación y de administración.
Complementará el interés de esta
publicación los extractos y comentarios
que hará de todo lo que más nos con-
venga conocer de loque contengan las
diversas revistas y trabajos económicos
que se publican en Europa y los Esta-
dos Unidos, y las noticias del movi-
miento económico y financiero univer-
sal, y, especialmente, las del Rio de la
Plata y demás países sud-americanos.
Los artículos de colaboración serán
todos firmados, y los que no lleven la
firma de autor pertenecen al Director
de esta Revista, salvándose así la res-
ponsabilidad de las ideas de cada uno.
Domingo Lamas.
MI COLABORACIÓN
Al aceptar el ofrecimiento que se me ha
dirigido de colaborar en esta Revista, debo
e;*tablecer, á guisa de programa, en lo que
hace á mi intervención en sus columnas,
cuales son los objetos á que me concretaré.
Alejado durante quince años del Río de la
Plata, apartado por consiguiente mi espíri-
tu de la atmósfera tantas veces deletérea de
las paciones y de las ambiciones locales, me
12
Revista Económica
he habituado, y el hábito forma una segun-
da naturaleza, á considerar los problemas y
los intereses políticos y económicos del Río
de la Plata al través de un prisma eminente-
mente internacional.
Tan largos años de voluntario ostracismo,
no han amortiguado la fibra patriótica de
mi organización: por el contrario, lejos de
estas regiones, en una de cuyas orillas vi por
vez primera la luz, enrojecida entonces por
el clarear de los disparos de las trincheras
de la homérica defensa, siendo la otra la pa-
tria de mis hijos, mi pensamiento y mi co-
razón no se apartaron jamás de este mages-
tuoso estuario, puesta siempre mi pluma y
mi palabra al servicio de sus mas vitales y
permanentes intereses.
Tanto en el orden moral como en el mate-
rial, las Repúblicas del Plata tienen, en Eu-
ropa, derechos idénticos que defender é inte-
reses comunes que conciliar con los del viejo
continente en sus vinculaciones con la Amé-
rica austral, lo que no exchne, sin embar-
go, derechos é intereses que son peculiares,
respectivamente, á la vida política y econó-
mica de la República Oriental y *dt3 la Ar-
gentina en sus relaciones, de diversa índole
con las potencias europeas.
He estudiado, desde Europa, esas grandes
cuestiones del Río de la Plata y he adquiri-
do convencimientos sobre la manera de so-
lucionar nuestros problemas internaciona-
le.s, fundados en hechos que diflcilmente se
pueden apreciar debidamente desde aquí, y
en observaciones que han sido el fruto de
largos años de constante labor.
En el orden económico, por ejemplo, he
palpado la inmensa utilidad que i'eportarían
estos países si, dándose cuenta de la impor-
tancia que han adquirido como centros con-
sumidores, se prevaliesen de la rivalidad
existente entre las potencias manufacture-
ras para consolidar mercados, en condicio-
nes remunerativas, para los productos agrí-
colas y ganaderos que constituyen y cons-
tituirán, por mucho tiempo aún, la base
principal de la riqueza de estas privilegia-
das regiones. Con este motivo agregaré que,
hasta ho3', la legislación rentística del Río
de la Plata ha revestido un caráctei- casi ex-
clusivamente fiscal, siendo escasas las dispo-
siciones en que se ha. buscado conciliar la
renta pública con la política económica na-
cional, estando aún por iniciarse lo que he
llamado política económica internacional,
esa arma poderosa que esgrimen las nacio-
nes para fomentar sus industrias y consoli-
dar la prosperidad de sus transacciones en
general, garantiéndolas contra los caprichos
ó las conveniencias exclusivas de otros Es-
tados en materia, por ejemplo, de legislacio-
nes aduaneras.
En el orden político, considerados estos
países del punto de vista de la posición que
ocupan en Europa y de la que debieran ocu-
par, dada su especialidad de naciones ultra-
marinas, cuyos intereses son tan distintos
de los que se ventilan entre las grandes
potencias europeas, en medio de los equili-
brios de fuerza en que viven y que deter-
minan la descomposición que observamos,
mucho tendré que indicar en el sentido de
garantir nuestro decoro y de conciliario con
nuestras conveniencias materiales. Es tiem-
po ya de que las Repúblicas del Plata contri-
buyan á hacer triunfar eminentes iniciati-
vas, en el sentido de proclamar y defender,
mancomunadas en ese exfuerzo con sus her-
manas del continente, lo que se ha solido
llamar el derecho internacional americano.
Es, pues, mi programa, un programa de
labor tranquila, en el concepto de que es mi
propósito mantenerme fuera de la órbita de
los debates locales, al escribir aquí, en el
Plata, como lo hacía cuando escribía en Eu-
ropa, sobre las mismas materias que en ge-
neral acabo de indicar.
Pedro S. Lamas.
Extractos y Comentarios
EL SOCIALISMO ALEMÁN
f
¡Singular coincidencia! esta Revista, apla-
zada por diversas circunstancias, aparece en
1° de Mayo, el gran día del socialismo; y el
primer libro de que me cabe dar cuenta, al
inaug'urar esta sección, es « Le Socialismo
devant la science sociale* por Edmond De-
molins, que es la última novedad económica
que nos trae el correo de Europa. .
DEL Rio de la Plata
18
Las siguientes palabras con que Francis-
que Sai'cey aprecia este estudio, liace inne-
cesario todo otro elog-io: «Me dá, dice, sobre
«un problema muy abstracto nociones netas
«y. precisas haciendo una exposición lumi-
« nosa. No tenía después de tantos artículos
« que había leido de paso en los diarios, mas
« que noticias confusas sobre el socialismo;
« hoy puedo discutir con mis colegas. ^^
El señor Edmond Demolins empieza por
establecer que, comolas plantas, los fenóme-
nos sociales tienen su zona geográfica. El
socialismo es un producto esencialmente de
origen y de fabricación alemana: es en Ale-
mania que tiene su centro de formación; y
es de Alemania que se extiende en seguida
en el resto del mundo.
Aunque requiera alguna extensión, creo
que mis lectores considerarán que merece
la pena que resuma el interosante estudio
que hace sobre el carácter, importancia y
extensión que el socialismo, cuyos orígenes
se pierden en la oscuridad de los tiempos, ad-
quiere en este fin de siglo, en el seno del
pueblo germano.
Este movimiento puede ser uno de los de
más trascendentales consecuencias que en-
trañe enelorden moral de nuestra época. Los
extravíos y las exageraciones de la escuela
filosófica y los erroi-es económicos y finan-
cieros del antiguo régimen, prepararon en
Francia la ruidosa convulsión del 89; y la
escuela autoritaria alemana unida al males-
tar de una deficiente organización econó-
mica, prepara no menos extraordinarios
acontecimientos.
Pero, dejemos la palabra al distinguiíio
redactor de la Revista de la Ciencia Social:
« Puede decirse que en Alemania so en-
cuentran todas las variedades del Socialis-
mo: socialistas revolucionarios, socialistas
conservadores, socialistas evangélicos, socia-
listas católicos, socialistas de la cátedra fun-
cionando en las Universidades.— Una esflo-
rescencia tan general y tan variada prueba
bien que esta planta encuentra en Alemania
el suelo más favorable para su germina-
ción y para su desarrollo.»
El resultado delaselecciones lo demuesti-a,
puesto que sólo los socialistas revoluciona-
rios obtuvieron treinta y cinco diputados en
el Reischstag y sus candidatos obtuvieron
cerca de millón y medio de votos. Agregan-
do á estos los representantes de las otras es-
cuelas socialistas, resulta que ellos constitu-
yen la mayoría en el Parlamento Alemán.
«Estas escuelas no están todas de acuerdo
en su programa y en sus reivindicaciones,
pero todas los están en el punto esencial, en
el punto que constituye el rasgo caracterís-
tico, la marca de fábrica del socialismo, quie-
ro decir la necesidad de hacer resolver todas
las cue.stiones sociales por la acción de la ley
ó del Estado; todas sueñan una sociedad en
la cual el Estado reglamentará y organizará
más ó menos el trabajo, la propiedad, los
salai'ios, y se encargará de hacer la felici-
dad de todos y cada uno, desempeñando el
papel de gran patrón universal. El Estado,
ó la sociedíul es la nueva providencia del
socialismo. >
Demolins analiza enseguida estas diver-
sas escuelas:
«Los socialistas revolucionarios son incon-
testablemente los más lógicos puesto que
van hasta las TÍltimas consecuencias de la
teoría; se puede decir que es para ellos que
trabajan las otras escuelas, puesto que el
espíritu humano una vez lanzado en una
pendiente es impulsado á ir hasta el fin. Es
esto lo que explica sus progresos crecientes.
«Es de su seno por otra parte que salió el
grfin Doctor del Socialismo actual, el que
formuló la teoría más completa cuya in-
fluencia se hace sentir más ó menos sobre
las otras escuelas hasta sobre la de los socia-
listas conservadores y hasta los socialistas
de cátedra. Se alude á Karl Marx, que expu-
so su doctrina en su famoso libro Dr/s Á'npi-
íal, El Uapital.
«Esta es una obi'a, "tan abstracta como un
tratado de matemáticas y de una lectura
bien fatigosa,» únicamente fundada sobre
una serie de deducciones y de hipótesis.
Por un primer razonamiento, demuele la
sociedad actual; por un segundo, la reedifi-
ca sobre nuevas bases.
«Según Karl Marx, « solo el trabajo es la
medida real por medio de la cual el valor
de todas las mercaderías puede siempre
api'eciarse y compararse.» Es, pues, única-
mente el trabajo, i)or consiguiente el obrero
quien crea el capital. Así pues, el capital,
tal como está hov constituido, es el resulta-
14
Revista Económica
do de una espoliación. Es preciso pues vol-
ver á colocar el capital en las manos de su
verdadero propietario, es decir, entre las
manos del Estado. Yendo así, de razona-
miento en razonamiento, el autor llega á
considerar al Estado como el patrón univer-
sal encargado de dirigir el trabajo y de re-
partir equitativamente los pi-oducto-.
<' Estas teórias fueron formuladas en pro-
gramas por los socialistas revolucionarios,
en 1877 en el Congreso de Gotha. Hé aquí los
principales puntos de ese programa: «El tra-
bajo es la fuente de toda riqueza y de toda
civilización. Como el trabajo general pro-
ductivo solo es posible por la sociedad, el
producto total del trabajo pertenece ala so-
ciedad es decir á todos sus miembros, con
igual derecho, y á. cada uno según sus ne-
cesidades racionales, estando todos obliga-
dos á trabajar.
«En la sociedad actual los instrumentos de
trabajo son el monopolio de la clase capita-
lista; la dependencia que de esto resulta pa-
ra la clase obrera es la fuente de Ja miseria
y servidumbre en todas sus formas.
«La emancipación exige que los instru-
mentos del ti-abajo sean la propiedad colec-
tiva de la sociedad, con reglamentación por
la Sociedad de todos los trabajos, empleo de
utilidad común y justa repartición de los
producto del trabajo.
«La .sociedad nueva se constituiría del mo-
do siguiente: cada obrero, y todos lo serían á
un título cualquiera, recibirían, por todo
objeto concluido, tantas veces el precio de
una hora de trabajo, cuantas en t^^rnlino
medio se necesiten pai-a confeccionar ese ob-
jeto. Sería pagado en bonos de trabajo reem-
bolsables en mercaderías.— Las mercaderías
serían llevadas á los almacenes públicos, ó
cooperativos, que entregarían los productos
contra bonos y bonos contra productos.
«Por otra parte, como toda propiedad inmo-
biliaria pertenecería al E.stado, y como cada
uno debería en adelante vivir del oficio que
ejerciese, ó de la función que desempeña-
se, se .seguiría que la facultad de acumu-
lar sería muy reducida y que las herencias
debieran limitarse á algunos objetos mue-
bles.»
Este socialismo tiene sus raíces en las ma-
sas populares mientras sus ramas suben al
través de la burguecía y alcanza las clases
mñs elevadas de la sociedad. La Alemania
está más ó menos contaminada de socialismo
de ariiba á abajo, pero es necesario recono-
cer que el socialismo revolucionario se reclu-
ta principalmente en las clases populares.
La burguesía y la nobleza se'adhieren sobre
todo á las escuelas más moderadas.
Los socialistas conserradores, dos palabras
que, como dice Laveleye, riñen de verse
juntas, no pien.san llegar como el preceden-
te á colocar en común en manos del Estado
todos los in.struraentos del trabajo.— Sin em-
bargo se llaman con razón socialistas, porqué
bu.scan también la solución de las cuestio-
nes sociales en una reglamentación más es-
trecha, en una intervención más directa y
más completa del Estado, al que se le encar-
garía la dirección del trabajo, la reglamen-
tación de los .salarios y de divei-sos medios de
producción. Este grupo comprende sobre
todo á los burgueses que tienen miedo al so-
cialismo revolucionario y que esperan evi-
tarlo entregando toda la .sociedad en los bra-
zos del E.stado.
Laveleye colocaba á Bismarck entre los
más ilustres representantes de esta escuela
y ahora, según Demolins, el Emperador de
Alemania es el verdadero jefe de los socialis-
tas conservadores.
La escuela délos sociali.stas evangélicos es
así denominada porqué tiene á.su frente los
pastores de la Iglesia oficial— Se constituyó,
como el precedente,con el objeto de fortificar
en el pueblo el sentimiento monárquico y
estender la acción real con el prestigio del
socialismo.
El programa de esta escuela dice: «el par-
tido cristiano social de los obreros se funda
sobre el terreno de la fe cristiana y de la ad-
he.sión al rey y á la patria Reclama del
Estado la creación de corporaciones de los
diversos oficios, pero obligatoriamente cons-
tituidos en todo el Imperio y apocadas en un
reglamento .severo para la admisión de los
aprendices. — Se constituirán comisiones ar-
bitrales y sus resoluciones tendrán fuerza
legal. Creación obligatoria de caja de soco-
rros, para las viudas, los huérfanos y los in-
válidos del trabajo.— Duración normal del
día reglamentada por el Estado según la na-
turaleza del trabajo.— Las propiedades del
DEL lilO DE LA PLAJLA
15
Estado 3' de las comunas serán explotadas en
el interés de los trabajadores y se aumenta-
rán tanto como sea económica y tácnica-
mente posible.— Impuesto progresivo sobre
la renta.— Impuesto muy elevado .sobre el
lujo, — impuestos sobie las sucesiones, pro-
gresivo según la importancia de la herencia
y el alejamiento del grado de paren-
tesco.»
- I.a escuela consideiable de los Socialistas
católicos se constituyó sobre todo á conse-
cuencia de una publicación del obispo de
Maguncia, Mon. Ketteler, intitulada: «La
cuestión obrera y el Cristianismo», que tuvo
gran repercusión en Alemania.
Los puntos principales de su programa
elaborado por el canónigo Moufang, establece
que «el .salario es insuficiente y que es nece-
.sario que el E.stado intervenga. — El Estado
interviene para dar fuerza obligatoria á los
reglamentos establecidos por cada corpora-
ción de oficio.— El E.stado debe fijar la ta.sa
de los salarios. — Debe reglamentar las reía,
clones de aprendices con sus jefes y de los in-
dustriales con los obreros.— El Estado debe
hacer anticipos á las sociedades de los obreros
y limitar la tiranía del capital. >— «No ataco
ni la riqueza ni á los ricos, dice Moufang, pero
lo que yo condeno es el modo como se enri-
quecen hoy los millonarios y los dueños de
millares/>.
Los Socialistas de la cátedra están lejos de
ponerse de acuerdo y se encuentran en Ale-
mania, en la cátedra de economía política
toda la escala délas opiniones desde el socia-
lismo más tímido hasta el más caracterizado,
hasta, agrega M'' Demolins, el de Wagner
que reclama la limitación de la propiedad
privada y la extensión de la propiedad colec-
tiva.
Séame permitiao aquí un paréntesis para
hacer una observación al distinguido escri-
tor cuyas páginas he trascripto casi literal-
mente.—La nacionalización del suelo, tal
como lo so.-,tiene Wagner, tal como lo han
pretendido Stuart Mili, Laveleye, Fouillé,
(íeorge Spencer, y tantos otros distingui-
dos economistas y pensadores, tal como la
pretendió Rivadavia y sus más notables hom-
bres de gobierno, no importa lo que debe en-
tenderse por Socialismo.
Demolins investiga en seguida la causa
en virtud de la cu.<il ese movimiento ha
tomado mayor extensión en Alemania que
en otros países, en los cuales la grande in-
dustria lia originado las nuevas dilicultades.
«El movimiento obrei'O, dice, surgió en
el mundo en el mismo momento en que la
Alemania había realizado la misma evolu-
ción social que hizo Esprxña hace tres siglos
con Felipe II, 3' la Francia hace dos siglo--;
con Luis XIY.— Esta evolución conr.isteen la
adopción del tipo del poder cenLral absoluto
sobre las ruinas de la vida local y provin-
cial.»
Me parece que Mr. Demolins ha debido lle-
var más lejos su investigación y estudiar las
tendencias del pueblo alemán, tan caracte-
rizadas por sus e.scuelas filosóficas predomi-
nantss, y al hacerse cargo de estas tenden-
cias sería lógico con su exacto modo de
apreciar, el distinto carácter que toma el
problema obrero en Inglaterra y en los
Estados-Unidos.
Estos datos sobre el movimiento socialista
en Alemania se completan con noticias y ob-
servaciones sobre las conqui.stas prácticas
que ha),h«cho allí el espíritu centralista y los
pr(^-ramas de los Socialistas, una parte de
las cuales ya encuentra consagradas en el
código civil prusiano.
Su título XIX, parte segunda, establece en
efecto que: 1" el Estado debo proveer el ali-
mento y conservaciiin á los ciudadanos que
no puedan con.seguirlos por sí mismos ó que
no puedan obtenerlo de los que deban darlo
por la ley; 2" á los que no puedan empleai-se,
se les asignará ti-abajo en relación con sus
fuerzas y aptitudes; 3'^ los que por pereza ó
gusto de haraganería ó por toda otra predis-
posición viciosa dejen de buscarse medio de
existencia serán obligados á ejecutar trabajos
útiles bajo la inspección de la autoridad: &'
el Estado tiene el derecho y está obligado á
crear instituciones por medio de las cuales
se impidan igualmente el desamparo de
unos y la prodigalidad de otros; 7" se prohibe
en el Estado todo lo que puede tener por efec-
to provocar la ociosidad, .sobre todo en las
clases inferiores, así como todo lo que pueda
desviai-las del trabajo; 10" las autoridades
comunales están obligadasá alimen tar á los
habitantes pobres; 11'^ ellas deben informar-
se de las causas de su desamparo é indicar-
m
Reaista Económica
las á las autoridades superiores á fin de que
se remedien.
En estas disposiciones, que censura en glo-
bo el autor de la obra de que me ocupo, hay
mucho que copiar por nosotros, particular-
mente el inciso 7°. que nos trae á la memoria
la benéfica propaganda de El Diario sobre
los frontones y demás elementos de juego y
de ociosidad. Esto no es socialismo, es cuidar
de la moralidad y buenas costumbres, de-
ber de que no delxí pi-escindir ni el gobier-
no mas individualista.
Aunque se restrinja lo que se califica in-
debidamente de socialismo, siempre será evi-
dente que, como lo afirma la Revista de la
delicia Social, este ha adquirido en Alema-
nia una importancia que debe con justo
motivo preocupar á todos los hombres pen-
sadores.
Demolins considera completamente fuera
de cuestión estos tres puntos: Que la Alema-
nia es el foco del socialismo,- que son alema-
nes los que propagan el socialismo en el
resto del mundo, y en fin, que el socialismo
no prospera en las poblaciones de iniciativa
privada, desenvuelta y de poderes públicos
limitados.
En efecto, el socialismo alemán tiene mar-
cada tendencia á convertir su acción en re-
dentora internacional. Su divisa ya lo dice:
«Proletarios de todos los países, unios».
Desde que este nuevo movimiento se ha
pronunciado, han sido alemanes sus pi-opa-
gandistas en toda la Europa A' en América,
y alemana es la doctrina que difunden.
Justa es también la observación que se
hace de que esa escuela no progresa en los
países individualistas, y los ejemplos de In-
glaterra y los Estados-Unidos que se citan
son elocuentes.
En esos países el mal social existe como
en Alemania; el capital oprime al trabajo y
•A la inteligencia; y la naturaleza humana
trata de reaccionar y defenderse contra un
feudalismo no menos opresor que el de la
Edad Media, pero busca para ello medios
adecuados á la tendencia de su espíritu.
Trata de defenderse poi- la acción individual
y la asociación.
Les "Trades Unions) ingleses foimados con
ese objeto ya cuentan hoy con un n!ill()n y
medio de socios y una renta de £ 2.000.000.
Este es un medio poderoso de resisteii'cia^
contra las imposiciones de los patrones y
un elemento á la vez de imposición.
El Sr. Edmond Demolins vé en esto u
gran paso paim la solución, pero, por u
parte, no veo mas que la lucha, que -
empeña con mayores elementos, y la fuei;,
que dá la acción colectiva.
Por una parte las huelgas, que consumen
los recursos de los «Trades Unions» y pai-a-
liz.in todos los trabajos y. por otra, los talleres
que se cierran por falta de remuneración,
forman un cuadro bajo todos sus aspectos
poco halagador.
Esa solución está aun por encontrarse, y
ella no se hallará ni en el extremo del colec-
tivismo ni en los del individualismo.
La situación Econóinica ij Financieía
DE LA
REPIBLICA ORIEmL DEL URUGUAY
Opiniones del Sr. D. Eduardo Casey
Aprovechando la pi'esencia en Buenos
Aires de D. Eduardo Case^', hemos creído
conveniente, para mejor servicio de nue.stros
lectoi'es, oir su opinión sobre la situación
económica y financiera de la República
Oriental que por diversos motivos ha tenido
la oportunidad de apreciar á fondo.
La reconocida competencia del Sr. Casey y
la franqueza que le caracteriza, nos prome-
tían una conAorsación de sumo interés.
No nos hemos equÍA ocado, y las contesta-
ciones que dio á las preguntas que le hici-
mos, tienen, como se verá enseguida, verda-
dera importancia.
Generalmente se considera al Sr. Casey
como un hombre apa.sionado contra el ac-
tual estado de cosas de la Hepúl^lica Orien-
tal, opinión de que por cierto no participa-
mos.
Al irlo á ver ya lo sabíamos. Así como
creemos i'itil y pati-iótico aclarar la situación
económica del país, i-eprobamos á los que no
se detienen en sus desahogos personales,
ante el .sagrario de los intereses generales de
la República.
DEL Rio de la Plata
17
^ l<esde nuestras columnas sembraremos
verdades y no pasiones.
He aquí, mientras tanto, la reproducción
xacta de la conversación á que nos referi-
í".os.
^^ ¿Qué diferencia ha notado Vd. en la situa-
^ lón de Montevideo, á su reg-reso de Europa?
—Que ha empeorado mucho. Parece que
cada día se debilita más; es un estado de
anemia que asusta.
Mucho estimaré oír su opinión sobre la si-
tuación económica y financiera de la Repú-
blica Oriental. ¿Cree Vd. que se establecerá
en breve el Banco?
—Creo que la situación ha de empeorar
mucho antes de mejorar. Aquel país lucha
con la desventaja deestai- colocado entre dos
países papelistas, uno de ellos el Brasil, que
es el comprador de su mejor producto, la
carne, pagándola á papel, y el otro la Repú-
blica Argentina que es su rival en el mismo
producto y que la supera en campos exten-
sos y con la facilidad de dinero y crédito á
papel.
Para el argentino es poco sacrificio tener
que vender los productos de su ganadería á
papel, puesto que atiende á todos sus gastos
en la misma moneda.
Sus deudas son á papel y él solamente se
preocupa de recibiv- mucho papel, sin pensar
ni un momento en su relación al oro.
En la República Oriental todos los gastos,
todos los compromisos del productor son á
oro, y como no hay crédito hay que sacrifi-
car los productos á vil precio para poder
vivir.
Actualmente en aquel país no hay circu-
lación de moneda de ninguna clase, ni oro,
ni papel, ni plata. Es el único país civilizado
que no tiene moneda, ni sistema bancario,
y no puede haber mejoría hasta que se es-
tablezca un Banco poderoso que pueda dar
la circulación necesaria para el movimiento
comercial del país.
No se puede prosperar en un país si hay
que efectuar los pagos con bolsas de oro, ó
mandar talegas de metálico á la campaña.
Estose hace solamente en algunas partes del
Asia ó del África, pero nunca en un país
de la importancia del Uruguay.
Para atender medianamente á las necesi- 1
dades de todo el país, se necesita cuando
menos $ ] 5.000.000 en billetes de Banco; y
como se ha de garantir esa emisión, es el pro-
blema que hay que resolver.
Respecto al nuevo Banco proyectado, no
deseo dar opinión. Creo que todavía no se
han depositado las £ 50.000 de la garantía
exigida.
¿Cree Vd. que en el arreglo de las deudas
externas, la conducta del gobierno ha sido
acertada y previsora?
—Creo que no. Se podía haber hecho un ar-
reglo bueno para el país y que contentaría á
los acreedores. Con el arreglo que se acaba
de hacer, el crédito del país queda perdido
por veinte años. Por mucho tiempo será mu^-
difícil conseguir capitales en Europa para
fundar Bancos ó hacer ferrocarriles en el
Uruguay, y la falta de esos capitales tiene
que imposibilitar al gobierno á sostener el
servicio de la deuda y la garantía de los fe-
rrocarriles al 3 ]/2 %. El año que viene ha-
brá que proponer un nuevo arreglo.
EL BANCO DE LA PROVINCIA
B-CTEO^OS ^¿^II^ES
BALANCE DE 31 DE MARZO DE 1892
Xos proponemos estudiar con detenimien-
to la situación de los Bancos del Río de la
Plata, y analizar sucesivamente sus balan-
ces y memorias, con la imparcialidad que
tan delicada materia imponq, satisfaciendo
así la justa curiosidad de los lectores de La
Revista Económica, puesto que esos esta-
blecimientos ofrecen ancho campo para las
más útiles investigaciones.
Damos lugar preferente en este orden de
trabajos al Banco de la Provincia de Buenos
Aires, no solo por ser el decano de las insti-
tituciones de crédito establecidas en estos
países, sino también, y muy principalmen-
te, por la magnitud de los intereses públicos
.y privados que están vinculados á sus des-
tinos.
A esto se agrega la circunstancia de que
hemos podido conseguir el balance, aún no
publicado, que insertamos más adelante y
18
Revista Económica
que permite apreciai", comparándolo con el
del mismo mes de 1891, que fué el último
de su giro i-egular, las modificaciones ope-
radas en un año.
Dividiremos, para la mejor apreciación
del referido Balance, los créditos y las deu-
das del Banco, en oficiales y particulares.
Según el Balance del 31 de Marzo .le 1891,
el Banco poseía cincuenta millones en fon-
dos públicos nacionales y debía por emisión
57.918.200, y en letras entregadas, como sal-
do del precio de esos fondos públicos, pesos
14.485.211:28 oro. Estas partidas están ahora
liquidadas de acuerdo con lo dispuesto por la
ley 17 de Octubre de 1891, siendo reempla-
zadas en el balance de 1892 por las partidas
GobíernoNacional y Ley 17 de Octubre 1891,
que se compensan en el debe y en el haber.
No le queda al Banco compromi.so i-eal con
la Nación mas que el de $ 15.888.000 c/1.
prestados por la Caja de Conversión, que re-
cibió del Banco $ 20.680.581:59 c/1. en letras
de propiedad del Banco, de las que tiene que
devolver $ 4.792.581:59 como exedente de
garantía.
En 31 de Marzo del 91, los préstamos de la
Caja de Conversión ascendían á 11 millones,
de donde resulta un aumento de 4.888.000 $
c/1. entregados por cuenta del empréstito in-
terno.
La cuenta deudora del Gobierno de la
Provincia se ha aumentado en 2.304.318:23
c/1., y la acreedora del Gobierno en 799.'7.")G:96
oi'o, suma que, al tipo actual, representa mas
que el importe de aquel débito.
La cuenta del Banco Hipotecario se ha au-
mentado en ps. 639.229:11 c/1. y 63.766:21 oro.
En esta cuenta sin duda están cargados los
intereses impagos.
Los fondos públicos provinciales han dis-
minuido en 5.580 ps. c/1.
Veamos ahora las cuentas particulares.
El Banco debía, según el anterior balance,
á sus corresponsales, ps. 123.093:03 oi'o y
ahora, además de haber saldado esta cuenta,
aparece con un crédito conti-a ellos de
15.292:98 oro.
Las letras y valores á cobrar han dismi-
nuido en ps. 31.483.759:95 c/[. y 121.764:68
en oro, de donde resulta que ha realizado en
un año el 21 op de su cartera de curso legal
y el 2, 010 de la de oi'o.
Apesar de esto, su existencia en caja ha
disminuido en 3.587.541:99 curso legal a-
24.353:85 oro. En cambio sus depó.<itos apa-
recen reducidos en | 36.989.324:90 curso le-
gal y 10.465:70 oro.
Una suma, que se calcula al rededor de
millón y medio, de lo que aparece como depó-
sitos pagos, está representada por clieques
en circulación, quedeben figurar en la cuen-
ta de Diver.sos. En todo caso, la suma paga-
da es considerable, pues de las fuertes su-
mas que existían en depósitos de cil, ha sido
efectivamente amortizado en un año, pró-
ximamente, el 32 o[o. De los depósitos á oro,
que suman poco, la amortización es de cer-
ca de 1 12 op.
Lo que hemos analizado hasta aquí no
puede ser más satisfactorio, habiendo ade-
lantado el Banco en sus cobranzas, amorti-
zación de depósitos y liquidación de sus
cuentas de emisión con el Gobierno Nacional,
no ob.stante la situación exepcionalmente
difícil de la plaza y el espíritu poco benévolo
que ha habido á su respecto.
Como único punto negro, tenemos la
cuenta de deudores en gestión y mora que,
elevaca á 59.258.118:56 c[l y 3.638.164:61 oro,
presenta un aumento, en curso legal, de
23.039.084:24 y, en oro, de 2.084.267:37.
Esta cuenta ha sido matei'ia de muy es-
pecial estudio y se ha comprobado que par-
te importante sei'á realizada sin quebrantos
sensibles.— En ella figuran fuertes créditos
contra testamentarias valiosas, de las que se
obtendrán el pago completo, y firmas de per-
sonas acaudaladas que dificultades transito-
rias y morosidad en la realización de sus
bienes, han colocado en el caso de no poder
atender con i-egularidad sus servicios. Por
otra parte, en el deseo de garantirse, el Ban-
co manifiesta cierto rigor que, si bien resul-
tará en su beneficio, trae, como con.secuencia
inmediata, el aumento déla referida cuenta.
En la partida de Diversos, en la que, como
se sabe, figuran cuentas de muy distinta
naturaleza, hay en el activo las siguientes
disminuciones: ps. 6.934.805:09 curso legal
y ps. 1.270.251:18 oro, y en el pasivo las de
ps. 6.420.890:14 C[l y 2. 503.573:13 oro.
Es de notar que los débitos del Banco á oro,
incluyendo los depósitos, acreedores oficíales
y diversos, solo asciende á 3.228.431:83, míen .
DEL Rio de la Plata
19
tras que figuran en su activo 9.187.662:43 oro,
lo que lo favorece, especialmente en vista de
la dificultad que existe para las cobranzas á
metálico.
En el nuevo balance, en el que como se
vé, se disminuye tan fuertemente el debito
de la partida Diversos, y en el que se su-
primen las de Conversión de monedas, apa-
,rece el siguiente aumento en el Fondo de
Reserva: ps. 7.751.053,48 C[I y ps. 5.746.699.82
oro.
En el viejo balance, el oi-o estaba calculado
á 120.62 010 en la partida de conversión.
La cuenta especial de utilidades no alcan-
zaba, en el balance anterior, más que hasta
Diciembre de 1890, mientrar- que el nuevo
comprende las producidas hasta el dia 30 de
Abril del 91, aumentándose por esto en
619.n45.09 cil.
Si sumámoslas tres partidas, Capital, Fon-
do de Reserva y utilidades, tenemos ps.
52.163.390:'o8 en cil y 5.959.230:60 en oro.
Esto es todo lo que resulta del análisis del
Balance que publicamos y de su compara-
ción con el de la misma fecha del año ante-
rior.
¿En cuanto deberá la práctica modificar
sus cifras? ¿Es posible la rehabilitación de
este Banco, que durante tanto tiempoha ocu-
pado en América el primer lugar entre las
instituciones de su género?
Esto lo estudiaremos oportunamente, con
toda la extensión que requiere; pero, de.sde
ya, podemob anticipar la firme convicción
que abrigamos de que no faltan medios para
reorganizarlo, de modo que, en breve, pue-
da renunciará las moratorias, y entrar de
nuevo á prestar valiosos servicios á la pro-
ducción de la Campaña, á la industria, y al
comercio.
Este es un asunto que debe preferentemen-
te preocupíu- á los Poderes Públicos de la Pro-
vincia, asumiendo al efecto laactitud que el
patriotismo indica.
A la Prensa
La dirección de La Revista envia un cor-
dial saludo á la prensa del Rio de la Plata,
á cuyas filas se incorpora animada de sen
timientosde fraternidad y de concordia.
La bandera de esta publicación es de
principios, teniendo en mira exclusivamen-
te el bien público, por medio del triunfo de
la verdad científica, cuyo desconocimiento
ha engendrado tantas ruinas y ha produci-
do tan acerbos desengaños.
La dirección de La Revista podrá incurrir
en errores, pero cometerán injusticia los que
sospechen de su buena fé; ella, por su parte,
pi'otesta desde ya su respeto por las ideas
agenas, aún las mas opuestas á las suyas,
convencida de la utilidad de las controver-
sias que hacen brotar, al fin, la luz que fe-
cundiza y que engrandece, cuando el de-
bate se mantiene en las altas esferas que
dignifica al periodismo y que lo elevan al
rango de principal factor del progreso y de
la libertad.
REPÚBLICA ARGENTINA
CRÓNICA DE LA QUINCENA
El estado de sitio nos obliga al silencio;
entretanto publicamos á continuación las
cartas por las cuales consta que el general
Mansilla, que quizá pudiéramos llamar el
Girardin argentino, por la vivacidad del
pensamiento y la fluidez del estilo, se hace
cargo de la parte argentina de esta sección
de la Revista.
Buenos Aires, 25 Abril 1892.
S'r. Gral. D. Lucio V. MtmsiUa.
Querido amigo:
Vo}^ á publicar la segunda serie de La
Revista Económica del Rio de la Plata, y
cuento con su valiosa colaboración.
La primera serie, como Vd. recordará, se
publicó en Agosto de 1870 hasta Marzo de
1871, fecha en que la fiebre amarilla me
obligó á suspenderla. Cuando iba á conti-
nuarla, Vá. fundó El Mercantil, y la galan-
tería con que A^d. me franqueó sus columnas
me indujo á aplazarla, aplazamiento que di-
versas circunstancias han prolongado has-
ta hoy.
Hay más de veinte años desde ese ayer que
20
Revista Económica
creo estará tan vivo en sus recuerdos como
en el mió. Váse así la vida, pero debe ser-
virnos de consuelo cuando, como en este ca-
so, la acción destructora del tiempo ni apa-
ga las gratas impresiones, ni puede amen-
guar los lazos de sincera amistad.
Vd. entonces me entregó la redacción eco.
nómica de su diario; le pido ahora que Vd.
acepte la de la parte política argentina de
mi Revista, con lo cual no solo me favorecerá
sino también á todos los lectores de esta pu-
blicación.
Esta sección de la Revista será exclusiva-
mente su3^a; y completamente en sus ma-
nos estará, como debe estar.
A primera vista puede parecer que las ho-
jas diarias son la más propias para el debate
de las cuestiones de carácter político, pero
no es así sino cuando se trata de propagan-
da callejera. La actualidad de su país como
la del mío, requiere obra más trascendental.
Hay que restablecer muchas doctrinas es-
cenciales hoy oscurecidas y rectificar errores
históricos que extravian el criterio público,
paralo que convienen publicaciones que, co-
mo las revistas, ofrecen el espacio necesario
para tratar las materias con toda amplitud
y dan lugar á lecturas de reposo.
Ya que usted es militar, le representaré
uno y otro agente de opinión pública, por el
cañón Hotchkiss y el cañón Bange. El pri-
mero multiplica sus disparos mientras que
el segundo lo aventaja por el alcance y por
el poder de perforación.
La coraza del malestar genei-al en el Río
de- la Plata, requiere el empleo de la artille-
ría gruesa.
Con este motivo me repito su af mo. amigo
—Domingo Lamas.
Abril 29 1892.
Mi querido Lamas:
He leído con mucho gusto su afectuosa de
ayer.
Ninguna vicisitud ha interrumpido nues-
tra amistad, desde el dia en que nos estre-
chamos la mano, sin egoísmo, coincidiendo
en apreciaciones sobre más de un problema
.social.
Y veinte años de observación me han con-
firmado en lo que entonces pensaba: que la
vida debe mirarse como una sociedad de so-
corro mutuo. Hoy por tí mañana por mí, es
la mejor regla de conducta social. Lo mis-
mo que en política no ha;y nada más cier-
to que el dicho: hoclic míhi, eras iíbi. ¿O la
mayoría del día de hoy puede no ser la mi-
noria de mañana y viceversa? O no hay en
todo lo que es temporal, un interés visible,
de todos, en garantirse contra las asechanzas
de la arbitrariedad, que es siempre abuso y
opresión, vengado donde viniere, aunque
sea bien intencionada y pretenda ser tutelar?
Cómo quiere Vd. entonces que vacile en
decirle: Sí, puede Vd. contar con mi pequeño
continjente quincenal; sí, espere una crónica
política de lo que pase, con algunas conge-
turas de lo que pueda pasar. Tendrá, desde
luego, se lo anticipo, un mérito: será breve.
Los que sabemos que los elementos e.stán
ahí siempre visibles ó invisibles, —que cuan-
do más seca está la tierra más cargada de
agua está la atmósfera,— no ignoramos que
los mismos problemas de hace veinte años,
con nimias diferencias, son los problemas
de la actualidad. Qué digo', hace medio si-
glo que el gran problema argentino está por
resolverse.
Don Samuel Lafone, — el que se casó con
una Quevedo, el padre del distinguido escri-
tor sobre el Valle Calchaquí, decía cuando
yo era muy joven, algo que recién ahora,—
asómbrese Vd.,— entiendo bien.
«En estos paíse.s, se refería principalmente
á las Repúblicas Argentina y Uruguaya,
ningún hombre previsor debe ser propieta-
tario. Está expuesto á tres cosas: á que le
confisquen sus bienes, (esto pasó para siem-
pre, parece); á que lo ejecuten, si debe, y
está apurado; y sobre todo á que los gobier-
nos paternales, (que en todo se meten, que
todo lo quieren reglamentar), de la noche á
la mañana hagan bajar todos los valores un
cincuenta por ciento. No! Un hombre pru-
dente debe tener siempre su dinero en caja,
para descontarlo bien, aunque el interés sea
bajo».
Estamosen estado de sitio, medidaque afec-
ta hasta el fuero interno, y mi pluma se
resiste á desleír más «el argumento».
Yo pienso como el filósofo que más me ha
hecho meditar, que «las naciones suscepti-
bles de grandes sacudimientos tienen gran-
DEL Rio de la Plata
21
des recursos», y sé que estando Yd. conforme
conmigo, cree que la base de la economía
política está en la no intervención, y que no
hay reglamento que valga contra la ley de
la oferta y la demanda.
Así, pues, hoy como antes, nos hemos de
entender: aseguremos la justicia y la liber-
tad; los imbéciles se quedarán rezagados, por
su culpa, en el camino, y los trabajadores
animosos no tendrán sino ocasión de felici-
tarse.
Ante la prespsctiva del renacimiento de
La Revista Ecoxr3MiCA, no puedo dejar de
sentirme dominado por un sentimiento de
tristeza. Su sabio padre, habiendo pasado á
mejor vida quizá, no podrá ya nutrir .sus
columnas con el caudal de su ciencia expe-
rimental.
El famoso Moltke, dice, que la guerra ha-
ce parte de las leyes de la humanidad y que
en economía es necesaria para el equilibrio,
ni más ni menos que los jubileos antiguos.
Que en paz descanse el gran fabricante de
batallas!, y que la Providencia nos libre de
gueri-as y de gentes que desconozcan este
aforismo «pagar es tener crédito».
El continente americano está dosiei'to aún;
hay que poblarlo, que civilizarlo y que fun-
dar en él una nueva cultura. Tener otro
programa no es obra de estadistas, sino ha-
cer política filibustera.
Hasta el 15 de Mayo, si no hay cortapisas
mentales.
Su amigo-
Lucio V. Mcuisilla.
REPÜBLICi ORIENTAL DEL ¡EÜGIIAÍ
CRÓNICA DE LA QUINCENA
En medio de las sombras de la crisis eco-
nómica y del malestar político, aparece como
punto luminoso la iniciativa tomada por al-
gunos ciudadanos para organizar el partido
colorado y tratar de darle representación
popular.
Esto, que tanto nos halaga, no será com-
prensible para el lector del extranjero, que
sin duda no concibe que subsistan, en una
democracia, partidos sin organización popu-
lar y menos que. en esas condiciones, pueda
ninguno de ellos ejercer el gobierno del país,
como equivocadamente se atribuye al par-
tido colorado.
La verdad de los hechos, sin embargo, es
tal como la expresamos. La situación orien-
tal es una situación siii géneris.
Después del desborde de los partidos po-
pulares, en los cuales los hombres de pensa-
miento se vieron dominados por la influen-
cia del caudillaje, que arrastrando las ma-
sas disponía, á su antojo, de los destinos pú-
blicos, el cansancio y el horror que inspira
la guerra civil impusieron una especie de
tregua, durante la cual, sobre la base de la
supresión del sufragio libre y de la acción
de los elementos populares, se constitu^^eron
los poderes públicos con hombres de todos
los partidos.
Conjuntamente con esto, se operaron cam-
bios radicales en las condiciones generales
del país.
El perfeccionamiento de las armas moder-
nas, que disminuyendo la acción del valor
individual y la eficacia de los elementos po-
pulares de lucha, aumentan la fuerza de los
gobiernos; la extensión de los ferrocarriles;
el alambrado de los campos y el hilo tele-
gráfico, consumaron mientras tanto la anu-
lación del caudillaje y establecieron el pre-
dominio de la capital, centro de los medios
preponderantes en las luchas armadas; y de
allí la organización de gobiernos híbridos,
que no son ni colorados, ni blancos, ni cons-
titucionalistas, pero que, merced á aquel
predominio y á aquellos hechos que conclu-
yeron con el caudillaje, garanten la paz
pero, desgraciadamente, nada mas que la
paz.
La verdad es esa; desde entonces hemos
tenido y contituamos teniendo un simula-
cro de gobierno del partido colorado, detrás
del cual no viene sucediéndose mas que el
imperio del personalismo que todo lo absor-
ve y todo lo falsea.
Recórranse imparcialmente nuestros ana-
les políticos de las últimas administraciones
de 1876 en adelante, y se verá que en ellas
han colaborado hombres de todos los parti.
dos, siendo rara excepción la personalidad
sobresaliente que durante este período no
22
Revista Económica
haya participado del g-obierno, entrando á
formar parte de alguna de las ramas de la
Administración.
Ya que incidentalmente hemos tocado es-
te punto, es bueno que aprovechemos la
oportunidad para observar que, por eso
mismo, compartimos todos los que hemos
actuado en esas situaciones, aunque en pro-
porciones diversas, de las responsabilidades
inherentes; y si bien, desde aquella época, se
ha conservado siempre alzada la bandera del
partido colorado, este no ha actuado efecti-
vamente, desde que no ha podido hacerse oir,
ni votar como tal, ejerciéndose y trasmitién-
dose el gobierno por inspiraciones y por
combinaciones de esfera extraña á la acción
genuinamente democrática y partidista.
Durante estos dos últimos períodos, la
tendencia de exclusión del partido que en
el nombre rige los destinos del país, se ha
acentuado, sin duda por el patriótico de«eo
de consolidar la concordia en medio de si-
tuaciones relativamente difíciles, pero á
nuestro modo de ver se ha equivocado el
camino que conduce á la consolidación y á
la verdad de nuestras instituciones, desde
que, en las democracias todo es efímero
cuando no se ré^-^peta el sufragio libre ni gi-
ran, dentro de su órbita legal y eficiente los
partidos constitucionales.
Los males actuales, después de los cambios
operados, no tienen ya su raíz en la intran-
sigencia partidista, sino que son la nonse"
cuencia lógica de la prolongación de una
vida administrativa sin origen institucio-
nal. Son los frutos naturales del incondicio-
nalismo político, agravado con la supresión,
en que con tanto empeño se reincide de las
oposiciones que corrigen y estimulan para
el bien.
La última modificación ministerial, que dio
entrada en el gobierno á uno de los miem-
bro más caracterizados del partido colora-
do, parece indicar en el Presidente de la Re-
pública, cuya clara inteligencia es de todos
reconocida, la alta inspiración de dignificar
la situación política del país, inaugurando
con su partido, y de acuerdo con sus com-
promisos, una nueva era de vida, leal y
francamente constitucional.
Si ésto se reahza, como lo esperamos, este
pe. iodo presidencial, que tiene que luchar
con tantas y tan graves dificultades econó-
micas, puede todavía hacerse memorable,
marcando la era de nuestro renacimiento
político, base de toda mejora fundamental
en el orden económico y financiero del país.
El tiempo ya ha hecho su obra; han desa-
parecido los caudillos y, con ellos, las pasio-
nes de carácter sanguinario que el patriotismo
3^ la civilización han repudiado por completo;
queda de los partidos históricos tan sólo la
división radical de sus tendencias primi-
tivas.
El blanco es el pai'tido conservador, el
colorado es el partido progresista; y así ca-
racterizados, tienen derecho á que se les abra
de una vez las puertas de la vida democráti-
ca, con lo que han de volver á su seno todos
los elementos pensantes de ellos disgregados
en épocas anteriores, desapareciendo así la
agrupación constitucionalista, como tiene
que desaparecer en las luchas democráticas
toda agrupación que no cuente con elemen-
tos populares, so pena de no ejercer más ac
ción política que la que quieran concederle
sus adversarios ó, continuando el estado ac-
tual de cosas, de ver reproducir el hecho de
ingresar sus miembros á las Cámaras, vio-
lando la Constitución cuyo nombre invocan.
Tampoco es patriótico privar al país del
continjente deintelijendascomo las con que
cuenta esa fracción política; y al realizarse
ésto, los constitucionalistas no harán más
que reconocer lo que los hechos han sancio-
nado.—Cuando en una democracia las masas
populares no aceptan un programa de par-
tido, la tentativa que él represente ha fracasa-
do. Hay además del hecho del fracaso, la mo-
dificación de las condiciones políticas y
sociales que motivaron la iniciación del
nuevo partido. Lo que hoy ellas aconsejan
ya noesla eliminación sino la reconstrucción
y la vida regular de nuestros dos grandes
partidos.
Ahí está el progreso,del cual el movimien-
to á que nos referimos al principio es un
signo favorable.
En cambio de ésto, en otra parte del hori-
zonte se presenta la nube de nuevas divisio-
nes enervantes del partido colorado, que nos
es traída por el espíritu de intriga de unos,
y la poca meditación de otros.— Nos referí-
DEL Rio de la Plata
23
mos á la cuestión religiosa, que no puede su-
citarse con menos oporlanidad.
No están en discusión ni las preirogativas
del Estado en presencia del Papado; tenemos
en práctica el registro civil y la educación
laica en toda su amplitud, mientras que,
como ya lo hemos dicho, está por reivindi-
carse la verdad de nuestro régimen demo-
crático, á cuyo restablecimiento deben con-
verjer todas las inteligencias y todas las
voluntades, objetivo del que no es patriótico
dejarse distraer.
Por otra parte, las diversas escuelas socia-
les deben buscar exclusivam ente en el su-
fragio libre, que es condición de adminis-
traciones regulai-es y de dignidad de todo
ciudadano, las gara ntías para el debate de
sus aspiraciones, más positivas que las que
pueden proporcionarles toda propaganda
de principios en nuestra actual anorma-
lidad.
Esa obra que los más elementales deberes á
todos nosimpone, será degrandesé inmedia-
tos resultados.
Quizá algunos quieran tacharnos de optimis-
tas, pero creemos firn)emente que. la Repú-
blica Oriental es de las naciones americanas
la que está mejor preparada para la consoli-
dación de buenos gobiernos, en medio de la
democracia.
La República Argentina, cuyo espíritu pú-
blico, con sus viriles manifestaciones q" tan-
to la honran, lucha con las diflcultadesinhe-
rentesá su extensión territorial, átendencia.*
discordantes y al hecho deque sus grandes
centros de ilustración 3^ progreso general se
hallan eninmensaminoriaproporcionalmen-
te á las poblaciones provinciales del interior,
donde el ejercicio de los derechos políticos
es mucho menos eficiente que en el litoral.
La situación del Brasil presenta los más
graves problemas. —Tiene cuestiones de raza,
antagonismos locales, y divergencias de
regímenes políticos.
La República Oriental, en cambio, posee
un progreso unifoi-me; el respeto del prin-
cipio de autoridad está consolidado en todo
el país, y solo le falta el que las clases diri-
gentes se resuelvan á darle los beneficios de
lasluchas lealesde lademocrácía,suprimien-
to el cesarismo y el imperio de los favoritos
y de las camarillas.
Se agita y se sostiene con calor la conve-
niencia de nacionalizar los extrangoros,
concediéndoles derechos políticos.
La idea en sí merece apoyo, siempre que
la nacionalización se efectúe en condiciones
convenientes; pero hay algo más importante
que hacer, que es devolver á los orienta-
les la acción que les corresponde y á los par-
tidos la autonomía indispensable para que
vivamos, que ya es tiempo, la vida de las
naciones libres, que consolidan su existen-
cia porque inspiran el respeto universal.
Esta quincena presenta la especialidad de
iniciativas parlamentarias, cosa á que no
nos hallamos habituados.
Además del ya traqueteado proyecto de
nacionalización de los extranjeros, detrás
del cual no quieren algunos ver mas que el
medio con que una agrupación trata, equi-
vocándose tal vez, de aumentar el número
de los votantes complacientes, cosa menos
fácil tratándose de la gran masa de los ciu-
dadanos naturales, alejados vi rtualmente do
las urnas, hemos tenido los dos proyectos de
ley del Dr. D. José Román Mendoza, miem-
bro independiente del Cuerpo Legislativo y
uno de los mas caracterizados campeones del
partido colorado.
Ambos, aunque de distinto orden, presen-
tan verdadera importancia.
El primero tiene por objeto devolver á los
militares que no están al mando de fuerzas,
el ejercicio de los derechos políticos.
No puede desconocerse la conveniencia de
que los jefes que tengan mando efectivo de
fuerzas, se con.sideren impedidos para for-
mar parte de los clubs políticos, y tomar
participación directa en sus trabajos y en
sus manifestaciones; pero la inteligencia
dida por un decreto del P. E., lleva esta in-
compatibilidad fuera de sus límites raciona-
les y admisibles. Se ha confundido el man-
do efectivo de fuerzas con el hecho de figu-
rai', por la jerarquía ú otras circunstancias
entre las clases activas y se ha coartado en
general á todas estas el ejercicio de los de-
rechos del ciudadano.
En Buenos Aires no se concibiría, sin
duda, que un gobierno vedase el ejercicio
de los derechos políticos á los tenientes ge-
24
Revista Económica
11 éralos Mitre y Boca ni á los g-enerales Man-
silla, Bosch, Campos y tantos otros, que tie-
nen, por sus antecedentes políticos, su inte-
lig-encia y aspiraciones patrióticas, no solo
el derecho sino también el deber de velar ac-
tivamente por los intereses públicos y por
los de sus respectivos partidos: y. sin em-
bargo, si aquí imperase la interpretación
gubernativa oriental, ellos estarían coloca-
dos en el inconcebible dilema de obtar entre
la posición que les dan sus servicios y el
ejercicio de sus derechos políticos, ó. lo que
es lo mismo, el cumplimiento de los deberes
de ciudadano y de partidista.
El otro proyecto tiene por objeto dar una
extensión lógica á la ley que dispone que
todas las obras públicas se hagan por licita,
ción, determinando que debe hacerse lo mis-
mo cuando se trate de entregar á empresas
servicios públicos remunerados con impues-
tos, como los faros, etc.
Es en efecto, una verdadera anomalía le-
gislativa la que subsiste, imponiéndose la
licitación hasta para ti-abajos de doscientos
pesos, mientras se le deja al P. E. facultad
para hacer conseciones, sin formalidad al-
guna, que representan á veces el percibo de
rentas de muchos miles de pesos al mes.
Verdad es que la lógica que .se busca en
la disposición legislativa, el P. E. la ha es-
tablecido á .su modo, prescindiendo de las
licitaciones para casos en que está por la ley
expresamente ordenada.
Según se dice, este proyecto será auiplia-
do por otro .señor diputado.
Por nuestra parte, al aplaudir las refei-idas
iniciativas, debemos manifestar que no nos
es dado esperar reciban sanción definitiva,
puesto que todo lo que tiene el carácter de
autonomía genuinamente parlamentaria, es
contrario á la esencia del régimen impe-
perante.
Las Cámaras son para nuestros gobiernos
personales, meras dependienciasque ha mon.
tado para poner el sello legislativo á lo
que por forma lo requiera; y esta idea está
tan encarnada, que todo acto que impor-
te el ejercicio de una atribución propia,
es con.siderado por el centro cardinalicio del
P. E. como un menoscabo de facultades in-
dispensables para el buen gobierno.
Lo que pasó con el tan opoi-tuno como bien
elaborado proyecto del distinguido diputa-
do Dr. D. Luis Mellan Laflnur. sobre la su-
presión de la enseñanza del latín, es una
prueba de e.ste mal, que importa no solo de-
primir una de las ramas del gobierno, sino
también exterilizar el provechoso caudal
de las competencias con que cuenta el Poder
Legislativo.
Esto no implica un cargo especial á la ad-
ministración actual. Hay que ser justo ante
todo; es el resultado de un estado de cosas
establecido desde mucho antes y fuerte-
mente arraigado 3' contra el que, es de es-
perar, los actuales hombres del gobierno
han de tratar de reaccionar.
La disposición policial mandando desalojar
de la ciudad vieja las casas de prostitución,
viene siendo todavía materia de graves dis-
cusiones, manifestándose un celo por los
derechos constitucionales de las prostitutas,
que se creen vulnerados, cuando la supre-
sión práctica de los derechos políticos de
todos los ciudadanos es cosa que no preocupa
á la prensa en general 3' no dá lugar á nin-
guna manifestación.
Considerando la cuestión en sí, nos parece
que no hay pretexto legal para el alboroto
que se hace. La Constitución al garantir las
acciones privadas de los hombre.s, establece
las limitaciones naturales impuestas por el
orden social y los derechos de terceros.
Si bien no puede e.stinguirse la prostitu-
ción por medio de disposiciones administra-
tivas, y ellas constituyen actos de carácter
completamente privado, también es cierto
que la exhibición del vicio afecta profunda-
mente el orden social .y causa evidentes per-
juicios á terceros, que es deber de todo
gobierno evitar.
Es oportuno recordar aquí lo que en el
caso análogo del juego decía Federico Passy:
«Se puede decir que suprimiendo los gran-
des establecimientos de juego el Estado
no los .suprime para los que están poseídos
de la pasión del juego, á quienes se obliga sim-
plemente á ir.se hacer desplumaren casas de
baja esfera en las cuales los fraudes son más
fáciles. Pero se puede decir también, por
otra parte, que para ir á jugar en esas casas
es preciso estar poseído de la pasión dei
juego, y que el peligro no existe más que
DEL pjo DE i,A Plata
25
para los que van expresamente á buscarlo.—
\o sucede lo mismo con estas casas que se
exhiben á todos y se encuentran en el ca-
mino; ya no es aquí sólo el jugador empe-
dernido el hombre que deliberadamente va
á buscar la fortuna ó la ruina y que en esas
casas entra: es el hombre que nunca ha to-
cado una carta es el extranjero que pasa y
una vez en ella toma el vicio, se connatura-
liza con él».— Aislar,'e vitar la ["ostentación
del vicio, no es pues masque evitar perjui-
cios de terceros.
Esto están elemental, que en las reglamen-
taciones rudimentarias de las poblaciones
quichuas, en la época de la conquista, ya
encontramos establecido lo que en nuestra
sociedad tan civilizada se quiere desconocer.
Dejo la palabra al Inca Garcila.'-o que his-
toriando lasinstituciones quichuas refiere en
los siguientes términos lo que al respecto
habíase establecido.
«Resta decir de las mujeres públicas, las
cuales permitieron los incas por evitar ma-
yoresdaños, que vivían en unas malas chozas,
cada una de por sí, y no juntas: no podían
entrar en los pueblos, porque no se comuni-
casen con las otras mujeres. Llámaseles Pam-
payruna, nombre que significa la morada y
el oficio, porque es compuesto de Pampa,
que es plaza, ó campo llano (que ambas sig-
nificaciones contiene) y de Runa que en sin-
gular quiere decir persona, hombre ó mujer;
y en plural quiere decir gente: juntas am-
bas dicciones, si las toman en la significa-
ción del campo, Pampayruna quiere decir
gente que vive en el campo, esto es, por su
mal oficio; y si las toman en la significación
de plaza, quiere decir persona ó mujer de
plaza, dando á entender que como la plaza
es pública
«Los hombres las trataban con grandísimo
menosprecio. Las mujeres no hablaban con
ellas, so pena de haver el mismo nombre, y
ser trasquiladas en público, y dadas por in-
fames, y ser repudiadas de los maridos, si
eran casadas. No las llamaban por su nom-
bre propio si no Pampayruna, que es ramera.»
Como observación desiciva en favor de los
derechos de la prostitución, se menciona que
la Constitución establece que ningún habi-
tante puede ser obligado á lo que la ley no
mande, agregándose que nuestras Cámaras
no han dictado ninguna ley al respecto, pero
esto no tiene base paesto que la misma Cons-
titución declara en su fuerza y vigor las le-
yes que rejían hasta entonces en todas las
materias y puntos que directa ó indirecta-
mente no se opusiesen á la Constitución ni á
los decretos y leyes que se dictasen.
La falta de disposiciones legales de la Na-
ción, deja en estas materias subsistentes la
antiguas leyes españolas, y en vista de ellas
el gobierno, en vez de proceder en este caso
extralimitando facultades legales, no ha
hecho todo lo que podría hacer.
Revista bursátil
Más de una vez, como hoy, han de ver los
lectores de esta sección relaciones de hechos
en pugna abierta con las teorías económicas
que quizás sostengan los verdaderos redac-
tores de la especialidad en esta misma Re-
vista. ¡El oro ha bajado por abundancia de
papel! !E1 billete se ha apreciado porque está
menos escaso! Parece un disparate y, .sin em-
bargo, nada más cierto. La terminación de la
campaña electoral dando seguridades de paz
ha hecho más fáciles los descuentos, que se
han tratado liberalmente entre 10 1/4 y 11 o/o,
segiín firmas y plazos, y esta baja en el
interés ha repercutido en la Bolsa, en que se
han hecho pases de onzas (fin de Abril á fin
de Mayo) con 30 á 60 centavos, lo que cons-
tituye una mala colocación para nuestros ca-
pitalistas, acostumbrados, meses atrás, hasta
1 li2y 2 puntos en onza, y les ha hecho buscar
otras inversionesabandonandoel oro, que al
no recibirse de nuevo, ha ocasionado la baja
de 56 á 54.70 la onza (336.10 o[o;, precio á que
cierra con tendencia de seguir bajando en
Mayo, á poco que ayuden los acontecimien-
tos políticos que se esperan.
Algo valorizados los cheques del Banco de
la Provincia, que la emisión de certificados
había depreciado exageradamente en los
primeros momentos, y que noticias de una
mejor situación del Banco han empezado á
apreciar.
En dos puntos ha mejorado el Empréstito
Nacional Interno, á lo que ha contribuido la
suscrición en este título de las nuevas accio-
28
Eevista Económica
nesdel Banco delaNación. Fracasada esta en
el día de la fecha con poco más de 40J)00 ac-
ciones suscritas sobre 100.000 pedidas, el valor
de este título será él que merezca como papel
de renta, é indudablemente no está, eJ que
tiene hoy, en armonía con el valor del dinero
en plaza.
Las acciones de los Bancos Español é Italia
han mejorado en dos puntes, y expecialmen-
te por las primeras hay mucha demanda, lo
que no es extraño dado el movimiento cada
día creciente que se nota en sus negocios.
De la Bolsa de Montevideo, los precios in-
sertos darán idea de su calma y los que fre-
cuentan la de Buenos Aires, pueden ver
cada día llegar nuevos corredores de aquella,
que buscan entre nosotros lo que allí falta:
comisiones.
V.
Movimiento bursátil de la segunda quincena de Abril de 1892
BOLSA DE BUENOS AIRES
(DEL 15 AL 30 DE ABRIL)
Metálico
Onzas
Libras esterlinas.
Cambios
Inglaterra.
Francia.. .
Bélgica
Alemania.
Cheques
Banco Nacional
Banco de la Provincia
Banco Hipotecario de la Provincia— bonos.
Banco Inglés del Rio de la Plata (papel)...
(oro).
Cédulas Hipotecarias Nacionales
Serie
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de 1
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A
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Cédulas Hipotecarias Provinciales
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Mas alto
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29.30
Fondo.s y Títulos Públicos
Empréstito Nacional Interno de 1891
Acciones
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Español del Rio de la Plata
Italia y » » » » (oro)
59.20
87.50
65 —
Crédito Real
27 —
Nuevo Banco Italiano ..\
compañías
La Edificadora
36 -
80 —
La Previsora (Compañia de Seguros)
La Primitiva de Gas
29 -
64.50
Gas Argentino
40 —
Empresa del Ed-iücio de la Bolsa
125 -
BOLSA DE MONTEVIDEO
(DEL 15 AL 30 DE ABRIL)
Acciones Banco Nacional
8.20
Billetes » »
54.80
Deuda Unificada
40 —
Títulos hipotecarios Serie D
26.80
Cédulas hipotecarias » A
Deuda amortizable. ... • .
29 -
34.60
Inglaterra
51.%
Francia
5.41
Bélgica ...
5.42
Alemania
4.36
28
Revista
Económica
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TILIDADES
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ño. 1891
ITULOS EN DEPOSIT
Cédulas Hipotecarias.
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REVISTA ECONÓMICA
DEL
RIO DE LA PLATA
DIRECTOR: DOMINGO LAMAS
LOS TRATADOSJE COMERCIO
a l'rol'úsito dk una iniciativa del
Gobierno Obtrntai.
I
Consecuente con el propósito manifesta-
do en mi articulo programa del ni'imero an-
terior, en el cual declart' que concretaría mi
colaboración á las cuestiones de di% ersa ín-
dole, de carácter intei'nacional. me propongo
hoy examinar un asunto de máxima impor-
tancia; me refiero, en g-enei-al, á la celebra-
ción de tratados de comercio entre las nacio-
nes americanas y las europeas y, en particu-
lar, á la actitud que en e.<ta materia le
convendría asumir á la República Oriental
del Urug-uay.
Justifica la preferencia que le doy, para
iniciar mis tai-eas, k tema de por sí tan inte-
resante, la resolución de la cancillería uru-
gua.ya de entablar negociaciones para la
conclusión, con Franciay .\lemania, de ti-a-
tados de comercio, resolución de fiue dá no-
ticia un mensaje i'ecienteinente dirijido por
el P. E. al Senado Orientaren cumplimiento
de un precepto de la Constitución.
Ninguna cuestión reviste mayor impor-
tancia para las naciones, consideradas del
punto de vista de sus intereses económicos,
que la que se desprende de la celebración
de tratados de comercio, que .suelen equiva-
ler á la renuncia de preri-ogativas sobei-a-
nas, cual la de reglamentar periódicamente
las tendencias y el mecanismo mercantil é
industrial: y esa importancia adquiere ma-
yores proporciones tratándose de países nue-
vos, en plena evolución, dond;^ todo es in-
cierto y problemático íuín.
Los pai.ses hispano-americanos ocupan,
ante la vieja Europa, una posición especial
creada tanto por el estado constitutivo em-
brionario á que me acabo de referir, cuanto
perla distancia que los separa; y la distan-
cia en materias de comercio, de industrias
y de productos, es un factor que suele mo-
dificar í'undi'uientalmente determinadas si-
tuacione.s, bastando para ello considerar que
una misma tarifa de introducción aplicada
á un ai-tículo determinado de costo igual
de producción, resulta muy diver.sa, mer-
cantil ó industrialmente considerada, ya se
aplique á un país limítrofe ya á otro situado
á 2 ó H mil leguas de distancia.
Por otra pai-te, la actitud, entre sí, de las
potencias europeas, en materia de comercio,
obedece, muchas veces, más á consideracio-
nes políticas que á intereses mercantiles é
industiiales, propiamente dichos; las gue-
rras de iai'ifas, con las peripecias pprlurba-
doi-asdel trabajo á que dan lugar, son el re-
sultado, m\iy frecuentemente, en Europa,
más de una rivalidad política que de un
antagonismo comercial. IJnstaria pai-a com-
probar esta opinión el hecho déla enUnte
aduanera enti-e las potencias aliadas del
centro eui'opeo y la armonía que, en contra-
posición, exi.ste, en materia comercial, entre
Francia y Rusia, etc., etc. actitud que se re-
fleja igualmente en los mercados monetarios
ó financieros, siendo reciente el hecho de la
suscricion exhuberante de los empi'ésíitos
rusos en París, coincidiendo con la repudia-
ción de los papeles moscovitas pnr las plazas
de Berlín \ Haiii burgo.
m
Revista Ecunómica
Por otra parte, más de una vez he mani-
festado opiniones contrarias á la aplicación
exagerada ó extemporánea de la doctrina
Monroe; sobretodo cuando se lia pretendido
avasallar, por nuestra gran hermana del
Norte, el comercio de las naciones del conti-
nente, resucitando, al efecto, el espectro de
las Santas Alianzas, que han hecho su época:
el Congreso de Panamá y el tratado CU.y-
ton-Bullv»-er. pertenecen á la historia.
Xi compromisos generales con la F.uropa,
que coharten nue'^tra independencia econó-
mica; ni tutelaje norte-americano que me-
noscabe en lo más mínimo nuestra sobera-
nía; ni intransigencia en principios de pro-
tección y de libro cambio. Lo (jue deseo para
mi país y lo que aconsejo á las naciones ([ue
nos circundan, es no comprometer, á la li-
gera, su libertad de acción en materias que
afectan tan profundamente la riqueza na-
cional, loque no escluye los tratados, siera-
pi-e que estos se limiten á proclamar pres-
cripciones pertinentes del derecho de gen-
tes, y k reglamentar su aplicación; ó que
satisfagan grandes intereses económicos del
país, sujetándose á los principios y amol-
dándose alas condiciones generales que al
efecto deben consignarse, como regla univer-
sal de conducta en la materia, en una gran
ley ad-hoc.
Es indispensable, á mi modo de ver. tra-
zar las grandes líneas de nuestra política
económica internacional, proclamando so-
lemnemente las condiciones á que se suje-
tarán en lo sucesivo nuestras relaciones de
"interés material con las demás naciones, lo
que, como lo acabo de apuntar, debe ser el
objeto de una ley.
Para confeccionar esa ley, debemos empe-
zar por darnos cuenta en qué consiste, en
general y en particular, en globo y en de-
talle, el interés económico nacional. Y con
éste motivo debemos recordar que el interés
económico de las naciones no es idéntico en
todas partes; lejos de ahí, ese interés difiere
muchas veces diametralmente, desde que
la ventaja de comprar es muy distinta de la
de vender; además de que existen para
nupstros jóvenes y despoblados países inte-
reses, por ejemplo, como el de la inmigra-
ción, que cito al acaso, que no lo es por
cierto para las viejas potencias europeas.
que luchan, por el contrario, con los inconve-
nientes de la excesiva densidad de pobla-
ción, qvie engendra, por medio del hambre,
la anarquía, que conmueve sobre sus bases
seculares el edificio social.
El pensamiento que acabo de enunciar y
que me propongo desarrollar suficiente-
mente, que consistiría en legislar y regla-
mentar nosotros mismos, especialmente res-
pecto á la Europa,nuestro comercio exterior,
obedece, por mi parte, á un convencimiento
profundo, resultado de mis estudios é in-
vestigaciones en Europa, á saber: la Euro-
pa actual, dado el estado de desari'ollo do
sus industrias,-— en presencia de la gran
masa de 7U millones de hombres que. se
sustraen de por sí, en los Estados Unido ;,
con ó sin leyes Mackinley, á la oferta
europea,— considerando los antagonismos y
rivalidades políticas que han originado ó
han sido la consecuencia de los antagoni.s-
mos y de las rivalidades indu.strialesy ma-
nufactureras que han dividido y dividen
profundamente á la Europa, — la Europa
actual, repito, necesita mucho más de noso-
tro.s, esto es. de nuestros Estados americanos
y muy especialmente de los fie la zona tem-
plada y de la periferia continental, como
medio de evitar ó tan solo de detener el
derrumbe social, que nosotros necesita-
mos de ella. En una palabra defino la
situación, tal como la entiendo : lo que para
nosotros es una conveniencia, para la Eu-
ropa es una necesidad.
Llevada al terreno práctico la idea que
presento, y dejando de considerarla con rela-
ción al conjunto europeo para particulari-
zarla con una ó más de las potencias que la
componen, que es el caso positivo, resultaría
que, como países consumidores, se desper-
taría á nuestro respecto, si sabemos sacar
provecho de la particularidad de nuestra
situación, disputándose nuestros mercados,
la rivalidad como potencias manufacture-
ras, entre Francia, Alemania é Inglaterra
y, en ciertos casos, entre Italia, España,
Bélgica y otros países de menor impor-
tancia.
He tenido oportunidad de desarrollar (*s-
tensamente esta tesis en Europa, en escritos
y en conferencias públicas y aun en el seno
del Parlamento Francés, con motivo de las
DEL Rio de la Plata
31
investigaciones sobre la crisis agrícola en
Francia (Marzo de 1884). La denuncia del
tratado de comercio entre Francia é Italia
me ofreció la oportunidad de publicar un
folleto (Marzo de 1888) bajo el título de «La
politique economique internationale de la
République Argentine», en que puse de
manifiesto, trayendo á colación, con la elo-
cuencia de las cifras y de sus lógicas in-
ducciones, el movimiento comercial del Rio
de la Plata con las divei'sas potencias euro-
peas, de cuyo análisis se desprende la riva-
lidad existente entre dichas potencias para
suministrárnoslos principales artículos ma-
nufacturados.
Copiaré algunos párrafos del referido fo-
lleto: -
«Hoy dia Francia, Inglaterra y Alemania
se disputan los mercados de la República
Argentina pai-a la salida de los productos
de sus manufacturas : estas tres naciones le
venden actualmente por mas de 300 millo-
nes de francos anuales de dichos productos,
contra 150 millones cinco años ha y 90 mi-
llones hace apenas diez años : se vé por esta
progresión cuál e^ la importancia para los
países manufactureros, en el presente y so-
bre todo en el porvenir de los mercados con-
sumidores de la República Argentina. Va-
mos á estudiar, números en mano, cual es
la situación de la lucha emprendida por In-
glaterra, Francia y Alemania con el fin de
conquistar la supremacía comercial en las
regiones del Plata. Veremos por ahí que
Francia descuida intereses, que para ella
son capitales, para ocuparse y preocuparse
de relaciones internacionales que. como las
que tiene con Italia, son menos considera-
bles, sobretodo si se tiene en cuenta el por-
venir. Hoy dia las transacciones entre Fran-
cia é Italia, ascienden á unos 400 millones
de francos próximamente, contra 320, poco
mas ó menos, entre la primera de esas nacio-
nes y la República Argentina. Dentro de
cinco años Francia podría duplicar, si lo
quisiera (concediendo en cambio lo que po-
dría conceder), sus transacciones con la Ar-
gentina, mientras que con Italia el importe
actual de sus operaciones es poco suscepti-
ble de modificaciones: es, por así decir, una
cifra estacionaria.»
Contestando á objeciones que se me ha-
cían desde las columnas del Ecotiomisíe
Franmis, del señor Paul Leroy Beaulieu,
con motivo de una carta que dirigí al señor
Spuller. Presidente de una Comisión de In-
formación Parlamentaria, sobre materia eco-
nómica, sostuve en los siguientes términos,
en las columnas de la Reviie Sud-Anm-icahte,
la diferencia de situaciones existentes en-
tre los Estados americanos y los europeos
para resistir una guerra de tarifas :
«Hay naciones que se hallan más que
otras á merced de los cambios de tarifas de
sus vecinos, como, por ejemplo, aquellas en
que sus indu.strias no podrían subsistir en
el estado de desarrollo á que hubiesen lle-
gado, 1" sin i-ecibir del extranjero las ma-
terias primas indispensables á su actividad
y, 2" sin dar salida á la mayor parte de su?
productos manufacturados. Es el caso de
Francia, de Bélgica, etc., y no tanto el de
Inglaterra, que ha encontrado, gracias á sus
numerosas colonias como á su táctica finan-
ciera, el medio de asegurará sus manufac.
turas los mercados más vastos del universo.
«Otras naciones, y citaremos en prime"
ra línea á los Estados Unidos y á la Repú-
blica Argentina, podrían, en caso necesa-
rio, bastarse á sí mismos y ser, por consi-
guiente, menos vulnerables que las otras,
porque sus territorios se prestan á todas las
culturas y pueden obtenerse en ellos todos
los productos imaginables y necesarios á las
indu.strias modernas. Estas naciones po-
drán, llegado el caso, bastarse á sí mismas,
sin esponerse á los cataclismos que. por
ejemplo, produciría en Francia la súbita y
considei'ablediminuciónde las transacciones
comerciales. V
Más adelante, haciéndome cargo de obje-
ciones aparentemente fundadas, las destruía
en los siguientes términos;
<Se nos dice en Francia: Si bien es verdad
que vendemos por cerca de 100 millones de
francos de manufacturas á la República Ai-
gentina, no es menos cierto que compra-
mos á esa República por casi 200 millones
de f ancos de pieles, de lanas, de sebos, de
carnes y de cereales; una guerra de tarifas
perjudicaría, por consiguiente, en propor-
ciones mayores á la industria argentina que
ala francesa'. A esta argumentación con-
testaremos con la siguientp proposición, de
32
Revista Económica
irrefutable justificación: «.Sería menos rui-
noso para la República Argentina eldejarde
venderá Francia esos 200 millones de lanas,
pieles, etc. que á Francia el perder una ex-
portación anual de JOO millones de vinos,
de tejidos, de comestibles, de confecciones,
etc.; y esto por las siguientes razones: 1" por-
que á la República Argentina le sei-ia fácil
vender á Bélgica, por ejemplo, las lanas y
Jas pieles que hoy manda á Francia, mate-
rias primas que serían tejidas, curtidas y
utilizadas del otro lado de los Vosges en vez
de serlo de este lado, siendo indispensable su
trasformación manufacturera para el con su-
mo universal; 2" porque por otra parte_, los
100 millones de artículos franceses que de-
jarían de venderse á la Repiíblica Argentina,
no se venderían en otra parte: .sería una
pérdida líquida y absoluta pai'a la Francia.»
Me consideraría feliz de que el conven-
cimiento que he adquirido, y que reposa
sobre los hechos y consideraciones que tan
ligeramente acabode enunciar, penetrara en
el espíritu público de mi país, porque nues-
tra actitud ante el extranjero se modi.
flcaría fundamentalmente, previniendo Ja
reincidencia en errores lamentables, como
los que importan la celebración de los ti-ata-
düsquenos ligan hoy, en materia comei'cial,
á Inglaterra y á Italia.
Formar conciencia de nuestra fuerza, de
nuestra invulnerabilidad relativa, de nuestra
superioridad al tratar con la Europa en ma-
teria económica, que es el término propio,
sería garantizar al país contra reincidencias
de aquella naturaleza.
Y voy más lejos: la conciencia de nuestra
situación así como el conocimiento sobre las
verdaderas y permanentes conveniencias
públicas en la materia, me lleva á procla-
mar no solamente la imperiosa necesidad
de reaccionar contra la actitud i|ue hemos
obr.ervado hasta hoy, al tratar con la Hurupa,
las cuestiones que directamente afectan la
riqueza general del paí.s, sino que es igual-
mente indispensable que legislemos noso-
tros mismos, sin acuerdo ni beneplácito de
nadie, como podemos hacerlo y lo pi'obai-é,
ejerciendo nuestra soberanía, una é indivi-
sible, indelegable é irreductible como es, en
cuestiones de que depende la prosperidad
nacional. Y jmra que podamos ejercer esa
.soberanía, para que podamos dictar una gran
ley que fije los rumbos de nuestra política
económica internacional, dentro de la cual
negociaríamos, y denti-o de la cual obten-
dríamos inmen.sas ventajas que garantie-
sen en el exterior vastos y remunerativos
mercados para nuestros productos; para que
podamos conseguir esos resultados, entre los
cuales se comprenderían la inmigración de
brazos y de capitales, complementos indis-
pensables de los factores naturales; para que
.saquemos provecho de nue.stro privilegiado
territorio, sacudiendo elmarasmoque nos ha
invadido, es menester empezar por recupe-
rar la integridad de nuestra .soberanía,
denunciando y derogando lo.-^ tratados que
nos ligan á la Europa, en todo lo qiie cohar-
ten nue.stra libertad de accionen la materia.
Por hoy basta con lo que queda dicho;
abordaré en seguida el análisis de esos tra-
tados, y apreciando sus cláusulas, la forma
y el fondo de sus estipulaciones, dilucidando
la materia á la luz del derecho y de la juris-
prudencia intei'nacional, trayendo á cola-
ción las opiniones pertinentes de los trata-
distas, probaré que podemos recuperar la
parte de soberanía de que nos hemos de.s-
prendido y de (jue, como nación, no pode-
mos considerarnos desprendidos, interpre-
tando al tj'aves de esta docti-ina los tratados
existentes.
Servirá de complemento á mi trabajo, la
exposición, en forma práctica, de la actitud
que nos conviene asumir, y que, á grandes
rasgos he apuntado, en materia económica
internacional, para garantir nuestro comer-
cio contra las asechanrvas exteriores, asegu-
rando al país dias de legítima y durable
prosperidad.
isadie másapropósito para realizar la in-
dicada política que el actual Presidente de
la República, que señaló su pa.so por la can-
cillería Oriental, en los albores de su brillan-
te carrera administrativa, reivindicando
contra dos potencias europeas, pren-ogati-
vas esenciales de la soberanía nacional.
Pedro S. Lamas
DEL Rio DE LA PLATA
ás
Vamos de sorpresa en sorpresa.
Ayer una nota mal calculada, y una in-
concebible precipitación ministerial, arroja-
ron del histórico Colegio Isacional de nuestra
Capital á su Rector.
Después, faltó la prudencia necesaria para
que el mal no tuviese más consecuencias, y
una dimisión, respetable por el número 3-
más por lo que ella i-epresentaba, apaga en
las aulas la autorizada voz de competentes
maestros.
Inaug-úranse á luego una serie de intri-
gas en busca de un nombre y de un hombre
de reconocido prestigio que se encargue de
remendarlo que con lamentable ligereza se
rompiera, y de fracaso en fracaso, por ener-
gías plausibles, se llega por fin al anhelado
objetivo.
Y por último, corona tanto desacierto un
funesto decreto llamando á concurso á quie-
nes se crean con conocimientos para desem-
peñar una cátedra.
Contra este decreto .-^e puede e.Ncribir, den-
tro siempre de la ciencia educacionista, un
tomo de mil páginas.
Desde luego salta á la vi.^ta que en él se
rompe la igualdad, base que reclama toda
ley para ser respetada. Se cubren unas pla-
zas—con personas cuya competencia no ne-
gamos ni ensalzamos— sin más trámites que
la propuesta del nuevo Rector, y para cubrii-
las otras so exigen los requisitos (|ue son ya
del domini ) público.
¿Cree el Sr. Rector, cree el Sr. Ministi-o que
sale bien librado de sus manos el eterno
principio de la justicia? ¿Cree el Sr. Rectoi,
y con él el Sr. Ministro, que los hombres en-
canecidos en la enseñanza, los verdaderos
pedagogos, acudirán al llamamiento y con
su presencia legitimarán tan monstruosa
injusticia? ¿O es que uno y otro opinan que
huyó de este país el sentimiento de la dig-
nidad?
El Sr. Ministro debe sabei-, como lo saben
los más jóvenes directores de escuelas y de
colegios, que para la enseñanza pi-eparatoria
pueden ser funestas las eminencias y muy
provechosas las medianas, y que no basta
rendir un brillante examen de una materia
para estar en condiciones de dictar una
cátedra.
El hombre de brillante talento, de profun-
da ciencia podrá desempeñar con lucimien-
to una cátedra de una facultad mayor, ya
que en estas aulas han de asistir alumnos en
estado de compi-enderle; pero aquella misma
profundidad, y aquel mismo talento han de
ser un obstáculo para él al tener que diri-
girse á inteligencias en embrión: no podrá
avenirse á la fatigosa, y muchas veces ram-
plona repetición, base de la enseñanza pri-
maria y preparatoria, y en pos de la luz que
descubre en lo alto, y de los horizontes que
su mente adivina, volará á regiones esplén-
dida.s, por él vislumbradas, mientras irá des-
parramando sombras en el cerebro de sus
oyentes.
Y es que la enseiianza si exige teoría,
exige muciía práctica y muchos conoci-
mientos (jue no se pueden avalorar en una
prueba oral.
Ante los nuevo.'^ tribunales se presentaran,
si .^e pj-esentan, hombres de ciencia; pero es-
tos tribu nales ¿podrán averiguar las cualida-
des educacionistas de cada uno de estos aspi-
rantes? ¿Qué criterio presidirá la clasifica-
ción?
Además, al Estado ha de convenirle que la
enseñanza sea una carrera, pues siempi-e
produce mayores beneficios á la masa común
del puel^lo el homl)re que sólo se dedica á
una carrera que el que abraza dos ó tres.
Por esto es que siempre ha de ser preferido
para una cátedra aquel que á la enseñanza
consagró y consag-ra su vida, que el que
busca una cátedra, desatendiendo sus habi-
tuales faenas, para li'grar la posesión de unos
pesos mensuales.
Resumiendo estas atropelladas líneas re-
sulta que fuimos de error en error siendo
quizás el de mayor tra.scendencia el decreto
en que nos ocupamos.
¡Y pensar que todo se hubiera evitado con
34
Revista Económica
I
abrir unaamplia información educacionista!
¿Por qué en las altas esferas del Estado ha de
haber la presunción de saberlo todo y de
dominarlo todo?
Extractos y Conieiitarios
La crísis argentina y la emigración ita-
liana PARA LA América del Sud
Con este título nos llega de Italia un inte-
resante librito de 120 pág-inas, escrito por
Adriano Colocci, ilustrado miembro del Par-
lamento Italiano. Comprende dos estudios
completamente distintos: el primero trata
de la crísis arg-entina y de las repúblicas
Oriental y Paraguaya, que juzga ramifica-
ciones de aquella, y el segundo aprecia la
emigración italiana bajo todos sus diversos
aspectos, atrayendo al lector por el núme-
ro de observaciones y la vivacidad y ele-
gancia del estilo.
Nos limitaremos á analizar la segunda par-
te de su obra, que se refiere á la emigración
italiana para Sud-Améi-ica, que es laque
presenta mayor interés
«La emigración europea en América, di-
ce, es el hecho más importante, económico
y social del siglo diez y nueve; es el pro-
ducto combinado del empobrecimiento del
suelo europeo y del mal tipo del Estado
que nosotros, ya en forma de monarquía ó
de república, nos hemos dado todos en Eu-
i-opa, como de las difíciles condiciones de la
lucha por la vida en el viejo mundo.
'■ Las malas condiciones económicas y ad-
ministrativas de la Europa se han agravado
por el antagonismo político, por la plaga de
lo.s grandes armamentos y de los consiguien-
tes presupuestos que la llevan inminente-
mente á la postración y á la ruina; 117.150
millones de deudas, 5.343 millones de intere-
ses y 40 millones de soldados ociosos en la flor
de la edad y de la fuerza productiva. A esto
se agrega un millón de europeos que emi-
gran al año.
«.En cambio, la América del Norte se desa-
i-rolla de tal modo que de 4 millones que te-
nían los Estados Unidos en 1790 alcanzó á 38
en 1870. á 50 en 1880; son hoy 70 millones y
serán 100 millones al fin del siglo. En 1800
la riqueza imponible de Inglaterra era de
43 millones y la de los Estados Unidos de 5.
Ho3'-la de Inglaterra es de 216 millones y la
de los Estados Unidos de 218 millones.» Res-
pecto de la América del Sud dice: «La Repú-
blica Argentina con 4 millones apenas de ha-
bitantes construye 10 mil kilómetros de fe-
rrocarrile.s, beneficiando una área cuya ex-
tensión es tres veces la de Italia, mientras que
el Brasil inicia una unión aduanera ame-
ricana, para convertirá la América en un
vasto mercado cerrado á los europeos, con
lo cual vivirá aún la Europa un siglo ó un
siglo 3' medio, arañando las costas africa-
nas, para tener que decidir.se después á vi-
vir para sí cayendo en inevitable deca-
dencia.
« Cela, dice, iuera ceci. »
Es un hecho natural en los hombres, dice
Burke, anuir hacia una región rica y pro-
pia para la industria en la cual, por una
causa cualquiei'a, la población es esca.sa, co-
mo es natural que el aire comprimido .se
precipite en las camadas del aire rarificado.
Al reconocer esta le\- natural, cree sin
embargo, que los países originarios de emi-
gración tienen el derecho de reglamen-
tarla, raoderai-la .y tutelarla, y cita varios
casos para comprobar que muchas veces la
superabundancia de brazos y el malestar de
algunos países de Europa, ha sido pasag-era
y que, después de haber provocado la emi-
gración, han reaparecido las condiciones
que podrían permitir la vida regular en el
país aun á los que de ellos se hubiesen au-
.seutado.
Cita, con este motivo, la opinión de Sa3%
que le parece fundada, deque *la salida de
cien mil emigrantes por año coa sus econo-
mías, equivale á la pérdida de un ejército
de cien mil hombres que cada año desierta
con armas y bagajes. ^>
«La emigración, agrega, es una ley de
reconstrucción del equilibrio, cuando se tra-
ta de la salida de un aumento de población
que exceda al del capital y producción del
trabajo, pero cuando es una fuga, manía,
epidemia, como la que en los últimos años
lleva centenares de miles al Plata ó al Bra-
sil, el equilibrio se establece en sentido
DEL Rio de la Plata
STi
opuesto constituyendo un peligro para la
madre patria. >
« La inmigración italiana en América es
de larga fecha, y fué siempre deseada por
los gobiernos sud-americanos, por la afini-
dad de costumbres y de idioma, por facili-
dad de aclimatación, por inteligencia, la-
boriosidad, etc. Esta emigración se ha ido
cambiando de libre en reglamentada, y de
ésta en oficial.
Primero, se dirigió al Brasil donde se ini-
ció en el año 1829 la colonia italiana de San
Leopoldo; después al Perú de 1830 á 1850;
en Chile en 1850 con la colonia Hanquilme,
(|ue se componía casi toda d»» oniigrnción do
Liguria.
En el Plata, los primeros verdaderos esta"
bleciraientos de italianos datan de 1865.
De.sde aquella época la emigi-ación italiana
creció de un modo asombroso, ha.sta que,
en la Argentina de.sde 1876 y en el Uru-
guay de.sde 1887. í^e canalizó en vasta es-
cala nue.stra emigración, que para la so-
la Argentina llegó en 1888 á cien mil.
Desde 1890, debido :': la crisis, la emigración
italiana al Plata disminuyó, ascendiendo las
salidas de Italia á 01.94:7 emigrantes, cifra
que debe aumentarse con un 15 o/" por sali-
da del puerto de Marsella de emigrantes de
procedencia italiana. En cambio de esta di.s-
minución, lamenta el autor un colosal au-
mento en la cifra de los emigrantes que se
dirigen al Brasil, que llama la patria de la
fiebre amarilla y del beri-beri.
Esta corriente emigratoria á, la América
tendrá que seguir, no obstante la crisis que
.se manifiesta en unos puntos y las epide-
mias en otros, porque, según dice, hay de-
masiados interesados en que continúe. Solo
con el Brasil están contratados ochocientos
mil emigrantes á entregar en cuatro años.
Para disminuir la emigración el gobierno
italiano ha impuesto una patente de doce
mil pesos oro á los agentes de emigración,
lo que dice que no es nada, dada la vasta es-
cala en que trabajan ahora valiéndose de
sus agentes. «La .sola casa G., de Genova,
tiene cuatrocientos sub-agentes que abarcan
por su cuenta, toda la carne italiana que
pueden encontrar.»
Para reclutar emigrantes se recurre á to-
dos los medios imaginables, los discursos,
los libros, los folletos, las noticias de mara-
villosas fortunas obtenidas por emigrante.-^.
y que aparecen mezcladas con las informa-
ciones locales, y. lo que es más, el trabajo
mefistofélico de los sub-agentes, que todo lo
facilitan y todo lo explotan desde el pesar
pasagero, la falta momentánea del trabajo,
hasta la aspiración natural de mejorar de
fortuna para inducir á emigrar, y, una vez
obtenida la conformidad, van pronto, arre-
glan los pasaportes, toman los emigrantes,
los ponen en el ferrocarril, y sin darles tiem-
po para reaccionar contra la sugestión, ]04
mandan á través del Océano.
Toda esta emigi-aci('»n, como lo deinueslra
nuiy bien el autor no es emigración cxpon-
tánea.
Traslado á la prensa argentina que califi-
ca de /^w/^;-^cvV//í'.r/>(?«/rt%(?« la que viene
al país sin la intervención de los Agentes
que el Gobierno mantenía en Europa.
Por estos medios la Italia pierde ahora
doscientos mil hijos el año sin que, dice, se
preocupe mucho el gobierno, que al mis-
mo tiempo toma medidas efectivas (vtn-
tra las loterías extranjeras que apenas sa-
can al país uíias cuanta.s liras.
Para dar una idea de lo que gana el agen-
te, cita el contrato Taddei hecho con la Re-
pública Oriental. Hé aquí, dice, la tarifa de
la carne fresca italiana ; por un jefe de fa-
milia 5 pesos oro, por un hombre 2 li2 pe-
.sos, por una mujer 1.60 pe.sos, por una cria-
tura 1.20 pesos.
El Brasil desde el 1" de julio de 1890 paga
veinticuatro pesos oro por cada inmigrante
adulto.
Esta trata se hace en toda forma; el ad-
quiriente determina las condiciones de la
emigración que desea, y el agente telegj-afía
á sus corresponsales de mandarle 5. 7, 10
mil italianos de tal edad, procedencia y se-
xo puestos á bordo en Genova y pagaderos
á los tres meses...
Viene enseguida un capítulo en el cual
relata el comienzo de la odisea del emigran-
te: el viaje á través del Océano.
Las condiciojies en que viajan los emi-
grantes las retrata el Dr. Ansermino, mé-
dico de uno de los vapores de las compa-
ñías italianas, en las siguientes palabras:
« El trasporte de los emigrantes es una es-
36
Revista Ecoxómica
peculación complexa. El emigrante es á la
vez pasag-ero y mercadería. Falta el espa-
cio, fíilta el aire. La hig-iene y la humanidad
están coníitantemente en pug-na con esa
especulación.»
«El aire sobre todo, agrega Adriano Colocci,
el aire falta y parece un contrasentido tra-
tándose de un viage en el Océano en el que
hay tanto espacio y tanto hori/.onte'^.
"Según el Dr. Ansermino. poco á poco el
deber profesional del mZ-dicode k bordo tiene
que ir haciendo lugar al i nterésex elusivo de la
Compañía, del buque: y el médico se trans-
forma en realidad en un empleado que está
á bordo del vapoi'. no por intei'ésde los in-
migrantes sino como una salvaguardia de la
Compañía.— Es una Arma necesaria, es un
complemento del reglamento; en cuyo caso
los inmigrantes tienen que esperar más de la
humanidad del capitán y de los marineros
que de la autoridad del médicO".
La vida de á bordo de los emigrantes la
describe con gran acopio de datos, particu-
larmente en lo que se refiere á las mujeres
^• niñas de tercera clase, asediadas por los
agentes de la casa del vicio que buscan ^a-
cer en los vapoi-es la pesca que les encargan
por cuenta de casas de Buenos Aires y Mon-
tevideo y conjuntamente con ellos cooperan
á la obra de perdición la gente dea bordo co-
misario, sub-coraisarios, dispensero, mayor-
domo, cocineros, camai'eros, etc., etc. Hay
aquí páginas que no podemos traducir, que
indignan, que contristan.
En medio del movimiento de tanta gente,
y de una habladuría sin cesar, nunca se
deja oir una palabra que revele sentimientos
por la patria abandonada.
Al llegar viene al encuentro del buque
un vaporcito, en e) cual toca una orquesta,
el himno Garibaldi: y en los mil setecientos
italianos no se oye un .sólo aplauso!..
Abi'umados por los padecimientos que ha-
bían sufrido en la patria y que se prosiguie-
ron á bordo, todos parecían que buscaban la
primera oportunidad para lanzar el grito
nuevo de: ¡Viva la América!
La desilusión del inmigrante empieza al
tocar este la realidad en este lado del Atlán-
tico: la falta de preparación en la mayor
parte de ellos para los trabajos agrícolas,
las deficiencias de nuestras leyes agraiias,
lo penoso de la vida en algunas colonias
mal .situadas, los procederes arbitrarios de
algunos agentes policiales subaltei-nos, aun-
que genei'almente se les trata con benevo-
lencia en el libro que reseñamos, .son temas
trillados, que dejaremos de lado, obligados
como estamos á limitar esta re.seña, cuya
extensión ya vá excediendo el espacio dispo-
nible.
Entre las consideraciones sobre las condi-
cionesdpl inmigrante en América seencuen-
tran algunas ideas justas en medio de chis-
tosas originalidades y de conceptos que '
reputamos injustos y exagerados.
Merece el autur ser seguido en esta parte
interesante de .su trabajo.
Los naturales de éstos países, dice, se
resienten de la inclinación de los conquista-
dores, que sólo pensaron en satisfacer su pro-
pensión al mando y su sed de oro.— «La ten-
dencia, agrega, en los sud americanos es
siempre la misma: la de vivir del trabajo de
otros, para lo que nece.sitan siempre una cla-
se de ilotas que han sido sucesivamente
indios, negros ó inmigrante.';').
Se queja del desprecio que desde la in-
fancia se enseña conti'a los llamados gringos
y <'se considera un alto honor para el italia-
no el casar.^e con una de las hijas del país
que, entre paréntesis, son hermosas y honra-
das, pero que no hacen nada como no sea
empolvarse y arreglaise. Y éste orgullo de
casta lo tiene la raza criolla, que no es una
raza sino una m escola nza->->.
Ha debido agregar aquí, pero lo demue.stra
más adelante, que en esta mescolanza entra
mucho del elemento italiano, que tiene
abiertas las prerrogativas que solo atribuye
al hijo del país.
Entra también á demostrar que .son opti-
mistas, y tan optimistas como erróneas, las
siguientes consideraciones que en Italia se
hacen á favor de la inmigración: «.éstos emi-
grantes que salen pobres volverán ricos y
será tanto más capital obtenido sobre el
exti'anjero. Mientras tanto bu.scarán nue.s-
tros productos y con.servarán alto en el ex-
tranjero el sentimiento italiano por su nu-
mero .y su actividad'.
Andando en América, visitando 3' obser-
vándolo tudo. ha llegado á la conclusión de
que la multitud de italianos que viven en las
DEL Rio de la Plata
37
margónos dol pinta no os una fuerza y \in
porvenir para la Madre Patria pero si una
fuerza y un porvenir para las Repúl)Iicas
americanas y un auxiliar de la eflcasísima
competencia que ahora la América inicia y
que en el siglo XX aventajará á la vieja
Europa.
Cree que es una ilusión que la emigración
á América sea temporaria, como lo es la ita-
liana y la francesa al Egipto, al Túnez, al
Danubio ó á la Grecia- la emigración italia-
na á los paí'.pí lie Ultramai- es casi íoila rija.
Al llegar a(|UÍ, el emigrante por amor pro-
pi'opio no dice lo que le pasa.— y'A qué satis-
facer á los que censuraron su resol ucióní"—
l^speran, para volver, mejorar de suerte. Des-
pués viene la vejez, sus hijos se han estiible-
cido en América, tienen nueras a' nietos:
vínculos de toda clase, de afectos a- de inte-
reses; es demasiado tarde.
Aún conc(!diendo que el emigrante haya
lieclu) fortuna y resuelva liquidar sus l)ie-
nesen América para volver, después de al
gíinos años, á Italia, se producen otros fe-
nómenos.
Pasada la luna de miel de las primei-as
emociones en Italia, se encuentra con una
gran desilusión.— Se creía, al regresar h la
patria, ser llevado en triunfo, él y su dinero,
ser desde luego nombrado Diputado al Par-
lamento ó por lo menos síndico perpetuo.—
En cambio nadie se ompa de é!. De sus
antiguos an)igos muchos han muerto, otros
los encuentra envejecidos, decaídos: los po-
bi'es lo importunan, los señores lo miran con
menosprecio como sí se hubieran pasado la
palabra para ponerlo en cuarentena. El, por
su parte piensa, siente, juzga y hasta habla
como americano. Se encuentra' con la barre_
ra de las preocupaciones de la noi)leza y
espuesto á cada paso á que algiin hidalgo le
diga: tus padres, tu mismo, han sido mis
sirvientes ó mis peones. — Xo tarda, pues, en
arreglarsusmaletasy en volverse á América,
donde no existen las viejas preocupaciones
sociales, donde no siente el desprecio de las
razas viejas, donde es libre y puede gozar
ampliamente de la posición que con el di-
nero ha sabido conquistarse.
Combate también el autor la ilusión de fa-
vores á la industria italiana que propoi-cio-
ne la emigración. El inmigrnnte trabaja
en Améi-ica y para la América.
En los comienzos, los inmigrantes buscan
algunas especialidades de la industria de la
madre patria, pero la emancipación\'iene en
un período rápido.— Empezará, por ejemplo,
á introducirlos fideos, los fósforos 3- los sal-
chichones italianos, pero, creciendo el consu-
mo, ellos mismos fundan en América las fá-
brica de fideos de Xnpoles, de fó.sforos deTuriu
y de salchichones Bolonieses. ¿Industria ita-
i)ána?la verdad es que Io> italianos bandado
al extranjero sus industrias. Lo mismo
están haciendo los emigrantes Toscanos.\'
Piamontesesque, cultivando los viñedos dt?
San Juan y de Mendoza y elaborando sus
pi-oductos con los que suplirán los mrjores
vinos italianos.
Los hijos de los italianos se infiltran del
orgullo y de la vajiidad de los criollos y lejos
de conservar afecto por la madre patria, en
breve =e transforman en sus peores enemi-
gos. Xada quiei'en con gringos y los La-
vnggis se transforman en Levalle, los^NIarti-
ni en Martines, los Peii'anos en Peyrane los
( 'ampis en Cnmpos los Cárcani, en Caréanos,
y así como Pellegrini, nada quieren saber
de italianos ni e.strangeros.
Los descendientes de los italianos, agrega,
son los peores enemigo.s de los italianos.
El Sr. Adriano Colocci en presencia del
problema del antagoni.«;mo de la legislación
americana que establece lanacionalidad por
i'azón del suelo yin. italiana por la de la ra-
za, pretende sostener ésta última.
En apoyo de su doctrina menciona la si-
tuación singular en que se encontraiúa una
familia argentina que fuese al Japón en un
viage de placer, dando allí, á luz á un hijo y
(jue tuviese qtie considei-arlo, por consecuen-
cia, japonés, destinado á usmi- una trenza en
la nuca.
Cree que las leyes italianas contiibu.'s'en,
con las penas que establecen con motivo del
reclutamiento de los hijos deitalianos,áapar-
tarlosdela nacionalidad de origen, y que lle-
gan á punto de que italianos ó descendientes
de italianos establecidos en el Plata den pi;e-
f(M"encia á coi-responsales en otros paises del
continente, á fin de no hallarse en el caso de
tener que pisar el >u<^lo italiano para ;iird-
.olar sus cuenta>.
-38
KhAIríTA Ec.'dNÓAJK.A
Después del hecho de la iiigentiiia
que saliese de cuidado en el Japón, di com-
mo argumento contra la nacionalidad im-
puesta por el suelo, el siguiente caso.— Una
mujer llega embarazada de Italia, y al pi-
sar una de las márgenes del Rio de la Plata
sale de cuidado, pero ai ir á besar á su hijo,
concebido en Italia, desenvuelto en un seno
italiano, tiene que apercibirse que besa aun
extranjero, á un compatriota de los mulatos
deTucumanóde los indios del Pilcomayo.
Cree que en todo esto hay una violación
de las leyes naturales, pero él mismo, al ha-
blarnos de la primera generación de los emi-
grante.?, nos ha dado la prueba de que. ya al
salir, venian para desitalianisarse y que
una vez aquí, los afectos nuevos, los intereses
creados y la educación moral los acaban
de divorciar de la madre patria.
El fenómeno acentuado en la descendencia
no depende de disposiciones legales, de de-
recho alguno po.sitivo, de modo que lo que
la le}- natural establece es lo mismo que es-
tatuye el principio americano. El hijo ctel
emigrante no es europtv) s\nó del país donde
recibe la primera cflucacií')!! y di^sarro-
11a sus aptitudi'>, de njoilo (¡ue el prin-
pio europeo tiene, en este caso, que escollar.se
con algo más que las disposiciones constitu-
cionales que se censni'an: con tendencias
que el mismo Colocci, considera innatas y
por lo tanto incontrarrestables.
Dado este estado de cosas y la importancia
misma de la emigración europea, no solo los
pueblos americanos no pueden permitir el
pi-incipio de la nacionalidad por razas .sino
que tienen que preocuparse de robustecer el
espíritu de sus propias nacionalidades, tra-
tando de crear vínculos homogéneos en me-
dio de e.sa mescolanza, como la califica el se.
fior Colocci, de crear verdaderas nacionali-
dades como la creó muy robusta la Italia, con
los emigrantes demuy.diver.sos pueblos qiie,
en los tiempos primitivos, se refugiaron en
s u península y de que es testimonio vivo
la diversidad de dialectos que en ella .se
e ncuentian.
Si ese hecho es lamentable, esto es, la des-
italianización, .según el criterio del autor,
no lo es considerado del punto de vista ame-
ricano, si bien los desitalianizados se man-
tienen generalmente en una situación hi-
boida, esto es, que en el hecho han dejado
de ser italianos sin haberse incorporado com-
pletamente á la nación de su residencia.
<Las patrias, en nuestros tiempo.s, dice, con
el bañügalvano plástico del utilitarismo que
metaliza los pueblos 3' los individuos, dada
la facilidad de di.slocación actual, son ni
más ni meno.s. escusemos la comparación,
que otro tantos re.sfai(-ra/ii.s.--R\<¿eíir\m tam-
bién la competencia: donie uno come mejor
y .se gasta menos, ahí nos quedamos, Uii
panem, iii patriam!
Volviendo á considerar la materia del
punto de vi.sta italiano, cree el Sr. Colocci
que han pasado los tiempos en que los ita- J
llanos de Montevideo ati'avesoban el ( )réan(> \
con Garibaldi para servir á su patria, ^' cree
quede los millares de italianos inscriptos
en los cuadros del, ejército y de la re.serva,
que se hallan enla América, muy pocos serán j
los que. en un caso nece.sario, se iranáhacer |
matai- en una guerra europea.
Por último, se hace cargo de otras conse-
cuencias parala Italia del actual movimien-
to emigratorio y que juzga trascedental. a
La emigración se recluta en su mayor \
pai'te entre las personas más jóvenes y viri-
les, así como de bastante coi-aje para afron-
tar lo desconocido, quedando comunmen-
te sin emigrar los más débiles de cuer-
po y de espíritu, de donde debe resultar una
mala selección para la i-aza italiana. Otro
hecho económico es que con esta emigración
viril se van los bravos más productores, que-
dando con preferencia las bocas consumido-
ras.—-La Italia del trabajo se va, y la Italia
del consumo se queda. '^
Si algunos brazos ineptos salen mcsclados
con las masas activas, ahí están las socieda-
des italianas de reimpatrio, para devolverá
la Italia sus elementos de pauperismo.
Concluye demostrando como se equivocan
los hombres públicos de Italia que, con
empresas como la de Massaua, tratan de ca-
nalizar la emigración hacia establecimien-
tos italiano>.
Esceptuando algunos agricultoi-es, la ma\or
parte de la emigración italiana que encuen-
tra ocupación en paises tan adelantados
como los del Rio de la Plata, nada podría
hacer en las colonias africanas.
¿Como resolverían, en los costas del Afri-
DEL Rio de la Plata
3a
ca Oriental, el problema de la vida, un afi-
nadoi- de pianos, un pintor, un g-rabador,
un estucador, un maestro de esgrima, un
fabricante de billares, un pastelero, un libre-
ro, una modista, un tipóg-rafo. un depen-
diente de banco, un vendedor de máquinas
de coser &?
Muchínmos años, más de medio siglo, re-
quiere una colonia nueva para poder absor
bei- la inmigración.
El medio más eficaz contra ese movimien-
to emigratorio italiano, que se opera en una
escala tan vasta, está en la realización de
grandes reformas que hagan en Italia más
independiente el hombre y más fácil y re-
munerativo el trabajo.
■ La^indu^tm^ Vencedora^de laCri^i?
EL AZÚCAR AROENTIMO
De los síntomas agrupados por ia E>tadís-
tica se empieza á deducir un diagnóstico de
reacción favorable.
La expoi'tación del año 92 no bajará de
ochenta millones de pe.sos oro, á pesar de la
depreciación de lo.-< productos, y de esa
huéspeda, la langosta: mientras que el de-
sembolso causado por la importación ascen-
derá solo áunos sesenta y cinco millones de
pesos oro.
Quedará, pues, cómo saldo del balance
comercial un superávit de quince millones
oro ó sean tres millones de esterlinas— es de-
cir mucho mas que lo bastante para cubrir
los servicios públicos externos asi cómo los
i ritereses y réditos délas empresas y capi-
tales extranjeros, — dadas las proporciones á
que se halla temporalmente reducida la
efectividad de esosti-ibutos.
Sea dicho, de paso, que algunos econo-
mistas de escuela oportunista, c©n el propó-
sito de combatir el proteccionismo aduanero
y la restricción consiguiente déla importa-
ción, se empeñan en echar por el suelo la
rutina, como dicen, del equilibrio comercial,
y alegan que paisesmuy ricos como Fran-
cia importan siempre mucho mas de lo que
exportan y no se arrruinan por eso. Vds.
-M olvidan, señores, do fine p^rancia tienf
grandes capitales colocados en todo el mun-
do y puede llenar cómodamente su déficit
comercial por aiedio de las rentas percibidas
de sus deudores externos— y po.see también
una enorme reserva metálica para suplir
una falla momentánea en sus intercambio-.
El país no se halla en las mismas condi-
ciones,puesto que es deudor en vez de acree-
dor de los demá'^. y e.stá en el caso de no
poder comprar anualmente sino algo me-
nos délo que vende, á fin de que le quede un
sol)rante para pagar en todo ó en parte la
renta prometida á sus acreedores. Y debe-
mos alegrarnos de haber entrado al fin por
este camino angostito y no haber seguido
rodando poi- la calle ancha de los déficits cu-
biertos por los empréstitos, cómo nos pasó
desde el 8o hasta el 00.
Sin embargo, el sistemado la reducción
de las importaciones entrañaba un peligro;
ia disminución de las rentas de la Nación
hasta el punto dono poder cubrir las exigen-
cias del presupuesto. Aqui no haremos sino
acto de justicia recordando que el Dr. Vi-
cente Fidel López supo prevenir e.^a ocur-
rencia, por la reforma de la percepción adua-
nera y poi- la creación de los impuestos
internos, a' puede ejiorguUecerse de liab^r
asegurado, (iii ciicunstancias dificile>, ni
equilibrio del presupuestoque es una necesi
dad de la vida económica de los pueblos, ala
par que el equilibrio de los cambios inter-
nacionales.
Lna página gloriosa le ha tocado á la
Industria Nacional en la campaña repara-
dora del ahorro general, y de la normaliza-
ción del Comercio Exterior, porque ha obi-a-
do á la vez en el sentido de aumentar la
producciónexportable— y servir el consumo
interno, eliminando los productos extranje-
ros que .significan una carga financiera ex-
terna para el país.
Quisiera poder contar la historia de cada
industria, que mas bien pareciera novela,
por las dificultades y las luchas en medio
de los cuales han nacido y se han desarro-
llado y por la suma de audacias y energías
que se han gastado en ellas.
Los primeros colonizadores de Santa Fé
han .sido unos héroes por el estilo de los anti-
guos Romanos: de i-epente tiraban el arado.
c^iígabaupl linico raiíoii de la e<">lonia .^obre
40
Retiííta Económica
uij pacilico cari'o de colono, y salían á batir
á los Indios con ese venerable antecesor de
los Krupps modernos.
El argentino es uno de los grandes pasto-
res del mundo — pero después de la ganade-
ría, la mas ÍDiportante de su industrias es
hoy la agi-icultura, cuyo principio fué tan
arduo y que, después de provisto el pan
para todos los de la casa, ya embarca un mi-
llón de toneladas entre trigos, maíz y otros
cereales para la Europa hambrienta.
Ganados y granos, esos son los i-amos pri-
marios de la actividad humana.— Hay otra
labor que debe mas al ingenio inventivo del
hombre y produce una gran riqueza — la
fabricación del azúcar— (|ue se ha desarro-
llado en esta tierra con la misma fuerza con
que se crian los verdes caña^•eraIes.
Por el año 75. en algunos casuchos, gal-
pones y ranchos tucumanos y sáltenos se
elaboraban apenas unas dos mil toneladas
de azúcar «Mulata», y el colmo del ambición
del escaso producto era llegar hasta Córdova,
para dulcificar ahí los mates doctorales y
las beatas empanad a>.
La molienda de hi caña se hacia por me-
dio de trapiches, que no tod' s eran de fierro,
movidos por animales, trapiches (jue, en
esU' fin de siglo, no servirían ni para moler
café.
El cocimientodel jugo, en tacb(ts abiertos,
como el humilde puchero, podia haljerJo in-
ventado A' manejarlo cualquier cocinero de
mediana inteligencia y esmero.
Hoy ;que distinto! Quantum vnitot/is ab
Ulol La cosecha del año pa>ado ascendió á
cuarenta y cinco mil toneladas. En U2. pa-
sará de cincuenta mil.
La República cuenta c(;n cincuenta inge-
nios (de los cuales :35 pfM-tenecen á Tucu-
nñán^qu^' ocupan veinticinco mi! prniK^s, y
trabajan ca.^i un millón de tijnt'ladas de ca-
na pi'oiiucida.'^ poi' \eintM mil beclar"as cul-
tivadas.
Cada ingenio es un palacio del trabajo,
alumbrado por luz eléctrica propia, cada
peonada es un ejercito, cada caña\'era] un
jardín francés clásico, regado á gusto } pei-
nado irreprochablemente.
En el primer día de la cosecha se despier-
ta la maquinaria món.-truay empiezan mo-
ver sus innumerables órgano.-, y durante
ciento veinte dias y noches trabaja .sin des-
cansar.
El trapiche traga, aplasta y machuca la
caña con sus tres cilindros de fierro, que pe-
san cada uno casi diez toneladas y devoran
á un hombre lo mismo que á una caña cuan-
do por desgi'acia lo agarran.
Y sale la caña al oti'o lado, hecha gabaso,
en forma de hilacha seca y chata— mientras
chorrea por abajo como lluvia de oro el
rico jugo.
En muchos ingenios no se contentan con
uno solo de aquellos juguetes y hay un se-
gundo trapiche y con la segunda presión le
sacan uno á uno y medio poi- ciento mas de
azúcar á la caña— después del cinco por
ciento poducido por la primera presión.
Al salir del trapiche las bombas toman
el jugo para llevai-lo á los tachos donde lo
clarifican, y se hace la evaporación y coci-
miento en el vacío, en unos calderos tama-
ños que le hubiesen gustado á la Inquisi-
ción para acabar de una vez con todos los
herejes.
Finalmente, la miel cocida, (jolorcafé, se
echa á las centrífugas que dan por cada
minuto mas vueltas que el demonio, yde ahi
sacan el azúcar blanco cómo la nieve del
Aconquija. el gigante do las sierras tucu-
manas.
A cada ingenio está agregada de yapa
una de.stileria qvu" produce de 100.000 á
500.000 litros de aguardiente, con los resi-
duos de la miel que no se pueden convertir
en azúcar.
Pero la ciencia industrial es una novedad
perpetua. A los ingenieros se les ha ocurri-
do aplicar á la caña el sistema de difusión
(|ue se emplea en la fabricación del aziicar
de remolacha.
Y el Roy del aziicar argentino, el señor
Hilezct, ha inaugurado el nup\o procedi-
miento en su colosal ingenio de Santa Ana.
Imagínense Vd.s. una batería de diez y
ocho teteras de unos ocho metros de alto,
donde se hace un verdadero té de caña, cor-
tada en pedacitos delgados. Por el modo
insinuante de la infusión se consigue ex-
traer de la caña mayor cantidad de azúcar
que por la fuerza brutal de los trapiches
O "\: mas que con la doble presión.)
Santa Anaelaboi'ará en este añosus seis mil
DEL Rio de la Plata
41
toneladas de azúcar, y el valor de su cose-
cha andará muy cerca de cuatro millones
de pesos.
Es un principado de diez leguas con selvas
admirablesy tiene de lindero el cielo en la
cumbre de la sierra.
No creo que el señor Hileret haya empe-
zado con un capital maj'or de veinte á trein-
ta mil posos oro y hoy nadie estimará en
menos de un millón y medio de pesos oro
sus dos ingenios de Lules y de Santa Ana,
que sin apurarlos mucho, le han de dar sus
trescientos mil pesos oro de utilidad neta.
Vamos á sacar ahora el Balance General
de la industiia azucarera.
Las 20,000 hectáreas de
plantíos representan mas
ó menos un capital de.. $ m/n 30.000.000
Los Ingenios ^ .... v< 30.000.000
Capital total ;•; m n 60.000.000
Los pi-oductos son :
50.000 toneladas do azúcar. S lu, " 2."). 000.000
100.000 hectól. de aguar-
dientes « 4.000.000
S m n 29.000.000
Los gastos de cultivo y elaboraci(3n pue-
den estimarse en ps. mn lo. 000. 000.
Queda una utilidad de ps. m/n 19.000.000
ó sea mas de 30 "o sobre el capital invertido
para compensare) interés y el trabajo.
Son resultados muy favorables sin ser
abusivo.s y es el pi-eraio merecido por mu-
chos años de sacrificios y de tanteos.
El país, es decir, la comunidad, es la que
sale ganando mas.
Efectivamente con la producción interna
de 50.000 toneladas do azúcar y 100.000 hec-
tolitros de aguardiente— .se evita comprar y
pagar en el extranjero la misma cantidad
de productos que repie.sentaría un de^'m-
holsu amia I. de diez nüUones de pesos oro.
Por cierto vale la pena, y no han .sido mal
invertidos los cinco ó seis millones de pesos
oro que se han gastado en la adquisición de
la maquinaria azucarera.
La Refinería del Rosarjo (|ue esta i nsi ala-
da á la par de los grandes Estabiecimientos
Europeos ha completado la obra— dandu la
última mano al producto criollo para entre-
garlo al consumo en forma de terroncitos
perfectamente regulares, duros v blancos.
iguales del todo á los que espende el céle-
bre Félix Potin, en Paris.
Dentro de uno ó dos añes— los cañeros He
garán á hacer las 10.000 ó 20.000 toneladas
masque faltan para llenar la totalidad del
consumo interno y se habrá borrado para
siempre uno de los capítulos del pasivo de
nue.stros intercambios.
Corre el torrente de las crisis y suena el
estrépito de las revoluciones; pero todo se
remedia pronto con tal que en las llanuras
frías del Sud como en los jardines tropicales
del Norte se ai-ranque á la tierra— á fuerza
de trabajo— el secreto de sus tesoros.
F. P.
La naturíalizaciói] de lo^ e^^tí^anÍBíog
en el Egtsado Oriental
Se halla en tela de juicio esta cuestión
trascendental en la vecina República, según
nos lo han dado á conocer algunos despa-
chos telegráficos, que si bien lacónicos, re-
velan las dos tendíincias en las cuales se
halla dividida la opinión del Parlamento.
No conocemos la forma concreta de los
proyectos que en breve serán objeto de de-
bate en las Cámaras uruguayas, razón por
la cual no es posible hacer un examen de
detalle; pero, como la tendencia de cada uno
de ellos .se presenta en globo bien definida,
bajo este carácter general no es difícil abrir
opinión, apreciando con entera imparciali-
dad la cuestión de que se trata, bajo las faces
que reviste.
Estas se condensan así: una parte de ios
miembros de las Cámaras se muestra par-
tidaria déla naturalización obligatoria; otra.
se pronuncia por una naturalización restrin-
jida, por la concesión al extranjero de meros
derechos municipales.
Los primeros conceden la naturalización
en toda su latitud, sin restricción alguna;
los segundos la encierran dentro de uu lími-
te estrecho.
Expongamos brevemente la naturaleza,
y resultados posibles de e.stas dos tendón-
cías.
* *
42
Revista Económica
La cuestión sobre naturalización viene
preocupando desde hace alg-ún tiempo el
espíritu público en toda la América latina,
especialmente en los Estados del Plata hacia
los cuales afluye una corriente constante,
aunque variable, de inmigración europea.
Esta preocupación procede del criterio apa-
sionado con que se juzga este asunto, atri-
buyéndose á la naturalización efectos consi-
derables, mas imaginarios que reales, y
exajerados en todo extremo.
La América, repiten los partidai-ios tanto
moderados como exaltados de la naturali-
zación, es un continente rico, portentosa-
mente rico, pero, despoblado, estérilmente
despoblado; poblarlo es cimentar su progre-
so, afianzar la democracia, dar su pedazo de
pan y su pai'te de dei-echos á esa porción
desheredada de la humanidad que la Euro-
pa no puede su.stentar ni protejer.
Esta idea general viene revestida con el
ropaje seductor de la oratoria sentimental, ó
hiende ese lenguaje fresco que se aprende
en las aulas universitarias, lleno de apoteg-
mas liberales, grandiosos, atrayentes un si-
glo atrás, cuando el derecho humano lucha-
ba contra las prerrogativas del derecho que
los Papas crearon en beneficio de su poder
teocrático, compartido con las reyecias ab-
solutas; pero, vulgares, é in\itiles en nues-
tros tiempos, en los cuales los hechos hablan
con elocuencia mas decisiva que las mejores
doctrinas. Por lo menos, esto es lo que las
luchas diarias en que se debaten los E.vta-
dos de hispano-américa ponen en plena
evidencia.
Délas fastuosidades declamatorias, filtra-
ias en el alambique de la lógica serena, se
e.\ti-ae siempre esto: que en realidad la na-
turalización no es mas que una cuestión
económica. Por desviación, algunos espíri-
tus intentan hacerla también cuestión polí-
tica, si bien pi'ocui'an ocultar, inútilmente,
este designio.
En" cuanto á lo primero, es innegable
que la América latina necesita población, y
al procurar atraerla, no obedece, como mu-
choíí dicen .sin creerlo, al propósito filanti-ó-
pico de servir á la humanidad desvalida, ni
menos el de a."egui-ar la e.stabilidad de la
forma democrática, como las g ntes dadas
!Í la politicu atirnian. En rigor no hay na-
dado e.sto; toda esa argumentación es fal-
sa. Los sentimientos netamente humanila-
rios son un factor nulo, un ápice, en el
desarrollo social; pues, lo que realmente
determina y encamina éste, no es otra po-
tencia motriz que el interés individual y
colectivo. Si los pueblos, en su estado de
descreimiento actual y de relajación moi-al
alarmante, se entregaran á los brazos de les
sentimientos humanitarios, esperando algo
de ellos, no darían un i^olo paso adelante.
Sobre las sociedades modernas impera el
impulso podero.so del egoísmo, emergente
délas crecientes dificultades para la vida,
de la relajación de los vínculos de la fami-
lia y de la sociedad misma, por la mezcla
continua de las razas.
En la cuestión de la naturalización no
entra por y para nada ningún sentimiento
humanitario; afirmarlo es sostener una poé-
tica y risible paradoja
En cuanto á que el elemento extranjero
nacionalizado puede contribuir á garantir
la forma democrática de gobierno, la aser-
ción, aunque menos poética y más prosai-
ca, no es menos paradojal.
Los patrocinadores de la idea sostienen
que el extranjero que llega del viejo mun-
do viene ansioso de libertad, buscando el
amparo de las leyes que le hagan palpa-
bles las promesas de igualdad proclamadas
por las Constituciones del nuevo mundo; al
arribaí- á él no puede menos de ser un sol-
dado del derecho común, un auxiliar pode-
roso en estos pueblos donde todos aspiran á
ver traducidos en hechos los principios de
las cartas fundamentales. Acrecentar el nú-
mero de defensores de estas magnas cartas,
es asegurar su estabilidad y su perfec-
cionamiento.
Escritores y oradores, dada la amenidad
del tema y su latitud, vierten raudales de
elocuencia, mas ó menos sonora, pintores-
ca ó deslumbrante: más, por de.sgracia, ocu-
rre con e.'^te tema lo que con todos los temas
de vasta extensión y de poca profundidad :
la oratoria es excelente, la argumentación
vacía. Los alegatos de propaganda y de
defensa so parecen á los sei'mones de nues-
tros predicadores místicos: todos ellos repi-
r>EI. KlU iJt: I. A i'l.ATA
4; i
tüii el mismo sermón, con las mismas lau-
datorias para el san^o 6 doncella objeto del
discurso, el cual ó la cual, para que no caiga
délas blandas altui-as délos cielos á las ru-
das asperezas de la tierra, viene siempre
apuntalado de todos los superlativos posi-
bles, no faltándole jamás aquello de mila-
g-rosísimo, virtuosísimo, castísimo, y demás
calificativos que sin duda deben dejar muy
contento al santo ó á la doncella celestial
mas exigente, pero que no lleva convicción
ninguna al ánimo empedernido de los arro-
dillados oyentes.
(^ae la apetecida libertad y la anhelada
igualdad, son damas que las Constituciones
prometen colocar como vestales encarg-adas
(le guardar el fuc'go del derecho |>opu!ar,
nadie lo niega; pero ([ue, en lo (jue lleva-
mos de peregrinación, nadie haya visto la
cara á tan codiciadas virjenes y mucho me-
nos, sus buenas obras, tampoco hay quien
lo ponga en duda.
Cierto es que no faltan espíritus creyentes
f|ue dan fé de la existencia de esas inmacu-
ladas doncellas, y. agi-adeíndos á iosíbeiuí-
liciüs que de ellas reciben, las defienden de-
nodadamente. Pero, est()s son p(jcos, son
los que tienen la dicha de opi-iinir en mis
manos las riendas del gobierno, (jut' suele
normalmente transiormase, en nombre del
' orden público », en rudo látigo. Por lo que
hace á los escluidos del poder, á los partidos
caídos, no creen en tal virginidad; lejos de
ello, afirman que las tales mozas se han
dado á la prostitución.
Y bien, si en nuestra organización demo-
ci'ática, relajada, viciosa, los principios cons-
titucionahvs, tan seductores por lo liberales,
no pasan de promesas, sin que ellas ja-
más se cumplan, el mal régimen, la per-
versión administi-ativa, la tiranía de las ma-
yorías sobre las minorías, ó viceversa (que
es el caso regular) ¿el incremento de po-
blación asimilada corregirá los abusos y lo-
grará hacer prácticas las tan anheladas pro-
mesas constitucionales?
Ingenuamenie, no lo creemos; el elemen-
to estrangero naturalizado se contajia y se
contajiará lógicamente de nuestra enferme-
dad endémica y hará y hace como nosoti'os
hacemos; unos, los que se ponen de parte
del partido victorioso, contentí^imos, reco-
giendo los beneficios del triunfo: los otros,
los vencidos, gritando y tramando contra la
gente de arriba.
Según esto, aumentar el número de acto-
res en la vida política no es más que aumen-
tar el número de combatientes. El buen
derecho no saca gaje ninguno de esto.
Los políticos de profesión y de cálculo han
comprendido perfectamente que el aumen-
to del guarismo electoral es un grande re-
curso en estos nuestros tiempos en que ya
s(: vá haciendo difícil resucitar á los muer-
tos, milagro que se operaba hasta hace po-
co, mediante el cual se ganaban muchas
elecciones con el concui'so de las almas dd
otro mundo. Para dejar en paz á a(|uellns.
bien se puede echar mano de los vivos mal-
eando obligatoriamente con el sello de la na-
cionalidad á cuantos estrangeros pisen el
territorio del estado y se vinculen h él, ya
sea por medio del matrimonio, de la adqui-
sición de inmuebles ó del ejercicio de un
cargo público.
El espediente es fácil; pero atentatorio y
peligroso; atentatorio, porque la n;ituraliza-
ciíHi obligatoria hiere la libertad individual:
nadie puede s(»r obligado á renegar de su
patria, por el hecho de vincularse en teri'i-
torio estrangero y depravar los nobles sen-
timientos del amor patrio, es lo mismo; es
más, un acto de tiranía en pueblos que alar-
dea,n de amparar, protejer y respetar to-
dos los derechos individuales.
Es peligroso, porque, dada la progi'esióu
inmigratoria, el elemento estrangero pre-
ponderante puede un día adueñarse del Es-
tado; sí el inimero decide, el número pue-
de darle la victoria. Y en tal situación,
¿que sentimiento prevalecerá ? ¿el de la pa-
tria adoptiva ó el de la patria de origen ?
La interrogación despierta en el espíritu po-
co consoladoras congeturas. Por otra parte,
el elemento extranjero que se derrama sobre
América, ni todo él es sano, ni todo él útil;
á la par del capitalista, del industrial, del
obrero honrados, vienen confundidos el que-
brado fraudalento que busca ref ujio en age-
nas playas, el industrial de mala fé, falsifi-
cador de cuantos artículos son necesarias pa-
ra el consumo general, y finalmente, el vago
y el aventurero, que son un elemento p?rni-
44
K E Y isT A Económica
cioso para la sociedad, así coran ]o'^ nivn< lo
son para el comercio y la industria.
Los naturalizadares á todo trance, no quie-
ren ver las cosas tales como son y para sos-
tener su tesis atribu3^en al elemento inmi-
gratorio condiciones morales absolutas que
está muy lejos de poseer. Un examen de la
procedencia de ese elemento daría por re-
sultado que la pai-te sana, honrada, repre-
senta cuando más. quizá un cincuenta por
ciento, correspondiendo el resto al merca-
der agiotista, al industrial de mala f'é y al
aventurero pelig-roso.
Y es á esta gi-ande poi'Ci(')n insana á la
(|Uo, con tal ó cual pi-etexto, bajo tal ó cual
causa, so la pretende investir con (^1 sello
(If la nacionalidad ([ue la alberga eji .su se-
no, porque no puede ceri-ai'le la puerta.
Que se aspire á radicar el elemento honra-
do, muy bueno: pero que se coloqueen la
misma categoría el eltMaento pervei'tido. es
una ceguedad propia do nue>tro carácter
americano, precipitado, imprevisor, que nos
obliga incesantemente á deshacer hoy lo
que hicimos la v'spera, yá hacer las cosas
mal, teniendo que buscarle remedio tarde,
después del fracaso.
Dejando de lado consideraciones de otro
orden, conceptuamos que la naturalización
obligatoria, además de herir el derecho in-
dividual de nacionalidad, enjendra mayo-
res males que beneficios.
Todo lo que las leyes deben limitarse á
hacer en respeto del uno y en previsión de
los otros, es otorgar facilidades para la na-
turalización, exigiéndose como requisitos
fundamentales que el que aspire á natura-
lizarse posea un arte ó industria lícita y
condiciones morales comprobadas, dejándo-
le en plena libertad para adoptar la nacio-
nalidad da país de su i-esidencia, .^i asi con-
viene á sus intereses y afectos.
Por lo demás, lo hemos dicho en otra
ocasión, el elemento extrangero, agrícola. in-
dustrial y mercantil concurreal desarrollode
nuestra producción y nuestros cambios, por
lo cual conviene .estimular sin violencia su
atracción continua, quedándonos como resul-
tado, no balanceado económicamente, este
otro: el aumento déla cifrade poblacióii na-
cional sin apelar al medio tiránico déla natu-
ralización obligatoria. La familia extrangera
que ai-riba 3' se domicilia en un Estado, ó
el exti-angero que contrae matrimonio en
él, concurren á ese aumento por la filiación.
Esta filiación nace con el sello imborrable
del lugar del nacimiento, que todas las
ficciones del derecho no pueden destruir
sin apelar á la violencia.
Bajo de tales conceptos, lo que intere.sa
al pi'ogreso americano es procurar el in-
cremento inmigratorio y apoderarse, no
del liombre que llega, sino i¡el humhre que
nace.
Ese incremento de población no se obtieiio
poi-medios artiíiciales>iii(j pop híH'hos positi-
vos que lo estinuilen y lo produzcan, esto es,
mediante la verdad practica délas garantías
y beneficios que prometen las Cartas cons-
titucionales ^ leyes administrativas.
Los pai-tidariosdela naturalización obliga-
toria, que á la par (jue asegui-an hacer obra
patriótica con su prédica, no descuidan tan-
poco hacer ^Wqiicdo lien con el elemento e\-
tranjero. despertando entusiastas simpatías
en los candidos (i en los ambiciosos para
quienes la i-elajación del sentimiento patrio
es tal, que cambian de nacionalidad más
fácilmente que de camisa, dichos partidarios
decimos, por elocuentemente que hablen ó
por bonitamente que escriban, no lograrán
jamás hablar ni escribir con más exactitud
y precisión que los hechos \ las cifras.
¿Dónde va el hombre de capital y de tra-
bajo? Allí donde prospera, donde su capital
puedo producii-le un buen beneficio, donde
el salario sea lilíeral, donde encuentre segu-
ridades y garantías para .suvida.su haber
y su ahoi'i-o. -Si estas seguridades y ga-
rantías no existen, lo^ hechos y las cifras
hablan mal y nadie se aventura á largarse
con sus bagajes en busca de lana para salir
trasquilado. Si esas seguridades existen, los
hechos y las cifras hablan seductora mente
y por sí solas operan la atracción, peculiar
del interés individual.
Quiere decir, que tanto la cuestión inmi-
gratoria, cuanto la relativa á la nat\iraliza-
ción, son cuestiones, no de verbosa oratoria
ni de leyes imperativas, .'iino cuestión de
hechos. Si estos hablan bien, una y otra se
producen espontáneamente: si hablan mal,
DEL Rio de la Plata
45
se opera la despoblación, aún de los misinos
nacionales que buscan fuera de su país las
garantías que en él se les defrauda.
En suma, el medio poderoso para estimu-
lar la naturalización, sin lesionar ningún
derecho, es este: procurar que las promesas
de las magnas Cartas no sean una mentira;
que la democracia sea una verdad y no una
tiranía embozada; que las leyes que prote-
jen la vida y la hacienda no se adulteren y
tuerzan, y ijue el ahorro esté asegurado
mediante un sistema estable. ngíMUí al intlu-
jo del garito de los agiotistas.
Todo esto no pasa de azuladas y lejanas
perspectivas en Hispano-Arnérica, hacia las
cuales caminan los republicanos bien inten-
cionados sin lograr arribar aellas, por cuan-
to el plano se aleja en proporción de la de-
cadencia del espíi-itu público y de la co-
rrupción de los partidos. El día en que la
democracia sea una verdad y las le^'es de-
jen de sértelas de araña para atrapar mos-
cas, sobrarán postulantesy la naturalización
sin que haya necesidad de apelar al sistema
de marcación forzada que anhelan imponer
despóticamente los apasionados adoi'adores
del progreso escenográfico, de improvisa-
ción fácil, pero de resultados funestos.
Quedamos, ahora, por examinar la otra
faz de la cuestión; la relativa á la naturali-
zación in par/¿hus, ó de carácter local, lo cual
.será materia de otro esbozo.
Vaca-Gizmax.
(Continuar ú.)
La Hacienda Pública
DE LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES
Pensábamos ocuparnos en esto niimero
de la Revista del e.stado de la hacienda
nacional para lo que esperábamos oír la
palabraj del P. E. en su mensage de apertu-
ra del Congreso; pero el excepcional re-
tardo ([ue ha habido en su reunión, nos
obliga á dejar por ho^' tan interesante tema.
En cambio hemos tenido el mensage del
Gobernador de la Provincia de Buenos Ai-
res, que ofrece materia á diversos estudios de
no menor importancia.
Nuestra crisis es doblp, puesto que conjun-
tamente con la producida en el orden de los
negocios privados, tenemos la de la Hacien-
da, tanto Nacional cuanto Provinciales. La
primera se vá solucionando por sí, pero la
segunda está aún de pié, sin que se hayan
dado pasos eficaces para dominarla.
El mensage del Gobernador de la Provin-
cia si bien proporciona pocas cifras sobre la
situación déla Hacienda Pública, menciona
el hecho halagador de que los presupuestos
han logrado equililirarse. resultando ya
n II supfrabit que se destina al pago de la
(leuda flotante, el que podrá ser aumentado
por economías en los gastos públicos.
Se piensa en una nueva consolidación de
la deuda flotante, cijyos servicios podrán
atenderse con los recursos normales de la
Provincia.
Quedan á é.4a muchas otras atenciones:
la conclusión de las obras del Puerto, que re-
quiere cerca de cuatro millones de pesos
oro masó menos, y algunos trabajos in-
dispensables para su conservación, que im-
portarán unos dos millones oro á desem-
bolsar en el trascurso de cinco á seis años;
deberá atender, además, el servicio de la
deuda á oro de la Provincia.
La cue.stión del Puerto de La Plata, según
lo anuncia el Sr. Gobernador de la Provin-
cia, está por arreglarse, entregándolo en
arrendamiento á los acreedores que tienen
garantías sobre su producido, y que facili-
tarán los fondos necesai-ios para la termina-
ción de las obras; y en cuanto á las demás
deudas con servicios á oro, anuncia un pro-
3'ecto de converción cuyo servicio empeza-
ría á hacerse desde (d 1" de Enero del año
próximo.
No puede dejarse de aplaudir el anlK^lo
que maniíie.^ta el Sr. Gobernador por la re-
con.strucción de la Hacienda de la Provin-
cia; pero los términos generales en que se
anuncia la operación destinada á arreglar
la deuda que afecta la renta del Puerto y la
disponibilidad de fondos con que poder ter-
minar sus obras, así como el arreglo del res-
to de la deuda externa, no nos permiten an-
ticipar una opinión .sobre éstas operaciones,
ni siquiera manifestar la esperanza de que
se pueda en breve plazo afirmar de nuevo,
sobre bases sólidas,el crédito de la Provincia.
Para ésto se necesitará, ante todo, que tan.-
46
Ke VISTA ECOXÜ.MK'A
to la Provincia como sus acroedores so pon-
¡S-an en la verdad y no celebren nuevos arre-
glos que excedan la capacidad rentística ó
coloquen á los Poderes Públicos en el caso
de tener que desatender, para pagar servi-
cios, por lo pronto demasiado pesados, fun-
ciones imprescindibles de la administración
ó recargar impuestos que contraríen el desa-
rrollo de la producción, en cuyo caso" los
propios acreedores, que tienen intei'eses ar-
mónicos con los do la vitalidad de las fuer-
zas productivas de la Provincia, resultarían
tan perjudicados como ésta.
F.< indispensable no agregará los oi-rores
fiasados el de arreglos inconvenientes, y ya
c[ue fvstú piodiicido el nial do la suspensión,
hay (lue tomarse el tiempo necesario para
prepari r la reforma rentística, solo después
de lo cual se podrá tener una idea acertada
de las obligaciones que la Provincia podrá
servir con la regulai'idad necesaria.
Aparte de ¡as atenciones indicadas, tiene
la Provincia ([ue atender con toda prefe-
rencia la reliabilit!i(;i('»n do sus instituciones
de ciédito, que no interesan menos á la le
pública que los empréstitos exteriores y que,
debiendo cooperar directamente á la mejora
de las condiciones económicas de la Provin-
cia, son base del re.stablecimiento de su Ha-
cienda.
En cuanto al problema del sistema tri-
butario, él es general para todas las Pro-
vincias Argentinas; y el aumento operado
en sus obligaciones, tiene que dai'le ma-
yor importancia que la que ha presentado
en otras épocas.
Tres son las fuentes de recursos con que
puede contar el Erario: el producto de los
bienes públicos, los impuestos directos y los
impuestos indirectos. En cuanto á impues-
tos la práctica ha demostrado que sólo la
forma de indirectos es la que se aviene con
las necesidades crecientes de los presupues-
tos modernos.
En Francia los impuestos directos en el
año 1836 eran de 31 oi" y en 1S83 apenas
ascendieron á 15 o "^ de la renta total, puesto
que al necesitar aumentai- considerablemen-
te ¡as contribuciones, hubo que recurrirá la
forn)a indirecta, no dando la directaaumen-
to api-eciable, á no ser en el ramo de las pa-
tentes. En Inglaterra las contribuciones di-
rectas sólo dan el 21o," del producido total
de los impuestos. En Italia esa proporción
es de 86 o/", en Rusia de 25 o/'' y en Prusia
de 22 f,/". En todos estos países la rela-
ción de los impuestos indirectos lia ido cre-
ciendo en la proporción en que los servicios
públicos han exigido el aumento de las ren-
tas generales.
Los principales impuestos indirectos son,
en éstos países, los de importación 3' de ex-
portación; esa es la gran fuente de recursos,
pero ellos pertenecen exclusivamente á la
Nación, quedando las Provincias limitadas
al producido de los impuestos directos, poco
aumentables y sienipre ii<' diríeil cobro en
épocas de ci'ísis.
En estas condiciones, de pocos medios pue-
den disponer las Provincias para su fomen-
to respectivo y para hacer frente al servicio
de fuertes obligaciones, como las que pesan
sobre casi todas ellas.
Esta situación viene en la práctica em-
peorándose al absorver la Nación parte de las
pocas rentas constitucionalmente provincia- /
les. como sea al imponer el uso de papel se-
llado Nacional para lasobligaciones que se
descuentan por las sucursales, en las l'i-ovin-
cias, del Banco de la Nación.
Se comprende que en los juzgados nacio-
nales de las Provincias se use el papel .se-
llado nacional, porqué es el precio de un
servicio, y, por otra parte, la facultad de
imponer los actos judiciales puede llegará
imposibilitar la distribución de la justi-
ticia nacional, en los casos que la consti-
tución lo determina.
El papel sellado para las obligaciones
comerciales, es un impuesto local de giro, el
que debe estar sujeto á cargas uniformes
y nó á diversas, según se contrate con una <
institución ó con otra.
Como impuesto sobre el giro local, los que
contratan con las sucursales del Banco Na-
cional no pueden legalmente eximirse de
su pago, lo que, en caso alguno, perjudica-
ria los fueros de las mismas, desde que
el sello provincial en las obligaciones que
descontasen, no impedirla que las hiciesen
efectivas por los juzgados de Sección Na-
cional.
El empleo de papel sellado nacional, que
anarqniza el impuesto .sobi'O el giro local
DEL Rio DE LA PLATA
17
comercial y priva á las Provincias de pai'te,
en alg-unas muy considerable, de una de las
rentas más importantes con que cuentan, no
está en manei-a alguna justificado.
El caso déla Provincia de Buenos Aires es
particularmente sérioy tiene que aconsejar á
su Gobierno ser muy parco en las condicio-
nes para el arreglo de las obligaciones pen-
dientes.
La mayor parte de sus recursos provenían
de las propiedades provinciales: las tien-as
piíblicas, ya casi agotadas, que solo le ban
producido el último año 2.670,000 pesos á
cobrar en largos plazos; sus Bancos, que
hoy le traen compromisos en vez de
ser por ahora una fuente de renta dispo-
nible, y sus feí-ro- carriles, hoy de propie-
dad inglesa.
Mientras no se proceda á una reforma de
su sistema rentístico y no se obtengan re-
cursos con quehoy no se cuentan, ya, se hace
mucho consiguiendo el equilibrar los pi-e-
su puestos adm i nistrati vos.
No por eso queremos desahuciar la Ha-
cienda Pública de la Provincia: somos dn los
que tenemos fé en (^1 porvenir y de los que,
separándonos de la moda de mirar con
prevención todo cuanto se hace ó no.-? \ ie-
ne de La Plata, i'econocemos que se ha em-
prendido alli una labor que podrá ser fe-
cunda.
REPÚBLICAJRGENTINA
CRÓNICA DE LA QUINCENA
Mayo 14 de I8U2.
En ningún país organizado páralos gran-
des fines de la civilización moderna, — la
justicia y la libertad, -el ejército, que es la
nación armada, se identifica tanto con (d
pueblo como en una democracia.
Se comprende entonces, y se explica per-
fectamente, que la atención pública haya
estado absorbida por completo al empezar el
mes, una vez que se concentraron todos los
elementos bélicos, alrededor de los campos
del Talar,— y que la afluencia de testigos
oculares le haya darlo tanto realce al espec-
táculo.
No haré rriticn.
Es una vieja verdad que c'est le premirr
pas qui coute; y que no .se mueven hombre.s
en paz ni en guerra, sin gastar dinero, es
otra verdad de Monsieur de la Palisse.
Diré sí, que como los cañones no estabrtu
cai-gados sino con pólvora, lo mi.smoque los
fusiles; que como los sables de la caballería,
no podian herir y mucho menos lasbaj'one-
tas,— he podido estar en el fuego y en el
entrevero, ver y salir ileso con mis impre-
sione?.
Agregaré, todavía, (jue como en hjdas las
maniobi-as, ha habido, en este primer en-
sayo,—aiinque sin acentuarse mucho, — di-
vei-sas e.scuelas frente á frente. Quiero decir,
(jue cada comandante en jefe, ha mostrado
su temperamento, <iespertando (>ntre sus
subalternos una emulación saludable. El
generalCiarmendia me ha parecido pecar
por el lado «maniobrero» y el general Pala-
cios por el lado «metódico.» Uno y otro han
perdido tiempo en tomai- demasiadas pre-
cauciones, habloen tesis general, recono-
ciendo, sin (Mubai'go. ()ue esas minuciosida-
des son uno de los i nconv unientes, que fatal-
mente, llevan aparejadas todas las opera-
r;icionesun poco vastas de i'st<;s simulacros
di? gueri-a.
lín cuanto al combat",- despucscie iinase-
riede marclias a' contrarnai-chas, con super-
fetaciones inusitadas de «espías> y «prisio-
neros», cambiando unas veces de objetivo,
casi abandonando otras la base de operacio-
nes, por ser insuficientes las tropas y el pe-
i'imetro muy extenso, —en cuanto al cotn-
Ijato, decía, como desenlace de las manio-
bras, ha sucedido lo que er& muy difícil evi-
tar, no obstante haber sido la acción un com-
bate previsto: situaciones inverosímile.s, que
no han permitido que los jefes tuvieran la
libertad de acción de hacer las cosas como
en la «guerra \'erd adera v.
Conforme á las reglas, la función bélica
concluyí) temprano, demasiado temprano
((uizá, pudiendo las tropas ocupar sus ',\c<>\\-
tonamientos á buena hora. Pero fué debido
á que las -^peripecias» se pi-ecipitaron. df
donde resultó, que cuando apenas se traza-
ron los más tenues linearaientos del combate
ya estaban agotadas las municiones. En
cuanto á los dr^'iiroR. su acción so redujo á
r''Solv(^r *'pi,-odio> c i ncidenií'S ai-ladiiis. sin
48
TíKviSTA Económica
fallar sobre el terreno, cuál de las dos partes
debía retirarse primero v-como vencida».
El Estado Maj'or General del Ejército, ni
ha intervenido ni estuvo, sino de un modo
reflejo, en las maniobras y simulacro de
combate; en cuanto á la caballería, nues-
tra leg-endaria caballeiúa, tan apta para
maniobrar, esté bien ó mal montada, por el
genio nativo de nuestros ginetes, su papel
se ha limitado á medio descubrir y presen-
ciar. La pólvora era la vieja, con humo; las
armas las que ya teníamos. Pero con ellas
ó sin ellas las cosas no habrían pasado de
otra manera. ¿Porqué? Por ésta razón: no
se necesitaban maniobras para .saber que
nuestras tropas de línea son resistentes, lo
mismo que nuestra «milicia» tiene entu-
siasmo y brío. Las deficiencias observadas,
eran conocidas de antemano. ¿De dónde pro-
vienen '{ De que la rutina no ha podido aun
entenderse con el arte. ¿ Se entenderán '. Sí,
seguramente sí. Pero pasará mucho tiempo
aun, antes de que se amalgamen la expe-
riencia y el saber, poniendo de lado cierto
sedimento, algo como un aluvión impuro,
que nuestro modo de ser, —la guerra civil y
las revoluciones han creado.
A pesar de que la centralización del man-
do me ha parecido excesiva,— estando todo
concentrado en el Ministro de la Guerra que
hacía además de generalísimo, sin apercici-
bir.se de ello por un exceso de celo y de buena
voluntad hacia ambas partes,- tendrá este
ensayo, costoso ó no, su incontestable utili-
dad, siendo el primer jalón experimental
puesto en el camino teórico del porvenir.
Conviene decir y lo diré, como ilustración
para los jóvenes oflciales, que en la realidad
de nuestras guerras el ejército lo ha hecho
mejor que en la Acción. Tenemos algunar-
campañas y batallas típicas, combates y
encuentros en los que la táctica y la solidez
han rivalizado,— desde Chacabuco hasta Tu-
yuti, desde la Tablada hasta Caseros y desde
la expedición al Desierto, entieinpode Rozas^
hasta la conqui.^ta de la l^ampa por Koca.
Surjeaquí el problema planteado por Bacón
en estos términos que <• el arte daña á la
naturaleza en vez de embellecerla, en cuanto
pretende dominar»— pi-oblema que 30 re-
suelvo así : '■ el arte por excelencia es ocultar
el arte-.-.
En una palabra y para concluir: la nota
dominante de nuestras primeras maniobras
de Otoño, ha sido una serie de esfuerzos in-
coherentes dislocados. En unos puntos,
para avanzar; en otros, para retroceder; ya
para preparar la acción; ya para entrar en
fuego, y una vez en é.ste,— lo inopinado, lo
fortuito del un, porque nada quedó definido.
Los caracteres frívoloo resuelven todas las
cue.stiones con el criterio de las circunstan-
cias y al azar.
La vida no es para ellos más que una
gran lotería. ¿Qué tiene de extraño enton-
ces que, hasta el momento de entregar estas
páginas á la estampa, haya gentes que atri-
buyan lo que pasa á la casualidad? Me re-
fiero á la pesadez de ambas cámaras del
Congreso. Ninguna prisa han manifesta-
do en constituirse. El marasmo político se
ha hecho así más letárgico. El aguijón de
la cláusula 55 <^ ambas cámaras se reunirán
en sesiones ordinarias todos los años desde
el 1" de Mayo hasta el 30 de Setiembre», na-
da ha podido contra los hechos fatales.
Sólo los excépticos no admiten que haya
causas y efectos. Pero la ley que «oye sin
tener orejas, que vé sin tener ojos, que se
mueve sin tener pies y que toma sin tener
manos »,— sabe en qué consiste el fenómeno.
Interrogada por la curiosidad nacional, se-
ría capaz de contestar en conciencia : todo
viene de
El estado de sitio no es, en efecto, una
remora exclusivamente para los que no son
inviolables; lo es hasta para los mismos que
lo son ó pretenden serlo. La masa, oyendo
decir que el sol gira alrededor de la tierra,
piensa, — contra el testimonio de sus senti-
dos,—«así sei-á):». Los otros, los iniciados, ó
algún fino observador, saben que la política
no es «lo que se dice», sino lo que se hace,
3^ que para liacerse necesita andar piano, y
reposo: y que los cuerpos colegiados no e.s-
tán exentos de hacer efectiva la regla de du
ut des, sobre todo cuando un régimen que se
va quiere ó pretende ligarse á otro régimen
que viene. Cicerón decía, en una coyun-
tura difícil, teniendo que morderse la len-
gua; Xou si'./)i. it<i hchrs tit i-^tn dkam ¿Pue-
DEL Rio de la Plata
49
dpyo ati-everme alo que no se atrevía el
insig-ne tribuno? Sei'ía algo más que te-
merai'io; sería obtuso (hebes). Me reduciré
entonces á una observación : las cuestiones
de principios que atañen al prójimo deberían
preocupai-nos sieu.pre, en vii-tud del aforis-
mo «hoy por tí, mañana por mí». Pero un
hombre en libertad es un hombre contento,
que no piensa en la cárcel, sino cuando se
ve amenazado en su libre albedrio ó en su
acción.
Mientras no se conoce públicamente, de
un modo irrefragable, el por qué de lo que
ha pasado, sin acabar de pasar, los partidos,
los círculos, los matices de éstos y sus afi-
nes,—tienden á disimular sus impresiones ó
lo que llevan oculto en su seno. Es tan di-
fícil como tapar el cielo con un arnero. No
hay hombre ni comunión de hombres que
no se traicione por la frase. Kl silencio mis-
mo habla con singular sonoridad.. Ya esta-
raos, püe»*, enterados. Lo que ha de ser se-
rá. No porque esté escrito sino porque no
hay efecto sin causa,— una lógica impla-
cable.
¿Estarán las instituciones en í?u solsticio?
El conflicto que .se ha llamado ve>tudian-
til», y á ser así estaría una vez más probado
que pequeñas causas producen grandes efec-
tos, háse resuelto, dicen, satisfactoriamente
mediante la creación de un Instituto libre
de enseñanza. Seguramente, y es cierto lo
que dice el poeta inglés, más vale que no
nazca un niño, si lo hemos de ver ignorante.
Pero el problema social no estriba sólo en
eso. Ni un cambio de carreta dentro de la
zona intelectual borra la huella. Queda el
rastro de la falta de prudencia, por un lado;
el de la indisciplina, por otro. Nó, hay eji el
fondo de estas agitaciones algo que se debe
remover. Hay que reconquistar la fé en la
moral de nuestros antecesores. La tradición
es un /W707Í//I' poderoso. El ideal no consis-
te en parecer. Consiste en ser. ;0 porque
hemos alcanzado cierto gi'ado de cultui'a,
ya exclamaremos ; La qaestiuu de Dieu
manque (racíualUé) Y aquí no se trata de
.saber cómo pienso yo,— sino de cómo con-
viene que piense la falange popular,— ó de
cuál es la fllosof ía eficiente para \o> proble-
mas futuros que debe resolver la democra-
cia en paz y libertad, ensanchando siempre
el radio de las grandes y nobles aspiracio-
nes ^nacionales, pai'a que el combate del ta-
lento, del saber y de la probidad se ubre sólo
en el palenque de la emulación generosa;
que sólo así, sin darse tregua ni reposo, se
trabaja por el bien común y se salva el pres-
tigio de las instituciones.
Un pueblo libre, que incita á todos los
hombres de la tierra á compartir su suerte,
se expone á pasar por impostor si se mistifi-
ca á sí mismo, por no tener en cuenta, como
dice el .sabio, que el éxito consiste en una
severa obediencia á las loA^es del mundo \'
que si e.sas le^-es son intelectuales y mora-
les, la obediencia debe ser intelectual y mo-
ral.
Los signos del zodiaco político, poco dicen
respecto del porvenir. ¿Saldrá el Sol por An-
tequera? ¿Nebuloso ó arrebolado?... He ahí el
problema.
Hay sin embargo alguna confianza. El
candidato es una garantía. Los que creen
posible una trapisonda no .son perversos, es
una pe.ste. peor quizá, que los malos: son
tontos. Hay honor, y el Dr. I). Luis Saenz
Peña será Presidente de la República. Por
e.stas y otras causa.s, y porque una crisis es
una evolución, cuyo ciclo se cierra algún
dia, los síntomas son de mejora comercial.
De ahí á una mejora económica y financie-
ra,—si no se remienda en lo viejo, — no hay
tanta distancia, como de la tierra al parai.so.
Si ese "Soberano de los Soberanos^, el oro.
quiere .seguii- bajando verán mucho bueno,
bástalos que no alcancen la edad de ^latu-
salém.
LrcKi A'. Maxsh.la.
CRÓNICA DE LA QUINCENA
Tenemos, al fin, síntomas de vida demo-
crática, reaccionando vigorosamente el par-
tido colorado contra el si.sterna que. después
de haber anulado en la práctica su ijitluen-
50
Revista Económica
cia política, lo amenazaba con el relego á un
olvido completo. Con su movimiento coin-
cide el délos elementos sanos de las otras
fracciones políticas, existiendo plena confor-
midad en la tendencia más culminante que
en el país se maniñesta, que es la de volver
al juego regular de las instituciones, de que
es base imprescindible la acción democrá-
tica leal mente practicada.
Hay además de una cuestión de partido,
una aspiración unánime nacional: que es la
de concluir con el cezarismo corrupto)', le-
vantando bien alto los derechos políticos de
los ciudadanos, que no pueden abdicarse sin
menoscabo del país y de la posición ruoral
de cada uno.
Por noble y esencial que sea la reacción,
era lógico que los intereses que medran con
el régimen personal tratasen, como están
tratando, de detener el movimiento ó de
esterilizarlo, sembrando la discordia.
Entre otros, se nos habla de s^^-ios traba-
jos hechos en el pai-tido colorado, invocando
sus altas conveniencÍJiS. en loscuales toman
parte algunos compatriotas que en éstos
illtimos tiempos escondían cuidadosamente
sus divisas.
La Nación ha puesto la autoridad liuele
dásu carácter de órgano semi oíicial. al ser-
vicio de los que quieren, de todos modos,
evitar el renacimiento de la vida democrática
y conservar el predominio fundado en la
disgregación del partido y en el monopolio
de las posiciones oficiales, dadas por el favo-
ritismo.
Hemos mencionado el carácter del colega
montevideano y debemos agregar, en bien
del nombro del Presidente de la República,
(jueesa propaganda no obedece á sus aspi-
i-aciones. como no puede obedecer á las de
ningún hombre que verdaderamente se ins-
pire en el respeto de los principios demo-
cráticos y en el bien del país.
Según Zff X ación, wAchx tiene que desear
el partido colorado: tiene mayoría en el
cuerpo legi.slativo, tiene el mando del ejér-
cito, está al f]'ente de todos los servicios ad-
ministrativos, trinidad de beneficios que no
podemos dejar pasar sin análisis.
Empezemos por establecer lo que, ni el
colega ni nadie podrá negar, y es que desde
qu" no han liabido elecciones democráticas
sinosimulácros de representación de parti-
dos, detrás de los cuales se han producido
elecciones, ó más propiamente dicho nom-
bramientos oficiales de miembros del Poder
Legislativo, ni el partido coloradoni ningún
partido tiene repre.^entación en las Cámaras;
á io que se agrega que, siguiendo las cosas
como están, la reelección de esos miembros
dependerá, no de la voluntad del partido
sino del ciiterio del Poder Ejecutivo.
Es larga la cadena de las consecuencias
de una primerafalta: anulada por un mismo
acto la acción efectiva de los partidos y el
sufragio popular, considérese la posición de
e.sos diputados que un voto, una palabra
que desagi-ade al círculo elector determina
su exclusión en la nueva Legislatura, esta-
bleciéndose así una dependencia mucho más
efectiva que la que la Constitución ha queri-
do evitar al disponer que no .sean elegibles
los empleados á sueldo, dependientes del Po-
der Ejecutivo, no ob.stante no poder éí^tos ser
remoN idos á capricho.como nuestros Gobier-
nos personales vienen removiendo y selec-
cionando á los Representantes.
Encuantoá que el pai'tido colorado tienp
el mando del ejército, hechos reciente> nos
comprueban como los jefes se remueven sh-
gún lo reclamen los enemigos de e.se parti-
do, de tal modo que es ya de todos sabido
que para conservar el mando de fuerzas es
menester el beneplácito de los adversarios.
Por lo que toca á la afirmación de que
los coloi'ados están al frente de todos los
servicios administrativos, es bueno para
repetido en el Japón.
Lo que se hace con los jefes do cuerpo, .se
pretende hacer con los Ministros, á punto de
convertir en precaria la participación de
miembi'os del partido coloiado en los conse-
jos de gabinete, mientras todo es santo, bue-
no y permitido á los que en él tratan de
imponer los intereses de los demás partidos.
Ahora mismo tiene el gobierno dificulta-
des con el Senado, tan sólo porque á e.ste no
le pareció conveniente la eliminación total
de miembros del partido colorado en la lista
de directores propuestos para el Banco.
Como no podía dejar de suceder, se invo-
can también razones de patriotismo. ¿A qué
promover, dice Lo Xación, agitacione> elec-
torales con >us perturbaciones inhí'rentes?
DKi. Rio de la Plata
51
¿.\ qué anticiparse tanto, cuando faltan diez
y ochomeses para laseleccionosde Diputados?
Esto es considerar las cosas con el más
extraviado de los espíritus.
El movimiento democrático que felizmen-
te se manifiesta, no sólo es base imprescindi-
ble de un verdadero orden constitucional
sino también de paz, puesto que, si se cerra-
^ se esa válvula que acaba de ab'-irseal espíri-
tu público, muchos y muy serios aconte-
cimientos podríamos presenciar, pues los
hombres de todos los partidos sienten nece-
sidad imperiosa de una reacción, que es de
desear se produzca en la forma reg-ular
do que las reuniones priblicri'^ d'M pnrlido
colorado dan la medida.
Del puntodevi.stag'eneral. esa es para todos
cuestión de patria, y del personal cuestión fU'
honra. ^
Patria y honra es la bandera común para
colorados, blancos 3' ex-constitucionales,
y esta bandera tiene en nuestra actualidad
tuerza irresistible.
En cuanto al partido coloi'ado, no solo tie-
ne que reaccionar contra el falseamiento
del rég'imen democrático, sin(') tauil>ién con-
tra el .'■istema de cacicazgo que se quiere
perfetuar en su seno.- Los partidos de prin-
cipios como este, no tienen ni deben tener
más autoridad superior que las resoluciones
de las mayorías, libremente espresadas en
sus reunioiies públicas y genuinas.
Xo hay para él ni hombres necesarios ni
menos tutores indispensables.
Casi ni es necesario observar el olvido que
hace «La Nación» délas próximas elecciones
de Senadores, en las que los partidos deben
tratar, no menos empeñosamente que en las
elecciones de Diputados, de hacer triunfar
representantes directos, dando así comienso
á la campaña que debe llevarnos, con la fu-
tura elección Presidencial, á una nueva era
democrática y constitucional.
No podemos concluir sin espresar los más
sinceros votos porque la reunión del partido
colorado, que debe tener lugar en este día,
corresponda á las aspiraciones generales,
aunque si los activos trabajos que se hacen
en su conti-a llegasen á retardar el éxito
del movimiento iniciado, no estaría por eso
comprometido su triunfo definitivo.
No hav términos medios en la vida de los
pueblos de nuestra raza: ó la compresión
por la fuerza bruta ó la libertad amplia.
La primera ya ha concluido su tiempo, re-
sultando estériles las mas hábiles maniobras
como la fraseología inconsistente, para pro-
longar su predominio.
En cuanto al régimen que se inaugura,
con el irresistible y esencialmente democrá-
tico movimiento liberal que analizamos,
es el que sirve de base á los pueblos que .se
salvan así mismos en los momentos histó-
ricos de su existencia.
La Nación de Montevideo. ocu|)ándose de
nuestra situación monetaria, atribuye al l)i-
r(H"tor de esta Revista ideas ultrapapelistas.
Para ella, no existe término medio, entro
una circulación á oro exclusiva y con me-
nor valor legal que el del metal fino, como
es la oriental, y los asignados que se envile-
cen en la proporción en que exceden las
necesidades de medio circulante.
No diremos que haya malicia de parte de
este e.stimable colega, sino deficiente dif/es-
iión respecto de éstas materias, que reciuie-
ren estudios serios y largas meditaciones,
que no se suplen ni por la vivacidad del <'>¡)í-
ritu ni por la brillantez de lafoi-inn.
Respecto de circulacifjn monetaria no se
puede preconizar, pai-a todas las épocas y
pai"a todos los lugares un mismo rég'imen.
ni declararse nadie orista ni papelista, sin
teñeron consideración las circunstancias es-
peciales en que un país se encuentra só
pena de incurrir en ios mas lamentables
errores.
Ya que el colega penetra en este campo,
permítanos que le abramos la cartilla, cum-
pliendo así un evangélico precepto.
Se repite comunmente que la perfección
en materia de moneda, es la fijeza de valor.
Pero es el caso de preguntar ¿qué se en-
tiende por fijeza de valor?
Es muy fácil afirmar en redondo, así como
lo es también halagar el interés egoísta de
gremios con manífe.staciones como las del
colega, pero lo que .ya no es tantees esplicar
ciertas cosas que, como éstas, requieren algo
mas que el arte do hilar palabras.
Pero vamos á la lección.
El valor es siempre una relación. El de la
moneda, es su relación con las cosas que con
52
ReVIST.V EC0\('»MI(A
ellas se cambian, de modo que para obtener
la fijeza de valor en la moneda, es menester
poder conseguir que la cantidad de ella dis-
ponible se harmonice con la que requieran
las transacciones.
Si hay moneda de mas, el valor se que-
branta, ésta vale menos; si Ja hay de me-
nos, tenemos el mismo fenómeno en senti-
do inverso, ella vale más y todas las cosas
menos.
La moneda de oro se limita naturalmente
por la parquedad de la producción délas
minas y su ventajosa exportación : ésto es,
desaparece á su respecto el peligro de exce-
so de circulación, pero, subsiste el de su ca-
rencia, ó rarificacióu, que no es menos con-
trario al ideal de la fijeza que el de las emi-
siones exhuberantes de papel inconvertible.
No hay, pues, que decir, oro, oro, ó papel,
papel, sino consultar las circunstancias del
país, según las que habrá que precaver el
mal de emisiones exhuberantes ó el n ó me-
nor de la rarificacióu; i-emedio que, pai-ala
actualidad oiiental, hemos creido uallnr en
el bimetalismo.
La Nación al rejuvenecer la propaganda
orista que nos dieron IT) años de postración
económica, llama al sistema opuesto de ré-
gimen cartáceo, y aquí la lección de econoima
política se complica con otra de lengua cas-
tellana.
Si el deseo de aprovechar la literatura eco-
nómica italiana no nos hubiese llevado á
cultivar éste idioma, el colega nos habría
puesto en singular conflicto, con ese térmi-
no tan estraño que adopta.
¡Régimen cartáceo! Yaya una alianza
hispano-italo inadrai.sible. ¿Por qué no dice
el colega, llanamente régimen de pape! mo-
neda, que si bien no baria á sus lectores el
efecto de una cosa nueva, en cambio, sería
dicha en el idioma en que escribe?
Cartáceo en este caso es italiano puro, viene
de carta, papel, y por estoles italianos llaman
al papel inconvertible -carta monetata->,
papel amonedado.
Pero ya que el colega nos hace la trave-
sura de hablarnos en italiano, en italiano
le contestaremos, diciéndole, como Antonio
Oiccone, en sus notables Principi di Econo-
mía Política. "La carta monetata é un male,
«má é un male che serve di remedio ú un
<'male maggiore>>.
Por nuestra parte, no hemos aconsejado
éste e.stremo por lo peligroso que es con go-
biernos que viven fuera de la órbita consti-
tucional, y no sujetan sus actos á ninguna
intervención genuinamente popular. En to-
das nuestras publicaciones sobre la situación
monetaria oriental, hemosaconsejado la cir-
culación mixta de plata y oro. aumentán-
dose la cantidad de aquella, y rectificando,
respecto de este, los errores de equivalencia
que hoy favorecen su exportación y perm.i-
ten combinaciones bancarias contrarias á
nuestra existencia regular.
El Siglo, comparte este error de La Nación,
lo que no es de estrañar y .«;e limita á hacer
el paralelo éntrela circulación de oro y la
de papel depreciado por el abu.so, á la que
asimila indebidamente la de plata, y casi
trata de insensatos á todos los que pretenden
establecerla en nuestro país.
Isos consuela, sin embargo, el ver que
muchos piensan como nosotros, y conside-
ran el bimetalismo indispensable para el
desenvolvimiento de las transacciones, aun
en países como Inglaterra, que es el que
puede acapai'ar mayor suma de oro. Y, ya
no son solamente los hombres de ciencia, los
los que esto aconsejan, son los repre.sentan-
tesde los grandes centros comerciales del
mundo.
¡Qué bárbaros .son los inglese.s, habráse
dicho en nue.stras alturas oficiales, al leer el
telegrama del 6 del corriente que anuncia
que la Cámara de Comercio de Manchesteij
se há declarado á favor del bimetalismo!
Es una de las debilidades humanas, el
apego á todo lo que se relacione con los
triunfos juveniles, y ésto esplica como nues-
tros oristas de antaño, no puedan admitir
la ciencia y la esperiencia de ogaño, que
marchita sus laureles.
De ahí, que casi no se pueda discutir con
ellos éste punto.
REVISTA BURSÁTIL
Si en nuestra anterior dejamos constancia
de un hecho al parecer en pugna con las
DKL Rio Dií LA Plata
53
teorías económicas, la baja del oro con ma-
yor abundancia de papel, en esta debemos
dejarla de haber seg'uido la valorización de
nuestrq medio circulante basta 52.80 la on-
za, ósea 324.42 '^[o, mientras empeoraban los
cambios sobre Europa en casi 2 %,, se
embarcaban libras (55.000 para el Brasil y
continuábala baja del interés hasta tratarse
algunos buenos descuentos abajo de 10 "[o
anual, señal evidente de mayor abundan-
cia de papel.
Si embarg'o la baja es lójica y obiídece ú
mayor confianza en el porvenir que dismi-
jiuye el número do compradores de metá-
lico á plazos larg-üs, ig-ualándose por esta
causa los precios de contado, ñn de mes y
casi Un de Junio y provocando la venta al
contado por los capitalistas (pa.sadores) del
om que tenían recojido y que comprando
simultáneamente el importe de sus ventas
;'i plazo, quedan con su papei disponible pa.
iH nuevos negocios.
La baja persistirá síiHK'^e producen acon-
tecimientos inesperados, porqué de seguir
ofrecido el oro á plazos, no tardará en ga'
nar pase y hade entrar en nuestra Bolsa
una gran parte de la existencia de oro. lla-
mada por el interés.
La disminución en las expoliaciones
ocasionada por la baja del preci ) del oro y
la esoases que empieza á notarse en lanas
han hecho empeoi-ar el cambio sobre Kur(r
pa en uno y. en algunosdiasde hi (juincíuia
hasta en dos por ciento.
Noticias de Londres respecto á mejora en
los precios de las cédulas Nacionales, han
repercutido aquí y sido causa de lo que ano-
tamo^.
El empré.stito Nacional interno, cuyo pre-
cio aun no guarda armonía con el tipo de
interés del papel en plaza, ha mejorado en
3 puntos y continua demandado, pudiendo
aun la forma en que se resuelva el asunto
.suscricion de acciones del Banco de la Na-
ción, ocasionar una vai-iacion sensible en su
cotización.
Han aparecido en la pizarra, por primera
vez, los fondos públicos nacionales de 1892
dados en cange de las acciones del Banco Na-
cional en liquidacif)n. Su pi'ecio i'eal ha si-
do siempre 52 á 53 y la primera cotización
de 44 sino fué ficticia debió ser una sor-
presa.
Especulaciones sin trascendencia, pero
que facilita lo bajo de sus precios, han ele-
vado los de las cédulas hipotecarias y bonos
de interés del Banco Hipotecario de la Pro-
vincia de Buenos Aires. Algún rumov de
medidas á tomarse por el Gobierno de La
Plata se ha revelado en dichas especulacio-
nes, que si podrán galvanizar un momento
esos valores, no podrán afirmar sus precios
desde que, una de dos. (> empeora la situa-
ción de paisy las cédulas bajarán, ó mejora-
nuestra posición económica, se valoriza el
billete y entonces Europa nos remite las
cédulas que tiene compradas con oro al
rededor de 400 ■[,., y bajarán también.
Solo el tiempo y una juiciosa liquidación
del Banco Hipotecario, que ha.sta ahora no
podemos calificar de tal, podi-án hacer me-
nor la pérdida de los tenedores de estos tí-
tu los.
Uecíamos en nue.'^tra anterior que hablan
mejorado y se notaba demanda por accio-
nes del Banco Español é Italia y Kio de la
Plata; el precio de Od y 75 que consigna-
mos ho^-, 10 "[„ de alza, justifica nuestra
afirmación, que mantenemos con mn^ mo-
tivo, ho^,^ que .se ha hecho público haber
excedido el Banco Español la cifra de
25.000.000 de depósitos.
Análogo movimienlo aunque no de lanía
inipoi'tancia, hansí^guido las del Banco Ita-
liano y Francés.
En la Bolsa de Montevideo, notamos una
mejora de 4 "[o en los billetes inconverti-
bles del Banco Nacional, y en los títulos
hipotecarios .serie I), orijínado porlos nom-
bramientos hechos y en via de hacer.se por
el Senado para la dirección de e.stos esta-
blecimientos.
Se ha cotizado por primera vez la Deu-
da interior á 33.40 "[o y sigue en general
la paralización en los negocios bursátiles
de aquella plaza, que espera, como el ma-
ná, á los proyectistas de banco, anunciados,
por el cable, en viage desde Europa.
V.
líi;\ isTA E('<j.\(i\iic V
Movimiento bursátil de la primera quincena de Mayo de 1892
BOLSA DE BUENOS AIRES
(DKl, 1'^ Al. U 1)K NÍA YO)
Metálico
Onzas ¡54.70 ¡52.80
Libras eslei-liiins I l<'-^''> I K'--''^
Ulliiiio precio
:ilto I H.VSTA
ilAYO I-t
54.5(J
Ó2.80
16.3(3
Cambios
48.
Ing-latena
Francia ' ^-^'
Bélgica. il ^-"^
Alemania.
Cheques
Banco Nacional
Banco de la Provincia
Banco Hipotecario de la Provincia— bono.s
Banco Infi'lés del Kio de la Plata C papel).
4.10
31
51.'
11.1
20 -
(oro) ! nominal
Cédulas Hipotecarias Nacionales
Serie
A (oro) 5
A m n 7
B ■ 7
U ' 7
I) > 7
E 7
de renta
Cédulas Hipotecarias Provinciales
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A $í. 8
de renta sin operaci<3n
* > sin opei*aci(')n
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30
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83 —
84 —
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30 -
29.30
28.50
28.50
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30 -
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29.20
29.10
29.10
29.10
29.20
48.'.
5.015
5.07
4.09
31.5o
57.50
17 -
20 —
11 —
30 -
99 —
95 -
89 -
93 —
94 -
12 —
30 -
30.50
30 -
30 —
29.50
30 -
30.80
30.70
30.20
30.70
30.50
30.70
47.^,4
5.021/2
5. 03 Va
4.07",
31.50
52.50
14.50
20 ~
30
97
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89
93
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12 -
30 -
29.50
30 —
30 —
29.50
30 —
30.40
30-50
30.50
30.30
30.40
30.50
DKL Rio dk la Plata
Ulliiiio precio
HASTA I Mas bajo
ABRIL 20
Fondos y Títulos Públicos
l''oiidos l'iíblico:, .Naciouiílos (l(> ]8HI
Empréstito Nacional fntPi-no 1M91 . . .
Id. (ir. 18í>2 ,
Acciones
BANCOS
(oroj.
Espaíiol (iol iiio (It? la I Mata.
Italia 3' > > »
Crédito Real
Nuevo Banco Italiano
Banco de la Bolsa
Francés del Rio de La Plata
Hipotecario de la Capital (Bonos oroj.
Uonstrucíor de La Plata
Id. \ú. (oblig-aciones)
Aerícola Comercial
.s;.5o
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4.50
0.60
15 -
CO-MP.VNLVS
La Ediücadora
La Previsora íCi.rnpañia de Seeruros)
La Primitiva Compañía de Gas ,
Gas Argentino ,
Empresa del Edificio de la Bolsa
La Argentina ^fábrica de pape!)
Muelle y I)ep(')sitos de las Catalinas
La Buenos Aires (Compañía de Seguros), . .
«0 •"
SO —
29 -
29 —
64.50
65 -
40 -
40 -
125 -
125 -
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65 ~
BOLSA DE MONTEVIDEO
(DEL r^ AL 15 DE MAYO)
Acciones Banco Nacional I 8.20
Billetes > . 54. SO
Deuda Unificada I 40 —
Títulos hipotecarios Serie 1) j 26.80
Cédulas h i potecarias - A 29 —
Id. id. < B 'j —
Deuda amortizable • i 34.60
Deuda del Interior 1; —
Deuda Independencia u —
(•.\ MUIOS
Inglaterra
Francia. . .
Bélgica. ..
Alemania.
51.%
5.41
5.42
4.36
6.90
30 —
7.50
.55.20
40 —
28.50
27.60
28 —
33 —
32.80
31.20
1 5D/8
¡ 5.36
I nominal
' 4.35
80 —
29 —
65.50
40 —
125 -
65 -
7.
30
20
8.20
58 —
40 —
28.90
29 -
28 -
33 —
33.40
31.20
51 . ■■^/g
5-40
nominal
4.36
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65
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40 —
28.90
29 -
28 —
33 -
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31.20
5.37
nomina
4.36
56
Revista Económica
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2* Época.— Núm. 3
I'' de junio de 1892.
REVISTA ECONÓMICA
DEL
RIO DE LA PLATA
DIRECTOR: DOMINGO LAMAS
El men^age del píe^idente de la {Re-
pública Argeijtina
Una de las partes mas notables del Men-
sage con que el Presidente de la República
acaba de abrir las sesiones del Congreso
Nacional, es, considerado desde el punto de
vista económico, la que se refiere al Depar-
tamento del Interior.
En el capítulo « Tierras, Inmigración y
Agricultura, » el señor Presidente empieza
por decir que la labor del gobiei-no, en cuan-
to á tierras públicas, ha sido de reparación,
habiéndose conseguido el rescate de mas de
tres mil leguas de tierras de manos de con-
cesionai'iüs que no hablan cumplido, ni pen-
sado cumplir, las obligaciones de la ley.
La estension de tierra rescatada, ha po-
dido ser mayor puesto que, según el men-
sage, «se ha tratado de conciliar en todo, con
los intereses del Estado, los de los concesio-
narios que, por el hecho de haber incorpo-
rado al suelo algún capital, en una foima
cualquiera, eran dignos de su protección;
mientras ninguna consideración merecían
los que detentaban la tierra pública con una
mira de especulación, sin poblarla ni culti-
varla, y esperando su valorización del es-
fuerzo ageno y no del propio, con desconoci-
miento de sus principales deberes*.
El Mensage reconoce que «la legislación
«agraria es deficiente como lo comprueba
«una larga experiencia^ y, no obstante esto,
el gobierno se ha desprendido en favor de
particulares, hasta el 31 de Marzo último, de
4.500.000 hectáreas, consiguiendo un pro-
ducto en efectivo y en letras de 5.682.919:63
pesos.
Casi es escusado insistir, pues el hecho es
de todos reconocido, que la tierra pública no
puede considerarse solamente como una
fuente de recursos para el erario, sino que
hay que buscar en ella una base de aumen-
to efectivo de población y de producción
agrícola.
Ese pedido de 1600 leguas, que es lo que
representa la tierra cedida en el año, no
puede corresponder á necesidades efectivas
del trabajo, cuando no ha habido saldo á
favor del país en el movimiento de inmi-
gración y de emigración; sino que es la con-
tinuación de las especulaciones que, como
hemos visto, condena sensatamente el Men-
sage; son tierras pedidas en su generalidad
«para especular esperando su valorización
del esfuerzo ageno y no del propio.v.
Continuar entregándolas tierras en estas
condiciones, que el gobierno reconoce con-
denadas por una «larga esperiencia», es es-
terilizar el rescate que se menciona; dar á
unos agiotistas lo que se les quita á otros.
Aunque sea corto el tiempo que le queda
á la actual administración, ella aun tiene en
estas materias, la oportunidad de hacerse
memorable, dotando á la República Ar-
gentina de un sistema agrario que,' separan-
do el agio, permita canalizar hacia los ter-
ritorios nacionales una vasta corriente in-
migratoria, creándose á la par, para dentro
de breve tiempo, una fuente de renta que
permita la consolidación del crédito argen-
tino.
Ahí se encontrarán muchas soluciones que
hoy se juzgan difíciles ó imposibles, como lo
58
Revista Económica
hemos de demostrar en estudios especiales
que nos proponemos dedicará estas cues-
tiones.
El capítulo de ferro-carriles, demuestra
verdadero celo por parte del gobierno en fa-
vor de los intereses de la Nación, á la par que
hace resaltar ia conducta abusiva de las
compañías de ferro carriles, á las que se les
venia dando fuertes sumas por g-arantias, sin
observaí- ni estudiar sus cuentas.
La Nación habia pagado hasta ahora, diez
y seis millones de pesos oro por garantías
de interese.s, que las Compañías debían de-
volver en una forma ó en otra, y, ahora, ha-
biéndose hecho el <^cómputo del producto de
las líneas férreas, y separando la parte que
ha debido descontarse de la suma gai'antida
y pagada íntegramente, resulta que las
empresas adeudan á la Nación mas de diez
millones de pesos por las cuotas que han ido
reteniendo sin derecho.»— Hay más, «norma-
lizada la situación en este sentido y llama-
da la empresa al cumplimiento de su deber,
resultará también que el importe de las ga-
rantías, que este año ascenderían á mas de
cinco millones de pesos oro, quedaría redu-
cido en lo sucesivo, por descuento de la parte
proporcional de sus entradas, en mas de un
cuarenta ó de un cincuenta por ciento».
La i-educcion podrá ser todavía mucho
mayor si los ferro-carriles cumplen, además,
con su deber de suprimir ga^^tos inútiles,
entre los cuales, como lo ob.serva muy bien
el Mensage, están «los dobles directorios que
disfrutan de estipendios exagerados^>.
Las concesiones que han caducado en el
último año, libran al tesoro de una garantía
CU3'0 importe total, hasta su vencimiento,
ascendería á treinta millones de pesos.
Se han entregado al servicio público en el
año 1.933 kilómetros de vías.
Hay veinte y ocho ferro-carriles en es-
plotacion, cuyas lineas siguen estendién-
dose gradualmente; y veinte y tres ferro-
carriles concedidos en construcción, «pero
agrega el Mensage, la mayor parte de ellos
quedarán felizmente en pro3^ecto>. Los
ferro-carriles concedidos sin garantía, en
estudio ó en construcción, íbarcan 5.075
kilómetros.
La palabra felizmente con que el mensage
acompaña la noticia de que la mají^or par-
te de los feri-o-carriles concedidos con garan-
tías, quedarán en proyecto, merece ser acla-
rada.
¿Porqué felizmente ? ¿ Han sido mal conce-
bidas é.stas líneas?
¿Se teme que el importe sea una carga
excesiva para el tesoro ?¿ Se creé que las con-
diciones en que han sido concedidas son in-
convenientes ?
Nada dee.sto lo expresa el mensage, pero
no será aventurado decir que tales son las
consideraciones que se encuentran' detrás
de esa palabra.
Pero, si se juzga que sería una felici-
dad para la Nación el que las empresas no
puedan todas llevar á término las líneas
concedidas; sí esas concesiones son un mal,
no habría entonces que esperar todo del aca-
so y el Gobierno debería tratar de conseguir,
desde luego, en condiciones convenientes, la
rescisión de los contratos, aún tratándose de
las empresas que tengan facilidad relativa
para encontrar los capitales necesarios.
Asunto tan grave requiere estudio y ex-
plicaciones que permitan formar juicio
exacto de la situación.
El Sr. Presidente se manifiesta particular-
mente .satisfecho del adelanto de las obras
del Puerto de Buenos Aires, de utilidad in-
contestable, y enérgicamente pro.seguidas
en medio de la crisis, asi como de la rescición
del contrato de arrendamiento de las obras
de salubridad, que califica de uno de los me-
jores servicios que la actual administración
ha podido prestará la Nación, suprimiendo
muchos abusos á la par que se han podido
mejorar los servicios para la higiene y redu-
cir tarifas exorbitantes.
Todo cuanto menciona el Sr. Presidente
respeto ala conveniencia de dicha re.scisíón
es de pública notoriedad.
Lo que ha pasado con la administración
de esa empresa, es muy de tenei'se en cuen-
ta por los que vienen todavía so.steniendo,
entre nosotros, la excelencia de las adminis-
traciones extrangeras y la incapacidad pro-*
pia de los hijos de estos países para cuidar
directamente de sus intereses.
Esa no es, 'sin embargo, la única de las
empresas extrangeras que se hallaba en e.se
DEL BlO DE LA pLAÍA
59
caso, puesto que liay varias administraciones
de ferrocarriles que se hacen sentir á diario,
de un modo no menos inconveniente para
los intereses públicosque la antigua empre-
de las Obras de Salubridad.
La parte del mensage que se dedica á la
Hacienda, es incompleta en sus datos, y no
suministra ninguna cifra importante que
no nos fuese ya conocida. No liace ninguna
indicación sobre planes futuros, loque puede
explicarse por el hecho de la próxima reno-
vación del P. E. Nacional, absteniéndose, en
vista de ésto, el Dr. Pellegrini de trazar pla-
nes cuj-a ejecución correspondería á su su-
cesor.
El comentario de este documento no nos
llevará pues aun estudio fundamental de
la Hacienda Nacional y menos á la discusión
de las medidas radicales que requiere su
comprometida situación. Otro es el terreno
al que nos conduce elmensag'e, que si bien es
parco en cuanto ai estado de la Hacienda,
se extiende en halagadoras consideraciones
sobre la crisis, que considera entra en plena
convalecencia, supliendo la robustez del en-
fermo la falta absoluta de asistencia médica,
y dedica todo un capítulo al comercio, aun-
que en él no seda cuenta al Congreso, de
un solo acto del Gobierno.
«La crisis que nos há azotado, dice el men-
sage, alcanzó el año pasado su mayor inten-
sidad, notándose especialmente en lo que vá
corriendo del presente año, señales eviden-
tes de que ha cedido y de que ya entramos
en plena convalecencia.»
Para apreciar éstas líneas, con que se em-
pienza el capitulo de rentas y gastos, nos es
foi'zoso saltar al siguiente, dedicado al comer,
ció, en el que se demuestra que, apesar de la
gran exportación habida, la importación no
ha aumentado de un modo sensible, y, para
nosotros, éste simple hecho basta para com-
probar que no hay mejora apreciable en la
situación del país, puesto qué, como lo reco-
noce el mismo mensage, la población sigue
con sus gastos reducidos á los más estricto,
aseveración que contradice la anterior, pues
reducciones de este género en la masa de
la población, son síntomas de empobreci-
miento general. Ese dato no revela mejoría;
es, por el contrario elocuente reflejo del per-
sistente malestar económico del país que el
hecho de cosechas relativamente buenas, no
ha alcanzado aún á modificar sensible-
mente.
En cuanto á las rentas, se menciona el he-
cho de que ellas ascendieron, en 1891, (i
71.602.118 pesos, loque importa un aumento
de 4.128.231 sobre el año 1890. El aumento
del primer trimcstie en este año es mucho
mayor, ascendiendo lo recaudado á 25.753.855
pesos, de lo que resulta un aumento de
11.500.000 sobre el mismo período del año
pasado; pero es de advertir que esto se debe
piincipalinente á que en este año pudo ha-
cerse más efectivo el impuesto sobre los fru-
tos del país, habiéndose, en el año anterior,
apresurado la exportación de la cosecha de
1890, antes de que entraran en vigencia los
derechos sobre los frutos.
Con estos recursos el Gobierno ha podido,
después de pagar los presupuestos ordina-
rios y los gastos extraordinarios autorizados
por leyes especiales, abonar durante los 15
meses de 1" de Enero del 91 á 31 de Marzo
del 92, 108.034 pesos oro y 5.093.241 moneda
nacional de deuda exigible de 1890, amorti-
zar letras de tesorería y créditos en Europa
por 1.250.570, pagar por contratos en Euro-
pa, construcción de buques armamentos,
etc., 872,592 pesos oi-o y 3.546.906 pesos mo-
neda nacional, pudiendo además destinarse
para la quema, por la Caja de Conversión,
2.502,344 noneda legal. Entre los gastos ex-
traordinarios están 3.389,000 pagados en di-
nero para la construcción del Puerto, evi-
tando la emisión de títulos á un precio
ruinoso, y 1.403,131 pe.sos curso legal inver-
tidos en las obras del Riachuelo y en adelan-
tos á la Municipalidad de la Capital para
atender á la pavimentación do las calles
que dan acceso al Puerto.
Después de dar cuenta de todos estos pa-
gos, el señor Presidente manifiesta poder
asegurar que el producto estimado de las
Rentas será cubierto sin e.sfuerzo, fundán-
dose en las ma3^ores entradas del pri-
mer trimestre y la normalidad de la cifra
diaria de las entradas; pero es de observar
que, como lo reconoce el mismo Mensaje, lo
que ha aumentado más las Rentas en el pri-
mer trimestre de e.^te año, es el cobro de los
60
Revista Económica
derechos de exportación que en el año pasa-
do se eludió en grande parte , de modo que
no se observará en los trimestres siguientes
el mismo aumento sobre el año anterior que
hemos tenido en el primero.
El Sr. Presidente espera terminar su ad-
ministración dejando pagada toda la deuda
exijible de las anteriores administraciones,
permitiendo dedicar en adelante todo el ex-
ceso de la Renta al establecimiento del cré-
dito exterior.
Seríamos injustos si no aplaudiésemos ese
empeño del P. E. Nacional en cumplir con
sus compromisos internos, pero aun conse-
guido esto, el problema de la consolidación
de la Hacienda Nacional queda de pié, fal-
tándole medios con que cumplir los servicios
á oro de su deuda externa que se capitalizan,
y de garantía?, cuya deuda crece con cada
título que por servicios debe dai-, y por cada
kilómetro nuevo que se construya.
El excedente que podría quedar después
de pagar los compromisos exigibles internos,
no estará en armonía, conservándose la ren-
ta dentro de los límites previstos, con lo
que se requerirá para hacer frente á los
compromisos externos, que, como una bola
de nieve, adquiere á cada paso mayores di-
mensiones.
El Mensage no toca en esta parte otra cues-
tión muy importante, que es la del ti-
po del oro que, al bajar, disminuye el pro-
ducido de las rentas en papel con el que se
pagan los presupuestos, hecho realmente se-
rio, desde que una fuerte valorización, con
el movimiento actual comercial, podría de-
jar un déficit en vez del excedente que hoy
hay entre el producido de los impuestos y
los gastos de la Administración, mientras
que el alza del oro hará cada vez más difí-
cil el pago de las obligaciones externas.
La parte referente á los Bancos, como al-
gunos otros puntos del mensaje, se prestan
á estudios especiales, que oportunamente
haremos, limitándonos por hoy á afirmar
que lo que se dice respecto del Banco de la
Provincia de Buenos Aires, no es en ma-
nera alguno exacto.
Durante algiln tiempo se ha venido di-
ciendo, como dice ahora el Sr. Presidente,
que el crecimiento que alcanzó el Banco de
de la Provincia era un hecho extraordina-
rio, agregándose que no podia tener expli-
cación alguna científica, pero esa explica-
ción se dio, comprobándose que con peque-
ñas modificaciones él podría llegar á cons-
tituir una institución modelo.
Con mas tiempo hemos de poder demos-
trar que las dificultades en qué se vé esa
institución no provienen de vicios orgáni-
cos, y pueden ser muy transitorias, en vez
de constituir sv fin último como lo asevera
el mensaje.
Felizmente para la Provincia de Buenos
Aires, y para hiéndela República toda, esa
institución tradicional no ha tocado á su fin,
y mucho menos olfin último del Mensage,
ni lo tocará en el espacio de tiempo que
puedan abarcar nuestras previsiones.
Los tratados de Comercio
a proposito de una iniciativa del gobierno
Oriental
II
En mi precedente artículo, traté de de-
mostrar la conveniencia de recuperar núes- i
tra libertad de acción en materia de co-
mercio exterior, derogando al efecto los
tratados que se opusiesen al ejercicio, en
ese punto, de la soberanía nacional, con-
duciendo por anunciar que analisaria los
pactos internacionales que se hallasen en
aquel caso, fundando finalmente la doctri-
na, base de la actitud que pregonizo, de la
derogabilidad de los compromisos llamados
perpetuos ó inmutables, cuando en reali-
dad no hay nada inmutable, ni posiblemente
perpetuo en las cosas humanas.
Relativamente á pactos internacionales
que nos liguen, en materia comercial, con la
Europa, existen actualmente:
Art. 10 del tratado de Reconocimiento,
Paz y Amistad con la España, de 19 de Ju-
lio de 1870, ratificado en 9 de Octubre de
1882;
Tratado de Comercio y Navegación con la
Italia, de 19 de Setiembre de 1885, ratifica-
do en 10 de Febrero de 1888, y
Tratado de Amistad, Comercio y Nave-
gación con la Gran Bretaña, de 13 de Julio
de 1885, ratificado en 22 de Mayo de 1886.
El citado Tratado con España, establece
lo siguiente en su recordado art. 10 :
«En tanto la República Oriental y S. A.
DEL Rio de la Plata
61
el Regente del Reino de España, no ajus-
ten un Tratado do Comercio y Naveg-ación,
las Altas Partes Contratante:? se obligan re-
cíprocamente á considerar á los ciudadanos
y subditos de ambos Estados para el adeudo
de derechos por las producciones naturales
é industriales, efectos y mercaderías que
importaren ó exportaren de los territorios
respectivos, así como para el pago de los
derechos de puerto, en los mismos términos
que los de la Nación mas favorecida. Toda
exención ó todo derecho que en materia de
comercio, aduana ó navegación conceda
uno de los Estados contratantes á cualquie-
ra Nación, se hará de hecho extensiva á los
subditos del otro Estado, y estas ventajas se
disfrutarán gratuitamente si la concesión
hubiese sido gratuita, ó en otro caso con las
mismas condiciones con que se hubiese es-
tipulado, ó por medio de una compensación
acoidada por mutuo convenio. »
En el § 4P del art. 5° del tratado con
Italia, se estipula lo siguiente:
«No se percibirán en los respectivos puer-
tos sobre la importación y exportación de
los artículos provenientes del suelo ó de la
industria de los dos países contratantes, de-
rechos mayores que aquellos que se perci-
ben ó percibirán sobre los mismos artículos
provenientes del suelo ó de la industria de
las naciones mas favorecidas. » ,
El art. 26 del mismo tr atado establece
además, lo que sigue :
«Si una de las partes contratantes acor-
dase en lo venidero á otro Estado, cualquier
favor particular ó concesión en materia de
comercio, de navegación ó de oti'o objeto
designado en el presente Tratado, éste se
entenderá ipso fació y de pleno derecho
concedido á la otra parte. »
El alcance de esta disposición fué esplica-
do y, hasta cierto punto, limitado por un
artículo adicional, que dice así :
«La nivelación ó asimilación estipuladas
en el art. 26 del Tratado de Comercio y Na-
vegación de esta misma fecha, entre la Re-
pública Oriental del Uruguay y el Reino de
Italia, no comprende los casos en los cua-
les el Gobierno de la República Oriental del
Uruguay creyese necesario, á título de re-
ciprocidad, acordar favores especiales, exen-
ciones y privilegios al comercio de frontera,
ó al ribereño que los Estados limítrofes ó
vecinos mantienen con la República por los
rios Paraná, Uruguay y sus confluentes.
Queda, no obstante, entendido que dichos
favores, exenciones especiales y privilegios
no podrán aplicarse á los productos de aquel
comercio que sean similares á los productos
italianos, ni estenderse á los bupues de
aquellos Estados.»
En cuanto á Inglaterra, el tratado vigen-
te contiene las siguientes estipulaciones:
"Art. 1° Las Altas Partes Contratantes
convienen en que, en todos los asuntos re-
lativos al comercio y navegación, cualquier
privilegio, favor é inmunidad, sean los que
fueren, que cada una de las Partes Contra-
tantes hubiere actualmente concedido ó pu-
diere en lo sucesivo concederá los ciudada-
nos ó subditos de otro Estado, se hará ex-
tensivo, inmediata é incondicionalmente,
á los ciudadanos ó subditos de la otra Parte
Contratante; siendo su intención que el co-
mercio y la navegación de cada país se ha-
llen colocados, en todos conceptos, recípro-
camente, en la condición de la Nación más
favorecida.
« Art. 2" Los productos y las manufactu-
ras así como todas las mercaderías que pro-
cedan del Uruguay y se importen á los
dominios y posesiones de Su Magestad Bri-
tánica, así como todas las mercaderías que
procedan de los dominios y posesiones de Su
Magestad Británica que se importen al Uru-
guay, sean los que se entienden para con-
sumo, almacenage, reembarco ó tránsito,
serán tratados del mismo modo y especial-
mente no estarán sujetos á ningún derecho
mas alto, ni á otros impuestos, sean genera-
les, municipales ó locales que los productos,
manufacturas y mercaderías que cualquie-
ra tercera potencia, la más favorecida al
respecto, satisfaga. Ningún otro ó más ele-
vado impuesto se exigirá en el Uruguay
sobre la exportación de cualquiera merca-
dería para los dominios y posesiones de S i
Magestad Británica, ó en los dominios y po-
sesiones de Su Magestad Británica sobre la
exportación de cualquiera mercadería para
el Uruguay, que se pueda exigir para la
exportación de mercaderías similares, á
cualquiera tercera potencia, la mas favore-
cida al respecto.
&Z
Revista Económica
<í. Tampoco las Partes Conti-atantes estable-
cerán una pi'obibición, de importación ex-
portación ó tránsito para la otra que, en
ig-aaldad de condiciones no sea aplicada á
cualquiera tercera potencia, la más favore-
cida á este respecto.
"De ig-ual manera, en todo lo relativo á
impuestos locales, formalidades aduaneras,
corretages, muestras, modelos introducidos
por viag-eros comerciales y cualquiera otra
materia que se relacione con el comercio,
los ciudadanos uruguayos en los dominios
y posesiones de S. M. Británica y los subdi-
tos británicos en el Uruguay, serán trata-
dos como los de la Nación más favorecida.
"Dado el caso que se introdujere cual-
quier cambio en las leyes uruguayas, en la
tarifa de aduanas ó en los reglamentos, se
dará el aviso suficiente con el fin de habili-
tar á los subditos británicos para que adop-
ten las medidas necesarias á fin de some-
terse á él.
"Art. 3° Los buques uruguayos y sus
cargamentos en los dominios y posesiones
de S. M. Británica y los buques británicos y
sus cargamentos en el Uruguaj^ de cual-
quier punto que procedan y cualquiei-a que
sea la plaza de origen ó destino de sus car-
gamentos, deberán ser tratados en todo y
por todo como buques nacionales así como
sus cargamentos.
: "Las estipulaciones precedentes son ex-
tensivas á los tratamientos locales, derechos
é impuestos en los puertos, radas, diques,
ensenadas, fondeaderos 3' rios de ambos paí-
ses, pilotage y en general en todos los asun-
tos que se relacionen con la navegación,
'•Todo favor ó exención al respecto ó cual-
quier otro privilegio en materia de navega-
ción que cada una de las Partes Contratan-
tes concediere á una tercera potencia, será
inmediata é incondicionalmente hecha ex-
tensiva á la otra parte.
" Todos los buques que, de conformidad
con la ley británica, debieran ser considera-
dos como buques británicos y todos los bu-
ques que, de conformidad con la ley uru-
guaya, deban ser considerados como buques
uruguayos, páralos fines de este Tratado,
serán respectivamente tratados como bu-
ques británicos ó como buques uruguaj'os.
"El cabotage queda exceptuado de las
e.sti pula cienes del presente tratado y sujeto
á las leyes respectivas de los dos Estados (por
notas cambiadas en Junio de 1885, entre la
cancillería uruguaya y la legación británi-
ca, se hizo extensiva la excepción del cabo-
tage al comercio ribereño de los rios Paraná,
Uruguay y sus afluentes.)"'
Antes de emprender el análisis de los tra-
tados que vengo de extractar, conviene re-
producir aquí una ley, patriótica y previ-
sora, cuya vigencia no impidió, desgracia-
damente, que .se ultimasen los pactos cuyos
términos, en lo que hace al régimen comer-
cial, propiamente dicho, acabo de repro-
ducir.
Hela aquí:
"Art. 1" En los tratados que se ajusten
con cualquiera Potencia que cultive ó que
desee cultivar relaciones con la República,
no podrá por ninguna consideración admi-
tirse que las funciones de los agentes diplo-
máticos ó consulares en nuesti'o territorio
invadan la jurisdicción nacional, con res-
pecto á la protección á las personas ó bie-
nes de sus connaturales.
"Art. 2*> La proximidad de las fronteras
ó la existencia de mercadosimportantes para
los productos nacionales dentro del territo-
rio del país con quien se trate, decidirán de
la latitud de las franquicias comerciales que
.se concedan.
"Art. 3'^ A no mediar intereses especiales
de muy señalada importancia, no se podrá
conceder á la Potencia con quien se trate, el
derecho de quedar en igualdad de condi-
ciones con la más favorecida para la Repú-
blica.
"Aat. 4'^ Comuniqúese, etc.
"Sala de sesiones del Senado: en Monte-
video á 7 de Julio de 1880. "
Esta ley fué promulgada el día 9 del mis-
mo mes y año.
Era, y es, una sabia ley.
Pero, lo repito, ella no evitó al país, sobre
todo, el Tratado bi itánico cuyas ratificacio-
nes se hicieron en Mayo del '^.
El tratado con España y el que firmamos
con la Gran Bretaña, son tratados sine die,
llamados perpetuos ó de duración indeter-
minada, que es la expresión más propia.
DEL Rio de la Plata
63
desde que la perpetuidad es contraria á la
esencia misma de las obras humanas.
El tratado con Italia tiene diez años de
plazo.
La redacción del art. 10" del Tratado con
España, merece un detenido estudio. En
primer lug-ar, los favores que recíprocamen-
te se conceden, se refieren á los productos ó
mercaderías que los ciudadanos ó súhditos
importeti ó exporten, pero no se aplican á los
productos ó mercaderías mismas españolas ó
uruguayas, que recíprocamente importen
ó esporten ciudadanos ó subditos de otros
Estados residentes ya sea en España, ya en
el Uruguay. Por ejemplo :un español resi-
dente en Montevideo, introduce á esa capi-
tal, cien cajones de tejidos provenientes de
Barcelona y paga, en virtud del Art. 10" del
Tratado entre España y el Uruguay-, los de-
rechos concedidos á la Nación mas favoreci-
da; pero si esos mismos cien cajones los in-
troduce un ruso ó un dinamarqués, pagarán
en Montevideoel derecho corriente, superior
al que rija para la Nación más favorecida,
en el supuesto de la existencia de derechos,
más reducidos en favor de un Estado cual-
quiera.
El segundo inciso del mismo Art. 10",
sienta una doctrina digna de aplauso, que
en varios escritos he sostenido en Europa,
al tratar la importante materia que ho^'
vuelvo á aboi'dar, doctrina que consiste en
interpretar la aplicación de la cláusula de
la Nación más favorecida al través de este
criterio, á saber: hacer extensivo una exen-
ción ó un derecho cualquiera á favor de un
Estado con el cual se haya estipulado la re-
ciprocidad de las ventajas acordadas ó que
acuerden á la Nación más favorecida, cuan-
do dicha exención ó dicho derecho es gra-
tuito, pero no cuando se ha concedido á un
tercer Estado en cambio de otras exenciones
y de otros derechos. Pondré un ejemplo :
Francia nos concede la tarifa mínima (15
fr, en vez de 20, los 100 k.) para la intro-
ducción de nuestras conservas de carnes, y,
nosotros, en cambio, le acordamos una reduc-
ción de 25 o/° sobre los derechos generales
que gravan á los vinos extrangeros que se
introducen á la República. Pues bien, por
ese hecho y sin que la Italia nos haga la
misma concesión estipulada á nuestro fa-
vor por Francia, ó nos conceda otra unáloga,
dada la especialidad de nuestras transac-
ciones con Genova ó Ñapóles, ¿debemos ha-
cer extensiva á Italia aquella reducción de
25 o/'' en los derechos que rigen para la in-
troducción de los vinos extrangeros? De
ninguna manera!
Aquel segundo inciso del Art. 10'^ del Tra-
tado con España, proclama, pues, la sana
doctrina, racional y equitativa, la única que
debemos admitir, la única que debemos sos-
tener, aún ante la Inglaterra, no obstante la
enormidad del texto del Tratado vigente,
por medio del cual pretendió substraerse á
la razón, á la justicia, á la equidad inter-
pretativa de los pactos internacionales, al
declarar que se harían extensivas recípro-
camente,—pero se sabe lo que en la prác-
tica resulta de esta reciprocidad tratándose,
por ejemplo, de la marina mercante del
Uruguay y de la de Inglaterra,— que se ha-
i'ían extensivas, repito, inmediata é incon-
dicional ¡nenie las ventajas y exenciones con-
cedidas á una tercera potencia.
En el tratado con Italia, las cláusulas re-
lativas al tratamiento comercial de «nación
más favorecida», están redactadas en forma
distinta á la inserta en el pacto con España;
y su alcance es por tanto muy diverso.
En efecto, el j? 4" del Art. 5° del tratado
italiano es absoluto en cuanto á la aplica-
ción, en favor de las partes contratantes, de
los derechos, sobre importación y exporta-
ción de los artículos provenientes del suelo
ó de la industriado los dos países, queSE per-
ciben ó SE PERCIBIRÁN de la Nación más fa-
vorecida.
Aquí ya no se dice, como en el tratado
con España, que «se considerarán a los ciu-
dadanos y subditos de ambos Estados para
el adeudo de derechos por las producciones
naturales é industríales, efectos y merca-
dorias que importaren ó exportaren de los
territorios respectivos, en los mismos térmi-
nos que la Nación más favorecida»,— sino
que se legisla respecto á los productos mis-
mos, que se importaren ó exportaren de
uno áotro de los Estados y que provengan
de su suelo ó de sus industrias, sin tener en
cuenta para nada la nacionalidad de las
64
Reatsta Económica
personas que operen dicha importación ó
exportación.
Las dos redacciones son distintas : en el
tratado con España se hace depender de la
nacionalidad de las personas que realicen el
acto de comercio, ciudadanos y subditos de
los Estados contratantes, la aplicación de la
tarifa acordada á la Nación más favorecida,
mientras que per el tratado con Italia se be-
neficia exclusivamente á los productos pro-
venientes del suelo ó de las industrias de los
países respectivos.
El Art, 26 del tratado italiano hace más
clara y absoluta la disposición contenida en
el §4'' del Art. 5'^ del mismo, y avin la am-
plía pues establece qi ^ cualquier favor par-
ticular ó concesión en materia de comercio,
de naveg-ación ó de otro objeto designado
en el presente tratado " que se acordase en
lo venidero á otro Estado, se entenderá ipso-
facto y de pleno derecho (lo que es una re-
dundancia de redacción) concedido á la otra
parte. -í-
Como se ha visto antes, el alcance de es-
te Art. fué limitado poruña disposición adi-
cional, pues seg'rega de la ampliación esta-
blecida los favores y exenciones que se acuer-
den al comercio de frontera ó ribereño,
«.siempre que no se trate de productos simi-
lares á los italianos, » lo que en parte destru-
ye la limitación.
La buena doctrina del inciso 2" del Art,
lO" del tratado español, no .se consignó en el
italiano, dejando la puerta abierta á una
controversia de interpretación con la Italia,
para el día en que .se dé el caso de la conce-
sión de una exensión en cambio de otra
especial por parte de una tercera Nación.
En cambio, en virtud de aquel art. 26,
las ventajas concedidas por nosotros á la
Gran Bretaña, con posterioridad, deben en-
tenderse acordadas por la República Orien-
tal á la Italia ; pero lo que no sabemos es
si la Italia considerará ó nó que, en com-
pensación, debe concedernos ipsofacto las
mismas exenciones y favores que en cam-
bio, por reciprocidad, por muy nominales
que sean, nosacoi'dó la Inglaterra.
Y aquí herimos de lleno la cuestión.
O la aplicación de una exensión cualquie-
ra al Estado que invoque el tratamiento de
a Nación más favorecida, trae aparejado el
deber de hacer una concesión igual, ó equi-
valente si la naturalizado las ti-ansacciones
entre los dos paí.ses no la permite, á aquella
que se obtuvo, en compensación, del tercer
Estado contratanto, ó la doctrina resulta ser
una enormidad, que riñe con la razón, que
subleva el sentí miento público, pues es con-
traria á la equidad que ) ige universalmen-
te las relaciones humanas.
En el primerease impera el principio con-
signado en el recordado inci.so 2° del Ai-t. 10°
del tratado español ; en el segundo caemos
en pleno régimen, contra la naturaleza de
las cosas y contra la dignidad de las nacio-
nes, en nuestro caso, del tratado británico,
esto es, caemos en la concesión inmediata é
incondiciona! áo\ñsxenta.i?íS que puédamos
otorgar ú otro Estado, y esto per secuta secu-
loruhi, pues se trata en el caso presente de
un tratado de los llamados perpetuos, que es
otra enormidad, sin poder exigir en cambio
la condición compensatoria ó determinante,
lo que equivale al vasallage antiguo, ó á des-
prendimiento de partículas de soberanía,
según el derecho moderno.
Este ligero análisis dá la medida de la
anarquía en que se hallan nuestras relacio-
nes con la Europa, en materia comercial;
de la falta de principios, de docti'inas y de
miras de parte de nuestra cancillería en
materias que afectan tan profundamente la
riqueza pública é hieren tan justamente el
pundonor nacional.
Hallarnos colocados por circunstancias na-
turales, en una posición de innegable su-
perioridad en materia comercial delante de
la Europa, dividida en potencias manufac-
tureras, rivales, y más que rivales enemi-
gas, 3' firmar, por únicos tratados, los que
acabamos de analizar; tratados en que ab-
dicamos soberanía é intereses esenciales, sin
obtener en realidad más que ficciones de
compensación, como sea la reciprocidad de
nivelación de tratamiento, equiparándolos á
los nacionales, entre los buques mercantes
uruguayos en Inglaterra y los británicos en
nuestras aguas,— en que concedemos las
ventajas acordadas ó que se acordaren á la
Nación más favorecida para la introducción,
por nuestros puertos, de las mercaderías ex-
trangeras, cuando la Inglaterra no tiene,
propiamente dicho, tarifas aduaneras, y
DEL Rio de la Plata
65
nada nos concede, por consiguiente, mien-
tras nuestros títulos de deuda así como los
capitales que se emplean en el Urugua3%
pagan en Londres derechos é impuestos
que equivalen á alcabalas que gravan el
trabajo, la producción y lariqí^eza oriental,
etc., etc. Hallarnos colocados, repito, en
condiciones tan ventajosas para ti-atar, y
hacer tan triste figura! Y al constatarlo, á
nadie pretendo incriminar, ni k hombres ni
á partidos, limitándome á consignar el he-
cho y á llamar la atención pública sobre tó^
pico tan interesante, con la esperanza de
provocar una reacción en las ideas y de des-
pertar el gusto sobre estudios que han de
llevarnos ala adopción de una actitud, de-
lante déla Europa, en consonancia con nues-
tros más vitales intereses.
Para ello es indispensable empezar por sa-
carle al país el dogal de los tratados que he
analizado, en su parte pertinente, aunque
someramente para no cansar al lector.
¿Cómo conseguirlo?
Dedicaré mi próximo artículo al estudio
de la cuestión bajo su aspecto jurídico in-
ternacional, pudiendo desde luego mani-
festar que el problema es, relativamente á
la magnitud de los intereses que se hallan
enjuego, de fácil y pronta solución.
No hay, por otra parte, nada insoluble
cuando están de por medio la Patria y los
derechos de cuyo ejercicio depende la pros-
peridad nacional.
Pedro S. Lamas.
La naturalizacióq de lo? eí^tíanjero?
en el Estado Oriental
La segunda faz bajo la cual se presenta
la cuestión es esta : otorgar á los extranjeros
el goce de los derechos municipales, lo cual,
en rigor, no importa conceder los derechos
políticos (que es lo que propiamente consti-
tuye la naturalización), sino acordar dere-
chos que podemos denominar urhanos.
La naturalización, según las épocas y los
países en los cuales se ha legislado acerca
d e ella, ha revestido diversos grados, atri-
buyéndosela una extensión más ó menos
vasta. Así, antes de la reforma qu'S r-n ma-
teria de legislación se viene operando desde
principios del siglo, se consideraba como un
grado la concesión del ejercicio de los dere-
chos civiles alextranjero, lo cual, positiva-
mente, era un error, pues, estos derechos
no tienen influencia ninguna en el :>rden
político, pues su ejercicio es independiente
del funcionamiento administrativo.
El error procedía de que la legislación
civil estatuia sobre ciudadanía establecien-
do reglas que correspondían esclusivamente
al derecho público interno. Reformada la
legislación, el goce de los derechos civiles
debía dejar de ser una concesión especial
ó un privilegio, pasando á constituir un
derecho común, que excluye distinciones
entre nacionales y extranjeros. Aun que-
dan algunos códigos retardatarios que man-
tienen, en esfera menos restringida, el
exclusivismo de la vieja legislación ; pero,
la tendencia universal es la de la concesión
absoluta del goce de los derechos civiles,
tal cui^l lo han consagrado las legislaciones
más avanzadas de nuestra época, conformes
con el desenvolvimiento de los intereses
solidarios de todos los pueblos vinculados
por las relaciones internacionales del co-
mercio.
*
* *
Otro de los grados de naturalización que
se acordaba, mediante determinados re-
quisitos, como los de la vecindad ó domici-
lio por largo número de años, servicios pres-
tados al Estado en el cu al se residía, etc, etc.
era el del goce de los derechos de ciudad,
que es lo que hoy designamos con el nombre
de derechos municipales. Esta concesión
puede conceptuarse como un grado de natu-
ralización, así como puede no serlo, lo cual
depende de la naturaleza y extención que se
atribuya á las funciones municipales, ó co-
mo otros dicen, á los Ayuntamientos.
El gobierno municipal es susceptible de
dos formas: en los países unitarios, monár-
quicos ó republicanos, es y puede ser una
rama dependiente del Poder Ejecutivo, así
como es y puede ser, en unos y otros, un
poder independiente; esto depende de la
forma constitucional de cada Estado y de
la verdad practica délas instituciones.
En los gobiernos unitarios la tendencia
66
Revista Económica
es absorvente, y por consecuencia, la admi-
nistración en todas sus esferas es acaparada
por el Ejecutivo en primera línea y por el
Legislativo en carácter subordinado.
Establecemos esta gradación, que parece
chocante, fundados en lo que los hechos de-
muestran; esos hechos han acreditado que,
ya sea bajo la forma monárquica ó bajo la for-
ma republicana, el Ejecutivo impera y tie-
ne que imperar, como medio necesario para
su conservación, sobi'e el Poder Legislativo.
En las monarquías cuando este último se
halla en mayoría de oposición con el prime-
ro, desaparece por la disolusión de las Cáma-
ras; en las repúblicas, por una lucha que, ó
conduce á la dictadura ó á la revolución
encabezada por el Parlamento.
El Poder Legislativo, tal como ha existido
y viene desarrollándose en la América espa-
ñola, hasta ahora no es mas que un auxiliar
eficaz del Ejecutivo; sus decisiones tienen
que mai'char de acuerdo con este en absolu-
to; cuando 1.^ disconformidad llega so pro-
duce el rompimiento. De aquí que cada go-
bernante, para encubrir lo que los puritanos
denominan la dictadura, exhibiéndola con
sombríos colores, procure fabricarse una Le-
gislatura que le sea propia, que le perte-
nezca en absoluto, obedeciendo sumisamen-
te á las órdenes que imparta en forma de
proyectos de leyes de segura sanción. Por
este medio se salvan las formas; existe una
aparente independencia de Poderes; pero,
en el hecho, lo que hay no es más que dicta-
dura embozada, medio excelente para hacer
efecto en la política exterior, funesto, fu-
nestísimo en la política interna.
Pues bien, dados estos antecedentes, cuan-
do eJ gobierno municipal es absorvido por
el Poder Central, cuando es una dependen-
cia suya, cuando sus funciones se hallan
reatadas á la política obligada, la conce-
sión del derecho municipal al extranjero
importa una media naturalización, por
cuanto el naturalizado toma parte, sino di-
recta, indirecta pero eficaz en la política ge-
neral del Estado. Esto depende de la latitud
de facultades que se otorguen al gobierno
municipal en la esfera política.
Hay naciones en las cuales este gobierno
es la raiz del sistema electoral, viniendo á
ser una repartición de orden auxiliar del
Poder Ejecutivo. En estos Estados la conce-
sión del goce de los derechos municipales
importa una naturalización á medias, como
dejamos dicho, de la cual se aprovechan há-
bilmente los partidos imperantes, que, salvo
el caso fortuito de un confiicto armado ad-
verso, salen perpetuamente triunfantes en
virtud de la ley inflexible del imperio de la
fuerza.
¿Es ó no benéfica la naturalización en es-
tas condiciones? Afirmamos que no lo es,
por cuanto la masa extranjera naturaliza-
da no sirve el interés general, sino los inte-
reses de partido. La cifra de adherentes,
aumenta el número de prosélitos políticos,
mas no el de espíritus independientes, pues
los caracteres independientes .son siempre
excluidos por lo que los políticos victoriosos
llaman gobiernos fuertes.
* *
Otra cosa acontece cuando el gobierno
municipal reviste los caracteres y condicio-
nes de un poder independiente. Los demó-
cratas descentralizadores sostienen que di-
cho gobierno es un poder autónomo, que si
bien no admitido todavía entre los gran-
des poderes legítimos del Estado, lo es y
debe serlo por proceder de la misma fuente
que sus otros tres hermanos. Hasta ahora
se le niega partida de legitimidad, y le
disputan sus derechos. En justicia, este
cuarto hermano, ó sea, cuarto poder, puede
reclamar con buen título su haber y su
independencia, ya sea bajo la forma unita-
ria ó bajo la forma federal de gobierno.
El poder municipal no puede ser otra cosa
que el gobierno urbano; la administración
de la ciudad, de la villa ó de la colonia; sus
funciones son de carácter circunscrito,
como su objeto; es un poder cuando posee
independencia, y no lo es cuando carece de
ella. Como su misión especial no es otra
que la conducente á garantir la seguridad
individual y la colectiva de cada centro de
población, atender á su saneamiento, or-
nato, etc., esa misión especial se desvirtúa
cuando se ingieren en el gobierno munici-
pal funciones que directa ó indirectamente
se vinculan con la política general.
La aspiración de los pueblos en el día no
es otra que la de desligar la institución mu*
DEL Rio DK LA Plata
67
nicipal de toda vinculación que sea conti-a-
i'ia á sus fines especiales. Tanto Estados
constituidos bajo la forma unitaria como
bajo la federa], tienden á la organización
independiente de aquella institución dándo-
le el carácter de un verdero poder.
Una manifestación de esta tendencia, per-
fectamente fundada, es la ley orgánica de la
Municipalidad de Buenos Aires, dictada en
1882, que viene sirviendo de pauta para la
organización local en las provincias argen-
tinas, y que, á pesar de sus muchos defec-
tos, importa un paso adelantado en orden á
la constitución del gobierno municipal co-
mo un poder autónomo.
Por esa ley se otorga al extrangero el
derecho de elejir y ser elejible, sin otras
condiciones que las de haber pagado por
contribución directa, patente comercial ó
industrial, ó por impuestos municipales la
suma de cincuenta pesos (por lo menos en
el año); ejercer alguna profesión liberal;
haber residido en la capital durante dos
años con anterioridad al día de la inscrip-
ción en el padrón municipal y hallarse do-
miciliado en una parroquia.
Llenados estos requisitos, el extranjero
queda equiparado al nacional en cuanto al
goce del derecho urbano (1).
En cuanto al nacional, para el goce de tal
derecho solo se le exige el pago, por cual-
quiera de los conceptos antes enumerados,
de un impuestoque alcancecomo minimum
á la suma de diez pesos el ejercicio de
una profesión liberal, el domicilio en la
parroquia en la cual deba empadronarse y
residencia de seis meses anteriores al dia
de la inscripción.
No entra en los límetes de este artículo
la crítica de la ley citada; pero no esta demás
observar la diferencia que al respecto
(1) Designamos con esta expresión lo que comun-
mente se denominan derechos municipales, que á nuestro
entender no interpretan con propiedad el derecho y ca-
lidad de que se trata; por derecho municipal, concep-
tuamos que debe entenderse, el derecho á los derechos
cohetitos de la comunidad ; por derecho urbano debe enten-
derse el del habitante ó morador de la ciudad, villa ó
centro colonial, según la etimología latina. A este
derecho se le ha designado en algunos países con la
palabra ciudadanía; pero el concenso universal concep-
túa por tal el goce de los derechos políticos, ya se
trate del nacional ó del extranjero naturalizado.
establece entre el nacional y el extranjero,
exigiendo á aquel el pago de un impuesto
y una residencia mucho menoi es de la que
se establece para el extranjero, diferencia
que en la esfera del limitado derecho urba-
no no debiera existir, siendo justo colocará
uno y otro en idénticas condiciones, si es
que la ley haya de ser imparcial.
Los resultados de la ley de 1882 no han
dado hasta el presente la medida de su al-
cance; el padrón electoral de la ciudad de
Buenos Aires, dio estas cifras en 1890: total
de electores inscritos: 6574. De estos, eran
argentinos: 3672; extranjeros: 2902.
Desde luego, se observa que el número de
extranjeros inscritos no se halla en pro-
porción de la población extranjera, pues
esta supera en dos tercios á la población na-
cional. Esto manifiesta que el elemento ex-
tranjero, sea por la causa que fuere, ya se le
llame desconfianza ó indiferencia, se abstie-
ne de tomar intervención aun en funciones
que no compi'ometen en modo alguno sus
intereses y su independencia, renunciando
al ejercicio de un derecho que puede serle
benéfico. Y esto no obstante la prédica y la
propaganda de varios círculos industriales
que clamaban antes de ahora por la conce-
sión de tal derecho.
El hecho enunciado se presta á este juicio:
si el extranjero esquiva tomar participación
activa en funciones que lejos de dañarle
pueden serle benéficas, el dia en que la na-
turalización se hiciese obligatoria, ó protes-
taría contra la imposición de la nueva na-
cionalidad, ó se abstendría de actuar en la
política, á menos de pretender imponerse
por el número y adueñaise del gobierno en
toda su latitud, lo cual ocasionaría un cam-
bio trascendentalísimo bajo todos conceptos.
*
* *
Volviendo á la cuestión, después de esta
referencia que creemos oportuna, juzgamos
que la concesión del goce del derecho urba-
no al extranjero, en los países en donde el
gobierno municipal poséela calidad y con-
diciones de poder independíente, lejos de
ser peligrosa, puede ser benéfica para el
progreso local. Esa concesión, por otra parte,
en los pueblos que reciben inmigración,
antes que la ley, la viene estableciendo de
Revista Económica
hecho la colonización, por su propia natu-
raleza.
En todos los territorios del Rio de la Plata
despoblados antes de ahora, 3"- fuentes hoy
de producción industrial y ag-ricola, los cen-
tros ó villas coloniales son formados, sino en
su totalidad, al menos en su mayor parte por
el elemento extranjero; el gobierno munici-
pal, que se establece sin demora, respondien-
do á necesidades comunes, se compone de ese
elemento, aún cuando no ha^'a leyes que
acuerden al extranjero el goce del derecho
municipal.— Ejemplo, entre otros, las colo-
nias de la provincia de Santa Fé, algunas
de las cuales cuentan ya con importantes
núcleos de población, cuyo gobierno local es
ejercido únicamente por extranjeros.
Esta solución se impone como una nece-
sidad, como un resultado inevitable, lógico
en todo territorio que llega á ser ocupado
por una masa de población, sea cual fuere
su procedencia. Pues bien, lo que los hechos
imponen imperiosamente, la ley no debe
negarlo, porque, en buen análisis, la ley no
hace más que consagrar en forma explicita
lo que establecen el derecho consuetudina-
rio, las costumbres y las necesidades de la
asociación.
Si, pues, en los centros coloniales, "que
vienen multiplicándose rápidamente com-
prendiendo en conjunto una gran cifra de
pol)lación, el extranjero goza del derecho
urbano (municipal) sin necesidad de ley
escrita, es lógico que en las viejas ciudades
donde ese elemento crece incensantemente,
goce del mismo derecho; lo contrario im-
portaría mantener una esclusión de carácter
señorial, algo así como un derecho de .semi-
baronía en favor de los criollos radicados en
las ciudades, en las que el extranjero carece-
ría de intervención hasta para entender en
la provisión del agua ó en la venta de co-
mestibles en el mercado.
Juzgamos, por lo tanto, que los miembros
del Parlamento uruguayo que proyectan la
concesión de derecho urbano al extranjero
piensan cuerdamente, colocándose en el
terreno do lo justo, de lo positivo y de lo
ütil.
*
* *
Pero, dirán los ergotizadores, una seme-
jante concesión dará los resultados que se
han observado en la ciudad de Busnos Aires ;
el elemento extranjero esquivará inscribirse
en el padrón municipal, haciendoinefectivos
los resultados que de la ley se esperan.
Esta argucia se contesta fácilmente: hasta
ahora la ley de 1882 relativa á la oi-ganiza-
ción municipal, no ha revelado toda la po-
tencia numérica del elemento extranjero,
porque el padrón abierto en 1890 lo fué des-
pués de un sacudimiento revolucionario que
había llevado la inquietud á todos los espí-
ritus; se ponia en práctica en un momento
difícil, incierto, en que no se tenía entera
confianza en la eficacia de ninguna institu-
ción. El extranjero es, por regla general,
receloso, sobre todo, aquel que tiene algo
que perder; el mercader, el industrial, has-
ta el agiotista que se aprovecha de todas las
conmociones para medrar, procuran por to-
dos los medios á su alcance ponerse á cu-
bierto de todo riesgo, siendo las situaciones
inseguras su perpetua pesadilla.
Pues bien, en 1890, cuando se ponia en
vigencia la citada ley, el extranjero no se
preocupaba del interés local; su preocupa-
ción era salvaguardar sus intereses indivi-
duales; de aquí que la participación que
debía tomar en la elección municipal fuese
tan indiferente que llegara á arrojar una
cifra diminuta en la inscripción electoral.
El caso es de excepción y nunca la excep-
ción puede constituirse en regla general.
Pero, admitamos que en situaciones nor-
males el extrangero se abstuviese de usar
los derechos que se le conceden. El mismo
cargo puede hacerse á los nacionales, por
cuanto el número de inscritos no correspon-
de al número de ciudadanos; aquel siempre
es limitado, lo cual acusa una grande inde-
ferencia por los intereses públicos. Unos y
otros quedarían colocados en la categoría de
mezquinos egoístas, abandonando el campo
á los astutos, sobretodo, á los políticos que se
apoderan de todas las reparticiones públicas
suceptibles de utilizarse en provecho de las
aspiraciones de partido.
La abstención, en cualquier caso, traería
este resultado: revelar la aversión del ex-
trangero á tomar parte en la jestión de inte-
reses de carácter común, jestión que. deja
librada al nacional; la irresponsabilidad mo-
DEL Rio de la Plata
6Q
ral de este en cuanto al desempeño de las
funciones municipales.
Los extranjeros acusan siempre á los na-
cionales de todos los defectos de que adole-
ce la administración pública; los tachan de
imprevisores, de autoritarios, de venales, etc.,
etc. Si, pues, se otorga al extranjero el
derecho de tomar parte en esa administra-
ción, él puede corregirla con su concurso
enmendando las faltas que denuncia y
encaminando escrupulosa y hábilmente la
gerencia de los intereses locales. ¿No ejerci-
ta ese derecho ? ¿ No quiere tomar el puesto
que se le ofrece en bien de sus propios
intereses? Perfectamente; pero no tendrá,
tampoco, el derecho de quejarse si la admi-
nistración es mala; si estale daña, suya es
la culpa; su negligencia ó su egoísmo reci-
birán su merecido.
Y con esto queda contestada la hipótesis
propuesta.
A nuestro entender, la concesión, ó mejor
dicho, la declaración de derechos municipa-
les á favor del extranjero que se proyecta en
el Estado Oriental, no es ni puede concep-
tuarse como una naturalización limitada,
siempre que la organización municipal sea
totalmente extraña á vinculaciones políti-
cas. En tal supuesto, no importa otra cosa que
el goce de derechos comunes, inherentes al
hecho de la vecindad, del domicilio, que se
relacionan con intereses puramente locales.
Por este medio se concilian dos extremos
que la naturalización obligatoria pone en
choque, á saber: el progreso y buena admi-
nistración comunal, al cual concurren na-
cionales y extranjeros indistintamente, y
el respecto que se debe á la ciudadanía de
cada cual, dejando en libertad al extranjero
para mantenerse fiel al país de su nacimien-
to, si así lo quiere.
Por tal medio, además, se llega al mismo
resultado que apetecen los partidarios de la
naturalización forzosa, los cuales, para im-
ponerla tienen en mii-a, según dicen, el
progreso nacional. Este progreso se opera
por una labor múltiple, por esfuerzos aisla-
dos y colectivos. El desarrollo y el perfeccio-
namiento de muchos centros do población,
dan por resultado el desarrollo general, pues
el desenvolvimiento social es rigurosamente
solidario.
Si el extranjero, gozando del derecho
urbano en toda su plenitud, concurre al
perfeccionamiento de la localidad en que
vive, es evidente que su concurso en cada
centro trae por consecuencia el ñn que ape-
tecen los que sinceramente se interesan por
la prosperidad nacional.
Las condiciones .sociales del Uruguay son
las mismas que las de la República Ar-
gentina; las instituciones de uno y otro país
pueden guardar perfecta analojia, por cuan-
to no hay entre uno y otro país ni diferencia
deorijeu, ni diferencia en los elementos de
colonización que llegan á sus pla^^as. Por lo
tanto, aquel país, puede sancionar, como ha
sancionado este, una ley por la cual declare
al extranjero el pleno goce de los derechos
municipales, siempre que el gobierno mu-
nicipal .sea un poder independiente y no
una repartición político-administrativo, su-
bordinada al Poder Ejecutivo.
Si asi se hace, el Parlamento uruguayo
habrá dictado una ley justa y fecunda en
resultados.
Vaca-Guzman.
Extractos y Comentarios
Ensayo sobre el Comercio y su organiza-
ción EN Francia é Inglaterra
G. Francois, distinguido economista, ha
publicado con este título una importante
obra sobre el desarrollo del comercio In-
glés y Francés y sus condiciones actuales.
La obra se divide en dos partes, una
dedicada á la historia comercial de esas dos
naciones, y, la otra, á la exposición crítica
de la organización del comercio en ambos
países.
El señor Francois es sectario de la es-
cuela del laísser /aire, laisser passer pero el
copioso material que reúne, completamen-
tando los tral)ajos de Scherrer y otr js auto-
tores que se han especializado en la Historia
Comercial, sirve para demostrar que tanto
la Inglaterra como la Francia, solo han po-
dido llegar á su actual poder industrial y
70
Revista Económica
comercial debido á la aplicación de la teoria
contraria: &\ faites f aire et developpez.
Especialmente las pág-inas que dedica á
la patria de Adam Smlth, son dignas de ex-
tractarse, pues comprueban que si bien las
reglas establecidas por la escuela Smitheria-
na á fines del siglo XVIII, en esa época cons-
tituía para Inglaterra lo prácticamente más
ventajoso, esto no habria sucedido en las
primeras etapas del desenvolvimiento de
ese país. Por lo contrario, como M"". Fi-ancois
lo demuestra, la Inglaterra solo ha podido
cosechar beneficios del libre cambio, des-
pués de haber desenvuelto sus fuerzas pro-
ductivas, mediante la aplicación perseve-
rante del sistema opuesto.
No basta, como se vé, copiar los sistemas
aplicados hoy en las grandes naciones para
obtener la prosperidad que en ellas se observa,
sino que hay que consultar las circunstan-
cias respectivas. Tomemos, si se quiere, por
norma el ejemplo de la Inglaterra, pero de
la Inglaterra en las épocas en las cuales sus
circunstancias hayan sido análogas á las
que hoy tenemos en estos países, y, desde
el punto de vista doctrinario, distingamos
bien las leyes simples económicas de los fe-
nómenos complexos, que se diversifican se-
gún se combinen los diversos factores.
«La historia comercial de Inglaterra, dice
G. Francols, ofrece provechosa enseñanza:
ella nos demuestra como una nación infe-
rior al principio á todas las que la rodeaban,
dependiendo de los extrangeros por sus in-
dustrias y su comercio, llega á conquistar
la .supremacía industrial y comercial. El
movimiento de renovación esbozado por
Eduardo III, reanudado por Elizabet y des-
pués definitivamente establecido p©r Cron-
well, se continuó y pi-oseguiódurante cerca
dedos siglos. Ni las discuciones, ni las gue-
rras, ni las revoluciones de que la Inglaterra
no se ha hallado más libre que las otras
naciones de Europa, han interrumpido esta
.serie de esfuerzos en los cuales los gobiernos,
ya hayan sido liberales ó autoritarios, han
tenido siempre la Nación de su parte.*
Con una acción individual amplia y un
sistema económico en el cual la del Estado
solo se manifestaba de vez en cuando por
hechos aislados é incoherentes, la Iglaterra
apenas llegaba, al final de la edad media, á
una situación poco más aventajada que la
que pueda presentar hoy la última de sus co-
lonias. Todo el comercio estaba en manos de
extrangeros, particularmente italianos, ho-
landeses y ansiáticos, cuyos intereses eran
antagónicos con los del país que esplotaban
en beneficio de plazas extrangei-as y con el
propósito empobrecedor de la mayor utili-
dad inmediata.
En la época á que nos referimos, empesa-
ban á despertarse aptitudes nacionales pre-
paradas y desenvueltas por el ejemplo que
les daban los extrangeros, no obstante la es-
clusión que estos hacían generalmente de
los naturales, ys. por cálculo ó afección á sus
connacionales, ó por atribuirles menor capa-
cidad.
El comercio nacional, para su emanci-
pación de la dependencia extrangera, te-
nía que luchar desventajosamente con el
poder de la influencia que á los extrangeros
les daba su calidad de prestamistas al Go-
bierno, al que imponían concesiones y privi-
legios, como hoy los ingleses á su vez lo ha-
cen con los que se encuentran en sus con-
diciones de entonces, y además, se estrellaba
con el temor de los productores del país de
ver reducirse, con la limitación del comer-
cío de los extrangeros, la salida de sus ma-
terias primas.
Uno de los actos más efectivos de Eduar-
do III, fué la protección á las manufacturas
de la Inglaterra, en beneficio de las cuales se
prosiguió el sistema de favores de todo gé-
nero, hasta llegar á las mas extremas y ex-
travagantes imposiciones, como la es sin
duda la de Carlos II que, paríi favorecerla
fabricación de franela, ordenó que los muer-
tos se envolviesen en mortajas de este géne-
ro, aumentando por este medio el consumo
del artículo.
Las persecuciones religiosas de Feiipe II,
la grande emigración de industríales com-
petentes que la revocación del edicto de
Nantes provocó en Francia, vinieron á coo-
perar al desenvolvimiento industrial de
Inglaterra, dotándola de especialistas y
de competencias de que carecía.
La navegación comercial se hallaba casi
totalmente en manos de los extranjero;;, no
pudiéndolos ingleses, con el laisser faire,
laisser fasser , competir con las marinas de-
f)EL Rio de la Plaía
71
senvueltas; y no obstante su favorable po-
sición geográfica, sus barcos se destinaban
con preferencia á reducidas pesquerías ayu-
dados y enseñados por los bascos. Para la
creación de la marina inglesa, preponde-
rante hoy sobre todas las del mundo, fué
necesaria la protección iniciada por Elizabet
y robustecida por el acta de navegación de
Cronwell, que ha subsistido en todo su ri-
gor hasta este siglo, y mucho después de
tener esa nación conquistado el dominio de
los mares.
El espíritu proteccionista inglés que ha
sido consecuente con el principio funda-
mental de Elizabet, compendiado en esta
frase: « Todo para la Inglaterra y los ingle-
ses», se manifestó también de un modo ine-
xorable contra sus propias colonias, respecto
de las cuales se adoptó una línea de con-
ducta no menos depresiva que la inspirada
por los monopolistas de Cádiz, respecto de la
América española.
«Cuando, desde el punto de vista político,
como observa el Sr. Francois, la indepeden-
cia de las colonias inglesas era casi comple-
ta, los productos coloniales se dividieron en
dos categorías, una de productos que no
podían trasportar.so .sino á la madre patria
ó á las colonias inglesas, y otra de productos
que podrían trasportarse á cualquier parte
en buques ingleses, estas categorías fueron
frecuentemente modificadas .según que cier-
tos productos se juzgaban ó no necesarios al
mercado de la metrópoli. En 1663 se agregó
á estas prescripciones la de que todas las
mercaderías europeas aunque fuesen car-
gadas en buques ingleses, debían salir de
puertos ingleses para .ser exportados á las
colonias. Mas tarde se declaró que sólo los
ciudadanos ingleses de nacimiento ó por
naturalización podían establecerse en las
colonias; ésta medida produjo la ruina de
numerosas factorías holandesas». Las res-
tricciones se llevaron á punto de provocar la
sublevación de Virginia en 1676 y serias
resi.stencias en otros estados.
«Otras medidas, continúa M'" Francois, se
tomaron en favor de las manufacturas in-
glesas. En 1699, bajo pena de conriscacidn y
de multa, se pi'ohibió exportar géneros de
lana de cualquier colonia, y esta prohibición
fué puesta en práctica en América con
tal rigor que, para su uso personal, los
marineros ingleses no podían proveerse
de artículos de lana por más de cuarenta
chelines. También se hizo todo lo necesario
para desanimar las manufacturas de lana
en Irlanda. En 1719 un bilí prohibió cons-
truir en las colonias fundiciones de acero,
más aun, prohibió á los colonos fabricar un
sólo clavo, un anillo, una herradura, por
más útiles que fuesen estos objetos. Más
tarde, en 1732, se impuso á los sombrereros
en las colonias la obligación de tener siete
años de aprendisage y de no admitir más
de dos aprendices, y se prohibió el trasporte
de sombreros de una colonia para otra; en
las Antillas, derechos enormes hicieron casi
imposible la refinación del azúcar».
Algunas disposiciones, que pueden pare-
cer favorables á las colonias, no han sido
inspiradas más que con un fin fiscal ó im-
puestas por necesidades nuevas de la Ingla-
terra. La prohibición de la cultura del ta-
baco en la metrópoli fué dictada con la idea
de que la percepción de los derechos sobre ta-
baco sería más fácil en su importación de
Virginia ó deMaryland;y .si al comienzo del
siglo XVIII se concedieron primas para la
importación de materiales de construcción
de América, fué porque la suba de precios
de la Compañía Sueca lo hacía indispensa-
ble para los con.structores ingleses.
Todas las medidas parecían hechas á pro-
pósito para detener el desenvolvimiento de
las colonias. En 1672, año en que se trata de
crear la pesca de la ballena, los pescadores
coloniales son gravados con seis chelines
por tonelada de aceite, mientras que los pes-
cadores metropolitanos no estaban sugetos
á ningún derecho. Bajo Jorge II, los buques
construidos en América son excluidos del
traficó directo para los azúcares coloniales.
Actualmente la política colonial inglesa
no es esa, sin que esto importe probar que
haya variado su criterio. Es siempre la
razón de la conveniencia su guía en estas
materias, concediendo la libertad económica
en los casos en que la creen necesaria para
la conservación de las colonias.
«Desde la separación violenta de la Amé-
rica, agrega Mr. Francois, los hombres de
Estado ingleses no han dejado de buscar el
medio de evitar la reproducción de hechos
72
Revista Económica
semejantes. Después de diversas tentativas
y de numerosas discusiones, el principio de
la autonomía ha prevalecido casi por com-
pleto y, desde iS-iO, se puede seguir, en las
diversas colonias inglesas, los progresos de
esta doctrina que ha llegado á permitir á las
colonias que se administren libremente.
Ellas son dueñas de sus tarifas. — «Del pun-
to de vista político la Inglaterra no pide
hoy á sus subditos coloniales mas que ser
leales subditos de la Reina y, del punto de
vista comercial, el que sean buenos, pero li-
bres clientes».
Se hace excepción en este sistema de au-
tonomía econóii.ica, de lalndia, que está bajo
el gobierno de la Emperatriz Reina y de al-
gunas otras colonias, generalmente nuevas
ó de poca importancia. En cuanto á la Aus-
tralia, Canadá y otras colonias preparadas
pai-a el gobierno propio, se les deja la men-
cionada libertad económica.
El sistema de libre cambio debía segura-
mente convenir á la reina del carbón y de
los mares, que es á la par la nación de mas
estensas y poderosas relaciones comerciales;
pero aun así, recién en 1846 pudo sancio-
narse por los esfuerzos de Cobden y Sir Ro
bert Peel la libertad comercial.
La competencia de la India y de otros
grandes productores de cereales, viene aho-
ra á contrariar su agricutura, y apenas ella
se manifiesta, de nuevo se produce en Ingla-
terra un movimiento en favor de la protec-
ción.
Véase por esto cuan lejos están de los in-
gleses nuestros teóricos que citan la libertad
de cambios y la belleza de los principios
considerados desde el punto de vista humani-
tario, como reglas de aplicación para países
que, como estos, tienen, para desenvolver sus
fuerzas, que vencer á competidores robuste-
cidos por un sistema protector secular, y que
llevan siempre el rigor de la opresión hasta
donde se lo aconseja el más estrecho egoís-
mo nacional, reproduciendo con nosotros, lo
mismo que, en los albores de la civilización
moderna las exigencias de su desenvolvi-
miento los indujo á combatir con vigor.
La historia del desenvolvimiento indu.s-
trial de Francia y de la creación y prosperi-
dad de su marina, es idéntica, y, como lo de-
muestra la interesante obra que recorremos,
si esta nación ha sido aventajada por la In-
glaterra, esto no se debe á superioridad de
raza, sino al simple hecho de que en ese
país la acción protectora fué más constante
y ha tenido que luchar con menos contra-
riedades.
Antes de la acción protectora del Estado,
los individualistas ingleses no sobresalían ni
como industriales, ni como comerciantes, ni
como marinos, ni se manifestaba en ellos el
fuerte espíritu de asociación que hoy tanto
los favorece.
La inmigración judía primero, la lombar-
da después de la exclusión de aquella, y, más
tarde, una y otra, echaron los cimientos de
su comercio y sirvieron de maestros prove-
chosos á los naturales; sus industrias se crea-
ron, se desenvolvieron y se perfeccionaron,
con la protección y la importación de apti-
tudes extrañas, como, bajo Colbert, con la
importación de industriales y con el favor de
la protección, se creó, desenvolvió y perfec-
cionó la industria francesa; la acción del
gobierno y la importación de mineros ale-
manes perfeccionó el trabajo de las minas;
la acta de navegación que iba á multipli-
car el empleo de los barcos ingleses y por
la que se hacía obligatorio ocupar mari-
nos nacionales para sus tripulaciones,
aunque encareciendo transitoriamente los
fletes y provocando aisladas protestas, con-
juntamente con la protección decidida á las
pesquerías, debía crear, como creó, una vasta
clase de gente de mar, que las estensas y
multiplicadas navegaciones que se favore-
cían con todo el poder de la Nación, sin re-
troceder ante las guerras más sangrientas y
las imposiciones más inicuas, hicieron en
breve apta y sobresaliente.
Además de todo esto, el aumento de com-
petencias comerciales é industriales, la mul-
tiplicación considerable que se siguió en el
número de capitalistas nacionales y el espí-
ritu de empresa, que crean los negocios en
condiciones de éxito, estendieron y robuste-
cieron la acción individual y le imprimie-
ron el sello que hoy caracteriza las clases
activas del comercio 3' de la industria ingle-
sa, haciéndolas sobresalir sobre sus mento-
res de otros tiempos.
El Sr. Francois receta el Self Help de que
se vanaglorian los ingleses, pero lo que
DEL Rio de la Plata
73
recomienda no se desenvuelve y se sostiene,
como su libro lo demuestra, sin condiciones
económicas adecuadas. Si qugreraos hom-
bres enérgicos y activos, espíritu de asocia-
ción y espíritu de empresa, ti-atemos de que
la energía no sea inútil pertinacia, la activi-
dad esfuerzo estéi-il; hagamos que la asocia-
ción no tenga que convertirse siempre en la
comunidad del fracaso ó que toda empre-
sa propia no deba siempre resultar tenta-
tiva temeraria. Pongámonos en condiciones
de batallar y habilitemos el mayor número
para las luchas fructíferas del ti-abajo, y,
para esto, es necesai-io empezar por cons-
tituir y robustecer la autonomía económica
nacional.
En el orden político sucede lo mismo; de-
terminadas circunstancias elevan el espíritu
público mientras que otras lo abaten, lo es-
terilizan.
En la segunda parte destinada al estudio
de la actual organización ael comercio en
Francia y en Inglateri-a, el Sr. Franrois ana-
liza sepai-adamente el comercio interior, el
exterior,— los transportes que comprenden
la navegación interior, los ferro-carriles y la
navegación marítima, — los bancos y la en-
señanza comercial.
La mayor pai-te de estos estudios los con-
sideraremos al tratar en otra oportunidad
las diversas materias en que se especiali-
zan, y nos limitaremos, por hoy, á dar una
idea general de la situación del comercio de
ambos países, en su lucha en los mercados
extrangeros y en cuanto pueda interesar á
nuestros lectores, y á considerar las noticias
complementarias de las que hemos venido
analizando hasta aquí.
La situación actual la define el Sr. Fran-
cois en los siguientes términos : «es solo por
« la exportación, por los mercados exterio-
« res, que pueden hoy, la Francia y la In-
« glaterra realizar pi-ogre.^os comerciales.
« Se puede sin duda alcanzará proveer más
« y más, conpioductos propios, los mercados
« nacionales, esforzándose en hacer mejor y
« más barato que el extrangero ; pei"o esta
« salida es á todas luces insuficiente. Basta
.« consultar un cuadro de comercio exte-
« rior para adquirir el convencimiento de
« que la Francia así como las otras naciones,
« debe recibir productos que les faltan y
<; que poi- otra parte, sólo la exportación
'< puede proporcionar un alimento suficien-
" te para las otras industrias. >•
Considera que las colonias no constituyen
más que una parte de ese mercado exte-
rior, y que no se puede prescindir, tanto pa-
ra la importación como para la expoi-tación,
de los mercados extrangeros. Lo que en la
lucha comercial constituye la superioridad
de Inglaterra, son sus relaciones estableci-
das en todo el mundo y sus medios de en-
sanche, sus comunes intereses con todas las
naciones, los negocios de todo género en los
cuales los capitales ingleses tienen una po-
sición preponderante.
Entre estos elementos hay que tener pri-
mei-amente en cuenta el hijo predilecto del
proteccionismo inglés, que es su marina
mercante. Pai-a que pueda juzgarse de su
importancia basta considerar el número de
toneladas que representan las principales
marinas mercantes del mundo. Mientras
los Estados Unidos figuran por 2.951.000 to-
neladas, Alemania por 2.670.000, Francia
por 2.501.000, Noruega por 1.827.000, Italia
por 1.416.000, España por 1.335.000, la Ingla-
terra cuenta con 24.143.000 toneladas. Es de
advertir que en este cal ulo, para establecer
la propoi'ción enti-e los buques de vapory
los de vela, las toneladas de los buques á
vapor se multiplican por tres.
La marina mercante no es solo una fuente
de renta, es principalmente un gran ele-
mento para la extensión de relaciones co-
merciales, lo mismo que el establecimiento
de casas de comercio diseminadas en todas
las plazas. Los indu.striales ingleses tienen
con esto mayoi-es medios de acción exterior,
mayores facilidades que los de Francia para
buscar la salida de productos, mayores co-
nocimientos de los gustos, necesidades ó ca-
prichos de los consumidores lejanos, y condi-
ciones especiales pai-a aprovechar, los prime-
ros y en más vasta escala, de todas las
oportunidades que puedan presentarse.
Otro agente eficaz, encuentran los ingle-
ses en la colocación de sus capitales en el
exterior, que, al realizar vastas obras de uti-
dad pública, dan empleo preferente á mate-
riales ingleses, y que, al fundar Bancos y
Sucursales de Bancos entodoslos países, de-
74
Revista Écoxóaiica
senvuelven con preferencia las casas ingle-
sas que en ellos se establecen y extienden y
multiplican las relaciones con Inglaterra.
« Los ingleses, como se sabe, agrega Mr.
Franoois, llevan el amor de su nacionali-
dad hasta el exclusivismo; y en aquellos es-
tablecimientos un comerciante inglés está
siempre seguro de encontrar el apoyo deque
necesite, siempre que la empresa que pro-
yecte tenga probabilidades de éxito. ->
Estas Sucui'sales y Bancos son, adem/is,
en las colonias, vínculos de sujeción á la Me-
trópoli, y reemplazan en ellas, en parte, las
antiguas ligaduras, coadyuvando así á la
obra nacional de conservar preponderante
«el interés de la Inglaterra y de los in-
gleses.»
La Francia posee, en cambio, la superiori-
dad de su suelo, la perfección de sus artes y
de sus industrias y una abundancia de ca-
pital, que la economía aumenta sin cesar,
pero, como se observa juiciosamente, ella de-
be hacerse cargo de que ya no son tiempos
en que se deba esperar á los compradores;
hay que actuar directamente en los merca-
dos de salida, como tan extensa y poderosa-
mente lo hacen los ingleses.
Aún cuando estos países no se hallan en
estado de sentir todo el rigor de la lucha
industrial impuesta á las viejas sociedades
do Europa poi el "Strug'glefor 1 i ve», éstas
observaciones son dignas de meditación,
aun para nosotros.
No debemos contentarnos con cuidar de
ir creando y desenvolviendo entre nosotros
las industrias que puedan abastecernos en
condiciones normales, emancipándonos así,
de innecesarios tributos á extraños, sino que,
también, hay que cuidar de colocar nues-
tras industrias de exportación fuera de las
condiciones precarias primitivas en que
están, habilitándolas y encaminándolas (i
actuar directamente en los mercados extran-
jeros.
Citaremos un caso que basta para dcmo.s-
trar la conveniencia de lo que indicamos.
El tasajo del Rio de la Plata, destinado al
consumo del Brasil, vá casi todo á la plaza
de Rio de Janeiro, donde están las más fuer-
tes casas consignatarias que, mediante bue-
nas comisiones, .«^e encargan do las veniís y
hacen anticipos de fondos.
De Rio de Janeiro, y pai-te desde Ba-
bia 3^ Pernambuco, se distribuye el pro-
ducto al resto del país por cuenta ya de
los comerciantes brasileros. Las consecuen-
cias de e.sto son fácile'^ de apreciar. Santa
Catalina, por ejemplo, estáá mitad decami-
no que Rio de Janeiro y natural era que el
tasajo del Rio de la Plata llegase allí con
menor costo que el que tiene puesto en la
capital; pero no sucede así. El tasajo quese
mandase desde Rio de Janeiro tendría un
precio naturalmente mas alto, debido k do-
bles fletes, dobles comisiones y á recargos de
utilidades de los diver.sos intermediarios, y
por eso es, en ese punto, imposible nuestra
competencia con Río Grande.
En algunas provincias del Xorte el au-
mento de precios llega á .ser tan considera-
ble que el consumo del artículo, que se vá
resti'ingiendo con la carestía, .se convierte
en un lujo del que solo pocos pueden gozar.
Con las importaciones directas á los centros
consumidores, de modo á suprimir los re-
cargos innece.sarios, que sufre el artículo,
su salida para el Brasil aumentaría de tal
modo que quizá podría llegar á duplicarse.
Para conseguirlo es imprescindible obte-
ner lo que para sus productos tienen los in-
gleses, esto es relaciones en todas partes y
ayuda de las instituciones de crédito.
Estos países ya han empezado á compren-
der que deben oi-ganizar industrias que
concurran con las extranjeras, pero no .«;e
han convencido todavía de los beneficios
que igualmente les produciría el desarrollo
del comercio y de las instituciones de cré-
dito, gcnuinamente nacionales.
Mr. Franoois no considera los bancos y
los sucursales bancarias inglesas mas que
como elementos de competencia para las
industrias francesas, pero la acción que esos
establecimientos ejercen es mas estensa.
Kilos prestan muchos servicios que po-
drían prestar las instituciones de crédito
nacionales, reemplazándolas en parte, pero
tienen la tendencia de facilitar mas las
ti-ansacciones que aumentan el trabajo in-
glés que las que fomentan y desenvuelven
á las industrias locales.
Y si á esos Bancos estranjeros .se les dá,
como se persiste en dar á uno en la República
Oriental, todos los privilegios y prerrogati-
DEL Rio de la Plata
/5
vas solo concebibles para las instituciones
nacionales que sean centi-o del desenvolvi-
miento Gconómico del país, se viene á creai-,
por ese medio, en favor de los extranjeros, al-
go como la Corte de Acero, que la preponde-
rancia ansiática estableció,y, aún á fines del
XV'^ siglo, seconsorvaba en Londres, gracias
á la debilidad de los reyes ingleses que, por
pequeñas ventajas transitorias, sacrificaban
las conveniencias de sus pueblos.
Encontramos, como se vé, aún en la esfera
económica, la ley histórica de Vico, con la
particularidad de que la que todavía en la
época del descubi-imiento do América era
la víctima, sea en su cuarto centenario la
opresora.
Falta ahora que lleguemos también á te-
ner, en compensación, nuestras Elisabetas y
nuestros Cromwells, complementándose así
la similitud histórica.
EL
PROYECTO NOETZLIN
Y EL DOGAL MEJICANO
I
81 bien de éste lado del Plata no se nota,
como lo observa espiritualmente nuestro co-
laborador el Gral. Mansilla, más movimiento
que el délas maniobras y revistas militares,
el otro nos ofrece actualmente, en cambio,las
más graves cuestiones, sin que el criterio
que en ellas predomina pueda hacernos con-
siderar preferible la actual actividad Oriental
á la transitoria apatía Argentina.
El asunto que preocupa preferentemente
la atención de la Repvlblica vecina, es el de
lacreación de un Banco denominado Nacio-
nal perlas prerogativas que se le conceden,
y que, cuando .se di.scutía en las Cámaras,
combatimos con toda la decisión que nos im-
puso la conciencia de los perjuicios que de
ese negociado podían resultar al país; y lo hi-
cimos no obstante que no se nos ocultaba
que íbamos á provocar tola clase de hostili-
dades personales, lasque efectivamente no
tardaron en ejercitarse.
Cumplimos entonces nuestro deber, y, una
vez sancionadas las condiciones leoninas
y depresivas del negociado, consideramos
concluida la época de la discusión j^que.^olo
nos correspondía esperar los resultados prácti-
cos de loserroresque habí amos señalado; pero
ahora sabemos que lo (}ue el (gobierno daba á
entender que tenia en su poder, no existia;
no había más que las probabilidades de con-
seguir capitales para una concesión leonina,
y que el que se presentaba alpaíscomo salva-
dor de la crisis, no resultó ser más que un co-
rredorqueseibaálanzarporelmundotratan-
do de negociar, con boleto Armado de antema-
no, una especie de venta de derechos sobe-
ranosde la Nación, en cambiode dos dineros
para el fisco y de una apariencia engañosa
de solución bancaria nacional.
Seis meses se han perdido en medio do
una crisis ruda, que ha seguido derribando
los líltimos elementos de progreso que que-
daban de pié en el país, y se han sacrificado,
perdiéndose oportunidades preciosas, las so-
luciones que el sentimiento nacional y el
sentido práctico aconsejan, volviéndonos el
agenciador del negocio con la nueva de que
la banca judía cree que se le debe dar más. y
que, en cuanto al capital del Banco, hay
que buscarlo con preferencia en el país.
Después de descorrido así el velo que de-
mostraba la poca seriedad con que venía pro-
cediéndose en asuntos y en circunstancias
harto graves, hemos tenido el sentimiento
de ver que á una parte déla prensa Oriental
que se precia de mas ilustrada, no .se le ocu-
rre una sola palabra de censura.
¿Que decimos?
Ahí están diarios délos más reputados de
la capital, que dan importancia de personaje
al señor Noetzlin llegando al estremo de in-
formar á sus lectores que el gefe del anónimo
sindicato es rubio, alto y flaco; tratando de
sorprender, hasta en sus gestos, cual .será
el destino que reserva al país.
Sino salvar de la ruina, debemos tratar de
salvar al país, por lo méno.s, del ridículo en
que lo e.stán colocando.
Se quejan los reporters de que el Sr. Noe-
tzlin há hablado poco, y nosotros eremos que
ha dicho demasiado, puesto que há venido á
confirmar todo cuanto sosteníamos en contra
de su malhadada combinación bancaria.
Yá que las nuevas pretensiones hacen
volver el asunto á las Cámara.s, ofreciéndo-
sela oportunidad de reconsiderarlo, deberes
nuestro, impresindible, de reanudar núes
76
Revista Económica
tros esfuerzos en el sentido de prevenir la
consumación de un hecho fatal para el por-
venir económico y financiero del país.
II
Después de manifestar el Sr. Noetzlin aun
repórter, que tenía algunas modificaciones
que proponer, ngvegó lo siguiente que
transcribimos textualmente de «El Siglo»:
« Traigo redactados los Estatutos con arre-
<'gloálosque sirvieron de base á los del
«Banco Nacional de Méjico, que i/ó fundé, y
«que ha tenido gran aceptación y prosperi-
« dad, habiendo prestado grandes servicios
«y respondiendo acabadamente á los fines
«de su creación».
Muy equivocado ha estado el Sr. Noetzlin,
si cree que no hay por estos países quienes
sigan y estén bienal tanto de lo que se
relacione, aunque se trate del lejano Méjico,
con las habilidades con que la banca judía
viene, só protesto de auxiliarlos, á maniatar
y k sacrificar á los inexpertos pueblos de
América.
Estáticos habránse quedado algunos de
nuestros candidos aimiradores del oropel,
al ver que el Sr. Noetzlin se haya dignado
bajar de las altas planicies del Anahuac
hasta las márgenes del lejano Plata, aban-
donando los dones con que le debían colmar
sus redimidos Aztecas, á fin de no dejar
menos favorecidos á los Charrúas, sus de-
samparados hermanos del Sud.
¡ Cuanta abnegación: haber salvado á Mé-
jico y abandonarlo para venir á salvarnos á
nosotros!
«El Siglo» se ha encargado de dar á sus
lectores la gratísima noticia de queese señor,
llamado Noetzlin, no solo ha venido al país
sino que también ha traído á su familia; y
los telegramas todos nos anuncian que,
además, se ha dignado favorecer al Si'. Mi-
nistro de Hacienda con un diploma do hono-
rabilidad y competencia, como si no fuesen
bastantes los títulos que le pudiesen discer-
nir sus conciudadanos.
. Tanta liviandad, tantísima inconciencia
de parte de unos, tanta depresiva audacia
de parto deotros, contristan y sublevan y
no estará demás que le demostremos al
Sr. Noetzlin que harto conocemos las
cosas de Méjico, y tratemos de preservará
nuestro país, con el ejemplo de ellas, de una
repetición del negociado bancario que es-
plícitamente se anu ncia quererse reproducir
entre nosotros.
III
Empezando la historia de las cosas meji-
canas, debemos observar en primer término
que ese «yófu7idéf> del Sr. Noetzlin aplicado
al Banco Nacional de Méjico, es un tanto
pretensioso y muy bueno para dicho á la
distancia.
El fundador del Banco Nacional de Méjico,
creado en Noviembre del año 1881, fué el
Banco Franco-Egipcio, y la verdadera proesa
del Sr. Noetzlin es del año 1884; pero antes
de llegar á ella tenemos que entrar en algu-
nas consideraciones que caracterizan su
operación.
Consolidada la paz en la República Mejica-
na, porlos mismos medios que ha venido
consolidándose en el resto de la en otros
tiempos tan agitada América latina, se trató
de crear allí un nuevo orden económico
que asegurase su prosperidad; y para huir
de la absorvente influencia de los Estados
Unidos, se iniciaron y se realizaron diversos
negocios europeos, entregándOí.o el país
inexpeitamente, á los agentes y á los re-
presentantes de la banca judia.
De la época de la creación del Banco Nacio-
nal datan vai-ias empresas de resultí dos fu-
nestos, como laCompañía de Navegación, cu-
yos vapores, construidos con nombres tradi-
cionales mejicanos, tuvieron que venderse á
vil precio á las Compañías de Genova y que
bautizados nuevamente en Italia sirven hoy
en la navegación entre Rio de la Plata y
el Mediterráneo.
Establecido el Banco Nacional de Méjico,
que debía tener un capital de 8.000.000 de
pesos, con solo un efectivo de 3.200.000, se
inició la fundación del Banco Mercantil de
Méjico con un fondo autorizado de 4.000.000,
el que .^e estableció el 27 de Marzo de 1882.
El éxito de esta institución del país fué
coiisidei'able; las tres primeras cuotas de
SOO.OOO pesos cada una se pagaron todas an-
tes del plazo señalado, 3' antes do concluir
el año se pidic) la cuarta cuota de 20 ",o, que
elevaba el capital realizado á la cifra de
3.200.000 que es la que tenía el Nacional. Sus
DEL Rio de la Plata
77
utilidades líquidas alcanzAron en el primer
año ií 12:30 % y se distribuyó un dividendo
de 11 %.
Este Banco se irradiaba por todo el país,
pues seg'iln su memoria del primer año, ya
había establecido sucursales en Puebla,
Vera-Cruz, Guanajato, Queretaro^^San Luis
de Potosí, y se preocupaba en organizar
otras en Mérida y Zacatecas.
En cuanto al Banco Nacional Mejicano,
que era un Banco dedicado á operaciones
de un círculo de comercio estrecho, agenoá
todo progreso, una institución análoga por
sus operaciones al London Bank of México
ó á los Bancos Comercial y de Londres en
Montevideo, encontraba en el Banco Mer-
cantil un concurrente, que lo relegaba á
institución de segundo orden, sin que de
nada pudiesen valerle niloslVancos egipcia-
nos del otro lado del Atlántico, ni el presti-
gio del extrangerismo de su administi-ador,
un señor J. Mammelsdorff, ni el de su sus-
tituto interino, un señor G. Struck.
La cifra de los estados de ambos Bancos
que tenemos á la vista, lo comprueban,
puesto que cuando el Banco Nacional con
todos sus privilegios solo tenía 1.853.168 pe-
sos de emisión, con un encaje de 1.498.847:57
pesos y una cartera de 2.584.667:66, el recien-
te Banco Mercantil ya circulaba 3.960.165
pesos y tenia una cartera de 3.307.054:62.
Entra aquí á actuar el señor Noetzlin, y
se le ocni-re la operación de beneficiar á
Méjico haciendo absurver la institución li-
beral por la banca judía: y fué hábil ne-
gociador !
Presidente, Ministros, Diputados, Senado,
res, prensa que se preciaba de esperta, todos
se ofuscaron ante una magna perspecti-
va: la creación de un grande Banco con
20.000.000 de capital, y que debía prestar al
gobierno de 6 á 8 millones; y en 31 de Ma-
3'0 de 1884 el Gobierno tuvo la desdicha de
poner su firma en la autorización de la ope-
ración proyectada.
IV
Pasemos ahora al segundo acto, y refle-
xionen los que están disponiendo del porve-
nir de nuestro desgraciado país, sobre los
cuadros que vamos ligeramente á esbozar.
Se produjo la refundición del Banco Mer-
cantil en el Banco Nacional, que ya tenían
entre ambos 6.400,000 pesos de efectivo rea-
lizado, al que. debía agregarse 800.000, últi-
ma cuota del Banco Mercantil, 3' lo que inte-
gi-ase de los 4.800,000 que les faltaba al
Banco, que mas que Nacional debiera lla-
marse Egipciano, como el que hoy se le
brinda á la República Oriental.
Los Estatutos redactados por el Señor
Noetzlin, de acuerdo con los cuales, según
dice ha arreglado lo que nos trae, estaban
muy bien combinados, de tal modo que los
resultados, como él también dice, correspon-
dieron á los fines de su creación, si por esto
debe entenderse los pingues beneficios de los
contratistas.
Los 20 millones quedaron en el papel. El
Banco no tuvo ni tiene hasta hoy mas que
8 millones realizados, estoes, apenas 800,000
pesos mas de los 4 millones del Banco Mer-
cantil y los 3.200,000 i-ealizados del Banco
Nacional. En cambio los empresarios reci-
bieron 3.000,000 de liberadas. Como se vé, los
Estatutos han sido muy bien arreglados,
<■■; i'espondiendo acabadamente á los fines de
la creación» del Banco y deben, en efecto, ser
muy apoyados por los que ponían el grito en
el cielo cuando,en cambiode una integración
de 10.000,000 para un Banco como el anti-
guo Banco Nacional Oriental, cu^'os privi-
legios eran limitados, se emitieron 2.000,000
deliberadas.
Veamos ahora, con los estados del Banco á
la vista, los resultados prácticos que en Méji-
co produjo la institución creada con bases
como las que, perfeccionadas por la expe-
riencia en Méjico de la banca judía, nos trae
ese Mesías financiero.
Hay que aprovechar la experiencia, te-
niéndose en cuenta los dos objetivos que se
persiguen, á saber, el progreso del país y las
facilidades para la Hacienda Pública.
La emisión autorizada del Banco Nacional
Mejicano era de 3 por 1; pero esa expansión
no correspondía al carácter de las operacio-
nes de esa institución, debido alo cual no ha
escedido de la proporción del 1 al 1 \,'¿ sin pa-
sar á e.sta última. Concentró en sus manos
el privilegio de la emisión, para restringir
la circulación en vez de estenderla, y esto
lo comprueban los balances que tenemos á
la vista. A los cinco años de gozar del pri-
Revista EcoNÓaucA
vileg'io de emisión, el Banco Nacional de
Méjico apenas tenía ps. 3.243,467, de emi-
sión sobre su encaje, con lo cual la circula-
ción del país en vez de ampliarse, como se
esperaba, se restringió considerablemente.
Todos podrán apreciar la empobrecedora
opresión que este importaba para e.^^e país,
que tiene mas de diez millones de habitantes:
y todos los que recuerden lo que respecto del
proj'-ectado Banco Oriental hemos dicho, ve-
rán su confirmación en los resultados prác-
ticos del que el Sr. Noetzlin ayudó á esta-
blecer en Méjico.
Los accioni.stas del Banco Mercantil no
resultaron más beneficiados, puesto que el
.sistema restrictivo no dá jamás utilidades
como las que pueden proporcionar las insti-
tuciones liberales que, separándose de la
) usura, buscan .sus ganancias en la exten-
sión de sus servicios. De 1882 á 1887 los
dividendos del Banco Nacional apenas dan
un promedio do 8.80 0,0, y si alcanzaron á ma-
yores sumas después, no fué debido al fo-
mento del país, sino á transacciones hechas
con un gobierno apremiado y cuyas opera-
ciones financieras tenía monopolizadas por
su concesión, como se monopolizan por el
proyecto oriental.
Pasemos aquí al cuadro de ios servicios á
la Hacienda Pública, para la cual ese Banco
resultó una verdadera institución egipcia-
na. ¿Hizo crédito al gobierno? Las operacio-
nes que conocemos no lo son, pues no califi-
camos de crédito, por ejemplo, la sama que
un usurero entrega sobre una prenda que se
reserva realizar como cosa propia.
Para obtener, por ejemplo, en una ocasión
pesos 400.000, el gobierno tuvo que emitir y
darle al Banco bonos recibióles en pago de
los derechos de Aduana.
En ese camino llegó un momento en
que el gobierno tuvo empeñadas casi todas
sus reutas, inclusives las de contiibuciones
inmobiliarias y de sellos.
Para que se juzgue del alivio que consiguió
el gobierno con la creación de e.se Banco,
está el hecho de que antes del año- de reali-
zarse la operación en que intervino el Sr.
Noetzlin, se vio obligado á hacer i-educ-
ciones en los sueldos y pen.siones, rebajas
que alcanzaron hasta un 50 «o, y para pagar
las pensiones, ya con sus rentas hipoteca-
das, tuvo que recurrir á un préstamo, que
se lo hizo, no el Banco Nacional, sino el
Banco Inglés.
En cambio las acciones liberadas ya re-
cibieron en el primer año pesos 96.000 de
dividendos, suma que fué aumentándose.
Ha sido, pues, el Banco Mejicano un buen
negocio para sus concesionarios.
V
La Administración que sancionó esta con-
cesión bancaria, en vez del aplauso público,
fué considerada como desquisiadora y cala-
mitosa. El Congreso, por 100 votos contra 55,
sancionó la acusación del Presidente Sr.
González y de sus Ministros, acto que por la
influencia de su sucesor el distinguido
general Porfirio Diaz, no tuvo consecuencia
y fué declarado inconstitucional.
En cambio, trató el nuevo gobierno, en
cuanto al Banco, de deshacer en lo posible
el error de haber aceptado el negocio agen-
ciado por el Sr. Noetzlin, y de poner al país
en estado de poder desenvolver sus fuerzas
económicas, no vacilando con este objeto
ni ante desconocer las cláusulas más esplíci-
tas de la concesión del Banco Nacional Me-
jicano.
Primero se valió el gobierno de que el
privilegio de emisión era solo para Méjico y
no para los demás Estados, y, en consecuen-
cia, se empezaron á autorizar bancos agrí-
colas y comerciales en todo el país, en el
cual el Banco Nacional ni había establecido
igual número de sucursales a las que tenía
el Banco Mercantil.
Este recurso para ampliar la circulación
no lo tiene la República Oriental, según las
bases del nuevo banco, puesto que el privi-
legio de emisión que en ellas sejestablece, es
para todo el país. Para algo debía servirle
al Sr. Noetzlin su experiencia mejicana.
No se detuvo ahi el gobierno, y contraria-
mente al privilegio del Banco Nacional Me-
jicano, autorizó para la capital, y consul-
tando los intereses públicos, el Banco de Fo-
mento Mejicano, con facultad de emisión,
no obstante las protestas del Banco Nacional.
Este establecimiento, dominador del mer-
cado, gracias á sus privilegios, emprendió lu-
cha abierta para conservar su monopolio
DEL Rio de la Plata
79
consig-uiendo que la suscripción de acciones
del nuevo Banco no pudiese cubrirse, impo-
niéndose nuevamente al Gobierno.
Este, por su parte, sin desistir de crear otro
Banco que en Méjico emitirse billetes en la
proporción de tres por uno, recurrió á los Es-
tados Unidos, á fin de dotar, mientras tanto,
al país de los elementos de que le privaba el
Banco Nacional.
Fué, en consecuencia, creado el Banco
Internacional é Hipotecario con un Consejo
de Administración en Méjico y otro en los
Estados Unidos, compuesto de banqueros y
comerciantes de >yueva-Yorky de Filadelfia
al que se le facultó á emitir billetes sobre
depósitos de monedas y de lingotes de pla-
ta y oro, que sirviesen para las transacciones
g-enerales. Desde que en Méjico las transa-
ciones se hacen á plata y ese país produce
el 75 % de la plata del mundo, la emisión
de billetes sobre el depósito de lingotes de
este metal es un medio muy directo pai'a
remediar la falta de medio circulante, que
el Banco Nacional venia imponiendo.
Perfeccionando sus bases y comprendiendo
muy bien el Sr. Noetzlin que para que algo
haga función de moneda es necesario la
cii'culación general, ha buscado entre noso-
tros una eñcaz garantía para sus privilegios
disponiéndose en la concesión Oriental que
el Gobierno no podrá recibir otro papel que
no sea el del Banco Nacional que propone.
Como se vé, nuestros proyectistas han
aprovechado la esperiencia mejicana y es
conveniente que nuestro gobierno no deje
de aprovecharla á su vez.
Los grandes servicios del Banco Nacional
Mejicano, que el Sr. Noetzlin encomia para
recomendar su segunda edición, podrán
apreciarse por las palabras del Gobierno de
Méjico, en 1890.
En efecto, dicho Gobierno lo acusa al Ban-
co Nacional 4 de imponer tipos usurarios
• Y de explotar su monopolio con demasia-
da avidez; de abusar de su posición
•■; PARA imponerle AL PAÍS CONDICIONES MUY
« DURAS, CUANDO NO HAY PRIVILEGIO QUE PUE-
« DA MANTENERSE CUANDO ES CONTRARIO AL
« INTERÉS PÚBLICO. »
Ahí está la síntesis práctica de la combi-
nación mejicana, que se nos ofrece, con la
añadidura del Barón Hirsch y de su siste-
ma y elementos, como garantía de liberali-
dades que han de dar por resultado el resta-
blecimiento de la prosperidad nacional!..
PARTICIPACIÓN DEL CLERO
Eu la Iiiílependencia Argentina
Nuestro colaboi-ador D. K. :Monner Sans,
nos ha facilitado el discurso que sobre el
tema que indica el encabezamiento de estas
lineas pronunció el 25 de Mayo en la Aso-
ciación Católica de Socorros Mutuos.
Como lo hemos demostrado en el progra-
ma de esta Revista, las cuestiones sociale.s
tienen todas, más ó menos, relación con las
económicas, y el punto especial que dilu-
cida el distinguido conferenciante está in-
dudablemente en estocase.
¿ Hasta qué punto puede considerarse el
clero en este país un elemento de progreso
como dicen unos ó un elemento de retroceso
como sostienen otros?
Dando la palabra al Sr. Monner Sans, en-
tregamos tan interesante materia á la dis-
cusión de nuestros colaboradores, con la li-
bertad amplísima que les corresponde, sin
que esto importe renunciar por nuestra á
entrar á estudiar esta cuestión cuando nos
lo permitan otros trabajos que por el mo-
mento nos absorben.
Señores:
Dejadme que yo también me asocie á
vuestro júbilo. Festejáis la patria argentina,
y estas fiestas no pueden ser indiferentes á
quienes como yo, si tienen levantado en su
pecho el altar en que colocaran la imagen
déla patria ausente, á su lado colocaron á
otra imagen, á esta esbelta 3^ plateada ma-
trona á cuyo pié depositamos diariamente
las flores de nuestro cariño y las siempre-
vivas de nuestra gratitud. Sin ser cosmo-
polita entiendo, que si es deber grato al co-
razón y á la mente pedirle á Dios el creci-
miento y bienestar de la patria nativa, tam-
bién es deber gratísimo á la mente y al co-
razón, elevar preces al Cielo por la ventura,
prosperidad y progreso de esta Patria Ar-
gentina, de esta hospitalaria tierra, siem-
pre fecunda, siempre dispuesta á labrar la
80
Revista Económica
felicidad humana á poco que se la ofrezcan
los sudores del trabajo ó la ardinnte fiebre
de las concepciones.
Por ello es que, queriendo mucho á aque-
lla España que apoyara al visionario Colón,
quiero también con sin igual cariño á esta
patria de Funes, Oro, Castañeda y Castro
Barros.
¿Por qué de mi pluma se escaparon los
nombres de estos cuatro varones ilustres?
¿Por qué?
Porque yo quiero hablaros ahora, aunque
esbozando no más ideas, de la influencia del
clero en la Independencia Argentina. Sa-
bemos todo nosotros, pero es muy conve-
niente que esta creencia se arraigue, que el
Catolicismo, religión do altos y divinos idea-
le.s, no puede ser partidario de .sombras y
mistei'ios, y que si alguien tiene dei-echo á
levantar en alta la antorcha de la libertad,
ha de ser forzosamente el representante en
la tierra de aquel Dios de paz y de amor
que derribó con su sublime doctrina el cesa-
ri.smo iri-itante de la época romana, y la
concupiscente y esclavizadoi-a teaci-acia de
la edad antigua.
Alboreaba la libertad en los americanos
horizontes; destacábase ya en el indiano
suelo una esbelta matrona llevada en andas
y fe.stejada por la i-aza anglo-sajona : y de
esa bandera simpática á todo un hemi.sferio,
.se apoderan las .sociedades secretas, y en
conciliábulos que no quiero analizar, y en
juntas que no pretendo de.scribir, se jura la
defensa, no quiero averiguar con qué fines,
de la libertad, de la igualdad y de la fra-
ternidad humanas. La logia pues, si la
Religión calla, va á presentar.se como de-
fen.sora de los derechos del pueblo, de la li-
bertad humana, del pleno goce de las pre-
rrogativas por Dios concedidas á nuestra
i-aza. De enmudecer la Religión, el triunfo no
le hubiera correspondido á la luz, sino á las
tinieblas, noá la verdad, sino al error, no á
la doctrina eminentemente humanitaria de
Cristo, sino á las demoledoras teorías de la
Enciclopedia. La Religión, pues, no podía
callar y no calló. Para lanzarse al combate
le bastó abrazai-se al divino Madero, y re-
cordando el sublime «amaos los unos á los
otros» recabar para estos fértiles y sonríen
tes pueblos, las mismas libertades de que
gozaban los pueblo.^ hermanos de la anti-
gua Europa, ^'o quebrantaba el re.'^peto que
á la autoiidad se debe porque creyera, si-
guiendo la marcha de ideas y sucesos que
no podía detener, que la gran familia ame-
ricana podía sustraerse á lejanas leyes y á
egoistas gobernantes emisarios de una Cor-
te corrompida: no faltaba á sus deberes,
antes bien los sublimaba, pidiendo la liber-
tad qu9 engrandece pai'a países ávidos de
labrar por sí su propia ventura,
Por e.sto es que, apenas las ideas liberales
que flotaban en el espacio se condensa-
ron en los coi-azones argentinos, el Clero,
que no podía arrancar de su pecho el santo
amor á la patria, entró en la lid dispuesto á
emplear las poderosas armas de sus luces,
de su inteligencia y de su civismo, en pro
de una idea que no pugnaba con el Credo
de Nuestro Redentor.
Y las empleó con brío y las blandió con
entn.'^iasmo para honra de la patria y de la
Religión.
No he de hacerme cargo de intempestivos
desahogos ni de irreflexivas improvisacio-
nes, que ni unas ni otras logran empañar el
brillo de aquellas armas, como una nubeci-
11a de verano no logra oscurecer los vivifi-
cantes rayos del a.stro Sol.
Enumerar uno auno los servicios que á
la independencia argentina prestaron va-
rios individuos del Clero, sería tarea en ex-
tremo fatigosa y sobrado larga para ser tra-
tada en una ocasión, que como la presente,
reclama brevedad, para no abusar de vues-
tra amistosa benevolencia. Conseguiré mi
objeto, mode.sto y pequeño como mió, con
solo apuntar algunos hechos históricos que
corroboren mi afirmación, de que el Clero
argentino, tomó activísima parte en la fun-
dación de e.sta nacionalidad, que es hoy
vuestro orgullo, y envidia de no pocos pue-
blos, que, por azares de la fortuna y merced
á exageraciones política?, no han logrado
aún la estabilidad que caracterizar debe á
las naciones bien organizadas.
Repasando el «Diario de Sesiones» del año
1822, de aquella fecha en que olvidándose
los servicios á que me voy refiriendo, un
mal acon.sejado ministro se atrevió á poner
la mano en asunto que debía respetar, repa-
sando aquel diario, repito, encuentro en el
DEL Rio de la Plata
81
Dictamen de la Comisión de Leg-islación pa-
ra la i-eforma del Clero, palabi-as tan signi-
ficativas como las siguientes: Esa clase de
ciadadanos que tanto lia contribuido con el in-
flujo de su ministerio y tamhien con sus sacri-
Jicios d la causa de la libertad.
•,Y cuáles fueron esos servicios?
No he de ser yo, señores, que aunque no
rae considero extranjero, no aspiro al honor
de ensalzar á vuestros hombres, quien os
enumere sacrificios 3^ os detalle servicios
que todos sabéis de memoria. Mientras lá
República Argentina exista, vivirán con
ella el incomparable Dean Funes, el cáusti-
co Castañeda, el eminente Castro Barros, el
seráfico Padre Oro.
La participación que tomara el clero en la
emancipación argentina, se patentiza con
solo recordar que de los 30 firmantes del
acta de Tucumán, once eran frailes ó cléri-
gos, y si de ambos números se descuentan
los diputados que representaban provincias
que no forman hoy parte de la nación ar-
gentina, resulta que fueron 25 los diputa-
dos argentinos, diez de ellos pertenecientes
á la clase que pocos años mas tarde debía
ser tratada con tanta dureza por quienes
estaban en el caso de poder apreciar sus ser-
vicios.
Estos diez diputados fueron los siguientes:
Dr. Manuel Antonio Acevedo, pr Cata-
mai-ca.
Dr. Pedro Miguel Araoz, por Tucuman.
Dr. José Ignacio Tames, por Tucumán,
Dr. Pedro León Gallo, por Santiago del
Estero.
Dr. Pedro Francisco Uriarte, por Santiago
del Estero.
Dr. José Ignacio de Gorriti, por Salta.
Dr. Pedro Ignacio de Castro Barros, por La
Rioja.
Dr. Fr. Justo de Santa María de Ovo, por
San Juan.
Dr. Antonio Saenz, por Buenos Aires.
Dr. Fr. Cayetano José Rodríguez, por
Buenos Aires.
Si mi voz tuviera autoridad, señores, si
yo pudiera aconsejaros, escudándome en la
fuerza que dá la razón, os rogaría que estos
nombres figuraran en letras de oro en este
salón; y aun debierais influir para que ellos
se esculpieran en marmórea plancha, para
que tanto la generación actual como las fu-
turas, sepan siempi-o que al cloro argentino
le cabe inmensa parte en la gloriosa funda-
ción de esta nacionalidad.
Y aun le cabe otra gloria, la de demo-^trar
públicamente que representante en la tierra
de un Dios de paz y de perdón, sabe olvidar
y perdonar las injurias que se le hicieran y
aun rogar por los mismos que acibararan su
existencia con medidas violentas y poco cal-
culadas. Abone mi aserto, ente otros, el he-
ctio de que cuando en 1880 la República
Ai'gentina celebró el centenario de Dn. Ber-
nardino Rivadavia, el clero, y en su repre-
sentación nuestro virtuoso Arzobispo, no
solo se asoció al acio que festejaba el pueblo,
sino que celebró una misa aplicada por el
alma del Sr. Rivadavia, de aquel grande
hombre que tuvo, para no desmentir una
humana le^', que poner de manifiesto una
pequenez, la de peí seguir á la clase que con
mayores bríos y fuerzas dmti'ibu^^era á la
formación de la nacionalidad ai-gentina.
Volviendo á tomar el hilo de mi discurso,
me permitiré preguntaros. ¿Quién ha echa-
do los cimientos de la historia nacional?
¿Quién dio vida al periodismo movedizo,
punzante y ligero? ¿ Quién en la Cámara
ha representado en los primeros tiempos la
libertad civil, hermosamente abrazada con
la libertad religiosa? ¿Quién bendecía las
armas patrias cuando trasponían las Andes
ó llegHban á la ciudad de los Reyes? ¿Quién,
en una palabra, tiene más títulos á la públi-
ca consideración y al respeto público?
Apena, ciertamente, el corazón de todo
católico, observar cuan pronto se olvidan
los beneficios; y si no supiéramos que es la
ingratitud vicio de todas épocas y de todas
edades, nos conturbaríamos aun más al obser-
var como el Estado argentino ha podido
decretar leyes que pugnan con la Religión
y flagelar á los mismos que lo sacaron de la
pila colonial, lo alimentaron con el salu-
dable pan de sus consejos, y lo guiaron con
paternal cariño cuando cruzaba los pedre-
gosos senderos de su constitución política.
¡Con cuánta pena pisamos la escuela laica,
recordando que al Santo nombre de Dios,
á los trabajos, discursos y peroraciones del
clero, se debe, en gran parte, sino en su casi
totalilad, la creación de esta .sonriente
82
Revista Económica
República como Estado independiente! Con
cuánto dolor no hemos de ver como este
Estado, ingrato 3' olvidadizo, se recrea en
campestres diversiones en aquellos días en
que la iglesia viste fúnebres crespones por la
muerte de Nuestro Divino Redentor.
Más cori-amos un velo á cuanto boy, día de
júbilo, pudiera entristecernos: recordemos
aquellos días en (¡ue al impulso de patrióti-
cos pechos, católicos casi todos, levantáronse
cual sirenas, y como ellas de los mares, las
nacionalidades americanas, y recordémoslos
con respeto y orgullo, con respeto, porque
ellos nos enseñaron como se lucha y se bata-
lla por la salud de la patria, ycon orgullo
porque los más entusiastas defensores de la
libertad argentina, pertenecían á nuestra
comunión, se arrodillaban al pié de los mis-
mos altares antes los cuales hoy nos postra-
mos, y adoraban el mismo Dios, á este Dios
omnipotente y misericordioso que destruye
ó crea nacionalidades á despecho de la
finita voluntad humana.
Sintetizaré las ideas, que ligeramente he
apuntado, afirmando que sin el apo.\'o del
clero argentino la independencia 3' la cons-
titución política de este país se hubieran
sin duda retrasado, ya que al logro de una
y á la alineación de la otra contribuyeron
los violentos y atrevidos discursos del Dean
Fune.s, las templadas peroraciones del Dr.
Agüero, las aceradas diatribas del P. Cas-
tañeda, los pati'ióticos esfuerzos y cristianas
virtudes del P. Oro, del inolvidable Gorriti,
del dulcísimo José Rodríguez, de Zavaleta,
de Figueredo, de Molina de Pedriel, de Se-
gurarla, y de tantos y tantos otros ministros
de aquel Dios, que para afianzar la libertad
humana y i-omper esclavizadoras leyes en-
tregó á los hombres su Hijo querido que de-
bía hechar los cimientos de nuevas socieda-
des y costumbres nuevas, basadas en el más
consolador de todos los Credos.
Y aun agregaré más.
Agregaré que. siendo cierto como lo es,
que no se mueve una hoja del árbol sin la
voluntad del Señor, la emancipación ame-
ricana y por conííiguiente la independencia
argentina, son hechos históricos previstos en
los grandes libros del destino humano, y
realizados por la voluntad de Dios, lo que,
aun contrariando ideas por desgracia harto
vulgarizadas, me trae com.o de la mano á
asegui'ar que los esfuerzos y los trabajos de
logia «Lautaro-') se hubiesen esterilizado, si
el clero, desobediente á inspiraciones divi-
nas no se hubieselanzado á la palestra.
Por manera que, yo que no soy argen-
tino, pero que venero y respeto las leyeá
argentinas, que quiero á la República Ar-
gentina, que mesiento feliz al vivir en e.sta
patria argentina, tras ese escudo que simbo-
liza la vida, la unión y la libertad de un
pueblo llamado á grandes destinos, veo,
.siempre, sin querer y con los ojos del alma la
Cruz del Redentor, el símbolo del catolicismo,
ya que gi'acias á él existe la República Ar-
gentina, y cada día desde aquel en que se
constituyera, se alzan desde el pié de los
altares, preces para su prosperidad, su cre-
cimiento y su desarrollo.
He dicho.
25 de Mayo 1892.
REPÚBLICA ARGENTINA
CRÓNICA DE LA QUINCENA
Mayo 31 de 1892.
Hasta Monseñor Freppel, hablando del 93,
admite que la Revolución ha hecho mucho
bien, y sólo disiente con Robespierre en
cuanto éste afirmaba que desde Clodoveo á
ese momento la anarquía había reinado en
Francia. ¿Qué tendría entonces de particu-
lar que yo pensara que si la revolución de
Julio no excluye algunos beneficios, — hay
que imputarle á ella algunas de las moles-
tias que el país expei'imenta en este momen-
to? ¿O no es molestia el estado de sitio y su
prolongación indefinida y éste estrépito
de maniobras militares, de revistas, de pa-
radas y de tantas otras cosas por el estilo,
que hacen pensar en aquel dicho famoso de
«Bieníót d forcé d'atoir des soldáis, nons
fi auro US plus que des soldaish>
Montaigne tiene razón, á no dudarlo,
cuando dice en los Ensayos, que el ingenio
humano es un gran hacedor de milagros, y
si viviera 3^ viniera á saturarse con los aires
del Plata, aquí podría ver realizado el mila-
gro de que la supresión momentánea de
DEL Rio de la Plata
83
ciertas preciosas garantías, sirva para dis-
traer la atención pública,— merced á aconte-
cimientos de otra índole, de lo que, en pri-
mer término, la interesa y la preocupa : la
situación económica, ese escollo contra el
que se vienen estrellando los teóricos, desde
luego,— los prácticos también.
Ut ni sit, vamos andando.
Mientras haya hombres, ag-rupados, los
unos arrastrarán á los otros, sin muchas
\ecQS &'á\>^' porque. En la guerra y en la
política,— el fenómeno se observa con fre-
cuencia. ¿Es un bien? ¿Es un mal? yo
dejo al lector que decida exactamente como
Monsieur d'Harcourt en su libro sobre «El
instinto de imitación». El cita el caso, tan
conocido, déla disparada al día siguiente de
Solferino, por los mismos vencedores de la
víspera, y el de un (>rador que estornuda en
un momento patético. Yo me acuerdo de
las alarmas de Tuyutí, al día siguiente de
la gran victoria del 2-4 de Mayo, y de un di-
putado amigo que no tratándose de cosa de
risa, hizo reirá toda la Cámara por decir en
un lapsus lingue : sub pra... por sub pre...
Y mientras el Congreso no se inaugura, 3-
no conocemos detalladamente las causas de
la conformidad nacional, pongo, por razón
de acatamiento, á los hechos,— dentro de fa-
cultades ejercidas en nombre de la Constitu-
ción los puntos suspensivos prudenciales.
Lamentaré siempre la prematura muerte
del autor de : Le gowcernement dans Ici demo-
cratie, obra en prensa aún, y testamento á
la vez de publicista. La lamentaré no solo por
que lo leía genei-almente con a,tención é in-
terés,—sino porque es posible que al fin, hu-
biera tenido la tentación de visitar nuestra
democracia, para estudiar nuestra Consti-
tución y el criterio de nuestros estadistas al
aplicarla. El Estado Providencia y el Esta-
do Gendarme habrían sido seguramente uno
de sus temas, prestándose también á ins-
tructivas disquisiciones nuestro radicalismo
revolucionario y conservador, nuestros mass
meegtings liberales.
Siempre que se produce un cambio en el
personal diplomático, sobre todo, siempre
que se cambia de Ministro de Relaciones
Exteriores, apai'oce como un refrán: es bue-
no i-ejuvenecer la diplomacia, sin curarnos
de si el agraciado es ó no persona grata para
aquellos con quienes se deben ventilar las
cuestiones pendientes. ¡Sisólo fuera ésto!
Xo nos curamos tampoco de examinar este
otro inconveniente, que la diplomacia no es
una ciencia sino un habito, que no basta
iiuestir para ser, por aquello de que, la
mona aunque se vista de seda, mona se
queda.
El mejor profesor de Derecho Internacio-
nal, puede asi ser un mediocre Ministro de
Relaciones Exteriores y un pobre embaja-
dor,—en tanto que, un hombre de mundo,
acostumbrado á vivir en cierto medio social,
prudente, discreto, moderado,— aunque no
se haya despestañado le^'endo á Grotius y
á Puffendorf,— puede llegar á ser una emi-
nencia nacional.
Cavour, es un ejemplo en un sentido y
Andrass.y en otro— para recurrir sin rozar el
amor propio de nadie, en la tierra nativa, al
extrangero.
Por perder de vista estas particularidades,
vemos á nuestra diplomacia criolla desple-
gando un lujo inusitado de frase.-, sin em-
bozo, lanzando á la publicidad un fárrago
de parágrafos que hacen exclamar: la retó-
rica nos mata, porque nos desacredita, mas
de lo que podemos estar, después de pasado
oí falso brillo,— por no haber tenido en cuen-
ta que tarde ó temprano llega el cuarto de
hora de Rabelais.
Afortunadamente el «arbitrage» es siem-
pre posible cuando la querella que surge
entre dos Naciones no ataca la esencia misma
de su vida nacional. La Alemania no se ar-
mará pues contra nuestra toldería (estilo
inocentemente pintoresco de nuestra can ci-
lleria),— ni el Presidente de la República sin
ser un Néstor, carece de la calma necesaria
en las dificultades que puedan crearle sus
secretarios de Estado.
El país desea (¡tiene tantos deseos '.) verse
libre alguna vez de estos faiseurs d'emlar-
ras, que se pintan para armar tempesta-
des como tormentas de verano.
Lo repito: la retórica nos mata. He aquí
un asunto sencillísimo, enredado por las
concomitancias caseras,— á punto de poner
en duda no solo que hay jueces en Berlín,
84
Revista Económica
(puede leerse Santa-Fé), sino lo que es mas
gi-ave aiín, si Santa-Fé, pedazo de territo-
rio arg-entino, es ó no para nuestra diploma-
cia, provincia autónoma y tierra civili-
zada.
El 11 de Abril de 1892, el Gobernador de
Santa-Fé, contestando \ma nota del Minis-
tro de Relaciones Exteriores, Dr. Zeballos,
de fecha 22 de Mai xo anterior, relativa al
proceso iniciado por heridas inferidas, en
Colastiné al subdito alemán Metzlaff ( en
Abril de 1887) le decia entre oti-as cosas, lo
siguiente:
Que el referido Metzlaff, marinero del
buque «Alei'te», hallándose ebrio, produjo
un escándalo, en tierra, con otros marine-
ros, siendo requei-ido el auxilio del Comi.sa-
rio Vichini, única autoridad presente, en
aquel momento;
Que el ciudadano Ramón Gai-cia que se
hallaba conversando con Vichini, fué en
auxilio de éí-te. al ver que el Comisario no
tenia arma alguna en el momento del con-
flicto;
Que, según afirman varios testigos, Metz-
laff fué hei'ido por Garcia;
Que la policía (!e la Capital, una vez co-
nocido el hecho, levantó un sumario. Ya
el buque «Alerte», habia zarpado para el
Rosario; donde desembarcó, enfermo, Metz-
laff, muriendo algunos dias después, en el
Hospital.
A su vez, la Subprefectuj'amarítima habia
levantado un sumario, que envió al Juzga-
do Federal de Entre-Rios. Este exijió del
juzgado provincial la causa iniciada por la
Policía, sosteniendo que era de jurisdicción
nacional. El juez provincial sostuvo que
era provincial. De ahí, conflicto de compe-
tencia, que dirimió la Suprema Corte Na-
cional, estableciendo que el caso era de ju-
risdicción provincial.
De todo esto, se dio cuenta al Ministerio
de R. E. en Mayo de 1887, y en Abril del 88,
se remitía el informe dado por el Supremo
Tribunal de Justicia de Santa Fé, en la
causa seguida al comisario Vichini.
Se siguieron los procedimientos con mas
ó menos lentitud. El Ministerio de R. E.
apuraba nota tras nota. El gobierno de
Santa Fé, las contestaba, diciendo que no
pedia ingerirse en las atribuciones exclusi-
vas del poder judicial.
A todo esto, los danniñcados no se habiaii
apersonado en autos. Pero he aquí, que en
Mayo de 1889, el Gobernador de Santa Fé
recibe una nota del Ministerio deR. E. en
que se le decia que el Ministi-o alemán ha-
bia conferenciado con el Sr. Presidenta de la
República, manifestándole que tenia ins-
trucciones de su Gobierno para reclamar en
forma, y que deseando el Sr. Presidente evi-
tar la gestión, encargaba, á ver si podría evi-
tarse, anticipándose el Gobierno de Santa
Fé, á ofrecer expontáneamente como dona-
ción ala madre de Metzlaff dos mil pesos
oro.
El Gobernador de Santa Fé, se negó á la
proposición; pero Vichini resolvió pagar de
su peculio los dos mil pesos. Alefecto se
trasladó á Buenos Aires y con el proceso ala
vista entregó al Ministro de Alemania, en
el Ministerio de R. E. la referida suma.
Al parecer todo quedaba tei'minado. ¿Ter-
minado? Qué! Nuestra cancilleria no solo
piensa al revés de qua: ioiit est licii qnifinit
í¿É^í¿,- sino que ni siquiera piensa que; foííí
est lien qui Jinit,—y hace renacer de sus
cenizas, el afare, incitando el exeso de celo
del nuevo Ministro alemán.
¿No era mas argentino sostener ésta tesis:
ese asunto quedó concluido en la forma
A. B. C? Pero si V. E. piensa al revés, dis-
cutamos, sin mezclar,— como parte, — á la
Provincia de Santa Fé, con laque en todo
evento lavaríamos ?^ Unge sal en familia?
¿Puede compararse el caso Metzlaff con el de
Nueva Orleans, en el que se aplica cruel-
mente á los presos italianos el lynch law?
Absolutamente nó. ¿Y sin embargo, eu
aquel; ¿qué sostuvo Mr. Blaine? Sostuvo ésto
(que era americano): el Gobierno de los Es-
tados unidos, admite el pi-incipio de una
indemnización á las familias de las victi-
mas; pero no puede comprometerse en lo que
concierne al momento preciso en que actua-
rá la justicia (local). Valia decir, y lo decia;
el Gobierno Federal, no puede, por la Cons-
titución, intervenir en la administración de
ninguno de los Estados Confederados.
Fuerte el Gobierno de los Estados Unidos,
en ese terreno,— el asunto se arregló, sin
que Mr. Blaine se permitiera decir, ni insi-
DEL Rio de la Plata
85
nüar que: Nueva Orleans era una loldei-ia
de pieles rojas.
Lo singular es que, diarios atingentes con
nuestra actual cancillería escriben:
« Institucionalmente, somos uno de los
» países más adelantados déla América del
» Sud.
, «Nuestra Constitución, calcada sobre la
» de los Estados Unidos del Norte, contiene
» declaraciones y prescripciones que, lleva-
» das k la práctica, seria garantía de buen
» Gobierno y de un progreso moral y mate-
» rial indefinidos.»
Sin estar conforme con e\ calcado, pregun-
to, - y entonces en qué quedamos? En lo de
siempre: en la frase hueca, vacía de s'^ntido
aplicable al caso ocurrente y en la doctrina
por complacencia contra el derecho público
argentino.
Pero ya que nuestra cancillería no ha
querido seguir el ejemplo de la de Washing-
ton, por lo menos, 3a que de cosas alemanas
se trataba, porqué no siguió el del Irapei'io
alemán?
Recordai'é el caso que se ha llamado
«Schnabclé»,— caso típico de cordura.
El centinela de ese nombre, mata en la
frontera á Bignon, hiriendo á Wangen. En
el acto el Embíijador de Alemania en París,
avisa que el Gobierno de Berlín admitía sin
esperar el resultado áerenqueíc el principio
de una indemnización,— y el Gobierno de
Francia sin complacerse en discurrir sobre
si haj' allí justicia y jueces, acepta, — con
fecha 7 de Octubre de 1887, la nota que
dice: « Ye prend la liberté de mettre á vó-
tre dísposítion la somme de 50.000 marlis
montant de l'indemnité en questión.»
Y Schnabelé es indultado,— aunque hizo
fuego y mató sin ser agredido; al contrario
del caso de Santafé, en el que hay riña,
desconocimiento ae la autoridad, agresión á
esta, y a3'uda de un ciudadano á la fuerza
pública,— ciudadano victimario, sin quei'er-
lo, es decir, en defensa del fuero de la auto-
j-idad local y del suelo patrio. ¡Y qué victi-
mario! (muerto ya), y sin que esté probado
si Metzlaíf murió después de las heridas
que recibió, quedando en libertad ó de rí'í-
lirlum tremens
Un pueblo pequeño, fuerte en su derecho,
puede ser altivo, sin baladronada,— y á los
quede allende los mares censuren, en su ig-
norancia, nuestra falta de civilización, bien
podemos redarguirles con los discui-sos del
mismo Parlamento Alemán en el que hace
poco se usaba este lenguaje (crónica autén-
tica.)
El canciller había sostenido esta doctrina,
—que yo no acepto:
«Cuando se trata de redactar un ccidigo
«penal militar, á los militares y no á los pai-
<. sanos y legistas, corresponde decir la últi-
« ma palabra.
«Si hacer obligatoria la queja de los sol-
• dados maltratados le parece contrario á la
-disciplina, más grave todavía encuentra
« el canciller que se de á los pi-ocesos forma-
«dos por tal causa la publicidad que piden
« las oposiciones. En su concepto, con e.=;ti>
« se dá armas á los socialistas, que las em-
« plearían para minar los fundamentos del
" Ejército.
«Un diputado progresista, Kíchter, recha-
« za con indignación este cargo. Precisa-
« mente su partido, al apo.yar la proposición
«que se discute, persigue lo contrario, quie-
« re que en el ejército se trate bien á los sol-
« dados y no se les de tan justos motivos de
« queja para que la propaganda socialista
« no pueda hacer pi-osélitos en las filas,
«como indudablemente los dará, si encuen-
« tra en ellas hombres decididos á todo, has-
« ta el suicidio, con tal de escapar por la
« muerte á los martirios de que se les hace
« víctimas.
« El diputado Haussman, demócrata, con-
« testa con gran energía al canciller. iia1)ía
« éste dicho que el nivel moral del Ejército
« baja, porque baja el nivel moral de la
« creación, y el diputado exclama:— Lo con-
« trario sí que es verdad. La barbarie que
« reina en el ejércto invade poco á poco á la
« nación que pasa toda ella por los cuarteles
«3' éste es un triste resultado de estos vein-
« te últimos años. »
*
* *
Abrióse al fin.... el tan esperado Congreso.
La ansiedad pública soñaba con una sorpre-
sa: la ha tenido. El Mensage presidencial
me hace pensar en que si vulgarmente se
define la palabra « como el medio de
hacer conocer el pensamiento » un célebre
86
Revista Económica
diplomático ha hallado que era más bien el
medio de ocultarlo. Nada, pues, ni una li-
nea,—sobre el estado de sitio, nada sobre las
causas reales que lo motivaron, absoluta-
mente nada; sino que aún liay que esperar.
Esperaremos.
Yo habría deseado, sin embargo, menos
extensión en los detalles administrativos.
Estos documentos deben ser sintéticos. Así
lo eran antes de la invasión de la frase, que
es medio, no fin. Así son en otras partes. Así
son en los Estados Unidos. Y los más gran-
des Imperios no conocen otro temperamento.
Un mensage no es una memoria.
The well come massage, was soon recived,
exclama Dryden. Un mensage se completa
por los diversos ministerios. Si es inconmen-
suraUe-niente largo, hace sospechar que la ex-
tención «sea solo el martillo que quiere ha-
cer entrar la noción en la cabeza recalcitran-
te.» De todos modos se habría preferido saber
lo que el Presidente ?//c«.<frt y no lo que el
Presidente dice. Su pensamiento habría si-
do una novedad tanto más interesante, cuan-
to que hay sobriedad en su estilo, algo asi
como una armonía con su temperamento.
Lo quedice ya se sabía. El paístiene muchos
ojos que observan. Las cifras reales no son
jamás para él una revelación. Son mas bien
un mirage para el que las agrupa. Por eso
raramente dejan de ser discutidas entre noso-
tros. Es extraño que un espíritu tan prático
como el del Presidente de la Repilblica, no
haya observado el fenómeno. Otra presiden-
cia viene ya, ya. Habría sido bueno, estoy se-
guro, cerrar el período de las frases, inau-
gurando, nó, volviendo mejor dicho, al de la
sobriedad. Nuestros homl)res públicos de-
bieran convercerse de que hay muchas ver-
dades rechazadas de antemano, solo porque
se pretende sacar de ellas consecuencias exa-
jeradas; 3^ esto lo aplico á la parte del Men-
saje que se i-efiere á nuestras finanzas.
Es inoficioso todo empeño en explicar los ma-
les económicos y financieros del país. Cuan-
do todo el mundo sienta la mejoría, el mal
habrá pasado, y quedará subsistente el afo-
rismo de que la verdad y el progreso, no se-
enjendran sino en el dolor,— y que solo bri-
llan después de la crisis.
*
El estado de sitio continúa el Men-
saje no hace esperar na la al respecto; y está
cohibida la libertad de discusión ; y las opi-
niones no concuerdan sobre la eficacia de
la medida. Yo afirmo empero que vino en
su hoi-a. Pienso también, que cuando hay
una proocupación, que perturba, el poder
publico debe, empleando los medios legales,
indiscutibles, estirparla. Algo de esto se ha
hecho. Pero siento que el G oh le r no, em^lQo
la palabra en el sentido americano del norte,
no haya sido explícito en su primer Mensage
desde que no es discutible que es el Presi-
dente el que juzga en primer instancia de
las exigencias de medidas, que no por estar
dentro del radio de sus facultades dejan do
ser exepcionales. Sí, él es el primor juez. Por-
qué? Porque el juramento constitucional que
presta el primer majistrado de la República
le obliga no solo á ejecutar las leyes sino á
mantener la constitución,— de donde se de-
riva una gran libertad de acción, una lati-
tud inmensa, que nadie puede contestarle.
No temo por consiguiente los conñictos que
se anuncian. Habrá cuando mucho una tem-
pestad dentro de una tetera y como una tenta-
tiva parlamentaria,— de escatimarle al Poder
Ejecutivo sus facultades.
E! estado de sitio, no me permite emitir
opinión sobre el único punto en que el Con-
greso tendrá que mostrar tanto saber como
sentido político: sus inmunidades.
Sea de ello lo que fuere, y no pensando
que hemos de descubrir « nuevas estrellas»
en el actual período, opino que pasará,— con
esto,— lo que ha pasado en los Estados Uni-
dos en sus períodos más críticos: no ha ha-
bido conflicto entre el Ejecutivo y el Con-
greso que no ha^^a concluido ventajosamen-
te para el primero.
*
El Presidente de la República el mismo
día en que abría el Congreso,— asistía á una
ceremonia de las más interesantes: la cola-
ción de grados universitarios de una pléya-
de de prestigios en pei-spectiva. .1 ioiU seig-
neur íout lionneiir. Su discurso sino es el re- 1
verso de su Mensaje,— tiene algo de caracte- "
rístico. Hay en esa pieza oratoria nutrida de
pensamiento, elegantemente fácil lo que se
DEL Rio de la Plata
87
echa de menos en su Mensage. Aquí hechos
y hechos, los millones que se han movido,
los hombres que han maniobrado,— lo ma-
terial. Allí, al contrai'io: el ideal en nombre
del cual se vive y sojuzga. Hay como se
vé, una sombra cuando so sube al vasto
escenaido de la Nación y un ra^^o de luz co-
mo sise vislumbrara la esperanza al enca-
rarse con la j uventud
Hay que vivir de compensaciones: vivi-
mos pues, y lo repito: esperemos.
Licio A\ Maxsii.la.
Post-Scripiii.jii
En la estampa ya lo que antecede y no
permitiendo la confección de la Kevlsta es-
cribir de un dia para otro, tengo que recur-
rir á esta nota.
Volviendo sobre la premura de nuestra
cancillei'ía en el asunto Metzlaff, recordare-
mos que en los archivos del Ministerio de
R. E. está el comprobante de otros asuntos
que han andado con pies tan pesados como
el de la <Jeuiie Amélie»,— que duró casi
veinte años. ¿Para qué hablar del caso
Dreyfus en el Perú, pendiente aún? Para
eso sirve la diplomacia, que en ciertos casos
(^%e\2i\'ieáQprocrastinai\ De ahí que, en
los reclamos comerciales, las partes prefie-
ran cualquier otro temperamento que no
sea la vía diplomática.
Sobre el estado de sitio y sus causas, visto
el mensaje, no tengo nada que agrega:':
abundan los documentos, los hechos, de
mayor ó menor gravedad, las conjeturas,
más ó menos plausibles,— siendo mi convic-
ción personal que «cuando el rio suena,
agua ó piedra lleva», en una palabra, que
había una conspiración contra el orden legal;
pero no abunda la doctrina, en virtud de la
cual, cuando eso caudal de datos se posee
por el poder publico, la previsión aconseja
salir de lo «normal», y mucho menos abun-
da la doctrina en que debe apoyarse la pro-
longación de un estado de cosas, «anormal».
REPÜBLICA ORÍEim DEL ÜRIIGÜÁÍ
CRÓNICA DE LA QUINCENA
Aún cuando hemos aumentado la canti-
dad de páginas de este número de la La Re-
vista, la abundancia de materiales nos obli-
ga á reducir á poco espacio la presente cró-
nica de la quincena. Por otra parte, el asun-
to principal que preocupa hoy la atención
pública, que es el proA'ecto Noetzlin, lo tra-
tamos separadamente.
« La Nación » de Montevideo que, como
se sabe, es comunmente el eco de las ideas
predominantes en las altas esferas oficiales,
se manifiesta de acuerdo con nosotros en
que es conveniente impulsar el renacimien-
to de la vida democrática en la República
Oriental, y solo no está conforme con la opor-
tunidad, creyendo que no sería conveniente
en la actualidad un movimiento de este gé-
nero «dada la situación delicada en que fi-
nancieramente se encuentra el país.»
Dice mas, agregando que ha insistido
numerosas veces por que se opere ese renaci-
miento con lo que viene á darnos razón, re-
conociendo que, como lo decíamos, estamos
fueradel orden institucional, con lo cual se
comprueba que nuestra divergencia está
en un solo punto.
Nuestro ilustrado colega montevideano
cree que los intereses financieros aconsejan
aplazar el renacimiento á la vida democrá-
tica, mientras que nosotros creemos y soste-
nemos que la efectividad del régimen de-
mocrático es base imprescindible de una
mejora efectiva en el orden financiero y
económico del país, como creemos y soste-
nemos que mientras no vuelva el país á la
vida realmente democrática, que dará repre-
sentación á todas las aspiraciones patrióti-
cas, hay que aplazar todos los negociados
que, como varios de los que se pro^^ectan,
comprometen por una generación los desti-
nos económicos de la República.
Harto injustos serán los que quieran en-
contrar en nuestras palabras un átomo de
pasión ó de malquerencia, puesto que no ex-
presamos mas que lo que la ciencia y la
experiencia enseñan y lo que el deseo pa-
Revista Económica
triótico de la felicidad de la patria nos acon-
seja.
No somos amigos de ostentar erudición,
como parece creerlo nuestro apreciable co-
lega, y si k citas solemos recurrir, ó es para
autorizar nuestra palabra con la de opinio-
nes de reconocida competencia ó como, en el
presente caso, para alejar la idea ó prevenir
el argument-) de que forjamos principios
con propósitos de oposición ú Gobiernos ó á
personas, cuando solo nos preocuparnos del
bien general.
Consecuentes con esto no es al Director de
e.sta publicación solamente á quienes los
lectores de La Eevista van á oir, sino á pri-
meras autoridades en el punteen discusión.
Oigamos íi los maestros de la ciencia: «El
hombre de Estado, dice St. León en su estu-
dio sobre Crédito Público, debe ver que hay
incompatilidad entre el ejercicio del crédito
público y el sistema autocrático: es preci.so
escojer entre uno y otro.->
«Es preciso convenir, dice Canga Argiielles
en sus Elementos de la Ciencia de Hacien-
da, en que solo con un Gobierno libre ó mo-
derado pueden negociarse con ventaja los
•préstamos. En el absoluto ¿quien fia? El ca-
pricho lo decide.»
«La autoridad, dice Juan Bautista Say en
su Cur.'ío Completo de Economía Política
que no está restringida por ninguna forma
tiene siempre menos ci-édito que los Gobier
nos representativos.»
«El crédito, dice Hernández Amores en
sus Nociones Elementales de Créditos Pú-
blico, quiere Gobierno representativo,q' con-
trate por la Nación y para la Nación, y
no por sí y para sí; quiere la seguridad que
dk la ley votada por el cuerpo de Represen-
tantes del pueblo, y ñola débil que puede
inspirar un monarca, cuya voluntades co-
munmente esclava de los caprichos de sus
favoritos» — Atribuye la prosperidad de In-
graterra y su crédito á la verdad de su ré-
gimen Representativo.
«Un sistema de crédito público, dice Pió
Pita Pizarro en su Examen Económico crí-
tico de la Hacienda, solo pupde tener esta-
bilidad en un Gobierno Nacional representa-
tivo porque es el menos suceptible de abu-
sar de su autoridad».
Abrámoslas píiginasde la Historia Fnan-
ciera de la América y siempre nos encon-
traremos inexorablemente con que el incon-
dicionalismo Parlamentario, la autocracia
del jefe del P. E. ha tenido por consecuencia
lógica cuando nó la bancarrota, exorbi-
tantes compromisos para el erario, sin com*
pensación para el país, y los más funestos
errores económicos.
La omnipotencia no solo favorécelos abu-
sos de los que mandan, sino que en muchos
casos llevan k estos A los mayores errores
aun con buena intención, no supliéndose
nunca ni por las más revelantes condiciones
individuales las garantías de acierto que
presenttfi el voto libre y el debate consciente
délos Representantes genuinos de las aspi-
raciones, de las tendencias 3- del sentido
práctico de la Nación.
Ahí tiene el colega demostrado y com-
probado como el renacimiento ala vida de-
mocrática en vez de aplazarse en beneficio
de las condiciones financieras del país, debe
anticiparse y hacerse una verdad en vista
mismo de nuestra actual situación, como
medio de reparar los males por su base y
como condición indispen.sable para poder
adoptar, con garantías de éxito, las medi-
das'trascedentales que en beneficio del país
deben tomai se. Un hombre por privilegia-
do que haya sido por la naturaleza, no pue-
de tener la pretensión de acierto como la
que presentaría la opinión del país qup, por
cierto, no es siempi-e la de cuati'o individua-
lidades que monopolicen la prensa, é invo-
can inautoi'izadamente su nombre.
Tiene siendo igualmente, en el orden po-
lítico, materia de discusión, los procedimien-
tos que más convienen para la constitución
de la Comisión Directiva del Pai-tido Colora
do, materia ([ue no puede dilucidarse sol
teóricamente.
Los procedimientos á los que deben darse
preferencia .son los que mejor puedan pre-
servarnos de la acción anti-democrática que
tan tristes frutos lia dado al país 3' á los par-
tidos.
La cuestión de los derechos políticos de
los militares también tiene y muy ju.sta-
mente preocupada la opinión pública y
muy especialmente al Partido Colorado, de
cuyas delibei-aciones se persiste en quei-er
mantener separados á numerosos miembros
DEi, Rio de la Plata
89
prestigiosos por sus servicios y probada in-
dependencia.
Consecuente con esa tendencia, si nú in-
tencional, lo que no queremos presuponer,
al menos, prácticamente contraria á los in-
tereses de ese partido y al renacimiento do
la vida democrAtica, la Comisión de Milicias
de la H. Cámara de Representantes ha infor-
mado sobre el oportuno y patriótico proyec-
to del Representante Dr. Don José Román
Mendoza, y en vezde modificar sustérminos
sin en algvín punto no lo juzg-ase conve-
nientes, ó presentar un proyecto sustitutivo
que satisfaciese el objeto que se tiene en
vista, se limitó á aconsejar el tradicional
Archívese con que se vienen anulando las
iniciativas parlamentarias.
Entrado el país en un período de franca
reacción, es de esperar que las Cámaras no
se queden atrás y no nieguen su voto á un
proyecto que como ese está destinado no
solo á beneficiar políticamente al país, sino
á suprimir una causa de frecuento descon-
tento, y á colocar á la clase militar en las
condiciones constitucionales que le corre.s-
ponden.
Uno de los resultados de no haberse pro-
cedido antes en el sentido indicado por
el Dr. Mendoza fué el de encontrarse el
Gobierno en el caso de mandar arre.?tados
álos distinguidos jefes que asistieron alas
democráticas i-eunionesdel partido Colorado,
que tuvieron lugar últimamente, y que, co-
mo democráticas y pacíficas, no están en el
ca.so de lo que racionalmente pueda pro-
hibirse á los jefes que, no teniendo mando
de fuerzas, no están en realidad en .servi-
cio activo.
Ya que de esto hablamos, no podemos dejar
de detenernos sobre el segundo arresto que
esos jefes han sufrido motivado por el hecho
de, al concluirse el primero, no haberse pre-
sentado al Sr. Presidente de la República, lo
que sentimos tener que decir que no juzga-
mos que correspondía al caso.
Lo que las ordenanzas militares en todos
los países disponen, es que cuando un oficial
subalterno sea arrestado por cualquier fal-
ta, él debe, al terminar el arresto, presen-
tar.se al superior inmediato á fin de comu-
nicarle que está nuevamente pronto para el
.servicio.
Desconociéndose los objetos á que e.sto
corresponde, se ha extendido la obligación á
las clases superiores, llegándose, com > en es-
te caso, á lo que ninguna razón de servicio,
uingunacon.sideración de buen sentido, pue-
de justificar.
Hay más, el Presidente de la República
no era el superior inmediato de los jefes
arrestados, de modo que aún en el ca.so de
deber ellos hacer la comunicación de estar
prontos nuevamente para el servicio, á quien
únicamente debían dirigirse era al Estado
Mayor ó al Ministro de la Guerra, óá cual-
quier otro que fuese el superior inmediato.
Para las ordenanzas la falta de parte de
un Coronel, por ejemplo, no estaba en no
hacer la comunicación al Presidente direc-
tamente, .sino precisamente en el hecho con-
trario, esto es en hacerlo prescindiendo de
los superiores inmediatos.
Lo que se ha exijido, además de depre.sivo
contra quienes tienen títulos á todo género
de consideraciones, con.stituye una falta á
los principios cardinales de la organización
militar.
Con la imparcialidad que nos caracteriza
agregaremos que esa errada inteligencia
que seda á las ordenanzas militares, no es
obra del actual Gobierno.— Viene de atrá.s.
El male.star económico se sigue acentuan-
do como es natural que suceda mientras no
se remedie la raríficación del medio circu-
lante, que vá anulando todos los valores, y
.se prosiga, en estas condiciones, forzándola
liquidación de todas las obligaciones pen-
dientes.
Mientras tanto, los que tienen en sus ma-
nos sacar al país de ese camino de postra-
ción 3?^ de ruina, se entretienen en debatir
abstractamente las excelencias de la circu-
lación oro, .sin apercibirse deque, como ya
lo hemos dicho en nuestra Crónica ante-
rior, no basta que la moneda no se depre-
cie, sino que es también indispensable tra-
tar que no se vaya, como pasa ahora en el
Estado Oriental, á la anulación de todos
los valore.s, debido á la e.scasez del medio
circulante.
Las conveniencias generales de un país
aconsejan huir en lo posible de uno y otro
extremo, y considerar no solo á los que de-
00
lÍRVrSTA 1m'oX(').MICA
ban recibii- dinero, sino también á los que
teng-an compromisos 6 pag-ar.
De ahí el que no se pueda sensatamente
obtar por el papel, por la plata ó por el
oro, sin apreciar las condiciones especia-
les en que encuentre un país, que son las
que determinan la conveniencia del medio
circulante ú que se deba recurrir.
Desconocer esto importa revelar falta
completa de toda noción de las funciones
que A las monedas corrresponden.
REVISTA BURSÁTIL
Necesidades del gobierno nacional para el
pago del cupón de Junio do sus empréstitos
en servicio, le han hecho fuerte comprador
de oro en la quincena, y el comercio que ha
podido descontar todos los documentos de
su cartera k tipos entre 7 12 «/y y 9 '',>, libe-
ralmente, ha aprovechado también esta
ocasión pai'a remitir á sus acreedores de
Europa sumas de tantas consideración como
justifica la baja de los cambios sobre Lon-
dres de47 3;-lá47 3 8.
Sin embargo, el alza en el precio del me-
tálico no ha sido mayor de sesenta centavos
en onza en la quincena, que termina con la
cotización do 5:1.40 ó sea 328,10 %, lo que
prueba que la tendencia de valorización de
nuestro billete sigue 3' eso quo aun faltan
12 dias para la elección de Presidente de la
República, heclio que muchos esperan para
desprenderse del oi'o ¡idquií-ido en los pasa-
dos dias de susto.
Se nos dice porpersona generalinonto bien
informada que lian llegado hoy á dos casas
inglesas wuy conocidas de esta plaza, órde-
nes telegráficas de Londres para venta de
oro fin de Junio é inversión de papel en
buenas colocaciones. Si la -noticia es exacta
y repetimos tenerla do buen origen, habrá
que creer en una gran mejora del juicio in-
glés S'.'bre el porvenir argentino quo podrá
influir grandemente en las próximas cotiza-
ciones delmetálico.
En diez por ciento han mejorado los che-
.quesdel Banco Nacional á causa de mejores
noticias de su liqui(lación y algún movi-
miento especulativo que acompaña siempre
tales rumores.
Notamos un punto de alza en Cédulas Na-
cionales, consecuencia de la mejor posición
de todo /o Xacional é invariables las Pro-
vinciales por las razones expuestas en nues-
tro número anterior.
Los empréstitos de 1891 3' 1892 han subi-
do 2.30 y 5.20 0/'^ respectivamente, siguien-
do la proporción con el tipo de interés en
plaza. Haj^ además para estos valores co-
mo motivo de alza, la reapertura de la sus-
crición de acciones del Banco de la Nación
para los días del G al 20 de Junio con títulos
del 91,. y especulaciones en aml)os conque
empieza á despertar nuestra Bolsa.
Diez por ciento de alza en Banco Espa-
ñol, once por ciento en Banco de Italia, uno
y medio en Banco Italiano y ©cho y medio
en Banco Francés justifican nuestras pre-
visiones en revistas anteriores. Bastos precios
son firmes, pero nos parecen en general su-
ficientes por el momento.
El bclance publicado poi* la Compañía
Primitiva de Gas ha mejorado la cotización
de sus acciones en 21 0,'^, así como el de «La
Ai'gentina» fábrica de papel en 15 o/" no-
tándose en general mejora en todos los valo-
res especialmente los industriales que se
anuncian 3'a como los dueños del próximo
período de fiebre, y, lógicamente, autores de
la próxima crisis. Seguirá así la Repúbli-
ca-Vrgentina su desai'rollo natural: funda-
ción de la ganadería— crisis de 1874; fun-
dación de la agricultura— crisis de 1890;
fiindación de la industria— crisis de. . . (
Nada podemos decir de oscilaciones de va-
loros en la Bolsa de Montevideo desde que
los pocos que allí se tratan permanecen es-
tacionarios. Se persiste en creer posible la
fundación de un Banco Nacional con capi-
tales exti'angeros, aunque tengan á la vista
que esos mismos capitales se resisten á en-
ti-ar en mejores condiciones en un Banco de
mayor porvenir como es el de la Nación Ar-
gentina, y se descuida por completo la fun-
dación ó al menos el estímulo de fundación
en los departamentos, do bancos locales que
liijren á la República Oi-iental de la conges-
tión cerebral que padece con la mitad de su
población y la totalidad de sus recursos en
la capital.
V.
DKL Rio df. la Plata
91
MoYimienlo Mrsátil de h segunda quincena de Mayo de 1892
BOLSA DE BUENOS AIRES
(DEL U AL 31 DE MAYO)
HASTA Mas bajo I Mas alto
•; MAYO 14
Metálico i
Onzas ' ! I 52.80
Libras e.steriuias. .. ; ' 16.36
Cambios
Iníílateri'fi 41
Fi'íincia
Bélgica
Alemania
5.02'
5.03'
4.07'
Cheques
Banco Nacional 31 .50
Banco de la Provinci-i.. I 52.r)0
Banco Hipotecario cié l.i i'iovjncia— buuu.s. I 14.ri0
Banco Iñudes dol liio de la Plata (papel)... i 20 —
» » » (oro) ' 7 —
Cédulas Hipotecarias Nacionales
de renta
Serie A
(oro) 5 %
>> A
m/u 7 "/j
» B
» 7 %
» Ü
» ■/ "/.,
» D
» 7 "„
■> E
•' 7 \
Cédulas Hipotecarias Provinciales
Serie A (oi-o) O % do renta
$L
8 «/o
» fi "/o
min () "i,
» 6 "/,
» 8 \
» 8 0,,
» 8%
» 8 %
^l ra/n 8 %
N » 8 "/o
O » 8 \
P y 8 ^'
Fondos y Títulos Públicos
Fondos Públicos Nacionales de 1884.
Empréstito Nacional Interno 1891 . . .
Id. de 1802
Loteria Municipal de la Capital
30 -
97 —
95 —
89 —
93 —
94 -
12 —
30 —
29.50
30 -
30 -
29.50
30 -
30.40
30.50
30.50
30.30
30.40
30.50
oó —
62.20
53 —
35 —
52.80
16.40
47.'/,
4.98'
4.99';
4.04
22
50
15
20
7
31 -
99 —
90.50
92.50
94 —
12 -
31 -
30 . : O
28.50
28.60
32 —
31.50
30 —
30 -
29.80
30 -
30 ~
29.90
53 -
62 —
55 —
35 —
Ultimo precio
niST.i.
MATO 31
54.70 53.40
17 — 16.60
47.% I 47.%
5.02'/, 4.98
5.03'/¡ i 4.99
4.07',V
31.50
53 —
16.50
20 —
7 —
31 -
99 —
95 —
91 —
93.80
94 -
12 -
32 —
31 -
20 -
29 —
33 -
31..^.0
30.60
30.50
30.40
30.40
30.40
30.40
53 -
63.50
58 —
35 —
4.03
21 -
53 —
16 —
20 -
31 -
99 —
95 —
90.50
92.50
95 —
12 -
32 -
31 —
28.80
28.90
33 —
31.50
30.20
30.20
30.20
30.10
30.20
30.20
53 —
64.50
58.20
35 —
92
R¡^VISTA ErOXÓMICA
lUltimo precio
I HASTA Mas bajo
Mayo 14
Más alto
Acciones
BANCOS
96
Español del Rio de la Plata
Italia y » :>^ » » (oro) 75 —
Crédito Real 27 —
Nuevo Banco Italiano i 40 —
Banco de la Bolsa 39.50
Francés dol Rio de La Pinta ^.' 37 —
Hipotecario de la Capital (Bono> uro; ".. 41 —
Constructor de La Plata 4.50
Id. id. (obligaciones) ; 0.60
Agrícola Comercial...^ i 15 —
Banco Inmobiliario ! 25 —
Banco de Comercio 1 75 —
Banco Caja de DescueMitos ¡ 80 -
Comei-cial de La Plata.
Comercial
compañías
8.50
30 -
La Edificadora 80
La Previsora (Corapañia de Seguros) ¡ 29
La Primitiva Compañía de Gas '[ 65
Gas Ai'geníino I 40
Empresa del Edificio de la Bolsa 1125
La Argentina (fábrica de papel) 6i
Muelle y Depósitos de las Catali n;;s 780
La Buenos Aii-es (Compañía de Seguros),.. 80
Compañía General de Reaseguros ! 7
Kid y C'-» - 8
Telegráfico Telefónica i 6'j
BOLSA DE MONTEVIDEO
(DEL 15 AL 31 DE MAYO)
Acciones Banco Nacional ' 8.20
Billetes » » 58 —
Deuda Unificada 40 —
Títulos hipotecarios Serie 1) 28.90
Cédulas hipotecarias » A 29 —
Id. id. - B 28 —
Deuda araortizable • 33 —
Deuda del Interior 33.40
Deuda Independencia 31.20
CAMBIOS
Inglaterra 51 . ' ^
Francia... 5. 37
Bélgica nominal
Alemania 4.36
100 —
80 -
27 —
41.50
39.50
38 -
41 —
4. -50
0.80
17 —
30 -
70 —
80 -
8.50
30 -
80 —
29 —
82 -
40 —
125 -
80 —
7.70
30 -
15 —
65 —
7.50
55.80
39 -
28.70
28.30
28 —
33 -
32.80
31.20
50^;,
5.33
5.34
4.30
110 -
86 —
27 -
43 —
39.50
45.50
41 —
4,50
0.80
17 —
30.50
80 —
80 -
8.50
30 -
80 -
29 —
87 —
40 —
125 —
80 -
8.10
30 —
7 —
15 -
65 —
8 —
64.40
39 —
29.50
29 —
28 -
33 -
33.20
31 .20
51.1/,
5.36
5.36
4.32
HASTA
MAYO 31
106 -
86 —
27 -
41.50
39.50
45.50
41 —
4.50
0.80
17 -
30.50
80 -
80 —
8.50
30 -
80 -
•?9 -
86 -
40 —
125 -
80 -
7.80
30 -
7 —
15 -
65 -
7.50
55.80
39 -
28.70
28.70
28 —
33 —
32.80
31.20
üO.';«
5.33
5.34
4.30
2* Época.— Mm. 4
í.") (le junio de 1892.
REVISTA ECONÓMICA
DEL
RIO DE LA PLATA
DIRECTOR: DOMINGO LAMAS
La (Íue^í5ión Monetaria i^r^geníiina
El rápido descenso del oro que al presente
se maniflesta en nuestra Bolsa de Comercio,
es un hecho que no dehe preocupar menos
la atención pública que la fuerte deprecia-
ción que la conmovió hace algunos meses
y que tan honda impresión hizo en el áni-
mo popula)'.
Hoy el peso nacional viene valiendo cada
dia más pero no solo en relación al oro sino
también, en mayor y menor proporción, en
relación á todo.
ün aumento de valor limitado ala rela-
ción con el oro seria un hecho solo esplica-
ble por una transitoria importación que de-
primiese éste metal en los límites estrechos
délos g-astos é intereses que representa su
exportación, pero lejos de importaciones de
metálico tenemos más bien necesidades de
exportación, de lo que se deduce que la va-
lorización que presenciamos es consecuen-
cia de un aumento de ti-ansacciones, de
una escasez relativa de papel.
Considerada así, la valoi'ización es un
buen síntoma, si bien ella lepresenta una
cantidad negativa para el progreso yel bien
estar social, pues da la medida de una esca-
sez de numerario y de una fuerza de com-
prensión que contrarían el desenvolvimiento
general al' mismo tiempo que vienen á alte-
rar las condiciones propicias que tanto han
favorecido el desenvolvimiento del trabajo
nacional, y á alterar en el orden privado las
facilidades escenciales de liquidación de
los compromisos internos, á la pai* que
crea, en cuanto á los oficiales, nuevas di-
ficultades que no se compensarán con los
beneficios aislados de empresas y casas de
comercio extranjero que son las que princi-
palmente lucran con la baja del oro.
Sabemos bien que en esta apreciación nos
separamos de las ideas preponderantes en
el gobierno y en la prensa del país, escepcióu
hecha de nuestro ilustrado colega «El Dia-
rio», pero tenemos plenísima conciencia de
lo que afií-mamos.
En el orden económico hay que observar
prolijamente y distinguir con claridad, so
pena de incurrir en los más graves y per-
judiciales errores.
La valorización de los bienes generales no
es lo mismo que la valorización de las mone-
das; una y otra son mas bien fenómenos fun-
damentalmente antagónicos, así como es me-
nester tener presente el error que encierra
el considerar el valor escrito de los billetes
como su par ó tipo normal, puesto que para
las transacciones, el verdadero tipo á la par
es el que corresponda á la relación de los
billetes con los demás valores; de modo que
toda valorización no importa mas que bene-
ficiar la situación de los que tengan que co-
brar á cspensas de los quotenganque pagar,
al mismo tiempo que, como lo vamos á de-
mostrar, viene á favorecer á los que tienen
que importar á espensas de los que tienen
que producir.
La experiencia universal ya ha compi-o-
bado la falsedad del principio de la rcgln-
mentación natural de la moneda, fundado
en el equilibrio que se creía conseguir con
una compensación matemática del aumento
ó disminución de la cantidad de ésta por el
alzaóbajade los precios, demostrando quela
94
Revista Económica
primera es elemento de espansión, y que la
mayor demanda que provoca puede compen-
sai'lo, mientras que la disminución no ataca
solo los precios, sino el giro y la solvencia ge-
neral, aparte de que las espansionesó restric-
ciones de numerario, actuando sobre las de-
mandas de distinto modo, y luchando con
los liábitos que tanto influyen en los precios,
subvierten las condiciones generales econó-
micas de la producción y délos consumos,
con la particularidad de que las valorizacio-
nes o relativa escasez del medio circulante,
importan siempi-e una desventaja en la esfe-
ra de la concurrencia universal.
Emilio Laveleye establece que la rarifi-
cación del medio circulante, que en el caso
Argentino puede traducirse por su valori-
zación, «importa la baja de los precios nopro-
ducida por la abundancia de los productos, ó
lo que es lo mismo, la crisis lenta, insidiosa.
continua; es el arrendatario que no puede
pagar sus arrendamientos; es la tierra que
vuelve á quedar inculta; es el comerciante
oltligado á pagar mas caro de lo que há
comprado; es el industrial en el caso de fa-
bricar los productos con pérdida; es la de-
presión de los negocios, y, por consecuencia
la baja de los salarios.»
El ejemplo de la República Argentina
es análogo al de la India. La valorización
del medio circulante sería, en sus con-
diciones presentes, la pérdida de ventajas en
que.se funda su actual prosperidad agríco-
la é industrial.
Elcaso de la India ha sido detenidamente
estudiado por las dos comisiones inglesas,
creadas, la una para investigar las causas
de la depresión del comercio, y la otra, para
informar sóbrelas cuestiones referentes á
la cii-culación deloro y de la plata, asi como
por numerosas comisiones y autoridades en
materias comerciales. — Las investigacio-
nes á que procedieron han comprobado
que no obstante la baja de un 27 o> en la
plata, que constituye el medio circulante
de esa posesión británica, en 1884, los precios
de la mano de obra, de la tierra, casi todos
los costos de la producción, no habían au-
mentado, de modo que los artículos de ex-
portación vendibles á oro venían á produ-
cir tanto más á la agricultura y á las indus-
trias indianas cuanto más ascendía la pri-
madel oro, al propiotiempoque losartículos
de importación resultaban, en la moneda de
la India, sobrecargados por esa prima.
M. Greenfell, antiguo Gobernador del Ban-
co de Inglaterra, ha caliñcado esa deprecia-
ción de la plata de un derecho protector en la
Indiade27 -'o contra los productores europeos.
El señor L. R. Everett representante de una
Cámara de agricultura inglesa, agregaba,
con e.ste motivo, en el Congreso celebrado en
Manchesterel 5de Abril de 1888, las siguien-
tes palabras que recomendamos á los oristas
extremos de la otra margen del Plata, y en
esta, á los inconcientes partidarios de la valo-
rización del papel.
'Tal es. dice, exactamente la situación en
que nosotros, agricultores de la Gran Breta-
ña, nos encontramos enfrente de los concu-
rrentes de los países con cii'culación á plata,
que pueden vender sus productos con una
rebaja de 20 á 2o o o, calculado en nuestra
moneda de oro, y realizando los mismos
beneficios que antes.— Es inevitable que la
cultura del trigo y de la tierra misma en
todo el territorio inglés perecerá, si este e.s-
tado de cosas se prolonga.»
Desde el punto de vista industrial, la opi-
nión de Mr. Greenfell aparece también com-
pletamente comprobada, habiendo provoca-
do en la India, la prima de la depreciación de
su moneda, tal movimiento industrial que
hasta para la provisión de tejidos ella se
emancipó de Inglaterra. Las fábricas de
Manchester se cierran para abrir.se en Bom-
bay y. de.senvuelta esta industria, la India
no.se limita á emanciparse de la importa-
ción de tejidos sino que va más lejos, .se
vuelve á su vez exportadora y con mano de
obra más barata, hace ya concurrencia ven-
tajosa á la Inglatei'ra en los mercados de la
China.
La depreciación de la moneda sólo perju-
dica en la India á los que tienen que pagar
servicios exteriores en oro.
La analogía con lo que entre nosotros su-
cede es, como se ha visto, tan completa, que
su ejemplo no puede dejar de aprovechar.'^e.
Aunque no se haya procedido aquí á tan
pi'olijas inve'^tigaciones como las délos ingle-
ses, es de todos notorio que, en general, la
baja del papel no ha afectado ni los arrenda-
mientos de los campos, ni las locacioues ur-
DEL Rio DE LA PLATA
95
bañas que se rig-en por la oferta y la de-
manda local, ni gran parte de los artículos
nacionales de alimentación, ni los salarios,
de un modo sensible, mientras que los pro-
ductos de exportación han visto aumentar
sus precios en papel y se han encarecido los
productos industriales extranjeros casi en
la proporción en que este so ha desvalori-
zado.
Tal es la explicación del desenvolvi-
miento que se nota en la producción ag-rí-
cola é industrial de todo el país, no obstante
la crisis que por diversas causas se ha pro-
ducido.
La valorización del papel es el cambio de
estas condiciones propicias; i-especto de las
industrias agrícolas es la disminución de
producto sin disminución de costo aprecit:-
ble, puesto que arrendamientos y salarios se
pagarán lo mismo, esté el papel á cuatro-
cientos, á trescientos ó á doscientos, y los
fletes no han de bajarse tampoco como baja
el precio de los productos agrícolas en la
proporción de la valorización; para las in-
dustrias urbanas, es la baja del costo y la
baja de los derechos de los artículos de
producción extranjera concurrente, sin ,1a
compensación de una baja correlativa en los
costos de la producción nacional.
Vemos por esto, en el movimiento de va-
lorización, el peligro de una crisis que
afectaría lo único sano y lo único próspero
que en el orden económico subsiste en el
pais, y éste grave mal no tendrá compen-
sación porque, si por una parte se facilitan
por éste medio los pagvjs al estrangero del
comercio, por otro se neutraliza el alza de los
valores nacionales y el aumento de la pro-
ducción que deben facilitar las liquidacio-
nes pendientes.
Considerando el asuntodel punto de vista
de los compromisos de la Hacienda Nacional,
la valorización del papel, con el sistema de
cobrar en éste los derechos según el tipo del
oro, importará maj'or descenso de rentas que
ahorros en los pagos á oro que se tengan
que efectuar.
Dejándose hacer y dejándose pasar las
cosas, sin que medida alguna de carácter
general venga á modificarlas, tendremos
que la mejora de las condiciones del país,
que estendiendo el uso de la moneda la va-
loriza, encontrará en el mismo hecho de la
valorización una fuerza adversa que com-
pi'imirá toda reacción favorable en las con-
diciones económicas de la República, ata-
cando las fuentes de la producción y la li-
quidación de los negocios.
De ahí, de esa lucha, un malestar de una
parte y por otra un límite forzosamente cir-
cunscrito al movimiento valorizador.
Si en vez de tratar de normalizar el tipo
del papel en los límites en que actualmente
se encuentra y de remediar toda falta de
medio circulante, se adoptase como norma
el insensato ideal de su valorización, de
modo á acercarlo á su valor escrito, el
poder industrial del país se vería en bre-
ve anulado, las linuidaciones pendientes
dificultadas y, ala crisis comercial y déla
especulación, tendríamos que se ag-regaria
la de la producción en toda la esten.si(3n de
la República.
Las fluctuaciones de la moneda son un
mal, pero los movimientos de depreciación
nunca alcazan á igualar en sus efectos per-
judícales á los que presenta la valorización;
aquellas perturban, esta arruina.
La ci'ísis que sobrevino en Ingiateri-a
con el alza y la conversión á la par de los bi-
lletes emitidos durante las guerras con Na-
poleón L es uno de los grandes ejemplos de
los inconvenientes y de las ruinas que son
siempre la consecuencia de la apreciación
del medio circulante.
Al tratarse de volver en Inglaterra á la
conversión, se propuso en el Parlamento re-
ducir las libras á 15 shelines con el objeto
de hacer menos sensible la alteración que
se produciría con el restablecimiento de la
conversión. La idea no fué aceptada, y para
que puedan apreciárselos efectos prácticos
de este error, las consecuencias de la valori-
zación del papel, trancribiremos las obser-
vaciones de J. B. Say, que encontramos en
una de sus notas en las obras de Storch.
La primera medida adoptada por el Banco
de Inglaten-a para valorizar sus billetes y
prepararse para la conversión, fué la de res-
tringir su circulación, lo que, sin embargo,
no realizó en vasta proporción. Lo que mas
contribuyó á la valorización de sus billetes
fué el aumento de población y de transac-
ciones.
96
Rev/sta Económica
«¿Cuáles fueron, pregunta J. B. Say,
los efectos de esa valorización de la moneda
en la economía social de Inglaterra? »
«La moneda corriente de Inglaterra (bi-
lletes de Banco) habiendo aumentado de va-
lor en la proporción de 100 á 150, próxima-
mente, todas las personas que contrataron
obligaciones de pagar 100 durante la de-
preciación, tuvieron que saldarlas con 150.
Se comprometieron á pagar un valor que
conocían con el nombre de 100 libras ester-
linas, y fueron obligados, con el mismo
nombre, á pagar un valor mucho más fuer-
te que el valor estipulado, l'n agricultor,
por ejemplo, que se había comprometido á
pagar k su propietario durante diez y ocho
años un ari-endamiento de 100 libras, valor
en el momento del contrato, paga ahora con
el mismo nombre de 100 libras esterlinas un
valor igual á 150 libras esterlinas. Y como
los productos de la tierra han bajado en pro-
porción del aumento del valor de la moneda,
y todavía más, ya ho\' no vende su trigo
mas que á 45 chelines el cuarter, mientras
que el precio corriente cuando celebró .su
contrato de arrendamiento era de 75 cheli-
nes. Debido á esto, la mayor parte de los
arrendatarios se arruinaron, y una vez arrui-
nados los propietarios perdieron su renta.
«Lo contrario sucedió con los funciona-
rios públicos; r.us sueldos habían sido au-
mentadosen la época de la depreciación de
la moneda y no se redujeron cuando vino
la valorización. Los rentistas que habían
prestado una moneda depreciada cobraban
sus intereses en moneda valorizada qvie era
lo mismo que habiendo prestado 200 libras
recibir el interés de trescientas. El servicio
de las deudas, los sueldos, las pensiones que
forman nueve decimos de los gastos del E.sta-
do, no habiendo sido disminuidos de un mo-
dosensible,losimpuestosno se disminuyeron
al valorizársela moneda. Pero ¿con que los
productores pagaban sus impuestos?, con
los beneficios etc. que bajaron en la propor-
ción de la baja de los productos. De ahí
gran desorden en la fortuna de los pro
pietarios territoriales y en las clases laborio-
sas de la sociedad».
Juan Bautista Say, dice por ultimo, que
«te reinh'ff ración del valor monetario, fué
mas funesto d la Inglaterra, aimqiie no se
irataha más que de tina xalorización de iOO á
150, que lo que liabia sido su depreciación;
más funesta que lo que fué para la Francia
el descrédito completo de los asimilados».
Economistas distinguidos de nuestra épo-
ca reconocen los efectos ruinosos, devasta-
dores del trabajo nacional, y germinadores
de crisis, que producen las valorizaciones de
moneda, pero, para no estendernos dema-
siado nos limitaremos á hacer ver como la
Austria Hungría, al volver al régimen me-
tálico, trata de evitar el inconveniente fu-
nesto de una valorización de moneda.
El informe de D. Richard Lieben de la
Cámara de Comercio de Viena sobre la re-
forma monetaria en .\ustria Hungría .sos-
tiene que. aiin cuando la moneda metálica
del Imperio tenga que diferenciarse de la
de los países vecinos, no debe establecerse la
alteración de lo que actualmente represen-
ta el papel inconvertible.
«Es indudable dice, que los intereses del
comei'ciude exportación serian gravemente
pei-Judicados, sí como se cree la reforma mo-
netaria tuviese por objeto fijar en 2 marcos
el valor del florín. Una medida semejante
perjudicaría además muchos otros intere-
ses. Sucedería todo lo contrario sí ésta re-
forma consistiese, como debe consistir, en dar
al florín su valor actual, que quedaría fijo
é invariable.»
Courcelle Seneuil no vacila en condenar
el sistema de valorización del papel adopta-
do en Inglaterra, al volver de la inconver-
sión, «por alterar los contratos en perjuicio
de los deudores como se habian alterado en
la época de las emisiones en perjuicio de los
acreedores, agregando que una medida se-
mejante debe necesariamente deprimir la
mayor parte de las transacciones, » — Consi-
dera que fué mas juicioso y mas equitativo
el preceder de la Rusia cuando, el P de
Julio de 1839, dispuso la conversión cam-
biándose los billetes antiguos por billetes
metálicos á razón de 3 '/, porque era el precio
del día.
Ese procedimiento acertado lo adoptó tam-
bién Buenos Aires cuando convirtió sus
billetes á 25 por 1, que era el precio co-
rriente.
El ejemplo Norte Americano, aunque fué
muy lenta la valorización, comprueba igual-
DEL Rio de la Plata
97
mente como ésta no puede efectuarse jamús
sin graves daños para la producción y sin
provocar g-raves crisis que pueden degene-
rar en pánicos, como el de 1873 en los Esta-
dos Unidos y malestares prolongados como
tuvo ese país, no obstante sus grandes fuer-
zas de espansión económica, desde esa fech a
hasta ya entrado el año de I8'i9.
Es de advertir que la valorización operada
desde 1865, al finalizar la guerra apenas fué
en 14: años de 29 c. por dollar.
La ciencia y la experiencia universal es-
tán, como se vé, indicándonos como incurren
en lamentable error los que aplauden y los
que impulsan la baja de oro como un ideal
de bien estar y de prosperidad nacional.
Ella podrá convenir á una minoria del país
y á los acreedores é introductores estrange-
ros, pero, en cambio, es la dificultad para la
liquidación déla mayor parte de los crédi-
tos aquí pendientes, es detener el traba-
jo industrial urbano; es restringir la pro-
ducción agrícola; es disminuir los bene-
ficios de la ganadería y detener la reacción
que empieza á manifestarse en el valor ter-
ritorial; es crear mayores trastornos que los
que produjeron la depreciación.
Lo que debemos buscar no es la valoriza-
ción, sino la normalización del medio circu-
lante, y, mientras ésta no sea posible, hay
que evitar que aquella se acentúe, lo que
el Banco de la Nación tiene en sus manos,
sin que lo que decimos importe aconsejar
que deba abrirse de nuevo la puerta á emi-
siones de papel para entregarlo á la especu-
lación ó al favoritismo, pues entre el uso
discreto y el abuso ha^' un abismo.
la nayegacion del Rio de la Plata
A COMIENZOS DEL SIGLO XIX
El Río de la Plata gozaba á comienzos de
este siglo de los beneficios de la libertad co-
mercial, habiéndose igualado, por el regla-
mento de 12 de octubre 1778, su navegación
á la de los demás puertos habilitados en las
Indias, medida, cuyo planteamiento se re-
tardó no obstante haber desaparecido, con
la estinción de los galeones y de las flotas.
las razones de fomento de las ferias de Poito-
belo, y el interés de los monopolizadores del
comercio del Perú, que sirvieron de base
para que á pesar de las representaciones de
Buenos Aires, se conservasen cerrados estos
puertos con raras excepciones hechas de tar-
de en tarde.
Esto, asi como el haberse deíalojado á los
Portugueses de la Colonia del Sacramento,
permitió autorizar, á la vez, el comercio ter-
restre del Río de la Plata con Chile y el Perú
que se concedió por otra Cédula de 1778.
Poco antes de éstas franquicias, las comu-
nicaciones marítimas del Río de la Plata
habían realizado un progreso notable con el
establecimiento de los correos marítimos
españoles que. en 1765, se establecieron con
Montevideo, y que salían de la Coruña cada
dos meses, con el objeto de traer la correspon-
dencia que pasaba al Perú: pero éstos eran
buques de pequeño porte, como lo eran los
navíjs de avisos que desde el siglo XVIseex-
pedían por cuenta del comercio de España.
Buques que no excedían de cien toneladas y
llevaban poca cai-ga, teniéndose en vista
para ello entre otras consideraciones no per-
judicar «á lo velero y bien regente del ba-
xel».
La reforma liberal, tan tardíamente adop-
tada, debía producir en éste un efecto pro-
porcionalmente mucho más considerable que
en los demás vireA'natos.
Suprimida la Aduana seca de Córdoba y
libertada la navegación del Rio de la Plata,
éste vino, desde luego, á ser no sólo el centro
de todo el comercio del Yireynato, sino tam-
bién de parte del de Perú y del de Chile, be-
neficiándose principalmente el puerto de
Montevideo debido á la superioridad que
entonces presentaba para las comunicacio-
nes ultramarinas.
Esta reforma no sólo beneficiaba á las co-
lonias sino que también debía dar. como dio,
por resultado un considerable desarrollo en
el tráfico de la Metrópoli.
En 1795, la entrada de buques al puerto
de Montevideo, procedentes de España, as-
cendió á treinta y cuatro, y la salida con des-
tino á la misma, fué de treinta y seis bu-
ques.
En el siguiente año la entrada de buques
procedentes de España a.scendió á setenta y
08
Revista Económica
tres y la salida para España á cincuenta y
uno, lo que dá un aumento de entradas y
salidas en un año de setenta y tres por cien-
to. El aumento en los valores importados y
exportados fué igualmente muy sensible,
como puede apreciarse por las sig-uientes
cifras.
En 1795, el total del valor importado de
España por el puerto de Montevideo fué de
8 f. 1.927.464,02 y el total de la exportación
$ f. 4.784.114; y en 1796, la importación su-
bió á $ f. 2.853.944,03 y la exportación k$
ftes. 5.058.052,04.
Es de advertir que ese exeso de exporta-
ción, no fué en los primeros años, formado
por la salida de frutos dados en cambio de
las importaciones sino, principalmente, por
remesas de oi'o y plata acuñado y en pasta.
En la exportación de 1795 los frutos ascen-
dieron á S f. 67-1.766; en 1796. la expoi'ta-
ción de frutos subió á ^ f. 1.076,877 y. al fi-
nalizar el siglo, en 1799. la exportación de
frutos ya habia subido á $ f. 2 162.206,04
igualando con corta diferencia el valor de
los metales que se extraían del puerto de
Montevideo, provenientes en su mayor par-
te de las minas del Vire.ynato.
Para tener una idea de lo que ese movi-
miento representaba para Montevideo ha^''
que recordar que según la apreciación de
Azara, la Banda Oriental no tenía más de
30.000 habitantes en 1796 y avln concedien-
do á su Capital un 30 ",o de la población
total, proporción que sólo alcanza ahora
debido á una superioridad continuada en el
desarrollo de la ciudad sobre la campaña,
tenemos que el valor de la importación y
exportación anual alcanzaba á la enorme
relación de 800 ps. fts. por habitante, que
es aproximadamente cuatro veces la pro-
porción del movimiento actual.
II
Avín cuando, liaciéndose cargo Carlos III
de la importancia délas estadísticas adua-
neras, á ün de apreciar el progreso ó deca-
dencia del comercio y las retbrmas aran-
celarias necesarias, dispuso, por real orden
de 2 de Febrero de 1787, la remesa trimes-
tral de las relaciones de mercaderías que
entrasen y saliesen por las Aduanas con
la espresión de su valor, procedenciah ó desti-
no, pocos datos, y sobre todo referentes al
Rio de la Plata se han publicado respecto de
su movimiento comercial hasta fines del si-
glo pasado, y los que encontramos no nos
permiten ningún estudio sistemático del
movimiento de sus puertos.
Más afortunados somos con los primeros
años de este siglo, pues hemos podido
conocer el movimiento diario de los puertos
de Montevideo, Buenos Aires y la Ensenada
desde 21 de Mayo de 1803 hasta fines de
Junio de 1806, en que tuvo lugar la primera
invasión inglesa.
Los datos que encontramos comprenden,
además de las entradas y salidas de buques,
sus manifiestos, nombres de sus capitanes
y cargadores, así como la fecha de salida
y llegada de los buques, lo que permite no
sólo el estudio que emprendemos, sino tam-
bién confeccionar una e.stadística del co-
mercio de importación y exportación tan
completa como las que se publican aquí
anualmente, trabajo que nos proponemos
hacer en otra oportunidad.
Limitándonos á investigar por hoy el mo-
vimiento marítimo, estudiaremos ante todo
las entradas y salidas de los diversos puertos
del Rio de la Plata, determinando clases y
banderas y conservando las denominaciones
diversas que figuran en los registros de
Aduana.
Los|siguientes cuadros, que.son el resumen
del movimiento diario, dan una idea exacta
delaimportancia de los diversos puertos y
del comercio que por ellos se hacía.
NJMEBO Y CLASE D[ BUQUES ENTRADOS Y SALIDOS
PUERTO DE MONTEVIDEO
ENTRADAS (1)
Clase 1803 1804 1805 1806
1» de Jun. Primer
á 31 Dic. Semestre
Zumacas 2 1 6 2
Fragatas 50 75 51 20
Bergantines... 20 41 35 19
Polacras 6 10 1 1
(\) En 1" de Junio de ISO.^) habla en el puerto de
Montevideo, á la carga 20 buques, de los cuales, 2 para
Cádiz, 2 para Barcelona. 4 para la Habana, 2 para Bur-
deos, 1 para líamburgo, 1 para Málaga, 5 para la ex-
tranjería y 3 para Rio de .Janeiro. — De éstos eran 11
fragatas. 4 polacras. 1 zuniacá. 3 bergantines y 1 go-
leta.
DEL Rio de la Plata
09
Bricks
Goletas...
Corbetas . .
Correos . . .
Navios . . .
Balandras
Barcas
Lugres
Místicos . .
Lanchas . .
1 —
1 2
84
134 109
Clases
SALIDAS
1803 1804
]'» de .Tun.
á 31 Dic.
Zumacas 4
Fragatas 30
Bergantines . . . 28
Pnlacras 8
Goletas 1
Págalas —
Correos 1
Paquetes —
Corbetas —
Barcas
Escomas —
Urcas —
Balandras —
Lugres —
32
11
1
1805
32
25
1
49
1806
Primer
S emestre
2
25
24
2 — —
1 —
(57 47 73 55
PUERTO DE BUENOS AIRES
ENTRADAS
Clases 1803 1804 1805 1806
Zumacas .. .
Bergantines
Balandra . . .
Fragata
Goletas
1" de Jun.
áSlDic.
1
5
16
Primer
Semestre
1
3
1 — —
Clases
10 11
SALIDAS
1803 1804
I" de Jim.
á 31 Dic.
Fragatas 2 4
Bergantines ... 8 21
Goletas — 2
Zumacas — 1
25
1805 1806
Primer
Semestre
Balandras
Barcas
lo 29 16
PUERTO DE LA ENSENADA
ENTRADAS
Clases 1803
Fragatas . . .
Bergantines
Clase
Fi'agatas . .
Bergantine;
Zumacas ..
Corbetas
1804 1805 1806
]" de Jim. Primer
á 31 Dic. Semestre
4 2 2 sin iiKiv'to
2 1 - ■>
6 3
SALIDAS
1803 1804
2 —
1805 1806
V' de .)u)i.
á 31 Die-
9
. 13
2
1
Primer
Semestre
sin niov"t«
25 7 3 —
N'JM[RO DE BUOÜES SEG'JN BANDERA
PUERTO DE MONTEVIDEO
ENTRADAS
Bandera
Españoles
Franceses
Americanos
Ingleses
Portugueses —
Hamburgueses.
Prusianos
Dinamarqueses.
Holandeses
Sin especificar.
Bandera
Americanos.. .
Sin especificar.
1803
1804
1805
1806
1" de .luii.
á31 Dic.
Primer
Semestre
78
119
47
16
4
4
—
—
1
4
20
15
1
3
4
—
—
3
30
14
—
—
6
1
—
1
—
—
—
1
2
—
1
—
1
84
134
109
49
SALIDAS
1803
1804
1805
1806
1" de Jun.
á 31 Dic.
Primer
Semestre
64
41
34
24
11
—
—
—
1
--
15
13
6
1
1
100
Revista Económica
Ihiiiilmi'g'ueses. —
rurtug-Lieses. . . —
Prusianos —
lU
76 47 73
PlíERTO ÜE BUENOS AIRES
ENTRADAS
U
1
53
Bandera
]Si)3
1" (!.' Jun.
áHl I»¡c'.
1804
ISOÓ
1806
Primor
Somestre
Españoles
0
14
19
4
Portug-ueses . .
1
2
()
—
X. Americanos
—
1
—
—
Sin específlcar
—
3
—
—
10 20 25 4
SALIDAS
Bandera 1803 1804 18(jó 1806
1" lie .luii. Primer
á ;-!! I)ic. Semestre
Españoles 10 23 14 9
Portugaleses ... - — 2 —
Americanos — 1 — —
Haml)ui-g-aeses. — ] __. _
l<'i-anceses — 1 — —
Ing-leses 1 — —
Sin especiftcaí-. — 2 — —
lo
2!»
16
9
PUERTO 1)K LA ENSENADA
ENTRADAS
Bandera
1803
1" de Jun.
á 31 Dic.
1804
1805
1806
Primer
Semestre
Fspañoles
3
1
—
sin mot'lu
Hamburgueses.
2
—
1
»
N. Americanos.
1
1
1
»
Sin especificar.
—
1
—
»
(•)
3
o
SALIDA
s
Bandera
1803
!■• il.' .Iiiii.
a.Hl liif.
18U4
1805
1806
Primer
Semestre
Esp:iñiiles
12
1
2
s¡U muí "tu
J^ortugueses.. .
3
—
1
,v
Dinamarqueses
1
—
—
»
N. Americanos.
1
3
_
»
Sin especificar.
7
2
—
»
Hamburg-ueses.
—
1
—
>>
24
En ¡os buques salidos del Puerto de Mon-
tevideo .solo fig-uran los que son despacha-
dos con cargra, y no se mencionan los que
salieron dee.se puerto para verificar su carga-
mento ú Buenos Aii'es.y á la Ensenada: tam-
poco en e.stos puntos ellos figuran en las
entradas.
Cuando, como se ha visto, la entrada de
buques en el puerto de Montevideo era, en
1793 de 34 y en 1796 de 73, ésta ascendió so-
lamente en el segando semestre de 1803 á 84
buques y en el año de 1804 á 134, de.scen-
diendo en 1805 á 109 buques y en el 1er. .se-
mestre de 1806 á 49, debido á las causas que
mas adelante espondremos.
En cuanto á las salidas, que en 1795 fue-
ron de 36 y en 1796 de 51, encontramos que
ellas suben en el segundo semestre de 1803 á
76 buque.s. limitándose en ]804á47, para vol-
ver á a.scender en 1805 á 73 3^ en el primer
seme.stre de 1806 á 53 buques.
El movimiento del puerto de Buenos Ai-
res, que en el segundo seme.stre de 1803
presenta una entrada de solo 10 l)uque.s. es
de 11 en 1804, de 25 en 1805, bajando solo en
el 1er. semestre de 1806,— Sus .salidas delO
que eran en el segundo semestre de 1803,
suben en 1804 á 29, bajando en 1805 á 16 y á
8 en el primer seme.stre de 1806.
El Puerto de la Ensenada ofrece una dis-
minución constante y notabilísima. En el
segundo .semestre de 1803, tenia una entra-
da de 6 buques y una salida de 25, dos y me-
dia veces mas que la de Buenos Aires; pero
en 1804 las entradas bajan á 3 3- las salidas á
7, y en 1805, las primeras á 2 y las segun-
das á 3, suprimiéndose en el primer semes-
tre de 1806 el movimiento comercial por
e.se punto, lo que se esplica principalmente
por la falta en él de un centro comercial
lo que hacia de.sventajosas las operaciones
que podrían facilitar las condiciones natu-
rales del puerto.
Englobando el movimiento marítimo de
Montevideo con eljde Buenos Aires y el de
la Ensenada, tenemos en'el segundo semes-
tre de 1803. 100 buques entj-ados y 102 sa-
lidos, en 1804, á 148 entrados y 83 salidos,
en 1805, á 136 entrados y 92 salidos, y en el
primer seme.stre de 1806 á 53 entrados^J'' 63
salidos, lo que regulariza mas el movimiento
I y hace menos notable la baja en la.s salidas
DEL Rio DE LA PLATA
101
■del Puerto de Montavideo en 1804. que se
acercau ú las de 1805 debido al aumento de
espoi'taciones pov Buenos Aires.
Queda sin embargo subsistente el hecho
de que el movimiento marítimo que habia
ido en aumento, se redujo en una fuerte
proporción desde 1804.
La clase de los buques destinados al co-
mercio de los tres puertos, también se presta
á diversas consideraciones.
De 316 buques entrados en el puerto de
Montevideo de Junio de 1803 á Junio de
1806, 196 eran fragatas, 115 bergantines, y
65 buques de diversas clases; mientras que
en Buenos Aires, por las malas condiciones
de su puerto, de los 50 buques entrados en
ese mismo tiempo, solo uno era fragata y los
demás eran 36 bergantines, 9 zu macas, 3
goletas y 1 balandra.
El movimiento de la Ensenada, bajo ese
aspecto se asemeja al de Montevideo puesto
que de 11 buques entrados 8 eran fragatas, y
bergantines los 3 restantes.
En cuanto á las banderas no encontra-
mos ninguna particularidad que merezca
estudiarse proveniente de la diversidad de
puertos, pero, en cambio es notable la dis-
minución de la proporción de la bandera es-
pañola desde 1804.
Analizando el movimiento del Puerto
de Montevideo, nos encontramos con que en
el segundo semestre de 1803, de 84 buques
entrados 78 son españoles y solo 6 extrange-
ros; en 1804 de 134, son españoles 119; en
1805, hay solamente en 109 buques entra-
dos 47 españoles; y en el primer semestre
de 1806, de 49 buques entrados no hubo
más que 16 españoles.
En buques franceses encontramos 4 en
1803, 4 en 1804, y ninguno en 1805 y 1806,
Ingleses entraron 1 en 1803, 3 en 1804 y 4
en 1805, siendo todos presas. De esta bandera
.solo un buque aparece comerciando en el
Rio déla Plata, que es una fragata salida de
Buenos Aires en Septiembre de 1804. Ade-
más en 1803 ha3' un buque norte america-
no, bandera que figura por 4 buques en
1804, 20 en 1805 y 15 en el 1er. semestre de
1806.
Los portugueses que empiezan á figurar
en 1804 con 3 buques: tienen, en 1805, 30 bu-
ques y 14 en el primer semestre de 1806.
En 1804 entra un corsario holandas.
Las demás banderas, que, aiuuiue en me-
nor escala, comerciaron en ese periodo en el
Rio de la Plata, fueron la hamburguesa, la
prusiana y la dinamarquesa.
III
Las cifras del movimiento marítimo que
hemos analizado no pueden esplicarse por el
simple desenvolvimiento de las leyes eco-
micas y las reglamentaciones más ó menos
liberales ó restrictivas del comercio. El Río
de la Plata, colonia de España que há es-
tado envuelta en casi todas las complica-
ciones europeas que ensangrentaron el
mundo en la última parte del siglo XA' III
y principios del actual, y con la práctica
de la guerra de corso, natural era que su
movimiento marítimo haya estado de con-
tinuo sugeto á las inquietudes y hosti-
lidades políticas. Precisamente en el pe-
ríodo que estudiamos, la navegación co-
mercial del Rio de la Plata iba á hallarse
mezclada á ruidosos y extraordinarios acon-
tecimientos, de todo lo cual no puede pres-
cindirse en un estudio de nuestro movi-
miento marítimo Colonial.
La habilitación comercial del Rio de la
Plata nació en las condiciones desventajo-
sísimas que le creaban la guerra entre Es-
paña é Inglaterra, que declarada en 1776
solo terminó en 1783.
Elevada la piratería en medio lícito de
hostilidad nacional, las escuadras y corsa-
rios ingleses daban caza á los buques
que iban ó partían délas Colonias españo-
las, con todo el ardor que inspiran las dos
mas grandes pasiones que por lo común
conmueven á los hombres, el amor patrio
y la codicia personal.
Enese estado la navegación comercial se
hacía en las condiciones más azarosas de-
biendo proveerse los buques mercantes de
todos los medios de ataque y de defensa.
Salían los barcos armados en corso .y en
mercancía, ésto es, preparados para hacer
presas y pai-a defender á la vez los caudales
que transportaban, creándose condiciones
muy especiales para los intercambios mer-
cantiles.
El riesgo de ser apresadas en el mar las
mercaderías, conjuntamente con ios buques
102
Revista Económica
conductores, tenia para hombres valerosos,
como son por lo comün todos los de nuestra
raza. la compensación déla cacería que po-
drían hacer en el trayecto, razón por la cual
los armadores 3' capitanes audaces no vaci-
laban en hacer las espediciones por cuenta
propia, que eran las que predominaban
más en las épocas de guerra.
Hecha la paz después de la Independencia
de los Estados Unidos tuvo el comercio de
España con sus Colonias una década de tran-
quilidad, volviendo á los azares del corso
en 1793 cuando la prisión de Luis XVI y
losescesos déla revolución francesa lleva-
ron á la metrópoli á unirse á los ingleses
en su guerra con la Francia, cujees corsarios
se lanzaron á los mares en busca de botin,
supliendo con su audacia el poder y el nú-
mero de los corsarios ingleses.
En 1795 la paz de Basilea puso fia á esas
hostilidades, pero fué corta la tregua, pue.s
celebrado el tratado de alianza ofensiva
y defensiva de San Ildefonso, en 1796, entre
Francia y España, ésta de nuevo declaró la
guerra á Inglaterra, que renovó las hostili-
dades á la marina mercante española hasta
que el tratado preliminar de Lóndi-es, de 1^'
de Octubre de 1801, que fué seguido por el
definitivo de Amiens de 27 de Marzo de
1802, volvió á restablecer la paz que tan
favo'.'able f ué al desenvolvimiento comercial
del liio déla Plata, y que se conservó hasta
fines de 1804.
Los siete meses de la estadística del movi-
miento marítimo en 1803 que hemos extrac-
tado corresponden á ese periodo exepcional
de paz.
No obstante ésta, la tranquilidad del co-
mercio no era absoluta, puesto que vemos
queal abrirseenSde Juniode 1803 el registro
para Cádiz de la fragata el Nuevo Matamoros,
en el puerto de Montevideo y á cargo de Don
Mateo Magariños, se anunció como especial
recomendación el estar el buque armado
en guei-ra con doce cañones por vanda de cali-
bre de 4 y 6, y listo para batirse en caso ne-
ce.sario.
Esta recomendación se explica fácilmente
por el hecho de haberse roto de nuevo
las relaciones entre Francia é Inglaterra,
estando España unida con la primera por
el tratado de San Ildefonso, compromiso
que por diversas circun.stancias no la lleva-
ron por lo pronto á la guerra con Inglaterra.
La cesión de la isla de la Trinidad pacta-
da por Napoleón en el tratado de Amiens y
la venta de la Luisiana á los Estados Unidos,
habían di.sgustado á España con la Fran-
cia y en éstas circunstancias, después de
evitarse una ruptura entre los dos paises,por
convención de 19 de Octubre de 1803, se
reemplazó el auxilio directo, y se obtuvo el
derecho de conservar la neutralidad me-
diante una subvención de cuarenta y ocho
millones de francos anuales. Por otra parte
la Inglaterra trataba de obtener un acuerdo
amigable y confidencial con España, y des-
de 1" de Octubre de 1802 gestionaba en Ma-
drid el que en caso de una ruptura con la
Francia se conservase neutral, ó al menos si
no pudiese evitar de tomar parte en la güe-
ra contra Inglaterra procediese como <>un
enemigo perezoso y recalcitrante. »
Debido á la convención secreta antes re-
ferida, España creyó poder permanecer
neutral en la lucha que se preparaba, y por
neutral se entendía el permitir á ambos
vender las presas en sus puertos, resguardar
y armar sus buques.
La Inglaterra aumentó en breve sus pre-
tenciones llegando á exigir que se hiciesen
sacar inmediatamente del Ferrol los buques
franceses que allí se alistaban, lo que impor-
taba entregarlos á la escuadra inglesa que
bloqueaba el puerto.
Mientras España negociaba con Ingla-
terra las condiciones en que podría conser-
var su neutralidad, el gabinete Inglés por
órdenes de 18 y 19 de Setiembre de 1804, man-
dó que se impidiese no solo la salida de la
escuadra francesa del Ferrol, sino también
la entrada y salida en él de todo buque es-
pañol, y dispuso que fuesen fragatas á las
cercanías de Cádiz con el objeto de apoderar-
se de buques de registi-o, españole.^, que se
esperaban de América cargados con oro y
plata y de secuestrarlos hasta nueva orden.
Las entradas de buques con bandera in-
glesa en el puerto Montevideo en 1803 y co-
mienzos de 1804 eran presas hechas por un
buque francés y otro holandés y que se in-
trodujeron allí como los ingleses hubieran
podido introducir presas tomadas á los fran-
ceses ú holandeses, de acuerdo con ios priii-
DKL KiO DK I, A l'l.ATA
103
cipiosde neutralidad tales como estaban en-
tendidos.
En armonía con la orden de apresar los
buques de registro que se esperaban de
América, dada sin previa declaración de
guerra y pendientes negociaciones pacificas,
una escuadra inglesa al mando del coman"
dante Graban Moore compuesta de las fra-
gatas la «Infatigable^) la «Medusa», la <-Brio-
sa» y la «Anfi(3n» intimó el 5 de Octubre de
1804, en el cabo de Santa María cercano de
Cádiz, á cuatro fragatas españolas la «Merce-
des.» la «Fama,» «Medea» y «Clara» que se
le rindiesen con los caudales que de Amé-
rica traían. Este acto de piratería tuvo la
más tristes consecuencias.
Las fragatas españolas se resistieron valero-
samente hasta que al disparar una andana-
da voló la -Mercedes» con los trescientos
hombres que la tripulaban, .siendo las otras
tres apresadas 3' llevadas á Inglaterra.
El gabinete inglés dijo que no había pre-
tendido más que obtener una caución para
los créditos ingleses en España, y que si se
usó de la fuerza fué únicamente por no ha-
berse obedecido la intimación de los buques
de su raag-estad.
Los diariosingleses de la época avaluaron
la presa en un millón de libras, y M'' Thiers
en su historia El Consuladoy el Imperio dice
que lo apresado ascendía á doce millones de
pesos que eran desde Méjico conducidos á las
costas de España. Por su parte el historia-
dor Mariana estima en seis millones los cau-
dales apresados.
Estas cuatro fragatas habían sido espedi-
das del puei'to de Montevideo de donde sa-
lieron el 9 de Agosto con destino á Cádiz.
La «Medea», comandada por el capitán de
navio D. Francisco de Paula Piedrola y al-
mando del Gral. D. José Bustamante y
(juerra había declarado uti registro de ps.
1.229,087:4 cuartillo reales, y ps. 12.100 de
caja desoldada. «La Fama» conmandada
por el capitánde navio D. Miguel de Zam-
piani llevaba ps. 889.763 12 real, y ps. 39007
decaja desoldada. --«La Mercede.s» que había
venido del Callao con 91 1000 ps. 3- alguna car-
ga entrando en Montevideo el 6 de Junioera
mandada por el capitán de navio D. Manuel
Goicoa y declaró como registro en su despa-
cho para Cádiz ps. 809.000.— «La Clara» man-
dada por el capitán de navio D. Diego León,
llevaba igual suma de ps. 809.000.
El caudal metálico que llevaban los bu-
ques apresados ascendía pues á pesos ftes.
2.787.957,4 3/4 y habiendo volado la «Merce-
des> lo apresado por los Ingleses además del
valor que en sí tuviesen las tres fragatas
restantes fué pues de ps. ftes. 1.978.957,4 3 4.
Ebte suceso, que dio origen al gran desas-
tre de Trafalgar hizo honda impresión en
el Bio de la Plata, y particularmente en
Montevideo, como lo habia causado en Espa-
ña llevando á su Gíobierno, incieitoj^ timo-
rato, á la declaración de guerra inmediata, á
la prisión y al conñscamiento de losbie-.
nes de los ingleses residentes en el reino.
Apenas llegada la noticia á Montevideo,
del acto de piratería cometido, sus princi-
pales armadores resolvieron lanzarse á la
guerra de corso la que hicieron con éxito y
tenacidad, prosiguiéndola hasta la época de
la primera invasión inglesa.
Los estados del movimiento marítimo y las
declaración de los corsarios que figuran en
las relaciones de entradas y salidas que he-
mos extractado correspondientes á los años
1805 y 1806, reflejan toda la importancia de
esas empresas patrióticas y mercantiles á
la vez, y que tuvieron gran importancia
histórica revelando las fuerzas propias y el
arrojo de los hijos de éstos países.
La corbeta «Dromedario», alias. La Reina
Luisa, salida de Montevideo el 23 de Junio
armada en corso, encontró el 15 de Agosto
á las 8 de la mañana en las costas de Ambri
á unafragatayá una balandi'a inglesa que
estaban completando su cargamento de es-
clavos y haciendo fuerza de velas después de
díspararleála primera un cañonazo sefuéso-
bre ella con el áni mo de abordarla, apre.sándola
después de dos horas de combate. La fraga-
ta inglesa llamada el «Nelly» tenía veinte
.y dos cañones de calibre 18, 10, y 9 y cin-
cuentay un hombres de tripulación. Esta
presa fué traída á Montevideo con su carga-
mento, consistente en diez y nueve negros,
algunos fardos de géneros ordinarios y ca-
jones de f asiles y sables. Conjuntamente
con la «Nelly» aparece la entrada de otra
fragata la «Elizabet», apresada por el mismo
corsario.
El «Dromedario" de.'^pues de remitir am-
104
Revista Económica
bos buques, siguió su corso poi- la costa de
África, avistando el 27 de Setiembre, pasado
medio dia, sobre el Loango á tres fi-agatas
inglesasá la ancla, muy cerca una de otra y
se dirigió sobre ellas con ánimo de abordar
á la mayor y batir á las demás.
La relación quede éste combate tenemos
A la vista es animada y muestra el brío de
los corsarios montevideanos.
«A las 2 3' I [2 dice: hallándose el Drome-
dario á tiro d3 cañón rompió el fuego acer-
cándose siempre á los barcos enemigos pero
dirigiéndose especialnente á la fi-agata de
mayor fuerzaálaque logró abordary rendir.
Esta fragata se hallaba armada con vein-
te cañones, tripulada con sesenta hombres,
y cargada de efectos propios para la trata
de aquella costa.» Después se dii'igió sobre
los dos restantes que rindió igualmente.
Estos buques tenian á su bordo 366 negros y
algunos efectos.
Al dia .siguiente ellas fueron tripulados
por el «Dromedarios^ con parte de sus hom-
bres y dirigidos por deri'otas diversas á
Montevideo, quedándose el <J)romedario»
con solo cien hombres, y apesar de haber
rendido el vau presen el abordage continuó
cruzando hasta que se convenció de que los
corsarios franceses no habian dejado en la
Costa de Oro mas que dos barcos ingle.ses in-
ternados mas de ochenta leguas por los
rios.
En publicaciones de esa época encontra-
mos testimonios del entusiasmo que des-
pertaron esas valientes espediciones, «ins-
piradas principalmente según se decia por
el glorioso espíritu nacional» agregándose
«que si los habitadores del Rio de la Plata
vieron con asombro pisados los mas sagrados
derechos del hombre por el orgulloso inglés
en el apresamiento de unas naves abruma-
das con el peso de sus tesoros, y confiados en
la salvaguardia de la más profunda paz,
también juraron inundar sus puertos de
presas enemigas, y de fijar los leones de
Castilla sobre el pabellón de la Gran Bre-
taña».
Conjuntamente con el < Dromedario,» y
armados por los Sres Berro y Errausquin, sa-
lió del puerto de Montevideo el 23 de Junio
de 1805 el corsario «Nuesti-a Señora de los
Dolores», alias, el Reparador armado de doce
cañones de á 12, doce carroñadas de á 24 y
261 hombres de ti-ipulacion. Iba al mando
del capitán Don Estanislao Courrand.
Habiendo visto fondeados el 1° de Setiem-
bre en la rada de Cabanga, en la costa de
África, á cuatro buques ingleses, la fragata
«Clarendon» de 24 cañones y carroñadas
de á 18, con 85 hombres de tripulación, la
fragata «Activa» de 22 cañones 3^ 77 hom-
bres, la fragata «Rebeca» de 18 cañones y
65 hombre.s, y el bergantín «Williams» de
14 cañones de á 12 y 33 hombres de tripula-
ción, determinó atacarlos, empezando por
abordar á la «Activa» que por dos veces lo
rechazó con su artillería, matándole de una
sola descarg-a de sus obuses 14 hombres y
entre ellos el primer teniente.
Separándose un poco el corsario para re-
animar á su gente sin cesar el fuego, logró
dar un balazo á flor de agua que obligó á la
«Activa» á arrear su bandera, viendo lo
cual, la gente del bergantín lo abandonó,
huyendo á tierra.— El corsario fuese en se-
guida sobre la «Rebeca» á la que rindió
después de reñido combate.— A la noche de
ese día se aproximó al «Clarendon» que rin-
dió sin resistencia.
El 27 de Octubre siguiente entró de nuevo
el corsario en el puerto de Montevideo con
los cuatro buques ingleses que había apre-
sado. Las tres fragatas tenían á su bordo
600 negros y mercancías destinadas á su
tráfico, calculándose el valor del cargamento
en 200.000 ps.
Otra pre.sa importante realizó la fraga-
ta «Nuestra Señora Isiar» alias la Joaquina
salida del puerto de Montevideo el 28 de Ju-
lio de 1805 al mando del capitán D. Domin-
go Ugalde con destino al Callao y armada
en corso y mercancía.
Encontró cerca de la isla de San Lorenzo
al bergantín inglés «Antilop» armado de 10
cañones de 12 y 6 de 6 y tripulado por 60
hombres el que rindió, después de reñido
combate, matándole á 16 hombres éhiriendo
á 14.
El cargamento en dinero y efectos del
bergantín apresado valia 100,000 ps.
Poco antes de ser apresado el «Antilop» se
había apoderado de un bergantín español ¡
que comerciaba en las costas del Pacífico. j
1 Dos meses antes de presentarse la espedí- k
DEL Rio de la Plata
105
eion ing-lesa en el Kio de la Plata vuelve el
corsario de las Tres Berro y Errausquin á sa-
lir de nuevo al coi-so con 32 cañones y 270
hombres de tripulación, y al mes siguiente la
frag-ata «Hoi-tencia» sale hacia á Valparaíso
y Lima armada en corso y mercadería de-
biendo dar convoi á un bergantín hasta
la altura del Puerto Deseado.
Todos éstos detalles esplican suficiente-
mente la retracción del movimiento co-
mercial que indican las estadísticas antes
transcritas y, sobretodo, la preferencia dada
á las banderas Portuguesa y Norte-America-
na, la primera aliada de hecho de la Ingla-
terra, y la segunda respetada y favorecida
por los tratados de comercio y de navega-
ción existentes éntrela Gran Bretaña y los
Estados Unidos.
Ya que no podemos estendernos más en
éste artículo, dejamos para el otro número
de La Revista el complementar el estudio
del movimiento marítimodelRiode la Plata
en la época á que nos referimos con los de-
más datos estadísticos que al respecto hemos
podido conseguir.
m pOCD DE Tim^lK
A PROPOSITO DE LA CUESTIÓN BANCARIA
La prensa de Montevideo, al ocuparse en
los trabajos que se han hecho con el objeto
de obtener capitales para el Banco Noetzlin,
ha calificado de elemento católico á los pre.s-
tamistas del Banco Comercial, y esta deno-
minación, que corrientemente .se les atribu-
ye, nos lleva, de la cuestión puramente
bancaria y sin salir de la esfera económica,
nada menos que ú las altas regiones de la
teología.
El Banco Comercial no es ni puede consi-
derarse un banco católico, ni un banco de
católicos.
Es necesario para pretenderlo desconocer
en absoluto los principios de la Iglesia ca-
tólica, que forman un código liberalísimo.
La religión de la igualdad y de la caridad,
no puede avenirse con la avaricia que hace
presa en las desgracias individuales y que
no encuentra barrera ni en el malestar de
todo un pueblo.
Basta para demostrarlo recorrer ligera-
mente los textos sagrados.
El Decálogo dice: <' no desearás ni la casa
de tu prójimo, etc., ni su buey, ni su muía,
ni oti-a cosa que á tu prójimo pertenezca.»
Moisés dice, «si prestáis dinero á los pobres
de mi pueblo que habitan con nosotros no
los oprimiréis con exacciones y no los abru-
mareis con la usura. Si tu hermano está
pobre y si su mano está inválida, ,y si tu lo
has recibido como un extranjero y un viaje-
ro, y si vive contigo, tu no le co])rarás inte-
rés ni más de lo que le hayas dado; teme á
tu Dios á fin de que tu hermano pueda vivir
contigo.»
< Tu no le prestarás tu dinero con usura y
no le exigirás mas fruto que lo que ha3'a
recibido.»
El texto de San Lucas (VI, 35) pi'oscribe
terminantemente los préstamos de interés
en los siguientes términos 'ninitnumdatp ni-
Itií ¡iide syeraníe^y y Benito XIV en su Encí-
clica Vix pcrcenit, de 1" de Noviembre de
17-45, condena en la misma forma imperiosa
que San Lucas, los pré.stamos á interés, sin
que po.steriormente ella haya sido modifica-
da, apesar de varias tentativas que se han
hecho para conseguir una esplicación que
autorice esa forma cómoda de colocación de
capital.
Todos los Concilios, todos los Papas, como
lo observa muy bien Víctor Modesto, en su
reciente obra «Le pret á intérét,» á los cua-
leslesha correspondido espre.sar una opi-
nión, han renovado la proscripción del prés-
tamo á interé.s, la prohibición de efectuar-
lo, la censura y la condenación de los que lo
efectúan.» — «La proscripción del préstamo
á interés, agrega, es la doctrina de la Iglesia
Católica.»
Una interpretación, sin embargo, cabe
aquí, y es la que consiste en distinguir en
el término interés, tres cosas muy distintas
que son, primero el fruto natural que los
capitales producen en el giro independíente-
mente de la parte que corresponde al traba-
jo del hombre que los beneficie, segundo,
una prima para el riesgo que pueda correr
el capital prestado, y, tercero, una utilidad
independiente de lo primero y délo segundo
que es lo queconstituye realmente la usura.
Líi interpeti'ación más favorable para los
106
Revista Ecoxómica
prestamistas, que se ha dado hasta hoy. es
la del Cardenal Gousset en su Teología mo-
ral para el uso délos confesores, que admite
que en los préstamos se cobre el primer ele-
monto, esto es el producto natural del capi-
tal considerando, sin embargo, ilegítimas,
no solo la usura sino la parte correspondien-
te i'i la prima destinada á compesar Jos ries-
gos délos préstamos.
Según los libros de Teología, aprobados y
en manos de los estudiantes de esta asigna-
tura, los usureros notorios incurren en las
penas siguientes:
!»■ De infamia.
2* Que no pueden recibir orden sacro ni
beneficio ú oficio eclesiástico.
3^ Que no pueden recibir la Eucaristía,
ni se le puede dar sepultura eclesiástica, \
los que se la dieren íncuriirán en escomu-
nión maj^or lotn.
4^ Que no pueden hacer testamento y .si
lo hicieren seda por nulo, .^i no os que pri-
mero restituyan; y
5* Que no pueden recibir .sacramento al-
guno sin que primero .satisfagan.
Hasta aquí nos hemos ocupado del simple
préstamo á interés, y ¿que no se podrá decir
de las operaciones financieras tendentes á
deprimir valores para adquirirlos ensegui-
da por poca cosa; de las retroventas hechas
no solo con el objeto de garantir el capital
prestado y su equitativa retribución, sino
también con el de beneficiar con la desgra-
cia de los á quienes les falle en un momento
dado, una suma en efectivo?, ¿qué diremos
de las ventajas que obtienen las imposiciones
del fuerte por el capital, .•^obi-e la debilidad
del apremiado?
La legislación humana hoy reacciona
contra el derecho de usura, que. en nombre
de la libertad de contratos, se había dado en
reconocer y, desde el punto de vista cató-
lico, no puede haber duda en la repudiación
de todo eso que, en .'^ana conciencia, impor-
ta infracción de mandamientos.
No puede, pues, decirse que sea católico
todo lo que parece vulgarmente como tal,
y yk que tocamos tan delicada materia,
agregaremos, reproduciendo una conoci-
dísima frase, que los agiotistas y los usu-
reros .son los mercaderes de que hay que
librar al Templo, sin que ba.ste para sal-
varlos, ni cuantíosa.s, ni menos ruidosas
ofrendas.
Los diezmos gratos .son las cosechados con
el noble y bendecido sudor de la frente, y no
la parte del sacrilego botín arrebatado á la
desdicha pública ó privada. En el Nuevo
Testamento leemos, si ^presentáis vue,stra
ofrenda en el altar y ahí os acordáis que
vuestro hermano tiene algo contra vos, de-
jad ahí vuestra ofrenda delante del altar y
andad antes á reconciliaros con vue.stro her-
mano, y entonces, volviendo, presentareis
vue.stra ofrenda. >
¡Que pensar entonces cuando las ofrendas
son la parte del despojo del hermano!
También preceptúan los Evangélicos «Que
cuando hagáis la limosna no debéis tocar
la trompeta por delante como lo hacen los hi-
pócritas en las plazas públicas para ser hon-
rado por los hombres.»
• La mano izquierda no debe saber lo que
haga la derecha.»
¿En vista de todo esto, puede pretenderse
que .sean realmente capitalistas clerica-
les los que entraron en tratos con el Sr.
Noetzlin?
Cuando aunque muy sonoras trompetas
hayan salido de ese banco de estor.sión, po-
demos decir, con los textos sagrados ala vis-
ta, y la opinión de los teólogos más eminen-
tes, que, en vez de ser ese un centro clerical,
lo que en el Banco Comercial impera es la
negación del e.'=-píritu y de la doctrina cris-
tiana
Para colmo del aljuso que se hace del
calificativo de católico, tenemos el heclio de
que e.'^os capitali-stas no hicieron dificultad
en asociarse con el repre.sentante de la Igle-
sia judia en la República Oriental ni con
el Sr. Noetzlin para crear un Banco Hebreo,
sino que á lo que tan solo se han negado ha
sido á admitir participación nacional en el
establecimiento, por el temor de que ella
pudiera servir en algún ca.so de estorbo á
la máquina de opresión que se tiene com-
binada.
Esa proyectada alianza entre llamados
capitalistas clericales con los representantes
del judaismo, á fin de facilitarles á estos su
negocio, y poner en sus manos el predomi-
nio financiero de la República, nos ofrece
un singular contraste.
DEL Rio de la Plata
107
Los judiüs, interpretando al pié de la
letra la ley de Moysés, no cobran interés á
los judies, que son sus hermanos, pero se
desquitan cobrándoles intereses y sobre
intereses á los católicos, mientras que los
capitalistas que ent.ie nosoti-os se llaman
clericales, no sólo cobran intereses con usura
á los de su pretendida relig-ión, sino que,
como se ha visto, han estado dispuestos á
ayudar á los judíos á hacer con católicos
lo que ellos no hacen, con los únicos á quie-
nes consideran sus hermanos en la tierra.
Por otra parte el sujetar á la República al
madero del proyecto Noetzlin esobra de fari-
seos, y no, en manera alguna, acto cristiano.
Definida asi la sit\iación, y recordando
las palabi'as del ilustre fundador de Monte-
video, Don Bruno Mauricio de Zabala, que
decía con intuición profética «no seréis
felices si dais entrada h judíos, moriscos ó
mulatos», sólo nos resta agregar, «lú á los
pretendidos católicos).
REPÚBLICA ARGEhIT
CRÓNICA DE LA QUINCENA
siempre: la paja en el ojo ageno y de la viga
en el propio, nada.
*
El estado de sitio.
Junio i:> de 1892
La situación política interna no ha varia-
do, fallando el proverbio francés; «les jours
se suivent et ne se ressemblent pas.»
La fisonomía de) Congreso en la misma.
El Senado continúa dominado por la «in-
fluenza» (podría leerse, influencia ó inercia.)
Senadores electos esperan en el banco de
la paciencia, ó de los acusados, y los rumo-
res que salen de antesalas no auguran,
páralos po.stulantes. el mismo favor.
La Cámara de Diputados no ha concluido,
hasta este momento, de examinar dJploma.s,
—y escarmena .sin piedad los que parecen ó
son impuros. El proceso sería interesante,
si no tuviera perfiles sarcá.^ticos, ya poique
la disputa es entre gente oi'iunda toda de
idéntico abolengo, por decirlo así, ya por-
que no puede decirse, en conciencia, que la
vida doméstica de las pro^•incias no sea pa-
recida en sus intimidades. Resulta así lo de
subsiste, á las barbas del Congreso, que, co-
mo el personaje de Bretón de los Heri-ero.s,
no sabe con quién quedar.se, enredado en su
acopio de doctrinas encontradas, y el Poder
Ejecutivo, más coherente en su acción ixtc-
lai\ no podi-ía decir.se, sin embargo, si se ha-
lla satisfecho, ó no. Porque, á la vez que,
acordándose de que es bueno .soñai-, de
cuando en cuando, con los que padecen per-
secuciones por la justicia, no se decide á
manife.star la urgencia del despacho de su
último mensage,— en virtud de cu.yos ante-
cedentes amanecimos un día, en peligro,
con una colección de garantías suprimidas
y miembros del Congreso, puestos á buen
recaudo, sin andarse en consideraciones .so-
bre si de ello, podía re.sultar, para algunos
untitulo más, solicitando del pueblo, enhora
oportuna, nimbos corruscantes de glorifica-
ción imperecedera.
Tenemos, entonce.s, ho^^ por hoy, no diré
confirmada mi previsión,— no .soy augur,—
pero sí cumplido loque, refiriéndome á los
Estados Unidos, decía en mi revista anterior;
todo lo cual, vuelto ahora por pasiva, nece-
sito traducirlo así: el Poder Ejecutivo es
mucho más independiente délo queparece3-
el Congre.so no debe contar con el ¿mpeach-
ment para dominarlo; el Poder Ejecutivo
es tan independiente que, en realidad de
verdad y liasta aquí, no parece responsable
ante ninguna jurisdicción,— ó lo que tanto
vale, durante el ejercicio de su poder, niel
pueblo ni la autoridad legislativa lo alcan-
zan con su fiscalización. Sería necesario de-
mostrar que el Presidente ha cometido un
crimen ó delito determinado por una ley pe-
nal. De otra manera digo ¿qué digo? digo...
Y no por temor del estado de sitio, sino por-
que me parece el mejor comentario de lo
que sucede; pues, i-epito que la medida vino
en su hora y que, como dicen las sentencias
«por sus fundamentos,» el plato fué servido
cnilápomt.
La única filosofía que se desprende de los
hechos es é.sta: no todos ven lo que es. Asi,
por ejemplo, nuestro ro.stro presenta una su-
108
Revista Económica
pei'ficie tersa: examinado con el microsco-
pio, se descubi-e que los poros son hoyos ó
agujeros comolos de un harnero. La vía lác-
tea aparece como una inmensa nube unida:
examinada con el telescopio, se observa que
es un inmenso archipiélago de mundos este-
lares, separados por espacios, y atmósferas
inconmensurables. Pues bien, el Poder
Ejecutivo, con su microscopio y con su te-
lescopio, instrumentos que no se sabe si ha-
brá pasado al Congreso, ha visto, como si di-
jera, las monstruosidades del i'ostro y los
insondables abismos del vacío
Esperemos entonces que, como muchos
ojos ven, por regla general, más que uno,
á que el Congreso vea k su vez, y que si no
se ha visto ni divisado bien, por un sólo ojo,
esperemos, repito, que, como dice el poeta,
pronto se podrá cantar.
«Y todo vuelva á su primer estado», y
que los partidos recordarán, alguna vez,
que de sus doctrinas puede decirse lo mismo
que del naturalismo: que más que una
escuela de principios ha sido en las letras
una reacción revolucionaria, extrema, como
todas las reacciones; es decir, que van más
allá del punto donde debieron quedar.
*
* *
Un incidente, casi cómico, ha dado lugar
á explosiones parlamentarias patéticas, en
el Paraguay. El uruiaü no ha cantado ni
ha llorado; pero ecos varoniles han hecho
retemblar el cerro de Paraguarí. Alli, en
aquella República, las gentes han sido
candidas, desde su prístino origen. Sería
sensato que los estadistas paraguayos tuvie-
ran pre.sente que la política es lo que no
se dice, y que frecuentemente es lo con-
trario de lo que se dice. El desgraciado
Napoleón III exclamaba : « L"erapire c'e.st la
paix»— y fué á Magenta y á Solferino
contribuyendo á fundar la unidad de Italia,
para entregarse después prisionero en Se-
dán. Me parece que el Paraguay debe vivir
tranquilo. La reconstrucción del virreinato
no es una paradoja: es una utopia, — é
hipotecas, ¿para qué queremos más de las
que tenemos? ¿O Catamarca no es lo que se
pinta?
Yo querría que esta crónica, C( ao las
pasadas y las que han de venir, no tuvieran
un sello tan personal. Pero ¿cómo es posible
ser de otra manera? No por fatuidad, sino
porque viene bien, recordaré que alguien
ha dicho de Monte.sqiiieu: «II avait tout
abrégé parce qu'il avait tout vu». Y" ¿ cómo
he de dejar de ser personal, si tantas veces
he visto y tantas veces me he mezclado en
el entrevero?
Séame entonces permitido cerrar este
parágrafo con una anécdota, ocultando,
por discreción, el nombre del interlocutor
que era un e.stadi.sta brasilero :
—Nosotros, decía él, lo que debiéramos
Ijacer es dividirnos el Paraguay, avanzando
ustedes hasta la margen izquierda del rio
Igatimí, y nosotros ha.sta la la margen de-
recha. A lo que yo contesté ;
—Basta con una Polonia en el otro hemis-
ferio. Conténtense ustedes con haber plan-
tado sus mojones .sobre las cumbi-es de
Amambay y Maracaj'ú, yéndose más allá
del Rio Apa, hasta el Rio Blanco, y con
habernos abandonado, en nue.=;tras reivin-
dicaciones, del Chaco Boreal. El Paraguay
nos convi'3nemás como vecino consumidor,
que como factor en nuestra producción.
Económicamente sería una hipoteca; polí-
ticamente, un nudo más en nuestra made-
ja. Agárrenselo ustedes todo entero
si es que los dejamos, que esa es harina de
otro costal.
El estadista se mordió los labios
¿E.stamos, señores alarmistas del Pa ra-
gú av?
Por primera vez, la República acaba, de.s-
pués df la caída de Rozas, de elegir un
Pi-esi dente en paz, — si .se exceptúa la elec-
ción que tuvo lugar .siendo Presidente el
General Roca.
El General Urquiza fué electo en pleno
peligro nacional: Buenos Aires estaba se-
gregada del re.'íto de las trece provincias, no
habiendo aceptado el acuerdo de San Nico-
lás, cuAa consecuencia fué la revolución
iel 11 de Setiembre.
Derqui, á quien entregó el mando el Ge-
neral Urquiza, habiendo fracasado las ten-
tativas pacificas de reoi-ganización, tuvo
que aceptar la lucha, cuyo resultado fué la i
batalla de Pavón.
DRL Rio dk la Plata
109
Victorioso el General Mitre, subió á la
presidencia.
La elección de Sarmiento, se hizo en me-
dio de una g-uei-ra exterior y con anar-
quía interior.
Avellaneda fué también resistido por los
partidos, con las armas en la mano (1).
Y el General Roca vino después de la fa-
mosa revolución del 80.
Juárez Celmán fué electo en paz, y Pelle-
grini vino como una consecuencia fatal de
la revolución de Julio.
De entonces acti, el país vive en estado de
epilepsis más ó menos grave; y aunque la
elección de Saenz Peña,— el mejor de los
candidatos posibles, — haya tenido lugar
tranquilamente, no me atrevo á decir que,
porque la superñcie aparezca serena, el fon-
do esté tranquilo! Yo sé bien que el mundo
no anda para atrás, que hemos de progresar
qi'f/nd mime: pero también sé que nuestros
partidos carecen de disciplina y que hay
muchos tontos y aturdidos que, sin ser jefes
de nada, se hacen conductores del desorden,
teniendo interés en él— ,ni más ni menos
que pescadores en rio revuelto.
Así, sería bueno ¿qué digo? es bueno que
los partidos tengan presente que ha.y más
que temerle «á la torpeza y á la exaltación
de los que los sirven que al odio de los que
los atacan*.
Hasta este momente, el resultado mate-
rial de la elección presidencial, que ha te-
nido lugar el día 12, con arreglo á los pre-
ceptos constitucionales, es el siguiente:
Capital— Veinte votos para presidente por
el doctor Luis Saenz Peña.
Veintiún votos para vice-presidente por
el Dr. José Evaristo üriburu.
El elector Miguel García Fernandez (hijo),
votó por el general Roca para presidente.
Córdoba— Unanimidad por Saenz Peña y
Uriburu.
Buenos Aires (La Plata)— Resultado elec-
ción: Dr. Luis Saenz Peña, presidenie; Dr.
José E. üriburu, vice-presidente.
Santa Fe— Unanimidad por Saenz Peña y
üribura.
Entre Ríos (Paraná) — Electos Dr. Luis
(1) Ambos tuvieron su apoteosis después. Es bello
Jnorirse !
Saenz Peña, presidente; Di-. José E. Uriburu,
vicepresidente.
Corrientes— Saenz Peña-Uriburu.
Tucuman— Nueve votos por Saenz Peña
para presidente, cinco por el general Mitre;
unanimidad por Uriburu para la vice-pre-
sidencia.
Santiago del Estero— Saenz Peña-Uriburu.
San Luis— Saenz Peña-Uriburu.
Jujui— Saenz Peña-Uriburu.
Mendoza— Cinco votos por la fórmula del
acuerdo; cinco por la radical.
San Juan— Unanimidad Saenz Peña-Uri
buru.
Salta — Triunfo unánime Saenz Peña-Uri-
buru.
Faltan sólo las provincias de Catamarca y
la Rioja, cuyo resultado se ignora; mien-
tras escribo estas líneas. Sea cual sea, él no
puede alterar el triunfo de la formula Saenz
Peña-Uriburu, — que es el triunfo de una
política de conciliación transitoria entre dos
partidos, el uno orgánico por ser partido de
gobierno, por estar desde hace años, diri-
giendo ó influyendo,— y el otro partido de
opinión, tradicional, con más influencia
que poder electoral efectivo. Estos partidos
han sido trabada en su acción patriótica
por la resistencia de un resto vigoroso y acti-
vo de la coalición que se formó para derro-
car al Dr. Juárez Colman,- 3^ en cuya coa-
lición estaba tino de los partidos á que me
acabo de referir, tra^^endo también su filia-
ción de esa coalición el mismo candidato
triunfante, que se ha llamado «del acuerdo»:
el respetable ciudadano Luis Saenz Peña.
Ha de ser instructivo seguir, ahora, las
evoluciones y transformaciones que en es-
tas tres grandes agrupaciones se operen,
dados los antecedentes, y nada edificante las
composiciones de lugar que presenciemos.
Algunos órganos sutiles, creen ver en las
declaraciones del Presidente electo, contes-
tando á los diversos agrupaciones más ó
menos representativas que han estado á fe-
licitarlo,—algo así como un Quos ego: qtie
los buenos se tranquilicen .y los malos tiem-
blen ! ! Otros pi-etenden hacerlo pasar por un
Sixto V, que ya comienza á arrojar las mu-
letas. Bonito modo de hacer honor á su bue-
na fe! El futuro Presidente al contestar no
ha hecho sino repetir en otra forma lo que
lio
Revista Económica
se le había anticipado. En cuanto al anhelo
manifestado por sujetos aislados, en corri-
llos, y á los juicios y previsiones de políticos
superfinos tiempo al tiempo.
Los partidos del acuerdo han cumplido sus
promesas, su política ha prevalecido. El fu-
turo Presidente cumplirá las suyas. Sus
antecedentes son una garantía segura. Y si
los partidos ó los individuos se equivocan,
no sei-á seguramente por haber dado un
.salto en las tinieblas, desde que un hombre
como el Dr. D. Luis Saenz Peña no es una
cifra; será que unos y otros se hahrán pasa-
do de previsores. Será que no habrán com-
prendido que la solución del problema ha
sido aconsejada á los hombres de gobierno y
de estado por la razón.
Como siempre sucede en días de especta-
tiva, tuvieron lugar el 12, pequeñas mani-
festaciones de índole diversa. Nuestro pue-
blo no es agresivo, es bullanguero, pertur-
bador y burlón,— y en vez de tratar deque
la Policía tenga lo menos que hacer con él,
diríase que se complace en hacei'la interve-
nir, siempre que se agrupa,— todo ello con-
tra su propio anhelo de expansión. Toma
así el rábano por las hojas y grita que no
hay libertad, porque no .se dá cuenta deque
la libertad es un paralelismo entre lo mió
y lo tuyo. No hace mucho que acaban de
reunirse en Londres, 300,000 hombi-es en un
meeting popular. Ningún policeman ha
tenido que empujar ni que llamar al ordena
alma viviente. Y el otro día, no más, acaba
de tener lugar en la República francesa
e.ste hecho estupendo: 30,000 comunas han
elegido simultáneamente sus autoridades
municipales, sin el más mínimo di.sturbio.
¿No .sería conveniente que la República
Argentina se mirara en e.se espejo?
Seguramente, sí.
El General Man.silla ha dicho en un dis-
cur.so dirigido, á nombre del partido nacio-
nal, al Doctor Saenz Peña, entre otras co.sas,
ésta:
<'¿Y cómo no ha!)éis de comprenderme,
cuando pronto vais á empuñar el ba.stón
simbólico y á sentares en la silla de los pro-
ceres que en 1810, ya le decían al pueblo,
en decretos lapidarios: «Un ciudadano ar-
gentino, ni ebrio ni dormido, debe tener
impresiones contra la libertad de su país?»
Estoy seguro que el Presidente futuro de
la República, se acordó, al oírlo, de algo
que en estos momentos en que el espíritu
bullanguero y palaciego,— ambas enferme-
dades .son antirepublicanas,— suele salirse
de madre, desbordándose de un modo cho-
cante, e.stoy seguro, repito, que el Presiden-
te futuro se acordó de lo que voy á reprodu-
cir, para que .se vea .si estamos ó no vivifi-
cados por el .soplo del pensamiento austero
de nuestros ma^'ores:
« Gazeia extraordinaria de Buenos Aires,
sábado 8 de Diciembre de iSiO.—l" El artí-
culo 8 de la orden del día 28 de Ma^-o de
1810, queda revocado y anulado en todas
sus partes.
2'^ Habrá desde este día absoluta, perfecta
é idéntica igualdad entre el Pre.sidente y
demás vocales de la Junta, sin más diferen-
cia que el orden numerario y gradual de los
asientos.
3'^ Solamente la Junta reunida en actos
de etiqueta y ceremonia tendrá los honores
militares, escolta y tratamiento que están
establecidos.
4" Ni el Pre.sidente ni algún otro indivi-
duo de la Junta en particular revestirán
carácter público ni tendrán comitiva, escol-
ta ó aparato que los distinga de los demás
ciudadanos.
5" Todo decreto, oficio y orden de la Jun-
ta deberá ir firmado de ella, debiendo con-
currir cuatro firmas, cuando menos, con la
del respectivo Secretario.
6" Todo empleado, funcionario público ó
ciudadano que ejecute ordene.?, que no va-
yan suscriptas en la forma proscripta en el
anterior artículo, será responsable el Go-
bierno de la ejecución.
7'^ Se retirarán todas las centinelas del
palacio, dejando solamente las de las puer-
tas de la Fortaleza y sus bastiones.
8° Se prohibe todo brindis, viva ó aclama-
ción pública en favor de individuos parti-
culares do la Junta. Si e.stos .^on justo.s, vi-
virán en el eoi-azón de sus conciudadanos:
ellos no aprecian bocas que han sido profa-
nadas con elogios de los tiranos.
9" No se podrá brindar sino por la patria,
por sus derechos, por la gloria de nuestras
DEL Rio de la Plata
111
armas y por objetos generales concernientes
ú la pública felicidad.
10. Toda persona que brindase por algún
individuo particular de la Junta, será des-
terrada por seis años.
11. Habiendo ecbado un brindis 1). Ata-
nasio Duarte, con que ofendió la probidad
del Presidente y atacó los derecbos de la Pa-
tria, debía perecer en un cadalso; por el es-
tado de embriaguez en que se hallaba se le
perdona la vida; pero .se destierra perpetua-
mente de esta ciudad: porque un habitante
de Buenos Aires, ni ebrio ni dormido debe
tener impresiones contra la libertad de su
pais.
12. No debiendo confundirse nuestra mi-
licia nacional con la milicia mercenaria de
los tiranos, se prohibe que ningún centinela
impida la libre entrada en toda función y
concurrencia pública á los ciudadanos de-
centes que la pretendan. El oficial que que-
brante esta regla será depuesto do su em-
pleo.
13. Las esposas de los funcionarios públi-
cos, políticos y militares, no disfrutarán los
honores de armas, ni demás pi-errogativasde
sus maridos: estas distinciones las concede
el Estado á los empleos y no pueden comu-
nicarse sino á los individuos que los ejercen.
14— En las diversiones públicas de toros,
ópera, comedia, etc., no tendrá la Junta,
palco ni lugar determinado; los individuos
de ella que quieran concuri-ir comprarán lu-
gar, como cualquier ciudadano: el Exmo.
Cabildo, á quien toca la presidencia y go-
bierno de aquellos actos por medio de los
individuas comisionados para el efecto, será
el que únicamente tenga una posición de
preferencia.
15— Desde este dia queda concluido todo
el ceremonial de iglesia con las autoridades
civiles: éstas no concurren al templo á reci-
bir inciensos, sino atributarlos al Ser Su-
premo. Solamente subsiste el recibimiento
en la puerta por los canónigos y dignidades
en la forma acostumbrada.— No habrá coji-
nes, sitial, ni distintivo entre los individuos
de la Junta.
16— Este reglamento se publicará en la
Gazeta, y con esta publicación se tendrá por
cii-culado á todos los Gefes políticos, milita-
res, corporaciones y vecinos para su pun-
tual observación.
Dado en Buenos Aires, en la Sala de la
Junta á 6 de Diciembra de 1810— Cornelio de
Saavedra — Miguel de Azcuénaga — Dr Ma-
nuel de Alberti— Domingo Mateu,— Juan
Larrea— Dr. Juan José Vasso—Secrefario--
Dr. Mariano Moveno— Sec re f ario:»-
Los tiempos lian cambiado, no acuso á
nadie; pero pregunto si vivimos, pensamos
.sentimos al unisón de los ideales que enar-
decían la mente de los fundadores de la Re-
pública.
Que cada ciudadano, que cada estante y
habitante del país, ponga la mano sobre su
conciencia y conteste.
La República de tipo moderno, sin aristo-
cracia; la Kepública igualitaria, democráti-
ca, popular, no es solamente la mejor forma
ideal de gobierno sino que es el ideal más di-
fícil de realizar en la práctica, porque es el
gobierno de la fiscalización de todos y de ca-
da uno, por unos y por todos. Así es que
conviene recordar en todos los momentos,
que la verdadera, que la buena, que la jui-
ciosa opinión pública no se forma sino te-
niendo presente que la austeridad no ex-
cluye la benevolencia, asi como el talento
no basta para .ser preferido, si no lleva apare-
jadas ciertas virtudes. Yo no quiero para
mi país la dureza granítica de los que i-e-
dactaban decretos como el que se acaba de
leer: No! Deseo, sí, que teniendo en cuenta
el momento difícil en que actuaban los fun-
dadores de esta patria argentina, no se les
haga la inju.sticia de creer que no estaban
llenos de longanimidad, y que en la paz y
en la guerra, en la buena y en la mala for-
tuna,—no nos desconozcamos á punto de
merecer la maldición de Caín. Sí, yo quie-
ro que siempre que se nos pregunte: ¿qué
has hecho de tu hermano? podamos contes-
tar: Está libre, porque ha hecho lo que que-
ría, no habiendo atentado, ha.sta ahora,
contra las leyes de su país.
* *
Ninguna otra cosa grave ha pasado du-
rante la quincena, y .sólo tenemos que la-
mentar que algunos magistrados se enve-
112
IIkvista Ecomkmh 'A
jezcan tan pronto, acog-iéndose á la ley de
jubilación,— ley que es una délas carcomas
del presupuesto; tanto que todos los dias se
acentúa, seg'ün entendemos, en el Cong-reso,
un movimiento de opiniíjn, tendente á mo-
diflcarla de una manera sustancial.
Algunos liedlos militares, de poco momen-
to, y de mucha crítica, han sido apuntados
por la prensa diaria con comentarios alar-
mistas; pero en mi concepto, no siendo el
ejército una soldadesca, nada hay que te-
mer de su espíi-itu de fidelidad al Gobierno
leg-al; y me duele que el afán déla publici-
dad hag-a que se discutan, á la luz del día
medidas 3' resoluciones que, en otras partes
no salen del i-adio administi-ativo.
Licio Y. Maxsili.a.
REPIJBLIGA Ülim DEL ÜRGGMI
CRÓNICA DE LA QUINCENA
Nada de lo que hemos presenciado en ésta
quincena tan ag-itada podía sorprendernos,
puesto que no ha sido más que el comienzo
de la realización de nuestras previsiones.
Lo único que extrañamos es que la
brutalidad de los hechos no haya todavía
alcanzado á abrir los ojos délos hombres que
nos gobiernan y aconsejádoles á salir del
estraviado camino en que los vemos perse-
verar.
A comienzos de Noviembre último, apro-
vechando las columnas de nuestro estimable
colega El Telégrafo Marítimo, demostramos
ampliamente el error de persistir en el siste-
ma de demolición y de restricción en el que
se había lanzado de lleno el Gobierno, entre-
gado á los consejos de un círculo de agiotis-
tas, A- demostramos como, siguiéndose así, se
iria fatalmente á la insolvencia nacional y
particular, á lo imposible.
No fuimos oídos, como es diñcil que se ha-
gan oír los hombres en nuestro país cuando
so mueven fuera de ciertas esferas. Lejos de
eso so nos trató como á enemigos, porque di-
V ergíamos de opinión, creyendo que la Re-
pública debía aprovechar de la ciencia y
la esperiencia universal.
Ya mucho dañóse habia hecho. Só protes-
to de combatir el inflacionismo de valores
se había anulado tres cuartas partes del
valor de todo papel, se había hecho guerra
implacable al Banco Nacional hasta llevar
loa la inconversión; suprimido casi total-
mente el crédito personal y hecho perder
más de un 30 <'/o á la propiedad raiz. En
presencia de tantos desastres, cuando era im-
prescindible confortar á lo que aún quedaba
de pié \ cuando, dada la vitalidad del país,
se hacía fácil detenei' el derrumbe 3' abrir de
nuevo una época de prosperidad, lo que
triunfó en los consejos del Gobierno, debido
á una ofuscación inconcebible, fué hacer
precisamente todo lo contrario de lo que se
debía.
El programa del señoi* Ministro de Hacien-
da puede resumirse así: P tabla rasa de
toda Institución Nacional subsistente, 2*.
la circulación á oro con prima de exporta-
ción, cuando con la supresión del Banco Na-
cional y la del Banco Inglés desaparecían
nueve décimosde nuestro medio circulante,
30, con la crisis agravada y con la supresión
de la mayor parte del capital disponible, la
liquidación en vasta escala de los créditos
del Banco Hipotecarioy 4", para regularizar
la Hacienda, rebaja de intereses en los títulos
de deuda, capitalización de los servicios de
algunos meses y negociación de un crédito
de millón y medio dando en cambio todos
los privilegios del Banco Nacional y las más
inalienables facultades del E.stado en mate-
ria de circulación monetaria.
No puede, en vista de ésto decirse qne no
hubo un plan. El plan ha existido y se ha
perseverado en él, pero fué un plan desqui-
ciador de la fortuna pública y privada,
como los hechos lo están comprobando.
Para realizar éste plan en la parte bancaria,
se contaba con el Banco Comercial á cuya
dirección pretendíase entregar los destinos
económicos del país, y la propaganda que
se empezó á hacer en favor de un Banco
criollo, no respondía, como lo dijimos en
nuestra carta económica de 25de Noviembre
último, más que á ese objeto.
Esto fracasó porque el Senado, y con él
el país no admitían la eliminación completa
DEL Rio DK LA PLATA
ii:í
de la iutervención del Estado en un estable-
cimiento tan enormemente privilegiado
como el que se proyectaba, y el Banco Co-
mercial, por su parte, no quería un predo-
minio que pudiese ser en algún modo con-
trolado. De éste fracaso nació la aventura
bancaria del Sr. Noetzlin, que, mientras se
daba el Banco como un hecho, fué á buscar
en los judies de Europa lo que no encontra-
ba el Gobierno en los agiotistas del país.
Desconociéndose las nociones más ele-
mentales que rigen los mercados moneta-
rios, se creía que al conservar nuestro régi-
men metálico y en las condiciones en que
colocaban al país, la circulación se provee-
ría ampliamente de por sí. En valde .sos-
tuvimos en la prensa que con el sistema de
restricción, abatiéndose todos los valoi-esy
suprimiéndose todo crédito, no podia haber
importación de numerario, que el capital
en efectivo hu^^e de donde se hace imperar
la crisis, la miseria; y los heraldos del señor
Ministro de Hacienda, pregonaron que, por
lo contrario, de lo que sosteníamos, debíamos
tener en el verano que acaba de correr, una
importación de oro de más de diez millones
como saldo de la balanza comercial.
Cuando se trataba de la creación del nue-
vo Banco Hipotecario, demostramos que en
vez de una solución que concillase los gran-
des intereses ligados al valor de la propiedad
territorial, lo que se montaba era una má-
quina destinada á sacrificar el valor de laS
propiedades en todo el territorio de la Re-
pública, puesto que para servir el interés
de las cédulas aquel tendría que entrar á
realizaciones en vasta escala, cuando no
podrían haber compradores, deprimiéndose
así el único valor que, aunque quebrantado,
quedaba en el país.
Van pocos meses que esto escribíamos
y pei-severándose en el camino que, aunque
dura, im parcialmente censurábamos, ya el
plan del Sr. Ministro de Hacienda ha dado
los resultados que no podia dejar de dar, de-
mostrando que era cierto cuanto decíamos.
No había tal sindicato bancario europeo,
y ha pasado la estación de nuestras fuertes
exportaciones .sin que la pretendida balanza
de comercio favorable nos haya, dado un so-
lo peso de importación metálica de los millo-
nes que se esperaban, y con cuyo miraje se
combatió toda combinación tendente á pro-
veer efectivamente nuestra circulación.
Otro error ha sido con.siderar que el saldar
unos cuantos presupuestos mediante la
falta de cumplimiento del pago de servicios
de la deuda exterior y una rebaja equiva-
lente á un 10 0/'^ de nuestras rentas norma-
íes, hechos conseguidos con nuestro descré-
dito ante el mundo y con el pago de Ls.
536.000 como comisión del acto la.stimoso
podrían ser base de un arreglo de Hacienda,
cuando la política de depresión de toda fuer-
za económica del país debía quitarnos suce-
.sivamente esos y muchos otros 10,,/" mas de
recursos para el Erario.
Es el colmo de la insen.-^atez de hacendista
el creer que, sin fomento de la riqueza pú-
blica, pueda haber jamás prosperidad ni re-
gularidad financiera.
¿Cual es la verdadera situación que tantos
desaciertes, le han creado al país 3^ al tesoroí
¿Qué es lo que se trata de hacer envista
de ella?
Hay algunos distinguidos colegas monte-
videanos que todavía pretenden que la si-
tuación mejora, por que el interés ha bajado,
lo que creen que prueba que ha cesado la
falta de medio circulante.
V'ávecQjyi'iiiKi facie, queloquese abarata
abunda, pero no es siempre asi, y, en todas
las crisis, uno de los peores síntomas es, pre-
cisamente, la baja del interés. Lo que
revela abundancia de numerario dispo-
nible es el alza general de valores, y en
vez de esa alza, lo que en Montevideo se
manifiesta es la baja cada día mayor.
Observe cualquiera la situación actual
y se encontrará que, en vez de disminuir
la escasez de dinero, ella llega á sus límites
extremos.
Pero, ¿por qué baja entonces el interés?
dicen los que no se cuidan de analizar las
causas de ese hecho que aparentemente
contradice la realidad. Por una razón sen-
cillísima, y es que los pocos que tienen
capital disponible han abandonado la mayor
parte de las colocaciones habituales y pro-
vechosas, preferiéndose al interés las garan-
tías exageradas.
En todas partes el máximum de abati-
miento producido por una crisis ha coinci-
114
Revista Económíca
elido siempre con los tipos más reducidos de
interés.
Por la misma lev cuando se maniüesta la
prosperidad en un país, la confianza se ex-
tiende y los negocios remunerativos se mul-
tiplican, sube el interés.
Uno y otro extremo son malos; cuando el
termómeti'o marca 40 grados hay fiebi-e y
cuando desciende de 35 viene la muerte.
De los pases de 4 y 5 oío caemos 3^a en el
colapso de una reducción extrema de inte-
rés.
Laveleye en uno de sus últimos trabajos
trae observaciones preciosas al respecto.
« La misma causa, dice, la estenuación de
negocios que deprimen los precios, acumu-
la el oro en los Bancos y hace caer oí tipo
del descuento. Cuando el espíritu de em-
pi-esa languidece la materia descontable
falta y el interés baja. En la crisis lenta de
la anemia industrial, el capital se ofrece á
vil precio. Suponed, agrega, una paraliza-
ción casi completa en el movimiento comer-
cial: los precios y los descuentos caerán á
un tipo irrisorio.» Al alcanzar á su máximo
la crisis de Hamburgo en 1819, el interés
bajó de 3 ojo á 1 1 23' hechos análogos se han
reproducido siempre que una crisis no haya
sido detenida á tiempo.
Elmvin Nasse ha demostrado de un modo
incontrarestable como la disminución de
la existencia monetaria trae la baja de los
precios, detiene inevitablemente el movi-
miento comercial y lleva á este estado que
es el nuestro: de un lado casi todo el país en
la más completa postración por falta de di-
nero; del otro, un poco de dinero disponible,
fuera de las condiciones generales en que se
necesita, disputándose, en una reducidísima
esfera, excepcionales papeles y préstamos
con garantías reales que en su generalidad
no se avienen con la suma que es impres-
cindible movilizar sobre las propiedades.
De ahí el fenómeno de que el interés del di-
nero baje tanto como se produzca v crezca
el hambre del dinero, á la vez que la impo-
sibilidad de que se produzcan importaciones
efectivas de oro en condiciones como las
que nos [ha traído el error fundamental de
la política económica del Gobierno.
Desde que el mal proviene de la desvalo-
rización creada por la escasez de moneda y
aquella á su vez dificulta cada día más los
medios de adquirirla, el Banco Hipotecario,
gemelo del Banco Noetzlin, ya empieza á
producii- los resultados que á tiempo prevei-
naos. que es impulsar el definitivo derrum-
bamiento de la propiedad raiz; y para poder
pagar un par de cupones, anulará más
de cien millones de valores en todo el país,
minándose, al mismo tiempo, la base de la
institución.
¡Qué y hábil previsora combinación!
En cuanto á la Hacienda, tenemos el hecho
de que el ahorro en los servicios comprado
con el sacrificio del Crédito Nacional, no re-
presenta lo que ahora se pierde en renta,
estándose ya hoy peor que antes del arre-
glo.
Esta es la situación, y el Sr. Ministi-o de
Hacienda no vé mas remedio que la realiza-
ción del Banco, y ¿qué Banco? Una institu-
ción que privará á la producción de toda es-
pansión y de todo crédito, durante treinta
años, si es que el país exasperado no se
libra antes de semejante monstruosidad.
En vez de atacar el mal por su base, la
I ealización del Banco le daría un nuevo y
poderoso incremento.
Ya hemos visto lo que es el Banco Mejicano
que dice el Sr. Noetzlin que toma por mode-
lo y para que ya no quede duda sobre las
ideas del Gobierno en vista de la necesidad
de combatir la crisis, desenvolver el trabajo
y habilitar las aptitudes nacionales, está el
hecho de que no ha perdonado esfuerzos pa-
ra entregar el país á discreción de los hom-
bres del Banco Comercial unidos a un gru-
po de agiotistas del extranjero.
El Senado nos salvó del Banco Comercial,
pero parece que el país no se salvará del
Sr. Noetzlin, así como también do nuevos
bonos y comisiones. Con la consolidación
de deudas y con el negocio del Ferro-Carril
del Oeste, el llamado sindicato tendrá quizá
con que hacer el Banco, al que vendría la
Nación á dar capital y privilegios, dispo-
niendo los negociadores de los beneflcio.s,
de la dirección, y de las liberadas.
Esa combinación, por la que se hace cues-
tión de cartera, le permitiría al gobierno
disponer de un pequeño préstamo que, si-
guiendo las cosas en el camino en que éstan
sería absorvido en un par de meses.
DEL Rio de la Plata
llr
y, después ¿que haría el Sr. Ministro que
no vé mas recurso que ese préstamo para sa-
lir los compromisos del día, con el sacrificio
completo del mañana?
Con el complemento de su plan, tendría-
mos para dentro de pocos meses, de un lado,
la crisis convertida en postración definitiva,
del otro, la Hacienda impotente para cum-
plir sus compromisos, los déficits de nuevo
aglomerados, el hambie. la desesperación.
A eso nos llevan, y es tiempo de que se
retroceda de tan fatal pendiente; perdida la
oportunidad de crear el Banco en condicio-
nes liberales, como se lo ofrecieron los tene-
dores de títulos de deuda en Europa, que no
cobraban prima al i-ebajar los intereses, no
]>ueden faltar todavía ahora, dejándose de
lado las funestas combinaciones en que tanto
tiempo y tanto prestigio se han gastado, otros
medios realmente eficaces para mejorar la
situación del paí^.
FA Sr. Ministro de Hacienda que ha encon-
trado la forma de dejar .sin efecto una ve-
nuncm iíidecl¿?iaMe, que es retirarla, palabra
de sonido distinto de declinar, no puede
dejar de hallar en el Diccionario de la rica
lengua castellana el medio de adoptar un
sistema diametralmente opuesto al que ha
venido siguiendo hasta hoy.
No se debe, por una pretendida conse-
cuencia íi principios inaplicables á todas las
circunstancias, sacrificarse los intere.ses y
el porvenir de todo un pueblo.
Los hombres de gobierno no deben sobre-
poner un mal entendido amor propio íi todo
amor patrio.
El general Roca antes de los dos meses de
haber dicho oficialmente que vendería la
Casa Rosada antes de modificar el régimen
monetario, decretaba su modificación en
vústa de la necesidad pública y los miem-
bros de la defensa nacional de Francia, poco
después de la patriótica declaración deque
no darían una pulgada de su territorio ni
una piedra de sus fortalezas, entregaban dos
provincias á fin de salvar el resto del país.
Salga ol Sr. ministro del círculo estrecho
en que vive encerrado; abandone las teorías
abstractas de escuela, deje de continuar la-
brando el mal, como, sin duda sin quererlo,
lo vienehaciendo, y consulte las convenien-
cias reales del país, que seremos nosotros los
primeros en aplaudí rio y en alentarlo, pues-
to que, lejos de proceder inspirados por mas ó
menos fundados resentimientos personales,
es regla invariable nuestra de conducta es-
cribir con inexorable imparcialidad cuando
de los intereses públicos se trata.
El Senado, procediendo con laindependen-
cia que tanto lo recomienda á la considera-
ción de todos losque anhelan que llagamos
de una vez vida constitucional, interpeló al
Sr. Ministro de Hacienda por la falta de re-
misión de los presupuestos que po)- ley de-
ben elevarse al Cuerpo Legislativo antes de
primei'O de Abril y que aún no se han remi-
tido.
La esplicación dada por el Sr. Ministro no
fué satisfactoria, manifestando que los pre-
supuestos no podrían confeccionarse .sin re-
.sülverse antes el Banco Noeltzlin.
Todo para el .señor Ministro es el Banco
Noetzlln; nové masque ese dogal, consi-
derando la Hacienda y el porvenir del país
dependientes de un pequeño préstamo.
La escusa, sin embargo, no era admisible
puesto que se han podido confeccionar los
presupuestos consultando la hipótesis de
obtener el crédito y la de no conseguirlo,
ó al menos, ha debido oportunamente el
P. E. pedir á las Cámaras que autorizasen
la demora.
Lo que se hizo ha sido evidentemente una
nueva infi'acción de la ley, como es una
infracción de la Constitución el no presen-
tar la relación anual de los Ministerios; las
del departamento de Hacienda no se pre-
sentan desde la Administración del General
Santos.
Singular contraste hace este proceder de
parte del P. E. con el rigor que hemos visto
observar ultimauíente con altas pei-sonali-
dades del ejército, que no .se ajustaron á la
letra de un decreto que les priva de sus de-
rechos con.stitucíonales.
Parte de la prensa en vez de apoyar y
alentar la actitud del Senado, ha llegado
hasta hacer entrever que no es patriótico
de parte de las Cámaras el contrariar ó lla-
mar al orden á los miembros del Ejecutivo,
obedeciendo en esto á la lamentable tenden-
cia de no querer ver en el Cuerpo Legisla-
tivo más que un instrumento y un dócil
116
Revista Económica
aplaudidor de todo lo que hagan, proyecten
ó se les ocurra á los Ministros.
Las claques están buenas para teatros,
pero no esa la misión del Poder Legislativo.
El telégrafo nos anuncia que se trata
por un grupo de la Cámara de Diputados de
firmar un compromiso de no votar ninguna
ley decurso forzoso con efecto retroactivo, y
nos cuesta creer que ésta idea pueda hacer
camino, puesto que no concebimos que ha-
lle eco entre los miembros de la Cámara una
pretención como ésta que impotaria un po-
sitivo atentado y una lamentable burla al
sistema Parlamentario.
Ningún Diputado ni ningún Senador
puede comprometer sus votos con antela-
ción á las discusiones á que según los regla-
mentos délas Cámaras deba precederse, pues
délo contrario se vendrían á hacer ilusorias
las garantías que proporciona el debate de
las materias sometidas á la consideración del
Cuei'po Legislativo, y sería ponerse en el
caso de tener que acallar la conciencia
cuando argumentaciones decisivas lleva-
sen el convencimiento al ánimo de los
coaligados de que lo que formase la base de
sus compromisos fuese contrario al interés
público,que todo Representante está obliga-
do á consultar con prefei-encia.— Compro-
meterse á votar antes de la discusión, es co-
meter el acto repi-obado de disponerse á cer-
rar los oídos á la razón, y á faltar á los dicta-
dos de la conciencia, que debe ser la única
norma de sus actos.
Las Cámaras han proi-rogado sus sesiones
por un mes má.s, usando de la disposición
Constitucional, en vez de proceder como se
nos decía á elejir desde yalos miembros déla
comisión permanente, entre los íntimos del
Poder Ejecutivo, sin dar lugar á ninguno
délos que componen la minoría del partido
colorado en las Cámaras, lo quehubiei-a sido
un nuevo error político agregado á los mu-
chos que se vienen cometiendo.
El Dr. Herrera y Obes debe sei- el primer
interesado en que semejante hecho no se
produzca, y estamos ciertos de que en cuan-
to de él dependa há de tratar de que las Cá-
maras nombren una comisión permanente
compuerta de hombres independientes.
Los que tienen la conciencia de la rectí-
tuíl de sus actos, deben repeler el control de
sus íntimos 3^ menospreciar las fáciles com-
placencias que pueden ofrecerles, sobretodo
en circunstancias tan graves como las
actuales.
Según los diarios de Montevideo, el Sr.
Cassel esperaba conocer las condiciones
secretas de la Ley del Banco para contestar
definitivamente si entraba ó no en este
negocio, noticia que importa desautoiizar
la afirmación que se había hecho de que el
Sr. Noetzlin trató con aquel del asunto en
su viaje á Europa y venía representándolo
cerca de nuestro Gobierno.
Si se hubiese tratado el negocio con el Sr.
Cassel, lo natural era que se hubiese em-
pezado por comunicarle las bases de la con-
cesión.
Nuestros colegas de la otra orilla no ha-
bían pues sido bien informados entonces
ó no lo están ahora.
Se nos anunció una refutación á lo que
dijimos sobre el Banco Nacional de Méjico y
sus lamentables resultados para la riqueza
pública de e.se país, pero hasta ahora no nos
ha llegado la publicación anunciada, que
nos habría dado oportunidad para ampliar
los datos de nuestro artículo.
Los artículos uo firmatlos pertenecen
al Director de esta Revista.
EEVISTA BURSÁTIL
El oro que dejamos el 31 de Mayo cotizán-
dose á 53.40 (328.10) cierra en la quincena á
50.50 (310.29 OJO) y bastan estas cifras para
probar que no nos equivocamos al asegurar
que la tendencia de valorización del billete
continuaba ¿Continuai'á en aaelante? es lo
que querrán saber nuestros lectores y noso-
tros debemos decir de no limitar esta revis-
ta al papel de ampliación del cuadro de co-
tizaciones. Pues bien; no obstante pequeñas
reacciones que han de producirse en los pre-
cios de 50 la onza y 300 o/o, que muchos co-
merciantes esperan para chancelar operado-
DEL Rio de la Plata
117
nes, la valorización del billete seguirá, por-
que ha de estar más escaso en los meses de
Junio y Agosto por las cosechas de azúcar y
la mayor actividad de negocios, y sobretodo
porque no siendo entre nosotros la moneda
circulante sino pagarés del gobierno nacio-
nal, que solo el fuego ha de extinguir, todo
lo que ponga al deudor en mejores condi-
ciones tiende á valorizar la deuda. Mejores
condiciones son la promesa de un gobierno
honrado y de orden, y el alimento de las
rentas nacionales consecuencia de la mejor
posición del contribuyente.
Para concluir recordaremos un hecho:
cuando Dr. Pellegrini subió al poder coti-
zábamos el oro á 217, hoy está á 310 ¿como
estará el 12 de Octubre cuando asuma el
mando el Dr. Saenz-Peña con la crisis liqui-
dada? lógicamente á menor, mucho menor
precio que hoy.
Ha seguido la baja en el interés hasta ha-
cerse descuentos de primeros firmas á6 '/., o,o
pero son escasos los negocios de e.se género
que se tratan, por lo escaso de las ventas del
comercio importador y haberse hecho más
pesada la cartera de los bancos con los des
cuentos concedidos á plazo de seis meses.
Como dejamos manifestado, conceptuamos
tocando su límite la baja del interés y no se-
rá difícil que en Julio ó Agosto volvamos á
ver el papel á lü o/o anual.
Pocos negocios en cambios aunque en
precios más faovrables. Algunos arbitrajes
han hecho viajar libras á Rio Janeiro, que
no tardarán en hacer uso de su pasage de
iday vuelta, .si realiza aquella plaza los cam-
bios necesarios en la operación Rostchild ya
terminada.
El balance que publicamos del Banco de
la Provincia acusa una disminución de $
;3(j0.033.64 en la circulación de cheques y
certificados de depósitos. La Bolsa ha apre-
ciado esta variante cotizándolos con 9 %
de alza.
Una mejor posición del Banco Hipotecario
Provincial revelada en la discusión de la
Legislatara ha hecho valorizar las cédulas
en 4 °/o y los certificados en 8 %.
Guardando siempre armonía con el valor
del interés en plaza, han subido el Emprés-
tito Nacional interno y los Fondos Públicos
de 1892 4 ';¿ y 5.80 respectivamente.
Como preveíamos los precios de las accio-
nes de Bancos continúan firmes pero inva-
riables, sólo las del Nuevo Banco Italiano,
que se había quedado algo retardado en la
pasada valorización, han sido cotizadas con
8 \., puntos de alza.
La baja del oro disminuj'e la deuda que
en esa especie tiene la sociedad Muelle y
Depósitos de las Catalinas y (3sto esplica los
2.20 puntos en que mejora su cotización.
El Banco Nolasco y C-' nos favorece con la
remisión de su balance en 29 de Febrero
1892 y nos complacemos en notar mayor
incremento en sus operaciones y depósitos,
tan fructíferas cuando era sociedad anó-
nima.
La BoLsa de Montevideo, en sus distintas
operaciones cotiza con baja de 5.80 % los
billetes del Banco Nacional, 2.50 "/o las cédu-
las hipotecerias serie A, y 5.80 % la Deuda
del interior. Causa una sola-, el desengaño
sufrido al ver que el capital Europeo no
quiere hacer un Banco en Montevideo para
ganar menos que haciendo uno en Buenos
Aires, donde tampoco entra en la suscrición
abierta para el Banco de la Nación.
Muchas reuniones de Cámaras Legislati-
vas y comerciales, boletines á media noche,
gran barullo alrededor del nombre del
faíseur (Vaff aires que dice representar á la
banca Europea, y en resumen el convenci-
miento de un fracaso que quisiéramos se
limitara al Banco y no envolviera á los po-
cos hombres no gastados que conserva la
Rapública Oriental.
El esceso de vida Argentina podrá llevar
otra vez capitales á su vecina Oriental, sino,
hay que esperar que entren hombres nue-
vos en el manejo financiero de aquel país.
Es nuestro amargo convencimiento.
F,
118
Ekvista Econ(3mica
Movimiento bursátil de la primera quincena de Junio de 1892
BOLSA DE BUENOS AIRES
(DEL P AL 15 DE JUMO;
HA.STA. Mas bajo
MAYO 31
Metálico
Onzas 53.40
Libras estei'linaí; 16.60
Cambios
Inglaterra.
Francia
Bélg-ica
Alemania. .
Cheques
Banco Nacional
Banco de la Provincia
Banco Hipotecario de la Provincia— bono.s.
Banco Ing-lés del Kio de la Plata (papel)...
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Cédulas Hipotecarias Nacionales
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Cédulas Hipotecarias Provinciales
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Fondos y Títulos Públicos
Fondos Públicos Nacionales de 1884.
Empréstito Nacional Interno 1891 . . .
Id. de 1892
Lotería Municipal de la Capital
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69 -
69 -
58 -
64 —
64 -
35 -
40 —
40 —
DEL Rio de la Plata
119
HASTA
Mayo 31
Acciones
BANX'OS
Español del Rio de la Plata 106 —
Italia y ¡> » » » (oi-o) 86 —
Crédito Real 27 —
Nuevo Banco Italiano 41 .50
Banco de la Bolsa 39.50
Francés del Rio de La Plata 45.50
Hipotecario de la Capital (Bonos oi'Dj 41 —
Constructor de La Plata ¡ 4.50
Id. id. (oblig-aciones) j: 0.80
Ag-rícola Comercial ¡; 17 —
Banco Inmobiliario , 30.50
Banco de Comercio 80 —
Banco Caja de Descuentos 80 ^-
Comercial de La Plata ! 8.50
Comercial ' 30 —
íianco Sud Americano ¡ 30 —
COMPAÑÍAS
La Edificadora 80
La Previsora (Compañía de Seg'uros) ; 29
La Primitiva Compañía do Cas ; 86
Gas Argentino ,\ 40
Empresa del Edificio de laBoIsn 125
La Arg-entina (fábrica de papel) 80
Muelle y Depósitos de las Catalinas 7.80
La Buenos Aires (Compañía de Seguros;. . . ! 30 —
Compañía General de Reaseguros i 7
Kid y C'^ I 15
Telegráfico Telefónica 65
Constructora Argentina
BOLSA DE MONTEVIDEO
(DEL 1'^ AL 14 DE JUNIO)
Acciones Banco Nacional . . .
Billetes » >
Deuda Unificada
Títulos hipotecarios Serie D
Cédulas hipotecarias » A
Id. id. » R
Deuda amortizable •
Deuda del Interior
Deuda Independencia
Deuda Consolidada
Acciones Banco HipoteL-ariu
CAMBIOS
Inglaterra
Francia
Bélgica
Alemania
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80 -
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28.70
25.40
28 —
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27 —
31.
37
12
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5.32
5.34
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86 —
27 -
50 —
39.50
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41 —
4.50
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30.50
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120
Revista Económica
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5 de Julio (le 1892.
EVISTA E
DEL
RIO DE LA PLATA
DIRECTOR. DOMINGO LAMAS
EL ABSENTEISMO AEÜENTINO
I
El tiM'mino absenteismo, que pudiera
reemplazarse por ausenteismo, es de origen
inglés y ha sido creado para espresar el ale-
jamiento dolos propietai-ios de sus tierras
privándolas no solo de su atención inmedia-
ta, sinf3, también, y este es el hecho econó-
mico que más especialmente lo caracteriza,
pi'ivando á sus respectivas localidades del
beneficio del consumo y de la acumulación
en ellas de sjs productos anuales.
Es tan importante esto, que la ausencia
do Irlanda de próximamente un 22 °/o de sus
propietarios territoi-iales, es considerada co-
mo la principal causa de su pobreza y de su
abatimiento económico.
Pero las exportaciones de rentas de capi-
tales, producen un efecto análogo y deben
comprenderse *^n la misma denominación,
puesto que, comoloobserva con mucha exac-
titud A. Clement, «toda exportación de
» capital ó de renta que no deba producir
» retorno.s es perjudicial á los países de
» donde .se extraen estos valores y ventajo-
- .^as pai-a aquel al cual se les lleva; priva
■ al primero en favor del segundo de un me-
;> dio de trabajo, de beneficio, de acumula-
» ción de riqueza proporcionado á la impor-
» tancia de lassumas exportadas».
Cuando esas exportaciones corresponden
á una importación de capital que provoque
un aumento equivalente de producción en
el paí.s, hay una compensación al hecho ad-
ver-so; pero cuando no se dá esa compensa-
ción, el resultado es ruinosamente fatal y
hay que remediar el nial con energía, si')
pena de pei-mitir el abatimiento primero, y la
ruina de la comunidad en plazo más á me-
nos remoto.
Podremos comparar, para un país, las im-
portaciones de capitales debidas á préstamos
ó empresas extranjei'as con las operaciones
de préstamos que hacen los particulares y
los contratos diversos que celebran sobre sus
bienes, cuyos resultados dependen del uso
de los fondos recibidos y de la discresión y
pericia con que .st; proceda.
Si aquellos se destinan á gastos no sufi-
cientemente reproductivos ó al pago de défi-
cits, y si estos no han sido bien meditados
de modo á garantir un desenvolvimiento de
producción que, por lo menos, compense la
parte que en su virtud se apropien los extra-
ños, el téi'mino fatal del absenteismo, si se
deja estenderla línea del desvio, es la insol-
vencia nacional, la postración del país, la
pérdida total de su autonomía.
Al término nhscntemno, se opone otra es-
presión, le de colonización de cajñlales, que
significa el hecho económico conU-ario y
mediante el cual la nación colonizadora usu-
fructúa las producciones extranjeras, y se
crea, seg'ún la espresión de un moderno eco-
nomista, especies de pi-opiedades de extra-
muros.
La Inglaterra es hoy la mayor nación
colonizadora por medio de capitales, y la
República Ai'gentina, en relación á sus pro-
ductos, la nación que ofrece el ejemplo de
maj-or absenteismo.
II
I Veamos ahora la posición creada para es-
122
Revista Económica
tas dos naciones que se encuentran en am-
bos extremos, y detengámonos muy espe-
cialmente en la situación de la República
Argentina, cuyo problema fundamental
económico tocamos aquí.
Según los estudios estadísticos de M.
Giffen, la Inglaterra tenía, en 1875, una
renta anual de más de 65 millones de libras
ó sea 1 millar 625 millones de francos. De
esta renta, 1 millar 5 millones proviene de
empréstitos exteriores, 425 millones de be-
neficios de ferro-carriles extrangeros, 57 mi-
llones de dividendos de Bancos y71 de divi-
dendos de Compañías industriales.— Los 82
millones restantes provienen de Compañías
de seguros y otras empresas en el extran-
gero.
Hay ndemás que agregar como beneficios
obtenidos en el exterior, otras partidas como
las de los ñetes etc. que son tributos sobre la
mayor parte de las mercaderías importadas
y exportadas en todas las naciones del mu ndo.
M. P. Leroy Beaulieu, sin incluir los fle-
tes y solo calculando el aumento de inver-
.siones operado desde 1875 á 1881 y las colo-
caciones de capitales en las demás formas
que no sean acciones de compañías, calcula
en tres millares de francos, seiscientos millo*
nes de pesos oro, la renta que del exterior re-
cibe anualmente la Inglaterra.
Debido á esto la Inglaterra puede impor-
tar un tercio y más por año que lo que ex-
porta, y en vez de tener por esto un dese-
quilibrio en su balanza comercial, le queda
siempre un sobrante para nuevas colocacio-
nes.
Obtiene, además también, en vasta esca-
la, desde el punto de vista nacional, esa es-
pecie de propiedad de extramuros á que
hace poco me referí. — Ejerce la Inglaterra
una real influencia, muchas veces muy di-
recta, sobre los destinos de sus deudores,
aparte de usar del derecho soberano del im-
puesto con que grava sus títulos y sus rentas.
Todos los habitantes de los países que son
sus deudores, además de la retribución de
los capitales importados, son gravados, esto
es, pagan impuestos, en beneficio del tesoro
de la Gran Bretaña.
Para apreciar el absenteisrao argentino,
po solo debemos hacernos cargo de la magni-
tud de la corriente de sus exportaciones sin
retornos, sino que conviene caracterizar la
acción, en el país, de los capitales y servi-
cios extrangeros que las provocan, valién-
donos, con este objeto, en una parte de da-
tos positivos y, en otra, de aproximaciones é
inducciones, dada la deficiencia de las esta-
dísticas.
Las fuentes de ese absenteismo pueden di-
vidirse en cuatro categorías:— 1^ Comandita
de capitales, por empréstitos y operaciones
diversas,— 2^ servicios internacionales, como
fletes y seguros,— 3^ Capitalistas del país,
excluyendo los propietarios territoriales, que
residenen el exterior, subsidios á familias de
los inmigrantes, e inmigración transitoria
y,— 4^ Propietarios territoriales establecidos
en el extranjero.
En cuanto á la primera categoría, debemos
fijarnos en la cantidad así como también en
la calidad de la comandita, que es lo princi-
pal para la apreciación económica.
Hay, desde luego, la importante distin-
ción que hacer entre la importación de ca-
pitales extranjeros en condiciones de relati-
va fijeza y la importación mediante inver-
siones de carácter transitorio.
La pi-imera, y sentimos que la necesidad
del análisis nos imponga tantas clasifica-
ciones, se divide en empréstitos, inversiones
en el país por Compañías cuyos objetos
deben distinguirse, y en las realizadas por
particulares, como halñlitaciones ó créditos
á casas de comercio, etc.
La deuda en el exterior de la República
Argentina, por empréstitos os la siguiente :
Empréstito de 1881 de 6 oío. L. 2.450.000
» de 1884de5oio. » 1.683.100
» de 1886 » 8.290. 100
» de extensión del
F.C. del Norte » 3.968.200
Empréstito Conversión de
Bonos de Tesorería, 5 0{0.
1887 » 624.000
Empréstito de 1888, oro, in-
terno de 4 li2 oío » 3.973.700
Empréstito de 1889 de41i2 "/o » 5.290.000
» de 1889, externo
de3 1i2oio » 2.659.500
Empréstito de Moratorias... » 15.000.000
» de la Provincia
DEL Rio de la Plata
123
de Buenos Aires de 1824,
deGop » l.OOO.OOÜ
Empréstito de la Provincia
de Buenos Aires de 1857,
de 3 010 . » 1.641.000
Empréstito de la Provincia
de Buenos Aires de 1882 y
1886, de 6 010 » 4.098.300
Empréstito de la Provincia
de Buenos Aires de 1883,
de 6 010 » 2.2ñ4.100
Empréstito de la Provincia
de Buenos Aires de 1886,
de 5 010 » 2.000.000
Empréstito de la Provincia
de Catamarca » 600.000
Empréstito de la Provincia
de Córdoba, 1886 » 595.200
Empréstito de la Provincia
de Córdoba, 1888 » 1.190.400
Empréstito de la Provincia
de Córdoba, 1888 » 2.000.000
Empréstito de la Provincia
de Corrientes, 1889, 6 010. » 1.000.000
Empréstito de la Provincia
de Rioja » 800.000
Empréstito de la Provincia
deSalta » 1.000.000
Empréstito de la Provincia
de San Luis, 1889, 6 oío . . » 150.000
Empréstito de la Provincia
de San Juan de 1886, 6 oyó * 400.000
Empréstito de la Provincia
de Santa-Fe de 1883, 1884,
de6oio » 7.000.000
Empréstito de la Provincia
de Santa-Fe de 1888 » 4 . 000 . 000
EmpréstitoMunicipalSta. Fé » 257.000
■» de Mendoza » 992.060
id de Tucumán de 1888, de
6 010 » 600.000
Empréstito Municipalidad
de Buenos Aires, de 1888.. » 1.326.626
Empréstito Municipalidad
de Buenos Aires, de 1889. » 1.984.120
Total Lbs. 78.827.406
Estos empréstitos si bien tienen fijado un
interés, en su término medio, de acuerdo
con la renta media de los capitales nomina-
les, no representarán préstamos por más de
libras 50.000.000, de las cuales una pártese
ha destinado al pago de intereses.
Las operaciones que figuran como em-
préstitos nacionales de 1888 y de 1889 son
simples conversiones de Deudas, emitidas
por las administraciones que precedieron á
la del Dr. Juárez Celman.
De lo venido efectivamente al país á con-
secuencia de estas operaciones, poco es lo
que pudo actuar en la República como fac-
tores de producción.
Esa es, pues, una fuente de exportaciones
sin retorno, que en su mayor parte no tie-
nen compensación apreciable.
En cuanto á las Compañías, considerare-
mos primero las que tienen por objeto las
comodidades y las más ó menos útiles rela-
tivas á salubrificaciones urbanas, estoes,
las empresas de confort y de higiene, que son
las siguientes, según la enumeración que
encontramosen el último informe del Secre-
tario de la Legación Inglesa en Buenos Ai-
res, que contiene los datos correspondientes
al año anterior:
AngloArgentineTramways L. 1.066.635
Buenos Aires amd Belgrano
Tramways » 217.500
Bueno« Aires Grand Natio-
nal Tramways » 450 . 000
Buenos Aires New Tram-
ways » 475.000
Buenos Aires New Tram-
ways Debentures » 250.000
City of Buenos Aires Tram-
ways » 675.000
Belgrano Gas ^> 600.000
Buenos Aires New Cías » 700.000
Rosario City Improvements
Company » 450.000
Buenos Aires Water Supply
( partida suprimida au-
mentándose, en cambio,
la Deuda Pública » 5.000.000
L. 9.884.135
Estas dos partidas reunidas, que repre-
sentan un capital de Lbs. 88,721,541, deben
importar la salida, sin retorno, de la cuarta
parte de la exportación argentina, sin que
en compensación nos dispense de importar
ningún artículo extrangero, ni dé lugar á
124
Revista Económica
que el país produzca una arroba de lana, un
kilo de carne, ó una fanega de trig-o más.
Consideremos en seguida los Bancos ex-
trangeros, distinguiendo los de comercio de
las sociedades de préstamos hipotecarios.
Vasta es la lista de los primeros que fun-
cionan en la República; el Anglo-Argenti-
no Bank, el Alemán Transatlántico, el Bri-
tánico de la América del Sud, el Inglés del
Rio de la Plata, el Londres y Brasil y el
Londres y Rio de la Plata, que no pueden
apreciarse por las cantidades que presentan
como capitales pues son meras sucursales y
su.s capitales efectivos son comunes á varios
casas, á la par que no es de acuerdo con su
capital importado que operan y obtienen
cuantiosos dividendos. Ellos, por regla ge-
neral, operan sobre lo base de su crédito,
con los propios capitales argentinos, de
acuerdo con la índole de esa clase de comer-
cio, y lo hacen consultando menos los intere-
ses país, que lo que, como lo demostraremos
en otro artículo, está en el carácter de las
instituciones locales.
La fuerte contribución que con este moti-
vo se dá al absenteismo, es más bien un tri-
buto al prestigio de la etiqueta extranjera
que la retribución de un aumento de ele-
mentos de pi'oducción.
Las sociedades de préstamos hipotecarios
extrangeras son los siguientes:
Argentine CréditFoncier Li-
mited L. 500.000
River Píate Trust and Loan
Corapany •> 1.875.000
Debentures » 1.200.000
Santa Fé Territorial an..
Agriculturai Bank » SOO.OOO
L. 4.375.000
Hay además la sociedad inglesahipoteca-
ria <'Nueva Zelandia y Rio de la Plata* y
dos emisiones de títulos hipotecarios argen-
tinos, las Catalinas Warehouses, por L.
1.000.000 y las Curumalan land, 7 per cent
Bonds, por L. 750.000.
A esta comandita debo agregarse, por cé-
dulas colocadas en el exterior, con valor no-
minal, próximamente, ps. 15.000.000 en oro
y ps. 200.000.090 en m\n.
Estas grandes sumas adelantadas sobre
las propiedades raíce.S3" que representan otro
factor importante de absenteismo, han poli-
do, encambio, dar lugai'á una compensación
y ha.sta á un va.sto beneficio para el país, si
hubiesen correspondido á una equivalente
habilitación de los trabajos agrícolas é in-
dustriales, pero e.'íta, que debió .ser la regla
general, ha sido la excepción, puesto que en
vez del trabajo lo que comunmente por es-
tos medies se han habilitado han sido el agio
y los gastos improductivos.
No exageramos al calcular que dos tercios
de las .'-entas que corresponden á estas inver-
siones, no se compensan con aumento algu-
no de producción.
Lo que hasta aquí llevamos analizado
representa una salida sin retorno equiva-
lente á más de un tercio de la exportación
total, que queda sin compen.sarse por un
aumento de riqueza.
Veamos ahora otra partida, que es la de
las empresas especuladoras de tierras, que
vienen á con.stituir el absenteismo origi-
nario.
Las empre.sas de este género .son :
AngloColonisation and Land
Company L. 200.000
Land and investiment Com-
pany » 1.040.000
Repúblic Land Company... ■» 100.000
Southern Land Company... » 280.000
Espartillar Estancias Compa-
ny » 120.000
Santa Fé Land Company... » 875.000
Santa Fé ani Córdoba Land
Company » 400.000
L. 3.015.000
listas empresas inti'oducen capitales efec-
tivos que emplean en las compras de tierra.s
y si esos capitales die.sen lugar por sus
inversiones á un aumento de producción
equivalente á las rentas suce.sivas de la
tierra que ellas adquieren, habría com-
pensación, pero ha sucedido con estas com-
pras como con las que por mayores cantida-
des han efectuado particulares residentes
en el extranjero, algo análogo á los pré.sta-
mos hipotecarios. La renta de la tierra e.stá
enagenada y el capital de la venta consu-
mido, en su mayor parte, de un modo
improductivo.
DKL KlO DE LA PLATA
125
Esta clase de operaciones son las que he-
mos colocado en la cuarta clase del absen-
tcisnio, cu\'os muy trascendentales incon-
venientes hemos de estudiar mas adelante.
Nos resta ahora considerar tres clases de
compañías: las que tienen por objeto facili-
tar las comunicaciones, realizar diversas
obras públicas, y las que se dedican á pro-
ducciones industriales.
Las divei'sas empresas de ferrocarriles
establecidas en la Kepüblica tienen un capi-
tal en acciones y en obligaciones de L.
07.445.906 que, si bien no actúan directa-
mente en la producción, la favorecen indi-
rectamente, facilitando los trasportes,aunque
no los abarata en la proporción que exige
una acción de fomento eficaz 3' amplia.
La inversión de esas sumas es en parte
reproductiva, y decimos en parte porque,
no obstante sobrecargar el precio de sus ser-
vicios, la Nación tiene que pagar y lo tendi'á
por mucho tiempo, fuertes sumas como
garantías de intereses.
En esta cla.se, que compi-ende las empre-
sas do medios de comunicación, agregare-
mos las dos siguientes, f[ue se nos quedaban
rezagadas:
La Platense flotilla Compa-
n;, L. 1 .000.000
iviver Píate Teleplione Com-
pany » 700.000
([ue elevan la partida á L. 6Ü.245.90G.
Como empi'osas de obras de utilidad públi-
ca sólo tenemos además al Buenos Ayres Ha-
bour Works Ti'ust, con un capital de L.
1.300.000.
Pasemos ahoi-a á las empresas que direc-
tamente cooperan al aumento de la produc-
ción; después de tan cuantiosas inversio-
nes de capitales extranjeros, sólo nos en-
contramos con las siguientes:
Argentino Meat Preserving
Company L. 270.000
d . 8 u ga r Kefi n e i-.y l^om p a ny . ,^ 425 . 000
Entre Rios Extrat Meat Com-
pany » ]^í5.000
Biecker Brewery Compan3^. » 600.000
Klver Píate Fre.sch Meat » 200.000
Que forman un total de solo. L.. 1.620.000
Agregando á esta suma la parte destinada
á colonización, la Argentine Coloni.sation
and Land Company, y la que pueda desti-
nar á la producción rural la Espartillar
Estancia Company, apenas formaremos
$ 10.000.000, destinados directamente á la
producción propiamente dicha, cuando las
cifras que hasta ahora hemos analizado del
capital europeo del que la República Argen-
tina es tributaria, importan al rededor de
mil millones de pesos oro.
III
Salimos de los datos precisos, por lo que
formaremos capítulo aparte.
Hemos dividido la comandita extranjera
en relativamente fija, cuyas sumas ya he-
mos dado, y en transitoria, en vLsta de los
muy especiales inconvenientes que esta úl-
tima presenta.
El progresodel país, requiere un aumento
constante de inversiones fijas en armonía
con sus condiciones de expansión, pero no
así la entrada y .'^alida caprichosa da gran-
des masas de capital disponible, que nada
permiten desenvolver, á no ser las opera-
ciones de agio, perturbadoras del trabajo
reproductivo y generadoras de malestar.
Si .se hiciese una investigación prolija de
los orígenes de la actual crisis, se encon-
trarla indudablemente como uno de sus pri-
meros factores, esas importaciones transi-
toriasde capital, en efectivo unas veces y por
lo común solo en crédito, con cu^'os flujos y
reflujos no hubieron barreras ni para el alza,
primero, ni para la depresión de los valores,
que posteriormente se provocó.
Esa fué la va.sta comandita del juego, me-
diante el cual perdía el país todo lo que
entraba á la circulación del producido de
empréstitos y déla colocación de títulos hipo-
tecarios, aumentando, por lo tanto, el saldo
sin compen.«ar á favor del absenteismo.
Los alemanes cuando recibíanlas cuotas
de la indemnización francesa, .se quejaban
de ([ue los franceses en cambio de fruslerías
le arrebataban 'simultáneamente ca.si todo
lo ([ue les entregaban; y algo análogo ha
pasado poi- aquí.
El capital importado, cuando no absorbido
por .servicios sin compensaciones reproduc-
tivas, se evaporaba poi- el aumento de con-
126
Revista Económica
sumos desenvueltos por el agio que fomen-
taba, y que, á la par, venia á distraer los
brazos y las inteligencias del país de sus
ocupaciones socialmente más benéficas.
Más eficaz y directamente, sin bien por su
mala distribución, cooperando también en
parte á eso, han contribuido á habilitar la
producción en toda la República, las emi-
siones de papel, que han sido y continúan
siendo el capital disponible amplio con que
cuenta el país.
Los fletes y seguros marítimos, tienen el
efecto de un recargo en el valor de las Im-
portaciones y de una disminución en el
producto de las exportaciones; lo uno y lo
otro en beneficio de los extranjeros y en
perjuicio de la acumulación de capitales
en el país,
Los beneficios de los seguros terrestres con-
tra incendio y los sobre la vida, son otras
tantas partidas de absenteismo; partidas que
no pueden justificarse por la necesidad de
contingente extraño, como se justifican los
fietes que corresponden á una industria que
el país no puede todavía desenvolver en
condiciones suficientes, si bien puede y debe
intentar algo en ese sentido.
Las partidas de remesas por inmigrantes,
constituyen generalmente absenteismos
compensados con más ó menosamplitud, pues
son solo, por lo común, parte de los produc-
tos que ellos crean en el país. No están en igual
caso las remesas de capitalistas y paseantes
en el exterior, que representan extracciones
de la producción preexistente en vez de com-
pensarse por nuevas fuerzas de producción,
como las que representa la inmigración.
Por último, están en el caso de la genera-
lidad de los capitalistas que residen en el
exterior, los propietarios territoriales domici-
liados fuera del país, pero existen respecto de
esta especialidad otros inconvenientes para
el porvenir nacional.
Hay una diferencia fundamental entre las
inversiones de capitales en el comercio y en
las industrias y las que se hacen con la ad-
quisición de la propiedad tei'ritorial.
Las primeras sacan sus beneficios creando
valores, mientras que las segundas signifi-
can la adquisición de la renta natural de la
tierra y de las sucesivas valorizaciones que
se crean con el desenvolvimiento social. La
propiedad territorial, puede decirse, es el
gran condensador de la riqueza nacional.
Sobretodo, cuando la tierra se destina á
simples establecimientos indu.str¡ales ó á
culturas altamente extensivas que no per-
miten densidad de población, su enagena-
ción á individuos residentes en el extran-
gero importa, para los efectos económicos,
casi su supresión completa de la comuni-
dad nacional.
Supongamos, en prueba de ésto, un gran
establecimiento ganadero ó un campo des-
tinado á producir cereales ó forrages de ex-
portación, y veamos qué pasa en el casode que
él pertenezca á habitantes del país y en el de
que sea de propiedad de personas estableci-
das en el extrangero.
Esa parte del territorio nacional, si perte-
nece ú personas vinculadas en el país, ade-
mas de alimentar un número reducido de
trabajadores, dará lugar á la venta local ó
exterior de la cantidad que anualmente pro-
ducirá en ganados ó cereales etc. cuyo im-
porte, después de pagar los gastos, relativa-
mente reducidos, puesto que el primer agen-
te de la producción extensiva es la tierra,
debe compensar los impuestos, y dejar un
reraamente por lo común considerable, que
se acumula en el país, sirve para entender
su giro y entra á aumentar el capital na-
cional.
En el otro caso, queda solo en el país, de la
utilidad producida, el pequeño tanto por mil
de los impuestos, pero el remaniente, en
caso de exportación, no tiene retorno, y, en
ca^o de ventas realizadas en el país, consti-
tu3^e un aumento de deuda con el esterior;
elementos de extensión de giro y de acumu-
lación de capital de naciones extrangeras.
En la época de Rivadavia, el patriotismo
y la previsión argentinas, evitaron que se
vendiesen las tierras de la Provincia de
Buenos Aires á una compañía de capitalis-
tas con residencia en Inglaterra, y ¿qué hu-
biera sucedido si semejante operación se
hubiese llevado á efecto?
Fácil es comprenderlo. Habría venido al
país un capital en efectivo que hoy no repre-
sentaría la diez milésimas parte de lo que
elprogreso social ha dado de valora ese te-
rritorio.—Las lanas, los cueros, la carne que ^
exporta la Provincia de Buenos Aires, y
DEL Rio de la Plata
127
constituye los dos tercios de la exportación
total de la República, no tendría retorno; en
vez de constituir y aumentar las más gran-
des fortunas que existen hoy en el país,
irían á aumentar el capital disponible de los
afortunados compradores en la Gran Breta-
ña. Estaríamos en peor situación que la Ir-
landa, y mediante dos dineros se habría efec-
tuado la adquisición de esta rica Provincia
de un modo tan efectivo como la que por el
poder de las armas efectuaron los barones
normandos.
Esto que se evitó entonces, se realiza hoy
y las mosquinas sumas adqueridas median-
te el despilfarro de las tierras nacionales y
las compras particulares que la crisis facili-
ta, importan, además del absenteismo inme-
diato, amputaciónesdel porvenir económico
de la República, que es urgente impedir que
se reproduzcan, reformándose con ese objeto
las leyes que actualmente reglan la dis-
posición y la distribución de la propiedad
territorial en el país.
Para formar una idea de lo que importará
la comandita de capitales extrangeros que
no están representados por títulos de Deu-
das Públicas ó por acciones de compañías,
podemos tomar por base el indicado cálculo
general de P. Leroy Beaulieu, respecto de
las colocaciones exteriores del capital in-
glés, y por lo tanto apreciarla en mas de un
tercio de la suma total.
IV
Como hemos visto, el capital invertido en
la República perteneciente á individuos
que residen en el exterior, puede calcularse
en mil quinientos millones de pesos oro,
divididos así:
Títulos de renta y Com-
pañías $ 1.000.000.000
Otras inversiones » 500.000.000
$ 1.500.000.000
Prescindamos de ios fletes y seguros marí-
timos y, calculando un promedio de 6 á 6 V2
por ciento de rentas y beneficios que habrá
que pagar al exterior, tendremos, aparte de
la retribución de diversos servicios internos,
por lo menos, un absenteismo anual de cien
millones de pesos oro, esto es de más del to-
tal de la exportación argentina.
La colonización por medio de capitales le
permite, como seha visto, ala Inglaterra, ade-
más de importar p'-oductos por más de un
tercio de lo que exporta, una fuerte acumu-
lación anual, mientras que la República
Argentina, en sus actuales condiciones, no
sólo no puede acumular, sino que, sí paga
sus compromisos, tendrá el déficit anual de
todas sus importaciones.
Ella es, pues, mucho más absenteista, que
la Inglaterra es colonizadora.
El optimismo de unos y el empirismo de
otros, contribuye no poco á agravar esta si-
tuación y á extraviar á su respecto la
opinión general del país. Se llega hasta
creer que basta para crear la prosperidad
el restablecimiento de una nueva corrien-
te de importación de capitales, sino por
empréstitos, por negocios y compras de par-
ticulares y, en último caso, la prórroga de la
suspensión de parte de los servicios ex-
ternos.
Los empréstitos importan en este caso
capitalizar deudas, capitalización que sien-
do, como ha sido liasta ahora más rápida
que el desenrolvimiento de la riqueza dei
país, es la agravación en vez de la mejoría.
Esto, además, no evitaría, como no evita ya,
la acción del absenteismo.
Quedan las comanditas particulares y las
adquisiciones por extranjerosde la propiedad
territorial, recursos, el primero insuficiente
y en parte solo propio para producir facili-
dades transitorias, y, el segundo, además de
igualmente limitado, inconveniente para
el porvenir del país.
En este camino la situación tiene forzo-
samente que empeorarse como se ha venido
empeorando en estos dos últimos años.
El remedio radical y efectivo hay que
buscarlo en el país mismo, que es donde se
halla.
Cerca de quinientos millones de pesos oro
están invertidos en ferro carriles, puertos,
etc., esto es en medios de facilitar los trans-
portes, y ya se ha ido, por ahora, demasiado
lejos quizá en este sentido, y lo que corres-
ponde es fomentar efectiva y vigorosamen-
te la creación de productos; en resumen, la
reforma de leyes agrarias de modo á poner
128
lÍKVlSTA !']( ■( )N(')M1CA
]a lioi-ra más al alcance de los brazos traba-
jadores; la reorg-anizacion délos Bancos Na-
cionales 3' Provinciales, dotándolosde losma-
dios de reanudar las habilitaciones, que son
las(iue más efectivamente han contribuido
al desarrollo de las provincias del interior y
á la gran riqueza de Buenos Aires, y la con-
servación de un sistema de protección ra-
cional á las industrias.
Tal debe ser el contrapeso que hay que
oponer al absenteismo que en proporciones
tan colosales pesa sobre el país, á fln de evi-
tar la wAini y la postraci()n de la República.
LOS TRATADOS DE COMERl'íü
A i'K<u'()í-;rro dk i xa iMciATnA del Gobuíkxo
OkIEiNTAL
III
Analizados como quedan los tratados co-
merciales que lig-an actualmente á la Kopü-
blica Oriental del Urug-uay con varias na-
ciones europeas (España, Italia é Inglate-
rra); persig-uiendo el propósito, que creo
haber justificado, de libertar al país de com-
promisos que cohartan su libertad de acción
en materias de comercio internacional, y
sentada la doctrina de la derog-abilidad de los
tratados llamados perpétuo.s. porque no .se
les ha asig-nado término ó plazo de dura-
ción, voy á concretarme ahoi-a á comprobar
esa doctrina, apoyándome, en g-eneral, en
los principio.^ elementales de la sociabilidad
humana y, con especialidad, en las opinio-
nes de los tratadistas de derecho público in-
ternacional.
El tratado celebrado con la Ing-laterra es
de tal naturaleza, por su forma y por su
fondo, como he tenido opoi-tunidad do evi-
denciarlo, que susubsistencia indefinida im-
posibilitai ía á la República Oriental á go-
bel-nar s\i comercio, á diiigir y fomentar sus
industrias, á defender, en una palabra, los
intere.ses económicos del país, sin el bene-
plácito de aquella potencia, la que, en cam-
bio, nada real nos concedió.
Con ese tratado, la Repiíblica no puede
adoptai- una política económica internacio-
nal; no puede consultar las conveniencias
patrias en materia de importación y expor-
tación, haciendo uso de una .soberanía de
que, en parte, se ha desprendido; no puede,
en definitiva, legislar en asunto tan esen-
cial con la indispensable y legítima inde-
pendencia y sin extraña coacción.
Y esto eternamente, si se so.stiene una doc-
trina contraria á la que pi'oclamo y defien-
do, con el calor que se defiende la soberanía
y la libertad de un pueblo altivo y digno,
como lo es el oriental, con la conciencia del
derecho y de la jurisprudencia universal.
El célebre Bluntschli (Le droil piihlic in-
(crnulional, 1881, pág. 9), se expre.sa así:
<!L& perpetuidad ÚQ los tratados, como la
de la ley, se halla en contradicción con las
necesidades cambiantes de las cosas huma-
Jias y. por consiguiente, del Estado. Siempre
que el derecho no exprese más que los prin-
cipios permanentes del orden divino del
universo, él es tan inmutable como e.se or-
den mismo; pero el derecho que establece
las relaciones cambiables é ince.santemente
modificadas délas cosas humanas, gira fa-
talmente en la órbita de esas transforma-
ciones, sea cual sea su forma, ley ó tratado.*'
Pradier Federé {Traite de aroit iiúerna-
lio/iiU piiMic T. 2, pg. 502), .se pronuncia no
menos absolutamente contra la pretendida
perpetuidad de los tratados.
«E]n verdad, dice, todos los tratados son
temporariosy no existen tratados perpetuos
en el sentido absoluto de la palabi-a, porque
nada se puede imaginar ae más irracional
que los coi;¡ premisos inmutables, cuando
no hay nada inmutable en la naturaleza. Xo
ha}- pues más que los tratados firmados por
un tiempo indeterminado que pueden .ser
llamados perpetuos, en el sentido de que no
habiendo las partes contratantes fijado nin-
gún plazo, resulta, tácitamente, que ellas no
.se han ligado sino por el tiempo cjue subsis-
tan las razones y los intereses que las indu-
jeron á fií'marel pacto.»
A propósito de estas últimas palabras de
Pradier Federé, se me ocurre preguntar:
¿qué razones y qué intereses indujeron al
gobierno oriental á firmar el tratado con la
Inglateri-a!*, ¿subsisten esas razones?. ^^ final-
mente, ¿deque naturaleza fueron esas ra-
zones y denué índole los intereses que la
DEL Rio de la Plata
129
llevaron á poner su firma en aquel pacto
internacional?
La política tiene sus exig'encias: y más
de un tratado registra la historia universal
cuya celebración constituyó tan solo el pre-
cio de un servicio momentáneamente im-
portante, extraño á la materia consig-nada
en sus cláusulas, aparentemente leoninas.
Hay ra/.ones de Estado que imponen sa-
crificios dolorosos y en cuyo obsequio se
abandonan derechos y se comprometen pre-
i-roprativas esenciales.
Un ejemplo que confirma esta asevera-
ción la he palpado yo mismo en una discu-
sión que sostuve en Europa, en 1<S82, con el
Barón Aguiar d'Andrade, Mini.stro del Bra-
sil en Lisboa, sobre las razones secretas de-
terminantes del tratado del Paraná relativo
al litig-io de Misiones.
El Imperio le ofrecía al Hobierno de la
Confederación importantes contingentes de
fuerza i)ara someter á Buenos Aires, y este
Gobierno abandonaba sus derechos secula-
res sobi-e la verdadera línea de las demarca-
ciones de Oyarvide.
Aquello era secreto; razones de Estado; y
esto era público.
Felizmente el Cong-reso modificó el trata-
do ^'. . no hubo tratado en su acepción de
compromiso internacional.
Pere tampoco hubo contingentes de fuer-
za para subyug-ar á la altiva Buenos Aires,
que bregaba por sus fueros soberanos.
Estos ejemplos se encuentran á cada paso
en la historia diplomática de las naciones.
Ahora, volviendo á nuestro caso, pregun-
taré de nuevo, ¿qué razones, qué intereses,
qué exigencias de las circun.stancias indu-
jeron al Gobierno Oriental á firmar el trata-
do inglés de 1885, desde que él aparece
hecho todo en favor de la Inglatera, país
que somete invariablemente su política, en
ambos hemisferios, á sus intereses comer-
ciales?
¿No habrá en el país quien denuncie,
como rae cupo denunciar en Europa respec-
to al tratado del Paraná entre el BrasH y la
República Argentina, las razones, entonces
secretas, y en el supuesto de que ya no lo
sean, que indujeron á nuestra cancillería, por
ejemplo, á nacionalizar la marina ingle.sa en
nuestras aguas, á acordar r/ratiiíta é incon-
dkionalmenle á la Gran Bretaña y á todas
sus colonias habidas y por haber, los favo-
res, derechos y exenciones que la República
otorgue, aunque sea en cambio de favores
excepcionales, á toda y cualquiera nación,
y estojjí;' sécula secalorum'i
Es indispensable que la luz se haga. Si
las razones de que habla Pradier Federé
existieron en efecto, en forma de pactos se-
cretos para garantir, por ejemplo, como se
susurró en un tiempo, nuestra independen-
cia contra una asechanza externa y vecina,
especie que recojo sin darle mayor impor-
tancia pero que recojo en falta de un indicio
cualquiera que esplique, aunque quizá sin
justificarlo, el tratado inglés de que me
ocupo; si esas razonesexistierony la versión
que apunto es exacta, y -a no existen hoy, y,
por consiguiente, desvanecida la causa de-
be desaparecer el efecto, esto es el tratado
de 1885, porque hoy vivimos en paz y con-
cordia universal y en pleno régimen de
reacción liberal contra el cesarismo, que ha
muerto felizmente para la República: los
pueblos realmente dignos de la libertad no
perecen nunca, y si perecen, resucitan, co-
mo resucitará aún la Polonia de entre las
cenizas de sus mártires y de sus patriotas,
sin necesidad de pactos mercenarios y al so-
lo impulso de la razón y de la justicia, que
se impone al fin, á despecho del tiempo que
pasa y de las cadenas que oprimen; la garan-
tía de la autonomía y de la independencia
de las naciones, reside en su voluntad de
ser libres y, sobre todo, en su capacidad de
ser libres; y para esto último es menester,
por ejemplo, no incurrir en errores como el
de la celebración del tratado con la Inglate-
rra, áque me vengo refiriendo.
Hoy que el gobierno Oriental está nego-
ciando nuevos tratados de comercio con
l'iancia y Alemania, en cuyas cláusulas se
ha de intruducir probablemente, porque va
siendo de cajón, el estribillo de «la nación
más favorecida,» corresponde al patriotismo
provocar el debate más público y amplio so-
bre la materia, como que ella afecta los má.s
íntimos resortes productores de la riqueza
nacional.
El novísimo réjimen aduanero de Francia,
precedido de un magistral debate periodi>-
tico y parlamentario, inaugura una nueva
130
Revista Económica
era para para las relaciones económicas de
los Estados.
Francia saluda así su independencia co-
mercial, rota por el tiempo la férrea ligadu-
ra del tratado de Frankfort, impuesta per
el vencedor, á raiz de los desastres del 71.
M. Jules Roche, Ministro del Comercio, al
esponer la reforma ante el parlamento, jus-
tificó la adopción déla nueva política adua-
nera, libre ya la Francia de sus compromi-
sos internacionales que cohartaban su liber-
tad y limitaban su autonomía. El presidente
de la comisión especial de la Cámara de Di-
putados, M. Meline, abundando en las ideas
del gobierno, se pronunció, y con él el Cuer-
po Legislativo, por el réjimen propuesto,
que reacciona contra las prácticas de los tra-
tados que crean, á favor de los Estados con-
tratantes, situaciones excepcionales y privi-
legiadas por tiempo determinado ó indeter-
minado.
El BülMacMnley proclama igual principio
y, en un notable y reciente documento pú-
blico, la República Argentina se manifiesta
favorable á su adopción.
Entretanto nosotros, en vez de tratar de
libertarnos de nuestro tratado de Fi-ankfort,
quiero decir de nuestro tratado con la Ingla-
terra, negociamos y estamos á punto de
lig-arnos por nuevos tratados con diversas
potencias, sin que nada nos compela á veri-
ficarlo.
Y para libertarnos de esa ligadura, tene-
mos en apoyo nuestro el derecho natural y,
además, el derecho escrito.
Ya hemos citado dos tratadistas eminentes
y pudiéramos citar muchos otros.
Todos condenan, todos refutan los tratados
perpetuos.
Pero no estarán demás aquí las palabras
de algunos otros maestros en jurisprudencia
internacional.
Según Stuart Mili, «no se puede razona-
blemente ligar una nación sino por medio
de un tratado cuyo plazo no exceda el de
una generación (1)».
«La justicia de los conti'atos, dice Pinheiro
Ferreira, reposa sobre la reciprosidad délos
intereses de las despartes contratantes, y es
(1) I. St. Mili, Treaty, Obligntiottí!, en la Fvrtnújhtlij Re-
view de I" de Diciembre de 1870.
sabido que ese equilibrio puede desaparecer,
aún en vida de los firmantes y, desde luego,
no se podrán continuar invocando, en apo-
yo de las estipulaciones del tratado, las ra-
zones de utilidad mutua que le .sirvieron de
base. Por consiguiente, todo lo que se puede
pretender razonablemente, cuando se exije
la observación de un tratado, fundándose
en que es perpetuo, se reduce á que las par-
tes contratantes, no habiendo fijado ningún
plazo para su existencia, la que pretenda
rescindirlo debe avisarlo á la otra, y aún
acordarle una indemnización por los per-
juicios que dicha resolución puede originar-
le. En este conflicto de intereses deben
apreciarse de buena fé las pérdidas apre-
ciables de cada parte y, desde luego, es fácil
llegará entenderse (1).»
«Como todas las cosas de este mundo, los
tratados se debilitan, dice Pi-adior Fodei-é, se
alteran, caen y desaparecen; llevan en ellos
mismos el principio de su ruina y terminan
con las causas que lo produjeron. ¡Y cómo
admitir lo contrario! Obras humanas, esto
es mortales, expresan las relaciones que
existen en el momento de su negociación
éntrelas fuerzas morales y materiales de los
Estados contratantes; pues bien, las nacio-
nes se modifican incesantemente, y de ello
resulta que las circunstancias cambian y
que los tratados pierden su razón de ser,
teniendo contra ellos !a fuerza de las cosas.
Es así que los tratados que parecían, en el
momento de su conclusión, necesarios y
equitativos, acaban, con el tiempo, por ser
inútiles y abusivos» (2).
«Todo convenio entre dos Potencias, decía
el abate Bernier, no puede considerarse sub-
sistente sino mientras una y otra lo inter-
pretan con un espíritu de condecendenciay
coinciden en la apreciación del fondo ó es-
píritu de sus cla\ísulas, sin dar á las espre-
siones un sentido demasiado literal. (3)»
Deben pues los Poderes Públicos Orienta-
les apartar todo escrúpulo y abordar rgsuttl-
(1) Nota de Pinheiro Ferreira en el Prítí.v dn droit des
Gens de G. F. Martens. 1864. Liv. II. pg. 176.
(2) Pradier l'^deré, Tridit de droit infcrmdin-ndl ¡niliHc,
1218.
(3) líriporf de Viúihé Bernier, an premier Confuí mtr le
projet dUmión propone an fíouvernenienl par le somerain
pontife Fie VIL 27 imi. 1801.
DKL Rio de la Plata
131
tamentela enojosa cuestión para el país de la
denuncia del tratado del 85 fií'mada con la
Gran Bretaña; deben, además, significar á
Italia la no renovación del pacto comercial
que vence en 1895 y hacer lo mismo con la
España, recuperando así la República su li-
bertad de acción para gobernar su comercio
internacional, adoptando, mutadis miitandis,
el réjimen francés, que analisaré en un pró-
ximo artículo.
Pedko S. Lamas.
SOBRE EDUCACIÓN
CARTA ABIERTA
Sr. D. Domingo Lamas.
Mi buen amigo: déjeme Vd. rendir culto
á la moda: permítame que en letra de molde
conteste á su pedido, siquiera para que los
lectores de La Revista no califiquen de atre-
vimiento lo que es simplemente deferencia
hacia Vd.
Me pide que concrete mis ideas sobre edu-
cación, después de haber oído las que en
diversas ocasiones expuse con motivo de re-
cientes sucesos escolares; y aún cuando el
pedido me alhaga, me veo un tanto cohibido
por razones que no se le ocultarán.
Pero, ¡quién dijo miedo! Pasaré sin rozar-
las siquiera sobre las cuestiones que tuvie-
ron el privilegio de soliviantar ánimos y
enardecer pasiones, encarando los diversos
problemas educacionistas desde el punto de
vista científico, y aboidaró fran.'a y resuel-
tamente el estudio de nuestros programas y
de nuestra organización escolar.
Notará Vd. que he dicho nuestro, á pesar
de ser yo extranjero, y es que queriendo á
la República Argentina, habiendo levantado
en su seno un modesto hogar, viviendo su
vida, y participando de sus alegrías y con-
gojas, no puedo ser indiferente á cuanto con
su progreso se roce, y si á tal punto me inte-
resa su porvenir, que si lamento cuantas
conmociones entorpecen su adelantamiento,
en cambio bato palmas cuando la veo ca-
minar con seguro pasj por la hermosa y an-
cha vía del progreso universal.
Presto atención preferente á cuanto se re-
laciona con la educación: por ello es que cen-
suro con toda la energía de que soy capaz,
ese empeño en algunos en extrangerizarla.
Para ciertos pedagogos basta que una refor-
ma sea alemana, inglesa ó norte-ameiicana
para que sea buena, sin que se les ocurra
introducir aquellas modificaciones que acon-
sejan la diferencia de lugar y la diversidad
de carácter y temperamento.
Creo, y lo creo de buena fé, que la ins-
trucción argentina carece de sello nacional:
la legislación referente á este ramo reñeja
perfectamente el titubeo, la falta de un plan
meditado con calma y apropiado á las con-
diciones del país.
Nación eminentemente agrícola y comer-
cial, carece de buenas escuelas de comercio
y de granjas modelo: país, en que la indus-
tria tiende á desarrollarse, no tiene las nece-
sarias escuelas de artes y oficios; y por con-
tra tan solo poi" espíritu imitativo, favorece
aquellos estudios que llenan las ciudades de
abogadosy las ciudades y campos de m édicos.
No sé si tiene en cuenta que el exceso de le-
trados, antes perjudica que beneficia á un
país, y que con muchos peritos agrónomos
y muchos inteligentes en las faenas de cam-
po se desarrollaría hasta lo infinito nuestra
riqueza agrícola y pecuaria.
Es axioma pedagógico, lanzado á volar
por Spencer, que el orden racional de la edu-
cación es el siguiente: 1" la educación que
prepara para la propia conservación directa;
2^ la que prepara para la propia conserva-
ción indirecta, la cual consiste en adquirir
los medios necesarios para vivir; 3° la que
prepara p^-a las funciones paternas; 4'' la
que prepara para ser ciudadano; y 5" laque
prepara para los múltiples refinamientos de
la vida.
De esta lógica gradación se desprende que
el Estado argentino no atiende lo suficiente
al segundo fin; que por exceso de patriotis-
mo pospone el 4» al 3^ y que finalmente le
dá excesiva importancia al 5°.
Ahora bien; en el plan general de estu-
dios de un pueblo hay que tener en conside-
ración sus condiciones y su porvenir: cuando
en un país como la Argentina, sobran hom-
bres dedicados á las artes liberales y por
contra faltan los que estén en el caso de ex-
plotar las fuentes de riqueza de la nación,
132
Revista Econóaiica
cuerdamente ohvarhx el Estado rindiendo á
la par culto á su conservación y desarrollo,
obstruyendo la übtencióndo un título que
ningún bien lo reporta á la masa total del
pueblo, y favoreciendo por contra el estudio
de aquellas car!''_^ras que han do foiaentai-
sus veneros de riqueza.
Supongo que no entenderá Vd. que pro-
clámela anulación de ciertas carreras, \'aque
todas son necesarias, dadas las condiciones
sociales y las miserias humanas: lo que sí en-
tiendo, de acuerdo con los hombres pensa-
dores de todos los países, es que reduciendo
el número de abogados, por ejemplo, no se
dará el caso de qut; invadan las oHcinas pú-
blicas, soliciten cátedras apenas salidos do las
aulas, con grave perjuicio de la enseñanza,
ya que carecen de la representación 3^ serie-
dad que demanda tan sagrado ministerio, ó
bien, y este no es quizás de los peores males,
el que invadan el campo político, ansiosos de
hallar en sus revueltas lo que conseguir no
pueden, por sobra de competidores, en el re-
posado ejercicio de su cai-rera.
Pero noto que esta carta so va alai'gando.
La suspendo, pues, sirviendo de pi'ulugo á
las que pienso publicar.
Kn las sucesivas, trataremos de los progra-
mas de instrucción primaria y secundaria.
Le saluda afectuosamente s. s. s.,
E. Mo.NXKU Sanz.
h iiaif ciói del i k
\k COMIENZOS DEL SIG^IJ. XIX
IV
Hemos analizado en nuestro número an-
terior el movimiento de entrada y salida de
buques de los puertos de Montevideo, Bue-
nos Aires y la Ensenada, desde Junio de
1803 hasta el primer semestre de 180G, se-
gún sus clases y banderas. Los cuadros
sobro procedencias, de.stinos y tiempo em-
pleado en la navegación, con que comple-
mentaremos este estudio, no ofrecen menor
interés para la apreciación d(;l coniei'cio ma-
rítimo del Rio de la Plata en la éj)oca (lue
estudiamos.
Conservaremos, como hicimos en los ante-
riores cuadros, las denominaciones emplea-
das en los documentos que tenemos á la
vi.>ta.
Número de buques entrados y saliios
según procedencias y destinos
PUERTO DE MONTEVIDEO
lATUADAS
Procedencias
18(13
]■■ de Jan
áSnjic.
1804
180.")
1800
T'iime
Scniestic
Cádiz
20
17
14
2
Barcelona
11
11
-
—
Barcelona v
Ceuta
1
___
Málaga
1-2
13
—
Málaga y Bar-
celona
—
3
—
—
Gijón
—
1
—
—
Mallorca
—
1
—
—
Curníia
(•)
11
3
—
Tai-ragona
2
(;
1
—
Vigo
I
";
2
2
Santa nde¡-
N
''
_-
Bilbao
1
—
—
1
Ferrol
2
1
2
1
1
Canarias
—
Ha V re
1
1
z
—
Marsella
—
Dunquerke
—
1
—
—
Hamburgo
—
—
3
1
Tonningen
—
—
3
1
Embdent
—
—
1
—
Oporto
—
—
1
—
Liverpool
—
—
1
—
Virginia
—
1
—
—
Nueva-Yorlc . . .
—
—
5
—
Montrael
—
—
1
—
Filadelfia
—
—
2
-
Boston
—
1
1
2
Bal ti more
-
—
1
—
San Salvadoi'. .
_.
—
2
1
San Tomas
„
—
1
—
Madera
-
—
—
1
Martinica
1
—
--
—
Habana
f,
Ü
—
—
Mauricio
—
1
-
—
Isla de Fraiicia.
1
1
_.
Calcuta
—
_..
1
—
Manila
—
—
1
—
DEL Rio de la Plata
'Eio Janeiro
Bahía
Santos
Santa Catalina.
Puerto Deseado.
Deseado y Mal-
donado
Maldonado
Malvinas
Patagonia
I.-íla de los Pája-
ros
Chile
Callao
Callao y Cua-
yaquil
(Uia^^aquil
Costado A frica.
Seneg-al
Loango
(¡orué
<iuiba
rrf(lorif!\sl.onr;r
Costa de Oro. . .
Congo
Mozambique. . .
Sierra Leona...
Cambié
Angola
Cabo Buena Es-
peranza
Sin especiíicaí .
Dfs linos
Península
Cádiz
Coruña
Santander
Vigo
Barcelona
Málaga
Bilbao y Pa>a-
8"es
Puertos Exíran-
jei'os
Burdeos
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3 9
1 —
1 f!
1
1 —
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1 2
1 —
12
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3
28
10
1
9
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1 -
84 134 loo
SALIDAS
1803 1S04 180.J
1" de .liin.
á81 Die.
13
4
9
1 — _
1
49
1800
Primor
Semestre
Londres
Hamburgo
Embdent
Tonniengn
Lisboa
Oporto
Kxtrangerua..
Colonias Extran-
geras
Cliarleston
Boston
Xueva York...
Eiladelfia
XevrPort
Habana
Babia
Rio Janeiro
Santos
Santa Catalina.
^laldonado
?i[alvinas
Mar del Sud...
Corso
Valparaíso
Lima
Mauricio
Costas de África
Mozambique...
Loango
Sin especificar.
133
2 — _
2
1
4 —
i3 :
- 1
- r
1 —
4 1
1 -
1 —
07 47 73 50
PUERTO DE BUENOS AIRES
ENTRADAS
Procedencias 1803 1804 1805 1800
1" de Jun.
á 31 Dic.
Cádiz
Barcelona
Coruña
Habana
Rio de Janeiro.
Babia
Santos
C'üvta de África.
Sin especificar.
i\Mo Xegi-o
Priiiipr
Semestre
— - 1
— 1 —
3
9
14
3
3
()
5
1
-
1
3
—
1
2
1
1 -
— 1
10 20(1) 25
(1) En ol estado de Buenos Aires según cLise de
buques publicado en ei número anterior iia liabido un
error que creemos conveniente salvar. En las entradas
de diclio año rtguran 2 zumaeas eu vez de 4 v lU ber-
gantines eu vez de lü. Los buciues entradoásou 2(J.
134
Revista Económica
SALIDAS
Deshilos
1803
l» de Jun.
á31 Dic.
1804
1805
1806
Primer
Semestre
Cádiz
—
2
2
1
Cádiz y Barce-
lona
2
—
—
—
Barcelona
—
2
—
—
"Vigo
—
1
—
—
Europa
1
—
—
—
Hambnrgo
—
1
—
—
Londres
—
1
—
—
Colonias Ex-
trangeras . . .
6
17
2
5
Rio de Janeiro.
—
—
7
3
Babia
—
—
3
—
Costa de África.
1
4
2
—
Isla de Francia.
—
1
—
—
10
29
16
9
PUERTO DE LA ENSENADA
ENTRADAS
Procedencias
1803
1° de Jun
á 31 Dic.
1804
1805
1806
Primer
Semestre
Corufia
Tonningen
Hamburgo
Babia
Santa Catalina.
Mauricio
Sierra Leona..
Costa de Oro..
1 -
1 -
6 3
SALIDAS
Destinos
1803 1804 1805 1805
1» de Jun.
á 31 Dic.
Cádiz y Barce-
lona
Coruña
Puntos Extran-
jeros
Hanaburgo ....
Burdeos
Colonias Ex-
tranjeras
Brasil
Primer
Semestre
1 - -
Rio Janeiro
Costa de África.
Angola
25 7 3 —
Para que pueda apreciarse más fácilmen-
te el movimiento marítimo á qué daban lu-
gar las transacciones con la Metrópoli y las
diversas colonias americanas, asi como con
las naciones extrangeras, etc. resumiremos
los anteriores cuadros, haciendo la clasifica-
ción que nos permite sus especificaciones.
Resumen
PUERTO DE MC
)NTE^
HDEO
ENTRADAS
Procedencias
1803
V> de Jun
á 31 Dic.
1804
1805
1806
Primer
Semestr»
Europa
Puertos españo-
les
65
83
24
5
Id. extranjeros.
2
1
9
2
América
Habana
5
6
—
—
Puertos españo-
les Atlántico.
1
3
—
4
Id. Id. Pacífico.
—
9
3
—
Estados-Unidos
—
2
10
2
Brasil
5
16
41
19
Diversas pose-
siones Europ.
1
2
6
2
Costa de .\f rica.
5
12
13
14
Sin especificar.
—
—
3
1
84
134
109
49
Salidas
Destinos
1803
1" de Jun
á 31 Dic.
1804
1805
1806
Primer
Semestre
Europa
Puertos españo-
les
21
8
35
2
9
9
3
Id. extranjeros.
11
América
Habana
13
7
8
2
Puertos españo-
les Atlántico.
1
—
4
3
Id. Id. Pacífico.
3
2
3
1
DEL Rio de la Plata
135
•Estados Unidos. —
Brasil
10
Diversas pose-
siones europeas
1
Costa de África.
5
Diversos desti-
nos
5
24
67 49
73
21
10
55
PUERTO DE BUENOS AIRES
ENTRADAS
Procedencias 1803 1804 1805 1806
Europa.
Puertos Espa-
ñoles
América
Habana
Puertos Españo-
les del Atlán-
tico
Brasil
Costa de África.
Sin especificar.
Destinos
Europa
Puertos españo-
les
Id. extranjeros.
América
Colonias extran-
jeras
Brasil
Posesiones ex-
tranjeras
Costa de África.
1" de Jiin.
á 31 Dic.
2 5
1 2
6 17
- I
1 4
10 29
Primer
Semestre
3 —
- 1
6 16
1 2
— 1
10 20
SALIDAS
1803 1804
1" de Jim.
á31 Dic.
1
22
1
25
1805 1806
Primer
Semestre
2
10
16
PUERTO DE LA ENSENADA
Procedencias
Europa
Puertos españo-
les
Id. extranjeros.
Brasil
Posesiones ex-
tranjeras
Costa de África.
Destinos
Europa.
Puestos Españo-
les
Puertos Extran-
jeros
América
Colonias Extran
jeras
Brasil
Costada África.
ENTRADAS
1803 1804
1" de Jun.
á31 Dic.
1805 1806
Primer
Semestre
3
2
1 —
1 - —
— 1 —
6
SALIDAS
1803 1804
1" de Jun,
á 31 Dic.
18ü5 1806
Primer
Semestre
8 3-
6
3
2
25
- 2
3 -
La suma total de entradas y salidas de
buques en el Rio de la Plata, de Junio de
1803 á Junio de 1806, es de 789.— De éstos co-
rresponden 620 al de Montevideo, 123 al de
Buenos Aires y 46 al de la Ensenada.
De estos cuadros resalta á primera vista la
considerable disminución del comercio del
Rio de la Plata con los puertos españoles
operada en 1805 y 1806, á consecuencia de la
guerra con Inglaterra, y el aumento del
comercio con los puertos extranjeros euro-
peos, Estados Unidos, Brasil y Costa de
África.
De los puertos de España habilitados en
1778 para comerciar con el Rio de la Plata
solo diez presentan, en los años de 1803 á 1806,
algún movimiento, mientras que no ha ha-
bido ningún comercio directo con Alicante,
y Cartagena por donde debían expedirse los
136
Revjsta Económica
productos de Valencia y Murcia. En cam-
bio han habido transacciones directas con
Vig-o y Tarragona habilitados posteriormen-
te y con el Ferrol que recien se habilitó en
1802.
Como aumento relativo producido en los
años 1805 y 1806, el más importante es el de
los Estados Unidos, con los cuales el movi-
miento, que era nulo en 1803, que fué tan
solo de 2 buques en 1804, ascendió entre en-
tibadas y salidas, á 16 buques en 1802 y fué
de 6 en el primer semestre de 1806.
En estos dos illtimos años, si bien se con-
servan las salidas para la Habana, cesan por
completo las llegadas de esa procedeiicia.
El aumento del movimiento europeo co-
rresponde á los puei-tos Alemanes, que ya
aparecen en 1803 mandando buques á la En-
senada, expediciones de las cuales las más
importantes se hicieron por cuenta del Du-
que de Osuna.
En cuanto á aumento absoluto de entra-
das y salidas el más importante fué el del co-
mercio con el Brasil, y, después de éste, en
cuanto á entrada.s, es la Costa de África el
que figura con ma3''or número.
Ambos aumentos tienen su esplicación en
el análisis de las constancias aduaneras.
Por una parte el Brasil reemplazaba las
importaciones de la Habana y por otra las
empresas de los corsarios aumentaban con
pi-e.sas las procedencias Africanas, pero al-
go más efectivamente cooperó al ensanche
de ese movimiento marítimo, que era la
importación de negros do la Costa de África
y del Brasil, laque nos proponemos estudiar
en un artículo complementario de éste bre-
ve trabajo, en vista de la importancia que
ese tráfico presenta en la historia de nues-
tra navegación.
De é.'ítos cuadros resulta también que
Buenos Aire.s, con su rada abierta y sin si-
quiera un muelle para efectuar el desem-
barque, solo tuvo en 1803 tres entradas de
buques de procedencia europea, con merca-
derías, una en L'íGó y ninguna en 1804 y
1806. Su comercio principal era con el Bra-
sil, cu3'os buques de pequeño porte tenían
abrigo en el Riachuelo y mayores facilida-
des para sus operaciones.— En cuanto á su
exportación directa con líuropa, si bien más
importante, solo ocupó tres buques en el se-
gundo semestre de 1803, siete en 1804, dos
en 1805, y, en 1806 el buque que aparece sa-
lido con desti no á Europa solo llevaba pro-
ductos de tránsito y correspondencia.
La Ensenada, como se há visto, tenia ma-
yor movimiento comercial directo con Eu
ropa que Buenos Aires.
El tiempo empleado en la navegación es
otra cuestión interesante, cuyo e.studio nos
permiten hacer los datos que tenemos á la
vista, puesto que al darse noticiado la.<; en-
tradas de los buques y de sus manifiestos se
ha espre.sado .siempre en todos los años que
analizamos, conjuntamente con lasfechas de
llegadas las de las salidas, dándose así razón
exacta délos días empleados en la navega-
ción, así como la de las arribadas y diversos
otros accidentes.
Sobi-etodo en las navegaciones estensas,
la regularidad en el tiempo empleado en
los viagesno era tan sensible como pudiera
esperarsede la navegación ávela en una épo-
ca que. en vista de la rapidez de los progresos
de nuestro .siglo, puede parecer relativamen-
te lejana.
Las mismas cau.sas que contrariaban el
comercio en toda la época colonial, la rivali-
dad de las naciones y su espíritu escluslvo,
la guerra de corso y la política de contra-
bando, debian perfeccionar como perfeccio-
naron considerablemente el arte délas cons-
trucciones navales.
El tradicional comercio colonial español
se hacia por galeones y flotas que foi-maban
pesados convoA'es. Los pi-imeros debian ser
todos buques de guerra y los seg-undos bu-
ques de gran porte, escoltados por naves de
guerra.
Se buscaba la seguridad en la agrupaciíni
do fuei'zas que pudiesen hacer frente á ata-
ques combinados por los adversarios.
La garantía que aparentemente propor-
cionaba el comerciar al abrigo de verdade-
ras escuadras, debía hacer poco frecuentes la,s
comunicaciones y favorecer el contrabando
que tenía gi-an aliciente en la misma falta
de un comercio activo por parte de la metró-
poli, a.sí comeen el sistemado monopolio,
todo lo cual contribuyó á aumentar los estí-
mulos del comercio clandestino, que opo-
nía úla pe.'íada policía marítima que pudiq-
DEL Rio de la Plata
137
■ ran hacer los barcos españoles, la ventaja de
una mayor movilidad.
Aunque muy tardíamente, España, reac-
cionando contra las influencias de gremios
comerciales, que son siempre malos conse-
geros en la política económica nacional,
cambió totalmente de sistema, y en 1740, al
suprimirse los galeones y lasñotas, que que-
daron suspendidas hasta 1754 en que se res-
tablecieron estas últimas para suprimirse
definitivamente poco después, se suplieron
unas y otras, por los buques de registro suel-
tos, que no solo debían, por su multiplicidad
de viages, minorar los alicientes del contra-
bando, sino también, por la mayor marcha,
evitar el ser fácil presa de los corsarios.
Las Leyes de Partidas que proclaman las
ventajas de las buenas cabalgaduras para
disminuir los peligros en las guerras terres-
tres, asimilaban aquellos á los buques.
«Cavalgaduras, dice la partida segunda,
ley 8, título 24, son los navios á los que van
sobre el mar assí como los cavallos que andan
por la tierra. Ca bien assí como aquel cava-
lio que es luengo é delgado, é bien fecho, es
ligero, é corredor mas que el grueso é re-
dondo, el navio que es fecho de ésta mane-
ra es mas corriente que el otro»
La construcción de buques muy veleros
había sido adoptada para los destinados
á avisos, que pai-a el servicio de las flotas
y galeones y urgencias de comercio, se
adoptaron desde el comienso de las relacio-
nes mercantiles con las Indias.
Diversas reales cédulas establecen, desde
principios de 1500, sucesivas prescripciones
tendentes á garantir la rapidez de la mar-
cha de éstos bajeles, con lo que se consul-
taba entre otras cosas la muy primordial
I de su segui-idad.
I La competencia comercial y la propia se-
guridad hicieron, una vez adoptado el siste-
ma de los buques sueltos de registro, que
las construcciones mercantes españolas ad-
quiriesen en breve un perfeccionamiento
que no ha sido después sensiblemente sobre-
pasado.
Con los datos á que hemos referencia po-
demos comprobar lo que decimos.
Entre las llegadas al puerto de Montevi-
deo de buques salidos del de Cádiz encontra-
mos una con 153 días de viaje, pero esto se
debió á circunstancias escepcionales.
Ese buque salió con objeto de cruzar
desde la Isla de Trinidad para el Este, te-
niendo por contratiempos que arribar á Mal-
donado, de donde fué en un día á Monte-
video.
Eliminado este buque, el tiempo mínimun
de la navegación fué de 45 días y el máxi-
mun de 98 di as.
El buque que llegó en 45 días como otro
que llegó en 46 días eran de condiciones
especiales: el primero sobre todo, que era
un místico correo.
La media en los demás buques propia-
mente mercantes era de 85 días de viaje, no
habiendo entre el que llevó más tiempo en
la navegación y el que puso menos, más de
un tercio de tiempo de diferencia en los
viajes y eso tratándose de todas clases de
buques.
En las comunicaciones con los Estados
Unidos aparece un buque con 145 días de
viaje, pero éste que venía destinado á la
pesca de lobos había tenido, debido á un
accidente, que arribar á Rio de Janeiro.
Otro que aparece con 109 dias de viaje
tuvo una arribada.
En los siete buques restantes llegados de
puertos Norte-americanos uno hizo el viaje
en 68 dias y los otros seis restantes, que vi-
nieron en diversas épocas del año, tuvie-
ron de 87 á 96 dias de navegación.
En las comunicaciones con Rio de Janeiro
hay una zumaca que invirtió 121 dias.
El viaje más corto fué de 12 días; hay dos
viajes de 43 dias, pero la casi totalidad, hi-
zo sus viajes con 15 á 30 dias de navega-
ción.
Las construcciones alemanas no eran tan
ligeras y tenemos el caso de un viaje desde
Hamburgo, en el que se invirtieron 359 dias,
calculándose al rededor de 100 dias el tiem-
po del viaje desde puertos alemanes por bu-
ques de esa nacionalidad.
Los buques correos de S. M., que salían de
la Coruña para Montevideo, tenían una mar-
cha tan rápida como regular, como puede
verse por las siguientes fechas de salidas y
de llegadas:
138
Revista Económica
Salidas de la Üormia Llegadas d Montevideo
1803 14 de Diciembre
1804 17 de Abril
•i> 28 de Junio
» 31 de Agosto
1803 15 de Octubre
1804 17 de Febrero
» 29 de Abril
y> 22 de Junio
» 18 de Noviembre 1805 18 de Enero
El paquete Correo salido en 22 de Junio
tuvo, como sé ha visto por escepción 70 dias
de viaje. Los otros cuatro Correos hicieron
los viajes en 60, 59, 60 y 61 dias, esto es con
una regularidad que hoy no es exceden por
las líneas á vapor mejor servidas.
Estos buques correos se dedicaban con
raras escepciones, según resulta de las entra-
das de Aduana, al trasporte esclusivo de
correspondencias.
La relación de carga del primero, que
hemos esmerado, dice así: 10 cajones de cor-
respondencia y 90 cajones de Bulas; la del
siguiente, 9 cajones de correspondencia; el
tercero 9 cajones id. El cuarto buque, ya de
mayor porte y que empleó como hemos visto
70, traía además de la correspondencia 1956
quintales de cacao, y el último, 13 cajones de
correspondencia y 36 balotes de papel sella-
do. A su regreso estos buques correos, escep-
ción hecha del cuarto, llevaron únicamente
con correspondencia.
I>esde flnes de 1804, declarada de nuevo
la guerra con Inglaterra, cesan los buques
correos de la Coruña y el servicio se hace
generalmente desde Cádiz, desde donde se
envían los buques rápidos á que nos hemos
referido, y para la correspondencia del Rio
de la Plata para España, se empiezan á
aprovechar diversos buques mecantes su-
pliéndose así la falta del anterior servicio
que, desde 1765, se habia hecho con ad-
mirable regularidad.
REPÚBLICAJRGENTINA'
CRÓNICA DE LA QUINCENA
Junio 30 de 18f)2
La situación no ha variado. Aquí en este
pedazo de América, los hechos pesan mu-
cho en la balanza de la opinión, de lo que
parece opinión al menos.
Nuestros estadistas ó nuestros caudillos,
les unos con sus doctrinas de circunstan-
cias, nuestros caudillos con su espada, y
hasta nuestros mcnciirs han acostumbrado
al pueblo á la conformidad.
El sofisma, la f aerza y el charlatanismo
danse, por decirlo así, cita periódica para
que los mismos que ayer se estremecían, se
sientan como aliviados de un gran peso
poco después...
Interrogados por un genio misterioso, en-
cargado de .transmitir las impresiones de
su conciencia, ocúrreseme pensar que reci-
biríamos este mensaje: «la vuelta hacia el
«bien es el producto del cansancio del mal
«y de la fuerza de las cosas, palabras va-
«gas en apariencia me diréis, convenido,
«pero que mejor que otras dan la idea de
<íun poder, que no se sabe donde hallar ni
«como definir, aunque en realidad exista y
«al cual es imposible asignarle una marcha
«y una voluntad determinadas, no obstante
«que tiene uno y otro.»
Ese y solo ese es el estado moral del país.
Las válvulas de la opinión no están cer-
radas ni abiertas, aunque el estado de sitio
continúe.
En el Parlamento se dice cuanto se quiere.
Parlamento implica eso, como que viene
del céltico, 2^arler ó parlier, palabras á las
que lo^ que sabían leer y escribir agrega-
ron una terminación latina parlanmitiim.
Y la diferencia entre los parlamentos de
antaño y ogaño consiste en que á los de
antes se concuriía con armas de acero, como
en Polonia, hasta que se la repartieron, y á
los de ahora no se concurre sino con la re-
tórica. Son más bien los que asisten á los
grandes debates los que llevan rewolvers,
puñales, toses ó risas.
Las cpiniones están fundamentalmente
divididas.
Un ministro ha declarado en el seno de las
Comisiones que convenía mantener el esta-
do sitio; otro ha declarado, en plena Cámara
de Diputados, todo lo contrario. (1)
Esta, pai'ece dispuesta á la cesación. La
mayoría y la minoría solo disienten en
(I) Ksta crónica se escribía durante el decate. Ya
concluyo aquí. Ha prevalecido el dictamen de la mino-
ría. Es un caso raro. Falta el Senado.
DEL Rio de la Plata
139
cuanto á la forma del despacho. La una
quiere aprobar y suspender; la otra suspen-
der sencillamente.
Lo sing-ular es que el dictamen de la ma-
yoría implicando mdenmidad, parece mas
bien una concesión política de la minoría,
en favor de un poder público. La discusión
sobre el partieular es tan luminosa que
ofusca.
*
* *
Los desterrados políticos están de regreso,
habiendo desembarcado sin ruido. Es una
novedad, debida al estado de sitio, que,
como acalco de decirlo, parece que cesará
uno de estos dias.
Faltan algunos discursos en la Cámara de
Diputados, que solo se reúne un dia si y
otro no, no teniendo como no tenemos sino
una sola casa, como la Convención France-
sa, para ambas Cámaras del Congreso. Fal-
ta además el alambique del Senado, en el
que, según nuestra tradición parlamenta-
ria, se le saca á la materia su quinta esen-
cia, siempre que la oratoria frondosa de la
Cámara de Diputados ha dejado en el ca-
mino, ya que no espinas, algún principio
enredado entre las lianas trepadoras de su
exuberancia meridional.
De todos modos, lo que resulta es que
cuando todos esperaban que no lleg-aríamos
á Julio sin ver otra vez agitada la superfi-
cie, por la desaparición de toda traba, lo que
resulta hasta aqui, repito, es la persistencia
de un hecho, sobre el que vuelvo á pregun-
tar, lo mismo que en mi crónica anterior,
¿es un bien, es un mal?
No quiero cortejar la opinión de ningún
partido, es comprar demasiado caro unos
favores, que duran poco, que dejan siem-
pre algún sentimiento de amargura, de esos
partidos que provocan los sucesos sin fun-
dar nada sólido. Así, ñ lo que pasa es un
mal, hay que convenir en que no es un mal
tan grande.
En tanto, que un mal no hace imposible
la vida, la calamidad es discutible, y á mi
me llegan rumores de que la situación ma-
terial mejora, lo que es siempre precursor
de apaciguamiento en los espíritus. De ma-
nera que el movimiento vibratorio que va
del centro á la periferia siendo menos inten-
so,—nótase en el interior del país cierta ten-
dencia reactiva dentro de un orden de tran-
quila evolución.
Si ese sello se logra imprimirle á la polí-
tica futura, algo habremos adelantado, cer-
rando el período epiléptico de las exagera-
ciones en la palabra y de explosiones en la
acción.
Podremos do esa manera ver que se acep-
ten los diplomas de un Senador,— como ha
sucedido en los del Dr. Anadón por Santa
Fé,— sin que se agiten las pasiones, sin que
se rocen los intereses, y sobre todo, sin que
el pincel de los partidos llene de sombras
terroríficos el cuadro doméstico de la vida
interprovincial, donde de seguro, los hom-
bres no son peores ni mejores que en la Ca-
pital, si bien unos y otros, protestando en
su tendencia nativa contra la hegemonía
metropolitana,— puede leerse auxilio clan-
destino del gobierno federal para estar más
en la verdad del momento actal, y anterior
á los últimos sucesos, — incurren alternati-
vamente en el error de retirdar las conce-
siones.
La ciencia del Gobierno político estriba en-
una noción clara de lo que son los partidos
como vehículo humano para poner en mo-
viQÜento el rodage institucional.
Los partidos son un conflicto de intereses,
según la filosofía de la historia y mi obser-
vación esperimenltal.
De ahí que gobernar bien sea i-esistir con
prudencia á los unos y á los otros, sopeña de
no poder mantener el equilibrio en un régi-
men de libertad. De ahí que los partidos que
no se resignan á cambiar de piel vayan
quedándose resagados en el camino,— sin
apercibirse de la decadencia de su orga-
nismo, á la manera de esas religiones,
cuyo dogna sistemático no sabe reconciliar
á sus adeptos con los progresos de la hu-
mana razón, no obstante que sus docto-
res contribuyen no poco á iluminarla, pe-
netrando por el e.5tudio y la difusión de
los conocimientos en todos los secretos de la
naturaleza.
* *
Aquí llegaba, queriendo hacer una cró-
nica política,— como el mundo, de la nada,—
cuando veo en los diarios de la mañana que
140
Rev;sta Egünómica
la Cámara de Diputados, dentro del orden
de mis observaciones, ha votado lisa y lla-
namente la supensión del estado de sitio,—
reiterando el ministro de Justicia. Culto é
J. P. la urgencia.
La Camarade Diputados entra, parece, en
un período de evolución. En nuestros ana-
les parlamentarios es caro el caso de que pro-
Talezca el dictamen de la minoría opositora
dictamen con el que yo estaba,— que es lo
que ha pasado.
Conviene tomar buena nota de este fenó-
meno. Pero más que esto conviene que las
opiniones comiencen á manifestarse sin am-
bajes. Diré, por consiguiente, la mia, á pe-
sar de las trabas del estado de sitio, que aún
durará; bien entendido que cuando digo
traba no me refiero á una coacción moral
de mi espíritu, como se verá. Es lo más
inocente que puede decirse bajo el estado de
sitio.
Entiendo que la Cámara de Diputados ha
votado con corrección constitucional el dic-
tamen de la minoría. El de la mayoriía era
una incongruencia. Pero si esto entiendo del
punto de vista legal, disiento, por comple-
to, del punto de vista político, con el crite-
rio de la mayoi'ía. Es lástima que el minis-
tro del Interior, enfermo, no haya podido
repetir, en plena cámara, lo que sin ser rec-
tificado, se fifirmó por la mayoría: que en el
seno de las Comisiones, de legislación y ne-
gocios constitucionales, él había manifesta-
do la conveniencia de mantener el estado de
sitio. Es lástima, sí. La superficie está tran-
quila, el fondo, no. El estado de sitio es,
pues, á mí entender,— ó no vino en su hora,
una garantía de seguridad de que el país
va á ser privado constitucionalmente. Quie-
ra Dios que los que piensan que «deben
salvarse los principios, aunque las colonias
perezcan», no se equivoquen.— y que de-
vueltas las franquisias del Imleas Corpus, no
no volvamos á las agitaciones turbulentas
de marras. Hay partidos orgánicos y par-
tidos inorgánicos, partidos con forma y
partidos sin forma; la forma no es un atri-
buto esencial de la vida, hay seres vivien-
tes sin forma definida, lo mismo que hay
sustancias químicas que no se cristalizan.
Pero de lo informe no puede deducírsela
ausencia completa de vitalidad. La.s amibas,
infusorios, con luz ó en plena oscuridad, ha-
llan SQ dirección, según sus aspiraciones; y
los partidos inorgánicos que aspiran á to-
mar forma, aunque más no sea que transi-
toriamente, necesitan del ruido y del estré-
pito perturbador del bienestar común.
Pues allá veremos
«París está tranquilo. Dormid en paz»!
Falta aún la sanción del Señalo, y sin es-
taño hay suspensión posible del estado de
sitio.
Una crónica do la quincena, crónica polí-
tica sin hechos, es lo que caracteriza la fiso-
nomía de esta Revista] retrospectiva : nada
en la Banda Oriental, sino malestar econó-
mico ó inqnietndes; nada, sino lo mismo, en
el Paraguay; nada en Chile, sino lo mismo;
nada en el Perú, sino lo mismo; nada en Bo-
livia, sino Ídem ide7n. Solo el Brasil republi-
cano, que creyó sustraerse á las leyes hu-
manas, se agita en convulsiones, cuyas
consecuencias no es posible prever.
La tarea que me he impuesto en esta
revista y la misma índole de mi personalidad
me alejan un poco de ciertas escursiones por
el campo déla economía política en su más
pura acepción. No puedo sin embargo, ya
que la cosa me ha caído á la mano, sustraer-
me á la tentación de cerrar estas páginas
con las siguientes instructivas líneas que
tomo de un diario italiano, del otro hemis-
ferio, y cuyas líneas implican lo de siem-
pre: que el mundo de acá y el mundo de
allá se parecen, aurique sus caracteres típi-
cos se diferencien.
En Roma por lo demás y un poco como en
otras partes, se iian cometido faltas de mu-
chachos; se ha gastado demasiado dinero;
se ha querido hacer demasiado á la vez, poro
es?i& fautes de jeuneusse, han sido expiadas
tan cruelmente que ya es tiempo ds reco-
brar ánimo, de acabar con las recrimina-
ciones del pasado, y de poner manos á la
obra para el porvenir. La administración
actual, presidida por el duque de Sermoneta
ha hecho cuanto ha podido para restablecer
el equilibrio del presupuesto. Parece que el
DEL Rio de la Plata
141
objeto se ha conseg-uido, 6 que se conseguirá
en el próximo ejercicio. Tanto mejor. Pero
este resultado, una vez adquirido, es menes-
ter por todos los medios posibles y razonables
que trabajemos para hacer de Roma, lo que
no es todavía, es decir, una ciudad, en la
que, la permanencia sea agradable, no sólo
para los que vienen á ella á pasar algunas
semanas para divertirse é instruirse, sino
también para los que le piden al comercio
y á la industria el medio de mejorar su
situación. Lo que caracteriza la vida actual
de Roma, es que desgraciadamente se tra-
baja poco en ella. Nos divertimos mucho: la
sociedad es muy alegre, los bailes siguen á
los bailes: las reuniones á las reuniones,
pero casi no .se trabaja.
Todos los que están en los negocios se
quejan, todos los comerciantes, los propie-
tarios, los industriales, piden que se halle
la manera de recompensar su actividad 3'
coraje para el trabajo, y que se les dé el
medio de ganar su vida y de hacerla ganar
á los otros que ti-abajan como ellos.
La Administración Municipal po^* sí sola
el problema, de acuerdo; pero puede ayudar
enormemente á su solución. Más para con-
seguirlo debe estar compuesta de hombres
poseídos de la fé liberal, animados de una
confianza absoluta en el porvenir de Roma,
y prontos á hacerla marchar en la via que
conviene á la capital de un gran país.
Locura sería, sin duda, querer conseguir
todo eso, tamaño resultado, en tres ó cuatro
años; pero por qué no decirlo? sería casi una
cobardía detenerse indefinidamente á medio
camino, dejando á Roma en la penosa situa-
ción en que se halla actualmente.
*
* *
Con que así, nada de cobardías y adelante!
contando siempre, por supuesto, con que si
ha faltado el juicio para hacer buenas finan-
zas, la Providencia querrá que lo tengamos
para hacer buena política, no saliéndose de
madre los partidos orgánicos ó los que tien-
den á organizarse.
Circulan rumores .sobre la oi-ganización
del rjabinclc del futuro Presidente,— puras
fantasías: elDr. Saenz Peña no es solamente
un hombre de talento y de buena fé, un
hombre que, como él lo ha dicho, compren-
de el peso de todas las responsabilidades del
último honor que ha merecido, sino un
hombre prudente, reservado y dúscreto, que
habla solo en la oportunidad debida.
Lucio V. Mansilla.
CRÓNICA DE LA QUINCENA
Habíamos observado en números anterio-
res que preferíamos la transitoria apatía
argentina á naesti-a actual actividad; y el
proyecto ahora en discusión en las Cámaras
Orientales sobre limitaciones al derecho de
arrendamiento, nos ratifica en el juicio que
teníamos formado.
Lo que ellas discuten importa no solo
limitar el derecho de arrendamiento sino
también dificultar los arrendamientos, ha-
cer precaria la condición de los arrendata-
rios.
Los romanistas y los economistas y con
estos últimos, todos los hombres prácticos en
cuestiones agrícolas, se hallan en abierta
oposición cuando se trata del arrendamiento
de la tierra.
El distinguido jurisconsulto y al propio
tiempo hombre competente en cuestiones
de economía agrícola, Don P. Jacoues de
Valserres, al referirse á la opinión de Tro-
plong que considera que el del arrendatario
es un derecho real, establece en la siguiente
frase ese antagonismo de criterio.
«Por nuestra parte, dice, refiriéndose á la
citada opinión, como jurisconsulto la recha-
zamos pero como economistas le damos todas
nuestras simpatías.»
Estos principios con que Valserres simpati-
za se imponen hoy en el derecho moderno, que
en todo lo que con la propiedad territorial se
relaciona, abandona por completo los añejos
principios que el proj^ecto de la Comisión
de Legislación tiende a llevar á sus últimos
límites.
Para el derecho nuevo, triunfante hoy en
Europa, el jus uíeíidi ct alnikndi respecto de
la propiedad territorial ya va siendo relé-
142
Revista Económica
g-ado á la categoría de su congénere, el de-
recho de disponer arbitrariamente de las
personas.
Les recomendamos á nuestros legisladores
las siguientes palabras del muy erudito ju-
risconsulto D. Gumersindo Azcárate. en su
Ensaj'O sobre el derecho de propiedad y su
estado actual en Europa: «La tendencia
de la legislación moderna es en todas partes
amparar el derecho del cultivador de la
tierra y darle fijeza y permanencia».
La tierra debe ser aiites que un artículo
de comercio, un instrumento de trabajo, y,
en el conflicto de favorecer la movilización
ó de beneficiarla cultura, no es en nuestra
época justiñeable ni perdonable que se opte
por lo primero.
Este, como todos los otros errores que he-
mos venido censurando, se debe en buena
parte á que se está gobernando según las
inspiraciones de un pequeño gremio de pres-
tamistas, sin que en tan densa atmósfera
logre penetrar un sólo rayo de la luz de las
necesidades más elementales del país.
Nuestras Cámaras, tan progresistas aún
en los días más o.scuros de la tiranía y del
caudillage, se ran ahora al antiguo dere-
cho y vienen pretendiendo resucitar el
anacrónico vente casse rente, que esto impor-
ta, todavía agravado, la nulidad del arren-
damiento por el hecho de la hipoteca.
Si según el derecho moderno, la venta no
debe resolver el contrato de arrendamiento,
porque la tierra tiene por objeto primordial
el ser cultivada y no el ser vendida, siendo
preferibles los perjuicios en los casosde venta
que los perjuicios en las culturas, no puede
pretenderse dar al prestamista hipotecario
mayores derechos que al comprador.
Abandonando las altas esferas de la filoso-
fía jurídica, el miembro informante de la
Comisión de Legislación de la Cámara de
Diputados, Dr. Vigil, se estiende por el
terreno de los abusos que lo3 propietarios de
tierras hipotecadas pueden consumar, en
perjuicio de sus legítimos acreedores, sin
considerar que lo que pro^^ecta puede dar
lugar á tantas maniobras contra los arren-
datarios como las que supone que pueden ha-
cerse en pei'juicio de los prestamistas hipote-
carios.
Aún en el terreno práctico de los abusos
que no pueden evitar por completo ninguna
combinación ni legislación humanas, los
pro\-ectos presentados son insostenibles,
porque si algo se quería hacer en el sentido
de garantir á los acreedores hipotecarios,
hubiera bastado establecer la nulidad de
los contratos sólo en el caso de que los arren-
damientos establecidos se desviasen muy
sensiblemente del precio corriente, y res-
tringir la facultad del pago anticipado del
arrendamiento por un tiempo que excedie-
se de dos á tres años.
Si el contrato de arrendamiento no im-
pusiese una lesión enorme, aunque no esté
por escritura pública, es indispensable que
se respete.
La legislación moderna permito en estos
casos hasta que se contrato verbalmente,
porque el legislador siempre debe tener en
cuenta los hábitos y las condiciones prepon-
derantes. Los que se dedican á regar la
tierra con el sudor de sus frentes son por lo
común gentes sencillas, que no están al co-
rriente de los formalismos que tan natura-
les pueden parecerá á los pica pleitos, .se-
gún la espiritual calificación de Vülergas.
La sanción de la ley pi'o^'ectadaen benefi-
cio de los prestamistas con garantías hipote-
carias, además de contrariar primordiales
intereses económicos, importa abrir ancha
puerta al sacrificio de la clase más digna de
protección y coartar el desenvolvimiento
de toda agricultura.
En vez de pretender limitar las garantías
de los arrendatarios, ya qvie de estas cues-
tiones se hubiesen querido ocupar las Cá-
maras, lo que correspondía hacer era, si-
guiendo el ejemplo de Italia, Portugal y
otros naciones, reformar el Código Civil, de
modo á aumentar las prerrogativas de los
cultivadores, estender el plazo máximun de
los arrendamientos, limitados abitrarianien-
te en nuestras leyes en beneficio de la mobi-
lización.
Respecto d(! la cuestión ecunómicu. poco
se ha adelantado después del fracaso del pro-
yecto Noetslin que deja abierto el camino á
soluciones racionales, pero abrigamos la
esperanza de que el Sr. Presidente, que ha
asumido toda la responsabilidad de las me-
DEL Rio de la Plata
143
didas á adoptarse, tratará al flu de que se
consulten los intereses vitales del país.
Hace año y medio que no viene hacién-
dose más que seg-uir los consejos del comer-
cio exportador y de un gremio de coloca-
dores de dinero, y los resultados son los que
todos vemos. Sin razón ninguna para crisis,
el país ha caido en la situación más triste y
abatida que registra su historia.
Ese es el fruto lógico del sistema de res-
tricción y de la utopia de posponer la can-
tidad ante la calidad de la moneda.
Nuestro estimable colega El Siglo califica
de dulcamarismo el pretender buscar la
cura de nuestro malestar por un solo reme-
dio, pero, por mucho que nos cueste no com-
partir su ilustrada opinión, esa no es nuestra
manera de ver y no la ha sido la de ninguno
de los hombres prácticos del mundo á quie-
nes ha cabido minorar ó dominar las crisis.
V'arias pueden ser las causas de este fenó-
meno, peí o, una vez producido, se ha encori-
trado un remedio eficaz que oponerle. Todas
las crisis traen restricción y, como su conse-
cuencia, desvalorización; y contra esa res-
tricción se han opuesto los medios de espan-
sión que restablecen los valores y con esto
el bienestar y la actividad social.
Hace ocho meses que venimos predicando
la adopción de medidas de espansión, seña-
lando entre otras la de la acuñación de mo-
nedas de plata nacional.
El Siglo, y, cuando decimos El Siglo, deci-
mos el representante del orden de ideas que
nos ha traído la situación actual, no ve en
la acuñación de la plata más que una fuen-
te de limitadísimas utilidades para el Estado
y un sustituto de la emisión menor, no de-
biéndose estender la acuñación so pena de
cometer el error de querer que la República
Oriental realizo por sí sola lo que no han
podido hacer las mayores naciones metálicas
del mundo.
El Estado no prospera como un pulpero
por las pequeñas ganancias directas que
puede ir acumulando en sucesivas operacio-
nes: es el refiejo de la colectividad, y su po-
der financiero solo lo adquiere, lo consolida,
y lo estiende, por las medidas que crean ó
desenvuelven el bienestar general.— El do-
taráunpaís de una circulación amplia y
espaasiva responde áese objeto y es en vista
de ésto que hemos sostenido la convenien-
cia, primero, de proveer la circulación por
medio de una acuñación amplia de monedas
de plata, y, segundo, de rectificar nuestras
tablas de equivalencias de monedas de oro
de modo á quitarles la prima de exporta-
ción que tan insensatamente se les ha dado,
debido á los consejos de los bancos y comer-
ciantes extranjeros.
Muy desencaminado está nuestro distin-
guido colega en toda esta cuestión.
No vé más que éstos dos términos: la acu-
ñación ilimitada de la plata ó la limitación
de ésta á los pagos menores tal com-o la esta-
blece nuestra legislación monetaria, cuando
entre el extremo de la acuñación ilimitada
y el de las simples funciones de vellón, hay
nada menos que el sistema de Francia, de
Estados-Unidos, y de otras naciones de pri-
mer orden y que consiste en la circulación
con uniforme poder chancelatorio del oro y
de la plata, limitándose la acuñación de ésta
á la cantidad que pueda requerir el míni-
mun délas transacciones mayores del país.
Para «El Siglo» no hay más valor mone-
tario que el valor del metal de las monedas,
anacronismo que yá ningún economista re-
pite, haciéndose cargo, hasta los más acérri-
mos sectai-ios de la escuela metálica, que las
monedas valen no solo en razón de su mate-
ria sino en relación de su uso.
Hemos citado especialmente ala Francia
y á los Estados Unidos, y en estas naciones
la plata ha alcanzado y ha excedido al oro
circulante, sin que los dollars y los francos
de plata hayan valido monos que los de oro.
En Francia, durante setenta años, el siste-
ma de los dos metales le ha pemiitido una
juayor fijeza de cambios que la que ha podi-
do conservar la monometálica Inglaterra y
le ha proporcionado el beneficio de evitarse
restricciones do sus billetes como las que
con frecuencia han trastornado el mercado
do Londres.
Considero á la plata, dice M. Gibbs á la
Comisión On Gola and Silver, siendo gober-
nador del Banco de Inglaterra, como un
medio tan bueno como el oro para asegurar
la conversión de los billetes de Banco.—
Ha debido decir más en vista de las leccio-
nes de la práctica.
Laveleye atribuye la mayor intensidad
144
Revista Económica
y la frecuencia de las crisis inglesas precisa-
mente á la esclusión del recurso déla plata
con circulación equivalente al oro, y cita el
reciente ejemplo de Noviembre de 1890 en
que el Banco de Francia, debido á su eiicage
de plata, no solo no tuvo que sufrir la restric-
ción de los mercados ingleses sino que toda-
vía se vio en situación de prestarle fuertes
sumas en oro al Banco de Inglaterra.
La circulación amplia de la plátano solo
no perjudica los cambios y le sirve para
defender la provisión del oro, sino que per-
mite su mayor disponibilidad.
En los Estados Unidos, economistas distin-
guidos y banqueros prácticos califican á la
plata de más bancable, fundándose en que
lo que la hace molesta para las grandes
transaciones y su actual depreciación, que
impide su salida, amplía la circulación de
los billetes y la hace más estable.
En este último año tenemos de ello una
nueva prueba, y es la de que las necesidades
de oro que se hacen sentir en Europa y que
han dado lugar á la fuerte venta de títulos
en los E.stados Unidos, á fin de obtener
metálico, no han debilitado á sus Bancos de
emisión ni provocado la crisis que se hubie-
ra producido con un régimen esclusivode
circulación á oro.
Nuestro colega agrega que ya se nota en
los trenvías exceso de plata, de donde dedu-
ce que su circulación tiene un límite forzo-
samente restricto y é.sto nos viene á demos-
trar una vez más que no se ha preocupado
de la cuestión del aumento de sus funciones
chancelatorias.
En cuanto á los rumores de nacionaliza-
ción del Banco de Londres y Rio de la Plata
ó de nuestra britaniciación no los juzgamos
fundados.
Ese establecimiento no entrará de seguro
á hacer las funciones de una verdadera ins-
titución nacional, y, en cuanto á entregar
nuestro porvenir económico á una institu-
ción inglesa en las condiciones tan absolu-
tas como se pretendería por parte de ese
Banco, para que aceptase la combinación, es
cosa que no concebimos pueda ni siquiera
pensarse en aceptar entre nosotros.
Cuando se trataba délos proyectos banca-
rios, en nuestro Contra Informe de 31 de
Diciembre de 1891, publicado en La Tribuna
Popular, decíamos que el Banco Hipotecario
<'se fundaba desamparado de recursos efecti-
vos», y agi-egábamos que era «una institu-
ción que nacía con un capital inmobilizado,
y que en todo caso no representa ni una
pequeña parte de las pérdidas inherentes á
las liquidaciones forzadas, á que se va á ver
obligado», que «era una in.stitución que
nada valdrá ni para sus accionistas ni para
el país».
«En resumen, decíamos, se suprimen para
en adelante las facilidades de los préstamos
en cédulas hipotecarias, y se levanta, en
medio de nuestro tan desolado país, con el
título pomposo de Banco Hipotecario del
Uruguay, una guillotina para toda la pro-
piedad territorial se la República; y al de-
capitar á los deudores del Banco, se van á
destruir muchos valores que con la espe-
ranza de reacción sirven aún hoy de base
á arreglos y moratorias, arruinando á un
gran número de acreedores y propietarios
que no han contratado con el Banco. Es
una máquina de ruina cuya acción se irra-
diará por todas partes.»
«Ese proyecto establece con proligidad las
bases que deben regir para los préstamos
futuros; muy candidos deben ser los señores
representantes si las toman en considera-
ción. En primerlugar la institución no nace
en condiciones de poder operar, como ya no
podia hacerlo la Sección Hipotecaria del
Banco Nacional, que estaba en mejor si-
tuación; y, en .segundo lugar, al re-
ducirse por acto de autoridad el interés
de las Cédulas, cuyo servicio regular de-
bía de tratarse de garantir, se inutiliza por
mucho tiempo entre nosotros el meca-
nismo moderno de la mobilización territo-
i'ial. — Los actuales tenedores de cédulas
tratarán de deshacer la mala operación en
que se vieron envueltos, sacrificando á los
deudores hipotecarios, pero no se encontra-
rán, después de esto, tomadores de nuevas
cédulas, sobretodo cuando, de antemano, en
los términos del proyecto ministerial, se
puede predecir irremisible, matemática y á
brevísimo plazo, la quiebra de la nueva ins-
titución.—El tiempo dirá quien tiene razón,
DEL Rio de la Plata
145
si el Sr. Ministro y la Comisión que endosa
sus proyectos, ó el insfrascrito.»
Poco tiempo ha corrido desde que esto es-
cribíamos y ya los hechos han empezado
á confirmar nuestras previsiones.
Se constituyó el Banco con un Directorio,
tan honorable como competente, y, á los
tres meses, al vencimiento del primer cu-
pón de las cédulas, empezaron las dificulta-
des para su pago.— Faltaban ps. 50.000 y se
quizo recurrir para obtenerlos al sacrificio
de valiosas propiedades, que no hallaron
compradore.s; se quizo obtenerlos en un Ban-
co con el Bono de ps. 4.000.000 que con.s-
tituye su capital y tampoco esto fué posi-
ble. — Se ha salido al fin del paso, pero
¿cómo?— Afectando propiedades, el Bono, y
sobre todo recurriendo al crédito personal
de los Directores!
En estas condiciones el Banco está en la
pendiente del sacrificio de las propiedades
hipotecadas, que es su ruina y el abate-
miento definitivo de la propiedad en todo
el país.
Algunos aseveran que el Banco podrá
pagar el cupón de Diciembre, pero lo que
ni los más optimistas esperan hoy es que le
sea posible hacer un solo préstamo. Esto por
sí solo, ya importa reconocer el fracaso com-
pleto de la institución.
El Banco, como preveíamos, no ha nacido
en condiciones de poder operar.
El fracaso de la combinación Noetzlin,
sobre Banco de Descuentos, no nos permiti-
rá felizmente análoga comprobación de lo
acertado- de nuestras observaciones ásu res-
pecto.
Se ha inaugurado con asistencia del ele-
mento oficial un Club formado por miem-
bros del partido colorado.— Es un Club so-
cial al que se le quiere dar alcance político.
Nos alegramos de que los miembros del
Partido Colorado empiezen á agruparse,
pero ese Club no compensa la paralización
de los trabajos tan ruidosamente iniciados
para organizar el partido.
No basta que unos cuantos se reúnan,
conversen, formen círculo; son necesarias
las reuniones genuinamente democráticas.
Están por terminar las .se.siones ordinarias
de las Cámaras y deberá precederse antes de
nuestro próximo número á la elección de la
Comisión Permanente, que indicará el grado
de mejora en el orden político.
Es indispensable que la compo.sición de esa
Comisión se harmonice con sus fines consti-
tucionales.
En un mes, se han firmado dos tratados
de comercio, el primero con Alemania y el
segundo con Francia, y aunque no nos es
dado todavía conocer sus bases generales,
abrigamos serios temores de que puedan re-
sultar le.sionados intereses primordiales de
la República, puesto que en estas materias
no se debe contratar sin .serios estudios y
detenidas investigaciones, que no conocemos
que se hayan hecho.
La tratadomanía de los años anteriores
nos ha sido grandemente perjudicial, y es
sensible que no se aproveche la lección.
La huelga de los verduleros ha pi-eocupa-
do la atención pública y ha dado lugar á
serios conflictos.
Las huelgas son poco comunes entre noso-
tros y, desde luego presumimos que para
que ese hecho se produjese debían haber .se-
rios motivos.
Llevado el asunto á informe de la Asocia-
ción Rural esta ha demostrado, con su reco-
nocida competencia, que los hortelanos déla
Capital estaban siendo .sobrecargados con
impuestos exhorbitantes, que es indispen-
sable que se modifiquen, y perjudicados por
reglamentaciones inconvenientes.
La Dirección de Mercados ha considerado
estos como una fuente de renta, un nego-
cio municipal, cuando la concentración de
las ventas, además de las razones de fiscali-
zación higiénica, tiene por objeto abaratar
los artículos de consumo general por medio
déla más eficaz competencia.
Pero no sólo se contraría uno de los fines
á que responde la creación de los mercados,
sino que se viene hacer pesar sobre la po-
blación impuestos no autorizados por l-a ley
y contrarios á toda equidad.
Deseamos que los distinguidos miembro^
de laJ.E. Administrativa de Montevideo, tra-
146
flE VISTA ECONÓMICA
ten de que este asunto tenga la solución satis-
factoria que es de esperar, y, dejando á un
lado susceptibilidades, reconozcan á los
huelguistas la razón que les asiste.
El asunto tiene en sí mucha importancia
pues se trata de una contribución estable-
cida con prescindenciade lasCámaras,que es
el vínico poder á quien constitucionalmente
le corresponde crear impuestos. Al obser-
varlo no queremos hacer una censura espe-
cial á la Junta actual, puesto que el hecho
inconstitucional viene de muy atrás.
Aparte de esto, el impuesto es excesivo é
importuno pues no solo disminuye los ali-
cientes de la horticultura en el Departa-
mento de la Capital, sino que tiene que ac-
tuar para el encarecimiento de artículos que
forman base principal de la alimentación de
las clases pobres.
Aun en épocas de prosperidad, los im-
puestos de este género son inconvenientes,
sobretodo si se tiene en cuenta que los ar-
tículos de primera necesidad que se im-
portan están ya muy sobrecargados en la
Aduana.
Entre nosotros es sobre las clases pobres
que pesan la mayor parte de los impuestos
mientras que los grandes capitalistas son es-
pecialmente favorecidos.
Esta es otra cuestión sobre la cual no se
nos ha querido oír, por mas que hemos insis-
tido en diversas ocasiones.
REVISTA BURSÁTIL
Buenos Aires, Junio 30 de 1892.
Cotizamos el oro á 50.50 (310.29 oñ igual
precio que en nuestra revista anterior.
Decíamos en ella que la valorización del
billete continuaría, con pequeñas reaccio-
nes al tocar los precios de 50 y 48.60 (300 ol")
que el comercio esperaba; y se ha cumpli-
do la primera de nuestras previciones, tocó
49.90 subió á 50.90, bajó hasta 49.20 para ce-
rrar á 50.50 hoy, flojo, pues es más precio
de arreglo de descubiei*tos de última hora
que real del mercado.
Se han seguido tratando descuentos con
tipos en baja y algo se ha hecho hasta 5 1/2
o/" por firmas de primer orden. La escasez
de documentos por la paralisación del mer-
cado importador, tiene más parte que la
abundancia de papel en esta cotización.
En cambios no se ha notado variación sen-
cible en la quincena y solo se observa algu-
na mayor abundancia.
Han vuelto las cédulas y certificados hi-
potecarios de la Provincia á perder el terre-
no ganado y quedan á 32 y 15 respectiva-
mente, que parece ser el eje de la liquida-
ción del Banco mientras no se abandone el
sistema de misterio que se viene usando
hasta en la publicación de balances, que se
liace con 4 meses de atraso.
El arreglo de la deuda municipal lia va-
lorizado en 10 o/" los títulos á cangearse del
empréstito Lotería.
Las acciones de Bancos continúan inva-
riables pero firmes en sus precios, solo el Sud
Americano ha mejorado su cotización en
siete puntos.
La Bolsa de Montevideo sigue haciendo
escasas transacciones y con precios en baja
aunque pequeña. Absorvida la atención de
los capitalistas por los rumores cada día dis-
tintos de proyectos oficiales sobre bancos,
emisiones, acuñación de plata etc. se com-
prende se limiten los negocios á las ventas
que obliga la necesidad y que son pocas por
estar casi todos los papeles en manos firmes.
-s^
^■^"^^
A NUESTROS SUSGRIPTORES
Para el mejor servicio de las diversas sec-
ciones de esta REVISTA, ella se publicará
los días 5 y 20 de cada mes en vez de los 1"
y 15.
Los artículos no firmados pertenecen al di-
rector.
Revista Económica
147
Movimiento bursátil de la segunda quincena de Junio de 1892
BOLSA DE BUENOS AIRES
(DEL 15 AL 30 DE JUNIO)
Metálico
Onzas
Libras esterlinas
Cambios
Inglaterra
Francia
Bélg'ica
Alemania
Cheques
Banco Nacional
Banco de la Provincia
Banco Hipotecario de la Provincia— bonos
Cédulas Hipotecarias Nacionales
Serie A (oro) 5 % de renta
» A m/n 7 % » »
» B » 1 % » »
» C » 7 % » »
» D » 7 ''/o » »
» E » 7 % » »
Cédulas Hipotecarias Provinciales
Serie A (oro) 6 % de renta
» A $í. 8 % » »
» E » 6 % » »
» F mjn Q \ » »
» G » 6 % » »
» I » 8 O/o » »
» J » 8 % » ;>
» K » 8 "/o » »
» L » 8 % » »
» M » 8 ^/,j » »
^ N » 8 "/o » 7'
» O » 8 ^/o » »
» P » 8 "/o » »
Fondos y Títulos Públicos
Fondos Públicos Nacionales de 1884 ,
Empréstito Nacional Interno 1891 ,
Id. de 1892 ,
Loteria Municipal de la Capital
HASTA
JUNIO 15
Mas bajo
50.50
15.70
47.'/io
4.98
4.99
4.04
22 -
44 —
24 -
32 -
95 —
92 —
92 —
90 —
90.70
20 -
35.50
34 —
33 —
31.30
34 —
33 —
35 —
35 —
34.30
34 —
34 —
34 -
53 -
69 -
64 —
40 —
49.20
15.25
47.V4
4.96V.
4.98
4.03
20 —
37 —
15 V4
32 -
95 —
92 -
92 —
90 -
90.70
19 -
34.90
32.50
31.30
30.50
33 —
33 -
31.20
32 —
32 -
31.50
31.50
31.50
53 -
68.40
61.50
48.50
Mas alto
51.20
15.88
47.'/.
4.98
4.99
4.04
22 -
47 —
22.50
32 -
95 —
95 —
92 —
90 -
90.70
20 -
35.20
32.50
34.30
34. ¿O
33 —
33 -
33.10
33.20
32.30
33.50
33.50
33.50
53 -
71.70
64.50
50 —
Ultimo precio
HASTA
JUNIO 30
50.50
15.58
47.1/.,
4.98
4.99
4.04
20 -
44 —
15 V4
32 -
95 —
95 —
92 —
90 —
90.70
20 -
34.90
32.50
32 -
31 —
33 —
33 —
32.20
32.10
32.20
32 -
32 —
32 -
53 -
71.70
64.50
49.50
148
DEL Rio de la Plata
Acciones
BANCOS
Español del Rio de la Plata
Italia y » » » » (oro)
Crédito Real
Nuevo Banco Italiano
Banco de la Bolsa
Francés del Rio de La Plata
Hipotecai'io de la Capital (Bonos oro).
Constructor de La Plata
Id. id. (oblig-aciones)
Agrícola Comercial
Banco Inmobiliario
Banco de Comercio
Banco Caja de Descuentos
Comercial de La Plata
Comercial
Banco Sud Americano
Banco Nacional
compañías
La Edificadora
La Previsora (Compañía de Seguros)
La Primitiva Compañía de Gas
Gas Argentino
Empresa del Edificio de la Bolsa ,
La Argentina (fábrica de papel)
Muelle y Depósitos de las Catalinas
La Buenos Aires (Compañía de Seguros),.
Compañia General de Reaseguros
Kid y C'a
Telegráfico Telefónica
Constructora Argentina
BOLSA DE MONTEVIDEO
(DEL 14 AL 30 DE JUNIO)
Billetes Banco Nacional
Deuda Unificada
Títulos hipotecarios Serie D
Cédulas hipotecarias » A
Id. id. » B
Deuda amortizable •
Deuda del Interior
Deuda Independencia
Deuda Consolidada
Acciones Banco Hipotecario
CAMBIOS
Inglaterra
Francia
Bélgica
Alemania
Ultimo precio
HASTA
JUNIO 15
IOS —
86 —
27 -
50 —
39.50
45 —
41 -
4.50
0.80
15 —
30.50
80 -
80 -
8.50
30 —
30 —
28 —
80
30
87
40
125
80
10
30
7
15
65
14
50 —
39 -
28.70
26.20
28 -
33 —
27 -
31.20
37 —
12 —
50.-Vs
5.32
5.34
4.29
Mas bajo
108 -
86 -
27 —
50 —
39.50
47.50
41 -
4.50
0.70
20 —
30.50
80.50
80 -
8.50
30 —
34 —
28 -
79 —
30 -
87 -
37 -
150 —
80 —
9.30
30 —
15
65
14
50 —
39 —
27 ~
26.30
28 -
33 —
28.20
31.20
35 -
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Más alto
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Ultimo preio
HASTA
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4.30
2^ Época. — Núm. 6
20 de Julio de 1892.
REVISTA ECONÓMICA
DEL
RIO DE LA PLATA
DIRECTOR: DOMINGO LAMAS
LA BOLA DE NIEVE
Al ocuparnos del absentoismo argentino
hicimos el cálculo de lo que importa el ca-
pital extranjero del cual la República es
tributaria, é indicamos lo que en el orden
económico en general correspondía hacer,
dejando para tratar en otra oportunidad la
cuestión especial de la situación de la Ha-
cienda de la Nación y de las Provincias, lo
que, dada la deficiencia y la irregularidad
con que se publican todos los datos al res-
pecto, impone largos y muy penosos traba-
jos de investigación.
Aún cuando no hayamos terminado tan
penosa tarea, que tendrá por lo menos el
mérito de proporcionar los elementos nece-
sarios á los llamados á solucionar los pro-
blemas financieros del país, cuya gravedad
todos presienten, podemos, con las cifras
que tenemos por delante, apreciar hasta qué
punto el mal se está agravando cada día
m^s en el orden nacional, debido á una po-
lítica económica que sentimos no estar en el
caso de aplaudir.
Una vez producida la crisis y demostrado
por la práctica que era exesivo el peso de
los servicios exteriores á los que no podía
hacer frente la Nación, mientras la rique-
za pública no adquiriese mucho mayor de-
senvolvimiento, lo natural era adoptar, por
una parte, las medidas tendentes á robuste-
cer los elementos de producción y, por la
otra, ya que había que declarar la imposi-
bilidad de hacer frente á las obligaciones
pendientes, tratar de realizar arreglos que
consultasen las exigencias del presente y
del porvenir; pero nada de esto se tuvo en
cuenta adoptándose la más extraviada de las
políticas económicas.
Al decirlo no es nuestro propósito censu-
rar especialmente á personalidad alguna;
se trata de los frutos lógicos de la tendencia
de anteponer á las necesidades de la produc-
ción, las exigencias de los acreedores extran-
jeros y las conveniencias inmediatas del co-
mercio internacional, que el celo por el cré-
dito del país é interesados consejos del co-
mercio exterior hicieron predominar en el
Gobiernoy en parte de la opinión más in-
fluyente.
Si bien se ha procedido con nobles propó-
sitos, ha habido evidente inexperiencia, pues-
to que, aún para consultar las exigencias
del crédito de la Nación, que solo puede re-
habilitarse y consolidarse por el aumento
efectivo de la riqueza pública, se ha hecho
todo lo contrario de lo que debía hacerse, de-
bilitando en vez de robustecer el poder eco-
nómico del país, dejando caer sus institucio-
nes más importantes de fomento, y sacrifi-
cando las conveniencias de la producción á
las déla liquidación de los negocios de de-
terminados gremios, ala par que se tomó el
temperamento de capitalizar en proporcio-
nes más rápidas que el que presenta el de-
senvolvimiento del país, las deudas con
cuyo peso no se podía.
Hay más, la República había alcanzado á
hacer empréstitos á 4 V2 0/°, los que no pudo
pagar, y al aumentarse la deuda, se fijó el
interés de 6 0/° sobre todas las sumas capita-
lizadas!
Aparte de ésto, ya para satisfacer exigen-
cias exteriores, fuera de la posibilidad fl-
150
Revista Económica
nanciera de la Nación, ya para reconstituir
lo mismo que se derribaba, el capital de las
deudas públicas vino á acrecentarse en la
forma que vá á verse.
El Gobierno y el Congreso comprendiendo,
á fines de 1890, que se debía apoyar con toda
preferencia íi las instituciones do crédito,
crearon 25.000,000 de billetes para el Banco
Hipotecario y 25.000,000 para el Banco Na-
cional, los que fueron desviados de su desti-
no y aplicados á anticipar pagos exteriores,
que la Nación no iba á poder continuar.
Para atender créditos diversos se emitie-
ron además 16.000,000
Privados los Bancos de los recursos vota-
dos; heclia conciencia en el público de que
el Gobierno no daría ni al Banco de la Pro-
vincia, ni al Banco Nacioual, el papel que ne-
cesitasen en momentos de apremio, el páni-
co se produjo, como debía pi'oducirse, y ad-
quirió mayor fuerza con las gestiones del
Empréstito Popular, que resultó ineficaz
no obstante crearse fondos públicos por
30,000,000.
El siempre fune.^to principio de las res-
tricciones en tiempo de crisis, impuesto por
el sindicato inglés, así comola esperanzaque
resultó defraudada de obtener la creación
de una poderosa institución extranjera sobre
la ba.se de la ruina de las nacionales, llevó
al gobierno á admitir y á sancionar la caída
de éstas.
Conocido poco después el error, .se trató
de remediarlo y, con el objeto de reemplazar
al Banco Nacional, y hacer oficialmente la
liquidación de éste, se emitieron 50.000.000
en papel como capital del Banco de la Na-
ción y 30.000.000 de Fondos Públicos para
adquirir las acciones do los particulares;
despartidas que representan 80.000.000, en
cambio de no poderse, con este sacrificio,
suplir los servicios de los Bancos oficiales
que se dejaron caer, .y de no compensar la
adquisición de las acciones de los particu-
lares, lo que valían en plaza las que la Na-
ción pierde al liquidar e.se e.stablecimiento.
, En cuanto á. la deuda externa, ella ha
aumentado: 1** con pfs. 75.000.000 oro con
6 "/o por capitalización de intereses y 2» con
ps. 37.000.000 para la adquisición de las
obras de salubi'idnd, por los cuales liabrA
que exportar en sei'vicios, por lo menos, tanto
como lo que impoitarían los dividendos de
la empresa.
No hay en todo esto, como se vé, la ad-
quisición de ningún nuevo elemento de
producción para el país, á no ser el indirecto
de la mayor amplitud en la circulación que
proporcionan las emisiones de papel.
Las cifras que damos, inducen á muy se-
rias consideraciones.
Hemos visto en nuestro artículo anterior
que la deuda del país con el extranjero no
podía calcularse en menos de 1.500 millones,
de pesos oro y que el servicio de sus inte-
reses y utilidades representaba más que la
exportación total déla República y, en pre-
sencia de esto, en vez de minorar los .sacri-
ficios y las inversiones improductivas, se
ha forzado la máquina, liaciéndola seguir,
con rapidez creciente, por el extraviado
camino del aumento estéril do los compro-
misos de la Nación.
Sumando indistintamente el oro y el
papel, las Deudas Públicas emitidas en
éstos dos últimos años, sin compensación de
fomento de la riqueza pública, importan
$ 288.000.000, que representan un aumen-
to diario de 400.000 pesos, y si calculamos el
valor del oro, ese aumento resulta ser de
más de 600.000 pe.sos por día : más de 400
pe.sos por minuto!
E.sta es como una bola de nieve que crece
con progresión asombrosa, pero con la
diferencia de no ser, como aquella, fácil de
di.soIver.
Las cifras que damos importan la conde-
nación de un si.stema contra el cual es nece-
.sario reaccionar pronta y vig()rosamente.
No es, ni con pequeñas economías para
con los de casa é inso.stenibles concesiones
para los de afuera, ni con medidas parciales
é incoherentes, ni con la multiplicación y
elevación de impuestos con propósitos fisca-
le.s, (|ues9 obtendrán los medios de mejora
de la situación de la Hacienda Nacional.
Si bien notamos el mas completo antago-
nismo entre las exigencias de los acreedores
extranjeros y lo que aconseja el desenvol-
vimiento de la riqueza del país, hay en el
fondo la más completa armonía en las con-
veniencias de todos, puesto que es solo fo-
mentando la pi'oducción, desenvolviendo las
DEL Rio de la Plata
151
industrias y aprovechando la fertilidad de
las inmensas zonas de tierraque existen aún
incultas en todas las provincias, que la Ee-
pública podrá dominar sus actuales conflic-
tos, como los Estados Unidos, en peores cir-
cunstancias, han dominado los suyos.
Tenemos, por delante el reciente mensaje
de Santa Fé con motivo de la apertura de
las Cámaras, 3" basta ojearlo ligei-amente
para apreciar todo lo que puede ofrecer el
trabajo aplicado á la cultura en el \ asto
territorio argentino.
Las cifras que presenta, alientan y hacen
vislumbrar lo que produciría una política
de amplio y despreocupado fomento.
En 1863, empezó el movimie?>to coloniza-
dor de Santa Fé y solo tenía entonces 8437
hectáreas cultivadas; en 1872 la zona culti-
vada era de 62.548 hectáreas; en 1882 de
232.3C7 hectáreas; en 1891 de 656.277 hectá-
reas y en 1892 de 848.648 hectáreas en las
Colonias oficialmente reconocidas, pudien-
do calcularse el total de la extensión cultiva-
da en la Provincia en 1.000.000 dehectáreas.
Solo en el año 1891, se han creado diez y
siete colonias nuevas con 156.003 hectáreas.
La superficie cultivada es de cerca de cator-
ce veces más de la que era hace veinte años.
La progresión en el valor de las cosechas
no es menos notable, puesto que ascendió
en 1890 á $ 29.896.987; en 1891 á $64.371.836
y en 1892 á $ 75.000.000, próximamente á
11.000.000 más que el año anterior; todo
ésto no obstante la crisis y en parte debido
á lo mismo que se há querido evitar por los
consejos interesados de parte del comercio.
Por un fenómeno de compensación, dice
el mensaje, al referirse á la crisis, «resulta
que la depreciación de la moneda fiduciaria
ha venido á fomentar la producción nacio-
nal, poniéndola en condiciones de .soportar
ventajosamente la ccmpetencia extranjera.»
En cuanto á movimiento industrial, el
mensaje suministra los siguientes datos, que
vienen á demostrar cuanto en esa esfera de
acción puede conseguirse en el país.
La refinería del Rosario ha elaborado,
desde su instalación, en el 1° de Noviembre
de 1889, hasta ahora, 26.631,895 kilogramos
de azúcar bruta, produciendo 22.669,990 ki-
logramos de refinada, ó sean como diez mi-
llones de kil(')gramos por año, empleando de
350 á 400 personas para el funcionamiento
de la fábrica. La destilería de alcoholes « La
Rosario, » ha fabricado durante el año 1891,
1.435,054 litros de alcohol, repartiendo á los
accionistas un dividendo de 20 op.
En un artículo debido á uno de nuestros
distinguidos colaboradores, que hemos pu-
blicado en núraei'os anteriores, están los da-
tos que demuestran los elementos de riqueza
que paralas provincias del norte representa
la industria azucarera; agregúese á esto el
considerable desarrollo de la vinicultura
operado en estos últimos años y las de-
más fuentes de producción que poseen las
Provincias, y severa cuanto ha}' que espe-
rar, con tal de que, abandonándose el régi-
men de las restricciones y los expedientes
del crédito exterior, se complementen las
medidas de protección aduanera, con buenas
leyes agrarias y un sistema racional y am-
plio de crédito de habilitación.
En una palabra, en vez de seguir aumen-
tando deudas, trátese de aumentar los pro-
ductos, solo con lo cual se podrá llegar á
cumplir efectivamente los cotnpromi.sos
públicos; antepónganse las conveniencias del
trabajo nacional á todas las demás exigencias
y con.si aeraciones, aprovechando así la ex-
periencia de los dos últimos años.
La inoneáa y el curso forzoso
I
Un colaborador de la «Nueva Época» de
Santa Fé, que se firma Ubururí, seudónimo
de un distinguido caballero de Buenos Ai-
res, e.studia con erudición y competencia la
ley argentina de Octubre de 1885, que dio
á los billetes inconvertibles el curso legal
en vez del curso forzoso, lo que considera
un error científico y la causa de muchos
males y abusos que la práctica ha compro-
bado.
La materia puede decirse que es una de
las que más se han debatido en ambas már-
genes del Plata, desde el memorable Con-
greso de 1826 hasta la fecha, no obí^tante lo
152
liEVISTA ECOXUiMICA
cual nos hallamos hoy tan lejos como en el
primer día de un acuerdo razonable.
Las soluciones mas recientes lo confir-
man. En los conflictos entre la falta de me-
tálico para constituir el medio circulante, y
los intereses de los que creen que pueden
imponer en sus transacciones los pagos á
oro en vez de los pagos en moneda legal, se
ha dado en adoptar, en las Repúblicas Orien-
tal-y Argentina, el término medio del curso
legal que, por una parte, monetiza el papel,
mientras que, por otra, lo reduce íi una
simple mercadería y obliga á pagar el equi-
valente del metálico.
Nada más falso que el in medio ver Has, por-
que si bien las exageraciones nos separan de
la verdad, el punto intermedio entre lo
cierto y el error nos deja fatalmente en este
último.
El temperamento del curso legal esta-
blecido con el propósito de armonizar una
circulación inconvertible con los pagos á
metálico, nos recuerda la siguiente anécdo-
ta. Se disputaban con calor dos individuos
.sobre si eran mejores las ovejas negras ó las
blancas, y no pudiendo entenderse, recu-
rrieron aun tercero que, para cortar toda
dificultad, resolvió, recordando á un espiri-
tual escritor, que las mejores eran las de
color ceniza, término medio de las preten-
ciones de uno y otro.
Los partidarios de los pagos á metálico,
aun en los casos de su falta para las necesi-
dades de las transacciones, invocan la fé de
lo pactado, la libertad de los contratos, la
no retroactividad de las lej'es y los altos in-
tereses sociales que con estos se vinculan,
así como también la limitación de la facul-
tad del Poder Legislativo en materia de cir-
culación monetai'ia, á todo lo cual el colabo-
rador de la «Nueva Época» opone las muy
oportunas consideraciones que van á verse,
y que creemos conveniente estractar, á fin
de dar una idea del estado del debate, al que
nos proponemos entrar en vista de su ac-
tualidad y trascendental importancia.
El Sr. Ubururí empieza por decir «que el
billete de curso legal que circula en la Re-
pública, que produce su completo desqui-
cio, que consagra el agio y todas las irregu-
laridades que de él emanan, es una creación
híbrida del consorcio entre la ignoi-anciu de
los principios económicos y de la falta de
energía que ha caracterizado nuestras últi-
mas administraciones».
Los Bancos emisores de los billete? ofrecen
pagar en moneda nacional, y ¿que es esa
moneda nacional?
¿La moneda no existente en plaza que se
podia acuñar antes? ¿Que importa entonces
esta promesa?
El Congreso al declarar el cur.so legal ha
querido crear una moneda. El Congreso,
agrega, tiene facultad soberana de crear el
papel moneda como representativo de mo-
neda de ley que haya acuñado y que entre-
gará al portador de aquel cuando se lo
exija, y para casos extraordinarios plenamen-
te justificados, en los que rige la suprema
le^^ de la necesidad, de acuñar moneda na-
cional sobre papel ó sobre cualquier pasta
sin valor intrínseco, dando á esa moneda va-
lor fijo chancelatorio.
Emitir papel moneda lo considera una
facultad incontestable é incontostada del
Cuerpo Legislativo, « pei'o el billete de
cui-so legal, dice, sin valor fijo chancelato-
rio autorizado por nuestro Congreso no es
papel moneda. Carece de la condición in-
dispensable del valor fijo chancelatorio que
lo caracteriza.»
En apoyo de ésto cita la opinión de Dallóz,
que dice que *el papel moneda no existe
sino en virtud de una dispo.>ición legal de
ios Poderes Políticos que confieran curso for-
zoso, y la de Aubrí y Rau, según los cuales
«los valores en papeles no podrían desempe-
ñar un rol de moneda sino bajo el imperio
de una \qy que les atribuya curso forzoso».
Establecido ésto, aplaude el decreto del
Gobierno Nacional de 9 de Enero de 1885,
que al decretar la inconversión por dos años
daba ú los billetes el curso forzoso, si bien
usaba el término de curso legal, desde que
ordenaba que fuesen admitidos como pesos
oro por las oficinas nacionales y por los par-
ticulares, y censura lógicamente la ley de
13 de Octubre del mismo año que, al sancio-
nar la inconversión, establecía, poi- su artí-
culo tercero, que las obligacionescontraidas
á moneda nacional oro, anteriores á la fecha
de aquel decreto, podían ser chanceladas en
billetes de curso legal por su valor escrito,
pero que las contraidas con designaciini de
DEL Rio de la Plata
153
moneda especial lo serían en los mismos
billetes por su valor coi-i'iente en la plaza
el (lia de su vencimiento.
Nos detendremos aquí en el extracto, y
transcribiremos integra la crítica que so-
bre esa disposición hace el señor übururi,
no queriendo privar á nuestros lectores de
la lóg-ica y del vigor de su argumentación.
«Recuérdese que todos esos billetes, para
tener circulación, y ser considéranos como
moneda nacional, tenían que ser revestidos
del sello de la Nación.— Pues bien; ese bille-
te, e.sa moneda así acuñada, en virtud de la
Sobei'anía Nacional, fue revestida por el
Congreso de un doble carácter, que lo anu-
laba por su misma contradicción.
«Al que, sometiéndose á la ley dictada por
el mismo Congreso, había ajustado obliga-
ciones en moneda nacional acuñada sobre
papel, y á los que, prescindiendo de nues-
tra ley monetaria, hablan ajustado obliga-
ciones en otra moneda, les acordaba el dere-
cho de exijir el pago en oro efectivo, 6 en
billetes que la misma ley había revestido
con el carácter de moneda ?iacional. pero
con la depreciación que les hubiera dado
el agio.
«Es decir; el Congreso por ese funesto art.
3" imponía al billete el carácter de moneda
nacio7ial, con fuerza chancelatoria por su
valor escrito, como se lo había dado el De-
creto de inconversión, y lo despojaba almis-
mo tiempo del carácter de moneda, quitán-
dole el valor fijo chancelatorio indispensable
para su acuñación.
«El que, con toda buena fé, había deposi-
tado en los Bancos onzas, libras, condores,
recibiéndola nota del depósito por tantos
pesos nacionales oro, que aquellas monedas
representaban al hacerlo, se le podía abonai"
su crédito con papel que no era moneda
desde que no tenía valor fijo chancelatorio;
y al que, por hábito, ó por sistema de con-
tradicción con lo ordenan nuestras leyes,
habían determinado en sus obligacienos
otras monedas de valor equivalente al de
nuestra moneda acuñada, á estese le debie-
ra pagar nn oro ó plata, ó en tanta cantidad
de billetes, cuantos fueran necesarios para
comprar la especie á los agiotistas que, cual
creaciones espontáneas, surgieron de aquel
monstruoso enc:endro.
«AI qufi violaba la ley de moneda se le
premiaba, haciéndole pagar en oro efectivo.
obligaciones que, ajustándose á aquella, de-
bían determinar tantos pesos nacionales oro
en vez de tantos pesos fuertes, tantas onzas
ó tantas libras.»
II
Siempre que se ha querido dilucidar esta
cuestión, ya en las Cámaras, ya en la Tribu-
nales, se ha tenido que recurrir á la defini-
ción de la moneda, cuyo concepto es, en
efecto, imprescindible para tratar con acier-
to la materia.— Sin una idea clara al res-
pecto, es imposible cualquiera apreciación
justa, ya desde el punto de vista económico
y legal, ya desde el especial de las faculta-
des constitucionales.
Nos es, pues, forzoso empezar por aclarar
ésta cuestión fundamental.
La escuela contraria á todo régimen de
curso forzoso, no vé en la moneda más que
una materia común, materia de comercio
y no de legislación, no queriendo conceder
al Estado más atribuciones al respecto que
las de certificar la cantidad y la calidad
del metal. Es un artículo de comercio que,
según ella, debe darse ó recibirse libremen-
te, pudiendo compi-ometerse las partes á
entregar tantos billetes ó tantas monedas de
oro y de plata, según crean conveniente y
de acuerdo con el mismo derecho con el
cual pueden comprometerse á entregar
tantos litros de vino, fanegas de trigo ó
kilos de azúcar.
Esta similitud se funda en el desconoci-
miento de la naturaleza de la moneda, de
sus funciones naturales y de su importancia
legal.
La función más fundamental de las mo-
nedas es la intermediario de los cambios
función capitalísima y predominante en la
sociabilidad económica.
En un estado primitivo de las sociedades,
los hombres para efectuar sus cambios tra-
taron de obviar la dificultad que les presen-
taba la múltiple variedad de los productos
y la desharmonía de las necesidades de
unos y de otros. Esta dificultad se suprimió
adoptándose una mercadería intermediaria,
entrándose á efectuar cambios dobles ó los
medios cambios, según la expresión de
154
Revista Económica
Molinari; el del producto disponible por la
mercadería intermediaria ó la venta, y el
de la adquisición con él de los productos
necesarios, ó sea la compra.
Estas operaciones pueden ser sucesivas,
inmediatas ó diferidas, según los cambio^
entre los productos se perfeccionen parcial ó
totalmente en un corto tiempo ó queden por
perfeccionarse en otro más largo é indefi-
nido, en cuyo caso llegan á tener ma^'or
importancias determinadas condiciones del
intermediario de los cambios.
Esta duplicación de operaciones en vez de
complicar simplifica, y en vez de dificultar
facilita y aumenta la rapidez y el poder de
los cambios, hecho que nos recuerda como
en mecánica la multiplicidad de las ruedas
aumenta el efecto.
Por el hecho de convertirse toda la oferta
de un producto en pedido de la mercadería
intermediariay de hacerse efectiva la deman-
da por medio de la oferta de ésta, se suprí-
mela falta de coincidencia entre los artícu-
los determinados y múltiples que de parte
á parte pudieran disponerse y, según la
cantidad que se pida ó se ofrezca de la mer-
cadería, fácilmente se establece la equiva-
lencia necesaria.
La moneda, pues, suprimiendo la falta de
coincidencias y de equivalencias que impe-
ran en un estado primitivo, permite la am-
plia división del trabajo y reemplaza las
ofertas y demandas aisladas por la vasta de
la producción y del consumo general, á la
par que proporciona un abasto tanto más
económico y abundante, cuanto más es-
tensa sea su acción.
El régimen monetario se caracteriza así
por el uso de un intermediario común; la
elección arbitraria para los cambios de di-
versas mercaderías, es el régimen de la per-
muta; es un orden social distinto y primi-
tivo.
La permuta es el aislamiento perlas difi-
cultadas constantes y muchas veces insalva-
bles para la relación de los hombresen la es-
fera de sus conveniencias ordinarias, mien-
tras que la institución de la moneda, como
el idioma, es la sociabilidad ampliamente
facilitada y fecunda. Este promueve el
cambio de ideas y de impresiones, aquella
el de las producciones materiales y de ser-
vicios recíprocos. De ahí el que ambos ele-
mentos surjan, se perpetúen y se perfeccio-
nen con la sociabilidades humanas.
De ésto resulta, pues, que todo lo que tien-
da á quebrantar la unidad del agente mone-
tario es contrario á su esencia y á las bases
del orden económico moderno.
De ahí el que la institución de la moneda
sea una atribución soberana, y la conserva-
ción de su unidad, deber ineludible de los
Poderes Públicos.
La función de intermediario general de
cambios dio origen á la accesoria do término
de comparación de valores.
Para el desempeño de una y de otra fun-
ción, lo que se requiere no son condiciones
físicas ni composiciones químicas determi-
nadas sino el ser un valor, ó, más propiamen-
te espresado, el poder de adquisición que éste
implica. En los dobles cambios inmediatos,
se dan productos contra el poder de adqui-
sición con el cual se obtienen los que á su vez
requiera el vendedor, y, en las operaciones
de préstamo, se dan y se reciben las monedas
en vista de ese poder que representan.
Tal es la moneda, que no resulta una sim-
ple mercadería cuyo fin es el consumo ó un
mero signo desde que es de esencia que sea
un valor.
Así, pues, al Estado corresponde imponer
y conservar la unidad de un régimen mo-
netario que es excluyente del régimen de
las permutas, como la extensión que se ha
pretendido dar, partiendo de un concepto
falso, á la libertad de contratos, es excluyen-
te del régimen monetario.
III
Dana Hoi'ton, Lavelej^e y otros economis-
tas distinguidos pretenden fundar la in-
tervención de la ley en materia de moneda,
ya sea en el hecho de que el Estado tiene
que fijar la forma en que se le abonen sus
impuestos, ya en el de que le correspon-
de establecer los medios en que se cum-
plen las obligaciones, y, por último, en las
consideraciones del interés general en casos
de apremio del Tesoro ó de rarificaciones
de numerario.
Ya en el memorable Congreso Argentino
de 1826 se había hecho la distinción legal
entre los contratos de entrega de merca-
DEL IvIO DE LA PLATA
15-
derías y los de entrega de dinero, estable-
ciéndose, por ejemplo, que una letra de
cambio importaba la obligación de entrega
de lo que la ley declarase moneda y no de
cualquier mercadería que las partes quisie-
ran estipular.
Nosotros nos permitiremos ir más lejos
diciendo que desde que la unidad del interme-
diario de los cambios es rasgo caracteris"
tico de la moneda, con lición de esencia de
todo el orden económico, es la ley y no el
arbitrio individual el que debe regirla.
Desde el concepto fundamental que hemos
establecido, no seguí rem.os así a Robert Peel,
que decía que una libra esterlina son tantos
miligramos de oro, sino que sostendremos
que el peso nacional no es la expresión de
tantos miligramos de metal y que estos son
condiciones de forma, como lo es el emble-
ma, el cordón, etc. ó los gravados y las bases
de emisión del papel, etc. La ley al determi-
nar lo que debe representar el peso nacional
no hace más que establecer las condiciones
de su representación material y en esto
debe consultar las exigencias de las leyes
naturales, que determinan el valor de las
cosas, siendo la moneda más perfecta la que
logre conciliar el valor real con la represen-
tación legal.
Contribuye á extraviar las ideas en el
pueblo y en los legisladores el hecho de
admitir.se en la circulación monedas espe-
ciales extranjeras; pero hay que tener pre-
sente que, simultáneamente, seles asigna un
valor en moneda nacional con lo cual se
salva siempre el principio de la unidad.
El decirse tantas libi-a.?, es lo mismo que
decir tantos pesos nacionales álos efectos de
la circulación del país, de donde resulta la
asimilación completa á los efectos de la
ejecución de los contratos entre la libra y los
pe.sos nacionales, similitud contra la cual
no pueden oponerse las cotizaciones bursá-
tiles.
Legalmente, hoy como antes, una libra
debería pagarse con cinco nacionales, puest j
que ante las leyes monetarias, que son le3^es
de orden público, y muy fundamentales en el
orden económico, ellas no representan más.
La ley de 1885, que con razón critica el
colaborador de la Nueva Época, ha descono-
cido e.stos principios cardinales y de ahí las
injusticias y las anomalías que hace notar.
Si la moneda debe ser de metal ó de papel
es cuestión de conveniencia y nó cue.stión de
esencia y por lo tanto está sujeta á conside-
raciones prácticas. Ya no es la cuestión
fundamental de principios: es materia de
buen criterio.
El ideal de perfección en la materia es la
ñjeza de valor, y el valor no depende ni de
ninguna condición química ni de ninguna
pi'opiedad física; es una mera relación entre
la cantidad ofrecida y la cantidad deman-
dada de cualquier cosa.
Esta ya es una verdad de antiguo recono-
cida pue.sto que el notable jurisconsulto
Paulus la ha manifestado, como se vé en el
Digesto, de un mi do preciso.
Hablando de la moneda, dice: «eaque
materia forma publica percussa, usum do-
oiiniunque, non tam ex substantia praebet,
quam ex quantitate» «Esta materia, seña-
lada con una marca oficial, obtiene su uso
y su poder de pago no debido á su sustan-
cia pero ásu cantidadi>.
Un notable economista norte americano A.
Del Mar, de acuerdo con éste concepto fun-
damental del valor dice «The unitof money
!s all money*.
El valor de una moneda de oro no depen-
de de la ma^'or ó menor cantidad de metal
fino que contonga cada disco, sino de la to-
talidad de metal que circule como moneda,
y la importancia de los pedidos de ella que
puedan hacerse efectivos, salvedad ésta
última que hacemos á fin de que no se
confunda la necesidad que no pueda actuar
con la que se manifieste en condiciones de
pi omover demandas reales.
La única superioridad que la práctica ha
podido atribuí rala moneda de metales la de
que su costo y su fácil exportación evita los
exesos de oferta, pero, en cambio, está suje-
ta á la insuficiencia de su provisión, siendo
fácil demostrar que, .si maloes lo primero, lo
segundo tiene aún peores con.secuencins
prácticas.
Es contrario á la equidad que el que ha-
ya entregado un poder de adquisición, que
por ejemplo, se represente por cien de artí-
culos generales, se vea obligado á recibir lo
que solo equivalga ochenta en estos artícu-
156
Revista Económica
los, pero es, á la vez, igualmente injustoque
en los casos de rariflcación del oro, que lleve
los productos generales á la mitad de su va-
lor comparado al del metal amarillo, tenga
el que ha recibido el equivalente de cien
que entregar el valor de doscientos para
cumplir su obligación; que pagar en rea-
lidad dos por uno.
Esto se impone con el curso legal tal
como aquí se le entiende, debido á la abe-
rración de considerar la moneda una canti-
dad de metal en vez de un mero interme-
diario; un representante de la generalidad
de los valores, en vez del representante
del valor del oro.
Si de esto pasamos á considerar el orden
de los intereses generales, veremos que no
se les consulta bien cuando se quiere dar
un privilegio á favor de los capitales mo-
netarios tan extenso, que no solo los preser-
ve de todo perjuicio de las calamidades de
carácter general, sino que puedan aún re-
sultar gananciosos en medio de los mayo-
res cataclismos y á expensas de la agrava-
ción de la ruina de las clases directamente
productoras.
Es sin duda de gran utilidad pública ga-
rantir á los prestamistas y acumuladores de
capital en moneda, á los que en forma de
ésta hayan acumulado su trabajo pasado,
pero hay que considerar también el trabajo
presente y animar de preferencia las inver-
siones reproductivas.
Otra consideración haremos, por último, y
es que si bien la abundancia de moneda
perjudica á algunos gremios favoreciendo á
otros, su escasez afecta, perturba, abate todo
el organismo económico; sale de la esfera de
los males parciales para contrariar las más
altas y vitales conveniencias generales.
De ahí la necesidad de que el Estado vele
por la suficiente provisión de moneda dándo-
le preferencia la sobre cuestión de materia.
IV
Por más que ha^^amos querido evitarlo
ésta cuestión nos ha llevado ya muy lejos y
es el caso de que resumamos nuestras
ideas.
El curso legal tal como lo entiende la ley
de Octubre del 85 es contrario á la noción
clara de la moneda, que es la de intermeda-
riogeneral en los cambios, y de fuerza chan-
celatoria de todas las obligaciones sin que
en contrato alguno por dinero puedan lícita-
mente imponerse condiciones contrarias á
éste concepto.
Loque la lej' citada hace importa permitir
quebrantar la constitución moneteria,base
de nuestra sociabilidad, autorizando el régi-
men de las permutas, y no solo imponer los
perjuicios aislados que tan claramente re-
fiere el colaborador de la «Nueva Época»
de Santa Fé, sino que permitiendo limitar el
uso de'la moneda de papel, ataca su base de
valor y perjudícala generalidad, así como
desvirtúa la inteligencia lógica y científica
del curso dado á las monedas extrangeras
que no puede representar en obligación al-
guna nacional más que el valor legal ó no-
minal que tengan asignado, y en virtud
del cual circulaban y no en virtud de su ma-
teria.
El Señor Ubururí hace además, accidental-
mente, una observación importante de la
que extrañamos no haya sacado todas las
consecuencias á que se presta. Dice muy
bien que el Congreso puede mandar acuñar,
si quiere, Argentinos de cobre.
Guillermo III de Inglaterra dio un ejem-
plo análogo haciendo acuñar libras esterli-
nas con caserolas viejas. Las libras primiti-
vas francesas que en la época de Cario Mag-
no eran el equivalente de 87 francos en
oro, se convirtieron por alteraciones en su
metal al equivalente de un franco; los ma-
ravedíes de oro se acuñaron más tarde en co-
bre y después de poder adquirir un valor
en oro de 17 á 18 francos, apenas son hoy un
valor igual á un centesimo en oro.
Los copeks que eran de plata, los hizo acu-
ñar el Czar Alexis en cobre.
No queremos por ésto decir que los Ar-
gentinos deban hacerse en cobre, pero sí ha-
cer resaltar el significado del inciso 10 artí-
culo 67 de laConstitución, que establece, en-
tre las facultades del Congreso, la de &hacer
sellar moneda, fijar su valor y el de las ex-
trangeras» loque es excluyente del princi-
pio erróneo de que el Estado en materia de
moneda solo debe certificar el peso y fino
que ellas contengan, quedando su represen-
tación monetaria al arbitrio del comercio.
DEL Rio he la Plata
157
Para la Constitución la fuerza chancelato-
ria de una moneda nacional no depende del
valor del metal de que se componga y las
monedas extranjeras á que sedé curso na-
cional solo serán representativas del valor
nominal que la ley del Congreso les asigne.
La Suprema Corto de Justicia de Estados
Unidos en una resolución de Marzo de 1884,
ha i-econocido al fin la facultad del Congre-
so, cuestionada antes, para emitirbilletes con
curso forzoso y no solo en los casos de gue-
rra sino también en plena paz, como medio
de proveer la circulación.
El Congreso, dice, «tiene la facultad de
emitir las obligaciones de los Estados Uni-
dos en esa forma y darle las condiciones de
moneda para la compra de mercaderías y el
pago de deudas, de acuerdo con las prácti-
cas de los gobiernos soberanos. Ese poder
como consecuencia de la facultad de hacer
empréstitos y de emitir letras y billetes del
Gobierno con ese objeto, de imprimir en
esas letras ó billetes la facultad chancelato-
ria de las deudas particulares, es un poder
que era universalmente reconocido como
perteneciente ala soberanía en Europa y en
América en la época en que se hacía y se
adoptaba la Constitución de los Estados Uni-
dos.
«La facultad de sellar billetes de los Esta-
dos Unidos con curso forzoso para el pago de
las deudas privadas, estando incluida en la
facultad de tomar dinero en préstamo de
provee)' á la circulación nacional, no es per-
judicado ni restringido por el hecho de que
su ejercicio pueda afectar el valor de los
contratos privados. Si de una justa y since-
ra inte:"pretación de toda la Constitución
resulta el Congi-eso revestido de un poder
especial ó autoridad, no es objeción constitu-
cional contra su existencia ó su ejercicio la
de que la propiedad ó contratos particulares
puedan ser particularmente afectados. »
«El Congreso, agrega, como la legislatura
de una nación soberana, estando expresa-
mente facultado por la Constitución para
«crear y hacer cobi-ar impuestos á fin de
« pagar las deudas y proveer á la común
« defensa y al bienestar general de los Es-
«tados Unidos» y «para sellar moneda y
« determinar el valor de ellas y de los cuños
«extranjeros», y estando claramente auto-
rizada, como consecuencia del ejercicio de
éstos grandes poderes para emitir títulos
de crédito, crear Bancos Nacionales y pi-o"
veer á una circulación nacional para todo
el pueblo en la forma de moneda sellada,
notas de Tesorería y billetes de Bancos Na-
cionales y siendo el poder de dar á los bille-
tes de Gobierno fuerza chancelatoria de las
deudas privadas uno de los poderes inhe-
rentes de la soberanía y no expresamente
restringido al comercio por la Constitución;
somos irresistiblemente llevados á la conclu-
sión de que el dar á las notas de Tesorería
de los Estados Unidos la condición de fuerza
chancelatoria en los pagos de deudas privadas
es un medio apropiado, conducente y com-
pletamente adaptado para la ejecución de
los indudables poderes del Congreso que
resultan de la letra y del espíritu de la
Constitución y de acuerdo con el cual es
necesario y propio para la efectividad de
los poderes de que está investido el Gobierno
de los Estados Unidos».
«Siendo tal nuestra conclusión respecto de
la ley, la cuestión de sí en cualquier tiempo
en guerra ó en paz, la exigencia es tal, por
extraordinarias y premiosas necesidades de
parte del Gobierno, ó de insuficiencia de
provisión de oro ó de plata para proveer las
necesidades de la circulación, por parte del
Gobierno del pueblo, esta es una materia de
hechos que debe ser determinada por el Con-
greso cuando se presente y no una materia
judicial que pueda someterse á la Corte».
Dada la analogía de las instituciones que
rigen á la República Argentina y á los
Estados Unidos, nos parece concluyente,
para la dilucidación de la materia de este
artículo, la jurisprudencia contenida en la
sentencia de la Suprema Corte norte-ameri-
cana que acabamos de reproducir.
CARTA ECONÓMICA
EXPANSIÓN Y RESTRICCIÓN
Hace pocos meses que, en presencia de la
crisis que se ha dejado ir agravando en la
República Oriental, dirigimos al Telégrafo
Marítimo de Montevideo la carta que á
continuación publicamos y que ofrece por
158
Revista Económica
lo menos el interés de los datos 3^ de las opi-
niones de primeras autoridades en materia
de crisis.
Este estudio es hoy de actualidad no sólo
para la Repviblica vecina, que vemos perse-
verar en el mal camino, sino también para
la República Argentina donde se viene im-
poniendo el mismo errado criterio, que des-
graciadamente ha predominado allí de un
modo tan funesto como absoluto.
Señor Director de El Telégrafo Marítimo.
I
■ Las falsas concepciones en materias eco-
nómicas constituyen el mayor flagelo que
puede azotar á un pueblo, puesto que lo
ataca en las condiciones esenciales de su vi-
talidad y lo inducen á los más funestos ex-
travíos, como lo comprueba el hecho de que
bastó una apreciación equivocada de la mo-
neda para abatir el más grande de los
imperios modei-nos, ahondar en la Europa
civilizada los antagonismos nacionales, y
crear un estado de gueiTa que subsistió tan-
to como perseveró el error que las provo-
caba.
Nuestra historia, como la de todos los otros
pueblos, está también llena de ejemplos de
la calamitosa influencia que tienen los
errores de este género, habiendo quizá daña-
do más á nuestra riqueza pública los falsos
profetas económicos y los hacendistas teóri-
cos, que las montoneras de las guerras civi-
les, cuya crudeza y mayores devastaciones,
no han alcanzado nunca á producir largos
abatimientos como el que, por ejemplo, se
originó con la caída de los Bancos sacrifica-
dos á nombre de erróneos principios.
Ahora mismo, si investigamos las causas
de la crisis que nos postra, hemos de encon-
trar que el mal proviene del predominio in-
teresado de falsas ideas, tal vez más intere-
sadas que falsas, de unos pocos que lucran
con la ruina general, ideas que, por igno-
rancia ó espejismo económico, son admitidas
por la masa general del vulgo.
II
A diario se repite que es conveniente que
termine la liquidación, con lo cual, volvien-
do la confianza, los capitales entrarán de
nuevo en su giro habitual y, nuevo fénix,
renacerá el país de las cenizas de la crisis.
Toda medida que tienda á impedir liquida-
ciones les parece á los teóricos contraprodu-
cente, sirviendo no más para prolongar el
mal y alejar la resurrección.
Este singular modo de ver las cosas, no le
deja al Gobierno más función que la de pre-
sidir el doloroso espectáculo que presenta-
mos, y animar con sus aplausos la faena del
sacrificio de los elementos del trabajo, entre
gados completamente inermes ala voracidad
de la más cruel usura.
Las liquidaciones efectivas en épocas nor-
males obedecen, ó al retiro de la actividad
comercial de los que en ella no encuentran
un estímulo, ó á las quiebi-as de los que
sean víctimas de desgraciadas operaciones.
Todo esto se realiza en número limitado y
simultáneamente con la presencia de nue-
vas fuerzas activas que las sustituyen en la
acción, y en la mayor parte de los casos con
ventaja respecto de las últimas, verificán-
dose una especie de selección benéfica en el
mundo mercantil é industrial, mediante la
cual el elemento menos apto ó imprudente
es eliminado, y las especialidades supera-
bundantes ó menos reproductivas desapare-
cen para dar lugar á otras más convenien-
tes.
En estas circunstancias no le corresponde
al Gobierno crear obstáculos que vendrían á
alterar las leyes del desenvolvimiento de las
transacciones.
Esa es la vida normal y el juego regular
y benéfico de la acción particular que le co-
rresponde facilitar y garantir.
Pero cuando las liquidaciones exceden de
cierto número; cuando la ley del pánico
anula los valores y aleja los capitales; las li-
quidaciones vienen á presentar un carácter
totalmente diverso y excepcional, que im-
pone, según su grado, apreciaciones distin-
tas y deberes también excepcionales.
Presentada la crisis, ya no es solo el im-
prudente ó el menos apto el que cae; ya no
es la mala distribución del trabajo lo que so
corrije; es la situación especial que compro-
mete, abate é arruina la acción productiva
en relación directa con su mayor importan-
cia; es la subversión de todo el orden econó-
mico de modo á burlar los cálculos mejor
DEL Rio de la Plata
159
fundados, y las esperanzas más legítimas,
y. creciendo el mal, llegado á cierto grado,
es el caos social, es la pérdida, de todos los
factores más esenciales al desarrollo de la
producción, y, finalmente, como desenlace
la distribución de la riqueza acumulada que
se opera violando todo principio de equidad
y de un modo opuesto al interés general.
A medida que excede el número de las li-
quidaciones, los precios se envilecen ; se
multiplica la oferta al propio tiempo que en
progresión geométrica tiene que disminuir
la demanda ; los precios bajan sucesivamen-
■te disminuyendo el grado de la solvencia
general, y otras liquidaciones se provocan.
Es el incendio que .se propaga y aumentan-
do rápidamente su intensidad lo avasalla y
lo destruye todo.
En e.se camino, observa un banquero in-
glés, se llega al punto de que no haya una
firma buena, ni nadie que pueda presumir
salvarse de la catástrofe; caen unas tras
otr s las casas más resistentes y previsoras;
los mayores colosos del comercio y de la in-
dustria.
Se vá al estado de liquidación general de
que nos hablan como de cosa natural algu-
nos teóricos, sin fijarse en que ese término
expresa la imposibilidad de toda liquidación,
puesto que importa la oferta al máximun y
la demanda á cero.
La Inglaterra cuando ha querido ensayar
el dejar hacer al pánico, ha tenido al fin que
retroceder ante un abismo, que hubiera con-
sumido todo su poder económico, haciéndo-
la descender de la escala de nación de pri-
mer orden.
Ese término extremo caracteriza loque el
egoísmo de ulos y la inconsciencia de otros
no vacilan en recomendarnos y fomentar; y
cuanto más sigamos en el camino en que
no^) colocan, mas nos acercaremos al abismo;
pero, aun en el supuesto lisonjero de que
no lleguemos á él, todo el camino que ha-
yamos recorrido en ese sentido será contra
las más claras conveniencias económicas del
país.
III
Los que sostienen las liquidaciones en las
presentes circunstancias arguyen que el
dinero no desaparece con la crisis, sino que
se esconde para volver á reaparecer después,
cuando pase la borrasca, con lo cual creen
que el país encontrará sus anteriores fuer-
zas económicas y el beneficio de una situa-
ción mejor asentada.
Esto importa el más grave de los errore.s,
y la i-eproducción de la idea de que el nu-
merario constituye para los pueblos la esen-
cia de la riqueza, aberración fundamental
de la escuela mercantil que, en valde ex-
tirpada en unas partes, viene, como la mala
hierva, reproduciéndose siempre.
Es el olvido de que el primer agente
de la producción es el hombre; de que de
sus tendencias, de su práctica, del aliento
de su espíritu depende soberanamente la
acción efectiva del dinero, simple herra-
mienta que produce según el brazo y la
inteligencia del que la maneja; palanca de
Aquimedes ó mísero barreno según los ca-
sos.
No estará nunca de mas insistir sobre éste
punto, si es que no queremos ver sacrifica-
dos los mas caros intereses del porvenir del
país, alas estrecheces de los espíritus mez-
quinos.
El dinero como todo elemento de acción
vale mucho ó vale poco, según el valor in-
telectual que lo dirija, como no es el núme-
ro de soldados sínó su organización y el ge-
nio de los capitanes lo que prima.
Como elementos económicos, hay después
del hombre, y, á mas del dinero, el crédito,
cuya vasta acción relega á este en la vida nor-
mal de los pueblos progresistas, á unasitua-
ción secundaria; y las instituciones, que,
como las máquinas industriales, aceleran el
movimiento y, concentrando las fuerzas,
multiplican el poder.
La Inglaterra, que es hoy el país mas
importante por su comercio y su industria
es á la vez el que tiene relativamente menos
cantidad de dinero, fundando su poderío en
sus elementos intelectuales, en la extensión
del crédito, y en el poder moral de sus ins-
tituciones bancarias.
A la creación y conservación de todo é.sto
se opone la selección que se opera con la cri-
sis que compromete y abate al industrial de
aliento, al comerciante en la proporción de
su crédito y á los establecimientos banca-
rios, tanto mas fácilmente cuando estén
160
Rev/sta Económica
mas vinculados con los intereses genemles.
Séneca podía decir con razón en su época
que la insolvencia era siempre el resultado
de la dilapidación ó de la incapacidad, lo
que era natural entonces cuando el crédito
era rudimentario y el aislamiento completo;
pero en las sociedades modernas, fundadas
en el crédito y en la solidaridad, sujetas á
las grandes expansiones y restricciones, las
crisis derriban y comprometen en relación
de la importancia de los factores económi-
cos, de la misma manera que las conmocio-
nes volcánicas echan por tierra las altas
torres y los más grandes edificios, cuando
muchas veces no alcanzan á conmover las
construcciones mezquinas.
IV
Tocamos aquí una de las más grandes
llagas de la situación económica, y uno de
los mas tristes frutos de nuestras calamida-
des pasadas, que es la lamentable distribu-
ción de los capitales que la selección de la
crisis ha ido haciéndolos pasar de las manos
progresistas y emprendedoras á las de los
pesimistas y timoratos; de las de los que
han cooperado y tenido fé en el porvenir y
manifestado espíritu creador á las de los
que son rehacios á todo adelanto ó buscan
hacer presa en los que contribuj^en directa-
mente á la labor productiva.
De ahí una dislocación de elementos que
trae el predominio de la tendencia nega-
tiva de todo adelanto, que tan tristemente
caracteriza á nuestra plaza, un mal que con-
traría en sus fundamentos, nuestro desen-
volvimiento económico.
También bajo el supremo punto de vista
de la justicia social, las liquidaciones fuera
de su esfera normal constituyen un grave
daño, puesto que la expresión monetaria
de las obligaciones se falsea con la depre-
sión de los valores generales.
Puede usarse una mercadería cualquiera
como moneda, pero según lo observa muy
exactamente Laveleye, su esencia no es
esa. Ella es tomada y dada no según sus
condiciones físicas sino como un poder
determinado de adquisición; es una medida
de valor, un denominador común; un peso,
por ejemplo, significa de acuerdo con la
relación de aprecio de los diversos objetos
el poder de adquisición de una mayor ó
menor cantidad de cada uno de ellos, según
sea su valor normal. El recibir ó dar un peso
significa recibir ó dar ese poder de adquisi-
ción.
Ahora bien; cuando un exceso de medio
circulante deprecia la moneda, se disminu-
ye su poder de adquisición; los que tie-
nen á su favor obligaciones por dinero se
encuentran lesionados, pues aunque se les
entregue nominalmente lo pactado no reci-
ben efectivamente el mismo poder de adqui-
sición que prestaron.
Con la rarificación del medio circulante
se produce en sentido contrario el mismo
fenómeno; los que tomaron el equivalente
de una fanega de trigo; de dos varas de gé-
nero ó de tantas horas de trabajo de su pro-
fesión, etc., se encuentran en el caso de
devolver el doble, el triple ó más de lo
que efectivamente recibieron, arruinándose
mientras que enriquecen al acreedor, debi-
do al azar de una contracción general, y tan
injustamente como se hubiera arruinado
los acreedores por una desbordante emisión
de asignados.
El caso no puede ser más idéntico, no obs-
tante lo cual entre nosotros, al propio tiempo t
que se ha creído que era violar la buena fé
de los contratos el pagar con una moneda
que tuviese 10 ó 20 % de depreciación, y los
tribunales así lo sancionaron, parece la cosa
más lícita y regular el que se contimíe y se
agrave una situación en la que los deudores
tienen que dardos ó diez veces más objetos
que los que efectivamente representaban, y
ordinariamente deben representar, las obli-
gaciones cuyo cumplimiento se les exige.
Para evitar el falseamiento de la medida
de lo que debe darse ó recibirse, Adara
Smith había indicado el adoptar como uni-
dad en las obligaciones á plazo, el equiva-
lente de un día de trabajo; otras han pre-
tendido de una fanega de trigo y ahora,
como base más cierta se projjone el valoi
relacionado de los diversos artículos, que,
rectificando los desvíos del valor monetario,
permita en unos casos exigir mayor número
de piezas metálicas y, en otros, dar menos,
según sea necesario para armonizar el valoi
nominal con la representación efectiva, tan
evidente es desde hace tiempo la perturba-
DEi. Rio de la Plata
161
ción que las alteraciones de la circulación
monetai-ia introducen en la ejecución de las
obligaciones, unas veces en perjuicio del
capital, y, en las épocas como la que atra-
vesamos, con detrimento del trabajo y es-
plotación ó ruina de todas las clases produc-
toras.
Podrán encontrarse defectos en todas esas
innovaciones; considerar algunas hasta fan-
tásticas, pero lo que es indudable, es que
hay ahí un grave vicio social que remediar,
y que las liquidaciones forzadas en épocas
de depresión lo agravan y extienden, ale-
jando á la sociedad de las condiciones en
que la justicia y el interés general determi-
nan la distribución de la riqueza.
Vemos, sin embargo, con dolor, que se está
muy lejos en las esferas dirigentes de com-
prenderlo, y que los mismos órganos de la
opinión que creían deber levantar la voz pa-
ra prevenir contra todo exceso de valoriza-
ción bursátil, provocadora de compras que
á la larga pudieran resultar con quebrantos
y aun boy se sublevarían á la solo idea de
un medio circulante que pudiese originar
el más leve perjuicio al acreedor ó al rentis-
ta, miran, como cosa natural y alentable, el
que títulos como los del Banco Nacional, que
además de sus privilejios tienen un 30 %
más de activo sobre su pasivo, según cálcu-
los pesimistas, se tengan que vender á 8%;
que por causas ajenas á sus actos, p^r acon-
tecimientos de orden general, los propieta-
rios se vean obligados para pagar diez, á
vender por eso, su campo que les represen-
taba el triple y que, vueltas las cosas á su
normalidad, volverá á su anterior precio, en
beneficio de los acapadores de dinero.
tíi mala es la exageración del alza ó el in-
flacionismo, como por usar un término ex-
traño se ha dado en llamarla, peor es la exa-
geración de la baja, ese nihilismo charrúa
que tan tenazmente viene oponiéndose á
todo lo que no sea la forma primitiva de la
usura y la desnudez completa de todo ele-
mento progresista. Si son respetables los
derechos de los acaparadores del dinero, res-
petable debe ser también la posición de los
que lo hacen socialmente utilizable.
V.
No pretendo traer aquí novedades ni los
extremos de los espíritus adelantados que se
han ocupado en estas materias; antes al
contrario, voy al terreno trillado de la ex-
periencia universal, y á fundarme en las
observaciones de los hombres más compe-
tentes, que sobre ellas encontramos.
Gilbart, autoridad de primer orden en ma-
terias económicas y de espíritu práctico, co-
mo lo comprueba el hecho de ser gerente
del Banco de Londres y Westminster, que es
el primero de Inglaterra, dice lo que vá á
leerse contra el sistema de restricción en
medio de las calamidades de una crisis y en
refutación á la teoría de Loyd que ha fraca-
sado en la práctica:
<'^ Sostenemos, dice, que el fin de un Banco
es «prestar auxilio al comercio en tiempo de
apuro,» y después de establecer éste princi-
pio contesta al señor Loyd que afirma que el
Banco debe prestar esos auxilios con sus
fondos propios. «¿Pero según el sistema de
«ese escritor, agrega, solo podría el Banco
«prestar vendiendo valores; ¿y qué alivio
«daría vendiendo papeles con una mano y
«tomando dinero con la otra? además ¿habrá
«seguridad de ser vendibles esos papeles en
«momentos de precisión? pero insiste Loyd
«hay individuos que pueden prestar esos
«auxilios. En tiempo de crisis hay pocos que
«tengan más fondos que los necesarios para
«sus propias urgencias.... Cuando el mal
«proviene de una contracción del medio cir-
«culante, solo por medio de una expansión
«puede ser remediada, y muchos casos hay,
«como por ejemplo el del Banco Central del
«Norte, en que el auxilio sólo puede ser efl-
«cáz presentándose en esta forma.»
«Entendemos que todo sistema de regular
«la circulación, que prohiba á las institucio-
«nes bancarias del país aliviar á las clases
«comercial y fabril, debe ser vicioso. Lo re-
«chazamos in limine aun que no pudiésemos
«descubrir de donde provienen sus vicios.
«En la economía política, no se pueden juz-
«gar los principios sino en vista de sus efoc-
«tos prácticos y el sistema que lo produz-
«ca malos no puede ser boeno. Cuando sobre-
«viene una época de apuros no es al Banco
«Nacional al que le corresponde exclamar
«Salive qui peiU. Es de su deber cooperar
«con el Gobierno para aliviar la presión y
«mantener la tranquilidad del país.»
162
Revista Económica
Refiriéndose á los malos efectos de la res-
tricción que impone el acta de Sir Robert
Peél agrega: «se podrá decir que hay
siempre un remedio pronto, y que ya ha
sido aplicado, el de suspenderla. No hay
duda que sea cual sea el Gol)ierno siempre
aparecerá quien tenga el valor suficiente
para aplicar el remedio. No deshará esto el
mal causado, pues mientras se demora la
suspensión se multiplicarán los desastres.»
Macleod, eminente economista inglés, y
el más notable de los tratadistas modernos
sobre materias bancarias, estudia el sistema
del deja7- hacer las crisis y de las restriccio-
nes, compi'obando con la historia sus resul-
tados negativos.
Lo seguiremos en sus ejemplos más re-
cientes.
En 1825 tuvo lugar en Inglaterra una
gran crisis. Durante dos dias el Banco ob-
servó rigurosamente \v. teoría restrictiva, y
la consecuencia fué la caída de vai'ios Ban-
cos que resultaron muy solventes: la ruina
universal era inminente cuando al tercero
día el Banco cambió completamente su re-
gla de conducta y descontó con la mayor
profusión, y el país se salvó.»
Se echó mano con este objeto hasta de los
l)illetes viejos de una libra, retirados de cir-
culación que se encontraron en un armario.
« En 1837 el Banco anticipándose á adop-
tar la teoría expansiva, hizo emisiones libe-
i-ales para ayudar á las casas solventes, con
lo que evitó que la presión monetaria dege-
nerase en una crisis.
« En 1847 el Banco ligado por el Acta de
Sir Robert Peel e.staba inhabilitado para
adoptar la teoí'ia expansiva á fin de reme-
diar la crisis; y cuando era inminente la
cesación de pagos de todo el mundo banca-
rio 3' comercial, el Gobierno lo autorizó de
golpe para emitir á disci-eción; y el pánico
se desvaneció en diez minutos.
« En 1857 tuvo lugar otra gran crisis que
fué todavía para el piopio Banco más seria
que la de 1847.
«El 12 de Noviembre el Banco tenía
exactamente L. 580.751 para hacer frente á
L. o9.391.098 pagaderas á la vista. El Banco
no podía el día 13 tener una hora abiertas
sus puerta?, si el Gobierno no lo hubiese au-
torizado para exceder los líniitos dr- la loy.
Tan pronto lo hizo, pasó el pánico. De
acuerdo con esa autorización el Banco emi-
tió cerca de L. 8.000.000 de billetes y salvó
así al comei'cio.
«La crisis de 1866 fué aun n.ás grande
que las anteriores. En ésta ocasión también
fué necesario abandonar la teoría restrictiva
y la teoría expansiva salvó de la cesación al
mismo Banco 3' á varios otros del país^>.
En 1857 tuvo lugar en Hamburgo un pá-
nico monetario semejante, 3' no pudiendo
el banco emitir billetes para ayudar al co-
mercio en la crisis, las autoridades se vieron
en el caso de emitir bonos de la ciudad para
anudar el crédito de los comerciantes y
evitar la quiebra universal, como lo había
hecho 3^a el gobierno inglés en 1793, emi-
tiendo billetes de Tesorería que facilitó al
comei'cio.
La experiencia de los otros países confirma
la de Inglaterra. El Banco de Turin fué
creado de acuerdo con los principios de li-
mitación; pero en 1857 se cre3'ó necesario
suspender sus disposiciones orgánicas y
autorizarlo á emitir billetes para ayudar al |J
crédito.
El mismo principio fué plenamente com-
probado en 1873. En Austria, Alemania del
Norte, 3^ en los Estados Unidos, los bancos
están fundados en acuerdo con los principios
de la limitación de sus emisiones, pero, en
los serios pánicos monetarios que tuvieron
entonces lugar en esos países, fué también
necesario suspender sus disposiciones orgá-
nicas y autorizarlos á emitir billetes á dis-
creción conquesostenerel crédito comercial.
VI
Los anteriores ejemplos son la comproba-
ción más completa de las razones con que
nos oponemos á la prédica que se viene ha-
ciendo, de que en vez de evitar por medidas
oportunas que continúen produciéndose los
derrumbes 3^ liquidaciones impuestas por la
crisis, que siguen desti-U3'endo lo que aun
se conserva, hay que dejar hacer ú la restric-
ción del medio circulante, que se acentúa
cada día más, estableciendo arbitraria y
ruinosa i-elación entre lo que representan
ias obligaciones \' el haber general.
Si nuestra rudimentaria organización
comei"cial nos preserva de los furores ile un
DEL Rio de la Plata
J63
.pánico como el del Viernesnegro de Lóndi-es,
no por eso, el camino en que nos han colo-
cado, puede sernos menos funesto; si la debi-
lidad que nos es propia nos libra de un
arrebato, no por ésto nos preservará de que
caig'amos en la consunción.
La experiencia de lo que importan las
liquidaciones en la crisis ya la hemos pro-
longado demasiado.
El retiro de los fondos de las Sucursales
llevado á efecto para convertir unos cuantos
cientos de railes de pesos que en nada con-
taron, significó para la cana paña volver á las
condiciones primitivas del crédito, entorpe-
cer su gii'o y arrebatar de las fuentes prin-
cipales de la producción un capital que le
era necesario, y, en los momentos en que más
convenia fomentarla; la ejecución en plena
restricción de propiedades importantes, que
nada eficaz han proporciona lo al Banco, ha
impulsado la depresión que en toda la Repú-
blica se opera en el valor territorial; lacaida
de los títulos de renta á la mitad, y á menos
del valor que corresponde á sus responsabi-
lidades aun en medio de la crisis, ha supri-
mido por falta de toda base el crédito
prendario cuando ya no existia el personal,
y se hace cada vez más reducido el que
pueda obtenerse sobre la propiedad, agra-
vándose así, día á día, la situación general,
con perjuicio, desde la hacienda pública
que ya no puede hacer frente á los compro-
misos de la Nación, hasta la del último
obrero cuyo trabajo escasea, por falta de
fondos de salarios y la restricción de con-
sumos.
¡Y se quiere niAs! falta dicen, con evi-
dente ofuscación, que desaparezcan los
últimos restos de los organismos nacionales
de crédito á fin de que dejen campo para la
creación de otros, á la parque hecha la tabla
rasa volverá el capital escondido á restable-
cer la prosperidad.
Aquí en Buenos Aires se tuvo la misma
ilusión y se cometió ese ei'ror, dejando caer
los Bancos oficiales para crear otros nuevos
cuando hubiera sido fácil reconstruirlos y
reorganizarlos; resultó imposible no obstante
valiosos privilegios, encontrar fuera y den-
tro capitales en condiciones compatibles con
la autonomía y el decoro nacional, y no
quedó mas camino para fundarlo que emi-
tir papel moneda; y ese Banco nuevo por
masque se haga, no volverá á adquirirla
importancia que tuviei"on los anteriores,
desde que al permitir que se cerrasen, se
quitó para todos la confianza de los deposi-
tantes.
Entre nosotros pasará lo mismo. Déjese
por ejemplo caer la Sección Hipotecaria del
Banco Nacional; no se pague el servicio de
las Cédulas y si log'rásemos después de ésto
formar un nuevo Banco Hipotecario, por
mas capital que tuviese, por mejor que fue-
se su administración, tendríamos durante
mucho tiempo una institución raquítica,
puesto que le faltaría su base, la confianza
de los rentistas. Los beneficios de las Cédu-
las, ese medio perfeccionado de crédito, es-
taría por largo tiempo perdido para el país.
Otro error es el de creer que el ti-abajo de
demolición es medio de restablecer la con-
fianza cuando, como lo demuestra la histo-
ria de todas las crisis, la deconfianza ha cre-
cí do y continuará creciendo tanto como se
persevere en las liquidaciones ruinosas, para
renacer solo con las medidas de expansión
que puedan detenerlas.
La razón es obvia; los capitales se i'etraen
con las perspectivas de bajas para reapare-
cer en todo movimiento de alza sólido, que
se presente, y por lo tanto el medio deatraer.
los no son efímeras declaraciones, sino me-
didas eficaces, tan enérgicasy amplias como
lo requieran las circunstancias.
Pero no se haga nada de esto; lleguemos
á la tabla rasa, y ya sabemos lo que es el
numerario sin espíritu de empresa, sin base
de crédito y sin medios de fomento. Ya he-
mos tenido una tabla i'asa con la caída de
los Bancos á que nos hemos referido, y la
noche económica de quince años terminada
en 1887, fué su consecuencia lógica.
Por mi parte, al combatir que se prosiga
en el camino de las demoliciones, no dejo de
reconocer que, al conservar nuestro Banco,
como han conservado los suyos las otras na-
ciones apesar de haberse encontrado algu-
nos de ellas, entro estos el de Inglaterra, en
peores condiciones que las en que este se en-
cuentra, es necesario que, aprovechando de
las lecciones de la experiencia, se introduz-
can en su organización fundamentales re-
formas, así como también, ci-eodpl caso an-
164
Revista Económica
ticiparme á decir que, al sostener como
necesidad imperiosa la expansión del medio
circulante, no pretendo que sea ahora im-
prescindible para llevar ese objeto, abrir
las puertas á las emisiones inconvertibles.
Saluda al señor Director S. S.
Domingo Lamas.
LA E^pAM DE HOV
No quiero calificar de ig-norancia, lo que
estimo simplemente olvido, y aun ese olvi-
do no es de lo antig-uo ni casi de lo moderno,
es de lo contemporáneo. Se sabe lo que fué
España en el siglo de las grandezas y de
las heroicidades, de los artistas y de los
trovadores; se recuerda su decaimiento, y á
plaza salen al menor empellón, inquisito-
riales tormentos, palaciegosvicios y popu-
lacheros devaneos; se conoce tal cual, no en
toda su sublime magnitud, el heroico es-
fuerzo hecho por los peninsulares para
sacudir el yugo francés, cuando al piafar
del napoleónico caballo, retembló aquel
pedazo de tierra, mansión en todo tiempo
de nobleza y valentía; más ¡ay! quédela
España actual poco se conoce, y aun ese
poco no aquello que contribuye al engran-
decimiento de un pueblo. Casi, al ser esto
cierto, siéntome tentado á creer que ello
puede redundar en beneficio de mi patria,
pues demuestra que siendo muy celosa de
lo bueno, para ella lo ansia, y en cambio,
arroja á las fronteras cuanto puede perju-
dicar su paulatino pero constante progreso.
Pero no; que España tiene derecho á que
se la conozca, y á que se la respete, no por
viejos pergaminos, que el tiempo hubiera
podido apolinar, pero sí por lo que vale
actualmente, no por pasadas gi-andezas, que
van i-esultando fabulosas vistas al través del
tiempo, pei'O sí por la inñuencia que ejerce
y la activa parte que toma en el progresivo
avance de la humanidad.
I A qué se debe este olvido?
Con el decaimiento de las fuerzas físicas
vino en el pasado siglo el decaimiento de
las fuerzas intelectuales; y con los reales
deseos de preservar á los españoles del fu-
nesto contagio de reformistas y enciclope-
distas, se cerró la puerta á científicas,
aunque expuestas averiguaciones, pero no
se cerró tan herméticamente que por sus
resquisios no pudiese peneti-ar El Contrato
social, y con él todo el enjambre de utopias
y de ensueños, todo el mejunje de sociales
disoluciones, y todo el bodrio de revolucio-
nes en fermentación. Penetró, pues, en
estos países, ansiosos de libertad, la literatu-
ra francesa, atrevida, descocada, provoca-
dora, y por esto mismo simpática, j'a que al
compararse con triduos, devocionarios, cate-
cismos y novenas, resultó, lo extraño sor-
prendentemente nuevo, aunque no se com-
prendiera, y lo de casa, extremadamente
insulso, y por lo tanto desprovisto de todo
atractivo.
Por el mismo requicio fueron penetrando
otras obras que la Inquisición prohibía,
pero que la curiosidad devoraba, y cuando
los ejemplares de esa literatura se sintieron
sobrado fuertes, se agolparon á la puerta,
descorrieron el cerrojo, echaron el puente
levadizo, ó lo que equivale, suprimieron
todo derecho de entrada, y al gran portón
déla ansiedad pública acudieron las obras
francesas, tan en tropel, que por muchos
años ha interceptado el paso á la buena lite-
ratura española, no solo á aquella que presta
grato solaz y esparcimiento, sino á laque
demostrar debía que no quedábamos envuel-
tos en las irritantes oscuridades de la igno-
rancia, ni en ciencias, ni en artes, ni en
industrias.
¿Pero hay arte, hay ciencia, hay industria
en España? dirá todo aquel que no conozca
mis anteriores trabajes. Y aun temiendo
que este a(2itel me resulte la casi totalidad
de los argentinos, por mi torpe mano en
vestir ideas y ataviar conceptos, no voy á re-
petirme, ó este es al menos mi pro prósito;
vamos á conversar de la España de hoy, de
la que 3^0 conozco, de la que veo en mis
ensueños, enlazada á esta hospitalaria y
queiida tierra por la luminosa est-ila de la
nave, los tenues hilos del telégrafo y las
corrientes de simpatía que engendran siem-
pre el continuo comercio y el frecuente tra-
to; y yo no dudo, que sí fuese posiljle la
encarnación de esas dos matronas, la Argen-
tina y España, y yá con carnal vestidura se
agrandaran hasta verso, la una como A'e-
1
DEL Rio de i, a Plata
165
ñus saliendo del mal, la oti-a cual hada de
plateado rio, yo no dudo, repito, se fundi-
rían en extreciio abrazo, y en el mismo
idioma darían gracias á üios que tales afec-
tos crea y que tales corazones hace palpitar.
II
.Hablemos, pues, de ogaño, ó lo que es lo
mismo déla presente centuria.
El país clásico de los azahai-es, el do trans-
parentó cielo, el de las fuentes del Generali-
fe, cuyos muí mullos semejan- cánticos de
hadas; el de atrevidas montañas concoronag
de nubes, y risueños valles con alfombra^
de flores, la legendaria tierra de la luz, de
la aroma y de las rosas, debía ser manantial
fecundo de inspiración para sus hijos é in-
menso taller donde aprisionarse pudiese la
vida, el sol, la naturaleza entera, y trasla-
dándolo al lienzo, perpetuar el arte que á
borbollones brota de aquella exhuberante
vegetación y de aquella irradiación cons-
tante de las espléndidas tintas del arco iris.
No podía, pues, raoi-ir en esta tierra el
arte de Murillo, ni era posible que la nacio-
nal paleta en que se fundieran las celebra-
das vírgenes, llenárase de sombras y dejara
de reproducir la belleza que se descubre en
los más oscuros rincones del hispano suelo;
y así con el siglo vivió el inmortal Goya, y
después de él, y á despecho de los pesimistas
que vaticinaban negruras donde hubo colo-
res, y sombras donde jugueteaban rayos de
sol, vinieron al mundo para gloria del arte
y de su patria. Rosales y Palmai'oli, Gisbert
y Fortun}^ Madrazo y Pradilla, Serra y Lu-
na y tantos otros, demostrando con sus obras
justicieramente estimadas en los mercados
artísticos deEuropa, que el divino arte, si se
alejó momentáneamente del suelo español,
fué para reaparecer en él rejuvenecido con
rica paleta y ati-evidos pinceles; y ho}^ con
patrio orgullo lo consigno; la pintura espa-
ñola alcanza en el viejo mundo el preemi-
nente lugar, segiín lo atestiguan recientes
exposiciones y más recientes p'-emios.
Y si de la pintura pasamos á la escultura,
junto á los nombres de los más afamados
modeladores del arte europeo, hallaremos
á Benlliure, el admirado autor de «El Mo-
naguillo» áSusillo, áMélida, á Vallmitjana,
el iniüoital autor de La belleza dominavdo d
la fuerza, al inspií-ado Querol. autor de la
inolvidable Tradición, á Pagés. cuyo cri.s-
tiano cincel ha llenado de hermosas imáge-
geues los templos de Buenos Aires, y á tan-
tos y tantos otros que escapan en este mo-
mento á mi memoria.
En arquitectura, si el arte antiguo supo
levantar las Catedrales de Burgos y de Se-
villa, el San Lorenzo del Escorial, los mo-
nasterios de Ripoll y Santa Crens, el arte
moderno hasabido re.-^taurar con admirable
pulcritud la Alhambra de Granada, ha em-
bellecido con singular maestría áSan Fran-
cisco él Grande; ha aprisionado las aguas
en hermoso canal de Lozoya; j Palacios,
ideando grandiosos monumentos, y Marto-
rell, levantando templos en que se conserva
la majestad cristiana, con el atrevimiento
descarado del genio, y Falques, convirtien-
do en regio palacio lo que fueran destarte-
ladas' naves de aborrecido cuartel, han de-
mostrado que las presentes generaciones
si hallan hermosa y por consiguiente la es-
tudian, la curva línea de turgente seno y
las sinuosidades que doquier presenta el es-
tudio de la naturaleza, hallan también her-
mosa la severa línea que se convierte en
elegante columna, en saliente friso ó en bien
ideado capitel.
No, el arte no ha muerto en España, no
podía morir, ya que la península enteraos
enorme museo abierto siempre al genio fe-
cundo de sus hijos; y en templos y en pala-
cios, en señoriales moradas y en olvidadas
aldeas, el arte se muestra rico, atrevido, lle-
no de vida, como llena de vida está la ima-
ginación española, bajo aquel cielo que
sonríe y aquel sol que vivifica.
No quiero hablar de ciencia española des-
pués de las muchas lineas que en otro tiem-
po dedicara á este asunto; pero sí renunció
á este tema, séame permitido decir algo de
esa literata ra, fresca, espontánea, á veces
juguetona como primaveral cierro, á veces
magestuosaé imponente como las tempe.sta-
desquese fraguan en los elevados picachos
délos penínsulai'es montes, y casi siempre
seductora por la esplendidez de su ropaje.
Recordar los pasados siglos en que con el
arte éQ. la guerra se aprendía el arte de tro-
var, y en que nuestra literatura trasponien-
do fronteras.se aclimataba en todos los paí-
166
Reyista Económica
ses, sería perder el tiempo, y emplear]^can-
tinelaya vieja y por lo tanto fatigosa: ha-
blemos del presente siglo.
Quintana, Espronceda, Zorrilla, Becquer,
Campoamor, Núñez do Arce, liras son de tan
vibrante eco (esto por no citar más que al-
gunas) que su sonido ha de repercutir per-
durablemente en los campos del arte, y vi-
brar armoniosamente al oído de las infinitas
generaciones sucesoras de estos sesenta mi-
llones de almas que piensan en el majes-
tuoso idioma de los Lope. Este siglo, pues,
positivista, árido y concupiscente, que como
positivista se postra ante Mercurio, como
árido arranca tiernos ideales, y como con-
cupiscente abomina de la cristiana moral
fecunda madre de las grandes obras, no ha
podido arrancar del corazón español el gusto
de lo hermoso, de lo grande y de lo sublime,
y al compás que tendía, segvín veremos lue-
go, espléndida red de ferrocai-riles, que
plantaba en sus campos y montañas los pos-
tes del telégrafo, como mudos pero siempre
perennes representantes del progreso, que
aprisionaba el vapor, para convertirlo en
fuerza motriz, que ponía, en ñn, en movi-
miento todas las fuerzas para reconquistar
su puesto en el universal concierto, .se elec-
trizaba con Quintana, soñaba con Espronce-
da, tenoriala con Zorrilla, lloraba con Bec-
quer, sufría con Campoamor y dudaba con
Núnez de Arce, que por tan diversas emo-
ciones ha pasado el corazón español al sono-
roso vibrar de tan opuestas pero hermosas
melodías.
y con Doncso Cortés, Balmes y Ceferino
González .se engolfó de nuevo en el estu-
dio de la cristiana doctrina, y mien-
tras admiraba la profundidad de Azcárate,
la estoica, pero brillante lógica de Pí y Mar-
gall, la precisión matemática de Echegaray
y la precisión geodísica de Ibáñez, mientras
aplaudía el gracejo de Vital Aza, las terro-
ríficas concepciones del duque maestro,
las invenciones estupendas del atrevido dra-
maturgo creador del Galeota moderno, se
dormía al arrullo de la moderna tribuna es-
pañola, de esa tribuna no igualada en el
presente siglo, y de la que han brotado tor-
mentas sin cuento, creadas por las fogosas
peroraciones de exhaltadas mentes, como
han brotado haces de luzjy coronas de liores
de los labios|:de Aparici y Guijarro, Rivero,
Pidal y Mon y Castelar.
Con el teatro que aun no ha muerto, ni
lleva trazasde morir, aun á despecho detris-
tes agoreros, y con la tribuna española sin
i'ival en el orbe, se ha cultivado en la patria
tierra la novela, y hoy podemos presentar á
las naciones todas á escritores como Valera,
Pérez Galdós, Pereda, Pardo Bazán, Palacio
Valdé.s, Matheu, Castro y Serrano, yete, etc,
pues la li.sta es .sobrado larga para trans-
crita en este lugar.
Claro está que nación tan rica en recuer-
dos y no pobre de creaciones nuevas, ha de
tener archivos y museos, encanto de los
eruditos y envidiado los extraños. Solo visi-
tando estos templos del arte y del saber,
solo pasando de Simancas al Escorial, de
Madrid á Sevilla, de Barcelona áGranada, se
puede apreciar con loque fué la España de
Carlos el de Gante, la España de hoy, solo en-
toncesse advierte que en la península ha vi-
vido siempre, el arte y la ciencia ensanchan-
do el círculo de los humanos conocimientos,
construyendo con la paleta material atre-
vidos templos, y con la paleta intelectual
imperecederas obras que demuestren á las
futuras generaciones la fuerza pen.sadora
y creadora del presente siglo. Yo no dudo
que el siglo XX será más justiciero que el
que .se nos marcha con muchas luces mate-
riales pero esparramando sombras en el
camino que sigue la humanidad: 3*0 creo
que no han de pasar dos lustros sin que en
esta risueña tierra se propale el valer espa-
ñol, y sin temor á lo que venir no puede,
sedé la preferencia á cuanto prodúzcala
península en la esfera del arte y de la lite-
ratura.
Pero no hablemos de arte y literatura
peninsular; no nos dejemos tiranizar por
tan hermosas deidades, admiradas ya y
ensalzadas por los argentinos eruditos;
vamos á espigar en más áridos campos y
por lo mismo que son más áridos menos
recorridos.
III
«Pero .si en España no tienen Vds. ferro-
carriles» decíame un día entre bromas y
veras un diplomático argentino y por ende
ensalzado escritor y aplaudido poeta. Y si
DEL Rio de la Plata
167
de aquella idea se descarta la exag-eración,
siempre queda en el fondo cierto dejo muy
semejante á la compasión que inspira un
ser inferior, compasión que se refleja en
alguna que otra obra de olvidadizo ó poco
leido autor, al aseg-urar que ciertas cosas
sólo acontecen en Marruecos y en España.
Rudimentario aforismo es, que para juz-
gar con acierto es menester conocer y cono-
cer bien aquello que se pretende juzgar, y
en verdad que no me canso de admirar la
lijereza de quien habla de la península es-
pañola sin haberla estudiado ni pisado, ó de
aquel que la describe con obras extranjeras
en mano.
Restablezcamos la verdad sin exageracio-
nes. Comencemos por la población.
El censo verificado en 1768 siendo ministro
el Conde de Aranda le dio á la península
española una población de 9.309.814 habi-
tantes. El acrecentamiento rapidísimo de
esta población puede verse en el siguiente
estado :
1.787-10.409.879
1.857—15.464.340
1.860-15.673.336
1.877-16.634.345
1.887-17.550.246
Dije rapidísimo, y aunque parezca el su-
perlativo aventurado, no me retracto, pues
hay que tener en cuenta que según apun-
té en mi estudio de la Industria esjpafwla,
durante el corriente siglo, España hasoste-
tido dos guerras extranjeras, largay sañuda
la una, corta relativamente la otra, pereque
exijieron ambas millares de vidas para que
los laureles de la victoria se mostraran más
verdes y más lozanos; tomó participación en
otra guerra extranjera, que llevó allende los
mares con la hispana bandera, el patrio ho-
nor y una sutil diplomacia que iba siendo
ya rara en la raza latina, y cuatro formidables
guerras civiles, que oscureciendo intelijen-
cias, cegando miradas, y apagando afectos,
asolaron durante doce largos años la penín-
sula española, llenando el aire de alaridos, el
suelo de cadáveres y la diáfana atmósfera de
mortíferos miasmas, convirtiendo toda la
hispana tierra en enorme cementerio de ro-
bustos cuerpos y productivas energías.
¡Quién es capaz de contar los que cayeron
defendiendo la patria independencia! ¡Quién
puede recordar los que en africano suelo
duermen el sueño de la eternidad. A quién
le es dado averiguar las vidas arrebatadas
al chocar de realistas y carlistas, al pelear
de carlistas y liberales, al combatir españo-
les y filibusteros, unitarios y federales!
¡Y sin embargo de tantas guerras y de
estragos tantos, la patria española ha dobla-
do su población en un siglo!
Si á la cifr^ citada se agregan nueve mi-
llones de habitantes diseminados en su aun
importante imperio colonial, tendremos que
España cuenta con una población peninsu-
lar é insular muy cerca de 27 millones de
habitantes, cifra que algo puede pesar en el
movimiento general de la humanidad.
Se ha dicho, no sé si con razón, aunque
me inclino á creer queel aserto tiene un gran
fondo de verdad, que los presupuestos gene-
rales de un Estado, son datos dignos de ser
tenidos en cuenta para apreciar su vida ma-
terial.
El presupuesto de 1870-1871, era el si-
guiente:
De gastos, 627.397.023 pesetas.
De ingresos, 588.686.671 idem.
El de 1882 á 1883 fué de:
789.326.090 pesetas de gastos.
780.995.225 idem de ingresos.
Y en estos mismos presupuestos que ha-
bian llegado en 1886-87 á 906.274.687 pesetas
de gastos y 933.285.380 de ingresos, se re-
ducen en 1890-91 á 811.413.416 pesetas de
gastos y 805.551.387 de ingresos, demostran-
do las anteriores cifras, con el avance del
hispano progreso, que las ideas de economía
se abren paso, convenfíidos los gobernantes
de aquel país, y ojalá de todos pudiera ase-
gurarse lo mismo, que la pasimoniaen los
gastos es por lo general prenda de bienestar
y de calma.
Se vá perdiendo el recuerdo de la espa-
ñola marina; casi ya no se tributan alaban-
zas á aquellas naves que en Lepanto aba-
tiei'on el musulmán orgullo, ni se glorían
aquellas catalanas velas que señoras del
Mediterráneo mar concluyeron por vencer
al veneciano león; y si hoy se reconstruyen
las débiles carabelas en que Colón se lanza-
ra á través los mares desconocidos, es por-
que la oportunidad del centenario las trajo
forzosamente á la memoria de las presentes
168
Revista Económica
generaciones. De la marina española se
sabe que la de guen-a se hundió en Tra-
falgar al peso de su propia gloria, y que
la mercante estuvo muchos años sin refle-
jarse en las argentinas aguas.
Pero si es bueno recordar que la marina
catalana tiene imperecederas glorias, que
el marino español no tiene rival en Europa,
luchando lo mismo con la terrible galerna
que contra quien intente sometéft'la á su po-
derío, es conveniente saber también que la
armada española no están pobre como mu-
chos creen, pues se compone de 182 buques
de todas clases (18 en construcción) con 825
cañones y 114 tubos lanzatorpedos.
En cuanto á la marina mercante que con-
taba en 1852 con 5.205 buques de vela y 40
de vapor, podrá apreciarse su progreso le-
yendo las siguientes cifras que arrojan las
últimasestadísticas que he podido consultar.
Buques de vela menores de 50 to-
neladas 35.831
Buques de vela mayores de 50 to-
neladas 807
Buques de vapor menores de 50 to-
neladas 151
Buques de vapor ma3''ores de 50 to-
neladas 337
Dista, pues, mucho de ser mísero el estado
déla marina española al cumplirse cuatro-
cientos años que se puso al servicio de Colón,
acontecimiento histórico que conmemora el
orbe entero, enviando cada nación sus re-
presentantes á Madrid y á Santa María de
la Rábida; que cuando se trata de festejar
acontecimiento de tal mag-nitud, no cabrían
estrechas miras. Si á España por feliz hado,
y por desprendimiento sin igual en la hi.sto-
ria, lecupola suerte de completar el Uni-
verso ¿quién se atreverá á negarle sus
aplausos?
La apoteó.sis que .<e prepara es tanto para
Colón como para España. Contribuir á que
en aquellas fiestas ondeen sin excepción los
pabellones de todas las naciones americanas,
es no .sólo concurrir á enaltecer la gloria de
Colón y de los Reyes Católicos, sino acudir
al cumplimiento de un deber Sagrado de
gratitud, que á la postre, del apoyo moral
y material de los hispano.s monarcas, surgió
expléndida y hermo.sa, sino del fondo d- 1
mar, del fondo aun más oscuro de innume-
rables centurias, la seductora América, y
del soplo fecundo de las hispanas leyes han
brotado las colombinas naciones, orgullo de
sus hijos y admiración del antig-uo conti-
nente.
Quedábamos, pues, antes de esta pequeña
digresión, que la marina española gigante
ayer, no es hoy tan pigmea que no merezca
los honores de una mirada cariñosa : nación
que se mira en tan diversas mares — y que
posee tan dilatadas co.stas, nación que cuen-
ta con tantas marítimas glorias, — y tan
atrevidas empresas, no podría vivir si al
correr á la playa no saludara al patrio pabe-
llón que vá á lejanas costas— llevando en los
pliegues de sus velas el aura peninsular, ó
no viera llegar á las patrias naves portado-
ras con preciados frutos de pueblos amigos,
los caluro.sos besos y los fuertes abrazos de
sus hijos, quizás más queridos porque e.stán
ausentes.
Tarde comenzó á tender las vías férreas
que acortando distancias tanto contribuyen
á estrechar los familiares lazos entre habi-
tantes de una misma nación. En 1845 se con-
cedió el primer permiso ferroviario, de Bar-
celona á Mataró, y tres años más tarde el
estridente silvido de la locomotora, repei'cu-
tió por la española tierra, y al magestuo.so
andar del reluciente mito, y al ronco bufido
del endemomado monstruo, cayeron popula-
res preocupaciones,— entonándose doquier
cánticos al progre.so, á la paz, y á la prospe-
ridad española.
Desde época relativamente tan cercana,
es decir, en menos de cincuenta años, Espa-
ña pei'forando montañas, salvando abismos,
echando puentes,— subiendo colinas, y ba-
jando valles, ha cruzado .su suelo de negras
sierpes de veloz andar, atando á los topes de
las locomotoras prendas de paz y de cariño
para sus hijos y convirtiendo el silvido de
las máquinas en amoro.?o saludo, nuncio de
civilización y de progreso. Desde entonces
acá se han tendido en la península 17.500 ki-
lómetros de via féi-rea por los cuales circula-
ron en 1888, 23.U74.77S viageros, teniendo
las diver.sas empresas en que tan estensa red
se halla dividida el siguiente niatiiriul nuivil
en 18S9.
ICIO locomotoras con una fuerza de
460.410 caballos. 1311 teuders.
DEL Rio de la Plata
169
4632 coches de viageros.
31650 wngoiies de mercaocías.
Para mejor apreciar este desarrollo ferro-
viario, á más de tener en cuenta la rapidez
con que se efectuara, ha3^ que recordar lo
quebrado y montañoso del suelo español,
que sobre dificultar el delineamiento del
camino férreo, aumenta prodigiosamente su
precio de costo. Se comprenderá mejor el
esfuerzo que ha debido hacerse si se sabe
que el capital que en 1888 tenían consigna-
das las diferentes compañías ferrocarrileras
en sus estatutos ascendía h la respetable
suma de 4.737.173.869 pesetas, suma sobrado
elocuente para que ha^-a necesidad de glo"
sari a.
¿Vé mi bromista contendor como en Es-
paña tenemos ferrocarriles?
(Conlinuard)
E. MONNER SaXZ.
"^^">~^— ^
REPÚBLICA ARGEÍ^TINA
CRÓNICA DE LA QUINCENA
Junio 19 de 1892
La actualidad, aunque tenga el sello de
cierto marasmo, es de espectati va é Inquietud.
¿De donde proviene ésta inquietud? El libro
de los proverbios dice: que es la multitud de
sabios, la que hace que el mundo esté sano
{multitudo auiemsaj)ientium sanüas orlis te-
rranon). Carecemos, sin duda, de esa raul
titud,— y de ahí quizá, nuestras api-ensio
nes sobre el porvenir. Ha^^ por otra parte
que tomar en cuenta que á fuerza de mos-
trar nuesti-a llaga, la hemos agrandado en
realidad, y que, la imaginación, factor ine-
vitable en las cosas humanas, la ha magni-
ficado todavía. Para qué hablar del espíritu
de partido pesimista, cuando está abajo,
optimista cuando está arriba? Unos y otros,
empujan á veces, hacia el abismo, .sin darse
cuenta de su complicidad. Pero qué hemos
de hacer, ¿coronarnos do rosas como los Ro-
manos del l)ajo imperio, empuñar la copa,
.v abrazando nuestras queridas, dejar ((ue
avancen saliendo del Asia y de los bosquesde
la Germania, lashordasde Marico y Atila?
iOh! nó, ápesarde todo, laesperanzase alber-
ga en el corazón. Estamos convencidos de que
nohemosdesucumbirenlalucha3'sembran-
dopara el porvenir; pero á una condición,—
la reacción moral fuera de la cual no hay sa-
lud posible; y luchamos. Al menos ésto es
lo que observo, ó lo que deduzco, cuando me
encuentro con gentes que creen en la posi-
bilidad de una tregua reparadora, en todo
orden, bajo los auspicios de la Presidencia
futura. El Dr. D. Luis Saenz Peña, es en
efecto una garantía personal inapreciable.
Pero la escuela de errores antiguos y mo-
dernos que constituye la servidumbre eco-
nómica y financiera, política y social,— no
se puede prescindir de la sociología en estos
casoí?, y en países en formación,— es tan
grande, que aquel ciudadano tendrá que
desplegar tanta enei'gía como longanimi-
dad, para decirles á los unos y á los otros:
<de aquí no pasareis y lo que es á mí, jamás
me arrastrareis^). Yo no dudo, y hoy por hoy,
lo único que querría es, que se disiparan al
soplo del buen consejo, algunas nubéculas
preñadas de oscuridad, que se destacan .so-
bre el horizonte.
Latan debatida cuestión sobre el estado
de sitio, que se levantó sin que sus efectos
hayan consistido en otra cosa que en una
vuelta á las andadas de espasmos de la pala-
bra escrita 3' en ciertos movimientos mimosos
del oro, que no se resuelve decididamente á
subir ni á bajar, — la tal cuestión decia hun-
dió en el silencio al Parlamento. Pero como
en un Parlamento se necesita parlar ya es-
tamos en vísperas de lo indiscutible, que se
discutirá no obstante estensamejite, ó no so-
mos de raza abundo.sa?. Me refiero á la cues-
tión de si, nuestro poder público, el Cong-re-
so, y las unidades que lo componen, son ó
no son, en nuestro sistema de gobierno,
sistema con órbita de facultades, derechos
y garantías, determinados netamente, ata-
cables fuera de los casos previstos para el
todo: conceder «facultade-í extraordinarias;^)
y para las partes ser sorprendidas infraganli
cometiendo un delito que merezca pena de
muerto infamante ú otra aüictiva.
*•
* *
Partieron para España rumbeando hacia
el puerto de Palos, para a.si&tir á la gran
170
Revjsta Económica
revista naval consabida, con motivo del
descubrimiento de América, tres de nuestros
barcos, en vez de uno,— que estamos acos-
tumbrados á hacer las cosas en grande,—
y partiei'on con encanto del Congreso reu-
nido, el cual había olvidado ó no había
leido el inciso 25, articulo 67, de las atribu-
ciones que le corresponden. Y seguramente
que, sí en vez de partir tres, hubiera partido
uno, no hubiéramos perdido ninguno; y
seguramente que habiendo partido tres no
hubiéramos perdido ninguno... (casi le hago
cargos á nuestra oficina meteorológica), si
sehubieraobservadoque el barómetro anun-
ciaba, y la luna á su vez, una tempestad
infalible como la salida del sol por donde
sale, aunque ocultándose aveces á la mirada
del observador.
El suceso, no ha podido ser más lamenta-
ble: hemos perdido vidas preciosas y en el
momento de escribir estas lineas, todavía
se abriga una remotísima esperanza, de que
no haya perecido la mayor parte de los
náufragos. Los juicios contradictorios, que
los marinos y los aficionados á la mai'ina,
emiten sobre hecho tan doloroso, son tantos,
que yo me abstengo de dar mi opinión al
respecto. Me reduzco á pedir consuelo para
los deudos de los que hayan perecido, y
á exigirle al arte naval, que la « Rosales »
que nos devuelva, sea de un tipo mejor que
la perdida, tragada por las olas del mar, si
es que se la tragaron.— que así no queda-
rá defraudada la espectativa nacional,
en busca en este momento, del dinero de
todos, en la forma de suscrición que se
conoce.
*
* *
Sea de todolo dicho, lo que fuere, y como
no hay hechos, y como no he de inventarlos,
repito, lo que al principio y asi como para
concluir: la situación es de inquietud y na-
da floreciente, para qué ocultarlo, á pesar
de las buenas cosechas y otros prospectos.
Pero acaso, la situación actual del resto del
mundo, particularmente de la Europa, es
mejor ? Yo sé bien que no es consejo de sabio
consolarse con los males del vecino. Obser-
varé, sin embai'go, que los países más ricos,
experimentan algo de nuestro malestar,—
contrastando ésta situación, con la properi-
dad general de 1850 á 1870, aunque durante
ese periodo tuvieran lugarla guerrradeCri-
mea, ladeltalia, ladeDinamarcay Alemania,
la prusiana con el Austria, la Franco Prusia-
na, por allá; 3^ por acá, en este nuevo mun-
do, la gran guerra de los Estados Unidos
del Norte, la gran guerra del Paraguay, la
de Chile con el Perú seria de no aca-
bar, y continuando, quedaría plenamente
probada la tesis de que la guerra, es el
estado natural del hombre, en su eterno
martirio por alcanzar ?a felicidad.
Dios nos asista siquiera á nosotros, hasta
el último dia, Jin de siéclel
Lucio V. Mansilla.
CRÓNICA DE LA QUINCENA
Nos detenemos siempre con especial aten-
ción en los artículos económicos de « El
Siglo» de Montevideo, no solo por la impor-
tancia de ese colega y la reconocida ilustra-
ción de su redactor, sino también por la cir-
cunstancia de reflejai" las ideas del círculo
de capitalistas que hace tres años viene lle-
vando al gobierno por el extraviado camino
de la restricción, en cu3'0 término solo se en-
cuentra el abatimiento de toda vitalidad
nacional.
La estadística de las hipotecas realizadas
en el primer semestre del presente año y
que comprueba la verdad de lo que decíamos
en una carta económica al «Telégrafo Mari-
tino» que hoy reproducimos, en vez de ha-
cerle ver que es tiempo ya de que se adopte
una política económica diametralmente
opuesta á la seguida hasta ahora, le dá tema
para descargar la responsabilidad del ma-
lestar que se siente sobre los proyectos de
circulación expansiva de que se ha habla-
do de vez en cuando, y para instar de
nuevo sobro la conveniencia de mantener
inexoi ablemente las fuei'zas comprensoras.
v<El Siglo» argumenta con cifras truncas,
y con las cifras completas le haremos la más
categórica de las impugnaciones.
« El descenso rápido, dice, el retiro del
capital de la hipoteca se acentúa después
DEL Rio de la Plata
171
I
de Julio de 1891, precisamente cuando, al
caer el Banco Inglés y por segunda vez el
Banco Nacional, empezaron á circular con
insistencia los rumores sobre alteración del
régimen monetario.»
Ahora bien, el hecho de que la disminu-
ción del capital dado en hipoteca se haya
acentuado desde después de Julio de 1891, es
completamente inexacto, y se lo vamos á
probar.
Las hipotecas realizadas en el primoi* se-
mestre de 1889 ascendieron á ps. 12.516.903
mientras que en el primer semestre de 1891
ya habían descendido á ps. 7.271.374 lo que
acusa una progresión de descenso análoga
á la continuada después de Julio de 1891.
El descen.so se ha producido y se ha ido
acentuando en la proporción en que la es-
casez de medio circulante ha deprimido los
valoi-es.
Llega después de esa inexacta afirmación,
á las conclusiones siguientes:
« No cabe duda, dice, de que si no se ha-
cen hipotecas no es porque no hay dinero,
pues es absurdo suponer que en 1891 podía
haber mucho más, el doble, que en 1892.
El tipo del interés es por el contrario menor
e.ste año que el pasado, signo evidente de
que el capital no escasea y que solo es rea-
cio para colocarse sin garantías especiales
contra un malón legal.»
Empieza nuestro distinguido colega por
no hacerse cargo de las diversas causas que
pueden influir y que han influido en res-
tringir fuertemente la cantidad disponible
para colocar en hipoteca. Los prestamistas
hipotecarios no son en su generalidad indi-
viduos desvinculados de todo el orden eco-
nómico; por lo contrario, en su mayoría son
comerciantes, especuladores etc, que divi-
dían su giro y que, anulado el capital de
reserva que colocaban en papeles, viendo
incobrable la mayor parte de sus créditos y
estando privados de toda facilidad en los
Bancos y en la plaza, han ido sintiendo ásu
vez necesidades de dinero.
La baja de intei'és, como lo hemos demos-
trado en una de las crónicas anteriores, no
es signo en las crisis de abundancia de dine-
ro, sino prueba de depreciación de valores.
Pero, tomemos de nuevo la estadística, que
nos prueba que no es el temor de malones
legales lo que ha hecho disminuir la suma
invertida en hipotecas, pues en ella encon-
tramos estos datos omitidos por El Siglo.
En el primer seme.stre de 1889 se hicieron
1.327 hipotecas y en el primer semestre de
1892 1.749, esto es cerca de un tercio más de
operaciones.
No ha habido pues restricción por temor
de malones legislativos, sino disminución
en las sumas prestadas en hipotecas que de
un promedio de 9.425 ps. por préstamo, se
ha bajado al de 2.400 ps.
Las desconfianzas en los malones legisla-
tivos podi-ían hacer que no se prestase nada,
pero no que se prestase menos sóbrelas pro-
piedades.
El dato sobre el número de hipotecas que
contradice toda la argumentación de «El
Siglo», refleja además la situación creada
con la restricción del medio circulante que
anula los mejores valores; nos prueba que
apesar de hacei'.se más prestamos hipoteca-
rios que antes, hoy apenas se con.sigue en la
República la cuarta parte de lo que sobre
las pi'opíedades se obtenía, hace tres años.
¡ Y se quiei-e que sigamos bajando!...
— Vemos con sentimiento las divisiones en
el seno del Partido Colorado, que refleja uno
de nuestros distinguidos colegas de Monte-
vídeo, y cuyas causas no alcanzamos desde
aquí.
La distancia no es sin embargo una
desventaja; creemos más bien que favorece,
pues si no deja apreciar las cuestiones de
detalle presenta, en cambio, de un modo
más completo, el conjunto, dá idea de las
conveniencias capitales, mejor que lo que
pueden concebirlas los que se encuentran en
las malesas de las pasiones y las disidencias
per.sonales.
Los momentos actuales son de extrema
gravedad para el Partido Colorado, y ellos
aconsejan á la par de una acción enérgica
la mayor unión, el prestigio y la concordia
de todos sus hombre.s, como tratan de con-
servarlas las fracciones políticas que le dis-
putan el terreno.
—Ha terminado el segundo período ordína
río de la actual Legislatura sin dejar el
rastro de ninguna ley útil, ni de ningún
acto de independencia por parte de la ma-
yoría de los Re p re.se ntante.s, y, al concluir
172
Revista Económica
sus sesiones, ]as Cámaras Iiau aelegado el
cuidado de velar por el cumpliuiiento de la
Constitución y de las leyes, en una Comisión
compuesta de los más íntimos amig-os del
funcionario cuyos actos les corresponde
fiscalizar.
Comprendemos, colocándonos en su lugar,
toda la mortificación del Sr. Presidente de
la República, al verse así revestido de una
especie de dictadura totalmente innecesaria,
pero no nos pasa lo mismo en cuanto á la
mayoría de los designado?, que ha debido
escusí'rse como deben siempre escusarse los
que se encuentren en su caso.
Las condescendencias políticas y la defe-
rencia con las votaciones de la Cámara, no
pueden ni deben nunca llevará lo que no
permitan ni el prestigio de las disposiciones
constitucionales, ni la susceptibilidad per-
sonal.
— Se ha nombrado la Comisión liquidadora
del Banco Nacional, no obstante la sensata
oposición del ilustrado Senador Dr. Don
Ángel Floro Costa, quien sostuvo que una
vez fracasado el proyectado Banco del Uru-
guay, con el que poco acertadamente se le
quería reemplazar, era el caso de tratar de
rehabilitarlo en vez de emprender su liqui-
dación.
Sentimos no haber visto al Gobiei-no en el
mismo terreno que el Dr. Costa, pei'O, on cam-
bio, ya que el Gobierno estaba en el orden
de ideas opuestas, consideramos digno de
aplauso que se haya anticipado á pedir el
acuerdo al Senado para nombrar la espresa-
da Comisión, evitándose así el desprestigio
que traerla el nombramiento hecho con la
venía de una Comisión de amigos.
— Se acerca la época de la elección de varios
miembros del Senado, que serán electores de
Presidente, sin que se manifieste ningún
movimiento democrático, y la prensa que se
llama de principios, y tanto ha hablado so-
bre cuestiones cómelas de la calle de Santa
Teresa ó la huelga de los verduleros, no se
preocupa de este hecho anómalo que revela
hasta que punto estamos fuei-a del sistema
democrático. En cuanto á la prensa colora-
da su silencio no e» menos censurable, pues-
to que, al fin y al cabo, el partido vá á cargar
con la responsabilidad y con las consecuen-
cias de lo que pasa.
Nuestro ilustrado colaborador el General
Don Lucio V. Mansilla, en su Crónica de la
quincena pasada, decía, refiriéndose á la Re-
pública Aigontina, «nuestros estadistas ó
nuestros caudillos, los unos con sus doctri-
nas de circunstancias y los otros con su es-
pada, y hasta nuestros r/ie/ieurs han acons-
tumbradoal pueblo á la conformidad. »
Entre nosotros sucede lo mismo; esa con-
formidad, cuyo verdadei"0 sentido todos íú-
canzarán, se impone de tal modo modo que
son ya muy pocos los ciudadanos que se
acuerdan de que lo son.
Mientras los colorados se dividen ó se
aislan, algunos diarios no pierden ninguna
oportunidad que se les presente para comba-
tir á los miembros de esto partido que aun
conservan puestos de importancia.
La víctima que hoy eligen es el Coronel
Escobar á quien lo quieren hacer responsa-
ble de la inevitable participación que en
las cuestiones de Rio Grande tomen algunos
brasileros establecidos en la frontera y, con
el propósito de combatir á ese funcionario,
llegan hasta dar razón á los que se permiten
invadií' nuestro territorio.
Esto es llevar demasiado lejos la política
partidista.
— Se anuncia la presentación de los proyec-
tos financieros elaborados por el Sr. Presi-
dente de la República, y si como se dice
ellos tienden á aumentar el medio circu-
lante y á darle mayor estabilidad, es indu-
dable que podrán contribuir á una mejora
efectiva de la situ-ación de la plaza.
Aprobamos en general la idea, pero nos
falta conocer sus detalles, de los cuales
puede depender el éxito déla combinación.
Todas las medidas económicas adoptadas
desde hace dos años, cuando no han sido
por sus tendencias fundamentales total-
mente opuestas á las necesidades de la si-
tuación creada, han resultado malas ó es-
tériles debido á condescendencias con las
preocupaciones de un estrecho círculo de
capitalistas.
Mucho tememos encontrar lo mismo en
los proyectos anunciados y que, participan-
do del sentimiento genera!, esperamos con
impaciencia.
DEL Rio de la Plata
173
REVISTA BURSÁTIL
Si bien en la quincena han habido en algu-
nos días manifiesta tendencia de alza debido
á rumores de diversos género, los precios
tienden de nuevo á la baja para mantenerse
al rededor de 300 «/o á 310 °¡o que son los
tipos que en las condiciones actuales se
imponen, de tal modo que todo cuanto se
exeda éste último es considerado anormal
asi como sería generalmente considerada
como artificial toda baja del primer tipo.
Los descuentos siguen tratándose en ti-
pos bajos, loque se explica por la paralización
que persiste en los negocios.
En los cambios no han habido variaciones
sensibles.
En compensación, ha habido grande ñuc-
tuación en los títulos del Banco Hipoteca-
rio de la Provincia, bajando sus cédulas de
las diversas series y valorizándose sus bo-
nos hasta alcanzar á 18.
Los cheques y certificados del Banco de la
Provincia, han continuado valorizándose
como es lógico que suceda dada la mejora
que revelan sus balances mensuales, y que
hacen vislumbrar un próximo renacimiento
de ésta importante institución de crédito.
Basta comparar el nuevo balance que
publicamos hoy con el correspondiente al
mes de Mayo para encontrar la comproba-
ción de lo que decimos. En un sólo mes el
Banco ha realizado $ 873.088:05 de su cartera
y sus cheques y certificados en circulación
han disminuido en ^ 278.064:55, lo que se
explica por la mayor confianza en los depo-
sitantes.
La mejora que día á día se opera en situa-
ción del Banco, las fuertes cobranzas que
realiza y la disminución de cheques y cer-
tificados en circulación, deben ir valorizán-
dolos hasta alcanzar y mejorar los precios de
los cheques del Banco Nacional.
En favor de éstos ha venido influyendo el
hecho de la menor cantidad de depósitos que
habían en este establecimiento, pero no se
tenía en cuenta que por la ley él no puede
forzar sus cobranzas como lo puede y lo está
haciendo el de la Provincia.
Las acciones de Bancos continúan siendo
objeto de limitadas operaciones, debido á lo
cual han podido elevarse en éstos últimos
meses por los directamente interesados las
cotizaciones de las de algunos.
Por ésta razón no hay que alucinarse los
tipos que puedan fijarse en las pizarras.
Están próximaslas reuniones délas asam-
bleas de varios de esos Bancos y sus balan-
ces y sus memorias severamente analizadas
como deben serlo, dirán más que lo que pue-
den revelar los tipos bursátiles en épocas de
calma como la actual.
La Bolsa de Montevideo sigue encalmada
de tal modo de que todas las operaciones en
títulos verificadas en 1» quincena no al-
canzan á 300.000 ps. efectivos.
Basta esta cifra para comprobarla supre-
sión casi total de negocios que allí impera,
debido á la política de demolición con que
incesantemente se están anulando todas las
fuerzas vitales de la República vecina.
A pesar de lo reducido en que quedaron
en la pasada quincena los precios de todos
los títulos, la tendencia de baja ha continua-
do acentuándose.
Las Cédulas que estaban á 28 han bajado
á 25.10 y en los títulos de Deuda Pública se
nota lo mismo.
La Deuda del Interior, que estaba á 29
después de bajar hasta 25.80, ha quedado en
27.80, y la Deuda Consolidada bajó de 36 á
34.80.
Las Acciones del Banco Hipotecario que-
dan al tipo irrisorio de 10.60,
Esta depresión es el fruto lógico de le
que hemos venido censurando desde hace
tiempo.
Sígase un poco más prestando oídos á
nuestros mentores del Banco Comercial y
en breve veremos en las puertas de la Bolsa
el siguiente letrero: «Esta casa se alquila.»
No puede haber Bolsa donde no se dejan
valores.
174
DEL Rio de la Plata
Movimiento bursátil de la primera quincena de Julio de 1892
BOLSA DE BUENOS AIRES
(DEL 1" AL 15 DE JULIO)
Metálico
Onzas
Libras esterlinas.
Cambios
Inglaterra.
Francia —
Bélerica.
JUNIO 30
Mas bajo
50.50
15.58
47-V2
4.98
4.99
Alemania 4.04
Cheques
Banco Nacional
Banco de la Provincia
Banco Hipotecario de la Provincia— bonos.
*
Cédulas Hipotecarias Nacionales
Serie A (oro) 5 '^/u de renta
» A m/n 7 % » »
» B » 7 %
» C V 7 o/o
» D » 7 X
» E » 7 "/o
Cédulas Hipotecarias Provinciales
Serie A (oro) 6 % de renta . .
» A $L 8 % » » - -
» E » 6 % » » . .
» F m/n 6 o/o » » . .
» G » 6 o/q » » . .
8
I
J
K
L
M
N
O
P
0/
/o
/o
0/
10
/o
/o
8%
8 °/o
Fondos y Títulos Públicos
Fondos Públicos Nacionales de 1884.
Empréstito Nacional Interno 1891 . . .
Id. de 1892
Lotería Municipal de la Capital
20 -
44 —
15 W,
32 -
95 —
95 —
92 —
90 —
90.70
64.50
49.50
50.40
15.68
47.^/iG
4.97
4.98
4.03
20 -
41 —
14 1/,
33 -
92 —
88.80
86 —
85 -
63
47 —
20 —
20 -
34.90
29.80
32.50
29.70
32 -
28.20
31 -
28.20
33 -
33 -
30.80
32.20
29.30
32.10
28.80
32.20
29 -
32 -
28.80
32 —
29 -
32 -
29 —
53 -
71.70
68.80
Ultimo precio
Mas alto
HiSTA
JULIO 15
54.80
53.80
16.87
16.66
47. 1/2
*'• /8
4.98
4.97
4.99
4.98
4.04
4.04
21 -
21 -
46 Vo
42 -
18 -
18 -
33 -
33 -
95 -
96 -
96 -
90 -
88.80
86 -
86 -
85 —
85 -
20 —
20 -
33 -
30.50
32.. 50
29.70
31 -
29.20
32 -
29 -
— —
33 -
31 -
31 —
32.30
29.70
33.10
29.60
32.50
29.60
32.30
29.60
32.40
29.70
32.30
29.60
72.50
65.50
50 —
53 -
70.90
63.30
49.50
Revista Económica
175
Último precio
HASTA
JUNIO 30
Mas bajo
Más alto
Último preio
HASTA
JULIO 15
Acciones
BANCOS
Español del Rio de la Plata
109 -
86 —
27 -
50 -
39.50
47.50
41 -
4.50
0.80
20 —
30.50
80.50
80 -
: 8.50
1 30 -
I 37 -
28 -
79 -
30 -
87 -
40 —
150 —
80 -
9.90
30 —
7 -
7 -
65 -
14 -
53 -
39 -
27 —
28 -
28 -
33 -
29 -
31.20
i 36 —
10.30
50.%
1 5.32
5.33
1 4.30
108 -
86 -
51 -
46 -
0.70
16 -
27 —
80 -
30.50
27 —
87 -
9.10
51 -
39 -
25.40
25 -
33 -
25.80
31.20
34.20
10.30
50.%
5.32
5.33
4.28
109 -
86 -
52.50
47 —
0.80
16 -
27 -
85 -
30.50
27 -
87 -
9.80
54.50
39 -
26.10
25.10
33 -
27.80
31.10
34.80
10.60
50.%
5.35
5.37
4.33
108 -
Italia y » » » » (oro)
86 —
Crédito Real
27 -
Nuevo Banco Italiano
52.50
Banco de la Bolsa
39.50
Francés del Rio de La Plata
46 —
Hipotecario de la Capital (Bonos oro;
Constructor de La Plata
41 -
4.50
Id. id. (obligaciones)
Agrícola Comercial
16 —
Banco Inmobiliario
27 -
Banco de Comercio
80 -
Banco Caja de Descuentos
Comercial de La Plata. .
8.50
Comercial
30 -
Banco Sud Americano
30.50
Banco Nacional
28 -
COMPAÑÍAS
La Edificadora
79 —
La Previsora (Compañía de Seguros)
La Primitiva Compañía de Gas
27 -
87 -
Gas Argentino
40 -
Empresa del Edificio de la Bolsa
150 -
La Argentina (fábrica de papel)
80 -
Muelle y Depósitos de las Catalinas
La Buenos Aires (Compañía de Seguros),. .
Compañía General de Reaseguros
9.70
30 -
7 -
Kíd y C'^
7 —
Telegráfico Telefónica
65 -
Constructora Argentina
14 -
BOLSA DE MONTEVIDEO
(DEL PAL 15 DE JULIO)
Billetes Banco Nacional
52 -
Deuda Unificada
39 -
Títulos hipotecarios Serie D
27.70
Cédulas hipotecarias » A
25.10
Id. id. » B
28 -
Deuda amortizable •
33 —
Deuda del Interior
27.80
Deuda Independencia ..
31.20
Deuda Consolidada. . . .
34.80
Acciones Banco Hipotecario
10.60
CAMBIOS
Ing'laterra
50.%
Francia
5.33
Bélgica
5.33
Alemania
4.31
Revista Económica
2" Época -Núm. 7.
5 de Agosto de 1892.
REVISTA ECONÓMICA
DEL
RIO DE LA PLATA
DIRECTOR: DOMINGO LAMAS
La fuerza motriz ile la iiiooeila
La crisis económica oriental que he-
mos observado de cerca, presenta la par-
ticularidad de haber sido provocada arti-
ficialmente, como nos proponemos de-
mostrarlo en otro artículo, dando hoy
preferencia al estudio de las causas de su
agravación, que es lo que puede indicar-
nos mas directamente cuales sean los
medios de mejora á que sea urgente re-
currir.
Quebrantados los valores, disminuida
la circulación, provocadas liquidaciones
ruinosas de los negocios mas prósperos,
se dijo con razón que era menester res-
tablecer la confianza, y para conseguir
esto, lo racional era detener el derrumbe
proveyendo á la plaza por los medios que
al efecto se requiriesen.
Así lo entendíamos; en vez de esto pre-
dominó, impuesto por parte de nuestra
prensa, el programa que podemos resu-
mir en los siguientes términos: 1° Man-
tener la Hacienda separada de la gestión
del partido colorado. 2'' Hacer tabla rasa
de las instituciones de crédito nacionales,
escepcion hecha del Banco Comercial y
3° Conservar inalterable el régimen mo-
nometálico oro, con la base de monedas
extranjeras apreciadas por menos del
valor del metal fino.
Esto importaba, 1" No solo un padrón
de indignidad á toda una colectividad
política, no justificado, sino también pri-
var al país del servicio de los hombres
que habían adquirido en el desempeño
de puestos públicos la práctica necesaria,
2" Aumentar el mal promoviendo incon-
sideradamente una mayor baja de valo-
res y derribar los elementos liberales,
dejando solo en pié el espíritu usurario,
retrógrado y pesimista y, 3« Imponer el
empobrecimiento constante de la circu-
lación, privando á la vez al Gobierno de
todo medio de moderar las restricciones
qne las crisis producen.
Los tristes frutos de estas aberraciones
[tueden apreciarlos todos. La receta se
siguió al pié de la letra, y, comoera natu-
ral que sucediese, la crisis creció y con-
tinuó desenvolviéndose, no obstante lo
cual, en la cabecera del postrado país y
por sus mas autorizados órganos en ía
prensa, ya que no se podía insistir res-
pecto de los dos primeros puntos, en vis-
ta de los resultados negativos de la eli-
minación colorada en la Hacienda y del
hecho de haberse agi-avado la situación
destruyéndose el Banco Nacional sin po-
derlo reemplazar; se sigue aconsejando
el tercero, como panacea niilagrosa, rccur-
riendose sucesivamente á las considera-
ciones tan infundadas como contradicto-
rias que vamos á analizar.
Primero se decía, no nos falta me-
dio circulante, porque el oro que teníamos
no se lia ido del país; está escondido, y
sí le damos tranquilidad para que vuelva
á salir, haciendo eso que indican los au-
gures del Banco Comercial, tendremos
una circulación de mas de veinte pesos
por habitante. Además las liquidaciones
que la crisis promueve, restringiendo los
consumos, nos darán un saldo favorable
en el comercio internacional de pesos
10.000.000, que nos vendrá en oro al país.
¡Errores de hecho y errores de apre-
ciación!
La idea de una fuerte provisión de oro
en el país proviene de que las sumas que
178
Revista Económica
hasta fines de J889 figuraban como enca-
jes en los Bancos, aparecen hoy reduci-
das á la mitad, habiéndose operado esa
disminución conjuntamente con el retiro
de la mayor parte de las emisiones que
entonces circulaban, de lo que se dedu-
ce, agi-egan, que ese metálico que dejó
de figurar en los Bancos y es apreciado
en unos diez millones, ha ido á manos de
los particulares que lo guardan eu sus
cajas ó lo encierran en botijas. En apo-
yo deesa creencia citan el hecho de que
en vez de exportación de metálico lie-
mos tenido un pequeño saldo á favor en
estos ti*es últimos años.
Como lo ha demostrado mu}'- bien El
Siglo contradiciendo lo que había hasta
ahora sostenido, el aumento de los enca-
jes de los Bancos, hasta la cifra con que
figuran á íines de 1889, se debió al hecho
de que se incluía como oro, eu los balan-
ces, el papel convertible de los otros
Bancos, emitiendo cada uno papel sobre
el papel de los demás. La circulación
monetaria adquirió así amplitud sin au-
mento real de metálico en el país.
Hoy se dice que no puede haber dis-
minución de la existencia metálica por
que no hubo exportación, y con igual
criterio deben los mismos afirmar, que
no era real el aumento de existencia
metálica que indican los balances ban-
carios de 1889, porque en los años ante-
riores, en vez de venir oro al país, hubo
exportación debido á pérdida de cose-
chas, interrupción del comercio con el
Brasil y otras causas.
Por otra parte, hay un medio de com-
probación al alcance de todos de que la
disminución de la cifra del encaje de los
Bancos, no corresponde á un aumento
de oro en poder de los particulares, y
es la comparación de las diversas cuen-
tas de sus balances, de las que resulta
que si bien esos establecimientos han
recojido emisión y pagado una parte de
los depósitos que tenían, por otra, han co-
brado, algunos tanto y otros mas de lo
que han pagado. No ha habido, pues,
provisión real del mercado; los Bancos
han convertido y han pogado depósitos
con sus carteras .
El poco oro que existia fuera de los
Bancos, no podía alcanzar, como no al-
canza, ni para suplir) para las transaccio-
nes mas reducidas, el vacío producido
por el retiro del papel y el que eu los
Bancos está, se encuentra en las condi-
ciones de circulación muerta en el senti
do que le dá Bonnet, puesto que no pue
de actuar en plaza, en las actuales
cunstancias en que constituye reser
imprescindibles.
Otra prueba, y concluyente, podemos
dar de que la falta de numerario no pro-
viene de temores de quebrantamiento del
monometalismo oro y de que se ha esta-
do perdiendo un tiempo precioso con
prescripciones formuladas sin la obser-
vación mas somera de los hechos.
El temor de curso forzoso solo podría
producir directamente un efecto limitado
que era restringirlos préstamos á cambio
de alentar las inversiones de compra de
propiedades; y, en la República Oriental,
las compras se han restringido aun en
mayor proporción que los préstamos.
Casi podemos decir que la propiedad te-
rritorial es en ella hoy invendible.
Y ¿qué tienen que ver sus ricos cam-
pos con el curso forzoso? ¿Es por
temor de que las monedas dejen de ser
de oro con prima de expoi-tacion, que
nuestros capitalistas no paguen por ellos
lo que corresponda á su poder de produc-
ción; producción que es oro, y por con-
secuencia la mayor garantía contra las
inconversiones ?
Basta considerar por un momento el
carácter del mal que aqueja al país para
ver cuan poco meditada es la receta del
monometalismo oro á outrance.
Por lo que respecta á la importación
de oro, que se esperaba como consecuen-
cia de la restricción, ahí está la estadís-
tica que ha venido á justificar que tenía-
mos razón cuando hace un año decíamos
que en el camino en que íbamos y en el
que hemos perseverado, ó no la tendría-
mos ó solo la habría en proporciones
mezquinas.
mti- \
jue- Y
cir- \
L'vas 1
II
Convencidos nuestros augures de que
no existía en el país esa considerable can-
tidad de oro escondida, y no habiendo lle-
gado los millones que se creían atraer
destruyendo los valores, ahorase dice que
el mal proviene de que el oro no se mue-
ve, y se agrega que la disminucioo de
movimiento produce el efecto de una re-
ducción de cantidad.
En esto tienen razón; un wagón que haga
cien viajes en el mismo tiempo que una
carreta de igual capacidad haga uno, es,
DEL Rio de la Plata
179
páralos objetos del transporte, igual á cien
carretas. Pero ¿qué se deduse del hecho
de que el poco numerario que tenemos
haya dejado de ser movido por el vapor
para ser arrastrado por los medios colo-
niales de tracción? ¿Qué es lo que en
presencia de este hecho nos corresponde
hacer?
¡Parece increíble! Ahora se repite como
antes, «inspírese confianza sosteniendo el
monometalismo oro», y así, el numerario,
agregan, volviendo á circular con rapi-
dez, se multiplicará, reanimando todo el
organismo social.
Ya hemos visto que es nimio hablar de
la confianza que inspire un régimen mo-
netario como medio directo y esclusivo
de combatir un mal que hace que las
propiedades territoriales no tengan com-
pradores, como si el monometalismo, el
bimetalismo ó la circulación papel, dis-
minuyesen ó aumentasen las garantías de
la propiedad, la fertilidad del suelo, la
procreación del ganado ó la exportación
de nuestros productos naturales; y estu-
diemos ahora la influencia que el régi-
men monometálico oro puede ejercer en
beneficio de la rapidez de la circula-
ción.
Esto nos lleva al análisis de lo que po-
dremos llamar la fuerza motriz de la mo-
neda.
Nada es mas general ni mas vulgar que
el dinero, y nada mas difícil de apreciar
debido á la conplexidad y á la ti-ascen-
dencia de sus funciones, que, como todas
las mas importantes en el orden social, no
se hacen comunmente sensibles á la apre-
ciación vulgar, cuya observación se difi-
culta por lo regular en razón directa con
la estension de sus efectos y lo primordial
de su acción.
Recurriendo auna imagen de Schiller,
podríamosespresai-(lo que pasa en el mundo
económico, diciendo que al propio tiempo
que afectan á la imaginación las flores lo-
zanas y los frutos aprovechables de un
árbol, escapan, á la observación gene-
ral, sus raices profundas y las condicio-
nes del suelo en que se alimentan.
Las leyes de la circulación son las mas
fundamentales del orden económico, y es
insensato pronunciarse á su respecto, co-
mo viene haciéndose entre nosotros, sin
análisis, sin mas caudal que las voces
corrientes ó los consejos interesados de
gi'emios.
Para formar una opinión en la materia
debemos ante todo establecer que las mo-
nedas no caminan por impulsión, sino por
atracción; que su circulación no depende
de sus condiciones materiales sino de las
condiciones generales. No circulan con
mayor ó menor rapidez según sean de
oro, de plata, ó de papel, sino según exis-
ta en mayor ó menor grado el poder indi-
vidual de adquisición.
El refrán de que el «dinero atrae el
dinero» tiene un fondo de verdad aunque
no esplique por completo el fenómeno.
El dinero en la esfera económi a pasa
de unas manos á otras movido por una ú
otra de estas dos operaciones: préstamos
y compras; unas y otras hechas con la
perspectiva de lucro. Así como la utili-
dad lo atrae, el temor de la pérdida lo
retrae. «El Siglo» llamará á esto último
falta de confianza, pero viene demostrán-
donos que desconoce en que consiste.
La base de la perspectiva de lucro es la
estabilidad ó la espansion de valores,
mientras que la tendencia de desvaloriza-
cion establece condiciones opuestas que
alejan ó dificultan los actos que lo prime-
ro alientan ó facilitan.
Los valores, hé aquí la base del poder
de adquisición, como fundamento de sol-
vencia y elemento de cambio. Su au-
mento acrecienta las responsabilidades
individuales, amplia el crédito, hace mas
fáciles las ventas y mayor su efecto, á la
par que el hecho primordial de la mayor
facilidad de adquirir el dinero disminuye
la tendencia de retenerlo. Sus movimien-
tos se multiplican en relación con la ma-
yor fuerza de atracción y menor resis-
tencia.
Se reproduce aquí la ley fí,sica de que
las resistencias disminuyen con la rapi-
dez del movimiento.
Con las bajas de valores ó el quebranta-
miento del crédito, esto es, con las dismi-
nuciones del poder general de adquisi-
ción, sucede todolo conti-ario, debido á un
menor poder de atracción y á una mayor
resistencia; la circulación se hace mas
lenta.
Ahora bien; ¿de qué depende el au-
mento ó baja de la sama total de valores?
De la abundancia ó escasez de numera-
rio conti-a el cual se cambia toda la ma-
teria ofrecida. Establecido esto resulta
claramente que el sistema monetario que
permítala mas amplia provisión es el que
propende á la mayor alza general de va-
lores y, por la misma razón, el que es,
180
Revista Económica
por su uatu raleza, el mas restricto, como
el monometalismo oro, en las actuales cir-
cunstancias, debe propender á acentuar
la desvalorizacion en vez de valorizar, y,
por lo tanto, á disminuir la rapidez de la
circulación en vez de aumentarla.
Por eso, á medida que se ha ido restrin-
giendo la circulación y nos hemos que-
dado con la moneda de oro exclusiva, no
solo se ha rarificado la circulación sino
que ella se ha ido haciendo mas lenta,
multiplicándose los efectos de su escasez.
III
En el reciente Mensaje del P. E. sobre
la cuestión económica hemos encontrado
una observación nuiy exacta de que «El
Siglo» ha debido tomar nota.
«Las crisis, dice, llegan á alimentarse
de su propia sustancia, transformando en
causas sus mismos efectos.»
Quebrantados los valores, restringida
la circulación al suprimirse la mayor
parte de los billetes bancarios, la restric-
ción se acentuó por la disminución de la
eficacia de las monedas; y las ruinas sub-
siguientes fueron á su vez causa de
mayores deficiencias en la circulación
monetaria, cuando no en cantidad en ofi-
cio circulatorio, que para sus efectos es
lo mismo.
Así, los efectos volviéndose á su vez
causa de nuevos males, las condiciones
económicas del pais se han ido agravando
con una rapidez que se multiplica por los
cuadrados de la distancia. La restricción
trae desvalorizacion, y la desvalorizacion
creciente restricción.
Este es un hecho que se ha reproducido
en todas partes y que esplica las agrava-
ciones délas crisis, hasta que se haya en-
contrado un medio ó se haya resuelto
adoptar el medio adecuado para dominar
la restricción.
En el Mensaje á que acabamos de refe-
rirnos, se dice que la mayor parte del
oro que se cree que existe en el país no
actúa, habiendo en plaza absoluta caren-
cia de medio circulante. «El Siglo» reco-
noce, como hemos visto, la disminución
considerable de movimiento monetario,
que produce el mismo efecto que una
disminución considerable en la cantidad
de monedas, y la consecuencia lógica de
lo uno como de lo otro debería ser sos-
tener la conveniencia de ensanchar la cir-
culación del mejor modo posible, ya para
suplir las monedas que se jiretenden es-
condidas, ya para compensar la menor
eficacia de las circulantes, en lugar de ha-
cer de esto un nuevo motivo para pro-
clamar una vez mas la oportunidad de
sostener el régimen de restricción.
Se insiste en este propósito principal-
mente por el deseo de no imponer á los
que tengan títulos por dinero una mone-
da que pueda despreciarse en relación al
oro, lo que se cree contrario ala equidad,
sin advertir, todos los que esto pien-
san, que no hay solo que medir el
papel ó la plata con el oro, sino que tam-
bién el oro debe medirse con los valores
generales contra los cuales se cambia.
Si esto hiciesen verían que el oro en la
República Oriental, en los momentos ac-
tuales, está á 400 % de premio, ó lo que
^s lo mismo, que se impone una equiva-
lente depreciación á todos los valores
generales, afectando esta una suma vein-
te veces mayor á la de las obligaciones
por dinero existentes.
En cuanto á «El Siglo», que nos viene
sosteniendo la moneda valorizada co-
mo medio de activar la circulación, no
nota que esa valorización se hace á es-
peusas de la fuerza circulatoria y que
cuanto mayor sea la inferioridad de
las condiciones de los que necesiten di-
nero mas se acentuará esa situación; me-
nor será el poder de atracción y mayor
la resistencia.
Recapitulemos; es menester levantar
los valores con lo cual se restablecerá
también el crédito, y, con éste, los dos ele-
mentos del poder de adquisición, que es
la fuerza motriz de la moneda; y los va-
lores solo se levantarán supliendo por au-
mento de cantidad lo que de ésta falte
debido á menor existencia y lo que lo
mismo importa, á menor actividad de giro;
en una palabra, dando al país elementos
de expansión.
Persistir todavía hoy en el sistema que
hemos seguido estos dos años con los re-
sultados que todos sienten, es no solo opo-
nerse á lo que la razón indica sino tam-
bién menospreciar las lecciones de la
experiencia.
Del Rio de la Plata
181
EL BANCO DE LA. PROVINCIA
DE BUENOS AIRES
y SU CRÉDITO ímu e um hipoteürio
La inmensa carga de las deudas que en
la República Argentina pesan sobre los
gobiernos y los particulares, ante la cual
se sobrecogen espíritus timoratos, debe
constituir un estímulo para el trabajo
que, bien encaminado y enérgicamente
desenvuelto puede, en un porvenir no le-
jano, Ixjrrar hasta el último rastro de los
errores pasados.
Ancho campo presenta la Provincia de
Buenos Aires para ésta tan viril como
salvadora tarea; el capital extranjero le
ha dado ya todo lo que con venia pedirle:
una red completa de ferro-carriles y las
obras que hacen de la Ensenada elmejor
de los puertos de la Ptepública, con lo que
ella está como ninguna preparada para
poner en explotación hasta las mas apar-
tadas zonas de su territorio, y dar ven-
tajosa salida á sus productos.
Le falta, en cambio, el ca[)ital de explo-
tación que solo pueden proporcionarle en
forma amplia, eficaz, conveniente, las
instituciones del país que, como la prác-
tica lo demuestra, son las que se atreven
á salir de los gi-andes centros comercia
les, para ir á habilitar directamente la
producción.
Y estas necesidades de capital ya hoy
muy sensibles en la campaña, tienen que
aumentarse tanto como adelante la trans-
formación de la ganadería primitiva en
perfeccionada, se hagan mas vastas ó mas
extensas las explotaciones agrícolas y se
desenvuelvan las industrias accesorias
que su progreso exige. i
De ahí el que la rehabilitación del tra- j
dicional Banco de Descuentos se imponga [
como el primer paso para toda mejora de i
las condiciones generales de la Provincia i
de Buenos Aires y para la reconstrucción \
de su Hacienda Pública. Ni la iniciativa i
individual debilitada por el quebranta-
miento del espíritu de asociación, ni las
sucursales del Banco de la Nación consti-
tuido con limitados recursos, que deben
dividirse por toda la Re[)ública, pueden
suplir el vacío de la institución provin-
cial y mucho menos atender alas exigen-
cias de un mayor desenvolvimiento.
Al recomendar la reconstrucción y la
rehabilitación del Banco de la Provincia,
no pretendemos que se realice una obra
por lo pronto imposible ni siquiera difí-
cil; los grandes recursos de ese estable-
cimiento y la labor de su primer año de
moratorias la facilitan á punto de que,
mediante fáciles operaciones y la liquida-
ción de cuentas como la del Banco Hipo-
tecario, podría en breve renunciar á los
beneficios de la moratoria y emprender
de nuevo su giro ordinario.
Aunque prescindamos délos beneficios
generales que de ésto deba resultarle á la
Provincia y nos limitemos á los mas rex-
trictos de las conveniencias fiscales y de
las especiales del Banco Hipotecario, aún
así, la rehabilitación del Banco resulta un
interés capital, puesto que fomentando y
extendiendo la producción se acrecientan
las reutas, se facilita su percibo y se valo-
riza la propiedad, dando base de garantía
efectiva á las cédulas en circulación.
Hemos visto por ésto, con sorpresa, que,
además de no manifestarse en la Legisla-
tura de La Plata, nada que indique la mas
mínima preocupación por el Banco de la
Provincia, se presente por distinguidos
diputados un proyecto sobre el Banco Hi-
potecario en el que no se hace mención de
la deuda que con aquél tiene, que importa
$ 14.470.712:84 moneda nacional y pesos
J)09. 157:23 oro, suuux considerable sobre
la cual no paga intereses y que representa
la tercera parte de lo que el Banco de
Descuentos adeuda al público.
Esto revela, no solo desconocimiento de
las conveniencias primordiales de la Pro-
vincia, siu(') también no hacerse cargo
l(^s autores del proyecto, ni del carácter
del crédito ni de la'obligacion en que está
el Directorio do ese establecimiento de
hacer valer los derechos que le corres-
ponden.
Se confunde vulgarmente esta institu-
ción provincial con la provincia misma y
por eso se cree natural que se postergue
indefinidamente su crédito en beneficio
del Banco Hipotecario. Esta confusión ya
le ha sido fatal al Banco de la Provincia,
quebrantando su prestigio al hacerlo en
medio de la crisis pagador de los cupo-
nes de las cédulas y responsable, aparen-
temente, de una suma que excedía á las
fuerzas de la institución mas poderosa.
Esta identificación del todo contraria á
las conveniencias y á la naturaleza de
ambos establecimientos, que tienen obje-
182
Revista Económica
tos diversos y cuyos recursos correspon-
dian en primer término á compromisos
distintos, es hoy todavía más insostenible
desde que bajo el réjimen de la moratoria
la administración del Banco representa
ante todo á sus depositantes.
Las Cámaras, si quieren ser munificen-
tes, podrán disponer de los derechos y de
los' caudales de la Provincia, pero no
ser generosas con los fondos de los depo-
sitantes, por cuenta de los cuales está el
Directorio en el caso de hacer efectivo ese
enorme crédito, y además con el fin de
poder, á su vez, dar movimiento á sus ope-
raciones.
Una suma aproximada á la deuda del
Banco Hipotecario, debe el Banco de la
Provincia á la Caja de Conversión, á la
cual, no obstante la moratoria, tiene que
hacer el servicio de una fuerte suma de
intereses, mientras el Hipotecario no solo
no amortiza su crédito, sino que no
paga ni un céntimo de interés conti-
nuándose así á sacrificar la primera insti-
tución de crédito que tenia el país y su
primer elemento ae progreso con el es-
téril y mal entendido propósito de favore-
cer aquel comprometido establecimiento.
Basta analizar el carácter del crédito
del Banco de la Provincia, para compren-
der que las contemplaciones con que á
éste se sacrifica, no favorecerán á los te-
nedores de las cédulas y que por lo tanto
se dificulta una positiva mejora que á
todos interesa, sin beneficiar efectiva-
mente á nadie.
El Banco Hipotecario no es mas que un
intermediario entre los deudores hipote-
carios y los tenedores de cédulas, que
como lo expresa el Presidente del Banco
de la Provincia D. Félix Soriano, en su
reciente nota al señor Ministro de Ha-
cienda, haciendo ver los inconvenientes
del proyecto, recibieron, de este estable-
cimiento, la expresada suma, como anti-
cipo de las rentas de las propiedades afec-
tadas á las cédula.?.
Este es, pues, un crédito de preferen-
cia; el Banco de la Provincia tiene que
cobrarse con las garantías afectadas al
Banco Hipotecario lo que á éste anticipó
sobre el servicio de las hipotecas.
Establecido ésto, es evidente que á los
propios tenedores de cédulas les conviene
la liquidación de esta cuenta en vez de la
capitalización de intereses.
El proyecto, pues, á que nos referimos,
tal como está concebido y que contraría
las exigencias de la situación de la Pro-
vincia, no favorece los bien entendidos
intereses del Banco Hipotecario y desco-
noce los deiechos por los que debe velar
no solo el Banco de la Provincia, sino
también el P. E. y la Legislatura.
Se está todavía en tiempo de evitar que
se consume ese nuevo y funesto error que
importa el proyecto á que nos referimos,
resolviendo las cuestiones entre ambos
establecimientos, de acuerdo con el dere-
cho y la equidad.
LA ESPAÑA DE HOY
IV
Situada la península española en la zo-
na templada, tiene sin embargo clima
tan variado, que le permite cultivar en
su extensión territorial lo mismo los pro-
ductos propios de Europa, que otros de
Asia y América; que si al calor del sol
andaluz se encierra en dorado gi'ano el
suave néctar, delicia del mundo bebedor,
y en los alicantinos campos se cimbrea
ia esbelta palmera acariciada por el afri-
cano viento, en cambio en las regiones
del Norte se desarrolla el árbol que no
le teme á los ventisqueros ni á las cru-
das heladas de la invernal estación. De
suerte que, pasando de ondulación en
ondulación, desde las elevadas cumbres
del Pirene y las heladas comarcas soria-
nas, hasta la l)enigna playa malagueña ó
la espléndida huerta jerezana, el suelo
español le ofrece á sus hijos cuanto darle
puede al hombre la madre tierra como
recompensa á sus sudores y trabajos.
De los 50.()00.0C)0 de hectáreas que tie-
ne el suelo español solamente se cultivan
30.000.000 de hectáreas de las que única-
mente son de regadío 1.200000, dato que
es fuerzatener presente cuando se hable
del iwoncehihie atraso de la agricultura
peninsular.
La aridez de algunas provincias, lo her-
mosamente quebrado de otras, la facili-
dad con que los fecundantes ríos y to-
rrentes se convierten en elementos de
desolación y de muerte, son noticias dig-
nas de ser tenidas en cuenta al tratar de
la producción agrícola española. Cierto,
que el campesino apegado á la rutina.
DEL Rio de la Plata
183
apático en no pocas comarcas, es refrac-
tario al uso de nuevos abonos y al em-
pleo de la moderna maquinaria para el
laboreo; pero también es cierto que lo
quebrado del suelo, imposibilita on la
mayoría de los casos el empleo de esa
maquinaria, obli^^ando al campesino á
radas faenas en las abruptas montañas
asturianas, gallegas y catalanas, en las
áridas y ¡¡edregosas tierras de Guipúz-
coa, Navarra, Vizcaya y Cataluña, en los
anegados arrozales de Valencia y en las
abrasadas llanuras de Extremadura y de
Andalucía.
Sin tiempo para detallar los productos
todos del suelo español, me limitaré á las
tres produciones principales.
La producción de cereales en un año
normal, es la siguiente:
Trigo 33.000.000 de hectolitros
Cebada 17500.000
Centeno 7.500.000
Maiz 7.000.000
Avena 2.5OC03OO
La cosecha de vino en la península é
islas adyacentes alcanza un [)romedio
anual de unos 33.000,000 de hectolitros
aunque la de 1870 fué tan solo de
33.672.336 figurando en esta cifra la re-
gión catalana con 6.321.110 hectolitros.
Y íinal mente con respecto al aceite,
bueno es consignar que España es el
país del mundo que lo produce en ma-
yor abundancia, pues mientras Francia
.solo obtiene una cosecha media anual de
300.000 hectolitros é Italia á 1-300.000,
la península ha producido en 1890 la res-
petable suma de 3.070.300 hectolitros.
Renuncio á ocuparme hoy de industiia
y paso á decir algo del comercio español,
de ese comercio que, á la par del arte,
dominó en otro tiempo el mundo cono-
cido. Traíicantes y mercaderes, enrique-
cían la patria tierra con sus comerciales
especulaciones; las catalanas naves cOn
su participación en el cargamento al
hombre de mar, eran verdaderas socie-
dades mercantiles en las que para que
nada faltare habla también e) previsor
seguro; y en fin, el hispano comercio, lo-
gró con su actividad é inteligencia eclip-
sar el genio emprendedor de marselleses
y venecianos.
No podia pues esperarse una anulación
absoluta de este comercio, ni que se
eclipsara de modo tal que sus esfuerzos
no debieran figurar en el universal mo-
limiento.
La balanza general de valores del co-
mercio en España, que en el periodo de
1827 á 1862 y según el promedio anual
ascendía tan solo á 536 millones, subió
de 1863 a 1868 á 760 millones; en 1869 á
1874 á 1028 millones; en 1875 á 1879 á
1051 millones; en 1889 á 1763 millones; y
en 1890 según datos oficiales á 1879 mi-
llones; por manera que, desde el año 1862
hasta la fecha, lia triplicado y aun con
risueño sobrantes el valor total del co-
mercio de im[>ortacion y de exportación
y aunque sea enfadosa la repetición, per-
mitáscme recordar que durante este lap-
so de tiemi)0, se han derrumbado dos
tronos y una república; se han sostenido
tres guerras civiles formidables todas, y
dos de elhis de larga duración, causas to-
das mas que suficientes para detener el
crecimiento industrial ó mercantil de un
pueblo.
Han pasado muchos años desde que el
sol no se ponia en los dominios de Casti-
lla y esto que aun siendo una vulgaridad
se repite con fricion por los enemigos
de los descubridores de América no de-
ja de ser una tontería como [)aso á de-
mostrar.
Conviene asegurar desde luego, y aqui
está la historia para demostrarlo, que va-
rias de las naciones europeas han tenido
sus épocas de engrandecimiebto y retro-
ceso, probando los hechos que la debili-
dad ó enflaquecimiento de una nación ha
producido el crecimiento y predominio
de la otra, sin duda para que resultara
mas patente el equilibrio universal. Sin
movernos de esta centuria, podría seña-
lar el progreso de dos naciones realizado
a costa de la anemia nacional de otras
dos, de modo que el decaimiento relativo
de España no es caso aislado en la histo-
ria general de la humanidad.
Apuntada esta idea, que no ansio hoy
diluir para no alargar mas de lo regular
este escrito, puedo añadir que como en
tiempo de Carlos I, el sol no se pone en
los españoles dominios, y que aun des-
pués de realizada la independencia sud
americana, España continua siendo una
de las primeras naciones coloniales de
Europa, esto sin contar que por hermosa
sucesión que la conveniencia política no
ha podido romper, la sangre y el genio
español circulan aun hoy y se agitan y
IS-Í
Revista Económica
crean en la vastisima extensión territo-
rial comprendida desde el civilizado im-
perio azteca, hasta la misteriosa Pata-
gonia.
España ha hecho algo mas que descu-
brir las americanas tierras; y mientras
están existan, quizas porque han sido
tumba de héroes y de genios, la heroicidad
y el genio español, y con ambas grande-
zas las flaquezas peninsulares, germina-
rán, brotarán y se desarrollarán en el
hemisferio colombiano para demostrar
sin duda que no se boiTa fácilmente
cuanto le diera á la civilización y al pro-
gi-eso la España de Fernando de Aragón
y de Isabel la Católica.
Mas dejando aun lado que el idioma,
los usos y las costumbres españolas han
de ejercer siempre tradicional influencia
en la libérrima vida de las naciones ame-
ricanas, sin que ello pueda implicar en
tiempo alguno arrasamiento de fronteras
ó esfumacion de deiinneadas nacionalida-
des, la España de hoy, figura aun, como
antes digera, por su imperio colonial en
primera línea entre las naciones euro-
peas.
Léanse con detención los siguientes
datos y se convencerán mis lectores de la
veracidad del aserto:
Isla de Cuba, extensión 119,000 kiló-
metros cuadrados. Población 1.521.684
habitantes.
Id de Puerto Rico, extensión 9620 kiló-
metros. Población 810.934 habitantes.
Archipiélago Filipinas (1400 islas) ex-
tensión 293.7:36 kilómetros cuadrados. Po-
blación 6.173.633 habitantes.
Archipiélago de Joló, extensión 2456 ki-
lómetros cuadrados. Población 100.000
habitantes .
Islas Marianas (17 islas) extensión 1140
kilómetros cuadrados. Población 8665
habitantes.
Carolinas y Palaos(700 islas) extensión
14.50 kilómetros cuadrados. Población
36.000 habitantes.
Fernando Poó Annobón y Coriseo,
extensión 2105 kilómetros cuadrados.
Población 45.000 habitantes.
Territorio de Ifni, extensión 40 kiló-
metros cuadrados. Población 1000 habi-
tantes.
Rio de Oro, extensión 700.000 kilóme-
tros cuadrados. Población 100 000 habi-
tantes.
Costa occidental de Muni, extensión
180.000 kilómetros cuadrados. Población
500.000 habitantes.
Total 1.309.537 kilómetros cuadrados.
Población 9.296.915 habitantes.
Por manera que mientras el imperio
colonial de Francia es de 840 810 kiló-
meiros cuadrados con una población de
8.524.600 habitantes (según estadística
de 1882) España, este paistan olvidado y
tan mal juzgado por los que no se toma-
ron el trabajo de estudiarlo, tiene una
extensión colonial como se ha visto de
1.309.537 kilómetros cuadrados con una
población de 9,296. 915 habitantes, cifras
que deben ser recordadas no solo por los
españoles, sino por nuestros amigos los
argentinos que no se dejan tiranizar por
extrañas influencias y ansian por otra
parte que la verdad se vaya propalando
en bien de aquella heroica nación, que
si á algo pudo rendirse, fué al enorme pe-
so de su gloria y poderlo.
VI
Resumiendo estas ya largas líneas,
complemento de trabajos anteriores, re-
sulta que la gigantesca España de ayer,
no quedó tan pigmea que no merezca
ser estudiada, ni fué su letargo tan ener-
vador que la dejara sin fuerzas para lu-
char por su progreso y engrandecimien-
to. Déjeseme por contra creer, basándo-
me en la abrumadora ciencia de los nú-
meros, que la que fué cuna en todo tiem-
po de hidalguía y nobleza, esplendido ta-
ller de todas las artes, y albergue siem-
pre de héroes y de genios, no desempeña
papel desairado en el concierto de las
naciones europeas.
Afortunadamente para los peninsula-
res, España se vá engrandecimiento á los
americanos ojos. Aquella alberca que
agitada por violentas manos alzaba olas
de sangre en que se mezclaba el lodo de
torpes pasiones, aquietóse en buena hora
al besarla el céfiro de dulces afectos y
cariñosas simpatías; y hoy, en su superfi-
cie, limpia como azogada luna y tersa
como la hispana hidalguía, se retlejan
amorosamente enlazadas y ciñendo igua-
les laureles, España y América; que si
en España soalzan sonoros cantos al fa-
buloso desarrollo de estas nacionalidades,
y se estudian, y se admiran, y se aplau-
den sus vertinigosos progresos, en Amé-
DEL Rio de la Plata
185
. rica se nos festeja, se nos abraza y se nos
estudia.
¡Bien haya este pugilato de nobles ideas
y de tiernos afectos! Benditas mil y mil
veces las horas que americanos y penin-
sulares dedican al estudio del mutuo co-
nocimiento!
No se si hay lirismo en estas ideas que
sustento; pero si lo hubiere, que no lo
creo; si fuese pura idealidad el recorrer
la esplendida via de la confraternidad
hispano americana, sea en buena hora,
que no hade resultarme fatigoso el ca-
mino con acompañantes como Mitre, La-
mas, Samper, Huneus, Barriga, Cánovas,
Fernandez, Duro, Aseusio, Castro y tan-
tos otros americanos y españoles, que co-
mo yosienteu, y mejor que yo defienden
lo que se va trocando en realidad.
Lo dije en mi poema argentino, y lo
voy á repetir ai terminar este ya largo
escrito. Ni el mar es barrera, ni la distan-
cia obstáculo, y por cima del acuático
elemento, van y vienen cariñosos abra-
zos y los vientos llevan á nuestros oidos
rumor de besos, que aseguran mas y mas
cada dia los dulces lazos de la confrater-
nidad hispano americana.
R. MONNER SANS
y
'IOS
La democracia triunfants por Andrew Carnegie
No abrimos uno de estos libros cuya
tinta fresca todavía revela su reciente
impresión. The Triumphant Demo-
cracy se publicó en New York en 1888,
pero aparte de que las publicaciones
Norte Americanas son escasas en el Rio
do la Plata, ésta obra es una de las que
mejor compendia todo lo que se relacio-
na con los progresos morales y materiales
de los Estados Unidos, cuyo cuadro debe
ser para nosotros un estímulo en los dias
sombríos porqué atravesamos.
Llamamos la atención sobre la obra y
nos detendremos en nuestros extractos y
comentarios, únicamente en el interesan-
te capítulo dedicado á la agricultura, de-
mostrando con su ejemplo todo lo que
pueden esperar estos paises doblemente
favorecidos por la benignidad del clima
y la fertilidad de la tierra.
La diosa Céres, dice con exactitud An-
(Irew Carnegie, es la primera divinidad
délos Estados Unidos de Norte América.
Eq 1880 la producción agrícola en la
gran república alcanzó á ps. 3,020.000.000
suma que en este ramo la coloca á la ca-
beza de todns las naciones. La Rusia con
su enorme territorio y cien millones de
lial)itaiites tiene una producción agrícola
(lo pesos 2.280.000.0(K); Alemania' pesos
2.2B0.000.000; Francia 2.220.000.000 de
los cuales 225.000.000 corresponden á la
vinicultura.
La rapidez con que la agricultura nor-
te americana se ha desenvuelto no es
menos sorprendente que la altura á que
ha alcanzado, y se explica no solo por las
condiciones materiales que han favoreci-
do su desarrollo sino también por la de-
cisión y constancia con que se'le ha impul-
sado, siendo los principales hombres de
los Estados Unidos los primeros en pres-
tigiarla con la palabra y el ejemplo.
Washington en medio de todas sus ocu-
paciones buscal)a tiempo para cuidar de
los trabajos y experiencias agrícolas. La
importancia de la agricultura para la ci-
vilización fué la materia principal de su
último mensaje anual al congreso y lo úl-
timo que escribió, una semana antes de
su muerte, fué una carta de 32 páginas
en folio dirigida al administrador de sus
granja, con las instrucciones para el cul-
tivo durante varios de los años siguientes.
Jefferson uno de sus mas distinguidos su-
cesores fué el inventor de un arado.
Adams, CalhouuL Clay, Webster dedica-
ban á sus granjas todo el tiempo que les
dejaban disponibles los asuntos públi-
cos.
De 1850 álSBO se duplicó la extensión
de los establecimientos agrícolas, que de
293.560.614 se elevó a 536.081.835 acre.s.
La extensión cultivada ascendió de
113.032.614 á 284.771.042 acres, mientras
que la proporción del número de esta-
blecimientos se triplicó, elevándose de
1.449.073 á 4.008.907 acres, lo que com-
prueba una disminución del promedio
de 203 acres f>or explotación a 134, obe-
deciéndose en ésto á los perfecciona-
mientos de las culturas que á la vez que
aumenta la intensidad tiende á reducir-
la extensión de las explotaciones.
El capital total invertido con este ob-
jeto era en 1880 de ps. 10.600.000.000 mas
186
Revista Económica
de tres veces del destinado en indus-
trias manufactnrerus que son inmedia-
tamente las mas importantes.
De 1870 á 1880 la extensión cultivada
en los Estados Unidos aumentó en 297000
millas cuadradas es decir un territorio
igual á todo el de la Gran Bretaña y el
déla Francia reunidos. Y este progreso
continuó. Únicamente en Dagota la ex-
tensión entregada á la cultura en 1883
excede de seis millones de acres, un ter-
cio de la Escocia.
Otro aspecto interesante es el de las
condiciones en que se encuentra la direc-
ción de las explotaciones agrícolas. De i
los 4.008.907 establecimientos cerca de 3 j
millones son cultivados por sus propieta- j
rios y 8 op del total por medianeros. Los ■
establecimientos cultivados por arrenda- i
tarios son por lo común los de menor'
extensión, y su número tiende á dismi- j
nuir y es especialmente en el sud don-i
de subsiste debido á la subdivisión de las ¡
grandes plantaciones para arrendarlas á i
los negros antes ligados á ellas por el :
yugo de la esclavitud. '
El valor de la tierra adecuada á
la agricultura se calcula en ps. 19:21
por acre, que es poco nuis de la renta
anual de las tierras en In^ílaterra. Varia j
deps. 34, en el grupo norte del Atlántico |
hasta 7,35 en el grupo central del sud. |
Desde 1870 á 1880 aumentó 37 o[0, es ■
decir 7 op masque la población, de- .
mostrando asi que la valorización de la '
tierra crece todavía mas pronto alli que ;
el número de habitantes. ;
El Sr. Carnegie no e.studia las causas ¡
de éste incremento, pero las hallamos I
evidentemente demostradas por los re- 1
sultados que las mejoras y el material !
agrícola han producido en la agi-icultura
norte americana, que elevan sus produc- :
tos y atraen asi más y más los ca[)itales
y los brazos á esta clase de explotacio-
nes.
Ko menos importantes son los detalles '
en que entra respecto á las clases de
cultura. La producción de granos eo i
1880 fué de 2.617.000.000 bushels de los '
cuales 1.7.50.000.000 bushels de maiz, |
460.000.000 de trigo y 407.000.000 de '
avena. i
La mayor parte del maiz se consume
en los Estados Unidos sirviendo en bue- í
na parte para la alimentación de los cer- I
dos, caballos y ganado, no obstante lo
cual su exportación en 20 años subió de
10 á 50 millones.
La producción de la cebada aumenta
rápidamente. En 1870 la producción fué
de 29 OOO.OíXJ de bushels subiendo en
1880 á 44.00.0000 de bushels. El pa.sto es
la mas importante de las culturas; en
1880 la producción fué de 36 millones de
toneladas destinándose á su producción
30 millones de acres.
El sorgo es la única planta importante
de reciente introducción, y el desenvol-
vimiento de su cultura fué tan conside-
rable que en 1880 se obtuvieron mas de
28 millones de galones defmelaza,lo que
dá nuis de medio galón por habitante
del país, hombres, uiujeres ó niños.
La producción del algodón ha crecido
también de un modo considerable. En
1830 ella ascendió á 976.845 fardos y en
1880 fué de 5.757.397 fardos, que repre-
sentan un valor de ps. 275.00(3.000. La
del tabaco ha aumentado 80 o[o.
La cantidad de fruta que se consume
en los Estados Unidos es prodigio.sa, y no
obstante su baratura la producción de
1883 se calculó en ps. 52..5U0.000.
La estadística de semovientes re-
vela no menos progreso asi como
presenta verdadero interés el estudiar to-
dos los [irovechos que de su explotación
se' obtienen.
La cantidad de cerdos existentes en
los Estados Unidos, en 1880. ascendía á
56.750.000, ésto es á un número un poco
mayor todavía que el de la población
que en esa fecha teníala gran república.
En este país, observa en consecuencia el
Sr. Carnegie, cada hombre, cada mujer,
cada niño, tiene un cerdo y un poco mas.
El número de cabezas de ganado va-
cuno es de 46.000.000 de los cuales 18 mi-
llones y medio son vacas lecheras, resul-
tando mas de una vaca por cada familia
de tres personas. La cifra del ganado la-
nar es de 45.000.000.
El producto anual de lechería se cal-
cula en ps. 100.0rX).(X)0. La fabricación
de manteca en 1880 fué de 40 i.OOO tone
ladas y la de quesos de 120 000 tonela.
das.
La exportación de tocino y jamen que
en 1860 era de ps. 2.050.000 subía en
1883 á ps. 50.000.000. Los cerdos produ-
cen anualmente 85.000.000 de pesos.
La producción de lana ha seguido una
progresión constante. En 1830 fué de
DEL Rio de la Plata
187
18.000.000 de libras; en 1850 de 5:2000000
en 1860 de 6000UOO0; en 1870 de 100000000
y en 1880 de 240.00(3.0a0 de libras, pro-
(iaciendo asi mas que el doble de toda la
lana que produce la Gran Bretaña.
La exportación de carnes conservadas
ha seguido una progresión considerable,
subiendo de ps 17.500.000 á que ascen-
dió en 1870, á ps. 70.000.000 en 1875 y
ps. 117.500.000 en 1880. Este aumento
de exportación y los beneficios que ella
proporciona ha dado lugar á un fuerte
encarecimiento, en los Estados Unidos de
la carne de buey, de carnero y de cerdo,
que son los únicos artículos de consumo
que subieron durante los últimos años.
Las siguientes cifras demuestran la
importancia de esta alza. El valor de ex-
portación de una cabeza de ganado va-
cuno era en 1870 de ps. 20 y en 1880 ha-
bla subido á ps. 75; el valor del carnero
apreciado del mismo modo era en 1871
de ps. 2 subiendo 1880 á ps. 4:45. Los
cerdos vivos alcanzaron en 1874 el máxi-
mo de su valor, costando cada cerdo ex-
portado ps. 10.
Las leyes restrictivas en varios países
q' interrumpieron el tráfico dieron lugar
á una l)aja deprecio reduciéndose éstos
en 1880 á ps. 5 por cerdo, baja que aun
sin esa circunstancia debia producirse en
mas (') menos tiempo á consecuencia de
la extensión que puede adquirir en los
Estados Unidos la cria de cerdos.
El Sr. Caruegie, inglés de nacimiento y
naturalizado ciudadano norte americano,
escribió su libro con el objeto de demos-
trar la superioridad que tienen las insti-
tuciones democráticas de su nueva patria
y los progresos con ellas realizados en los
últimos 50 años, y es en la agricultura
donde encuentra los rasgos mas sobresa-
lientes para pintar lo que llama el triun-
fo de la democracia.
«Las granjas de América dice, ocupan
« 837.628 millas cuadradas, área proxi-
« mámente igual á la cuarta parte de
« Europa exceptuando la Rusia, y ma-
« yor que estas cuatro naciones europeas
« reunidas, Francia, Alemania, Austria-
« Hungi-ia y España. El capital emplea-
« do en la agricultura bastaría para
« comprar toda la Italia con sus ricos
« olivares y viñedos, sus antiguas ciuda-
« des históricas, catedrales y palacios,
« sus reyes, y su aristocracia, su papa y
« sus cardenales y demás restos feuda-
« les.»
« Sí los chacareros norte-americanos
(( quisiesen comprar afuera de su país
« podrían adquirir toda la península es-
« pañola con todas sus tradiciones de
« grandeza medioeval y las tierras que los
« holandeses han disputado al mar con
« las viejas ciudades edificadas en ellas.))
« Si quisiesen poner de lado sus aho-
« rros durante tres años podrían com-
(( prarla pequeña Suiza como un refugio
a para el verano, sin tocar su capital des-
« de que sus utilidades anuales exceden
« de ps. 550.000.000.
« La cosecha de cereales en 1880 exce-
« dio de 2 billones y medio de bushels.
« Puesta en carros se requeriría para
« moverla todos los caballos de Europa
« y un millón mas desde que cada caballo
« puede arrastrar un peso de dos tonela-
« das. Sí se pusiesen en fila los carros que
« llevasen la cosecha de cereales ellos
« darían una vez y medía la vuelta al
{( mundo.
< Su valor es déla mitad de todo el oro
« extraído en treinta y cinco años de las
« minas de California.
« El total de lo exportado en un
« año, entre carne fresca y conservada
« en diversas formas, ascendió á ps.
« 1.175.000.000 y en 1884 se exportó para
« Europa medio millón de anímales en
« pié- En el mismo año la exportación
« de quesos subió á 113.000.000 de lí-
« bras. »
La población del viejo mundo está
aumentando sin que puedan crecer sus
medios de alimentación. Desde el co-
mienzo del siglo los europeos han au-
mentado de 172 millones á 320, aumen-
to que habría sido imposible sin las
enormes remesas de artículos de alí
mentación. El déficit anual de cerea-
les en Europa es de 380.000-000 de bu-
shels, mas de un bushel por habitante y
el de carne asciende á 835.000 tonela-
das. El futuro aumento de la pobla-
ción en Europa viene á depender sobre
todo de la adquisición de materias ali-
menticias de afuera, especialmente de
América.
Mr. Giffen e.stima en 12 millones, una
tercera parte de la población, los que en
la Gran Bretaña se alimentan con produc-
tos importados.
Mr. Carnigíe, apreciando los progresos
operados en los últimos treinta años, en
la agricultura Norte-Americana, concluye
afirmando que en cincuenta años mas esa
188
Revista Económica
gran nación podrá proveer á la Europa
de la totalidad de las materias alimenti-
cias que pueda requerir toda su pobla-
ción .
Estos resultados no son, sinembargo, el
simple fruto de la democracia; demócrata
es la Francia casi estacionaria, y modelo
de democracia tradicional es la Suiza cu-
yas condiciones económicas no aventajan
por eso á las de algunos paises vecinos
sometidos al régimen monárquico, son la
revelación de lo que puede esperarse en
estos paises de América del fomento del
trabajo y de un espíritu [»ráctico y pro-
gresista.
Para la República Argentin-a ]iarticu-
larmente el ejemplo del desarrollo eco-
nómico de los Estados-Unidos tiene capi-
tal importancia, pero, cuando ella tanto se
afana en tratarde copiar todo lo que se re-
fiera á su régimen político váá buscar sus
inspiraciones económicas en el Lombart-
Street, sometiéndose al tutclaje de los ex-
plotadores del dinero, cuando lo que re-
quiere es consultar las necesidades de la
explotación de Ja tierra.
REVISTA DE LA ASOCIACIÓN DE NAVIEROS
DE RaRCELONA y el TASAJO
La asociación de navieros y consigna-
tarios de Rarcelona se ha dirigido al
ministro de fomento pidiendo la reduc-
ción de los fuertes derechos que se han
establecido sobre el tasajo en su impor-
tación á Cuba y que importan un recar-
go considerable sobre los anteriormente
existentes, como lo demuestran los si-
guientes párrafos de su exposición.
«Que la partida 333 del nuevo Aran-
cel, dice, para las islas de Cuba y Puerto
Rico establece para el tasajo los siguien-
tes derechos por 100 kilos:'
Isla de Cuba: Naciones no
convenidas ^ 4.40
Isla de Cuba: Naciones con-
veniencia " 3.60
Puerto Rico naciones no con-
venidas " 2,65
Puerto Rico naciones con-
venidas " 2.35
Por el Arancel, todavía vi-
gente, paga hoy el tasajo
por cien kilos en la isla
de Cuba " i).iO
Mas el 20 por 100 adicional. ^' 0.42
Total ^ 2.52
Y en Puerto Rico paga en jun-
to " 2.395
«Resulta pues que la importación del
tasajo en la Isla de Cuba que estaba ya
muy gravada por el Arancel vigente,
experimenta en el nuevo un recargo in-
comprensible de cerca de 80 0[o, lo cual
viene á causar considerables perjuicios
á los intereses nacionales, beneficiando
tan solo con ello intereses extranjeros.»
í^a asociación de navieros considera el
asunto desde el punto de vista de la na-
vegación á vela que hasta hoy ha benefi-
ciado con la importación del tasajo á la
isla de Cuba.
«En efecto, agrega, si ese aumento se
mantuviera causaría irremediablemente
la inmediata desaparición y consiguien-
tes ruinas de los exiguos restos de la
marina de vela, que se dedica á este ne-
gocio marítimo comercial, y que aun lo
realiza por sus especíales condiciones de
ser esos l)uques mas que vehículos de
transporte, verdaderas factorías dotantes
por lo cual es la única que puede dedi-
carse á ese tráfico, que tiene para dicha
marina de vela una importancia excep-
cional para su sosteinmiento, pues seria
I casi imposible su subsistencia si se limí-
tase á vivir con los exiguos fletes que
actual iT. ente se obtienen en los viajes de
ida á America y regreso directo á Eu-
ropa. »
El gol)ierno español no se ha limitado
á elevar los derechos sobre el tasajo sino
que ha venido á favorecer la concurren-
cia norte americana con la exhoneracion
completa de derechos pjira sus salmue-
ras .
Sobre este punto que evidencia, no ya
un fin rentístico sino una política- econó-
mica contraría á los intereses del Río de
la Plata, dejaremos también la palabra al
gremio de navieros y consignatarios de
Rarcelona:
«Estudiando este asunto con la deten-
ción (¡ue por su importancia merece, esta
asociación ha tratado de explicarse este
asunto atribuyéndolo á la laudable in-
tención que quizás ha tenido el gobierno
de S. M. de establecer por medio de un
derecho tan gravoso como una verdade-
ra represalia contra los [)aises ])roductores
de tasajo (pie en eíécto ínq)Onen á algu
nos artículos españoles derechos tan cva-
cidos que [¡ueden considerarse realmente
prohibitivos. Comprendemos que la Re-
DEL Rio de la Plata
189
pública Argentina y la República Orien-
tal del Urogna^y tratan nuestras importa-
ciones con extremado rigor y casi llegan
¿imposibilitar la concurrencia de nues-
tros vinos en aquellos mercados. Pero
aún reconociendo cuan justiñcadas están
las represalias para obligar á esos paises
á concertar con nosotros esos convenios
comerciales, no creemos que la elevación
de los derechos del tasajo en las Antillas
sea el medio mas adecuado i)ara hacer
sentir aquellos Estados las consecuencias
de la falta de reprocidad arancelaria.
«Después de todo, si esto en realidad
les perjudica, también resulta perjudicial
en alto grado para nosotros, como ya he-
mos indicado, pues no hay que olvidar
que se trata de un artículo de primera
necesidad ])ara ciertas clases en las Anti-
llas. El establecerse solo esas represalias,
no obligará ciertamente á aquellas na-
ciones á variar su actual política mer-
cantil; pues contrarias en su principio á
los convenios internacionales, tienen su
mayor y |u-incipal fuente de ingresos en
la renta de aduana, lo cual exi^lica los
elevados derechos que exigen á algunos
artículos, y solo estudiando sus exporta-
ciones á Europa, podrán las represalias
ser eficaces y obligar (juizá á aquellas
Repúblicas á ciertos convenios especiales,
sin ver perjudicada de un modo inq^or-
tante la ex[)ortacion de sus productos.
«Pero hay aún algo mas grave en la
cuestión que tratamos y es que el aumen-
to de derechos al tasajo que tan perjudi-
cial es para los intereses de las clases po-
bres de Cuba, para la marina mercante
y l)ara el tesoro público, resulta altamen-
te beneficioso para los Estados-Unidos,
pues si bien las carnes carnes frescas
no están comi)rendidas en las franquicias
otorgadas |)or el último convenio á dicha
nación, en cambio la carne en salniuei'a
y demás clases tienen entrada libre en la
isladeCul)a. y se coili prende fácilmente
que aprovechando su proximidad á las
Antillas se envíen grandes cargamentos
que perjudicarán notablemente los inte-
reses de la ganadería cubana y los de la
marina mercante española, que desde
hace muchos años está dedicada á tan
importante tráfico».
Estos párrafos de la exposición que nos
' ocupa nos imponen una rectificación. Ni
la República Oriental, ni la Argentina
han desfavorecido especialmente á Espa-
ña con sus tarifas aduaneras. Rieu al con-
trario, puesto que los derechos sobre los
vinos ordinarios y aguardientes cuya re-
baja se pretende son inqniestos generales
para todas las procedencias, y mas redu-
cidos que los que existen en las principa-
les naciones consumidoras de artículos
españoles; además los aceites y sobretodo
los vinos finos españoles están especial-
mente favorecidos.
Otra consideración paraprobar que Es-
paña no estaba en el caso de tomar una
resolución de tan abierta hostilidad al
tasajo del Rio de la Plata la ofrece el he-
cho de que á éstos paises arriba una mi-
tad mas de productos españoles que lo que
de ellos importa España.
No es pues España ni la que puede im-
poner ni la que debe quejarse.
La coloilizadoii en Santa-
Hemos tratado de demostrar, en estu-
dios anteriores, la importancia trascen-
dental de las industriiis que se empeñan
en reconquistar el mercado de los consu-
mos internos y disminuir progresivamente
el tributo impuesto al país bajo forma de
i m portacio n extranj era.
Hoy nos proponemos reseñar, aunque
imperfectamente, el desarrollo de una
fuerza ya no defensiva, sino definitiva-
mente ofensiva, la producción agrícola
que, en el espacio de quince años, des-
pués de desterrados para siempre los gra-
nos de afuera, ha llegado á ser el segundo
factor de la exportación argentina.
Hacen quince años entraban al Puerto
de Buenos Aires cargamentos de trigo
chileno y partidas de harina norte-ameri-
cana.
Por el año 80 se ensayó tímidamente la
exportación con unos millares de bolsas
de trigo, como quien manda muestras ó
artículos de curiosidad.
En 86 se exportaron 40 mil toneladas,
en 87 y 88 alrededor de 200 mil, en 90 y
91 se planteó la cifra en 300 mil toneladas
aproximadamente en cada año.
En el 92 se exportarán muy cerca de
500,000 toneladas, contribuyendo con 800
mil toneladas la sola provincia de San
ta-Fé.
Dicha exportación de 500,000 toneladas
190
Revista Económica
supone una producción total de 900,000
toneladas, para que quede pan para todos,
en esta tierra privilegiada, donde el ham-
bre no ha sentado aún sus reales.
Pues bien, comparémonos con nuestros
hermanos del Norte, quienes han hecho
de los Estados-Unidos el granero inagota-
ble del mundo.
Los Estados-Unidos han exportado en el
año 91 alrededor de cinco millones de to-
neladas, es decir: siete toneladas mas ó
menos por cada cien habitantes, mientras
que nuestra exportación de 500,000 tone-
ladas, significa un «mínimum» de lOtone-
ladas por cada cien habitantes.
Y con muchos meses de anticipación
los Bancos de Inglaterra y de Francia y
los economistas europeos han estado ca-
vilando para buscar el modo de pagar á
los norte americanos los treinta millones
de libras de su cosecha, sin perturbar los
cambios, sin reducir demasiado las reser-
vas metálicas de Londres y de Paris, que
son las columnas del sistema monetario y
del crédito universal.
¡Ojalá lleguemos pronto nosotros tam-
bién, á qnitar el sueño á los colosos guar-
dianes de esos Tesoros!
Estamos en buen camino, porque el
maíz rivaliza con el trigo. En el gran año
del maíz, que fué el año 90, se despacha-
ron para el exterior 700,000 toneladas de
este grano, que el Buen Lafontaiue lla-
maba el Trigo de Turquía.
En el 92, no andamos muy lejos de la
cifra del 90.
La calidad del maíz argentino es repu-
tada como snperior por lo general. En
cuanto al trigo que no habia merecido
una clasificación muy honrosa hasta en-
tonces, no quiso quedarse atrás, mejoró
de repente en la cosecha del 90/91, y cayó
en gracia á los consumidores europeos.
Detrás de esos dos potentados signen
otros artículos, señores 3'a de menor im-
portancia, como el lino, el pasto, la ha-
rina, el afrecho.
En resumidas cuentas, el embarque de
cereales del presente año alcanzará un
valor de veinticinco á ti-einta millones de
pesos oro — en una exportación total de
cien millones oro.
La lana que simboliza la antigua rique-
za pastoril, queda aún dueña del primer
puesto con sus 350,000 fardos, cuyo valor
asciende á 40 millones de pesos. Pero
antes de muchos años hemos de ver la
nevada montaña de las lanas sobrepasada
por las inmensas pilas de trigo y de maíz,
en cuanto al valor exportado, se entiende.
Porque ya el bulto de las bolsas supera
por mucho al de los fardos, pudiendo ca-
ber todos estos en un centenar de los va-
pores que parecen ciudades andantes,
mientras que ni con quinientos monstruos
marinos de esos nos libramos del sobrante
exportable de nue.stras parvas.
Y si en vez de considerar solo el valor
de lo exportado, agregáramos al activo
de los agricultores los productos que que-
dan en el país para el consumo déla gen-
te, de los animales y de las fábricas, es
una friolera de veinte millones mas, que
desde ya resuelve la preponderancia nu-
mérica á favor délos granos, colocándolos
arriba de la lana en la escala de la pro-
ducción general.
Ahora veamos bajo qué impulso y qué
sistema ha podido realizarse este milagro
déla multiplicación tan rápida, ya no de
los panes, sino de los gi-anos.
Estudiando el proceso déla agricultura
en la Provincia de Santa-E'é, es como po-
demos darnos mejor cuenta de las causas
y circunstancias del éxito adquirido y de
las promesas del porvenir.
Porque el tiúgo es la especialidad de
Santa-Fé, como la uva de Mendoza, el
azúcar de Tucuman, la lana de Buenos
Aires. Esta hermana mayor de las pro-
vincias sabe ser agrícola también y si no
produce tanto trigo como Santa-Fé, puede
reivindicar como suya casi toda la cosecha
de maíz.
Buenos Aires tiene la milicia veterana
de sus chacareros del Norte y de la costa
desde la capital hasta la campaña y des-
de la campaña hasta San Nicolás, que es
la Ciudad Santa de las papas como lo es
del maíz el Baradero — por el Oeste han
alcanzado Chivilcoy primero, después el
Bragado, y en fin, el Nueve de Julio. Ha-
cia el Sud han ocupado el valle del Sala-
do, se han extendido hasta el Azul, y de
ahí han empujado el arado hasta dar con
el Puerto de Bahía Blanca.
Buenos Aires cuenta también con sus
Centros Agrícolas. Pero ese organismo
nuevo imperfectamente aplicado no ha
producido aún los resultados anhelados.
Mas compacta, mas metódica, ha sido la
evolución colonizadora en Santa-Fé y por
eso esta Provincia, que representa quizás
la tercera parte de la otra como población
y como territorio, ha podido igualar la ri-
DEL Rio de la Plata
191
queza agrícola del gran Estado del Sud.
La colonización en Santa-Fé ha lanzado
sus vanguardias y desplegado sus masas
con la misma audacia fria y corrección
matemática con las cuales Zola caracte-
riza en la Débácle, la invasión científica
de los ejércitos alemanes.
Duros y áridos han sido los principios
cuando se fundaron las primeras colonias,
Esperanza y San Carlos, cuando llegaron
los primitivos colonos ignorantes del cli-
ma y del suelo, y de esa langosta para
ellos desconocida, los indios.
Han de saber Vds. que apurada por
la lanza de esos indios picaros la Capital
de la Provincia tuvo que retroceder des-
de Cíistayacito donde se habia estable-
cido primero hasta su actual ubicación
casi insular, y estratejica en medio de
los riachos del Paraná y de los bañados
del Salado.
Esperanza y San Carlos sirvieron de
núcleos para las colonias que brotaron
en el Norte — bajo el amparo de la Capi-
tal de la Provincia.
En el año <i3 el número de las hectá-
reas cultivadas alcanzaba 8000 hectá-
reas, sea menos de dos leguas— en el 72,
60,000 hectáreas.
Rosai-io empezaba entonces á colonizar
por su lado tomando como eje de su co-
lonización la línea del Central Argentino
y en el 82 ya eran 230,000 hectáreas.
En el 91 subimos á 650,000 y en el 92
á 850,000 — cómo quien dice ti-ecientos
cuarenta leguas cuadradas — labradas,
sembradas, y cosechadas.
El asombroso progreso que se observa
en el ])eriodu trascurrido aesde el 82 has-
ta el 91 solo puede explicarse por el fe-
cunde movimiento de construcción de
ferro-carriles, subía yjconstantemente ini-
ciado ú ayudado por los ilustrados go-
bernantes de Santa Féel Dr. Gal vez y el
Dr. Cafferata.
Basta mirar el mapa: los rieles han si-
do los brazos de fierro de que se ha vali-
do la colonización para estender su red, y
cada línea ha venido á ser una calle de
colonias y cada avanzada de los rieles ha
producido la fundación de un nuevo cen-
ti'O colonial, como centinela del ejercito
labrador.
El ferro carril Provincial, gráficamente
bautizado con el nombre de ferro-carril
á las Colonias, dio así la vida á Pilar, Ra-
faela, Lehmams, Umberto I", llevando su
hnea principal hacia el Noroeste hasta
San Cristóbal, que se consideraba hace
tres años como el polo Norte de la Colo-
nización, y donde empiezar, los inmen-
sos dominios déla Compañía Inglesa de
Tierras, seiscientas leguas cuadradas.
Al mismo tiempo con su ramal á la
frontera de Córdoba llevaba una invasión
de colonos á la Provincia vecina fundan-
do de paso las colonias de Clucellas, Jo-
sefina, y varias otras.
La línea á Reconquista, de la misma
red, está terminada desde hace tres años;
Esa rica faja de tierra, lomada paralela
al Paraná, no contaba una sola colonia
antes de tendidos los rieles. Hoy la ter-
cera parte del camino esta colonizada:
por lo demases preciso dar tiempo á que
se arranquen los grandes montes de ma-
dera dura.
El Central Argentino ha formado las
colonias de Carcaraña Cañada de Gó-
mez Armstron y Tortugas.
El Oeste Santafesino — ^ Candelaria—
después dio otro ataque á la Provincia de
Córdoba para ir á fundarla colonia Juá-
rez CelmanenCruz Alta.
En fin, last not least, el último pero
no el de menor valía el ferro-caiTÍl de
Buenos Aires á Rosario, cuenta con las
colonias Aldao, Irigoyen, Galvez, que se
ha hecho todo un pueblo, y Súnchales
que pareció iba ser el último límite de la
colonización por ese lado -Pero hace un
año surjió la Colonia Ceres, veinticinco
leguas mas afuera, sobre el mismo ferro-
carril, casi en la frontera de Santiago del
Esteró, y ha sido un éxito estupendo
puesto que, en el espacio de un año, se
han vendido en concesiones á los colo-
nos doce leguas, de las cuales están sem-
bradas ya tres leguas.
Esta Colonia Cores fundada en campos
de los señores Casares y Malbran — y las
Colonias de Llambí Campbell y del Ban-
co Territorial y Agrícola de Santa-Fé en
el Tostado, forman las puntas exti-emas al
Ñor Oeste del vasto sistema colonial y
bien merecían el nombre de Far West
Santafesino-
El Tostado era un antiguo fortín— hoy
destruido — pintorescamente defendido
por el Rio Salado— uno délos mojones de
la línea de frontera del Chaco.
Hoy — cedant arma togae — es esta-
ción del ferro-carril recien inaugurado
de San Cristóbal á Tucuman.
Pero de tiempo en cuando los indios
vuelven á las andadas— el pueblo que se
192
Revista Económica
compone de tres ranchos coiTe á las ar-
mas, el bombero de la estación se con-
vierte en héroe, y conqnista por el pres-
tigio de la victoria el corazón de una
italiana bien parecida de veinticinco
años de edad, que maneja sola un boliche
en esas alturas, con bromas y sonrisas en
los labios y revolver en la cintura.
Cuando volvamos alli, dentro de un
año, el Tostado tendrá cincuenta casas
y doscientas ó trecientas concesiones sem
bradas.
Hablando en números redondos, el mi-
llón de hectáreas cultivadas en Santa-Fé
produce 500,000 toneladas de trigo,
40,ÍXJ0 de maiz, 40,000 de linó, 40,000 de
papas, 400,000 de alfalfa y de 10,000 de
man i.
Los colonos santafesinos se dedican con
preferencia al trigo porque les parece mas
seguro, y de menos trabajo para cosechar-
lo que el maiz; cosechan el mani en los
cami)os bajos y arenosos déla costa del
Paraná, donde produce muy bien, y está
fomentada la producción por las fabricas
de aceite.
Se estau haciendo ahora grandes ensa-
yos de siembra de tártago para el mismo
objeto.
Si la cosecha fuera realmente favore-
cida por el tiempo — y no fuera perjudi-
cada por la langosta, los ])roductos exce-
derían mucho los números que acabamos
de indicar.
Una buena cosecha como la del
1889 y 1890 daria mil kilos de trigo por
hectárea en vez de los 500 mas ó menos
que han sido el promedio del año 91 á 92.
El precio común alcanzado debe con-
siderarse de 7 ps. aproximadamente dan-
do lugar á una utilidad de dos ó tres pe-
sos por 100 kilos sea de diez á quince pe-
sos por hectárea, al rededor de trescien-
tos pesos por concesión de 25 hectáreas.
Dicha utilidad si bien es modesta para
la familia que traljaja una o dos conce-
siones,— le])erniite sin embargo después
de pagados los gastos y deudas de todo el
año, amortizar una buena parte de lo
que quede adeudando del precio de la
tierra dentro de los largos plazos de tres y
cuatro años que concede el vendedor del
campo.
Para los colonos emprendedores y ca-
pitalistas que ya tienen veinte, cincuenta
y hasta cien concesiones, cada cosecha
es la creación de un nuevo capital que
vuelve á emplearse en tieiTa y en siem-
bras.
No todos los colonos compran la tierra,
los que no tienen elementos suficientes
para comprar, trabajan sea como arren-
datarios, sea como quarteros, tcrcianeros
ó medianeros, enti-egando un tanto por
ciento de los productos de la cosecha en
calidad de alquiler y de remuneración y
devolución de adelantos.
Bajo una forma ú otra aunque no ten-
ga mas capital que sus brazos}^ sus hijos,
nunca le faltan al colono los medios' de
trabajar, la tierra, el arado, la semilla, la
subsistencia, hasta que la cosecha dé pa-
ra pagar todo. íso hay crédito organiza-
do, no hay Bancos, pero hay la protec-
ción y la habilitación recíproca, el pa-
riente, el amigo, el paisano que ayuda. —
Es uu admirable ejemplo de mutualismo
espontáneamente generalizado.
Debido á la fertilidad del suelo, á la
perseverancia del esfuerzo humano, tan
felizmente aplicado, la crisis no solo ha
pasado desapercibida en las campañas
de Santív-Fé sino que ha sido la época de
mas desarrollo y de mayores conquistas.
Mientras que el Balance general de la
inmigración denunciaba un saldo en con-
tra del país durante los dos años pasados
la población de la Provincia de Sauta-Fé
ha sido aumentada con 18000 inmigran-
tes en el 90 y 6500 en el 91.
Siguen llegando y cada vez que vuelve
el invierno, van abriendo millares de mi-
llones de surcos en las pampas invioladas
para que pueda brotar engalanándolas,
cual brillante velo de terciopelo verde,
el trigo nuevo, tierno y frágil, como son
las esperanzas.
GroRGiCüs.
CRÓNICA DE LA QUINCENA
Agosto 4 do 18'J2.
La historia enseña, — y esto, á juzgar
por sus efectos, mas bien parece un mo-
do de decir que otra cosa,— que las épo-
cas de un gran desarrollo en las artes y
en la industria, en las construcciones ar-
DEL Rio de la Plata
193
quitectónicas, en los ti*abajos que mas
parecen indicar é interesar la prosperidad
pública, son el preludio de faces de per-
turbación y de desorden. Hemos podido
observar el hecbo fenomenal entre no-
sotros, donde una coalición de hombres,
pertenecientes á todos los partidos, empu-
ñó las armas en Julio del 90 alzándose en
rebelión, contra las autoridades legal-
mente constituidas.
Todo parecia concluido con la caída,
diré asi, del Dr. D. Miguel Juárez Cel-
man . Los sucesos que se Tienen enca-
denando de entonces acá, — tanto en el
orden político-social, como en el econó-
mico-financiero, y no obstante, haberse
electo en paz el futuro Presidente de la
República, hombre esencialmente de ley
y de reconocida probidad, están diciendo
que hay en el país causas permanentes
de desorganización.
Cuando no se oye un estallido lejano
como en Salta, siéntense sordos rumores de
anarquía en otra parte; y cuando nada de
esto sucede, aparecen declaraciones por
la prensa que ponen en labios de aquel
magistrado en perspectiva, palabras que
nadie contradice, sin duda porque son
una fantástica interpretación de su pensa-
miento.
Pero siempre resulta de lo enumerado
en pocas frases, que hay mal estar, inco-
herencia en los propósitos, perturbación
en los espíritus, y para decirlo todo de
una vez, exaltación furiosa, precursora de
trastornos; por manera que, la fisonomía
característica del momento en que escri-
bo, es la misma de hace quince dias:
hay inquietud.
Nuevas causas ó motivos sin ser preci-
samente de orden político, relacionándo-
se con ello, hacen subir la marea, como
por ejemplo: denuncias oficiales y parti-
culares de despiltarros vergonzosos de la
cosa pública en reparticiones nacionales
y en provincias, como Córdoba, — siendo
el cúmulo de las explotaciones enormísi-
mo, á tal punto, que estoy tentado de de-
cir, recordando á Voitaire: «Cuando la
« acusación es tan grande como la de que
« me he robado la torre de nuestraSeñora
« de París, en el bolsillo, es inútil la de-
fensa. ))
Mas ésto, no quiere decir que ensam-
blando los hechos reales con las inven-
ciones no aparezca la República ante
propios y extraños ni mas ni menos, que
una inmensa guarida de malhechores.
Los intereses nacionales por un lado,
los internacionales por otro, todo lo que
constituye el ser deun pueblo en el pasa-
do, en el presente y en el porvenir, pade-
cen así extraordinariamente como se
comprende; y el pleito de nuestro honor
se falla, por decirlo así, ¿pso fado, por-
que no hay necesidad de llamar testigos
que depongan: confesión de parte, releva
de prueba.
Hay sin embargo, y no puede dejar de
haber, mucho exajerado que eliminar, y
mucho real que apartar. Las fuerzas vi-
vas del país son considerables. La reac-
ción se ha de operar poco á poco, lenta-
mente,— que en estos asuntos no es muy
matemática la ley, como en física, la acción
no es igual á la reacción. Es decir, que el
error de un minuto tarda años en ser cor-
regido.
De modo que, para que con la lentitud
inevitable aunque en el menor tiempo po-
sible, equilibremos el debe con el haber,
se requieren varias circunstancias, coinci-
diendo, un propósito y un fin común en-
tre gobernantes y gobernados: en éstos,
calma y juicio; en aquellos, energía y
fidelidad. De lo contrario nuevas zozobras
nos esperan.
Lo diré una vez mas. El nuevo magis-
trado llamado á regir los destinos de la
Repúbbca, me inspira confianzay fé. No
di^o lo mismo de los círculos, de los par-
tidos, cualquiera aue sea su filiación, sus
tendencias, su creció, su responsabilidad
en el pasado, ó su ideal en el futuro. Así
es que, hay que esperar y que ver, pa-
gándonos lo menos posible de palabras, y
teniendo presente que si hay alguna ilu-
sión verdadera,— es la que se traduce en
el grito tantas veces repetido: principios,
no hombres. Las instituciones y las leyes
en manos de los incompetentes para solo
decir ésto, son como juguetes preciosos
en manos de niño.
Hé ahí en brevísimo resumen la histo-
ria de estos quince dias, y los argentinos
para quienes escribo principalmente,
pueden mirarse veluti in spéculo.
Quemas quieren los lectores de la Re-
vista, que se les diga, si no hay esa suce-
sión de hechos ruidosos que, conexos ó
inconexos, constituye látela mas ó menos
194
REVISTA Económica
enmarañada de una crónica verdadera?
Que les anuncie que el 12 de Octubre
se hará el escrutinio presidencial?
Ya está dicho; en ese hecho próximo
venidero, creo. Faltan pocos dias y vere-
mos.
Lucio V. Mansilla.
Ijlica
CRÓNICA DE LA QUINCENA
La cuestión económica continúa preo-
cupando la atención pública y el ma-
lestar general se agrava cada dia mas de-
bido á la restricción del medio circu
lante.
El mensage acompañando los proyectos
que ya anunciábamos en nuestro número
anterior, es un documento notable por la
franqueza con que el P. E. expone la si-
tuación y dá cuenta documentada de las
negociaciones del célebre Banco Noetz-
lin-Ingouville, con cuyo mirage se han
perdido diez meses, sacrificándose mien-
tras tanto las oportunidades que se han
presentado para mejorar efectivamente
las condiciones generales del país y este-
rilizando los esfuerzos que se han hecho
con ese objeto.
Esos documentos son la comprobación
mas completa de la exactitud de nuestras
apreciaciones sobre el alcance de la com-
binación bancaria, cuyas bases hemos
analizado cuando se discutía en las Cá-
maras, á fines del año pasado, y comprue-
ban inconcebible pertinacia en mante-
ner al país encerrado en un estrecho
círculo, cuyas pretensiones depresivas
eran tan imtantes como injustificadas, á
la par que demuestran que el Banco que
se presentaba como cosa hecha no tenia
ninguna base sólida que le diese se-
riedad
También están completamente confir
madas nuestras posteriores afirmaciones-
en esta Revista. El Banco proyectado era
la copia fiel del dogal mejicano.
La base de la negociación era crear un
Banco en condiciones análogas al Banco
de Méjico, con la particularidad de que el
Gobierno no conocía los Estatutos Noetz-
lin que para el caso se adoptaban y cuyos
resultados prácticos fueron tales que, como
lo hemos historiado, dieron lugar á que
el Congreso Mejicano acusase al gobierno
que lo firmó.
Enti-e las bases estaba, por ejemplo,
la de que el Gobierno que entregaba de-
pósitos judiciales, privilegios de emisión
y varios otros monopolios y favores, no
pudiese tener en el Bauco un solo peso
de crédito, sin dar garantías especiales.
Estas garantías, según el precedeote meji-
cano importaban, nada menos que el des-
cuento de las rentas futuras, con lo cual,
en pocos meses, se podría dejar á la Na-
ción, como quedó Méjico, sin tener con
que atender los servicios mas ordinarios,
no obstante haberse rebajado allí á la mi-
tad los sueldos y recurrido á otras medi-
das análogas.
Léanse los telegramas con los proyec-
tistas y el memorándum de éstos de Ene.
ro del corriente año, que demuesü-an los
elementos con que se pensaba hacer el
Banco y el alcance de las disposiciones
que oportunamente hemos censurado, y
se verá que en vez de proceder con pa-
sión, tergiversar los hechos y tratar de
echar sombras sobre bases tan claras co-
mo convenientes, nos habíamos hecho
cargo de la realidad y defendíamos los in-
DEL Rio de la Plata
195
tereses del país, apreciando las cosas co-
mo ha resultado que eran.
Una vez aclarado por los proyectistas
el significado de las bases, el propio Pre-
sidente de la República no yaciló en re.
chazarlas, después de votada la ley que
combatimos, aunque pudiese con esto fra-
casar el negocio que tan empeñosamente
se quería realizar.
No estamos conformes con las con-
clusiones del mensage sobre la cuestión
monetaria.
Si bien encontramos en ese importan-
te documento principios exactos, brillan-
temente espuestos, vemos al señor pre-
sidente persistir en el monometalismo
oro y en el sistema de restricción, si-
guiendo en ésto un error corriente entre
muchos de nuestros hombres ilustrados,
que buscan sus inspiraciones en un re-
ducido gremio de colocadores de dinero
y del comercio de importación, no siem-
pre acordes, y ti-atándose de circulación,
opuestos á los intereses generales del
país.
Es un caso de exti'avísmo que esplica
á la vez todo el empeño con que se trató
de realizar el Banco Noetzlin, amonto-
nando privilegios sobre privilegios y
abandonando uno tras otro los intereses
generales á que las instituciones de este
género deben responder.
En el artículo que publicamos hoy
sobre la fuerza motriz de la moneda,
nos hacemos cargo de algunos de los
errores corrientes que se reflejan en el
mensage y de acuerdo con los cuales
es que se llega á las conclusiones lógicas
que combatimos, sin seguir la moda de
especializarnos con el Presidente que,
aunque bien intencionado, se deja llevar
por los que por tradición se juzgan los
mas peritos en estas materias.
Algunos párrafos del mensage pare-
cen revelar deseos de emancipación de
parte del señor Presidente, que compren-
de que hasta « el curso forzoso, como ca-
« si todas las cosas de este mundo de re-
« latividades, no es ni absolutamente ma-
« lo ni absolutamente bueno; tiene ven-
» tajas y tiene inconvenientes según el
« punto de vista desde el que se le es-
« tudie, y produce en la práctica males
« ó beneficios, según la oportunidad de
« su aplicación y el uso que de él se
« haga. »
Estas palabras son de hombre de Es-
tado, pero es difícil emanciparse de las
ideas prestigiadas cuando se tiene la res-
ponsabilidad del gobierno y se ha par-
ticipado de ellas durante largos años.
No se Je oculta á su espíritu ilustrado
que mas vale tener una mala moneda
que no tener ninguna, sin embargo no
se atreve ni á establecer el bimetalismo
y al aconsejar la acuñación de plata la
deja limitada como moneda de bellon á
un cinco por ciento en los pagos.
Respecto de emisiones de billetes de
curso forzoso, á que á falta de oro ó de
plata, (la que sea dicho de paso puede
la República obtener en cantidad nece.
saria) las conveniencias públicas aconse-
jarían recurrir, dice el señor presidente,
que es imposible darlo cuando carece de
objeto á qué aplicarse, queriendo decir
con esto cuando falta una emisión circu*
laute.
Creyendo posible la provisión de una
circulación de plata con los recursos de
que dispone el pais, no nos parece que es"
tamos en el caso de emisiones de curso
forzoso, pero aún así no dejaremos pasar
sin rectificarla, la afirmación á que nos
referimos.
Para destruirla nos bastaría citar un
ejemplo: el de los Estados-Unidos quehi-
196
Revista Económica
cieron sus emisiones de curso forzoso, pri-
mero en algunos estados durante la época
colonial, y después para la guerra de la
Independencia, cuando no tenían billetes
en circulación; y ésta se proveía con las
libras y shelines ingleses y los pesos me-
gicanos. Podemos agi*egar muchos otros
ejemplos que comprueban la posibili-
dad práctica de lo que se llama imposible
pero iremos mas lejos 7 demostraremos,
con las consideraciones que la ciencia
sugiere, que lo que la práctica comprueba
se justifica por la mas sana teoría.
El eiTor económico que al respecto en-
contramos en el mensage proviene de
que se aprecia el punto con los hechos que
con el llamado curso legal se han produ-
cido entre nosotros, cuyos inconvenien-
tes no pueden presentarse con el régimen
del curso forzoso, siendo una verdad de-
mostrada que los trastornos de la incon-
version crecen en razón directa con la
parte que se deje á la arbitrariedad parti-
cular, que al disponer del uso, dispone del
valor, lo que no puede suceder con el cur-
so forzoso que, al hacer de un papel el
agente exclusivo en las transacciones, al
darle amplia fuerza chancelatoria, le dá
dentro del pais el uso general, y estey nó
las condiciones físicas son las que al oro
ó á cualquier metal que se amonede le dá
el valor con que actúa en la circula-
ción.
Es el uso la base del valor de una mo-
neda, el que se gradúa según la oferta y la
demanda y, establecido esto, lo que inte-
resa para que un billete pueda represen,
tar en los caml)ios un valor mas aproxima-
do al nominal, no es la existencia de una
cierta cantidad de papel, que es un factor
negativo, un concurrente á la cantidad de
papel á emitirse, una causa de disminución
de valor del que se emita.
Así, pues, toda vez que á una emisión
de billetes se le dé el carácter de inter-
mediaria obligatoria en todas las transac-
ciones, y la fuerza chancelatoria de todas
las obligaciones existentes, la falta de un
papel concurrente en vez de imposibilitar
favorece su circulación, en vez de que-
brantar aumenta su valor.
¿Porqué? Si es necesario contestar á
tan elemental pregunta, 'contestaremos
que debido á la ley fundamental de la
oferta y la demanda, á esa ley en virtud
de la cual el cobre, en algunos momentos,
y ahora la plata, que tiene hoy treinta
y tantos por ciento menos de valor como
metal que el oro, obtiene en nuestra circu-
lación prima sobre éste.
Rectificada esta apreciación y volvien-
do á la cuestión práctica, hacemos votos
porque el señor Presidente aprovechando
las lecciones de la experiencia de estos
dos últimos años, en que ha seguido las
inspiraciones, por no decir imposiciones
egoísticas y extraviadas de los círculos
patentados, dé á la cuestión económica la
solución que fluye de las premisas que es-
tablece su Mensage, abriendo nuevos ho-
rizontes al país, y procediendo de acuerdo
con las tendencias progresistas y prácti-
cas de la colectividad política que lo llevó
á la primera magistratura de la Repú-
blica.
Es singular como se suceden los hechos
que mas extraordinarios pueden parecer:
un suicidio sigue á otro; un crimen horren-
do encuentra casi siempre un imitador in-
mediato. Se dirá que esto se produce por
una especie de simpatía, que los ejemplos
son contagiosos y la explicación seria
plausible siempre que se tratase de actos
humanos ó deliberados, pero es el caso
que lo mismo se observa respecto de ac-
cidentes naturales, de los incendios casua-
DEL Rio de la Plata
197
les y de los siniestros marítimos, etc , lo
que viene á hacer incomprensible la ley
de sucesión de hechos análogos.
Esta quincena ha sido la quincena de
las renuncias.
La primera y muy sensible fué la del
doctor Mellan Lafinur, fundada en la
convicción « de que en la situación polí-
« tica por que pasa la República el sa-
« crificio individual"es estéril, é inútil de
« todo punto la actitud de un Diputado
« independiente. »
El doctor Mellan Lafinur, además de
un carácter era uno de los mas inteligen-
tes y laboriosos miembros de la actual
Legislatura.
Muchas veces en nuestra vida parla-
mentaria se nos ocurrieron análogas pa-
labras, pero recordamos oportunamente
el lema favorito de nuestro amigo el ge-
neral Mansilla: Chi dura vince.
Sentimos que el doctor Mellan Lafinur
no haya perseverado y continuado pres-
tando al país el valioso contingente de su
patriotismo é inteligencia.
Otra renuncia fué la del señor Jackson
de Presidente de la Comisión de Caridad,
fundada en que el Gobierno no se habla
apresurado, dando á éste preferencia so-
bre los demás asuntos, á desligar aquella
corporación de los gastos que le impone
la escuela de Ai-tes y Oficios. Tratándose
de caridad y de sostener la escuela de
Artes y Oficios, llamada á dotar de medios
de vida á los niños que en ésta se educan,
lo natural era que el Presidente de la
Comisión tratase de suplir la falta de re-
cursos, apelando al patriotismo y á la ca-
ridad pública, que aún en las circunstan-
cias peores porque ha pasado el país, nun.
ca han negado su óbolo á la necesidad.
La ciudad de Montevideo es tradicional-
mente caritativa, el mas caritativo de los
pueblos del Rio de la Plata.
Otras serán las causas reales de la re-
nuncia del señor Jackson.
También ha renunciado el doctor don
José Pedro Ramírez de Presidente de la
comisión del centenario de Colon. En su
lugar se nombró al doctor don Juan Car-
los Blanco, literato distinguido y orador
brillante.
El conílicto déla liquidación del Ban-
co Inglés se encamina á una solución
conveniente no obstante la oposición que
á la prórroga de moratorias se ha hecho
por algunos acreedores.
Es indudable que la comisión interven-
tora que tanto se ha empeñado en apre-
miar á los deudores nacionales, no ha ma"
nifestado igual celo respecto de los deudo-
res del exterior, que era lo que en primer
término correspondía hacer, pero no obs"
tante estolas Cámaras serán consecuentes
con su anterior sanción y tendrán en cuen-
ta que la próroga es indispensable á fin de
evitar una quiebra que no beneficiaría á
nadie, en cambio de contribuir á hacer
peor la situación actual.
Según algunos, el plazo será de cuatro
meses, según otros de seis, pero es de
esperar que se opte por éste último á fin
de que no se encuentren el gobierno y las
Cámaras en el caso de tener que volver
sobre éste asunto.
Por otra parte la nación tiene moti-
vos para considerar especialmente al Ban-
co Inglés que de los establecimientos par-
ticulares de su género ha sido el que ma-
yores facilidades ha proporcionado al
gobierno y al público, en los dias de su
prosperidad.
La prensa montevideana, conjuntamen-
te con el problema económico, viene ocu-
198
Revista Económica
pandóse de las pequeñas cuestiones y de-
jando de lado las muy fundamentales del
orden político.
Ayer era el conflicto de las moradoras
de la calle de Santa Teresa; después fué
la huelga de los verduleros, y ahora es
una subvención ala compañía líricaloque
enl los diarios mas importantes prima
sobre el hecho tan deprimente como fe.
cundo en males de la supresión de toda
vida democrática.
Es necesario reaccionar sobre tan triste
estado de cosas y que la opinión pública
se manifieste como corresponde á un pue-
blo libre y pundonoroso y lo exigen las
dolorosas circunstancias porque atraviesa
el país.
Les artículos^ no firmados pertenecen al director
de esta Revista.
REVISTA BURSÁTIL
De poca importancia han sido las fluc-
tuaciones del oro durante la presente
quincena, no obstante lus rumores que de
vez en cuando se han hecho circular y las
chispas que han cruzado por el horizonte
deaígunasde las provincias del interior,
siniestros síntomas de una anarquía la-
tente. Estudiando la plaza no se puede
dejar de conocer qne la tendencia es de
baja en el oro.
Los descuentos se mantienen á tipos
que revelan una fuerte paralización en
los negocios. La plaza de Buenos Ai-
res se está nivelando con las principales
de la Europa en cuanto á la baratura de
dinero, pero con la diferencia tan funda-
mental como lamentable de que en ellas
el interés baja por abundancia de capi-
tal mientras que aquí, por falta de nego-
cios.
Los Bancos particulares descuentan pa-
garés de comercio entre 5 1/2 y 6 1/2%,
anual, lo que se reduce para los de poco
plazo hasta 5 %, creándoles una situación
bien poco provechosa para esos estableci-
mientos desde que la falta de colocacio-
nes les obliga atener desocupada la mitad
de los depósitos, por los pagan intereses.
Aunque la situación de nuestra plaza
ha mejorado en general, debido á los arre-
glos hechos con los acreedores particula-
res de Europa, esa baja que se acentúa
en el interés, es un síntoma de un males-
tar que persiste y amenaza agi-avarse.
En el orden económico como en el fí-
sico, las calmas suelen ser las precurso-
ras de las tempestades.
Los cambios quedan algo mas flojos.
Ba habido mejora en los precios de los
cheques y en los bonos del Banco Hipo-
tecario de la Provincia; las cédulas nacio-
nales, los títulos de los empréstitos inter-
nos de la Nación y de la lotería municipal
de la capital han mejorado todos, como
se vé por los cuadros de cotizaciones que
publicamos; pero esta mejora no halaga,
si se tiene en cuenta la baja del interés
en plaza, en vista de la cual resulta ma-
yor que en los meses anteriores el exceso
de premio que se pretende en los títulos
de renta mas prestigiados, sobre el de las
demás colocacionos.
En cuanto á las cédulas hipotecarias de
la Provincia, después de algunas flactua-
ciones, los precios en que ha cerrado la
última qnincena, son todavía algo más
reducidos que los de la anterior.
—Las acciones de los Bancos han teni-
do todas una fuerte alza después de la pu-
blicación de sus balances y de los infor-
mes á sus respectivas asambleas de ac-
cionistas, excepción hecha de las del Ban-
co llamado Español.
—La redacción de esta Revista, se re-
serva estudiar detenidamente esos docu-
mentos, en vista de lo cual nos limitamos
á consignar lo que resulta de las cotiza-
ciones bursátiles.
— La Bolsa de Montevideo revela la
misma paralización de negocios que la
quincena pasada y la acentuación de la
baja de todos los valores.
— La campaña de demolición tan insen-
satamente iniciada en medio de una épo-
ca de prosperidad y las teorías monetalí-
ticas oro predominantes, producen sus
frutos lógicos.
DEL Rio de la Plata
199
Movimiento bursátil de la segunda quincena de Julio de 1892
BOLSA DE BUENOS AIRES
(del 16 AL 31 DE julio)
Metálico
Onzas
Libras esterlinas
Cambios
Inglaterra
Francia
Bélgica
Alemania
cheques
Banco Nacional
Banco de la Provincia
Banco Hipotecario déla Provincia — bonos
Cédulas Hipotecarías Nacionales
Serie A (oro) 5 % de renta
« A n^ 7 % « «
« B « 7 % « «
« C « 7 % « «
« D « 7 % « «
« E « 7 % « ((
Cédulas Hipotecarias Provinciales
Serie A (oro) 6 % de renta.. , ,
« A $f. 8 % € «
a E « 6 % « «
« F n^'i 6 % « «
« G « 6 % « « ,
« I « 8 % « «
« J « 8 % « «
« K (( 8 % « «
« L « 8 % « «
« M <■ 8 % « «
« N « 8 % « «
« O « 8 % « «
« P « 8 % « «
Fondos ) Títulos Públicos
Fondos Públicos Nacionales de 1884 ....
Empréstito Nacional Interno 1891
Id. de 1892
Loteiia Municipal de la Capital
último rnclí
último Precio
HASTA
M.as bajo
M.1S alto
HA.^TA
JULIO l5
JULIO 31
53.80
16.66
52.20
16.25
53.90
16.75
53.10
16.45
47.3/8
4.97
4.98
4.04
47.1/4
4.96
4.96
4.02
47.1/2
4.98
4.99
4.04
47.V/16
4.971/2
4.981/2
4.031/2
21 -
42 —
18 —
20 -
38. '::
17 —
21 -
41 —
19.1/2
20.*<;
39 —
19 —
33 —
95 —
96 —
88.80
80 —
85 -
90 —
89 —
88 —
90 -
89 —
88 —
33 —
95 —
96 —
90 —
89 —
88 —
20 —
30.50
29.70
29.20
29 —
33 —
31 —
29.70
29.60
29.60
29.60
29.70
29.60
30.50
29.20
28.50
28.50
31 —
30 —
29.30
29.50
20 —
30.50
29.30
29 —
29 —
33 —
31 —
29 10
29.10
29.10
29.10
29.10
29.10
29.10
29.10
29 —
29 —
26 90
29 —
30 —
30 —
30 —
30.10
30 —
30 —
53 —
70.90
63.30
49.50
71 —
63 10
49.50
72 —
66.90
59 —
53 -
72 —
66.80
59 —
200
Revista Económica
Acciones
BANCOS
Español del Rio de la Plata
Italia y « « « « (oro)
Crédito Real
Nuevo Banco Italiano ...
Banco de la Bolsa
Francés del Rio de la Plata
Hipotecario de la Capital (Bonos oro). .
Constructor de la Plata
Id id id (obligaciones)..
Agi-ícola Comercial
Banco Inmoviliario
Banco del Comercio
Banco Caja de Descuentos
Comercial de la Plata
Comercial
Banco Sud-Americano
Banco Nacional
compañías
La Edificadora
La Previsora (Compañia de Seguros). . . .
La Primitiva (Compañia de Gas)
Gas Argentino
Empresa del Edificio de la Bolsa
La Argentina (fábrica de papel)
Muelle y Depósitos de las Catalinas
La Buenos Aires (Compañia de Seguros).,
Compañia Feneral de R.easeguros ,
Kidy Ca
Telegráfico Telefónica. .
Constructora Argentina
BOLSA DE MONTEVIDEO
(del 15 AL 31 DE julio)
Billetes Banco Nacional . . . .
Títulos hipotecarios Serie I
Cédulas hipotecarias « i
Id. id. « J
Deuda del Interior
Id. Independencia
Id. Consolidada
Acciones Banco Hipotecario
CAMBIOS
Inglaterra
Francia. . .
Bélgica. . .
Alemania .
Ultimo Precio
HASTA
JULIO 15
Mas bajo
108 —
86 —
27 —
52.50
39.50
46 —
41 —
4.50
0.80
16 —
27 —
80 —
80 —
8.50
30 —
30.. 50
28 —
79 —
27 —
87 —
40 —
150 —
80 —
9.70
30 —
7 —
7 —
65 —
14 —
52 —
27.70
25.10
28 —
27.80
31.20
34.80
10.60
50.5/8
5.33
5.33
4.31
Mas alto
108 —
85 —
32 —
55 —
4 —
0.80
87 -
30 —
87 —
38 —
80 —
9.60
52 —
24 —
23.30
23.40
9.30
50 5/8
5.32
5.33
4.30
108
89
32
60
92
30
90 —
42.50
80 —
10.10
10.10
51 -
5.35
5.36
4.31
Ultimo F&ecio
hasSa
JULIO 31
108 —
89 —
32 —
60 —
39.50
46 —
41 —
5 —
1 —
16 —
27 —
91 —
80 —
8.50
30 —
30.50
28 —
79 —
27 —
85 —
42.50
150 —
80 —
10 —
30 —
7 —
7 —
65 —
14 —
54 — 52.80
24 - 24
25.10 23.30
26 - I 25 -
9.30
50-5/8
5.32
5.32
4.29
2* Época -Küm. 8.
20 de Agosto de 1892.
REVISTA ECONÓMICA
DEL
RIO DE LA PLATA
DIRECTOR: DOMINGO LAMAS
analogía
DE LAS
CUESTIONES DE LÍMITES DEL BRASIL
cox
LAS REPÚBLICAS FRANCESA lARGEHlM
El arbitrage d?l Presidente Harrison
El Brasil había desechado sistemática-
mente las propuestas de arbitraje, como
medio de solucionar sus cuestiones de
límites, actitud que dio lugar á la que asu-
mí en Europa, desde el año 1882, especial-
mente en las columnas de la Revue Sud-
Americaine.
Están en la memoria de los que han
seguido las últimas peripecias de es-
te debate secular, la polémica que sos-
tuve con el Barón d' Andrade, plenipoten-
ciario brasilero, mi larga prédica perio-
dística en París, y los esfuerzos que hice,
coronados por el éxito, tendentes á resuci-
tar la cuestión delímites entre el Brasil y la
Francia, con el lin de traer á composición
al Imperio, dada la analogía de los liti-
gios que mantenía con motivo de la
demarcación de la línea divisoria, en el
norte con la Guayana francesa y en el
sud con la República Argentina.
Esta polémica tuvo repercusión en el
parlamento francés y en el brasilero. En
el primero, se incitó al Poder Ejecutivo á
abrir de nuevo las negociaciones, sobre
la base del tratado de Wricht y, en el
segundo, se provocó, por parte del sena-
dor Alfonso Celso, que el Gobiernolm-
perial pidiese al argentino que me exho-
nerase del cargo público que desempe-
ñaba, por considerarlo el interpelante
incompatible con mis funciones de perio-
dista independiente.
Pero el tiempo pasó, y el arbitraje con-
siguió una sanción más, solemne, civiliza-
dora y pacífica.
Se cerró la ardiente polémica secular
iniciada entre las coronas de España y
Portugal, y heredada por sus colonias
independizadas de esta América atlántica
meridional, con el sello del tratado Boca-
yuba-Quirno Costa.
El Presidente Harris".)n ha aceptado el
honroso cargo de juez inapelable y, ante
él, las partes litigantes vana sostener sus
derechos.
Esto en cuanto á Misiones.
Respecto á la Guayana, la decisión del
arbitro norte-americano vá á influir consi-
derablemente en la solución del litigio,
como van á influir no solamente su deci-
sión sino también la argumentación del
plenipotenciario brasilero y las doctrinas
que sostenga, tal es la analogía de las
dos cuestiones, como lo probaré en se-
guida.
Hay analogía no solamente en la raiz
de las cuestiones, esto es, en el origen y
naturaleza de los litigios sino también en
circunstancias especiales, posteriores, en
las que las partes se a¡joyau para deducir
derechos.
En la controversia internacional de
Misiones, el elemento inicial, de cuya
interpretación surgió el desacuerdo, es el
tratado de 1777, sustitutivo del de 1750.
La cuestión de límites entre el Brasil y
la Guayana francesa, arranca del tratado
de Utrechtdel7i3, cuya ratificación, en
la parte pertinente, por el Art. 107 del
tratado de Viena (1815), dio margen á
nuevas dificultades de interpretación
202
Revista Económica
pues existe entre ellos el tratado de Bada-
joz de 1800.
¿Cuales son los verdaderos Pepiri, Fe-
piriguasüy San Aiito/iío?; ¿A que rios o
arroyos corresponden estos nombres?
Esto es lo que constituye, para el Brasil,
su litiííio en elsud.
¿El ^Yapoc y el Oyapoc, son una y
misma cosa? ¿El Vicent Fingon y el
Avamanj, á que corrientes de agna co-
rresponden en realidad?
Hé ahí todo el litigio del norte, entre
la Francia y el Brasil.
Tanto en la región amazoniense como
en la del alto Urngua.y, la topografía
])arece haber sufrido alt(>raciones, cam-
biando de cauce determinadas corrientes
llnviales.
De ahí dificultades sin fin, pretendiendo
cada una de las partes interpretar los
hechos á su favor.
La chicana diplonuitica, no menos es-
|)eciosa y fecunda en ardides que la
legaleya, ha tratado de colocar la cuestión
en un terreno mas propicio, toda vez que
ha encontrado asidero para ello.
Así es que el Brasil, tratando de sacar-
le el cuerpo á la demarcion de Oyarbide,
de 17W, complementaria de la de 1788,
en ejecución del tratado de 1777; en la
imposibilidad, ante el más trivial análisis,
de resucitar el pacto de 1750, por el
texto categórico del tratado del Pardo, de
1761, y aún de pretender, con visos de
seriedad, que las demarcaciones de 1759,
anuladas de hecho ])0r la rescisión del tra-
tado de 1750, eran las mismas de la línea
consignada en el de 1777, cuando son en
realidad completamente diferentes; en
esta situación, la diplomacia brasilera,
alijerando su bagaje, y escapando á la
presión de la dialéctica argentina en la
que se refiere á los textos originarios y á su
racional y ])erentoria interpretación, se
refugió, como base de derecho, en el texto
del tratado de 14 de Diciend)re de 1857,
firmado en la ciudad del Paraná entre el
señor Paranhos, ministro del Brasil y el
Gobierno de la Confederación, tratado
que, como se sabe, no fué ratificado, pero
en el que según capciosamente sostiene el
lU'asibel gobierno argentino le reconoció
la línea de los demarcadores de 1759, lo
que, si bien no constituye, por la fiílta de
aquella ratificación, un hecho espreso,
tiene por lo menos la fuerza del recono-
cimiento de un derecho por parte de la
República Argentina en favor del Brasil.
Esta táctica resulta ser peligrosa para
el Brasil y constituye, para él, una espa-
da de dos filos, que imprudentemente
saca á relucir, toda vez que se le j)reseuta
la oportunidad de sostener, á su modo,
sus pretensiones a la posesión del territo-
rio contestado.
Y lo esplicaré, recurriendo á las analo-
gías de diversa índole entre la cuestión
de Misiones y la de la línea divisoria con
la Guayana francesa. Si constituyen i'eco-
jiocimiento de un deredio las estipula-
ciones de un tratado no ratiflcado ó las
declaraciones y concesiones que se cam-
bian en el curso de una negociación sin
darles la íorma definitiva, la única que
hace ley, de un tratado cuyo texto se
canjea y, por tanto, se ratifica y promul-
ga en su carácter de pacto internacional;
si el Brasil, invoca, ante el arbitro norte-
americano, el referido tratado de 1857,
fundando en él su derecho á la línea
divisoria que pretende; si, más aún, el
arbitro acepta esa doctiúna y se vale
de ella para fallar el litigio en conti-a de
la República Argentina, el Brasil habrá
perdido, ipsofacto, su pleito secular con
la Francia, que verá realizadas sus pre-
tenciones, pues llevará su frontera guaya-
nesa hasta el Calsoene, esto és, hasta la
margen izquierda del Delta amazoniense.
El Brasil habrá ganado 20 mil kilóme-
tros de territorio al sud pero habrá per-
dido 500 mil kilómetros al norte!
E! hábil diplomático imperial, José
María da Silva Paranhos, mas tarde
Vizconde do Rio Brauco, se aprovechó,
en 1857, de la situación interna argentina
y obtuvo, de parte del Ejecutivo de la
Confederación, que se le firmara un tra-
tado de límites que virtualmente le daba
al Brasil la línea divisoria de los demar-
cadores de 175!)
El Congreso nuxlificó el tratado, aunque
adoptando una reducción relativa á la
designación de los límites, que abando-
naba el derecho á la abrogación del tra-
tado de 1750.
¿Cuáles, fueron las razones que induje-
ron á los Poderes Públicos de la Confede-
ración á consentir en semejante pacto?
En un artículo de la Revue Sud-Amé-
ricaine., número del 15 de Octubre de
1882, que forma parte de la polémica que
sostuve en las columnas de dicha Revista,
con el plenipotenciario brasilero, esplique
DEL Rio de la Plata
203
acabadamente la actitud del Gobierno
del Paraná.
Por compromiso secreto, el Brasil, á
cambio del abandono por parte de la
Confederación de sus derechos á la línea
trazada por Oyarbide, prometía sn coope-
ración moral j material para someter
á la provincia rebelde de Buenos Aires.
Ahí está, para confirmarlo, la nota de
don Elias Bedoya, de 14 de Jimio de
1859, dirigida, como ministro de Relacio-
nes Exteriores, al plenipotenciario ar-
gentino.
El Barón Aguiar d'Andrade me sostuvo
que aquella pretensión del gobierno de
la Confederación se manifestó postj'ac-
tian, lo que no es cierto desde que dicho
gobierno invocó ante el Congreso, para
obtener la aprobación, aunque modifica-
da, del tratado, el compromiso tácito y
correlativo á que me refiero.
Pero el hecho es que el tratado del 57
no se perfeccionó, habiéndose negado la
Confederación á canjear sus ratificaciones
hasta tanto que el Imperio cumpliese su
compromiso, lo que felizmente, bajo va-
rios conceptos, no se verificó, quedando,
por tanto, sin efecto, esto és, sin conse-
cuencia jurídica internacional, el proyec-
to de tratado del 57.
No obstante, el Brasil en todas sus ne-
gociaciones hace hincapié é invoca, con
aires triunfales, dicho tratado. El Barón
Agniar d'Andrade escribía en 1882: «la
falta de ratificación no impide que el go-
bierno argentino haya reconocido, como
reconoció, el derecho del Brasil á los lími-
tes de los demarcadores de 1759, en eje-
cución del tratado de 1750, y no puede
negar hoy loque reconoció entonces.»
Dejando atrás la disputa entre las coro-
nas de España }'■ de Portugal, la diploma-
cia brasilera cree pisar firme, como se vé,
invocando los reconocimientos y compro-
misos morales que, según ella, se des-
prenden de las negociaciones del Paraná;
y por cierto que este será el plato de
resistencia del menú que vá á ofrecer al
Presidente Harrison.
Pero, como lo he dicho antes, esta acti-
tud se convierte, para el Brasil, en una
espada de dos filos.
La doctrina de que un país reconoce
derechos y se liga, por lo menos moral-
mente, por todo aquello que se consigna
en tratados, aun que estos no sean ratifi-
cados, y en memorándums de conferen-
cias de negociaciones que no producen
resultados reales; esa extraña doctrina,
repito, trae aparejada para el Brasil la
[)érdida, desdo luego, de dos terceras
l)artes de sus pretensiones al territorio
amazónico, cuya posesión le disputa se-
cularmente Francia.
Veamos como.
Q,ueda esplicada la analogía de orí-
gen y de naturaleza de los litigios, por
las vagas nociones que se tenían, en
los siglos pasados, de la topografía ame-
ricana; de la confusión de las denomina-
ciones geográficas; de la controversia
sobre su aplicación á tales ó cuales co-
rrientes de aguas, montañas ó cordilleras,
y, para aumentar los elementos de dis-
conformidad y perpetua disputa interna-
cional, la movibilidad ó cambio de cauce
de ciertos rios, de escaso volumen, fenó-
meno frecuente en la hidrografía ame-
ricana.
Deseoso el Brasil de solucionar su
cuestión de límites con Francia, envi(')
á París, en 1855, al ilustre Vizconde del
Uruguay, el negociador brasilero, con mi
Padre, de las estipulaciones que derri-
baron á la tiranía de Rosas, punto de
partida de la conquista definitiva do las
libertades públicas y de las expansiones
económicas del Rio de la Plata.
El gobierno de Napoleón tuvo por ple-
nipotenciario al señor Hiz de Butenval.
Las conferencias, que fueron quince,
duraron del 80 de Agosto de 1855 al 1.'^
de Julio de 1856, consignándose en proto-
colos toda la interesante negociación.
En esos protocolos se consignan los
sucesivos ofrecimientos del Brasil, en los
que poco á poco fué abandonando sus
pretensiones á la línea de 0>/apol\ que
se encuentra á cinco grados de latitud
norte, hasta ofrecer solemnemente el ple-
nipotenciario brasilero, invocando ins-
trucciones especiales que acababa de
recibir del Emperador Don Pedro, la
línea del Calsoéiie, que queda á 2 grados
10 de aquella latitud y constituyo uno de
los brazos septentrionales del delta ama-
zoniense.
Francia pretendía el Araguarij, si-
tuado á lo 20 N y se contentaba última-
mente con el Cararaporis, que corre
únicamente á 25 minutos más al norte-
De suerte que Francia solo abando-
nó un cuarto de grado, mientras que el
Brasil ofreció el abandono de cerca de 3
grados de sus pretensiones originarias.
Hay que advertir que, según la Cons-
204
DEL Rio de la Plata
titucion del Imperio brasilero, el empera;
dor perfeccionaba cou su firma los pactos
internacionales, que no se sometian ni
quedaban pendientes de sanciones legis-
lativas, lo que dá mayor fuerza á los
ofrecimientos ó reconocimientos consig-
nados en los protocolos de las conferen-
cias de París de 1855 á 56, por parte del
plenipotenciario brasilero, que inA^ocaba
al efecto, como ha quedado consignado,
órdenes é instrucciones de su soberano.
Así, pues, si el proyecto de tratado del
Paraná le dá al IJrasil derechos á los
límites de los demarcadores de 1759, los
protocolos de Paris que acabo de recor-
dar le aseguran á Francia la línea del
Calsoéne.
Dada la hipótesis de que triunfe la doc-
trina, invocada por la diplomacia brasile-
ra contra las pretensiones argentinas, el
Brasil gana 20 mil kilómetros en Misiones
pero pierde 500 mil en la región del
Amazonas.
No hay que olvidar que el arbitro e-
un norte-americano, y que el criterio de
los hombres se subordina fatal y necesa-
riamente á la atmósfera que se respira.
Y aunque se trate de un juez, por honrado
é imparcial que sea, ese juez obedece
instintivamente á ciertas influencias de
educación, de tendencias y de escuela, de
las cuales es difícil que llegue á emanci-
parse.
Los norte-americanos tienen una creen-
cia política, por interesada que resulte
ser en realidad, que es la base de su
criterio internacional, proclamada por
Mouroe: la América debe ser de los ame-
ricanos.
El tratado Clayton-ljullver es una de
sus manifestaciones.
El P)rasil hará bien, por consiguiente,
no invocando los derechos que, según él,
pueden darle el tratado del Paraná, para
pesar en el ánimo del Presidente Harri-
son y, si los invoca, el Plenipotenciario
argentino puede destruir esa influencia
haciéndole comprender al arbitro que,
ipso Jacto, la admisión do aquella doctri-
na entregaría á Francia la espléndida
zona comprendida entre Oyapok y el
Amazonas, sin que los Estados Unidos
pudiesen oponer nada á la legitimidad
del título invocado por el gobierno de
Paris.
Así, pues, el Brasil cometería un grave
error proclamando soberanamente una
doctrina que, además de no surtir electo
alguno ante el arbitro, que la rechazaría
tanto por razones de buena jurispruden-
cia internacional como por los motivos
de amei'icanismo que acabo de enunciar,
agravaría profundamente su situación
ante Francia, que haría suya, aplicán-
dola á la cuestión del Amazonas, aquella
doctrina, imprudentemente sostenida úl-
timamente por la diplomacia brasilera
para oponerla al buen derecho argentino
sobre la fracción disputada del territorio
de Misiones.
Pedro S. Lamas.
Ao-osto de 1892.
LOS GOLD POINTS
INDUSTRIA ARGENTINA
Nos encontramos en el caso de usar de
un término nuevo á fin de precisar lo que
constituye la materia de este ai-tículo, y
esto nos lleva, no solo á justificar las ex-
presiones que empleamos, sino también
á la cuestión general de la necesidad de
definiciones especiales en materias eco-
nómicas, demostrando que no procede-
mos con el propósito trivial de singulari-
zarnos.
Para ampliar y perfeccionar el criterio
económico, es menester ante todo, discer-
nir, sustrayéndolos de la aparente nebu-
losa de las infinitas manifestaciones de la
vida económica, los diversos factores de
sus fenómenos, permitiendo así investigar
sus leyes y precisar sus efectos, como el
químico separa los cuerpos á fin de poder
ciarse cuenta de sus propiedades.
Las definiciones económicas, al distin-
guir y caracterizarlos hechos, materia de
investigación, les dan formas en nuestro
espíritu y fijan la atención sobre las di-
versas series de fenómenos cuyas leyes y
cuyos efectos deben estudiarse.
, Si recurrimos, como se habrá visto, por
el título (le este artículo, á una espresión
de la terminología l)ancaria, aplicándola
á una materia estraña, es siguiendo la
acertada recomendación de Pascal, que
DEL Rio de la Plata
206
aconseja que para definir no se debe em-
plear más que los nombres completamen-
te conocidos ó definidos.
El Gold-Point, el punto de oro, está en
este caso; es un término universalmeute
admitido para expresar los puntos estre-
ñios en que pueden variar los cambios, y
fuera de los cuales la moneda metálica '
de un país se importa ó se exporta.
El Gold-Point se forma combinando el
valor del metal de las monedas, el costo
del trasporte, en el que se comprenden
fletes, seguros, etc., y el de amonedación,
cuando las que puedan remitirse no tengan
curso legal en el pais á que se destinan, y
deban ser en él reselladas. Establecido el
Gold-Point de una plaza sobre otra, su
cifra indica cuando conviene hacer los
pagos en metálico en vez de hacerlos en
letras.
En el caso actual nos referimos áotra
cosa: á los precios del oro, que es la ma-
teria en la que la República Argentina
paga sus importaciones y en que vende
sus productos de exportación, que harían
imposible la competencia délos diversos
artículos nacionales con los similares de
importación extranjera, ó suprimirían la
remuneración de las industrias de pro-
ductos de exportación; esto es, a los tipos
del oro en que al extranjero le conviene
pagar remitiendo productos similares á
los de las industrias argentinas ó en que
ya no sea posible producir, en la Repú-
blica, determinados artículos para el con-
sumo exterior.
De ahí el término que adoptamos para
precisar, no ya los puntos en que según
los diversos países convenga hacer los
pagos en metálico, sino los tipos del oro
que determinan la conveniencia de ha-
cerlos en artículos que produzcan las
industi'ias argentinas, aumentando en
unos casos la competencia interna ó, en
otros, permitiendo á los productores del
país hacerla en el estrangero.
No es el Gold Point que limita el agio
de los cambios, es el Gold Point que limi-
ta las industrias nacionales; no es el pun-
to abajo del cual empieza á salir el oro,
pasado el cual viene su importación; es
el punto abajo del cual cesan las produc-
ciones nacionales y pasado el cual co-
mienzan á desenvolverse.
En materia de salarios, la ciencia econó-
mica tiene el término de ley de hierro
para indicar el punto extremo de su baja,
que se determina por los costos de subsis-
tencia, variables según las épocas y luga-
res, y que constituyen una barrera insal-
vable. Ahora queremos expresar, por el
término (pie adoptamos, límites no menos
inexorables para la producción nacio-
nal.
11
Las sanas doctrinas económicas y la
experiencia han demostrado lo inconsis-
tente de la antigua teoría de que los
cambios de representación de las unida-
des monetarias no alteraban las condicio-
nes de la producción, fundándose en la
creencia de que al valorizarse ó desva-
lorizarse una moneda, debían modificarse
en exacta proporción todos los valores, lo
que no sucede jamás ni puede suceder:
A: por los hábitos cuya fuerza es, en unos
casos mas intensa que en otros: B: por lo
más ó menos directa de la acción de la mo-
neda, en la oferta 3^ la demanda de las di-
versas materias de cambio. En todas las
altas y bajas de los precios, operadas co-
mo consecuencia de las oscilaciones del
valor de la moneda, se ha observado
siempre diversidad de gradación según
las diferentes clases de artículos.
Además de los efectos que produce
naturalmente en la distribución y en los
destinos de las industrias internas, !as
alteraciones monetarias de un país cam-
bian laposicion desús producciones frente
de las de los mercados concurrentes, que
no siendo afectadas por ellas quedan en
mejor ó peor situación.
Én otro artículo, sobre la Cuestión
Monetaria Aryentina, publicado en
nuestro número 4.", hemos extractado las
conclusiones de las comisiones inglesas
nombradas para investigar las causas de
la depresión del comercio, é informar
sobre las cuestiones referentes á la circu-
I lación del oro y de la plata, de las que
¡resulta comprobado que los costos de
I producción en la India no han subido, no
obstante la fuerte baja de su medio circu-
lante en relación con el oro, de loque ha
resultado, por una parte, una prima equi-
valente para la producción de artículos
exportables para países de circulación
oro, y un equivalente derecho protector
contra las industrias de estos, que, al
favorecer la producción local, contraria
proporcionalmente la producción extran-
! gera.
T/ie Standard de Londres, según un
! telegrama del 16 del corriente publicado
206
Revista Económica
en La Prensa dice, ocupándose editorial-
meute de la cuestión monetaria: «que la
adopción de la moneda de oro en la India
en vez de la de plata, hoy desvalorizada,
daría por resultado el restringir sus ex-
portaciones con grave perjuicio de la
producción.)^
Esta influencia de las valorizaciones
del medio circulante en perjuicio de las
industi-ias de un país, es un hecho que ya
no puede ser hoy controvertido, y por
lo tanto conviene hacerse cargo de los
efectos que en las diversas ramas del tra-
bajo nacional, deben producir los tipos
de cotizaciones del oro y lijar los puntos
pasados los cuales tendrá sucesivamente
que ir limitándose la producción del
país.
III
8ería ímproba labor la de establecer es-
te Gold Point, respecto de todas las espe-
cialidades industriales y sus alteraciones,
según las distintas localidades, pero vale
la pena que se emprenda respecto de las
principales industrias.
El cálculo, por otra parte, no es difícil.
Hay que determinar las alteracir)nes que
con los cambios de representación mone-
taria deban producirse por una parte en
los costos de producción }• por otra en los
precios de venta.
Los costos de producción los constitu-
yen en su generalidad materias del [laís
y salarios ajustados en moneda nacional
según la oferta y la demanda local, y, por
excepción ó en menor proporción, mate-
rias de importación extranjera que, por
lo tanto, siguen las oscilaciones del oro,
aumentando ó disminuyendo según éste
aunr.ente ó disminuya, pei-o, en cuanto á
lo primero, no es el alza ó baja del oro lo
que directamente los hace aumentar ó
bajar, sino la mayor oferta ó demanda
que la producción promueve. La baja de
esta parte de costos de producción solóse
verifica por el rigor de la ruina, lenta-
mente, debido á naturales resistencias, y
es contrariada y limitada por la menor
oferta que toda reducción de precios tien-
de á promover. 8e prefiere en muchos
casos dejar inculto un terreno antes que
venderlo con quebranto; en otros, se
opta por variar la producción ó ir á
buscar en centros económicos mas propi-
cios, los medios de vida.
En cambio, los precios de venta se mo-
difican proporcionalmente y sin dilación
con las cotizaciones del oro. Si se trata de
artículos de exportación, su precio se
regula por el de los grandes mercados
extranjeros, y como se vende á oro, la
cantidad en papel es el resultante arit-
mético de la cotización bursátil, y si se
trata de artículos de importación, dada la
competencia de los productores extran-
geros, los precios se reducen tanto como
lo permitan las cotizaciones del oro; de tal
modo que si éste desciende de un tercio,
en otro tanto disminuye el precio en de-
pósito de los principales artículos estj-an-
geros concuiTentes, y, además, los llama-
dos derechos protectores, cobrados á oro,
que se rebajan en la justa proporcionen
que se manifiesta la necesidad de prote-
jer, quedarían también reducidos en un
tercio.
Por vía de ensayo trataremos de esta-
blecer algunos Gold Points. — Tomaremos
en primer término, la industi'ia azucare-
ra. )Son conocidos en general, sus costos
de producción y sus beneficios, lo que
hace fácil determinar aproximadamente
el precio del oro que, en Uis condiciones
actuales, suprimiría el mínimo del benefi-
cio indispensable y pasado el cual, sería
forzoso que ella empezase á restringir su
producción.
Según un balance general de esta
industria que hemos publicado en nuestro
número 2.'^ y que fué confeccionado por
unade las personas más entendidas en este
ramo, la industria azucarera tiene inverti-
do en la República un capital de60. 000.000
de pesos nacionales; ha producido en el
último año, pesos 29.000.000, con un cos-
to por cultivo y elaboración de pesos
10.000.000. Si calculamos en un 8 o/o el
interés y amortización del capital, resul-
ta como utilidad 15.200.000 neto á favor
de los empresarios.
El producto está calculado á los pre-
cies medios que se obtienen en moneda
nacional con el oro á 330 %. Una valo-
rización del oro que lo reduzca á 168 " „
haria que esta indu.stria empezase á de-
jar de ser productiva.
Dos cosas modificarian este Gold Point:
la reducción de los fletes y la disminu-
ción en los costos de producción. En
cuanto á lo primero nos cabe observar
que la baja de 100 puntos en el precio
del oro operada en pocos meses, no ha
sido acompañada de ninguna reducción
en los fletes, y, respecto á lo segundo, que
no solo es difícil y lenta toda reducción
DEL Rio de la Plata
mt
en los salarios, en los arrendamientos,
y en el precio de la materia prima, sino
que, todo esto no se [)0dria operar mas que
á consecuencia de fuertes reducciones en
la demanda y dentro límites relativa-
mente poco considerables. Estas reduc-
ciones, importando disminución en la
cantidad de producción en las respectivas
fábricas, tendrían en su contra el aumen-
to en la proporción de los gastos fijos,
que absorveria lo que se aventajase. Pa-
gando menos la caña y los peones, un
ingenio de azúcar puede, al reducir su
producción, producir más caro.
Una investigación fácil y cálculos sen-
cillos pueden, pues, como se ha visto,
permitir establecer de antemano el tipo
del oro con el cual debe cesar, en las con-
diciones actuales, la expansión de la in-
dustria azucarera en la República, así
como el tipo con el cual se hará ruinosa
su explotación.
Respecto de la agricultura, que se es-
tiende en zonas diversas, que suponen
costos variables de transporte y en las
que se diversifica naturalmente el precio
de la tierra, el cálculo debe subdividirsc
no solo en vista de la clase de productos
sino también de las distintas localidades.
La estadística de exportación anual de
productos agrícolas, nos permite una
apreciación general. Las remesas de ce-
reales argentinos empieza, no en el pe-
ríodo de la conversión; viene después
con la depreciación del papel y crece
con ésta, que ha venido aumentando la
proporción de los beneficios que produ-
cen las diversas culturas que encuenti-an
en los mercados estrangeros las salidas
necesarias á su expansión.
En 1880 se hizo, por vía
una pequeña cxportaci(')n de
ducto que pocos años antes
importar del extrangero; pero solo años
después tuvo este ramo importancia; des-
de 1887 y 88 ya se exportaron 20Ü.0Ü0
toneladas de trigo, suma que fué crecien-
do, alcanzando en 1892 á 500.000 tonela-
das, esto es, á dos y media veces más que
cuatro años antes, habiendo crecido pro-
porcionalmente con la desvalorización
del papel, en que se pagan la tierra y
los salarios, los estímulos para la agri-
cultura y los medios de expansión, puesto
que el gi-an beneficio neto que ha crecido
con la depreciación del papel ha ido
constituyendo nuevos capitales, con los
de ensayo,
tr¡g(j, pro-
habia (|ne
cuales, de un año para otro, han podido
los colonos aumentar sus sementeras.
La relación de causa y efectos está
aquí bien establecida. La producción
agrícola no se ha desenvuelto como con-
secuencia inmediata de la liberalidad de
los bancos, ni de la extensión de las vías
férreas, ni <'omo resultado directo de
la inmigi-ación. Todo esto ha facilitado
sin duda ese movimiento, pero no ha sido
su condición esencial, puesto que ni au-
mento de vías férreas, ni servicio de cré-
dito bancario, hemos tenido en estos dos
últimos años, y la inmigración ha retro-
cedido en vez de avanzar, y, sin embargo,
son en esos años en los que se ha operado
mayor ensanche de producción, y era
natural que así sucediese, desde que es
en ellos que la agricultura ha encontrado
mayor retribución, y, con esto, mayor es-
tímulo y mayores elementos.
La valorización del papel que tiene por
consecuencia directa la reducción equi-
valente del precio de los productos sin
actuar de igual modo sobre los costos de
producción, debe originar el hecho inver-
so; la disminución de las culturas.
El promedio del precio del trigo de
Santa-Fé obtenido en el último año, ha
sido de 7 pesos nacionales por 100 kilos,
y el costo medio puede calcularse en 4
pesos, dando así una utilidad de 3 pesos
los 100 kilos con el oro á 330 /.,. Estas
cifras las tenemos de persona competen-
te, y aun que pueden ser en algo rectifi-
cadas esto no desvirtuará lo que en prin-
cipio afirmamos, ni alterará sensiblemente
el íxold Ponit que vamos á establecer.
Si en conjunto el trigo de Santa-Fé,
vendido á razón de 7 pesos los 100 kilos
con el oro á 330, ha tenido de gastos un
término medio de 4 pesos, los 100 kilos,
en estas condiciones de costo de produc-
ción no hubieran dado ninguna utilidad
si la cotización del oro hubiese estado
abajo de 188.
Estas cifras se alteran según las diver-
sas localidades, siendo el producto neto
en unas mayor que en otras, á donde las
condiciones prósperas de estos últimos
años ha permitido que se estiendan las
culturas.
Otros productos, como el maíz, por
ejemplo, no pueden actualmente permi-
tir una baja tan considerable del oro, sin
la ruina de los productores, una vez que
se exceda los límites del consumo lo-
cal.
208
Revista Económica
Es del caso recordar aquí una célebre
imagen de Turgot, «Se puede, dice, com-
parar el precio del interés como una espe-
cie de nivel arriba del cual todo trabajo,
toda cultura, todo comercio cesan, Es
como la mar desparramada sobre una
vasta zona: las cimas de las montañas se
levantan sobre las aguas y forman islas
fértiles y cultivadas. Si la mar baja, á
medida que las aguas se retiran, las fal-
das de las montañas y después las llanu-
ras empiezan á aparecer y se cubren de
producciones de todo género. Basta que
las aguas suban ó bajen un pié para
inundar ó entregar á la cultura playas
inmensas.»
Estas palabras pueden aplicarse mas
bien al caso actual que al del interés á
que se refiere Turgot y que solo podría
producir los resultados que indica, cuan-
do al aumentar los costos de producción
no enconti'ase una compensación en un
aumento correlativo de beneficios, mien-
tras que la baja de precios de los artícu-
los de exportación, producida por la va-
lorización del oro, no es seguida nunca
por una equivalente rebaja en los costos
de producción.
Así, pues, subir el papel como se pre-
tende hacer, considerando el beneficio
exterior en vez de considerar el beneficio
propio, mirando á la Inglaterra y dando
las espaldas al país, tendrá fatalmente
los efectos de ese desborde del Océano;
obligará necesariamente á abandonar
vastas extensiones de tierra hoy entre-
gadas á la labor fructífera, y solo que-
darán algunas zonas privilegiadas por su
ubicación, que aparecerán como oasis en
medio de la devastación general.
Otras industrias como la ganadera
pueden subsistir con la par del oro, pero
aun así la valorización del papel impor-
tará la ruina de todos los ganaderos que
tengan campos arrendados sobre la base
de los precios que se obtienen por sus
productos con el oro á 330, á la par que
esto actuaría en la baja de toda la pro-
piedad territorial, como produciría una
disminución equivalente á la valoriza-
ción del oro, en los beneficios que reci-
ben los estancieros propietarios.
IV
Un cónsul inglés en el Brasil, señor
don Walter R. Hearn, en un reciente in-
forme, aprecia en los siguientes términos
los efectos de la baja del papel en esa
vecina República. «Ha sido, dice, muy
favorable para todos los ramos de las in-
dustrias locales á expensas del comercio
extrangero.»
Esta observación, como se vé, coincide
por completo con lo que demuestran las
estadísticas argentinas y con lo que ha
pasado en la India, al desvalorizarse su
medio circulante, y que, como hemos di-
cho, ha sido oficialmente comprobado en
Inglaterra.
Cuando un hecho, como en este caso,
produce en todas partes idénticos resulta-
dos, es que responde á una ley natural
contraía cual no debe irse, y lo que men-
cionamos debe indicar á los hombres de
gobierno de este país, una política ten-
dente á la normalización, si se quiere,
pero no á la valorización del medio cir-
culante.
En vez de esto, .sin embargo, la línea
de conducta adoptada no es la de norma-
lización, sido la de alteración del valor
del medio circulante, tomándose como
ideal la aproximación mayor posible á la
i par del oro, siguiéndose en esto las ins-
. trucciones del sindicato Rostchild, que
receta para este país lo queeu Inglaterra
no se quiere para las Indias, fundándose,
entre otras consideraciones, en que, si
bien favorecería al comercio importador
inglés, disminuiria la producción de aque-
llos dominios.
Los consejeros británicos del gobierno
argentino son, sin duda, lógicos en
esta aparente conti-adicción, puesto que
tratándose de las Indias, ellos deben con-
sultar no solo las conveniencias del co-
mercio sino también las déla producción
de la que depende la prosperidad y el en-
grandecimiento económico, de sus posi-
ciones, consideración esta última que no
hay razón ]>ara que la tengan en cuenta
tratándose de un ])aís extrangero.
El fijar los Gold Points de la industria
argentina, no solo evitará emprender tra-
bajos que pueden resultar con pérdidas;
sino que servirá para hacer evidentes á
los legisladores las malas consecuencias
que deben tener, para el país, las valori-
zaciones del medio circulante, que se
quieran producir restringiendo la circula-
ción.
La quema de papel no es solo quema
de moneda: es destrucción de sementeras
y de fábricas, y, para colmo, ahí están en
el Congreso, proyectos de impuestos so-
bre los productores de azúcar, de vinos,
DEL Rio de la Plata
209
etc., con el propósito declarado de au-
mentar la cantidad del papel destinado á
la quema, lo que inijtorta imponer á esas
indusü-ias con el objeto de obtener me-
dios con que combatir su desenvolvi-
miento y llegar á consumar su ruina.
Ningún contribuyente, en parle algu-
na, se habrá encontrado en tan duro y
tan singular trance, así como jamás se
habrá visto nada tan abiertamente oi)ues-
to al derecho de imposición. ,
Los industriales argentinos deben ha-
cerse oir en estas circunstancias, y una de
las demostraciones más prácticas á que
pueden recurrir, será la de espresar en la
forma en que lo hemos ensayado, los lí-
mites fuera de los cuales la valorización
de la moneda irá privando á la producción
nacional de la retribución necesaria.
Los Ferro-carril
Los ferro-carriles, ese medio perfeccio-
nado de comunicación que tan poderosa-
mente actúa para el desenvolvimiento
económico, ha creado casi en todas
partes dificultades económicas ó financie-
ras mas ó menos serias, inmovilizando los
capitales disponibles, aun en las naciones
donde es mas importante la acumulación
de economías, fuera de la proporción en q'
lo permitía el desarrollo de las transaccio-
nes, produciendo con este motivo, en la
propia Inglaterra, crisis como la del año
de 1848, ó sobrecargando á los países
nuevos con fuertes servicios exteriores
que contrarían su balanza comercial ade-
mas de imponer pesadas cargas al tesoro
público.
Al ocuparnos del absenteismo hemos
dado una idea general del tributo que
por obras públicas de este género y por
otros conceptos tiene que pagar anual-
mente la República Argentina al capital
extrangero, pero tuvimos que reservar
para el estudio especial que ahora em-
prendemos, las condiciones de producción
en que se encuentran los ferro- carril es
garantidos por la Nación y el determinar
la suma del servicio del capital en ellos in-
vertido, que tiene que atenderse con las
rentas generales.
El siguiente cuadro detalla las diver-
sas líneas, su extensión, capital y garan-
tías, incluyendo en él las nuevas líneas y
ramales, cuyo servicio habrá que hacer
en 18í)3, ampliando y complementando los
estados oficiales publicados:
^<
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^3
C0 1O>^*-^¿OC0is5^;^ObJ
'^
OOOOGDíOOCDCOOO
^ =
OIOOC^ÜXOJOX-JM.M.
^OOOOOOO- COCO
O 5-;
COOOOOOCC'CJtClJCO
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La extensión total de las líneas garanti-
das asciende á 3.841.405 ks.; el término
medio de costo por kilómetro es de pe-
sos oro 21.984.73; el capital total que re-
presentan esas 1 íneas, asciende á 84.4fj2.273
pesos oro, y el término medio del interés
garantido es de 5.91 o[o.; importando el
210
Revista Económica
total de la garantía 4.993.587.78 pesos
oro al año.
A esta suma habrá que figTeo;ar el ser-
vicio de £ 500.000 del empréstito mora-
torias, enti-egadas á fiíi de chancelar la ga-
rantía del ferro-carril Central Enti-e-Ría-
no,y que asciende á pesos 176.400 anuales
con lo que se forman 5.169.987.78 pesos
oro, como suma total de los compromisos
que para el año enti-ante pesarán sobre
el tesoro público nacional, procedentes
de garantías de ferro-carriles
damos en el siguiente cuadro el importe
de las garantías, conjuntamente con el
total de las entradas brutas de esas líneas,
demostrando así la insuíicíencía de sus
productos:
Lineas
N 0 Argentino
Garant. anual
97.130.25
224.987.20
205.534.65
P'to. hruto
5.737.49
Villa Mariu á Rufino...
Babia Blanca y N. 0....
31.027,33
62.980.29
De esto resulta que estas tres líneas
Las 500.000 £ dadas por chancelación ' ^^® tienen garantido un interés anual de
de la garantía, unidas á los pesos 650.000 ! 547.652.10 pesos oro, solo cuentan con
' una entrada bruta de 99.745.11 pesos oro
a 3.170.000 pesos oro, lo que en definitiva
viene á costar al tesoro nacional esa lí-
nea, y si se tiene en cuenta lo poco que
se ahorra por diferencia entre el servicio
anterior de la garantía y el de los nue-
vos títulos, resulta que la operación no se
ha hecho en condiciones convenientes
para el país.
El aumento de servicios de garantías
para el año entrante que hemos tenido
en cuenta, proviene de nuevas secciones
o ramales délas .siguientes líneas:
San Cri.«tóbal
Trasandino...
Babia Blanca y Nor.Ooctc
Entro otras líneas.. .
Tucum.in Pg. oro
504.125
76.435.67
30.132.65
7.-332.35
Formán.lü.íe un total de ps. oro . 618.025.67
El importe de estas garantías será en
parte disminuido, haciéndose efectivas
como se propone el ministro del Interior
y la Dirección de Ferro-carriles, con em-
peño digno de todo elogio, las condicio-
ai ano.
Solo nos faltan los datos del producto
I anual del Ferro-Carril Este Argentino,
conociendo únicamente el del mes de
mayo, que dá un exceso de entradas de
pesos 1.500 oro, de modo que su renta en
e.ste año no alterará sensiblemente las ci-
fras que obtenemos.
Las líneas que están obligadas á entre-
gar una parte de sus entradas brutas, son
las que vamos á expresar, detallando el
tanto por ciento fijado como gastos, el
producto bruto apreciando el oro á 300 .y
sobre la base de las entradas de 1891, así
como lo que en consecuencia se tendrá
que deducir de la suma de las garantías
de que gozan las diversas empresas:
Lineas
Bs. As. al Pacífico.
G- 0. Argentino....
Gastos
.... 50 o[0
. .. 50 .
Ent. brutas
966.287.20
808.654.68
.52.9.34.85
708.299.06
38.697.72
7.145.40
DevoV n.
483.143.60
434.327.31
N. E. Argentino....
.... 50 .
26.467.42
C. Córdoba-Sec. C.
Trasandino.. ..... .
N. 55 .
..55 »
318.734.57
17.413.97
S. C. á Tucuman..
... 55 .
3.215.43
El total á deducir de la suma que re-
ues ae ios conti-atos de la mayor parte de presentan las garantías nacionales, es,
las lineas, que les obliga á entregar, de I pue.s, de pesos oro 1.283.302.33, quedan-
las enti-adas brutas, lo que esceda e^n unas
de 05 % y en otras de 50 r.' en que se cal-
culan los gastos
Tres son las líueas que no se hallan su-
getas a este cnmpromíso que son; el N. O
Argentino, Villa María á Rufino y Kahia
Blanca y N, O., ninguna de las cuales se
costea, como lo demuestra lo reducido de
sus entradas brutas, en relación con el
capital de las líneas y extensión de
vicios.
ser-
do así un saldo de pesos 3.710.285,45
oro que habrá que pagar en 1893, por
este concepto. A esta suma hay que agre-
gar el servicio de las 500.000 £ del em-
préstito moratorias, entregadas por chan-
celación de garantías del ¥. C C. Entre-
Ríano, con lo cual se forma un total de
3.886.685.45 pesos oro, que es lo que re
presenta en la actualidad el servicio
anual y efectivo que tiene la Nación que
atender á consecuencia de las diver-sas
^^^?57Í^'®"*^°J^ moneda legal al tipo I concesiones' de ferro-carriíes en explota -
de dOO, los productos brutos de estas 11- ción.
neas en 1891, que podremos tomar por Por mucho que prospere el país, esta
uase para apreciar sus actuales entradas, | suma en vez de reducirse tendrá, en los
Revista Económica
211
años próximos, que ir creciendo á conse-
cuencia de las secciones y nuevas líneas
concedidas que se construyen.
Si nos detenemos en las cifras del pro-
ducido de los diversos ferro-carriles vere-
mos que la mayor parte tendrán que pesar
por mucho tiempo sobre el tesoro nacio-
nal y que algunos de ellos no han debi-
do concederse como lo demuestran los
escasos servicios que prestan, lo que debe
indicar al gobierno la conveniencia de
someter á nuevo estudio las diversas lí-
neas concedidas, no construidas aun, áfin
de evitar mayores inversiones de capital
sin perspectivas de retribución.
Prescindiendo de los errores parciales
que lámanla ferro- carrilera ha hecho co-
meter, y apreciando en conjunto el total
de las líneas garantidas, que exijen una
contribución anual de un peso oro por ha-
bitante, no podemos dejar de reconocer
que la importancia de los servicios que
prestan compensan el sacrificio.
JKl mal, prescindiendo de algunas líneas
construidas donde debía faltar todo tráfi-
co importante, no está en lo que cuestan
los ferro-carriles, está en las condicio-
nes en que han sido concedidos y que
no permite á la nación que, en resumi-
das cuentas, es la que los paga, minorar
los gastos de explotación, sobrecargados
con sueldos regios á Directorios de Lon-
dres, etc., etc., y tener en la confección
de las tarifas y organización en general
de los servicios toda la intervención que
le corresponde.
Hemos de estudiar en otra oportunidad
y con mayor espacio tan importante cues-
tión.
LAS FINANZAS ARGENTINAS
Está en prensa con este título un im-
portante libro de D. Sixto J Quesada,
en el que recopila y amplía los diversos
estudios que durante varios años ha he-
cho sobre cuestiones de hacienda, bancos
y circulación monetaria.
El señor Quesada con la competencia
que sobre estas materias le es general-
mente reconocida, y una laboriosidad
ejemplar, ha reunido y analizado las cifras
que sirven para apreciar el movimiento
financiero de la República, durante la úl-
tima década, acompañándolas de niu}^
fundadas observaciones.
Tenemos á la vista los pliegos que co-
rresponden á la primera parte, de su li-
bro, que lleva por título, «Presupuesto y
Administración.» La segunda, cuya im-
presión se ha comenzado, se dedica alas
cuestiones de «Bancos, Moneda y Circu-
lación.»
A nuestro pedido el señor Quesada nos
ha permitido reproducir en este número
de la Revista uno de los capítulos, y
esperamos poder publicar otro de la se-
gunda parte, antes de terminarse la im-
presión de la obra.
Mientras tanto, recomendamos á nues-
tros lectores las siguientes pajinas, que
dan idea del mérito del nuevo libro que
anunciamos. Aunque hayan sido escri-
tas hace algunos años no por eso carecen
de actualidad-
ADMINISTRACIÓN DE LAS FINANZAS
Sumario — Paz y administración — Lo que es admi-
nistración — Deficiencias — Mala costum-
Ijre de querer hacer rápidamente grandes
obras, cuando los recursos son escasos —
Errores cometidos — Los créditos abier-
tos en acuerdos do Ministros — Falta de
publicidad y falta de datos — Ignoran-
cia completa de la situación financiera
del país -Falta de estadística — Traba-
jos de Agote, Coni y Latzina.
La mala situación de las finanzas na-
cionales se debe en gi-an parte á la falta
de una administración correcta; y esa
falta ha traido por consecuencia la gran
anarquía que en ellas reina, y el que se
ignore la verdadera situación financiera
de la Nación.
El General Roca declaró al hacerse
cargo del Gobierno que su período sería
de paz y administración; estas mismas
palabras las ha repetido en todos los Men-
212
Revista Económica
sajes qne ha presentado al H. Congreso,
eri los cinco años trascumdos desde que
subió al poder.
¿Se han cumplido estas promesas, que
hubierau sido su mayor timbre de gloria?
En cuanto á la paz no es de nuestro
resorte examinar las causas que la pro-
ducen, y en cuanto á la administración
política' otras plumas mas autorizadas
que la nuestra, han señalado y señalan
diariamente los defectos de que adolece
é indican los medios para subsanarlos:
nos concretaremos pues á la administra-
ción financiera.
¿Hay administración financiera en la
República Argentina?
Decididamente respondemos que no
lo hay, ni la liabrá por el camino que
se sigue, máxime si subsisten las ideas
que sobre ella tienen los miembros del
Gobierno.
¿Qué es administi-acion?
Administración, se entiende buena ad-
ministración, es el funcionamiento regu-
lar de todos los resortes que componen
la máquina del Estado; es la claridad y
el orden en todo lo que se relacione con
la cosa pública; es el cumplimiento es-
tricto de la Constitución y de las leyes;
es la previsión y el tacto en todos los
actos del Gobierno, y el pleno conoci-
miento que los miemlu'os de éste deben
tener del estado del país, tanto político
como financiero, para podei- aplicar efi-
cazmente las medidas que sean necesa-
rias al mantenimiento del equilibrio,
salvando así las malas situaciones pro-
ducidas por los casos fortuitos.
¿Se observa algo de esto entre noso-
tros?
Absolutamente no, en lo que respecta
á las finanzas, que son de las que nos
oeupamos. Empezando por el Presiden-
te de la República, que ignoraba el esta-
do financiero del país, por cuya causa
aseguró que no decretaría la inconver-
sion, viéndose forzado á decretarla á Jos
pocos días á pesar de sus declaraciones,
— siguiendo por el Ministro de Hacien-
da, cuyos errores como administrador son
conocidos, los que están revelados en su
Memoria presentada al Congreso como
lo hemos demostrado en artículos ante-
riores, que no fueron refutados, lo que
prueba que no tenia conocimiento de lo
que mane;iaba. Continuando })or la ne-
gociación de los empréstitos en Europa,
que por la forma en que fueron negó- j
ciados han muerto nuestro crédito exter-
no, el que ha sido manoseado por judíos
usureros, y que ocasionó el envió de un
Comisionado para enmendar los errores
cometidos.
Los deseos de querer hacer en un mes
lo que se podría hacer en un año, si-
guiendo la costumbre de ejecutar todo á
la vez, cosa que no hacen naciones mas
adelantadas que la nuestra y con mas re-
cursos, hicieron qne el Gobierno, olvi-
dando toda previsión tomase sumas al
crédito aquí y en Eluropa, dando por mu-
chas de ellas cauciones de los valores que
tenia en cartera como las acciones del
ferro-carril Central Argentino, etc., para
empezar (') continuar, con esos fondos,
obras que debían realizarse con el pro-
ducto de la negociación de los emprésti-
tos votados.
Estas sumas que pasan de 15 millones
de pesos moneda nacional, y que son exi-
gibles á cortos plazos, porque están en
la condición de la deuda flotante, tienen
que pesar sobre la negociación de los
empj-éstito.T pendientes, porque de los
apuros en que esta deuda pone al Go-
bierno se prevalen los prestamistas, y
ello ha dificultado los trabajos del doctor
Pellegrini, que no ha podido realizar su
negociación sino en condicione.? honerosí-
simas y deprimentes para el honor y cré-
dito de la República Argentina, que ha
cumplido siempre fielmente los compro-
misos contraídos, y que no hay razón
alguna para que sea tratada al igual de
las naciones que han hecho bancarrota,
exigiéndole, como lo hacen, la [garantía
de su principal fuente de recursos y que
el servicio sea hecho por el Banco Na-
cional; demostrando así los prestamistas
la poca fé que les merece la Nación, que
no ha ahorrado sacrificios antes de ahora
para cumplir los compromisos contraidos.
Esto se habría evitado si el Gobierno pro-
cediendo con mas previsión, no hubiese
contraído esas deudas, dejando las obras
para empezarlas cuando se hubiesen ne-
gociado los empréstitos; ó no haberlas
emprendido si estos no se negociaban en
condiciones decorosas, lo que nos hubie-
ra evitado la vergüenza de ver á nues-
tra patria tratada al igual de las naciones
mas desacreditadas.
Los presupuestos votados con déficit,
sin plan, sin estudio y sin consultar el
poder i)roductivo del país; el déficit au-
mentado con los créditos suplementarios
DEL Rio de la Plata
213
y extraordinarios, sin arbitrar recursos
para cubrir esas nuevas erogaciones, que
el hábito ha ido anualmente aumentando
sus proporciones, y contra el que se debe
reaccionar, resti-ingiendo esos créditos á
lo estrictamente necesario, porque si así
se continúa jamás se liquidarán los ejer-
cicios equilibrados.
Los créditos abiertos en acuerdo de
Ministros, de los que tanto se ha abusa-
do, cuando no tenia el Gobierno facultad
para ello, sino en situaciones sumamente
urgentes, como lo establece el artículo 23
de la ley de contabilidad para los casos
del artículo 6 y 23 de la Constitución, es
decir, cuando en receso del Congreso se
produjese una conmoción interior ó un
ataque exterior; y que sin embargo, en
época de completa tranquilidad se ha
hecho inmoderadamente usos de ellos
para adquisición de cosas que lo que me-
nos tenían eran de urgentes, habiendo
traído ese abuso, en unión de los créditos
suplementarios y extraordinarios el que
la deuda flotante producida por déficits
de presupuesto suba á más de 14 millo-
nes, según demostraciones que hemos
hecho en artículos anteriores.
La demora de todo dato que se rela-
cione con la hacienda pública, como su-
cede hoy con el pedido que ha hecho la
Cámara de Diputados hace dos meses del
estado de la deuda flotatite, y que toda-
vía no ha sido remitido, lo que prueba el
desorden que reina en la contabilidad
administrativa, pues datos de esa natu-
raleza tardan más de dos meses, cuando
debían haber sido remitidos inmediata-
mente, porque el Ministro debía tener
perfecto conocimiento del estado de ella
por los balances de la Contaduría.
De todo esto se deduce la urgente ne-
cesidad de que este estado de cosas cese,
cuanto antes, que el orden sea el que im-
pere en todo lo que se relacione con la
administración de las finanzas, que haya
claridad, que se organice un sistema
completo de contabilidad, que se ejerza
el control en todas las operaciones que
se practiquen, en fin, que tengamos ad-
ministración, no en el nombre sino en los
hechos.
Debe tenerse presente además, que el
mejor régimen para las finanzas de una
Nación es el de la publicidad la más am-
plia, para que el pueblo conozca los me-
nores detalles relacionados con la ha-
cienda pública y pueda juzgar el destino
dado á los dineros que entrega. Así lo
comprendió León Say cuando siendo Mi-
nistro de Hacienda, creó en Francia en
1877 Le Bulletin de Statistique et de la
législation comparée, editado por su Mi-
nisterio; así lo ha comprendido la Italia,
que es la nación que ha dado más ex-
tensión á los datos sobre sus finanzas, y
así lo han comprendido los Estados-Uni-
dos, la Inglaterra y la Bélgica.
Entre nosotros son muy poco conoci-
dos los datos que se relacionan con la
administración de las finanzas, y es muy
difícil llegar á saber algo e^acto sobre
la situación de éstas, con los elementos
de que se dispone.
Nos preguntamos:
¿Hay alguna persona que pueda decir
hoy, yo me encuentro al corriente de'la
situación financiera y económica de la
República Argentina?
Sin excepción, empezando por los
miembros del Gobierno, decimos, que
no, porque no se tienen los datos in-
dispensables para formar un juicio exac-
to sobre esa materia, y por consiguiente
todos los planes financieros que se pre-
senten han de adolecer de esa falta y
no han de ser eficaces.
Es indispensable dar una organización
uniforme á todas las oficinas del Estado,
estableciendo un control prolijo en to-
das ellas, para que sus datos sean cla-
ros y exactos.
Nos falta una estadística completa que
abarque todos los ramos, á fin de que
ella pueda suministrar lo indispensable
para conocer con exactitud la situación
del país. Para llegar á ello seria nece-
sario crear una oficina central que re-
fundiese los datos que deberían sumi-
nistrar todas las oficinas, nacionales y
provinciales, y para su sistema nos po-
dría servir de modelo el que se observa
hoy en los Estados-Unidos y en Italia que
son de los más perfectos.
Poseemos dos oficinas excelentes en
su género, cuyas publicaciones permiten
que se conozca parcialmente la situación
del país, y podrían servir de base para
la oficina que indicamos.
Sus directores reúnen á la competen-
cia con que las administran, una dedi-
cación á toda prueba y sus publicacio-
nes, el Anuario Estadístico de la Provincia
de Buenos Aires por el Dr. Emilio R. Co-
214
Revista Económica
ni, y la Estadística del Comercio Exterior
y de la Navegación Interior y Exterior
de la República Argentina por el señor
Francisco Latziua, han prestado 3' pres-
tan valiosísimos servicios; pero esto no
es suficiente.
Nos hace falta conocer, exactamente,
los bienes de la Nación y de las Provin-
cias, las empresas nacionales y provincia-
les, ferro-carriles, bancos, etc., los valores
en ellos empleados, el rendimiento que
dan, el valor de la riqueza privada, el
desenvolvimiento de las industrias, su
valor y las cantidades con que están gra-
vadas, la población, la deuda pública, el
monto de los presupuestos, los graváme-
nes que pesan sobre la población en ge-
neral, tanto por impuestos directos é indi-
rectos, como por los nacionales, provin-
ciales y municipales; é infinidad de datos
que son otros tantos elementos que con-
curren á facilitar los estudios sobre el
poder productivo de un país y sobre su
riqueza é indu.strias, como están consig-
nados en las Estadísticas de los Estados
Unidos y de Italia, ya citadas.
Al logro de estos propósitos concun-e
con valiosos elementos el Sr. D. Pedro
Agote, Presidente del Crédito Público
Nacional, que con loable y decidido em-
peño se ha puesto á la obra salvando toda
clase de dificultades, trabajando asidua-
mente y sin que le arredrase la mala
voluntad con que en muchas partes aten-
dían sus pedidos de datos, ha formado los
dos tomos que comprenden la Deuda
Pública, los Bancos y acuñación de mo-
neda en toda la República, y hoy prepara
la continuación hasta 1884, con un agre-
gado de los presupuestos, cálculo de
recursos, inversión y producto de estos y
cantidades con que son gravados los ha-
bitantes.
Esta obra de capital importancia que
descorrerá en parte el velo que oculta la
situación financiera 3^ económica de la
República, ha conseguido formarhi el
Sr. Agote á fuerza de inteligencia, de
constancia y de lucha, salvando en lo
posible las omisiones y falta de datos que
son la consecuencia del deplorable estado
administrativo de toda la República, lo
que hará que su nombre sea considerado
como uno de los primeros que entre noso-
tros lian empleado el sistema financiero,
con base numérica, que será el si.stema
del porvenir, porque hemos de conven-
cernos de que á la ciencia económica no
se llega con extensos discursos llenos de
elocuencia algunos, ni con largos escritos
deforma literaria irreprochable, pero fal-
tos de esencia, á los que hemos estado
acostumbrados, y en los que se colocaban
los números como adorno y no como fun-
damento.
Estos importantísimos trabajos del Sr.
Agote, si bien de gran utilidad, tampoco
son suficientes, porque no habiendo sido
puras las fuentes donde ha tenido que ir
á beber una parte de los datos que le han
servido para formar sus cuadros, tienen
que adolecer de faltas que no le ha sido
posil)le salvar por las causas 3'a dichas.
A las obras que dejamos citadas debe-
mos agregar también la publicada por el
Dr. Gabriel Carrasco que se titula De.s-
cripcion Geográfica y Estadística de la
Provincia de Santa-Fé, la que contiene
preciosos elementos.
Estas obras que dejamos enumeradas,
son de gran utilidad, pero falta comple-
mentarlas, purificarlas 3^ refundirlas, para
lo cual es necesaria la Oficina General de
la Estadística, 3' la organización de todas
las oficinas tanto nacionales como pro-
vinciales, para que así siendo exactos y
ordenados los datos que suministrasen á
la Oficina Central, esta á su vez pudiese
presentar un trabajo homogéneo y exacto
que permitiese juzgar del estado econó-
mico y financiero cíela República.
Las infinitas reformas que ha3^ que em-
prender para llegar á establecer una ad-
ministración correcta en toda la Repúbli-
ca, no son obra de un día, es necesario
gran fuerza de voluntad y patriotismo
en los que dirijen los dfi.stinos del país,
para recuperar las fuerzas perdidas en la
desorganización porque ha pasado 3" pasa,
y para plantear las nuevas medidas que
han de traer ese beneficio.
Si el Gobierno Nacional está animado
de esos propósitos de orden, para llegar á
esos resultados, sería conveniente que
nombrase una Comisión de Personas com-
petentes para que indicase las reformas
que ha3^ que practicar.
Entre tanto; es necesario empezar por
algo y ese algo más urgente en este
momento, es sin duda la Íe3^ del presu-
puesto;— de esto nos ocuparemos en un
próximo ariículo.
Sixto J. Quesada-
Buenos Aires, 1885.
Del Kio de la Plata
215
CARTAS SOBRE EDUCACIÓN
OARTA II
LOS AIAESTFIOS
Sr. D. Domingo Lamas:
No pretendo escril»ir una obra pedagó-
gica, ni corro tras aplauso más ó menos
duradero: ansio conversar sobre educa
ción, ya que este problema, de largo tiem-
po planteado, tratado con parsimonia por
los menos, manoseado por los más, dista
mucho de ser resuelto conforme exigen
el objetivo á que tiende y las consecuen-
cias que reporta-
Hablaremos primero de los catedráti-
cos, profesores y maestros; trataremos en-
seguida de los exámenes como base se-
gura de sólida y conveniente ilustración;
conversaremos mas tarde sobre progra-
mas de enseñanza, y finalmente nos ocu-
paremos de las obras de texto.
Como usted vé, amigo mió, el plan
aunque corto, dá materia para llenar
unas cuantas cuartillas, y voy á desar-
rollarlo confiando más que en mis fuerzas,
por mi desgracia débiles, en la bondad de
la causa que defiendo.
¡Los maestros!
Hé aquí el bú de la cuestión, el pro-
blema que recientemente ha preocupado
al Ministerio de Instrucción pública.
En varios países se ha partido de un
error funesto, del de suponer que el que
sabe puede enseñar, espejismo puramen-
te ideológico que la práctica se ha encar-
gado de disolver.
Si para ser médico se necesita cursar
clínica en algún hospital, si para dedi-
carse á la farmacia se exige cierto Tiem-
po de práctica ¿porqué al maestro no
hay que exigirle práctica? Basta acaso
saher para dominar la ciencia de ense-
ñar?
¿No le parece á usted que tendríamos
buenos maestros si previo el examen de
competencia se les observara en la prác-
tica?
Yo no puedo enseñar al que no me
ama, dijo un gran filósofo de la antigüe-
dad, y esta frase, que es todo un código
para el maestro, nos dá á entender que el
profesor ha de aspirar, con el orden y
compostura en clase, con el respeto á
Que se hace acreedor, al afecto de sus
discípulos.
En vano una eminencia científica se
afanará si su carácter bilioso y atrabilia-
rio le enagena la simpatía de sus alum-
nos, como inútilmente trabajará el cate-
drático cuya faltfi de carácter ó excesiva
blandura, amengüe el prestigioso respeto
de que debe estar rodeado.
Esto que es elemeutalísimo se ha es-
capado á no pocos de los que legislaron
en materias de educación, sin observar
que á la prueba de capacidad debe unir-
se la de especiales condiciones de carác-
ter, y aun la de una moralidad sin ta-
cha.
No se me oculta, concretando ideas,
que si las improvisaciones son siempre
difíciles, lo son masen materia que, como
la instrucción, demanda, por su excesiva
importancia, parsimonia y cautela, y
partiendo del supuesto, exactísimo, que
los profesores no se improvisan, so cayó
en otro error, el de fomentar el favori-
tismo, esto es, huimos de Scila para caer
en Caribdis.
Pero no hagamos ciencia retrospectiva
y preveamos el porvenir.
¿Cómo tener un personal docente, aptc,
idóneo, inteligente?
¿Cómo? De una manera facilísima y
poco expuesta á errores.
En el Ministerio de Instrucción públi-
ca, ó en la Inspección, que para el caso
es igual, se lleva, si no estoy mal infor-
mado, un registro no solo de todos los
colegios particulares, sino de los profe-
: sores que dictan las clases en ellos abier-
tas. Y si en el Colegio Nacional se lleva
i también un riguroso registro de exá-
menes, fácil es averiguar, por las notas
generales de los alumnos, la competeu-
; cia del profesor.
Para los tres primeros años, que pue
deu estudiarse en colegios particulares,
I es fácil encontrar, con solo una detenida
consulta, de documentos, profesores idó-
neos.
Nos queda por averiguar ahora las cou-
d i clones de carácter y la moralidad del
, futuro catedrático.
Para lo primero, la misma aplicación ó
I el aprovechamiento del alumno es buena
: fuente, como lo es también la seriedad
I del establecimiento en que el profesor
dicte sus clases; y para lo segundo hay
I sobrados medios para que me entretenga
en detallarlos.
1 Réstanos hablar de los últimos años,
216
Revista Económica
que por no ciarse en colegios particulares
nos inutilizan el recurso anterior. •
Para dictar una cátedra en estos años,
exíjase capacidad suficiente probada ante
un tribunal imparcial compuesto de cate-
dráticos de la misma asignatara, y ya que
no podamos adivinar sus condiciones edu-
cacionistas, nómbreseles con carácter in-
terino, durante un curso tiempo masque
suficiente para apreciar aquellas dotes.
Es menester que cunda el convenci-
miento de que el carácter y la experien-
cia son condiciones indispensables para
dictar una cátedra, huyendo como de un
grave mal de dos tendencias que en di-
versos paises se han manifestado, ambas
opuestas pero las dos igualmente perjudi-
ciales; la de rendir exagerado culto á^ los
teóricos, y la de llevar al magisterio jóve-
nes recien salidos de aulas, estos, si muy
aprovechados, faltos del aplomo que exije
tan imponente tarea, y aquellos excelen-
tes para trabajos de bufete.
Leibuitz decía: «Hacedme dueño de la
enseñanza, y yo me encargo de cambiar
el mundo»; y yo parodiando el pensa-
miento, en lo que tiene de profundo, diría:
«Arréglese el personal docente y habre-
mos dado un gi-an paso para el futuro
progreso de la instrucción.»
Claro está que al hombre dedicado á la
enseñanza con idoneidad, competencia y
moralidad, hay que retribuirlo expléndi-
damente, recordando que «lo que se aho-
rre en educación se gastará en metrolla.»
Pretender que al Estado se le sirva poco
menos que gi-aciosamente, es pretender
un imposible; Y si al educacionista se le
retribuye bien, si de su carrera se hace
una carrera independiente alejada de
imposiciones y del hálito emponzoña-
dor de la política ¿no le parece á V. que
el Estado podría ser más exigente con el
profesor, y que á la enseñanza no se dedi-
carían sino aquellos qne realmente hu-
biesen nacido pedagogos? ¿Qué diría V.
del médico que solo ejerciera su carrera
durante una hora al día, y las restantes
las empleara en estudiar la agricultura?
Qué del abogado que solo trabajara en
una demanda durante una hora, y las
otras libres, las empleara en el tentador
estudio de la a.stronomía? Pues, V., y yo,
y el resto de la humanidad, no recurriría-
mos ni á aquel médico, ni al astrónomo
abogado, convencidos de que para ejercer
con ñuto una profesión cualquiera hay
que dedicarle todas las horas hábiles del
día. No de otra manera se forman los es-
pecialistas.
Aplique V. el caso á la enseñanza, y
saque de estas líneas la consecuencia que
se le ocurra.
Oti'o día continuaremos conversando
ya que el tema es tentador.
Suyo.
MoNNER Sans.
RIO GRA.NDE DEL SUD
El Estado de Rio Grande del Sud ocu-
pa una extensión de 236.000 kilómetros
cuadrados, es decir, un quinto más
que la República Oriental, pero, es de
notar que comparada la posición geográ-
fica de uno y otro territorio, el segundo
aunque menos extenso, debe, por la su-
perioridad de sus condiciones naturales,
permitir con el tiempo mayor producción
y densidad de población.
Según el censo del Brasil de 18S8 la po-
blación de Rio Grande ascendía á 968.931,
la mitad de la cual es compuesta de ex-
trangeros, figurando en primer término
los italianos y en seguida los alemanes
que ascienden á cerca de 200.000.
La mayor parte de la población es
mas bien rural que urbana y no tiene
el Estado ninguna ciudad que pueda
compararse con la de Montevideo. Su
centi'O mas importante es Porto Alegre
que tiene 52.186 habitantes; viene ense-
guida Pelotas con 33.249; Rio Grande
con 22.944 y Bagé con 22.000-
Como puerto marítimo posee el de Rio
Grande, que si bien tiene en su barra
ordinariamente canales hasta de 16 pies
de profundidad, está sugeta á interrup-
ciones caprichosas por la formación de
movedizos bancos de arena que le cier-
ran la entrada. Con el objeto de poder
regularizar las comunicaciones maríti-
mas del Estado suprimiendo demoras y
peligros para los buques, se proyectaron
obras, que fueren contratadas en 20. 000
contos, ó sea 10.000.000 de pesos, con la
«Sucieté Franco Brésilienne de Travaux
Publics», que se comprometió á realizar-
los en el término de siete años, obra
que, á pesar de su importancia y de todo
el entusiasmo que despertó, está hoy inte-
rrumpida.
La empresa contratista tomó, por base
DEL HlO DE LA PLATA
217
de sus cálculos, el papel del Brasil casi á I
la par, y cuando ya habla empezado á ¡
dar impulso á la obra y levantar una ;
pequeña ciudad, con edificios para sus
oficinas y casillas para los trabajado- i
res, empezó el descenso del valor del
papel brasilero, encontrándose la socie-
dad constructora, con que no se les paga-
ba en realidad la mitad de lo que habia
servido de base para sus cálculos. Pro-
seguir las obras era la ruina cierta, ine-
vitable, y mientras solicita una modifi-
cación del contrato, prefiere, paralizando
las obras, perder los 100.000 pesos que
depositó en garantía y lo ya invertido an-
tes que sufrir algunos millones de pér-
dida si continúa los trabajos.
El Estado de Rio Grande tiene 901 ki-
lómetros de ferro-carriles. De estos uno j
pertenece al gobierno el q' parte de Ta-
cuarí, que está á 10 millas de Porto Ale-
gi*e con el que se comunica por el rio
por medio de vapores, y llega á Cace-
quy, recorriendo un trayecto de 377 ki-
lómetros, consti"uido por compañias in-
glesas, tiene la línea de Rio Grande á
Bagé con 283 kilómeti'os, la de Porto
Alegre á Nuevo Ham burgo de 2T millas
y un ramal á Rio Grande de 18 kiló-
metros y la línea entre Cuaraim á Itaquí
de 175 kilómetros. Esta línea debe pro-
longarse á San Borja, pero después de
haberse terminado las obras de tierra se
paralizaron los trabajos.
El gobierno construye nuevas líneas
que deben ligar la de Rio Grande á Bagé
con la de Cacequy, que debe extenderse
á Uruguayana y unirse con la línea de
Cuarain á San Borja. En estos trabajos
se ha manifestado empeño haciéndose
gTan parte de las obras de tierra y tra-
yéndose gran número de puentes de hier-
ro y rieles de Europa, asi como tren ro-
dante de Norte-América.
La linea Bagé ha sido favorecida por el
establecimiento de un saladero cerca de
esta ciudad, creado por una compañía}^ se
trata de establecer otros dos mas á inme-
diaciones de la vía férra que lleve la car-
ne á los puntos de embarque, haciendo
ventajosa competencia á los saladeros es-
tablecidos en la costa, puesto que esos es-
tablecimientos obtienen el ganado mas
barato y en mejores condiciones.
El comercio riograudense ha tenido
naturalmente que sufrir las consecuen-
cias de la suspensión, de las fuertes tarifas
diferenciales con que antes se le favore-
cía. Desde 15 de Marzo á 30 de Junio de
1890 la diferencia de las tarifas de Rio
Grande con las del Brasil se rebajó
en un 30 op; desde 1'=' de Julio á 31 de
Diciembre en 20oio, mas, quedando des-
de 1^ de Enero de 1891 uniformadas to-
das las tarifas aduaneras del Brasil, lo que
importa un fuerte recargo de derechos
para las introducciones á Rio Grande;
aumento de tarifas que se acentuó por el
hecho de cobrarse á oro esos derechos.
La rebaja especial de derechos para
las importaciones á Rio Grande, tenia
por objeto evitar el contrabando, fácil de
efectuarse por sus extensas y abiertas
fronteras terrestres. Para combatirlo no
solo se ha llevado el rigor hasta castigar
con pena de prisión perpetua á los con-
trabandistas, sino que se ha reforzado la
vigilancia en las fronteras. En esta cam-
paña contra el contrabando figura como
elemento activo, la empresa del ferro-
carril á Bagé que vé en cada bulto intro-
ducido clandestinamente en la zona fron-
teriza de la República Oriental, un flete
menos que cobrar.
La fuerte alza de los derechos aduane-
ros es en efecto un estímulo poderoso
para el contrabando, pero este se limita
á los artículos de procedencia europea,
que no se fabrican en el país, debido á
la depreciación del papel en el Brasil que
aumenta los beneficios de las produccio-
nes locales y encarece las estrañas, de
modo que no es la República Oriental,
país á oro, la que podrá introducir á Rio
Grande artículos similares á los de su pro-
pia producción. Respecto de éstos, el con-
trabando se hará en sentido inverso; de
Rio Grande á la República Oriental.
Pelotas es el gran centro saladeril de
Rio Grande, Estado que produce el 23 oío
del tasajo que se elabora. El número de
saladeros establecidos en Pelotas es ac-
tual monte de trece, que faenan alrede-
dor de 400.000 cabezas de ganado vacuno
al año, cifra que se cree excederá en el
actual, debido principalmente á la venta-
josa condición en que están los saladeristas
riograndenses de poder comprar las ha-
ciendas con el papel en que se vende la
carne elaborada. Lo faenado hasta el 15
de Abril ascendía ya á 300.000 cabezas, y
si se tiene en cuenta que los trabajos se
prosiguen de Diciembre á Junio se podrá
calcular este año un aumento de 27 ojo.
No hay en Rio Grande mas que una
1 fábrica de extracto de carne, la que per-
218
Revista Económica
tenece á una compañía iuglesa. Se halla
establecida en el Paredao, en la vía férrea
ds Porto Alegre á Cacequy.
Sin duda debido á la poca importancia
de sus centros urbanos, era hasta hace poco
algo reducido el movimiento bancario
de ese Estado, que no contaba mas que
con la sucursal de «London and Rrazi-
lian Bank» en Rio Grande y el «Banco da
Provincia» en Porto Alegre, fundado con
un capital de 2.500.000 de pesos. Ahora
cuenta además con sucursales del «Banco
da República» establecido en Rio Janei-
ro y del «Banco deParis y Rio».
Éstos cuatro Bancos tienen hoy casas
en la ciudad de Rio Grande y además,
los tres primeros en Porto Alegre y Pe-
lotas.
Las rentas percibidas por el gobierno
federal en 1889 fueron de 7.196.841.000
reisy los pagos hechos por el tesoro nacio-
nal ascendieron á 9.983.173,000 reis Las
rentas especiales del Estado fueron de
2.340.181,000 reisy los gastos ascendieron
á 2.743.346,000 reis resultando un défícit
en ambos presupuestos de 33 o^o.
Reuniendo las rentas generales y las
especiales del Estado, resulta que á pe-
sar de sus fuertes derechos aduaneros el
Estado de Rio Grande no tiene la tercera
parte de la renta normal de la R. O. del
Uruguay.
No pesa sobre Rio Grande como deu-
da local gran parte del pasivo que han
dejado las guerras en que ha tomado par-
te, así como otras erogaciones importan-
tes, todo lo cual está cargado en la deuda
general de la República. La deuda espe-
cial del Estado ascendía en 31 de Diciem-
bre de 1890 á 5.103.489,000 reis cuyos in-
tereses son de 5, 6 y 7 o{0, de lo que
resulta que el fuerte déficit no proviene
del sobrecargo en el servicio de la deuda.
Tales, son á grandos rasgos, las condi-
ciones económicas y financieras con que
el vecino Estado brasilero entra en la agi-
tada vida de la democracia sud-ameri-
cana.
CRÓNICA DE LA QUINCENA
Ago.sto20del892.
No vamos bien . El país no sigue un
camino derecho, y la vía en que han
entrado los políticos, ámás de ser tortuo-
sa, está llena de malezas; en una palabra,
veo al porvenir, erizado de dificulta-
des.
La esperanza está encarnada en el
futuro Presidente de la República.
Con él se espera que habrá mas pruden-
cia y previsión en el gobierno, el gusto
sencillo del bien, equidad en los negocios
públicos, — celo decidido y atento en la
administración de los intereses naciona-
les, menos ruido, poca jactancia y en vez
de violencias, algunas virtudes modestas
y liberales que se consagrarán por entero
al país.
Con eso, no haremos grandes cosas; las
haremos útiles, en todo caso serias, y se
servirá honradamente á esta patria tan
vapuleada en su crédito.
Pero es que, la imprevisión anterior, la
confusión, los excesos de partido, han
sido de tal naturaleza, que el pasado se li-
ga al presente y encadenando el porvenir,
constituye una masa tan grande de res-
ponsabilidades, que se necesitan espaldas
de Atlas para soportarla, y puños de
Hércules, para romper ciertas ligaduras.
Y la interrogación se presenta necesaria-
menie, porque si nadie duda del carácter
del hombre, abonado por una existencia
sin tacha, ya se le examine en el hogar,
en la sociedad, ya en la majistratura y en
la política, hay sin embargo dudas respec-
to de su energía, y estas dudas se compli-
can, y aumentan la inquietud y oscurecen
el horizonte del futuro,— por los amaños
de círculo tendentes á predominar esclusi-
vameute: porque está visto, que las ense-
ñanzas de la historia y hasta las lecciones
de los hechos contemporáneos, poco ó
nada aprovechan á los impacientes del
poder.
De aquí, que la política llamada bien,
«el acuerdo patriótico», si nos ha dado ya
el fruto de un presidente proclamado, se
encuentre, hoy por hoy, como trabada;
no precisamente en su acción dirijente,
desde que nada tiene que dirijir, sino en
la proyección de aquel ideal que quería
apaciguar, calmar, cohonestar, lo que sin
mengua de la moralidad política se pu-
diera inducir, coordinar y armonizar, en
un propósito común.
En resumidas cuentas, tenemos una
situación escabrosa, de sospechas, de
temores, de dudas, de desconfianzas, de
inquietudes, y los días corren y corren, y
DEL Rio de la. Plata
219
esta quincena presenta más acentuada la
misma fisonomía que la anterior; y tien-
do la vista á todas partes, sin prevencio-
ciones, sin preocupaciones, sin ninguna
molestia inveterada y buscando el genio,
los genios tutelares, — para ser más llano
en la forma de la espresion, !os hombres
representativos en cuya eficacia se creín,
lo que hallo, es un trabajo sórdido contra
esas influencias y á ellos, como cruzados
de brazos, casi desalentados, y como
dejando que los sucesos se vayan por
donde quieran ó por donde el empirismo
los empuje; y como una consecuencia de
ésto, solitario al futuro Presidente de la
República en medio de una confusión
universal, pues es raro encontrar dos
hombres que se entiendan sobre cosa
alguna.
Así seguiremos hasta el 12 de Octubre-
llegando por fin á la meta el distinguido
ciudadano en cuyas proverbiales virtudes
todo se ha cifrado.
Mientras tanto continuaremos, los unos
inteiTOgando la Sybila silenciosa; los
otros, haciéndola hablar en su favor; éstos
alejándose, y aquellos, los que no se
atrevieron áacercarse, acercándose fasci-
nados por el éxito del que sube, — en tanto
que, la yjequeñezy el olvido humanos le
aumentan dia á dia. y cada vez más el
vacío al que se vá.
También veremos repetirse, en el Con-
greso, los incidentes como el de ayer, y
postergadas ó aplazadas muchas leyes
que se imponen, porque las camarillas,
los círculos y los partidos, no entendién-
dose, pierden su tiempo en estériles dis-
putas y en inacabables recriminaciones.
Por lo demás, el país se arrastra jadean-
te y el dinero abunda, aunque la descon-
fianza no encuentre cosa suficientemente
segura sobre que colocarlo. Y ya empie-
za á susuiTarse, que el Banco déla Nación
se convertirá, — eso nos faltaba, — en Banco
puro deE.stado.
Con que así, vaya echando sus cuentas
el lector y no se le exija al cronista la
enumeración de hechos no acaecidos;
porque eso es tan difícil milagro, como el
que parece ser que la República entre en
quicio, normalizando de golpe su situa-
ción, después de tantas equivocaciones
cuyo origen se imputa á unos cuantos
pecadores..... los otros, la masa enorme
de todos los que pecaron, descontando el
porvenir en sus devaneos de riqueza y
poderío, — esos se ocultan discretamente.
Lucio V. Mansilla.
Í|EYISTA DE LA QUINCENA
El Gobierno se preocupa de la negocia-
ción un tratado de comercio con el Brasil,
materia siempre grave desde que las
convenciones de éste género vienen á
modificar las condiciones industriales y
comerciales de los países contratantes.
Para celebrar un tratado que consulte
los intereses económicos de la República
en sus relaciones con el Bn^sil, se necesita
ante todo un perfecto conocimiento de las
condiciones y de las necesidades de am-
bos países. Solo así se puede tratar sin
riesgo de incurrir en los mas lamenta-
bles errores, razón por la cual no acom-
pañamos á nuestros colegas de Montevi-
deo, que tan complacidos se manifiestan
por las negociaciones iniciadas, cuando
no se han hecho los estudios previos que
permitan apreciar ni el alcance de lo que
se ofrece, ni la importancia de lo que
quieran darnos-
Como si todavía no fuera bastante
gobernar el país cerrando los ojos á sus
más vitales necesidades internas, nos lan-
zamos ahora á celebrar, á oscuras, trata-
dos de comercio con todas las naciones.
El gran beneficio que los colegas, á que
nos referimos, creen que se obtendrá con
ese nuevo tratado, es el de restablecer la
prosperidad de nuestra ganadería por
medio la rebaja, que se espera conseguir,
en los derechos de importación de tasajo
en el Brasil.
Nuestra ganadería ha prosperado duran-
te algunos años no obstante los derechos
de importación que han tenido nuestros
tasajos en el Brasil, y la crisis ganadera ha
venido, ha crecido y sigue creciendo, ,sin
que mientras tanto se hayan aumentado
ni modificado los referidos derechos.
Estos son, sin duda alguna, graváme-
nes que refluyen sobre nuestros produc-
tores de ganado, pero es evidente que no
son la causa original del mal que se hace
220
Revista Económica
sentir, así como también que éste excede
considerablemente la importancia de esos
impuestos.
La causa de la crisis ganadera no está
ahí; está en lo que dá origen al abati-
miento en el país de todas las demás
ramas del trabajo.
Déjese el Gobierno de seguir como
hasta hoy, los consejos extraviados de un
gremio de agiotistas, dé expansión al
medio circulante, y encontrará en el país
mismo lo que inútilmente se vá á buscar
al Brasil, con aventuradas negociaciones.
La actual legislatura estaba en el caso
de concluir este su segundo periodo sin
sancionar en los dos años que lleva de
funcionamiento el presupuesto general
de la administración, que debe confeccio-
narse anualmente, cuando la laboriosidad
del señor Presidente de la República
Tiene á sacarla del compromiso, haciendo
él personalmente el trabajo que corres-
pondía á la Comisión de Hacienda de la
H. Cámara de Representantes.
No conocemos todavía en sus detalles
el despacho presidencial, sabiendo sólo
que se proponen fuertes rebajas á todos
ios sueldos, excepción hecha de los de
menos de 20 í§ mensuales, pensándose con
esto beneficiar al tesoro con una suma
igual al importe de las rebajas.
Se suele entre nosotros querer desvir-
tuar toda crítica atribuyendo á los que la
hacen propósitos de oposición personal.
Por nuestra parte somos completamente
imparciales y no veuimos á la prensa á
combatir personalidad alguna y mucho
menos á la del señor Presidente de la
República cuyos esfuerzos para dominar
la mala situación del país reconocemos.
Podemos contrariar, pero con esto, siem-
pre estemos en la razón, prestaremos
mayor servicio que el de los que vienen
estimulando con aplausos desleales los
más reconocidos estravíos.
Nuestro camino está trazado; cumpli-
mos nuestro deber de periodista, siendo
ineficaz recurso para desviarnos de él las
mezquinas hostilidades que mas mezqui-
nas entidades, vienen ejercitando contra
nosoti'os.
Las reducciones en el presupuestóse
aplauden debido al equivocado criterio de
que con pequeños medios se i)ueden
paliar grandes males, y esta es también
otra manifestación del fenómeno de estra-
vismo á que nos referíamos en nuestra
crónica anterior.
El mal no proviene de los gastos de la
administi-acion, puesto que, á pesar de la
escepcional disminución de las rentas, hay
relativo equilibrio financiero; no estamos
en presencia de una crisis de la Hacienda
sino de una crisis general, que si afecta
el tesoro público es porque afecta antes á
toda las clases sociales, restringiendo el
trabajo, abatiendo los valores, poniendo
á la mayoría del país en los dinteles del
hambre.
Se yen*a también el camino sancionan-
do contribuciones como la inmobiliaria
sobre avaluaciones exageradas y capri-
chosas, que harán mas precarias las con-
diciones de los propietarios sin ventaja
correlativa para el fisco.
No queremos, lo repetimos, que se haga
de nuevo valer contra nuestras i m parcia-
les observaciones el argumento de que
por espíritu de oposición tergiversamos
los principios para criticar cuanto hagan
ó piensen hacer nuestros hombres de
gobierno, y preferimos por esto dejar la
palabra á reconocidas autoridades en la
materia.
No iremos á buscarlas entre teóricos ó
exigentes reformadores; nos limitaremos
tan solo á invocar lo que ya en la época
de la conquista aconsejaba el buen senti-
do de los hacendistas de la madre patria
y que, como verdades reconocidas, están
hoy incorporadas á la ciencia moderna.
La condición primera para tener fuer-
tes rentas, fué claramente establecida en
la junta de Arbitrios celebrada en la casa
del marqués de Poza en 1595, diciéndose:
«que consistía en enriquecer al contribu-
yente, porque de las piedras no se podía
sacar aceite.»
Osorio y Rendin en su «Extensión Polí-
tica», decía también en esa época, «que se
debía atender mas al aumento de toda la
monarquía que al de las rentas, habién-
dose disminuido por haber hecho poco
caudal del alivio de los contribuyentes,
pues, solo agregaba Martínez de la Mata
si á estos les faltaba la renta, el arte, la
traza y el modo de vivir, ¿sobre que re-
caerán los tributos? los sacarían del cau-
dal que tienen y con el tiempo se les
acabaría y si les falta la ganancia sobre
que se carga?»
En el mismo sentido se pronunciaba
el célebre marqués de la Ensenada en su
DEL Rio de la Plata
221
«Semanario Erudito)) (tomo 12 folio 260)
diciendo «que un ministro de hacien-
da dotado de honor y discernimiento lejos
de caminar al dia, "sembrará para coger
en adelante» y pensando de igual modo
observaba el citado Mata en sus «La-
mentos apologéticos» (suplemento al apén-
dice á la Educación Popular), «\)OvqnG
así como el corazón toma lo más de la
mejor virtud antes que otros miembros,
toma el erario lo mejor en contribucio-
nes.»
Saavedra,en sus Empresas decia, «que
debían aliviarse los pechos en cuanto se
pudiera; procediendo como hace el pastor
que se vale de la leche y lana de sus
ganados, pero con tal consideración que
ni les saca sangre, ni les deja tan rasa
la piel que no puedan defenderse del frío
y del calor», ó siguiendo la pintoresca
espresión de Solorzano a como la abeja
que saca la miel de las flores sin des-
truirlas.»
Otra observación muy del caso, la hace
Gándara en su Almacén de frutos litera-
rios (tomo 1-0 folio 31) diciendo que
«cuanto más se acrezcan los impues-
tos,y mas cuantas contribuciones se exijan
á la nación, otro tanto bajará su im-
porte.»
Además de lo exajerado de la avalua-
ción, se trata ahora también de no dejar
al contribuyente defensa efectiva contra
la arbitrariedad fiscal, y es bueno que, con
este motivo, recordemos también la pala-
bra de Cabarrus en su Elogio del conde
de Gauza. «Se debe, decía, refrenar á
un tiempo los fraudes délos contribuyen-
tes y las vejaciones del exactor».
Si se necesitan rentas para atender á
los apremios del tesoro, el medio de con-
seguirlo no es abrumar una clase de
contribuyentes sobretodo cuando quedan
otros sin imponer. Los impuestos sobre
consumos sobrecargan no en relación
con la posibilidad de cada uno sino en
proporción con el mayor número de
miembros en las familias; las patentes
gravan el trabajo industrial, y nuestra con-
tribución inmobiliaria auna clase especial
de ex-capitalistas; y, cuando exageramos
todos estos impuestos, dejamos exhonerado
el capital ususario y los rentistas, violán-
dose con esto el precepto que, desde anti-
guo, estableció Sancho Moneada, diciendo,
que los impuestos «deben satisfacerlos
todos; porque siendo un peso importa que
se cargue en los hombros de todos para
que se lleve á gusto», y Alcázar de Arrias
en sus Medios Polificos, que agrega
-que se evitarán de este modo los daños
de la desigualdad, que así los hace más
sensibles.»
No somos, como se vé, muy exigentes,
cuando únicamente, pretendemos que se
observen entre nosotros tan elementales
principios, ya enunciados por la antigua
sabiduría española, y nos duele que al
celebrarse el cuarto centenario de Amé-
rica, nos encontremos, en materia de im-
puestos, mucho más atrás de lo que esta-
ba la madre patria en los días del
descubrimiento, sobre todo cuando ellos
interesan no solo las condiciones de pros-
peridad de las naciones, sino también los
más primordiales derechos del hombre,
la igualdad y la propiedad.
¡Cuan sin razón en esa gran fecha his-
tórica vamos á enconti-arnos en tan triste
condición! Con elementos para prosperar,
decaemos; con espíritu liberal y progi'e-
sista, presentaremos ante el mundo la
realidad del retroceso, en cuestiones tan
fundamentales para toda sociedad civili-
zada.
revIstIbuSatil
Pocas oscilaciones ha ["presentado esta
quincena, tanto en oro como en cambios.
En cheques, los de más movimiento
son los del Banco de la Provincia, que
siguen gradualmente valorizándose, sien-
do corriente la opinión de que en breve
se pondrán al nivel de los del Banco Na-
cional.
Como prueba de la mejora notable de
ese establecimiento, está el hecho de que
en el mes de Julio, según resulta del ba-
lance que publicamos, ha realizado de su
cartera S 1.393,692'48 m/n, habiendo dis-
minuido los malos deudores en más de
$ 1.000,000.
En cédulas se ha manifestado un movi-
miento de baja en las nacionales, mien-
tras las provinciales, después de algunas
oscilaciones, quedaron en general un poco
mas altas que en la quincena anterior.
El empréstito nacional de 1891, después
de algunas fluctuaciones, cerró con una
alza de centesimos 30; el de 1892 con una
de S 1.20, y la Lotería municipal con la
de .« 3.
Algo más activa estuvo en esta quince-
na la Bolsa de Montevideo, manifestán-
dose un fuerte descenso en todos los títulos.
222
DEL Rio de la Plata
Movimiento bursátil de la primera quincena de Agosto de 1892
BOLSA DE BUENOS AIRES
(del 1° AL 15 DE agosto)
lúltims Precio
I HASTA
I JULIO 31
Metálico
Ouzas 53.10
Libras esterlinas ii 16. 45
Cambios
Inglaterra I 47.7/16
Francia '.'.'. '.'.\ 4.971/2
Bélica J 4.981/2
Alemania ' 4.031/2
Cheques
Banco Nacional
Banco de la Provincia.
20.^^
39 —
Banco Hipotecario de la Provincia— bonos.l 19 —
Cédulas Hipotecarias Nacionales
Serie A (oro) 5 % de renta
A
B
C
D
E
"níi
/o
33 —
95 —
Ce'dulas Hipotecarias Provinciales
Serie A (oro) 6
« A $f. 8
E « 6
« F n-^ 6
« (t « 6
« I « 8
« J « 8
« K (( 8
« L « 8
« M < 8
« N « 8
« O « 8
« P « 8
de renta.
/o
Fondos ) Títulos Públicos
Fondos Públicos Nacionales de 1884.
Empréstito Nacional Interno 1891. .
Id. de 1892
Loteiia Municipal de la Capital
53 -
72 —
66.80
59 —
52.30
16.30
47.3/16
4.96
4.961/5
4.—
20 —
38.—
17 '.:
96 —
94 —
m —
86 —
89 —
85 -
88 —
85 —
20 —
30.50
30.50
29.30
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28.50
29 —
28.50
33 —
29.50
31 —
30.10
29 10
29.10
29.10
29.10
29.10
29.10
29.10
29.10
29.10
29.10
29.10
29.10
71 80
68 80
Míis alto
53 70
16 75
47 7/16
4 97
49 81/2
4 03
21 —
39 —
18 1/2
94 —
86 —
89 —
85 -
31 —
30 —
29 20
29 20
29 50
30 10
29 50
29 30
29 70
29 70
29 70
29 60
72 90
68 20
62 —
último rneio
HASTA
ago't. 15
51 30
16 30
47 3/8
4 97
4 98
4.021/2
20 1/2
38 1/2
18 40
33 —
95 —
94 —
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85 —
20 —
30 50
29 70
28 50
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29 50
30 10
29 20
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29 20
29 20
29 20
29 30
53 —
72 30
68 —
62 —
Revista Económica
223
último Precie
HASTA
JULIO 31
Mas b»jo
^las alto
Últii: Precio
HASTA
ag'to 15
Acciones
BANCOS
Español del Rio de la Plata
108 —
89 —
32 —
60 -
39.50
46 —
41 —
5 —
1 -
16 —
27 —
91 —
80 —
8.50
30 —
30.50
28 —
79 —
27 —
85 —
42.50
150 —
80 —
10 —
30 —
7 —
7 -
65 —
14 —
52.80
24 —
23.30
28 —
25 —
9.30
50-5/8
5.32
5.32
4.29
104 —
91 —
33 —
56 —
40 -
4 50
0.80
29 50
28 —
76 -
85 —
43 —
130 —
9.60
13 —
38 —
22 30
21 30
22 80
29 70
7 —
50.5/8
5 30
4 29
106 —
92 —
33 -
60 -
45 —
4 50
0 90
30 —
31 —
78 —
85 —
50 —
130 —
10 90
13 —
52 60
23 20
23 —
23 60
33 -
9 40
50 5/8
5 32
4 30
105 —
Italia y « « « « (oro)
Crédito Real
Nuevo Banco Italiauo .
92 —
33 —
57 50
Bauco de la Bolsa
39 50
Francés del Rio de la Plata
45 —
Hipotecario de la Capital (Bonos oro) ...
Constructor de la Plata
41 —
4 50
Id id id (obligaciones)....
Agrícola Comercial
0 80
16 —
Banco Inmoviliario
27 —
Banco del Comercio
91 —
Banco Caja de Descuentos
Comercial de la Plata
Comercial
80 —
8 50
30 —
Banco Sud-Americano
Banco Nacional
La Edificadora
La Previsora (Compañía de Seguros)
La Primitiva (Compañía de Gas)
Gas Argentino
35 —
31 -
78 —
27 —
85 —
50 —
Empresa del Edificio de la Bolsa
La Argentina (fábrica de papel)
Muelle y Depósitos de las Catalinas
La Buenos Aires (Compañía de Seguros)..
Compañía Federal de R.easeguros
Kidy C»
130 —
80 —
10 80
13 —
7 —
7 —
Telegráfico Telefónica
Constructora Argentina
65 —
14 —
BOLSA DE MONTEVIDEO
(del 1° AL 15 DE agosto)
Billetes Banco Nacional
Títulos hipotecarios Serie D
38 —
23 30
Cédulas hipotecarias « A
23 —
Id. id. « B.
28 —
Deuda del Interior
Id. Independencia
Id. Consolidada
Acciones Banco Hipotecario
22 80
29 70
7 30
cambios
Inglaterra
50.5/8
Francia
5 32
Bélgica
—
Alemania
4 29
224
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DEL Rio de la Plata
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2* Época -Núm. 9.
5 de Setiembre de 1892.
REVISTA ECONÓMICA
DEL
RIO DE LA PLATA
DIRECTOR: DOMINGO LAMAS
LA PRESTACIÓN DE SERVICIOS
Bancos 7 Se^ros, nacionales 7 extranjeros
UNA FAZ DEL ABSENTEISMO
Los países nuevos, como este, han de-
bido recurrir, para la realización de sus
obras públicas j para el utillaje de sus
industrias, al capital extranjero, que su-
pliese la falta de acumulación propia
de riqueza en forma monetaria; pero hay
que distinguir el tributo pagado como
premio de los préstamos destinados á
estos objetos, de la retribución al ex-
tranjero por meros servicios de in-
tervención en las transacciones locales.
Estos pueden y deben ser desempeñados
por'instituciones del país, ya, por ejemplo,
tratándose de seguros, para evitar un
injustificado absenteismo, ya, tratándose
de Bancos, por esta consideración y las
bien entendidas exigencias del giro na-
cional.
Don Bernardino Rivadavía, así lo com-
prendió desde su primer gobierno, ini-
ciando, en el año 1811, la formación de
una compañía de seguros y de un Banco
de descuentos.
Aún cuando se realicen en forma de
prima fija, los seguros no son, en el fondo,
más que una asociación mutua. De acuer-
do con las proporciones de los riesgos
se gradúan las primas, de modo que los
asegurados vengan á pagar el importe de
los siniestros á que están sujetos, no sien-
do las compañías que las realizan, más
que meros intermediarios,'no dependien-
do la importancia denlas operaciones ni
las garantías de pago del capital efectivo
de que dispongan, que es siempre^limita-
do en relación á los riesgos.
Donde existe una masa de valores su-
ficiente subdividida de modo á que pue-
dan subsistir los promedios que resultan
de los grandes números, ahí están todos
los elementos constitutivos de las Compa-
ñías de Seguros, y no hay motivo alguno
que justifique que el país que los posee
se haga tributario del extranjero en cam-
bio de servicios de este género, y deje
que se vayan á consumir ó á acumular á
fuera las comisiones ó beneficios que pro-
porcionan á las empresas.
Los Bancos son también, por su natu-
raleza, simples intermediarios para la
colocación de los capitales locales, y
agentes para los cobros y pagos dentro
y fuera del país, siendo la excepción el
que las instituciones de crédito sean pres-
tamistas de fondos propios, como ha
pasado, en vasta proporción, con nuestros
Bancos oficiales.
En cuantos á los Bancos extranjeros,
ellos se limitan á la función tradicional
de operar con capitales ajenos que, en
este caso, son los fondos locales, sin
aumentar de un modo apreciable los
recursos efectivos de que dispone el país,
como lo demuestra lo exiguo de sus
capitales realizados, subdivididos, ade-
más, entre las casas matrices y sus nume-
rosas sucursales.
Lo que nos ti-aen efectivamente esos
Bancos no es más que la etiqueta extran-
jera en vii-tud de la cual hacen refluir en
beneficio de los capitalistas del exterior
las utilidades que proporcionan el mane-
jo de los capitales nacionales y los servi-
cios de liquidación de las transacciones
mercantiles.
Habría alguna compensación si las
226
Revista Económica
nstituciones extranjeras estuviesen habi-
I itadas para prestar los servicios á la
producción y al comercio, en mejores
condiciones que las instituciones delpaís;
pero este no es el caso, y llamamos muy
especialmente la atención de los legisla-
dores tanto de este país como de la Re-
pública vecina, sobre las consecuencias
desventajosas que resultan del carácter
especial de sucursales que presentan los
Bancos extranjeros establecidos en el Rio
de la Plata.
El fin de los Bancos es dar á los capi-
tales de que disponen el giro más prove-
choso.
Como centros de transaciones moneta-
rias ó de crédito, está en sus conveniencias,
siempre que se trate de instituciones del
país, el armonizarlas con las necesidades
generales de la plaza; pero si lasque
operan son meras sucursales, no son ya
esas necesidades las que determinaran
su giro. Las condiciones de las otras casas
principales, deque dependen, situadas en
el exterior, pueden imponerle restriccio-
nes cuando, localmente, se requiera ex-
pansión; la mayor utilidad de afuera
puede inducirles á sacrificar los intereses
de adentro y á dar á los capitales del país,
confiados á su gestión, un giro contrario á
las conveniencias del país mismo. Son
satélites de otros centros planetarios que
no obedecen al criterio propio, determina-
do por el espíritu, por las conveniencias y
por las inspiraciones locales,y que, en vez
de constituir, en momentos dados, ele-
mentos reguladores de la marcha finan-
ciera local, pertuiban la economía gene-
ral, y, por eso mismo, contrarían, en vez
de beneficiar, los intereses del país y,
derivativamente, el de sus incautos clien-
tes.
Lo que ha trastornado el giro en la cam-
aña de Buenos Aires v en las provincias
peí interior, es el hecho de hacerse sus
dnncipales servicios bancarios por medio
pe sucursales de Bancos establecidos en
da capital.
1 Estas sucursales, arruinadas en parte,
por las malas operaciones de la capital
habían, sinembargo, llevado capitales
etectivos que las sucursales extranjeras
no nos traen.
Los siete Bancos sucursales enti-anjeros,
que funcionan en Buenos Aires, acapa-
ran la mitad de todos los depósitos activos
pues tienen 10 millones oro, y 60 millo-
nes de curso legal, cuyo giro viene por
este hecho á ser determinado teniéndose
en vista, no ya solo el servicio de la ])laza
sino también las combinaciones que en
beneficio de estraños puedan sugerir las
condiciones de los mercados extranje-
ros.
En cuanto á las relaciones internacio-
nales, ellas no exíjen las dependencias
de las sucursales, siendo lo corriente, para
las mayores operaciones de cambios que
se realizan en el mundo, los simples
convenios de giros, entre casas indepen-
dientes.
Los Bancos sucursales extranjeros, no
compensan pues, bajo ningún aspecto, ni
el tributo con aumentan las fuertes
partidas del absenteismo, ni los inconve-
nientes que resultan de la desharmonía y
de la dependencia que imponen en la
circulación nacional.
Lo que indicamos debe ser objeto de
medidas especiales, aún cuando no se q uie-
ra considerar más que la necesidad de
libertará estos países de prestaciones de
servicios que pueden hacerlos ellos mis-
mos, cuando todas sus producciones son
pocas para pagar los tributos délas habi-
litaciones del capital externo.
Esto está también dentro de las ideas
corrientes, puesto que todos admiten que
deban fomentarse las industrias locales
para evitar el tener que pagar artículos
extranjeros de consumo, y es natural
entonces que no se ponga tampoco en
dúdala utilidad evidente de suprimir los
fuertes pagos á empresas extranjeras,
para que vengan á hacernos los servicios
de intermediarios de seguros, de distri-
bución de capitales, que son, como queda
esplicado, casi exclusiva;uente locales y
de liquidación de cuentas.
EXTRACTOS Y COMENTARIOS
Li S3;i3dad
.::i3r!ia— 33ti:iiDS ÜDrilss 7 Políticas
Cou:c2ll3 SsüS'jil
El señor Courcelle Seneuil acaba de
publicar un nuevo y notable libro con el
título con que encabezamos estas líneas,
destinadas á dar una idea general de las
materias de que trata y hacer apreciar,
mediante breves extractos, su importan-
cia y originalidad.
El autor, sin espíritu de escuela que
DEL Rio DE LA PLATA
227
considera idea vieja é impropia, se preo-
cupa de la iuvestigacion de los principios
en que descansa la sociedad moderna. A
fin do desarrollar los conocimientos mo-
rales y políticos, que en tres siglos no
han (lado un paso mientras que tanto han
progresado las ciencias físico-naturales,
cree indispensable que se los someta al
método rigoroso mediante el cual han
adelantado esta clase de estudios.
En la práctica razonada, dice, no he-
mos liecho progresos sensibles desde los
filósofos griegos: en teoría pura estamos
quizá menos adelantados que ellos. Si
vemos un poco mejor las cosas sociales,
lo debemos á los cambios que los progre-
sos industriales han introducido insensi-
blemente en las sociedades humanas.
Cree, con razón, que el estudio de la
actividad humana no debe ser una conti-
nuación ó una dependencia de la biología
ligada á la auti'opología; se trata de estu-
diar el hombre social, pensando, sintien-
do, queriendo y obrando por grupos, y
censu;-acomo prematuras las conclusio-
nes morales y políticas, sacadas de las
ciencias naturales que «son hipótesis, sin
otro fundamento más que la fantasía de
sus autores y el deseo demasiado ardiente
de combatir las doctrinas tradicionales.»
«Estas conclusiones, agrega, llevadas á
la política han ejercido una influencia
perniciosa y exagerada fuera de toda
razón. No mencionemos más quedos, las
menos temerarias; la de la concurrencia
vital asimilando los hombres á los anima-
les y á las plantas, y la de las razas; ellas
han sido acogidas, tanto la una como la
otra, con avidez por todos los odios- La
primera está mal comprendida; la se-
gunda es una hipótesis no bien estudia-
da y poco definida. No proporcionan por
otra parte más que conclusiones negati
vas que conducen á la guerra sin fin.»
Para estudiar la actividad humana co-
mo ciencia, la que ha sido denominada
sociología, término que propone se reem-
plase por el de poliología, la divide en
tres ramas principales, á saber: la filo-
sofía, la economía política y la historia.
Esta última, no la considera una ciencia
sin alguna vacilación. Es la memoria del
genero humano, y tiene todas las imper-
fecciones de la memoria individual; es
todavía más olvidadiza que esta.
«La historia, dice, tiene por fin, recor-
dar á los hombres las relaciones diversas
que han tenido, sea con la naturaleza, sea
entre sí, sea en la vida privada, sea en la
vida pública durante el transcurso de los
tiempos Es una obra humana y, bajo este
punto de vista, podría ser considerada
como un arte; pero ella tiene por objeto
el conocimiento de la verdad sobre he-
chos realizados, que nuestra voluntad no
puede modificar, fuera y aiTÍba de toda
})asión lo que es propio de la ciencia. Una
historia completa y de conjunto, es im-
posible, y las historias especiales son sin
número. La historia más general que
pudiéramos concebir, sería la de los des-
cubrimientos industriales y los políticos,
en la moral y en el derecho. La historia
de las revoluciones y de las guerras, po-
dría encerrarse en una tabla cronológica,
en la que solo se mencionasen los resulta-
dos. La historia anecdótica cuyo atracti-
vo seducirá siempre al gran número de
hombres, quedará siendo lo que és, una
ol)ra de arteá la que no habrá que pedir
más que una cualidad, la de la exactitud.
La estadística, es una de las numerosas
ritmas de la historia.»
El arte social que en esa ciencia se
inspira, lo divide en cuatro ramas, bien
diversas, á saber, 1." política propiamen-
te dicha, cuyo fin es dirijir lo mejor po-
sible, un grupo humano, establecido sobre
un territorio determinado- 2.o la moral,
ó conjunto de reglas de buen vivir, que
nace del poder espiritual. 3. o el derecho
ó conjunto de reglas, establecidas por go-
biernos civiles y que se distinguen de los
preceptos morales, en que su observancia
es impuesta á los individuos por la fuerza
material y sus infracciones castigadas por
otro modo que el de sus consecuencias
necesarias y 4.o la pedagogía, que es el
arte mediante el cual los conocimientos
y las costumbres que constituyen la civi-
lización, se trasmiten de padres á hijos,
conservados, propagados entre los adulto
y aumentados-
Los conocimientos morales y políticos
comprendidos en esta clasificación los
considera una materia de estudio supe-
rior á las fuerzas de un solo hombre.
Pero, agrega, lo que es imposible para
uno solo, no lo será para varios que ca-
minen en una dirección común observan-
do el mismo método y ayudándose los
unos á los otros en la tarea desinteresada
de buscarla verdad.
E\ contingente que ofrece el sefíor
Courcelle Seneuil es copioso, y constitu-
ye el fruto de muchos años de trabajo
á28
Revista Económica
facilitado por una inteligencia poderosa.
Expuesto así el objeto de la obra, hare-
mos apreciar á nuestros lectores su mérito
y su espíritu, entresacando algunas de
las ideas y observaciones de que están
llenas las 537 páginas de que consta el
libro.
Una de las proposiciones formuladas
hasta hoy, que considera más inexacta es
la de que los hombres nacen iguales. Son
semejantes por los órganos del cuerpo y
las facultades intelectuales y morales y
por estar sometidos á las mismas necesi-
dades naturales, las mismas enfermeda-
des, agitaciones, errores y debilidades,
como están dotados de la misma voluntad
para obrar y de la misma razón para
guiarse. Pero no son iguales- Si se poneu
frente á frente dos de ellos y se les con-
sidera bajo un ciento ó un millar de as-
pectos diferentes, no se les encontrará,
decimos, nunca iguales, ni por las calida-
des físicas, ni por las calidades morales,
ni por las calidades intelectuales. No
tienen mas que calidades comunes, varia-
bles en fuerza y en grado al infinito,
debido á una ley natural. Las facultades
y las calidades naturales, siéndoles comu-
nes, la justicia admite entre ellos la
igualdadjurídica, pero no hay más que
eso.
Estudiando la democracia, dice que,
como todas las formas de gobierno, ésta,
la más racional de todas, está destinada á
perecer, como las otras formas; ella pere-
ce, por la injusticia, cuando los hombres
sienten que ya no les dá lo que de ella
tienen derecho á esperar y la rechazan
por cansancio, por la fatiga de las agita-
ciones estériles y por abandono de si
mismos.
€ Desde que se conoce el gobierno de-
mocrático, su sucesor natural es el tira-
no. > «El gobierno democrático perece
cuando los deseos injustos crean disen-
ciones entre los ciudadanos á que no
pueda dar término por la justicia, sea por
que no la conozcan, sea porque no tengan
el coraje ó la fueizade hacerla respetar.
Crear ó fomentar las diseuciones á cual-
quier título que sea entre los ciudadanos,
es encaminarse á la ruina del gobierno
democrático. Algunas veces llega el tira-
no por conspiración ó por traición. Algu-
nas veces solo por la iiocosidad de la
situación, nunca sin esto.»
Pasando de l;is cuestiones generales
referentes á la constitución del gol)ierno
á la de las condiciones necesarias en el
gobernante, encuentra que, bajo cualquier
aspecto que se las considere es muy difícil
encontrarlas reunidas.
«Todo gobierno, dice, está rodeado de
hombres que son ó que pretenden ser sus
partidarios, sus apoyos, sus servidores.
En los países de instituciones libres, estos
hombres están reunidos con el nombre de
partidos. En los países en los cuales el
poder lleva el nombre de uno solo, estos
hombres constituyen lo que se llaman
cabalas de corte. Estos grupos, tan
diferentes en la forma se parecen todos
en el fondo: asedian á los que tienen el
poder y no dejan llegar, sin mucho es-
fuerzo más que á los de quienes esperan
ventajas particulares, es decir injusticias.
Así la primera condición que hay que
observar para llegar al gobierno por el
camino más corto es la de mostrar que
se carece de las calidades necesarias
para gobernar bien. Algunos hombres
han podido alcanzar el gobierno por
otros medios, por escepcion y por acci-
dente; algunos otros, después de haber
llegado á este por medios bastantes ma-
los, han gobernado bien, ó casi bien.»
«Estas consideraciones nos esplican
porque los verdaderos hombres de estado
son tan raros en la historia. >
Analizando los deberes del gobierno
considera que el primero es el de conser-
varse. Los hombres débiles llamados al
gobierno están casi esclusivamente ocu-
pados de la oposición, que siempre grita,
exajera y se queja de daños reales ó ima-
ginarios, y se empeñan sea en combatirla
sea en atraérsela. Con lo primero se ex-
ponen á extralimitar la ley, salir de la
justicia, convertirse en tiranos, lo que
subleva la conciencia pública y engruesa
con pacíficos ciudadanos el ejército délos
políticos opositores, mientras que al recu-
rrir al otro medio, ó se dan puestos sin
considerar el mérito de los agraciados y
las necesidades del servicio, ó se gravan
á los contribuyentes con distribuciones
indebidas de los dineros públicos, ense.
ñando que el oficio de opositor es un me-
dio de lucrar, con lo que se aumenta el
número de los opositores de oficio.
Un gobierno ilustrado, dice, debe saber
que la oposición no tiene por si misma,
fuerza para voltearlo sino mediante los
errores que oí mismo cometa. Debe te-
ner siempre los ojos fijos sobre la masa
del pueblo, que hui)ia poco y bajo, pero
DEL Rio de la Plata
229
que decide en definitiva de la vida ó de
la muerte de los gobiernos. Es esta mul-
titud paciente hasta la resignación, casi
siempre silenciosa y habitualmente dis-
creta, que es preciso satisfacer. Ella no
conoce bien cual debe ser la dirección
del gobierno y es casi siempre incapaz de
indicarla, pero en muy poco tiempo ella
siente si una dirección es buena ó mala,
justa ó injusta.
•La buena gestión de la hacienda pú-
blica aumenta el poder del gobierno y
del pueblo, la mala gestión debilita y
arruina al uno y al otro.
«La mala gestión tiene raras veces por
causa la rapacidad personal y las malver-
saciones de los que administran la hacien-
da; proviene algunas veces de una bene-
volencia personal poco ilustrada, de la
debilidad indiferente y las más veces de
un cálculo inepto y culpable inspirado á
los que gobiernan por el deseo de aumen-
tar el número de sus parciales.»
Esto último, además de evidentemente
injusto desde el punto de vista de los
contribuyentes, lo considera una tontería,
porque los favorecidos no se lo agradece-
rán. La gratitud es una virtud rara, por
otra parte, no hay motivo de agradeci-
miento cuando se dá lo ageno; se apro-
vecha la injusticia y se desprecia al que
ha faltado á sus deberes. Por último, la
satisfacción de un deseo, crea otro nuevo;
los hombres no se atraen por los benefi-
cios recibidos, sino por la esperanza de
recibirlos.
«Toda dilapidación de este género,
agrega, llama un gran número, y un nú-
mero que crece á medida que las malver-
saciones se multiplican. De este modo se
forma la pendiente que conduce al go-
bierno á la ruina del estado.
«Cuando las malversaciones de este
género toman importancia y el malestar
se hace sentir, los opositores j los que
desean mas ardientemente dilapidar, tra-
tan de ladrones á los hombres que gobier-
nan y las multitudes creen en esta acu-
sación. Ellas se dicen; «si hay malestares
que se han desviado los fondos de su
aplicación; alguno lo ha hecho; este al-
guno es un ladrón. Este raciocinio carece
de exactitud, porque califica á un hom-
bre según el resultado de sus actos sin
tener en cuenta su intención, pero es de
seguro especioso para los espíritus ligeros
ó prevenidos, y la euvídía lo acei)ta sin
dificultad; no se puede por otra parte
negar que para el paciente, que es el
contribuyente, poco importa que los fon-
dos hayan sido robados, ó entregados á
los que no tenian derecho, porque para él
el resultado es igual.»
Los deberes cívicos los considera de
dos categorías distintas, según se refieran
al poder espiritual ó de opinión ó al go-
bierno.
La mas alta función del ciudadano, di-
ce, es la de concurrir por su palabra ó
por sus escritos á la formación de la opi-
nión pública sobre las doctrinas, sóbrelas
instituciones y las personas. Esta función
requiere imparcialidad y la reflexión que
aléjalos juicios lijeros ó injustos. Tratán-
dose de particulares no deben mencionar-
se actos censurables antes de verificar los
hechos con cuidado, ni deben hacerse
juicios temerarios sobre la vida íntijna y
las intenciones, siempre difícil de conocer
con exactitud.
El espíritu de partido, de grupo, que dá
lugar á afecciones y á odios colectivos,
llevan al error y ala injusticia, estimu-
lan la calumnia y extienden su círculo de
acción. «Los hombres que no tienen ho-
rror á la calumnia, que se acostumbran
á ella, se hacen tan ciegos y crédulos co-
mo injustos; se exponen" á caer en las
trampas mas groseras, por rebaños, más
como bestias que como hombres. >
Al ocuparse de la libertad de manifes-
tar el pensamiento por la palabra ó por
escritos públicos, distingue, cuando se
trata de doctrinas, del caso de apreciación
de actos personales, justificando que en
estos debe limitarse, no permitiéndose la
injuria, «porque la calumnia tiende á.
inducir al error, á viciar la opinión pú-
blica y perjuidica así directamente el
interés de todos.»
«El primero y el más penoso de los de-
beres del buen ciudadano es el de perse-
guir la calunmia y los calumniadores en
todas partes donde se les encuentre, por
más desagradable que le sea el cumpli-
miento de este deber.»
En cuanto á los deberes que nacen de
la relación del ciudadano con el gobierno,
los divide el autor en dos categorías, se-
gún sea el ciudadano gobernado ó parti-
cipe del gobierno.
Como gobernado, su primer deber es
el de elector, acto en el que es soberano
y del que dependerá la felicidad ó la des-
gracia de la patria, pero para desemi>e-
fiarlo con acierto le es indispensable
230
Revista Económica
conocer algunos principios generales, sa-
ber cuales son las funciones del gobierno
y las dificultades qne presentan su cons-
titución y dirección, y preservarse de los
varios medios que se ponen en juego pa-
ra extraviarlo y atraerlo.
No debe desinteresarse de la elección
ni abstenerse de ella, lo que importaría
deso!)edecer una ley justa y faltar á un
deber honorable. Es incurrir también en
la responsabilidad de las consecuencias
de la abstención.
Como medio de orientarse, acons(\ia
que se sigan las discusiones relativas ala
cosa pública, para lo que da un consejo
poco práctico, que es de no leer un diario
ni escuchará un orador que haya sor-
prendido en mentira, con lo cual difícil-
mente tendrá diario que leer, ni oradores
que escuchar.
También recomienda que en las elec-
ciones no pretendan nombrar mandata-
rios, lo que responde á la teoría que
sostiene con lucidez, de que no debe crin-
fundirse al elejido con el mandatario,
confusión en la que descansa el princi-
pio de las representaciones de minorías,
siendo los elegidos los destinados á go-
bernar á todos consultando el interés
público.
Como medio de preservarse contra los
engaños haciéndoles discernir, entre los
candidatos, los que se mueven por intere-
ses privados recomienda que se haga
ateución á lo que sigue, «l.o piden la
mayor parte una reforma completa déla
sociedad ó cuando menos del gobierno,
buscan quejas, despiertan y conservan
descontentos, soplan la discordia con to-
das sus fuerzas; 2.o atacan las personas
que ejercen el gobierno con la última vio-
lencia, injuriándolas siempre y calum-
niándolas con frecuencia; 8.0 no discuten
nunca y están siempre apurados, muy
apurados como todos los intereses priva-
dos. La reunión de estos tres signos pro-
porcionan una indicacien infalible; el
último, [)or si solo, constituye una pre-
sunción muy fuerte.»
Observa que el elector se encuentra
débil en el aislamiento y busca consejo
en un grupo llamado partido y agrega
que <en un pais donde la práctica de la
elección es antigua, no hay más que dos
partidos y dos programas relacionados
con las cuestiones á resolverse durante
el trascurso de una legislatura. Este es
el estado normal. La multiplicación de
los partidos es un mal síntoma, indica la
multiplicación de estados mayores pre-
tendientes, el olvido del interés público.
Por lo que concluye recomendando que
el elector desconfie de los que crean gru-
pos separados; obedecen á intere.';es pri-
vados, colectivos quizás, pero distintos de
los del país y opuestos á este.
Si malos son los privilegios en la sim-
ple esfera económica, no lo son menos los
que se introducen para el desempaño de
las diversas funciones que requiere la
administración, la distribución de la jus-
ticia y la difusión de la enseñanza, ni las
diversas otras trabas puestas á la liber-
tad.
El Sr. Courcelle Seneuil es partidario
de que se supnmím las l)arreras de la
edad, de los diplomas y de los concursos,
con que se ciérrala entrada de diversas
carreras á los que podrían desempeñarlas
igualmente, ó mejor de los que resultan
favorecidos por restricciones de este gé-
nero. No vé razón alguna para (¡ue se
coloque á los empleados del Estado en
distintas condiciones de los emjiieados
del comercio. En cuanto á los di[)lomas
3'- concursos, no eré que proporcionen ga-
rantía alguna.
«Ellos solo atestiguan, dice, que el
candidato ha pasado los diez años du-
rante los cuales el carácter se forma
fuera de la piáctica déla vida ,esclusi-
vamente ocupado en ejercitar su memo-
ria. ¿Hay en esto una garantía de apti-
tud? Nadie se atreverá á sostenerlo seria-
mente. ¿Hay al menos una garantía de
saber? No; ni siquiera la garantía que
posee el saber más elemental. Se ha
ejercitado más ó menos á hablar <le un
modo más especioso del que sabía, o
Expone lo que llama el mandarinaje
moderno.
«Los pueblos del alto Oriente, dice, nos
presentan hoy todavía los dos tipos prin-
cijiales en que se pueden agrupar todas
las desigualdades artificiales; son el man-:
darindje y la casta. En China la ge-
rarquía social se establece por pruebas .
literarias que comprueban los quelais
hacen con satisfacción, un conocimiento
profundo de los libros antiguos y de la
tradición conservada por un cuerpo de
letrados; es el mandarinaje. En la In-
dia, como en el antiguo Egipto, los indi-
viduos están clasificados pur nacimiento,
que dá derecho á ciertas fuuciones,y sobre
todo que gradúa la estimación debida á
Del Rio de la Plata
231
cada uno. Nunca el que ha salido de los
pies de Brahama, podrá igualarse á los
que han salido de su cabeza ó de su pe-
cho; hé ahí la casta. »
Hay actualmente cinco gerarquías de
mandarines, á saber los judiciales, los ad-
ministrativos, los militares, los clericales y
los enseñantes. Las cuatro primeras ge-
rarquías, tienen sus raices en la quinta,
encargada especialmente de la conserva
ción y la propagación del espíritu man-
darín.
Todas ellas están bien caracterizadas,
antei)Oniendo siempre el espíritu de cuer-
po á la realización de los fines de utilidad
pública.
Entra á analizar estas diversas gerar-
quías, empezando por la judicial; los
jueces son inamovibles é irresponsables
en la práctica, porque el espíritu de
cuerpo no permite que sea efectiva la
responsabilidfid que tienen en casos de
falta. «Eli juez honrado, dice, tiene en
Francia un mérito que está fuera de todo
encomio, puesto que nada le obliga ni le
estimula á ser honrado, y su interés le
aconseja no serlo, su mérito es apenas
conocido de los abogados, procuradores y
otras gentes de justicia, demasiado ocu-
pados en sus intereses para aj)reciarlo, y
demasiado dependientes del juez, sea el
que sea, para no expresar en voz alta su
opinión acerca de él, sea la que sea.
«En cuanto á la organización que colo-
ca el juez en una situación semejante, es
claro que ella es detestable.»
«La orden de los abogados, constituye,
hace tiempo,numandarinaje de otra clase;
sus miembros sereclutobansin compra del
cargo ni favor del príncipe, entre los que
producen pruebas literarias;por otra parte
el abogado no recibe del estado el precio
de sus servicios; es el litigante quien los
paga, y esta corporación viene sosteniendo
en cuanto á los honorarios de sus miem-
bros, doctrinas muy especiales y fantásti-
cas alas cuales no ha renunciado aún . >
Después de ellos viene la corporacióu
de los escribanos, procuradores, oficiales
de justicia, etc., que son otros tantos man-
darines, «colocados en las avenidas de
los tribunales como los antiguos señores
feudales en los caminos. Los litigantes,
no tienen contra ellos ninguna garantía.
En un país en que la opinión es mas que
severa contraía difamación de la prensa,
un abogado puede litigar con la más ex-
tremada licencia, y esta licencia que di-
vierte á los jueces, ha pasado á ser costum-
bre, de modo que se entrega á ella ya
sin apercibirse. Se consienten las demo-
ras más perjudiciales álos litigantes, para
la mayor comodidad de los abogados, y
no se ponen obstáculos á la multiplica-
ción délos gastos inútiles por los procu-
radores. La razón es sencilla: los aboga-
dos y los procuradores, constituyen para
los jueces, toda la opinión pública; estos
no quieren encontrarse en hostilidad con
ellos. Que importa el interés del litigante
que no tiene ningún poder, ni siquiera el
de quejarse.»
Después de retratar así las condiciones
de la administración de justicia en Fran-
cia, pa -a á la gerarquía administrativa.
Aquí los hombres están agrupados por
divisiones y oficinas, militarmente, con
una serie de jefes sobrepuestos los unos á
los otros. Los empleados, no tienen nin-
gún estímulo en trabajar bien, la opinión
no los puede fiscalizar; lo que le importa
es la buena voluntad del jefe inmediato,
y esta voluntad puede adquirirse, conser-
varse y aumentarse por mil otros medios
que no sean el celo y la conciencia en el
trabajo. El singularizarse queriendo ha-
cer más y s\iprimir así ocupación para
otros, es contrario á la conveniencia y al
espíritu de cuerpo. En cuanto á los jefes,
el mejores el que se ocupa más del inte-
rés desús subordinados,y si alguno quiere
introducir reformas, el espíritu de cuerpo
le opone la inercia en el interior, y, á
fuera, la guerra de intrigas y de calum-
nias.
En la gerarquía militar, predomina de
igual modo el es[)íritu de rutina y las fal-
tas de estímulo para el servicio eficaz.
Después del trabajo mediocre que exijen
las pruebas para obtener grado de oficial,
una vez obtenido, ya nada tiene que
hacer, ni con el estudio, ni con las cien-
cias. El espíritu de cuerpo exije todo el
rigor para el soldado, mientras que toda
la libertad para el oficial, que pasa por
impecable con tal que no se quiera sin-
gularizar estudiando y preocupándose de
lo que no estudian ni se preocupan los
demás. De ahí el que la preparación de
los jefes, su alcance intelectual, no siga,
en general, su ascenso en la gerarquía
militar. El género de vida, aleja la activi-
dad intelectual y vá quitando el gusto y
la facultad de trabajar.
La gerarquía clerical, constituye un
mandarinaje aparte en el que el espíritu
232
Revista Económica
de cuerpo y disciplina es más fuerte toda-
vía que en los demás.
En mandarinaje enseñante, del cual
surjen los demás, lo estudia considerando
la universidad, los seminarios y las escue-
las especiales. Los dos primeros absorven
largo número de años con el estudio de
las lenguas, las ideas y la literatura de
las sociedades antiguas, y entre los va-
rios hábitos que desenvuelve, citaremos el
de exitarla emulación, dirijida de tal mo-
do que todos sus esfuerzos sean sometidos
al juicio del maestroy soberanamente apre-
ciado por él, á desenvolver la memoria á
expensas de la inteligencia, y sobre todo
á impregnar álos estudiantes con las ideas
los y sentimientos de la antigüedad y á
considerar el mérito literario como el fin
más elevado que pueda alcanzarse, des-
preciando todo lo demás.
Su crítica sobre la educación no es
menos acerba, particularmente la que
se refiere á la de las mujeres.
«¿A que debe tender la educaeión de
las niñas? A formar mujeres capaces de
comprender, ayudar y suplir en caso ue-
necesario á sus maridos en los trabajos de
la vida, capaz de educar sus hijos y de
darles ideas sanas sobre su posición, sus
deberes hacia la familia y hacia la patria.
¿A que tiende, agrega, ia educación ac-
tual? A formar mujeres de placer, capa-
ces de exitar, lo más posible, y de estimu-
lar en los hombres grandes pasiones
materiales. En efecto, la mayor parte de
ellas salen del colegio ó del convento, con
un conocimiento más ó menos profundo
de las artes de solaz, un conocimiento
bastante nulo de todo lo demás, el des-
precio al trabajo y, como consecuencia,
un amor desenfrenado por las riquezas
y el bienestar material. Si las tradiciones
del hogar y la práctica déla vida, no las
mejora, toda familia se hace imposible.»
Estos trozos sobre diversas cuestiones
de la sociedad moderna, bastan para dar
idea del libro. Nos volveremos á ocupar
de él al tratar oportunamente de los siste-
mas de educación y otras cuestiones de
interés social.
11 Censo i Deparlaiiieiitfl (le lloiileviJeo
El Censo de Montevideo, levantado por
encargo de la Junta Económica Adminis-
trativa de ese Departamento, es una obra
que dá una idea acabada de su impor-
tancia actual y de ios elementos de ex«
pansión de que dispone.
Los cuadros que contienen las cifras
obtenidas, van acompañados, en el libro
que acaba de publicarse, de una intere-
sante sinopsis general hecha por el doctor
don Carlos M. de Pena y de una reseña
del plan de las operaciones censales á q'se
procedió, así como de informes parciales
sobre los censos de edificación, escolar,
población é industrial.
Aparte del interés que presentan los
datos numéricos que proporciona el Cen-
BO que nos ocupa, y que han de ser
apreciados por todos los que comprendan
la importancia de investigaciones de este
género, el trabajo realizado por la Comi-
sión departamental de Montevideo, deberá
llamar la atención de todos los estadígra-
fos, puesto que constituye la comproba-
ción del éxito que en la práctica se ha
obtenido con el sistema de boletines in-
dividuales, además de haberse introduci-
do algunos perfeccionamientos sobre lo
ideado antes, como medio de simplificar
los operaciones censales.
En vez de limitarse á un recuento por
los procedimientos rudimentarios, la Co-
misión del Censo de Montevideo, á la
vez de obtener, al levantarse el censo de
edificación, los datos sobre la población
según los procedimientos antiguos, re-
solvió poner en práctica los últimos ade-
lantos en la materia, adoptando el sis-
tema de los boletines individuales y la
auto enumeración.
Los siguientes párrafos de la nota de
la Comisión del Censo, esplicativa de sus
trabajos, darán idea de la importancia y
novedad del método seguido.
«La ventaja, dice, del sistema adopta-
do consiste principalmente, en cuanto á
lo primero, en facilitar el despojo y en
reducir los gastos, }■ en cuanto á lo se-
gundo, que es el método de censar la
población por la población misma, en
ahorrar el empleo de un número consi-
derable de personal rentado, y en facili-
tar la obtención de los datos. Las Comi-
siones de vecinos no despiertan las des-
confianzas que encuenti'an los delegados
administrativos, y están más habilitadas,
por sus conocimientos personales, para
obviar cualquiera dificultad.
«Laautoenumeración, si bien no adop-
tada aún por países adelantados, como
los Estados-Unidos, ha sido aceptada en
DEL Rio de la Plata
233
muchas naciones de Europa, y se puso
en práctica en el último Censo de Bue-
nos Aires.
«No sucede asi con el empleo de los
boletines individuales en sustitución de
las cédulas de familia, por haberse co-
munmente juzgado que el éxito de su
empleo requiere un grado adelantado de
cultura en la generalidad de la pobla-
ción.
«Recientemente, al discutirse el mejor
sistema para levantar el último Censo
italiano, el Director General de Estadísti-
ca, señor Bodio, no pudo hacer tiiunfar
la idea de emplear los boletines indi-
viduales, por predominar en la mayo-
ría el temor de que era inaplicable por
la poca ilustración de las masas del
pueblo.
«Igual preocupación hizo que no se
adoptase para el Censo de Austria en
1880, no obstante el éxito con que, en 1875,
fué llevado á cabo en Berlín el ensayo
de ese mismo sistema, por iniciativa del
distinguido estadígrafo Engel.
«Lo mismo sucedió en la República
Argentina, no atreviéndose las Comisio-
nes encargadas del levantamiento de los
censos nacionales y provinciales á intro-
ducir los boletines individuales.
«El señor Latziua,al estudiar los censos
de población, dice con motivo del Nacio-
nal Argentino; «que el estado de cultura
de las masas populares del país, no per-
mitió el adelanto en los programas de los
censos, y mucho menos aún, practicar
el empadronamiento por cédulas indivi-
duales.»
«Este mismo recelo, sin duda infundado
es el que ha privado á la ciudad de Bue-
nos Aires, hasta en su reciente Censo,
de los beneficios de este sistema.
«El Congreso de Estadística de San Pe-
tersburgo también ha considerado: «que
la población de hecho, que es el objeto
del Censo, debe ser constatada por cédu-
las individuales, si el grado de instrucción
de los habitantes y las circunstancias
V particulares del país, lo permiten^ en el
caso conti-ario, hay que emplear cédulas
de famiha.»
No solo la Comisión del Censo, no se li-
mitó á adoptar laautoeuumeracion y bole-
tines individuales, sino que dio un paso
más, parala simplificación del trabajo de
recuento y despojo. Mary W. Rawzou,
recomienda la adopción de diversos colo-
res para la distinción de las tarjetas des-
tinadas á los despojos, y la Comisión
aplicó este procedimiento, directamente
á loí. boletines individuales, haciéndolos
de cuatro colores, distinguiendo los se-
xos y condiciones de nacional y exti'an-
jero.
Por este medio, al recojerse los bole-
tines, bastaba colocar aparte los cuatro
colores, con lo cual ya quedaba hecha la
división de varones nacionales y varones
extrangeros, así como de mujeres nacio-
nales y mujeres extranjeras. Siendo uni-
formes los boletines, é igual la clase del
papel y sabiéndose cuantos boletines, for-
maban un kilo, con solo pesar la cantidad
de boletines recibidos, anotando el peso
que correspondía á cada uno de los co-
lores, ya se tenía el primer dato del
número de población, y las cuatro clasi-
ficaciones principales.
El Censo de población, realizado con
todos estos perfeccionamientos, tuvo el
éxito más completo, como lo comprueba
el hecho de obtenerse una cifra total de
215.061, cuando la cifra conseguida por
el sistema antiguo, puesto pocas semanas
antes en práctica, al levantarse el Censo
de edificación, solo dio la de 192.696.
Un resultado semejante, obtenido con
los medios más perfeccionados, deberá
ser en todas partes tomado en cuenta,
haciendo desaparecer todos los temores
que hasta hoy se habían opuesto á su
aplicación.
Como lo comprueba la sinopsis, el
crecimiento de la ciudad de Montevideo,
ha sido en los últimos ti-einta años to-
davía más rápido que el de las otras
gTandes ciudades de América, que se han
hecho notar por su desenvolvimiento.
El siguiente cuadro comparativo de e 1
aumento de población, basta para com-
probarlo:
Montevideo. . . . 1860-89 9'11 o/o anual
Buenos Aires. • . 1869-87 7 '31 » »
Chicago 1870-80 6'83 » »
Rosario • 1869-87 6'65 » *
La población de Montevideo, goza de
notables condiciones de alojamiento de-
bido al extraordinario desarrollo en la
edificación, que eu treinta y seis años ha
aumentado en 333 o/o. De 1872 á 89, este
aumento fué de 253 «/o, cifra cuya impor-
tancia resalta si se compara con la de la
edificación en Buenos Aires, que es una
de las ciudades que más se hacen notar
por su crecimiento. El número de edifi-
23-4
Revista Económica
cio.« en Buenos Aire^, que en 1869 era de
20.858, había ascendido en 1837 á 33.804;
esto es en igual número de anos á 162 o/o.
El total do edificios en el departamea-
to de Montevideo es de 20.788, y en la
parte propiamente urbana de 18-174.
El informe especial sobre el Censo de
edificación hecho por don Jacobo Várela,
entra en detalles prolijos é interesantes
sobre las condiciones de edificación en el
departamento y en estudios comparativos
que revelan, ademas del aumento de
edificación, mejoras en sus condiciones.
Según los cuadros generales del Censo
de las 20.783 casas,hay 4.397 con sótanos;
16.874, son de un piso; 3.516, de dos pi
sos; 339, de tres; 25, de cuatro, y 4 de
cinco. La totalidad de edificios tiene
136.769 piezas, y resulta en las secciones
urbanas cien piezas por cada 160 habi-
tantes. En el dia del levantamiento del
Ceuso estaban ocupados 19.257 edificios,
de los cuales 6,72'> directamente por sus
propietarios y 12.537 mediante alquiler,
cuyo importe representaba una renta
anual de 7.699.500 pesos oro orientiles,
lo que da un promedio de pesos 51.18 de
alquiler mensual por cada casa. Aplicán-
dose la misma proporción de renta á las
casas ocupadas por sus propietarios, el im-
porte de la renta correspondiente á los
edificios ocupados, resulta, aproxim.ada-
meute, de 1.000.000 de pesos oro orienta-
les al mes.
El informe del Dr. D. Eduardo Aceve-
do, entra en interesantes consideraciones
sobre la población.
El QÚmero total de 215.081 se divi-
de asi: nacionales, 114.322; estrangeros,
100.739. El número de varones es de
116.494 y el de mugeres 98.567; siendo
esti-augeros 62.947 varones y 37.792 mu-
geres; y nacionales 53.547 y mugeres
60.775. '
De la población total, sin distinción de
edades, el número de los que no saben
leer ni escribir asciende solo á 83.182;
de esta población, 179.468 son católicos,
10.982 protestantes y el resto, ó no han
declarado religión, ó son de otras ó afir-
man no tenerla.
La subdivisión por colores dá los si-
guientes resultados: personas blancas
212.441, negras 128, mulatas 700 y mes-
tizas 632.
Declaran profesión 95.291 personas, de
lo cual resulta una proporción de 44 0[0
de población activa. Están en esta cate-
goría 26 OJO de los nacionales y 44 o{o de
los estrangefos, siendo sin embargo de
notar que en la población nacional figura
la mayor parte de los menores, y el ma-
yor número de las mugeres.
Pero volramos á la notable sinopsis
del Dr. D. Carlos M. Pena y en ella encon-
traremos algunas otras cifras que reve-
la el movimiento comercial é industrial
que alimenta esta población.
Sobre un movimiento de importación
total en 1889 para toda la República,
que ascend'ó á pesos 36.823.865 oro orien-
tal, correspondió al puerto de Montevideo
más del 90 o[o, y sobre el total de la
exportación de pesos 25.957.107 el 67 oro.
Aparte de los artículos que se despachan
para el consumo y figuran en la estadístico.,
hay los que van á depósito, y s^n luego
reembarcados. El número total de per-
misos en 1889 fué, en la aduana de Mon-
tevideo, de 144.141, referentes á 4.678-463
bultos de mercaderías entrados y 4.669,970
salidos. La existencia de 1888 era de
541.167 bultos.
Las entradas y salidas de vapores de
ultramar en aquel año fué de 2.300 y la
de buques de vela de 1-420. El inovi-
miento de cabotage fué de 3.802 buques
de vela, y 3.450 vapores. La carga efec-
tiva entrada en el puerto en 1889 fué de
1.773,610 toneladas.
El número de patentes comerciales é
'industriales de Montevideo ascendií) en
1339 á 9.368 que es el doble de las que
se espidieron en 1863.
En este departamento, las contribucio-
nes anuales representan pesos 14. 130.657,
siendo pesos 12.957.631 impuestos nacio-
nales y pesos 1.172.976 impuestos mu-
nicipales- Las contribuciones cobradas
en Montevideo, repre.sentan el85o[o de
las rentas generales.
Los dos grandes Bancos
Brasileros
El «Banco do Brazil» creado por D.
Juan VI. .según los consejos del tan ilus-
trado como progresista vizconde, de Cay-
rú, es ¡a institución bancaria tradicional
del Brasil, como lo es en la República
Argentina el «Banco de la Provincia».
La similitud que mencionamos se com-
prueba por la historia de una y otra
DEL Rio de la Plata
235
insíituciou, sobre la que echaremos una
ráfiida mirada.
Una y otra no representan el desen-
volvimiento de una compañía, sino un
elemento de poder nacional y una fuer-
za esencial de fomento que ha perseve-
rado y se ha ido desenvolviendo merced
á la sucesión de diversas empresas. El
primer Banco del Brasil, como el Banco
de Buenos Aires, fué convertido en centro
de ]'ecursos para la guerra sostenida en-
tre ei Imperio y los pueblos del Rio de
la Plata, siendo ambos víctimas del mis-
. mo hecho; después de un interegno en el
que aparecen, en el Bra'.il, el «Banco Co-
mercial do Rio Janeiro» y, en Buenos
Aires, la «Casa de Moneda», se forma en
1852 de nuevo, el «Banco do Brasil» fun-
dado por el que fué vizconde de Mauá,
que fusionándose con el «Banco Comer-
cial do Rio de Janeyro» constituyó en
1854 el Banco que hoy lleva aquel nom-
bre, mientras que en Buenos Aires, en
los ¡nismos dias, se reorganizaba sobre la
bas(^ del «Banco Nacional» y de la «Casa
de Moneda» el actual Banco de la Pro-
vincia.
E;) los años sucesivos fuérouse perfec-
cionando y extendiendo las atribucio-
nes y las operaciones de una y otra
institución, que en la guerra del Para-
guay volvieron á ser fuente de recursos
para ambos gobiernos, como durante la
paz, en mas de una ocasión, fueron auxi-
liares poderosos del tesoro público, crecien-
do la importancia de ambos estableci-
mientos, en el Brasil, hasta el término de
la monarquía y, en Buenos Aires, hasta la
ley que hizo ele esta ciudad la capital de
la nación.
A consecuencia de lo primero, en el
Brasil, se trató de disminuir la importan-
cia de la institución llamada imperialista
y se creó, otorgándole grandes favores,
y como un elemento del nuevo régimen,
el llamado Bimco da R.epública, mien-
tras que, en Buenos Aires, so pretexto de
que su institución de crédito histórica era
un poder localista, se limitaron sus atri-
buciones, y se trató de reemplazar su
influencia por la de un Banco de la Na-
ción.
Conocida es la historia de los dos Ban-
cos rivales en Buenos Aires; veamos
ahora la situación en que se encuentran
las dos instituciones brasileras.
Al crearse el Banco da República,
el do Brasil fué limitándose á operaciones
'^le crédito comercial, y no vaciló en ven-
der al Banco da República su derecho
de hacer nnevas emisiones, lo que la per-
mitió aumentar los dividendos de los ac-
cionistas, y, adem.ás, elevó su capital.
Según los balances de 30 de Junio del
corriente año, la situación de los dos
Bancos es la siguiente:
Capital:
Banco do Brasil Suscrito 100.000:000 S
» )) Realizado 66.500:000 »
Banco da Rep. Nominal 200.000 000 »
» » Realizado 150.000:000 »
Fondo de Be-
serva:
Banco do Brasil 45.872:000 S
» da República 21.044:000»
Deudores ge-
nerales:
Banco do Brasil 264.521:000 S
» da República 258.564:000»
Estas carteras se dividen asi:
Banco do
Brasil
Cauciones 168.522:000 ^
LetTas descontadas 74.380:000 »
Pasado á cartera hipote-
caria 21.389:000 »
Banco da República
Cauciones 167.425:000 »
Letras descontadas 91.139:000 »
Los acreedores generales del Banco do
Brasil representan 18S.588:000 S v los
del Banco da República 78.223:000 S cu-
yos detalles son los siguientes:
Banco do Brasil
Depósitos en cuenta cor-
riente 78.619:000 S
Letras á plazo 54.781:000 »
Crédito del Tesoro.. ..... 33.131:000 »
» por préstamos á la
agriculiura 5.000:000 »
Emisión en descubierto.
Ley 1886 9.057:000 »
Banco da República
Depósitos en cuenta cor-
riente 3.680:000 S
Letras á plazo 3.450:000 »
Compra en la facultad de
emisión del Banco do
Brasil 9.296:000 »
236
Revista Económica
Crédito del Estado por di-
versos contratos 23.963:000 $
Id. con pequeño interés.. 2.5-232:000 »
Id. depósitos sobre caución
(auxilio á los Bancos).. 12.595:000 »
No figuran entre estos acreedores las
emisiones del Banco da República, como
no han figurado en sus créditos que he-
mos detallado, las garantías especiales
que le sirven de base.
Las emisiones de papel ascienden en el
Brasil á 522.084:000 S de los cuales
227.042:000, pertenecen al Banco da Re-
pública. Éstas tienen una garantía, ó,
siguiendo el término adoptado en el Bra-
sil, un lastre, de 128.014:000 S de los
cuales, en deuda pública 53.500:000^7 en
oro 74.514:000 S. En vista de la depre-
ciación del papel, la venta de este metá-
lico, permitirla el rescate de toda la emi-
sión del Banco.
El encaje general de ambo3 bancos, es
el siguiente:
Banco do Brasil 23.406:000 8
> da República 12.518:000 >
De la comparación de ambos balances,
resulta, como hecho principal el siguien-
te: que el «Banco do Brasil» 'desenvuelve
sus operaciones, además de su capital,
con los depósitos que de 188s a la fecha
han subido de 21 .000:000 S á 78.000:000 8
y con el uso de su crédito por emisión de
obligaciones á plazo: mientras que, el
«Banco da República», además de tener
doble capital efectivo, reemplaza la de-
ficiencia de depósitos y compensa lo li-
mitado de la colocación de sus obliga-
ciones, con mayores depósitos públicos y
una considerable emisión de papel incon-
vertible.
Estas instituciones, además de rivalidad
comei'cial, responden á rivalidades polí-
ticas, empezando á ser las corrientes que
hoy imperan mas favorables para el
«Banco do Brasil», que lo que lo han sido
en los últimos años.
Seria de desear que la interrumpida
ley de similitud en la historia de las dos
tradicionales instituciones de crédito sud-
americanas, volviese á reanudarse, repro-
duciéndose también á favor del Banco
de la- Provincia, la reacción que en be-
neficio de su institución tradicional se
manifiesta en el Brasil, y^ '|ie In d':?si-
parecido aquí el p »Jigro d ? i;illueu :i i :ib-
soi'vente por parí' ú.\ la ])l- ivincia, v )ino
allá el de una seria reacción mouár-
quica.
Una y otra no son ya mas que facto-
res de desarrollo económico, y como tal
imponen al buen sentido el mismo espí-
ritu de protección y fomento.
Nuestras esperanzas, pues, no se fun-
dan en un mero fatalismo, sino en la
lógica de los hechos.
LAS CRISIS ORIENTAL
Y LOS CONSUMOS
Se ha publicado la estadística del co-
mercio de importación oriental duiante
el primer semestre de este año que ha as-
cendido á 9. 116. 729.59 ps. La impor-
tación en 1891 fué de 9.958.785.21 ps.
en el primer semestre, y la de 1890 en
igual período, subió á 18.141.826.37 ps.
Tenemos pues un descenso de 50 0{o
en las importaciones operadas en estos
dos años, que revela por sí solo el ma-
lestar actual, sobre todo si se tiene en
cuenta que el año 1890 puede conside-
rarse de importación normal.
Los defensores de la circulación res-
tricta, del sacrificio de la propiedad raíz
y de todas las inversiones reproductivas,
tratan de desvirtuar la elocuencia de
estas cifras, que sintetizan los resultados
de esa política económica que se viene
imponiendo al país.
Con este objeto hacen notar que en
1891 se introdujeron ps. 6?7.531.20 en
ganado en pié, y que en 1892 la impor
tacion de hacienda solo alcanzó á
53.422.20, reduciéndose con la elimina-
ción de esta partida, que se considera un
buen síntoma, la disminución en lo im-
portado á unos 200.000 ps. Establecido
esto, deducen que la decadencia del país
ha concluido; «después de este estaciona-
miento de la importación, el país empe-
zará por sí solo á reaccionar.
«Nada es mas fácil que mentir con los
numeroso, decia César Cantú, y en efec-
to, basta alterar un factor, omitir una
cifra, para poder llegar á los resultados
mas opuestos; y los defensores de la cau-
sa de nuestro malestar y creciente ruina
incurren en todo esto.
Hliipezaremos por observar que la im-
portación de ganado revelaba fuerzas
económicas, expansión de los estableci-
mientos rurales; hoy, si todavía se impor-
DEL Rio de la Plata
237
ta algo, se exporta mas; en vez de com-
prar ganado barato, ya estamos malba-
ratando y, en vasta escala, el escaso que
teníamos, como consecuencia natural de
la irradiación de la crisis, que se ex-
tiende á todo el país, tan cruelmente
sacrificado á miras estrechas y á falsas
teorías monetarias.
Las cifras estadísticas que reproduci-
mos, si bien bastan para demostrar un
considerable descenso operado de 1890
á J892, no nos permiten apreciar en toda
su latitud la agravación del mal, de 1891
á 1892, y, al explicarlo, haremos ver todo
lo que no tienen en cuenta los propa-
gandistas de los óptimos frutos de la
crisis.
Hasta 1890 la existencia de mercade-
rías despachadas se mantenía á una altu-
ra mas ó menos uniforme, correspon-
diendo, por lo tanto, al consumo, el
despacho anual. Viene en seguida la
disminución de los consumos, las dificul-
tades en las cobranzas, la restricción del
crédito de menudeantes y de mayoristas
y, con todo esto, la reducción considera-
ble de las existencias. Todo este con-
junto de circunstancias dio lógicamente
por resultado que en 1891 no se repusie-
sen las fuertes existencias que quedaron
de 1890 y el consumo fué en este año
naturalmente mucho mayor que la suma
de las importaciones.
De ahí que el descenso de los consu-
mos en 1892 sea mucho mas fuerte que
lo que se desprende de la comparación
de las cifras que nos proporcionan las
estadísticas aduaneras de 1891 y 1892.
Otra cosa se deja también de tener en
cuenta por los que se limitan á observar
la introducción ó la exportación por
nuestras aduanas, y es la parte que en
ellas corresponde al consumo y á la pro-
ducción de Rio Grande.
Sentimos que nuestro ilustrado com-
patriota el Dr. D . Eduardo Acevedo no
haya dado aún á la prensa un interesan-
te estudio que tiene hecho sobre las es-
tadísticas de exportación de la República
Oriental, del que resulta que parte
importante de lo que figura como expor-
tación nuestra son productos de proce-
dencia riograndense. Lo mismo sucede
con muchas de nuestras im¡)ortaciones.
R.ecordado esto, os del caso agregar
que el año 1891 debe haber sido el de
menor comercio de importación á Rio
Grande, á la par que el de 1892, por el
contrario, debe haber sido uno de los de
mayor exportación y, por lo tanto, uno
de aquellos en que nuestras estadísticas
de importación revelan con menos exac-
titud la cifra de nuestro consumo real.
Desde el 1 '^ de Enero quedaron su-
primidas en Rio Grande las fuertes re-
bajas de derechos de aduana de que
gozaba ese Estado, y el comercio, siem-
pre celoso por sus intereses, trató de
aprovechar el plazo concedido é introdu-
jo en 1890 artículos para el consumo de
cerca de dos años. Tenemos á la vista
las cifras de la importación inglesa y ale-
mana, de las que resulta un aumento
escepcional en ese año de 95 oyó para las
primeras y de 80 op3 para los segundos.
Quedó así Rio Grande abarrotado de
mercaderías europeas para todo el año
1891; pero fué muy distinto el caso en el
primer semestre de 1892. Agotada la
existencia despachada anteriormente, no
pudo proveerse por su puerto marí-
timo, sin los fuertes derechos aduane-
ros ahora en vigor, y á esto se ha unido
la guerra civil que dificultaba los tras-
portes desde Rio Grande y facilitaba el
contrabando por las fronteras orientales,
debiendo todo esto contribuir á aumentar
las cifras de nuestras importaciones, ale-
jarlas de la representación de nuestros
consumos reales.
Por otra parte; los optimistas comenta-
dores de nuestras estadísticas no se hacen
cargo de que el descenso de los consumos
se dificulta á medida que la crisis se
agrava. Producido el malestar, es fácil
á todos restringir una suma importante
desús gastos, que representan los refina-
mientos del gusto, ciertas comodidades
prescindibles, pero eliminado esto, las
disminuciones ya van importando la pri-
vación de lo mas necesario para la vida.
T antes que esto se produzca, se sacrifica
ya el capital, ya las mas humildes pren-
das del hogar. Llegado á cierto punto,
al que nos han conducido, las reducciones
solo se operan con la ruina, la desgracia
y los apremios llevados al seno de las
familias; se llega al término fatal de la
emigración ó del hambre.
Se nos invoca ahora la estadística; y
los promotores de los intensos como do-
lorosos males cuyo espectáculo nos pre-
senta el desdichado pueblo oriental, no
dejan por esto de volver á mencionar el
año 1875, como época excepcional de
desgi'acia y malestar público.
238
Revista Económica
Pues bien, con la estadística y con el
cartabón del año 1875 vamos á medir la
situación á que nos han llevado las aber-
raciones que venimos combatiendo.
Tenemos á la vi.sta los cuadros de im-
portación de 1872 á 1875, desde los
años de mayor expansión hasta el que se
quiere presentar como el prototipo del
abatimiento. El descenso general de la
importación de 1872 hasta 1875, fué
apenas de un 36 op y no de un 50 oío
como tenemos hoy. Si de las cifras ge-
nerales pasamos a las agrupaciones nos
encontramos con este hecho: si bien hu-
bo disminución en la importación de te-
jidos tinos, de confecciones, de materia-
les de edificación y de mil artículos de
fantasía, no hubo reducción en las im-
portaciones de bebidas, comestibles, ta-
bacos y cigarros, géneros coinunes, etc.;
no se encontró la población en el caso
de resti'ingir sus gastos necesarios, mien-
tras que ahora en bebidas, comestibles,
tabacos, géneros y ropas, la población ha
tenido que rebajar sus consumos de
9.500.000, á 6.Ü0Ó.000, aún dando como
consumo la mayor exportación para Rio
Grande que está incluida en nuestra ac-
tual importación.
Lo que no alcanzó á producir la crí.sis
en 1875, lo produce en 1892 la ofusca-
ción de nuestra política económica.
Agreguemos algunas cifras, comparati-
vas de la población con la totalidad de
lo importado en diversos artículos cuya
disminución no pueda atribuirse á au-
mento de industria nacional.
En 1875 la importación de comestil)les
en relación con la población de Montevi-
deo representaba 16 ps. por habitante en
un semestre; la misma proporción se con-
servaba en 1890, mientras que en 1892 el
consumo se ha reducido á 10.50 ps. Si-
gamos la comparación y tendremos que
cuando los habitantes de Montevideo po-
dian consumir dos pesos de tabuco en
UE semesti-e, hoy no pueden consumir un
peso, término medio; y dígase aliora cual
es el año verdaderamente terrible que
está registrando nuestra historia!
Otro mas terrible tendremos, que nos
espanta el preveerlo, que es el de 1893
si seguimos en el extraviado camino de
restricción, en que con dolor vemos que se
quiere perseverar.
REílTIFICACIONES
Á LA MEMORIA
DE HACIENDA DE LA íiEPCBLlCA ARGEMIM
La Memoria de Hacienda Xacional
presentada al Congreso Argentino de 1892
es un documento notable en el cual el
ministro señor Don Emilio Hansen, se
ocupa de las diversas cuestioues que
se relacionan con las condiciones econó-
micas y financieras de la República, de
modo que su análisis excede los límites
de un simple artículo de Revi.stn.
Ella nos proporcionará materia para
muchos estudios, y nos limitáremos por
hoy á hacer algunas rectificaciones en
la parte eu que ti-ata de los capitales
extraugeros, cuyos servicios y beueficios
tiene que pagar el pais y que constitu-
yen una suma á restar de su producción
anual.
Eu nuestro número 5 ^ hemos ti-atado
de este punto, que el señor Ministro
reconoce que es muy de tener en cuen-
ta, pero existen algunas diferencias en-
tre su apreciación y la nuestra dei capital
extrangero, y euti'e sus cálculos y los
que hicimos sobre las extracciones á que
da lugar.
Las cifras que hemos tomado yov base,
las habíamos en parte extractado de las
publicaciones y e.stados que al respecto
se hacen en Inglateria y las complemen-
tamos con los datos que aquí hemos po-
dido obtener, y, comparándolos ahora
con los de la Memoria, vemos que son
mas exac'tos que los que esta ofrece,
como lo vamos á demosti-ar.
El capital extrangero lo divide el se-
ñor Ministro, como nosotros, en dos ca-
tegorías, comprendiendo la primera, los
que están representados por títulos co-
tiza! des, cuyo importe puede conocerse
con fijeza, y los que no se hallan en estas
condiciones, como las comanditas parti-
culares, etc.
Los de la primera categoría, los hemos
apreciado al rededor de 1 ,000,000,000 de
pesos oro, y el señor Ministro solo los
calcula en *8ñ6.804,36ü. pesos oro. Aun
cuando la diferencia no es muy conside-
rable, es útil rectificar los errores que
encontramos en las cifras, antes de en-
trar á ocuparnos de los mas importantes
que observamos en la apreciación del
DEL Rio de la Plata
239
monto del tributo que ella representa y
en !os medios de remediar la situación
creada.
Los títulos cotizables, los divide, el
señor Ministro, en tres i «artes. Primera:
Deuda Pública. Segunda: Ferro carriles
y Tercera: Empresas Industriales y
comerciales.
La Memoria calcula las deudas públi-
cas por su capital actual, cuando los ser-
vicios de interés y amortización se pa-
gan sobre el capital primitivo, y tiene no
en cuenta mas q' loemitido del Empréstito
Moratorias, en los primeros meses, en los
que solo se entregaron 15()00,030ís de los
15,000,000 de £ cuya emisión se contrató,
es decir, que de esta gruesa partida, solo
calcula la quinta parte. El señor Ministro
pretende que solo habrá que emitir, para
para el servicio de deudas y garantías,
43.000,000, de lo que resultaría el capí-
tulo de deuda pública exterior aumen-
tado en 28.000,000 más, cou lo cual im-
portará pesos 401,604,360. A esta cifra
hay que agregar los intereses impagos
de los empréstitos i)rovinciales y muni-
cipales, no servidos, ni por los deudores
directos, ni cou bonos del Empréstito
Moratorias.
En la apreciación del capital invertido
en ferro-carriles, la Memoria incurre tam-
bién eu error. El ca|)ital de los ferro
carriles garantidos, dice ser de pe.«os
81.800,000, cifra que corresponde á dos
años antes, mieutra-í que ahora, apesar
de haberse cbancelado la garantía de!
F. C. C. Sntre-Riano, el capital garan-
tido asciende á pesos '84,452,273. Los
ferro-carriles sin garantía, los hace íigu-
rar con un capital de pesos 230,7O0,Ó0'3,
cuando, aun sin tener en cuenta las pro-
longaciones y otras iuverciímes hechas
en el último año, ellos representan pe-
sos 272,113,192-75, formando ambas par-
tidas, pesos 356,565,465,75, en vez de
pesos 312,500,000; resultando asi un ex-
ceso de p3S03 44.035,46575 sobre lo cal-
culado en la Memoria.
Entre las compañías industriales, no
incluye, el cálculo ministerial, las si-
guientes: ;< La Platense Flotilla Company»,
capital libras esterlinas 1000,0 1;\ «La
Biecker Brewery Company». capital li-
bras esterlinas 600,000. «La Rosario City
Lnprovements Company» capital libras j
esterlinas 4.50,000 y «La Buenos Aires
Habour Works Trust» capital libras es- ;
terlinas 1.300,000. I
A las Compañías de Tramways les
calcula un capital de pesos 15,300,000
mientras que la cifra real es de pesos
15,793,040,40. ^
A las Empresas de Gas, les atribuye
un capital de pesos 4,900,000, cuando
entre «La Belgrano Gas» y «Buenos
Aires New Gas» tienen libras esterlinas
1.300,090, de capital, ó sean 6-552,000
de pesos.
No se calculan además, en los estados de
la Memoria, las empresas de tierras, las
emisiones de títulos hipotecarios, hechas
por empresas estrangeras, y el capital de
las sociedades constituidas para opera-
ciones de este género, todo lo cual re-
presenta en títulos cotizables un valor de
libras esterlinas 9.140 000.
Reuniendo estas diversas partidas, cor-
respondientes á empresas industriales y
comerciáis, resulta omitida una suma
de pesos 65,097, 640'40 oro.
Agregando las sumas, que faltan en
el estado, á la total que arroja, llegamos
auna cifra muy aproximada á los 1000
millones, como vamos á ver:
Suma total del capital cx-
traugero, representado
en títulos cotizables se-
gún la Memoria
A emitir del Empréstito
Moratorias para com-
pletar el minímun de
43,000,000.
Calculado de menos en el
Capital de los ferro-
carriles
Id id en el capital
de empresas indus-
triales y comercia-
les
$ 836,804,360
28000.000,
$ 44,065,465 75
$ 65,097.640 40
Total $ 973.967,466 15
En esta cuenta no están incluidos los
servicios atrasados de los empréstitos
provinciales y municipales, no atendidos
con los bonos del empréstito Moratorias;
y las cédulas nacionales y provinciales
á papel, colocadas en Europa por un va-
lor en conjunto de 260,000,000 solo figu-
ran ¡)or 86,000,000 oro, calculándose este
á 300; de manera que estábamos en la
verdad cuando apreciábamos ese capital
extrangero al rededor de 1000 millones.
El señor Ministro prescinde de calcu-
lar Ijs capitales extrangeros colocados
en otras formas, considerando que no
hay base cierta para estimar su injpor-
240;
Revista Económica
tanda, en lo que no estamos de acuerdo.
La cifra no puede precisarse, pero las
estadísticas inglesas, hechas sobre las de-
claraciones para el cobro del impuesto
sobre la renta, dan la proporción en que
está el producido de los capitales ingle-
ses colocados en el exterior, en una ú
otra forma. Al adoptar como base este
cálculo, se obtiene un mínimun; que será
en la República Argentina muy excedi-
do. Decimos mínimun porque las coloca-
ciones en títulos cotizables están sujetos
á una fiscalización efectiva, mientras
que el fraude, por declaraciones inferio-
res á la renta recibida, es fácil en las
inversiones de la otra categoría, á la
par que las relaciones de la Inglaterra
con este país, tan estrechas y numerosas,
han debido dar por resultado el que, en
vez de bajar la cifra media de esta
clase de colocaciones de los capitales in-
gleses, ella debe haberse excedido aqui.
Es, pues, ponerse abajo de la realidad,
en vez de correr el riesgo de una exa-
geración, el decir que si la República
Argentina es tributaria de la renta, que
corresponde á 1000 millones de pesos
oro de títulos cotizables, tendrá que
que atender también al pago de los be-
neficios ó de los intereses de unos 500
millones mas de pesos oro, provenientes
de otras inversiones.
Después de eliminar esa partida, tan
importante, el señor Ministro, que habia
comenzado por abordar la cuestión fun-
damental de las condiciones económicas
de la República, que es la del grado de
dependencia en que está el país respecto
de los capitalistas extrangeros, se esfuer-
za en ocultarse á si mismo la verdad de la
situación, ya disminuyendo con cálculos
optimistas el importe anual del tributo, ya
recordando los medios con que se apla-
zan las dificultades que puedan surgir,
y que se le presentan como soluciones del
porvenir, aun cuando no importan, en
realidad, mas que la perspectativa de la
capitalización de saldos contra el pais;
la agravación cierta del mal, en vez de
los remedios radicales que éste exige.
La salida que, en condiciones de ser-
vicio regular, debe originar la coman-
dita de capital extrangero, representada
por títulos cotizables, la estima el señor
Ministro en 40 millones de pesos oro,
anuales, y para llegar á esta cifi-a, des-
pués de tomar solo por base 800 millo-
nes de los 83tí millones que detalla, adopta
como término medio máximo de renta,
el 5 op, alejándose en todo de la rea-
lidad.
Use llamado máximo, merece anali-
zarse: las deudas públicas, que represen-
tan el 40 0|o de las inversiones en títulos
argentinos cotizables en el exterior, las
calcula, como hemos dicho, por su capi-
tal actual, en vez del capital primitivo
que es sobre el cual se pagan los servi-
cios. El promedio de la renta podemos
estimarlo en 5'20 o]o; á esto hay que
agregar las amortizaciones, comisiones,
etc, que elevan los servicios á cerca de
6 1[2 o[0, como promedio sobre el capital
primitivo, y á mas de un 7 o[0 sobre
el que sirve de base para los cálculos
del señor Ministro.
Los ferro carriles garantidos, reciben
del Tesoro un promedio de 5'93 0{0,
ademas de exportar los sueldos regios
de los directores, y el importe de otros
gastos en Inglaterra. Los sin garantía ven
mermados sus dividendos por la baja
del papel, no obstante lo cual podemos
calcular en este año su renta en 2 3 {2 o[o,
á lo que hay que agregar, puesto que
para el pais tiene el mismo efecto, el im-
porte de sus gastos en Inglaterra.
Nos restan por considerar las compa-
ñías industi'iales y comerciales y los prés-
tamos bancarios é hipotecarios, y los in-
tereses y beneficios que representan no
pueden calcularse abajo de 6 á 6 1|2 ojO.
Tenemos asi, por los capitales de esta
categoría, en vez de una obligación anual
de 40 millones, por lo menos de 60 á 65
millones que pagar; mientras que la ren-
ta proveniente de las otras inversiones y
de servicios, como seguros, etc. no pue-
den en conjunto estimarse en menos de
la mitad.
La verdad, que no conviene ocultar,
ni desfigurar, á fin de que no se poster-
guen las medidas que la situación re-
quiere, ó no se adopte un temperamento
ineficaz ó conti-aproducente, es que las
inversiones de capitales extrangeros, he-
chas en la República, representan una
renta, por lo menos equivalente á toda
la exportación. La valorización del papel
que impoitaría un aumento de beneficios
para gran número de empresas, elevaría
todavía mas esta suma.
La solución le parece sencilla al señor
Ministro, bastando para ella dos cosas;
la reducción del interés sobre las deu-
das y cédulas á un 2 1^2 ó 3 ojo anual,
DEL Rio de la Plata
241
y el restablacimiento de la interrumpida
corriente de importación de capitales ex-
trangeros.
Lo primero, dice, representarla una
reducción de 12 á 15 millones anuales,
limitando asi de 25 á 30 millones la suma
de servicios exteriores.
Si se agregan los 20 ó 25 millones de
renta de títulos cotizables, que el opti-
nismo oficial suprime, aun después de
realizarse esta rebaja, las sumas de ser-
vicios anuales por esta parte de capitales
extrangeros, no bajaría, pues, de unos
50 millones, los que unidos á las rentas
de otras procedencias sumarian 85,000,000
oro.
• En cuanto á las nuevas importaciones
de capitales como medio de compenzar
la salida de las rentas de las inversiones
extrangeras, que se viene considerando
como e\ álesiaeratum pura umi mejoría
efectiva, para conseguir el cual quieren
valorizar el papel, aun que sea con per-
juicio de la producción, importa rein-
cidir en el exti-aviado criterio que ha
conducido al país á la situación actual.
El modo de cambiar el estado econó-
mico de la República abrumada por
enormes deudas extrangeras, no es, evi-
dentemente, compensar las rentas con
nuevas importaciones de capitales, sino
robustecer la producción aparte de obte-
ner las quitas que las circunstencias im-
ponen.
Para desenvolver la producción, no es
el capital extrangero el que directamen-
te actúa. Ya hemos estudiado el punto,
en nuestro artículo sobre el «Absenteis-
mo Argentino» y demostrado plenamen-
te en él la exactitud de esta afirma-
ción.
En los 1000 millones, cuyas inversio-
nes ó hemos analizado, solo hemos en-
conti'ado 10 millones entregados directa-
mente á la producción. La mayor parte
del capital extrangero, que no ha venido
por empréstitos, ó capital de empresas,
ha sido principalmente habilitador de
especulaciones, elemento de agio, de mo-
vimientoartificial urbano y no de fomento
industi'ial, y mucho menos de desarrollo
agrícola.
El mismo señor Ministro lo demuestra
en su Memoria, atribuyendo, con razón,
parte principal de los desvarios que han
preparado la situación actual, á la co-
niandita de ese capital, cuya corriente,
sinembargo, presenta como medio de res-
tablecer un equilibrio que, si transito-
riamente se produce, será á expensas
de la agi"avación real de las malas condi-
ciones en que está colocado el país y de
la acumulación de otros elementos para
una nueva crisis.
CRÓNICA DE LA QUINCE1S[A
Setiembre 5 de 1892.
El país se arrasti-a penosamente.
No tengo nada nuevo, nada bueno,
mejor dicho, que apuntar, á no ser hechos
sintomáticos de que no nos dirijimos
hacia la senda que conduce á la ancha
vía apetecida.
Los grandes partidos se dislocan. Para
estar dentro de la esti'icta verdad, — pier-
den algunos elementos de los que dispo-
nían con toda seguridad y hay una ten-
dencia marcada á organizar nuevos cen-
tros de acción dirigente.
Esto determina una política de absten-
ción en unos, de disimulo en otros, — y
como consecuencia inevitable, una at-
mósfera de sospecha y desconfianza en
todos los círculos.
No le veo á la evolución que se inicia
más que un lado provechoso para el país;
y digo provechoso, porque hay coyuntu-
ras en las que el observador más fino,
más penetrante, más imparcial, dificil-
meute acierta á calificar con propiedad
el hecho en gestación ó el consumado ya.
Quiero decir, que en medio de esta
anarquía en los propósitos, — de donde
resulta un malestar visible y un descon-
tento que se traduce en todas las conver-
saciones,— la Unión Cívica Radical parece
inclinada á renunciar á sus miras revo-
lucionarias.
Este temperamento es prudente. La
paz es un anhelo.
La mayoría del país la quiere.
Y que partido, conteniéndose dentro
de límites puramente de opo.sición, está
llamado á crecer, reclutando los descon-
tentos de todos los otros partidos, soca-
vados en este momento por un espíritu
disolvente, — casi morboso.
Su manifestación más característica,^ es
, lo que se llama «modernismo», aleación
242
Revista Económica
que funde hombres y cosas pasadas,
elementos recalcitrantes y nuevos intere-
ses en una coalición de aspirantes, cuyos
móviles no se han traducido hasta ahora
en un programa; pero cuyos actos reve-
lan para el observador, que no se ofusca,
una triple combinación: Dislocar el par-
tido Nacional, cuyo jefe es el general
Roca; minar el partido Unión Cívica
Nacional, cuyo jefe es el general Mitre;
resistir el radicalismo, sin perjuicio de
se abría para los argentinos una nueva
era de esperanzas é ilusiones, — solo te-
nemos en el horizonte nubes de inquietud
y que el único acto del Presidente electo,
que 63 como una promesa, se reduce al
nombramiento, mejor dicho, á la desig-
nación para la cartera de Hacienda del
Sr. Dr. D. Juan José Romero. Este dis-
tinguido ciudadano goza merecidamente
de considerable suma de confianza por su
talento, su competencia y su integridad,
tomar hombres sueltos de sus filas; y con mientras que los otros candidatos, hechos
esos despojos, abigarrados, enemigos
ayer entre sí, formar un nuevo partido
de gobierno alrededor del Presidente
electo, que asiste á estas maquinaciones,
—otra cosa no son,— con la beatitud in-
consciente de un alma bien intencionada.
Este partido, llamándose impersonal,
lo es sinembargo, átoias luces, desde su
momento inicial, y más personal que
ninguno de los que antes de ahora hemos
tenido durante nuestro largo proceso ins-
titucional, ó sea la lucha por el gobierno,
pues, es el único que si llegara á orga-
nizarse definitivamente habría nacido
como Minerva del cerebro del padre de
los Dioses,— de algo menos mitológico,
más real, más humano, más candido es
cierto, y, por esta circunstancia atenuan-
te, menos culpable de los males que
pueden acarrear tales encarnaciones.
Sus procedimientos han sido precipita-
dos. El país está apercibido, y algo así
como una valla se alza contra 'este ^^¿o-
tismo mal aconsejado,~que sería escusa-
ble si tuviera peligros que conjurar. Pero
la verdad de los hechos es que esos
peligros no han existido y que esta vez,
como otras, no ha habido sino pretestos
que se han ostentado y causas ó motivos
mconfesables que se han ocultado.
En efecto, son antipatías tradicionales
de un lado y pasiones ó resentimientos
de moderna data, por otro, los esenciales
móviles que han inspirado estas concep-
ciones majaderas. Oti-o calificativo no
merece una empresa que quiere luchar
contra una política que, siendo un acuer-
do patriótico, - pudo conseguir que se
hiciera una elección en paz, afianzándose
hasta su postrer momento el gobierno
legal, sean cuales sean sus responsabili-
dades, y conteniendo la explosión revo-
lucionaria de un partido intransigente.
Serán erradas estas vistas; es posible, lo
PJ^^^i'^o es, que cuando creíamos llegar al
12 de Octubre con la seguridad de que
sea el grado de
que disfruten,
según parece, sea cual
consideración social de
no satisfacen sino á los círculos interesa
dos en su elevación.
En resumen: solo el partido radical
medra bajo los auspicios de estas anoma-
lías y si su dirección llega á ponderarse,
por prudentes consejos, tendrán que coa-
ligarse las fuerzas conservadofas para
resistirle en la Capital .
En las provincias no es fuerza electo-
ral,— ni siquiera en la de Buenos Aires
con la que están al habla.
Esta provincia es teatro de dramas
singulares y de conflictos de intereses
encontrados, — intereses que si llegaran á
coordinar su acción harían en extremo
precaria la subsistencia de sus poderes
públicos, ó la de sus influencias dirigen-
tes vinculadas muchas de ellas al mo-
dernismo disolvente.
Esto es todo cuanto tiene que decir la
crónica. En quince dias, como se vé, no
liemos adelantado nada. Más bien hemos
ido para ati-ás.
Lucio V. Mansilla.
m mM
Í|EYISTA DE LA QUINCENA
La atención general continúa siendo
absorvida por la cuestión económica, —
primo é vívere, — y el rasgo característico
de esta quincena es la alternativa de
esperanza y desencanto, según las noti-
cias favorables ó adversas que han ido
circulando sobre la operación iniciada
para obtener 4.200.000 S en efectivo, en
cambio de una emisión de 10.800.000 en
obligaciones amortizables en 36 años, con
los derechos de Aduana.
DEL Rio de la Plata
243
Muy diversas han sido, por nuestra
parte, las impresiones que estos hechos
nos han producido: ni hemos dado como
realizada esa operación, ni le hemos atri-
buido la importancia salvadora, con la
que se ha querido presentarla.
No se trata de una operación propia-
mente de empréstito; tal como se pro-
pono, es más bien la de descuento
de rentas, á pesai- de lo cual encontra-
rá, de seguro, grandes dificultades para
realizarse, en la situación abatida de
nuestro crédito en Europa.
Aunque aquí ya no sería el Estado el
que pagaría, sino los acreedores los que
se cobrarían, entregando los timbres
volantes en vez de dinero, no por esto
las condiciones financieras del gobierno,
su mayor ó menor respeto por las obliga-
ciones contraidas, pueden dejar de ser
tomadas en cuenta por los capitalistas.
Operaciones análogas se hicieron en
Méjico en aquellos buenos tiempos del
señor Noetzlin, y habiéndose encontrado
el gobierno con que no recibía las rentas
indis¡)eusables para funcionar, por un
simple decreto, las revindicó, ordenando
que vn adelante no se recibiesen los tales
títulos en pago de derechos. Acto en el
fondo análogo ha hecho nuestro gobier-
no al ordenar que no se reciba en pago
de derechos el papel del Banco Nacional,
después que se le había dado expresa-
mente ese uso.
Pero, admitamos que la operación se
realice, si no se modifica la política res-
tricci» mista, que ha imperado en estos dos
últimos años, los cuatro millones doscien-
tos mil pesos no nos ÍTaeráu más que un
alivio pasajero, á la par que sin ellos ó
con ellos, la situación puede mejorarse
radicalmente si el gobierno reformase la
legislación monetaria y proveyese al país
de un medio circulante autonómico y
expansivo, como le es fácil hacer.
La Memoria de Hacienda de la Repú-
blica Argentina, recientemente presenta-
da al Congreso, trae una interesante
página que reproducimos á continuación
sobre la cuestión monetaria, y en la que
se hace una justa crítica de nuestro ré-
gimen.
La recomendamos á nuestros lectores
que encontrarán en ella la confirmación
de mucho de lo que hemos venido soste-
teniendo.
Dice así, la Memoria á que nos refe-
rimos.
«Es fuera de cuestión que, hoy poi hoj,
la única moneda internacional es el oro
y que el espíritu de las naciones co-
merciales en general es resistir toda re-
forma en su sistema monetario que po-
dría debilitar su «stock» de oro. Pero
con todo, se ajita siempre el pensamiento
del padrón doble, y no solamente en los
Estados Unidos de Norte América, cuyo
interés en el asunto es perfectamente
esplicable, como que es en la actualidad
el mayor productor de plata en el mun-
do; sino también en la India Inglesa,
donde intereses de otro orden completa-
mente distinto recomiendan la reforma
que valorize su moneda de plata. En la
Inglaterra misma, existe un grupo de
hombres de espectabilidad en el co-
mercio y las finanzas, que abogan con
decisión por el restablecimiento del pa-
drón doble.
Estos son síntomas que pueden ser
precursores de una gran revolución en
la materia, y tienen especial significa-
ción á la luz de los últimos aconteci-
mientos, que revelan la lucha perma-
nente entre las grandes naciones comer-
ciales por aumentar su propio encaje,
quitándoselo al vecino, siempre que tal
operación no traiga perjuicio propio. Se
vé claramente que la producción actual
de oro es insuficiente para las variadas y
complejas funciones que tiene que llenar,
ya como moneda 6 ya como metal, y
que salvo el caso poco probable de nue.
vos importantes descubrimientos de ese
metal, casi se puede afirmar que las na-
ciones se verán obligadas á recurrir nue-
vamente al padrón doble.
En el año pasado, por ejemplo, el
juego de arbitrajes y cambios ha hecho
salir de los Estados Unidos con directo n
á Europa unos setenta millones de
dollars en oro, á pesar de que era sabido
que la necesidad de importar en mayor
escala que nunca los cereales norte ame-
ricanos, obligaría á devolver todo ese
oro y aún mandar otras sumas conside-
rables.
Pero convenia á las combinaciones de
la alta banca europea que ese oro viaja-
ra y viajó.
Ahora bien, este es justamente el pe-
ligro que ofrece el oro como base de una
circulación bancaria, y es mayor en un
país como la República Argentina, don
244
Revista Económica
de la moneda de oro no se usa en las
transacciones y, por consiguiente, en su
mayor parte, estaria siempre depositada
en los bancos.
El poder de atracción que pueden ejer-
cer las grandes plazas europeas es enor-
me, y pienso que seria irresistible para
este mercado, una vez que tuviera una
existencia que mereciera ser tomada en
cuenta.
Montado nuestro sistema monetario
como lo está, se puede afirmar que,
vuelto el país á la conversión, no podría
desenvolverse con menos de cien millo-
nes de pesos en billetes, y pienso que no
seria excesivo pedir para esta suma un
encaje de treinta millones de pesos oro,
Pero ese oro, ¿por cuánto tiempo se po-
dría contar con él? Es muy evi-
dente que Qu solo año malo nos lo
quitaría todo, precipitándonos nueva-
mente en la inconversion, ó de lo
contrarío sería necesario reducir la cir-
culación de billetes hasta que ya no fue-
ra materialmente posible reducirla mas.
Es decir, disminuirla á cuarenta ó cin-
cuenta millones, para que cada peso es-
tuviese representado por el 50 0[0, por lo
menos, en oro. Y para que no se tache
estas apreciaciones de exageradas, basta
echar una mirada sobre la situación de
la vecina República, para darse cuenta
de lo que significa para estos países el
réjimen del oro.
Pero hay todavía otra objeccion á la
remonetizaciou de la plata y es que la
República no produce este metal en can-
tidad suficiente para sus necesidades mo-
netarias, y entonces, debiendo comprarlo
con productos es mas sencillo comprar
oro, cuyo valor es estable y que no cos-
tará mas que aquella. Pero á mi enten-
der no necesitamos ni oro ni plata como
moneda internacional, porque los saldos
de nuestro comercio exterior deben arre-
glarse con productos y no con moneda,
y tan producto y negociable es un
metal que el otro. Necesitamos un me-
tal para dar base fija á nuestra cir-
culación fiduciaria, para que esta no esté
eternamente pendiente de garantías no-
minales^ y para este objeto la plata nos
conviene mas que el oro, por esta razón;
que no es probable que nos la saquen.
Se nota siuuipi-o en este morcado cierta
resistencia á las extracciones de oro; aún
en estos tiempos cu que el oro, es una
simple mercancía, el comercio en general
prefiere sacrificar alguna pequeña frac-
ción en el cambio, antes de embarcar
oro, y si esto sucede tratándose de un
metal tan movible como es este, comer-
cial mente, sucedería eu escala mucho
mayor respecto de la plata, hasta garan-
tir casi su permanencia en el país.
Por otra parte, sí hoy la plata se halla
deprimida hasta solo cotizarse al 70 olo
del valor que le atribuye la Liga Latina,
esa circunstancia puede atribuirse en
gi-au parte á la política errada de los Es-
tados Unidos de Norte América, que
buscando valorizarla, la ha desvaloriza-
do. Ese Gobierno se ha impuesto la obli
gacion de comprar meusualmente una
cantidad de plata que no puede acuñar,
pagando un precio general, y asi dá mar-
gen á que continúen en explotación una
multitud de minas que de oti*o modo
estarían abandonadas, y estimula la pro-
ducción cuyo exceso deprime el mer-
cado.
Se sostiene con mucha generalidad, que
si ese Gobierno suspendiera sus compras
el metal experimentaría inmediatamente
una gran baja; pero si bien eso podría
suceder en el primer momento, es evi-
dente que al poco tiempo vendría la rea-
cion por la restricción en la producción
que esa misma baja traería, obligando á
susi)ender el beneficio de todos los meta-
les de baja le}^ que hoy se explotan.
Mirado de este modo el asunto, no deja
de presentar aspectos favorables como
una posibilidad futura, prescindiendo del
aspecto mas amplio del restablecimiento
general del doble padrón, que quizá se
imponga á la Europa antes de tnuchos
años.»
La ley de contribución inmobiliaria
será sancionada dejándose subsistentes
los aforos de los años anteriores, de valo-
rización de la propiedad, no obstante la
fuerte oposición que ha'encontrado en la
Cámara de Representantes y en la de
Senadores.
Dos consideraciones han asegurado la
mayoría á tan inconveniente disposición;
la de interés político y las convenien-
cias rentísticas, ambas á cual menos fun-
dadas.
Viene de atrás la tendencia que pre-
domina eu nuestras Cámaras de conside-
rar liostibdad política toda objeción que
se llaga á los |)i()yectos del P. E., aun
que no se trate mas ([ue de intereses ma*
Del Rio de la Plata
245
teriales y se consulten las bien entendi-
das conveniencias del gobierno. De igual
modo se ha dado en mirar toda iniciativa
que hagan los diputados o senadores que
se separen del incondicionalismo.En el
caso actual ha sido llevada demasiado
lejos esta intransigencia, que importa la
supresión de la verdadera vida parla-
mentaria.
Hemos seguido atentamente la discu-
sión, y creemos que los que combatieron
el artículo 6 ° de la ley de contribución
inmobiliaria defendían mejor los inte-
reses del gobierno que los que, por mal
entendida consecuencia política, le pres-
taron su apoyo.
Los gravámenes excesivos, siembran
el descontento y, en esta ocasión, el dis-
gusto, los apremios, la ruina de los pro-
pietarios, no será compenzada por una
mayor renta. En el Senado, por ejemplo,
los partidarios del proyecto han sostenido
como principal argumento que rebajar
un 20 0{0 los aforos seria quitar un 20 o[o
de la renta; pero no se han hecho cargo
de que el peso de ese impuesto dificulta,
cada dia más, su cobranza, desapare-
ciendo asi en las entradas, parte de lo
que se carga en la ley. Ademas no
hay que olvidar la disminución en los
consumos y en el giro general, que es
una de las consecuencias de la inconside-
rada trasquila de los propietarios.
Se acerca la época de la elección de
Senadores y el partido colorado no se ha
organizado todavía, y mucho tememos
que ella nos encuentre fuera de las con-
diciones necesarias para un verdadero
movimiento democrático.
La Comisión Directiva provisional del
partido sigue, mientras tanto, preocupán-
dose de los trabajos que le han sido en-
comendados, y trata de obtener del P. E.
la derogación del decreto de 14 de Se-
tiembre de 1891, que priva á los militares
del ejercicio de los derechos políticos que
les corresponden.
Es de esperar que el Sr. Presidente de
la República accederá á este pedido de
su partido, tanto mas cuanto que lo que
se solicita es de estricta justicia y de
buena política.
Según se dice las reducciones en el
presupuesto general de gastos no tendrán
la importancia que les había atribuido
parte de la prensa. Es inútil querer en-
contrar ahí la base del equilibrio de la
Hacienda, como lo es también buscarlo
por medio de recargos de los actuales
impuestos.
En vez de reducir la suma del presu-
puesto hay que aumentarla agregando
muchas partidas de gastos fijos y necesa-
rios que figuran como extraordinarios,
y sin lo cual será ficticia toda nivelación
enti-e las erogaciones que se voten y las
entradas calculadas.
Hay que tomar por base de todo
plan de hacienda, lo que ha invertido en
el último año el gobierno en gastos de
Administración, pues debemos todos ha-
cer justicia al P. E. reconociendo que ha
sido tan económico como es posible
serlo. ■
El mal no está ahí; está en las condi-
ciones generales del país que es impres-
cindible modificar, empezando por refor-
mar su sistema monetario, sin lo cual
toda tentativa de expansión será estéril
ó de efi meros resultados.
Predomina entre nosotros la tendencia
de personalizar y de hacer cuestión polí-
tica de todo, estraviándose asi la opinión y
entorpeciéndose las soluciones necesarias.
Para unos, el Presidente es el autor de
todos los males; para otros, es necesario
negar que no estamos económicamente
bien, puesto que esto parece dar razón
á los enemigos del Presidente, hacién-
dole con este modo de ver las cosas no
envidiable servicio, pues la crisis y
su agravación no puede ni debe racio-
nalmente imputarse á un hombre ó á un
partido.
Estamos cosechando los frutos lógi-
cos de aberraciones arraigadas en ma-
teria de circulación monetaria, de las
que se hacen eco varios de nuestros
mas autorizados diarios, sin que en cam-
bio ninguno de los otros se coloque en
el terreno de la solución práctica y sen-
cilla que las circunstancias aconsejan.
No son, pues, divagaciones, ni recrimi-
naciones lo que las circunstancias exijen
sino estudio imparcial y energía para
saltar la barrera de las preocupaciones
corrientes.
Otro hecho notable de la quincena es
la resolución de reducir á la mitad el
capital del Banco de España y Rio de
la Plata, que es una de las instituciones
246
Revista Económica
de crédito de la República mas sólidas y
bien maDejadas-
Poi' nuestra parte la lamentamos y
apreciando el sentido i)ráctico de los Di-
tores de ese establecimiento, vemos en
esto una prueba mas de que se equivo'
can los que pretenden modificar las
condiciones actuales del pais creando
un nuevo Raneo de Comercio con el
nombre de Raneo Nacional.
REVISTA BURSÁTIL
El precio del metálico, en la última
quincena ha oscilado, debido á las limi-
tadas especulaciones de qne es objeto, y
no á modificaciones de la situación de la
plaza.
Es voz corriente que la solución del
problema presidencial inñuirá en una
fuerte baja pero, por nuesti-a parte no
creemos" que el precio del metálico, se
altere por ninguna causa de este género,
desde que no teníamos oro escondido
por temores políticos.
Como elementos que favorecerán la
baja, tenemos las fuertes cantidades de
frutos que quedan ])ara exportarse y la
proximidad de las nuevas cosechas; pers-
pectiva que tiene en su contra el riesgo
de una epidemia.
El mercado de cambios ha estado poco
activo, siendo sin embargo de notar una
creciente abundancia de giradores.
Las Cédulas Nacionales, no obstante la
mejora del Raneo de que dá cuenta la
Memoria de su Directorio, continuaron
con la misma tendencia de baja que se
manifestó en la quincena anterior. FjU
cuanto á las del Raneo Hipotecario de la
Provincia, se han sostenido alrededor de
los precios anteriores.
Los Fondos Públicos Nacionales han
bajado de 30 centavos á 1 punto, después
de algunas pequeñas oscilaciones.
En títulos y acciones de Compañías, el
movimiento más notable ha sido en Cons-
tructor de la Plata, y en las Catalinas.
Las acciones del |)rimero subieron hasta
S 5.50, quedando á -í^j 5^ y sm obligacio-
nes subieron de S 0,90 á l!80; habiéndose
fundado esta especulación en la perspec-
tiva de ^a revindicación de fuertes valo-
res que tiene promovida el Raneo. La
sobre Catalinas, también ha tenido por
base las gestiones que se hacen para diri-
mir ventajosamente las dificulta<les crea-
das á esta compañía por los actos del go-
bierno nacional.
Las acciones del Raneo Español mejo-
raron dos puntos; y otros tantos el Agrí-
cola Comercial. Las de la Compañía de
Gas, «La Primitiva» un punto mientras
que las del Gas «Argentino» bajaron 1[2
punto.
El movimiento de todos estos papeles
continúan siendo escaso.
Las cotizaciones de la Rolsa de Monte-
video, que publicamos, revelan las diver-
sas impresiones, ya optimistas, ya desa-
lentadoras, qne producen las noticias
sobre el empréstito.
Los billetes del Raneo Nacional son
los que han sufrido ma^^ores oscilacio-
nes y de 37 á que estaban al fin de la
quincena anterior j-eaccionarou hasta
quedar en 50.
Las cédulas que ya hablan baja¡lo á 23,
llegaron á cotizarse á 2220 y quedaron
á 25.70.
La deuda Interior subió á 26.50 y la
Consolidada á 31.10 lo que representa
para la primera una mejora de 3.70 y
para la segunda de 1.40.
Las acciones del Raneo Hipotecario
subieron de 7.30 á 9.60.
Tales son en resumen los efectos de
una ráfaga de optimismo y sentimos no
poder esperar que ella persevere en la
próxima quincena y mucho menos que
adquiera mayor vigor.
La falta de medio circulante es un
inconveniente que hace imposiI)le todo
movimiento serio de alza y mientras el
gobierno continué con el sistema de cir-
culación esclusiva de oro con premio de
exportación nuestros bajistas han de salir
siempre con la suya.
Los artículos no firnuulos pertenecen
al Director de esta «Revista».
DEL Rio de la Platía
247
Movimiento bursátil de la segunda quincena de Agosto de 1892
BOLSA DE BUENOS AIRES
(del 15 AL 31 DE agosto)
Metálico
Onzas
Libras esterlinas .
Cambios
Inglaterra .
Francia. . .
Bélgica . . .
Alemania.
Cheques
Banco Nacional
Banco de la Provincia
Banco Hipotecario de la Provincia
bonos
Ce'dulas Hipotecarias Nacionales
Serie A (oro)
« A n>(i
« B «
(( C K
« 13 «
« E ('
de renta.
Cédulas Hipotecarias Provinciales
de renta.
/o
Serie A (oro) 6 ^
« A $f. 8 ^
« E « 6 "/
« F "^i 6 y,
« G « Q y,
« I « 8 >;
« J « % y
« K ((
« L « 8
« M « 8
« N « 8
« O « 8
« P « 8
Fondos ) Títulos Públicos
Fondos Públicos Nacionales de 1884.
Empréstito Nacional Interno 1891.
Id. de 1892 .
Loteiia Municipal de la Capital
Ultimo 7 recia
HASTA.
ago't. 15
51 30
16 30
47 3/8
4 97
4 98
4.021/2
20 1/2
38 1/2
18 40
33
95
94
86
85
85
20 —
30 50
29 70
28 50
29 —
29 50
30 10
29 20
29 .^!0
29 20
29 20
29 20
29 30
53 —
72 30
68 —
62 —
M.18 bajo
52.90
16.43
47.1/4
4.96
4.97
4.61
20 1/2
34 1/2
18 %
32
94
94
88
85
82
19 —
30 —
30 —
28 —
28.50
29.50
29.10
29.10
29.10
29.20
29 —
29.10
70 70
67 40
59 50
■-.'.iaa Precio
MílS alto '' HiSTA
ago't. 31
o4 —
16 70
47 7/16
4 971/^
4 981/2
4 03
21 —
38 1/2
20 1/2
33 —
94 —
96 —
88 —
85 —
87 —
19 —
35 —
30 —
28 50
29 20
29 —
30 —
29 20
29 30
29 20
29 30
29 20
72 20
68 40
61 —
53.50
16.56
47.7/16
4.971/2
4.981/2
4.03
21 —
37 —
20 15
32
94
94
88
85
82
19 —
35 —
30 —
28 —
28 50
30 —
29 10
29 10
29 20
29 20
! 29 —
29 20
53 —
72 —
67 60
61 —
2i8
Revista Económica
Acciones
BANCOS
Español del Rio de la Plata
Italia y « « « « (oro)
Crédito Real
Nuevo Banco Italiano ...
Banco de la Bolsa
Francés del Rio de la Plata
Hipotecario de la Capital (Bonos oro) . . .
Constructor de la Plata
Id id id (obligaciones)...
Agi'icola Comercial
Banco Inmoviliario
Banco del Comercio
Banco Caja de Descuentos
Comercial de la Pl&ta
Comercial
Banco Sud-Americano
Banco Nacional
compañías
La Edificadora
La Previsora (Compañía de Seguros)
La Primitiva (Compañía de Gas)
Gas Argentino
Empresa del Edificio de la Bolsa
La Argentina (fábrica de papel)
Muelle y Depósitos de las Catalinas
La Buenos Aires (Compañía de Seguros)..
Compañía General de Reaseguros
KidyCa
Telegi'áfico Telefónica. .
Constructora Argentina
BOLSA DE MONTEVIDEO
(del 16 AL 31 DE AGOSTO)
Billetes Banco Nacional
Títulos hipotecarios Serie D.
Cédulas hipotecarias « A.
Id. id. « B.
Deuda del Interior
Id. Independencia
Id. Consolidada
Acciones Banco Hipotecario..
CAMBIOS
Inglaten-a
Francia. . .
Bélgica. . .
Alemania .
Ultima Precio
HASTA.
ag'to 15
50
80
105 —
92 —
33 —
57 50
39 50
45 —
41 —
4
O
16 —
27 —
91 —
80 —
8 50
30 —
35 —
31 —
78 —
27 —
85 —
50 —
130 —
80 —
10 80
13 —
7 —
7 —
65 —
14 —
38 —
23 30
23 —
28 —
22 80
29 70
7 30
55 .5/8
5 32
Mas bajo
106 —
45 —
40 —
5 —
- 90
49 —
80 —
10 40
29
40 —
23 30
22 20
23 —
28 50
50.5/8
5 31
5 31 1/
4 29"
Mas alto
107 —
45 —
41 —
45 50
1 80
86 —
50 —
81 —
12 20
50 —
25 80
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27 —
31 20
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51 -
5 34
5 35
4 34
intimo Precio
HASTA
ag'to 31
1107 —
92 —
33 —
57 50
45 —
45 —
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5 —
1 70
18 —
21 —
90 —
80 —
8 50
30 —
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12 10
13 —
7 —
7 —
65 —
14 —
50 —
25 20
25 70
26 50
31 10
9 60
50.3/4
5 32
5 33
4 30
2* Época — Núm. 10.
20 de Setiembre de 1892.
REVISTA ECONÓMICA
RIO DE LA PLATA
DiHECTOH: DOMINGO Llamas
DERECHOS ESPECÍFICOS
El ministro de hacienda nacional,
(Ion Emilio Hansen, en el mensaje,
notable bajo más de mi concepto, ele-
vando el presupuesto y leyes de im-
puesto para 1893, se ocupa de la con-
veniencia fiscal que presentan los
derechos específicos, y propone que
se hagan extensivos á algunos artí-
culos además de los ya existentes, y,
con este motivo, se extiende en algu-
nas consideraciones que creemos del
caso justificar y ampliar, tratando
esta importante materia desde los di-
versos puntos de vista que su estudio
requiere.
Si exceptuamos el papel sellado,
creado en medio de los apremios de
la Holanda en su heroica lucha con
las armas preponderantes de Felipe
II, todos nuestros impuestos actualeh
tienen tan lejano origen, que se pier-
den en la oscuridad de los tiempos,
limitándose los progresos en la ma-
teria, á la elevación de la suma y
á la extensión y perfeccionamiento
de las imposiciones.
La naturaleza de las cosas los ha
creado, y la investigación de las con-
diciones sociales en las diversas eta-
pas del desenvolvimiento de la civili-
zación, así como la lógica de lo que
de ellas fluye, sólo podrá suplir la
deficiencia de la tradición, reconstru-
yéndose los fragmentos que hasta
nosotros llegan, como con los princi-
pios del arte se restauran los perdidos
monumentos, ó con las leyes del des-
envolvimiento orgánico, se estable-
cen las formas y dimensiones del
monstruo anti-diluviano, del cual sólo
nos alcancen algunos restos disper-
sos.
En cuanto á impuestos aduaneros,
podemos tener como un hecho eviden-
te la existencia de tributos de entrada
percibidos en especies, como hasta
época cercana se han percibido varias
contribuciones internas, lo que en
esencia importa la contribución gra-
duada según la cantidad, y taml)ién
nos es dado presuponer en épocas re-
motas, el cobro hecho parte en dinero
y parte en especies, según el valor de
las cosas, como hasta en nuestros dias
se ha estilado en algunos pueblos de
África.
En los primeros tiempos de nuestra
civilización, lo que predominan son los
derechos ad va/orem debido, sin duda, á
las ideas falsas que prevalecen sobre
la mayor equidad del gravamen, en
esta forma establecido.
La incidencia del impuesto, es un
conocimiento que requiere adelanto en
la materia; entra en el dominio de lo
que, siguiendo la exacta expresión de
Bastiat, debe colocarse en la categoría
(le Zo que no se vé.
Aparentemente el impuesto de adua-
na, es un gravamen para el que lo
paga y cualquier contribución que se
exija al comerciante que introduzca ó
extraiga alguna mercadería, parece
una exacción sobre su capital, y la
equidad aconseja entonces, que no se
le cobre lo mismo por la íntroducci(3n
de un artículo cuando valga uno
como cuando valía dos, á la par que
esta uniformidad no es bien mirada
por el fisco, en los casos en los cuales
la alteración del precio se opere en
un sentido opuesto.
En la antioua Atenas, se cobralia la
350
Revista Económica
cineuentésima parte, ó sea el 2 % de
las mercaderías que entraban ó salían
de su puerto. Los romanos, con el
nombre de portorium, cobraban dere-
chos de importación y exportación,
que eran de la 40=^ parte del valor, es
decir, de un 2 i 7o- El sistema fué
perfeccionado por los árabes, que
graduaron el almojarifazgo, ó derecho
de aduanero, primitivamente de un
10 %, creando un arancel en el que,
conservando los derechos ad valorem,
lo variaban de un 5 á un 15 %.
El derecho específico moderno, es
decir, el cobrado en dinero según la
cantidad y no el valor de las cosas,
viene después, traído naturalmente,
ya por la dificultad de apreciación del
valor de las diversas especialidades
de los artículos, ya para cortar los
fraudes y las dificultades incesantes
con los mercaderes.
Como arancel específico, clara y
}>erfectamente establecido, podemos
mencionar la tarifa de derechos lla-
mados uniformes de 1667, confeccio-
nada por Colbert. Del mismo género
fué el contenido en la ordenanza del
Comercio libre para las colonias espa-
ñolas, sistema que perseveró en Bue-
nos Aires hasta años después de la
emancipación, en que se reemplazó
por el ad valorem, que ya había sido im-
portado de Inglaterra al Brasil, por ini-
ciativa del vizconde de Cayrú.
En todos estos casos, se trata de la
implantación ó la sustitución, de un
modo excluyente. de unaú otra forma
derechos, excepción hecha de las tari-
fas de Colbert que, respecto de algunas
especialidades, se refieren al valor.
Esto proviene de que unas veces se
ha procedido con la lógica de una
falsa concepción en materia de im-
puestos aduaneros, y en otras se han
extremado las condiciones de más
fácil fiscalización.
Entre los defensores de los derechos
ad-valorem, que sostienen que ellos con-
sultan la justicia, que se juzga gene-
ralmente menoscabada con los dere-
chos específicos, encontranrios autori-
dades europeas de primer orden en
materia de hacienda.
Vemos así al delegado belga Mr.
Léon Chaussette Delgouffre, en el con-
greso internacional del comercio y de
industria, celebrado en París en Sep-
tiembre de 1889, decir muy convencido
que: «si por algún medio fuese posible
cobrar los derechos ad-valorem en su in-
tegridad, esos derechos debían ser ele-
gidos, porque son los más equitativos.
¿Qué más justo, que gravar un pro-
ducto según su valor exacto? Parece
que colocar así la cuestión, es ya re-
solverla». Paul Leroy Beaulieu, de-
fendiendo el mismo orden de ideas
menciona, como primer inconveniente
de los derechos específicos, el que si
una mercadería llega á subir ó á ba-
jar de precio, esos derechos no repre-
sentan la misma proporción del pre-
cio de las mercaderías, lo que dice
que es un inconveniente harto grave».
Si el derecho aduanero fuese un
impuesto sobre el capital invertido en
las mercaderías, sería, en efecto, una
injusticia el cobrar el mismo impuesto
cuando bajase el precio que cuando
subiese, por que aquel pagaría en
unos casos más y en otros menos,
pero ese no es el carácter del impues-
to, porque lo que se grava es el con-
sumo, respecto del cual, con los
derechos específicos, el gravamen se
mantiene fijo, no obstante la oscila-
ción de los precios, con ventaja positi-
va para los consumidores, que son los
que efectivamente los pagan, como
puede verificarse en cada caso.
Supongamos un derecho de 40 so-
bre un artículo que valga 100. Si este
artículo sube á 1-50, el consumidor no
solo tendrá que pagar ese 50 más como
aumento de costo, en la aduana, del
artículo, sino también, por razón de
esa alza del precio, un recargo de 20
en los derechos, lo que importa au-
mentar el gaavámen si más razón que
tener que pagar más caro. Suponga-
mos ahora el caso opuesto, el de la
baja del artículo; y tendremos que
cuando el menor costo lo favorece y
le permite por lo tanto pagar más
desahogadamente el derecho, es pre-
cisamente, cuando, con el sistema ad-
valorem. se rebaja.
Véase pues, cual es el resultado
práctico de graduar los derechos, se-
gún el valor'exacto. Se aumenta asi
su peso cuando el que verdaderamen-
te lo paga está más sobrecargado y
en la proporción de su sobrecargo,
mientras que se reduce precisamente
DEL Río DE LA PlATA
251
cuando la baratura del artículo le de-
ja más medios disponibles.
Mientras tanto, con los derechos es-
pecííicos, la falta de fijeza de relación
con el valor, se compensa por la fijeza
de relación con los consumos; ellos
ni suben cuando ei consumidor se
encuentra agobiado por el alza, ni se
reducen cuando la baja de los artí-
culos le dá más facilidad para pa-
garlos.
Agrega Leroy Beaulieu que, «los de-
rechos específicos moderados en su
origen, }:>ueden transformarse con el
tieriipo, por la fluctuación de precio de
las mercaderías, ya en excesivos, ya en
insignificantes», todo lo cual lo ratifica
en los inconvenientes del sistema. Kn
esto reincide en el error de ver en el
derecho aduanero un derecho sobre
el capital invertido en mercaderías,
porque, si bien cobrar cinco en un ar-
tículo que vale diez, es un derecho
enorme en relación á su costo é insíg-
licante si el precio es de cien por el
encarecimiento accidental, la tasa re-
sulta uniforme para el consumidor que
paga por el artículo que necesita, sea
cual sea la fluctuación del precio, el
mismo impuesto.
El otro argumento que se hace co-
jnunmente. contra los derechos es|)e-
cíficos, es el de que. según las palabras
del mismo autor, «ellos son general-
mente módicos para las mercaderías
de gran valor destinadas al consumo
de las clases ricas, mientras son. por
lo contrario, pesados para los artículos
comunes, baratos y que sirven para
las clases laboriosas de la población».
Esta observación importa confundir
el englobamiento con los derechos es-
pecíficos, puesto que estos pueden de-
tallarse tanto como se detallan las ta-
rifas ad-valorem. Tomemos por ejemplo,
la tarifa de Colbert y encontramos,
entre otras, las siguientes especifica-
ciones:
«El par de medias de seda, pagará
• los libras: la docenas de medias de
lana, ocho libras; la docena de medias
de algodón, cuatro libras». Detallando
así, los artículos destinados al con-
sumo de las clases ricas vienen á pa-
gar seis veces más que los destinados
á las clases pobres, tal como resulta-
ría con un derecho ad-valorem. No su-
cedería la mismo si el derecho espe-
cífico implicase, como no implica, lui
derecho único sobre una clase de
artículos, é hiciese necesario, jjor ejem-
plo, establecer un solo derecho para
las medias de todas clases, en cuyu
único caso, aun considerando esta con-
tribución desde el punto de vista del
valor, en vez del de la cantidad de
consumos, podría ser exacta la objec-
ción.
No hay mayores dificultades en gra-
duar los derechos específicos según
la calidad de los artículos que en
formar tarifas de valores de cada es-
pecialidad y, podremos agregar, <j[ue
es intangible el ideal del derecho oá-
valorem puesto que la diversidad de
artículos y la fluctuación constante de
los precios, hace que en las tarifas ad-
valorem hay -d. siempre una gran parte
de derechos específicos.
Tómese la tarifa que se juzgue más
perfecta de derechos ad-valorem y se
encontrará que, por mayor que sen su
especificación, tendrán que ser im-
puestos de igual modo objetos de muy
distinto costo, á la par que los precios
más exactos en un momento dadu
dejan de serlo en el siguiente, resultan-
do así siempre una parte de la contri-
bución graduada según la cantidad.
Esta materia, debe ser además con-
siderada, primero, desde el punto de
vista industrial, y, segundo, desde el
rentístico, pues no basta que un im-
puesto sea equitativo en su distribu-
ción, es menester conciliario con las
exigencias del desenvolvimiento so-
cial y con los fines á que responde su
creación.
Ocupándonos, como miembro ile la
Legislatura Oriental, de los derech(3S
específicos y ad-valorem, observábamos
que las fluctuaciones de los derechos
ad-valorem en la entrada importan
las oscilaciones de una escala móvil
opuesta al desarrollo del trabajo na-
cional.
Cuando los precios, decíamos, de los
artículos importados bajan, que ee
precisamente cuando á las industrias
nacionales más les conviene que exis-
tan derechos altos de importación, és-
tos se reducen; y cuando los precios de
los productos extranjeros suben, y se
hacen menos necesarios los derechos
altos para permitir la producción in-
dustrial del país, ellos aumentan.
'K^->
Revista Económica
En la exportación, los derechos ad-
valoi-em, si bien inconvenientes para el
fisc»), favorecen la producción nacional
con la baja de derechos, proporcional
á los movimientos adversos de los pre-
cios, no aumentándose sino en las pro-
porciones en que éstos se presenten
más favorables.
En cuanto á los englobamientos que,
como hemos visto, no son más de esen-
cia en el sistema especifico que en el
ad-valorem^ convienen, desde el punto
de vista hidustrial respecto de unos
artículos, á la par que perjudican, tra-
tándose de otros que no sean de pro-
ducción nacional y se importen ya
como elementos, ya como materias
primas de producción.
Sea con una ú otra forma, ad-valorem
ó específica, el derecho de importación
sobre una clase de artículos, sin dis-
ceiuir la ordinaria ó la fina, graduado
según su valor medio, es más fuerte
en relación con el costo de producción
del artículo ordinario que del fino y,
por' lo tanto, actúa más como derecho
protector respecto de aquellos, de don-
de resulta una escala harmónica con
las- (íondiciones del desenvolvimiento
industrial de los países nuevos, en los
cuales, antes de producirse las artícu-
los más perfeccionados y costosos, la
industria debe empezar i\ producir los
más comunes. Por este medio la pro-
tección se puede hacer vigorosa sin
presentar los alicientes al contraban-
do, que resulta de los altos derechos
en relación con la calidad de los ob-
jetos.
Ku el segundo caso, que hemos su-
puesto, es decir, en el de derechos so-
bre elementos industriales ó materias
primas, la incidencia del impuesto va-
ria: ya no es el impuesto individual
sobre el consumo, es el gravamen
que encarece las condiciones de pro-
ducción y que exige que. no solo sea
tan minimun que no alcance á colo-
car el trabajo nacional en condiciones
en general inferiores á las del extran-
jero, sino que no altere la proporcio-
nalidad en el costo de sus diversos ele-
jneiitos de producción, consultándose,
no ya la cantidad, sino el valor venal
de ios objetos.
Los más decididos partidarios de
los derechos ad-valorem^ como siste-
ma exclusivo, no dejan de reconocer
las ventajas que, desde el punto de
vista fiscal, presentan los específicos;
admiten que, por este medio, se fa-
cilitan las operaciones aduaneras, se
suprimen fraudes y dificultades pro-
venientes de las falsas declaraciones
de valor: establecido el derecho según
los litros, kilos ó metros, todos saben
lo que deben cobrar y deben pagar:
no hay controversia que pueda sub-
sistir. Este sistema, además, presenta
una doble ventaja: la de permitir á
los legisladores fijar con certeza el
cuantum del impuesto que deben en
la aduana pagar los diversos artícu-
los y formar una idea más exacta de
su ]iroducto normal, desde que la can-
tidad total de los consumos es menos
incierta que el valor total de las
importaciones, que no solo depende de
las condiciones variables de los mer-
cados extranjeros, sino tamlñen del
mayor ó menor refinamiento de los
consumidores, cpe no alteran nunca
la cantidad, como según las circuns-
tancias prósperas ó adversas, varían
sensiblemente la calidad de sus con-
sumos.
Según el proyecto del Poder Ejecu-
tivo Nacional argentino, y de acuerdo
con los principios que acabamos de
exponer, se propone adoptar un sis-
tema mixto, específico y ad-valorem^ co-
mo el implantado en la República
Oriental en su reforma aduanera de
Enero de 1888, con el cual se ha con-
cillado este triple resultado: dar la
mayor fijeza posible á las rentas, fo-
mento á la industria y facilidades pa-
ra el movimiento comercial.
El sistema mixto, tiene hoy además
á su favor la autoridad de las conclu-
siones del Congreso internacional de
Comercio é industria, celel)rado en
París en Setiembre de 1889. y al que
ya nos hemos referido.
Se encontraron en él, frente á fren-
te, los hombres teóricos, con las ma-
yores especialistas en la materia; y li-
mitándose, por último, á las ventajas
capitales de facilitar la imposición y
dificultar del fraude, que arruina al
comercio legítimo y á las industrias
más prósperas, se sancionó con gran
mayoría, lo que ¡jresentaremos como
la última palabra autorizada sobre la
materia.
«Considerando que los derechos ad-
DEL Rio i>E LA. Plata
253
valorem, son de una aplicación difícil
y facilitan el fraude, el Congreso emi-
te el voto de que los derechos espe-
cíficos sean adoptados con preferencia
en las tarifas aduaneras, salvo el caso
de irtiposibilidad absoluta».
^^
CARTAS ECONÓMICAS
I;L INDlVIDLiO, EL ESTADO V LAS
compañías anónimas
Con motivo de las felizmente fraca-
sadas combinaciones para crear un
nuevo Banco Nacional en la Repúbli-
ca Oriental por medio de una sociedad
anónima, nos hemos ocupado en la
prensa montevideana de la cuestión
que es hoy aquí de actualidad, de los
inconvenientes ó ventajas que pue-
den ofrecer los Bancos de Estado ó
las instituciones centrales, constitui-
das i»or compañías anónimas.
Las mismas preocupaciones que
combatimos entonces, las vemos aho-
ra predominar entre los que, en la
Repiíblica Argentina, se preocupan en
dilucidar ese importante problema
para (Vi desarrollo económico.
Tratamos entonces la materia desde
el punto de vista científico, sin dejar-
nos llevar por pasión de ningún géne-
ro, de modo que podremos reproducir,
aplicándolo al caso actual, todo cuan-
to dijimos entonces.
Hemos estudiado la cuestión doctri-
naria y práctica en tres cartas: la pri-
merii, tiene por objeto demostrar el
error en que incurren los que com-
baten la acción del Estado asimilando
á la individual, la de las comjja-
fiias anónimas; la segunda, estudia los
diversos grados de intervención del
Estado en los Bancos centrales en
las naciones mas adelantadas, y la
tercera se ocupa de determinar los
intereses sociales, que son afectados
por el orden banca rio y monetario.
Publicamos en seguida la primera,
reservándonos reproducir las siguien-
tes en los próximos números.
I
íSeñor Director de La Tribuna Popular.
Muy señor mió:
l>a acción individual, libre y respon-
sable, es activa, celosa y provisora. El
hombre que maneja lo suyo, luchan-
do por atender sus necesidades del
presente y conquistar una mejora
para el porvenir, tiene un estímulo
poderoso que despierta su ingenio, que
lo alienta al trabajo y lo hace econó-
mico y prudente, en un grado que di-
ñcilmente alcanzan los que no arries-
gan ni comprometen lo suyo.
Esta mayor eficacia de la acción in-
dividual en el orden económico, que
constituye el principal fundamento
de los que pretenden cercenar, en la
mayor escala posible, las facultades
interventoras ó dirigentes del Estado
en la esfera de la actividad comer-
cial, industrial ó financiera, no se con-
sigue por medio de empresas que, co-
mo las asociaciones anóminas, son
colectividades mas ó menos extensas,
cuya acción ya no es la individual,
directa, sino que se ejerce por delega-
ción, esto es, ellas son gobernadas, co-
mo sucede con las naciones, por me-
dio de representantes que no manejan
lo su)^o sino lo de todos y general-
mente muy numerosos miembros de
una colectividad mercantil, cuya de-
signación se realiza por medio de su-
fragios expresados en forma análoga
á la adoptada para el nombramierito
de los mandatarios ó funcionarios
públicos, dentro del régimen demo-
crático.
Demostrado como queda, que los
administradores de las sociedades
anónimas en vez de ser individuos
que administran lo propio, se asimilan,
por sus cndiciones de simples man-
datarios transitorios de una comuni-
dad mas ó menos vasta, con los fun-
cionarios públicos, las ventajas de
la acción de esas sociedades sobre
la que puede ejercer el Estado, solo
podrá atribuirse á aquellas, invocán-
dose en su favor el mayor acierto en
la elección de sus mndatarios.
Lejos de ser esto exacto, la simple
razón demuestra y la práctica com-
prueba, frecuentemente, que en uno
como en otro caso subsiste el interés
de recurrir al fraude y se disponen de
medios de llevarlo á cabo. Como en
el orden político hay partidos y cama-
rillas que luchan por alcanzar el po-
der y monopolizarlo en provecho suyo,
en las sociedades anónimas hay tam-
'254
Revista Económica
bien círculos igualmente interesados
que se suelen imponer en las eleccio-
nes de administradores. Además de
esto, y en favor de las elecciones po-
líticas, podríamos invocar que el vín-
culo que une al ciudadano con la
patria y con sus destinos es perma-
nente é inestinguil)le, mientras que la
calidad de accionista es transitoria y
que, por tanto, la presunción de acier-
to, resultado del celo y del interés del
votante, está del lado del ciudadano y
nó del accionista.
La fácil trasmisión de las acciones
y el aliciente del agio lo inducen al
accionista, generalmeute y muchas
veces insensiblemente, á seguir las
huellas de los especuladores audaces
y temerarios casi siempre, que acaban
por convertirlos en instrumentos de
juego, imprimiendo, á veces, al sufra-
gio'de las asambleas de accionistas el
mas extraviado erará cter.
Por mi parte no vacilo en preferir la
peor elección política democrática, á
la mejor que pueda verificar un Mon-
te-Cario cualquiera, por pomposos,
engañosos ó pretenciosos que sean
los" oropeles de su organización.
Aun cuando á este extremo no se
llegue, y se conserven las acciones en
manos del público rentista, no por eso
podrá invocarse la presunción de su-
i:)erioridad en las sociedades anóni-
mas, como la que se atribuye á la
acción directa individual y que. por
una aplicación indebida, se viene opo-
niendo como argumento para justifi-
car la eliminación de toda ingerencia
del gobierno en una compañía anóni-
ma, á la que se pretenda entregar los
recursos de la Hacienda, y la suerte y
la dirección de nuestro desarrollo eco-
nómico.
Gilbart, á pesar de ser gerente de
uno de los principales Bancos por
acciones de Inglaterra hace, entre
otras, las siguientes observaciones, en
su Tratado sobre los Bancos:
«La organización de los Bancos por
acciones, es teóricamente absurda.
El gerente, es decir, el banquero que
se presume que tiene algún conoci-
miento y experiencia en las operacio-
nes bancarias, está subordinado á un
directorio cuyo conocimiento y expe-
riencia en esta materia se presumen
inferiores á los suyos. Este directorio
se encuentra á su vez sometido á la
fiscalización y á las instrucciones de
una corporación de accionistas, cuyos
conocimientos bancarios quedan toda-
vía mucho mas abajo que los del pro-
pio directorio.»
Agrega, poco después, el mismo ( xil-
bart, que los directorios suelen ser
extraviados por los aplausos de los
accionistas.
«Es natural, dice, que todos los ac-
cionistas deseen grandes dividendos
sobre su capital empleado . Ellos
aplauden, pues, mas calurosamente á
los directorios que mayores dividen-
dos ordinarios y extraordinarios dis-
tribuyen, que mantienen las acciones
con mayor premio y que distribuyen
mas acciones á la par.
ttLos directorios. sal)iendo que estos
son los deseos de los accionistas, tra-
tan de satisfacerlos, pero las transac-
ciones que dan grandes utilidades
inmediatamente traen consigo, ó el
riesgo de grandes pérdidas ó el empate
de capitales. La utilidad, sin 'embar-
go, es inmediata y lejano el peligio.
Los aplausos de los accionistas al lle-
gar á sus oídos, entorpecen las fecui-
tades de los directores, que se mues-
tran incapaces de reflexión y' aturdi-
dos, se precipitan por despeñaderos
que conducen á la ruina.»
«También algunas veces las censu-
ras de los accionistas inducen al direc-
torio á proceder imprudentemente.
Nadie que entienda algo de opera-
ciones l)aricarias ignora que es impo-
sible evitar una vez ú otra pérdidas ó
quebrantos. Un banco administrado
de modo que nunca tenga pérdidas,
tampoco tendrá grandes utilidades.
x\lgunas veces estas pérdidas absor-
ven gran parte de las utilidades del
año. El fin de un fondo de reserva es
proveer estas contingencias, á linde
que se puedan pagar los dividendos
de costumbre. Pero cuando se dá el
caso de recurrir con este objeto al
fondo de reserva, se convierten mu-
chas veces en tempestuosas las asam-
bleas, y los accionistas se retiran rene-
gando y descontentos. Esto produce
mal efecto en el espíritu de los direc-
to i -es.
«Es un gran error suponer que estos
permanezcan indiferentes á los aplau-
sos ó censuras (ie los accionistas.
DEL Rio de l.\. Plata
2o5
Como regla general sucede el inverso
y esto conduce á estreñios desgracia-
dos. Se ha visto apoderarse de los di-
rectorios un miedo tal de la asamblea
general que les quita el coraje para
presentar memorias concienzudas.»
«A vei es el directorio se deja des-
viar del buen camino por recomen-
daciones é instrucciones de los a(;cio-
nistas.»
Bageliot, hablando de los inconve
nientes que habria en la elección de
un gobernador, de un gran banco con
amplias facultades por una asamblea
de accionistas, dice que se producirían
los mismos abusos que se observan en
las elecciones americanas: se compra-
rían acciones para tomar parte en la
elección, y el designado se encontrarla,
alocuparVu puesto, «con que sus prin-
«cipales defensores, sus agentes elec-
«torales mas activos, eran al mismo
^'tiempo deudores del Banco por sumas
" considerables, lo que lo pondría en
«contlicto para conciliar sus deberes
"hacia el banco propiamente dicho y
«el agradecimiento debido á los que lo
'diayan elegido. Probablemente, si es
«un hombre hábil, buscará términos
«medios de transacción: no prestará
(danto dinero como el que le pidan los
«electores, y acabará por desconten-
«tarlos: al propio tiempo su condescen-
«dencia producirá quebrantos y, por
«consecuencia, los beneficios del banco
«se reducirán proporcionalmente. Una
«reunión considerable de accionistas
«del banco no constituirá mas que un
«deplorable colegio electoral para un
«puesto de gran prestigio; esta reunión
«no elegirá de ordinario la persona
«mas apta para el puesto, y la persona
«elegida se encontrará ligada por com-
«promisos que aumentarán aún más
«su insuficiencia.»
Estos inconvenientes que se mani-
fiestan en la esfera de las sociedades
anónimas, son menos sensibles cuando
se trata de simples obras públicas ó de
rentas fáciles de controlar, pero cre-
cen á medida que se aborda la esfera
de las transacciones mercantiles en
vasta escala y se invade el anchuroso
espacio de las especulaciones, pues
aumentan correlativamente las facili-
dades del abuso y se multiplican los
riesgos á que se exponen las adminis-
traciones delegadas.
Además, la intervención del gobier-
no en el Banco Nacional, que se quie-
re eliminar en el que se proyecta, no
daba lugar á los azares de las eleccio-
nes directas populares; los directores
del gobierno se nombraban por el P.
Legislativo, en la misma forma y con
iguales garantías de acierto con que
se designan los miembros de la admi-
nistración superior de justicia.
81 los directores asi nombrados no
presentasen las garantías morales para
una buena gestión, como la que pueda
presentar el mejor directorio teórica-
mente nombrado por una comunidad
de accionistas, y, prácticamente, por
una camarilla bursátil; si esa fuente de
designación de los directores del go-
bierno fuese desquiciadora ó inmoral,
como oficialmente se proclama, la eli-
minación del Estado en el Banco no
modificaría la situación general, pues-
to que no habria en el país garantías
ni para los intereses, ni para la vida,
ni para la honra de nadie.
Continuemos prolongando la Hiiea
y veamos hasta dónde ella nos lleva.
81 para velar por los intereses ban-
carios y monetarios, hay que escluir
como deaquiciador átodo director nom-
brado por el P. Legislativo; si para ma-
nejar un capital de 4.000.000 de pesos
hay que alejar como elementos per-
sonales dirigentes á todos los (lue
tengan ese origen, y buscar como
única forma de buena administración
los mandatarios de una asociación de
tenedores de títulos bursátiles; si el
propio P. Legislativo reconoce y pro-
clama ese principio en que se inspiran
los proyectos ministeriales, debe indi-
car, en obsequio á la lógica, ya que
está encargado de señalar los printos
de la reforma constitucional, y conjun-
tamente con la sanción de los proyec-
tos, la conveniencia de que se formen
dos nuevas compañías ó sindicatos
extranjeros, uno para que se haga
cargo de la administración general del
país y otro para que se consagre á dis-
tribuir la justicia.
A tales extremos nos conduce el
desarrollo de la tesis fundamental y
deprimente para la dignidad nacional
que, si bien pudo ser propuesta por la
casa Mallmann y sus representados de
allende los mares, no se concibe cómo
m'>
Revista Económica
hapodido ser admitida por un gobier-
no patrio!
¡Misterios y aberraciones!
Si el fracaso del Banco Nacional pu-
diei'ii fundadamente atribuirse á haber
los directores del gobierno imposibili-
tado la acción benéfica que se presu-
pone en favor de los directores accio-
nistas, podríamos quizá explicarnos,
como resultado de las impresiones de
ese hecho, la teoría ministerial que ve-
nimíjs rebatiendo y que tan contraria
es al decoro nacional, á los preceptos
de la ciencia y á las mas claras conve-
niencias públicas. Pero no es así,
])uesto que el gobierno apenas estaba
rejjresentado en el directorio del Ban-
co Nacional por una tercera parte de
sus miembros: no tenía en él faculta-
des especiales y, por lo tanto, carecía
de fuerza para producir por sí solo el
lamentaljle descarrilamiento de esa
institución de crédito. Es. además,
de todos notorio que los que mas lia
contribuido al extravio del Banco, han
sido precisamente los directores nom-
brados por los accionistas > que. los
de elección oficial fueron los que han
ins})irado mayor confianza, y han ga-
rantido mayormente al público. Aun-
que no anduvo muy acertado el go-
bierno, no lo anduvieron menos los
accionistas y los sindicatos.
Hace algunos años según leemos en
im interesante estudio" publicado en
«L;i Kevue desDeux Mondes», un Pre-
sidente de Nueva Granada. iml»uido en
doctrinas extraviadas, al tomar pose-
sión de su cargo anunció que «en ade-
lante el Estado, reducido á su verda-
dera misión, lo dejaría todo á la ini-
ciativa individual.» Al cabo de poco
tiempo los caminos estaban destroza-
dos, segados los puertos, la seguridad
habia desaparecido, etc.
En Turquía y en Grecia, el Estado no
hace nada, los tesoros están exhaus-
tos y es hasta imprudente recorrer
aquellas comarcas.
Esta crítica tan fundada como dura,
la hace el escritor á quien nos referi-
mos teniendo solo en vista la delega-
ción de las funciones del Estado en la
acción individual: pero loque nuestro
gol)ierno pi-etende ahora y aconseja la
Comisión de Hacienda dé la Cámara
<le Hepresentantes, es mucho mas que
eso. y tanto es así que si los orientales
de América llevásemos á la práctica
los principios del señoi- Ministro de
Hacienda, quedaríamos en mas lamen-
table condición que los oi'ientales de
Europa.
La sana doctrina consiste en que el
individuo, que es la fuente del pensa-
miento y de la acción, debe tener, en
la órbita de los intereses materiales,
toda la libertad que se encuadra en los
intereses generales y en la realización
de los fines sociales. La salvaguardia
y prosecución de estos fines é'intere-
ses, no corresponden á la acción ato-
mática, pero si. vienen á constituir la
del Estado.
¿Qué no podrá decirse entonces con-
tra eso de entregar funciones sociales
no ya al individualismo i)uro. sino á
compañías anónimas agiotistas, como
la del Banco proyectado, y que sin te-
ner las ventajas de la acción particular.
Ijresentará en el mayor grado los defec-
tos que, en las peores circunstancias,
pueden atribuirse á la intervención
oticialf
Es necíísaria. ó mucha c»fuscación,
(> mucho menosprecio por las conve-
lüencias públicas, para persistir en el
camino errado que señalo.
Reservándome continuar, en las pró-
ximas cartas, mi contra-informe, me
es grato repetirme del señor director.
s. s.
D(iMiX(;o Lamas.
EXTliACTOS y_CO\lENTARIOS
Yankees fin de Siécle
IN.i; STEPHANK JOlJSSlvLIN
De un interesante libro, publicado
con este título, descriptivo de las cos-
tumbres, tendencia, y afectos y condi-
ciones'delos europeos de América, que
es como califica á la casi totalidad de
la población de este continente, vamos
á extractar el interesante capítulo que
se refiere á la inmigración á los Esta-
dos Unidos y al espíritu predominante
en ese pueblo.
¿De qué se compone la América? A
esta pregunta contesta, que de todas
las naciones, escepción hecha de las
americanas; pues es un hecho cierto
DEL Río dk la Plata
35^
que los verdaderos americanos, los los procedimientos usados con la Chi-
descendienies de los de la revolución, na. Y la Europa no es la China para
han llegado ha ser una tan ínfima soportar semejante ostracismo.
señalan con el dedo, «Las nacionalidades que sobresalen
curiosos. en esn invasión, son la alemana, la
mnioria que se
como animales
Fué recien, después del año 182(J,
que la inmigración empezó á tomar
cierto desenvolvimiento, para llegar
á ser lo que es hoy, es decir, muy in-
quietadora y un verdadero peligro para
los Estados Unidos.
He aquí algunas cifras cuya elo-
cuencia hace innecesaria toda otra con-
sideración.
1820 8 385
1880 , 23 322
1840 84 066
1850 369 986
1860 150 237
1870 387 209
1880 457 257
1882 788 992
1887 490 109
1890 455 302
La disminución que se había cons-
tatado anualmente desde 1882 parece
no deber sostenerse, puesto que los
primeros meses del año 1891, demues-
tran un aumento formidable, que per-
mite calcular un total superior á 600
mil. En resumen, desde 1820, el mi-
mería de los inmigrante.^, que vinieron
con el objeto de buscar fortuna en
América, sobi-epasa de la cifra fan-
tástica de 17 millones.
Es indudable que los recien llega-
dos han contribuirlo de un modo in-
calculable á la gloria y á la fuerza de
la nación, y &"e puede afirmar que
sin ellos los Esta<ios Unidos no se-
rian lo cjue son hoy: pei'o colocándo-
nos en el punto de vista de la América
en sí, es permitido preguntar si no ha
llegado ya la oportunidad de cortar
la corriente invasora de estas hordas
extranjeras y, ahora que está pobla-
da, constituida, que forma una aglo-
meración de mas de 60 millones" de
habitantes, si no sería preferible, ó
simplemente prudente, que conser-
vase los territorios incultos que le
quedan para las necesidades de una
población que se aumenta por sí mis-
ma, á punto de duplicarse en medio
siglo. Éste, agrega, es el gran pro-
blema de los Estados Unidos, proble-
ma casi insoluble, porque, como re-
solverlo sin emplear con la Europa
irlandesa y la italiana. La población
alemana de las grandes ciudades es
enorme, de tal ínodo que Chicago y
Nueva York cuentan la una y la otra
con 400.000 teutones; se habla casi tan-
to alemán como inglés, y en una gran
cantidad de tiendas'se obstentan letre-
ros alemanes: hay igualmente nuQiero-
sos diarios'que se publican en este idio-
ma. Esta población es quizá la mejor
de los Estados Unidos: son por la mayor-
parte obreros que han querido librar-
se de los rigores del servicio militar y
que se instalan en América sin la
menor intención de regresar á su país.
Se ocupan tranquilamente de sus pe-
queños negocios, elevándose rara vez
á posiciones importantes y ocupándo-
se muy poco de las cosas políticas.
Muy otra cosa son los irlandeses, que
constituven, por cierto, la parte mas
repugnante de los Estados Unidos.
Perezosos, borrachos, camorreros: se
mezclan en todo lo que no les importa
V avudados por el número, encuentran
el medio de acaparar las municipali-
dades de todas las ciudades im])ortan-
íes.»
Los italianos, son también muy nu-
merosos, pero sólo de algunos años á
esta parte, v no permanecen en Nue-
va York y Chicago cuyo clima es muy
frío para ellos; son en general sicilia-
nos que manejan el cuchillo con
notable facilidad v se dirigen con pre-
ferencia á la Florida y á la Lusiana.
Los sucesos recientes de Nueva Or-
leans demuestran las enemistades que
se han conquistado. Los ingleses son,
de todos los inmigrantes, los más ri-
cos v los más educados; muchos se-
gimdones son atraídos por las fortimas
colosales levantadas en estos úl-
timos tiempos. En cuanto á los suecos,
que representan una importante frac-
ción, son, en su mayor parte, sirvien-
tes y permanecen en general, en
posiciones secundarias. En cuanto a
la francesa, es una población poco
numerosa, que está compuesta casi
exclusivamente de costureras, modis-
tas, maitres d'hótel y mozos de cate.
Por cierto todos esos inmigrantes
258
Revista Económica
no representan la nata y flor de sus
respectivos países; son, por la mayor
parte, gente sin ninguna especie de
ilustración, groseros y prontos á apro-
vecharse de la primera oportunidad:
no hay pues que soi'prenderse si, l)ajo
muchos conceptos, al lado del verda-
(lero refinamiento de la civilización,
los americanos actuales carezcan á
veces de sus elementos rudimenta-
rios. Su historia es la de los puel)los
que se han formado demasiado rápi-
damente y con gentes de todas partes;
les falta ía educación primera, que no
se adquiere más que con el tiempo.
Muchos millonarios, de los que se re-
fieren á veces sorprendentes torpezas,
son antiguos operarios, empleados de
ferrocarnles, que, favorecidos por las
circunstancias y por una temeridad
maravillosa, han sabido reunir fortu-
nas colosales.
¿Son estos millonarios gentes mal
educadas:' Evidentemente no; puesto
que no han reciljido ninguna educa-
ción; sus fortunas no les puede dar
la instrucción y las buenas maneras
que les falta; ellos no poseen, como
la muger. este notal>le espíritu de imi-
tación que les permite remedar á la
señora de gran mundo y pasar por
personas distinguidas. Sus hijos, ó
cuando más sus nietos, tendrán lo que
les hace falta; es negocio de tiempo
y este tiempo llegará muy pronto, y,
entonces, «¿cuál no será ía superiori-
dad que ellos tengan sobre nosotros?»
Des])ués de demostrar lo que ha
perjudicado á las simpatías por la
Francia, sus desastres de 1870. mani-
íiesta l;i creencia de que si ella obtie-
ne la victoria en la próxima guerra, la
opinión americana volverá á ser tan
francesa como es actualmente alema-
na, no obstante el gran número de
inmigrantes de este país, que, á los
pocos años, se vuelven americanos y
pierden tan fácil y completamente síi
antigua nacionalidad, que casi los fran-
ceses podrán estar autorizados para
}>edirles que manifiesten el agradeci-
miento por los servicios que Francia
hizo por esa tierra de América que
han adoptado.
El autor, sin enibargo. no cuenta
mucho con los americanos. La verdad
es, dice, que el americano es inglés
al respecto y que no considera anadie
que no sea él. Refiere, con este motivo,
una anécdota caractéristica. La escena
pasa en una escuela.
El profesor á su discípulo:
— ¿Cuál ha sido el primer hombi-e
del mundo?
—¡Jorge Wasington! gritan á la vez
varios muchachos; fué el primero en
la paz. el primero en la guerra y el
primero en el corazón de sus con(ñu-
dadanos.
—¿Pero, interrumpe el maestro, uo
habéis oído hablar de Adán?
— Sí. pero era un extranjero.
La República Argentina ¿tiene el
problema déla inmigración enmasa,
que preocupa á los Estados Unidos;
pero, como lo demuestra muy bien el
Sr. A. Belin Sarmiento, en su intere-
sante libro Una República Muerta.^ le falta
la fuerza de asimilación de los nor-
teamericanos y, sobre todo, carece de
ese maravilloso espíritu nacional que
predomina en las escuelas de nuestra
hermana del norte.
Si en alguna escuela de Buenos
Aires se pregúntase cuál es el primer
hombre? quizá li abrán algunos que
contesten: Mazzini ó Garibaldi.
NACIONALIZACIÓN DE CUÑOS EXTRANJEROS
T
s i ret rocedemos á épocas mas ó menos
lejanas de la historia monetaria de los
principales países de Europa, así como
de los Estados-Unidos, nos encontra-
mos con el hecho de la circulación de
monedas extranjeras, ya con un valor
legal masó menos diverso del corrien-
te\le los metales en barra, ó ya con el
simplemente mercantil, atribuido se-
gún el peso y ley de los metales.
Este sistema, que aparece todavía
en vigencia en algunos pueblos nue-
vos, entre los cuales están los del Río
de la Plata, revela un estado rudimen-
tario opuesto á la vida autonómica y al
desenvolvimiento regular de las na-
ciones, como vamos á demostrarlo, con-
siderando ei asunto bajo los dos as-
pectos que priman en materia de cir-
culación monetaria, es decir, el de la
provisión suficiente y el de la repre-
sentaci<')n que facilite las transaccio-
DKi. Jlio j)K LA Plata
•¿•)9
nes, cuya importancia está de acuer-
do con el orden en que los enunciamos.
La escuela del dejar Jiacery dejar pasar,
que cuenta con la clase numerosa de
los que por falta de investigaciones es-
peciales no tienen conciencia de lo que
al respecto convenga ó pueda hacer-
se, y los que reducen la economía
política á una ciencia sidérica, estu-
diando sólo en abstracto principios
generales desde el punto de vista uni-
versal, son. naturalmente, partidarios
de la ])rovisión automática de la cir-
culación, para la cual es ideal de per-
fección la moneda lingote. importal)le
y exportable libremente, y apreciada
por las leyes de la oferta y demanda de
los metales.
Los partidarios lie este sistema pre-
tenden que los metales investidos en
estas condiciones, con el carácter de
agente general de cambios, se van de
un país siempre que excedan la necesi-
dad local, á la par que afluyen, tan
lueg'j se manifiesta su falta, y con
tanta certeza como el aire penetra en
el vacío, apenas le sea permitido el ac-
ceso. Para esto se fundan en que. en
el primer caso, el numerario debe, en
las proporciones en que se aumente,
Itajarde interés, reduciéndose los ali-
cientes de las inversiones internas.
proNocándose su exportación en busca !
de colocaciones más ventajosas en el
exierior. con lo que se restablece de
por sí el nivel, rebosando todo exceso,
como rebosa de un cubo toda cantidad
de liquido que supere su inalterable
caiiacidad. PJn los casos opuestos, en
los cuales se manifieste falta de nu-
merario, pretenden que subirá corre-
lativamente el interés y las ventajas
de las inversiones, lo que impulsará
con todo el celo y la actividad del in-
terés individual, la importación de la
cantidad necesaria.
I']sta teoría es la consecuencia de un
doble error de observación: primero,
el de considerar la fuerza de atracción
ó repulsión de numerario en una pla-
za, con prescindencia de lasque pue-
dan hacerse sentir por otras, concu-
rrentes ó antagónicas; y, segundo, el
de apreciar los efectos de la abundan-
cia ó rarificación de la moneda, por los
que se manifiestan con el excesivo
abasto ó la carencia de mercaderías.
La importancia de las fuerzas exter-
nas, es un hecho que á diario se hace
sentir y que deben tener sobre todo en
cuenta los i^aises como estos de débil
acción económica exterior. Veamos
sino, qué sucedería si al sentii'se, en un
país de importancia económica se-
cundaria, necesidad de introaucir me-
tálico, este hecho se manifestase con-
juntamente engrandes centros como
el de Londres. ¿Lo importaría en este
caso aquel, por ejemplo, de Ingla-
terra? No! — sería seguramente la In-
glaterra la que lo extraería hasta de
él mismo, por más falta que le hi-
ciese.
El movimiento de los metales no lo
gobiernan pues, las necesidades loca-
les, sino los mayores poderes económi-
cos, de tal modo que, con la circulación
automática, los países nuevos como
éstos, en vez de poder graduar sus
agentes de cambio según las necesi-
dades de su expansión ó simplemente
de su giro regular, son provistos ó
empobrecidos de moneda, de acuerdo
con el movimiento discordante de los
grandes centros de capital, que se cons-
tituyen en desquiciadoras metrópolis,
y someten la vida económica, de los
])aíses que les quedan subordinados,
á fuerzas tan ciegas como las que pre-
dominan en el estado natural.
Por otra parte, falla por su base lateo-
ría de la provisión automática que se
funda en la lamentable confusión de
la moneda con las mercaderías. Aba-
rrótese una plaza de un artículo de-
terminado y la baja de sus precios,
que será la consecuencia inmediata
del exceso de oferta, sólo dará lugar
á un limitado ensanche de demanda,
excedido el cual tendrá que acentuar-
se la depreciación, si la superabun-
dancia persiste, hasta que la dismi-
nución de entradas ó producción ó
la exportación, restablezcan el nivel.
Falte en una localidad cualquiera un
artículo más que otro, y el comercio de
importación se encargará de j^roveer-
lo con preferencia, puesto que siempre
se trata de introducir los artículos que
dejen mayores beneficios.
Tal es ía ley general que rige la dis-
tribución de lasinercaderías comunes.
Pero, auméntese la cantidad de nume-
rario, y este hecho promoverá un alza
general de valores, facilitará y esti-
mulará las empresas, iDrimero, y las es-
260
Revista Econósiica
peculaciones más tarde, promoviendo
ya transitoria, ya permanentemente,
un aumento de uso sin que esto sea
la consecuencia de un abaratamien-
to, como sucede con las mercaderías y
en proporciones mas vastas, á la par
que no se producirá la exportación de
numerario sino á consecuencia de des-
equilibrios comerciales, producidos
por una mala aplicación del agente
expansivo, y, como lo veremos más
adelante, en condiciones opuestas á
las que, en la vida ordinaria, dan lugar
á la de las mercaderías.
Los descubrimientos de las grandes
minas de California y de Australia, que
elevaron á 9 ó 10 veces más la pro-
ducción del oro, aumentando en colo-
sal proporción la existencia metáli-
ca de Europa, lejos de producir en
ella la baja del interés, estimulan-
do la actividad industrial y co-
mercial, elevando los precios y des-
envolviendo la riqueza en general,
aumentaron en mayor proporción su
uso y los beneficios de los capitales.
Así se confirmó la teoría enuncia-
da en el siglo pasado por el célebre
Hume, tle que el aumento de la canti-
dad de moneda favorece el desarrollo
industrial. Las consecuencias de ese
aumento de moneda fueron las si-
guientes: duplicación del comercio de
las principales naciones favorecidas
por ella; duplicación en los ahorros
anuales en Francia y en Inglaterra y
desarrollo prodigioso en las obras de
utilidad pública, con lo que lejos de
producirse exceso de dinero, se au-
mentó su necesidad.
Mr. Wolowski, el barón de Rosth-
child y con ellos todos los hombres
prácticos, reconocen que el inmenso
y excepcional abastecimiento de oro
producido por esas minas, crearon
equivalente ensanche en su aplicación,
á la par que las tablas de interés, de
las plazas favorecidas por la inunda-
ción que produjeron, comprueban que
ésta originó más bien alza que baja en
el interés.
Ahora bien: así como el aumento de
circulación tiende, según se ha visto,
á acrtícentai- su uso y á sostener el
premio del dinero y el aliciente que
conserva los metales en el giro, la ra-
rificación de medio circulante viene
á producir el efecto contrario. Aba-
tiendo los valores, limita su uso; redu-
ciendo los medios de adquirir, dismi-
nuye el poder de producción, lo que
comunmente tiene más vastos efectos
que las exportaciones de productos y
la restricción de consumos que la ne-
cesidad promueve; la incertidumbre
reemplaza la confianza, y este estado
conduce á la ocultación y á la expor-
tación de los capitales metálicos, y,
como conclusión á la baja del interés,
por la misma razón que, en el caso
opuesto, se manifiesta su alza.
Tales son las tendencias generales
de la mayor provisión ó de las grandes
salidas de numerario que, si bien en
algunos casos puede producir efectos
de abundancia ó escasez, ésta será
transitoria aunque no como lo pre-
tenden los partidarios del sistema au-
tomático, debido á la exportación en
aquel caso y á la importación en este,
puesto que si la primera se opera, será
limitada, y la segunda, siempre difícil
si no imposible conseguir, porque la
falta de medio circulante deprimiendo
los valores disminuye el poder de ad-
quisición, á la par que el malestar
económico que es su consecuencia más
ahuyenta que atrae los capitales. La
nivelación se produce, por regla gene-
ral, cuando se aumenta el medio cir-
culante, por el fomento y, cuando se
disminuye, por la deprecien de las con-
diciones generales del país.
Sucede pues todo lo contrario de lo
que afirman los que, considerando,
con Turgot á la moneda como una
mercadería igual á las demás, preten-
den que sus importaciones y exporta-
ciones producen idénticos efectos y se
rigen rigurosamente por las mismas
leyes.
En materias económicas hay que
analizar con proligidad, puesto que la
más mínima diferencia aparente, sig-
ifiíica en su desarrollo las mayores
distancias, como las líneas que casi
confundidas en un punto se alejan en
sus prolongaciones.
La inconsistencia de la teoría de la
provisión de la moneda de acuerdo
con las reglas que rigen la distribu-
ción de las mercaderías está compro-
bada en todos los casos. Hasta Ingla-
terra tiene que separarse de ella, pues-
to que, ya para que no falte numerario,
produciéndose la crisis, ya para que se
DEL Rio de i.a Plata
'361
invierta en valores más productivos
en el exterior, recurre á cada paso á
la gran fuerza que la irradiación de su
comercio permite ejercer á su Banco
central, que eleva () baja el interés con
el íin de dirigir, por ese medio, en uno
ú otro sentido, las corrientes metáli-
cas, y crear.en el mercado artificial-
mente, la fuerza de atracción ó repul-
sión, que es la base teórica del sistema
automático, y que, en las condiciones
naturales, no se manifiesta.
Los paises que no poseen igual po-
der económico exterior, deben tratar
de resguardar su circulación, conci-
liando las condiciones necesarias para
su mejor servicio práctico, con la
mayor inexportabilidad, mientras que,
la adopción de monedas con el valor
que tienen en los mercados extranje-
ros, importa entregar inerme la cir-
culación nacional á la acción exte-
rior.
Evitar esto, impedir que el desarrollo
de la riqueza nacional sea juguete del
tlujo y reflujo de los metales cuyos
movimientos se regulan por la situa-
ción de centros comerciales extraños,
es uno de los fundamentos lógicos de
la facultad que se concede á los pode-
res públicos, y que es contraria al
principio de la circulación automáti-
ca, de reglarla moneda, establecien.io
su valor legal, determinando su acu-
ñación y la materia que la represente.
II
La nacionalización de cuños extran-
jeros, dándoseles un valor legal fijo,
es, á primera vista, lo mismo que es-
tampar los metales importados. Los
discos extranjeros quedan, no tenien-
do del exterior más que la materia, y
no pueden actuar en el país más que
con el valor que le asignen sus leyes.
Aparentemente no hay, en este caso,
masque un simple ahorro de acuña-
ción, que beneficia la circulación, faci-
litando la importación de numerario;
pero muy diversas son las conclusio-
nes á qué nos lleva el más somero aná-
lisis de la cuestión, pues este hecho
importa crear una situación compli-
cada y que no permite ejercer en con-
diciones convenientes las funciones
tutelares que justifican la intervención
del poder público en estas materias,
que la ciencia y la experiencia uni-
versal sancionan hoy en todas par-
tes.
Si, como sucede en las repúl)licas
argentina y oriental, se toma como
base del valor délas monedas extran-
jeras, el oro puro que contienen, limi-
tándose el gobierno á constatar lo que
representan en relación con el padrón
nacional, el medio circulante queda
sin defensa alguna contra las opera-
ciones del agio exterior, y sugeta su
extracción á las más pequeñas pri-
mas quele ofrezcan otros mercados,
á la par que la autoridad viene á limi-
tar sus altas funciones en la materia,
á una simple constatación aritmética,
fácilmente suplible por el comercio.
Por otra parte, la simple relación de
la cantidad de metal puro en las mo-
nedas, no basta para establecer una
equivalencia exacta con el padrón na-
cional, puesto que, tratándose de los
cuños pertenecientes ;i grandes na-
ciones comerciales ó de los países ve-
cinos, hay que consideiar igualmente
el valor monetario que en ellos ten-
gan. Apreciarlas únicamente según
el metal á fin de establecer su valor
en la circulación, importa algo peor
que el estado primitivo, que el desam-
paro de esta; importa establecer ver-
daderas primas para la exportación de
lo que constituye elementos esencia-
les al giro y á la prosperidad nacional.
Si, para evitar este hecho, contrario
á los intereses generales, ó con el pro-
pósito de impedir el empobrecimiento
de la circulación, se dá á determina-
das monedas extranjeras mayor va-
lor legal que el que representa la
materia que contienen, se vendrá á
pagar su acuñación, en tanto que la
prima no exceda de su costo, y un po-
sitivo señoriage por todo lo que exce-
da de éste, siendo, por lo tanto, injusti-
ficado y perjudicial la no acuñación
en el país.
En cuanto alas facilidades que pro-
porciona la nacionalización de cuños
extranjeros, para la importación de
capitales, este es otro mirage fácil de
desvanecer. El numerario no se intro-
duce sino á consecuencia de saldos
favorables del comercio, operaciones
de crédito, ó el aliciente de colocacio-
nes en el país, y en todos estos casos no
será una traba el importar barras ó
•¿Í)'J
Revista Econóímica
entregar á la casa de moneda por un
valor fijo, como el que hoy se establece,
los cuños extranjeros, recibiendo en
cambio los de circulación nacional.
Otros inconvenientes surgen de la
nacionalización de las monedas ex-
tranjeras, provenientes de la diversi-
dad de unidades monetarias, lo que
dificulta el establecer, con exactitud,
equivalencias con la moneda nacio-
nal, heclio que tiende á convertir á
los países regidos por ese sistema en
centros y víctimas de un agio univer-
sal.
Esta dificultad se transforma en im-
posibilidad cuando, como en el Rio de
la Plata, se conserva en absf)lut() el
sistema decimal.
En los Estados Unidos, antes de la
adopción de su moneda aritmética, al
establecer en 1776 una tabla de equi-
valencias de monedas extranjeras, se
llegó por el sistema de los quebrados
á una representación exacta, determi-
nándose, por ejemplo, que la guinea
inglesa era equivalente de 4 2 3 de
dollars, y la francesa de 4 5/ '9. mientras
que con el sistema decimal hubiera
sido 4,66 666 al infinito y 4,5555 al infini-
to, no quedando más camino que su-
primir ó i-edohdear fracciones: que es
establecer más ó menos difei-encias,
que alimenten el agio exterior de las
monedas.
El sistema decimal, ó el despotismo
decimal, como lo calificaba el eminen-
te Aílams, en los Estados Unidos, en
1821, no se aviene con ciertas opera-
ciones, y con este motivo refiere una
anécdota edificante. «Alucinados en
Francia por la novedad del sistema
decimal, se hizo la división del cua-
drante del meridiano por grados cen-
tesimales, así como se quisieron lia-
cer también las divisiones del tiempo
y del círculo de la brújula. Un na-
vegante francés sufriendo práctica-
mente en la empresa de navegar así,
decimalmente el océano, recomendó á
la Asamblea Nacional que decretase
que la tierra hiciese cuatrocientas re-
voluciones por año. La aplicación de
las divisiones decimales al tiempo, al
círculo, á la esfera, están abandona-
das en Francia misma. Y para todos
los objetos ordinarios de mensura,
excepto las medidas itinerarias, el me-
tro es muy largo para padrón de la
naturaleza, ó natural.^»
Establecida en los Estados Unidos
la división decimal del dollars, apare-
ció la dificultad de apreciar los cuños
extranjeros nacionalizados, y para es-
tablecer una exactitud aproximada,
hubieron de formarse tablas hasta
con diez y cien milésimos, de lo que
^e Ul^ertaron bien pronto por la acu-
líación nacional.
Recurrir ya á los quebiados. ya á las
fracciones, es siempre dificultar las
transacciones; tener á cada momento
sumas que enti'egar ó recibir no re-
presentables en moneda, mientias que
el sistema de englobamieníos de frac-
ciones establece diferencias, que son
considerables en cualquier pago de
imi»ortancia, á la par que crean una
distinta relación entre el valoi* legal
<lel país y el valor exterior de las di-
versas monedas nacionalizadas, debi-
do á lo cual se importan las monedas
que tengan mayor valor legal en el
país en relación con el poder de adcjui-
sición en el exterior, trayendo en cam-
bio las que lo tengan menos, de don-
de resulta una positiva pérdida para
la nación, cuyo sistema monetario dé
lu.íiar á operaciones de este género.
ÍJasta la más pequeña diferencia
liara promover el agiotage, como ya, á
comienzos de 1700, ío demostró el céle-
bre Sir Isaac Newton.
i'Los luises de oro de Francia, decía,
con el valor intrínseco de 17 s. 3/4 de
esterlinas se hicieron corrientes en
Inglaterra por 17 s. 6d.. y siendo pro-
hilúda en este tiemjxj su circulación
por más de 17 s., inmediatamente se
llevaron á la casa de moneda por la
suma de 1.400.000 £: en otra época, las
monedas de oro portuguesas circula-
])an en el Oeste de Inglaterra á 28 s.,
cuando valían intrínsecamente 27 s.
7 d. y el país se llenó con ellas. Ha-
biéndose ordenado á los receptores
pú1)licos que las recibiesen sola-
mente por 27 s. 6 d. ellas desaparecie-
ron. Una utilidad de 2 ^ "/o produjo la
abundancia de os luises de oro, y la
pérdida de | '^'o, los hizo retirar de) la
cii-culación; 1 ^l" o de utilidad, atrajo
la moneda de oro y 3/10 "/o de pér-
dida la hizo desaparecer por completo.
Era pues evidente, agrega, que, como
sucede ahora, los que comercian con
DEL KlO DE EA PeATA
'2(5;:!
los cuños harán el negocio por un
muy pequeño l^eneñcio.»
Las grandes facilidades que existen
hoy para las comunicaciones: la dis-
minución de tiempo, fletes y primas
de seguros, reducen á milésimos los
tantos por ciento, que daba, hace dos
siglos, lugar á este género de opera-
ciones; debiendo, además, tenerse en
cuenta las ventajas que ofrecen las
operaciones que se hagan del exterior
para atraer numerario.
La Inglaterra era entonces una po-
tencia metálica de orden secundario
y, en estas condiciones, para asegurar
ia estabilidad de su circulación, que
requería un mayor valor legal que el
del simple metal, evitar el pagar se-
ñoreages ó ser el campo del agiotage
exterior, dio extensión á sus acuñacio-
nes nacionales, y. })or consejo del mis-
rao Sir Isaac Newton, elevó, en 1717, el
valor legal de las guineas á 21 s.
esterlinas, que era cuatro dineros, ó
1 5/8 " 'o más del valor del metal, lo
que permitía á la vez la reacmlación
(le toda la moneda de cuños extran-
jeros circulante.
Este ejemplo corrobora por comple-
to las conclusiones á que llegamos en
la materia.
IJl
Del estudio que acabamos de hacei".
pasemos ahora á considerar las equi-
valencias de las monedas extranjeras,
que })ara corregir la deficiencia de las
vigentes en la República Oriental,
propone el Sr. 1). Mauricio Llamas, y
dejando para oti'a oportunidad, el estu-
dio más amplio de la reforma de nues-
tro régimen monetario.
La trascendencia de la materia de
■que trata ese distinguido compatriota,
su reconocida autoridad, así como
el patrocinio del ilustrado doctor don
(!arlos M. de Pena, dan á ese trabajo
especial importancia.
El señor don Mauricio Llamas es
turgotista convencido : confunde la
materia con la esencia de la moneda;
limita su poder de cambio, en las ope-
raciones internas, al valor de los me-
tales, del que, á su juicio, no debe
separarse el valor legal.
No se preocupa, como todos los que
cuentan con la perfección del sistema
automático, de los medios pi-actica-
mente posibles para remediar la rari-
íicacion del medio circulante y res-
guardar el orden económico contra
las exti-acciones no motivadas pov
fuertes desvíos en el comercio inter-
nacional. Su tarea tiene por base to-
dos los errores, de conce|>to y de he-
dió, que predominan en las tablas de
equivalencias cuya rectificación em-
prende.
Según la tabla que ha confeccio-
nado, las monedas extranjeras, se ha-
cen representar con un valor extricta-
mente igual á la relación del metal
fino de nuestra moneda tipo, sin más
diferencia, con las tablas anteriores,
que ampliar las fracciones de dos á
seis cifras, presentando así los millo-
nésimos, con lo cual, aun cuando los
grandes pagos se hiciesen teniendo
en cuenta estas fracciones, nuestro
medio circulante quedaría, como está
hoy, sin resguardo alguno que impida
su preferente exportación, y sugeta su
salida á las menores necesidades ex-
ternas. Además, no apreciando más
que el valor monetario de los cuños,
aun tratándose de los de las grandes
naciones comerciales del mundo, re-
sulta que subsiste, en sus tablas de
equivalencias, tanto como en las vigen-
tes, un campo ]iara el agirj y una po-
sitiva prima de exportación.
Fácil es demostrarlo. Las monedas
de la liga latina tienen amplia salida
en su carácter de tales monedas, sin
que ai exportarlas sea necesario refun-
dirlas para realizar un valor. La dife-
rencia como moneday comometal,que
respecto de ellas existe, es de 7,44 fran-
cos por kilo, que es lo que ganará todo
el que las tomase entre nosotros por el
valor justo del oro, y las exportase. Lo
mismo sucede con las monedas argen-
tinas, las brasileras y hasta con las li-
bras esterlinas, que si bien, se acuñan
sin gastos, en la práctica existe una di-
ferencia de 1 I penique por onza Stan-
dart de más en la moneda sellada, que
en el oro en barras.
Resulta, pues, que aun rectificán-
dose las fracciones omitidas como lo
hace la nueva tabla del señor don
Mauricio Llamas, subsistirá una pri-
ma de exportación que se recil)irá, se-
leccionando en las monedas circulan-
tes las de curso en los países i^ara
donde convenga hacer las remesas.
264
Revista Económica
Los cálculos de equivalencias están,
además, todos equivocados, como lo
están las tablas en vigencia, debido á
haberse tomado por base los datos que
suministra el «Anuario del Burean des
Longitudes de Francia», y que, como
vamos á verlo, no pueden servir para
determinar la relación exacta de las
monedas, según el peso y titulo legal
que les corresponde.
Sucede con los pesos establecidos
según sistemas diversos, lo que he-
mos visto que pasa con la suma de
equivalencias en moneda decimal, re-
sultando en su conversión á gramos
fracciones infmitas de que el Anuario
prescinde, limitándose á tres decima-
les, y redondeando el último cuando
los que le siguen exceden de 51.
Esto se puede hacer muy bien en
los cuadros de la Casa de Monedas,
que son los que publica el Anuario
de Longitudes, desde que los pesos
legales que en ellos se mencionan,
son provisionales, puesto que el peso
definitivo de las monedas que se ne-
gocian como metal, está sujeto, en e^e
establecimiento á la verificacicjn para
apreciar el desgaste, etcétera.
Son los kilos de oro, y no las piezas
monetarias lo que se compra. Pero
en el caso actual, esto no es admi-
sible, puesto que se trata de estable-
cer la relación del peso y ley de las
monedas según las leyes monetarias
de las diversas naciones á que per-
tenezcan, y sobre todo cuando, como
lo hace D. Mauricio Llamas, se quiere
determinar hasta los millonésimos de
peso. Para esto no pueden despreciarse
las fracciones del peso en unas mo-
nedas, ni tampoco aumentarlas en
otras para redondear cifras, tanto más,
cuanto que en una suma de alguna
consideración en monedas apreciadas
así, resultan por este medica diferen-
cias bastante fuertes.
Para comprobarlo comparemos los
pesos legales de las monedas y los
que sirven de base á los cuadros de
equivalencia que analizamos.
Las libras esterlinas, á las que se
atribuye un peso legal de 7 gr. 988
tienen, según la ley inglesa, 123,274
granos que equivalen á 7 gr. 98.805
etc. Los 20 marcos, á los que se atri-
buye en el Anuario de la oficina de
longitudes 7 gr. 9ü5, obedecen á la
siguiente talla: de una libra métrica
de 500 gramos, se obtienen 251,10 pie-
zas, siendo por tanto su peso legal
de 7 gr. 9.649. Los 20 francos, que' fi-
guran con un peso de 6 gr. 452, tie-
nen por ley el de 6 gr. ;,451{>l. Hasta
el peso de los argentinos aparece
mutilado, puesto que sólo se le atri-
buye el de 8 gr. 064, cuando el real
es 'de 8 gr. 0645.
También en la ley ó titulo de las
monedas, enconti'amos error. P^n el
sistema duodecimal á que se ajustan
las monedas inglesas, portuguesas y
brasileras, el título se expresa por
tantos dineros, ó, lo que es lo mismo,
por tantas duodécimas partes, tenien-
do hoy todas estas naciones unifor-
memente, el título de 11 dineros; esto
es en 12 partes 11 de metal fino y 1
de liga, deduciendo este titulo á de-
cimales, nos encontramos con 916 m.
666 al infinito, ó. lo que es lo mismo,
adoj)tando los quebrados 916 §. El.
anuaiio do la oficina francesa expresa
el título de las monedas inglesas y
portuguesas por 916.66, mientras que
el (le las brasileras, que es idéntico,
los convierte en 917 milésimos.
Don Mauricio Llamas, comprendien-
do en este caso qu(5 no se deben des-
preciar fiacciones, si bien las desprecia
en el peso, establece como título de
las monedas inglesas y portuguesas el
de 916 2/ o, y. sin embargo, da á las mo-
nedas brasileras la ley'de 917, como si
11/12 no fuesen iguales en todas par-
tes.
Para que puedan apreciarse los erro-
res que resultan déla base equivocada
de ('álculos que ha tomado don Mau-
ricio Llamas, siguiendo á las comisio-
nes que han establecido las anteriores
equivalencias, nos basta establecer la
relación de las libras esterlinas con
nuestros pesos ideales. Según este
distinguido compaMota el valor de
las libras esterlinas es de $ 4.705412;
mientras que la equivalencia justa es
de 4.705448.
No queremos fatigar á nuestros lec-
tores extendiéndonos en estas compro-
baciones numéricas. Lo que princi-
palmente hemos querido demostrar, en
este artículo, son los inconvenientes y
las complicaciones de la circulación
DEL Rio DE LA PlOTA
265
de cuños extranjeros, que sóio puede
admitirse como un hecho transitorio,
mientras se procura la acuñación (Je
moneda nacional.
CRÓNICA DE LA QUINCENA
Setiembre 20 de 1892.
íái dijera que vamos de mal en peor
exagerarla quizá. Diciendo vamos mal,
entiendo que me mantengo dentro de
la estricta verdad. Una de dos, ó la
sociedad está, en efecto, dividida en-
tre miopes y présbitas, siendo conta-
dos los que ven justo y bien, ó el
futuro Presidente de la República está
ciego, en cuanto parece ser que él es
el único que no se da cuenta del
malestar y descontento general. Y
n(3tese bien que nada digo de zozo-
bras é inquietudes.
*
Su combinación ministerial no ha
satisfeclio, excepto el Sr. Dr. D. Juan
José Romero.
El porqué no cabe ni cuadra en una
página de esta índole. Hay además
de los tildes ó resistencias que á las
personas se les ponen y se les oponen,
sean cuales sean sus méritos intelec-
tuales y el favor de círculo social de
que gocen, — una circunstancia que ha
venido á hacer de este momento de
intranquilidad algo de sui generis, de
nunca visto en este país, ni en otios;
algo que, en realidad de verdad, tiene
sus perfiles fin de siécle.
Y uno no sabe qué aamirar mas,
si la conformidad de los que asisten al
espectáculo ó el aplomo de los que lo
representan.
Ese «algo)^ es que tenemos dos go-
biernos: uno expira legalmente, otro
que respira moralmente, haciendo gala
anticipada de unos pulmones, que
cada uno de sus movimientos orgá-
nicos tarja la destitución de un alto
funcionario público, de un empleado
principal, de un ministril cualquiera
de donde resulta que la secuela de
las decepciones hace día á día mas
y mas angustiosas las postrimerías
del gobierno que se va.
Y digo que se va, y no que concluye;
porque asi como es un hecho compro-
bado por la experiencia el dicho de
Talleyrand iout arrive, asi también no
está menos demostrado por la histo-
ria, que ésta, no es mas que una
serie ^le acontecimientos repetidos con
las modificaciones del tiempo y del
espacio.
Recuérdese, pues, que ya cuando la
presidencia del Dr. D. Nicolás Avella-
neda, protestada por un partido de
acción, lo que se vio fué doble, subien-
do á la silla del Poder Ejecutivo un
hombre contra cuya exaltación al gobi-
erno se alzaban pocos días antes consi-
derables fuerzas populares y una parte
respetable del ejército de línea, por
su número y los caudillos que las en-
cabezaban.
* *
Ha contribuido en cierta medida
lambien á acentuar la indiferencia
pública, por no decir la reprobación
de los círculos y de los partidos de
(üversa filiación, un hecho, que to-
mado como antecedente no es por
cierto sintomático sino de futuras
anomalías.
En este doble gobierno, el legal y el
moral, el que gobierna desde la Casa
Rosada y el que gobierna desde la
casa particular del futuro Presidente,
el juego lio es el mismo.
Allí no hay mas movimiento que el
que prepara los arreglos de una testa-
mentaria. Aquí la lucha, el conflicto,
la crisis ya. Así el señor Dr. D. In-
dalecio Gómez, candidato á un mi-
nisterio, que desde un principio se
imcontrí) lógico, dada su comunión,
de amicus singularis, ha sido suplanta-
do por otro de antecedentes liberales,
trayendo, como trae, su ingreso á la
vida pública del favor que le dispen-
sara el Sr Dr. D. Miguel Juárez Col-
man en la época en que su influencia
y otras eran eíicaces é irresistibles. Se
jiaqueiido con esto dar algo así como
ima prenda, recalcando sobre el con-
cepto de las mistificaciones. Pero solo
se ha conseguido que la opinión pú-
blica afirme: que es cruel, crear una
entidad efímera, lanzarla al circo de
la censura, hacerla manoseai', y una
vez casi triturada, — abandonarla mal
trecho como cosa baladí.
* *
2m
Revista Económica
Esta conducta, como se ve. nada
tiene de edificante y en caso de auoii-
rar algo, solo augura que el futuro
presidente tendrá "como Saturno mas
voracidad para devorar sus propios
hijos, ó sus creaciones .que entereza y
eneróla para soportar los embal^BS (le
la ci-itica. v. sobre todo, mas plastici-
dad para ceder, que aptitud para apo-
yarse en lo que resiste.— que es donde
resi«le lodo el secreto de sn elec-
ción.
De aipií concluyo (pie el presidente
futuro.— hombre honesto y bueno, — ha
olvidado la máxima que dice que e?i ce
monde il y a plus á eviter qu á reckercJier.
Efectivamente, si en vez de hacer
caso omiso en sus consejos de las dos
grandes fuerzas morales y materiales
que lo eUgieron; si en vez de prescin-
dir del concurso moral y material de
los caudillos Mitre y Roca,— en cuya
influencia confió, cuando con tanto
brío se disjiuso á salir de su retiro,
abandonando la magistratura; si en
vez. repito, de hacer lo (jue se sabe,
perturlíado por una quimera, liubie-
ra apelado á ellos, es seguro (pie en
vez de homlires y de familias conten-
tas, lo que tendríamos serian grandes
agrupaciones satisfechas ó conforma-
das: así como en lugar de un horizonte
turbio, mirando todo el mundo en
torno suyo desorientado, indeciso,
vacilante, "^ inquieto, quejoso, — mal-
dicientes muchos, — lo que tendría-
mos seria una situación neta, despe-
jada, clara, con rumbos definidos,
dentro del mismo ideal, hasta cierto
punto, es decir, la posibilidad de un
gobierno firme, estable, enérgico, y al
mismo tiempo de tregua. — y golñerno.
que por esas condiciones esenciales
permitirla que dentro de la órbita de
una evolución racional, se repararan
los errores del pasado, acomodando
los liombres y las cosas, sin mas in-
quietudes que las inevitables.
M(! refier(j al partido radical receptá-
culo colecticio de todos los que tienen
algo mas ó menos legítimo que revin-
dicar, — y cuyo parti(ío es y tiene que
ser una constante amenaza contra el
orden legal.
Primero, porque ese partido, no
siendo orgánico, tiene necesariamen-
te para conservarse, ó crecer, que ser
agitador: segundo, porque ese partido,
si bien puede entenderse ó tranzar
con otro, sobre un incidente, una elec-
ción venidera, verbi-gracia, á fin de
ir ocupando poco á poco posiciones, —
no puede, sin suicidarse, pactar con un
Presidente y un orden de cosas na-
cional, que tacha y califica con acritud,
repudiándolo como espúreo desde su
origen, — puestí^» que sostiene con la
vehemencia que lo caracteriza, que es
fruto maldito de la imposición oficial
y del frau le electoi'al mas escanda-
loso.
\ iK» ser así, ya el Sr, Ür. D. Ber-
nardo de Irigoyen. hombre tan honra-
do como el Sr. Dr. D. Luis SaenzPeña.
y tan ilustrado y lan lleno de servi-
cios, y por afiaílidura estadista cons-
ciente, (ie lo que son compromisos y
responsabilidades morales, sin nece-
sidad • le (jue haya documento escrito,
ya, dadas sus vinculaciones privadas,
desde la infancia, con el futuro Pre-
sidente, habríase entendido con él; y
el gran eje ministerial no serian enti-
dades minúsculas y epicenas, — como
característica de un gobierno con Na-
die para todos, que es la concepción
mas candida, por no decir mas anodi-
na de todas cuantas el ingenio huma-
no puede escojitar, en medio de una
crisis que afecta iKjndamente todos
los intereses del país. — temporales y
espií'ituales.
La aparición modernista, cuyo último
éxito, fué una batalla á lo Pirro, pa-
rece confinada (ientro de la penumbra
de sus combinaciones: y no ha sido
poca suerte, en vista de las alarmas,
que circulan, cjue el jefe del Partido
Nacional no esté llamado, por la ley. á
encarnar forzosamente ajenas res-
ponsabilidades, aparte de que la sus-
picacia era muy capaz de imputarle,
en caso fortuito hasta lo que ni hu-
biera soñado siquiera.
*
El ministerio para después del 12
de octubre parece definitivamente
concertado, habiendo, durante algu-
nos días, habido sus mendicaciones
DEL KiO DE LA Pl.VJA
•4ÍU)
curiosísimas. Quedará, según se atir-
ma, el Sr. Dr. D. PJstanislao S. Zeba-
llos. lo que quiere decir, no solo, — que
no es tan fácil desvincularse del pasa-
do, sino que ostensil)leinente carece-
mos de liombres. lo qu(^ en realidad
no es.
En cuanto al Congreso, su aspecto
puede bosquejarse en dos palabras:
hay en él hombres de fundamento que
comprenden que como rama del go-
bierno de la Repiildica. es mejor re-
})resentar en la política general el
papel de arma legal que resiste, que
induce y colabora,— que el de instru-
mento, que solo sirve para el suici-
dio.
Y, dicho esto, solo me falta agregar
(jue es una ilusión viciada desde su
origen, de la que no tardai'án en curar-
se,— siendo una enfermedad cerebral.
— la que, dentro de la medida de la sa-
tisfacción personal, cree que está el
padrón que dá la norma exacta del
contentamiento general. Estoes como
pensar que lo mismo es mirar las uvas
verdes que comerse los racimos pre-
servados por el trabajo ajeno.
Poi- lo denjás. concluyo con lo de
siempre, haciendo votos poi- la felici-
dad de todos, y esperanzado en que
de las premisas del notabilísimo libi-o
de Belin Sarmiento, — Una República
muerta. (1) — no se deduzcan, como de
(1) El señor Belin Sarmiento pretende, por
ejemplo, probar que el soldado argentino
cuesta dos y media veces mas (|ue el soldado
europeo y recurre para esto, á dividir la suma
de los presupuestos de guerra por el número
de soldados en los diversos países.
Esta es una forma de cálculo que tiene evi-
dentemente que llevar á una equivocada i-on-
clusion. Tenemos en el escalafón el personal
correspondiente á un ejército de impórtatela,
mientras que el estado de paz nos permite
reducir á cinco mil próximamente el número
de soldados, y si dividimos por este número el
importe de los gastos de todo el personal <ie-
pendiente del Ministerio de la guerra y lo
que representan las compras de armamentos,
para una cantidad mucho mayor de hombres,
llegaremos naturalmente, á uña cifra que no
se puede comparar con las de las naciones
que conservan grandes ejércitos permanen-
tes.
Siguiendo la forma de cálculos del Sr. Belin
Sarmiento, si duplicamos el número de solda-
un aforismo del gran sacerdote de]
pesimismo Alemán, — pura infeliciiá. en
vez del conyugalismo que ligando lo
pasado á lo futuro realice el ideal
trascendentalmente artístico de nues-
tros abuelos, — ese ideal que está con-
tenido en síntesis generosa, elevada,
noble, amplia. — como el continente
})atrio. — en la jjrimer página de 1h
('onstitucion.
Lucio V. Mansilla.
OliÓNlCA DE LA ÜUINCENA
REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY
VA hecho que mas ha preocupado en
la quincena es la discusión en la cá-
mara de diputados, del informe de la
comisión de hacienda que aconseja
C|ue se autorice al P. K. para contratar
la acuñación de tres millones de pesos
en monedas de plata, y cuya discusión
ha tomado proporciones inusitndas,
ocupando varias sesiones.
El proyecto encuentra una fuerte
•jposición, tanto en lo que se refiere á
la conveniencia en general de la h cu-
nación limitada de plata, cuanto al
limite y cantidad que se propone, y á
los términos de la autorización.
La materia se presta en efecto, á
largos debates; pero respecto á los tres
puntos, los diputados opositores han
sido, como nos será fácil demostrarlo,
tan fecundos como poco sólidos en sus
argumentaciones.
dos, apareceremos haciendo una gran econo-
mía y solo debido á que se habrá aumentado
el divisor de los gastos lijos. Si por lo con-
trario, reducimos mas el número de regimien-
tos, ó su personal, resultará que en vez de
economizar habremos aumentado la propor-
ción del derroche.
He dicho en el texto «notabilísimo libro», y
esta observación, como otras que podría ha-
cer, no le quitan por eso, su mérito.
El señor Belin Sarmiento tiene, no hay duda,
tuertes dotes de escritor, vigorosas reminis-
cencias del e.'^tilo contundente de su gran
abuelo y hasta las exageraciones explosivas de
éste, asi, empieza por estar en desacuerdo
precisamente con el amigo espiritual predi-
lecto, á quien le dedica su libro,— desacuerdo
que se manifiesta en la Carta-prefocio. di-
ciendo el señor doctor don Lucio V. López,
esto: «Querido amigo: Su libro me deja una
impresión de profunda tristeza. Me i parece
que usted ha recargado de rasgos negros el
268
Revista Económica
Se ha llevado á la Cámara la lamen-
table confusión que hacen los ingouvi-
Ustas (le la prensa, entre el problema
bimetálico que «e discute en el mundo
y el hecho de una limitada acuñación
de plata para el giro interno.
El diputado doctor Mendilaharzu. es
uno de los que mas preocupados se
han mostrado con que la República se
meta á resolver por sí el gran proble-
ma monetario, que excede las fuerzas
aisladas de los Estados Unidos; lo que
califica de violación de las reglas mas
elementales de prudencia, y no le cabe
duda que lo que se pretende, importa,
nada menos, que eso, porque «cuando
un país tiene dos monedas, una de oro
y otra de plata, con fuerza chancela-
toria en cualquiera proporción, tiene,
dice, el sistema bimetalista. Si la pro-
porción de la admisión de la plata es
pequeña, habrá un bimetalismo inci-
piente. Lo grave es dar el primer
paso.»
Vea, sin embargo, el distinguido
diputado, lo que sobre la materia escri-
be Laveleye, á quien cita, ó á cualquier
otro autor de economía política, y se
encontrará con que el bimetalismo
consiste: 1° en la acuñación libre de
los dos metales, ó en lo que es lo mismo.
la nacionalización de monedíis de oro
y de plata extrangeras de cantidad ili-
mitada: y ^o. en el poder chancelatorio
cuadro de nuestro.s hábitos sociales y políti-
cos, llegando tiasta dejar ver en algunas de
sus sombras que no hay remedio ni reacción
posible para las democracias inorgánicas de
Sud-Am erica.»
Yo agrego, y eso sin ser optimista, que no
está muerta una república, sino viva y muy
viva, y solo enferma de plétora por sus abu-
sos de progreso desproporcionado,— donde hay
bastante libertad de pensamiento para que se
escriban, se vendan y se lean libros como el
del señor Belin Sarmiento.
Los sociólogos (el señor Belin Sarmiento
campea entre eüos) deben tener presente que
éste es un país que se hace, y vuelvo á protes
lar aquí contra los que le niegan á la raza
latina y á la sangre española sus aptitudes
para organizar una democracia, — preguntando
sencillamente para concluir esta nota, dónde
están en la Europa moderna ó antigua las de-
mocracias de raza sajona.
¿Estarán (juizá en los flamencos y alemanes
que fueron á España con Carlos V.— á ahogar
en sangre el ideal de los Comuneros, ó en
sus sucesores?
El argumento de los Estados Unidos no es
llosófico, esa es una finalidad, no una casua-
lidad.
concedido igualmente á las monedas
de uno y otro metal.
Según la definición del Dr. Mendila-
harzíi, no existiría en la faz de la tierra
un solo país que fuese monometálico.
Hasta Inglaterra que se presenta como
monometálica oro, acuña plata con
fuerza chancelatoria hasta ciertas can-
tidades, y también cobre, debiendo ser.
pues, según el señor diputado, algo
mas que bimetálica, trimetálica.
Demostrado este primer error fun-
damental, nos será igualmente fácil
probarle que el proyecto en discu-
sión ni siquiera roza el problema del
bimetalismo, en cuya solución se em-
peñan los Estados Unidos y la ma-
yor parte de las naciones del mundo.
Quebrantada la relación de precio
entre la plata y el oro, ninguna na-
ción puede, aisladamente, mantener
el régimen bimetálico genuino, con-
servado en P'rancia hasta 1873, y se-
gún el cual la Casa de Moneda debía
sellar toda y cualquier cantidad de
plata y de oro que se le llevase, en
monedas con un valor fijo, de acuer-
do con la relación de 15 1/2 por uno.
es decir, 200 francos por kilo de plata
de 900 milésimos, y 3.100 francos por
igual cantidad de oro de la misma ley.
Con este sistema, fácil es privar á
una nación de todo el oro que posea,
mientras subsista la gran diferencia
de precio de uno y otro metal, puesto
que afluyen las barras y las mone-
das de plata de todas partes para
adquirir en cambio el oro circulante,
con el que se compran otras canti-
dades de plata para introducir, á fin
de repetir el mismo negocio.
Este sistema, que se llama de acu-
ñación automática con relación fija,
puede restablecerse si las grandes
naciones monetarias lo pusiesen con-
juntamente en práctica, puesto que
entonces, con la ampliación del uso
de la plata, desaparecería la depre-
ciación de ésta, y el margen para todo
agio
Es este el problema en que se ocupa
hoy el mundo, y que ha de alcanzar
la solución indicada debido á la ne-
cesidad que universalmente se deja
sentir, de aumentar el medio circu-
lante, y á la conveniencia bien enten-
dida de las naciones que viven de
mercados extranjeros.
DEL FtlO DE LA PlaTA
969
Mientras que la producción del oro
disminuye, crece la proporción de las
transacciones, y el empleo de los ele-
mentos del crédito tiende i't dismi-
nuir.
Además, hay que tener en cuenta el
aumento de necesidad de moneda de
bolsillo, que en todas partes se mani-
fiesta debido al crecimiento de la po-
t»l ación.
I ^as necesidades ordinarias del mun-
do comercial, imponen el agreoado de
la producción de la plata á la existencia
úei oro. mientras que hay otro flecho
•que viene á coin}>licar las condiciones
precai'ias en que están hoy colocadas
las grandes naciones manufactureras
in(-nometálicas oro. y t's el de que en
el mundo civilizado la mayor |>arte
lie las naciones no tienen circulación
tle oro. La depreciación de la plata
-diticulta las ventas de mercaí lenas en
los paises á plata cuyas industrias
tienen así una prima creciente para
su desarrollo.
j^a consecuencia de todo esto ya se
deja .sentir por el estado de crisis que
:se inaniíiesta en líiu'opa, y que
había sido ¡^revista por homlires (emi-
nentes.
Mr. Howe. delegado norteamericano |
en el congreso de 1881. decía, que el'
sistema mononietálico oro, adoptado
])or las grandes naciones, importaba
redticir la actividad del muudoá lu mi-
tad de sus límites actuales, provocan-
tio la ruina general para fin del siglo:
segimM. (xoschen, recientemente mi-
nistro de hacienda de lnglateri-a, lo
que se ha emprendido, importa (qDro-
ducir la crisis mas desastrosa de todas
las de que el mundo tiene memoria».
'í'fodo. evideni'ia. dice Luzzatti,
qut hay un peligro monetario susi)en-
(lido sobre el mundo civilizado, y que
este peligro })uede, de un momento á
otro, transformarse en desastre, si no
se tiene el valor, ni la habilidad ne-
cesaria para conjurarlo.»
Hoy no existen dos opiniones res-
pecto de la conveniencia de valorizar
la i)lata. y la diücultad consiste en que
los bJstarios Unidos y las naciones (Con-
tinentales de Europa quieren que
Inglaterra se comprometa, conjunta-
mente con ellas, á dar á la plata cir-
culación igual al oro. y hacer la acu-
ña.'-ión ilimitada de metal blanco
como lo hacen con el amarillo. La
Inglaterra, que desea la valorización
de la plata, ha estado contando, hasta
hoy, con que las otras naciones toma-
rían á su cargo, sin que ella tuviese
que variar su padrón, el realizar esta
obra de que ella se aprovecharía.
Cuenta con que el malestar general las
forzará á esto, pero los franceses y los
norteamericanos, á su vez, le hacen la
forzosa, y la Inglaterra tendrá, al fin
que ceder, so pena de caer en una
crisis formidable. (]iie la ol)ligará. no ya
;i ir á la plata sino hasta el curso
forzoso.
El movimiento l)imetálico en Ingla-
terra, se hace cada día más poderoso,
estando unidos, cen este propósito, sus
más importantes centros agrícolas é
industríales.
Tal es el problema: el de aumentar
la circulación universal y uniformarla,
dando á la plata una relación fija
con el oro, sostenida por medio de la
acuñación ilimitada, cosa, por cierto,
bien distinta de la simple acuñación
de una cantidad limitada de plata
piu'a la circulaci(')n interna; hecho que
no prodticirá ninguno de los inconve-
nientes del verdadero bimetalismo,
puesto que no permitirá hacer agio
contra el país, trayendo sucesivamen-
te el comercio plata desvalorizada para
comprar con ella, á la par. oro que
exportar.
Si mañana estableciésemos una
casa de moneda, y dijésemos, todo el
que traiga plata podrá hacerla acuñar
libremente recibiendo un peso nacio-
nal por cada veinticinco gramos de
novecientos milésimos, ó si simple-
mente diésemos curso legal á las mo-
nedas de plata extranjeras, aprecian-
do su metal á la par, habríamos sí,
salido de los límites de la prudencia
y entrado en la esfera del gran pro-
blema monetario; pero de lo que tra-
tamos es simplemente de lo siguiente:
primero, reemplazar las monedas de
plata brasileras por las de cuño nacio-
nal; sec^undo. ampliar la circulación
aumentando la cantidad de monedas
divisionarias de plata, y, tercero, hacer
la acufiación por cuenta del Estado,
de modo á usufructuar éste con la acu-
ñación.
En este caso, pues, las largas diser-
taciones que se han hecho sobre bime-
•>H)
Revista Económica
lalismo y congresos monetarios,, no
vienen más aí caso que lo que se po-
dría haber mencionado, con este mo-
tivo, sobre las pirámides de Egipto ó
las carabelas de Colón.
Creemos haber leído bastante de
lo que se ha esciito sobre sistemas
monetarios, ventajas ó desventajas
de determinadas acuñaciones, y no re-
cordamos haber encontrado ninguna
objeción fundada que pueda oponerse
en el caso actual, y sí muchísimo que
pueda invocarse en su favor.
Como prototipos de monometálicos
oro ahí están los ingleses, en cuyo
país encontramos lo siguiente : I».
Temprano trataron de reemplazar las
acuñaciones extranjeras por las acu-
ñaciones propias. 2°. La Comisión
Keal Inglesa On Gold and Silver, en-
carg&.da de estudiar el problema mo-
netario, se dividió en dos fracciones
iguales, una bimetalista y otra mono-
metalista oro. Esta líltima. sin em-
bargo, convino en que había ventajas
en emitir billetes de menos de cinco
libras, convertibles á ])lata. Á estos
no se les limitaba la fuerza chance-
latoria. El objeto <le esta emisión era
aumentar la circid ación en Inglaterra,
desocupando el oro absoi-vído. en su-
mas considerables, por las pequeñas
transacciones, y habilitándolo, asi,
á atender más ampliamente las demás.
8*». Por lo que respecta á la acuña-
ción, i^roducida la desvalorización, la
Inglaterra hizo lo que propone ahora
nuestro gobierno. En vez de hacer
cesar la'acuñación, dispuso que se
se continuase, pero estableciendo por
su acta de 1870, que se efectuase por
cuenta de la nación.
Respecto á la cantidad de tres mi-
llones de plata y al límite que se le
señala en los pagos, no han estado
tampoco más felices los impugnado-
res del proyecto, tanto en las aprecia-
ciones de doctrina cuanto en las de
hechos.
La cantidad de moneda brasilera en
nuestra circulación se ha apreciado
por unos, en un millón, por otros en
solo 600.000 pesos, lo que es contrario
á la proporción en que á diario la ve-
mos figurar en las transacciones en
Montevideo, donde en tres pesos de
plata se encuentra, por lo común, hasta
dos brasileros, mientras que al norte
del Rio Negro, la proporción aumenta,
y en los departamentos fronterizos
llegan á ser casi exclusivas las mone-
das extranjeras, entrando en la cir-
culación, no solo los cuños admitidos,
sino también los demás brasileros
que no tienen curso legal, pero que se
imponen por la deficiencia de mone-
da nacional.
Basta saber que la plata en el
Brasil no tiene más valor legal que el
papel que está en relación de 2 1/3 por
uno, para comprender que raros se-
rán los cuños con circulación legal
entre nosotros, que no nos hayan sido
importados. Admitir lo contrario equi-
vale á suponer que el comercio, entre
países vecinos, puede despreciar ne-
gocios que sin riesgo duplican i4
capital en una sola operación.
Cuando remitiendo mil libras al
Brasil, que cuestan 4.700 pesos se pue-
dan conseguir 10.500. monedas que
entre nosotros valen un peso, es impo-
sible que se haya dejado de traer
cuantas existen allí, hasta en los más
recónditos rincones.
Podemos, pues, tener como un hecho
averiguado, que hay en el jtaís más
de dos millones en monedas brasile-
ras. fundiVndonos en las cantidades
que se sellaron con los ciuios nacio-
nalizados.
También se ha pretendido que Ins
Estados Unidos solo tenían un peso
en plata, por lu) hitante; Francia 1*2
francos para deducir que una propor-
ción de cuatro ó cinco entre nosotros
sería excesiva. No tenemos para que
detenernos sobre este punto, rebatido
por el diputado Dr. Abel Pérez, que
demostró que los Estados Unidos te-
nían, nada menos, que ocho pesos
por habitante; Francia 18,33 pesos ó
sean 98 francos; Inglaterra, pesos 2,90.
no obstante lo mezquino del giro di-*
la mayor parte de su población.
Otra objeción sobre la que se ha
insistido, es la de que por la ley de
(jrresham, la acuñación de la plata
proyectada vendría á desalojar el oro.
error que importa desconocer como ^,
es que actúa este principio económi-
co que se invoca. Para que pueda
salir la llamada buena moneda en
cambio de la plata, es preciso la circu-
lación libre de las monedas de oro y
plata extranjeras, caso que no es el.
DEL lilii DE r,A PeAIA
•>71
nuGí^tro. y en el cual, en efecto, ven-
dría esta á sustituir á la otra, ó que
se produzca un exceso de circula-
ción.
Pongámonos en el terreno práctico
y no encontraremos como la mala
moneda pueda reemplazará la buena
sino en el caso de que excesivas acu-
ñaciones ó emisiones nacionales pue-
dan determinar la exportación de
numerario, la que naturalmente se
efectuará eligiendo las que tengan
mayor valor exterior.
Supongamos las dos condiciones de
cambios favorables y desfavorables.
Si estos son favorables habrá necesi-
dad de importar oro en vez de sa-
carlo. Si son < lesfavorables, el oro se
irá, habiendo ó no circulación de pla-
ta en el país. ])ero con la circunstancia
que si la plata no reemplaza el oro, la
crisis se agrava, mientras que si se
introduce plata ésta ocupará el vacio
dejado por el oro: i'emediará un mal.
en vez de producirlo.
No se nos diga que''la circidación
simultánea coií el oro puede hacer
desfavorulües los cambios. El des-
equilibrio de la balanza comercial
solo se producii'á por exceso de con-
sumo ó por deticien(,'ia de producción,
y nadie puede, cuerdamente, preten-
der que el hecho de haber en circu-
lación metal blanco conjuntamente
con el amarillo, haga que se consinna
más ó se produzca menos.
Fuera del caso de ese desequilibrio,
solo pueiie (convenir exportar oro.
cuando el medio circidante exceda á
las necesidades, y como lo ha demos-
trado elocuentemente el diputado Dr.
(t. L. Rodríguez, en vez de peligro
de plétora de medio (ñi-culante. lo que
existe, y todos lo sienten, es una cre-
ciente rarificación.
Aumentar la existencia metálica,
es combatir, por su base, la crisis
actual y solo sentimos dos cosas: lo
reducido de la cantidad de plata, cuya
acuñación se proyecta y la limitación
en su fuerza chancelatória. El temor
de que pue.la haber diferencia entre
el precio de una cantidad limitada
de plata y el oro, no tiene en su apoyo
ni la cienciíi ni la experiencia. Cuan-
do dos monedas circulan en iguales
condiciones, la una no puede valer
más que la otra: y las de plata no se
depreciarían mientras quedase en el
país una moneda de oro. Entre otros,
el sistema adoptado en Francia, duran-
te casi un siglo, comprueba esto, que
en teoría se demuestra.
PJn cuanto á autorizar al P. E. para
prescindir de licitación, en el caso de
haber oferta conveniente que implica-
se ima concesión de crédito, se ha
opuesto el que no se debía establecer
el precedente de dar al gobierno se-
mejantes votos de confianza, como si
las autorizaciones de este género,
fuesen cosa extraña j^ara nosotros.
Nos l)astará citar un solo caso para
demostrar que no se trata de estable-
cer un precedente nuevo. El emprés-
tito de 20 millones tuvo, indirectamen-
te, al principio, una base por el hecha
de autorizarse á contratarlo con el
Banco Inglés en vista de una propues-
ta íirme de éste, elevada á lasCámnras.
No se realizó el negocio, y, entoni r>s. el
gobierno del general Tajes, pidió que
se modificase el artículo que autoriza-
ba á contratar con el Banco Inglés, por
otro en el que se le facultaba para 1 lacer
el empréstito eon cualquiei' casa sin
límite ya de precio, ni directo, ni indi-
recto, y las Cámaras no solo lucieron
esta modificación, sino (pie la sancio-
naron sobre tablas, sin informe escrito,
ni estudio especial.
Se ha presentado á las Cámaras el
Menscije sobre el presupuesto de gas-
tos ])ara 1892 y 1898. Con la misma
imparcialidad que hemos criticado
muchos actos del P. E., debemos reco-
nocer el mérito de ese documento, con
cuyas apreciaciones estamos en gene-
raí de acuerdo.
En nuestra crónica anterior decía-
mos que la base del arreglo de la ha-
cienda no estaba en el presupuesto
general de gastos, en el que la actual
administración había introducido to-
das las economías que es posible ha-
cer sin desorganizar los servicios, y así
lo reconoce el P. E., que, para evitar
el déficit, recurre á los impuestos.
En la categoría de estos coloca, lo
que hasta ahora se ha hecho figurar
como rebaja de sueldos.
«Hasta ahora, dice, se ha seguido el
procedimiento de rebajar el sueldo ó
pensión en la cantidad que representa
el impuesto con que se los grava, lo
oryo
Revista. Económica.
eual da el mismo resultado para el
erario público, «pero no así para el
empleado ó pensionista, respecto del
cual, toma carácter permanente en
sus efectos, una medida de circuns-
tancias, de índole esencialmente tran-
sitoria. En forma de impuesto, esa
reducción es susceptible de ser modi-
ficada total ó parcialmente á medida
que la situación del país mejore, vol-
viendo, poco á poco, la integridad de
los sueldos que á juicio del P. E. deben
ganar equitativamente en épocas nor-
males los servidores de la Nación.
«En el proyecto de presupuesto ad-
junto, van fijados, pues, los sueldos
que por la naturaleza de su empleo
corresponde á cada empleado de la
Nación, y sobre esa dotación, se esta-
blece el impuesto que redure en cada
caso, de un modo varial)le y propor-
cional, el monto de los sueldos y pen-
siones actuales.»
Contribuye á no hacer aparecer un
exceso, en vez de un reducido déñcit,
el calcularse con prudencia los recur-
sos, y el hacer figurar como gastos
las erogaciones fijas que hasta hoy se
pagaban como extraordinarios.
A-lgunos importantes colegas de
Montevideo, censuran al P. E. por no
haber introducido maj^ores economías.
¿Cuáles? Ellos dicen bien claramente
qué es lo que pretenden con esa pré-
dica. Por economías entienden la re-
ducción de nuestro modesto ejército;
es decir, el desarme del partido Colo-
rado; las puertas abiertas de par en
par á la anarquía!
La lectura del Mensaje en lo que se
refiere al estado de la hacienda y á
los servicios administrativos, da idea
del estudio paciente de que han sido
objeto y del deseo laudable de introdu-
cir el orden y las mejoras que al
respecto el país requiere.
Ojalá que á la par de esto el P. E.
manifieste en el orden económico
menos preocupación por las prédicas
ingoubilistas, que han creado el actual
malestar, y, en política, una reacción
francamente colorada y democrática!
En cuanto á impuestos, el Mensaje
indica además del mencionado sobre
los sueldos, la unificación del de abas-
to y tabladas; la reforma del gravamen
sobre herencias, y el restablecimiento
de los derechos de importación supri-
midos desde 1887; el establecimiento
de derechos específicos de importación
sobre productos rurales, elevándose
los que actualmente pagan, y la unifi-
cación de los impuestos municipales
en el departamento de Montevideo.
La apreciación de estos proyectos
requiere más espacio del que por hoy
podemos disponer: sin embargo dire-
mos, en general, que hay en ellos mu-
cho bueno, y, excepción hecha del re-
ferente al restablecimiento de los
derechos suprimidos desde 1887 y que
no se justifica por la pequeña suma
que se puede por ese medio obtener
ni por ninguna consideración de otro
orden. También habríamos deseado
que en vez del gravamen sobre los
empleados y clases pasivas, se hubiese
proyectado un impuesto que afectase
de un modo efectivo á las clases ren-
tistas.
Cuanto más reflexionamos sobre
esta materia, más nos convencemos
de los inmensos beneficios que el fisco,
la equidad y el crédito de la Nación,
conseguirían con una reforma de nues-
tro sistema rentístico.
El otr(í asunto de la quincena ha
sido la pretensión de los encargados
de la manifestación italiana del 20 de
Setiembre, que querían pasear las
banderas de su nacionalidad conjun-
tamente con la oriental y colocar una
lápida en recuerdo de Garibaldi, con
los escudos oriental é italiano, á loque
el gobierno hizo observaciones. En
cuanto á lo pi'imero, se estaba en opo-
sición con una ley de la República y
lo segundo importaba hasta cierto
punto una distinción nacional, las que
solo á la A.saml)lea le corresponde
autorizar.
No se trataba, pues, del general (ia-
ribaldi, sino del respeto que se debe á
la Constitución y á las leyes de la Na-
ción, y no creíamos que ningún orien-
tal pudiese hacer objeciones á la reso-
lución del gobierno.
Sin embargo, no sucedió esto. Se
hizo cuestión de católicos y de libera-
les, lo que importa por parte de éstos
llevar muy lejos la intransigencia, ó
más propiamente su ostentación.
Se invoca á cada paso por nues'.ru
partido liberal, la necesidad de res-
guardar la soberanía nacional (contra
DEL Rio Dg LA Plata
278
los avances del papado, lo que si podía
ser una preocupación en el mundo an-
tes de la paz de Wesfalia, ya no es de
mencionar después del 20 de Setiem-
bre, que se trataba de conmemorar.
El peligro no está ahí. No es el Vati-
cano, que no tiene cañones el que pue-
de preocuparnos, sino más bien su
▼<^cino o] Quirinal. con sus Amézagas.
líEVISTA BURSÁTIL
Reinu iiicerliduuibie en la plaza,
debido al descontento (pie ha sucedi-
do á los breves días de esperanza que
tuvimos últimamente. Siniestros ru-
mores aparecen de vez en cuando y
aunque no tardan en disiparse, la in-
tranquilidad pei'siste.
Nadie se da. á lo lijo, cuenta de lo
que pasa, pero hay un punto en quo
todos están de acuerdo, y es el de que
no vamos bien.
Aun prescindiendo de los rumores
revolucionarios, hay. como causa de
malestar, la poca fe que se tiene en el
porvenir, producido por los anuncios
de una política financiera restriccio-
nista.
No obstante fuertes ventas de metá-
lico hechas por cuenta de un Banco
extrani«'ro, el oro se ha mantenido
firme y con tendencias al alza, y tan
pronunciada, que sin las ventas excep-
cionales á que no referimos, habría-
mos tenido que consignar una suba
considerable, á pesarde la proximidad
de las cosechas.
En cambios, se ha manifestado un
alza sensible sobre los tipos de la an-
terior quincena, como se verá por el
estado que publicamos.
! íRS operaciones en cheques siguen
activas, pero obedeciendo á necesida-
des reales y no á especulaciones, ha-
biendo oscilado las del Banco Nacio-
nal y Banco de la Provincia en igual
relación, [^os t)onos d(íl Banco Hipo-
tecario de la Provincia, han seguido
valorizándose.
En cédulas nacionales, hemos te-
nido baja en los títulos á oro y alza
en la mayor parte de las series á cur-
so legal. Las del Banco Hipotecario
de la Provincia han seguido mejoran-
do, produciéndose un alza, aunque
limitada, en todas las series.
La emisión de cédulas provinciales
está limitada, hoy. á próximamente
200 millones: el alza de la propiedad
en la campaña es un hecho cada dia
mas evidente, y se está haciendo la
ojiinion entre los tenedores de cédulas,
de que su situación no es tan mala
como al principio se creía. Por otra
parte, cerradas las emisiones, los pe-
didos de cédulas que cada día se pre-
sentan, para chancelar hii)otecas del
Banco, van disminuyendo la oferta y
por lo tanto, cooperando á una valori-
zficion sucesiva de estos títulos.
En los fondos públicos nacionales,
no ha habido alteración sensible de
precio, si bien se han hecho algunas
operaciones.
El mercado de acciones, no presenta
interés. Las del Banco de España, que
habían dado lugar á cierto juego,
se han mantenido al tipo uniforme
de 107. Las del Banco Agrícola Comer-
cial, han tenido alguna demanda, su-
])iendo de 18 hasta 24,50 y quedando
á 28. Los bonos oro del Banco Hipote-
cario de la Capital, que no se cotizaban
desde hace algunos meses, en que es-
taban á 40. se' han vendido á 64,75, lo
que demuestra una considerable me-
jora.
La expeculación sobre el Banco
Constructor y Catalinas, que se había
animado en la quincena anterior, á
vuelto á decaer, no obstante los deseos
«le algunos fnertfs tenedores de estos
1 ítulo"s.
De los demás papeles, las cotizacio-
nes que registramí^s como último pre-
cio, son en general, las mismas de la
quincena anterior y están sugetos á
grandes alteraciones por cualquier
"oferta ó demanda, un poco considera-
ble. Están fuera del juego y de toda
corriente activa, de niodo que muchas
veces el acaso de un interesado ó los
apremios de un tenedor, hacen subir
(') bajar estos títulos unos cuantos
puntos, de tal modo que estas cotiza-
ciones nos pueden dar idea del estado
de las compañías, cuyos títulos se ven-
den por acaso.
La Bolsa de Montevideo, no ha pre-
sentado en la quincena ninguna alte-
ración sensible. Todo es en ella espeo-
tativa.
274
Revista P^conómica
Movimiento bursátil de la primera quincena de Setiembre de 1852
BOLSA DE BUENOS AIRES
(DEL 31 AGOSTO AL 15 DE SEPTIEMBRE)
M*táIico
Onzas
ÍJbras esterlinas.
Cambios
Inglaterra .
Francia . . .
Bélgica.. . .
Alemania .
Cheques
Banco Nacional
Banco de la Provincia !
Banco Hipot. de la Provincia— bonos,
Cédulas Hipotecarias Nacionales
Serie A foro) 5 % de renta
7 % >^
7 % >>
7 "/ .)
Cédulas Hipotecarias Provinciales
Serie
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Ultimo jirecin ■
HASTA I MAS BAJO
iAg'to. 31 i
53 50
14 56
52 80
16 38
47 7/16
5 97i
4 98¿
4 08
21
37
20
Fondos y Títulos Públicos
Fondos Públicos Nacionales de 1884 53 —
Empréstito Nacional Interno 1981 ■ 72 —
,. i^- ,, de 1892 ;.:::: 67 oo
JJeuda Municipal de la Capital . ... 61 —
67 60
58 20
MAS ALTO
1 47 1
1 5 96i
! 4 97¿
1 4 02¿
1
1
21 i
i 36 1
20 15 1
32 —
30 —
94 —
97 —
94 —
— —
88 —
84 —
85 —
81 ¿
82 —
86 -
19 —
35 —
30 —
29 60
28 —
29 60
28 50
29 20
30 —
28 50
29 10
29 20
29 10
29 40
29 20
29 30
29 20
29 20
29 1
29 20
29 20
1
29 20
53' 70
16 68
47 I
5 02
5 03
4 06
22 i
37 \
22 8( I
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29;60
29 50
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30 20
30 20
30 10
30 10
30 10
30 10
68 40
58 40
IJitiiuo pritii
HASTA
s'bre. 15
53 20
16 48
47 I
5 02
5 03
4 06
22 -
87 -
21 \
30 —
97 —
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81 \
86 —
30 -
29 60
29 20
30
10
30
10
80
10
30
10
30
10
30
10
30
—
53
71
—
67
m
58 40
DEL UlO DE LA PlaTA
'^l'O
Ultimo precio
HASTA
ag'to. 31
MAS BAJO MAS ALTO
Lltimo preci*
HAS'IA
s'bre. 15
Acciones j
BANCOS '
Español «leí Rio de la Plata ilü7 —
Italia y » » » » (oro) i 92 —
Crédito Real i 38 —
Nuevo Banco italiano | 57 50
Banco de la Bolsa ¡ 45 —
Francés del Rio de la Plata ! 45 —
Hipotecario de la Capital (Bonos oro), .i 40 —
< 'onstructor de la Plata 5 —
Jd id id (obligaciones)! 1 70
Agrícola Comercial I 18 —
Banco Inmoviliario : i 21 —
Banco del Comercio i 90 —
Banco Caja de Descuentos 80 —
Comercial de la Plata , 8 50
Comercial ' 30 —
Banco Sud-Americano i 35
Banco Nacional 31 —
compañías
I ia Edificadora 78 —
La Previsora (Compañía de Seguros). 27 —
La Primitiva (Compañía de Gas).... 86 —
Gas Argentino 49 50
l-jmpresa del Edificio de la Bolsa.... 130 —
La Argentina (fábrica de papel) 80 —
Muelle y Depósitos de las Catalinas.. . . 12 10
I .a P)Uenos Aires (Compañía de Seguros) 13 —
Compañía General de Reaseguros.... 7 —
Kid y C^ ; 7 —
Telegráfico Telefónica I 65 —
Constructora Argentina ! 14 —
BOLSA DE MONTEVIDEO ¡
(del 1". al 15 1>E SEPTIEMBRE) '
Billetes Banco Nacional
Títulos hipotecarios Serie D
Cédulas hipotecarias » A
» » )) C
Deuda del Interior
Id. Independencia
Id. Consolidada
Acciones Banco Hipotecario. .
CAMBIOS
Inglaterra
Francia
Bélgica
Alemania
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25 20
25 70
26 50
31 10
9 60
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5 33
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15
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43 —
64 75
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29 —
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10 40 10 90
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25 60
22 20
25 —
25 —
30 60
8 60
50. 1
5 32
5 32
4 31
50 —
26 40
27 90
25 —
27 60
50
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92
31
57
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64 75
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1 10
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i 90 —
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31 —
78 —
27 —
86 —
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80 —
10 90
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7 —
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14 —
31 10
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5 34
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50 —
25 20
25 60
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26 50
30 60
9 10
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5 34
4 32
16
276
Revista Económica
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2^ Época — Núm. 11.
5 de Octubre de 1892.
REVISTA ECONÓMICA
DEL
RIO DE LA PLATA
Director: DOMISSO LAMAS
LA TRATA DE NEGROS
Y EL Rio de la Plata
La trata de negros presenta en la
historia económica del Rio de la Plata,
el doble interés de haber sido el ali-
ciente principal de sus primitivas co-
municaciones marítiiTias y de consti-
tuir la parte mas importante de sus
primeras inmigraciones trabajadoras.
Esto, como todo lo que se relaciona
con nuestra liistoria especial econó-
mica, por lo común solo ha ocupado
accidentalmente á nuestros cronistas
é historiadores, más dados, por lo ge-
neral, á los ruidosos acontecimientos
del orden político, que á lo que refiera
á la constitución económica de nues-
tras sociedades, y que aquí, como en
todas partes, ha ej ercido una intluencia
tan decisiva en el destino de los pue-
blos como oscura y modesta parece á
primera vista su acción.
Prescindiendo del aspecto limitado
de nuestra historia especial, la mate-
ria tiene grande interés desde el punto
minerales, el Rio de la Plata se hizo
conocer y apreciar en Europa por la
trata de negros, y debido á ella fué
causa de mayores conflictos que los
que han originado las prodigiosas
riquezas auríferas del nuevo conti-
nente.
Las circunstancias que dieron lugar
á este comercio y las condiciones'en
que se verificaba, ofrecen vasto campo
de meditación y provechoso estudio de
los extremos á que puede llevar, aun
en nuestra época, el estímulo, no re-
frenado, del interés individual. Ayer
eran los negros los sacrificados, y los
datos que al respecto anotamos horro-
rizan y sorprenden, llevándonos casi
á desconocer la realidad de la civiliza-
ción que entonces se invocaba. Pero
hoy, ¿tenemos derecho para conside-
rarnos libres de la reproducción de
semejantes excesos, pudiéndose dejar
impunemente la acción individual
exenta de toda traba impuesta en vista
de los principios morales y humanita-
rios? Para no conservar ninguna ilu-
sión al respecto, nos basta echar una
mirada sobre los centros manufactu-
de vista humanitario y del general de reros, contemplar el cuadro de lo que
la América, y no está demás que la se llaman grandes especulaciones bur
apreciemos en esta esfera mas lata,]
puesto que, ayudados con la luz que
arroja, podremos estudiar, con mas
acertado criterio, lo que se relaciona
con los hechos mas propiamente lo-
cales.
Sin esa apreciación general, nos pa-
recerá, por ejemplo, hksta inverosímil
el siguiente hecho que, sin embargo,
está completamente comprobado por
la historia. Cuando Méjico, primero, el
Perú, después, se impusieron á la aten-
ción del mundo por la riqueza de sus
sátiles, en las cuales los Cresos moder-
nos, reproducen, impasibles, el ejemplo
del romano, que, en medio de un festín
firmaba indiferente la orden que iba
á entregar provincias enteras á los
horrores del hambre. Muchos, y muy
repetidos ejemplos encontramos de
esto. Hasta en nuestras leyes agrarias
y concesiones de colonias que entre-
gan los trabajadores á la usura del
especulador territorial y á la explota-
ción despiadada en la venta de las
cosechas y en el precio y calidad de
278
Revista Económica
los suministros, está el reflejo del ré-
gimen de las encomiendas y de la
colonización africana, que vamos á
estudiar.
Si respecto á esto no se vá más lejos,
si los fuertes no abusan mas de los dé-
biles, no es porque la acción individual
no pueda dar hoy los tristes frutos de
los siglos XVI ó XVIII, sino debido
á limitaciones legales que no son,
por cierto, la conquista del roce de
las pasiones y los apetitos individua-
les, sino de las luces que sucesivamen-
te han proyectado inteligencias ani-
madas de espíritu colectivo y que los
progresos materiales han permitido
irradiar y arraigar.
Grande y edificante ejemplo nos
presentan los primeros períodos de
la América Colombina. De un lado,
debilitado por la distancia el poder
real, la libre acción de los conquista-
dores trae el aniquilamiento de los
indígenas; del otro, entregadas las
poblaciones africanas, incondicional-
mente, al mercantilismo, se violan
todos los principios humanitarios y se
lleva la destrucción y la perversión
moral á sus poblaciones más densas
y felices.
La célebre frase de Sepúlveda, según
la cual las clases desamparadas deben
someterse al rigor del más fuerte, «por-
que el poder es siempre del que más
sabe,» principio análogo al en que se
apoyan los que hoy sostienen el struggle-
for Uve ilimitado, tuvo por consecuen-
cia, la devastación de dos razas, en
cambio de mezquinos provechos per-
sonales.
Esta parte de la historia americana
tiene, pues, actualidad, aun desde el
punto de vista de las cuestiones más
fundameaitales del orden económico,
que hoy se discuten y de la tendencia
general de nuestra legislación.
II
La tierra saludada con tanto júbilo
el 12 de octubre de 1492, no era la
codiciada Cipango ni un puesto avan-
zado en la ruta" que conducía á los
dominios del Gran-Kan. En vez de
esmeraldas, rubíes y topacios, el sol
no alumbraba más que el verde des-
conocido de sus bosques y el vivo y
mundo nuevo, en el que, muy lejos
de una opulenta sociabilidad, solo se
encontraban hombres desnudos y con
toda la candidez de las razas primiti-
tivas. De las riquezas buscadas solo
se percibían pedazuelos de oro usa-
dos como adornos. Un gran descu-
brimiento geográfico acababa de ha-
cerse, pero los fines de la empresa
aparecían burlados. Se había descu-
bierto un vasto campo para el trabajo
humano, en vez de los fantásticos
tesoros acumulados por la fastuosidad
de una civilización asiática.
Esta diferencia fundamental entre
las condiciones de la tierra descubierta
y lo que habíase perseguido con tan-
tos afanes y dificultades, debía dar
lugar, como dio, á un problema im-
pensado, cuya solución racional no
se avenía ni con las tendencias, ni
con los elementos de la conquista,
constituidos por los aventureros edu-
cados en la escuela del pillaje, y que
de todas partes afluían ávidos de botín
obtenido con el filo de la espada.
Sí bien poco mas tarde, inducidos
por la sed del oro internáronse por
ásperas serranías, por impenetrables
bosques, hasta encontrar soñados cen-
tros de opulencia, la cuestión del tra-
bajo no desapareció, puesto que, por
considerables que fuesen las rique-
zas allí acumuladas, no podían saciar
la voracidad de la turba creciente de
aventureros, ni bastar á las exigen-
cias de la corona.
Era necesario explotar las minas y
labrar la tierra, para lo que se exi-
gían esfuerzos pacientes, y no eran
los soldados endurecidos en los com-
bates, ni los enriquecidos en los sa-
queos, á que dieron lugar los extre-
mos de las continuas guerras en Eu-
ropa, los que podían llevar á cabo
tan noble tarea. No; la espada y el
arcabuz podían sí destruir pueblos,
exterminar razas, propagar el pilla,] e
y la rapacidad por los sitios conquis-
tados; pero el perforar la peña, cul-
tivar la tierra, encauzar el río, reco-
jer en fin los frutos que la pródiga
naturaleza les ofrecía, era empresa
reservada á infelices tribus que se
doblegaban con humilde sumisión al
férreo yugo del soberbio conquistador.
Autores modernos, como A. Tour-
variado plumage de sus aves. Era uñ » magne, en su reciente historia de la
DEL Rio de la Plata
279
esclavitud antigua y moderna, estu-
diando la materia con prescindencia
délo que las circunstansias imponían.
van á buscar en las bulas de los Pa-
pas los orígenes de la opresión im-
puesta á los indígenas de América;
lo que se hace corriente, así como la
creencia de haber sido el padre Fr.
Bartolomé de las Casas, la causa de
la trata de negros.
En apoyo de aquella opinión re-
cuerda la bula del papa Martin V,
que al atribuir á la Corona de Por-
tugal la soberanía de todas las tie-
rras que descubriese, desde África á
las Indias, decía, «que la tierra per-
tenece á Cristo, y el vicario de Cristo
tiene el derecho de disponer de todo
lo que no esté ocupado por los cris-
tianos. Los infieles no podrán ser po-
seedores de ninguna porción de la
tierra);. Estos principios fueron con-
firmados por Sixto IV, y por la célebre
bula de Alejandro VÍ de 1493, que
al establecer los límites de España y
de Portugal, disponía de los habitan-
tes á la par que de las tierras que
se descubrían, «para su mayor bien.
su conversión voluntaria ó forzada
á la fé cristiana ».
Cuando estas bulas se daban, creíase
que se trataba de descubrir las tierras
que estaban bajo el dominio de los
enemigos jurados del cristianismo, pe-
ro si bien los opresores de los indí-
genas quisieron paliar las iniquidades
que cometían con la autoridad de la
iglesia, como siempre el egoísmo indi-
vidual quiere ponerse bajo la égida de
los intereses generales y el sagrado de
la organizací n social, no fueron estas
consideraciones de orden elevado, ni la
norma de su conducta, ni la causa de
la opresión de los indígenas, como es
fácil demostrarlo.
En vez de enemigos jurados del
cristianismo, los indígenas america-
nos abrazaban sin dificultad la fé cris-
tiana, hecho lo cual desaparecía el
pretesto para la violencia, y no obs-
tante esto, ella se ejerció de idéntico
modo sobre los cristianos como se
hubiera podido hacer sobre los gen-
tiles, y se llevó hasta los más incon-
cebibles extremos, á pesar de las dis-
posiciones de la muy católica Isabel y
de declaraciones expresas de los pa-
pas, que, como Pablo III, abogaron por
la libertad de los indios y condenaron,
expresa y enérgicamente, los abusos
de que la codicia y la fuerza los ha-
cían víctimas, contrariando la propa-
gación y la observancia práctica de las
doctrinas de Cristo; del mismo modo
que reprobaron el tráfico de negros,
como lo demuestran las siguientes pa-
labras con que aquel en 1517, se dirigía
á los obispos de Toledo. «La sabiduría
encarnada que no puede engañarse ni
engañarnos, cuando envió sus apósto-
les á predicar el Evangelio, mandó que
fuesen instruidos todos los pueblos;
que se llevase á todos la luz, sin dis-
tinción alguna, porque todos son ca-
paces de recibirla. Pero el antiguo
enemigo del género humano, contra-
rio siempre á las buenas obras y á
á cuanto pueda conducir á los hom-
bres á la salvación, y para impedir
que el Evangelio fuese predicado á
todos, ha inventado un medio desco-
nocido hasta nuestros días, pues al-
gunos hombres llenos de codicia y
dedicados constantemente á satisfa-
cerla, han servido de instrumento á
la maldad de Satanás, para impedir,
si les hubiera sido posible, á los hom-
bres de oriente y de occidente, que de
poco tiempo acá hemos conocido. Los
indios, según estos maestros de mal-
dad, deben ser tratados y mirados
como bestias, y reducidos á la escla-
vitud, ya porque viven sin fé, ya por-
que son incapaces de recibirla. Y
bajo este pretexto, que la experiencia
nos demuestra que es una insensata
calumnia, tratan á esos pobres indios
mas duramente que á las bestias de
carga, los encadenan, los apalean, los
ultrajan de todos modos y encuentran
un cruel placer en hacerlos padecer.
Y no pudiendo olvidarnos que somos
el Vicario de Jesucristo y que debemos
representarle en la tierra en el puesto
en que la divina misericordia nos ha
colocad O5 sin merecerlo por nuestra
parte, no omitiremos cuidado alguno
para hacer entrar en el redil del buen
pastor las ovejas de su rebaño».
«Los indios no son menos dignos de
nuestra atención, pues son hombres
como nosotros, y no solamente ins-
truyéndoles pueden recibir el don de
la fé, sino que sabemos que se con-
ducen, en su cristiana piedad, de un
modo digno de elogio. Afin de hacer-
2S0
Revista Ecokóníica
lo que se haga
está condcDado
y natural,
todos los
indios, y
Por
fieles
otras
la fe
de la
les la debida justicia y de quitar cuan-
to pueda servir de obstáculo á su con-
versión, declaramos, que los indios,
como todas las demás gentes, aunque
no hayan recibido el agua del bautis-
mo, deben gozar de la libertad natu-
ral y del dominio de sus bienes; que
ninguno tiene derecho para turbarles
ni inquietarles en la posesión de
cuanto han recibido de la liberal ma-
no de Dios, Señor y Padre de todos
los hombres, y todo
en sentido contrario
por la leyes divina
tanto exhortamos á
que tratan con los
gentes, á que los atraigan á
católica, unos con el ministerio
predicación, otros, con instrucciones
familiares, y todos con el ejemplo.»
III
Uno de los primeros desilusionados,
por la falta de las codiciadas riquezas
asiáticas, fué el rey don Fernando el
Católico, á punto de tener Cristóbal
Colón que darle alientos, recordándole
lo ingrato de los principios de las con-
quistas de los portugueses, y, á la par
de las impaciencias de la Metrópoli
tuvo este que luchar con el descon-
tento de sus hombres, viéndose obli-
gado á disponer, que los caciques les
entregasen los naturales que requi-
riese su servicio, y, á falta de otras
remesas, aprisionó y remitió indíge-
nas á España, para que, vendidos en
Sevilla, se pudiese, con su producto,
obtener los víveres y los animales do-
mésticos necesarios para los prime-
ros establecimientos. De una sola
vez fueron con este objeto remitidos
quinientos indígenas. Eran las exi-
gencias del bienestar y de las aspi-
raciones de los fuertes, la acción del
egoísmo, y nó el celo religioso, lo que
hacia inaugurar así el sistema de es-
clavitud y de opresión, «en las más
hermosas islas que jamás vieron los
ojos humanos.» (1)
Si bien faltaban los grandes teso-
ros y los vastos mercados descritos
por Marco Polo, la fertilidad de la
tierra se manifestaba maravillosa:
«el grano (2) sembrado en enero se
recogía maduro en marzo, y las hor-
talizas en quince días; en un mes
las sandias y melones.» Además de
los animales domésticos, cuyo procreo
prometía ser considerable, se llevaron
los olivos y las viñas, culturas prohi-
bidas poco más tarde en beneficio
de la metrópoli, y los cereales y la
caña de azúcar que, en aquel clima
tropical, adquirió desarrollo prodigio-
so. También se encontraban ricas
minas apenas explotadas.
Todos estos incentivos para el tra-
bajo lo fueron también para la escla-
vitud, que los descubridores empe-
zaban á imponer á los naturales, que
sabían y podían menos. El espíritu
piadoso representado por Isabel se
sublevó ante los lamentos de los in-
dígenas y proclamó su libertad, tratan-
do en vano de reprimir los abusos
de la fuerza, pero, fracasando en sus
propósitos, debido á los inconvenien-
tes de la distancia, tuvo, al fin, de ceder
ante los especiosos argumentos con
que se hacía aparecer esa iniquidad
identificada con el interés público y
la civilización, como aún en nuestros
días se trata de justificar las aberra-
ciones sociales que permiten á unos
pocos favorecidos enriquecerse á es-
pensas del trabajo y de la debilidad
de los mas.
Fueron de ahí, legalizadas las prime-
ras encomiendas, las que se hicieron
al principio en la forma de una pres-
tación mutua de servicios. Los indíge-
nas eran entregados á los comenda-
dores, que iban á disponer de ellos á
su arbitrio, á fin de que trabajasen por
su cuenta, de seis á ocho meses al año,
recibiendo un pequeño estiiDendio y la
instrucción religiosa.
Estas, como todas las disposiciones
que en beneficio de los indígenas dictó
el espíritu humanitario de las leyes
españolas, no fueron en la práctica res-
petadas, pasando aquellos á la depen-
dencia mas abfeoluta de sus improvisa-
dos amos.
Adam Smith, Mili, Bentham y demás
individualistas que esperan la perfec-
ción como resultado del libre juego de
los egoísmos individuales, creen que
(1) Palabras de Cristóbal Colon.
(2) César Cantú — Colón.
DEL Rio de la Plata
281
sus estreñios se neutralizan por la
acción de la simpatía que el propio
egoísmo despierta. El que ha estado
enfermo, dicen se compadece de los
demás enfermos. De ahí el desarrollo
de sentimientos humanitarios, como
consecuencia de la libre acción de la
lucha i^or la vida, pero los conquistado-
res, hombres que habían pasado toda
clase de penurias y, la mayor parte de
ellos, sufrido los rudos golpes de la des-
gracia, en vez de fibras simpáticas se
manifestaron animados. 'de la mas refi-
nada crueldad, como nos lo comprueba
el uso que hicieron del ilimitado pode-
lio que les cupo ejercer sobre las razas
sometidas.
Un testigo ocular, Fr. Bartolomé de
las Casas, denominado el apóstol de
los indios, traza, con animados colores
el cuadro de las primeras encomien-
das de indios. 1)
ftLas mujeres, dice, están dedicadas
al trabajo de la tierra; los hombres al
de las minas. Una multitud de indios
se ahorca. Conozco un español, cuyas
crueldades decidieron á mas de 200
indios á matarse. Un oficial del rey
recibió trescientos indios y al fin de
tres meses no le quedaban mas que
treinta. Se le dieron trescientos mas;
y los hizo morir, continuando así hasta
que murió y el diablo se lo llevó.»
((He visto con mis propios ojos, agre-
ga, á españoles, cortarles la nariz y las
orejas á hombres y á mujeres por puro
capricho, y protesto delante de Dios,
que no he exagerado la diez milésima
parte lo que se ha hecho y se hace aun.»
Las relaciones de los testigos ocu-
lares reflejan toda la ferocidad que
caracterizó á los dominadores. Uno,
Alonzo Sánchez, encontró á trecientas
mujeres cargadas de víveres que se los
ofrecieron, para él y para su gente;
aceptados los cuales, las mató, sin
exceptuar una. Cuando caían entre los
montes, (2) los españoles les rompían
los dientes con el pomo de la espada
exclamando los indios (cmatadme siqm
quiero morir.» Un fraile sacó á un niño
del fuego en que lo habían arrojado,
y un español que se le acercó lo volvió
á echar á la hoguera.
Provocada la guerra con tantas ín-
(1) Destrucción de los indios, por Las Casas.
(2) C. Cantú, tomo III, pág. 645.
humanidades los horrores ya no tuvie-
ron límite; la sugeción se trasformó en
exterminio, á punto que la Española
que diez años antes poseía mas de un
millón de habitantes, no tenía ya en
1507, mas que sesenta mil.
El problema de los brazos con que
aprovechar de las ricas tierras conquis-
tadas, reaparecía así de nuevo; se atra-
yeron de las islas inmediatas, con fala-
ces promesas unos setenta mil indios,
y agotado este recurso, se lanzaron
piratas (3) que durante dos siglos reco-
rrieron las costas para arrebatar des-
graciados indígenas, recurso que sin
embargo, resultaba insuficiente.
La rápida despoblación de las islas
conquistadas indujo la importación
del primer convoy de negros á Haití,
para atender con ellos las necesidades
de los trabajos agrícolas. El comercio
de negros ya estaba de antes iniciado
por los europeos. Los portugueses, des-
de 1444, principiaron á introducirlos
en su país, destinándolos para la com-
postura de caminos y otros trabajos
públicos. España sigaió su ejemplo, y
en Sevilla, en las islas Madera y en las
Canarias este tráfico era corriente si
bien se hacía en pequeña escala.
Según Zúñiga (4), (( en el siglo XV
desde Andalucía se hacía navegación
á Guinea, de donde se traían negros á
Sevilla. Eran bien tratados, dejában-
les sus bailes y costumbres, y los re-
yes les dieron juez conservador que
exclusivamente conocía de sus plei-
tos.»
El ensayo de esa primera importa-
ción á las Antillas, fué feliz, compro-
bándose que un negro resistía más el
trabajo que los indígenas americanos,
á punto de considerarse un hecho ave-
riguado que uno de ellos valía más
que cuatro indígenas.
Habiendo fracasado Fr. Bartolomé
de las Casas, en su empresa de inspi-
rar sentimientos piadosos á los con-
quistadores y hasta en su ensayo de
colonización humanitaria en Cumaná,
recomendó y sostuvo la conveniencia
de reemplazar á los indígenas en las
duras labores que se les exigía, por
individuos de la raza africana, más
aptos y resistentes.
(3) Pancroff, 1°, 184.
(4) Zúñiga, Historia de Sevilla, tomo II, lolio 7/.
282
Revista Económica
En 1511, el tribunal de cümercio de
Sevilla dispuso que fuese de 4.000 el
número de negros que cada año po-
dían pedirse para las islas de Santo
Domingo, Cuba y Jamaica.
De aquí data el comienzo de la trata
de negros en grande escala, que se
habría proseguido aunque fray Bar-
tolomé de las Casas no la hubiese
apoyado, como, contra la opinión de
los Papas, anteriormente la hacían
con Europa los portugueses y españoles
y antes de las Casas, se había aconseja-
do y emi)ezado á hacer con América.
Era el resultado lógico de un conjunto
de circunstancias: los elementos y ten-
dencias de la conquista; el exterminio
de los indios y la comprobación prácti-
ca de las ventajas que se obtenían
reemjilazándolos por la paciente raza
africana, ya entonces materia de tráfi-
co por los españoles.
(Continuará^
-ri$-
(lAKTAS ECONÓMICAS
ESCURSIÓN BANCARIA
II
(Señor director de. La Tribuna Popular de
Montevideo:
La prensa oficiosa, cuando empezó
á prepararla opinión en favor del plan
de hacienda, cuya base principal es el
despojo de las facultades esenciales
que al Estado corresponde ejercer en
los bancos privilegiados de emisión y
depósito, y con las que se pretende
obsequiar á una agrupación de espe-
culadores extranjeros, se citó como
precedente al Banco de higlaterra y,
en seguida á los de Francia, Austria
Hungría, Alemania, etc.
Con el falseamiento de la doctrina,
y la adulteración ó tergiversación de
los hechos, es siempre fácil justificar
las más peregrinas ocurrencias, y au-
torizar ante la opinión y los legisladores
no preparai los, proyectos como los que
hoy se discuten, tan contrarios á los
intereses públicos como á la ciencia
y á la experiencia universal.
El único banco privilegiado de emi-
sión sin ingerencia del Estado en su
administración, es el de Inglaterra;
pero ese ejemplo no debe ser tomado
sin beneficio de inventario, á fin de que
se pueda apreciar antes de adoptarlo, si
él se aviene á las condiciones de nues-
tro país, social y económicamente con-
siderado.
El análisis de su constitución y de
sus funciones; el estudio del medio
social y tradicional en que actúa; las
razones á que se debe en Inglaterra,
la existencia del hecho anormal del
funcionamiento de tan anómala insti-
titución, llevaría el convencimiento de
que su trasplante á nuestro centro
ñnanciero, sólo produciría decepciones
equivalentes á lasque siéntenlos Bom-
planes ini])rovisados, que se empeñan
en vano en aclimatar plantas exóticas;
el resultado sería idéntico en aquel
caso como en estos: en vez de proficuos
resultados y de opimos frutos y visto-
sas flores, sólo cosecharían amargos y
fatales desengaños.
El Banco de Inglaterra es una rue-
da central de los Bancos de Londres,
un cajero general de los capitales acti-
vos del comercio, y sus operaciones
son puramente locales. No absorbe ni
distrae el capital agrícola é industrial,
ni hace ninguna operación ó especula-
ción sobre cambios exteriores, como
no las hacen tampoco los otros esta-
blecimientos que en Londres tienen la
categoría de bancos; son los simples
Merchants los que realizan aquellas tran-
sacciones.
Es el cajero del gobierno, pero, en
cambio, la base de su fundación fué el
préstamo al gobierno de todo su capi-
tal. Éste asciende hoy á £ 14.558.000, y
la deuda directa del gobierno es de £
11.015.000: tiene el Banco además en
su Departamento de Emisión £ 5.434,
900 en títulos de deuda, con lo que
se forma un total de créditos contra
el gobierno de £ 16.4.50.000, lo que, como
se ve. importa á próximamente, £
2.000.000 mas que el capital del Banco.
Es ésta, pues, una singular base de
independencia del Estado.
Al dársele al Banco, por el Acta de
Sir Roberto Peel de 1844, el privilegio
de emisión, se dispuso que el míni-
mum de ésta quedase representada
por esos créditos del Estado, debien-
do los billetes que los excediesen, emi-
tirse contra su equivalente en metá-
lico, lo que deja el capital disponible
que se adquiere por el exceso de emi-
DEL Rio de la Plata
283
sión sobre el encaje, en manos del Es-
tado; organización que lejos de pro-
ducir al Banco utilidades por este con-
cepto lo grava con el costo de los bi-
lletes.
Este establecimiento influye podero-
samente por medio de alza ó baja del
interés sobre la provisión déla circu-
lación general, pero no tiene conve-
niencia directa en que ella traspase
los límites científicos y prudenciales;
por el contrario, como centro de los
capitales activos de los que, como he-
mos visto, tiene además de su capital
como dos millones de libras inmovi-
lizados con el gobierno, el Banco de
Inglaterra está vitalmente interesado
en prevenir cualquier trastorno mo-
netario.
Su administración, además, es emi-
nentemente nacional y conservadora.
En cambio, el Banco que entre nos-
otros trata de crearse, apenas entre-
gará como anticipo al gobierno un
diez por ciento del mínimum de la cir-
culación; tendrá en su poder casi todo
el capital disponible del país; será ar-
bitro de los valores bursátiles; gober-
nará los cambios internacionales y el
numerario del país, sin que se ponga
en juego ni la existencia del estable-
cimiento, como sucede con el Banco
de Inglaterra, siempre que no se
atienda debidamente al aprovisiona-
miento regular de la circulación; por
el contrario, sus mayores beneficios,
según las bases del proyecto, podrían
en algunos casos, obtenerlos, precisa-
mente en situaciones y con hechos
opuestos al bienestar del país.
No hay, pues, identificación y comu-
nidad indispensables de intereses, en
el funcionamiento práctico de la ins-
titución que se proyecta, entre el país
y el nuevo Banco, lo que bastaría por
sí solo para que la opinión, una vez
apercibida, lo repudiase, como sin
duda lo repudiará.
Todas estas prerrogativas irían á
manos de una compañía de origen y
tendencias extranjeras, cuyas accio-
nes no estarían de seguro en manos,
como las que tradicionalmente vienen
dando cierto carácter de seriedad y de
estabilidad á la gran institución'^ in-
glesa.
*
* *
Establecidas ligeramente estas di-
ferencias generales, cualquiera de las
cuales hubiera bastado para que en
Inglaterra no se conservase el sis-
tema un sólo día, veamos cómo
aprecia el eminente economista in-
glés W. Bagehot, en su notable obra
«Lombard Street ó el mercado finan-
ciero en Inglaterra», el mecanismo de
esa institución, fundada en 1694 y que
sólo se conserva con sus primitivas
bases debido á la fuerza de la tradi-
ción, tan poderosa en el pueblo inglés.
La condición de depositario forzoso
del gobierno del importe de sus rentas,
coloca, según esa primera autoridad
en la materia, á la administración na-
cional y al crédito público en manos
del Banco, de cuya solvencia viene á
depender la continuación ó interrup-
ción de los pagos de todos los com-
promisos públicos, entre los cuales el
servicio de las deudas consolidadas;
encontrándose Inglaterra en las gran-
des crisis, en riesgo de ver comprome-
tido el fiel cumplimiento de las obli-
gaciones de su Hacienda, de donde re-
sulta que está obligada á ayudar al
Banco y á autorizar el curso forzoso
cuando esto resulta indispensable.
Como grande y principal depositante
debería tener de parte del estableci-
miento garantías especiales para un
exacto cumplimiento, no bastando
sólo para compensar los perjuicios la
garantía del crédito del gobierno que
lo resguardaría de pérdidas en el ca-
pital, pero no de las que se derivarían
de la falta de recursos afectados á los
servicios públicos.
El eminente tratadista, cuyo estudio
aprovechamos, no obstante ser indi-
vidualista, cree que el Ministro de Ha-
cienda, que está obligado á ayudar al
Banco y á velar por él, debe tener la
autoridad necesaria para obligarlo á
armonizar su marcha con la expresión
de las tendencias del país.
En apoyo de esto, observa: «I», Que
ese Banco, creado con ayuda del Es-
tado, es más que un sistema natural, y
que está expuesto á tener necesidad
de esa ayuda; 2". Que como reserva
única, reduce el dinero contante dispo-
nible del mercado financiero á una
suma menor que cualquier otro siste-
ma y hace, por consiguiente, muy de-
licado ese mercado. La acumulación
del efectivo destinado á hacer frente
284
Revista Económica
á los compromisos siendo poco consi-
derable, todo error en la administra-
ción de esta reserva, produce las más
graves consecuencias; 3°. Que la re-
serva única, por la necesidad misma
de su naturaleza, está colocada en las
manos de un consejo único de admi-
nistración, quedando, pues, todo el
país á merced de ese consejo y no pu-
diendo, como en la mayor parte de las
ramas del comercio, conseguir un tér-
mino medio entre la sabiduría y la
locura: la prudencia y la imprudencia
de un gran número de concurrentes.»
« En fin, agrega, que por hallarse colocado
« este consejo de administración^ como todos
« los otros consejos análogos^ enfreíite de acdo-
« nistas. é^tos le exigen que les jyroporcionen
« buenos dividendos y, por el hecho, que solo
« conserven una reserva insignificante, cuando
« el interés 'público exige, por el contrario, ini-
« periosametite que esa reserva sea lo más con-
« siderable.»
Estos cuatro inconvenientes, dice,
son inherentes á nuestro sistema.
Estudiando la forma del gobierno del
Banco de Inglaterra, el citado autor
dice, que « esta constitución es tanto
« más insuficiente y las consecuencias
« que trae tanto más terribles, cuanto
« que las funciones que debe llenar son
« más importantes. El gobierno del
« Banco de Inglaterra es tal, agrega,
que se burlarán todos de aquel á quien se le
ocurra jrroponerlo como modelo para un banco
nuevo, y si se propusiese seria conside-
rándolo en todas partes como una cosa
muy curiosa vista su antigüedad.
W. Bagehot no sospecharía sin duda
que un grupo de sus compatriotas ven-
dría á presentarnos, de acuerdo con
nuestro ministro de hacienda, ese fósil
de modelo para una institución como la
aquí proyectada, que viene á tener
una esfera todavía más vasta en las
funciones sociales que las que desem-
peña el Banco de Inglaterra.
« No se debe, dice, vacilar en modifi-
« car su constitución. Las estatutos que
« lo rigen han sido elaborados en una
« época que ha desaparecido hoy; res-
« penden, por otra parte, á preocupa-
« clones diferentes de las que existen
« actualmente.»
Después de explicar el cambio ope-
rado agrega, « así pues, cuando se
« quiere utilizar una cosa vieja para
« un uso nuevo, el simple buen sentido
« debe inducir á investigar si esa cosa
« vieja conviene á ese uso nuevo. Se
« puede poner vino nuevo en odres vie-
« jos, pero con la condición de que se
« examine antes con cuidado el estado
« del envase y que se adopte cuidado-
« sámente su estructura á su nuevo
« empleo.»
Vamos ahora á Francia, y empece-
mos por ahí, á investigar la organiza-
ción de los bancos modernos privile-
giados.
Napoleón I, cuyo genio en las cues-
tiones sociales no era inferior al que
manifestaba en las luchas armadas,
como lo comprueban sus oportunas ob-
servaciones en la discusión del código
civil, y en las cuestiones generales de
administración que trató, fué el verda-
dero inspirador de la carta orgánica
del Banco de Francia. «El banco — decía
en el consejo de Estado que se ocu-
paba del estudio del proyecto — no per-
« fenece solo á los accionistas, pertene-
ce ce también al Estado, puesto que éste
« le dá el privilegio de hacer moneda,
« (emitir billetes)... nada sería más fu-
« nesto que considerar á los accionis-
« tas como propietarios exclusivos del
« Banco, cuyos intereses están en fre-
« cuente oposición con el del estable-
« cimiento; quiero que el Banco esté
« bastante en las manos del gobierno
« y no lo esté demasiado... La parte del
« gobierno en el proyecto es lo que
(( debe ser: no hay iniciativa en el des-
ee cuento, pero hay el derecho de cen-
« sura y el de oposición.»
De acuerdo con este criterio, el go-
bernador y los dos subgobernadores á
quienes corresponde la dirección de
los negocios del Banco, son nombra-
dos por el jefe del Estado. Ese gober-
nador vive en el mismo Banco y tiene
ásu cargo, además, la administración
interior y la ejecución de las resolucio-
nes del consejo, cuya presidencia se le
reservó. Ese consejo se compone del
gobernador, de quince regentes, de los
dos subgobernadores y de tres censo-
res, éstos sin voz deliberativa.
Los regentes y censores son nom-
brados por los accionistas, pero entre
los primeros deben designarse siempre
tres que sean colectores de rentas, fun-
cionarios dependientes del Ministerio
DEL Rio de la Plata
28:
de Hacienda. Los regentes accionistas
son designados entre los manufacture-
ros, fabricantes y comerciantes del
país.
Lo más característico de este siste-
mas, que es el sistema general mo-
derno, no es sólo el hecho de la inter-
vención del Estado, no para graduar
el crédito de los particulares, smo para
tutelar los intereses sociales sino la
forma práctica de esa intervención;
en efecto, el Gobierno se reservó la
parte ejecutiva del Banco, como medio
eficaz de ejercer aquella tutela.
El sistema tiene hoy 85 años de
práctica, y la Francia tan innovadora,
tan progresista, tan celosa de los de-
rechos individuales como amiga de
novedades, ha pretendido muchas
modificaciones en la carta orgánica
de su banco, pero nunca se le ha ocu-
rrido eliminar ó limitar la interven-
ción que, fundada en los privilegios
que otorgó, tiene en él el Estado.
Recientemente se ha prorogado hasta
1920 la ley orgánica del Banco de
Francia, sin ixiodificar en lo más mí-
nimo aquella forma eficiente de la
intervención del Estado.
8i de Francia pasamos á Alemania,
cuyo Banco hnperial está formado con
capitales en su totalidad particulares,
nos encontramos con el máximo de
la intervención del Estado.
La ley de su creación define su ca-
rácter en los siguientes términos: —
« Bajo la denominación de Banco de]
« Lnperio (Reischsbank) se crea un
«Banco colocado bajo la inspección
« y dirección del Imperio: él posee
« la calidad de persona jurídica, y su
« misión es reglar la circulación mo-
« nefaria en todo el territorio del hn-
« perio, facilitar la compensación de
« los pagos, (Zahlungsausgleichungen,
« clearingj y hacer productivos los
ft capitales disponibles.»
La dirección del Banco está con-
fiada á un comité superior, com-
puesto del Canciller, asesorado por
un Consejo técnico y cuatro miem-
bros nombrados, uno por el Empera-
dor y tres por el Consejo Federal.
La dirección inmediata está compues-
ta de miembros vitalicios nombrados
por el gobierno á propuesta del Consejo
Federal, que en todo debe conformarse
á las instrucciones del Canciller del
Imperio. Todos los empleados del Ban-
co están asimilados por sus derechos y
obligaciones á los empleados públi-
cos.
Los accionistas no tienen más de-
recho que nombrar un comité de
quince naiembros cuyas funciones se
reducen á la verificación de los ba-
lances, á intervenir en la fijación de
los sueldos, en los nombramientos
para llenar los lugares vacantes en
el directorio con excepción del presi-
dente y previa deliberación del Con-
sejo Federal, en la determinación del
máximo de fondos á emplearse en
anticipos, en la fijación del tipo de
intereses y en las resoluciones rela-
tivas á las convenciones que se esta-
blezcan con los otros Bancos.
Aún para ejercer tan limitadas
funciones, se exige que todos los
miembros del Consejo estén domici-
liados en el Imperio, y nueve, por lo
menos, deben residir en Berlín.
Lejos de encontrar dificultades prác-
ticas en Alemania, en los quince años
que rige este sistema, hemos visto
que ahora, recientemente, con la caí-
da de algunos Bancos particulares, la
opinión en vez de manifestarse con-
traria á la intervención del Estado,
ha pedido que se haga extensiva á
todas las instituciones de ese género.
*
* *
Pasando á Austria-Hungría, nos
encontrarnos que con su banco pri-
vilegiado tiene, como el Banco de
Francia, un gobernador y dos vice-
gobernadores nombrados por el jefe
fiel Estado; que el gobierno de Aus-
tria y el húngaro nombran cada uno
un comisario que tiene derecho de
veto con fuerza suspensiva sobre
ias resoluciones del directorio y de
la asamblea general, debiendo resol-
verse las dudas respecto á las prime-
ras, por el Ministerio de Hacienda, y
respecto á las segundas, por un tri-
bunal especial.
Además de esto, los doce conse-
jeros que nombran los accionistas
deben ser sometidos á la confir-
mación del Emperador y prestar jura-
mento ante los ministros de Hacien-
da de Austria y de Hungría. Todos
286
Revista Económica
estos directores deben ser de nacio-
nalidad austro-húngara.
¿Se me citará, el ejemplo de Bélgi-
ca? Él no contradice, por cierto, lo
que acabo d analizar.
En efecto, el Banco Nacional Belga
tiene un gobernador, un vice-gober-
nador y un comisario real nombra-
dos por el Gobierno, además de cinco
directores y de un Consejo de censo-
res compuesto de un presidente y
de seis miembros nombrados jDor los
accionistas.
El gobernador vive en el Banco y
es el jefe del establecimiento; tiene,
entre oti'as facultades, la de suspen-
der y denunciar al gobierno toda reso-
lución contraria á las leyes, á los
estatutos ó al interés del Estado, suspen-
sión que se hace efectiva siempre
que la denuncia se presente dentro
de los quince días.
El Banco Nacional del reino de
Italia, sin privilegio exclusivo, tiene,
sin embargo, un presidente y un vice-
presidente nombrados poi' el rey, y
el Banco de Holanda, un presidente,
un secretario y un comisario de nom-
bramiento real. El Banco de España
es regido también por un goberna-
dor y dos vice gobernadores nom-
brados por el gobierno. El Banco
00 Nacional de Rumania, de reciente
creación, tiene además del goberna-
dor designado por el Estado, dos de
los seis directores de que se com-
pone su administración nombrados
por el gobierno, así como tres de sus
siete censores, y el Banco de Rusia,
como Banco de Estado, es completa-
mente administrado por este.
La intervención del gobierno en
los bancos privilegiados,' es, pues, la
regla general en todas las institucio-
nes de este carácter, que han sido
creadas en el presente siglo, dándo-
seles, ya sea la acción exclusiva, ya
la predominante, como medio de
hacer efectivos los derechos sociales,
y ésto, que está de acuerdo con los
preceptos de la ciencia, se recomien-
d a por la práctica y la opinión públi-
ca en las naciones más adelantadas,
que consideran, con razón, que la
intervención directa y efectiva del
Estado en los grandes Bancos funda-
'los por compañías anónimas es un
elemento de mayor crédito y de esta-
bilidad general.
Desde el momento en que el interés
social es la base justificativa de esa
intervención, ésta tiene que ser tanto
mayor cuanto sean más extensos é
importantes los intereses sociales que
con esas instituciones se vinculen.
Se hacen valer entre nosotros dos
argumentos contra esa intervención
del Estado, que son un aumento de in-
fluencia del P. E., contrario al régi-
men democrático, y los quebrantos que
resultan de los préstamos de favor que
se atribuyen á la acción oficial.
La pretensión de cercenar al Poder
Ejecutivo atribuciones que les son pro-
pias por la naturaleza de sus funcio-
nes, puede conducir á la negación de
sus fines en su alta y tutelar función.
El ejército puede ser, en manos del
gol)ierno, un medio más absorbente y
dicí:dorial que un banco, sin ¡^ue por
esto pueda nadie pretender que deje
de estar bajo la dei)endencia del P. E.,
como corresponde ¡pie esté, y no puede
dejar de estarlo dados los fines y exi-
gencias sociales.
Admitida la i nüuencía política que
puede ejercer un Banco es preferible,
consultando los intereses de la comu-
nidad y la verdad de las intituciones
de un país, que él dependa de los po-
deres públicos y no de agrupaciones
ó gremios particulares, cuyos intere-
ses son, por lo común, antagónicos
con las aspiraciones generales; hay,
además, que evitar que el Banco obe-
dezca á influencias de gremios ó agru-
paciones extranjeras.
En cuanto á la acción corruptora del
gobierno en los Bancos, esta es una
cuestión que debemos tratarla bajo el
doble punto de vista teórico y práctico.
El favoritismo político que puede en-
carnarse en los directores nombrados
por el Estado, y el doble favoritismo
político y agiotista que puede personi-
ficarse en directores designados por la
influencia bursátil y por camarillas
mercantiles, son Syllas y Caribdis, de
las que hay que huir igualmente; no
basta, por lo tanto, repudiar la acción
DEL Rio de la Plata
28^
oficial, pues, en la orilla opuesía, hay
también, y seguramente con más fre-
cuencia, iDeligros y catástrofes.
Si los capitalistas particulares y ex-
tranjeros quieren precaverse contra el
peligro de las iníluencias oficiales, es
justo que el Estado trate también de
resguardar los intereses sociales con-
traías influencias de sindicatos extran-
jeros, de camarillas políticas ó de
agrupaciones que viven del agio y para
el agio.
En toda institución pueden come-
terse abusos, dependiendo su mayor
(I menor probabilidad del acierto con
L[ue se proceda en la elección de los
miembros llamados á dirigirla, y,
como hemos visto, no puede presupo-
nerse que las elecciones realizadas por
los accionistas, presenten mayores ga-
rantías de honorabilidad que las que
se realicen por el Poder Público, me-
diante la formalidad que se exige para
proveer el personal de la Administra-
ción Superior de Justicia, en cuyas
manos entrega la sociedad la fortuna,
la vida y la honra de todos los habi-
tantes del país.
Si el Poder Legislativo, participando
de la idea capital de los proyectos, ad-
mitiese el punto de partida depresivo
mediante el cual los señores Mallmann
Cia. y sus representantes del extran-
jero quieren excluir toda intervención
real del Estado en el Banco como abu-
siva y desmoralizadora; si se les de-
clara incapaces á los Poderes Públicos
(le elegir directores dignos de figurar al
lado de los que designen anónimas
personalidades extranjeras, — no po-
drá admitir el Poder Legisl tivo que
tan depresivo estado sea un hecho
normal y propio de nuestra naciona-
lidad, sino, cuando más, — de cuya idea
tampoco participo, — que él constituye
una situación patológica político-so-
cial necesariamente pasajera y que
tendría seguramente remedio en bre-
ve, brevísimo plazo, porque si así no
fuera, si en el camino en que vamos se
vé tan lejana nuestra rehabilitación
moral que renunciemos á ella, le eoeur
kgrr, por nada menos que 30 años, se-
ria el caso de promover en el país,
por los medios que se impusieran, un
sacudimiento fundamental; sería lle-
gado el caso de que los hombres que
nos gobiernan fueran los primeros en
iniciar la saludable é imprescindible
reacción para evitar que la opinión,
parodiando á Gambeíta, los colocase
en la disynníiva de se soumettre ou se
demeUre.
Se yerra el camino por los que entre
nosotros abrigan temores sobre nues-
tra pronta rehabilitación; el pánico de
los que hoy por hoy gobiernan al país,
los lleva á admitir y aún á aconsejar
la mutilación, con carácter permanen-
te, de las funciones que el interés pú-
blico exige que se desempeñen por el
Estado, cuando debía consagrarse á
atacar el mal pnr su raíz, trafando de
que el gobierno oriental sea lo que
clebe ser.
El expediente de las mutilaciones y
de las abdicaciones tendría que llevar-
nos muy lejos. Un poco de reflexión y
se despertarán las fecundas fibras del
patriotismo. Un poco de reflexión y
nos convenceremos de que la dignidad
nacional y los intereses materiales de
nuestro país, están de acuerdo para
rechazar la monstruosidad del plan
con que se ha pretendido sorprender
la buena fe de los orientales.
He llevado como se ha visto mi argu-
mentación hasta considerar los dos es-
treñios de la supresión total de la
acción del gobierno en el Banco, y la
absorción por éste de toda dirección,
pero, lo que he tratado de patrocinar
es un término medio entre los dos
sistemas; para la defensa de los intere-
ses sociales no es necesaria la exclu-
sión total de directores nombrados por
los accionistas ni la limitación de las
facultades especiales que legítimamen-
te puedan coi'responderles. íja inter-
vención del Estado en el Ikmco no
tiene por objeto más que resguardar
los intereses generales.
Las bases presentadas al poder legis-
lativo, no corresponden ni á uno ni á
otro de los sistemas viables y raciona-
les de legislación bancaria, como es-
pero demostrar en las otras partes de
este contra-informe.
Con este motivo me repito del señor
director S. S.
Domingo Lamas.
288
Revista Económica
LA PRÓROGA PARLAMENTARIA
LA DOCTRINA DE LA CONSTITUCIÓN
Sumario : Preliminares — Prurito del constitucionalis-
mo— Elementos del derecho constitucional —
La incongruencia nacional y la lógica nor-
teamericana— El plato de lentejas de Esaú —
Sarmiento constitucionalista — Independen-
cia de los Poderes de gobierno — Los Pode-
res públicos no pueden reciprocamente obs-
truirse—Leyes «necesarias» — Palabras del
juez Story — El presupuesto es una ley «nece-
saria»? — Poderes implícitos del Congreso
según el inciso 21 del art. 67 de la constitu-
ción—Ahi está la facultad de la próroga —
Juicio de Story y de Mashal— Los preceden-
tes argentinos — Explicación de las fechas
constitucionales — Propósito de los hombres
del 53 — Conclusión.
Lo que ha podido ser evidenciado
en esta cuestión es, sin duda, la exis-
tencia en nuestra ley superior de mu-
clios puntos de capital importancia,
cuya interpretación acertada puede
sorprender fácilmente á nuestros
preparados.
Desde la sesión del viernes último,
hasta el presente — en que el distin-
guido director de la Revista solicita
de mí un artículo sobre tan intere-
sante tema — la idea ha hecho cami-
no, abriéndose brecha por fuerza de
pura verdad, hasta el extremo de que
muchos de aquellos que en un prin-
cipio la resistieron ó laacojieron con
serias vacilaciones, hoy la abrazan
y la defienden con calor, robustecién-
dola con reflexiones de carácter doc-
trinario y comprobándola con las en-
señanzas de otras legislaciones más
claras y más explicada's que la nuestra.
Parece que en la prensa misma ha
tenido la interpretación que yo asigno
á los artículos pertinentes, simpática
resonancia y, aun cuando no sé que
autoridad eií la materia tienen algu-
nos de los defensores, presumo que
han de haber dedicado al asunto la
amplia y prolija consideración que
merece.
Digo esto, porque hay órganos de
publicidad que á fuerza de escribir
sobre todo concluyen por inspirar des-
confianza. He leído algo muy bien
meditado en uno de los órganos ves-
pertinos—defensor de la idea desde
la primera hora—y me complazco en
reconocer que ello importará un be-
neficio positivo en pro de la compren-
sión de nuestras instituciones, tan
maltratadas unas veces, y otras tan
deplorablemente comprendidas.
Hay, sin duda en esta tierra de in-
teligentes á montón, un prurito más
que otro alguno perceptible — y es el
prurito del derecho constitucional.
Todo el mundo está realmente per-
suadido que la ciencia política es pa-
trimonio común y, por ello mismo, se
observa que todos se creen aptos para
las tareas del gobierno, comprobán-
dose en la oportunidad esperiinental
su insuficiencia hasta para las cosas
propias del gobierno de familia.
Esto es una verdad harto demos-
trado ya: hay gente que ha desgober-
nado su propia casa y sin ernbargo
aspira, pretende ó acepta el gobierno
de los pueblos.
La ciencia constitucional pues, sirve
en esta tierra de túnica salvadora
para el reparto público,siendo tan vul-
gar que entre las ramas del derechoj
ninguna más difícil, ixiás compleja y
más amplia que la rama política.
Aquí más que en cualquier otra
ocasión habría|que repetirlos versícu-
los: multa tulit fectíquepuer sudavit et alsit —
hizo mucho, sobrellevó mucho, sudó y
trabajó inucho el muchacho para lle-
gar á la cunribre.
Pienso que es inoficiosa toda de-
mostración; pero ha de serme permi-
tido recordar los elementos indispen-
sables con que se hacen compren-
sivos y accesibles los principios de
esta ciencia. Bastará su simple enun-
ciación.
Si es verdad que todo derecho surge
de un hecho, aquí el axioma es de
mayor exactitud si se me permite. El
derecho político es inseparable del
acontecimiento de igual orden y, por
eso, es un absurdo de los más visi-
bles, pretender conocerlo sin penetrar
las profundidades de la historia na-
cional en sus períodos prehistóricos,
diremos, iniciales, caóticos, de transi-
ción y» contemporáneos.
Nosotros quisiiTios hacer constitu-
ción ajena en vez de modelarla sobre
nosotros mismos y de ahí que este-
mos pagando necesario tributo á la
exejesis norteamericana y viviendo de
las enseñanzas de sus leyes, de sus
libros y de sus fallos judiciarios. Nues-
tra Constitución desvinculada de la
Constitución de los Estados del Norte,
DEL Rio de la Plata
2m
no puede ser concebida y por tanto
estudiada. Por eso tenemos que lan-
zarnos á la investigación histórica de
otro pueblo; tenenios que penetrar la
vida institucional y política de otra
colectividad, sorprenderla en su cuna,
seguirla en sus trascendentales evo-
luciones, analizarla en sus acciden-
tes, en sus crisis, en sus progresos y
solo así, después de tan interesante
conio ímproba labor, podremos espa-
ciar la vista con algún provecho so-
bre el campo de nuestro derecho pro-
pio.
Pero el yankee, lójico con sus ante-
cedentes— lo que no hicimos nosotros —
labró su organización con sus ele-
mentos propios. No olvidó un solo
momento de su vida la ley fisioló-
gica de su herencia. Por una bella
Constitución — es decir, por un plato
de lentejas — no había de caminar su
nacionalidad, su pasado, sus glorias y
toda la fecunda esperiencia del orga-
nismo al que estuvo alguna vez li-
gado por el cordón del coloniaje.
Inglés se quedó aquel pueblo; inglés
cuando desembarcaron en el nuevo
continente; inglés, cuando echaron las
bases de los primeros núcleos; inglés,
cuando fundaron las colonias; inglés,
cuando se dieron los gobiernos ini-
ciales de las Cartas; y en la causa de
su revolución, muy inglés por cierto;
más inglés todavía en el pacto primi-
tivo de unión perpetua; é inglés siem-
pre, desde el 88 del siglo pasado hasta
sus últimas leyes electorales y sus re-
cientes campañas económicas y sus
luchas de actualidad por el gobierno.
Por eso es menester resignarse to-
davía mas. El estudio del Derecho
Constitucional patrio tiene que ser he-
cho en otra etapa, larga y difícil. Al
trayecto conocido, es forzoso agregarle
mucho l)ritánico sin lo cual se haría
incomprensible no solo el organismo
gubernativo á que dio margen en el
Norte, sino también nuestro propio
mecanismo gubernamental.
Esto que dejo tan brevemente es-
puesto, bastaría para acreditar las di-
ficultades de la especialidad, si no hu-
bieran otros accesorios mas ó menos
importantes é indispensables que siem-
pre conviene consultar y penetrar para
verificar el estudio metódico de nues-
.tro gobierno.
Otros Estados, entre entre los cuales
la Francia, suministraron también al-
gunos materiales á los hombres del 53
Y, es sabido que el autor de las Bases
no solo inspiró sus doctrinas en el ré-
gimen federal creado y organizado por
los del Norte, sino en los debates y
preceptos franceses de donde Chile ya
había adoptado algunas de sus insti-
tuciones.
Deseo ser breve y por eso aquí clau-
suro estos preliminares indispensables
para preguntar si no es prudente la
reserva en este género de cuestiones
tan serias. ¿Cómo sería posible no
protestar contra los innovadores á la
violeta, los tanteadores de ocasión, los
que teorizan á propósito de cualquier
precepto aislado ó los que todo lo su-
bordinan al interés fugaz de la política
militante?
De ese modo no se puede hacer exé-
gesis constitucional ni labrar las sanas
enseñanzas que conviene entregar á
los hombres de gobierno y á las gene-
raciones gobernantes del futuro.
Ahí está, verbigracia, el ejemplo de
Sarmiento. Sus trabajos de esta ín-
dole comprueban bien concluyente-
mente cómo las necesidades de la po-
lítica de los partidos estravían el cri-
terio y arrastran al mas peligroso
absurdo.
Sarmiento en el cargo público, de-
sastraba la mejor doctrina; Sarmiento,
simple ciudadano colaboraba eficien-
temente en la obra de interpretación
constitucional provechosa. Goberna-
dor, sostiene la iniquidad de que los
Ejecutivos de provincia tienen faculta-
des propias para decretar estados de
sitio en sus respectivas localidades;
ministro de la República en el estran-
jero, aconseja al de Hacienda — y lo
aconseja sin escrúpulos,— «la violación
de la constitución» á propósito del es-
tablecimiento de los derechos de es-
portación; presidente, se revela contra
el texto terminante del artículo sexto
de la ley superior y envía interven-
ciones á las Provincias, con motivo de
conflictos que la constitución ha que-
rido dejar resolver dentro del meca-
nismo doméstico de cada una de ellas.
Bueno, y Sarmiento era sin duda
una autoridad. Pero ahora, se ha he-
cho mas peligroso el prurito que me
ocupa, porque abstracción hecha de
290
Revista Económica
un grupo escasísimo de preparados,
Presidentes, Congresos y dulcamaras
de oficio, embisten sin reparo á la
Constitución, con interpretaciones sin-
gularísimas y prácticas que se hacen
corruptelas y llegan como en el caso
de la próroga hasta primar sobre el
espíritu de la ley, produciendo el des-
quicio consiguiente.
Yo voy á conversar ahora con los
bien dispuestos; con los que observan
y estudian; con los que han logrado
formarse criterio Constitucional; con
los que piensan y labran doctrina
erijiéndola sobre un bagaje mas ó
menos suficiente, desechando á los
que tanto pululan, del sistema de omni
re scihili porque con ellos es imposible
lograr nada provechoso.
Vamos al tema.
* *
Nuestra Constitución estableció cla-
ramente la independencia de sus tres
Poderes de gobierno; señaló en el ar-
tículo 67 todo lo que era de las Cáma-
ras; en el 86, lo que incumbía al Eje-
cutivo y en el 100 lo del resorte de la
justicia federal. De suerte que ningu-
no de ellos puede obstruir á los otros
en el cumplimiento de su misión gu-
bernativa, ni aún en los casos en que
nuestra carta política señaló para cada
poder facultades que no eran de su
propia índole.
Cuando el Ejecutivo se hace legisla-
tivo en razón de las prescripciones que
lo habilitan legalmente para colaborar
en las tareas del Congreso; cuando el
lejislativo se hace ejecutivo, en virtud
de disposiciones análogas ó se hace
judicial en sus asuntos de privilegio ó
de juicio político; cuando el judicial
se torna lejislativo por sus facultades
de declaración de inconstitucionali-
dad, no hay el menor entorpecimiento
de funciones y cada uno obra siempre
dentro de su órbita propia sin impedir
el movimiento de los poderes comple-
mentarios.
Así el Congreso no puede obligar á
un juez á que no falle; ni la Corte Su-
prema al Congreso á que no lejisle.
Por lo mismo el Ejecutivo no puede
según doctrina fácil y texto expreso,
abrogarse facultades "judiciales, salvo
la de perdonar, ó facultades lejislati-
vas obstruyendo la tarea del legisla-
dor.
Lo contrario sería la irregularidad y
el desorden y es precisamente esto lo
que acaba de ocurrir con la clausura
de las Cámaras antes de que ellas
hubiesen dado cumplimiento á sus de-
beres inehidibles y propios de orden cons-
titucional.
La actitud del Ejecutivo importa, en
este caso, una intervención indirecta
en la órbita del otro poder y, es fácil
alcanzar que aceptado semejante sis-
tema, las facultades de aquel serian
monstruosas, desde que tendría en su
mano el medio sencillo de prohibir
al Congreso el dictado de leyes nece-
sarias.
Pero no, la Constitución facilita á
las Cámaras los recursos que en tal
caso deben ser opuestos al abuso y así
si el Ejecutivo no quisiere — por cual-
quier razón ó capricho — hacer la aper-
tura anual del Congreso, no es cierto
que las Cámaras no podrían reunirse
como parecería desprenderse de la le-
tra inerte, antes bien, conscientes de
su deber y de su rol propio en el me-
canismo de gobierno, estarían facul-
tadas para hacer por sí mismas la
apertura, organizándose y emprendien-
do su labor legal.
Ello se deriva sin esfuerzo del prin-
cipio general que consigno: los Pode-
res j)úblicos no pueden impedirse re-
cíprocamente.
Y cómo entonces, siendo visiblemen-
te ese el espíritu de la ley superior,
podríamos aceptar el temperamento
de peligrosa resignación adoptado
irreflexivamente por el Congreso Ar-
gentino? Cómo sería posible tolerar
semejante abuso que trastornaría todo
un orden político sabiamente preesta-
blecido?
De este punto de vista, pues, la auto-
ridad de la Cámara es evidente, como
lo son sus facultades de próroga á los
efectos de terminar sus tareas necesa-
rias.
He dicho necesarias, porque los
constitucionalistas dividen con razón
los actos legislativos en dos grandes
grupos: los facultativos y los necesa-
rios.
Asi dice con toda su autoridad Sto-
DEL Rio de l\ Plata
291
i'y: « todas las veces que se trate de
«decidir si un poder es constitucio-
« nal, la primera cosa que debe exa-
« minarse es saber si el poder es
(( espreso. En caso atirmativo, la cues-
.( tión esta resuelta. Pero si el poder
K no está espresamente acordado por
« la Constitución, se debe investigar si
« es la consecuencia de un poder es-
« preso, si es necesario y conveniente á su
« ejecución. En caso afirmativo, el
(( Congreso puede ejercerlo. »
Entonces, es fácil ver cómo el Con-
greso no podria prorogar sus sesiones
indefinidamente incluyendo enlapró-
roga asuntos de carácter facultativo.
Si estos no son rigurosamente indis-
pensables como resortes de adminis-
tración, deben ser aplazados hasta
el período ordinario próximo. Pero si
revisten el carácter opuesto, si son
leyes estrictas é ineludiblemente in-
dispensables en el rodage administra-
tivo y político, el Congreso no puede
disolverse ni ser disuelto antes de
íinalizar como es debido sus tareas
esclusivamente propias.
De suerte que, si se tratara por
ejemplo de un caso de guerra inter-
nacional en los días anteriores al 30
de setiembre, el poder legislativo po-
dría prorogarse para los efectos consti-
cionales si al ejecutivo se le ocurriera
no hacer caso de la facultad contenida
en el inciso 21 del art. 67.
¿Tiene la ley de presupuesto y de
impuestos este carácter? ¿El gasto y el
recurso son necesidades imprescitidibles?
No prolonguemos este artículo con
esplicaciones inoficiosas, pero conclu-
yamos que también de este otro punto
de vista, la próroga de las sesiones es
una facultad legislativa que nadie
podría sin ignorancia ó sin mala fé,
controvertir.
La Constitución argentina, á imita-
ción de la norte americana, preceptuó
precisamente en una de las atribucio-
nes del Congreso esto que no por ser
raras veces citado, ha perdido su vali-
dez: « El Congreso hará todas las le-
« yes y reglamentos que sean conve-
« nientes para poner en ejercicio los
«poderes antecedentes y todos los
« otros concedidos por la presente
« Constitución. »
No sabemos porque los hombres del
53 — ellos no lo dicen — suprimieron del
artículo la palabra necesarios tal cual se
halla en la Constitución del norte. Ello
aclaraba y vigorizaba mas el pensa-
miento de la ley.
Sin embargo no ha quedado del todo
enigmático y lo que el inciso pretrans-
crito dispone es que al Congreso que-
dan reservados poderes implícitos ije
legislación sobre asuntos de carácter
necesario ó conveniente para las tareas gu-
bernativas.
Pues bien, si ese poder es el único
que tiene atribuciones para legislar
sobre presupuesto y fijarlas contribu-
ciones con que se levanta renta — según
la espresión americana; — si es cierto
que, como ya queda evidenciado, di-
chas leyes son indispensables, ¿cómo
no había de disponer de facultades pa-
ra dictar la ley «necesaria y conve-
niente» de la próroga á los efectos de
cumplir con un deber imprescindi-
ble?
¿Por qué? Porque como el juez citado
lo dice y lo repiten Marshall y otros:
« los poderes acordados por la Consti-
« tución encierran implícitamente los
« medios ordinarios de ejecución: de
« otro modo la Constitución seria letra
« muerta. » ( Cap. XXVI, pág. 127).
Así lo manifesté yo en mis palabras
de la Cámara, pero probablemente no
era ese día el momento oportuno para
dejar bien radicada en el ánimo de los
diputados una doctrina tan natural
como sana y evidente.
Es menester fijarse que si la Consti-
tución no hubiese insertado la cláusu-
la que examino, el poder legislativo
habría sido imprevisoramente restrin-
gido en el uso de sus atribuciones pri-
vativas. Pero, la cláusula ha sido
puesta para aclarar mejor el espíritu
de la Constitución y por eso Story
que trata ampliamente de ella dice
estoque conviene recordar: «Elaná-
« lisis escrupuloso de esta cláusula,
« prueba que si ella no sirve para dar
« mas estensión á los poderes del Con-
« greso, tampoco los restringe. No
« debilita el derecho de la legislatura
« para tomar las medidas que sean necesarias
« á la ejecución de sus poderes. El mo-
« tivo de su inserción ha sido cierta-
« mente prevenir toda duda sobre el de-
« recho de la lesrislatura en la variedad
292
Revista Económica
« infinita de poderes secundarios qiie
« debeti estar comprendidos implícitamente en
« la Constitución, si se quiere tener un
« gobierno real y no un fantasma. »
[Aid).
También de este punto de vista, las
facultades legislativas de próroga que-
dan bien aclaradas.
* *
No investiguemos antecedentes pa-
trios. No los hay por desgracia en lo
que respecta al debate del 53.
Los convencionales pasaron sobre
casi todos los artículos pertinentes y
sobre los incisos del 86 sin ¡jarar ma-
yormente su atención. Pero, es de pre-
guntarse; si hubieran querido real-
mente innovar ¿habrían silenciado el
fundamento de una reforma tanto mas
digna de explicación cuanto mas an-
tigua y aceptada era la doctrina de la
próroga legislativa? Si tuvieron deve-
ras la intención de apartarse del mo-
delo que copiaban ¿no habrían estable-
cido en dos palabras siquiera la razón
del desvio?
Es que, lo repito ahora, ellos preten-
dieron superar al modelo. Pensaron,
que dados los precedentes históricos,
lo peligroso no eran las reuniones in-
definidas del Congreso, sino al contra-
rio, las huelgas y las dificultades de
reunión .
¿Cuánto tiempo trascurrió sin que
pudiera realizarse el propósito tantas
veces proclamado de convocar y reu-
nir un Congreso? La primera junta
revolucionaria ya lo insinúa. La con-
servadora intenta hacerlo práctico.
Los dirigentes se debaten al rededor
de esta necesidad y, ya sabemos que
recien el 13 pudimos ver congregada
la primera asamblea de representan-
tes.
No tengo porque recordar las des-
consolantes dificultades que se opo-
nían invariablemente á la reunión de
nuestras primeras asambleas, pero si
no he de olvidar que si la del 13 se
reúne tres años después de persegui-
do afanosamente el propósito de la
congregación, otros tres años se pasan
desde la instalación de aquella hasta
la del segundo Congreso, el del año
16, cuyas peripecias son harto cono-
cidas.
Con el derrocamiento que la primi-
tiva Cepeda trae al soberano Congreso
Constituyente, se abre una nueva era
de dificultades insuperables. Los en-
sayos constitucionales posteriores no
hacen algo más eficaz en pro de las
reuniones y ya sabemos que hasta la
caída del tirano no fué posible hacer
verdadero Congreso de la República.
Cual debió ser entonces, en presen-
cia de estos antecedentes que yo la-
mento no poder acentuar y ampliar
mejor en esta oportunidad, el propó-
sito de las fechas fijadas en el artículo
de la Constitución vigente?
Claramente, el de obligar á sesionar
por lo menos un período fijo, sin perjui-
cio de prorogarse todo el tiempo que
fuese necesario para las altas tareas
que dicha ley encomendaba al Con-
greso.
Si así no fuese, me permitiré repe-
tir aquí lo que ya pregunté en otra
ocasión: ¿cuál seria el fundamento
jurídico de la limitación? ¿En qué ra-
zones históricas ó de puro derecho —
díganlo claramente los que otra cosa
sostienen — se basaría la interpretación
de los que solo miran la letra y cie-
rran los ojos al espíritu que le dá
vida?
Los que sepan derecho constitucio-
nal podrían aducir la razón de su doc-
trina. Esto es un deber. Pero, ello
no es posible porque todo les contra-
dice: nuestra historia y nuestra ley; la
legislación del norte y la inglesa; el
espíritu de las legislaciones análogas
y la doctrina concordante de los trata-
distas más autorizados, todo en fin,
porque todo concurre á invalidar una
afirmación que no tiene mayor apoyo
que la corruptela establecida por nues-
tros ejecutivos y aceptada sin mayor
atención por nuestros Parlamentos.
No quiero prolongar este artículo,
explorando ahora, como sería prove-
choso, el campo de la legislación com-
parada. Ya esbozó este punto en la
Cámara de Diputados, pero sí he de
decir que no hay una sola de las que
nos sirven constantemente de guias,
que disponga otra cosa que lo soste-
nido por mí.
Podría demostrar, con solo enunciar-
lo, cómo hay otras corruptelas análo-
gas, tácitamente consentidas por el le-
DEL Río DE LA PlATA
298
gislador en mengua de sus atribucio-
nes privativas. Pero, eso lo he de decir
en la Cámara en su momento oportu-
no, para salvar mis opiniones en la
materia y encuadrar como siempre mi
conducta en los preceptos, sanamente
interpretados, de la Constitución.
O. Magxasco.
ALMA DE NIÑA
(UN POCO DE CRÍTICA)
Acabo de leer el último libro de Po-
destá, — trabajo que vino á mis manos
hace recien unos ocho dias; y digo «tra-
bajo» y «libro», exprofeso.
Trabajo, porque ese es el nombre
sencillo, casi modesto, con que el autor
me lo ha remitido (le doy las gracias),
y libro, porque Alma de niña que es á lo
que me estoy refiriendo, no ha visto la
luz pública con la pretensión de ser
otra cosa. De lo contrario, el editor le
habría puesto, en la portada, como es
costumbre wove/a, — á fin de caracterizar
con una sola palabra el trabajo, el li-
bro, es decir, la obra, cualquiera que
fuese su género. Pero ¿qué es en defi-
nitiva este libro? Por su extensión es
una novela sentimental, un romance
del corazón, — y nunca título mejor es-
cogido que el que lleva. En realidad
no es mas que la que los franceses
llaman una nouvelle, — ó sea un término
medio, de composición literaria, entre
el cuento y el romance, ó la novela
propiamente dicha, en prosa siempre,
al revés del romance que puede serlo
en verso ó en prosa, como se quiera.
Ya cuando Podestá publicó su Irres-
ponsable tuve oportunidad de apuntar
en él vigorosas dotes de observador y
de escritor. Alma de niña me confirma
en mi juicio; y el autor parece de ello
convencido,— lo felicito; creer uno en
sí mismo es ser fuerte,— estando como
estamos, según anuncio, en vísperas
de que nuestras letras sean enriqueci-
das con otro libro suyo, cuyo título
será Malucha.
No repetiré lo que otros han dicho
ya, — sobre el argumento de Almade niña.
Ellos lo han dicho bien y basta. Solo
notaré que la acción pasa aquí lo mis-
ino que habría podido pasar en otra
parte. Por manera que este libro es
esencialmente humano. — auuíp.ie esta
vez no se cumpla lo contenido en el
grito angustioso del poeta: llega un
(lia en que ama el hombre y la mujer
olvida. Aquí no, — la mujer muere
amando.
Lo mismo que en Irresponsable Podes-
tá ha guardado en Alma dé niña las pro-
porciones; y los contornos de los per-
sonajes y de los objetos en que se
mueven todos los que actúan (unos
pocos, lo que es un mérito) y llevan,
sin excepción, el sello de un rasgo neto,
apretándose y desatándose el nudo de
la acción, — con ese vigor sostenido que
es uno de los principales privilegios
del novelista.
Yo no sé cómo lee Podestá no le co-
nozco: no sé tampoco cómo leen Vds
los que me leen ahora á mí. Solo sé, —
cómo leo yo, y es quizá una de las
pocas cosas que sé á las mil maravi-
llas. ¿Lo pondrán Vds. en duda? Quie-
ro decir que sé cómo trato un libro
que no conozco, — un libro que no es
de ciencia pura bien entendido. Mi
costumbre, por no decir mi método,
consiste en abrirlo al azar. Leo un
párrafo, una página. Me interesa, me
atrae, — sigo. Sucede lo contrario, el
libro será muy bueno^ — no lo leo. He-
cho aquello hojeo y hojeo, — hasta que
por fin me decido á empezar por el
principio. Es lo que me ha sucedido
con Alma de niña. La primer página
que leí, — es ésta, muy bien hecha. Juz-
guen Vds:
«iVdelahabia quedado en el zaguán,
sin atreverse á dar un paso; tenia ru-
mores en los oídos, como golpes de
platillo, que corrían con vi'braciones
penosas hasta su cerebro.»
«Estaba aturdida, mareada, sentía
hundimiento de abismo y le pareció
que las paredes del estrecho recinto
avanzaban hasta encontrarse para
comprimirla y aplastarla. Aquello era
horrible; miró hacia la calle, con in-
tención de huir, y la calle estaba oscu-
ra, como si empezara á anochecer; la
casa de enfrente, habia desaparecido,
la buscó con una mirada ávida de luz
y de horizontes, y nada pudo distin-
guir; estiró entonces sus brazos, in-
quieta y trémula, pero sus manos se
294
Revista Económica
encontraron con el vacio, su cerebro
estaba congestionado, dolorido, sentía
como una expansión dentro del cráneo
y golpes de martillo en las sienes.»
«Pálida, extremecida por sacudidas
nerviosas que le hacian contraer invo-
luntariamente los músculos de la cara,
dejando sus labios entreabiertos, secos
por ráfagas de vapor caliente que le
subian desde el pecho; sin fuerzas ya
para sostenerse, buscó un punto de
apoyo, dejándose caer como un cuerpo
inerte contra la pared. Chocó su ca-
beza produciendo un ruido seco de
cántaro que se rompe, y ya iba á rodar
por tierra cuando estiró sus brazos en
cruz y, clavando las uñas con desespe-
ración pudo sostenerse con balanceos
y oscilaciones de ebrio. Con la violen-
cia del golpe saltaron costras de rebo-
que que se desmenuzaron sobre su
cabeza.»
Fáltale á esta págima, seguramente,
un poco de cincel gramatical; — obser-
vación que no podia escapar y no esca-
pó á la crítica de Argerich; ¡^ero las
pinceladas tienen todo el fuerte colo-
rido, que exige el cuadro, para que se
destaque en medio de él una íigura
que oprime el pecho, con su angustio-
so aturdimiento, — y todo el arte consis-
te en eso, en impresionar con la verdad
y verdad es todo lo que ha sido ó i^uede
ser; porque «la naturaleza, es la ver-
dad», empleando una expresión agena.
Tiene Podestá sus procedimientos de
artista como se comprende, que han
de irse perfeccionando, — hasta hacer
de él, cualquiera quesea el género que
aborde, todo un novelista. Pero me
gustaría que fuera menos minucioso
en un sentido y mas prolijo en otro.
Nuestra cultura no ha llegado á tal
punto que tengamos un estilo; de ma-
nera,— que hay detalles que del)erán
pasarse por alto. Un salón nuestro,
por ejemplo, qué tipo tiene? Me gus-
taría también que Podestá viera menos
rojizo, — este vocablo, como casi siempre
nos sucede álos hombres de pluma, es
un favorito. Emilio Zola, que usa j^ocos
adjetivos abusa de su besogne hasta dar
grima; y ya he observado en la carta
que á éste le dírijí en «El Diario» hace
meses lo que le pasa á Charles de Ma-
zade, á quien lo sigo hace diez y ocho
años, con su incoherent y su equivoque
(incoherente y equívoco).
Se ha repetido muchas veces que «no
hay nada en vano». Y un pensador,
que es de mi gusto, observa con tal
motivo. Eso es verdad en el detalle.
Un grano de trigo es hecho para pro-
ducir otros granos de trigo. Nosotros
no concebímos un campo que no deba
ser fecundo.
Y bien ¿qué mas quiere que le diga
Podestá? Su Irresponsable no ha sido
inútil; y ese grano de trigo se va vol-
viendo riquísima mies.
No sé si ésto como crítica agradará . . .
pero... y si no sé hacerla de otro
modo!
Lucio V. Mansilla.
DEPINICIONETDE "CRÉDITO"
I
La felicidad material de un ¡Duebio
consiste en la generalización del bien-
estar, su desgracia en la concentración
del bienestar, y es tanto más desgi'a-
ciado en cuanto la generalización ó
concentración es mayor.
Siendo única fuente de bienestar el
trabajo actual ó anterior, toda causa
de acumulación excesiva ó de absor-
ción de sus fuerzas productoras pro-
duce malestar. Esta causas son natu-
rales ó artiíiciales: naturales las que
el hombre no puede evitar por no
ser su obra, artificiales las que el
hombre puede evitar por ser su he-
chura.
Las epidemias y enfermedades ab-
sorviendo la vida humana, primera y
esencial fuente de producción; las
inundaciones, el granizo, etc. que la
hacen desaparecer; las malas condi-
ciones atmosféi'icas que impiden su
desarrollo; son causas naturales de
absorción de trabajo que no es dado
al hombre evitar y cuyos efectos solo
la ciencia podrá atenuar en joarte.
Pero, las causas ai'tificiales de con-
centración ú absorción de trabajo
como: la ignorancia, las guerras, la
desproporcionada distribución de la
riqueza, los monopolios todos: de ins-
trucción, de venta, de producción, de
comercio, de exi)lotación, de préstamo,
etc. reasumiendo, todas las que por
voluntad humana concentran en po-
DEL Rio de la Plata
295
cas manos (ricos) ó en una sola (Esta-
do) los medios de producir, son causas
de malestar perfectamente evitables.
Hacerlas desaparecer es obra comple-
tamente humana y que ha de ir lle-
vando á cabo la observación, apre-
ciando donde acaba la sociedad
necesaria á la producción y donde
empieza la concentración excesiva que
la daña.
Causa principal de perjuicio de la
producción, es el inonopolio del dine-
ro en sus formas de préstamo y crédi-
to, y tratar de saber que cosa es
crédito es cooperar en cierto modo á
que desaparezca el monopolio que á
nombre de sus ventajas se hace. Es
lo que hemos querido hacer estudian-
do sus definiciones.
II
« El crédito es la confianza » para
Víctor Bonnet, (1) « La confianza apli-
« cada á las relaciones comerciales m
según G. Boccardo, (2) « Un acto de
confianza sujeto á riesgo » es opinión
de Paul Cauwes, (3) « Una facultad so-
« cial que deriva de la confianza » dice
Ch. Coquelin (4) « Viejo como el múri-
ce do, no es sino una variedad del cam-
« bio: el cambio á plazo; es simple-
« mente como lo dice su nombre, la
« confianza » escribe Fed. Passy (5) y
« La palabra crédito viene del latin
« credere, que quiere decir tener fé ó
« confiar en la palabra de otro, » ex-
presa Pedro Autran da Matta Albu-
querque (6) ¿ Será esto el crédito ?
evidentemente nó.
Los bancos por ejemplo confian enor-
mes sumas á sus empleados de caja,
á quienes seguramente no concede-
rían crédito alguno, ó solo por cantida-
des insignificantes y aun el riesgo
que exije Cauwes existe en este caso.
El Sr. Matta citado, y con el la ge-
neralidad de los autores establecen
acertadamente el origen de la palabra
crédito en el latin créditum, pero se-
guidamente agrega como otros mu-
chos «que quiere decir confiar» y aquí
hacen de creer confiar y caen en la
sinonimia que existe entre confiar y
fiar y que define con exactitud Mora
diciendo: « En confiar no hay mas que
« esperanza, en fiarse hay seguridad.
« El acreedor confia en que se le pa-
ce gara lo que se le debe, y no exige
« recibo porque se fía en la honradez
« de su deudor. La acción de fiarse
« es más amplia que la de confiar y
«. supone más abandono y seguridad
« que ésta. »
Otros autores establecen la necesi-
dad de la confianza en el cumplimien-
to de las obligaciones contraídas y así
encontramos las siguientes definicio-
nes: « Confiar valores á los que los
« necesiten y estén dispuestos á pagar
« su uso. » M. S. de Molinari. (7) « La
(' facilidad de tomar prestado, que se
« adquiere conduciéndose rectamente
« en los negocios é inspirando confian-
ce za. » S. Petano y Mazariegos. (8) ce La
ce confianza que una persona inspira
'< de que cumplirá las obligaciones
« que contrae, » Ramón Angiasell. (9)
(c La confianza que nos inspira una
ce persona ó una institución determi-
cc nada para el cumplimiento de una
ce obligación contraída. » Eustaquio
Toledano. (10) ce Implica siempre la
ec promesa de un pago y por consi-
ce guíente supone siempre la confian-
ce za. » Edmond Villey. (11) ec La con-
cc fianza que inspiramos á otros en lo
ce que concierne á la ejecución de
ce nuestros compromisos pecuniarios. »
M. Emile Worms. (12) ec La confianza
ce que se tiene de que una persona
ec cumplirá sus obligaciones contrata-
ce das libremente. Es la opinión que se
ce tiene de que querrá y podrá cumplir
ec su promesa. » Henri Storch (18) y
Ensebio María del Valle. (14) ce El re-
ce sultado de la confianza introducida
ce en el cambio ó bien esta confianza
ce misma adaptada al cambio » Frede-
(1) Le crédit et les flnances, París 1865, pág. 93.
(2) Tratado de economía política, Buenos Aires 1872,
pág. 227, T. n.
(3) Principios de E. P., París 1881, pág. 5321.
(1) Diccionario de E. P., París 1854.
f5) Leecionesde E. P., Montpeller 1862, pág. 192.
(6) Principios deE. P., Rio de Janeiro 1860, pág. 196.
(7) Curso de E. P., París 1863, pág. 278, t. II.
(8) Manual de E. P., París 1859, pág. 83.
(0) Compendio de Lecciones de E. P., Barcelona
1858, pííg. 106.
(10) Curso de instituciones de Hacienda, Madrid
1800, pág. 600, II.
(11) Tratado elemental de E. P., París 1885 pao-
(12) Exposición elemental de E. P., París 1881 náa
418. ' ^ *^'
(13) Curso de E. P., París 1823, pág. 229 II
(14) Curso de E. P., Madrid 1846, pag 217 '
296
Revista Económica
rik Skarbek (1) « acordar plazo, ins-
« pirar confianza, autorizar á una
« persona á constituirse deudor por
« una suma que uno garantiza. » N.
Villiaumé. (2)
Basta meditar un poco estas defini-
niciones para ver que no expresan el
Xíonceptodel crédito. Tenemos con-
fianza V si se quiere fé en el cum-
plimiento de la obligación contraída
por parte del capitán de un buque
de que entregará su cargamento al
consignatario, y sin embargo al fiar
en su' promesa no le hacemos crédito
como no se lo ha,cemos al empleado
á quien confiamos recaudaciones ó
pago de fondos, aún cuando nos es
deudor por las sumas y documentos
á su cargo en tanto vence el plazo
que le hemos acordado para darnos
cuenta.
Tampoco es cierto que implique
siempre la promesa de un pago ó que
consista en un préstamo y buena
prueba de ello son las cartas de cré-
dito, por las que una persona hace á
otra un crédito ó se lo abre para usar
el termino comercial, sin que en la
mayoría de los casos llegue á hacerse
uso del dinero ni á prometerse el pago
á pesar de existir la operación de
•crédito.
Sin embargo Mariano José Sicilia
define el crédito: « La facultad ó pro-
ce porción de tomar prestado mediante
« la confianza que inspira al que presta,
« la opinión que tiene de la seguridad
« del pago por parte del que toma
« prestado » (o). Mac Culloch: « La pa-
« labra crédito se emplea para expre-
« sar la confianza acordada por un
« individuo á otro, cuando le concede
« su propiedad á título de préstamo ó
« sin estipular el pago inmediato del
« precio de esta propiedad » (4) Emi-
lio Laveleye: « El acto de confianza
« en cuya \ártud el poseedor de una
(( suma de dinero ó de mercancía las
«cede á otro bajo la promesa de su
« devolución ó pago » (5). El diciona-
rio de comercio: « La confianza que
(1) Teoría de las riquezas sociales, París 1829, pág.
(2) Nuevo tratado de E. P., París 1864, pág.
200, I. „,
(3) Diccionario analítico de E. P., París IS-^^pág. 560.
(4) Principios de E. P., París 1863, pág."l3l-
(5) Elementos de E. P., París 1882, pag. 220.
« una persona acuerda á otra cuando
« le presta dinero ó le vende mercade-
« rías sin exigir el pago inmediato »
(6) El P. Mateo Liberatore: « La con-
« fianza que se tiene en una persona
« respecto del cumplimiento de una
« obligación contraída » (7) Real Aca-
demia Española: «. Libramiento, vale
« ú abono de una cantidad que se dá
« para pagar en adelante, ó bien para
(( que la pague en otro parage un
IX corresponsal » (8) Francisco de P.
Mellado: « La confianza que una per-
« sona tiene en otra á quien le presta
« dinero ó cuando le vende mercan-
« cías sin exigirle inmediatamente su
« pago » (9) J. B. Say: « Confianza
« pública que decide á los capitalistas
« á ceder al trabajo el uso actual de
« sus capitales bajo promesa de res-
« titución con beneficio. La facultad
« que posee un hombre, una asocia-
« ción, una nación de encontrar pres-
« tamistas. Se funda en la persuasión
« de estos de que las sumas prestadas
« les serán devueltas y se cumplirán
« fielmente las condiciones estípula-
« ladas, » y Wagner: « aquella rela-
ce ción económica privada ó sea aquel
« dar y recibir voluntario de bienes
« económicos entre dos personas, en
« que la prestación de una de las
« partes descansa y tiene por garan-
« tia la confianza en la promesa de
« una prestación equivalente y futura
« de la otra parte. » (10)
Más ó menos latas, todas estas de-
finiciones confunden el crédito con la
confianza, establecen la existencia de
un préstamo que ha de ser devuelto
y la necesidad del compromiso de
cumplimiento de una obligación y ya
hemos visto como hay operaciones
que no son de crédito y en que
concurren todas estas circunstancias.
Haremos una sola reflexión. Cuando
una persona inspira confianza á otra
que la ocupa diariamente en opera-
ciones como el manejo de caudales y
el transporte de valores en metálico
ó mercaderías etc.: el cumplimiento
(6) Diccionario de comercio, Bruselas 1840, pág.
G70 I.
(7) Principios de E. P., Madrid 1890, pág. 337.
(8) Diccionario de la lengua, Madrid, 1884.
(9) Enciclopedia moderna, Madrid, 1852, pág. 560
T. II.
(10) Del crédito y los bancos, pág. 435.
DEL Rio de la Plata
297
exacto de las obligaciones contraidas
y la rectitud de proceder del favore-
cido por la confianza, hace que esta
sea cada dia mayor hasta llegar á ser
ilimitada, sin disminuir jamás mien-
tras subsiste la honradez en la con-
ducta y la capacidad intelectual ne-
cesaria .
El crédito por el contrario aumen-
ta ó disminuye, se amplía ó se restrinjo
según la posición del mercado, y sin
sujeción á las condiciones de fortuna
y de moralidad, del favorecido que
pueden permanecer estacionarias ó
mejorar inmensamente mientras dis-
minuye ó desaparece su crédito. Hay
restricción de crédito y no hay restric-
ción de confianza.
III
Es indudable que la idea de crédito
supone la de tiempo pero no es su
única condición. Muchos autores no
ven en el crédito sino el anticipo ó
la supresión del tiempo, ó han hecho
deíinicionesde propiedades del crédito
sin defmir este. Citaremos para ejem-
plo las siguientes: « Hacer crédito es
(( acordar tiempo » F. Bastiat. « El
« lapso de tiempo que media entre la
« prestación y la contraprestación »
José M. Olozaga y Bustamante (1)
« adelanto de dinero ó de mercade-
« rias » Kelly (2) « La anticipación
« fiduciaria de un valor ó de un ser-
« vicio, la tradición de un valor pre-
« senté por la promesa de un valor
« futuro » Boccardo (3) « Entregar
« un valor actual en cambio de una
« promesa » L. Hamon (4) « El cré-
« dito es un negocio que empieza en
« el presente y termina en el porve-
« nir » Maurice Block (5). « La rela-
« ción económica establecida mediante
« la equivalencia de un bien presente
« y de un bien futuro » Fedele Lam-
pertico (6). « El cambio incompleto
« de dos cosas, de las cuales una, por
« lo menos, no se ha de entregar
(1) Tratado de E. P., pág 77.
(2) El cambista universal, Paris 1823, pág. 276.
(3) Economía política, 7» edición, pág. 318, T. II.
(4) Progreso de las instituciones económicas, Ren-
nes 1856, pág. 73.
(5) Los progresos de la ciencia económica, Paris
1890, pág 381, I.
(6) El crédito, Miian 1884, pág 14.
« sino en tiempo más ó menos lejano »
Bernardo Escudero (1). « El cambio
<( de un valor presente contra la pro-
« mesa de un valor futuro » Antonio
Ciccone (2). « El cambio de un
« producto ó un capital entregado in-
« mediatamente contra un producto
« ó un capital que se promete entre-
« gar en el porvenir » M. Minghetti
(3j. (1 El crédito es la moneda del
(f porvenir » Paul Coq (4). « El arte
« de agregar á la propia fortuna real,
« otra "fortuna artificial que acaba por
« realizarse también » Pió Pita Piza-
rro. (5)
La definición de crédüúm en Séneca,
« deuda que uno tiene en su favor, »
la hallamos también en el dicciona-
rio de D. Joaquín Escriche (6), como
ahire in o-editum « prestar á alguno »
en Ulpiano, equivale á la de Turgot:
« En una palabra todo crédito es un
« préstamo. » (7) Variantes de las
mismas son las siguientes: « Toda
« promesa de pago, circulando con el
« mismo titulo que el numerario y
« aceptada en pago » Clement Ju-
glar (8). « Un préstamo mutuo de
« mercaderías ó dinero fundado en la
« reputación de probidad y solvencia
« del deudor » Enciclopedia Británi-
ca (9). « Todo el que presta una cosa
« da crédito y el que la toma prestada
« recibe crédito. La palabra crédito
« significa creencia y Juan cree que
« recobrará su propiedad de Tomás
a aunque esto desgraciadamente no
« suceda siempre en la práctica » W..
Stanley Jevons (10). « El resultado del
« concepto ventajoso que el acreedor
« forma de la exactitud del deudor en
«el cumplimiento de sus empeños»
José Canga Arguelles (11). « El cre-
ce dito es entre comerciantes, una atri-
i( bución personal que reposa sobre el
(( carácter de la persona que goza de
« el no menos que sobre la condición
(1) Ensayos de E. P., Madrid 1878, pág. 468.
(2) Principios de E. P., Ñapóles 1882, pág. 137, II.
(3) Relaciones déla E. P, con la moral y el derecho,
Paris 1863, pág. 30.5.
(4) La moneda de banco, París 1857, pág. 6.
(5) Examen de la hacienda, Madrid 1840, pá^. 80
(6) Diccionario de Legislación, París 1831, pág. 155.
(7) Carta á M. L'Abbé de Cice sobre el papel su-
pliendo á la moneda en 1749.
(8) Cambio y libertad de emisión, París 1868, páf . 5.
(9) Edimburgo 1819, t. VI, pág. 732.
/lO) Nociones de E. P., Nueva York 1880, pág. 154.
(11) Diccionario de Hacienda, Londres 1826, pág. 2l5_
298
Revista. Económica
« actual del que posee bienes en vir-
« tud de los cuales gira ó acepta sus
« letras » M. T. C. Banfield (1).
Una operación que se hace diaria-
mente en todas las bolsas y muy ge-
neral en el comercio: la venta para
plazo de valores cotizables ó de mer-
caderías, es una forma de crédito y
de crédito mutuo que nadie no obs-
tante se atreverá á calificar de prés-
tamo. En efecto: el bolsista ó comer-
ciante que vende un valor A al precio
de B para entregarlo y cobrar su im-
porte en un plazo fijado, no fía al
comprador sino la diferencia del precio
estipulado con el que el valor A tenga
el dia del vencimiento del compromi-
so; y como esta diferencia puede ser
en pro ó en contra, tanto el comprador
como el vendedor se hacen crédito
por la diferencia resultante sin que se
hagan préstamo alguno, ni tengan
deuda á su favor pues lo ignoran
hasta el término de la operación.
Es muy común en los autores, y los
últimos cuatro citados son prueba de
ello, juzgar al crédito como el resul-
tado de la opinión de moralidad,
solvencia y probidad en que tiene el
acreedor al deudor y sobre todo de la
seguridad de recobrar la propiedad.
Inumerables son los casos de crédito
á países y gobiernos sin moralidad,
como á personas sin solvencia en el
momento del crédito, pero á quienes
se juzga capaces de producir median-
te este. Tal es por ejemplo y casi
siempre el anticipo á los artistas.
Hay también formas de crédito como
el seguro de vida, marítimo, de incen-
dio etc., en que el acreedor en la casi
totalidad de los casos desea no hacer
efectivo su crédito y perder las pri-
mas pagadas ó lo que es lo mismo,
no recobrar su propiedad.
Otro caso de crédito indudable y en
que no concurre ni la circunstancia
de préstamo, ni la de devolución, ni
la de moralidad, es la compra de bille-
tes de loterías ó rifas. El que adquiere
uno de estos lo hace porque cree en
que le será pagado el premio caso de
ser favorecido su número y por tanto
hace crédito á la administración á
quien adelanta fondos que le han de
servir al pago de premios y á realizar
una utilidad, pero hace desde luego
abandono de su capital.
Xo comprenden estas formas de
crédito las siguientes deíiniciones:
« La cesión temporal de un capital á
« otra persona para su uso ó consumo
« pero con reserva expresa de resti-
« tución » Schulze-Delitzsch (1). « La
« función real del crédito es solamen-
« te trasmitir á uno la disposición de
« la pertenencia de otro » Simonde de
Sismondi (2). (^ La cesión del goce de
« un objeto por un tiempo determina-
« do, con restitución del objeto al
« tiempo convenido y pago de una re-
ce muneración adicional » Víctor Mo-
deste (3). «La facultad de procurar-
« se el goce ó la disposición de un
« capital' ageno obtenido lil)remente
a del verdadero propietario, bien me-
«. diante la promesa del reembolso
« futuro á feclia fija ó convenida, bien
« mediante una remuneración llama-
« da generalmente interés y cuya
« duración puede ser limitada ó in-
« definida Paul Leroy-Beaulieu (4).
« Un arreglo por el cual, puedo
« procurarme provisionalmente una
« cosa y utilizarla durante cierto tiem-
« po. con la condición de dar al que
« me la cede una indemnización pro-
ce porcional al tiempo que la he usado »
Charles Gjde (5). « El permiso de
'( usar el capital de otro » John
Stuart Mili (6). « La facultad líbre-
te mente adquirida de disponer de los
« bienes ágenos mediante la promesa
« de dar sus equivalentes » Nebenius
(7). G. Roscher (8j. A. Batbie (9). El
« préstamo de objetos de consumo
« bajo la condición de reembolsar su
« valor con ganancia ó sin ella á una
« época determinada ó indetermína-
« da. » M. Ganilh (10). « El contrato
« por el cual el propietario de un
« capital cede su posesión á otro que
« se oblisía á restituirlo al cabo de
(1) Organización de la industria, París 1851, pág. 263.
(1) Curso de E. P., París 1874, pág. 50.
(2) E. P., París 1838, II pág. U6.
(3) El préstamo á interés, I^arís 1889, pág. 28.
(4) Tratado de la ciencia de las finanzas, Paris
1883, II pág. 193.
(5) Principios de E. P., Paris 1884, pág. 301.
(tí) Principios de E. P., Paris 1861, II pág. 34.
(7) Del crédito público.
(8) Principios de E. P , I pág 205.
1 (9) El crédito popular, París 1864, pág. 8.
' (10) Diccionario de E. P., Paris 1827, pág. 101.
DEL Rio de la. Plata
299
(( un tiempo determinado ó indetermi-
« nado » J. G. Courcelle Seneuil (1).
« Una base de s 'guridad en virtud
« de la cual el poseedor de un pro-
ce ducto estará dispuesto á entregarlo
« á un consumidor, para que le devuel-
« va el mismo ú otro producto dentro
« de un plazo ordinariamente marca-
« do y mediante un interés estipulado »
A,ller (2). « El crédito comprende to-
« das las operaciones ó convenciones
« basadas en la confianza, por las
« que una persona dispone de cosas
« que no le pertenecen, mediante
«. la promesa de restituir sea los mis-
« mos objetos sea otros de la misma
« naturaleza y calidad » M. Batbie (3).
« La esencia del crédito, consiste en
« movilizar los valores, sin hacer per-
« der sin embargo á los capitales fijos
ft su carácter de estabilidad indispen-
« sable H la producción » M. H. Bau-
drillart (4). « La metamorfosis de los
« capitales fijos y empleados en circu-
« 1 antes y libres » Cieszkowiski (5).
León Wairas (6). Antonio Hernández
Amores (7). « El conjunto de medios
« de movilizar el capital » José Gar-
nier (8). « La sola palabra crédito
« implica confianza en el porvenir, su
« fin es poner en presencia realidades
« medidas por el avaluador común.
« por la moneda » M. Volowiski (9).
IV
Muy lata tanto que llega á confusa
es la definición de C. Favarel « el es-
(( fuerzo humano aplicado ó pudiendo
« aplicarse á la satisfacción de los de-
« seos de otro » (10). Para H. D. Ma-
cleod «el crédito es capital» (11) y
según D. Santiago Diego Madrazo es
« la confianza que inspiran los indivi-
« dúos y las personas jurídicas, en
« virtud de la cual utilizan ó se apro-
« pian v^alores ágenos con la obliga-
(1) Tratado de E. P., París 1859, pá^r- 275.
(2r Estudios elementales de E. P., 1873, pág. 155.
(3) Cur.so de E. P , París 186(5, I pág. 372.
(4) Manual de E. P., París 18.57, pá?. 253.
(5) Del crédito y la circulación, 1884, pág. ti.
ífí) La E. P. y la justicia, París 1860, pág. 06.
(7) Nociones elementales de Crédito PúÍ)lico, Mur-
cia 1859.
(8) Tratado de E. P., París 1880, pág. 78.
(9) El cambio y la circulación, Paris 1869, pág. 354.
(10) Teoría del crédito, I pág. 7.
ai) Elementos de E. P., Rio de Janeiro 1873, II
pág. 98.
« ción de devolverlos ó cumplir ciertos
« actos en el lugar, la forma y el tiem-
« po convenidos con el dueño » (1).
Podríamos seguir l)uscando autores
y definiciones y llegaríamos siempre
al mismo resultado: confianza, prés-
tamo, promesa de restitución, circu-
lación del capital... pero Clemente
Favarel que ha escrito tres tomos
sobre la teoría del crédito dice: « So-
« lamente una teoría del crédito ba-
« sada en la observación exacta de
« las leyes naturales que rijen las
« sociedades podrá dar la clave de
« los problemas económicos y permi-
« tira la desaparición de las iniqui-
« dades. la instabilidad y el antagonis-
« mo que una legislación civil en
« contradicción con los dictados de la
« ciencia hace inevitables. Por no
o estar aún hecha una l;)uena teoría del
« crédito, se presenta la cuestión so-
" cial de una manera tan temible y
« están las sociedades tan perturba-
« das. (3)
No está hecha en efecto, una buena
definición del crédito y para conven-
cerse de ello basta someterlos todas
á la prueba que podremos llamar de
ecuación. En toda definición exacta
pueden invertirse los términos; asi
tanto vale decir que la línea recta es
la más corta entre dos puntos, como
que la línea más corta entre dos pun-
tos es la recta. ¿Puede hacerse igual
inversión en las definiciones del cré-
dito? Vale lo mismo decir: el crédito
es confianza como: la confianza es
crédito; el crédito es capital como: el
capital es crédito; todo crédito es un
préstamo como: todo préstamo es un
crédito; hacer crédito es acordar
tiempo como: acordar tiempo es hacer
crédito? evidentemente nó. Se han
definido en muchos casos propieda-
das del crédito, esi^ecialidades de cré-
dito pero no hay ó al menos no co-
nocemos una definición que compren-
da todas las operaciones que se llaman
de crédito y que precise las condicio-
nes de su existencia.
Una observación de los términos
usuales en la sociedad al hablar ó
escribir acerca del crédito, puede dar-
(1) Lecciones de E. P., Madrid 1875, pág. 468.
(2; Teoría del crédito, I pág. 7a.
300
Revista Ecoivómica
nos alguna base respecto á las condi-
ciones en que existe ó puede existir
el crédito. Cuando un país goza de
de bien estar económico, se repiten en
el á cada paso frases como: el crédito
público, las sociedades de crédito^ la
facilidad de crédito^ el crédito del gobier-
no ó de la adnainistración etc., y á la
inversa cuando una nación atraviesa
un periodo de malestar económi o
solo se oye: la falta de confianza de los
capitales, la necesidad de inspirar
confianza en que están los poderes
públicos, la desconfianza del capital
extranjero etc., ¿Porqué sien la pros-
peridad hablamos de crédito eu la
crisis solo deseamos coníiau/a? por-
qué no lo acordamos si no concep-
tuamos al favorecido capaz de pnjdu-
cir algo lítil.
Y asi (;omo en las épocas de ])ios-
peridad á cualquiera le es fácil |>ro-
ducir desde que los precios van en
aumento, asi cuando estos llegan á
su máximun, y ya no creemos posible
realizar utilidades sino pérdidas, el
crédito se suspende sin perjuicio de
la confianza que nos inspiren las per-
sonas por su honradez y el pasado
buen cumplimiento de sus com^iromi-
sos ú obligaciones.
Es lo mismo que ocurre con lo que
se llama el crédito intelectual, un ar-
tista de canto, baile, etc. un pintor, un
músico, un escritor encontrarán fácil-
mente un empresario, un aficionado,
un editor que les haga anticipos de
dinero, á cambio de las notas, del
cuadro, del libro que se comprometan
á producir, mientras sean de ello ca-
paces; pero perdidas sus facultades,
cesarán en su crédito á pesar de su
honradez, de su fortuna y de su acre-
ditada exactitud en el cumplimiento
de sus compromisos anteriores.
Solo aquellos á quienes se juzga ca-
paces de producir gozan de crédito y
no lo son los paises ni las personas,
por mucha que sea su voluntad, con
precios en descenso. Lleguen estos á
su justo tipo, empiece la valorización
y veremos reaparecer el crédito. En.
tretanto solo se habrán visto casos de
confianza como el préstamo sobre efec-
tos, sobre propiedad, ó sobre bienes
ya poseídos susceptibles de realiza-
ción: el préstamo al calavera de quién
se sabe que aún conserva una propie-
dad ó un pariente de quién recibir una
herencia.
Podemos examinar todas las formas
de crédito y siempre llegaremos á la
misma conclusión de ser necesaria la
capacidad para producir. En el prés-
tamo de firma ó garantía tan común
en el comercio y en las aduanas, para
operaciones en que se requiere más
de una responsabilidad y en que no
hay sino capital moral prestado y no
existe obligación de restituir, existe
siempre la creencia del fiador de ciue
el fiado será capaz de obtener una
utilidad en las operaciones á que se
dedica y nadie otorgaría su garantía
si las presumiese susceptibles de pro-
ducir j)érdidas.
Los bancos no tienen depósitos ni
pueden colocar billetes si no se cono-
ce por los dividendos que pagan su
aptitud para producir. Las compa-
ñías de seguros ven disminuir el
número de sus asegurados si estos se
aperciben de la frecuencia de sinies-
tros que anule su producción y por
no citar más, hasta lo que podremos
llamar crédito de reputación, el que
acordamos moralmente al dar asenso
á la fama de un médico notable, de
un militar distinguido, de un político
eminente, aunque no pensemos en
utilizar sus servicios; el mismo juicio
universal de crédito que todos hace-
mos del Banco de Inglaterra, de los
Rotschild etc., sin tener con ellos ope-
raciones, ¿que son sino crédito basado
en su capacidad de producir cosas
útiles?
En nuestro concepto y á riesgo de
agregar á las observadas una defini-
ción más, que tendríamos gusto en
ver analizada, el crédito es: creencia
EN LA CAPACIDAÜ DE ALGUNO PARA PRO-
DUCIR COSAS ÚTILES y fuera de la con-
dición de producción podrá haber
préstamo, podi'á haber confianza, po-
drá haber obligación contraída, podrá
haber restitución pero nunca habrá
crédito.
La consecuencia de ser necesaria al
crédito la condición de producir es
lógica: el juicio exagerado de la facul-
tad de producir, el optimismo en fin,
es el llamado abuso de crédito, pecado
venial, aunque pecado; pero el contra-
to no cumplido que no se basa en la
condición de producir es el abuso de
DEL Rio de la Plata
301
confianza que tiene por las leyes penas
mayores.
Es la clasificación que creemos ne-
cesaria en la ley para preparar la
supresión del monopolio del dinero y
cuyo estudio indicamos á los hombres
del derecho.
Antonio Villar.
La Nacioo sacrificaoúo á las Proviocias
LOo BANCOS GARANTIDOS Y EL l'ROYEL'TO DÜL
DIPUTADO GALVEZ
El proyecto confeccionado por el
diputado Galvez, y adoptado por la Co-
misión de hacienda de la Cámara de
que foiTna parte, con motivo de Lina
solicitud del Banco de Tucuman, es.
fuera toda duda, el mas importante
de los que han sido sometidos este año
al Congreso Nacional.
La oportunidad y la equidad de sus
disposiciones no pueden, sin embargo,
apreciarse debidamente al través de
las ideas corrientes respecto de la
influencia que han tenido los gobier-
nos y los bancos provinciales en el
aumento y en la actual depreciación
del medio circulante, y qué se reflejan
hasta en la última memoria de Ha-
cienda nacional, como se vé por los
siguientes párrafos.
« Pero hay una circunstancia no-
table en esta larga relación de emi-
siones que van siempre en aumento,
hasta triplicar su volumen en cuatro
años; una circunstancia que las ca-
racteriza y les da un lugar aparie
en la historia de las emisiones incon-
vertibles del mundo; y es que todas
ellas fueron autorizadas por la Nación
pero ninguna para la Nación. Que en
todas la Nación era garante ó deudor
directo, y, sin embargo, ninguna fué
hecha para atender necesidades de
la administración nacional, ni dispuso
ésta de parte alguna de todas esas
sumas.»
Nada es, mientras tanto, mas inexac-
to que todo lo que aquí se afirma, y
bastan para comprobarlo los jjropios
datos que suministra la Memoria.
El total de la emisión autorizada por
el gobierno nacional, es de 306.628.645
$ y de esta suma, solo § r22.914.567
corresponden á emisiones por cuenta
de banco provinciales; es decir, pró-
ximamente un tercio. Pero hay más;
esta emisión no pertenece en mu-
cha parte, á una circulación nueva;
es la sustitución por billetes naciona-
les de emisiones inconvertibles que,
según lo prevée la constitución, podian
tener y tenían las provincias.
Hecha esta consideración general,
que ya nos está demostrando que
todo el aumento de las emisiones
que puedan atribuirse á los l)ancos
provinciales, no impoi'ta en conjunto
una suma mayor c^ue la del papel
lanzado para ayudar á Báring y para
pagar gastos municipales de la capi-
tal y que no asciende á lo que se ha
emitido para habilitar al Banco de la
Nación, para hacer prestamos comer-
ciales, vamos ahora á analizar, ligera-
mente, las condiciones en que fué
hecha la emisión de estos 122.000.000.
De esta suma de billetes, entrega-
dos á los Imáneos de las provincias,
58.000.000 correspondían al Banco de
Buenos Aires, de los cuales, solo
23.000,000 fueron de emisión nueva. La
provincia tiene derecho, expresamente
salvado por el pacto de su incorpora-
ción, que es parte integrante de la
constitución nacional, de emitir hiile-
ses por su banco y de legislarlo, fa-
cultades que, como constitucionales,
son indeclinables. Queriendo, sin em-
bargo, facilitar la obra de la unifica-
ción de la moneda de papel, se adhi-
rió á los bancos libres, y, al aumentar
23.000.000 su emisión entregó 33.000.000,
una parte, en fondos públicos á oro
obtenidos, mediante la entrega de
títulos de deuda nacional, y, la otra,
unos 13.000.000, en oro sellado. Hoy
la nación carga con la responsabili-
dad de esos billetes, pero, en cambio,
se queda con los valores entregados
por la provincia, á la vez que se exo-
nera de devolver los 13.000.000 que
recibió en oro sellado.
Eliminada esta partida de la emisio-
nes que representan el goce por parte
de la nación de los beneficios de los
billetes inconvertibles, y la pérdida
I de la disponibilidad de 33.000.000 oro.
302
Revista Económica
por la provincia de Buenos Aires y
su banco, quedan solo, 65.000.000, pro-
venientes de emisiones de Ijancos de
las provincias.
De estos, 15.000.000 son de la provin-
cia de Córdoba, y si la nación se ha
hecho cargo de ellos, es en cambio de
exonerarse de 8.700.000 pesos oro, ga-
nando en este concepto, además "de
quedarse con los beneficios y facilida-
des fiscales de la emisión en esa como
en las demás provincias.
Pero no necesitamos entendernos
mucho en estas demostraciones, para
probar cuan lejos está de la realidad,
la afirmación que se hace de que la
nación no ha atendido á sus necesi-
dades con estas emisiones, ni ha apro-
vechado de parte alguna de esta
suma.
La afirmación es falsa y sofística,
puesto que. si bien la nación no ha dis-
puesto directamente de los billetes
entregados á los bancos provinciales,
lo ha hecho con el oro recibido en
cambio de los fondos públicos, que ha
obligado á comprarle, para garantir
las emisiones.
.^]1 Ministro L)r. Pacheco, dejó en
€aja, recibidos délos bancos, arriba de
40.000.000, de pesos oro, y ¿dónde están?.
El gobierno vendió el oro y dispuso á
su antojo del papel,.que le produjo una
suma mucho mas fuerte que la de las
emisiones que ese oro garantía. Su
operación fué la siguiente; en caml)io
de 85 pesos en oro, daba 100 en papel
y, después, comprando con el oro papel
desvalorizado, lucró en cuanto excedió
su depreciación de 116.
Cuando hasta en la propia des valo-
rización de los billetes, encontraba el
gobierno nacional utilidad, los gobier-
nos y Bancos de las provincias han
sido sacrificados por esta depreciación,
que ha hecho fatalmente ruinosas to-
das las operaciones realizadas para
obtener el oro que entregaron al go-
bierno, en cambio de los billetes déla
emisión nacional, como numérica-
mente se demuestra.
Supongamos un empréstito como
los de la provincia de Córdoba, con
8% de servicio anual y demos un pro-
ducto neto de 80 %, que es también el
caso de los de Catamarca, Corrientes
y otras provincias, y por cada millón de
pesos, habrá un servicio anual de 80.000
pesos, mientras que, con ese producido
del empréstito, la provincia solo pudo
adquirir 941.000 pesos en fondos públi-
nacionales, quedando así un déficit
de 88.000 pesos oro en el servicio anual.
Produciendo la colocación de los bi-
lletes de cuatro á cinco por ciento
neto, con el oro en los precios á que
estaba, cuando se hicieron estas ope-
raciones, se i^odía cubrir la diferen-
cia, entre la renta de los fondos públi-
cos nacionales y el servicio de los
empréstitos exteriores, pero, desvalo-
rizado el papel, en más vastas propor-
ciones, debía producirse una pérdida
y, aumentándose esta, rayar en la
imposibilidad de hacer frente á ella.
Todo lo que pierden las provincias
lo habría tenido que pagar la Nación
si ella hubiese adquirido, por operacio-
nes directas, el oro de que dispuso.
Pero hay mas: es á la nación y no
á los gobiernos de las provincias que
es imputable la baja del papel que
ha hecho ruinosas las operaciones que
realizaron á fin de adherir sus ins-
tituciones de crédito á los Bancos
garantidos, puesto que dispuso en ma-
las condiciones de la reserva metálica,
y. en seguida amplió las emisiones,
desnaturalizando, por completo, el sis-
tema que servia de base á los bancos
garantidos; doble hecho que, por sí
solo, impone una modificación en be-
neficio de las provincias perjudica-
das.
Falseado el sistema, lo sencillo se-
ria decirles á las provincias: «tomen
lo que me dieron y devuélvanme lo
que les di » ; con lo cual la situa-
ción de todas ellas tendría un posi-
tivo desahogo; pero la nación que no
puede esto; que ha Ijeneficiado con
la baja, y que ha dispuesto del oro,
está entonces obligada á entrar en
arreglos equitativos con las provin-
cias.
Están falseadas todas las bases eco-
nómicas y legales de los Bancos na-
cionales garantidos, y nadie puede
pretender que deba sostenerse por
mas tiempo una situación como la
que hoy tenemos, ni que esta pueda
resolverse racional y equitativamente
en sus condiciones actuales.
Para demostrarlo, y antes de con-
siderar las disposiciones en general
del referido proyecto, agregaremos al-
DEL Rio de la Plata
8or,
gunas observaciones que vienen á
corroborar mas aún lo que venimos
diciendo.
Una vez producida la desvaloriza-
cion del papel, arreglados á los tipos
medios actuales los precios, esta-
blecida sobre esta base la mayor
parte de las obligaciones pendientes
y fundadas sobre ellas industrias im-
portantes, no puede pensarse en va-
lorizar el papel á los tipos que an-
teriormente tenia, puesto que seria
producir mayores males generales que
los parciales á que dio lugar la desva-
lorización.
Si, de acuerdo con esto, se trata de
normalizar la circulación al tipo de tres
por uno, que las circunstancias indi-
can, el resultado será que los 941.000
pesos en billetes que la nación en-
tregó en el caso que hemos indicado,
en cambio de recibir de una provincia
800.000 pesos oro, los rescatará, con
solo 300.000. Si continúa recogiendo
papel, como lo está haciendo ahora,
al precio del día, para quemarlo, rea-
liza el mismo negocio, mientras que
esa provincia deberá, por esos mismos
billetes, un servicio á oro de l.OOO.OOi)
de pesos.
Las bases del proyecto del Sr. Gal-
vez, á quien felicitamos, á la par que á
los demás ilustrados miembros de la
Comisión de Hacienda de la Cámara
de Diputados, que le han prestado su
apoyo, cambia fundamentalmente, co-
mo va á verse, tan injusto como impo-
sible estado de cosas.
Se desliga á los Bancos provinciales
de la ley de Bancos garantidos, devol-
viendo sus vales á los que hayan pa-
gado con ellos en vez de efectivo, y á
los que hayan entregado oro, los fon-
dos públicos correspondientes, siem-
pre que se destinen ó á arreglos de
deudas externas de las provincias, ó
de los Bancos con el gobierno de la
Nación ó el Banco Nacional. Conjun-
tamente con los títulos se entregará
el importe de los cupones vencidos.
La emisión quedará á cargo del go-
bierno nacional, debiendo completarse
la unificación de la moneda papel,
retirándose los billetes emitidos por
los Bancos Provinciales, que no estén
de acuerdo con la ley de Bancos ga-
rantidos, responsabilizándose los Ban-
cos emisores y las provincias por su
importe, con lo cual se conseguirá
completar la unidad monetaria, que
era el gran desiderátum de la ley Pa-
checo.
Con la entrega de los títulos nacio-
nales, las provincias podrán arreglar,
con sus deudores del exterior, las obli-
gaciones que produjeron el oro entre-
gado á la nación.
Esta quedará deudora del total de
las emisiones, pero, en cambio, se
dispone que las provincias queden
responsables por el pago, en la parte
(\ue á sus emisiones corresponda, de
lo que tenga que desembolsar la na-
ción, ya para retiro de billetes ó ya
para mejorar sus condiciones, con lo
cual desaparece todo gravamen para
la nación, y las provincias sólo se res-
ponsabilizarán por los pagos ó las ope-
raciones que haya que realizar á fm
de recoger ó mejorar las con'liciones
de los billetes que por su cuenta se
hayan emitido. Si estos se recogen por
la nación, por ejemplo, á razón de tres
por uno, su responsabilidad sólo será
de un peso oro en vez de serlo de tres.
Bien pensado, esta es la forma prác-
tica y equitativa de la solución de las
muchas dificultades á que ha dado
origen la participación de las provin-
cias en el sistema de Bancos nacio-
nales garantidos, y el principio de la
organi'zación financiera de las provin-
cias, que es esencial conseguir, aun
no considerando el asunto mas que
desde el punto de vista de la verdad
del réaimen federal.
CRÓNICA DEU QUINCENA
Octubre 4 de 1892.
Seguimos en paz, y este modo de
decir no es más que un eufemismo;
porque, en realidad de verdad,— la si-
tuación se agrava, sintiendo todo aquel
que no es un iluso que la República
está seriamente agitada en lo más ín-
timo.
Decir lo contrario sería sostener que
no vivimos en medio de un rumor re-
volucionario permanente, que no cir-
culan voces siniestras, — llegando al-
304
Revista Económica
gunas de ellas á fijar con precisión el
dia, la hora del estallido, y iiasta las
personas y los edificios j^úblicos y pri-
vados que han de volar, en el instante
de la catástrofe.
Una conspiración real ó supuesta en
el ejército, por un lado, conflictos de
poderes por otro, temores, como con-
secuencia de esto, de que no haya quo-
rum para que el Congreso reciba el
juramento del futuro "Presidente, un
gabinete proyectado, que á nadie satis-
face, confusión, en todo lo que consti-
tuye los intereses morales del país,—
y en lo material poca ó ninguna con-
fianza, i:)resentándose el porvenir cada
día más turbio, he ahí el cuadro de la
actualidad.
*
Bajo estos auspicios va á recibirse-
si se recibe, del bastón del mando eje-
cutivo,— el hombre en quien por un
momento se fundaron las mayores es-
peranzas; y es un rasgc- prominente
de la fisonomía que caracteriza la hora
presente, el descontento general de
los que con su influencia, su acción y
su dinero contribuyeron á que fuera
electo.
Piensan algunos que estamos con
un Sixto V ad portas.^ otros ven más
bien la posibilidad de una sarcástica
evolución, cuyo resultado transitorio
sería fundir en un elemento de go-
bierno, al partido radical y á lo que
se ha llamado el modernismo^ que, conKJ
se sabe, es una agrupación dentro de
la cual gira, de grado ó por fuerza, en
virtud de las leyes de la naturaleza,
el futuro presidente de la república.
Los más refractarios á toda solución
pacífica no creen sino en la revolución
aplazada, pero decretada por la lógica
de las cosas y los intereses en juego.
Yo, por mi parte, no viendo entorno
mío sino comprometidos y agravados
todos los problemas viejos, junto con
otros imprudentemente provocados;
solo creo lo que creía hace quince
días, y meses atrás, que vamos mal,
muy mal y de mal er peor; teniendo
solo como observador tranquilo, que
hacer notar que uno de los principales
peligros que corre el país, consiste en
que, como el poeta Keats lo abservaba
sardónicamente respecto, de si mismo,
— el que viene tiene y la aporta á los
negocios públicos: «Su cuota de bue-
nas cualidades.»
Pero es que el poeta no vio, á pesar
de su sinceridad, nada, ni á nadie, co-
mo las cosas eran en realidad, picándo-
se no obstante, por no decir jactándose,
de tener una comprensión intensa de
todas ellas.
Ese peligro, si el futuro Presidente
de la República tiene coraje, puede
hacerlo que se aferré tanto á sus con-
cepiones y á sus resoluciones, que en
donde halle la más mínima resistencia
el fanatismo de sus convicciones no le
permita ver, sino baterías preparadas
por infieles; y así un hombre manso
puede ser arrastrado, por otros, á todas
partes y á donde él no quiera. Basta-
rá persuadirlo y no será dificil, dada
su buena fe, de que tiene al fícente
gente horrible que destruir, y que solo
destruyéndola pueden realizarse los
sueños de su patriotismo exaltado.
De manera que el porvenir es un
enigma, y que bien puede ser que la
República, persiguiendo el ideal de un
Presidente que hiciera un gobierno y
una política de tregua, sólo haya en-
contrado su Némesis.
LUCIO V. Mansilla.
CRÓNICA _OR[ENTAL
Parte de la prensa de Montevideo
ha encontrado injusta la apreciación
que, en un sensato informe sobre la
acuñación de plata, hace la Comisión
de Hacienda del Senado respecto de
las causas que han producido el actual
malestar del país, que atribuye prin-
cipalmente á determinado centro ban-
cario y á lo que se llama alto comercio.
La Comisión, dicen, ha debido fijar-
se en que han coincidido en opinión
los comerciantes de todas las nacio-
nalidades, hombres de muy diverso
espíritu, é incurre en evidente error
considerándolo retrógrado, cuando ha
acompañado el movimiento de exj)an-
sión de los años anteriores.
Estas observaciones tienen por base
el desconocimiento de lo que pasa y
sigue pasando entre nosotros, en que
un grupo de agiotistas comprime con
DEL HlO DE LA PlaTA
fMCj
férrea mano todo el verdadero comer-
cio del país y exibe sus miras estrechas
como el reflejo de las aspiraciones y
de los intereses generales, del mismo
modo que en el orden político, una
reducida comandita presenta los con-
sejos de su propia conveniencia como la
expresión de la opinión pública.
Cuando se trataba de desmonetizar
el papel del Banco Nacional, reprodu-
ciendo el atentatorio compromiso de
1875, hemos visto como se obtuvieron
las firmas del comercio con tan incon-
veniente corno anti-patriótico propó-
sito. La mayoría de los comerciantes
veían en esto un mal general, pero
firmaba porque el no hacerlo impor-
taba la hostilidad de los dos grandes
Bancos coaligados que quedaban pre-
dominantes en el mercado y se im-
ponían á los demás, á la par que era
también perder el crédito con las
casas importadoras que, más intere-
sadas en los retornos que en la pros-
peridad de la República, están empe-
ñadas en conservar una circulación
exclusiva á oro, con prima de expor-
tación, tratando los intereses genera-
les del país con no menos egoísmo y
funesto criterio que el que en otros
tiempos manifestaba el comercio mo-
nopolízador de Cádiz.
Es á ese gremio que viene impo-
niéndose entre nosotros y no á sus
victimas constantes, á quienes se há
referido, sin duda, la Comisión del
Senado.
vasta escala para tener cada día ma-
yores liquidaciones que hacer, á la par
que menos medios para efectuarlas.
«El Telégrafo Marítimo» que se ha-
bía dejado influenciar por las ideas
ingouvilistas, observa ahora, después
qiíe se ha hecho todo cuanto de acuer-
do con ellas correspondía, que en vez
del prometido renacimiento « no se
nota el más pequeño síntoma de reac-
ción » y que « no se sabe cuando em-
pezará la mejoría. »
En el camino en que hemos veni-
do siguiendo estos dos últimos años,
no es ni el asomo de mejoría lo que
podemos esperar; es la gravación, por
difícil que esto parezca en la situa-
ción en que ya nos encontramos.
Los países jóvenes reaccionan, ob-
serva nuestro estimable colega, i)ero
se olvida que haciéndose proporcional-
mente mucho menos daño que ahora,
la misma política restriccionista nos
dio más de diez años de postración.
Una mejoría en el siglo que viene,
será para el mayor número un bene-
ficio ilusorio.
Conviene restablecer la verdad, de-
finiendo ante el país las responsabi-
lidades que á cada uno corresponde.
Los ingouvilistas quieren ahora atri-
buir al fracaso del empréstito el mal-
estar que lógicamente se agrava, como
si los cuatro millones y pico de su
producto pudiesen curar una situa-
ción que no evitaron mayores impor-
La tendencia progresista manifes- taciones de capital. Cuando los Estados
tada cuatro años há tiene su esplica
cion en el hecho de que las facilidades
del Banco Nacional enmancipaban á la
mayoría del comercio de la tutela de
ese círculo estrecho.
Estamos también conformes con las
opiniones de la Comisión en cuanto á
los efectos fatales del hecho de haber-
se sometido el gobierno á las exigen-
cias de ese titulado alto comercio y
al criterio bancario del Sr. higouville.
La realización de cada una de sus
exigencias ha sido un paso más dado
en el camino de la ruina general; se
suprimieron las emisiones del Banco
Nacional para no poder reemplazar-
las; se hizo caer al Banco Nacional
para después no poder sostiturlo y
aumentar las dificultades de la plaza,
y se promovieron las liquidaciones en
Unidos, con sus exportaciones colosa-
les no pueden defender su existencia
de oi'O en las circunstancias actuales
en que su escasez lo hace solicitado por
todas las naciones, ni ese empréstito
ni otros más, de nada nos servirán
mientras conservemos nuestro actual
régimen monetario.
Su modificación, volvemos á repe-
tirlo, es para nosotros la base esencial
de toda vida económica regular, y mien-
tras esto no se realizo y se provea la
circulación por los medios con que
puede contar el país, no hay otro, ca-
mino para impedir que él mal se
agrave que el de evitar por todos los
modos posibles el que sigan las rea-
lizaciones forzosas deprimiendo aún
mas los valores, lo que importa exten-
der las dificultades y las insolvencias y
306
Revista Económica
debilitar el poder circulatorio de la
moneda.
En vez de esto, ¿que se hace? se
sobrecarga el crédito de la nación, no
para aliviar á las víctimas de la con-
tracción monetaria, sino para montar
lo que oportunamente habíamos cali-
ficado de la guillotina de la propiedad
raiz. Creada la máquina y provista del
personal adecuado á este fin, el resul-
tado ya lo tocamos. A pretexto de obte-
ner medios para servir el interés de
las cédulas, no solo se está provocan-
do la anulación de todo valor territo-
rial sino también la ruina de los tene-
dores de cédulas.
Si bien los resultados generales
corresponden á nuestros previsiones
hay algo que nuestro pesimismo no
alcanzó y es que el Directorio del Ban-
co Hipotecario llegase al extremo de
ordenar las ventas en las condiciones
que deban hacerlas mas ruinosas, pro-
vocando censuras como las que se le
han hecho por la prensa, y de las que
no se ha vindicado, y reclamaciones
como la del síndico de la «Compañía
Nacional», fundada en el hecho de
sacarse á venta en un solo lote, el tea-
tro de San Felipe y las propiedades
adyacentes, lo que limita el número
de los compradores á dos ó tres, ó
quizá á uno solo.
Igualmente censurable es lo que
viene pasando con el importe de los
servicios afectados en garantía al Ban-
co Popular de Rio Janeiro. El Direc-
torio del Banco Hipotecario pretende
desconocer esa garantía, fundándose
en la interpretación de una ley poste-
rior á ella, como si ley alguna pudiese
anularla. Hay ciertos derechos que
como los del Banco brasilero, son tan
claros que no es ni decoroso cuestio-
narlos.
Así, pues, en vez de una mejora en
el orden económico, tenemos que con-
signar que se sigue agravando el mal,
precipitando la "baja del valor terri-
torial, perjudicando á los tenedores
de cédulas que, en cambio de un par
de servicios verán minorar cada día
mas su capital, y á la vez, que se
há venido á abatir más el crédito del
país, especialmente en el Brasil, de
donde todavía podríamos esperar la
realización de operaciones convenien-
tes.
En cambio de tan tristes hechos,
nos complacemos en constatar que el
gobierno asumió en la cuestión del
canal de Martín García, la actitud
enérgica y decidida que correspondía.
REVISTA BURSÁTIL
El oro quedó á los mismos precios
que en la quincena anterior y en cuan-
to á los cambios la alteración ha sido
poco sensible.
El movimiento mas notable es el
operado en los cheques, bajando el
descuento de los del Banco Nacioual
de 22 á 17 % y los del Banco déla Pro-
vincio de 37 á 35 1/2 «/o. En cambio,
los bonos del Banco Hipotecario que
valían 21,50, han quedado á 16,30.
En cédulas hay alguna mejora en
las nacionales, mientras que las pro-
vinciales continúan también firmes,
con tendencia á una pequeña alza mas.
En fondos y títulos públicos, lo más
digno de notar es el alza del Em-
préstito Interno de 1891, que estava
en la quincena anterior á 71 y des-
pués de algunas fluctuaciones en alza
ha quedado á 74 ¿.
En acciones y títulos el movimiento
ha sido escaso y como se verá por las
cotizaciones que publicamos, no se ha
producido ninguna oscilación digna de
notar.
La Bolsa de Montevideo, como lo
preveíamos iia vuelto á manifestarse
con tendencia de baja, la que, sobreto-
do en cédulas y acciones del Banco
Hipotecario, no tendrá límite, si el
Directorio de ese Establecimiento si-
gue en el estraviado camino en que
ha entrado.
El primer interesado en detener el
derrumbe del valor territorial debe
ser el propio Banco Hipotecario y
sinembargo, lo vemos empeñado en
las realizaciones en vasta escala, que
importarán su ruina. Algunos tene-
dores de cédulas podrán, por lo ¡jroii-
to, beneficiar, pero esto será por cierto
en perjuicio de todos los demás.
DEL Rio de la Plata
307
Movimiento bursátil de la segunda quincena de Septiembre de 1892
BOLSA DE BUENOS AIRES
(del 15 AL 30 DE septiembre)
Ultimo precio
HASTA
s'bre, 15
Metálico
Onzas
Libras esterlinas.
Cambios
Inglaterra.
Francia. . .
Bélgica.. . .
Alemania .
Cheques
Banco Nacional
Banco de la Provincia
Banco Hipot. de la Provincia— bonos.
Cédulas Hipotecarias Nacionales
Serie
»
»
»
»
(oro)
%
5 %
7 %
7 %
7 7o
7 %
7 V,
de
»
»
renta.
»
»
»
Cédulas Hipotecarias Provinciales
Serie A (oro) 6 % de renta 19
» A
$f.
8
%
» »
» E
»
6
%
» ))
» F
%
6
%
» »
)) G
»
6
%
)) »
» I
»
8
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8
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» »
» N
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8
X
» »
» 0
))
8
Yo
» »
)) P
»
8
Vo
» ))
Fondos y Títulos Públicos
Fondos Públicos Nacionales de 1884.
Empréstito Nacional Interno 1981
Id. de 1892
Deuda Municipal de la Capital . . .
53 20
16 48
47 I
5 02
5 03
4 06
22 -
37 -
21 i
30 —
97 —
84 —
81 i
86 —
53 —
14 56
■i7 i
4 98
4 98
4 02
17
35
16
32 —
94
84
84
86
35 —
31-
30 -
29 60
29 60
29 50
29 20
29 50
30 10
30 40
— —
30 20
30 10
29 90
30 10
29 80
30 10
29 70
30 10
29 80
30 10
29 80
30 —
29 80
53 —
71 ~
72 50
67 60
67 —
58 40
58 —
53 80
16 60
48 —
5 03
5 04
4 07
22 \
37 I
22 50
32
95
84
87
31 -
30 50
30 10
29 70
30 40
30 50
30 50
30 80
30 50
30 50
30 60
30 60
74 80
68 —
58 80
mtimo preei»
HASTA
s'bre. 30
63 20
16 47
47 I
5 01
5 04
4 04
17 —
35 I
16 30
32
97
94
84
87
86
19 —
31 —
30 50
30 10
29 60
30 40
30 50
30 50
30 50
30 50
30 50
30 60
30 50
74 50
67 40
58 10
308
Revista Económica
Cllirao precio
Cltimo precio
HASTA MAS BAJO
MAS ALTO
HASTA
s'bre. 15
'
s'bre.»30
Acciones
BANCOS
Español del Rio de la Plata jlO'^ —
Italia y » » » » (oro) i 92 —
Crédito Real '— ^
Nuevo Banco Italiano 5^ 50
Banco de la Bolsa ' 45 —
Francés del Rio de la Plata ' 43 —
Hipotecario de la Capital (Bonos oro) . . i 64 75
Constructor de la Plata 4 50
Id id id (obligaciones)! 1 10
Agrícola Comercial j 23 —
Banco Inmoviliario : ¡22
Banco del Comercio ; 9'"^ —
Banco Caja de Descuentos | oó —
Comercial de la Plata ' ^^8 oO
Comercial 30
31 -
106 50
43 50
1
24
Banco Sud- Americano.
Banco Nacional
COMPAÑÍAS
27 —
10 90
13 —
7 —
7 —
La Edificadora
La Previsora (Compañía de Seguros).
La Primitiva (Compañía de Gas) j oo —
Gas Argentino ' pO —
Empres'a del Edificio de la Bolsa '¡130 —
La Argentina (fábrica de papel) j 80 —
Muelle y Depósitos de las Catalinas.. . . ^
La Buenos Aires (Compañía de Seguros)
Compañía General de Reaseguros
Kíd y C=^ .^
Telegráfico Telefónica 65 —
Constructora Arojentina ' 1-1 —
BOLSA DE MONTEVIDEO
(del 15 AL 30 DE SEPTIEMBRE)
Billetes Banco Nacional
Títulos hipotecarios Serie D . .
Cédulas hipotecarias » A..
» » » C . .
Deuda del Interior
Id. Consolidada
Acciones Banco Hipotecario. .. .
CAMBIOS
Inglaterra
Francia
Bélgica ,
Alemania
107
44
1 10
24 —
22 —
77 —
27 —
86 -
52 -
•78 -
27 50
86 —
52 —
9 90
11 30
— —
50 —
25 20
25 60
25 —
26 50
30 60
9 10
51
5
5
4
V16
34
34
32
46 —
25 —
25 10
26 60
30 20
8 80
51 —
5 33
5 33
4 32
107 —
92 —
31 —
57 50
45 —
44 —
64 75
4 50
1 —
24.—
22 —
90 —
50 —
8 50
30 —
29 —
31 —
78 —
27 —
86 —
52 —
130 —
80 —
10 20
13 —
7 —
7 —
65 —
14 —
50 —
26 80
27 60
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4 34
2^ Época— Nú m. 12.
20 de Octubre de 1892.
REVISTA ECONÓMICA
DEL
RIO DE LA PLATA
DiRKCTOR: DOMINGO LAMAS
EL PROBLEM FINANCIERO ARGENTINO
El primer acto del ministro de ha-
cienda de la nación parece indicar que,
en vez de venir al gobierno con ideas
inspiradas en los extremos de escuela,
como lo han aseverado algunos de
nuestros colegas, que se pretendían
mejor informados, y que, á ser cier-
to, lo llevarían inevitablemente al
fracaso en la práctica, piensa proce-
der como corresponde á los hombres
que toman sobre sí problemas tan ar-
duos como los que presenta la actua-
lidad económica íinanciera argentina.
La medida á que nos referimos, es
la de reunir todos los datos necesarios
para formar una idea exacta de las
obligaciones y de los recursos de la
Nación, solo en vista de los cuales es
que puede trazarse un plan acertado.
Para los que juzgan superficialmen-
te las cosas, el más bajo tipo del oro,
en vez de un reflejo, es una causa, y
la más fundamental, de mejora, y se
suele por lo tanto creer, que todo lo
que hay que hacer es tratar de valorizar
el papel. Si consultamos á los rentistas
extranjeros y al comercio importador,
esa aristocracia del bacalao, como es-
piritiialmente la ha denominado el
distinguido escritor oriental Dr. D. Án-
gel Floro Costa, este es el gran desiderá-
tum puesto que, los primeros verán
aumentadas sus entradas, y los segun-
dos facilitados sus pagos al exterior;
pero hay siempre que recordar en
cuestiones de circulación monetaria,
que las monedas tienen un anverso y
un reverso. Opuesto es el criterio de los
que deben cobrar en el exterior al de
los que se dedican á producir en el país.
Considerando las cosas desde el pun-
to de vista limitado de la hacienda na-
cional, se cree que la valorización del
papel debe favorecer su situación, y tal
liarece ser también la opinión de los
tenedores de la deuda en el extranjero,
puesto que vemos al sindicato del
empréstito moratorias, imponer limita-
ciones á la emisión de billetes y mani-
festarse tendencias de alza en las
cotizaciones en Londres de los títulos
argentinos, en la proporción en que en
este mercado baje el tipo del oro,
pasmándonos el que gremios que
debían estar bien al corriente de las
condiciones reales de la República
Argentina, lleguen á creer que median-
te la valorización del papel, este
país podrá reanudar el pago en efecti-
vo de sus servicios exteriores.
Si las rentas principales de la Na-
ción se cobrasen por el valor nominal
del papel, concebiríamos que se pu-
diese creer en una mejora de la situa-
ción do la hacienda nacional con la
valorización del medio circulante, pero
esteno es el caso, desde que la Nación
col)rasus principales rentas, como son
las de aduana, segiín el tipo del oro,
de modo que si bien, con el papel des-
valorizado tiene que pagar mayor nú-
mero de pesos por las libras esterlinas,
recibe simultáneamente, por derechos
de importación y de exportación, ma-
yor cantidad de papel, parte del cual
íe sirve para pagar, por su represen-
tación nominal, los servicios internos.
Las cifras exactas de las rentas y
de los compromisos á oro y á papel,
no permitirán dos opiniones al res-
pecto. Es cuestión de debe y de haber,
y es de esperar que el señor ministro.
310
Revista Económica
en vista de la realidad de las cifras
no se lanzará por el extraviado cami-
no que se le atribuye, de busca en la
valorización del papel la mejora del
país y la base del pago de un tanto
por ciento sobre todos los servicios
hoy comprendidos en el empréstito
Morgan.
El simple estudio del presupuesto,
basta para demostrar la exactitud de
las observaciones que hacemos.
Para apreciar las rentas del año 1898,
tenemos, como base cierta, su produ-
cido durante los tres primeros trimes-
tres de este año, que ha sido el
siguiente: Rentas en oro: $ 15.622.500
y en papel $ 11.047.500. Este año ha
sido un año feliz para la renta; la im-
portación se aumentó, no solo por las
necesidades ordniarias del consumo
sino también debido al hecho de que
pasó del año anterior una existencia
menor que la normal, y al de haber
tenido una fuerte exportación, de
modo que no es discreto contar, para
el año próximo con un mayor movi-
miento comercial. Ahora bien; calcu-
lando en el cuarto trimestre, un pro-
ducto de renta equivalente al promedio
de los trimestres anteriores, llegamos
alas siguientes cifras, como base de
renta real, en oro $ 20.830.000 }■ en
papel $ 14.730.000.
El presupuesto general de gastos
presentado, para el año próximo, as-
ciende, en oro á $ 11.059.224, y, en papel
á S 44.658.363; de donde resulta un ex-
ceso de renta, en oro, sobre los gastos,
de S 9.770.776, y un déficit, en las entra-
das á papel, comparadas con los gastos,
de $ 29.928.363.
En esta situación las rentas alcan-
zarán ó no á cubrir el presupuesto or-
dinario, según valga más ó valga me-
nos el esce'dente de renta en oro, con
que debe compensarse el déficit de
renta enp¿ipel. Expresando numérica-
mente la situación, tenemosque, para
que el presupuesto ordinario pueda
cubrirse con las rentas generales que
hemos calculado, es necesario que las
rentasen oróse cobren, cuando menos
á306'30 %. Por cada diez puntos, que
de este precio baje el oro, la Nación
tendrá, en su presupuesto ordinario.
próximamente, un déficit de un millón
de pesos.
Véase, pues, cómo las cifras demues-
tran todo el error en que incurren los
que ven en la valorización del papel,
un medio directo de mejorarla situa-
ción de la hacienda.
No hemos considerado aquí más
que los presupuestos ordinarios, que
no son, por cierto, en este país ni en par-
te alguna, la expresión de las erogacio-
nes reales, ni hemos tomado en cuenta,
los aumentos en los impuestos exis-
tentes y las nuevas contribuciones que
se proponen para el año entrante, que
si se sancionan, no podrán, en la prác-
tica, traer una modificación sensible
al estado de cosas que se ha impuesto,
mientras que los gastos extraordina-
rios serán el equivalente del déficit del
ejercicio próximo, que, con el presu-
puesto ordinario proyectado, tendrá
que producirse, aún cuando el oro se
mantenga en los precios actuales.
En estos gastos extraordinarios, se
incluyen, no solo los imprevistos sino
también todas las leyes especiales,
que representan un término medio de
erogaciones anuales, si nos atenemos
á las cuentas de 1891, año en el que la
escasez de recursos impuso la limita-
ción ile gastos, de un 37% de lo que
figura como gastos ordinarios.
"Tocamos aquí, la segunda ilusión
que se forjan nuestros mentores fi-
nancieros de allende los mares, puesto
que resulta que, en las condiciones
actuales de la República, en vez de po-
derse contar con 'un escedente, se pre-
senta la perspectiva de un déficit, para
el año entrante, de próximamente
treinta millones, no obstante conti-
nuarse capitalizando los servicios ex-
ternos, comprendidos en el empréstito
moratorias.
Contra esto se podrá,empíricamente,
aconsejar, como remedios heroicos,
una fuerte reducción en el presupues-
to ordinario, y la supresión de los gas-
tos extraordinarios.
La prensa diaria ha anunciado pro-
yectos de economías importantes, de
diez millones, en el iiresupuesto ordi-
nario, lo que representa, eliminadas
las partidas irreductibles de deudas
que se pagan en efectivo, una rebaja
de 25 %, en los gastos generales, suma
que no puede alcanzarse sin evidente
DEL Rio DE LA PlATA
311
riesgo de comprometer intereses esen-
ciales. Pero, admitamos que la noticia
sea cierta y que se lleve á efecto tan
considerable reducción, y, sin embar-
go, subsistirá todavía un déficit prove-
niente de los gastos extraordinarios.
La supresión total de los gastos de
esta especie, es, en todas partes, una
aspiración, pero, á la vez, una imposi-
bilidad práctica como les será á to-
dos fácil comprender, si saliendo de la
esfera amplia de las atenciones públi-
cas, se detienen á considerar lo que
les pasa en el orden privado.
Intente cualquiera, por regular que
sea su vida doméstica, hacer un pre-
supuesto de sus gastos para el año
siguiente, y si bien podrá calcular de
antemano una suma de obligaciones
ineludibles, difícil ó imposible le será
preveer todo'lo que los acontecimien-
tos y el criterio de las conveniencias
propias le impondrán desembolsar
¿y, cómo, entonces, poder pretender en-
cerrar en sumas fijas y detalladas
todas las erogaciones de una nación,
durante un ejercicio venidero?
Con más razón, en la hacienda pú-
blica que en la particular, las de-
terminaciones del presupuesto no
pueden ser fatales, y, producidas nece-
sidades de cierto carácter que no
hayan sido previstas, el interés públi-
co impone las erogaciones que se de-
nominan extraordinarias.
Los más partidarios de la supresión
de la facultad en el ¡joder administra-
dor de hacer gastos fuera de los limi-
tes de los presupuestos, lo autorizan,
sin embargo, á la transposición de
rubros, esto es, á tomar de las partidas
para gastos ordinarios lo necesario
para atender los imprevistos; pero,
como el gasto ordinario autorizado pre-
supone una inversión considerada ne-
cesaria, esta autorización implica el
voto de un crédito equivalente, á fin de
reponer la suma de que se haya dis-
puesto, distrayéndola de su objeto
primitivo. Es laautorización.aun cuan-
do pueda cubrirse con lo destinado
para un gasto previsto, de gastar lo que
no haya sido esiDecificado en la ley de
presupuesto.
Ejemplo notable de esto, es el que
nos da el gobierno de Mr. Thiers. Acu-
sábase á "la administración napoleó-
nica de estenderse en créditos extra-
ordinarios, y, durante los últimos
tiempos del imperio, las cámaras,
repetidas veces, se habían ocupado en
suprimirlos, lo que el gobierno surgido
de los desastres de la guerra franco-
prusiana, trató, de llevar rigurosa-
mente á la práctica, satisfaciendo un
clamor público. Las declaraciones del
presidente de la nueva república fran-
cesa, fueron al efecto, las más cate-
góricas; pero, como si la práctica de
las cosas quisiera dar una lección
ruidosa, Mr. Thiers, tuvo, en breve, no
obstante sus deseos, que abrir la
puerta de los créditos extraordinarios,
y, para no faltar al deber primordial de
atender á las necesidades vitales del
país, que extenderlos á una suma mu-
cho más considerable que la que nun-
ca habían alcanzado bajo la dictadura
imperial.
Cabe aquí observar, además, que los
presupuestos franceses comprendían
en sus previsiones todo cuanto, según
las resoluciones de las cámaras, de-
bían calcularse como erogaciones
anuales, mientras que en los presu-
puestos argentinos, con el afán de obte-
ner un aparente equilibrio, no figuran
los gastos impuestos por leyes especia-
les y, por lo tanto, previstos é inelu-
dibles, de donde resulta que por más
que quiera el nuevo gobierno cercenar
sueldos y disminuir empleados, así co-
mo reducir gastos no comprendidos en
el presupuesto, no le será dado obtener
excedente con que atender los servi-
cios exteriores que hoy se capitalizan.
*
* *
La& conclusiones á que llegamos
son las que las cifras que reúne el
señor Ministro de Hacienda impondrán
á su ilustrado criterio. La valoriza-
ción del papel, tendrá que reconocerlo,
si bien satisface á las conveniencias
de los capitalistas del exterior, per-
judicando á las de la producción na-
cional, en vez de favorecer directa-
mente las condiciones de la Hacienda
de la Nación, aumentará sus dificulta-
des. Y á esto, tendrá que agregar, que
las economías, que siempre se imponen
á todo buen administrador, no son la
base de un plan financiero. Por últi-
mo, deberá convenir en lo que y a
hemos dicho en más de una oportu-
312
Revista Económica
nidad, esto es, en que el problema de
la hacienda si lo consideramos desde el
punto de vista de los recursos actuales
es insoluble. La Nación dentro de esos
límites no tiene más perspectiva
que la bancarrota; pero si nos ha-
cemos cargo de lo que esta gran
República ríe la América del Sur es sus-
ceptible de desenvolverse, veremos
como toda esa montaña de dificultades
y deshonor, puede trasformarse en car-
ga ligera, abriéndose ante el país los
vastos horizontes del crédito y de la
prosperidad.
Al concluirse la guerra de secesión,
pesaban sobre los Estados Unidos
2708 millones de deuda, el doble de
lo que á Inglaterra le costaron las gue-
rras napoleónicas, y si el águila yan-
kee hubiera dicho liquidemos, res-
trinjamos el crédito, busquemos el
nivel de nuestra hacienda en la des-
atención de los servicios públicos, al
plegar las alas, hubiera caído en el
abismo, pero en vez de seguir los
preceptos de las sociedades estaciona-
narias, hizo lo que les corresponde
á las sociedades nuevas, y el clamo-
reo de los timoratos y de los espíri-
tus pequeños fué ahogado por el «(to
á head», mediante el cual pasó í\ serla
nación del mundo financieramente
mas solvente, pudiendo, si quiere,
extinguir por completo, en corto tiem-
j)o, toda su deuda pública.
Hágase cargo el nuevo gobierno de
las cifras que se preocupa en reunir;
ellas le dirán que no hay solución satis-
factoria si no se duplica la produc-
ción del país; y si estudia sus condi-
ciones de expansión, verá que esto es
fácil de conseguir en breve término.
Para esto, sin embargo, es indispen-
sable, que se mire más al país y me-
nos á las exigencias del interés de los
capitalistas del exterior transitoria-
mente vinculados con el país; que
en cuestiones monetarias se antepon-
gan las conveniencias de los producto-
res á las de los importadores y de los
rentistas extranjeros; que se oiga con
preferencia la voz de los intereses de
las provincias, á la de la Bolsa de Co-
mercio, eco del agio y de conveniencias
extrañas; que se trate de que se aumen-
ten con preferencia las hectáreas cul-
tivadas, á que el oro se cotice tem-
poralmente, unos centavos más ó
menos alto; que la organización ban-
caria y por consecuencia la distribu-
ción del crédito consulte antes el in-
terés de la producción que el del in-
tercambio ó de las operaciones de
agio á que individualmente se suele
dar preferencia cuando el movimien-
to de los capitales se rige por el inte-
rés de la exclusiva utilidad inmediata;
y, por ultimo, que las cuestiones agra-
rias y ferrocarrileras se resuelvan con
el criterio de las conveniencias de la
producción nacional.
Las cifras, como hemos dicho, esta-
blecerán ante el nuevo gobierno el
problema tal cual es, y le indicarán el
verdadero camino de salvación y de
engrandecimiento. Si no lo sigue; si se
deja llevar por las corrientes del agio y
de los intereses egoístas del exterior, si
se concentra en la Bolsa de Comercio y
en los círculos de la City, como se ha
pretendido que es la mente del gobier-
no, le corresponderá la no envidiable
función de impulsar á la República
toda en el camino de la ruina.
-*-
LA TRATA DE NECRüS
Y El. Rio de la Plata
IV
Las primeras autorizaciones para la
introducción de negros en América,
que datan del año 1500, se referían á
los esclavos de Sevilla: la del año 1511
que hemos mencionado como el pun-
to inicial de tráfico en vasta escala,
tenía por objeto la introducción direc-
ta desde la costa de África. En la real
Cédula de ese año, así se estableció
«ordenándose que se buscasen los me-
dios de trasportar á las islas un gran
número de negros de Guinea, visto que
un negro hace mas trabajo que cuatro
indios.»
Sevilla no podía abastecer de negros
á América; su existencia era limitada
y los precios de venta debían aumen-
tarse sucesivamente.
En estas condiciones el transporte
desde las costas desamparadas de
África se imponía, pues solo allí, po-
dría encontrarse el artículo en abun-
DEL Rio de la Plata
313
dancia y en las condiciones de baratu-
ra requeridas.
Las leyes de las conveniencias per-
sonales, no moderadas por los precep-
tos humanitarios, abrió, asi, el ancho
campo de la devastación de la raza
africana.
El negocio resultó grandemente pro-
vechoso para sus empresarios, y Car-
los Vcon el objeto de beneficiará uno
de sus favoritos, el flamenco La-Bresa,
le concedió en 1517, el privilegio de su
explotación durante ocho años, el que
no tardó el agraciado en vender en
25,000 ducados" á los genoveses, quie-
nes obtuvieron de este negocio gran-
des utilidades.
Iniciada en estas condiciones la trata
africana, el gobierno de la Metrópoli
tuvo en breve que preocuparse en res-
tringirla; en 1582 recobró el privilegio
quehabia sido renovado y se redujo á
conceder limitadas autorizaciones, no
inducidas por deberes humanitarios,
sino por el interés egoístico de la con-
servación tranquila de sus dominios.
Los primeros negros que fueron in-
troducidos á América, no se sometieron
impasibles á los rigores ya. en uso con
los indios, y en la noche del 26 de Di-
ciembre de 1522, un grupo de ellos
sale de la casa de don Diego de Colon,
se reúne á sus compañeros de desdi-
cha, y ataca á los españoles, luchando
y matando hasta ser vencidos por el
número. Este hecho se reprodujo en
alguna de las otras colonias.
Los excesos que se cometían con los
negros, y que dieron lugar á esa suble-
vación, no fueron corregidos. Asustado
el gobierno de la metrópoli, con la
perspectiva de la reproducción de he-
chos análogos, trató, como hemos indi-
cado, de liinitar las importaciones de
esclavos, y tomando por base el régi-
men de la opresión, buscó en el atraso
de los negros la resignación para so-
portar el yugo que se les imponía. Con
este objeto, por Cédula de 11 de Mayo
de 1526, se prohibió la introducción á
las Indias, «de ningunos negros que
en estos reinos ó en el de Portugal ha-
yan estado dos años,» sino solamente
los bozales, porque (1) «siendo aquellos
(1) Manu«l Antuiiíz Acevsdo— Msmorias históricas.
de malas costumbres, en España no se
quieren servir de ellos, y en las Indias
aconsejan mal álos otros negros pací-
ficos y obedientes á las órdenes de sus
amos.» Por Cédula de 1532, se mandó
por el Consejo, que no se llevasen á
las Indias, «ningunos esclavos de la is-
la de Gelofe, sin real permiso, porque
se ha sabido que esta casta de negros
soberbios, inobedientes, revolvedores
é incorregibles, eran la causa de los
alzamientos de negros y muerte de
cristianos, que hablan sucedido en
Puerto Rico y en otras islas.»
El celo por la religión católica, im-
pulsó también, á prohibir por cédula
de 18 de Diciembre de 1531 la impor-
tación de negros de procedencia mo-
risca. Por Cédula del 1°. de Mayo de
1543, se prohibió también llevar escla-
vos mulatos, y por otra de 16 de Julio
de 1550, se previno á los oficiales de
Sevilla, que «no dejasen pasar ningún
esclavo que sea de Levante ni que se
haya traído de allá., ó que se haya
criado con moriscos, aun que sean de
casta de negros de Guinea, porque,
según dice textualmente la Cédula en
sus fundamentos, «los negros que ha-
ya en aquellas partes de Levante, di-
ce que son de casta de moros, y otros
tratan con ellos, y en una tierra nueva
donde se planta agora nuestra fe cató-
lica no conviene gente de esta cali-
dad.»
Estas disposiciones están de acuer-
do con las instrucciones dadas al Co-
mendador Fr. Nicolás de Ovando en
1501, la Cédula de 1518 y siguientes,
que, en general, prohibían que fuesen
á Indias, ninguna clase de moros, ju-
díos, herejes, ni reconciliados, ni per-
sonas nuevamente convertidas á la
santa fe católica; y con cuyo objeto las
licencias para pasar á América, eran
precedidas de informaciones en el tri-
bunal de la Casa de Contratación.
A fin de que los traficantes de negros
no abusasen, encareciendo su merca-
dería, por Cédula de 6 de Junio de
1556, se estableció una tasa para la
venta de los negros, que se graduaba
según las diversas colonias, Cédula re-
vocada por otra de 15 de Setiembre de
1561, que restableció la libre contrata-
ción de los negros importados.
Solo una disposición encontramos
que consulte los deberes de humani-
314
Revista Ecoxómica
dad, y es en la Cédula de 1°. de Febre-
ro de 1570, que previene que los que
remitan ó lleven esclavos negros á las
Indias, «ansi para los vender y contra-
tar como para su servicio», no pudie-
sen llevar ni remitir los que fuesen
casados sin que les acompañasen sus
mujeres é hijos. Esta disposición res-
pondía al mismo espíritu de las que
sujetaban á diversas condiciones la ida
á 'Indias de hombres casados, como
las muy notables que obligaban á los
mercaderes casados á presentar á la
Casa de Contratación el consentimien-
to de sus mujeres, á fin de poder pa-
sar á Indias á realizar sus mercaderías
y les exigía fuertes fianzas pecunia-
rias de qu'e regresarían á los tres años,
sometiéndoles á apremios si no lo rea-
lizasen en el plazo fijado y á ser con-
ducidos presos si no regresasen en el
término dado, á menos de dar garan-
tías de que harían venir sus mujeres
á las Indias, á fin de hacer vida mari-
tal.
Sin embargo, la previsión real se re-
ducía á eso, pues, una vez introducidos
los negros á Indias se dejaba facultad
á sus amos para desgarrar las fami-
lias, según las conveniencias de la
compra ó venta.
Las otras naciones de Europa no
tardaron en adoptar el mismo sistema
para resolver el problema del trabajo
de sus colonias de América, y las ven-
tajas del tráfico fueron consideradas
como un medio de fomentar el desa-
rrollo de la marina y prosperidad del
comercio. «Inglaterra, (1) Holanda
Francia, Suecia, Dinamarca y hasta la
Prusia. tomaron desde mediados del
siglo XVII, posesiones en la costa de
Guinea; las factorías, asi como los fuer-
tes que esos estados establecieron en
ellas, tuvieron por principal objeto, la
explotación y la protección de la trata.
Los gobiernos metropolitanos, hicie-
ron todo lo que pudieron para alentar-
la y extenderle.»
En los contratos sobre trata de ne-
gros, figuran como partes (2) corpora-
ciones como la compañía portuguesa
de Guinea, la Real de Francia y la
del Sud de Inglaterra; altas dignida-
des como el obispo de Bristol, Dean
de Windsor, duque de York, después
Jacobo II; y soberanos como Felipe
II. Isabel de Inglaterra, la reina Ana.
Luis XI Y y Felipe Y.
Y
Limitada la introducción, durante
algunos años, por el temor de que, no
obstante las precauciones tomadas,
tendentes á seleccionar las clases mas
humildes de negros, no se reproduje-
sen, con su aglomeración, sul^levacio-
nes como la tle Santo Domingo, y la
necesidad del tesoro comprometido á
reembolsar las fuertes sumas presta-
das por los genoveses á Felipe II para
preparar la Invencible armada, hicie-
ron que se recurriese al arbitrio de los
asientos de negros, permitiendo su
introducción en vasta escala.
Por otra parte contribuía á alejar el
temor de nuevas sublevaciones el ma-
yor número de españoles esta!~)lecidos
en Indias; á la par que la destrucción
de los indios (1) y la extensión de los
establecimientos aumentaban la nece-
sidad de las importaciones africanas.
Desde 1532, en que solo se concedie-
ron parciales licencias, se cobraba por
estas, dos ducados por cada negro, de-
biendo, además pagar, éstos, el dere-
cho de almojarifazgo y demás que
eran corrientes para las mercaderías.
Por Cédula de 2 de Enero de 1586, se
autorizó á D. Gaspar de Peralta para
la introducción de 208 esclavos negros,
la tercera parte hembras, pagando por
la licencia á razón de 30 duchados cada
uno f2) por todo derecho, debiendo pa-
garse nueva licencia para reemplazar
ios que pereciesen en el viaje. Esto
importaba trasladar al comercio de
negros el sistema de arrendamientos,
entonces corriente^ respecto de las ren-
tas públicas y que tan funestos resul-
tados produjo á los intereses de la
hacienda y de la industria de España,
dando lugar á la observación de Que-
vedo «dé que los Príncipes que se
(1) H. Scherer — Hlstoire du Commerce.
(2) M. Barón Fortasin— La abolición de la esclava-
tura.
(1) Solorzano— Política Indiana — Herrora — Cecachas.
(2; Según Zúñiga en su «Historia de Sevilla», los
andaluces que navegaban en el siglo XV desde este
punto á Guinea de donde traian negros, pagaban el
quinto á la Hacienda piíblica. Vendiéndose los negros
de cien á doscientos ducados los precios de la licencia
eran equivalentes á su antiguo quinto.
DEL Rio de la Plata
810
entregan á arbitristas para dejar de
ser pol:>res, dejan de ser Príncipes.»
Si ala par de los perjuicios para la ha-
cienda el sistema de venta de im-
puestos trae la explotación de los
contril)uyentes y las exacciones exte-
nuantes del poder productivo, ¿qué no
suco'lería con el xjrivilegio incondicio-
nal para la trata de africanos?
Verdad es, que los de España hablan
dejaiio ya de ser reyes en todo lo que
se relacionaba con los principios mas
elementales que debian observarse en
el tráfico que se promovía, no siéndo-
les dado hacer efectivas mas que ais-
ladas disposiciones, que no hacían
práctico el cumplimiento de los debe-
res que la civilización y la humanidad
imponen.
A este asiento siguió otro hecho en
1595 con D. Pedro Gómez Reynel, por
el cual debía introducir en el esi3acio
de nueve años 38.250 esclavos vivos,
negros atezados, teniendo él solo dere-
cho de llevarlos á Indias, «cuyas licen-
cias, dice el rey, yo he acostumbrado
á vender.» Estos negros podía sacar-
los de Sevilla, Lisboa, Islas Canarias,
Cabo Verde y Santo Tomé, Angola y
Mina, ó de otras cualesquiera partes,
por su cuenta ó la de los sujetos á
quienes cediese la licencia, sin mas
traba que la de cpae la gente que fue-
se en los navios había de ser castella-
na ó portuguesa, y debiendo pagar por
el asiento Í-JOO.OOO ducados.
Por muerte de Pedro Gómez Reynel,
ocurrida en 1600, continuó el asiento
en jas mismas condiciones, y por otro
plazo de nueve años, á contar desde
esta fecha el portugués Juan Rodrí-
guez Coutinho. á la sazón gobernador
de Angola, se hizo cargo dé él pagan-
do 162.000 ducados al año por la licen-
cia de 4.250 negros lo que elevaba la
suma del asiento de igual número de
negros á 1.458,000 ducados. Muerto,
también el nuevo asentista en 1603,
pasó el contrato á su hermano Gonzá-
lez Vaes Coutinho.
Desde el fin de este asiento hasta
1615, la provisión se hizo por cuenta
de S. M., celebrándose en 26 de Sep-
tiembre de dicho año un nuevo con-
trato que duró hasta 1652, con otro
portugués, Antonio Rodríguez de Elva,
cuyas bases eran las siguientes: podía
disponer cada' año de licencias para
5.000 esclavos, y calculando que solo
llegarían vivos 3.500, debía satisfacer
por el privilegio 115.000 ducados anua-
les, debiendo aumentarse la suma si
el número de las sobrevientos exce-
diese de esta cifra. Omitimos los deta-
lles que se refieren á los puntos de
destino, puesto que á estos tenemos
que referirnos especialmente en la
prosecución de este estudio, pero no
podemos dejar de observar lo llana-
mente que se admitía, en cambio de
algunos ducados, un comercio de hom-
lires, en el cual se tomal)a por base
una mortalidad de un treinta por cien-
to durante el viaje.
Este asentista, como los dos anterio-
res, no pudo gozar de todo el término
de su odioso privilegio, muriendo en
1621, un año antes de finalizar su con-
trata, y á su muerte, volvió á mperar el
régimen de las contratas particulares,
ó avenxas hechas por el presidente y
jueces de Contratación, para el llama-
do rescate de determinado número de
negros. Se volvió al régimen del privi-
legio en 1622, en que se celebró un nue-
vo asiento con el portugués Manuel
Rodríguez Lamego, mechante el cual
debía introducir anualmente 3.500 ne-
gros, pagando 120.000 ducados, contra-
to que á su vencimiento, fué reempla-
zado por otro, que fué por entonces el
último que se hizo con portugueses, y
que se celebró con Melchor Gómez y
Cristóbal Méndez de Sandoval, me-
díante elcual podían introducir anual-
mente 2.500 negros pagando 95.000
ducados.
Finalizado este contrato en 1639, vol-
vió á quedar la provisión de negros
interinamente á cargo de la Casa de
Contratación (1) sin celebrarse nuevo
contrato con los portugueses, debido
á la sublevación de este reino.
No pudíendo admitirse en los con-
tratos á los portugueses rebelados, no
se quiso, tampoco hacer asientos con
extranjeros, y en consecuencia, no se
aceptaron las propuestas que en 1656
hicieron los holandeses, ni las que an-
tes y después de esta fecha presen-
taron los ingleses.
En 5 de Julio de 1662, se volvió á ce-
lebrar un nuevo asiento con Domingo
(1) Veytía.— Norte de la Contratación.
r,i6
Revista Económica
Grilli y Ambrosio Lomeliii, quienes se
comprometieron á introducir, en el tér-
mino (le siete años, 24.500 negros, pa-
gando 300.000 pesos al año, ó sean 3
millones 200.000 jjesos, empezando á
correr el contrato desde el 1°. de Mar-
zo de 1663, el que ñié prorrogado por
algo más de cinco años, esto es, hasta
el 2S de Agosto de 1675. En esta fecha
empezó á correr otro asiento concedi-
do por cinco años á don Antonio Gar-
cía y Sebastian de Silisio, mediante el
cual debian introducir 4.000 negros,
pagando 4.500 pesos, debiendo ellos
entregar una parte anticipada, lo que
no pudieron cumplir, siendo en con-
secuencia declarados en quiebra; al si-
guiente, en 10 de Febrero de 1676 se
iiizo un asiento con el comercio y con-
sulado de Sevilla, por igual término de
cinco años, mediante el pago de 1 mi-
llón 125.000 pesos y 1. 200.000 pesos de
prima. A este asiento sucedió el cele-
brado con el vecino de Cádiz don Nico-
lás Porcio, que se compi'ometia á pagar
igual suma, contrato que se prorrogó
hasta 9 de Enero de 1694 y fué traspa-
sado al holandés Baltasar Coimans;
consiguiendo al fin, por este medio, sus
connacionales, la codiciada participa-
ción en el comercio de negros con las
indias españolas.
De sus manos pasó el negocio á un
vecino de América, don Bernardo
Francisco Marin de Guzman, residente
en Venezuela, que, con una anticipa-
ción de dos años á la terminación del
anterior contrato, íirmó el nuevo asien-
to, comprometiéndose á entregar en
cinco años 2.125.000 escudos de plata,
contrato que no pudo, sin duda, llevar
á efecto, puesto que en 12 de Julio de
1696, se celebró el asiento con la Real
Compañía de Guinea establecida en
Portugal y representada por don Ma-
nuel Ferreyra de Carbalho, que en el
término de seis años y ocho meses se
obligaba á introducir 10.000 toneladas
de negros. Tres de éstos equivalían á
una tonelada.
VI
Desde el asiento con la compañía
portuguesa de Guinea, la trata de ne-
gros empieza á ser materia de con-
venciones y dificultades internacio-
nales.
Los portugueses que hacían este ne-
gocio durante la época de la unión de
Portugal con España y que, como he-
mos visto, fueron totalmente excluidos
de él desde que se inició su revolución
de independencia de 1640, una vez he-
cha la paz de 13 de Febrero de 1768,
que reconocía de hecho su separación
y los dejaba dueños de todos los pun-
tos de la costa de África más adecua-
dos para el comercio de negros, tra-
taron de renovar su lucrativo tráfico,
interesándose en esto el rey don Pe-
dro II.
El asiento con la compañía de Gui-
nea fué objeto de un convenio entre
los gobiernos de Portugal y España, y
el rey don Pedro anticipó los dos ter-
cios de los fondos necesarios.
El sistema de exclusivismo, que im-
peraba en las colonias españolas, iba,
sin embargo, á crear dificultades para
este asientxD, que no se manifestaban
antes cuando ambas coronas se ha-
llaban reunidas. La trata de negros,
provocaba el contrabando en las im-
portaciones y las extracciones de nu-
merario, lo que llevó á las autoridades
españolas á restringir los privilegios
concedidos, originando con ello perjui-
cios de diverso género á la compañía.
Por el tratado celebrado en Lisboa
el 18 de Junio de 1701, entre España,
Francia y Portugal, cuyo objeto prin-
cipal era asegurarse la alianza de éste
para la defensa de la sucesión de Fe-
lipe V, se estableció, por su artículo II,
que el rey de España prometía com-
pensar los perjuicios que los portu-
gueses habían sufrido en las Indias
con motivo del contrato de asientos.
Concluida toda diferencia con Por-
tugal con motivo de su compañía de
Guinea, este asiento que debía durar
hasta el 7 de Marzo de 1703, quedaba
definitivamente anulado.
Esto allanó el camino para que Fe-
lipe V favoreciese á Francia, con cuyo
apoyo iba á afirmarse en el trono
de España, y se celebrase en Madrid,
el 27 de Agosto de 1701, el pacto de
asiento de negros.
Por este singular tratado que tenía
por ol^jeto o proporcionar un laudable,
puro, mutuo y recíproco beneficio» á
sus Magestades y á sus subditos, se
concedía, á una compañía francesa de
Guinea, el privilegio por diez años
para introducir negros en las colonias
DEL Rio de la. Plata
:;]
españohis. La compañía se compro-
metía á introducir anualmente 4.800
negros, «piezas de indias de la medida
ordinaria», y 3.000 en tiempo de guerra,
pagando por la introducción de los
4.0l>) primeros un derecho de entraila
de 100 libras tornesas, siendo gratis
la entrada de los otros 800.
La compañía se comprometía, ade-
más, á hacer un préstamo al rey de
España de 600.000 libras que se reem-
bolsarían en los dos últimos años del
asiento. Tendría, además, el derecho
de exportar el valor de los negros en
mercaderías ó metales.
Se acordó, además, por el art. 28 de
este convenio que el rey de Francia,
Luis XIV y el de España, Felipe V, se
reservarían, cada uno, una cuarta par-
te en la compañía, cuyo capital sería
de cuatro millones, estableciéndose
que si el rey católico no pudiese entre-
gar el millón con que debía ingresar
en la compañía, ésta se lo prestaría con
un interés del ocho por ciento, al
año.
La Inglaterra, que entre todas las
naciones, sobresalía por su política
comercial, no podía mirar indiferente
los grandes beneficios que se prome-
tía la compañía francesa de Guinea y
el fomento que ella importaba para
el desenvolvimiento de la marina
mercante de la P>ancia. Tanta im-
portancia le (lió que el goce de este
privilegio fué una de sus grandes as-
piraciones, que debía influir en su po-
lítica internacional.
Necesitado Luis XIV de poner tér-
mino á la guerra de sucesión por su-
cesos militares adversos, la penuria de
su hacienda y la iniseria general pro-
ducida por la guerra y la péi"dida de
las cosechas, no encontró de parte de
los aliados condiciones admisibles,
exigiéndosele, en primer lugar, el re-
conocimiento de Carlos III como rey
de España, volviendo así la monarquía
española á la casa de Austria. Trató,
entonces, de deshacer la grande alian-
za, negociando en detalle, en lo que
tuvo éxito en cuanto á Inglaterra, que
sin que lo sospechasen sus aliados, y
después de varias conferencias secre-
tas, firmó con P>ancia el convenio de
Londres de 8 de Octubre de 1711, que
debía dar por resultado el forzar la paz
general sobre la l.)ase de reconoci-
íniento de Felipe V.
Entre las concesiones que (exigió
Inglaterra, para abandonar á sus alia-
dos están las siguientes: Primera: Ios-
ingleses tendrán el contrato de asiento
bajo el mismo pié que lo tienen los
franceses en virtud de su tratado con
España. Segunda: este contrato de asien-
to se concederá por treinta años á la
Gran Bretaña, que tendrá también to-
da la isla de San Cristóbal.
Para celebrar la paz con España, en
virtud de las estipulaciones con Fran-
cia, en la convención preliminar de
Londres, Inglaterra empiezo por exigir
que se le acordase el asiento por trein-
ta años y en las condiciones estable-
cidas, y se firmó en consecuencia, un
tratado en Madrid, que lleva la fecha
de 10 de Junio de 1718. Como en ese
tratado se tomaba j)or base el anterior
asiento con Francia, se conservó el
artículo 28, estableciendo un cuarto
del beneficio del negocio á favor del
rey de España y otro cuarto á favor
del de Inglaterra. Se agregó además,
un articulo adicional, concediendo un
ijuque de quinientas toneladas por año,
para negociar en las Indias y reser-
vando ai rey, no solo su cuarto de be-
neficio, sino también un cinco por cien-
to sobre los otros tres cuartos.
Allanadas otras dificultades, se fir-
mó, por fin en Utrech el 7 de Junio de
1713 entre el tratado definitivo de paz
España y la Gran Bretaña y en su ar-
ticulo 12" se pactó la confirmación del
tratado de Madrid, que quedó conside-
rado parte de la nueva convención, y
además de otras condiciones de deta-
lle, se les concedía un sitio en Bue-
nos Aires para el depósito de los
negros mientras se realizase su venta.
España no podía resignarse con es-
tas concesiones, que se le habían im-
puesto, aprovechando circunstancias
difíciles, y que permitiendo á los in-
gleses hacer el contrabando en vasta
escala, no solo eran contrarias á su
política comercial, sino que importa-
ban la ruina de las transaciones regu-
lares.
Apenas se hubo consolidado en el
trono, Felipe V. empezó á tomar me-
didas enérgicas á fin de evitar los ma-
los manejos de la compañía inglesa,
estableciendo, con este objeto, buques
818
Uevista Económica
guarda-costas, con derecho de visita
á los buques ingleses y secuestro de
mercaderías de contrabando, entre las
que se comprendían los productos de
las colonias espafiolas, provocando en
1718, un rompimiento con Inglate-
rra.
Restablecidas las relaciones, por el
tratado de Madrid de 1721, surgieron,
en 1726, nuevas diticultades, quejándo-
se España de los abusos de los arma-
dores ingleses, y estos de las violen-
cias de los guarda-costas españoles, lo
que dio lugar á que, por el artículo VI
del tratado de Sevilla de 1729, se con-
viniese en nombrar, para examinar las
reclamaciones que de parte á parte
se hacían, dos comisarios cuyas reso-
luciones debían aceptarse por los go-
biernos respectivos. Reunidos en Ma-
drid estos, de acuerdo con lo estipu-
lado, la Gran Bretaña pretendió 180.000
libras como indemnización á sus sub-
ditos, de las que no quiso reconocer
España más que la tercera parte, pi-
diendo, además, la indemnización de
150.000 libras. Al íin no se llegó á nin-
gún avenimiento.
Mientras tanto, continuaban los in-
gleses haciendo el contrabando con la
mayor audacia, para lo que encontra-
ban en el Rio de la Plata eficaz auxi-
lio en los portugueses establecidos en
la Colonia del Sacramento, provocan-
do, así, ya la toma á viva fuerza, por el
gobernador Zavala, de un bergantín
inglés que fué decomisado, con su
carga de retorno, ya la toma de otro
cargamento, realizada por sorpresa,
ahuyentándose con esto, por algún
tiempo, de nuestro río, á los contra-
bandistas.
Los intereses comerciales influyen-
do en el parlamento inglés, hubieron,
por entonces, de traer la declaración
inmediata de la guerra, á la cual no
era. sin embargo, favorable la corte,
que siguió negociando, en España,
una convención que se firmó en el
Pardo el 14 de Enero de 1739, por la
cual España se comprometió á pagar
95.000 libras esterlinas, como saldo de
lo adeudado á la corona y á los sub-
ditos de la Gran Bretaña, «siendo bien
entendido, sin embargo, dice el artí-
culo III, que no se podrá pretender
que el descargo recíproco se entienda,
ó tenga alguna relación con las cuen-
tas y diferencias que existan ó están
por liquidarse entre la corona de Es-
paña y la coinpañía de asiento de
negros, ni á ninguno de los contratos
particulares ó privados entre ambas
coronas».
Las pretensiones recíprocas debían
ventilarse por dos ministros, que se
reunirían en Madrid en el término de
seis semanas.
Al firmarse esta convención el mi-
nistro español entregó una declaración
por la cual el rey católico se reserva-
ba por completo el derecho de suspen-
der el asiento de negros, si la compa-
ñía no pagase, en corto término, las
68.000 libras que debía por derechos
de negros. La convención íñ'mada, no
tendría ningún valor sin esta salve-
dad.
Grande fué el descontento que pro-
dujo en Inglaterra la noticia de esta
convención. Comerciantes de la City
llevaron á la Cámara baja la orejas
de contrabandistas ingleses, cortadas
por los españoles, cau'sando la impre-
sión de que dan cuenta las siguientes
palabras: «La túnica ensangrentada
de César que Antonio mostró al pueblo
romano, no causó en Roma una sen-
sación más viva C[ue las que estas ore-
jas produjeron en Londres. Los espí-
ritus se conmovieron: se resolvió
tumultuariamente la guerra y el mi-
nistro fué obligado á consentir en ella»,
rompiéndose las hostilidades en el mes
de Noviembre de 1789.
Comprometida España en la guerra
marítima con Inglaterra y queriendo
hacer valer sus derechos en la sucesión
de la corona de Austria, firmó con
Francia, en Fontainebleau el 25 de
Octubre de 1743, un tratado de alianza
en el cual, como interés primordial, se
trata del asiento de negros. Según
su artículo XI el rey de España se
comprometía á no renovar el contrato
de asiento con Inglaterra.
La importancia que adquiría Ru-
sia, cuyo ejército se internaba en Ale-
mania y la situación comprometida de
Holanda, aliada de la Inglaterra, pre-
dispusieron á esta, como á las demás
naciones, á la celebración de la paz,
reuniéndose al efecto el Congreso de
Aix-la-Chapelle en Marzo de 1748.
En los artículos preliminares de la
paz general, Inglaterra, que tantos
DEL Rio de la Plata
319
sacrificios había hecho de sangre y
de dinero, se contentó, además de la
ratificación del reconocimiento de la
sucesión en el trono de la Gran Breta-
ña, con que continuase subsistente su
contrato de asiento de negros. Por el
artículo XYI se declaraba concederse
cuatro años más para el tráfico de ne-
gros en compensación al tiempo en
que, por el hecho de la guerra, estuvo
interrumpido, dejándose en pie las
demás cuestiones.
Los ministros españoles, en el Con-
greso de Aix-la-Chapelle habían pro-
cedido consuma habilidad, porque al
conceder estos cuatro años, dejaban
vislumbrarla renovación del asiento,
consiguiendo por este medio, que to-
das las cuestiones pendientes al res-
pecto, se dejasen para posteriores con-
ferencias particulares.
Con el propósito de obtener nuevas
ventajas, Inglaterra, apenas firmada la
paz, mandó á España, encargado de
continuarla negociación, á Mr. Keene,
que era el ministro que había hecho
la anterior convención de 1789, pero se
encontró con que el gobierno español,
lejos de admitir una renovación deí
asiento, se oponía hasta á la próroga
de los cuatro años pactada en Aix-la-
Chapelle, y se manifestaba resuelta á
emprender de nuevo la guerra. Tuvo
por íin que ceder la Gran Bretaña ante
esa actitud tan decidida, y, por el trata-
do de Madrid de 5 de octubre de 1750,
cedió á España su derecho en el goce
del asiento de negros y del buque
anual durante los cuatro años estipu-
lados por el artículo XVI del tratado de
Aix-la-Chapelle. debiendo pagar Espa-
ña 100.000 li liras, por saldo á la com-
pañía del asiento.
Como ventaja á favor de los ingleses,
se estipuló, además, que estos no pa-
garían mayor derecho de importación
y exportación en España que los que
pagaban en tiempo de Carlos II: que
serían tratados en ella como los de las
naciones más favorecidas y que, ade-
más, podrían tomar sal en la isla de
las Tortugas.
Á la compañía inglesa del Sur, suce-
dió Robert Mayne, negociante de Lon-
dres, con un nombre español, cuyos
agentes en Buenos Aires, (1) que era el
(1) Abate Raynal.— Histoire iiliilosopliiqne e1«. des
deux Irides.
principal emi)orio de su negocio, pro-
dujeion su ruina en 1752. Se acordó
entonces, permitir la entrada de ne-
gros en Puerto Rico, pagando al fisco
un derecho n<;r cabeza, hasta que en
12 de marzo ilv 1765, se hizo un nuevo
asiento con Aguirre Aristegui y com-
pañía, que representaban uña sociedad
de casas de comercio esp¿iñolas, fran-
cesas V genovesas. domiciliada en Cá-
diz.
Los negocios de esta empresa no fue-
ron felices, por falta de práctica en la
explotación y el fuerte recargo de de-
rechos, que se le exigían y la desven-
taja de tener que adquirir caros los
negros por falta de mercados propios
en" África, en vista de todo lo cual el
gobierno le prorrogó el privilegio por
tres años más y le disminuyó las
cargas. Para desenvolver este co-
mercio la España obtuvo, por el trata-
do del Pai'do de I*' de Marzo de 1778,
que Portugal, le cediese la isla de
Annobon en las costas de África, y la
isla de Fernando Póo en el golfo de
Guinea, que eran dos de los principa-
les mercados para la trata de negros.
Concluido este último asiento y ha-
biéndose emprendido por Francia y
España la guerra con Inglaterra, en
favor de la independencia" de los Es-
tados unidos de Norte-América, el
ministerio de Indias, en 13 de Febre-
ro de 1780, hizo saber que, vencida la
última contrata «se ha servido el Rey
conceder á sus vasallos de América,
(esceptuando á los de la comprensión
de las provincias del Rio de la Plata.
Cliile y el reino del Perú,) el permiso
de proveerse de negros de las colo-
nias francesas, durante la guerra ac-
tuab). No se ponían más limitacio-
nes que las de la calidad de los
buques, frutos que podían extraerse
y derechos que ciebian pagarse. Esta
resolución ya había sido comunicada
á América en 25 de Enero del mis-
mo año.
Al comercio libre, de mercaderías,
siguió el de negros, y se permitió, no
solo su introducción á las colonias,
por españoles sino tannbién por ex-
trangeros, tratándose por este medio,
de remediar la carencia de brazos que
se había acentuado con la irregularidad
de la trata en los iiltimos anos. Este
320
Revista E(0\(,>\íica
permiso que fué primero sólo por dos
años, se prorogó subsiguientemente.
Para favorecer la trata en buques
nacionales, en competencia con los
extranjeros, Carlos IV estableció una
prima de cuatro pesos, porcada negro
que, en buenas condiciones, se intro-
dujese por buques españoles, pero, no
obstante esto, los ingleses fueron los
que más se aprovecharon del negocio,
favorecidos por su marina. Sólo Liver-
pool, que era el centro principal de la
trata inglesa, tenía ciento cinco buques
dedicados á este negocio que se hacia
también desde Londres y Bristol. lle-
gándose á introducir en un sólo año,
treinta y ocho mil africanos en distin-
tos puntos de América, con gran ven-
taja para su comercio y navegación,
así como para el tesoro público, á favor
del cual una acta del parlamento de
1698 estableció un derecho de exporta-
ción de un diez por ciento sobre el va-
lor de los negros. Para traficar en
África se necesitaba una licencia de
dos libras esterlinas, que se pagaban
en Londres, Liverpool ó Bristol á vo-
luntad de los fraileantes.
Se continuará).
CARTAS ECONÓMICAS
Los intereses sociales en el orden
bancario y monetario
Señor Director de La Tribuna Popular.
Para la acertada apreciación de las
bases de un Banco Nacional, es me-
nester empezar por darse claramente
cuenta de las funciones que está lla-
mado á desempeñar en el orden eco-
nómico del país.
La definición que hemos reproduci-
do de la ley de creación del Banco del
Imperio Alemán, es hasta cierto punto
exacta. Su misión como se dice en el
párrafo que hemos trascripto, consiste,
1°. en arreglar la circulación moneta-
ria en todo el país, 2°. en facilitar la
compensación en los pagos v, 3°. en
hacer productivos los capitales dispo-
nibles; significando esto último 'nacerlos
lo más productivo posible en la esfera y en
beneficio del desenvolvimiento y prosperidad
social^ puesto que, por ejemplo, no se
avendría con las conveniencias gene-
rales, un movimiento que tendiese á
aumentar la fortuna y, el numerario
disponible de un gremio cualquiera de
un país, con detrimento de su poder
industrial. La riqueza de una nación
se halla en razón directa con la im-
portancia y el desenvolvimiento de su
poder productivo.
Ya he demostrado en varias de mis
cartas económicas, y en este mismo
estudio, la importancia considerable
social y económica que se deriva de la
facultad de gobernar la válvula de la
circulación monetaria; he puesto tam-
bién de relieve que el interés privado,
que busca siempre y ante todo la
utilidad personal é inmediata, no bas-
ta, generalmente, para producir los
resultados que convengan y se armo-
nicen con las aspiraciones y necesi-
dades sociales; por el contrario es
frecuente presenciar antagonismos
odiosos y deprimentes entre los inte-
reses sociales y los de algunos gre-
mios que, aunque constituyendo ínfi-
mas minorías, han logrado ampararse,
gracias á errores ó favoritismos de los
que mandan, de aquella válvula de la
circulación, esplotándola en provecho
esclusivamente propio.
Calcúlense las consecuencias y pe-
ligros de una ley contrato que entre-
gase, y por 30 años, á un sindicato de
capitalistas extranjeros, la inalienable
facultad de gobernar la circulación de
un país!
La compensación de los pagos en
las transacciones internacionales, es
también un medio directo de iníluir en
la circulación interna, pues, desocu-
pando, por ejemplo, parte del nume-
rario, altera, por lo tanto, la relación
entre el capital circulante disponible
y las necesidades de las transaccio-
nes.
Figurémonos, por ejemplo, que el
nuevo Banco que se proyecta, usando
del poder con que lo armarían los
Poderes Públicos, al sancionar la ley
contrato sub-judice, se propusiese en un
momento dado propicio para realizar
su intento, disminuir á la mitad la
circulación; podría hacerlo aunque
quizá, con quebranto en el tipo ordi-
nario, usurariamente compensado por
ot ro lado, girando sobre sus sindicatos
DEL Rio DE íA Plata
321
ó corresponsales europeos las sumas
necesarias, giros que, renovaría de 90
en 90 días, hasta que le conviniese: el
resultado sería el arriba previsto, esto
es, el desequilibrio entre el numera-
rio disponible y las necesidades impe-
riosas de las transacciones; de ahí, el
aumento del interés, la depreciación
de todos los valores, la usura, el dogal,
la tiranía, convirtiéndose el Banco,
armado con nuestras propias armas,
y ante el cuál nos encontraríamos
desarmados, en el arbitro del crédito
y de la fortuna pública y particu-
lar.
Más podría suceder: podría suceder
que los que se encontrasen encastilla-
dos en el Banco que se proyecta, as-
pirasen á más, viéndose y sintiéndose
tan poderosos; podría suceder que
extendiesen su poder á la órbita polí-
tica y administrativa, peligrando, en-
tonces, no ya solamente la fortuna
pública y particular, sino también la
libertad, la autonomía, la dignidad na-
cional.
Las operaciones de giro pueden dar
lugar á muchas otras combinaciones
que, halagando el interés particular,
no sean menos funestas al bienestar
y á los intereses permanentes del
país.
Asi definidas las funciones directi-
vas de la circulación, é indicados los
peligros que engendra siempre su de-
legación en un sindicato ó una institu-
ción central particular, es fácil ver que
no basta para su buen y amplio de-
sempeño, el simple ínteres individual,
puesto que, por una parte, éste puede
encontrar, como lo hemos dicho ya,
su conveniencia en el movimiento
internacional de metálico con prefe-
rencia á operaciones de arbitraje ó
remesas directas de cambios, con las
que se efectúan los pagos exteriores
evitando salidas de numerario, mien-
tras que las compensaciones internas
no adquieren la vasta extensión que
al interés público conviene, sin llevar
la acción bancaria á todos los puntos
secundarios en los cuales la estrechez
de operaciones no presenta las com-
peiisaciones directas que al ínteres
mercantil halaga, aunque sea siempre
grande el que se pueda, por ese medio,
proporcionar á la sociedad.
Haré con un ejemplo comprensible
á todos la exactitud de esta observa-
ción. Si el servicio de correos se en-
tregase á la industria particular, él se
limitaría á atender las necesidades de
los centros de primero y segundo or-
den sin ir á los puntos pocos poblados,
puesto que estos no retribuirían su-
ficientemente, de un modo directo, los
gastos, y esto que no puede hacerlo la
acción particular lo realiza la del Es-
tado que encuentra debida compen-
sación en los beneíicios indirectos que
crea el fomento de esas localidades
mediante ese y otros servicios.
Las operaciones bancarias están en
el mismo caso, puesto que muchas
de ellas que no coinciden con el mayor
halago de interés particular, convienen
al interés social, y el Estado encuen-
tra una retribución amplia donde solo
habría pérdidas para la acción par-
ticular.
La tercera función, que es la de la
distribución del capital disponible, re-
quiere, para su debida apreciación,
el estudio de las condiciones del país
y el de los mayores ó menores servi-
cios que la institución de un Banco
Nacional esté llamada á prestar.
No desenvuelvo teorías combinadas
de exprofeso, como acostumbran ha-
cerlo los abogados de todas las cau-
sas; soy consecuente con ideas mani-
festadas desde mucho antes, y con
ideales, que, aspirando al engrandeci-
miento nacional, vengo, en todas las
oportunidades que se ofrecen, defen-
diendo con igual empeño.
Al justificar en octubre de 1887, la
reforma de nuestra legislación adua-
nera, apreciaba en los' siguientes tér-
minos, que me servirán ahora igual-
mente de punto de partida, las nece-
sidades que deljemos atender á fin
de consolidar nuestro poder conómico
y engrandecer efectivamente al país.
«No podrá citársenos, dice el referido
informe, una sola nación que haya
adquirido importancia estable sin des-
arrollar, sostener y multiplicar sus
industrias, poniéndose en situación de
aprovechar todos los elementos y fa-
cultades de producción que sirvan para
atender las variadas necesidades de
322
Revista Económica
sn población y ocupar y extender su
actividad productora.
«Debido á nuestra posición geográ-
fica y topográfica, y á otras diversas
ciscunstancias que nos convirtieron en
un gran mercado para todos nuestros
vecinos, adquirimos, desde la época
colonial, cierta importancia comercial,
que creció por algún tiempo, pero es
menester que nos demos cuenta de que
estos medios de prosperidad son for-
zosamente transitorios y no consultan
la expansión progresista á que pode-
mos aspirar y las condiciones más
primordiales á la independencia eco-
nómica de una nación.
«Todas las preponderancias comer-
ciales que nos presenta la historia han
sido relativamente cortas, hasta las
más brillantes, como la de Venecia,
Genova y Holanda, y eso que ellas te-
man en su apoyo el predominio de los
transportes; y s"i de la que goza toda-
vía la Inglaterra se sostiene, esto se
debe, no solo á su marina, sino tam-
bién al gran desenvolvimiento inter-
no de sus industrias y á la posecíón
de vastos mercados propios.
«Pero nosotros, ¿qué podemos espe-
rar como nación comercial, cuando
gran parte de los elementos de co-
mercio que poseemos no son naciona-
les, y los capitales comerciales son
siempre inciertos? Se van como vie-
nen á cualquier azar ó fluctuación, no
toman jamás arraigo, son viajeros ca-
prichosos: darán "vuelta mañana la
espalda á los que hoy buscan solícitos.
Nos falta la base esencial para el co-
mercio propio, que es la náarina mer-
cante, y, mientras no tengamos más
que materias primas como producción
nacional para adquirir con ellas los
productos manufacturados que se nos
traigan, seremos, por el hecho, una
especie de factoría extranjera. La
constitución de una nacionalidad y
de una independencia económica está
en el poder industrial propio, es decir,
en los medios que tenga el país de
desarrollar de un modo armónico sus
fuerzas productivas, y de ensanchar y
multiplicar los empleos del trabajo
nacional, asi como las inversiones fi-
jas del capital.
«Las naciones normales, según lo
expresa List y P . Cauw^es, son organi-
zaciones completas; «su sistema eco-
nómico se asemeja á la fisiología de
los seres animados mas perfectos; las
partes múltiples que los constituyen,
como la cultura, las fábricas y el co-
mercio, están intimamente asociados
á una Ley de crecinfiento interior».
«La supremacía manufacturera, con-
tinúa el autor últimamente citado, de
una nación sobre otras naciones me-
nos civilizadas, puede ser completa;
asi se explica el enorme desenvolvi-
miento industrial de Inglaterra, cuyas
manufacturas alimenta los países
menos industriosos; asi se explica
igualmente su inmenso tráfico, puesto
que esos países les abandonan sus ma-
terias primas en cambio de productos
manufacturados. ¿Es preciso que na-
ciones ricamente dotadas por la na-
turaleza se resignen á ese comercio pa-
sivo^ que se limiten al papel ingrato
de exportar productos brutos á las
manufacturas extranjeras y renun-
cien á la ambición de valorizarlos ellas
mismas fundando fábricas nacionales?
¿No. \)0Y cierto.
«Comparemos, á fin de form.ar con-
ciencia por nosotros mismos de la
importancia de esta verdad, lo qu ■ hoy
somos con lo que podemosiser mañana,
con lo que podemos aspirar á ser.
«Tenemos escasos capitales, y, sin
embargo, su falta de aplicación direc-
tamente productiva lo revela el agio y
las inversiones de bajo interés; tene-
mos escasa población; y, sin embargo,
los brazos nacionales no encuentran
aplicación, ni la inmigración, por aho-
ra, suficientes incentivos; mientras que
si llegásemos aerear un Estado econó-
nómico análogo al de otros centros
tan nuevos y menos favorecidos por la
naturaleza que el nuestro, como, por
ejemplo, el Estado de Massachusets,
podríamos alimentar una población
de más de once millones; es decir,
casi tan numerosa como la que actual-
mente tienen todas las Repúblicas
Sud-Americanas y ser un campo de
inversión y acumulación de innumera-
bles capitales.
«Nuestra posición y nuestro porve-
nir, como nación, no depende, pues,
de los límites geográficos; depende de
los límites del trabajos nacional, que
es la gran cuestión que á todos debe
hoy preocupar, aunando todos los
DEL Rio de la Plata
323
esfuerzos y todas las voluntades en el
sentido de su expansión legítima.»
La decadencia de nuestros pueblos
fronterizos con el Brasil, debido á las
medidas adoptadas en Rio Grande,
contra el contrabando, que tradicio-
nalmente desde ellos se venía hacien-
do; el cambio radical operado por la
construcción de dos grandes puertos
en la RepLÍl)lica Argentina, que nos ha
quitado por más que mejoremos el
nuestro, la condición de centro de
comercio del Rio de la Plata; el siste-
ma de moneda barata que predomina
en todos los países vecinos no sólo
aleja nuestro comercio importador de
sus mercados sino que nos vá llevan-
do al extremo opuesto de la depen-
dencia de sus producciones.
Asi, pues, el comercio ya ha dejado
de ser para nosotros una base de pros-
peridad y de engrandecimiento, y, no
tiene otro medio racional de expansión
que el que pueda proporcionarle el
aumento de población y de iiroducción
interna.
El problema para nosotros es hoy,
pues, el de facilitar la transformación
de nuestra ganadería; promover el
desenvolvimiento agrícola y fomentar
las industrias que transforman y valo-
rizan las materias primas. Esas aten-
ciones vienen por lo tanto á constituir
la esfera preferente desde el ¡ounto de
vista de las conveniencias sociales, de
la distribución de las fuerzas vivifica-
doras que representan los capitales
disponibles.
En cuanto al comercio, este es el
que más fácilmente se provee además
de ser favorecido directamente por
todo lo que tienda á beneficiar el giro
de la producción, que le proporciona
los productos con que pagan las im-
portaciones, y cuya prosperidad le re-
presenta aumento en las ventas y
facilidades en las cobranzas.
Démosnos ahora, cuenta del capital
disponible qne poseemos para atender
todos estos fines.
Tenemos, como capital disponible
normal, el circulante del comercio y
los ahorros y fondos sin inversión fija
de los particulares, todos los cuales
pueden dividirse en dos categorías ge-
nerales, á saber: la de capitales apro-
piados á colocaciones transitorias y la
de capitales disponibles para coloca-
ciones más ó menos fijas.
El primero está, preferentemente, á
disposición de las necesidades comer-
ciales, y, los segundos son los que por
su naturaleza pueden mejor satisfacer
los pedidos que impone eJ desenvolvi-
miento de la producción.
Estos elementos ¡rueden ampliarse
con la emisión de billetes que, sobre-
todo bajo el régimen de la unidad,
permite invertir en colocaciones de
reposo todo lo que represente el míni-
mum de las necesidades de la circula-
ción, ampliando, en igual proporción,
el capital disponible que representa
la existencia metálica.
En Inglaterra ese mínimum está
fijado en 16.300,000 £, que se represen-
tan, en el Departamento de Emisión,
por 14.000,000 £ en deuda del Gobierno
con el Banco, y por 5.200,000 de otras
garantías públicas.
Esa suma es, próximamente, la ]ni-
tad de lo que, según un balance en
época normal que tenemos á la vista,
el Banco de Inglaterra conservaba en
circulación.
El recurso de la emisión única es,
pues, un medio de disponibilidad de
un fuerte capital, apropiado á inver-
siones que salen de los j)Iazos cortos de
las transacciones comerciales y que
permiten las operaciones que directa-
mente facilitan el desarrollo de la pro-
ducción.
Entregada la distribución de estos
medios, que son la base de la vida
económica en todas las esferas socia-
les, á la discreción de un gremio, ó al
sórdido interés de una compañía, ella
no podrá jamás verificarse en la forma
que lo aconseja el interés común y las
conveniencias del porvenir del país.
La base de la distribución será en
esas condiciones, ó el halago del mayor
interés directo é inmediato, teniendo,
en este caso, preferencia el comercio
cuya rapidez de giro multiplica las
utilidades, y, sobre el comercio, los
pedidos del agio que paga mayor pri-
ma y que hace concurrencia ruinosa
en los mercados de capital á todas las
aplicaciones del trabajo del hombre.
En nuestro caso el interés social exi-
ge que el máximum del caiMtal disj)o-
824
Revista Económica
nible de la segunda categoría se destine
á préstamos sobre la propiedad y tí-
tulos de habilitación, á la vez que se
dediquen á adelantos agrícolas é indus-
triales los demás capitales que sean
susceptibles de inversiones de reposo,
hallándose entre estos los depósitos
judiciales y el capital representado
por el míniman de la circulación de
billetes.
Queda para el comercio todo su ca-
pital circulante, que se deposita en los
bancos, los depósitos accidentales de
otras procedencias; parte del exceso de
emisión que tluctúa según las circuns-
tancias, y si se quiere todavía, el capi-
tal del Banco, al que se le puede dar,
en buena parte, también una inversión
más directamente de fomento.
Para la efectividad de la distribu-
ón de cai')itales acuerdo con las con-
veniencias de la comunidad como para
la de todos los demás servicios de ca-
rácter social á que debe responder el
Banco privilegiado, no bastan las dis-
posiciones escritas, se hace necesaria
la intervención en la práctica de cada
instante por parte del gobierno encar-
gado de tutelar los intereses del país.
De ahí la representación directa del
Estado de los Bancos centrales ó pri-
vilegiados, doctrina reconocida hoy y
prestigiada por la legislación y expe-
riencia bancaria universal, como lo
comprobamos en la carta anterior.
El estado no debe intervenir para
que se preste á una firma ó individuo;
su acción, como ya lo hemos dicho,
no es la de favorecer personas sino la
muy alta, y, por cierto, bien esencial,
de evitar que la sangre del cuerpo
«conómico no se acapare en favor del
agio desmoralizador, ó, impulsada por
el interés de su gremio, no se desvie
de las arterias que activan y fecundan
el organismo social.
Con este motivo saluda al señor
Eirector S. S.
Domingo Lamas.
DESAFINANDO
La palabra guarangada podrá no ser
•eufónica, pero nadie negará que es
gráfica.
Y si no, véase lo (i[ue leo en el Voca-
hulario Rwplatense razonado de Granada.
« Guarangada, f. Acción ó dicho propio
de guarangos.
«.Guarango, ga, adj. Dícese de la perso-
na que en sus dichos ó acciones es
torpe é incivil, ó que no sabe guardar ios
miramientos que pide la buena educación».
Déjeme Vd. señor Director, que me
explique, y no frunza, sin oii-me, el
entrecejo, creyendo que me a])arto de
las líneas generales de la publicación.
En su Revista Económica, han apare-
cido escritos míos, por galantería que
estimo, dedicados á educación, y toda
vez que los guarangosla atropellan ¿sor-
prenderá acaso que los fustiguemos,
no cuál ellos merecen por quéel vapu-
leo por lo recio molestaría á los lecto-
res, sino con la blandura y templanza
del que ansia corregir con ánimos de
que se oiga la reprimenda?
No todo han de ser números, ni la
abrumadora estadística ha de llenar
su ya buscada Revista: déjeseme hoy
un poco de espacio para decir, burla
burlando, lo que vá Vd. á leer si mi
charla no le enoja.
«Erase que se era», así comienzan
muchos cuentos y muchas verdaderas
historias, y así comienza el relato de
una verídica historia que ojalá fuera
cuento.
Érase que se era, repito, una fiesta
de caridad, y fíjense Vds. nilos guaran-
gos son caritativos, ya que esta virtud
nos manda ser condescendientes y ca-
riñosos con todo el mundo y sufrir con
resignación en el caso de haberlas,
(que en el presente no las iial)ia) las
agenas genialidades.
El cantor popular, el ilustre vate ar-
gentino, el hombre virtuoso, el filán-
tropo, el amigo de todos y por todos
admirado, Guido Spano leía una her-
mosa composición suya. ¡Q)ué no leía!
Para el público, para todos era igual,
pues las palabras que con vibradora
entonación pronunciaba el Sr. Rossot-
ti, eran las del propio Guido Spano
cantando con sin igual maestría el
hecho más portentoso que ha visto la
humanidad desde que á Dios le pin-
ga darle por temporal morada, eso que
ha dado en llamarse valle de lágrimas.
Leía, pues, el señor Guido Spano, y
si es grave falta interrumi3ir á cual-
quier mísero mortal cuando lee ¿cómo
DEL Rio de la Plata
325
I
calificar la interrupción, si lo que se
lee es de mérito sobresaliente y su
autor de una talla colosal y de inspi-
ración privilegiada? Cómo calificar al
mozalvete, al chiquilicuatro que inte-
rrumpe á un viejo cuando habla? La
palabra es dura peí o resulta bien apli-
cada: guarango.
Si, guarango el que convierte las ace-
ras de la calle de la Florida en tribu-
na abierta para arrojar desde ella, no
flores á las damas, sino palabras mal
sonantes y atrevidas; guarango el que
en teatros ó diversiones públicas mo-
lesta con sus risas y sus voces á los
demás oyentes; guarango el que de mo-
llera deprimidR, incapaz de apreciar
lo bello, no ha sabido aprender á res-
petarse á sí mismo.
Afortunadamente en el presente ca-
so la guarangada por lo imprevista, por
lo estupenda, no ha de haber hecho
mella en el ánimo de Guido Spano.
La sociedad entera de Buenos Aires
ha protestado, \ esos guarangos de levi-
ta y guante han debido esconderse
avergonzados.
Sin embargo, es conveniente que la
guarangada se corrija doquiera asome
su estúpida faz; y aunque pocos son
los que merezcan el nombre ó califica-
tivo á que me refiero, es necesario es-
tirparlos, que la culta Buenos Aires no
ha de albergar en su seno, ni los sa-
lones se han de abrir para quienes
llevan tan lejos su procacidad.
En cuanto á Guido Spano, paro-
diando los tan conocidos versos, pue-
de hoy exclamar satisfecho al ver la
esplosion de simpatías á su persona
que el hecho ha arrancado y los aplau-
sos que su hermosa composición ha
merecido á los inteligentes,
si el tonto no aplaude, bueno,
si el necio silba, mejor.
R. MoxNEu Saxs.
BOLETÍN BIBLIÜGRÁFICO
Acaban de aparecer, entre otros li-
bros, los siguientes que ofrecen mucho
interés:
Retratos de escritores!. El autor estudia
separadamente á Alejandro Dunias
(hijo), Emilio Augier, Victoriano Sar-
dón, Octavio Feuillet, los dos Gonco-
urt, Emilio Zola y J. J. Weiss.
Del capítulo que dedica á Feuillet,
escritor muy alabado en su tiempo y
demasiailo desacreditado en la actua-
lidad, entresacamos esta ingeniosa
rehabilitación del romanticismo:
«He nacido romántico», dice uno de
los héroes de Octavio Feuillet. Todos
igualmente pudieran decir lo mismo:
es como un aire de familia, que fácil-
mente se ve de dónde viene; pues el
rasgo de una imaginación romántica,
es precisamente la nota original de
Feuillet. Bajo qué aspecto se presenta
la vida á las almas románticas? Cómo
se conducen éstas? qué clase de ale-
grías ó sufrimientos les son particu-
lares? Deben, enfin, felicitarse ó afli-
girse por esa especie de privilegio que
lian recibido al nacer? En ninguna
parte puede aprenderse eso, mejor
que en las novelas de Feuillet.»
La ley de Lynch. Es un libro escrito,
hace algunos meses, por el señor
Nocito, con ocasión del conflicto italo-
americano.
El señor Desjardins, abogado gene-
ral de la Suprema Corte de Francia,
acaba de presentar un informe al Ins-
tituto, de que es miembro, sobre la
obra del subsecretario de Estailo, en
el ministerio de Justicia.
La cuestión es siempre de actuali-
dad, tanto más cuanto que está ligada
á otra cuestión muy importante: la
que se refiere á la protección de las
personas residentes en el extranjero,
y que se ha discutido recientemente
en el Congreso de Roma.
El asunto es bien conocido de los
lectores de esta Fíevista; así es que no
nos detendremos en recordarlo. Pero sí
queremos dejar consignado el siguien-
te párrafo del informe del señor Des-
jardins, que encierra toda la doctrina
actual sobre el gobierro general de
los países que, como el nuestro, están
organizados bajo el régimen federal.
«El autor, señor Pedro Nocito, exa-
mina sí la responsabiütad del crimen
impune, recae sobre el estado de
Luisiana por vía de consecuencia sobre
los mismos Estados Unidos. Su de-
326
Revista Económica.
mostración" es muy" vigorosa. El Esta-
do, el mismo Estado particular en una
república federativa, es no sólo un ser
razonable sino un organismo vivo {orga-
nismo vívente), y cuando sus órganos
en vez de ser los instrumentos del de-
recho, se transforman, por su inercia
y su complicidad, en instrumentos del
delito en sus relaciones con los extran-
jeros á quienes los Estados Unidos
han prometido protección y asistencia
en el territorio de la Unión, y por con-
siguiente en cada uno de los Estados
que'lo componen,— la responsabilidad
de lós^Estados Unides se ve compro-
metida, según la misma constitución
federal. Y en este caso lo es más, por
cuanto los italianos asesinados esta-
ban protegidos por un tratado espe-
cial.»
Rodolfo Gneits—El ¡Jarlajne^ito inglés y
sus cambios 'durante el milenario, desde el
siglo IX hasta fines del XIX.
Tal es el título de una obra traduci-
da al italiano, por el señor Colucci,
comisario de los hospitales de lioma,
que le ha agregado un prefacio y una
conclusión.
En el prefacio, que consta de 148
páginas, expone el autor todos los de-
talles del periodo histórico anglo-sa-
jón y del origen del derecho público
inglés.
En la parte referente á la conquista
de Sicilia por los normandos, el señor
Colucci pone de manifiesto toda la
administración musulmana de aquella
isla, presentando un verdadero curso
de su historia civil, que merece ser
estudiada con atención.
*
* *
Principios de la ciencia bancaria^ j)or Car-
los F. íerram— Milán, 1892.
Este volumen forma parte de la co-
lección Hoepli, de «Estudios jurídicos
y. • políticos».
"La ciencia de los bancos forma hoy
una parte importante de la ciencia
económica, y el señor Ferraris ha tra-
tado el asunto con toda la amplitud
deseable, poniendo una nota biblio-
gráfica al final de cada capítulo.
«Las normas generales de todo ban-
co, dice el autor, son la publicidad y
la responsabilidad. Las normas espe-
ciales son las que se refieren á la au-
torización del Estado para el ejercicio
de ciertas operaciones, á las prescrip-
ciones que hay que observar en este
ejercicio y á la concesión ó prohibi-
ción de otras operaciones.»
Recomendamos á todos los econo-
mistas y publicistas la obra del señor
Ferraris, que es digna de ser leída.
National liberal clnb^ political economy cir-
ele. Transactions, vol. 1.
En 188o, algunos miembros del Glicb
Nacional Liberal, de Londres, concibie-
ron la idea de establecer una comida
periódica, en la que, á los postres, se
leería y discutiría una Memoria sobre
cuestiones económicas.
La idea fué aceptada y la |)rimera
comida se verificó el día 11 de Abril
de 1883, bajo la presidencia del Rev.
señor Leonardo H. Courtney, que leyó
un trabajo sobre los «principios eco-
nómicos que deben guiar á la legis-
lación respecto á la ocupación de la
tierra.»
Sucesivamente, han tenido lugar
cinco comidas más, en las que se han
presentado y discutido los siguientes
temas:
«La emigración internacional y la
economía política», por T. S. Mann:
«La relación del oro con la plata»,
por Alfredo Milnes:
«La tasa del interés»:
«La distribución considerada como
una rama de economía», por J. H.
Lévy;— y
«La emigración del trabajo» por
Hubert Ll.'Smith.
Cue7itos cristianos . El bautismo de Jesús
ó los cuatro grados del escepticismo, por T.
de Wyzewa.
Es una verdadera apología de los
pobres de espíritu . . .
Dichosos ellos, sobre todo, cuando
caen al golpe de la frase del autor,
tan candido y tan sencillo en su na-
rración.
DEL Rio de la Plata
327
Los malhechores literarios, por el Patlro
Esteban Cornut.
El autor ataca con suma violencia
á la literatiü^a «infame», y le atribuye
el mérito de haber depravado las
costumbres y de habernos reducido al
estado de un pueblo vicioso . . . Basta,
yo creo que el Padre Cornut exagera
mucho; y que el estado actuaí de
nuestra moralidad no es mejor ni peor
que el do la Ptoma de los Césares
y de los Papas.
Cartas intimas de SlendJial. Se experi-
menta una decepción, al leer este
libro, pues nada dice de nuevo, des-
pués de los fragmentos y de los «diarios»
de Beyle, conocidos ya hace veinte
años.
CRÓNICA DE LA QUINCENA
Octubre 20 de 1802.
Bajó del poder el Dr, D. Carlos Pe-
llegrini hace hoy ocho dias, y como
estaba mandado i^or la Constitución,
subió su sucesor el Dr. D. Luis Saenz
Peña.
País como hay muchos es éste; pero
que tiene, no obstante, sus peculiari-
dades. Está en formación, y, diríase un
doncel caprichoso, inconsecuente é iló-
gico en todo. Se esperaban escánda-
los, atentados, crímenes, no ha habido
absolutamente nada. Se creia, por al-
gunos, que el cesante se retiraría en
medio de la mayor indiferencia pú-
blica y que el entrante sería saludado
con visibles manifestaciones de satis-
facción. Pues nada de eso. Ha suce-
dido al revés.
Todos, acusados y acusadores, pue-
blo y magistrados durmieron conten-
tos el 12 de Octubre, día doblemente
grato para éste y otros rincones del
Continente, como que era el cuarto
centenario de la invención de América,
diré mas bien asi, v no descubrimien-
to.
Como se ve hay momentos en que
la opinión pública es la peor de las
opiniones. Atenerse á ella resulta una
gran equivocación. Podemos, sin em-
jargo, felicitarnos de ello, á no ser
que' la paz, que es el gran desiderátum
resulte también que no es un bien su-
premo, sino cuando todos están con-
formes y acordes respecto de las cau-
sas morales de la estabilidad social.
*
**
Decía ciue todos durmieron conten-
tos, y se explica. No ha pasado nada,
ó porque nada había entre dos platos,
como vulgarmente se dice, ó porque
la audacia se ha contenido; y, quién
sabe, puede ser que haya sido, porque
viendo el desenlace le^al, después de
tantas alarmas y tropiezos, un no sé
qué le ha dicho a todo el mundo, que
no es infalible que la política sea como
la esfinge de la fábula: no, ella no de-
vora siempre á los que no esplican
sus enigmas.
-*
•k*
La luna de miel ha sido entonces
como se comprende, un cuasi deleite.
El saliente tomó el portante en el acto,
yéndose á una estancia, y el entrante
se apresuró, para que no faltaran no-
vedades, á organizar definitivamente
su anunciado y discutido gabinete,
completándolo, aunque sería mejor
decir, integrándolo con un personaje
ajeno completamente á los negocios
públicos.
El soberano de los soberanos, — el
oro, — asociándose al general contenta-
miento bajó también de precio y nues-
tros valores acá y allá,^en nuestra
Bolsa y en las de Londres y París su-
bieron.
El Presidente de la República dio,
como es de estilo, su manifiesto pro-
grama, pieza trillada por la forma, sin
mayor significado por el fondo, y úni-
camente 'singular por su pretensión
de constituir un gobierno é inaugurar
una política sin mas alma que la fría
é inerte de la Constitución.
328
Revista Económica
De modo que van á peinarse chasco
los que esperen que sus pleitos se fa-
llen en conciencia. Siendo impersonal
el gobierno las sentencias serán con-
forme á lo que resulte de autos, y,
consiguientemente según la habilidad
de los abogados de las' partes interesa-
das en el litigio. Es nuevo, hasta por
ahí, este concepto político. I^a expe-
riencia, no lo abona mucho que diga-
mos.
Pero como la intención parece sana
habrá que dejar pasar el tiempo, y no
mucho, para que gobernantes y gober-
nados se desengañen, volviendo unos
y otros á lo que en otras partes se
íiace, á lo que entre nosotros mismos
se ha hecho cuando los Presidentes,
sin dejar de apoyarse en un partido,
han gobernado para todos, seleccio-
nando hombres y apartándose de la
senda del caudillaje que mas entiende
de revoluciones armadas, que de evo-
luciones y transacciones.
No puede decirse, apesar de la dis-
X)osicion que á muchos los inclina á
esperar, que la situación sea sólida,
ni que el porvenir no se presente en-
capotado. Tantas veces las pahibras,
los manitlestos y los programas han
fallado, arrastrados los homljres, bon
gré, mal gré por los sucesos que todo lo
avasallan, que hay, en medio de todo
este bienestar aparente del momento,
un gran fondo de excepticismo, de cu-
yo insondable abismo sube á la super-
íicie de las cosas algo asi como el i)re-
sentimiento secreto de que no han
pasado para siempre las horas de in-
quietud.
Un suceso insignificante, si se quie-
re, en cuanto sólo afecta la vida local
de una Provincia, como la chisi^a que
puede ser ó no ser causa de una con-
ílagracion, lia venido á hacer mas in-
tenso aquel presentimiento. La revo-
lución de Santiago del Estero es ese
suceso; y no nos detendremos á deta-
llarla, porque basta decir que, volvien-
do á las anudadas, un gobierno legal ha
sido derrocado por la sedición, y (]ue
hasta este momento Poder Ejecutivo
y Congreso andan buscando datos
para ver quién tiene razón, si la fuer-
za ó el derecho.
No es di.ficil, pues, sin ser profeta,
ni hijo de profeta augurar desde lue-
go, cuál será el desenlace de este dra-
ma: la legalidad no quedará bien pa-
rada. Tendremos asi comprobado una
vez mas, que todo se repite, desgra-
ciadamente todo lo que es malo con
mas persistencia que lo bueno.
Así comenzó el gobierno del Dr. Juá-
rez Colman, con una revolución innece-
saria enTucuman.
Quién es el culpable verdadero de
este primer hdtoii dans les roucs puesto
en el gobierno del Dr. Saenz Peña?
Parécenos tiempo i)erdido tratar de
inquirirlo. Resultará de autos? Para
allá me las guarde, tratándose de un
hecho consumado. Lo que sí no nos
parece ocioso es preguntar: de qué
sirve el estudio de la historia si la es-
periencia del pasad*» no ha de evitar
que los hombres de Estado incurran
en los mismos errores en que cayeron
sus antecesores? Ya sabemos que los
que se niegan á ai)rovechar las ense-
ñanzas de la historia se esfuerzan'
siempre en negar la identidad del pre-
cedente que se invoca con el que está
en discusión en el momento. Mas esta
vez los desafiamos á que nos nieguen
la identidad del precedente. Tuciíman
ó Santiago tanto vale: aquello trajo lo
uno, esto traerá lo otro, si las solucio-
nes son idénticas, como parece ser el
signo, en el momento en que cerra-
mos esta página, — el signo mas visible
en las regiones altísimas de nuestro
no menos alto gobierno impersonal.
Y no hay mas hechos de importan-
cia (jue (piepan dentro del cuadro de
esta ojeada retrospectiva, que como
tantas otras terminaremos exclaman-
do: Dios nos ayude!
DEL Rio de la Plata
.329
REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY
Crónica de la quincena
El centenario de Colón y las cues-
tiones económicas han constituido la
preocupación de la quincena.
Lucidas estuvieron las fiestas en
medio de las cuales, sin embargo, se
ha presenciado un hecho en extremo
doloroso. La Comisión encargada de
organizarías creyó, acertadamente,
que correspondía, en esos días de re-
gocijo, acordarse de los menesterosos
y resolvió la distribución gratuita de
alimentos. En todas partes hay infe-
lices que tienen que buscar en la li-
mosna el sustento diario, pero no po-
día esperarse que en un país nuevo
y i)rivilegiado por la naturaleza, suce-
diese lo que presenció Montevideo.
Treinta mil personas, casi la cuarta
parte de su poblacii'm urbana, se agol-
paron para solicitar las raciones desu-
das á la miseria!
Este es el resultado lógico del siste-
ma de restricción impuesto por el
egoísmo de unos pocos.
La prensa ingounvilista que regis-
tra el hecho ha debido hacerse cargo
de las consecuencias prácticas de su
propaganda.
Cooperan á la despiadada obra
de consumar la ruina del i^aís, los di-
rectores del titulado Banco Hipoteca-
rio Nacional, con una ofuscación que
maravilla.
Prueba de la inconsciencia con que
proceden, y que es su línica disculjia.
nos la dá «¥A Siglo» al sostener que
no hay perjuicio social en poner en
remate púbiico doce millones en pro-
piedades, porque los deudores solo
son 171, como si el derrumbe de la
propiedad raíz dependiese del número
de hipotecantes y no del número y
valor de las propiedades que se ven-
dan.
De estos deudores, agrega, 9 son so-
ciedades anónimas, «cadáveres que
conviene sacarlos de la calle», trailu-
ciendo la perífrasis desde que se trata
de empresas que están en mala situa-
ción, conviene ultimarlas vendiendo
por 1 lo que vale 10; pero el distingui-
do colega olvida que detrás de esas
sociedades anónimas están sus accio-
nistas y sus familias que con seme-
jantes procederes, serán perjudicados.
Sí el estar mal una sociedad fuese
razón para que se la ultimase, el pri-
mer cadáver que habría que sacar de
la calle seria el propio Banco Hipote-
cario.
*
* *
ftEl Siglo» y «El Telégrafo Marítimo»
censuran al gobierno [)or haber eleva-
do á las Cámaras un mensaje pidien-
do la interpretación de las disposicio-
nes referentes al Banco Hipotecario,
de la ley de 21 de Marzo de 1892, á las
cuales su Directorio viene dando una
interpretación contraria á los dere-
chos adquiridos y á toda equidad.
Los principios que esos colegas in-
vocan lioy debieron haberlos sosteni-
dos cuando se trató de la liquidación
del Banco Nacional, pues entonces, sí,
se violaba una ley contrato. Esta vio-
lación les pareció muy conveniente.
Los que aceptaron que una ley dis-
pusiese de los derechos de los accio-
nistas del Banco Nacional, no pueden
oponerse á que las mismas Cámaras
interpreten esa ley, pues es un aforis-
mo de derecho, (pie el que puede lo
mas puede lo menos.
Al aplaudir que se lleve de nuevo el
asunto al Poder Legislativo, manifes-
taremos el deseo de que éste aprove-
che la oportunidad para tomar una
medida radical, volviendo las cosas
como estaban, desde que es evidente
que el nuevo Banco Hipotecario no
puede llenar su objeto y solo es causa
de todo género de dificultades y de
ruinas. Hecho esto podrá adoptarse
un temperamento que consulte mejor
los intereses generales.
*
El Directorio del Banco Hipotecario
pretende que se suprima la oposición
del Banco Popular del Brasil á que
aquel disponga de lo que á éste le
corresponda coljrar, pagando la nación
el importe total del empréstito, y, con-
juntamente con esto, sostiene que por
el hecho de que por una simple sub-
división de compatibilidad existían
dos cuentas entre las secciones hipo-
tecaria y comercial del Banco Na-
cional, una con un crédito á favor de
aquella de 445.000 $, y otra con un d^-
330
Revista Económica
bito de 1.609.000 S, debe entenderse
que la renuncia á favor del Banco hi-
potecario del crédito de la sección co-
mercial, no es la del saldo de cuentas,
sino la de las partidas de su crédito, sin
deducir las sumas de la cuenta en la
cual esta aparece como deudora.
Resumiendo : 1°. Se quiere que la
Nación pague lo que el Banco Popu-
lar de Rio Janeiro debe recibir del
Banco Hipotecario, y 2'>. Que se haga
además un nuevo regalo al Banco Hi-
potecario de $ 445.000, á costa de la
misma. Quien dice ia Nación, dice los
pobres contribuyentes. ¿Y en cambio
de qué? ¿Y en beneficio de quién se
pretende todo esto? En cambio de
consumar la desvalorización de la pro-
piedad raiz, y en beneficio de un gre-
mio de capitalistas.
Los que pretenden estos regalos
de millones, encuentran, sin em-
bargo, pocas todas las rebajas en los
haberes de los empleados y de la cla-
ses pasivas. Hasta quieren por eco-
nomía desarmar el ejército.
Es singular la lógica de algunos:—
¿Conviene á un gremio hacerse arbitro
de la propiedad raíz en toda la Repú-
blica?—Pues entonces debe hacerse
caso omiso de la ley contrato con que
se creó el Banco Nacional, poniendo
sobre ella las resoluciones de las Cá-
maras.—¿Se quiere poner trabas á la
voracidad de ese gremio? Pues en-
tonces se clama contra la intervención
de las Cámaras, aun cuando no sea más
que para aclarar el sentido de una de
sus resoluciones, á la que se le quiere
dar una interpretación que lleva al
absurdo y al deshonor nacional. ¿Se
trata del pan de millares de familias
nacionales? Entonces toda rebaja es
poca; pero no suííede lo mismo cuando
están de por medio los intereses de los
rentistas.— Para éstos toda numificen-
cia es lícita y necesaria.
Nada se hace por la producción ni en
l)eneficio de los que sufren, y se preten-
de que además de haber destinado dos
millones para montar la guillotina de
la propiedad raíz, se acuerde en bene-
íicio de los ejecutantes otro regalo que
alcanzará á millón y medio d'e pesos.
Como de costumbre estas enormi-
dades se sostienen invocando, con es-
carnio, la justicia social y los intere-
ses generales.
REVISTA JURSATIL
El oro ha tenido en la quincena una
baja de 3 pesos en las onzas y de 1
peso en las libras, es decir de próxi-
mamente un 6 %, lo que representa
una alteración muy notable, debida á
la trasmisión en paz del mando y á
las necesidades de las cosechas.
Los bajistas del oro manifiestan la
esperanza de verlo en breve romper
el límite de 300, pero esta no es nues-
tra opinión, puesto que la valorización
del papel crea trastornos y perjuicios
extensos que son á su vez causa de
desvalorización.
En cambios no tenemos ninguna
alteración sensible que notar; los che-
ques del Banco Nacional y del Banco
de la Provincia han seguido subiendo,
debido, particularmente, en lo que á
este úhhno se refiere, á la mejora de
su situación.
Llamamos la atención sobre la co-
tización de las Cédulas nacionales y
provinciales, y de los Fondos Públi-
cos, que han tenido en general una
alza importante, quedando firme la
plaza.
No tan favorecidas han estado las
acciones del Banco Español del Rio
de la Plata, que no obstante la situa-
ción favorable de la plaza, han queda-
do á 100,50, es decir, medio punto más
bajo que la quincena anterior.
Én los demás títulos, no hay nada
que merezca especial¡mención.
La Bolsa de Montevideo continuó en
baja, exepción hecha de la deuda con-
solidada, cuyo precio se rige por el
de la plaza de Londres.
Los Billetes del Banco Nacional han
bajado de 46 á 40.20. Las cédulas han
bajado un })unto más, así como tam-
bién las acciones del Banco Hipoteca-
rio, lo que no es de estrañar, visto el
sistema de realización en vasta escala
adoptado por el directorio de este es-
tablecimiento, y que, en cambio del
pago puntual de uno ó dos cupones,
no solo concluirá de abatir el valor
de la propiedad raiz, sino que dejará
á las cédulas sin garantías, y al Banco
sin capital.
DEL Rio de la. Plata
331
Movimiento bursátil de la primera quincena de Octubre de 1892
BOLSA DE BUENOS AIRES
( DEL I'' AL 15 DE OCTUBRE )
Ultimo precio
HAST.V
s'bre. 30
MAS BAJO , MAS ALTO
Metálico
Onzas
Libras esterlinas.
Cambios
Inglaterra.
Francia . . .
Bélgica.. . .
Alemania .
Cheques
Banco Nacional
Banco de la Provincia ,
Banco Hipot. de la Provincia-
cédulas Hipotecarias Nacionales
-bonos,
Serie A (oro) 5 % de renta,
)) A % 7 % )) »
» B )) 7 % » >)
» C w 7 % » » .
» D w 7 % » »
» E » 7 % » )) ,
'cédulas Hipotecarias Provinciales
Serie A (oro) 6 % de renta 19
))
A
Sf.
8
%
»
))
))
E
»
6
%
»
»
»
F
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6
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))
0
»
8
%
))
))
))
P
»
8
%
))
))
Fondos y Títulos Públicos
Fondos Públicos Nacionales de 1884.
Empréstito Nacional Interno 1891
Id. de 1892
Deuda Municipal de la Capital . . .
53 20
16 47
47 I
5 01
5 04
4 04
17 —
35 \
16 30
32
97
94
84
87
86
31 —
30 50
30 10
29 60
30 40
30 50
30 50
30 50
30 50
30 50
30 60
30 50
53 —
74 50
67 40
58 10
Ultimo precio
H.VST.V
o'bre. 15
49 90
15 45
53 60
16 60
47 1
5 —
5 02
4 03
47 i
5 01
5 04
4 07
16 —
31 \
15 70
18 —
36 \
20 10
32 —
34 —
95 —
83 —
87 —
86 —
95 —
90 —
93 —
93 -
31 60
29 30
29 30
31 60
29 50
29 50
29 80
29 80
29 30
29 80
29 80
29 80
29 80
29 80
32 80
32 60
32 80
32 80
32 80
32 90
72 —
65 —
58 —
74 —
67 70
61 40
50 20
15 45
47 I
5 —
5 03
4 05
16 —
32 —
20 10
34 —
97 —
95 —
83 —
93 —
93 —
19 —
31 —
31 60
29 30
29 50
30 40
29 80
32 80
32 60
32 80
32 80
32 80
32 90
53 —
73 30
67 70
61 40
332
Revista Económica
Ultimo precio
HASTA MAS BAJO I MAS ALTO
s'bre. 30
L'ltinio prício
HASTA
o'bre. 15
Acciones
BANCOS
Español del Rio de la Plata
Italia y w » » » (oro)
Crédito Real
Nuevo Banco Italiano
Banco de la Bolsa
Francés del Rio de la Plata
Hipotecario de la Capital (Bonos oro). .
Constructor de la Plata
Id id id (obligaciones)
Agrícola Comercial
Banco Inmoviliario :
Banco del Comercio
Banco Caja de Descuentos
Comercial de la Plata
Comercial
Banco Sud-Americano i
Banco Nacional '
compañías
La Edificadora
La Previsora (Compañía de Seguros) .
La Primitiva (Compañía de Gas) j
Gas Argentino i
Empresa del Edificio de la Bolsa 1
La Argentina (fábrica de papel) I
Muelle y Depósitos de las Catalinas.. . .1
La Buenos Aires (Compañía de Seguros)
Compañía General de Reaseguros. ...
Kíd y C=^ .". I
Telegráfico Telefónica !
Constructora Argentina
J07
92
31
57
45
4-1
64
4
1 —
24.—
99
50
50
BOLSA DE MONTEVIDEO
(del 1° AL 15 DE octubre)
90 —
50 —
8 50
30 —
29 —
31 —
78 —
8() —
52 —
30 —
80 —
10 20
13 —
7 —
7 —
05 —
14 —
Billetes Banco Nacional 46 —
Títulos hipotecarios Serie D 26 80
Cédulas hipotecarias » A 25 10
» » » C 25 —
Deuda del Interior i 27 20
Id. Consolidada
Acciones Banco Hipotecario.
CAMBIOS
Inglaterra
Francia. , .
Bélgica
Alemania ,
30 60
9 —
51 g
5 36
5 35
4 34
106 50
94 —
56 —
43 —
1 —
20 —
8 50
74 —
27 —
85 —
53 —
83 —
8 20
14 —
40 —
24 —
24 40
26 —
31 —
8 —
50 i
5 35
4 32
107 50
94 —
57 —
44 —
1 10
20 —
9 —
78 -
27 —
88 —
53 —
93 —
10 —
14 —
40 20
25 30
25 80
27 20
33 40
9 20
51 J
5 36
4 34
/o
50
10
106 50
94 —
31 —
56 —
45 —
43 —
64
4
1
24
20
90
50
8
30
29
31
78 —
27 —
88 —
53 —
130 —
83 —
9 90
13 —
7 —
7 —
65 —
14 —
40 20
24 —
24 40
25 —
26 40
33 40
8 —
50 i
5 36
5 35
4 32
2* Época— Núm. 13.
5 de Noviembre de 1892.
REVISTA ECONÓMICA
-D J-: :.,
RIO DE LA PLATA
Director: DOMIHQO LAMAS
SOFISMAS ECONÚMICOS V CONSTITUCIONALES
La autoridad de nuestro estimable
colega Tribuna, no nos permite pasar
en silencio su reciente artículo, titu-
lado, «Unidad Bancaria,» aunque por
lo descarriado de las ideas ciue en él
se manifiestan, no podamos en este
•caso considerarlo intérprete de los
planes del señor ministro de hacienda.
Empieza el colega por confundir dos
cosas completamente distintas: las
operaciones generales de Banco con
las de emisión de billetes, llegando
hasta decir, con todas sus letras, cjue
higlaterra y los Estados Unidos han
centralizado el crédito y la circulación
fiduciaria; afirmación pasmosa y que
desdice con la general ilustración de
la prensa argentina.
Dos tesis, la de la pluralidad y la
de la unidad de emisiones han divi-
dido á los economistas y á los hombres
de estado. Los unos, afirman que
los billetes bancarios son una forma
corriente del crédito, mientras que los
otros, los califican, no ya como un
simple papel de crédito particular, sino
como moneda, y partiendo de esta
concepción es que pretenden centra-
lizarlos y reglaixientarlos, fundados
en las mismas razones en virtud de
las cuales, en todas partes, el derecho
de sellar moneda se considera una
atribución del soberano. Si los con-
ceptuasen una mera forma de crédito,
no se opondrían á sus adversarios, los
defensores del sistema de Bancos li-
l)res de emisión, puesto que, á ningún
hombre de buen sentido se le ha ocu-
rrido, hasta hoy, esto de centralizar el
crédito, que el colega ofrece á sus lec-
tores como un hecho de convenien-
cia universalmente reconocida.
Centralizar el crédito, es centralizar
toda la vida económica; es privar á las
instituciones comerciales y á los sim-
ples particulares, del uso de uno de los
más esenciales derechos naturales.
El individuo, que toma, para pagar
después, un simple atado de cigarri-
llos, ya hace una operación de crédito.
La familia que no compra al contado,
dejando para abonarlas al día siguien-
te, sus provisiones en el mercado, reali-
za lo mismo. Las compras en general
de los minoristas á los mayoristas son
otras tantas operaciones de crédito.
Casi todas las operaciones comer-
ciales, se encuentran en el mismo
caso y sobre su base se ejecutan pues
la ma^^or parte de las transacciones
mercantiles y domésticas; de modo
que centralizar el crédito importaría
centralizar, pasando los límites de la
posibilidad humana, la mayor parte
de las transacciones sociales.
El colega argentino nos dirá que no
pretende semejante enormidad; que
solo se refiere al crédito bancario, pero
aún así no habrá caído menos en el
absurdo.
Las operaciones de crédito que efec-
túan los Bancos, consisten, principal-
mente, en anticipos sobre valores ó en
cuenta corriente; en descuento de do-
cumentos á plazos mas ó menos cortos
y en la compra y venta de letras de
cambio.
Todo esto lo hacen también, cor
334
Revista Ecoxó.mica
rientemente los particulares, de acuer-
do con el derecho de disponer de lo
suyo, ó de lo que otros les entreguen
para que lo dediquen á negocios de
este género, y no hay mas diferencia
entre estos y aquellos que la de que
los Bancos, por lo común, aunque no
siempre, los realizan en mayor escala.
La centralización de un ramo de
comercio tiene un nombre técnico, se
denomina estanco, y, lo repetimos, á
nadie, hasta ahora se le había ocurri-
do ni estancar un comercio al por
mayor, dejando la libertad de reali-
zarlo al por menor, ni hacer materia
de estanco los anticipos sobre el cré-
dito ¡personal, ni los descuentos.
El colega entra inespertamente en
el brete, al citar en este caso como
ejemplo á Inglaterra y á los Estados
Unidos.
No hay país en el mundo donde sea
más respetada la libertad comercial
que en Inglaterra. Se estableció en
ella la unidad de emisión, fundada en
el principio de que los billetes no son
una forma de crédito particular sino
en que constituyen una verdadera
moneda, y, por consecuencia, de que
reglan las condiciones generales de
la circulación y los precios, desempe-
ñando una función económica de ca-
rácter social. Esta unidad tiene por
punto de partida el acta de Sir Robert
Peel de 1844. ¿Estableció ella la uni-
dad del crédito? No por cierto: empezó
por dividir las operaciones del Banco
en dos categorías, la una de emisión y
la otra bancaria, y legisló sobre la
primera, dejando plena libertad á la
segunda; estableció, respecto á la emi-
sión de billetes, la unidad como prin-
cipio, pero posponiendo á su realización
el respeto al derecho de los Bancos en-
tonces existentes. En cuanto á las
operaciones propiamente bancarias, se
dejó subsistente la más plena descen-
tralización. Para esas operaciones el
Banco de Inglaterra, se constituyó en
Londres en el auxiliar de los demás
Bancos y no en monopolizador de sus
operaciones, y lejos de querer absor-
ver todas las transacciones bancadas
del país, dejó reducidas á limitado nú-
mero sus sucursales.
En cuanto á los Estados Unidos, en
vez de un país de centralización ban-
caria, ha llevado el espíritu de des- 1
centralización al punto de que se ha.
tratado por la ley de 1863, que salvaba
el principÍQ de la ingerencia del Esta-
do en la reglamentación de las emi-
siones, de favorecer con sus ventajas-
la pluralidad de Bancos.
No hay ninguna nación más ene-
miga de la centralización déla influen-
cia bancaria Cjue los Estados Unidos,
como contraria á las prácticas del sis-
tema federal.
El «Banco de los Estados Unidos,»
establecido en 1791 no centralizaba,,
como no se pueden centralizar las ope-
raciones bancarias, pero tenía una
situación privilegiada sobre las de los
demás y al oponerse el presidente
Jackson á la renovación de su Carta,
decía lo siguiente, que expresa las.
ideas predominantes en su país.
«El Baiu'o no es en realidad más que
uno de los productos de un sistema,
que está en oposición absoluta con el espíri-
tu de todas nuestras instituciones; de un
sistema fundado sobre una creencia
política, que si prevaleciese, tendría
por resultado inevitable, reunir todo el
poder público en las manos de un gobierno-
central. Se rompería el equilibrio es-
tablecido por nuestra constitución y si
sufriésemos por más largo tiempo la
existencia de corporaciones investidas
de privilegios exclusivos, pronto estos-
privilegios les darían los medios de
ejerc-runa poderosa influencia sobre
la conducta jjolítica de las masas,
puesto que dispondrían del trabajo y
de las ganancias de la clase más nu-
merosa. En todas partes donde el
espíritu del monopolio se ha aliado al
poder político, se ha visto nacer la
tiranía y el despotismo».
El Dr. Don A. Lamas, comentando es-
tas palabras, decía, en la primera serie
de esta Revista, lo siguiente:
«Esta oposición del Presidente de
los Estados Unidos en 1833, se ha con-
vertido, más tarde, en sentencia nacio-
nal por la supresión del Banco á que
se refería y por la adopción de otro
régimen, que excluyendo todo privile-
gio permite la concurrencia, vale decir,
la libertad dentro de los límites y con
las condiciones establecidas jDor la ley
nacional».
En el concurso Pereire, que tuvo lu-
gar en los últimos años, se reconoció la
mavor conveniencia de los Bancos
DEL Rio de la Plata
335
locales sobre la de las sucursales de un
Banco central, considerando la mate-
ria tanto del punto de vista de una
buena distribución del crédito, cuanto
del desenvolvimiento regular de las
diversas localidades.
Puede concebirse la centralización
política, desde que uno es, en esta es-
fera, el interés de todos, jjero no es lo
mismo en el orden económico, y solo
se justifican las sucursales de un esta-
blecimiento central como medio de
facilitar las operaciones de intercam-
bio ó, según las circunstancias, suplir
la falta de instituciones locales, favo-
recer su desenvolvimiento y harmoni-
zar su acción por el redescuento de
sus carteras y la concentración local
de sus reservas.
Separándose de los ejemplos que se
nos citan y posponiendo las convenien-
cias políticas á la teoría económica, se
encuentran en la historia argentina
precedentes, no de centralización de
crédito sino de pretensión de unidad
bancada, impuesta como coyunda de
las hoy provincias federales.
Se sostuvo en 1826, como medio
práctico de implantar el régimen uni-
tario en la República. «El estado de
las provincias de la Unión, decía el
ministerio, en la sesión del Congreso
de 7 de Enero de ese año, denianda
urgentemente esta medida, si ellas
han de tener un lazo fuerte que las reú-
ne entre sí, d un centro de fuerza y de
vigor» .
Hemos de ver en seguida como los
sofismas económicos del colega, tien-
den á la subversión del sistema federal
en aras de la cual, no vacila en sacrifi-
car los preceptos de la ciencia y los
consejos de la experiencia en materias
económicas.
II
Según el colega, los actuales Bancos
Provinciales, si bien no emiten billetes
del mismo tipo de los de la emisión
nacional, echan á la circulación pape-
les de distinta forma, destinados á de-
sempeñar el oficio de moneda.
Si esto fuese exacto, no era la supre-
sión de esos Bancos ío cjue se exigiría
para la unificación monetaria, sino
tan sólo la de esas emisiones. Sin em-
bargo, el hecho no es cierto. Los
Bancos, al emitir certificados de de-
pósito, no lanzan á la circulación pa-
peles que hacen el oficio de moneda,
cuya condición esencial para desem-
peñarla, es servir de intermediario en-
tre la generalidad de las transacciones.
Son simples títulos cotizables, que se
extinguen mediante compensaciones
de crédito en esos Bancos. No hacen
más oficio de moneda que las cédulas,
que las instituciones hipotecarias emi-
soras reciben en pago de las hipote-
cas á su favor.
Con las teorías del colega, no podrían
emitirse en parte alguna obligaciones,
sin quebrantar la unidad monetaria.
Pero, no es evidentemente la unidad
monetaria lo que quiere el colega: no
es la simple supresión de los certifi-
cados de depósitos á loque aspira; sino
á que las provincias sean desposeídas
de las instituciones de crédito con las
que pueden desenvolver directamente
sus fuerzas económicas, y á que los
elementos de vida propia que poseen,
sean transferidos al gobierno de la
nación.
«Solo se trata, dice, de que las pro-
vincias entreguen á la nación sus banca-
rrotas para que esta levante con esas
mismas, el Banco Nacional del por-
venir, comunicándole el aliento de su
prosperidad y la energía de sus espe-
ranzas. De ese modo es que se forman
las nacionalidades fuertes y prestigio-
sas.»
Eso de crear un banco con un con-
junto de bancarrotas sería un contra
sentido, si de bancarrota pudiera cali-
ficarse la situación de los Bancos pro-
vinciales, pero debe saber bien «LaTri-
buna» que alguno de esos estableci-
mientos tiene, todavía, poderosos
elementos, y solo considerándolo así
es que se pretende la amalgama indi-
cada, evitándose que vuelvan en breve
á constituir elementos de la vida auto-
nómica de las provincias respectivas.
La tesis constitucional, que el colega
desenvuelve en seguida, en apoyo de
sus ideas, no está mejor fundada que
su tesis económica.
III
Si las provincias no quieren prestar-
se de buen grado á la cesión de sus
derechos y de sus propiedades, cree el
336
Revista Económica
colega que la nación tiene medios
constitucionales para imponérsela,
«habiendo querido la constitución ar-
gentina que la nación sea una entidad
propia, dotada de los medios necesa-
rios para luchar y vencer en las difi-
cultades y borrascas, y para afirmar,
definitivamente sus destinos glorio-
sos.», Agrega enseguida, en apoyo de
esto, lo que vá á leerse.
«Tratándose de los bancos, la consti-
tución da á la nación la facultad de
establecer la unidad del crédito y de
la moneda papel, si bien, hiclinándose
ante las circunstancias, habilitó al
congreso para conceder á las provin-
cias el derecho de fundar bancos de
emisión.»
«Debía llegar un momento en que
la nación retirase aquella concesión,
corno se recojen los elementos disper-
sos y débiles del crédito de cada uno
para fundar una asociación capaz de
emprender las grandes cosas que in-
teresan á la comunidad.»
Es inútil extenderse á refutar seme-
jantes enormidades constitucionales.
La facultad de establecer un Banco
Nacional con sucursales en las provin-
cias, la traduce el colega por la de
establecer la unidad del créaito y la
de la moneda papel, y si bien no puede
desconocer que las autoriza á fundar
bancos de emisión provinciales, cree
que estas autorizaciones, dadas de
acuerdo con la constitución, pueden
ser retirables con el fin de privar á
los estados federales de lo que por la
constitución pueden tener.
El colega, al afirmar que la consti-
tución argentina ha querido que la na-
ción sea una entidad propia, olvida
que también determina que lo sean
las provincias, y raciocina como si
estuviese imperando el mas absoluto
régimen unitario.
El proyecto de la ley del año 1826, dis-
ponía «que su capital debía formarse
con el millón de pesos del banco de
descuentos, avenidos que fueren los
accionistas, y los tres millones que es-
taban en administración, resultantes
del empréstito realizado por la pro-
vincia de Buenos Aires.»
El Dr. Paso, Gorriti, Zavaleta y otros
congresales, observaron este artículo,
y especialmente este último por las
consideraciones siguientes:
«Veo, dice el señor Zabaleta, que el
congreso determina aquí de una pro-
piedad ] (articular de la Provincia de
Buenos Aires, propiedad que le corres-
ponde á ella y de que solo ella puede
disponer, y yo no sé si está allanada.
Cuando se ha hablado del millón del
banco de descuentos, se ha dicho que
se incorporaría al nacional, avenidos
que fueran los accionistas, y esto
mismo creo que debe decirse respecto
á la Provincia.»
El Sr. Agüero, después de notar que
el Banco de Descuentos era propiedad
de particulares y que i3or eso se reque-
ría su avenimiento, dijo, hablando de
la propiedad de la Provincia de Buenos
Aires:
«Aquí se trata de una propiedad pú-
blica, y que pertenece ala Nación desde
el momento en que la Nación lo resuelva,
porque de esto es preciso hacerse car-
go; asi como lo será si la Nación re-
suelve que las rentas de la provincia
de Córdoba son j^roiDÍedad nacional.
Es necesario que nos vayamos sobre-
poniendo á todas aquellas considera-
ciones que las circunstancias nos han
forzado á tener.»
Hay, como se vé, una analogía com-
pleta entre las teorías constituciona-
les de Tribunay las palabras que acaba-
mos de transcribir.
«Esta opinión, del Dr. Agüero, decía
el Dr. D. Andrés Lamas, fué la opinión
del Congreso.
«Las provincias, al perder su auto-
nomía, eran lógica é inevitablemente,
despojadas de todas sus propiedades
y de la gestión de todos sus intere-
ses.
«Este es, añadía, el principio unita-
rio, en su más genuina espresión.»
Los inconvenientes, i^ohticos y cons-
titucionales, del plan que se indica,
no desaparecerían por el hecho de
entregarse la dirección del Banco Na-
cional á accionistas particulares; bien
al contrario, pues quedando con esto
subsistente la sujeción de la vida eco-
nómica de las provincias á las ideas
y á las conveniencias metropolitanas,
solo tendríamos reemplazada toda
tendencia nacional, por las de las co-
rrientes del agio bursátil y del comer-
cio extranjero de la capital.
Tribuna hace un llamado al patrio-
tismo argentino, en pro de esta solu-
DEL Rio de la Plata
337
ción centralista, pero lo verdaderamen-
te patriótico es empezar por respetar
las condiciones orgánicas de la Repú-
blica y hacera las provincias la justi-
cia de reconocer de que en ellas exis-
ten elementos morales é intelectuales,
para el manejo de sus elementos de
giro; siendo por lo tanto innecesario
someterlas á la depresiva tutela del
alto comercio metropolitano.
Basta el breve análisis que hemos
liecho, para que quede demostrado
que tenemos razón al afirmar que el
colega no puede ser en este caso el
eco de las ideas del ilustrado minis-
tro de Hacienda de la Nación, cuya
labor, para que sea fecunda, debe em-
pezar por levantar y prestigiar lo que
tan imprudentemente se dejó abatir,
persiguiéndose ese ideal de centraliza-
ción anti-económico y anti-constitucio-
nal que combatimos.
EL ARBITRAJE INTERNACIONAL
Doy cuenta, extractando, del estado
en que se encuentra este interesante
asunto, y llamo la atención resjiecto á
la pregunta forixiulada por el señor
Doniol. Es realmente como para preo-
cupar que se admita la posibilidad de
una nueva guerra de secesión. Decidi-
damente parece, que no hay nada de-
finitivo, en América, sobre todo, para
el criterio europeo. ¿Tendrán razón...?
El 11 de Setiembre del corriente año,
celebró sesión la Academia de Cien-
cias Morales y Políticas de Paris, bajo
la presidencia del señor Jorge Picot.
El señor Federico Passy informó de
lo ocurrido en el Congreso universal
de las sociedades de la paz, que acaba
de reunirse en Berna. El objeto que se
proponía dicha reunión era populari-
zar la idea del arbitraje internacional.
Hay en ello una cuestión de opinión
que no puede resolverse de la noche á
la mañana. Se trata desde luego, de
convencer al público de que hay me-
dios de evitar las guerras. Para conse-
guirlo, es menester hacer frecuentes
lamamientos á su atención. En gene-
ral, hay desconfianza y hasta excepti-
cismo respecto á las conferencias de
la paz.
No habiendo tenido bastante autori-
dad las conferencias libres para apre-
surar el movimiento, se ha recurrido á
las conferencias interparlamentarias.
Los hombres de estado de cada país
han tomado parte en ellas, sin carác-
ter oficial, pero con bastante iníluen-
cia personal para disponer á sus go-
biernos á que no se muestren hostiles
á los principios propuestos por las reu-
niones internacionales.
Teniendo en cuenta esto, es que
la conferencia interparlamentaria de
Berna ha expresado el deseo de ver á
los gobiernos entrar en la vía del arbi-
traje. Se ha penetrado tan bien de la
fuerza que le daba el carácter de sus
miembros, que ha emitido el voto que,
de aquí en adelante, los gobiernos ha-
gan todo esfuerzo para asegurar la
inviolabilidad de la propiedad priva-
da, en el mar, en tiempo de guerra y
la introducción de la cláusula obliga-
toria en todos los tratados de navega-
ción y de propiedad literaria y ar-
tística. Tampoco ha temido hacer un
llamamiento á todos los Parlamentos,
invitándolos á que hagan adherir á
sus gobiernos respectivos á la proposi-
ción de los Estados Unidos, referente
á un contrato general de arbitraje
para intervenir entre todas las nacio-
nes del globo.
En el dominio más inmediato de los
hechos realizados, la conferencia ha
votado la constitución definitiva de
una oficina interparlamentaria per-
manente del arbitraje internacional.
*
El señor Federico Passy, al terminar
su exposición, hace resaltar los rápi-
das progresos de la idea del arbitraje,
desde hace cuatro años. Fué en 1888,
cuando diez diputados ingleses y
veinticinco diputados franceses, bajo
el patronato de Julio Simón, pidieron
permiso al gobierno para celebrar una
conferencia interparlamentaria en Pa-
rís, en 1889. En 1890 otra conferencia
semejante, reunida en Londres, bajo
la presidencia de lord Herschell, con-
Revista Económica
taba en su seno miembros de doce
parlamentos diferentes. En 1891, en
Roma, se acentuaba ya el progreso:
diez y siete ¡parlamentos estaban re-
presentados en la conferencia inter-
parlamentaria, á la que el gobierno se
mostraba muy favorable. En fin, en
1892, en Berna, ya no es sólo una aco-
gida oficiosa la que hace el gobierno á
la conferencia: el palacio federal se
pone á su disposición, y celebra sus
sesiones en la sala de los Estados,
siendo dirigida por los hombres más
considerados de la Confederación. Su
autoridad ha crecido de tal modo, que
instala una oficina permanente de ar-
bitraje. De este modo adquiere un
medio duradero para hacer penetrar
sus ideas en las masas y para hacer
triunfar costumbres más humanas en
las relaciones internacionales.
El señor Doniol se adhiere moral-
mente á las ideas emitidas por los Es-
tados Unidos referentes al arbitraje
general. Pero se pregunta si en el caso
de una nueva guerra de secesión^ que no
es imposible, el gobierno federal no se
sustraería á la regla que emana de él.
Puesto en el caso'de someterse á una
decisión arbitral, es probable que no
resistería mucho á la tentación de
desligarse de ella.
En general, las proposiciones de paz
universal no son hechas sino por los
vencedores que tienen toda la ventaja
en no cambiar nada á lo que tan peno-
samente han conquistado. Cuando su
interés lo exige de nuevo, pronto olvi-
dan la doctrina para permitirse una
violencia útil. «He ahí por qué, dijo el
señor Doniol al terminar, me temo que
el arbitraje internacional quede siem-
pre en el dominio de las cosas irreali-
zables.»
*
El señor Federico Passy no cree de-
ber ser tan pesimista. Es fuera de toda
duda que si, en el momento de la exas-
peración y del antagonismo, se habla
de arbitraje á dos pueblos hostiles, no
será casi posible hacerse oir. Pero si,
anteriormente, y de mucho tiempo
atrás, esos pueblos han sido habitua-
dos á la idea del arbitraje, entonces
vacilarán antes de recurrir á la vio-
lencia. No llegarán á este extremo,
sino en último" caso y cuando todas las
tentativas de conciliación por parte de
los árl3Ítros, se hayan agotado. Así y
todo, ya seria un gran resultado social,
el de íiacer posible la paz, toda vez que
sin el arbitraje, la guerra hubiera sido
inevitable.
El señor Presidente, antes de levan-
tar la sesión, dio las gracias al señor
Passy, por su trabajo, al que la Acade-
mia ha prestado tanto interés, que ya
había elegido el Arbitraje internacional,
como tenia de uno de sus concursos
del corriente año.
*
En cuanto á la República Argentina,
dal)a al arbitraje y en virtud del cual
hemos perdido ya una buena parte de
territorio en el Chaco, — veremos cómo
nos va con el territorio de Misiones, —
en la conferencia interparlamentaria
'de Berna ha brillado por la ausencia.
CONVERSACIÓN BANCARIA
La cuestión de la organización ban-
caria argentina está en la orden del
día, y deseando hacer conocer á nues-
tros lectores las opiniones en la mate-
ria de uno de nuestros hombres más
competentes y prácticos, tuvimos la
conversación que fielmente reproduci-
mos.
— ¿El Banco de la Nación Argentina,
le preguntamos, debe ser, á su juicio,
un Banco de Estado ó un I3anco de ac-
cionistas?
— Yo, nos contestó, sencillamente,
puedo presumir de imparcial, puesto
que tengo, por una parte, vinculacio-
nes de negocio con el exterior, y, por
otra, estoy ligado al destino de la pro-
ducción nacional, con la particularidad
de que si pusiese en una balanza mis
intereses en uno ú otro sentido, estoy
casi seguro que su fiel no se iría ni
para uno ni para otro lado, de tal modo
se equilibran. Le hablaré, pues, no ya
como comerciante ó industrial, sino
como argentino.
Los proyectos del señor Ministro de
DEL Rio de la. Plata
339
Hacienda, qae conozco, complacen á
los comerciantes de negocios de giros,
y que representan casas bancarias eu-
ropeas, grandes tenedores de valores
argentinos, los cuales desean largar y
por lo tanto, les conviene, aunque sea
teaiporaria, una mejora de la relación
del pajDel á oro.
Estos comerciantes tienen medios
para influir en la Bolsa, y hasta en la
opinión de algunos diarios. Con toda
justicia, nos "agregó, est^DS proyectos
son fantasía de confianza. El señor
Ministro, cree, candidamente, que pue-
den ser patrióticos y desinteresados los
consejos de los comerciantes á que
me refiero; no sabe que los pastores se
comerán á los corderos, si tienen ape-
tito, y que en este caso el apetito, no
les falta.
— Convenido» le contestamos. Pero,
Vd. no nos ha dicho, aún, qué pensa-
ba, sobre la cuestión fundamental de
la organización bancada.
— Fundaba mi opinión, nos replicó.
Los partidarios del Banco por acciones,
son principalmente esos comerciantes
que buscan liquidar ventajosamente
para el exterior las operaciones pen-
dientes y quieren, al efecto, tener en
sus manos el gobierno económico de
la República.
— Pero, ya que, agregamos, por lo
que veo, como hombre práctico, quie-
re Vd. ir, de la base al vértice en vez
del vértice á la base, tenga la bondad
de decirme: ¿Si se hace un Banco por
acciones, le parece á Vd. que éstas
deben suscribirse en oro, papel mone-
da ó en fondos públicos?
Nuestro interlocutor se quedó un
momento pensativo, y después nos
dijo:
— Mientras el país no adquiera un
capital propio, por el aumento de su
producción y reciba oro por saldos á
su favor, los proyectos y juegos de Bol-
sa, no harán otra cosa más que un sube
y baja del oro. Si la experiencia de
algo sirve, ella debe demostrar á la
República Argentina que las impor-
taciones transitorias de metálico, nada
le representan. No basta que el oro
venga, es necesario que él se aclimate
y esta aclimatación se opera por un
exceso de las importaciones sobre las
exportaciones; esto es, por el desen-
volvimiento del poder productivo del
país.
En cuanto á los fondos públicos,
ellos constituyen para el Banco, una
garantía, un medio indirecto de ac-
ción, mientras que el papel moneda
es un medio, directo y eficaz de habi-
litarlo para las funciones que le son
propias.
— Perfectamente, estamos de acuer-
do, le dijimos; pero vamos á otra
cuestión. Si el Banco de la Nación
Argentina, con los privilegios que se
le quieren dar, se constituye entre-
gándolo completamente á accionis-
tas particulares, ¿qué influencia cree
Vd. que podrá ejercer sobre la política
interna y externa?
— Es un problema á resolver, nos
contestó, el de que si hay que temer
más la influencia del gobierno en el
Banco, ó la influencia y poder del
Banco en las personas que gobiernan.
Si el Banco de la Nación se limitase,
en las provincias que ya tengan Ban-
cos propios en condiciones regulares, á
la función de redescontador, no sólo
no contrariará las autonomías locales,
sino que, propendiendo al desarrollo
de los negocios bancarios y á la mul-
tiplicación de instituciones de esta
clase, cooperará, robusteciendo la vida
económica de las provincias, á su
acción independiente en la esfera
que constitucionalmente les corres-
ponde; mientras que si es formado
por accicmistas del exterior, toda la
influencia que el Banco Nacional pue-
de ejercer, no será ya la admisible de
un poder del país. Los que por temor
de la influencia que puede ejercer
un Banco Oficial, optan por un esta-
blecimiento sometido á la influencia
de accionistas del exterior, cometen el
error de entregar á extraños el poder
que no quieren confiar á sus propios
conciudadanos. Lo que se repele de
parte del gobierno nacional, no puede,
ni debe, ningún argentino entregarlo
á los capitales extranjeros.
Por mi parte, agregó, preferiría que
el Banco de la Nación Argentina to-
mase definitivaiTiente el carácter de
instituto Bancario del Estado, con una
emisión de 50.000.000 de capital. Con
sus utilidades podría retirar anual-
mente 4.000.000 de circulación, con lo
cual á los doce años, quedaría quema-
I
340
Revista Económica
el Banco ten-
dada toda la emisión y
dría un capital propio.
— ¿Pero qué dice Vd. de la preten-
sión corriente, de que un Banco de
Estado será siempre mal adminis-
trado?
— El ser corriente una idea, nos con-
testó, no quita el que muchas veces
sea falsa, y está de seguro en este
caso esa objeción que viene hacién-
dose contra el Banco de Estado. Es
cuestión de hombres, y el actual go-
bierno, puede sin duda, designarlos
con el mayor acierto. Un Banco de
accionistas, por muy honradas que
sean las personas que lo administren,
cuidará, en primer término, de los
dividendos: poco le preocupará hacer
algo por el progreso de la industria, de
la agricultura'ó del comercio, aparte
de que, en la elección de directores, no
son por lo común los más inteligentes,
^honrados ó patriotas, los que tienen
mayores probabilidades de éxito, sino
los que disponen de más votos.
A la observación de que hemos te-
nido, por excepción, en las últimas
épocas, malas administraciones en los
Bancos oficiales, debe oponerse la
de que los Bancos por accionistas son
también á veces mal administrados.
— ¿Conoce Vd. la combinación que
proyecta el ministro de hacienda?
—Creo estar bien al cabo de lo que
se propone. Quiere formar el Banco,
por suscripción á oro, en el extranje-
ro. El oro será traído al país, y ence-
rrado en un tesoro sin poder usarlo,
para garantir lo cual el gobierno ten-
drá un inspector. El oro traído en esas
condiciones no prestaría más servicios
que el que haría una remesa de ado-
quines, para guardarla igualmente en
el tesoro. Este Banco de accionistas
garantizaría que en el plazo de cinco
años el papel estaría á la par. Parece,
agregó, que ese negocio ya no es un
simple proyecto; él debe estar ya á me-
dias^ arreglado. Si tenemos malas co-
sechas, pestes, revoluciones ó guerras,
serán fuerzas mayores, mediantes las
cuales podrá no cumplir la obligación,
mientras que, si nada de esto sucede,
cinco años son más que suficientes
para que el país solo, sin apoyo de nin-
gún sindicato extranjero, pueda for-
marse un capital á oro, por el aumen-
to de productos de exportación y la
menor importación de ixiercaderías,
que tendremos progresando la indus-
tria nacional.
Quieren, agregó con calor, declarar
al mundo que no hay gente aquí que
puede gobernar un Banco. ¿No dirán
también, que no la hay para gobernar
el Estado?
Para que gentes de afuera, nos for-
men un Banco, sin duda se exigirán
muchos privilegios, cuando, si se trata
de un simple Banco particular nada
adelantaremos, pues que ya tenemos
varios otros, sin necesidad de proyec-
tos y favores de gobierno.
Se argumenta mucho con el ejem-
plo de los grandes Bancos de Ingla-
terra, Francia, Austria y Prusia, pero
es menester hacerse cargo de las con-
diciones especiales de cada uno de
ellos y de las circunstancias en que
fueron creados. Han sido siempre las
más críticas para el Estado, como las
en que se han dado privilegios á parti-
culares para salvar dinastías. Es de no-
tar, también, que esos accionistas par-
ticulares eran nacionales y no extran-
jeros.
Por último, nos dijo, las teorías
económicas europeas no sirven para
nuestros países en los que tenemos,
como medio de solución de todas las
cuestiones sociales y financieras, un
desarrollo de la producción fácil
de promover aquí en proporciones
que no les es dado alcanzar en el
viejo continente. Seguir los modelos
ultramarinos, es abandonar los medios
propios, cuando carecemos de lo que
en cambio posee la Europa.
La situación del Estado Oriental,
gobernado según esas teorías, debe
servirnos de lección.
LA TRATA DE NEGROS
Y EL RIO DE LA PLATA
Vil
La Trata de negros iniciada, como
hemos visto, como un medio práctico
de resolver el problema del trabajo,
en las tierras que iban descubriéndose
al seguirse el derrotero de Colón, y
DEL Rio de la Plata
341
trasformadaen elemento de desarrollo
del comercio y de la navegación fué,
tanto para los gobiernos que poseían
los mercados de salida como para los
que dominaban en los de abasto, una
simple materia mercantil. En el mis-
mo carácter la consideraron las nacio-
nes que imperaban en las operaciones
de intercambio.
Las consideraciones de humanidad
no se tomaban en cuenta, juzgándose
este singular tráfico con el criterio de
las conveniencias individuales de los
que i^odían hacerse oir y sentir, y que
tenían á su favor la tradición y los ar-
gumentos especiosos que jamás fal-
tan cuando se trata de paliar las mayo-
res injusticias sociales.
¿Que es la tradición? Si á este inter-
rogante debiese contestar uno de los
sectarios de la escuela histórica, de se-
guro nos dirá que el ayer es la norma
del hoy y la guía del mañana, puesto
que determina las condiciones impe-
rantes en el orden social, del cual no
es dado prudentemente desviarse, tal
como no se puede impunemente con-
trariar, en el orden físico, la ley de gra-
vedad, teoría que lleva á la estancación
y que importa el desconocimiento
de las leyes fundamentales de la ci-
vilización y del perfeccionamiento
humano.
Si á la misma pregunta debiera con-
testarnos cualquiera de los extremados
partidarios de la escuela filosófica, sin
vacilar, afirmaría que la tradición no
debe considerarse, no admitiendo ellos
trabas al triunfo de la razón pura.
Mientras que observando el sabio pre-
cepto práctico de in medio verüas, tene-
mos que convenir en que, dada la ley
del progreso humano, el ayer no es más
que el punto de partida, y no el obje-
tivo; que cada paso que demos, debe
acercarnos á este, separándonos de
aquel, pero que al mismo tiempo hay
que recordar el principio de que, natura
non facit saltum, y que tanto en el orden
físico como en el moral, las evolucio-
nes deben seguir un desenvolvimiento
harmónico.
No podemos extendernos aqui, en el
estudio de las doctrinas filosóficas, y
nos limitaremos al punto que hemos
enunciado al comienzo de este trabajo,
y que se comprueba por la historia de
la trata de los negros, que es una de
las mas tristes ala par que instructi-
vas páginas de los tiempos moder-
nos.
Los individualistas pretenden que el
choque de los intereses personales lle-
varán á la perfección como la lucha
por la existencia mejora las razas, y se
apoyan en la teoría de la selección
darwiniana según la cual si bien aque-
lla abate los tipos inferiores, deja pre-
dominantes los que sobresalgan y que,
perpetuándose por la ley de herencia,
vienen á producir una mejora sucesi-
va, lo que importa incurrir en el error
de confundir las leyes que inmediata-
mente determinan las mejoras físicas
con las del adelantamiento moral, y el
de no distinguir el progreso humano,
del meramente orgánico , cuando
basta la observación de las diferentes
condiciones de trasmisibilidad de los
progresos, en uno y otro orden, para
dejar demostrada la falsedad de esa
doctrina.
Desde que las superioridades intelec-
tuales, no se trasmiten como las orgá-
nicas por herencia, el sacrificio de los
que menos saben á los que mas saben,
no es por tanto la base del adelanta-
miento de la especie humana en la alta
esfera de sus condiciones morales.
Llegada á esta ya no son las leyes de
perfeccionamiento orgánico las que
imperan sino las de la'adquisición y de
la difusión de los conocimientos que,
partiendo de aislados cerebros, deben
irradiarse como la luz, distribuyendo,
entre todos los espíritus preparados,
la semilla fecunda de nuevos adelan-
tamientos.
Favorecer, no solo la adquisición de
la verdad, base del desenvolvimiento
intelectual y moral del hombre, exten-
der su acción á la par que separar las
preocupaciones y los extremos de las
aberraciones individuales, como se
extirpan las malezas del campo que
quiere entregarse á las culturas pro-
vechosas, son tareas que la obra de la
civilización imponen.
Los individualistas extremos ven en
la lucha constante una ley natural,
pero en vez de querer con esto separar
toda acción que no sea la de las fuer-
zas ciegas de los apetitos individuales,
deben'ver en ella el fundamento de la
acción coercitiva al servicio de la ilus-
tración y de la moral, puesto que ella
842
Revista Económica
es la consecuencia de la alta lucha su-
perior de la civilización contra el atra-
so primitivo.
VIH
Los que citaban en su apoyo el hecho
de que la esclavitud era cosa antigua,
tradicionalmente admitida, afirmaban
lo que, en vistadela historia, no puede
ponerse en duda, si bien esta conside-
ración importa lo contrario de una pre-
sunción favorable. Todos nuestros
errores, todas nuestras aberraciones,
vienen de atrás, y. se cierran el camino
á toda mejora posible los que se incli-
nan ante el hecho de las costumbres
establecidas.
No solo es antiquísima la esclavitud
sino que representa un progreso. El
sacrificio de los vencidos, fué, primiti-
vamente, la consecuencia de la guerra
en las que la matanza no se limitaba
al periodo de la resistencia: se exten-
día á los prisioneros, así como á los
ancianos, mujeres y niños, y un prin-
cipio de sentimientos humanitarios
aconsejó conservarles la vida apropián-
doselos á la par de sus tierras y demás
bienes que les pertenecían. La propen-
sión natural en los hombres de descan-
sar en los más débiles las labores
que las necesidades materiales impo-
nen, dio fuerza á esta mejora y la hizo
preponderar.
Establecido el derecho de apropia-
ción de los vencidos, los esclavos fue-
ron naturalmente convertidos en ma-
teria de comercio, dando esto lugar á
que lo que empezó por ser una con-
quista humanitaria se trasformase, en
breve, en causa generadora de nuevas
guerras, que ya no se hacían solo para
vengar ofensas ó para obtener el botín
de riquezas generales, sino también
con el aliciente de la apropiación de
ganado humano.
Los negros, desde la mas remota an-
tigüedad, eran apreciados como escla-
vos. De naturaleza ingenua, espíi^itu
alegre, resignados, aun en medio de
los mayores rigores, y sufridos para
el trabajo, todas estas eran condiciones
que los recomendaban á lo que se aña-
día la débil resistencia que, por falta
de organización, y, sobre todo, de espíri-
tu de raza, se encontraba en sus pue-
blos para la caza de hombres. Los
fenicios, primero, los árabes, después,
dieron particular extensión á este co-
mercio, para cuya provisión les bastaba
entablar relaciones con los reyezuelos
africanos, que se encargaban de hacer
reciprocamente la caceVia de hombres,
en los territorios de sus vecinos.
Todas las iniquidades tradicionales
en una sociedad, entran fácilmente en
el denominado derecho,
Solorzano exf)lica la esclavitud de los
negros i3or la razón primitiva que
hemos indicado del derecho que, sobre
los vencidos, da la victoria á los ven-
cedores. Aún en los últimos tiempos
de la lucha de España con los moros,
los cristianos convertían en esclavos á
todos sus prisioneros de guerra, y los
primeros negros con que" en el siglo
XV empezó Portugal á comerciar, eran
también prisioneros de guerra.
La legislación romana, fuente de
nuestro derecho positivo, no solo con-
sagraba la esclavitud en esta forma,
sino que también sometía la libertacl
humana á la tiranía del capital; y la
misma propensión de apropiarse del
trabajo de los débiles, está viva en
toda la política moderna colonial: si
profundizamos un poco las sociedades
actualmente más adelantadas, vere-
mos en ellas, encubiertas bajo la capa
de una falsa armonía económica, va-
rias formas de [)Ositiva esclavitud, ope-
rada por la fuerza del capital ó consa-
grada por extraviadas legislaciones
agrarias.
Otras razones de pretendida huma-
nidad, se aducían para autorizar la
trata africana, como la conveniencia de
arrancar hombres de la barbarie á fin
de operar su mejora, llevándolos á cen-
tros civilizados; razones cuya falsedad
demostraremos con una breve reseña
de los efectos producidos en África por
el hecho de la trata y de las condicio-
nes en que se colocaba á los negros
importados en las colonias, que revelan
los extremos á que lleva el dejar hacer
al interés individual, sin.las limitacio-
nes sociales, de acuerdo con las aspi-
raciones ó las luces de los espíritus
superiores.
IX
Las exploraciones recientes en Áfri-
ca, demuestran la gran fertilidad de
DEL Rio de t.a Plata
343
su territorio. Rios extenáos á la par
de medios fáciles de comunicación
aseguran la irrigación de los campos
de cultura; laveg-etación esexhuberan-
te y hasta el ardor de su clima cons-
tituye un elemento de riqueza, pues
favorece todas las producciones tropi-
cales, permitiendo el establecimiento
de una numerosa población que po-
dría vivir aili con todos los dones de
la abundancia . El carácter de sus na-
turales aparece originariamente bue-
no y sencillo; pero el tráfico de escla-
vos, que ha sido el comercio que las
razas mas adelantadas han llevado allí
de preferencia, vino á cambiar fatal-
mente el destino que la naturaleza
parecía reservarles.
Incitándose, como hemos dicho, la
codicia de los reyezuelos africanos, se
les indujo á \a.s gazzúas ó malones so-
bre las tribus vecinas á fin de obtener
prisioneros que negociar. Antes los
moros hacían el cambio de caballos
por esclavos, obteniendo de diez á ca-
torce hombres por un buen animal, y,
á fin de conservar el aliciente tenían
por regla no entregar nunca yeguas.
Iniciado por los europeos el negocio
en vasta escala se aumentó el incen-
tivo, con la gran variedad de sus pro-
ductos industriales; llevaban fusiles y
pólvora; géneros de algodón, de brillan-
tes colores, aunque de última calidad;
vistosas cuentas de vidrio; utensilios de
hierro, cobre y acero; cauris, conchíUas
que hacían el oficio de moneda, y,
sobretodo, aguardiente, desenvolvien-
do con esto el hábito de la embriaguez,
y, como lo observa sentidamente H.
Scherer, (1) «por una irrisión del des-
tino, los pobres negros llevados al
nuevo mundo, al destilar el rom, fa-
bricaban las cadenas con que debían
aprisionarse á sus compatriotas.»
Este artículo fué en breve el prefe-
rido.
El interés individual ele los africa-
inos, fué encaminado asi en una senda
)puesta á ios principios humanitarios.
)ervirtiéndose el carácter de esos pue-
)los, á punto de que la codicia y la
|"Connaturalízación con las crueldades
lue provocaba, hizo que, en breve, ya
10 se sacrificasen solo los vecinos; los
(1) Historia del Comercio de todas las naciones.
reyes concluían por vender á sus pro-
pios subditos, los padres y los maridos
á sus mujeres y á sus hijos.
Desmintiendo á los economistas y á
los individualistas que creen obtener
la prosperi.lad social por el simple jue-
go de los intereses individuales, entre
ios que predomina el aliciente de la
utilidad inmediata, los grandes bene-
ficios que por lo pronto la compra de
esclavos proporcionaba á los pueblos
africanos, debía producir su propia de-
cadencia económica. El beneficio in-
mediato dio por resultado la perma-
nencia de un estado de guerra y la
inseguridad de todas las clases "que
antes mas se dedicaban á las culturas
del suelo.
Lord Palmerston, en su célebre dis-
curso, en la cámara de los lores, en
1844, contra el tráfico negrero, descri-
be con animado colorído.'el cuadro del
salvajismo provocado por este comer-
cio en el continente africano.
«Los negros, dice, destinados á la
trata no son cogidos en las aproxima-
ciones del lugar donde se verifica el
embarque, sino que un gran número
de ellos viene del interior. Muchos
de estos son hechos prisioneros en las
guerras excitadas por la sed de oro
que produce la venta á los europeos;
pero el mayor número proviene de
cazas que se hacen para coger los es-
clavos, y del sistema organizado en el
interior de África para robar hombres.
Cuando se aproxima la época de hacer
marchar para la costa las caravanas
de esclavos, algunos hombres, entrada
ya la noche, rodean una apacible al-
dea, la incendian y se apoderan de sus
moradores, matando á los que se re-
sisten. Cuando estas aldeas están si-
tuadas sobre colinas que ofrecen más
facilidades para la huida, los habitan-
tes se refugian en las madrigueras que
encuentran, y encendiendo los caza-
dores grandes hogueras en la entrada
(le las mismas, los que han buscado
allí refugio, colocados entre la muerte
por asfixia y la esclavitud, se ven pre-
cisados á entregarse, sí otros huyen
por las alturas, los sitiadores se pose-
sionan de las fuentes y pozos, y los
desgraciados, devorados por la sed,
vienen á cambiar la libertad por su
vida.»
«Hechos los prisioneros se procede
344
Revista Económica
á la elección. Los individuos robustos
de ambos sexos y los niños de seis á
siete años, son puestos á un lado para
hacer partir la caravana que debe di-
rijirse á la costa. Las criaturas meno-
res de seis años son muertas en el
campo; los ancianos y enfermos aban-
donados, condenándoles así á morir
de hambre. La caravana se pone en
marcha; hombres, mujeres y niños
atraviesan los abrasadores arenales y
los peligrosos desfdaderos de las mon-
tañas de África casi desnudos y des-
calzos. Se estimula con latigazos á los
débiles; y á los mas fuertes, ó se les
ata á otro con cadenas ó se les une con
yugo. Muchos caen desfallecidos en el
camino, y mueren ó son presa de las
lleras. Llegados á la costa, se les en-
cierra en los establecimientos llama-
dos barracoons^ eñ donde los amontonan
de manera que pronto son presa de
epidemias. A la llegada de un negre-
ro, frecuentemente la muerte ha acla-
rado las filas de la caravana.»
Livingstone da una idea de las de-
jDredaciones que produce la trafica de
negros. En 1854, visitó la costa orien-
tal de Zanzíbar que encontró ocupada
por una población agrícola, numerosa
y próspera. La tierra era fecunda y
ios hombres bondadosos. Cuando vol-
vió diez años después, todo habia cam-
biado. La trata habia penetrado en
esa zona, haciéndolo desaparecer todo
por medio del exterminio y del incen-
dio; las plantaciones, las aldeas y sus
habitantes. Por todas partes se encon-
traban cadáveres; los rios estaban obs-
truidos; de las ramas de los árboles
pendían los esqueletos de los que no
habían podido seguir el convoy de los
prisioneros.
«El espectáculo, agrega, que tuve
delante los ojos, es de tal modo irritan-
te, que me esfuerzo continuadamente
en borrarlo de mi memoria. Pero las
escenas de la trata se me representan
á pesar mío, y en medio de la noche
me despierto sobresaltado y horroriza-
do por lo vivo del recuerdo.»
«Se ha visto, dice, A. Tourmagne ( 1)
un reyezuelo vender á un negrero, con
anticipación una cantidad de mucha-
chos que no poseía. Para proporcio-
nárselos cayó de improviso sobre un
pueblo en el que mató á los hombres y
á las mujeres, no dejando vivos mas
que á los muchachos, que entregó en-
seguida á su comprador. Pero no se
vendía solo á los prisioneros de güe-
ña. Los maridos vendían á sus imije-
res y los padres á sus hijos, por un
fusil ó un barril de rom. Los negros,
traídos, por lo común, desde muy lejos
eran atados de cuatro en cuatro, y por
las noches se les ataban las manos.
Obligados á cargar con las provisiones,
bajo un clima ardiente, á través de
espacios inmensos, un gran número
sucumijíaal cansancio y muchas veces
á las privaciones.»
Según Baker (1) en un convoy de
este género habia varias mujeres
viejas, que extenuadas no podían se-
guir. A medida que alguna de ellas
sucumbía al cansancio, la mataban.
Un golpe de maza en la nuca y todo
estaV)a acabado. El camino quedaba
marcado por estos jalones espantosos.
Llegados á los puntos de embarque
para América, no se mejoraba la con-
dición de los cautivos que sobrevivie-
sen á tantas penalidades; antes por el
contrarío, el interés individual de los
europeos les reservaba, como vamos á
verlo, inhumanidades no menores que
las de los negreros africanos.
(Continuará.)
(1) Histoire de L' Esclavage.
PROGRESOS DEJOS TRADE-UMON
En la primera quincena del mes de
Setiembre último, reunióse en Glas-
gow el vigésimo quinto congreso de la
unión trabajadora (2).
Se puede formar una idea de los
progresos realizados por esa sociedad
(que se denomina á sí misma El parla-
mento del trabajo) con sólo comparar las
cifras de 1868 con las del último año ó
con las del corriente. Hace un cuarto
de siglo, 34 delegados, que rei)resenta-
ban menos de 120.000 asociados, com-
ponían to'lo el congreso. En 1891, ya
se contaban 552 delegados que repre-
sentaban 1.250.000 asociados. El año
(1) Berlious— La Traite Oriéntale.
{?} Trade-Unión.
DEL Rio de la Plata
>545
que corre ha visto reunirse más de
600 delegados, provistos de sus pode-
res en forma y que representan los
votos de cerca de 2.000.000 de aso-
ciados.
Para apreciar el alcance de estos
hechos, no basta sólo comparar estas
cifras en bruto. Estos dos millones de
trabajadores representan, puede de-
cirse, la flor de las clases trabajadoras
de la Gran Bretaña, y no aquellos
artesanos superiores á quienes una
especie de tradición senii-aristocrática
había legado, por decirlo así, los be-
neficios de la unión de trabajores.
Desde la entrada en escena del nue-
vo unionismo y de los jornaleros pro-
piamente dichos, á consecuencia de la
gran huelga de los docks de Londres,
las filas del gran ejército de los aso-
ciados se han abierto anchainente, á
los oficios más humildes, á los traba-
jadores que no cuentan más que con
sus brazos.
Esta numerosa clase, que John
Bright, calificaba no hace mucho de
residuo social, ha hecho irrupción en los
cuadros del unionismo organizado.
No cabe duda que este elemento
nuevo es el que, á la hora de ésta, se
halla en mejores condiciones para
desempeñar en adelante el papel más
activo. La mayor parte de los diputa-
dos obreros que han forzado la entra-
da de la Cámara de los Comunes, en
las últimas elecciones generales, como
los Sres. John Burns y Keir-Hnrdie,
pertenecen si no j)or su origen perso-
nal (el primero es maquinista y el
segundo, minero) al menos por sus
simpatías, al neo-unionismo.
Todavía hay algo más significativo.
Trátase, por parte de algunos, de des-
tituir al secretario parlamentario del
Congreso, señor Fenwick, minero y di-
putado por Northumlíerland, — y ¿ en
quién se piensa para sustituirlo ? En
C'l señor Tom Mann, es decir, en aquel
que, en unión de los señores John
Burns y de Ben Tillet, ha sido el princi-
pal iniciador del movimiento en favor
de los unskilled labourers ó jornaleros.
Precisamente este desalojo gradual de
equilibrio en provecho de las nuevas
fuerzas, es el que dará un interés pro-
pio al Congreso de Glasgow.
No parece probable que los seiscien-
tos delegados tengan que debatir cues-
tiones de principios tan graves como
las que se resolvieron el año pasado
en Liverpool. El voto sobre las ocho
horas de trabajo diario está ya sancio-
nado, y es permitido dudar que los
adversarios de esta medida se miren
mucho antes de reabrir el debate, al
menos en el terreno teórico, en mo-
mentos en que acaba de producirse la
conversión casi repentina de los sin-
dicatos de las industrias textiles del
Lancashire que hasta aquí habían
constituido la reserva de la oposición.
Lo que parece verosímil es que por
una parte, se abordarán forzosamente
las cuestiones de aplicación y de eje-
cución ó si se quiere esas cuestiones
personales que desgraciadamente tie-
nen el don de introducir un elemento
de pasión en estos debates, — y por
otra parte, que se discutirá la actitud
política de ciertos representantes par-
lamentarios del unionismo.
Hay sobre este punto, una divergen-
cia irreductible entre los antiguos y
los nuevos jefes de bando de los sin-
dicatos obreros. Hombres como los
señores Broadhurst y Jorge HoAvell,
que sin embargo han tomado hace ya
tiempo, una parte activa en la conquis-
ta del derecho de asociación, son fá-
cilmente mirados ahora como tibios,
casi como tránsfugas. El señor Tomás
Burt que ha aceptado un puesto en el
ministerio Gladstone, el señor Wilson,
el señor Fenwick aparecen como sos-
pechosos ante algunos intransigentes,
por el hecho de creer que la causa obre-
ra es solidaria del liberalismo y porque
consienten, para seguir con las refor-
mas, que se empiece por el home rule.
Seguramente, sería injusto poner en
una misma categoría á hombres como
John Burns, Tom Mann, y aún al mis-
mo Ben Tillett y al muy fogoso Keir-
Hardie, que probaljlemente pasará un
mal cuarto de hora á proposito de los
errores de táctica cometidos en la
elección de Newcastle.
No es menos evidente que el mal
que aqueja á la mayoría liberal de la
Cámara de los Comunes, la falta de
unidad moral, se hará notar, hasta
cierto punto, en las deliberaciones del
Parlamento del trabajo de Glasgow.
El señor Wilson, en su discurso inau-
gural, ha procurado predicar la con-
cordia y la moderación. Falta ver si
84(i
Revista Económica
estos consejos serán oídos. Otras
voces, especiosas y dañinas, hacen ver
por el contrario, que es sólo á fuerza de
cismas y de herejías corno las peque-
ñas iglesias se hacen grandes y como
el partido oljrero en Inglaterra no se
desenvolverá sino mediante su dis-
paridad.
BOLETÍN BIBLIOGRÁFICO
La lengua galla (1). La casa Hoepli, de
Milán, ha publicado en dos tomos, la
gramática y la lengua de los Gallas,
por el profesor E. Viterbo.
El autor declara modestamente en
un corto prefacio que una gran parte
del mérito de su obra es debida á los
viajeros Chiarini y Checchi, que han
aportado la materia y los elementos
necesarios para la confección de su
trabajo.
El país de los Gallas está llamado
tarde ó temprano, á un gran porvenir,
y es de esperar que Italia sepa sacar
provecho de aquella zona inexplorada,
en vista de sus relaciones con la Abi-
sinia.
Memorias sobre el segundo Imperio. Anun-
ciase, para dentro de poco, la publi-
cación de las Memorias de la condesa
Estefanía de Tascher de la Pagerie,
sobre la corte de Napoleón III y de la
emperatriz Eugenia.
Nadie, mejor que la autora, se halla
en condiciones de saber lo que pasaba
en lo corte del segundo Imperio. Era
parienta de Napoteón III, por su primo
el príncipe Eugenio de Beauharnais, y
por ende tenía derecho para asistir á
todas las fiestas y recepciones oficia-
les. La condesa anotaba, día á día,
todos los sucesos é incidentes de la
corte, y esto es lo que constituye el
fondo del libro que se prepara.
Otras memorias de la misma época y
no menos curiosas, son las del general
conde de Fleury, gran escudero, anti-
guo embajador y amigo íntinio de Na-
(1) Como se sabe, el pais de los Gallas está situado
al S. de Abisinia, y poblado por negros idólatras.
poleón III. Del punto de vista diplo-
mático y político, estas memorias, á las
que el hijo del autor, está dando la
última mano, tendrán un gran valor y
no escaso interés.
La evolución religiosa en las diversas razas
humanas., por Garlos Letourneau.
La nueva obra del señor Letourneau
termina el estudio de los grandes ob-
jetos sociológicos, que el autor tuvo en
cuenta al emprender su trabajo sobre
las transformaciones sucesivas de la
humanidad, en el tiempo y en el es-
pacio.
Examinando con atención el fondo
de todas las religiones, se ve que to-
das ellas tienen por base, ideas sim-
ples, comunes á todos los hombres,
que consisten principalmente en con-
siderar como viviente., capaz de sensa-
ción y de voluntad, de odio y de amor,
á todo lo que ocasiona una fuerte im-
presión, en bien ó en mal, y especial-
mente á todo lo que se mueve.
Las religiones, llamadas superiores,
tales como el brahmanismo, — bastan-
te parecida al budismo, — el judaismo,
el islamismo, el cristianismo, no esca-
pan á esa ley, más que en apariencia.
En efecto por mediocre que sea el valor
filosófico de estas religiones (dice un
autor) sobre todo el de Tas tres últimas,
la masa de sus sectarios no aprecia
sino el lado más inferior de su filosofía.
«Para atraerse mayor número de adep-
tos, esas religiones han debido con-
servar ó adoptar una cantidad de prác-
ticas ó de creencias anímicas relacio-
nadas con el fetichismo, con el espi-
ritismo, con la magia, triología funda-
mental que sirve de base á todas las
mitologías. El vulgo de los fieles se
cuida poco de los dogmas, pero cree
firmemente en las reliquias, en los
talismanes consagrados, en los espíri-
tus de los muertos, en los ángeles y
en los demonios...»
Y, en realidad, la multitud de los
creyentes de raza blanca, compren-
de la religión exactamente como todas
las otras multitudes sea cual sea su co-
lor; dígalo sino el festejado suceso de
la reciente coronación de la virgen en
Córdoba, y los innumerables ex votos y
ofrendas que encierra, en sus arcas,
DEL Rio de la Plata
847
camarines y altares, la iglesia de la
Villa de Lujan...
Tlie year booJ¿ of Science, por Bonney.
El compilador de este libro se ha
propuesto dar, cada año, un resumen
de todos los trabajos científicos, reali-
zados en Inglaterra y en el extranjero.
El Year book es una especie de anuario
científico redactado por un grupo de
especialistas competentes.
Entre los colaboradores de esta
obra, hállanse, entre otros, hombres
tan competentes como los señores
Botting Hemsley, Lj^dekka, Massa.
Oliver, Ramsay, etc., habiendo redac-
tado cada uno la parte que le es fami-
liar.
Aconsejamos la adquisición de este
libro, que no debe faltar en la bibliote-
ca de nino-ún hombre científico.
Vida profesional y deberes del médico, por
Juhel — Rénoy.
El autor ha querido escribir un li-
bro que pueda servir de guía á los
médicos noveles para establecerse^ dicién-
doles cuales son las mejores condi-
ciones para obtener un buen resultado.
En realidad ha escrito un tratado de
deontologki, de que mucho se habla,
pero que en ninguna parte se enseña,
— dando prueba de muy buen sentido
y al mismo tiempo de una sicología
muy fina.
Es digno de señalarse, entre otros, el
capítulo que se refiere á la discreción
médica cuyo ]3ro y cuyo contra son tan
fáciles de defender.
El autor enseña, por medio de ejem-
plos bien traídos, que á veces no es
moralmente permitido encerrarse en
los términos precisos de la discreción
legal; que la violación del secreto mé-
dico puede aparecer como un deber
sagrado, y que existen ciertas fórmu-
las para romper el silencio sistemáti-
co, cuando se trata precisamente de
personalidades poco recomendables.
que obligan por su inmoralidad, á sus
mismos médicos, á que procedan hon-
radamente á su vez.
Anales de la Universidad, de Santiago de-
Chile.
En un tomo de 294 páginas, con im
fotogral)ado, 2 mapas y varias viñetas,
ha querido honrar la Universidad de-
Chile, la memoria del descubrimiento
de América, dedicando al inmortal
genovés, un número extraordinario
de sus anales.
Es una recopilación razonada de
todos los discursos, poesías y artícul(js
publicados en Chile, el día 12 de octu-
bre del corriente año, con ocasión del
4°. centenario de aquel fausto aconte-
cimiento, y en que han tomado parte
los escritores más eminentes de aque-
lla República, tales como Barros Ara-
na, Aguirre, Amunátegui, Álvarez,
Hostos, etc. etc.
Le doy las gracias, aquí, á mi anti-
gua amiga ErniliaHerreradeToro, que
me lo ha remitido.
La República Argentina no ha pro-
ducido nada igual. Sólo el esfuerzo
del señor Monner Sanz marca nuestro
entusiasmo literario por Colón.
*
**
Finanzas y administración, por Fran-
cisco Seeber.
El antiguo Intendente Municipal de
Buenos Aires, ha dado una prueba
más de su laboriosidad y sentido prá-
tico, acumulando en un grueso volu-
men de XIX— 514 páginas observa-
ciones sensatas y gran copia de dat(js
estadísticos. Acuso recibo de él.
El método seguido por el autor en el
desarrollo de "sus variadas tesis es
científico-experimental. Su libro viene
á tiempo; precisamente cuando va á
discutirse en el Congreso, el presu-
puesto general de la Nación. Lleno
como está de cifras elocuentes puede
ser consultado con ventaja por los.
miembros del Congreso.
El Sr. D. Francisco Seeber es sin dis-
puta un trabajador infatigable y un
ejemplo meritorio de lo que puede
la voluntad. Porque en el estado em-
brionario de nuestra sociología, la
primer dificultad con que se tropieza
consiste en la falta de fuentes de in-
formación ó en lo descompaginados
que están los antecedentes que el
observador, el estadista, el financista,
el economista, y el sociólogo necesitan
348
Revista Económica
tener á la vista. Agregúese además
que ciertos libros no se venden aún
en nuestro país; por manera que todo
acto como el del Sr. Seeber, es desinte-
resada manifestación de un patriótico
anhelo por el bien público.
CRÓNICA DE LA QUINCENA
REPÚBLICA ARGENTINA
5 de Noviembre de 1892
No salimos de la atmósfera turbia;
y sin ser pesimistas puede afirmarse
en verdad que el horizonte político,
económico y financiero está lleno de
celajes.
La revolución de Santiago del Este-
ro, si no es un síntoma de que el país
no ha entrado definitivamente en el
camino llano de la tranquilidad, — es
un hecho perturbador y desagradable,
y el modo menos satisfactorio con que
los círculos ó los partidos disidentes
han podido saludar el advenimiento de
la presidencia inaugurada, después de
tantas zozobras é inquietudes el 12 de
Octubre.
La intervención, siempre de fatales
antecedentes entre nosotros, ha senta-
do sus reales en aquella provincia des-
graciada, donde las pasiones son tan
calientes como su clima, y los intereses
enjuego, tan pequeños "^como sus re-
cursos. Viejido estas disputas sempi-
ternas se nos viene á la memoria la
tan instructiva fábula de Florian de
los dos calvos que se pelean por un
peine roto. Es el hombre incorregible
y está visto que los pueblos no se alec-
cionan sino por el dolor. Santiago del
Estero, pues, seguirá sufriendo.
La intervención, hasta este instan-
te, sólo augura descontento; y entrando
como ha entrado á revolver antece-
dentes, buscando el origen de la lega-
lidad ab ovo su acción tutelar, lo que
implica para otras provincias, más ó
menos trabajadas por las rivalidades
y la discordia, es temor.
La ley del Congreso que la autorizó
no habría seguramente mandado hacer
lo que se está haciendo, si el P. E., en
vez de iniciar su pedido de interven-
ción en la Cámara de Senadores, lo
hubiera hecho en la de Diputados. Y
es curioso que la Cámara de Senado-
res, y sobre todo la Cámara de Diputa-
dos no haya con este motivo, traído á
colación el art. 68 de la Constitución.
Porque es el caso de preguntar si cuan-
do hay que hacer gastos no previstos
por el presupuesto, — gastos que impor-
tan por ser extraordinarios, una con-
tribución no fijada de antemano, se
puede prescindir del art. 68, que se
refiere al 44, — artículo que dice así: «Á
la Cámara de Diputados corresponde
exclusivamente la iniciativa de las
leyes sobre contribuciones y recluta-
miento de trojias.»
Así va todo en este país, y así se en-
reda la jurisprudencia, y de aturdi-
miento en aturdimiento vamos andan-
do á encontrones con la Constitución y
llegando el cansancio de la masa po-
pular á abandonar el manejo de los
más preciosos intereses á unas oligar-
quías ó grupos privilegiados, que por-
que cambian de nombres, llegan á
imaginarse que encarnan y represen-
tan, como es debido la voluntad popu-
lar.
Ahí estamos, y el prospecto del nuevo
orden de cosas, sea cual sea la sanidad
de intenciones del nuevo Presidente
de la República, no es como para lle-
nar de complacencia.
Los viejos partidos están atacados
de gérmenes de disolución. Los unos
para conservar su consistencia, nece-
sitan mantenerse dentro de la órbita
de la oposición activa, renunciando á
ser revolucionarios. Los otros, para
mantener un tanto su cohesión, nece-
sitan transigir real ó aparentemente,
según los casos, y destacarse como apo-
yando lo que en ellos no se apoya. Y
los círculos, dentro de unos y otros
afánanse, mediante evoluciones curvas
por adquirir la mayor suma de supre-
macía oficial. Y en medio de este con-
flicto sórdido, lo único que resalta como
una evidencia es que, propiamente
hablando, no tenemos verdaderos par-
tidos orgánicos, que equilibren al go-
DEL Rio de la Plata
349
bienio; que el P. E. puede así, hala-
gando á éstos y á aquellos, esperanza-
dos unos y otros, hasta los más intran-
sigentes en incrustarse en el gobierno,
sin más razón que las predilecciones
personales, convertirlo á todos alter-
nativamente en instrumentos suyos
bongré mal gré. Y de aqui resulta con-
siguientemente una incoherencia mar-
cada en los propósitos, una desviación
fatal en las tendencias tradicionales y
un desconcierto visible tanto en el
orden nacional como en el orden
provincial, — y que los individuos, los
grupos y los partidos no busquen en
realidad sino componendas y acomo-
damientos.
Pero como este estado de cosas no
puede ser sino transitorio, porque no
se concibe un gobierno impersonal con
hombres de carne y huesos, y como un
gobierno, por otra parte, no puede apo-
yarse sino en lo que resiste, y como lo
que resiste son los partidos, — no está
lejano el momento en que definitiva-
mente se sepa de qué lado están y
quiénes son los que han de apoyar el
actual orden de cosas, hoy por hoy, y
en sus proyecciones futuras, — y como
una consecuencia de esto, dónde están
y quiénes son los enemigos que lo han
de combatir en las urnas persiguiendo
las reivindicaciones legales. En una
palabra, asistimos, sin darnos cuenta
del fenómeno (porque las fuerzas que
actúan son latentes) á la transforma-
ción ó reorganización de los partidos, —
que, á la manera de causas dinámicas
que están en la naturaleza de las cosas
mueven, sin que lo ha^'a decretado la
Constitución, todo el rodaje institucio-
nal de una nación que ha adoptado el
régimen representativo.
* *
En medio de estas como inquietudes
del espíritu púbJico, las fiestas se mul-
tiplican, sin medida y sin discerni-
miento, á cada triquitraque con carac-
teres conmemorativos más ó menos
banales, y á la vez que aumentan los
espectáculos y las tentaciones ele co-
merse cada uno lo poco que le va que-
dando, paralelamente escasean el tra-
bajo y el crédito,— y la escuela del
proteccionismo toca ya los dinteles de
un régimen prohibitivo, á tal punto
que las medias que antes pagaban el
25 %,— las medias ordinarias,— ahora
pagarán el 40, y que como es sabido
que andar sin medios es más higiénico
que no usarlas, de este favor á la pre-
tendida industria nacional, resultará
que es un artículo de lujo no andar
descalzo.
Otros factores, para emplear la pala-
bra de moda tienden á aumentar este
(ficho; yo no sé qué voy á hacer; porque, á
medida que el oro baja no bajan los
salarios ni los consumos, — así es que
de todos estos planes en perspectiva,
bancos á fundarse y otros á liquidarse,
y absorciones de la vida provincial por
la vida nacional y predominio de la
Metrópoli sobre la vida local, lo que te-
nemos en plata es esto; que no hay, en
la República, nadie, absolutamente
nadie, que pueda decir, poniendo la
mano sobre su corazón: «yo estoy con-
tento.» Y que muchos, que sin ser
excépticos no han creído en los mila-
gros, ya empiezan á ponerles velas á
la virgen para que se conduela de la
suerte común.
El verano se aproxima — los C[ue tie-
nen, se desparramarán buscando la
restauración de las aguas termales y
de los aires salinos del mar, y los des-
heredados ó los que no tienen suerte se
(juedarán tascando el freno. Y para
qué hablar de los imprudentes que
hablan de guerras ó de los ilusos que
creen en el sistema curativo de hacer
la concordia interna, buscando aven-
turas externas? Para qué hablar, sí?
Está escrito que lo que ha de ser será,
y de Casandra ¿quién se atrevería á
hacer?
CRÓNICA ORIENTAL
La Razón dice, con mucha exactitud,
que, «el Banco Hipotecario del Uru-
guay, no ha hecho otra cosa que aba-
tir el valor de la propiedad malven-
diendo las que le estaban afectadas,
para poder hacer frente á sus compro-
misos. Todo lo hecho se ha traducido
350
Revista Económica
en deastres.» Agrega que á medida
que vende, deprecia los valores á pun-
to de que lo que valía cien, no se podrá,
en breve, realizar por uno. «La ban-
carrota en puerta, añade, á los pocos
meses de recibir un Banco libre de
deudas, reforzado con privilegios y
engalanado, todavía, con un bono de
cuatro millones», y; como consecuen-
cia de esta observación se ensaña con-
tra los economistas.
El qólega confunde la economía po-
lítica con el dulcamarismo económico.
Con la simple aplicación de las nocio-
nes económicas más elementales pu-
dimos prever á tiempo los resultadíjs
prácticos de ese sistema, que La Razón
boy califica de absurdo y atentatorio.
En carta á La Tribuna Popular de 81
de Diciembre de 1891, decíamos: «Una
institución que nace con un capital
inmovilizado y que en todo caso no
representará, ni en pequeña parte las
pérdidas inherentes á las liquidacio-
nes forzadas,: es una institución que
nace quebrada, que nada valdrá, ni
para sus accionistas ni para el país.
Es una máquina de ruina, cuya acción
irradiará por todas partes. El Banco
solo tendrá por delante el camino de
las ejecuciones, y, agregábamos, esto
importará la depreciación de la pro-
piedad, en progresión geométrica y
con esto la, supresión del haber del
Banco. Aterra, concluíamos, el cua-
dro de lo que al país se le prepara
con esta singular conbinación de
Banco Hipotecario ».
Preveíamos, pues á tiempo, lo que
sirve hoy de lema á las lamentaciones
del colega, y el liecho de preverlo nos
valió, como recordarán sus lectores,
ser el blanco de las injurias de los que
se servían de sus columnas para deni-
grar á los que, como nosotros, no
aplaudían los proyectos oficiales.
Teníamos, sin embargo conciencia
plena de lo que decíamos, y apelamos
al tiempo. «El tiempo dirá quien tiene
razón, decíamos entonces, si el señor
Ministro y la comisión que endosa sus
proyectos, ó el infrascripto».
No se ha necesitado mucho tiempo,
para que se reconozca que la razón es-
taba de nuestra parte. No es soio el
distinguido colega el que lo reconoce;
hoy ya son todos.
El muy ilustrado Dr. D. Gonzalo Ra-
mírez, en uno de los notables artículos
que viene publicando sobre la cues-
tión del Banco Hipotecario, dice lo
siguiente, que viene á confirmar lo que
observamos:
«Loque es verdaderamente deses-
perante, dice, para los que creen que
la institución de la cédula está toda-
vía destinada, á operar la resurrección
del crédito hipotecario, es verla enfeu-
dada á un Banco en liquidación inde-
finida y que guarda el privilegio de
emitirla, como uno de esos títulos de
nobleza, que conservan como verda-
deras reliquias, los últimos vastagos
de una aristocracia arruinada.»
* *
El director del Banco Hipotecario,
para sostener el derecho de cobrar los
servicios atrasados con preferencia
á los acreedores del Banco Nacional,
al que sustituye, dice que esa institu-
ción no es, así como también no lo era
la sección hipotecaria, hoy á su cargo,
más que un intermediario entre los
deudores hipotecarios y sus acreedo-
res, los tenedores de cédulas.
Particular empeño manifiesta el
directorio en sostener esta condición
de intermediario, que verdaderamente
es la que corresponde, ¡jero no por esto
se robustecen sus pretensiones.
Todos los servicios, hasta 31 de Di-
ciembre de 1891, fueron pagados á los
tenedores de las cédulas, con fondos,
en gran parte del Banco Nacíoiial,
debido al atraso de los deudores hipo-
tecarios, con lo cual, aún cuando ese
Banco no fuese más que un interme-
diario, está subrogado en los derechos
de los tenedores de las cédulas, que
podrán cobrar con preferencia todos
los servicios posteriores, pero no los co-
rrespondientes á los cupones que han
recibido, loque importaría autorizarlos
á percibir dos veces en perjuicio de
los acreedores del Banco Nacional,
que anticipó los fondos.
Hay más; queriendo quedarse con
todos los servicios atrasados, los tene-
dores de cédulas, no solo vendrían á
cobrar por segunda vez lo que ya han
recibido por intereses, sino también las
comisiones adeudadas al intermedia-
río, respecto á las cuales en ningún
caso alcanza su derecho.
Por otra parte, el carácter de ínter-
DEL Rio de la Plata
351
mediarlo, que con tanta razón, desde
el punto de vista teórico, revlndlca el
directorio, aunque en la práctica esté
procediendo como simple agente de
los tenedores de cédulas, dá lugar á
muy serias consideraciones.
El Banco, cuando le ha parecido
conveniente, se ha adjudicado pro-
piedades de los deudores hipoteca-
rios, mientras que. según lo determi-
na expresamente nuestro código civil
y todos los códigos civiles del mun-
do, les está vedado á los mandatarios
ó comisionistas, comprar, aunque sea
en remate público, propiedades de sus
representantes. Todas las adjudica-
ciones hechas en estas condiciones,
son, pues, completamente nulas, de
nulidad insanable.
Todo loque ha podido hacer el Ban-
co Nacional y todo lo que ha podido
hacer hoy el Banco Hipotecario, es.
como lo autorizan los contratos, tomar
posesión de las propiedades de los
deudores morosos, y cobrar por si
las rentas que producen.
* *
«El Siglo», como Jerome Paturot.
cree que estamos en el mejor de los
mundos y que no hay más que seguir
como vamos, malvendiendo las pro-
piedades y borrando los últimos ras-
tros de crédito, en el país, para con-
seguir una corriente de oro que reem-
place con ventaja á los empréstitos y
supere por su importancis las sumas
que se ha tratado de obtener en el ex-
terior. «La producción nacional, dice,
toma á su cargo suplir al país por
vía de aumento de producción, apre-
ciada grosso modo sobre el año anterior,
cinco millones de pesos».
El colega no se hace cargo de que
la producción necesita, ante todo, la
disponibilidad de capital, siendo el
principal beneficio del crédito el am-
pliar su acción y el darle una distri-
ción que le permita desempeñar las
funciones poductivas que deben co-
rresponderle.
Le bastará al colega, para hacerse
cargo de la realidad de las cosas, acer-
carse á los centros realmente produc-
tores, y se encontrará con que el agri-
cultor, que en condiciones de crédito,
habría sembrado tres ó cuatro veces la
extensión de lo que le permiten los
límites de su capital no se anima
hoy ni á invertir todo lo que en efec-
tivo posee, en una sementera. Si con-
sulta á un saladerista, le dirá que no
faena más que una parte de lo que
hubiera deseado, debido á la carencia
del capital de giro necesario. Todos
los verdaderamente productores, le
repetirán lo mismo; la falta de capital
disponible, limita la acción de unos y
coloca á otros en la imposibilidad ab-
soluta de entregarse á cualquiera la-
bor reproductiva.
Nos encontramos, dias pasados, con
un fuerte productor de Paysandú, y
preguntándole por esa prosperidad,
que se nos pintaba como resultado de
la práctica del sistema ingoubilista, nos
dijo, que este sería uno de los años
peores para el departamento . Las ven-
tas hechas en él, nos agregó, de cam-
pos, por el Banco Hipotecario, han
abatido, hasta llevar á precios irriso-
rios, la propiedad raíz, haciendo com-
prometida la situación de los que se
juzgaban en mejor situación de fortu-
na, de tal modo, que les faltaba el cré-
dito para sus operaciones más habi-
tuales.
Consulte nuestro distinguido colega,
la estadística y verá como en 1873,
sube, con el desenvolvimiento del
crédito, la exportación á una cifra an-
teriormente desconocida; viene la res-
tricción en 1875 y la exportación re-
trocede para no levantarse sino á
medida que se restablecían los valores
y renacía el crédito; vuelve un periodo
de expansión, y en 1888, es cuando la
exportación llega á sus más altas ci-
fras.
La escases de recursos que limita las
importaciones, es causa también, y
muy directa, para la limitación de las
exportaciones, pues si se necesita di-
nero para pagar consumos, también
se necesita para producir
Ahora hace un año, ya tuvimos oca-
sión de discutir, con el apreciable co-
lega, sus ideas al respecto. El contaba
entonces, como segura una importa-
ción de unos diez y seis millones de
pesos oro en el año 1892, como saldo
favorable del comercio internacional.
El año finaliza, y las estadísticas no
revelan por ahora semejante maravi-
lla. En vez de importación de oro, con-
secuencia de un exceso de producción
352
Revista Económica
lo que tenemos es exj^ortación de pro-
ductores y de consumidores. La de-
presión produce sus resultados lógicos.
Tiene, desgraciadamente, que con-
tribuir al malestar general del país, la
disposición del gobierno argentino,
autorizando las cotizaciones del oro á
plazos, lo que importa inaugurar una
nueva época de agio en la Bolsa de
Buenos Aires, que establecerá fuertes
primas para la absorción del poco oro
que nos quede, y al cual, tan insensa-
tamente, le conservamos una prima de
exportación.
Los beneficios de este agio, á que
nos referimos, son tan considerables,
que uno de los Bancos de esta ciudatl,
con sucursal en Montevideo, obtuvo
aquí, en poco tiempo, 70 % de utilida-
des. Conviene más traer á Buenos Ai-
res el oro, para especular con él di-
rectamente ó para hacer el negocio
seguro de darlo en caución recibiendo
papel, con lo cual se beneficia con la
colocación del oro y con la del papel,
recibido en garantía, que colocarlo en
descuentos d.e conformes en Montevi-
deo, á los ínfimos tipos del dia, ó en
hipoteca, cuando el Banco Hipoteca-
rio amenaza no dejar ningún valor
subsistente.
^ Además de esto, queda la plaza de
Montevideo, destinada á colmar todos
los descubiertos de oro de la plaza de
Buenos Aires, sin que se necesite para
esto, que la balanza del comercióle dé
un saldo á favor. Basta entenderse
con los que ahí tienen casas para, gi-
rando á noventa días, giros que se
pueden ir pagando con otros, ex-
traer todo el oro disponible en la pla-
za. A esto se añaden las operaciones
de arbitraje con Rio Janeiro, anchas
puertas, también, para la extracción
de metálico, sacrifií^ándose así la esta-
bilidad de nuestras transacciones, se-
gún las exigencias de la especulación
de bolsas extrangeras.
Este estado de cosas, que es la raíz
de la inconsistencia de todo movi-
miento progresista en el Estado Orien-
tal, proporciona, como es natural que
suceda,. beneficios á determinado gre-
mio, y por desgracia, son sus intereses
tan antagónicos con los de la prosperi-
dad del país, los que debido á una in-
comprensible ofuscación, predominan
en la prensa y en los consejos del go-
bierno.
Por nuestra parte, hoy mas que
nunca, nos encontramos en el caso de
insistir en la reforma de nuestro sis-
tema monetario. Si malo es el papel
inconvertible, por las fluctuaciones de
su valor, peor es el oro, en condiciones
de ventajosa exi3ortabilidad, que hacen
incierta su provisión, y lo destinan á
servir los Monte-Carlos vecinos, con
preferencia á la producción y al giro
normal del pais.
En las condiciones actuales, aunque
el pais pudiese realizar un emprésti-
to tras otro, no se podría suplir de un
modo permanente la deficiencia de la
circulación basada en el oro, puesto
que el agio le privaría de las mayores
sumas de oro que lograse importar,
como lo ha privado de todo el que le
entró en los años anteriores.
Ahora el Poder Ejecutivo y las Cá-
maras, han admitido la conveniencia
de acuñar plata, pero, cometiendo el
error de dejar limitado el metal blanco
á los servicios de moneda fraccionaria.
No se ha tenido el coraje de afrontar
las iras del ingoubilismo, adoptando
un sistema análogo al de Francia, Ale-
mania y Estados Unidos, países en los
cuales la plata circula alternativamen-
te con el oro. No se ha querido tam-
poco abordar la acuñación de una
moneda de oro nacional con el peso y
ley necesarias para evitar que sea ma-
teria de especulación exterior.
Mientras así sigamos, sometidos al
tutelaje de los ínteres antagónicos al
de la prosperidad nacional, seguirá el
país rodando por la pendiente de la
ruina.
Singular fenómeno es el que presen-
ta. Montevideo.
Los grandes ideales aparecen vela-
dos, mientras que el mas mínimo in-
cidente de orden secundario, se vuel-
ve materia de preocupación gene-
ral.
Los términos depresivos del Poder
Ejecutivo y de las Cámaras, conteni-
dos en un artículo de U Union Fran-
gaise, traducido por La Razón, ha pro-
vocado protestas y producido una
agitación que las cuestiones funda-
DEL Río DE LA PlATA
353
mentales no habían logrado, hace
tiempo, producir entre nosotros.
Por nuestra parte no queremos in-
currir en el error que censuramos,
entrando á ocuparnos de esa publica-
ción y menos de entretener á nuesti'os
lectores con riñas personales, y S(j1o
observaremos Cjue se le ha dado una
notoriedad al diario francés que no
habla alcanzado hasta hoy. Su artí-
culo, como todas las acusaciones ge-
nerales, tienen en su contra la presun-
ción de la injusticia, pero el hecho
es que se ha transformado en una
verdadera reusite.
Dejando el artículo de lado, nos ocu-
paremos de una de las cuestiones de
interés general que incidentalmente
se ha tocado con este motivo y es la
del derecho de los extranjeros de tra-
tar en la prensa las cuestiones po-
líticas del país, y que El Dia defiende
en nombre de la libertad del pensa-
miento y de nuestras instituciones
liberales.
No hay que confundir los debates
científicos ni la defensa de los dere-
chos humanos ó las cuestiones de
carácter municipal con las que son
esencialmente políticas.
Lo primero, á todos, nacionales y
extranjeros, corresponde, sin duda
alguna; pero, las segundas que afec-
tan solo ala familia nacional ¿pueden
corresponder igualmente á los que
no quieran formar jDarte de ella? De
seguro no.
Las propagandas y diatribas políti-
cas, crean movimientos generales en
la comunidad nacional, despiertan y
exacervan pasiones, y nuestra histo-
ria nos demuestra como, cuando ellas
han degenerado en luchas, los mis-
mos que han contribuido á provocar-
las, han ido, enseguida, á ampararse á
sus cónsules, creándonos diíicultades
internacionales.
Si un oriental hubiese publicado en
Francia algo análogo á lo que inserta
L' Union Frangaise, ya á estas horas la
autoridad lo habría obligado á traspa-
sar las fronteras. Ese país donde así
se procede es, sin embargo, la patria de
la declaración de los derechos del
hombre y una de las naciones prácti-
camente más liberales del mundo.
Uno de nuestros primeros gobiernos
patrios, fundado en las razones que
reproducimos, limitó, por decreto, á los
nacionales la facultad de tratar por la
prensa las cuestiones de carácter po-
lítico. Nuestras Cámaras deben ocu-
parse del estudio de esta cuestión.
REVISTA BUliSÁTlL
La principal novedad en la Bolsa de
Buenos Aires en la segunda quincena
de octubre, ha sido la resolución, me-
diante la cual se suprimía en las coti-
zaciones la designación de mone-
das especiales y se autorizó la venta
oficial del oro á plazos. Lo primero
importa una gran facilidad para el
público y simplificación de las opera-
ciones, pero no juzgamos tan acertado
lo segundo, pues importa inaugurar
de nuevo el agio del metálico en vasta
escala.
Las últimas cotizaciones en mone-
das especiales nos dan las onzas á
50.70, y las libras á 15.72, que son res-
pectivamente 50 y 17 centavos más
que en la quincena anterior.
Se ha manifestado una marcada
tendencia de baja en los cambios so-
bre Europa.
Lo más notable del movimiento bur-
sátil es la fuerte baja operada en los
cheques del Banco Nacional, cuyo des-
cuento, que al comienzo de la quince-
na era al 16 %, bajó al fin de ésta á
8.50 %. Los del Banco de la Provincia
han oscilado entre 26.50 y 34, respon-
diendo las fluctuaciones á accidenta-
les ofertas de depositantes urgidos.
La mejora de las condicionos de ese
establecimiento hará que éstos títulos
continúen apreciándose cada día más.
La quincena bursátil oriental se ase-
meja mucho á la anterior, reflejando
la situación abatida del país.
De los títulos que se cotizan, solo la
deuda consolidada se mantiene firme,
V esto debido á que se rige por sus co-
tizaciones en Europa. Las cédulas ba-
jan cada día más, y las acciones del
Banco Hipotecario quedan á 8, habieri-
do bajado un punto en el mes, y, si-
guiendo su directorio por el camino
en que está, antes de ocho meses lle-
garán á cero.
El mercado de cambios queda en
general ílojo.
354
Revista
Económica
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DEL Rio de la Plata
355
Movimiento bursátil de la segunda quincena de Octubre de 1892
BOLSA DE BUENOS AIRES
( DEL 15 AL 31 DE OCTUBRE )
Metálico
Onzas
Libras esterlinas.
Cambios
Inglaterra.
Francia. . .
Bélgica
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Cheques
Banco Nacional
Banco de la Provincia
Banco Hipot. de la Provincia-
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Fondos y Títulos Públicos
Fondos Públicos Nacionales de 1884.
Empréstito Nacional Interno 1891
Id. de 1892
Deuda Municipal de la Capital . . .
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356
Revista Económica
Ultimo precio
HASTA ' WIAS BAJO ' MAS ALTO
o'bre. 15
ültiaio precio
HASTA
o'bre. 81
Acciones
BANCOS
Español del Rio de la Plata jl06 50
Italia y » » » » (oro) I 94 —
Crédito Real
Nuevo Banco Italiano
Banco de la Bolsa
Francés del Rio de la Plata
Hipotecario de la Capital (Bonos oro) . .
Constructor de la Plata
Id id id (obligaciones)
Agrícola Comercial
Banco Inmoviliario :
Banco del Comercio
Banco Caja de Descuentos
Comercial de la Plata
Comercial
Banco Sud-Americano
105
42 50
O 80
22 —
compañías
La Edificadora 78 —
La Previsora (Compañía de Seguros) . 27 —
La Primitiva (Compañía de Gas) .... 88 —
Gas Argentino i 53 —
Empresa del Edificio de la Bolsa ;130 —
La Argentina (fábrica de papel) : 83 —
Muelle y Depósitos de las Catalinas. ... 9 90
LaBuenos Aires (Compañía de Seguros)! 13 —
Compañía General de Reaseguros 1 7 —
Kid y Ca \ 2 —
Telegráfico Telefónica 6o —
Constructora Argentina 14 —
BOLSA DE MONTEVIDEO
(del 15 AL 31 DE OCTUBRE)
Billetes Banco Nacional
Títulos hipotecarios Serie D
Cédulas hipotecarías » A
» )) » C
Deuda del Interior
Id. Consolidada
Acciones Banco Hipotecario . .
CAMBIOS
Inglaterra
Francia '
Bélgica
Alemania
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24 —
24 40
25 —
26 40
33 40
8 —
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42 50
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9 40
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5 35
4 33
2* Época — Núm. 14.
20 de Noviembre de 1892.
REVISTA ECONÓMICA
DEL
Río de la plata
Director: DOMINGO LAMAS
UNIDAD DE EllISIÓN
Y DESCENTRALIZACIÓN BANCARIA
Nuestro colega argentino Tribuna,
pretende, todavía, aunque débilmente,
sostener su singular proyecto de un
Banco único, levantado sobre la base
de los Bancos Provinciales, que serían
absorbidos por la nación, é insiste en
que la unidad de emisión establecida
en Inglaterra y en los Estados-Unidos,
importa la centralización del crédito.
No puede darse nada más insoste-
nible que la confusión que hace, enti-e
la emisión de papel y las funciones
propiamente bancarias; y, como com-
probación de lo que le decíamos,
podremos citarle al colega, entre mu-
chas autoridades, á Mr.'GÍadstone, al
eminente tratadista norte-americano
Amasa Walker, y á Mr. Wolowskí,
que, resumiendo la opinión de los dos
primeros, dice «que hay que distin-
guir los servicios de Bancos de los
servicios de emisión que requieren
una reglamentación severa y que tien-
den á la unidad».
Estas son las conclusiones de la
ciencia y la experiencia universal; y
vamos ahora á probarle al distingui-
do colega, que es, como le decíamos,
realmente meterse en el brete, citar
el ejemplo del sistema inglés y el de
los Estados Unidos, en apoyo de su
tesis de que la centralización de la
emisión importa la de las operaciones
de Banco.
Sir Robert Peel, al sostener, en el
Parlamento inglés, la centralización
de las emisiones bancarias, que se
estableció por el acta de 1844, definió
en los siguientes términos las ideas
fundamentales de ese sistema. «Nues-
tro punto de partida, dijo, es el de
que debe hacerse una distinción esen-
cial entre el privilegio de emisión y
las operaciones del Banco. Pensa-
mos que son dos órdenes de hechos
enteramente distintos. Pensamos que
el privilegio de emitir billetes, debe
ser sometido al control del Estado,
y que, por el contrario, la más grande
independencia, lamas perfecta latitud
debe imperar en las operaciones de
Banco. Respecto de éstas, nuestra
opinión es, que el Banco de Inglaterra,
no puede ser sometido á restriccio-
Ties mas severas que las que rijan
para los otros establecimientos finan-
cieros de la misma naturaleza y que
él debe gozar igualmente de los be-
neíicios (lo un sistema de plena li-
bertad.»
Pasemos ahora á los Estados Uni-
dos. La ley de los Bancos nacionales
de 1864, á que se refiere el colega,
no importó mas que la generalización
del sistema adoptado desde años atrás
en Nueva York, y que, como en 1839,
lo expresaba con exactitud M. Condy
Raguet. tiene por base la distinción
fundamental siguiente: «las operacio-
nes de FJanco son una cosa y otra las
emisiones de moneda de papel; no
hay ningún vínculo necesario entre
las' dos.»
Otro argumento del colega es que
los Bancos locales no pueden subsis-
tir sin el derecho de emisión, y agrega
que la emisión de moneda de papel,
ha sido el único oficio de los Bancos
locales, en el pasado y el presente,
en lo que demuestra igual descono-
358
Revista Económica
cimiento de las funciones propias de
los Bancos que de la historia y con-
diciones actuales de los establecimien-
tos de este género que existen en las
provincias.
El fin de un Banco, consiste: 1°. en
concentrar el capital disponible conjun-
tamente con los pedidos, á fin de darle
una aplicación más constante, aumen-
tando por el hecho su eficacia; y 2°, en
extender los beneficios del crédito
por la distribución de sus capitales,
en la forma más conveniente á los in-
tereses sociales, la mayor amplitud
de servicios que permite la garantía
de la multiplicidad de riesgos,ylos ma-
yores elementos disponibles que pro-
porcionan las compensaciones que fa-
cilita y la rapidez que promueve en el
giro general.
Nada de esto tiene que ver con la
emisión de papel, y donde exista cual-
quier suma de ahorros ó cualquier
movimiento comercial, existen ele-
mentos y necesidad de operaciones
ban carias.
El Banco de la Provincia de Buenos
Aires, creció y se desenvolvió sin
emitir papel por su cuenta; todas las
emisiones de moneda corriente fue-
ron hechas por cuenta de los gobier-
nos de la Nación y de la Provincia,
no pudiendo el Banco utilizar esos
billetes sino mediante su adquisición
por depósitos y cobranzas, como po-
día hacerlo el último de los particu-
lares. Vino el sistema de los Bancos
Nacionales, y lejos de ser los Bancos
habilitados por las emisiones de pa-
pel inconvertible, ellos fueron com-
pradores y no emisores de billetes,
dando oro contra éstos, con lo cual
las provincias hicieron un negocio
tan pésimo para ellas y para susBan-
cos, como excelente para la Nación.
Lea el colega nuestro artículo pu-
blicado en el número 11, con el título
de La Nación sacrificando á las Provincias.
y se verá en él demostrado numéri-
camente lo que decimos.
Contestado asi, todo lo que hay de
sustancial en el artículo de la Tribuna,
nos permitirá el colega que le mani-
festemos que no esperábamos que la
contrariedad de nuestra anterior repu-
tación razonada, lo ofuscase á punto de
hacerle desconocer los dos principales
méritos de nuestra publicación, que
son su nunca desmentida cultura, y
ser siempre franca imparcialidad.
No nos citará el colega una sola ex-
presión en nuestro artículo que no cor-
responda al comedimiento que nos es
habitual. En cuanto, á la cuestión de
unidad y federación que, dada la cons-
titución argentina debiera considerar-
se cerrada, no es á nosotros á quien
puede aplicarse el cargo de intentar
reabrirla, sino precisaniente al distin-
guido colega que pone su autoridad al
servicio de un proyecto que contra-
riaría fundamentalmente la organiza-
ción política de la República y que lo
sostiene reviviendo los argumentos
la antiííua escuela uuitaria.
ACUÑACIÓN DE MONEDA PROVINCIAL
EN MENDOZA
EN LOS AÑOS DE 1822-1824
A principios del año IH^S las Provin-
cias de Cuyo se encontraban en plena
crisis económica. Arruinado su comer-
cio y cegadas las fuentes de produc-
ción, la vida se hacía difícil, pues ni
siquiei'a había moneda conque adqui-
rir aún los objetos de primera nece-
sidad.
Mendoza había visto desaparecer la
moneda de plata cortada, que era la
que circulaba hasta entonces, pues,
no produciendo el })aís ni frutos, ni
exportando mercaderías bastantes
para pagar las que se introducían de
Chile para su consumo, fué necesario
saldar esta diferencia jon moneda
efectiva.
En tal estado de cosas, el coronel
D. Pedro Molina, que había sido electo
gobernador en Mayo de 1822, creyó cor-
tar el mal acuñando moneda por cuen-
ta de la Provincia. A este fin se dirigió
á la Honorable Junta Representativa
pidiendo autorización para establecer
una Casa de Moneda, bajo la denomi-
nación de «El Cuño».
La Junta, después de un detenido
estudio del asunto, sancionó, con fecha
6 de Agosto de 1822, la siguiente reso-
lución:
«La Honorable Junta, en sesión de
« esta fecha, ha sancionado el proyecto
DEL Rio de la Plata
359
« de V. S. estableciendo un Cuño Pro-
« vincial, y, en su consecuencia, ha
« acordado proceda V. S. á verificarlo
« con la economía que exigen las cir-
« cunstancias en su administración,
« debiendo fielmente observarse en la
« amonedación el peso y ley de la mo-
« neda nacional, tomando por modelo
« el signo de la cortada, corriente por
« ahora.» (Ij.
Mientras el gobierno preparaba las
máquinas y útiles para establecer el
Cuño Provincial, donde debían sellar-
se monedas que tuvieran por modelo
el signo de la «cortada corriente», que
no era otro que el de las piezas de
plata selladas en las Casas de Moneda
de Potosí, Lima y México, conocidas
por plata macuquina, se dirigió nueva-
mente á la Junta, proponiéndole acu-
ñar moneda provincial de cobre, y ésta
accedió á lo pedido, disponiendo en 27
de Setiembre de 1822:
« 1°. Que se establecerá una moneda
« de cobre y su valor será el del octavo
«de real de plata.
« 2''. Su forma será circular, su peso
« y diáuietro el de un término medio
« entre el medio y cuarto real plata
« de la Nación.
« 3*'. Llevará de un lado grabadas las
« armas de Mendoza y por el otro el
« número que indica su valor.
« 4p. Se sellará por ahora la cantidad
« de diez mil pesos.» (2).
El gobierno observó esta ley en lo
relativo al peso y diámetro de la mo-
nedado cobre, y la Junta, admitiendo
esas observaciones, modificó su ante-
rior resolución, disponiendo en 29 de
Octubre:
« 1°. Que el artículo 2" de la ley de
«27 de Septiembre queda subsistente
« en cuanto á la forma circular.
«2°. El diámetro del octavo de cobre
« deberá í^erel del real plata nacional,
« y el peso el de dos.»
Terminada ya la instalación de la
Casa de Amonedación, de la cual tan-
tos beneficios esperaba el pueblo men-
docino, el gobierno dispuso dar al acto
de la inauguración todo eJ explendor
posible, á cuyo efecto invitó á las
autoridades civiles y militares, á la
(1) Archivo de Mendoza.
(2) ArchiTO de Mendoza.
Sociedad de Enseñanza Mutua y al
pueblo, á, concurrir á la casa donde se
había instalado «El Cuño», á fin de
presenciar el acto de sellarse las pri-
meras monedas provinciales.
El día antes del señalado para la
inauguración, se publicó el siguiente
bando:
« Estando cumplida la soberana re-
« solución de la Junta y para darse á
« luz la moneda con los requisitos
« prevenidos, ordeno y mando:
« 1». Que se admitirá y circulará la
« expresada moneda en todo el terri-
« torio y jurisdicción de este gobierno,
« con el mismo valor y legitimidad que
« ha tenido siempre la antigua rnone-
« da nacional.
« 2°. Si alguna persona resistiese
« admitirla, ya sea en el mercado, ya
« en pago de algún crédito ó por algu-
fi na otra causa, sufrirá pena pecunia-
« ria en favor del Estado, según la
(i naturaleza y circunstancias del caso.
« 3°. La persona que clandestina-
« mente acuñe esta misma moneda,
« ú otra cualquiera de las que circu-
« len, sufrirá irremisiblemente la pena
« de muerte y sus bienes serán con-
« fiscados.
« 40. La mitad de ellos se aplicará
« en favor del denunciante, caso de
« haberlo en tan gravísimo crimen.).
El día 13 de Noviembre de 1822, ha-
llándose reunidos en el local de la
Casa de Amonedación el gobierno y
lo más distinguido del pueblo, y en
medio de músicas y cohetes, se sella-
ron las primeras monedas provin-
ciales.
En ese día y en tres distintas oca-
siones se acuñaron treinta y seis
piezas, que fueron en el acto distri-
buidas entre las personas que se ha-
llaban presentes en el acto de la
inauguración.
Er alborozo con que el pueblo de
Mendoza festejábala inaugui-acion del
Cuño era debido á la creencia de quo
con la nueva moneda el comercio y
la industria renacería y cesaría para
siempre la escasez del medio circu-
lante; y á tal punto llegó el entusias-
mo, que las familias llevaban a la Casa
de J-.monedación sus alhajas y vajillas
de plata para convertirlas en moneda
Opl 1 Q H Q
El procedimiento que se seguía para
360
Revista Ecoñóaíica
la fabricación de la moneda era el
más primitivo. Los metales, barras ó
chafalonía, se fundían á fin de pro-
ducir un lingote, el cual se batía á
martillo para'reducirlo alamina; luego
sfí cortaban á tranchas discos del ta-
maño conveniente, los cuales, puestos
•entre dos cuños, eran golpeados á
mazo, quedando así lista y concluida
3a operación.
Siguiendo el j^rocedimiento que acá-
bameos de describir, se sellaron pese-
tas y cuartos, que, como se comprende,
tenían que sei' defectuosos en su for-
ma, carecer del peso justo y de una
ley uniforme.
Como hemos dicho, era creencia en
Mendoza que con el hecho de sellar
monedas la Provincia se enriquecería.
De ahí que la Junta Representativa,
después de dictar la ley antes men-
cionada para que se acuñase moneda
de plata y de cobre, dictara otra en 15
de Enero de 1823, disponiendo:
« 1*'. Que se acuñara oro con el sello
« de la Provincia.
« 2°. Se adoptará para esta moneda
« el modelo detallado por la Nación
« para este metal en su signo, ley, for-
« ma, diámetro, etc.
(( 3". El goljíerno se encargará de
« ordenar "su circulación, adoptando
" las medidas que crea oportunas al
'( efecto.»
La moneda de plata que se sellaba
en «El Cuño», era en pequeña canti-
dad, por falta de metales, pues el go-
bierno no tenía fondos para adquirir-
los; de modo que, como la ley disponía
se acuñara oro, bien pronto sucedió
que la Provincia no tuvo fondos para
adquirir el metal. Por otra parte, mo-
nedas de cordón, de oro, y plata, como
disponía, la ley sobre acuñación, no
podían sellarse en Mendoza por no ha-
ber, ni ser posible construirlas en el
país, las máquinas necesarias para
efectuar esa operación.
La moneda de plata, que continuaba
saliendo en pequeñas cantidades de la
Casa de Amonedación, era tan imper-
fecta que debía dar lugar á que fácil-
mente se imitara, como en efecto
sucedió. Pocos meses después de inau-
gurado «El Cuño», circulaban mone-
das falsas, que, aunque presentaban
cierta semejanza con las legítimas,
eran de una plata de bajisima ley, de
zinc y aún de plomo.
El gobernador Molina no prestó á
este asunto la atención que merecía:
y de ahí vino que las falsificaciones se
aumentaran de una manera alarman-
te. En el pueblo empezábase á sentir
un cierto malestar; el comercio negá-
base á recibir la moneda provincial, y
la Junta, creyendo que volvería á recu-
perar el perdido crédito la moneda de
la Provincia, sancionó una nueva ley
en 5 de Julio de 1823, en que dispuso:
« 1°. Que se sellara oro y plata de
« cordón en la Casa de Moneda de esta
« Provincia.
« 2». Se observará fielmente en la
« amonedación el modelo de la na-
« cional. en su peso, ley, diámetro y
« signo.
« 3». Llevará las iniciales de Mendo-
« za en el lugar que corresponde.
« i^. Se encarga al Ejecutivo su cír-
« culo y respetabilidad, y al efecto
« tomará las providencias que sean
« necesarias.» (1)
Mientras que dentro y fuera de
la Provincia se hacían las gestiones
para el cumplimiento de la anterior
ley, continuaba en Mendoza en todo
su apogeo la falsificación de la mone-
da provincial.
El partido opositor al gobernador
Molina hacía valer como arma política
la cuestión de la moneda, acusando al
gobierno por su inacción en castigar
á los falsificadores. Aquél, á su vez, se
escusaba con que era inaplicable la
pena del fuego, que establecían las leyes
españolas vigentes en la Provincia
para los falsos monederos, como lo
eran también las que el Gol3Íerno ha-
bía establecido al reglamentarla ley
del 6 de Agosto de 1822. En esa emer-
gencia, se dirigió ala Junta Represen-
tativa, con fecha 1° de Diciembre de
1823, pidiendo la sanción de una le}'"
que penara con multa y presidio á los
falsificadores de la moneda provincial,
pues era de la mayor urgencia, decía,
atajar el progreso del mal que se trata de
cortar.
La Junta, reunida en sesión extraor-
dinaria, acordó entonces:
« 1°. Que el falsificador de moneda
(1) Ai'i'liivo de Mendoza,
DEL Rio DE LA PlATA
361
K incurría en la pena de perder toda
« la que se le encontrara, y además
<( dos mil pesos de nmlta, y, en su de-
« fecto. seis años de destierro fuera ile
« la Provincia.
« 2°. El introductor de la íalsa mo-
« neda es incurso en la pena de perder
« toda laque introduzca, y además dos
V mil pesos de multa, y, en su delecto,
K seis años de destierro fuera de la
« Provincia.
« 8°. Los delincuentes en los dos ar-
« tículos precedentes, si no son veciuos
«< de la Provincia, sufrirán la pena de
<' seis años de presidio, en obras pü-
« blicas.
(( 4°. Los cómijlices en el 1° y '2" arti-
'< culo son igualmente comprendidos
" en las penas que en ellos impone.
K 5". Los artículos anteriores com-
'( prenden á todas las clases, sin dis-
« tinción de privilegios y personas.
« 6°. 8e encarga al gobierno la más
« rigurosa observancia é inflexible
" aplicación de estas penas, é igual-
K mente tomará todas las providencias
« que crea oportunas al más exac-
« to cumplimiento de esta resolu-
«. ción.» (]).
El pueblo que había perdido la con-
íianza en la moneda provincial, en vista
de la enorme cantidad de la falsa que
circulaba, muy poca fe tenía en las
leyes dictadas por la Junta contra los
monederos falsos, puesto que en más
de un año que funcionaba «El Cuño»,
ni el gobierno ni las autoridades ha-
bían tomado medida alguna para ]jer-
seguir á los falsificador-es.
El comercio de la ciudad propuso en-
tonces á la Junta sustituir la moneda
provincial por papel moneda, el cual,
bien garantido, se comprometía á re-
cibir y circular como moneda metá-
lica.
Como había en el pueblo una gran
excitación con motivo de la cuestión
de la moneda, la Junta resolvió que
las sesiones en que se tratara este
asunto fueran públicas; y, dispuesta
como estaba á dar al negocio una pre-
ferente atención, invitó al Gobernador
de la Provincia para una reunión
que tendría lugar el 6 de Diciembre
de 1823. Molina aceptando la invita-
ción concurrió al local de la Junta v
1.1) Areliivo de Mendoza.
fué á tomar asiento á la derecha del
Presidente. Se invitó igualmente á
una delegación del comercio, á fin
de que diese explicaciones sobre el
proyecto que habían manifestado del
establecimiento de un Banco y emi-
sión de papel moneda. En el curso
de la discusión se acordó oír la opi-
nión de los hacendados,que formaban
un gremio muy importante de la
Provincia; y habiendo concurrido en
efecto á la sesión del 7 de Diciembre,
aconsejaron resellar toda la moneda
provincial á fin de poder así distin-
guir la buena de la falsa.
A nada definitivo se arribó en es-
tas sesiones, y el asunto hubo de
quedar pendiente hasta el 11 de Di-
ciembre en que el Gobierno haciendo
suya la idea de los hacendados, pro-
puso á la Junta resellar la moneda
provincial, proyecto que ace{)tó en se-
guida, sancionando el 12 de Diciembre
la siguiente resolución.
« 1". — 8e sobresellará toda la mo-
« neda, á escepción de la que aparez-
« ca ser de plata.
« 2».— Se encarga al Gobierno la
« ejecución de este decreto y á su
« cumplimiento se tomarán las niedi-
« das que sean convenientes.»
La agitación pública crecía por
momentos. El comercio derrotado
en su proyecto de emisión de papel
para retirar la moneda provincial,
se negaba á recibirla, declarando que
era falsa la que circulaba.
La Junta urgía al Gobierno para
que apurara el resello de la moneda,
y al efecto, el 24 de Diciembre le diri-
gía la siguiente comunicación:
« La Honorable Sala de flepresentan-
« tes, en sesión de anoche, ha tenido
« en consideración que la demora del
« sobresello puede ser perjudicial,
« pues es muy probable que los mo-
« nederos clandestinos se aprovechen
« del tiempo que corre [lara emitir
« cada día sumas que aumenten las
<( que circulen, eludiendo el celo y
i< vigilancia del Gobierno, y para evi-
« tar el mayor mal posible es que ha
« acordado y decreta:
«1°.— Que el Gobierno íije de una
« vez un término al sobresello, el
« mas breve que á su juicio sea po-
« sible.
« 2». — Que continúe este trabajo en
m'2
Revista Económica
« los días de Pascua, sin suspenderse
« en ninguno de los festivos, hasta su
« conclusión.)) d)
No solo nada se consiguió con esta
ley sino que ofreció una nueva com-
plicación. En efecto ya no era única-
mente el comercio de Mendo/a el que
se negaba á recibir la moneda pro-
vincial sino también el Gobierno de
Chile que con fecha -'X) de Enero de
1824, disponía lo siguiente:
« Ha principiado á internarse por
« la cordillera una monetia acuñada
« en Mendoza, la que. según los en-
« sayos que se han practicado, no
« tiene la ley ni el peso debido. El
ft Gobierno no puede permitir esta
« internación sin atacar la fé pública
« de los ciudadanos de esta República
« ó de las Provincias limítrofes, bien
« se traiga con el fin de hacerla correr
« en estas campañas, ó de contrase-
« liarlas para volverlas al lugar de
« su procedencia. Por tanto, ha acor-
« dado y decreta:
« 1°. — Se prohibe el curso do la mo-
« neda acuñada en Mendoza.
« 2". — Los resguardos de Cordillera
« celarán escrupulosamente que no se
« interne en cantidad alguna y de-
« comisarán toda la que encuentren.
« 3°. — La que decomisen será remi-
de tida á la .\duana General, para
« que esta la pase con la cuenta co-
« rrespon; líente á la casa de Moneda,
« donde podrá destinarse para la liga,
« si fuese conveniente.
« 4". — Comuniqúese etc. Eirazuriz —
« Benavente. » (2)
La disposición del Gobierno de Chile
vino á complicar más la situación.
Ya no era solo el comerciode Mendoza
el que se defendía de la mala moneda;
ahora el gobierno de un país vecino
declaraba que aquella no tenia ni la
ley ni el peso debido, y prohiljía su
circulación.
Con todo esto, cada día se hacía más
insegura la situación de la Provincia.
Atribuía el {)uel)lo todos sus males
á la desidia del Goliernador Molina en
perseguir á los falsificadores de la mo-
neda, desidia y desprecio que el pue-
blo creía confirmada por la lentitud
con que se hacia el resello dispuesto
por la ley del 24 de Diciembre de 1823.
La Junta, que palpaba la excitación
del pueblo, instaba al Gobierno, en 27
de Abril de 1824 á que multiplicase
las mesas donde se cambiaba la mo-
neda falsa por la antigua, y á que se
colocaran tres, por lo menos, en dis-
distintos puntos de la ciudad.
Nada bastaba ya para calmar el
descontento general.
Dos días después, el pueblo reunido
en la plaza principal en actitud ame-
nazante, pedía cabildo abierto, acusa-
ba al Gol»ernador de cómplice en la
falsiíicación de la moneda, y no temía
decirle que ha!)ía perdido la confian-
za pública.
El pueblo invadió la sala capitular
y decretó por si mismo la caída del
Gobernador, coronel, D. Pedro Molina.
He aqui ahora la descripción de uno
de los ejemplares de esa moneda que
acabamos de historiar.
Anverso — Armas españolas.
Reverso — Las dos columnas de Hér-
cules, cruzadas por la inscripción
Plus Ultra. En la parte superior, á la
izquiei'da, P; á la derecha A. (Provin-
cia.) En el centro, 4: en la parte infe-
rior, á la izquierda, M; á la derecha A
(Mendoza.) Entre ambas letras 823.
Mete;— Plata. Peso 12,010 gramos. Mó-
dulo: :>50 mni.
Enrique Peña.
RENÁN
íl) Archivo de Mendoza.
(2) Boletín de las lei/ea y decretos liel Gobierno.
Santiago de Chile.
El acontecimiento del dia es la
muerte de Renán. No queremos pri-
var á nuestros lectores de algunos
detalles interesantes sobre él. tanto
más cuanto que se ha ido al otro
mundo absuelto por el Santo Padre,
cuya bondad no le va en zaga á su
talento.
Renán ha pensado en todo, hasta
en su epitafio:
—Lo que yo he tenido siempre, solía
decir: es un gran amor por la verdad.
Quiero que pongan sol)re mí tumba:
Verüatem dilexit.
He aqui ahora el comentario que
DEL KiO DE LA PlaTA
363
«el mismo lia hecho sobre ese epi-
tafio:
—Sí, he amado la verdad; la he
buscado, la he seguido á donde ella
me ha llamado, sin mirar los duros
sacrificios que me imponía. He desga-
rrado los lazos más queridos. pAVd
obedecerla. Estoy seguro de haber
procedido bien.
Me explicaré. Nadie está seguro de
poseer la palabra del enigma del Uni-
verso, y el iníinito que nos rodea esca-
pa á todos los cuadros, á todas las fór-
mulas que queramos imponerle. Pero
hay una cosa que se puede afirmar, y
es la sinceridad del corazón, la abne-
gación por lo verdadero y el sentimien-
to de los sacrificios que .por la verdad
se han hecho. Este testimonio, lo lle-
varé alto y firme sobre mi cabeza en el
juicio final.
En esto, he sido un verdadero Bre-
tón . , . »
*
El autor de «La vida de Jesús,» ha
hecho muchas veces su retrato, en sus
libros, no sin enumerar conmuy buena
fé, algunos de sus defectos.
«Tengo entre mis defectos, ha dicho,
una especie de molicie en la comuni-
cación verbal de mi pensamiento que
casi me ha anulado en ciertos casos.
«El sacerdote lleva por doquier su
política sagrada: lo que él dice implica
mucho de convenido, a este respecto,
me he quedado sacerdote, y esto es
tanto más absurdo cuanto que no saco
de ello ningún beneficio para mí ni
para mis opiniones.
En mis escritos, he sido de una sin-
ceridad absoluta. No sólo no he dicho
lo que pienso, sino lo que es más raro
y más difícil, he dicho todo lo que
pienso. Pero en mi conversación y en
mi correspondencia, tengo á veces ex-
traños desfallecimientos. Casi nunca,
me sostengo, y salvo el reducido nú-
mero de "personas con quienes me
reconozco una fraternidad intelectual,
digo á cada uno lo que sui)ongo que
deba causarle placer.
Mi nulidad con las gentes de mundo
sobrepasa todo lo imaginable. Me
embarco, me embarullo, me enredo,
me pierdo en un tejido de inepcias.
Entregado por una especie de pariípris
á una finura exagerada, finura de sa-
cerdote, me desvivo por saber lo que
mi interlocutor tiene ganas de que se
le diga:
Mi atención, cuando estoy con
alguien, es adivinar sus ideas y, por
exceso de deferencia, servírselas"^ anti-
cipadamente.
Esto se refiere á la suposición de
que muy pocos hombres son bastante
desprendidos de sus propias ideas,
para que no se les hiera al decirles
otra cosa que lo que ellos piensan.
No me expreso libremente, sino con
las personas que sé que están desliga-
das de toda opinión y colocadas en el
punto de vista de una benévola ironía
universal.
Por lo cjue toca á mí correspon-
dencia, ella será mi vergüenza, des-
pués de mis días, si llega a publicarse.
Escribir una carta es, para mi, una
tortura. Comprendo que se quiera
pasar povviriuoso delante de diez per-
sonas, como delante de diez mil; pero
delante de una sola persona. . .! Antes
de escribir, vacilo, reflexiono, trazo
un plan para un borrador de cuatro
páginas, y frecuentemente me quedo
dormido.
No hay más que mirar esas cartas,
lindamente contorneadas, desigual-
mente torcidas por el fastidio, para ver
que todo ello ha sido compuesto en
el sopor de una semi-somnolencia.
Cuando releo lo que he escrito, me
apercibo que el trozo es muy débil,
que he puesto en él una infinidad de
cosas, de las que no estoy seguro.
Desesperado, cierro la carta, con el
sentimiento de echar al buzón, algo
que da lástima.»
*
* *
Las últimas palabras pronunciadas
por Renán en público, lo fueron el 6
de Mayo de 1892, en el banquete de la
Asociación de los estudios griegos,
donde dio con melancolía serena, esta
especie de despedida:
«Habéis querido proyectar un rayo
de luz sobre mis últimos días. Pro-
bablemente, la fiesta de hoy será la
última que yo presida. No hace más
que una hora (tales son las miserias
que me rodean) yo no sabría si podría
asistir á vuestra reunión. . .
Hay en la historia un milagro (yo
llamo milagro á lo c^ue no ha sucedido
864
Revista Económica
una vez), v es la (xrecia
mas que
antigua.
Si. cerca de quinientos años antes
de Cristo, acabó de destacarse en la
humanidad un tipo de civilización
perfecto, tan completo, que todo lo que
había precedido volvió á entrar en la
sombra.
Era en verdad el nacimiento de la
razón y de la libertad.
El ciudadano, el hombre libre, hacía
su apaiición en las cosas humanas.
La moral, fundada en la razón, se
afirma en su verdad eterna, sin mez-
cla de ficciones sobrenaturales.
El hombre, libertado de los locos
terrores de su infancia, empezaba á
encarar con calma su destino.
La ciencia, es decir la verdadera
filosofía, quedaba fundada.
El sistema mecánico del mundo
fué. por momentos, entrevisto; no se
supo permanecer en él; pero, lo cierto
es que el principio había sido encon-
trado.
Copérnico, Galileo y Newton no ha-
rán más que sacar las consecuencias
de un orden de ideas que arrebataba
á la tierra su posición central y hacía
entrever la infinidad de universo.
La vida del individuo es corta, pero
la memoria de los hombres es eterna, 1
y es en esta memoria donde se vive
realmente ... Es necesario vivir te-
niendo en vista la estimación de lo
selecto . . .
Os agradezco que me hayáis hecho
abismarme un momento, por los re-
cuerdos, en aquel aire puro de otro
mundo.
He ahí los pensamientos que hacen
olvidarlos sufrimientos y que nos con-
suelan de la vejez. ¿Veré todavía la
Acrópolis de Atenas? Lo dudo, no lo
espero. Creo que nuestras sombrías
brumas del norte serán el último ho-
rizonte que buscarán mis ojos. Pero
siempre os deberé este momento de
hermoso ensueño.
* *
Para terminar, he aquí algunos
pensamientos sueltos del eminente
Renán:
.... Perezca la Francia! Perezca la
patria! Más arriba, existe el reino del
Deber, de la Razón
... .La democracia es causa de nues-
tra debilidad política y militar; de
nuestra ignorancia y de nuestra loca
vanidad.
Por muclio tiempo aún, los aplau-
sos y el favor del público serán tribu-
tados á lo falso.
El tiempo presente es sombrío y no
auguro bien del porvenir cei cano.
Siento que mi vida es siempre go-
bernada por una fe que ya no tengo.
La fe tiene estodejjarticular, que, aun-
que desaparezca siempre obra. La gra-
cia sobrevive i3or Ja costumbre del
sentimiento vivo que se ha tenido.
AF0KI8M0SEC0NÓMIC0S Y MORALES
ÍVERSIÓX DE
* ^'
n
Los dos grados de la moral.
1er. Grado: moral superior á toda
sanción.
2°. Grado: moral sostenida por una
sanción.
El 1er. grado es la moral de los espí-
ritus elevados, de las almas dotadas de
nobles sentimientos, de los caracteres
privilegiados: hacen el bien por el bien
y porque es el bien, sin la mínima se-
gunda intención de interés. Para ellos,
la moral no es pura, mejor dicho, no
es la moral, sino cuando carece de toda
sanción, es decir, cuando no tiene re-
compensa ni castigo.
El 2°. grado es la verdadera moral
vulgar, que necesita de una sanción;
es la de la masa de los espíritus ordi-
narios é inferiores. El bien puro no les
presenta suficientes atractivos para
vencer la resistencia que oponen los
intereses y las pasiones al sacrificio
puro; para vencer esa resistencia, debe
venir una sanción en ayuda de losbue-
(1) Es propiedad de esta Revista.
DEL KlO DE LA PlATA
365
nos sentimientos de que ningún hom-
bre está completamente despojado.
La sanción puede consistir:
1». En la creencia de una vida futura
con sus penas y sus recompensas: Re-
ligión.
2". En la acción de la justicia huma-
na, civil y criminal: Estado.
:3o. En el respeto humano, en el qué
dirán, pues nadie quiere ser señalado
con el dedo: Sociedad.
■lo. En el remordimi(!nto, que es la
sanción interior; efecto de la educación
ó de la costumbre: Educación.
Probablemente, el respeto humano
es el más fuerte de esos frenos; así es
que no conviene menospreciarlo.
La dicha depende principalmente
del yo. y bien poco del no yo.
Las cosas necesarias nos son im-
puestas por la naturaleza;
Las cosas útiles nos son aconsejadas
por la razón;
Las cosas agradables ó supérfluas
responden á nuestros sentimientos, á
nuestras pasiones.
Las pasiones vencen casi siempre á
la razón; de donde resulta, que en rea-
lidad, lo agradable puede más que lo
útil.
El moralista recomienda sobre todo
lo útil; pero es muy poco escuchado;
<le donde se deduce que la utilidad
sola no podría ser suficiente para for-
mar la base de una moral social. Lo
agradable, el placer, no es vencido
sino por un sentimiento más fuerte
que todo goce material; por la abnega-
ción hacia un semejante, el sacrificio
por una idea, la sumisión á un deber.
8e han encontrado muy buenas ra-
zones para demostrar que la moral
utilitaria es insuficiente, incompleta;
pero me parece que se ha olvidado, —
(j no se ha hecho valer bien, — este ar-
gumento: que la inmensa mayoría de
los hombres pone lo agradable por en-
cima de lo útil. Una vez satisfeclio lo
necesario, pensamos en lo agrada-
ble,— nos apasionamos de lo agradable
nunca de lo útil. Fulano que gasta,
por ejemplo, 10.000 fr. en lo útil y lo
necesario, consagra 50.000 á lo agrada-
l)le. Raramente se arruina uno por lo
útil; perosí,generahnente, por lo agra-
dable. Ahora bien, lo agradable dista
mucho de ser siempre moral, á veces
es malsano, otras dañoso y, Jast noi least,
no soporta el sacriticio.
Para que un acto sea moral, no es
absolutamente necesario que lleve en
sí un elemento de privación, de sufri-
miento, tle victoria sobre uno mismo;
pero es preciso que la perspectiva de
un sacrificio proporcional no le impida
producirse.
La moral es la reacción de los senti-
mientos humanos, sociables ó benévo-
los contra el egoísmo brutal.
El egoísmo basta quizás para la con-
servación del individuo y aun de la
especie, pero no para la déla sociedad.
El progreso parece que no pueda
hacer camino sin la abnegación.
Tal escuela, ha negado el egoísmo-
La prueba absoluta de su existencia
es este hecho: que uno cree poder ha-
cer cosas que están prohibidas á los
demás.
La antigüedad ya había comprobado
que los hombres tienen, en moral, dos
pesas y dos medidas, de donde ha ve-
nido el refrán déla viga y la paja. Un:
moralista antiguo ha dicho: injurian-
do á los demás, es como uno les revela
sus propios defectos. Un embustero os
gritará: ¡tú mientes! Un ladrón os acu-
sará de que os apoderáis de los bienes
ágenos. El perezoso hablará con des-
precio de ese «¡montón de holgazanes!»
* *
La conciencia es un doble forro del
hombre que le permite verse interior-
mente, leer, por decirlo asi, su propio
pensamiento.
Ahora bien, la facultad de desaforrarse
es tanto mayor cuanto más instruido
es el hombre, cuanto más cultivado
está su espíritu y cuiuito más en cal-
ma se hallan sus"^ pasiones.
El libre albedrío depende en gran
•M
Revista. Económica
parte de la cultura intelectual del in-
dividuo, después de sus hábitos y de
sus pasiones. Antes do escoger, es ne-
cesario distinguir, y para obrar es ne-
-cesario tener la fuerza para vencer
-ciertas resistencias.
Íjus leyes, se dice, nada pueden con-
Ira las ideas. . . Es ésta una razón para
facilitarla expansión de las malas?
*
Parece que la verdad, como el pro-
;greso, no germina sino en el dolor.
Ella no aparece en toda su claridad
sino después de la crisis.
Viilgarmeníe se define la palabra
como el medio de hacer conocer el
pensamiento. Un célebre diplomático
encontró que más bien era el medio de
ocultarlo.
Estas dos definiciones se (Njmpletan,
pero quedan no más en la superficie:
por otra parte, representan el ])unto
'de vista del individuo.
La humanidad debe á la ])alabra
toda su superioridad intelectual y mo-
ral, porque solo la palabra hace posi-
ble la acumulación de las experiencias
morales, y la condensación en verda-
des abstractas de una infinidad de no-
ciones que se perderían de una gene-
ración á otra. La palabra conserva las
ideas, como el oro el valor.
Tal palabj-a encarna toda una serie
•de ideas y en lugar de tener que ma-
niobrar en vuestros razonamientos con
toda esa serie, — cosa difícil, frecuente-
mente,— empleáis la palabra compren-
siva que hace nacer esas ideas en el
espíritu de vuestros oyentes. Para
apreciar el alcance del servicio que
Í)resta una palabra, que se nos ha
lecho familiar, no hay más que procu-
rar seguir un razonamiento atestado
de términos técnicos nuevos y compli-
cados.
Las frases soTí im medio: de distraer,
de hacer dormir, de excitar, de ilusio-
nar (ó dt' engañar) á las gentes: ¿con-
tribuyen á instruií'las?
consiste en un bello pensamiento con-
tradicho por los hechos ó la naturaleza
de las cosas; aveces en palabras sono-
ras casi vacías de sentido.
*
La frase se dirige al oído, á la ima-
ginación, á los sentimientos ó á las
pasiones, más bien que á la razón.
Cuando ella le habla á la razón es me-
nos ¡)ara convencerla que para sedu-
cirla.
Hay lo que el hombre piensa y lo
que dice: estas dos versiones están muy
lejos de concordar siempre.
¿Por qué se emplea la palabra incon-
mensurablemente. tantas veces de un mo-
do incori'ecto?
Porque es larga, permite insistir y
apoyar: es como un martillo que hace
entrar la noción en las cabezas recal-
citi'antes.
Hay nmchos casos en que los morta-
les gustan más apoyar ;que resbalar
pegar duro y no justo.
¿Cuál es el espíritu más poderoso?
El espíritu de imitación.
De ahí, el efecto del meíiio ambiente,
del ejemplo. Los niños aprenden imi-
tando. Somos religiosos, patriotas, te-
nemos espíritu de cuerpo, por imita-
ción. Nobleza obliga.
El espíritu de imitación es el que
atrae á algunas mujeres europeas al
pais de los Mormones; el espíritu de
imitación es el que hace que teólogos,
propietarios y capitalistas se alisten
en las filas de los socialistas ateos y
comunistas; el espíritu de imitación es
el que hace emplear el vitriolo ó el re-
vólver, como agente de venganza.
¿Y qué otra cosa es la moda? ¿Y por
qué se fuma y se lómala copa?
Se imita á la multitud, porque es la
multitud, y se imita al original porque
hay momentos en que le gusta á uno
singularizarse. Se hacen muchas cosas
por pura fanfarronería.
Así, pues, no es necesario que el te-
rreno esté pi-eparado, para qu^' una
Es dudoso, porque á menudo la frase 1 propaganda tenga éxito. El talento, la
DEL Rio de r.\ Plata
36/
habilidad, las conjeturas harán mu-
ch< >; la naturaleza humana, el resto.
Hay verdades que está uno dispuesto
á rechazar, solamente por que se ve
sacar de ellas consecuencias exage-
radas.
Ld verdad, como el diamante, es á
menudo, una piedra bruta, cuyo valoi'
no se reconoce hasta que se pone á
la luz, por medio de un trabajo pro-
loni^ado. El talento puede, sin embargo,
dar la apariencia de una cosa preciosa
á una materia común. Bástale em-
plear un sofisma, una hipérbole, una
lisonja, ó cualquier otro medio aná-
logo.
Hay mentiras concientes y mentiras
inconcientes.
*
Atacar la verdad es malo; defenderla
mal, peor.
Es el caso de decir: De mis amigos
me guarde Dios (de mis amigos torpes),
que de mis enemigos me guardaré yo.
El buen viejo tiempo, es aquel en que
uno estaba satisfecho, cuando no tenia
ambiciones.
¡Ay! era generalmente el tiempo en
que uno era j(3ven.
Esto prueba que la dicha no consiste
en tos goces materiales, que no viene
de afuera, sino que nace en nosotros y
se contenta con poco.
*.
LOS DOMlMCOJ^Y COLÓN
RECUERDO DEL CENTENARIO
I De Kii libro inéditu)
Tomamos este capítulo de una nueva
obra, todavía inédita, del conocido lite-
rato b.jR.MonnerSans, sobre la influen-
cia que ejerció en el descubrimnto
de América, la orden dominica.
V.
Oigamos ahora á otros historiadores
para robustecer unaoi)inión que tiene
en su abono la veracidad de los he-
chos.
El P. Las Casas, dice, hablando de
las personas que ayudaron á Colón en
la corte.
«Otro fué el maestro del príncipe D.
Juan. Fray Diego Deza, etc., y en carta
escrita de su mano de Cristóbal Colón,
vide que decía al Rey que el susodicho
maestro del Principe, Arzobispo de
Sevilla, Fray Diego Deza. y el dicho
camarero Juan Cabrero habían sido
causa que los reyes tuviesen las In-
dias. Muchos años antes que lo viese
yo escrito de la letra del almirante
Colón, había oido decir que el dicho
Arzobispo de Sevilla por sí, y lo mis-
mo el camarero Juan Cabrero se glo-
riaban que habían sido la causa que
los Reyes aceptasen dicha empresa
y descubrimiento de las Indias». (1)
El P. Mora por su parte escribe.
'(Llegado Colón á San Esteban este
año de ochenta y cuatro para consul-
tar sus designios, halló en el quien
le atendiese, porqué halló quien en-
tendiese sus razones y fundamen-
tos: que florecían en él y también
eu la Universidad, todas las buenas
letras que en aquella se leían: pues
no solamente tenía maestros y cate-
dráticos de Filosofía y Teología, sino
de las demás facultades, y señalada-
mente x-Vstrologia y Matemáticas».
Apretemos aun más las ideas.
Colón «comenzó á proponer los fun-
damentos que para este tan nuevo
asunto tenía, y solamente en el con-
vento de San 'Estél)an halló quien le
atendiese», dice el doctor Fr. Juan de
Araya, «comenzó á proponer sus dis-
cursos Y fundamentos, y en solo los
frailes de San Esteban encontró aten-
ción y acogida» «afirma Remesal; y Pi-
zarro asegura que «halló allí grande
amparo en el insigne convento de San
Esteban, de Padres dominicos, en
quien florecían en aquella sazón todas
las buenas letras».
(1) Tomo I". CH-p. XXXIX.
368
Revista Económica
W. Irving, que en este punto no peca
de parcialidad alguna favorable á Sa-
lamanca escribió «con sus unidos
esfuerzos (es decir los de Deza y de
Colón) se dice que atrajeron á su opi-
nión á los hombres más profundos de
las escuelas».
Rosselly de Lorgues, famoso tam-
bién por su animosidad contra Sala-
manca, dice: «La digna actitud tomada
por Colón ante la JÍmta hizo que mu-
chos de los conventos se sintieran
atraídos hacia él, y que el catedrático
de filosofía (sic) de San Esteban Fr.
Diego de Deza saliera en su defensa,
y ganara á su causa á los primeros
maestros de la Universidad. (1)
El conocido historiador Sr. Lafuente
dice por su parte: i
«El dominico Fr. Diego Deza, cate- 1
drático de Salamanca y maestro del
Príncipe D. Juan, fué el principal apo-
yo de Colón al lado de la Reina; y á
no ser por él, quizá no fuera Colón,
ni fuera España quienes descubrieran
el Nuevo Mundo».
«Casi todos los escritores más nota-
bles de aquella época y no pocos
cronistas de Indias, convienen acerca
del hecho indisputable de que el des-
cubrimiento del Nuevo Mundo por
Colón se debió en gran parte á la in-
íluencia del dominicano Deza.»
El erudito Sr. Rodríguez Pinilla en
su obra ya citada, se expresa en los si-
guientes términos: (2)
«Pero es necesario ser justos, dicién-
dolo todo; el jefe de pelea, como ahora
se dice, en aquella larga campaña,
fué el generoso, hábil y valiente do-
minico Fr. Diego de Deza, eficazmente
auxiliado por todo su convento de San
Esteban y por la Universidad de Sala-
manca. Allí reunió sus huestes el fervo-
roso dominico; allí mostró á su héroe,
llevándole siempre á su diestra y cobi-
jándole bajo la égida de su Convento;
con su palabra y por su mano encendió
el fuego de la idea en aquellos altares,
donde por entonces se rendía culto
de adoración á las ciencias; y á los cua-
tro vientos desplegadas sus banderas,
(1) Fr. Diego¡de Deza por Fr. Pedro Gerard O.P. N.—
De «El Santísimo Rosario» correspondiente al mes de
Octubre del corriente año.
1 2) Pág. 204.
dio allí la batalla en favor de los pro-
yectos del iisvegante genovés, y allí
la ganó.»
Refiriéndose á ese ilustre protector
del inmortal marino, exclama Doncel
y Ordaz: (1)
«¡Y qué protector! Porque no se con-
tentó Deza con aprobar simplemente
los tales proyectos, á una con los de-
más religiosos de San Esteban, y
algunos otros que los historiadores
mencionan, catedráticos toaos de la
Universidad de Salamanca....; no se
contentó, decimos, con hospedar á
Colón generosamente en el Convento,
antes, durante ellas y después de las
famosas conferencias, sino que, aso-
ciándose al noble, fecundo y generso
pensamiento en que germinaba nada
menos que la próxima invención de
un Nuevo Mundo para la ya enton-
ces tloreciente y poderosa corona de
Castilla; fué con Colón á la corte, re-
comendó eíicacísimamente su ])royec-
to, y le presentó á los Reyes, encare-
ciéndoles con elocuente interés la
conveniencia y hasta la gloria de
aceptarlo. En suma, aun Vlado que
Deza hubiera quedado solo en la de-
manda, lo que pensó de Colón, lo que
hizo en su obsequio antes y después
de las Juntas, la poderosa influencia
que, por su alta posición, interpuso en
la corte y para con los Reyes mismos,
todo eso ¿no vale, por lo menos tanto,
como la fría y estéril aprobación de
los demás vocales, por más conformi-
dad que hubiera resultado de la con-
troversia»?
Y más adelante cita las siguientes
palabras de la «Reseña histórica de la
Universidad de Salamanca» que se
publicó con carácter oficial en 1849; y
fué antes remitida á la Dirección
General de Instrucción Pública en
2 de noviembre de 1848. Entre otras
cosas dice así: «Sepa España de una
vez y el mundo entero, que los filó-
sofos de Salamanca aprobaron la idea
de Colón, y que el descubrimiento de
una raza ignorada se debió á su pene-
tración como divina, al apoyo caballe-
resco del Guardian de Paios , á la
nobleza de Isabel I, á la aprobación de
los cosmógrafos de Salamanca, á la ge-
(1) «La Universidad de Salamanca ante el tribunal
I de l;i historia» — Pág. 32 y siguientes.
DEL Rio de la Plata
369
nerosidad del convento de Dominicos
de San Esteban y al tesón incontrasta-
1 )le con que el maestro Deza, fraile suyo,
■ y catedrático de Prima de la Univer-
sidad, desembarazó de obstáculos la
expedición más gloriosa que han visto
los siglos. Y cuenta que aunque ten-
gamos placer en confesar que el maes-
tro Deza, como director de la educa-
ción del Príncipe D. Juan, contribuyó
■más eficazmente que la Universidad
á la realización de la empresa, cree-
mos que la honra del convento de
Dominicos, incor^jorado á la Univer-
sidad y á la de su prohombre, Cate-
drático de Prima de Teología de la
Universidad Salamántina, son entera-
mente nuestros». Y concluye con es-
tas notabilísimas palabras». Resul-
ta demostrado con toda la certidum-
bre con que puede demostrarse una
verdad histórica, que el descubrimien-
to del Nuevo Mundo se debió al numen
de Colón, á la aprobación de la Uni-
versidad de Salamanca y á los esfuer-
zos perseverantes y eficaces del Cate-
drático de Prima de Teología de la
Universidad, el eminente Fr. Diego
de Deza».
El erudito historiador franciscano
Fr. José CoU en su obra «Colón y la
Rábida» (1) se explica de este modo.
«Algún tiemblo después, durante el
invierno de 1486, á 87, y por insinua-
ción, como algunos opinan, de la mis-
ma reina, se presentó Colón en Sala-
manca, cuya Universidad con tanta
razón era llamada la Atenas españohi;
y en el convento de San Esteban, de
ia Orden de nuestro Padre Santo Do-
mingo, á cuyas sesiones concurrieron
gran número de doctores de aquella
Universidad, se discutió detenida-
mente el nuevo sistema; y aunque la
inayoría de aquella docta asamblea
(jpinó de un modo contrario, con todo,
los Padres Dominicos lo defendieron
con vigor, primero en el seno de aque-
lla pléyade de sabios, y después en la
corte; todo lo cual, dio por resultado
que la reina, no sólo no despreció á
Colón, como era de temer, sino que
le dio muy favorables esperanzas, vi-
niendo poco después á admitirlo en
su servicio.»
en
Y finalmente D. Emilio Castelar
su obra ya citada dice:
«El padre Deza oía con arrobamien-
to á Colón, y confiaba en él y en Dios
revelador con viva fe. Los frailes do-
minicos le trataban como á un berma-
no más, y le asistían en sus dolores
con los consuelos debidos por una
grande amistad, y con los manuscritos
de una biblioteca escasa en impresos
todavía, por no haber pasado ni medio
siglo siquiera tras el hallazgo de la
imprenta.»
LA TÜATA DE NEGROS
Y EL Rio de la P l a t a
X.
El precio de la adquisición de los
negros en África, ha variado según las
épocas, y se ha diversificado según
la mayor ó menor distancia de los
puntos de embarque; así como fueron
perfeccionándose los detalles de las
operaciones.
Al iniciarse la trata en vasta escala,
algunas varas de género común ó un
aiícra de aguardiente, bastaban para
obtener, en el interior de la Guinea,
un negro joven, robusto y en las me-
jores condiciones, pero el artículo se
encarecía por los intermediarios, los
gastos y los riesgos del transporte
basta las puntos de los mercados de
la costa, llegando á triplicarse. Se-
giin Falcónbridge (1) en 1749, el precio
(le un negro en la Costa de Oro, se
calculaba' en diez libras esterlinas, que
se entregaban en diversos artículos, y
no en dinero. Este era el precio más
alto, pues, según H. Scherer, (2) por un
negro de veinticuatro años sin defecto,
se pagaban diez libras, mientras que
solo siete libras por una negra de
menos de veinte años. Los interme-
diarios, según el mismo autor, que
pagaban esto, eran negros mahometa-
nos, subiendo el precio abordo, de un
25 %, á lo que había que agregar de-
terminados regalos á las autoridades
africanas.
(1) Cap. XII pág. 183 y 183.
(1) Ari Account of the slave trade, Londres 1788.
(2) Historia del comercio de todas las naciones.
370
Revista Económica
La compra en artículos, originaba,
naturalmente, dificultades páralos ne-
greros que deseaban hacer su provi-
sión de esclavos, no siendo fácil pre-
veer de antemano el artículo que acci-
dentalmente pudiese dar mayor bene-
ficio en el cambio, lo que indujo al
sentido práctico comercial de los
ingleses, á establecer en los puntos
principales de trata, grandes almace-
nes bien provistos, donde los capitanes
que iban por negros pudiesen proveer-
se por dinero de los artículos necesarios
para la permuta de esclavos. A esto se
unía todo género de fraudes, como el
mezclar agua con el aguardiente, usar
falsas medidas y dar la pólvora en ba-
rriles de doble fondo; fraudes que
según el autor que acabamos de citar
devolvían los negociantes africanos,
tratando de ocultar los defectos de los
esclavos que tenían en venta; y de
esto nació una escrupulosidad de parte
á parte, así como la apreciación de
relativa honradez en tan inhumanos
como inmorales traficantes. Los negros
se ingeniaban los medios de verificar
la calidad y cantidad de mercaderías
que se les entregaba, mientras que los
negociantes europeos sometían á pro-
lijo análisis el ganado humano (|ue se
les ofrecía, examinándolo, pieza por
pieza, de los pies á la cabeza, y some-
tiéndolo á todo genero de pruebas, que
pudiesen revelar defectos orgánicos ó
disimuladas dolencias, pagando solo
la mercadería según su calidad; prue-
bas en las cuales los esclavos estaban
interesados en favorecer á sus vende-
dores, pues cualquier falta en la desi-
mulación de un defecto, que pudiese
perjudicar á su amo, traía consigo los
mayores rigores.
H. Scherer, agrega algunos otros
detalles, que sirven para caracterizar
aún más. la inhumanidad con que se
procedía. «A fin de aumentar el valor
de las mujeres se les quitaba, antes de
la venta, sus hijos de j^echo, los que se
les devolvían enseguida, y el compra-
dor engañado los tiraba, generalmente
en el mar ó sobre la playa. Concluida
la compra-venta, los esclavos eran
marcados; se les imprimía, con un
hierro caliente, sobre el pecho ó sobre
los brazos, las marcas ó las cifras de
la compañía ó del capitán».
Esta no es una inhumanidad surgida
con la trata de negros. Establecida la
esclavitud, la marcación de los seres
humanos reducidos á este estado, pa-
reció un liecho tan natural como la
usada con el ganado á fin de asegurar
el sagrado de la propiedad; y la Tegis-
lación de la madre patria, no solo la
había autorizado antes de esa época,
sino que, no obstante la tendencia be-
névola de los reyes de España en sus
disposiciones respecto de los indios de
América, se autorizó el marcar en la
cara, con hierro ardiente á los indios
araucanos reducidos á la esclavitud,
de modo á hacer más fácil la persecu-
ción de los prófugos (1).
XI.
Cassing, combatiendo la trata de los
negros, calificó con exactitud, los ex-
tremos á que la codicia individual lle-
gaba en el transporte de los negros
de África á las colonias Americanas,
al decir que «un buque negrero, es la
más grande reunión de crímenes en el
más pequeño espacio».
La única limitación que conocemos,
establecida respecto de las condiciones
de transporte de los negros, es una in-
glesa, que limitaba á cinco los escla-
vos que se podían transportar en cada
tres toneladas, pero esta restricción no
basta para confirmar sentimientos hu-
manitarios en la legislación inglesa
imperante, puesto que, al mismo tiem-
po, ella exigía, como mínimum para el
transporte de tropas dos toneladas para
cada tres hombres, de donde resulta
que autorizaba á llevar quince esclavos
en el espacio en que se juzgaba no po-
derse llevar, en ningún caso, más de
nueve soldados. Esta disposición, sin
embargo, no se cumplía en la práctica,
pues como lo observa Lord Palmers-
ton en su célebre discurso, los capita-
nes «llevan la cuarta ó tercera parte
de negros más que su navio puede
contener, semejante al cálculo mate-
mático que se hace cuando al cargar
vino en una nave se cargan unas ba-
rricas más, destinadas á compensar la
pérdida que resulte por la evaporación
ó la avería: pues el capitán sabe perfec-
tamente que morirá un gran número
de negros de los que forman su carga-
(1) Solórzano— Monarquía indiana
DEL Rio DK L\ Pl.ATA
371
mentó, sucumbiendo los más por la
tristeza, otros por el cambio de régi-
men, y mochos por asíixia» .
Describiendo un buque negrero,
agrega Lord Palmerston, «que en él
un negro no ocupa más espacio que
el que ocupa un cadáver en un ataúd»,
mientras que según otros, «se los
acondicionaba como arenques», en
todo lo cual no hay ninguna exagera-
ción. La bodega de un buque negrero
se dividía con tablados que llegaban
á no tener más que dos pies de altura
y en ellos se almacenaban los esclavos
atados de dos en dos por un pie y una
mano, sugetándoios, además, á las pa-
redes ó tablados del buque, ó por una
barra. En tan reducido espacio, no
podían ni sentarse ni cambiar de pos-
tura, sucediendo á veces que un fuerte
movimiento del buque los hiciese caer
los unos sobre los otros asfixianilose
muchos.
Cesar Cantú, refiere (1) que en «la
Sociedad de moral cristiana de París.
un señor Stael, presentó, en 9 de Enero
de 1826. las cadenas que se fabricaban
enNantes para los buques negreros, y
una enorme barra de hierro apenas
pulimentada, con la cual, durante los
dos meses de la travesía, aquellos in-
felices tenían apretados los pies, obli-
gándoles á estar sobre las infecciones
del vómito y de la disentería.»
Durante el viage, el alimento consis-
tía en un poco de igname y de porotos
y un medio litro de agua, lo que se
repetía dos veces por día. «Cuando el
tiempo era bueno (2) la comida se les
daba sobre el puente, donde se les
obligal)a á bailar con las cadenas para
dar flexibilidad á sus miembros entu-
mecidos. Se azotaba sin piedad á los
que rehusaban hacer ese ejercicio.
La tercera parte del cargamento moría
en el camino ó en los primeros días
de la llegada.»
H. Scherer calcula en 25 % la mor-
talidad en el viaje debido á falta de
capacidad en los buques; M. Buxton
(3) para dar una idea de las pérdidas
en la travesía, fcita el caso del bergan-
tín español «La Cristina», apresado en
(1) Historia universal.
(2) De Clarigny— Suppressiou de la traite— R«vu« des
Denx Mondes, 1855.
(3) The african Slave-trade Ix)ndreB 1839.
1831, y que de :íi84 esclavos había per-
dido, de viruelas, 132; y el brík español
«Midas», que de 562 negros, sólo con-
servaba vivos 369. Ya hemos visto que
según el asie,nti> celebrado por España
en 1652 con el portugués Antonio lio-
driguez de Elva, se admitía, como caso
corriente, durante el viage, una mor-
talidad de un 30 %, y al historiar la
trata de negros en el ÍRío de la Plata,
hemos de ver en algunos casos, enf)r-
memente excedida esa proporción.
Lord Palmerston agrega los siguien-
tes datos para demostrar la inhuma-
nidad de los capitanes negreros. «Nun-
ca se atiende, dice, si han espirado los
moribundos para tirarlos á la mar;
algunas veces se arroja á aquellos que
se" ha desesperado de salvar. En el
año 1783, un tal Collingwood transpor-
taba un cargamento de esclavos á la.
Jamaica; el navio perdió la ruta, y
escaseaban agua y víveres. Sabiendo
que sí los negros morían de desfalle-
cimiento, los armadores perderían la
prima del seguro, en tanto que tendrían
derecho á ella si se probaba que ].t)r
un suceso de mar había sido preciso
sacrificar el cargamento, el capitán no
titubeó en arrojar á las olas 132
negros.»
Él arrojar parte de la carga huma-
na al agua, era cosa corriente, cuando
se hacia necesario aligerar el buque.
El espíritu se subleva ante cua-
dros como los que acabamos de trazar
y que son un desdoro para nuestra
época; pero si se refiexiona un poco,
hay que convenir en que todos estos
alentados son la consecuencia lógica de
la acción de la fuerza económica indi-
vidual, ejercida sin las limitaciones
que r. sguardan los derechos huma-
nos. Aiin desde el punto de vista
darwiniano la lucha individual, para
que pjeda ser hipotéticamente bené-
fica, debe presuponer la igualdad de
condiciones, como se exige en toda
lid leal. El que se presenta armado con
los dones de la civilización frente á
los hombres de condiciones primiti-
vas, como el que viene a¡ mundo ampa-
rado por la fuerza del capital frente á
las clases proletarias, tiene una supe-
rioridad que no le es ingénita, pero,
mediante la cual, fácil le es derribar
y mantener en la sugeción, al que
pueda serle naturalmente superior.
372
Revista Económica
1 )e ahí diversas gradaciones del abuso
<lel hombre sobre el hombre, que si
bien la elevación de espíritu trata de
moderar, el interés individual no
i'efrenado, lleva fácilmente á los últi-
mos limites, y los impone creando un
estado de cosas en el cual aparecen
confundidos el interés social y hasta
el buen sentido económico, con las
enormidades que la fría razón repele.
Por mas cruel que parezca el modo
de transportar los africanos á las
colonias de América, la libre. com})e-
tencia que se presenta como el pala-
dium del progreso en las sociedailes
modernas, lo "im{)onia, de tal modo
que seria de seguro arruinado el capi-
tán negrero que quisiese transportar
esclavos en las condiciones que lioy
se exigen para la conducción de emi-
grantes. Todos los demás detalles, eran
igualmente la consecuencia lógica del
ejercicio de la competencia. Por otra
parte el abuso en la explotación del
hombre, por los que el azar colocaba
en situación predominante, se hacía
gradualmente natural i)ara los que lo
practicaban, endureciendo sus íibras
humanas en la proporción en que la
competencia lo autorizaba y lo exigía.
La confirmación de esto la hallamos
en nuestros días por poco que obser-
vemos. Establecida la competencia de
fábrica á fábrica, hay que reducir pro-
gresivamente los salarios, y cuando
no alcance el trabajo á atender el
sustento de los operarios, hay que
agregar los tiernos hijos al yugo á que
están uncidos sus padres y sus madres.
Sigue la competencia, y si se la deja
hacer, tendrán la palma de la victoria,
los que después de disminuirlos sala-
rios, aumenten las horas de trabajo,
volviéndose las imposiciones anti-
humanitaiias, la ley inexorable de la
lucha individual ilimitada. El fabri-
cante que no lo observe cae y la grey
del trabajo tiene asi que ir fatalmente,
en manos de los que no vacilen en
hacerles la nueva imposición, como
tenían que ser librados los negros afri-
canos á los capitanes menos humani-
tarios, que, con el régimen del dejar
hacer al egoísmo individual, eran los
que debían abarcar el negocio.
Una reciente ley francesa, que hace
responsables á los dueños de fábricas
y de minas de los accidentes que se
produzcan á consecuencia del empleo
de maquinarias y aparatos cuyo estado
ponga en peligró la vida de los opera-
rarios, castigando con indemnizacio-
nes á favor de los individuos ó de sus
familias, cuya desgracia se provoque,
en cambio de economizar en renova-
ción de utillage, es una prueba mas de
cómo el espíritu mercantil ilimitado,
puede contrariar los principios huma-
nitarios y cómo es necesaria la acción
del Estado, para la defensa de estos.
BOLETÍN BIBLIOGRÁFICO
El socialismo cristiano.^ por Enrique
Joly. Esta obra es de combate y está
llamada á hacer mucho ruido. Hoy
que todas las confesiones reclaman
para sí el socialismo, el autor le contes-
ta este derecho al cristianismo y al ju-
daismo, combatiendo por consiguiente
el socialismo del señor Mun y el de los
protestantes franceses.
Según el señor Joly, ni la Biblia ni
los padres de la Igiesia, les dan el
derecho de erigirse en precursores del
socialismo.
Henrik Ibsen y el Teatro contemporáneo.
[)or A. Ehrard. El autor nos hace co-
nocer en esta obra, clara y profunda-
mente, el carácter de casi todos los
personajes de Ibsen. El autor no se
contenta sólo con admirar el genio
del escritor escandinavo, sino que le
comenta y le explica, llevando al lector
de la mano y iiaciéndole gozar de las
bellezas literarias del fecundo autor
de los Révenants.
Soplos nuevos, por Juan Honcey. Son
cuatro, el soplo religioso, el moral, el
estético y el social. El autor desarro-
lla estas ideas de un modo ingenioso,
valiéndose de metáforas poéticas, di-
chas con estilo encantador, que hacen
que se lea con gusto un libro, cuya
importancia y seriedad se impone.
Le Imterie sociali in Italia, loro utilitá, ori-
giiie. di/fustio)!,. con progetto di staíuto e pros-
DEL Rio de la Plata
peiio di tutle le laiterie italiane., por Ercole
Bassi. El estudio del señor Bassi ha
sido premiado en la exposición inter-
nacional de las fúl)ricas de queso de
Pavía (1890) y ha obtenido una meda-
lla de oro en la exposición nacional
de Turin de 1890. Contiene una des-
cripción completa de las lecherías
cooperativas de Italia, consejos sobre
el modo de establecerlas, organizarías
y vulgarizarlas, un proyecto de estatu-
tos para una lechería social, etc., etc.
El autor asegura que la cooperación
ha sabido conquistar rápidamente,
con sus mágicos resultados, el espíritu
y el corazón de los pueblos: anda ya
de boca en boca, por todo el mundo, un
eco de dulce promesa parala libertad
de los trabajadores, siendo este un
medio de evitar las crisis y de poner
en buen camino la cuestión social.
Naturalmente, el autor considera á la
mayor parte de los intermediarios como
verdaderos parásitos, que se [reservan
para ellos la parte del león. Con tal
que los intermediarios de la coopera-
ción,— porque los tendrá seguramen-
te,— no saquen para sí la parte del
zorro. . .. eso os todo lo que deseamos.
373
The personal righis association: its woorJc
and influence. Pewtress y C'"»., ed. Lon-
don. Este opúsculo contiene extrac-
tos de los discursos pronunciados en
las asambleas anuales de la asocia-
ción de los derechos personales, por
Stansfeld, H. Spencer. Mac Laren, Ja-
cobo Brigth, Stephens, Hopwood y
otros miembros notables de la asocia-
ción. La Asociación de ¡os derechos persa-
nales fué fundada en 1871, con el objeto
de defender la libertad contra los avan-
ces incesantes de los fabricadores de
leyes. Esta sociedad estudia y critica
las leyes existentes y propone las en-
miendas cuando las cree necesarias;
también examina lasque se proponen
diariamente á fin de ilustrar al público
sobre la oportunidad de adoptarlas ó
rechazarlas. La asociación se opone,
tanto como puede, á la extensión abu-
siva de la legislomania, que sise la de-
jara hacer, pronto convertiría á la so-
ciedad en un presidio, ó por lo menos
en un cuartel ó convento; que subleva
y atízalas luchas éntrelas clases; que
restringe cada día, más y más, la liber-
tad individual, y que por medio de sus
inspectores, oficinas de estadística,
etc., etc.. nos conduce á una extensión
indefinida déla policía, del espionaje;
de los poderes inquisitoriales. La
asociación publica un diario y extrac-
tos sobre las cuestiones presentadas á
la orden del día.
¿No valdría la pena de hacer algo
parecido entre nosotros?
El arbitraje internacional^ por Fernando
Dreyfus. En la i)rimera parte de este
libro, el autor traza la historia del arbi-
traje internacional desde los tiempos
antiguos hasta el Congreso de Viena,
con tanta precisión como rapidez é
interés. Esto era necesario para venir
á la época presente, en que las ideas
sobre la paz universal se acentúan
cada vez más y más. Si es cierto que no
se suprimJrá la guerra, sin creerla divi-
na como antes, no lo es menos también
que hoy domina un sentimiento de
justicia benévola en todas las naciones
civilizadas. Y como lo recuerda elo-
cuentemente, el señor Federico Passy
en el prefacio puesto al libro del señor
Dreyfus, no hay que dejar de repetir
con Kant: «La razón no dice que la
paz perpetua llegue á realizarse en
su día, esto no le concierne. Pero si
dice que es necesario obrar como si
esa paz debiese ser realizada en su
día, y esto solóle concierne.»
*
Explicación y crítica del nuevo Código de
Comercio de la RepíMica Argentina^ etc., pw
el doctor Lisandro Segovia — (Buenos Aires,
1892— Editor: Félix Lajouane). El au-
tor de esta obra, acaba de conquistar
un lauro más en la república de las
letras: son conocidos sus trabajos críti-
co-legales, habiendo merecido alguno
de ellos los honores de la traducción
al francés.
La nueva publicación que hoy da á
luz es un extenso y bien meditado cur-
so de derecho comercial. El autor
ha aglomerado todo lo más mo-
derno que se ha escrito sobre la mate-
ria, en las naciones que marchan á la
cabeza del progreso social. Como una
prueba déla labor que representa esta
¡74
Revista Económica
obra baste decir que consta de 8 tomos
en 4°. de oOOpáos. cada uno; que el Có-
dioo de Comercio, que aparece íntegro
en el texto, contiene 1.611 artículos, y
que el autor los ha comentado, expli-
cándolos extensamente, en 5.087 notas,
de tipo pequeño y compacto.
Como lo dice el autor en el prólogo,
sumisión se ha limitado á criticar con
franqueza y con altura todo cuanto ha
creído criticable, dejando á un lado el
entusiasmo patriotero que ni calie ni
tiene razón de ser en trabajos de la
índole del que nos ocupa.
Domina enloda la obra un espíritu
de análisis, que no deja dudas al que
tiene que consultar un punto cualquie-
ra de los contenidos en el Código,
haciendo de ella un texto indispensa-
ble en el gabinete de todo hombre de
leyes ó perteneciente al Comercio.
Felicitar al autor y al jiaís por una
obra, que tanto honra al uno como al
otro, puede parecer banal; pero una
labor tan inteligente es una tentación,
— y como noscomjilace liarcrlo. (pieda
hecho.
CRÓNICA m LA QUINCENA
Ndvii'mbrr 20 de 1802.
El mundo político argentino fué sor-
prendido días pasados con un reporta-
ge,— anunciando que el general Roca,
Jefe del partido Nacional había resuel-
to retirarse, deíinitivamente, de la
escena, volviendo. ])Oi' decirlo así, á la
vida privada.
* *
Vn hecho de tanta significación
debía producir y ha producido, en
efecto, algo así como un trastorno
en los partidos y en los círculos mili-
tantes.
Xo es de la índole de nuestra pren-
sa periódica contentarse con lo osten-
sible,— así es que, con raras excejjcio-
nes, casi todos los diarios }»oliticos no
le lian dado á las díMdaracioiics del
general Roca ni el alcance ni la tras-
cendencia que á nuestro juicio com-
portan. Penetrando en su fuero in-
terno, temerariamente, los unos han
sido irónicos, los otros desconfiados.
Nosotros vemos, sin embargo, en aquel
acto, tan significativo, una pruel>a más
del tacto político del distinguido hom-
bre de estado; y, porqué no decirlo,
una manifestación clásica de que su
patriotismo, tantas veces eficaz, se da
perfecta cuenta de las exigencias de
la actualidad.
La é})oca es de evolución y de trans-
formación.
El general Roca cree que el orden
de cosas fundado, por lo que se llamó
«política del acuerdo», necesita apoyos
fieles y durables,— y que la oljra rea-
lizada es Ijuena.
El general Roca, cree algo más:
— cree, y es injusticia haberlo pues-
to en duda y no haber encontrarlo
ahí la clave de su conducta, que las
cuestiones se transforman, que los
nombres pierden su valor; pero que
las viejas cuestiones y los viejos nom-
Ijres, son nada, ante las tendencias y
las voluntades. Y, considerándose,
no un estorbo para los suyos y sus
afines, sino un pretexto para los in-
transigentes ha querido espontánea-
mente, quitar el pretexto y dejar á su
partido, dividido por cuestiones domés-
ticas, reorganizarse ó transformarse
dándose una nueva constitución sin su
ingerencia. Todo su concepto político
estriba en eso. No saldrá pues de su
retiro, sino en el caso de una guerra
extranjera, probabilidad remota, oyen-
do la anarquía en armas á golpear sus
puertas. En aquel caso, ya se sabe que
su espada es cíe la Patria; en este, sus
antecedentes y su solidaridad le desig-
nan de antemano su puesto de comba-
te.— al lado tlel íi,ol)ierno leual.
Como consecuencia de la determi-
nación del general Roca, determina-
ción irrevocaljle, que estamos seguros
será completada renunciando su pues-
to de senador, en breve tiempo, los
círcul<)S disidentes del mismo i>artido,
— nos referimos al i)artido nacional, —
han ad(j})tado un modus vivendi, tenden-
te á su[)rimir asjiei^e/as: y los hombres
DEL llio jjE LA Plata
influyentes y autorizadus de uno y otro
lado buscan las fórmulas y los procedi-
mientos,— que traduzcan en un liecho
concreto este pensamiento: la trans-
formación, reorganización y consolida-
ción <iel partido nacional, dando asi
acceso á todos aquellos (jue por motivos
diversos estuvieran alejados de su seno.
en los últimos tiem[)Os. y no sólo á
estos elementos sino á todos los (pie
difieran del radicalismo.
En otros términos: se quiere ensan-
char la base de resistencia á las ace-
chanzas de los radicales, cuya política
tiene que ser fatalmente revoluciona-
ria, por más que proclame que sólo
busca las reivindicaciones de las ur-
nas. La consecuencia tiene i)ues que
ser la oi'ganizaci<')n de mayoi'ias diri-
gentes dentro del radio de la Consti-
tuci()ny de las leyes, para sostener el
gol>ierno del 12 de octubre, encabezado
])or el l)r. Sáenz Peña, gobierno que
los radicales repudian, clasificándolo,
ahora como antes, de espúreo, fruto de
la imposición y del fraude.
Si lo>i poiü- parler y la ])ropaganda de
los que quieren consolida)- el partido
nacional llegasen á fracasai'. su dislo-
cación es inevitable.
En este caso se hará un gran vacío
alrededor del gobierno del 1'-;? de octu-
bre, los rarfica/e5 re coj eran los despojos
de la disgregación, y como no es posi-
ble mover los mecanismos constitu-
cionales sin liombres, sin partidos. —
de las divisiones consiguientes son los
radicales los que reportarán la mejor
parte.
Otras causas, económicas y finan-
cieras, á las que hay que agregar
las administrativas, no menos deci-
sivas, si no hay tacto en la elección
de los agentes de la cosa púl)lica
l)ueden darle mayor nervio al parti-
do radical. Enti'a también como factor
en este orden de ideas la situación de
algunas provincias. — cuya división,
por un semillero de motivos, las man-
tiene en permanente conflicto de in-
tereses, intereses que no es empresa
de romanos homologar si los unos y
los otros quieren persuadirse, una
vez por todas, de que la política es
la ciencia de las concesiones mutuas.
¡Sea de esto lo que fuere, el partido
radical revolucionario siih-conditioyic. en-
cuéntrase colocado en una situación
relativamente ventajosa respecto de
los que han fundado el gobierno del
12 de octubre ; porque, hoy por hoy,
su unión es un hecho, y iina verdad
innegable que el partido' nacional tie-
ne la discordia en el alma; porque
además de esto y como la lógica lo
decreta en tales coyunturas es el re-
ceptáculo de todos los descontentos, á
lo que hay que agregar una tendencia
invencible de las multitudes á seguir
á todo corifeo que diesti'amente seña-
la con el dedo á los pretendidos autores
de grandes males sociales, fruto fatal
de un momento histórico, de una épo-
ca de sofismas y aturdimientos. El
prototipo de los agitadores es el mismo
ahora que en tiem[io de Catilina. lia
talla es la cuestión y nuestras Catili-
nas no la tienen por fortuna.
Se ve, pues, que la actualidad no
es como })ara inspirar [dena seguridad
en el orden y en la paz.
Agregúese á lo dicho que hay fuei--
tes inquietudes respecto de si la polí-
tica econ(knica y financiera del actual
ministro del ramo, cuya capacidad no
l»onemos en duda, — k da la espalda al
país ó al extranjero, \)AVa encerrar todo
nuestro pensamiento en una figura.
*
Pero... se nos ocurre^ }iara concluir,
que á propósito de finanzas, bien po-
dría decirse i)arafraseando lo que
sobre religión acaba de escribir un
distinguido economista:
Si bastase hablar de religión para
ser religioso, de seguro que ningiin
tiempo sería más propicio que el que
corre. No dejamos de tratar de ella .y
cada cual se expide de una manera tan-
to más notable, cuanto más imprevista.
Somos católicos contra el papa, acla-
mando, sin embargo, su infalibilidad;
tal se erige en apóstol, en nombre de
los más iJi'ofundos sentimientos de
concordia y de caridad, y luego toen
á ensillar y á la carga, declarando,
por regla general, con los pies bien
firmes en los estribos, que no depondrá
las armas hasta después de la victoria.
Se lleva la indiferencia ó la abnega-
ción política (tan necesaria se la juzga
para el triunfo de la fe) hasta correr las
Revista Económica
candidaturas, y, si se puede, la dipu-
tación. Los periodistas se convierten
en padres de la Iglesia, y los ministros
del culto en periodistas y oradores de
Club. Realmente, es singular; pero nos
parece que se jue^a muy alegremente
una partida muy tuerte.
CRÓNICA ORIENTAL
Está á la orden del día la reforma
electoral.
Se había nombrado por decreto de
17 de Julio de 1891, una comisión com-
puesta de distinguidos ciudadanos,
con el objeto de dictaminar sobre las
líneas generales de un sistema elec-
toral que garantizase el ejercicio
tranquilo del derecho de sufragio.
Esta comisión se expidió, adoptando
un proyecto notable, preparado por
el Dr. Gonzalo Ramírez.
La Comisión de Legislación del Se-
nado, acaba de presentar otro proyec-
to de reforma electoral; y se anuncia,
para estos días, un mensaje del Poder
Ejecutivo, acompañando un proyecto
suyo sobre el mismo asunto.
Hay, como se ve, tanta actividad
ejercida con el propósito de reformar
la ley electoral, como poco interés en
el pueblo en hacer valer sus dere-
chos.
Por deficiente que sea una ley
electoral, la acción popular y la rec-
titud de las autoridades, imeden ha-
cerla prácticamente buena; mientras
que la perfección de las leyes nada
vale sin la lealtad en su aplicación
y la conciencia en el pueblo de sus
derechos.
El proyecto del J)r. Gonzalo Ra-
mírez, es quizá, como lo demostrare-
mos en una de nuestros próximos
números, uno de los trabajos de más
mérito y más lleno de novedades,
que se han publicado sobre la mate-
ria, pero, presentado como una
simple ley, y que, como tal, sería
fácilmente derogable, encuentra diíi-
cultades para su adopción, que, en su
mayor parte, no subsistirían si se
tratase, como habíase pensado, de
dar á sus cardinales bases el carác-
ter de artículos constitucionales.
Las disposiciíjiies que se consideran
necesarias para garantizar la vida de-
mocrática deben í'igurar en el código
fundamental, evitándose así que una
minoría que, en momentos de desfa-
llecimiento ó debido á divisiones pa-
sajeras, tome transitoriamente las po-
siciones predominantes, pueda, por
una simple ley electoral, privar para
lo sucesivo de sus derechos á la ma-
yoría del país.
Los antiguos refranes españoles,
constituyen un código de sabiduría.
Tómese cualquiera de ellos y veremos
confirmada á cada instante, ya en la
práctica familiar, ya en la vida pú-
blica, la verdad que encierran.
Al recorrer las páginas de estos tres
últimos años de nuestra historia eco-
nómica, hallamos plenamente justifi-
cado el dicho de que «no hay que
pedir peras al olmo», que traducimos
por el de que es insensato esperar
ninguna reconstitución mientras pre-
dominen en los consejos del gobierno
las teorías demoledoras, que por des-
gracia han logrado imperar.
Primero so emprendió campaña con-
tra el valor de todos los títulos, y so
pretexto de que es malo el inflacio-
nismo ó hinchazón, se llegó hasta anu-
larlo, arruinando todo elemento pro-
gresista y comprometiendo la vida del
Banco Nacional. La situación de prós-
pera que era, pasó á ser mala, y para
mejorarla se trabajó, hasta conse-
guirlo, para hacer talila rasa de las
instituciones de crédito nacionales,
con lo cual se alirmal:)a que ¡se resta-
blecería la confianza, sin tener en
cuenta que ésta es planta que sólo
florece en las épocas de prosperidad.
La situación empeoró, como no po-
día dejar de suceder, y en vez de pen-
sar en tonificar al país, postrado por
tan rudos golpes, la emprenden ahora
los mismos contra los valores territo-
riales, únicos restos que quedaban de
la fortuna nacional.
Las consecuencias lógicas que de
esto resultan, ya las tocamos, con la
agravación del malestar que afecta á
todas las clases sociales, y como no
DEL Klü DE LA PlATA
377
va quedando nada que derribar en el
orden económico, ya oimos indicar,
como nuevo especifico, la eliminación
del Presidente de la República; y si
se prosigue por este camino tendre-
mos que, por último, se llegará á ¡pre-
tender, con medio heroico para resta-
blecer la coníianza, que se ha venido
alejando con las demoliciones sucesi-
vas, la supresión de la soberanía na-
cional.
Este es, por otra parte, el término
lógico de tan repetidos atentados, con-
tra los cuales es deber ineludible reac-
cionar con vigor.
«El Siglo,» al comentar la suba de
los títulos orientales, en la plaza de
Londres, la atribuye á haberse colo-
cado en fuertes manos los millones
de nuestra deuda, que formaban parte
del activo de la liquidación de Baring
Brothers. El hecho es exacto, pero el
colega ingoubüista, quiere tomar de esto
pié para justificar las ventasen vasta
escala, á que está procediendo el Ban-
co Hipotecario.
La conducta anti-patriotica del direc-
torio del titulado «Banco Hi[)otecario
del Uruguay» en vez de poderse justi-
ficar con el ejemplo de la liquidación
Baring, está en completa oposición
con las ideas de los competentes ban-
queros que de ella se hicieron cargo,
y que, comprendiendo que la ventalle
los títulos orientales, en las actuales
circunstancias, hubiera traído una
fuerte baja, adoptaron el tempera-
mento de adjudicárselos á buen pre-
cio á fin de evitar una realización
forzosa.
Lo que los li(|UÍdadores de Baring
Brothers no han querido hacer con
con nuestros títulos de deuda, los
directores del titulado Banco Hipoteca-
rio del Uruguay, no vacilan en hacer
con la propiedad territorial, Ijeneíícian-
do á unos pocos, con sacrilicio de la ma-
yor parte de la fortuna nacional y de
losverdaderos intereses del estable-
cimiento que dirigen.
Sigan, si quieren, en su triste empre-
sa; pero no citen ejemplos recomen-
dables pretendiendo con esto evitar la
reju'obación pública.
Los nombres de los que no vacilan
en agravar el malestar general en las
actuales calamitosas circunstancias
quedarán gravados en la memoria
¡lopular.
•
•* *
No concluiremos la reseña de esta
quincena, sin hacer constar el hecho
(le que el gol)ierno ha tomado medi-
das tendentes á alejar la influencia
oíicial en las próximas elecciones de
Senadores, lo que importa una posi-
tiva mejora en el orden político.
-^-
REVISTA JiURSATIL
Como lo preveíamos, la autorización
de la venta oíicial del oro á plazos,
ha inaugurado una época de grandes
oscilaciones en el valor del papel,
cuando con el sistema anterior se
había conseguido una cierta noj-mali-
zación.
El cuadro del movimiento bursátil
que publicamos, da idea de las gran-
des difeTencias producidas en la quin-
cena, y que importan vm grave tras-
torno para las operaciones regulares.
En los caml)ios ha continuado mani-
festándose un movimiento de baja.
En cédulas nacionales y provincia-
les y en fondos públicos hay ima mejo-
ra general en sus precios, no sucedien-
do otro tanto con lu común de acciones
de bancos y de com[>añías particulares,
que en su generalidad se han conser-
vado á los tipos anteriores.
En la Bolsa de Montevideo ha liabi-
do mejora en los billetes del Banco
Nacional, que han subido diez puntos,
y en los títulos de deuda pública.
En cambio las cédulas continúan en
baja, así como también las acciones
del Banco Hipotecario, debido á la cre-
ciente depreciación de las propiedades,
que ese establecimiento tan impruden-
temente precipita.
Si las cotizaciones bursátiles, cuan-
do, como en el presente caso, no son
determinadas por la especulación,
pueden considerarse como un baró-
metro de la confianza que inspira en
la plaza la marcha de una institu-
ción, esa baja i3ersistente debe indi-
carle al Directorio del Banco Hip(j-
tecario lo errado del camino que ha
tomado.
378
Revista Económica
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t>EL Rio de la Plata
379
Movimiento bursátil de la primera quincena de Noviembre de 1892
BOLSA DE BUENOS AIRES
( DEL 1". AL í'> DE XOVIE.MliliE )
Ultimo precio
io'bre. 31
Metálico
Onzas
Jjibras esterlinas.
Cambios
Inglaterra .
Francia. . .
Bél!T,ica.. . .
Alemania .
Cheques
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Banco Hipot. de la Provincia— bonos,
Cédulas Hipotecarias Nacionales
Serie A (oro) 5 % de renta,
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Cédulas Hipotecarias Provinciales
Serie A (oro) 6 % de renta
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Fondos y Títulos Públicos
Fondos Públicos Nacionales de 1884.
Empréstito Nacional Interno 1891
Id. de 1892
Deuda Municijial de la Capital . .
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Revista Económica
Ulliino precio
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MAS ALTO
Acciones
BANCOS
Español del Rio de la Plata
Italia y » » » « '«i^oj
Crédito Real
Nuevo Banco Italiano
Banco de la Bolsa
Francés del Rio de la Plata
Hipotecario de la Capital (Bonos oro)
Constructor de la Plata
Id id id (obligaciones)
Agrícola Comercial
Banco Inmoviliario :
Banco del Comercio
Banco Caja de Descuentos
Comercial de la Plata
Comercial
Banco Sud-Americano
Banco Nacional
compañías
La Edificadora
La Previsora (Compañía de Seguros) .
La Primitiva (Compañía de Gas)
Gas Argentino •
Empresa del Edificio de la Bolsa
La Argentina (fábrica de papel)
Muelle y Depósitos de las Catalinas —
La Buenos Aires ( Compañía de Seguros
Compañía General de Reasegiu'os
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Telegráfico Telefónica
Constructora Argentina
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BOLSA DE MONTEVIDEO
(del 1'^ AL 15 DE NOVIEMBRE)
Billetes Banco Nacional 40 —
Títulos hipotecarios Serie D ] 25 —
Cédulas liipotecarías » A."....
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Deuda del Interior
Id. Consolidada
Acciones Banco Hipotecario
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Ultimo precio
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5 35
4 33
2^ Época — Núm. 15.
o de Dieiembre de 1892.
REVISTA ECONÓMICA
RIO DE LA PLATA
DiRscTOR: DOMINGO LAMAS
CARTA DEL SEÑOR MINISTRO ÜE HACIENDA
Gran importancia se ha dado á la
carta (jue el señor Ministro de Ha-
cienda argentino Dr. D. .1. J. Romero
dirigió coii feclia '25 de Noviembre
al señor Presidente de la República,
en la ([ue da cuenta de las cifras ))rin-
cipales del balance formado por la
Contaduría Generad, con el objeto de
establecer la verdadera situación de
la hacienda nacional, y en la cual,
ademas de emitir sus impresiones
sobre el estado íinanciero de la na-
ción el señor Ministro indica la con-
veniencia de la conversión á oro de los
billetes circulantes ni tipo de dos y
medio por uno. ojjinando que esta
operación consultaría la equidad y
las verdaderas conveniencias del país.
Este documento, en efecto, no care-
ce de interés, si bien en cuanto á datos
numéricos no contiene mas noveda<l
que la de las cifras exactas de los re-
cursos disponibles y de la deuda exi-
gible de la nación el 12 de octubre.
En cambio el informe del señor Mi-
nistro no se ocupa ni de la condición
general financiera del país, ni de los
compromisos de diverso género que
tiene la República con el exterior,
todo lo cual es esencial apreciar con
precisión para poder formar un juicio
exacto sobre el temperamento que
deba adoptarse.
Al inaugurarse, la actual administra-
ción tenía disponibles 2.417.000 en
papel y 17.004 en oro contra una
deuda exigible por letras yex'pediénte^
<le. 19.9,54.000 pesos curso legal y
:).4l9.000 en oro, no incluyéndose en
estas cifras ninguna partida de las
(jue se adeudan por servicio ordina-
rio de la deuda pública interna ó
externa, ni jjor garantías de ferro-
carriles.
Si bien figuran en el haber de la
nación, ¡¡esos 78.700.000 curso legal,
y 4.190.0i)0 oro como importe de cré-
ditos á su favor, el Ministro no los
toma en cuenta como recursos para
atender las deudas de carácter exiji-
bíe, puesto que nueve décimos de las
fuertes partidas de créditos son acre-
encias del Tesoro contra el Banco Na-
cional y que. habiéndose colocado en
la cuai4a categoría en el orden de las
preferencias de pago, por la ley que
rige la liquidación" de este estableci-
iniento. pueden considerarse como
pérdida total; y en cuanto á la parti-
da de títulos, que en su mayoría son
emitidos por la nación ó garantidos
p(jr ella, están dados en prenda 'á
acreedores cíel Estado.
La deuda púljlica interna y exter-
na de la nación, la aprecia del modo
siguiente:
En moneda curso lei^al s 48.700.000
,, „ro '. . . » 407.000.000
Las cifras de la deuda consolidada
de la nación ya eran conocidas no
solo por las relaciones que se hacen
en el país, sínó por las t]ue se publi-
can en el extranjero. En los 407.000.000
como deuda á oro, figuran los fondos
pú 1)1 icos de 4 I % de los bancos na-
cionales, de los cuales próximamente
100.000.000 están en poder de la nacion..
En cambio la nación tiene la respon-
382
Revista Económica
sabilidad de 282.009.000 de billetes y
además de la de algunas garantías
industriales, la de 84.552.27§ oro, de
capital garantido á ferrocarriles.
Estas obligaciones le imponen á la
nación el siguiente servicio anual:
En curso legal $ 1.514.000
En oro » 25 .200.000
El señor Ministro hace figurar como
pagos en oro $ 14.299.966,21 que hoy se
abonan en títulos del empréstito mora-
torias, y los pagos en metálico, elimina-
da esta partida, importan S 10.927.943,11
que es con corta diferencia, la suma
dada en el proyecto del presupuesto
jDara 1893 por el anterior gobierno, que
hacía ascender la suma á pagar en
oro como servicios de deudas á pe-
sos 10.747.943,20 y el servicio á papel,
en la misma suma en que la repre-
senta hoy el señor Ministro.
II
La ruidosa carta del señor Minis-
tro de Hacienda no adelanta como
hemos visto ningún dato en cuanto
al peso de las deudas nacionales que
no fuese conocido, y, ante la situación
que presenta, ¿qué dice? ¿qué proyecta?
Se limita á las consideraciones si-
guientes:
«De todo punto inútil, dice, sería que
repitiera á V. E. lo que la simple enun-
ciación de estas cifras demuestra por
si sola con toda evidencia, y es la im-
posibilidad absoluta en que se encuen-
tra el país de pagar esos servicios en
dinero efectivo.»
«Sabe V. E. que hoy se satisfacen
en su mayor parte con títulos del
empréstito de consolidación. Es decir,
pagamos nuestras deudas creando
diariamente una deuda mas onerosa
para la nación; sistema desastroso á
que es preciso poner término, y res-
pecto del cual el ministerio de hacien-
da, de acuerdo con las instrucciones
de V. E., se ha apresurado á iniciar
las primeras gestiones de caso.»
Que, en las condiciones actuales, la
nación no puede satisfacer en efecti-
vo el servicio de sus deudas, harto lo
demuestra el hecho de que, entre-
gándose en títulos 14.000.000 de los
25.000.000 de servicios en oro, no pa-
gándose de los 11.000.000 restantes.
1.874000 de intereses de los fondos
públicos correspondientes á las emi-
sione? garantidas, que debían desti-
narse ala quema de billetes y las
garantías de varios ferro-carriles, lejos
de sobrar recursos, y no obstante
haber producido las rentas mas de lo
que se esperaba, esta administración
se ha encontrado con un déficit de,
próximamente, 30.000.000, represen-
tado por diversos créditos exigí bles.
En cuanto á la observación de que
es desastroso el sistema de capitalizar
las deudas, dando en pago de intere-
ses nuevos títulos de 6 "/o, es, también,
otra cosa que á nadie puede ocultar-
se. Basta hacer algunos números para
encontrar que la acumulación, en solo
diez años, de los servicios comprendi-
dos en la moratoria, representaría, por
capital y nuevos intereses, 200.00Ó.000
de pesos oro.
Por abrumadoras que parezcan las
cifras de los servicios de la nación,
ellas no bastan para caracterizar el
estado de la hacienda nacional, como
corresponde hacerlo, con ánimo re-
suelto, á fin de adoptar la línea de
conducta que las circustancias acon-
sejan.
Estudiando, en el número 12 de esta
Revista, el problema financiero argen-
tino, hemos demostrado, 1" que el pre-
supuesto ordinario de gastos á pagarse
en dinero en el año próximo solo po-
drá e(|uilibrarse, sobre la base de la
renta actual, cobrándose las rentas en
oro, cuando menos, á razón de 306.30
o/o, debiendo resultar un déficit de
1.000.000 por cada diez xjun tos que de
ese precio, bajase el oro; y 2" que
quedan en descubierto todos los gastos
extraordinarios por acuerdos y leyes
especiales, los que tomando por base
las cuentas de 1891, pueden api-eciarse
en 30.000.000, ademas de capitalizarse
los 14.299.000 del empréstito moratorias-
Tomando por l)ase, como lo hicimos
para calcuar la renta, la proporción
de su producto en los tres prime-
ros trimestres de este año, y lo gas-
tado en 1891 en extraordinarios, for-
mularemos la siguiente cuenta que
demuestra numéricamente la situa-
ción:
Rentü
HABER
Oro
.. 20.830.000
Papel
11.730.000
DEL Rio de la Plata
383
DEBE
Oro Papel
Presupuesto ordinario u
pagaren dinero 11.059.225 44.658.:ití3
Servicio en títulos IJ. 299. 966,22
Leyes y acuerdos espe-
ciales 7.343.310,81 7.663. 169. .54
32 . 702 . 501 ,03 52 . 321 . 532 . 53
Convirtiendo el papel á 300 tene-
mos lo siguiente:
Recursos $ 77.220.000. (>\stos $ 150.429.035,62.
Agregúese á esto el déficit de 30
millones que resulta deduciendo los
recursos de las deudas exigibles que
había el 12 de octubre, y estará com-
pleto el verdadero cuadro que pre-
senta la hacienda nacional.
Aún cuando se suprimiesen total-
mente los servicios de deudas y ga-
rantías en dinero y en títulos, toda-
vía quedaría un déficit de 6.000.000
á compensar con aumentos de rentas
y disminuciones de gastos.
En vista de esto, ¿qué es lo que
corresponde hacer ? Tenemos ideas
hechas al respecto, y no estará de
más que repitamos aquí lo que ya
hace meses venimos sosteniendo.
«No es, lo diremos una vez mas, ni
con pequeñas economías para con los
de casa é insostenibles concesiones
para los de afuera, ni con medidas
especiales é incoherentes, ni con la
multiplicación y elevación de impues-
tos con propósitos fiscales, que se
obtendrán los medios de mejora de
la situación de la hacienda nacional.»
«Si bien, notamos el mas completo
antagonisiTio entre las exigencias de
los acreedores extrangeros y lo que
aconseja el desenvolvimiento de la
riqueza del país, hay en el fondo la
mas completa armonía en l;is conve-
niencias de todos, puesto que es solo
fomentando la producción, desenvol-
viendo las industrias y aprovechando
la fertilidad de las inmensas zonas de
tierra que existen aún incultas en
todas las provincias, que la República
podrá dominar sus actuales conflictos,
como los Estados Unidos, en sus peo-
res circunstancias, han dominado los
suyos.»
En cuanto á la supresión del servi-
cio de las deudas, á que se refiere el
señor ministro, elíano es una solución
sino un hecho desgraciado que puede
imponerse, y, para llegar á la solución
única que se presenta, no están bien
encaminados, como lo demostramos en
otro articulo, los que se preocupan de
la valorización del papel y de la con-
versión ó oro, objetivos en vista de
los cuales se tiende al régimen res-
triccionista, tan contraproducente en
las actuales circunstancias.
A TRAVÉS DEL PARLAMENTO FRANCÉS
(De un estudio sobre sobre las metamorfosis parla-
mentarias, proviene la tela de que cortamos algunas
siluetas de oradores; que no escriben sus discursos
como los de 1789 y 1815.)
Entre estos y las improvisaciones de
1871, las de 1830 y las del momento
actual, hay un abismo.
Hoy todos improvisan, hasta los
que podrían preparar, muy diferentes
en esto á los oradores de la Restaura-
ción que escribían sus discursos con
arte y los aprendían con cuidado,
cuando no encontraban que era más
sencillo y sobre todo, más cómodo,
leerlos; muy diferentes también de los
representantes de 1871 que prepara-
ban casi siempre hasta aquello que
l)odrían haber improvisado. Todos
tienen horror á la fraseología hueca y
sonora, al estilo declamatorio, á los
períodos sabiondos que huelen á su-
dor y á aceite. Su palabra limpia, su
argumentación descarnada van dere-
cho al bulto. Atacan, paran, respon-
den con maravillosa destreza y fre-
cuentemente apuntan y pegan, por
entre las junturas de la coraza.
Hoy, todavía nos gusta la elocuen-
cia; pero no nos gusta por sí misma,
y lo que nuestros abuelos llamaban
«la gran elocuencia», no nos hace feli-
ces. El agrado y el encanto no son
para nosotros más que dones secun-
darios: huimos de las cumbres y des-
deñamos las flores.
Necesitamos el nervio, la concisión
la oportunidad del modo de ser del
político inglés, una palabra fácil, vo-
luntariamente familiar, y aún, aveces,
algo vulgar, adrede, uña especie de
charla sin pretención á la tribuna,
con tal que un orador sepa decir:
«Hueve», cuando quiere decir «llueve»,
ahí tenemos ya á nuestro hombre, -y
884
Revisia Económica
p<jCo iiüs interesa cuando exclama:
«La reina se muere, la reina ha muer-
ta»— Ya eso pasó de moda, por más
que sean reminiscencias de Bossuet.
*
Tampoco es de moda liacr citas
clásicas. Hubo un tiempo, no muy
lí-'jano i)or cierto, ^en que cual(][uier
o|)inióu [>a]'ecia vacilante sí Rover —
Collard no la escudaba con su autori-
dad, en que no hal)ía discurso bueno
sin algunos fragmentos de Benjamín
Constant. Los más audaces econo-
mistas se volvían singularmente tími-
dos si no eran palenqueados por Cob-
den, Smith, Bastiat ó Juan B. Say.
Los hacendistas usaban de Corvetto
y abusaban del barón Luis. Hoy todo
eso no es más que una antigua para-
da de elocuencia averiada y de nom-
bres gastados. Nuestros oradores co-
nocen sin duda á esos grandes hom-
bres y quizás también sus obras, pero
ya no las citan. Citan á (xambetta, á
bufaure, y de ve/ en cuando invocan
la autoi'idad de Thiers; pero tan pron-
to como un retardatario ó un novicio
murmura tímidamente el noml)re de
Royer — Collard, cien voces expresan,
en formaslas más variadas, esta sini-
ple idea: «Fichez — nous la })aix!)) —
ioh! deje de emhromarnos!)
Allá, en la aurora del parlamento
en la Constituyente de 1789, ninguno
improvisó, á no ser Barnave, Cázales,
y, con algunas intermitencias, Mira-
beau. Los oradores más ilustres re-
dactaban entonces sus discursos, j
ensayal)an el efecto que producían
en un círculo de amigos íntimos. Y
no se contentaban con escribir sus
discursos, sino que también leían los
discursos redactados por otros, vinie-
ran de donde vinieran.
El mismo Mirabeau, á pesar de ser
INIirabeau, se presentó varias veces en
la tribuna con un manuscrito en la
mano, de Ramón, de Claviere, de
Dupont ó de cualquier otro ginebrino
de los que le rodeaban.
Seguti el testimonio de sus contem-
poráneos (ya yo hice en una causerie
un'a referencia sobre esto) Mirabeau.
como Moliere, se pintaba solo para
tomar su bien donde lo encontré Vja.
Apropiándose de una palabra lanzada
al través del debate, de una frase
oída, de una idea recogida en una
conversación reciente, las hacía su-
yas, las encajaba en su discurso y
sabía darles tal giro, que ni sus mis-
mos padres las conocían.
Cuandí^ la Líestau ración, volvió á
persistir el gusto por la «gran elo^
cuencia» y la palabra austera, pro-
funda de Royer — Collard es una pala-
bra escrita. «Es, dicen sus admira-
dores, el más elocuente de los escrito-
res iiarlarnentarios» — Benjamín Cons-
tant no improvisa sino con la pluma
en la mano, pero improvisa. Mientras
que el orador habla, él escribe su
respuesta, pero escribe sobre pedazos
de cuartillas siempre en desorden, y
cuando sube á la tribuna, pasa su
tiem[)o arreglándolas. El general Foy
pide mucho á la memoria y un poco á
la im[)rovisación. '■
Toílos ó casi todos los discursos de
aquella época pecan por el oropel de
una ret(írica falsa: son verdaderas
am]")lificaciones, y al releerlos, se saca
en línq)io al primer golpe de vista, que
sus autores se servían del griego y
del latín, tanto como cualquier otro
mortal.
Á partir de 1880, la elocuencia im-
provisada y la elocuencia escrita se
dividen fraternalmente la tribuna. El
diapasón baja, y á la redundancia de
un Odilón Barrot, á la hinchazón de
un Manguin. el señor Guizot opone su
palabra clara. Lamartine, su poesía,
Lacordaire su inspiración y Berryer su
irradiación y su llama: anima, calien-
ta y la electricidad se comunica en un
instante á toda la sala. Sería el i^rimer
orador de nuestros siglos, sí no hubiera
venido Gambeta á dividir con él. este
glorioso puesto.
Guizot era un discutidor. un dialéc-
tico sólido, con argumentos y razones,
y también con gracias literarias que
no eran improvisadas. Muy joven aun,
ya era un artista rnaravilloso, y, en su
primera entrevista, Mad. de Staél le
dijo bruscamente: «Quedaos en Ovchy,
DEL Pao DE LA Pj.ATA
H8Ó
y representad un papel en Andrómaca:
estoy segura que seréis un buen có-
mico». Más tarde, cuando se liallaba
en el apogeo de la gloria, Rachel ex-
clamaba, después de haberle oído: «Me
gustaría representar con este hombre.»
Pero el orador moderno no es el se-
ñor Guizot; lo es Thiers, que fué el pri-
mero que dio á la elocuencia parlamen-
taria el tono de una conversación
familiar, espiritual y viva. Tenía hor-
ror al vacío, como la misma naturale-
za y fué un desapiadado re^;e«toáor de
odres, de cosas infladas. No detestaba
uienos la declamación, la retórica,
pero apreciaba mucho la destreza, la
malicia, la verbosidad. Su palabra es-
l)iritual, sin pretensión é irónica sin
exceso no forzaba el tono: reemplaza-
ba por una palabra las demostraciones
excesivas y por una frase incisiva los
movimientos oratorios.
Thiers ha dejado discípulos, uno de
los cuales, el señor Dufaure, fué casi
su rival. Aquél era terrible, muchas
veces arrancaba el bocado; hacia trizas
á su adversario ó lo engullía como
si fuera un pollito.
En 1871, algunos jóvenes parlamen-
tarios quisieron resucitar no la gran
elocuencia, enterrada por Thiers, sino
la elegancia. Sólo consiguieron hacer-
se notar por el arte, más que por la ins-
piración. Ya este género se ha perdido.
Los últimos representantes del viejo
sistema han desaparecido, uno á uno,
y hemos visto caer, con Luis Blanc y
Madierde Montjan, sus postreros res-
tos. Los otros hablan una lengua cla-
ra, exactcL á veces un poco seca. En
las grandes batallas sus discursos bre-
ves y cerrados se parecen al chis-chas
de los floretes.
El señor Clemenceau tiene una elo-
cuencia áspera, silbante é hiriente:
sus mejores discursos tienen cierto
aire de o[)eración quirúrgica.
PYeycinet posee una palabra sabia
que se imjH'egna de miel, al pasar por
sus labios. El trabajo de toda su vida
lia heclio de él un improvisador, siem-
pre dis])uesto á todo, que no necesita
ni de un documento ni de una nota.
Pocas palabras le bastan para expre-
sar un pensamiento, y acostumbra
decir cpie el problema más intrincado
puede ser resuelto en un cuarto de
hora, y que nadie es orador, sino á
ese precio.
León Say sobresale en sus conver-
saciones, á la vez espirituales y ligera-
mente excépticas, en las que es permi-
tido decir todo y en las que se dice
todo. Es el más divertido hablador de
millones del mundo conocid(j, y queda
sin rival, desde la muerte de ÍPouyer-
Quertier, igualmente hábil en jugar
con las cifras, que había aprendido su
oficio en la misma escuela de brujería.
El señor Constants es un humorista
que ha descubierto el secreto de hacer
divertida la política y un iiteador sin
igual, que lo deja al adversario nada
menos que en cueros, con tres pala-
bras que tienen todo el aire de un cum-
plimiento.
Y muchos más podríamos nombrar,
por ejemplo; Ptibot, lógico cei-rado, fir-
me y pulido, cuyo vigor concentrado
lleva siempre su esfuerzo al punto re-
querido; Goblet que habla una lengua
elegante y fácil; Rouvier, para quien
el presupuesto no tiene secretos; (tam-
poco los tiene para nadie cuando él
habla del presupuesto); Julio Simón,
gran orador y el más flexible de los po-
lemistas, y veinte más todavía; pero
temeríamos someter á pruebas muy
prolongadas la modestia jiarlamen-
taria. ,
*
* *
Para concluir con dos palabras más,
la mayor parte de los oradores france-
ses, improvisa; algunos preparan sus
discursos por respetos propíos y por
respeto al auditorio; otros, muy ])Ocos,
son lectores, economistas, casi siein-
pre y de vez en cuando un ultra-socia-
lista. Verlos subir á la tribuna y
empezar á abandonar el recinto ó á
bostezar, es todo uno.
* *
Pensamos que estas notas pueden
ser utilizadas por algunos oradores
argentinos, particularmente por los
que rehacen sus discursos sobre la
versión taquigráfica; y por aquellas á
quienes hay momentos en los cuales,
886
Revista Económica
no obstante cierta galanura de frase,
clá ganas de recordarles. . .
«Anda desempolvando manuscritos
Para luego dejar la gente absorta
Con citas y textos eruditos.»
LA TRATA DE NEGROS
y EL Río DE LA Plata
XII.
Hemos visto como no mejoraban las
condiciones de los negros, al pasar de
las manos de sus cazadores en África
á las de los capitanes europeos que
los transportaban á América: y vere-
mos ahora como no se suavizaba su
destino una vez llegados al Nuevo
Mundo. Se cambiaba el escenario, y
ellos pasaban de centros de civiliza-
ción rudimentaria á los que estaban
bajo el dominio directo de la mas
adelantada; pero una cosa subsistía,
que no permitía ningún cambio fun-
damental en sus tristes condiciones,
que era el hecho de entregarse el
hombre á la explotación del hombre,
convirtiendo unos en materia de co-
mercio de otros.
La acción del interés individual,
una vez traspasados los límites de
los derechos humanos, debía produ-
cir, en una y otra parte, idénticos
frutos.
En África, una vez olvidados los
sentimientos humanitarios, las exi-
gencias del lucro individual llevaban
á cazar los negros con todo el rigor
con que se cazan los tigres para apro-
vechar su piel ó los elefantes á fin
de obtener el apreciable marfil de
sus colmillos. Para los capitanes ocu-
pados en la trata, el negro continua-
ba siendo un mero artículo de comer-
cio. Cuántos mas se podían estivar
mejor, y el límite de este más lo
determinaba, no la comodidad, la hi-
giene, el respeto que la criatura huma-
na debe infundir, sino los consejos
del mayor lucro inmediato que la
libre competencia hace predominar
y que, considerado desde su estrecho
punto de vista, viene á constituir
una ley natural.
Los que, traídos en esas condiciones,
podían llegar á América no logra-
ban una mejoría en su condición,
pues venían destinados á satisfacer
los deseos y las necesidades de los
colonos que. mas bien que sectarios
de la igualdad y apóstoles de los dere-
chos humanos, estaban dominados por
los intereses egoísticos y por las exi-
gencias que imponía un ói'den econó-
mico, en el cual los negros no debían
ser mas que simples máquinas de
trabajo.
El menosprecio de los derechos na-
turales del hombre hasta llegar á asi-
milarlos por completo á las bestias, es
el rasgo característic(j y uniforme que
en general presenta la venta de escla-
vos en América, si bien, según las épo-
cas y lugares, se han diversificado los
detalles.
Después de tan penosíi navegación,
los negros, que aparecían más fuertes
y robustos en la éjxK-a de su cajjtura,
al llegar á Améilca estallan desco-
nocidos. Eran semi-cadáveres; con
los padecimientos del viaje se ha-
bían enflaquecido á punto de pare-
cer no tener mas <jue la piel sobre
los huesos; les costaba respirar hasta
al aire libre; y los más se enc(m-
traban tan delica<los que no podían
dar un paso, haciéndose forzoso de.s-
embarcarlos, ó mas bien descargarlos
en brazos.
Según una de las relaciones que
tenemos á la vista, á su llegada ellos
eran sellados, rapados y pintaiíos, y
después alimentados, para que pre-
sentasen buen aspecto en el mercado;
alli, eran vendidos y pasaban á po-
nerse al arbitrio de un amo que dis-
ponía de sus vidas desde el momento
en que los había comprado y que
seguía tratándolos como á bestias,
no ol)stante las prédicas de benemé-
ritos misioneros, que como el jesuíta
catalán Claver. que al profesar había
firmado Pedro, esclavo de los negros para
siempre, trataban de amparar á los des-
validos negros, sacrificados á la triple
codicia del cazador africano, de los
capitanes negreros y de los planta-
dores (ie Arnérica.
Laudable era la misión de los que,
como ese jesuíta, se dedicaban al ali-
vio de las desgraciadas víctimas de
la trata. Sus esfuerzos se esteriliza-
DEL Rio de la Plata
38'
ban sin embargo ante la creciente
dureza de los colonos, y cuando; no
les era dado obtener una mejora en
los sentimientos ahogados por la codi-
cia y las falsas preocupaciones. ítrata-
ban de aliviar á las víctimas por todos
l.)s medios á su alcance. Llevaban
alimentos confortantes para disti-it)uir-
l<ts entre los negros que extenuados
arribaban á los puertos americanos
y procuraban de obrar sobre su espíritu
á la par que restaurar sus fuerzas
físicas. En medio de tantos sufrimien-
tos, era opinión corriente, entre los
negros que hacinados llegaban á las
costas de América, de que estaban
destinados á calafatear con su grasa
l« »s navios, y á teñir con su sangre
las velas.
Los misioneros les tran(juili/.aban. y
si bien no les era dado asegurarles
los dones á que como hombres tenían
derecho, les confoilaban con las re-
compensas de la vida eterna y las
atenciones cariñosas de que les hacían
objeto.
ÍPero estos sentimientos humanita-
rios no se avenían con el orden econó-
mico imperante ni con las legislaciones
de acuerdo con él establecidas en las
diversas colonias, y que consideraba
los negros como simples factores de
producción y como una pro})iedad que
adquirida por el cambio, debía consa-
gi-arse y garantirse.
XIII
¡Sobre las condiciones en que se
verificaban las ventas de esclavos en
América, encontramos en los varios
autores que á ellas se han referido,
.uran variedad en los detalles, según
se diversiíican los puntos á que es-
pecialmente se dedican y las dis-
tintas épocas en que las han apre-
ciad (>.
A. Tourmagne. (1) en un reciente
«r-studio sobre "la esclavitud antigua y
moderna, hace la siguiente descrip-
ción, que ampliaremos con los demás
datos que tenemos á mano.
'(Llegados al punto de destino en
la costa americana, los esclavos eran
'desembarcados v conducidos á barra-
n I (^bra citada
cenes, en los cuales los enfermos ó
enflaquecidos podían rehacerse mien-
tras (pie los otros eran llevados al
mercado. Allí, se procedía ala venta
como se hacia en (jr3cia y en Roma.
El comprador de las colonias exami-
naba cada individuo en los ojos, y en
la boca, y lo palpaba de uno y otro
lado como se hace con un caballo en
venta. Al propio tiempo, un corredor
especial hacía valer la mercadería.
Alababa el grosor de los brazos y
pantorrillas, lo ancho del pecho y de
las esjjaldas, la íinura de las extremi-
dades y junturas. Obligaban al indi-
viduo á caminar, trotar, correr, toser
y levantar fardos. El negocio no se
concluía sino después de estas diver-
sas pruebas, y solo entonces el colono
lo dirigía hacia las plantaciones á la
cual quería adherirlo». Otra precau-
ción común, era el examen del color
de la tez, pues es sabido que la menor
indisposición en la salud del indivi-
duo altera la brillantez de su color de
ébano.
J. J. Vire>, (1) agrega «Las negras,
que andan desnudas, se ven escudri-
ñadas con la mas prolija detención, y
sus bárbaros vendedores sacan á pú-
blica sul)asta la juventud y las gracias
de aquellas infelices. Pero es tal la
consternación que reina en aquellos
horribles mercados de carne humana,
que se han visto algunos de aquellos
(lesventurados quedar muertos en el
sitio; jhasta tal punto vuelca su fanta-
sía la zo/obra cié hallarse en el ma-
tadero y de ser devorados por los
blancos!»
H. Scherer (2) describe del modo
siguiente las condiciones en que se
verificaba la venta de negros en el
nuevo mundo.
«Á su llegada á América, dice, los
esclavos eran vendidos á bordo ó con-
ducidos al mercado. Pero antes ha-
bía costumbre de desembarcar el
deshecho y los enfermos, y venderlos
en tierra á pública subasta. Gene-
ralmente los judíos y los médicos
muchas veces por especulación, com-
praban los desechados á razón de
cinco ó seis dollards por cabeza. En
cuanto á los esclavos sanos, se les
(1) J. .T. Viroy— Historia natural del genero liumanu.
(3) Obra citada.
;',88
Revista Ecoxómica
limpiaba, se les bañaba y vestía de
lo mejor posible, vendiéndoles, bien
individual mente, por pares ó por doce-
nas, ó bien de una manera especial
llamada á la arrebatiña, que consistía
en estipular un precio para todos los
esclavos, teniendo derecho el compra-
dor de llevarse todos cuantos podía
coger, para lo cual se abrían las puer-
tas del patio donde estaban los escla-
vos, y los comj)radores se tiraban á
"ellos como bestias feroces, cogiendo
de los brazos á dos, tres ó más negros,
ó echándoles redes y lazos para coger
todos los que fuera posible».
Asimilado el hombre al ganado, na-
tural era que se a^Dlicasen á sus modos
de venta, los usuales respecto de este.
Tenemos así, los negros negociados
como la hacienda y adoptadas'para su
venta formas análogas á las que, son
corrientes para engenar los bueyes,
carneros, etc., y que se denominan á
la pata y al corte, así como la especula-
ción sobre las llamadas colas, ó ga-
nado que por extenuado ó enfermizo
no encuentra precio en las tabladas,
y es comprado jDor los dueños de
campos cercanos, que después de des-
cansado y engordado, esperan ven-
derlo con beneficio.
Hay más; se ha acostumbrado en
algunas colonias americanas á vender
los esclavos al peso, como se estilaba
con el ganado. En varias de las colo-
nias inglesas, los negros esclavos se
vendían á razón de uno, dos y tres
chelines la libra.
XIV
Natural era que los negros valiesen
mas ó menos según sus aptitudes y
que los importadores tuviesen eii
cuenta, no solo la cantidad sino la
calidad de las mercaderías que intro-
ducían.
«Los holandeses (1) y mas tarde los
ingleses, al comienzo de su domina-
ción, poseían en sus colonias del Cabo
de Buena Esperanza, negros cuya con-
dición era relativamente mejor que la
de los que comunmente se exportaban
del África. Se les empleaba, no solo
en la cultura del suelo, sino también
en algún oficio. Cuando se les vendía
para la América, valían por lo común
el doble y continuaban de ordinario
en su nueva residencia, en sus oficios
acostumbrados.»
El precio de la venta de los negros
en América, ha variado naturalmente
como todos, según las leyes de la ofer-
ta y los pedidos. A mediados del siglo
xvm, por un negro de plantación, se
pagaban cuarenta libras esterlinas.
Cuando se tomaban en conjunto, mu-
jeres, varones y niños, el precio dis-
ñiinuía como era también menor, en
los casos muy frecuentes de introduc-
ción por contrabando. Ese ha podido
consilerarse, en el siglo pasado, el tér-
mino máximo.
Muy inferior era en los primeros
años de la trata: pero la demanda
creciente en las colonias de América
debía propender, como propendió, al
encarecimiento de los brazos para el
trabajo, que se les proporcionaban
bajo el imperio del monopolio, provo-
cando de parte de los colonos, quejas,
que no tardaron en llegar á los conse-
jos de la autoridad real.
« Con el objeto, pues, de (1) proveer
á estos ramos, y de que no creciese
demasiado el valor de los esclavos, se
mandó por Cédula de 6 de junio de
1556, que hubiese tasa en la venta
de negros, <lisponiéndose que no se
pudiesen vender en las islas Espa-
ñola, de Puerto-Rico y de Cuba, ni
en las otras, á más de cien ducados
cada pieza; en las provincias de Car-
tagena, Tierra-Eirme, Santa Marta,
Venezuela. Honduras .y Guatemala,
á ciento diez ducados; en las de Ni-
caragua y en la de Nueva - España
á ciento veinte : en las provincias
del Perú y Río de la Plata á ciento
y cincuenta; en las del nuevo reino
de Granada y Popayán á ciento y
cuarenta; y en las provincias de Chile
á ciento y ochenta ducados: siendo
de notar que para los negros que fue-
sen de Cabo Verde, se permitió en
todas partes el aumento de j ¡recio
de veinte ducados más por pieza. En
otra Cédula de 8 de octubre de 1558
se declaró que la pena impuesta á
los que no observasen aquella tasa
(1) H. Scherer.
(1) Autunez y Acevedo — Memorias históricas del
joiueixio de ludias.
DEL H\0 1)K i.A I^LAIA
889
\
se entendiese sólo con el vendedor:
peri> después en 15 de septiembre de
\~Á)l. se revocó la citada Cédula de
!").")(). declarando que cada uno tu-
viese libertad de vender los negros
en las Indias como pudiera. »
H. Scherer, que es uno de los au-
tores que más minuciosamente han
estudiado ese asunto bajo su aspecto
mercantil, aprecia en ios siguientes
términos las ganancias de los capi-
tanes negreros:
<< l^^l l)eneíicio, dice (1), excep-
ción hecha del aprovechamiento de
los negros para las culturas en
América, que era obtenido en la tra-
ta por el armador ó capitán del bu-
que, ha sido en todo tiempo de los
más considerables, y ha perpetuado
liasta nuestros días ese infame tráfico,
á pesar de todas las prohibiciones, ios
tratados y los bloqueos, puesto que
ningún otro comercio enriquecia tanto
ni tan de prisa. Se podía, en las
circunstancias más desfavorables, con-
tar con ima utilidad de 30 %, pero
su término medio era de 60 á 70
".,; algunas veces alcanzó y sobre-
pasó al capital empleado. Débese
aquí naturalmente también distin-
guir las é[K)cas. Fuenni los ingleses
los que supieron realizar los mejo-
res beneficios ; Liverpool y Bristol
ganaron en la trata sumas enormes. »
La siguiente cuenta, reproriucida
por M. Kichelot, dá una idea de los
resultados obtenid<is por una expedi-
ción negiera.
GASJOs
Quinientos esclavos á £ 8. . . £ 4.000
Salario de la tripulación... v .500
Víveres, municiones, segu-
ros, etc » 1 .!200
« En el año 1788, dice, conqirarou
los ingleses en África ;)8.000 negros
por 04.152.480 reales : vendieron ;i" los
ingleses 5.344, y á los españoles .'rí
65b, y ganaron 61.240:420 reales. >.
En este siglo, la limitación de la
trata y las necesidades del desarrollo
de las culturas, elevaron, como lo ve-
remos más adelante, considerable-
mente el precio de los esclavos.
Las siguientes noticias dan además
una idea de los grandes beneíicios que
los plantadores americanos, en la épo-
ca colonial, ol)tenian á su vez con
la compra de los negros á los pre-
cios que tan pingües ganancias de-
jaban á los ca[)itanes negreros,
Hüne, en un estudio sobre la trítta
de negros hace la cuenta de una plan-
tación de caña de azúcar, en la última
mitad del siglo XVIll.
Un establecimiento de este géneio,
terreno y edificio, con 220 esclavos,
mujeres y niños comprendidos, se
avaluaba en 33.000 £, y daba el si-
guiente producto anual:
Azúcar 500 barricas á £ 20 . . £ 10 . i H )0
Rom V melaza » 800
Total £ 6.700
ENTRADAS
N'entade 375 esclavos, deduc-
ción hecha de un 25 %
perdido en el viaje á £30. £ 11.250
Beneficio neto 90 %.
No menor beneficio nos suminis-
ti-an las cuentas public:idas por don
.losé de Canga Arguelles. (2)
A deducir :
8 % interés del capital
Conservación de los edifi-
cios de los esclavos
Compra de 12 negros
1.200
(500
(1» Obra citada.
|2) Diccionario Je Hacienda.
Total gastos £ 4. 600
Excedente en beneficio del
plantador £ 6 . 200
Según H. Scherer (1). <fPara apreciar
el "beneficio neto que produciría el
esclavo anualmente á su amo. dedu-
cidos el precio de compra y los gastos
de conservación, hay que tener en
cuenta que las avaluaciones cambian
mucho según las localidades. Se apre-
cia el beneficio en 30 £ en las plnn-
taciones del azúcar y del café, en 25
en las de algodón, en 20 en los arro-
zales, y en 15 en la cultura del tabaco
y en ía de los cereales. Por lo común,
en los dos primeros años cubren el
precio de la adquisición del esclavo,
de modo que es utilidad toda renta
ulterior. »
(1) Obra citada.
390
Revista Económica
XV
Si era conveniente la importación
de los negros de África, las diíiculta-
des creadas por ese negocio que en-
carecían el articulo importado y el
menor beneficio que según las locali-
dades debia producir la venta, dieron
naturalmente lugar, primero, á que
se tratase de economizar la vida de
los esclavos y favorecer su procreación
así como que se estableciese el comer-
cio interior, remitiéndose esas máqui-
nas de trabajo desde donde menos
valían, á los puntos en que el artículo
■ei'a mas apreciado.
A fin de proveer á la falta de brazos,
D. Fernando VII, que se veía obligado
á limitar la trata por las exigencias
de los ingleses, y en su celo por la
prosperidad de las colonias españolas
americanas, creyó que lo mas apro-
pósito era excitar á la cría de los
negros; y por decreto del -dño 1817. dis-
puso que ella se estimulase por medio
de primas.
El espíritu práctico de los norte-ame-
ricanos, opuso á la misma dificultad
la industria de la cría de los esclavos,
tal como se practica actualmente para
la de los caballos. Se eligieron los
mejores tipos, adjudicándose á cada
buen macho diez hembras, y recu-
rriéndose á todos los medios para la
mayor reproducción.
Como hemos visto en el capituh» an-
terior, los beneficios que se obtenían
de los negros, variaban según las
clases de las culturas, produciendo
menor utilidad las tierras propias á la
cultura del tabaco y de los cereales, y
mayor las dedicadas á las plantaciones
de caña de azúcar, café y algodón; de
donde resultó que en las [irimeras se
hacía mas conveniente la cría de los
negros para venderlos á las segundas
qje para el aprovechamiento propio,
creándose la división de estados con-
sumi<iores y (breeding Staies) estados
encubadores de negros.
El Delaware, el Maryland, la Virgi-
nia, la Carolina del Norte, el Kentucky.
el Tennesse y el Missouri, que, no sien-
do apropiados á las culturas que exi-
gían gran número de brazos no tenían
la valorización de los pedidos locales,
se dedicaron con preferencia á la cría
de ese ganado humano, para proveer
á las necesidades crecientes de los
Estados Unidos del Sur.
G. de Molinari, d) en uno de los
mejores estudios que se han hecho
sobre la materia, (.Iescril)e en los si-
guientes términos el perfeccionamien-
to de que ha sido objeto en aquellos
Estados la cria de los negros.
«La cría de esta e.specie particular
de ganado, dice, ha constituido un
ramo importante de la produ(;ción.
Los criadores la han organizado en
una inmensa escala. No solo se dedi-
caljan á desenvolverla de modo á gra-
duar Ja producción á los pedidos, sino
que aún dedicaron especial atenciónjá
la mejora de sus productos. Hal)iendo
notado que los mulatos se vendían
mejor que los negros, han fomentado
hasta con prima la mezcla de las razas.
La mejor sangre de La Virginia corre
en las venas de los esclavos, dicen
unos testigos citados en la investiga-
ción, hecha por el H. M. Pawton, y se
encuentran con frecuencia esclavos,
completamente l)lancos.
«Es preciso .ser perito para distiji-
guirlos de los blancos de raza i»iu^a.
como lo corrobora el siguiente anuncio
copiado textualmente de uno de los
diarios del Sur en los que se encuen-
tran amenudo. otros semejantes.
«Cien doUars de gratificación se
<( darán al que me entregue mi negro
« F^tmond Kennedy. Tiene el pelo lacio
« y la tez de tal modo l)lanca. que se
« creería que no tiene una sola gota
« de sangre africana en sus venas. Ha
« sido ya ca])turado pero se lia hecho
« soltar haciéndose pasar por blan(^ó.>'
«Richmond (Virginia,)
Anderson Bowles.»
El principio establecido porBuffon
y Vandermonde, de que el cruzamient» •
de castas [¡erfecciona á los ündivi-
duos, está completamente confirmado
por las mezclas operadas con la raza
negra en América. Sus productos
son generalmente robustos (2) y bien
conformados, ágiles y nervudos. «En
esta mezcla de castas, la forma de
la cabeza se asemeja casi siempre á
la del padre, mas bien que á la de la
madre», v no es necesario mucho
(1) G.
(2) J
de Molinari, F/P'sclavage.
.1. Virey — ()l)ra citada.
DEL Rio de l\ Plata.
'S9i
tiempo para que con una mezcla
sistemática pueda haberse suprimido
casi por entero, la sangre negra como
lo demuestra la siguiente tabla:
PRODUCTOS
Ó CASTA
GRADOS DE MEZCLA
Blanco negro Mulato 1/2 blanco 1/2 negro
Blanco y mulato Tercerón 3/4 » 1/4 »
Blanco y tercerón Cuarterón 7/8 » 1/8 »
Blanco y cuarterón Quintaron 15/16 » 1/16 »
Aquí el producto se confunde por
completo con la raza blanca pura.
Para los criadores, la fecundidad de
los negros jóvenes y sanos, era una
de las cualidades mas apreciables,
siendo la esterilidad un defecto y un
pretexto para la agravación de los
rigíjres del látigo, así como lo era
también la muerte de las criaturas,
que pagaban sus madres con rigurosos
castigos, aún cuando no pudieran im-
putársela, pero que se aplicaban como
ejemplo para las otras madres, como
si no fuesen bastantes los afectos ma-
ternales para garantir los cuidados de
que debían ser objeto sus tiernos hijos.
Tenemos así, de un lado, á los pro-
ductores ó encubadores de negros, y
del otro á los consumidores, y entre
ellos debía, naturalmente surgir la cla-
se de los especuladores y de los in-
termediarios, que prima en la raza
emprendedora de los yanquees.
Nada debe sorprendernos, una vez
admitido que se convierta al hombre
en materia de comercio, hecho lo cual
son las reglas mecánicas del mejor
beneficio las que deben predominar.
Los Estados del Sur bien califica-
dos de consumidores de negros, los
solicitaban segLÍn sus aptitudes para
el trabajo; de ahí el que se expidiesen,
quebrantando todo vínculo de familia
y de afecciones, los más aptos á ese
objeto; se remitían con preferencia á
los padres, reservándose los hijos, ya
hasta que adquiriesen el desenvolvi-
miento necesario al desempeño de los
rudos trabajos á que se les destinaba
ya par a que sirviesen á la reproducción.
Todos los detalles del negocio se
hallan igualmente en oposición con
los respetos que imponen los senti-
mientos humanitarios. Había arriba
de los detallantes, los especuladores
al por mayor, qiie, ó tenían depósitos,
que eran verdaderas cárceles priva-
das, ó se valían de los estableci-
mientos correccionales de los diversos
estados, para en ellos almacenar sus
mercaderías. Hay más; hasta la época
cercana de la guerra de secesión, parte
de la cárcel n'acional de Wasghinton
era destinada á depósito de los negros
que pertenecían á los comerciantes al
por mayor de esclavos destinados á
los estados consumidores.
C. Cantú ( 1 ) refiere que admitida
en las costumbres la compra y venta
de negros, como lo están hoy muchas
operaciones y combinaciones que el
adelanto de las ideas ha de estigma-
tizar, ella se efectuaba como cosa
corriente, sin alarmar ninguna con-
ciencia ni sublevar el espíritu público.
«Nadie, dice, se horroriza en las
colonias de ver en el mercado vender
negros, y aún de venderlos por si
mismo; y hay en las colonias cristia-
nas, republicanos que, como el antiguo
Catón, compran negrillos ignorantes
para educarlos y venderlos más caros;
unos los dan en alquiler, para zapa-
teros, sastres, cocheros; otros conceden
á sus negros la facultad de ganarse
la vida, con tal que les den una ó dos
pesetas, según se porta.»
Ya teníamos el ejemplo de Yoltaire,
que, olvidándose de los derechos hu-
manos, creía hacer una buena acción
al comanditar con cinco mil francos,
un buque negrero armado en Nantes
por Michaud, al que escribía con-
gratulándose por el buen negocio y la
buena acción.
En los Estados unidos, el comercio,
al por mayor, de negros, era consi-
derado tan honroso como cualquier
otro; y hasta el presidente Jackson
compraba cargamentos de negros en
el norte, para venderlos en el sur.
Este comercio interior daba lugar á
una triple forma de transporte (2); pri-
mero: por la extensión de las costas
hasta Nueva Orleans, ó hasta los puer-
tos intermediarios; segundo: por los
vapores del Ohio y del Missisipí hasta
Nueva Orleans; teVcero: por la vía te-
rrestre. Este último modo era el más
penoso. «Los esclavos encadenados de
dos en dos, van en filas, escoltados
por guardias armados hasta los dien-
tes V teniendo en las manos un l¿irgo
(1) Historia Universal.
(2) G. de Molinari— «L'Eselavage».
:m
Revista Económica
]iaiü. Á su llegada los esclavos son
<;oiiducidos al mercado y expuestos
en venta. Se les vende en detalle ó
por lotes. Generalmente las ventas
se realizan al mayor postor.»
En los estados cría<lores, los negros
en buenas condiciones, valían hasta
(lOÜ pesos. En las colonias inglesas
de América, en 1883, su precio variaba
•Mitre á9 y 120 libras, alcanzando en el
Brasil los más apreciados, hasta mil
pesos, en la época de la reciente ley de
emancipación.
(Continuará).
AFOPiISlS ECONü^IlCOS V .¥JR.\LES
(1
Individualismo — Puesto (|ue la natura-
leza no se preocupa sino de la espe-
cie; menester es que el individuo tenga
cuidado de su propia conservación. —
La madrastra naturaleza ha creído
quedar en paz con los seres que ha he-
cho (ó dejado) nacer dotándolos del
horror de la destrucción.
El instinto de conservación es un
agente de progreso, aun cuando más
no sea por lo que contribuye á man-
tener á los individuos en sociedad,
})orque de muchos azotes no se libran
los hombres sino por esfuerzos co-
munes.
En la sociedad hay fuertes y débiles:
se les distinguía fácilmente en las
épocas de barbarie, porque entonces
los fuertes oprimían á los dél)iles de
todos modos. Han sido necesarias
largas luchas para hacer reconocer la
igualdad de los derechos pol ¡lieos, ci-
viles y económicos. Se ve que la li-
l)ertad ha sido creada, sobre todo, en
interés del individuo.
Se presiente que el individualismo,
es decir, el reconocimiento de los de-
rechos del individuo, no excluye los
deberes sociales. El hombre sabe lo
que debe á la sociedad, pero también
debe lo que la sociedad, en cambio le
sabe.
Los granos de arena, las gotas de un
líquido, los átomos de un'metal, son
también unidades de un todo colecti-
vo, pero son unidades inconcientes: no
tienen ni derechos ni deberes.
La igualdad política no tiene de nin-
gún modo, — como se ha sostenido, —
por consecuencia lógica la igualdad
económica. La igualdad económica
no es posible más que en \-¿. miseria ó
en lo extricto necesario: los goces que
ultrapasan este mínimum no existen
en bastante gran número para ser
accesibles á todos: no lo sou sino para
un número decreciente de hombres
en proporción de la carencia cada vez
mayor del objeto deseado. La liber-
tad política no tiene otro objeto que
dejar el campo libre á todos los ciuda-
danos: el más meritorio, — ó el más fe-
liz,—será el que se lleve la palma.
¿Xo es curioso que se ataque al «in-
dividualismo», ó mejor dicho, á la li-
bertad y á la responsabilidad indivi-
dual, en una época en la que el sufragio
universal reina en la mayor parte de
los países civilizados?
Les disputáis á Pedro y á Pablo el
derecho de gobernarse á sí mismos en
materia económica, — y aunque fueran
ignorantes é ininteligentes acordaríais
á sus votos tanta iníluencia sobre la
suerte de la patria como á los dos ciu-
dadanos, cuya sabiduría fuera más re-
conocida.
El legislador no querría (¡ue estos
individuos se expusiesen á dañarse,
|)ero les jujndría en situación de da-
ñar al conjunto de sus conciudadanos.
Se rehusa reconocer que todo hom-
i)re está como obligado á saber lo que
más mejor le conviene, y se sostiene
fanáticamente que ese mismo hombre
sabe á fondo lo que conviene al Es-
tado.
'1) Véase el número de la Revista anterior, de la
que esta versión es propiedad.
En la variedad de las opiniones ex-
presadas cuando se dá un voto ¿cuál
es la que representa la vox, del pueblo?
La que concuerda con las vistas que
un orador está por hacer valer en la
tribuna.
Se arguye con la solidaridad para
reclama'r un servicio y hasta un sacri-
DKi. Hio DE LA Plata
393
ficio: peí o jamás para devolverlo ó para
sacrificarse.
En el hecho, los hombres reuniílos
en sociedad son, por más de nn concep-
to solidarios. í^o son para la se,uaridad
interior y exterior. ])ar;i el régimen
saiiitiuit». para la civilización, paralas
influencias atmosféricas: vio son tam-
bién, pero menos estrechamente, á
consecuencia de sus vicios y de sus
defectos.
Ahora la cuestión está en sal)er cuál
es la medida justa en la<pie un ciuda-
dano sufre, — y esté obligado á sufrir, —
el efecto de las faltas de sus conciu-
dadanos, No se trata del hecho, sino
del derecho. FA diantre de Scapin no
quiere trabajar, prefiere divertirse,
/tienen sus conciudadanos hi obliga-
.ión moral de ini})onerse cada uno una
liora de trabajo suplementario, para
l>roveer de alimento á este alegre
holgazán:'
*
* *
Proporcionalidad natural. La tasa de los
salarios está menos en relación con
l:i (Uu'ación ilel tiempo em[)leado que
row\íi iwodnctividad ^\(¿\ trabajo. Asi:
1". Kl pro]»ietario de una tierra fér-
i lil, de mía máquina poderosa, ó de
otras ventajas análogas ^ipuede ofre-
cer salarios más elevados que el em-
l)resai-io cuyos colal)oradores disponen
de instrumentos menos eficaces?
í^". El obrero hábil está mejor
letribuido que el operario oi'diiiiuio.
Ciertos ol)reros li obreras ¿habrán
adquirido una píM'fección tal que
le permita al fabricante elevar fuerte-
mente sus salarios, reduciendo, sin
embargo, el precio de mercancía?
3". El tral)ajo á destajo es más pro-
iluctivo que el trabajo á jornal?
Los socialistas se apoyan gustosos
en las leyes económicas que sin
embargo niegan. Así, saben que
lo quedes raro'es caro, piden pues que
se reduzca á ocho horas el día de tra-
bajo. De este modo, habrá más traba-
jo,' que brazos, dicen ellos, y los obreros
'p()drán poner la ley á los patrones.
Es una conclusión inconsulta por
que para que ellos puedan poner la
ley á los patrones, sería necesario que
los patrones pudiesen ponerla á los
consumidores. Cuando la mercancía
es muy cara, el consumidor se retira.
Se presiente esta objección. y para
deljilitarla se habla de ratos desocupa-
dos empleados en la cultura del espí-
ritu. Se cree que los candidos, caerán
en la trampa.
•
* *
El derecho al trabajo, es la esclavi-
tud de los buenos en provecho de los
malos.
¿Y qué nombre daremos al régimen
en el que la multitud apasionada é
irreflexiva inspira á los gobernantes y
les hacer obrar? jEs conocida la pala-
bra: «Soy su jefe, y es necesario que
los siga». ¿Pero á dónde nos lleva la
multitud?
*
• *
Karl Marx no tiene razón al hablar-
nos siempre de la fuerza del trabajo
( Arbeistkraft); no es la fuerza del obre-
ro lo que se paga, sino el producto de
esta fuerza. La palabra trabajo es,
pues, preferible, porque la «fuerza de
trabajo» es una abstracción, y el pro-
ductf' del trabajo, una realidad.
ALMANAÜÜElíiA
Nadie podrá negar que el comercio
de libros es un comercio importante,
como todos convendrán conmigo en
que es un comercio sumamente ins-
tructivo.
Esto de instructivo es naturalmente
discutiltle con referencia ab vendedor
de libros, pues libreros he conocido
yo que lo mismo servían para tan de-
licado oficio como para archipánpanos
de Toledo. V otros ])or contra les dá
por sentar jilaza de literatos, y ahue-
can la voz citando o})ras y obras que
están cansados de leei'. . . por el lomo.
Declaro ingenuamente que prefiero el
librero modesto al librero leído: á aquel
le aplaudo y admiro; á éste le temo.
Para los libreros como para las mo-
distas, y hay épocas y de éstas, para los
libre ros\ una de las mas lucrativas es
la de los almanaques.
Ahora estamos-en plena 'é]f)úca alma-
naquera.
:i94
Revista Econíjmica
Los hay para todos los gustos y para
todos los gastos; para gentes de buen
tono, como el Sud- Americano, de Prieto,
y para la humilde maritornes, como
el de la Cocinera que vale veinte cen-
tavos.
Aseguro á Vd. que es una colección
hermosa, la de almanaques, y con la
mia, que no ha de ser de las más
nutridas, se pueden pasar excelentes
ratos.
¿Qué quiero refocilarme un rato
recordando una juventud que por des-
gracia ya va pasando á la historia?
Pues á mano tengo el almanaque de
El Eco de las Niñas con su inocencia
encantadora, y el Parisiense con su pi-
cardía intención.
¿Qué ansio olvidarme de las terre-
nas miserias elevándome á las puras
regiones de los sublimes ideales? Pues
tomo el almanaque de La Familia Cris-
tiana ó el de los Amigos del Papa.
Si deseo recrearme en la historia
patria — la Argentina por supuesto —
ofrece pasto á mi anhelo el Almanaque
Nacional Argentino y el que yo mismo
publicara con el titulo de Histórico Ar-
gentino.
Y si me conviene recordar la revo-
lución^w/iana tomo el Almanaque ilustrado
de la Üinón Cívica; si he de salir de un
apuro culinario aquí tengo el de la Coci-
nera Argentina ;\s\. mejconviene algún in-
forme mercantil echo mano del Alma-
naque Comercial; y tengo para cuestio-
nes juveniles El Escolar Argentino; y
para la política el de Don Quijote y
tengo el doble y hasta el triple y el Piá-
lense, y el de Peuser, y qué sé yo cuán-
tos más que me sacan con sus con-
sejos y recetas de todo compromiso
casero y social.
Para los libreros no es mala esta
época, pues ¿quién no compra su
almanaque?
Naturalmente con estas publica-
ciones sucede como con todo lo del
mundo: cada uno se encariña con un
título, y si es de buen tono tener el
Almanaque de Prieto, no es menos
obligado el de pared con epigramas
antediluvianos y redondillas del tiem-
po de maricastaña.
Y ya que por segunda vez, y aún
sin querer, el nombre de Prieto, brota
de mi pluma, quiero consignar que
el llegado recientemente y correspon-
diente al año 9;.! es digno «le la fama
de su compilador. Es artístico y es
literario, de verdad, sin que esto equi-
valga á añrmar que todo lo que re-
gistra sea de primer orden: es senci-
llamente un hermoso ramo, y sabido
es que en un ramo hay flores, de ex-
quisita fragancia y vivos colores, como
las hay sin aroma y ile apagado colo-
rido.
Volviendo al tema creo que sería
curiosa una estadística (pie <lemostra-
ra el número de almanaques que se
venden anualmente en Buenos Aires,
como par(3diando un conocido refrán
pudiera decirse «dime que almana-
que compras y te dii'é quien eres.»
Lf) almanaquerta constituye hoy uua
verdadera manía y una no desprecia-
ble fuente de ri(]ueza.
Por ello es que estiis lineas no es-
tarán mal en esta Revista. ¿No es ella
económica? Pues ¿que mayor economía
que comprar un almanaque de quince
centavos?
ISí; aun hay econoniia mayor: no
comprar ninguno.
H. MoNNER Sans.
boletín BIBLIOGí^AFICO
The seope and method of political economy.
(Objeto y método de la economía polí-
tica) por John Neville Kegnes — Un vol.
in 12. Londres v New- York. Macmillan
Ll autor ha sido examinador de
economía política en la universidad de
Londres y actualmente es catedrático
de moral en la universidad de Cam-
bridge. La materia que desaiTíjlla en
su libro es interesante, detallando mi-
nuciosamente las cuestiones que su
título sugiere sin llegar á conclusiones
bien definidas.
La obra se compone de unas 348
páginas, y se divide en diez capítulos,
incluyendo el primero, que sirve de
introducción, en los cuales se tratan
todos los puntos relacionados con la
economía política y la sociología ge-
neral.
Reíiriéndose á esta obra, decía, no
ha mucho, el eminente escritor fran-
cés, Courcelle Seneuil: «Este libro
ofrece una lectura agradable á los
DEi- Rio de la Plata
;:!95
excépticos, á los aficionados á citas,
á los que gustan de la discusión, por
la discusión misma, y á los economis-
tas agotados^ si es que los hay. Intere-
sará mucho menos á los lectores que
buscan la verdad, ó por lo menos las
conclusiones de la ciencia actual.
Contiene simples conversaciones {cau-
series) sobre el método.
Ahora bien, es dudoso, que jamás
se haya enseñado á servirse del méto-
do, hablando de él, por muy ingenio-
samente que se haya hablado: se
enseña, por el ejercicio, esforzándose
por ver bien distintamente el objeto
(^ue se quiere tratar y procurando
descubrir en él la verdad por todos los
medios que el cultivo de la inteligen-
cia pone á nuestra disposición.»
La cuestióti social: el cheque cruzado, Er-
nesto Grillón — París — Guillaumin v
C^
El autor desarrolla en esta obra toda
una organización ó extensión del cré-
dito, combinada con la institución de
los clearing-houses, que no comprende-
mos, cómo no existen todavía en la
República Argentina. Ya el año 72, en
nuestro diario El Mercantil., acosejába-
mos su creación oficial: refiriéndose
al cheque cruzado lo define en estos
términos: «Todo comprador remite á
su vendedor un cheque, sobre el cual
y en su centro traza d()s lineas para-
lelas y verticales; el vendedor inscribe
entre esas dos lineas los nombres de
su banquero y se lo remite. Todos los
días, cada vendedor remite á su ban-
quero los cheques que ha recibido
durante el día, por sus ventas. Sabe
que estos cheques no serán pagados
por sus compradores, ni más ni menos
que él no pagará los que tiene que
abonar á sus vendedores por sus pro-
l)ias compras, y no se cuida más de
ellos.»
El autor vé en el uso de los cheques
cruzados toda una transformación,
toda una reforma social. Quiere que
el crédito; organizado sobre esas bases,
posea tres ventajas, que él hace bien
en admirar, y nosotros también:
1°. Ser puesto á disposición de todo
el mundo:
2°. Ser dispensado en cantidad inde-
finida;
8". No costar nada.
Desgraciadamente, muchas veces se
han pedido esos tres servicios, inapre-
ciables, al crédito, y siempre los ha
rehusado y seguirá rehusándolo.
La exageración de las cargas militares y^
los precios de costo, ¡jor Emilio Delivet, —
París.
Este libro es el resultado de un con-
curso abierto ante la sociedad de eco-
nomía política de París, por el señor
don Arturo de Marcoartú, senador es-
pañol. «Los concurrentes, decía el
señor Marcoartú, tendrán que estudiar
la iníluencia militar sobre la produc-
ción europea con relación á la pro-
ducción similar de América y de las
otras partes del mundo.
«Investigarán lo que arrebata direc-
tamente á la actividad agrícola indus-
trial y comercial, el tiempo pasado en
el servicio activo, y el perjuicio que
indirectamente les causa, el retraso ó
la perturbación causada al comenzar
ó al ejercitarse en las diversas carreras
por las exigencias del servicio. Se preo-
cuparán de los obstáculos que pone al
desarrollo del espíritu de empresa, á
los viajes de estudios ó de negocios y
á la creación de establecimientos leja-
nos, las ol)ligaciones que retienen ó
llaman periódicamrDnte á su centro de
leunión. á los ciudadanos sometidos á
la ley militar.
«Harán notar, en los países de Euro-
pa y en los de ultramar, las cifras
referentes á los gastos militares. Es-
tablecerán su proporción con relación
al monto de la población y al de la
riqueza general, y pondrán estos datos
en frente del precio de costo y del
precio de consumo, de modo que se
haga resaltar lo que se toma (sobre la
producción y sobre el consumo) la
parte del impuesto aferente á este gé-
nero de gastos!
Como se ve, ese es todo un señor
programa, y los concurrentes tuvieron
que trabajar duro y parejo, para acu-
mular miles de datos, y deducir des-
pués las consecuencias pedidas. El
laureado, fué el señor Delivet, quien
divide su obra en dos partes: la pri-
mera, por decirlo así, de estadística, y
la segunda que es más importante, da
máximas filosóficas y sociales.
■¿m
Kkvjsta Económica
El autor insiste en señalar los peli-
gros que corre la Europa, manteniendo
sobre las armas tantos millones de
brazos arrancados á la agricultura, á
la industria, al comercio y á las cien-
cias, que se esterilizan en la vida
ociosa de los cuarteles.
Código anotado del comercio y de la indus-
tria, })or Jorge Paulet, jefe de oticina
del Ministerio de Comercio — París,
Berger — Levrault y ( ia. — un tomo
in. 8'\
Todos estamos obligados á conocer
las leves; es esta una ficción necesaria,
que los bombres cuerdos y prudentes
]>rocm'an convertir en una realidad, á
fin de evitar los inconvenientes de la
ignorancia.
El señor Paulet ba tenido la buena
idea de recopilar en un tomo compac-
to de 948 páginas el código de comer-
cio francé.s, completo, y además las
leyes, ordenanzas reales, decretos,
disposiciones ministeriales, etc. etc.
La obra es un repertorio general de
lodo lo íjue se ivlaciona con el co-
mercio, y basta sólo al)rir el índice
para vei- que se trata en ella de los
accidentes, agentes de cambio, apara-
tos á vapor, armas, bolsas de coni<3rcio,
bancos, patentes de invención, cajas
de seguridad y retiros, cámaras de
comercio, ferrocarriles, comisiones^
consejos y comités, corredores, escue-
las, elecciones especiales, estableci-
mientos insalubres, inspe(M:iones. má-
quinas, mercaderías, mei'cados. ma-
lina, minas, monedas, pesca, pesas y
medidas, policía de sanidad, correos,
telégrafos, ete.. etc.
Es realmente una obra de verdadera
utilí<lctd y que demuestra las dotes de
laboriosidad del autor.
Algo como esto sería muy útil en la
República Argentina, donde lámanla
de leaislar es una enfermedad.
El servicio en los Estados Mayores, por el
coronel Fix. — París, Berger Lewault
y C^
Á pesar del título de esta obra que
l)arece reñido con las cuestiones rela-
cionadas con la economía política, el
libro del coronel Fix, se ocupa de las
sí los problemas ele la oi-ganización
militar con los del funcionamiento
económigo y social.
Si una nación, dice el autor, debf
forzosamente buscar dentro de si
misma todos los recursos i)ara su per-
sonal militar, no ísucede igual cosa
respecto al material, y es casi im})0si-
ble que se baste á sí misma con sus
recursos propios. El material militar
exige una preparación tan larga, es
tan inmenso, que no liay nación quf
pueila bastarse á sí misma, no sóli
en materias primas sino en materia^
ya elaboradas.
De donde se deduce que el Estado
no puede, sin el concurso de la indus-
tria privada y de las cámaras de co-
mercio, proveer siquiera á sus más
urgentes necesidades.
En Francia acal)a de ser demostrado
perentoriamente, mediante una inves-
tiaación oticial.
El socialismo integral, jjor B. Malón,
in. 8^ París, Félix Alcáu, ed.
El autor entiende por socialismo inte-
gral, el socialismo estudiado en todos
sus aspectos, en todos sus elementos
de formación, con todas sus manifes-
taciones posibles.
Sabido es que
escuelas socialistas, la antigua o sea
el socialismo francés, de Saint-Simón
de Fourier, etc. en el que la imagina-
ci(3n tenía más {¡arte que la razón, y
el socialismo alemán, de Karl Marxa.
que ¡leca en el extremo opuesto.
El socialismo integral se propone,
pues. com])letarel socialismo materia-
lista de Marx, inbltranilo en él una
dosis suticieiue i.lel idr^alismo fran-
cés.
Es como si dijéramos la quinta esen-
cia del socialismo. — el socialismo del
señor Malón. — y en nuestro lenguaje
argentino, ur. malón preparado contra
la propiedad.
El libro trata, sin embargo, con cier-
to éxito, lo que llamaremos (cuestión
de evolución á i)arte) la evolución de
la familia.
existen dos grandes
El criterio y la critica. — Es una publi-
cación quincenal argentina, Ijastante
múltiples relaciones que tienen entre [nutrida en la que el Dr. Eugenio Was-
DEL Rio de la Plata
í]97
serzugsepropone llamar al orden á los
que creen que todo cabe dentro de las
metáforas sin curarse del recto signi-
íicado de las palabras y mucho menos
de la índole genial de nuestra lengua,
encastillándose en el,
«Que si él habla la lengua castellana
Yo hablo la lengua que ino da la gana.»
Ahí van, es un librito con versos del
simpático joven Marco Nereo seudó-
mino, el cual como reflejando el eslailo
de su alma, pregunta:
¿A ilóni-le; á dónde el viento de la suerte
Me arrastra, jieregrino"?
Quizá íl estrellarme en el primer escollo!...
Yo no sé dónde voy, pero uaiiiino!»
A este joven, ya que se empeña en
hacer versos, que lo haga; pero pen-
sando en Altieri. cuya divisa era:
«querer, y querer y siempre fuerte-
mente querer.»
*
* *
Los dominicos y Colón., por R. Monner
Sans y en homenaje de los dominicos
de Buenos Aires, es el titulo de un
precioso trabajo del distinguido y fe-
cundo literato esi)ariol. El libro es
pequeño; pero el contenido es grande,
como toílo lo que hace la luz alrededor
de la verdad, que en este caso es una
revindicación de los dominicos. He
aijui un caso en el que laminusculez
de la obra es una compensación.
Higiene de los nervios. \)0v Ilugí) ^Nlarcus.
médico, francés [)ero que maneja con
facilidad difícil la lengua española. El
editor es Lajcjuane y la obra de 206
páginas en 8'^* contiene preceptos espe-
rimentales para curar ó aliviar las
enfermedades de los nervios.
El Dr. Larsen del Castaño, le ha
dedicado un chispeante p-e/ac/o.
Está, pues, bien presentado el nuevo
autor. Las enfermedade> nerviosas son
el Eubicon de los médicos. El D\\ Hugo
Marcus cree mas en estos que en las
drogas, trata iidose de nervios. Y nos-
otros tratándose de nervios femini-
les no creemos sino en los milagros.
Será capaz de hacerlos el talento del
Dr. Hugo Marcus? Se lo deseamos á las
porteñas.
-♦■ —
CliÓNIPA DE LA QUINCENA
Diciembre 5 de 1892
Caracterizar este momento de nues-
tra vida política, llenado incidentes, —
que más parecen inconsecuencias y
contradicciones, fenómeno que no es
nuevo entre los argentinos, sería en-
frascarnos en lo que rehuimos siste-
máticamente y pecar quizá involun-
tariamente de parciales.
Abandímamos la tarea de detalles
enojosos y nos concretamos á afirmar
que las ideas mas simples continúan
oscurecidas por las pasiones políticas.
Si hubiéramos de aíirmar algo, se-
ria que los viejos partidos, lo mismo
(jue los nuevos, — no responden al sen-
timiento íntimo del país. No preten-
de este que no existan partidos, ni
que se gobierne sin ellos, al contra-
rio. Pero harto como está de rivali-
dades qne más son de hombres que
de principios, — á todos ellos quisiei'a
verlos animados de un solo sentimien-
to, de la misma aspiraci(')n comiin,—
la paz y la confraternidad.
Solo así pueden consolidarse sus
instituciones, en vez de ser causa de
interminables disputas y disidencias.
Pero nuestros partidos más parecen
facciones, — y en vez de evoluciones ra-
cio, nales, que consulten el espíritu
nuevo, los más moderados, al parecer
son reaccionarios y donde un sacudi-
miento, que consulte sus miras se pro-
duce, allí creen que haciendo hincapié
es lícito contradecirse, como si una
claudicación pudiera ser la piedra an-
gu larde su restauración venidera. Y asi
quedan siempre en prol)leina las mis-
mas indiscutibles cuestiones,— todas
graves, porque de su solución detini-
üva, una vez por todas, y no del pa-
trocinio de personajes más ó menos
importantes por su figuración histó-
rica, por sus talentos ó sus servicios,
dependen la grande/a, la seguridad
interior v exterior del país, su prospe-
ridad, la cultura nacional y la justicia
social. Y así también resulta, hay
que decirlo, que nuestros pretentlidos
partidos de principios son, ante todo,
oportunistas y que el éxito es su pro-
grama, porque las declaraciones de
principios no difieren á veces, ni en
398
Revista Económica
el fondo ni en la forma, siendo meras
plataformas de circunstancias, a tal
punto es esto exacto, que no hay dos
hombres de bien,— colocados en opues-
to bando,— que no estén conformes en
la necesidad de asegurar la autonomía
local de las provincias, en resta-
blecer el crédito interno y externo,
en fomentar la producción, en
proteger las industrias nacientes y
en corregir los vicios administrativos,
en desarrollar la vida comunal y en
hacer del sufragio libre y piu^o una
verdad.
El Congreso después de seis meses
de sesiones, por no decir de debates
descocidos de minutas y de interpela-
ciones sin trascendencia, comienza á
apercibirse de que es tiempo de partir,
aunque nada haya hecho, no por in-
competencia, sino por falta de es})íritu
práctico, y urgidos tanto los senadores
como los diputados, el aplazamiento
y la prisa es su principal orden del dia.
No se disolverá, sin embargo, sin que
algunos hechos producidos ya en su
seno, y otros que le seguirán,— no
contengan, por decrlo así, la clave
de las futuras disposiciones de los
círculos y de los partidos. Unos y
otros se vigilan, ganando favor ó te-
rreno ó perdiéndolo. No puede de-
cirse que en la marcha de las cosas
le haya favorecido al partido Nacio-
nal,—la retirada ó prescindencia de
la cosa pública del general Roca su
jefe. Al contrario. 8u situación en
este momento es la de un cuerpo
orgánico atacado de varias enferme-
dades. Ciertas tentativas de consoli-
dación, si no han fracasado, han sido
acojidas con poco favor, de donde re-
sulta, que un partido histórico, vigo-
roso,- abundante en hombres de go-
bierno, que aun ocupa la mayoría de
las posiciones oficiales, parece conde-
nado á dislocarse en tres fracciones.
Los unos serán absorbidos, los otros
dispersados, y un grupo de incons-
cientes (juedará suelto, girando como
naufrago desesperado alrededor de in-
cierta tabla de salvación, en torno de
su caudillo tradicional, retirado volun-
tariamente, por mil causas justifica-
das, muchas de las cuales lo enaltecen.
á la vez que, en nuestro concepto,
abonan su previsión.
*
En este estado de cosas se encuen-
tra la i)olitica, y si no estamos en vís-
peras de una crisis ministerial. — puede
afirmarse con toda seguridad que el
gabinete nacional carece, por com-
pleto, de homogeneidad.
Algo más, por los antecedentos y la
índole de los personajes que lo com-
ponen, la rivalidad tiene que ser su
modus vive?idi,—es decir, una guerra sór-
dida de intluencias, y el Presidente
de la República en medio de tamaño
contlicto de intereses y tendencias,
mal disimulado, victima de su con-
cepción teórica, de su buena fe y de
su condescendencia. El país sufre
mientrastanto los efectos de estos que
llamaremos ensayos, tanteos de hom-
]-»res que una vez puestos donde todos
ellos han aspirado á subir, — resultan
dificientes ó inútiles para las arduas y
complicadas tareas del gobierno. El
país está cansado de lo'provisorio, y
á la vez inquieto. No reclama una
política de fuerza, seguramente no;
pero sí querría ver una acción pre-
sidencial resuelta, enérgica, persua-
dido de que siendo el primer magis-
trado de la Nación un hombre íntegro,
sano de alma, entendido en asuntos
de ley, — no es posible volver á las
andadas bajo sus auspicios oficiales.
Y algo más quiere el país, que se
reacciolie de la fe fanática en los
hombres necesarios, indispensables, —
Puesto que ellos no demuestran, cuan-
do la oportunidad se les presenta, que
pueden más que los que sólo se sienten
capaces de ser útiles.
El Juez Pízarro va por fin á ser juz-
gado por el Senado. La Cámara de Di-
putados ha'formulado ya el auto cabeza
de proceso. ¿Qué diremso de este acto
tan trascendental? Creemos que Byron
ó Macaulay, alguno de ellos, ó los dos,
con variantes, dicen en alguna parte :
que nada los haces onre irtanto como
ciertos espasmos justicieros de la In-
glaterra, cada veinte años; es decir,
que de generación en generación, la
Gran Bretaña necesita castigará al-
DEL Rio de la. Plata
399
guien para que el mundo se dé cuenta
de su alta moralidad.
CRÓNICA ORIENTAL
Dejad hacer la crisis; continúense
derribando toda clase de valores, nos
decia. hace un año, «El Siglo», ponqué
disminuyéndose asi las importaciones
ciuedará un saldo en el movimiento del
comercio internacional, que nos vendrá
en oro. Si nuestra memoria no es infiel.
eran nada menos que doce millones
del metal amarillo, lo que, según el co-
lega, el coQiercio internacional debía
traernos en el corriente año.
Sostuvimos la tesis contraria demos-
trando como la política económica in-
goubilista, que imperaba, debia produ-
cir una creciente rarificación de medio
circulante.
Vemos ahora, en el mismo «Siglo»,
las siguientes cifras del movimiento
de metálico amonedado, en el mes de
Octubre de este año.
Entradas de ultramar. . S ;!(k85!)
Salidas para id » 498.124
Esto representa pues una exporta-
ción de cerca de cien mil libras en un
mes: suma considerable en las actua-
les circunstancias del mercado mone-
tario, y que agregada al saldo conti^a
el país que resulta del movimiento de
metálico en los meses anteriores, da
una idea del acierto de nuestros men-
tores económicos.
^Las Cámaras han producido nue-
vas leyes de impuestos, que no solo
representan aumento de carga para
los contrihuyentes sino también ver-
daderos atentados contra el arte de im-
posición.
Basta una simple observación para
comprobar la justicia de lo que de-
cimos.
La práctica ha demostrado la exce-
lencia de los derechos específicos y
reconociéndola las Cámaras, no solo
han dejado subsistentes los estableci-
dos por la ley de Enero de 1888, sino
que han aumentado la lista de los artí-
culos impuestos según su cantidad;
pero votan al mismo tiempíj que esto
hacen, derechos adicionales ad-valo-
rem, sin hacerse cargo de la oposición
que hay en ambos sistemas y de que
en vez de obtener la simplificación,
buscada con los derechos específicos
se crea una duplicación del todo incon-
veniente.
Los impuestos internos, no son me-
jor tratados, con grave perjuicio de las
propias rentas.
Podrá parecerles á legisladores in-
conscientes, que para remediar las ne-
cesidades del tesoro basta subir mas ó
menos los impuestos, cuando la capa-
cidad rentística de un pais depende
de la más ó menos acertada distribu-
ción de las cargas públicas, y, cuando
decimos acertada, decimos también
equitativa.
Tan solo con cambiar el modo de
distribución, puede un país, aliviando
los impuestos, obtener mayor renta de
la que tenía, y, oportunamente hemos
de demostrar en un estudio especial
de las condiciones rentísticas de la Re-
pública Oriental, que, con alivio de los
contribuyentes, podemos alcanzar, en
épocas normales, nna renta mínima de
17 millones de pesos.
Esta demostración equivaldrá á un
proceso.
Con un comercio sano, caemos en
una crisis; con un pais rico, tenemos la
emigración producida por el hambre, y
cuando se pierden millones de renta
al año, hacemos concordatos, con los
acreedores extranjeros para obtener
mezquinas reducciones de servicios, y
las Cámaras se encuentran sin poder
sancionar un presupuesto, por la nece-
sidad de evitar un desequilibrio de
unos cuantos cientos de miles de
pesos.
Las cosas mas sencillas están así
convirtiéndose en imposibilidades ab-
solutas.
El gobierno ha procedido con acier-
to negando al titulado Banco Hipo-
tecario la autorización para disponer
del bono de cuatro millones, á fin de
400
Revista Económica
narantir los pleitos, temerarios y des-
dorosos para el país, que sostiene con
el Franco Popidar del j-jrasil. En cam-
bio le ha autorizado para movilizarlo
con el objeto de atender al próximo
cupón de las cédulas, lo que induce á
muy serias consideraciones.
Se comprende que se disponga de
millunes del Estado cuando se trata
de intereses generales, como lo seria,
por ejemplo, si, para minorar la crisis
y salvar la pro[)iedad raiz de su cre-
ciente derrumljo, se sirviesen por ese
medio las cédulas en cambio de sus-
pendei'se las ejecuí-iunes ruinosas á
que ese establecimiento está j)roce-
(liendo, pero este no es el caso. Se dis-
])onedel bono para Ijeneíicia ral gremio
de capitalistas que acaparan las cédu-
las y sostener su precio con detrimen-
to de las conveniencias de los deudo-
res hipotecarios, cuyas pro[)iedades
son cada día más desvalorizadas por el
propio Banco.
En todas las crisis se lia visto á los
gobiernos tomar una actitud más ó
menos protectorado los deudores, ])ero
eso de venir en semejantes circuns-
tancias á alterar las condiciones natu-
rales del mercado en i)erjuicio de los
que tienen que pagar, solóse ha hecho
entre nosotros, en esta época de pleno
régimen ingoubilista.
No creemos que se considte Iñen
ni el porvenir de las cédulas. El
bono será devorado j)or la usura, á
la par que los procedimientos del
Directorio anularán la mayor parte
(le las garantios hipolecarias de que
disponía el Banco.
El estado de convulsi('>ri de Ilio
Grande, ha constituido una seria preo-
cu) )ación para el gobierno oriental, em-
peñado en conservar la neutralidad
más completa, y en cumplir con los
deberes de buena vecindad.
La actitud de las autoridades orien-
tales en la frontera es de tal modo
correcta, que no obstante la natural
simpatía que encuentran siempre en
nuestros pueblos los emigrados po-
líticos, ellas no han dado lugar ni á
nna sola queja fundada, por parte
del gobierno rio-grandcnse.
¡Cuan distinta ha sido la conducta
de los rio-grandenses en los días tris-
tes de nuestras auerras civiles!
Se ha habladíj de nuevas propues-
tas para la fundación de un Banco
Nacional, y, con este motivo, la misma
prensa que ha apoyado todos los gran-
des errores económicos y bancarios
cometidos en estos últimos tiempos,
se ha in'onunciadíj contra toda nueva
tentativa en ese sentido, manifestando
que no i)odemos conseguir nada al
respecto.
No estamos, tampoco, en este caso,
de acuerdo con nuestros colegas mon-
tevideanos. Entre nosoti'os se ha ve-
nido confundiendo un círcnlo estrecho
con el i)ais. Si bien en la esfera de
aquel nada debe esperarse, creemos
íirmemente (|ue los elementos con
que cuenta la nación pueden facili-
tar la creación de una nueva y po-
derosa institución de ci'édito nacional,
asi como las operaciones íinancieras
que levanten nuestro crédito y regula-
ricen la hacienda.
Nuestro actual abatimiento no i)ro-
viene, por cierto, de las condiciones
del })aís, sino de la estrechez de miras
de unos })ocos que se le imponen, in-
vocando inautorizr.damente la repre-
sentación de la <:)pini(Jn pública.
Reaccione el Pi esidente de la Re-
pública, y tenga el val<.»r de afrontar
las criticas insustanciales y los ma-
nejos ingoubilistas, (lue lo que tan
lijeramente se llama imposible, lo
verá en breve realizado.
No ])articipamos de la teoría sos-
tenida por nuestro colega «La Razón»,
de que hay que dejar hacer á la usura
poniendo el Presidente los remos en
la canoa .del gobierno, [)ara dejarse
como el payaguá llevar por la co-
rriente.
La misi(')n del gobierno es otra,
y, cuando calamidades agobian á toda
una sociedad, deber suyo imperioso
es buscarle i'emedio, oponiendo á los
hechos adversos que extraordinaria-
mente se presenten, las medidas, tam-
bién extraordinarias, (pie las circuns-
tancias requiei'cin.
Si el colega cree realmente que, ni
C(jn nna negociaci('jn bien llevada,
es posil)le la realización del FJanco,
DEL Rio de la Plata
401
en vez de aconsejar la inacción del
gobierno, su deber seria instar por que
se recurriese á las me;lidas que este
hecho haría convenientes.
A fin de que no pueda darse á nues-
tras palabras interpretaciones que no
corresj^ondan, quizá no está de más
que advirtamos, que al censurar la
oposición sistemática á toda nueva
operación bancaria, no entendemos
dar aliento á combinaciones de aven-
tura, y que recordemos el liecho de
(jue cuando todos nuesti'os cólejj,as
montevideanos admitían la posibili-
dad del empréstito, tal Cí^mo estaba
proyectado, esta Revista fué la única
nota discordante en medio de la ge-
neral credulidad.
Se dice que el gobierno ti-ata de
arrendar por seis años la isla de Gorriti.
á un (dudadano extrangero, que piensa
destinarla á depósito de carbón, i)agan-
do cuatro cientos pesos mensuales por
el arrendamiento.
No es la primera vez que se ha pen-
sado en convertir la isla de Gorriti en
depósito de carbón, manifestando este
interés gol^iernos extrangeros con el
íin de i)roporcionar á sus escuadras,
facilidades que, sobre todo en caso de
ima guerra, le serian muy convenien-
tes, aunque otro fuese el interés de
nuestro país.
No conocemos los detalles de la pro-
puesta á que nos referimos, jjero sean
ellos los que fueren, nos parece que
nuestro gobierno no debe, ni por las
dos lentejas que se le ofrecen, ni i)or
cualquier suma, dar en arriendo nin-
guna de nuestras islas, ni "mucho
menos para depósitos de carbón, como
tampoco hemos jiodido considerar
(•onvenient3 la participación extra-
ña admitida en obras de canalización
en acruas orientales.
Coníhniiamos lo (jue decíanlos al
final de nuestra crónica anterior res-
pecto de la mejora operada en el orden
político.
El gobierno viene dando en la cues-
tión de las elecciones de senadores
positivas pruebas de verdadera impar-
cialidad, de lo que debemos felicitarnos.
REVISTA BURSÁTIli
La liquidación de noviembre en
una y otra margen del Plata, se ha
señalado, durante varios años, por
catástrofes más ó menos ruidosas,
pero con respecto á la de este año,
ningún hecho especial nos cabe men-
cionar, si bien la autorización de las
cotizaciones á i)lazos de oro, que rea-
brió la época de las grandes especula-
ciones, hizo abrigar durante algunos
días, el temor lie dificultades que
afortunadamente no se han produ-
cido, á pesar de ascender á $ 1.150.000,
la cantidad de oro efectivo que se ha
tenido que entregar á la oficina de
liquidación.
A este resultaflo ha cooperado en
})arte la publicación de la carta del
Sr. Ministro de Hacienda que contuvo
la exageración de la especulación de
baja eií el metálico, que se había ini-
cia d(j.
En cambios no hay nada de parti-
cular que notar, iiabiéndose conser-
vado sus tipos al nivel de las anteriores
cotizaciones.
Los cheipies del Banco Nacional,
después de algunas oscilaciones, han
quedado con una depreciación de un
2 % más que en la quincena anterior
y los del Banco de la Provincia con
una mayor depreciación de 1 ^ %. En
cambio los bonos del Banco Hipoteca-
rio, se han valorizado 1.90 %; siguien-
do estas oporaciones la ley de la
oferta y la demanda del mercado in-
terno.
En las cédulas nacionales serie A oro
ha hal)id(>uu alza relativamente con-
siderable, subiendo de 88 á 45; no su-
cediendo lo mismo con las demás
series á papel.
Hecho análogo se ha observado en
las series hipotecarias provinciales,
habiendo sul)ido la serie A oro de 19
á 21 |, mientras que, igual tendencia
de alza no se ha manifestado en la
mayor parte de las series á curso le-
gal,"^ que, en su generalidad, como se
Verá en las cotizaciones que publica-
mos, han cerrado casi todas á precios
más bajos que los que tenían en la
quincena anterior.
En fondos y títulos públicos, nada
40-2
Revista Económica
tenemos tampoco que notar, á no ser
el alza en la Deuda pública de la Ca-
pital, que ha aumentado en 3,20 %
sobre el ¡precio de la anterior quince-
na, sin que podamos explicar las ra-
zones en vista de las cuales puede
el capital rentista favorecer especial-
mente estos títulos.
Si mala es la situación de la hacien-
da nacional, mucho peor es la munici-
pal de la capital, que si puede hacer
frente á sus compromisos solo será
mediante el auxilio del gobierno ge-
neral.
No puede pues explicarse cómo se
valorizan los títulos de la municipa-
lidad de Buenos Aires, en mayor pvo-
porción que los de la deuda interna de
la nación.
No es menos digno de meditación el
movimiento que, en medio de la acti-
vidad bursátil i)rovocada por la dispo-
sición que vino á restablecer las
grandes especulaciones sobre el oro,
se observa en las cotizaciones de las
acciones de Bancos y títulos de Com-
pañías.
Ha sonad(j la canqiana que debía
congregar de nuevo á todos los aficio-
nados á las fortunas fáciles del agio;
el Badén Badén argentino ha s'ido
restaurado; han afluido á él nueva-
mente los especuladores del extrange-
ro y los que en el país em[)ezaban á
dedicarse de nuevo á las labores ru-
rales, han vuelto á ser atraídos con los
alicientes del agio.
En estas circunstancias era de esjje-
rar la reanimación del juego sobre
los diversos papeles, que tan capricho-
sos resultados habían producido en las
épocas anteriores, pero, debido quizá,
á falta de iniciativa, solo respecto de
las acciones del Banco Español del Rio
de la Platel, es que se realizan opera-
ciones de juego, tendentes á valorizar
este papel, hasta el punto de darle el
tipo oficial de 109.
A])arte de las acciones de este Ban-
co, aparecen valorizadas las del Ban-
co de Italia y Rio de la Plata que de 94,
han subido á 96 12, pero este es un
movimiento natural desde que sus
acciones son á oro y la valorización del
papel las favorece evidentemente.
En las obligaciones de las Compa-
ñías ha habido alza en la fábrica de pa-
pel «La Argentina», de 4 ¿. puntos, lo
cual vistos los negocíosde esta empresa
y los favores de que continúa siendo
objeto de parte de los poderes públicos
de la nación, no es de ningún modo,
exagerada.
Otros títulos que se han valorizado
son los de la Compañía de gas ar-
gentino, que de 51, han subiclo á 55.
Los mayores beneficios que obtiene
esta empresa por la baja del oro que
le disminuye el costo de su materia
prima, así como la confianza que ins-
pira la honorabilidad de su adminis-
tración, explican sobradamente esta
alza.
En los demás títulos no ha habido
oscilación sensible, pero vueltos á la
actividad bursátil los capitales retira-
dos y que de ahora de nuevo se atraen,
fácil será que en nuestras crónicas
subsiguientes tengamos que anotar
mayor animación.
— La Bolsa de Montevideo continúa
abatida.
Los billetes del Banco Nacional que
habían subido de 40 á 50 en la anterior
quincena, han vuelto á bajar (quedan-
do á 48.
- En cédulas el movimiento ha sido
de poca importancia. Las de la serie
D, después de haber bajado hasta
21.90, subieron á 24, y quedaron á
28.20 que era el precio anterior míen-
tras que las de la serie A subieron de
23.o0 á 28.40. Pastas oscilaciones no
corresponden á la realización de lotes
importantes.
— Los títulos de deuda tanto la in-
terna como la exterior continuaron en
la alza, quedando la primera 2 1/2 pun-
tos mas alta que en la quincena ante-
rior y la segunda 2 puntos.
Es un hecho muy elocuente que la
deuda interna valga más que las cé-
dulas hipotecarias.
— En cuanto á las acciones del Banco
Hipotecario después de bajar á 7.30
quedaron á 7.80. Es opinión corriente
que con el sistema de ventas rui-
nosas que ha puesto el Banco en
práctica, este es un paj^el cuyo valor
tiene que seguir evaporándose.
— En los cambios continuó el mer-
cado en el mismo estado.
DEL Rio de la Plata
403
Movimiento bursátil de la segunda quincena de Noviembre de 1892
BOLSA DE BUENOS AIRES
( DEL 1°. AL 15 DE NOVIEMBRE )
I Ultimo precio
HASTA
x'bre. 15
MAS BAJO MAS ALTO
Ultimo precio
HASTA
n'bre. 30
Metálico
Al contado
Cambios
Inglaterra
Francia
Bélgica
Alemania
Cheques
Banco Nacional •
Banco de la Provincia
Banco Hipot. de la Provincia— bonos.
Cédulas Hipotecarias Nacionales
Serie A (oro) 5 % de renta
)) A % 7 % » ))
)) B » 7 /o )» »
» C » 7 % » »
)) i) » 7 % )) »
» E » 7 % » »
Cédulas Hipotecarias Provinciales
Serie A (oro) 6 % de renta,
A $f. 8 %
E )> 6 % »
F
G
I
.1
K
L
M
N
O
P
6 %
6 %
8 %
8 /'o
Fondos y Títulos Públicos
Fondos Públicos Nacionales de 1884,
Empréstito Nacional Interno 1891
Id. de 1892
Deuda Municipal de la Capital . .
292 50
265 50
292 -
47 h
47 i
47 h
4 96
4 95
4 96
4 97
4 97
4 97
4 02
4 00
4 02
10 —
10 —
18 20
35 —
84 50
36 50
20 —
19 80
22 —
38 —
85 50
45 —
98 80
97 —
93 —
98 80
98 30
90 —
92 —
94 —
91 —
91 —
90 —
90 —
94 —
19 —
21 50
21 50
31 —
85 —
40 —
88 —
38 -
34 —
82 20
82 —
33 40
32 50
81 —
32 60
33 60
— —
32 50
?>^ —
33 70
34 -
82 20
84 80
84 —
82 —
84 70
34 —
82 —
84 80
34 -
31 80
34 70
34 -
82 -
84 80
33 80
31 80
84 80
55 —
74 20
78 80
74 30
68 50
67 40
70 —
66 50
66 -
70 50
276 —
47 I
4 96
4 97
4 02
12 —
86 50
21 90
45 —
98 80
97 —
90 —
91 —
94 -
21 50
35 —
34 —
31 20
81 50
83 60
38 —
31 90
32 10
32 10
32 —
32 10
32 -
55 —
73 70
69 —
69 70
404
Revista Económica
Ultimo precio
HASTA
n'bre. 15
MAS BAJO
MAS ALTO
Ultimo precio
HASTA
n'bre. 80
Acciones
BANCOS
Español del Rio de la Plata
Italia y » » » » (oroj
Crédito Real
Nuevo Banco Italiano
Banco de la Bolsa
Francés del Rio de la Plata
Hipotecario de la Capital (Bonos oro) . .
Constructor de la Plata
Id id id (obligaciones)
Agrícola Comercial
Banco Inmoviliario :
Banco del Comercio
Banco Caja de Descuentos
Comercial de la Plata
Comercial
Banco Sud-Americano
Banco Nacional
COMPAMAS
108 —
94 —
•M —
r)8 50
45 —
42 50
64 75
4 50
O 80
oo
50
La Edificadora
La Previsora (Compañía de Seguros)
La Primitiva (Compañía de Gas)...
Gas Argentino
Empresa del Edificio de la Bolsa
La Argentina (fábrica de papel)
Muelle y Depósitos de las Catalinas —
La Buenos Aires (Compañía de Seguros)
Compañía General de Reaseguros
Kid y C«
Telegráfico Telefónica
Constructora Argentina
8í)
50
8
80
20
81
78 —
27 —
00 —
51 —
i;50 —
80 —
8 00
18 —
7 —
7 —
05 —
14 —
BOLSA DE MONTEVIDEO
(del 15 AL 80 DE NOVIEMBRE)
Billetes Banco Nacional 50 —
Títulos hipotecarios Serie D 23 20
Cédulas hipotecarías » A | 28 80
C,
25
Deuda del Interior ¡ 27 10
Id. Consolidada | 85 50
Acciones Banco Hipotecario í 7 70
CAMBIOS
Inglaterra
Francia. . .
Bélgica
Alemania
51
Vl6
5
35
5
85
4
88
108 —
96 —
81 —
42 50
O 80
02
00
85 —
70 —
27 50
90 —
52 —
186 —
84 —
8 40
48 —
21 90
22
28 —
■ói) 20
7 80
50 —
5 84
5 85
4 81
109 —
96 —
81 —
42 50
O 90
22
28 —
85 —
70 —
27 50
90 —
55 —
145 —
84 —
9 10
50 —
24 —
24 60
29 90
?,H 60
7 80
51
5 35
5 35
4 32
109 —
96 —
81 —
58 50
45 —
42 50
64
4
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50
O 80
22
23 —
85 —
50 —
8 50
80 —
29 —
81 —
70 —
27 50
90 —
55 —
145 —
84 —
8 60
18 —
/ —
65 —
14 —
48 —
23 70
24 40
25 —
29 50
87 —
7 80
51 —
5 35
5 35
5 32
2* Época — Núm. 16.
25 de Diciembre de 1892
REVISTA ECONÓMICA
DEL
RIO DE LA PLATA
Director: DOMIHGO LAMAS
LA CARTA DEI. Dr. ROMERO
y el problema de la circulación monetaria
argentina
1
Heiuüs dejado para este iiüiiiero'
las consideraciones que nos sugiere
la parte de la carta del señor ministro
de Hacienda argentino, en la que se
ocupa de lo que llama circulación
fiduciaria, sin duda á falta de otro
término más exacto.
Como críticos imparciales, no de-
jaremos de manifestar que, aunque
divergimos con el señor Ministro en
las razones en que se funda, estamos
de acuerdo con él en que la Nación
no debe considerar el valor escrito
en los billetes como una obligación
de pago á oro por una suma igual
á su valor nominal; cuestión ésta que,
aunque capital, no ha dado lugar á
ninguna impugnación seria por parte
de la prensa.
En números anteriores de esta Re-
vista, ya hemos tratado este punto, y
á fin de no cansar á nuestros lec-
tores, nos limitaremos á resumir nues-
tras ideas en la materia.
El billete no es una obligación de
pago, sino un medio de pago y un
instrumento de cambio. Es dinero, y
no un título á dinero. Es en virtud
de esa su doble facultad que se dá y
se recibe, diferentemente de lo que
sucede con todos los títulos efectiva-
mente de crédito.
Considerarlo de otro modo es pre-
tender hacer primar la forma sobre
el fondo, y separarse de todas las
condiciones que la equidad y los in-
tereses sociales imponen, en la esfera
de la circulación monetaria.
El señor Ministro llega hasta rozai-
la verdad, pero, desgraciadamente,
no la abarca en toda su extensión,
como seria de desear. Vé que no
seria justo ni equitativo imponer á
la Nación el rescate del papel á la
par, emitido generalmente con de-
preciación, lo que se haría á expen-
sas de los contril)uy entes y en bene-
ficio de los que accidentalmente fue-
sen tenedores de billetes ó de créditos
á papel. Hay algo, sin embargo más
serio que considerar en la materia,
y es la subversión en los precios de
todos los productos en general que
arruinaría á los proseedores y pro-
ductores de todos los múltiples y más
consideral)les valores que tiene el
país, en beneficio de los tenedores y
acreedores de moneda: hecho que no
solo produciría individualmente que-
brantos tan injustos como los que
pueden resultar de las dejireciacio-
nes del medio circulante, sino, tam-
bién, efectos generales ruinosos, como
nunca pueden alcanzar á producirlos
las mayores bajas de que sea sus-
ceptible ningún papel moneda.
En apoyo de ésto, quizá bastarla
citar la autoridad indiscutible para
los sectarios de la escuela metálica,
de Juan Bautista Say, del que repro-
duciremos su juicio sobre los efectos
de la valorización del papel en In-
glaterra, después del término de las
guerras napoleónicas.
«La reintegración, dice, del valor
monetario, fué más funesto á In-
glaterra, aunque no se trataba más
406
Revista Económica
que de una valorización de 100 á 150,
que lo que había sido su depreciación;
más funesta de lo qué fué jjara la
Francia, el descrédito completo de los
asignados».
dourcelle Senenil, aprecia ese hecho
con términos análogos.
Vienen tamlñén á corroborar la tesis
que soí^tenemos los ejemplos de Kasia,
convirtiendo, con aplauso de los econo-
mistas de todas partes, en 1839, al pre-
cio del día, que era de 3 ^ por 1, y el
actual de Austria que igualmente toma
por base para la conversión, el tipo
corriente en el mercado.
11
Llegados á este punto, tenemos el
sentimiento de separarnos del Sr. Mi-
nistro, que manifiesta la conveniencia
de preparar la conversión á oro, lo
que cree que se facilitaría fijándose
el tipo de 2 ¿ por uno. con la cual se
reducirían los actuales 282.000.000 de
pesos inconvertibles á una emisión
convertible de 112.000.000 de pesos
oro. Obtener los medios de conver-
tir esta suma le ])arece por íin que se-
ría alcanzar el desiderátum en materia
de circulación.
El país debe aspirar á la conver-
sión, esto es indudaljle; pero siempre
que la conversión se armonice con
sus condiciones; que sea un hecho
natural y no artiíicial, como resultaría
en las actuales circunstancias.
El Sr. Ministro ha reconocido que
la Nación no puede hacer frente á
sus obligaciones; hecho que hemos
confirmado demostrando que tiene
un déficit anual de más de setenta
millones, parte importante del cual
está representado por obligaciones
exteriores, que las rentas públicas no
alcanzan á cubrir. La situación ge-
neral del país en relación con el exte-
rior no es mas favorecida. Al es-
tudiarla en nuestro artículo. «El
Absent ismo Argentino», hemos com-
probado que la República debe á
Europa el servicio de mil quinientos
millones de pesos oro, lo que importa
más que toda la actual exportación,
quedando anualmente, en descubierto,
por lo menos, el total de las importa-
ciones.
En estas condiciones no es discreto
pensar un solo instante, en volver al
régimen de la conversión á oro y del^e
el i:>aís aprovechar de las lecciones
que al respecto ha recibido.
Tenia, en 1883, una situación incom-
parablemente mejor que la actual,
pero no era todavía una situación de
conversión. El Presidente del Banco
de la Provincia, entonces D. Francisca
Uriburu, hizo presente en una nota
al Gobierno Nacional, que la conver-
sión sería forzosamente efímera, rui-
nosa para los Bancos y que perjudi-
caría los intereses generales del país,
pero, debido á un criterio teórico y á
consejos interesados de comerciantes
estranjeros. que, por lo común, son
desgraciadamente oídos en estas ma-
terias con preferencia á los que están
vinculados con la prosperidad nacio-
nal, se insistió en imponerla.
Se hizo la conversión, pero para
tener que decretar de nuevo, á los
pocos meses, la inconversión, y el re-
sultado |)ráclico de la aventura fué ha-
berse quebrantado, como se preveía,
los recursos de los Bancos de la Na-
ción y de la Provincia, y crear para
el medio circulante una situación peor
que la que antes tenía.
Cuando esto sucedió en una época
en que la Nación no tenía ni la mitad
de desequilibrio actual, ¿como se pue-
de hablar ahora, seriamente, de una
próxima conversión á oro?
Admitamos, si se quiere, la hipó-
tesis de que enagenando la Nación la
autonomía económica del país por un
gran número de años, y dando extra-
ordinarios privilegios, llegase á obte-
ner el metálico necesario para conver-
tir el papel al tipo de 2 1/2 por 1, y
tendremos ó una nueva, conversión
efímera ó forzosamente impuesta la
rariíicación del medio circulante, que
es la agravación de la crisis y el aba-
timiento de la producción.
Veamos qué sucedería establecida
una corriente de exportación de me-
tálico, que la situación impone y que
por ese hecho se favorecería.
Si el billete convertido para expor-
tar el oro, se lanzase de nuevo á cir-
culación, se iria gradualmente dismi-
nuyendo la representación metálica
de los billetes, lo que precipitaría de
nuevo su inconversión y si esto no se
hiciese, si el billete convertido se que-
DEL Rio DE EA Pl.VTA
4()'¡
mase, al irse satisfaciendo con la con-
versión las necesidades de oro, pronto
podríamos hallarnos en la sititación
(le no tener ni oro ni papel.
Con el actual desequilibrio, lo repe-
tiremos, el dilema que toda tentativa
de conversión á oro impondría sería
este: ó la inconversión á cortop lazo
después de cuantiosos sacrificios para
evitarla, ó la carencia general de mo-
neda, que seria sin dud"a,aúnmás per-
judicial.
111
Si bien es por hoy estemporírUieo ha-
blar de conversión á oro, puede el go-
bierno poner un límite al movimiento
de valorización que se viene operando
con mayores perjuicios generales que
los que produjo el anterior de desvalo-
rización.
Situación análoga á la actual, la tuvo
el Brasil en la menoridad de D, Pedro
II, en la que descollaron estadistas
eminentes. La guerra con el Río de la
Plata, habíale dejado al Imperio una
suma considerable de papel inconver-
tible. Imposible fué evitar sus oscila-
ciones de alza, pero, en cambio, se
creyó que se debían cortar las fuertes
alteraciones en sentido inverso, y to-
mar, como base, la relación que entre
el oro y el papel, había establecido el
mercado.
Las monedas de oro del Brasil, eran
las piezas llamadas portuguesas, de
cuatro octavas de peso y veintidós
quilates de fino, con el valor nominal
de 6.400 reís, y las monedas llamadas
provinciales, por tener su giro cir-
cunscrito en el Brasil, con dos y cuar-
to octavas de peso y la misma ley. .-vsí
pues, la octava de oro de 22 quilates,
ó, lo que es lo mismo, los 3 gr. 586 de
oro de 916 2/3, en moneda portuguesa,
valían 1.600 reis. y en moneda brasi-
lera, 1777 7/9 reis.
En vez de declarar que tantos reis
en papel serian el equivalente de tan-
tos reis en oro, bajando el valor del
primero, una íey estableció que la
octava de oro fuese el equivalente de
2.500 reis, y, por lo tanto el valor
legal de las monedas de 4 octavas de
oro, se elevó de 6.400 á 10.000 reis.
Quedó el papel asi á la par; poste-
riores necesidades de emisión, ya para
cubrir déficits, ya para fomentar la
producción, hicieron que el papel vol-
viese á desvalorizarse, y de nuevo Be
recurrió al mismo expediente, pasan-
do la octava de oro á tener un valor
de 4.000 reis. que quedó siendo el pun-
to al rededor del cual ha fluctuado
posteriormente el papel brasilero.
Admitido por el señor ministro de
hacienda el principio de que los bille-
tes no son una deuda que haya que
pagar por su valor nominal; estableci-
do que las pérdidas que se producen
con las depreciaciones no pueden i:e-
pararse, elevándose con el tiempo el
precio de los billetes, y, sobre todo, re-
conocido que los inconvenientes que
la baja del oro produce son más
graves todavía que los de la baja del
papel, y ya que no ha sido posible evi-
tar esta, ¿no sería conveniente pre-
venir que aquella continúe acentuán-
dose, evitando por el hecho la agrava-
ción de las deudas y un cambio de
condiciones en general contrario al
desarrollo de la producción?
El ejemplo del Brasil, merece me-
ditarse.
Por nuestra parte, sometemos á los
hombres prácticos, é imparciales, el
estudio de los efectos que produciría
una ley que fijase, por ejemplo, como
precio del argentino el de 15 pesos,
de la libra e.sterlina, el de 15.12, y de la
onza el de 48.81 etc.
En el hecho, esta ley no haria
más que confirmar el precio medio
que actualmente la plaza establece
paralas monedas. Armonizado el valor
legal de las monedas, con el valor
mercantil tendríamos el papel á la
par, en la única en forma que se podría
conseguir.
Esto sería, por lo menos, preferible
al proyecto de cambio de los actuales
'billetes á 2 1/2 ó á 3, por otros de con-
versión efímera, como tendrá que ser
toda que se intente en las actuales
condiciones de la República, sobre
todo sí esta no entra en un sistema
ampliamente bimetálico.
LA LLUVIA ARTIFIOIAL
Y EL OCÉANO DE POLVO
El señor Enrique de Vasigny publicó
en uno de los últimos números de la
408
Revista Económica
Revista de ambos mundos, un artículo muy
interesante sobre los medios de pro-
vocar la lluvia. El autor examina todo
lo que se lia hecho hasta ahora: las
experiencias admirablemente llevadas á
cabo, las teorías convincentes, emitidas
por los generales y los farmacéuticos,
y llega á la conclusión bastante sor-
prendente de que ya se ha hecho mu-
cho, lo que no impide que todavía esté
por hacerse todo.
La cuestión es, sin duda, muy pal-
pitante. Preocupa mucho al viejo
mundo y apasiona al nuevo febril-
mente. No hay que olvidar que tanto
en la América del Sud como en la del
Norte, hay provincias enteras que es-
peran la época de las lluvias artificia-
les con más impaciencia aun que los
judíos cuando esperaban el maná en el
desierto; y sino ahí están Catamarca, y
la pobre Rioja. Poblaciones numero-
sas se han diríjido á Tejas y á otros
territorios en la esperanza que el cul-
tivo en grande escala atraería la lluvia
Pero la lluvia se ha hecho esperar
siempre. Por otra parte, en Kansas,
la Universidad y el Colegio de Agricul-
tura confiesan, "^ lastimosamente, que
la cantidad de lluvia decrece en vez de
aumentar. El descontento va, pues,
siempre in crescendo. En ('hiña se invoca
á los genios, á las almas de los difun-
tos y también al emperador. En las
Indias, se va en busca del gapogari, que
ejerce su industria en las aldeas del
centro de la península índica. Sí, por
inepcia ó ignorancia, no consigue hacer
llover, lo ponen á buen recaudo, y
todos los días lo vapulean de lo lindo
hasta que se produzca la lluvia. El
general R. G. Dyrenforth se ha pro-
puesto desempeñar, en los ICstados
Unidos, el papel tan ingrato de gapo-
gari: .... Habéis leído los clásicos? pre-
guntaba á los representantes de su
gobierno. Eh bien! cuenta Plutarco
que, en su tiempo y antes, las grandes
batallas eran seguidas de lluvias...
Recuerden Vds. las lluvias que cayeron
después de Waterloo, las observacio-
nes hechas durante la guerra civil,
también reunidas por el señor Powers,
y de donde deduce que cada una de
las 198 batallas de alguna importancia
fué seguida de una lluvia. . .El general
ha hecho su cálculo: 20.000 tiros, que
salen de 200 cañones, comprendidos
todos los gastos, vendrían á costar
4(X).000 francos ... Y entonces? El go-
bierno se estremeció. En 1890, el
gobierno destinó. . .45.000 francos para
gastos de expenencias. Al año si-
guiente, el bravo general partió para
Tejas, acompañado de todo lo que
precisaba para salir airoso de su em-
presa. En lugar de cañones, empleó
68 globos destinados á la explosión. El
general dispuso sus hombres y sus
aparatos en una triple línea de batalla
y atacó al cielo con vigor. Su objeto
era imitar una gran batalla con caño-
nazos y bombas que estallaban en el
aire.
Empezaron el 9 de Agosto. A las
8 de la madrugada, primera serie
de explosiones, que duró una hora y
volvió á empezar á las 7, durando
menos tiempo. El tiempo estaba bue-
no, la noche espléndida, pero al día
siguiente, á medio-día, una copiosa
lluvia cubrió todo el suelo. Se repi-
tieron las pruebas el 18, con igual
éxito. El 25, se hacía estallar, á una
altura de 1.500 á 4.500 metros, siete
globos, llenos de oxígeno y de hidró-
geno. Se produjo uíi ruido infernal,
y el cielo que no quiso ser menos,
envió al general y á su tropa una
lluvia torrencial, que duró seis horas.
¿Han tenido buen éxito los experi-
mentos? Absolutamente no. El bravo
general ha elegido simplemente la es-
tación de las lluvias. El señor G. E.
Curtís, meteorologista que acompañó
á la expedición, ha hecho saber que
sólo se habían abierto las puertas
que estaban entornadas. En el hori-
zonte se habían visto tormentas, el
cielo estaba cubierto de nubes y los
globos explosibles no impidiei-on que
cayese la lluvia. Su mérito no fué
grande, que digamos.
Razonemos "un momento. Todos
sabemos que el aire contiene una
proporción variable de vapor de agua.
Este vapor invisible esparcido en la
atmósfera, contiene nubes, es decir,
montones de gotitas de agua muy
tenues, y algo diferente del vapor,
por consiguiente. No hay más que la
condensación que pueda hacer caer
esas gotitas de lo alto! Esa conden-
sación se opera bajo la influencia de
cierto enfriamiento. Pero el sonido., el
barullo armado por el general ame-
DEL Rio de la Plata
409
i'icano, podía provocar la condensa-
(úón? De ninguna manera. Existen
mil experiencias de laboratorio para
probar que se puede operar la con-
(iensación por enfriamiento, pero nunca
l)or el sonido. Luego, el remedio no
está por ese lado. Un físico escocés,
el señor John Aixhen, después de nu-
merosas experiencias, ha llegado á
ésta conclusión: «que todo fenómeno
de condensación del vapor de agua
ritmosféríca en forma visible, paípa-
¡»le, necesita de la presencia de polvos
fU la atmósfera.»
La abundancia de polvos en la at-
lüósfera, dice el señor Vasigny, no es
materia de duda para nadie.... El
polvo forma en la atmósfera una
especie de nube opaca que nadie
)iuede desconocer. Todos hemos visto
iormarse esa nube durante la agi-
tación que muchas veces precede" á
la tempestad. A menudo cae inme-
diatamente, pero si el viento es fuerte
jjuede ser llevada á alturas varia-
l)les.... Esas nubes de polvo, arreba-
tadas al suelo, forman á lo lejos llu-
vias terrosas: vuelven á caer con la
Ihivia, y en razón de la coloración
rogiza de las gotas de lluvia, debida
:i las partículas minerales el© óxido
• le hierro, que abundan en las tie-
rras rojas que producen estas espe-
cies de polvos, se han tomado estas
lluvias, por lluvias de sangre. En
China, las lluvias coloreadas por el
[)olvo son frecuentes: los chinos dis-
tinguen dos clases: la lluvia amari-
lla y la lluvia negra.... Para asegu-
rarse de la existencia normal de^ este
polvo, basta con entrar en el cuarto
más aseado, más cuidadosamente ba-
rrido, donde nadie haya entrado du-
rante meses, si se quiere. La habi-
tación ha estado cerrada todo ese
tiempo, y, sin embargo, encima de ca-
da mueble hay una capa apreciable
de polvo, que ha entrado por las ren-
dijas de las puertas ó ventanas... El
señor Aitken ha llegado hasta des-
cubrir la cantidad de polvo contenida
en el aire en diferentes localidades
ó en diferentes momentos. En suma,
el mínimum observado por el señor
Aitken, parece ser 16 partículas por
centímetro cúbico: esta cifra ha sido
tomada por él una sola vez en la ci-
ma del Ben-Nevis en Escocia, en
Julio de 1890, que fué uno de los
meses más lluviosos que haya habido
hace años, en aquella región. En
Righi había de 500 á 2000 partículas,
en Mentón 1.200 y 7.200. En Edim-
burgo 260.000 y en Glasgow cerca de
400.000. Y en fin si se analiza el aire que
se desprende de un pico de gas, se
encuentran hasta... oO millones de
partículas de polvo ¿De dónde viene
este polvo? La respuesta no es di-
fícil: las fuentes de polvo son miálti-
ples. Desde luego, la tierra, con sus
partículas más fmas, en tiempo seco,
arrastradas por el viento; el humo de
las chimeneas y de las usinas; los
meteoritos, en íin, que. penetran en
nuestra atmósfera en número de una
decena de millones, por día, y que se
convierten en polvo... En suma, la
atmósfera más pura, encierra siem-
pre una cantidad enorme de polvos . . .
Hay menos, á medida que se sube
más; hay más después de los grandes
vientos, de grandes incendios: hay
menos después que antes de la lluvia,
pero hay por todas partes y á medida
que se continúen las investigaciones,
se llegará á formarse una idea de la
densidad del océano de poho, en que
vivimos. ..
¿Resultaría de todo ello, aparente-
mente, que la teoría del polvo del
señor Aitken y la del estampido de
cañón del general americano sean
diametralmente opuestas? — De ningu-
na manera: las dos teorías llegan á
un mismo hn, pero por distintas vías.
Los explosivos |)ueden muy bien pro-
vocar la lluvia, no gracias al ruido,
sino simplemente gracias á la abun-
dancia de polvo que despiden ¿Quiere
esto decir que la presencia de polvos
sea suficiente y que la lluvia deba caer
cada vez que el aire encierre una pro-
porción dada de partículas en suspen-
sión? No. En realidad, esa no es sino
una de las causas y la formación de la
lluvia guarda siempre secretos. . . p<jr
descubrir.
Digamos, entre paréntesis, que el
general americano no ha sido el
primero en señalar la posibilidad
de la creación de la lluvia por me-
dio del sonido. Ese honor perte-
nece integraiTiente al señor Carlos
Le Maout, farmacéutico de Saint
Brienne, cuya teoría ha sido desar-
410
Revista Económica
rollada en la Eevue des Bevues de Agosto
último, por el doctor G. Binet. Sea
«le ello lo que fuere, esperemos con
paciencia los resultados de los expe-
rimentos que el general Dyrenforth
del)e reanudar en breve.
AFORISMOS ECONÓMICOS í MORALES '"
Lastres 8: ocho horas de trabajo, ocho
horas de recreación y cultivo del espí-
ritu y ocho horas de sueño no son mas
que una frase destinada á señalar la
falta de un argumento serio.
Existen, en efecto, una iníinidad de
industrias, en las que nada obliga ni
impide al obrero que reduzca sus horas
de trabajo á ocln>: trabaja á tanto la
pieza y puede descansar cuando quie-
re. Si no lo hace, es porque prefiere
ganar más. Nadie quiere, descansar á
costa suya. Es más ventajoso pedir al
patrón que pague un descanso que no
le reporta ningún provecho; pero es
esto justo? Parece bien difícil demos-
trarlo.
En cuanto ala esperanza de que el
obrero emplee sus ocios diarios en cul-
tivar su espíritu, etc., etc., no es per-
mitido abrigarla. Si, entre los miles de
jóvenes que salen de los liceos y cole-
gios y aun de las facultades, sólo una mí-
nima parte selecta continua «formán-
dose ó enriqueciendo su inteligencia»
una vez que ha obtenido su diploma:
y si la mayoría de los que han consa-
grado su juventud al estudio no han
podido ser imbuidos del amor á las
letras y á las ciencias ¿cómo se puede
imaginar que obreros manuales tan
• mal preparados para los goces inte-
lectuales, una vez vueltos a sus casas,
fatigados como lo estarán, han de
tomar un libro para cultivar su espí-
ritu? Respecto á los selectos que bus-
can los libros, esos los l)uscarán con
los tres 8 v sin ellos.
Los desheredados — En un país libre?
sólo los idiotas y los enfermos incura-
bles pueden considerarse com(^ des-
heredados.
(11 Véase
q re esta vi
niímero de \a Rkvijíta hiUitíoi-
MI es inopi.ídail
Con una inteligencia ordinaria y con
las virtudes más elementales; con
amor al trabajo y con previsión, nunca
es uno «desheredado.» Y si se tienen
gustos sencillos, hasta se puede ser
dichoso; pues como dice el proberbio,
«estar <-ontento vale más que la rique-
za.» y la esperiencia prueba, en efecto,
que nuestro tesoro está en nosotros
mismos. (Léase la fábula. ((El zapatero
remendón y el rentista.^) ( 1 \
*
* •
La palaljra desheredados aplicada á gen-
tes sin fortuna, á obreros manuales, —
los hay que han llegado á ser millona-
rios y ministros, — es un término como
muchos de los que emplean la pasión,
el espíritu de partido, la retórica; es
una metáfora, una hipérbole, pero no
es la expresión de la realidad, de una
verdad concreta: no se puede sacar de
ella ninguna consecuencia; sino lo que
tantas veces he dicho yo, que la retó-
rica nos asesina.
En ciertos países existe el derecho
de primogenitura y hasta la libertad
ilimitadade testar: en esos países, pues
no se debería usar de la palabra deshe-
redados, aplicándola á los obreros; se
aplicaría literalmente, mucho mejor á
los hijos de los grandes ó de los ricos,
despojados de su herencia. Pero estos
hijos, si poseen las cualidades necesa-
rias, se crearán una posición, debida
á sus propios esfuerzos.
*
* *
La causa del socialismo. — Es falso que
la miseria sea la causa del socialismo,
la miseria no produce más que el des-
aliento. La miseria puede hacer escla-
vos, pero no hace soñadores: por eso
la República Argentina se encuentra
en la ancha avenida de la libertad,
desde que en ella no hay. propiamen-
te halilando, miseria.
Elevándose un poco sobre esa mise-
ria que embrutece cuando sus necesi-
dades ultrapasan la línea de lo indis-
pensable, es como el hombre siente
mas penosamente las privaciones que
sufre, y comparándose con gentes mas
dichosas es como puede ser atacado
por la envidia... La envidia no ha
sido nunca considerada como una
virtud.
(li í.e snvplifr ol ¡c f¡nfjtici>'r.
DEL Rio DE LA PlATA
411
Para todo hombre corroído por este
malhadado sentimiento, el terreno
está preparado i)ara el socialismo. Esto
no obstante para admitir las ineptas
teorías que se le presenta tan frecuen-
temente, es menester que haga violen-
cia á su razón, á su experiencia de
todos los días. Es probable que la mayor
parte de los hombres afiliados á la
bíindera roja no se hayan tomado el
trabajo de comprender, se han limita-
do á aprender algunas fórmulas para
encarnar en ellas sus sentimientos.
La mayor palote de los hombres son'
por otra parte, tan crédulos que se les
hace aceptar; cuando se sabe hacerlo,
las creencias mas absurdas; piénsese
si no en el diablo, en los brujos, en los
Thugs (de la India), en los mormones,
en ciertos sectarios rusos que se muti-
lan . . .
No es posible entonces, negar el
efecto de la propaganda bajo todas
sus formas. Los socialistas ponderan
frecuentemente la eficacia de la que
ellos, organizan con Lin cuidado ex-
tremo. • .cuando niegan este efecto,
es por pura táctica: se prepara una
■sorpresa.
El buen socialismo. — Rehabilitar nom-
bres vilipendiados por la historia es
un acto es menos pernicioso que el de
dar un sentido favorable á una pala-
bra empleada desde su origen en un
sentido desfavorable, — sobretodo cuan-
do se pretende conservar las dos acep-
ciones. Así, no se puede menos que
turbar los espíritus, Decir que hay un
socialismo bueno y un socialismo malo,
generalmente es capitular, es hacer
acto de debilidad, es una manera de
justificar ó de excusar la inercia que
se opone á las agresiones de los pro-
pagandistas de esta doctrina subver-
siva.
Los socialistas declaran, en efecto,
que tienden á suprimir la propiedad
individual y á organizar la produc-
ción colectiva bajo la dirección del
Estado.
El socialismo no tiene ninguna rela-
ción con la caridad cristiana ó no cris-
tiana. El socialismo no profesa que tie-
ne la misión de dar. se atribuve la de
tomar. Declara la guerra á los que él
pretende calificar de explotadores sin
que jamás haya podido jusiidcar esa
pretensión. No se arma para darles á
los desgraciados, sino para quitarles á
los felices. — Cuando pone en eviden-
cia los sufrimientos muy reales de
algunos hombres, no lo hace sino
como un pretexto, no hubiera anate-
matizado ó ridiculizado el ahorro, ni
combatiría otras instituciones análo-
gas y sobretodo el >-elfhelp.—e\ ayúdate
á tí mismo y Dios te ayudará, digo yo.
En resumen, los que hal)lan del
buen socialismo, saben de lo que
hablan?
París bajo el régimen colectivista. — No
más almacenes privados. El boule-
vard y las otras grandes arterias no
estarían alumbradas de noche, sino
por los picos oficiales de gas, pues los
consumidores se proveerían en gran-
des almacenes públicos.
El domingo, día de descanso uni-
versal, vería los cafés y tabernas cer-
rados, ni coches, ni ómnibus, ni
ferrocarriles y vapores tral)ajarian:
se comerá, sentado, sobre la yerba,
pan con vino en los buenos años, y
con agua, en los malos: Problema: ¿cómo
llegará el vino á París?
El comercio internacional se sus-
l)enderá por falta de confianza, si no
es por falta de materias necesarias
para alimentarlo.
¿Qué será de la libertad, de la fan-
tasía, de la poesía, del arte, de la
ciencia?... Esas cosas tan bellas
morirán con «el artículo de París»,
por falta de empleo. Y todo esto que
es en el momento presente aplicable
á París, será aplicable á Buenos Aires,
antes de diez años, cuando tenga un
millón de habitantes, si, como vamos,
continuamos; y en gran parte habrá
que imputarlo^ al proteccionismo sin
ton ni son; — es decir al proteccionis-
mo que, por protejer á algunos, ataca
á todos... los estómagos.
412
Revista Económica
LA TRATA DE NEGROS
Y EL Rio i) e la P l a t a
XVI
Hemos observado de cerca, la escla-
vitud en el Brasil, hasta años recien-
tes, y hemos apreciado todo el extra-
vismo moral que un (3rden de cosas
establecido y la fuerza de los intereses
egoístas individuales, pueden imponer
á los espíritus débiles ó poco reflexi-
vos, que forman las trrandes masas de
los pueblos.
No necesitamos, sin embargo, referir
aquí nuestras propias impresiones,
puesto que, cuanto podríamos decir,
lo encontramos ya relatado por escri-
tores cuya autoridad no puede ser dis-
cutida.
La condición de los negros esclavos
en América, debía forzosamente de-
pender del destino que á éstos se re-
servaba. Si se les aprovechaba para
el servicio doméstico ó para ejercer
oficios en que les fuese indispensable
vivir diseminados en medio de una
población libre y más ó menos prós-
pera, natural era que su condición
fuese menos ruda. Lo contrario suce-
día cuando debían formar verdaderos
rebaños, destinándoseles en grupos ó
al trabajo oscuro de las minas, ó al pe-
noso de las plantaciones, en los cuales
se hallaban tanto más bajo el rigor de
la utilidad como lejanos de las afec-
ciones generosas.
Este era el destino del iTiayor nú-
mero de negros importados.
C. Cantú, (1) recopilando diversas
descripciones sobre la condición de los
negros en América, traza el siguiente
cuadro que, como veremos, no peca
de exagerado.
«Medio desnudos, dice, escasamente
alimentados con pan y tocino, ence-
rrados por la noche en una pocilga
después de haber trabajado todo el día
en las minas, en los molinos y en otros
trabajos mal sanos, en penosísimas
plantaciones, consumen su vida entre
la ignorancia y el concubinato. Sin
(1) C. Caiitü — Historia Universal.
embargo, no pierden su natural ale-
gría, y son aficionados al baile, á jugar
á los dados, á tocar y á improvisar.
Aman ardientemente y procrean; pero
los grandes trabajosa que están suje-
tas las mujeres les hacen abortar
muchas veces y otras matan ellas mis-
mas á sus hijos para librarles de aquel
horrible porvenir, y por el placer de
causar un sentimiento al amo. Los
que viven tienen sumo cariño á sus
madres y acostumbran á decir: Gasti-
gadme pero no digáis mal de mi madre. Les
sostiene la idea de que, después de
muertos, volverán desde el gran mar á
ver á su patria y á su familia, en quien
siempre piensan bajo los soles extran-
geros, de modo que para ellos es una
fiesta el morir, y los compañeros ro-
dean al agonizante, envidiándole, de-
seándole buen viaje y dándole recuer-
dos para los amigos y parientes.»
En esto se refiere C. Cantú á los
negros minas, que eran los que creían
en la resuri'ección, pero estos no
constituían más que una parte de los
negros importarlos y que se seleccio-
naban segiui sus tendencias generales.
En los primeros tiempos dióse prefe-
rencia á los mandingas, por sufridos
en el trabajo y por su docilidad de ca-
rácter.
Y ya que de mandingas hablamos,
no estará demás que hagamos un pa-
réntesis, explicando, con este motivo
la razón de un modismo especial de
América.
En el ánimo popular, es negra como
el ébano la imagen del diablo y siendo
de la raza mandinga los africanos
que predominaron en las primeras
expediciones á América, se hizo natu-
ralmente el término mandinga sinóni-
mo de diablo, y asi en el lenguaje
popular á cada paso oímos repetir,
diciéndose: «malo como mandinga»,
«feo como mandinga», «huyó como un
mandinga», «es un mandinga», etc.,
etc.
Pero no eran tantos los mandingas
que saciasen la sed de negros de la
trata, que se extendió desde el Cabo
de Buena Esperanza hasta la Costa de
Oro y desde los parajes cercanos á los
puntos de embarque hasta mil y mil
quinientas millas al interior.
El carácter de los negros en esa in-
mensa extensión, se diversificaba; va-
DEL Rio de la Plata
Aló
riabaii sus creencias y sus tendencias,
si l)ien conservaban ciertos rasgos ge-
nerales análogos, debidos á la'^simili-
tud de sus condiciones de vida.
En especial, agrega C. Cantú, los in-
gleses, los trataban horriblemente y
decian. «Estos son gente falsa, y no
tienen verdadera voluntad de ser cris-
tianos, y si se bautizan es solo por la
esperanza de que los traten mejor; son
peligrosos porque son el triple de los
Idancos; son malos porque llegan al-
gunas veces hasta prender fuego á las
plantaciones.»
«Asi, pues, no liabia crueldad que no
hicieran, y no btistando contra ellos
las fortalezas, separaban cuidadosa-
mente á los de una misma nación;
I castigaban gravísimamente al que to-
caba un arma; los excluían de aquellas
dulzuras de la vida, que tenían entre
los franceses; en vez de un sentimiento
benévolo les inspiral)an el orgullo,
más triste peso y por lo mismo tam-
bién más fácil en las miserias; por lo
I cual los antiguos esclavos no tenian
' cariño á los nuevas, como sucedía
entre los franceses, donde general-
mente aquellos eran padrinos del neó-
fito; si delinquía alguno le metían los
pies entre los cilindros del molino de
azúcar, triturándole poco á poco.»
Un testigo ocular, describe del modo
siguiente las condiciones en que, en
las Antillas, se encontraban los escla-
vos. (1) «Siete ü otro papas por dia y
un poco de agua, era el alimento que
los esclavos de Santo Domingo reci-
bían de sus amos. Solían levantarse
de noche para proporcionarse algunos
víveres, y, cuando se les descubría,
' eran castigados con el látigo. ¡Cuán-
tas veces no he visto á la hora de al-
morzar no tener los negros una })apa,
y quedarse sin comer! Esto sucede
en casi todos los establecimientos azu-
careros, cuando las plantaciones no
dan lo bastante y entonces los negros
sufren durante algunos meses .. Se
concibe apenas que los gobernadores
que eran distinguidos por su naci-
miento y por la dulzura ile su carácter,
hayan tolerado los crímenes atroces
que se cometían. Se ha visto una Ca-
radeua, un Latoison-Laboul que con
(1) Malenfant — Des Colonies franeaises et particu-
lierem ont d<; Saint Doninique.
sangre fría echaba los esclavos en hor-
nos, en calderas ardientes, ó que los
hacía enterrar vivos de pié teniendo
la cabeza fuera y dejándoles morir de
ese modo. . . En la casa tie Vaudroil y
Duras, cierto procurador no salia nun-
ca sin tener en su bulsillo clavos y un
pequeño martillo con el cual clavaba
por la oreja á los negros, en un poste
colocado en el patio. Si hubiesen lia-
bido inspectores de cultura, todos esos
crímenes no se habrían cometido, ni
menos los castigos de quinientos azo-
tes, dados por dos comendadores, y
frecuentemente renovados al día si-
guiente, hasta que el negro muriese
en un calabozo en el que apenas había
podido entrar.»
El capitán Treuch (1) explica tam-
bién en los siguientes términos, la
situación de los esclavos en la isla de
Cuba, aún en 1875.
«Con el deseo de ver de cerca la es-
clavitud tal cual es, dice, obtuve per-
miso para visitar una plantación de
caña de azúcar, no lejos de la Habana.
«En la puerta de la fábrica se velan
cincuenta muchachos negros, de los
dos sexos, de seis á doce años de edad,
ocupados en amontonar cañas sobre
el elevador de la máquina, destinada
á molerlas. Estos pobres muchachos
obligados á hacer un trabajo mortal
l)ajounsolde plomo, dirigían conti-
nuamente los ojos hacia un terrible
chicote de cuero que sacudía un ne-
gro, pronto á descargarlo sobre sus
desnudas espaldas, si pretendían des-
cansar ó comer un pedazo de caña.
«Saliendo del ingenio, pasamos alas
barracas que sirven de albergue á los
negros. Son construcciones de ladri-
llo rodeadas de una doble reja de hie-
rro. Los cuartos están provistos de
barras de hierro y de cerrojos. Abrien-
do la puerta se apercibe un espacio de
catorce pies cuadrados lo más repul-
sivo que se pueda ver. Las paredes
están negras de grasa. La tierra hii-
meda y malsana sirve de piso. La luz
y el aire solo entran por la puerta. El
mobiliario se compone de una mesa,
de un banco, y una tarima con un co-
Ijertor liecho trizas.»
«Es cruel, agrega, exigirle á un hom-
bre diez v ocho horas de trabajo bajo
■li I'ne visite á Cuba en 1875.
414
Revista Económica
un cielo tropical, seis dias seguidos.
Debido á esto también la organización
más vigorosa se agota pronto, y la
vida media de un trabajador es solo
de cinco años. vSe dice que el esclavo
bien cuidado es más feliz que el hom-
l>re libre. . . Que vayan á ver los escla-
vos flacos, extenuados que se. encuen-
tran por las calles de la Habana.»
lín los Estados del Sur, la duración
del trabajo impuesto á los esclavos era
en verano, de quince horas y de cator-
ce en invierno.
Sometidos á todo género de rigores,
suelen los negros buscar su libertad en
la huida, pero tienen entonces contra
sí la tenaz persecución de sus amos,
empeñados como todo propietario en
conservar sus intereses, y el peso de
las leyes que favorecen á estos con
inusitada severidad.
Cf>rrespondió á los españoles la in-
v(-nciónde la cacería de hom])res. jtor
medio de perros adiestrados. En los
primeros dias de la conquista ya la
pusieron en práctica en la isía de
Cuba, con el objeto de sugetar á los
indígenas, que huían á los bosques á
fin de eludir el pesado yugo á que se
les sometía.
Una vez comprometidos fuertes ca-
pitales en la adquisición de negros, se
creó una industria especial, la' de los
rancheros, que, con los mismos me-
dios de los primeros conquistadores,
se dedicaVjan á la cacería rlc negros
cimarrones.
Apenas se notaba la falta de un ne-
gro, el ranchero llamaba á los perros
y les hacía oler cualquier objeto de
pertenencia del fugitivo, lo que basta-
ba para que se lanzasen á seguir la
pista. El ranchero, generalmente bien
armado, seguía á los perros á cierta
distancia, no tardando estos, con su
maravilloso olfato, á descul)rirlos: lie-
cho lo cual no podía e) infeliz cautivo
conservar esperanzas de salvación.
L'js perros le rodeaban y le obligaljan
á encaminarse en dirección al sitio
donde esperaba el ranchero, prontos á
•devorarlo si no les obedecía.
Hemos de ver la triste suerte que le
esperaba al negro alzado; en cuanto al
ranchero, éste'recibía por su presa, la
recompensa de veinte pesos, que era
bastante estímulo para que cntreyase
un semejante al martirio á que sal)ía
de fijo que habían de someterla.
Los norte-americanos al ado[>tar la
esclavitud, adoptaron también esta in-
dustria especial de la cacería de ne-
gros alzados órunaways, convirtiéndose
las proezas de los cazadores en temas
normales para la gacetilla de los dia-
rios del sur. de las que dan idea las
siguientes reproducciones.
«El jueves se descubrió un esclavo
fugitivo, cerca del salto de Wasiiing-
ton. que en un tronco de árljol habla
abierto una especie de cueva, cuya en-
trada la tapaba con ramas. Cuando
se apercibió que habían descubierto
su refugio, trató de huir, pero Mr.
Adans y sus excelentes perros, se pu-
sieron al momento en su persecu-
ción, y pocos minúteos después logra-
ban capturarlo.
Era un esclaví» que liabia luiido
hacía más de un año.» (Macón Telegraph.)
«Hace dos dias, un caballero de esta
parroquia, cazando esclavos, descu-
brió su campamento en los bañados
de la Isla del Gato. Consiguió tomar
dos: [)ero el tercero se salvó á nado.
Le dis]»aró un tiro de fusil hiriéndole
en la espalda. Sin embargo, el fugiti-
vo continualja nadand(j. cuando ios
perros le alcanzaron y consiguieron
apoderarse de él.» i Chroniele of Si. Fran-
cisville. )
XVll
Idenlilicada. deludo á una mala
comprensión, la sujeción de los ne-
gros, al desenvolvimiento económico
de las colonias americanas, la legisla-
ción vino en todas partes, mas á favo-
recer los abusos de los propietario.s,
que el respecto de los derechos huma-
nos. Sobre todo, en las colonias in-
glesas (le Norte-América, en los Esta-
del Sur. en que el niimero de negros.
llegal)a á soV)repasar al de los blancos,
lasniedidas del mayor rigor parecían
necesariamente impuestas por la sa-
lud pública.
Ya hemos visto (pie en los primeros
años de la conquista, se restringió la
importación de negros ladinos, á fin
de evitar tentativas de insuliordina-
ción: cosa en que no se perseveró, pues
en las coU^nias españolas, se llegó á
permitirla instrucción primaria de los
neoTos v el fomento de la religiosa;
DEL Rio de la Plata
41;
pero fué en los Estados Unidos, donde
más tenaz empeño se manifestó en
conservar á los negros en las condi-
ciones de completo embrutecimiento,
al extremí) de imponer en el espíritu
de las Legislaturas de los Estados del
Sur, la idea de que era de interés \)ú-
blico alejar á los esclavos de todo me-
dio de elevación moral. En la Carolina
del Sur, una ley fechada en 1800, dis-
ponía el castigo de veinte azotes á todo
negro que fuese hallado en una reu-
nión que tuviese por objeto la instruc-
ción mental.
El blanco que enseñase á un esclavo
á escribir, era también castigado con
una multa de cien dollars.
En la Carolina del Norte, predomina-
ba el mismo criterio, y el preámbulo
de una de sus leyes declaraba que, «en-
señar íi los esclavos á leer y á escri-
bir, tiende á excitar las afecciones en
SQ espíritu y á producir el desorden y
la rebeli(')n», y de acuerdo con este
criterio, castigaban el crimen de ense-
ñar á un negro y el de leer un libro,
excepción hecha de la biblia, con la
pena de treinta y cinco azotes si el
culpable era un negro libre, y con la
de doscientos dollars si era blanco.
En Virginia, en época más cercana,
poruña disposición del año 1829, fué
declarada ilegal toda reunión que tu-
viese por objeto enseñar á leer ó á es
cribir á los esclavos, y se estableció la
pena de veinte azotes, contra todas las
criaturas que se encontrasen en reu-
niones de ese género.
En Georgia, en la misma fecha, se
sancionó ima ley no menos digna de
reprobación. Según ella, enseñar á
leer ó á escribir á un negro, fuese libre
ó esclavo, era un delito, castigable. si
el delincuente fuese blanco, con una
multa de cien dollars y la pena de
prisión por el tiempo que señalase el
tribunal; si el pedagogo fuese negro,
tenia el castigo de prisión por el tiem-
po que le determinasen sus jueces, y
en vez de una multa en dollars el adi-
tamiento de azotes á discreción. Hasta
el hecho de enseñar el padre á leer á
su propio hijo contituia un delito pena-
ble con todo rigor.
En la Luisiana, se fijaba un término
á la pena de prisión por el singular
derecho de enseñar á leer ó á escribir
á un esclavo, y era el de un año.
Hasta el cumplimiento de los actos
religiosos fué coartado; llegándose en
la Virginia, á prohibir expresa y se-
veramente toda reunión que tuviese
objetos semejantes.
Xlll
Las enormidades legislativas, no se
(letuvieron en la esfera de las dis-
posiciones del género de las que aca-
bamos de reseñar. En las colonias
inglesas y francesas, hubieron códigos
negros y códigos blancos.
Laboulaye (i) demuestra como por
el código negro del Estado del Sur, la
condición délos esclavos era peor que
la que ellos habían tenido en las épo-
cas más oscuras de la humanidad.
Al negro huido y al que había favo-
recido su fuga se le señalaba hasta la
pena de muerte. Si solo se había ocul-
tado por algunos días, su castigo era
el del látigo, por la ];)rimera vez. La
marca con hierro candente, la segun-
da. El corte de las orejas la tercera, y
la castración la cuarta. La ley les
prohibía, además, todo trabajo en pro-
vecho personal, y la formación de todo
peculio.
Algunas disposiciones en beneficio
de los negros, algo así, dice uno de los
autores que tenemos á la vista, como
una ley protectora de animales, se dic-
taron con el tiempo, tales como el
obligar á los propietarios á darles cada
mes, una cierta cantidad de sal y un
barril de maíz, ó el equivalente en
arroz, porotos, ú otros granos: la de
entregarles en verano, una camisa y
un pantalón, y en invierno un cober-
tor de lana, asi como reservarles el
descanso del domingo y limitarlas
horas de trabajo, á quince en verano
V á catorce en invierno.
Pero no obstante la reacción humani-
taria que estas disposiciones parecen
revelar la legislación de los Estados del
Sur conservaba muy distintas varas
para medir las penas que correspon-
día á los delitos, según fuesen ellos
cometidos por negros ó por blancos.
«Toda persona, decía la legislación
de esos Estados, que corte la lengua á
un esclavo, le arranque un ojo, lo cas-
tre, le prive del uso de una parte de su
(1) T,-,iboiil!ivc— Histoire des Etats Uiiis.
416
Revista Económica
cuerpo, ó le imponga cualquier casti-
go que no sea el chicote, el nervio de
l)uey, el palo, los hierros, la prisión y
el calal)Ozo, deberá pagar una multa
(al Estado,) porcada uno de estos de-
htos.»
Estas multas, según el código negro
de la Carolina, eran solo de sesenta
[jesos. En cambio, el negro que gol-
pease ó hiriese á su amo, á alguno
de su familia ó á su comendador, ó si
incendiaba ó robaba, era castigado
con la pena de muerte.
Todas las penas las decretaba un ju-
rado de seis propietarios de esclavos,
presididos por un juez de paz.
A. Tourmagne (1 ) hace con este ino-
livo las siguientes, muj- acertadas con-
sideraciones.
«Las leyes son letra muerta. El amo
es, en su plantación, como un capitán
á I tordo de su buque, y trata á su an-
tojo á todos los trabajadores.
«¿Quién se atreverla á acusarlo? ¿Los
esclavos'? Su testimonio no es admiti-
do. ¿Los propietarios vecinos? Su in-
terés es el de todos. El juramento del
[)lantador basta, por otra parte, para
librarlos de toda jjersecución.
«Desde que un hombre se abrogra
el derecho de jíoseer á sus semejantes
adquiere los vicios de un tirano. Su
interés lo ciega; cree que todo le es per-
mitido, sobre todo cuando habiendo
heredado un poder absoluto sobre sus
esclavos, está subyugado por las preo-
cupaciones del centro en que ha vivi-
( lo y por las tradiciones que le han
legado. Esto explica la barbarie de las
leyes y la dureza de la injusticia de los
plantadores.»
G. de Molinari (2) estudiando las con-
diciones de los esclavos, en los últimos
años que precedieron á la abolición de
la esclavitud, nos demuestra como
este estado de cosas perseveró hasta
cercanos dias.
«La legislación de los Estados del
.Sur, dice, establece una gran diferen-
cia, en cuanto á la penalidad, entre los
crímenes de los esclavos y los de los
hombres libres. En un estudio general
de las leyes sobre esclavitud, el juez
Strond, dice, que según las leyes de
Virginia, hay setenta y un crímenes
(1) Obra citada.
(2) (i. (le Molinari— T/i'S('lavao'0.
por los cuales los esclavos son castiga-
dos con la pena de muerte, mientras
que los blancos que cometen esos mis-
mos crímenes, solo tendrán que sufrir
un simple encarcelamiento. En la Ca-
rolina del Sur, los esclavos son casti-
gados con la pena de muerte por nueve
clases de crímenes mas que los blan-
cos: en Kentucky y en Georgia, por
siete. No se puede decir que las cos-
tumbres valiesen mas que la legisla-
ción. Cuando un esclavo hería ó mata-
ba á un blanco, se le aplicaba comun-
mente y del modo más cruel, la ley de
Linch. Se le ataba al pie de un árbol.
se le rodeaba de ramas secas, y se le
quemaba, sin ninguna forma de pro-
ceso.»
En las colonias francesas no predo-
minaban disposiciones mas humani-
tarias, hasta el célebre cóiligo negro
de Coíbert. puesto en práctica en 168o.
después del retiro de su autor.
Este código negro, tenía á favor de
los esclavos las siguientes prescripcio-
nes.
«Los amos podrán encadenar y azo-
tar á los esclavos que lo merezcan,
pero no someterlos á torturas ni muti-
larlos . . . Ellos serán bautizados é ins-
truidos en la religión, so pena de mul-
ta, que tendrán que pagar sus amos.
Los casamientos de los negros serán
solemnizados como los de las personas
libres. El consentimiento del amo es
necesario, y el del esclavo no puede
ser forzado. Los negros deberán ser
alimentados y vestidos por su amo,
aún en casos de vejez y de enferme-
dad. Los amos y los comendadores que
maten á un esclavo, serán perseguidos
criminalmente. No podrán ser vendi-
dos separadamente, el marido, la mu-
ger y los hijos menores. Los libertos
gozarán de todas las ventajas de los
subditos libres.»
Como un reverso á estas disposicio-
nes humanitarias se establecían ade-
más las que van á leerse.
«Los esclavos, no pueden tener, reci-
bir ni adquirir nada que no pertenezca
á sus amos. El esclavo que golpee á
su amo en la cara, ó con efusión de
sangre, será castigado con la muerte.
El robo calificado será penado con la
muerte. Al esclavo que huya, se le cor-
tarán las orejas y se le marcará con
una flor de lis en la espalda. A la se-
DEL RlÜ DE LA PlATA
417
gunda evasión se le cortarán las cor-
vas, y á la tercera será condenado á
muerte.»
Estos rigores se aumentaron sucesi-
vamente. Por un edicto de 1726, se
declaró incapaces á los esclavos, para
recibir legados ó donaciones, y se dis-
puso que volvieran á la esclavitud, los
libertos que amparasen á fugitivos. En
1736 se prohibió libertar esclavos sin
previo permiso del gobernador de la
Colonia. En 1743, se estableció la pena
de muerte para el negro fugitivo, en la
primera evasión, que llevase armas;
y al mismo tiempo se autorizaba á cor-
tarle lasjcorvas, como pena á la sim-
ple tentativa de evasión; y, por fin, en
época cercana, tenemos la ordenanza
de 1828, que confirma como castigos
que pueden los am.os imponer á sus
esclavos, el chicote, la escala, el cala-
bozo, la cadena, el cepo, la máscara de
lata, etc.
La legislación española asimilaba
los negros huidos al ganado cimarrón,
demostrando Solorzano (1) con esta
identidad, la propiedad que sobre ellos
corresponde al Estado.
( Continuará.)
TRES MUERTOS ILUSTRES
V IRES SILLAS VACANTES EX LA ACADKMIA FRANCESA
Con muy pocos días de intervalo,
han bajado á la tumba tres notables
miembros de la Academia francesa.
Ernesto Renán, de quien ya nos
ocupamos, en un número anterior de
esta Revista.
Javier Marmier, el antiguo intré-
pido viajero de las regiones boreales
de Europa y Asia; — 5^
Camilo Rousset, el historiógrafo na-
tural del ministerio de la Guerra.
Javier Marmier, hacía ya algunos
años, que sólo vivía dedicado á sus
libros, á la Academia para quien re-
servaba toda su asiduidad y á un
círculo de amigos que sabían apreciar
(l) MijMHrqiiia iudiana.
la amenidad el buen gusto, la ima-
ginación tan llena de recuerdos y el
espíritu tan despejado de aquel noble
anciano siempre sonriente y benévolo.
Marmier había sido er su juventud
un viajero infatigable. Recorrió la Bél-
gica, Holanda, Alemania, Escandina-
via, Laponia, las islas de Spitzberg,
las de Féroe, la Siberia, el Oriente
desde el Danubio al Nilo y las dos
Américas, trayendo una infinidad de
datos sobre esos países y haciendo
conocer su literatura. Puede decirse,
que, por espacio de treinta años ha
sido el profesor de literatura extranje-
ra de los franceses y de las francesas.
Marmier era un bibliófilo empeci-
nado. Su casa estaba atestada de
cuanto libro viejo encontraba en los
baratillos, formando pilas inmensas
que hacían de aquella morada una
Babilonia de tomos, escritos en todos
los idiomas conocidos.
Como una prueba de los buenos
ratos que había pasado con los bara-
tilleros de libros viejos, creemos que
nuestros lectores verán con gusto una
cláusula de su testamento, referente
á esos modestos comerciantes, que
dice así:
«En recuerdo de los ratos tan agrada-
bles que he pasado con los baratilleros
de libros de los muelles de la orilla
izquierda, ratos que cuento entre los
más felices de mi existencia, lego á
esos buenos hoinbres la suma de 1.000
francos. Deseo que dicha suma sea
empleada por esos honrados comer-
riantes, que son como unos cincuenta,
vil una alegre comida para que me
dediquen una hora, llena de recuer-
dos agradables, pensando en mí. Este
será mi reconocimiento por las mu-
chas horas que he vivido intelectual-
mente en mis paseos casi cotidianos,
yendo del puente Real al puente de
San Miguel.»
Camilo Rousset nació en 1823. Su
primer trabajo literario, que no hizo
mucho ruido, fué un Compendio de His-
toria de la Bevolución francesa.
Más tarde publicó su Historia de Lou-
voisy que le dio una merecida repu-
' tación. Cuando el imperio de Ñapo-
418
Revista Económica
león 111 estaba en su apogeo, entró
como agregado en el Ministerio de la
Guerra, en calidad de historiógrafo,
—y, más tarde, en 18¿1, pasó á ocupar
la vacante producida en la Academia,
por el fallecimiento de Prévost-Pa-
radol.
Entre sus muchas obras figuran, á
más de las nombradas: La Correspon-
dencia entre Luis XV y el Mariscal de Noai-
lles, el Conde de Gisors, los voluntarios del
HIjército grande de 1813, la Historia de la
conquista de Argel, etc. etc.
Ruusset, como Renán y Marmier,
era un hombre excelente, muy simpá-
tico y querido de todos los que le tra-
taban.
Ahora bien: A rey muerto, rey
puesto.
Los candidatos probables que reem-
plazarán ó los tres académicos falle-
cidos, son:
Á, Renán, el señor Berthelot, A
Rousset, el señor Thureau-Daugin, y
á Marmier, Emilio Zola.
Y si esta vez no cuela Zola, cuándo
colará?
Es la primera vez que, desde que
existe la Academia francesa, se pro-
ducen tres vacantes simultáneamente.
boletín bibliográfico
Las grandes compañías de comercio, por
M. P. Bonnassieux, 1 vol. in. 8°.; Plon.
No puede uno menos que alabar la
paciencia y la conciencia de que ha
dado pruebas el autor, al reunir esos
materiales «para servir á la historia
de la colonización»; pero hubiera sido
de desear que los hubiese reunido
con más habilidad, y que á riesgo de
ser menos completo su libro fuese
más claro. La verdad es que uno se
pierde, en efecto, en medio de tantos
detalles, de tantas datos y de tantas
cifras; y no porque no sean infinita-
mente preciosos ni porque quizás se
hubieran podido suprimir algunos,
sino porque el conjunto aparece con-
fuso. No por eso dejamos de recomen-
dar el libro á nuestros lectores, couiO
que es el mejor informado que conoz-
camos sobre el asunto, tan iitil, por
otra parte, para un país, comu el nues-
tro, de inmigración y comercio.
Abunda el libro en numerosos deta-
lles sobre las grandes compañías co-
merciales, no solo de Francia, sino de
Holanda é Inglaterra, y su lectura da
margen á serias meditaciones históri-
cas y políticas.
Curiosidades de la historia natural, por
Enrique de Varigny, 1 vol. in. S''.; A.
Colín.
Es una selección de lecturas hábil-
mente preijarada, que no se dirige
más que á la juventud, según dice el
autor en un corto prefacio, pero que
nosotros creamos puede ser leído tam-
bién con provecho por los que no son
jóvenes.
¿Qué ciencia, en efecto, ha cambiado
más que la historia natural, en el si-
glo en que vivimos, se ha enriquecido
con más descubrimientos, y ha hecho
más progresos, bajo la influencia del
perfeccionamiento de los métodos y
de la habilidad siempre creciente de
los observadores?
Sin olvidar en su elección á los que
podría llamarse «clásicos» de la cien-
cia, nos parece que el autor, en sus
extractos, se ha aplicado, sobre todo,
á dar una especie de indicación muy
sumaria, sin duda, pero muy precisa
del estado actual de la historia natu-
ral. Por regla general, prefiere hacer
hablar á nuestros contemporáneos so-
bre todo lo relativo á las plantas, á los
animales, al hombre, á la tierra y al
mundo. Así, pues, sus curiosidades no
solo satisfarán muchas, sino que tam-
bién provocarán otras más. Y ¿qué
mejor fortuna se le puede desear á un
libro, tan instructivo é interesante,
como la recopilación del señor Va-
rigny?
La moral del coraxón, estudio de almas
modernas {étude d'dmes modernes) por M.
J. Augot des Rotours, con un prefacio
de Félix Ravaixon, 1 vol, in. 18; Pe-
rrin.
TraducíiTios rectamente el título de
la obra, por más que no alcancemos
eso de la modernización de las almas.
El autor ha querido no inventar la
DEL ííb) [>E EA IM.AIA
419
moral <|ue él cree ya descubierta, sino
mostrar \h)V qué camino lle.uan á ella,
del modo más natural, los espíritus
de nuestro tiemi)o. Seg-ún él, somos
llevados hacia una especie de gloriíi-
cación del corazón por el desanimo
de la razón que no cree ya nuiclio en
la metafísica, por la necesiilad de
reaccionar contra el espíritu estreclia-
mente positivista, y también por la
transformación del espiritualismo, por
todo JO que nos queda del cristianis-
mo más ó menos latente. Desde Rous-
seau á Tolstoi, los representantes de
esa tendencia son muy numerosos:
Adam Smith, Jacobi, Madama deSiaél,
Maine de Biran, ¡Schopenhauer, A.
Comte, Stuart Mili, Herbert Spencer,
y mi maestro el filósofo poeta ameri-
cano Emerson, tantas veces citado en
mis Causeries.
De ese estado de alma, que, bajo
muchos aspectos fué el de Kenan, la
conclusión pretende sacar una doctri-
na, mostrando lo que vale la vida del
corazón; que la razón y el amor son
idénticos en su fondo íntimo, proce-
diendo del egoísmo todo el mal que
causan los hombres, y que importa,
sobre todo, desarrollar la vida del co-
razón: ciencia y arte, bondad práctica,
cristianismo.
¿No conviene esta moral sobre todo
á la Francia, cuyo genio ha podido ser
definido por Eugenio Melchor de Yo-
gué como «ese genio Cj[ue se hace ca-
ridad?» ¿No nos conviene á nosotros
los argentinos?
Sea de ello lo que fuere, este libro de
lectura agradable, atraerá á todos los
que se interesan en el trabajo de las
conciencias.
* *
De Monknoiie al ¡juente de Areola, por
Eugenio Troiard, 1 vol, in 18 Savine.
Cuando el autor de este libro se puso
en camino para hacer ksu peregrina-
ción á los campos de batalla franceses
de Italia», no pensó, sin duda, en el
número ni en las interesantes impre-
siones que ibaá buscar. Sin embargo,
al pasar de un campo de batalla á
otro, como tenía que atravesar ciuda-
des y visitar bibliotecas, pronto se
apercibió de que ni los italianos ni los
íranceses conocían de aquellas gue-
rras sino lo de más bulto, ignorando
generalmente los <iet;illes, y particu-
larmente la historia de las relaciones
de los ejércitos y df; la pol)lación. Pas-
tas lagunas han sido llenadas por el
autor con éxito satisfactorio, y su libro
se lee como una novela, liabiendo con-
seguido el señor l'rolard Inn-maTiar l;i
justicia con la verdad.
Nueva Geografia moderna de las cinco par-
les del mundo — África, Oceanía, por C.
de Varígny— 1 vol. in 4°. Librería ilus-
trada.
El líltimo tomo de la Nueva Geogra-
fía moderna» del señor Varígny que
acaba de ver la luz pública, no es se-
guramente, el menos interesante de
la serie, cuyo buen éxito ha ido en
constante crecimiento.
El autor, ventajosamente conocido
por sus escritos, ha hecho de esta obra
un libro ameno é interesante, ya que
están hoy á la moda las cuestiones re-
ferentes á los pueblos desconocidos
del África y á esas lejanas islas oceá-
nicas que aspiran actualmente á figu-
rar en el concierto (ie las naciones
modernas. El autor las ha visitado on
persona, y en verdad que no se puede
desear mejor guia que él jjara cono-
cer aquellas apartadas regiones.
Poemas ingleses (English Poems) por
Ricardo de Gallienne — Londres.
El autor de este libro ya se ha he-
cho conocer favorablemente, por va-
rias obras publicadas antes de ahora y
especialmente por su Hermosura fatal.
No pertenece, hablando j)ropiamente
á ninguna escuela, pero se hace notar
sobre todo por la originalidad del pen-
samiento, por la amargura, por su en-
tusiasmo desbordante.
Su lii)ro está dividido en cinco par-
tes: Paolo y Francesca. Amor Platónico, Cor
Cordium. Misceláneas y Poetas y Poesia.
La esquisita leyenda de los amantes
de Rímini, que forma el trozo más
importante de los English Poems, está
narrada en un ritmo extraño, una es-
trofa de nueve versos, compuesta de
dos cuartetas de rimas cruzadas y de
un noveno verso que redobla la rima
final de la segunda cuarteta.
La segunda parte, Amor Platónico,
también está llena de pasajes encanta-
420
lÍEVISlA EUONÓ.MIGA
dores, de suma delicadeza. Citaremos
solamente en obsequio á su brevedad,
esta l)onita inscripción de Poetas y
Poe.fia:
«Te han gustado los buenos libros
del mundo,— y no has escrito tú nin-
guno?— Te han gustado los grandes
poetas, — Y has arrojado al fuego tus
pobres versos? — Oh! se mi aniigo, y
enséñame á serlo tuyo.))
Una palabra mkíi, estos English Poems,
originales en la estricta acepción, son
á la vez de una factura impecable.
y el señor Richard de Gallienne con-
quista un puesto entre los grandes
líricos ingleses.
El libro de la Polista, por S. de Justh"
Este libro escrito en liúngaro ha sido
traducido al francés por el señor Gui-
llermo Vauthier.
La Pousta quiere decir la llanura,
esa inmensa llanura que se extiende
á los dos lados del Danubio y cuyos
habitantes son tan simpáticos como in-
teresantes, algo parecido remotamente
á nuestros gauchos. La poesía de estos
relatos, la originalidad de las costum-
bres, la belleza de los paisajes, y ese
sello tolstoista, tan á la moda, de que
están impregnados los héroes de La
Pausia, asegurarán cierto éxito á esta
obra exótica,— es la opinión de otros
y la nuestra.
EXCERFTAÓ VARIA
Arivnmentos y deudas nacionales. — El |)re-
supuesto militar de Europa, se des-
compone de la manera siguiente.
Rusia, 982 millones al año; Francia,
644; Inglaterra. 740; Italia, 539; Alema-
nia, 596; Austria, 342; Turquía, 200; Es-
paña, 2Ó0.
Los otros quince Estados de Europa.
324.
j sea, un total de 4 mil 577 millones
por año.
Las deudas de los diferentes países
se reparten como sigue: Francia. 31.000
millones; Rusia, 18.028 id; Inglaterra,
17.820 id; Italia, 11.131 id; Austria-Hun-
gría, 9.288 id; Alemania 8.954 id.
Los demás Estados de Europa, 10.882
millones; ó sea un total de ciento düx y
siete mil, ciento doce millones de deudas,
que representan un conjunto de inte-
reses y de amortización anual de 5.343
millones.
Agreguemos que cada uno de los
Estados paga por intereses y por ca-
beza de habitante, lo siguiente:
Fi-ancia, 33 fr. 75; Italia 17'50; Ingla-
terra, 16'25; Austria-Hungría, 13'75;
Rusia, 10; Alemania, 7"50: Estados-Uni-
dos 4.
La proporción de la deuda por cabe-
za es ésta:
Francia, 987'05; Inglaterra y Colonias,
500; Italia 375; Austria-Hungría. 275;
Rusia europea, 212o0: Alelnania y
Estados-Unidos de la Confederación.
313: Estados-Unidos. 90 fr.
*
* *
Una doctora en letras y fisolofía. — La
señorita Margarita Gombert, joven
belga, ha dado en la Universidad de
Bruselas, sus exámenes de doctor en
filosofía y letras. Ha sido proclamada
doctor «con la mayor distinción.))
La señorita Gombert, que no tiene
más que veintidós años, es ya una
lingüista de las más distinguidas.
Se la ha visto discutiendo con el
señor Willems, el sabio helenista, los
textos de Píndaro y de Teócrito, diser-
tando sobre los pasajes de la Odisea;
dando, ante la Facultad una verdadera
conferencia sobre el teatro griego; ma-
ravillando, en íin, á los examinadores,
por sus conocimientos en historia, en
literatura, en filosofía.
Pero á lo que más ha manifestado
una inclinación particular, ha sido á
las letras griegas. También es muy
probable que dentro de poco, la nueva
doctora presente en Bruselas, una tesis
de íilología griega.
Lii redactor de la Independencia ha
celebrado un interview con la joven doc-
tora. Es, dice, de color moreno, alta,
impetuosa, de fisonomía atrayente, con
un algo de melancolía en sus ojos.
Es hija del señor Gombert, director
de estudios, en el Instituto Racliez.
En su mesa, se encuentran las obras
de Gautier, de Musset, de Heine, de
Zola, de Taine y de varios escritores
belgas.
La señorita Gombert ha dicho á
nuestro colega que no le gustaba
DEL Rio de la Plata
421
mucho el mundo, que sólo para dis-
traerse en su soledad había empezado
á estudiar, — y que después habia con-
cluido por apasionarse del latin y del
griego, sobre todo del griego, que su
padre le ha enseñado con una «pacien-
cia de ángel».
No quiere pasar por una marisabi-
dilla, y hace notar que no usa gafas y
que no lleva manchas de tinta en los
dedos.
La señorita Gombert es ia segunda
mujer que, en este siglo, se hace notar
por su amor á la literatura griega. .-^
fines del siglo pasado y á principios de
éste, Clotilde Tambroni, lingüista dis-
tinguida rival del Cardenal Mezzofanti,
ocupó en la Universidad de Bolonia,
desde 1793 á 1798 y desde 1801 á 1808,
la cátedra de lengua y literatura
griegas.
Las víctimas de las guerras. — Un hábil
estadista inglés acaba de calcular,
según datos y documentos oficiales,
el número de víctimas causadas por
las guerras modernas.
La de 1870 contra la Alemania, costó
250.000 hombres á ambos países; la
de 1866, entre Prusia y Austria, 46.000
muertos: la del Norte contra el Sud,
1864, en los Estados-Unidos, 450.000; la
de Italia, en 1859, 63,000; ei^ fin, la de
Crimea, la más terrible de todas, en
1854, 785.000 en números redondos. Las
guerras del primer imperio costaron
la vida á 5 millones de Europeos.
Agregando á estas cifras las de las
víctimas de la guerra, en el último
siglo, se llega á un total de 19.840,900
muertos por las naciones civilizadas
de Europa y por los Estados-Unidos.
Si nos remontamos á la guerra de
Troya, la proporción es siempre la
misma. Ciertas peleas, en que los sol-
dados se batían cuerpo á cuerpo, eran
i'elativamente aún, más sangrientas.
Se cita algún encuentro en que el
número de riiuertosha subido á 200.000,
lo que es considerable para aquella
época. Asi, la derr^ota causada por
Mario á los cimbrios y á los teutones,
y las últimas expediciones conducidas
por Atila, han tenido resultados es-
pantosos. De 18 á 20 millones de
hombres han sido muertos, por siglo,
en Europa.
En Asia, y particularmente en Chi-
na, el número de las víctimas de la
guerra, por siglo, es poco más ó me-
nos el mismo. Gengis-Kan y Tamer-
lán, entre otros, han sacrificado mu-
chos millares de vidas á su gloria
conquistadora.
En fin, es necesario contar también
con las naciones no civilizadas que
pagan su tributo á la hecatombe se-
cular por cerca de 5 millones de los
suyos.
Puede estimarse en 40 millones de
muertos el número de víctimas que
causan cada cien años las guerras
políticas, religiosas é internacionales.
Las estadísticas más minuciosas prue-
ban que, desde la guerra de Troya,
todos los ejércitos han dado su pro-
rrateo de víctimas.
Y desde los treinta siglos transcu-
rridos, á contar desde los ijrimeros
tiempos de la historia de Asia hasta
la época moderna, las guerras han
destruido un mil doscientos millones de
hombres, es decir una cifra que re-
presenta casi la población total actual
del globo.
*
* *
El episcopado francés y la República. —
Conversando el arzobispo de Tours,
monseñor Meignan con un redactor
del «Gauloisw. sobre la actitud actual
del episcopatlo frente á frente del
gobierno de la República ha dicho
estas palabreas:
« Ya lo veis, nosotros, los cristia-
nos, no debemos tener más objeto que
el triunfo de la religión. Comprendo
que á un gran número de personas
le costará mucho renunciar á espe-
ranzas muy respetables; pero el pe-
ligro seria" grande para nosotros, si
no supiéramos, llegado el caso, im-
poner silencio á nuestro sentimiento.
Sí, bien sé que hay mucho que decir
sobre las instituciones actuales, y
que sería necesario obtener de los
poderes públicos qu'"* volviesen sobre
decisiones que aplastan á los más
dignos.
« Esa ley sobre los seminaristas,
por ejemplo, es bien evideate que
no podremos soportarla siempre tal
como es.
« Si al menos se enseñase á nues-
tros niños el sei^vicio de camilleros
422
Revista Económica
en tiempo de guerra, en vez de di-
seminarlos en las cuadras de la tropa!
)) La ley sobre las congregaciones
religiosas, el laicismo aplicado á los
hospitales y á las escuelas.... y tantas
otras....
«Si, yo conozco á esas religiosas que
se consagran con tanta abnegación
^ los cuidados que demandan los me-
nesterosos. Ved, aquí, se ha querido
laicixar al hospital. He dicho á los in-
teresados que iban á cometer una
falta. Han reüelionadov me han es-
cuchado. "■' '■'*' ■•■"'iiii'i!;
« He ahí Vo qr(é debemos hacer: tan
pronto corno veamos que nuestros con-
ciudadanos entran en el mal camino
debemos advertírselo.
« Estoy convencido, en efecto, que
si se debe reaccionar sobre las leyes
de que hablábamos hace un momen-
to, los interesados volverán á ellas
fatalmente, más tarde y por sí mis-
mos. Llegará un día en que se aper-
cibirán que el cristianismo puede
ocupar su lugar á la luz del día, y
sin peligro para nadie, al conti-ario.
(i Nuestra democracia comprenderá
que, calentándose en su llama vivi-
ficadora tiene miicho que ganar y
nada que perder. "*''*\ ^v^*v^-
)) Respecto á retobarme con mi país
y encerrarme entre cuatro paredes,
ñoi me atrevo á resolverme á ello.
Adoro á mi patria hasta en sus erro-
refe:'
« Cuando hago constar esto, lo digo
con toda franqueza, pero si no soy
escuchado, me consuelo rogando por
el país, y espero que vendrán mejores
días, en los que será escuchada la
voz de'dá' veídííd.»
CRÓNICA DE LA QUINCENA
Diciembre 25 de 1892.
Si hubiéramos de decir todo nues-
tro pensamiento sobre la actualidad,
ó .S'ería una ironía ó una exclamación
como la del desesperado, que después
de incesante lucha contra adversa
fortuna, deja caer los brazos con des-
aliento, v se dice: todo es inútil.
Pero hemos visto ya repetirse y re-
petirse, tantas veces, los mismos inci-
dentes, las mismas mistificaciones de
hombres y de cosas, las mismas crisis
gubernativas y hasta las mismas bo-
rrascas nacionales, que algo así como
un optimismo invencible, que puede
mas que el grito de la conciencia,
un no sé qué, una fatalidad quizá,
nos contiene. Y sin embargo, ni los
partidos, ni los círculos, ni los indi-
viduos mismos, tomados separada-
mente están, no diremos resignados
o conformes con que las cosas vayan
como van, mucho menos.^tranquilos
ó esperanzados en una evolución, que
poco á poco, gradualmente, deba lle-
varnos adonde todos los hombres de
buena voluntad quisieran arribar, es
(\eo\r M Ir p;K'ificación ríelos espíritus.
No. absolutamente no.
Los encargados de los negocios pú-
blicos, sea cual sea su posición, po-
der ejecutivo, legislativo, judicial, no
hacen sino amontonar errores, no hay
otra palabra, tal es el cúmulo de las
circunstancias. Las faltas se encade-
nan á las faltas, los escándalos á los
escándalos, — y de conthcto en conflic-
to la República sigue dando un sin-
gular espectáculo, y qué espectáculo!
el de un pueblo libre, que no sabiendo
usar ni abusar de su libertad mere-
ciera ])or sus incitaciones impruden-
tes caer en manóíí del primer aven-
turero. - 'ii'"-|.:' '-'.I -'«M
,* •* ''.■ t.'l'' ■
Con lo hecho desde el 90 acá todos,
sin escepción alguna, tanto los que
han tenido el timón del estado, como
lo que les han ayudado á remar, y no
menos que estos los que les han sus-
citado dificultades, poniéndoles esco-
llos en todas direcciones, — todos, todos
lo repito, han hecho lo bastante para
perder el régimen de gobierno mejor
concelñdo.
Tiene por suerte este país, como esos
niños terribles, que escapan milagro-
samente á todos los accidentes, una
estrella tutelar, que en las horas mas
DEL Río DE LA PlaTA
428
oscuras de su existencia brilla con
fulgor inesperado y que, marcándole
nuevos rumbos,— crea, por decirlo así,
de improviso para él, alguna circuns-
tancia *en estremo favorable, que lo
salva de las faltas mas graves de sus
favoritos ó de sus directores equili-
brándolo inoiDÍnadamente.
Abarcando, pues, el conjunto de las
cosas, divisando sus proyecciones, y
colocándonos en el punto de mira
menos apasionado, en el mas huma-
namente imparcial, — lioy por hoy, no
vemos mas que una perspectiva que
nos permita esperar y creer en una
solución tranquila de los múltiples pro-
blemas,— al parecer solo económicos
y financieros, — sociológicos en reali-
dad, y muy complicados por ello, para
el observador vulgar: y es, que esa
estrella polar de nuestro destino ilu-
mine el futuro y que disipándose las
nubes que se aglomeran en el hori-
zonte, do quier se tiende la vista, que
sabe ver, ayudada por los lentes de
la reflexión madura, nos muestre la
ancha vía de unas circunstancias
mas favorables que las que constitu-
yen, á la hora de esta, la tela de Pe-
nélope de la política argentina, — em-
pleando esta palabra en su acepción
trascendental, en lo que implica, se-
gún el criterio de los estadistas, la
ciencia del gobierno de los hombres,
— ciencia, que consiste en el hallazgo
y en la aplicación de los medios, leyes
generales, esperimentales, razonadas,
espresion generalizada de hechos,
tendentes á realizar la concepción de
un ideal puro hermanado con las
consideraciones de lugar, de tiempo,
de las costumbres, del modo de ser, de
algo asi como lo que llamaremos las
idiosincracias de raza y de pueblo, —
en dos palabras, de los recursos mo-
rales y materiales de una sociedad,
de una nacionalidad.
No es esta solamente, como ya lo
hemos dicho sendas veces, en una ó
en otra forma,— tierra fecunda en
iiechüs inesperados, en la que todo
se prevee menos lo imprevisto: es
también tierra de lo inverosímil; de
manera cj[ue bien podría suceder que
estando todos los factores de la ecua-
ion presente en contra. — el tiempo
los despejara satisfactoriamente, <;on
aplauso, de propios y extraños. No
lo esperamos.
Mientias llega la hora de las. gran-
des soluciones, que puede ó no estar
remota, los partidos, los círculos y los
individuos aislados, — harían bien en
renunciar á sus espedientes añejos de
acomodos y componendas de hombres
sueltos, sea cual sen su significación,
comprendiendo que todo lo que es
agrupación política, — sufre; (.pie hay
tendencia á las disgreoaciones y que la
obra ele una reacción vigorosa, salvado-
ra, no puede hacerse sino asimilando
elementos útiles, tanto para ayudar
á consolidar el gobierno del país,
sostenerlo y defenderlo, y porqué no
decirlo? como para deponerlo; que al
íin y al cabo, podría verse sin que fuera
milagro, si de todos los males que
pueden afligir á un pueblo libre nin-
guno es mayor que el de la a,narquia
endémica, ya por falta de integridad
ó eficacia gubernativa, ya por caren-
cia completa del sentimiento instin-
tivo de autoridad en los elegidos,— que
un cambio completo, total, absoluto,
como si dijéramos un llamamiento al
plebiscito nacional, popular, verda-
dero, con participación de todo el que
habite este suelo, se impone aconse-
jado por lasupnema ley de la salvación
común. ^■^v . , ITI
La crisis que en nuestra crónica
anterior anunciábamos como próxima,
tuvo lugar, — y aunque su solución
parecía "augurar mayores estremeci-
mientos de ministros en la (.-asa Rosa-
da, todo, aparentemente, ha vuelto allí
á su primer estado,— siguie do el ga-
binete su camino de ilusiones de cuar-
to de hora de luna de miel; pero no sin
que agudos observadores no descu-
bran, que hav más de aparente que de
real en el contentamiento del gobierno,
contrariado en sus afectos íntimos de
nepotismo uterino,— lo cual, no es un
augurio de que todo ha pasado; porque
sólo admitiendo que la naturaleza
(íambia de la noche á la mañana ís
prudente pensar y admitir que se íor-
jen con complacencia combinaciones,
o armas novísimas, que no matan, pero
que hieren en lo mas intimo afectan-
do gravemente la vitalidad.
424
Revista Económica
La acusación parlamentaria, promo-
vida por la cámara de diputados dege-
nerando,—por la pasión contra el juez
Pizarro,— en un pleito, ha perdido mu-
cho de la solemnidad con que fué ini-
ciada y la opinión pública prevenida
al principio, parece inclinada á reaccio-
nar. El prospecto es sin embargo que
sólo después de Mayo del año próximo,
podrá tenerse una sentencia cual-
quiera,— sobre lo principal.
*
Las finanzas se dice que van mejor.
Hay que ser en esta parte no como
Santo Tomás. Hay que dudar aunque
se vea; porque la documentación cierta
hoy, resulta incorrecta mañana. La
firmeza del oro parece estar con los
excépticos. La verdad verdadera es esta:
que no ha mejorado la situación en
general, que no hay crédito, que no
hay medio circulante; que hay provin-
cias, donde la moneda es una tradición
y provincias productoras, industriosas
como San Juan. Y uno de los perfiles
más acentuados de la actualidad, se-
gún se va viendo, es que nadie, á no ser
forzado, pone los pies en la Casa Rosada,
donde reina un aire frío de tristeza é
impopularidad que da miedo.
Así empieza un gobierno que más
parece que acaba, y un gobierno que
presentándose como un a^wtnatóo nacio-
nal para 1893 es el chasco mas soberano
que se haya llevado el país desde que
hace elecciones de presidente,— siendo
profundamente instructivo el hecho que
á tantas consideraciones se presta, de
que el presidente de la República es
un hombre excelente y sus consejeros
bien reputados todos." de donde debe
deducirse ó que á ellos les falta algún
sentido político, que el pueblo argentino
exige como cualidad máxima, una vir-
tud que no poseen, ó que siendo ellos
completos nosotros somos ingoberna-
bles.
El porvenir sólo tiene la clave del
enigma.
La renuncia tan ruidosa del Gober-
nador Pizarro quedó en agua de bo-
rrajas, con motivo de algunas mani-
festaciones, llamadas populares, y
reflexionando sobre este episodio tea-
tral de la docta Córdoba v sobre la
modestia de aquel funcionario, que á
las primeras de cambio se consideró
incompetente para gobernar cordobe-
ses, se nos han venido á la memoria, —
y esto es todo, dos frases virgilianas:
fugiunt ad salices de lo que se
puede decir se cupiunt ante viderí.
*
Muy agitado ha andado el espíritu
público con motivo de las publicacio-
nes hechas por los ex-agentes revolu-
cionarios de Chile, — publicaciones que
han pasado de castaño oscuro. Pero
el cotarro se ha serenado. — pasando
el incidente como tormenta de verano
y haciéndose conciencia pública que
por Guerrero no se ha de guerrear,
sino que nolens volens, el diplomático
chileno, día más, día menos, tendrá
que irse con la música á otra parte.
XXX.
CRÓNICA _ORIENTAL
Mientras que la crisis prosigue su
obra, destruyendo silenciosamente una
tras otra las fibras del organismo eco-
nómico nacional, varias cuestiones de
distinto género han distraído la aten-
ción pública.
Citaremos, en primer término, las
complicaciones de Rio Grande, en
donde el partido dominante no con-
tento con extremar la persecución de
sus adversarios políticos dentro los
limites de ese Estado, pretende que,
faltando á todos los deberes de hu-
manidad y hasta al propio decort)
nacional, nos convirtamos también
en ])erseguidores de los que se re-
fugian on nuestro territorio.
Sin embargo, por una ofuscación
que no puede explicarse, ni teniendo
en cuenta las exaltaciones que las
guerras civiles prov(3can, se ha lle-
gado en Río Grande á hacer con este
motivo, propaganda de guerra contra
el Estado Oriental, y á amenazar con
golpes insensatos á los pueblos fron-
terizos.
Singular contraste; de im lado, en
Río Grande, la exaltación y la ¡proca-
cidad; <lel otro, la moderación y la
benevolencia fraternal.
DEL Rio de la Plata
425
No hace mucho que los que impe-
ran hoy en Río Grande habían te-
nido que asilarse entre nosotros, re-
cibiendo las mismas atenciones de
que hoy se quejan concedan nuestras
poblaciones fronterizas á los que les
ha cabido la triste suerte de tener
que abandonar sus hogares, y bus-
car la garantía de sus vidas á la
sombra de nuestra bandera.
Este proceder uniforme con unos
y otros, que es el que nos corresponde,
revela de parte del gobierno oriental,
completa imparcialidad en las luchas
internas riograndenses, y severo cum-
plimiento de sus deberes, á la par
que la simpatía con que son acogi-
dos en todas partes los emigrados,
pertenezcan al partido que pertenez-
can, es la prueba más patente del
verdadero esjúritu de confraternidad
que liga á ambos pueblos.
Pero, lo que no ha existido ni existe,
pueden llegar á producirlo esas ame-
nazas é insultos, induciendo á mu-
chos de los orientales que residen
cerca de las líneas fronterizas á ha-
cer causa común con los emigrados,
que no dejarán de explotar diaria-
mente en su favor los extremos de
sus adversarios.
Para evitar esto, y poder seguir
cumpliendo extrictamente los debe-
res que la neutralidad impone, el
gobierno ha dispuesto previsoramen-
te que se aumenten las fuerzas des-
tacadas en la frontera.
Según un colega de Montevideo, la
"Asociación Rural del Uruguay» ha
tomado á mal el decreto del gobierno
declarando libre la reimpresión de los
códigos, incluso el rural, que afirma
que esa asociación considera suyo,
por haberlo confeccionado; y agrega,
que, se cree tan agraviada que ame-
naza con su disolución.
No podemos dar crédito á la noticia
no solo debido al conocimiento que
tenemos de las altas miras que predo-
minan en esa tan útil y patriótica aso-
ciación, sino también por lo inconsis-
tente del pretexto que se insinúa.
Los códigos, como leyes de la Repú-
blica, no pueden, racionalmente, con-
siderarse una propiedad particular,
y son, como todas las leyes, una obra
de la asamblea que los sanciona, iior
más que ésta haya aprovechado un
proyecto particular cualquiera.
Por otra parte, para poderse presu-
mir el conocimiento de las leyes en
los habitantes de la República, es me-
nester que su difusión pueda ser tan
amplia, como la luz del sol, que pe-
netra por todas i)artes. El ideal en la
materia, es la cii-culación de las leyes
de modo á llegar á todas las manos
ricas, ó pobres, mientras que el estari-
co ó monopolio explotador de un có-
digo, es el absurdo más manifiesto.
La Asociación Rural, para llenar
los fines de su institución, debe aspi-
rar á que las disposiciones del Código
Rural sean lo más ampliamente co-
nocidas, para poder ser lo más per-
fectamente observadas, y por lo tanto,
no le corresponde pretender hacer de
ese código una fuente de recursos;
lucrar á espensas de su difusión.
Si el gobierno no puede proceder,
como sería de desear, á la distribución
gratuita de los textos de las leyes, que
obliga tanto á los que pueden com-
prarlas, como á los que carecen de
medios para ello, lo que correspondería
á los ricos hacendados, que forman
parte de la «Asociación Rural», sería co-
tizarse para hacer una amplia edición
gratuita, en vez de, como sin duda
calumniosamente dice el colega alu-
dido, hacer cuestión capital de la
explotación usuraria del código rural.
Coméntase el propósito del gobierrio
de adquirir armamento perfeccionado
en Europa, destinándose al efecto la
utilidad que debe producir la acuña-
ción contratada de un millón de pesos
en plata, y aunque se habla solo de
diez mil fusiles, esto les parece extem-
poráneo á algunos, que por cierto
no tienen la intuición de las conve-
niencias nacionales.
Hace tiempo que hemos notado a
deñciencia de nuestros elementos de
defensa. El ejército viene siendo mi-
rado hace años, por los que nos man-
dan como un elemento contra orienta-
les v una base de predominio personal.
Si otro fuese el criterio predominante,
si la imagen de la patria hubiese estado
como debe estar, siempre presente a
los ojos del gobierno, no se concebiría
426
Revista Económica
como no se ha tratado de formar un
solo oficial torpedista, de adquirir
siquiera una torpedera cuyo costo es
tan mínimum como poderosa su acción
defensiva, ni pensado en dotar al
Cerro con la artillería que requiere la
defensa del puerto, cuando en todo
conílictü internacional la parte ma-
rítima es nuestro lado más vulnera-
ble, y puede fácilmente dejarlo de
ser con un poco de previsión.
Basta echar una mirada sobre nues-
tras costas, con puntos de abrigo y i la-
chos en todas partes, para comprender
cuan eficaz sería su defensa con la
más pequeña flotilla de lanchas tor-
pederas, que son bastantes para ope-
raciones lluviales, y cómo con poco
esfuerzo podríamos tener en nues-
tras manos las llaves de todo el Río
de la Plata.
En cuanto á los armamentos terres-
tres, es una cantidad exigua la que
se trata de adquirir. Parece que es-
tamos destinados á hacer siempre
las cosas, cuando no tarde, á medias.
En caso de compromisos internacio-
nales, la República podrá disponer,
cuando menos de 40.U00 hombres, y
es menester que la nación tenga siem-
pre los medios para armarlos en con-
diciones no inferiores á las de nues-
tros vecinos. La cantidad indicada de
fusiles Mauser, debe por lo menos
triplicarse, como así mismo hay que
tratar de adquirir los elementos para la
fabricación en el país, de las pólvoras
y de los cartuchos especiales que se
requieren.
Los gastos de esta naturaleza de-
ben siempre primar sobre todos los
otros; pero, felizmente, no es necesa-
rio, para efectuarlos desatender los
servicios actuales.
Se ha indicado, como uno de los
medios con que costearlos, la acuña-
ción de la plata, de la que un mi-
llón ya está contratada con fuertes
beneficios, y el gobierno tiene en
sus manos otra propuesta para los
dos millones restantes, aún con ma-
yor utilidad, que puede estar realizada
en muy pocos meses, y dar desde
ya la base necesaria para la compra
inmediatH en Europa de todos los
elementos que requiere la defensa
nacional.
No es pues, la falta de recursos,
lo que podría justificar, ni medidas
previsoras á medias, ni cualquier di-
lación en la materia.
No pueden ser más contradictorias
las noticias que nos llegan sobre las
elecciones de senadores.
Ha habido verdadera lucha; venci-
dos y vencedores.
Se habla, como siempre sucede en
estos casos, de fraudes y de coac-
ciones; pero no nos ey dado aun abrir
opinión al respecto.
REVISTA _BÜRSÁTIL
El aspecto que presenta la Bolsa de
Buenos Aires no es tan satisfactorio
como el de la quincena anterior. La
fuerte baja en el oro producida por
la especulación debía provocar natu-
ralmente una reacción de alza, la que
es favorecida por la intranquilidad
política y el malestar que viene acen-
tuándose en el comercio y en la in-
dustria. Á esto se agrega la baja de
las lanas en Europa.
El mercado de cambios continúa
flojo. Sobre Inglaterra bajaron de 47 1
á 47 I; sobre Francia y Bélgica se
mantuvieron á los mismos precios y
sobre Alemania de 4.02, bajaron hasta
4, quedando á 4.01-
— En cheques del Banco Nacional
hemos fenicio una baja de 2 puntos,
en los de la Provincia de 1 y en los
bonos del Banco Hipotecario la de 3.90.
—En los títulos de renta, las ope-
raciones han sido por lo general muy
limitadas, absorbiendo las compra-
ventas de oro toda la actividad bur-
sátil.
— La Bolsa de Montevideo continúa
abatida y sin esperanzas de una pronta
mejora.
— Las operaciones para el pago del
próximo cupón de la cédulas apenas
las hicieron subir algunos céntimos
y en cuanto á las acciones del Banco
Hipotecario, continuaron bajando.
— En títulos de deuda, la del Inte-
rior ha querido sostenerse, pero la
baja en Londres de la Consolidada,
tiene naturalmente que influir des-
ventajosamente sobre ella.
DEL Rio de la Plata
427
Movimiento bursátil de la primera quincena de Diciembre de 1892
BOLSA DE BUENOS AIRES
( DEL í'\ AL 15 DE DICIEMBRE )
. Ullimo precio
HASTA
Ín'bre. 30 i
MAS BAJO MAS ALTO
Metálico
Al
contado 276.
Cambios
Inglatervii ;i '47'
Francia i 4
Bélgica 4
Alemania 4
5
8
96
97
Cheques
Banco Nacional 1 12 —
Banca de la Provincia I 36 50
Banco Hipot. de la Provincia — bonos.! 21 90
cédulas Hipotecarias Nacionales
Serie
A
(oro)
5 %
de
ji
A
7 %•
■ »
}t
B
))
7 %
)>
■ »■
(•
»
7%
))
»
1)
»
7 %
))
I-;
..
7 %
))
renta
Cédulas Hipotecarias Provinciales
Serie A (oro) 6 % de renta
»
A
$f.
n
E
»
»
F
m-
»
G
»
y>
I
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»
J
»
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»
».)
L
»
»
M
))
»
N
))
»
0
»
»
P
»
6 %
6 7o
6 %
8 %
8 V.
Fondos y Títulos Públicos
Fondos Públicos Nacionales de 1884.
Empréstito Nacional Interno 1891 . . . .
Id. de 1892
Deuda Municipal de la Capital . . .
45 —
98 30
97 —
90 -
91 -
94 -
21 50
35 —
-34—
1^1 20
31 50
33 60
33 —
31 90
32 10
32 10
32 —
32 10
32 -
55 —
73 70
69 —
69 70
•^74. .771
47
4
95
4 —
12 —
33 50
18 -
98 50
96 —
90 -
92 —
90 —
33 —
33 —
28 50
27 —
28 50
27 90
27 50
27 50
27 50
27 50
27 50
27, 70
73 50
67 70
66 50
287 —
47
4
4 01
17 —
40 —
22 20
99 50
98 —
92 —
92 —
90 —
34 50
33 —
29 50
29 20
28 50
27 90
31 10
31 60
31 90
31 80
31 60
31 70
74 50
69 40
69 50
Ultimo precio
HASTA
d'bre. 15
279 XO
47
1
4 96
4 97
4 01
14 —
37 50
18 —
45
99
96
90
m
90
21 50
34 50
33 —
28 50
27 20
28 50
27 90
27 50
27 80
27 90
72 80
27 80
27 90
5o —
74 50
68 50
68 —
428
Revista Económica
Dltimo precio
ultimo precio
HASTA
MAS BAJO
MAS ALTO
HASTA
N BRE. 30
d'bre. 15
Acciones
BANCOS
Español del Rio de la Plata
Italia y « » » » (oro)
Crédito Real
Nuevo Banco Italiano
Banco de la Bolsa
Francés del Rio de la Plata
Hipotecario de la Capital (Bonos oro). .
Constructor de la Plata
Id id id (obligaciones)
Agrícola Comercial
Banco Imnoviliario :
Banco del Comercio
Banco Caja de Descuentos
Comercial de la Plata
Comercial
Banco Sud-Americano
109 -
109 —
96 —
31 —
58 50
57 —
45 —
— —
42 50
— —
64 75
— —
4 50
— —
0 80
0 60
22 —
22 -
23 —
23 —
85 —
85 —
50 —
— —
8 50
— —
30 —
— —
29 —
26 50
Banco Nacional i 31 —
COMPAÑÍAS I
Lu Edificadora 70
La Previsora (Compañía de Seguros) . 27 50 i
La Primitiva (Compañía de Gas) j 90 — | 92 —
fias Argentino 55 — i
Empresta del Edificio de la Bolsa |145 — '
La Argentina (fábrica de papel) 84 —
Muelle y Depósitos de las Catalinas , 8 60 ; 8 —
J^aBuenos Aires (Compañía de Seguros; 13 — j
Compañía Greneral de Reaseguros .... 7 —
Kid y Ca ;. 7—
Telegráfico Telefónica 65 — — —
('onstructora Argentina ; 14 —
BOLSA DE MONTEVIDEO ¡
(DEL 1° AL 15 DE DICIEMBRE) j
Billetes Banco Nacional ! 48 — | 40 —
Títulos hipotecarios Serie D i 23 70 ' 23 —
Cédulas hipotecarias » A ; 24 40 '23 50
C 25
Deuda del Interior 29 50 j 26 —
Id. Consolidada 37 — 32 —
Acciones Banco Hipotecario 7 80 7 70
CAMBIOS
Inglaterra 51 - 50 *
Ij-'dmú'd 5 35 5 34
B^l.ííica 5 35
Alemai lia 4 30 4 39
110
58
O 80
23 —
23 —
85 —
26 50
92 —
8 70
50 —
25 —
26 5( I
29 80
36 40
7 70
50 Vic
5 35
4 ;{3
110 —
96 —
31 —
58 —
45 —
42 50
64 75
4 50
O 60
22 —
23 —
85 —
50 —
50
30
26
31
50
10
70 —
27 50
92 —
55 —
145 —
84
8
13
7
7
05
14
50 —
24 20
25 20
29 70
36 40
7 70
50 i
5 35
4 33
2*. Época — Núm. 17
10 de Enero de 1893.
REVISTA ECONÓMICA
RIO DE LA PLATA
Director: DOMIPÍGO LAMAS
EL Río de la plata económico en 1892
I
La prensa diaria ha publicado, tanto
en Buenos Aires como en Montevideo,
extensos retrospectos que contienen
minuciosos estados parciales sobre el
movimiento económico, perdiéndose
en detalles á la par que se omiten ó se
dejan oscurecidas muchas de las cifras
que son esenciales para poder formar
un juicio exacto sobre el camino recor-
rido.
La falta de algunos datos, no nos
permite formular aun, como desearía-
mos, los Balances exactos de 1892;
pero, en cambio, los que tenemos ya
bastan para poder dar una idea gene-
ral del año económico de las Repúbli-
cas Oriental y Argentina.
Empezemos por ésta:
Las rentas generales de la Nación
ascendieron en 1891 á $ 75.501,077.96 %
y en 1892 á $ 98.035,338.94 y $ 994,308.70
oro. Convirtiendo el oro á razón de
S 300 %, tenemos S 100.868,265.87, lo
que representa sobre el año anterior
un aumento de $ 25.367,187.08, ó sea
de 33 i %.
¿Qué significa este aumento? Un re-
nacimiento del país?
El análisis de la estadística nos de-
mostrará lo contrario. No ha habido
un aumento de riqueza sino un aumen-
to de gravámenes: 1° cobrando los de-
rechos de aduana según el precio del
oro, más alto en este año que en el
anterior, 2° aumentando los derechos
de importación, 3° haciéndose efectivo
en mayor proporción los derechos de
exportación y 4*5 aumentándose los
impuestos internos.
El aumento de la renta de adua-
na es de S 27.454,776.02, esto es de
$ 2.087,588.94 más de lo que aparece
como aumento total en las entradas
de la Nación.
Si comparamos el valor importado
en 1891 con el de 1892, solo resulta
un aumento en favor de este de
$ 12.253,305, apenas el 40 % de lo que
importa el aumento de la renta.
Recordando que, en 1891, las cir-
cunstancias precarias de la plaza y
las exigencias de su liquidación con
Europa, hicieron insuficiente la pro-
visión, pasando una existencia redu-
cida para 1892, el aumento que resulta
en las importaciones de este año no
puede indicar una estensión real de
consumos.
Las industrias internas que, en 1891,
solo fueron afectadas por $ 2.558,467 de
impuestos especiales, tuvieron que pa-
gar $ 4.360,027.31 en 1892.
Las demás fuentes de recursos tu-
vieron en su renta total, en 1892, una
disminución de $ 3.889,148.25.
Las patentes, cuyo aumento revela
el de las industrias y del comercio, pro-
dujeron en 1891 la suma de 1.907,861.31,
mientras que en 1892, solo dieron
S 1.257,098.51.
La Contribución Directa, que en 1891
produjo $ 3.448,846, solo dio en 1892 la
suma de $ 1.237,159.87, lo que es otro
dato que elocuentemente caracteriza
una época de creciente abatimiento.
No podemos todavía establecer, con
los datos publicados, el total del au-
mento de deudas nacionales en 1892,
430
Revist.v Económica
peí o, no obstante eso, las cifras cono-
cidas ya dan, como va á verse, una
suma considerable.
Deuda Interna
Deducidas las
amortizaciones $ 25.357.440.43 "■„ $ 1.260,00». 56 oro
Deuda Externa
Las emisiones
del empréstito
Morgan en el
año pueden
calcularse en. $ 12.000,000 oro
Hay además que agregar las obli"
gaciones del Puerto Madero, emitidas
en el año, y de los S 24.954,118 % y
$ 5.973,204 oro de Deuda flotante, la
parte que corresponde á 1892, teniendo
en cuenta lo pagado con las rentas de
este año, por deudas correspondientes
á los anteriores.
Aun sin contar con nada de esto,
tenemos 65 millones de nacionales de
aumento de deuda, sin que, por des-
gracia, se haya obtenido nada que le
sirva de compensación.
La situación financiera de las Pro-
vincias, como es notorio, no ha aven-
tajado á la de la Nación, salvo raras
excepciones.
II
Respecto de la República Oriental
son algo más completos los datos que
tenemos, debido á las cuidadas esta-
dísticas de «El Siglo».
Ellas demuestran la creciente pos-
tración del país, que es la consecuencia
lógica del sistema de restricción y de
las funestas medidas que, con pretexto
de que era necesario inspirar confian-
za, impuso al gobierno la prensa ingou-
hilista.
Comparando el movimiento comer-
cial de los tres primeros trimestres de
1892 con el de igual periodo de 1891
encontramos las siguientes disminu-
ciones:
Importación $ 733.688.49 menos que
en 1891.
Exportación $ 2.866.330.26 id.
Á primera vista la cifra no es alar-
mante, pero hay que considerar: P.
que el año de 1891 con el cual hacemos
la comparación, fué de fuerte baja, ha-
biendo descendido la importación de
S 32.364.627 á que alcanzó en 1890, á
$ 18.978.420, y la exportación de pesos
29.085.519 á $ 26.998.270. 2". que era en
extremo reducida la existencia d
mercaderías que de 1891 pasó á 1892, y
3". que en nuestras importaciones y ex-
portaciones, figuran artículos que se
introducen á Rio Grande y productos
de exportación de ese Estado, movi-
miento que en este año ha aumen-
tado.
En cuanto á la renta de Aduana, ella
no presenta, en los tres primeros tri-
mestres de 1892, comparados con los
tres primeros de 1891, más que una
disminución de $1 34.543.69; hecho que
se explica, principalmente, por la for-
ma y distribución del impuesto.
Los derechos específicos, al afectar
la cantidad en vez de la calidad de los
artículos, dan una base más íija á la
renta de Aduana, puesto que en los
años de dificultades generales, más
bien que disminuirse la cantidad de
consumos, se baja en la escala de la
cal; dad.
Á esto se agrega que se tomaron co-
mo base i:)rincipal de la renta, los ar-
tículos de consumo más extensos y
necesarios, cuya cantidad importada '
no había disminuido en las anteriores
crisis.
Los que reflejan acabadamente la
anemia oriental son los datos que van
á verse.
La estadística de la edificación es
una de las más importantes para apre-
ciar las condiciones en que se encuen-
tra una sociedad. Toda época próspera
es acompañada de un desenvolvimien-
to considerable en las construcciones.
La abundancia de capital disponible
permite realizarlas mejoras cuya ne-
cesidad hacíase sentir: los que vivían
en reducidos departamentos, ó some-
tidos por la escases á la dependencia
parientes ó de amigos, á medida que
se desenvuelven los medios de trabajo,
pasan á ocupar locales más espaciosos-
ó á formar hogares independientes.
Á esto se agrega el aumento de pobla-
ción atraída por las facilidades de la
vida.
Esto es lo que se produjo de 1888 á
1889 en el Departamento de Montevi-
deo; y la prueba de que este liecho no
salió de los limites naturales, la dá la
estadística de permisos de edificación
que alcanzaron en 1889 á 833, es decir
á un 20 % más de la cifra de 1869, de
20 años atrás .
BEL Rio de la Plata
431
No está demás que nos hayamos de-
tenido aquí, á fin de dejar demostrado
el error de los que se espantaban ante
esa manifestación de prosperidad, y
acabaron por aiiogar el progreso na-
ciente, para el cual no estaban confor-
mados, como no lo están para la luz
del dia las retinas de los buhos.
Cuando las condiciones sociales se
cambian de prósperas en adversas, el
movimiento de edificación vá dete-
niéndose, y si éstas no se modifican,
sino se domina ó no se estirpa la causa
del mal, se llega al punto de que,
mientras en unas zonas las construc-
ciones continúan rarificándose, en
otras, donde la paralización ya era
completa, se observan síntomas de
verdadera ruina. La descomposición
sigue de inmediato á la muerte.
Las cifras que al respecto tenemos
presentan al año de 1892 con los más
sombríos colores.
En 1889, el total de metros de frentes
edificados fué de 13.519, en 1890 bajó á
12.448 y en 1891 fué solo de 6.031.80.
Esto ya era mucho, pero comparan-
do los datos que tenemos de los once
primeros meses de 1892, con igual pe-
riodo de 1891, encontramos la compro-
bación de que la decadencia, por des-
gracia, ha proseguido. De 5.704.66 me-
tros que corresponden á los meses de
Enero á Noviembre de 1891, se ha ba-
jado, en los mismos de 1892, á 4.438.32,
lo que representa una disminución de
22 % en el año.
Si de la edificación pasamos á apre-
ciar el capital disponible, las condicio-
nes generales del crédito y el valor de
la propiedad raíz, es no menos tétrico
el cuadro con que nos encontramos
Según los prolijos estados publica-
dos por el Dr. D. Eduardo Acevedo, en
los «Anales de la Universidad», las
cuentas de deudores de los Bancos de
Montevideo formaban en Agosto de
1890, la cantidad de $ 114.163.711,13 y
las de acreedores la de $ 84.037.526,48,
mientras que en el mismo mes de 1891,
los deudores bajaban á S 21.498.413,51
y los acreedores á á S 17.340.401,43.
Ese derrumbe no se detuvo en 1892,
puesto que según los balances de No-
viembre, los deudores de todos los
Bancos de emisión y el Comercial ape-
nas importaban S 12.009.602.17 y los
acreedores $ 9.615.752,51 apesar de in-
cluirse cuentas con el exterior, y otras
que no significan movimiento real de
capitales.
La emisión que en 1890 alcanzó á
$ 16.296.686,30, apart«e á fines de 1892
reducida á $ 3.025.220, con un aumento
de cerca de dos millones sobre la de
1891, sin que este signifique aumento
efectivo de medio circulante.
Por lo contrarío, en esto, como en
todo lo que hemos analizado hasta
ahora, hay en 1892, una agravación del
mal.
El encaje de los Bancos, en 1891, era
de S 3.730.617,92 y subió, en 1892, á $
8.148.305,18, habiendo así un aumento
de dinero destinado á reservas de los
Bancos y colocaciones afuera, de S
4.417.687,26. Parte de esos encajes son
billetes destinados á canjearse, lo que
hace que sea en parte nominal la suma
que aparece como emisión circulante.
Si deducimos los dos millones que figu-
ran como papel emitido, del aumento
de encaje, resulta que hay cerca de 2
^ millones de medio circulante mer
nos en actividad, lo que teniendo en
cuenta lo reducido que ya era, repre-
senta una disminución considerable.
Que esos aumentos de encajes se
hicieron á expensas de la circulación
activa en el país, es un hecho evidente
desde que, cuando en los 11 primeros
meses de 1892 las importaciones de
metálico solo ascendieron á $ 2.563,016,
las exportaciones fueron de $ 2.767.208.
Estos datos comprueban: 1°. supre-
sión casi completa del crédito banca-
rio, 2°. Disminución del limitado capi-
tal disponible particular que constituye
los depósitos en los Bancos y 3°. Una
disminución relativamente muy fuerte
del medio circulante.
Esta disminución en la cantidad de
moneda, no representa el hecho peor:
más serio aun es la disminución de
valores, que á su vez produce el que-
brantamiento del crédito; y, uno y otro,
el debilitamiento creciente del poder
de adquirir moneda y de ahí también,
la menor actividad en la circulación.
Las cifras que tenemos nos permi-
ten apreciar el decaimiento copstante
del crédito hipotecario, que es siempre-
el más resistente, y la disminución del
valor de la propiedad raiz, el que sube
con la afluencia de todo elemento de
prosperidad y cuya baja no se opera
432
Revista Económica
sin conmover por sus cimientos el or-
den económico.
La suma prestada en hipotecas, en
toda la República, en 1889, fué de $
27.821.672, en 1890 de S 22.566.360 y bajó
en 1891 á $ 13.546.853.
En los 11 primeros meses de 1891, la
cantidad prestada con hipotecas en
toda la RepúbHca fué de $ 12.411.193
mientras que en 1892, los préstamos
con hipotecas solo alcanzaron, en los
mismos meses, á $ 7.033.446, resultan-
do así una disminución de 43 % en este
año, cuando la baja de 1890 á 1891, ape-
nas alcanzó á un 40 % y la de 1889 á
1890 fué de 18.15 %.
Resulta, pues, que no solo el crédito
hipotecario ha continuado decrecien-
do, sino, también, que á pesar de las
fuertes reducciones sucesivas, la res-
tricción viene siendo, año por año,
proporcionalmente mayor.
Estas cifras demuestran, además, el
error en que incurre nuestro ilustrado
colega El Siglo, al colocar en primer
término, como causas de la disminu-
■ ción en la cantidad de los préstamos
hipotecarios, la reducción de ventas
de propiedades realizadas en una parte
á plazos y la clausura de la emisión de
cédulas, puesto que posteriormente á
la época en que se desenvolvía la es-
peculación sobre tierras compradas á
plazos y á la en que cesó la emisión
de cédulas, la reducción de los présta-
mes hipotecarios ha continuado en
mayor proporción.
Tampoco son explicaciones satisfac-
torias las demás que dá, siendo la cau-
sa principal, como se comprueba por
la estadística, la desvalorización cre-
ciente de la propiedad, no solo en los
suburbios de Montevideo, que cita el
colega, sino en toda la República,
puesto que la reducción en los depar-
tamentos ha sido análoga á la de la
capital, y ella se manifiesta tanto en el
número de hipotecas hechas como
también en la cantidad media de los
préstamos.
En 1891, por ejemplo, el promedio de
los préstamos hipotecarios, en el De-
partamento de Montevideo, fué de $
.3.835,>2, y en 1892 de solamente $ 2522.
Esto que explica la disminución del
crédito hipotecario, dá, también, la
medida del creciente desprestigio de
la propiedad raiz.
Las alzas ó bajas de las propiedades
como la de todos los valores, depende
no solo del aliciente de su adquisi-
ción sino también del mayor ó menor
poder de disponibilidad de moneda
en relación con la mayor ó menor
oferta. — Cuando la disponibilidad de
dinero se reduce sucesivamente, y se
multiplica la oferta, los quebranta-
mientos subsiguientes de los precios
contribuyen á suprimir el aliciente
para las adquisiciones. La baja, pues,
quebrantando el crédito y alejando á
los compradores, ataca por su base
los factores de valorización, y, mien-
tras tanto, se precipitan las realiza-
ciones forzosas; se lleva al máximum
el elemento desvalorizador, principal-
mente, por el Banco Hipotecario, reor-
ganizado sobre bases que parecen com-
binadas de exprofeso, para forzar las
ejecuciones en vasta escala.
Esto, que reviste las apariencias de
un delito de lesa patria, no es más
que el resultado de una ofuscación.
«El Siglo», que es el órgano de la
extraviada política económica que ha
imperado en estos últimos años, cali-
fica de inocua la realización forzosa
en estas circunstancias de cerca de
diez millones de pesos, fundado en el
hecho de que esa suma es formada
por solamente 164 hipotecas, de donde
le parece lógico deducir que serán
muy pocas las personas perjudicadas
por el malbaratamiento de las propie-
dades gravadas, como si de lo que se
tratase fuese únicamente del perjuicio
de los deudores, en vez del general y
más considerable de la depreciación
que se produce, por un exceso de
ofertas, en toda la propiedad raíz.
Si mañana, por ejemplo, se proce-
diese á la realización de 100.000 bor-
dalezas de vino, el precio del vino se
abatiría enormemente, ya ellas perte-
neciesen á 1.000 ó á 1 solo individuo.
Ko es la cantidad de poseedores lo
que en el caso influye, sino la canti-
dad de mercadería ofrecida.
Lo que sí ha subido en el año es
el importe de las deudas públicas,
que de S 87.677.382.14 á que ascendían
á fines de 1891 subieron en 1892 á $
104.288.795.14. Hay, pues, un aumento
de $ 16.611.587.00, proveniente, 1°. de
bonificaciones etc., y 2°. del regalo de
$, 4.000.000, hecho en realidad á los
DEL líio i)K LA Plata
4;j8
Tenedores de cédulas y en perjuicio
de los deudores hipotecarios cuya
posición ha sido tan agravada como
menoscabados sus derechos. En efec-
to, el gobierno, al evitar que el nivel
de la cédula acompañe el del valor de
la propiedad, la cédula que es papel
con que el deudor hipotecario solventa
sus obligaciones: el gobierno, repeti-
mos, con esa actitud, hiere intereses
adquiridos y modifica, de hecho, el
contrato hipotecario.
Esos $ 4.000.000, que, por otra parte,
no i)ermitirán consolidar ni salvar del
Banco, representan, sin embargo. $
5,38 de aumento de deuda por habitan-
te, la que tendrán que pagar los
mismos perjudicados.
Esta enormidad es otro de los fru-
tos de la política económica ingou-
bilista, para la cual todo es poco
cuando se trata de beneficiar á un
círculo estrecho de capitalistas, aun-
que sea á espensas de los derechos v
de las más vitales necesidades de la
comunidad.
III
Esperamos que este año que, como
se vé, es uno de los más terribles de
nuestra historia económica, produci-
ría algo que sirva en parte de com-
pensación, que es la condenación de
un orden funesto de ideas.
Es una lección que no debe dejarse
de aprovechar, so pena de que el de
1893, haga desbordar la medida de
los males que un país puede soportar,
sin ver abatirse por entero todas sus
fuerzas económicas.
Con la restricción y el abatimiento
de las instituciones de crédito nacio-
nales, se decía, renacerá la confianza,
y la desconfianza ha sido cada día ma-
yor, como era natural que sucediese,
desde que, por esos medios, se aumen-
taba la baja de los valores y se multi-
plicaban las insolvencias.
Manténgase, se agregaba, una circu-
lación á oro con prima de exportación,
y á la vez que, i^or una parte, circulará
el metal escondido, nos llegarán del
exterior varios millones de libras, con
todo lo cual desaparecerá la crisis y
surgirá la prosperidad. En vez de sa-
lir el metal escondido, parte del que
circulaba ha ido á aumentar las reser-
vas inactivas de los Bancos, v, en vez
de importación de oro, hemos UnúiU)
mayor exportación que inqjortación
todo lo cual es el resultado lógico de
las aberraciones dominantes. Bajando
los valores, la circulación tiene tam-
bién que empobrecerse, á la. par que
es elemental que el oro no afluve ja-
más en condiciones convenientes á los
países donde se sigue abatiendo las
tuerzas necesarias para el desenvolvi-
miento del trabajo. Con la deprecia-
ción creciente, no hay base ni para la
importación de capitales en condicio-
nes usurarias, prueba de lo cual he-
mos tenido recientemente á la vista,
con el fracaso del Banco Noetzlín y sus
congéneres.
Por último, como único remedio, in-
dican, la reducción de los sueldos y
pensiones, equilibrándose, por ese me-
dio, los piesupuestos, como si la base
de la crisis fuese financiera y esas re-
ducciones el recurso natural y eficaz.
Los atrasos de la Hacienda son efec-
tos y no causas de la crisis. Con mayo-
res atrazos ha habido en el país esta-
dos de prosperidad general.
En cuanto á las rebajas de los suel-
dos y pensiones, además de mezquinas
medidas para combatir el malestar
que crece debido á falta en el país de
medios de trabajo y de liquidación,
son en parte anti-administrativas y
anti-sociales, á la par que hacen hi-
riente contraste con la prodigalidad de
bonificaciones, etc., para los" capitalis-
tas que acaparan Deudas y Cédulas, y
cuya posición no puede ser nunca con-
siderada racionalmente superior á la
de los empleados y pensionistas.
La retribución del trabajo personal,
es, en el derecho común, siempre pri-
vilegiada, y la justicia y el buen sentido
requiere que aquella sea suficiente. En
cuanto á los pensionistas y los jubila-
dos, si bien ellos no tienen títulos com-
prados por dinero, lo tienen adquirido
mediante el trabajo ó la contribución
de sangre, y nada, en conciencia, pue-
de justificar lo que respecto de ellos se
hace, cercenándoseles el pan, no ya
para contribuir, i^roporcionalmente á
todos, á satisfacerlas necesidades de la
Nación, sino á fin de llenar los déficits
que se ahondan con las donaciones
que se hacen á los capitalistas privi-
legiados.
434
Revista Económica
Nuestro apreciable colega «El Siglo»,
ha publicado el Balance del Banco
Comercial, que no conocíase, ¿.se ba-
lance del Banco del Sr. Ingouville,
viene bien como una síntesis de su
sistema, que viene imperando en las
altas esferas del gobierno.
Con un capital realizado de 1.594.000
pesos, $ 465.529.33 de fondo de reserva
y §66.140.50 de ganancias, esto es con
un fondo propio de S 2.025.669.88, tiene
un encaje de $ 2.744.221.18. Todos sus
préstamos hipotecarios y sus valores
en cartera, no ascienden más que á $
1.889.410.01, que es mucho menos de sus
depósitos, de todo lo cual resulta que,
si se liquidase ese Banco, veria la pla-
za aumentarse sus elementos de giro.
Ese no es un Banco, es la negación
de un Banco, y aplicado el sistema al
gobierno económico del país, pronto
se presentará también el caso de que
dejemos de ser una nación.
Ante la afligente situación aparente-
mente desesperada del país, inspira-
dos sin duda por propósitos patrió-
ticos, algunos órganos de la opinión
aconsejan la abstención de la acción
gubernativa de la esfera en que se
mueven los intereses económicos del
país. No participamos de esas ideas,
que importan la negación misma de la
razón de ser de los poderes públicos
en su acepción administrativa y diri-
gente. No se abandona la cabecera del
enfermo mientras subsiste nn átomo
de vida y una esperanza de salvación,
y pobre seria la ciencia económica,
con sus múltiples recursos y combi-
naciones, con su arsenal de enseñan-
zas prácticas en casos similares, si
hubiera de declararse impotente para
combatir los males, cuyo diagnóstico
se desprende del propio sumario que
acabamos de bosquejar. No, no esta-
mos, porque no podemos, consciente-
mente, estar, por la deserción; estamos,
por el contrario, por la acción vigoro-
sa, inteligente y patriótica; estamos
por la redacción contra todo lo que
se ha hecho y cuyos resultados se
ven; estamos por la acción inspira-
da en las doctrinas económicas dia-
metralmente opuestas á las que han
venido imperando, y que, poruña ofus-
cación inconcebible, imperan aun hoy
en las esferas del gobierno; estamos
pOr la expansión en vez de la restric-
ción; estamos por la producción en
vez de las contemplaciones que cir-
cunscriben la acción del capital á la
usura que corroe y que deprime las
fuentes vitales de la riqueza nacional;
estamos, en una palabra, por el gran
número de los que trabajan, de los que
poseen, de los que pueden centuplicar
la producción, contra el pequeño nú-
mero que constituye la oligarquía in-
gouhilisla.
LA TliATA DE NEGROS
Y EL Rio de la Plata
XIX
La reacción contra la trata y la ex-
plotación del trabajo de los negros, no
nació ni se desenvolvió en los centros
donde se implantó la esclavitud, en los
cuales en vez de sublevarse el senti-
miento público ante la acción del egoís-
mo individual ilimitado, los espíritus
mejores dotados se connaturalizaban
con la iniquidad.
El mérito de la iniciativa correspon-
de á los cuáqueros, que, -con Penn,
venían á buscar en la tierra america-
na un asilo contra las persecuciones
de que en su patria eran objeto y sobre
todo un centro propicio á la realización
de sus altos ideales.
Esos llamados «amigos de la huma-
nidad» no solo pedían la libertad reli-
giosa, sino también, en 1727, la aboli-
ción de la esclavitud y la paz universal.
Las primeras colonias inglesas en la
América del Norte, para resolver el
problema de la explotación de las tie-
rras vírgenes en que se fundaban,
echaron, primero, mano de dos recur-
sos: el de los condenados, convids, que
en nuestra época ha servido de. base
á la colonización australiana, y el de
los contratados en Inglaterra, Alema-
nia y otros puntos, indented servants.
Para engrosar el número de los con-
victs, no vaciló Cromwell en remitir,
para ser vendidos en las colonias ame-
ricanas, los condenados por delitos po-
líticos, ejemplo que aprovechó Jacobo
II, vendiendo á 10 y 15 chelines á los
DEL Rio de la Plata
43n
plantadores americanos, los compro-
metidos en la conspiración de Mon-
mouth.
La esclavitud se inició así en las po-
sesiones inglesas en América, en una
forma abierta, con subditos de suMa-
gestad Británica, y se siguió en mayoi
escala, por la práctica de los engan-
ches verificados en las condiciones que
van á verse.
El costo del pasaje de Europaá Amé-
rica no excedía de 8 libras esterlinas
y, sin embargo, en los contratos de
enganche, se empezaba por hacer
reconocer, con este motivo, una deuda
tan superior al gasto que llegaba á ser
hasta de 50 y de 60 libras" Para el
pago de estos gastos, de la alimenta-
ción y vestido debían los enganchados,
durante un tiempo más ó 'menos lar-
go, servir gratuitamente, constituyén-
dose en verdadera esclavitud, como
lo comprueban los hechos de poder
ser trasferidos como mercadería, de
una mano á otra, sin más que la in-
tervención de forma del Juez de Paz y
el de no serles permitido ni contraer
matrimonio sin licencia de sus amos.
La trata de blancos, efectuada por
los ingleses hasta con sus propios con-
ciudadanos tuvo amplio desenvolvi-
miento. Á la par de brazos para las
plantaciones se hizo sentir la falta de
mujeres para los colonos, en vista de
lo cual, la compañía de Virginia em-
prendió, también, á principios del si-
glo XYII, la iixiportación de mujeres
jóvenes, que se vendían de cien á cin-
cuenta libras en tabaco, que era en-
tonces la moneda corriente en el pais.
Al poco tiempo de establecido este
sistema de colonización servil, empe-
zaron á sentirse serios inconvenientes.
Los «indented servants» y los «convicts»
iban siendo la mayoría, y se manifes-
taba el temor fundado, de que pronto
podrían imponer la ley. Era necesa-
rio restringir su número y entrar á
establecer condiciones en su beneficio,
más en armonía con sus derechos na-
turales, mientras que el ensanche de
las culturas del tabaco, algodón, arroz
y añil, imponía una multiplicación cre-
ciente de brazos.
En esto, en 1620, llegó á Virginia la
primera partida de negros, que la cons-
tituían 20 africanos, traídos por un
buque holandés.
Los enganchados alemanes eran
preferidos á los condenados y á los en-
ganchados ingleses, por su ignorancia
del idioma y mayor sumisión, y estas
ventajas debían presentarlas los ne-
gros en un grado superior. Además
la sujeción sería perpetua, podría gas-
tarse menos en alimentarlos y en ves-
tirlos; y la práctica debería comprobar
la mayor resistencia de los negros para
el trabajo, en el clima cálido y húme-
do tan propio para las lucrativas cultu-
ras iniciadas y la inmunidad para las
fiebres que, con facilidad, hacían presa
en los europeos, todo lo cual debería
contribuir á que se les prefiriese por
los plantadores, y á que su importación
adquiriese en breve tiempo un gran
desenvolvimiento.
El predominio del interés individual,
la lucha por la conquista de la mayor
utilidad inmediata, con olvido de todo
ideal humanitario, no solo vino á san-
cionar la esclavitud y á revestirla de
los caracteres más odiosos, sino tam-
bién á iniciar la guerra de exterminio
de los indígenas.'que se llevó á cabo,
debido al cálculo egoísta de la apro-
piación de las tierras por ellos ocu-
padas.
Totalmente opuestas fueron las ten-
dencias de la colonización de los cuá-
queros, secta que en medio de las
mayores extravagancias sostenía la
simplicidad de las costumbres, y la
más absoluta igualdad humana, con
una fe que los hacia arrostrar impasi-
bles las persecuciones y hasta el mar-
tirio. Los vemos llenar las cárceles
de Londres por no querer consentir en
descubrirse ante los magistrados y por
provocarlos, al negarles todo trata-
miento, tuteándolos como al último
individuo del pueblo, á la par que los
refugiados en Holanda, á consecuencia
de su expulsión, suprimían, en aras del
espíritu de igualdad, las letras mayús-
culas del alfabeto.
Eran enemigos de toda ostentación,
de la trivialidad y de los vicios. Usa-
ban trajes sencillos de colores oscuros,
combatían los bailes y la música; iban
á las tabernas á moderar el uso de las
bebidas y á prevenir las riñas; á los
mercados á perseguir los falsos pesos
y la venta de mercaderías en malas
condiciones. Consecuentes con sus
tendencias igualitarias, concedían á
436
Revista Económica
las mujeres iguales derechos que á los
hombres y practicaban, en vasta esca-
la, la caridad, ese sublime precepto
del cristianismo.
De ahí una colonización en sus ten-
dencias y en todas sus manifestacio-
nes totalmente opuesta á la que en los
estados del Sud de la Union America-
na se habia iniciado.
Al venir los cuáqueros á Ainérica,
eran conducidos por uno de sus más
(•onvencidos, perseverantes é ilustra-
dos jefes, Penn, que al de Silviana,
agregaba el nombrede sus padres dado
ala nueva colonia que ibawá fundar, y
hacia la cual no tardó en atraer nue-
vos y numerosos sectarios de Escocia
y varios puntos de Inglaterra.
Procediendo de acuerdo con sus íir-
mísimas creencias, el humanitario
colonizador, empezó por comprar á los
indígenas la tierra que iba á ocupar y
á celebrar con ellos tratados de alian-
za, que debían cumplirse fielmente á
la par de propender á favorecerlos,
enseñándoles los trabajos á que más
fructíferamente podrían dedicarse.
La carta orgánica de la nueva colo-
nia, prohibió, además, la esclavitud,
que no podía avenirse, bajo ninguna
forma, con las más firmes creencias de
los nuevos colonizadores.
Vemos así, implantarse, frente á
frente, en las posesiones inglesas de
la América del Norte, dos tendencias
diametralmente opuestas; la una. la
utilitaria, la genuínamente inglesa; la
otra, la íilosófica igualitaria, que tenía
que expatriarse, buscando no solo las
garantías más primordiales, sino tam-
bién los medios de arraigo y de expan-
sión, que no les proporcionábala tierra
que dejaban, debido á los raigambres
de las preocupaciones del pasado y á
la fuerza de los intereses egoístas en
ella predominantes. Así se inicia-
ba una lucha que, prolongada á través
de dos siglos, debía concluir con el
ejemplo dado al mundo del triunfo de
los principios humanitarios conquista-
dos, sin reparar ni en los más cruen-
tos sacrificios.
Los plantadores de los Estados del
Sud, tuvieron siempre á su lado al go-
bierno inglés para oponerse á las pre-
tensiones de los antí-esclavócratas del
Norte, obedeciendo en esto á los con-
sejos del más sórdido interés, que es
lo que tradicionalmente ha predomi-
nado en el gobierno de la Gran Breta-
ña, como lo reconoce Adam Smith, que
para calificar la política de los parla-
mentos y gabinetes de Londres, decía
que «era una política de mercachifles»,
debido á que era la influencia de los
mercachifles la que en ellos predomi-
naba.
Toda la política colonial inglesa de
la época revela la misma tendencia.
(íEl uso único, decía Lord Sheffield.
de las colonias de América y de las
Indias occidentales, es el monopolio de
sus consumos y el trasporte de sus
productos.» Con este criterio, siendo
la trata de negros un gran negocio
páralos armadores ingleses, y tan con-
siderable según el gobierno, que, como
lo hemos visto, pesaba en su políti-
ca europea, llegando á influir deci-
sivamente en su actitud en las más
serias contiendas, natural era que tra-
tase de imponerla á sus colonias.
Cuando las Legislaturas de Virginia,
de Georgia y de otros Estados, en los
que las ideas y los ejemplos humani-
tarios llegaron á imponerse á punto
de prohibirse la trata, el gobierno inglés
las obligó á abrogar todas las disposi-
ciones dictadas en este sentido, cons-
tituyendo esto ana de las quejas que
los Estados Unidos hicieron valer en
1776, contra Jorge III, en la conven-
ción de Williambourg.
Las doctrinas de los cuáqueros, en
todo lo que tenían de racional y viable,
reasumidas en la Carta de Pensilvania,
elaborada por Penn, llamado con jus-
ticia por Montesquieu, el Licurgo mo-
derno, sirvieron, en 1776, de base á la
Constitución de los Estados Unidos.
Se reglaba, por ella, la sociedad
democrática, cuyos d )gmas funda-
mentales no podían avenirse con la
institución de la esclavitud y con su
alimento natural, la trata de negros, y
esta cuestión fué una de las más sei^ias
que tuvieron de debatirse entre los
Estados del Sud y los del Norte.
Washington y Franklin eran decidi-
damente abolicionistas.
«La esclavitud, decían, es la nega-
ción de la familia. Separa sus miem-
bros por medio de las ventas. Agrupa
los esclavos para el trabajo transfor-
mándolos en rebaños. Lleva á los
corazones el odio entre dos razas que
DEL Rio de la Plata
437
no forman entre sí más que vínculos
criminales.
«Bajo este régimen, la experiencia
lo demuestra, el amo se vuelve duro,
perezoso y sensual. El poseedor se
transforma en una bestia de presa y el
poseído en una bestia de carga, á la
que se le prohibe toda clase de ins-
trucción y toda esperanza de libertad.
Un trabajo sin retribución, la separa-
ción, la ignorancia, el desprecio, las
amenazas y el látigo, tal es la condi-
ción del esclavo.»
Cuando los sucesores morales de los
cuáqueros esto sostenían, el estrabis-
mo de los que explotaban la esclavi-
tud debía crecer, á punto de llegar, en
nuestros días, á anteponer tan anti-
humanitarío y tan anti-económico ré-
gimen, á la unidad nacional.
Un amigo de Franklin, un cuáquero
de origen francés, llamado Benézet,
íué á Europa á propagar la idea de la
emancipación de los negros, dirigien-
do con este objeto súplicas á María
Antonieta y á la grande Catalina.
Turgot, Montesquieu, Raynal, Con-
dorcet, Lafayette y otros espíritus
altos, que anteponían los derechos
humanos á los consejos del egoís-
mo individual, prepararon, en Fran-
cia, la opinión contra la trata y la
esclavitud de los negros, consiguiendo
que la Convención Nacional aboliese
las primas que se habían establecido
en beneficio de la primera y que, en 4
de febrero de 1794, suprimiese defini-
tivamente la esclavitud en todas las
colonias francesas.
Los desórdenes subsiguientes á esta
medida, en Santo Domingo, principal-
mente, y consideraciones prácticas
mal entendidas, llevaron á Napoleón
á restablecer la trata y la esclavitud,
lo que, sin embargo, no le quita á la
Francia el mérito de su iniciativa ni
altera el carácter de esta.
Napoleón había preguntado cual
era el régimen mediante el cual ha-
bían prosperado más las colonias, y
dícíéndosele que la esclavitud, la resta-
bleció. Este espíritu superior reaccio-
nó, sin embargo, contra este error, y
al volver de la'lsla de Elba, por dispo-
sición de 29 de Marzo de 1815, declaró
abolida la trata de los negros, apesar
de ser ésto ya un interés inglés.
Otros espíritus generosos, debían
aprovechar toda ocasión propicia para
defender los derechos de los negros,
llegando á conseguir la emancipación
definitiva de todos los esclavos de las
posesiones francesas, la que se decre-
tó por el gobierno provisorio de 1848,
á pesar de la oposición que se hacia,
en los centros de la esclavitud, á toda
medida tendente á mejorar las condi-
ciones de los negros.
XX
El movimiento de emancipación en
Inglaterra tuvo un origen análogo.
Figura en primera línea, Guillermo
Wílbeforce que, en 1765, cuando ape-
nas tenía 14 años de edad, condenaba
en una carta publicada en un diario
de York el comercio de carne hu-
mana, contra el cual debía seguir
combatiendo en el Parlamento, hasta
conseguir el triunfo de sus nobles aspi-
raciones; Tomás Clarkson, amigo del
cuáquero Benazet, y filántropo entu-
siasta, que abandonó la carrera ecle-
siástica para la que se preparaba,
consagrándose por entero á combatir
la trata y el régimen de la esclavitud,
por medio de su tesis universitaria y
una serie de otras publicaciones ten-
dentes á sublevar la opinión pública
contra la explotación inhumana que
se había con la raza africana, y á To-
más Buxton, otro filántropo que, du-
rante los veinte años en que ocupó un
asiento en el parlamento, luchó cons-
tantemente por aliviar las condiciones
délos desamparados.
Siete veces fué presentado el Bill
prohibiendo la trata de los negros,
siendo otras tantas veces rechazado,
hasta que circunstancias de diverso
género vinieron á facilitar su triunfo.
Merívale (1 ) describe las condiciones
precarias en que, á fines del siglo pa-
sado, se encontraron las Antillas in-
glesas.
La Jamaica había empezado á de-
caer, entre otras causas por el cansan-
cio de sus tierras, reduciéndose la pro-
ducción á 8 quintales de azúcar por
acre, mientras que en Santo Domingo
se obtenían 24. La emancipación de
los Estados Unidos vino á agravar su
(1) Merivale— On Colonies.
438
Revista Económica
situación, puesto que éstos empezaron
á proveerse en Santo Domingo, Cuba,
etc., como mercados más baratos, á la
par que las Antillas inglesas, sugetas
á la legislación colonial, tenían que
irse á proveer á las posesiones inglesas,
haciendo traer del Canadá, á gran cos-
to, los combustibles y víveres de que
carecían.
Debido á todas estas circunstancias,
la decadencia de esta colonia se fué
acentuando. En los siete años de 1780
á 1787, se calculan que murieron 15.000
negros, debido á mala alimentación, y
las revueltas de esclavos haciéndose
frecuentes, numerosas plantaciones
fueron sucesivamente abandonadas.
Cuando se necesitaba de una renta de
10 % sobre el capital invertido á fin de
remunerar á los plantadores, ella bajó
á un tercio y á menos de esa suma
al año.
Los trastornos de Santo Domingo, y
<le otras colonias francesas, no apro-
vecharon, sino ú Cuba, Puerto Rico y
el Brasil cuya producción azucarera
se desenvolvía, haciendo, cada vez más,
ruinosa competencia á las Antillas in-
glesas.
Por otra parte, la Inglaterra solo ten-
dría una compensación de la decaden-
cia de sus Antillas en el fomento de su
industria azucarera en la India y en
Mauricio; y en este sentido la supre-
sión de la trata, si bien perjudicase á
los armadores, debía favorecerle, pri-
vándoles de brazos baratos á sus com-
petidores extra ngeros.
Las consideraciones de este género
vinieron á favorecer á los que por espí-
ritu filantrópico luchaban por la abo-
lición de la trata. Abatir á los compe-
tidores que triunfaban en las Antillas
y en el Brasil y predominar como pro-
ductores de azúcar, era, para muchos,
una compensación suficiente á la su-
presión del comercio de negros.
El Bill aboliendo la trata de negros
presentado por Tomás Clarkson en
1780, y reiterado varias veces, inútil-
mente, por Wilberforce, triunfó i)or
último con el apoyo del célebre Minis-
tro Fox. quien, consiguió que, desde el
lin de 1808. se prohibiese ese comercio
á los barcos ingleses.
Esto, sin embargo, no satisfacía ni
las aspiraciones de los filántropos que
promoviéronla ley, ni el espíritu gene-
ral del país. El negocio que se le
prohibía á los ingleses debía igual-
mente prohibirse á los demás, pues de
lo contrario, para unos la inhumani-
dad de la traía se proseguiría de igual
modo, y, para otros, se continuaría fo-
mentando la prosperidad de las colo-
nias rivales, tanto francesas, como
españolas y portuguesas, á la par que
de las marinas extrangeras, á expen-
sas de la inglesa, con un tráfico á esta
prohibido.
El sentimiento filantrópico de unos
pocos y el comercial de los más, con-
virtieron la supresión de la trata de
negros, en un artículo de fé de la poli-
tica inglesa.
EXCERl'TA O VARIA
El papa León XIII poeta y latinista, —
no le va en zaga al político en cuanto
se refiere al sentimiento moral y reli-
gioso que domina todas sus composi-
ciones. En sus epigramas, en sus elo-
gios, en sus odas, ó en sus himnos á
los Santos, lo que León XIII quiere
es formular aforismos morales, sen-
tencias que por la medida del verso
y su brevedad se graban en la memo-
ria. De manera que ni como poeta
olvida que él es el doctor supremo, —
y que siempre enseña. Su vocabulario
ño es muy extenso, pero en cambio
es escogido, siendo sus modelos típicos
Cicerón y Virgilio.
La inscripción que cierra la recapitu-
lación de sus poesías, deja ver mas que
otra cosa su temperamento, su talento,
toda la obra poética, en fin, del gran
papa del siglo.
RLGI.\S DE VIDA PARA EL PONTIFICADO
I
I ti mortuli vita quae superest
Decretuní est.
Oblata quotidie piaculari hostia,
Arctius Deo adhaerere
Curandi-que liomínum saluti sempíternae
Studiosius in dies
Vigílanti animo
Adlaborare.
DEL Rio de la Plata
439
II
Age. Jam
Enitere. Enitere, o Leo,
Ardua quajque fldenter moliri,
Dura fortiter pati,
Ne reformides.
Devexa jam aetato emensoque propemoduní
Vitse cursu,
K'Cbus caducis abdicatis, contemptis.
Altiora appetens animo,
Ad Ccelestem patriam
Coiistanter adspira.
Lo cual traducido, dice así:
I
«En la vida mortal que te queda,
está decidido que todos los días, des-
pués de haber ofrecido el sacrificio
expiatorio, te unirás más estrechamen-
te á Dios, que te aplicarás más cuida-
dosamente y que cada día trabajarás
con un espíritu más vigilante por la
salvación eterna de los liombres.»
II
«Vamos! Vamos! Esfuérzate, esfuér-
zate, oh, León! Emprende con fe las
arduas tareas, sufre con valor los tran-
ces duros. Nada temas. Ya ha llegado
«1 ocaso de tus dias, el curso de tu
vida está casi terminado, desligado de
las cosas perecederas y lleno de des-
precio por ellas, ávido, llena tu alma
de cosas más elevadas, aspira constan-
temente á la patria celestial!
*
* *
El clero anglicano. Un corresponsal de
la Pall Malí Gazette, ha levantado la
siguiente lista, que no tiene la preten-
sión de ser completa, — de los delitos
cometidos desde Octubre de 1891 á
Octubre de 1892, por los miembros del
clero de la Iglesia establecida, á saber:
12 suicidios, 14 faltas de promesas de
matrimonios, 17 raptos, 18 actos de
crueldad con los animales, 109 agre-
siones ó tentativas de violación, 121
casos de embriaguez calificada, 254
quiebras y además, 54 delitos, no espe-
cificados; sea un total de 629 delitos.
Como hay 14.000 beneficiados en la
Iglesia aglícana y cerca de 23.000 clé-
rigos, comprendiendo en esta cifra, el
alto y bajo claro, esas cifras dan la
bonita proporción de 2,74 delitos, como
iTiínimum.
Las flora en el hielo.
Hasta aquí, no era posible saber
exactamente lo que eran las flores de
los antípodas ó de las regiones de
ultramar.
El color, el olor, toda la apariencia
de las flores frescas, en una palabra,
desaparecen en algunos dias!
Un horticultor de Nueva-Zelandia
ha tenido la idea original de hacer
con las flores, lo que se hace con las
carnes.
Ha pensado que el hielo que con-
serva un carnero fresco, puede hacer
lo mismo con una flor.
Colocó las flores en cajas de hoja
de lata muy delgadas, que llenó de
agua que se hizo congelar y que se
conservó en una cámara frigorífica.
Las cajas fueron enviadas al aqiia-
rium reaí de Westminster, y cuando
se abrieron, se hallaron bloques de hielo
transparente, al través del cual se
veían las flores perfectamente intactas,
en su forma y en su color.
He aquí nuevos horizontes para las
exposiciones internacionales de horti-
cultura.
*
* *
Proudhom es el que ha dicho que
la mujer no ha inventado siquiera su
rueca.
Un diario americano se levanta
hoy protestando contra dicha nega-
ción de las cualidades creadoras del
intelecto femenino. No se contenta
con recordar que la esposa del padre
Jacinto ha inventado un corsé perfec-
cionado y la ex- rnperatriz Eugenia,
un corpino {tournure). Afirma que á
la hora de esta, el número y la varie-
dad de las innovaciones imaginadas
por el bello sexo sor infinitos. Sólo
durante el año de 1891, 400 pedidos
de patentes de invención han sido
presentados por mujeres americanas.
Una de ellas ha inventado una com-
binación tendente á amortiguar el
ruido de las ruedas de los ferrocarri-
440
Revista Económica
les, en interés de los pasajeros; otra,
un sistema tendente á impedir que
las chispas de las locomotoras salten
afuera y produzcan incendios.
Entre las invenciones femeniles, el
colega yankee cita además una red
y una escala de salvamento, un nue-
vo género de patines y un aeróstato:
— y lo que todavía es mejor, una in-
vención generosamente destinada á
perfeccionar el traje de los hombres:
un nuevo género de tirantes. . .
El movimiento cieniifieo en írancia^ juz-
gado por un inglés. — El señor Federico
Pollock, gran jurisconsulto y filósofo
inglés y' autor de un libro clásico
sobre Spinoza conoció á Renán, cuan-
do se inauguró la estatua de Spinoza
en Amsterdám, habiendo cultivado
relación con él, desde aquella fecha.
— Dicho escritor acaba de j)ublicar,
en la Nineteenh Century. un artculo
sobre «Recuerdos de Ernesto Reinan»
cuya conclusión dice así:
«El gran legado de Renán á la
Francia es el espíritu de trabajo serio
y desinteresado. Ha vivido lo bastan-
te para ver en este orden un cambio,
grande y benéfico entre las nuevas
generaciones. Actualmente los jóve-
nes sabios franceses son los que tie-
nen el espíritu amplio, el celo cien-
tífico, el conocimiento de las lenguas
extranjeras, el gusto por las vastas
inducciones y por las amplias compa-
raciones.
Mientras que la mayor parte de los
alemanes se detienen en las genera-
lizaciones de sus predecesores ó se
gastan en ambiciosas paradojas, veo
un sólido batallón de franceses,— lú-
cidos como siempre han sido los fran-
ceses, pacientes como lo eran los ale-
manes, llenos de sentido común como
los ingleses,— que construye la ciencia
histórica y política.
«Mientras que los hombres del ace-
ro y de la dinamita, en los talleres
del Canet, producen velocidades ini-
ciales inauditas en sus cañones de
tiro rápido, — los hombres del libro
preparan un desquite más noble, y
á menos que los alemanes no eviten
el golpe, aquellos lo habrán consegui-
de antes de terminar el siglo.
Quiera Dios que el siglo que viene
sea de nuestro tiempo ó del tiempo de
nuestros hijos. Un signo notable y
saludable es que el rnovimiento no
se ha limitado al centro.
«Mientras que Berlín procura mo-
nopolizar todo el talento alemán, esa
nueva actividad da frutos de buena
ley, no sólo en París, sino desde
Nancy y Grénoble, á Montpellier. Se
puede esperar mucho todavía de la
resurrección en el esj)íritu sino en la
forma, de las antiguas universidades
francesas, abatidas hasta ahora por
la rutina napoleónica.— Quizás, entre
los primeros títulos de Garnot al reco-
nocimiento, se cuente esa perpicacia
con la que ha animado dicha tenden-
cia.
«La inteligencia francesa, desper-
tada con todo vigor, del letargo del
segundo imperio, realiza en toda la
Francia, la arrogante divisa de París:
«Fluduat nec mérgitur».
Fijación del ázoe atmosférico por los mi-
crobios.— El señor Berthelot ha esta-
blecido la fijación del ázoe atmosférico
por los microbios contenidos en la
tierra vegetal, — y esa verdad aceptada
hoy, después de largas discusiones,
ha echado por tierra las antiguas
teorías relativas á la pretentida im-
potencia del ázoe atmosférico libre
para intervenir directamente en la
nutrición de los seres vivientes. Pero
los mecanismos, según los cuales se
establece esta fijación, quedan todavía
oscuros. El señor Berthelot ha inten-
tado esclarecerlos y ha emprendido
una serie de experimentos que expone
á la Academia.
La fijación del ázoe, se verifica
por intermedio de ciertos microbios
del orden de las ¡llantas inferiores,
contenidos en el seno de la tierra
vegetal: se completa sobre los princi-
pios orgánicos que el análisis com-
prueba en el suelo. Estos son hechos
ya establecidos; jDoro no se ha decidi-
do, hasta ahora, si los principios enri-
quecidos en ázoe constituyen los com-
ponentes permanentes de los tegidos
de los microbios, ó bien si no hacen
más que atravesar esos tegidos, de
modo que salgan de ellos modifica-
DEL Rio de la Plata
441
dos en su composición, como se admi-
te hoy, para la fijación del exígeno
por ciertos principios determinados de
la fermentación acética.
*
fotografía de los colores
El señor Lippmam presenta á la
academia fotografías coloradas del es-
pectro obtenidas sobre albúmina bi-
cromateada. Una capa de esa sustancia
extendida y secada en una placa de
vidrio se expone en la cámara obs-
cura, arrimada á un espejo de mer-
curio. Basta en seguida un simple
larado de agua pura para desarrollar
y fijar los colores, que son en extremo
brillantes, y visibles, bajo todas las
incidencias.
La teoría de la experiencia es la
misma que las pruebas de sales de
plata, empleadas antes por el mismo
señor Lipmann.
CLEVELAND
(Nuevo Presiden-te de los Estados Unidos)
Cliica&:o y la gran Exposición
Como ya se sabe, Cleveland ha sido
elegido, y la América ha sacudido el
yugo del pasado, haciéndole su reve-
rencia al partido republicano, cuyos
servicios y gloriosos antecedentes na-
die reconoce mejor que nosotros. Has-
ta el último momento, se vacilaba en
sus profecías y no sin razón.
No quiere esto decir que el señor
Hárrison fuese propiamente eléctrico
y capaz de crear un entusiasmo per-
sonal que supliese á los déficits de su
partido.
Apenas tenía estas tres cosas: — el es-
tado de posesión, es decir, el beati possi-
dentes que Bismarck había tomado de
Larrivey, canónigo de Troyes, y de
su comeámáe los Espíritus, la simpatía
personal, muy naturalmente provoca-
da por la muerte de la señora de Há-
rrison, que era una esposa modelo, ! papel decisivo.
chapada á la americana, — el apovo de
las Iglesias que se complacían en ver
y que, por consiguiente, deseaban vol-
ver á ver en Casa-Blanca, á un antiguo
completamente ortodoxo de la con-
gregación presbiteriana.
Ue nada han servido todos estos
prestigios. El cuerpo electoral ame-
ricano se ha dicho que se trataba ante
todo, no de prestar homenaje á prece-
dentes gloriosos, sino de arreglar el
porvenir y de orientar— por cuatro
años por lo menos, por mucho más
según todas las probabilidades,— la
política de la Confederación.
Según lo que se puede juzgar á la
hora de ésta, son dos las consideracio-
nes que, sobre todo, han guiado á los
electores. En primer lugar, y sea cual
sea el esfuerzo hecho por abogados de
oficio y patentados, el público no ha
sentido mucho cariño, — ni siquiera un
poco de indulgencia, — por la tarifa
Mac-Kinley y por las lindezas del pro-
teccionismo. Mírese la República Ar-
gentina en este espejo.
Nada más digno de atención, desde
hace dos años, que la campaña em-
prendida con mucho arranque, com-
petencia y talento por diarios como
la Nación de Nueva York, contra el
proteccionismo republicano. El di-
funto John Bright, Cobden y los porta-
gonistas del Anti-Com-Law league hubie-
ran gozado mucho viendo la certeza
más que doctrinaria con que los sos-
tenedores del libre cambio defendían
su causa y la vivacidad que des-
plegaban al demostrar los efectos la-
mentables del régimen cuosi-prohi-
bitivo.
Aún cuando no se tenga una gran
idea del efecto de demostraciones
científicas sobre el espíritu público,
es de creer que la mayoría de la po-
blación no ha dejado de ser doctri-
nada y convencida por esas diserta-
ciones meritorias. En suma, cuando
va en ello los intereses materiales de
un país y cuando una cuestión se
puede apreciar en dollars y en centavos
el buen sentido, el gran buen sentido,
del primer recien venido llamado á
pronunciarse con toda sinceridad so-
bre un problema de apariencia com-
pleja y ruda, desempeña á veces, qué
digo! desempeña frecuentemente un
442
Revista. Econ(3mica
Y además, había otra cosa. El pue-
blo americano, desde hace algunos
años,— quizá desde la prueba de cubi-
letes, en cuva virtud hace 12 años, el
señor Haves, debió ser proclamado
presidente en lugar del señor Tilden,
—ha comprendid'o que el movimiento
republicano estaba agotado, que ya
no se trataba de cuestiones de prmci-
pios y que era sumamente vano em-
briagarse con el recuerdo de Lilcoln
y de' Grant para hacer frente á las
necesidades enteramente nuevas de
una situación inédita.
Se podía temer en rigor que el re-
sultado del voto á favor de Cleveland
fuese insuficiente. Muchos observa-
dores sagaces se creían con derecho
de anunciar que ningún candidato
tendría mayoría, que el tercer ladrón,
—el partido del pueblo ó de los quin-
teros,—obtendría bastantes votos para
volver á enviar al Congreso la elección
final V que Cleveland no la ganaría
sino gracias á la mayoría que los de-
mócratas tienen en la Cámara de re-
presentantes.
Esa solución,— aunque ya haya pre-
valecido anteriormente, como por
ejemplo, cuando la elección de J.
Quincy Adams, no hubiera dejado de
tener sus graves inconvenientes. Cuan-
do una revolución política se produce,
— y no de otra cosa se trata — importa
que se produzca con claridad y deci-
sión.
No se puede menos que felicitar á
los electores americanos por haber te-
nido conciencia de este hecho. No
solo han elegido al señor Cleveland,
sino que lo han elegido por una mayo-
ría incontestable. El nuevo Presi-
dente puede decirse que tiene en sus
manos un capital político incompa-
rable.
He ahí lo que aumenta para él, el
placer de la victoria; pero he ahí tam-
bién lo qwe le hace singularmente
más pesada la responsabilidad en que
va á incurrir, al hacer su segunda en-
trada triunfal en la Casa-Blanca.
*
* *
Chicago acaba de celebrar la termi-
nación de los edificios de la Exposi-
ción. América gusta de hacer las cosas
en grande y se lisonjea que dejará
muy atrás, en el presente año, todo
lo que se ha hecho antes de ahora por
las grandes naciones europeas: ha
ensanchado, cuanto ha sido posible,
el espacio consagrado á las maravi-
llas de esa Elxposición: espera abolir
basta el recuerdo de Filadelfia y de-
la celebración del centenario de la
declaración de Independencia.
Se observará como un fenómeno
bastante curioso que en un país en
que el protestantismo, en sus diversas
faces, cuenta más de los cinco sextos de
la población, se hayan dirigido al
cardenal arzobispo de Baltimorepara
dar una sanción religiosa á las cere-
monias inaugurales: ya, cuando la
celebración del jubileo de la inaugu-
ración de la Constitución federal y de
la presidencia de Washington, tam-
bién fué un prelado católico quien
echó la bendición. Seria curioso saber
lo que habrían pensado de esa prio-
ridad concedida á los representantes
de la jerarquía romana, ios emigra-
dos de Mayfloives y los antepasados
puritanos que huian del suelo de In-
glaterra para repudiar las compromi-
siones del anglicanismo de Laúd con
la «gran prostituta de Babilonia.»
Aprenda así la República Argentina
el verdadero liberalismo y la más ver-
dadera tolerancia.
Verdad es que para restablecer el
equilibrio y á guisa de comjíensación,
se ha confiado al señor Chauncey
Depew la tarea de pronunciar el dis-
curso de dedicatoria. Ese señor es un
americano-tipo. Ocupa una alta posi-
ción en el mundo de los negocios, co-
mo encargado que es de regentarlos
gigantescos intereses financieros de^
la'dinastia de los Vaudervilt, yes pre-
sidente, en tal conce{)to, de la com-
pañía del ferro-carril de Nueva-York
central y del Hudson. Al mismo tiem-
po es un republicano que nada tiene
de sospechoso y un orador popular
muy apreciado.
A ese hombre, es al que se ha de-
signado para oficiar pontificalmente
en Chicago. Se ha desempeñado ai-
rosamente y con honor. Se le pidie-
ron lugares comunes, y los dado muy
son<)ros. Ha sostenido que sin el des-
DEL Rio de la Plata
443
cubrimiento de Colón, ni la libertad
civil, ni la libertad religiosa hubieran
tomado vuelo. No hay que sorprender-
se de este tan ingeniosa salida, ni que
entrar en controversias doctrinales
porque este prototipo de yankee es un
verdadero comodin.
¿Se trata, en un banquete político,
de pronunciar un brindis que resue-
ne y de despertar el entusiasmo, por
lo demás muy fácil de provocar, de los
invitados por cuyas venas corre un
generoso champagne extra-dry? Pues
todos se dirigen al señor Depew. ¿Se
trata de pronunciar una de[esas aren-
gas en que las grandes palabras de
patria, de libertad, de progreso, for-
man el tema obligado y se jjrestan á
variaciones infinitas? Pues también
se recurre á él. ¿Se celebra en el Unión
Club, ©1 círculos electo y republicano
de Nueva- York, una de esas agapaz fra-
ternales en la que los cocineros, arre-
batados, cueste lo que cueste á Pai-
llard y á Bignon, se sobrepujan en su
arte? Pues también es el señor Chaun-
cey-Depew, el encargado de hacer
gala de oratoria y de demostrar á
sus asociados que tienen mil veces
razón para celebrar cor ritos tan epi-
cúreos la gran causa del gobierno
popular.
Unos cuantos tipos así no estarían
de más en esta nuestra República
Argentina.
*
* *
La representación proporcional en Suiza
La Suiza no es sólo, por sus lagos
y montañas, el terreno favorito de
excursión para los turistas de todo el
mundo. . .
No es sólo, por su historia, por la
sabiduría de sus poblaciones y por
el sabio equilibrio de sus constitu-
ciones cantonales y federal, la Re-
pública modelo, — esa República en la
que se fijan los ojos cristianamente
cuando se desea comprobar, — por una
Tez, — es esto tan raro! — la realización
práctica de su ideal. No es solamente
la nación moral y sencilla, — oh! per-
fume incomparable de la genciana y
del edelweiss, — de la que ha dicho un
poeta:
» La Suisse trait sa vache et vit paisibleraent !»
La Suiza tiene otros méritos: ha
comprendido que los privilegios que^
debía á su pasado le creaban deberes
respecto del porvenir, — que ha lle-
vado á cabo toda valentía, sin arre-
drarse ante ningún obstáculo.
La Confederación no ha cejado ante
experiencia alguna. Unas veces, ha
hecho con imperturl)able serenidad
el ensayo de una centralización que
forma un contraste asaz singular con
el federalismo que le envidiaba la
Europa.
Otras veces, ha trazado, con un
brío que el príncipe de Bismark hu-
biera podido envidiarle, una especie
de kuliurkampf un poco bastardeado.
El proteccionismo, esa heregía de un
día, que acaba de caer en una des-
gracia tan profunda en América, ha
tenido allí también su hora.
En una palabra, no hay una co-
rriente de la política moderna, y muy
moderna, que no haya tenido su reso-
nancia en Berna, es decir en el cantón
del buen sentido, de la moderación
y del espíritu político.
Ginebra ha aportado una contri-
bución más digna de atención á
uno de los problemas capitales de
la democracia representativa del si-
glo XIX. Se trata nada menos que de
ia representación proporcional, ha-
biéndose establecido ya, en dicha ciu-
dad, una sociedad que persigue con
valiente perseverancia aquellos pro-
pósitos.
Tantos esfuerzos han sido corona-
dos por el éxito. Un gran consejo,
—en el que, los conservadores, — su
nombre actual es partido democrá-
tico,— estaban en mayoría, ha tenido
la buena fé y el valor de poner en
práctica la experiencia, procediendo,
desde luego á las elecciones.
El resultado no sería para satis-
facer que digamos, á los autores de
la nueva ley, si hubiesen tenido en
444
Revista EcOxVÓmiga
vista constituirse con una mayoría
indefectible. En el hecho, la mesco-
lanza de las opiniones del cuerpo
electoral se refleja en la asamblea.
Sobre cien miembros con que cuenta
el gran consejo, ningún partido tiene
la pluralidad. 85 radicales liberales,
33 demócratas ó conservadores, 15
católicos, 8 obreros socialistas, 6 radi-
cales—nacionales ó disidentes, — tal es
el balance de esa elección.
De ello resulta una situación bas-
tante delicada, en el sentido de que
pertenece á las minorías, inclinán-
dose á un liido ú á otro, preveer el pico
y subdivir las grandes fracciones.
Políticamente puede que sea éste
un grave inconveniente. Moralmente.
(jrinebra puede felicitarse de haber,—
por vez primera en el continente, —
procurado legítimamente una repre-
sentación proporcional de los diversos
partidos que se dividen la opinión.
Es una iniciativa, cuyas consecuen-
cias irán quizá más lejos de lo que
se puede prever á la hora de ésta.
AFORISMOS ECONÓMICOS Y MORALES
El derecho y el deber representan
las dos faces de un mismo principio,
como el anverso y el reverso de una
medalla. Lo uno implica necesaria-
mente lo otro.
Los que revindican el derecho al tra-
bajo confieren implícitamente á la
sociedad el deber de obligarlos á tra-
bajar.
Altruismo.-
inclinación
-Sí, el hombre
nativa por la
tiene una
sociedad;
(1) Véase el número de la Revista anterior de la que
esta vprsión es propiedad.
pero quiere gozar de ella y no sacri-
ficarse por ella.
Porque los mártires son raros,— por
eso es que se hacen santos de ellos
y que se les consagra estatuas.
LAS DOS PIRÁMIDES
Á la pirámide social corresponde
una pirámide económica.
Así como los hombres, cuando se
les clasifica según sus cualidades in-
telectuales y morales, ó según sus
riquezas, ó según la posición que han
podido adquirir en la sociedad, forman
una pirámide compuesta de la multi-
tud de los espíritus ordinarios y tam-
bién de las gentes menos acomodadas,
que forman la base; después grupos
cada vez menos numerosos, á medida
que las cualidades y la potencia de
los individuos se hacen más intensas
ó más grandes hasta llegar á los raros
representantes del genio y de la extre-
ma opulencia; así también hay en
los bienes de la tierra, es decir, en
las cosas útiles ó agradables al hom-
bre, una doble gradación: una de las
cuales es debida á Ja cantidad y otra
á la calidad de esos bienes, y esa doble
gradación la constituye igualmente
en pirámide. En otros términos: en
una serie de grupos de objetos cla-
sificados según su calidad, los grupos
van disminuyendo.
Hemos tratado de representar esas
pirámides, pero es casi imposible.
Hubiéramos debido haberles dado cien
escalones ó grados, representando cien
capas sociales, respecto de cien gru-
pos de bienes diferentes, de cantidad,
y de calidad, yendo las cantidades
en disminución y las calidades refi-
nándose: sólo hemos tomado las dos
siguientes, por falta de espacio.
DEL Rio DE LA PlATA
445
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ti
446
Revista Económica
Resalta, al comparar esas dos pirámi-
<les, que las cosas necesarias existen
para todo el mundo; ó que su canti-
dad es bastante grande para que todo
el mundo pueda procurárselas. Las
cosas realmente mejores ó sólo repu-
tadas como tales, disminuyen lo mismo
que el número de los hombres que
gozan de una ventaja intelectual, mo-
ral, física ó social: sólo estos últimos
pueden procurarse las cosas más pre-
•ciosas, porque de éstas no hay para
todos. La naturaleza no quiere produ-
cirlas para todos; habiendo concentra-
do el calor en el ecuador y el frío en
los polos, la desigualdad, y la grada-
ción de las temperaturas están distri-
buidas entre esos dos extremos. La
rareza es la causa principal de la ca-
restía. Si hubiese tantos diamantes
como guijarros, su valor sería el mis-
mo. Las cosas enteramente raras como
un cuadro de Murillo ó de Rafael
tienen precios de fantasía; son dispu-
tadas en un remate público por los
Estados civilizados más poderosos y
se paga por ellas 200.000 pesos, y más
aún, cuando el autor no recibió quizá
mil francos por su obra.
Los que hacen esperar á las masas
que cada individuo podrá .(bajo su
dirección y gracias á ellos) gozar de
todas las ventajas, placeres y satis-
facciones que la tierra puede propor-
cionar solamente á algunos, son sobor-
nadores, y los que Jos escuchan y los
siguen, son víctimas del engaño.
La experiencia de la vida, puede definirse
diciendo que es el descubrimiento de
un número creciente de casos en que
■el egoísmo se disfraza con la careta
del altruismo.
El saber y las cualidades. — Con el saber
■se gana dinero, con las cualidades se
conserva.
Los obreros económicos y previso-
res, más bien que ios obreros hábiles,
son los soldados de la industria que
llevan en su mochila el bastón de
mariscal.
*
* *
Una verdad económica, grande ó
pequeña, una vez hallada, es una
adquisición: todo el mundo se apo-
dera de ella, y pasa á convertirse en
lugar común.
Se le ha echado en cara á la cien-
cia el que comprende verdades trivia-
les; (1) pero para una verdad es más
bien un mérito que sea evidente, que
esté al alcance de todas las cabezas.
Lo económico se convierte así en una
ciencia accesible.
De ahí que se discute menos sobre
los puntos fundamentales que sobre
las consecuencias ó las aplicaciones.
* *
Con la edad, la experien ia hace
desaparecer muchas ilusiones, entra-
mos en los entre-bastidores, penetra-
mos muchas veces hasta en lo más
íntimo, — y juzgamos la vida más sana-
mente,— y la realidad se nos aparece . . .
á no ser que una pasión ó una preo-
cupación nos haya nublado la vista.
* *
¿LOS ANTIGUOS CONOCÍAN EL CRÉDITO? ^^^
(inédito)
I 1 — Tratando la materia un econo-
mista, nos dice: « lo que distingue
principalmente la Economía política
de los antiguos, de la de los modernos,
es la libertad del trabajo y el uso del cré-
dito.y> (3)
Afirmándose que el uso del crédito, dis-
tingue la economía de los antiguos de
la de los modernos, se desprende la
siguiente consecuencia: que aquéllos
la desconocían en su teoria., en su prác-
tica y aun en su nombre; pero, tal hecho
no es rigurosamente exacto, como tra-
taré de justificarlo con las pruebas que
suministran los testos.
No era del todo desconocido su uso,
ni su nombre en aquellos siglos tan re-
(1) Banalid ídes, ha dicho ol señor Lavelaze.
(2) Debido á niio de nnestros más distinguidos ma-
gistrados.
(3; v.Blanqui. H. de la E. P. Cap. I, § 8, p. 4.
DEL Rio de la Plata
447
motos, puesto que la comprendían ba-
jo distintas fases y lo aplicaban en di-
versas fórmulas; como lo notaremos al
-estudiar q\jus cívile de los romanos.
Tengan presente, que no pretendo
■estudiar liasta el punto de \ista jurídico,
la existencia del crédito, pues sería apar-
tarnos completamente de nuestro prin-
cipal objetivo que lo es: buscar simple-
mente su existencia, como elemento constitii-
tivo del comercio, base y motor en que gira el
mecanismo económico impulsado i:)or el hom-
bre.
Envolucrar este estudio, bajo el punto
de vista jurídico, seria proclamar al de-
recho regulando las relaciones del va-
lor de las cosas y que las relaciones del valor
están reguladas por la economía, su-
cediendo precisamente todo lo contra-
rio: «. . .ei derecho regula las relaciones
entre las p)ersonas, mientras que la eco-
nomía regula las relaciones del valor de
Jas cosas.-» (1)
El trueque, es la forma primitiva del
comercio y la venta razón modificada
del trueque á causa la intervención
de la moneda.
Luego, si el trueque primero y la ven-
ta después, han existido en los primi-
tivos tiempos, como lo revelan los tex-
tos del jus cívile, indudablemente ha
existido el a-édiio latente, puesto que
tanto el trueque, como la ve7ita, traen en
sí aparejada la idea de crédito.
En el trueque, se buscó algo que sir-
viera de medida común para operar los
cambios, ó mejor, en éste necesaria-
mente ha intervenido una mercancía
tesiium comparationís y en la venta se bus-
có una mercancía intermedia también
y que fuese un medio circulante, como lo
es la moneda, y, como la moneda «se nos
presenta bajo la faz del crédito general,
por cuanto el que la toma en cambio
de lo qiie da, lo hace porque cree que
con ella podrá más tarde obtener lo
•que desee ó necesite»;— (2) entonces
tenemos que aceptar que el medio cir-
culante, estaba constituido por la mone-
da y el crédito, «que en todas sus for-
mas constituye el medio circulante.» (2)
Siendo esto así, sólo en los textos
busco el c7-édito como elemento constitutivo
■del comercio ó tan solo, la existencia de
(1) V. Rev. de Dh. 1876. p. 43.
<2) V. loe. eit.
(3^ V. loe. cit.
la moneda: encontrando estas pruebas,
habré dejado sentado: no ignoraban los
ayitiguos el uso, ni el nombre del crédito, es
decir, que le conocían y le practicaban.
Al ejercer el trueque y precedente-
mente la venta, hubo la imprescindible
necesidad de hacer intervenir en el
primero: mercancía, tesiium comparationís,
y en la segunda, moneda.
En otro caso: no figurando el medio
circulante ó habría tenido mediata inter-
vención el crédito, como elemento transfe-
rible y potestático en la circulación mer-
cantiva, su principio vehicular cons-
titutivo, ó en otros términos, no nos
hubiera impulsado la permuta de las
cosas en sus deficiencias á valemos
del testium comparationís, origen firme
del apuntado medio circulante.
De aquí, el crédito, se desprende, fué
practicado en los primeros tiempos, si
bien, no detinido y estudiado en sus
funciones é íntima relación con la mo-
neda y el comercio, como lo es en nues-
tros días.
Siendo esto así, bien puede decirse
que el comercio recién data desde que
los Lombardos se pusieron en comu-
nicación con las plazas de otros países,
como puede afirmarso también que
los Bancos fueron de creación vene-
ciana, sin recordar que anteriormente
á éstos, ya por el año 807 de nuestra
era, se estableció el jirimero en la Chi-
na, de papel volante.
Si los antiguos no escribieron en el
número de sus fórmulas las que se re-
fieren al crédito, como letras de cambio,
cartas de o'édito, cartas d la orden, órdenes de
pago, cuentas corrientes., créditos á descubierto
y en fin, cheques, etc., etc., era única-
mente por no darse acabada cuenta
de los efectos de esos actos y obligaciones,
que nacían del préstamo, de la deuda li-
quida, de las transacciones y del constituto
(1) ó de oiros pactos ó convenciones, que
muchos de ellos, si bien entre nos-
otros no están olvidados, no les conser-
vamos en sus nombres primitivos.
Estudiando la solución de los Roma-
nos, encontramos que era propiamen-
te dicho el pago (2), la prestación de lo que
íl) Constilulo—pActo por el que se prometía pagar
una deuda, ya existente y esta promesa podia ser he-
cha por el misino deudor ó por un tercero; en el pri-
mer oaso se llamaba pecunix pr^ipix; en el segundo
ptcunix alíeme.
(2) V. Cód. Cít. arts. 721 y 1"^— Del pago.
448
Revista Económica
se debe (1), cuando consiste en dar ó
entregar alguna cosa corporal (2), que
tenía su fórmula cuando se disolvía la
obligación, consistiendo ésta en que el
deudor preguntaba al acreedor «si tenía
por recibido lo que le había ofrecido
y éste respondía afirmativamente», con
los siguientes frases: quod ego tibi promi
si haberne acceptum? Babeo (3).
Y esto, ¿qué nos demuestra? que los
antiguos como los modernos compren-
dían, y de ello se daban acabada cuen-
ta, que donde hay una deuda, existe un
crédito; de lo que se infiere que crédito y
deuda eran términos equivalentes.
Más adelante, si en las transacciones
no se balanceaban los servicios, las
diferencias que uno de los contratantes
adeudaba al otro, constituyó una deu-
da. Era natural pedir un comprobante,
una constancia del crédito ó deuda y al
efecto se dio una prenda ó seña y si no
hubieran sido analfabetos, constancia
escrita í4) documento de crédito.
A más, no dejaron ni por un momen-
to de poner en práctica los elementos
precisos del préstamo, ó mejor, de la
usura, que era lo que practicaVjan.
Analizando los efectos de la moneda,
autores hay que sientan el aforismo:
moneda produce moneda, principio refuta-
do por la escuela contraria de Aristóte-
les que planteó el dístico: pecunianon
paxit pecunia y que un reciente escritor
refuta duramente, como lo demostra-
remos en su oportunidad.
Pero, fuere de ello lo que fuere, ¿aca-
so dejaron los antiguos de poner en
práctica los resortes del cambio y de
estudiar bajo el punto de vista cientí-
fico de la jurisprudencia y de la eco-
nomía las transacciones, ni dejaron de
conocer sus ventajas y sus efectos en
la vida comercial?
Los Romanos reconocieron el interés
legal, elemento constitutivo de la com-
pensación ó mejor de la extensión de los
daños que se causa al propietario del
dinero por la mora, dándose desde lue-
go las acciones llamadas tricaria y de eo
quod certo loco (1) y así, nos muestra
cuando habla de las obligaciones del com-
prador (2) que: éste tiene el deber de entregar
al vendedor la cosa bajo la pena de pagar los
intereses legales (3) si incurre en mora (4) li-
brándose de ellos, cuando consignase el precio
judicialmente (5).
No hay duda, pues, que si nos pene-
tramos bien del pensamiento del legis-
lador romano, cuando se expresaba en
sus leyes así, encontraremos que al
estipular el interés, inquirían sólo la
compensación ó sea la estensión de los
daños que se causaba al propietario
del dinero por la mora.
Se me podrá refutar el principio
que sostengo siempre: se tome jurídi-
camente hablando el término exiensióny
pero, no si se considera económica-
mente, es decir, como regulador del valor
de los daños, pues, la verdad es, que si
por el daño que se causa se paga una
cantidad, esto implica una deuda y
siempre una deuda entraña un crédito.
Vuelvo á repetir que se tenga pre-
sente, que sólo aquí estudio el hecho
económico que resulta de la consigna-
ción del precio y no el jurídico, que es la
acción (]ue nace entre e\ deudor y e\ acree-
dor que obliga á aquél á cumplir la
obligación de derecho que surge entre
uno y otro.
Muchas veces el deudor de dinero ó co-
sas que se cuentan, tenía que pagar algo
más, por razón del uso que hacían de
ellas; ya fuese el contrato de préstamo
ó prenda y á esto es á lo que llamaban
pagar intereses (6).
Denominándose al tanto de la obliga-
ción principal, que debía versar sobre
cantidades, capital, sors caput y también
res ó pecunia fcenebris y al tanto por cien-
to que se pagaba por el uso de este
capital {interés) se denominaba foenus, ver-
sura y más recientemente usuree (7) que
supone siempre un crédito.
Los créditos nacen de obligaciones
(1) x.Heinecio tora. 2. §998, p.l34: fr. 54, D.46, §8.
V. Stt. tit. XII, § 746, p. 452; L. 176, 11. de V. S.
(2) Y. Fr. 46, 47 y 48, D. 46, § 3.
(3) V. Instit. lib. 3, t. 29. § 1. ¿Lo que yo íe ht
prometido, lo tienes tú por recibido? Lo tengo por
recibido.
(4) Revista de Dh. 1876, p. 30.
(1) Heinecio, lib. 3, t. XXX, § 1002, p. 135: L. 43 £f.
de solut.
12) V. Var. Stoll. Dho. Rom. sec. 5, §626, p. 357.
(3) V. Frag. 19. § 4, D. 3, § 5; Frag, 28, D. 16. § 3.
«Según éstos frag. se entendía por interés legal, los
que producían directamente de la ley y en virtud de
este mandato expreso, debian pagarse intereses: inte-
reses que nacían del USO ó utilidad que se sacaba del
dinero da otro ó impedia á éste utilizarle ó privaba al
dueño di; un lucro (uso) directo.»
(4) V. Frag. 13, |§ 20, 21. Big. 19. § 1.
(5) V. Const. 5, Cód. 4, § 49.
(6) V. Var. Stoll. cap. 5 de la ínter. § 560, p. 313.
(7) T. Frag. 17, § 3 D, 2?, § 1 v 6, D. »2.
DEL Hlü DE LA PlaTA
449
ciertas que se contraen para una épo-
ca más ó menos larga; jamás hay una
deuda ó sea un a-édito donde no existe
un préstamo efectivo ó donde no encaja
un capital amovible, pues los efectos que
produce el capital en manos de terce-
ros es el lucro ó ganancia; provechos que
acumulados forman un nuevo capital ma-
yor ó menor que el que fué causa de
su origen, según el mayor ó menor
tiempo también que ha podido pasar
lucrando un interés.
Si los antiguos no hubieran tenido
conocimiento de ninguna especie del
uso del o-édito, Henofonte no hubiera
escrito su Económico, donde tan precio-
sas reglas nos ha dejado, de la manera
de adquirir la riqueza; ni Aristóteles su
Dico7iómicos, ni éste hubiese ocupado
los capítulos VI y VII de su política en
deñnir la moneda, ni menos hubiera ex-
presado el pensamiento aquel i mo7ieda
no era sino una garantía para adqui-
rir lo que uno quiera en ini cambio fu-
tur on (1).
Parece quizás extraño, al tratarse de
la moneda y de la riqueza indefectible-
iTiente en ello se envolucre el crédito,
cual si fuere elemento constitutivo de
uno y otro: mas, no puede haber ri-
queza sin medios de producción ó acu-
mulación de provechos venales y uno
de esos medios ai)arte de las materias
primas es la moneda y como no puede
existir la moneda sin materia prima que
le constituya y ese elemento es oro,
plata, cobre ó nikel, metales que no se
obtienen sin trabajo y el trabajo sin
brazos y los brazos sin capital, es indis-
puta Ijle que á su turno el crédito tome
un carácter ostencible en la acLula-
ción de la moneda para intervenir en
la circulación diaria comercial, ocu-
pando ese puesto genuino de medio cir-
culante ó medida de valor cambiable; por esto
aíirmo: existiij el crédito en toda éi)Oca
usándole los antiguos como los moder-
nos, desde el instante que aquéllos le
comprendieron en la manera ó forma
de emplear la moneda y encontrar la
materia prima par d su fabricación.
En la solución, en el jn'éstamo, en la
compensación, en la confección, en la oferta
y consignación, en la novación, en la exten-
sión, en la aceptilación (2) y el mutuo disen-
(1) V. Rev. de Dh. 1876, p. 45.
(2i .4cep<í7ac¿'J/i— «..-.de la frase aceptum ferré—
timiento, en toilo acto de la extinción de la
obligación en la vida comercial, le vemos
intervenir con idéntico carácter, ron
igual fuerza resolutiva y firAquitoria.
La forma que afectó la moneda en su
origen y la materia que le constituía,
nacía hace á nuestro íin, ora fuese esta
testtum compar aliones, ora fuese un título
aritmético, que estal)lece la ¡¡roporción
entre todos los valores y el valor del oro
y de la plata, etc., etc. aLa moneda se
creó, pues, jjara servir de garantía de
los cambios ó de la tradición reciproca.
cuando la vida patriarcal enqjezi') ¡i
perder su sencillez y el comeivio em-
pezó á relacionar una naci(')n con
otra (1).
Las ideas que dominaban á ins anti-
guos en cuanto al elemento moneda, deu-
da y crédito, eran poco favorables al des-
arrollo material de este último, tal cual
se le considera en nuestros días al pro-
mediar como vehículo entre la demanda
y la oferta en la vida inier-comercial: allí
se usaba sin denominación alguna, se
le empleaba, se le intervenía, se le contaba,
medía ó pesaba; mas no jugaba rol vir-
tual alguno en el provecho futuro del ca-
pital; ahí, solo domeñal)a el tanto de la
obligación principal, ^ectí?wa fcenebris y el
versura, lo que se resolvía ])or las accio-
nes consagradas, tricaria y de eo quod certo
loco.
D'Samairoiía.
(Continuará).
boletín BIBLIOGÜÁFICO
Álbum secular internacional. — Hace ahí^tra
un año que el señor Eduardo l^oewen-
thal, de Berlín, se dirigió á los filó-
sofos, poetas y publicistas de todos
los países del mundo, invitándoles á
que le mandasen, á la brevedad po-
sible, en unas cíen palabras, más ó
menos fen prosa (') en verso), la esencia
de sus ideas ó sentimientos para obte-
ner así una expresión universal del
espíritu y del sentimiento de la ílor
intelectual de la humanidad entera
y una prueba característica del statu
quo de la civilización humana.
que quiere tanto decir, como remitir ¿a deuda del
mismo mndo que si la hubiésemos recibido.
(1) V. Rev. de Dii., lS7(i, p. .31.
450
Revista Económica
La obra creada de este modo se pre-
sentará como un saludo del siglo xix
al siglo que viene, y se intitula como
el epígrafe de arriba lo indica.
La primera parte de esta obra que
comprende las notas de los autores
austríacos, alemanes y suizos, acaba
de aparecer, editada por Karl Siegis-
mund, de Berlin. La segunda parte
comprenderá las notas de los autores
franceses, ingleses, italianos, espa-
ñoles y portugueses, que deberán diri-
gir sus escritos respectivos al señor
Eduardo Loewenthal.— Berlin, Telto-
werstr. 11, antes de Octubre del co-
rriente año.
La tercera parte comprenderá los
autores daneses, suecos, holandeses,
húngaros, griegos, rumanos, serbios
y rusos;— la liarte cuarta, los autores
de América, África, Asia y Australia;
y finalmente, la quinta parte, com-
prenderá los suplementos necesarios
á los cuatro entregas precedentes.
Los autores que no escriban en ale-
mán, francés ó inglés, deberán agregar
á sus manuscritos, una traducción en
alguna de esas tres lenguas.
Recuerdos de un espia político. — El autor
de estas Memorias [Twenty fine years in
ihe sea-et service) es un inglés llamado
Tomás Beach, más conocido por el
nombre de mayor Le Carón.
En 1861, cansado de correr aven-
turas, se hallaba en París, y habiendo
sabido la declaración de la guerra
de secesión tomó pasaje para Nueva-
York, adonde llegó alistándose inme-
diatamente en el ejército del Norte.
Terminada la guerra se puso en
relación con los fenianos, cuyos se-
cretos trasmitía al gobierno inglés,—
y estas iníidencias son las que publica
en su libro, sin avergonzarse en lo
más mínimo, al contrario vanaglo-
riándose de sus hechos. Ha cumplido
lealmente con su oficio de traidor, y
está orgulloso de ello. Su libro ha
sido impreso en Londres, en casa de
W. Heinemann.
Bosquejo histórico^ teórico y práctico del
socialismo. ])or B. Malón.
Es un libro lleno de datos infere
santas, una especie de manual del
socialismo, en que el autor presenta
la evolución del socialismo en general
y la del socialismo idealista en parti-
cular, haciendo un análisis sumamen-
te instructivo del socialismo francés.
*
Nihilismo y anarquía. Estudios sociales^
por E. de Cyon (Calmann-Lévy, in-12.)
Según el autor, los adeptos del nihi-
lismo favorecidos por la libertad de
imprenta, predican abiertamente el
derecho al robo, al asesinato y al
incendio, como objeto supremo de la
civilización. ¿Cómo acabará esto? El
autor lo ignora y encuentra que la
burguesia moderna remite muy fácil-
mente el cuidado de su defensa al
poder y á la fuerza armada, y si la
iniciativa privada no toma la" parti-
cipación debida, la sociedad acabará
por sucumbir á los goljDes de estos
nuevos bárbaros. . .
La Tierra pro7netida^ por Pablo Bourget.
Esta nueva obra del célebre nove-
lista marca un cierto desarrollo sen-
sible en su talento y en sus ideas.
La Tierra p-ometida abarca todo un
mundo nuevo, esencialmente diferen-
te al de las obras anteriores del autor.
En una especie de Prefacio, Bourget
hace la defensa de la novela psico-
lógica contra los ataques de los que
no pueden perdonarle su éxito, contra
la indiferencia de los que parecen no
comprenderle.
*
El Ciclismo teórico y práctico^ por L.
Baudry de Sauvier.— Un vol. in-8<^,
de 588 págs. con numerosos grabados
(Librería ilustrada.)
No es éste el primer libro destinado
especialmente á los ciclistas, peio segu-
ramente es quizá el más interesante
que se ha escrito, hasta la fecha, sobre
el arte de recorrer grandes distancias,
en poco tiempo, y con poca fatiga.
En ese libro encontrará el lector
todo lo que concierne á la Historia
del Ciclismo y de los ciclos, á la
estructura de estos, á sus inconve-
nientes, á sus ventajas higiénicas, á
las carreras, á su empleo en la mi-
licia, etc., etc.
DEL Rio de l\ Plata
451
CRÓNICA DE LA QUINCENA
Enero 12 de 1893.
Dice el famoso Machivelli, hablan-
do de los que gobiernan, de su cle-
mencia y de síi crueldad, «de aquí
nace una disputa: s'egli é meglio esscre
amato che teynuto^ ó te?nuío che ainato» C(jn
este motivo cita dos grandes ejemplos,
el de Anibal y el de Scipión; ;'i aquel
impertérrito al frente de un ejército,
en el que no había disencioiies, jtor su
energía férrea, y á este, por su exesi-
va piedad, viendo'rebelársele sus legio-
nes en España,— á tal punto que Fabio
Máximo no pudo dejar de reprobarle
su conducta llamándole en el Senado
«corruptor de la milicia romana». Esto
era cuando los príncipes no goberna-
ban propiamente hablando, — sino que
mandaban, entre lo que si, como se sabe,
no hay mayor diferencia gramatical,
otra cosa es ateniéndose al criterio
moderno de la ciencia política.
Se nos ocurre, en su honor, que
cuando el actual Presidente de la Repú-
blica empuñó las riendas del gobierno
constitucional del país, pudo y debió
hacerse alguna de aquellas dos inte-
rrogaciones. La más odiosa, si pensó
en los mandones que se alzan con el
santo y la limosna; la mas simpática,
sí recordó á los proceres, — que le han
precedido en la altísima distinción que
ha merecido del pueblo argentino.
Pero sí ninguna de esas dos interroga-
ciones se hizo, si como un buen bur-
gués, como un paisano sencillo y
honesto, ó como un hombre de ley, ya
que ha sido juez federal, en la alta
corte de nuestra magistratura, — sólo
se limitó á meditar sobre sus respon-
sabilidades, es evidente, que allá en
sus insomnios ó en sus plácidos deva-
neos de la primer noche de luna de
miel, debió decirse á sí mismo: gober-
naré teniendo por pauta lo que me man-
da la Constitución de mi tierra, dictada
por el pueblo de la Nación Argentina,
con el primordial objeto de «afianzar
«la justicia, consolidar la paz interior,
«proveer á la defensa común y promo-
«ver el bienestar general ...» Y si esto
se dijo, es evidente también, que tal
como vamos, tal como hemos ido, du-
rante estos noventa dias de prueba,
que todo el mundo tiene sobrado dere-
cho, y razón que le asista, para pregun-
tarle, á su vez, «creís pue se jjuede
gobernar así?»
* *
La conciencia pública, hablamos de
esa conciencia pública aue no es la
opinión particular interesada ó' falaz
de un i)lumista de diario militante,
director de más ó menos coturno men-
tal, sino la opinión de las gentes de
todo color y nacionalidad, que habitan
este suelo, — grita, y grita á voz en
cuello, para todos los que no se hacen
sordos á su eco: uque ni lo que tene-
«mos es gobierno ni asi se puede vivir.»
Estamos {¡or creer que si el Presi-
dente de la República ha soplado algu-
na vez una bola de jabón, mirándola
hincharse, — seguramente no ha pen-
sado, que podría estudiarla toda su
vida, sacando de ella lecciones de
ciencia política, exactamente como
para las ciencias físicas las ha sacado
Sir Willian Thomson.
Ln política es como la naturaleza.
Ambas están preñadas de enseñanzas.
Hay que saberlas interrogar. Puesta
la cuestión en sus verdaderos térmi-
nos, ambas no tardan en dar una res-
puesta correcta. Pero cuidado con los
escamoteos!
Por lo demás si el Presidente de
la República se había imaginado que
gobernar era acostarse en un lecho
de rosas, — una interminable luna de
miel de seis años, — los hechos le es-
tán enseñando que en política, lo
mismo quizá que en la vida, toda
entera, sólo hay heur ei ynalheur (dicha
y desdicha). En cuanto al país, en
cuanto á los hombres que saben re-
ílexionar, en cuanto á aquellos que
no necesitan presenciar muchas ex-
periencias para saber á qué atenerse,
todos, excepto uno que otro iluso,
están firmemente convencidos, algo
más. persuadidos, de que el Presi-
dente de la República, no percibiendo
la diferencia que existe, entro lo di-
námic® y mecánico,— no es más que
un liberal cristalizado, que no sabe
ni lo que él mismo quiere, ni lo que
quieren sus ministros, ni lo que quie-
ren los partidos, ni lo que quiere el
ir,-2
Revista Ecoxfj.MicA
pueblo,— y lo que es peor aüu, sin
({ue pueda calcularse el peligro que
asi corremos, ni lo que reclaman los
grandes intereses nacionales, su ho-
nor, su crédito, su seguridad. Asi,
tan' mal va lo de adentro como lo de
afuera. No hay la fe de antes en la
eficacia de las instituciones.
*
Desde la presidencia de Mitre á la
caída de Juárez,— el ciclo son veinte
y ocho años, — y desde la caída de
"Juárez, con el interregno de Pelle-
grini, hasta la elección de Saenz
Peña el país ha marchado tropezando
con muchos obstáculos. Pero, nadie
durante ese tan largo lapso de tiemi)o,
— llegó á pensar, como ahora, que los
ideales de la Constitución eran irrea-
lizables, y que desvirtuada la fibra
patriótica ó corrompido el pueblo es-
tamos amenazados del remedio he-
roico de ima Dictadura ( ! ! ).
* *
Hay algo más que anarquía interna,
como en Corrientes, donde nadie es
capaz de anticipar cómo terminará el
drama sangriento que allí se des-
arrolla. Hay confusión y perversión en
las ideas, y más parecemos un pueblo
sin rumbos, una Nación sin tenden-
cias, una sociedad en descomposición,
que un Estado ocupando en el con-
cierto del mundo civilizado, — la posi-
ción correspondiente á sus antece-
dentes históricos, á sus sacrificios, á
sus instituciones, á su extensión y
población, á su riqueza y á los com-
promisos contraídos, por el crédito
que el mundo le habia hecho.
*
* *
Vivimos de la sorpresa y de la
pasión del momento: los accidentes
y lo imprevisto, — son nuestro estado
normal; y como quien retrocede es-
pantado ante la idea de averiguar la
causa de sus conflictos temeroso de
que la evidencia le imponga so pena
de perecer, cambiar de vida, — así re-
troceden nuestros estadistas ante la
investigación de la verdad. Por ma-
nera que cuanto pasa es error ó mis-
tificación: en el orden político y admi-
nistrativo, en el (Jrden económico y
financiero, en el orden social y hasta
en las cuestiones que se relacionan
con el ejército y con la armada, y
como la prensa es más explosiva que
insistente, todo se hace au jour le
jour, de prisa, sin reposo, en nombre
del empirismo, empleando frecuente-
mente términos contrarios á lo que
se quiere imiDlicar, como cuando se
dice que el gobierno interviene en
las Provincias, para restablecer la
«forma republicana», y lo que resulta
es que unas veces es revolucionario
como en Santiago y otras al revés,
como en Corrientes.
He ahí porqué, — hasta los menos
pesimistas creen que los dados de
nuestro destino futuro, en cuanto
caigan, lo que marcarán es: revolu-
ción, guerra civil y Dictadura.
Se tiene, pues, que luchar contra
la fatalidad hasta el último minuto
y que abrigar un rayo de esperan-
za, si es que hay alguna probabi-
lidad de sostener y apuntalar la situa-
ción, reparándola.
Dios lo quiera.
*
* *
CRÓNICA ORIENTAL
El proyecto de reforma electoral fué
objeto de acaloradas discusiones en el
Senado, pero el resultado ha sido el
de siempre; esto es, han triunfado las
ideas del P. E. En la Cámara de Re-
presentantes la ley será votada sin
mayor dificultad.
Una especialidad de la actual Le-
gislatura es la de que, al revés de lo
que sucede en todas partes, el Se-
nado es la Cámara de combate, mien-
tras que la otra rama se caracteriza
por su apatía y docilidad.
*
Obedeciendo á la tendencia de ocu-
parse con ardor de las pequeñas cues-
tiones dejando de preocuparse de las
grandes, varios de nuestros colegas
montevideanos se están dedicando
DEL Rio de la. Plata
45:^
con marcada preferencia al proyecto
de rebaja de dietas de los Diputados.
El asunto que empieza por llenar sus
columnas editoriales, es también ma-
teria preferente de sus gacetillas. Se
quiere conseguir que la nueva rebaja
en. las dietas sea de un 20, en vez de
un 10 %.
¿Cuánto representa esto? Unos $
56.000 al año, la octava parte del ser-
vicio de la deuda, regalada á los te-
nedores de cédulas.
Además de esta rebaja se pretende
la de los sueldos de los porteros de las
Cámaras y de la partida par . gastos
menudos.
Somos partidarios de las economías
compatibles con el buen servicio, pero
respecto de los Diputados, creemos que
hay que pedirles al^o más importante
■que el desprendimiento de una parte
de sus dietas, que es el cumplimiento
severo de sus deberes. Si esto hicie-
sen, nunca resultarían caros para el
país, mientras que á los que no lo hagan
no serian las dietas lo que más con-
vendría quitarles, sino las bancas que
ocupan.
Los fraudes descubiertos en varias
oficinas han dado motivo á medi-
das de rigor. El P. E., la autoridad
judicial y el jefe de la oficina de
impuestos directos han rivalizado en
actividad con el objeto de descubrir
y castigar á los culpables, pero lo
que no vemos es que nadie se preo-
cupe de combatir el mal en su raíz.
Ya lo hemos manifestado más de
una vez; las oficinas de rentas tienen
un personal deficiente y mal rentado,
aparte de que ellas no están conve-
nientemente reglamentadas.
Algo más serio para el fisco, que lo
de los impuestos directos sucede con
las rentas de aduana, no obstante la
competencia y celo de su administra-
ción superior.
Haría bien el señor Ministro de
Hacienda en confrontar los libros de
ciertos almacenes por mayor de la
calle de 25 de Agosto con las cons-
tancias de la aduana de Montevideo,
y de enterarse de las facturas de
determinados despachantes.
Los fraudes en la Contribución In-
mobiliaria perjudican al fisco, á la par
que el contrabando lesiona, á la vez
que á la renta al comercio regular y
á las industrias del país.
* *
La Comisión de Fomento de la Cá-
mara de Representantes aconseja la
sanción de un proyecto de Ley. por el
cual se autoriza al P. E. para que con-
trate con el ingeniero Rigoni los estu-
dios definitivos de las obras de mejora
del Puerto de Montevideo, tomándose
por base la «concepción técnica rela-
«tiva á las obras externas de abrigo,
«protección y conservación de fondos
«de la bahía, de que es autor dicho
ingeniero.»
be dispone, además, que el gobierno
nombrará una comisión de cinco inge-
nieros para inspeccionar y verificar
dichos trabajos.
Otra cosa esperábamos del estudio
de los ilustrados miembros de la expre-
sada Comisión.
Una de las dificultades principales
para la solución acertada de la cues-
tión del puerto de Montevideo, era la
de que por el sistema de propuestas
sin estudios previos de las obras á rea-
lizarse, se venía englobando la parte
técnica con la financiera, de modo que
las propuestas que al parecer eran
científicamente más perfectas no re-
sultaban siempre financieramente las
más admisibles.
Lo más acertado es establecer pre-
viamente qué obras deban hacerse,
para, en seguida, oir las propuestas de
los que estén en actitud de llevarlas
á efecto.
La Comisión reconoce la convenien-
cia de un estudio previo al contrato
de la ejecución de las obras necesarias,
pero, por su proyecto reduce ese tra-
bajo á los límites de la concepción del
Sr. Rigoni, y encarga á este proyectista
de la ejecución de los estudios, en los
que al Estado solo le cabrá la función
de inspector y verificador de lo que
haga el mencionado proyectista.
Desde luego nos llama la atención
las palabras «concepción técnica», apli-
cadas á las obras externas de abrigo,
protección y conservación de fondos
de la bahía.' Empezando por el proyec-
to de Cudbillson v de Lungo, las obras
454
Revista Económica
externas de abrigo, el sistema de pro-
tección y conservación de los fondos
de la bahía, sólo se han diferenciado
en detalles, de modo que no hay tal
mérito de concepción técnica que pue-
da ahora alegarse.
Para apreciar cuál de los proyectos,
de acuerdo con la idea general en ca-
si todos, sea el más conveniente, es in-
dispensable conocer la profundidad
de las aguas en la parte de la bahía
donde deba establecerse el rompe-olas,
destinado á abrigarla, la naturaleza
del fondo y las resistencia que deban
vencerse, así como también, debe
hacerse un estudio minucioso del ré-
gimen hidrográfico local, á fin de po-
derse conservar la profundidad del
fondo de la rada protegida, canales y
jDuerto interior.
Sin estos estudios, que se mandan
hacer por el proyecto de ley, no puede
tenerse la menor idea de si la lla-
mada concepción del señor Rigoni es
mejor que la de los demás proyectis-
tas que se han ocupado de estudiar
este asunto; y, sin embargo, el pro-
yecto de ley, manda encerrar los estu-
dios en los límites del proyecto de
ese proponente, y le encarga la di-
rección superior, con lo cual que-
dan, por el hecho, desechadas todas
las otras líneas generales de los de-
más proyectos, que pudiesen consul-
tar mejor los interesas públicos.
Si el gobierno quiere cerciorarse de
la mayor conveniencia y practicabili-
dad de un proyecto determinado, no
es á su autor á quien debe encargar
el estudio, y ya que se conviene
en que es necesario estudiar previa-
mente la materia, hay que dar á este
estudio la forma más amplia posible.
El proyecto Rigoni, ó su concep-
ción, según el término legislativo, po-
drá importar un costo de quince ó
veinte millones, por ejemplo, mien-
atras que oíros que quizáno importarían
prriba de nueve ó diez, podrán ser
'lácticamente superiores.
Una materia tan importante como
esta, debe tratarse con absoluta pres-
cindencia de la mayor ó menor sim-
patía que inspiren determinados pre-
tendientes. Ya que se reconoce la
necesidad de un estudio previo, hága-
se éste en condiciones amplias, como
lo requiere el mayor acierto, reu-
niendo á las luces de los ingenieros
nacionales, el de las grandes notabi-
lidades en la materia, con que el mun-
do actualmente cuenta.
REVISTA BURSÁTIL
La liquidación de fin de año conclu-
yó sin grandes dificultades en la plaza
de Buenos Aires, así como en la de
Montevideo, no siendo esto último de
extrañar, dado lo reducido de las
operaciones que allí se realizan, al re-
vés de lo que aquí sucede, sobre todo
después del decreto argentino per-
mitiendo las cotizaciones del oro á
plazos.
La última quincena fué aquí de
grandes oscilaciones en el oro, que
llegó á bajar á 278 1/8 para quedar
en 292 1/5.
— Los cambios han mejorado algo,
y es de esperar que se afirmen.
La quincena, como se verá por los
estados detallados que publicamos,
ha sido de baja general. El porvenir
se muestra incierto y, además, el
juego del oro absorbe casi toda la
especulación bursátil, no solo por el
mayor aliciente que presenta para ob-
tener grandes diferencias, sino tam-
bién, por ser especialmente coman-
ditado por bancos y casas de comercio
extranjeros.
A aquellos les observaremos que
los préstamos bursátiles no es la es-
fera sociahnente conveniente para la
distribución de los depósitos que en
tan grandes sumas atraen con su cré-
dito.
La Bolsa de Montevideo, continúa
con tendencia de baja, la que sobre
todo, respecto de las cédulas y accio-
nes del Banco Hipotecario, tiene que
seguir acentuándose.
El íngoubilismo imperante sigue
dando sus frutos.
DEL Rio de la Plata
Movimiento bursátil de la segunda quincena de Diciembre de 1892
BOLSA DE BUENOS AIRES
( DEL 15 AL 31 DE DICIEMBRE )
I l'Itimo precio
HASTA
d'bre. 15
Ultimo precio
HASTA
d'bre. si
Metálico
Al contado.
Cambios
Inglaterra.
Francia. . .
Bélgica
Alemania .
Cheques
Banco Nacional
Banco de la Provincia ,
Banco Hipot. de la Provincia-
cédulas Hipotecarias Nacionales
Serie A (oro) 5 % de renta..
-bonos,
A
B
C
D
E
»
»
»
»
Cédulas Hipotecarias Provinciales
Serie A (oro) 6 % de renta.
A
$f.
8 7o
E
»
tí %
F
%
tí %
G
»
tí %
I
»
8 %
J
»
8 %
K
))
8 %
L
))
8 %
M
))
8 7„
N
))
8 %
0
»
8 %
P
»
8 %
Fondos y Títulos Públicos
Fondos Públicos Nacionales de 1884.
Empréstito Nacional Interno 1891
Id. de 1892
Deuda Municipal de la Capital . ..
279 80
47 J
4 96
4 97
4 01
14 —
37 50
18 —
45
99
96
90
92
90
21 50
34 50
33 —
28 50
27 20
28 50
27 90
27 50
27 80
27 90
27 80
27 80
27 90
00 —
74 50
68 50
68 —
278 ¿
47 i
4 90
4 —
13 —
39 —
15 60
96 —
91 —
90 —
81 —
26 10
26 10
27 —
26 50
26 50
26 50
26 50
26 70
73 —
67 20
66 50
292 i
47 i
4 98
4 03
16 —
42 —
18 20
95 —
91 —
90 —
33 —
28 —
28 50
28 50
28 80
28 50
28 50
28 50
74 50
69 50
67 —
292 ¿
1
2
98
47
4
4 97
4 03
16 —
39 i
15 80
45 —
99 —
96 —
93 —
90 —
87 ~
21 50
34 50
33 —
27 —
27 —
28 50
27 90
27 —
27 15
27 50
27 80
28 80
28 80.
55 —
73 50
68 50
67 —
456
Revista Económica
Acciones
BANCOS
Español del Rio de la Plata
Italia y » » » » (oro)
Crédito Real
Nuevo Banco Italiano
Banco de la Bolsa
Francés del Rio de la Plata
Hipotecario de la Capital (Bonos oro). .
Constructor de la Plata
Id id id (obligaciones)
Agrícola Comercial
Banco Inmoviliario :
Banco del Comercio
Banco Caja de Descuentos
Comercial de la Plata
Comercial
Banco Sud- Americano
Banco Nacional
compañías
La Edificadora
La Previsora (Compañía de Seguros).
La Primitiva (Compañía de Gas)
Gas Argentino ".
Empresa del Edificio de la Bolsa
La Argentina (fábrica de papel)
Muelle y Depósitos de las Catalinas.. . .
La Buenos Aires (Compañía de Seguros)
Comijañia General de Reaseguros....
Kid y Ca
Telegráfico Telefónica
Constructora Argentina
ultimo precio
HASTA
d'bre. 15
MAS ALTO
BOLSA DE MONTEVIDEO
(del 1° AL 15 DE DICIEMBRE)
Billetes Banco Nacional
Títulos hipotecarios Serie D
Cédulas hipotecarias » A
» » » C
Deuda del Interior
Id. Consolidada
Acciones Banco Hipotecario. .
CAMBIOS
Inglaterra
Francia.
Bélgica
Alemania
110 —
96 —
31 —
58 —
45 —
42 50
64 75
4 50
O 60
22 —
23 —
85 —
50 —
8 50
30 —
26 50
31 —
70 —
27 50
92 —
55 —
145 —
84 —
8 10
13 —
7 —
7 —
65 —
14 —
50 -
24 20
25 20
29 70
36 40
7 70
50
5 35
4 33
93
57
O 60
22 —
23 —
91 —
40 —
22 90
23 20
58
O 80
23 —
23 -
50 26 50
32 —
7 30
50 1
5 34
4 32
92
8 20
50 —
25 —
25 30
29 60
36 40
7 70
50 1/16
5 35
4 33
Ultimo precio
HASTA
d'bre. 31
110 —
93 —
31 —
58 50
45 —
42 50
64 75
4 50
O 80
22 —
23 —
85 —
50 —
50
30
29
31
70 —
27 50
90 —
55 —
145 —
84 —
8 -
13 —
7 —
7 —
65 —
14 —
50 —
22 90
23 70
36 40
7 80
50 i
5 35
4 3:-!
2*. Época — Núm. 18.
30 de Enero de 1893.
REVISTA ECONÓMICA
DKL
RIO DE LA PLATA
Director: DOMINGO LAMAS
Las economias, los sueldos y las pensiooes
Á a EL BIEN>
I
Aceptamos gustosos el debate sobre
las rebajas de sueldos y pensiones que
provoca nuestro apreciable colega «El
Bien», con el artículo «Criterios Eco-
nómicos», tanto por la reconocida ilus-
tración del contendor cuanto por el
hecho de que de la dilucidación de
•esta materia han de aprovechar go-
bernantes y gobernados, rectificando
muchas ideas que hace tiempo vienen
haciendo camino entre nosotros.
Además de la que forma el objeto
principal de ese artículo, el colega
suscita varias interesantes cuestiones
de las que nos ocuparemos igualmen-
te, empezando por eso «de las mani-
festaciones unánimes de la opinión»,
que es el estribillo de todas las pré-
dicas con que se han impuesto los
desaciertos económicos que hoy des-
quician al país.
De que no hay unanimidad^ el mismo
colega dá la prueba, transcribiendo
las palabras con que «La Nación» y
esta Revista, dos publicaciones que
obedecen á muy opuestas tendencias,
combaten el orden de ideas que se
afirma no obstante ser eso universal-
mente aceptado entre nosotros.
Hay cuando menos una minoría
contraria á la rebaja de sueldos y pen
de Rosseau, no podrá dejar de admi-
tir que muchas veces la razón, la jus-
ticia, la clara intuición de las con-
veniencias generales, no están en la
mayoría sino en la minoría, tan mi-
noría, que á veces se compone de un
solo individuo.
A Cristo lo crucificaron por contra-
riar las creencias de la mayoría de
su época, y ¿no cree «El Bien» que
era él la "encarnación de la verdad?
El distinguido colega no podría,
siendo consecuente con esa su doc-
trina, de que nadie debe oponerse á
las manifestaciones de la opinión,
reprobar á los fariseos que sacrifica-
ron al Justo.
La verdad empieza por germinar,
por lo general, en el seno de las mi-
norías, "aunque esté destinada á irra-
diarse y, por fin, á predominar, á
semejanza de la luz que antes de
bañar con sus fulgores la superficie
de la tierra empieza por dorar las
elevadas cumbres de las cordilleras.
Me permitirá el distinguido colega
que le hagamos algunas observacio-
nes más sobre este asunto. ¿En qué
se funda para pretender que sea hoy
una mavoría la que piensa como él?
¿En las manifestaciones de la mayor
parte de los diarios?— Nada más podrá
decirnos, v, para todos los que cono-
cemos la "prensa, sabemos bien que
ella, en la organización á que obedece
entre nosotros, sólo expresa lo que
piensan los círculos reducidos á que
responden sus redacciones ó lo que
quieren estos que el público crea.
En vez del reflejo de la opinión, los
diarios son más bien fábricas de opi-
siones, y salvo de' que «El Bien» se nión. siendo frecuente el caso de que
haya transformado en ciego sectario' imiten en sus elaboraciones a los m
458
Revista Económica
dustriales que sofistican los productos
de consumo, con no menos daño para
la higiene moral de la Sociedad, que
la que estos causan en la esfera de
la meramente física.
Por otra parte los asuntos públicos
no deben debatirse y resolverse según
los dichos vulgares, las impresiones
del momento ó las inspiraciones de
los que no extienden su vista más
allá de las paredes de sus vecinos,
so pena de que se provoquen ruidosos
y sucesivos fracasos, como los que han
producido todas las medidas que se
vienen tomando, en el orden econó-
mico, con el propósito de mejorar la
situación.
Dejemos de lado, colega, para hacer
obra útil, esa llamada opinión, é ins-
pirémonos en la trinidad de los fines
humanitarios, la justicia social y los
ideales nacionales, para, dentro de los
medios actualmente posibles, tratar
de harmonizar con ella, y con la pre-
paración de un porvenir menos an-
gustioso, las soluciones de las difi-
cultades que tan profundamente aque-
jan al jjais.
II
Todos los que como «El Bien«, se
manifiestan partidarios de las rebajas
de sueldos y de pensiones, son atraí-
dos por la magia de un término que,
sobre todo en situaciones angustiosas
como la actual, parecen imponerse al
buen sentido, y es este un caso más
de los peligros que encierra á veces
la aplicación indebida de una palabra.
Esas rebajas están siendo calificadas
de economías, cuando en su esencia no
significan más que un impuesto; dife-
rencia capital que impone un criterio
muy diverso, porque si bien liay que
llevar las economías hasta donde lo
permitan las conveniencias generales,
cuando se trata de impuestos, es indis-
pensable observar reglas especiales y
distintas, so pena de caer en la arbi-
trariedad y de hollar los derechos más
sagrados, además de no satisfacer, en
muchos casos, como en el actual, de
un modo eficaz, el objeto inmediato
del desahogo del tesoro, como puede
conseguirse, conciliando sus exigen-
cias con la aplicación franca y leal
de lo aconsejado por la equidad.
No se puede deducir con exactitud,
sin antes definir con claridad y preci-
sión, ó, siguiendo el dicho vulgarizado,
establecer bien una cuestión es resol-
verla.
Que se trata de un impuesto y no
de una economía, se demuestra: 1°.
con los fundamentos y objetos de la
medida que el colega sostiene, que es
obviar la escasez de recursos, y 2°. con
el hecho de reducir las pensiones y los
haberes de las clases pasivas que
constituyen deudas fijas.
Para quitar toda duda en punto tan
fundamental, veamos que es lo carac-
terístico de la economía y que lo del
impuesto, y analicemos en sus deta-
lles prácticos la medida que discuti-
mos, á fin de dejar ante todo fuera
de debate su clasificación. Por eco-
nomía de presupuestos entendemos
la disminución de erogaciones, supri-
miéndose gastos generales, servicios
y empleados de que se pueda, con
mas ó menos inconvenientes, prescin-
dir; pero nunca el no retribuir en lo
que se juzga valer el trabajo personal
de que usufructué el Estado. Menos
discutible aun es el caso de disminuir,
por autoridad, las rentas á que tengan
título los pensionistas y las clases
pasivas. Dejar de pagar lo que se
debe no es una economía; es la pri-
vación de la propiedad de terceros.
Efectuado esto por los particulares
importa un despojo; y por el Estado
solo es lícito cuando lo hace ejerciendo
la facultad que le corresponde, de to-
mar, á fin de satisfacer las necesida-
des públicas, parte del haber de los
miembros de la colectividad, y en las
proporciones equitativas necesarias.
Este es el impuesto.
Si se tratase de eliminar empleados
que no fuesen indispensables para el
buen servicio, nada diríamos. Tam-
bién haríamos lo mismo, si se reduje-
sen remuneraciones excesivas, pero
de esto tampoco es cuestión aquí, y
bien claro lo indica el que la medida,
que se discute, afecta en igual pro-
porción tanto los sueldos más altos
cuanto los más mezquinos.
Cuando en otras épocas los apre-
mios del tesoro han hecho recurrir
al arbitrio de rebajas de sueldos, la
ley de Presupuesto ha establecido la
DEL Rio de la Plata
459
verdad, haciendo figurar su importe
entre los recursos de la Nación, como
lo hace con el impuesto de 1 % sobre
los pagos. El impuesto es idéntico en
el fondo aunque varíen sus cuotas li-
mitándose el Estado á imponer uno
por cada cien, por ejemplo, cuando se
trata de un contrato leonino de pro-
veeduría, y además de ese uno, 26 %
más, cuando lo que se cobra proviene
de servicios efectivos prestados á la
Nacirjn.
Pedímos á nuestro ilustrado colega
que medite sobre este punto, y conira-
mos en que su lealtad no le permitirá
seguir el ejemplo de «El Siglo», que
nos hace decir lo que no hemos dicho,
ni pensado, ni podido decir, facilitán-
dose asi censuras inmerecidas, como
la que nos hace en su número del 18,
atribuyéndonos la pretensión de que
el Banco Hipotecario no cobre intere-
ses, cuando no nos hemos opuesto
más que á las realizaciones en formas
desquiciadoras, aparte de que hemos
indicado, más de una vez, que el Ban-
co debía percibir las rentas de las pro-
piedades de los deudores morosos.
Este no es medio de aclarar cues-
tiones, cuyo debate solo se justifica
por la conveniencia de establecer la
verdad; no es ese el uso que corres-
ponde hacer de la prensa; es su abuso
evidente.
111
No constituyendo las rebajas pro-
puestas más que un impuesto, la me-
dida tan simpática en apariencia,
presenta, desde luego, todos los con-
tornos odiosos de la' iniquidad. Es el
gravamen especial á una clase, con
ia particularidad de ser la que menos
puede soportarlo, tanto más que se
eleva á un tipo exhorbitante con el fin
de comqjensar lo que se deja de exigir
á los que mejor habilitados están
para sufrir su peso, y que, por lo
menos, deberían compartirlo.
Los partidarios de esa llamada eco-
nomía, argumentan con que el presu-
puesto es "alto, con que las pensiones
y retiros son munificencias y no com-
pensaciones, etc.
Si el presupuesto es alto, no lo es
por el costo de la administración, sino
por los servicios de deudas y de ga-
rantías.— Pero, admitamos que lo sea
también en la parte que corresponde
á la Administración, y no será la reba-
ja de los sueldos que se considere la
retribución equitativa del trabajo, lo
que corresponda hacer, ni el hecho de
que podían haber empleados ociosos
es motivo para que no se pague debi-
damente á los que trabajen! No hay
menor injusticia en que los emplea-
dos laboriosos paguen los parásitos
que crea el favoi-itismo oficial, en que
los pague la comunidad en general.
No hay que hacer reíluir sobre "una cla-
se social, los males de que ella no es
directa ni_ especialmente responsable.
En cuanto á las pensiones y retiros,
aunque admitiésemos el hecho, que
como veremos no es exacto, de que
ellos constituyesen actos de pura
beneficencia, no podríamos conside-
rarlas gravables ó reductibles con pre-
ferencia á las obligaciones por dinero.
Esta es una cuestión trascendental,
que no está demás que toquemos
ligeramente.
Á la pregunta de si el Estado debe
ser beneíicente y á punto de consti-
tuir esto uno de sus deberes ineludi-
bles, no vacilamos en contestar afir-
mativamente, pues de lo contrario él
se separaría del fin humanitario que
es el que prima sobre todos los demás,
y al desconocerlo tendríamos por ló-
gica que borrar todas las disposiciones
de nuestro derecho civil que imponen
obligaciones de alimentos. Lo que es
justicia y deber en la esfera de la fa-
milia, no puede dejar de serlo para la
comunidad nacional.
El problema del seguro por el Esta-
do, y de las cajas oficiales destinadas
á crear rentas para la vejez y para
los casos de enfermedad y de acci-
dentes, surge del reconocimiento de
esta verdad.
xAsí, pues, si las pensiones y retiros
fuesen en esencia, como vulgarmente
se les tacha,— actos de beneficencia,
no i^odrian en los casos en que ellos
fuesen justificados, constituir una ma-
teria imponil)le, ni posponerse á los
títulos de los teneJores de Deudas por
dinero.
Pero no se trata aquí del caso que
teóricamente justificamos, pues, por
regla general, los retirados y pensio.
460
Revista Económica
nistas no son menos acreedores del
Estado que los prestamistas ; unos
tienen sus títulos adquiridos por di-
nero, otros á consecuencia de sacri-
ficios hechos en bien de la comunidad.
Supongamos el caso de la jubilación
del contador Sr. Gard, que ha consa-
grado toda su vida al servicio de la
Nación, dejando, mes á mes, la parte
de su sueldo afectada por el Monte-
pío. La suma entregada, con los inte-
reses capitalizados, representaTá hoy
una renta mayor de lo que importará
su jubilación. El Estado, al conce-
dérsela, ni resultará gravado, ni hará
un acto de beneficencia; cumplirá un
contrato oneroso. Esta es la situación
de los jubilados y clases militares pa-
sivas. Compare también el distinguido
colega, la viuda, el huérfano, ' cuyo
marido ó cuyo padre perdió su vida
en las luchas que nos dieron patria
y libertad, ó dejó de atesorar em-
ipleando su vigor y su inteligencia en
operaciones mercantiles, á fin de de-
dicar todo su tiempo, todas sus fa-
cultades, con el objeto de prestar ser-
vicios eminentes al país, compárelos,
repetimos, con el especulador que
compra un título, () que presta en
condiciones usurarias, y estamos cier-
tos de que convendrá al fin con noso-
tros en que el gran libro de pensiones
y retiros, es, en principio, todavía más
sagrado que el gran libro de las
deudas por dinero, tanto más que
en favor de los primeros puede ale-
garse no solo los servicios, sino tam-
bién el dinero, desde que ahí está
la retención del Monte Pío, que es
dinero que dejó de pagarse, y que el
Estado debió acumular.
También esperamos convencerlo de
que efectivamente en los sesenta y
dos años que han transcurrido desde
nuestra Constitución, el Poder Le-
gislativo ha retrocedido lastimosa-
mente.
La Constitución al disponer que los
empleados públicos no sean destitui-
dos por el P. E. sin causa justificada
y sin acuerdo del Senado ó de la Co-
misión Permanente, ha reconocido la
conveniencia de dar estabilidad á la
condición del empleado público, con
el propósito evidente de hacer de los
empleos civiles una carrera, creándo-
se así las especialidades necesarias
para todo buen funcionamiento ad-
ministrativo.
Esa base esencial desaparece por
el hecho con el sistema de impues-
tos arbitrarios á las clases dependien-
tes del Estado, y que se llevan hasta
hacer precaria su situación.
Repetimos, pues, lo que hemos di-
cho, á saber, que esas rebajas son
anti administrativas, desde que bajar
del nivel de la retribución equitativa
es ponerse en el caso de que los em-
pleos públicos no puedan proveerse
más que con estos tres elementos:
1«^. Por excepción, con rentistas ó
personas que no tengan en el trabajo
el estímulo de la necesidad, que los
hace perfeccionar para mejorarde con-
dición, y que no hallen en la retri-
bución que reciben la inspiración de
los deberes que les corresponden; 2"
Con personas necesitadas que se pro-
pongan llenar con extras sus exigen-
cias diarias, y S". Mas frecuentemente,
con personas ineptas para ganarse el
pan en el comercio y en las indus-
trias. Esto es propender, en resumen,
á crear una administración indolente,
viciosa, incapaz... Si esto, como ve-
mos, importa el olvido de princiijíos
de buena administración, no deja de
significar también el de las condi-
ciones primordiales para que subsista
la justicia social.
La facultad de imponer tiene, como
uno de sus límites necesarios, la equi-
dad, que solo subsiste no sólo por
la distribución entre todos, sino tam-
bién por esa distribución según los
medios de cada uno, ó sea los bene-
ficios que en la colectividad goce cada
cual. Elevándose la proporción del im-
puesto á medida de que la renta exce-
da de lo necesario para la vida ordi-
naria, el gravamen no representará
gradualmente mayor sacrificio.
La equidad está, pues, en los im-
puestos generales y progresivos, de
modo á afectar más las rentas de
los capitalistas que los alimentos de
las clases pobres.
Necesidades fiscales han traído au-
mentos en los impuestos de consumo,
de modo que las clases no capitalistas
pagan hoy proporcionalmente más en
relación á sus medios que las clases
ricas; esto es, tenemos una progresión
DEL KiO DE LA PlATA
461
establecida en sentido inverso á la
que en justicia corresponde, de donde
resulta, que no es el caso de imponer
á los que están relativamente más
sobrecargados, sino á los que se con-
tinúa favoreciendo sin más razón
que la de ser los más fuertes f»or el
capital, haciéndose primar el dinero
sobre el derecho.
Pero, aun cuando no se quiera bus-
car en los impuestos que afecten el
capital la nivelación de los presu-
puestos, con lo que se haría menos
sensible la desigualdad actual en la
distribución de las cargas sociales,
no por eso debe agravarse la iniqui-
dad buscando cubrir todo el déñcit
con el nuevo impuesto sobre los suel-
dos de empleados públicos, pensiones
y retii os , cuyo carácter de especial
ademáf- le odioso, impone que sea ex-
horbitante.
Á fin de que nuestro apreciable
colega acabe de convencerse de la
enormidad de lo que se trata, segui-
remos considerándolas en el terreno
práctico.
No hay en el fondo diferencia entre
el empleado que trabaja en una ofi-
cina pública, y el que lo hace sirviendo
en una casa de comercio; ambos dan
su tiempo y su trabajo en cambio de
una remuneración que se juzga equi-
valente.
Ahora bien: ¿No hay innegable in-
justicia en gravar á unos y no gravar
á otros? ¿No es, además, monstruoso,
que al gravar la remuneración de los
empleados á fin de obtener una deter-
minada cantidad, tengan unos que
pagar no sólo la parte que les corres-
pondería en una distribución general
sino también la que se deja de cobrar
á los demás?
Es evidente que los abogados co-
bran por su trabajo mucho más que
los jueces, cuyas funciones no requie-
ren menor ciencia y traen mayor res-
ponsabilidad.
Si estos deben contribuir á cubrir
el déficit, natural es también que
contribuyan igualmente los abogados:
pero, pregunte el colega á los que
en las Cámaras sostienen las rebajas,
sí consideran que ellos deben también
entregar al tesoro la cuarta parte de
sus honorarios, y verá como no quie-
ren admitirlo ni en liipótesis. La
equidad, sin embargo, exige que su
posición sea asimilada, y no se obligue
á unos á pagar no sólo lo que propor-
cíonalmente deberla corresponderles,
sino también mucho más á consecuen-
cia de que sin razón se exhonera á
otros.
Se está, además, como hemos visto,
presentando como una cosa muy na-
tural, el que para nivelar los presu-
puestos se les quite á viudas, á los
huérfanos y á ancianos servidores
del Estado, la parte del haber que
servía de base á su sustento, y, mien-
tras tanto, no se consideraría de igual
modo que también fuese á la tesore-
ría la cuarta parte del alquiler que
ellos tan penosamente pagan. Y ¿qué
diferencia hay entre lo uno y lo otro?
Que la renta de los primeros provie-
ne de servicios, y se distribuye la
mayor parte entre indigentes, y la de
los otros tiene por base el cajpital y
pertenece á los que pueden hacerse
oír mejor y son objeto de considera-
ciones tan solo por no ser tan desgra-
ciados.
En este caso, también, el impuesto
resulta más gravoso ¡«ara unos debido
á la parcialidad de su distribución,
con la circunstancia de que se sobre-
carga á los más pobres con lo que se
deja, en unos casos, de cobrar á los
que más pueden; y con lo que, en
otros, se regala á los capitalistas.
Tocamos aquí un hecho muy carac-
terístico. De un lado el Estado regala
4.000.000 $, á los acaparadores de cé-
dulas, á los que viven de su dinero en
vez de su trabajo, y del otro toma ha-
beres de empleados, retirados y pen-
sionistas, á título de economía.
Si, en efecto, hay opinión general á
favor de todo esto, esperamos que
nuesti o distinguido colega, haciéndose
cargo de las consideraciones que le
ofrecemos, nos acompañará, en ade-
lante, á combatir semejantes aberra-
ciones, en vez de continuar prestando
apoyo, como lo ha hecho, á disposicio-
nes que no solo. son anti-económicas
y anti-sociales, sino también, anti-pa-
trióticas V anti-cristianas.
4»>-2
H KVIsr.V ErONÓMICA
ESTERILIDAD ADMINISTRATIVA
Cerca de cuatro meses, ó sea la ter-
cera parte de un año. han trascurrido
desde el advenimiento del Dr. Sáenz
Peña á la presidencia de la Repúbli-
ca, y si bien subsiste la fe depositada
en su honorabilidad, ha disminuido
mucho la que se tenía en su compe-
tenciay en su ener-ía.
La composición de su -^aljinete fué
el primer sintonía de su impericia en
el arte de ^uoliernar.
Ese gabinete, com[)uesto de elemen-
tos heterogéneos, en manera alguna
respondía á las exigencias de una era
que debía abrirse con grandes inicia-
tivas .
La honradez no basta para rej)arar
los males causados por los errores ó
los abusos que han creado nuestra ig-
nominiosa situación.
La honradez es la base fundamental
de la reacción reclamada á gritos por el
pobre. ];)or el rico, por el propietaiúo.
por el industrial, por el comerciante,
por todos, en fin. los que han sido vic-
timas de aquellos errores ó de aque-
llos abusos.
La honradez es la primera condi-
ción que exigen para tratar con nos-
otros los que en el viejo mumlo, cons-
ciente é inconscientemente, se encuen-
tran afectados por nuestra injustiííca-
]»le ruina.
Pero la mera honradez no puede ni
puede acallar el clamor del desespe-
rado, ni satisfacer las exigencias del
desconfiado — con tanta mayor razón,
cuanto que la situación actual no es
toda obra de los abusos, sino tamljíén,
y sobre todo, de los errores cometidos
por hombres notoriamente honrados.
Los errores cometidos durante la
administi ación que sucedió á la del
doctor Juárez Celman han producido
á la Nación mayores males que los que
emanaljan délos abusos que todos con-
denaron, y que se cometieron aquí y
en todos los ámbitos de la República
antes de esa última administración.
Los errores que ha cometido el go-
bierno del doctor Sáenz Peña en el pe-
ríodo trascurrido desde el 1'2 de Octu-
bre del 92, han agravado de tal modo
nuestra situación política y financiera,
que en este momento se teme que la
suma de h->nradez representada por
el Presidente y sus ministros no baste
para librar á esta gran Nación del más
vergo.nzoso cataclismo.
Y este resultado funesto sería la
consecuencia perfectamente lógica del
error inicial de nuestro honorable
Presidente.
Al afrontar el verda<lero sacrificio
que le imponía la ace|>tación de la pre-
sidencia, debió persuadirse de que
para realizar la magna obra de la rege-
neración política y administrativa que
se le encomendada, debía contar no
sóli) con su honratlez proverbial, sino
también con la energía y la pruden-
cia que reclama tan ardua empresa.
Esa prudencia y esa energía debía
ejercitad .is desde el primer momento,
eligiendo para formar su gabinete
hombres, no sólo honrados sino enér-
gicos, experimentados, prestigiosos,
decididos á cooperar eficazmente y
aceptar de lleno la solidaridad de las
responsabilidades que contraían.
El doctor Sáenz Peña debió llamar
al ministerio hombres de tal talla que
cada uno aisladamente pudiera repre-
tar con prestigio su gobierno.
El general Mitre, el general Roca y
el doctor Irigoyen, — he ahí el trípode
sobre que debió levantar el doctor
Sáenz Peña la autonomía nacional.
Estos tres hombres representan to-
da la fuerza, todo el prestigio, toda
la experiencia que necesitaba el nue-
vo gobierno para realizar la regenera-
ción política y financiera de la Repú-
blica.
Se nos tacliará quizás de utopistas,
considerando imposible la amalgama-
ción de esos elementos: sublime oto-
pía, para cuya realización bastaría
hacer vibrar el patriotismo de tres
hombres ilustres!
La situación de la República Ar-
gentina es tal que no puede aceptarse
la idea de que ninguno de esos tres
hombres, cuya competencia, cuya ab-
negación y cuyo patriotismo son pro-
verbiales, rehusara su eficaz contin-
gente para la salvación de su patria.
Y no se nos tache tampoco de exa-
gerados al presentar como lo hacemos
ia situación de la República!
Está en la conciencia de todos, pro-
pios y extraños, que nunca se ha en-
DEL Rio de la. Plata.
im
€ontrado la Nación Arírentina en cir-
C'unstancias más difíciles.
De la situación actual al caos no hay
más que un paso.
Y, si lo que no aceptaremos ni aún
en hipótesis, todos ó alguno de ellos,
no hubiese acudido al llamamiento,
su deserción no habría afectado al
Presidente: y éste habría mostrado á
sus conciudadanos y al mundo entero,
que había juzgado a esos hombres, á
su propio nivel, dignos de la magna
obra y capaces del sacrificio por él
afrontado. '
En vez de organizar de ese modo su
gabinete destrliyendo de un golpe los
partidos, cuyos jefes aceptaran la so-
lidaridad de su gobierno, fué á buscar
sus ministros eñ el elemento más re-
fractario á la política.
Los miembros más conspicuos del
foro ó de la judicatura no podían lle-
varle el contingente que necesitaba
para la realización de su grande obra.
La reorganización política, que no
érala primera que debía afrontar, no
podía realizarla con abogados ó con
jueces que ninguna influencia tenían
en los partidos, que disputando eter-
namente su preponderancia, producen
la agitación y el desquicio que nos
arruinan.
Las discusiones escolásticas sobre
política producen fatalmente conflic-
tos como el de Santiago del Estero y
el de Corrientes. El gobierno se en-
cuentra aprisionado en las redes de
su dialéctica y convirtiendo las cues-
tiones de Estado en simples cuestio-
nes doctrinales, cierra la puerta á los
grandes rasgos del patriotismo.
La cuestión financiera que debía
afrontar franca y decididamente des-
de el primer día "de su gobierno, pues-
to que día á día, hora por hora, se
agrava nuestra ignominiosa situación
económica, parec'e preocuparlo secun-
dariamente desde que hasta ahora
nada ha hecho para satisfacer el justo
anhelo de los que, víctimas de los
errores, de las torpezas ó dé los frai-
des anteriores, ven consumarse su
ruina ante la inacción inexplicable del
que les debe la reparación.
Parece que el doctor Sáenz Peña
prescindiese completamente de la
cuestión financiera, dejándola librada
á las elucubraciones de su Ministro
de Hacienda, quien ju«tifica esa
creencia ai adoptar el sistema episto-
lar para comunicarle sus vistas y sus
propósitos.
Si así fuera, incurriría en un error
imperdonable, pues, bien sabe él cuan
cara hemos pagado la confianza depo-
sitada en los maestros de la ciencia
económica y en su honradez acriso-
lada.
Al decir que nada ha hecho la nue-
va presidencia en materia financiera,
la juzgamos con suma benignidad. —
En efecto: si bien nada ha hecho en
pro de los intereses del pueblo y del
comercio.es mucho, muchísimo lo que
ha hecho en su daño.
Sin plan financiero ha dictado me-
didas tan desquiciadoras como la del
agio libre que elevó á 87.586.267 pesos
nacionales las operaciones sobre el oro,
sólo en los meses de Noviembre y Di-
ciembre.... Y se persiguen los Fron-
tones!....
Todavía si se hiciese servir el agio
para la amortización del billete,' como
se hace servir la lotería para las obras
de beneficencia.... Cuántos millones
se habrían quemado si imitando á la
Francia se hubiera impuesto sólo diez
centavos sobre cada mil pesos en las
ventas de metálico á plazos!
Cuatrocientos veinte y seis millones
ciento cuarenta y siete mil ochocien-
tos seis pesos nacionales es el monto
de las operaciones en metálico reali-
zadas en nuestra Bolsa en el año 1 892!!!
Á nuestro juicio, al Ministro de Ha-
cienda no lo asustan esas cifras.... al
contrario, á sus miras convendría que
aquella enorme cifra se centuplicase.
Parece que el propósito del Minis-
tro de Hacienda, al dictar aquella libe-
ral medida del agio lih-e hubiera sido
llevar el oro hasta 500; puesto que,
cuando se convenció de que los agio-
tistas se inclinaban á la baja, los ful-
minó con su carta-programa de liqui-
dación á 2 1 2 por uno. que volvió á
llevar el oro á 295.
¿Qué puede preocuparle al Ministro
de Hacienda que ía gente honrada,
que el comercio todo sean víctimas
de los agiotistas, si en su ciencia y con-
ciencia e\ único plan financiero debe
fundarse en la 'depreciación del hülele
que se ha hecho aceptar como mo-
neda?
464
Revista Económica
Á cualquiera que no supiera tanto
como el Ministro de Hacienda, se le
ocurriría que no hay plan financiero
posible sin que tenga por base la mo-
neda.^ y que, no teniendo nosotros mo-
neda, nunca podremos salir de la igno-
miniosa situación creada por la impo-
sición arbitraria y absurda del billete
circulante... Pero los hombres dé cien-
cia miran las cosas bajo el prisma de
los principios, y cuando se han monta-
do sobre ellos no hay quien los apee.
Desengáñese el doctor Sáenz Peña:
ni con abogados y curiales resolve-
rá las cuestiones políticas, ni con elu-
cubraciones teóricas resolverá los
problemas financieros.
]*ara la política necesita el contin-
gente de hombres prestigiosos, expe-
rimentados, valientes, abnegados; para
las finanzas, menos ciencia y más buen
sentido.
P. P.
ESA FRATERNIDAD DE LOS PUEBLOS!
Se está produciendo, en la sociedad
moderna y democrática, un fenómeno
digno de atención. Mientras que los
monarcas y los gobiernos, los hombres
políticos y los filósofos trabajan por
alejar de la humanidad el azote de la
guerra, cada nación, no preocupándo-
se sino de sus intereses exclusivos,
trabaja por hacer más penosa la vida á
las otras. Un sentimiento egoísta em-
puja á los pueblos, á negarse los unos á
los otros, el pan y la sal. La palabra de
orden es ésta: cada uno en sí y para
sí: nada para los otros. El sueño dora-
do de la democracia triunfante da
por resultado una dolorosa realidad.
Poco á poco, las consecuencias del
sistema proteccionista en boga se pro-
ducen, y atraen el aislamiento de cada
nación en sus fronteras naturales.
*
* *
Otrora, uno se limitaba á pedir la
protección de las mercaderías ó de los
productos de la tierra, y se contentaba
con impedir su entrada en el territorio
nacional. Hoy, se pide la protección
del ciudadano, del hombre, contra las
invasiones del extranjero.
*
En los Estados-Unidos se acaban de
tomar medidas severas para impedir
la inmigración, ó á falta de algo me-
jor,— para hacerla casi imposible; — no
se podrá ya entrar en el territorio de
la República si no se jjrueba antici-
padamente que se lleva algunos pesos
en el bolsillo: nadie podrá establecerse
allí sin someterse á las condiciones
más duras. Esos excelentes yankees
no toleran ya en su casa la presencia
de los franceses, de los alemanes, dé-
los italianos, de los irlandeses. Te-^
nien que el pan que comen les sea
arrebatado de la boca; y para no divi-
dirlo con los otros, comienzan por le-
vantar una muralla casi infranquea-
ble á la inmigración.
*
* *
Algo parecido acaba de verificarse
en Francia: Parece que el Ministerio,
impelido quizá sin saberlo, por los
proteccionistas disfrazados de patrio-
tas y de demócratas, va á proponer un
proyecto de ley, mediante el cual toda
individuo que en la explotación de su
industria se atreva á emplear obreros
extranjeros, deberá jjagar anualmente
por cada obrero empleado, diez y ocho-
francos.
*
* *
El fin de esa medida es evidente.
Alejando á los obreros extranjeros se
espera llegar á un tratamiento mejor
para los obreros franceses. Si llegan
á faltar los brazos, evidentemente los
que queden disponibles venderán más
caro su trabajo; desde que los patro-
nes no puedan dirigirse á los concu-
rrentes de afuera, será necesario que
paguen lo que exijan de ellos. Así
es. como el tejedor ó el cultivador
espera, enriquecerse, desde que se
haya impedido que los productos aje-
nos se vendan en su propio país.
Del punto de vista humanitario, este
proteccionismo desmedido y llevado-
hasta la guerra de hombre á hombre
DEL Rio de la Plata
465
es todo lo más penoso que puede exis-
tir en la sociedad moderna. Es la
destrucción bárbara y violenta de las
mejores conquistas de la civilización:
es el anonadamiento del trabajo acu-
mulado durante tantos siglos. Si la
ley francesa, á que nos referimos, se
sanciona, se verá muy probablemente
una ley igual en Alemania, en Austria,
en Bélgica, en Italia, — y se entablará
una guerra atroz entre los obreros de
toda Europa. Se arrebatarán el i)an
de la boca, — y habrá por todas partes,
un poco de la caza del hombre, de la
que ya se ha visto algunos ejemplos.
Pero lo peor es que ese malhadado
sistema proteccionista no producirá
sino la miseria, tanto más punzante,
cuanto que será general.
*
* *
clases exijan y paso tras paso, se irá.
lejos. Pero pronto vendrá la experien-
cia para poner remedio. Una vez que
se haya acumulado miseria sobre mi-
seria, una vez que la mala escuela
proteccionista, haya producido todos
los males de que s(Mo ella es capaz, —
entonces se volverá por fuerza á la
escuela liberal, que tampoco se halla
en condiciones, de asegurar la dicha
á todo el mundo: pero que, al desarro-
llar las energías individuales, aumenta
naturalmente el trabajo y el consumo
de sus productos, y por ende la riqueza
de los jmeblos.
AFORISMOS ECONÓMICOS Y MORALES (1)
Los obreros franceses, imbuidos de
las ideas más falsas y absurdas, espe-
ran, ya que los extranjeros serán des-
terrados, un aumento de salario; pero
no lo tendrán. Desde que la produc-
ción se haga más costosa, el consumo
se volverá más raro; el trabajo dismi-
nuirá, y también los salarios. Pero
esto no es todo. Los franceses, que,
poco ó mucho, trabajan en todas las
naciones, volverán á su patria, y el
equilibrio, por lo que respecta al nú-
mero, pronto se restablecerá. Lo que
habrá de más y de nuevo, será el anta-
gonismo entre las clases obreras lle-
vado al extremo, en la vana esperanza
de realizar al fin, beneficios fabulo-
sos, y que por lo mismo, son irreali-
zables.
,:Existe algún remedio para conte-
ner el mal? Por lo pronto, no. La
corriente proteccionista es muy pode-
rosa en toda Europa, para que sea po-
sible ó práctico oponerse á su marcha.
Por otra parte, las clases obreras, en
razón de su nueva potencia, que no
está en relación con su instrucción,
tienden á ejercer su soberanía como
dueños absolutos. Frente á frente de
ellos, la sociedad moderna está en las
mismas condiciones en que estaba en
la edad media, cuando el rey se atri-
buía todos los poderes. Más ó menos
bien, será menester hacer lo que esas
El pació con el diablo. — Si ha podido es-
tablecerse semejante creencia, esto
prueba que los hombres no siempre
veían cuan fuera de razón sería com-
prar 10 ó 20 años de goces inmedia-
tos, terrestres, al precio de una eterni-
dad, de lOOO/lO.OOO ó lOO.O(X) años da
penas, de extremados sufrimientos.
La pasión actual prevalece frecuente-
mente sobre la razón, y tanto má.s
fácilmente, cuando menos cultivada
está la razón.
No hay que confundir este pacto
con el pensamiento estrechamente
egoísta del dicho aquél: «Después de
mi, el diluvio!» El que esto dice sabe
que no corre el peligro de ahogarse,
mientras que el que cree en el dia-
blo, teme el infierno y sus tormentos..
¿No habría ambiciosos que acep-
tarían 10 años de poder, al precio de
100 años de miseria y de vergüenza so-
portados por . . . otro?
¿Y qué hay que pensar de los que^
quieren destruir la sociedad antes de-
ver claramente lo que pondrán en su
lugar?
No se disputaría tanto sobre el amor
de sí mismo, el interés personal, el
(1) Véase el número anterior de la «Revista», dé-
la que esta Tersion ee propiedad.
466
Revista Económica
-egoísmo, si existiesen definiciones ge-
neralmente aceptadas de estas pala-
bras, es decir, si cada cual se diese
claramente cuenta del sentido de esas
palabras.jó mejor dicho, si cada hom-
bre supiese ol)servar su acción sobre
si mismo.
Se observa tan poco, que un corre-
dor pudo preguntar á un economista:
« ¿La economía política es realmente
una ciencia? » Á lo que el economista
-contestó: « Pedid perdón á la ciencia,
de vuestra ingratitud, pues una sola
de sus leyes, — que aplicáis todos los
días — basta para haceros vivir. — «¿Cuál
es esa ley? » preguntó el corredor. El
economista respondió: « Las cosas ra-
ras son caras, las cosas abundantes,
baratas. De ahí, proceden la oferta
y la demanda, de las que vos sois el
intermediario patentado. »
La ciencia no puede permitirse se-
iTiej antes distracciones y sus defini-
ciones deben abrazar el conjunto de
las formas latentes y patentes de un
mismo hecho, de una misma tenden-
■cia. La definición del interés perso-
nal comprenderá, pues, todo lo que
■el hombre hace para su propia con-
servación y para la protección de los
«uyos, todo lo que hace para evitar
una pena ó asegurarse un solaz, aun
lo que haceenei interés de su partido,
•de su gloria, de su vanidad, de su ade-
lanto en este mundo, ó de su felicidad
•en el otro. Todos estos esfuerzos son
puestos en movimiento por el interés
personal, lo mismo que el trabajo he-
cho por un salario, que la mercadería
vendida en su precio. El amor de sí
nriismo, obra la mayor parte de las ve-
ces, de un modo inconsciente.
Hay. sin duda, una diferencia moral
^ntre los intereses como hay una di-
ferencia entre los tejidos, desde la
«eda más brillante hasta la lona más
burda; pero así como el tejido es siem-
pre un tejido, así también el interés
personal es siemi»re el interés perso-
nal. Existe en todas partes, hasta
en el estilita sobre su columna.
Precisamente, porque el sacrificio es
raro, es que se ha hecho de él una
virtud sublime.
*
albedrío: unos lo niegan, otros lo pre-
sentan como perfecto
No tienen razón, ni los unos ni los
otros: existe, pero dentro de los lími-
mites humanos. Ciertas enfermeda-
des y ciertos vicios lo matan, otros
lo debilitan. Hay también que dar
su parte á los actos inconscientes. El
juez criminal no se engaña en esto, y
de ahí, que en caso necesario, haga
examinar el grado de responsabili-
dad del acusado.
* *
«Moverse para aparentar hacer
algo.»
Un buen número de medidas polí-
ticas, económicas. .. y hasta medica-
bles, no tienen otro objeto sino ocul-
tar ó disimular la ausencia del reme-
medio real.
No se quiere decir: «nada puedo, en
favor de Vd., ó no haj' nada que ha-
cer.» La generalidad de los hombres
quiere que se haga, á pesar de todo, (1)
ó á lo menos que se muevan, y los am-
biciosos usan y abusan de eso, que
es un gusto.
Ciertos filántropos escuchan las pro-
mesas falaces y se. callan para no des-
animar á los infelices que carecen de
voluntad: los hombres que la tienen
piensan que sabrán salir de apuros.
Por otra parte, no son los espíritus
enérgicos los que se quejan.
* *
La historia no es instructiva sino cuando
señala las relaciones entre causa y
efecto, cuando enseña que el concurso
de las mismas causas produce siem-
pre los mismos efectos. Esa relación
necesaria no es admitida sino en teo-
ría; en la práctica y sobre todo en la
política, se hacen los mayores esfuer-
zos para evitar ó desviar sus conse-
cuencias. El medio empleado más
habitualmente, es enseñar que otras
causas han ¡producido otros efectos.
Ese medio, que parecerá pueril al pen-
sador, obra sin embargo sobre el vulgo
poco instruido, que no se da cuenta
de las diferencias. Ese medio puede
también ser empleado por y para los
ri 1. , i 1 . 1 11., u; Este es el origen de la brujería y del iitopisino
be disputa también sobre el libre (Uamado algunas vwes socialismo).
(1)
DEL Rio de la Pl\ta
401
hombres apasionados, los fanáticos y
otras gentes, heridos de ceguedad mo-
ral, cuya mala te es inconsciente, in-
voluntaria.
Por lo demás, hay casos en que el
error es involuntario, en que no se
sabe distinguir la verdadera causa,
porque puede confundírsela con una
causa accesoria.- ó tomar el pretexto
por la verdad; por ejemplo, atribuir
al patriotismo lo que es efecto de la
ambición. Al historiador sagaz, al
filósofo, al economista, toca entonces,
descubrir, si pueden, la verdad verdadera.
Ay! lo que esterilizará en gran par-
te la enseñanza de la historia, es
c¡ue las nuevas generaciones se creen
siempre, no S(Mo más instruidas, sino
también más penetrantes y más hábi-
les que sus antepasadas: seguramen-
te, podrán coger las rosas sin pin-
charse con las e^pinas.
*
MICHELET EN VENECIA
Gemía todavía Venecia, bajo la do-
minación austríaca, cuando Míchelet
fué á pasar allí una temporada, atraído
por aquella ciudad abrumada por el
recuerdo del pasado, y donde podía
sentir y palpar, á sus anchas, la me-
lancolía de la historia.
La Gran Revista de París y de San
Petersburgo pul)lica en su último nú-
mero las notas de viaje de aquel céle-
bre historiador. — y de ella entresaca-
mos el siguiente pasaje:
«Fría y magnífica noche... Cielo
espléndidamente nublado en la Vero-
nesa. El sol se pone por entre los vapo-
res ricamente coloreados del Adriá-
tico. En las calles una alegría de poco
más ó menos, vulgar, pero suave. En
la plaza de San Álarcos, las palomas
legendarias dan sus últimos revole-
teos, antes de acostarse familiarmente
^n el bosque de estatuas que adornan
las arcadas.
En los canales, la vida, amortiguada
■en las horas de calor del día, se rea-
nima.
Algunas hermosas venecianas que
salen á tomar el fresco (?) pasan rápi-
damente, pálidas, delgadas, algo hue-
sosas, y llevando en"" sus ojos algo
como una luz de puñal... Él viento
de la noche hace temblar. Me refugio
debajo de las arcadas de los Procu-
radores, donde los músicos vendrán
á tocar dentro de poc(j.
Ya es de noche. La luna se eleva
en el horizonte y pronto aparece por
sobre la G-iudecca, de donde parten,
en haces esmaltados, blancas nubes.
E]n frente, la iglesia del Redentor y
San Jorge, que parece no haber sido
construida nada más que para el gol-
pe de vista. Ambos muy pálidos, dos
fantasmas.
El Liilo y el Jardín público están
sumergidos en una ló!)rega oscuridad.
En el" fondo lie muchas góndolas,
alumbradas por misteriosas luces, se
sorprenden pequeñas y lindas esce-
nas, á lo Bazán. Es la hora en que
reanudan los dramas de amor, y se
cambian los juramentos de fidelidad.
Á cada instante, una barca alumbrada
pasa, vuelia. cual rápida luciérnaga
con alas de fuego, mientras que gón-
dolas negras, coíi las luces apagadas,
se deslizan silenciosas por las tran-
quilas aguas del Canal grande, vaga-
mente alumbrado por los rayos de la
luna.
La fiesta va á continuar hasta las
altas horas de la noche. Me levanto
varias veces, vivamente interesado.
Á las cuatro de la mañana, vuelvo
á ver á esta noble Venecia. . . Ahora,
duerme.
El poniente, es decir, la cúpula de
Santa María de la Salud, grandiosa
por su posición y uno de los adornos
más bellos de Venecia. está ya ilu-
minada por los primeros rayos de la
aurora, mientras que el punto mismo
del horizonte por donde va á salir el
sol lucha todavía con la noche.
Vista así, á esa hora indecisa, parece,
como en su primer día. que nace del
seno del mar, la Perla del Adriático.
Y esto es literalmente cierto. Todos
los monumentos salen del agua. Nada
de orillas, ni de muelles, ni de tierra
visible que sostenga los palacios, las
iglesias. Sus escaleras de mármol se
sumergen en el agua.
Venecia, toda ella, parece surgir del
468
Revista Económica
mar, maravillosamente hermosa y
engalanada de eterna juventud.
Pero . . . ahí sale el sol, y sin tran-
sición, brutalmente, cambia la escena.
Ante sus luminosos rayos, destácanse
las ruinas, los magníficos palacios ali-
neados sobre el Canal grande se pre-
sentan miserablemente deteriorados.
Los más suntuosos suelen tener á
veces, unas planchas, en lugar de
puertas. El palacio Fóscari, situado
en la posición más bella del mundo,
es horroroso por su desolación. Bona-
parte mandó que fuese restaurado.
Lo felicito.
Ese fúnebre palacio ha presenciado
la muerte de Fóscari, cuando con el
corazón hecho pedazos por el trágico
íin de sus tres hijos, — y viendo al
cuarto torturado, desterrado, — se vio
obligado á abdicar y expiró, mientras
que las campanas anunciaban el ad-
venimiento de su sucesor.
Dos mujeres ancianas, sostenidas
|)or la caridad pública, he ahí todo
lo que sobrevive de un pasado y de
una familia ilustre.
En el palacio Mocénigo, nada tam-
poco rememora el recuerdo de Byron.
Los grandes departamentos que ocu-
pó, hoy desiertos, no son curiosos sino
por los muebles antiguos y por los
numerosos retratos de los Mocénigo.
que, en su mayor parte, alcanzaron
la dignidad de dux. Aquí, aun ha-
bitan separadamente, en un rincón
de su palacio, una señora de edad y
su hijo, militar de treinta años, que
no quiere casarse ni perpetuar su
nombre, sino solo gozar y morir con
su casa.
Esperando encontrar algo, del gran
poeta en el convento de los armenios,
he dirigido esta noche mis pasos hacia
el Lido.
Esta soledad, en medio del mar,
debió gustar á aquella imaginación
romántica. La playa es triste y sin
grandeza. Pero en la isleta oriental,
donde se han establecido los monjes,
han tomado éstos para sí, muy hábil-
mente, la más hermosa posición, en
medio de prados y jardines, en el
bosque de laurocerasos. Hay allí unos
cuarenta, entre monjes y discípulos.
Celdas y cabezas á lo Rembrandt, que
imponen.
La mesa en que escribía Byron ha
sido colocada en una de las dos biblio-
tecas, en la occidental; y sin razón,
según mi opinión. Hubiera sido pre-
ferible dejarla en la celda donde el
poeta vivió, trabajó, sufrió, y también
en el cuadro del paisaje que constan-
temente veía desde su ventana. Así,
uno se penetraría mucho mejor de
sus pensamientos.
El padre que me ^uia, amable, fino,
de singular serenidad, muy instruido
(sabe todas las lenguas; ha sido su
profesor.
Cree que Byron no tuvo otro objeto,
al encerrarse aquí, que el de hacer-
se pasar por cristiano. Queriendo sor-
prender la opinión secreta del monje,
—le digo: «Quizás lo era».
^-- lo que el monje respondió con
viveza: «Oh! no, no señor! estaba muv
maleado n.
En resumen, aquí mismo nada hay
de aquél que creyó ocupar tanto lugar
en este mundo.»
*
Terminaremos esta cita con las po-
cas líneas que siguen, en las que
Michelet evoca do una manera sor-
prendente el carácter triste y gran-
dioso de Roma, en el momento de
Su viaje á Italia.
«Las ruinas de Venecia, que no se
ligan á resultados existentes y que
tampoco han recibido de la religión
una Segunda dignidad, están lejos de
presentarse tan imponentes como las
de Roma. Les falta asimismo lo que
tiene Roma: el cuadro inmediato dado
por la naturaleza, la adorable poesía
de los jardines descuidados, y como
armonía lejana, la solemne tristeza
de la campiña romana, despoblada,
desierta, hace cerca de tres mil años.»
*
* *
EXCERPTA O varía
TJna linca telegráfica á través del África —
Se ha formado en Londres una com-
pañía, con 400.000 £ de capital, para
establecer una línea telegráfica direc-
ta desde El Cabo hasta Egipto, atrave-
sando todo el interior del continente
DEL Rio de la Plata.
469
africano. La línea, que vendrá á tener
cerca de o.OOO millas, utilizaría desde
luego la red comprendida entre el Ca-
bo y Fuerte-Salisbury, capital del Ma-
chonaland; después se prolongaría á
través de la Zambecia británica hasta
los grandes Lagos, que costearía por
el Oeste, en el territorio del Congo;
atravesando por fin el Ouganda, las
antiguas provincias de Emin Pacha y
el Sudán egipcio, llegaría hasta Ouadí-
halfa, extremidad de la línea egipcia.
Conviene observar que la última
parte, sobre todo, la que atravesará
las provincias ocupadas actualmente
por los derviches, será de una ejecu-
ción, por lo menos, delicada.
Figuran á la cabeza de esa sociedad
el duque de Abercorn y el señor Cecil
Rhodes.
Un fuerte en el mar — Se acaba de so-
meter á estudio del ministerio de Ma-
rina de Francia, á indicación del vice-
almirante Grervais, un proyecto muy
importante de la defensa de Cherbur-
go, y por consiguiente, de la frontera
marítima francesa del noroeste.
El citado proyecto implica la cons-
trucción, en cimientos, de 15 á 16
metros bajo el agua, de un fuerte de
mar, sobre un desarrollo de ^o metros
de largo, conteniendo una serie de
cañones del mayor calibre, de piezas
de tiro rápido y de obuses cargados
con melinita, con su adición de aloja-
mientos, máquinas y almacenes de
víveres y municiones.
Del lado de acá de esa obra excep-
cional de defensa, habría un doble
puerto suficiente para dar abrigo á un
guarda-costas acorazado y á cuatro ó
cinco torpedero?.
Resulta, según previos estudios, que
el gasto total no pasará del costo de
un acorazado de primer orden.
Un fuerte así defendería perfecta-
mente el Rio de la Plata.
Congreso de agricultores — El mayor de
los congresos que los agricultores de
la Gran Bretaña hayan celebrado ja-
más, tuvo lugar, hace poco, en Lon-
dres, en Samt-James'hall, bajo la
presidencia del muy hon. señor James
Lowther, diputado conservador por
Kent, que pronunció el discurso de
apertura.
Ochocientas cámaras de agricultu-
ra y sindicatos agrícolas de todos los
puntos del país, se hicieron represen-
tar por medio de delegados.
Entre los oradores que han tomado
la palabra, hay que citar al señor Cha-
plin, presidente del Departamento de
Agricultura, en la última administra-
ción de Salisbury.
En su primera sesión, el Congreso
ha adoptado, entre otras, la siguiente
resolución:
«Considerando que los productos
agrícolas é industriales extranjeros,
libres de todo derecho de entrada, vie-
nen á hacer, en Inglaterra, una concu-
rrencia anormal é injusta á los produc-
tos agrícolas é industriales ingleses,
estando éstos recargados fuertemente
por los impuestos nacionales:
« Considerando que al quitar así
trabajo á los trabajadores ingleses y
al reducir las facultades de compra de
la población, dicha concurrencia per-
judica al comercio y á la industria na-
cionales;
«El Congreso pide que todos los
productos extranjeros sean gravados
por un derecho de entrada equivalente
á los impuestos y contribuciones que
gravan á los productos ingleses, á los
cuales vienen á hacer concurrencia.»
*
* *
Esíadistieomania — Un estadígrafo que,
sin duda, tiene algún tiempo que per-
der, acaba de distraerse calculando el
número de letras que sería necesario
emplear para escribir la serie natural
de los números hasta mil millones.
Para conseguirlo, es necesario, se-
gún parece, 45.ü;32.998.006 de letras, y
suponiendo que se imijrimiesen esos
números, se formaría una biblioteca de
más de cien mil volúmenes (tomando
uno de los libros de Julio Yerne, como
unidad.)
Lo más curioso es que dichos nú-
meros forman un total de 13.235 millo-
nes y dos sílabas.
Suponiendo que se puedan pronun-
ciar 250 sílabas por minuto, se necesi-
taría cerca de 101 años para enumerar
470
Revista Económica
hasta mil millones, y eso sin descan-
sar nada.
*
El diario de los mendigos — Existe en
París, además de la gran prensa co-
tidiana, una cantidad de hojas espe-
ciales, técnicas, dedicadas á tal ó cual
categoría social, á tal ó cual cuerpo de
estado.
Entre e.sos diarios raros, hay uno
cuya existencia merece ser señalada,
— y es el Diario de los mendigos
Ese diario, ó mejor dicho, esa hoja
de aviso.s, es cotidiana, si Vds. gus-
tan. Sale aiitografiada y da todas las
mañanas á sus abonados la lista muy
completa de los bautismos, casamien-
tos y entierros ricos que deben cele-
brarse en el dia y cuya colecta promete
ser abundante.
El número que tenemos á la vista y
que cuenta ya algunas semanas anun-
cia un casamiento en San Agustín con
esta mención especial: «Muy recomen-
dado», el entierro de un general y el
bautismo del hijo de un fuerte indus-
trial de Montmartre.
En otra parte del diario y l)ajo una
rúbrica especial, están indicados los
regresos ii París, de las personas ricas
y caritativas, con ias horas favorables
de visita y otros detalles proft:^sionales
íntimos.
Ruedas con goma elástica — El número
de coches, cuyas ruedas están provis-
tas de caucho, aumenta en París, en
grandes proporciones. Á la hora de
ésta hay lo menos, un millar.
Los contratistas de coches y los via-
jeros encuentran beneficio con esta
mejora; el material se gasta menos,
y el pasajero no experimenta casi nin-
guna trepidación. Pero el que va á pie,
ese sí, tiene que sufrir con la tal refor
ma, pues no oye venir el coche (sobre
todo en el pavimento de madera) y
frecuentemente sucede alguna des-
gracia.
La prefectura de policía se ocupa del
asunto, y piensa si no sería convenien-
te imponer á ios cocheros de esos ca-
rruajes la obligación de colocar un
cascabel al caballo para que el ruido
prevenga á los viandantes del pasaje
del veliiculo.
* *
La Universidad má^ antigua del mundo —
Es la de Fez, en Marruecos, la univer-
sidad Keruina, como ella se titula, fun-
dada en el siglo IX por una dama de
Kairuan en Tunes, Fátima la Santa.
No sólo es la primera de las universi-
dades, por su antigüedad, sino que fué
también en los siglos X y XI, poco más
ó menos, la única' fuente adonde ve-
nían á beber los sedientos de ciencia,
tanto árabes como cristianos. No es
dudoso que Fez haya contado hasta
esa época (y hasta la fundación de las
universidades de París, de Oxford y
de Cambridge) estudiantes andaluces,
franceses y aun ingleses, así como es-
tudiantes tunecinos, egipcios, tripoli-
tanos y del Congo. Hoy' mismo es aún
el foco occidental de la teología mu-
sulmana.
El señor Esteban Bonsal que vuelve
recien, de una prolongada permanen-
cia en los muros de aquella alma mater
maiiometana, ha publicado en una
revista inglesa, detalles muy curiosos
y muy nuevos sobre la vida universi-
taria en Fez.
La Keruina ocupa en el centro de la
ciudad, una superficie de tres ó cua-
tro hectáreas; es una aglomeración de
mesquitas, más bien que un solo edi-
ficio, con minaretes de ladrillo bruñi-
do, patios apacibles, por donde corren
frescas fuentes, paredes recubiertas
con mosaicos de Salé, etc., etc.
Un nuevo diario inglés — Se anuncia que
el señor Labouchére acaba de vender
por 2.250.000 francos su parte de pro-
piedad en el diario el Daily News, que
le había costado, hace 25 años, 275.000
francos.
Se atribuye al diputado de Nothamp-
ton la intención de fundar un diario
cotidiano (el Truth.^ que es de su pro-
piedatl, no sale más que una vez por
semana) para servir de (Jrgano al par-
tido radical independiente. El señor
Labouchére se asociará, según se dice,
en esta nueva empresa con sir Ch"
Dilke.
DEL Rio de la Plata
471
Contra la corrupción electoral — El señor
Socci, diputado radical, elegido hace
poco por el distrito electoral de Gros-
seto (Italia) ha presentado á la Cáma-
ra un proyecto de ley contra la corrup-
ción electoral. El señor Socci propone
que se agregue á la ley electoral vi-
gente, un artículo que declare no ele-
gible, durante el curso de la legisla-
tura, al diputado cuya elección sea
anulada á consecuencia de corrupcio-
nes, de las que sea responsable en
todo ó en parte.
*
boletín bibliográfico
La Francia artística y monumental. — Un
magnifico voliimen enriqtiecido con 25 láminas
grabadas sobre acero y con numerosas viñetas
en el texto.
Ningún libro llegado tan á tiempo
como éste. Es, por decirlo así, un in-
ventario de las riquezas artísticas de
Francia, con minuciosos detalles sobre
los edificios públicos y privados, hote-
les, palacios, castillos, iglesias, museos
y colecciones, que tanto abundan en
aquella ikistrada nación.
* *
Otros mutidos, jDor Amadeo Guillemin
— París (Jorge Canéj.
El autor "del «Cielo», del «Mundo
Físico»), y de tantos otros libros en
los que se hace familiar la ciencia, sin
perder nada de su exactitud y su dig-
nidad, ha enriquecido la lista con su
nueva obra, los «Otros Mundos^)
¡Los otros mundos! ¿Quién no los ha
recorrido alguna vez, siquiera con
la imaginación? No sucede con esos
mundos, seguramente, lo que con
aquél, de quien habla Musset.
«Et qui pour valoir mieux que le seul véritable
N'a pas niéine wn momerit eu besoin d'existir.»
La Flora faraónica, por Víctor Loret—
París, 1892.
El autor, profesor de Egiptología en
la Universidad de Lyon, describe la
Flora del Egipto antiguo, según los
geroglíficos y documentos descubier- !
tos en las tumbas del valle del Nilo.
Analizando con el microscopio las ata-
duras de las momias, seliareconocido^
que si la mayor parte de las cintas
eran de lino, también había algunas
de algodón. El algodón era, pues, cono-
cido por los antiguos egipcios. El Sr.
Loret dá muchos é interesantes deta-
lles acerca de las plantas de aquel
país, de su uso y del símbolo que re-
presentaban.
*
* *
Diccionario usual de las cieMcias médicas,
por A. Dechambre, M. Duval y L. Lere-
boullet, miembros de la Academia de
Medicina. París, G. Masson, 1892.
Es la segunda edición, notable-
mente aumentada con las cuestiones
de fisiolofjda y de psicología, que tanta
han apasionado la opinión pública en
estos últimos tiempos.
Entre los muchas artículos notables
de la obra, señalamos á la atención
de los habitantes del Rio de la Plata,
los que se refieren al insomnio, al ner~
vosismo, al dolor, á la tos, así como
los que establecen el régimen espe-
cial á que se han de someter los diabé-
ticos, los obesos, los gotosos, etc., etc.
El nombre de los autores que han
aceptado la responsabilidad de la obra,
es una garantía de su Ijuen éxito. La
primera edición del Dicciojiarío usual,
se agotó en poco tiempo.
Puesta al nivel de los pr(jgresos de
la ciencia, esta segunda edición está
llamada á ser bien acogida por aque-
llos que cuidan de su salud ó que
tienen el deber de velar por la salud
de los otros.
* *
Arabescos. — Me cae á las manos, con
ese título, un librito editado en Monte-
video cuyo autor es un niño de nom-
bre Arturo A. Giménez,, que con todo
acierto le llam.a á sus ensayos, conatos
literarios. Este joven no hace versos,
y es i.)oeta sin embargo, porque la poe-
sía no es frase, sino sentimiento. Así,
él lo dedica á sus padres que sabrán
apreciar, porque saben sentir. Le-
yendo estas páginas, y sabiendo que
Arturo A. Giménez, el cual piensa y
piensa bien: que la alegría en el co-
razón del hombre dura lo que un re-
472
Revista Económica
lámpago en el cielo, y sabiendo decia
■que empezó á escribir antes de la edad
en que los Romanos tomaban la toga
viril, casi á la edad de Pope, que á los
doce años años escribió su oda «A la
Soledad», he pensado que nuestros
hermanos de la Banda Oriental, es-
tán alimentando una bella esperanza
para el porvenir de las letras platenses.
Quiera Dios que no me equivoque
y que estos Arabescos, no sean mas
que preludios de algo que tome las
formas monumentales de lo imperece-
dero. Adelante!
*
* *
LA TRATA DE NEGROS
Y EL Río DE LA P L A T A
XXI
La trata de negros continuó figu-
rando en el siglo "XIX y hasta época
reciente, como en el siglo XVIII, en
la mayor parte de los "tratados cele-
brados por Inglaterra con las diversas
naciones de Europa y de otras partes
del mundo, sin que al pasar de empeño-
sa en la esplotacion en vasta escala de
ese infame comercio, á agente activo
y tenaz de su supresión, haya sido
ilógico al Gabinete Británico. ' puesto
■que continuó como antes observando
las inspiraciones del interés propio.
Veleta celosa, la política inglesa siguió,
como hemos indicado, fielmente, los
cambios que se operaron en las con-
veniencias materiales de su nación.
Seis años después de que hubo de-
cretailola prohibición de la trata á los
buques de su bandera, y cuando el
restablecimiento de la paz continen-
tal debia multiplicar en todos los ma-
res las velas extranjeras, Inglaterra
llevó en las discusiones del tratado de
Paris de 1814, como lo había hecho en
las negociaciones, que en el siglo pasa-
do dieron por resultado los tratados
de Utrech, la cuestión de la trata de
los negros, consiguiendo que Francia
se comprometiese á suprimirla. Ha-
ciendo pesar su iníluencia sobre el
gobierno español obtuvo por el tra-
tado de 28 de Agosto del mismo año.
análogo compromiso, á la par que
negociaba con Portugal los de 21 y 22
de Enero de 1815, en virtud de los cua-
les este Reino se compremetia á pro-
hibir la trata bajo su bandera, escepto
la destinada á alimentar sus posesio-
nes, é Inglaterra prometía el abandono
de una antigua deuda y además el
pago de una indemnización por los
buques portugueses que habían sido
capturados por los cruceros ingleses.
Pertinaz continuó siendo en este
sentido la política inglesa. La vuelta
de Napoleón de la Isla de Elba y la
heroica defensa de Nueva Orleanspor
el general Jackson, le aconsejaron á
hacer, en las conferencias de Gante, di-
versas concesiones que facilitaron la
celebración del tratado de paz con los
Estados Unidos, pero, en cambio, se
empeñó, y obtuvo, que se comprome-
tiesen éstos, por el art. 10 de esa con-
vención, á hacer todos los esfuerzos
posibles á fin de obtener la completa
al)olición de la trata de negros.
Para demostrar que no procedía ins-
pirada por los derechos humanos, sino
aconsejada por sus intereses materia-
les inmediatos, bien ó mal comprendi-
dos, que en este caso se armonizaban
con las aspiraciones de una minoría
de espíritus elevados, basta recordar
el proceder que observaba hasta en
los últimos días de su guerra con los
Estados Unidos, y mientras á Francia,
España y Portugal quería imponer la
supresión del tráfico.
Los ejércitos ingleses no se limita-
ban á destruir, vandálicamente, los
edificios públicos y las obras de arte
de las poblaciones norte-americanas
que la suerte de las armas hacían
caer en su poder, sino que se llevaban
con los objetos materiales de cambio,
los negros esclavos, y no para volver-
los á la libertíid sino para venderlos
en sus colonias, como los negreros afri-
canos vendían los que arrebataban
en sus cacerías. Lo mismo hacían
con los que tomaban á bordo de
los buques que apresaban en las costas
norte-americanas, hechos que dieron
origen á nuevas dificultades, puesto
que, habiéndose pactado por la Con-
vención de Gante la restitución de
las propiedades particulares tomadas
en tierra y en mar, los Estados Unidos
reclamaron la devolución de los es-
DEL Rio de la Plata
473
clavos que estaban en este caso (3 una
indemnización.
La cuestión se allanó conviniendo
ambos países en someter el asunto al
arbitrage del Emperador de todas las
Rusias, quien resolvió disponiendo la
compensación en dinero, que era, en
el caso, lo que, no pudiendo rehuir el
compromiso, preferían los ingleses,
(|ue al adquirir, por su precio, brazos
esclavos para sus plantaciones, deja-
ban privados de ellos á sus competi-
dores los eitiprosarios agrícolas de los
Estados Unidos.
Otros hechos contemporáneos al
que mencionamos y algunos más muy
recientes vienen á corroborar la tesis
que sostenemos sobre las vistas más
utilitarias que humanitarias que han
tenido influencia preponderante en la
política inglesa en esta materia, bas-
tándonos mencionar que no manifes-
taba entonéis ni manifestó después
igual empeño en la supresión de la
trata en Turquía y en Egipto, países
á los que impone fácilmente la ley,
como el que revelaba cuando se trata-
ba de las naciones y colonias ameri-
canas, que hacían, con el brazo esclavo
competencia á sus producciones.
Últimamente hemos tenido hasta al
heroico (xordon transigiendo -en el
Sudan con los traficantes de negros.
Hoy, en esta materia, la Inglaterra
tratado ser consecuente con las ideas
que tan ardientemente sostuvo ante el
mundo, pero su acción ya no presenta
la energía ni la pertinacia de antes; le
falta su alma que es el interés mate-
rial é inmediato.
XXII
Volviendo, después de este corto
paréntesis, á la relación histórica, en
el Congreso de Viena. en el que iba á
modificarse la carta de Europa y á re-
glarse las relaciones de sus diversos
Estados, Inglaterra no dejó de apro-
vechar la influencia que le daba la
victoria contra Napoleón I, para tra-
tar de la cuestión de la trata de negros,
que tanto le interesaba suprimir, con-
siguiendo que los plenipotenciarios
reunidos después de declararla contra-
ria «á los principios de humanidad y
ríe moral universal» y de reconocer
« que la voz públicn se ha levantado
' « en todos los países civilizados, para
« peflir la supresión de ese ílagelo que
« durante todo tiempo ha devastado
« el África, degradado la Europa y
« alligido la humanidad», manifesta-
sen á la faz del mundo el deseo de
cooperar á ese objeto.
Esta no era, sin embargo, más que
una declaración de principios, que si
bien prestigial)a la acción diplomáti-
ca inglesa no le daba los resultados
inmediatos que se preponía conse-
guir, y que las naciones que aprove-
chaban del tráfico, ya para alimentar
sus colonias o beneficiar su marina
mercante, tenían interés en eludir.
(Coniinuará).
[loa palalra sobre el canal de Panamá
Hoy que tanto se habla del canal de
Panamá con motivo de las ruidosas
acusaciones que pesan sobre altos fun-
cionarios de la administraci(')n fran-
cesa, será oportuno recordar que este
grandioso proyecto, el de unir el océa-
no Atlántico con el Pacífico, nació en
Esi)aña, en la primera mitad del siglo
XVI.
De que se hicieron estudios con
aquel objeto, es buena prueba la real
Cédula fechada en Toledo á 20 de
febrero de 1534, dirigida al juez de re-
sidencias y oficiales reales de la Tierra
firme. « Enviad, les dice el Empera-
dor, pintura de las tierras, montes,
etc., del coste de la obra y tiempo
en que podrá hacerse con vuestro pa-
recer: entended con toda diligencia
como cosa que tanto interesa.»
Probablemente á consecuencia del
real mandato se hizo por entonces
el reconocimiento del rio Chagres y
de los terrenos contiguos, según lo
dispuesto por el capitán Francisco de
la Serna y el piloto Corzo, con orden
que les comunicara el licenciado Sal-
merón, alcalde mavor de Castilla del
Oro.
No se llevó á cabo un proyecto que
tanto honra á mis paisanos, no solo
por lo cuantioso del coste de la obra.
474
Revista Económica
sino porque la mecánica no liabia al-
canzado en aquellos tiempos la per-
fección que le ha permitido en este
siglo convertir el África en una enor-
me isla. Pero aún cuando la obra no
se realizara, digno es de recordación
el hispano propósito, siquiera para los
que ignoran que el famoso canal de
desagüe de la laguna, ideado por el
jesuíta padre Sánchez, obra fué tam-
bién de los españoles, no crean que
los españoles vinieron á América tan
solo para explotarla. No; si hubo erro-
res administrativos abajo, arriba ha-
))ia grandes ideales, algunos de los
que se trocaron en realidad.
R. MoNNEK Sans.
CRÓNICA DE LA QUINCENA
Enero 30 de 1893.
No puedo decir como el célebre au-
tor inglés: «hará más de cuarenta años
que ño he pronunciado ó escrito una
sola palabra sin considerar un momen-
to por lo menos, si era buena ó mala
ó si podria emplear otra mejor». Creo
que hay muy pocos iioml)res, quizá
ninguno, en este pais, que pudieran
decir otro tanto. Me imagino más
bien que son infinitos, yo entre ellos,
los que lamentan no haber tenido pre-
sente el precepto de Boileau sobre:
«borrar y enmendar siempre para es-
cribir bien»; y muchos, los que se han
olvidado de Franklin, el cual nos ha
hecho sal)er en uno de sus másnota-
l)les escritos, que fué siempre su cos-
tumbre inalterable no emplear nunca
en las controversias y negociaciones,
las palabras, ciertametiie, seguramente, in-
dubitablemente, y obras semejantes, sino
que decia: creo, supongo, así parece,
la cosa ó el hecho, es así, sino me en-
gaño, etc., etc. Pero, cuarenta años,
no son noventa días, el plazo normal
de una letra, entre nosotros, y si no
puedo decir aquello, — puedo decir esto
otro: que desde que empuñó las rien-
das del golñerno del país, lleno de
esperanzas, el Dr. D.Luis Saenz Peña,
no lie escrito en esta Crónica, una sola
línea que no la haya meditado y ru-
miado antes de estamparla; y si digo
crónica, es adrede y á sabiendas, por
no borrar con el codo lo escrito con
la mano, y para que así resalte más y
más la esterilidad glacial de una polí-
tica que no jiermite, en conciencia,
poder decir otra cosa que lo dicho
hasta aquí: vamos mal; algo más, va-
mos de mal en peor. De manera que
por nuestra desgracia, no son pocos
los que, en la hora presente reílexio-
nan sobre que, el hombre más capaz,
puede caer. — á veces, — en debilidades;
y el más malvado, obrar con rectitud.
No puede afirmarse, que durante
esos noventa días, nada se ha hecho,
— desde que hemos asistido á la inter-
vención de una provincia, á la caída de
un ministro, á la clausura, en silencio,
del Congreso, á la guerra civil en Cor-
rientes, auna crisis permanente en el
gabinete, después de algo así como el
sacriíicio de Al)raham, á la mendica-
ción plañidera de ministros, á la baja
y á la suba del oro, á la apreciación
pasagera de algunos valores y á su
depreciación, á la revelación de desór-
denes inveterados en el ejército, en
la armada, en la administración, en
todas partes donde se mueven liom-
bres y dineros, todo lo cual,
quiérase ñ no, ni marca el fin de un
régimen, ni el dominio de un parti-
do, ni siquiera el fin de una política.
De ahí, que sesudos observadores,
cemiencen á pensar, que el Presiden-
te de la República no está lejos de
hacer exclamar con el poeta famoso,
curse on is vertues, they've undone his coun-
try.» malditas sean sus virtudes, por-
que ellas causaron la ruina de su
patria.»
* *
No se ha continuado una sola obra
pública, no se ha refaccionado un solo
edificio, no se ha sacado un metro
cúbico mas de tierra, en el puerto
Madero, no so ha intentado siquiera,
hacer un kilómetro mas de ferroca-
rril, no se ha arreglado la deuda exte-
rior, ni la interna, — se han cobrado
las rentas, se han gastado, se han
tomado millones á plazo, de los ban-
cos, y pare Vd. de contar, como vul-
garmente se dice.
Como se ve, real y efectivamente,
nada se ha hecho sino es agravar la si-
DEL KiO DE LA PlATA
475
tuación: y muchos viendo que el Presi-
dente de la República tiene dos medi-
das le.uales para ju/gar las cosas
argentinas, una para' Santiago del
Estero, otra para Corrientes, han em-
pezado ya á preguntarse: si su decan-
tada rectitud no seria susceptible de
ser definida asi,— ante tan soberano
chasco: he ahí un hombre cuya inte-
gridad moral es un problema, y su
integridad legal, discutible. Allá vere-
mos que «en el íin de la vida, está
la prueba.»
*
* *
Pero no hay nadie satisfecho ni
contento, ese es el hecho. Los que
no tienen viven en la incertidumbre
del pan de mañana, y los que tienen
en la inquietud de que su caudal no
resulte mermado de un dia para otro.
En medio del descontento general,
cuyo vehículo es la prensa, "que ni
siendo á veces parte interesada se
atreve á defender con la visera le-
vantada al Presidente de la República,
este magistrado, coma si fuera miope
y sordo, no oye bien ni ve claro, y
su optimismo imprevisor comienza á
sor objeto de rechiflas ó de lástima:
y en tanto que el país camina por
sí solo, y más bien trabado que ayu-
dado por el P. E. de la Nación, la
desconfianza, el malestar, la sospe-
cha, la duda, la inquietud y el temor
suben como una marea, y el signo
del momento es que vamos á la catás-
trofe, impelidos por fuerzas materiale
que no se ven, que nadie puede de-
terminar, pero que actúan y obsedian
todos los espíritus, como cuando una
l)reocupacion invencible, superior á
todo raciocinio nos dice : es inútil, lo
que ha de ser será; para (jué em-
peñarse en torcer el curso de los
acontecimientos?
* *
Esos acontecimientos que vienen,
que no pueden dejar de venir, pro-
vocados por la política equívoca y
sosi)echosa del Presidente de la Re-
pública, que (juiere servir á Dios sin
ofender al diablo, á Mitre y á Roca,
á los radicales y á los que nada de eso
son, van á decirnos si la Democracia
argentina ha llegado () no á su ma-
durez, ó en otros términos, si es po-
sible gobernar este país con expe-
dientes, ó como se gobiernan los
Estados Unidos, apoyándose en unos
ó en otros.
*
Tal es el problema í)olítico y no i)Oco
interesante que los sucesos van á re-
solver en un porvenir no lejano, de
meses, de días, de horas quizá. El
Presidente de la República está ])ues,
como desmantelado bajel entre Scyla
y Caribdis, expuesto á encallar en
éste ó en aquel escollo, en uno prime-
ro, en otro después, — y el enigma solo
lo resolverán las verdaderas fuerzas
de la opinión. El país está enfermo,
pero su enfermedad no es orgánica;
padece de mal gobierno, mejor dicho,
de desgobierno siendo quizá lo que nece-
sita una mano firme. Pero, una ma-
no firme, no á la usanza ominosa de
los dictadores vulgares de íSud-Amé-
rica, sino á lo ejemplar, á lo Jeíferson,
á lo Sarmiento: Qui vivrá verrá.
* *
CliÓNKA ORIENTAL
El principal acontecimiento de la
quincena es el folleto del Dr. D. Luis
Mellan Laíinur, «Exégesis de Bande-
rías», en el que aboga por la diso-
lución de los partidos tradicionales,
y, declarándost^ separado del partido
constitucional, dice, á la vez «que no
I^ertenecerá jamás á ningún partido
político de carácter permanente, mien-
tras no se organice el Partido Liberal,
que por su esencia es eterno é inmu-
table y tiene una base racional de
perpetuidad.»
Pero cd partido liberal ya lo tene-
mos, si á este término le damos el
significado amplio qae le corresponde;
es el partido colorado, como lo dijimos
en la Crónica del 1^'' número de esta
Revista.
No podemos en el corto espacio de
que hoy disponemos, apreciar con la
atención que se requiere, el notable
476
Revista Económica
trabajo á que nos referimos, lo (lue
haremos más adelante, limitándoiKjs
por ahora á una observación i>eneral.
El abatimiento del presente, mate-
rial, y lo que es peor, moral; el ham-
bre que golpea en la puerta de todos
los hogares, y el adormecimiento de
toda ftbra patriótica en la mayoría
de nuestros conciudadanos, la dis-
minución creciente de la vitalidad na-
cional, imponen á todos los espíritus
ilustrados, que pueden medir la ex-
tensión del mal y la inminencia de
los peligros que nos rodean, una ac-
ción común, viril, decidida, y para
ello hay el vínculo y la bandera co-
mún y superior á las divisas de par-
tidos y á los programas de princii)ios;
el vínculo y la bandera nacional.
— Hay que dominar la crisis y dig-
nificar la patria.
* *
La discusión del presupuesto ge-
neral de gastos, en la parte referente
á la policía, dio lugar á largos y
acalorados debates en la Cámara de
Diputados, con sorpresa del público
poco acostumbrado á manifestaciones
de independencia en esa rama del
poder legislativo.
Es simpática la actitud de los dipu-
tados que alzan virilmente la voz en
defensa de sus opiniones. Se presti-
gian á sí mismos y prestigian á la
Cámara de que forman jiarte. Ade-
más, las oposiciones son siempre be-
néficas; corrigen, contienen, ilustran
y vivifican, mientras que el incondi-
cionalismo, por el contrario, deja al
gobernante aislado en la tarea y en
la responsabilidad, y expuesto á su-
frir todas las consecuencias de los
errores á que están sujetas todas las
inteligencias por más privilegiadas
que sean.
Por lo que respeta al fondo del de-
bate, que era la conveniencia de dar
cierta organización militar á la po-
licía, creemos que la razón ha estado
de parte del Sr. Ministro de Gobierno.
Lo que por esa reforma se busca
no es evidentemente obtener elemen-
tos de predominio personal, puesto
que para comprimir cualquier movi-
miento popular, no es la fuerza mate-
rial lo que le falta al gobierno. Le
Ijasta y sobra con el ejército. 8e trata
ahora, por ese medio, nada más que
lie mejorar las condiciones del servi-
cio sin recargo apreciable de gastos.
Se dice que muchos guardias civiles
renunciaran. Es posil)le, pero de esto
no surgirá un conílicto, puesto que, en
la situación del país, nu pueden faltar
quienes tomen servicio con tal de
asegurar su subsistencia.
En la esfera económica, lo más
notable de la quincena es el pedido
á las Cámaras de una tercera mora-
toria en favor del Banco Inglés del
Rio de la Plata, que es de esperar le
sea acordada sin dificultad, porque de
lo contrario esta útil institución no
podrá salvarse de la ruina.
Estamos, pues, completamente de
acuerdo con las cámaras en este pun-
to; se procedió bien concediendo las
moratorias, y es conveniente que se
conceda la que ahora se solicita, pero
hay que ser lógicos.
Él caso del Banco Ingles demues-
tra que ni las casas que como esa
tenían la mayor solvencia, pueden
en una época como la actual en que
se han sul)vertido todas las relacio-
nes entre el dinero y los valores gene-
rales, liquidar en las condiciones que
nuestras leyes han establecido tenien-
do únicamente en vista las situacio-
nes normales.
Como el Banco Ingles está la mayo-
ría de los comerciantes, de los in-
dustriales y de los propietarios del
país.
¿No son ellos también dignos de
ser considerados?
No somos muy exigentes, pues solo
pedimos para los deudores de casa
la misma acción tutelar que el P. E.
y las Cámaras ejercen para salvar de
la ruina al deudor estrangero, y que,
por nuestra parte, aplaudimos.
Las medidas eficaces á ese ol)jeto
no pueden escapar á la suficiencia de
varios de nuestros legisladores, que
esperamos se hagan del)ido cargo de
la responsabilidad que están asumien-
do al dejar sucederse á diario injus-
tificadas ruinas, y al ver impasibles
secarse, unas tras otras, las fuentes
del trabajo nacional.
j>KL Río DE LA Plata
477
REVISTA HUIISÁTII.
El decreto autorizando las c(^tizacio-
nes del oro á plazos, que despertó el
agio de modo á que en Noviembre, en
que empezó á regir, se hiciesen más
operaciones que en los 10 meses ante-
riores, ha reabierto la era de las fuer-
tes oscilaciones en el precio del metá-
lico.
J. B. 8ay comparaba la Bolsa á un
molino que girase en el vacio, con lo
(jue solo tenia en vista el movimiento
estéril para la riqueza nacional de los
cai)itales que en ella pasan de unas á
otras manos. — Dichosos seríamos si no
hubiese que lamentar aquí más que
la esterilidad.
Monte Cario, por ejemplo, no es úni-
camente improductivo: es un cen-
tro de perversión y de desquicio, y las
grandes operaciones que hoy se reali-
zan en nuestra Bolsa, y que solo res-
ponden al juego de diferencias, no tie-
nen en la practica mejores resulta-
dos.
Este juego no es solo amparado por
la ley sino también fomentado por va-
rios Bancos que con preferencia á toda
operación benéfica para el país se de-
dican á la comandita, para ellos lucra-
tiva, de los que ponen su presente y su
porvenir en el número negro del oro.
ó en el número colorado deli)apel.
No hay que confundir lo ({ue propia-
mente puede llamarse esjjeculación:
esas operaciones de comercio de los
que acaparando en unos momentos
remedian los excesos de oferta, ó pro-
veen en otros á su escasez, con los jue-
gos bursátiles sobre diferencias. Aqué-
lla se funda en la realidad, éstos en lo
artiíicial; aquélla modera, regulariza
los precios, y éstos los altera y desequi-
libra, ya elevándolos cai)richosamente,
ya deprimiéndolos con exceso; aquélla
da estabilidail y propende al desarro-
llo regular de las transacciones y de la
vida social mientras que éstos anar-
quizan la |)laza y privan de l)ase seria á
los cálculos mercantiles, aparte de
sembrar la ruina entre los que atrae
con el brillo falaz de sus fáciles ga-
nancias.
— I)es[)ues de vai'ios meses en ([ue
el i)recio del oro habia estado casi nor-
malizado, siendo iusigniíicantes las
oscilaciones (|ue de mes á mes se i)i-o-
ducian, una vez autorizadas las vcmtas
del metálico á i)lazo hemos tenido en
dos meses diferencias de 50 [)untos.
En la última quincena las oscilaciones
han sido de 27 puntos.
Esto que causa profundas perturba-
ciones é inquietudes en el comercio.
im})orta la comprobación }>ráctica del
error en que incurren los que asimi-
lando lo qus es propiamente especula-
ción con el juego de diferencias, han
autorizado las ventas á plazos.
— Los cambios han subido y se man-
tienen por ahora firmes, lo que, sin
eml)argo, no esperamos que se man-
tenga mucho tiempo, puesto que la
exportación no cubrir á este año las
necesidades de los pagos exteriores.
Los meses próximos podrn será ya
de exportación de metálico.
— Otro rasgo característico de esta
quincena es la baja general de todos
los papeles inclusos los fondos públi-
cos nacionales.
— Como podrá verse por los estados
que publicamos, las cédulas, tanto na-
cionales como provinciales, han te-
nido en esta quincena una baja bas-
tante sensible.
— En acciones lo mas notable es la
fuertebaja en las del Banco de Es-
paña debido al reducido dividendo
que distribuye. De 110 á que queda-
ron el 15 cerraron el 30 á 10o. — Aun
así este precio es exagerado, puesto
que con las mayores garantías pueden
los capitales obtener entre nosotros
una renta mucho mas importante.
— También han bajado fuertemente
las acciones de la Compañía Primitiva
de gas: baja tan fuerte que solo })o-
dría explicarse atribuyendo á espe-
culación sus anteriores precios.
— Respecto de la Bolsa de Montevi-
deo, nada tenemos que agregar á lo
que hemos venido diciendo en nues-
tras crónicas anteriores.
Continúa la baja que parece llevar
en breve á nada todos los valores, y
las operaciones son cada día mas mez-
quinas.
478
Revista Económica
Movimiento bursátil de la segunda quincena de Enero de 1893
BOLSA DE BUENOS AIRES
( J)EL 15 AL ol DL KNEli<J )
Ultimo precio ' I
HASTA I MAS BAJO MAS ALTO
¡ENEliO 151
Metálico
Al contado.
293
Cambios
Inglateri'a ,47
Francia
Hál<^nca
Alemania
Cheques
Cédulas Hipotecarias Nacionales
Serie A (oro) 5 % *-le renta.
» A % 7 % » >) .
» B » 7 % » »
)) C » 7 % » >' ■
» D » 7 % » M
)) E » 7 'X) '> ^^
cédulas Hipotecarias Provinciales
Serie A (oro) (>
A
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8 %
8 %
8 %
8 %
de renta
Fondos y Títulos Públicos
Fondos Públicos Nacionales de 1884.
Empréstito Nacional Interno 1891
Id. de 1892
Deuda Municipal de la Capital . . .
7
8
o 02
5 01
4 Oíi
Bancíj Nacional i-j 2
Banco de la Provincia i o9 —
Banco Hipot. de la Provincia— bonos. 18 —
45
96
94
93
90
87
21
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27 -
27 —
50
50
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27
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27
27
27
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30
30
30
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293 83
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25 10
25 10
25 20
25 20
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58 —
320 —
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1 5 09
5 02
1 5 09
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15 50 17 90
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87 —
80 —
89 -
34 —
25 50
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27 —
27
27
27
27
27
73 0(J
00 50
59 —
Ultiincí precio
HASTA
ENERO 30
313 50
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5 09
5 09
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10 —
40 50
15 80
45
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89
21 50
34 —
00 —
25 50
25 20
27 -
27 90
20 —
27 —
27 —
27 —
27 —
20 00
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7;) 30
00 50
59 —
DEL Rio de la. Plata
479
Ultimo precio
HASTA
ENERO 15
Ultimo precio
HASTA
EXKIiO 30
Acciones
BANCOS
Español del Rio de la Plata 110
Italia y » » >> « (oro) ¡ 96
Crédito Real | 31
Nuevo Fianco Italiano i 58
Banco de la Bolsa ! 45
Francés del Rio de la Plata i 42
Hii)Otecario de la Capital (Bonos oro). .
Constructor de la Plata
Id id id (obligaciones)
Agrícola Comercial
Banco Inmoviliario :
Banco del Comercio
Banco Caja de Descuentos
Comercial de la Plata
Comercial
Banco Sud- Americano
Banco Nacional
compañías
50
64 75
4 50
O 80
22 —
23 —
85 —
50 —
8 50
30 —
29 —
31 —
La Edificadora 70 —
La Previsora (Compañía de Seguros). 27 50
La Primitiva (Compañía de Gas) 92 —
Gas Argentino \ 55 —
Empresa del Edificio de la Bolsa 145 —
La Argentina (tal)rica de papel) ' 84 —
Muelle y I)ep(')SÍtos de las Catalinas
La Buenos Aires (Compañía de Seguros)
Comjjañía General de Reaseguros....
Kid y C-- .^
Telegráfico Telefónica
BOLSA DE MONTEVIDE
(DEL 15 AL 30 DE ENERO)
Billetes Banco Nacional
Títulos liii»o1ecarios Serie D
Cédulas liipotecarias » A
» » )) C
Deuda del Interior
Id. Consolidada
Acciones l^anco Hipotecario..
CAMBIOS
Inglaterra
Francia
Bélgica
Alemania
103
97
28
50
78
6 50
38 -
22 —
21 20
38 -
21 —
21 21
27 -
35 60
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54 50
45 —
42 50
64 75
4 50
O 80
22
23 —
85 —
50 —
8 50
30 —
29 —
31 —
70 —
27 50
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55 —
45 —
84 —
6 70
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7 —
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Revista Económica
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