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Full text of "Revista económica del Rio de la Plata"

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2"  Época.— Niiiii.  1 


r  de  mayo  de  1892. 


REVISTA    ECONÓMICA 

DEL  h     - 

RIO  DE  LA  PLATA 

DIRECTOR:    DOMINGO    LAMAS 


Remta  Económica  iel  Rio  íe  la  Plata 

SEGUNDA  ÉPOCA 


I 

Siempre  recordaré  con  satlsíliccjón 
que  mi  primera  iniciativa  ha  sido  la  de 
crear  la  primer  Revista  Económica 
que  se  ha  publicado  en  el  Rio  de  la  Plata, 
laque  apareció  el  7  de  agosto  de  i8yo, 
suspendiéndose  con  su  N".  34,  el  29  de 
marzo  de  1871,  cuando,  alcanzando  á 
su  máximum  la  epidemia  de  fiebre 
amarilla  que  entonces  asolaba  esta  ciu- 
dad, me  vi  privado  del  personal  tipo- 
gráfico parala  conlección  del  periódico. 

Con  aquel  objeto  solicité  y  obtuve 
el  concurso  de  D.  José  Vattri,  ilustrado 
y  noble  emigrado  italiano,  y  la  colabo- 
ración de  las  personas  más  entendidas 
en  la  materia  con  que  contaba  el  Rio 
de  laPlata,  limitando  mis  tareas,  excep- 
tuando alguna  colaboración  accidental, 
á  la  parte  material  de  la  publicación,  la 
que  no  era  pequeña  empresa  visto  lo 
difícil  de  obtener  en  aquella  época  con- 
diciones de  vitalidad  para  una  publica- 
ción de  este  género,  y  á  proveer  los 
datos  de  lasección  comercial  y  financiera, 
en  lo  que  fui  generosamente  ayudado 
por  D.  Serafin  Polinini,  que.  tan  gratos 
recuerdos  ha  dejado  en  ésta  plaza,  y 
que  yá  entonces  se  ocupaba  de  la  crea- 


ción del  Banco  de  Italia  y  Rio  de  la 
Plata. 

No  obstante  las  colaboraciones  ofre- 
cidas, la  regularidad  de  la  publicación 
se  hubiera  encontrado  comprometida, 
ó  su  interés  hubiera  decaído  sin  el  con- 
curso de  mi  señor  padre  y  maestro,  el 
Dr.  D.  Andrés  Lamas,  quien,  después 
de  los  primeros  números,  puede  decirse 
fué  el  redactor  efectivo  de  la  publica- 
ción. 

En  el  N'\  4  se  publicó  su  primer  ar- 
tículo en  el  que  hizo  el  análisis  del  pro- 
yecto de  Banco  Nacional  presentado  al 
Congreso  por  el  Dr.  D.  Dalmacio  Velez 
Sarsfield,  Ministro  de  Hacienda  de  la 
República  Argentina,  estudio  que  am- 
plió en  los  números  siguientes. 

Fué  el  primer  estudio  fundamental 
económico,  histórico,  político  que  pu- 
blicó La  Pevista,  y  si  bien  su  autor, 
prosiguiendo  sus  investigaciones  cientí- 
ficas, modificó  con  los  años,  en  parte, 
algunas  de  las  ideas  que  entonces  expre- 
saba, se  confirmó  cada  vez  más  en  lo 
que  constituía  lo  fundamental  de  sus 
objeciones:  hechos  producidos  en  éstos 
últimos  años  confirman  que  ya  en- 
tonces había  levantado  la  bandera  de 
las  verdaderas  conveniencias  naciona- 
les en  el  orden  bancario. 

La  propaganda  de  La  Revista  tuvo 
el  eco  que  era  de  esperar  que  tuviese; 
sus  números  fueron  solicitados  por  casi 


Kev.'Sta  Económica 


todos  los  miembros  del  Congreso,  y  el 
23  de  septiembre  de  1870  el  proyecto 
fué" aplazado  por  unanimidad  en  la 
Cámara  de  Diputados,  'aplazamiento 
que  fué  definitivo,  aunque  con  el  correr 
del  tiempo  vino,  en  otra  forma,  á  crear- 
se la  institución  proyectada. 

"La  Nación"  del  día  siguiente  de 
aquella  resolución  del  Congreso  dice 
que  "en  esto  fué  muy  feliz  el  Sr.  Minis- 
tro, ]nies  si  se  hubiese  resuelto  consi- 
derar el  asunto  hubiera  sido  rechazado 
por  igual  número  de  votos"  y  refiere 
además  la  siguiente  anécdota:  "Ha- 
biéndose enviado  decir  al  Ministro, 
por  un  empleado  de  las  Cámaras,  que 
se  solicitaba  su  presencia  en  la  discu- 
sión del  proyecto,  parece  haber  respon- 
dido: "Ya  les  he  dicho  que  no  quiero 
ir.  No  voy:  que  hagan  lo  que  quieran 
esos...." 

"No  reproducimos,  agrega  "La  Na- 
ción", la  palabra,  por  honor  de!  Mi- 
nistro". 

Por  mi  parte  puedo  decir,  que  el  Dr. 
Velez  Sarsfield  procedió  con  la  altura 
que  le  era  propia,  y  á  los  pocos  días 
de  rechazado  su  proyecto  fué  á  visitar 
por  vez  primera  al  Dr.  Lamas,  dicién- 
dole  al  entrar,  con  su  chispa  habitual : 
"Quiero  conocer  al  impugnador  de  mi 
proyecto".  Mi  colaborador  se  consideró 
ampliamente  compensado  con  el  placer 
que  le  proporcionaba  la  relación  que 
desde  entonces  cultivó  con  tan  emi- 
nente estadista. 

Larga  es  la  relación  de  los  trabajos 
que  esa  colaboración  proporcionó  á  La 
Revista. 

En  la  parte  industrial  tomó  la  inicia- 
tiva, con  un  estudio  detenido  y  com- 
pleto, de  la  fabricación  de  tejidos  de 
lana  en  el  Rio  de  la  Plata. 

En  la  parte  financiera  publicó  entre 
otros  trabajos  un  estudio  retrospectivo 
de    las   Deudas    Públicas   del   Estado 


Oriental,  y  en  el  que  se  manifestaba  el 
temor  de  que  llegásemos. pronto  á  pesos 
100.000.000  de  Deuda  y  "con  ésto  á 
la  insolvencia,  al  impudor"  todo  lo  que 
después  nos  vino  conju Pitamente  con 
esa  ciíra. 

Se  ocupó  de  la  cuestión  agraria  con- 
denando las  enagenaciones  que  se  hacían 
en  beneficio  del  agio  y  con  el  sacrificio 
del  trabajo,  y  trató  otras  cuestiones  tras- 
cedcntales  económinas  y  financieras. 

Sin  desatender  el  estudio  de  estas 
materias,  la  Revista  Política,  que 
al  principio  era  una  simple  reseña  de 
hechos,  adquirió  en  breve  importan- 
cia. La  guerra  civil  ensangrentaba  á 
Entre-Rios,  donde  el  General  López 
Jordán  luchaba  con  éxito  variable  con- 
tra las  armas  nacionales,  y  dominaba 
también  en  el  Estado  Oriental,  donde  la 
lucha  se  prolongaba  con  grave  perjuicio 
de  la  riqueza  pública  é  inminente  riesgo 
de  nuevas  complicaciones  internaciona- 
cionales.  Pugnó  como  correspondía  por 
las  soluciones  de  concordia,  apoyando 
respecto  de  la  República  Argentina  las 
gestiones  del  comité  de  la  Paz;  y  en 
cuanto  al  Estado  Oriental,  no  se  limitó 
á  aconsejar  la  paz  á  los  partidos  en 
lucha;  sedirijióal  Gobierno  Argentino 
á  fin  de  que  pusiese  sus  buenos  oficios 
al  servicio  de  la  paz,  y  levantó  de  nuevo 
la  bandera  del  olvido  de  los  rencores 
del  pasado,  que,  aunque  tomada  por 
robustas  inteligencias  de  Montevideo, 
fué  en  breve  convertida  por  las  estre- 
chas vistas  del  personalismo,  en  otra 
nueva  bandera  de  exclusión,  de  odios, 
de  calamidades,  y  cuando  ya  La  Revis- 
ta no  podía  protestar  contra  tan  sacri- 
lega degeneración  de  sus  doctrinas. 

A  la  par  de  esas  cuestiones,  las  de 
higiene  vinieron  á  absorver  la  pre- 
ferente atención  del  colaborador  de  La 
Revista.  La  fiebre  amarilla  aparecía 
en  el   Mediterráneo,   en  el   Brasil  y  en 


DEL  Rio  de  la  Plata 


el  Paraguay ;  todo  en  ésta  ciudad  parecía 
dispuesto  á  su  ditusión  y  no  se  tomaban 
las  medidas  más  indispensables  para 
evitar  la  introducción  del  germen. 

La  propaganda  fué  tan  tenaz  como 
consciente; pero,  por  desgracia,  no  tuvo 
eco,  Y  la  profecía  que  hizo  de  que  "en 
en  el  verano  Íbamos  á  ser  devastados 
por  la  fiebre  amarilla",  se  cumplió  al 
pié  de  la  letra. 

Llegaron  los  tristes  días  que  la  in- 
consciencia de  las  autoridades  no  evita- 
ron :  producido  el  mal,  La  Revista  se 
dedicó  con  empeño  a  indicar  los  medios 
de  evitar  su  propagación,  estimular  á 
los  que  abnegadamente  se  ponían  al 
servicio  de  la  humanidad,  y  no  olvi- 
dando el  orden  de  los  intereses  mate- 
riales, inició  (una  vez  que  el  mal  se 
había  desarrollado,  publicando  La  Re- 
vista al  efecto  un  suplemento),  la  pró- 
rroga de  las  obligaciones  que  el  Gobier- 
no de  la  Provincia  de  Buenos  Aires 
decretó  en  seguida. 

La  última  página  de  la  colaboración 
fué  una  página  de  luto,  única  que  con- 
tiene esa  Revista  Económica,  y  dedi- 
cada no  á  la  necrología  de  un  econo- 
mista, sino  á  la  de  un  héroe  de  la 
humanidad,  del  Dr.  D.  José  Roque 
Pérez,  Presidente  de  la  Comisión  Popu- 
lar de  auxilios  á  las  víctimas  de  la 
epidemia,  y  en  la  que  pedía  la  erección 
de  una  estatua  que  todavía  está  por 
levantarse. 

Tal  es  el  cuadro  general  de  los  tra- 
bajos de  los  ocho  meses  que  duró  esa 
publicación. 

Considerando  su  obra,  con  la  impar- 
cialidad que  dá  un  intermedio  de  20 
años,  encuentro  que  fué  meritoria  su 
labor  y  que  ella  impone  serias  respon- 
sabilidades á  los  que  venimos  á  inau- 
gurar su  segunda  época. 


II 


Si  fuese  á  atenerme  á  lo  que  sostie- 
nen algunas  autoridades  en  materias 
económicas.  La  Revista  al  tomar  por 
programa  de  su  segunda  época  el  que 
se  desprende  de  los  trabajos  de  la  pri- 
mera, que  acabo  de  reseñar,  no  sería 
propiamente  una  publicación  econó- 
mica. Autores  de  la  nombradía  de 
Víctor  Cousin  no  vacilan  en  decir  que 
la  Economía  Política,  para  no  falsearse, 
no  debe  dar  entrada  en  sus  dominios  á 
las  riquezas  que  llama  morales;  "que 
debe,  só  pena  de  hacerse  inquietante  y 
aún  tiránica  para  las  otras  ciencias,  ex- 
cluir de  su  órbita  de  estudio  á  la  moral, 
la  jurisprudencia,  la  lógica,  la  metafísi- 
ca etc.  y  no  salir  de  los  antiguos  lími- 
tes: que  debe  circunscribirse  á  la  agri- 
cultura, al  comercio,  á  la  hacienda," — 
concepto  estrecho,  aún  desde  el  punto 
de  vista  doctrinario,  y  que  haría  débil 
é  ineficaz  la  acción  de  los  que  se  pro- 
pongan estudiar  y  sostener  los  intereses 
económicos  en  general. 

Esto  me  lleva  á  tratar,  desde  las  pri- 
meras páginas  La  Revista,  lamas  ar- 
dua de  las  cuestiones  de  la  "Economía 
Política",  á  fin  de  justificar  el  programa 
de  esta  publicación,  dilucidando  la 
cuestión  que  consiste  en  fijar  los  límites 
que  naturalmente  deben  corresponder- 
le  á  2Ste  importante  ramo  de  los  cono- 
cimientos humanos. 

No  quiero  cansar  la  atención  de  mis 
lectores  con  largas  discusiones  doctrina- 
rias, ni  con  profusión  innecesaria  de 
citas,  ni  hacer  aparato  de  erudición, 
que  distrae  y  estravía  el  espíritu.  Es 
útil  en  materias,  de  por  sí  áridas,  cier- 
ta ornamentación,  pero  debo  también 
recordar  que  una  vegetación  exhube- 
rantes  borra  los  caminos  y  cierra  los 
horizontes,  por  lo  cual  me  limitaré  á 
las  referencias  estrictamente  necesarias 


Revista  Económica 


á  la  ilustración  de  los  puntos  que  voy  á 
tratar  ligeramente. 

Tres  escuelas,  todas  partiendo  de 
exactas  pero  incompletas  observaciones, 
llenan  la  historia  de  la  "Economía  Po- 
lítica" y  si  bien  cada  una  de  ellas  ha 
traído  su  contingente  de  verdades  y 
tienen  todas  el  mérito  de  haber  alimen- 
tado en  el  espíritu  moderno  el  estudio 
de  las  condiciones  en  que  se  desenvuel- 
ve la  riqueza,  que  es  base  del  progre- 
so y  prosperidad  de  los  pueblos,  se  han 
disputado  á  la  vez,  sucesivamente,  la 
prerrogativa  de  extraviarlos  con  erra- 
das generalizaciones  é  inautorizados 
esclusivismos. 

La  escuela  mercantil,  surgida  en  el 
siglo  XVI,  la  agrícola  en  el  xvii  y  la 
industrial  en  el  xviii,  que  ha  prepon- 
derado en  el  presente,  y  es  calificada  hoy 
en  Alemania  de  escuela  de  Manches- 
ter,  por  sus  impugnadores,  se  fundan 
todas  en  el  error  de  elevar  á  riqueza 
única  elementos  parciales  de  su  consti- 
tución. 

Para  una,  los  metales  preciosos  eran 
la  riqueza;  para  otra  los  productos  de 
1?.  tierra;  y  para  la  que  aún  predomina, 
el  elemento  principal  es  el  trabajo,  que 
transforme  ó  transporte  objetos  mate- 
riales, creando  valores  de  cambio;  la 
tierra,  para  esta  escuela  es  de  importan- 
cia secundaria,  pero  la  tiene  principaH- 
sima,  la  acumulación  de  las  riquezas 
materiales  producidas,  que  forman  ca- 
pitales. 

Todo  sistema  fundado  en  una  con- 
cepción incom.pleta  es  fatalmente  erra- 
do, y  por  lo  tanto  Adam  Smith,  si  bien 
prestó  á  la  ciencia  el  servicio  de  un 
gran  caudal  de  observaciones  y  de 
principios  exactos,  lejos  de  establecer 
las  bases  científicas  de  la  "Economía 
Potítica,"  nú  hizo  más  que  reemplazar 
un  sistema  errado  por  otro  que,  y  por 
análoga  causa,  lo  es  igualmente. 


Demostró  el  error  de  los  fisiócratas 
de  considerar  improductivo  el  trabajo 
de  los  inckistriales  y  de  los  comercian- 
tes, pero  incurrió  en  el  de  clasificar  del 
mismo  modo  á  los  llamados  inmateria- 
les, que,  como  los  del  maestro,  según 
lo  demostró  Dunoyer,  al  preparar  una 
inteligencia  para  el  desempeño  de  fun- 
ciones útiles  no  produce  menor  riqueza 
que  la  que  crea  el  alfarero  al  dar  for- 
ma á  una  basija  de  barro,  ó  como  los 
médicos  que  al  restablecer  la  salud  de 
un  obrero  no  desempeñan  una  acción 
económica  menos  importante  que  la 
del  herrero  que  compone  una  rota  he- 
rramienta. 

Los  economistas  inanchesterianos^  que 
admiten  esto  que  tan  evidentemente  se 
demuestra,  se  limitan  á  ello,  sin  hacer, 
sin  embargo,  de  los  factores  inmateria- 
les^ objeto  de  investigaciones  que  no 
caben  en  el  cuadro  de  su  escuela,  mien- 
tras que  la  lógica  del  sistema  lleva 
aún  á  otros  á  desconocerlo.  Van  to- 
davía más  lejos,  y  al  ocuparse  solo 
de  los  objetos  materiales,  incurren  en 
el  doble  error  de  limitarse,  además, 
comumente,  á  los  de  valor  de  cambio, 
convertiéndose  asi  la  ciencia  en  simple 
y  secundaria  rama  del  orden  de  los  co- 
nocimientos que  debe  abarcar. 

A  éste  sistema  corresponde  la  limi- 
tación de  la  "Economía  Política,"  cuya 
impugnación  voy  á  emprender. 


III 


Adam  Smith  dio  á  su  obra  monu- 
mental el  título  de  "Investigación  so- 
bre la  naturaleza  y  causa  de  la  Riqueza 
de  las  Naciones."  De  eso  en  efecto, 
debe  ocuparse  la  "Economía  Política," 
y  las  divergencias  provienen  del  modo 
de  considerar  la  naturaleza  y  causa  de 
ese  orden  ds  riquezas,  que  son  distin- 
tas de  las  individuales. 


DEL  Rio  de  la  Plata 


Un  hombre  es  rico,  desde  que  posea 
un  poder  de  cambio:  créditos,  mone- 
das, bienes  raíces  etc;más  ó  menos  rico, 
no  según  lo  que  naturalmente  puedan 
producir  los  bienes  que  posea  ó  la  can- 
tidad que  de  ellos  tenga,  sino  según  sea 
mayor  ó  menor  su  valor  venal  en  rela- 
ción con  los  demás  bienes,  mientras 
que  desde  el  punto  de  vista  nacional, 
los  créditos  de  un  habitante  contra  otro 
se  compensan,  y  nó  es  el  valor  de  las 
cosas  lo  que  interesa,  sino  la  can- 
tidad. 

De  la  falta  de  ésta  distinción  nació  el 
problema  ante  el  cual  se  detuvo  Juan 
Bautista  Say,  ¿"Cómo,  se  decía,  com- 
poniéndose las  riquezas  de  un  país  del 
valor  de  las  cosas  poseídas,  puede  ser 
una  nación  tanto  más  rica  cuanto  las 
cosas  están  ámás  bajo  precio"?  Ese  pro- 
blema, como  lo  observa  P.  Cauwés, 
proviene  de  que  se  tenía  un  concepto 
falso  de  lo  que  constituye  la  riqueza 
efectiva  de  una  nación  y  "que,  agrega, 
depende  del  valor  en  uso  de  lo  que  se 
posee,"  en  lo  que  éste  distinguido  eco- 
nomista incurre  también  en  error. 

Una  cantidad  de  poder  de  cambio, 
monedas,  créditos  etc.,  y  el  abasto  de 
productos,  puede  constituir  un  estado 
permanente  de  riqueza  para  un  indivi- 
duo, pero  no  así  para  una  nación,  cu- 
yas necesidades  son  expansivas  y  cuya 
vida  es  ilimitada,  aunque  sea  esterno 
el  poder  de  cambio,  y  por  grande  que 
sea  la  cantidad  de  objetos  útiles  de  que 
se  disponga. —  Lo  que  constituye  la 
fuerza  económica  de  una  nación,  lo  que 
determina  su  prosperidad,  no  es  el 
abasto,  por  su  naturaleza  transitorio, 
sino  el  poder  de  producción. 

Adam  Smith  al  decir  que  la  riqueza 
real  es  el  producto  anual  de  la  tierra  y 
de  la  sociedad,  se  ha  acercado  más  á  la 
verdad  que  los  que  confunden  el  ca- 
rácter de  la  riqueza  nacional  con  el  de 


la  individual  y  creen  encontrarla  en  el 
simple  hecho  del  abasto. 

Así  definida  la  riqueza,  correspon- 
de á  la  "Economía  Política,"  investi- 
tigar  la  naturaleza  y  causa  del  poder 
productivo  de  las  naciones. 

A  éste  fin  concurren,  i"  el  estado  eco- 
nómico ó  las  condiciones  sociales  y 
materiales,  y  i'>  la  acción  directa  colec- 
tiva y  la  individual.- 

El  estado  económico  propio  á  la 
creación  de  la  riqueza  lo  constituyen, 
i"  Ventajas  naturales  y  mejoras  artifi- 
ciales; 2o,  condiciones  sociales,  como 
sean  garantías,  reglas  de  equitativa  dis- 
tribución, organización  propicia  para 
el  aprovechamiento  de  las  facultades 
personales,  disponibilidad  de  mercados 
y  de  capital,  organización  del  crédito 
y  de  la  circulación  monetaria  adecuada, 
y  demás  beneficios  que  para  el  amplio 
desarrollo  del  trabajo  ofrezca  la  orga- 
nización social;  y  3",  adelanto  moral  é 
intelectual,  que  estimula  y  aumenta  la 
acción  económica  del  hombre. 

Todo  ésto  sale  del  orden  de  lo  cam- 
biable, y,  sin  embargo,  constituye  ele- 
mentos principales  del  poder  producti- 
vo de  las  naciones,  de  cuya  apreciación 
no  puede  prescindirse  al  investigar  su 
naturaleza  y  sus  causas. 

La  simple  observación  nos  demues- 
tra, en  todas  partes  y  en  todas  las  épo- 
cas, la  insuficiencia  de  los  elementos 
cambiables  de  producción  y  de  la  sim- 
ple acción  individual,  en  sus  condicio- 
nes naturales,  para  constituir  la  prospe- 
ridad de  un  país,  desde  que,  según  los 
distintos  centros  esos  factores  dan  di- 
versos resultados  á  la  par  que  dichos 
elementos,  por  sí  solos,  no  determinan 
ni  el  progreso,  ni  la  decadencia  de  las 
naciones,  desde  que  estos  hechos  se  ve- 
rifican sin  que  preceda  alteración  sen- 
sible en  aquellos  factores  aparentes. 

En  la  otra  categoría  he  citado  la  ac- 


Revista  Ecomómica 


ción  colectiva  é  individual,  aún  cuando 
los  economistas  ortodoxos,  que  así  se 
llaman  también  á  los  que  no  quieren 
salir  de  los  principios  primeramente  es- 
tablecidos, cual  si  ellos  fueran  un  Evan- 
gelio, no  ven  en  la  del  Estado  más  que 
una  acción  negativa,  que  se  apropia  y 
consume  riquezas  y  crea  trabas  al  tra- 
bajó, para  el  cual  se  le  considera  el 
menos  apto. 

Soy  el  primero  en  reconocer  con 
Courcelle  Seneuil,  que  el  individuo  es  la 
fuente  de  la  acción  y  del  pensamiento, 
y  que  el  interés  individual,  como  que 
es  el  directo,  es  más  vigoroso  que  el  de 
los  delegados  de  la  colectividad;  pero 
esto,  que  constituye  un  argumento  con- 
tra la  estralimitación  de  la  acción  del 
Estado,  nada  prueba  cuando  ella  se 
mantiene  en  su  órbita  natural  econó- 
mica, que  abarca  toda  la  vasta  esfera 
de  los  monopolios  naturales,  ó  no  sale 
de  los  límites  accesorios  determinados 
por  la  insuficiencia  de  la  acción  aisla- 
da de  los  individuos  ó  de  las  asociacio- 
nes necesariamente  limitadas. 

Se  reconoce  hoy,  comunmente,  por 
lo  más  individualistas,  que  el  Estado, 
debe  hacer  lo  que  no  alcance  á  realizar 
la  iniciativa  particular,  pero  conside- 
rando siempre  su  intervención  como 
un  mal  menor,  aunque  ellos  mismos 
recomiendan  la  asociación  como  un 
factor  importante,  benéfico  y  poderoso, 
en  lo  que  no  hay  lógica,  pues,  si  la  aso- 
ciación es  una  fuerza  económica  bené- 
fica, el  Estado  que,  al  ser  la  mayor 
asociación,  es  la  mayor  fuerza,  no  pue- 
de ser  ni  teórica  ni  prácticamente  re- 
ducido á  la  inacción. 

Tenemos  asi  que,  además  del  traba- 
jo colectivo  é  individual,  hay  como  fac- 
tores de  riqueza  ic-  las  condiciones  ma- 
teriales, legislativas  y  m.orales  que 
constituyen  el  estado  económico,  y  que 
la  ciencia  que  de  ellas  se  ocupe  no  pue- 


de dejar  de  estudiar;  y  2°  el  Estado  que 
es  una  fuente  de  acción  muy  directa, 
cuyos  límites  y  naturaleza  debemos 
apreciar,  en  vez  de  querer  fundar  la 
teoría  de  la  riqueza  pública  en  las  sim- 
ples leyes  que  rigen  la  acción  indi- 
vidual. 

La  riqueza  nacional  exige,  además 
del  trabajo,  que  crea  productos  mate- 
riales y  de  la  acumulación  de  objetos, 
los  medios  y  condiciones  morales  y  ma- 
teriales que  ya  suprimen,  disminuyen  el 
trabajo,  ó  promueven,  activan  y  multi- 
plican su  acción,  y  acumulaciones  que 
si  bien  inmateriales,  no  son  menos  fe- 
cundas que  las  de  las  cosas  materiales, 
á  la  par  que  conjuntamente  con  la  ac- 
ción individual,  actué  la  social,  en  la 
esfera  que  le  es  propia. 


IV 


La  escuela  Smitheriana,  ó  Manches- 
teriana,  observa  Bagehot,  ha  estableci- 
do sus  dogmas  según  un  tipo  especial, 
el  del  estado  industrial  de  Inglaterra,  y 
ellos  no  pueden  convenir  más  que  á 
países  que  tienen  una  constitución  eco- 
nómica análoga.  El  mismo  autor  agre- 
ga "que  ha  habido  época  que  esos  pre- 
ceptos habrían  sido  funestos,  y  en  las 
cuales  los  preceptos  exactamente  opues- 
tos, eran  sabios  y  necesarios."  Las  di- 
ferencias que  ese  autor  encuentra  entre 
distintas  épocas,  tratándose  de  Inglate- 
rra, existen  entre  los  diversos  países, 
entre  cuyos  tipos  estreñios  se  presentan 
las  divergencias  que  existen  entre  las 
distintas  edades  de  un  pueblo,  conside- 
radas entre  sí. 

Con  este  motivo  dice  con  razón, 
P.  Cauwés,  que  no  son  sólo  las  edades 
primitivas  las  que  escapan  al  imperio 
de  las  reglas  de  la  economía  política 
metafísica,  que  así  llama  á  la  escuela  de 
Adam  Smith,  sino  también  las  otras  so- 


DEL  Rio  de  la  Plata 


ciedades  civilizadas  que  no  están  cons- 
tituidas según  el  sistema  industrial  de 
la  Gran  Bretaña." 

Si  bien  de  acuerdo  en  esta  aprecia- 
ción con  P.  Cauwés,  lo  estoy  también 
en  principio  con  los  autores  á  quien 
éste  censura,  por  decir  que  la  economía 
política  especulativa  puede  formular  le- 
yes de  carácter  universal,  puesto  que 
es  indudable  que  en  el  orden  económi- 
co los  hechos  están  sujetos  á  leyes  tan 
fatales  como  en  el  físico.  El  mal  está 
en  deficiencias  de  observación  y  en  las 
generalizaciones  falseadas  por  espíritu 
de  sistemas  inadecuados. 

Tomaré  por  ejemplo,  ya  que  he  cita- 
do el  orden  físico,  lo  que  pasa  con  las 
nociones  sobre  los  movimientos.  Un 
cuerpo  impulsado  por  una  fuerza  ins- 
tantánea, si  no  se  encuentra  Sujeto  á 
ninguna  otra  fuerza  ni  encuentra  resis- 
tencia, seguirá,  en  virtud  de  la  inercia, 
un  movimiento  uniforme  y  rectilineo. 
Esta  simple  noción,  por  exacta  que 
sea  en  la  hipótesis  de  esas  condiciones, 
nos  induciría  siempre  en  error  si  con 
ella  quisiésemos  apreciar  lo  que  pasa  en 
nuestra  esfera, —  Admitida  la  acción  de 
la  ley  de  gravedad,  pero  anulando  la 
resistencia  del  aire,  tendremos,  según 
sea  la  impulsión  de  arriba  á  abajo  ó  de 
abajo  hacia  arriba,  un  movimiento 
unifórmente  acelerado  ó  uniformemen- 
te retardado. — Según  diversas  circuns 
tancias,  ese  movimiento  es  unifórmente 
variado  y  crece  ó  disminuye,  y  en  vez 
de  rectilineo  es  parabólico  ó  circular. 

Así,  en  "Economía  Política,"  no 
basta  establecer  leyes  fundadas  en  la 
concepción  de  un  estado  ideal  en  que 
no  se  encuentran  otros  elementos  con 
currentes,  ó  limitarse á  estudiar  tan  solo 
los  que  se  encuentran  en  determinados 
estados  sociales,  para  fundar  una  teória 
general,  estableciendo,  por  ejemplo, 
como  nociones  fundamentales  de  pros- 


peridad, la  libre  competencia  interna- 
cional y  el  individualismo  absoluto,  que 
pueden  convenir  á  la  patria  de  Adam 
Smith,  que  ya  en  su  época  tenía  la  pri- 
macía industrial  y  comercial,  los  hábitos 
del  gobierno  propio  y  fuerzas  prepon- 
derantes, morales  y  materiales  en  el  or- 
den individual,  pero  que  en  países  de 
condiciones  distintas,  deben  producir 
resultados  diversos. 

El  ser  mutables  esas  condiciones,  el 
variar  según  las  épocas  y  los  lugares,  no 
excluye  la  existencia  de  leyes  econó- 
micas fatales,  invariables,  puesto  que 
es  permanente  la  relación  entre  los 
fenómenos  y  sus  causas,  debiendo  ser, 
en  todos  los  tiempos  y  todos  los  lugares, 
idénticos  los  efectos  siempre  que  actúen 
iguales  fuerzas  económicas  y  en  iguales 
condiciones.  Los  que  no  pueden  ser 
invariables  son  los  regímenes  econó- 
micos. 

A  ésta  ciencia  toca  analizar  las  fuer- 
zas que  actúan  en  el  orden  económico, 
determinar  las  leyes  que  imperan  según 
sus  distintas  combinaciones,  y  las  de 
las  alteraciones  de  que,  según  los  casos, 
son  susceptibles;  materia  que  requiere 
gran  labor  de  observación,  pero  que 
permitirá  una  simplificación  y  una 
certidumbre  no  menor,  que  la  que  nos 
ofrecen  las  ciencias  hoy  más  autori- 
zadas. 

Lo  demás,  las  reglas  prácticas,  el 
grado  de  protección  ó  libre  cambio,  la 
limitación  ó  extensión  de  la  acción  del 
Estado,  las  reglamentaciones  bancarias, 
monetarias,  etc.,  casi  todo  lo  que  nos 
vienen  dando  como  preceptos  generales, 
corresponden  á  la  vasta  esíera  del  arte, 
la  que  apreciando  los  factores  que 
actúan  en  cada  época  v  en  cada  lugar, 
puede,  con  la  luz  de  la  ciencia,  obte- 
ner certidumbre  en  la  ejecución  y  traer 
á  los  males  que  se  presentan  los  reme- 
dios adecuados. 


Revista  Económica 


Reducida  la  Economía  Política  á 
los  extrechos  límites  que  le  asígnala 
escuela  de  Adam  Smith,  no  teniendo 
por  objeto  más  que  la  riqueza  material 
cambiable,  y  elevándose  á  principios 
fundamentales  y  exclusivos,  las  reglas 
correspondientes  á  un  estado  determi- 
nado, como  el  que  le  sirvió  de  campo 
de  observaciones,  era  natural  que,  cam- 
biados los  lugares  ó  las  circuntancias,  el 
criterio  así  formado  se  trocase  en  fuente 
fecunda  de  estravíos,  que  la  práctica 
reprocha. 

En  vista  de  ésto,  se  busca  la  escusa, 
ya  pretendiendo  con  Rossi  que  "la 
ciencia  uo  tiene  objeto",  y  agregando 
con  él,  "que  desde  que  se  ocupe  del 
empleo  que  de  ella  puede  hacerse  se  cae 
en  el  arte",  ya  con  Coquelin  diciendo 
que  "observar  y  describir  los  fenómenos 
reales  hed  ahí  la  ciencia;  ella  no  acon- 
seja, ni  prescribe,  ni  dirige",  ó  con  Che- 
buhez  que  afirma  "que  las  verdades 
que  descubre  no  pueden  ser  más  que 
teorías  ó  juicios  fundados  en  estas  teo- 
rías, no  reglas  imperativas,  no  preceptos 
de  conducta  individual  ó  de  adminis- 
tración". 

Laveleye  refuta  victoriosa  y  extensa- 
mente estas  escusas,  pero  creo  que  me 
bastará  para  el  mismo  objeto  recordar 
tan  solo  la  definición  clara  y  precisa  de 
Bentham  que  dice  "que  el  arte  es  llevar 
á  cabo  una  operación  cualquiera  men- 
tal ó  corporal;  la  ciencia  es  el  conoci- 
miento de  los  medios  de  llegar  á  su 
ejecución". 

Eas  ciencias  siempre  tienen  un  objeto 
siti  lo  cual  no  se  justificaría  la  labor  que 
requieren,  v  en  el  caso  actual,  limitán- 
dose arbitrariamente  los  fenómenos  que 
se  deben  observar  y  describir,  desna- 
turalizándose los  objetos  y  el  fin  de  la 
ciencia,  ésta  no  puede  satisfacerlo  y  que 
si  bien  no  es  establecer  reglas  ó  precep- 
tos de  conducta,  función   propia  del 


arte,  es  el  de  proporcionar  á  ésta  el 
caudal  de  conocimientos  necesarios 
para  acertadas  deducciones. 


V 


La  amplitud  que  indico  no  importa 
una  invasión  de  la  esfera  de  las  otras 
ciencias,  sino  el  dominio  de  la  esfera 
propia. 

Para  comprobarlo  me  bastará  con- 
testar á  estas  preguntas  que,  de  acuerdo 
con  las  opiniones  corrientes,  compen- 
diadas en  la  frase  de  V.  Cousin,  podrían 
hacérseme,  en  vista  del  programa  prác- 
tico de  la  primera  época  de  La  Revista 
Económica  del  Rio  de  la  Plata, 
¿qué  tiene  que  ver  la  "Economía  Polí- 
tica", con  la  salud,  la  ilustración,  la 
moralidad,  etc..'' 

Desde  que  el  primer  factor  de  la  pro- 
ducción es  el  hombre,  no  puede  pres- 
cindirse  de  las  condiciones  que  deter- 
minan su  mayor  ó  menor  eficacia.  La 
cuestión  de  higiene  interesa  tanto  á  la 
producción  como  una  cuestión  de  im- 
puestos; el  obrero  inteligente  es  para 
la  creación  de  la  riqueza  superior  al 
salvage  ó  al  embrutecido,  y  el  hombre 
moral  que  economiza,  que  es  estimu- 
lado para  el  trabajo  y  que  respeta  la 
propiedad,  tiene,  comparado  con  el 
inmoral,  una  ventaja,  para  el  poder 
productivo  de  una  nación,  tan  positiva 
como  es  éste,  por  lo  común,  negativo. 

Stuart  Mili,  sosteniendo  el  orden  de 
ideas  que  combato,  dice,  como  argu- 
mento decisivo:  "Todo  el  mundo  sabe 
que  ser  rico  es  una  cosa  y  otra  el  ser 
valiente,  instruido,  humano,  etc.,  y 
todos  comprenden  que  las  investigacio- 
nes sobre  las  causas  de  la  virtud,  de  la 
ciencia,  de  la  cultura,  de  las  artes,  del 
valor  de  un  pueblo  son  distintas  de  las 
que  tienen  por  objeto  las  causas  de  la 
riqueza". 


DEL  Rio  de  la  Plata 


No  puede  ponerse  en  duda,  que  el 
hecho  de  ser  rico  es  distinto  del  de  ser 
valiente,  instruido  ó  humano,  pero  ésto 
no  importa  aseverar  que  el  ser  instruido, 
por  ejemplo,  no  sea,  en  determinadas 
circunstancias,  causa  directa  ó  concu- 
rrente para  llegar  á  ser  rico. 

Por  otra  parte,  la  investigación  de 
los  efectos  económicos,  que  éstas  con- 
diciones pueden  producir,  es  una  cosa 
distinta  de  la  investigación  de  las  diver- 
sas causas  que  puedan  dar  lugar  al 
hecho  de  que  esas  calidades  existan. 

El  mismo  Stuart  Mili,  en  su  Econo- 
mía Política,  se  ocupa  de  las  ventajas 
económicas  que  ofrecen  el  empleo  de 
las  máquinas  y  las  vías  perfeccionadas 
de  comunicación,  y  para  apreciarlas 
desde  ese  punto  de  vista  no  necesita 
considerar  como  se  fabrica  un  arado  ni 
ocuparse  de  los  problemas  de  la  mecá- 
nica y  de  la  ingeniería,  y  no  obstante 
comprende  que  una  cosa  es  el  ser  rico 
y  otras  el  arado  y  las  vías  de  comuni- 
cación. 

Ea  "Economía  Pohtica",  en  el  orden 
moral,  pedagógico  ó  político,  por  ejem- 
plo, no  debe  hacer  mas  que  establecer 
lo  que  en  cada  uno  de  ellos  corresponda 
al  ideal  económico,  y  apreciar  los  efec- 
tos económicos  de  lo  que  exista  ó  pueda 
existir,  procediendo  en  sus  razona- 
mientos y  observaciones  con  los  facto- 
res inmateriales  como  hace  con  los 
materiales. 

A  su  vez,  el  moralista,  el  pedagogo, 
el  político,  tienen  que  considerar  el  esta- 
do económico  en  el  que  influyen  y  por 
el  que  son  influenciados,  sin  que  por 
esto  se  operen  invasiones  recíprocas 
en  las  esferas  de  sus  ciencias,  que  con- 
trarían las  especializaciones  indispen- 
sables. 

Lo  que  si  hay  es  identidad  final,  de- 
biendo encontrarse  la  perfección  ideal 
económica  con  la   moral  é   intelectual. 


y  de  esta  identidad  resulta  en  vez 
de  la  confusión  en  las  investigaciones 
de  las  leyes  de  unas  y  otras  ciencias,  el 
medio  de  verificar  la  exactitud  de  las 
reglas  que  ellas  sugieran,  debiendo,  por 
ejemplo,  ser  errado  todo  sistema  eco- 
nómico que  nos  aleje  del  ideal  de  la 
moral  y  de  la  justicia,  así  como  será 
forzosamente  erróneo  todo  precepto 
moral  y  toda  disposición  legal  que 
resulte  contraria  al  progreso  econó- 
mico. 


VI 


Ahrens  y  con  él,  el  eminente  Azcárate 
establecen  que  "todos  los  bienes  espiri- 
tuales, la  instrucción,  la  moralidad,  etc., 
favorecen  la  buena  producción  y  con- 
sumo de  los  bienes  económicos",  por  lo 
que  dice  que  "toca  á  la  "Economía 
Política"  exponer  también  las  relaciones 
de  influjo  de  los  bienes  expirituales 
sobre  los  materiales,  pero,  debe  limi- 
tarse, agrega,  á  desenvolver  las  leyes 
relalivas  á  los  bienes,  cuyo  fln  directo 
consiste  en  la  satisfacción  de  las  necesi- 
dades físicas.  Convendría  por  esto 
distinguir  más  claramente  entre  los 
bienes  directos  de  la  "Economía  Política" 
y  los  bienes  indirectos  que  influyen  sobre 
las  causas  de  la  producción  de  los  otros". 

Convengo  en  que  la  "Economía  Po- 
lítica" debe  establecer  los  efectos  econó- 
micos de  los  bienes  espirituales  sin 
entrar  en  el  análisis  de  las  leyes  que  los 
produzcan,  pero  en  el  mismo  caso  es- 
tán los  bienes  materiales,  pues  como  lo 
observé  replicando  á  Stuart  Mili,  si 
bien  debe  apreciar  los  efectos  de  los 
arados  y  de  las  vías  de  comunicación, 
no  le  corresponde  dilucidar  las  cuestio- 
nes técnicas  á  cuyas  soluciones  se  deben 
esos  beneficios.  Hay  además  evidente 
error  en  considerar  que  las  causas  de  la 
producción,  son    sólo   materiales  y  en 


10 


Eevista  Económica 


reducir  á  una  mera  influencia  directa  en 
la  producción  la  que  en  ella  ejerzan  los 
progresos  inmateriales,  cuando  éstos 
produzcan  en  el  orden  económico  efec- 
tos tan  directos  y  predominantes  como 
los  que  tienen  en  la  vegetación  los 
rayos  vivificantes  del  sol  y  la  fertilidad 
del  suelo. 

¿Qué  se  debe  entender  por  favorecer 
la  producción?  ¿Qué  es  lo  que  se  atri- 
buye á  los  bienes  espirituales?  ¿Evitar 
obstáculos?  ¿Neutralizar  fuerzas  nega- 
tivas? —  Entonces  sí,  su  acción  sería 
indirecta,  pero  ese  no  es  el  caso,  desde 
que  ellos  actúan  también  para  multi- 
plicar los  productos,  cooperando  así 
directamente  á  la  realización  de  los 
fines  económicos. 

Según  la  escuelaSmitheriana,  la  rique- 
za era  el  resultado  de  la  acumulación 
de  los  productos  cambiables  del  trabajo, 
mientras  que  el  trabajo  productivo  de  las 
naciones  se  funda  principalmente  en  los 
adelantos  de  orden  inmaterial  que  dis- 
minuyen subsiguientemente  para  una 
misma  producción,  la  cantidad  necesaria 
de  trabajo  y  de  capital.  Pongamos 
frente  á  frente  la  India  que  atesora  secu- 
larmente y  ha  aumentado  de  un  modo 
extraordinario  los  brazos  aptos  para  el 
trabajo,  y  un  país  de  pequeño  capital 
acumulado  y  poca  densidad  de  pobla- 
ción, pero  eminentemente  activo  é  in- 
teligente y  tendremos  que  éste  la  aven- 
taja debido  á  sus  bienes  espirituales, 
que  son  causa  directa  de  una  mayor 
producción. 

Azcárate,  después  de  apoyar  esas 
palabras  de  Ahrens,  agrega:  "así  los 
trabajos  del  químico  ó  mecánico  que 
presta  sus  servicios  en  una  fábrica  de 
fundición  ó  de  harinas,  etc.,  entran 
ciertamente  en  el  orden  económico,  y 
por  tanto  en  la  economía;  pero  los  tra- 
bajos de  esos  mismos  en  la  cátedra  de 
una   Universidad  donde  tienen  por  fin 


la  cultura  de  la  juventud,  pertenecen 
al  orden  científico  y  sólo  indirectamente 
toca  considerarlos  al  economista". 

Este  autor  reconoce,  pues,  aquí,  que 
los  trabajos  del  químico  y  del  mecánico 
cooperan  en  la  producción,  y  no  se 
pretenderá  por  cierto  que  sea  principal- 
mente con  el  trabajo  material  sino  con 
el  caudal  de  sus  conocimientos,  que 
actúan  directamente.  El  hecho  de  que 
el  economista  no  deba  ocuparse  sino 
indirectamente  de  los  trabajos  univer- 
sitarios, no  importa  establecer  que  no 
deba  ocuparse  directamente  de  los  re- 
sultados de  esos  trabajos  cuando  ellos 
importen  conservar,  contrariar  ó  am- 
pliar los  medios  de  producción. 

Por  mi  parte  no  pretendo  mas.  En 
moral,  en  política,  en  derecho,  en  ins- 
trucción, la  "Economía  Política"  no 
debe,  á  mi  juicio,  ocuparse  mas  que  de 
establecer  lo  que  al  respecto  convenga 
á  sus  fines,  y  de  determinar  lo  que 
económicamente  represente  lo  que  en 
esas  materias  exista  ó  pueda  existir,  de 
modo  á  poder  apreciar  la  naturaleza  de 
los  fenómenos  económicos,  en  cuya  pro  • 
ducción  actúan  los  hechos  de  ese  géne- 
ro, y  formar  un  criterio  exacto  de  lo 
que,  en  una  época  dada,  sea  lo  mas 
conveniente  para  conseguir  el  desarrollo 
económico  nacional. 

En  países  nuevos  como  éstos,  todo 
lo  que  propenda  á  la  constitución  de 
un  estado  económico  próspero,  que  en 
su  parte  material  sale  de  la  esfera  de  lo 
cambiable  y  que  es  en  sus  otros  elemen- 
tos inmaterial,  es  precisamente  lo  que 
mas  nos  interesa  estudiar,  y  pobre  sería 
en  ellos  la  misión  de  la  ciencia  que  no 
lo  comprendiese. 

Al  mismo  tiempo  se  nos  presenta 
otra  seria  atención  en  el  estudio  de  los 
sistemas  adecuados  á  nuestras  condicio- 
nes especiales  y  á  las  necesidades  de  un 
movimien.to  fuertemente  expansivo  co- 


DEL  Rio  de  la  Plata 


11 


mo  el  que  nos  corresponde  y  que  no 
se  aviene  con  los  moldes  importa- 
dos de  las  viejas  sociedades  de  Europa. 
Si  como  ciencia  la  economía  política 
no  es  nacional  en  el  sentido  de  que  sus 
leyes  sean  locales,  lo  es  por  cierto  como 
arte,  puesto  que  las  reglas  deben  cam- 
biar tanto  como  el  tiempo  y  los  lugares 
cambien  las  condiciones  que  facilitan, 
dificultan  ó  promueven  el  desarrollo 
del  poder  productivo. 

Vil 

A  todo  lo  expuesto  me  cabe  agregar 
la  observación  de  que  no  trato  de  una 
publicación  exclusivamente  doctrinaría, 
sino  de  una  Revista  destinada  no  solo 
al  estudio  y  difusión  de  la  ciencia  eco- 
nómica, sino  también  á  promover  y 
defender  los  intereses  económicos  de 
las  naciones  del  Río  de  la  Plata. 

El  "Journal  des  Economistes"  no 
obstante  ser  el  órgano  de  la  escuela 
que  sostiene  los  límites  más  restrictos 
de  la  ciencia,  reconoce,  en  el  hecho,  que 
ella  debe  tener  un  objeto,  que  debe  dar 
lugar  á  un  arte,  y  sostiene  sistemas,  es- 
tablece, de  acuerdo  con  sus  principios, 
reglas  generales,  y  desde  el  punto  de 
vista  de  sus  concepciones  fundamenta- 
les, hace  la  crítica  de  los  trabajos  sobre 
derecho,  instrucción  etc.,  y  sostiene  re- 
formas, según  lo  aconsejan  las  conve- 
niencias económicas,  tales  como  las 
concibe. 

El  carácter  de  órgano  de  los  intere- 
ses económicos,  impone  una  misión  ac- 
tiva en  toda  la  vasta  esfera  política  y 
social. 

Como  una  garantía  de  que  la  publi- 
cación que  emprendo  llenará  debida- 
mente su  objeto,  debo  agregar  que  ten- 
go ofrecida  la  colaboración  de  varios 
de  los  hombres  más  competentes  en  la 
materia  con  que  hoy  cuenta  el  Río  de 


la  Plata,  y  espero  que  ha  de  aumentar- 
se este  concurso,  llegando  en  breve  La 
Revista  á  ser  el  centro  donde  se  dilu- 
ciden, con  el  auxilio  de  todas  nuestras 
competencias  en  la  materia,  las  grandes 
cuestiones  que  afecten  el  presente  y  el 
porvenir  de  estos  países. 

Por  otra  parte,  una  publicación  de 
este  género  no  interesará  solo  á  los  que 
estudien  la  "Economía  Política".  La 
compilación  de  datos  retrospectivos  y 
su  apreciación  científica  servirá  para 
aclarar  muchos  puntos  históricos  y  rec- 
tificar y  ampliar  su  crítica.  No  me 
nos  útil  podrá  llegar  á  ser  para  los  que 
se  ocupen  de  cuestiones  de  instrucción, 
de  legislación  y  de  administración. 

Complementará  el  interés  de  esta 
publicación  los  extractos  y  comentarios 
que  hará  de  todo  lo  que  más  nos  con- 
venga conocer  de  loque  contengan  las 
diversas  revistas  y  trabajos  económicos 
que  se  publican  en  Europa  y  los  Esta- 
dos Unidos,  y  las  noticias  del  movi- 
miento económico  y  financiero  univer- 
sal, y,  especialmente,  las  del  Rio  de  la 
Plata  y  demás  países  sud-americanos. 

Los  artículos  de  colaboración  serán 
todos  firmados,  y  los  que  no  lleven  la 
firma  de  autor  pertenecen  al  Director 
de  esta  Revista,  salvándose  así  la  res- 
ponsabilidad de  las  ideas  de  cada  uno. 

Domingo  Lamas. 


MI  COLABORACIÓN 

Al  aceptar  el  ofrecimiento  que  se  me  ha 
dirigido  de  colaborar  en  esta  Revista,  debo 
e;*tablecer,  á  guisa  de  programa,  en  lo  que 
hace  á  mi  intervención  en  sus  columnas, 
cuales  son  los  objetos  á  que  me  concretaré. 

Alejado  durante  quince  años  del  Río  de  la 
Plata,  apartado  por  consiguiente  mi  espíri- 
tu de  la  atmósfera  tantas  veces  deletérea  de 
las  paciones  y  de  las  ambiciones  locales,  me 


12 


Revista  Económica 


he  habituado,  y  el  hábito  forma  una  segun- 
da naturaleza,  á  considerar  los  problemas  y 
los  intereses  políticos  y  económicos  del  Río 
de  la  Plata  al  través  de  un  prisma  eminente- 
mente internacional. 

Tan  largos  años  de  voluntario  ostracismo, 
no  han  amortiguado  la  fibra  patriótica  de 
mi  organización:  por  el  contrario,  lejos  de 
estas  regiones,  en  una  de  cuyas  orillas  vi  por 
vez  primera  la  luz,  enrojecida  entonces  por 
el  clarear  de  los  disparos  de  las  trincheras 
de  la  homérica  defensa,  siendo  la  otra  la  pa- 
tria de  mis  hijos,  mi  pensamiento  y  mi  co- 
razón no  se  apartaron  jamás  de  este  mages- 
tuoso  estuario,  puesta  siempre  mi  pluma  y 
mi  palabra  al  servicio  de  sus  mas  vitales  y 
permanentes  intereses. 

Tanto  en  el  orden  moral  como  en  el  mate- 
rial, las  Repúblicas  del  Plata  tienen,  en  Eu- 
ropa, derechos  idénticos  que  defender  é  inte- 
reses comunes  que  conciliar  con  los  del  viejo 
continente  en  sus  vinculaciones  con  la  Amé- 
rica austral,  lo  que  no  exchne,  sin  embar- 
go, derechos  é  intereses  que  son  peculiares, 
respectivamente,  á  la  vida  política  y  econó- 
mica de  la  República  Oriental  y  *dt3  la  Ar- 
gentina en  sus  relaciones,  de  diversa  índole 
con  las  potencias  europeas. 

He  estudiado,  desde  Europa,  esas  grandes 
cuestiones  del  Río  de  la  Plata  y  he  adquiri- 
do convencimientos  sobre  la  manera  de  so- 
lucionar nuestros  problemas  internaciona- 
le.s,  fundados  en  hechos  que  diflcilmente  se 
pueden  apreciar  debidamente  desde  aquí,  y 
en  observaciones  que  han  sido  el  fruto  de 
largos  años  de  constante  labor. 

En  el  orden  económico,  por  ejemplo,  he 
palpado  la  inmensa  utilidad  que  i'eportarían 
estos  países  si,  dándose  cuenta  de  la  impor- 
tancia que  han  adquirido  como  centros  con- 
sumidores, se  prevaliesen  de  la  rivalidad 
existente  entre  las  potencias  manufacture- 
ras para  consolidar  mercados,  en  condicio- 
nes remunerativas,  para  los  productos  agrí- 
colas y  ganaderos  que  constituyen  y  cons- 
tituirán, por  mucho  tiempo  aún,  la  base 
principal  de  la  riqueza  de  estas  privilegia- 
das regiones.  Con  este  motivo  agregaré  que, 
hasta  ho3',  la  legislación  rentística  del  Río 
de  la  Plata  ha  revestido  un  caráctei-  casi  ex- 
clusivamente fiscal,  siendo  escasas  las  dispo- 
siciones en  que  se  ha. buscado  conciliar  la 


renta  pública  con  la  política  económica  na- 
cional, estando  aún  por  iniciarse  lo  que  he 
llamado  política  económica  internacional, 
esa  arma  poderosa  que  esgrimen  las  nacio- 
nes para  fomentar  sus  industrias  y  consoli- 
dar la  prosperidad  de  sus  transacciones  en 
general,  garantiéndolas  contra  los  caprichos 
ó  las  conveniencias  exclusivas  de  otros  Es- 
tados en  materia,  por  ejemplo,  de  legislacio- 
nes aduaneras. 

En  el  orden  político,  considerados  estos 
países  del  punto  de  vista  de  la  posición  que 
ocupan  en  Europa  y  de  la  que  debieran  ocu- 
par, dada  su  especialidad  de  naciones  ultra- 
marinas, cuyos  intereses  son  tan  distintos 
de  los  que  se  ventilan  entre  las  grandes 
potencias  europeas,  en  medio  de  los  equili- 
brios de  fuerza  en  que  viven  y  que  deter- 
minan la  descomposición  que  observamos, 
mucho  tendré  que  indicar  en  el  sentido  de 
garantir  nuestro  decoro  y  de  conciliario  con 
nuestras  conveniencias  materiales.  Es  tiem- 
po ya  de  que  las  Repúblicas  del  Plata  contri- 
buyan á  hacer  triunfar  eminentes  iniciati- 
vas, en  el  sentido  de  proclamar  y  defender, 
mancomunadas  en  ese  exfuerzo  con  sus  her- 
manas del  continente,  lo  que  se  ha  solido 
llamar  el  derecho  internacional  americano. 

Es,  pues,  mi  programa,  un  programa  de 
labor  tranquila,  en  el  concepto  de  que  es  mi 
propósito  mantenerme  fuera  de  la  órbita  de 
los  debates  locales,  al  escribir  aquí,  en  el 
Plata,  como  lo  hacía  cuando  escribía  en  Eu- 
ropa, sobre  las  mismas  materias  que  en  ge- 
neral acabo  de  indicar. 

Pedro  S.  Lamas. 


Extractos  y  Comentarios 


EL  SOCIALISMO  ALEMÁN 


f 


¡Singular  coincidencia!  esta  Revista,  apla- 
zada por  diversas  circunstancias,  aparece  en 
1°  de  Mayo,  el  gran  día  del  socialismo;  y  el 
primer  libro  de  que  me  cabe  dar  cuenta,  al 
inaug'urar  esta  sección,  es  « Le  Socialismo 
devant  la  science  sociale*  por  Edmond  De- 
molins,  que  es  la  última  novedad  económica 
que  nos  trae  el  correo  de  Europa.    . 


DEL  Rio  de  la  Plata 


18 


Las  siguientes  palabras  con  que  Francis- 
que  Sai'cey  aprecia  este  estudio,  liace  inne- 
cesario todo  otro  elog-io:  «Me  dá,  dice,  sobre 
«un  problema  muy  abstracto  nociones  netas 
«y.  precisas  haciendo  una  exposición  lumi- 
«  nosa.  No  tenía  después  de  tantos  artículos 
«  que  había  leido  de  paso  en  los  diarios,  mas 
«  que  noticias  confusas  sobre  el  socialismo; 
«  hoy  puedo  discutir  con  mis  colegas.  ^^ 

El  señor  Edmond  Demolins  empieza  por 
establecer  que,  comolas  plantas,  los  fenóme- 
nos sociales  tienen  su  zona  geográfica.  El 
socialismo  es  un  producto  esencialmente  de 
origen  y  de  fabricación  alemana:  es  en  Ale- 
mania que  tiene  su  centro  de  formación;  y 
es  de  Alemania  que  se  extiende  en  seguida 
en  el  resto  del  mundo. 

Aunque  requiera  alguna  extensión,  creo 
que  mis  lectores  considerarán  que  merece 
la  pena  que  resuma  el  interosante  estudio 
que  hace  sobre  el  carácter,  importancia  y 
extensión  que  el  socialismo,  cuyos  orígenes 
se  pierden  en  la  oscuridad  de  los  tiempos,  ad- 
quiere en  este  fin  de  siglo,  en  el  seno  del 
pueblo  germano. 

Este  movimiento  puede  ser  uno  de  los  de 
más  trascendentales  consecuencias  que  en- 
trañe enelorden  moral  de  nuestra  época.  Los 
extravíos  y  las  exageraciones  de  la  escuela 
filosófica  y  los  erroi-es  económicos  y  finan- 
cieros del  antiguo  régimen,  prepararon  en 
Francia  la  ruidosa  convulsión  del  89;  y  la 
escuela  autoritaria  alemana  unida  al  males- 
tar de  una  deficiente  organización  econó- 
mica, prepara  no  menos  extraordinarios 
acontecimientos. 

Pero,  dejemos  la  palabra  al  distinguiíio 
redactor  de  la  Revista  de  la  Ciencia  Social: 

«  Puede  decirse  que  en  Alemania  so  en- 
cuentran todas  las  variedades  del  Socialis- 
mo: socialistas  revolucionarios,  socialistas 
conservadores,  socialistas  evangélicos,  socia- 
listas católicos,  socialistas  de  la  cátedra  fun- 
cionando en  las  Universidades.— Una  esflo- 
rescencia  tan  general  y  tan  variada  prueba 
bien  que  esta  planta  encuentra  en  Alemania 
el  suelo  más  favorable  para  su  germina- 
ción y  para  su  desarrollo.» 

El  resultado  delaselecciones  lo  demuesti-a, 
puesto  que  sólo  los  socialistas  revoluciona- 
rios obtuvieron  treinta  y  cinco  diputados  en 
el  Reischstag  y  sus  candidatos  obtuvieron 


cerca  de  millón  y  medio  de  votos.  Agregan- 
do á  estos  los  representantes  de  las  otras  es- 
cuelas socialistas,  resulta  que  ellos  constitu- 
yen  la  mayoría  en  el  Parlamento  Alemán. 

«Estas  escuelas  no  están  todas  de  acuerdo 
en  su  programa  y  en  sus  reivindicaciones, 
pero  todas  los  están  en  el  punto  esencial,  en 
el  punto  que  constituye  el  rasgo  caracterís- 
tico, la  marca  de  fábrica  del  socialismo,  quie- 
ro decir  la  necesidad  de  hacer  resolver  todas 
las  cue.stiones  sociales  por  la  acción  de  la  ley 
ó  del  Estado;  todas  sueñan  una  sociedad  en 
la  cual  el  Estado  reglamentará  y  organizará 
más  ó  menos  el  trabajo,  la  propiedad,  los 
salai'ios,  y  se  encargará  de  hacer  la  felici- 
dad de  todos  y  cada  uno,  desempeñando  el 
papel  de  gran  patrón  universal.  El  Estado, 
ó  la  sociedíul  es  la  nueva  providencia  del 
socialismo.  > 

Demolins  analiza  enseguida  estas  diver- 
sas escuelas: 

«Los  socialistas  revolucionarios  son  incon- 
testablemente los  más  lógicos  puesto  que 
van  hasta  las  TÍltimas  consecuencias  de  la 
teoría;  se  puede  decir  que  es  para  ellos  que 
trabajan  las  otras  escuelas,  puesto  que  el 
espíritu  humano  una  vez  lanzado  en  una 
pendiente  es  impulsado  á  ir  hasta  el  fin.  Es 
esto  lo  que  explica  sus  progresos  crecientes. 

«Es  de  su  seno  por  otra  parte  que  salió  el 
grfin  Doctor  del  Socialismo  actual,  el  que 
formuló  la  teoría  más  completa  cuya  in- 
fluencia se  hace  sentir  más  ó  menos  sobre 
las  otras  escuelas  hasta  sobre  la  de  los  socia- 
listas conservadores  y  hasta  los  socialistas 
de  cátedra.  Se  alude  á  Karl  Marx,  que  expu- 
so su  doctrina  en  su  famoso  libro  Dr/s  Á'npi- 
íal,  El  Uapital. 

«Esta  es  una  obi'a,  "tan  abstracta  como  un 
tratado  de  matemáticas  y  de  una  lectura 
bien  fatigosa,»  únicamente  fundada  sobre 
una  serie  de  deducciones  y  de  hipótesis. 
Por  un  primer  razonamiento,  demuele  la 
sociedad  actual;  por  un  segundo,  la  reedifi- 
ca sobre  nuevas  bases. 

«Según  Karl  Marx,  «  solo  el  trabajo  es  la 
medida  real  por  medio  de  la  cual  el  valor 
de  todas  las  mercaderías  puede  siempre 
api'eciarse  y  compararse.»  Es,  pues,  única- 
mente el  trabajo,  i)or  consiguiente  el  obrero 
quien  crea  el  capital.  Así  pues,  el  capital, 
tal  como  está  hov  constituido,  es  el  resulta- 


14 


Revista  Económica 


do  de  una  espoliación.  Es  preciso  pues  vol- 
ver á  colocar  el  capital  en  las  manos  de  su 
verdadero  propietario,  es  decir,  entre  las 
manos  del  Estado.  Yendo  así,  de  razona- 
miento en  razonamiento,  el  autor  llega  á 
considerar  al  Estado  como  el  patrón  univer- 
sal encargado  de  dirigir  el  trabajo  y  de  re- 
partir equitativamente  los  pi-oducto-. 

<' Estas  teórias  fueron  formuladas  en  pro- 
gramas por  los  socialistas  revolucionarios, 
en  1877  en  el  Congreso  de  Gotha.  Hé  aquí  los 
principales  puntos  de  ese  programa:  «El  tra- 
bajo es  la  fuente  de  toda  riqueza  y  de  toda 
civilización.  Como  el  trabajo  general  pro- 
ductivo solo  es  posible  por  la  sociedad,  el 
producto  total  del  trabajo  pertenece  ala  so- 
ciedad es  decir  á  todos  sus  miembros,  con 
igual  derecho,  y  á.  cada  uno  según  sus  ne- 
cesidades racionales,  estando  todos  obliga- 
dos á  trabajar. 

«En  la  sociedad  actual  los  instrumentos  de 
trabajo  son  el  monopolio  de  la  clase  capita- 
lista; la  dependencia  que  de  esto  resulta  pa- 
ra la  clase  obrera  es  la  fuente  de  Ja  miseria 
y  servidumbre  en  todas  sus  formas. 

«La  emancipación  exige  que  los  instru- 
mentos del  ti-abajo  sean  la  propiedad  colec- 
tiva de  la  sociedad,  con  reglamentación  por 
la  Sociedad  de  todos  los  trabajos,  empleo  de 
utilidad  común  y  justa  repartición  de  los 
producto  del  trabajo. 

«La  .sociedad  nueva  se  constituiría  del  mo- 
do siguiente:  cada  obrero,  y  todos  lo  serían  á 
un  título  cualquiera,  recibirían,  por  todo 
objeto  concluido,  tantas  veces  el  precio  de 
una  hora  de  trabajo,  cuantas  en  t^^rnlino 
medio  se  necesiten  pai-a  confeccionar  ese  ob- 
jeto. Sería  pagado  en  bonos  de  trabajo  reem- 
bolsables  en  mercaderías.— Las  mercaderías 
serían  llevadas  á  los  almacenes  públicos,  ó 
cooperativos,  que  entregarían  los  productos 
contra  bonos  y  bonos  contra  productos. 

«Por  otra  parte,  como  toda  propiedad  inmo- 
biliaria pertenecería  al  E.stado,  y  como  cada 
uno  debería  en  adelante  vivir  del  oficio  que 
ejerciese,  ó  de  la  función  que  desempeña- 
se, se  .seguiría  que  la  facultad  de  acumu- 
lar sería  muy  reducida  y  que  las  herencias 
debieran  limitarse  á  algunos  objetos  mue- 
bles.» 

Este  socialismo  tiene  sus  raíces  en  las  ma- 
sas populares  mientras  sus  ramas  suben  al 


través  de  la  burguecía  y  alcanza  las  clases 
mñs  elevadas  de  la  sociedad.  La  Alemania 
está  más  ó  menos  contaminada  de  socialismo 
de  ariiba  á  abajo,  pero  es  necesario  recono- 
cer que  el  socialismo  revolucionario  se  reclu- 
ta principalmente  en  las  clases  populares. 
La  burguesía  y  la  nobleza  se'adhieren  sobre 
todo  á  las  escuelas  más  moderadas. 

Los  socialistas  conserradores,  dos  palabras 
que,  como  dice  Laveleye,  riñen  de  verse 
juntas,  no  pien.san  llegar  como  el  preceden- 
te á  colocar  en  común  en  manos  del  Estado 
todos  los  in.struraentos  del  trabajo.— Sin  em- 
bargo se  llaman  con  razón  socialistas,  porqué 
bu.scan  también  la  solución  de  las  cuestio- 
nes sociales  en  una  reglamentación  más  es- 
trecha, en  una  intervención  más  directa  y 
más  completa  del  Estado,  al  que  se  le  encar- 
garía la  dirección  del  trabajo,  la  reglamen- 
tación de  los  .salarios  y  de  divei-sos  medios  de 
producción.  Este  grupo  comprende  sobre 
todo  á  los  burgueses  que  tienen  miedo  al  so- 
cialismo revolucionario  y  que  esperan  evi- 
tarlo entregando  toda  la  .sociedad  en  los  bra- 
zos del  E.stado. 

Laveleye  colocaba  á  Bismarck  entre  los 
más  ilustres  representantes  de  esta  escuela 
y  ahora,  según  Demolins,  el  Emperador  de 
Alemania  es  el  verdadero  jefe  de  los  socialis- 
tas conservadores. 

La  escuela  délos  sociali.stas  evangélicos  es 
así  denominada  porqué  tiene  á.su  frente  los 
pastores  de  la  Iglesia  oficial— Se  constituyó, 
como  el  precedente,con  el  objeto  de  fortificar 
en  el  pueblo  el  sentimiento  monárquico  y 
estender  la  acción  real  con  el  prestigio  del 
socialismo. 

El  programa  de  esta  escuela  dice:  «el  par- 
tido cristiano  social  de  los  obreros  se  funda 
sobre  el  terreno  de  la  fe  cristiana  y  de  la  ad- 

he.sión  al  rey  y  á  la  patria Reclama  del 

Estado  la  creación  de  corporaciones  de  los 
diversos  oficios,  pero  obligatoriamente  cons- 
tituidos en  todo  el  Imperio  y  apocadas  en  un 
reglamento  .severo  para  la  admisión  de  los 
aprendices. — Se  constituirán  comisiones  ar- 
bitrales y  sus  resoluciones  tendrán  fuerza 
legal.  Creación  obligatoria  de  caja  de  soco- 
rros, para  las  viudas,  los  huérfanos  y  los  in- 
válidos del  trabajo.— Duración  normal  del 
día  reglamentada  por  el  Estado  según  la  na- 
turaleza del  trabajo.— Las  propiedades  del 


DEL  lilO  DE  LA  PLAJLA 


15 


Estado  3'  de  las  comunas  serán  explotadas  en 
el  interés  de  los  trabajadores  y  se  aumenta- 
rán tanto  como  sea  económica  y  tácnica- 
mente  posible.— Impuesto  progresivo  sobre 
la  renta.— Impuesto  muy  elevado  .sobre  el 
lujo, — impuestos  sobie  las  sucesiones,  pro- 
gresivo según  la  importancia  de  la  herencia 
y  el  alejamiento  del  grado  de  paren- 
tesco.» 

-  I.a  escuela  consideiable  de  los  Socialistas 
católicos  se  constituyó  sobre  todo  á  conse- 
cuencia de  una  publicación  del  obispo  de 
Maguncia,  Mon.  Ketteler,  intitulada:  «La 
cuestión  obrera  y  el  Cristianismo»,  que  tuvo 
gran  repercusión  en  Alemania. 

Los  puntos  principales  de  su  programa 
elaborado  por  el  canónigo  Moufang,  establece 
que  «el  .salario  es  insuficiente  y  que  es  nece- 
.sario  que  el  E.stado  intervenga. — El  Estado 
interviene  para  dar  fuerza  obligatoria  á  los 
reglamentos  establecidos  por  cada  corpora- 
ción de  oficio.— El  E.stado  debe  fijar  la  ta.sa 
de  los  salarios.  —  Debe  reglamentar  las  reía, 
clones  de  aprendices  con  sus  jefes  y  de  los  in- 
dustriales con  los  obreros.— El  Estado  debe 
hacer  anticipos  á  las  sociedades  de  los  obreros 
y  limitar  la  tiranía  del  capital.  >— «No  ataco 
ni  la  riqueza  ni  á  los  ricos,  dice  Moufang,  pero 
lo  que  yo  condeno  es  el  modo  como  se  enri- 
quecen hoy  los  millonarios  y  los  dueños  de 
millares/>. 

Los  Socialistas  de  la  cátedra  están  lejos  de 
ponerse  de  acuerdo  y  se  encuentran  en  Ale- 
mania, en  la  cátedra  de  economía  política 
toda  la  escala  délas  opiniones  desde  el  socia- 
lismo más  tímido  hasta  el  más  caracterizado, 
hasta,  agrega  M''  Demolins,  el  de  Wagner 
que  reclama  la  limitación  de  la  propiedad 
privada  y  la  extensión  de  la  propiedad  colec- 
tiva. 

Séame  permitiao  aquí  un  paréntesis  para 
hacer  una  observación  al  distinguido  escri- 
tor cuyas  páginas  he  trascripto  casi  literal- 
mente.—La  nacionalización  del  suelo,  tal 
como  lo  so.-,tiene  Wagner,  tal  como  lo  han 
pretendido  Stuart  Mili,  Laveleye,  Fouillé, 
(íeorge  Spencer,  y  tantos  otros  distingui- 
dos economistas  y  pensadores,  tal  como  la 
pretendió  Rivadavia  y  sus  más  notables  hom- 
bres de  gobierno,  no  importa  lo  que  debe  en- 
tenderse por  Socialismo. 

Demolins  investiga  en  seguida  la  causa 


en  virtud  de  la  cu.<il  ese  movimiento  ha 
tomado  mayor  extensión  en  Alemania  que 
en  otros  países,  en  los  cuales  la  grande  in- 
dustria lia  originado  las  nuevas  dilicultades. 

«El  movimiento  obrei'O,  dice,  surgió  en 
el  mundo  en  el  mismo  momento  en  que  la 
Alemania  había  realizado  la  misma  evolu- 
ción social  que  hizo  Esprxña  hace  tres  siglos 
con  Felipe  II,  3'  la  Francia  hace  dos  siglo--; 
con  Luis  XIY.— Esta  evolución  conr.isteen  la 
adopción  del  tipo  del  poder  cenLral  absoluto 
sobre  las  ruinas  de  la  vida  local  y  provin- 
cial.» 

Me  parece  que  Mr.  Demolins  ha  debido  lle- 
var más  lejos  su  investigación  y  estudiar  las 
tendencias  del  pueblo  alemán,  tan  caracte- 
rizadas por  sus  e.scuelas  filosóficas  predomi- 
nantss,  y  al  hacerse  cargo  de  estas  tenden- 
cias sería  lógico  con  su  exacto  modo  de 
apreciar,  el  distinto  carácter  que  toma  el 
problema  obrero  en  Inglaterra  y  en  los 
Estados-Unidos. 

Estos  datos  sobre  el  movimiento  socialista 
en  Alemania  se  completan  con  noticias  y  ob- 
servaciones sobre  las  conqui.stas  prácticas 
que  ha),h«cho  allí  el  espíritu  centralista  y  los 
pr(^-ramas  de  los  Socialistas,  una  parte  de 
las  cuales  ya  encuentra  consagradas  en  el 
código  civil  prusiano. 

Su  título  XIX,  parte  segunda,  establece  en 
efecto  que:  1"  el  Estado  debo  proveer  el  ali- 
mento y  conservaciiin  á  los  ciudadanos  que 
no  puedan  con.seguirlos  por  sí  mismos  ó  que 
no  puedan  obtenerlo  de  los  que  deban  darlo 
por  la  ley;  2"  á  los  que  no  puedan  empleai-se, 
se  les  asignará  ti-abajo  en  relación  con  sus 
fuerzas  y  aptitudes;  3'^  los  que  por  pereza  ó 
gusto  de  haraganería  ó  por  toda  otra  predis- 
posición viciosa  dejen  de  buscarse  medio  de 
existencia  serán  obligados  á  ejecutar  trabajos 
útiles  bajo  la  inspección  de  la  autoridad:  &' 
el  Estado  tiene  el  derecho  y  está  obligado  á 
crear  instituciones  por  medio  de  las  cuales 
se  impidan  igualmente  el  desamparo  de 
unos  y  la  prodigalidad  de  otros;  7"  se  prohibe 
en  el  Estado  todo  lo  que  puede  tener  por  efec- 
to provocar  la  ociosidad,  .sobre  todo  en  las 
clases  inferiores,  así  como  todo  lo  que  pueda 
desviai-las  del  trabajo;  10"  las  autoridades 
comunales  están  obligadasá  alimen  tar  á  los 
habitantes  pobres;  11'^  ellas  deben  informar- 
se de  las  causas  de  su  desamparo  é  indicar- 


m 


Reaista  Económica 


las  á  las  autoridades  superiores  á  fin  de  que 
se  remedien. 

En  estas  disposiciones,  que  censura  en  glo- 
bo el  autor  de  la  obra  de  que  me  ocupo,  hay 
mucho  que  copiar  por  nosotros,  particular- 
mente el  inciso  7°.  que  nos  trae  á  la  memoria 
la  benéfica  propaganda  de  El  Diario  sobre 
los  frontones  y  demás  elementos  de  juego  y 
de  ociosidad.  Esto  no  es  socialismo,  es  cuidar 
de  la  moralidad  y  buenas  costumbres,  de- 
ber de  que  no  delxí  pi-escindir  ni  el  gobier- 
no mas  individualista. 

Aunque  se  restrinja  lo  que  se  califica  in- 
debidamente de  socialismo,  siempre  será  evi- 
dente que,  como  lo  afirma  la  Revista  de  la 
delicia  Social,  este  ha  adquirido  en  Alema- 
nia una  importancia  que  debe  con  justo 
motivo  preocupar  á  todos  los  hombres  pen- 
sadores. 

Demolins  considera  completamente  fuera 
de  cuestión  estos  tres  puntos:  Que  la  Alema- 
nia es  el  foco  del  socialismo,-  que  son  alema- 
nes los  que  propagan  el  socialismo  en  el 
resto  del  mundo,  y  en  fin,  que  el  socialismo 
no  prospera  en  las  poblaciones  de  iniciativa 
privada,  desenvuelta  y  de  poderes  públicos 
limitados. 

En  efecto,  el  socialismo  alemán  tiene  mar- 
cada tendencia  á  convertir  su  acción  en  re- 
dentora internacional.  Su  divisa  ya  lo  dice: 
«Proletarios  de  todos  los  países,  unios». 

Desde  que  este  nuevo  movimiento  se  ha 
pronunciado,  han  sido  alemanes  sus  pi-opa- 
gandistas  en  toda  la  Europa  A' en  América, 
y  alemana  es  la  doctrina  que  difunden. 

Justa  es  también  la  observación  que  se 
hace  de  que  esa  escuela  no  progresa  en  los 
países  individualistas,  y  los  ejemplos  de  In- 
glaterra y  los  Estados-Unidos  que  se  citan 
son  elocuentes. 

En  esos  países  el  mal  social  existe  como 
en  Alemania;  el  capital  oprime  al  trabajo  y 
•A  la  inteligencia;  y  la  naturaleza  humana 
trata  de  reaccionar  y  defenderse  contra  un 
feudalismo  no  menos  opresor  que  el  de  la 
Edad  Media,  pero  busca  para  ello  medios 
adecuados  á  la  tendencia  de  su  espíritu. 
Trata  de  defenderse  poi-  la  acción  individual 
y  la  asociación. 

Les  "Trades  Unions)  ingleses foimados con 
ese  objeto  ya  cuentan  hoy  con  un  n!ill()n  y 
medio  de  socios  y  una  renta  de  £  2.000.000. 


Este  es  un   medio   poderoso  de  resisteii'cia^ 
contra  las  imposiciones  de  los  patrones  y 
un  elemento  á  la  vez  de  imposición. 

El  Sr.  Edmond  Demolins  vé  en  esto  u 
gran  paso  paim  la  solución,  pero,  por  u 
parte,  no  veo  mas  que  la  lucha,  que  - 
empeña  con  mayores  elementos,  y  la  fuei;, 
que  dá  la  acción  colectiva. 

Por  una  parte  las  huelgas,  que  consumen 
los  recursos  de  los  «Trades  Unions»  y  pai-a- 
liz.in  todos  los  trabajos  y.  por  otra,  los  talleres 
que  se  cierran  por  falta  de  remuneración, 
forman  un  cuadro  bajo  todos  sus  aspectos 
poco  halagador. 

Esa  solución  está  aun  por  encontrarse,  y 
ella  no  se  hallará  ni  en  el  extremo  del  colec- 
tivismo  ni  en  los  del  individualismo. 


La  situación  Econóinica  ij  Financieía 

DE  LA 

REPIBLICA  ORIEmL  DEL  URUGUAY 

Opiniones  del  Sr.  D.  Eduardo  Casey 


Aprovechando  la  pi'esencia  en  Buenos 
Aires  de  D.  Eduardo  Case^',  hemos  creído 
conveniente,  para  mejor  servicio  de  nue.stros 
lectoi'es,  oir  su  opinión  sobre  la  situación 
económica  y  financiera  de  la  República 
Oriental  que  por  diversos  motivos  ha  tenido 
la  oportunidad  de  apreciar  á  fondo. 

La  reconocida  competencia  del  Sr.  Casey  y 
la  franqueza  que  le  caracteriza,  nos  prome- 
tían una  conAorsación de  sumo  interés. 

No  nos  hemos  equÍA  ocado,  y  las  contesta- 
ciones que  dio  á  las  preguntas  que  le  hici- 
mos, tienen,  como  se  verá  enseguida,  verda- 
dera importancia. 

Generalmente  se  considera  al  Sr.  Casey 
como  un  hombre  apa.sionado  contra  el  ac- 
tual estado  de  cosas  de  la  Hepúl^lica  Orien- 
tal, opinión  de  que  por  cierto  no  participa- 
mos. 

Al  irlo  á  ver  ya  lo  sabíamos.  Así  como 
creemos  i'itil  y  pati-iótico  aclarar  la  situación 
económica  del  país,  i-eprobamos  á  los  que  no 
se  detienen  en  sus  desahogos  personales, 
ante  el  .sagrario  de  los  intereses  generales  de 
la  República. 


DEL  Rio  de  la  Plata 


17 


^    l<esde    nuestras  columnas    sembraremos 
verdades  y  no  pasiones. 
He  aquí,  mientras  tanto,  la  reproducción 
xacta  de  la  conversación  á  que  nos  referi- 
í".os. 

^^  ¿Qué  diferencia  ha  notado  Vd.  en  la  situa- 

^  lón  de  Montevideo,  á  su  reg-reso  de  Europa? 

—Que  ha  empeorado  mucho.  Parece  que 

cada  día  se  debilita  más;  es  un  estado  de 

anemia  que  asusta. 

Mucho  estimaré  oír  su  opinión  sobre  la  si- 
tuación económica  y  financiera  de  la  Repú- 
blica Oriental.  ¿Cree  Vd.  que  se  establecerá 
en  breve  el  Banco? 

—Creo  que  la  situación  ha  de  empeorar 
mucho  antes  de  mejorar.  Aquel  país  lucha 
con  la  desventaja  deestai-  colocado  entre  dos 
países  papelistas,  uno  de  ellos  el  Brasil,  que 
es  el  comprador  de  su  mejor  producto,  la 
carne,  pagándola  á  papel,  y  el  otro  la  Repú- 
blica Argentina  que  es  su  rival  en  el  mismo 
producto  y  que  la  supera  en  campos  exten- 
sos y  con  la  facilidad  de  dinero  y  crédito  á 
papel. 

Para  el  argentino  es  poco  sacrificio  tener 
que  vender  los  productos  de  su  ganadería  á 
papel,  puesto  que  atiende  á  todos  sus  gastos 
en  la  misma  moneda. 

Sus  deudas  son  á  papel  y  él  solamente  se 
preocupa  de  recibiv-  mucho  papel,  sin  pensar 
ni  un  momento  en  su  relación  al  oro. 

En  la  República  Oriental  todos  los  gastos, 
todos  los  compromisos  del  productor  son  á 
oro,  y  como  no  hay  crédito  hay  que  sacrifi- 
car los  productos  á  vil  precio  para  poder 
vivir. 

Actualmente  en  aquel  país  no  hay  circu- 
lación de  moneda  de  ninguna  clase,  ni  oro, 
ni  papel,  ni  plata.  Es  el  único  país  civilizado 
que  no  tiene  moneda,  ni  sistema  bancario, 
y  no  puede  haber  mejoría  hasta  que  se  es- 
tablezca un  Banco  poderoso  que  pueda  dar 
la  circulación  necesaria  para  el  movimiento 
comercial  del  país. 

No  se  puede  prosperar  en  un  país  si  hay 
que  efectuar  los  pagos  con  bolsas  de  oro,  ó 
mandar  talegas  de  metálico  á  la  campaña. 
Estose  hace  solamente  en  algunas  partes  del 
Asia  ó  del  África,  pero  nunca  en  un  país 
de  la  importancia  del  Uruguay. 

Para  atender  medianamente  á  las  necesi- 1 


dades  de  todo  el  país,  se  necesita  cuando 
menos  $  ]  5.000.000  en  billetes  de  Banco;  y 
como  se  ha  de  garantir  esa  emisión, es  el  pro- 
blema que  hay  que  resolver. 

Respecto  al  nuevo  Banco  proyectado,  no 
deseo  dar  opinión.  Creo  que  todavía  no  se 
han  depositado  las  £  50.000  de  la  garantía 
exigida. 

¿Cree  Vd.  que  en  el  arreglo  de  las  deudas 
externas,  la  conducta  del  gobierno  ha  sido 
acertada  y  previsora? 

—Creo  que  no.  Se  podía  haber  hecho  un  ar- 
reglo bueno  para  el  país  y  que  contentaría  á 
los  acreedores.  Con  el  arreglo  que  se  acaba 
de  hacer,  el  crédito  del  país  queda  perdido 
por  veinte  años.  Por  mucho  tiempo  será  mu^- 
difícil  conseguir  capitales  en  Europa  para 
fundar  Bancos  ó  hacer  ferrocarriles  en  el 
Uruguay,  y  la  falta  de  esos  capitales  tiene 
que  imposibilitar  al  gobierno  á  sostener  el 
servicio  de  la  deuda  y  la  garantía  de  los  fe- 
rrocarriles al  3  ]/2  %.  El  año  que  viene  ha- 
brá que  proponer  un  nuevo  arreglo. 


EL  BANCO  DE  LA  PROVINCIA 


B-CTEO^OS  ^¿^II^ES 


BALANCE   DE  31    DE   MARZO   DE    1892 


Xos  proponemos  estudiar  con  detenimien- 
to la  situación  de  los  Bancos  del  Río  de  la 
Plata,  y  analizar  sucesivamente  sus  balan- 
ces y  memorias,  con  la  imparcialidad  que 
tan  delicada  materia  imponq,  satisfaciendo 
así  la  justa  curiosidad  de  los  lectores  de  La 
Revista  Económica,  puesto  que  esos  esta- 
blecimientos ofrecen  ancho  campo  para  las 
más  útiles  investigaciones. 

Damos  lugar  preferente  en  este  orden  de 
trabajos  al  Banco  de  la  Provincia  de  Buenos 
Aires,  no  solo  por  ser  el  decano  de  las  insti- 
tituciones  de  crédito  establecidas  en  estos 
países,  sino  también,  y  muy  principalmen- 
te, por  la  magnitud  de  los  intereses  públicos 
.y  privados  que  están  vinculados  á  sus  des- 
tinos. 

A  esto  se  agrega  la  circunstancia  de  que 
hemos  podido  conseguir  el  balance,  aún  no 
publicado,  que  insertamos  más  adelante  y 


18 


Revista  Económica 


que  permite  apreciai",  comparándolo  con  el 
del  mismo  mes  de  1891,  que  fué  el  último 
de  su  giro  i-egular,  las  modificaciones  ope- 
radas en  un  año. 

Dividiremos,  para  la  mejor  apreciación 
del  referido  Balance,  los  créditos  y  las  deu- 
das del  Banco,  en  oficiales  y  particulares. 

Según  el  Balance  del  31  de  Marzo  .le  1891, 
el  Banco  poseía  cincuenta  millones  en  fon- 
dos públicos  nacionales  y  debía  por  emisión 
57.918.200,  y  en  letras  entregadas,  como  sal- 
do del  precio  de  esos  fondos  públicos,  pesos 
14.485.211:28  oro.  Estas  partidas  están  ahora 
liquidadas  de  acuerdo  con  lo  dispuesto  por  la 
ley  17  de  Octubre  de  1891,  siendo  reempla- 
zadas en  el  balance  de  1892  por  las  partidas 
GobíernoNacional  y  Ley  17  de  Octubre  1891, 
que  se  compensan  en  el  debe  y  en  el  haber. 
No  le  queda  al  Banco  compromi.so  i-eal  con 
la  Nación  mas  que  el  de  $  15.888.000  c/1. 
prestados  por  la  Caja  de  Conversión,  que  re- 
cibió del  Banco  $  20.680.581:59  c/1.  en  letras 
de  propiedad  del  Banco,  de  las  que  tiene  que 
devolver  $  4.792.581:59  como  exedente  de 
garantía. 

En  31  de  Marzo  del  91,  los  préstamos  de  la 
Caja  de  Conversión  ascendían  á  11  millones, 
de  donde  resulta  un  aumento  de  4.888.000  $ 
c/1.  entregados  por  cuenta  del  empréstito  in- 
terno. 

La  cuenta  deudora  del  Gobierno  de  la 
Provincia  se  ha  aumentado  en  2.304.318:23 
c/1.,  y  la  acreedora  del  Gobierno  en  799.'7.")G:96 
oi'o,  suma  que,  al  tipo  actual,  representa  mas 
que  el  importe  de  aquel  débito. 

La  cuenta  del  Banco  Hipotecario  se  ha  au- 
mentado en  ps.  639.229:11  c/1.  y  63.766:21  oro. 
En  esta  cuenta  sin  duda  están  cargados  los 
intereses  impagos. 

Los  fondos  públicos  provinciales  han  dis- 
minuido en  5.580  ps.  c/1. 

Veamos  ahora  las  cuentas  particulares. 
El  Banco  debía,  según  el  anterior  balance, 
á  sus  corresponsales,  ps.  123.093:03  oi'o  y 
ahora,  además  de  haber  saldado  esta  cuenta, 
aparece  con  un  crédito  conti-a  ellos  de 
15.292:98  oro. 

Las  letras  y  valores  á  cobrar  han  dismi- 
nuido en  ps.  31.483.759:95  c/[.  y  121.764:68 
en  oro,  de  donde  resulta  que  ha  realizado  en 
un  año  el  21  op  de  su  cartera  de  curso  legal 
y  el  2,  010  de  la  de  oi'o. 


Apesar  de  esto,  su  existencia  en  caja  ha 
disminuido  en  3.587.541:99  curso  legal  a- 
24.353:85  oro.  En  cambio  sus  depó.<itos  apa- 
recen reducidos  en  |  36.989.324:90  curso  le- 
gal y  10.465:70  oro. 

Una  suma,  que  se  calcula  al  rededor  de 
millón  y  medio,  de  lo  que  aparece  como  depó- 
sitos pagos,  está  representada  por  clieques 
en  circulación,  quedeben  figurar  en  la  cuen- 
ta de  Diver.sos.  En  todo  caso,  la  suma  paga- 
da es  considerable,  pues  de  las  fuertes  su- 
mas que  existían  en  depósitos  de  cil,  ha  sido 
efectivamente  amortizado  en  un  año,  pró- 
ximamente, el  32  o[o.  De  los  depósitos  á  oro, 
que  suman  poco,  la  amortización  es  de  cer- 
ca de  1 12  op. 

Lo  que  hemos  analizado  hasta  aquí  no 
puede  ser  más  satisfactorio,  habiendo  ade- 
lantado el  Banco  en  sus  cobranzas,  amorti- 
zación de  depósitos  y  liquidación  de  sus 
cuentas  de  emisión  con  el  Gobierno  Nacional, 
no  ob.stante  la  situación  exepcionalmente 
difícil  de  la  plaza  y  el  espíritu  poco  benévolo 
que  ha  habido  á  su  respecto. 

Como  único  punto  negro,  tenemos  la 
cuenta  de  deudores  en  gestión  y  mora  que, 
elevaca  á  59.258.118:56  c[l  y  3.638.164:61  oro, 
presenta  un  aumento,  en  curso  legal,  de 
23.039.084:24  y,  en  oro,  de  2.084.267:37. 

Esta  cuenta  ha  sido  matei'ia  de  muy  es- 
pecial estudio  y  se  ha  comprobado  que  par- 
te importante  sei'á  realizada  sin  quebrantos 
sensibles.— En  ella  figuran  fuertes  créditos 
contra  testamentarias  valiosas,  de  las  que  se 
obtendrán  el  pago  completo,  y  firmas  de  per- 
sonas acaudaladas  que  dificultades  transito- 
rias y  morosidad  en  la  realización  de  sus 
bienes,  han  colocado  en  el  caso  de  no  poder 
atender  con  i-egularidad  sus  servicios.  Por 
otra  parte,  en  el  deseo  de  garantirse,  el  Ban- 
co manifiesta  cierto  rigor  que,  si  bien  resul- 
tará en  su  beneficio,  trae,  como  con.secuencia 
inmediata,  el  aumento  déla  referida  cuenta. 

En  la  partida  de  Diversos,  en  la  que,  como 
se  sabe,  figuran  cuentas  de  muy  distinta 
naturaleza,  hay  en  el  activo  las  siguientes 
disminuciones:  ps.  6.934.805:09  curso  legal 
y  ps.  1.270.251:18  oro,  y  en  el  pasivo  las  de 
ps.  6.420.890:14  C[l  y  2.  503.573:13  oro. 

Es  de  notar  que  los  débitos  del  Banco  á  oro, 
incluyendo  los  depósitos,  acreedores  oficíales 
y  diversos,  solo  asciende  á  3.228.431:83,  míen  . 


DEL  Rio  de  la  Plata 


19 


tras  que  figuran  en  su  activo  9.187.662:43  oro, 
lo  que  lo  favorece,  especialmente  en  vista  de 
la  dificultad  que  existe  para  las  cobranzas  á 
metálico. 

En  el  nuevo  balance,  en  el  que  como  se 
vé,  se  disminuye  tan  fuertemente  el  debito 
de  la  partida  Diversos,  y  en  el  que  se  su- 
primen las  de  Conversión  de  monedas,  apa- 
,rece  el  siguiente  aumento  en  el  Fondo  de 
Reserva:  ps.  7.751.053,48  C[I  y  ps.  5.746.699.82 
oro. 

En  el  viejo  balance,  el  oi-o  estaba  calculado 
á  120.62  010  en  la  partida  de  conversión. 

La  cuenta  especial  de  utilidades  no  alcan- 
zaba, en  el  balance  anterior,  más  que  hasta 
Diciembre  de  1890,  mientrar-  que  el  nuevo 
comprende  las  producidas  hasta  el  dia  30  de 
Abril  del  91,  aumentándose  por  esto  en 
619.n45.09  cil. 

Si  sumámoslas  tres  partidas,  Capital,  Fon- 
do de  Reserva  y  utilidades,  tenemos  ps. 
52.163.390:'o8  en  cil  y  5.959.230:60  en  oro. 

Esto  es  todo  lo  que  resulta  del  análisis  del 
Balance  que  publicamos  y  de  su  compara- 
ción con  el  de  la  misma  fecha  del  año  ante- 
rior. 

¿En  cuanto  deberá  la  práctica  modificar 
sus  cifras?  ¿Es  posible  la  rehabilitación  de 
este  Banco,  que  durante  tanto tiempoha  ocu- 
pado en  América  el  primer  lugar  entre  las 
instituciones  de  su  género? 

Esto  lo  estudiaremos  oportunamente,  con 
toda  la  extensión  que  requiere;  pero,  de.sde 
ya,  podemob  anticipar  la  firme  convicción 
que  abrigamos  de  que  no  faltan  medios  para 
reorganizarlo,  de  modo  que,  en  breve,  pue- 
da renunciará  las  moratorias,  y  entrar  de 
nuevo  á  prestar  valiosos  servicios  á  la  pro- 
ducción de  la  Campaña,  á  la  industria,  y  al 
comercio. 

Este  es  un  asunto  que  debe  preferentemen- 
te preocupíu-  á  los  Poderes  Públicos  de  la  Pro- 
vincia, asumiendo  al  efecto  laactitud  que  el 
patriotismo  indica. 

A  la  Prensa 

La  dirección  de  La  Revista  envia  un  cor- 
dial saludo  á  la  prensa  del  Rio  de  la  Plata, 
á  cuyas  filas  se  incorpora  animada  de  sen 
timientosde  fraternidad  y  de  concordia. 


La  bandera  de  esta  publicación  es  de 
principios,  teniendo  en  mira  exclusivamen- 
te el  bien  público,  por  medio  del  triunfo  de 
la  verdad  científica,  cuyo  desconocimiento 
ha  engendrado  tantas  ruinas  y  ha  produci- 
do tan  acerbos  desengaños. 

La  dirección  de  La  Revista  podrá  incurrir 
en  errores,  pero  cometerán  injusticia  los  que 
sospechen  de  su  buena  fé;  ella,  por  su  parte, 
pi'otesta  desde  ya  su  respeto  por  las  ideas 
agenas,  aún  las  mas  opuestas  á  las  suyas, 
convencida  de  la  utilidad  de  las  controver- 
sias que  hacen  brotar,  al  fin,  la  luz  que  fe- 
cundiza y  que  engrandece,  cuando  el  de- 
bate se  mantiene  en  las  altas  esferas  que 
dignifica  al  periodismo  y  que  lo  elevan  al 
rango  de  principal  factor  del  progreso  y  de 
la  libertad. 


REPÚBLICA  ARGENTINA 


CRÓNICA  DE  LA  QUINCENA 


El  estado  de  sitio  nos  obliga  al  silencio; 
entretanto  publicamos  á  continuación  las 
cartas  por  las  cuales  consta  que  el  general 
Mansilla,  que  quizá  pudiéramos  llamar  el 
Girardin  argentino,  por  la  vivacidad  del 
pensamiento  y  la  fluidez  del  estilo,  se  hace 
cargo  de  la  parte  argentina  de  esta  sección 
de  la  Revista. 

Buenos  Aires,  25  Abril  1892. 

S'r.  Gral.  D.  Lucio   V.  MtmsiUa. 
Querido  amigo: 

Vo}^  á  publicar  la  segunda  serie  de  La 
Revista  Económica  del  Rio  de  la  Plata,  y 
cuento  con  su  valiosa  colaboración. 

La  primera  serie,  como  Vd.  recordará,  se 
publicó  en  Agosto  de  1870  hasta  Marzo  de 
1871,  fecha  en  que  la  fiebre  amarilla  me 
obligó  á  suspenderla.  Cuando  iba  á  conti- 
nuarla, Vá.  fundó  El  Mercantil,  y  la  galan- 
tería con  que  A^d.  me  franqueó  sus  columnas 
me  indujo  á  aplazarla,  aplazamiento  que  di- 
versas circunstancias  han  prolongado  has- 
ta hoy. 

Hay  más  de  veinte  años  desde  ese  ayer  que 


20 


Revista  Económica 


creo  estará  tan  vivo  en  sus  recuerdos  como 
en  el  mió.  Váse  así  la  vida,  pero  debe  ser- 
virnos de  consuelo  cuando,  como  en  este  ca- 
so, la  acción  destructora  del  tiempo  ni  apa- 
ga las  gratas  impresiones,  ni  puede  amen- 
guar los  lazos  de  sincera  amistad. 

Vd.  entonces  me  entregó  la  redacción  eco. 
nómica  de  su  diario;  le  pido  ahora  que  Vd. 
acepte  la  de  la  parte  política  argentina  de 
mi  Revista,  con  lo  cual  no  solo  me  favorecerá 
sino  también  á  todos  los  lectores  de  esta  pu- 
blicación. 

Esta  sección  de  la  Revista  será  exclusiva- 
mente su3^a;  y  completamente  en  sus  ma- 
nos estará,  como  debe  estar. 

A  primera  vista  puede  parecer  que  las  ho- 
jas diarias  son  la  más  propias  para  el  debate 
de  las  cuestiones  de  carácter  político,  pero 
no  es  así  sino  cuando  se  trata  de  propagan- 
da callejera.  La  actualidad  de  su  país  como 
la  del  mío,  requiere  obra  más  trascendental. 

Hay  que  restablecer  muchas  doctrinas  es- 
cenciales  hoy  oscurecidas  y  rectificar  errores 
históricos  que  extravian  el  criterio  público, 
paralo  que  convienen  publicaciones  que,  co- 
mo las  revistas,  ofrecen  el  espacio  necesario 
para  tratar  las  materias  con  toda  amplitud 
y  dan  lugar  á  lecturas  de  reposo. 

Ya  que  usted  es  militar,  le  representaré 
uno  y  otro  agente  de  opinión  pública,  por  el 
cañón  Hotchkiss  y  el  cañón  Bange.  El  pri- 
mero multiplica  sus  disparos  mientras  que 
el  segundo  lo  aventaja  por  el  alcance  y  por 
el  poder  de  perforación. 

La  coraza  del  malestar  genei-al  en  el  Río 
de- la  Plata,  requiere  el  empleo  de  la  artille- 
ría gruesa. 

Con  este  motivo  me  repito  su  af  mo.  amigo 
—Domingo  Lamas. 


Abril  29  1892. 

Mi  querido  Lamas: 

He  leído  con  mucho  gusto  su  afectuosa  de 
ayer. 

Ninguna  vicisitud  ha  interrumpido  nues- 
tra amistad,  desde  el  dia  en  que  nos  estre- 
chamos la  mano,  sin  egoísmo,  coincidiendo 
en  apreciaciones  sobre  más  de  un  problema 
.social. 

Y  veinte  años  de  observación  me  han  con- 
firmado en  lo  que  entonces  pensaba:  que  la 


vida  debe  mirarse  como  una  sociedad  de  so- 
corro mutuo.  Hoy  por  tí  mañana  por  mí,  es 
la  mejor  regla  de  conducta  social.  Lo  mis- 
mo que  en  política  no  ha;y  nada  más  cier- 
to que  el  dicho:  hoclic  míhi,  eras  iíbi.  ¿O  la 
mayoría  del  día  de  hoy  puede  no  ser  la  mi- 
noria  de  mañana  y  viceversa?  O  no  hay  en 
todo  lo  que  es  temporal,  un  interés  visible, 
de  todos,  en  garantirse  contra  las  asechanzas 
de  la  arbitrariedad,  que  es  siempre  abuso  y 
opresión,  vengado  donde  viniere,  aunque 
sea  bien  intencionada  y  pretenda  ser  tutelar? 

Cómo  quiere  Vd.  entonces  que  vacile  en 
decirle:  Sí,  puede  Vd.  contar  con  mi  pequeño 
continjente  quincenal;  sí,  espere  una  crónica 
política  de  lo  que  pase,  con  algunas  conge- 
turas  de  lo  que  pueda  pasar.  Tendrá,  desde 
luego,  se  lo  anticipo,  un  mérito:  será  breve. 

Los  que  sabemos  que  los  elementos  e.stán 
ahí  siempre  visibles  ó  invisibles,  —que  cuan- 
do más  seca  está  la  tierra  más  cargada  de 
agua  está  la  atmósfera,— no  ignoramos  que 
los  mismos  problemas  de  hace  veinte  años, 
con  nimias  diferencias,  son  los  problemas 
de  la  actualidad.  Qué  digo',  hace  medio  si- 
glo que  el  gran  problema  argentino  está  por 
resolverse. 

Don  Samuel  Lafone, — el  que  se  casó  con 
una  Quevedo,  el  padre  del  distinguido  escri- 
tor sobre  el  Valle  Calchaquí,  decía  cuando 
yo  era  muy  joven,  algo  que  recién  ahora,— 
asómbrese  Vd.,— entiendo  bien. 

«En  estos  paíse.s,  se  refería  principalmente 
á  las  Repúblicas  Argentina  y  Uruguaya, 
ningún  hombre  previsor  debe  ser  propieta- 
tario.  Está  expuesto  á  tres  cosas:  á  que  le 
confisquen  sus  bienes,  (esto  pasó  para  siem- 
pre, parece);  á  que  lo  ejecuten,  si  debe,  y 
está  apurado;  y  sobre  todo  á  que  los  gobier- 
nos paternales,  (que  en  todo  se  meten,  que 
todo  lo  quieren  reglamentar),  de  la  noche  á 
la  mañana  hagan  bajar  todos  los  valores  un 
cincuenta  por  ciento.  No!  Un  hombre  pru- 
dente debe  tener  siempre  su  dinero  en  caja, 
para  descontarlo  bien,  aunque  el  interés  sea 
bajo». 

Estamosen  estado  de  sitio,  medidaque  afec- 
ta hasta  el  fuero  interno,  y  mi  pluma  se 
resiste  á  desleír  más  «el  argumento». 

Yo  pienso  como  el  filósofo  que  más  me  ha 
hecho  meditar,  que  «las  naciones  suscepti- 
bles de  grandes  sacudimientos  tienen  gran- 


DEL  Rio  de  la  Plata 


21 


des  recursos»,  y  sé  que  estando  Yd.  conforme 
conmigo,  cree  que  la  base  de  la  economía 
política  está  en  la  no  intervención,  y  que  no 
hay  reglamento  que  valga  contra  la  ley  de 
la  oferta  y  la  demanda. 

Así,  pues,  hoy  como  antes,  nos  hemos  de 
entender:  aseguremos  la  justicia  y  la  liber- 
tad; los  imbéciles  se  quedarán  rezagados,  por 
su  culpa,  en  el  camino,  y  los  trabajadores 
animosos  no  tendrán  sino  ocasión  de  felici- 
tarse. 

Ante  la  prespsctiva  del  renacimiento  de 
La  Revista  Ecoxr3MiCA,  no  puedo  dejar  de 
sentirme  dominado  por  un  sentimiento  de 
tristeza.  Su  sabio  padre,  habiendo  pasado  á 
mejor  vida  quizá,  no  podrá  ya  nutrir  .sus 
columnas  con  el  caudal  de  su  ciencia  expe- 
rimental. 

El  famoso  Moltke,  dice,  que  la  guerra  ha- 
ce parte  de  las  leyes  de  la  humanidad  y  que 
en  economía  es  necesaria  para  el  equilibrio, 
ni  más  ni  menos  que  los  jubileos  antiguos. 

Que  en  paz  descanse  el  gran  fabricante  de 
batallas!,  y  que  la  Providencia  nos  libre  de 
gueri-as  y  de  gentes  que  desconozcan  este 
aforismo  «pagar  es  tener  crédito». 

El  continente  americano  está  dosiei'to  aún; 
hay  que  poblarlo,  que  civilizarlo  y  que  fun- 
dar en  él  una  nueva  cultura.  Tener  otro 
programa  no  es  obra  de  estadistas,  sino  ha- 
cer política  filibustera. 

Hasta  el  15  de  Mayo,  si  no  hay  cortapisas 
mentales. 


Su  amigo- 


Lucio  V.  Mcuisilla. 


REPÜBLICi  ORIENTAL  DEL  ¡EÜGIIAÍ 


CRÓNICA  DE  LA  QUINCENA 


En  medio  de  las  sombras  de  la  crisis  eco- 
nómica y  del  malestar  político,  aparece  como 
punto  luminoso  la  iniciativa  tomada  por  al- 
gunos ciudadanos  para  organizar  el  partido 
colorado  y  tratar  de  darle  representación 
popular. 

Esto,  que  tanto  nos  halaga,  no  será  com- 
prensible para  el  lector  del  extranjero,  que 
sin  duda  no  concibe  que  subsistan,  en  una 


democracia,  partidos  sin  organización  popu- 
lar y  menos  que.  en  esas  condiciones,  pueda 
ninguno  de  ellos  ejercer  el  gobierno  del  país, 
como  equivocadamente  se  atribuye  al  par- 
tido colorado. 

La  verdad  de  los  hechos,  sin  embargo,  es 
tal  como  la  expresamos.  La  situación  orien- 
tal es  una  situación  siii  géneris. 

Después  del  desborde  de  los  partidos  po- 
pulares, en  los  cuales  los  hombres  de  pensa- 
miento se  vieron  dominados  por  la  influen- 
cia del  caudillaje,  que  arrastrando  las  ma- 
sas disponía,  á  su  antojo,  de  los  destinos  pú- 
blicos, el  cansancio  y  el  horror  que  inspira 
la  guerra  civil  impusieron  una  especie  de 
tregua,  durante  la  cual,  sobre  la  base  de  la 
supresión  del  sufragio  libre  y  de  la  acción 
de  los  elementos  populares,  se  constitu^^eron 
los  poderes  públicos  con  hombres  de  todos 
los  partidos. 

Conjuntamente  con  esto,  se  operaron  cam- 
bios radicales  en  las  condiciones  generales 
del  país. 

El  perfeccionamiento  de  las  armas  moder- 
nas, que  disminuyendo  la  acción  del  valor 
individual  y  la  eficacia  de  los  elementos  po- 
pulares de  lucha,  aumentan  la  fuerza  de  los 
gobiernos;  la  extensión  de  los  ferrocarriles; 
el  alambrado  de  los  campos  y  el  hilo  tele- 
gráfico, consumaron  mientras  tanto  la  anu- 
lación del  caudillaje  y  establecieron  el  pre- 
dominio de  la  capital,  centro  de  los  medios 
preponderantes  en  las  luchas  armadas;  y  de 
allí  la  organización  de  gobiernos  híbridos, 
que  no  son  ni  colorados,  ni  blancos,  ni  cons- 
titucionalistas,  pero  que,  merced  á  aquel 
predominio  y  á  aquellos  hechos  que  conclu- 
yeron con  el  caudillaje,  garanten  la  paz 
pero,  desgraciadamente,  nada  mas  que  la 
paz. 

La  verdad  es  esa;  desde  entonces  hemos 
tenido  y  contituamos  teniendo  un  simula- 
cro de  gobierno  del  partido  colorado,  detrás 
del  cual  no  viene  sucediéndose  mas  que  el 
imperio  del  personalismo  que  todo  lo  absor- 
ve  y  todo  lo  falsea. 

Recórranse  imparcialmente  nuestros  ana- 
les políticos  de  las  últimas  administraciones 
de  1876  en  adelante,  y  se  verá  que  en  ellas 
han  colaborado  hombres  de  todos  los  parti. 
dos,  siendo  rara  excepción  la  personalidad 
sobresaliente  que  durante  este  período  no 


22 


Revista  Económica 


haya  participado  del  g-obierno,  entrando  á 
formar  parte  de  alguna  de  las  ramas  de  la 
Administración. 

Ya  que  incidentalmente  hemos  tocado  es- 
te punto,  es  bueno  que  aprovechemos  la 
oportunidad  para  observar  que,  por  eso 
mismo,  compartimos  todos  los  que  hemos 
actuado  en  esas  situaciones,  aunque  en  pro- 
porciones diversas,  de  las  responsabilidades 
inherentes;  y  si  bien,  desde  aquella  época,  se 
ha  conservado  siempre  alzada  la  bandera  del 
partido  colorado,  este  no  ha  actuado  efecti- 
vamente, desde  que  no  ha  podido  hacerse  oir, 
ni  votar  como  tal,  ejerciéndose  y  trasmitién- 
dose el  gobierno  por  inspiraciones  y  por 
combinaciones  de  esfera  extraña  á  la  acción 
genuinamente  democrática  y  partidista. 

Durante  estos  dos  últimos  períodos,  la 
tendencia  de  exclusión  del  partido  que  en 
el  nombre  rige  los  destinos  del  país,  se  ha 
acentuado,  sin  duda  por  el  patriótico  de«eo 
de  consolidar  la  concordia  en  medio  de  si- 
tuaciones relativamente  difíciles,  pero  á 
nuestro  modo  de  ver  se  ha  equivocado  el 
camino  que  conduce  á  la  consolidación  y  á 
la  verdad  de  nuestras  instituciones,  desde 
que,  en  las  democracias  todo  es  efímero 
cuando  no  se  ré^-^peta  el  sufragio  libre  ni  gi- 
ran, dentro  de  su  órbita  legal  y  eficiente  los 
partidos  constitucionales. 

Los  males  actuales,  después  de  los  cambios 
operados,  no  tienen  ya  su  raíz  en  la  intran- 
sigencia partidista,  sino  que  son  la  nonse" 
cuencia  lógica  de  la  prolongación  de  una 
vida  administrativa  sin  origen  institucio- 
nal. Son  los  frutos  naturales  del  incondicio- 
nalismo político,  agravado  con  la  supresión, 
en  que  con  tanto  empeño  se  reincide  de  las 
oposiciones  que  corrigen  y  estimulan  para 
el  bien. 

La  última  modificación  ministerial,  que  dio 
entrada  en  el  gobierno  á  uno  de  los  miem- 
bro más  caracterizados  del  partido  colora- 
do, parece  indicar  en  el  Presidente  de  la  Re- 
pública, cuya  clara  inteligencia  es  de  todos 
reconocida,  la  alta  inspiración  de  dignificar 
la  situación  política  del  país,  inaugurando 
con  su  partido,  y  de  acuerdo  con  sus  com- 
promisos, una  nueva  era  de  vida,  leal  y 
francamente  constitucional. 

Si  ésto  se  reahza,  como  lo  esperamos,  este 
pe. iodo  presidencial,  que  tiene  que  luchar 


con  tantas  y  tan  graves  dificultades  econó- 
micas, puede  todavía  hacerse  memorable, 
marcando  la  era  de  nuestro  renacimiento 
político,  base  de  toda  mejora  fundamental 
en  el  orden  económico  y  financiero  del  país. 

El  tiempo  ya  ha  hecho  su  obra;  han  desa- 
parecido los  caudillos  y,  con  ellos,  las  pasio- 
nes de  carácter  sanguinario  que  el  patriotismo 
3^  la  civilización  han  repudiado  por  completo; 
queda  de  los  partidos  históricos  tan  sólo  la 
división  radical  de  sus  tendencias  primi- 
tivas. 

El  blanco  es  el  pai'tido  conservador,  el 
colorado  es  el  partido  progresista;  y  así  ca- 
racterizados, tienen  derecho  á  que  se  les  abra 
de  una  vez  las  puertas  de  la  vida  democráti- 
ca, con  lo  que  han  de  volver  á  su  seno  todos 
los  elementos  pensantes  de  ellos  disgregados 
en  épocas  anteriores,  desapareciendo  así  la 
agrupación  constitucionalista,  como  tiene 
que  desaparecer  en  las  luchas  democráticas 
toda  agrupación  que  no  cuente  con  elemen- 
tos populares,  so  pena  de  no  ejercer  más  ac 
ción  política  que  la  que  quieran  concederle 
sus  adversarios  ó,  continuando  el  estado  ac- 
tual de  cosas,  de  ver  reproducir  el  hecho  de 
ingresar  sus  miembros  á  las  Cámaras,  vio- 
lando la  Constitución  cuyo  nombre  invocan. 

Tampoco  es  patriótico  privar  al  país  del 
continjente  deintelijendascomo  las  con  que 
cuenta  esa  fracción  política;  y  al  realizarse 
ésto,  los  constitucionalistas  no  harán  más 
que  reconocer  lo  que  los  hechos  han  sancio- 
nado.—Cuando  en  una  democracia  las  masas 
populares  no  aceptan  un  programa  de  par- 
tido, la  tentativa  que  él  represente  ha  fracasa- 
do. Hay  además  del  hecho  del  fracaso,  la  mo- 
dificación de  las  condiciones  políticas  y 
sociales  que  motivaron  la  iniciación  del 
nuevo  partido.  Lo  que  hoy  ellas  aconsejan 
ya  noesla  eliminación  sino  la  reconstrucción 
y  la  vida  regular  de  nuestros  dos  grandes 
partidos. 

Ahí  está  el  progreso,del  cual  el  movimien- 
to á  que  nos  referimos  al  principio  es  un 
signo  favorable. 

En  cambio  de  ésto,  en  otra  parte  del  hori- 
zonte se  presenta  la  nube  de  nuevas  divisio- 
nes enervantes  del  partido  colorado,  que  nos 
es  traída  por  el  espíritu  de  intriga  de  unos, 
y  la  poca  meditación  de  otros.— Nos  referí- 


DEL  Rio  de  la  Plata 


23 


mos  á  la  cuestión  religiosa,  que  no  puede  su- 
citarse  con  menos  oporlanidad. 

No  están  en  discusión  ni  las  preirogativas 
del  Estado  en  presencia  del  Papado;  tenemos 
en  práctica  el  registro  civil  y  la  educación 
laica  en  toda  su  amplitud,  mientras  que, 
como  ya  lo  hemos  dicho,  está  por  reivindi- 
carse la  verdad  de  nuestro  régimen  demo- 
crático, á  cuyo  restablecimiento  deben  con- 
verjer  todas  las  inteligencias  y  todas  las 
voluntades,  objetivo  del  que  no  es  patriótico 
dejarse  distraer. 

Por  otra  parte,  las  diversas  escuelas  socia- 
les deben  buscar  exclusivam  ente  en  el  su- 
fragio libre,  que  es  condición  de  adminis- 
traciones regulai-es  y  de  dignidad  de  todo 
ciudadano,  las  gara  ntías  para  el  debate  de 
sus  aspiraciones,  más  positivas  que  las  que 
pueden  proporcionarles  toda  propaganda 
de  principios  en  nuestra  actual  anorma- 
lidad. 

Esa  obra  que  los  más  elementales  deberes  á 
todos  nosimpone,  será  degrandesé  inmedia- 
tos resultados. 

Quizá  algunos  quieran  tacharnos  de  optimis- 
tas, pero  creemos  firn)emente  que. la  Repú- 
blica Oriental  es  de  las  naciones  americanas 
la  que  está  mejor  preparada  para  la  consoli- 
dación de  buenos  gobiernos,  en  medio  de  la 
democracia. 

La  República  Argentina,  cuyo  espíritu  pú- 
blico, con  sus  viriles  manifestaciones  q"  tan- 
to la  honran,  lucha  con  las  diflcultadesinhe- 
rentesá  su  extensión  territorial,  átendencia.* 
discordantes  y  al  hecho  deque  sus  grandes 
centros  de  ilustración  3^  progreso  general  se 
hallan  eninmensaminoriaproporcionalmen- 
te  á  las  poblaciones  provinciales  del  interior, 
donde  el  ejercicio  de  los  derechos  políticos 
es  mucho  menos  eficiente  que  en  el  litoral. 

La  situación  del  Brasil  presenta  los  más 
graves  problemas. —Tiene  cuestiones  de  raza, 
antagonismos  locales,  y  divergencias  de 
regímenes  políticos. 

La  República  Oriental,  en  cambio,  posee 
un  progreso  unifoi-me;  el  respeto  del  prin- 
cipio de  autoridad  está  consolidado  en  todo 
el  país,  y  solo  le  falta  el  que  las  clases  diri- 
gentes se  resuelvan  á  darle  los  beneficios  de 
lasluchas  lealesde  lademocrácía,suprimien- 
to  el  cesarismo  y  el  imperio  de  los  favoritos 
y  de  las  camarillas. 


Se  agita  y  se  sostiene  con  calor  la  conve- 
niencia de  nacionalizar  los  extrangoros, 
concediéndoles  derechos  políticos. 

La  idea  en  sí  merece  apoyo,  siempre  que 
la  nacionalización  se  efectúe  en  condiciones 
convenientes;  pero  hay  algo  más  importante 
que  hacer,  que  es  devolver  á  los  orienta- 
les la  acción  que  les  corresponde  y  á  los  par- 
tidos la  autonomía  indispensable  para  que 
vivamos,  que  ya  es  tiempo,  la  vida  de  las 
naciones  libres,  que  consolidan  su  existen- 
cia porque  inspiran  el  respeto  universal. 


Esta  quincena  presenta  la  especialidad  de 
iniciativas  parlamentarias,  cosa  á  que  no 
nos  hallamos  habituados. 

Además  del  ya  traqueteado  proyecto  de 
nacionalización  de  los  extranjeros,  detrás 
del  cual  no  quieren  algunos  ver  mas  que  el 
medio  con  que  una  agrupación  trata,  equi- 
vocándose tal  vez,  de  aumentar  el  número 
de  los  votantes  complacientes,  cosa  menos 
fácil  tratándose  de  la  gran  masa  de  los  ciu- 
dadanos naturales,  alejados  vi rtualmente  do 
las  urnas,  hemos  tenido  los  dos  proyectos  de 
ley  del  Dr.  D.  José  Román  Mendoza,  miem- 
bro independiente  del  Cuerpo  Legislativo  y 
uno  de  los  mas  caracterizados  campeones  del 
partido  colorado. 

Ambos,  aunque  de  distinto  orden,  presen- 
tan verdadera  importancia. 

El  primero  tiene  por  objeto  devolver  á  los 
militares  que  no  están  al  mando  de  fuerzas, 
el  ejercicio  de  los  derechos  políticos. 

No  puede  desconocerse  la  conveniencia  de 
que  los  jefes  que  tengan  mando  efectivo  de 
fuerzas,  se  con.sideren  impedidos  para  for- 
mar parte  de  los  clubs  políticos,  y  tomar 
participación  directa  en  sus  trabajos  y  en 
sus  manifestaciones;  pero  la  inteligencia 
dida  por  un  decreto  del  P.  E.,  lleva  esta  in- 
compatibilidad fuera  de  sus  límites  raciona- 
les y  admisibles.  Se  ha  confundido  el  man- 
do efectivo  de  fuerzas  con  el  hecho  de  figu- 
rai',  por  la  jerarquía  ú  otras  circunstancias 
entre  las  clases  activas  y  se  ha  coartado  en 
general  á  todas  estas  el  ejercicio  de  los  de- 
rechos del  ciudadano. 

En  Buenos  Aires  no  se  concibiría,  sin 
duda,  que  un  gobierno  vedase  el  ejercicio 
de  los  derechos  políticos  á  los  tenientes  ge- 


24 


Revista  Económica 


11  éralos  Mitre  y  Boca  ni  á  los  g-enerales  Man- 
silla,  Bosch,  Campos  y  tantos  otros,  que  tie- 
nen, por  sus  antecedentes  políticos,  su  inte- 
lig-encia  y  aspiraciones  patrióticas,  no  solo 
el  derecho  sino  también  el  deber  de  velar  ac- 
tivamente por  los  intereses  públicos  y  por 
los  de  sus  respectivos  partidos:  y.  sin  em- 
bargo, si  aquí  imperase  la  interpretación 
gubernativa  oriental,  ellos  estarían  coloca- 
dos en  el  inconcebible  dilema  de  obtar  entre 
la  posición  que  les  dan  sus  servicios  y  el 
ejercicio  de  sus  derechos  políticos,  ó.  lo  que 
es  lo  mismo,  el  cumplimiento  de  los  deberes 
de  ciudadano  y  de  partidista. 

El  otro  proyecto  tiene  por  objeto  dar  una 
extensión  lógica  á  la  ley  que  dispone  que 
todas  las  obras  públicas  se  hagan  por  licita, 
ción,  determinando  que  debe  hacerse  lo  mis- 
mo cuando  se  trate  de  entregar  á  empresas 
servicios  públicos  remunerados  con  impues- 
tos, como  los  faros,  etc. 

Es  en  efecto,  una  verdadera  anomalía  le- 
gislativa la  que  subsiste,  imponiéndose  la 
licitación  hasta  para  ti-abajos  de  doscientos 
pesos,  mientras  se  le  deja  al  P.  E.  facultad 
para  hacer  conseciones,  sin  formalidad  al- 
guna, que  representan  á  veces  el  percibo  de 
rentas  de  muchos  miles  de  pesos  al  mes. 

Verdad  es  que  la  lógica  que  .se  busca  en 
la  disposición  legislativa,  el  P.  E.  la  ha  es- 
tablecido á  .su  modo,  prescindiendo  de  las 
licitaciones  para  casos  en  que  está  por  la  ley 
expresamente  ordenada. 

Según  se  dice,  este  proyecto  será  auiplia- 
do  por  otro  .señor  diputado. 

Por  nuestra  parte,  al  aplaudir  las  refei-idas 
iniciativas,  debemos  manifestar  que  no  nos 
es  dado  esperar  reciban  sanción  definitiva, 
puesto  que  todo  lo  que  tiene  el  carácter  de 
autonomía  genuinamente  parlamentaria,  es 
contrario  á  la  esencia  del  régimen  impe- 
perante. 

Las  Cámaras  son  para  nuestros  gobiernos 
personales, meras  dependienciasque  ha  mon. 
tado  para  poner  el  sello  legislativo  á  lo 
que  por  forma  lo  requiera;  y  esta  idea  está 
tan  encarnada,  que  todo  acto  que  impor- 
te el  ejercicio  de  una  atribución  propia, 
es  con.siderado  por  el  centro  cardinalicio  del 
P.  E.  como  un  menoscabo  de  facultades  in- 
dispensables para  el  buen  gobierno. 

Lo  que  pasó  con  el  tan  opoi-tuno  como  bien 


elaborado  proyecto  del  distinguido  diputa- 
do Dr.  D.  Luis  Mellan  Laflnur.  sobre  la  su- 
presión de  la  enseñanza  del  latín,  es  una 
prueba  de  e.ste  mal,  que  importa  no  solo  de- 
primir una  de  las  ramas  del  gobierno,  sino 
también  exterilizar  el  provechoso  caudal 
de  las  competencias  con  que  cuenta  el  Poder 
Legislativo. 

Esto  no  implica  un  cargo  especial  á  la  ad- 
ministración actual.  Hay  que  ser  justo  ante 
todo;  es  el  resultado  de  un  estado  de  cosas 
establecido  desde  mucho  antes  y  fuerte- 
mente arraigado  3' contra  el  que,  es  de  es- 
perar, los  actuales  hombres  del  gobierno 
han  de  tratar  de  reaccionar. 


La  disposición  policial  mandando  desalojar 
de  la  ciudad  vieja  las  casas  de  prostitución, 
viene  siendo  todavía  materia  de  graves  dis- 
cusiones, manifestándose  un  celo  por  los 
derechos  constitucionales  de  las  prostitutas, 
que  se  creen  vulnerados,  cuando  la  supre- 
sión práctica  de  los  derechos  políticos  de 
todos  los  ciudadanos  es  cosa  que  no  preocupa 
á  la  prensa  en  general  3'  no  dá  lugar  á  nin- 
guna manifestación. 

Considerando  la  cuestión  en  sí,  nos  parece 
que  no  hay  pretexto  legal  para  el  alboroto 
que  se  hace.  La  Constitución  al  garantir  las 
acciones  privadas  de  los  hombre.s,  establece 
las  limitaciones  naturales  impuestas  por  el 
orden  social  y  los  derechos  de  terceros. 

Si  bien  no  puede  e.stinguirse  la  prostitu- 
ción por  medio  de  disposiciones  administra- 
tivas, y  ellas  constituyen  actos  de  carácter 
completamente  privado,  también  es  cierto 
que  la  exhibición  del  vicio  afecta  profunda- 
mente el  orden  social  .y  causa  evidentes  per- 
juicios á  terceros,  que  es  deber  de  todo 
gobierno  evitar. 

Es  oportuno  recordar  aquí  lo  que  en  el 
caso  análogo  del  juego  decía  Federico  Passy: 
«Se  puede  decir  que  suprimiendo  los  gran- 
des establecimientos  de  juego  el  Estado 
no  los  .suprime  para  los  que  están  poseídos 
de  la  pasión  del  juego,  á  quienes  se  obliga  sim- 
plemente á  ir.se  hacer  desplumaren  casas  de 
baja  esfera  en  las  cuales  los  fraudes  son  más 
fáciles.  Pero  se  puede  decir  también,  por 
otra  parte,  que  para  ir  á  jugar  en  esas  casas 
es  preciso  estar  poseído  de  la  pasión  dei 
juego,  y  que  el  peligro  no  existe  más  que 


DEL  pjo  DE  i,A  Plata 


25 


para  los  que  van  expresamente  á  buscarlo.— 
\o  sucede  lo  mismo  con  estas  casas  que  se 
exhiben  á  todos  y  se  encuentran  en  el  ca- 
mino; ya  no  es  aquí  sólo  el  jugador  empe- 
dernido el  hombre  que  deliberadamente  va 
á  buscar  la  fortuna  ó  la  ruina  y  que  en  esas 
casas  entra:  es  el  hombre  que  nunca  ha  to- 
cado una  carta  es  el  extranjero  que  pasa  y 
una  vez  en  ella  toma  el  vicio,  se  connatura- 
liza con  él».— Aislar,'e vitar  la  ["ostentación 
del  vicio,  no  es  pues  masque  evitar  perjui- 
cios de  terceros. 

Esto  están  elemental,  que  en  las  reglamen- 
taciones rudimentarias  de  las  poblaciones 
quichuas, en  la  época  de  la  conquista,  ya 
encontramos  establecido  lo  que  en  nuestra 
sociedad  tan  civilizada  se  quiere  desconocer. 

Dejo  la  palabra  al  Inca  Garcila.'-o  que  his- 
toriando lasinstituciones  quichuas  refiere  en 
los  siguientes  términos  lo  que  al  respecto 
habíase  establecido. 

«Resta  decir  de  las  mujeres  públicas,  las 
cuales  permitieron  los  incas  por  evitar  ma- 
yoresdaños,  que  vivían  en  unas  malas  chozas, 
cada  una  de  por  sí,  y  no  juntas:  no  podían 
entrar  en  los  pueblos,  porque  no  se  comuni- 
casen con  las  otras  mujeres.  Llámaseles  Pam- 
payruna,  nombre  que  significa  la  morada  y 
el  oficio,  porque  es  compuesto  de  Pampa, 
que  es  plaza,  ó  campo  llano  (que  ambas  sig- 
nificaciones contiene)  y  de  Runa  que  en  sin- 
gular quiere  decir  persona,  hombre  ó  mujer; 
y  en  plural  quiere  decir  gente:  juntas  am- 
bas dicciones,  si  las  toman  en  la  significa- 
ción del  campo,  Pampayruna  quiere  decir 
gente  que  vive  en  el  campo,  esto  es,  por  su 
mal  oficio;  y  si  las  toman  en  la  significación 
de  plaza,  quiere  decir  persona  ó  mujer  de 
plaza,  dando  á  entender  que  como  la  plaza 
es  pública 

«Los  hombres  las  trataban  con  grandísimo 
menosprecio.  Las  mujeres  no  hablaban  con 
ellas,  so  pena  de  haver  el  mismo  nombre,  y 
ser  trasquiladas  en  público,  y  dadas  por  in- 
fames, y  ser  repudiadas  de  los  maridos,  si 
eran  casadas.  No  las  llamaban  por  su  nom- 
bre propio  si  no  Pampayruna,  que  es  ramera.» 

Como  observación  desiciva  en  favor  de  los 
derechos  de  la  prostitución,  se  menciona  que 
la  Constitución  establece  que  ningún  habi- 
tante puede  ser  obligado  á  lo  que  la  ley  no 
mande,  agregándose  que  nuestras  Cámaras 


no  han  dictado  ninguna  ley  al  respecto,  pero 
esto  no  tiene  base  paesto  que  la  misma  Cons- 
titución declara  en  su  fuerza  y  vigor  las  le- 
yes que  rejían  hasta  entonces  en  todas  las 
materias  y  puntos  que  directa  ó  indirecta- 
mente no  se  opusiesen  á  la  Constitución  ni  á 
los  decretos  y  leyes  que  se  dictasen. 

La  falta  de  disposiciones  legales  de  la  Na- 
ción, deja  en  estas  materias  subsistentes  la 
antiguas  leyes  españolas,  y  en  vista  de  ellas 
el  gobierno,  en  vez  de  proceder  en  este  caso 
extralimitando  facultades  legales,  no  ha 
hecho  todo  lo  que  podría  hacer. 


Revista  bursátil 

Más  de  una  vez,  como  hoy,  han  de  ver  los 
lectores  de  esta  sección  relaciones  de  hechos 
en  pugna  abierta  con  las  teorías  económicas 
que  quizás  sostengan  los  verdaderos  redac- 
tores de  la  especialidad  en  esta  misma  Re- 
vista. ¡El  oro  ha  bajado  por  abundancia  de 
papel!  !E1  billete  se  ha  apreciado  porque  está 
menos  escaso!  Parece  un  disparate  y,  .sin  em- 
bargo, nada  más  cierto.  La  terminación  de  la 
campaña  electoral  dando  seguridades  de  paz 
ha  hecho  más  fáciles  los  descuentos,  que  se 
han  tratado  liberalmente  entre  10 1/4  y  11  o/o, 
segiín  firmas  y  plazos,  y  esta  baja  en  el 
interés  ha  repercutido  en  la  Bolsa,  en  que  se 
han  hecho  pases  de  onzas  (fin  de  Abril  á  fin 
de  Mayo)  con  30  á  60  centavos,  lo  que  cons- 
tituye una  mala  colocación  para  nuestros  ca- 
pitalistas, acostumbrados,  meses  atrás,  hasta 
1  li2y  2  puntos  en  onza,  y  les  ha  hecho  buscar 
otras  inversionesabandonandoel  oro,  que  al 
no  recibirse  de  nuevo,  ha  ocasionado  la  baja 
de  56  á  54.70  la  onza  (336.10  o[o;,  precio  á  que 
cierra  con  tendencia  de  seguir  bajando  en 
Mayo,  á  poco  que  ayuden  los  acontecimien- 
tos políticos  que  se  esperan. 

Algo  valorizados  los  cheques  del  Banco  de 
la  Provincia,  que  la  emisión  de  certificados 
había  depreciado  exageradamente  en  los 
primeros  momentos,  y  que  noticias  de  una 
mejor  situación  del  Banco  han  empezado  á 
apreciar. 

En  dos  puntos  ha  mejorado  el  Empréstito 
Nacional  Interno,  á  lo  que  ha  contribuido  la 
suscrición  en  este  título  de  las  nuevas  accio- 


28 


Eevista  Económica 


nesdel  Banco  delaNación.  Fracasada  esta  en 
el  día  de  la  fecha  con  poco  más  de  40J)00 ac- 
ciones suscritas  sobre  100.000  pedidas,  el  valor 
de  este  título  será  él  que  merezca  como  papel 
de  renta,  é  indudablemente  no  está,  eJ  que 
tiene  hoy,  en  armonía  con  el  valor  del  dinero 
en  plaza. 

Las  acciones  de  los  Bancos  Español  é  Italia 
han  mejorado  en  dos  puntes,  y  expecialmen- 
te  por  las  primeras  hay  mucha  demanda,  lo 


que  no  es  extraño  dado  el  movimiento  cada 
día  creciente  que  se  nota  en  sus  negocios. 

De  la  Bolsa  de  Montevideo,  los  precios  in- 
sertos darán  idea  de  su  calma  y  los  que  fre- 
cuentan la  de  Buenos  Aires,  pueden  ver 
cada  día  llegar  nuevos  corredores  de  aquella, 
que  buscan  entre  nosotros  lo  que  allí  falta: 
comisiones. 

V. 


Movimiento  bursátil  de  la  segunda  quincena  de  Abril  de  1892 


BOLSA  DE  BUENOS  AIRES 

(DEL  15  AL  30  DE  ABRIL) 


Metálico 


Onzas 

Libras  esterlinas. 


Cambios 


Inglaterra. 
Francia.. . 

Bélgica 

Alemania. 


Cheques 


Banco  Nacional 

Banco  de  la  Provincia 

Banco  Hipotecario  de  la  Provincia— bonos. 
Banco  Inglés  del  Rio  de  la  Plata  (papel)... 


(oro). 


Cédulas  Hipotecarias  Nacionales 


Serie 

A 

(oro)  5  % 

de  1 

ent 

» 

A 

m/n  7  % 

» 

» 

» 

B 

»    7  X 

» 

» 

» 

C 

»    7  X 

» 

» 

» 

D 

»    7  % 

» 

» 

» 

E 

»    7% 

» 

» 

Cédulas  Hipotecarias  Provinciales 

Serie  A  (oi-o)  6  '''„  de  renta  sin  operación 


sin  operación 


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ABRIL  15 


55.40 
17.13 


5.08'/, 
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4.11 


30  — 
51.  \, 
11 -^¡ 

nominal 


29  - 
95  — 
93  — 
84.50 

85  — 
85  - 


15  — 
30.50 
29.50 
29  - 
29.60 
29.70 
30.50 
29.60 
29.50 


Mas  bajo 


54.10 
16.80 


48.1/4 
5.07 
5.08 
4.09 


30  - 

51.  Vo 

11 -V¡ 
19  — 
nominal 


27  - 
94  — 
95.50 
85  — 
83  — 
83  - 


12  — 
29.80 
29.20 
28.90 
28.70 
29.50 
30  - 
29  — 
29  - 


Mas  alto 


Ultimo  precio 

HASTA 
.\BRIL  30 


56  — 
17.35 


48. -/.G 
5.08 
5.09 
4.10 


31  - 
61  - 

11  ^,'4 
19  — 
nominal 


27  - 
97  — 
95.50 

85  — 

86  - 

87  — 


12  — 

12  - 

30  - 

30  - 

30  - 

30  — 

29.50 

29.50 

29.50 

29  - 

29.50 

29.50 

30  - 

30  — 

29.60 

29.30 

29.60 

29.30 

54.70 
16.95 


48.1/4 
5.07 
5.08 
4.10 


31  - 

51.1/0 

11.  v; 

20  - 

nominal 


27  - 
97  - 
95.50 

85  — 

86  — 

87  - 


DEL  Rio  de  l.\ 

Plata 

27 

Último  precio 

HASTA 

ABRIL  lo 

1 

Mas  bajo 

Más  alto 

Úitimo  precio 

HASTA 

ABRIL  30 

Séi-ie  M  ra  n  8  %  de  renta 

»      N      »    8  ",(,    »        T,     

29.60 
29.60 
29.60 
29.60 

57.80 

86  - 

64  — 

26  - 
34  - 

80  - 

27  - 
63  - 
38  - 

125  - 

8.40 

65  - 

51-% 

5.42 
nominal 

4.36 

29.10 
29  — 
29  - 

29.10 

58  - 

85  - 
64  — 
27  ^ 
35  - 

80  - 
29  - 
63  - 
41  - 
125  - 

8.20 
51  — 
89.20 
26.80 
26.40 
34.60 

51.% 
5.41 
5.42 
4.36 

29.60 
29.60 
29.50 
29.60 

59.90 

87.50 
65  - 
27  - 
36  - 

80  - 
29  - 
64.50 
41  — 
125  - 

8.90 
68.80 
40  — 
29  - 
29  - 
35  - 

51.% 
5-41 
5.42 
4.36 

29.20 
29  30 

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29.20 

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29.30 

Fondo.s  y  Títulos  Públicos 

Empréstito  Nacional  Interno  de  1891 

Acciones 

BA^x'os 

Español  del  Rio  de  la  Plata 

Italia  y          »      »    »     »      (oro) 

59.20 

87.50 
65  — 

Crédito  Real 

27  — 

Nuevo  Banco  Italiano ..\ 

compañías 
La  Edificadora                      

36  - 

80  — 

La  Previsora  (Compañia  de  Seguros) 

La  Primitiva  de  Gas 

29  - 
64.50 

Gas  Argentino 

40  — 

Empresa  del  Ed-iücio  de  la  Bolsa 

125  - 

BOLSA  DE  MONTEVIDEO 

(DEL  15  AL  30  DE  ABRIL) 

Acciones  Banco  Nacional 

8.20 

Billetes         »           »        

54.80 

Deuda  Unificada 

40  — 

Títulos  hipotecarios  Serie  D 

26.80 

Cédulas  hipotecarias    »      A 

Deuda  amortizable. ...  •         .                

29  - 
34.60 

Inglaterra 

51.% 

Francia 

5.41 

Bélgica ... 

5.42 

Alemania 

4.36 

28 

Revista 

Económica 



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N 

APITAL 

ONDO  DE  RESERVA 

EPOSITOS 

CREEDORES   OFICIA 
Gobierno  de  la  Provin 

Haia  do  Cnn\'fiTSÍnn 

IVERSOS 
TILIDADES 

Do   1888  á    30   do   Al 
ño.  1891 

ITULOS  EN  DEPOSIT 
Cédulas  Hipotecarias. 
Varios  títulos. 

OBIERNO  NACIONAL 
EY  17  OCTUBRE  DE 

Lz  Plata,  Abril  8  de  i8 

cd 

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lí")  (le  mayo  de  J892. 


REVISTA    ECONÓMICA 


DEL 


RIO  DE  LA  PLATA 


DIRECTOR:    DOMINGO    LAMAS 


LOS  TRATADOSJE  COMERCIO 

a  l'rol'úsito  dk   una  iniciativa  del 
Gobierno  Obtrntai. 

I 

Consecuente  con  el  propósito  manifesta- 
do en  mi  articulo  programa  del  ni'imero  an- 
terior, en  el  cual  declart' que  concretaría  mi 
colaboración  á  las  cuestiones  de  di%  ersa  ín- 
dole, de  carácter  intei'nacional.  me  propongo 
hoy  examinar  un  asunto  de  máxima  impor- 
tancia; me  refiero,  en  g-enei-al,  á  la  celebra- 
ción de  tratados  de  comercio  entre  las  nacio- 
nes americanas  y  las  europeas  y,  en  particu- 
lar, á  la  actitud  que  en  e.<ta  materia  le 
convendría  asumir  á  la  República  Oriental 
del  Urug-uay. 

Justifica  la  preferencia  que  le  doy,  para 
iniciar  mis  tai-eas,  k  tema  de  por  sí  tan  inte- 
resante, la  resolución  de  la  cancillería  uru- 
gua.ya  de  entablar  negociaciones  para  la 
conclusión,  con  Franciay  .\lemania,  de  ti-a- 
tados  de  comercio,  resolución  de  fiue  dá  no- 
ticia un  mensaje  i'ecienteinente  dirijido  por 
el  P.  E.  al  Senado  Orientaren  cumplimiento 
de  un  precepto  de  la  Constitución. 

Ninguna  cuestión  reviste  mayor  impor- 
tancia para  las  naciones,  consideradas  del 
punto  de  vista  de  sus  intereses  económicos, 
que  la  que  se  desprende  de  la  celebración 
de  tratados  de  comercio,  que  .suelen  equiva- 
ler á  la  renuncia  de  preri-ogativas  sobei-a- 
nas,  cual  la  de  reglamentar  periódicamente 
las  tendencias  y  el  mecanismo  mercantil  é 
industrial:  y  esa  importancia  adquiere  ma- 
yores proporciones  tratándose  de  países  nue- 


vos, en  plena  evolución,  dond;^  todo  es   in- 
cierto y  problemático  íuín. 

Los  pai.ses  hispano-americanos  ocupan, 
ante  la  vieja  Europa,  una  posición  especial 
creada  tanto  por  el  estado  constitutivo  em- 
brionario á  que  me  acabo  de  referir,  cuanto 
perla  distancia  que  los  separa;  y  la  distan- 
cia en  materias  de  comercio,  de  industrias 
y  de  productos,  es  un  factor  que  suele  mo- 
dificar í'undi'uientalmente  determinadas  si- 
tuacione.s,  bastando  para  ello  considerar  que 
una  misma  tarifa  de  introducción  aplicada 
á  un  ai-tículo  determinado  de  costo  igual 
de  producción,  resulta  muy  diver.sa,  mer- 
cantil ó  industrialmente  considerada,  ya  se 
aplique  á  un  país  limítrofe  ya  á  otro  situado 
á  2  ó  H  mil  leguas  de  distancia. 

Por  otra  pai-te,  la  actitud,  entre  sí,  de  las 
potencias  europeas,  en  materia  de  comercio, 
obedece,  muchas  veces,  más  á  consideracio- 
nes políticas  que  á  intereses  mercantiles  é 
industiiales,  propiamente  dichos;  las  gue- 
rras de  iai'ifas,  con  las  peripecias  pprlurba- 
doi-asdel  trabajo  á  que  dan  lugar,  son  el  re- 
sultado, m\iy  frecuentemente,  en  Europa, 
más  de  una  rivalidad  política  que  de  un 
antagonismo  comercial.  IJnstaria  pai-a  com- 
probar esta  opinión  el  hecho  déla  enUnte 
aduanera  enti-e  las  potencias  aliadas  del 
centro  eui'opeo  y  la  armonía  que,  en  contra- 
posición, exi.ste,  en  materia  comercial,  entre 
Francia  y  Rusia,  etc.,  etc.  actitud  que  se  re- 
fleja igualmente  en  los  mercados  monetarios 
ó  financieros,  siendo  reciente  el  hecho  de  la 
suscricion  exhuberante  de  los  empi'ésíitos 
rusos  en  París,  coincidiendo  con  la  repudia- 
ción de  los  papeles  moscovitas  pnr  las  plazas 
de  Berlín  \  Haiii burgo. 


m 


Revista  Ecunómica 


Por  otra  parte,  más  de  una  vez  he  mani- 
festado opiniones  contrarias  á  la  aplicación 
exagerada  ó  extemporánea  de  la  doctrina 
Monroe;  sobretodo  cuando  se  lia  pretendido 
avasallar,  por  nuestra  gran  hermana  del 
Norte,  el  comercio  de  las  naciones  del  conti- 
nente, resucitando,  al  efecto,  el  espectro  de 
las  Santas  Alianzas,  que  han  hecho  su  época: 
el  Congreso  de  Panamá  y  el  tratado  CU.y- 
ton-Bullv»-er.  pertenecen  á  la  historia. 

Xi  compromisos  generales  con  la  F.uropa, 
que  coharten  nue'^tra  independencia  econó- 
mica; ni  tutelaje  norte-americano  que  me- 
noscabe en  lo  más  mínimo  nuestra  sobera- 
nía; ni  intransigencia  en  principios  de  pro- 
tección y  de  libro  cambio.  Lo  (jue  deseo  para 
mi  país  y  lo  que  aconsejo  á  las  naciones  ([ue 
nos  circundan,  es  no  comprometer,  á  la  li- 
gera, su  libertad  de  acción  en  materias  que 
afectan  tan  profundamente  la  riqueza  na- 
cional, loque  no  escluye  los  tratados,  siera- 
pi-e  que  estos  se  limiten  á  proclamar  pres- 
cripciones pertinentes  del  derecho  de  gen- 
tes, y  k  reglamentar  su  aplicación;  ó  que 
satisfagan  grandes  intereses  económicos  del 
país,  sujetándose  á  los  principios  y  amol- 
dándose alas  condiciones  generales  que  al 
efecto  deben  consignarse,  como  regla  univer- 
sal de  conducta  en  la  materia,  en  una  gran 
ley  ad-hoc. 

Es  indispensable,  á  mi  modo  de  ver.  tra- 
zar las  grandes  líneas  de  nuestra  política 
económica  internacional,  proclamando  so- 
lemnemente las  condiciones  á  que  se  suje- 
tarán en  lo  sucesivo  nuestras  relaciones  de 
"interés  material  con  las  demás  naciones,  lo 
que,  como  lo  acabo  de  apuntar,  debe  ser  el 
objeto  de  una  ley. 

Para  confeccionar  esa  ley,  debemos  empe- 
zar por  darnos  cuenta  en  qué  consiste,  en 
general  y  en  particular,  en  globo  y  en  de- 
talle, el  interés  económico  nacional.  Y  con 
éste  motivo  debemos  recordar  que  el  interés 
económico  de  las  naciones  no  es  idéntico  en 
todas  partes;  lejos  de  ahí,  ese  interés  difiere 
muchas  veces  diametralmente,  desde  que 
la  ventaja  de  comprar  es  muy  distinta  de  la 
de  vender;  además  de  que  existen  para 
nupstros  jóvenes  y  despoblados  países  inte- 
reses, por  ejemplo,  como  el  de  la  inmigra- 
ción, que  cito  al  acaso,  que  no  lo  es  por 
cierto    para   las  viejas  potencias  europeas. 


que  luchan, por  el  contrario,  con  los  inconve- 
nientes de  la  excesiva  densidad  de  pobla- 
ción, qvie  engendra,  por  medio  del  hambre, 
la  anarquía,  que  conmueve  sobre  sus  bases 
seculares  el  edificio  social. 

El  pensamiento  que  acabo  de  enunciar  y 
que   me    propongo    desarrollar    suficiente- 
mente, que  consistiría  en  legislar  y  regla- 
mentar nosotros  mismos,  especialmente  res- 
pecto á  la  Europa,nuestro  comercio  exterior, 
obedece,  por  mi  parte,  á  un  convencimiento 
profundo,  resultado  de   mis  estudios  é   in- 
vestigaciones en  Europa,  á  saber:  la  Euro- 
pa actual,  dado  el   estado  de  desari'ollo  do 
sus    industrias,-— en   presencia  de  la  gran 
masa  de  7U  millones  de    hombres  que. se 
sustraen  de  por  sí,  en  los  Estados  Unido ;, 
con    ó  sin   leyes  Mackinley,   á    la    oferta 
europea,— considerando  los  antagonismos  y 
rivalidades  políticas   que  han  originado  ó 
han  sido  la  consecuencia  de  los  antagoni.s- 
mos  y  de  las  rivalidades  indu.strialesy  ma- 
nufactureras  que  han  dividido  y  dividen 
profundamente  á  la   Europa,  — la  Europa 
actual,  repito,  necesita  mucho  más  de  noso- 
tro.s,  esto  es.  de  nuestros  Estados  americanos 
y  muy  especialmente  de  los  fie  la  zona  tem- 
plada y  de  la   periferia  continental,  como 
medio  de  evitar  ó  tan  solo  de  detener  el 
derrumbe    social,    que    nosotros    necesita- 
mos   de  ella.    En    una  palabra  defino   la 
situación,  tal  como  la  entiendo  :  lo  que  para 
nosotros  es   una  conveniencia,  para  la  Eu- 
ropa es  una  necesidad. 

Llevada  al  terreno  práctico  la  idea  que 
presento,  y  dejando  de  considerarla  con  rela- 
ción al  conjunto  europeo  para  particulari- 
zarla con  una  ó  más  de  las  potencias  que  la 
componen,  que  es  el  caso  positivo,  resultaría 
que,  como  países  consumidores,  se  desper- 
taría á  nuestro  respecto,  si  sabemos  sacar 
provecho  de  la  particularidad  de  nuestra 
situación,  disputándose  nuestros  mercados, 
la  rivalidad  como  potencias  manufacture- 
ras, entre  Francia,  Alemania  é  Inglaterra 
y,  en  ciertos  casos,  entre  Italia,  España, 
Bélgica  y  otros  países  de  menor  impor- 
tancia. 

He  tenido  oportunidad  de  desarrollar  (*s- 
tensamente  esta  tesis  en  Europa,  en  escritos 
y  en  conferencias  públicas  y  aun  en  el  seno 
del  Parlamento  Francés,  con  motivo  de  las 


DEL  Rio  de  la  Plata 


31 


investigaciones  sobre  la  crisis  agrícola  en 
Francia  (Marzo  de  1884).  La  denuncia  del 
tratado  de  comercio  entre  Francia  é  Italia 
me  ofreció  la  oportunidad  de  publicar  un 
folleto  (Marzo  de  1888)  bajo  el  título  de  «La 
politique  economique  internationale  de  la 
République  Argentine»,  en  que  puse  de 
manifiesto,  trayendo  á  colación,  con  la  elo- 
cuencia de  las  cifras  y  de  sus  lógicas  in- 
ducciones, el  movimiento  comercial  del  Rio 
de  la  Plata  con  las  divei'sas  potencias  euro- 
peas, de  cuyo  análisis  se  desprende  la  riva- 
lidad existente  entre  dichas  potencias  para 
suministrárnoslos  principales  artículos  ma- 
nufacturados. 

Copiaré  algunos  párrafos  del  referido  fo- 
lleto:   - 

«Hoy  dia  Francia,  Inglaterra  y  Alemania 
se  disputan  los  mercados  de  la  República 
Argentina  pai-a  la  salida  de  los  productos 
de  sus  manufacturas  :  estas  tres  naciones  le 
venden  actualmente  por  mas  de  300  millo- 
nes de  francos  anuales  de  dichos  productos, 
contra  150  millones  cinco  años  ha  y  90  mi- 
llones hace  apenas  diez  años  :  se  vé  por  esta 
progresión  cuál  e^  la  importancia  para  los 
países  manufactureros,  en  el  presente  y  so- 
bre todo  en  el  porvenir  de  los  mercados  con- 
sumidores de  la  República  Argentina.  Va- 
mos á  estudiar,  números  en  mano,  cual  es 
la  situación  de  la  lucha  emprendida  por  In- 
glaterra, Francia  y  Alemania  con  el  fin  de 
conquistar  la  supremacía  comercial  en  las 
regiones  del  Plata.  Veremos  por  ahí  que 
Francia  descuida  intereses,  que  para  ella 
son  capitales,  para  ocuparse  y  preocuparse 
de  relaciones  internacionales  que.  como  las 
que  tiene  con  Italia,  son  menos  considera- 
bles, sobretodo  si  se  tiene  en  cuenta  el  por- 
venir. Hoy  dia  las  transacciones  entre  Fran- 
cia é  Italia,  ascienden  á  unos  400  millones 
de  francos  próximamente,  contra  320,  poco 
mas  ó  menos,  entre  la  primera  de  esas  nacio- 
nes y  la  República  Argentina.  Dentro  de 
cinco  años  Francia  podría  duplicar,  si  lo 
quisiera  (concediendo  en  cambio  lo  que  po- 
dría conceder),  sus  transacciones  con  la  Ar- 
gentina, mientras  que  con  Italia  el  importe 
actual  de  sus  operaciones  es  poco  suscepti- 
ble de  modificaciones:  es,  por  así  decir,  una 
cifra  estacionaria.» 

Contestando  á  objeciones  que  se  me   ha- 


cían desde  las  columnas  del  Ecotiomisíe 
Franmis,  del  señor  Paul  Leroy  Beaulieu, 
con  motivo  de  una  carta  que  dirigí  al  señor 
Spuller.  Presidente  de  una  Comisión  de  In- 
formación Parlamentaria,  sobre  materia  eco- 
nómica, sostuve  en  los  siguientes  términos, 
en  las  columnas  de  la  Reviie  Sud-Anm-icahte, 
la  diferencia  de  situaciones  existentes  en- 
tre los  Estados  americanos  y  los  europeos 
para  resistir  una  guerra  de  tarifas  : 

«Hay  naciones  que  se  hallan  más  que 
otras  á  merced  de  los  cambios  de  tarifas  de 
sus  vecinos,  como,  por  ejemplo,  aquellas  en 
que  sus  indu.strias  no  podrían  subsistir  en 
el  estado  de  desarrollo  á  que  hubiesen  lle- 
gado, 1"  sin  i-ecibir  del  extranjero  las  ma- 
terias primas  indispensables  á  su  actividad 
y,  2"  sin  dar  salida  á  la  mayor  parte  de  su? 
productos  manufacturados.  Es  el  caso  de 
Francia,  de  Bélgica,  etc.,  y  no  tanto  el  de 
Inglaterra,  que  ha  encontrado,  gracias  á  sus 
numerosas  colonias  como  á  su  táctica  finan- 
ciera, el  medio  de  asegurará  sus  manufac. 
turas  los  mercados  más  vastos  del  universo. 

«Otras  naciones,  y  citaremos  en  prime" 
ra  línea  á  los  Estados  Unidos  y  á  la  Repú- 
blica Argentina,  podrían,  en  caso  necesa- 
rio, bastarse  á  sí  mismos  y  ser,  por  consi- 
guiente, menos  vulnerables  que  las  otras, 
porque  sus  territorios  se  prestan  á  todas  las 
culturas  y  pueden  obtenerse  en  ellos  todos 
los  productos  imaginables  y  necesarios  á  las 
indu.strias  modernas.  Estas  naciones  po- 
drán, llegado  el  caso,  bastarse  á  sí  mismas, 
sin  esponerse  á  los  cataclismos  que.  por 
ejemplo,  produciría  en  Francia  la  súbita  y 
considei'ablediminuciónde  las  transacciones 
comerciales.  V 

Más  adelante,  haciéndome  cargo  de  obje- 
ciones aparentemente  fundadas,  las  destruía 
en  los  siguientes  términos; 

<Se  nos  dice  en  Francia:  Si  bien  es  verdad 
que  vendemos  por  cerca  de  100  millones  de 
francos  de  manufacturas  á  la  República  Ai- 
gentina,  no  es  menos  cierto  que  compra- 
mos á  esa  República  por  casi  200  millones 
de  f  ancos  de  pieles,  de  lanas,  de  sebos,  de 
carnes  y  de  cereales;  una  guerra  de  tarifas 
perjudicaría,  por  consiguiente,  en  propor- 
ciones mayores  á  la  industria  argentina  que 
ala  francesa'.  A  esta  argumentación  con- 
testaremos con  la  siguientp   proposición,  de 


32 


Revista  Económica 


irrefutable  justificación:  «.Sería  menos  rui- 
noso para  la  República  Argentina  eldejarde 
venderá  Francia  esos 200  millones  de  lanas, 
pieles,  etc.  que  á  Francia  el  perder  una  ex- 
portación anual  de  JOO  millones  de  vinos, 
de  tejidos,  de  comestibles,  de  confecciones, 
etc.;  y  esto  por  las  siguientes  razones:  1"  por- 
que á  la  República  Argentina  le  sei-ia  fácil 
vender  á  Bélgica,  por  ejemplo,  las  lanas  y 
Jas  pieles  que  hoy  manda  á  Francia,  mate- 
rias primas  que  serían  tejidas,  curtidas  y 
utilizadas  del  otro  lado  de  los  Vosges  en  vez 
de  serlo  de  este  lado,  siendo  indispensable  su 
trasformación  manufacturera  para  el  con  su- 
mo universal;  2"  porque  por  otra  parte_,  los 
100  millones  de  artículos  franceses  que  de- 
jarían de  venderse  á  la  Repiíblica  Argentina, 
no  se  venderían  en  otra  parte:  .sería  una 
pérdida  líquida  y  absoluta  pai'a  la  Francia.» 
Me  consideraría  feliz  de  que  el  conven- 
cimiento que  he  adquirido,  y  que  reposa 
sobre  los  hechos  y  consideraciones  que  tan 
ligeramente  acabode  enunciar,  penetrara  en 
el  espíritu  público  de  mi  país,  porque  nues- 
tra actitud  ante  el  extranjero  se  modi. 
flcaría  fundamentalmente,  previniendo  Ja 
reincidencia  en  errores  lamentables,  como 
los  que  importan  la  celebración  de  los  ti-ata- 
düsquenos  ligan  hoy, en  materia comei'cial, 
á  Inglaterra  y  á  Italia. 

Formar  conciencia  de  nuestra  fuerza,  de 
nuestra  invulnerabilidad relativa, de  nuestra 
superioridad  al  tratar  con  la  Europa  en  ma- 
teria económica,  que  es  el  término  propio, 
sería  garantizar  al  país  contra  reincidencias 
de  aquella  naturaleza. 

Y  voy  más  lejos:  la  conciencia  de  nuestra 
situación  así  como  el  conocimiento  sobre  las 
verdaderas  y  permanentes  conveniencias 
públicas  en  la  materia,  me  lleva  á  procla- 
mar no  solamente  la  imperiosa  necesidad 
de  reaccionar  contra  la  actitud  i|ue  hemos 
obr.ervado  hasta  hoy,  al  tratar  con  la  Hurupa, 
las  cuestiones  que  directamente  afectan  la 
riqueza  general  del  paí.s,  sino  que  es  igual- 
mente indispensable  que  legislemos  noso- 
tros mismos,  sin  acuerdo  ni  beneplácito  de 
nadie,  como  podemos  hacerlo  y  lo  pi'obai-é, 
ejerciendo  nuestra  soberanía,  una  é  indivi- 
sible, indelegable  é  irreductible  como  es,  en 
cuestiones  de  que  depende  la  prosperidad 
nacional.  Y  jmra  que  podamos  ejercer  esa 


.soberanía,  para  que  podamos  dictar  una  gran 
ley  que  fije  los  rumbos  de  nuestra  política 
económica  internacional,  dentro  de  la  cual 
negociaríamos,  y  denti-o  de  la  cual  obten- 
dríamos inmen.sas  ventajas  que  garantie- 
sen en  el  exterior  vastos  y  remunerativos 
mercados  para  nuestros  productos;  para  que 
podamos  conseguir  esos  resultados,  entre  los 
cuales  se  comprenderían  la  inmigración  de 
brazos  y  de  capitales,  complementos  indis- 
pensables de  los  factores  naturales;  para  que 
.saquemos  provecho  de  nue.stro  privilegiado 
territorio,  sacudiendo  elmarasmoque  nos  ha 
invadido,  es  menester  empezar  por  recupe- 
rar la  integridad  de  nuestra  .soberanía, 
denunciando  y  derogando  lo.-^  tratados  que 
nos  ligan  á  la  Europa,  en  todo  lo  qiie  cohar- 
ten nue.stra  libertad  de  accionen  la  materia. 

Por  hoy  basta  con  lo  que  queda  dicho; 
abordaré  en  seguida  el  análisis  de  esos  tra- 
tados, y  apreciando  sus  cláusulas,  la  forma 
y  el  fondo  de  sus  estipulaciones,  dilucidando 
la  materia  á  la  luz  del  derecho  y  de  la  juris- 
prudencia intei'nacional,  trayendo  á  cola- 
ción las  opiniones  pertinentes  de  los  trata- 
distas, probaré  que  podemos  recuperar  la 
parte  de  soberanía  de  que  nos  hemos  de.s- 
prendido  y  de  (jue,  como  nación,  no  pode- 
mos considerarnos  desprendidos,  interpre- 
tando al  tj'aves  de  esta  docti-ina  los  tratados 
existentes. 

Servirá  de  complemento  á  mi  trabajo,  la 
exposición,  en  forma  práctica,  de  la  actitud 
que  nos  conviene  asumir,  y  que,  á  grandes 
rasgos  he  apuntado,  en  materia  económica 
internacional,  para  garantir  nuestro  comer- 
cio contra  las  asechanrvas  exteriores,  asegu- 
rando al  país  dias  de  legítima  y  durable 
prosperidad. 

isadie  másapropósito  para  realizar  la  in- 
dicada política  que  el  actual  Presidente  de 
la  República,  que  señaló  su  pa.so  por  la  can- 
cillería Oriental,  en  los  albores  de  su  brillan- 
te carrera  administrativa,  reivindicando 
contra  dos  potencias  europeas,  pren-ogati- 
vas  esenciales  de  la  soberanía  nacional. 

Pedro  S.  Lamas 


DEL  Rio  DE  LA  PLATA 


ás 


Vamos  de  sorpresa  en  sorpresa. 

Ayer  una  nota  mal  calculada,  y  una  in- 
concebible precipitación  ministerial,  arroja- 
ron del  histórico  Colegio  Isacional  de  nuestra 
Capital  á  su  Rector. 

Después,  faltó  la  prudencia  necesaria  para 
que  el  mal  no  tuviese  más  consecuencias,  y 
una  dimisión,  respetable  por  el  número  3- 
más  por  lo  que  ella  i-epresentaba,  apaga  en 
las  aulas  la  autorizada  voz  de  competentes 
maestros. 

Inaug-úranse  á  luego  una  serie  de  intri- 
gas en  busca  de  un  nombre  y  de  un  hombre 
de  reconocido  prestigio  que  se  encargue  de 
remendarlo  que  con  lamentable  ligereza  se 
rompiera,  y  de  fracaso  en  fracaso,  por  ener- 
gías plausibles,  se  llega  por  fin  al  anhelado 
objetivo. 

Y  por  último,  corona  tanto  desacierto  un 
funesto  decreto  llamando  á  concurso  á  quie- 
nes se  crean  con  conocimientos  para  desem- 
peñar una  cátedra. 

Contra  este  decreto  .-^e  puede  e.Ncribir,  den- 
tro siempre  de  la  ciencia  educacionista,  un 
tomo  de  mil  páginas. 

Desde  luego  salta  á  la  vi.^ta  que  en  él  se 
rompe  la  igualdad,  base  que  reclama  toda 
ley  para  ser  respetada.  Se  cubren  unas  pla- 
zas—con personas  cuya  competencia  no  ne- 
gamos ni  ensalzamos— sin  más  trámites  que 
la  propuesta  del  nuevo  Rector,  y  para  cubrii- 
las  otras  so  exigen  los  requisitos  (|ue  son  ya 
del  domini )  público. 

¿Cree  el  Sr.  Rector,  cree  el  Sr.  Ministi-o  que 
sale  bien  librado  de  sus  manos  el  eterno 
principio  de  la  justicia?  ¿Cree  el  Sr.  Rectoi, 
y  con  él  el  Sr.  Ministro,  que  los  hombres  en- 
canecidos en  la  enseñanza,  los  verdaderos 
pedagogos,  acudirán  al  llamamiento  y  con 
su  presencia  legitimarán  tan  monstruosa 
injusticia?  ¿O  es  que  uno  y  otro  opinan  que 
huyó  de  este  país  el  sentimiento  de  la  dig- 
nidad? 

El  Sr.  Ministro  debe  sabei-,  como  lo  saben 
los  más  jóvenes  directores  de  escuelas  y  de 


colegios,  que  para  la  enseñanza  pi-eparatoria 
pueden  ser  funestas  las  eminencias  y  muy 
provechosas  las  medianas,  y  que  no  basta 
rendir  un  brillante  examen  de  una  materia 
para  estar  en  condiciones  de  dictar  una 
cátedra. 

El  hombre  de  brillante  talento,  de  profun- 
da ciencia  podrá  desempeñar  con  lucimien- 
to una  cátedra  de  una  facultad  mayor,  ya 
que  en  estas  aulas  han  de  asistir  alumnos  en 
estado  de  compi-enderle;  pero  aquella  misma 
profundidad,  y  aquel  mismo  talento  han  de 
ser  un  obstáculo  para  él  al  tener  que  diri- 
girse á  inteligencias  en  embrión:  no  podrá 
avenirse  á  la  fatigosa,  y  muchas  veces  ram- 
plona repetición,  base  de  la  enseñanza  pri- 
maria y  preparatoria,  y  en  pos  de  la  luz  que 
descubre  en  lo  alto,  y  de  los  horizontes  que 
su  mente  adivina,  volará  á  regiones  esplén- 
dida.s,  por  él  vislumbradas,  mientras  irá  des- 
parramando sombras  en  el  cerebro  de  sus 
oyentes. 

Y  es  que  la  enseiianza  si  exige  teoría, 
exige  muciía  práctica  y  muchos  conoci- 
mientos (jue  no  se  pueden  avalorar  en  una 
prueba  oral. 

Ante  los  nuevo.'^  tribunales  se  presentaran, 
si  .^e  pj-esentan,  hombres  de  ciencia;  pero  es- 
tos tribu  nales  ¿podrán  averiguar  las  cualida- 
des educacionistas  de  cada  uno  de  estos  aspi- 
rantes? ¿Qué  criterio  presidirá  la  clasifica- 
ción? 

Además,  al  Estado  ha  de  convenirle  que  la 
enseñanza  sea  una  carrera,  pues  siempi-e 
produce  mayores  beneficios  á  la  masa  común 
del  puel^lo  el  homl)re  que  sólo  se  dedica  á 
una  carrera  que  el  que  abraza  dos  ó  tres. 
Por  esto  es  que  siempre  ha  de  ser  preferido 
para  una  cátedra  aquel  que  á  la  enseñanza 
consagró  y  consag-ra  su  vida,  que  el  que 
busca  una  cátedra,  desatendiendo  sus  habi- 
tuales faenas,  para  li'grar  la  posesión  de  unos 
pesos  mensuales. 

Resumiendo  estas  atropelladas  líneas  re- 
sulta que  fuimos  de  error  en  error  siendo 
quizás  el  de  mayor  tra.scendencia  el  decreto 
en  que  nos  ocupamos. 

¡Y  pensar  que  todo  se  hubiera  evitado  con 


34 


Revista  Económica 


I 


abrir  unaamplia  información  educacionista! 
¿Por  qué  en  las  altas  esferas  del  Estado  ha  de 
haber  la  presunción  de  saberlo  todo  y  de 
dominarlo  todo? 


Extractos  y  Conieiitarios 


La  crísis  argentina  y  la  emigración  ita- 
liana PARA  LA  América  del  Sud 

Con  este  título  nos  llega  de  Italia  un  inte- 
resante librito  de  120  pág-inas,  escrito  por 
Adriano  Colocci,  ilustrado  miembro  del  Par- 
lamento Italiano.  Comprende  dos  estudios 
completamente  distintos:  el  primero  trata 
de  la  crísis  arg-entina  y  de  las  repúblicas 
Oriental  y  Paraguaya,  que  juzga  ramifica- 
ciones de  aquella,  y  el  segundo  aprecia  la 
emigración  italiana  bajo  todos  sus  diversos 
aspectos,  atrayendo  al  lector  por  el  núme- 
ro de  observaciones  y  la  vivacidad  y  ele- 
gancia del  estilo. 

Nos  limitaremos  á  analizar  la  segunda  par- 
te de  su  obra,  que  se  refiere  á  la  emigración 
italiana  para  Sud-Améi-ica,  que  es  laque 
presenta  mayor  interés 

«La  emigración  europea  en  América,  di- 
ce, es  el  hecho  más  importante,  económico 
y  social  del  siglo  diez  y  nueve;  es  el  pro- 
ducto combinado  del  empobrecimiento  del 
suelo  europeo  y  del  mal  tipo  del  Estado 
que  nosotros,  ya  en  forma  de  monarquía  ó 
de  república,  nos  hemos  dado  todos  en  Eu- 
i-opa,  como  de  las  difíciles  condiciones  de  la 
lucha  por  la  vida  en  el  viejo  mundo. 

'■  Las  malas  condiciones  económicas  y  ad- 
ministrativas de  la  Europa  se  han  agravado 
por  el  antagonismo  político,  por  la  plaga  de 
lo.s  grandes  armamentos  y  de  los  consiguien- 
tes presupuestos  que  la  llevan  inminente- 
mente á  la  postración  y  á  la  ruina;  117.150 
millones  de  deudas,  5.343  millones  de  intere- 
ses y  40  millones  de  soldados  ociosos  en  la  flor 
de  la  edad  y  de  la  fuerza  productiva.  A  esto 
se  agrega  un  millón  de  europeos  que  emi- 
gran al  año. 

«.En  cambio,  la  América  del  Norte  se  desa- 
i-rolla  de  tal  modo  que  de  4  millones  que  te- 
nían los  Estados  Unidos  en  1790  alcanzó  á  38 


en  1870.  á  50  en  1880;  son  hoy  70  millones  y 
serán  100  millones  al  fin  del  siglo.  En  1800 
la  riqueza  imponible  de  Inglaterra  era  de 
43  millones  y  la  de  los  Estados  Unidos  de  5. 
Ho3'-la  de  Inglaterra  es  de  216  millones  y  la 
de  los  Estados  Unidos  de  218  millones.»  Res- 
pecto de  la  América  del  Sud  dice:  «La  Repú- 
blica Argentina  con  4  millones  apenas  de  ha- 
bitantes construye  10  mil  kilómetros  de  fe- 
rrocarrile.s,  beneficiando  una  área  cuya  ex- 
tensión es  tres  veces  la  de  Italia,  mientras  que 
el  Brasil  inicia  una  unión  aduanera  ame- 
ricana, para  convertirá  la  América  en  un 
vasto  mercado  cerrado  á  los  europeos,  con 
lo  cual  vivirá  aún  la  Europa  un  siglo  ó  un 
siglo  3'  medio,  arañando  las  costas  africa- 
nas, para  tener  que  decidir.se  después  á  vi- 
vir para  sí  cayendo  en  inevitable  deca- 
dencia. 

«  Cela,  dice,  iuera  ceci. » 

Es  un  hecho  natural  en  los  hombres,  dice 
Burke,  anuir  hacia  una  región  rica  y  pro- 
pia para  la  industria  en  la  cual,  por  una 
causa  cualquiei'a,  la  población  es  esca.sa,  co- 
mo es  natural  que  el  aire  comprimido  .se 
precipite  en  las  camadas  del  aire  rarificado. 

Al  reconocer  esta  le\-  natural,  cree  sin 
embargo,  que  los  países  originarios  de  emi- 
gración tienen  el  derecho  de  reglamen- 
tarla, raoderai-la  .y  tutelarla,  y  cita  varios 
casos  para  comprobar  que  muchas  veces  la 
superabundancia  de  brazos  y  el  malestar  de 
algunos  países  de  Europa,  ha  sido  pasag-era 
y  que,  después  de  haber  provocado  la  emi- 
gración, han  reaparecido  las  condiciones 
que  podrían  permitir  la  vida  regular  en  el 
país  aun  á  los  que  de  ellos  se  hubiesen  au- 
.seutado. 

Cita,  con  este  motivo,  la  opinión  de  Sa3% 
que  le  parece  fundada,  deque  *la  salida  de 
cien  mil  emigrantes  por  año  coa  sus  econo- 
mías, equivale  á  la  pérdida  de  un  ejército 
de  cien  mil  hombres  que  cada  año  desierta 
con  armas  y  bagajes.  ^> 

«La  emigración,  agrega,  es  una  ley  de 
reconstrucción  del  equilibrio,  cuando  se  tra- 
ta de  la  salida  de  un  aumento  de  población 
que  exceda  al  del  capital  y  producción  del 
trabajo,  pero  cuando  es  una  fuga,  manía, 
epidemia,  como  la  que  en  los  últimos  años 
lleva  centenares  de  miles  al  Plata  ó  al  Bra- 
sil,  el  equilibrio   se   establece    en    sentido 


DEL  Rio  de  la  Plata 


STi 


opuesto  constituyendo   un  peligro   para  la 
madre  patria.  > 

«  La  inmigración  italiana  en  América  es 
de  larga  fecha,  y  fué  siempre  deseada  por 
los  gobiernos  sud-americanos,  por  la  afini- 
dad de  costumbres  y  de  idioma,  por  facili- 
dad de  aclimatación,  por  inteligencia,  la- 
boriosidad, etc.  Esta  emigración  se  ha  ido 
cambiando  de  libre  en  reglamentada,  y  de 
ésta  en  oficial. 

Primero,  se  dirigió  al  Brasil  donde  se  ini- 
ció en  el  año  1829  la  colonia  italiana  de  San 
Leopoldo;  después  al  Perú  de  1830  á  1850; 
en  Chile  en  1850  con  la  colonia  Hanquilme, 
(|ue  se  componía  casi  toda  d»»  oniigrnción  do 
Liguria. 

En  el  Plata,  los  primeros  verdaderos  esta" 
bleciraientos  de  italianos  datan  de  1865. 
De.sde  aquella  época  la  emigi-ación  italiana 
creció  de  un  modo  asombroso,  ha.sta  que, 
en  la  Argentina  de.sde  1876  y  en  el  Uru- 
guay de.sde  1887.  í^e  canalizó  en  vasta  es- 
cala nue.stra  emigración,  que  para  la  so- 
la Argentina  llegó  en  1888  á  cien  mil. 

Desde  1890,  debido  :':  la  crisis,  la  emigración 
italiana  al  Plata  disminuyó,  ascendiendo  las 
salidas  de  Italia  á  01.94:7  emigrantes,  cifra 
que  debe  aumentarse  con  un  15  o/"  por  sali- 
da del  puerto  de  Marsella  de  emigrantes  de 
procedencia  italiana.  En  cambio  de  esta  di.s- 
minución,  lamenta  el  autor  un  colosal  au- 
mento en  la  cifra  de  los  emigrantes  que  se 
dirigen  al  Brasil,  que  llama  la  patria  de  la 
fiebre  amarilla  y  del  beri-beri. 

Esta  corriente  emigratoria  á,  la  América 
tendrá  que  seguir,  no  obstante  la  crisis  que 
.se  manifiesta  en  unos  puntos  y  las  epide- 
mias en  otros,  porque,  según  dice,  hay  de- 
masiados interesados  en  que  continúe.  Solo 
con  el  Brasil  están  contratados  ochocientos 
mil  emigrantes  á  entregar  en  cuatro  años. 

Para  disminuir  la  emigración  el  gobierno 
italiano  ha  impuesto  una  patente  de  doce 
mil  pesos  oro  á  los  agentes  de  emigración, 
lo  que  dice  que  no  es  nada,  dada  la  vasta  es- 
cala en  que  trabajan  ahora  valiéndose  de 
sus  agentes.  «La .sola  casa  G.,  de  Genova, 
tiene  cuatrocientos  sub-agentes  que  abarcan 
por  su  cuenta,  toda  la  carne  italiana  que 
pueden  encontrar.» 

Para  reclutar  emigrantes  se  recurre  á  to- 
dos los  medios  imaginables,  los  discursos, 


los  libros,  los  folletos,  las  noticias  de  mara- 
villosas fortunas  obtenidas  por  emigrante.-^. 
y  que  aparecen  mezcladas  con  las  informa- 
ciones locales,  y.  lo  que  es  más,  el  trabajo 
mefistofélico  de  los  sub-agentes,  que  todo  lo 
facilitan  y  todo  lo  explotan  desde  el  pesar 
pasagero,  la  falta  momentánea  del  trabajo, 
hasta  la  aspiración  natural  de  mejorar  de 
fortuna  para  inducir  á  emigrar,  y,  una  vez 
obtenida  la  conformidad,  van  pronto,  arre- 
glan los  pasaportes,  toman  los  emigrantes, 
los  ponen  en  el  ferrocarril,  y  sin  darles  tiem- 
po para  reaccionar  contra  la  sugestión,  ]04 
mandan  á  través  del  Océano. 

Toda  esta  emigi-aci('»n,  como  lo  deinueslra 
nuiy  bien  el  autor  no  es  emigración  cxpon- 
tánea. 

Traslado  á  la  prensa  argentina  que  califi- 
ca de /^w/^;-^cvV//í'.r/>(?«/rt%(?«  la  que  viene 
al  país  sin  la  intervención  de  los  Agentes 
que  el  Gobierno  mantenía  en  Europa. 

Por  estos  medios  la  Italia  pierde  ahora 
doscientos  mil  hijos  el  año  sin  que,  dice,  se 
preocupe  mucho  el  gobierno,  que  al  mis- 
mo tiempo  toma  medidas  efectivas  (vtn- 
tra  las  loterías  extranjeras  que  apenas  sa- 
can al  país  uíias  cuanta.s  liras. 

Para  dar  una  idea  de  lo  que  gana  el  agen- 
te, cita  el  contrato  Taddei  hecho  con  la  Re- 
pública Oriental.  Hé  aquí,  dice,  la  tarifa  de 
la  carne  fresca  italiana ;  por  un  jefe  de  fa- 
milia 5  pesos  oro,  por  un  hombre  2  li2  pe- 
.sos,  por  una  mujer  1.60  pe.sos,  por  una  cria- 
tura 1.20  pesos. 

El  Brasil  desde  el  1"  de  julio  de  1890  paga 
veinticuatro  pesos  oro  por  cada  inmigrante 
adulto. 

Esta  trata  se  hace  en  toda  forma;  el  ad- 
quiriente determina  las  condiciones  de  la 
emigración  que  desea, y  el  agente  telegj-afía 
á  sus  corresponsales  de  mandarle  5.  7,  10 
mil  italianos  de  tal  edad,  procedencia  y  se- 
xo puestos  á  bordo  en  Genova  y  pagaderos 
á  los  tres  meses... 

Viene  enseguida  un  capítulo  en  el  cual 
relata  el  comienzo  de  la  odisea  del  emigran- 
te:   el  viaje  á  través  del  Océano. 

Las  condiciojies  en  que  viajan  los  emi- 
grantes las  retrata  el  Dr.  Ansermino,  mé- 
dico de  uno  de  los  vapores  de  las  compa- 
ñías italianas,  en  las  siguientes  palabras: 
«  El  trasporte  de  los  emigrantes  es  una  es- 


36 


Revista  Ecoxómica 


peculación  complexa.  El  emigrante  es  á  la 
vez  pasag-ero  y  mercadería.  Falta  el  espa- 
cio, fíilta  el  aire.  La  hig-iene  y  la  humanidad 
están  coníitantemente  en  pug-na  con  esa 
especulación.» 

«El  aire  sobre  todo,  agrega  Adriano  Colocci, 
el  aire  falta  y  parece  un  contrasentido  tra- 
tándose de  un  viage  en  el  Océano  en  el  que 
hay  tanto  espacio  y  tanto  hori/.onte'^. 

"Según  el  Dr.  Ansermino.  poco  á  poco  el 
deber  profesional  del  mZ-dicode  k  bordo  tiene 
que  ir  haciendo  lugar  al  i  nterésex  elusivo  de  la 
Compañía,  del  buque:  y  el  médico  se  trans- 
forma en  realidad  en  un  empleado  que  está 
á  bordo  del  vapoi'.  no  por  intei'ésde  los  in- 
migrantes sino  como  una  salvaguardia  de  la 
Compañía.— Es  una  Arma  necesaria,  es  un 
complemento  del  reglamento;  en  cuyo  caso 
los  inmigrantes  tienen  que  esperar  más  de  la 
humanidad  del  capitán  y  de  los  marineros 
que  de  la  autoridad  del  médicO". 

La  vida  de  á  bordo  de  los  emigrantes  la 
describe  con  gran  acopio  de  datos,  particu- 
larmente en  lo  que  se  refiere  á  las  mujeres 
^•  niñas  de  tercera  clase,  asediadas  por  los 
agentes  de  la  casa  del  vicio  que  buscan  ^a- 
cer  en  los  vapoi-es  la  pesca  que  les  encargan 
por  cuenta  de  casas  de  Buenos  Aires  y  Mon- 
tevideo y  conjuntamente  con  ellos  cooperan 
á  la  obra  de  perdición  la  gente  dea  bordo  co- 
misario, sub-coraisarios,  dispensero,  mayor- 
domo, cocineros,  camai'eros,  etc.,  etc.  Hay 
aquí  páginas  que  no  podemos  traducir,  que 
indignan,  que  contristan. 

En  medio  del  movimiento  de  tanta  gente, 
y  de  una  habladuría  sin  cesar,  nunca  se 
deja  oir  una  palabra  que  revele  sentimientos 
por  la  patria  abandonada. 

Al  llegar  viene  al  encuentro  del  buque 
un  vaporcito,  en  e)  cual  toca  una  orquesta, 
el  himno  Garibaldi:  y  en  los  mil  setecientos 
italianos  no  se  oye  un  .sólo  aplauso!.. 

Abi'umados  por  los  padecimientos  que  ha- 
bían sufrido  en  la  patria  y  que  se  prosiguie- 
ron á  bordo,  todos  parecían  que  buscaban  la 
primera  oportunidad  para  lanzar  el  grito 
nuevo  de:  ¡Viva  la  América! 

La  desilusión  del  inmigrante  empieza  al 
tocar  este  la  realidad  en  este  lado  del  Atlán- 
tico: la  falta  de  preparación  en  la  mayor 
parte  de  ellos  para  los  trabajos  agrícolas, 
las  deficiencias  de  nuestras  leyes  agraiias, 


lo  penoso  de  la  vida  en  algunas  colonias 
mal  .situadas,  los  procederes  arbitrarios  de 
algunos  agentes  policiales  subaltei-nos,  aun- 
que genei'almente  se  les  trata  con  benevo- 
lencia en  el  libro  que  reseñamos,  .son  temas 
trillados,  que  dejaremos  de  lado,  obligados 
como  estamos  á  limitar  esta  re.seña,  cuya 
extensión  ya  vá  excediendo  el  espacio  dispo- 
nible. 

Entre  las  consideraciones  sobre  las  condi- 
cionesdpl  inmigrante  en  América  seencuen- 
tran  algunas  ideas  justas  en  medio  de  chis- 
tosas originalidades  y    de    conceptos  que ' 
reputamos  injustos  y  exagerados. 

Merece  el  autur  ser  seguido  en  esta  parte 
interesante  de  .su  trabajo. 

Los  naturales  de  éstos  países,  dice,  se 
resienten  de  la  inclinación  de  los  conquista- 
dores, que  sólo  pensaron  en  satisfacer  su  pro- 
pensión al  mando  y  su  sed  de  oro.— «La  ten- 
dencia, agrega,  en  los  sud  americanos  es 
siempre  la  misma:  la  de  vivir  del  trabajo  de 
otros,  para  lo  que  nece.sitan siempre  una  cla- 
se de  ilotas  que  han  sido  sucesivamente 
indios,  negros  ó  inmigrante.';'). 

Se  queja  del  desprecio  que  desde  la  in- 
fancia se  enseña  conti'a  los  llamados  gringos 
y  <'se  considera  un  alto  honor  para  el  italia- 
no el  casar.^e  con  una  de  las  hijas  del  país 
que,  entre  paréntesis,  son  hermosas  y  honra- 
das, pero  que  no  hacen  nada  como  no  sea 
empolvarse  y  arreglaise.  Y  éste  orgullo  de 
casta  lo  tiene  la  raza  criolla,  que  no  es  una 
raza  sino  una  m escola nza->->. 

Ha  debido  agregar  aquí,  pero  lo  demue.stra 
más  adelante,  que  en  esta  mescolanza  entra 
mucho  del  elemento  italiano,  que  tiene 
abiertas  las  prerrogativas  que  solo  atribuye 
al  hijo  del  país. 

Entra  también  á  demostrar  que  .son  opti- 
mistas, y  tan  optimistas  como  erróneas,  las 
siguientes  consideraciones  que  en  Italia  se 
hacen  á  favor  de  la  inmigración:  «.éstos  emi- 
grantes que  salen  pobres  volverán  ricos  y 
será  tanto  más  capital  obtenido  sobre  el 
exti'anjero.  Mientras  tanto  bu.scarán  nue.s- 
tros  productos  y  con.servarán  alto  en  el  ex- 
tranjero el  sentimiento  italiano  por  su  nu- 
mero .y  su  actividad'. 

Andando  en  América,  visitando  3' obser- 
vándolo tudo.  ha  llegado  á  la  conclusión  de 
que  la  multitud  de  italianos  que  viven  en  las 


DEL  Rio  de  la  Plata 


37 


margónos  dol  pinta  no  os  una  fuerza  y  \in 
porvenir  para  la  Madre  Patria  pero  si  una 
fuerza  y  un  porvenir  para  las  Repúl)Iicas 
americanas  y  un  auxiliar  de  la  eflcasísima 
competencia  que  ahora  la  América  inicia  y 
que  en  el  siglo  XX  aventajará  á  la  vieja 
Europa. 

Cree  que  es  una  ilusión  que  la  emigración 
á  América  sea  temporaria,  como  lo  es  la  ita- 
liana y  la  francesa  al  Egipto,  al  Túnez,  al 
Danubio  ó  á  la  Grecia-  la  emigración  italia- 
na á  los  paí'.pí  lie  Ultramai-  es  casi  íoila  rija. 

Al  llegar  a(|UÍ,  el  emigrante  por  amor  pro- 
pi'opio  no  dice  lo  que  le  pasa.— y'A  qué  satis- 
facer á  los  que  censuraron  su  resol ucióní"— 
l^speran,  para  volver,  mejorar  de  suerte.  Des- 
pués viene  la  vejez,  sus  hijos  se  han  estiible- 
cido  en  América,  tienen  nueras  a'  nietos: 
vínculos  de  toda  clase,  de  afectos  a-  de  inte- 
reses; es  demasiado  tarde. 

Aún  conc(!diendo  que  el  emigrante  haya 
lieclu)  fortuna  y  resuelva  liquidar  sus  l)ie- 
nesen  América  para  volver,  después  de    al 
gíinos  años,  á  Italia,  se  producen  otros  fe- 
nómenos. 

Pasada  la  luna  de  miel  de  las  primei-as 
emociones  en  Italia,  se  encuentra  con  una 
gran  desilusión.— Se  creía,  al  regresar  h  la 
patria,  ser  llevado  en  triunfo,  él  y  su  dinero, 
ser  desde  luego  nombrado  Diputado  al  Par- 
lamento ó  por  lo  menos  síndico  perpetuo.— 
En  cambio  nadie  se  ompa  de  é!.  De  sus 
antiguos  an)igos  muchos  han  muerto,  otros 
los  encuentra  envejecidos,  decaídos:  los  po- 
bi'es  lo  importunan,  los  señores  lo  miran  con 
menosprecio  como  sí  se  hubieran  pasado  la 
palabra  para  ponerlo  en  cuarentena.  El,  por 
su  parte  piensa,  siente,  juzga  y  hasta  habla 
como  americano.  Se  encuentra'  con  la  barre_ 
ra  de  las  preocupaciones  de  la  noi)leza  y 
espuesto  á  cada  paso  á  que  algiin  hidalgo  le 
diga:  tus  padres,  tu  mismo,  han  sido  mis 
sirvientes  ó  mis  peones. — Xo  tarda,  pues,  en 
arreglarsusmaletasy  en  volverse  á  América, 
donde  no  existen  las  viejas  preocupaciones 
sociales,  donde  no  siente  el  desprecio  de  las 
razas  viejas,  donde  es  libre  y  puede  gozar 
ampliamente  de  la  posición  que  con  el  di- 
nero ha  sabido  conquistarse. 

Combate  también  el  autor  la  ilusión  de  fa- 
vores á  la  industria   italiana  que   propoi-cio- 


ne  la  emigración.  El  inmigrnnte  trabaja 
en  Améi-ica  y  para  la  América. 

En  los  comienzos,  los  inmigrantes  buscan 
algunas  especialidades  de  la  industria  de  la 
madre  patria,  pero  la  emancipación\'iene  en 
un  período  rápido.— Empezará,  por  ejemplo, 
á  introducirlos  fideos,  los  fósforos  3-  los  sal- 
chichones italianos,  pero,  creciendo  el  consu- 
mo, ellos  mismos  fundan  en  América  las  fá- 
brica de  fideos  de  Xnpoles,  de  fó.sforos  deTuriu 
y  de  salchichones  Bolonieses.  ¿Industria  ita- 
i)ána?la  verdad  es  que  Io>  italianos  bandado 
al  extranjero  sus  industrias.  Lo  mismo 
están  haciendo  los  emigrantes  Toscanos.\' 
Piamontesesque,  cultivando  los  viñedos  dt? 
San  Juan  y  de  Mendoza  y  elaborando  sus 
pi-oductos  con  los  que  suplirán  los  mrjores 
vinos  italianos. 

Los  hijos  de  los  italianos  se  infiltran  del 
orgullo  y  de  la  vajiidad  de  los  criollos  y  lejos 
de  conservar  afecto  por  la  madre  patria,  en 
breve  =e  transforman  en  sus  peores  enemi- 
gos. Xada  quiei'en  con  gringos  y  los  La- 
vnggis  se  transforman  en  Levalle,  los^NIarti- 
ni  en  Martines,  los  Peii'anos  en  Peyrane  los 
( 'ampis  en  Cnmpos  los  Cárcani,  en  Caréanos, 
y  así  como  Pellegrini,  nada  quieren  saber 
de  italianos  ni  e.strangeros. 

Los  descendientes  de  los  italianos,  agrega, 
son  los  peores  enemigo.s  de  los  italianos. 

El  Sr.  Adriano  Colocci  en  presencia  del 
problema  del  antagoni.«;mo  de  la  legislación 
americana  que  establece  lanacionalidad  por 
i'azón  del  suelo  yin.  italiana  por  la  de  la  ra- 
za, pretende  sostener  ésta  última. 

En  apoyo  de  su  doctrina  menciona  la  si- 
tuación singular  en  que  se  encontraiúa  una 
familia  argentina  que  fuese  al  Japón  en  un 
viage  de  placer,  dando  allí,  á  luz  á  un  hijo  y 
(jue  tuviese  qtie  considei-arlo,  por  consecuen- 
cia, japonés,  destinado  á  usmi-  una  trenza  en 
la  nuca. 

Cree  que  las  leyes  italianas  contiibu.'s'en, 
con  las  penas  que  establecen  con  motivo  del 
reclutamiento  de  los  hijos  deitalianos,áapar- 
tarlosdela  nacionalidad  de  origen,  y  que  lle- 
gan á  punto  de  que  italianos  ó  descendientes 
de  italianos  establecidos  en  el  Plata  den  pi;e- 
f(M"encia  á  coi-responsales  en  otros  paises  del 
continente,  á  fin  de  no  hallarse  en  el  caso  de 
tener  que  pisar  el  >u<^lo  italiano  para  ;iird- 
.olar  sus  cuenta>. 


-38 


KhAIríTA     Ec.'dNÓAJK.A 


Después  del  hecho  de  la  iiigentiiia 
que  saliese  de  cuidado  en  el  Japón,  di  com- 
mo  argumento  contra  la  nacionalidad  im- 
puesta por  el  suelo,  el  siguiente  caso.— Una 
mujer  llega  embarazada  de  Italia,  y  al  pi- 
sar una  de  las  márgenes  del  Rio  de  la  Plata 
sale  de  cuidado,  pero  ai  ir  á  besar  á  su  hijo, 
concebido  en  Italia,  desenvuelto  en  un  seno 
italiano,  tiene  que  apercibirse  que  besa  aun 
extranjero,  á  un  compatriota  de  los  mulatos 
deTucumanóde  los  indios  del  Pilcomayo. 

Cree  que  en  todo  esto  hay  una  violación 
de  las  leyes  naturales,  pero  él  mismo,  al  ha- 
blarnos de  la  primera  generación  de  los  emi- 
grante.?, nos  ha  dado  la  prueba  de  que.  ya  al 
salir,  venian  para  desitalianisarse  y  que 
una  vez  aquí,  los  afectos  nuevos,  los  intereses 
creados  y  la  educación  moral  los  acaban 
de  divorciar  de  la  madre  patria. 

El  fenómeno  acentuado  en  la  descendencia 
no  depende  de  disposiciones  legales,  de  de- 
recho alguno  po.sitivo,  de  modo  que  lo  que 
la  le}-  natural  establece  es  lo  mismo  que  es- 
tatuye el  principio  americano.  El  hijo  ctel 
emigrante  no  es  europtv)  s\nó  del  país  donde 
recibe  la  primera  cflucacií')!!  y  di^sarro- 
11a  sus  aptitudi'>,  de  njoilo  (¡ue  el  prin- 
pio  europeo  tiene,  en  este  caso,  que  escollar.se 
con  algo  más  que  las  disposiciones  constitu- 
cionales que  se  censni'an:  con  tendencias 
que  el  mismo  Colocci,  considera  innatas  y 
por  lo  tanto  incontrarrestables. 

Dado  este  estado  de  cosas  y  la  importancia 
misma  de  la  emigración  europea,  no  solo  los 
pueblos  americanos  no  pueden  permitir  el 
pi-incipio  de  la  nacionalidad  por  razas  .sino 
que  tienen  que  preocuparse  de  robustecer  el 
espíritu  de  sus  propias  nacionalidades,  tra- 
tando de  crear  vínculos  homogéneos  en  me- 
dio de  e.sa  mescolanza,  como  la  califica  el  se. 
fior  Colocci,  de  crear  verdaderas  nacionali- 
dades como  la  creó  muy  robusta  la  Italia,  con 
los  emigrantes  demuy.diver.sos  pueblos  qiie, 
en  los  tiempos  primitivos,  se  refugiaron  en 
s  u  península  y  de  que  es  testimonio  vivo 
la  diversidad  de  dialectos  que  en  ella  .se 
e  ncuentian. 

Si  ese  hecho  es  lamentable,  esto  es,  la  des- 
italianización, .según  el  criterio  del  autor, 
no  lo  es  considerado  del  punto  de  vista  ame- 
ricano, si  bien  los  desitalianizados  se  man- 
tienen generalmente  en  una   situación   hi- 


boida,  esto  es,  que  en  el  hecho  han  dejado 
de  ser  italianos  sin  haberse  incorporado  com- 
pletamente á  la  nación  de  su  residencia. 

<Las patrias,  en  nuestros tiempo.s,  dice,  con 
el  bañügalvano  plástico  del  utilitarismo  que 
metaliza  los  pueblos  3' los  individuos,  dada 
la  facilidad  de  di.slocación  actual,  son  ni 
más  ni  meno.s.  escusemos  la  comparación, 
que  otro  tantos  re.sfai(-ra/ii.s.--R\<¿eíir\m  tam- 
bién la  competencia:  donie  uno  come  mejor 
y  .se  gasta  menos,  ahí  nos  quedamos,  Uii 
panem,  iii  patriam! 

Volviendo    á  considerar    la   materia  del 
punto  de  vi.sta  italiano,  cree  el  Sr.   Colocci 
que  han  pasado  los  tiempos  en  que  los  ita-        J 
llanos  de  Montevideo  ati'avesoban  el  ( )réan(>        \ 
con  Garibaldi  para  servir  á  su  patria,  ^'  cree 
quede  los  millares  de    italianos  inscriptos 
en  los  cuadros  del, ejército  y  de  la  re.serva, 
que  se  hallan enla América,  muy  pocos  serán        j 
los  que.  en  un  caso  nece.sario,  se  iranáhacer        | 
matai-  en  una  guerra  europea. 

Por  último,  se  hace  cargo  de  otras  conse- 
cuencias parala  Italia  del  actual  movimien- 
to emigratorio  y  que  juzga  trascedental.  a 

La  emigración  se  recluta  en  su  mayor  \ 
pai'te  entre  las  personas  más  jóvenes  y  viri- 
les, así  como  de  bastante  coi-aje  para  afron- 
tar lo  desconocido,  quedando  comunmen- 
te sin  emigrar  los  más  débiles  de  cuer- 
po y  de  espíritu,  de  donde  debe  resultar  una 
mala  selección  para  la  i-aza  italiana.  Otro 
hecho  económico  es  que  con  esta  emigración 
viril  se  van  los  bravos  más  productores,  que- 
dando con  preferencia  las  bocas  consumido- 
ras.—-La  Italia  del  trabajo  se  va,  y  la  Italia 
del  consumo  se  queda. '^ 

Si  algunos  brazos  ineptos  salen  mcsclados 
con  las  masas  activas,  ahí  están  las  socieda- 
des italianas  de  reimpatrio,  para  devolverá 
la  Italia  sus  elementos  de  pauperismo. 

Concluye  demostrando  como  se  equivocan 
los  hombres  públicos  de  Italia  que,  con 
empresas  como  la  de  Massaua,  tratan  de  ca- 
nalizar la  emigración  hacia  establecimien- 
tos italiano>. 

Esceptuando  algunos  agricultoi-es,  la  ma\or 
parte  de  la  emigración  italiana  que  encuen- 
tra ocupación  en  paises  tan  adelantados 
como  los  del  Rio  de  la  Plata,  nada  podría 
hacer  en  las  colonias  africanas. 

¿Como  resolverían,  en  los  costas  del  Afri- 


DEL  Rio  de  la  Plata 


3a 


ca  Oriental,  el  problema  de  la  vida,  un  afi- 
nadoi- de  pianos,  un  pintor,  un  g-rabador, 
un  estucador,  un  maestro  de  esgrima,  un 
fabricante  de  billares,  un  pastelero,  un  libre- 
ro, una  modista,  un  tipóg-rafo.  un  depen- 
diente de  banco,  un  vendedor  de  máquinas 
de  coser  &? 

Muchínmos  años,  más  de  medio  siglo,  re- 
quiere una  colonia  nueva  para  poder  absor 
bei-  la  inmigración. 

El  medio  más  eficaz  contra  ese  movimien- 
to emigratorio  italiano,  que  se  opera  en  una 
escala  tan  vasta,  está  en  la  realización  de 
grandes  reformas  que  hagan  en  Italia  más 
independiente  el  hombre  y  más  fácil  y  re- 
munerativo el  trabajo. 

■  La^indu^tm^  Vencedora^de  laCri^i? 

EL  AZÚCAR  AROENTIMO 

De  los  síntomas  agrupados  por  ia  E>tadís- 
tica  se  empieza  á  deducir  un  diagnóstico  de 
reacción  favorable. 

La  expoi'tación  del  año  92  no  bajará  de 
ochenta  millones  de  pe.sos  oro,  á  pesar  de  la 
depreciación  de  lo.-<  productos,  y  de  esa 
huéspeda,  la  langosta:  mientras  que  el  de- 
sembolso causado  por  la  importación  ascen- 
derá solo  áunos  sesenta  y  cinco  millones  de 
pesos  oro. 

Quedará,  pues,  cómo  saldo  del  balance 
comercial  un  superávit  de  quince  millones 
oro  ó  sean  tres  millones  de  esterlinas— es  de- 
cir mucho  mas  que  lo  bastante  para  cubrir 
los  servicios  públicos  externos  asi  cómo  los 
i  ritereses  y  réditos  délas  empresas  y  capi- 
tales extranjeros, — dadas  las  proporciones  á 
que  se  halla  temporalmente  reducida  la 
efectividad  de  esosti-ibutos. 

Sea  dicho,  de  paso,  que  algunos  econo- 
mistas de  escuela  oportunista,  c©n  el  propó- 
sito de  combatir  el  proteccionismo  aduanero 
y  la  restricción  consiguiente  déla  importa- 
ción, se  empeñan  en  echar  por  el  suelo  la 
rutina,  como  dicen,  del  equilibrio  comercial, 
y  alegan  que  paisesmuy  ricos  como  Fran- 
cia importan  siempre  mucho  mas  de  lo  que 
exportan  y  no  se  arrruinan  por  eso.  Vds. 
-M  olvidan,    señores,  do  fine  p^rancia    tienf 


grandes  capitales  colocados  en  todo  el  mun- 
do y  puede  llenar  cómodamente  su  déficit 
comercial  por  aiedio  de  las  rentas  percibidas 
de  sus  deudores  externos— y  po.see  también 
una  enorme  reserva  metálica  para  suplir 
una  falla  momentánea  en  sus  intercambio-. 

El  país  no  se  halla  en  las  mismas  condi- 
ciones,puesto  que  es  deudor  en  vez  de  acree- 
dor de  los  demá'^.  y  e.stá  en  el  caso  de  no 
poder  comprar  anualmente  sino  algo  me- 
nos délo  que  vende,  á  fin  de  que  le  quede  un 
sol)rante  para  pagar  en  todo  ó  en  parte  la 
renta  prometida  á  sus  acreedores.  Y  debe- 
mos alegrarnos  de  haber  entrado  al  fin  por 
este  camino  angostito  y  no  haber  seguido 
rodando  poi-  la  calle  ancha  de  los  déficits  cu- 
biertos por  los  empréstitos,  cómo  nos  pasó 
desde  el  8o  hasta  el  00. 

Sin  embargo,  el  sistemado  la  reducción 
de  las  importaciones  entrañaba  un  peligro; 
ia  disminución  de  las  rentas  de  la  Nación 
hasta  el  punto  dono  poder  cubrir  las  exigen- 
cias del  presupuesto.  Aqui  no  haremos  sino 
acto  de  justicia  recordando  que  el  Dr.  Vi- 
cente Fidel  López  supo  prevenir  e.^a  ocur- 
rencia, por  la  reforma  de  la  percepción  adua- 
nera y  poi-  la  creación  de  los  impuestos 
internos,  a'  puede  ejiorguUecerse  de  liab^r 
asegurado,  (iii  ciicunstancias  dificile>,  ni 
equilibrio  del  presupuestoque  es  una  necesi 
dad  de  la  vida  económica  de  los  pueblos,  ala 
par  que  el  equilibrio  de  los  cambios  inter- 
nacionales. 

Lna  página  gloriosa  le  ha  tocado  á  la 
Industria  Nacional  en  la  campaña  repara- 
dora del  ahorro  general,  y  de  la  normaliza- 
ción del  Comercio  Exterior,  porque  ha  obi-a- 
do  á  la  vez  en  el  sentido  de  aumentar  la 
producciónexportable— y  servir  el  consumo 
interno,  eliminando  los  productos  extranje- 
ros que  .significan  una  carga  financiera  ex- 
terna para  el  país. 

Quisiera  poder  contar  la  historia  de  cada 
industria,  que  mas  bien  pareciera  novela, 
por  las  dificultades  y  las  luchas  en  medio 
de  los  cuales  han  nacido  y  se  han  desarro- 
llado y  por  la  suma  de  audacias  y  energías 
que  se  han  gastado  en  ellas. 

Los  primeros  colonizadores  de  Santa  Fé 
han  .sido  unos  héroes  por  el  estilo  de  los  anti- 
guos Romanos:  de  i-epente  tiraban  el  arado. 
c^iígabaupl  linico  raiíoii  de  la  e<">lonia    .^obre 


40 


Retiííta  Económica 


uij  pacilico  cari'o  de  colono,  y  salían  á  batir 
á  los  Indios  con  ese  venerable  antecesor  de 
los  Krupps  modernos. 

El  argentino  es  uno  de  los  grandes  pasto- 
res del  mundo — pero  después  de  la  ganade- 
ría, la  mas  ÍDiportante  de  su  industrias  es 
hoy  la  agi-icultura,  cuyo  principio  fué  tan 
arduo  y  que,  después  de  provisto  el  pan 
para  todos  los  de  la  casa,  ya  embarca  un  mi- 
llón de  toneladas  entre  trigos,  maíz  y  otros 
cereales  para  la  Europa  hambrienta. 

Ganados  y  granos,  esos  son  los  i-amos  pri- 
marios de  la  actividad  humana.— Hay  otra 
labor  que  debe  mas  al  ingenio  inventivo  del 
hombre  y  produce  una  gran  riqueza — la 
fabricación  del  azúcar— (|ue  se  ha  desarro- 
llado en  esta  tierra  con  la  misma  fuerza  con 
que  se  crian  los  verdes  caña^•eraIes. 

Por  el  año  75.  en  algunos  casuchos,  gal- 
pones y  ranchos  tucumanos  y  sáltenos  se 
elaboraban  apenas  unas  dos  mil  toneladas 
de  azúcar  «Mulata»,  y  el  colmo  del  ambición 
del  escaso  producto  era  llegar  hasta  Córdova, 
para  dulcificar  ahí  los  mates  doctorales  y 
las  beatas  empanad a>. 

La  molienda  de  hi  caña  se  hacia  por  me- 
dio de  trapiches,  que  no  tod'  s  eran  de  fierro, 
movidos  por  animales,  trapiches  (jue,  en 
esU'  fin  de  siglo,  no  servirían  ni  para  moler 
café. 

El  cocimientodel  jugo,  en  tacb(ts  abiertos, 
como  el  humilde  puchero,  podia  haljerJo  in- 
ventado A'  manejarlo  cualquier  cocinero  de 
mediana  inteligencia  y  esmero. 

Hoy  ;que  distinto!  Quantum  vnitot/is  ab 
Ulol  La  cosecha  del  año  pa>ado  ascendió  á 
cuarenta  y  cinco  mil  toneladas.  En  U2.  pa- 
sará de  cincuenta  mil. 

La  República  cuenta  c(;n  cincuenta  inge- 
nios (de  los  cuales  :35  pfM-tenecen  á  Tucu- 
nñán^qu^' ocupan  veinticinco  mi!  prniK^s,  y 
trabajan  ca.^i  un  millón  de  tijnt'ladas  de  ca- 
na pi'oiiucida.'^  poi'  \eintM  mil  beclar"as  cul- 
tivadas. 

Cada  ingenio  es  un  palacio  del  trabajo, 
alumbrado  por  luz  eléctrica  propia,  cada 
peonada  es  un  ejercito,  cada  caña\'era]  un 
jardín  francés  clásico,  regado  á  gusto  }  pei- 
nado irreprochablemente. 

En  el  primer  día  de  la  cosecha  se  despier- 
ta la  maquinaria  món.-truay  empiezan  mo- 
ver sus    innumerables  órgano.-,  y  durante 


ciento  veinte  dias  y  noches  trabaja  .sin  des- 
cansar. 

El  trapiche  traga,  aplasta  y  machuca  la 
caña  con  sus  tres  cilindros  de  fierro,  que  pe- 
san cada  uno  casi  diez  toneladas  y  devoran 
á  un  hombre  lo  mismo  que  á  una  caña  cuan- 
do por  desgi'acia  lo  agarran. 

Y  sale  la  caña  al  oti'o  lado,  hecha  gabaso, 
en  forma  de  hilacha  seca  y  chata— mientras 
chorrea  por  abajo  como  lluvia  de  oro  el 
rico  jugo. 

En  muchos  ingenios  no  se  contentan  con 
uno  solo  de  aquellos  juguetes  y  hay  un  se- 
gundo trapiche  y  con  la  segunda  presión  le 
sacan  uno  á  uno  y  medio  poi-  ciento  mas  de 
azúcar  á  la  caña— después  del  cinco  por 
ciento  poducido  por  la  primera  presión. 

Al  salir  del  trapiche  las  bombas  toman 
el  jugo  para  llevai-lo  á  los  tachos  donde  lo 
clarifican,  y  se  hace  la  evaporación  y  coci- 
miento en  el  vacío,  en  unos  calderos  tama- 
ños que  le  hubiesen  gustado  á  la  Inquisi- 
ción para  acabar  de  una  vez  con  todos  los 
herejes. 

Finalmente,  la  miel  cocida,  (jolorcafé,  se 
echa  á  las  centrífugas  que  dan  por  cada 
minuto  mas  vueltas  que  el  demonio,  yde  ahi 
sacan  el  azúcar  blanco  cómo  la  nieve  del 
Aconquija.  el  gigante  do  las  sierras  tucu- 
manas. 

A  cada  ingenio  está  agregada  de  yapa 
una  de.stileria  qvu"  produce  de  100.000  á 
500.000  litros  de  aguardiente,  con  los  resi- 
duos de  la  miel  que  no  se  pueden  convertir 
en  azúcar. 

Pero  la  ciencia  industrial  es  una  novedad 
perpetua.  A  los  ingenieros  se  les  ha  ocurri- 
do aplicar  á  la  caña  el  sistema  de  difusión 
(|ue  se  emplea  en  la  fabricación  del  aziicar 
de  remolacha. 

Y  el  Roy  del  aziicar  argentino,  el  señor 
Hilezct,  ha  inaugurado  el  nup\o  procedi- 
miento en  su  colosal  ingenio  de  Santa  Ana. 

Imagínense  Vd.s.  una  batería  de  diez  y 
ocho  teteras  de  unos  ocho  metros  de  alto, 
donde  se  hace  un  verdadero  té  de  caña,  cor- 
tada en  pedacitos  delgados.  Por  el  modo 
insinuante  de  la  infusión  se  consigue  ex- 
traer de  la  caña  mayor  cantidad  de  azúcar 
que  por  la  fuerza  brutal  de  los  trapiches 
O  "\:  mas  que  con  la  doble  presión.) 

Santa  Anaelaboi'ará  en  este  añosus  seis  mil 


DEL  Rio  de  la  Plata 


41 


toneladas  de  azúcar,  y  el  valor  de  su  cose- 
cha andará  muy  cerca  de  cuatro  millones 
de  pesos. 

Es  un  principado  de  diez  leguas  con  selvas 
admirablesy  tiene  de  lindero  el  cielo  en  la 
cumbre  de  la  sierra. 

No  creo  que  el  señor  Hileret  haya  empe- 
zado con  un  capital  maj'or  de  veinte  á  trein- 
ta mil  posos  oro  y  hoy  nadie  estimará  en 
menos  de  un  millón  y  medio  de  pesos  oro 
sus  dos  ingenios  de  Lules  y  de  Santa  Ana, 
que  sin  apurarlos  mucho,  le  han  de  dar  sus 
trescientos  mil  pesos  oro  de  utilidad  neta. 

Vamos  á  sacar  ahora  el   Balance   General 
de  la  industiia  azucarera. 
Las  20,000    hectáreas    de 

plantíos  representan  mas 

ó  menos  un  capital  de..  $  m/n  30.000.000 
Los  Ingenios  ^       ....        v<      30.000.000 

Capital  total ;•;  m  n  60.000.000 

Los  pi-oductos  son : 

50.000  toneladas  do  azúcar.  S  lu, "  2."). 000.000 

100.000  hectól.   de  aguar- 
dientes  «        4.000.000 

S  m  n  29.000.000 

Los  gastos  de  cultivo  y  elaboraci(3n  pue- 
den estimarse  en  ps.  mn  lo. 000. 000. 

Queda  una  utilidad  de  ps.  m/n  19.000.000 
ó  sea  mas  de  30  "o  sobre  el  capital  invertido 
para  compensare)  interés  y  el  trabajo. 

Son  resultados  muy  favorables  sin  ser 
abusivo.s  y  es  el  pi-eraio  merecido  por  mu- 
chos años  de  sacrificios  y  de  tanteos. 

El  país,  es  decir,  la  comunidad,  es  la  que 
sale  ganando  mas. 

Efectivamente  con  la  producción  interna 
de  50.000  toneladas  do  azúcar  y  100.000  hec- 
tolitros de  aguardiente— .se  evita  comprar  y 
pagar  en  el  extranjero  la  misma  cantidad 
de  productos  que  repie.sentaría  un  de^'m- 
holsu  amia I.  de  diez  nüUones  de  pesos  oro. 

Por  cierto  vale  la  pena,  y  no  han  .sido  mal 
invertidos  los  cinco  ó  seis  millones  de  pesos 
oro  que  se  han  gastado  en  la  adquisición  de 
la  maquinaria  azucarera. 

La  Refinería  del  Rosarjo  (|ue  esta  i nsi  ala- 
da á  la  par  de  los  grandes  Estabiecimientos 
Europeos  ha  completado  la  obra— dandu  la 
última  mano  al  producto  criollo  para  entre- 
garlo al  consumo  en  forma  de  terroncitos 
perfectamente  regulares,    duros  v  blancos. 


iguales  del  todo  á  los  que  espende  el  céle- 
bre Félix  Potin,  en  Paris. 

Dentro  de  uno  ó  dos  añes— los  cañeros  He 
garán  á  hacer  las  10.000  ó  20.000  toneladas 
masque  faltan  para  llenar  la  totalidad  del 
consumo  interno  y  se  habrá  borrado  para 
siempre  uno  de  los  capítulos  del  pasivo  de 
nue.stros  intercambios. 

Corre  el  torrente  de  las  crisis  y  suena  el 
estrépito  de  las  revoluciones;  pero  todo  se 
remedia  pronto  con  tal  que  en  las  llanuras 
frías  del  Sud  como  en  los  jardines  tropicales 
del  Norte  se  ai-ranque  á  la  tierra— á  fuerza 
de  trabajo— el  secreto  de  sus  tesoros. 

F.  P. 


La  naturíalizaciói]  de  lo^  e^^tí^anÍBíog 
en  el  Egtsado  Oriental 


Se  halla  en  tela  de  juicio  esta  cuestión 
trascendental  en  la  vecina  República,  según 
nos  lo  han  dado  á  conocer  algunos  despa- 
chos telegráficos,  que  si  bien  lacónicos,  re- 
velan las  dos  tendíincias  en  las  cuales  se 
halla  dividida  la  opinión  del  Parlamento. 

No  conocemos  la  forma  concreta  de  los 
proyectos  que  en  breve  serán  objeto  de  de- 
bate en  las  Cámaras  uruguayas,  razón  por 
la  cual  no  es  posible  hacer  un  examen  de 
detalle;  pero,  como  la  tendencia  de  cada  uno 
de  ellos  .se  presenta  en  globo  bien  definida, 
bajo  este  carácter  general  no  es  difícil  abrir 
opinión,  apreciando  con  entera  imparciali- 
dad la  cuestión  de  que  se  trata,  bajo  las  faces 
que  reviste. 

Estas  se  condensan  así:  una  parte  de  ios 
miembros  de  las  Cámaras  se  muestra  par- 
tidaria déla  naturalización  obligatoria;  otra. 
se  pronuncia  por  una  naturalización  restrin- 
jida,  por  la  concesión  al  extranjero  de  meros 
derechos  municipales. 

Los  primeros  conceden  la  naturalización 
en  toda  su  latitud,  sin  restricción  alguna; 
los  segundos  la  encierran  dentro  de  uu  lími- 
te estrecho. 

Expongamos  brevemente  la  naturaleza, 
y  resultados  posibles  de  e.stas  dos  tendón- 
cías. 

*   * 


42 


Revista  Económica 


La  cuestión  sobre  naturalización  viene 
preocupando  desde  hace  alg-ún  tiempo  el 
espíritu  público  en  toda  la  América  latina, 
especialmente  en  los  Estados  del  Plata  hacia 
los  cuales  afluye  una  corriente  constante, 
aunque  variable,  de  inmigración  europea. 
Esta  preocupación  procede  del  criterio  apa- 
sionado con  que  se  juzga  este  asunto,  atri- 
buyéndose á  la  naturalización  efectos  consi- 
derables, mas  imaginarios  que  reales,  y 
exajerados  en  todo  extremo. 

La  América,  repiten  los  partidai-ios  tanto 
moderados  como  exaltados  de  la  naturali- 
zación, es  un  continente  rico,  portentosa- 
mente rico,  pero,  despoblado,  estérilmente 
despoblado;  poblarlo  es  cimentar  su  progre- 
so, afianzar  la  democracia,  dar  su  pedazo  de 
pan  y  su  pai'te  de  dei-echos  á  esa  porción 
desheredada  de  la  humanidad  que  la  Euro- 
pa no  puede  su.stentar  ni  protejer. 

Esta  idea  general  viene  revestida  con  el 
ropaje  seductor  de  la  oratoria  sentimental,  ó 
hiende  ese  lenguaje  fresco  que  se  aprende 
en  las  aulas  universitarias,  lleno  de  apoteg- 
mas liberales,  grandiosos,  atrayentes  un  si- 
glo atrás,  cuando  el  derecho  humano  lucha- 
ba contra  las  prerrogativas  del  derecho  que 
los  Papas  crearon  en  beneficio  de  su  poder 
teocrático,  compartido  con  las  reyecias  ab- 
solutas; pero,  vulgares,  é  in\itiles  en  nues- 
tros tiempos,  en  los  cuales  los  hechos  hablan 
con  elocuencia  mas  decisiva  que  las  mejores 
doctrinas.  Por  lo  menos,  esto  es  lo  que  las 
luchas  diarias  en  que  se  debaten  los  E.vta- 
dos  de  hispano-américa  ponen  en  plena 
evidencia. 

Délas  fastuosidades  declamatorias,  filtra- 
ias  en  el  alambique  de  la  lógica  serena,  se 
e.\ti-ae  siempre  esto:  que  en  realidad  la  na- 
turalización no  es  mas  que  una  cuestión 
económica.  Por  desviación,  algunos  espíri- 
tus intentan  hacerla  también  cuestión  polí- 
tica, si  bien  pi'ocui'an  ocultar,  inútilmente, 
este  designio. 

En"  cuanto  á  lo  primero,  es  innegable 
que  la  América  latina  necesita  población,  y 
al  procurar  atraerla,  no  obedece,  como  mu- 
choíí  dicen  .sin  creerlo,  al  propósito  filanti-ó- 
pico  de  servir  á  la  humanidad  desvalida,  ni 
menos  el  de  a."egui-ar  la  e.stabilidad  de  la 
forma  democrática,  como  las  g  ntes  dadas 
!Í  la  politicu  atirnian.     En  rigor  no   hay  na- 


dado e.sto;  toda  esa  argumentación  es  fal- 
sa. Los  sentimientos  netamente  humanila- 
rios  son  un  factor  nulo,  un  ápice,  en  el 
desarrollo  social;  pues,  lo  que  realmente 
determina  y  encamina  éste,  no  es  otra  po- 
tencia  motriz  que  el  interés  individual  y 
colectivo.  Si  los  pueblos,  en  su  estado  de 
descreimiento  actual  y  de  relajación  moi-al 
alarmante,  se  entregaran  á  los  brazos  de  les 
sentimientos  humanitarios,  esperando  algo 
de  ellos,  no  darían  un  i^olo  paso  adelante. 
Sobre  las  sociedades  modernas  impera  el 
impulso  podero.so  del  egoísmo,  emergente 
délas  crecientes  dificultades  para  la  vida, 
de  la  relajación  de  los  vínculos  de  la  fami- 
lia y  de  la  sociedad  misma,  por  la  mezcla 
continua  de  las  razas. 

En  la  cuestión  de  la  naturalización  no 
entra  por  y  para  nada  ningún  sentimiento 
humanitario;  afirmarlo  es  sostener  una  poé- 
tica y  risible  paradoja 


En  cuanto  á  que  el  elemento  extranjero 
nacionalizado  puede  contribuir  á  garantir 
la  forma  democrática  de  gobierno,  la  aser- 
ción, aunque  menos  poética  y  más  prosai- 
ca, no  es  menos  paradojal. 

Los  patrocinadores  de  la  idea  sostienen 
que  el  extranjero  que  llega  del  viejo  mun- 
do viene  ansioso  de  libertad,  buscando  el 
amparo  de  las  leyes  que  le  hagan  palpa- 
bles las  promesas  de  igualdad  proclamadas 
por  las  Constituciones  del  nuevo  mundo;  al 
arribaí-  á  él  no  puede  menos  de  ser  un  sol- 
dado del  derecho  común,  un  auxiliar  pode- 
roso en  estos  pueblos  donde  todos  aspiran  á 
ver  traducidos  en  hechos  los  principios  de 
las  cartas  fundamentales.  Acrecentar  el  nú- 
mero  de  defensores  de  estas  magnas  cartas, 
es  asegurar  su  estabilidad  y  su  perfec- 
cionamiento. 

Escritores  y  oradores,  dada  la  amenidad 
del  tema  y  su  latitud,  vierten  raudales  de 
elocuencia,  mas  ó  menos  sonora,  pintores- 
ca ó  deslumbrante:  más,  por  de.sgracia,  ocu- 
rre con  e.'^te  tema  lo  que  con  todos  los  temas 
de  vasta  extensión  y  de  poca  profundidad  : 
la  oratoria  es  excelente,  la  argumentación 
vacía.  Los  alegatos  de  propaganda  y  de 
defensa  so  parecen  á  los  sei'mones  de  nues- 
tros predicadores  místicos:  todos  ellos  repi- 


r>EI.   KlU   iJt:  I. A  i'l.ATA 


4;  i 


tüii  el  mismo  sermón,  con  las  mismas  lau- 
datorias para  el  san^o  6  doncella  objeto  del 
discurso,  el  cual  ó  la  cual,  para  que  no  caiga 
délas  blandas  altui-as  délos  cielos  á  las  ru- 
das asperezas  de  la  tierra,  viene  siempre 
apuntalado  de  todos  los  superlativos  posi- 
bles, no  faltándole  jamás  aquello  de  mila- 
g-rosísimo,  virtuosísimo,  castísimo,  y  demás 
calificativos  que  sin  duda  deben  dejar  muy 
contento  al  santo  ó  á  la  doncella  celestial 
mas  exigente,  pero  que  no  lleva  convicción 
ninguna  al  ánimo  empedernido  de  los  arro- 
dillados oyentes. 

(^ae  la  apetecida  libertad  y  la  anhelada 
igualdad,  son  damas  que  las  Constituciones 
prometen  colocar  como  vestales  encarg-adas 
(le  guardar  el  fuc'go  del  derecho  |>opu!ar, 
nadie  lo  niega;  pero  ([ue,  en  lo  (jue  lleva- 
mos de  peregrinación,  nadie  haya  visto  la 
cara  á  tan  codiciadas  virjenes  y  mucho  me- 
nos, sus  buenas  obras,  tampoco  hay  quien 
lo  ponga  en  duda. 

Cierto  es  que  no  faltan  espíritus  creyentes 
f|ue  dan  fé  de  la  existencia  de  esas  inmacu- 
ladas doncellas,  y.  agi-adeíndos  á  iosíbeiuí- 
liciüs  que  de  ellas  reciben,  las  defienden  de- 
nodadamente. Pero,  est()s  son  p(jcos,  son 
los  que  tienen  la  dicha  de  opi-iinir  en  mis 
manos  las  riendas  del  gobierno,  (jut'  suele 
normalmente  transiormase,  en  nombre  del 
'  orden  público  »,  en  rudo  látigo.  Por  lo  que 
hace  á  los  escluidos  del  poder,  á  los  partidos 
caídos,  no  creen  en  tal  virginidad;  lejos  de 
ello,  afirman  que  las  tales  mozas  se  han 
dado  á  la  prostitución. 

Y  bien,  si  en  nuestra  organización  demo- 
ci'ática,  relajada,  viciosa,  los  principios  cons- 
titucionahvs,  tan  seductores  por  lo  liberales, 
no  pasan  de  promesas,  sin  que  ellas  ja- 
más se  cumplan,  el  mal  régimen,  la  per- 
versión administi-ativa,  la  tiranía  de  las  ma- 
yorías sobre  las  minorías,  ó  viceversa  (que 
es  el  caso  regular)  ¿el  incremento  de  po- 
blación asimilada  corregirá  los  abusos  y  lo- 
grará hacer  prácticas  las  tan  anheladas  pro- 
mesas constitucionales? 

Ingenuamenie,  no  lo  creemos;  el  elemen- 
to estrangero  naturalizado  se  contajia  y  se 
contajiará  lógicamente  de  nuestra  enferme- 
dad endémica  y  hará  y  hace  como  nosoti'os 
hacemos;  unos,  los  que  se  ponen  de  parte 
del  partido  victorioso,   contentí^imos,    reco- 


giendo los  beneficios  del  triunfo:  los  otros, 
los  vencidos,  gritando  y  tramando  contra  la 
gente  de   arriba. 

Según  esto,  aumentar  el  número  de  acto- 
res en  la  vida  política  no  es  más  que  aumen- 
tar el  número  de  combatientes.  El  buen 
derecho  no  saca  gaje  ninguno  de  esto. 

Los  políticos  de  profesión  y  de  cálculo  han 
comprendido  perfectamente  que  el  aumen- 
to del  guarismo  electoral  es  un  grande  re- 
curso en  estos  nuestros  tiempos  en  que  ya 
s(:  vá  haciendo  difícil  resucitar  á  los  muer- 
tos, milagro  que  se  operaba  hasta  hace  po- 
co, mediante  el  cual  se  ganaban  muchas 
elecciones  con  el  concui'so  de  las  almas  dd 
otro  mundo.  Para  dejar  en  paz  á  a(|uellns. 
bien  se  puede  echar  mano  de  los  vivos  mal- 
eando obligatoriamente  con  el  sello  de  la  na- 
cionalidad á  cuantos  estrangeros  pisen  el 
territorio  del  estado  y  se  vinculen  h  él,  ya 
sea  por  medio  del  matrimonio,  de  la  adqui- 
sición de  inmuebles  ó  del  ejercicio  de  un 
cargo  público. 

El  espediente  es  fácil;  pero  atentatorio  y 
peligroso;  atentatorio,  porque  la  n;ituraliza- 
ciíHi  obligatoria  hiere  la  libertad  individual: 
nadie  puede  s(»r  obligado  á  renegar  de  su 
patria,  por  el  hecho  de  vincularse  en  teri'i- 
torio  estrangero  y  depravar  los  nobles  sen- 
timientos del  amor  patrio,  es  lo  mismo;  es 
más,  un  acto  de  tiranía  en  pueblos  que  alar- 
dea,n  de  amparar,  protejer  y  respetar  to- 
dos los  derechos  individuales. 

Es  peligroso,  porque,  dada  la  progi'esióu 
inmigratoria,  el  elemento  estrangero  pre- 
ponderante puede  un  día  adueñarse  del  Es- 
tado; sí  el  inimero decide,  el  número  pue- 
de darle  la  victoria.  Y  en  tal  situación, 
¿que  sentimiento  prevalecerá  ?  ¿el  de  la  pa- 
tria adoptiva  ó  el  de  la  patria  de  origen  ? 
La  interrogación  despierta  en  el  espíritu  po- 
co consoladoras  congeturas.  Por  otra  parte, 
el  elemento  extranjero  que  se  derrama  sobre 
América,  ni  todo  él  es  sano,  ni  todo  él  útil; 
á  la  par  del  capitalista,  del  industrial,  del 
obrero  honrados,  vienen  confundidos  el  que- 
brado fraudalento  que  busca  ref ujio  en  age- 
nas  playas,  el  industrial  de  mala  fé,  falsifi- 
cador de  cuantos  artículos  son  necesarias  pa- 
ra el  consumo  general,  y  finalmente,  el  vago 
y  el  aventurero,  que  son  un  elemento  p?rni- 


44 


K E Y isT A   Económica 


cioso  para  la  sociedad,  así  coran  ]o'^  nivn<  lo 
son  para  el  comercio  y  la  industria. 

Los  naturalizadares  á  todo  trance,  no  quie- 
ren ver  las  cosas  tales  como  son  y  para  sos- 
tener su  tesis  atribu3^en  al  elemento  inmi- 
gratorio condiciones  morales  absolutas  que 
está  muy  lejos  de  poseer.  Un  examen  de  la 
procedencia  de  ese  elemento  daría  por  re- 
sultado que  la  pai-te  sana,  honrada,  repre- 
senta cuando  más.  quizá  un  cincuenta  por 
ciento,  correspondiendo  el  resto  al  merca- 
der agiotista,  al  industrial  de  mala  f'é  y  al 
aventurero  pelig-roso. 

Y  es  á  esta  gi-ande  poi'Ci(')n  insana  á  la 
(|Uo,  con  tal  ó  cual  pi-etexto,  bajo  tal  ó  cual 
causa,  so  la  pretende  investir  con  (^1  sello 
(If  la  nacionalidad  ([ue  la  alberga  eji  .su  se- 
no, porque  no  puede  ceri-ai'le  la  puerta. 
Que  se  aspire  á  radicar  el  elemento  honra- 
do, muy  bueno:  pero  que  se  coloqueen  la 
misma  categoría  el  eltMaento  pervei'tido.  es 
una  ceguedad  propia  do  nue>tro  carácter 
americano,  precipitado,  imprevisor,  que  nos 
obliga  incesantemente  á  deshacer  hoy  lo 
que  hicimos  la  v'spera,  yá  hacer  las  cosas 
mal,  teniendo  que  buscarle  remedio  tarde, 
después  del  fracaso. 


Dejando  de  lado  consideraciones  de  otro 
orden,  conceptuamos  que  la  naturalización 
obligatoria,  además  de  herir  el  derecho  in- 
dividual de  nacionalidad,  enjendra  mayo- 
res males  que  beneficios. 

Todo  lo  que  las  leyes  deben  limitarse  á 
hacer  en  respeto  del  uno  y  en  previsión  de 
los  otros,  es  otorgar  facilidades  para  la  na- 
turalización, exigiéndose  como  requisitos 
fundamentales  que  el  que  aspire  á  natura- 
lizarse posea  un  arte  ó  industria  lícita  y 
condiciones  morales  comprobadas,  dejándo- 
le en  plena  libertad  para  adoptar  la  nacio- 
nalidad da  país  de  su  i-esidencia,  .^i  asi  con- 
viene á  sus  intereses  y  afectos. 

Por  lo  demás,  lo  hemos  dicho  en  otra 
ocasión,  el  elemento extrangero,  agrícola. in- 
dustrial y  mercantil  concurreal  desarrollode 
nuestra  producción  y  nuestros  cambios,  por 
lo  cual  conviene  .estimular  sin  violencia  su 
atracción  continua,  quedándonos  como  resul- 
tado, no  balanceado  económicamente,  este 
otro:  el  aumento  déla  cifrade  poblacióii  na- 


cional sin  apelar  al  medio  tiránico  déla  natu- 
ralización obligatoria.  La  familia  extrangera 
que  ai-riba  3' se  domicilia  en  un  Estado,  ó 
el  exti-angero  que  contrae  matrimonio  en 
él,  concurren  á  ese  aumento  por  la  filiación. 
Esta  filiación  nace  con  el  sello  imborrable 
del  lugar  del  nacimiento,  que  todas  las 
ficciones  del  derecho  no  pueden  destruir 
sin  apelar  á  la  violencia. 

Bajo  de  tales  conceptos,  lo  que  intere.sa 
al  pi'ogreso  americano  es  procurar  el  in- 
cremento inmigratorio  y  apoderarse,  no 
del  liombre  que  llega,  sino  i¡el  humhre  que 
nace. 

Ese  incremento  de  población  no  se  obtieiio 
poi-medios  artiíiciales>iii(j  pop  híH'hos  positi- 
vos que  lo  estinuilen  y  lo  produzcan,  esto  es, 
mediante  la  verdad  practica  délas  garantías 
y  beneficios  que  prometen  las  Cartas  cons- 
titucionales ^  leyes  administrativas. 

Los  pai-tidariosdela naturalización  obliga- 
toria, que  á  la  par  (jue  asegui-an  hacer  obra 
patriótica  con  su  prédica,  no  descuidan  tan- 
poco  hacer  ^Wqiicdo  lien  con  el  elemento  e\- 
tranjero.  despertando  entusiastas  simpatías 
en  los  candidos  (i  en  los  ambiciosos  para 
quienes  la  i-elajación  del  sentimiento  patrio 
es  tal,  que  cambian  de  nacionalidad  más 
fácilmente  que  de  camisa,  dichos  partidarios 
decimos,  por  elocuentemente  que  hablen  ó 
por  bonitamente  que  escriban,  no  lograrán 
jamás  hablar  ni  escribir  con  más  exactitud 
y  precisión  que  los  hechos  \  las  cifras. 

¿Dónde  va  el  hombre  de  capital  y  de  tra- 
bajo? Allí  donde  prospera,  donde  su  capital 
puedo  producii-le  un  buen  beneficio,  donde 
el  salario  sea  lilíeral,  donde  encuentre  segu- 
ridades y  garantías  para  .suvida.su  haber 
y  su  ahoi'i-o.  -Si  estas  seguridades  y  ga- 
rantías no  existen,  lo^  hechos  y  las  cifras 
hablan  mal  y  nadie  se  aventura  á  largarse 
con  sus  bagajes  en  busca  de  lana  para  salir 
trasquilado.  Si  esas  seguridades  existen,  los 
hechos  y  las  cifras  hablan  seductora  mente 
y  por  sí  solas  operan  la  atracción,  peculiar 
del  interés  individual. 

Quiere  decir,  que  tanto  la  cuestión  inmi- 
gratoria, cuanto  la  relativa  á  la  nat\iraliza- 
ción,  son  cuestiones,  no  de  verbosa  oratoria 
ni  de  leyes  imperativas,  .'iino  cuestión  de 
hechos.  Si  estos  hablan  bien,  una  y  otra  se 
producen  espontáneamente:  si   hablan  mal, 


DEL  Rio  de  la  Plata 


45 


se  opera  la  despoblación,  aún  de  los  misinos 
nacionales  que  buscan  fuera  de  su  país  las 
garantías  que  en  él  se  les  defrauda. 

En  suma,  el  medio  poderoso  para  estimu- 
lar la  naturalización,  sin  lesionar  ningún 
derecho,  es  este:  procurar  que  las  promesas 
de  las  magnas  Cartas  no  sean  una  mentira; 
que  la  democracia  sea  una  verdad  y  no  una 
tiranía  embozada;  que  las  leyes  que  prote- 
jen  la  vida  y  la  hacienda  no  se  adulteren  y 
tuerzan,  y  ijue  el  ahorro  esté  asegurado 
mediante  un  sistema  estable.  ngíMUí  al  intlu- 
jo  del  garito  de  los  agiotistas. 

Todo  esto  no  pasa  de  azuladas  y  lejanas 
perspectivas  en  Hispano-Arnérica,  hacia  las 
cuales  caminan  los  republicanos  bien  inten- 
cionados sin  lograr  arribar  aellas,  por  cuan- 
to el  plano  se  aleja  en  proporción  de  la  de- 
cadencia del  espíi-itu  público  y  de  la  co- 
rrupción de  los  partidos.  El  día  en  que  la 
democracia  sea  una  verdad  y  las  le^'es  de- 
jen de  sértelas  de  araña  para  atrapar  mos- 
cas, sobrarán  postulantesy  la  naturalización 
sin  que  haya  necesidad  de  apelar  al  sistema 
de  marcación  forzada  que  anhelan  imponer 
despóticamente  los  apasionados  adoi'adores 
del  progreso  escenográfico,  de  improvisa- 
ción fácil,  pero  de  resultados  funestos. 

Quedamos,  ahora,  por  examinar  la  otra 
faz  de  la  cuestión;  la  relativa  á  la  naturali- 
zación in  par/¿hus,  ó  de  carácter  local,  lo  cual 
.será  materia  de  otro  esbozo. 

Vaca-Gizmax. 

(Continuar  ú.) 


La  Hacienda  Pública 

DE   LA   PROVINCIA    DE   BUENOS   AIRES 


Pensábamos  ocuparnos  en  esto  niimero 
de  la  Revista  del  e.stado  de  la  hacienda 
nacional  para  lo  que  esperábamos  oír  la 
palabraj  del  P.  E.  en  su  mensage  de  apertu- 
ra del  Congreso;  pero  el  excepcional  re- 
tardo ([ue  ha  habido  en  su  reunión,  nos 
obliga  á  dejar  por  ho^'  tan  interesante  tema. 

En  cambio  hemos  tenido  el  mensage  del 
Gobernador  de  la  Provincia  de  Buenos  Ai- 
res, que  ofrece  materia  á  diversos  estudios  de 
no  menor  importancia. 

Nuestra  crisis  es  doblp,  puesto  que  conjun- 


tamente con  la  producida  en  el  orden  de  los 
negocios  privados,  tenemos  la  de  la  Hacien- 
da, tanto  Nacional  cuanto  Provinciales.  La 
primera  se  vá  solucionando  por  sí,  pero  la 
segunda  está  aún  de  pié,  sin  que  se  hayan 
dado  pasos  eficaces  para  dominarla. 

El  mensage  del  Gobernador  de  la  Provin- 
cia si  bien  proporciona  pocas  cifras  sobre  la 
situación  déla  Hacienda  Pública,  menciona 
el  hecho  halagador  de  que  los  presupuestos 
han  logrado  equililirarse.  resultando  ya 
n II  supfrabit  que  se  destina  al  pago  de  la 
(leuda  flotante,  el  que  podrá  ser  aumentado 
por  economías  en  los  gastos  públicos. 

Se  piensa  en  una  nueva  consolidación  de 
la  deuda  flotante,  cijyos  servicios  podrán 
atenderse  con  los  recursos  normales  de  la 
Provincia. 

Quedan  á  é.4a  muchas  otras  atenciones: 
la  conclusión  de  las  obras  del  Puerto,  que  re- 
quiere cerca  de  cuatro  millones  de  pesos 
oro  masó  menos,  y  algunos  trabajos  in- 
dispensables para  su  conservación,  que  im- 
portarán unos  dos  millones  oro  á  desem- 
bolsar en  el  trascurso  de  cinco  á  seis  años; 
deberá  atender,  además,  el  servicio  de  la 
deuda  á  oro  de  la  Provincia. 

La  cue.stión  del  Puerto  de  La  Plata,  según 
lo  anuncia  el  Sr.  Gobernador  de  la  Provin- 
cia, está  por  arreglarse,  entregándolo  en 
arrendamiento  á  los  acreedores  que  tienen 
garantías  sobre  su  producido,  y  que  facili- 
tarán los  fondos  necesai-ios  para  la  termina- 
ción de  las  obras;  y  en  cuanto  á  las  demás 
deudas  con  servicios  á  oro,  anuncia  un  pro- 
3'ecto  de  converción  cuyo  servicio  empeza- 
ría á  hacerse  desde  (d  1"  de  Enero  del  año 
próximo. 

No  puede  dejarse  de  aplaudir  el  anlK^lo 
que  maniíie.^ta  el  Sr.  Gobernador  por  la  re- 
con.strucción  de  la  Hacienda  de  la  Provin- 
cia; pero  los  términos  generales  en  que  se 
anuncia  la  operación  destinada  á  arreglar 
la  deuda  que  afecta  la  renta  del  Puerto  y  la 
disponibilidad  de  fondos  con  que  poder  ter- 
minar sus  obras,  así  como  el  arreglo  del  res- 
to de  la  deuda  externa,  no  nos  permiten  an- 
ticipar una  opinión  .sobre  éstas  operaciones, 
ni  siquiera  manifestar  la  esperanza  de  que 
se  pueda  en  breve  plazo  afirmar  de  nuevo, 
sobre  bases  sólidas,el  crédito  de  la  Provincia. 

Para  ésto  se  necesitará,  ante  todo,  que  tan.- 


46 


Ke VISTA   ECOXÜ.MK'A 


to  la  Provincia  como  sus  acroedores  so  pon- 
¡S-an  en  la  verdad  y  no  celebren  nuevos  arre- 
glos que  excedan  la  capacidad  rentística  ó 
coloquen  á  los  Poderes  Públicos  en  el  caso 
de  tener  que  desatender,  para  pagar  servi- 
cios, por  lo  pronto  demasiado  pesados,  fun- 
ciones imprescindibles  de  la  administración 
ó  recargar  impuestos  que  contraríen  el  desa- 
rrollo de  la  producción,  en  cuyo  caso"  los 
propios  acreedores,  que  tienen  intei'eses  ar- 
mónicos con  los  do  la  vitalidad  de  las  fuer- 
zas productivas  de  la  Provincia,  resultarían 
tan  perjudicados  como  ésta. 

F.<  indispensable  no  agregará  los  oi-rores 
fiasados  el  de  arreglos  inconvenientes,  y  ya 
c[ue  fvstú  piodiicido  el  nial  do  la  suspensión, 
hay  (lue  tomarse  el  tiempo  necesario  para 
prepari  r  la  reforma  rentística,  solo  después 
de  lo  cual  se  podrá  tener  una  idea  acertada 
de  las  obligaciones  que  la  Provincia  podrá 
servir  con  la  regulai'idad  necesaria. 

Aparte  de  ¡as  atenciones  indicadas,  tiene 
la  Provincia  ([ue  atender  con  toda  prefe- 
rencia la  reliabilit!i(;i('»n  do  sus  instituciones 
de  ciédito,  que  no  interesan  menos  á  la  le 
pública  que  los  empréstitos  exteriores  y  que, 
debiendo  cooperar  directamente  á  la  mejora 
de  las  condiciones  económicas  de  la  Provin- 
cia, son  base  del  re.stablecimiento  de  su  Ha- 
cienda. 

En  cuanto  al  problema  del  sistema  tri- 
butario, él  es  general  para  todas  las  Pro- 
vincias Argentinas;  y  el  aumento  operado 
en  sus  obligaciones,  tiene  que  dai'le  ma- 
yor importancia  que  la  que  ha  presentado 
en  otras  épocas. 

Tres  son  las  fuentes  de  recursos  con  que 
puede  contar  el  Erario:  el  producto  de  los 
bienes  públicos,  los  impuestos  directos  y  los 
impuestos  indirectos.  En  cuanto  á  impues- 
tos la  práctica  ha  demostrado  que  sólo  la 
forma  de  indirectos  es  la  que  se  aviene  con 
las  necesidades  crecientes  de  los  presupues- 
tos modernos. 

En  Francia  los  impuestos  directos  en  el 
año  1836  eran  de  31  oi"  y  en  1S83  apenas 
ascendieron  á  15  o  "^  de  la  renta  total,  puesto 
que  al  necesitar aumentai- considerablemen- 
te ¡as  contribuciones,  hubo  que  recurrirá  la 
forn)a  indirecta,  no  dando  la  directaaumen- 
to  api-eciable,  á  no  ser  en  el  ramo  de  las  pa- 
tentes. En  Inglaterra  las  contribuciones  di- 


rectas sólo  dan  el  21o,"  del  producido  total 
de  los  impuestos.  En  Italia  esa  proporción 
es  de  86  o/",  en  Rusia  de  25  o/''  y  en  Prusia 
de  22  f,/".  En  todos  estos  países  la  rela- 
ción de  los  impuestos  indirectos  lia  ido  cre- 
ciendo en  la  proporción  en  que  los  servicios 
públicos  han  exigido  el  aumento  de  las  ren- 
tas generales. 

Los  principales  impuestos  indirectos  son, 
en  éstos  países,  los  de  importación  3'  de  ex- 
portación; esa  es  la  gran  fuente  de  recursos, 
pero  ellos  pertenecen  exclusivamente  á  la 
Nación,  quedando  las  Provincias  limitadas 
al  producido  de  los  impuestos  directos,  poco 
aumentables  y  sienipre  ii<'  diríeil  cobro  en 
épocas  de  ci'ísis. 

En  estas  condiciones,  de  pocos  medios  pue- 
den disponer  las  Provincias  para  su  fomen- 
to respectivo  y  para  hacer  frente  al  servicio 
de  fuertes  obligaciones,  como  las  que  pesan 
sobre  casi  todas  ellas. 

Esta  situación  viene  en  la  práctica  em- 
peorándose al  absorver  la  Nación  parte  de  las 
pocas  rentas  constitucionalmente  provincia-  / 
les.  como  sea  al  imponer  el  uso  de  papel  se- 
llado Nacional  para  lasobligaciones  que  se 
descuentan  por  las  sucursales,  en  las  l'i-ovin- 
cias,  del  Banco  de  la  Nación. 

Se  comprende  que  en  los  juzgados  nacio- 
nales de  las  Provincias  se  use  el  papel  .se- 
llado nacional,  porqué  es  el  precio  de  un 
servicio,  y,  por  otra  parte,  la  facultad  de 
imponer  los  actos  judiciales  puede  llegará 
imposibilitar  la  distribución  de  la  justi- 
ticia  nacional,  en  los  casos  que  la  consti- 
tución lo  determina. 

El  papel  sellado  para  las  obligaciones 
comerciales,  es  un  impuesto  local  de  giro,  el 
que  debe  estar  sujeto  á  cargas  uniformes 
y  nó  á  diversas,  según  se  contrate  con  una  < 
institución  ó  con  otra. 

Como  impuesto  sobre  el  giro  local,  los  que 
contratan  con  las  sucursales  del  Banco  Na- 
cional no  pueden  legalmente  eximirse  de 
su  pago,  lo  que,  en  caso  alguno,  perjudica- 
ria  los  fueros  de  las  mismas,  desde  que 
el  sello  provincial  en  las  obligaciones  que 
descontasen,  no  impedirla  que  las  hiciesen 
efectivas  por  los  juzgados  de  Sección  Na- 
cional. 

El  empleo  de  papel  sellado  nacional,  que 
anarqniza  el  impuesto  .sobi'O  el   giro    local 


DEL  Rio  DE  LA  PLATA 


17 


comercial  y  priva  á  las  Provincias  de  pai'te, 
en  alg-unas  muy  considerable,  de  una  de  las 
rentas  más  importantes  con  que  cuentan,  no 
está  en  manei-a  alguna  justificado. 

El  caso  déla  Provincia  de  Buenos  Aires  es 
particularmente sérioy  tiene  que  aconsejar  á 
su  Gobierno  ser  muy  parco  en  las  condicio- 
nes para  el  arreglo  de  las  obligaciones  pen- 
dientes. 

La  mayor  parte  de  sus  recursos  provenían 
de  las  propiedades  provinciales:  las  tien-as 
piíblicas,  ya  casi  agotadas,  que  solo  le  ban 
producido  el  último  año  2.670,000  pesos  á 
cobrar  en  largos  plazos;  sus  Bancos,  que 
hoy  le  traen  compromisos  en  vez  de 
ser  por  ahora  una  fuente  de  renta  dispo- 
nible, y  sus  feí-ro-  carriles,  hoy  de  propie- 
dad inglesa. 

Mientras  no  se  proceda  á  una  reforma  de 
su  sistema  rentístico  y  no  se  obtengan  re- 
cursos con  quehoy  no  se  cuentan, ya,  se  hace 
mucho  consiguiendo  el  equilibrar  los  pi-e- 
su puestos  adm i  nistrati  vos. 

No  por  eso  queremos  desahuciar  la  Ha- 
cienda Pública  de  la  Provincia:  somos  dn  los 
que  tenemos  fé  en  (^1  porvenir  y  de  los  que, 
separándonos  de  la  moda  de  mirar  con 
prevención  todo  cuanto  se  hace  ó  no.-?  \  ie- 
ne  de  La  Plata,  i'econocemos  que  se  ha  em- 
prendido alli  una  labor  que  podrá  ser  fe- 
cunda. 

REPÚBLICAJRGENTINA 

CRÓNICA  DE  LA  QUINCENA 

Mayo  14  de  I8U2. 

En  ningún  país  organizado  páralos  gran- 
des fines  de  la  civilización  moderna,  —  la 
justicia  y  la  libertad,  -el  ejército,  que  es  la 
nación  armada,  se  identifica  tanto  con  (d 
pueblo  como  en  una  democracia. 

Se  comprende  entonces,  y  se  explica  per- 
fectamente, que  la  atención  pública  haya 
estado  absorbida  por  completo  al  empezar  el 
mes,  una  vez  que  se  concentraron  todos  los 
elementos  bélicos,  alrededor  de  los  campos 
del  Talar,— y  que  la  afluencia  de  testigos 
oculares  le  haya  darlo  tanto  realce  al  espec- 
táculo. 

No  haré  rriticn. 


Es  una  vieja  verdad  que  c'est  le  premirr 
pas  qui  coute;  y  que  no  .se  mueven  hombre.s 
en  paz  ni  en  guerra,  sin  gastar  dinero,  es 
otra  verdad  de  Monsieur  de  la  Palisse. 

Diré  sí,  que  como  los  cañones  no  estabrtu 
cai-gados  sino  con  pólvora,  lo  mi.smoque  los 
fusiles;  que  como  los  sables  de  la  caballería, 
no  podian  herir  y  mucho  menos  lasbaj'one- 
tas,— he  podido  estar  en  el  fuego  y  en  el 
entrevero,  ver  y  salir  ileso  con  mis  impre- 
sione?. 

Agregaré,  todavía,  (jue  como  en  hjdas  las 
maniobi-as,  ha  habido,  en  este  primer  en- 
sayo,—aiinque  sin  acentuarse  mucho, — di- 
vei-sas  e.scuelas  frente  á  frente.  Quiero  decir, 
(jue  cada  comandante  en  jefe,  ha  mostrado 
su  temperamento,  <iespertando  (>ntre  sus 
subalternos  una  emulación  saludable.  El 
generalCiarmendia  me  ha  parecido  pecar 
por  el  lado  «maniobrero»  y  el  general  Pala- 
cios por  el  lado  «metódico.»  Uno  y  otro  han 
perdido  tiempo  en  tomai-  demasiadas  pre- 
cauciones, habloen  tesis  general,  recono- 
ciendo, sin  (Mubai'go.  ()ue  esas  minuciosida- 
des son  uno  de  los  i nconv  unientes,  que  fatal- 
mente, llevan  aparejadas  todas  las  opera- 
r;icionesun  poco  vastas  de  i'st<;s  simulacros 
di?  gueri-a. 

lín  cuanto  al  combat",-  despucscie  iinase- 
riede  marclias  a'  contrarnai-chas,  con  super- 
fetaciones  inusitadas  de  «espías>  y  «prisio- 
neros», cambiando  unas  veces  de  objetivo, 
casi  abandonando  otras  la  base  de  operacio- 
nes, por  ser  insuficientes  las  tropas  y  el  pe- 
i'imetro  muy  extenso,  —en  cuanto  al  cotn- 
Ijato,  decía,  como  desenlace  de  las  manio- 
bras, ha  sucedido  lo  que  er&  muy  difícil  evi- 
tar, no  obstante  haber  sido  la  acción  un  com- 
bate previsto:  situaciones  inverosímile.s,  que 
no  han  permitido  que  los  jefes  tuvieran  la 
libertad  de  acción  de  hacer  las  cosas  como 
en  la  «guerra  \'erd adera v. 

Conforme  á  las  reglas,  la  función  bélica 
concluyí)  temprano,  demasiado  temprano 
((uizá,  pudiendo  las  tropas  ocupar  sus  ',\c<>\\- 
tonamientos  á  buena  hora.  Pero  fué  debido 
á  que  las  -^peripecias»  se  pi-ecipitaron.  df 
donde  resultó,  que  cuando  apenas  se  traza- 
ron los  más  tenues  linearaientos  del  combate 
ya  estaban  agotadas  las  municiones.  En 
cuanto  á  los  dr^'iiroR.  su  acción  so  redujo  á 
r''Solv(^r  *'pi,-odio>  c   i  ncidenií'S  ai-ladiiis.  sin 


48 


TíKviSTA  Económica 


fallar  sobre  el  terreno,  cuál  de  las  dos  partes 
debía  retirarse  primero  v-como  vencida». 

El  Estado  Maj'or  General  del  Ejército,  ni 
ha  intervenido  ni  estuvo,  sino  de  un  modo 
reflejo,  en  las  maniobras  y  simulacro  de 
combate;  en  cuanto  á  la  caballería,  nues- 
tra leg-endaria  caballeiúa,  tan  apta  para 
maniobrar,  esté  bien  ó  mal  montada,  por  el 
genio  nativo  de  nuestros  ginetes,  su  papel 
se  ha  limitado  á  medio  descubrir  y  presen- 
ciar. La  pólvora  era  la  vieja,  con  humo;  las 
armas  las  que  ya  teníamos.  Pero  con  ellas 
ó  sin  ellas  las  cosas  no  habrían  pasado  de 
otra  manera.  ¿Porqué?  Por  ésta  razón:  no 
se  necesitaban  maniobras  para  .saber  que 
nuestras  tropas  de  línea  son  resistentes,  lo 
mismo  que  nuestra  «milicia»  tiene  entu- 
siasmo y  brío.  Las  deficiencias  observadas, 
eran  conocidas  de  antemano.  ¿De  dónde  pro- 
vienen '{  De  que  la  rutina  no  ha  podido  aun 
entenderse  con  el  arte.  ¿  Se  entenderán  '.  Sí, 
seguramente  sí.  Pero  pasará  mucho  tiempo 
aun,  antes  de  que  se  amalgamen  la  expe- 
riencia y  el  saber,  poniendo  de  lado  cierto 
sedimento,  algo  como  un  aluvión  impuro, 
que  nuestro  modo  de  ser,  —la  guerra  civil  y 
las  revoluciones  han  creado. 

A  pesar  de  que  la  centralización  del  man- 
do me  ha  parecido  excesiva,— estando  todo 
concentrado  en  el  Ministro  de  la  Guerra  que 
hacía  además  de  generalísimo,  sin  apercici- 
bir.se  de  ello  por  un  exceso  de  celo  y  de  buena 
voluntad  hacia  ambas  partes,-  tendrá  este 
ensayo,  costoso  ó  no,  su  incontestable  utili- 
dad, siendo  el  primer  jalón  experimental 
puesto  en  el  camino  teórico  del  porvenir. 

Conviene  decir  y  lo  diré,  como  ilustración 
para  los  jóvenes  oflciales,  que  en  la  realidad 
de  nuestras  guerras  el  ejército  lo  ha  hecho 
mejor  que  en  la  Acción.  Tenemos  algunar- 
campañas  y  batallas  típicas,  combates  y 
encuentros  en  los  que  la  táctica  y  la  solidez 
han  rivalizado,— desde  Chacabuco  hasta Tu- 
yuti,  desde  la  Tablada  hasta  Caseros  y  desde 
la  expedición  al  Desierto,  entieinpode  Rozas^ 
hasta  la  conqui.^ta  de  la  l^ampa  por  Koca. 
Surjeaquí  el  problema  planteado  por  Bacón 
en  estos  términos  que  <•  el  arte  daña  á  la 
naturaleza  en  vez  de  embellecerla,  en  cuanto 
pretende  dominar»— pi-oblema  que  30  re- 
suelvo así :  '■  el  arte  por  excelencia  es  ocultar 
el  arte-.-. 


En  una  palabra  y  para  concluir:  la  nota 
dominante  de  nuestras  primeras  maniobras 
de  Otoño,  ha  sido  una  serie  de  esfuerzos  in- 
coherentes dislocados.  En  unos  puntos, 
para  avanzar;  en  otros,  para  retroceder;  ya 
para  preparar  la  acción;  ya  para  entrar  en 
fuego,  y  una  vez  en  é.ste,— lo  inopinado,  lo 
fortuito  del  un,  porque  nada  quedó  definido. 


Los  caracteres  frívoloo  resuelven  todas  las 
cue.stiones  con  el  criterio  de  las  circunstan- 
cias y  al  azar. 

La  vida  no  es  para  ellos  más  que  una 
gran  lotería.  ¿Qué  tiene  de  extraño  enton- 
ces que,  hasta  el  momento  de  entregar  estas 
páginas  á  la  estampa,  haya  gentes  que  atri- 
buyan lo  que  pasa  á  la  casualidad?  Me  re- 
fiero á  la  pesadez  de  ambas  cámaras  del 
Congreso.  Ninguna  prisa  han  manifesta- 
do en  constituirse.  El  marasmo  político  se 
ha  hecho  así  más  letárgico.  El  aguijón  de 
la  cláusula  55  <^ ambas  cámaras  se  reunirán 
en  sesiones  ordinarias  todos  los  años  desde 
el  1"  de  Mayo  hasta  el  30  de  Setiembre»,  na- 
da ha  podido  contra  los  hechos  fatales. 

Sólo  los  excépticos  no  admiten  que  haya 
causas  y  efectos.  Pero  la  ley  que  «oye  sin 
tener  orejas,  que  vé  sin  tener  ojos,  que  se 
mueve  sin  tener  pies  y  que  toma  sin  tener 
manos  »,—  sabe  en  qué  consiste  el  fenómeno. 
Interrogada  por  la  curiosidad  nacional,  se- 
ría capaz  de  contestar  en  conciencia  :  todo 
viene  de 


El  estado  de  sitio  no  es,  en  efecto,  una 
remora  exclusivamente  para  los  que  no  son 
inviolables;  lo  es  hasta  para  los  mismos  que 
lo  son  ó  pretenden  serlo.  La  masa,  oyendo 
decir  que  el  sol  gira  alrededor  de  la  tierra, 
piensa, — contra  el  testimonio  de  sus  senti- 
dos,—«así  sei-á):».  Los  otros,  los  iniciados,  ó 
algún  fino  observador,  saben  que  la  política 
no  es  «lo  que  se  dice»,  sino  lo  que  se  hace, 
3^  que  para  liacerse  necesita  andar  piano,  y 
reposo:  y  que  los  cuerpos  colegiados  no  e.s- 
tán  exentos  de  hacer  efectiva  la  regla  de  du 
ut  des,  sobre  todo  cuando  un  régimen  que  se 
va  quiere  ó  pretende  ligarse  á  otro  régimen 
que  viene.  Cicerón  decía,  en  una  coyun- 
tura difícil,  teniendo  que  morderse  la  len- 
gua; Xou  si'./)i.  it<i  hchrs  tit  i-^tn  dkam  ¿Pue- 


DEL  Rio  de  la  Plata 


49 


dpyo  ati-everme  alo  que  no  se  atrevía  el 
insig-ne  tribuno?  Sei'ía  algo  más  que  te- 
merai'io;  sería  obtuso  (hebes).  Me  reduciré 
entonces  á  una  observación  :  las  cuestiones 
de  principios  que  atañen  al  prójimo  deberían 
preocupai-nos  sieu.pre,  en  vii-tud  del  aforis- 
mo «hoy  por  tí,  mañana  por  mí».  Pero  un 
hombre  en  libertad  es  un  hombre  contento, 
que  no  piensa  en  la  cárcel,  sino  cuando  se 
ve  amenazado  en  su  libre  albedrio  ó  en  su 
acción. 

Mientras  no  se  conoce  públicamente,  de 
un  modo  irrefragable,  el  por  qué  de  lo  que 
ha  pasado,  sin  acabar  de  pasar,  los  partidos, 
los  círculos,  los  matices  de  éstos  y  sus  afi- 
nes,—tienden  á  disimular  sus  impresiones  ó 
lo  que  llevan  oculto  en  su  seno.  Es  tan  di- 
fícil como  tapar  el  cielo  con  un  arnero.  No 
hay  hombre  ni  comunión  de  hombres  que 
no  se  traicione  por  la  frase.  Kl  silencio  mis- 
mo habla  con  singular  sonoridad..  Ya  esta- 
raos, püe»*,  enterados.  Lo  que  ha  de  ser  se- 
rá. No  porque  esté  escrito  sino  porque  no 
hay  efecto  sin  causa,— una  lógica  impla- 
cable. 

¿Estarán  las  instituciones  en  í?u  solsticio? 

El  conflicto  que  .se  ha  llamado  ve>tudian- 
til»,  y  á  ser  así  estaría  una  vez  más  probado 
que  pequeñas  causas  producen  grandes  efec- 
tos, háse  resuelto,  dicen,  satisfactoriamente 
mediante  la  creación  de  un  Instituto  libre 
de  enseñanza.  Seguramente,  y  es  cierto  lo 
que  dice  el  poeta  inglés,  más  vale  que  no 
nazca  un  niño,  si  lo  hemos  de  ver  ignorante. 
Pero  el  problema  social  no  estriba  sólo  en 
eso.  Ni  un  cambio  de  carreta  dentro  de  la 
zona  intelectual  borra  la  huella.  Queda  el 
rastro  de  la  falta  de  prudencia,  por  un  lado; 
el  de  la  indisciplina,  por  otro.  Nó,  hay  eji  el 
fondo  de  estas  agitaciones  algo  que  se  debe 
remover.  Hay  que  reconquistar  la  fé  en  la 
moral  de  nuestros  antecesores.  La  tradición 
es  un /W707Í//I' poderoso.  El  ideal  no  consis- 
te en  parecer.  Consiste  en  ser.  ;0  porque 
hemos  alcanzado  cierto  gi'ado  de  cultui'a, 
ya  exclamaremos ;  La  qaestiuu  de  Dieu 
manque  (racíualUé)  Y  aquí  no  se  trata  de 
.saber  cómo  pienso  yo,— sino  de  cómo  con- 
viene que  piense  la  falange  popular,— ó  de 
cuál  es  la  fllosof  ía  eficiente  para  \o>  proble- 


mas futuros  que  debe  resolver  la  democra- 
cia en  paz  y  libertad,  ensanchando  siempre 
el  radio  de  las  grandes  y  nobles  aspiracio- 
nes ^nacionales,  pai'a  que  el  combate  del  ta- 
lento, del  saber  y  de  la  probidad  se  ubre  sólo 
en  el  palenque  de  la  emulación  generosa; 
que  sólo  así,  sin  darse  tregua  ni  reposo,  se 
trabaja  por  el  bien  común  y  se  salva  el  pres- 
tigio de  las  instituciones. 

Un  pueblo  libre,  que  incita  á  todos  los 
hombres  de  la  tierra  á  compartir  su  suerte, 
se  expone  á  pasar  por  impostor  si  se  mistifi- 
ca á  sí  mismo,  por  no  tener  en  cuenta,  como 
dice  el  .sabio,  que  el  éxito  consiste  en  una 
severa  obediencia  á  las  loA^es  del  mundo  \' 
que  si  e.sas  le^-es  son  intelectuales  y  mora- 
les, la  obediencia  debe  ser  intelectual  y  mo- 
ral. 


Los  signos  del  zodiaco  político,  poco  dicen 
respecto  del  porvenir.  ¿Saldrá  el  Sol  por  An- 
tequera? ¿Nebuloso  ó  arrebolado?...  He  ahí  el 
problema. 

Hay  sin  embargo  alguna  confianza.  El 
candidato  es  una  garantía.  Los  que  creen 
posible  una  trapisonda  no  .son  perversos,  es 
una  pe.ste.  peor  quizá,  que  los  malos:  son 
tontos.  Hay  honor,  y  el  Dr.  I).  Luis  Saenz 
Peña  será  Presidente  de  la  República.  Por 
e.stas  y  otras  causa.s,  y  porque  una  crisis  es 
una  evolución,  cuyo  ciclo  se  cierra  algún 
dia,  los  síntomas  son  de  mejora  comercial. 
De  ahí  á  una  mejora  económica  y  financie- 
ra,—si  no  se  remienda  en  lo  viejo,  —  no  hay 
tanta  distancia,  como  de  la  tierra  al  parai.so. 
Si  ese  "Soberano  de  los  Soberanos^,  el  oro. 
quiere  .seguii-  bajando  verán  mucho  bueno, 
bástalos  que  no  alcancen  la  edad  de  ^latu- 
salém. 

LrcKi  A'.  Maxsh.la. 


CRÓNICA  DE  LA  QUINCENA 

Tenemos,  al  fin,  síntomas  de  vida  demo- 
crática, reaccionando  vigorosamente  el  par- 
tido colorado  contra  el  si.sterna  que.  después 
de  haber  anulado  en  la  práctica  su  ijitluen- 


50 


Revista  Económica 


cia  política,  lo  amenazaba  con  el  relego  á  un 
olvido  completo.  Con  su  movimiento  coin- 
cide el  délos  elementos  sanos  de  las  otras 
fracciones  políticas,  existiendo  plena  confor- 
midad en  la  tendencia  más  culminante  que 
en  el  país  se  maniñesta,  que  es  la  de  volver 
al  juego  regular  de  las  instituciones,  de  que 
es  base  imprescindible  la  acción  democrá- 
tica leal  mente  practicada. 

Hay  además  de  una  cuestión  de  partido, 
una  aspiración  unánime  nacional:  que  es  la 
de  concluir  con  el  cezarismo  corrupto)',  le- 
vantando bien  alto  los  derechos  políticos  de 
los  ciudadanos,  que  no  pueden  abdicarse  sin 
menoscabo  del  país  y  de  la  posición  ruoral 
de  cada  uno. 

Por  noble  y  esencial  que  sea  la  reacción, 
era  lógico  que  los  intereses  que  medran  con 
el  régimen  personal  tratasen,  como  están 
tratando,  de  detener  el  movimiento  ó  de 
esterilizarlo,  sembrando  la  discordia. 

Entre  otros,  se  nos  habla  de  s^^-ios  traba- 
jos hechos  en  el  pai-tido  colorado,  invocando 
sus  altas  conveniencÍJiS.  en  loscuales  toman 
parte  algunos  compatriotas  que  en  éstos 
illtimos  tiempos  escondían  cuidadosamente 
sus  divisas. 

La  Nación  ha  puesto  la  autoridad  liuele 
dásu  carácter  de  órgano  semi  oíicial.  al  ser- 
vicio de  los  que  quieren,  de  todos  modos, 
evitar  el  renacimiento  de  la  vida  democrática 
y  conservar  el  predominio  fundado  en  la 
disgregación  del  partido  y  en  el  monopolio 
de  las  posiciones  oficiales,  dadas  por  el  favo- 
ritismo. 

Hemos  mencionado  el  carácter  del  colega 
montevideano  y  debemos  agregar,  en  bien 
del  nombro  del  Presidente  de  la  República, 
(jueesa  propaganda  no  obedece  á  sus  aspi- 
i-aciones.  como  no  puede  obedecer  á  las  de 
ningún  hombre  que  verdaderamente  se  ins- 
pire en  el  respeto  de  los  principios  demo- 
cráticos y  en  el  bien  del  país. 

Según  Zff  X ación,  wAchx  tiene  que  desear 
el  partido  colorado:  tiene  mayoría  en  el 
cuerpo  legi.slativo,  tiene  el  mando  del  ejér- 
cito, está  al  f]'ente  de  todos  los  servicios  ad- 
ministrativos, trinidad  de  beneficios  que  no 
podemos  dejar  pasar  sin  análisis. 

Empezemos  por  establecer  lo  que,  ni  el 
colega  ni  nadie  podrá  negar,  y  es  que  desde 
qu"  no  han  liabido  elecciones  democráticas 


sinosimulácros  de  representación  de  parti- 
dos, detrás  de  los  cuales  se  han  producido 
elecciones,  ó  más  propiamente  dicho  nom- 
bramientos oficiales  de  miembros  del  Poder 
Legislativo,  ni  el  partido  coloradoni  ningún 
partido  tiene  repre.^entación  en  las  Cámaras; 
á  io  que  se  agrega  que,  siguiendo  las  cosas 
como  están,  la  reelección  de  esos  miembros 
dependerá,  no  de  la  voluntad  del  partido 
sino  del  ciiterio  del  Poder  Ejecutivo. 

Es  larga  la  cadena  de  las  consecuencias 
de  una  primerafalta:  anulada  por  un  mismo 
acto  la  acción  efectiva  de  los  partidos  y  el 
sufragio  popular,  considérese  la  posición  de 
e.sos  diputados  que  un  voto,  una  palabra 
que  desagi-ade  al  círculo  elector  determina 
su  exclusión  en  la  nueva  Legislatura,  esta- 
bleciéndose así  una  dependencia  mucho  más 
efectiva  que  la  que  la  Constitución  ha  queri- 
do evitar  al  disponer  que  no  .sean  elegibles 
los  empleados  á  sueldo,  dependientes  del  Po- 
der Ejecutivo,  no  ob.stante  no  poder  éí^tos  ser 
remoN  idos  á  capricho.como  nuestros  Gobier- 
nos personales  vienen  removiendo  y  selec- 
cionando á  los  Representantes. 

Encuantoá  que  el  pai'tido  colorado  tienp 
el  mando  del  ejército,  hechos  reciente>  nos 
comprueban  como  los  jefes  se  remueven  sh- 
gún  lo  reclamen  los  enemigos  de  e.se  parti- 
do, de  tal  modo  que  es  ya  de  todos  sabido 
que  para  conservar  el  mando  de  fuerzas  es 
menester  el  beneplácito  de  los  adversarios. 

Por  lo  que  toca  á  la  afirmación  de  que 
los  coloi'ados  están  al  frente  de  todos  los 
servicios  administrativos,  es  bueno  para 
repetido  en  el  Japón. 

Lo  que  se  hace  con  los  jefes  do  cuerpo,  .se 
pretende  hacer  con  los  Ministros,  á  punto  de 
convertir  en  precaria  la  participación  de 
miembi'os del  partido  coloiado  en  los  conse- 
jos de  gabinete,  mientras  todo  es  santo,  bue- 
no y  permitido  á  los  que  en  él  tratan  de 
imponer  los  intereses  de  los  demás  partidos. 

Ahora  mismo  tiene  el  gobierno  dificulta- 
des con  el  Senado,  tan  sólo  porque  á  e.ste  no 
le  pareció  conveniente  la  eliminación  total 
de  miembros  del  partido  colorado  en  la  lista 
de  directores  propuestos  para  el  Banco. 

Como  no  podía  dejar  de  suceder,  se  invo- 
can también  razones  de  patriotismo.  ¿A  qué 
promover,  dice  Lo  Xación,  agitacione>  elec- 
torales con  >us  perturbaciones   inhí'rentes? 


DKi.  Rio  de  la  Plata 


51 


¿.\  qué  anticiparse  tanto,  cuando  faltan  diez 
y  ochomeses  para  laseleccionosde  Diputados? 

Esto  es  considerar  las  cosas  con  el  más 
extraviado  de  los  espíritus. 

El  movimiento  democrático  que  felizmen- 
te se  manifiesta,  no  sólo  es  base  imprescindi- 
ble de  un  verdadero  orden  constitucional 
sino  también  de  paz,  puesto  que,  si  se  cerra- 
^  se  esa  válvula  que  acaba  de  ab'-irseal  espíri- 
tu público,  muchos  y  muy  serios  aconte- 
cimientos podríamos  presenciar,  pues  los 
hombres  de  todos  los  partidos  sienten  nece- 
sidad imperiosa  de  una  reacción,  que  es  de 
desear  se  produzca  en  la  forma  reg-ular 
do  que  las  reuniones  priblicri'^  d'M  pnrlido 
colorado  dan  la  medida. 

Del  puntodevi.stag'eneral.  esa  es  para  todos 
cuestión  de  patria,  y  del  personal  cuestión  fU' 
honra.  ^ 

Patria  y  honra  es  la  bandera  común  para 
colorados,  blancos  3'  ex-constitucionales, 
y  esta  bandera  tiene  en  nuestra  actualidad 
tuerza  irresistible. 

En  cuanto  al  partido  coloi'ado,  no  solo  tie- 
ne que  reaccionar  contra  el  falseamiento 
del  rég'imen  democrático,  sin(')  tauil>ién  con- 
tra el  .'■istema  de  cacicazgo  que  se  quiere 
perfetuar  en  su  seno.-  Los  partidos  de  prin- 
cipios como  este,  no  tienen  ni  deben  tener 
más  autoridad  superior  que  las  resoluciones 
de  las  mayorías,  libremente  espresadas  en 
sus  reunioiies  públicas  y  genuinas. 

Xo  hay  para  él  ni  hombres  necesarios  ni 
menos  tutores  indispensables. 

Casi  ni  es  necesario  observar  el  olvido  que 
hace  «La  Nación»  délas  próximas  elecciones 
de  Senadores,  en  las  que  los  partidos  deben 
tratar,  no  menos  empeñosamente  que  en  las 
elecciones  de  Diputados,  de  hacer  triunfar 
representantes  directos,  dando  así  comienso 
á  la  campaña  que  debe  llevarnos,  con  la  fu- 
tura elección  Presidencial,  á  una  nueva  era 
democrática  y  constitucional. 

No  podemos  concluir  sin  espresar  los  más 
sinceros  votos  porque  la  reunión  del  partido 
colorado,  que  debe  tener  lugar  en  este  día, 
corresponda  á  las  aspiraciones  generales, 
aunque  si  los  activos  trabajos  que  se  hacen 
en  su  conti-a  llegasen  á  retardar  el  éxito 
del  movimiento  iniciado,  no  estaría  por  eso 
comprometido  su  triunfo  definitivo. 

No  hav  términos  medios  en  la  vida  de  los 


pueblos  de  nuestra  raza:  ó  la  compresión 
por  la  fuerza  bruta  ó  la  libertad  amplia. 

La  primera  ya  ha  concluido  su  tiempo,  re- 
sultando estériles  las  mas  hábiles  maniobras 
como  la  fraseología  inconsistente,  para  pro- 
longar su  predominio. 

En  cuanto  al  régimen  que  se  inaugura, 
con  el  irresistible  y  esencialmente  democrá- 
tico movimiento  liberal  que  analizamos, 
es  el  que  sirve  de  base  á  los  pueblos  que  .se 
salvan  así  mismos  en  los  momentos  histó- 
ricos de  su  existencia. 

La  Nación  de  Montevideo.  ocu|)ándose  de 
nuestra  situación  monetaria,  atribuye  al  l)i- 
r(H"tor  de  esta  Revista  ideas  ultrapapelistas. 
Para  ella,  no  existe  término  medio,  entro 
una  circulación  á  oro  exclusiva  y  con  me- 
nor valor  legal  que  el  del  metal  fino,  como 
es  la  oriental,  y  los  asignados  que  se  envile- 
cen en  la  proporción  en  que  exceden  las 
necesidades  de  medio  circulante. 

No  diremos  que  haya  malicia  de  parte  de 
este  e.stimable  colega,  sino  deficiente  dif/es- 
iión  respecto  de  éstas  materias,  que  reciuie- 
ren  estudios  serios  y  largas  meditaciones, 
que  no  se  suplen  ni  por  la  vivacidad  del  <'>¡)í- 
ritu  ni  por  la  brillantez  de  lafoi-inn. 

Respecto  de  circulacifjn  monetaria  no  se 
puede  preconizar,  pai-a  todas  las  épocas  y 
pai"a  todos  los  lugares  un  mismo  rég'imen. 
ni  declararse  nadie  orista  ni  papelista,  sin 
teñeron  consideración  las  circunstancias  es- 
peciales en  que  un  país  se  encuentra  só 
pena  de  incurrir  en  ios  mas  lamentables 
errores. 

Ya  que  el  colega  penetra  en  este  campo, 
permítanos  que  le  abramos  la  cartilla,  cum- 
pliendo así  un  evangélico  precepto. 

Se  repite  comunmente  que  la  perfección 
en  materia  de  moneda,  es  la  fijeza  de  valor. 

Pero  es  el  caso  de  preguntar  ¿qué  se  en- 
tiende por  fijeza  de  valor? 

Es  muy  fácil  afirmar  en  redondo,  así  como 
lo  es  también  halagar  el  interés  egoísta  de 
gremios  con  manífe.staciones  como  las  del 
colega,  pero  lo  que  .ya  no  es  tantees  esplicar 
ciertas  cosas  que,  como  éstas,  requieren  algo 
mas  que  el  arte  do  hilar  palabras. 

Pero  vamos  á  la  lección. 

El  valor  es  siempre  una  relación.  El  de  la 
moneda,  es  su  relación  con  las  cosas  que  con 


52 


ReVIST.V    EC0\('»MI(A 


ellas  se  cambian,  de  modo  que  para  obtener 
la  fijeza  de  valor  en  la  moneda,  es  menester 
poder  conseguir  que  la  cantidad  de  ella  dis- 
ponible se  harmonice  con  la  que  requieran 
las  transacciones. 

Si  hay  moneda  de  mas,  el  valor  se  que- 
branta, ésta  vale  menos;  si  Ja  hay  de  me- 
nos, tenemos  el  mismo  fenómeno  en  senti- 
do inverso,  ella  vale  más  y  todas  las  cosas 
menos. 

La  moneda  de  oro  se  limita  naturalmente 
por  la  parquedad  de  la  producción  délas 
minas  y  su  ventajosa  exportación :  ésto  es, 
desaparece  á  su  respecto  el  peligro  de  exce- 
so de  circulación,  pero,  subsiste  el  de  su  ca- 
rencia, ó  rarificacióu,  que  no  es  menos  con- 
trario al  ideal  de  la  fijeza  que  el  de  las  emi- 
siones exhuberantes  de  papel  inconvertible. 

No  hay,  pues,  que  decir,  oro,  oro,  ó  papel, 
papel,  sino  consultar  las  circunstancias  del 
país,  según  las  que  habrá  que  precaver  el 
mal  de  emisiones  exhuberantes  ó  el  n ó  me- 
nor de  la  rarificacióu;  i-emedio  que,  pai-ala 
actualidad  oiiental,  hemos  creido  uallnr  en 
el  bimetalismo. 

La  Nación  al  rejuvenecer  la  propaganda 
orista  que  nos  dieron  IT)  años  de  postración 
económica,  llama  al  sistema  opuesto  de  ré- 
gimen cartáceo,  y  aquí  la  lección  de  econoima 
política  se  complica  con  otra  de  lengua  cas- 
tellana. 

Si  el  deseo  de  aprovechar  la  literatura  eco- 
nómica italiana  no  nos  hubiese  llevado  á 
cultivar  éste  idioma,  el  colega  nos  habría 
puesto  en  singular  conflicto,  con  ese  térmi- 
no tan  estraño  que  adopta. 

¡Régimen  cartáceo!  Yaya  una  alianza 
hispano-italo  inadrai.sible.  ¿Por  qué  no  dice 
el  colega,  llanamente  régimen  de  pape!  mo- 
neda, que  si  bien  no  baria  á  sus  lectores  el 
efecto  de  una  cosa  nueva,  en  cambio,  sería 
dicha  en  el  idioma  en  que  escribe? 

Cartáceo  en  este  caso  es  italiano  puro,  viene 
de  carta,  papel,  y  por  estoles  italianos  llaman 
al  papel  inconvertible  -carta  monetata->, 
papel  amonedado. 

Pero  ya  que  el  colega  nos  hace  la  trave- 
sura de  hablarnos  en  italiano,  en  italiano 
le  contestaremos,  diciéndole,  como  Antonio 
Oiccone,  en  sus  notables  Principi  di  Econo- 
mía Política.  "La  carta  monetata  é  un  male, 


«má  é  un  male  che  serve  di  remedio  ú  un 
<'male  maggiore>>. 

Por  nuestra  parte,  no  hemos  aconsejado 
éste  e.stremo  por  lo  peligroso  que  es  con  go- 
biernos que  viven  fuera  de  la  órbita  consti- 
tucional, y  no  sujetan  sus  actos  á  ninguna 
intervención  genuinamente  popular.  En  to- 
das nuestras  publicaciones  sobre  la  situación 
monetaria  oriental,  hemosaconsejado  la  cir- 
culación mixta  de  plata  y  oro.  aumentán- 
dose la  cantidad  de  aquella,  y  rectificando, 
respecto  de  este,  los  errores  de  equivalencia 
que  hoy  favorecen  su  exportación  y  perm.i- 
ten  combinaciones  bancarias  contrarias  á 
nuestra  existencia  regular. 

El  Siglo,  comparte  este  error  de  La  Nación, 
lo  que  no  es  de  estrañar  y  .«;e  limita  á  hacer 
el  paralelo  éntrela  circulación  de  oro  y  la 
de  papel  depreciado  por  el  abu.so,  á  la  que 
asimila  indebidamente  la  de  plata,  y  casi 
trata  de  insensatos  á  todos  los  que  pretenden 
establecerla  en  nuestro  país. 

Isos  consuela,  sin  embargo,  el  ver  que 
muchos  piensan  como  nosotros,  y  conside- 
ran el  bimetalismo  indispensable  para  el 
desenvolvimiento  de  las  transacciones,  aun 
en  países  como  Inglaterra,  que  es  el  que 
puede  acapai'ar  mayor  suma  de  oro.  Y,  ya 
no  son  solamente  los  hombres  de  ciencia,  los 
los  que  esto  aconsejan,  son  los  repre.sentan- 
tesde  los  grandes  centros  comerciales  del 
mundo. 

¡Qué  bárbaros  .son  los  inglese.s,  habráse 
dicho  en  nue.stras  alturas  oficiales,  al  leer  el 
telegrama  del  6  del  corriente  que  anuncia 
que  la  Cámara  de  Comercio  de  Manchesteij 
se  há  declarado  á  favor  del  bimetalismo! 

Es  una  de  las  debilidades  humanas,  el 
apego  á  todo  lo  que  se  relacione  con  los 
triunfos  juveniles,  y  ésto  esplica  como  nues- 
tros oristas  de  antaño,  no  puedan  admitir 
la  ciencia  y  la  esperiencia  de  ogaño,  que 
marchita  sus  laureles. 

De  ahí,  que  casi  no  se  pueda  discutir  con 
ellos  éste  punto. 


REVISTA  BURSÁTIL 


Si  en  nuestra  anterior  dejamos  constancia 
de  un  hecho  al  parecer  en  pugna    con    las 


DKL  Rio  Dií  LA  Plata 


53 


teorías  económicas,  la  baja  del  oro  con  ma- 
yor abundancia  de  papel,  en  esta  debemos 
dejarla  de  haber  seg'uido  la  valorización  de 
nuestrq  medio  circulante  basta  52.80  la  on- 
za, ósea  324.42  '^[o,  mientras  empeoraban  los 
cambios  sobre  Europa  en  casi  2  %,,  se 
embarcaban  libras  (55.000  para  el  Brasil  y 
continuábala  baja  del  interés  hasta  tratarse 
algunos  buenos  descuentos  abajo  de  10  "[o 
anual,  señal  evidente  de  mayor  abundan- 
cia de  papel. 

Si  embarg'o  la  baja  es  lójica  y  obiídece  ú 
mayor  confianza  en  el  porvenir  que  dismi- 
jiuye  el  número  do  compradores  de  metá- 
lico á  plazos  larg-üs,  ig-ualándose  por  esta 
causa  los  precios  de  contado,  ñn  de  mes  y 
casi  Un  de  Junio  y  provocando  la  venta  al 
contado  por  los  capitalistas  (pa.sadores)  del 
om  que  tenían  recojido  y  que  comprando 
simultáneamente  el  importe  de  sus  ventas 
;'i  plazo,  quedan  con  su  papei  disponible  pa. 
iH  nuevos  negocios. 

La  baja  persistirá  síiHK'^e  producen  acon- 
tecimientos inesperados,  porqué  de  seguir 
ofrecido  el  oro  á  plazos,  no  tardará  en  ga' 
nar  pase  y  hade  entrar  en  nuestra  Bolsa 
una  gran  parte  de  la  existencia  de  oro.  lla- 
mada por  el  interés. 

La  disminución  en  las  expoliaciones 
ocasionada  por  la  baja  del  preci  )  del  oro  y 
la  esoases  que  empieza  á  notarse  en  lanas 
han  hecho  empeoi-ar  el  cambio  sobre  Kur(r 
pa  en  uno  y.  en  algunosdiasde  hi  (juincíuia 
hasta  en  dos  por  ciento. 

Noticias  de  Londres  respecto  á  mejora  en 
los  precios  de  las  cédulas  Nacionales,  han 
repercutido  aquí  y  sido  causa  de  lo  que  ano- 
tamo^. 

El  empré.stito  Nacional  interno,  cuyo  pre- 
cio aun  no  guarda  armonía  con  el  tipo  de 
interés  del  papel  en  plaza,  ha  mejorado  en 
3  puntos  y  continua  demandado,  pudiendo 
aun  la  forma  en  que  se  resuelva  el  asunto 
.suscricion  de  acciones  del  Banco  de  la  Na- 
ción, ocasionar  una  vai-iacion  sensible  en  su 
cotización. 

Han  aparecido  en  la  pizarra,  por  primera 
vez,  los  fondos  públicos  nacionales  de  1892 
dados  en  cange  de  las  acciones  del  Banco  Na- 
cional en  liquidacif)n.  Su  pi'ecio  i'eal  ha  si- 
do siempre  52  á  53  y  la    primera   cotización 


de  44  sino  fué  ficticia   debió    ser    una   sor- 
presa. 

Especulaciones  sin  trascendencia,  pero 
que  facilita  lo  bajo  de  sus  precios,  han  ele- 
vado los  de  las  cédulas  hipotecarias  y  bonos 
de  interés  del  Banco  Hipotecario  de  la  Pro- 
vincia de  Buenos  Aires.  Algún  rumov  de 
medidas  á  tomarse  por  el  Gobierno  de  La 
Plata  se  ha  revelado  en  dichas  especulacio- 
nes, que  si  podrán  galvanizar  un  momento 
esos  valores,  no  podrán  afirmar  sus  precios 
desde  que,  una  de  dos.  (>  empeora  la  situa- 
ción de  paisy  las  cédulas  bajarán,  ó  mejora- 
nuestra  posición  económica,  se  valoriza  el 
billete  y  entonces  Europa  nos  remite  las 
cédulas  que  tiene  compradas  con  oro  al 
rededor  de  400  ■[,.,  y  bajarán  también. 
Solo  el  tiempo  y  una  juiciosa  liquidación 
del  Banco  Hipotecario,  que  ha.sta  ahora  no 
podemos  calificar  de  tal,  podi-án  hacer  me- 
nor la  pérdida  de  los  tenedores  de  estos  tí- 
tu  los. 

Uecíamos  en  nue.'^tra  anterior  que  hablan 
mejorado  y  se  notaba  demanda  por  accio- 
nes del  Banco  Español  é  Italia  y  Kio  de  la 
Plata;  el  precio  de  Od  y  75  que  consigna- 
mos ho^-,  10  "[„  de  alza,  justifica  nuestra 
afirmación,  que  mantenemos  con  mn^  mo- 
tivo, ho^,^  que  .se  ha  hecho  público  haber 
excedido  el  Banco  Español  la  cifra  de 
25.000.000  de  depósitos. 

Análogo  movimienlo  aunque  no  de  lanía 
inipoi'tancia,  hansí^guido  las  del  Banco  Ita- 
liano y  Francés. 

En  la  Bolsa  de  Montevideo,  notamos  una 
mejora  de  4  "[o  en  los  billetes  inconverti- 
bles del  Banco  Nacional,  y  en  los  títulos 
hipotecarios  .serie  I),  orijínado  porlos  nom- 
bramientos hechos  y  en  via  de  hacer.se  por 
el  Senado  para  la  dirección  de  e.stos  esta- 
blecimientos. 

Se  ha  cotizado  por  primera  vez  la  Deu- 
da interior  á  33.40  "[o  y  sigue  en  general 
la  paralización  en  los  negocios  bursátiles 
de  aquella  plaza,  que  espera,  como  el  ma- 
ná, á  los  proyectistas  de  banco,  anunciados, 
por  el  cable,  en  viage  desde  Europa. 

V. 


líi;\  isTA   E('<j.\(i\iic  V 


Movimiento  bursátil  de  la  primera  quincena  de  Mayo  de  1892 


BOLSA  DE  BUENOS  AIRES 

(DKl,  1'^  Al.  U  1)K  NÍA  YO) 


Metálico 


Onzas ¡54.70      ¡52.80 

Libras  eslei-liiins I  l<'-^''>       I   K'--''^ 


Ulliiiio  precio 

:ilto     I       H.VSTA 

ilAYO  I-t 


54.5(J 


Ó2.80 
16.3(3 


Cambios 


48. 


Ing-latena 

Francia '     ^-^' 

Bélgica.  il    ^-"^ 


Alemania. 


Cheques 


Banco  Nacional 

Banco  de  la  Provincia 

Banco  Hipotecario  de  la  Provincia— bono.s 
Banco  Infi'lés  del  Kio  de  la  Plata  C papel). 


4.10 


31 
51.' 
11.1 
20  - 


(oro) !  nominal 


Cédulas  Hipotecarias  Nacionales 


Serie 


A  (oro)  5 
A  m  n  7 
B  ■  7 
U  '  7 
I)  >  7 
E  7 


de  renta 


Cédulas  Hipotecarias  Provinciales 


Ser 


ie  A  (oro)  6 
A    $í.    8 


de  renta  sin  operaci<3n 
*        >     sin  opei*aci(')n 


Sel- 

» 


ie  M  m/n  8  «r; 

N  »  8  % 

O  »  8% 

P  ^>  •  8  »;„ 


27  — 

97  — 
95.50 
85  — 
8G  — 

87  — 


12 
30 
30 

29 
29 
29 
30 
29 
29 
29 
29 
29 
29 


.50 


,30 
.30 
20 
30 
20 
30 


47.=^, 
5.02 
5.03'/., 
4.07 


30.50 
52  — 


12 
20 

7 


29.50 
98  — 
92  — 

82  — 

83  — 

84  — 


12  ^ 
30  - 
29.30 
28.50 
28.50 
29.50 
30  - 
29.20 
29.20 
29.10 
29.10 
29.10 
29.20 


48.'. 
5.015 
5.07 
4.09 


31.5o 
57.50 
17  - 
20  — 
11  — 


30  - 
99  — 
95  - 
89  - 

93  — 

94  - 


12  — 
30  - 
30.50 
30  - 
30  — 
29.50 
30  - 
30.80 
30.70 
30.20 
30.70 
30.50 
30.70 


47.^,4 
5.021/2 
5. 03 Va 
4.07", 


31.50 
52.50 
14.50 
20  ~ 


30 
97 
95 
89 
93 
94 


12  - 
30  - 
29.50 
30  — 
30  — 
29.50 
30  — 
30.40 
30-50 
30.50 
30.30 
30.40 
30.50 


DKL  Rio  dk  la  Plata 


Ulliiiio  precio 

HASTA      I    Mas  bajo 
ABRIL  20 


Fondos  y  Títulos  Públicos 

l''oiidos  l'iíblico:,  .Naciouiílos  (l(>  ]8HI 
Empréstito  Nacional  fntPi-no  1M91 . . . 
Id.  (ir.  18í>2 , 


Acciones 


BANCOS 


(oroj. 


Espaíiol  (iol  iiio  (It?  la  I  Mata. 
Italia  3'  >       >    » 

Crédito  Real 

Nuevo  Banco  Italiano 

Banco  de  la  Bolsa 

Francés  del  Rio  de  La  Plata 

Hipotecario  de  la  Capital  (Bonos  oroj. 

Uonstrucíor  de  La  Plata 

Id.  \ú.    (oblig-aciones) 

Aerícola  Comercial 


.s;.5o 

(j5  — 
27  - 

36  - 

37  - 
3?  — 
40.50 

0.70 


8'.J  — 

m  — 

27  — 

40  — 
39.50 
33  ^ 

41  -^^ 
3  — 
0.60 


96  — 
75  — 
27  - 

40  — 
39.50 
37  — 

41  - 
4.50 
0.60 

15  - 


ultimo  precio 

IIA.STA 
MAYO  11 


57  — 

.  53  - 

53  — 

53  - 

59.20 

'  59.30 

62.2(1 

62.21) 

!1 

r.2  — 

53  - 

96  — 
75  — 
27  — 

40  — 
39.50 
37  - 

41  - 
4.50 
0.60 

15  - 


CO-MP.VNLVS 


La  Ediücadora 

La  Previsora  íCi.rnpañia  de  Seeruros) 

La  Primitiva  Compañía  de  Gas , 

Gas  Argentino , 

Empresa  del  Edificio  de  la  Bolsa 

La  Argentina  ^fábrica  de  pape!) 

Muelle  y  I)ep(')sitos  de  las  Catalinas 

La  Buenos  Aires  (Compañía  de  Seguros), . . 


«0  •" 

SO  — 

29  - 

29  — 

64.50 

65  - 

40  - 

40  - 

125  - 

125  - 

— 

65  ~ 

BOLSA  DE  MONTEVIDEO 

(DEL  r^  AL  15  DE  MAYO) 


Acciones  Banco  Nacional I    8.20 

Billetes  >  .         54. SO 

Deuda  Unificada I  40  — 

Títulos  hipotecarios  Serie  1) j  26.80 

Cédulas  h  i  potecarias     -      A 29  — 

Id.  id.  <      B 'j        — 

Deuda  amortizable • i    34.60 

Deuda  del  Interior 1;        — 

Deuda  Independencia u        — 


(•.\  MUIOS 


Inglaterra 
Francia. . . 
Bélgica. .. 
Alemania. 


51.% 
5.41 
5.42 
4.36 


6.90 
30  — 


7.50 
.55.20 
40  — 
28.50 
27.60 
28  — 
33  — 
32.80 
31.20 


1     5D/8 
¡     5.36 
I  nominal 
'    4.35 


80  — 
29  — 
65.50 
40  — 
125  - 
65  - 
7. 
30 


20 


8.20 
58  — 
40  — 
28.90 
29  - 
28  - 
33  — 
33.40 
31.20 


51 .  ■■^/g 

5-40 
nominal 

4.36 


80 
29 
65 
40 
125 
65 
7. 
30 


80 


8.2o 
58  — 
40  — 
28.90 
29  - 
28  — 
33  - 
33.40 
31.20 


5.37 

nomina 
4.36 


56 


Revista   Económica 


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2*  Época.— Núm.  3 


I''  de  junio  de  1892. 


REVISTA   ECONÓMICA 


DEL 


RIO  DE  LA  PLATA 


DIRECTOR:    DOMINGO    LAMAS 


El  men^age  del  píe^idente  de  la  {Re- 
pública Argeijtina 

Una  de  las  partes  mas  notables  del  Men- 
sage  con  que  el  Presidente  de  la  República 
acaba  de  abrir  las  sesiones  del  Congreso 
Nacional,  es,  considerado  desde  el  punto  de 
vista  económico,  la  que  se  refiere  al  Depar- 
tamento del  Interior. 

En  el  capítulo  « Tierras,  Inmigración  y 
Agricultura,  »  el  señor  Presidente  empieza 
por  decir  que  la  labor  del  gobiei-no,  en  cuan- 
to á  tierras  públicas,  ha  sido  de  reparación, 
habiéndose  conseguido  el  rescate  de  mas  de 
tres  mil  leguas  de  tierras  de  manos  de  con- 
cesionai'iüs  que  no  hablan  cumplido,  ni  pen- 
sado cumplir,  las  obligaciones  de  la  ley. 

La  estension  de  tierra  rescatada,  ha  po- 
dido ser  mayor  puesto  que,  según  el  men- 
sage,  «se  ha  tratado  de  conciliar  en  todo,  con 
los  intereses  del  Estado,  los  de  los  concesio- 
narios que,  por  el  hecho  de  haber  incorpo- 
rado al  suelo  algún  capital,  en  una  foima 
cualquiera,  eran  dignos  de  su  protección; 
mientras  ninguna  consideración  merecían 
los  que  detentaban  la  tierra  pública  con  una 
mira  de  especulación,  sin  poblarla  ni  culti- 
varla, y  esperando  su  valorización  del  es- 
fuerzo ageno  y  no  del  propio,  con  desconoci- 
miento de  sus  principales  deberes*. 

El  Mensage  reconoce  que  «la  legislación 
«agraria  es  deficiente  como  lo  comprueba 
«una  larga  experiencia^  y,  no  obstante  esto, 
el  gobierno  se  ha  desprendido  en  favor  de 
particulares,  hasta  el  31  de  Marzo  último,  de 
4.500.000  hectáreas,    consiguiendo  un  pro- 


ducto en  efectivo  y  en  letras  de  5.682.919:63 
pesos. 

Casi  es  escusado  insistir,  pues  el  hecho  es 
de  todos  reconocido,  que  la  tierra  pública  no 
puede  considerarse  solamente  como  una 
fuente  de  recursos  para  el  erario,  sino  que 
hay  que  buscar  en  ella  una  base  de  aumen- 
to efectivo  de  población  y  de  producción 
agrícola. 

Ese  pedido  de  1600  leguas,  que  es  lo  que 
representa  la  tierra  cedida  en  el  año,  no 
puede  corresponder  á  necesidades  efectivas 
del  trabajo,  cuando  no  ha  habido  saldo  á 
favor  del  país  en  el  movimiento  de  inmi- 
gración y  de  emigración;  sino  que  es  la  con- 
tinuación de  las  especulaciones  que,  como 
hemos  visto,  condena  sensatamente  el  Men- 
sage; son  tierras  pedidas  en  su  generalidad 
«para  especular  esperando  su  valorización 
del  esfuerzo  ageno  y  no  del  propio.v. 

Continuar  entregándolas  tierras  en  estas 
condiciones,  que  el  gobierno  reconoce  con- 
denadas por  una  «larga  esperiencia»,  es  es- 
terilizar el  rescate  que  se  menciona;  dar  á 
unos  agiotistas  lo  que  se  les  quita  á  otros. 

Aunque  sea  corto  el  tiempo  que  le  queda 
á  la  actual  administración,  ella  aun  tiene  en 
estas  materias,  la  oportunidad  de  hacerse 
memorable,  dotando  á  la  República  Ar- 
gentina de  un  sistema  agrario  que,' separan- 
do el  agio,  permita  canalizar  hacia  los  ter- 
ritorios nacionales  una  vasta  corriente  in- 
migratoria, creándose  á  la  par,  para  dentro 
de  breve  tiempo,  una  fuente  de  renta  que 
permita  la  consolidación  del  crédito  argen- 
tino. 

Ahí  se  encontrarán  muchas  soluciones  que 
hoy  se  juzgan  difíciles  ó  imposibles,  como  lo 


58 


Revista  Económica 


hemos  de  demostrar  en  estudios  especiales 
que  nos  proponemos  dedicará  estas  cues- 
tiones. 

El  capítulo  de  ferro-carriles,  demuestra 
verdadero  celo  por  parte  del  gobierno  en  fa- 
vor de  los  intereses  de  la  Nación,  á  la  par  que 
hace  resaltar  ia  conducta  abusiva  de  las 
compañías  de  ferro  carriles,  á  las  que  se  les 
venia  dando  fuertes  sumas  por  g-arantias,  sin 
observaí-  ni  estudiar  sus  cuentas. 

La  Nación  habia  pagado  hasta  ahora,  diez 
y  seis  millones  de  pesos  oro  por  garantías 
de  interese.s,  que  las  Compañías  debían  de- 
volver en  una  forma  ó  en  otra,  y,  ahora,  ha- 
biéndose hecho  el  <^cómputo  del  producto  de 
las  líneas  férreas,  y  separando  la  parte  que 
ha  debido  descontarse  de  la  suma  gai'antida 
y  pagada  íntegramente,  resulta  que  las 
empresas  adeudan  á  la  Nación  mas  de  diez 
millones  de  pesos  por  las  cuotas  que  han  ido 
reteniendo  sin  derecho.»—  Hay  más,  «norma- 
lizada la  situación  en  este  sentido  y  llama- 
da la  empresa  al  cumplimiento  de  su  deber, 
resultará  también  que  el  importe  de  las  ga- 
rantías, que  este  año  ascenderían  á  mas  de 
cinco  millones  de  pesos  oro,  quedaría  redu- 
cido en  lo  sucesivo,  por  descuento  de  la  parte 
proporcional  de  sus  entradas,  en  mas  de  un 
cuarenta  ó  de  un  cincuenta   por  ciento». 

La  i-educcion  podrá  ser  todavía  mucho 
mayor  si  los  ferro-carriles  cumplen,  además, 
con  su  deber  de  suprimir  ga^^tos  inútiles, 
entre  los  cuales,  como  lo  ob.serva  muy  bien 
el  Mensage,  están  «los  dobles  directorios  que 
disfrutan  de  estipendios  exagerados^>. 

Las  concesiones  que  han  caducado  en  el 
último  año,  libran  al  tesoro  de  una  garantía 
CU3'0  importe  total,  hasta  su  vencimiento, 
ascendería  á  treinta  millones  de  pesos. 

Se  han  entregado  al  servicio  público  en  el 
año  1.933  kilómetros  de  vías. 

Hay  veinte  y  ocho  ferro-carriles  en  es- 
plotacion,  cuyas  lineas  siguen  estendién- 
dose  gradualmente;  y  veinte  y  tres  ferro- 
carriles concedidos  en  construcción,  «pero 
agrega  el  Mensage,  la  mayor  parte  de  ellos 
quedarán  felizmente  en  pro3^ecto>.  Los 
ferro-carriles  concedidos  sin  garantía,  en 
estudio  ó  en  construcción,  íbarcan  5.075 
kilómetros. 

La  palabra  felizmente  con  que  el  mensage 


acompaña  la  noticia  de  que  la  mají^or  par- 
te de  los  feri-o-carriles  concedidos  con  garan- 
tías, quedarán  en  proyecto,  merece  ser  acla- 
rada. 

¿Porqué  felizmente  ?  ¿  Han  sido  mal  conce- 
bidas é.stas  líneas? 

¿Se  teme  que  el  importe  sea  una  carga 
excesiva  para  el  tesoro  ?¿  Se  creé  que  las  con- 
diciones en  que  han  sido  concedidas  son  in- 
convenientes ? 

Nada  dee.sto  lo  expresa  el  mensage,  pero 
no  será  aventurado  decir  que  tales  son  las 
consideraciones  que  se  encuentran'  detrás 
de  esa  palabra. 

Pero,  si  se  juzga  que  sería  una  felici- 
dad para  la  Nación  el  que  las  empresas  no 
puedan  todas  llevar  á  término  las  líneas 
concedidas;  sí  esas  concesiones  son  un  mal, 
no  habría  entonces  que  esperar  todo  del  aca- 
so y  el  Gobierno  debería  tratar  de  conseguir, 
desde  luego,  en  condiciones  convenientes,  la 
rescisión  de  los  contratos,  aún  tratándose  de 
las  empresas  que  tengan  facilidad  relativa 
para  encontrar  los  capitales  necesarios. 

Asunto  tan  grave  requiere  estudio  y  ex- 
plicaciones que  permitan  formar  juicio 
exacto  de  la  situación. 

El  Sr.  Presidente  se  manifiesta  particular- 
mente .satisfecho  del  adelanto  de  las  obras 
del  Puerto  de  Buenos  Aires,  de  utilidad  in- 
contestable, y  enérgicamente  pro.seguidas 
en  medio  de  la  crisis,  asi  como  de  la  rescición 
del  contrato  de  arrendamiento  de  las  obras 
de  salubridad,  que  califica  de  uno  de  los  me- 
jores servicios  que  la  actual  administración 
ha  podido  prestará  la  Nación,  suprimiendo 
muchos  abusos  á  la  par  que  se  han  podido 
mejorar  los  servicios  para  la  higiene  y  redu- 
cir tarifas   exorbitantes. 

Todo  cuanto  menciona  el  Sr.  Presidente 
respeto  ala  conveniencia  de  dicha  re.scisíón 
es  de  pública  notoriedad. 

Lo  que  ha  pasado  con  la  administración 
de  esa  empresa,  es  muy  de  tenei'se  en  cuen- 
ta por  los  que  vienen  todavía  so.steniendo, 
entre  nosotros,  la  excelencia  de  las  adminis- 
traciones extrangeras  y  la  incapacidad  pro-* 
pia  de  los  hijos  de  estos  países  para  cuidar 
directamente  de  sus  intereses. 

Esa  no  es, 'sin  embargo,  la  única  de  las 
empresas  extrangeras  que  se  hallaba  en  e.se 


DEL  BlO  DE  LA  pLAÍA 


59 


caso,  puesto  que  liay  varias  administraciones 
de  ferrocarriles  que  se  hacen  sentir  á  diario, 
de  un  modo  no  menos  inconveniente  para 
los  intereses  públicosque  la  antigua  empre- 
de  las  Obras  de  Salubridad. 

La  parte  del  mensage  que  se  dedica  á  la 
Hacienda,  es  incompleta  en  sus  datos,  y  no 
suministra  ninguna  cifra  importante  que 
no  nos  fuese  ya  conocida.  No liace  ninguna 
indicación  sobre  planes  futuros,  loque  puede 
explicarse  por  el  hecho  de  la  próxima  reno- 
vación del  P.  E.  Nacional,  absteniéndose,  en 
vista  de  ésto,  el  Dr.  Pellegrini  de  trazar  pla- 
nes cuj-a  ejecución  correspondería  á  su  su- 
cesor. 

El  comentario  de  este  documento  no  nos 
llevará  pues  aun  estudio  fundamental  de 
la  Hacienda  Nacional  y  menos  á  la  discusión 
de  las  medidas  radicales  que  requiere  su 
comprometida  situación.  Otro  es  el  terreno 
al  que  nos  conduce  elmensag'e,  que  si  bien  es 
parco  en  cuanto  ai  estado  de  la  Hacienda, 
se  extiende  en  halagadoras  consideraciones 
sobre  la  crisis,  que  considera  entra  en  plena 
convalecencia,  supliendo  la  robustez  del  en- 
fermo la  falta  absoluta  de  asistencia  médica, 
y  dedica  todo  un  capítulo  al  comercio,  aun- 
que en  él  no  seda  cuenta  al  Congreso,  de 
un  solo  acto  del  Gobierno. 

«La  crisis  que  nos  há azotado,  dice  el  men- 
sage,  alcanzó  el  año  pasado  su  mayor  inten- 
sidad, notándose  especialmente  en  lo  que  vá 
corriendo  del  presente  año,  señales  eviden- 
tes de  que  ha  cedido  y  de  que  ya  entramos 
en  plena  convalecencia.» 

Para  apreciar  éstas  líneas,  con  que  se  em- 
pienza  el  capitulo  de  rentas  y  gastos,  nos  es 
foi'zoso  saltar  al  siguiente,  dedicado  al  comer, 
ció,  en  el  que  se  demuestra  que,  apesar  de  la 
gran  exportación  habida,  la  importación  no 
ha  aumentado  de  un  modo  sensible,  y,  para 
nosotros,  éste  simple  hecho  basta  para  com- 
probar que  no  hay  mejora  apreciable  en  la 
situación  del  país,  puesto  qué,  como  lo  reco- 
noce el  mismo  mensage,  la  población  sigue 
con  sus  gastos  reducidos  á  los  más  estricto, 
aseveración  que  contradice  la  anterior,  pues 
reducciones  de  este  género  en  la  masa  de 
la  población,  son  síntomas  de  empobreci- 
miento general.  Ese  dato  no  revela  mejoría; 
es,  por  el  contrario  elocuente  reflejo  del  per- 


sistente malestar  económico  del  país  que  el 
hecho  de  cosechas  relativamente  buenas,  no 
ha  alcanzado  aún  á  modificar  sensible- 
mente. 

En  cuanto  á  las  rentas,  se  menciona  el  he- 
cho de  que  ellas  ascendieron,  en  1891,  (i 
71.602.118  pesos,  loque  importa  un  aumento 
de  4.128.231  sobre  el  año  1890.  El  aumento 
del  primer  trimcstie  en  este  año  es  mucho 
mayor,  ascendiendo  lo  recaudado  á  25.753.855 
pesos,  de  lo  que  resulta  un  aumento  de 
11.500.000  sobre  el  mismo  período  del  año 
pasado;  pero  es  de  advertir  que  esto  se  debe 
piincipalinente  á  que  en  este  año  pudo  ha- 
cerse más  efectivo  el  impuesto  sobre  los  fru- 
tos del  país,  habiéndose,  en  el  año  anterior, 
apresurado  la  exportación  de  la  cosecha  de 
1890,  antes  de  que  entraran  en  vigencia  los 
derechos  sobre  los  frutos. 

Con  estos  recursos  el  Gobierno  ha  podido, 
después  de  pagar  los  presupuestos  ordina- 
rios y  los  gastos  extraordinarios  autorizados 
por  leyes  especiales,  abonar  durante  los  15 
meses  de  1"  de  Enero  del  91  á  31  de  Marzo 
del  92,  108.034  pesos  oro  y  5.093.241  moneda 
nacional  de  deuda  exigible  de  1890,  amorti- 
zar letras  de  tesorería  y  créditos  en  Europa 
por  1.250.570,  pagar  por  contratos  en  Euro- 
pa, construcción  de  buques  armamentos, 
etc.,  872,592  pesos  oi-o  y  3.546.906  pesos  mo- 
neda nacional,  pudiendo  además  destinarse 
para  la  quema,  por  la  Caja  de  Conversión, 
2.502,344  noneda  legal.  Entre  los  gastos  ex- 
traordinarios están  3.389,000  pagados  en  di- 
nero para  la  construcción  del  Puerto,  evi- 
tando la  emisión  de  títulos  á  un  precio 
ruinoso,  y  1.403,131  pe.sos  curso  legal  inver- 
tidos en  las  obras  del  Riachuelo  y  en  adelan- 
tos á  la  Municipalidad  de  la  Capital  para 
atender  á  la  pavimentación  do  las  calles 
que  dan  acceso  al  Puerto. 

Después  de  dar  cuenta  de  todos  estos  pa- 
gos, el  señor  Presidente  manifiesta  poder 
asegurar  que  el  producto  estimado  de  las 
Rentas  será  cubierto  sin  e.sfuerzo,  fundán- 
dose en  las  ma3^ores  entradas  del  pri- 
mer trimestre  y  la  normalidad  de  la  cifra 
diaria  de  las  entradas;  pero  es  de  observar 
que,  como  lo  reconoce  el  mismo  Mensaje,  lo 
que  ha  aumentado  más  las  Rentas  en  el  pri- 
mer trimestre  de  e.^te  año,  es  el  cobro  de  los 


60 


Revista  Económica 


derechos  de  exportación  que  en  el  año  pasa- 
do se  eludió  en  grande  parte  ,  de  modo  que 
no  se  observará  en  los  trimestres  siguientes 
el  mismo  aumento  sobre  el  año  anterior  que 
hemos  tenido  en  el  primero. 

El  Sr.  Presidente  espera  terminar  su  ad- 
ministración dejando  pagada  toda  la  deuda 
exijible  de  las  anteriores  administraciones, 
permitiendo  dedicar  en  adelante  todo  el  ex- 
ceso de  la  Renta  al  establecimiento  del  cré- 
dito exterior. 

Seríamos  injustos  si  no  aplaudiésemos  ese 
empeño  del  P.  E.  Nacional  en  cumplir  con 
sus  compromisos  internos,  pero  aun  conse- 
guido esto,  el  problema  de  la  consolidación 
de  la  Hacienda  Nacional  queda  de  pié,  fal- 
tándole medios  con  que  cumplir  los  servicios 
á  oro  de  su  deuda  externa  que  se  capitalizan, 
y  de  garantía?,  cuya  deuda  crece  con  cada 
título  que  por  servicios  debe  dai-,  y  por  cada 
kilómetro  nuevo  que  se  construya. 

El  excedente  que  podría  quedar  después 
de  pagar  los  compromisos  exigibles  internos, 
no  estará  en  armonía,  conservándose  la  ren- 
ta dentro  de  los  límites  previstos,  con  lo 
que  se  requerirá  para  hacer  frente  á  los 
compromisos  externos,  que,  como  una  bola 
de  nieve,  adquiere  á  cada  paso  mayores  di- 
mensiones. 

El  Mensage  no  toca  en  esta  parte  otra  cues- 
tión muy  importante,  que  es  la  del  ti- 
po del  oro  que,  al  bajar,  disminuye  el  pro- 
ducido de  las  rentas  en  papel  con  el  que  se 
pagan  los  presupuestos,  hecho  realmente  se- 
rio, desde  que  una  fuerte  valorización,  con 
el  movimiento  actual  comercial,  podría  de- 
jar un  déficit  en  vez  del  excedente  que  hoy 
hay  entre  el  producido  de  los  impuestos  y 
los  gastos  de  la  Administración,  mientras 
que  el  alza  del  oro  hará  cada  vez  más  difí- 
cil el  pago  de  las  obligaciones  externas. 

La  parte  referente  á  los  Bancos,  como  al- 
gunos otros  puntos  del  mensaje,  se  prestan 
á  estudios  especiales,  que  oportunamente 
haremos,  limitándonos  por  hoy  á  afirmar 
que  lo  que  se  dice  respecto  del  Banco  de  la 
Provincia  de  Buenos  Aires,  no  es  en  ma- 
nera alguno  exacto. 

Durante  algiln  tiempo  se  ha  venido  di- 
ciendo, como  dice  ahora  el  Sr.  Presidente, 
que  el  crecimiento  que  alcanzó  el  Banco  de 
de  la  Provincia  era  un  hecho  extraordina- 


rio, agregándose  que  no  podia  tener  expli- 
cación alguna  científica,  pero  esa  explica- 
ción se  dio,  comprobándose  que  con  peque- 
ñas modificaciones  él  podría  llegar  á  cons- 
tituir una  institución  modelo. 

Con  mas  tiempo  hemos  de  poder  demos- 
trar que  las  dificultades  en  qué  se  vé  esa 
institución  no  provienen  de  vicios  orgáni- 
cos, y  pueden  ser  muy  transitorias,  en  vez 
de  constituir  sv  fin  último  como  lo  asevera 
el  mensaje. 

Felizmente  para  la  Provincia  de  Buenos 
Aires,  y  para  hiéndela  República  toda,  esa 
institución  tradicional  no  ha  tocado  á  su  fin, 
y  mucho  menos  olfin  último  del  Mensage, 
ni  lo  tocará  en  el  espacio  de  tiempo  que 
puedan  abarcar  nuestras  previsiones. 

Los  tratados  de  Comercio 

a  proposito  de  una  iniciativa  del  gobierno 
Oriental 

II 

En  mi  precedente  artículo,  traté  de  de- 
mostrar la  conveniencia  de  recuperar  núes-  i 
tra  libertad  de  acción  en  materia  de  co- 
mercio exterior,  derogando  al  efecto  los 
tratados  que  se  opusiesen  al  ejercicio,  en 
ese  punto,  de  la  soberanía  nacional,  con- 
duciendo por  anunciar  que  analisaria  los 
pactos  internacionales  que  se  hallasen  en 
aquel  caso,  fundando  finalmente  la  doctri- 
na, base  de  la  actitud  que  pregonizo,  de  la 
derogabilidad  de  los  compromisos  llamados 
perpetuos  ó  inmutables,  cuando  en  reali- 
dad no  hay  nada  inmutable,  ni  posiblemente 
perpetuo  en  las  cosas  humanas. 

Relativamente  á  pactos  internacionales 
que  nos  liguen,  en  materia  comercial,  con  la 
Europa,  existen  actualmente: 

Art.  10  del  tratado  de  Reconocimiento, 
Paz  y  Amistad  con  la  España,  de  19  de  Ju- 
lio de  1870,  ratificado  en  9  de  Octubre  de 
1882; 

Tratado  de  Comercio  y  Navegación  con  la 
Italia,  de  19  de  Setiembre  de  1885,  ratifica- 
do en  10  de  Febrero  de  1888,  y 

Tratado  de  Amistad,  Comercio  y  Nave- 
gación con  la  Gran  Bretaña,  de  13  de  Julio 
de  1885,  ratificado  en  22  de  Mayo  de  1886. 

El  citado  Tratado  con  España,  establece 
lo  siguiente  en  su  recordado  art.  10 : 

«En  tanto  la  República  Oriental  y  S.  A. 


DEL  Rio  de  la  Plata 


61 


el  Regente  del  Reino  de  España,  no  ajus- 
ten un  Tratado  do  Comercio  y  Naveg-ación, 
las  Altas  Partes  Contratante:?  se  obligan  re- 
cíprocamente á  considerar  á  los  ciudadanos 
y  subditos  de  ambos  Estados  para  el  adeudo 
de  derechos  por  las  producciones  naturales 
é  industriales,  efectos  y  mercaderías  que 
importaren  ó  exportaren  de  los  territorios 
respectivos,  así  como  para  el  pago  de  los 
derechos  de  puerto,  en  los  mismos  términos 
que  los  de  la  Nación  mas  favorecida.  Toda 
exención  ó  todo  derecho  que  en  materia  de 
comercio,  aduana  ó  navegación  conceda 
uno  de  los  Estados  contratantes  á  cualquie- 
ra Nación,  se  hará  de  hecho  extensiva  á  los 
subditos  del  otro  Estado,  y  estas  ventajas  se 
disfrutarán  gratuitamente  si  la  concesión 
hubiese  sido  gratuita,  ó  en  otro  caso  con  las 
mismas  condiciones  con  que  se  hubiese  es- 
tipulado, ó  por  medio  de  una  compensación 
acoidada  por  mutuo  convenio. » 

En  el  §  4P  del  art.   5°   del   tratado  con 
Italia,  se  estipula  lo  siguiente: 

«No  se  percibirán  en  los  respectivos  puer- 
tos sobre  la  importación  y  exportación  de 
los  artículos  provenientes  del  suelo  ó  de  la 
industria  de  los  dos  países  contratantes,  de- 
rechos mayores  que  aquellos  que  se  perci- 
ben ó  percibirán  sobre  los  mismos  artículos 
provenientes  del  suelo  ó  de  la  industria  de 
las  naciones  mas  favorecidas.  »  , 

El  art.  26  del  mismo  tr  atado  establece 
además,  lo  que  sigue : 

«Si  una  de  las  partes  contratantes  acor- 
dase en  lo  venidero  á  otro  Estado,  cualquier 
favor  particular  ó  concesión  en  materia  de 
comercio,  de  navegación  ó  de  oti'o  objeto 
designado  en  el  presente  Tratado,  éste  se 
entenderá  ipso  fació  y  de  pleno  derecho 
concedido  á  la  otra  parte. » 

El  alcance  de  esta  disposición  fué  esplica- 
do  y,  hasta  cierto  punto,  limitado  por  un 
artículo  adicional,  que  dice  así : 

«La  nivelación  ó  asimilación  estipuladas 
en  el  art.  26  del  Tratado  de  Comercio  y  Na- 
vegación de  esta  misma  fecha,  entre  la  Re- 
pública Oriental  del  Uruguay  y  el  Reino  de 
Italia,  no  comprende  los  casos  en  los  cua- 
les el  Gobierno  de  la  República  Oriental  del 
Uruguay  creyese  necesario,  á  título  de  re- 
ciprocidad, acordar  favores  especiales,  exen- 
ciones y  privilegios  al  comercio  de  frontera, 


ó  al  ribereño  que  los  Estados  limítrofes  ó 
vecinos  mantienen  con  la  República  por  los 
rios  Paraná,  Uruguay  y  sus  confluentes. 
Queda,  no  obstante,  entendido  que  dichos 
favores,  exenciones  especiales  y  privilegios 
no  podrán  aplicarse  á  los  productos  de  aquel 
comercio  que  sean  similares  á  los  productos 
italianos,  ni  estenderse  á  los  bupues  de 
aquellos  Estados.» 

En  cuanto  á  Inglaterra,  el  tratado  vigen- 
te contiene  las  siguientes  estipulaciones: 

"Art.  1°  Las  Altas  Partes  Contratantes 
convienen  en  que,  en  todos  los  asuntos  re- 
lativos al  comercio  y  navegación,  cualquier 
privilegio,  favor  é  inmunidad,  sean  los  que 
fueren,  que  cada  una  de  las  Partes  Contra- 
tantes hubiere  actualmente  concedido  ó  pu- 
diere en  lo  sucesivo  concederá  los  ciudada- 
nos ó  subditos  de  otro  Estado,  se  hará  ex- 
tensivo, inmediata  é  incondicionalmente, 
á  los  ciudadanos  ó  subditos  de  la  otra  Parte 
Contratante;  siendo  su  intención  que  el  co- 
mercio y  la  navegación  de  cada  país  se  ha- 
llen colocados,  en  todos  conceptos,  recípro- 
camente, en  la  condición  de  la  Nación  más 
favorecida. 

«  Art.  2"  Los  productos  y  las  manufactu- 
ras así  como  todas  las  mercaderías  que  pro- 
cedan del  Uruguay    y    se  importen  á  los 
dominios  y  posesiones  de  Su  Magestad  Bri- 
tánica, así  como  todas  las  mercaderías  que 
procedan  de  los  dominios  y  posesiones  de  Su 
Magestad  Británica  que  se  importen  al  Uru- 
guay, sean  los  que  se  entienden  para  con- 
sumo, almacenage,  reembarco   ó    tránsito, 
serán  tratados  del  mismo  modo  y  especial- 
mente no  estarán  sujetos  á  ningún  derecho 
mas  alto,  ni  á  otros  impuestos,  sean  genera- 
les, municipales  ó  locales  que  los  productos, 
manufacturas  y  mercaderías  que  cualquie- 
ra tercera  potencia,  la    más  favorecida    al 
respecto,  satisfaga.  Ningún  otro  ó  más  ele- 
vado impuesto  se  exigirá  en  el  Uruguay 
sobre  la  exportación  de  cualquiera  merca- 
dería para  los  dominios  y  posesiones  de  S  i 
Magestad  Británica,  ó  en  los  dominios  y  po- 
sesiones de  Su  Magestad   Británica  sobre  la 
exportación  de  cualquiera  mercadería  para 
el  Uruguay,  que  se  pueda  exigir  para  la 
exportación   de    mercaderías    similares,    á 
cualquiera  tercera  potencia,  la  mas  favore- 
cida al  respecto. 


&Z 


Revista  Económica 


<í. Tampoco  las  Partes  Conti-atantes  estable- 
cerán una  pi'obibición,  de  importación  ex- 
portación ó  tránsito  para  la  otra  que,  en 
ig-aaldad  de  condiciones  no  sea  aplicada  á 
cualquiera  tercera  potencia,  la  más  favore- 
cida á  este  respecto. 

"De  ig-ual  manera,  en  todo  lo  relativo  á 
impuestos  locales,  formalidades  aduaneras, 
corretages,  muestras,  modelos  introducidos 
por  viag-eros  comerciales  y  cualquiera  otra 
materia  que  se  relacione  con  el  comercio, 
los  ciudadanos  uruguayos  en  los  dominios 
y  posesiones  de  S.  M.  Británica  y  los  subdi- 
tos británicos  en  el  Uruguay,  serán  trata- 
dos como  los  de  la  Nación  más  favorecida. 

"Dado  el  caso  que  se  introdujere  cual- 
quier cambio  en  las  leyes  uruguayas,  en  la 
tarifa  de  aduanas  ó  en  los  reglamentos,  se 
dará  el  aviso  suficiente  con  el  fin  de  habili- 
tar á  los  subditos  británicos  para  que  adop- 
ten las  medidas  necesarias  á  fin  de  some- 
terse á  él. 

"Art.  3°  Los  buques  uruguayos  y  sus 
cargamentos  en  los  dominios  y  posesiones 
de  S.  M.  Británica  y  los  buques  británicos  y 
sus  cargamentos  en  el  Uruguaj^  de  cual- 
quier punto  que  procedan  y  cualquiei-a  que 
sea  la  plaza  de  origen  ó  destino  de  sus  car- 
gamentos, deberán  ser  tratados  en  todo  y 
por  todo  como  buques  nacionales  así  como 
sus  cargamentos. 

:  "Las  estipulaciones  precedentes  son  ex- 
tensivas á  los  tratamientos  locales,  derechos 
é  impuestos  en  los  puertos,  radas,  diques, 
ensenadas,  fondeaderos  3'  rios  de  ambos  paí- 
ses, pilotage  y  en  general  en  todos  los  asun- 
tos que  se  relacionen  con  la  navegación, 

'•Todo  favor  ó  exención  al  respecto  ó  cual- 
quier otro  privilegio  en  materia  de  navega- 
ción que  cada  una  de  las  Partes  Contratan- 
tes concediere  á  una  tercera  potencia,  será 
inmediata  é  incondicionalmente  hecha  ex- 
tensiva á  la  otra  parte. 

"  Todos  los  buques  que,  de  conformidad 
con  la  ley  británica,  debieran  ser  considera- 
dos como  buques  británicos  y  todos  los  bu- 
ques que,  de  conformidad  con  la  ley  uru- 
guaya, deban  ser  considerados  como  buques 
uruguayos,  páralos  fines  de  este  Tratado, 
serán  respectivamente  tratados  como  bu- 
ques británicos  ó  como  buques  uruguaj'os. 

"El  cabotage  queda  exceptuado   de  las 


e.sti  pula  cienes  del  presente  tratado  y  sujeto 
á  las  leyes  respectivas  de  los  dos  Estados  (por 
notas  cambiadas  en  Junio  de  1885,  entre  la 
cancillería  uruguaya  y  la  legación  británi- 
ca, se  hizo  extensiva  la  excepción  del  cabo- 
tage al  comercio  ribereño  de  los  rios  Paraná, 
Uruguay  y  sus  afluentes.)"' 


Antes  de  emprender  el  análisis  de  los  tra- 
tados que  vengo  de  extractar,  conviene  re- 
producir aquí  una  ley,  patriótica  y  previ- 
sora, cuya  vigencia  no  impidió,  desgracia- 
damente, que  .se  ultimasen  los  pactos  cuyos 
términos,  en  lo  que  hace  al  régimen  comer- 
cial, propiamente  dicho,  acabo  de  repro- 
ducir. 

Hela  aquí: 

"Art.  1"  En  los  tratados  que  se  ajusten 
con  cualquiera  Potencia  que  cultive  ó  que 
desee  cultivar  relaciones  con  la  República, 
no  podrá  por  ninguna  consideración  admi- 
tirse que  las  funciones  de  los  agentes  diplo- 
máticos ó  consulares  en  nuesti'o  territorio 
invadan  la  jurisdicción  nacional,  con  res- 
pecto á  la  protección  á  las  personas  ó  bie- 
nes de  sus  connaturales. 

"Art.  2*>  La  proximidad  de  las  fronteras 
ó  la  existencia  de  mercadosimportantes  para 
los  productos  nacionales  dentro  del  territo- 
rio del  país  con  quien  se  trate,  decidirán  de 
la  latitud  de  las  franquicias  comerciales  que 
.se  concedan. 

"Art.  3'^  A  no  mediar  intereses  especiales 
de  muy  señalada  importancia,  no  se  podrá 
conceder  á  la  Potencia  con  quien  se  trate,  el 
derecho  de  quedar  en  igualdad  de  condi- 
ciones con  la  más  favorecida  para  la  Repú- 
blica. 

"Aat.  4'^  Comuniqúese,  etc. 

"Sala  de  sesiones  del  Senado:  en  Monte- 
video á  7  de  Julio  de  1880.  " 

Esta  ley  fué  promulgada  el  día  9  del  mis- 
mo mes  y  año. 

Era,  y  es,  una  sabia  ley. 

Pero,  lo  repito,  ella  no  evitó  al  país,  sobre 
todo,  el  Tratado  bi  itánico  cuyas  ratificacio- 
nes se  hicieron  en  Mayo  del  '^. 


El  tratado  con  España  y  el  que  firmamos 
con  la  Gran  Bretaña,  son  tratados  sine  die, 
llamados  perpetuos  ó  de  duración  indeter- 
minada, que  es  la  expresión  más  propia. 


DEL  Rio  de  la  Plata 


63 


desde  que  la  perpetuidad   es  contraria  á  la 
esencia  misma  de  las  obras  humanas. 

El  tratado  con   Italia  tiene  diez  años  de 
plazo. 


La  redacción  del  art.  10"  del  Tratado  con 
España,  merece  un  detenido  estudio.  En 
primer  lug-ar,  los  favores  que  recíprocamen- 
te se  conceden,  se  refieren  á  los  productos  ó 
mercaderías  que  los  ciudadanos  ó  súhditos 
importeti  ó  exporten,  pero  no  se  aplican  á  los 
productos  ó  mercaderías  mismas  españolas  ó 
uruguayas,  que  recíprocamente  importen 
ó  esporten  ciudadanos  ó  subditos  de  otros 
Estados  residentes  ya  sea  en  España,  ya  en 
el  Uruguay.  Por  ejemplo  :un  español  resi- 
dente en  Montevideo,  introduce  á  esa  capi- 
tal, cien  cajones  de  tejidos  provenientes  de 
Barcelona  y  paga,  en  virtud  del  Art.  10"  del 
Tratado  entre  España  y  el  Uruguay-,  los  de- 
rechos concedidos  á  la  Nación  mas  favoreci- 
da; pero  si  esos  mismos  cien  cajones  los  in- 
troduce un  ruso  ó  un  dinamarqués,  pagarán 
en  Montevideoel derecho  corriente,  superior 
al  que  rija  para  la  Nación  más  favorecida, 
en  el  supuesto  de  la  existencia  de  derechos, 
más  reducidos  en  favor  de  un  Estado  cual- 
quiera. 

El  segundo  inciso  del  mismo  Art.  10", 
sienta  una  doctrina  digna  de  aplauso,  que 
en  varios  escritos  he  sostenido  en  Europa, 
al  tratar  la  importante  materia  que  ho^' 
vuelvo  á  aboi'dar,  doctrina  que  consiste  en 
interpretar  la  aplicación  de  la  cláusula  de 
la  Nación  más  favorecida  al  través  de  este 
criterio,  á  saber:  hacer  extensivo  una  exen- 
ción ó  un  derecho  cualquiera  á  favor  de  un 
Estado  con  el  cual  se  haya  estipulado  la  re- 
ciprocidad de  las  ventajas  acordadas  ó  que 
acuerden  á  la  Nación  más  favorecida,  cuan- 
do dicha  exención  ó  dicho  derecho  es  gra- 
tuito, pero  no  cuando  se  ha  concedido  á  un 
tercer  Estado  en  cambio  de  otras  exenciones 
y  de  otros  derechos.  Pondré  un  ejemplo : 
Francia  nos  concede  la  tarifa  mínima  (15 
fr,  en  vez  de  20,  los  100  k.)  para  la  intro- 
ducción de  nuestras  conservas  de  carnes,  y, 
nosotros,  en  cambio,  le  acordamos  una  reduc- 
ción de  25  o/°  sobre  los  derechos  generales 
que  gravan  á  los  vinos  extrangeros  que  se 
introducen  á  la  República.  Pues  bien,  por 
ese  hecho  y  sin  que  la  Italia  nos  haga  la 


misma  concesión  estipulada  á  nuestro  fa- 
vor por  Francia, ó  nos  conceda  otra  unáloga, 
dada  la  especialidad  de  nuestras  transac- 
ciones con  Genova  ó  Ñapóles,  ¿debemos  ha- 
cer extensiva  á  Italia  aquella  reducción  de 
25  o/'' en  los  derechos  que  rigen  para  la  in- 
troducción de  los  vinos  extrangeros?  De 
ninguna  manera! 

Aquel  segundo  inciso  del  Art.  10'^  del  Tra- 
tado con  España,  proclama,  pues,  la  sana 
doctrina,  racional  y  equitativa,  la  única  que 
debemos  admitir,  la  única  que  debemos  sos- 
tener, aún  ante  la  Inglaterra,  no  obstante  la 
enormidad  del  texto  del  Tratado  vigente, 
por  medio  del  cual  pretendió  substraerse  á 
la  razón,  á  la  justicia,  á  la  equidad  inter- 
pretativa de  los  pactos  internacionales,  al 
declarar  que  se  harían  extensivas  recípro- 
camente,—pero  se  sabe  lo  que  en  la  prác- 
tica resulta  de  esta  reciprocidad  tratándose, 
por  ejemplo,  de  la  marina  mercante  del 
Uruguay  y  de  la  de  Inglaterra,— que  se  ha- 
i'ían  extensivas,  repito,  inmediata  é  incon- 
dicional ¡nenie  las  ventajas  y  exenciones  con- 
cedidas á  una  tercera  potencia. 

En  el  tratado  con  Italia,  las  cláusulas  re- 
lativas al  tratamiento  comercial  de  «nación 
más  favorecida»,  están  redactadas  en  forma 
distinta  á  la  inserta  en  el  pacto  con  España; 
y  su  alcance  es  por  tanto  muy  diverso. 

En  efecto,  el  j?  4"  del  Art.  5°  del  tratado 
italiano  es  absoluto  en  cuanto  á  la  aplica- 
ción, en  favor  de  las  partes  contratantes,  de 
los  derechos,  sobre  importación  y  exporta- 
ción de  los  artículos  provenientes  del  suelo 
ó  de  la  industriado  los  dos  países,  queSE  per- 
ciben ó  SE  PERCIBIRÁN  de  la  Nación  más  fa- 
vorecida. 

Aquí  ya  no  se  dice,  como  en  el  tratado 
con  España,  que  «se  considerarán  a  los  ciu- 
dadanos y  subditos  de  ambos  Estados  para 
el  adeudo  de  derechos  por  las  producciones 
naturales  é  industríales,  efectos  y  merca- 
dorias  que  importaren  ó  exportaren  de  los 
territorios  respectivos,  en  los  mismos  térmi- 
nos que  la  Nación  más  favorecida»,— sino 
que  se  legisla  respecto  á  los  productos  mis- 
mos, que  se  importaren  ó  exportaren  de 
uno  áotro  de  los  Estados  y  que  provengan 
de  su  suelo  ó  de  sus  industrias,  sin  tener  en 
cuenta  para  nada  la   nacionalidad  de  las 


64 


Reatsta  Económica 


personas  que  operen  dicha   importación  ó 
exportación. 

Las  dos  redacciones  son  distintas :  en  el 
tratado  con  España  se  hace  depender  de  la 
nacionalidad  de  las  personas  que  realicen  el 
acto  de  comercio,  ciudadanos  y  subditos  de 
los  Estados  contratantes,  la  aplicación  de  la 
tarifa  acordada  á  la  Nación  más  favorecida, 
mientras  que  per  el  tratado  con  Italia  se  be- 
neficia exclusivamente  á  los  productos  pro- 
venientes del  suelo  ó  de  las  industrias  de  los 
países  respectivos. 

El  Art,  26  del  tratado  italiano  hace  más 
clara  y  absoluta  la  disposición  contenida  en 
el  §4''  del  Art.  5'^  del  mismo,  y  avin  la  am- 
plía pues  establece  qi  ^  cualquier  favor  par- 
ticular ó  concesión  en  materia  de  comercio, 
de  naveg-ación  ó  de  otro  objeto  designado 
en  el  presente  tratado  "  que  se  acordase  en 
lo  venidero  á  otro  Estado,  se  entenderá  ipso- 
facto  y  de  pleno  derecho  (lo  que  es  una  re- 
dundancia de  redacción)  concedido  á  la  otra 
parte. -í- 

Como  se  ha  visto  antes,  el  alcance  de  es- 
te Art.  fué  limitado  poruña  disposición  adi- 
cional, pues  seg'rega  de  la  ampliación  esta- 
blecida los  favores  y  exenciones  que  se  acuer- 
den al  comercio  de  frontera  ó  ribereño, 
«.siempre  que  no  se  trate  de  productos  simi- 
lares á  los  italianos, »  lo  que  en  parte  destru- 
ye la  limitación. 

La  buena  doctrina  del  inciso  2"  del  Art, 
lO"  del  tratado  español,  no  .se  consignó  en  el 
italiano,  dejando  la  puerta  abierta  á  una 
controversia  de  interpretación  con  la  Italia, 
para  el  día  en  que  .se  dé  el  caso  de  la  conce- 
sión de  una  exensión  en  cambio  de  otra 
especial  por    parte  de  una  tercera  Nación. 

En  cambio,  en  virtud  de  aquel  art.  26, 
las  ventajas  concedidas  por  nosotros  á  la 
Gran  Bretaña,  con  posterioridad,  deben  en- 
tenderse acordadas  por  la  República  Orien- 
tal á  la  Italia  ;  pero  lo  que  no  sabemos  es 
si  la  Italia  considerará  ó  nó  que,  en  com- 
pensación, debe  concedernos  ipsofacto  las 
mismas  exenciones  y  favores  que  en  cam- 
bio, por  reciprocidad,  por  muy  nominales 
que  sean,  nosacoi'dó  la  Inglaterra. 

Y  aquí  herimos  de  lleno  la  cuestión. 

O  la  aplicación  de  una  exensión  cualquie- 
ra al  Estado  que  invoque  el  tratamiento  de 
a  Nación  más  favorecida,  trae  aparejado  el 


deber  de  hacer  una  concesión  igual,  ó  equi- 
valente si  la  naturalizado  las  ti-ansacciones 
entre  los  dos  paí.ses  no  la  permite,  á  aquella 
que  se  obtuvo,  en  compensación,  del  tercer 
Estado  contratanto,  ó  la  doctrina  resulta  ser 
una  enormidad,  que  riñe  con  la  razón,  que 
subleva  el  sentí  miento  público,  pues  es  con- 
traria á  la  equidad  que  )  ige  universalmen- 
te  las  relaciones  humanas. 

En  el  primerease  impera  el  principio  con- 
signado en  el  recordado  inci.so  2°  del  Ai-t.  10° 
del  tratado  español ;  en  el  segundo  caemos 
en  pleno  régimen,  contra  la  naturaleza  de 
las  cosas  y  contra  la  dignidad  de  las  nacio- 
nes, en  nuestro  caso,  del  tratado  británico, 
esto  es,  caemos  en  la  concesión  inmediata  é 
incondiciona!  áo\ñsxenta.i?íS  que  puédamos 
otorgar  ú  otro  Estado,  y  esto  per  secuta  secu- 
loruhi,  pues  se  trata  en  el  caso  presente  de 
un  tratado  de  los  llamados  perpetuos,  que  es 
otra  enormidad,  sin  poder  exigir  en  cambio 
la  condición  compensatoria  ó  determinante, 
lo  que  equivale  al  vasallage antiguo,  ó  á  des- 
prendimiento de  partículas  de  soberanía, 
según  el  derecho  moderno. 

Este  ligero  análisis  dá  la  medida  de  la 
anarquía  en  que  se  hallan  nuestras  relacio- 
nes con  la  Europa,  en  materia  comercial; 
de  la  falta  de  principios,  de  docti'inas  y  de 
miras  de  parte  de  nuestra  cancillería  en 
materias  que  afectan  tan  profundamente  la 
riqueza  pública  é  hieren  tan  justamente  el 
pundonor  nacional. 

Hallarnos  colocados  por  circunstancias  na- 
turales, en  una  posición  de  innegable  su- 
perioridad en  materia  comercial  delante  de 
la  Europa,  dividida  en  potencias  manufac- 
tureras, rivales,  y  más  que  rivales  enemi- 
gas, 3'  firmar,  por  únicos  tratados,  los  que 
acabamos  de  analizar;  tratados  en  que  ab- 
dicamos soberanía  é  intereses  esenciales,  sin 
obtener  en  realidad  más  que  ficciones  de 
compensación,  como  sea  la  reciprocidad  de 
nivelación  de  tratamiento,  equiparándolos  á 
los  nacionales,  entre  los  buques  mercantes 
uruguayos  en  Inglaterra  y  los  británicos  en 
nuestras  aguas,— en  que  concedemos  las 
ventajas  acordadas  ó  que  se  acordaren  á  la 
Nación  más  favorecida  para  la  introducción, 
por  nuestros  puertos,  de  las  mercaderías  ex- 
trangeras,  cuando  la  Inglaterra  no  tiene, 
propiamente   dicho,   tarifas   aduaneras,  y 


DEL  Rio  de  la  Plata 


65 


nada  nos  concede,  por  consiguiente,  mien- 
tras nuestros  títulos  de  deuda  así  como  los 
capitales  que  se  emplean  en  el  Urugua3% 
pagan  en  Londres  derechos  é  impuestos 
que  equivalen  á  alcabalas  que  gravan  el 
trabajo,  la  producción  y  lariqí^eza  oriental, 
etc.,  etc.  Hallarnos  colocados,  repito,  en 
condiciones  tan  ventajosas  para  ti-atar,  y 
hacer  tan  triste  figura!  Y  al  constatarlo,  á 
nadie  pretendo  incriminar,  ni  k  hombres  ni 
á  partidos,  limitándome  á  consignar  el  he- 
cho y  á  llamar  la  atención  pública  sobre  tó^ 
pico  tan  interesante,  con  la  esperanza  de 
provocar  una  reacción  en  las  ideas  y  de  des- 
pertar el  gusto  sobre  estudios  que  han  de 
llevarnos  ala  adopción  de  una  actitud,  de- 
lante déla  Europa,  en  consonancia  con  nues- 
tros más  vitales  intereses. 

Para  ello  es  indispensable  empezar  por  sa- 
carle al  país  el  dogal  de  los  tratados  que  he 
analizado,  en  su  parte  pertinente,  aunque 
someramente  para  no  cansar  al  lector. 

¿Cómo  conseguirlo? 

Dedicaré  mi  próximo  artículo  al  estudio 
de  la  cuestión  bajo  su  aspecto  jurídico  in- 
ternacional, pudiendo  desde  luego  mani- 
festar que  el  problema  es,  relativamente  á 
la  magnitud  de  los  intereses  que  se  hallan 
enjuego,  de  fácil  y  pronta  solución. 

No  hay,  por  otra  parte,  nada  insoluble 
cuando  están  de  por  medio  la  Patria  y  los 
derechos  de  cuyo  ejercicio  depende  la  pros- 
peridad nacional. 

Pedro  S.  Lamas. 


La  naturalizacióq  de  lo?  eí^tíanjero? 
en  el  Estado  Oriental 

La  segunda  faz  bajo  la  cual  se  presenta 
la  cuestión  es  esta  :  otorgar  á  los  extranjeros 
el  goce  de  los  derechos  municipales,  lo  cual, 
en  rigor,  no  importa  conceder  los  derechos 
políticos  (que  es  lo  que  propiamente  consti- 
tuye la  naturalización),  sino  acordar  dere- 
chos que  podemos  denominar  urhanos. 

La  naturalización,  según  las  épocas  y  los 
países  en  los  cuales  se  ha  legislado  acerca 
d  e  ella,  ha  revestido  diversos  grados,  atri- 
buyéndosela una  extensión  más  ó  menos 
vasta.  Así,  antes  de  la  reforma  qu'S  r-n  ma- 


teria de  legislación  se  viene  operando  desde 
principios  del  siglo,  se  consideraba  como  un 
grado  la  concesión  del  ejercicio  de  los  dere- 
chos civiles  alextranjero,  lo  cual,  positiva- 
mente, era  un  error,  pues,  estos  derechos 
no  tienen  influencia  ninguna  en  el  :>rden 
político,  pues  su  ejercicio  es  independiente 
del  funcionamiento  administrativo. 

El  error  procedía  de  que  la  legislación 
civil  estatuia  sobre  ciudadanía  establecien- 
do reglas  que  correspondían  esclusivamente 
al  derecho  público  interno.  Reformada  la 
legislación,  el  goce  de  los  derechos  civiles 
debía  dejar  de  ser  una  concesión  especial 
ó  un  privilegio,  pasando  á  constituir  un 
derecho  común,  que  excluye  distinciones 
entre  nacionales  y  extranjeros.  Aun  que- 
dan algunos  códigos  retardatarios  que  man- 
tienen, en  esfera  menos  restringida,  el 
exclusivismo  de  la  vieja  legislación ;  pero, 
la  tendencia  universal  es  la  de  la  concesión 
absoluta  del  goce  de  los  derechos  civiles, 
tal  cui^l  lo  han  consagrado  las  legislaciones 
más  avanzadas  de  nuestra  época,  conformes 
con  el  desenvolvimiento  de  los  intereses 
solidarios  de  todos  los  pueblos  vinculados 
por  las  relaciones  internacionales  del  co- 
mercio. 

* 
*   * 

Otro  de  los  grados  de  naturalización  que 
se  acordaba,  mediante  determinados  re- 
quisitos, como  los  de  la  vecindad  ó  domici- 
lio por  largo  número  de  años,  servicios  pres- 
tados al  Estado  en  el  cu  al  se  residía,  etc,  etc. 
era  el  del  goce  de  los  derechos  de  ciudad, 
que  es  lo  que  hoy  designamos  con  el  nombre 
de  derechos  municipales.  Esta  concesión 
puede  conceptuarse  como  un  grado  de  natu- 
ralización, así  como  puede  no  serlo,  lo  cual 
depende  de  la  naturaleza  y  extención  que  se 
atribuya  á  las  funciones  municipales,  ó  co- 
mo otros  dicen,  á  los  Ayuntamientos. 

El  gobierno  municipal  es  susceptible  de 
dos  formas:  en  los  países  unitarios,  monár- 
quicos ó  republicanos,  es  y  puede  ser  una 
rama  dependiente  del  Poder  Ejecutivo,  así 
como  es  y  puede  ser,  en  unos  y  otros,  un 
poder  independiente;  esto  depende  de  la 
forma  constitucional  de  cada  Estado  y  de 
la  verdad  practica  délas  instituciones. 

En  los  gobiernos  unitarios  la  tendencia 


66 


Revista  Económica 


es  absorvente,  y  por  consecuencia,  la  admi- 
nistración en  todas  sus  esferas  es  acaparada 
por  el  Ejecutivo  en  primera  línea  y  por  el 
Legislativo  en  carácter  subordinado. 

Establecemos  esta  gradación,  que  parece 
chocante,  fundados  en  lo  que  los  hechos  de- 
muestran; esos  hechos  han  acreditado  que, 
ya  sea  bajo  la  forma  monárquica  ó  bajo  la  for- 
ma republicana,  el  Ejecutivo  impera  y  tie- 
ne que  imperar,  como  medio  necesario  para 
su  conservación,  sobi'e  el  Poder  Legislativo. 
En  las  monarquías  cuando  este  último  se 
halla  en  mayoría  de  oposición  con  el  prime- 
ro, desaparece  por  la  disolusión  de  las  Cáma- 
ras; en  las  repúblicas,  por  una  lucha  que,  ó 
conduce  á  la  dictadura  ó  á  la  revolución 
encabezada  por  el  Parlamento. 

El  Poder  Legislativo,  tal  como  ha  existido 
y  viene  desarrollándose  en  la  América  espa- 
ñola, hasta  ahora  no  es  mas  que  un  auxiliar 
eficaz  del  Ejecutivo;  sus  decisiones  tienen 
que  mai'char  de  acuerdo  con  este  en  absolu- 
to; cuando  1.^  disconformidad  llega  so  pro- 
duce el  rompimiento.  De  aquí  que  cada  go- 
bernante, para  encubrir  lo  que  los  puritanos 
denominan  la  dictadura,  exhibiéndola  con 
sombríos  colores,  procure  fabricarse  una  Le- 
gislatura que  le  sea  propia,  que  le  perte- 
nezca en  absoluto,  obedeciendo  sumisamen- 
te á  las  órdenes  que  imparta  en  forma  de 
proyectos  de  leyes  de  segura  sanción.  Por 
este  medio  se  salvan  las  formas;  existe  una 
aparente  independencia  de  Poderes;  pero, 
en  el  hecho,  lo  que  hay  no  es  más  que  dicta- 
dura embozada,  medio  excelente  para  hacer 
efecto  en  la  política  exterior,  funesto,  fu- 
nestísimo en  la  política  interna. 

Pues  bien,  dados  estos  antecedentes,  cuan- 
do eJ  gobierno  municipal  es  absorvido  por 
el  Poder  Central,  cuando  es  una  dependen- 
cia suya,  cuando  sus  funciones  se  hallan 
reatadas  á  la  política  obligada,  la  conce- 
sión del  derecho  municipal  al  extranjero 
importa  una  media  naturalización,  por 
cuanto  el  naturalizado  toma  parte,  sino  di- 
recta, indirecta  pero  eficaz  en  la  política  ge- 
neral del  Estado.  Esto  depende  de  la  latitud 
de  facultades  que  se  otorguen  al  gobierno 
municipal  en  la  esfera  política. 

Hay  naciones  en  las  cuales  este  gobierno 
es  la  raiz  del  sistema  electoral,  viniendo  á 
ser  una  repartición  de  orden  auxiliar  del 


Poder  Ejecutivo.  En  estos  Estados  la  conce- 
sión del  goce  de  los  derechos  municipales 
importa  una  naturalización  á  medias,  como 
dejamos  dicho,  de  la  cual  se  aprovechan  há- 
bilmente los  partidos  imperantes,  que,  salvo 
el  caso  fortuito  de  un  confiicto  armado  ad- 
verso, salen  perpetuamente  triunfantes  en 
virtud  de  la  ley  inflexible  del  imperio  de  la 
fuerza. 

¿Es  ó  no  benéfica  la  naturalización  en  es- 
tas condiciones?  Afirmamos  que  no  lo  es, 
por  cuanto  la  masa  extranjera  naturaliza- 
da no  sirve  el  interés  general,  sino  los  inte- 
reses de  partido.  La  cifra  de  adherentes, 
aumenta  el  número  de  prosélitos  políticos, 
mas  no  el  de  espíritus  independientes,  pues 
los  caracteres  independientes  .son  siempre 
excluidos  por  lo  que  los  políticos  victoriosos 
llaman  gobiernos  fuertes. 

*  * 

Otra  cosa  acontece  cuando  el  gobierno 
municipal  reviste  los  caracteres  y  condicio- 
nes de  un  poder  independiente.  Los  demó- 
cratas descentralizadores  sostienen  que  di- 
cho gobierno  es  un  poder  autónomo,  que  si 
bien  no  admitido  todavía  entre  los  gran- 
des poderes  legítimos  del  Estado,  lo  es  y 
debe  serlo  por  proceder  de  la  misma  fuente 
que  sus  otros  tres  hermanos.  Hasta  ahora 
se  le  niega  partida  de  legitimidad,  y  le 
disputan  sus  derechos.  En  justicia,  este 
cuarto  hermano,  ó  sea,  cuarto  poder,  puede 
reclamar  con  buen  título  su  haber  y  su 
independencia,  ya  sea  bajo  la  forma  unita- 
ria ó  bajo  la  forma  federal  de  gobierno. 

El  poder  municipal  no  puede  ser  otra  cosa 
que  el  gobierno  urbano;  la  administración 
de  la  ciudad,  de  la  villa  ó  de  la  colonia;  sus 
funciones  son  de  carácter  circunscrito, 
como  su  objeto;  es  un  poder  cuando  posee 
independencia,  y  no  lo  es  cuando  carece  de 
ella.  Como  su  misión  especial  no  es  otra 
que  la  conducente  á  garantir  la  seguridad 
individual  y  la  colectiva  de  cada  centro  de 
población,  atender  á  su  saneamiento,  or- 
nato, etc.,  esa  misión  especial  se  desvirtúa 
cuando  se  ingieren  en  el  gobierno  munici- 
pal funciones  que  directa  ó  indirectamente 
se  vinculan  con  la  política  general. 

La  aspiración  de  los  pueblos  en  el  día  no 
es  otra  que  la  de  desligar  la  institución  mu* 


DEL  Rio  DK  LA  Plata 


67 


nicipal  de  toda  vinculación  que  sea  conti-a- 
i'ia  á  sus  fines  especiales.  Tanto  Estados 
constituidos  bajo  la  forma  unitaria  como 
bajo  la  federa],  tienden  á  la  organización 
independiente  de  aquella  institución  dándo- 
le el  carácter  de  un  verdero  poder. 

Una  manifestación  de  esta  tendencia,  per- 
fectamente fundada,  es  la  ley  orgánica  de  la 
Municipalidad  de  Buenos  Aires,  dictada  en 
1882,  que  viene  sirviendo  de  pauta  para  la 
organización  local  en  las  provincias  argen- 
tinas, y  que,  á  pesar  de  sus  muchos  defec- 
tos, importa  un  paso  adelantado  en  orden  á 
la  constitución  del  gobierno  municipal  co- 
mo un  poder  autónomo. 

Por  esa  ley  se  otorga  al  extrangero  el 
derecho  de  elejir  y  ser  elejible,  sin  otras 
condiciones  que  las  de  haber  pagado  por 
contribución  directa,  patente  comercial  ó 
industrial,  ó  por  impuestos  municipales  la 
suma  de  cincuenta  pesos  (por  lo  menos  en 
el  año);  ejercer  alguna  profesión  liberal; 
haber  residido  en  la  capital  durante  dos 
años  con  anterioridad  al  día  de  la  inscrip- 
ción en  el  padrón  municipal  y  hallarse  do- 
miciliado en  una  parroquia. 

Llenados  estos  requisitos,  el  extranjero 
queda  equiparado  al  nacional  en  cuanto  al 
goce  del  derecho  urbano  (1). 

En  cuanto  al  nacional,  para  el  goce  de  tal 
derecho  solo  se  le  exige  el  pago,  por  cual- 
quiera de  los  conceptos  antes  enumerados, 
de  un  impuestoque  alcancecomo  minimum 
á  la  suma  de  diez  pesos  el  ejercicio  de 
una  profesión  liberal,  el  domicilio  en  la 
parroquia  en  la  cual  deba  empadronarse  y 
residencia  de  seis  meses  anteriores  al  dia 
de  la  inscripción. 

No  entra  en  los  límetes  de  este  artículo 
la  crítica  de  la  ley  citada;  pero  no  esta  demás 
observar     la    diferencia    que    al    respecto 


(1)  Designamos  con  esta  expresión  lo  que  comun- 
mente se  denominan  derechos  municipales,  que  á  nuestro 
entender  no  interpretan  con  propiedad  el  derecho  y  ca- 
lidad de  que  se  trata;  por  derecho  municipal,  concep- 
tuamos que  debe  entenderse,  el  derecho  á  los  derechos 
cohetitos  de  la  comunidad ;  por  derecho  urbano  debe  enten- 
derse el  del  habitante  ó  morador  de  la  ciudad,  villa  ó 
centro  colonial,  según  la  etimología  latina.  A  este 
derecho  se  le  ha  designado  en  algunos  países  con  la 
palabra  ciudadanía;  pero  el  concenso  universal  concep- 
túa por  tal  el  goce  de  los  derechos  políticos,  ya  se 
trate  del  nacional  ó  del  extranjero  naturalizado. 


establece  entre  el  nacional  y  el  extranjero, 
exigiendo  á  aquel  el  pago  de  un  impuesto 
y  una  residencia  mucho  menoi  es  de  la  que 
se  establece  para  el  extranjero,  diferencia 
que  en  la  esfera  del  limitado  derecho  urba- 
no no  debiera  existir,  siendo  justo  colocará 
uno  y  otro  en  idénticas  condiciones,  si  es 
que  la  ley  haya  de  ser  imparcial. 

Los  resultados  de  la  ley  de  1882  no  han 
dado  hasta  el  presente  la  medida  de  su  al- 
cance; el  padrón  electoral  de  la  ciudad  de 
Buenos  Aires,  dio  estas  cifras  en  1890:  total 
de  electores  inscritos:  6574.  De  estos,  eran 
argentinos:  3672;  extranjeros:  2902. 

Desde  luego,  se  observa  que  el  número  de 
extranjeros  inscritos  no  se  halla  en  pro- 
porción de  la  población  extranjera,  pues 
esta  supera  en  dos  tercios  á  la  población  na- 
cional. Esto  manifiesta  que  el  elemento  ex- 
tranjero, sea  por  la  causa  que  fuere,  ya  se  le 
llame  desconfianza  ó  indiferencia,  se  abstie- 
ne de  tomar  intervención  aun  en  funciones 
que  no  compi'ometen  en  modo  alguno  sus 
intereses  y  su  independencia,  renunciando 
al  ejercicio  de  un  derecho  que  puede  serle 
benéfico.  Y  esto  no  obstante  la  prédica  y  la 
propaganda  de  varios  círculos  industriales 
que  clamaban  antes  de  ahora  por  la  conce- 
sión de  tal  derecho. 

El  hecho  enunciado  se  presta  á  este  juicio: 
si  el  extranjero  esquiva  tomar  participación 
activa  en  funciones  que  lejos  de  dañarle 
pueden  serle  benéficas,  el  dia  en  que  la  na- 
turalización se  hiciese  obligatoria,  ó  protes- 
taría contra  la  imposición  de  la  nueva  na- 
cionalidad, ó  se  abstendría  de  actuar  en  la 
política,  á  menos  de  pretender  imponerse 
por  el  número  y  adueñaise  del  gobierno  en 
toda  su  latitud,  lo  cual  ocasionaría  un  cam- 
bio trascendentalísimo  bajo  todos  conceptos. 

* 
*  * 

Volviendo  á  la  cuestión,  después  de  esta 
referencia  que  creemos  oportuna,  juzgamos 
que  la  concesión  del  goce  del  derecho  urba- 
no al  extranjero,  en  los  países  en  donde  el 
gobierno  municipal  poséela  calidad  y  con- 
diciones de  poder  independíente,  lejos  de 
ser  peligrosa,  puede  ser  benéfica  para  el 
progreso  local.  Esa  concesión,  por  otra  parte, 
en  los  pueblos  que  reciben  inmigración, 
antes  que  la  ley,  la  viene  estableciendo  de 


Revista  Económica 


hecho  la  colonización,  por  su  propia  natu- 
raleza. 

En  todos  los  territorios  del  Rio  de  la  Plata 
despoblados  antes  de  ahora,  3"-  fuentes  hoy 
de  producción  industrial  y  ag-ricola,  los  cen- 
tros ó  villas  coloniales  son  formados,  sino  en 
su  totalidad,  al  menos  en  su  mayor  parte  por 
el  elemento  extranjero;  el  gobierno  munici- 
pal, que  se  establece  sin  demora,  respondien- 
do á  necesidades  comunes,  se  compone  de  ese 
elemento,  aún  cuando  no  ha^'a  leyes  que 
acuerden  al  extranjero  el  goce  del  derecho 
municipal.— Ejemplo,  entre  otros,  las  colo- 
nias de  la  provincia  de  Santa  Fé,  algunas 
de  las  cuales  cuentan  ya  con  importantes 
núcleos  de  población,  cuyo  gobierno  local  es 
ejercido  únicamente  por  extranjeros. 

Esta  solución  se  impone  como  una  nece- 
sidad, como  un  resultado  inevitable,  lógico 
en  todo  territorio  que  llega  á  ser  ocupado 
por  una  masa  de  población,  sea  cual  fuere 
su  procedencia.  Pues  bien,  lo  que  los  hechos 
imponen  imperiosamente,  la  ley  no  debe 
negarlo,  porque,  en  buen  análisis,  la  ley  no 
hace  más  que  consagrar  en  forma  explicita 
lo  que  establecen  el  derecho  consuetudina- 
rio, las  costumbres  y  las  necesidades  de  la 
asociación. 

Si,  pues,  en  los  centros  coloniales,  "que 
vienen  multiplicándose  rápidamente  com- 
prendiendo en  conjunto  una  gran  cifra  de 
pol)lación,  el  extranjero  goza  del  derecho 
urbano  (municipal)  sin  necesidad  de  ley 
escrita,  es  lógico  que  en  las  viejas  ciudades 
donde  ese  elemento  crece  incensantemente, 
goce  del  mismo  derecho;  lo  contrario  im- 
portaría mantener  una  esclusión  de  carácter 
señorial,  algo  así  como  un  derecho  de  .semi- 
baronía  en  favor  de  los  criollos  radicados  en 
las  ciudades,  en  las  que  el  extranjero  carece- 
ría de  intervención  hasta  para  entender  en 
la  provisión  del  agua  ó  en  la  venta  de  co- 
mestibles en  el  mercado. 

Juzgamos,  por  lo  tanto,  que  los  miembros 

del  Parlamento  uruguayo  que  proyectan  la 

concesión  de  derecho  urbano  al  extranjero 

piensan    cuerdamente,    colocándose   en  el 

terreno  do  lo  justo,  de  lo  positivo  y  de  lo 

ütil. 

* 
*   * 

Pero,  dirán  los  ergotizadores,  una  seme- 


jante concesión  dará  los  resultados  que  se 
han  observado  en  la  ciudad  de  Busnos  Aires ; 
el  elemento  extranjero  esquivará  inscribirse 
en  el  padrón  municipal,  haciendoinefectivos 
los  resultados  que  de  la  ley  se  esperan. 

Esta  argucia  se  contesta  fácilmente:  hasta 
ahora  la  ley  de  1882  relativa  á  la  oi-ganiza- 
ción  municipal,  no  ha  revelado  toda  la  po- 
tencia numérica  del  elemento  extranjero, 
porque  el  padrón  abierto  en  1890  lo  fué  des- 
pués de  un  sacudimiento  revolucionario  que 
había  llevado  la  inquietud  á  todos  los  espí- 
ritus; se  ponia  en  práctica  en  un  momento 
difícil,  incierto,  en  que  no  se  tenía  entera 
confianza  en  la  eficacia  de  ninguna  institu- 
ción. El  extranjero  es,  por  regla  general, 
receloso,  sobre  todo,  aquel  que  tiene  algo 
que  perder;  el  mercader,  el  industrial,  has- 
ta el  agiotista  que  se  aprovecha  de  todas  las 
conmociones  para  medrar,  procuran  por  to- 
dos los  medios  á  su  alcance  ponerse  á  cu- 
bierto de  todo  riesgo,  siendo  las  situaciones 
inseguras  su  perpetua  pesadilla. 

Pues  bien,  en  1890,  cuando  se  ponia  en 
vigencia  la  citada  ley,  el  extranjero  no  se 
preocupaba  del  interés  local;  su  preocupa- 
ción era  salvaguardar  sus  intereses  indivi- 
duales; de  aquí  que  la  participación  que 
debía  tomar  en  la  elección  municipal  fuese 
tan  indiferente  que  llegara  á  arrojar  una 
cifra  diminuta  en  la  inscripción  electoral. 
El  caso  es  de  excepción  y  nunca  la  excep- 
ción puede  constituirse  en  regla  general. 

Pero,  admitamos  que  en  situaciones  nor- 
males el  extrangero  se  abstuviese  de  usar 
los  derechos  que  se  le  conceden.  El  mismo 
cargo  puede  hacerse  á  los  nacionales,  por 
cuanto  el  número  de  inscritos  no  correspon- 
de al  número  de  ciudadanos;  aquel  siempre 
es  limitado,  lo  cual  acusa  una  grande  inde- 
ferencia  por  los  intereses  públicos.  Unos  y 
otros  quedarían  colocados  en  la  categoría  de 
mezquinos  egoístas,  abandonando  el  campo 
á  los  astutos,  sobretodo,  á  los  políticos  que  se 
apoderan  de  todas  las  reparticiones  públicas 
suceptibles  de  utilizarse  en  provecho  de  las 
aspiraciones  de  partido. 

La  abstención,  en  cualquier  caso,  traería 
este  resultado:  revelar  la  aversión  del  ex- 
trangero á  tomar  parte  en  la  jestión  de  inte- 
reses de  carácter  común,  jestión  que. deja 
librada  al  nacional;  la  irresponsabilidad  mo- 


DEL  Rio  de  la  Plata 


6Q 


ral  de  este  en  cuanto  al  desempeño  de  las 
funciones  municipales. 

Los  extranjeros  acusan  siempre  á  los  na- 
cionales de  todos  los  defectos  de  que  adole- 
ce la  administración  pública;  los  tachan  de 
imprevisores,  de  autoritarios,  de  venales,  etc., 
etc.  Si,  pues,  se  otorga  al  extranjero  el 
derecho  de  tomar  parte  en  esa  administra- 
ción, él  puede  corregirla  con  su  concurso 
enmendando  las  faltas  que  denuncia  y 
encaminando  escrupulosa  y  hábilmente  la 
gerencia  de  los  intereses  locales.  ¿No ejerci- 
ta ese  derecho  ?  ¿  No  quiere  tomar  el  puesto 
que  se  le  ofrece  en  bien  de  sus  propios 
intereses?  Perfectamente;  pero  no  tendrá, 
tampoco,  el  derecho  de  quejarse  si  la  admi- 
nistración es  mala;  si  estale  daña,  suya  es 
la  culpa;  su  negligencia  ó  su  egoísmo  reci- 
birán su  merecido. 

Y  con  esto  queda  contestada  la  hipótesis 
propuesta. 


A  nuestro  entender,  la  concesión,  ó  mejor 
dicho,  la  declaración  de  derechos  municipa- 
les á  favor  del  extranjero  que  se  proyecta  en 
el  Estado  Oriental,  no  es  ni  puede  concep- 
tuarse como  una  naturalización  limitada, 
siempre  que  la  organización  municipal  sea 
totalmente  extraña  á  vinculaciones  políti- 
cas. En  tal  supuesto,  no  importa  otra  cosa  que 
el  goce  de  derechos  comunes,  inherentes  al 
hecho  de  la  vecindad,  del  domicilio,  que  se 
relacionan  con  intereses  puramente  locales. 
Por  este  medio  se  concilian  dos  extremos 
que  la  naturalización  obligatoria  pone  en 
choque,  á  saber:  el  progreso  y  buena  admi- 
nistración comunal,  al  cual  concurren  na- 
cionales y  extranjeros  indistintamente,  y 
el  respecto  que  se  debe  á  la  ciudadanía  de 
cada  cual,  dejando  en  libertad  al  extranjero 
para  mantenerse  fiel  al  país  de  su  nacimien- 
to, si  así  lo  quiere. 

Por  tal  medio,  además,  se  llega  al  mismo 
resultado  que  apetecen  los  partidarios  de  la 
naturalización  forzosa,  los  cuales,  para  im- 
ponerla tienen  en  mii-a,  según  dicen,  el 
progreso  nacional.  Este  progreso  se  opera 
por  una  labor  múltiple,  por  esfuerzos  aisla- 
dos y  colectivos.  El  desarrollo  y  el  perfeccio- 
namiento de  muchos  centros  do  población, 
dan  por  resultado  el  desarrollo  general,  pues 


el  desenvolvimiento  social  es  rigurosamente 
solidario. 

Si  el  extranjero,  gozando  del  derecho 
urbano  en  toda  su  plenitud,  concurre  al 
perfeccionamiento  de  la  localidad  en  que 
vive,  es  evidente  que  su  concurso  en  cada 
centro  trae  por  consecuencia  el  ñn  que  ape- 
tecen los  que  sinceramente  se  interesan  por 
la  prosperidad  nacional. 

Las  condiciones  .sociales  del  Uruguay  son 
las  mismas  que  las  de  la  República  Ar- 
gentina; las  instituciones  de  uno  y  otro  país 
pueden  guardar  perfecta  analojia,  por  cuan- 
to no  hay  entre  uno  y  otro  país  ni  diferencia 
deorijeu,  ni  diferencia  en  los  elementos  de 
colonización  que  llegan  á  sus  pla^^as.  Por  lo 
tanto,  aquel  país,  puede  sancionar,  como  ha 
sancionado  este,  una  ley  por  la  cual  declare 
al  extranjero  el  pleno  goce  de  los  derechos 
municipales,  siempre  que  el  gobierno  mu- 
nicipal .sea  un  poder  independiente  y  no 
una  repartición  político-administrativo,  su- 
bordinada al  Poder  Ejecutivo. 

Si  asi  se  hace,  el  Parlamento  uruguayo 
habrá  dictado  una  ley  justa  y  fecunda  en 
resultados. 

Vaca-Guzman. 


Extractos  y  Comentarios 

Ensayo  sobre  el  Comercio  y  su  organiza- 
ción EN  Francia  é  Inglaterra 


G.  Francois,  distinguido  economista,  ha 
publicado  con  este  título  una  importante 
obra  sobre  el  desarrollo  del  comercio  In- 
glés y  Francés  y  sus  condiciones   actuales. 

La  obra  se  divide  en  dos  partes,  una 
dedicada  á  la  historia  comercial  de  esas  dos 
naciones,  y,  la  otra,  á  la  exposición  crítica 
de  la  organización  del  comercio  en  ambos 
países. 

El  señor  Francois  es  sectario  de  la  es- 
cuela del  laísser  /aire,  laisser  passer  pero  el 
copioso  material  que  reúne,  completamen- 
tando  los  tral)ajos  de  Scherrer  y  otr  js  auto- 
tores  que  se  han  especializado  en  la  Historia 
Comercial,  sirve  para  demostrar  que  tanto 
la  Inglaterra  como  la  Francia,  solo  han  po- 
dido llegar  á  su  actual  poder   industrial  y 


70 


Revista  Económica 


comercial  debido  á  la  aplicación  de  la  teoria 
contraria:  &\  faites  f aire  et  developpez. 

Especialmente  las  pág-inas  que  dedica  á 
la  patria  de  Adam  Smlth,  son  dignas  de  ex- 
tractarse, pues  comprueban  que  si  bien  las 
reglas  establecidas  por  la  escuela  Smitheria- 
na  á  fines  del  siglo  XVIII,  en  esa  época  cons- 
tituía para  Inglaterra  lo  prácticamente  más 
ventajoso,  esto  no  habria  sucedido  en  las 
primeras  etapas  del  desenvolvimiento  de 
ese  país.  Por  lo  contrario,  como  M"".  Fi-ancois 
lo  demuestra,  la  Inglaterra  solo  ha  podido 
cosechar  beneficios  del  libre  cambio,  des- 
pués de  haber  desenvuelto  sus  fuerzas  pro- 
ductivas, mediante  la  aplicación  perseve- 
rante del  sistema  opuesto. 

No  basta,  como  se  vé,  copiar  los  sistemas 
aplicados  hoy  en  las  grandes  naciones  para 
obtener  la  prosperidad  que  en  ellas  se  observa, 
sino  que  hay  que  consultar  las  circunstan- 
cias respectivas.  Tomemos,  si  se  quiere,  por 
norma  el  ejemplo  de  la  Inglaterra,  pero  de 
la  Inglaterra  en  las  épocas  en  las  cuales  sus 
circunstancias  hayan  sido  análogas  á  las 
que  hoy  tenemos  en  estos  países,  y,  desde 
el  punto  de  vista  doctrinario,  distingamos 
bien  las  leyes  simples  económicas  de  los  fe- 
nómenos complexos,  que  se  diversifican  se- 
gún se  combinen  los  diversos  factores. 

«La  historia  comercial  de  Inglaterra,  dice 
G.  Francols,  ofrece  provechosa  enseñanza: 
ella  nos  demuestra  como  una  nación  infe- 
rior al  principio  á  todas  las  que  la  rodeaban, 
dependiendo  de  los  extrangeros  por  sus  in- 
dustrias y  su  comercio,  llega  á  conquistar 
la  .supremacía  industrial  y  comercial.  El 
movimiento  de  renovación  esbozado  por 
Eduardo  III,  reanudado  por  Elizabet  y  des- 
pués definitivamente  establecido  p©r  Cron- 
well,  se  continuó  y  pi-oseguiódurante  cerca 
dedos  siglos.  Ni  las  discuciones,  ni  las  gue- 
rras, ni  las  revoluciones  de  que  la  Inglaterra 
no  se  ha  hallado  más  libre  que  las  otras 
naciones  de  Europa,  han  interrumpido  esta 
.serie  de  esfuerzos  en  los  cuales  los  gobiernos, 
ya  hayan  sido  liberales  ó  autoritarios,  han 
tenido  siempre  la  Nación  de  su  parte.* 

Con  una  acción  individual  amplia  y  un 
sistema  económico  en  el  cual  la  del  Estado 
solo  se  manifestaba  de  vez  en  cuando  por 
hechos  aislados  é  incoherentes,  la  Iglaterra 
apenas  llegaba,  al  final  de  la  edad  media,  á 


una  situación  poco  más  aventajada  que  la 
que  pueda  presentar  hoy  la  última  de  sus  co- 
lonias. Todo  el  comercio  estaba  en  manos  de 
extrangeros,  particularmente  italianos,  ho- 
landeses y  ansiáticos,  cuyos  intereses  eran 
antagónicos  con  los  del  país  que  esplotaban 
en  beneficio  de  plazas  extrangei-as  y  con  el 
propósito  empobrecedor  de  la  mayor  utili- 
dad inmediata. 

En  la  época  á  que  nos  referimos,  empesa- 
ban  á  despertarse  aptitudes  nacionales  pre- 
paradas y  desenvueltas  por  el  ejemplo  que 
les  daban  los  extrangeros,  no  obstante  la  es- 
clusión  que  estos  hacían  generalmente  de 
los  naturales,  ys.  por  cálculo  ó  afección  á  sus 
connacionales,  ó  por  atribuirles  menor  capa- 
cidad. 

El  comercio  nacional,  para  su  emanci- 
pación de  la  dependencia  extrangera,  te- 
nía que  luchar  desventajosamente  con  el 
poder  de  la  influencia  que  á  los  extrangeros 
les  daba  su  calidad  de  prestamistas  al  Go- 
bierno, al  que  imponían  concesiones  y  privi- 
legios, como  hoy  los  ingleses  á  su  vez  lo  ha- 
cen con  los  que  se  encuentran  en  sus  con- 
diciones de  entonces,  y  además,  se  estrellaba 
con  el  temor  de  los  productores  del  país  de 
ver  reducirse,  con  la  limitación  del  comer- 
cío  de  los  extrangeros,  la  salida  de  sus  ma- 
terias primas. 

Uno  de  los  actos  más  efectivos  de  Eduar- 
do III,  fué  la  protección  á  las  manufacturas 
de  la  Inglaterra,  en  beneficio  de  las  cuales  se 
prosiguió  el  sistema  de  favores  de  todo  gé- 
nero, hasta  llegar  á  las  mas  extremas  y  ex- 
travagantes imposiciones,  como  la  es  sin 
duda  la  de  Carlos  II  que,  paríi  favorecerla 
fabricación  de  franela,  ordenó  que  los  muer- 
tos se  envolviesen  en  mortajas  de  este  géne- 
ro, aumentando  por  este  medio  el  consumo 
del  artículo. 

Las  persecuciones  religiosas  de  Feiipe  II, 
la  grande  emigración  de  industríales  com- 
petentes que  la  revocación  del  edicto  de 
Nantes  provocó  en  Francia,  vinieron  á  coo- 
perar al  desenvolvimiento  industrial  de 
Inglaterra,  dotándola  de  especialistas  y 
de  competencias  de  que  carecía. 

La  navegación  comercial  se  hallaba  casi 
totalmente  en  manos  de  los  extranjero;;,  no 
pudiéndolos  ingleses,  con  el  laisser faire, 
laisser  fasser ,  competir  con  las  marinas  de- 


f)EL  Rio  de  la  Plaía 


71 


senvueltas;  y  no  obstante  su  favorable  po- 
sición geográfica,  sus  barcos  se  destinaban 
con  preferencia  á  reducidas  pesquerías  ayu- 
dados y  enseñados  por  los  bascos.  Para  la 
creación  de  la  marina  inglesa,  preponde- 
rante hoy  sobre  todas  las  del  mundo,  fué 
necesaria  la  protección  iniciada  por  Elizabet 
y  robustecida  por  el  acta  de  navegación  de 
Cronwell,  que  ha  subsistido  en  todo  su  ri- 
gor hasta  este  siglo,  y  mucho  después  de 
tener  esa  nación  conquistado  el  dominio  de 
los  mares. 

El  espíritu  proteccionista  inglés  que  ha 
sido  consecuente  con  el  principio  funda- 
mental de  Elizabet,  compendiado  en  esta 
frase:  «  Todo  para  la  Inglaterra  y  los  ingle- 
ses», se  manifestó  también  de  un  modo  ine- 
xorable contra  sus  propias  colonias,  respecto 
de  las  cuales  se  adoptó  una  línea  de  con- 
ducta no  menos  depresiva  que  la  inspirada 
por  los  monopolistas  de  Cádiz,  respecto  de  la 
América  española. 

«Cuando,  desde  el  punto  de  vista  político, 
como  observa  el  Sr.  Francois,  la  indepeden- 
cia  de  las  colonias  inglesas  era  casi  comple- 
ta, los  productos  coloniales  se  dividieron  en 
dos  categorías,  una  de  productos  que  no 
podían  trasportar.so  .sino  á  la  madre  patria 
ó  á  las  colonias  inglesas,  y  otra  de  productos 
que  podrían  trasportarse  á  cualquier  parte 
en  buques  ingleses,  estas  categorías  fueron 
frecuentemente  modificadas  .según  que  cier- 
tos productos  se  juzgaban  ó  no  necesarios  al 
mercado  de  la  metrópoli.  En  1663  se  agregó 
á  estas  prescripciones  la  de  que  todas  las 
mercaderías  europeas  aunque  fuesen  car- 
gadas en  buques  ingleses,  debían  salir  de 
puertos  ingleses  para  .ser  exportados  á  las 
colonias.  Mas  tarde  se  declaró  que  sólo  los 
ciudadanos  ingleses  de  nacimiento  ó  por 
naturalización  podían  establecerse  en  las 
colonias;  ésta  medida  produjo  la  ruina  de 
numerosas  factorías  holandesas».  Las  res- 
tricciones se  llevaron  á  punto  de  provocar  la 
sublevación  de  Virginia  en  1676  y  serias 
resi.stencias  en  otros  estados. 

«Otras  medidas,  continúa  M'"  Francois,  se 
tomaron  en  favor  de  las  manufacturas  in- 
glesas. En  1699,  bajo  pena  de  conriscacidn  y 
de  multa,  se  pi'ohibió  exportar  géneros  de 
lana  de  cualquier  colonia,  y  esta  prohibición 
fué   puesta   en  práctica  en  América   con 


tal  rigor  que,  para  su  uso  personal,  los 
marineros  ingleses  no  podían  proveerse 
de  artículos  de  lana  por  más  de  cuarenta 
chelines.  También  se  hizo  todo  lo  necesario 
para  desanimar  las  manufacturas  de  lana 
en  Irlanda.  En  1719  un  bilí  prohibió  cons- 
truir en  las  colonias  fundiciones  de  acero, 
más  aun,  prohibió  á  los  colonos  fabricar  un 
sólo  clavo,  un  anillo,  una  herradura,  por 
más  útiles  que  fuesen  estos  objetos.  Más 
tarde,  en  1732,  se  impuso  á  los  sombrereros 
en  las  colonias  la  obligación  de  tener  siete 
años  de  aprendisage  y  de  no  admitir  más 
de  dos  aprendices,  y  se  prohibió  el  trasporte 
de  sombreros  de  una  colonia  para  otra;  en 
las  Antillas,  derechos  enormes  hicieron  casi 
imposible  la  refinación  del  azúcar». 

Algunas  disposiciones,  que  pueden  pare- 
cer favorables  á  las  colonias,  no  han  sido 
inspiradas  más  que  con  un  fin  fiscal  ó  im- 
puestas por  necesidades  nuevas  de  la  Ingla- 
terra. La  prohibición  de  la  cultura  del  ta- 
baco en  la  metrópoli  fué  dictada  con  la  idea 
de  que  la  percepción  de  los  derechos  sobre  ta- 
baco sería  más  fácil  en  su  importación  de 
Virginia  ó  deMaryland;y  .si  al  comienzo  del 
siglo  XVIII  se  concedieron  primas  para  la 
importación  de  materiales  de  construcción 
de  América,  fué  porque  la  suba  de  precios 
de  la  Compañía  Sueca  lo  hacía  indispensa- 
ble para  los  con.structores  ingleses. 

Todas  las  medidas  parecían  hechas  á  pro- 
pósito para  detener  el  desenvolvimiento  de 
las  colonias.  En  1672,  año  en  que  se  trata  de 
crear  la  pesca  de  la  ballena,  los  pescadores 
coloniales  son  gravados  con  seis  chelines 
por  tonelada  de  aceite,  mientras  que  los  pes- 
cadores metropolitanos  no  estaban  sugetos 
á  ningún  derecho.  Bajo  Jorge  II,  los  buques 
construidos  en  América  son  excluidos  del 
traficó  directo  para  los  azúcares  coloniales. 

Actualmente  la  política  colonial  inglesa 
no  es  esa,  sin  que  esto  importe  probar  que 
haya  variado  su  criterio.  Es  siempre  la 
razón  de  la  conveniencia  su  guía  en  estas 
materias,  concediendo  la  libertad  económica 
en  los  casos  en  que  la  creen  necesaria  para 
la  conservación  de  las  colonias. 

«Desde  la  separación  violenta  de  la  Amé- 
rica, agrega  Mr.  Francois,  los  hombres  de 
Estado  ingleses  no  han  dejado  de  buscar  el 
medio  de  evitar  la  reproducción  de  hechos 


72 


Revista  Económica 


semejantes.  Después  de  diversas  tentativas 
y  de  numerosas  discusiones,  el  principio  de 
la  autonomía  ha  prevalecido  casi  por  com- 
pleto y,  desde  iS-iO,  se  puede  seguir,  en  las 
diversas  colonias  inglesas,  los  progresos  de 
esta  doctrina  que  ha  llegado  á  permitir  á  las 
colonias  que  se  administren  libremente. 
Ellas  son  dueñas  de  sus  tarifas.  — «Del  pun- 
to de  vista  político  la  Inglaterra  no  pide 
hoy  á  sus  subditos  coloniales  mas  que  ser 
leales  subditos  de  la  Reina  y,  del  punto  de 
vista  comercial,  el  que  sean  buenos,  pero  li- 
bres clientes». 

Se  hace  excepción  en  este  sistema  de  au- 
tonomía econóii.ica,  de  lalndia,  que  está  bajo 
el  gobierno  de  la  Emperatriz  Reina  y  de  al- 
gunas otras  colonias,  generalmente  nuevas 
ó  de  poca  importancia.  En  cuanto  á  la  Aus- 
tralia, Canadá  y  otras  colonias  preparadas 
pai-a  el  gobierno  propio,  se  les  deja  la  men- 
cionada libertad  económica. 

El  sistema  de  libre  cambio  debía  segura- 
mente convenir  á  la  reina  del  carbón  y  de 
los  mares,  que  es  á  la  par  la  nación  de  mas 
estensas  y  poderosas  relaciones  comerciales; 
pero  aun  así,  recién  en  1846  pudo  sancio- 
narse por  los  esfuerzos  de  Cobden  y  Sir  Ro 
bert  Peel  la  libertad  comercial. 

La  competencia  de  la  India  y  de  otros 
grandes  productores  de  cereales,  viene  aho- 
ra á  contrariar  su  agricutura,  y  apenas  ella 
se  manifiesta,  de  nuevo  se  produce  en  Ingla- 
terra un  movimiento  en  favor  de  la  protec- 
ción. 

Véase  por  esto  cuan  lejos  están  de  los  in- 
gleses nuestros  teóricos  que  citan  la  libertad 
de  cambios  y  la  belleza  de  los  principios 
considerados  desde  el  punto  de  vista  humani- 
tario, como  reglas  de  aplicación  para  países 
que,  como  estos,  tienen,  para  desenvolver  sus 
fuerzas,  que  vencer  á  competidores  robuste- 
cidos por  un  sistema  protector  secular,  y  que 
llevan  siempre  el  rigor  de  la  opresión  hasta 
donde  se  lo  aconseja  el  más  estrecho  egoís- 
mo nacional,  reproduciendo  con  nosotros,  lo 
mismo  que,  en  los  albores  de  la  civilización 
moderna  las  exigencias  de  su  desenvolvi- 
miento los  indujo  á  combatir  con  vigor. 

La  historia  del  desenvolvimiento  indu.s- 
trial  de  Francia  y  de  la  creación  y  prosperi- 
dad de  su  marina,  es  idéntica, y,  como  lo  de- 
muestra la  interesante  obra  que  recorremos, 


si  esta  nación  ha  sido  aventajada  por  la  In- 
glaterra, esto  no  se  debe  á  superioridad  de 
raza,  sino  al  simple  hecho  de  que  en  ese 
país  la  acción  protectora  fué  más  constante 
y  ha  tenido  que  luchar  con  menos  contra- 
riedades. 

Antes  de  la  acción  protectora  del  Estado, 
los  individualistas  ingleses  no  sobresalían  ni 
como  industriales,  ni  como  comerciantes,  ni 
como  marinos,  ni  se  manifestaba  en  ellos  el 
fuerte  espíritu  de  asociación  que  hoy  tanto 
los  favorece. 

La  inmigración  judía  primero,  la  lombar- 
da después  de  la  exclusión  de  aquella,  y,  más 
tarde,  una  y  otra,  echaron  los  cimientos  de 
su  comercio  y  sirvieron  de  maestros  prove- 
chosos á  los  naturales;  sus  industrias  se  crea- 
ron, se  desenvolvieron  y  se  perfeccionaron, 
con  la  protección  y  la  importación  de  apti- 
tudes extrañas,  como,  bajo  Colbert,  con  la 
importación  de  industriales  y  con  el  favor  de 
la  protección,  se  creó,  desenvolvió  y  perfec- 
cionó la  industria  francesa;  la  acción  del 
gobierno  y  la  importación  de  mineros  ale- 
manes perfeccionó  el  trabajo  de  las  minas; 
la  acta  de  navegación  que  iba  á  multipli- 
car el  empleo  de  los  barcos  ingleses  y  por 
la  que  se  hacía  obligatorio  ocupar  mari- 
nos nacionales  para  sus  tripulaciones, 
aunque  encareciendo  transitoriamente  los 
fletes  y  provocando  aisladas  protestas,  con- 
juntamente con  la  protección  decidida  á  las 
pesquerías,  debía  crear,  como  creó,  una  vasta 
clase  de  gente  de  mar,  que  las  estensas  y 
multiplicadas  navegaciones  que  se  favore- 
cían con  todo  el  poder  de  la  Nación,  sin  re- 
troceder ante  las  guerras  más  sangrientas  y 
las  imposiciones  más  inicuas,  hicieron  en 
breve  apta  y  sobresaliente. 

Además  de  todo  esto,  el  aumento  de  com- 
petencias comerciales  é  industriales,  la  mul- 
tiplicación considerable  que  se  siguió  en  el 
número  de  capitalistas  nacionales  y  el  espí- 
ritu de  empresa,  que  crean  los  negocios  en 
condiciones  de  éxito,  estendieron  y  robuste- 
cieron la  acción  individual  y  le  imprimie- 
ron el  sello  que  hoy  caracteriza  las  clases 
activas  del  comercio  3'  de  la  industria  ingle- 
sa, haciéndolas  sobresalir  sobre  sus  mento- 
res de  otros  tiempos. 

El  Sr.  Francois  receta  el  Self  Help  de  que 
se   vanaglorian  los  ingleses,  pero    lo   que 


DEL  Rio  de  la  Plata 


73 


recomienda  no  se  desenvuelve  y  se  sostiene, 
como  su  libro  lo  demuestra,  sin  condiciones 
económicas  adecuadas.  Si  qugreraos  hom- 
bres enérgicos  y  activos,  espíritu  de  asocia- 
ción y  espíritu  de  empresa,  ti-atemos  de  que 
la  energía  no  sea  inútil  pertinacia,  la  activi- 
dad esfuerzo  estéi-il;  hagamos  que  la  asocia- 
ción no  tenga  que  convertirse  siempre  en  la 
comunidad  del  fracaso  ó  que  toda  empre- 
sa propia  no  deba  siempre  resultar  tenta- 
tiva temeraria.  Pongámonos  en  condiciones 
de  batallar  y  habilitemos  el  mayor  número 
para  las  luchas  fructíferas  del  ti-abajo,  y, 
para  esto,  es  necesai-io  empezar  por  cons- 
tituir y  robustecer  la  autonomía  económica 
nacional. 

En  el  orden  político  sucede  lo  mismo;  de- 
terminadas circunstancias  elevan  el  espíritu 
público  mientras  que  otras  lo  abaten,  lo  es- 
terilizan. 

En  la  segunda  parte  destinada  al  estudio 
de  la  actual  organización  ael  comercio  en 
Francia  y  en  Inglateri-a,  el  Sr.  Franrois ana- 
liza sepai-adamente  el  comercio  interior,  el 
exterior,— los  transportes  que  comprenden 
la  navegación  interior,  los  ferro-carriles  y  la 
navegación  marítima, — los  bancos  y  la  en- 
señanza comercial. 

La  mayor  pai-te  de  estos  estudios  los  con- 
sideraremos al  tratar  en  otra  oportunidad 
las  diversas  materias  en  que  se  especiali- 
zan, y  nos  limitaremos,  por  hoy,  á  dar  una 
idea  general  de  la  situación  del  comercio  de 
ambos  países,  en  su  lucha  en  los  mercados 
extrangeros  y  en  cuanto  pueda  interesar  á 
nuestros  lectores,  y  á  considerar  las  noticias 
complementarias  de  las  que  hemos  venido 
analizando  hasta  aquí. 

La  situación  actual  la  define  el  Sr.  Fran- 
cois  en  los  siguientes  términos  :  «es  solo  por 
«  la  exportación,  por  los  mercados  exterio- 
«  res,  que  pueden  hoy,  la  Francia  y  la  In- 
«  glaterra  realizar  pi-ogre.^os  comerciales. 
«  Se  puede  sin  duda  alcanzará  proveer  más 
«  y  más,  conpioductos  propios,  los  mercados 
«  nacionales,  esforzándose  en  hacer  mejor  y 
«  más  barato  que  el  extrangero ;  pei"o  esta 
«  salida  es  á  todas  luces  insuficiente.  Basta 
.«  consultar  un  cuadro  de  comercio  exte- 
«  rior  para  adquirir  el  convencimiento  de 
«  que  la  Francia  así  como  las  otras  naciones, 


«  debe  recibir  productos  que  les  faltan  y 
<;  que  poi-  otra  parte,  sólo  la  exportación 
'<  puede  proporcionar  un  alimento  suficien- 
"  te  para  las  otras  industrias.  >• 

Considera  que  las  colonias  no  constituyen 
más  que  una  parte  de  ese  mercado  exte- 
rior, y  que  no  se  puede  prescindir,  tanto  pa- 
ra la  importación  como  para  la  expoi-tación, 
de  los  mercados  extrangeros.  Lo  que  en  la 
lucha  comercial  constituye  la  superioridad 
de  Inglaterra,  son  sus  relaciones  estableci- 
das en  todo  el  mundo  y  sus  medios  de  en- 
sanche, sus  comunes  intereses  con  todas  las 
naciones,  los  negocios  de  todo  género  en  los 
cuales  los  capitales  ingleses  tienen  una  po- 
sición preponderante. 

Entre  estos  elementos  hay  que  tener  pri- 
mei-amente  en  cuenta  el  hijo  predilecto  del 
proteccionismo  inglés,  que  es  su  marina 
mercante.  Pai-a  que  pueda  juzgarse  de  su 
importancia  basta  considerar  el  número  de 
toneladas  que  representan  las  principales 
marinas  mercantes  del  mundo.  Mientras 
los  Estados  Unidos  figuran  por  2.951.000  to- 
neladas, Alemania  por  2.670.000,  Francia 
por  2.501.000,  Noruega  por  1.827.000,  Italia 
por  1.416.000,  España  por  1.335.000,  la  Ingla- 
terra cuenta  con  24.143.000  toneladas.  Es  de 
advertir  que  en  este  cal  ulo,  para  establecer 
la  propoi'ción  enti-e  los  buques  de  vapory 
los  de  vela,  las  toneladas  de  los  buques  á 
vapor  se  multiplican  por  tres. 

La  marina  mercante  no  es  solo  una  fuente 
de  renta,  es  principalmente  un  gran  ele- 
mento para  la  extensión  de  relaciones  co- 
merciales, lo  mismo  que  el  establecimiento 
de  casas  de  comercio  diseminadas  en  todas 
las  plazas.  Los  indu.striales  ingleses  tienen 
con  esto  mayoi-es  medios  de  acción  exterior, 
mayores  facilidades  que  los  de  Francia  para 
buscar  la  salida  de  productos,  mayores  co- 
nocimientos de  los  gustos,  necesidades  ó  ca- 
prichos de  los  consumidores  lejanos,  y  condi- 
ciones especiales  pai-a  aprovechar,  los  prime- 
ros y  en  más  vasta  escala,  de  todas  las 
oportunidades  que  puedan  presentarse. 

Otro  agente  eficaz,  encuentran  los  ingle- 
ses en  la  colocación  de  sus  capitales  en  el 
exterior,  que,  al  realizar  vastas  obras  de  uti- 
dad  pública,  dan  empleo  preferente  á  mate- 
riales ingleses,  y  que,  al  fundar  Bancos  y 
Sucursales  de  Bancos  entodoslos  países,  de- 


74 


Revista  Écoxóaiica 


senvuelven  con  preferencia  las  casas  ingle- 
sas que  en  ellos  se  establecen  y  extienden  y 
multiplican  las  relaciones  con  Inglaterra. 

« Los  ingleses,  como  se  sabe,  agrega  Mr. 
Franoois,  llevan  el  amor  de  su  nacionali- 
dad hasta  el  exclusivismo;  y  en  aquellos  es- 
tablecimientos un  comerciante  inglés  está 
siempre  seguro  de  encontrar  el  apoyo  deque 
necesite,  siempre  que  la  empresa  que  pro- 
yecte tenga  probabilidades  de  éxito. -> 

Estas  Sucui'sales  y  Bancos  son,  adem/is, 
en  las  colonias,  vínculos  de  sujeción  á  la  Me- 
trópoli, y  reemplazan  en  ellas,  en  parte,  las 
antiguas  ligaduras,  coadyuvando  así  á  la 
obra  nacional  de  conservar  preponderante 
«el  interés  de  la  Inglaterra  y  de  los  in- 
gleses.» 

La  Francia  posee,  en  cambio,  la  superiori- 
dad de  su  suelo,  la  perfección  de  sus  artes  y 
de  sus  industrias  y  una  abundancia  de  ca- 
pital, que  la  economía  aumenta  sin  cesar, 
pero,  como  se  observa  juiciosamente,  ella  de- 
be hacerse  cargo  de  que  ya  no  son  tiempos 
en  que  se  deba  esperar  á  los  compradores; 
hay  que  actuar  directamente  en  los  merca- 
dos de  salida,  como  tan  extensa  y  poderosa- 
mente lo  hacen  los  ingleses. 

Aún  cuando  estos  países  no  se  hallan  en 
estado  de  sentir  todo  el  rigor  de  la  lucha 
industrial  impuesta  á  las  viejas  sociedades 
do  Europa  poi  el  "Strug'glefor  1  i  ve»,  éstas 
observaciones  son  dignas  de  meditación, 
aun  para  nosotros. 

No  debemos  contentarnos  con  cuidar  de 
ir  creando  y  desenvolviendo  entre  nosotros 
las  industrias  que  puedan  abastecernos  en 
condiciones  normales,  emancipándonos  así, 
de  innecesarios  tributos  á  extraños,  sino  que, 
también,  hay  que  cuidar  de  colocar  nues- 
tras industrias  de  exportación  fuera  de  las 
condiciones  precarias  primitivas  en  que 
están,  habilitándolas  y  encaminándolas  (i 
actuar  directamente  en  los  mercados  extran- 
jeros. 

Citaremos  un  caso  que  basta  para  dcmo.s- 
trar  la  conveniencia  de  lo    que  indicamos. 

El  tasajo  del  Rio  de  la  Plata,  destinado  al 
consumo  del  Brasil,  vá  casi  todo  á  la  plaza 
de  Rio  de  Janeiro,  donde  están  las  más  fuer- 
tes casas  consignatarias  que,  mediante  bue- 
nas comisiones,  .«^e  encargan  do  las  veniís  y 
hacen  anticipos  de  fondos. 


De  Rio  de  Janeiro,  y  pai-te  desde  Ba- 
bia 3^  Pernambuco,  se  distribuye  el  pro- 
ducto al  resto  del  país  por  cuenta  ya  de 
los  comerciantes  brasileros.  Las  consecuen- 
cias de  e.sto  son  fácile'^  de  apreciar.  Santa 
Catalina,  por  ejemplo,  estáá  mitad  decami- 
no que  Rio  de  Janeiro  y  natural  era  que  el 
tasajo  del  Rio  de  la  Plata  llegase  allí  con 
menor  costo  que  el  que  tiene  puesto  en  la 
capital;  pero  no  sucede  así.  El  tasajo  quese 
mandase  desde  Rio  de  Janeiro  tendría  un 
precio  naturalmente  mas  alto,  debido  k  do- 
bles fletes,  dobles  comisiones  y  á  recargos  de 
utilidades  de  los  diver.sos  intermediarios,  y 
por  eso  es,  en  ese  punto,  imposible  nuestra 
competencia  con  Río  Grande. 

En  algunas  provincias  del  Xorte  el  au- 
mento de  precios  llega  á  .ser  tan  considera- 
ble que  el  consumo  del  artículo,  que  se  vá 
resti'ingiendo  con  la  carestía,  .se  convierte 
en  un  lujo  del  que  solo  pocos  pueden  gozar. 

Con  las  importaciones  directas  á  los  centros 
consumidores,  de  modo  á  suprimir  los  re- 
cargos innece.sarios,  que  sufre  el  artículo, 
su  salida  para  el  Brasil  aumentaría  de  tal 
modo  que  quizá  podría  llegar  á  duplicarse. 
Para  conseguirlo  es  imprescindible  obte- 
ner lo  que  para  sus  productos  tienen  los  in- 
gleses, esto  es  relaciones  en  todas  partes  y 
ayuda  de   las  instituciones  de  crédito. 

Estos  países  ya  han  empezado  á  compren- 
der que  deben  oi-ganizar  industrias  que 
concurran  con  las  extranjeras,  pero  no  .«;e 
han  convencido  todavía  de  los  beneficios 
que  igualmente  les  produciría  el  desarrollo 
del  comercio  y  de  las  instituciones  de  cré- 
dito, gcnuinamente  nacionales. 

Mr.  Franoois  no  considera  los  bancos  y 
los  sucursales  bancarias  inglesas  mas  que 
como  elementos  de  competencia  para  las 
industrias  francesas,  pero  la  acción  que  esos 
establecimientos  ejercen  es  mas  estensa. 

Kilos  prestan  muchos  servicios  que  po- 
drían prestar  las  instituciones  de  crédito 
nacionales,  reemplazándolas  en  parte,  pero 
tienen  la  tendencia  de  facilitar  mas  las 
ti-ansacciones  que  aumentan  el  trabajo  in- 
glés que  las  que  fomentan  y  desenvuelven 
á  las  industrias  locales. 

Y  si  á  esos  Bancos  estranjeros  .se  les  dá, 
como  se  persiste  en  dar  á  uno  en  la  República 
Oriental,  todos  los  privilegios  y  prerrogati- 


DEL  Rio  de  la  Plata 


/5 


vas  solo  concebibles  para  las  instituciones 
nacionales  que  sean  centi-o  del  desenvolvi- 
miento Gconómico  del  país,  se  viene  á  creai-, 
por  ese  medio,  en  favor  de  los  extranjeros,  al- 
go como  la  Corte  de  Acero,  que  la  preponde- 
rancia ansiática  estableció,y,  aún  á  fines  del 
XV'^  siglo,  seconsorvaba  en  Londres,  gracias 
á  la  debilidad  de  los  reyes  ingleses  que,  por 
pequeñas  ventajas  transitorias,  sacrificaban 
las  conveniencias  de  sus  pueblos. 

Encontramos,  como  se  vé,  aún  en  la  esfera 
económica,  la  ley  histórica  de  Vico,  con  la 
particularidad  de  que  la  que  todavía  en  la 
época  del  descubi-imiento  do  América  era 
la  víctima,  sea  en  su  cuarto  centenario  la 
opresora. 

Falta  ahora  que  lleguemos  también  á  te- 
ner, en  compensación,  nuestras  Elisabetas  y 
nuestros  Cromwells,  complementándose  así 
la  similitud  histórica. 


EL 


PROYECTO  NOETZLIN 

Y  EL  DOGAL  MEJICANO 


I 

81  bien  de  éste  lado  del  Plata  no  se  nota, 
como  lo  observa  espiritualmente  nuestro  co- 
laborador el  Gral.  Mansilla,  más  movimiento 
que  el  délas  maniobras  y  revistas  militares, 
el  otro  nos  ofrece  actualmente,  en  cambio,las 
más  graves  cuestiones,  sin  que  el  criterio 
que  en  ellas  predomina  pueda  hacernos  con- 
siderar preferible  la  actual  actividad  Oriental 
á  la  transitoria  apatía  Argentina. 

El  asunto  que  preocupa  preferentemente 
la  atención  de  la  Repvlblica  vecina,  es  el  de 
lacreación  de  un  Banco  denominado  Nacio- 
nal perlas  prerogativas  que  se  le  conceden, 
y  que,  cuando  .se  di.scutía  en  las  Cámaras, 
combatimos  con  toda  la  decisión  que  nos  im- 
puso la  conciencia  de  los  perjuicios  que  de 
ese  negociado  podían  resultar  al  país;  y  lo  hi- 
cimos no  obstante  que  no  se  nos  ocultaba 
que  íbamos  á  provocar  tola  clase  de  hostili- 
dades personales,  lasque  efectivamente  no 
tardaron  en  ejercitarse. 

Cumplimos  entonces  nuestro  deber,  y,  una 
vez  sancionadas  las  condiciones  leoninas 
y  depresivas  del  negociado,  consideramos 
concluida  la  época  de  la  discusión  j^que.^olo 


nos  correspondía  esperar  los  resultados  prácti- 
cos de  loserroresque  habí  amos  señalado;  pero 
ahora  sabemos  que  lo  (}ue  el  (gobierno  daba  á 
entender  que  tenia  en  su  poder,  no  existia; 
no  había  más  que  las  probabilidades  de  con- 
seguir capitales  para  una  concesión  leonina, 
y  que  el  que  se  presentaba  alpaíscomo  salva- 
dor de  la  crisis,  no  resultó  ser  más  que  un  co- 
rredorqueseibaálanzarporelmundotratan- 
do  de  negociar,  con  boleto  Armado  de  antema- 
no, una  especie  de  venta  de  derechos  sobe- 
ranosde  la  Nación,  en  cambiode  dos  dineros 
para  el  fisco  y  de  una  apariencia  engañosa 
de  solución  bancaria  nacional. 

Seis  meses  se  han  perdido  en  medio  do 
una  crisis  ruda,  que  ha  seguido  derribando 
los  líltimos  elementos  de  progreso  que  que- 
daban de  pié  en  el  país,  y  se  han  sacrificado, 
perdiéndose  oportunidades  preciosas,  las  so- 
luciones que  el  sentimiento  nacional  y  el 
sentido  práctico  aconsejan,  volviéndonos  el 
agenciador  del  negocio  con  la  nueva  de  que 
la  banca  judía  cree  que  se  le  debe  dar  más.  y 
que,  en  cuanto  al  capital  del  Banco,  hay 
que  buscarlo  con  preferencia  en  el  país. 

Después  de  descorrido  así  el  velo  que  de- 
mostraba la  poca  seriedad  con  que  venía  pro- 
cediéndose  en  asuntos  y  en  circunstancias 
harto  graves,  hemos  tenido  el  sentimiento 
de  ver  que  á  una  parte  déla  prensa  Oriental 
que  se  precia  de  mas  ilustrada,  no  .se  le  ocu- 
rre una  sola  palabra  de  censura. 

¿Que  decimos? 

Ahí  están  diarios  délos  más  reputados  de 
la  capital,  que  dan  importancia  de  personaje 
al  señor  Noetzlin  llegando  al  estremo  de  in- 
formar á  sus  lectores  que  el  gefe  del  anónimo 
sindicato  es  rubio,  alto  y  flaco;  tratando  de 
sorprender,  hasta  en  sus  gestos,  cual  .será 
el  destino  que  reserva  al  país. 

Sino  salvar  de  la  ruina,  debemos  tratar  de 
salvar  al  país,  por  lo  méno.s,  del  ridículo  en 
que   lo  e.stán  colocando. 

Se  quejan  los  reporters  de  que  el  Sr.  Noe- 
tzlin  há  hablado  poco,  y  nosotros  eremos  que 
ha  dicho  demasiado,  puesto  que  há  venido  á 
confirmar  todo  cuanto  sosteníamos  en  contra 
de  su  malhadada  combinación  bancaria. 

Yá  que  las  nuevas  pretensiones  hacen 
volver  el  asunto  á  las  Cámara.s,  ofreciéndo- 
sela oportunidad  de  reconsiderarlo,  deberes 
nuestro,  impresindible,  de    reanudar  núes 


76 


Revista  Económica 


tros  esfuerzos  en  el  sentido  de  prevenir  la 
consumación  de  un  hecho  fatal  para  el  por- 
venir económico  y  financiero  del  país. 

II 

Después  de  manifestar  el  Sr.  Noetzlin  aun 
repórter,  que  tenía  algunas  modificaciones 
que  proponer,  ngvegó  lo  siguiente  que 
transcribimos  textualmente  de  «El  Siglo»: 
« Traigo  redactados  los  Estatutos  con  arre- 
<'gloálosque  sirvieron  de  base  á  los  del 
«Banco  Nacional  de  Méjico,  que  i/ó  fundé,  y 
«que  ha  tenido  gran  aceptación  y  prosperi- 
«  dad,  habiendo  prestado  grandes  servicios 
«y  respondiendo  acabadamente  á  los  fines 
«de  su  creación». 

Muy  equivocado  ha  estado  el  Sr.  Noetzlin, 
si  cree  que  no  hay  por  estos  países  quienes 
sigan  y  estén  bienal  tanto  de  lo  que  se 
relacione,  aunque  se  trate  del  lejano  Méjico, 
con  las  habilidades  con  que  la  banca  judía 
viene,  só  protesto  de  auxiliarlos,  á  maniatar 
y  k  sacrificar  á  los  inexpertos  pueblos  de 
América. 

Estáticos  habránse  quedado  algunos  de 
nuestros  candidos  aimiradores  del  oropel, 
al  ver  que  el  Sr.  Noetzlin  se  haya  dignado 
bajar  de  las  altas  planicies  del  Anahuac 
hasta  las  márgenes  del  lejano  Plata,  aban- 
donando los  dones  con  que  le  debían  colmar 
sus  redimidos  Aztecas,  á  fin  de  no  dejar 
menos  favorecidos  á  los  Charrúas,  sus  de- 
samparados hermanos  del  Sud. 

¡  Cuanta  abnegación:  haber  salvado  á  Mé- 
jico y  abandonarlo  para  venir  á  salvarnos  á 
nosotros! 

«El  Siglo»  se  ha  encargado  de  dar  á  sus 
lectores  la  gratísima  noticia  de  queese señor, 
llamado  Noetzlin,  no  solo  ha  venido  al  país 
sino  que  también  ha  traído  á  su  familia;  y 
los  telegramas  todos  nos  anuncian  que, 
además,  se  ha  dignado  favorecer  al  Si'.  Mi- 
nistro de  Hacienda  con  un  diploma  do  hono- 
rabilidad y  competencia,  como  si  no  fuesen 
bastantes  los  títulos  que  le  pudiesen  discer- 
nir sus  conciudadanos. 
.  Tanta  liviandad,  tantísima  inconciencia 
de  parte  de  unos,  tanta  depresiva  audacia 
de  parto  deotros,  contristan  y  sublevan  y 
no  estará  demás  que  le  demostremos  al 
Sr.  Noetzlin  que  harto  conocemos  las 
cosas  de  Méjico,  y  tratemos  de  preservará 


nuestro  país,  con  el  ejemplo  de  ellas,  de  una 
repetición  del  negociado  bancario  que  es- 
plícitamente  se  anu  ncia  quererse  reproducir 
entre  nosotros. 

III 

Empezando  la  historia  de  las  cosas  meji- 
canas, debemos  observar  en  primer  término 
que  ese  «yófu7idéf>  del  Sr.  Noetzlin  aplicado 
al  Banco  Nacional  de  Méjico,  es  un  tanto 
pretensioso  y  muy  bueno  para  dicho  á  la 
distancia. 

El  fundador  del  Banco  Nacional  de  Méjico, 
creado  en  Noviembre  del  año  1881,  fué  el 
Banco  Franco-Egipcio,  y  la  verdadera  proesa 
del  Sr.  Noetzlin  es  del  año  1884;  pero  antes 
de  llegar  á  ella  tenemos  que  entrar  en  algu- 
nas consideraciones  que  caracterizan  su 
operación. 

Consolidada  la  paz  en  la  República  Mejica- 
na, porlos  mismos  medios  que  ha  venido 
consolidándose  en  el  resto  de  la  en  otros 
tiempos  tan  agitada  América  latina,  se  trató 
de  crear  allí  un  nuevo  orden  económico 
que  asegurase  su  prosperidad;  y  para  huir 
de  la  absorvente  influencia  de  los  Estados 
Unidos,  se  iniciaron  y  se  realizaron  diversos 
negocios  europeos,  entregándOí.o  el  país 
inexpeitamente,  á  los  agentes  y  á  los  re- 
presentantes de  la  banca  judia. 

De  la  época  de  la  creación  del  Banco  Nacio- 
nal datan  vai-ias  empresas  de  resultí  dos  fu- 
nestos, como  laCompañía  de  Navegación,  cu- 
yos vapores,  construidos  con  nombres  tradi- 
cionales mejicanos,  tuvieron  que  venderse  á 
vil  precio  á  las  Compañías  de  Genova  y  que 
bautizados  nuevamente  en  Italia  sirven  hoy 
en  la  navegación  entre  Rio  de  la  Plata  y 
el  Mediterráneo. 

Establecido  el  Banco  Nacional  de  Méjico, 
que  debía  tener  un  capital  de  8.000.000  de 
pesos,  con  solo  un  efectivo  de  3.200.000,  se 
inició  la  fundación  del  Banco  Mercantil  de 
Méjico  con  un  fondo  autorizado  de  4.000.000, 
el  que  .^e  estableció  el  27  de  Marzo  de   1882. 

El  éxito  de  esta  institución  del  país  fué 
coiisidei'able;  las  tres  primeras  cuotas  de 
SOO.OOO  pesos  cada  una  se  pagaron  todas  an- 
tes del  plazo  señalado,  3'  antes  do  concluir 
el  año  se  pidic)  la  cuarta  cuota  de  20  ",o,  que 
elevaba  el  capital  realizado  á  la  cifra  de 
3.200.000  que  es  la  que  tenía  el  Nacional.  Sus 


DEL  Rio  de  la  Plata 


77 


utilidades  líquidas  alcanzAron  en  el  primer 
año  ií  12:30  %  y  se  distribuyó  un  dividendo 
de  11  %. 

Este  Banco  se  irradiaba  por  todo  el  país, 
pues  seg'iln  su  memoria  del  primer  año,  ya 
había  establecido  sucursales  en  Puebla, 
Vera-Cruz,  Guanajato,  Queretaro^^San  Luis 
de  Potosí,  y  se  preocupaba  en  organizar 
otras  en  Mérida  y  Zacatecas. 

En  cuanto  al  Banco  Nacional  Mejicano, 
que  era  un  Banco  dedicado  á  operaciones 
de  un  círculo  de  comercio  estrecho,  agenoá 
todo  progreso,  una  institución  análoga  por 
sus  operaciones  al  London  Bank  of  México 
ó  á  los  Bancos  Comercial  y  de  Londres  en 
Montevideo,  encontraba  en  el  Banco  Mer- 
cantil un  concurrente,  que  lo  relegaba  á 
institución  de  segundo  orden,  sin  que  de 
nada  pudiesen  valerle  niloslVancos  egipcia- 
nos del  otro  lado  del  Atlántico,  ni  el  presti- 
gio del  extrangerismo  de  su  administi-ador, 
un  señor  J.  Mammelsdorff,  ni  el  de  su  sus- 
tituto interino,  un  señor  G.  Struck. 

La  cifra  de  los  estados  de  ambos  Bancos 
que  tenemos  á  la  vista,  lo  comprueban, 
puesto  que  cuando  el  Banco  Nacional  con 
todos  sus  privilegios  solo  tenía  1.853.168  pe- 
sos de  emisión,  con  un  encaje  de  1.498.847:57 
pesos  y  una  cartera  de  2.584.667:66,  el  recien- 
te Banco  Mercantil  ya  circulaba  3.960.165 
pesos  y  tenia  una  cartera  de  3.307.054:62. 

Entra  aquí  á  actuar  el  señor  Noetzlin,  y 
se  le  ocni-re  la  operación  de  beneficiar  á 
Méjico  haciendo  absurver  la  institución  li- 
beral por  la  banca  judía:  y  fué  hábil  ne- 
gociador ! 

Presidente,  Ministros,  Diputados,  Senado, 
res,  prensa  que  se  preciaba  de  esperta,  todos 
se  ofuscaron  ante  una  magna  perspecti- 
va:  la  creación  de  un  grande  Banco  con 
20.000.000  de  capital,  y  que  debía  prestar  al 
gobierno  de  6  á  8  millones;  y  en  31  de  Ma- 
3'0  de  1884  el  Gobierno  tuvo  la  desdicha  de 
poner  su  firma  en  la  autorización  de  la  ope- 
ración proyectada. 

IV 

Pasemos  ahora  al  segundo  acto,  y  refle- 
xionen los  que  están  disponiendo  del  porve- 
nir de  nuestro  desgraciado  país,  sobre  los 
cuadros  que  vamos  ligeramente  á  esbozar. 

Se  produjo  la  refundición  del  Banco  Mer- 


cantil en  el  Banco  Nacional,  que  ya  tenían 
entre  ambos  6.400,000  pesos  de  efectivo  rea- 
lizado, al  que. debía  agregarse  800.000,  últi- 
ma cuota  del  Banco  Mercantil,  3'  lo  que  inte- 
gi-ase  de  los  4.800,000  que  les  faltaba  al 
Banco,  que  mas  que  Nacional  debiera  lla- 
marse Egipciano,  como  el  que  hoy  se  le 
brinda  á  la  República  Oriental. 

Los  Estatutos  redactados  por  el  Señor 
Noetzlin,  de  acuerdo  con  los  cuales,  según 
dice  ha  arreglado  lo  que  nos  trae,  estaban 
muy  bien  combinados,  de  tal  modo  que  los 
resultados,  como  él  también  dice,  correspon- 
dieron á  los  fines  de  su  creación,  si  por  esto 
debe  entenderse  los  pingues  beneficios  de  los 
contratistas. 

Los  20  millones  quedaron  en  el  papel.  El 
Banco  no  tuvo  ni  tiene  hasta  hoy  mas  que 
8  millones  realizados,  estoes,  apenas  800,000 
pesos  mas  de  los  4  millones  del  Banco  Mer- 
cantil y  los  3.200,000  i-ealizados  del  Banco 
Nacional.  En  cambio  los  empresarios  reci- 
bieron 3.000,000  de  liberadas.  Como  se  vé,  los 
Estatutos  han  sido  muy  bien  arreglados, 
<■■;  i'espondiendo  acabadamente  á  los  fines  de 
la  creación»  del  Banco  y  deben,  en  efecto,  ser 
muy  apoyados  por  los  que  ponían  el  grito  en 
el  cielo  cuando,en  cambiode  una  integración 
de  10.000,000  para  un  Banco  como  el  anti- 
guo Banco  Nacional  Oriental,  cu^'os  privi- 
legios eran  limitados,  se  emitieron  2.000,000 
deliberadas. 

Veamos  ahora,  con  los  estados  del  Banco  á 
la  vista,  los  resultados  prácticos  que  en  Méji- 
co produjo  la  institución  creada  con  bases 
como  las  que,  perfeccionadas  por  la  expe- 
riencia en  Méjico  de  la  banca  judía,  nos  trae 
ese  Mesías  financiero. 

Hay  que  aprovechar  la  experiencia,  te- 
niéndose en  cuenta  los  dos  objetivos  que  se 
persiguen,  á  saber,  el  progreso  del  país  y  las 
facilidades  para  la  Hacienda  Pública. 

La  emisión  autorizada  del  Banco  Nacional 
Mejicano  era  de  3  por  1;  pero  esa  expansión 
no  correspondía  al  carácter  de  las  operacio- 
nes de  esa  institución,  debido  alo  cual  no  ha 
escedido  de  la  proporción  del  1  al  1  \,'¿  sin  pa- 
sar á  e.sta  última.  Concentró  en  sus  manos 
el  privilegio  de  la  emisión,  para  restringir 
la  circulación  en  vez  de  estenderla,  y  esto 
lo  comprueban  los  balances  que  tenemos  á 
la  vista.  A  los  cinco  años  de  gozar  del  pri- 


Revista  EcoNÓaucA 


vileg'io  de  emisión,  el  Banco  Nacional  de 
Méjico  apenas  tenía  ps.  3.243,467,  de  emi- 
sión sobre  su  encaje,  con  lo  cual  la  circula- 
ción del  país  en  vez  de  ampliarse,  como  se 
esperaba,  se  restringió  considerablemente. 

Todos  podrán  apreciar  la  empobrecedora 
opresión  que  este  importaba  para  e.^^e  país, 
que  tiene  mas  de  diez  millones  de  habitantes: 
y  todos  los  que  recuerden  lo  que  respecto  del 
proj'-ectado  Banco  Oriental  hemos  dicho,  ve- 
rán su  confirmación  en  los  resultados  prác- 
ticos del  que  el  Sr.  Noetzlin  ayudó  á  esta- 
blecer en  Méjico. 

Los  accioni.stas  del  Banco  Mercantil  no 
resultaron  más  beneficiados,  puesto  que  el 
.sistema  restrictivo  no  dá  jamás  utilidades 
como  las  que  pueden  proporcionar  las  insti- 
tuciones liberales  que,  separándose  de  la 
) usura,  buscan  .sus  ganancias  en  la  exten- 
sión de  sus  servicios.  De  1882  á  1887  los 
dividendos  del  Banco  Nacional  apenas  dan 
un  promedio  do  8.80  0,0,  y  si  alcanzaron  á  ma- 
yores sumas  después,  no  fué  debido  al  fo- 
mento del  país,  sino  á  transacciones  hechas 
con  un  gobierno  apremiado  y  cuyas  opera- 
ciones financieras  tenía  monopolizadas  por 
su  concesión,  como  se  monopolizan  por  el 
proyecto  oriental. 

Pasemos  aquí  al  cuadro  de  ios  servicios  á 
la  Hacienda  Pública,  para  la  cual  ese  Banco 
resultó  una  verdadera  institución  egipcia- 
na. ¿Hizo  crédito  al  gobierno?  Las  operacio- 
nes que  conocemos  no  lo  son,  pues  no  califi- 
camos de  crédito,  por  ejemplo,  la  sama  que 
un  usurero  entrega  sobre  una  prenda  que  se 
reserva  realizar  como  cosa  propia. 

Para  obtener,  por  ejemplo,  en  una  ocasión 
pesos  400.000,  el  gobierno  tuvo  que  emitir  y 
darle  al  Banco  bonos  recibióles  en  pago  de 
los  derechos  de  Aduana. 

En  ese  camino  llegó  un  momento  en 
que  el  gobierno  tuvo  empeñadas  casi  todas 
sus  reutas,  inclusives  las  de  contiibuciones 
inmobiliarias  y  de  sellos. 

Para  que  se  juzgue  del  alivio  que  consiguió 
el  gobierno  con  la  creación  de  e.se  Banco, 
está  el  hecho  de  que  antes  del  año- de  reali- 
zarse la  operación  en  que  intervino  el  Sr. 
Noetzlin,  se  vio  obligado  á  hacer  i-educ- 
ciones  en  los  sueldos  y  pen.siones,  rebajas 
que  alcanzaron  hasta  un  50 «o,  y  para  pagar 
las  pensiones,   ya  con  sus  rentas  hipoteca- 


das, tuvo  que  recurrir  á  un  préstamo,  que 
se  lo  hizo,  no  el  Banco  Nacional,  sino  el 
Banco  Inglés. 

En  cambio  las  acciones  liberadas  ya  re- 
cibieron en  el  primer  año  pesos  96.000  de 
dividendos,  suma  que  fué  aumentándose. 
Ha  sido,  pues,  el  Banco  Mejicano  un  buen 
negocio  para  sus  concesionarios. 


V 


La  Administración  que  sancionó  esta  con- 
cesión bancaria,  en  vez  del  aplauso  público, 
fué  considerada  como  desquisiadora  y  cala- 
mitosa. El  Congreso,  por  100  votos  contra  55, 
sancionó  la  acusación  del  Presidente  Sr. 
González  y  de  sus  Ministros,  acto  que  por  la 
influencia  de  su  sucesor  el  distinguido 
general  Porfirio  Diaz,  no  tuvo  consecuencia 
y  fué  declarado  inconstitucional. 

En  cambio,  trató  el  nuevo  gobierno,  en 
cuanto  al  Banco,  de  deshacer  en  lo  posible 
el  error  de  haber  aceptado  el  negocio  agen- 
ciado por  el  Sr.  Noetzlin,  y  de  poner  al  país 
en  estado  de  poder  desenvolver  sus  fuerzas 
económicas,  no  vacilando  con  este  objeto 
ni  ante  desconocer  las  cláusulas  más  esplíci- 
tas  de  la  concesión  del  Banco  Nacional  Me- 
jicano. 

Primero  se  valió  el  gobierno  de  que  el 
privilegio  de  emisión  era  solo  para  Méjico  y 
no  para  los  demás  Estados,  y,  en  consecuen- 
cia, se  empezaron  á  autorizar  bancos  agrí- 
colas y  comerciales  en  todo  el  país,  en  el 
cual  el  Banco  Nacional  ni  había  establecido 
igual  número  de  sucursales  a  las  que  tenía 
el  Banco  Mercantil. 

Este  recurso  para  ampliar  la  circulación 
no  lo  tiene  la  República  Oriental,  según  las 
bases  del  nuevo  banco,  puesto  que  el  privi- 
legio de  emisión  que  en  ellas  sejestablece,  es 
para  todo  el  país.  Para  algo  debía  servirle 
al  Sr.  Noetzlin  su  experiencia  mejicana. 

No  se  detuvo  ahi  el  gobierno,  y  contraria- 
mente al  privilegio  del  Banco  Nacional  Me- 
jicano, autorizó  para  la  capital,  y  consul- 
tando los  intereses  públicos,  el  Banco  de  Fo- 
mento Mejicano,  con  facultad  de  emisión, 
no  obstante  las  protestas  del  Banco  Nacional. 

Este  establecimiento,  dominador  del  mer- 
cado, gracias  á  sus  privilegios,  emprendió  lu- 
cha abierta  para  conservar  su   monopolio 


DEL  Rio  de  la  Plata 


79 


consig-uiendo  que  la  suscripción  de  acciones 
del  nuevo  Banco  no  pudiese  cubrirse,  impo- 
niéndose   nuevamente  al  Gobierno. 

Este,  por  su  parte,  sin  desistir  de  crear  otro 
Banco  que  en  Méjico  emitirse  billetes  en  la 
proporción  de  tres  por  uno,  recurrió  á  los  Es- 
tados Unidos,  á  fin  de  dotar,  mientras  tanto, 
al  país  de  los  elementos  de  que  le  privaba  el 
Banco  Nacional. 

Fué,  en  consecuencia,  creado  el  Banco 
Internacional  é Hipotecario  con  un  Consejo 
de  Administración  en  Méjico  y  otro  en  los 
Estados  Unidos,  compuesto  de  banqueros  y 
comerciantes  de  >yueva-Yorky  de  Filadelfia 
al  que  se  le  facultó  á  emitir  billetes  sobre 
depósitos  de  monedas  y  de  lingotes  de  pla- 
ta y  oro,  que  sirviesen  para  las  transacciones 
g-enerales.  Desde  que  en  Méjico  las  transa- 
ciones se  hacen  á  plata  y  ese  país  produce 
el  75  %  de  la  plata  del  mundo,  la  emisión 
de  billetes  sobre  el  depósito  de  lingotes  de 
este  metal  es  un  medio  muy  directo  pai'a 
remediar  la  falta  de  medio  circulante,  que 
el  Banco  Nacional  venia  imponiendo. 

Perfeccionando  sus  bases  y  comprendiendo 
muy  bien  el  Sr.  Noetzlin  que  para  que  algo 
haga  función  de  moneda  es  necesario  la 
cii'culación  general,  ha  buscado  entre  noso- 
tros una  eñcaz  garantía  para  sus  privilegios 
disponiéndose  en  la  concesión  Oriental  que 
el  Gobierno  no  podrá  recibir  otro  papel  que 
no  sea  el  del  Banco  Nacional  que  propone. 

Como  se  vé,  nuestros  proyectistas  han 
aprovechado  la  esperiencia  mejicana  y  es 
conveniente  que  nuestro  gobierno  no  deje 
de  aprovecharla  á  su  vez. 

Los  grandes  servicios  del  Banco  Nacional 
Mejicano,  que  el  Sr.  Noetzlin  encomia  para 
recomendar  su  segunda  edición,  podrán 
apreciarse  por  las  palabras  del  Gobierno  de 
Méjico,  en  1890. 

En  efecto,  dicho  Gobierno  lo  acusa  al  Ban- 
co Nacional  4  de  imponer  tipos  usurarios 
•  Y  de  explotar  su  monopolio  con  demasia- 
da avidez;   de    abusar    de  su   posición 

•■;  PARA  imponerle  AL  PAÍS  CONDICIONES  MUY 
«  DURAS,  CUANDO  NO  HAY  PRIVILEGIO  QUE  PUE- 
«  DA  MANTENERSE  CUANDO  ES  CONTRARIO  AL 
«  INTERÉS    PÚBLICO.  » 

Ahí  está  la  síntesis  práctica  de  la  combi- 
nación mejicana,  que  se  nos  ofrece,  con  la 
añadidura    del  Barón  Hirsch  y  de  su  siste- 


ma y  elementos,  como  garantía  de  liberali- 
dades que  han  de  dar  por  resultado  el  resta- 
blecimiento de  la  prosperidad  nacional!.. 


PARTICIPACIÓN  DEL  CLERO 

Eu   la  Iiiílependencia  Argentina 


Nuestro  colaboi-ador  D.  K.  :Monner  Sans, 
nos  ha  facilitado  el  discurso  que  sobre  el 
tema  que  indica  el  encabezamiento  de  estas 
lineas  pronunció  el  25  de  Mayo  en  la  Aso- 
ciación Católica  de  Socorros  Mutuos. 

Como  lo  hemos  demostrado  en  el  progra- 
ma de  esta  Revista,  las  cuestiones  sociale.s 
tienen  todas,  más  ó  menos,  relación  con  las 
económicas,  y  el  punto  especial  que  dilu- 
cida el  distinguido  conferenciante  está  in- 
dudablemente en  estocase. 

¿  Hasta  qué  punto  puede  considerarse  el 
clero  en  este  país  un  elemento  de  progreso 
como  dicen  unos  ó  un  elemento  de  retroceso 
como  sostienen  otros? 

Dando  la  palabra  al  Sr.  Monner  Sans,  en- 
tregamos tan  interesante  materia  á  la  dis- 
cusión de  nuestros  colaboradores,  con  la  li- 
bertad amplísima  que  les  corresponde,  sin 
que  esto  importe  renunciar  por  nuestra  á 
entrar  á  estudiar  esta  cuestión  cuando  nos 
lo  permitan  otros  trabajos  que  por  el  mo- 
mento nos  absorben. 
Señores: 

Dejadme  que  yo  también  me  asocie  á 
vuestro  júbilo.  Festejáis  la  patria  argentina, 
y  estas  fiestas  no  pueden  ser  indiferentes  á 
quienes  como  yo,  si  tienen  levantado  en  su 
pecho  el  altar  en  que  colocaran  la  imagen 
déla  patria  ausente,  á  su  lado  colocaron  á 
otra  imagen,  á  esta  esbelta  3^  plateada  ma- 
trona á  cuyo  pié  depositamos  diariamente 
las  flores  de  nuestro  cariño  y  las  siempre- 
vivas de  nuestra  gratitud.  Sin  ser  cosmo- 
polita entiendo,  que  si  es  deber  grato  al  co- 
razón y  á  la  mente  pedirle  á  Dios  el  creci- 
miento y  bienestar  de  la  patria  nativa,  tam- 
bién es  deber  gratísimo  á  la  mente  y  al  co- 
razón, elevar  preces  al  Cielo  por  la  ventura, 
prosperidad  y  progreso  de  esta  Patria  Ar- 
gentina, de  esta  hospitalaria  tierra,  siem- 
pre fecunda,  siempre  dispuesta  á  labrar  la 


80 


Revista  Económica 


felicidad  humana  á  poco  que  se  la  ofrezcan 
los  sudores  del  trabajo  ó  la  ardinnte  fiebre 
de  las  concepciones. 

Por  ello  es  que,  queriendo  mucho  á  aque- 
lla España  que  apoyara  al  visionario  Colón, 
quiero  también  con  sin  igual  cariño  á  esta 
patria  de  Funes,  Oro,  Castañeda  y  Castro 
Barros. 

¿Por  qué  de  mi  pluma  se  escaparon  los 
nombres  de  estos  cuatro  varones  ilustres? 

¿Por  qué? 

Porque  yo  quiero  hablaros  ahora,  aunque 
esbozando  no  más  ideas,  de  la  influencia  del 
clero  en  la  Independencia  Argentina.  Sa- 
bemos todo  nosotros,  pero  es  muy  conve- 
niente que  esta  creencia  se  arraigue,  que  el 
Catolicismo,  religión  do  altos  y  divinos  idea- 
le.s,  no  puede  ser  partidario  de  .sombras  y 
mistei'ios,  y  que  si  alguien  tiene  dei-echo  á 
levantar  en  alta  la  antorcha  de  la  libertad, 
ha  de  ser  forzosamente  el  representante  en 
la  tierra  de  aquel  Dios  de  paz  y  de  amor 
que  derribó  con  su  sublime  doctrina  el  cesa- 
ri.smo  iri-itante  de  la  época  romana,  y  la 
concupiscente  y  esclavizadoi-a  teaci-acia  de 
la  edad  antigua. 

Alboreaba  la  libertad  en  los  americanos 
horizontes;  destacábase  ya  en  el  indiano 
suelo  una  esbelta  matrona  llevada  en  andas 
y  fe.stejada  por  la  i-aza  anglo-sajona :  y  de 
esa  bandera  simpática  á  todo  un  hemi.sferio, 
.se  apoderan  las  .sociedades  secretas,  y  en 
conciliábulos  que  no  quiero  analizar,  y  en 
juntas  que  no  pretendo  de.scribir,  se  jura  la 
defensa,  no  quiero  averiguar  con  qué  fines, 
de  la  libertad,  de  la  igualdad  y  de  la  fra- 
ternidad humanas.  La  logia  pues,  si  la 
Religión  calla,  va  á  presentar.se  como  de- 
fen.sora  de  los  derechos  del  pueblo,  de  la  li- 
bertad humana,  del  pleno  goce  de  las  pre- 
rrogativas por  Dios  concedidas  á  nuestra 
i-aza.  De  enmudecer  la  Religión,  el  triunfo  no 
le  hubiera  correspondido  á  la  luz,  sino  á  las 
tinieblas,  noá  la  verdad,  sino  al  error,  no  á 
la  doctrina  eminentemente  humanitaria  de 
Cristo,  sino  á  las  demoledoras  teorías  de  la 
Enciclopedia.  La  Religión,  pues,  no  podía 
callar  y  no  calló.  Para  lanzarse  al  combate 
le  bastó  abrazai-se  al  divino  Madero,  y  re- 
cordando el  sublime  «amaos  los  unos  á  los 
otros»  recabar  para  estos  fértiles  y  sonríen 
tes  pueblos,  las  mismas  libertades  de  que 


gozaban  los  pueblo.^  hermanos  de  la  anti- 
gua Europa,  ^'o  quebrantaba  el  re.'^peto  que 
á  la  autoiidad  se  debe  porque  creyera,  si- 
guiendo la  marcha  de  ideas  y  sucesos  que 
no  podía  detener,  que  la  gran  familia  ame- 
ricana podía  sustraerse  á  lejanas  leyes  y  á 
egoistas  gobernantes  emisarios  de  una  Cor- 
te corrompida:  no  faltaba  á  sus  deberes, 
antes  bien  los  sublimaba,  pidiendo  la  liber- 
tad qu9  engrandece  pai'a  países  ávidos  de 
labrar  por  sí  su  propia  ventura, 

Por  e.sto  es  que,  apenas  las  ideas  liberales 
que  flotaban  en  el  espacio  se  condensa- 
ron en  los  coi-azones  argentinos,  el  Clero, 
que  no  podía  arrancar  de  su  pecho  el  santo 
amor  á  la  patria,  entró  en  la  lid  dispuesto  á 
emplear  las  poderosas  armas  de  sus  luces, 
de  su  inteligencia  y  de  su  civismo,  en  pro 
de  una  idea  que  no  pugnaba  con  el  Credo 
de  Nuestro  Redentor. 

Y  las  empleó  con  brío  y  las  blandió  con 
entn.'^iasmo  para  honra  de  la  patria  y  de  la 
Religión. 

No  he  de  hacerme  cargo  de  intempestivos 
desahogos  ni  de  irreflexivas  improvisacio- 
nes, que  ni  unas  ni  otras  logran  empañar  el 
brillo  de  aquellas  armas,  como  una  nubeci- 
11a  de  verano  no  logra  oscurecer  los  vivifi- 
cantes rayos  del  a.stro  Sol. 

Enumerar  uno  auno  los  servicios  que  á 
la  independencia  argentina  prestaron  va- 
rios individuos  del  Clero,  sería  tarea  en  ex- 
tremo fatigosa  y  sobrado  larga  para  ser  tra- 
tada en  una  ocasión,  que  como  la  presente, 
reclama  brevedad,  para  no  abusar  de  vues- 
tra amistosa  benevolencia.  Conseguiré  mi 
objeto,  mode.sto  y  pequeño  como  mió,  con 
solo  apuntar  algunos  hechos  históricos  que 
corroboren  mi  afirmación,  de  que  el  Clero 
argentino,  tomó  activísima  parte  en  la  fun- 
dación de  e.sta  nacionalidad,  que  es  hoy 
vuestro  orgullo,  y  envidia  de  no  pocos  pue- 
blos, que,  por  azares  de  la  fortuna  y  merced 
á  exageraciones  política?,  no  han  logrado 
aún  la  estabilidad  que  caracterizar  debe  á 
las  naciones  bien  organizadas. 

Repasando  el  «Diario  de  Sesiones»  del  año 
1822,  de  aquella  fecha  en  que  olvidándose 
los  servicios  á  que  me  voy  refiriendo,  un 
mal  acon.sejado  ministro  se  atrevió  á  poner 
la  mano  en  asunto  que  debía  respetar,  repa- 
sando aquel  diario,  repito,  encuentro  en  el 


DEL  Rio  de  la  Plata 


81 


Dictamen  de  la  Comisión  de  Leg-islación  pa- 
ra la  i-eforma  del  Clero,  palabi-as  tan  signi- 
ficativas como  las  siguientes:  Esa  clase  de 
ciadadanos  que  tanto  lia  contribuido  con  el  in- 
flujo de  su  ministerio  y  tamhien  con  sus  sacri- 
Jicios  d  la  causa  de  la  libertad. 

•,Y  cuáles  fueron  esos  servicios? 

No  he  de  ser  yo,  señores,  que  aunque  no 
rae  considero  extranjero,  no  aspiro  al  honor 
de  ensalzar  á  vuestros  hombres,  quien  os 
enumere  sacrificios  3^  os  detalle  servicios 
que  todos  sabéis  de  memoria.  Mientras  lá 
República  Argentina  exista,  vivirán  con 
ella  el  incomparable  Dean  Funes,  el  cáusti- 
co Castañeda,  el  eminente  Castro  Barros,  el 
seráfico  Padre  Oro. 

La  participación  que  tomara  el  clero  en  la 
emancipación  argentina,  se  patentiza  con 
solo  recordar  que  de  los  30  firmantes  del 
acta  de  Tucumán,  once  eran  frailes  ó  cléri- 
gos, y  si  de  ambos  números  se  descuentan 
los  diputados  que  representaban  provincias 
que  no  forman  hoy  parte  de  la  nación  ar- 
gentina, resulta  que  fueron  25  los  diputa- 
dos argentinos,  diez  de  ellos  pertenecientes 
á  la  clase  que  pocos  años  mas  tarde  debía 
ser  tratada  con  tanta  dureza  por  quienes 
estaban  en  el  caso  de  poder  apreciar  sus  ser- 
vicios. 

Estos  diez  diputados  fueron  los  siguientes: 

Dr.  Manuel  Antonio  Acevedo,  pr  Cata- 
mai-ca. 

Dr.  Pedro  Miguel  Araoz,  por  Tucuman. 

Dr.  José  Ignacio  Tames,  por  Tucumán, 

Dr.  Pedro  León  Gallo,  por  Santiago  del 
Estero. 

Dr.  Pedro  Francisco  Uriarte,  por  Santiago 
del  Estero. 

Dr.  José  Ignacio  de  Gorriti,  por  Salta. 

Dr.  Pedro  Ignacio  de  Castro  Barros,  por  La 
Rioja. 

Dr.  Fr.  Justo  de  Santa  María  de  Ovo,  por 
San  Juan. 

Dr.  Antonio  Saenz,  por  Buenos    Aires. 

Dr.  Fr.  Cayetano  José  Rodríguez,  por 
Buenos  Aires. 

Si  mi  voz  tuviera  autoridad,  señores,  si 
yo  pudiera  aconsejaros,  escudándome  en  la 
fuerza  que  dá  la  razón,  os  rogaría  que  estos 
nombres  figuraran  en  letras  de  oro  en  este 
salón;  y  aun  debierais  influir  para  que  ellos 
se  esculpieran  en  marmórea  plancha,  para 


que  tanto  la  generación  actual  como  las  fu- 
turas, sepan  siempi-o  que  al  cloro  argentino 
le  cabe  inmensa  parte  en  la  gloriosa  funda- 
ción de  esta  nacionalidad. 

Y  aun  le  cabe  otra  gloria,  la  de  demo-^trar 
públicamente  que  representante  en  la  tierra 
de  un  Dios  de  paz  y  de  perdón,  sabe  olvidar 
y  perdonar  las  injurias  que  se  le  hicieran  y 
aun  rogar  por  los  mismos  que  acibararan  su 
existencia  con  medidas  violentas  y  poco  cal- 
culadas. Abone  mi  aserto,  ente  otros,  el  he- 
ctio  de  que  cuando  en  1880  la  República 
Ai'gentina  celebró  el  centenario  de  Dn.  Ber- 
nardino  Rivadavia,  el  clero,  y  en  su  repre- 
sentación nuestro  virtuoso  Arzobispo,  no 
solo  se  asoció  al  acio  que  festejaba  el  pueblo, 
sino  que  celebró  una  misa  aplicada  por  el 
alma  del  Sr.  Rivadavia,  de  aquel  grande 
hombre  que  tuvo,  para  no  desmentir  una 
humana  le^',  que  poner  de  manifiesto  una 
pequenez,  la  de  peí  seguir  á  la  clase  que  con 
mayores  bríos  y  fuerzas  dmti'ibu^^era  á  la 
formación  de  la  nacionalidad  ai-gentina. 

Volviendo  á  tomar  el  hilo  de  mi  discurso, 
me  permitiré  preguntaros.  ¿Quién  ha  echa- 
do los  cimientos  de  la  historia  nacional? 
¿Quién  dio  vida  al  periodismo  movedizo, 
punzante  y  ligero?  ¿  Quién  en  la  Cámara 
ha  representado  en  los  primeros  tiempos  la 
libertad  civil,  hermosamente  abrazada  con 
la  libertad  religiosa?  ¿Quién  bendecía  las 
armas  patrias  cuando  trasponían  las  Andes 
ó  llegHban  á  la  ciudad  de  los  Reyes?  ¿Quién, 
en  una  palabra,  tiene  más  títulos  á  la  públi- 
ca consideración  y  al  respeto  público? 

Apena,  ciertamente,  el  corazón  de  todo 
católico,  observar  cuan  pronto  se  olvidan 
los  beneficios;  y  si  no  supiéramos  que  es  la 
ingratitud  vicio  de  todas  épocas  y  de  todas 
edades,  nos  conturbaríamos  aun  más  al  obser- 
var como  el  Estado  argentino  ha  podido 
decretar  leyes  que  pugnan  con  la  Religión 
y  flagelar  á  los  mismos  que  lo  sacaron  de  la 
pila  colonial,  lo  alimentaron  con  el  salu- 
dable pan  de  sus  consejos,  y  lo  guiaron  con 
paternal  cariño  cuando  cruzaba  los  pedre- 
gosos senderos  de  su  constitución  política. 
¡Con  cuánta  pena  pisamos  la  escuela  laica, 
recordando  que  al  Santo  nombre  de  Dios, 
á  los  trabajos,  discursos  y  peroraciones  del 
clero,  se  debe,  en  gran  parte,  sino  en  su  casi 
totalilad,    la    creación    de    esta    .sonriente 


82 


Revista  Económica 


República  como  Estado  independiente!  Con 
cuánto  dolor  no  hemos  de  ver  como  este 
Estado,  ingrato  3'  olvidadizo,  se  recrea  en 
campestres  diversiones  en  aquellos  días  en 
que  la  iglesia  viste  fúnebres  crespones  por  la 
muerte  de  Nuestro  Divino  Redentor. 

Más  cori-amos  un  velo  á  cuanto  boy,  día  de 
júbilo,  pudiera  entristecernos:  recordemos 
aquellos  días  en  (¡ue  al  impulso  de  patrióti- 
cos pechos,  católicos  casi  todos,  levantáronse 
cual  sirenas,  y  como  ellas  de  los  mares,  las 
nacionalidades  americanas,  y  recordémoslos 
con  respeto  y  orgullo,  con  respeto,  porque 
ellos  nos  enseñaron  como  se  lucha  y  se  bata- 
lla por  la  salud  de  la  patria,  ycon  orgullo 
porque  los  más  entusiastas  defensores  de  la 
libertad  argentina,  pertenecían  á  nuestra 
comunión,  se  arrodillaban  al  pié  de  los  mis- 
mos altares  antes  los  cuales  hoy  nos  postra- 
mos, y  adoraban  el  mismo  Dios,  á  este  Dios 
omnipotente  y  misericordioso  que  destruye 
ó  crea  nacionalidades  á  despecho  de  la 
finita  voluntad  humana. 

Sintetizaré  las  ideas,  que  ligeramente  he 
apuntado,  afirmando  que  sin  el  apo.\'o  del 
clero  argentino  la  independencia  3'  la  cons- 
titución política  de  este  país  se  hubieran 
sin  duda  retrasado,  ya  que  al  logro  de  una 
y  á  la  alineación  de  la  otra  contribuyeron 
los  violentos  y  atrevidos  discursos  del  Dean 
Fune.s,  las  templadas  peroraciones  del  Dr. 
Agüero,  las  aceradas  diatribas  del  P.  Cas- 
tañeda, los  pati'ióticos  esfuerzos  y  cristianas 
virtudes  del  P.  Oro,  del  inolvidable  Gorriti, 
del  dulcísimo  José  Rodríguez,  de  Zavaleta, 
de  Figueredo,  de  Molina  de  Pedriel,  de  Se- 
gurarla, y  de  tantos  y  tantos  otros  ministros 
de  aquel  Dios,  que  para  afianzar  la  libertad 
humana  y  i-omper  esclavizadoras  leyes  en- 
tregó á  los  hombres  su  Hijo  querido  que  de- 
bía hechar  los  cimientos  de  nuevas  socieda- 
des y  costumbres  nuevas,  basadas  en  el  más 
consolador  de  todos  los  Credos. 

Y  aun  agregaré  más. 

Agregaré  que.  siendo  cierto  como  lo  es, 
que  no  se  mueve  una  hoja  del  árbol  sin  la 
voluntad  del  Señor,  la  emancipación  ame- 
ricana y  por  conííiguiente  la  independencia 
argentina,  son  hechos  históricos  previstos  en 
los  grandes  libros  del  destino  humano,  y 
realizados  por  la  voluntad  de  Dios,  lo  que, 
aun  contrariando  ideas  por  desgracia  harto 


vulgarizadas,  me  trae  com.o  de  la  mano  á 
asegui'ar  que  los  esfuerzos  y  los  trabajos  de 
logia  «Lautaro-')  se  hubiesen  esterilizado,  si 
el  clero,  desobediente  á  inspiraciones  divi- 
nas no  se  hubieselanzado  á  la  palestra. 

Por  manera  que,  yo  que  no  soy  argen- 
tino, pero  que  venero  y  respeto  las  leyeá 
argentinas,  que  quiero  á  la  República  Ar- 
gentina, que  mesiento  feliz  al  vivir  en  e.sta 
patria  argentina,  tras  ese  escudo  que  simbo- 
liza la  vida,  la  unión  y  la  libertad  de  un 
pueblo  llamado  á  grandes  destinos,  veo, 
.siempre,  sin  querer  y  con  los  ojos  del  alma  la 
Cruz  del  Redentor,  el  símbolo  del  catolicismo, 
ya  que  gi'acias  á  él  existe  la  República  Ar- 
gentina, y  cada  día  desde  aquel  en  que  se 
constituyera,  se  alzan  desde  el  pié  de  los 
altares,  preces  para  su  prosperidad,  su  cre- 
cimiento y  su  desarrollo. 

He  dicho. 

25  de  Mayo  1892. 


REPÚBLICA  ARGENTINA 


CRÓNICA  DE  LA  QUINCENA 


Mayo  31  de  1892. 

Hasta  Monseñor  Freppel,  hablando  del  93, 
admite  que  la  Revolución  ha  hecho  mucho 
bien,  y  sólo  disiente  con  Robespierre  en 
cuanto  éste  afirmaba  que  desde  Clodoveo  á 
ese  momento  la  anarquía  había  reinado  en 
Francia.  ¿Qué  tendría  entonces  de  particu- 
lar que  yo  pensara  que  si  la  revolución  de 
Julio  no  excluye  algunos  beneficios, — hay 
que  imputarle  á  ella  algunas  de  las  moles- 
tias que  el  país  expei'imenta  en  este  momen- 
to? ¿O  no  es  molestia  el  estado  de  sitio  y  su 

prolongación  indefinida y  éste  estrépito 

de  maniobras  militares,  de  revistas,  de  pa- 
radas y  de  tantas  otras  cosas  por  el  estilo, 
que  hacen  pensar  en  aquel  dicho  famoso  de 
«Bieníót  d  forcé  d'atoir  des  soldáis,  nons 
fi  auro US  plus  que  des  soldaish> 

Montaigne  tiene  razón,  á  no  dudarlo, 
cuando  dice  en  los  Ensayos,  que  el  ingenio 
humano  es  un  gran  hacedor  de  milagros,  y 
si  viviera  3^  viniera  á  saturarse  con  los  aires 
del  Plata,  aquí  podría  ver  realizado  el  mila- 
gro de  que  la   supresión    momentánea  de 


DEL  Rio  de  la  Plata 


83 


ciertas  preciosas  garantías,  sirva  para  dis- 
traer la  atención  pública,— merced  á  aconte- 
cimientos de  otra  índole,  de  lo  que,  en  pri- 
mer término,  la  interesa  y  la  preocupa :  la 
situación  económica,  ese  escollo  contra  el 
que  se  vienen  estrellando  los  teóricos,  desde 
luego,— los  prácticos  también. 

Ut  ni  sit,  vamos  andando. 

Mientras  haya  hombres,  ag-rupados,  los 
unos  arrastrarán  á  los  otros,  sin  muchas 
\ecQS  &'á\>^' porque.  En  la  guerra  y  en  la 
política,— el  fenómeno  se  observa  con  fre- 
cuencia. ¿Es  un  bien?  ¿Es  un  mal?  yo 
dejo  al  lector  que  decida  exactamente  como 
Monsieur  d'Harcourt  en  su  libro  sobre  «El 
instinto  de  imitación».  El  cita  el  caso,  tan 
conocido,  déla  disparada  al  día  siguiente  de 
Solferino,  por  los  mismos  vencedores  de  la 
víspera,  y  el  de  un  (>rador  que  estornuda  en 
un  momento  patético.  Yo  me  acuerdo  de 
las  alarmas  de  Tuyutí,  al  día  siguiente  de 
la  gran  victoria  del  2-4  de  Mayo,  y  de  un  di- 
putado amigo  que  no  tratándose  de  cosa  de 
risa,  hizo  reirá  toda  la  Cámara  por  decir  en 
un  lapsus  lingue  :  sub  pra...  por  sub  pre... 

Y  mientras  el  Congreso  no  se  inaugura,  3- 
no  conocemos  detalladamente  las  causas  de 
la  conformidad  nacional,  pongo,  por  razón 
de  acatamiento,  á  los  hechos,— dentro  de  fa- 
cultades ejercidas  en  nombre  de  la  Constitu- 
ción los  puntos  suspensivos  prudenciales. 


Lamentaré  siempre  la  prematura  muerte 
del  autor  de  :  Le  gowcernement dans  Ici  demo- 
cratie,  obra  en  prensa  aún,  y  testamento  á 
la  vez  de  publicista.  La  lamentaré  no  solo  por 
que  lo  leía  genei-almente  con  a,tención  é  in- 
terés,—sino  porque  es  posible  que  al  fin,  hu- 
biera tenido  la  tentación  de  visitar  nuestra 
democracia,  para  estudiar  nuestra  Consti- 
tución y  el  criterio  de  nuestros  estadistas  al 
aplicarla.  El  Estado  Providencia  y  el  Esta- 
do Gendarme  habrían  sido  seguramente  uno 
de  sus  temas,  prestándose  también  á  ins- 
tructivas disquisiciones  nuestro  radicalismo 
revolucionario  y  conservador,  nuestros  mass 
meegtings  liberales. 


Siempre  que  se  produce  un  cambio  en  el 
personal  diplomático,  sobre  todo,  siempre 
que  se  cambia   de  Ministro  de  Relaciones 


Exteriores,  apai'oce  como  un  refrán:  es  bue- 
no i-ejuvenecer  la  diplomacia,  sin  curarnos 
de  si  el  agraciado  es  ó  no  persona  grata  para 
aquellos  con  quienes  se  deben  ventilar  las 
cuestiones  pendientes.  ¡Sisólo  fuera  ésto! 
Xo  nos  curamos  tampoco  de  examinar  este 
otro  inconveniente,  que  la  diplomacia  no  es 
una  ciencia  sino  un  habito,  que  no  basta 
iiuestir  para  ser,  por  aquello  de  que,  la 
mona  aunque  se  vista  de  seda,  mona  se 
queda. 

El  mejor  profesor  de  Derecho  Internacio- 
nal, puede  asi  ser  un  mediocre  Ministro  de 
Relaciones  Exteriores  y  un  pobre  embaja- 
dor,—en  tanto  que,  un  hombre  de  mundo, 
acostumbrado  á  vivir  en  cierto  medio  social, 
prudente,  discreto,  moderado,— aunque  no 
se  haya  despestañado  le^'endo  á  Grotius  y 
á  Puffendorf,— puede  llegar  á  ser  una  emi- 
nencia nacional. 

Cavour,  es  un  ejemplo  en  un  sentido  y 
Andrass.y  en  otro— para  recurrir  sin  rozar  el 
amor  propio  de  nadie,  en  la  tierra  nativa,  al 
extrangero. 

Por  perder  de  vista  estas  particularidades, 
vemos  á  nuestra  diplomacia  criolla  desple- 
gando un  lujo  inusitado  de  frase.-,  sin  em- 
bozo, lanzando  á  la  publicidad  un  fárrago 
de  parágrafos  que  hacen  exclamar:  la  retó- 
rica nos  mata,  porque  nos  desacredita,  mas 
de  lo  que  podemos  estar,  después  de  pasado 
oí  falso  brillo,— por  no  haber  tenido  en  cuen- 
ta que  tarde  ó  temprano  llega  el  cuarto  de 
hora  de  Rabelais. 

Afortunadamente  el  «arbitrage»  es  siem- 
pre posible  cuando  la  querella  que  surge 
entre  dos  Naciones  no  ataca  la  esencia  misma 
de  su  vida  nacional.  La  Alemania  no  se  ar- 
mará pues  contra  nuestra  toldería  (estilo 
inocentemente  pintoresco  de  nuestra  can ci- 
lleria),— ni  el  Presidente  de  la  República  sin 
ser  un  Néstor,  carece  de  la  calma  necesaria 
en  las  dificultades  que  puedan  crearle  sus 
secretarios  de  Estado. 

El  país  desea  (¡tiene  tantos  deseos '.)  verse 
libre  alguna  vez  de  estos  faiseurs  d'emlar- 
ras,  que  se  pintan  para  armar  tempesta- 
des  como  tormentas  de  verano. 

Lo  repito:  la  retórica  nos  mata.  He  aquí 
un  asunto  sencillísimo,  enredado  por  las 
concomitancias  caseras,— á  punto  de  poner 
en  duda  no  solo  que  hay  jueces  en  Berlín, 


84 


Revista  Económica 


(puede  leerse  Santa-Fé),  sino  lo  que  es  mas 
gi-ave  aiín,  si  Santa-Fé,  pedazo  de  territo- 
rio  arg-entino,  es  ó  no  para  nuestra  diploma- 
cia, provincia  autónoma  y  tierra  civili- 
zada. 

El  11  de  Abril  de  1892,  el  Gobernador  de 
Santa-Fé,  contestando  \ma  nota  del  Minis- 
tro de  Relaciones  Exteriores,  Dr.  Zeballos, 
de  fecha  22  de  Mai  xo  anterior,  relativa  al 
proceso  iniciado  por  heridas  inferidas,  en 
Colastiné  al  subdito  alemán  Metzlaff  ( en 
Abril  de  1887)  le  decia  entre  oti-as  cosas,  lo 
siguiente: 

Que  el  referido  Metzlaff,  marinero  del 
buque  «Alei'te»,  hallándose  ebrio,  produjo 
un  escándalo,  en  tierra,  con  otros  marine- 
ros, siendo  requei-ido  el  auxilio  del  Comi.sa- 
rio  Vichini,  única  autoridad  presente,  en 
aquel  momento; 

Que  el  ciudadano  Ramón  Gai-cia  que  se 
hallaba  conversando  con  Vichini,  fué  en 
auxilio  de  éí-te.  al  ver  que  el  Comisario  no 
tenia  arma  alguna  en  el  momento  del  con- 
flicto; 

Que,  según  afirman  varios  testigos,  Metz- 
laff fué  hei'ido  por  Garcia; 

Que  la  policía  (!e  la  Capital,  una  vez  co- 
nocido el  hecho,  levantó  un  sumario.  Ya 
el  buque  «Alerte»,  habia  zarpado  para  el 
Rosario;  donde  desembarcó,  enfermo,  Metz- 
laff, muriendo  algunos  dias  después,  en  el 
Hospital. 

A  su  vez,  la  Subprefectuj'amarítima  habia 
levantado  un  sumario,  que  envió  al  Juzga- 
do Federal  de  Entre-Rios.  Este  exijió  del 
juzgado  provincial  la  causa  iniciada  por  la 
Policía,  sosteniendo  que  era  de  jurisdicción 
nacional.  El  juez  provincial  sostuvo  que 
era  provincial.  De  ahí,  conflicto  de  compe- 
tencia, que  dirimió  la  Suprema  Corte  Na- 
cional, estableciendo  que  el  caso  era  de  ju- 
risdicción provincial. 

De  todo  esto,  se  dio  cuenta  al  Ministerio 
de  R.  E.  en  Mayo  de  1887,  y  en  Abril  del  88, 
se  remitía  el  informe  dado  por  el  Supremo 
Tribunal  de  Justicia  de  Santa  Fé,  en  la 
causa  seguida  al  comisario  Vichini. 

Se  siguieron  los  procedimientos  con  mas 
ó  menos  lentitud.  El  Ministerio  de  R.  E. 
apuraba  nota  tras  nota.  El  gobierno  de 
Santa  Fé,  las  contestaba,   diciendo  que  no 


pedia  ingerirse  en  las  atribuciones  exclusi- 
vas del  poder  judicial. 

A  todo  esto,  los  danniñcados  no  se  habiaii 
apersonado  en  autos.  Pero  he  aquí,  que  en 
Mayo  de  1889,  el  Gobernador  de  Santa  Fé 
recibe  una  nota  del  Ministerio  deR.  E.  en 
que  se  le  decia  que  el  Ministi-o  alemán  ha- 
bia conferenciado  con  el  Sr.  Presidenta  de  la 
República,  manifestándole  que  tenia  ins- 
trucciones de  su  Gobierno  para  reclamar  en 
forma,  y  que  deseando  el  Sr.  Presidente  evi- 
tar la  gestión,  encargaba,  á  ver  si  podría  evi- 
tarse, anticipándose  el  Gobierno  de  Santa 
Fé,  á  ofrecer  expontáneamente  como  dona- 
ción ala  madre  de  Metzlaff  dos  mil  pesos 
oro. 

El  Gobernador  de  Santa  Fé,  se  negó  á  la 
proposición;  pero  Vichini  resolvió  pagar  de 
su  peculio  los  dos  mil  pesos.  Alefecto  se 
trasladó  á  Buenos  Aires  y  con  el  proceso  ala 
vista  entregó  al  Ministro  de  Alemania,  en 
el  Ministerio  de  R.  E.  la  referida  suma. 

Al  parecer  todo  quedaba  tei'minado.  ¿Ter- 
minado? Qué!  Nuestra  cancilleria  no  solo 
piensa  al  revés  de  qua:  ioiit  est  licii  qnifinit 
í¿É^í¿,- sino  que  ni  siquiera  piensa  que;  foííí 
est  lien  qui  Jinit,—y  hace  renacer  de  sus 
cenizas,  el  afare,  incitando  el  exeso  de  celo 
del  nuevo  Ministro  alemán. 

¿No  era  mas  argentino  sostener  ésta  tesis: 
ese  asunto  quedó  concluido  en  la  forma 
A.  B.  C?  Pero  si  V.  E.  piensa  al  revés,  dis- 
cutamos, sin  mezclar,— como  parte, — á  la 
Provincia  de  Santa  Fé,  con  laque  en  todo 
evento  lavaríamos  ?^  Unge  sal  en  familia? 
¿Puede  compararse  el  caso  Metzlaff  con  el  de 
Nueva  Orleans,  en  el  que  se  aplica  cruel- 
mente á  los  presos  italianos  el  lynch  law? 

Absolutamente  nó.  ¿Y  sin  embargo,  eu 
aquel;  ¿qué  sostuvo  Mr.  Blaine?  Sostuvo  ésto 
(que  era  americano):  el  Gobierno  de  los  Es- 
tados unidos,  admite  el  pi-incipio  de  una 
indemnización  á  las  familias  de  las  victi- 
mas; pero  no  puede  comprometerse  en  lo  que 
concierne  al  momento  preciso  en  que  actua- 
rá la  justicia  (local).  Valia  decir,  y  lo  decia; 
el  Gobierno  Federal,  no  puede,  por  la  Cons- 
titución, intervenir  en  la  administración  de 
ninguno  de  los  Estados  Confederados. 

Fuerte  el  Gobierno  de  los  Estados  Unidos, 
en  ese  terreno,—  el  asunto  se  arregló,  sin 
que  Mr.  Blaine  se  permitiera  decir,  ni  insi- 


DEL  Rio  de  la  Plata 


85 


nüar  que:  Nueva  Orleans  era  una  loldei-ia 
de  pieles  rojas. 

Lo  singular  es  que,  diarios  atingentes  con 
nuestra  actual  cancillería  escriben: 

« Institucionalmente,  somos  uno  de  los 
»  países  más  adelantados  déla  América  del 
»  Sud. 

,  «Nuestra  Constitución,  calcada  sobre  la 
»  de  los  Estados  Unidos  del  Norte,  contiene 
»  declaraciones  y  prescripciones  que,  lleva- 
»  das  k  la  práctica,  seria  garantía  de  buen 
»  Gobierno  y  de  un  progreso  moral  y  mate- 
»  rial indefinidos.» 

Sin  estar  conforme  con  e\  calcado,  pregun- 
to, -  y  entonces  en  qué  quedamos?  En  lo  de 
siempre:  en  la  frase  hueca,  vacía  de  s'^ntido 
aplicable  al  caso  ocurrente  y  en  la  doctrina 
por  complacencia  contra  el  derecho  público 
argentino. 

Pero  ya  que  nuestra  cancillería  no  ha 
querido  seguir  el  ejemplo  de  la  de  Washing- 
ton, por  lo  menos,  3a que  de  cosas  alemanas 
se  trataba,  porqué  no  siguió  el  del  Irapei'io 
alemán? 

Recordai'é  el  caso  que  se  ha  llamado 
«Schnabclé»,— caso  típico  de   cordura. 

El  centinela  de  ese  nombre,  mata  en  la 
frontera  á  Bignon,  hiriendo  á  Wangen.  En 
el  acto  el  Embíijador  de  Alemania  en  París, 
avisa  que  el  Gobierno  de  Berlín  admitía  sin 
esperar  el  resultado  áerenqueíc  el  principio 
de  una  indemnización,— y  el  Gobierno  de 
Francia  sin  complacerse  en  discurrir  sobre 
si  haj'  allí  justicia  y  jueces,  acepta,  —  con 
fecha  7  de  Octubre  de  1887,  la  nota  que 
dice:  «  Ye  prend  la  liberté  de  mettre  á  vó- 
tre  dísposítion  la  somme  de  50.000  marlis 
montant  de  l'indemnité  en  questión.» 

Y  Schnabelé  es  indultado,— aunque  hizo 
fuego  y  mató  sin  ser  agredido;  al  contrario 
del  caso  de  Santafé,  en  el  que  hay  riña, 
desconocimiento  ae  la  autoridad,  agresión  á 
esta,  y  a3'uda  de  un  ciudadano  á  la  fuerza 
pública,— ciudadano  victimario,  sin  quei'er- 
lo,  es  decir,  en  defensa  del  fuero  de  la  auto- 
j-idad  local  y  del  suelo  patrio.  ¡Y  qué  victi- 
mario! (muerto  ya),  y  sin  que  esté  probado 
si  Metzlaíf  murió  después  de  las  heridas 
que  recibió,  quedando  en  libertad  ó  de  rí'í- 
lirlum  tremens 

Un  pueblo  pequeño,  fuerte  en  su  derecho, 
puede  ser  altivo,  sin  baladronada,— y  á  los 


quede  allende  los  mares  censuren,  en  su  ig- 
norancia, nuestra  falta  de  civilización,  bien 
podemos  redarguirles  con  los  discui-sos  del 
mismo  Parlamento  Alemán  en  el  que  hace 
poco  se  usaba  este  lenguaje  (crónica  autén- 
tica.) 

El  canciller  había  sostenido  esta  doctrina, 
—que  yo  no  acepto: 

«Cuando  se  trata  de  redactar  un  ccidigo 
«penal  militar,  á  los  militares  y  no  á  los  pai- 
<.  sanos  y  legistas,  corresponde  decir  la  últi- 
«  ma  palabra. 

«Si  hacer  obligatoria  la  queja  de  los  sol- 
•  dados  maltratados  le  parece  contrario  á  la 
-disciplina,  más  grave  todavía  encuentra 
«  el  canciller  que  se  de  á  los  pi-ocesos  forma- 
«dos  por  tal  causa  la  publicidad  que  piden 
«  las  oposiciones.  En  su  concepto,  con  e.=;ti> 
«  se  dá  armas  á  los  socialistas,  que  las  em- 
«  plearían  para  minar  los  fundamentos  del 
"  Ejército. 

«Un diputado  progresista,  Kíchter,  recha- 
«  za  con  indignación  este  cargo.  Precisa- 
«  mente  su  partido,  al  apo.yar  la  proposición 
«que se  discute,  persigue  lo  contrario,  quie- 
«  re  que  en  el  ejército  se  trate  bien  á  los  sol- 
«  dados  y  no  se  les  de  tan  justos  motivos  de 
«  queja  para  que  la  propaganda  socialista 
« no  pueda  hacer  pi-osélitos  en  las  filas, 
«como  indudablemente  los  dará,  si  encuen- 
« tra  en  ellas  hombres  decididos  á  todo,  has- 
« ta  el  suicidio,  con  tal  de  escapar  por  la 
«  muerte  á  los  martirios  de  que  se  les  hace 
«  víctimas. 

«  El  diputado  Haussman,  demócrata,  con- 
« testa  con  gran  energía  al  canciller.  iia1)ía 
«  éste  dicho  que  el  nivel  moral  del  Ejército 
« baja,  porque  baja  el  nivel  moral  de  la 
«  creación,  y  el  diputado  exclama:— Lo  con- 
« trario  sí  que  es  verdad.  La  barbarie  que 
«  reina  en  el  ejércto  invade  poco  á  poco  á  la 
«  nación  que  pasa  toda  ella  por  los  cuarteles 
«3'  éste  es  un  triste  resultado  de  estos  vein- 
« te  últimos  años.  » 

* 
*   * 

Abrióse  al  fin....  el  tan  esperado  Congreso. 
La  ansiedad  pública  soñaba  con  una  sorpre- 
sa: la  ha  tenido.  El  Mensage  presidencial 
me  hace  pensar  en  que  si  vulgarmente  se 
define  la  palabra  « como  el  medio  de 
hacer  conocer  el  pensamiento  »   un  célebre 


86 


Revista  Económica 


diplomático  ha  hallado  que  era  más  bien  el 
medio  de  ocultarlo.  Nada,  pues,  ni  una  li- 
nea,—sobre  el  estado  de  sitio,  nada  sobre  las 
causas  reales  que  lo  motivaron,  absoluta- 
mente nada;  sino  que  aún  liay  que  esperar. 
Esperaremos. 

Yo  habría  deseado,  sin  embargo,  menos 
extensión  en  los  detalles  administrativos. 
Estos  documentos  deben  ser  sintéticos.  Así 
lo  eran  antes  de  la  invasión  de  la  frase,  que 
es  medio,  no  fin.  Así  son  en  otras  partes.  Así 
son  en  los  Estados  Unidos.  Y  los  más  gran- 
des Imperios  no  conocen  otro  temperamento. 
Un  mensage  no  es  una  memoria. 

The  well  come  massage,  was  soon  recived, 
exclama  Dryden.  Un  mensage  se  completa 
por  los  diversos  ministerios.  Si  es  inconmen- 
suraUe-niente  largo,  hace  sospechar  que  la  ex- 
tención «sea  solo  el  martillo  que  quiere  ha- 
cer entrar  la  noción  en  la  cabeza  recalcitran- 
te.» De  todos  modos  se  habría  preferido  saber 
lo  que  el  Presidente  ?//c«.<frt  y    no  lo  que  el 
Presidente  dice.    Su  pensamiento  habría  si- 
do una  novedad  tanto  más  interesante,  cuan- 
to que  hay  sobriedad  en  su   estilo,  algo  asi 
como  una  armonía   con  su  temperamento. 
Lo  quedice  ya  se  sabía.  El  paístiene  muchos 
ojos  que  observan.  Las  cifras  reales  no  son 
jamás  para  él  una  revelación.    Son  mas  bien 
un  mirage  para  el  que  las  agrupa.  Por  eso 
raramente  dejan  de  ser  discutidas  entre  noso- 
tros. Es  extraño  que  un  espíritu  tan  prático 
como  el  del  Presidente  de  la  Repilblica,  no 
haya  observado  el  fenómeno.  Otra  presiden- 
cia viene  ya,  ya.  Habría  sido  bueno,  estoy  se- 
guro, cerrar  el  período  de  las  frases,  inau- 
gurando, nó,  volviendo  mejor  dicho,  al  de  la 
sobriedad.    Nuestros  homl)res  públicos  de- 
bieran convercerse  de  que  hay  muchas  ver- 
dades rechazadas  de  antemano,  solo  porque 
se  pretende  sacar  de  ellas  consecuencias  exa- 
jeradas;  3^  esto  lo  aplico  á  la  parte  del  Men- 
saje que  se  i-efiere  á  nuestras  finanzas. 

Es  inoficioso  todo  empeño  en  explicar  los  ma- 
les económicos  y  financieros  del  país.  Cuan- 
do todo  el  mundo  sienta  la  mejoría,  el  mal 
habrá  pasado,  y  quedará  subsistente  el  afo- 
rismo de  que  la  verdad  y  el  progreso,  no  se- 
enjendran  sino  en  el  dolor,— y  que  solo  bri- 
llan después  de  la  crisis. 

* 


El  estado  de  sitio  continúa el  Men- 
saje no  hace  esperar  na  la  al  respecto;  y  está 
cohibida  la  libertad  de  discusión ;  y  las  opi- 
niones no  concuerdan  sobre  la  eficacia  de 
la  medida.  Yo  afirmo  empero  que  vino  en 
su  hoi-a.  Pienso  también,  que  cuando  hay 
una  proocupación,  que  perturba,  el  poder 
publico  debe,  empleando  los  medios  legales, 
indiscutibles,  estirparla.  Algo  de  esto  se  ha 
hecho.  Pero  siento  que  el  G  oh  le  r  no,  em^lQo 
la  palabra  en  el  sentido  americano  del  norte, 
no  haya  sido  explícito  en  su  primer  Mensage 
desde  que  no  es  discutible  que  es  el  Presi- 
dente el  que  juzga  en  primer  instancia  de 
las  exigencias  de  medidas,  que  no  por  estar 
dentro  del  radio  de  sus  facultades  dejan  do 
ser  exepcionales.  Sí,  él  es  el  primor  juez.  Por- 
qué? Porque  el  juramento  constitucional  que 
presta  el  primer  majistrado  de  la  República 
le  obliga  no  solo  á  ejecutar  las  leyes  sino  á 
mantener  la  constitución,— de  donde  se  de- 
riva una  gran  libertad  de  acción,  una  lati- 
tud inmensa,  que  nadie  puede  contestarle. 
No  temo  por  consiguiente  los  conñictos  que 
se  anuncian.  Habrá  cuando  mucho  una  tem- 
pestad dentro  de  una  tetera  y  como  una  tenta- 
tiva parlamentaria,— de  escatimarle  al  Poder 
Ejecutivo  sus  facultades. 

E!  estado  de  sitio,  no  me  permite  emitir 
opinión  sobre  el  único  punto  en  que  el  Con- 
greso tendrá  que  mostrar  tanto  saber  como 
sentido  político:  sus  inmunidades. 

Sea  de  ello  lo  que  fuere,  y  no  pensando 
que  hemos  de  descubrir  «  nuevas  estrellas» 
en  el  actual  período,  opino  que  pasará,— con 
esto,— lo  que  ha  pasado  en  los  Estados  Uni- 
dos en  sus  períodos  más  críticos:  no  ha  ha- 
bido conflicto  entre  el  Ejecutivo  y  el  Con- 
greso que  no  ha^^a  concluido  ventajosamen- 
te para  el  primero. 

* 

El  Presidente  de  la  República  el  mismo 
día  en  que  abría  el  Congreso,— asistía  á  una 
ceremonia  de  las  más  interesantes:  la  cola- 
ción de  grados  universitarios  de  una  pléya- 
de de  prestigios  en  pei-spectiva.  .1  ioiU  seig- 
neur  íout  lionneiir.  Su  discurso  sino  es  el  re-  1 
verso  de  su  Mensaje,— tiene  algo  de  caracte-  " 
rístico.  Hay  en  esa  pieza  oratoria  nutrida  de 
pensamiento,  elegantemente  fácil  lo  que  se 


DEL  Rio  de  la  Plata 


87 


echa  de  menos  en  su  Mensage.  Aquí  hechos 
y  hechos,  los  millones  que  se  han  movido, 
los  hombres  que  han  maniobrado,— lo  ma- 
terial. Allí,  al  contrai'io:  el  ideal  en  nombre 
del  cual  se  vive  y  sojuzga.  Hay  como  se 
vé,  una  sombra  cuando  so  sube  al  vasto 
escenaido  de  la  Nación  y  un  ra^^o  de  luz  co- 
mo sise  vislumbrara  la  esperanza  al  enca- 
rarse con  la  j  uventud 

Hay  que  vivir  de  compensaciones:  vivi- 
mos pues,  y  lo  repito:  esperemos. 

Licio  A\  Maxsii.la. 

Post-Scripiii.jii 

En  la  estampa  ya  lo  que  antecede  y  no 
permitiendo  la  confección  de  la  Kevlsta  es- 
cribir de  un  dia  para  otro,  tengo  que  recur- 
rir á  esta  nota. 

Volviendo  sobre  la  premura  de  nuestra 
cancillei'ía  en  el  asunto  Metzlaff,  recordare- 
mos que  en  los  archivos  del  Ministerio  de 
R.  E.  está  el  comprobante  de  otros  asuntos 
que  han  andado  con  pies  tan  pesados  como 
el  de  la  <Jeuiie  Amélie»,— que  duró  casi 
veinte  años.  ¿Para  qué  hablar  del  caso 
Dreyfus  en  el  Perú,  pendiente  aún?  Para 
eso  sirve  la  diplomacia,  que  en  ciertos  casos 
(^%e\2i\'ieáQprocrastinai\  De  ahí  que,  en 
los  reclamos  comerciales,  las  partes  prefie- 
ran cualquier  otro  temperamento  que  no 
sea  la  vía  diplomática. 

Sobre  el  estado  de  sitio  y  sus  causas,  visto 
el  mensaje,  no  tengo  nada  que  agrega:': 
abundan  los  documentos,  los  hechos,  de 
mayor  ó  menor  gravedad,  las  conjeturas, 
más  ó  menos  plausibles,— siendo  mi  convic- 
ción personal  que  «cuando  el  rio  suena, 
agua  ó  piedra  lleva»,  en  una  palabra,  que 
había  una  conspiración  contra  el  orden  legal; 
pero  no  abunda  la  doctrina,  en  virtud  de  la 
cual,  cuando  eso  caudal  de  datos  se  posee 
por  el  poder  publico,  la  previsión  aconseja 
salir  de  lo  «normal»,  y  mucho  menos  abun- 
da la  doctrina  en  que  debe  apoyarse  la  pro- 
longación de  un  estado  de  cosas,  «anormal». 


REPÜBLICA  ORÍEim  DEL  ÜRIIGÜÁÍ 

CRÓNICA  DE  LA  QUINCENA 

Aún  cuando  hemos  aumentado  la  canti- 
dad de  páginas  de  este  número  de  la  La  Re- 
vista, la  abundancia  de  materiales  nos  obli- 
ga á  reducir  á  poco  espacio  la  presente  cró- 
nica de  la  quincena.  Por  otra  parte,  el  asun- 
to principal  que  preocupa  hoy  la  atención 
pública,  que  es  el  proA'ecto  Noetzlin,  lo  tra- 
tamos separadamente. 

«  La  Nación  »  de  Montevideo  que,  como 
se  sabe,  es  comunmente  el  eco  de  las  ideas 
predominantes  en  las  altas  esferas  oficiales, 
se  manifiesta  de  acuerdo  con  nosotros  en 
que  es  conveniente  impulsar  el  renacimien- 
to de  la  vida  democrática  en  la  República 
Oriental,  y  solo  no  está  conforme  con  la  opor- 
tunidad, creyendo  que  no  sería  conveniente 
en  la  actualidad  un  movimiento  de  este  gé- 
nero «dada  la  situación  delicada  en  que  fi- 
nancieramente se  encuentra  el  país.» 

Dice  mas,  agregando  que  ha  insistido 
numerosas  veces  por  que  se  opere  ese  renaci- 
miento con  lo  que  viene  á  darnos  razón,  re- 
conociendo que,  como  lo  decíamos,  estamos 
fueradel  orden  institucional,  con  lo  cual  se 
comprueba  que  nuestra  divergencia  está 
en  un  solo  punto. 

Nuestro  ilustrado  colega  montevideano 
cree  que  los  intereses  financieros  aconsejan 
aplazar  el  renacimiento  á  la  vida  democrá- 
tica, mientras  que  nosotros  creemos  y  soste- 
nemos que  la  efectividad  del  régimen  de- 
mocrático es  base  imprescindible  de  una 
mejora  efectiva  en  el  orden  financiero  y 
económico  del  país,  como  creemos  y  soste- 
nemos que  mientras  no  vuelva  el  país  á  la 
vida  realmente  democrática,  que  dará  repre- 
sentación á  todas  las  aspiraciones  patrióti- 
cas, hay  que  aplazar  todos  los  negociados 
que,  como  varios  de  los  que  se  pro^^ectan, 
comprometen  por  una  generación  los  desti- 
nos económicos  de  la  República. 

Harto  injustos  serán  los  que  quieran  en- 
contrar en  nuestras  palabras  un  átomo  de 
pasión  ó  de  malquerencia,  puesto  que  no  ex- 
presamos mas  que  lo  que  la  ciencia  y  la 
experiencia  enseñan  y  lo  que  el  deseo  pa- 


Revista  Económica 


triótico  de  la  felicidad  de  la  patria  nos  acon- 
seja. 

No  somos  amigos  de  ostentar  erudición, 
como  parece  creerlo  nuestro  apreciable  co- 
lega, y  si  k  citas  solemos  recurrir,  ó  es  para 
autorizar  nuestra  palabra  con  la  de  opinio- 
nes de  reconocida  competencia  ó  como,  en  el 
presente  caso,  para  alejar  la  idea  ó  prevenir 
el  argument-)  de  que  forjamos  principios 
con  propósitos  de  oposición  ú  Gobiernos  ó  á 
personas,  cuando  solo  nos  preocuparnos  del 
bien  general. 

Consecuentes  con  esto  no  es  al  Director  de 
e.sta  publicación  solamente  á  quienes  los 
lectores  de  La  Eevista  van  á  oir,  sino  á  pri- 
meras autoridades  en  el  punteen  discusión. 
Oigamos  íi  los  maestros  de  la  ciencia:  «El 
hombre  de  Estado,  dice  St.  León  en  su  estu- 
dio sobre  Crédito  Público,  debe  ver  que  hay 
incompatilidad  entre  el  ejercicio  del  crédito 
público  y  el  sistema  autocrático:  es  preci.so 
escojer  entre  uno  y  otro.-> 

«Es  preciso  convenir,  dice  Canga  Argiielles 
en  sus  Elementos  de  la  Ciencia  de  Hacien- 
da, en  que  solo  con  un  Gobierno  libre  ó  mo- 
derado pueden  negociarse  con  ventaja  los 
•préstamos.  En  el  absoluto  ¿quien  fia?  El  ca- 
pricho lo  decide.» 

«La  autoridad,  dice  Juan  Bautista  Say  en 
su  Cur.'ío  Completo  de  Economía  Política 
que  no  está  restringida  por  ninguna  forma 
tiene  siempre  menos  ci-édito  que  los  Gobier 
nos  representativos.» 

«El  crédito,  dice  Hernández  Amores  en 
sus  Nociones  Elementales  de  Créditos  Pú- 
blico, quiere  Gobierno  representativo,q'  con- 
trate por  la  Nación  y  para  la  Nación,  y 
no  por  sí  y  para  sí;  quiere  la  seguridad  que 
dk  la  ley  votada  por  el  cuerpo  de  Represen- 
tantes del  pueblo,  y  ñola  débil  que  puede 
inspirar  un  monarca,  cuya  voluntades  co- 
munmente esclava  de  los  caprichos  de  sus 
favoritos»  — Atribuye  la  prosperidad  de  In- 
graterra  y  su  crédito  á  la  verdad  de  su  ré- 
gimen Representativo. 

«Un  sistema  de  crédito  público,  dice  Pió 
Pita  Pizarro  en  su  Examen  Económico  crí- 
tico de  la  Hacienda,  solo  pupde  tener  esta- 
bilidad en  un  Gobierno  Nacional  representa- 
tivo porque  es  el  menos  suceptible  de  abu- 
sar de  su  autoridad». 

Abrámoslas  píiginasde  la  Historia  Fnan- 


ciera  de  la  América  y  siempre  nos  encon- 
traremos inexorablemente  con  que  el  incon- 
dicionalismo Parlamentario,  la  autocracia 
del  jefe  del  P.  E.  ha  tenido  por  consecuencia 
lógica  cuando  nó  la  bancarrota,  exorbi- 
tantes compromisos  para  el  erario,  sin  com* 
pensación  para  el  país,  y  los  más  funestos 
errores  económicos. 

La  omnipotencia  no  solo  favorécelos  abu- 
sos de  los  que  mandan,  sino  que  en  muchos 
casos  llevan  k  estos  A  los  mayores  errores 
aun  con  buena  intención,  no  supliéndose 
nunca  ni  por  las  más  revelantes  condiciones 
individuales  las  garantías  de  acierto  que 
presenttfi  el  voto  libre  y  el  debate  consciente 
délos  Representantes  genuinos  de  las  aspi- 
raciones, de  las  tendencias  3-  del  sentido 
práctico  de  la  Nación. 

Ahí  tiene  el  colega  demostrado  y  com- 
probado como  el  renacimiento  ala  vida  de- 
mocrática en  vez  de  aplazarse  en  beneficio 
de  las  condiciones  financieras  del  país,  debe 
anticiparse  y  hacerse  una  verdad  en  vista 
mismo  de  nuestra  actual  situación,  como 
medio  de  reparar  los  males  por  su  base  y 
como  condición  indispen.sable  para  poder 
adoptar,  con  garantías  de  éxito,  las  medi- 
das'trascedentales  que  en  beneficio  del  país 
deben  tomai se.  Un  hombre  por  privilegia- 
do que  haya  sido  por  la  naturaleza,  no  pue- 
de tener  la  pretensión  de  acierto  como  la 
que  presentaría  la  opinión  del  país  qup,  por 
cierto,  no  es  siempi-e  la  de  cuati'o  individua- 
lidades que  monopolicen  la  prensa,  é  invo- 
can inautoi'izadamente  su  nombre. 

Tiene  siendo  igualmente,  en  el  orden  po- 
lítico, materia  de  discusión,  los  procedimien- 
tos que  más  convienen  para  la  constitución 
de  la  Comisión  Directiva  del  Pai-tido  Colora 
do,  materia  ([ue  no  puede  dilucidarse  sol 
teóricamente. 

Los  procedimientos  á  los  que  deben  darse 
preferencia  .son  los  que  mejor  puedan  pre- 
servarnos de  la  acción  anti-democrática  que 
tan  tristes  frutos  lia  dado  al  país  3'  á  los  par- 
tidos. 

La  cuestión  de  los  derechos  políticos  de 
los  militares  también  tiene  y  muy  ju.sta- 
mente  preocupada  la  opinión  pública  y 
muy  especialmente  al  Partido  Colorado,  de 
cuyas  delibei-aciones  se  persiste  en  quei-er 
mantener  separados  á  numerosos  miembros 


DEi,  Rio  de  la  Plata 


89 


prestigiosos  por  sus  servicios  y  probada  in- 
dependencia. 

Consecuente  con  esa  tendencia,  si  nú  in- 
tencional, lo  que  no  queremos  presuponer, 
al  menos,  prácticamente  contraria  á  los  in- 
tereses de  ese  partido  y  al  renacimiento  do 
la  vida  democrAtica,  la  Comisión  de  Milicias 
de  la  H.  Cámara  de  Representantes  ha  infor- 
mado sobre  el  oportuno  y  patriótico  proyec- 
to del  Representante  Dr.  Don  José  Román 
Mendoza,  y  en  vezde  modificar  sustérminos 
sin  en  algvín  punto  no  lo  juzg-ase  conve- 
nientes, ó  presentar  un  proyecto  sustitutivo 
que  satisfaciese  el  objeto  que  se  tiene  en 
vista,  se  limitó  á  aconsejar  el  tradicional 
Archívese  con  que  se  vienen  anulando  las 
iniciativas  parlamentarias. 

Entrado  el  país  en  un  período  de  franca 
reacción,  es  de  esperar  que  las  Cámaras  no 
se  queden  atrás  y  no  nieguen  su  voto  á  un 
proyecto  que  como  ese  está  destinado  no 
solo  á  beneficiar  políticamente  al  país,  sino 
á  suprimir  una  causa  de  frecuento  descon- 
tento, y  á  colocar  á  la  clase  militar  en  las 
condiciones  constitucionales  que  le  corre.s- 
ponden. 

Uno  de  los  resultados  de  no  haberse  pro- 
cedido antes  en  el  sentido  indicado  por 
el  Dr.  Mendoza  fué  el  de  encontrarse  el 
Gobierno  en  el  caso  de  mandar  arre.?tados 
álos  distinguidos  jefes  que  asistieron  alas 
democráticas  i-eunionesdel  partido  Colorado, 
que  tuvieron  lugar  últimamente,  y  que,  co- 
mo democráticas  y  pacíficas,  no  están  en  el 
ca.so  de  lo  que  racionalmente  pueda  pro- 
hibirse á  los  jefes  que,  no  teniendo  mando 
de  fuerzas,  no  están  en  realidad  en  .servi- 
cio activo. 

Ya  que  de  esto  hablamos,  no  podemos  dejar 
de  detenernos  sobre  el  segundo  arresto  que 
esos  jefes  han  sufrido  motivado  por  el  hecho 
de,  al  concluirse  el  primero,  no  haberse  pre- 
sentado al  Sr.  Presidente  de  la  República,  lo 
que  sentimos  tener  que  decir  que  no  juzga- 
mos que  correspondía  al  caso. 

Lo  que  las  ordenanzas  militares  en  todos 
los  países  disponen,  es  que  cuando  un  oficial 
subalterno  sea  arrestado  por  cualquier  fal- 
ta, él  debe,  al  terminar  el  arresto,  presen- 
tar.se  al  superior  inmediato  á  fin  de  comu- 
nicarle que  está  nuevamente  pronto  para  el 
.servicio. 


Desconociéndose  los  objetos  á  que  e.sto 
corresponde,  se  ha  extendido  la  obligación  á 
las  clases  superiores,  llegándose,  com  >  en  es- 
te caso,  á  lo  que  ninguna  razón  de  servicio, 
uingunacon.sideración  de  buen  sentido,  pue- 
de justificar. 

Hay  más,  el  Presidente  de  la  República 
no  era  el  superior  inmediato  de  los  jefes 
arrestados,  de  modo  que  aún  en  el  ca.so  de 
deber  ellos  hacer  la  comunicación  de  estar 
prontos  nuevamente  para  el  servicio,  á  quien 
únicamente  debían  dirigirse  era  al  Estado 
Mayor  ó  al  Ministro  de  la  Guerra,  óá  cual- 
quier otro  que  fuese  el  superior  inmediato. 

Para  las  ordenanzas  la  falta  de  parte  de 
un  Coronel,  por  ejemplo,  no  estaba  en  no 
hacer  la  comunicación  al  Presidente  direc- 
tamente, .sino  precisamente  en  el  hecho  con- 
trario, esto  es  en  hacerlo  prescindiendo  de 
los  superiores  inmediatos. 

Lo  que  se  ha  exijido,  además  de  depre.sivo 
contra  quienes  tienen  títulos  á  todo  género 
de  consideraciones,  con.stituye  una  falta  á 
los  principios  cardinales  de  la  organización 
militar. 

Con  la  imparcialidad  que  nos  caracteriza 
agregaremos  que  esa  errada  inteligencia 
que  seda  á  las  ordenanzas  militares,  no  es 
obra  del  actual  Gobierno.— Viene  de  atrá.s. 

El  male.star  económico  se  sigue  acentuan- 
do como  es  natural  que  suceda  mientras  no 
se  remedie  la  raríficación  del  medio  circu- 
lante, que  vá  anulando  todos  los  valores,  y 
.se  prosiga,  en  estas  condiciones,  forzándola 
liquidación  de  todas  las  obligaciones  pen- 
dientes. 

Mientras  tanto,  los  que  tienen  en  sus  ma- 
nos sacar  al  país  de  ese  camino  de  postra- 
ción 3?^  de  ruina,  se  entretienen  en  debatir 
abstractamente  las  excelencias  de  la  circu- 
lación oro,  .sin  apercibirse  deque,  como  ya 
lo  hemos  dicho  en  nuestra  Crónica  ante- 
rior, no  basta  que  la  moneda  no  se  depre- 
cie, sino  que  es  también  indispensable  tra- 
tar que  no  se  vaya,  como  pasa  ahora  en  el 
Estado  Oriental,  á  la  anulación  de  todos 
los  valore.s,  debido  á  la  e.scasez  del  medio 
circulante. 

Las  conveniencias  generales  de  un  país 
aconsejan  huir  en  lo  posible  de  uno  y  otro 
extremo,  y  considerar  no  solo  á  los  que  de- 


00 


lÍRVrSTA    1m'oX(').MICA 


ban  recibii- dinero,  sino  también  á  los  que 
teng-an  compromisos  6  pag-ar. 

De  ahí  el  que  no  se  pueda  sensatamente 
obtar  por  el  papel,  por  la  plata  ó  por  el 
oro,  sin  apreciar  las  condiciones  especia- 
les en  que  encuentre  un  país,  que  son  las 
que  determinan  la  conveniencia  del  medio 
circulante  ú  que  se  deba  recurrir. 

Desconocer  esto  importa  revelar  falta 
completa  de  toda  noción  de  las  funciones 
que  A  las  monedas  corrresponden. 


REVISTA  BURSÁTIL 


Necesidades  del  gobierno  nacional  para  el 
pago  del  cupón  de  Junio  do  sus  empréstitos 
en  servicio,  le  han  hecho  fuerte  comprador 
de  oro  en  la  quincena,  y  el  comercio  que  ha 
podido  descontar  todos  los  documentos  de 
su  cartera  k  tipos  entre  7  12  «/y  y  9  '',>,  libe- 
ralmente,  ha  aprovechado  también  esta 
ocasión  pai'a  remitir  á  sus  acreedores  de 
Europa  sumas  de  tantas  consideración  como 
justifica  la  baja  de  los  cambios  sobre  Lon- 
dres de47  3;-lá47  3  8. 

Sin  embargo,  el  alza  en  el  precio  del  me- 
tálico no  ha  sido  mayor  de  sesenta  centavos 
en  onza  en  la  quincena,  que  termina  con  la 
cotización  do  5:1.40  ó  sea  328,10  %,  lo  que 
prueba  que  la  tendencia  de  valorización  de 
nuestro  billete  sigue  3' eso  quo  aun  faltan 
12  dias  para  la  elección  de  Presidente  de  la 
República,  heclio  que  muchos  esperan  para 
desprenderse  del  oi'o  ¡idquií-ido  en  los  pasa- 
dos dias  de  susto. 

Se  nos  dice  porpersona  generalinonto  bien 
informada  que  lian  llegado  hoy  á  dos  casas 
inglesas  wuy  conocidas  de  esta  plaza,  órde- 
nes telegráficas  de  Londres  para  venta  de 
oro  fin  de  Junio  é  inversión  de  papel  en 
buenas  colocaciones.  Si  la -noticia  es  exacta 
y  repetimos  tenerla  do  buen  origen,  habrá 
que  creer  en  una  gran  mejora  del  juicio  in- 
glés S'.'bre  el  porvenir  argentino  quo  podrá 
influir  grandemente  en  las  próximas  cotiza- 
ciones delmetálico. 

En  diez  por  ciento  han  mejorado  los  che- 
.quesdel  Banco  Nacional  á  causa  de  mejores 
noticias  de  su  liqui(lación  y  algún  movi- 
miento especulativo  que  acompaña  siempre 
tales  rumores. 


Notamos  un  punto  de  alza  en  Cédulas  Na- 
cionales, consecuencia  de  la  mejor  posición 
de  todo  /o  Xacional  é  invariables  las  Pro- 
vinciales por  las  razones  expuestas  en  nues- 
tro número  anterior. 

Los  empréstitos  de  1891  3'  1892  han  subi- 
do 2.30  y  5.20  0/'^  respectivamente,  siguien- 
do la  proporción  con  el  tipo  de  interés  en 
plaza.  Haj^  además  para  estos  valores  co- 
mo motivo  de  alza,  la  reapertura  de  la  sus- 
crición  de  acciones  del  Banco  de  la  Nación 
para  los  días  del  G  al  20  de  Junio  con  títulos 
del  91,. y  especulaciones  en  aml)os  conque 
empieza  á  despertar  nuestra  Bolsa. 

Diez  por  ciento  de  alza  en  Banco  Espa- 
ñol, once  por  ciento  en  Banco  de  Italia,  uno 
y  medio  en  Banco  Italiano  y  ©cho  y  medio 
en  Banco  Francés  justifican  nuestras  pre- 
visiones en  revistas  anteriores.  Bastos  precios 
son  firmes,  pero  nos  parecen  en  general  su- 
ficientes por  el  momento. 

El  bclance  publicado  poi*  la  Compañía 
Primitiva  de  Gas  ha  mejorado  la  cotización 
de  sus  acciones  en  21  0,'^,  así  como  el  de  «La 
Ai'gentina»  fábrica  de  papel  en  15  o/"  no- 
tándose en  general  mejora  en  todos  los  valo- 
res especialmente  los  industriales  que  se 
anuncian  3'a  como  los  dueños  del  próximo 
período  de  fiebre,  y,  lógicamente,  autores  de 
la  próxima  crisis.  Seguirá  así  la  Repúbli- 
ca-Vrgentina  su  desai'rollo  natural:  funda- 
ción de  la  ganadería— crisis  de  1874;  fun- 
dación de  la  agricultura— crisis  de  1890; 
fiindación  de  la  industria— crisis  de.  .  .  ( 

Nada  podemos  decir  de  oscilaciones  de  va- 
loros  en  la  Bolsa  de  Montevideo  desde  que 
los  pocos  que  allí  se  tratan  permanecen  es- 
tacionarios. Se  persiste  en  creer  posible  la 
fundación  de  un  Banco  Nacional  con  capi- 
tales exti'angeros,  aunque  tengan  á  la  vista 
que  esos  mismos  capitales  se  resisten  á  en- 
ti-ar  en  mejores  condiciones  en  un  Banco  de 
mayor  porvenir  como  es  el  de  la  Nación  Ar- 
gentina, y  se  descuida  por  completo  la  fun- 
dación ó  al  menos  el  estímulo  de  fundación 
en  los  departamentos,  do  bancos  locales  que 
liijren  á  la  República  Oi-iental  de  la  conges- 
tión cerebral  que  padece  con  la  mitad  de  su 
población  y  la  totalidad  de  sus  recursos  en 
la  capital. 

V. 


DKL  Rio  df.  la  Plata 


91 


MoYimienlo  Mrsátil  de  h  segunda  quincena  de  Mayo  de  1892 


BOLSA  DE  BUENOS  AIRES 

(DEL  U  AL  31  DE  MAYO) 


HASTA         Mas  bajo    I    Mas  alto 
•;  MAYO  14 


Metálico  i 

Onzas ' ! I  52.80 

Libras  e.steriuias. .. ;   '    16.36 

Cambios 

Iníílateri'fi 41 


Fi'íincia 

Bélgica 

Alemania 


5.02' 
5.03' 
4.07' 


Cheques 


Banco  Nacional 31 .50 

Banco  de  la  Provinci-i.. I  52.r)0 

Banco  Hipotecario  cié  l.i  i'iovjncia— buuu.s.  I  14.ri0 

Banco  Iñudes  dol  liio  de  la  Plata  (papel)...  i  20  — 

»  »  »  (oro) '      7  — 


Cédulas  Hipotecarias  Nacionales 

de  renta 


Serie  A 

(oro)  5  % 

>>      A 

m/u  7  "/j 

»      B 

»    7  % 

»       Ü 

»    ■/  "/., 

»       D 

»    7  "„ 

■>       E 

•'     7  \ 

Cédulas  Hipotecarias  Provinciales 


Serie  A  (oi-o)  O  %  do  renta 


$L 


8  «/o 
»      fi   "/o 

min  ()  "i, 
»  6  "/, 
»  8  \ 
»  8  0,, 
»  8% 
»  8  % 
^l  ra/n  8  % 
N  »  8  "/o 
O  »  8  \ 
P      y    8  ^' 


Fondos  y  Títulos  Públicos 

Fondos  Públicos  Nacionales  de  1884. 
Empréstito  Nacional  Interno  1891 . . . 

Id.         de  1802 

Loteria  Municipal  de  la  Capital 


30  - 
97  — 
95  — 
89  — 

93  — 

94  - 


12  — 
30  — 
29.50 
30  - 
30  - 
29.50 
30  - 
30.40 
30.50 
30.50 
30.30 
30.40 
30.50 


oó  — 
62.20 
53  — 
35  — 


52.80 

16.40 


47.'/, 
4.98' 
4.99'; 
4.04 


22 

50 
15 
20 

7 


31  - 

99  — 

90.50 
92.50 
94  — 


12  - 

31  - 
30 . :  O 
28.50 
28.60 

32  — 
31.50 
30  — 
30  - 
29.80 
30  - 
30  ~ 
29.90 


53  - 
62  — 

55  — 
35  — 


Ultimo  precio 

niST.i. 
MATO  31 


54.70    53.40 
17  —    16.60 


47.%  I  47.% 
5.02'/,  4.98 
5.03'/¡  i  4.99 


4.07',V 


31.50 
53  — 
16.50 
20  — 

7  — 


31  - 

99  — 
95  — 
91  — 
93.80 
94  - 


12  - 

32  — 
31  - 
20  - 
29  — 

33  - 
31..^.0 
30.60 
30.50 
30.40 
30.40 
30.40 
30.40 


53  - 
63.50 

58  — 
35  — 


4.03 


21  - 
53  — 

16  — 
20  - 


31  - 

99  — 
95  — 
90.50 
92.50 
95  — 


12  - 

32  - 

31  — 
28.80 
28.90 

33  — 
31.50 
30.20 
30.20 
30.20 
30.10 
30.20 
30.20 


53  — 

64.50 
58.20 
35  — 


92 


R¡^VISTA    ErOXÓMICA 


lUltimo  precio 

I      HASTA         Mas  bajo 

Mayo  14 


Más  alto 


Acciones 


BANCOS 


96 


Español  del  Rio  de  la  Plata 

Italia  y          »       :>^    »     »      (oro) 75  — 

Crédito  Real 27  — 

Nuevo  Banco  Italiano i  40  — 

Banco  de  la  Bolsa 39.50 

Francés  dol  Rio  de  La  Pinta ^.'  37  — 

Hipotecario  de  la  Capital  (Bono>  uro; "..  41  — 

Constructor  de  La  Plata 4.50 

Id.                id.    (obligaciones) ;  0.60 

Agrícola  Comercial...^ i  15  — 

Banco  Inmobiliario !  25  — 

Banco  de  Comercio 1  75  — 

Banco  Caja  de  DescueMitos ¡  80    - 


Comei-cial  de  La  Plata. 
Comercial 


compañías 


8.50 
30  - 


La  Edificadora 80 

La  Previsora  (Corapañia  de  Seguros) ¡    29 

La  Primitiva  Compañía  de  Gas '[  65 

Gas  Ai'geníino I  40 

Empresa  del  Edificio  de  la  Bolsa 1125 

La  Argentina  (fábrica  de  papel) 6i 

Muelle  y  Depósitos  de  las  Catali  n;;s 780 

La  Buenos  Aii-es  (Compañía  de  Seguros),..     80 

Compañía  General  de  Reaseguros !     7 

Kid  y  C'-» - 8 

Telegráfico  Telefónica i    6'j 


BOLSA  DE  MONTEVIDEO 

(DEL  15  AL  31  DE  MAYO) 


Acciones  Banco  Nacional '  8.20 

Billetes         »  »        58  — 

Deuda  Unificada 40  — 

Títulos  hipotecarios  Serie  1) 28.90 

Cédulas  hipotecarias    »       A 29  — 

Id.  id.  -       B 28  — 

Deuda  araortizable • 33   — 

Deuda  del  Interior 33.40 

Deuda  Independencia 31.20 

CAMBIOS 

Inglaterra 51 . '  ^ 

Francia... 5.  37 

Bélgica nominal 

Alemania 4.36 


100  — 
80  - 
27  — 
41.50 
39.50 
38  - 
41  — 
4. -50 
0.80 
17  — 
30  - 
70  — 
80  - 
8.50 
30  - 


80  — 

29  — 
82  - 
40  — 

125  - 

80  — 

7.70 

30  - 

15  — 
65  — 


7.50 
55.80 
39  - 
28.70 
28.30 
28  — 
33  - 
32.80 
31.20 


50^;, 

5.33 
5.34 
4.30 


110  - 

86  — 

27  - 

43  — 

39.50 

45.50 

41  — 

4,50 

0.80 

17  — 

30.50 

80  — 

80  - 

8.50 

30  - 


80   - 

29  — 
87  — 
40  — 

125  — 
80  - 
8.10 

30  — 
7  — 

15  - 
65  — 


8  — 
64.40 
39  — 
29.50 
29  — 
28  - 
33  - 
33.20 
31 .20 


51.1/, 
5.36 
5.36 
4.32 


HASTA 

MAYO  31 


106  - 

86  — 

27  - 

41.50 

39.50 

45.50 

41  — 

4.50 

0.80 

17  - 

30.50 

80  - 

80  — 

8.50 

30  - 


80  - 
•?9  - 
86  - 
40  — 
125  - 
80  - 

7.80 
30  - 

7  — 
15  - 
65  - 


7.50 
55.80 
39  - 
28.70 
28.70 
28  — 
33  — 
32.80 
31.20 


üO.';« 

5.33 
5.34 
4.30 


2*  Época.— Mm.  4 


í.")  (le  junio  de  1892. 


REVISTA    ECONÓMICA 


DEL 


RIO  DE  LA  PLATA 


DIRECTOR:    DOMINGO     LAMAS 


La  (Íue^í5ión  Monetaria  i^r^geníiina 


El  rápido  descenso  del  oro  que  al  presente 
se  maniflesta  en  nuestra  Bolsa  de  Comercio, 
es  un  hecho  que  no  dehe  preocupar  menos 
la  atención  pública  que  la  fuerte  deprecia- 
ción que  la  conmovió  hace  algunos  meses 
y  que  tan  honda  impresión  hizo  en  el  áni- 
mo popula)'. 

Hoy  el  peso  nacional  viene  valiendo  cada 
dia  más  pero  no  solo  en  relación  al  oro  sino 
también,  en  mayor  y  menor  proporción,  en 
relación  á  todo. 

ün  aumento  de  valor  limitado  ala  rela- 
ción con  el  oro  seria  un  hecho  solo  esplica- 
ble  por  una  transitoria  importación  que  de- 
primiese éste  metal  en  los  límites  estrechos 
délos  g-astos  é  intereses  que  representa  su 
exportación,  pero  lejos  de  importaciones  de 
metálico  tenemos  más  bien  necesidades  de 
exportación,  de  lo  que  se  deduce  que  la  va- 
lorización que  presenciamos  es  consecuen- 
cia de  un  aumento  de  ti-ansacciones,  de 
una  escasez  relativa  de  papel. 

Considerada  así,  la  valoi'ización  es  un 
buen  síntoma,  si  bien  ella  lepresenta  una 
cantidad  negativa  para  el  progreso  yel  bien 
estar  social,  pues  da  la  medida  de  una  esca- 
sez de  numerario  y  de  una  fuerza  de  com- 
prensión que  contrarían  el  desenvolvimiento 
general  al' mismo  tiempo  que  vienen  á  alte- 
rar las  condiciones  propicias  que  tanto  han 
favorecido  el  desenvolvimiento  del  trabajo 
nacional,  y  á  alterar  en  el  orden  privado  las 
facilidades  escenciales  de  liquidación  de 
los  compromisos  internos,  á  la  pai*  que 
crea,  en  cuanto  á  los  oficiales,    nuevas  di- 


ficultades que  no  se  compensarán  con  los 
beneficios  aislados  de  empresas  y  casas  de 
comercio  extranjero  que  son  las  que  princi- 
palmente lucran  con  la  baja  del  oro. 

Sabemos  bien  que  en  esta  apreciación  nos 
separamos  de  las  ideas  preponderantes  en 
el  gobierno  y  en  la  prensa  del  país,  escepcióu 
hecha  de  nuestro  ilustrado  colega  «El  Dia- 
rio», pero  tenemos  plenísima  conciencia  de 
lo  que  afií-mamos. 

En  el  orden  económico  hay  que  observar 
prolijamente  y  distinguir  con  claridad,  so 
pena  de  incurrir  en  los  más  graves  y  per- 
judiciales errores. 

La  valorización  de  los  bienes  generales  no 
es  lo  mismo  que  la  valorización  de  las  mone- 
das; una  y  otra  son  mas  bien  fenómenos  fun- 
damentalmente antagónicos,  así  como  es  me- 
nester tener  presente  el  error  que  encierra 
el  considerar  el  valor  escrito  de  los  billetes 
como  su  par  ó  tipo  normal,  puesto  que  para 
las  transacciones,  el  verdadero  tipo  á  la  par 
es  el  que  corresponda  á  la  relación  de  los 
billetes  con  los  demás  valores;  de  modo  que 
toda  valorización  no  importa  mas  que  bene- 
ficiar la  situación  de  los  que  tengan  que  co- 
brar á  cspensas  de  los  quotenganque  pagar, 
al  mismo  tiempo  que,  como  lo  vamos  á  de- 
mostrar, viene  á  favorecer  á  los  que  tienen 
que  importar  á  espensas  de  los  que  tienen 
que  producir. 

La  experiencia  universal  ya  ha  compi-o- 
bado  la  falsedad  del  principio  de  la  rcgln- 
mentación  natural  de  la  moneda,  fundado 
en  el  equilibrio  que  se  creía  conseguir  con 
una  compensación  matemática  del  aumento 
ó  disminución  de  la  cantidad  de  ésta  por  el 
alzaóbajade  los  precios,  demostrando  quela 


94 


Revista  Económica 


primera  es  elemento  de  espansión,  y  que  la 
mayor  demanda  que  provoca  puede  compen- 
sai'lo,  mientras  que  la  disminución  no  ataca 
solo  los  precios,  sino  el  giro  y  la  solvencia  ge- 
neral, aparte  de  que  las  espansionesó  restric- 
ciones de  numerario,  actuando  sobre  las  de- 
mandas de  distinto  modo,  y  luchando  con 
los  liábitos  que  tanto  influyen  en  los  precios, 
subvierten  las  condiciones  generales  econó- 
micas de  la  producción  y  délos  consumos, 
con  la  particularidad  de  que  las  valorizacio- 
nes o  relativa  escasez  del  medio  circulante, 
importan  siempi-e  una  desventaja  en  la  esfe- 
ra de  la  concurrencia  universal. 

Emilio  Laveleye  establece  que  la  rarifi- 
cación  del  medio  circulante,  que  en  el  caso 
Argentino  puede  traducirse  por  su  valori- 
zación, «importa  la  baja  de  los  precios  nopro- 
ducida  por  la  abundancia  de  los  productos,  ó 
lo  que  es  lo  mismo,  la  crisis  lenta,  insidiosa. 
continua;  es  el  arrendatario  que  no  puede 
pagar  sus  arrendamientos;  es  la  tierra  que 
vuelve  á  quedar  inculta;  es  el  comerciante 
oltligado  á  pagar  mas  caro  de  lo  que  há 
comprado;  es  el  industrial  en  el  caso  de  fa- 
bricar los  productos  con  pérdida;  es  la  de- 
presión de  los  negocios,  y,  por  consecuencia 
la  baja  de  los  salarios.» 

El  ejemplo  de  la  República  Argentina 
es  análogo  al  de  la  India.  La  valorización 
del  medio  circulante  sería,  en  sus  con- 
diciones presentes,  la  pérdida  de  ventajas  en 
que.se  funda  su  actual  prosperidad  agríco- 
la é  industrial. 

Elcaso  de  la  India  ha  sido  detenidamente 
estudiado  por  las  dos  comisiones  inglesas, 
creadas,  la  una  para  investigar  las  causas 
de  la  depresión  del  comercio,  y  la  otra,  para 
informar  sóbrelas  cuestiones  referentes  á 
la  cii-culación  deloro  y  de  la  plata,  asi  como 
por  numerosas  comisiones  y  autoridades  en 
materias  comerciales.  —  Las  investigacio- 
nes á  que  procedieron  han  comprobado 
que  no  obstante  la  baja  de  un  27  o>  en  la 
plata,  que  constituye  el  medio  circulante 
de  esa  posesión  británica,  en  1884,  los  precios 
de  la  mano  de  obra,  de  la  tierra,  casi  todos 
los  costos  de  la  producción,  no  habían  au- 
mentado, de  modo  que  los  artículos  de  ex- 
portación vendibles  á  oro  venían  á  produ- 
cir tanto  más  á  la  agricultura  y  á  las  indus- 
trias indianas  cuanto  más  ascendía   la  pri- 


madel  oro,  al  propiotiempoque  losartículos 
de  importación  resultaban,  en  la  moneda  de 
la  India,  sobrecargados  por  esa  prima. 

M.  Greenfell,  antiguo  Gobernador  del  Ban- 
co de  Inglaterra,  ha  caliñcado  esa  deprecia- 
ción de  la  plata  de  un  derecho  protector  en  la 
Indiade27  -'o  contra  los  productores  europeos. 
El  señor  L.  R.  Everett  representante  de  una 
Cámara  de  agricultura  inglesa,  agregaba, 
con  e.ste  motivo,  en  el  Congreso  celebrado  en 
Manchesterel  5de  Abril  de  1888,  las  siguien- 
tes palabras  que  recomendamos  á  los  oristas 
extremos  de  la  otra  margen  del  Plata,  y  en 
esta,  á  los  inconcientes  partidarios  de  la  valo- 
rización del  papel. 

'Tal  es.  dice,  exactamente  la  situación  en 
que  nosotros,  agricultores  de  la  Gran  Breta- 
ña, nos  encontramos  enfrente  de  los  concu- 
rrentes de  los  países  con  cii'culación  á  plata, 
que  pueden  vender  sus  productos  con  una 
rebaja  de  20  á  2o  o  o,  calculado  en  nuestra 
moneda  de  oro,  y  realizando  los  mismos 
beneficios  que  antes.— Es  inevitable  que  la 
cultura  del  trigo  y  de  la  tierra  misma  en 
todo  el  territorio  inglés  perecerá,  si  este  e.s- 
tado  de  cosas  se  prolonga.» 

Desde  el  punto  de  vista  industrial,  la  opi- 
nión de  Mr.  Greenfell  aparece  también  com- 
pletamente comprobada,  habiendo  provoca- 
do en  la  India,  la  prima  de  la  depreciación  de 
su  moneda,  tal  movimiento  industrial  que 
hasta  para  la  provisión  de  tejidos  ella  se 
emancipó  de  Inglaterra.  Las  fábricas  de 
Manchester  se  cierran  para  abrir.se  en  Bom- 
bay  y.  de.senvuelta  esta  industria,  la  India 
no.se  limita  á  emanciparse  de  la  importa- 
ción de  tejidos  sino  que  va  más  lejos,  .se 
vuelve  á  su  vez  exportadora  y  con  mano  de 
obra  más  barata,  hace  ya  concurrencia  ven- 
tajosa á  la  Inglatei'ra  en  los  mercados  de  la 
China. 

La  depreciación  de  la  moneda  sólo  perju- 
dica en  la  India  á  los  que  tienen  que  pagar 
servicios  exteriores  en  oro. 

La  analogía  con  lo  que  entre  nosotros  su- 
cede es,  como  se  ha  visto,  tan  completa,  que 
su  ejemplo  no  puede  dejar  de  aprovechar.'^e. 

Aunque  no  se  haya  procedido  aquí  á  tan 
pi'olijas  inve'^tigaciones  como  las  délos  ingle- 
ses, es  de  todos  notorio  que,  en  general,  la 
baja  del  papel  no  ha  afectado  ni  los  arrenda- 
mientos de  los  campos,  ni  las  locacioues  ur- 


DEL  Rio  DE  LA  PLATA 


95 


bañas  que  se  rig-en  por  la  oferta  y  la  de- 
manda local,  ni  gran  parte  de  los  artículos 
nacionales  de  alimentación,  ni  los  salarios, 
de  un  modo  sensible,  mientras  que  los  pro- 
ductos de  exportación  han  visto  aumentar 
sus  precios  en  papel  y  se  han  encarecido  los 
productos  industriales  extranjeros  casi  en 
la  proporción  en  que  este  so  ha  desvalori- 
zado. 

Tal  es  la  explicación  del  desenvolvi- 
miento que  se  nota  en  la  producción  ag-rí- 
cola  é  industrial  de  todo  el  país,  no  obstante 
la  crisis  que  por  diversas  causas  se  ha  pro- 
ducido. 

La  valorización  del  papel  es  el  cambio  de 
estas  condiciones  propicias;  i-especto  de  las 
industrias  agrícolas  es  la  disminución  de 
producto  sin  disminución  de  costo  aprecit:- 
ble,  puesto  que  arrendamientos  y  salarios  se 
pagarán  lo  mismo,  esté  el  papel  á  cuatro- 
cientos, á  trescientos  ó  á  doscientos,  y  los 
fletes  no  han  de  bajarse  tampoco  como  baja 
el  precio  de  los  productos  agrícolas  en  la 
proporción  de  la  valorización;  para  las  in- 
dustrias urbanas,  es  la  baja  del  costo  y  la 
baja  de  los  derechos  de  los  artículos  de 
producción  extranjera  concurrente,  sin  ,1a 
compensación  de  una  baja  correlativa  en  los 
costos  de  la  producción  nacional. 

Vemos  por  esto,  en  el  movimiento  de  va- 
lorización, el  peligro  de  una  crisis  que 
afectaría  lo  único  sano  y  lo  único  próspero 
que  en  el  orden  económico  subsiste  en  el 
pais,  y  éste  grave  mal  no  tendrá  compen- 
sación porque,  si  por  una  parte  se  facilitan 
por  éste  medio  los  pagvjs  al  estrangero  del 
comercio,  por  otro  se  neutraliza  el  alza  de  los 
valores  nacionales  y  el  aumento  de  la  pro- 
ducción que  deben  facilitar  las  liquidacio- 
nes pendientes. 

Considerando  el  asuntodel  punto  de  vista 
de  los  compromisos  de  la  Hacienda  Nacional, 
la  valorización  del  papel,  con  el  sistema  de 
cobrar  en  éste  los  derechos  según  el  tipo  del 
oro,  importará  maj'or  descenso  de  rentas  que 
ahorros  en  los  pagos  á  oro  que  se  tengan 
que  efectuar. 

Dejándose  hacer  y  dejándose  pasar  las 
cosas,  sin  que  medida  alguna  de  carácter 
general  venga  á  modificarlas,  tendremos 
que  la  mejora  de  las  condiciones  del  país, 
que  estendiendo  el  uso  de  la  moneda  la  va- 


loriza, encontrará  en  el  mismo  hecho  de  la 
valorización  una  fuerza  adversa  que  com- 
pi'imirá  toda  reacción  favorable  en  las  con- 
diciones económicas  de  la  República,  ata- 
cando las  fuentes  de  la  producción  y  la  li- 
quidación de  los  negocios. 

De  ahí,  de  esa  lucha,  un  malestar  de  una 
parte  y  por  otra  un  límite  forzosamente  cir- 
cunscrito al  movimiento  valorizador. 

Si  en  vez  de  tratar  de  normalizar  el  tipo 
del  papel  en  los  límites  en  que  actualmente 
se  encuentra  y  de  remediar  toda  falta  de 
medio  circulante,  se  adoptase  como  norma 
el  insensato  ideal  de  su  valorización,  de 
modo  á  acercarlo  á  su  valor  escrito,  el 
poder  industrial  del  país  se  vería  en  bre- 
ve anulado,  las  linuidaciones  pendientes 
dificultadas  y,  ala  crisis  comercial  y  déla 
especulación,  tendríamos  que  se  ag-regaria 
la  de  la  producción  en  toda  la  esten.si(3n  de 
la  República. 

Las  fluctuaciones  de  la  moneda  son  un 
mal,  pero  los  movimientos  de  depreciación 
nunca  alcazan  á  igualar  en  sus  efectos  per- 
judícales á  los  que  presenta  la  valorización; 
aquellas  perturban,  esta  arruina. 

La  ci'ísis  que  sobrevino  en  Ingiateri-a 
con  el  alza  y  la  conversión  á  la  par  de  los  bi- 
lletes emitidos  durante  las  guerras  con  Na- 
poleón L  es  uno  de  los  grandes  ejemplos  de 
los  inconvenientes  y  de  las  ruinas  que  son 
siempre  la  consecuencia  de  la  apreciación 
del  medio  circulante. 

Al  tratarse  de  volver  en  Inglaterra  á  la 
conversión,  se  propuso  en  el  Parlamento  re- 
ducir las  libras  á  15  shelines  con  el  objeto 
de  hacer  menos  sensible  la  alteración  que 
se  produciría  con  el  restablecimiento  de  la 
conversión.  La  idea  no  fué  aceptada,  y  para 
que  puedan  apreciárselos  efectos  prácticos 
de  este  error,  las  consecuencias  de  la  valori- 
zación del  papel,  trancribiremos  las  obser- 
vaciones de  J.  B.  Say,  que  encontramos  en 
una  de  sus  notas  en  las  obras  de  Storch. 

La  primera  medida  adoptada  por  el  Banco 
de  Inglaten-a  para  valorizar  sus  billetes  y 
prepararse  para  la  conversión,  fué  la  de  res- 
tringir su  circulación,  lo  que,  sin  embargo, 
no  realizó  en  vasta  proporción.  Lo  que  mas 
contribuyó  á  la  valorización  de  sus  billetes 
fué  el  aumento  de  población  y  de  transac- 
ciones. 


96 


Rev/sta  Económica 


«¿Cuáles  fueron,  pregunta  J.  B.  Say, 
los  efectos  de  esa  valorización  de  la  moneda 
en  la  economía  social  de  Inglaterra? » 

«La  moneda  corriente  de  Inglaterra  (bi- 
lletes de  Banco)  habiendo  aumentado  de  va- 
lor en  la  proporción  de  100  á  150,  próxima- 
mente, todas  las  personas  que  contrataron 
obligaciones  de  pagar  100  durante  la  de- 
preciación, tuvieron  que  saldarlas  con  150. 
Se  comprometieron  á  pagar  un  valor  que 
conocían  con  el  nombre  de  100  libras  ester- 
linas, y  fueron  obligados,  con  el  mismo 
nombre,  á  pagar  un  valor  mucho  más  fuer- 
te que  el  valor  estipulado,  l'n  agricultor, 
por  ejemplo,  que  se  había  comprometido  á 
pagar  k  su  propietario  durante  diez  y  ocho 
años  un  ari-endamiento  de  100  libras,  valor 
en  el  momento  del  contrato,  paga  ahora  con 
el  mismo  nombre  de  100  libras  esterlinas  un 
valor  igual  á  150  libras  esterlinas.  Y  como 
los  productos  de  la  tierra  han  bajado  en  pro- 
porción del  aumento  del  valor  de  la  moneda, 
y  todavía  más,  ya  ho\'  no  vende  su  trigo 
mas  que  á  45  chelines  el  cuarter,  mientras 
que  el  precio  corriente  cuando  celebró  .su 
contrato  de  arrendamiento  era  de  75  cheli- 
nes. Debido  á  esto,  la  mayor  parte  de  los 
arrendatarios  se  arruinaron,  y  una  vez  arrui- 
nados los  propietarios  perdieron  su  renta. 

«Lo  contrario  sucedió  con  los  funciona- 
rios públicos;  r.us  sueldos  habían  sido  au- 
mentadosen  la  época  de  la  depreciación  de 
la  moneda  y  no  se  redujeron  cuando  vino 
la  valorización.  Los  rentistas  que  habían 
prestado  una  moneda  depreciada  cobraban 
sus  intereses  en  moneda  valorizada  qvie  era 
lo  mismo  que  habiendo  prestado  200  libras 
recibir  el  interés  de  trescientas.  El  servicio 
de  las  deudas,  los  sueldos,  las  pensiones  que 
forman  nueve  decimos  de  los  gastos  del  E.sta- 
do,  no  habiendo  sido  disminuidos  de  un  mo- 
dosensible,losimpuestosno  se  disminuyeron 
al  valorizársela  moneda.  Pero  ¿con  que  los 
productores  pagaban  sus  impuestos?,  con 
los  beneficios  etc.  que  bajaron  en  la  propor- 
ción de  la  baja  de  los  productos.  De  ahí 
gran  desorden  en  la  fortuna  de  los  pro 
pietarios  territoriales  y  en  las  clases  laborio- 
sas de  la  sociedad». 

Juan  Bautista  Say,  dice  por  ultimo,  que 
«te  reinh'ff ración  del  valor  monetario,  fué 
mas  funesto  d  la  Inglaterra,  aimqiie  no  se 


irataha  más  que  de  tina  xalorización  de  iOO  á 
150,  que  lo  que  liabia  sido  su  depreciación; 
más  funesta  que  lo  que  fué  para  la  Francia 
el  descrédito  completo  de  los  asimilados». 

Economistas  distinguidos  de  nuestra  épo- 
ca reconocen  los  efectos  ruinosos,  devasta- 
dores del  trabajo  nacional,  y  germinadores 
de  crisis,  que  producen  las  valorizaciones  de 
moneda,  pero,  para  no  estendernos  dema- 
siado nos  limitaremos  á  hacer  ver  como  la 
Austria  Hungría,  al  volver  al  régimen  me- 
tálico, trata  de  evitar  el  inconveniente  fu- 
nesto de  una  valorización  de  moneda. 

El  informe  de  D.  Richard  Lieben  de  la 
Cámara  de  Comercio  de  Viena  sobre  la  re- 
forma monetaria  en  .\ustria  Hungría  .sos- 
tiene que.  aiin  cuando  la  moneda  metálica 
del  Imperio  tenga  que  diferenciarse  de  la 
de  los  países  vecinos,  no  debe  establecerse  la 
alteración  de  lo  que  actualmente  represen- 
ta el  papel  inconvertible. 

«Es  indudable  dice,  que  los  intereses  del 
comei'ciude  exportación  serian  gravemente 
pei-Judicados,  sí  como  se  cree  la  reforma  mo- 
netaria tuviese  por  objeto  fijar  en  2  marcos 
el  valor  del  florín.  Una  medida  semejante 
perjudicaría  además  muchos  otros  intere- 
ses. Sucedería  todo  lo  contrario  sí  ésta  re- 
forma consistiese,  como  debe  consistir,  en  dar 
al  florín  su  valor  actual,  que  quedaría  fijo 
é  invariable.» 

Courcelle  Seneuil  no  vacila  en  condenar 
el  sistema  de  valorización  del  papel  adopta- 
do en  Inglaterra,  al  volver  de  la  inconver- 
sión,  «por  alterar  los  contratos  en  perjuicio 
de  los  deudores  como  se  habian  alterado  en 
la  época  de  las  emisiones  en  perjuicio  de  los 
acreedores,  agregando  que  una  medida  se- 
mejante debe  necesariamente  deprimir  la 
mayor  parte  de  las  transacciones,  » — Consi- 
dera que  fué  mas  juicioso  y  mas  equitativo 
el  preceder  de  la  Rusia  cuando,  el  P  de 
Julio  de  1839,  dispuso  la  conversión  cam- 
biándose los  billetes  antiguos  por  billetes 
metálicos  á  razón  de  3 '/,  porque  era  el  precio 
del  día. 

Ese  procedimiento  acertado  lo  adoptó  tam- 
bién Buenos  Aires  cuando  convirtió  sus 
billetes  á  25  por  1,  que  era  el  precio  co- 
rriente. 

El  ejemplo  Norte  Americano,  aunque  fué 
muy  lenta  la  valorización,  comprueba  igual- 


DEL  Rio  de  la  Plata 


97 


mente  como  ésta  no  puede  efectuarse  jamús 
sin  graves  daños  para  la  producción  y  sin 
provocar  g-raves  crisis  que  pueden  degene- 
rar en  pánicos,  como  el  de  1873  en  los  Esta- 
dos Unidos  y  malestares  prolongados  como 
tuvo  ese  país,  no  obstante  sus  grandes  fuer- 
zas de  espansión  económica,  desde  esa  fech  a 
hasta  ya  entrado  el  año  de  I8'i9. 

Es  de  advertir  que  la  valorización  operada 
desde  1865,  al  finalizar  la  guerra  apenas  fué 
en  14:  años  de  29  c.  por  dollar. 

La  ciencia  y  la  experiencia  universal  es- 
tán, como  se  vé,  indicándonos  como  incurren 
en  lamentable  error  los  que  aplauden  y  los 
que  impulsan  la  baja  de  oro  como  un  ideal 
de  bien  estar  y  de  prosperidad  nacional. 

Ella  podrá  convenir  á  una  minoria  del  país 
y  á  los  acreedores  é  introductores  estrange- 
ros,  pero,  en  cambio,  es  la  dificultad  para  la 
liquidación  déla  mayor  parte  de  los  crédi- 
tos aquí  pendientes,  es  detener  el  traba- 
jo industrial  urbano;  es  restringir  la  pro- 
ducción agrícola;  es  disminuir  los  bene- 
ficios de  la  ganadería  y  detener  la  reacción 
que  empieza  á  manifestarse  en  el  valor  ter- 
ritorial; es  crear  mayores  trastornos  que  los 
que  produjeron  la  depreciación. 

Lo  que  debemos  buscar  no  es  la  valoriza- 
ción, sino  la  normalización  del  medio  circu- 
lante, y,  mientras  ésta  no  sea  posible,  hay 
que  evitar  que  aquella  se  acentúe,  lo  que 
el  Banco  de  la  Nación  tiene  en  sus  manos, 
sin  que  lo  que  decimos  importe  aconsejar 
que  deba  abrirse  de  nuevo  la  puerta  á  emi- 
siones de  papel  para  entregarlo  á  la  especu- 
lación ó  al  favoritismo,  pues  entre  el  uso 
discreto  y  el  abuso  ha^'  un  abismo. 


la  nayegacion  del  Rio  de  la  Plata 

A  COMIENZOS  DEL  SIGLO  XIX 


El  Río  de  la  Plata  gozaba  á  comienzos  de 
este  siglo  de  los  beneficios  de  la  libertad  co- 
mercial, habiéndose  igualado,  por  el  regla- 
mento de  12  de  octubre  1778,  su  navegación 
á  la  de  los  demás  puertos  habilitados  en  las 
Indias,  medida,  cuyo  planteamiento  se  re- 
tardó no  obstante  haber  desaparecido,  con 
la  estinción  de  los  galeones  y  de  las  flotas. 


las  razones  de  fomento  de  las  ferias  de  Poito- 
belo,  y  el  interés  de  los  monopolizadores  del 
comercio  del  Perú,  que  sirvieron  de  base 
para  que  á  pesar  de  las  representaciones  de 
Buenos  Aires,  se  conservasen  cerrados  estos 
puertos  con  raras  excepciones  hechas  de  tar- 
de en  tarde. 

Esto,  asi  como  el  haberse  deíalojado  á  los 
Portugueses  de  la  Colonia  del  Sacramento, 
permitió  autorizar,  á  la  vez,  el  comercio  ter- 
restre del  Río  de  la  Plata  con  Chile  y  el  Perú 
que  se  concedió  por  otra  Cédula  de  1778. 

Poco  antes  de  éstas  franquicias,  las  comu- 
nicaciones marítimas  del  Río  de  la  Plata 
habían  realizado  un  progreso  notable  con  el 
establecimiento  de  los  correos  marítimos 
españoles  que.  en  1765,  se  establecieron  con 
Montevideo,  y  que  salían  de  la  Coruña  cada 
dos  meses,  con  el  objeto  de  traer  la  correspon- 
dencia que  pasaba  al  Perú:  pero  éstos  eran 
buques  de  pequeño  porte,  como  lo  eran  los 
navíjs  de  avisos  que  desde  el  siglo  XVIseex- 
pedían  por  cuenta  del  comercio  de  España. 
Buques  que  no  excedían  de  cien  toneladas  y 
llevaban  poca  cai-ga,  teniéndose  en  vista 
para  ello  entre  otras  consideraciones  no  per- 
judicar «á  lo  velero  y  bien  regente  del  ba- 
xel». 

La  reforma  liberal,  tan  tardíamente  adop- 
tada, debía  producir  en  éste  un  efecto  pro- 
porcionalmente  mucho  más  considerable  que 
en  los  demás  vireA'natos. 

Suprimida  la  Aduana  seca  de  Córdoba  y 
libertada  la  navegación  del  Rio  de  la  Plata, 
éste  vino,  desde  luego,  á  ser  no  sólo  el  centro 
de  todo  el  comercio  del  Yireynato,  sino  tam- 
bién de  parte  del  de  Perú  y  del  de  Chile,  be- 
neficiándose principalmente  el  puerto  de 
Montevideo  debido  á  la  superioridad  que 
entonces  presentaba  para  las  comunicacio- 
nes ultramarinas. 

Esta  reforma  no  sólo  beneficiaba  á  las  co- 
lonias sino  que  también  debía  dar.  como  dio, 
por  resultado  un  considerable  desarrollo  en 
el  tráfico  de  la  Metrópoli. 

En  1795,  la  entrada  de  buques  al  puerto 
de  Montevideo,  procedentes  de  España,  as- 
cendió á  treinta  y  cuatro,  y  la  salida  con  des- 
tino á  la  misma,  fué  de  treinta  y  seis  bu- 
ques. 

En  el  siguiente  año  la  entrada  de  buques 
procedentes  de  España  a.scendió  á  setenta  y 


08 


Revista  Económica 


tres  y  la  salida  para  España  á  cincuenta  y 
uno,  lo  que  dá  un  aumento  de  entradas  y 
salidas  en  un  año  de  setenta  y  tres  por  cien- 
to. El  aumento  en  los  valores  importados  y 
exportados  fué  igualmente  muy  sensible, 
como  puede  apreciarse  por  las  sig-uientes 
cifras. 

En  1795,  el  total  del  valor  importado  de 
España  por  el  puerto  de  Montevideo  fué  de 
8  f.  1.927.464,02  y  el  total  de  la  exportación 
$  f.  4.784.114;  y  en  1796,  la  importación  su- 
bió á  $  f.  2.853.944,03  y  la  exportación  k$ 
ftes.  5.058.052,04. 

Es  de  advertir  que  ese  exeso  de  exporta- 
ción, no  fué  en  los  primeros  años,  formado 
por  la  salida  de  frutos  dados  en  cambio  de 
las  importaciones  sino,  principalmente,  por 
remesas  de  oi'o  y  plata  acuñado  y  en  pasta. 

En  la  exportación  de  1795  los  frutos  ascen- 
dieron á  S  f.  67-1.766;  en  1796.  la  expoi'ta- 
ción  de  frutos  subió  á  ^  f.  1.076,877  y.  al  fi- 
nalizar el  siglo,  en  1799.  la  exportación  de 
frutos  ya  habia  subido  á  $  f.  2  162.206,04 
igualando  con  corta  diferencia  el  valor  de 
los  metales  que  se  extraían  del  puerto  de 
Montevideo,  provenientes  en  su  mayor  par- 
te de  las  minas  del  Vire.ynato. 

Para  tener  una  idea  de  lo  que  ese  movi- 
miento representaba  para  Montevideo  ha^'' 
que  recordar  que  según  la  apreciación  de 
Azara,  la  Banda  Oriental  no  tenía  más  de 
30.000  habitantes  en  1796  y  avln  concedien- 
do á  su  Capital  un  30  ",o  de  la  población 
total,  proporción  que  sólo  alcanza  ahora 
debido á  una  superioridad  continuada  en  el 
desarrollo  de  la  ciudad  sobre  la  campaña, 
tenemos  que  el  valor  de  la  importación  y 
exportación  anual  alcanzaba  á  la  enorme 
relación  de  800  ps.  fts.  por  habitante,  que 
es  aproximadamente  cuatro  veces  la  pro- 
porción del  movimiento  actual. 

II 

Avín  cuando,  liaciéndose  cargo  Carlos  III 
de  la  importancia  délas  estadísticas  adua- 
neras, á  ün  de  apreciar  el  progreso  ó  deca- 
dencia del  comercio  y  las  retbrmas  aran- 
celarias necesarias,  dispuso,  por  real  orden 
de  2  de  Febrero  de  1787,  la  remesa  trimes- 
tral de  las  relaciones  de  mercaderías  que 
entrasen  y  saliesen  por  las  Aduanas  con 
la  espresión  de  su  valor,  procedenciah  ó  desti- 


no, pocos  datos,  y  sobre  todo  referentes  al 
Rio  de  la  Plata  se  han  publicado  respecto  de 
su  movimiento  comercial  hasta  fines  del  si- 
glo pasado,  y  los  que  encontramos  no  nos 
permiten  ningún  estudio  sistemático  del 
movimiento  de  sus  puertos. 

Más  afortunados  somos  con  los  primeros 
años  de  este  siglo,  pues  hemos  podido 
conocer  el  movimiento  diario  de  los  puertos 
de  Montevideo,  Buenos  Aires  y  la  Ensenada 
desde  21  de  Mayo  de  1803  hasta  fines  de 
Junio  de  1806,  en  que  tuvo  lugar  la  primera 
invasión  inglesa. 

Los  datos  que  encontramos  comprenden, 
además  de  las  entradas  y  salidas  de  buques, 
sus  manifiestos,  nombres  de  sus  capitanes 
y  cargadores,  así  como  la  fecha  de  salida 
y  llegada  de  los  buques,  lo  que  permite  no 
sólo  el  estudio  que  emprendemos,  sino  tam- 
bién confeccionar  una  e.stadística  del  co- 
mercio de  importación  y  exportación  tan 
completa  como  las  que  se  publican  aquí 
anualmente,  trabajo  que  nos  proponemos 
hacer  en  otra  oportunidad. 

Limitándonos  á  investigar  por  hoy  el  mo- 
vimiento marítimo,  estudiaremos  ante  todo 
las  entradas  y  salidas  de  los  diversos  puertos 
del  Rio  de  la  Plata,  determinando  clases  y 
banderas  y  conservando  las  denominaciones 
diversas  que  figuran  en  los  registros  de 
Aduana. 

Los|siguientes  cuadros,  que.son  el  resumen 
del  movimiento  diario,  dan  una  idea  exacta 
delaimportancia  de  los  diversos  puertos  y 
del  comercio  que  por  ellos  se  hacía. 

NJMEBO  Y  CLASE  D[  BUQUES  ENTRADOS  Y  SALIDOS 

PUERTO  DE  MONTEVIDEO 

ENTRADAS  (1) 

Clase  1803   1804  1805   1806 

1»  de  Jun.  Primer 

á  31  Dic.  Semestre 

Zumacas 2  1  6  2 

Fragatas 50  75  51  20 

Bergantines...  20  41  35  19 

Polacras 6  10  1  1 

(\)  En  1"  de  Junio  de  ISO.^)  habla  en  el  puerto  de 
Montevideo,  á  la  carga  20  buques,  de  los  cuales,  2  para 
Cádiz,  2  para  Barcelona.  4  para  la  Habana,  2  para  Bur- 
deos, 1  para  líamburgo,  1  para  Málaga,  5  para  la  ex- 
tranjería y  3  para  Rio  de  .Janeiro.  —  De  éstos  eran  11 
fragatas.  4  polacras.  1  zuniacá.  3  bergantines  y  1  go- 
leta. 


DEL  Rio  de  la  Plata 


09 


Bricks 

Goletas... 
Corbetas . . 
Correos . . . 
Navios  . . . 
Balandras 

Barcas 

Lugres 

Místicos  . . 
Lanchas . . 


1  — 

1  2 


84 


134      109 


Clases 


SALIDAS 

1803      1804 

]'»  de  .Tun. 
á  31  Dic. 


Zumacas 4 

Fragatas 30 

Bergantines . . .  28 

Pnlacras 8 

Goletas 1 

Págalas — 

Correos 1 

Paquetes — 

Corbetas — 

Barcas 

Escomas — 

Urcas — 

Balandras — 

Lugres — 


32 

11 

1 


1805 


32 

25 

1 


49 


1806 

Primer 
S  emestre 
2 

25 


24 


2        —  — 


1  — 


(57  47        73  55 

PUERTO  DE  BUENOS  AIRES 

ENTRADAS 

Clases  1803      1804    1805      1806 


Zumacas  .. . 
Bergantines 
Balandra . . . 

Fragata 

Goletas 


1"  de  Jun. 
áSlDic. 

1 


5 

16 


Primer 
Semestre 

1 

3 


1  —        — 


Clases 


10  11 

SALIDAS 

1803  1804 

I"  de  Jim. 
á  31  Dic. 

Fragatas 2  4 

Bergantines ...        8  21 

Goletas —  2 

Zumacas —  1 


25 


1805      1806 

Primer 

Semestre 


Balandras 
Barcas 


lo    29    16 
PUERTO  DE  LA  ENSENADA 

ENTRADAS 

Clases  1803 


Fragatas  . . . 
Bergantines 


Clase 

Fi'agatas  . . 
Bergantine; 
Zumacas  .. 
Corbetas 


1804  1805      1806 

]"  de  Jim.  Primer 

á  31  Dic.  Semestre 

4              2  2       sin  iiKiv'to 

2              1  -              ■> 


6  3 

SALIDAS 

1803      1804 


2  — 


1805      1806 


V'  de  .)u)i. 
á  31  Die- 

9 

.       13 

2 

1 


Primer 
Semestre 

sin  niov"t« 


25  7  3  — 

N'JM[RO  DE  BUOÜES  SEG'JN  BANDERA 
PUERTO    DE    MONTEVIDEO 

ENTRADAS 

Bandera 

Españoles 

Franceses 

Americanos 

Ingleses 

Portugueses — 
Hamburgueses. 

Prusianos 

Dinamarqueses. 

Holandeses 

Sin  especificar. 


Bandera 


Americanos.. . 
Sin  especificar. 


1803 

1804 

1805 

1806 

1"  de  .luii. 
á31  Dic. 

Primer 
Semestre 

78 

119 

47 

16 

4 

4 

— 

— 

1 

4 

20 

15 

1 

3 

4 

— 

— 

3 

30 

14 

— 

— 

6 

1 



— 

1 

— 

— 

— 

1 

2 

— 

1 

— 

1 

84 

134 

109 

49 

SALIDAS 

1803 

1804 

1805 

1806 

1"  de  Jun. 
á  31  Dic. 

Primer 
Semestre 

64 

41 

34 

24 

11 

— 

— 

— 

1 

-- 

15 

13 



6 

1 

1 

100 


Revista  Económica 


Ihiiiilmi'g'ueses.  — 
rurtug-Lieses. . .  — 
Prusianos — 


lU 


76  47        73 

PlíERTO  ÜE  BUENOS  AIRES 

ENTRADAS 


U 
1 

53 


Bandera 

]Si)3 

1"  (!.'  Jun. 
áHl  I»¡c'. 

1804 

ISOÓ 

1806 

Primor 
Somestre 

Españoles 

0 

14 

19 

4 

Portug-ueses . . 

1 

2 

() 

— 

X.  Americanos 

— 

1 

— 

— 

Sin  específlcar 

— 

3 

— 

— 

10  20  25  4 

SALIDAS 

Bandera             1803  1804  18(jó    1806 

1"  lie  .luii.  Primer 
á ;-!!  I)ic.                               Semestre 

Españoles 10  23  14  9 

Portugaleses ...         -  —  2  — 

Americanos —  1  —  — 

Haml)ui-g-aeses.      —  ]  __.  _ 

l<'i-anceses —  1  —  — 

Ing-leses 1  —  — 

Sin  especiftcaí-.      —  2  —  — 


lo 


2!» 


16 


9 


PUERTO  1)K  LA  ENSENADA 

ENTRADAS 


Bandera 

1803 

1"  de  Jun. 
á  31  Dic. 

1804 

1805 

1806 

Primer 
Semestre 

Fspañoles 

3 

1 

— 

sin  mot'lu 

Hamburgueses. 

2 

— 

1 

» 

N.  Americanos. 

1 

1 

1 

» 

Sin  especificar. 

— 

1 

— 

» 

(•) 

3 

o 



SALIDA 

s 

Bandera 

1803 

!■•  il.'  .Iiiii. 
a.Hl  liif. 

18U4 

1805 

1806 

Primer 
Semestre 

Esp:iñiiles 

12 

1 

2 

s¡U  muí  "tu 

J^ortugueses.. . 

3 

— 

1 

,v 

Dinamarqueses 

1 

— 

— 

» 

N.  Americanos. 

1 

3 

_ 

» 

Sin  especificar. 

7 

2 

— 

» 

Hamburg-ueses. 

— 

1 

— 

>> 

24 


En  ¡os  buques  salidos  del  Puerto  de  Mon- 
tevideo .solo  fig-uran  los  que  son  despacha- 
dos con  cargra,  y  no  se  mencionan  los  que 
salieron  dee.se  puerto  para  verificar  su  carga- 
mento ú  Buenos  Aii'es.y  á  la  Ensenada:  tam- 
poco en  e.stos  puntos  ellos  figuran  en  las 
entradas. 

Cuando,  como  se  ha  visto,  la  entrada  de 
buques  en  el  puerto  de  Montevideo  era,  en 
1793  de  34  y  en  1796  de  73,  ésta  ascendió  so- 
lamente en  el  segando  semestre  de  1803  á  84 
buques  y  en  el  año  de  1804  á  134,  de.scen- 
diendo  en  1805  á  109  buques  y  en  el  1er.  .se- 
mestre de  1806  á  49,  debido  á  las  causas  que 
mas  adelante  espondremos. 

En  cuanto  á  las  salidas,  que  en  1795  fue- 
ron de  36  y  en  1796  de  51,  encontramos  que 
ellas  suben  en  el  segundo  semestre  de  1803  á 
76 buque.s.  limitándose  en  ]804á47,  para  vol- 
ver á  a.scender  en  1805  á  73  3^  en  el  primer 
seme.stre  de  1806  á  53  buques. 

El  movimiento  del  puerto  de  Buenos  Ai- 
res, que  en  el  segundo  seme.stre  de  1803 
presenta  una  entrada  de  solo  10  l)uque.s.  es 
de  11  en  1804,  de  25  en  1805,  bajando  solo  en 
el  1er.  semestre  de  1806,— Sus  .salidas  delO 
que  eran  en  el  segundo  semestre  de  1803, 
suben  en  1804  á  29,  bajando  en  1805  á  16  y  á 
8  en  el  primer  seme.stre  de  1806. 

El  Puerto  de  la  Ensenada  ofrece  una  dis- 
minución constante  y  notabilísima.  En  el 
segundo  .semestre  de  1803,  tenia  una  entra- 
da de  6  buques  y  una  salida  de  25,  dos  y  me- 
dia veces  mas  que  la  de  Buenos  Aires;  pero 
en  1804  las  entradas  bajan  á  3  3- las  salidas  á 
7,  y  en  1805,  las  primeras  á  2  y  las  segun- 
das á  3,  suprimiéndose  en  el  primer  semes- 
tre de  1806  el  movimiento  comercial  por 
e.se  punto,  lo  que  se  esplica  principalmente 
por  la  falta  en  él  de  un  centro  comercial 
lo  que  hacia  de.sventajosas  las  operaciones 
que  podrían  facilitar  las  condiciones  natu- 
rales del  puerto. 

Englobando  el  movimiento  marítimo  de 
Montevideo  con  eljde  Buenos  Aires  y  el  de 
la  Ensenada,  tenemos  en'el  segundo  semes- 
tre de  1803.  100  buques  entj-ados  y  102  sa- 
lidos, en  1804,  á  148  entrados  y  83  salidos, 
en  1805,  á  136  entrados  y  92  salidos,  y  en  el 
primer  seme.stre  de  1806  á  53  entrados^J''  63 
salidos,  lo  que  regulariza  mas  el  movimiento 
I  y  hace  menos  notable  la  baja  en  la.s  salidas 


DEL    Rio  DE  LA  PLATA 


101 


■del  Puerto  de  Montavideo  en  1804.  que  se 
acercau  ú  las  de  1805  debido  al  aumento  de 
espoi'taciones  pov  Buenos  Aires. 

Queda  sin  embargo  subsistente  el  hecho 
de  que  el  movimiento  marítimo  que  habia 
ido  en  aumento,  se  redujo  en  una  fuerte 
proporción  desde  1804. 

La  clase  de  los  buques  destinados  al  co- 
mercio de  los  tres  puertos,  también  se  presta 
á  diversas  consideraciones. 

De  316  buques  entrados  en  el  puerto  de 
Montevideo  de  Junio  de  1803  á  Junio  de 
1806,  196  eran  fragatas,  115  bergantines,  y 
65  buques  de  diversas  clases;  mientras  que 
en  Buenos  Aires,  por  las  malas  condiciones 
de  su  puerto,  de  los  50  buques  entrados  en 
ese  mismo  tiempo,  solo  uno  era  fragata  y  los 
demás  eran  36  bergantines,  9  zu macas,  3 
goletas  y  1  balandra. 

El  movimiento  de  la  Ensenada,  bajo  ese 
aspecto  se  asemeja  al  de  Montevideo  puesto 
que  de  11  buques  entrados  8  eran  fragatas,  y 
bergantines  los  3  restantes. 

En  cuanto  á  las  banderas  no  encontra- 
mos ninguna  particularidad  que  merezca 
estudiarse  proveniente  de  la  diversidad  de 
puertos,  pero,  en  cambio  es  notable  la  dis- 
minución de  la  proporción  de  la  bandera  es- 
pañola desde  1804. 

Analizando  el  movimiento  del  Puerto 
de  Montevideo,  nos  encontramos  con  que  en 
el  segundo  semestre  de  1803,  de  84  buques 
entrados  78  son  españoles  y  solo  6  extrange- 
ros;  en  1804  de  134,  son  españoles  119;  en 
1805,  hay  solamente  en  109  buques  entra- 
dos 47  españoles;  y  en  el  primer  semestre 
de  1806,  de  49  buques  entrados  no  hubo 
más  que  16  españoles. 

En  buques  franceses  encontramos  4  en 

1803,  4  en  1804,  y  ninguno  en  1805  y  1806, 
Ingleses  entraron  1  en  1803,  3  en  1804  y  4 

en  1805,  siendo  todos  presas.  De  esta  bandera 
.solo  un  buque  aparece  comerciando  en  el 
Rio  déla  Plata,  que  es  una  fragata  salida  de 
Buenos  Aires  en  Septiembre  de  1804.  Ade- 
más en  1803  ha3'  un  buque  norte  america- 
no, bandera  que  figura   por  4  buques  en 

1804,  20  en  1805  y  15  en  el  1er.  semestre  de 
1806. 

Los  portugueses  que  empiezan  á  figurar 
en  1804  con  3  buques:  tienen,  en  1805,  30  bu- 
ques y  14  en  el  primer  semestre  de  1806. 


En  1804  entra  un  corsario  holandas. 

Las  demás  banderas,  que,  aiuuiue  en  me- 
nor escala,  comerciaron  en  ese  periodo  en  el 
Rio  de  la  Plata,  fueron  la  hamburguesa,  la 
prusiana  y  la  dinamarquesa. 

III 

Las  cifras  del  movimiento  marítimo  que 
hemos  analizado  no  pueden  esplicarse  por  el 
simple  desenvolvimiento  de  las  leyes  eco- 
micas  y  las  reglamentaciones  más  ó  menos 
liberales  ó  restrictivas  del  comercio.  El  Río 
de  la  Plata,  colonia  de  España  que  há  es- 
tado envuelta  en  casi  todas  las  complica- 
ciones europeas  que  ensangrentaron  el 
mundo  en  la  última  parte  del  siglo  XA' III 
y  principios  del  actual,  y  con  la  práctica 
de  la  guerra  de  corso,  natural  era  que  su 
movimiento  marítimo  haya  estado  de  con- 
tinuo sugeto  á  las  inquietudes  y  hosti- 
lidades políticas.  Precisamente  en  el  pe- 
ríodo que  estudiamos,  la  navegación  co- 
mercial del  Rio  de  la  Plata  iba  á  hallarse 
mezclada  á  ruidosos  y  extraordinarios  acon- 
tecimientos, de  todo  lo  cual  no  puede  pres- 
cindirse  en  un  estudio  de  nuestro  movi- 
miento marítimo  Colonial. 

La  habilitación  comercial  del  Rio  de  la 
Plata  nació  en  las  condiciones  desventajo- 
sísimas que  le  creaban  la  guerra  entre  Es- 
paña é  Inglaterra,  que  declarada  en  1776 
solo  terminó  en  1783. 

Elevada  la  piratería  en  medio  lícito  de 
hostilidad  nacional,  las  escuadras  y  corsa- 
rios ingleses  daban  caza  á  los  buques 
que  iban  ó  partían  délas  Colonias  españo- 
las, con  todo  el  ardor  que  inspiran  las  dos 
mas  grandes  pasiones  que  por  lo  común 
conmueven  á  los  hombres,  el  amor  patrio 
y  la  codicia  personal. 

Enese  estado  la  navegación  comercial  se 
hacía  en  las  condiciones  más  azarosas  de- 
biendo proveerse  los  buques  mercantes  de 
todos  los  medios  de  ataque  y  de  defensa. 
Salían  los  barcos  armados  en  corso  .y  en 
mercancía,  ésto  es,  preparados  para  hacer 
presas  y  pai-a  defender  á  la  vez  los  caudales 
que  transportaban,  creándose  condiciones 
muy  especiales  para  los  intercambios  mer- 
cantiles. 

El  riesgo  de  ser  apresadas  en  el  mar  las 
mercaderías,  conjuntamente  con  ios  buques 


102 


Revista  Económica 


conductores,  tenia  para  hombres  valerosos, 
como  son  por  lo  comün  todos  los  de  nuestra 
raza. la  compensación  déla  cacería  que  po- 
drían hacer  en  el  trayecto,  razón  por  la  cual 
los  armadores  3'  capitanes  audaces  no  vaci- 
laban en  hacer  las  espediciones  por  cuenta 
propia,  que  eran  las  que  predominaban 
más  en  las  épocas  de  guerra. 

Hecha  la  paz  después  de  la  Independencia 
de  los  Estados  Unidos  tuvo  el  comercio  de 
España  con  sus  Colonias  una  década  de  tran- 
quilidad, volviendo  á  los  azares  del  corso 
en  1793  cuando  la  prisión  de  Luis  XVI  y 
losescesos  déla  revolución  francesa  lleva- 
ron á  la  metrópoli  á  unirse  á  los  ingleses 
en  su  guerra  con  la  Francia,  cujees  corsarios 
se  lanzaron  á  los  mares  en  busca  de  botin, 
supliendo  con  su  audacia  el  poder  y  el  nú- 
mero de  los  corsarios  ingleses. 

En  1795  la  paz  de  Basilea  puso  fia  á  esas 
hostilidades,  pero  fué  corta  la  tregua,  pue.s 
celebrado  el  tratado  de  alianza  ofensiva 
y  defensiva  de  San  Ildefonso,  en  1796,  entre 
Francia  y  España,  ésta  de  nuevo  declaró  la 
guerra  á  Inglaterra,  que  renovó  las  hostili- 
dades á  la  marina  mercante  española  hasta 
que  el  tratado  preliminar  de  Lóndi-es,  de  1^' 
de  Octubre  de  1801,  que  fué  seguido  por  el 
definitivo  de  Amiens  de  27  de  Marzo  de 
1802,  volvió  á  restablecer  la  paz  que  tan 
favo'.'able  f ué  al  desenvolvimiento  comercial 
del  liio  déla  Plata,  y  que  se  conservó  hasta 
fines  de  1804. 

Los  siete  meses  de  la  estadística  del  movi- 
miento marítimo  en  1803  que  hemos  extrac- 
tado corresponden  á  ese  periodo  exepcional 
de  paz. 

No  obstante  ésta,  la  tranquilidad  del  co- 
mercio no  era  absoluta,  puesto  que  vemos 
queal  abrirseenSde  Juniode  1803 el  registro 
para  Cádiz  de  la  fragata  el  Nuevo  Matamoros, 
en  el  puerto  de  Montevideo  y  á  cargo  de  Don 
Mateo  Magariños,  se  anunció  como  especial 
recomendación  el  estar  el  buque  armado 
en  guei-ra  con  doce  cañones  por  vanda  de  cali- 
bre de  4  y  6,  y  listo  para  batirse  en  caso  ne- 
ce.sario. 

Esta  recomendación  se  explica  fácilmente 
por  el  hecho  de  haberse  roto  de  nuevo 
las  relaciones  entre  Francia  é  Inglaterra, 
estando  España  unida  con  la  primera  por 
el  tratado    de  San  Ildefonso,    compromiso 


que  por  diversas  circun.stancias  no  la  lleva- 
ron por  lo  pronto  á  la  guerra  con  Inglaterra. 

La  cesión  de  la  isla  de  la  Trinidad  pacta- 
da por  Napoleón  en  el  tratado  de  Amiens  y 
la  venta  de  la  Luisiana  á  los  Estados  Unidos, 
habían  di.sgustado  á  España  con  la  Fran- 
cia y  en  éstas  circunstancias,  después  de 
evitarse  una  ruptura  entre  los  dos  paises,por 
convención  de  19  de  Octubre  de  1803,  se 
reemplazó  el  auxilio  directo,  y  se  obtuvo  el 
derecho  de  conservar  la  neutralidad  me- 
diante una  subvención  de  cuarenta  y  ocho 
millones  de  francos  anuales.  Por  otra  parte 
la  Inglaterra  trataba  de  obtener  un  acuerdo 
amigable  y  confidencial  con  España,  y  des- 
de 1"  de  Octubre  de  1802  gestionaba  en  Ma- 
drid el  que  en  caso  de  una  ruptura  con  la 
Francia  se  conservase  neutral,  ó  al  menos  si 
no  pudiese  evitar  de  tomar  parte  en  la  güe- 
ra contra  Inglaterra  procediese  como  <>un 
enemigo  perezoso  y  recalcitrante. » 

Debido  á  la  convención  secreta  antes  re- 
ferida, España  creyó  poder  permanecer 
neutral  en  la  lucha  que  se  preparaba,  y  por 
neutral  se  entendía  el  permitir  á  ambos 
vender  las  presas  en  sus  puertos,  resguardar 
y  armar  sus  buques. 

La  Inglaterra  aumentó  en  breve  sus  pre- 
tenciones  llegando  á  exigir  que  se  hiciesen 
sacar  inmediatamente  del  Ferrol  los  buques 
franceses  que  allí  se  alistaban,  lo  que  impor- 
taba entregarlos  á  la  escuadra  inglesa  que 
bloqueaba  el  puerto. 

Mientras  España  negociaba  con  Ingla- 
terra las  condiciones  en  que  podría  conser- 
var su  neutralidad,  el  gabinete  Inglés  por 
órdenes  de  18  y  19  de  Setiembre  de  1804,  man- 
dó que  se  impidiese  no  solo  la  salida  de  la 
escuadra  francesa  del  Ferrol,  sino  también 
la  entrada  y  salida  en  él  de  todo  buque  es- 
pañol, y  dispuso  que  fuesen  fragatas  á  las 
cercanías  de  Cádiz  con  el  objeto  de  apoderar- 
se de  buques  de  registi-o,  españole.^,  que  se 
esperaban  de  América  cargados  con  oro  y 
plata  y  de  secuestrarlos  hasta  nueva  orden. 

Las  entradas  de  buques  con  bandera  in- 
glesa en  el  puerto  Montevideo  en  1803  y  co- 
mienzos de  1804  eran  presas  hechas  por  un 
buque  francés  y  otro  holandés  y  que  se  in- 
trodujeron allí  como  los  ingleses  hubieran 
podido  introducir  presas  tomadas  á  los  fran- 
ceses ú  holandeses,  de  acuerdo  con  ios  priii- 


DKL  KiO  DK  I, A  l'l.ATA 


103 


cipiosde  neutralidad  tales  como  estaban  en- 
tendidos. 

En  armonía  con  la  orden  de  apresar  los 
buques  de  registro  que  se  esperaban  de 
América,  dada  sin  previa  declaración  de 
guerra  y  pendientes  negociaciones  pacificas, 
una  escuadra  inglesa  al  mando  del  coman" 
dante  Graban  Moore  compuesta  de  las  fra- 
gatas la  «Infatigable^)  la  «Medusa»,  la  <-Brio- 
sa»  y  la  «Anfi(3n»  intimó  el  5  de  Octubre  de 
1804,  en  el  cabo  de  Santa  María  cercano  de 
Cádiz,  á  cuatro  fragatas  españolas  la  «Merce- 
des.» la  «Fama,»  «Medea»  y  «Clara»  que  se 
le  rindiesen  con  los  caudales  que  de  Amé- 
rica traían.  Este  acto  de  piratería  tuvo  la 
más  tristes  consecuencias. 

Las  fragatas  españolas  se  resistieron  valero- 
samente hasta  que  al  disparar  una  andana- 
da voló  la  -Mercedes»  con  los  trescientos 
hombres  que  la  tripulaban,  .siendo  las  otras 
tres  apresadas  3'  llevadas  á  Inglaterra. 

El  gabinete  inglés  dijo  que  no  había  pre- 
tendido más  que  obtener  una  caución  para 
los  créditos  ingleses  en  España,  y  que  si  se 
usó  de  la  fuerza  fué  únicamente  por  no  ha- 
berse obedecido  la  intimación  de  los  buques 
de  su  raag-estad. 

Los  diariosingleses  de  la  época  avaluaron 
la  presa  en  un  millón  de  libras,  y  M''  Thiers 
en  su  historia  El  Consuladoy  el  Imperio  dice 
que  lo  apresado  ascendía  á  doce  millones  de 
pesos  que  eran  desde  Méjico  conducidos  á  las 
costas  de  España.  Por  su  parte  el  historia- 
dor Mariana  estima  en  seis  millones  los  cau- 
dales apresados. 

Estas  cuatro  fragatas  habían  sido  espedi- 
das del  puei'to  de  Montevideo  de  donde  sa- 
lieron el  9  de  Agosto  con  destino  á  Cádiz. 

La  «Medea»,  comandada  por  el  capitán  de 
navio  D.  Francisco  de  Paula  Piedrola  y  al- 
mando  del  Gral.  D.  José  Bustamante  y 
(juerra  había  declarado  uti  registro  de  ps. 
1.229,087:4  cuartillo  reales,  y  ps.  12.100  de 
caja  desoldada.  «La  Fama»  conmandada 
por  el  capitánde  navio  D.  Miguel  de  Zam- 
piani  llevaba  ps.  889.763  12  real,  y  ps.  39007 
decaja  desoldada. --«La  Mercede.s»  que  había 
venido  del  Callao  con  91 1000  ps.  3- alguna  car- 
ga entrando  en  Montevideo  el  6  de  Junioera 
mandada  por  el  capitán  de  navio  D.  Manuel 
Goicoa  y  declaró  como  registro  en  su  despa- 
cho para  Cádiz  ps.  809.000.— «La  Clara»  man- 


dada por  el  capitán  de  navio  D.  Diego  León, 
llevaba  igual  suma  de  ps.  809.000. 

El  caudal  metálico  que  llevaban  los  bu- 
ques apresados  ascendía  pues  á  pesos  ftes. 
2.787.957,4  3/4  y  habiendo  volado  la  «Merce- 
des>  lo  apresado  por  los  Ingleses  además  del 
valor  que  en  sí  tuviesen  las  tres  fragatas 
restantes  fué  pues  de  ps.  ftes.  1.978.957,4  3  4. 

Ebte  suceso,  que  dio  origen  al  gran  desas- 
tre de  Trafalgar  hizo  honda  impresión  en 
el  Bio  de  la  Plata,  y  particularmente  en 
Montevideo,  como  lo  habia  causado  en  Espa- 
ña llevando  á  su  Gíobierno,  incieitoj^  timo- 
rato, á  la  declaración  de  guerra  inmediata,  á 
la  prisión  y  al  conñscamiento  de  losbie-. 
nes  de  los  ingleses  residentes  en  el  reino. 

Apenas  llegada  la  noticia  á  Montevideo, 
del  acto  de  piratería  cometido,  sus  princi- 
pales armadores  resolvieron  lanzarse  á  la 
guerra  de  corso  la  que  hicieron  con  éxito  y 
tenacidad,  prosiguiéndola  hasta  la  época  de 
la  primera  invasión  inglesa. 

Los  estados  del  movimiento  marítimo  y  las 
declaración  de  los  corsarios  que  figuran  en 
las  relaciones  de  entradas  y  salidas  que  he- 
mos extractado  correspondientes  á  los  años 
1805  y  1806,  reflejan  toda  la  importancia  de 
esas  empresas  patrióticas  y  mercantiles  á 
la  vez,  y  que  tuvieron  gran  importancia 
histórica  revelando  las  fuerzas  propias  y  el 
arrojo  de  los  hijos  de  éstos  países. 

La  corbeta  «Dromedario»,  alias.  La  Reina 
Luisa,  salida  de  Montevideo  el  23  de  Junio 
armada  en  corso,  encontró  el  15  de  Agosto 
á  las  8  de  la  mañana  en  las  costas  de  Ambri 
á  unafragatayá  una  balandi'a inglesa  que 
estaban  completando  su  cargamento  de  es- 
clavos y  haciendo  fuerza  de  velas  después  de 
díspararleála  primera  un  cañonazo  sefuéso- 
bre  ella  con  el  áni mo  de  abordarla,  apre.sándola 
después  de  dos  horas  de  combate.  La  fraga- 
ta inglesa  llamada  el  «Nelly»  tenía  veinte 
.y  dos  cañones  de  calibre  18,  10,  y  9  y  cin- 
cuentay  un  hombres  de  tripulación.  Esta 
presa  fué  traída  á  Montevideo  con  su  carga- 
mento, consistente  en  diez  y  nueve  negros, 
algunos  fardos  de  géneros  ordinarios  y  ca- 
jones de  f asiles  y  sables.  Conjuntamente 
con  la  «Nelly»  aparece  la  entrada  de  otra 
fragata  la  «Elizabet»,  apresada  por  el  mismo 
corsario. 

El  «Dromedario"  de.'^pues  de  remitir  am- 


104 


Revista  Económica 


bos  buques,  siguió  su  corso  poi-  la  costa  de 
África,  avistando  el  27  de  Setiembre,  pasado 
medio  dia,  sobre  el  Loango  á  tres  fi-agatas 
inglesasá  la  ancla,  muy  cerca  una  de  otra  y 
se  dirigió  sobre  ellas  con  ánimo  de  abordar 
á  la  mayor  y  batir  á  las  demás. 

La  relación  quede  éste  combate  tenemos 
A  la  vista  es  animada  y  muestra  el  brío  de 
los  corsarios  montevideanos. 

«A  las  2  3' I  [2  dice:  hallándose  el  Drome- 
dario á  tiro  d3  cañón  rompió  el  fuego  acer- 
cándose siempre  á  los  barcos  enemigos  pero 
dirigiéndose  especialnente  á  la  fi-agata  de 
mayor  fuerzaálaque logró  abordary  rendir. 

Esta  fragata  se  hallaba  armada  con  vein- 
te cañones,  tripulada  con  sesenta  hombres, 
y  cargada  de  efectos  propios  para  la  trata 
de  aquella  costa.»  Después  se  dii'igió  sobre 
los  dos  restantes  que  rindió  igualmente. 
Estos  buques  tenian  á  su  bordo  366  negros  y 
algunos  efectos. 

Al  dia  .siguiente  ellas  fueron  tripulados 
por  el  «Dromedarios^  con  parte  de  sus  hom- 
bres y  dirigidos  por  deri'otas  diversas  á 
Montevideo,  quedándose  el  <J)romedario» 
con  solo  cien  hombres,  y  apesar  de  haber 
rendido  el  vau presen  el  abordage  continuó 
cruzando  hasta  que  se  convenció  de  que  los 
corsarios  franceses  no  habian  dejado  en  la 
Costa  de  Oro  mas  que  dos  barcos  ingle.ses  in- 
ternados mas  de  ochenta  leguas  por  los 
rios. 

En  publicaciones  de  esa  época  encontra- 
mos testimonios  del  entusiasmo  que  des- 
pertaron esas  valientes  espediciones,  «ins- 
piradas principalmente  según  se  decia  por 
el  glorioso  espíritu  nacional»  agregándose 
«que  si  los  habitadores  del  Rio  de  la  Plata 
vieron  con  asombro  pisados  los  mas  sagrados 
derechos  del  hombre  por  el  orgulloso  inglés 
en  el  apresamiento  de  unas  naves  abruma- 
das con  el  peso  de  sus  tesoros,  y  confiados  en 
la  salvaguardia  de  la  más  profunda  paz, 
también  juraron  inundar  sus  puertos  de 
presas  enemigas,  y  de  fijar  los  leones  de 
Castilla  sobre  el  pabellón  de  la  Gran  Bre- 
taña». 

Conjuntamente  con  el  < Dromedario,»  y 
armados  por  los  Sres  Berro  y  Errausquin,  sa- 
lió del  puerto  de  Montevideo  el  23  de  Junio 
de  1805  el  corsario  «Nuesti-a  Señora  de  los 
Dolores»,  alias,  el  Reparador  armado  de  doce 


cañones  de  á  12,  doce  carroñadas  de  á  24  y 
261  hombres  de  ti-ipulacion.  Iba  al  mando 
del  capitán  Don  Estanislao  Courrand. 

Habiendo  visto  fondeados  el  1°  de  Setiem- 
bre en  la  rada  de  Cabanga,  en  la  costa  de 
África,  á  cuatro  buques  ingleses,  la  fragata 
«Clarendon»  de  24  cañones  y  carroñadas 
de  á  18,  con  85  hombres  de  tripulación,  la 
fragata  «Activa»  de  22  cañones  3^  77  hom- 
bres, la  fragata  «Rebeca»  de  18  cañones  y 
65  hombre.s,  y  el  bergantín  «Williams»  de 
14  cañones  de  á  12  y  33  hombres  de  tripula- 
ción, determinó  atacarlos,  empezando  por 
abordar  á  la  «Activa»  que  por  dos  veces  lo 
rechazó  con  su  artillería,  matándole  de  una 
sola  descarg-a  de  sus  obuses  14  hombres  y 
entre  ellos  el  primer  teniente. 

Separándose  un  poco  el  corsario  para  re- 
animar á  su  gente  sin  cesar  el  fuego,  logró 
dar  un  balazo  á  flor  de  agua  que  obligó  á  la 
«Activa»  á  arrear  su  bandera,  viendo  lo 
cual,  la  gente  del  bergantín  lo  abandonó, 
huyendo  á  tierra.— El  corsario  fuese  en  se- 
guida sobre  la  «Rebeca»  á  la  que  rindió 
después  de  reñido  combate.— A  la  noche  de 
ese  día  se  aproximó  al  «Clarendon»  que  rin- 
dió sin  resistencia. 

El  27  de  Octubre  siguiente  entró  de  nuevo 
el  corsario  en  el  puerto  de  Montevideo  con 
los  cuatro  buques  ingleses  que  había  apre- 
sado. Las  tres  fragatas  tenían  á  su  bordo 
600  negros  y  mercancías  destinadas  á  su 
tráfico,  calculándose  el  valor  del  cargamento 
en  200.000  ps. 

Otra  pre.sa  importante  realizó  la  fraga- 
ta «Nuestra  Señora  Isiar»  alias  la  Joaquina 
salida  del  puerto  de  Montevideo  el  28  de  Ju- 
lio de  1805  al  mando  del  capitán  D.  Domin- 
go Ugalde  con  destino  al  Callao  y  armada 
en  corso  y  mercancía. 

Encontró  cerca  de  la  isla  de  San  Lorenzo 
al  bergantín  inglés  «Antilop»  armado  de  10 
cañones  de  12  y  6  de  6  y  tripulado  por  60 
hombres  el  que  rindió,  después  de  reñido 
combate,  matándole á  16  hombres  éhiriendo 

á  14. 

El  cargamento  en  dinero  y  efectos  del 
bergantín  apresado  valia  100,000  ps. 

Poco  antes  de  ser  apresado  el  «Antilop»  se 

había  apoderado  de  un  bergantín  español     ¡ 

que  comerciaba  en  las  costas  del  Pacífico.  j 

1     Dos  meses  antes  de  presentarse  la  espedí-    k 


DEL  Rio  de  la  Plata 


105 


eion  ing-lesa  en  el  Kio  de  la  Plata  vuelve  el 
corsario  de  las  Tres  Berro  y  Errausquin  á  sa- 
lir de  nuevo  al  coi-so  con  32  cañones  y  270 
hombres  de  tripulación,  y  al  mes  siguiente  la 
frag-ata  «Hoi-tencia»  sale  hacia  á  Valparaíso 
y  Lima  armada  en  corso  y  mercadería  de- 
biendo dar  convoi  á  un  bergantín  hasta 
la  altura  del  Puerto  Deseado. 

Todos  éstos  detalles  esplican  suficiente- 
mente la  retracción  del  movimiento  co- 
mercial que  indican  las  estadísticas  antes 
transcritas  y,  sobretodo,  la  preferencia  dada 
á  las  banderas  Portuguesa  y  Norte-America- 
na, la  primera  aliada  de  hecho  de  la  Ingla- 
terra, y  la  segunda  respetada  y  favorecida 
por  los  tratados  de  comercio  y  de  navega- 
ción existentes  éntrela  Gran  Bretaña  y  los 
Estados   Unidos. 

Ya  que  no  podemos  estendernos  más  en 
éste  artículo,  dejamos  para  el  otro  número 
de  La  Revista  el  complementar  el  estudio 
del  movimiento  marítimodelRiode  la  Plata 
en  la  época  á  que  nos  referimos  con  los  de- 
más datos  estadísticos  que  al  respecto  hemos 
podido  conseguir. 


m  pOCD  DE  Tim^lK 

A  PROPOSITO  DE  LA  CUESTIÓN  BANCARIA 

La  prensa  de  Montevideo,  al  ocuparse  en 
los  trabajos  que  se  han  hecho  con  el  objeto 
de  obtener  capitales  para  el  Banco  Noetzlin, 
ha  calificado  de  elemento  católico  á  los  pre.s- 
tamistas  del  Banco  Comercial,  y  esta  deno- 
minación, que  corrientemente  .se  les  atribu- 
ye, nos  lleva,  de  la  cuestión  puramente 
bancaria  y  sin  salir  de  la  esfera  económica, 
nada  menos  que  ú  las  altas  regiones  de  la 
teología. 

El  Banco  Comercial  no  es  ni  puede  consi- 
derarse un  banco  católico,  ni  un  banco  de 
católicos. 

Es  necesario  para  pretenderlo  desconocer 
en  absoluto  los  principios  de  la  Iglesia  ca- 
tólica, que  forman  un  código  liberalísimo. 
La  religión  de  la  igualdad  y  de  la  caridad, 
no  puede  avenirse  con  la  avaricia  que  hace 
presa  en  las  desgracias  individuales  y  que 
no  encuentra  barrera  ni  en  el  malestar  de 
todo  un  pueblo. 


Basta  para  demostrarlo  recorrer  ligera- 
mente los  textos  sagrados. 

El  Decálogo  dice:  <' no  desearás  ni  la  casa 
de  tu  prójimo,  etc.,  ni  su  buey,  ni  su  muía, 
ni  oti-a  cosa  que  á  tu  prójimo  pertenezca.» 
Moisés  dice,  «si  prestáis  dinero  á  los  pobres 
de  mi  pueblo  que  habitan  con  nosotros  no 
los  oprimiréis  con  exacciones  y  no  los  abru- 
mareis con  la  usura.  Si  tu  hermano  está 
pobre  y  si  su  mano  está  inválida,  ,y  si  tu  lo 
has  recibido  como  un  extranjero  y  un  viaje- 
ro, y  si  vive  contigo,  tu  no  le  co])rarás  inte- 
rés ni  más  de  lo  que  le  hayas  dado;  teme  á 
tu  Dios  á  fin  de  que  tu  hermano  pueda  vivir 
contigo.» 

<  Tu  no  le  prestarás  tu  dinero  con  usura  y 
no  le  exigirás  mas  fruto  que  lo  que  ha3'a 
recibido.» 

El  texto  de  San  Lucas  (VI,  35)  pi'oscribe 
terminantemente  los  préstamos  de  interés 
en  los  siguientes  términos  'ninitnumdatp  ni- 
Itií  ¡iide  syeraníe^y  y  Benito  XIV  en  su  Encí- 
clica Vix pcrcenit,  de  1"  de  Noviembre  de 
17-45,  condena  en  la  misma  forma  imperiosa 
que  San  Lucas,  los  pré.stamos  á  interés,  sin 
que  po.steriormente  ella  haya  sido  modifica- 
da, apesar  de  varias  tentativas  que  se  han 
hecho  para  conseguir  una  esplicación  que 
autorice  esa  forma  cómoda  de  colocación  de 
capital. 

Todos  los  Concilios,  todos  los  Papas,  como 
lo  observa  muy  bien  Víctor  Modesto,  en  su 
reciente  obra  «Le  pret  á  intérét,»  á  los  cua- 
leslesha  correspondido  espre.sar  una  opi- 
nión, han  renovado  la  proscripción  del  prés- 
tamo á  interé.s,  la  prohibición  de  efectuar- 
lo, la  censura  y  la  condenación  de  los  que  lo 
efectúan.»  — «La  proscripción  del  préstamo 
á  interés,  agrega,  es  la  doctrina  de  la  Iglesia 
Católica.» 

Una  interpretación,  sin  embargo,  cabe 
aquí,  y  es  la  que  consiste  en  distinguir  en 
el  término  interés,  tres  cosas  muy  distintas 
que  son,  primero  el  fruto  natural  que  los 
capitales  producen  en  el  giro  independíente- 
mente  de  la  parte  que  corresponde  al  traba- 
jo del  hombre  que  los  beneficie,  segundo, 
una  prima  para  el  riesgo  que  pueda  correr 
el  capital  prestado,  y,  tercero,  una  utilidad 
independiente  de  lo  primero  y  délo  segundo 
que  es  lo  queconstituye  realmente  la  usura. 
Líi  interpeti'ación  más  favorable  para  los 


106 


Revista  Ecoxómica 


prestamistas,  que  se  ha  dado  hasta  hoy.  es 
la  del  Cardenal  Gousset  en  su  Teología  mo- 
ral para  el  uso  délos  confesores,  que  admite 
que  en  los  préstamos  se  cobre  el  primer  ele- 
monto,  esto  es  el  producto  natural  del  capi- 
tal considerando,  sin  embargo,  ilegítimas, 
no  solo  la  usura  sino  la  parte  correspondien- 
te i'i  la  prima  destinada  á  compesar  Jos  ries- 
gos délos  préstamos. 

Según  los  libros  de  Teología,  aprobados  y 
en  manos  de  los  estudiantes  de  esta  asigna- 
tura, los  usureros  notorios  incurren  en  las 
penas  siguientes: 
!»■  De  infamia. 

2*  Que  no  pueden  recibir  orden  sacro  ni 
beneficio  ú  oficio  eclesiástico. 

3^  Que  no  pueden  recibir  la  Eucaristía, 
ni  se  le  puede  dar  sepultura  eclesiástica,  \ 
los  que  se  la  dieren  íncuriirán  en  escomu- 
nión  maj^or  lotn. 

4^  Que  no  pueden  hacer  testamento  y  .si 
lo  hicieren  seda  por  nulo,  .^i  no  os  que  pri- 
mero restituyan;  y 

5*  Que  no  pueden  recibir  .sacramento  al- 
guno sin  que  primero  .satisfagan. 

Hasta  aquí  nos  hemos  ocupado  del  simple 
préstamo  á  interés,  y  ¿que  no  se  podrá  decir 
de  las  operaciones  financieras  tendentes  á 
deprimir  valores  para  adquirirlos  ensegui- 
da por  poca  cosa;  de  las  retroventas  hechas 
no  solo  con  el  objeto  de  garantir  el  capital 
prestado  y  su  equitativa  retribución,  sino 
también  con  el  de  beneficiar  con  la  desgra- 
cia de  los  á  quienes  les  falle  en  un  momento 
dado,  una  suma  en  efectivo?,  ¿qué  diremos 
de  las  ventajas  que  obtienen  las  imposiciones 
del  fuerte  por  el  capital,  .•^obi-e  la  debilidad 
del  apremiado? 

La  legislación  humana  hoy  reacciona 
contra  el  derecho  de  usura,  que.  en  nombre 
de  la  libertad  de  contratos,  se  había  dado  en 
reconocer  y,  desde  el  punto  de  vista  cató- 
lico, no  puede  haber  duda  en  la  repudiación 
de  todo  eso  que,  en  .'^ana  conciencia,  impor- 
ta infracción  de  mandamientos. 

No  puede,  pues,  decirse  que  sea  católico 
todo  lo  que  parece  vulgarmente  como  tal, 
y  yk  que  tocamos  tan  delicada  materia, 
agregaremos,  reproduciendo  una  conoci- 
dísima frase,  que  los  agiotistas  y  los  usu- 
reros .son  los  mercaderes  de  que  hay  que 
librar  al  Templo,  sin  que   ba.ste  para  sal- 


varlos,  ni  cuantíosa.s,    ni  menos    ruidosas 
ofrendas. 

Los  diezmos  gratos  .son  las  cosechados  con 
el  noble  y  bendecido  sudor  de  la  frente,  y  no 
la  parte  del  sacrilego  botín  arrebatado  á  la 
desdicha  pública  ó  privada.  En  el  Nuevo 
Testamento  leemos,  si  ^presentáis  vue,stra 
ofrenda  en  el  altar  y  ahí  os  acordáis  que 
vuestro  hermano  tiene  algo  contra  vos,  de- 
jad ahí  vuestra  ofrenda  delante  del  altar  y 
andad  antes  á  reconciliaros  con  vue.stro her- 
mano, y  entonces,  volviendo,  presentareis 
vue.stra  ofrenda.  > 

¡Que  pensar  entonces  cuando  las  ofrendas 
son  la  parte  del  despojo  del  hermano! 

También  preceptúan  los  Evangélicos  «Que 
cuando  hagáis  la  limosna  no  debéis  tocar 
la  trompeta  por  delante  como  lo  hacen  los  hi- 
pócritas en  las  plazas  públicas  para  ser  hon- 
rado por  los  hombres.» 

•  La  mano  izquierda  no  debe  saber  lo  que 
haga  la  derecha.» 

¿En  vista  de  todo  esto,  puede  pretenderse 
que  .sean  realmente  capitalistas  clerica- 
les los  que  entraron  en  tratos  con  el  Sr. 
Noetzlin? 

Cuando  aunque  muy  sonoras  trompetas 
hayan  salido  de  ese  banco  de  estor.sión,  po- 
demos decir,  con  los  textos  sagrados  ala  vis- 
ta, y  la  opinión  de  los  teólogos  más  eminen- 
tes, que,  en  vez  de  ser  ese  un  centro  clerical, 
lo  que  en  el  Banco  Comercial  impera  es  la 
negación  del  e.'=-píritu  y  de  la  doctrina  cris- 
tiana 

Para  colmo  del  aljuso  que  se  hace  del 
calificativo  de  católico,  tenemos  el  heclio  de 
que  e.'^os  capitali-stas  no  hicieron  dificultad 
en  asociarse  con  el  repre.sentante  de  la  Igle- 
sia judia  en  la  República  Oriental  ni  con 
el  Sr.  Noetzlin  para  crear  un  Banco  Hebreo, 
sino  que  á  lo  que  tan  solo  se  han  negado  ha 
sido  á  admitir  participación  nacional  en  el 
establecimiento,  por  el  temor  de  que  ella 
pudiera  servir  en  algún  ca.so  de  estorbo  á 
la  máquina  de  opresión  que  se  tiene  com- 
binada. 

Esa  proyectada  alianza  entre  llamados 
capitalistas  clericales  con  los  representantes 
del  judaismo,  á  fin  de  facilitarles  á  estos  su 
negocio,  y  poner  en  sus  manos  el  predomi- 
nio financiero  de  la  República,  nos  ofrece 
un  singular  contraste. 


DEL  Rio  de  la  Plata 


107 


Los  judiüs,  interpretando  al  pié  de  la 
letra  la  ley  de  Moysés,  no  cobran  interés  á 
los  judies,  que  son  sus  hermanos,  pero  se 
desquitan  cobrándoles  intereses  y  sobre 
intereses  á  los  católicos,  mientras  que  los 
capitalistas  que  ent.ie  nosoti-os  se  llaman 
clericales,  no  sólo  cobran  intereses  con  usura 
á  los  de  su  pretendida  relig-ión,  sino  que, 
como  se  ha  visto,  han  estado  dispuestos  á 
ayudar  á  los  judíos  á  hacer  con  católicos 
lo  que  ellos  no  hacen,  con  los  únicos  á  quie- 
nes consideran  sus  hermanos  en  la  tierra. 

Por  otra  parte  el  sujetar  á  la  República  al 
madero  del  proyecto  Noetzlin  esobra  de  fari- 
seos, y  no,  en  manera  alguna,  acto  cristiano. 

Definida  asi  la  sit\iación,  y  recordando 
las  palabi'as  del  ilustre  fundador  de  Monte- 
video, Don  Bruno  Mauricio  de  Zabala,  que 
decía  con  intuición  profética  «no  seréis 
felices  si  dais  entrada  h  judíos,  moriscos  ó 
mulatos»,  sólo  nos  resta  agregar,  «lú  á  los 
pretendidos  católicos). 


REPÚBLICA  ARGEhIT 


CRÓNICA  DE  LA  QUINCENA 


siempre:  la  paja  en  el  ojo  ageno  y  de  la  viga 
en  el  propio,  nada. 


* 


El  estado  de  sitio. 


Junio  i:>  de  1892 

La  situación  política  interna  no  ha  varia- 
do, fallando  el  proverbio  francés;  «les  jours 
se  suivent  et  ne  se  ressemblent  pas.» 

La  fisonomía  de)  Congreso   en  la  misma. 

El  Senado  continúa  dominado  por  la  «in- 
fluenza» (podría  leerse,  influencia  ó  inercia.) 

Senadores  electos  esperan  en  el  banco  de 
la  paciencia,  ó  de  los  acusados,  y  los  rumo- 
res que  salen  de  antesalas  no  auguran, 
páralos  po.stulantes.  el  mismo  favor. 

La  Cámara  de  Diputados  no  ha  concluido, 
hasta  este  momento,  de  examinar  dJploma.s, 
—y  escarmena  .sin  piedad  los  que  parecen  ó 
son  impuros.  El  proceso  sería  interesante, 
si  no  tuviera  perfiles  sarcá.^ticos,  ya  poique 
la  disputa  es  entre  gente  oi'iunda  toda  de 
idéntico  abolengo,  por  decirlo  así,  ya  por- 
que no  puede  decirse,  en  conciencia,  que  la 
vida  doméstica  de  las  pro^•incias  no  sea  pa- 
recida en  sus  intimidades.  Resulta  así  lo  de 


subsiste,  á  las  barbas  del  Congreso,  que,  co- 
mo el  personaje  de  Bretón  de  los  Heri-ero.s, 
no  sabe  con  quién  quedar.se,  enredado  en  su 
acopio  de  doctrinas  encontradas,  y  el  Poder 
Ejecutivo,  más  coherente  en  su  acción  ixtc- 
lai\  no  podi-ía  decir.se,  sin  embargo,  si  se  ha- 
lla satisfecho,  ó  no.  Porque,  á  la  vez  que, 
acordándose  de  que  es  bueno  .soñai-,  de 
cuando  en  cuando,  con  los  que  padecen  per- 
secuciones por  la  justicia,  no  se  decide  á 
manife.star  la  urgencia  del  despacho  de  su 
último  mensage,— en  virtud  de  cu.yos  ante- 
cedentes amanecimos  un  día,  en  peligro, 
con  una  colección  de  garantías  suprimidas 
y  miembros  del  Congreso,  puestos  á  buen 
recaudo,  sin  andarse  en  consideraciones  .so- 
bre si  de  ello,  podía  re.sultar,  para  algunos 
untitulo  más,  solicitando  del  pueblo,  enhora 
oportuna,  nimbos  corruscantes  de  glorifica- 
ción imperecedera. 

Tenemos,  entonce.s,  ho^^  por  hoy,  no  diré 
confirmada  mi  previsión,— no  .soy  augur,— 
pero  sí  cumplido  loque,  refiriéndome  á  los 
Estados  Unidos,  decía  en  mi  revista  anterior; 
todo  lo  cual,  vuelto  ahora  por  pasiva,  nece- 
sito traducirlo  así:  el  Poder  Ejecutivo  es 
mucho  más  independiente  délo  queparece3- 
el  Congre.so  no  debe  contar  con  el  ¿mpeach- 
ment  para  dominarlo;  el  Poder  Ejecutivo 
es  tan  independiente  que,  en  realidad  de 
verdad  y  liasta  aquí,  no  parece  responsable 
ante  ninguna  jurisdicción,— ó  lo  que  tanto 
vale,  durante  el  ejercicio  de  su  poder,  niel 
pueblo  ni  la  autoridad  legislativa  lo  alcan- 
zan con  su  fiscalización.  Sería  necesario  de- 
mostrar que  el  Presidente  ha  cometido  un 
crimen  ó  delito  determinado  por  una  ley  pe- 
nal. De  otra  manera  digo  ¿qué  digo?  digo... 
Y  no  por  temor  del  estado  de  sitio,  sino  por- 
que me  parece  el  mejor  comentario  de  lo 
que  sucede;  pues,  i-epito  que  la  medida  vino 
en  su  hora  y  que,  como  dicen  las  sentencias 
«por  sus  fundamentos,»  el  plato  fué  servido 
cnilápomt. 

La  única  filosofía  que  se  desprende  de  los 
hechos  es  é.sta:  no  todos  ven  lo  que  es.  Asi, 
por  ejemplo,  nuestro  ro.stro  presenta  una  su- 


108 


Revista  Económica 


pei'ficie  tersa:  examinado  con  el  microsco- 
pio, se  descubi-e  que  los  poros  son  hoyos  ó 
agujeros  comolos  de  un  harnero.  La  vía  lác- 
tea aparece  como  una  inmensa  nube  unida: 
examinada  con  el  telescopio,  se  observa  que 
es  un  inmenso  archipiélago  de  mundos  este- 
lares, separados  por  espacios,  y  atmósferas 
inconmensurables.  Pues  bien,  el  Poder 
Ejecutivo,  con  su  microscopio  y  con  su  te- 
lescopio, instrumentos  que  no  se  sabe  si  ha- 
brá pasado  al  Congreso,  ha  visto,  como  si  di- 
jera, las  monstruosidades   del   i'ostro  y  los 

insondables  abismos  del  vacío 

Esperemos  entonces  que,  como  muchos 
ojos  ven,  por  regla  general,  más  que  uno, 
á  que  el  Congreso  vea  k  su  vez,  y  que  si  no 
se  ha  visto  ni  divisado  bien,  por  un  sólo  ojo, 
esperemos,  repito,  que,  como  dice  el  poeta, 
pronto  se  podrá  cantar. 


«Y  todo  vuelva  á  su  primer  estado»,  y 

que  los   partidos  recordarán,    alguna   vez, 

que  de  sus  doctrinas  puede  decirse  lo  mismo 

que  del  naturalismo:  que  más    que    una 

escuela  de  principios  ha  sido  en  las  letras 

una  reacción  revolucionaria,  extrema,  como 

todas  las  reacciones;  es  decir,  que  van  más 

allá  del  punto  donde  debieron  quedar. 

* 
*   * 

Un  incidente,  casi  cómico,  ha  dado  lugar 
á  explosiones  parlamentarias  patéticas,  en 
el  Paraguay.  El  uruiaü  no  ha  cantado  ni 
ha  llorado;  pero  ecos  varoniles  han  hecho 
retemblar  el  cerro  de  Paraguarí.  Alli,  en 
aquella  República,  las  gentes  han  sido 
candidas,  desde  su  prístino  origen.  Sería 
sensato  que  los  estadistas  paraguayos  tuvie- 
ran pre.sente  que  la  política  es  lo  que  no 
se  dice,  y  que  frecuentemente  es  lo  con- 
trario de  lo  que  se  dice.  El  desgraciado 
Napoleón  III  exclamaba  :  «  L"erapire  c'e.st  la 
paix»— y  fué  á  Magenta  y  á  Solferino 
contribuyendo  á  fundar  la  unidad  de  Italia, 
para  entregarse  después  prisionero  en  Se- 
dán. Me  parece  que  el  Paraguay  debe  vivir 
tranquilo.  La  reconstrucción  del  virreinato 
no  es  una  paradoja:  es  una  utopia,  —  é 
hipotecas,  ¿para  qué  queremos  más  de  las 
que  tenemos?  ¿O  Catamarca  no  es  lo  que  se 
pinta? 

Yo  querría  que  esta   crónica,  C(  ao  las 


pasadas  y  las  que  han  de  venir,  no  tuvieran 
un  sello  tan  personal.  Pero  ¿cómo  es  posible 
ser  de  otra  manera?  No  por  fatuidad,  sino 
porque  viene  bien,  recordaré  que  alguien 
ha  dicho  de  Monte.sqiiieu:  «II  avait  tout 
abrégé  parce  qu'il  avait  tout  vu».  Y"  ¿  cómo 
he  de  dejar  de  ser  personal,  si  tantas  veces 
he  visto  y  tantas  veces  me  he  mezclado  en 
el  entrevero? 

Séame  entonces  permitido  cerrar  este 
parágrafo  con  una  anécdota,  ocultando, 
por  discreción,  el  nombre  del  interlocutor 
que  era  un  e.stadi.sta  brasilero : 

—Nosotros,  decía  él,  lo  que  debiéramos 
Ijacer  es  dividirnos  el  Paraguay,  avanzando 
ustedes  hasta  la  margen  izquierda  del  rio 
Igatimí,  y  nosotros  ha.sta  la  la  margen  de- 
recha. A  lo  que  yo  contesté ; 

—Basta  con  una  Polonia  en  el  otro  hemis- 
ferio. Conténtense  ustedes  con  haber  plan- 
tado sus  mojones  .sobre  las  cumbi-es  de 
Amambay  y  Maracaj'ú,  yéndose  más  allá 
del  Rio  Apa,  hasta  el  Rio  Blanco,  y  con 
habernos  abandonado,  en  nue.=;tras  reivin- 
dicaciones, del  Chaco  Boreal.  El  Paraguay 
nos  convi'3nemás  como  vecino  consumidor, 
que  como  factor  en  nuestra  producción. 
Económicamente  sería  una  hipoteca;  polí- 
ticamente, un  nudo  más  en  nuestra  made- 
ja. Agárrenselo  ustedes  todo  entero 

si  es  que  los  dejamos,  que  esa  es  harina  de 
otro  costal. 

El  estadista  se  mordió  los  labios 

¿E.stamos,  señores  alarmistas  del  Pa ra- 
gú av? 


Por  primera  vez,  la  República  acaba,  de.s- 
pués  df  la  caída  de  Rozas,  de  elegir  un 
Pi-esi dente  en  paz,  —  si  .se  exceptúa  la  elec- 
ción que  tuvo  lugar  .siendo  Presidente  el 
General  Roca. 

El  General  Urquiza  fué  electo  en  pleno 
peligro  nacional:  Buenos  Aires  estaba  se- 
gregada del  re.'íto  de  las  trece  provincias,  no 
habiendo  aceptado  el  acuerdo  de  San  Nico- 
lás, cuAa  consecuencia  fué  la  revolución 
iel  11  de  Setiembre. 

Derqui,  á  quien  entregó  el  mando  el  Ge- 
neral Urquiza,  habiendo  fracasado  las  ten- 
tativas pacificas    de    reoi-ganización,    tuvo 
que  aceptar  la  lucha,  cuyo  resultado  fué  la      i 
batalla  de  Pavón. 


DRL  Rio  dk  la  Plata 


109 


Victorioso  el  General  Mitre,  subió  á  la 
presidencia. 

La  elección  de  Sarmiento,  se  hizo  en  me- 
dio de  una  g-uei-ra  exterior  y  con  anar- 
quía interior. 

Avellaneda  fué  también  resistido  por  los 
partidos,  con  las  armas  en  la  mano  (1). 

Y  el  General  Roca  vino  después  de  la  fa- 
mosa revolución  del  80. 

Juárez  Celmán  fué  electo  en  paz,  y  Pelle- 
grini  vino  como  una  consecuencia  fatal  de 
la  revolución  de  Julio. 

De  entonces  acti,  el  país  vive  en  estado  de 
epilepsis  más  ó  menos  grave;  y  aunque  la 
elección  de  Saenz  Peña,— el  mejor  de  los 
candidatos  posibles,  —  haya  tenido  lugar 
tranquilamente,  no  me  atrevo  á  decir  que, 
porque  la  superñcie  aparezca  serena,  el  fon- 
do esté  tranquilo!  Yo  sé  bien  que  el  mundo 
no  anda  para  atrás,  que  hemos  de  progresar 
qi'f/nd  mime:  pero  también  sé  que  nuestros 
partidos  carecen  de  disciplina  y  que  hay 
muchos  tontos  y  aturdidos  que,  sin  ser  jefes 
de  nada,  se  hacen  conductores  del  desorden, 
teniendo  interés  en  él— ,ni  más  ni  menos 
que  pescadores  en  rio  revuelto. 

Así,  sería  bueno  ¿qué  digo?  es  bueno  que 
los  partidos  tengan  presente  que  ha.y  más 
que  temerle  «á  la  torpeza  y  á  la  exaltación 
de  los  que  los  sirven  que  al  odio  de  los  que 
los  atacan*. 

Hasta  este  momente,  el  resultado  mate- 
rial de  la  elección  presidencial,  que  ha  te- 
nido lugar  el  día  12,  con  arreglo  á  los  pre- 
ceptos constitucionales,  es  el  siguiente: 

Capital— Veinte  votos  para  presidente  por 
el  doctor  Luis  Saenz  Peña. 

Veintiún  votos  para  vice-presidente  por 
el  Dr.  José  Evaristo  üriburu. 

El  elector  Miguel  García  Fernandez  (hijo), 
votó  por  el  general  Roca  para  presidente. 

Córdoba— Unanimidad  por  Saenz  Peña  y 
Uriburu. 

Buenos  Aires  (La  Plata)— Resultado  elec- 
ción: Dr.  Luis  Saenz  Peña,  presidenie;  Dr. 
José  E.  üriburu,  vice-presidente. 

Santa  Fe— Unanimidad  por  Saenz  Peña  y 
üribura. 

Entre  Ríos   (Paraná)  —  Electos  Dr.   Luis 


(1)  Ambos  tuvieron  su    apoteosis   después.    Es  bello 
Jnorirse ! 


Saenz  Peña,  presidente;  Di-.  José  E.  Uriburu, 
vicepresidente. 

Corrientes— Saenz  Peña-Uriburu. 

Tucuman— Nueve  votos  por  Saenz  Peña 
para  presidente,  cinco  por  el  general  Mitre; 
unanimidad  por  Uriburu  para  la  vice-pre- 
sidencia. 

Santiago  del  Estero— Saenz  Peña-Uriburu. 

San  Luis— Saenz  Peña-Uriburu. 

Jujui— Saenz  Peña-Uriburu. 

Mendoza— Cinco  votos  por  la  fórmula  del 
acuerdo;  cinco  por  la  radical. 

San  Juan— Unanimidad  Saenz  Peña-Uri 
buru. 

Salta — Triunfo  unánime  Saenz  Peña-Uri- 
buru. 

Faltan  sólo  las  provincias  de  Catamarca  y 
la  Rioja,  cuyo  resultado  se  ignora;  mien- 
tras escribo  estas  líneas.  Sea  cual  sea,  él  no 
puede  alterar  el  triunfo  de  la  formula  Saenz 
Peña-Uriburu,  —  que  es  el  triunfo  de  una 
política  de  conciliación  transitoria  entre  dos 
partidos,  el  uno  orgánico  por  ser  partido  de 
gobierno,  por  estar  desde  hace  años,  diri- 
giendo ó  influyendo,— y  el  otro  partido  de 
opinión,  tradicional,  con  más  influencia 
que  poder  electoral  efectivo.  Estos  partidos 
han  sido  trabada  en  su  acción  patriótica 
por  la  resistencia  de  un  resto  vigoroso  y  acti- 
vo de  la  coalición  que  se  formó  para  derro- 
car al  Dr.  Juárez  Colman,- 3^  en  cuya  coa- 
lición estaba  tino  de  los  partidos  á  que  me 
acabo  de  referir,  tra^^endo  también  su  filia- 
ción de  esa  coalición  el  mismo  candidato 
triunfante,  que  se  ha  llamado  «del  acuerdo»: 
el  respetable  ciudadano  Luis  Saenz  Peña. 

Ha  de  ser  instructivo  seguir,  ahora,  las 
evoluciones  y  transformaciones  que  en  es- 
tas tres  grandes  agrupaciones  se  operen, 
dados  los  antecedentes,  y  nada  edificante  las 
composiciones  de  lugar  que  presenciemos. 

Algunos  órganos  sutiles,  creen  ver  en  las 
declaraciones  del  Presidente  electo,  contes- 
tando á  los  diversos  agrupaciones  más  ó 
menos  representativas  que  han  estado  á  fe- 
licitarlo,—algo  así  como  un  Quos  ego:  qtie 
los  buenos  se  tranquilicen  .y  los  malos  tiem- 
blen ! !  Otros  pi-etenden  hacerlo  pasar  por  un 
Sixto  V,  que  ya  comienza  á  arrojar  las  mu- 
letas. Bonito  modo  de  hacer  honor  á  su  bue- 
na fe!  El  futuro  Presidente  al  contestar  no 
ha  hecho  sino  repetir  en  otra  forma  lo  que 


lio 


Revista  Económica 


se  le  había  anticipado.  En  cuanto  al  anhelo 
manifestado  por  sujetos  aislados,  en  corri- 
llos, y  á  los  juicios  y  previsiones  de  políticos 
superfinos  tiempo  al  tiempo. 

Los  partidos  del  acuerdo  han  cumplido  sus 
promesas,  su  política  ha  prevalecido.  El  fu- 
turo Presidente  cumplirá  las  suyas.  Sus 
antecedentes  son  una  garantía  segura.  Y  si 
los  partidos  ó  los  individuos  se  equivocan, 
no  sei-á  seguramente  por  haber  dado  un 
.salto  en  las  tinieblas,  desde  que  un  hombre 
como  el  Dr.  D.  Luis  Saenz  Peña  no  es  una 
cifra;  será  que  unos  y  otros  se  hahrán  pasa- 
do de  previsores.  Será  que  no  habrán  com- 
prendido que  la  solución  del  problema  ha 
sido  aconsejada  á  los  hombres  de  gobierno  y 
de  estado  por  la  razón. 

Como  siempre  sucede  en  días  de  especta- 
tiva,  tuvieron  lugar  el  12,  pequeñas  mani- 
festaciones de  índole  diversa.  Nuestro  pue- 
blo no  es  agresivo,  es  bullanguero,  pertur- 
bador y  burlón,— y  en  vez  de  tratar  deque 
la  Policía  tenga  lo  menos  que  hacer  con  él, 
diríase  que  se  complace  en  hacei'la  interve- 
nir, siempre  que  se  agrupa,— todo  ello  con- 
tra su  propio  anhelo  de  expansión.  Toma 
así  el  rábano  por  las  hojas  y  grita  que  no 
hay  libertad,  porque  no  .se  dá  cuenta  deque 
la  libertad  es  un  paralelismo  entre  lo  mió 
y  lo  tuyo.  No  hace  mucho  que  acaban  de 
reunirse  en  Londres,  300,000  hombi-es  en  un 
meeting  popular.  Ningún  policeman  ha 
tenido  que  empujar  ni  que  llamar  al  ordena 
alma  viviente.  Y  el  otro  día,  no  más,  acaba 
de  tener  lugar  en  la  República  francesa 
e.ste  hecho  estupendo:  30,000  comunas  han 
elegido  simultáneamente  sus  autoridades 
municipales,  sin  el  más  mínimo  di.sturbio. 
¿No  .sería  conveniente  que  la  República 
Argentina  se  mirara  en  e.se  espejo? 

Seguramente,  sí. 

El  General  Man.silla  ha  dicho  en  un  dis- 
cur.so  dirigido,  á  nombre  del  partido  nacio- 
nal, al  Doctor  Saenz  Peña,  entre  otras  co.sas, 
ésta: 

<'¿Y  cómo  no  ha!)éis  de  comprenderme, 
cuando  pronto  vais  á  empuñar  el  ba.stón 
simbólico  y  á  sentares  en  la  silla  de  los  pro- 
ceres que  en  1810,  ya  le  decían  al  pueblo, 
en  decretos  lapidarios:  «Un   ciudadano  ar- 


gentino, ni  ebrio  ni  dormido,  debe  tener 
impresiones  contra  la  libertad  de  su  país?» 

Estoy  seguro  que  el  Presidente  futuro  de 
la  República,  se  acordó,  al  oírlo,  de  algo 
que  en  estos  momentos  en  que  el  espíritu 
bullanguero  y  palaciego,— ambas  enferme- 
dades .son  antirepublicanas,— suele  salirse 
de  madre,  desbordándose  de  un  modo  cho- 
cante, e.stoy  seguro,  repito,  que  el  Presiden- 
te futuro  se  acordó  de  lo  que  voy  á  reprodu- 
cir, para  que  .se  vea  .si  estamos  ó  no  vivifi- 
cados por  el  .soplo  del  pensamiento  austero 
de  nuestros  ma^'ores: 

« Gazeia  extraordinaria  de  Buenos  Aires, 
sábado  8  de  Diciembre  de  iSiO.—l"  El  artí- 
culo 8  de  la  orden  del  día  28  de  Ma^-o  de 
1810,  queda  revocado  y  anulado  en  todas 
sus  partes. 

2'^  Habrá  desde  este  día  absoluta,  perfecta 
é  idéntica  igualdad  entre  el  Pre.sidente  y 
demás  vocales  de  la  Junta,  sin  más  diferen- 
cia que  el  orden  numerario  y  gradual  de  los 
asientos. 

3'^  Solamente  la  Junta  reunida  en  actos 
de  etiqueta  y  ceremonia  tendrá  los  honores 
militares,  escolta  y  tratamiento  que  están 
establecidos. 

4"  Ni  el  Pre.sidente  ni  algún  otro  indivi- 
duo de  la  Junta  en  particular  revestirán 
carácter  público  ni  tendrán  comitiva,  escol- 
ta ó  aparato  que  los  distinga  de  los  demás 
ciudadanos. 

5"  Todo  decreto,  oficio  y  orden  de  la  Jun- 
ta deberá  ir  firmado  de  ella,  debiendo  con- 
currir cuatro  firmas,  cuando  menos,  con  la 
del  respectivo  Secretario. 

6"  Todo  empleado,  funcionario  público  ó 
ciudadano  que  ejecute  ordene.?,  que  no  va- 
yan suscriptas  en  la  forma  proscripta  en  el 
anterior  artículo,  será  responsable  el  Go- 
bierno de  la  ejecución. 

7'^  Se  retirarán  todas  las  centinelas  del 
palacio,  dejando  solamente  las  de  las  puer- 
tas de  la  Fortaleza  y  sus  bastiones. 

8°  Se  prohibe  todo  brindis,  viva  ó  aclama- 
ción pública  en  favor  de  individuos  parti- 
culares do  la  Junta.  Si  e.stos  .^on  justo.s,  vi- 
virán en  el  eoi-azón  de  sus  conciudadanos: 
ellos  no  aprecian  bocas  que  han  sido  profa- 
nadas con  elogios  de  los  tiranos. 

9"  No  se  podrá  brindar  sino  por  la  patria, 
por  sus  derechos,  por  la  gloria  de  nuestras 


DEL  Rio  de  la  Plata 


111 


armas  y  por  objetos  generales  concernientes 
ú  la  pública  felicidad. 

10.  Toda  persona  que  brindase  por  algún 
individuo  particular  de  la  Junta,  será  des- 
terrada por  seis  años. 

11.  Habiendo  ecbado  un  brindis  1).  Ata- 
nasio  Duarte,  con  que  ofendió  la  probidad 
del  Presidente  y  atacó  los  derecbos  de  la  Pa- 
tria, debía  perecer  en  un  cadalso;  por  el  es- 
tado de  embriaguez  en  que  se  hallaba  se  le 
perdona  la  vida;  pero  .se  destierra  perpetua- 
mente de  esta  ciudad:  porque  un  habitante 
de  Buenos  Aires,  ni  ebrio  ni  dormido  debe 
tener  impresiones  contra  la  libertad  de  su 
pais. 

12.  No  debiendo  confundirse  nuestra  mi- 
licia nacional  con  la  milicia  mercenaria  de 
los  tiranos,  se  prohibe  que  ningún  centinela 
impida  la  libre  entrada  en  toda  función  y 
concurrencia  pública  á  los  ciudadanos  de- 
centes que  la  pretendan.  El  oficial  que  que- 
brante esta  regla  será  depuesto  do  su  em- 
pleo. 

13.  Las  esposas  de  los  funcionarios  públi- 
cos, políticos  y  militares,  no  disfrutarán  los 
honores  de  armas,  ni  demás  pi-errogativasde 
sus  maridos:  estas  distinciones  las  concede 
el  Estado  á  los  empleos  y  no  pueden  comu- 
nicarse sino  á  los  individuos  que  los  ejercen. 

14— En  las  diversiones  públicas  de  toros, 
ópera,  comedia,  etc.,  no  tendrá  la  Junta, 
palco  ni  lugar  determinado;  los  individuos 
de  ella  que  quieran  concuri-ir  comprarán  lu- 
gar, como  cualquier  ciudadano:  el  Exmo. 
Cabildo,  á quien  toca  la  presidencia  y  go- 
bierno de  aquellos  actos  por  medio  de  los 
individuas  comisionados  para  el  efecto,  será 
el  que  únicamente  tenga  una  posición  de 
preferencia. 

15— Desde  este  dia  queda  concluido  todo 
el  ceremonial  de  iglesia  con  las  autoridades 
civiles:  éstas  no  concurren  al  templo  á  reci- 
bir inciensos,  sino  atributarlos  al  Ser  Su- 
premo. Solamente  subsiste  el  recibimiento 
en  la  puerta  por  los  canónigos  y  dignidades 
en  la  forma  acostumbrada.— No  habrá  coji- 
nes, sitial,  ni  distintivo  entre  los  individuos 
de  la  Junta. 

16— Este  reglamento  se  publicará  en  la 
Gazeta,  y  con  esta  publicación  se  tendrá  por 
cii-culado  á  todos  los  Gefes  políticos,  milita- 


res, corporaciones  y  vecinos    para  su  pun- 
tual observación. 

Dado  en  Buenos  Aires,  en  la  Sala  de  la 
Junta  á  6  de  Diciembra  de  1810— Cornelio  de 
Saavedra — Miguel  de  Azcuénaga — Dr  Ma- 
nuel de  Alberti— Domingo  Mateu,— Juan 
Larrea— Dr.  Juan  José  Vasso—Secrefario-- 
Dr.  Mariano  Moveno— Sec re f ario:»- 


Los  tiempos  lian  cambiado,  no  acuso  á 
nadie;  pero  pregunto  si  vivimos,  pensamos 
.sentimos  al  unisón  de  los  ideales  que  enar- 
decían la  mente  de  los  fundadores  de  la  Re- 
pública. 

Que  cada  ciudadano,  que  cada  estante  y 
habitante  del  país,  ponga  la  mano  sobre  su 
conciencia  y  conteste. 

La  República  de  tipo  moderno,  sin  aristo- 
cracia; la Kepública  igualitaria,  democráti- 
ca, popular,  no  es  solamente  la  mejor  forma 
ideal  de  gobierno  sino  que  es  el  ideal  más  di- 
fícil de  realizar  en  la  práctica,  porque  es  el 
gobierno  de  la  fiscalización  de  todos  y  de  ca- 
da uno,  por  unos  y  por  todos.  Así  es  que 
conviene  recordar  en  todos  los  momentos, 
que  la  verdadera,  que  la  buena,  que  la  jui- 
ciosa opinión  pública  no  se  forma  sino  te- 
niendo presente  que  la  austeridad  no  ex- 
cluye la  benevolencia,  asi  como  el  talento 
no  basta  para  .ser  preferido,  si  no  lleva  apare- 
jadas ciertas  virtudes.  Yo  no  quiero  para 
mi  país  la  dureza  granítica  de  los  que  i-e- 
dactaban  decretos  como  el  que  se  acaba  de 
leer:  No!  Deseo,  sí,  que  teniendo  en  cuenta 
el  momento  difícil  en  que  actuaban  los  fun- 
dadores de  esta  patria  argentina,  no  se  les 
haga  la  inju.sticia  de  creer  que  no  estaban 
llenos  de  longanimidad,  y  que  en  la  paz  y 
en  la  guerra,  en  la  buena  y  en  la  mala  for- 
tuna,—no  nos  desconozcamos  á  punto  de 
merecer  la  maldición  de  Caín.  Sí,  yo  quie- 
ro que  siempre  que  se  nos  pregunte:  ¿qué 
has  hecho  de  tu  hermano?  podamos  contes- 
tar: Está  libre,  porque  ha  hecho  lo  que  que- 
ría, no  habiendo  atentado,  ha.sta  ahora, 
contra  las  leyes  de  su  país. 

*   * 

Ninguna  otra  cosa  grave  ha  pasado  du- 
rante la  quincena,  y  .sólo  tenemos  que  la- 
mentar que  algunos  magistrados    se  enve- 


112 


IIkvista   Ecomkmh 'A 


jezcan  tan  pronto,  acog-iéndose  á  la  ley  de 
jubilación,— ley  que  es  una  délas  carcomas 
del  presupuesto;  tanto  que  todos  los  dias  se 
acentúa,  seg'ün  entendemos,  en  el  Cong-reso, 
un  movimiento  de  opiniíjn,  tendente  á  mo- 
diflcarla  de  una  manera  sustancial. 


Algunos  liedlos  militares,  de  poco  momen- 
to, y  de  mucha  crítica,  han  sido  apuntados 
por  la  prensa  diaria  con  comentarios  alar- 
mistas; pero  en  mi  concepto,  no  siendo  el 
ejército  una  soldadesca,  nada  hay  que  te- 
mer de  su  espíi-itu  de  fidelidad  al  Gobierno 
leg-al;  y  me  duele  que  el  afán  déla  publici- 
dad hag-a  que  se  discutan,  á  la  luz  del  día 
medidas  3' resoluciones  que,  en  otras  partes 
no  salen  del  i-adio  administi-ativo. 

Licio  Y.  Maxsili.a. 


REPIJBLIGA  Ülim  DEL  ÜRGGMI 


CRÓNICA  DE  LA  QUINCENA 


Nada  de  lo  que  hemos  presenciado  en  ésta 
quincena  tan  ag-itada  podía  sorprendernos, 
puesto  que  no  ha  sido  más  que  el  comienzo 
de  la  realización  de  nuestras  previsiones. 

Lo  único  que  extrañamos  es  que  la 
brutalidad  de  los  hechos  no  haya  todavía 
alcanzado  á  abrir  los  ojos  délos  hombres  que 
nos  gobiernan  y  aconsejádoles  á  salir  del 
estraviado  camino  en  que  los  vemos  perse- 
verar. 

A  comienzos  de  Noviembre  último,  apro- 
vechando las  columnas  de  nuestro  estimable 
colega  El  Telégrafo  Marítimo,  demostramos 
ampliamente  el  error  de  persistir  en  el  siste- 
ma de  demolición  y  de  restricción  en  el  que 
se  había  lanzado  de  lleno  el  Gobierno,  entre- 
gado á  los  consejos  de  un  círculo  de  agiotis- 
tas, A-  demostramos  como,  siguiéndose  así,  se 
iria  fatalmente  á  la  insolvencia  nacional  y 
particular,  á  lo  imposible. 

No  fuimos  oídos,  como  es  diñcil  que  se  ha- 
gan oír  los  hombres  en  nuestro  país  cuando 
so  mueven  fuera  de  ciertas  esferas.  Lejos  de 
eso  so  nos  trató  como  á  enemigos,  porque  di- 
V ergíamos  de  opinión,  creyendo  que  la  Re- 


pública debía    aprovechar  de    la   ciencia  y 
la  esperiencia  universal. 

Ya  mucho  dañóse  habia  hecho.  Só  protes- 
to de  combatir  el  inflacionismo  de  valores 
se  había  anulado  tres  cuartas  partes  del 
valor  de  todo  papel,  se  había  hecho  guerra 
implacable  al  Banco  Nacional  hasta  llevar 
loa  la  inconversión;  suprimido  casi  total- 
mente el  crédito  personal  y  hecho  perder 
más  de  un  30  <'/o  á  la  propiedad  raiz.  En 
presencia  de  tantos  desastres, cuando  era  im- 
prescindible confortar  á  lo  que  aún  quedaba 
de  pié  \  cuando,  dada  la  vitalidad  del  país, 
se  hacía  fácil  detenei'  el  derrumbe  3'  abrir  de 
nuevo  una  época  de  prosperidad,  lo  que 
triunfó  en  los  consejos  del  Gobierno,  debido 
á  una  ofuscación  inconcebible,  fué  hacer 
precisamente  todo  lo  contrario  de  lo  que  se 
debía. 

El  programa  del  señoi*  Ministro  de  Hacien- 
da puede  resumirse  así:  P  tabla  rasa  de 
toda  Institución  Nacional  subsistente,  2*. 
la  circulación  á  oro  con  prima  de  exporta- 
ción, cuando  con  la  supresión  del  Banco  Na- 
cional y  la  del  Banco  Inglés  desaparecían 
nueve  décimosde  nuestro  medio  circulante, 
30,  con  la  crisis  agravada  y  con  la  supresión 
de  la  mayor  parte  del  capital  disponible,  la 
liquidación  en  vasta  escala  de  los  créditos 
del  Banco  Hipotecarioy  4",  para  regularizar 
la  Hacienda,  rebaja  de  intereses  en  los  títulos 
de  deuda,  capitalización  de  los  servicios  de 
algunos  meses  y  negociación  de  un  crédito 
de  millón  y  medio  dando  en  cambio  todos 
los  privilegios  del  Banco  Nacional  y  las  más 
inalienables  facultades  del  E.stado  en  mate- 
ria de  circulación  monetaria. 

No  puede,  en  vista  de  ésto  decirse  qne  no 
hubo  un  plan.  El  plan  ha  existido  y  se  ha 
perseverado  en  él,  pero  fué  un  plan  desqui- 
ciador  de  la  fortuna  pública  y  privada, 
como  los  hechos  lo  están  comprobando. 

Para  realizar  éste  plan  en  la  parte  bancaria, 
se  contaba  con  el  Banco  Comercial  á  cuya 
dirección  pretendíase  entregar  los  destinos 
económicos  del  país,  y  la  propaganda  que 
se  empezó  á  hacer  en  favor  de  un  Banco 
criollo,  no  respondía,  como  lo  dijimos  en 
nuestra  carta  económica  de  25de  Noviembre 
último,  más  que  á  ese  objeto. 

Esto  fracasó  porque  el  Senado,  y  con  él 
el  país  no  admitían  la  eliminación  completa 


DEL  Rio   DK  LA  PLATA 


ii:í 


de  la  iutervención  del  Estado  en  un  estable- 
cimiento tan  enormemente  privilegiado 
como  el  que  se  proyectaba,  y  el  Banco  Co- 
mercial, por  su  parte,  no  quería  un  predo- 
minio que  pudiese  ser  en  algún  modo  con- 
trolado. De  éste  fracaso  nació  la  aventura 
bancaria  del  Sr.  Noetzlin,  que,  mientras  se 
daba  el  Banco  como  un  hecho,  fué  á  buscar 
en  los  judies  de  Europa  lo  que  no  encontra- 
ba el  Gobierno  en  los  agiotistas  del  país. 

Desconociéndose  las  nociones  más  ele- 
mentales que  rigen  los  mercados  moneta- 
rios, se  creía  que  al  conservar  nuestro  régi- 
men metálico  y  en  las  condiciones  en  que 
colocaban  al  país,  la  circulación  se  provee- 
ría ampliamente  de  por  sí.  En  valde  .sos- 
tuvimos en  la  prensa  que  con  el  sistema  de 
restricción,  abatiéndose  todos  los  valoi-esy 
suprimiéndose  todo  crédito,  no  podia  haber 
importación  de  numerario,  que  el  capital 
en  efectivo  hu^^e  de  donde  se  hace  imperar 
la  crisis,  la  miseria;  y  los  heraldos  del  señor 
Ministro  de  Hacienda,  pregonaron  que,  por 
lo  contrario,  de  lo  que  sosteníamos,  debíamos 
tener  en  el  verano  que  acaba  de  correr,  una 
importación  de  oro  de  más  de  diez  millones 
como  saldo  de  la  balanza  comercial. 

Cuando  se  trataba  de  la  creación  del  nue- 
vo Banco  Hipotecario,  demostramos  que  en 
vez  de  una  solución  que  concillase  los  gran- 
des intereses  ligados  al  valor  de  la  propiedad 
territorial,  lo  que  se  montaba  era  una  má- 
quina destinada  á  sacrificar  el  valor  de  laS 
propiedades  en  todo  el  territorio  de  la  Re- 
pública, puesto  que  para  servir  el  interés 
de  las  cédulas  aquel  tendría  que  entrar  á 
realizaciones  en  vasta  escala,  cuando  no 
podrían  haber  compradores,  deprimiéndose 
así  el  único  valor  que,  aunque  quebrantado, 
quedaba  en  el  país. 

Van  pocos  meses  que  esto  escribíamos 
y  pei-severándose  en  el  camino  que,  aunque 
dura,  im parcialmente  censurábamos,  ya  el 
plan  del  Sr.  Ministro  de  Hacienda  ha  dado 
los  resultados  que  no  podia  dejar  de  dar,  de- 
mostrando que  era  cierto  cuanto  decíamos. 

No  había  tal  sindicato  bancario  europeo, 
y  ha  pasado  la  estación  de  nuestras  fuertes 
exportaciones  .sin  que  la  pretendida  balanza 
de  comercio  favorable  nos  haya,  dado  un  so- 
lo peso  de  importación  metálica  de  los  millo- 
nes que  se  esperaban,  y  con  cuyo  miraje  se 


combatió  toda  combinación  tendente  á  pro- 
veer efectivamente  nuestra  circulación. 

Otro  error  ha  sido  con.siderar  que  el  saldar 
unos  cuantos  presupuestos  mediante  la 
falta  de  cumplimiento  del  pago  de  servicios 
de  la  deuda  exterior  y  una  rebaja  equiva- 
lente á  un  10  0/'^  de  nuestras  rentas  norma- 
íes,  hechos  conseguidos  con  nuestro  descré- 
dito ante  el  mundo  y  con  el  pago  de  Ls. 
536.000  como  comisión  del  acto  la.stimoso 
podrían  ser  base  de  un  arreglo  de  Hacienda, 
cuando  la  política  de  depresión  de  toda  fuer- 
za económica  del  país  debía  quitarnos  suce- 
.sivamente  esos  y  muchos  otros  10,,/"  mas  de 
recursos  para  el  Erario. 

Es  el  colmo  de  la  insen.-^atez  de  hacendista 
el  creer  que,  sin  fomento  de  la  riqueza  pú- 
blica, pueda  haber  jamás  prosperidad  ni  re- 
gularidad financiera. 

¿Cual  es  la  verdadera  situación  que  tantos 
desaciertes,  le  han  creado  al  país  3^  al  tesoroí 
¿Qué  es  lo  que  se  trata  de  hacer  envista 
de  ella? 

Hay  algunos  distinguidos  colegas  monte- 
videanos que  todavía  pretenden  que  la  si- 
tuación mejora,  por  que  el  interés  ha  bajado, 
lo  que  creen  que  prueba  que  ha  cesado  la 
falta  de  medio  circulante. 

V'ávecQjyi'iiiKi  facie,  queloquese  abarata 
abunda,  pero  no  es  siempre  asi,  y,  en  todas 
las  crisis,  uno  de  los  peores  síntomas  es,  pre- 
cisamente, la  baja  del  interés.  Lo  que 
revela  abundancia  de  numerario  dispo- 
nible es  el  alza  general  de  valores,  y  en 
vez  de  esa  alza,  lo  que  en  Montevideo  se 
manifiesta  es  la  baja  cada  día  mayor. 

Observe  cualquiera  la  situación  actual 
y  se  encontrará  que,  en  vez  de  disminuir 
la  escasez  de  dinero,  ella  llega  á  sus  límites 
extremos. 

Pero,  ¿por  qué  baja  entonces  el  interés? 
dicen  los  que  no  se  cuidan  de  analizar  las 
causas  de  ese  hecho  que  aparentemente 
contradice  la  realidad.  Por  una  razón  sen- 
cillísima, y  es  que  los  pocos  que  tienen 
capital  disponible  han  abandonado  la  mayor 
parte  de  las  colocaciones  habituales  y  pro- 
vechosas, preferiéndose  al  interés  las  garan- 
tías exageradas. 

En  todas  partes  el  máximum  de  abati- 
miento producido  por  una  crisis  ha  coinci- 


114 


Revista  Económíca 


elido  siempre  con  los  tipos  más  reducidos  de 
interés. 

Por  la  misma  lev  cuando  se  maniüesta  la 
prosperidad  en  un  país,  la  confianza  se  ex- 
tiende y  los  negocios  remunerativos  se  mul- 
tiplican, sube  el  interés. 

Uno  y  otro  extremo  son  malos;  cuando  el 
termómeti'o  marca  40  grados  hay  fiebi-e  y 
cuando  desciende  de  35  viene  la  muerte. 

De  los  pases  de  4  y  5  oío  caemos  3^a  en  el 
colapso  de  una  reducción  extrema  de  inte- 
rés. 

Laveleye  en  uno  de  sus  últimos  trabajos 
trae  observaciones  preciosas  al  respecto. 
«  La  misma  causa,  dice,  la  estenuación  de 
negocios  que  deprimen  los  precios,  acumu- 
la el  oro  en  los  Bancos  y  hace  caer  oí  tipo 
del  descuento.  Cuando  el  espíritu  de  em- 
pi-esa  languidece  la  materia  descontable 
falta  y  el  interés  baja.  En  la  crisis  lenta  de 
la  anemia  industrial,  el  capital  se  ofrece  á 
vil  precio.  Suponed,  agrega,  una  paraliza- 
ción casi  completa  en  el  movimiento  comer- 
cial: los  precios  y  los  descuentos  caerán  á 
un  tipo  irrisorio.»  Al  alcanzar  á  su  máximo 
la  crisis  de  Hamburgo  en  1819,  el  interés 
bajó  de  3  ojo  á  1 1  23' hechos  análogos  se  han 
reproducido  siempre  que  una  crisis  no  haya 
sido  detenida  á  tiempo. 

Elmvin  Nasse  ha  demostrado  de  un  modo 
incontrarestable  como  la  disminución  de 
la  existencia  monetaria  trae  la  baja  de  los 
precios,  detiene  inevitablemente  el  movi- 
miento comercial  y  lleva  á  este  estado  que 
es  el  nuestro:  de  un  lado  casi  todo  el  país  en 
la  más  completa  postración  por  falta  de  di- 
nero; del  otro,  un  poco  de  dinero  disponible, 
fuera  de  las  condiciones  generales  en  que  se 
necesita, disputándose,  en  una  reducidísima 
esfera,  excepcionales  papeles  y  préstamos 
con  garantías  reales  que  en  su  generalidad 
no  se  avienen  con  la  suma  que  es  impres- 
cindible movilizar  sobre  las  propiedades. 
De  ahí  el  fenómeno  de  que  el  interés  del  di- 
nero baje  tanto  como  se  produzca  v  crezca 
el  hambre  del  dinero,  á  la  vez  que  la  impo- 
sibilidad de  que  se  produzcan  importaciones 
efectivas  de  oro  en  condiciones  como  las 
que  nos  [ha  traído  el  error  fundamental  de 
la  política  económica  del  Gobierno. 

Desde  que  el  mal  proviene  de  la  desvalo- 
rización creada  por  la  escasez  de  moneda  y 


aquella  á  su  vez  dificulta  cada  día  más  los 
medios  de  adquirirla,  el  Banco  Hipotecario, 
gemelo  del  Banco  Noetzlin,  ya  empieza  á 
producii-  los  resultados  que  á  tiempo  prevei- 
naos.  que  es  impulsar  el  definitivo  derrum- 
bamiento de  la  propiedad  raiz;  y  para  poder 
pagar  un  par  de  cupones,  anulará  más 
de  cien  millones  de  valores  en  todo  el  país, 
minándose,  al  mismo  tiempo,  la  base  de  la 
institución. 

¡Qué  y  hábil  previsora  combinación! 

En  cuanto  á  la  Hacienda,  tenemos  el  hecho 
de  que  el  ahorro  en  los  servicios  comprado 
con  el  sacrificio  del  Crédito  Nacional,  no  re- 
presenta lo  que  ahora  se  pierde  en  renta, 
estándose  ya  hoy  peor  que  antes  del  arre- 
glo. 

Esta  es  la  situación,  y  el  Sr.  Ministi-o  de 
Hacienda  no  vé  mas  remedio  que  la  realiza- 
ción del  Banco,  y  ¿qué  Banco?  Una  institu- 
ción que  privará  á  la  producción  de  toda  es- 
pansión  y  de  todo  crédito,  durante  treinta 
años,  si  es  que  el  país  exasperado  no  se 
libra  antes  de  semejante  monstruosidad. 

En  vez  de  atacar  el  mal  por  su  base,  la 
I ealización  del  Banco  le  daría  un  nuevo  y 
poderoso  incremento. 

Ya  hemos  visto  lo  que  es  el  Banco  Mejicano 
que  dice  el  Sr.  Noetzlin  que  toma  por  mode- 
lo y  para  que  ya  no  quede  duda  sobre  las 
ideas  del  Gobierno  en  vista  de  la  necesidad 
de  combatir  la  crisis,  desenvolver  el  trabajo 
y  habilitar  las  aptitudes  nacionales,  está  el 
hecho  de  que  no  ha  perdonado  esfuerzos  pa- 
ra entregar  el  país  á  discreción  de  los  hom- 
bres del  Banco  Comercial  unidos  a  un  gru- 
po de  agiotistas  del  extranjero. 

El  Senado  nos  salvó  del  Banco  Comercial, 
pero  parece  que  el  país  no  se  salvará  del 
Sr.  Noetzlin,  así  como  también  do  nuevos 
bonos  y  comisiones.  Con  la  consolidación 
de  deudas  y  con  el  negocio  del  Ferro-Carril 
del  Oeste,  el  llamado  sindicato  tendrá  quizá 
con  que  hacer  el  Banco,  al  que  vendría  la 
Nación  á  dar  capital  y  privilegios,  dispo- 
niendo los  negociadores  de  los  beneflcio.s, 
de  la  dirección,  y  de  las  liberadas. 

Esa  combinación,  por  la  que  se  hace  cues- 
tión de  cartera,  le  permitiría  al  gobierno 
disponer  de  un  pequeño  préstamo  que,  si- 
guiendo las  cosas  en  el  camino  en  que  éstan 
sería  absorvido  en  un  par  de  meses. 


DEL  Rio  de  la  Plata 


llr 


y,  después  ¿que  haría  el  Sr.  Ministro  que 
no  vé  mas  recurso  que  ese  préstamo  para  sa- 
lir los  compromisos  del  día,  con  el  sacrificio 
completo  del  mañana? 

Con  el  complemento  de  su  plan,  tendría- 
mos para  dentro  de  pocos  meses,  de  un  lado, 
la  crisis  convertida  en  postración  definitiva, 
del  otro,  la  Hacienda  impotente  para  cum- 
plir sus  compromisos,  los  déficits  de  nuevo 
aglomerados,  el  hambie.  la  desesperación. 

A  eso  nos  llevan,  y  es  tiempo  de  que  se 
retroceda  de  tan  fatal  pendiente;  perdida  la 
oportunidad  de  crear  el  Banco  en  condicio- 
nes liberales,  como  se  lo  ofrecieron  los  tene- 
dores de  títulos  de  deuda  en  Europa,  que  no 
cobraban  prima  al  i-ebajar  los  intereses,  no 
]>ueden  faltar  todavía  ahora,  dejándose  de 
lado  las  funestas  combinaciones  en  que  tanto 
tiempo  y  tanto  prestigio  se  han  gastado,  otros 
medios  realmente  eficaces  para  mejorar  la 
situación  del  paí^. 

FA  Sr.  Ministro  de  Hacienda  que  ha  encon- 
trado la  forma  de  dejar  .sin  efecto  una  ve- 
nuncm iíidecl¿?iaMe,  que  es  retirarla,  palabra 
de  sonido  distinto  de  declinar,  no  puede 
dejar  de  hallar  en  el  Diccionario  de  la  rica 
lengua  castellana  el  medio  de  adoptar  un 
sistema  diametralmente  opuesto  al  que  ha 
venido  siguiendo  hasta  hoy. 

No  se  debe,  por  una  pretendida  conse- 
cuencia íi  principios  inaplicables  á  todas  las 
circunstancias,  sacrificarse  los  intere.ses  y 
el  porvenir  de  todo  un  pueblo. 

Los  hombres  de  gobierno  no  deben  sobre- 
poner un  mal  entendido  amor  propio  íi  todo 
amor  patrio. 

El  general  Roca  antes  de  los  dos  meses  de 
haber  dicho  oficialmente  que  vendería  la 
Casa  Rosada  antes  de  modificar  el  régimen 
monetario,  decretaba  su  modificación  en 
vústa  de  la  necesidad  pública  y  los  miem- 
bros de  la  defensa  nacional  de  Francia,  poco 
después  de  la  patriótica  declaración  deque 
no  darían  una  pulgada  de  su  territorio  ni 
una  piedra  de  sus  fortalezas,  entregaban  dos 
provincias  á  fin  de  salvar  el  resto  del  país. 

Salga  ol  Sr.  ministro  del  círculo  estrecho 
en  que  vive  encerrado;  abandone  las  teorías 
abstractas  de  escuela,  deje  de  continuar  la- 
brando el  mal,  como,  sin  duda  sin  quererlo, 
lo  vienehaciendo,  y  consulte  las  convenien- 
cias reales  del  país,  que  seremos  nosotros  los 


primeros  en  aplaudí  rio  y  en  alentarlo,  pues- 
to que,  lejos  de  proceder  inspirados  por  mas  ó 
menos  fundados  resentimientos  personales, 
es  regla  invariable  nuestra  de  conducta  es- 
cribir con  inexorable  imparcialidad  cuando 
de  los  intereses  públicos  se  trata. 


El  Senado,  procediendo  con  laindependen- 
cia  que  tanto  lo  recomienda  á  la  considera- 
ción de  todos  losque  anhelan  que  llagamos 
de  una  vez  vida  constitucional,  interpeló  al 
Sr.  Ministro  de  Hacienda  por  la  falta  de  re- 
misión de  los  presupuestos  que  po)-  ley  de- 
ben elevarse  al  Cuerpo  Legislativo  antes  de 
primei'O  de  Abril  y  que  aún  no  se  han  remi- 
tido. 

La  esplicación  dada  por  el  Sr.  Ministro  no 
fué  satisfactoria,  manifestando  que  los  pre- 
supuestos no  podrían  confeccionarse  .sin  re- 
.sülverse  antes  el  Banco  Noeltzlin. 

Todo  para  el  .señor  Ministro  es  el  Banco 
Noetzlln;  nové  masque  ese  dogal,  consi- 
derando la  Hacienda  y  el  porvenir  del  país 
dependientes  de  un  pequeño  préstamo. 

La  escusa,  sin  embargo,  no  era  admisible 
puesto  que  se  han  podido  confeccionar  los 
presupuestos  consultando  la  hipótesis  de 
obtener  el  crédito  y  la  de  no  conseguirlo, 
ó  al  menos,  ha  debido  oportunamente  el 
P.  E.  pedir  á  las  Cámaras  que  autorizasen 
la  demora. 

Lo  que  se  hizo  ha  sido  evidentemente  una 
nueva  infi'acción  de  la  ley,  como  es  una 
infracción  de  la  Constitución  el  no  presen- 
tar la  relación  anual  de  los  Ministerios;  las 
del  departamento  de  Hacienda  no  se  pre- 
sentan desde  la  Administración  del  General 
Santos. 

Singular  contraste  hace  este  proceder  de 
parte  del  P.  E.  con  el  rigor  que  hemos  visto 
observar  ultimauíente  con  altas  pei-sonali- 
dades  del  ejército,  que  no  .se  ajustaron  á  la 
letra  de  un  decreto  que  les  priva  de  sus  de- 
rechos con.stitucíonales. 

Parte  de  la  prensa  en  vez  de  apoyar  y 
alentar  la  actitud  del  Senado,  ha  llegado 
hasta  hacer  entrever  que  no  es  patriótico 
de  parte  de  las  Cámaras  el  contrariar  ó  lla- 
mar al  orden  á  los  miembros  del  Ejecutivo, 
obedeciendo  en  esto  á  la  lamentable  tenden- 
cia de  no  querer  ver  en  el  Cuerpo  Legisla- 
tivo más  que  un  instrumento  y  un  dócil 


116 


Revista  Económica 


aplaudidor  de  todo  lo  que  hagan,  proyecten 
ó  se  les  ocurra  á  los  Ministros. 

Las  claques  están  buenas  para  teatros, 
pero  no  esa  la  misión  del  Poder  Legislativo. 

El  telégrafo  nos  anuncia  que  se  trata 
por  un  grupo  de  la  Cámara  de  Diputados  de 
firmar  un  compromiso  de  no  votar  ninguna 
ley  decurso  forzoso  con  efecto  retroactivo,  y 
nos  cuesta  creer  que  ésta  idea  pueda  hacer 
camino,  puesto  que  no  concebimos  que  ha- 
lle eco  entre  los  miembros  de  la  Cámara  una 
pretención  como  ésta  que  impotaria  un  po- 
sitivo atentado  y  una  lamentable  burla  al 
sistema  Parlamentario. 

Ningún  Diputado  ni  ningún  Senador 
puede  comprometer  sus  votos  con  antela- 
ción á  las  discusiones  á  que  según  los  regla- 
mentos délas  Cámaras  deba  precederse,  pues 
délo  contrario  se  vendrían  á  hacer  ilusorias 
las  garantías  que  proporciona  el  debate  de 
las  materias  sometidas  á  la  consideración  del 
Cuei'po  Legislativo,  y  sería  ponerse  en  el 
caso  de  tener  que  acallar  la  conciencia 
cuando  argumentaciones  decisivas  lleva- 
sen el  convencimiento  al  ánimo  de  los 
coaligados  de  que  lo  que  formase  la  base  de 
sus  compromisos  fuese  contrario  al  interés 
público,que  todo  Representante  está  obliga- 
do á  consultar  con  prefei-encia.— Compro- 
meterse á  votar  antes  de  la  discusión,  es  co- 
meter el  acto  repi-obado  de  disponerse  á  cer- 
rar los  oídos  á  la  razón,  y  á  faltar  á  los  dicta- 
dos de  la  conciencia,  que  debe  ser  la  única 
norma  de  sus  actos. 

Las  Cámaras  han  proi-rogado  sus  sesiones 
por  un  mes  má.s,  usando  de  la  disposición 
Constitucional,  en  vez  de  proceder  como  se 
nos  decía  á  elejir  desde  yalos  miembros  déla 
comisión  permanente,  entre  los  íntimos  del 
Poder  Ejecutivo,  sin  dar  lugar  á  ninguno 
délos  que  componen  la  minoría  del  partido 
colorado  en  las  Cámaras,  lo  quehubiei-a  sido 
un  nuevo  error  político  agregado  á  los  mu- 
chos que  se  vienen  cometiendo. 

El  Dr.  Herrera  y  Obes  debe  sei-  el  primer 
interesado  en  que  semejante  hecho  no  se 
produzca,  y  estamos  ciertos  de  que  en  cuan- 
to de  él  dependa  há  de  tratar  de  que  las  Cá- 
maras nombren  una  comisión  permanente 
compuerta  de  hombres  independientes. 

Los  que  tienen  la  conciencia  de  la  rectí- 
tuíl  de  sus  actos,  deben  repeler  el  control  de 


sus  íntimos  3^  menospreciar  las  fáciles  com- 
placencias que  pueden  ofrecerles,  sobretodo 
en  circunstancias  tan  graves  como  las 
actuales. 

Según  los  diarios  de  Montevideo,  el  Sr. 
Cassel  esperaba  conocer  las  condiciones 
secretas  de  la  Ley  del  Banco  para  contestar 
definitivamente  si  entraba  ó  no  en  este 
negocio,  noticia  que  importa  desautoiizar 
la  afirmación  que  se  había  hecho  de  que  el 
Sr.  Noetzlin  trató  con  aquel  del  asunto  en 
su  viaje  á  Europa  y  venía  representándolo 
cerca  de  nuestro  Gobierno. 

Si  se  hubiese  tratado  el  negocio  con  el  Sr. 
Cassel,  lo  natural  era  que  se  hubiese  em- 
pezado por  comunicarle  las  bases  de  la  con- 
cesión. 

Nuestros  colegas  de  la  otra  orilla  no  ha- 
bían pues  sido  bien  informados  entonces 
ó  no  lo  están  ahora. 

Se  nos  anunció  una  refutación  á  lo  que 
dijimos  sobre  el  Banco  Nacional  de  Méjico  y 
sus  lamentables  resultados  para  la  riqueza 
pública  de  e.se  país,  pero  hasta  ahora  no  nos 
ha  llegado  la  publicación  anunciada,  que 
nos  habría  dado  oportunidad  para  ampliar 
los  datos  de  nuestro  artículo. 


Los  artículos  uo  firmatlos  pertenecen 
al  Director  de  esta  Revista. 


EEVISTA  BURSÁTIL 


El  oro  que  dejamos  el  31  de  Mayo  cotizán- 
dose á  53.40  (328.10)  cierra  en  la  quincena  á 
50.50  (310.29  OJO)  y  bastan  estas  cifras  para 
probar  que  no  nos  equivocamos  al  asegurar 
que  la  tendencia  de  valorización  del  billete 
continuaba  ¿Continuai'á  en  aaelante?  es  lo 
que  querrán  saber  nuestros  lectores  y  noso- 
tros debemos  decir  de  no  limitar  esta  revis- 
ta al  papel  de  ampliación  del  cuadro  de  co- 
tizaciones. Pues  bien;  no  obstante  pequeñas 
reacciones  que  han  de  producirse  en  los  pre- 
cios de  50  la  onza  y  300  o/o,  que  muchos  co- 
merciantes esperan  para  chancelar  operado- 


DEL  Rio  de  la  Plata 


117 


nes,  la  valorización  del  billete  seguirá,  por- 
que ha  de  estar  más  escaso  en  los  meses  de 
Junio  y  Agosto  por  las  cosechas  de  azúcar  y 
la  mayor  actividad  de  negocios,  y  sobretodo 
porque  no  siendo  entre  nosotros  la  moneda 
circulante  sino  pagarés  del  gobierno  nacio- 
nal, que  solo  el  fuego  ha  de  extinguir,  todo 
lo  que  ponga  al  deudor  en  mejores  condi- 
ciones tiende  á  valorizar  la  deuda.  Mejores 
condiciones  son  la  promesa  de  un  gobierno 
honrado  y  de  orden,  y  el  alimento  de  las 
rentas  nacionales  consecuencia  de  la  mejor 
posición  del  contribuyente. 

Para  concluir  recordaremos  un  hecho: 
cuando  Dr.  Pellegrini  subió  al  poder  coti- 
zábamos el  oro  á  217,  hoy  está  á  310  ¿como 
estará  el  12  de  Octubre  cuando  asuma  el 
mando  el  Dr.  Saenz-Peña  con  la  crisis  liqui- 
dada? lógicamente  á  menor,  mucho  menor 
precio  que  hoy. 

Ha  seguido  la  baja  en  el  interés  hasta  ha- 
cerse descuentos  de  primeros  firmas  á6  '/.,  o,o 
pero  son  escasos  los  negocios  de  e.se  género 
que  se  tratan,  por  lo  escaso  de  las  ventas  del 
comercio  importador  y  haberse  hecho  más 
pesada  la  cartera  de  los  bancos  con  los  des 
cuentos  concedidos  á  plazo  de  seis  meses. 

Como  dejamos  manifestado,  conceptuamos 
tocando  su  límite  la  baja  del  interés  y  no  se- 
rá difícil  que  en  Julio  ó  Agosto  volvamos  á 
ver  el  papel  á  lü  o/o  anual. 

Pocos  negocios  en  cambios  aunque  en 
precios  más  faovrables.  Algunos  arbitrajes 
han  hecho  viajar  libras  á  Rio  Janeiro,  que 
no  tardarán  en  hacer  uso  de  su  pasage  de 
iday  vuelta,  .si  realiza  aquella  plaza  los  cam- 
bios necesarios  en  la  operación  Rostchild  ya 
terminada. 

El  balance  que  publicamos  del  Banco  de 
la  Provincia  acusa  una  disminución  de  $ 
;3(j0.033.64  en  la  circulación  de  cheques  y 
certificados  de  depósitos.  La  Bolsa  ha  apre- 
ciado esta  variante  cotizándolos  con  9  % 
de  alza. 

Una  mejor  posición  del  Banco  Hipotecario 
Provincial  revelada  en  la  discusión  de  la 
Legislatara  ha  hecho  valorizar  las  cédulas 
en  4  °/o  y  los  certificados  en  8  %. 

Guardando  siempre  armonía  con  el  valor 
del  interés  en  plaza,  han  subido  el  Emprés- 
tito Nacional  interno  y  los  Fondos  Públicos 
de  1892  4  ';¿  y  5.80  respectivamente. 


Como  preveíamos  los  precios  de  las  accio- 
nes de  Bancos  continúan  firmes  pero  inva- 
riables, sólo  las  del  Nuevo  Banco  Italiano, 
que  se  había  quedado  algo  retardado  en  la 
pasada  valorización,  han  sido  cotizadas  con 
8  \.,  puntos  de  alza. 

La  baja  del  oro  disminuj'e  la  deuda  que 
en  esa  especie  tiene  la  sociedad  Muelle  y 
Depósitos  de  las  Catalinas  y  (3sto  esplica  los 
2.20  puntos  en  que  mejora  su  cotización. 

El  Banco  Nolasco  y  C-'  nos  favorece  con  la 
remisión  de  su  balance  en  29  de  Febrero 
1892  y  nos  complacemos  en  notar  mayor 
incremento  en  sus  operaciones  y  depósitos, 
tan  fructíferas  cuando  era  sociedad  anó- 
nima. 

La  BoLsa  de  Montevideo,  en  sus  distintas 
operaciones  cotiza  con  baja  de  5.80  %  los 
billetes  del  Banco  Nacional,  2.50  "/o  las  cédu- 
las hipotecerias  serie  A,  y  5.80  %  la  Deuda 
del  interior.  Causa  una  sola-,  el  desengaño 
sufrido  al  ver  que  el  capital  Europeo  no 
quiere  hacer  un  Banco  en  Montevideo  para 
ganar  menos  que  haciendo  uno  en  Buenos 
Aires,  donde  tampoco  entra  en  la  suscrición 
abierta  para  el  Banco  de  la  Nación. 

Muchas  reuniones  de  Cámaras  Legislati- 
vas y  comerciales,  boletines  á  media  noche, 
gran  barullo  alrededor  del  nombre  del 
faíseur  (Vaff aires  que  dice  representar  á  la 
banca  Europea,  y  en  resumen  el  convenci- 
miento de  un  fracaso  que  quisiéramos  se 
limitara  al  Banco  y  no  envolviera  á  los  po- 
cos hombres  no  gastados  que  conserva  la 
Rapública  Oriental. 

El  esceso  de  vida  Argentina  podrá  llevar 
otra  vez  capitales  á  su  vecina  Oriental,  sino, 
hay  que  esperar  que  entren  hombres  nue- 
vos en  el  manejo  financiero  de  aquel  país. 
Es  nuestro  amargo  convencimiento. 


F, 


118 


Ekvista  Econ(3mica 


Movimiento  bursátil  de  la  primera  quincena  de  Junio  de  1892 


BOLSA  DE  BUENOS  AIRES 

(DEL  P  AL  15  DE  JUMO; 


HA.STA.         Mas  bajo 
MAYO  31 


Metálico 


Onzas 53.40 

Libras  estei'linaí; 16.60 


Cambios 


Inglaterra. 

Francia 

Bélg-ica 

Alemania. . 


Cheques 


Banco  Nacional 

Banco  de  la  Provincia 

Banco  Hipotecario  de  la  Provincia— bono.s. 

Banco  Ing-lés  del  Kio  de  la  Plata  (papel)... 

:■>  ■>  •>  (oro) 


Cédulas  Hipotecarias  Nacionales 


de  renta 


A  m/n  7  % 

B  »    7% 

C  »    7  % 

D  »    7  o/o 

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Cédulas  Hipotecarias  Provinciales 

Serie  A  (oro)  6  "^  ^  de  renta  . . 

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Fondos  y  Títulos  Públicos 

Fondos  Públicos  Nacionales  de  1884. 
Empréstito  Nacional  Interno  1891 . . . 

Id.         de  1892 

Lotería  Municipal  de  la  Capital 


47.3/, 
4.98 
4.99 
4.03 


21 
53 
16 
20 


31  — 
99  — 
95  — 
90.50 
92.50 
95  - 


12  — 

32  — 
31  - 

28.80 
28.90 

33  — 
31.50 
30.20 
30.20 
30.20 
30.10 
30.20 
30.20 


53  - 

64.50 
58.20 
35  — 


50.50 
15.70 


w 

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.97 
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21  - 
43  — 

15  — 
20  — 

7  - 


32  — 
95  — 
92  - 
90  — 
90  - 
90  - 


Mas  alto 


53.80 
16.72 


47.V2 
4.98 
4.99 
4.05 


23 

52 
24 
20 


32  - 

95  — 
92  — 
92  - 
90  - 
90.70 


Ultimo  precio 

HASTA 

juxio  15 


50.50 
15.70 


47.^/i« 
4.98 
4.99 
4.04 


22 

44 

24 
20 


32  - 

95  - 
92  — 
92  — 
90  — 
90.70 


12  — 

20  - 

20  - 

31  - 

35.50 

35.50 

32  - 

34  - 

34  - 

28.80 

33  - 

33  - 

28.98 

31.30 

31.30 

34  - 

34  - 

34  - 

33  - 

33  - 

33  - 

30.10 

35  - 

35  - 

30.20 

35  — 

35  - 

30.10 

34.30 

34.30 

30.20 

34  - 

34  — 

30.20 

34  - 

34  - 

30.20 

34  - 

34  - 

53  - 

53  - 

53  - 

64  - 

69  - 

69  - 

58  - 

64  — 

64  - 

35  - 

40  — 

40  — 

DEL  Rio  de  la  Plata 


119 


HASTA 

Mayo  31 


Acciones 


BANX'OS 


Español  del  Rio  de  la  Plata 106  — 

Italia  y  ¡>      »    »     »      (oi-o) 86  — 

Crédito  Real 27  — 

Nuevo  Banco  Italiano 41 .50 

Banco  de  la  Bolsa 39.50 

Francés  del  Rio  de  La  Plata 45.50 

Hipotecario  de  la  Capital  (Bonos  oi'Dj 41  — 

Constructor  de  La  Plata ¡     4.50 

Id.  id.    (oblig-aciones) j:    0.80 

Ag-rícola  Comercial ¡;  17  — 

Banco  Inmobiliario ,  30.50 

Banco  de  Comercio 80  — 

Banco  Caja  de  Descuentos 80  ^- 

Comercial  de  La  Plata !    8.50 

Comercial '  30  — 

íianco  Sud  Americano ¡  30  — 


COMPAÑÍAS 

La  Edificadora 80 

La  Previsora  (Compañía  de  Seg'uros) ;  29 

La  Primitiva  Compañía  do  Cas ;  86 

Gas  Argentino ,\  40 

Empresa  del  Edificio  de  laBoIsn 125 

La  Arg-entina  (fábrica  de  papel) 80 

Muelle  y  Depósitos  de  las  Catalinas 7.80 

La  Buenos  Aires  (Compañía  de  Seguros;. . . !    30  — 

Compañía  General  de  Reaseguros i     7 

Kid  y  C'^ I    15 

Telegráfico  Telefónica 65 

Constructora  Argentina 


BOLSA  DE  MONTEVIDEO 

(DEL  1'^  AL  14  DE  JUNIO) 


Acciones  Banco  Nacional . . . 
Billetes         »           > 
Deuda  Unificada 

Títulos  hipotecarios  Serie  D 

Cédulas  hipotecarias    »      A 

Id.  id.  »      R 

Deuda  amortizable • 

Deuda  del  Interior 

Deuda  Independencia 

Deuda  Consolidada 

Acciones  Banco  HipoteL-ariu 

CAMBIOS 

Inglaterra 

Francia 

Bélgica 

Alemania 


7.50 

55.80 
39  - 
28.70 
28.70 
28  - 
33  - 
32.80 
31.20 


50.'/s 
5.33 
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4.30 


Mas  bajo 


Más  alto 


106  — 
86  — 

27  - 
46.50 
39.50 
45.50 
41  — 

4.50 
0.80 
15  - 
30.50 
80  - 
80  - 
8.50 
30  — 

28  - 


74  — 
30  — 
87  — 
40  - 
125  - 
80  — 
7.60 
30  - 


15 
65 
14 


7.50 
50  — 
39  — 
28.70 
25.40 
28  — 
33  - 
27  — 
31. 
37 
12 


20 


50% 
5.32 
5.34 
4.29 


108  — 
86  — 

27  - 
50  — 
39.50 
48  — 
41  — 

4.50 
0.80 
15  — 
30.50 
80  - 
80  — 
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30  - 

28  - 


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87 
40 
125 
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10 
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15 
65 
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7.50 
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39  — 
28.70 
28.40 
28  — 
33  - 
31.50 
31.20 
37  — 
14  - 


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5.33 
5.34 
4.30 


Itlimo  precio 

HASTi 
JUNIO  15 


108  — 
86  — 
27  - 
50  - 
39.50 
45  - 
41  — 
4.50 
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15  - 
30.50 
80  — 
80  - 
8.50 
30  - 
30  — 


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15 
65 
14 


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50  - 
39  - 
28.70 
26.20 
28  - 
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27  - 
31.20 
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120 


Revista  Económica 


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Provinciales  y  Municip 
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Gobierno  de  la  Provincií 
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5  de  Julio  (le  1892. 


EVISTA    E 


DEL 


RIO  DE  LA  PLATA 


DIRECTOR.     DOMINGO    LAMAS 


EL  ABSENTEISMO  AEÜENTINO 


I 


El  tiM'mino  absenteismo,  que  pudiera 
reemplazarse  por  ausenteismo,  es  de  origen 
inglés  y  ha  sido  creado  para  espresar  el  ale- 
jamiento dolos  propietai-ios  de  sus  tierras 
privándolas  no  solo  de  su  atención  inmedia- 
ta, sinf3,  también,  y  este  es  el  hecho  econó- 
mico que  más  especialmente  lo  caracteriza, 
pi'ivando  á  sus  respectivas  localidades  del 
beneficio  del  consumo  y  de  la  acumulación 
en  ellas  de  sjs  productos  anuales. 

Es  tan  importante  esto,  que  la  ausencia 
do  Irlanda  de  próximamente  un  22  °/o  de  sus 
propietarios  territoi-iales,  es  considerada  co- 
mo la  principal  causa  de  su  pobreza  y  de  su 
abatimiento  económico. 

Pero  las  exportaciones  de  rentas  de  capi- 
tales, producen  un  efecto  análogo  y  deben 
comprenderse  *^n  la  misma  denominación, 
puesto  que,  comoloobserva  con  mucha  exac- 
titud A.  Clement,  «toda  exportación  de 
»  capital  ó  de  renta  que  no  deba  producir 
»  retorno.s  es  perjudicial  á  los  países  de 
»  donde  .se  extraen  estos  valores  y  ventajo- 
-  .^as  pai-a  aquel  al  cual  se  les  lleva;  priva 
■  al  primero  en  favor  del  segundo  de  un  me- 
;>  dio  de  trabajo,  de  beneficio,  de  acumula- 
»  ción  de  riqueza  proporcionado  á  la  impor- 
»  tancia  de  lassumas  exportadas». 

Cuando  esas  exportaciones  corresponden 
á  una  importación  de  capital  que  provoque 
un  aumento  equivalente  de  producción  en 
el  paí.s,  hay  una  compensación  al  hecho  ad- 
ver-so;  pero  cuando  no  se  dá  esa  compensa- 
ción, el  resultado  es  ruinosamente  fatal  y 


hay  que  remediar  el  nial  con  energía,  si') 
pena  de  pei-mitir  el  abatimiento  primero,  y  la 
ruina  de  la  comunidad  en  plazo  más  á  me- 
nos remoto. 

Podremos  comparar,  para  un  país,  las  im- 
portaciones de  capitales  debidas  á  préstamos 
ó  empresas  extranjei'as  con  las  operaciones 
de  préstamos  que  hacen  los  particulares  y 
los  contratos  diversos  que  celebran  sobre  sus 
bienes,  cuyos  resultados  dependen  del  uso 
de  los  fondos  recibidos  y  de  la  discresión  y 
pericia  con  que  .st;  proceda. 

Si  aquellos  se  destinan  á  gastos  no  sufi- 
cientemente reproductivos  ó  al  pago  de  défi- 
cits, y  si  estos  no  han  sido  bien  meditados 
de  modo  á  garantir  un  desenvolvimiento  de 
producción  que,  por  lo  menos,  compense  la 
parte  que  en  su  virtud  se  apropien  los  extra- 
ños, el  téi'mino  fatal  del  absenteismo,  si  se 
deja  estenderla  línea  del  desvio,  es  la  insol- 
vencia nacional,  la  postración  del  país,  la 
pérdida  total  de  su  autonomía. 

Al  término  nhscntemno,  se  opone  otra  es- 
presión,  le  de  colonización  de  cajñlales,  que 
significa  el  hecho  económico  conU-ario  y 
mediante  el  cual  la  nación  colonizadora  usu- 
fructúa las  producciones  extranjeras,  y  se 
crea,  seg'ún  la  espresión  de  un  moderno  eco- 
nomista, especies  de  pi-opiedades  de  extra- 
muros. 

La  Inglaterra  es  hoy  la  mayor  nación 
colonizadora  por  medio  de  capitales,  y  la 
República  Ai'gentina,  en  relación  á  sus  pro- 
ductos, la  nación  que  ofrece  el  ejemplo  de 
maj-or  absenteismo. 

II 
I     Veamos  ahora  la  posición  creada  para  es- 


122 


Revista  Económica 


tas  dos  naciones  que  se  encuentran  en  am- 
bos extremos,  y  detengámonos  muy  espe- 
cialmente en  la  situación  de  la  República 
Argentina,  cuyo  problema  fundamental 
económico  tocamos  aquí. 

Según  los  estudios  estadísticos  de  M. 
Giffen,  la  Inglaterra  tenía,  en  1875,  una 
renta  anual  de  más  de  65  millones  de  libras 
ó  sea  1  millar  625  millones  de  francos.  De 
esta  renta,  1  millar  5  millones  proviene  de 
empréstitos  exteriores,  425  millones  de  be- 
neficios de  ferro-carriles  extrangeros,  57  mi- 
llones de  dividendos  de  Bancos  y71  de  divi- 
dendos de  Compañías  industriales.— Los  82 
millones  restantes  provienen  de  Compañías 
de  seguros  y  otras  empresas  en  el  extran- 
gero. 

Hay  ndemás  que  agregar  como  beneficios 
obtenidos  en  el  exterior,  otras  partidas  como 
las  de  los  ñetes  etc.  que  son  tributos  sobre  la 
mayor  parte  de  las  mercaderías  importadas 
y  exportadas  en  todas  las  naciones  del  mu  ndo. 

M.  P.  Leroy  Beaulieu,  sin  incluir  los  fle- 
tes y  solo  calculando  el  aumento  de  inver- 
.siones  operado  desde  1875  á  1881  y  las  colo- 
caciones de  capitales  en  las  demás  formas 
que  no  sean  acciones  de  compañías,  calcula 
en  tres  millares  de  francos,  seiscientos  millo* 
nes  de  pesos  oro,  la  renta  que  del  exterior  re- 
cibe anualmente  la  Inglaterra. 

Debido  á  esto  la  Inglaterra  puede  impor- 
tar un  tercio  y  más  por  año  que  lo  que  ex- 
porta, y  en  vez  de  tener  por  esto  un  dese- 
quilibrio en  su  balanza  comercial,  le  queda 
siempre  un  sobrante  para  nuevas  colocacio- 
nes. 

Obtiene,  además  también,  en  vasta  esca- 
la, desde  el  punto  de  vista  nacional,  esa  es- 
pecie de  propiedad  de  extramuros  á  que 
hace  poco  me  referí.  — Ejerce  la  Inglaterra 
una  real  influencia,  muchas  veces  muy  di- 
recta, sobre  los  destinos  de  sus  deudores, 
aparte  de  usar  del  derecho  soberano  del  im- 
puesto con  que  grava  sus  títulos  y  sus  rentas. 

Todos  los  habitantes  de  los  países  que  son 
sus  deudores,  además  de  la  retribución  de 
los  capitales  importados,  son  gravados,  esto 
es,  pagan  impuestos,  en  beneficio  del  tesoro 
de  la  Gran  Bretaña. 

Para  apreciar  el  absenteisrao  argentino, 
po  solo  debemos  hacernos  cargo  de  la  magni- 


tud de  la  corriente  de  sus  exportaciones  sin 
retornos,  sino  que  conviene  caracterizar  la 
acción,  en  el  país,  de  los  capitales  y  servi- 
cios extrangeros  que  las  provocan,  valién- 
donos, con  este  objeto,  en  una  parte  de  da- 
tos positivos  y,  en  otra,  de  aproximaciones  é 
inducciones,  dada  la  deficiencia  de  las  esta- 
dísticas. 

Las  fuentes  de  ese  absenteismo  pueden  di- 
vidirse en  cuatro  categorías:— 1^  Comandita 
de  capitales,  por  empréstitos  y  operaciones 
diversas,— 2^  servicios  internacionales,  como 
fletes  y  seguros,— 3^  Capitalistas  del  país, 
excluyendo  los  propietarios  territoriales,  que 
residenen  el  exterior,  subsidios  á  familias  de 
los  inmigrantes,  e  inmigración  transitoria 
y,— 4^  Propietarios  territoriales  establecidos 
en  el  extranjero. 

En  cuanto  á  la  primera  categoría,  debemos 
fijarnos  en  la  cantidad  así  como  también  en 
la  calidad  de  la  comandita,  que  es  lo  princi- 
pal para  la  apreciación  económica. 

Hay,  desde  luego,  la  importante  distin- 
ción que  hacer  entre  la  importación  de  ca- 
pitales extranjeros  en  condiciones  de  relati- 
va fijeza  y  la  importación  mediante  inver- 
siones de  carácter  transitorio. 

La  pi-imera,  y  sentimos  que  la  necesidad 
del  análisis  nos  imponga  tantas  clasifica- 
ciones, se  divide  en  empréstitos,  inversiones 
en  el  país  por  Compañías  cuyos  objetos 
deben  distinguirse,  y  en  las  realizadas  por 
particulares,  como  halñlitaciones  ó  créditos 
á  casas  de  comercio,  etc. 

La  deuda  en  el  exterior  de  la  República 
Argentina,  por  empréstitos  os  la  siguiente : 

Empréstito  de  1881  de  6  oío.     L.     2.450.000 
»  de  1884de5oio.      »      1.683.100 

»  de  1886 »      8.290. 100 

»  de  extensión  del 

F.C.  del  Norte »     3.968.200 

Empréstito    Conversión    de 
Bonos  de  Tesorería,  5  0{0. 

1887 »         624.000 

Empréstito  de  1888,  oro,  in- 
terno de  4  li2  oío »      3.973.700 

Empréstito  de  1889  de41i2  "/o     »      5.290.000 
»        de  1889,    externo 

de3  1i2oio »      2.659.500 

Empréstito  de  Moratorias...     »    15.000.000 
»         de  la  Provincia 


DEL  Rio  de  la  Plata 


123 


de  Buenos  Aires  de  1824, 

deGop »      l.OOO.OOÜ 

Empréstito  de  la  Provincia 

de  Buenos  Aires  de  1857, 

de  3  010 .     »      1.641.000 

Empréstito  de  la  Provincia 

de  Buenos  Aires  de  1882  y 

1886,  de  6  010 »      4.098.300 

Empréstito  de  la  Provincia 

de  Buenos  Aires  de  1883, 

de  6  010 »      2.2ñ4.100 

Empréstito  de  la  Provincia 

de  Buenos  Aires  de  1886, 

de  5  010 »      2.000.000 

Empréstito  de  la  Provincia 

de  Catamarca »         600.000 

Empréstito  de  la  Provincia 

de  Córdoba,  1886 »         595.200 

Empréstito  de  la  Provincia 

de  Córdoba,  1888 »      1.190.400 

Empréstito  de  la  Provincia 

de  Córdoba,  1888 »      2.000.000 

Empréstito  de  la  Provincia 

de  Corrientes,  1889,  6  010.  »  1.000.000 
Empréstito  de  la  Provincia 

de  Rioja »         800.000 

Empréstito  de  la  Provincia 

deSalta »      1.000.000 

Empréstito  de  la  Provincia 

de  San  Luis,  1889,  6  oío  . .  »  150.000 
Empréstito  de  la  Provincia 

de  San  Juan  de  1886,  6  oyó  *  400.000 
Empréstito  de  la  Provincia 

de  Santa-Fe  de  1883,  1884, 

de6oio »      7.000.000 

Empréstito  de  la  Provincia 

de  Santa-Fe  de  1888 »      4 .  000 .  000 

EmpréstitoMunicipalSta.  Fé  »  257.000 
■»  de  Mendoza »         992.060 

id  de  Tucumán  de  1888,  de 

6  010 »         600.000 

Empréstito     Municipalidad 

de  Buenos  Aires,  de  1888..  »  1.326.626 
Empréstito     Municipalidad 

de  Buenos  Aires,  de  1889.     »     1.984.120 


Total Lbs.  78.827.406 

Estos  empréstitos  si  bien  tienen  fijado  un 
interés,  en  su  término  medio,  de  acuerdo 
con  la  renta  media  de  los  capitales  nomina- 
les, no  representarán  préstamos  por  más  de 


libras  50.000.000,  de  las  cuales  una  pártese 
ha  destinado  al  pago  de  intereses. 

Las  operaciones  que  figuran  como  em- 
préstitos nacionales  de  1888  y  de  1889  son 
simples  conversiones  de  Deudas,  emitidas 
por  las  administraciones  que  precedieron  á 
la  del  Dr.  Juárez  Celman. 

De  lo  venido  efectivamente  al  país  á  con- 
secuencia de  estas  operaciones,  poco  es  lo 
que  pudo  actuar  en  la  República  como  fac- 
tores de  producción. 

Esa  es,  pues,  una  fuente  de  exportaciones 
sin  retorno,  que  en  su  mayor  parte  no  tie- 
nen compensación  apreciable. 

En  cuanto  á  las  Compañías,  considerare- 
mos primero  las  que  tienen  por  objeto  las 
comodidades  y  las  más  ó  menos  útiles  rela- 
tivas á  salubrificaciones  urbanas,  estoes, 
las  empresas  de  confort  y  de  higiene,  que  son 
las  siguientes,  según  la  enumeración  que 
encontramosen  el  último  informe  del  Secre- 
tario de  la  Legación  Inglesa  en  Buenos  Ai- 
res, que  contiene  los  datos  correspondientes 
al  año  anterior: 

AngloArgentineTramways    L.     1.066.635 

Buenos  Aires  amd  Belgrano 
Tramways »         217.500 

Bueno«  Aires  Grand  Natio- 
nal Tramways »         450 .  000 

Buenos  Aires  New  Tram- 
ways      »         475.000 

Buenos  Aires  New  Tram- 
ways Debentures »         250.000 

City  of  Buenos  Aires  Tram- 
ways      »         675.000 

Belgrano  Gas ^>         600.000 

Buenos  Aires  New  Cías »         700.000 

Rosario  City  Improvements 
Company »  450.000 

Buenos  Aires  Water  Supply 
( partida  suprimida  au- 
mentándose, en  cambio, 
la  Deuda  Pública »      5.000.000 


L.     9.884.135 


Estas  dos  partidas  reunidas,  que  repre- 
sentan un  capital  de  Lbs.  88,721,541,  deben 
importar  la  salida,  sin  retorno,  de  la  cuarta 
parte  de  la  exportación  argentina,  sin  que 
en  compensación  nos  dispense  de  importar 
ningún  artículo  extrangero,  ni  dé  lugar  á 


124 


Revista  Económica 


que  el  país  produzca  una  arroba  de  lana,  un 
kilo  de  carne,  ó  una  fanega  de  trig-o  más. 

Consideremos  en  seguida  los  Bancos  ex- 
trangeros,  distinguiendo  los  de  comercio  de 
las  sociedades  de  préstamos  hipotecarios. 

Vasta  es  la  lista  de  los  primeros  que  fun- 
cionan en  la  República;  el  Anglo-Argenti- 
no  Bank,  el  Alemán  Transatlántico,  el  Bri- 
tánico de  la  América  del  Sud,  el  Inglés  del 
Rio  de  la  Plata,  el  Londres  y  Brasil  y  el 
Londres  y  Rio  de  la  Plata,  que  no  pueden 
apreciarse  por  las  cantidades  que  presentan 
como  capitales  pues  son  meras  sucursales  y 
su.s  capitales  efectivos  son  comunes  á  varios 
casas,  á  la  par  que  no  es  de  acuerdo  con  su 
capital  importado  que  operan  y  obtienen 
cuantiosos  dividendos.  Ellos,  por  regla  ge- 
neral, operan  sobre  lo  base  de  su  crédito, 
con  los  propios  capitales  argentinos,  de 
acuerdo  con  la  índole  de  esa  clase  de  comer- 
cio, y  lo  hacen  consultando  menos  los  intere- 
ses país,  que  lo  que,  como  lo  demostraremos 
en  otro  artículo,  está  en  el  carácter  de  las 
instituciones  locales. 

La  fuerte  contribución  que  con  este  moti- 
vo se  dá  al  absenteismo,  es  más  bien  un  tri- 
buto al  prestigio  de  la  etiqueta  extranjera 
que  la  retribución  de  un  aumento  de  ele- 
mentos de  pi'oducción. 

Las  sociedades  de  préstamos  hipotecarios 
extrangeras  son  los  siguientes: 

Argentine  CréditFoncier  Li- 
mited      L.      500.000 

River  Píate  Trust  and  Loan 
Corapany •>    1.875.000 

Debentures »    1.200.000 

Santa  Fé  Territorial  an.. 
Agriculturai  Bank »        SOO.OOO 


L.    4.375.000 

Hay  además  la  sociedad  inglesahipoteca- 
ria  <'Nueva  Zelandia  y  Rio  de  la  Plata*  y 
dos  emisiones  de  títulos  hipotecarios  argen- 
tinos, las  Catalinas  Warehouses,  por  L. 
1.000.000  y  las  Curumalan  land,  7  per  cent 
Bonds,  por  L.  750.000. 

A  esta  comandita  debo  agregarse,  por  cé- 
dulas colocadas  en  el  exterior,  con  valor  no- 
minal, próximamente,  ps.  15.000.000  en  oro 
y  ps.  200.000.090  en  m\n. 

Estas  grandes  sumas  adelantadas  sobre 


las  propiedades  raíce.S3"  que  representan  otro 
factor  importante  de  absenteismo,  han  poli- 
do,  encambio,  dar  lugai'á  una  compensación 
y  ha.sta  á  un  va.sto  beneficio  para  el  país,  si 
hubiesen  correspondido  á  una  equivalente 
habilitación  de  los  trabajos  agrícolas  é  in- 
dustriales, pero  e.'íta,  que  debió  .ser  la  regla 
general,  ha  sido  la  excepción,  puesto  que  en 
vez  del  trabajo  lo  que  comunmente  por  es- 
tos medies  se  han  habilitado  han  sido  el  agio 
y  los  gastos  improductivos. 

No  exageramos  al  calcular  que  dos  tercios 
de  las  .'-entas  que  corresponden  á  estas  inver- 
siones, no  se  compensan  con  aumento  algu- 
no de  producción. 

Lo  que  hasta  aquí  llevamos  analizado 
representa  una  salida  sin  retorno  equiva- 
lente á  más  de  un  tercio  de  la  exportación 
total,  que  queda  sin  compen.sarse  por  un 
aumento  de  riqueza. 

Veamos  ahora  otra  partida,  que  es  la  de 
las  empresas  especuladoras  de  tierras,  que 
vienen  á  con.stituir  el  absenteismo  origi- 
nario. 

Las  empre.sas  de  este  género  .son : 

AngloColonisation  and  Land 
Company L.      200.000 

Land  and  investiment  Com- 
pany       »    1.040.000 

Repúblic   Land  Company...     ■»       100.000 

Southern  Land  Company...      »       280.000 

Espartillar  Estancias  Compa- 
ny       »        120.000 

Santa  Fé  Land    Company...      »       875.000 

Santa  Fé  ani  Córdoba  Land 
Company »       400.000 

L.  3.015.000 

listas  empresas  inti'oducen  capitales  efec- 
tivos que  emplean  en  las  compras  de  tierra.s 
y  si  esos  capitales  die.sen  lugar  por  sus 
inversiones  á  un  aumento  de  producción 
equivalente  á  las  rentas  suce.sivas  de  la 
tierra  que  ellas  adquieren,  habría  com- 
pensación, pero  ha  sucedido  con  estas  com- 
pras como  con  las  que  por  mayores  cantida- 
des han  efectuado  particulares  residentes 
en  el  extranjero,  algo  análogo  á  los  pré.sta- 
mos  hipotecarios.  La  renta  de  la  tierra  e.stá 
enagenada  y  el  capital  de  la  venta  consu- 
mido, en  su  mayor  parte,  de  un  modo 
improductivo. 


DKL  KlO  DE  LA  PLATA 


125 


Esta  clase  de  operaciones  son  las  que  he- 
mos colocado  en  la  cuarta  clase  del  absen- 
tcisnio,  cu\'os  muy  trascendentales  incon- 
venientes hemos  de  estudiar  mas  adelante. 
Nos  resta  ahora  considerar  tres  clases  de 
compañías:  las  que  tienen  por  objeto  facili- 
tar las  comunicaciones,  realizar  diversas 
obras  públicas,  y  las  que  se  dedican  á  pro- 
ducciones industriales. 

Las  divei'sas  empresas  de  ferrocarriles 
establecidas  en  la  Kepüblica  tienen  un  capi- 
tal en  acciones  y  en  obligaciones  de  L. 
07.445.906  que,  si  bien  no  actúan  directa- 
mente en  la  producción,  la  favorecen  indi- 
rectamente, facilitando  los  trasportes,aunque 
no  los  abarata  en  la  proporción  que  exige 
una  acción  de  fomento  eficaz  3'  amplia. 

La  inversión  de  esas  sumas  es  en  parte 
reproductiva,  y  decimos  en  parte  porque, 
no  obstante  sobrecargar  el  precio  de  sus  ser- 
vicios, la  Nación  tiene  que  pagar  y  lo  tendi'á 
por  mucho  tiempo,  fuertes  sumas  como 
garantías  de  intereses. 

En  esta  cla.se,  que  compi-ende  las  empre- 
sas do  medios  de  comunicación,  agregare- 
mos las  dos  siguientes,  f[ue  se  nos  quedaban 
rezagadas: 

La  Platense  flotilla  Compa- 

n;, L.  1 .000.000 

iviver   Píate  Teleplione  Com- 

pany »        700.000 

([ue  elevan  la  partida  á  L.  6Ü.245.90G. 

Como  empi'osas  de  obras  de  utilidad  públi- 
ca sólo  tenemos  además  al  Buenos  Ayres  Ha- 
bour  Works  Ti'ust,  con  un  capital  de  L. 
1.300.000. 

Pasemos  ahoi-a  á  las  empresas  que  direc- 
tamente cooperan  al  aumento  de  la  produc- 
ción; después  de  tan  cuantiosas  inversio- 
nes de  capitales  extranjeros,  sólo  nos  en- 
contramos con  las  siguientes: 

Argentino    Meat  Preserving 

Company L.  270.000 

d .  8  u  ga  r  Kefi  n  e  i-.y  l^om  p  a  ny .  ,^  425 .  000 

Entre  Rios  Extrat  Meat  Com- 
pany    »  ]^í5.000 

Biecker  Brewery  Compan3^.  »  600.000 

Klver  Píate  Fre.sch  Meat »  200.000 

Que  forman  un  total  de  solo.     L..  1.620.000 


Agregando  á  esta  suma  la  parte  destinada 
á  colonización,  la  Argentine  Coloni.sation 
and  Land  Company,  y  la  que  pueda  desti- 
nar á  la  producción  rural  la  Espartillar 
Estancia  Company,  apenas  formaremos 
$  10.000.000,  destinados  directamente  á  la 
producción  propiamente  dicha,  cuando  las 
cifras  que  hasta  ahora  hemos  analizado  del 
capital  europeo  del  que  la  República  Argen- 
tina es  tributaria,  importan  al  rededor  de 
mil  millones  de  pesos  oro. 

III 

Salimos  de  los  datos  precisos,  por  lo  que 
formaremos  capítulo  aparte. 

Hemos  dividido  la  comandita  extranjera 
en  relativamente  fija,  cuyas  sumas  ya  he- 
mos dado,  y  en  transitoria,  en  vLsta  de  los 
muy  especiales  inconvenientes  que  esta  úl- 
tima presenta. 

El  progresodel  país,  requiere  un  aumento 
constante  de  inversiones  fijas  en  armonía 
con  sus  condiciones  de  expansión,  pero  no 
así  la  entrada  y  .'^alida  caprichosa  da  gran- 
des masas  de  capital  disponible,  que  nada 
permiten  desenvolver,  á  no  ser  las  opera- 
ciones de  agio,  perturbadoras  del  trabajo 
reproductivo  y  generadoras  de  malestar. 

Si  .se  hiciese  una  investigación  prolija  de 
los  orígenes  de  la  actual  crisis,  se  encon- 
trarla indudablemente  como  uno  de  sus  pri- 
meros factores,  esas  importaciones  transi- 
toriasde capital,  en  efectivo  unas  veces  y  por 
lo  común  solo  en  crédito,  con  cu^'os  flujos  y 
reflujos  no  hubieron  barreras  ni  para  el  alza, 
primero,  ni  para  la  depresión  de  los  valores, 
que  posteriormente  se  provocó. 

Esa  fué  la  va.sta  comandita  del  juego,  me- 
diante el  cual  perdía  el  país  todo  lo  que 
entraba  á  la  circulación  del  producido  de 
empréstitos  y  déla  colocación  de  títulos  hipo- 
tecarios, aumentando,  por  lo  tanto,  el  saldo 
sin  compen.«ar  á  favor  del  absenteismo. 

Los  alemanes  cuando  recibíanlas  cuotas 
de  la  indemnización  francesa,  .se  quejaban 
de  ([ue  los  franceses  en  cambio  de  fruslerías 
le  arrebataban 'simultáneamente  ca.si  todo 
lo  ([ue  les  entregaban;  y  algo  análogo  ha 
pasado  poi-  aquí. 

El  capital  importado,  cuando  no  absorbido 
por  .servicios  sin  compensaciones  reproduc- 
tivas, se  evaporaba  poi-  el  aumento  de  con- 


126 


Revista  Económica 


sumos  desenvueltos  por  el  agio  que  fomen- 
taba, y  que,  á  la  par,  venia  á  distraer  los 
brazos  y  las  inteligencias  del  país  de  sus 
ocupaciones  socialmente  más  benéficas. 

Más  eficaz  y  directamente,  sin  bien  por  su 
mala  distribución,  cooperando  también  en 
parte  á  eso,  han  contribuido  á  habilitar  la 
producción  en  toda  la  República,  las  emi- 
siones de  papel,  que  han  sido  y  continúan 
siendo  el  capital  disponible  amplio  con  que 
cuenta  el  país. 

Los  fletes  y  seguros  marítimos,  tienen  el 
efecto  de  un  recargo  en  el  valor  de  las  Im- 
portaciones y  de  una  disminución  en  el 
producto  de  las  exportaciones;  lo  uno  y  lo 
otro  en  beneficio  de  los  extranjeros  y  en 
perjuicio  de  la  acumulación  de  capitales 
en  el  país, 

Los  beneficios  de  los  seguros  terrestres  con- 
tra incendio  y  los  sobre  la  vida,  son  otras 
tantas  partidas  de  absenteismo;  partidas  que 
no  pueden  justificarse  por  la  necesidad  de 
contingente  extraño,  como  se  justifican  los 
fietes  que  corresponden  á  una  industria  que 
el  país  no  puede  todavía  desenvolver  en 
condiciones  suficientes,  si  bien  puede  y  debe 
intentar  algo  en  ese  sentido. 

Las  partidas  de  remesas  por  inmigrantes, 
constituyen  generalmente  absenteismos 
compensados  con  más  ó  menosamplitud,  pues 
son  solo,  por  lo  común,  parte  de  los  produc- 
tos que  ellos  crean  en  el  país.  No  están  en  igual 
caso  las  remesas  de  capitalistas  y  paseantes 
en  el  exterior,  que  representan  extracciones 
de  la  producción  preexistente  en  vez  de  com- 
pensarse por  nuevas  fuerzas  de  producción, 
como  las  que  representa  la  inmigración. 

Por  último,  están  en  el  caso  de  la  genera- 
lidad de  los  capitalistas  que  residen  en  el 
exterior,  los  propietarios  territoriales  domici- 
liados fuera  del  país,  pero  existen  respecto  de 
esta  especialidad  otros  inconvenientes  para 
el  porvenir  nacional. 

Hay  una  diferencia  fundamental  entre  las 
inversiones  de  capitales  en  el  comercio  y  en 
las  industrias  y  las  que  se  hacen  con  la  ad- 
quisición de  la  propiedad  tei'ritorial. 

Las  primeras  sacan  sus  beneficios  creando 
valores,  mientras  que  las  segundas  signifi- 
can la  adquisición  de  la  renta  natural  de  la 
tierra  y  de  las  sucesivas  valorizaciones  que 
se  crean  con  el  desenvolvimiento  social.  La 


propiedad    territorial,   puede  decirse,  es  el 
gran  condensador  de  la  riqueza  nacional. 

Sobretodo,  cuando  la  tierra  se  destina  á 
simples  establecimientos  indu.str¡ales  ó  á 
culturas  altamente  extensivas  que  no  per- 
miten densidad  de  población,  su  enagena- 
ción  á  individuos  residentes  en  el  extran- 
gero  importa,  para  los  efectos  económicos, 
casi  su  supresión  completa  de  la  comuni- 
dad nacional. 

Supongamos,  en  prueba  de  ésto,  un  gran 
establecimiento  ganadero  ó  un  campo  des- 
tinado á  producir  cereales  ó  forrages  de  ex- 
portación, y  veamos  qué  pasa  en  el  casode  que 
él  pertenezca  á  habitantes  del  país  y  en  el  de 
que  sea  de  propiedad  de  personas  estableci- 
das en  el  extrangero. 

Esa  parte  del  territorio  nacional,  si  perte- 
nece ú  personas  vinculadas  en  el  país,  ade- 
mas de  alimentar  un  número  reducido  de 
trabajadores,  dará  lugar  á  la  venta  local  ó 
exterior  de  la  cantidad  que  anualmente  pro- 
ducirá en  ganados  ó  cereales  etc.  cuyo  im- 
porte, después  de  pagar  los  gastos,  relativa- 
mente reducidos,  puesto  que  el  primer  agen- 
te de  la  producción  extensiva  es  la  tierra, 
debe  compensar  los  impuestos,  y  dejar  un 
reraamente  por  lo  común  considerable,  que 
se  acumula  en  el  país,  sirve  para  entender 
su  giro  y  entra  á  aumentar  el  capital  na- 
cional. 

En  el  otro  caso,  queda  solo  en  el  país,  de  la 
utilidad  producida,  el  pequeño  tanto  por  mil 
de  los  impuestos,  pero  el  remaniente,  en 
caso  de  exportación,  no  tiene  retorno,  y,  en 
ca^o  de  ventas  realizadas  en  el  país,  consti- 
tu3^e  un  aumento  de  deuda  con  el  esterior; 
elementos  de  extensión  de  giro  y  de  acumu- 
lación de  capital  de  naciones  extrangeras. 

En  la  época  de  Rivadavia,  el  patriotismo 
y  la  previsión  argentinas,  evitaron  que  se 
vendiesen  las  tierras  de  la  Provincia  de 
Buenos  Aires  á  una  compañía  de  capitalis- 
tas con  residencia  en  Inglaterra,  y  ¿qué  hu- 
biera sucedido  si  semejante  operación  se 
hubiese  llevado  á  efecto? 

Fácil  es  comprenderlo.  Habría  venido  al 
país  un  capital  en  efectivo  que  hoy  no  repre- 
sentaría la  diez  milésimas  parte  de  lo  que 
elprogreso  social  ha  dado  de  valora  ese  te- 
rritorio.—Las  lanas,  los  cueros,  la  carne  que  ^ 
exporta  la  Provincia    de   Buenos  Aires,  y 


DEL  Rio  de  la  Plata 


127 


constituye  los  dos  tercios  de  la  exportación 
total  de  la  República,  no  tendría  retorno;  en 
vez  de  constituir  y  aumentar  las  más  gran- 
des fortunas  que  existen  hoy  en  el  país, 
irían  á  aumentar  el  capital  disponible  de  los 
afortunados  compradores  en  la  Gran  Breta- 
ña. Estaríamos  en  peor  situación  que  la  Ir- 
landa, y  mediante  dos  dineros  se  habría  efec- 
tuado la  adquisición  de  esta  rica  Provincia 
de  un  modo  tan  efectivo  como  la  que  por  el 
poder  de  las  armas  efectuaron  los  barones 
normandos. 

Esto  que  se  evitó  entonces,  se  realiza  hoy 
y  las  mosquinas  sumas  adqueridas  median- 
te el  despilfarro  de  las  tierras  nacionales  y 
las  compras  particulares  que  la  crisis  facili- 
ta, importan,  además  del  absenteismo  inme- 
diato, amputaciónesdel  porvenir  económico 
de  la  República,  que  es  urgente  impedir  que 
se  reproduzcan,  reformándose  con  ese  objeto 
las  leyes  que  actualmente  reglan  la  dis- 
posición y  la  distribución  de  la  propiedad 
territorial  en  el  país. 

Para  formar  una  idea  de  lo  que  importará 
la  comandita  de  capitales  extrangeros  que 
no  están  representados  por  títulos  de  Deu- 
das Públicas  ó  por  acciones  de  compañías, 
podemos  tomar  por  base  el  indicado  cálculo 
general  de  P.  Leroy  Beaulieu,  respecto  de 
las  colocaciones  exteriores  del  capital  in- 
glés, y  por  lo  tanto  apreciarla  en  mas  de  un 
tercio  de  la  suma  total. 


IV 


Como  hemos  visto,  el  capital  invertido  en 
la  República  perteneciente  á  individuos 
que  residen  en  el  exterior,  puede  calcularse 
en  mil  quinientos  millones  de  pesos  oro, 
divididos  así: 

Títulos  de  renta  y  Com- 
pañías      $  1.000.000.000 

Otras  inversiones »      500.000.000 


$  1.500.000.000 

Prescindamos  de  ios  fletes  y  seguros  marí- 
timos y,  calculando  un  promedio  de  6  á  6  V2 
por  ciento  de  rentas  y  beneficios  que  habrá 
que  pagar  al  exterior,  tendremos,  aparte  de 
la  retribución  de  diversos  servicios  internos, 
por  lo  menos,  un  absenteismo  anual  de  cien 


millones  de  pesos  oro,  esto  es  de  más  del  to- 
tal de  la  exportación  argentina. 

La  colonización  por  medio  de  capitales  le 
permite,  como seha  visto,  ala  Inglaterra,  ade- 
más de  importar  p'-oductos  por  más  de  un 
tercio  de  lo  que  exporta,  una  fuerte  acumu- 
lación anual,  mientras  que  la  República 
Argentina,  en  sus  actuales  condiciones,  no 
sólo  no  puede  acumular,  sino  que,  sí  paga 
sus  compromisos,  tendrá  el  déficit  anual  de 
todas  sus  importaciones. 

Ella  es,  pues,  mucho  más  absenteista,  que 
la  Inglaterra  es  colonizadora. 

El  optimismo  de  unos  y  el  empirismo  de 
otros,  contribuye  no  poco  á  agravar  esta  si- 
tuación y  á  extraviar  á  su  respecto  la 
opinión  general  del  país.  Se  llega  hasta 
creer  que  basta  para  crear  la  prosperidad 
el  restablecimiento  de  una  nueva  corrien- 
te de  importación  de  capitales,  sino  por 
empréstitos,  por  negocios  y  compras  de  par- 
ticulares y,  en  último  caso,  la  prórroga  de  la 
suspensión  de  parte  de  los  servicios  ex- 
ternos. 

Los  empréstitos  importan  en  este  caso 
capitalizar  deudas,  capitalización  que  sien- 
do, como  ha  sido  liasta  ahora  más  rápida 
que  el  desenrolvimiento  de  la  riqueza  dei 
país,  es  la  agravación  en  vez  de  la  mejoría. 
Esto,  además,  no  evitaría,  como  no  evita  ya, 
la  acción  del  absenteismo. 

Quedan  las  comanditas  particulares  y  las 
adquisiciones  por  extranjerosde  la  propiedad 
territorial,  recursos,  el  primero  insuficiente 
y  en  parte  solo  propio  para  producir  facili- 
dades transitorias,  y,  el  segundo,  además  de 
igualmente  limitado,  inconveniente  para 
el  porvenir  del  país. 

En  este  camino  la  situación  tiene  forzo- 
samente que  empeorarse  como  se  ha  venido 
empeorando  en  estos  dos  últimos  años. 

El  remedio  radical  y  efectivo  hay  que 
buscarlo  en  el  país  mismo,  que  es  donde  se 
halla. 

Cerca  de  quinientos  millones  de  pesos  oro 
están  invertidos  en  ferro  carriles,  puertos, 
etc.,  esto  es  en  medios  de  facilitar  los  trans- 
portes, y  ya  se  ha  ido,  por  ahora,  demasiado 
lejos  quizá  en  este  sentido,  y  lo  que  corres- 
ponde es  fomentar  efectiva  y  vigorosamen- 
te la  creación  de  productos;  en  resumen,  la 
reforma  de  leyes  agrarias  de  modo  á  poner 


128 


lÍKVlSTA    !']( ■(  )N(')M1CA 


]a  lioi-ra  más  al  alcance  de  los  brazos  traba- 
jadores; la  reorg-anizacion  délos  Bancos  Na- 
cionales 3'  Provinciales,  dotándolosde  losma- 
dios  de  reanudar  las  habilitaciones,  que  son 
las(iue  más  efectivamente  han  contribuido 
al  desarrollo  de  las  provincias  del  interior  y 
á  la  gran  riqueza  de  Buenos  Aires,  y  la  con- 
servación de  un  sistema  de  protección  ra- 
cional á  las  industrias. 

Tal  debe  ser  el  contrapeso  que  hay  que 
oponer  al  absenteismo  que  en  proporciones 
tan  colosales  pesa  sobre  el  país,  á  fln  de  evi- 
tar la  wAini  y  la  postraci()n  de  la  República. 


LOS  TRATADOS  DE  COMERl'íü 

A  i'K<u'()í-;rro  dk  i  xa  iMciATnA  del  Gobuíkxo 

OkIEiNTAL 


III 

Analizados  como  quedan  los  tratados  co- 
merciales que  lig-an  actualmente  á  la  Kopü- 
blica  Oriental  del  Urug-uay  con  varias  na- 
ciones europeas  (España,  Italia  é  Inglate- 
rra); persig-uiendo  el  propósito,  que  creo 
haber  justificado,  de  libertar  al  país  de  com- 
promisos que  cohartan  su  libertad  de  acción 
en  materias  de  comercio  internacional,  y 
sentada  la  doctrina  de  la  derog-abilidad  de  los 
tratados  llamados  perpétuo.s.  porque  no  .se 
les  ha  asig-nado  término  ó  plazo  de  dura- 
ción, voy  á  concretarme  ahoi-a  á  comprobar 
esa  doctrina,  apoyándome,  en  g-eneral,  en 
los  principio.^  elementales  de  la  sociabilidad 
humana  y,  con  especialidad,  en  las  opinio- 
nes de  los  tratadistas  de  derecho  público  in- 
ternacional. 

El  tratado  celebrado  con  la  Ing-laterra  es 
de  tal  naturaleza,  por  su  forma  y  por  su 
fondo,  como  he  tenido  opoi-tunidad  do  evi- 
denciarlo, que  susubsistencia  indefinida  im- 
posibilitai  ía  á  la  República  Oriental  á  go- 
bel-nar  s\i  comercio,  á  diiigir  y  fomentar  sus 
industrias,  á  defender,  en  una  palabra,  los 
intere.ses  económicos  del  país,  sin  el  bene- 
plácito de  aquella  potencia,  la  que,  en  cam- 
bio, nada  real  nos  concedió. 

Con  ese  tratado,  la  Repiíblica  no  puede 
adoptai-  una  política  económica  internacio- 
nal; no  puede  consultar  las  conveniencias 


patrias  en  materia  de  importación  y  expor- 
tación, haciendo  uso  de  una  .soberanía  de 
que,  en  parte,  se  ha  desprendido;  no  puede, 
en  definitiva,  legislar  en  asunto  tan  esen- 
cial con  la  indispensable  y  legítima  inde- 
pendencia y  sin  extraña  coacción. 

Y  esto  eternamente,  si  se  so.stiene  una  doc- 
trina contraria  á  la  que  pi'oclamo  y  defien- 
do, con  el  calor  que  se  defiende  la  soberanía 
y  la  libertad  de  un  pueblo  altivo  y  digno, 
como  lo  es  el  oriental,  con  la  conciencia  del 
derecho  y  de  la  jurisprudencia  universal. 

El  célebre  Bluntschli  (Le  droil  piihlic  in- 
(crnulional,  1881,  pág.  9),  se  expre.sa  así: 

<!L&  perpetuidad  ÚQ  los  tratados,  como  la 
de  la  ley,  se  halla  en  contradicción  con  las 
necesidades  cambiantes  de  las  cosas  huma- 
Jias  y.  por  consiguiente,  del  Estado.  Siempre 
que  el  derecho  no  exprese  más  que  los  prin- 
cipios permanentes  del  orden  divino  del 
universo,  él  es  tan  inmutable  como  e.se  or- 
den mismo;  pero  el  derecho  que  establece 
las  relaciones  cambiables  é  ince.santemente 
modificadas  délas  cosas  humanas,  gira  fa- 
talmente en  la  órbita  de  esas  transforma- 
ciones, sea  cual  sea  su  forma,  ley  ó  tratado.*' 
Pradier  Federé  {Traite  de  aroit  iiúerna- 
lio/iiU piiMic  T.  2,  pg.  502),  .se  pronuncia  no 
menos  absolutamente  contra  la  pretendida 
perpetuidad  de  los  tratados. 

«E]n  verdad,  dice,  todos  los  tratados  son 
temporariosy  no  existen  tratados  perpetuos 
en  el  sentido  absoluto  de  la  palabi-a,  porque 
nada  se  puede  imaginar  ae  más  irracional 
que  los  coi;¡ premisos  inmutables,  cuando 
no  hay  nada  inmutable  en  la  naturaleza.  Xo 
ha}- pues  más  que  los  tratados  firmados  por 
un  tiempo  indeterminado  que  pueden  .ser 
llamados  perpetuos,  en  el  sentido  de  que  no 
habiendo  las  partes  contratantes  fijado  nin- 
gún plazo,  resulta,  tácitamente,  que  ellas  no 
.se  han  ligado  sino  por  el  tiempo  cjue  subsis- 
tan las  razones  y  los  intereses  que  las  indu- 
jeron á  fií'marel  pacto.» 

A  propósito  de  estas  últimas  palabras  de 
Pradier  Federé,  se  me  ocurre  preguntar: 
¿qué  razones  y  qué  intereses  indujeron  al 
gobierno  oriental  á  firmar  el  tratado  con  la 
Inglateri-a!*, ¿subsisten  esas  razones?.  ^^  final- 
mente, ¿deque  naturaleza  fueron  esas  ra- 
zones y  denué  índole  los  intereses  que  la 


DEL  Rio  de  la  Plata 


129 


llevaron  á  poner  su  firma  en  aquel  pacto 
internacional? 

La  política  tiene  sus  exig'encias:  y  más 
de  un  tratado  registra  la  historia  universal 
cuya  celebración  constituyó  tan  solo  el  pre- 
cio de  un  servicio  momentáneamente  im- 
portante, extraño  á  la  materia  consig-nada 
en  sus  cláusulas,  aparentemente  leoninas. 

Hay  ra/.ones  de  Estado  que  imponen  sa- 
crificios dolorosos  y  en  cuyo  obsequio  se 
abandonan  derechos  y  se  comprometen  pre- 
i-roprativas  esenciales. 

Un  ejemplo  que  confirma  esta  asevera- 
ción la  he  palpado  yo  mismo  en  una  discu- 
sión que  sostuve  en  Europa,  en  1<S82,  con  el 
Barón  Aguiar  d'Andrade,  Mini.stro  del  Bra- 
sil en  Lisboa,  sobre  las  razones  secretas  de- 
terminantes del  tratado  del  Paraná  relativo 
al  litig-io  de  Misiones. 

El  Imperio  le  ofrecía  al  Hobierno  de  la 
Confederación  importantes  contingentes  de 
fuerza  i)ara  someter  á  Buenos  Aires,  y  este 
Gobierno  abandonaba  sus  derechos  secula- 
res sobi-e  la  verdadera  línea  de  las  demarca- 
ciones de  Oyarvide. 

Aquello  era  secreto;  razones  de  Estado;  y 
esto  era  público. 

Felizmente  el  Cong-reso  modificó  el  trata- 
do ^'.  .  no  hubo  tratado  en  su  acepción  de 
compromiso  internacional. 

Pere  tampoco  hubo  contingentes  de  fuer- 
za para  subyug-ar  á  la  altiva  Buenos  Aires, 
que  bregaba  por  sus  fueros  soberanos. 

Estos  ejemplos  se  encuentran  á  cada  paso 
en  la  historia  diplomática  de  las  naciones. 

Ahora,  volviendo  á  nuestro  caso,  pregun- 
taré de  nuevo,  ¿qué  razones,  qué  intereses, 
qué  exigencias  de  las  circun.stancias  indu- 
jeron al  Gobierno  Oriental  á  firmar  el  trata- 
do inglés  de  1885,  desde  que  él  aparece 
hecho  todo  en  favor  de  la  Inglatera,  país 
que  somete  invariablemente  su  política,  en 
ambos  hemisferios,  á  sus  intereses  comer- 
ciales? 

¿No  habrá  en  el  país  quien  denuncie, 
como  rae  cupo  denunciar  en  Europa  respec- 
to al  tratado  del  Paraná  entre  el  BrasH  y  la 
República  Argentina,  las  razones,  entonces 
secretas,  y  en  el  supuesto  de  que  ya  no  lo 
sean,  que  indujeron  á  nuestra  cancillería,  por 
ejemplo,  á  nacionalizar  la  marina  ingle.sa  en 
nuestras  aguas,  á  acordar  r/ratiiíta  é  incon- 


dkionalmenle  á  la  Gran  Bretaña  y  á  todas 
sus  colonias  habidas  y  por  haber,  los  favo- 
res, derechos  y  exenciones  que  la  República 
otorgue,  aunque  sea  en  cambio  de  favores 
excepcionales,  á  toda  y  cualquiera  nación, 
y  estojjí;'  sécula  secalorum'i 

Es  indispensable  que  la  luz  se  haga.  Si 
las  razones  de  que  habla  Pradier  Federé 
existieron  en  efecto,  en  forma  de  pactos  se- 
cretos para  garantir,  por  ejemplo,  como  se 
susurró  en  un  tiempo,  nuestra  independen- 
cia contra  una  asechanza  externa  y  vecina, 
especie  que  recojo  sin  darle  mayor  impor- 
tancia pero  que  recojo  en  falta  de  un  indicio 
cualquiera  que  esplique,  aunque  quizá  sin 
justificarlo,  el  tratado  inglés  de  que  me 
ocupo;  si  esas  razonesexistierony  la  versión 
que  apunto  es  exacta,  y -a  no  existen  hoy,  y, 
por  consiguiente,  desvanecida  la  causa  de- 
be desaparecer  el  efecto,  esto  es  el  tratado 
de  1885,  porque  hoy  vivimos  en  paz  y  con- 
cordia universal  y  en  pleno  régimen  de 
reacción  liberal  contra  el  cesarismo,  que  ha 
muerto  felizmente  para  la  República:  los 
pueblos  realmente  dignos  de  la  libertad  no 
perecen  nunca,  y  si  perecen,  resucitan,  co- 
mo resucitará  aún  la  Polonia  de  entre  las 
cenizas  de  sus  mártires  y  de  sus  patriotas, 
sin  necesidad  de  pactos  mercenarios  y  al  so- 
lo impulso  de  la  razón  y  de  la  justicia,  que 
se  impone  al  fin,  á  despecho  del  tiempo  que 
pasa  y  de  las  cadenas  que  oprimen;  la  garan- 
tía de  la  autonomía  y  de  la  independencia 
de  las  naciones,  reside  en  su  voluntad  de 
ser  libres  y,  sobre  todo,  en  su  capacidad  de 
ser  libres;  y  para  esto  último  es  menester, 
por  ejemplo,  no  incurrir  en  errores  como  el 
de  la  celebración  del  tratado  con  la  Inglate- 
rra, áque  me  vengo  refiriendo. 

Hoy  que  el  gobierno  Oriental  está  nego- 
ciando nuevos  tratados  de  comercio  con 
l'iancia  y  Alemania,  en  cuyas  cláusulas  se 
ha  de  intruducir  probablemente,  porque  va 
siendo  de  cajón,  el  estribillo  de  «la  nación 
más  favorecida,»  corresponde  al  patriotismo 
provocar  el  debate  más  público  y  amplio  so- 
bre la  materia,  como  que  ella  afecta  los  má.s 
íntimos  resortes  productores  de  la  riqueza 
nacional. 

El  novísimo  réjimen  aduanero  de  Francia, 
precedido  de  un  magistral  debate  periodi>- 
tico  y  parlamentario,   inaugura  una  nueva 


130 


Revista  Económica 


era  para  para  las  relaciones  económicas  de 
los  Estados. 

Francia  saluda  así  su  independencia  co- 
mercial, rota  por  el  tiempo  la  férrea  ligadu- 
ra del  tratado  de  Frankfort,  impuesta  per 
el  vencedor,  á  raiz  de  los  desastres  del  71. 

M.  Jules  Roche,  Ministro  del  Comercio,  al 
esponer  la  reforma  ante  el  parlamento,  jus- 
tificó la  adopción  déla  nueva  política  adua- 
nera, libre  ya  la  Francia  de  sus  compromi- 
sos internacionales  que  cohartaban  su  liber- 
tad y  limitaban  su  autonomía.  El  presidente 
de  la  comisión  especial  de  la  Cámara  de  Di- 
putados, M.  Meline,  abundando  en  las  ideas 
del  gobierno,  se  pronunció,  y  con  él  el  Cuer- 
po Legislativo,  por  el  réjimen  propuesto, 
que  reacciona  contra  las  prácticas  de  los  tra- 
tados que  crean,  á  favor  de  los  Estados  con- 
tratantes, situaciones  excepcionales  y  privi- 
legiadas por  tiempo  determinado  ó  indeter- 
minado. 

El  BülMacMnley  proclama  igual  principio 
y,  en  un  notable  y  reciente  documento  pú- 
blico, la  República  Argentina  se  manifiesta 
favorable  á  su  adopción. 

Entretanto  nosotros,  en  vez  de  tratar  de 
libertarnos  de  nuestro  tratado  de  Fi-ankfort, 
quiero  decir  de  nuestro  tratado  con  la  Ingla- 
terra, negociamos  y  estamos  á  punto  de 
lig-arnos  por  nuevos  tratados  con  diversas 
potencias,  sin  que  nada  nos  compela  á  veri- 
ficarlo. 

Y  para  libertarnos  de  esa  ligadura,  tene- 
mos en  apoyo  nuestro  el  derecho  natural  y, 
además,  el  derecho  escrito. 

Ya  hemos  citado  dos  tratadistas  eminentes 
y  pudiéramos  citar  muchos  otros. 

Todos  condenan,  todos  refutan  los  tratados 
perpetuos. 

Pero  no  estarán  demás  aquí  las  palabras 
de  algunos  otros  maestros  en  jurisprudencia 
internacional. 

Según  Stuart  Mili,  «no  se  puede  razona- 
blemente ligar  una  nación  sino  por  medio 
de  un  tratado  cuyo  plazo  no  exceda  el  de 
una  generación  (1)». 

«La  justicia  de  los  conti'atos,  dice  Pinheiro 
Ferreira,  reposa  sobre  la  reciprosidad  délos 
intereses  de  las  despartes  contratantes,  y  es 


(1)  I.  St.  Mili,   Treaty,  Obligntiottí!,  en  la  Fvrtnújhtlij  Re- 
view  de  I"  de  Diciembre  de  1870. 


sabido  que  ese  equilibrio  puede  desaparecer, 
aún  en  vida  de  los  firmantes  y,  desde  luego, 
no  se  podrán  continuar  invocando,  en  apo- 
yo de  las  estipulaciones  del  tratado,  las  ra- 
zones de  utilidad  mutua  que  le  .sirvieron  de 
base.  Por  consiguiente,  todo  lo  que  se  puede 
pretender  razonablemente,  cuando  se  exije 
la  observación  de  un  tratado,  fundándose 
en  que  es  perpetuo,  se  reduce  á  que  las  par- 
tes contratantes,  no  habiendo  fijado  ningún 
plazo  para  su  existencia,  la  que  pretenda 
rescindirlo  debe  avisarlo  á  la  otra,  y  aún 
acordarle  una  indemnización  por  los  per- 
juicios que  dicha  resolución  puede  originar- 
le. En  este  conflicto  de  intereses  deben 
apreciarse  de  buena  fé  las  pérdidas  apre- 
ciables  de  cada  parte  y,  desde  luego,  es  fácil 
llegará  entenderse  (1).» 

«Como  todas  las  cosas  de  este  mundo,  los 
tratados  se  debilitan,  dice  Pi-adior  Fodei-é,  se 
alteran,  caen  y  desaparecen;  llevan  en  ellos 
mismos  el  principio  de  su  ruina  y  terminan 
con  las  causas  que  lo  produjeron.  ¡Y  cómo 
admitir  lo  contrario!  Obras  humanas,  esto 
es  mortales,  expresan  las  relaciones  que 
existen  en  el  momento  de  su  negociación 
éntrelas  fuerzas  morales  y  materiales  de  los 
Estados  contratantes;  pues  bien,  las  nacio- 
nes se  modifican  incesantemente,  y  de  ello 
resulta  que  las  circunstancias  cambian  y 
que  los  tratados  pierden  su  razón  de  ser, 
teniendo  contra  ellos  !a  fuerza  de  las  cosas. 
Es  así  que  los  tratados  que  parecían,  en  el 
momento  de  su  conclusión,  necesarios  y 
equitativos,  acaban,  con  el  tiempo,  por  ser 
inútiles  y  abusivos»  (2). 

«Todo  convenio  entre  dos  Potencias,  decía 
el  abate  Bernier,  no  puede  considerarse  sub- 
sistente sino  mientras  una  y  otra  lo  inter- 
pretan con  un  espíritu  de  condecendenciay 
coinciden  en  la  apreciación  del  fondo  ó  es- 
píritu de  sus  cla\ísulas,  sin  dar  á  las  espre- 
siones un  sentido  demasiado  literal.  (3)» 

Deben  pues  los  Poderes  Públicos  Orienta- 
les apartar  todo  escrúpulo  y  abordar  rgsuttl- 


(1)  Nota  de  Pinheiro  Ferreira  en  el  Prítí.v  dn  droit  des 
Gens  de  G.  F.  Martens.  1864.  Liv.  II.  pg.  176. 

(2)  Pradier  l'^deré,  Tridit  de  droit  infcrmdin-ndl  ¡niliHc, 
1218. 

(3)  líriporf  de  Viúihé  Bernier,  an  premier  Confuí  mtr  le 
projet  dUmión  propone  an  fíouvernenienl  par  le  somerain 
pontife  Fie  VIL  27  imi.  1801. 


DKL  Rio  de  la  Plata 


131 


tamentela  enojosa  cuestión  para  el  país  de  la 
denuncia  del  tratado  del  85  fií'mada  con  la 
Gran  Bretaña;  deben,  además,  significar  á 
Italia  la  no  renovación  del  pacto  comercial 
que  vence  en  1895  y  hacer  lo  mismo  con  la 
España,  recuperando  así  la  República  su  li- 
bertad de  acción  para  gobernar  su  comercio 
internacional,  adoptando,  mutadis  miitandis, 
el  réjimen  francés,  que  analisaré  en  un  pró- 
ximo artículo. 

Pedko  S.  Lamas. 


SOBRE  EDUCACIÓN 


CARTA  ABIERTA 


Sr.  D.  Domingo  Lamas. 

Mi  buen  amigo:  déjeme  Vd.  rendir  culto 
á  la  moda:  permítame  que  en  letra  de  molde 
conteste  á  su  pedido,  siquiera  para  que  los 
lectores  de  La  Revista  no  califiquen  de  atre- 
vimiento lo  que  es  simplemente  deferencia 
hacia  Vd. 

Me  pide  que  concrete  mis  ideas  sobre  edu- 
cación, después  de  haber  oído  las  que  en 
diversas  ocasiones  expuse  con  motivo  de  re- 
cientes sucesos  escolares;  y  aún  cuando  el 
pedido  me  alhaga,  me  veo  un  tanto  cohibido 
por  razones  que  no  se  le  ocultarán. 

Pero,  ¡quién  dijo  miedo!  Pasaré  sin  rozar- 
las siquiera  sobre  las  cuestiones  que  tuvie- 
ron el  privilegio  de  soliviantar  ánimos  y 
enardecer  pasiones,  encarando  los  diversos 
problemas  educacionistas  desde  el  punto  de 
vista  científico,  y  aboidaró  fran.'a  y  resuel- 
tamente el  estudio  de  nuestros  programas  y 
de  nuestra  organización  escolar. 

Notará  Vd.  que  he  dicho  nuestro,  á  pesar 
de  ser  yo  extranjero,  y  es  que  queriendo  á 
la  República  Argentina,  habiendo  levantado 
en  su  seno  un  modesto  hogar,  viviendo  su 
vida,  y  participando  de  sus  alegrías  y  con- 
gojas, no  puedo  ser  indiferente  á  cuanto  con 
su  progreso  se  roce,  y  si  á  tal  punto  me  inte- 
resa su  porvenir,  que  si  lamento  cuantas 
conmociones  entorpecen  su  adelantamiento, 
en  cambio  bato  palmas  cuando  la  veo  ca- 
minar con  seguro  pasj  por  la  hermosa  y  an- 
cha vía  del  progreso  universal. 

Presto  atención  preferente  á  cuanto  se  re- 


laciona con  la  educación:  por  ello  es  que  cen- 
suro con  toda  la  energía  de  que  soy  capaz, 
ese  empeño  en  algunos  en  extrangerizarla. 
Para  ciertos  pedagogos  basta  que  una  refor- 
ma sea  alemana,  inglesa  ó  norte-ameiicana 
para  que  sea  buena,  sin  que  se  les  ocurra 
introducir  aquellas  modificaciones  que  acon- 
sejan la  diferencia  de  lugar  y  la  diversidad 
de  carácter  y  temperamento. 

Creo,  y  lo  creo  de  buena  fé,  que  la  ins- 
trucción argentina  carece  de  sello  nacional: 
la  legislación  referente  á  este  ramo  reñeja 
perfectamente  el  titubeo,  la  falta  de  un  plan 
meditado  con  calma  y  apropiado  á  las  con- 
diciones del  país. 

Nación  eminentemente  agrícola  y  comer- 
cial, carece  de  buenas  escuelas  de  comercio 
y  de  granjas  modelo:  país,  en  que  la  indus- 
tria tiende  á  desarrollarse,  no  tiene  las  nece- 
sarias escuelas  de  artes  y  oficios;  y  por  con- 
tra tan  solo  poi"  espíritu  imitativo,  favorece 
aquellos  estudios  que  llenan  las  ciudades  de 
abogadosy  las  ciudades  y  campos  de  m  édicos. 
No  sé  si  tiene  en  cuenta  que  el  exceso  de  le- 
trados, antes  perjudica  que  beneficia  á  un 
país,  y  que  con  muchos  peritos  agrónomos 
y  muchos  inteligentes  en  las  faenas  de  cam- 
po se  desarrollaría  hasta  lo  infinito  nuestra 
riqueza  agrícola  y  pecuaria. 

Es  axioma  pedagógico,  lanzado  á  volar 
por  Spencer,  que  el  orden  racional  de  la  edu- 
cación es  el  siguiente:  1"  la  educación  que 
prepara  para  la  propia  conservación  directa; 
2^  la  que  prepara  para  la  propia  conserva- 
ción indirecta,  la  cual  consiste  en  adquirir 
los  medios  necesarios  para  vivir;  3°  la  que 
prepara  p^-a  las  funciones  paternas;  4''  la 
que  prepara  para  ser  ciudadano;  y  5"  laque 
prepara  para  los  múltiples  refinamientos  de 
la  vida. 

De  esta  lógica  gradación  se  desprende  que 
el  Estado  argentino  no  atiende  lo  suficiente 
al  segundo  fin;  que  por  exceso  de  patriotis- 
mo pospone  el  4»  al  3^  y  que  finalmente  le 
dá  excesiva  importancia  al  5°. 

Ahora  bien;  en  el  plan  general  de  estu- 
dios de  un  pueblo  hay  que  tener  en  conside- 
ración sus  condiciones  y  su  porvenir:  cuando 
en  un  país  como  la  Argentina,  sobran  hom- 
bres dedicados  á  las  artes  liberales  y  por 
contra  faltan  los  que  estén  en  el  caso  de  ex- 
plotar las  fuentes  de  riqueza  de  la  nación, 


132 


Revista  Econóaiica 


cuerdamente  ohvarhx  el  Estado  rindiendo  á 
la  par  culto  á  su  conservación  y  desarrollo, 
obstruyendo  la  übtencióndo  un  título  que 
ningún  bien  lo  reporta  á  la  masa  total  del 
pueblo,  y  favoreciendo  por  contra  el  estudio 
de  aquellas  car!''_^ras  que  han  do  foiaentai- 
sus  veneros  de  riqueza. 

Supongo  que  no  entenderá  Vd.  que  pro- 
clámela anulación  de  ciertas  carreras,  \'aque 
todas  son  necesarias,  dadas  las  condiciones 
sociales  y  las  miserias  humanas:  lo  que  sí  en- 
tiendo, de  acuerdo  con  los  hombres  pensa- 
dores de  todos  los  países,  es  que  reduciendo 
el  número  de  abogados,  por  ejemplo,  no  se 
dará  el  caso  de  qut;  invadan  las  oHcinas  pú- 
blicas, soliciten  cátedras  apenas  salidos  do  las 
aulas,  con  grave  perjuicio  de  la  enseñanza, 
ya  que  carecen  de  la  representación  3^  serie- 
dad que  demanda  tan  sagrado  ministerio,  ó 
bien,  y  este  no  es  quizás  de  los  peores  males, 
el  que  invadan  el  campo  político,  ansiosos  de 
hallar  en  sus  revueltas  lo  que  conseguir  no 
pueden,  por  sobra  de  competidores,  en  el  re- 
posado ejercicio  de  su  cai-rera. 

Pero  noto  que  esta  carta  so  va  alai'gando. 
La  suspendo,  pues,  sirviendo  de  pi'ulugo  á 
las  que  pienso  publicar. 

Kn  las  sucesivas,  trataremos  de  los  progra- 
mas de  instrucción  primaria  y  secundaria. 

Le  saluda  afectuosamente  s.  s.  s., 

E.  Mo.NXKU  Sanz. 


h  iiaif  ciói  del  i  k 

\k  COMIENZOS  DEL  SIG^IJ.  XIX 


IV 

Hemos  analizado  en  nuestro  número  an- 
terior el  movimiento  de  entrada  y  salida  de 
buques  de  los  puertos  de  Montevideo,  Bue- 
nos Aires  y  la  Ensenada,  desde  Junio  de 
1803  hasta  el  primer  semestre  de  180G,  se- 
gún sus  clases  y  banderas.  Los  cuadros 
sobro  procedencias,  de.stinos  y  tiempo  em- 
pleado en  la  navegación,  con  que  comple- 
mentaremos este  estudio,  no  ofrecen  menor 
interés  para  la  apreciación  d(;l  coniei'cio  ma- 
rítimo del  Rio  de  la  Plata  en  la  éj)oca  (lue 
estudiamos. 


Conservaremos,  como  hicimos  en  los  ante- 
riores cuadros,  las  denominaciones  emplea- 
das en  los  documentos  que  tenemos  á  la 
vi.>ta. 

Número  de  buques  entrados  y  saliios 
según  procedencias  y  destinos 

PUERTO  DE   MONTEVIDEO 


lATUADAS 

Procedencias 

18(13 

]■■  de  Jan 
áSnjic. 

1804 

180.") 

1800 

T'iime 
Scniestic 

Cádiz 

20 

17 

14 

2 

Barcelona 

11 

11 

- 

— 

Barcelona     v 

Ceuta  

1 

___ 

Málaga 

1-2 

13 

— 

Málaga  y    Bar- 

celona  

— 

3 

— 

— 

Gijón 

— 

1 

— 

— 

Mallorca 

— 

1 

— 

— 

Curníia 

(•) 

11 

3 

— 

Tai-ragona 

2 

(; 

1 

— 

Vigo 

I 

"; 

2 

2 

Santa  nde¡- 

N 

'' 

_- 

Bilbao 

1 

— 

— 

1 

Ferrol 

2 

1 

2 

1 

1 



Canarias 

— 

Ha  V  re 

1 

1 

z 

— 



Marsella 

— 

Dunquerke 

— 

1 

— 

— 

Hamburgo 

— 

— 

3 

1 

Tonningen  

— 

— 

3 

1 

Embdent 

— 

— 

1 

— 

Oporto 

— 

— 

1 

— 

Liverpool 

— 

— 

1 

— 

Virginia  

— 

1 

— 

— 

Nueva-Yorlc . . . 

— 

— 

5 

— 

Montrael 

— 

— 

1 

— 

Filadelfia 

— 

— 

2 

- 

Boston 

— 

1 

1 

2 

Bal  ti  more 

- 

— 

1 

— 

San  Salvadoi'. . 

_. 

— 

2 

1 

San  Tomas 

„ 

— 

1 

— 

Madera 

- 

— 

— 

1 

Martinica 

1 

— 

-- 

— 

Habana 

f, 

Ü 

— 

— 

Mauricio 

— 

1 

- 

— 

Isla  de  Fraiicia. 

1 

1 

_. 

Calcuta 

— 

_.. 

1 

— 

Manila 

— 

— 

1 

— 

DEL  Rio  de  la  Plata 


'Eio  Janeiro 

Bahía 

Santos 

Santa  Catalina. 

Puerto  Deseado. 

Deseado  y  Mal- 
donado  

Maldonado 

Malvinas 

Patagonia 

I.-íla  de  los  Pája- 
ros   

Chile 

Callao 

Callao  y    Cua- 
yaquil 

(Uia^^aquil 

Costado  A  frica. 

Seneg-al 

Loango 

(¡orué 

<iuiba 

rrf(lorif!\sl.onr;r 

Costa  de  Oro. . . 

Congo 

Mozambique. . . 

Sierra  Leona... 

Cambié 

Angola 

Cabo  Buena  Es- 
peranza   

Sin  especiíicaí . 


Dfs  linos 


Península  

Cádiz 

Coruña 

Santander 

Vigo 

Barcelona 

Málaga 

Bilbao   y  Pa>a- 

8"es 

Puertos  Exíran- 

jei'os 

Burdeos 

Havre 


3  9 

1  — 

1  f! 

1 

1  — 

-  1 

-  1 

-  1 


—  3 

3        4 

—  1 


1         2 

1       — 


12 
-i 
3 


28 

10 

1 

9 


—  i)  — 


1  - 


84     134      loo 

SALIDAS 

1803     1S04     180.J 

1"  de  .liin. 
á81  Die. 


13 
4 
9 


1  —  _ 


1 

49 

1800 

Primor 
Semestre 


Londres 

Hamburgo 

Embdent 

Tonniengn 

Lisboa 

Oporto 

Kxtrangerua.. 
Colonias  Extran- 

geras 

Cliarleston 

Boston 

Xueva  York... 

Eiladelfia 

XevrPort 

Habana  

Babia 

Rio  Janeiro 

Santos 

Santa  Catalina. 

^laldonado 

?i[alvinas 

Mar  del  Sud... 

Corso 

Valparaíso 

Lima 

Mauricio 

Costas  de  África 
Mozambique... 

Loango 

Sin  especificar. 


133 


2        —  _ 

2 

1 


4       — 


i3        : 
-         1 


-      r 


1     — 

4         1 

1     - 


1       — 


07      47        73  50 

PUERTO  DE  BUENOS  AIRES 

ENTRADAS 

Procedencias        1803    1804     1805      1800 


1"  de  Jun. 
á  31  Dic. 


Cádiz 

Barcelona 

Coruña 

Habana 

Rio  de  Janeiro. 

Babia 

Santos 

C'üvta  de  África. 
Sin  especificar. 
i\Mo  Xegi-o 


Priiiipr 
Semestre 


—        -  1 


—  1  — 


3 

9 

14 

3 

3 

() 

5 

1 

- 

1 

3 

— 

1 

2 

1 



1      - 
—       1 


10      20(1)  25 


(1)  En  ol  estado  de  Buenos  Aires  según  cLise  de 
buques  publicado  en  ei  número  anterior  iia  liabido  un 
error  que  creemos  conveniente  salvar.  En  las  entradas 
de  diclio  año  rtguran  2  zumaeas  eu  vez  de  4  v  lU  ber- 
gantines eu  vez  de  lü.  Los  buciues  entradoásou  2(J. 


134 


Revista  Económica 


SALIDAS 

Deshilos 

1803 

l»  de  Jun. 
á31  Dic. 

1804 

1805 

1806 

Primer 
Semestre 

Cádiz 

— 

2 

2 

1 

Cádiz  y  Barce- 

lona  

2 

— 

— 

— 

Barcelona 

— 

2 

— 

— 

"Vigo 

— 

1 

— 

— 

Europa 

1 

— 

— 

— 

Hambnrgo 

— 

1 

— 

— 

Londres 

— 

1 

— 

— 

Colonias  Ex- 

trangeras . . . 

6 

17 

2 

5 

Rio  de  Janeiro. 

— 

— 

7 

3 

Babia 

— 

— 

3 

— 

Costa  de  África. 

1 

4 

2 

— 

Isla  de  Francia. 

— 

1 

— 

— 

10 

29 

16 

9 

PUERTO  DE  LA  ENSENADA 

ENTRADAS 

Procedencias 

1803 

1°  de  Jun 
á  31  Dic. 

1804 

1805 

1806 

Primer 
Semestre 

Corufia 

Tonningen 

Hamburgo 

Babia 

Santa  Catalina. 

Mauricio 

Sierra   Leona.. 
Costa  de  Oro.. 


1        - 


1  - 


6        3 


SALIDAS 


Destinos 


1803    1804    1805      1805 


1»  de  Jun. 
á  31  Dic. 


Cádiz  y  Barce- 
lona  

Coruña 

Puntos  Extran- 
jeros   

Hanaburgo  .... 

Burdeos 

Colonias  Ex- 
tranjeras   

Brasil 


Primer 
Semestre 


1  -  - 


Rio  Janeiro 

Costa  de  África. 
Angola 


25        7  3  — 

Para  que  pueda  apreciarse  más  fácilmen- 
te el  movimiento  marítimo  á  qué  daban  lu- 
gar las  transacciones  con  la  Metrópoli  y  las 
diversas  colonias  americanas,  asi  como  con 
las  naciones  extrangeras,  etc.  resumiremos 
los  anteriores  cuadros,  haciendo  la  clasifica- 
ción que  nos  permite  sus  especificaciones. 

Resumen 


PUERTO  DE  MC 

)NTE^ 

HDEO 

ENTRADAS 

Procedencias 

1803 

V>  de  Jun 
á  31  Dic. 

1804 

1805 

1806 

Primer 
Semestr» 

Europa 

Puertos  españo- 

les   

65 

83 

24 

5 

Id.  extranjeros. 

2 

1 

9 

2 

América 

Habana  

5 

6 

— 

— 

Puertos  españo- 

les Atlántico. 

1 

3 

— 

4 

Id.  Id.  Pacífico. 

— 

9 

3 

— 

Estados-Unidos 

— 

2 

10 

2 

Brasil 

5 

16 

41 

19 

Diversas    pose- 

siones Europ. 

1 

2 

6 

2 

Costa  de  .\f  rica. 

5 

12 

13 

14 

Sin  especificar. 

— 

— 

3 

1 

84 

134 

109 

49 

Salidas 

Destinos 

1803 

1"  de  Jun 
á  31  Dic. 

1804 

1805 

1806 

Primer 
Semestre 

Europa 

Puertos  españo- 

les   

21 

8 

35 
2 

9 
9 

3 

Id.  extranjeros. 

11 

América 

Habana  

13 

7 

8 

2 

Puertos  españo- 

les Atlántico. 

1 

— 

4 

3 

Id.  Id.  Pacífico. 

3 

2 

3 

1 

DEL  Rio  de  la  Plata 


135 


•Estados  Unidos.  — 


Brasil 

10 

Diversas     pose- 

siones europeas 

1 

Costa  de  África. 

5 

Diversos   desti- 

nos  

5 

24 


67      49 


73 


21 


10 


55 


PUERTO  DE  BUENOS  AIRES 


ENTRADAS 


Procedencias       1803  1804  1805   1806 


Europa. 

Puertos  Espa- 
ñoles   

América 

Habana  

Puertos  Españo- 
les del  Atlán- 
tico  

Brasil 

Costa  de  África. 

Sin  especificar. 


Destinos 


Europa 
Puertos  españo- 
les   

Id.  extranjeros. 

América 

Colonias  extran- 
jeras   

Brasil 

Posesiones  ex- 
tranjeras   

Costa  de  África. 


1"  de  Jiin. 
á  31  Dic. 


2        5 
1        2 


6  17 

-  I 

1  4 

10  29 


Primer 
Semestre 


3      — 

-        1 


6      16 

1        2 

—        1 

10      20 

SALIDAS 

1803    1804 

1"  de  Jim. 
á31  Dic. 


1 
22 

1 


25 


1805    1806 

Primer 
Semestre 


2 
10 


16 


PUERTO  DE  LA  ENSENADA 


Procedencias 


Europa 

Puertos  españo- 
les   

Id.  extranjeros. 

Brasil 

Posesiones  ex- 
tranjeras   

Costa  de  África. 


Destinos 


Europa. 

Puestos  Españo- 
les  

Puertos  Extran- 
jeros  

América 

Colonias  Extran 
jeras 

Brasil 

Costada  África. 


ENTRADAS 

1803    1804 

1"  de  Jun. 
á31  Dic. 


1805      1806 

Primer 
Semestre 


3 
2 


1  — 

1        -  — 


—        1        — 


6 


SALIDAS 

1803    1804 

1"  de  Jun, 
á  31  Dic. 


18ü5      1806 

Primer 
Semestre 


8      3- 


6 
3 
2 

25 


-      2 


3        - 


La  suma  total  de  entradas  y  salidas  de 
buques  en  el  Rio  de  la  Plata,  de  Junio  de 
1803  á  Junio  de  1806,  es  de  789.— De  éstos  co- 
rresponden 620  al  de  Montevideo,  123  al  de 
Buenos  Aires  y  46  al  de  la  Ensenada. 

De  estos  cuadros  resalta  á  primera  vista  la 
considerable  disminución  del  comercio  del 
Rio  de  la  Plata  con  los  puertos  españoles 
operada  en  1805  y  1806,  á  consecuencia  de  la 
guerra  con  Inglaterra,  y  el  aumento  del 
comercio  con  los  puertos  extranjeros  euro- 
peos, Estados  Unidos,  Brasil  y  Costa  de 
África. 

De  los  puertos  de  España  habilitados  en 
1778  para  comerciar  con  el  Rio  de  la  Plata 
solo  diez  presentan,  en  los  años  de  1803  á  1806, 
algún  movimiento,  mientras  que  no  ha  ha- 
bido ningún  comercio  directo  con  Alicante, 
y  Cartagena  por  donde  debían  expedirse  los 


136 


Revjsta  Económica 


productos  de  Valencia  y  Murcia.  En  cam- 
bio han  habido  transacciones  directas  con 
Vig-o  y  Tarragona  habilitados  posteriormen- 
te y  con  el  Ferrol  que  recien  se  habilitó  en 
1802. 

Como  aumento  relativo  producido  en  los 
años  1805  y  1806,  el  más  importante  es  el  de 
los  Estados  Unidos,  con  los  cuales  el  movi- 
miento, que  era  nulo  en  1803,  que  fué  tan 
solo  de  2  buques  en  1804,  ascendió  entre  en- 
tibadas y  salidas,  á  16  buques  en  1802  y  fué 
de  6  en  el  primer  semestre  de  1806. 

En  estos  dos  illtimos  años,  si  bien  se  con- 
servan las  salidas  para  la  Habana,  cesan  por 
completo  las  llegadas  de  esa  procedeiicia. 
El  aumento  del  movimiento  europeo  co- 
rresponde á  los  puei-tos  Alemanes,  que  ya 
aparecen  en  1803  mandando  buques  á  la  En- 
senada, expediciones  de  las  cuales  las  más 
importantes  se  hicieron  por  cuenta  del  Du- 
que de  Osuna. 

En  cuanto  á  aumento  absoluto  de  entra- 
das y  salidas  el  más  importante  fué  el  del  co- 
mercio con  el  Brasil,  y,  después  de  éste,  en 
cuanto  á  entrada.s,  es  la  Costa  de  África  el 
que  figura  con  ma3''or  número. 

Ambos  aumentos  tienen  su  esplicación  en 
el  análisis  de  las  constancias  aduaneras. 
Por  una  parte  el  Brasil  reemplazaba  las 
importaciones  de  la  Habana  y  por  otra  las 
empresas  de  los  corsarios  aumentaban  con 
pi-e.sas  las  procedencias  Africanas,  pero  al- 
go más  efectivamente  cooperó  al  ensanche 
de  ese  movimiento  marítimo,  que  era  la 
importación  de  negros  do  la  Costa  de  África 
y  del  Brasil,  laque  nos  proponemos  estudiar 
en  un  artículo  complementario  de  éste  bre- 
ve trabajo,  en  vista  de  la  importancia  que 
ese  tráfico  presenta  en  la  historia  de  nues- 
tra navegación. 

De  é.'ítos  cuadros  resulta  también  que 
Buenos  Aire.s,  con  su  rada  abierta  y  sin  si- 
quiera un  muelle  para  efectuar  el  desem- 
barque, solo  tuvo  en  1803  tres  entradas  de 
buques  de  procedencia  europea,  con  merca- 
derías, una  en  L'íGó  y  ninguna  en  1804  y 
1806.  Su  comercio  principal  era  con  el  Bra- 
sil, cu3'os  buques  de  pequeño  porte  tenían 
abrigo  en  el  Riachuelo  y  mayores  facilida- 
des para  sus  operaciones.— En  cuanto  á  su 
exportación  directa  con  líuropa,  si  bien  más 
importante,  solo  ocupó  tres  buques  en  el  se- 


gundo semestre  de  1803,  siete  en  1804,  dos 
en  1805,  y,  en  1806  el  buque  que  aparece  sa- 
lido con  desti  no  á  Europa  solo  llevaba  pro- 
ductos de  tránsito  y  correspondencia. 

La  Ensenada,  como  se  há  visto,  tenia  ma- 
yor movimiento  comercial  directo  con  Eu 
ropa  que  Buenos  Aires. 

El  tiempo  empleado  en  la  navegación  es 
otra  cuestión  interesante,  cuyo  e.studio  nos 
permiten  hacer  los  datos  que  tenemos  á  la 
vista,  puesto  que  al  darse  noticiado  la.<;  en- 
tradas de  los  buques  y  de  sus  manifiestos  se 
ha  espre.sado  .siempre  en  todos  los  años  que 
analizamos,  conjuntamente  con  lasfechas  de 
llegadas  las  de  las  salidas,  dándose  así  razón 
exacta  délos  días  empleados  en  la  navega- 
ción, así  como  la  de  las  arribadas  y  diversos 
otros  accidentes. 

Sobi-etodo  en  las  navegaciones  estensas, 
la  regularidad  en  el  tiempo  empleado  en 
los  viagesno  era  tan  sensible  como  pudiera 
esperarsede  la  navegación  ávela  en  una  épo- 
ca que.  en  vista  de  la  rapidez  de  los  progresos 
de  nuestro  .siglo,  puede  parecer  relativamen- 
te lejana. 

Las  mismas  cau.sas  que  contrariaban  el 
comercio  en  toda  la  época  colonial,  la  rivali- 
dad de  las  naciones  y  su  espíritu  escluslvo, 
la  guerra  de  corso  y  la  política  de  contra- 
bando, debian  perfeccionar  como  perfeccio- 
naron considerablemente  el  arte  délas  cons- 
trucciones navales. 

El  tradicional  comercio  colonial  español 
se  hacia  por  galeones  y  flotas  que  foi-maban 
pesados  convoA'es.  Los  pi-imeros  debian  ser 
todos  buques  de  guerra  y  los  seg-undos  bu- 
ques de  gran  porte,  escoltados  por  naves  de 
guerra. 

Se  buscaba  la  seguridad  en  la  agrupaciíni 
do  fuei'zas  que  pudiesen  hacer  frente  á  ata- 
ques combinados  por  los  adversarios. 

La  garantía  que  aparentemente  propor- 
cionaba el  comerciar  al  abrigo  de  verdade- 
ras escuadras,  debía  hacer  poco  frecuentes  la,s 
comunicaciones  y  favorecer  el  contrabando 
que  tenía  gi-an  aliciente  en  la  misma  falta 
de  un  comercio  activo  por  parte  de  la  metró- 
poli, a.sí  comeen  el  sistemado  monopolio, 
todo  lo  cual  contribuyó  á  aumentar  los  estí- 
mulos del  comercio  clandestino,  que  opo- 
nía úla  pe.'íada  policía  marítima  que  pudiq- 


DEL  Rio  de  la  Plata 


137 


■  ran  hacer  los  barcos  españoles,  la  ventaja  de 
una  mayor  movilidad. 

Aunque  muy  tardíamente,  España,  reac- 
cionando contra  las  influencias  de  gremios 
comerciales,  que  son  siempre  malos  conse- 
geros  en  la  política  económica  nacional, 
cambió  totalmente  de  sistema,  y  en  1740,  al 
suprimirse  los  galeones  y  lasñotas,  que  que- 
daron suspendidas  hasta  1754  en  que  se  res- 
tablecieron estas  últimas  para  suprimirse 
definitivamente  poco  después,  se  suplieron 
unas  y  otras,  por  los  buques  de  registro  suel- 
tos, que  no  solo  debían,  por  su  multiplicidad 
de  viages,  minorar  los  alicientes  del  contra- 
bando, sino  también,  por  la  mayor  marcha, 
evitar  el  ser  fácil  presa  de  los  corsarios. 

Las  Leyes  de  Partidas  que  proclaman  las 
ventajas  de  las  buenas  cabalgaduras  para 
disminuir  los  peligros  en  las  guerras  terres- 
tres, asimilaban  aquellos  á  los  buques. 

«Cavalgaduras,  dice  la  partida  segunda, 
ley  8,  título  24,  son  los  navios  á  los  que  van 
sobre  el  mar  assí  como  los  cavallos  que  andan 
por  la  tierra.  Ca  bien  assí  como  aquel  cava- 
lio  que  es  luengo  é  delgado,  é  bien  fecho,  es 
ligero,  é  corredor  mas  que  el  grueso  é  re- 
dondo, el  navio  que  es  fecho  de  ésta  mane- 
ra es  mas  corriente  que  el  otro» 

La  construcción  de  buques  muy  veleros 
había  sido  adoptada  para  los  destinados 
á  avisos,  que  pai-a  el  servicio  de  las  flotas 
y  galeones  y  urgencias  de  comercio,  se 
adoptaron  desde  el  comienso  de  las  relacio- 
nes mercantiles  con  las  Indias. 

Diversas  reales  cédulas  establecen,  desde 
principios  de  1500,  sucesivas  prescripciones 
tendentes  á  garantir  la  rapidez  de  la  mar- 
cha de  éstos  bajeles,  con  lo  que  se  consul- 
taba entre  otras  cosas  la  muy  primordial 
I      de  su  segui-idad. 

I  La  competencia  comercial  y  la  propia  se- 
guridad hicieron,  una  vez  adoptado  el  siste- 
ma de  los  buques  sueltos  de  registro,  que 
las  construcciones  mercantes  españolas  ad- 
quiriesen en  breve  un  perfeccionamiento 
que  no  ha  sido  después  sensiblemente  sobre- 
pasado. 

Con  los  datos  á  que  hemos  referencia  po- 
demos comprobar  lo  que  decimos. 

Entre  las  llegadas  al  puerto  de  Montevi- 
deo de  buques  salidos  del  de  Cádiz  encontra- 


mos una  con  153  días  de  viaje,  pero  esto  se 
debió  á  circunstancias  escepcionales. 

Ese  buque  salió  con  objeto  de  cruzar 
desde  la  Isla  de  Trinidad  para  el  Este,  te- 
niendo por  contratiempos  que  arribar  á  Mal- 
donado,  de  donde  fué  en  un  día  á  Monte- 
video. 

Eliminado  este  buque,  el  tiempo  mínimun 
de  la  navegación  fué  de  45  días  y  el  máxi- 
mun  de  98  di  as. 

El  buque  que  llegó  en  45  días  como  otro 
que  llegó  en  46  días  eran  de  condiciones 
especiales:  el  primero  sobre  todo,  que  era 
un  místico  correo. 

La  media  en  los  demás  buques  propia- 
mente mercantes  era  de  85  días  de  viaje,  no 
habiendo  entre  el  que  llevó  más  tiempo  en 
la  navegación  y  el  que  puso  menos,  más  de 
un  tercio  de  tiempo  de  diferencia  en  los 
viajes  y  eso  tratándose  de  todas  clases  de 
buques. 

En  las  comunicaciones  con  los  Estados 
Unidos  aparece  un  buque  con  145  días  de 
viaje,  pero  éste  que  venía  destinado  á  la 
pesca  de  lobos  había  tenido,  debido  á  un 
accidente,  que  arribar  á  Rio  de  Janeiro. 

Otro  que  aparece  con  109  dias  de  viaje 
tuvo  una  arribada. 

En  los  siete  buques  restantes  llegados  de 
puertos  Norte-americanos  uno  hizo  el  viaje 
en  68  dias  y  los  otros  seis  restantes,  que  vi- 
nieron en  diversas  épocas  del  año,  tuvie- 
ron de  87  á  96  dias  de  navegación. 

En  las  comunicaciones  con  Rio  de  Janeiro 
hay  una  zumaca  que  invirtió  121  dias. 
El  viaje  más  corto  fué  de  12  días;  hay  dos 
viajes  de  43  dias,  pero  la  casi  totalidad,  hi- 
zo sus  viajes  con  15  á  30  dias  de  navega- 
ción. 

Las  construcciones  alemanas  no  eran  tan 
ligeras  y  tenemos  el  caso  de  un  viaje  desde 
Hamburgo,  en  el  que  se  invirtieron 359  dias, 
calculándose  al  rededor  de  100  dias  el  tiem- 
po del  viaje  desde  puertos  alemanes  por  bu- 
ques de  esa  nacionalidad. 

Los  buques  correos  de  S.  M.,  que  salían  de 
la  Coruña  para  Montevideo,  tenían  una  mar- 
cha tan  rápida  como  regular,  como  puede 
verse  por  las  siguientes  fechas  de  salidas  y 
de  llegadas: 


138 


Revista  Económica 


Salidas  de  la  Üormia     Llegadas  d  Montevideo 

1803  14  de  Diciembre 

1804  17  de  Abril 
•i>    28  de  Junio 
»    31  de  Agosto 


1803  15  de  Octubre 

1804  17  de  Febrero 
»     29  de  Abril 

y>    22  de  Junio 


»    18  de  Noviembre  1805  18  de  Enero 

El  paquete  Correo  salido  en  22  de  Junio 
tuvo,  como  sé  ha  visto  por  escepción  70  dias 
de  viaje.  Los  otros  cuatro  Correos  hicieron 
los  viajes  en  60,  59,  60  y  61  dias,  esto  es  con 
una  regularidad  que  hoy  no  es  exceden  por 
las  líneas  á  vapor  mejor  servidas. 

Estos  buques  correos  se  dedicaban  con 
raras  escepciones,  según  resulta  de  las  entra- 
das de  Aduana,  al  trasporte  esclusivo  de 
correspondencias. 

La  relación  de  carga  del  primero,  que 
hemos  esmerado,  dice  así:  10  cajones  de  cor- 
respondencia y  90  cajones  de  Bulas;  la  del 
siguiente,  9  cajones  de  correspondencia;  el 
tercero  9  cajones  id.  El  cuarto  buque,  ya  de 
mayor  porte  y  que  empleó  como  hemos  visto 
70,  traía  además  de  la  correspondencia  1956 
quintales  de  cacao,  y  el  último,  13  cajones  de 
correspondencia  y  36  balotes  de  papel  sella- 
do. A  su  regreso  estos  buques  correos,  escep- 
ción hecha  del  cuarto,  llevaron  únicamente 
con  correspondencia. 

I>esde  flnes  de  1804,  declarada  de  nuevo 
la  guerra  con  Inglaterra,  cesan  los  buques 
correos  de  la  Coruña  y  el  servicio  se  hace 
generalmente  desde  Cádiz,  desde  donde  se 
envían  los  buques  rápidos  á  que  nos  hemos 
referido,  y  para  la  correspondencia  del  Rio 
de  la  Plata  para  España,  se  empiezan  á 
aprovechar  diversos  buques  mecantes  su- 
pliéndose así  la  falta  del  anterior  servicio 
que,  desde  1765,  se  habia  hecho  con  ad- 
mirable regularidad. 


REPÚBLICAJRGENTINA' 

CRÓNICA  DE  LA  QUINCENA 

Junio  30  de  18f)2 

La  situación  no  ha  variado.  Aquí  en  este 
pedazo  de  América,  los  hechos  pesan  mu- 
cho en  la  balanza  de  la  opinión,  de  lo  que 
parece  opinión  al  menos. 


Nuestros  estadistas  ó  nuestros  caudillos, 
les  unos  con  sus  doctrinas  de  circunstan- 
cias, nuestros  caudillos  con  su  espada,  y 
hasta  nuestros  mcnciirs  han  acostumbrado 
al  pueblo  á  la  conformidad. 

El  sofisma,  la  f  aerza  y  el  charlatanismo 
danse,  por  decirlo  así,  cita  periódica  para 
que  los  mismos  que  ayer  se  estremecían,  se 
sientan  como  aliviados  de  un  gran  peso 
poco  después... 

Interrogados  por  un  genio  misterioso,  en- 
cargado de  .transmitir  las  impresiones  de 
su  conciencia,  ocúrreseme  pensar  que  reci- 
biríamos este  mensaje:  «la  vuelta  hacia  el 
«bien  es  el  producto  del  cansancio  del  mal 
«y  de  la  fuerza  de  las  cosas,  palabras  va- 
«gas  en  apariencia  me  diréis,  convenido, 
«pero  que  mejor  que  otras  dan  la  idea  de 
<íun  poder,  que  no  se  sabe  donde  hallar  ni 
«como  definir,  aunque  en  realidad  exista  y 
«al  cual  es  imposible  asignarle  una  marcha 
«y  una  voluntad  determinadas,  no  obstante 
«que  tiene  uno  y  otro.» 
Ese  y  solo  ese  es  el  estado  moral  del  país. 
Las  válvulas  de  la  opinión  no  están  cer- 
radas ni  abiertas,  aunque  el  estado  de  sitio 
continúe. 
En  el  Parlamento  se  dice  cuanto  se  quiere. 
Parlamento  implica  eso,  como  que  viene 
del  céltico,  2^arler  ó  parlier,  palabras  á  las 
que  lo^  que  sabían  leer  y  escribir  agrega- 
ron una  terminación  latina  parlanmitiim. 

Y  la  diferencia  entre  los  parlamentos  de 
antaño  y  ogaño  consiste  en  que  á  los  de 
antes  se  concuriía  con  armas  de  acero,  como 
en  Polonia,  hasta  que  se  la  repartieron,  y  á 
los  de  ahora  no  se  concurre  sino  con  la  re- 
tórica. Son  más  bien  los  que  asisten  á  los 
grandes  debates  los  que  llevan  rewolvers, 
puñales,  toses  ó  risas. 

Las  cpiniones  están  fundamentalmente 
divididas. 

Un  ministro  ha  declarado  en  el  seno  de  las 
Comisiones  que  convenía  mantener  el  esta- 
do sitio;  otro  ha  declarado,  en  plena  Cámara 
de  Diputados,  todo  lo  contrario.  (1) 

Esta,  pai'ece  dispuesta  á  la  cesación.  La 
mayoría    y    la    minoría    solo  disienten  en 


(I)  Ksta  crónica  se  escribía  durante  el  decate.  Ya 
concluyo  aquí.  Ha  prevalecido  el  dictamen  de  la  mino- 
ría. Es  un  caso  raro.  Falta  el  Senado. 


DEL  Rio  de  la  Plata 


139 


cuanto  á  la  forma  del  despacho.  La  una 
quiere  aprobar  y  suspender;  la  otra  suspen- 
der sencillamente. 

Lo  sing-ular  es  que  el  dictamen  de  la  ma- 
yoría implicando  mdenmidad,  parece  mas 
bien  una  concesión  política  de  la  minoría, 
en  favor  de  un  poder  público.  La  discusión 
sobre  el  partieular  es  tan  luminosa  que 
ofusca. 

* 
*   * 

Los  desterrados  políticos  están  de  regreso, 
habiendo  desembarcado  sin  ruido.  Es  una 
novedad,  debida  al  estado  de  sitio,  que, 
como  acalco  de  decirlo,  parece  que  cesará 
uno  de  estos  dias. 

Faltan  algunos  discursos  en  la  Cámara  de 
Diputados,  que  solo  se  reúne  un  dia  si  y 
otro  no,  no  teniendo  como  no  tenemos  sino 
una  sola  casa,  como  la  Convención  France- 
sa, para  ambas  Cámaras  del  Congreso.  Fal- 
ta además  el  alambique  del  Senado,  en  el 
que,  según  nuestra  tradición  parlamenta- 
ria, se  le  saca  á  la  materia  su  quinta  esen- 
cia, siempre  que  la  oratoria  frondosa  de  la 
Cámara  de  Diputados  ha  dejado  en  el  ca- 
mino, ya  que  no  espinas,  algún  principio 
enredado  entre  las  lianas  trepadoras  de  su 
exuberancia  meridional. 

De  todos  modos,  lo  que  resulta  es  que 
cuando  todos  esperaban  que  no  lleg-aríamos 
á  Julio  sin  ver  otra  vez  agitada  la  superfi- 
cie, por  la  desaparición  de  toda  traba,  lo  que 
resulta  hasta  aqui,  repito,  es  la  persistencia 
de  un  hecho,  sobre  el  que  vuelvo  á  pregun- 
tar, lo  mismo  que  en  mi  crónica  anterior, 
¿es  un  bien,  es  un  mal? 

No  quiero  cortejar  la  opinión  de  ningún 
partido,  es  comprar  demasiado  caro  unos 
favores,  que  duran  poco,  que  dejan  siem- 
pre algún  sentimiento  de  amargura,  de  esos 
partidos  que  provocan  los  sucesos  sin  fun- 
dar nada  sólido.  Así,  ñ  lo  que  pasa  es  un 
mal,  hay  que  convenir  en  que  no  es  un  mal 
tan  grande. 

En  tanto,  que  un  mal  no  hace  imposible 
la  vida,  la  calamidad  es  discutible,  y  á  mi 
me  llegan  rumores  de  que  la  situación  ma- 
terial mejora,  lo  que  es  siempre  precursor 
de  apaciguamiento  en  los  espíritus.  De  ma- 
nera que  el  movimiento  vibratorio  que  va 
del  centro  á  la  periferia  siendo  menos  inten- 


so,—nótase  en  el  interior  del  país  cierta  ten- 
dencia reactiva  dentro  de  un  orden  de  tran- 
quila evolución. 

Si  ese  sello  se  logra  imprimirle  á  la  polí- 
tica futura,  algo  habremos  adelantado,  cer- 
rando el  período  epiléptico  de  las  exagera- 
ciones en  la  palabra  y  de  explosiones  en  la 
acción. 

Podremos  do  esa  manera  ver  que  se  acep- 
ten los  diplomas  de  un  Senador,— como  ha 
sucedido  en  los  del  Dr.  Anadón  por  Santa 
Fé,— sin  que  se  agiten  las  pasiones,  sin  que 
se  rocen  los  intereses,  y  sobre  todo,  sin  que 
el  pincel  de  los  partidos  llene  de  sombras 
terroríficos  el  cuadro  doméstico  de  la  vida 
interprovincial,  donde  de  seguro,  los  hom- 
bres no  son  peores  ni  mejores  que  en  la  Ca- 
pital, si  bien  unos  y  otros,  protestando  en 
su  tendencia  nativa  contra  la  hegemonía 
metropolitana,— puede  leerse  auxilio  clan- 
destino del  gobierno  federal  para  estar  más 
en  la  verdad  del  momento  actal,  y  anterior 
á  los  últimos  sucesos,  — incurren  alternati- 
vamente en  el  error  de  retirdar  las  conce- 
siones. 

La  ciencia  del  Gobierno  político  estriba  en- 
una  noción  clara  de  lo  que  son  los  partidos 
como  vehículo  humano  para  poner  en  mo- 
viQÜento  el  rodage  institucional. 

Los  partidos  son  un  conflicto  de  intereses, 
según  la  filosofía  de  la  historia  y  mi  obser- 
vación esperimenltal. 

De  ahí  que  gobernar  bien  sea  i-esistir  con 
prudencia  á  los  unos  y  á  los  otros,  sopeña  de 
no  poder  mantener  el  equilibrio  en  un  régi- 
men de  libertad.  De  ahí  que  los  partidos  que 
no  se  resignan  á  cambiar  de  piel  vayan 
quedándose  resagados  en  el  camino,— sin 
apercibirse  de  la  decadencia  de  su  orga- 
nismo, á  la  manera  de  esas  religiones, 
cuyo  dogna  sistemático  no  sabe  reconciliar 
á  sus  adeptos  con  los  progresos  de  la  hu- 
mana razón,  no  obstante  que  sus  docto- 
res contribuyen  no  poco  á  iluminarla,  pe- 
netrando por  el  e.5tudio  y  la  difusión  de 
los  conocimientos  en  todos  los  secretos  de  la 
naturaleza. 

*  * 
Aquí  llegaba,  queriendo  hacer  una  cró- 
nica política,— como  el  mundo,  de  la  nada,— 
cuando  veo  en  los  diarios  de  la  mañana  que 


140 


Rev;sta  Egünómica 


la  Cámara  de  Diputados,  dentro  del  orden 
de  mis  observaciones,  ha  votado  lisa  y  lla- 
namente la  supensión  del  estado  de  sitio,— 
reiterando  el  ministro  de  Justicia.  Culto  é 
J.  P.  la  urgencia. 

La  Camarade  Diputados  entra,  parece,  en 
un  período  de  evolución.  En  nuestros  ana- 
les parlamentarios  es  caro  el  caso  de  que  pro- 
Talezca  el  dictamen  de  la  minoría  opositora 
dictamen  con  el  que  yo  estaba,— que  es  lo 
que  ha  pasado. 

Conviene  tomar  buena  nota  de  este  fenó- 
meno. Pero  más  que  esto  conviene  que  las 
opiniones  comiencen  á  manifestarse  sin  am- 
bajes.  Diré,  por  consiguiente,  la  mia,  á  pe- 
sar de  las  trabas  del  estado  de  sitio,  que  aún 
durará;  bien  entendido  que  cuando  digo 
traba  no  me  refiero  á  una  coacción  moral 
de  mi  espíritu,  como  se  verá.  Es  lo  más 
inocente  que  puede  decirse  bajo  el  estado  de 
sitio. 

Entiendo  que  la  Cámara  de  Diputados  ha 
votado  con  corrección  constitucional  el  dic- 
tamen de  la  minoría.  El  de  la  mayoriía  era 
una  incongruencia.  Pero  si  esto  entiendo  del 
punto  de  vista  legal,  disiento,  por  comple- 
to, del  punto  de  vista  político,  con  el  crite- 
rio de  la  mayoi'ía.  Es  lástima  que  el  minis- 
tro del  Interior,  enfermo,  no  haya  podido 
repetir,  en  plena  cámara,  lo  que  sin  ser  rec- 
tificado, se  fifirmó  por  la  mayoría:  que  en  el 
seno  de  las  Comisiones,  de  legislación  y  ne- 
gocios constitucionales,  él  había  manifesta- 
do la  conveniencia  de  mantener  el  estado  de 
sitio.  Es  lástima,  sí.  La  superficie  está  tran- 
quila, el  fondo,  no.  El  estado  de  sitio  es, 
pues,  á  mí  entender,— ó  no  vino  en  su  hora, 
una  garantía  de  seguridad  de  que  el  país 
va  á  ser  privado  constitucionalmente.  Quie- 
ra Dios  que  los  que  piensan  que  «deben 
salvarse  los  principios,  aunque  las  colonias 
perezcan»,  no  se  equivoquen.— y  que  de- 
vueltas las  franquisias  del  Imleas  Corpus,  no 
no  volvamos  á  las  agitaciones  turbulentas 
de  marras.  Hay  partidos  orgánicos  y  par- 
tidos inorgánicos,  partidos  con  forma  y 
partidos  sin  forma;  la  forma  no  es  un  atri- 
buto esencial  de  la  vida,  hay  seres  vivien- 
tes sin  forma  definida,  lo  mismo  que  hay 
sustancias  químicas  que  no  se  cristalizan. 

Pero  de  lo  informe  no  puede  deducírsela 
ausencia  completa  de  vitalidad.  La.s  amibas, 


infusorios,  con  luz  ó  en  plena  oscuridad,  ha- 
llan SQ  dirección,  según  sus  aspiraciones;  y 
los  partidos  inorgánicos  que  aspiran  á  to- 
mar forma,  aunque  más  no  sea  que  transi- 
toriamente, necesitan  del  ruido  y  del  estré- 
pito perturbador  del  bienestar  común. 

Pues  allá  veremos 

«París  está  tranquilo.  Dormid  en  paz»! 

Falta  aún  la  sanción  del  Señalo,  y  sin  es- 
taño hay  suspensión  posible  del  estado  de 
sitio. 


Una  crónica  do  la  quincena,  crónica  polí- 
tica sin  hechos,  es  lo  que  caracteriza  la  fiso- 
nomía de  esta  Revista]  retrospectiva :  nada 
en  la  Banda  Oriental,  sino  malestar  econó- 
mico ó  inqnietndes;  nada,  sino  lo  mismo,  en 
el  Paraguay;  nada  en  Chile,  sino  lo  mismo; 
nada  en  el  Perú,  sino  lo  mismo;  nada  en  Bo- 
livia,  sino  Ídem  ide7n.  Solo  el  Brasil  republi- 
cano, que  creyó  sustraerse  á  las  leyes  hu- 
manas, se  agita  en  convulsiones,  cuyas 
consecuencias  no  es  posible  prever. 

La  tarea  que  me  he  impuesto  en  esta 
revista  y  la  misma  índole  de  mi  personalidad 
me  alejan  un  poco  de  ciertas  escursiones  por 
el  campo  déla  economía  política  en  su  más 
pura  acepción.  No  puedo  sin  embargo,  ya 
que  la  cosa  me  ha  caído  á  la  mano,  sustraer- 
me á  la  tentación  de  cerrar  estas  páginas 
con  las  siguientes  instructivas  líneas  que 
tomo  de  un  diario  italiano,  del  otro  hemis- 
ferio, y  cuyas  líneas  implican  lo  de  siem- 
pre: que  el  mundo  de  acá  y  el  mundo  de 
allá  se  parecen,  aurique  sus  caracteres  típi- 
cos se  diferencien. 

En  Roma  por  lo  demás  y  un  poco  como  en 
otras  partes,  se  iian  cometido  faltas  de  mu- 
chachos; se  ha  gastado  demasiado  dinero; 
se  ha  querido  hacer  demasiado  á  la  vez,  poro 
es?i&  fautes  de  jeuneusse,  han  sido  expiadas 
tan  cruelmente  que  ya  es  tiempo  ds  reco- 
brar ánimo,  de  acabar  con  las  recrimina- 
ciones del  pasado,  y  de  poner  manos  á  la 
obra  para  el  porvenir.  La  administración 
actual,  presidida  por  el  duque  de  Sermoneta 
ha  hecho  cuanto  ha  podido  para  restablecer 
el  equilibrio  del  presupuesto.  Parece  que  el 


DEL  Rio  de  la  Plata 


141 


objeto  se  ha  conseg-uido,  6  que  se  conseguirá 
en  el  próximo  ejercicio.  Tanto  mejor.  Pero 
este  resultado,  una  vez  adquirido,  es  menes- 
ter por  todos  los  medios  posibles  y  razonables 
que  trabajemos  para  hacer  de  Roma,  lo  que 
no  es  todavía,  es  decir,  una  ciudad,  en  la 
que,  la  permanencia  sea  agradable,  no  sólo 
para  los  que  vienen  á  ella  á  pasar  algunas 
semanas  para  divertirse  é  instruirse,  sino 
también  para  los  que  le  piden  al  comercio 
y  á  la  industria  el  medio  de  mejorar  su 
situación.  Lo  que  caracteriza  la  vida  actual 
de  Roma,  es  que  desgraciadamente  se  tra- 
baja poco  en  ella.  Nos  divertimos  mucho:  la 
sociedad  es  muy  alegre,  los  bailes  siguen  á 
los  bailes:  las  reuniones  á  las  reuniones, 
pero  casi  no  .se  trabaja. 

Todos  los  que  están  en  los  negocios  se 
quejan,  todos  los  comerciantes,  los  propie- 
tarios, los  industriales,  piden  que  se  halle 
la  manera  de  recompensar  su  actividad  3' 
coraje  para  el  trabajo,  y  que  se  les  dé  el 
medio  de  ganar  su  vida  y  de  hacerla  ganar 
á  los  otros  que  ti-abajan  como  ellos. 

La  Administración  Municipal  po^*  sí  sola 
el  problema,  de  acuerdo;  pero  puede  ayudar 
enormemente  á  su  solución.  Más  para  con- 
seguirlo debe  estar  compuesta  de  hombres 
poseídos  de  la  fé  liberal,  animados  de  una 
confianza  absoluta  en  el  porvenir  de  Roma, 
y  prontos  á  hacerla  marchar  en  la  via  que 
conviene  á  la  capital  de  un  gran  país. 

Locura  sería,  sin  duda,  querer  conseguir 
todo  eso,  tamaño  resultado,  en  tres  ó  cuatro 
años;  pero  por  qué  no  decirlo? sería  casi  una 
cobardía  detenerse  indefinidamente  á  medio 
camino,  dejando  á  Roma  en  la  penosa  situa- 
ción en  que  se  halla  actualmente. 

* 
*  * 

Con  que  así,  nada  de  cobardías  y  adelante! 
contando  siempre,  por  supuesto,  con  que  si 
ha  faltado  el  juicio  para  hacer  buenas  finan- 
zas, la  Providencia  querrá  que  lo  tengamos 
para  hacer  buena  política,  no  saliéndose  de 
madre  los  partidos  orgánicos  ó  los  que  tien- 
den á  organizarse. 

Circulan  rumores  .sobre  la  oi-ganización 
del  rjabinclc  del  futuro  Presidente,— puras 
fantasías:  elDr.  Saenz  Peña  no  es  solamente 


un  hombre  de  talento  y  de  buena  fé,  un 
hombre  que,  como  él  lo  ha  dicho,  compren- 
de el  peso  de  todas  las  responsabilidades  del 
último  honor  que  ha  merecido,  sino  un 
hombre  prudente,  reservado  y  dúscreto,  que 
habla  solo  en  la  oportunidad  debida. 

Lucio  V.  Mansilla. 


CRÓNICA  DE  LA  QUINCENA 

Habíamos  observado  en  números  anterio- 
res que  preferíamos  la  transitoria  apatía 
argentina  á  naesti-a  actual  actividad;  y  el 
proyecto  ahora  en  discusión  en  las  Cámaras 
Orientales  sobre  limitaciones  al  derecho  de 
arrendamiento,  nos  ratifica  en  el  juicio  que 
teníamos  formado. 

Lo  que  ellas  discuten  importa  no  solo 
limitar  el  derecho  de  arrendamiento  sino 
también  dificultar  los  arrendamientos,  ha- 
cer precaria  la  condición  de  los  arrendata- 
rios. 

Los  romanistas  y  los  economistas  y  con 
estos  últimos,  todos  los  hombres  prácticos  en 
cuestiones  agrícolas,  se  hallan  en  abierta 
oposición  cuando  se  trata  del  arrendamiento 
de  la  tierra. 

El  distinguido  jurisconsulto  y  al  propio 
tiempo  hombre  competente  en  cuestiones 
de  economía  agrícola,  Don  P.  Jacoues  de 
Valserres,  al  referirse  á  la  opinión  de  Tro- 
plong  que  considera  que  el  del  arrendatario 
es  un  derecho  real,  establece  en  la  siguiente 
frase  ese  antagonismo  de  criterio. 

«Por  nuestra  parte,  dice,  refiriéndose  á  la 
citada  opinión,  como  jurisconsulto  la  recha- 
zamos pero  como  economistas  le  damos  todas 
nuestras  simpatías.» 

Estos  principios  con  que  Valserres  simpati- 
za se  imponen  hoy  en  el  derecho  moderno,  que 
en  todo  lo  que  con  la  propiedad  territorial  se 
relaciona,  abandona  por  completo  los  añejos 
principios  que  el  proj^ecto  de  la  Comisión 
de  Legislación  tiende  a  llevar  á  sus  últimos 
límites. 

Para  el  derecho  nuevo,  triunfante  hoy  en 
Europa,  el  jus  uíeíidi  ct  alnikndi  respecto  de 
la  propiedad  territorial  ya  va  siendo  relé- 


142 


Revista  Económica 


g-ado  á  la  categoría  de  su  congénere,  el  de- 
recho de  disponer  arbitrariamente  de  las 
personas. 

Les  recomendamos  á  nuestros  legisladores 
las  siguientes  palabras  del  muy  erudito  ju- 
risconsulto D.  Gumersindo  Azcárate.  en  su 
Ensaj'O  sobre  el  derecho  de  propiedad  y  su 
estado  actual  en  Europa:  «La  tendencia 
de  la  legislación  moderna  es  en  todas  partes 
amparar  el  derecho  del  cultivador  de  la 
tierra  y  darle  fijeza  y  permanencia». 

La  tierra  debe  ser  aiites  que  un  artículo 
de  comercio,  un  instrumento  de  trabajo,  y, 
en  el  conflicto  de  favorecer  la  movilización 
ó  de  beneficiarla  cultura,  no  es  en  nuestra 
época  justiñeable  ni  perdonable  que  se  opte 
por  lo  primero. 

Este,  como  todos  los  otros  errores  que  he- 
mos venido  censurando,  se  debe  en  buena 
parte  á  que  se  está  gobernando  según  las 
inspiraciones  de  un  pequeño  gremio  de  pres- 
tamistas, sin  que  en  tan  densa  atmósfera 
logre  penetrar  un  sólo  rayo  de  la  luz  de  las 
necesidades  más  elementales  del  país. 

Nuestras  Cámaras,  tan  progresistas  aún 
en  los  días  más  o.scuros  de  la  tiranía  y  del 
caudillage,  se  ran  ahora  al  antiguo  dere- 
cho y  vienen  pretendiendo  resucitar  el 
anacrónico  vente  casse  rente,  que  esto  impor- 
ta, todavía  agravado,  la  nulidad  del  arren- 
damiento por  el  hecho  de  la  hipoteca. 

Si  según  el  derecho  moderno,  la  venta  no 
debe  resolver  el  contrato  de  arrendamiento, 
porque  la  tierra  tiene  por  objeto  primordial 
el  ser  cultivada  y  no  el  ser  vendida,  siendo 
preferibles  los  perjuicios  en  los  casosde  venta 
que  los  perjuicios  en  las  culturas,  no  puede 
pretenderse  dar  al  prestamista  hipotecario 
mayores  derechos  que  al  comprador. 

Abandonando  las  altas  esferas  de  la  filoso- 
fía jurídica,  el  miembro  informante  de  la 
Comisión  de  Legislación  de  la  Cámara  de 
Diputados,  Dr.  Vigil,  se  estiende  por  el 
terreno  de  los  abusos  que  lo3  propietarios  de 
tierras  hipotecadas  pueden  consumar,  en 
perjuicio  de  sus  legítimos  acreedores,  sin 
considerar  que  lo  que  pro^^ecta  puede  dar 
lugar  á  tantas  maniobras  contra  los  arren- 
datarios como  las  que  supone  que  pueden  ha- 
cerse en  pei'juicio  de  los  prestamistas  hipote- 
carios. 

Aún  en  el  terreno  práctico  de  los  abusos 


que  no  pueden  evitar  por  completo  ninguna 
combinación  ni  legislación  humanas,  los 
pro\-ectos  presentados  son  insostenibles, 
porque  si  algo  se  quería  hacer  en  el  sentido 
de  garantir  á  los  acreedores  hipotecarios, 
hubiera  bastado  establecer  la  nulidad  de 
los  contratos  sólo  en  el  caso  de  que  los  arren- 
damientos establecidos  se  desviasen  muy 
sensiblemente  del  precio  corriente,  y  res- 
tringir la  facultad  del  pago  anticipado  del 
arrendamiento  por  un  tiempo  que  excedie- 
se de  dos  á  tres  años. 

Si  el  contrato  de  arrendamiento  no  im- 
pusiese una  lesión  enorme,  aunque  no  esté 
por  escritura  pública,  es  indispensable  que 
se  respete. 

La  legislación  moderna  permito  en  estos 
casos  hasta  que  se  contrato  verbalmente, 
porque  el  legislador  siempre  debe  tener  en 
cuenta  los  hábitos  y  las  condiciones  prepon- 
derantes. Los  que  se  dedican  á  regar  la 
tierra  con  el  sudor  de  sus  frentes  son  por  lo 
común  gentes  sencillas,  que  no  están  al  co- 
rriente de  los  formalismos  que  tan  natura- 
les pueden  parecerá  á  los  pica  pleitos,  .se- 
gún la  espiritual  calificación  de  Vülergas. 

La  sanción  de  la  ley  pi'o^'ectadaen  benefi- 
cio de  los  prestamistas  con  garantías  hipote- 
carias, además  de  contrariar  primordiales 
intereses  económicos,  importa  abrir  ancha 
puerta  al  sacrificio  de  la  clase  más  digna  de 
protección  y  coartar  el  desenvolvimiento 
de  toda  agricultura. 

En  vez  de  pretender  limitar  las  garantías 
de  los  arrendatarios,  ya  qvie  de  estas  cues- 
tiones se  hubiesen  querido  ocupar  las  Cá- 
maras, lo  que  correspondía  hacer  era,  si- 
guiendo el  ejemplo  de  Italia,  Portugal  y 
otros  naciones,  reformar  el  Código  Civil,  de 
modo  á  aumentar  las  prerrogativas  de  los 
cultivadores,  estender  el  plazo  máximun  de 
los  arrendamientos,  limitados  abitrarianien- 
te  en  nuestras  leyes  en  beneficio  de  la  mobi- 
lización. 


Respecto  d(!  la  cuestión  ecunómicu.  poco 
se  ha  adelantado  después  del  fracaso  del  pro- 
yecto Noetslin  que  deja  abierto  el  camino  á 
soluciones  racionales,  pero  abrigamos  la 
esperanza  de  que  el  Sr.  Presidente,  que  ha 
asumido  toda  la  responsabilidad  de  las  me- 


DEL  Rio  de  la  Plata 


143 


didas  á  adoptarse,  tratará  al  flu  de  que  se 
consulten  los  intereses  vitales  del  país. 

Hace  año  y  medio  que  no  viene  hacién- 
dose más  que  seg-uir  los  consejos  del  comer- 
cio exportador  y  de  un  gremio  de  coloca- 
dores  de  dinero,  y  los  resultados  son  los  que 
todos  vemos.  Sin  razón  ninguna  para  crisis, 
el  país  ha  caido  en  la  situación  más  triste  y 
abatida  que  registra  su  historia. 

Ese  es  el  fruto  lógico  del  sistema  de  res- 
tricción y  de  la  utopia  de  posponer  la  can- 
tidad ante  la  calidad  de  la  moneda. 

Nuestro  estimable  colega  El  Siglo  califica 
de  dulcamarismo  el  pretender  buscar  la 
cura  de  nuestro  malestar  por  un  solo  reme- 
dio, pero,  por  mucho  que  nos  cueste  no  com- 
partir su  ilustrada  opinión,  esa  no  es  nuestra 
manera  de  ver  y  no  la  ha  sido  la  de  ninguno 
de  los  hombres  prácticos  del  mundo  á  quie- 
nes ha  cabido  minorar  ó  dominar  las  crisis. 

V'arias  pueden  ser  las  causas  de  este  fenó- 
meno, peí  o,  una  vez  producido,  se  ha  encori- 
trado  un  remedio  eficaz  que  oponerle.  Todas 
las  crisis  traen  restricción  y,  como  su  conse- 
cuencia, desvalorización;  y  contra  esa  res- 
tricción se  han  opuesto  los  medios  de  espan- 
sión  que  restablecen  los  valores  y  con  esto 
el  bienestar  y  la  actividad  social. 

Hace  ocho  meses  que  venimos  predicando 
la  adopción  de  medidas  de  espansión,  seña- 
lando entre  otras  la  de  la  acuñación  de  mo- 
nedas de  plata  nacional. 

El  Siglo,  y,  cuando  decimos  El  Siglo,  deci- 
mos el  representante  del  orden  de  ideas  que 
nos  ha  traído  la  situación  actual,  no  ve  en 
la  acuñación  de  la  plata  más  que  una  fuen- 
te de  limitadísimas  utilidades  para  el  Estado 
y  un  sustituto  de  la  emisión  menor,  no  de- 
biéndose estender  la  acuñación  so  pena  de 
cometer  el  error  de  querer  que  la  República 
Oriental  realizo  por  sí  sola  lo  que  no  han 
podido  hacer  las  mayores  naciones  metálicas 
del  mundo. 

El  Estado  no  prospera  como  un  pulpero 
por  las  pequeñas  ganancias  directas  que 
puede  ir  acumulando  en  sucesivas  operacio- 
nes: es  el  refiejo  de  la  colectividad,  y  su  po- 
der financiero  solo  lo  adquiere,  lo  consolida, 
y  lo  estiende, por  las  medidas  que  crean  ó 
desenvuelven  el  bienestar  general.— El  do- 
taráunpaís  de  una  circulación  amplia  y 
espaasiva  responde  áese  objeto  y  es  en  vista 


de  ésto  que  hemos  sostenido  la  convenien- 
cia, primero,  de  proveer  la  circulación  por 
medio  de  una  acuñación  amplia  de  monedas 
de  plata,  y,  segundo,  de  rectificar  nuestras 
tablas  de  equivalencias  de  monedas  de  oro 
de  modo  á  quitarles  la  prima  de  exporta- 
ción que  tan  insensatamente  se  les  ha  dado, 
debido  á  los  consejos  de  los  bancos  y  comer- 
ciantes extranjeros. 

Muy  desencaminado  está  nuestro  distin- 
guido colega  en  toda  esta  cuestión. 

No  vé  más  que  éstos  dos  términos:  la  acu- 
ñación ilimitada  de  la  plata  ó  la  limitación 
de  ésta  á  los  pagos  menores  tal  com-o  la  esta- 
blece nuestra  legislación  monetaria,  cuando 
entre  el  extremo  de  la  acuñación  ilimitada 
y  el  de  las  simples  funciones  de  vellón,  hay 
nada  menos  que  el  sistema  de  Francia,  de 
Estados-Unidos,  y  de  otras  naciones  de  pri- 
mer orden  y  que  consiste  en  la  circulación 
con  uniforme  poder  chancelatorio  del  oro  y 
de  la  plata,  limitándose  la  acuñación  de  ésta 
á  la  cantidad  que  pueda  requerir  el  míni- 
mun  délas  transacciones  mayores  del  país. 

Para  «El  Siglo»  no  hay  más  valor  mone- 
tario que  el  valor  del  metal  de  las  monedas, 
anacronismo  que  yá  ningún  economista  re- 
pite, haciéndose  cargo,  hasta  los  más  acérri- 
mos sectai-ios  de  la  escuela  metálica,  que  las 
monedas  valen  no  solo  en  razón  de  su  mate- 
ria sino  en  relación  de  su  uso. 

Hemos  citado  especialmente  ala  Francia 
y  á  los  Estados  Unidos,  y  en  estas  naciones 
la  plata  ha  alcanzado  y  ha  excedido  al  oro 
circulante,  sin  que  los  dollars  y  los  francos 
de  plata  hayan  valido  monos  que  los  de  oro. 

En  Francia,  durante  setenta  años,  el  siste- 
ma de  los  dos  metales  le  ha  pemiitido  una 
juayor  fijeza  de  cambios  que  la  que  ha  podi- 
do conservar  la  monometálica  Inglaterra  y 
le  ha  proporcionado  el  beneficio  de  evitarse 
restricciones  do  sus  billetes  como  las  que 
con  frecuencia  han  trastornado  el  mercado 
do  Londres. 

Considero  á  la  plata,  dice  M.  Gibbs  á  la 
Comisión  On  Gola  and  Silver,  siendo  gober- 
nador del  Banco  de  Inglaterra,  como  un 
medio  tan  bueno  como  el  oro  para  asegurar 
la  conversión  de  los  billetes  de  Banco.— 
Ha  debido  decir  más  en  vista  de  las  leccio- 
nes de  la  práctica. 

Laveleye  atribuye  la   mayor  intensidad 


144 


Revista  Económica 


y  la  frecuencia  de  las  crisis  inglesas  precisa- 
mente á  la  esclusión  del  recurso  déla  plata 
con  circulación  equivalente  al  oro,  y  cita  el 
reciente  ejemplo  de  Noviembre  de  1890  en 
que  el  Banco  de  Francia,  debido  á  su  eiicage 
de  plata,  no  solo  no  tuvo  que  sufrir  la  restric- 
ción de  los  mercados  ingleses  sino  que  toda- 
vía se  vio  en  situación  de  prestarle  fuertes 
sumas  en  oro  al  Banco  de  Inglaterra. 

La  circulación  amplia  de  la  plátano  solo 
no  perjudica  los  cambios  y  le  sirve  para 
defender  la  provisión  del  oro,  sino  que  per- 
mite su  mayor  disponibilidad. 

En  los  Estados  Unidos,  economistas  distin- 
guidos y  banqueros  prácticos  califican  á  la 
plata  de  más  bancable,  fundándose  en  que 
lo  que  la  hace  molesta  para  las  grandes 
transaciones  y  su  actual  depreciación,  que 
impide  su  salida,  amplía  la  circulación  de 
los  billetes  y  la  hace  más  estable. 

En  este  último  año  tenemos  de  ello  una 
nueva  prueba,  y  es  la  de  que  las  necesidades 
de  oro  que  se  hacen  sentir  en  Europa  y  que 
han  dado  lugar  á  la  fuerte  venta  de  títulos 
en  los  E.stados  Unidos,  á  fin  de  obtener 
metálico,  no  han  debilitado  á  sus  Bancos  de 
emisión  ni  provocado  la  crisis  que  se  hubie- 
ra producido  con  un  régimen  esclusivode 
circulación  á  oro. 

Nuestro  colega  agrega  que  ya  se  nota  en 
los  trenvías  exceso  de  plata,  de  donde  dedu- 
ce que  su  circulación  tiene  un  límite  forzo- 
samente restricto  y  é.sto  nos  viene  á  demos- 
trar una  vez  más  que  no  se  ha  preocupado 
de  la  cuestión  del  aumento  de  sus  funciones 
chancelatorias. 


En  cuanto  á  los  rumores  de  nacionaliza- 
ción del  Banco  de  Londres  y  Rio  de  la  Plata 
ó  de  nuestra  britaniciación  no  los  juzgamos 
fundados. 

Ese  establecimiento  no  entrará  de  seguro 
á  hacer  las  funciones  de  una  verdadera  ins- 
titución nacional,  y,  en  cuanto  á  entregar 
nuestro  porvenir  económico  á  una  institu- 
ción inglesa  en  las  condiciones  tan  absolu- 
tas como  se  pretendería  por  parte  de  ese 
Banco,  para  que  aceptase  la  combinación,  es 
cosa  que  no  concebimos  pueda  ni  siquiera 
pensarse  en  aceptar  entre  nosotros. 


Cuando  se  trataba  délos  proyectos  banca- 
rios,  en  nuestro  Contra  Informe  de  31  de 
Diciembre  de  1891,  publicado  en  La  Tribuna 
Popular,  decíamos  que  el  Banco  Hipotecario 
<'se  fundaba  desamparado  de  recursos  efecti- 
vos», y  agi-egábamos  que  era  «una  institu- 
ción que  nacía  con  un  capital  inmobilizado, 
y  que  en  todo  caso  no  representa  ni  una 
pequeña  parte  de  las  pérdidas  inherentes  á 
las  liquidaciones  forzadas,  á  que  se  va  á  ver 
obligado»,  que  «era  una  in.stitución  que 
nada  valdrá  ni  para  sus  accionistas  ni  para 
el  país». 

«En  resumen,  decíamos,  se  suprimen  para 
en  adelante  las  facilidades  de  los  préstamos 
en  cédulas  hipotecarias,  y  se  levanta,  en 
medio  de  nuestro  tan  desolado  país,  con  el 
título  pomposo  de  Banco  Hipotecario  del 
Uruguay,  una  guillotina  para  toda  la  pro- 
piedad territorial  se  la  República;  y  al  de- 
capitar á  los  deudores  del  Banco,  se  van  á 
destruir  muchos  valores  que  con  la  espe- 
ranza de  reacción  sirven  aún  hoy  de  base 
á  arreglos  y  moratorias,  arruinando  á  un 
gran  número  de  acreedores  y  propietarios 
que  no  han  contratado  con  el  Banco.  Es 
una  máquina  de  ruina  cuya  acción  se  irra- 
diará por  todas  partes.» 

«Ese  proyecto  establece  con  proligidad  las 
bases  que  deben  regir  para  los  préstamos 
futuros;  muy  candidos  deben  ser  los  señores 
representantes  si  las  toman  en  considera- 
ción. En  primerlugar  la  institución  no  nace 
en  condiciones  de  poder  operar,  como  ya  no 
podia  hacerlo  la  Sección  Hipotecaria  del 
Banco  Nacional,  que  estaba  en  mejor  si- 
tuación; y,  en  .segundo  lugar,  al  re- 
ducirse por  acto  de  autoridad  el  interés 
de  las  Cédulas,  cuyo  servicio  regular  de- 
bía de  tratarse  de  garantir,  se  inutiliza  por 
mucho  tiempo  entre  nosotros  el  meca- 
nismo moderno  de  la  mobilización  territo- 
i'ial.  —  Los  actuales  tenedores  de  cédulas 
tratarán  de  deshacer  la  mala  operación  en 
que  se  vieron  envueltos,  sacrificando  á  los 
deudores  hipotecarios,  pero  no  se  encontra- 
rán, después  de  esto,  tomadores  de  nuevas 
cédulas,  sobretodo  cuando,  de  antemano,  en 
los  términos  del  proyecto  ministerial,  se 
puede  predecir  irremisible,  matemática  y  á 
brevísimo  plazo,  la  quiebra  de  la  nueva  ins- 
titución.—El  tiempo  dirá  quien  tiene  razón, 


DEL  Rio  de  la  Plata 


145 


si  el  Sr.  Ministro  y  la  Comisión  que  endosa 
sus  proyectos,  ó  el  insfrascrito.» 

Poco  tiempo  ha  corrido  desde  que  esto  es- 
cribíamos y  ya  los  hechos  han  empezado 
á  confirmar  nuestras  previsiones. 

Se  constituyó  el  Banco  con  un  Directorio, 
tan  honorable  como  competente,  y,  á  los 
tres  meses,  al  vencimiento  del  primer  cu- 
pón de  las  cédulas,  empezaron  las  dificulta- 
des para  su  pago.— Faltaban  ps.  50.000  y  se 
quizo  recurrir  para  obtenerlos  al  sacrificio 
de  valiosas  propiedades,  que  no  hallaron 
compradore.s;  se  quizo  obtenerlos  en  un  Ban- 
co con  el  Bono  de  ps.  4.000.000  que  con.s- 
tituye  su  capital  y  tampoco  esto  fué  posi- 
ble. —  Se  ha  salido  al  fin  del  paso,  pero 
¿cómo?— Afectando  propiedades,  el  Bono,  y 
sobre  todo  recurriendo  al  crédito  personal 
de  los  Directores! 

En  estas  condiciones  el  Banco  está  en  la 
pendiente  del  sacrificio  de  las  propiedades 
hipotecadas,  que  es  su  ruina  y  el  abate- 
miento  definitivo  de  la  propiedad  en  todo 
el  país. 

Algunos  aseveran  que  el  Banco  podrá 
pagar  el  cupón  de  Diciembre,  pero  lo  que 
ni  los  más  optimistas  esperan  hoy  es  que  le 
sea  posible  hacer  un  solo  préstamo.  Esto  por 
sí  solo,  ya  importa  reconocer  el  fracaso  com- 
pleto de  la  institución. 

El  Banco,  como  preveíamos,  no  ha  nacido 
en  condiciones  de  poder  operar. 

El  fracaso  de  la  combinación  Noetzlin, 
sobre  Banco  de  Descuentos,  no  nos  permiti- 
rá felizmente  análoga  comprobación  de  lo 
acertado- de  nuestras  observaciones  ásu  res- 
pecto. 


Se  ha  inaugurado  con  asistencia  del  ele- 
mento oficial  un  Club  formado  por  miem- 
bros del  partido  colorado.— Es  un  Club  so- 
cial al  que  se  le  quiere  dar  alcance  político. 

Nos  alegramos  de  que  los  miembros  del 
Partido  Colorado  empiezen  á  agruparse, 
pero  ese  Club  no  compensa  la  paralización 
de  los  trabajos  tan  ruidosamente  iniciados 
para  organizar  el  partido. 

No  basta  que  unos  cuantos  se  reúnan, 
conversen,  formen  círculo;  son  necesarias 
las  reuniones  genuinamente  democráticas. 


Están  por  terminar  las  .se.siones  ordinarias 
de  las  Cámaras  y  deberá  precederse  antes  de 
nuestro  próximo  número  á  la  elección  de  la 
Comisión  Permanente,  que  indicará  el  grado 
de  mejora  en  el  orden  político. 

Es  indispensable  que  la  compo.sición  de  esa 
Comisión  se  harmonice  con  sus  fines  consti- 
tucionales. 


En  un  mes,  se  han  firmado  dos  tratados 
de  comercio,  el  primero  con  Alemania  y  el 
segundo  con  Francia,  y  aunque  no  nos  es 
dado  todavía  conocer  sus  bases  generales, 
abrigamos  serios  temores  de  que  puedan  re- 
sultar le.sionados  intereses  primordiales  de 
la  República,  puesto  que  en  estas  materias 
no  se  debe  contratar  sin  .serios  estudios  y 
detenidas  investigaciones,  que  no  conocemos 
que  se  hayan  hecho. 

La  tratadomanía  de  los  años  anteriores 
nos  ha  sido  grandemente  perjudicial,  y  es 
sensible  que  no  se  aproveche  la  lección. 


La  huelga  de  los  verduleros  ha  pi-eocupa- 
do  la  atención  pública  y  ha  dado  lugar  á 
serios  conflictos. 

Las  huelgas  son  poco  comunes  entre  noso- 
tros y,  desde  luego  presumimos  que  para 
que  ese  hecho  se  produjese  debían  haber  .se- 
rios motivos. 

Llevado  el  asunto  á  informe  de  la  Asocia- 
ción Rural  esta  ha  demostrado,  con  su  reco- 
nocida competencia, que  los  hortelanos  déla 
Capital  estaban  siendo  .sobrecargados  con 
impuestos  exhorbitantes,  que  es  indispen- 
sable que  se  modifiquen,  y  perjudicados  por 
reglamentaciones  inconvenientes. 

La  Dirección  de  Mercados  ha  considerado 
estos  como  una  fuente  de  renta,  un  nego- 
cio municipal,  cuando  la  concentración  de 
las  ventas,  además  de  las  razones  de  fiscali- 
zación higiénica,  tiene  por  objeto  abaratar 
los  artículos  de  consumo  general  por  medio 
déla  más  eficaz  competencia. 

Pero  no  sólo  se  contraría  uno  de  los  fines 
á  que  responde  la  creación  de  los  mercados, 
sino  que  se  viene  hacer  pesar  sobre  la  po- 
blación impuestos  no  autorizados  por  l-a  ley 
y  contrarios  á  toda  equidad. 

Deseamos  que  los  distinguidos  miembro^ 
de  laJ.E.  Administrativa  de  Montevideo,  tra- 


146 


flE VISTA    ECONÓMICA 


ten  de  que  este  asunto  tenga  la  solución  satis- 
factoria que  es  de  esperar,  y,  dejando  á  un 
lado  susceptibilidades,  reconozcan  á  los 
huelguistas  la  razón  que  les  asiste. 

El  asunto  tiene  en  sí  mucha  importancia 
pues  se  trata  de  una  contribución  estable- 
cida con  prescindenciade  lasCámaras,que  es 
el  vínico  poder  á  quien  constitucionalmente 
le  corresponde  crear  impuestos.  Al  obser- 
varlo no  queremos  hacer  una  censura  espe- 
cial á  la  Junta  actual,  puesto  que  el  hecho 
inconstitucional  viene  de  muy  atrás. 

Aparte  de  esto,  el  impuesto  es  excesivo  é 
importuno  pues  no  solo  disminuye  los  ali- 
cientes de  la  horticultura  en  el  Departa- 
mento de  la  Capital,  sino  que  tiene  que  ac- 
tuar para  el  encarecimiento  de  artículos  que 
forman  base  principal  de  la  alimentación  de 
las  clases  pobres. 

Aun  en  épocas  de  prosperidad,  los  im- 
puestos de  este  género  son  inconvenientes, 
sobretodo  si  se  tiene  en  cuenta  que  los  ar- 
tículos de  primera  necesidad  que  se  im- 
portan están  ya  muy  sobrecargados  en  la 
Aduana. 

Entre  nosotros  es  sobre  las  clases  pobres 
que  pesan  la  mayor  parte  de  los  impuestos 
mientras  que  los  grandes  capitalistas  son  es- 
pecialmente favorecidos. 

Esta  es  otra  cuestión  sobre  la  cual  no  se 
nos  ha  querido  oír,  por  mas  que  hemos  insis- 
tido en  diversas  ocasiones. 


REVISTA  BURSÁTIL 


Buenos  Aires,  Junio  30  de  1892. 

Cotizamos  el  oro  á  50.50  (310.29  oñ  igual 
precio  que  en  nuestra  revista  anterior. 

Decíamos  en  ella  que  la  valorización  del 
billete  continuaría,  con  pequeñas  reaccio- 
nes al  tocar  los  precios  de  50  y  48.60  (300  ol") 
que  el  comercio  esperaba;  y  se  ha  cumpli- 
do la  primera  de  nuestras  previciones,  tocó 
49.90  subió  á  50.90,  bajó  hasta  49.20  para  ce- 
rrar á  50.50  hoy,  flojo,  pues  es  más  precio 
de  arreglo  de  descubiei*tos  de  última  hora 
que  real  del  mercado. 

Se  han  seguido  tratando  descuentos  con 


tipos  en  baja  y  algo  se  ha  hecho  hasta  5  1/2 
o/"  por  firmas  de  primer  orden.  La  escasez 
de  documentos  por  la  paralisación  del  mer- 
cado importador,  tiene  más  parte  que  la 
abundancia  de  papel  en  esta  cotización. 

En  cambios  no  se  ha  notado  variación  sen- 
cible  en  la  quincena  y  solo  se  observa  algu- 
na mayor  abundancia. 

Han  vuelto  las  cédulas  y  certificados  hi- 
potecarios de  la  Provincia  á  perder  el  terre- 
no ganado  y  quedan  á  32  y  15  respectiva- 
mente, que  parece  ser  el  eje  de  la  liquida- 
ción del  Banco  mientras  no  se  abandone  el 
sistema  de  misterio  que  se  viene  usando 
hasta  en  la  publicación  de  balances,  que  se 
liace  con  4  meses  de  atraso. 

El  arreglo  de  la  deuda  municipal  lia  va- 
lorizado en  10  o/"  los  títulos  á  cangearse  del 
empréstito  Lotería. 

Las  acciones  de  Bancos  continúan  inva- 
riables pero  firmes  en  sus  precios,  solo  el  Sud 
Americano  ha  mejorado  su  cotización  en 
siete  puntos. 

La  Bolsa  de  Montevideo  sigue  haciendo 
escasas  transacciones  y  con  precios  en  baja 
aunque  pequeña.  Absorvida  la  atención  de 
los  capitalistas  por  los  rumores  cada  día  dis- 
tintos de  proyectos  oficiales  sobre  bancos, 
emisiones,  acuñación  de  plata  etc.  se  com- 
prende se  limiten  los  negocios  á  las  ventas 
que  obliga  la  necesidad  y  que  son  pocas  por 
estar  casi  todos  los  papeles  en  manos  firmes. 


-s^ 


^■^"^^ 


A  NUESTROS  SUSGRIPTORES 


Para  el  mejor  servicio  de  las  diversas  sec- 
ciones de  esta  REVISTA,  ella  se  publicará 
los  días  5  y  20  de  cada  mes  en  vez  de  los  1" 
y  15. 


Los  artículos  no  firmados  pertenecen  al  di- 
rector. 


Revista  Económica 


147 


Movimiento  bursátil  de  la  segunda  quincena  de  Junio  de  1892 


BOLSA  DE  BUENOS  AIRES 

(DEL  15  AL  30  DE  JUNIO) 


Metálico 

Onzas 

Libras  esterlinas 

Cambios 

Inglaterra 

Francia 

Bélg'ica 

Alemania 

Cheques 

Banco  Nacional 

Banco  de  la  Provincia 

Banco  Hipotecario  de  la  Provincia— bonos 

Cédulas  Hipotecarias  Nacionales 

Serie  A  (oro)  5  %  de  renta 

»       A  m/n  7  %  »         »     

»      B      »     1  %  »        »     

»      C      »    7  %  »        »     

»      D      »    7  ''/o  »        »     

»       E      »     7  %  »        »     

Cédulas  Hipotecarias  Provinciales 

Serie  A  (oro)  6  %  de  renta 

»  A    $í.    8  %  »  »  

»  E      »     6  %  »  »  

»  F  mjn  Q  \  »  »  

»  G      »     6  %  »  »  

»  I      »    8  O/o  »  »  

»  J       »    8  %  »  ;>  

»  K      »     8  "/o  »  »  

»  L  »  8  %  »  »  

»  M  »  8  ^/,j  »  »  

^  N  »  8  "/o  »  7'  

»  O  »  8  ^/o  »  »  

»  P  »  8  "/o  »  »  

Fondos  y  Títulos  Públicos 

Fondos  Públicos  Nacionales  de  1884 , 

Empréstito  Nacional  Interno  1891 , 

Id.         de  1892 , 

Loteria  Municipal  de  la  Capital 


HASTA 

JUNIO  15 


Mas  bajo 


50.50 
15.70 


47.'/io 
4.98 
4.99 
4.04 


22  - 

44  — 
24  - 


32  - 

95  — 
92  — 
92  — 
90  — 
90.70 


20  - 
35.50 
34  — 

33  — 
31.30 

34  — 

33  — 

35  — 
35  — 
34.30 

34  — 
34  — 
34  - 


53  - 

69  - 
64  — 
40  — 


49.20 
15.25 


47.V4 
4.96V. 
4.98 
4.03 


20  — 
37  — 

15  V4 


32  - 

95  — 
92  - 
92  — 

90  - 
90.70 


19  - 
34.90 
32.50 
31.30 
30.50 
33  — 
33  - 
31.20 
32  — 
32  - 
31.50 
31.50 
31.50 


53  - 

68.40 
61.50 
48.50 


Mas  alto 


51.20 
15.88 


47.'/. 
4.98 
4.99 
4.04 


22  - 

47  — 
22.50 


32  - 

95  — 
95  — 
92  — 
90  - 
90.70 


20  - 
35.20 
32.50 
34.30 
34.  ¿O 
33  — 
33  - 
33.10 
33.20 
32.30 
33.50 
33.50 
33.50 


53  - 
71.70 
64.50 
50  — 


Ultimo  precio 

HASTA 

JUNIO  30 


50.50 
15.58 


47.1/., 
4.98 
4.99 
4.04 


20  - 
44  — 

15  V4 


32  - 

95  — 
95  — 
92  — 
90  — 
90.70 


20  - 
34.90 
32.50 

32  - 

31  — 

33  — 
33  — 
32.20 
32.10 
32.20 

32  - 
32  — 
32  - 


53  - 
71.70 
64.50 
49.50 


148 


DEL  Rio  de  la  Plata 


Acciones 


BANCOS 


Español  del  Rio  de  la  Plata 

Italia  y         »      »    »    »      (oro) 

Crédito  Real 

Nuevo  Banco  Italiano 

Banco  de  la  Bolsa 

Francés  del  Rio  de  La  Plata 

Hipotecai'io  de  la  Capital  (Bonos  oro). 

Constructor  de  La  Plata 

Id.  id.    (oblig-aciones) 

Agrícola  Comercial 

Banco  Inmobiliario 

Banco  de  Comercio 

Banco  Caja  de  Descuentos 

Comercial  de  La  Plata 

Comercial 

Banco  Sud  Americano 

Banco  Nacional 


compañías 


La  Edificadora 

La  Previsora  (Compañía  de  Seguros) 

La  Primitiva  Compañía  de  Gas 

Gas  Argentino 

Empresa  del  Edificio  de  la  Bolsa , 

La  Argentina  (fábrica  de  papel) 

Muelle  y  Depósitos  de  las  Catalinas 

La  Buenos  Aires  (Compañía  de  Seguros),. 

Compañia  General  de  Reaseguros 

Kid  y  C'a 

Telegráfico  Telefónica 

Constructora  Argentina 


BOLSA  DE  MONTEVIDEO 

(DEL  14  AL  30  DE  JUNIO) 


Billetes  Banco  Nacional 

Deuda  Unificada 

Títulos  hipotecarios  Serie  D 

Cédulas  hipotecarias    »      A 

Id.  id.  »      B 

Deuda  amortizable • 

Deuda  del  Interior 

Deuda  Independencia 

Deuda  Consolidada 

Acciones  Banco  Hipotecario 

CAMBIOS 

Inglaterra 

Francia 

Bélgica 

Alemania 


Ultimo  precio 

HASTA 
JUNIO   15 


IOS  — 
86  — 

27  - 
50  — 
39.50 
45  — 
41  - 

4.50 
0.80 
15  — 
30.50 
80  - 
80  - 
8.50 
30  — 
30  — 

28  — 


80 
30 
87 
40 
125 
80 
10 
30 
7 
15 
65 
14 


50  — 
39  - 

28.70 
26.20 
28  - 
33  — 
27  - 
31.20 
37  — 
12  — 


50.-Vs 
5.32 
5.34 
4.29 


Mas  bajo 


108  - 
86  - 

27  — 
50  — 
39.50 
47.50 
41  - 

4.50 
0.70 
20  — 
30.50 
80.50 
80  - 
8.50 
30  — 
34  — 

28  - 


79  — 
30  - 
87  - 
37  - 

150  — 

80  — 
9.30 

30  — 


15 
65 
14 


50  — 
39  — 

27  ~ 
26.30 

28  - 
33  — 
28.20 
31.20 
35  - 
10.20 

50 

5.32 

i. 33 

29 


Más  alto 


110  - 

86  — 

27  - 
50  — 
39.50 
47.50 
41  - 

4.50 
0.80 
20  - 
30.50 
80.50 
80  — 
8.50 
30  — 
37  - 

28  - 


79  — 
30  - 
87  — 
40  — 

150  — 

80  - 
10.80 
30  — 

7  - 
15  - 
65  — 
14  - 


53  - 
39  — 

27  - 

28  — 

28  — 
33  - 

29  — 
31.20 
36  — 
11.20 


50.3/, 
5.32 
5.34 
4.30 


Ultimo  preio 

HASTA 

JUNIO  30 


109  - 
86  — 
27  — 
50  - 
39.50 
47.50 
41  — 
4.50 
0.80 
20  - 
30.50 
80.50 
80  — 


50 


8. 
30 
37 
28 


79  — 
30  — 
87  — 
40  — 

150  — 

80  - 
9.90 

30  - 
7  — 
15  — 
65  — 
14  — 


53  - 

39  - 

27  — 

28  - 

28  - 
33  — 

29  — 
31.20 
36  - 
10.30 


5.32 
5.33 
4.30 


2^  Época. — Núm.  6 


20  de  Julio  de  1892. 


REVISTA    ECONÓMICA 


DEL 


RIO  DE  LA  PLATA 


DIRECTOR:    DOMINGO    LAMAS 


LA  BOLA  DE  NIEVE 


Al  ocuparnos  del  absentoismo  argentino 
hicimos  el  cálculo  de  lo  que  importa  el  ca- 
pital extranjero  del  cual  la  República  es 
tributaria,  é  indicamos  lo  que  en  el  orden 
económico  en  general  correspondía  hacer, 
dejando  para  tratar  en  otra  oportunidad  la 
cuestión  especial  de  la  situación  de  la  Ha- 
cienda de  la  Nación  y  de  las  Provincias,  lo 
que,  dada  la  deficiencia  y  la  irregularidad 
con  que  se  publican  todos  los  datos  al  res- 
pecto, impone  largos  y  muy  penosos  traba- 
jos de  investigación. 

Aún  cuando  no  hayamos  terminado  tan 
penosa  tarea,  que  tendrá  por  lo  menos  el 
mérito  de  proporcionar  los  elementos  nece- 
sarios á  los  llamados  á  solucionar  los  pro- 
blemas financieros  del  país,  cuya  gravedad 
todos  presienten,  podemos,  con  las  cifras 
que  tenemos  por  delante,  apreciar  hasta  qué 
punto  el  mal  se  está  agravando  cada  día 
m^s  en  el  orden  nacional,  debido  á  una  po- 
lítica económica  que  sentimos  no  estar  en  el 
caso  de  aplaudir. 

Una  vez  producida  la  crisis  y  demostrado 
por  la  práctica  que  era  exesivo  el  peso  de 
los  servicios  exteriores  á  los  que  no  podía 
hacer  frente  la  Nación,  mientras  la  rique- 
za pública  no  adquiriese  mucho  mayor  de- 
senvolvimiento, lo  natural  era  adoptar,  por 
una  parte,  las  medidas  tendentes  á  robuste- 
cer los  elementos  de  producción  y,  por  la 
otra,  ya  que  había  que  declarar  la  imposi- 
bilidad de  hacer  frente  á  las  obligaciones 
pendientes,  tratar  de  realizar  arreglos  que 
consultasen  las  exigencias  del  presente  y 


del  porvenir;  pero  nada  de  esto  se  tuvo  en 
cuenta  adoptándose  la  más  extraviada  de  las 
políticas  económicas. 

Al  decirlo  no  es  nuestro  propósito  censu- 
rar especialmente  á  personalidad  alguna; 
se  trata  de  los  frutos  lógicos  de  la  tendencia 
de  anteponer  á  las  necesidades  de  la  produc- 
ción, las  exigencias  de  los  acreedores  extran- 
jeros y  las  conveniencias  inmediatas  del  co- 
mercio internacional,  que  el  celo  por  el  cré- 
dito del  país  é  interesados  consejos  del  co- 
mercio exterior  hicieron  predominar  en  el 
Gobiernoy  en  parte  de  la  opinión  más  in- 
fluyente. 

Si  bien  se  ha  procedido  con  nobles  propó- 
sitos, ha  habido  evidente  inexperiencia,  pues- 
to que,  aún  para  consultar  las  exigencias 
del  crédito  de  la  Nación,  que  solo  puede  re- 
habilitarse y  consolidarse  por  el  aumento 
efectivo  de  la  riqueza  pública,  se  ha  hecho 
todo  lo  contrario  de  lo  que  debía  hacerse,  de- 
bilitando en  vez  de  robustecer  el  poder  eco- 
nómico del  país,  dejando  caer  sus  institucio- 
nes más  importantes  de  fomento,  y  sacrifi- 
cando las  conveniencias  de  la  producción  á 
las  déla  liquidación  de  los  negocios  de  de- 
terminados gremios,  ala  par  que  se  tomó  el 
temperamento  de  capitalizar  en  proporcio- 
nes más  rápidas  que  el  que  presenta  el  de- 
senvolvimiento del  país,  las  deudas  con 
cuyo  peso  no  se  podía. 

Hay  más,  la  República  había  alcanzado  á 
hacer  empréstitos  á  4  V2  0/°,  los  que  no  pudo 
pagar,  y  al  aumentarse  la  deuda,  se  fijó  el 
interés  de  6  0/°  sobre  todas  las  sumas  capita- 
lizadas! 

Aparte  de  ésto,  ya  para  satisfacer  exigen- 
cias exteriores,  fuera  de  la  posibilidad  fl- 


150 


Revista  Económica 


nanciera  de  la  Nación,  ya  para  reconstituir 
lo  mismo  que  se  derribaba,  el  capital  de  las 
deudas  públicas  vino  á  acrecentarse  en  la 
forma  que  vá  á  verse. 

El  Gobierno  y  el  Congreso  comprendiendo, 
á  fines  de  1890,  que  se  debía  apoyar  con  toda 
preferencia  íi  las  instituciones  do  crédito, 
crearon 25.000,000  de  billetes  para  el  Banco 
Hipotecario  y  25.000,000  para  el  Banco  Na- 
cional, los  que  fueron  desviados  de  su  desti- 
no y  aplicados  á  anticipar  pagos  exteriores, 
que  la  Nación  no  iba  á  poder  continuar. 

Para  atender  créditos  diversos  se  emitie- 
ron además  16.000,000 

Privados  los  Bancos  de  los  recursos  vota- 
dos; heclia  conciencia  en  el  público  de  que 
el  Gobierno  no  daría  ni  al  Banco  de  la  Pro- 
vincia, ni  al  Banco  Nacioual,  el  papel  que  ne- 
cesitasen en  momentos  de  apremio,  el  páni- 
co se  produjo,  como  debía  pi'oducirse,  y  ad- 
quirió mayor  fuerza  con  las  gestiones  del 
Empréstito  Popular,  que  resultó  ineficaz 
no  obstante  crearse  fondos  públicos  por 
30,000,000. 

El  siempre  fune.^to  principio  de  las  res- 
tricciones en  tiempo  de  crisis,  impuesto  por 
el  sindicato  inglés,  así  comola  esperanzaque 
resultó  defraudada  de  obtener  la  creación 
de  una  poderosa  institución  extranjera  sobre 
la  ba.se  de  la  ruina  de  las  nacionales,  llevó 
al  gobierno  á  admitir  y  á  sancionar  la  caída 
de  éstas. 

Conocido  poco  después  el  error,  .se  trató 
de  remediarlo  y,  con  el  objeto  de  reemplazar 
al  Banco  Nacional,  y  hacer  oficialmente  la 
liquidación  de  éste,  se  emitieron  50.000.000 
en  papel  como  capital  del  Banco  de  la  Na- 
ción y  30.000.000  de  Fondos  Públicos  para 
adquirir  las  acciones  do  los  particulares; 
despartidas  que  representan 80.000.000,  en 
cambio  de  no  poderse,  con  este  sacrificio, 
suplir  los  servicios  de  los  Bancos  oficiales 
que  se  dejaron  caer,  .y  de  no  compensar  la 
adquisición  de  las  acciones  de  los  particu- 
lares, lo  que  valían  en  plaza  las  que  la  Na- 
ción pierde  al  liquidar  e.se  e.stablecimiento. 
,  En  cuanto  á.  la  deuda  externa,  ella  ha 
aumentado:  1**  con  pfs.  75.000.000  oro  con 
6  "/o  por  capitalización  de  intereses  y  2»  con 
ps.  37.000.000  para  la  adquisición  de  las 
obras  de  salubi'idnd,   por  los   cuales  liabrA 


que  exportar  en  sei'vicios,  por  lo  menos,  tanto 
como  lo  que  impoitarían  los  dividendos  de 
la  empresa. 

No  hay  en  todo  esto,  como  se  vé,  la  ad- 
quisición de  ningún  nuevo  elemento  de 
producción  para  el  país,  á  no  ser  el  indirecto 
de  la  mayor  amplitud  en  la  circulación  que 
proporcionan  las  emisiones  de  papel. 

Las  cifras  que  damos,  inducen  á  muy  se- 
rias consideraciones. 

Hemos  visto  en  nuestro  artículo  anterior 
que  la  deuda  del  país  con  el  extranjero  no 
podía  calcularse  en  menos  de  1.500  millones, 
de  pesos  oro  y  que  el  servicio  de  sus  inte- 
reses y  utilidades  representaba  más  que  la 
exportación  total  déla  República  y,  en  pre- 
sencia de  esto,  en  vez  de  minorar  los  .sacri- 
ficios y  las  inversiones  improductivas,  se 
ha  forzado  la  máquina,  liaciéndola  seguir, 
con  rapidez  creciente,  por  el  extraviado 
camino  del  aumento  estéril  do  los  compro- 
misos de  la  Nación. 

Sumando  indistintamente  el  oro  y  el 
papel,  las  Deudas  Públicas  emitidas  en 
éstos  dos  últimos  años,  sin  compensación  de 
fomento  de  la  riqueza  pública,  importan 
$  288.000.000,  que  representan  un  aumen- 
to diario  de  400.000  pesos,  y  si  calculamos  el 
valor  del  oro,  ese  aumento  resulta  ser  de 
más  de  600.000  pe.sos  por  día :  más  de  400 
pe.sos  por  minuto! 

E.sta  es  como  una  bola  de  nieve  que  crece 
con  progresión  asombrosa,  pero  con  la 
diferencia  de  no  ser,  como  aquella,  fácil  de 
di.soIver. 

Las  cifras  que  damos  importan  la  conde- 
nación de  un  si.stema  contra  el  cual  es  nece- 
.sario    reaccionar  pronta  y  vig()rosamente. 

No  es,  ni  con  pequeñas  economías  para 
con  los  de  casa  é  inso.stenibles  concesiones 
para  los  de  afuera,  ni  con  medidas  parciales 
é  incoherentes,  ni  con  la  multiplicación  y 
elevación  de  impuestos  con  propósitos  fisca- 
le.s,  (|ues9  obtendrán  los  medios  de  mejora 
de  la  situación  de  la  Hacienda  Nacional. 

Si  bien  notamos  el  mas  completo  antago- 
nismo entre  las  exigencias  de  los  acreedores 
extranjeros  y  lo  que  aconseja  el  desenvol- 
vimiento de  la  riqueza  del  país,  hay  en  el 
fondo  la  más  completa  armonía  en  las  con- 
veniencias de  todos,  puesto  que  es  solo  fo- 
mentando la  pi'oducción,  desenvolviendo  las 


DEL  Rio  de  la  Plata 


151 


industrias  y  aprovechando  la  fertilidad  de 
las  inmensas  zonas  de  tierraque  existen  aún 
incultas  en  todas  las  provincias,  que  la  Ee- 
pública  podrá  dominar  sus  actuales  conflic- 
tos, como  los  Estados  Unidos,  en  peores  cir- 
cunstancias, han  dominado  los  suyos. 

Tenemos,  por  delante  el  reciente  mensaje 
de  Santa  Fé  con  motivo  de  la  apertura  de 
las  Cámaras,  3"  basta  ojearlo  ligei-amente 
para  apreciar  todo  lo  que  puede  ofrecer  el 
trabajo  aplicado  á  la  cultura  en  el  \  asto 
territorio  argentino. 

Las  cifras  que  presenta,  alientan  y  hacen 
vislumbrar  lo  que  produciría  una  política 
de  amplio  y  despreocupado  fomento. 

En  1863,  empezó  el  movimie?>to  coloniza- 
dor de  Santa  Fé  y  solo  tenía  entonces  8437 
hectáreas  cultivadas;  en  1872  la  zona  culti- 
vada era  de  62.548  hectáreas;  en  1882  de 
232.3C7  hectáreas;  en  1891  de  656.277  hectá- 
reas y  en  1892  de  848.648  hectáreas  en  las 
Colonias  oficialmente  reconocidas,  pudien- 
do  calcularse  el  total  de  la  extensión  cultiva- 
da en  la  Provincia  en  1.000.000  dehectáreas. 

Solo  en  el  año  1891,  se  han  creado  diez  y 
siete  colonias  nuevas  con  156.003  hectáreas. 

La  superficie  cultivada  es  de  cerca  de  cator- 
ce veces  más  de  la  que  era  hace  veinte  años. 

La  progresión  en  el  valor  de  las  cosechas 
no  es  menos  notable,  puesto  que  ascendió 
en  1890  á  $  29.896.987;  en  1891  á  $64.371.836 
y  en  1892  á  $  75.000.000,  próximamente  á 
11.000.000  más  que  el  año  anterior;  todo 
ésto  no  obstante  la  crisis  y  en  parte  debido 
á  lo  mismo  que  se  há  querido  evitar  por  los 
consejos  interesados  de  parte  del   comercio. 

Por  un  fenómeno  de  compensación,  dice 
el  mensaje,  al  referirse  á  la  crisis,  «resulta 
que  la  depreciación  de  la  moneda  fiduciaria 
ha  venido  á  fomentar  la  producción  nacio- 
nal, poniéndola  en  condiciones  de  .soportar 
ventajosamente  la  ccmpetencia  extranjera.» 

En  cuanto  á  movimiento  industrial,  el 
mensaje  suministra  los  siguientes  datos,  que 
vienen  á  demostrar  cuanto  en  esa  esfera  de 
acción  puede  conseguirse  en  el  país. 

La  refinería  del  Rosario  ha  elaborado, 
desde  su  instalación,  en  el  1°  de  Noviembre 
de  1889,  hasta  ahora,  26.631,895  kilogramos 
de  azúcar  bruta,  produciendo  22.669,990  ki- 
logramos de  refinada,  ó  sean  como  diez  mi- 
llones de  kil(')gramos  por  año,  empleando  de 


350  á  400  personas  para  el  funcionamiento 
de  la  fábrica.  La  destilería  de  alcoholes  «  La 
Rosario,  »  ha  fabricado  durante  el  año  1891, 
1.435,054  litros  de  alcohol,  repartiendo  á  los 
accionistas  un  dividendo  de  20  op. 

En  un  artículo  debido  á  uno  de  nuestros 
distinguidos  colaboradores,  que  hemos  pu- 
blicado en  núraei'os  anteriores,  están  los  da- 
tos que  demuestran  los  elementos  de  riqueza 
que  paralas  provincias  del  norte  representa 
la  industria  azucarera;  agregúese  á  esto  el 
considerable  desarrollo  de  la  vinicultura 
operado  en  estos  últimos  años  y  las  de- 
más fuentes  de  producción  que  poseen  las 
Provincias,  y  severa  cuanto  ha}'  que  espe- 
rar, con  tal  de  que,  abandonándose  el  régi- 
men de  las  restricciones  y  los  expedientes 
del  crédito  exterior,  se  complementen  las 
medidas  de  protección  aduanera,  con  buenas 
leyes  agrarias  y  un  sistema  racional  y  am- 
plio de  crédito  de  habilitación. 

En  una  palabra,  en  vez  de  seguir  aumen- 
tando deudas,  trátese  de  aumentar  los  pro- 
ductos, solo  con  lo  cual  se  podrá  llegar  á 
cumplir  efectivamente  los  cotnpromi.sos 
públicos;  antepónganse  las  conveniencias  del 
trabajo  nacional  á  todas  las  demás  exigencias 
y  con.si aeraciones,  aprovechando  así  la  ex- 
periencia de  los  dos  últimos  años. 


La  inoneáa  y  el  curso  forzoso 


I 

Un  colaborador  de  la  «Nueva  Época»  de 
Santa  Fé,  que  se  firma  Ubururí,  seudónimo 
de  un  distinguido  caballero  de  Buenos  Ai- 
res, e.studia  con  erudición  y  competencia  la 
ley  argentina  de  Octubre  de  1885,  que  dio 
á  los  billetes  inconvertibles  el  curso  legal 
en  vez  del  curso  forzoso,  lo  que  considera 
un  error  científico  y  la  causa  de  muchos 
males  y  abusos  que  la  práctica  ha  compro- 
bado. 

La  materia  puede  decirse  que  es  una  de 
las  que  más  se  han  debatido  en  ambas  már- 
genes del  Plata,  desde  el  memorable  Con- 
greso de  1826  hasta  la  fecha,  no  obí^tante  lo 


152 


liEVISTA    ECOXUiMICA 


cual  nos  hallamos  hoy  tan  lejos  como  en  el 
primer  día  de  un  acuerdo  razonable. 

Las  soluciones  mas  recientes  lo  confir- 
man. En  los  conflictos  entre  la  falta  de  me- 
tálico para  constituir  el  medio  circulante,  y 
los  intereses  de  los  que  creen  que  pueden 
imponer  en  sus  transacciones  los  pagos  á 
oro  en  vez  de  los  pagos  en  moneda  legal,  se 
ha  dado  en  adoptar,  en  las  Repúblicas  Orien- 
tal-y  Argentina,  el  término  medio  del  curso 
legal  que,  por  una  parte,  monetiza  el  papel, 
mientras  que,  por  otra,  lo  reduce  íi  una 
simple  mercadería  y  obliga  á  pagar  el  equi- 
valente del  metálico. 

Nada  más  falso  que  el  in  medio  ver  Has,  por- 
que si  bien  las  exageraciones  nos  separan  de 
la  verdad,  el  punto  intermedio  entre  lo 
cierto  y  el  error  nos  deja  fatalmente  en  este 

último. 

El  temperamento  del  curso  legal  esta- 
blecido con  el  propósito  de  armonizar  una 
circulación  inconvertible  con  los  pagos  á 
metálico,  nos  recuerda  la  siguiente  anécdo- 
ta. Se  disputaban  con  calor  dos  individuos 
.sobre  si  eran  mejores  las  ovejas  negras  ó  las 
blancas,  y  no  pudiendo  entenderse,  recu- 
rrieron aun  tercero  que,  para  cortar  toda 
dificultad,  resolvió,  recordando  á  un  espiri- 
tual escritor,  que  las  mejores  eran  las  de 
color  ceniza,  término  medio  de  las  preten- 
ciones  de  uno  y  otro. 

Los  partidarios  de  los  pagos  á  metálico, 
aun  en  los  casos  de  su  falta  para  las  necesi- 
dades de  las  transacciones,  invocan  la  fé  de 
lo  pactado,  la  libertad  de  los  contratos,  la 
no  retroactividad  de  las  lej'es  y  los  altos  in- 
tereses sociales  que  con  estos  se  vinculan, 
así  como  también  la  limitación  de  la  facul- 
tad del  Poder  Legislativo  en  materia  de  cir- 
culación monetai'ia,  á  todo  lo  cual  el  colabo- 
rador de  la  «Nueva  Época»  opone  las  muy 
oportunas  consideraciones  que  van  á  verse, 
y  que  creemos  conveniente  estractar,  á  fin 
de  dar  una  idea  del  estado  del  debate,  al  que 
nos  proponemos  entrar  en  vista  de  su  ac- 
tualidad y  trascendental  importancia. 

El  Sr.  Ubururí  empieza  por  decir  «que  el 
billete  de  curso  legal  que  circula  en  la  Re- 
pública, que  produce  su  completo  desqui- 
cio, que  consagra  el  agio  y  todas  las  irregu- 
laridades que  de  él  emanan,  es  una  creación 
híbrida  del  consorcio  entre  la  ignoi-anciu  de 


los  principios  económicos  y  de  la  falta  de 
energía  que  ha  caracterizado  nuestras  últi- 
mas administraciones». 

Los  Bancos  emisores  de  los  billete?  ofrecen 
pagar  en  moneda  nacional,  y  ¿que  es  esa 
moneda  nacional? 

¿La  moneda  no  existente  en  plaza  que  se 
podia  acuñar  antes?  ¿Que  importa  entonces 
esta  promesa? 

El  Congreso  al  declarar  el  cur.so  legal  ha 
querido  crear  una  moneda.  El  Congreso, 
agrega,  tiene  facultad  soberana  de  crear  el 
papel  moneda  como  representativo  de  mo- 
neda de  ley  que  haya  acuñado  y  que  entre- 
gará al  portador  de  aquel  cuando  se  lo 
exija,  y  para  casos  extraordinarios  plenamen- 
te justificados,  en  los  que  rige  la  suprema 
le^^  de  la  necesidad,  de  acuñar  moneda  na- 
cional sobre  papel  ó  sobre  cualquier  pasta 
sin  valor  intrínseco,  dando  á  esa  moneda  va- 
lor fijo  chancelatorio. 

Emitir  papel  moneda  lo  considera  una 
facultad  incontestable  é  incontostada  del 
Cuerpo  Legislativo,  « pei'o  el  billete  de 
cui-so  legal,  dice,  sin  valor  fijo  chancelato- 
rio autorizado  por  nuestro  Congreso  no  es 
papel  moneda.  Carece  de  la  condición  in- 
dispensable del  valor  fijo  chancelatorio  que 
lo  caracteriza.» 

En  apoyo  de  ésto  cita  la  opinión  de  Dallóz, 
que  dice  que  *el  papel  moneda  no  existe 
sino  en  virtud  de  una  dispo.>ición  legal  de 
ios  Poderes  Políticos  que  confieran  curso  for- 
zoso, y  la  de  Aubrí  y  Rau,  según  los  cuales 
«los  valores  en  papeles  no  podrían  desempe- 
ñar un  rol  de  moneda  sino  bajo  el  imperio 
de  una  \qy  que  les  atribuya  curso  forzoso». 

Establecido  ésto,  aplaude  el  decreto  del 
Gobierno  Nacional  de  9  de  Enero  de  1885, 
que  al  decretar  la  inconversión  por  dos  años 
daba  ú  los  billetes  el  curso  forzoso,  si  bien 
usaba  el  término  de  curso  legal,  desde  que 
ordenaba  que  fuesen  admitidos  como  pesos 
oro  por  las  oficinas  nacionales  y  por  los  par- 
ticulares, y  censura  lógicamente  la  ley  de 
13  de  Octubre  del  mismo  año  que,  al  sancio- 
nar la  inconversión,  establecía,  poi- su  artí- 
culo tercero,  que  las  obligacionescontraidas 
á  moneda  nacional  oro,  anteriores  á  la  fecha 
de  aquel  decreto,  podían  ser  chanceladas  en 
billetes  de  curso  legal  por  su  valor  escrito, 
pero  que  las  contraidas  con  designaciini  de 


DEL  Rio  de  la  Plata 


153 


moneda  especial  lo  serían  en  los  mismos 
billetes  por  su  valor  coi-i'iente  en  la  plaza 
el  (lia  de  su  vencimiento. 

Nos  detendremos  aquí  en  el  extracto,  y 
transcribiremos  integra  la  crítica  que  so- 
bre esa  disposición  hace  el  señor  übururi, 
no  queriendo  privar  á  nuestros  lectores  de 
la  lóg-ica  y  del  vigor  de  su  argumentación. 

«Recuérdese  que  todos  esos  billetes,  para 
tener  circulación,  y  ser  considéranos  como 
moneda  nacional,  tenían  que  ser  revestidos 
del  sello  de  la  Nación.— Pues  bien;  ese  bille- 
te, e.sa  moneda  así  acuñada,  en  virtud  de  la 
Sobei'anía  Nacional,  fue  revestida  por  el 
Congreso  de  un  doble  carácter,  que  lo  anu- 
laba por  su  misma  contradicción. 

«Al  que,  sometiéndose  á  la  ley  dictada  por 
el  mismo  Congreso,  había  ajustado  obliga- 
ciones en  moneda  nacional  acuñada  sobre 
papel,  y  á  los  que,  prescindiendo  de  nues- 
tra ley  monetaria,  hablan  ajustado  obliga- 
ciones en  otra  moneda,  les  acordaba  el  dere- 
cho de  exijir  el  pago  en  oro  efectivo,  6  en 
billetes  que  la  misma  ley  había  revestido 
con  el  carácter  de  moneda  ?iacional.  pero 
con  la  depreciación  que  les  hubiera  dado 
el  agio. 

«Es  decir;  el  Congreso  por  ese  funesto  art. 
3"  imponía  al  billete  el  carácter  de  moneda 
nacio7ial,  con  fuerza  chancelatoria  por  su 
valor  escrito,  como  se  lo  había  dado  el  De- 
creto de  inconversión,  y  lo  despojaba  almis- 
mo  tiempo  del  carácter  de  moneda,  quitán- 
dole el  valor  fijo  chancelatorio  indispensable 
para  su  acuñación. 

«El  que,  con  toda  buena  fé,  había  deposi- 
tado en  los  Bancos  onzas,  libras,  condores, 
recibiéndola  nota  del  depósito  por  tantos 
pesos  nacionales  oro,  que  aquellas  monedas 
representaban  al  hacerlo,  se  le  podía  abonai" 
su  crédito  con  papel  que  no  era  moneda 
desde  que  no  tenía  valor  fijo  chancelatorio; 
y  al  que,  por  hábito,  ó  por  sistema  de  con- 
tradicción con  lo  ordenan  nuestras  leyes, 
habían  determinado  en  sus  obligacienos 
otras  monedas  de  valor  equivalente  al  de 
nuestra  moneda  acuñada,  á  estese  le  debie- 
ra pagar  nn  oro  ó  plata,  ó  en  tanta  cantidad 
de  billetes,  cuantos  fueran  necesarios  para 
comprar  la  especie  á  los  agiotistas  que,  cual 
creaciones  espontáneas,  surgieron  de  aquel 
monstruoso  enc:endro. 


«AI  qufi  violaba  la  ley  de  moneda  se  le 
premiaba,  haciéndole  pagar  en  oro  efectivo. 
obligaciones  que,  ajustándose  á  aquella,  de- 
bían determinar  tantos  pesos  nacionales  oro 
en  vez  de  tantos  pesos  fuertes,  tantas  onzas 
ó  tantas  libras.» 

II 

Siempre  que  se  ha  querido  dilucidar  esta 
cuestión,  ya  en  las  Cámaras,  ya  en  la  Tribu- 
nales, se  ha  tenido  que  recurrir  á  la  defini- 
ción de  la  moneda,  cuyo  concepto  es,  en 
efecto,  imprescindible  para  tratar  con  acier- 
to la  materia.— Sin  una  idea  clara  al  res- 
pecto, es  imposible  cualquiera  apreciación 
justa,  ya  desde  el  punto  de  vista  económico 
y  legal,  ya  desde  el  especial  de  las  faculta- 
des constitucionales. 

Nos  es,  pues,  forzoso  empezar  por  aclarar 
ésta  cuestión  fundamental. 

La  escuela  contraria  á  todo  régimen  de 
curso  forzoso,  no  vé  en  la  moneda  más  que 
una  materia  común,  materia  de  comercio 
y  no  de  legislación,  no  queriendo  conceder 
al  Estado  más  atribuciones  al  respecto  que 
las  de  certificar  la  cantidad  y  la  calidad 
del  metal.  Es  un  artículo  de  comercio  que, 
según  ella,  debe  darse  ó  recibirse  libremen- 
te, pudiendo  compi-ometerse  las  partes  á 
entregar  tantos  billetes  ó  tantas  monedas  de 
oro  y  de  plata,  según  crean  conveniente  y 
de  acuerdo  con  el  mismo  derecho  con  el 
cual  pueden  comprometerse  á  entregar 
tantos  litros  de  vino,  fanegas  de  trigo  ó 
kilos  de  azúcar. 

Esta  similitud  se  funda  en  el  desconoci- 
miento de  la  naturaleza  de  la  moneda,  de 
sus  funciones  naturales  y  de  su  importancia 
legal. 

La  función  más  fundamental  de  las  mo- 
nedas es  la  intermediario  de  los  cambios 
función  capitalísima  y  predominante  en  la 
sociabilidad  económica. 

En  un  estado  primitivo  de  las  sociedades, 
los  hombres  para  efectuar  sus  cambios  tra- 
taron de  obviar  la  dificultad  que  les  presen- 
taba la  múltiple  variedad  de  los  productos 
y  la  desharmonía  de  las  necesidades  de 
unos  y  de  otros.  Esta  dificultad  se  suprimió 
adoptándose  una  mercadería  intermediaria, 
entrándose  á  efectuar  cambios  dobles  ó  los 
medios  cambios,    según    la   expresión  de 


154 


Revista  Económica 


Molinari;  el  del  producto  disponible  por  la 
mercadería  intermediaria  ó  la  venta,  y  el 
de  la  adquisición  con  él  de  los  productos 
necesarios,  ó  sea  la  compra. 

Estas  operaciones  pueden  ser  sucesivas, 
inmediatas  ó  diferidas,  según  los  cambio^ 
entre  los  productos  se  perfeccionen  parcial  ó 
totalmente  en  un  corto  tiempo  ó  queden  por 
perfeccionarse  en  otro  más  largo  é  indefi- 
nido, en  cuyo  caso  llegan  á  tener  ma^'or 
importancias  determinadas  condiciones  del 
intermediario  de  los  cambios. 

Esta  duplicación  de  operaciones  en  vez  de 
complicar  simplifica,  y  en  vez  de  dificultar 
facilita  y  aumenta  la  rapidez  y  el  poder  de 
los  cambios,  hecho  que  nos  recuerda  como 
en  mecánica  la  multiplicidad  de  las  ruedas 
aumenta  el  efecto. 

Por  el  hecho  de  convertirse  toda  la  oferta 
de  un  producto  en  pedido  de  la  mercadería 
intermediariay  de  hacerse  efectiva  la  deman- 
da por  medio  de  la  oferta  de  ésta,  se  suprí- 
mela falta  de  coincidencia  entre  los  artícu- 
los determinados  y  múltiples  que  de  parte 
á  parte  pudieran  disponerse  y,  según  la 
cantidad  que  se  pida  ó  se  ofrezca  de  la  mer- 
cadería, fácilmente  se  establece  la  equiva- 
lencia necesaria. 

La  moneda,  pues,  suprimiendo  la  falta  de 
coincidencias  y  de  equivalencias  que  impe- 
ran en  un  estado  primitivo,  permite  la  am- 
plia división  del  trabajo  y  reemplaza  las 
ofertas  y  demandas  aisladas  por  la  vasta  de 
la  producción  y  del  consumo  general,  á  la 
par  que  proporciona  un  abasto  tanto  más 
económico  y  abundante,  cuanto  más  es- 
tensa sea  su  acción. 

El  régimen  monetario  se  caracteriza  así 
por  el  uso  de  un  intermediario  común;  la 
elección  arbitraria  para  los  cambios  de  di- 
versas mercaderías,  es  el  régimen  de  la  per- 
muta; es  un  orden  social  distinto  y  primi- 
tivo. 

La  permuta  es  el  aislamiento  perlas  difi- 
cultadas constantes  y  muchas  veces  insalva- 
bles para  la  relación  de  los  hombresen  la  es- 
fera de  sus  conveniencias  ordinarias,  mien- 
tras que  la  institución  de  la  moneda,  como 
el  idioma,  es  la  sociabilidad  ampliamente 
facilitada  y  fecunda.  Este  promueve  el 
cambio  de  ideas  y  de  impresiones,  aquella 
el  de  las  producciones  materiales  y  de  ser- 


vicios recíprocos.  De  ahí  el  que  ambos  ele- 
mentos surjan,  se  perpetúen  y  se  perfeccio- 
nen con  la  sociabilidades  humanas. 

De  ésto  resulta,  pues,  que  todo  lo  que  tien- 
da á  quebrantar  la  unidad  del  agente  mone- 
tario es  contrario  á  su  esencia  y  á  las  bases 
del  orden  económico  moderno. 

De  ahí  el  que  la  institución  de  la  moneda 
sea  una  atribución  soberana,  y  la  conserva- 
ción de  su  unidad,  deber  ineludible  de  los 
Poderes  Públicos. 

La  función  de  intermediario  general  de 
cambios  dio  origen  á  la  accesoria  do  término 
de  comparación  de  valores. 

Para  el  desempeño  de  una  y  de  otra  fun- 
ción, lo  que  se  requiere  no  son  condiciones 
físicas  ni  composiciones  químicas  determi- 
nadas sino  el  ser  un  valor,  ó,  más  propiamen- 
te espresado,  el  poder  de  adquisición  que  éste 
implica.  En  los  dobles  cambios  inmediatos, 
se  dan  productos  contra  el  poder  de  adqui- 
sición con  el  cual  se  obtienen  los  que  á  su  vez 
requiera  el  vendedor,  y,  en  las  operaciones 
de  préstamo, se  dan  y  se  reciben  las  monedas 
en  vista  de  ese  poder  que  representan. 

Tal  es  la  moneda,  que  no  resulta  una  sim- 
ple mercadería  cuyo  fin  es  el  consumo  ó  un 
mero  signo  desde  que  es  de  esencia  que  sea 
un  valor. 

Así,  pues,  al  Estado  corresponde  imponer 
y  conservar  la  unidad  de  un  régimen  mo- 
netario que  es  excluyente  del  régimen  de 
las  permutas,  como  la  extensión  que  se  ha 
pretendido  dar,  partiendo  de  un  concepto 
falso,  á  la  libertad  de  contratos,  es  excluyen- 
te  del  régimen  monetario. 

III 

Dana  Hoi'ton,  Lavelej^e  y  otros  economis- 
tas distinguidos  pretenden  fundar  la  in- 
tervención de  la  ley  en  materia  de  moneda, 
ya  sea  en  el  hecho  de  que  el  Estado  tiene 
que  fijar  la  forma  en  que  se  le  abonen  sus 
impuestos,  ya  en  el  de  que  le  correspon- 
de establecer  los  medios  en  que  se  cum- 
plen las  obligaciones,  y,  por  último,  en  las 
consideraciones  del  interés  general  en  casos 
de  apremio  del  Tesoro  ó  de  rarificaciones 
de  numerario. 

Ya  en  el  memorable  Congreso  Argentino 
de  1826  se  había  hecho  la  distinción  legal 
entre  los  contratos  de  entrega  de  merca- 


DEL  IvIO  DE  LA  PLATA 


15- 


derías  y  los  de  entrega  de  dinero,  estable- 
ciéndose, por  ejemplo,  que  una  letra  de 
cambio  importaba  la  obligación  de  entrega 
de  lo  que  la  ley  declarase  moneda  y  no  de 
cualquier  mercadería  que  las  partes  quisie- 
ran estipular. 

Nosotros  nos  permitiremos  ir  más  lejos 
diciendo  que  desde  que  la  unidad  del  interme- 
diario de  los  cambios  es  rasgo  caracteris" 
tico  de  la  moneda,  con  lición  de  esencia  de 
todo  el  orden  económico,  es  la  ley  y  no  el 
arbitrio  individual  el  que  debe  regirla. 

Desde  el  concepto  fundamental  que  hemos 
establecido, no  seguí rem.os  así  a  Robert  Peel, 
que  decía  que  una  libra  esterlina  son  tantos 
miligramos  de  oro,  sino  que  sostendremos 
que  el  peso  nacional  no  es  la  expresión  de 
tantos  miligramos  de  metal  y  que  estos  son 
condiciones  de  forma,  como  lo  es  el  emble- 
ma, el  cordón,  etc.  ó  los  gravados  y  las  bases 
de  emisión  del  papel,  etc.  La  ley  al  determi- 
nar lo  que  debe  representar  el  peso  nacional 
no  hace  más  que  establecer  las  condiciones 
de  su  representación  material  y  en  esto 
debe  consultar  las  exigencias  de  las  leyes 
naturales,  que  determinan  el  valor  de  las 
cosas,  siendo  la  moneda  más  perfecta  la  que 
logre  conciliar  el  valor  real  con  la  represen- 
tación legal. 

Contribuye  á  extraviar  las  ideas  en  el 
pueblo  y  en  los  legisladores  el  hecho  de 
admitir.se  en  la  circulación  monedas  espe- 
ciales extranjeras;  pero  hay  que  tener  pre- 
sente que,  simultáneamente,  seles  asigna  un 
valor  en  moneda  nacional  con  lo  cual  se 
salva  siempre  el  principio  de  la  unidad. 

El  decirse  tantas  libi-a.?,  es  lo  mismo  que 
decir  tantos  pesos  nacionales  álos  efectos  de 
la  circulación  del  país,  de  donde  resulta  la 
asimilación  completa  á  los  efectos  de  la 
ejecución  de  los  contratos  entre  la  libra  y  los 
pe.sos  nacionales,  similitud  contra  la  cual 
no  pueden  oponerse  las  cotizaciones  bursá- 
tiles. 

Legalmente,  hoy  como  antes,  una  libra 
debería  pagarse  con  cinco  nacionales,  puest  j 
que  ante  las  leyes  monetarias,  que  son  le3^es 
de  orden  público,  y  muy  fundamentales  en  el 
orden  económico,  ellas  no  representan  más. 

La  ley  de  1885,  que  con  razón  critica  el 
colaborador  de  la  Nueva  Época,  ha  descono- 


cido e.stos  principios  cardinales  y  de  ahí  las 
injusticias  y  las  anomalías  que  hace  notar. 

Si  la  moneda  debe  ser  de  metal  ó  de  papel 
es  cuestión  de  conveniencia  y  nó  cue.stión  de 
esencia  y  por  lo  tanto  está  sujeta  á  conside- 
raciones prácticas.  Ya  no  es  la  cuestión 
fundamental  de  principios:  es  materia  de 
buen  criterio. 

El  ideal  de  perfección  en  la  materia  es  la 
ñjeza  de  valor,  y  el  valor  no  depende  ni  de 
ninguna  condición  química  ni  de  ninguna 
pi'opiedad  física;  es  una  mera  relación  entre 
la  cantidad  ofrecida  y  la  cantidad  deman- 
dada de  cualquier  cosa. 

Esta  ya  es  una  verdad  de  antiguo  recono- 
cida pue.sto  que  el  notable  jurisconsulto 
Paulus  la  ha  manifestado,  como  se  vé  en  el 
Digesto,  de  un  mi  do  preciso. 

Hablando  de  la  moneda,  dice:  «eaque 
materia  forma  publica  percussa,  usum  do- 
oiiniunque,  non  tam  ex  substantia  praebet, 
quam  ex  quantitate»  «Esta  materia,  seña- 
lada con  una  marca  oficial,  obtiene  su  uso 
y  su  poder  de  pago  no  debido  á  su  sustan- 
cia pero  ásu  cantidadi>. 

Un  notable  economista  norte  americano  A. 
Del  Mar,  de  acuerdo  con  éste  concepto  fun- 
damental del  valor  dice  «The  unitof  money 
!s  all  money*. 

El  valor  de  una  moneda  de  oro  no  depen- 
de de  la  ma^'or  ó  menor  cantidad  de  metal 
fino  que  contonga  cada  disco,  sino  de  la  to- 
talidad de  metal  que  circule  como  moneda, 
y  la  importancia  de  los  pedidos  de  ella  que 
puedan  hacerse  efectivos,  salvedad  ésta 
última  que  hacemos  á  fin  de  que  no  se 
confunda  la  necesidad  que  no  pueda  actuar 
con  la  que  se  manifieste  en  condiciones  de 
pi omover  demandas  reales. 

La  única  superioridad  que  la  práctica  ha 
podido  atribuí  rala  moneda  de  metales  la  de 
que  su  costo  y  su  fácil  exportación  evita  los 
exesos  de  oferta,  pero,  en  cambio,  está  suje- 
ta á  la  insuficiencia  de  su  provisión,  siendo 
fácil  demostrar  que,  .si  maloes  lo  primero,  lo 
segundo  tiene  aún  peores  con.secuencins 
prácticas. 

Es  contrario  á  la  equidad  que  el  que  ha- 
ya entregado  un  poder  de  adquisición,  que 
por  ejemplo,  se  represente  por  cien  de  artí- 
culos generales,  se  vea  obligado  á  recibir  lo 
que  solo  equivalga  ochenta  en  estos  artícu- 


156 


Revista  Económica 


los,  pero  es,  á  la  vez,  igualmente  injustoque 
en  los  casos  de  rariflcación  del  oro,  que  lleve 
los  productos  generales  á  la  mitad  de  su  va- 
lor comparado  al  del  metal  amarillo,  tenga 
el  que  ha  recibido  el  equivalente  de  cien 
que  entregar  el  valor  de  doscientos  para 
cumplir  su  obligación;  que  pagar  en  rea- 
lidad dos  por  uno. 

Esto  se  impone  con  el  curso  legal  tal 
como  aquí  se  le  entiende,  debido  á  la  abe- 
rración de  considerar  la  moneda  una  canti- 
dad de  metal  en  vez  de  un  mero  interme- 
diario; un  representante  de  la  generalidad 
de  los  valores,  en  vez  del  representante 
del  valor  del  oro. 

Si  de  esto  pasamos  á  considerar  el  orden 
de  los  intereses  generales,  veremos  que  no 
se  les  consulta  bien  cuando  se  quiere  dar 
un  privilegio  á  favor  de  los  capitales  mo- 
netarios tan  extenso,  que  no  solo  los  preser- 
ve de  todo  perjuicio  de  las  calamidades  de 
carácter  general,  sino  que  puedan  aún  re- 
sultar gananciosos  en  medio  de  los  mayo- 
res cataclismos  y  á  expensas  de  la  agrava- 
ción de  la  ruina  de  las  clases  directamente 
productoras. 

Es  sin  duda  de  gran  utilidad  pública  ga- 
rantir á  los  prestamistas  y  acumuladores  de 
capital  en  moneda,  á  los  que  en  forma  de 
ésta  hayan  acumulado  su  trabajo  pasado, 
pero  hay  que  considerar  también  el  trabajo 
presente  y  animar  de  preferencia  las  inver- 
siones reproductivas. 

Otra  consideración  haremos,  por  último,  y 
es  que  si  bien  la  abundancia  de  moneda 
perjudica  á  algunos  gremios  favoreciendo  á 
otros,  su  escasez  afecta,  perturba,  abate  todo 
el  organismo  económico;  sale  de  la  esfera  de 
los  males  parciales  para  contrariar  las  más 
altas  y  vitales  conveniencias  generales. 

De  ahí  la  necesidad  de  que  el  Estado  vele 
por  la  suficiente  provisión  de  moneda  dándo- 
le preferencia  la  sobre  cuestión  de  materia. 


IV 


Por  más  que  ha^^amos  querido  evitarlo 
ésta  cuestión  nos  ha  llevado  ya  muy  lejos  y 
es  el  caso  de  que  resumamos  nuestras 
ideas. 

El  curso  legal  tal  como  lo  entiende  la  ley 
de  Octubre  del  85  es  contrario  á  la  noción 


clara  de  la  moneda,  que  es  la  de  intermeda- 
riogeneral  en  los  cambios,  y  de  fuerza  chan- 
celatoria  de  todas  las  obligaciones  sin  que 
en  contrato  alguno  por  dinero  puedan  lícita- 
mente imponerse  condiciones  contrarias  á 
éste  concepto. 

Loque  la  lej' citada  hace  importa  permitir 
quebrantar  la  constitución  moneteria,base 
de  nuestra  sociabilidad,  autorizando  el  régi- 
men de  las  permutas,  y  no  solo  imponer  los 
perjuicios  aislados  que  tan  claramente  re- 
fiere el  colaborador  de  la  «Nueva  Época» 
de  Santa Fé,  sino  que  permitiendo  limitar  el 
uso  de'la  moneda  de  papel,  ataca  su  base  de 
valor  y  perjudícala  generalidad,  así  como 
desvirtúa  la  inteligencia  lógica  y  científica 
del  curso  dado  á  las  monedas  extrangeras 
que  no  puede  representar  en  obligación  al- 
guna nacional  más  que  el  valor  legal  ó  no- 
minal que  tengan  asignado,  y  en  virtud 
del  cual  circulaban  y  no  en  virtud  de  su  ma- 
teria. 

El  Señor  Ubururí  hace  además,  accidental- 
mente, una  observación  importante  de  la 
que  extrañamos  no  haya  sacado  todas  las 
consecuencias  á  que  se  presta.  Dice  muy 
bien  que  el  Congreso  puede  mandar  acuñar, 
si  quiere,  Argentinos  de  cobre. 

Guillermo  III  de  Inglaterra  dio  un  ejem- 
plo análogo  haciendo  acuñar  libras  esterli- 
nas con  caserolas  viejas.  Las  libras  primiti- 
vas francesas  que  en  la  época  de  Cario  Mag- 
no eran  el  equivalente  de  87  francos  en 
oro,  se  convirtieron  por  alteraciones  en  su 
metal  al  equivalente  de  un  franco;  los  ma- 
ravedíes de  oro  se  acuñaron  más  tarde  en  co- 
bre y  después  de  poder  adquirir  un  valor 
en  oro  de  17  á  18  francos,  apenas  son  hoy  un 
valor  igual  á  un  centesimo  en  oro. 

Los  copeks  que  eran  de  plata,  los  hizo  acu- 
ñar el  Czar  Alexis  en  cobre. 

No  queremos  por  ésto  decir  que  los  Ar- 
gentinos deban  hacerse  en  cobre,  pero  sí  ha- 
cer resaltar  el  significado  del  inciso  10  artí- 
culo 67  de  laConstitución,  que  establece,  en- 
tre las  facultades  del  Congreso,  la  de  &hacer 
sellar  moneda,  fijar  su  valor  y  el  de  las  ex- 
trangeras» loque  es  excluyente  del  princi- 
pio erróneo  de  que  el  Estado  en  materia  de 
moneda  solo  debe  certificar  el  peso  y  fino 
que  ellas  contengan,  quedando  su  represen- 
tación monetaria  al  arbitrio  del  comercio. 


DEL  Rio  he  la  Plata 


157 


Para  la  Constitución  la  fuerza  chancelato- 
ria  de  una  moneda  nacional  no  depende  del 
valor  del  metal  de  que  se  componga  y  las 
monedas  extranjeras  á  que  sedé  curso  na- 
cional solo  serán  representativas  del  valor 
nominal  que  la  ley  del  Congreso  les  asigne. 

La  Suprema  Corto  de  Justicia  de  Estados 
Unidos  en  una  resolución  de  Marzo  de  1884, 
ha  i-econocido  al  fin  la  facultad  del  Congre- 
so, cuestionada  antes,  para emitirbilletes  con 
curso  forzoso  y  no  solo  en  los  casos  de  gue- 
rra sino  también  en  plena  paz,  como  medio 
de  proveer  la  circulación. 

El  Congreso,  dice,  «tiene  la  facultad  de 
emitir  las  obligaciones  de  los  Estados  Uni- 
dos en  esa  forma  y  darle  las  condiciones  de 
moneda  para  la  compra  de  mercaderías  y  el 
pago  de  deudas,  de  acuerdo  con  las  prácti- 
cas de  los  gobiernos  soberanos.  Ese  poder 
como  consecuencia  de  la  facultad  de  hacer 
empréstitos  y  de  emitir  letras  y  billetes  del 
Gobierno  con  ese  objeto,  de  imprimir  en 
esas  letras  ó  billetes  la  facultad  chancelato- 
ria  de  las  deudas  particulares,  es  un  poder 
que  era  universalmente  reconocido  como 
perteneciente  ala  soberanía  en  Europa  y  en 
América  en  la  época  en  que  se  hacía  y  se 
adoptaba  la  Constitución  de  los  Estados  Uni- 
dos. 

«La  facultad  de  sellar  billetes  de  los  Esta- 
dos Unidos  con  curso  forzoso  para  el  pago  de 
las  deudas  privadas,  estando  incluida  en  la 
facultad  de  tomar  dinero  en  préstamo  de 
provee)'  á  la  circulación  nacional,  no  es  per- 
judicado ni  restringido  por  el  hecho  de  que 
su  ejercicio  pueda  afectar  el  valor  de  los 
contratos  privados.  Si  de  una  justa  y  since- 
ra inte:"pretación  de  toda  la  Constitución 
resulta  el  Congi-eso  revestido  de  un  poder 
especial  ó  autoridad,  no  es  objeción  constitu- 
cional contra  su  existencia  ó  su  ejercicio  la 
de  que  la  propiedad  ó  contratos  particulares 
puedan  ser  particularmente  afectados. » 

«El  Congreso,  agrega,  como  la  legislatura 
de  una  nación  soberana,  estando  expresa- 
mente facultado  por  la  Constitución  para 
«crear  y  hacer  cobi-ar  impuestos  á  fin  de 
«  pagar  las  deudas  y  proveer  á  la  común 
«  defensa  y  al  bienestar  general  de  los  Es- 
«tados  Unidos»  y  «para  sellar  moneda  y 
«  determinar  el  valor  de  ellas  y  de  los  cuños 
«extranjeros»,  y  estando  claramente  auto- 


rizada, como  consecuencia  del  ejercicio  de 
éstos  grandes  poderes  para  emitir  títulos 
de  crédito,  crear  Bancos  Nacionales  y  pi-o" 
veer  á  una  circulación  nacional  para  todo 
el  pueblo  en  la  forma  de  moneda  sellada, 
notas  de  Tesorería  y  billetes  de  Bancos  Na- 
cionales y  siendo  el  poder  de  dar  á  los  bille- 
tes de  Gobierno  fuerza  chancelatoria  de  las 
deudas  privadas  uno  de  los  poderes  inhe- 
rentes de  la  soberanía  y  no  expresamente 
restringido  al  comercio  por  la  Constitución; 
somos  irresistiblemente  llevados  á  la  conclu- 
sión de  que  el  dar  á  las  notas  de  Tesorería 
de  los  Estados  Unidos  la  condición  de  fuerza 
chancelatoria  en  los  pagos  de  deudas  privadas 
es  un  medio  apropiado,  conducente  y  com- 
pletamente adaptado  para  la  ejecución  de 
los  indudables  poderes  del  Congreso  que 
resultan  de  la  letra  y  del  espíritu  de  la 
Constitución  y  de  acuerdo  con  el  cual  es 
necesario  y  propio  para  la  efectividad  de 
los  poderes  de  que  está  investido  el  Gobierno 
de  los  Estados  Unidos». 

«Siendo tal  nuestra  conclusión  respecto  de 
la  ley,  la  cuestión  de  sí  en  cualquier  tiempo 
en  guerra  ó  en  paz,  la  exigencia  es  tal,  por 
extraordinarias  y  premiosas  necesidades  de 
parte  del  Gobierno,  ó  de  insuficiencia  de 
provisión  de  oro  ó  de  plata  para  proveer  las 
necesidades  de  la  circulación,  por  parte  del 
Gobierno  del  pueblo,  esta  es  una  materia  de 
hechos  que  debe  ser  determinada  por  el  Con- 
greso cuando  se  presente  y  no  una  materia 
judicial  que  pueda  someterse  á  la  Corte». 

Dada  la  analogía  de  las  instituciones  que 
rigen  á  la  República  Argentina  y  á  los 
Estados  Unidos,  nos  parece  concluyente, 
para  la  dilucidación  de  la  materia  de  este 
artículo,  la  jurisprudencia  contenida  en  la 
sentencia  de  la  Suprema  Corte  norte-ameri- 
cana que  acabamos  de  reproducir. 


CARTA     ECONÓMICA 


EXPANSIÓN  Y  RESTRICCIÓN 


Hace  pocos  meses  que,  en  presencia  de  la 
crisis  que  se  ha  dejado  ir  agravando  en  la 
República  Oriental,  dirigimos  al  Telégrafo 
Marítimo  de  Montevideo  la  carta  que  á 
continuación   publicamos  y  que  ofrece  por 


158 


Revista  Económica 


lo  menos  el  interés  de  los  datos  3^  de  las  opi- 
niones de  primeras  autoridades  en  materia 
de  crisis. 

Este  estudio  es  hoy  de  actualidad  no  sólo 
para  la  Repviblica  vecina,  que  vemos  perse- 
verar en  el  mal  camino,  sino  también  para 
la  República  Argentina  donde  se  viene  im- 
poniendo el  mismo  errado  criterio,  que  des- 
graciadamente ha  predominado  allí  de  un 
modo  tan  funesto  como  absoluto. 

Señor  Director  de  El  Telégrafo  Marítimo. 

I 

■  Las  falsas  concepciones  en  materias  eco- 
nómicas constituyen  el  mayor  flagelo  que 
puede  azotar  á  un  pueblo,  puesto  que  lo 
ataca  en  las  condiciones  esenciales  de  su  vi- 
talidad y  lo  inducen  á  los  más  funestos  ex- 
travíos, como  lo  comprueba  el  hecho  de  que 
bastó  una  apreciación  equivocada  de  la  mo- 
neda para  abatir  el  más  grande  de  los 
imperios  modei-nos,  ahondar  en  la  Europa 
civilizada  los  antagonismos  nacionales,  y 
crear  un  estado  de  gueiTa  que  subsistió  tan- 
to como  perseveró  el  error  que  las  provo- 
caba. 

Nuestra  historia,  como  la  de  todos  los  otros 
pueblos,  está  también  llena  de  ejemplos  de 
la  calamitosa  influencia  que  tienen  los 
errores  de  este  género,  habiendo  quizá  daña- 
do más  á  nuestra  riqueza  pública  los  falsos 
profetas  económicos  y  los  hacendistas  teóri- 
cos, que  las  montoneras  de  las  guerras  civi- 
les, cuya  crudeza  y  mayores  devastaciones, 
no  han  alcanzado  nunca  á  producir  largos 
abatimientos  como  el  que,  por  ejemplo,  se 
originó  con  la  caída  de  los  Bancos  sacrifica- 
dos á  nombre  de  erróneos   principios. 

Ahora  mismo,  si  investigamos  las  causas 
de  la  crisis  que  nos  postra,  hemos  de  encon- 
trar que  el  mal  proviene  del  predominio  in- 
teresado de  falsas  ideas,  tal  vez  más  intere- 
sadas que  falsas,  de  unos  pocos  que  lucran 
con  la  ruina  general,  ideas  que,  por  igno- 
rancia ó  espejismo  económico,  son  admitidas 
por  la  masa  general  del  vulgo. 

II 

A  diario  se  repite  que  es  conveniente  que 
termine  la  liquidación,  con  lo  cual,  volvien- 
do la   confianza,  los  capitales  entrarán  de 


nuevo  en  su  giro  habitual  y,  nuevo  fénix, 
renacerá  el  país  de  las  cenizas  de  la  crisis. 
Toda  medida  que  tienda  á  impedir  liquida- 
ciones les  parece  á  los  teóricos  contraprodu- 
cente, sirviendo  no  más  para  prolongar  el 
mal  y  alejar  la  resurrección. 

Este  singular  modo  de  ver  las  cosas,  no  le 
deja  al  Gobierno  más  función  que  la  de  pre- 
sidir el  doloroso  espectáculo  que  presenta- 
mos, y  animar  con  sus  aplausos  la  faena  del 
sacrificio  de  los  elementos  del  trabajo,  entre 
gados  completamente  inermes  ala  voracidad 
de  la  más  cruel  usura. 

Las  liquidaciones  efectivas  en  épocas  nor- 
males obedecen,  ó  al  retiro  de  la  actividad 
comercial  de  los  que  en  ella  no  encuentran 
un  estímulo,  ó  á  las  quiebi-as  de  los  que 
sean  víctimas  de  desgraciadas  operaciones. 

Todo  esto  se  realiza  en  número  limitado  y 
simultáneamente  con  la  presencia  de  nue- 
vas fuerzas  activas  que  las  sustituyen  en  la 
acción,  y  en  la  mayor  parte  de  los  casos  con 
ventaja  respecto  de  las  últimas,  verificán- 
dose una  especie  de  selección  benéfica  en  el 
mundo  mercantil  é  industrial,  mediante  la 
cual  el  elemento  menos  apto  ó  imprudente 
es  eliminado,  y  las  especialidades  supera- 
bundantes ó  menos  reproductivas  desapare- 
cen para  dar  lugar  á  otras  más  convenien- 
tes. 

En  estas  circunstancias  no  le  corresponde 
al  Gobierno  crear  obstáculos  que  vendrían  á 
alterar  las  leyes  del  desenvolvimiento  de  las 
transacciones. 

Esa  es  la  vida  normal  y  el  juego  regular 
y  benéfico  de  la  acción  particular  que  le  co- 
rresponde facilitar  y  garantir. 

Pero  cuando  las  liquidaciones  exceden  de 
cierto  número;  cuando  la  ley  del  pánico 
anula  los  valores  y  aleja  los  capitales;  las  li- 
quidaciones vienen  á  presentar  un  carácter 
totalmente  diverso  y  excepcional,  que  im- 
pone, según  su  grado,  apreciaciones  distin- 
tas y  deberes  también  excepcionales. 

Presentada  la  crisis,  ya  no  es  solo  el  im- 
prudente ó  el  menos  apto  el  que  cae;  ya  no 
es  la  mala  distribución  del  trabajo  lo  que  so 
corrije;  es  la  situación  especial  que  compro- 
mete, abate  é  arruina  la  acción  productiva 
en  relación  directa  con  su  mayor  importan- 
cia; es  la  subversión  de  todo  el  orden  econó- 
mico de  modo  á  burlar  los  cálculos  mejor 


DEL  Rio  de  la  Plata 


159 


fundados,  y  las  esperanzas  más  legítimas, 
y.  creciendo  el  mal,  llegado  á  cierto  grado, 
es  el  caos  social,  es  la  pérdida,  de  todos  los 
factores  más  esenciales  al  desarrollo  de  la 
producción,  y,  finalmente,  como  desenlace 
la  distribución  de  la  riqueza  acumulada  que 
se  opera  violando  todo  principio  de  equidad 
y  de  un  modo  opuesto  al  interés  general. 

A  medida  que  excede  el  número  de  las  li- 
quidaciones, los  precios  se  envilecen ;  se 
multiplica  la  oferta  al  propio  tiempo  que  en 
progresión  geométrica  tiene  que  disminuir 
la  demanda ;  los  precios  bajan  sucesivamen- 
■te  disminuyendo  el  grado  de  la  solvencia 
general,  y  otras  liquidaciones  se  provocan. 
Es  el  incendio  que  .se  propaga  y  aumentan- 
do rápidamente  su  intensidad  lo  avasalla  y 
lo  destruye  todo. 

En  e.se  camino,  observa  un  banquero  in- 
glés, se  llega  al  punto  de  que  no  haya  una 
firma  buena,  ni  nadie  que  pueda  presumir 
salvarse  de  la  catástrofe;  caen  unas  tras 
otr  s  las  casas  más  resistentes  y  previsoras; 
los  mayores  colosos  del  comercio  y  de  la  in- 
dustria. 

Se  vá  al  estado  de  liquidación  general  de 
que  nos  hablan  como  de  cosa  natural  algu- 
nos teóricos,  sin  fijarse  en  que  ese  término 
expresa  la  imposibilidad  de  toda  liquidación, 
puesto  que  importa  la  oferta  al  máximun  y 
la  demanda  á  cero. 

La  Inglaterra  cuando  ha  querido  ensayar 
el  dejar  hacer  al  pánico,  ha  tenido  al  fin  que 
retroceder  ante  un  abismo,  que  hubiera  con- 
sumido todo  su  poder  económico,  haciéndo- 
la descender  de  la  escala  de  nación  de  pri- 
mer orden. 

Ese  término  extremo  caracteriza  loque  el 
egoísmo  de  ulos  y  la  inconsciencia  de  otros 
no  vacilan  en  recomendarnos  y  fomentar;  y 
cuanto  más  sigamos  en  el  camino  en  que 
no^)  colocan,  mas  nos  acercaremos  al  abismo; 
pero,  aun  en  el  supuesto  lisonjero  de  que 
no  lleguemos  á  él,  todo  el  camino  que  ha- 
yamos recorrido  en  ese  sentido  será  contra 
las  más  claras  conveniencias  económicas  del 
país. 

III 

Los  que  sostienen  las  liquidaciones  en  las 
presentes  circunstancias  arguyen  que  el 
dinero  no  desaparece  con  la  crisis,  sino  que 


se  esconde  para  volver  á  reaparecer  después, 
cuando  pase  la  borrasca,  con  lo  cual  creen 
que  el  país  encontrará  sus  anteriores  fuer- 
zas económicas  y  el  beneficio  de  una  situa- 
ción mejor  asentada. 

Esto  importa  el  más  grave  de  los  errore.s, 
y  la  i-eproducción  de  la  idea  de  que  el  nu- 
merario constituye  para  los  pueblos  la  esen- 
cia de  la  riqueza,  aberración  fundamental 
de  la  escuela  mercantil  que,  en  valde  ex- 
tirpada en  unas  partes,  viene,  como  la  mala 
hierva,  reproduciéndose  siempre. 

Es  el  olvido  de  que  el  primer  agente 
de  la  producción  es  el  hombre;  de  que  de 
sus  tendencias,  de  su  práctica,  del  aliento 
de  su  espíritu  depende  soberanamente  la 
acción  efectiva  del  dinero,  simple  herra- 
mienta que  produce  según  el  brazo  y  la 
inteligencia  del  que  la  maneja;  palanca  de 
Aquimedes  ó  mísero  barreno  según  los  ca- 
sos. 

No  estará  nunca  de  mas  insistir  sobre  éste 
punto,  si  es  que  no  queremos  ver  sacrifica- 
dos los  mas  caros  intereses  del  porvenir  del 
país,  alas  estrecheces  de  los  espíritus  mez- 
quinos. 

El  dinero  como  todo  elemento  de  acción 
vale  mucho  ó  vale  poco,  según  el  valor  in- 
telectual que  lo  dirija,  como  no  es  el  núme- 
ro de  soldados  sínó  su  organización  y  el  ge- 
nio de  los  capitanes  lo  que  prima. 

Como  elementos  económicos,  hay  después 
del  hombre,  y,  á  mas  del  dinero,  el  crédito, 
cuya  vasta  acción  relega  á  este  en  la  vida  nor- 
mal de  los  pueblos  progresistas,  á  unasitua- 
ción  secundaria;  y  las  instituciones,  que, 
como  las  máquinas  industriales,  aceleran  el 
movimiento  y,  concentrando  las  fuerzas, 
multiplican  el  poder. 

La  Inglaterra,  que  es  hoy  el  país  mas 
importante  por  su  comercio  y  su  industria 
es  á  la  vez  el  que  tiene  relativamente  menos 
cantidad  de  dinero,  fundando  su  poderío  en 
sus  elementos  intelectuales,  en  la  extensión 
del  crédito,  y  en  el  poder  moral  de  sus  ins- 
tituciones bancarias. 

A  la  creación  y  conservación  de  todo  é.sto 
se  opone  la  selección  que  se  opera  con  la  cri- 
sis que  compromete  y  abate  al  industrial  de 
aliento,  al  comerciante  en  la  proporción  de 
su  crédito  y  á  los  establecimientos  banca- 
rios,    tanto  mas  fácilmente  cuando  estén 


160 


Rev/sta  Económica 


mas  vinculados  con  los  intereses  genemles. 
Séneca  podía  decir  con  razón  en  su  época 
que  la  insolvencia  era  siempre  el  resultado 
de  la  dilapidación  ó  de  la  incapacidad,  lo 
que  era  natural  entonces  cuando  el  crédito 
era  rudimentario  y  el  aislamiento  completo; 
pero  en  las  sociedades  modernas,  fundadas 
en  el  crédito  y  en  la  solidaridad,  sujetas  á 
las  grandes  expansiones  y  restricciones,  las 
crisis  derriban  y  comprometen  en  relación 
de  la  importancia  de  los  factores  económi- 
cos, de  la  misma  manera  que  las  conmocio- 
nes volcánicas  echan  por  tierra  las  altas 
torres  y  los  más  grandes  edificios,  cuando 
muchas  veces  no  alcanzan  á  conmover  las 
construcciones  mezquinas. 

IV 

Tocamos  aquí  una  de  las  más  grandes 
llagas  de  la  situación  económica,  y  uno  de 
los  mas  tristes  frutos  de  nuestras  calamida- 
des pasadas,  que  es  la  lamentable  distribu- 
ción de  los  capitales  que  la  selección  de  la 
crisis  ha  ido  haciéndolos  pasar  de  las  manos 
progresistas  y  emprendedoras  á  las  de  los 
pesimistas  y  timoratos;  de  las  de  los  que 
han  cooperado  y  tenido  fé  en  el  porvenir  y 
manifestado  espíritu  creador  á  las  de  los 
que  son  rehacios  á  todo  adelanto  ó  buscan 
hacer  presa  en  los  que  contribuj^en  directa- 
mente á  la  labor  productiva. 

De  ahí  una  dislocación  de  elementos  que 
trae  el  predominio  de  la  tendencia  nega- 
tiva de  todo  adelanto,  que  tan  tristemente 
caracteriza  á  nuestra  plaza,  un  mal  que  con- 
traría en  sus  fundamentos,  nuestro  desen- 
volvimiento económico. 

También  bajo  el  supremo  punto  de  vista 
de  la  justicia  social,  las  liquidaciones  fuera 
de  su  esfera  normal  constituyen  un  grave 
daño,  puesto  que  la  expresión  monetaria 
de  las  obligaciones  se  falsea  con  la  depre- 
sión de  los  valores  generales. 

Puede  usarse  una  mercadería  cualquiera 
como  moneda,  pero  según  lo  observa  muy 
exactamente  Laveleye,  su  esencia  no  es 
esa.  Ella  es  tomada  y  dada  no  según  sus 
condiciones  físicas  sino  como  un  poder 
determinado  de  adquisición;  es  una  medida 
de  valor,  un  denominador  común;  un  peso, 
por  ejemplo,  significa  de  acuerdo  con  la 
relación  de  aprecio  de  los  diversos  objetos 


el  poder  de  adquisición  de  una  mayor  ó 
menor  cantidad  de  cada  uno  de  ellos,  según 
sea  su  valor  normal.  El  recibir  ó  dar  un  peso 
significa  recibir  ó  dar  ese  poder  de  adquisi- 
ción. 

Ahora  bien;  cuando  un  exceso  de  medio 
circulante  deprecia  la  moneda,  se  disminu- 
ye su  poder  de  adquisición;  los  que  tie- 
nen á  su  favor  obligaciones  por  dinero  se 
encuentran  lesionados,  pues  aunque  se  les 
entregue  nominalmente  lo  pactado  no  reci- 
ben efectivamente  el  mismo  poder  de  adqui- 
sición que  prestaron. 

Con  la  rarificación  del  medio  circulante 
se  produce  en  sentido  contrario  el  mismo 
fenómeno;  los  que  tomaron  el  equivalente 
de  una  fanega  de  trigo;  de  dos  varas  de  gé- 
nero ó  de  tantas  horas  de  trabajo  de  su  pro- 
fesión, etc.,  se  encuentran  en  el  caso  de 
devolver  el  doble,  el  triple  ó  más  de  lo 
que  efectivamente  recibieron,  arruinándose 
mientras  que  enriquecen  al  acreedor,  debi- 
do al  azar  de  una  contracción  general,  y  tan 
injustamente  como  se  hubiera  arruinado 
los  acreedores  por  una  desbordante  emisión 
de  asignados. 

El  caso  no  puede  ser  más  idéntico,  no  obs- 
tante lo  cual  entre  nosotros,  al  propio  tiempo  t 
que  se  ha  creído  que  era  violar  la  buena  fé 
de  los  contratos  el  pagar  con  una  moneda 
que  tuviese  10  ó  20  %  de  depreciación,  y  los 
tribunales  así  lo  sancionaron,  parece  la  cosa 
más  lícita  y  regular  el  que  se  contimíe  y  se 
agrave  una  situación  en  la  que  los  deudores 
tienen  que  dardos  ó  diez  veces  más  objetos 
que  los  que  efectivamente  representaban,  y 
ordinariamente  deben  representar,  las  obli- 
gaciones cuyo  cumplimiento  se  les  exige. 

Para  evitar  el  falseamiento  de  la  medida 
de  lo  que  debe  darse  ó  recibirse,  Adara 
Smith  había  indicado  el  adoptar  como  uni- 
dad en  las  obligaciones  á  plazo,  el  equiva- 
lente de  un  día  de  trabajo;  otras  han  pre- 
tendido de  una  fanega  de  trigo  y  ahora, 
como  base  más  cierta  se  projjone  el  valoi 
relacionado  de  los  diversos  artículos,  que, 
rectificando  los  desvíos  del  valor  monetario, 
permita  en  unos  casos  exigir  mayor  número 
de  piezas  metálicas  y,  en  otros,  dar  menos, 
según  sea  necesario  para  armonizar  el  valoi 
nominal  con  la  representación  efectiva,  tan 
evidente  es  desde  hace  tiempo  la  perturba- 


DEi.  Rio  de  la  Plata 


161 


ción  que  las  alteraciones  de  la  circulación 
monetai-ia  introducen  en  la  ejecución  de  las 
obligaciones,  unas  veces  en  perjuicio  del 
capital,  y,  en  las  épocas  como  la  que  atra- 
vesamos, con  detrimento  del  trabajo  y  es- 
plotación  ó  ruina  de  todas  las  clases  produc- 
toras. 

Podrán  encontrarse  defectos  en  todas  esas 
innovaciones;  considerar  algunas  hasta  fan- 
tásticas, pero  lo  que  es  indudable,  es  que 
hay  ahí  un  grave  vicio  social  que  remediar, 
y  que  las  liquidaciones  forzadas  en  épocas 
de  depresión  lo  agravan  y  extienden,  ale- 
jando á  la  sociedad  de  las  condiciones  en 
que  la  justicia  y  el  interés  general  determi- 
nan la  distribución  de  la  riqueza. 

Vemos,  sin  embargo,  con  dolor,  que  se  está 
muy  lejos  en  las  esferas  dirigentes  de  com- 
prenderlo, y  que  los  mismos  órganos  de  la 
opinión  que  creían  deber  levantar  la  voz  pa- 
ra prevenir  contra  todo  exceso  de  valoriza- 
ción bursátil,  provocadora  de  compras  que 
á  la  larga  pudieran  resultar  con  quebrantos 
y  aun  boy  se  sublevarían  á  la  solo  idea  de 
un  medio  circulante  que  pudiese  originar 
el  más  leve  perjuicio  al  acreedor  ó  al  rentis- 
ta, miran,  como  cosa  natural  y  alentable,  el 
que  títulos  como  los  del  Banco  Nacional,  que 
además  de  sus  privilejios  tienen  un  30  % 
más  de  activo  sobre  su  pasivo,  según  cálcu- 
los pesimistas,  se  tengan  que  vender  á  8%; 
que  por  causas  ajenas  á  sus  actos,  p^r  acon- 
tecimientos de  orden  general,  los  propieta- 
rios se  vean  obligados  para  pagar  diez,  á 
vender  por  eso,  su  campo  que  les  represen- 
taba el  triple  y  que,  vueltas  las  cosas  á  su 
normalidad,  volverá  á  su  anterior  precio,  en 
beneficio  de  los  acapadores  de  dinero. 

tíi  mala  es  la  exageración  del  alza  ó  el  in- 
flacionismo,  como  por  usar  un  término  ex- 
traño se  ha  dado  en  llamarla,  peor  es  la  exa- 
geración de  la  baja,  ese  nihilismo  charrúa 
que  tan  tenazmente  viene  oponiéndose  á 
todo  lo  que  no  sea  la  forma  primitiva  de  la 
usura  y  la  desnudez  completa  de  todo  ele- 
mento progresista.  Si  son  respetables  los 
derechos  de  los  acaparadores  del  dinero,  res- 
petable debe  ser  también  la  posición  de  los 
que  lo  hacen  socialmente  utilizable. 

V. 

No  pretendo  traer  aquí  novedades  ni   los 


extremos  de  los  espíritus  adelantados  que  se 
han  ocupado  en  estas  materias;  antes  al 
contrario,  voy  al  terreno  trillado  de  la  ex- 
periencia universal,  y  á  fundarme  en  las 
observaciones  de  los  hombres  más  compe- 
tentes, que  sobre  ellas  encontramos. 

Gilbart,  autoridad  de  primer  orden  en  ma- 
terias económicas  y  de  espíritu  práctico,  co- 
mo lo  comprueba  el  hecho  de  ser  gerente 
del  Banco  de  Londres  y  Westminster,  que  es 
el  primero  de  Inglaterra,  dice  lo  que  vá  á 
leerse  contra  el  sistema  de  restricción  en 
medio  de  las  calamidades  de  una  crisis  y  en 
refutación  á  la  teoría  de  Loyd  que  ha  fraca- 
sado en  la  práctica: 

<'^ Sostenemos,  dice,  que  el  fin  de  un  Banco 
es  «prestar  auxilio  al  comercio  en  tiempo  de 
apuro,»  y  después  de  establecer  éste  princi- 
pio contesta  al  señor  Loyd  que  afirma  que  el 
Banco  debe  prestar  esos  auxilios  con  sus 
fondos  propios.  «¿Pero  según  el  sistema  de 
«ese  escritor,  agrega,  solo  podría  el  Banco 
«prestar  vendiendo  valores;  ¿y  qué  alivio 
«daría  vendiendo  papeles  con  una  mano  y 
«tomando  dinero  con  la  otra?  además  ¿habrá 
«seguridad  de  ser  vendibles  esos  papeles  en 
«momentos  de  precisión?  pero  insiste  Loyd 
«hay  individuos  que  pueden  prestar  esos 
«auxilios.  En  tiempo  de  crisis  hay  pocos  que 
«tengan  más  fondos  que  los  necesarios  para 
«sus  propias  urgencias....  Cuando  el  mal 
«proviene  de  una  contracción  del  medio  cir- 
«culante,  solo  por  medio  de  una  expansión 
«puede  ser  remediada,  y  muchos  casos  hay, 
«como  por  ejemplo  el  del  Banco  Central  del 
«Norte,  en  que  el  auxilio  sólo  puede  ser  efl- 
«cáz  presentándose  en  esta  forma.» 

«Entendemos  que  todo  sistema  de  regular 
«la  circulación,  que  prohiba  á  las  institucio- 
«nes  bancarias  del  país  aliviar  á  las  clases 
«comercial  y  fabril,  debe  ser  vicioso.  Lo  re- 
«chazamos  in  limine  aun  que  no  pudiésemos 
«descubrir  de  donde  provienen  sus  vicios. 
«En  la  economía  política,  no  se  pueden  juz- 
«gar  los  principios  sino  en  vista  de  sus  efoc- 
«tos  prácticos  y  el  sistema  que  lo  produz- 
«ca  malos  no  puede  ser  boeno.  Cuando  sobre- 
«viene  una  época  de  apuros  no  es  al  Banco 
«Nacional  al  que  le  corresponde  exclamar 
«Salive  qui  peiU.  Es  de  su  deber  cooperar 
«con  el  Gobierno  para  aliviar  la  presión  y 
«mantener  la  tranquilidad  del  país.» 


162 


Revista  Económica 


Refiriéndose  á  los  malos  efectos  de  la  res- 
tricción que  impone  el  acta  de  Sir  Robert 
Peél  agrega:  «se  podrá  decir  que  hay 
siempre  un  remedio  pronto,  y  que  ya  ha 
sido  aplicado,  el  de  suspenderla.  No  hay 
duda  que  sea  cual  sea  el  Gol)ierno  siempre 
aparecerá  quien  tenga  el  valor  suficiente 
para  aplicar  el  remedio.  No  deshará  esto  el 
mal  causado,  pues  mientras  se  demora  la 
suspensión  se  multiplicarán  los  desastres.» 

Macleod,  eminente  economista  inglés,  y 
el  más  notable  de  los  tratadistas  modernos 
sobre  materias  bancarias,  estudia  el  sistema 
del  deja7-  hacer  las  crisis  y  de  las  restriccio- 
nes, compi'obando  con  la  historia  sus  resul- 
tados negativos. 

Lo  seguiremos  en  sus  ejemplos  más  re- 
cientes. 

En  1825  tuvo  lugar  en  Inglaterra  una 
gran  crisis.  Durante  dos  dias  el  Banco  ob- 
servó rigurosamente  \v.  teoría  restrictiva,  y 
la  consecuencia  fué  la  caída  de  vai'ios  Ban- 
cos que  resultaron  muy  solventes:  la  ruina 
universal  era  inminente  cuando  al  tercero 
día  el  Banco  cambió  completamente  su  re- 
gla de  conducta  y  descontó  con  la  mayor 
profusión,  y  el  país  se  salvó.» 

Se  echó  mano  con  este  objeto  hasta  de  los 
l)illetes  viejos  de  una  libra,  retirados  de  cir- 
culación que  se  encontraron  en  un  armario. 

«  En  1837  el  Banco  anticipándose  á  adop- 
tar la  teoría  expansiva,  hizo  emisiones  libe- 
i-ales  para  ayudar  á  las  casas  solventes,  con 
lo  que  evitó  que  la  presión  monetaria  dege- 
nerase en  una  crisis. 

«  En  1847  el  Banco  ligado  por  el  Acta  de 
Sir  Robert  Peel  e.staba  inhabilitado  para 
adoptar  la  teoí'ia  expansiva  á  fin  de  reme- 
diar la  crisis;  y  cuando  era  inminente  la 
cesación  de  pagos  de  todo  el  mundo  banca- 
rio  3'  comercial,  el  Gobierno  lo  autorizó  de 
golpe  para  emitir  á  disci-eción;  y  el  pánico 
se  desvaneció  en  diez  minutos. 

«  En  1857  tuvo  lugar  otra  gran  crisis  que 
fué  todavía  para  el  piopio  Banco  más  seria 
que  la  de  1847. 

«El  12  de  Noviembre  el  Banco  tenía 
exactamente  L.  580.751  para  hacer  frente  á 
L.  o9.391.098  pagaderas  á  la  vista.  El  Banco 
no  podía  el  día  13  tener  una  hora  abiertas 
sus  puerta?,  si  el  Gobierno  no  lo  hubiese  au- 
torizado para  exceder  los  líniitos  dr-  la  loy. 


Tan  pronto  lo  hizo,  pasó  el  pánico.  De 
acuerdo  con  esa  autorización  el  Banco  emi- 
tió cerca  de  L.  8.000.000  de  billetes  y  salvó 
así  al  comei'cio. 

«La  crisis  de  1866  fué  aun  n.ás  grande 
que  las  anteriores.  En  ésta  ocasión  también 
fué  necesario  abandonar  la  teoría  restrictiva 
y  la  teoría  expansiva  salvó  de  la  cesación  al 
mismo  Banco  3'  á  varios  otros  del  país^>. 

En  1857  tuvo  lugar  en  Hamburgo  un  pá- 
nico monetario  semejante,  3'  no  pudiendo 
el  banco  emitir  billetes  para  ayudar  al  co- 
mercio en  la  crisis,  las  autoridades  se  vieron 
en  el  caso  de  emitir  bonos  de  la  ciudad  para 
anudar  el  crédito  de  los  comerciantes  y 
evitar  la  quiebra  universal,  como  lo  había 
hecho  3^a  el  gobierno  inglés  en  1793,  emi- 
tiendo billetes  de  Tesorería  que  facilitó  al 
comei'cio. 

La  experiencia  de  los  otros  países  confirma 
la  de  Inglaterra.  El  Banco  de  Turin  fué 
creado  de  acuerdo  con  los  principios  de  li- 
mitación; pero  en  1857  se  cre3'ó  necesario 
suspender  sus  disposiciones  orgánicas  y 
autorizarlo  á  emitir  billetes  para  ayudar  al  |J 
crédito. 

El  mismo  principio  fué  plenamente  com- 
probado en  1873.  En  Austria,  Alemania  del 
Norte,  3^  en  los  Estados  Unidos,  los  bancos 
están  fundados  en  acuerdo  con  los  principios 
de  la  limitación  de  sus  emisiones,  pero,  en 
los  serios  pánicos  monetarios  que  tuvieron 
entonces  lugar  en  esos  países,  fué  también 
necesario  suspender  sus  disposiciones  orgá- 
nicas y  autorizarlos  á  emitir  billetes  á  dis- 
creción conquesostenerel  crédito  comercial. 

VI 

Los  anteriores  ejemplos  son  la  comproba- 
ción más  completa  de  las  razones  con  que 
nos  oponemos  á  la  prédica  que  se  viene  ha- 
ciendo, de  que  en  vez  de  evitar  por  medidas 
oportunas  que  continúen  produciéndose  los 
derrumbes  3^  liquidaciones  impuestas  por  la 
crisis,  que  siguen  desti-U3'endo  lo  que  aun 
se  conserva,  hay  que  dejar  hacer  ú  la  restric- 
ción del  medio  circulante,  que  se  acentúa 
cada  día  más,  estableciendo  arbitraria  y 
ruinosa  i-elación  entre  lo  que  representan 
ias  obligaciones  \'  el  haber  general. 

Si  nuestra  rudimentaria  organización 
comei"cial  nos  preserva  de  los  furores  ile  un 


DEL  Rio  de  la  Plata 


J63 


.pánico  como  el  del  Viernesnegro  de  Lóndi-es, 
no  por  eso,  el  camino  en  que  nos  han  colo- 
cado, puede  sernos  menos  funesto;  si  la  debi- 
lidad que  nos  es  propia  nos  libra  de  un 
arrebato,  no  por  ésto  nos  preservará  de  que 
caig'amos  en  la  consunción. 

La  experiencia  de  lo  que  importan  las 
liquidaciones  en  la  crisis  ya  la  hemos  pro- 
longado demasiado. 

El  retiro  de  los  fondos  de  las  Sucursales 
llevado  á  efecto  para  convertir  unos  cuantos 
cientos  de  railes  de  pesos  que  en  nada  con- 
taron, significó  para  la  cana  paña  volver  á  las 
condiciones  primitivas  del  crédito,  entorpe- 
cer su  gii'o  y  arrebatar  de  las  fuentes  prin- 
cipales de  la  producción  un  capital  que  le 
era  necesario,  y,  en  los  momentos  en  que  más 
convenia  fomentarla;  la  ejecución  en  plena 
restricción  de  propiedades  importantes,  que 
nada  eficaz  han  proporciona  lo  al  Banco,  ha 
impulsado  la  depresión  que  en  toda  la  Repú- 
blica se  opera  en  el  valor  territorial;  lacaida 
de  los  títulos  de  renta  á  la  mitad,  y  á  menos 
del  valor  que  corresponde  á  sus  responsabi- 
lidades aun  en  medio  de  la  crisis,  ha  supri- 
mido por  falta  de  toda  base  el  crédito 
prendario  cuando  ya  no  existia  el  personal, 
y  se  hace  cada  vez  más  reducido  el  que 
pueda  obtenerse  sobre  la  propiedad,  agra- 
vándose así,  día  á  día,  la  situación  general, 
con  perjuicio,  desde  la  hacienda  pública 
que  ya  no  puede  hacer  frente  á  los  compro- 
misos de  la  Nación,  hasta  la  del  último 
obrero  cuyo  trabajo  escasea,  por  falta  de 
fondos  de  salarios  y  la  restricción  de  con- 
sumos. 

¡Y  se  quiere  niAs!  falta  dicen,  con  evi- 
dente ofuscación,  que  desaparezcan  los 
últimos  restos  de  los  organismos  nacionales 
de  crédito  á  fin  de  que  dejen  campo  para  la 
creación  de  otros,  á  la  parque  hecha  la  tabla 
rasa  volverá  el  capital  escondido  á  restable- 
cer la  prosperidad. 

Aquí  en  Buenos  Aires  se  tuvo  la  misma 
ilusión  y  se  cometió  ese  ei'ror,  dejando  caer 
los  Bancos  oficiales  para  crear  otros  nuevos 
cuando  hubiera  sido  fácil  reconstruirlos  y 
reorganizarlos;  resultó  imposible  no  obstante 
valiosos  privilegios,  encontrar  fuera  y  den- 
tro capitales  en  condiciones  compatibles  con 
la  autonomía  y  el  decoro  nacional,  y  no 
quedó  mas  camino  para  fundarlo  que  emi- 


tir papel  moneda;  y  ese  Banco  nuevo  por 
masque  se  haga,  no  volverá  á  adquirirla 
importancia  que  tuviei"on  los  anteriores, 
desde  que  al  permitir  que  se  cerrasen,  se 
quitó  para  todos  la  confianza  de  los  deposi- 
tantes. 

Entre  nosotros  pasará  lo  mismo.  Déjese 
por  ejemplo  caer  la  Sección  Hipotecaria  del 
Banco  Nacional;  no  se  pague  el  servicio  de 
las  Cédulas  y  si  log'rásemos  después  de  ésto 
formar  un  nuevo  Banco  Hipotecario,  por 
mas  capital  que  tuviese,  por  mejor  que  fue- 
se su  administración,  tendríamos  durante 
mucho  tiempo  una  institución  raquítica, 
puesto  que  le  faltaría  su  base,  la  confianza 
de  los  rentistas.  Los  beneficios  de  las  Cédu- 
las, ese  medio  perfeccionado  de  crédito,  es- 
taría por  largo  tiempo  perdido  para  el  país. 

Otro  error  es  el  de  creer  que  el  ti-abajo  de 
demolición  es  medio  de  restablecer  la  con- 
fianza cuando,  como  lo  demuestra  la  histo- 
ria de  todas  las  crisis,  la  deconfianza  ha  cre- 
cí do  y  continuará  creciendo  tanto  como  se 
persevere  en  las  liquidaciones  ruinosas, para 
renacer  solo  con  las  medidas  de  expansión 
que  puedan  detenerlas. 

La  razón  es  obvia;  los  capitales  se  i'etraen 
con  las  perspectivas  de  bajas  para  reapare- 
cer en  todo  movimiento  de  alza  sólido,  que 
se  presente,  y  por  lo  tanto  el  medio  deatraer. 
los  no  son  efímeras  declaraciones,  sino  me- 
didas eficaces,  tan  enérgicasy  amplias  como 
lo  requieran  las  circunstancias. 

Pero  no  se  haga  nada  de  esto;  lleguemos 
á  la  tabla  rasa,  y  ya  sabemos  lo  que  es  el 
numerario  sin  espíritu  de  empresa,  sin  base 
de  crédito  y  sin  medios  de  fomento.  Ya  he- 
mos tenido  una  tabla  i'asa  con  la  caída  de 
los  Bancos  á  que  nos  hemos  referido,  y  la 
noche  económica  de  quince  años  terminada 
en  1887,  fué  su  consecuencia  lógica. 

Por  mi  parte,  al  combatir  que  se  prosiga 
en  el  camino  de  las  demoliciones,  no  dejo  de 
reconocer  que,  al  conservar  nuestro  Banco, 
como  han  conservado  los  suyos  las  otras  na- 
ciones apesar  de  haberse  encontrado  algu- 
nos de  ellas,  entro  estos  el  de  Inglaterra,  en 
peores  condiciones  que  las  en  que  este  se  en- 
cuentra, es  necesario  que,  aprovechando  de 
las  lecciones  de  la  experiencia,  se  introduz- 
can en  su  organización  fundamentales  re- 
formas, así  como  también,  ci-eodpl  caso  an- 


164 


Revista  Económica 


ticiparme  á  decir  que,  al  sostener  como 
necesidad  imperiosa  la  expansión  del  medio 
circulante,  no  pretendo  que  sea  ahora  im- 
prescindible para  llevar  ese  objeto,  abrir 
las  puertas  á  las  emisiones  inconvertibles. 
Saluda  al  señor  Director  S.  S. 

Domingo  Lamas. 


LA  E^pAM  DE  HOV 

No  quiero  calificar  de  ig-norancia,  lo  que 
estimo  simplemente  olvido,  y  aun  ese  olvi- 
do no  es  de  lo  antig-uo  ni  casi  de  lo  moderno, 
es  de  lo  contemporáneo.  Se  sabe  lo  que  fué 
España  en  el  siglo  de  las  grandezas  y  de 
las  heroicidades,  de  los  artistas  y  de  los 
trovadores;  se  recuerda  su  decaimiento,  y  á 
plaza  salen  al  menor  empellón,  inquisito- 
riales tormentos,  palaciegosvicios  y  popu- 
lacheros devaneos;  se  conoce  tal  cual,  no  en 
toda  su  sublime  magnitud,  el  heroico  es- 
fuerzo hecho  por  los  peninsulares  para 
sacudir  el  yugo  francés,  cuando  al  piafar 
del  napoleónico  caballo,  retembló  aquel 
pedazo  de  tierra,  mansión  en  todo  tiempo 
de  nobleza  y  valentía;  más  ¡ay!  quédela 
España  actual  poco  se  conoce,  y  aun  ese 
poco  no  aquello  que  contribuye  al  engran- 
decimiento de  un  pueblo.  Casi,  al  ser  esto 
cierto,  siéntome  tentado  á  creer  que  ello 
puede  redundar  en  beneficio  de  mi  patria, 
pues  demuestra  que  siendo  muy  celosa  de 
lo  bueno,  para  ella  lo  ansia,  y  en  cambio, 
arroja  á  las  fronteras  cuanto  puede  perju- 
dicar su  paulatino  pero  constante  progreso. 

Pero  no;  que  España  tiene  derecho  á  que 
se  la  conozca,  y  á  que  se  la  respete,  no  por 
viejos  pergaminos,  que  el  tiempo  hubiera 
podido  apolinar,  pero  sí  por  lo  que  vale 
actualmente,  no  por  pasadas  gi-andezas,  que 
van  i-esultando  fabulosas  vistas  al  través  del 
tiempo,  pei'O  sí  por  la  inñuencia  que  ejerce 
y  la  activa  parte  que  toma  en  el  progresivo 
avance  de  la  humanidad. 

I A  qué  se  debe  este  olvido? 

Con  el  decaimiento  de  las  fuerzas  físicas 
vino  en  el  pasado  siglo  el  decaimiento  de 
las  fuerzas  intelectuales;  y  con  los  reales 
deseos  de  preservar  á  los  españoles  del  fu- 
nesto  contagio  de  reformistas  y  enciclope- 


distas, se  cerró  la  puerta  á  científicas, 
aunque  expuestas  averiguaciones,  pero  no 
se  cerró  tan  herméticamente  que  por  sus 
resquisios  no  pudiese  peneti-ar  El  Contrato 
social,  y  con  él  todo  el  enjambre  de  utopias 
y  de  ensueños,  todo  el  mejunje  de  sociales 
disoluciones,  y  todo  el  bodrio  de  revolucio- 
nes en  fermentación.  Penetró,  pues,  en 
estos  países,  ansiosos  de  libertad,  la  literatu- 
ra francesa,  atrevida,  descocada,  provoca- 
dora, y  por  esto  mismo  simpática,  j'a  que  al 
compararse  con  triduos,  devocionarios,  cate- 
cismos y  novenas,  resultó,  lo  extraño  sor- 
prendentemente nuevo,  aunque  no  se  com- 
prendiera, y  lo  de  casa,  extremadamente 
insulso,  y  por  lo  tanto  desprovisto  de  todo 
atractivo. 

Por  el  mismo  requicio  fueron  penetrando 
otras  obras  que  la  Inquisición  prohibía, 
pero  que  la  curiosidad  devoraba,  y  cuando 
los  ejemplares  de  esa  literatura  se  sintieron 
sobrado  fuertes,  se  agolparon  á  la  puerta, 
descorrieron  el  cerrojo,  echaron  el  puente 
levadizo,  ó  lo  que  equivale,  suprimieron 
todo  derecho  de  entrada,  y  al  gran  portón 
déla  ansiedad  pública  acudieron  las  obras 
francesas,  tan  en  tropel,  que  por  muchos 
años  ha  interceptado  el  paso  á  la  buena  lite- 
ratura española,  no  solo  á  aquella  que  presta 
grato  solaz  y  esparcimiento,  sino  á  laque 
demostrar  debía  que  no  quedábamos  envuel- 
tos en  las  irritantes  oscuridades  de  la  igno- 
rancia, ni  en  ciencias,  ni  en  artes,  ni  en 
industrias. 

¿Pero  hay  arte,  hay  ciencia,  hay  industria 
en  España?  dirá  todo  aquel  que  no  conozca 
mis  anteriores  trabajes.  Y  aun  temiendo 
que  este  a(2itel  me  resulte  la  casi  totalidad 
de  los  argentinos,  por  mi  torpe  mano  en 
vestir  ideas  y  ataviar  conceptos,  no  voy  á  re- 
petirme, ó  este  es  al  menos  mi  pro  prósito; 
vamos  á  conversar  de  la  España  de  hoy,  de 
la  que  3^0  conozco,  de  la  que  veo  en  mis 
ensueños,  enlazada  á  esta  hospitalaria  y 
queiida  tierra  por  la  luminosa  est-ila  de  la 
nave,  los  tenues  hilos  del  telégrafo  y  las 
corrientes  de  simpatía  que  engendran  siem- 
pre el  continuo  comercio  y  el  frecuente  tra- 
to; y  yo  no  dudo,  que  sí  fuese  posiljle  la 
encarnación  de  esas  dos  matronas,  la  Argen- 
tina y  España,  y  yá  con  carnal  vestidura  se 
agrandaran  hasta   verso,   la  una  como  A'e- 


1 


DEL  Rio  de  i,  a  Plata 


165 


ñus  saliendo  del  mal,  la  oti-a  cual  hada  de 
plateado  rio,  yo  no  dudo,  repito,  se  fundi- 
rían en  extreciio  abrazo,  y  en  el  mismo 
idioma  darían  gracias  á  üios  que  tales  afec- 
tos crea  y  que  tales  corazones  hace  palpitar. 

II 

.Hablemos,  pues,  de  ogaño,  ó  lo  que  es  lo 
mismo  déla  presente  centuria. 

El  país  clásico  de  los  azahai-es,  el  do  trans- 
parentó cielo,  el  de  las  fuentes  del  Generali- 
fe,  cuyos  muí  mullos  semejan-  cánticos  de 
hadas;  el  de  atrevidas  montañas  concoronag 
de  nubes,  y  risueños  valles  con  alfombra^ 
de  flores,  la  legendaria  tierra  de  la  luz,  de 
la  aroma  y  de  las  rosas,  debía  ser  manantial 
fecundo  de  inspiración  para  sus  hijos  é  in- 
menso taller  donde  aprisionarse  pudiese  la 
vida,  el  sol,  la  naturaleza  entera,  y  trasla- 
dándolo al  lienzo,  perpetuar  el  arte  que  á 
borbollones  brota  de  aquella  exhuberante 
vegetación  y  de  aquella  irradiación  cons- 
tante de  las  espléndidas  tintas  del  arco  iris. 

No  podía,  pues,  raoi-ir  en  esta  tierra  el 
arte  de  Murillo,  ni  era  posible  que  la  nacio- 
nal paleta  en  que  se  fundieran  las  celebra- 
das vírgenes,  llenárase  de  sombras  y  dejara 
de  reproducir  la  belleza  que  se  descubre  en 
los  más  oscuros  rincones  del  hispano  suelo; 
y  así  con  el  siglo  vivió  el  inmortal  Goya,  y 
después  de  él,  y  á  despecho  de  los  pesimistas 
que  vaticinaban  negruras  donde  hubo  colo- 
res, y  sombras  donde  jugueteaban  rayos  de 
sol,  vinieron  al  mundo  para  gloria  del  arte 
y  de  su  patria.  Rosales  y  Palmai'oli,  Gisbert 
y  Fortun}^  Madrazo  y  Pradilla,  Serra  y  Lu- 
na y  tantos  otros,  demostrando  con  sus  obras 
justicieramente  estimadas  en  los  mercados 
artísticos  deEuropa,  que  el  divino  arte,  si  se 
alejó  momentáneamente  del  suelo  español, 
fué  para  reaparecer  en  él  rejuvenecido  con 
rica  paleta  y  ati-evidos  pinceles;  y  ho}^  con 
patrio  orgullo  lo  consigno;  la  pintura  espa- 
ñola alcanza  en  el  viejo  mundo  el  preemi- 
nente lugar,  segiín  lo  atestiguan  recientes 
exposiciones  y  más  recientes  p'-emios. 

Y  si  de  la  pintura  pasamos  á  la  escultura, 
junto  á  los  nombres  de  los  más  afamados 
modeladores  del  arte  europeo,  hallaremos 
á  Benlliure,  el  admirado  autor  de  «El  Mo- 
naguillo» áSusillo,  áMélida,  á  Vallmitjana, 
el  iniüoital  autor  de  La  belleza  dominavdo  d 


la  fuerza,  al  inspií-ado  Querol.  autor  de  la 
inolvidable  Tradición,  á  Pagés.  cuyo  cri.s- 
tiano  cincel  ha  llenado  de  hermosas  imáge- 
geues  los  templos  de  Buenos  Aires,  y  á  tan- 
tos y  tantos  otros  que  escapan  en  este  mo- 
mento á  mi  memoria. 

En  arquitectura,  si  el  arte  antiguo  supo 
levantar  las  Catedrales  de  Burgos  y  de  Se- 
villa, el  San  Lorenzo  del  Escorial,  los  mo- 
nasterios de  Ripoll  y  Santa  Crens,  el  arte 
moderno  hasabido  re.-^taurar  con  admirable 
pulcritud  la  Alhambra  de  Granada,  ha  em- 
bellecido con  singular  maestría  áSan  Fran- 
cisco él  Grande;  ha  aprisionado  las  aguas 
en  hermoso  canal  de  Lozoya;  j  Palacios, 
ideando  grandiosos  monumentos,  y  Marto- 
rell,  levantando  templos  en  que  se  conserva 
la  majestad  cristiana,  con  el  atrevimiento 
descarado  del  genio,  y  Falques,  convirtien- 
do en  regio  palacio  lo  que  fueran  destarte- 
ladas'  naves  de  aborrecido  cuartel,  han  de- 
mostrado que  las  presentes  generaciones 
si  hallan  hermosa  y  por  consiguiente  la  es- 
tudian, la  curva  línea  de  turgente  seno  y 
las  sinuosidades  que  doquier  presenta  el  es- 
tudio de  la  naturaleza,  hallan  también  her- 
mosa la  severa  línea  que  se  convierte  en 
elegante  columna,  en  saliente  friso  ó  en  bien 
ideado  capitel. 

No,  el  arte  no  ha  muerto  en  España,  no 
podía  morir,  ya  que  la  península  enteraos 
enorme  museo  abierto  siempre  al  genio  fe- 
cundo de  sus  hijos;  y  en  templos  y  en  pala- 
cios, en  señoriales  moradas  y  en  olvidadas 
aldeas,  el  arte  se  muestra  rico,  atrevido,  lle- 
no de  vida,  como  llena  de  vida  está  la  ima- 
ginación española,  bajo  aquel  cielo  que 
sonríe  y  aquel  sol  que  vivifica. 

No  quiero  hablar  de  ciencia  española  des- 
pués de  las  muchas  lineas  que  en  otro  tiem- 
po dedicara  á  este  asunto;  pero  sí  renunció 
á  este  tema,  séame  permitido  decir  algo  de 
esa  literata ra,  fresca,  espontánea,  á  veces 
juguetona  como  primaveral  cierro,  á  veces 
magestuosaé  imponente  como  las  tempe.sta- 
desquese  fraguan  en  los  elevados  picachos 
délos  penínsulai'es  montes,  y  casi  siempre 
seductora  por  la  esplendidez  de  su  ropaje. 

Recordar  los  pasados  siglos  en  que  con  el 
arte  éQ.  la  guerra  se  aprendía  el  arte  de  tro- 
var, y  en  que  nuestra  literatura  trasponien- 
do fronteras.se  aclimataba  en  todos  los  paí- 


166 


Reyista  Económica 


ses,  sería  perder  el  tiempo,  y  emplear]^can- 
tinelaya  vieja  y  por  lo  tanto  fatigosa:  ha- 
blemos del  presente  siglo. 

Quintana,  Espronceda,  Zorrilla,  Becquer, 
Campoamor,  Núñez  do  Arce,  liras  son  de  tan 
vibrante  eco  (esto  por  no  citar  más  que  al- 
gunas) que  su  sonido  ha  de  repercutir  per- 
durablemente en  los  campos  del  arte,  y  vi- 
brar armoniosamente  al  oído  de  las  infinitas 
generaciones  sucesoras  de  estos  sesenta  mi- 
llones de  almas  que  piensan  en  el  majes- 
tuoso idioma  de  los  Lope.  Este  siglo,  pues, 
positivista,  árido  y  concupiscente,  que  como 
positivista  se  postra  ante  Mercurio,  como 
árido  arranca  tiernos  ideales,  y  como  con- 
cupiscente abomina  de  la  cristiana  moral 
fecunda  madre  de  las  grandes  obras,  no  ha 
podido  arrancar  del  corazón  español  el  gusto 
de  lo  hermoso,  de  lo  grande  y  de  lo  sublime, 
y  al  compás  que  tendía,  segvín  veremos  lue- 
go, espléndida  red  de  ferrocai-riles,  que 
plantaba  en  sus  campos  y  montañas  los  pos- 
tes del  telégrafo,  como  mudos  pero  siempre 
perennes  representantes  del  progreso,  que 
aprisionaba  el  vapor,  para  convertirlo  en 
fuerza  motriz,  que  ponía,  en  ñn,  en  movi- 
miento todas  las  fuerzas  para  reconquistar 
su  puesto  en  el  universal  concierto,  .se  elec- 
trizaba con  Quintana,  soñaba  con  Espronce- 
da, tenoriala  con  Zorrilla,  lloraba  con  Bec- 
quer, sufría  con  Campoamor  y  dudaba  con 
Núnez  de  Arce,  que  por  tan  diversas  emo- 
ciones ha  pasado  el  corazón  español  al  sono- 
roso vibrar  de  tan  opuestas  pero  hermosas 
melodías. 

y  con  Doncso  Cortés,  Balmes  y  Ceferino 
González  .se  engolfó  de  nuevo  en  el  estu- 
dio de  la  cristiana  doctrina,  y  mien- 
tras admiraba  la  profundidad  de  Azcárate, 
la  estoica,  pero  brillante  lógica  de  Pí  y  Mar- 
gall,  la  precisión  matemática  de  Echegaray 
y  la  precisión  geodísica  de  Ibáñez,  mientras 
aplaudía  el  gracejo  de  Vital  Aza,  las  terro- 
ríficas concepciones  del  duque  maestro, 
las  invenciones  estupendas  del  atrevido  dra- 
maturgo creador  del  Galeota  moderno,  se 
dormía  al  arrullo  de  la  moderna  tribuna  es- 
pañola, de  esa  tribuna  no  igualada  en  el 
presente  siglo,  y  de  la  que  han  brotado  tor- 
mentas sin  cuento,  creadas  por  las  fogosas 
peroraciones  de  exhaltadas  mentes,  como 
han  brotado  haces  de  luzjy  coronas  de  liores 


de  los  labios|:de  Aparici  y  Guijarro,  Rivero, 
Pidal  y  Mon  y  Castelar. 

Con  el  teatro  que  aun  no  ha  muerto,  ni 
lleva  trazasde  morir, aun  á  despecho  detris- 
tes agoreros,  y  con  la  tribuna  española  sin 
i'ival  en  el  orbe,  se  ha  cultivado  en  la  patria 
tierra  la  novela,  y  hoy  podemos  presentar  á 
las  naciones  todas  á  escritores  como  Valera, 
Pérez  Galdós,  Pereda,  Pardo  Bazán,  Palacio 
Valdé.s,  Matheu,  Castro  y  Serrano,  yete,  etc, 
pues  la  li.sta  es  .sobrado  larga  para  trans- 
crita en  este  lugar. 

Claro  está  que  nación  tan  rica  en  recuer- 
dos y  no  pobre  de  creaciones  nuevas,  ha  de 
tener  archivos  y  museos,  encanto  de  los 
eruditos  y  envidiado  los  extraños.  Solo  visi- 
tando estos  templos  del  arte  y  del  saber, 
solo  pasando  de  Simancas  al  Escorial,  de 
Madrid  á  Sevilla,  de  Barcelona  áGranada,  se 
puede  apreciar  con  loque  fué  la  España  de 
Carlos  el  de  Gante,  la  España  de  hoy,  solo  en- 
toncesse  advierte  que  en  la  península  ha  vi- 
vido siempre,  el  arte  y  la  ciencia  ensanchan- 
do el  círculo  de  los  humanos  conocimientos, 
construyendo  con  la  paleta  material  atre- 
vidos templos,  y  con  la  paleta  intelectual 
imperecederas  obras  que  demuestren  á  las 
futuras  generaciones  la  fuerza  pen.sadora 
y  creadora  del  presente  siglo.  Yo  no  dudo 
que  el  siglo  XX  será  más  justiciero  que  el 
que  .se  nos  marcha  con  muchas  luces  mate- 
riales pero  esparramando  sombras  en  el 
camino  que  sigue  la  humanidad:  3*0  creo 
que  no  han  de  pasar  dos  lustros  sin  que  en 
esta  risueña  tierra  se  propale  el  valer  espa- 
ñol, y  sin  temor  á  lo  que  venir  no  puede, 
sedé  la  preferencia  á  cuanto  prodúzcala 
península  en  la  esfera  del  arte  y  de  la  lite- 
ratura. 

Pero  no  hablemos  de  arte  y  literatura 
peninsular;  no  nos  dejemos  tiranizar  por 
tan  hermosas  deidades,  admiradas  ya  y 
ensalzadas  por  los  argentinos  eruditos; 
vamos  á  espigar  en  más  áridos  campos  y 
por  lo  mismo  que  son  más  áridos  menos 
recorridos. 

III 

«Pero  .si  en  España  no  tienen  Vds.  ferro- 
carriles» decíame  un  día  entre  bromas  y 
veras  un  diplomático  argentino  y  por  ende 
ensalzado  escritor  y  aplaudido  poeta.  Y  si 


DEL  Rio  de  la  Plata 


167 


de  aquella  idea  se  descarta  la  exag-eración, 
siempre  queda  en  el  fondo  cierto  dejo  muy 
semejante  á  la  compasión  que  inspira  un 
ser  inferior,  compasión  que  se  refleja  en 
alguna  que  otra  obra  de  olvidadizo  ó  poco 
leido  autor,  al  aseg-urar  que  ciertas  cosas 
sólo  acontecen  en  Marruecos  y  en  España. 

Rudimentario  aforismo  es,  que  para  juz- 
gar con  acierto  es  menester  conocer  y  cono- 
cer bien  aquello  que  se  pretende  juzgar,  y 
en  verdad  que  no  me  canso  de  admirar  la 
lijereza  de  quien  habla  de  la  península  es- 
pañola sin  haberla  estudiado  ni  pisado,  ó  de 
aquel  que  la  describe  con  obras  extranjeras 
en  mano. 

Restablezcamos  la  verdad  sin  exageracio- 
nes. Comencemos  por  la  población. 

El  censo  verificado  en  1768  siendo  ministro 
el  Conde  de  Aranda  le  dio  á  la  península 
española  una  población  de  9.309.814  habi- 
tantes. El  acrecentamiento  rapidísimo  de 
esta  población  puede  verse  en  el  siguiente 
estado : 

1.787-10.409.879 
1.857—15.464.340 
1.860-15.673.336 
1.877-16.634.345 
1.887-17.550.246 

Dije  rapidísimo,  y  aunque  parezca  el  su- 
perlativo aventurado,  no  me  retracto,  pues 
hay  que  tener  en  cuenta  que  según  apun- 
té en  mi  estudio  de  la  Industria  esjpafwla, 
durante  el  corriente  siglo,  España  hasoste- 
tido  dos  guerras  extranjeras,  largay  sañuda 
la  una,  corta  relativamente  la  otra,  pereque 
exijieron  ambas  millares  de  vidas  para  que 
los  laureles  de  la  victoria  se  mostraran  más 
verdes  y  más  lozanos;  tomó  participación  en 
otra  guerra  extranjera,  que  llevó  allende  los 
mares  con  la  hispana  bandera,  el  patrio  ho- 
nor y  una  sutil  diplomacia  que  iba  siendo 
ya  rara  en  la  raza  latina,  y  cuatro  formidables 
guerras  civiles,  que  oscureciendo  intelijen- 
cias,  cegando  miradas,  y  apagando  afectos, 
asolaron  durante  doce  largos  años  la  penín- 
sula española,  llenando  el  aire  de  alaridos,  el 
suelo  de  cadáveres  y  la  diáfana  atmósfera  de 
mortíferos  miasmas,  convirtiendo  toda  la 
hispana  tierra  en  enorme  cementerio  de  ro- 
bustos cuerpos  y  productivas  energías. 

¡Quién  es  capaz  de  contar  los  que  cayeron 
defendiendo  la  patria  independencia!  ¡Quién 


puede  recordar  los  que  en  africano  suelo 
duermen  el  sueño  de  la  eternidad.  A  quién 
le  es  dado  averiguar  las  vidas  arrebatadas 
al  chocar  de  realistas  y  carlistas,  al  pelear 
de  carlistas  y  liberales,  al  combatir  españo- 
les y  filibusteros,  unitarios  y  federales! 

¡Y  sin  embargo  de  tantas  guerras  y  de 
estragos  tantos,  la  patria  española  ha  dobla- 
do su  población  en  un  siglo! 

Si  á  la  cifr^  citada  se  agregan  nueve  mi- 
llones de  habitantes  diseminados  en  su  aun 
importante  imperio  colonial,  tendremos  que 
España  cuenta  con  una  población  peninsu- 
lar é  insular  muy  cerca  de  27  millones  de 
habitantes,  cifra  que  algo  puede  pesar  en  el 
movimiento  general  de  la  humanidad. 

Se  ha  dicho,  no  sé  si  con  razón,  aunque 
me  inclino  á  creer  queel  aserto  tiene  un  gran 
fondo  de  verdad,  que  los  presupuestos  gene- 
rales de  un  Estado,  son  datos  dignos  de  ser 
tenidos  en  cuenta  para  apreciar  su  vida  ma- 
terial. 

El  presupuesto  de  1870-1871,  era  el  si- 
guiente: 

De  gastos,       627.397.023    pesetas. 
De  ingresos,    588.686.671      idem. 
El  de  1882  á  1883  fué  de: 

789.326.090  pesetas  de  gastos. 
780.995.225  idem  de  ingresos. 
Y  en  estos  mismos  presupuestos  que  ha- 
bian  llegado  en  1886-87  á  906.274.687  pesetas 
de  gastos  y  933.285.380  de  ingresos,  se  re- 
ducen en  1890-91  á  811.413.416  pesetas  de 
gastos  y  805.551.387  de  ingresos,  demostran- 
do las  anteriores  cifras,  con  el  avance  del 
hispano  progreso,  que  las  ideas  de  economía 
se  abren  paso,  convenfíidos  los  gobernantes 
de  aquel  país,  y  ojalá  de  todos  pudiera  ase- 
gurarse lo  mismo,  que  la  pasimoniaen  los 
gastos  es  por  lo  general  prenda  de  bienestar 
y  de  calma. 

Se  vá  perdiendo  el  recuerdo  de  la  espa- 
ñola marina;  casi  ya  no  se  tributan  alaban- 
zas á  aquellas  naves  que  en  Lepanto  aba- 
tiei'on  el  musulmán  orgullo,  ni  se  glorían 
aquellas  catalanas  velas  que  señoras  del 
Mediterráneo  mar  concluyeron  por  vencer 
al  veneciano  león;  y  si  hoy  se  reconstruyen 
las  débiles  carabelas  en  que  Colón  se  lanza- 
ra á  través  los  mares  desconocidos,  es  por- 
que la  oportunidad  del  centenario  las  trajo 
forzosamente  á  la  memoria  de  las  presentes 


168 


Revista  Económica 


generaciones.     De  la    marina  española  se 

sabe que  la  de  guen-a  se  hundió  en  Tra- 

falgar  al  peso  de  su  propia  gloria,  y  que 
la  mercante  estuvo  muchos  años  sin  refle- 
jarse en  las  argentinas  aguas. 

Pero  si  es  bueno  recordar  que  la  marina 
catalana  tiene  imperecederas  glorias,  que 
el  marino  español  no  tiene  rival  en  Europa, 
luchando  lo  mismo  con  la  terrible  galerna 
que  contra  quien  intente  sometéft'la  á  su  po- 
derío, es  conveniente  saber  también  que  la 
armada  española  no  están  pobre  como  mu- 
chos creen,  pues  se  compone  de  182  buques 
de  todas  clases  (18  en  construcción)  con  825 
cañones  y  114  tubos  lanzatorpedos. 

En  cuanto  á  la  marina  mercante  que  con- 
taba en  1852  con  5.205  buques  de  vela  y  40 
de  vapor,  podrá  apreciarse  su  progreso  le- 
yendo las  siguientes  cifras  que  arrojan  las 
últimasestadísticas  que  he  podido  consultar. 
Buques  de  vela  menores  de  50  to- 
neladas     35.831 

Buques  de  vela  mayores  de  50  to- 
neladas          807 

Buques  de  vapor  menores  de  50  to- 
neladas           151 

Buques  de  vapor  ma3''ores  de  50  to- 
neladas   337 

Dista,  pues,  mucho  de  ser  mísero  el  estado 
déla  marina  española  al  cumplirse  cuatro- 
cientos años  que  se  puso  al  servicio  de  Colón, 
acontecimiento  histórico  que  conmemora  el 
orbe  entero,  enviando  cada  nación  sus  re- 
presentantes á  Madrid  y  á  Santa  María  de 
la  Rábida;  que  cuando  se  trata  de  festejar 
acontecimiento  de  tal  mag-nitud,  no  cabrían 
estrechas  miras.  Si  á  España  por  feliz  hado, 
y  por  desprendimiento  sin  igual  en  la  hi.sto- 
ria,  lecupola  suerte  de  completar  el  Uni- 
verso ¿quién  se  atreverá  á  negarle  sus 
aplausos? 

La  apoteó.sis  que  .<e  prepara  es  tanto  para 
Colón  como  para  España.  Contribuir  á  que 
en  aquellas  fiestas  ondeen  sin  excepción  los 
pabellones  de  todas  las  naciones  americanas, 
es  no  .sólo  concurrir  á  enaltecer  la  gloria  de 
Colón  y  de  los  Reyes  Católicos,  sino  acudir 
al  cumplimiento  de  un  deber  Sagrado  de 
gratitud,  que  á  la  postre,  del  apoyo  moral 
y  material  de  los  hispano.s  monarcas,  surgió 
expléndida  y  hermo.sa,  sino  del  fondo  d- 1 
mar,  del  fondo  aun  más  oscuro  de  innume- 


rables centurias,  la  seductora  América,  y 
del  soplo  fecundo  de  las  hispanas  leyes  han 
brotado  las  colombinas  naciones,  orgullo  de 
sus  hijos  y  admiración  del  antig-uo  conti- 
nente. 

Quedábamos,  pues,  antes  de  esta  pequeña 
digresión,  que  la  marina  española  gigante 
ayer,  no  es  hoy  tan  pigmea  que  no  merezca 
los  honores  de  una  mirada  cariñosa  :  nación 
que  se  mira  en  tan  diversas  mares  —  y  que 
posee  tan  dilatadas  co.stas,  nación  que  cuen- 
ta con  tantas  marítimas  glorias,  —  y  tan 
atrevidas  empresas,  no  podría  vivir  si  al 
correr  á  la  playa  no  saludara  al  patrio  pabe- 
llón que  vá  á  lejanas  costas— llevando  en  los 
pliegues  de  sus  velas  el  aura  peninsular,  ó 
no  viera  llegar  á  las  patrias  naves  portado- 
ras con  preciados  frutos  de  pueblos  amigos, 
los  caluro.sos  besos  y  los  fuertes  abrazos  de 
sus  hijos,  quizás  más  queridos  porque  e.stán 
ausentes. 

Tarde  comenzó  á  tender  las  vías  férreas 
que  acortando  distancias  tanto  contribuyen 
á  estrechar  los  familiares  lazos  entre  habi- 
tantes de  una  misma  nación.  En  1845  se  con- 
cedió el  primer  permiso  ferroviario,  de  Bar- 
celona á  Mataró,  y  tres  años  más  tarde  el 
estridente  silvido  de  la  locomotora,  repei'cu- 
tió  por  la  española  tierra,  y  al  magestuo.so 
andar  del  reluciente  mito,  y  al  ronco  bufido 
del  endemomado  monstruo,  cayeron  popula- 
res preocupaciones,— entonándose  doquier 
cánticos  al  progre.so,  á  la  paz,  y  á  la  prospe- 
ridad española. 

Desde  época  relativamente  tan  cercana, 
es  decir,  en  menos  de  cincuenta  años,  Espa- 
ña pei'forando  montañas,  salvando  abismos, 
echando  puentes,— subiendo  colinas,  y  ba- 
jando valles,  ha  cruzado  .su  suelo  de  negras 
sierpes  de  veloz  andar,  atando  á  los  topes  de 
las  locomotoras  prendas  de  paz  y  de  cariño 
para  sus  hijos  y  convirtiendo  el  silvido  de 
las  máquinas  en  amoro.?o  saludo,  nuncio  de 
civilización  y  de  progreso.  Desde  entonces 
acá  se  han  tendido  en  la  península  17.500  ki- 
lómetros de  via  féi-rea  por  los  cuales  circula- 
ron en  1888,  23.U74.77S  viageros,  teniendo 
las  diver.sas  empresas  en  que  tan  estensa  red 
se  halla  dividida  el  siguiente  niatiiriul  nuivil 
en  18S9. 

ICIO  locomotoras  con  una  fuerza  de 
460.410  caballos.  1311  teuders. 


DEL  Rio  de  la  Plata 


169 


4632  coches  de  viageros. 

31650  wngoiies  de  mercaocías. 

Para  mejor  apreciar  este  desarrollo  ferro- 
viario, á  más  de  tener  en  cuenta  la  rapidez 
con  que  se  efectuara,  ha3^  que  recordar  lo 
quebrado  y  montañoso  del  suelo  español, 
que  sobre  dificultar  el  delineamiento  del 
camino  férreo,  aumenta  prodigiosamente  su 
precio  de  costo.  Se  comprenderá  mejor  el 
esfuerzo  que  ha  debido  hacerse  si  se  sabe 
que  el  capital  que  en  1888  tenían  consigna- 
das las  diferentes  compañías  ferrocarrileras 
en  sus  estatutos  ascendía  h  la  respetable 
suma  de  4.737.173.869  pesetas,  suma  sobrado 
elocuente  para  que  ha^-a  necesidad  de  glo" 
sari  a. 

¿Vé  mi  bromista  contendor  como   en  Es- 
paña tenemos  ferrocarriles? 
(Conlinuard) 

E.  MONNER   SaXZ. 


"^^">~^— ^ 


REPÚBLICA  ARGEÍ^TINA 


CRÓNICA  DE  LA  QUINCENA 


Junio  19  de  1892 
La  actualidad,  aunque  tenga  el  sello  de 
cierto  marasmo,  es  de  espectati  va  é  Inquietud. 
¿De  donde  proviene  ésta  inquietud?  El  libro 
de  los  proverbios  dice:  que  es  la  multitud  de 
sabios,  la  que  hace  que  el  mundo  esté  sano 
{multitudo  auiemsaj)ientium  sanüas  orlis  te- 
rranon).  Carecemos,  sin  duda,  de  esa  raul 
titud,— y  de  ahí  quizá,  nuestras  api-ensio 
nes  sobre  el  porvenir.  Ha^^  por  otra  parte 
que  tomar  en  cuenta  que  á  fuerza  de  mos- 
trar nuesti-a  llaga,  la  hemos  agrandado  en 
realidad,  y  que,  la  imaginación,  factor  ine- 
vitable en  las  cosas  humanas,  la  ha  magni- 
ficado todavía.  Para  qué  hablar  del  espíritu 
de  partido  pesimista,  cuando  está  abajo, 
optimista  cuando  está  arriba?  Unos  y  otros, 
empujan  á  veces,  hacia  el  abismo,  .sin  darse 
cuenta  de  su  complicidad.  Pero  qué  hemos 
de  hacer,  ¿coronarnos  do  rosas  como  los  Ro- 
manos del  l)ajo  imperio,  empuñar  la  copa, 
.v  abrazando  nuestras  queridas,  dejar  ((ue 
avancen  saliendo  del  Asia  y  de  los  bosquesde 
la  Germania,  lashordasde  Marico  y  Atila? 
iOh!  nó,  ápesarde  todo, laesperanzase  alber- 


ga en  el  corazón.  Estamos  convencidos  de  que 
nohemosdesucumbirenlalucha3'sembran- 
dopara  el  porvenir;  pero  á  una  condición,— 
la  reacción  moral  fuera  de  la  cual  no  hay  sa- 
lud posible;  y  luchamos.  Al  menos  ésto  es 
lo  que  observo,  ó  lo  que  deduzco,  cuando  me 
encuentro  con  gentes  que  creen  en  la  posi- 
bilidad de  una  tregua  reparadora,  en  todo 
orden,  bajo  los  auspicios  de  la  Presidencia 
futura.  El  Dr.  D.  Luis  Saenz  Peña,  es  en 
efecto  una  garantía  personal  inapreciable. 
Pero  la  escuela  de  errores  antiguos  y  mo- 
dernos que  constituye  la  servidumbre  eco- 
nómica y  financiera,  política  y  social,— no 
se  puede  prescindir  de  la  sociología  en  estos 
casoí?,  y  en  países  en  formación,— es  tan 
grande,  que  aquel  ciudadano  tendrá  que 
desplegar  tanta  enei'gía  como  longanimi- 
dad, para  decirles  á  los  unos  y  á  los  otros: 
<de  aquí  no  pasareis  y  lo  que  es  á  mí,  jamás 
me  arrastrareis^).  Yo  no  dudo,  y  hoy  por  hoy, 
lo  único  que  querría  es,  que  se  disiparan  al 
soplo  del  buen  consejo,  algunas  nubéculas 
preñadas  de  oscuridad,  que  se  destacan  .so- 
bre el  horizonte. 

Latan  debatida  cuestión  sobre  el  estado 
de  sitio,  que  se  levantó  sin  que  sus  efectos 
hayan  consistido  en  otra  cosa  que  en  una 
vuelta  á  las  andadas  de  espasmos  de  la  pala- 
bra escrita 3' en  ciertos  movimientos  mimosos 
del  oro,  que  no  se  resuelve  decididamente  á 
subir  ni  á  bajar, — la  tal  cuestión  decia  hun- 
dió en  el  silencio  al  Parlamento.  Pero  como 
en  un  Parlamento  se  necesita  parlar  ya  es- 
tamos en  vísperas  de  lo  indiscutible,  que  se 
discutirá  no  obstante  estensamejite,  ó  no  so- 
mos de  raza  abundo.sa?.  Me  refiero  á  la  cues- 
tión de  si,  nuestro  poder  público,  el  Cong-re- 
so,  y  las  unidades  que  lo  componen,  son  ó 
no  son,  en  nuestro  sistema  de  gobierno, 
sistema  con  órbita  de  facultades,  derechos 
y  garantías,  determinados  netamente,  ata- 
cables fuera  de  los  casos  previstos  para  el 
todo:  conceder  «facultade-í  extraordinarias;^) 
y  para  las  partes  ser  sorprendidas  infraganli 
cometiendo  un  delito  que  merezca  pena  de 
muerto  infamante  ú  otra  aüictiva. 

*• 
*   * 

Partieron  para  España   rumbeando  hacia 

el  puerto  de  Palos,   para  a.si&tir  á  la  gran 


170 


Revjsta  Económica 


revista  naval  consabida,  con  motivo  del 
descubrimiento  de  América,  tres  de  nuestros 
barcos,  en  vez  de  uno,— que  estamos  acos- 
tumbrados á  hacer  las  cosas  en  grande,— 
y  partiei'on  con  encanto  del  Congreso  reu- 
nido, el  cual  había  olvidado  ó  no  había 
leido  el  inciso  25,  articulo  67,  de  las  atribu- 
ciones que  le  corresponden.  Y  seguramente 
que,  sí  en  vez  de  partir  tres,  hubiera  partido 
uno,  no  hubiéramos  perdido  ninguno;  y 
seguramente  que  habiendo  partido  tres  no 
hubiéramos  perdido  ninguno...  (casi  le  hago 
cargos  á  nuestra  oficina  meteorológica),  si 
sehubieraobservadoque  el  barómetro  anun- 
ciaba, y  la  luna  á  su  vez,  una  tempestad 
infalible  como  la  salida  del  sol  por  donde 
sale,  aunque  ocultándose  aveces  á  la  mirada 
del  observador. 

El  suceso,  no  ha  podido  ser  más  lamenta- 
ble: hemos  perdido  vidas  preciosas  y  en  el 
momento  de  escribir  estas  lineas,  todavía 
se  abriga  una  remotísima  esperanza,  de  que 
no  haya  perecido  la  mayor  parte  de  los 
náufragos.  Los  juicios  contradictorios,  que 
los  marinos  y  los  aficionados  á  la  mai'ina, 
emiten  sobre  hecho  tan  doloroso,  son  tantos, 
que  yo  me  abstengo  de  dar  mi  opinión  al 
respecto.  Me  reduzco  á  pedir  consuelo  para 
los  deudos  de  los  que  hayan  perecido,  y 
á  exigirle  al  arte  naval,  que  la  «  Rosales  » 
que  nos  devuelva,  sea  de  un  tipo  mejor  que 
la  perdida,  tragada  por  las  olas  del  mar,  si 
es  que  se  la  tragaron.— que  así  no  queda- 
rá defraudada  la  espectativa  nacional, 
en  busca  en  este  momento,  del  dinero  de 
todos,  en  la  forma  de    suscrición    que  se 

conoce. 

* 
*   * 

Sea  de  todolo  dicho,  lo  que  fuere,  y  como 
no  hay  hechos,  y  como  no  he  de  inventarlos, 
repito,  lo  que  al  principio  y  asi  como  para 
concluir:  la  situación  es  de  inquietud  y  na- 
da floreciente,  para  qué  ocultarlo,  á  pesar 
de  las  buenas  cosechas  y  otros  prospectos. 
Pero  acaso,  la  situación  actual  del  resto  del 
mundo,  particularmente  de  la  Europa,  es 
mejor  ?  Yo  sé  bien  que  no  es  consejo  de  sabio 
consolarse  con  los  males  del  vecino.  Obser- 
varé, sin  embai'go,  que  los  países  más  ricos, 
experimentan  algo  de  nuestro  malestar,— 
contrastando  ésta  situación,  con  la  properi- 
dad  general  de  1850  á  1870,  aunque  durante 


ese  periodo  tuvieran  lugarla  guerrradeCri- 
mea,  ladeltalia,  ladeDinamarcay  Alemania, 
la  prusiana  con  el  Austria,  la  Franco  Prusia- 
na, por  allá;  3^  por  acá,  en  este  nuevo  mun- 
do, la  gran  guerra  de  los  Estados  Unidos 
del  Norte,  la  gran  guerra  del  Paraguay,  la 
de  Chile  con  el  Perú seria  de  no  aca- 
bar, y  continuando,  quedaría  plenamente 
probada  la  tesis  de  que  la  guerra,  es  el 
estado  natural  del  hombre,  en  su  eterno 
martirio  por  alcanzar  ?a  felicidad. 

Dios  nos  asista  siquiera  á  nosotros,   hasta 
el  último  dia,  Jin  de  siéclel 

Lucio  V.  Mansilla. 


CRÓNICA  DE  LA  QUINCENA 


Nos  detenemos  siempre  con  especial  aten- 
ción en  los  artículos  económicos  de  « El 
Siglo»  de  Montevideo,  no  solo  por  la  impor- 
tancia de  ese  colega  y  la  reconocida  ilustra- 
ción de  su  redactor,  sino  también  por  la  cir- 
cunstancia de  reflejai"  las  ideas  del  círculo 
de  capitalistas  que  hace  tres  años  viene  lle- 
vando al  gobierno  por  el  extraviado  camino 
de  la  restricción,  en  cu3'0  término  solo  se  en- 
cuentra el  abatimiento  de  toda  vitalidad 
nacional. 

La  estadística  de  las  hipotecas  realizadas 
en  el  primer  semestre  del  presente  año  y 
que  comprueba  la  verdad  de  lo  que  decíamos 
en  una  carta  económica  al  «Telégrafo  Mari- 
tino»  que  hoy  reproducimos,  en  vez  de  ha- 
cerle ver  que  es  tiempo  ya  de  que  se  adopte 
una  política  económica  diametralmente 
opuesta  á  la  seguida  hasta  ahora,  le  dá  tema 
para  descargar  la  responsabilidad  del  ma- 
lestar que  se  siente  sobre  los  proyectos  de 
circulación  expansiva  de  que  se  ha  habla- 
do de  vez  en  cuando,  y  para  instar  de 
nuevo  sobro  la  conveniencia  de  mantener 
inexoi  ablemente  las  fuei'zas  comprensoras. 

v<El  Siglo»  argumenta  con  cifras  truncas, 
y  con  las  cifras  completas  le  haremos  la  más 
categórica  de  las  impugnaciones. 

« El  descenso  rápido,  dice,  el  retiro  del 
capital  de  la  hipoteca  se  acentúa  después 


DEL  Rio  de  la  Plata 


171 


I 


de  Julio  de  1891,  precisamente  cuando,  al 
caer  el  Banco  Inglés  y  por  segunda  vez  el 
Banco  Nacional,  empezaron  á  circular  con 
insistencia  los  rumores  sobre  alteración  del 
régimen  monetario.» 

Ahora  bien,  el  hecho  de  que  la  disminu- 
ción del  capital  dado  en  hipoteca  se  haya 
acentuado  desde  después  de  Julio  de  1891,  es 
completamente  inexacto,  y  se  lo  vamos  á 
probar. 

Las  hipotecas  realizadas  en  el  primoi*  se- 
mestre de  1889  ascendieron  á  ps.  12.516.903 
mientras  que  en  el  primer  semestre  de  1891 
ya  habían  descendido  á  ps.  7.271.374  lo  que 
acusa  una  progresión  de  descenso  análoga 
á  la  continuada  después  de  Julio  de  1891. 

El  descen.so  se  ha  producido  y  se  ha  ido 
acentuando  en  la  proporción  en  que  la  es- 
casez de  medio  circulante  ha  deprimido  los 
valoi-es. 

Llega  después  de  esa  inexacta  afirmación, 
á  las  conclusiones  siguientes: 

«  No  cabe  duda,  dice,  de  que  si  no  se  ha- 
cen hipotecas  no  es  porque  no  hay  dinero, 
pues  es  absurdo  suponer  que  en  1891  podía 
haber  mucho  más,  el  doble,  que  en  1892. 
El  tipo  del  interés  es  por  el  contrario  menor 
e.ste  año  que  el  pasado,  signo  evidente  de 
que  el  capital  no  escasea  y  que  solo  es  rea- 
cio para  colocarse  sin  garantías  especiales 
contra  un  malón  legal.» 

Empieza  nuestro  distinguido  colega  por 
no  hacerse  cargo  de  las  diversas  causas  que 
pueden  influir  y  que  han  influido  en  res- 
tringir fuertemente  la  cantidad  disponible 
para  colocar  en  hipoteca.  Los  prestamistas 
hipotecarios  no  son  en  su  generalidad  indi- 
viduos desvinculados  de  todo  el  orden  eco- 
nómico; por  lo  contrario,  en  su  mayoría  son 
comerciantes,  especuladores  etc,  que  divi- 
dían su  giro  y  que,  anulado  el  capital  de 
reserva  que  colocaban  en  papeles,  viendo 
incobrable  la  mayor  parte  de  sus  créditos  y 
estando  privados  de  toda  facilidad  en  los 
Bancos  y  en  la  plaza,  han  ido  sintiendo  ásu 
vez  necesidades  de  dinero. 

La  baja  de  intei'és,  como  lo  hemos  demos- 
trado en  una  de  las  crónicas  anteriores,  no 
es  signo  en  las  crisis  de  abundancia  de  dine- 
ro, sino  prueba  de  depreciación  de  valores. 

Pero,  tomemos  de  nuevo  la  estadística,  que 
nos  prueba  que  no  es  el  temor  de  malones 


legales  lo  que  ha  hecho  disminuir  la  suma 
invertida  en  hipotecas,  pues  en  ella  encon- 
tramos estos  datos  omitidos  por  El  Siglo. 

En  el  primer  seme.stre  de  1889  se  hicieron 
1.327  hipotecas  y  en  el  primer  semestre  de 
1892  1.749,  esto  es  cerca  de  un  tercio  más  de 
operaciones. 

No  ha  habido  pues  restricción  por  temor 
de  malones  legislativos,  sino  disminución 
en  las  sumas  prestadas  en  hipotecas  que  de 
un  promedio  de  9.425  ps.  por  préstamo,  se 
ha  bajado  al  de  2.400  ps. 

Las  desconfianzas  en  los  malones  legisla- 
tivos podi-ían  hacer  que  no  se  prestase  nada, 
pero  no  que  se  prestase  menos  sóbrelas  pro- 
piedades. 

El  dato  sobre  el  número  de  hipotecas  que 
contradice  toda  la  argumentación  de  «El 
Siglo»,  refleja  además  la  situación  creada 
con  la  restricción  del  medio  circulante  que 
anula  los  mejores  valores;  nos  prueba  que 
apesar  de  hacei'.se  más  prestamos  hipoteca- 
rios que  antes,  hoy  apenas  se  con.sigue  en  la 
República  la  cuarta  parte  de  lo  que  sobre 
las  pi'opíedades  se  obtenía,   hace  tres   años. 

¡  Y  se  quiei-e  que  sigamos  bajando!... 

— Vemos  con  sentimiento  las  divisiones  en 
el  seno  del  Partido  Colorado,  que  refleja  uno 
de  nuestros  distinguidos  colegas  de  Monte- 
vídeo,  y  cuyas  causas  no  alcanzamos  desde 
aquí. 

La  distancia  no  es  sin  embargo  una 
desventaja;  creemos  más  bien  que  favorece, 
pues  si  no  deja  apreciar  las  cuestiones  de 
detalle  presenta,  en  cambio,  de  un  modo 
más  completo,  el  conjunto,  dá  idea  de  las 
conveniencias  capitales,  mejor  que  lo  que 
pueden  concebirlas  los  que  se  encuentran  en 
las  malesas  de  las  pasiones  y  las  disidencias 
per.sonales. 

Los  momentos  actuales  son  de  extrema 
gravedad  para  el  Partido  Colorado,  y  ellos 
aconsejan  á  la  par  de  una  acción  enérgica 
la  mayor  unión,  el  prestigio  y  la  concordia 
de  todos  sus  hombre.s,  como  tratan  de  con- 
servarlas las  fracciones  políticas  que  le  dis- 
putan el  terreno. 

—Ha  terminado  el  segundo  período  ordína 
río  de  la  actual  Legislatura  sin  dejar  el 
rastro  de  ninguna  ley  útil,  ni  de  ningún 
acto  de  independencia  por  parte  de  la  ma- 
yoría de  los  Re p re.se ntante.s,  y,  al  concluir 


172 


Revista  Económica 


sus  sesiones,  ]as  Cámaras  Iiau  aelegado  el 
cuidado  de  velar  por  el  cumpliuiiento  de  la 
Constitución  y  de  las  leyes,  en  una  Comisión 
compuesta  de  los  más  íntimos  amig-os  del 
funcionario  cuyos  actos  les  corresponde 
fiscalizar. 

Comprendemos,  colocándonos  en  su  lugar, 
toda  la  mortificación  del  Sr.  Presidente  de 
la  República,  al  verse  así  revestido  de  una 
especie  de  dictadura  totalmente  innecesaria, 
pero  no  nos  pasa  lo  mismo  en  cuanto  á  la 
mayoría  de  los  designado?,  que  ha  debido 
escusí'rse  como  deben  siempre  escusarse  los 
que  se  encuentren  en  su  caso. 

Las  condescendencias  políticas  y  la  defe- 
rencia con  las  votaciones  de  la  Cámara,  no 
pueden  ni  deben  nunca  llevará  lo  que  no 
permitan  ni  el  prestigio  de  las  disposiciones 
constitucionales,  ni  la  susceptibilidad  per- 
sonal. 

— Se  ha  nombrado  la  Comisión  liquidadora 
del  Banco  Nacional,  no  obstante  la  sensata 
oposición  del  ilustrado  Senador  Dr.  Don 
Ángel  Floro  Costa,  quien  sostuvo  que  una 
vez  fracasado  el  proyectado  Banco  del  Uru- 
guay, con  el  que  poco  acertadamente  se  le 
quería  reemplazar,  era  el  caso  de  tratar  de 
rehabilitarlo  en  vez  de  emprender  su  liqui- 
dación. 

Sentimos  no  haber  visto  al  Gobiei-no  en  el 
mismo  terreno  que  el  Dr.  Costa,  pei'O,  on  cam- 
bio, ya  que  el  Gobierno  estaba  en  el  orden 
de  ideas  opuestas,  consideramos  digno  de 
aplauso  que  se  haya  anticipado  á  pedir  el 
acuerdo  al  Senado  para  nombrar  la  espresa- 
da Comisión,  evitándose  así  el  desprestigio 
que  traerla  el  nombramiento  hecho  con  la 
venía  de  una  Comisión  de  amigos. 

— Se  acerca  la  época  de  la  elección  de  varios 
miembros  del  Senado,  que  serán  electores  de 
Presidente,  sin  que  se  manifieste  ningún 
movimiento  democrático,  y  la  prensa  que  se 
llama  de  principios,  y  tanto  ha  hablado  so- 
bre cuestiones  cómelas  de  la  calle  de  Santa 
Teresa  ó  la  huelga  de  los  verduleros,  no  se 
preocupa  de  este  hecho  anómalo  que  revela 
hasta  que  punto  estamos  fuei-a  del  sistema 
democrático.  En  cuanto  á  la  prensa  colora- 
da su  silencio  no  e»  menos  censurable,  pues- 
to que,  al  fin  y  al  cabo,  el  partido  vá  á  cargar 
con  la  responsabilidad  y  con  las  consecuen- 
cias de  lo  que  pasa. 


Nuestro  ilustrado  colaborador  el  General 
Don  Lucio  V.  Mansilla,  en  su  Crónica  de  la 
quincena  pasada,  decía,  refiriéndose  á  la  Re- 
pública Aigontina,  «nuestros  estadistas  ó 
nuestros  caudillos,  los  unos  con  sus  doctri- 
nas de  circunstancias  y  los  otros  con  su  es- 
pada, y  hasta  nuestros  r/ie/ieurs  han  acons- 
tumbradoal  pueblo  á  la  conformidad.  » 

Entre  nosotros  sucede  lo  mismo;  esa  con- 
formidad, cuyo  verdadei"0  sentido  todos  íú- 
canzarán,  se  impone  de  tal  modo  modo  que 
son  ya  muy  pocos  los  ciudadanos  que  se 
acuerdan  de  que  lo  son. 

Mientras  los  colorados  se  dividen  ó  se 
aislan,  algunos  diarios  no  pierden  ninguna 
oportunidad  que  se  les  presente  para  comba- 
tir á  los  miembros  de  esto  partido  que  aun 
conservan  puestos  de  importancia. 

La  víctima  que  hoy  eligen  es  el  Coronel 
Escobar  á  quien  lo  quieren  hacer  responsa- 
ble de  la  inevitable  participación  que  en 
las  cuestiones  de  Rio  Grande  tomen  algunos 
brasileros  establecidos  en  la  frontera  y,  con 
el  propósito  de  combatir  á  ese  funcionario, 
llegan  hasta  dar  razón  á  los  que  se  permiten 
invadií'  nuestro  territorio. 

Esto  es  llevar  demasiado  lejos  la  política 

partidista. 

—  Se  anuncia  la  presentación  de  los  proyec- 
tos financieros  elaborados  por  el  Sr.  Presi- 
dente de  la  República,  y  si  como  se  dice 
ellos  tienden  á  aumentar  el  medio  circu- 
lante y  á  darle  mayor  estabilidad,  es  indu- 
dable que  podrán  contribuir  á  una  mejora 
efectiva  de  la  situ-ación  de  la  plaza. 

Aprobamos  en  general  la  idea,  pero  nos 
falta  conocer  sus  detalles,  de  los  cuales 
puede  depender  el  éxito  déla  combinación. 

Todas  las  medidas  económicas  adoptadas 
desde  hace  dos  años,  cuando  no  han  sido 
por  sus  tendencias  fundamentales  total- 
mente opuestas  á  las  necesidades  de  la  si- 
tuación creada,  han  resultado  malas  ó  es- 
tériles debido  á  condescendencias  con  las 
preocupaciones  de  un  estrecho  círculo  de 
capitalistas. 

Mucho  tememos  encontrar  lo  mismo  en 
los  proyectos  anunciados  y  que,  participan- 
do del  sentimiento  genera!,  esperamos  con 
impaciencia. 


DEL  Rio  de  la  Plata 


173 


REVISTA  BURSÁTIL 


Si  bien  en  la  quincena  han  habido  en  algu- 
nos días  manifiesta  tendencia  de  alza  debido 
á  rumores  de  diversos  género,  los  precios 
tienden  de  nuevo  á  la  baja  para  mantenerse 
al  rededor  de  300  «/o  á  310  °¡o  que  son  los 
tipos  que  en  las  condiciones  actuales  se 
imponen,  de  tal  modo  que  todo  cuanto  se 
exeda  éste  último  es  considerado  anormal 
asi  como  sería  generalmente  considerada 
como  artificial  toda  baja  del  primer  tipo. 

Los  descuentos  siguen  tratándose  en  ti- 
pos bajos,  loque  se  explica  por  la  paralización 
que  persiste  en  los  negocios. 

En  los  cambios  no  han  habido  variaciones 
sensibles. 

En  compensación,  ha  habido  grande  ñuc- 
tuación  en  los  títulos  del  Banco  Hipoteca- 
rio de  la  Provincia,  bajando  sus  cédulas  de 
las  diversas  series  y  valorizándose  sus  bo- 
nos hasta  alcanzar  á  18. 

Los  cheques  y  certificados  del  Banco  de  la 
Provincia,  han  continuado  valorizándose 
como  es  lógico  que  suceda  dada  la  mejora 
que  revelan  sus  balances  mensuales,  y  que 
hacen  vislumbrar  un  próximo  renacimiento 
de  ésta  importante  institución  de  crédito. 

Basta  comparar  el  nuevo  balance  que 
publicamos  hoy  con  el  correspondiente  al 
mes  de  Mayo  para  encontrar  la  comproba- 
ción de  lo  que  decimos.  En  un  sólo  mes  el 
Banco  ha  realizado  $  873.088:05  de  su  cartera 
y  sus  cheques  y  certificados  en  circulación 
han  disminuido  en  ^  278.064:55,  lo  que  se 
explica  por  la  mayor  confianza  en  los  depo- 
sitantes. 

La  mejora  que  día  á  día  se  opera  en  situa- 
ción del  Banco,  las  fuertes  cobranzas  que 
realiza  y  la  disminución  de  cheques  y  cer- 
tificados en  circulación,  deben  ir  valorizán- 
dolos hasta  alcanzar  y  mejorar  los  precios  de 
los  cheques  del  Banco  Nacional. 

En  favor  de  éstos  ha  venido  influyendo  el 
hecho  de  la  menor  cantidad  de  depósitos  que 
habían  en  este  establecimiento,  pero  no  se 


tenía  en  cuenta  que  por  la  ley  él  no  puede 
forzar  sus  cobranzas  como  lo  puede  y  lo  está 
haciendo  el  de  la  Provincia. 

Las  acciones  de  Bancos  continúan  siendo 
objeto  de  limitadas  operaciones,  debido  á  lo 
cual  han  podido  elevarse  en  éstos  últimos 
meses  por  los  directamente  interesados  las 
cotizaciones  de  las  de  algunos. 

Por  ésta  razón  no  hay  que  alucinarse  los 
tipos  que  puedan  fijarse  en  las  pizarras. 

Están  próximaslas reuniones  délas  asam- 
bleas de  varios  de  esos  Bancos  y  sus  balan- 
ces y  sus  memorias  severamente  analizadas 
como  deben  serlo,  dirán  más  que  lo  que  pue- 
den revelar  los  tipos  bursátiles  en  épocas  de 
calma  como  la  actual. 

La  Bolsa  de  Montevideo  sigue  encalmada 
de  tal  modo  de  que  todas  las  operaciones  en 
títulos  verificadas  en  1»  quincena  no  al- 
canzan á 300.000  ps.  efectivos. 

Basta  esta  cifra  para  comprobarla  supre- 
sión casi  total  de  negocios  que  allí  impera, 
debido  á  la  política  de  demolición  con  que 
incesantemente  se  están  anulando  todas  las 
fuerzas  vitales  de  la  República  vecina. 

A  pesar  de  lo  reducido  en  que  quedaron 
en  la  pasada  quincena  los  precios  de  todos 
los  títulos,  la  tendencia  de  baja  ha  continua- 
do acentuándose. 

Las  Cédulas  que  estaban  á  28  han  bajado 
á  25.10  y  en  los  títulos  de  Deuda  Pública  se 
nota  lo  mismo. 

La  Deuda  del  Interior,  que  estaba  á  29 
después  de  bajar  hasta  25.80,  ha  quedado  en 
27.80,  y  la  Deuda  Consolidada  bajó  de  36  á 
34.80. 

Las  Acciones  del  Banco  Hipotecario  que- 
dan al  tipo  irrisorio  de  10.60, 

Esta  depresión  es  el  fruto  lógico  de  le 
que  hemos  venido  censurando  desde  hace 
tiempo. 

Sígase  un  poco  más  prestando  oídos  á 
nuestros  mentores  del  Banco  Comercial  y 
en  breve  veremos  en  las  puertas  de  la  Bolsa 
el  siguiente  letrero:  «Esta  casa  se  alquila.» 

No  puede  haber  Bolsa  donde  no  se  dejan 
valores. 


174 


DEL  Rio  de  la  Plata 


Movimiento  bursátil  de  la  primera  quincena  de  Julio  de  1892 


BOLSA  DE  BUENOS  AIRES 

(DEL  1"  AL  15  DE  JULIO) 


Metálico 


Onzas 

Libras  esterlinas. 


Cambios 


Inglaterra. 
Francia — 
Bélerica. 


JUNIO  30 


Mas  bajo 


50.50 
15.58 


47-V2 
4.98 
4.99 


Alemania 4.04 


Cheques 

Banco  Nacional 

Banco  de  la  Provincia 

Banco  Hipotecario  de  la  Provincia— bonos. 

* 
Cédulas  Hipotecarias  Nacionales 


Serie  A  (oro)  5  '^/u  de  renta 

»      A  m/n  7  %    »        » 

»      B      »    7  % 

»      C      V    7  o/o 

»      D      »    7  X 

»      E      »     7  "/o 


Cédulas  Hipotecarias  Provinciales 

Serie  A  (oro)  6  %  de  renta  . . 

»       A    $L    8  %  »         »     -  - 

»       E      »     6  %  »        »     . . 

»      F  m/n  6  o/o  »        »     . . 

»      G     »    6  o/q  »        »     . . 
8 


I 
J 
K 
L 
M 
N 
O 
P 


0/ 
/o 

/o 

0/ 
10 

/o 
/o 


8% 
8  °/o 


Fondos  y  Títulos  Públicos 

Fondos  Públicos  Nacionales  de  1884. 
Empréstito  Nacional  Interno  1891 . . . 

Id.         de  1892 

Lotería  Municipal  de  la  Capital 


20  - 

44  — 

15  W, 


32  - 

95  — 
95  — 
92  — 
90  — 
90.70 


64.50 
49.50 


50.40 
15.68 


47.^/iG 
4.97 
4.98 
4.03 


20  - 
41  — 

14  1/, 


33  - 

92  — 

88.80 
86  — 
85  - 


63 

47  — 


20  — 

20  - 

34.90 

29.80 

32.50 

29.70 

32  - 

28.20 

31  - 

28.20 

33  - 



33  - 

30.80 

32.20 

29.30 

32.10 

28.80 

32.20 

29  - 

32  - 

28.80 

32  — 

29  - 

32  - 

29  — 

53  - 

71.70 

68.80 

Ultimo  precio 


Mas  alto 

HiSTA 

JULIO  15 

54.80 

53.80 

16.87 

16.66 

47. 1/2 

*'•   /8 

4.98 

4.97 

4.99 

4.98 

4.04 

4.04 

21  - 

21  - 

46  Vo 

42  - 

18  - 

18  - 

33  - 

33  - 



95  - 

96  - 

96  - 

90  - 

88.80 

86  - 

86  - 

85  — 

85  - 

20  — 

20  - 

33  - 

30.50 

32.. 50 

29.70 

31  - 

29.20 

32   - 

29  - 

—  — 

33  - 

31  - 

31  — 

32.30 

29.70 

33.10 

29.60 

32.50 

29.60 

32.30 

29.60 

32.40 

29.70 

32.30 

29.60 

72.50 
65.50 
50  — 


53  - 
70.90 
63.30 
49.50 


Revista  Económica 

175 

Último  precio 

HASTA 

JUNIO  30 

Mas  bajo 

Más  alto 

Último  preio 

HASTA 

JULIO  15 

Acciones 

BANCOS 

Español  del  Rio  de  la  Plata 

109  - 

86  — 

27  - 
50  - 
39.50 
47.50 
41  - 

4.50 

0.80 

20  — 

30.50 

80.50 

80    - 

:      8.50 

1    30  - 

I    37  - 

28  - 

79  - 
30  - 

87  - 
40  — 

150  — 

80  - 
9.90 

30  — 

7  - 

7  - 

65  - 

14  - 

53  - 
39  - 

27  — 

28  - 

28  - 
33  - 

29  - 
31.20 

i    36  — 
10.30 

50.% 

1      5.32 

5.33 

1      4.30 

108  - 

86  - 

51  - 
46  - 

0.70 
16  - 
27  — 

80  - 

30.50 

27  — 

87  - 

9.10 

51  - 
39  - 
25.40 
25  - 

33  - 

25.80 
31.20 
34.20 
10.30 

50.% 
5.32 
5.33 
4.28 

109  - 

86  - 

52.50 
47  — 

0.80 
16  - 
27  - 
85  - 

30.50 

27  - 

87  - 

9.80 

54.50 
39  - 
26.10 
25.10 

33  - 

27.80 
31.10 
34.80 
10.60 

50.% 
5.35 
5.37 
4.33 

108  - 

Italia  y          »      »    »     »      (oro) 

86  — 

Crédito  Real 

27  - 

Nuevo  Banco  Italiano 

52.50 

Banco  de  la  Bolsa 

39.50 

Francés  del  Rio  de  La  Plata 

46  — 

Hipotecario  de  la  Capital  (Bonos  oro; 

Constructor  de  La  Plata 

41  - 
4.50 

Id.                id.    (obligaciones) 

Agrícola  Comercial 

16  — 

Banco  Inmobiliario              

27  - 

Banco  de  Comercio               

80  - 

Banco  Caja  de  Descuentos        

Comercial  de  La  Plata. .         

8.50 

Comercial         

30  - 

Banco  Sud  Americano    

30.50 

Banco  Nacional                                     

28  - 

COMPAÑÍAS 

La  Edificadora                               

79  — 

La  Previsora  (Compañía  de  Seguros) 

La  Primitiva  Compañía  de  Gas   

27  - 
87  - 

Gas  Argentino 

40  - 

Empresa  del  Edificio  de  la  Bolsa 

150  - 

La  Argentina  (fábrica  de  papel) 

80  - 

Muelle  y  Depósitos  de  las  Catalinas 

La  Buenos  Aires  (Compañía  de  Seguros),. . 
Compañía  General  de  Reaseguros 

9.70 
30  - 

7  - 

Kíd  y  C'^ 

7  — 

Telegráfico  Telefónica 

65  - 

Constructora  Argentina                    

14  - 

BOLSA  DE  MONTEVIDEO 

(DEL  PAL  15  DE  JULIO) 

Billetes  Banco  Nacional 

52  - 

Deuda  Unificada 

39  - 

Títulos  hipotecarios  Serie  D 

27.70 

Cédulas  hipotecarias    »      A 

25.10 

Id.             id.             »      B 

28  - 

Deuda  amortizable • 

33  — 

Deuda  del  Interior 

27.80 

Deuda  Independencia        ..          

31.20 

Deuda  Consolidada. . .       .           

34.80 

Acciones  Banco  Hipotecario 

10.60 

CAMBIOS 

Ing'laterra 

50.% 

Francia 

5.33 

Bélgica 

5.33 

Alemania 

4.31 

Revista  Económica 


2"  Época  -Núm.  7. 


5  de  Agosto  de  1892. 


REVISTA    ECONÓMICA 


DEL 


RIO  DE  LA  PLATA 


DIRECTOR:    DOMINGO    LAMAS 


La  fuerza  motriz  ile  la  iiiooeila 


La  crisis  económica  oriental  que  he- 
mos observado  de  cerca,  presenta  la  par- 
ticularidad de  haber  sido  provocada  arti- 
ficialmente, como  nos  proponemos  de- 
mostrarlo en  otro  artículo,  dando  hoy 
preferencia  al  estudio  de  las  causas  de  su 
agravación,  que  es  lo  que  puede  indicar- 
nos mas  directamente  cuales  sean  los 
medios  de  mejora  á  que  sea  urgente  re- 
currir. 

Quebrantados  los  valores,  disminuida 
la  circulación,  provocadas  liquidaciones 
ruinosas  de  los  negocios  mas  prósperos, 
se  dijo  con  razón  que  era  menester  res- 
tablecer la  confianza,  y  para  conseguir 
esto,  lo  racional  era  detener  el  derrumbe 
proveyendo  á  la  plaza  por  los  medios  que 
al  efecto  se  requiriesen. 

Así  lo  entendíamos;  en  vez  de  esto  pre- 
dominó, impuesto  por  parte  de  nuestra 
prensa,  el  programa  que  podemos  resu- 
mir en  los  siguientes  términos:  1°  Man- 
tener la  Hacienda  separada  de  la  gestión 
del  partido  colorado.  2''  Hacer  tabla  rasa 
de  las  instituciones  de  crédito  nacionales, 
escepcion  hecha  del  Banco  Comercial  y 
3°  Conservar  inalterable  el  régimen  mo- 
nometálico  oro,  con  la  base  de  monedas 
extranjeras  apreciadas  por  menos  del 
valor  del  metal  fino. 

Esto  importaba,  1"  No  solo  un  padrón 
de  indignidad  á  toda  una  colectividad 
política,  no  justificado,  sino  también  pri- 
var al  país  del  servicio  de  los  hombres 
que  habían  adquirido  en  el  desempeño 
de  puestos  públicos  la  práctica  necesaria, 
2"  Aumentar  el  mal  promoviendo  incon- 


sideradamente una  mayor  baja  de  valo- 
res y  derribar  los  elementos  liberales, 
dejando  solo  en  pié  el  espíritu  usurario, 
retrógrado  y  pesimista  y,  3«  Imponer  el 
empobrecimiento  constante  de  la  circu- 
lación, privando  á  la  vez  al  Gobierno  de 
todo  medio  de  moderar  las  restricciones 
qne  las  crisis  producen. 

Los  tristes  frutos  de  estas  aberraciones 
[tueden  apreciarlos  todos.  La  receta  se 
siguió  al  pié  de  la  letra,  y,  comoera  natu- 
ral que  sucediese,  la  crisis  creció  y  con- 
tinuó desenvolviéndose,  no  obstante  lo 
cual,  en  la  cabecera  del  postrado  país  y 
por  sus  mas  autorizados  órganos  en  ía 
prensa,  ya  que  no  se  podía  insistir  res- 
pecto de  los  dos  primeros  puntos,  en  vis- 
ta de  los  resultados  negativos  de  la  eli- 
minación colorada  en  la  Hacienda  y  del 
hecho  de  haberse  agi-avado  la  situación 
destruyéndose  el  Banco  Nacional  sin  po- 
derlo reemplazar;  se  sigue  aconsejando 
el  tercero,  como  panacea  niilagrosa,  rccur- 
riendose  sucesivamente  á  las  considera- 
ciones tan  infundadas  como  contradicto- 
rias que  vamos  á  analizar. 

Primero  se  decía,  no  nos  falta  me- 
dio circulante,  porque  el  oro  que  teníamos 
no  se  lia  ido  del  país;  está  escondido,  y 
sí  le  damos  tranquilidad  para  que  vuelva 
á  salir,  haciendo  eso  que  indican  los  au- 
gures del  Banco  Comercial,  tendremos 
una  circulación  de  mas  de  veinte  pesos 
por  habitante.  Además  las  liquidaciones 
que  la  crisis  promueve,  restringiendo  los 
consumos,  nos  darán  un  saldo  favorable 
en  el  comercio  internacional  de  pesos 
10.000.000,  que  nos  vendrá  en  oro  al  país. 
¡Errores  de  hecho  y  errores  de  apre- 
ciación! 

La  idea  de  una  fuerte  provisión  de  oro 
en  el  país  proviene  de  que  las  sumas  que 


178 


Revista  Económica 


hasta  fines  de  J889  figuraban  como  enca- 
jes en  los  Bancos,  aparecen  hoy  reduci- 
das á  la  mitad,  habiéndose  operado  esa 
disminución  conjuntamente  con  el  retiro 
de  la  mayor  parte  de  las  emisiones  que 
entonces  circulaban,  de  lo  que  se  dedu- 
ce, agi-egan,  que  ese  metálico  que  dejó 
de  figurar  en  los  Bancos  y  es  apreciado 
en  unos  diez  millones,  ha  ido  á  manos  de 
los  particulares  que  lo  guardan  eu  sus 
cajas  ó  lo  encierran  en  botijas.  En  apo- 
yo deesa  creencia  citan  el  hecho  de  que 
en  vez  de  exportación  de  metálico  lie- 
mos tenido  un  pequeño  saldo  á  favor  en 
estos  ti*es  últimos  años. 

Como  lo  ha  demostrado  mu}'-  bien  El 
Siglo  contradiciendo  lo  que  había  hasta 
ahora  sostenido,  el  aumento  de  los  enca- 
jes de  los  Bancos,  hasta  la  cifra  con  que 
figuran  á  íines  de  1889,  se  debió  al  hecho 
de  que  se  incluía  como  oro,  eu  los  balan- 
ces, el  papel  convertible  de  los  otros 
Bancos,  emitiendo  cada  uno  papel  sobre 
el  papel  de  los  demás.  La  circulación 
monetaria  adquirió  así  amplitud  sin  au- 
mento real  de  metálico  en  el  país. 

Hoy  se  dice  que  no  puede  haber  dis- 
minución de  la  existencia  metálica  por 
que  no  hubo  exportación,  y  con  igual 
criterio  deben  los  mismos  afirmar,  que 
no  era  real  el  aumento  de  existencia 
metálica  que  indican  los  balances  ban- 
carios  de  1889,  porque  en  los  años  ante- 
riores, en  vez  de  venir  oro  al  país,  hubo 
exportación  debido  á  pérdida  de  cose- 
chas, interrupción  del  comercio  con  el 
Brasil  y  otras  causas. 

Por  otra  parte,  hay  un  medio  de  com- 
probación al  alcance  de  todos  de  que  la 
disminución  de  la  cifra  del  encaje  de  los 
Bancos,  no  corresponde  á  un  aumento 
de  oro  en  poder  de  los  particulares,  y 
es  la  comparación  de  las  diversas  cuen- 
tas de  sus  balances,  de  las  que  resulta 
que  si  bien  esos  establecimientos  han 
recojido  emisión  y  pagado  una  parte  de 
los  depósitos  que  tenían,  por  otra,  han  co- 
brado, algunos  tanto  y  otros  mas  de  lo 
que  han  pagado.  No  ha  habido,  pues, 
provisión  real  del  mercado;  los  Bancos 
han  convertido  y  han  pogado  depósitos 
con  sus  carteras . 

El  poco  oro  que  existia  fuera  de  los 
Bancos,  no  podía  alcanzar,  como  no  al- 
canza, ni  para  suplir)  para  las  transaccio- 
nes mas  reducidas,  el  vacío  producido 
por  el  retiro  del  papel  y  el  que  eu  los 
Bancos  está,  se  encuentra  en  las  condi- 


ciones de  circulación  muerta  en  el  senti 
do  que  le  dá  Bonnet,  puesto  que  no  pue 
de  actuar  en  plaza,  en  las  actuales 
cunstancias  en    que   constituye  reser 
imprescindibles. 

Otra  prueba,  y  concluyente,  podemos 
dar  de  que  la  falta  de  numerario  no  pro- 
viene de  temores  de  quebrantamiento  del 
monometalismo  oro  y  de  que  se  ha  esta- 
do perdiendo  un  tiempo  precioso  con 
prescripciones  formuladas  sin  la  obser- 
vación mas  somera  de  los  hechos. 

El  temor  de  curso  forzoso  solo  podría 
producir  directamente  un  efecto  limitado 
que  era  restringirlos  préstamos  á  cambio 
de  alentar  las  inversiones  de  compra  de 
propiedades;  y,  en  la  República  Oriental, 
las  compras  se  han  restringido  aun  en 
mayor  proporción  que  los  préstamos. 
Casi  podemos  decir  que  la  propiedad  te- 
rritorial es  en  ella  hoy  invendible. 

Y  ¿qué  tienen  que  ver  sus  ricos  cam- 
pos con  el  curso  forzoso?  ¿Es  por 
temor  de  que  las  monedas  dejen  de  ser 
de  oro  con  prima  de  expoi-tacion,  que 
nuestros  capitalistas  no  paguen  por  ellos 
lo  que  corresponda  á  su  poder  de  produc- 
ción; producción  que  es  oro,  y  por  con- 
secuencia la  mayor  garantía  contra  las 
inconversiones  ? 

Basta  considerar  por  un  momento  el 
carácter  del  mal  que  aqueja  al  país  para 
ver  cuan  poco  meditada  es  la  receta  del 
monometalismo  oro  á  outrance. 

Por  lo  que  respecta  á  la  importación 
de  oro,  que  se  esperaba  como  consecuen- 
cia de  la  restricción,  ahí  está  la  estadís- 
tica que  ha  venido  á  justificar  que  tenía- 
mos razón  cuando  hace  un  año  decíamos 
que  en  el  camino  en  que  íbamos  y  en  el 
que  hemos  perseverado,  ó  no  la  tendría- 
mos ó  solo  la  habría  en  proporciones 
mezquinas. 


mti-  \ 
jue-  Y 
cir-    \ 
L'vas      1 


II 


Convencidos  nuestros  augures  de  que 
no  existía  en  el  país  esa  considerable  can- 
tidad de  oro  escondida,  y  no  habiendo  lle- 
gado los  millones  que  se  creían  atraer 
destruyendo  los  valores,  ahorase  dice  que 
el  mal  proviene  de  que  el  oro  no  se  mue- 
ve, y  se  agrega  que  la  disminucioo  de 
movimiento  produce  el  efecto  de  una  re- 
ducción de  cantidad. 

En  esto  tienen  razón;  un  wagón  que  haga 
cien  viajes  en  el  mismo  tiempo  que  una 
carreta  de  igual  capacidad   haga  uno,  es, 


DEL  Rio  de  la  Plata 


179 


páralos  objetos  del  transporte,  igual  á  cien 
carretas.  Pero  ¿qué  se  deduse  del  hecho 
de  que  el  poco  numerario  que  tenemos 
haya  dejado  de  ser  movido  por  el  vapor 
para  ser  arrastrado  por  los  medios  colo- 
niales de  tracción?  ¿Qué  es  lo  que  en 
presencia  de  este  hecho  nos  corresponde 
hacer? 

¡Parece  increíble!  Ahora  se  repite  como 
antes,  «inspírese  confianza  sosteniendo  el 
monometalismo  oro»,  y  así,  el  numerario, 
agregan,  volviendo  á  circular  con  rapi- 
dez, se  multiplicará,  reanimando  todo  el 
organismo  social. 

Ya  hemos  visto  que  es  nimio  hablar  de 
la  confianza  que  inspire  un  régimen  mo- 
netario como  medio  directo  y  esclusivo 
de  combatir  un  mal  que  hace  que  las 
propiedades  territoriales  no  tengan  com- 
pradores, como  si  el  monometalismo,  el 
bimetalismo  ó  la  circulación  papel,  dis- 
minuyesen ó  aumentasen  las  garantías  de 
la  propiedad,  la  fertilidad  del  suelo,  la 
procreación  del  ganado  ó  la  exportación 
de  nuestros  productos  naturales;  y  estu- 
diemos ahora  la  influencia  que  el  régi- 
men monometálico  oro  puede  ejercer  en 
beneficio  de  la  rapidez  de  la  circula- 
ción. 

Esto  nos  lleva  al  análisis  de  lo  que  po- 
dremos llamar  la  fuerza  motriz  de  la  mo- 
neda. 

Nada  es  mas  general  ni  mas  vulgar  que 
el  dinero,  y  nada  mas  difícil  de  apreciar 
debido  á  la  conplexidad  y  á  la  ti-ascen- 
dencia  de  sus  funciones,  que,  como  todas 
las  mas  importantes  en  el  orden  social,  no 
se  hacen  comunmente  sensibles  á  la  apre- 
ciación vulgar,  cuya  observación  se  difi- 
culta por  lo  regular  en  razón  directa  con 
la  estension  de  sus  efectos  y  lo  primordial 
de  su  acción. 

Recurriendo  auna  imagen  de  Schiller, 
podríamosespresai-(lo  que  pasa  en  el  mundo 
económico,  diciendo  que  al  propio  tiempo 
que  afectan  á  la  imaginación  las  flores  lo- 
zanas y  los  frutos  aprovechables  de  un 
árbol,  escapan,  á  la  observación  gene- 
ral, sus  raices  profundas  y  las  condicio- 
nes del  suelo  en  que  se  alimentan. 

Las  leyes  de  la  circulación  son  las  mas 
fundamentales  del  orden  económico,  y  es 
insensato  pronunciarse  á  su  respecto,  co- 
mo viene  haciéndose  entre  nosotros,  sin 
análisis,  sin  mas  caudal  que  las  voces 
corrientes  ó  los  consejos  interesados  de 
gi'emios. 
Para  formar  una  opinión  en  la  materia 


debemos  ante  todo  establecer  que  las  mo- 
nedas no  caminan  por  impulsión,  sino  por 
atracción;  que  su  circulación  no  depende 
de  sus  condiciones  materiales  sino  de  las 
condiciones  generales.  No  circulan  con 
mayor  ó  menor  rapidez  según  sean  de 
oro,  de  plata,  ó  de  papel,  sino  según  exis- 
ta en  mayor  ó  menor  grado  el  poder  indi- 
vidual de  adquisición. 

El  refrán  de  que  el  «dinero  atrae  el 
dinero»  tiene  un  fondo  de  verdad  aunque 
no  esplique  por  completo  el  fenómeno. 

El  dinero  en  la  esfera  económi  a  pasa 
de  unas  manos  á  otras  movido  por  una  ú 
otra  de  estas  dos  operaciones:  préstamos 
y  compras;  unas  y  otras  hechas  con  la 
perspectiva  de  lucro.  Así  como  la  utili- 
dad lo  atrae,  el  temor  de  la  pérdida  lo 
retrae.  «El  Siglo»  llamará  á  esto  último 
falta  de  confianza,  pero  viene  demostrán- 
donos que  desconoce  en  que  consiste. 

La  base  de  la  perspectiva  de  lucro  es  la 
estabilidad  ó  la  espansion  de  valores, 
mientras  que  la  tendencia  de  desvaloriza- 
cion  establece  condiciones  opuestas  que 
alejan  ó  dificultan  los  actos  que  lo  prime- 
ro alientan  ó  facilitan. 

Los  valores,  hé  aquí  la  base  del  poder 
de  adquisición,  como  fundamento  de  sol- 
vencia y  elemento  de  cambio.  Su  au- 
mento acrecienta  las  responsabilidades 
individuales,  amplia  el  crédito,  hace  mas 
fáciles  las  ventas  y  mayor  su  efecto,  á  la 
par  que  el  hecho  primordial  de  la  mayor 
facilidad  de  adquirir  el  dinero  disminuye 
la  tendencia  de  retenerlo.  Sus  movimien- 
tos se  multiplican  en  relación  con  la  ma- 
yor fuerza  de  atracción  y  menor  resis- 
tencia. 

Se  reproduce  aquí  la  ley  fí,sica  de  que 
las  resistencias  disminuyen  con  la  rapi- 
dez del  movimiento. 

Con  las  bajas  de  valores  ó  el  quebranta- 
miento del  crédito,  esto  es,  con  las  dismi- 
nuciones del  poder  general  de  adquisi- 
ción, sucede  todolo  conti-ario,  debido  á  un 
menor  poder  de  atracción  y  á  una  mayor 
resistencia;  la  circulación  se  hace  mas 
lenta. 

Ahora  bien;  ¿de  qué  depende  el  au- 
mento ó  baja  de  la  sama  total  de  valores? 
De  la  abundancia  ó  escasez  de  numera- 
rio conti-a  el  cual  se  cambia  toda  la  ma- 
teria ofrecida.  Establecido  esto  resulta 
claramente  que  el  sistema  monetario  que 
permítala  mas  amplia  provisión  es  el  que 
propende  á  la  mayor  alza  general  de  va- 
lores y,  por  la  misma  razón,  el  que  es, 


180 


Revista  Económica 


por  su  uatu raleza,  el  mas  restricto,  como 
el  monometalismo  oro,  en  las  actuales  cir- 
cunstancias, debe  propender  á  acentuar 
la  desvalorizacion  en  vez  de  valorizar,  y, 
por  lo  tanto,  á  disminuir  la  rapidez  de  la 
circulación  en  vez  de  aumentarla. 

Por  eso,  á  medida  que  se  ha  ido  restrin- 
giendo la  circulación  y  nos  hemos  que- 
dado con  la  moneda  de  oro  exclusiva,  no 
solo  se  ha  rarificado  la  circulación  sino 
que  ella  se  ha  ido  haciendo  mas  lenta, 
multiplicándose  los  efectos  de  su  escasez. 

III 

En  el  reciente  Mensaje  del  P.  E.  sobre 
la  cuestión  económica  hemos  encontrado 
una  observación  nuiy  exacta  de  que  «El 
Siglo»  ha  debido  tomar  nota. 

«Las  crisis,  dice,  llegan  á  alimentarse 
de  su  propia  sustancia,  transformando  en 
causas  sus  mismos  efectos.» 

Quebrantados  los  valores,  restringida 
la  circulación  al  suprimirse  la  mayor 
parte  de  los  billetes  bancarios,  la  restric- 
ción se  acentuó  por  la  disminución  de  la 
eficacia  de  las  monedas;  y  las  ruinas  sub- 
siguientes fueron  á  su  vez  causa  de 
mayores  deficiencias  en  la  circulación 
monetaria,  cuando  no  en  cantidad  en  ofi- 
cio circulatorio,  que  para  sus  efectos  es 
lo  mismo. 

Así,  los  efectos  volviéndose  á  su  vez 
causa  de  nuevos  males,  las  condiciones 
económicas  del  pais  se  han  ido  agravando 
con  una  rapidez  que  se  multiplica  por  los 
cuadrados  de  la  distancia.  La  restricción 
trae  desvalorizacion,  y  la  desvalorizacion 
creciente  restricción. 

Este  es  un  hecho  que  se  ha  reproducido 
en  todas  partes  y  que  esplica  las  agrava- 
ciones délas  crisis, hasta  que  se  haya  en- 
contrado un  medio  ó  se  haya  resuelto 
adoptar  el  medio  adecuado  para  dominar 
la  restricción. 

En  el  Mensaje  á  que  acabamos  de  refe- 
rirnos, se  dice  que  la  mayor  parte  del 
oro  que  se  cree  que  existe  en  el  país  no 
actúa,  habiendo  en  plaza  absoluta  caren- 
cia de  medio  circulante.  «El  Siglo»  reco- 
noce, como  hemos  visto,  la  disminución 
considerable  de  movimiento  monetario, 
que  produce  el  mismo  efecto  que  una 
disminución  considerable  en  la  cantidad 
de  monedas,  y  la  consecuencia  lógica  de 
lo  uno  como  de  lo  otro  debería  ser  sos- 
tener la  conveniencia  de  ensanchar  la  cir- 


culación del  mejor  modo  posible,  ya  para 
suplir  las  monedas  que  se  jiretenden  es- 
condidas, ya  para  compensar  la  menor 
eficacia  de  las  circulantes,  en  lugar  de  ha- 
cer de  esto  un  nuevo  motivo  para  pro- 
clamar una  vez  mas  la  oportunidad  de 
sostener  el  régimen  de  restricción. 

Se  insiste  en  este  propósito  principal- 
mente por  el  deseo  de  no  imponer  á  los 
que  tengan  títulos  por  dinero  una  mone- 
da que  pueda  despreciarse  en  relación  al 
oro,  lo  que  se  cree  contrario  ala  equidad, 
sin  advertir,  todos  los  que  esto  pien- 
san, que  no  hay  solo  que  medir  el 
papel  ó  la  plata  con  el  oro,  sino  que  tam- 
bién el  oro  debe  medirse  con  los  valores 
generales  contra  los  cuales  se  cambia. 
Si  esto  hiciesen  verían  que  el  oro  en  la 
República  Oriental,  en  los  momentos  ac- 
tuales, está  á  400  %  de  premio,  ó  lo  que 
^s  lo  mismo,  que  se  impone  una  equiva- 
lente depreciación  á  todos  los  valores 
generales,  afectando  esta  una  suma  vein- 
te veces  mayor  á  la  de  las  obligaciones 
por  dinero  existentes. 

En  cuanto  á  «El  Siglo»,  que  nos  viene 
sosteniendo  la  moneda  valorizada  co- 
mo medio  de  activar  la  circulación,  no 
nota  que  esa  valorización  se  hace  á  es- 
peusas  de  la  fuerza  circulatoria  y  que 
cuanto  mayor  sea  la  inferioridad  de 
las  condiciones  de  los  que  necesiten  di- 
nero mas  se  acentuará  esa  situación;  me- 
nor será  el  poder  de  atracción  y  mayor 
la  resistencia. 

Recapitulemos;  es  menester  levantar 
los  valores  con  lo  cual  se  restablecerá 
también  el  crédito,  y,  con  éste,  los  dos  ele- 
mentos del  poder  de  adquisición,  que  es 
la  fuerza  motriz  de  la  moneda;  y  los  va- 
lores solo  se  levantarán  supliendo  por  au- 
mento de  cantidad  lo  que  de  ésta  falte 
debido  á  menor  existencia  y  lo  que  lo 
mismo  importa,  á  menor  actividad  de  giro; 
en  una  palabra,  dando  al  país  elementos 
de  expansión. 

Persistir  todavía  hoy  en  el  sistema  que 
hemos  seguido  estos  dos  años  con  los  re- 
sultados que  todos  sienten,  es  no  solo  opo- 
nerse á  lo  que  la  razón  indica  sino  tam- 
bién menospreciar  las  lecciones  de  la 
experiencia. 


Del   Rio  de  la   Plata 


181 


EL  BANCO  DE  LA.  PROVINCIA 

DE  BUENOS  AIRES 

y  SU  CRÉDITO  ímu  e  um  hipoteürio 


La  inmensa  carga  de  las  deudas  que  en 
la  República  Argentina  pesan  sobre  los 
gobiernos  y  los  particulares,  ante  la  cual 
se  sobrecogen  espíritus  timoratos,  debe 
constituir  un  estímulo  para  el  trabajo 
que,  bien  encaminado  y  enérgicamente 
desenvuelto  puede,  en  un  porvenir  no  le- 
jano, Ixjrrar  hasta  el  último  rastro  de  los 
errores  pasados. 

Ancho  campo  presenta  la  Provincia  de 
Buenos  Aires  para  ésta  tan  viril  como 
salvadora  tarea;  el  capital  extranjero  le 
ha  dado  ya  todo  lo  que  con  venia  pedirle: 
una  red  completa  de  ferro-carriles  y  las 
obras  que  hacen  de  la  Ensenada  elmejor 
de  los  puertos  de  la  Ptepública,  con  lo  que 
ella  está  como  ninguna  preparada  para 
poner  en  explotación  hasta  las  mas  apar- 
tadas zonas  de  su  territorio,  y  dar  ven- 
tajosa salida  á  sus  productos. 

Le  falta,  en  cambio,  el  ca[)ital  de  explo- 
tación que  solo  pueden  proporcionarle  en 
forma  amplia,  eficaz,  conveniente,  las 
instituciones  del  país  que,  como  la  prác- 
tica lo  demuestra,  son  las  que  se  atreven 
á  salir  de  los  gi-andes  centros  comercia 
les,  para  ir  á  habilitar  directamente  la 
producción. 

Y  estas  necesidades  de  capital  ya  hoy 
muy  sensibles  en  la  campaña,  tienen  que 
aumentarse  tanto  como  adelante  la  trans- 
formación de  la  ganadería  primitiva  en 
perfeccionada,  se  hagan  mas  vastas  ó  mas 
extensas  las  explotaciones  agrícolas  y  se 
desenvuelvan  las  industrias  accesorias 
que  su  progreso  exige.  i 

De  ahí  el  que  la  rehabilitación  del  tra-  j 
dicional  Banco  de  Descuentos  se  imponga  [ 
como  el  primer  paso  para  toda  mejora  de  i 
las  condiciones  generales  de  la  Provincia  i 
de  Buenos  Aires  y  para  la  reconstrucción  \ 
de  su  Hacienda  Pública.  Ni  la  iniciativa  i 
individual    debilitada    por  el  quebranta- 
miento del  espíritu  de  asociación,  ni  las 
sucursales  del  Banco  de  la  Nación  consti- 
tuido con  limitados  recursos,  que  deben 
dividirse  por  toda  la  Re[)ública,  pueden 
suplir  el  vacío  de  la  institución  provin- 
cial y  mucho  menos  atender  alas  exigen- 
cias de  un  mayor  desenvolvimiento. 


Al  recomendar  la  reconstrucción  y  la 
rehabilitación  del  Banco  de  la  Provincia, 
no  pretendemos  que  se  realice  una  obra 
por  lo  pronto  imposible  ni  siquiera  difí- 
cil; los  grandes  recursos  de  ese  estable- 
cimiento y  la  labor  de  su  primer  año  de 
moratorias  la  facilitan  á  punto  de  que, 
mediante  fáciles  operaciones  y  la  liquida- 
ción de  cuentas  como  la  del  Banco  Hipo- 
tecario, podría  en  breve  renunciar  á  los 
beneficios  de  la  moratoria  y  emprender 
de  nuevo  su  giro  ordinario. 

Aunque  prescindamos  délos  beneficios 
generales  que  de  ésto  deba  resultarle  á  la 
Provincia  y  nos  limitemos  á  los  mas  rex- 
trictos  de  las  conveniencias  fiscales  y  de 
las  especiales  del  Banco  Hipotecario,  aún 
así,  la  rehabilitación  del  Banco  resulta  un 
interés  capital,  puesto  que  fomentando  y 
extendiendo  la  producción  se  acrecientan 
las  reutas,  se  facilita  su  percibo  y  se  valo- 
riza la  propiedad,  dando  base  de  garantía 
efectiva  á  las  cédulas  en  circulación. 

Hemos  visto  por  ésto,  con  sorpresa,  que, 
además  de  no  manifestarse  en  la  Legisla- 
tura de  La  Plata,  nada  que  indique  la  mas 
mínima  preocupación  por  el  Banco  de  la 
Provincia,  se  presente  por  distinguidos 
diputados  un  proyecto  sobre  el  Banco  Hi- 
potecario en  el  que  no  se  hace  mención  de 
la  deuda  que  con  aquél  tiene,  que  importa 
$  14.470.712:84  moneda  nacional  y  pesos 
J)09. 157:23  oro,  suuux  considerable  sobre 
la  cual  no  paga  intereses  y  que  representa 
la  tercera  parte  de  lo  que  el  Banco  de 
Descuentos  adeuda  al  público. 

Esto  revela,  no  solo  desconocimiento  de 
las  conveniencias  primordiales  de  la  Pro- 
vincia, siu(')  también  no  hacerse  cargo 
l(^s  autores  del  proyecto,  ni  del  carácter 
del  crédito  ni  de  la'obligacion  en  que  está 
el  Directorio  do  ese  establecimiento  de 
hacer  valer  los  derechos  que  le  corres- 
ponden. 

Se  confunde  vulgarmente  esta  institu- 
ción provincial  con  la  provincia  misma  y 
por  eso  se  cree  natural  que  se  postergue 
indefinidamente  su  crédito  en  beneficio 
del  Banco  Hipotecario.  Esta  confusión  ya 
le  ha  sido  fatal  al  Banco  de  la  Provincia, 
quebrantando  su  prestigio  al  hacerlo  en 
medio  de  la  crisis  pagador  de  los  cupo- 
nes de  las  cédulas  y  responsable,  aparen- 
temente, de  una  suma  que  excedía  á  las 
fuerzas  de  la  institución  mas  poderosa. 

Esta  identificación  del  todo  contraria  á 
las  conveniencias  y  á  la  naturaleza  de 
ambos  establecimientos,  que  tienen  obje- 


182 


Revista  Económica 


tos  diversos  y  cuyos  recursos  correspon- 
dian  en  primer  término  á  compromisos 
distintos,  es  hoy  todavía  más  insostenible 
desde  que  bajo  el  réjimen  de  la  moratoria 
la  administración  del  Banco  representa 
ante  todo  á  sus  depositantes. 

Las  Cámaras,  si  quieren  ser  munificen- 
tes,  podrán  disponer  de  los  derechos  y  de 
los'  caudales  de  la  Provincia,  pero  no 
ser  generosas  con  los  fondos  de  los  depo- 
sitantes, por  cuenta  de  los  cuales  está  el 
Directorio  en  el  caso  de  hacer  efectivo  ese 
enorme  crédito,  y  además  con  el  fin  de 
poder,  á  su  vez,  dar  movimiento  á  sus  ope- 
raciones. 

Una  suma  aproximada  á  la  deuda  del 
Banco  Hipotecario,  debe  el  Banco  de  la 
Provincia  á  la  Caja  de  Conversión,  á  la 
cual,  no  obstante  la  moratoria,  tiene  que 
hacer  el  servicio  de  una  fuerte  suma  de 
intereses,  mientras  el  Hipotecario  no  solo 
no  amortiza  su  crédito,  sino  que  no 
paga  ni  un  céntimo  de  interés  conti- 
nuándose así  á  sacrificar  la  primera  insti- 
tución de  crédito  que  tenia  el  país  y  su 
primer  elemento  ae  progreso  con  el  es- 
téril y  mal  entendido  propósito  de  favore- 
cer aquel  comprometido  establecimiento. 

Basta  analizar  el  carácter  del  crédito 
del  Banco  de  la  Provincia,  para  compren- 
der que  las  contemplaciones  con  que  á 
éste  se  sacrifica,  no  favorecerán  á  los  te- 
nedores de  las  cédulas  y  que  por  lo  tanto 
se  dificulta  una  positiva  mejora  que  á 
todos  interesa,  sin  beneficiar  efectiva- 
mente á  nadie. 

El  Banco  Hipotecario  no  es  mas  que  un 
intermediario  entre  los  deudores  hipote- 
carios y  los  tenedores  de  cédulas,  que 
como  lo  expresa  el  Presidente  del  Banco 
de  la  Provincia  D.  Félix  Soriano,  en  su 
reciente  nota  al  señor  Ministro  de  Ha- 
cienda, haciendo  ver  los  inconvenientes 
del  proyecto,  recibieron,  de  este  estable- 
cimiento, la  expresada  suma,  como  anti- 
cipo de  las  rentas  de  las  propiedades  afec- 
tadas á  las  cédula.?. 

Este  es,  pues,  un  crédito  de  preferen- 
cia; el  Banco  de  la  Provincia  tiene  que 
cobrarse  con  las  garantías  afectadas  al 
Banco  Hipotecario  lo  que  á  éste  anticipó 
sobre  el  servicio  de  las  hipotecas. 

Establecido  ésto,  es  evidente  que  á  los 
propios  tenedores  de  cédulas  les  conviene 
la  liquidación  de  esta  cuenta  en  vez  de  la 
capitalización  de  intereses. 

El  proyecto,  pues,  á  que  nos  referimos, 
tal  como  está   concebido  y  que  contraría 


las  exigencias  de  la  situación  de  la  Pro- 
vincia, no  favorece  los  bien  entendidos 
intereses  del  Banco  Hipotecario  y  desco- 
noce los  deiechos  por  los  que  debe  velar 
no  solo  el  Banco  de  la  Provincia,  sino 
también  el  P.  E.  y  la  Legislatura. 

Se  está  todavía  en  tiempo  de  evitar  que 
se  consume  ese  nuevo  y  funesto  error  que 
importa  el  proyecto  á  que  nos  referimos, 
resolviendo  las  cuestiones  entre  ambos 
establecimientos,  de  acuerdo  con  el  dere- 
cho y  la  equidad. 


LA  ESPAÑA  DE  HOY 


IV 


Situada  la  península  española  en  la  zo- 
na templada,  tiene  sin  embargo  clima 
tan  variado,  que  le  permite  cultivar  en 
su  extensión  territorial  lo  mismo  los  pro- 
ductos propios  de  Europa,  que  otros  de 
Asia  y  América;  que  si  al  calor  del  sol 
andaluz  se  encierra  en  dorado  gi'ano  el 
suave  néctar,  delicia  del  mundo  bebedor, 
y  en  los  alicantinos  campos  se  cimbrea 
ia  esbelta  palmera  acariciada  por  el  afri- 
cano viento,  en  cambio  en  las  regiones 
del  Norte  se  desarrolla  el  árbol  que  no 
le  teme  á  los  ventisqueros  ni  á  las  cru- 
das heladas  de  la  invernal  estación.  De 
suerte  que,  pasando  de  ondulación  en 
ondulación,  desde  las  elevadas  cumbres 
del  Pirene  y  las  heladas  comarcas  soria- 
nas,  hasta  la  l)enigna  playa  malagueña  ó 
la  espléndida  huerta  jerezana,  el  suelo 
español  le  ofrece  á  sus  hijos  cuanto  darle 
puede  al  hombre  la  madre  tierra  como 
recompensa  á  sus  sudores  y  trabajos. 

De  los  50.()00.0C)0  de  hectáreas  que  tie- 
ne el  suelo  español  solamente  se  cultivan 
30.000.000  de  hectáreas  de  las  que  única- 
mente son  de  regadío  1.200000,  dato  que 
es  fuerzatener  presente  cuando  se  hable 
del  iwoncehihie  atraso  de  la  agricultura 
peninsular. 

La  aridez  de  algunas  provincias,  lo  her- 
mosamente quebrado  de  otras,  la  facili- 
dad con  que  los  fecundantes  ríos  y  to- 
rrentes se  convierten  en  elementos  de 
desolación  y  de  muerte,  son  noticias  dig- 
nas de  ser  tenidas  en  cuenta  al  tratar  de 
la  producción  agrícola  española.  Cierto, 
que  el   campesino   apegado  á  la  rutina. 


DEL   Rio  de  la  Plata 


183 


apático  en  no  pocas  comarcas,  es  refrac- 
tario al  uso  de  nuevos  abonos  y  al  em- 
pleo de  la  moderna  maquinaria  para  el 
laboreo;  pero  también  es  cierto  que  lo 
quebrado  del  suelo,  imposibilita  on  la 
mayoría  de  los  casos  el  empleo  de  esa 
maquinaria,  obli^^ando  al  campesino  á 
radas  faenas  en  las  abruptas  montañas 
asturianas,  gallegas  y  catalanas,  en  las 
áridas  y  ¡¡edregosas  tierras  de  Guipúz- 
coa, Navarra,  Vizcaya  y  Cataluña,  en  los 
anegados  arrozales  de  Valencia  y  en  las 
abrasadas  llanuras  de  Extremadura  y  de 
Andalucía. 

Sin  tiempo  para  detallar  los  productos 
todos  del  suelo  español,  me  limitaré  á  las 
tres  produciones  principales. 

La  producción  de  cereales  en  un  año 
normal,  es  la  siguiente: 

Trigo  33.000.000  de  hectolitros 

Cebada         17500.000 

Centeno         7.500.000 

Maiz  7.000.000 

Avena  2.5OC03OO 

La  cosecha  de  vino  en  la  península  é 
islas  adyacentes  alcanza  un  [)romedio 
anual  de  unos  33.000,000  de  hectolitros 
aunque  la  de  1870  fué  tan  solo  de 
33.672.336  figurando  en  esta  cifra  la  re- 
gión catalana  con  6.321.110  hectolitros. 

Y  íinal  mente  con  respecto  al  aceite, 
bueno  es  consignar  que  España  es  el 
país  del  mundo  que  lo  produce  en  ma- 
yor abundancia,  pues  mientras  Francia 
.solo  obtiene  una  cosecha  media  anual  de 
300.000  hectolitros  é  Italia  á  1-300.000, 
la  península  ha  producido  en  1890  la  res- 
petable suma  de  3.070.300  hectolitros. 

Renuncio  á  ocuparme  hoy  de  industiia 
y  paso  á  decir  algo  del  comercio  español, 
de  ese  comercio  que,  á  la  par  del  arte, 
dominó  en  otro  tiempo  el  mundo  cono- 
cido. Traíicantes  y  mercaderes,  enrique- 
cían la  patria  tierra  con  sus  comerciales 
especulaciones;  las  catalanas  naves  cOn 
su  participación  en  el  cargamento  al 
hombre  de  mar,  eran  verdaderas  socie- 
dades mercantiles  en  las  que  para  que 
nada  faltare  habla  también  e)  previsor 
seguro;  y  en  fin,  el  hispano  comercio,  lo- 
gró con  su  actividad  é  inteligencia  eclip- 
sar el  genio  emprendedor  de  marselleses 
y  venecianos. 

No  podia  pues  esperarse  una  anulación 
absoluta  de  este  comercio,  ni  que  se 
eclipsara  de  modo  tal  que  sus  esfuerzos 
no  debieran  figurar  en  el  universal  mo- 
limiento. 


La  balanza  general  de  valores  del  co- 
mercio en  España,  que  en  el  periodo  de 
1827  á  1862  y  según  el  promedio  anual 
ascendía  tan  solo  á  536  millones,  subió 
de  1863  a  1868  á  760  millones;  en  1869  á 
1874  á  1028  millones;  en  1875  á  1879  á 
1051  millones;  en  1889  á  1763  millones;  y 
en  1890  según  datos  oficiales  á  1879  mi- 
llones; por  manera  que,  desde  el  año  1862 
hasta  la  fecha,  lia  triplicado  y  aun  con 
risueño  sobrantes  el  valor  total  del  co- 
mercio de  im[>ortacion  y  de  exportación 
y  aunque  sea  enfadosa  la  repetición,  per- 
mitáscme  recordar  que  durante  este  lap- 
so de  tiemi)0,  se  han  derrumbado  dos 
tronos  y  una  república;  se  han  sostenido 
tres  guerras  civiles  formidables  todas,  y 
dos  de  elhis  de  larga  duración,  causas  to- 
das mas  que  suficientes  para  detener  el 
crecimiento  industrial  ó  mercantil  de  un 
pueblo. 


Han  pasado  muchos  años  desde  que  el 
sol  no  se  ponia  en  los  dominios  de  Casti- 
lla y  esto  que  aun  siendo  una  vulgaridad 
se  repite  con  fricion  por  los  enemigos 
de  los  descubridores  de  América  no  de- 
ja de  ser  una  tontería  como  [)aso  á  de- 
mostrar. 

Conviene  asegurar  desde  luego,  y  aqui 
está  la  historia  para  demostrarlo,  que  va- 
rias de  las  naciones  europeas  han  tenido 
sus  épocas  de  engrandecimiebto  y  retro- 
ceso, probando  los  hechos  que  la  debili- 
dad ó  enflaquecimiento  de  una  nación  ha 
producido  el  crecimiento  y  predominio 
de  la  otra,  sin  duda  para  que  resultara 
mas  patente  el  equilibrio  universal.  Sin 
movernos  de  esta  centuria,  podría  seña- 
lar el  progreso  de  dos  naciones  realizado 
a  costa  de  la  anemia  nacional  de  otras 
dos,  de  modo  que  el  decaimiento  relativo 
de  España  no  es  caso  aislado  en  la  histo- 
ria general  de  la  humanidad. 

Apuntada  esta  idea,  que  no  ansio  hoy 
diluir  para  no  alargar  mas  de  lo  regular 
este  escrito,  puedo  añadir  que  como  en 
tiempo  de  Carlos  I,  el  sol  no  se  pone  en 
los  españoles  dominios,  y  que  aun  des- 
pués de  realizada  la  independencia  sud 
americana,  España  continua  siendo  una 
de  las  primeras  naciones  coloniales  de 
Europa,  esto  sin  contar  que  por  hermosa 
sucesión  que  la  conveniencia  política  no 
ha  podido  romper,  la  sangre  y  el  genio 
español  circulan    aun  hoy  y    se  agitan  y 


IS-Í 


Revista  Económica 


crean  en  la  vastisima  extensión  territo- 
rial comprendida  desde  el  civilizado  im- 
perio azteca,  hasta  la  misteriosa  Pata- 
gonia. 

España  ha  hecho  algo  mas  que  descu- 
brir las  americanas  tierras;  y  mientras 
están  existan,  quizas  porque  han  sido 
tumba  de  héroes  y  de  genios,  la  heroicidad 
y  el  genio  español,  y  con  ambas  grande- 
zas las  flaquezas  peninsulares,  germina- 
rán, brotarán  y  se  desarrollarán  en  el 
hemisferio  colombiano  para  demostrar 
sin  duda  que  no  se  boiTa  fácilmente 
cuanto  le  diera  á  la  civilización  y  al  pro- 
gi-eso  la  España  de  Fernando  de  Aragón 
y  de  Isabel  la  Católica. 

Mas  dejando  aun  lado  que  el  idioma, 
los  usos  y  las  costumbres  españolas  han 
de  ejercer  siempre  tradicional  influencia 
en  la  libérrima  vida  de  las  naciones  ame- 
ricanas, sin  que  ello  pueda  implicar  en 
tiempo  alguno  arrasamiento  de  fronteras 
ó  esfumacion  de  deiinneadas  nacionalida- 
des, la  España  de  hoy,  figura  aun,  como 
antes  digera,  por  su  imperio  colonial  en 
primera  línea  entre  las  naciones  euro- 
peas. 

Léanse  con  detención  los  siguientes 
datos  y  se  convencerán  mis  lectores  de  la 
veracidad  del  aserto: 

Isla  de  Cuba,  extensión  119,000  kiló- 
metros cuadrados.  Población  1.521.684 
habitantes. 

Id  de  Puerto  Rico,  extensión  9620  kiló- 
metros. Población  810.934  habitantes. 

Archipiélago  Filipinas  (1400  islas)  ex- 
tensión 293.7:36  kilómetros  cuadrados.  Po- 
blación 6.173.633  habitantes. 

Archipiélago  de  Joló,  extensión  2456  ki- 
lómetros cuadrados.  Población  100.000 
habitantes . 

Islas  Marianas  (17  islas)  extensión  1140 
kilómetros  cuadrados.  Población  8665 
habitantes. 

Carolinas  y  Palaos(700  islas)  extensión 
14.50  kilómetros  cuadrados.  Población 
36.000  habitantes. 

Fernando  Poó  Annobón  y  Coriseo, 
extensión  2105  kilómetros  cuadrados. 
Población  45.000 habitantes. 

Territorio  de  Ifni,  extensión  40  kiló- 
metros cuadrados.  Población  1000  habi- 
tantes. 

Rio  de  Oro,  extensión  700.000  kilóme- 
tros cuadrados.  Población  100  000  habi- 
tantes. 

Costa  occidental    de    Muni,  extensión 


180.000  kilómetros  cuadrados.  Población 
500.000  habitantes. 

Total  1.309.537  kilómetros  cuadrados. 
Población  9.296.915  habitantes. 

Por  manera  que  mientras  el  imperio 
colonial  de  Francia  es  de  840  810  kiló- 
meiros  cuadrados  con  una  población  de 
8.524.600  habitantes  (según  estadística 
de  1882)  España,  este  paistan  olvidado  y 
tan  mal  juzgado  por  los  que  no  se  toma- 
ron el  trabajo  de  estudiarlo,  tiene  una 
extensión  colonial  como  se  ha  visto  de 
1.309.537  kilómetros  cuadrados  con  una 
población  de  9,296.  915  habitantes,  cifras 
que  deben  ser  recordadas  no  solo  por  los 
españoles,  sino  por  nuestros  amigos  los 
argentinos  que  no  se  dejan  tiranizar  por 
extrañas  influencias  y  ansian  por  otra 
parte  que  la  verdad  se  vaya  propalando 
en  bien  de  aquella  heroica  nación,  que 
si  á  algo  pudo  rendirse,  fué  al  enorme  pe- 
so de  su  gloria  y  poderlo. 


VI 


Resumiendo  estas  ya  largas  líneas, 
complemento  de  trabajos  anteriores,  re- 
sulta que  la  gigantesca  España  de  ayer, 
no  quedó  tan  pigmea  que  no  merezca 
ser  estudiada,  ni  fué  su  letargo  tan  ener- 
vador  que  la  dejara  sin  fuerzas  para  lu- 
char por  su  progreso  y  engrandecimien- 
to. Déjeseme  por  contra  creer,  basándo- 
me en  la  abrumadora  ciencia  de  los  nú- 
meros, que  la  que  fué  cuna  en  todo  tiem- 
po de  hidalguía  y  nobleza,  esplendido  ta- 
ller de  todas  las  artes,  y  albergue  siem- 
pre de  héroes  y  de  genios,  no  desempeña 
papel  desairado  en  el  concierto  de  las 
naciones  europeas. 

Afortunadamente  para  los  peninsula- 
res, España  se  vá  engrandecimiento  á  los 
americanos  ojos.  Aquella  alberca  que 
agitada  por  violentas  manos  alzaba  olas 
de  sangre  en  que  se  mezclaba  el  lodo  de 
torpes  pasiones,  aquietóse  en  buena  hora 
al  besarla  el  céfiro  de  dulces  afectos  y 
cariñosas  simpatías;  y  hoy,  en  su  superfi- 
cie, limpia  como  azogada  luna  y  tersa 
como  la  hispana  hidalguía,  se  retlejan 
amorosamente  enlazadas  y  ciñendo  igua- 
les laureles,  España  y  América;  que  si 
en  España  soalzan  sonoros  cantos  al  fa- 
buloso desarrollo  de  estas  nacionalidades, 
y  se  estudian,  y  se  admiran,  y  se  aplau- 
den sus  vertinigosos  progresos,  en  Amé- 


DEL   Rio  de  la  Plata 


185 


.  rica  se  nos  festeja,  se  nos  abraza  y  se  nos 
estudia. 

¡Bien  haya  este  pugilato  de  nobles  ideas 
y  de  tiernos  afectos!  Benditas  mil  y  mil 
veces  las  horas  que  americanos  y  penin- 
sulares dedican  al  estudio  del  mutuo  co- 
nocimiento! 

No  se  si  hay  lirismo  en  estas  ideas  que 
sustento;  pero  si  lo  hubiere,  que  no  lo 
creo;  si  fuese  pura  idealidad  el  recorrer 
la  esplendida  via  de  la  confraternidad 
hispano  americana,  sea  en  buena  hora, 
que  no  hade  resultarme  fatigoso  el  ca- 
mino con  acompañantes  como  Mitre,  La- 
mas, Samper,  Huneus,  Barriga,  Cánovas, 
Fernandez,  Duro,  Aseusio,  Castro  y  tan- 
tos otros  americanos  y  españoles,  que  co- 
mo yosienteu,  y  mejor  que  yo  defienden 
lo  que  se  va  trocando  en  realidad. 

Lo  dije  en  mi  poema  argentino,  y  lo 
voy  á  repetir  ai  terminar  este  ya  largo 
escrito.  Ni  el  mar  es  barrera,  ni  la  distan- 
cia obstáculo,  y  por  cima  del  acuático 
elemento,  van  y  vienen  cariñosos  abra- 
zos y  los  vientos  llevan  á  nuestros  oidos 
rumor  de  besos,  que  aseguran  mas  y  mas 
cada  dia  los  dulces  lazos  de  la  confrater- 
nidad hispano  americana. 

R.   MONNER    SANS 


y 


'IOS 


La  democracia  triunfants  por   Andrew  Carnegie 

No  abrimos  uno  de  estos  libros  cuya 
tinta  fresca  todavía  revela  su  reciente 
impresión.  The  Triumphant  Demo- 
cracy  se  publicó  en  New  York  en  1888, 
pero  aparte  de  que  las  publicaciones 
Norte  Americanas  son  escasas  en  el  Rio 
do  la  Plata,  ésta  obra  es  una  de  las  que 
mejor  compendia  todo  lo  que  se  relacio- 
na con  los  progresos  morales  y  materiales 
de  los  Estados  Unidos,  cuyo  cuadro  debe 
ser  para  nosotros  un  estímulo  en  los  dias 
sombríos  porqué  atravesamos. 

Llamamos  la  atención  sobre  la  obra  y 
nos  detendremos  en  nuestros  extractos  y 
comentarios,  únicamente  en  el  interesan- 
te capítulo  dedicado  á  la  agricultura,  de- 
mostrando con  su  ejemplo  todo  lo  que 
pueden  esperar  estos  paises  doblemente 


favorecidos  por  la  benignidad  del  clima 
y  la  fertilidad  de  la  tierra. 

La  diosa  Céres,  dice  con  exactitud  An- 
(Irew  Carnegie,  es  la  primera  divinidad 
délos  Estados  Unidos  de  Norte  América. 

Eq  1880  la  producción  agrícola  en  la 
gran  república  alcanzó  á  ps.  3,020.000.000 
suma  que  en  este  ramo  la  coloca  á  la  ca- 
beza de  todns  las  naciones.  La  Rusia  con 
su  enorme  territorio  y  cien  millones  de 
lial)itaiites  tiene  una  producción  agrícola 
(lo  pesos  2.280.000.0(K);  Alemania'  pesos 
2.2B0.000.000;  Francia  2.220.000.000  de 
los  cuales  225.000.000  corresponden  á  la 
vinicultura. 

La  rapidez  con  que  la  agricultura  nor- 
te americana  se  ha  desenvuelto  no  es 
menos  sorprendente  que  la  altura  á  que 
ha  alcanzado,  y  se  explica  no  solo  por  las 
condiciones  materiales  que  han  favoreci- 
do su  desarrollo  sino  también  por  la  de- 
cisión y  constancia  con  que  se'le  ha  impul- 
sado, siendo  los  principales  hombres  de 
los  Estados  Unidos  los  primeros  en  pres- 
tigiarla con  la  palabra  y  el  ejemplo. 

Washington  en  medio  de  todas  sus  ocu- 
paciones buscal)a  tiempo  para  cuidar  de 
los  trabajos  y  experiencias  agrícolas.  La 
importancia  de  la  agricultura  para  la  ci- 
vilización fué  la  materia  principal  de  su 
último  mensaje  anual  al  congreso  y  lo  úl- 
timo que  escribió,  una  semana  antes  de 
su  muerte,  fué  una  carta  de  32  páginas 
en  folio  dirigida  al  administrador  de  sus 
granja,  con  las  instrucciones  para  el  cul- 
tivo durante  varios  de  los  años  siguientes. 
Jefferson  uno  de  sus  mas  distinguidos  su- 
cesores fué  el  inventor  de  un  arado. 
Adams,  CalhouuL  Clay,  Webster  dedica- 
ban á  sus  granjas  todo  el  tiempo  que  les 
dejaban  disponibles  los  asuntos  públi- 
cos. 

De  1850  álSBO  se  duplicó  la  extensión 
de  los  establecimientos  agrícolas,  que  de 
293.560.614  se  elevó  a  536.081.835  acre.s. 
La  extensión  cultivada  ascendió  de 
113.032.614  á  284.771.042  acres,  mientras 
que  la  proporción  del  número  de  esta- 
blecimientos se  triplicó,  elevándose  de 
1.449.073  á  4.008.907  acres,  lo  que  com- 
prueba una  disminución  del  promedio 
de  203  acres  f>or  explotación  a  134,  obe- 
deciéndose en  ésto  á  los  perfecciona- 
mientos de  las  culturas  que  á  la  vez  que 
aumenta  la  intensidad  tiende  á  reducir- 
la extensión  de  las  explotaciones. 

El  capital  total  invertido  con  este  ob- 
jeto era  en  1880  de  ps.  10.600.000.000  mas 


186 


Revista  Económica 


de  tres  veces  del  destinado  en  indus- 
trias manufactnrerus  que  son  inmedia- 
tamente las  mas  importantes. 

De  1870  á  1880  la  extensión  cultivada 
en  los  Estados  Unidos  aumentó  en  297000 
millas  cuadradas  es  decir  un  territorio 
igual  á  todo  el  de  la  Gran  Bretaña  y  el 
déla  Francia  reunidos.  Y  este  progreso 
continuó.  Únicamente  en  Dagota  la  ex- 
tensión entregada  á  la  cultura  en  1883 
excede  de  seis  millones  de  acres,  un  ter- 
cio de  la  Escocia. 

Otro  aspecto  interesante  es  el  de  las 
condiciones  en  que  se  encuentra  la  direc- 
ción de  las  explotaciones  agrícolas.  De  i 
los  4.008.907  establecimientos  cerca  de  3  j 
millones  son  cultivados  por  sus  propieta-  j 
rios  y  8  op  del  total  por  medianeros.  Los  ■ 
establecimientos  cultivados  por  arrenda-  i 
tarios  son  por  lo  común  los  de  menor' 
extensión,  y  su  número  tiende  á  dismi-  j 
nuir  y  es  especialmente  en  el  sud  don-i 
de  subsiste  debido  á  la  subdivisión  de  las  ¡ 
grandes  plantaciones  para  arrendarlas  á  i 
los  negros  antes  ligados  á  ellas  por  el : 
yugo  de  la  esclavitud.  ' 

El    valor  de    la     tierra  adecuada    á 
la  agricultura    se  calcula    en   ps.    19:21 
por  acre,  que  es  poco    nuis  de    la    renta 
anual  de  las  tierras  en  In^ílaterra.  Varia  j 
deps.  34,  en  el  grupo  norte  del  Atlántico  | 
hasta  7,35  en  el  grupo  central  del  sud.       | 

Desde  1870  á  1880  aumentó  37  o[0,  es  ■ 
decir  7  op  masque  la  población,  de- . 
mostrando  asi  que  la  valorización  de  la  ' 
tierra  crece  todavía  mas  pronto  alli  que  ; 
el  número  de  habitantes.  ; 

El  Sr.  Carnegie  no  e.studia    las  causas  ¡ 
de  éste  incremento,  pero    las   hallamos  I 
evidentemente    demostradas  por   los  re- 1 
sultados  que  las    mejoras  y   el    material  ! 
agrícola  han  producido  en  la  agi-icultura 
norte  americana,  que  elevan   sus  produc-  : 
tos  y  atraen  asi  más  y  más  los   ca[)itales 
y  los  brazos    á  esta    clase  de  explotacio- 
nes. 

Ko  menos  importantes  son  los  detalles  ' 
en  que  entra  respecto  á  las  clases  de 
cultura.  La  producción  de  granos  eo  i 
1880  fué  de  2.617.000.000  bushels  de  los  ' 
cuales  1.7.50.000.000  bushels  de  maiz,  | 
460.000.000  de  trigo  y  407.000.000  de ' 
avena.  i 

La  mayor  parte  del  maiz  se  consume 
en  los  Estados  Unidos   sirviendo  en  bue- í 
na  parte  para  la  alimentación  de  los  cer-  I 


dos,  caballos  y  ganado,  no  obstante  lo 
cual  su  exportación  en  20  años  subió  de 
10  á  50  millones. 

La  producción  de  la  cebada  aumenta 
rápidamente.  En  1870  la  producción  fué 
de  29  OOO.OíXJ  de  bushels  subiendo  en 
1880  á  44.00.0000  de  bushels.  El  pa.sto  es 
la  mas  importante  de  las  culturas;  en 
1880  la  producción  fué  de 36  millones  de 
toneladas  destinándose  á  su  producción 
30  millones  de  acres. 

El  sorgo  es  la  única  planta  importante 
de  reciente  introducción,  y  el  desenvol- 
vimiento de  su  cultura  fué  tan  conside- 
rable que  en  1880  se  obtuvieron  mas  de 
28  millones  de  galones  defmelaza,lo  que 
dá  nuis  de  medio  galón  por  habitante 
del  país,  hombres,  uiujeres  ó  niños. 

La  producción  del  algodón  ha  crecido 
también  de  un  modo  considerable.  En 
1830  ella  ascendió  á  976.845  fardos  y  en 
1880  fué  de  5.757.397  fardos,  que  repre- 
sentan un  valor  de  ps.  275.00(3.000.  La 
del  tabaco  ha  aumentado  80  o[o. 

La  cantidad  de  fruta  que  se  consume 
en  los  Estados  Unidos  es  prodigio.sa,  y  no 
obstante  su  baratura  la  producción  de 
1883  se  calculó  en  ps.  52..5U0.000. 

La  estadística  de  semovientes  re- 
vela no  menos  progreso  asi  como 
presenta  verdadero  interés  el  estudiar  to- 
dos los  [irovechos  que  de  su  explotación 
se'  obtienen. 

La  cantidad  de  cerdos  existentes  en 
los  Estados  Unidos,  en  1880.  ascendía  á 
56.750.000,  ésto  es  á  un  número  un  poco 
mayor  todavía  que  el  de  la  población 
que  en  esa  fecha  teníala  gran  república. 
En  este  país,  observa  en  consecuencia  el 
Sr.  Carnegie,  cada  hombre,  cada  mujer, 
cada  niño,  tiene  un  cerdo  y  un  poco  mas. 

El  número  de  cabezas  de  ganado  va- 
cuno es  de  46.000.000  de  los  cuales  18  mi- 
llones y  medio  son  vacas  lecheras,  resul- 
tando mas  de  una  vaca  por  cada  familia 
de  tres  personas.  La  cifra  del  ganado  la- 
nar es  de  45.000.000. 

El  producto  anual  de  lechería  se  cal- 
cula en  ps.  100.0rX).(X)0.  La  fabricación 
de  manteca  en  1880  fué  de  40  i.OOO  tone 
ladas  y  la  de  quesos  de  120  000  tonela. 
das. 

La  exportación  de  tocino  y  jamen  que 
en  1860  era  de  ps.  2.050.000  subía  en 
1883  á  ps.  50.000.000.  Los  cerdos  produ- 
cen anualmente  85.000.000  de  pesos. 

La  producción  de  lana  ha  seguido  una 
progresión  constante.    En  1830    fué    de 


DEL   Rio  de  la   Plata 


187 


18.000.000  de  libras;  en  1850  de  5:2000000 
en  1860  de  6000UOO0;  en  1870  de  100000000 
y  en  1880  de  240.00(3.0a0  de  libras,  pro- 
(iaciendo  asi  mas  que  el  doble  de  toda  la 
lana  que  produce  la  Gran  Bretaña. 

La  exportación  de  carnes  conservadas 
ha  seguido  una  progresión  considerable, 
subiendo  de  ps  17.500.000  á  que  ascen- 
dió en  1870,  á  ps.  70.000.000  en  1875  y 
ps.  117.500.000  en  1880.  Este  aumento 
de  exportación  y  los  beneficios  que  ella 
proporciona  ha  dado  lugar  á  un  fuerte 
encarecimiento,  en  los  Estados  Unidos  de 
la  carne  de  buey,  de  carnero  y  de  cerdo, 
que  son  los  únicos  artículos  de  consumo 
que  subieron  durante   los  últimos  años. 

Las  siguientes  cifras  demuestran  la 
importancia  de  esta  alza.  El  valor  de  ex- 
portación de  una  cabeza  de  ganado  va- 
cuno era  en  1870  de  ps.  20  y  en  1880  ha- 
bla subido  á  ps.  75;  el  valor  del  carnero 
apreciado  del  mismo  modo  era  en  1871 
de  ps.  2  subiendo  1880  á  ps.  4:45.  Los 
cerdos  vivos  alcanzaron  en  1874  el  máxi- 
mo de  su  valor,  costando  cada  cerdo  ex- 
portado ps.  10. 

Las  leyes  restrictivas  en  varios  países 
q'  interrumpieron  el  tráfico  dieron  lugar 
á  una  l)aja  deprecio  reduciéndose  éstos 
en  1880  á  ps.  5  por  cerdo,  baja  que  aun 
sin  esa  circunstancia  debia  producirse  en 
mas  (')  menos  tiempo  á  consecuencia  de 
la  extensión  que  puede  adquirir  en  los 
Estados  Unidos  la  cria  de  cerdos. 

El  Sr.  Caruegie,  inglés  de  nacimiento  y 
naturalizado  ciudadano  norte  americano, 
escribió  su  libro  con  el  objeto  de  demos- 
trar la  superioridad  que  tienen  las  insti- 
tuciones democráticas  de  su  nueva  patria 
y  los  progresos  con  ellas  realizados  en  los 
últimos  50  años,  y  es  en  la  agricultura 
donde  encuentra  los  rasgos  mas  sobresa- 
lientes para  pintar  lo  que  llama  el  triun- 
fo de  la  democracia. 

«Las  granjas  de  América  dice,  ocupan 
«  837.628  millas  cuadradas,  área  proxi- 
«  mámente  igual  á  la  cuarta  parte  de 
«  Europa  exceptuando  la  Rusia,  y  ma- 
«  yor  que  estas  cuatro  naciones  europeas 
«  reunidas,  Francia,  Alemania,  Austria- 
«  Hungi-ia  y  España.  El  capital  emplea- 
«  do  en  la  agricultura  bastaría  para 
«  comprar  toda  la  Italia  con  sus  ricos 
«  olivares  y  viñedos,  sus  antiguas  ciuda- 
«  des  históricas,  catedrales  y  palacios, 
«  sus  reyes,  y  su  aristocracia,  su  papa  y 
«  sus  cardenales  y  demás  restos  feuda- 
«  les.» 


«  Sí  los  chacareros  norte-americanos 
((  quisiesen  comprar  afuera  de  su  país 
«  podrían  adquirir  toda  la  península  es- 
«  pañola  con  todas  sus  tradiciones  de 
«  grandeza  medioeval  y  las  tierras  que  los 
«  holandeses  han  disputado  al  mar  con 
«  las  viejas  ciudades  edificadas  en  ellas.)) 

«  Si  quisiesen  poner  de  lado  sus  aho- 
«  rros  durante  tres  años  podrían  com- 
((  prarla  pequeña  Suiza  como  un  refugio 
a  para  el  verano,  sin  tocar  su  capital  des- 
«  de  que  sus  utilidades  anuales  exceden 
«  de  ps.  550.000.000. 

«  La  cosecha  de  cereales  en  1880  exce- 
«  dio  de  2  billones  y  medio  de  bushels. 
«  Puesta  en  carros  se  requeriría  para 
«  moverla  todos  los  caballos  de  Europa 
«  y  un  millón  mas  desde  que  cada  caballo 
«  puede  arrastrar  un  peso  de  dos  tonela- 
«  das.  Sí  se  pusiesen  en  fila  los  carros  que 
«  llevasen  la  cosecha  de  cereales  ellos 
«  darían  una  vez  y  medía  la  vuelta  al 
{(  mundo. 

<  Su  valor  es  déla  mitad  de  todo  el  oro 
«  extraído  en  treinta  y  cinco  años  de  las 
«  minas  de  California. 

«  El  total  de  lo  exportado  en  un 
«  año,  entre  carne  fresca  y  conservada 
«  en  diversas  formas,  ascendió  á  ps. 
«  1.175.000.000  y  en  1884  se  exportó  para 
«  Europa  medio  millón  de  anímales  en 
«  pié-  En  el  mismo  año  la  exportación 
«  de  quesos  subió  á  113.000.000  de  lí- 
«  bras.  » 

La  población  del  viejo  mundo  está 
aumentando  sin  que  puedan  crecer  sus 
medios  de  alimentación.  Desde  el  co- 
mienzo del  siglo  los  europeos  han  au- 
mentado de  172  millones  á  320,  aumen- 
to que  habría  sido  imposible  sin  las 
enormes  remesas  de  artículos  de  alí 
mentación.  El  déficit  anual  de  cerea- 
les en  Europa  es  de  380.000-000  de  bu- 
shels, mas  de  un  bushel  por  habitante  y 
el  de  carne  asciende  á  835.000  tonela- 
das. El  futuro  aumento  de  la  pobla- 
ción en  Europa  viene  á  depender  sobre 
todo  de  la  adquisición  de  materias  ali- 
menticias de  afuera,  especialmente  de 
América. 

Mr.  Giffen  e.stima  en  12  millones,  una 
tercera  parte  de  la  población,  los  que  en 
la  Gran  Bretaña  se  alimentan  con  produc- 
tos importados. 

Mr.  Carnigíe,  apreciando  los  progresos 
operados  en  los  últimos  treinta  años,  en 
la  agricultura  Norte-Americana,  concluye 
afirmando  que  en  cincuenta  años  mas  esa 


188 


Revista   Económica 


gran  nación  podrá  proveer  á  la  Europa 
de  la  totalidad  de  las  materias  alimenti- 
cias que  pueda  requerir  toda  su  pobla- 
ción . 

Estos  resultados  no  son,  sinembargo,  el 
simple  fruto  de  la  democracia;  demócrata 
es  la  Francia  casi  estacionaria,  y  modelo 
de  democracia  tradicional  es  la  Suiza  cu- 
yas condiciones  económicas  no  aventajan 
por  eso  á  las  de  algunos  paises  vecinos 
sometidos  al  régimen  monárquico,  son  la 
revelación  de  lo  que  puede  esperarse  en 
estos  paises  de  América  del  fomento  del 
trabajo  y  de  un  espíritu  [»ráctico  y  pro- 
gresista. 

Para  la  República  Argentin-a  ]iarticu- 
larmente  el  ejemplo  del  desarrollo  eco- 
nómico de  los  Estados-Unidos  tiene  capi- 
tal importancia,  pero,  cuando  ella  tanto  se 
afana  en  tratarde  copiar  todo  lo  que  se  re- 
fiera á  su  régimen  político  váá  buscar  sus 
inspiraciones  económicas  en  el  Lombart- 
Street,  sometiéndose  al  tutclaje  de  los  ex- 
plotadores del  dinero,  cuando  lo  que  re- 
quiere es  consultar  las  necesidades  de  la 
explotación  de  Ja  tierra. 


REVISTA  DE    LA    ASOCIACIÓN  DE     NAVIEROS 
DE    RaRCELONA    y    el    TASAJO 

La  asociación  de  navieros  y  consigna- 
tarios de  Rarcelona  se  ha  dirigido  al 
ministro  de  fomento  pidiendo  la  reduc- 
ción de  los  fuertes  derechos  que  se  han 
establecido  sobre  el  tasajo  en  su  impor- 
tación á Cuba  y  que  importan  un  recar- 
go considerable  sobre  los  anteriormente 
existentes,  como  lo  demuestran  los  si- 
guientes párrafos  de  su  exposición. 

«Que  la   partida  333  del  nuevo  Aran- 
cel, dice,  para  las  islas  de  Cuba  y  Puerto 
Rico  establece  para  el  tasajo  los  siguien- 
tes derechos  por  100  kilos:' 
Isla  de  Cuba:  Naciones  no 

convenidas ^     4.40 

Isla  de  Cuba:  Naciones  con- 
veniencia     "    3.60 

Puerto  Rico  naciones  no  con- 
venidas        "     2,65 

Puerto  Rico  naciones  con- 
venidas        "     2.35 

Por  el  Arancel,  todavía  vi- 
gente, paga  hoy  el  tasajo 
por  cien  kilos  en    la  isla 

de  Cuba "     i).iO 

Mas  el  20  por  100  adicional.      ^'     0.42 

Total ^    2.52 


Y  en  Puerto  Rico  paga  en  jun- 
to      "     2.395 

«Resulta  pues  que  la  importación  del 
tasajo  en  la  Isla  de  Cuba  que  estaba  ya 
muy  gravada  por  el  Arancel  vigente, 
experimenta  en  el  nuevo  un  recargo  in- 
comprensible de  cerca  de  80  0[o,  lo  cual 
viene  á  causar  considerables  perjuicios 
á  los  intereses  nacionales,  beneficiando 
tan  solo  con  ello  intereses    extranjeros.» 

í^a  asociación  de  navieros  considera  el 
asunto  desde  el  punto  de  vista  de  la  na- 
vegación á  vela  que  hasta  hoy  ha  benefi- 
ciado con  la  importación  del  tasajo  á  la 
isla  de  Cuba. 

«En  efecto,  agrega,  si  ese  aumento  se 
mantuviera  causaría  irremediablemente 
la  inmediata  desaparición  y  consiguien- 
tes ruinas  de  los  exiguos  restos  de  la 
marina  de  vela,  que  se  dedica  á  este  ne- 
gocio marítimo  comercial,  y  que  aun  lo 
realiza  por  sus  especíales  condiciones  de 
ser  esos  l)uques  mas  que  vehículos  de 
transporte,  verdaderas  factorías  dotantes 
por  lo  cual  es  la  única  que  puede  dedi- 
carse á  ese  tráfico,  que  tiene  para  dicha 
marina  de  vela  una  importancia  excep- 
cional para  su  sosteinmiento,  pues  seria 
I  casi  imposible  su  subsistencia  si  se  limí- 
tase á  vivir  con  los  exiguos  fletes  que 
actual  iT.  ente  se  obtienen  en  los  viajes  de 
ida  á  America  y  regreso  directo  á  Eu- 
ropa. » 

El  gol)ierno  español  no  se  ha  limitado 
á  elevar  los  derechos  sobre  el  tasajo  sino 
que  ha  venido  á  favorecer  la  concurren- 
cia norte  americana  con  la  exhoneracion 
completa  de  derechos  pjira  sus  salmue- 
ras . 

Sobre  este  punto  que  evidencia,  no  ya 
un  fin  rentístico  sino  una  política-  econó- 
mica contraría  á  los  intereses  del  Río  de 
la  Plata,  dejaremos  también  la  palabra  al 
gremio  de  navieros  y  consignatarios  de 
Rarcelona: 

«Estudiando  este  asunto  con  la  deten- 
ción (¡ue  por  su  importancia  merece,  esta 
asociación  ha  tratado  de  explicarse  este 
asunto  atribuyéndolo  á  la  laudable  in- 
tención que  quizás  ha  tenido  el  gobierno 
de  S.  M.  de  establecer  por  medio  de  un 
derecho  tan  gravoso  como  una  verdade- 
ra represalia  contra  los  [)aises  ])roductores 
de  tasajo  (pie  en  eíécto  ínq)Onen  á  algu 
nos  artículos  españoles  derechos  tan  cva- 
cidos  que  [¡ueden  considerarse  realmente 
prohibitivos.  Comprendemos  que  la  Re- 


DEL   Rio  de  la   Plata 


189 


pública  Argentina  y  la  República  Orien- 
tal del  Urogna^y  tratan  nuestras  importa- 
ciones con  extremado  rigor  y  casi  llegan 
¿imposibilitar  la  concurrencia  de  nues- 
tros vinos  en  aquellos  mercados.  Pero 
aún  reconociendo  cuan  justiñcadas  están 
las  represalias  para  obligar  á  esos  paises 
á  concertar  con  nosotros  esos  convenios 
comerciales,  no  creemos  que  la  elevación 
de  los  derechos  del  tasajo  en  las  Antillas 
sea  el  medio  mas  adecuado  i)ara  hacer 
sentir  aquellos  Estados  las  consecuencias 
de  la  falta  de  reprocidad  arancelaria. 

«Después  de  todo,  si  esto  en  realidad 
les  perjudica,  también  resulta  perjudicial 
en  alto  grado  para  nosotros,  como  ya  he- 
mos indicado,  pues  no  hay  que  olvidar 
que  se  trata  de  un  artículo  de  primera 
necesidad  ])ara  ciertas  clases  en  las  Anti- 
llas. El  establecerse  solo  esas  represalias, 
no  obligará  ciertamente  á  aquellas  na- 
ciones á  variar  su  actual  política  mer- 
cantil; pues  contrarias  en  su  principio  á 
los  convenios  internacionales,  tienen  su 
mayor  y  |u-incipal  fuente  de  ingresos  en 
la  renta  de  aduana,  lo  cual  exi^lica  los 
elevados  derechos  que  exigen  á  algunos 
artículos,  y  solo  estudiando  sus  exporta- 
ciones á  Europa,  podrán  las  represalias 
ser  eficaces  y  obligar  (juizá  á  aquellas 
Repúblicas  á  ciertos  convenios  especiales, 
sin  ver  perjudicada  de  un  modo  inq^or- 
tante  la  ex[)ortacion  de  sus  productos. 

«Pero  hay  aún  algo  mas  grave  en  la 
cuestión  que  tratamos  y  es  que  el  aumen- 
to de  derechos  al  tasajo  que  tan  perjudi- 
cial es  para  los  intereses  de  las  clases  po- 
bres de  Cuba,  para  la  marina  mercante 
y  l)ara  el  tesoro  público,  resulta  altamen- 
te beneficioso  para  los  Estados-Unidos, 
pues  si  bien  las  carnes  carnes  frescas 
no  están  comi)rendidas  en  las  franquicias 
otorgadas  |)or  el  último  convenio  á  dicha 
nación,  en  cambio  la  carne  en  salniuei'a 
y  demás  clases  tienen  entrada  libre  en  la 
isladeCul)a.  y  se  coili prende  fácilmente 
que  aprovechando  su  proximidad  á  las 
Antillas  se  envíen  grandes  cargamentos 
que  perjudicarán  notablemente  los  inte- 
reses de  la  ganadería  cubana  y  los  de  la 
marina  mercante  española,  que  desde 
hace  muchos  años  está  dedicada  á  tan 
importante  tráfico». 

Estos  párrafos  de  la  exposición  que  nos 
'  ocupa  nos  imponen  una  rectificación.    Ni 
la  República  Oriental,  ni    la    Argentina 
han  desfavorecido  especialmente  á  Espa- 
ña con  sus  tarifas  aduaneras.  Rieu  al  con- 


trario, puesto  que  los  derechos  sobre  los 
vinos  ordinarios  y  aguardientes  cuya  re- 
baja se  pretende  son  inqniestos  generales 
para  todas  las  procedencias,  y  mas  redu- 
cidos que  los  que  existen  en  las  principa- 
les naciones  consumidoras  de  artículos 
españoles;  además  los  aceites  y  sobretodo 
los  vinos  finos  españoles  están  especial- 
mente favorecidos. 

Otra  consideración  paraprobar  que  Es- 
paña no  estaba  en  el  caso  de  tomar  una 
resolución  de  tan  abierta  hostilidad  al 
tasajo  del  Rio  de  la  Plata  la  ofrece  el  he- 
cho de  que  á  éstos  paises  arriba  una  mi- 
tad mas  de  productos  españoles  que  lo  que 
de  ellos  importa  España. 

No  es  pues  España  ni  la  que  puede  im- 
poner ni  la  que  debe  quejarse. 


La  coloilizadoii  en  Santa- 


Hemos  tratado  de  demostrar,  en  estu- 
dios anteriores,  la  importancia  trascen- 
dental de  las  industriiis  que  se  empeñan 
en  reconquistar  el  mercado  de  los  consu- 
mos internos  y  disminuir  progresivamente 
el  tributo  impuesto  al  país  bajo  forma  de 
i m  portacio n  extranj era. 

Hoy  nos  proponemos  reseñar,  aunque 
imperfectamente,  el  desarrollo  de  una 
fuerza  ya  no  defensiva,  sino  definitiva- 
mente ofensiva,  la  producción  agrícola 
que,  en  el  espacio  de  quince  años,  des- 
pués de  desterrados  para  siempre  los  gra- 
nos de  afuera,  ha  llegado  á  ser  el  segundo 
factor  de  la  exportación  argentina. 

Hacen  quince  años  entraban  al  Puerto 
de  Buenos  Aires  cargamentos  de  trigo 
chileno  y  partidas  de  harina  norte-ameri- 
cana. 

Por  el  año  80  se  ensayó  tímidamente  la 
exportación  con  unos  millares  de  bolsas 
de  trigo,  como  quien  manda  muestras  ó 
artículos  de  curiosidad. 

En  86  se  exportaron  40  mil  toneladas, 
en  87  y  88  alrededor  de  200  mil,  en  90  y 
91  se  planteó  la  cifra  en  300  mil  toneladas 
aproximadamente  en  cada  año. 

En  el  92  se  exportarán  muy  cerca  de 
500,000  toneladas,  contribuyendo  con  800 
mil  toneladas  la  sola  provincia  de  San 
ta-Fé. 

Dicha  exportación  de  500,000  toneladas 


190 


Revista  Económica 


supone  una  producción  total  de  900,000 
toneladas,  para  que  quede  pan  para  todos, 
en  esta  tierra  privilegiada,  donde  el  ham- 
bre no  ha  sentado  aún  sus  reales. 

Pues  bien,  comparémonos  con  nuestros 
hermanos  del  Norte,  quienes  han  hecho 
de  los  Estados-Unidos  el  granero  inagota- 
ble del  mundo. 

Los  Estados-Unidos  han  exportado  en  el 
año  91  alrededor  de  cinco  millones  de  to- 
neladas, es  decir:  siete  toneladas  mas  ó 
menos  por  cada  cien  habitantes,  mientras 
que  nuestra  exportación  de  500,000  tone- 
ladas, significa  un  «mínimum»  de  lOtone- 
ladas  por  cada  cien  habitantes. 

Y  con  muchos  meses  de  anticipación 
los  Bancos  de  Inglaterra  y  de  Francia  y 
los  economistas  europeos  han  estado  ca- 
vilando para  buscar  el  modo  de  pagar  á 
los  norte  americanos  los  treinta  millones 
de  libras  de  su  cosecha,  sin  perturbar  los 
cambios,  sin  reducir  demasiado  las  reser- 
vas metálicas  de  Londres  y  de  Paris,  que 
son  las  columnas  del  sistema  monetario  y 
del  crédito  universal. 

¡Ojalá  lleguemos  pronto  nosotros  tam- 
bién, á  qnitar  el  sueño  á  los  colosos  guar- 
dianes de  esos  Tesoros! 

Estamos  en  buen  camino,  porque  el 
maíz  rivaliza  con  el  trigo.  En  el  gran  año 
del  maíz,  que  fué  el  año  90,  se  despacha- 
ron para  el  exterior  700,000  toneladas  de 
este  grano,  que  el  Buen  Lafontaiue  lla- 
maba el  Trigo  de  Turquía. 

En  el  92,  no  andamos  muy  lejos  de  la 
cifra  del  90. 

La  calidad  del  maíz  argentino  es  repu- 
tada como  snperior  por  lo  general.  En 
cuanto  al  trigo  que  no  habia  merecido 
una  clasificación  muy  honrosa  hasta  en- 
tonces, no  quiso  quedarse  atrás,  mejoró 
de  repente  en  la  cosecha  del  90/91,  y  cayó 
en  gracia  á  los  consumidores  europeos. 

Detrás  de  esos  dos  potentados  signen 
otros  artículos,  señores  3'a  de  menor  im- 
portancia, como  el  lino,  el  pasto,  la  ha- 
rina, el  afrecho. 

En  resumidas  cuentas,  el  embarque  de 
cereales  del  presente  año  alcanzará  un 
valor  de  veinticinco  á  ti-einta  millones  de 
pesos  oro — en  una  exportación  total  de 
cien  millones  oro. 

La  lana  que  simboliza  la  antigua  rique- 
za pastoril,  queda  aún  dueña  del  primer 
puesto  con  sus  350,000  fardos,  cuyo  valor 
asciende  á  40  millones  de  pesos.  Pero 
antes  de  muchos  años  hemos  de  ver  la 
nevada  montaña  de  las  lanas  sobrepasada 


por  las  inmensas  pilas  de  trigo  y  de  maíz, 
en  cuanto  al  valor  exportado,  se  entiende. 

Porque  ya  el  bulto  de  las  bolsas  supera 
por  mucho  al  de  los  fardos,  pudiendo  ca- 
ber todos  estos  en  un  centenar  de  los  va- 
pores que  parecen  ciudades  andantes, 
mientras  que  ni  con  quinientos  monstruos 
marinos  de  esos  nos  libramos  del  sobrante 
exportable  de  nue.stras  parvas. 

Y  si  en  vez  de  considerar  solo  el  valor 
de  lo  exportado,  agregáramos  al  activo 
de  los  agricultores  los  productos  que  que- 
dan en  el  país  para  el  consumo  déla  gen- 
te, de  los  animales  y  de  las  fábricas,  es 
una  friolera  de  veinte  millones  mas,  que 
desde  ya  resuelve  la  preponderancia  nu- 
mérica á  favor  délos  granos,  colocándolos 
arriba  de  la  lana  en  la  escala  de  la  pro- 
ducción general. 

Ahora  veamos  bajo  qué  impulso  y  qué 
sistema  ha  podido  realizarse  este  milagro 
déla  multiplicación  tan  rápida,  ya  no  de 
los  panes,  sino  de  los  gi-anos. 

Estudiando  el  proceso  déla  agricultura 
en  la  Provincia  de  Santa-E'é,  es  como  po- 
demos darnos  mejor  cuenta  de  las  causas 
y  circunstancias  del  éxito  adquirido  y  de 
las  promesas  del  porvenir. 

Porque  el  tiúgo  es  la  especialidad  de 
Santa-Fé,  como  la  uva  de  Mendoza,  el 
azúcar  de  Tucuman,  la  lana  de  Buenos 
Aires.  Esta  hermana  mayor  de  las  pro- 
vincias sabe  ser  agrícola  también  y  si  no 
produce  tanto  trigo  como  Santa-Fé,  puede 
reivindicar  como  suya  casi  toda  la  cosecha 
de  maíz. 

Buenos  Aires  tiene  la  milicia  veterana 
de  sus  chacareros  del  Norte  y  de  la  costa 
desde  la  capital  hasta  la  campaña  y  des- 
de la  campaña  hasta  San  Nicolás,  que  es 
la  Ciudad  Santa  de  las  papas  como  lo  es 
del  maíz  el  Baradero — por  el  Oeste  han 
alcanzado  Chivilcoy  primero,  después  el 
Bragado,  y  en  fin,  el  Nueve  de  Julio.  Ha- 
cia el  Sud  han  ocupado  el  valle  del  Sala- 
do, se  han  extendido  hasta  el  Azul,  y  de 
ahí  han  empujado  el  arado  hasta  dar  con 
el  Puerto  de  Bahía  Blanca. 

Buenos  Aires  cuenta  también  con  sus 
Centros  Agrícolas.  Pero  ese  organismo 
nuevo  imperfectamente  aplicado  no  ha 
producido  aún  los  resultados  anhelados. 

Mas  compacta,  mas  metódica,  ha  sido  la 
evolución  colonizadora  en  Santa-Fé  y  por 
eso  esta  Provincia,  que  representa  quizás 
la  tercera  parte  de  la  otra  como  población 
y  como  territorio,  ha  podido  igualar  la  ri- 


DEL   Rio  de  la  Plata 


191 


queza  agrícola  del  gran  Estado  del  Sud. 

La  colonización  en  Santa-Fé  ha  lanzado 
sus  vanguardias  y  desplegado  sus  masas 
con  la  misma  audacia  fria  y  corrección 
matemática  con  las  cuales  Zola  caracte- 
riza en  la  Débácle,  la  invasión  científica 
de  los  ejércitos  alemanes. 

Duros  y  áridos  han  sido  los  principios 
cuando  se  fundaron  las  primeras  colonias, 
Esperanza  y  San  Carlos,  cuando  llegaron 
los  primitivos  colonos  ignorantes  del  cli- 
ma y  del  suelo,  y  de  esa  langosta  para 
ellos  desconocida,  los  indios. 

Han  de  saber  Vds.  que  apurada  por 
la  lanza  de  esos  indios  picaros  la  Capital 
de  la  Provincia  tuvo  que  retroceder  des- 
de Cíistayacito  donde  se  habia  estable- 
cido primero  hasta  su  actual  ubicación 
casi  insular,  y  estratejica  en  medio  de 
los  riachos  del  Paraná  y  de  los  bañados 
del  Salado. 

Esperanza  y  San  Carlos  sirvieron  de 
núcleos  para  las  colonias  que  brotaron 
en  el  Norte — bajo  el  amparo  de  la  Capi- 
tal de  la  Provincia. 

En  el  año  <i3  el  número  de  las  hectá- 
reas cultivadas  alcanzaba  8000  hectá- 
reas, sea  menos  de  dos  leguas— en  el  72, 
60,000  hectáreas. 

Rosai-io  empezaba  entonces  á  colonizar 
por  su  lado  tomando  como  eje  de  su  co- 
lonización la  línea  del  Central  Argentino 
y  en  el  82  ya  eran  230,000  hectáreas. 

En  el  91  subimos  á  650,000  y  en  el  92 
á  850,000 — cómo  quien  dice  ti-ecientos 
cuarenta  leguas  cuadradas  —  labradas, 
sembradas,  y  cosechadas. 

El  asombroso  progreso  que  se  observa 
en  el  ])eriodu  trascurrido  aesde  el  82  has- 
ta el  91  solo  puede  explicarse  por  el  fe- 
cunde movimiento  de  construcción  de 
ferro-carriles,  subía  yjconstantemente  ini- 
ciado ú  ayudado  por  los  ilustrados  go- 
bernantes de  Santa  Féel  Dr.  Gal  vez  y  el 
Dr.  Cafferata. 

Basta  mirar  el  mapa:  los  rieles  han  si- 
do los  brazos  de  fierro  de  que  se  ha  vali- 
do la  colonización  para  estender  su  red,  y 
cada  línea  ha  venido  á  ser  una  calle  de 
colonias  y  cada  avanzada  de  los  rieles  ha 
producido  la  fundación  de  un  nuevo  cen- 
ti'O  colonial,  como  centinela  del  ejercito 
labrador. 

El  ferro  carril  Provincial, gráficamente 
bautizado  con  el  nombre  de  ferro-carril 
á  las  Colonias,  dio  así  la  vida  á  Pilar,  Ra- 
faela, Lehmams,  Umberto  I",  llevando  su 
hnea  principal   hacia  el    Noroeste  hasta 


San  Cristóbal,  que  se  consideraba  hace 
tres  años  como  el  polo  Norte  de  la  Colo- 
nización, y  donde  empiezar,  los  inmen- 
sos dominios  déla  Compañía  Inglesa  de 
Tierras,  seiscientas  leguas  cuadradas. 

Al  mismo  tiempo  con  su  ramal  á  la 
frontera  de  Córdoba  llevaba  una  invasión 
de  colonos  á  la  Provincia  vecina  fundan- 
do de  paso  las  colonias  de  Clucellas,  Jo- 
sefina, y  varias  otras. 

La  línea  á  Reconquista,  de  la  misma 
red,  está  terminada  desde  hace  tres  años; 
Esa  rica  faja  de  tierra,  lomada  paralela 
al  Paraná,  no  contaba  una  sola  colonia 
antes  de  tendidos  los  rieles.  Hoy  la  ter- 
cera parte  del  camino  esta  colonizada: 
por  lo  demases  preciso  dar  tiempo  á  que 
se  arranquen  los  grandes  montes  de  ma- 
dera dura. 

El  Central  Argentino  ha  formado  las 
colonias  de  Carcaraña  Cañada  de  Gó- 
mez Armstron  y  Tortugas. 

El  Oeste  Santafesino — ^  Candelaria— 
después  dio  otro  ataque  á  la  Provincia  de 
Córdoba  para  ir  á  fundarla  colonia  Juá- 
rez CelmanenCruz  Alta. 

En  fin,  last  not  least,  el  último  pero 
no  el  de  menor  valía  el  ferro-caiTÍl  de 
Buenos  Aires  á  Rosario,  cuenta  con  las 
colonias  Aldao,  Irigoyen,  Galvez,  que  se 
ha  hecho  todo  un  pueblo,  y  Súnchales 
que  pareció  iba  ser  el  último  límite  de  la 
colonización  por  ese  lado -Pero  hace  un 
año  surjió  la  Colonia  Ceres,  veinticinco 
leguas  mas  afuera,  sobre  el  mismo  ferro- 
carril, casi  en  la  frontera  de  Santiago  del 
Esteró,  y  ha  sido  un  éxito  estupendo 
puesto  que,  en  el  espacio  de  un  año,  se 
han  vendido  en  concesiones  á  los  colo- 
nos doce  leguas,  de  las  cuales  están  sem- 
bradas ya  tres  leguas. 

Esta  Colonia  Cores  fundada  en  campos 
de  los  señores  Casares  y  Malbran — y  las 
Colonias  de  Llambí  Campbell  y  del  Ban- 
co Territorial  y  Agrícola  de  Santa-Fé  en 
el  Tostado,  forman  las  puntas  exti-emas  al 
Ñor  Oeste  del  vasto  sistema  colonial  y 
bien  merecían  el  nombre  de  Far  West 
Santafesino- 

El  Tostado  era  un  antiguo  fortín— hoy 
destruido  —  pintorescamente  defendido 
por  el  Rio  Salado— uno  délos  mojones  de 
la  línea  de  frontera  del  Chaco. 

Hoy — cedant  arma  togae — es  esta- 
ción del  ferro-carril  recien  inaugurado 
de  San  Cristóbal  á  Tucuman. 

Pero  de  tiempo  en  cuando  los  indios 
vuelven  á  las  andadas— el  pueblo  que  se 


192 


Revista  Económica 


compone  de  tres  ranchos  coiTe  á  las  ar- 
mas, el  bombero  de  la  estación  se  con- 
vierte en  héroe,  y  conqnista  por  el  pres- 
tigio de  la  victoria  el  corazón  de  una 
italiana  bien  parecida  de  veinticinco 
años  de  edad,  que  maneja  sola  un  boliche 
en  esas  alturas,  con  bromas  y  sonrisas  en 
los  labios  y  revolver  en  la  cintura. 

Cuando  volvamos  alli,  dentro  de  un 
año,  el  Tostado  tendrá  cincuenta  casas 
y  doscientas  ó  trecientas  concesiones  sem 
bradas. 

Hablando  en  números  redondos,  el  mi- 
llón de  hectáreas  cultivadas  en  Santa-Fé 
produce  500,000  toneladas  de  trigo, 
40,ÍXJ0  de  maiz,  40,000  de  linó,  40,000  de 
papas,  400,000  de  alfalfa  y  de  10,000  de 
man  i. 

Los  colonos  santafesinos  se  dedican  con 
preferencia  al  trigo  porque  les  parece  mas 
seguro,  y  de  menos  trabajo  para  cosechar- 
lo que  el  maiz;  cosechan  el  mani  en  los 
cami)os  bajos  y  arenosos  déla  costa  del 
Paraná,  donde  produce  muy  bien,  y  está 
fomentada  la  producción  por  las  fabricas 
de  aceite. 

Se  estau  haciendo  ahora  grandes  ensa- 
yos de  siembra  de  tártago  para  el  mismo 
objeto. 

Si  la  cosecha  fuera  realmente  favore- 
cida por  el  tiempo — y  no  fuera  perjudi- 
cada por  la  langosta,  los  ])roductos  exce- 
derían mucho  los  números  que  acabamos 
de  indicar. 

Una  buena  cosecha  como  la  del 
1889  y  1890  daria  mil  kilos  de  trigo  por 
hectárea  en  vez  de  los  500  mas  ó  menos 
que  han  sido  el  promedio  del  año  91  á  92. 

El  precio  común  alcanzado  debe  con- 
siderarse de  7  ps.  aproximadamente  dan- 
do lugar  á  una  utilidad  de  dos  ó  tres  pe- 
sos por  100 kilos  sea  de  diez  á  quince  pe- 
sos por  hectárea,  al  rededor  de  trescien- 
tos pesos  por  concesión   de  25  hectáreas. 

Dicha  utilidad  si  bien  es  modesta  para 
la  familia  que  traljaja  una  o  dos  conce- 
siones,— le])erniite  sin  embargo  después 
de  pagados  los  gastos  y  deudas  de  todo  el 
año,  amortizar  una  buena  parte  de  lo 
que  quede  adeudando  del  precio  de  la 
tierra  dentro  de  los  largos  plazos  de  tres  y 
cuatro  años  que  concede  el  vendedor  del 
campo. 

Para  los  colonos  emprendedores  y  ca- 
pitalistas que  ya  tienen  veinte,  cincuenta 
y  hasta  cien  concesiones,  cada  cosecha 
es  la  creación  de  un   nuevo  capital  que 


vuelve  á  emplearse  en  tieiTa  y  en   siem- 
bras. 

No  todos  los  colonos  compran  la  tierra, 
los  que  no  tienen  elementos  suficientes 
para  comprar,  trabajan  sea  como  arren- 
datarios, sea  como  quarteros,  tcrcianeros 
ó  medianeros,  enti-egando  un  tanto  por 
ciento  de  los  productos  de  la  cosecha  en 
calidad  de  alquiler  y  de  remuneración  y 
devolución  de  adelantos. 

Bajo  una  forma  ú  otra  aunque  no  ten- 
ga mas  capital  que  sus  brazos}^  sus  hijos, 
nunca  le  faltan  al  colono  los  medios' de 
trabajar,  la  tierra,  el  arado,  la  semilla,  la 
subsistencia,  hasta  que  la  cosecha  dé  pa- 
ra pagar  todo.  íso  hay  crédito  organiza- 
do, no  hay  Bancos,  pero  hay  la  protec- 
ción y  la  habilitación  recíproca,  el  pa- 
riente, el  amigo,  el  paisano  que  ayuda. — 
Es  uu  admirable  ejemplo  de  mutualismo 
espontáneamente  generalizado. 

Debido  á  la  fertilidad  del  suelo,  á  la 
perseverancia  del  esfuerzo  humano,  tan 
felizmente  aplicado,  la  crisis  no  solo  ha 
pasado  desapercibida  en  las  campañas 
de  Santív-Fé  sino  que  ha  sido  la  época  de 
mas  desarrollo  y  de  mayores   conquistas. 

Mientras  que  el  Balance  general  de  la 
inmigración  denunciaba  un  saldo  en  con- 
tra del  país  durante  los  dos  años  pasados 
la  población  de  la  Provincia  de  Sauta-Fé 
ha  sido  aumentada  con  18000  inmigran- 
tes en  el  90  y  6500  en  el  91. 

Siguen  llegando  y  cada  vez  que  vuelve 
el  invierno,  van  abriendo  millares  de  mi- 
llones de  surcos  en  las  pampas  invioladas 
para  que  pueda  brotar  engalanándolas, 
cual  brillante  velo  de  terciopelo  verde, 
el  trigo  nuevo,  tierno  y  frágil,  como  son 
las  esperanzas. 


GroRGiCüs. 


CRÓNICA  DE  LA  QUINCENA 

Agosto  4  do   18'J2. 

La  historia  enseña, — y  esto,  á  juzgar 
por  sus  efectos,  mas  bien  parece  un  mo- 
do de  decir  que  otra  cosa,— que  las  épo- 
cas de  un  gran  desarrollo  en  las  artes  y 
en  la  industria,  en  las  construcciones  ar- 


DEL  Rio  de  la  Plata 


193 


quitectónicas,  en  los  ti*abajos  que  mas 
parecen  indicar  é  interesar  la  prosperidad 
pública,  son  el  preludio  de  faces  de  per- 
turbación y  de  desorden.  Hemos  podido 
observar  el  hecbo  fenomenal  entre  no- 
sotros, donde  una  coalición  de  hombres, 
pertenecientes  á  todos  los  partidos,  empu- 
ñó las  armas  en  Julio  del  90  alzándose  en 
rebelión,  contra  las  autoridades  legal- 
mente  constituidas. 

Todo  parecia  concluido  con  la  caída, 
diré  asi,  del  Dr.  D.  Miguel  Juárez  Cel- 
man .  Los  sucesos  que  se  Tienen  enca- 
denando de  entonces  acá, — tanto  en  el 
orden  político-social,  como  en  el  econó- 
mico-financiero, y  no  obstante,  haberse 
electo  en  paz  el  futuro  Presidente  de  la 
República,  hombre  esencialmente  de  ley 
y  de  reconocida  probidad,  están  diciendo 
que  hay  en  el  país  causas  permanentes 
de  desorganización. 

Cuando  no  se  oye  un  estallido  lejano 
como  en  Salta,  siéntense  sordos  rumores  de 
anarquía  en  otra  parte;  y  cuando  nada  de 
esto  sucede,  aparecen  declaraciones  por 
la  prensa  que  ponen  en  labios  de  aquel 
magistrado  en  perspectiva,  palabras  que 
nadie  contradice,  sin  duda  porque  son 
una  fantástica  interpretación  de  su  pensa- 
miento. 

Pero  siempre  resulta  de  lo  enumerado 
en  pocas  frases,  que  hay  mal  estar,  inco- 
herencia en  los  propósitos,  perturbación 
en  los  espíritus,  y  para  decirlo  todo  de 
una  vez,  exaltación  furiosa,  precursora  de 
trastornos;  por  manera  que,  la  fisonomía 
característica  del  momento  en  que  escri- 
bo, es  la  misma  de  hace  quince  dias: 
hay  inquietud. 

Nuevas  causas  ó  motivos  sin  ser  preci- 
samente de  orden  político,  relacionándo- 
se con  ello,  hacen  subir  la  marea,  como 
por  ejemplo:  denuncias  oficiales  y  parti- 
culares de  despiltarros  vergonzosos  de  la 
cosa  pública  en  reparticiones  nacionales 
y  en  provincias,  como  Córdoba, — siendo 
el  cúmulo  de  las  explotaciones  enormísi- 
mo, á  tal  punto,  que  estoy  tentado  de  de- 
cir, recordando  á  Voitaire:  «Cuando  la 
«  acusación  es  tan  grande  como  la  de  que 
«  me  he  robado  la  torre  de  nuestraSeñora 
«  de  París,  en  el  bolsillo,  es  inútil  la  de- 
fensa. )) 

Mas  ésto,  no  quiere  decir  que  ensam- 
blando los  hechos  reales  con  las  inven- 
ciones  no  aparezca  la  República  ante 


propios  y  extraños  ni  mas  ni  menos,  que 
una  inmensa  guarida  de  malhechores. 

Los  intereses  nacionales  por  un  lado, 
los  internacionales  por  otro,  todo  lo  que 
constituye  el  ser  deun  pueblo  en  el  pasa- 
do, en  el  presente  y  en  el  porvenir,  pade- 
cen así  extraordinariamente  como  se 
comprende;  y  el  pleito  de  nuestro  honor 
se  falla,  por  decirlo  así,  ¿pso  fado,  por- 
que no  hay  necesidad  de  llamar  testigos 
que  depongan:  confesión  de  parte,  releva 
de  prueba. 

Hay  sin  embargo,  y  no  puede  dejar  de 
haber,  mucho  exajerado  que  eliminar,  y 
mucho  real  que  apartar.  Las  fuerzas  vi- 
vas del  país  son  considerables.  La  reac- 
ción se  ha  de  operar  poco  á  poco,  lenta- 
mente,— que  en  estos  asuntos  no  es  muy 
matemática  la  ley,  como  en  física,  la  acción 
no  es  igual  á  la  reacción.  Es  decir,  que  el 
error  de  un  minuto  tarda  años  en  ser  cor- 
regido. 

De  modo  que, para  que  con  la  lentitud 
inevitable  aunque  en  el  menor  tiempo  po- 
sible, equilibremos  el  debe  con  el  haber, 
se  requieren  varias  circunstancias,  coinci- 
diendo, un  propósito  y  un  fin  común  en- 
tre gobernantes  y  gobernados:  en  éstos, 
calma  y  juicio;  en  aquellos,  energía  y 
fidelidad.  De  lo  contrario  nuevas  zozobras 
nos  esperan. 

Lo  diré  una  vez  mas.  El  nuevo  magis- 
trado llamado  á  regir  los  destinos  de  la 
Repúbbca,  me  inspira  confianzay  fé.  No 
di^o  lo  mismo  de  los  círculos,  de  los  par- 
tidos, cualquiera  aue  sea  su  filiación,  sus 
tendencias,  su  creció,  su  responsabilidad 
en  el  pasado,  ó  su  ideal  en  el  futuro.  Así 
es  que,  hay  que  esperar  y  que  ver,  pa- 
gándonos lo  menos  posible  de  palabras,  y 
teniendo  presente  que  si  hay  alguna  ilu- 
sión verdadera,— es  la  que  se  traduce  en 
el  grito  tantas  veces  repetido:  principios, 
no  hombres.  Las  instituciones  y  las  leyes 
en  manos  de  los  incompetentes  para  solo 
decir  ésto,  son  como  juguetes  preciosos 
en  manos  de  niño. 

Hé  ahí  en  brevísimo  resumen  la  histo- 
ria de  estos  quince  dias,  y  los  argentinos 
para  quienes  escribo  principalmente, 
pueden  mirarse  veluti  in  spéculo. 

Quemas  quieren  los  lectores  de  la  Re- 
vista, que  se  les  diga,  si  no  hay  esa  suce- 
sión de  hechos  ruidosos  que,  conexos  ó 
inconexos,  constituye  látela  mas  ó  menos 


194 


REVISTA  Económica 


enmarañada  de  una  crónica  verdadera? 

Que  les  anuncie  que  el  12  de  Octubre 
se  hará  el  escrutinio  presidencial? 

Ya  está  dicho;  en  ese  hecho  próximo 
venidero,  creo.  Faltan  pocos  dias  y  vere- 


mos. 


Lucio  V.  Mansilla. 


Ijlica 


CRÓNICA  DE    LA   QUINCENA 


La  cuestión  económica  continúa  preo- 
cupando la  atención  pública  y  el  ma- 
lestar general  se  agrava  cada  dia  mas  de- 
bido á  la  restricción  del  medio  circu 
lante. 

El  mensage  acompañando  los  proyectos 
que  ya  anunciábamos  en  nuestro  número 
anterior,  es  un  documento  notable  por  la 
franqueza  con  que  el  P.  E.  expone  la  si- 
tuación y  dá  cuenta  documentada  de  las 
negociaciones  del  célebre  Banco  Noetz- 
lin-Ingouville,  con  cuyo  mirage  se  han 
perdido  diez  meses,  sacrificándose  mien- 
tras tanto  las  oportunidades  que  se  han 
presentado  para  mejorar  efectivamente 
las  condiciones  generales  del  país  y  este- 
rilizando los  esfuerzos  que  se  han  hecho 
con  ese  objeto. 

Esos  documentos  son  la  comprobación 
mas  completa  de  la  exactitud  de  nuestras 
apreciaciones  sobre  el  alcance  de  la  com- 
binación bancaria,  cuyas  bases  hemos 
analizado  cuando  se  discutía  en  las  Cá- 
maras, á  fines  del  año  pasado,  y  comprue- 
ban inconcebible  pertinacia  en  mante- 
ner al  país  encerrado  en  un  estrecho 
círculo,  cuyas  pretensiones  depresivas 
eran  tan  imtantes  como  injustificadas,  á 


la  par  que  demuestran  que  el  Banco  que 
se  presentaba  como  cosa  hecha  no  tenia 
ninguna  base  sólida  que  le  diese  se- 
riedad 

También  están  completamente  confir 
madas  nuestras  posteriores  afirmaciones- 
en  esta  Revista.  El  Banco  proyectado  era 
la  copia  fiel  del  dogal  mejicano. 

La  base  de  la  negociación  era  crear  un 
Banco  en  condiciones  análogas  al  Banco 
de  Méjico,  con  la  particularidad  de  que  el 
Gobierno  no  conocía  los  Estatutos  Noetz- 
lin  que  para  el  caso  se  adoptaban  y  cuyos 
resultados  prácticos  fueron  tales  que,  como 
lo  hemos  historiado,  dieron  lugar  á  que 
el  Congreso  Mejicano  acusase  al  gobierno 
que  lo  firmó. 

Enti-e  las  bases  estaba,  por  ejemplo, 
la  de  que  el  Gobierno  que  entregaba  de- 
pósitos judiciales,  privilegios  de  emisión 
y  varios  otros  monopolios  y  favores,  no 
pudiese  tener  en  el  Bauco  un  solo  peso 
de  crédito,  sin  dar  garantías  especiales. 
Estas  garantías,  según  el  precedeote  meji- 
cano importaban,  nada  menos  que  el  des- 
cuento de  las  rentas  futuras,  con  lo  cual, 
en  pocos  meses,  se  podría  dejar  á  la  Na- 
ción, como  quedó  Méjico,  sin  tener  con 
que  atender  los  servicios  mas  ordinarios, 
no  obstante  haberse  rebajado  allí  á  la  mi- 
tad los  sueldos  y  recurrido  á  otras  medi- 
das análogas. 

Léanse  los  telegramas  con  los  proyec- 
tistas y  el  memorándum  de  éstos  de  Ene. 
ro  del  corriente  año,  que  demuesü-an  los 
elementos  con  que  se  pensaba  hacer  el 
Banco  y  el  alcance  de  las  disposiciones 
que  oportunamente  hemos  censurado,  y 
se  verá  que  en  vez  de  proceder  con  pa- 
sión, tergiversar  los  hechos  y  tratar  de 
echar  sombras  sobre  bases  tan  claras  co- 
mo convenientes,  nos  habíamos  hecho 
cargo  de  la  realidad  y  defendíamos  los  in- 


DEL  Rio  de  la  Plata 


195 


tereses  del  país,   apreciando  las  cosas  co- 
mo ha  resultado  que  eran. 

Una  vez  aclarado  por  los  proyectistas 
el  significado  de  las  bases,  el  propio  Pre- 
sidente de  la  República  no  yaciló  en  re. 
chazarlas,  después  de  votada  la  ley  que 
combatimos,  aunque  pudiese  con  esto  fra- 
casar el  negocio  que  tan  empeñosamente 
se  quería  realizar. 

No  estamos  conformes  con  las  con- 
clusiones del  mensage  sobre  la  cuestión 
monetaria. 

Si  bien  encontramos  en  ese  importan- 
te documento  principios  exactos,  brillan- 
temente espuestos,  vemos  al  señor  pre- 
sidente persistir  en  el  monometalismo 
oro  y  en  el  sistema  de  restricción,  si- 
guiendo en  ésto  un  error  corriente  entre 
muchos  de  nuestros  hombres  ilustrados, 
que  buscan  sus  inspiraciones  en  un  re- 
ducido gremio  de  colocadores  de  dinero 
y  del  comercio  de  importación,  no  siem- 
pre acordes,  y  ti-atándose  de  circulación, 
opuestos  á  los  intereses  generales  del 
país. 

Es  un  caso  de  exti'avísmo  que  esplica 
á  la  vez  todo  el  empeño  con  que  se  trató 
de  realizar  el  Banco  Noetzlin,  amonto- 
nando privilegios  sobre  privilegios  y 
abandonando  uno  tras  otro  los  intereses 
generales  á  que  las  instituciones  de  este 
género  deben  responder. 

En  el  artículo  que  publicamos  hoy 
sobre  la  fuerza  motriz  de  la  moneda, 
nos  hacemos  cargo  de  algunos  de  los 
errores  corrientes  que  se  reflejan  en  el 
mensage  y  de  acuerdo  con  los  cuales 
es  que  se  llega  á  las  conclusiones  lógicas 
que  combatimos,  sin  seguir  la  moda  de 
especializarnos  con  el  Presidente  que, 
aunque  bien  intencionado,  se  deja  llevar 
por  los  que  por  tradición  se  juzgan  los 
mas  peritos  en  estas  materias. 


Algunos  párrafos  del  mensage  pare- 
cen revelar  deseos  de  emancipación  de 
parte  del  señor  Presidente,  que  compren- 
de que  hasta  «  el  curso  forzoso,  como  ca- 
«  si  todas  las  cosas  de  este  mundo  de  re- 
«  latividades,  no  es  ni  absolutamente  ma- 
«  lo  ni  absolutamente  bueno;  tiene  ven- 
»  tajas  y  tiene  inconvenientes  según  el 
«  punto  de  vista  desde  el  que  se  le  es- 
«  tudie,  y  produce  en  la  práctica  males 
«  ó  beneficios,  según  la  oportunidad  de 
«  su  aplicación  y  el  uso  que  de  él  se 
«  haga.  » 

Estas  palabras  son  de  hombre  de  Es- 
tado, pero  es  difícil  emanciparse  de  las 
ideas  prestigiadas  cuando  se  tiene  la  res- 
ponsabilidad del  gobierno  y  se  ha  par- 
ticipado de  ellas  durante  largos  años. 

No  se  Je  oculta  á  su  espíritu  ilustrado 
que  mas  vale  tener  una  mala  moneda 
que  no  tener  ninguna,  sin  embargo  no 
se  atreve  ni  á  establecer  el  bimetalismo 
y  al  aconsejar  la  acuñación  de  plata  la 
deja  limitada  como  moneda  de  bellon  á 
un  cinco  por   ciento  en   los  pagos. 

Respecto  de  emisiones  de  billetes  de 
curso  forzoso,  á  que  á  falta  de  oro  ó  de 
plata,  (la  que  sea  dicho  de  paso  puede 
la  República  obtener  en  cantidad  nece. 
saria)  las  conveniencias  públicas  aconse- 
jarían recurrir,  dice  el  señor  presidente, 
que  es  imposible  darlo  cuando  carece  de 
objeto  á  qué  aplicarse,  queriendo  decir 
con  esto  cuando  falta  una  emisión  circu* 
laute. 

Creyendo  posible  la  provisión  de  una 
circulación  de  plata  con  los  recursos  de 
que  dispone  el  pais,  no  nos  parece  que  es" 
tamos  en  el  caso  de  emisiones  de  curso 
forzoso,  pero  aún  así  no  dejaremos  pasar 
sin  rectificarla,  la  afirmación  á  que  nos 
referimos. 

Para  destruirla  nos  bastaría  citar  un 
ejemplo:  el  de  los  Estados-Unidos  quehi- 


196 


Revista  Económica 


cieron  sus  emisiones  de  curso  forzoso,  pri- 
mero en  algunos  estados  durante  la  época 
colonial,  y  después  para  la  guerra  de  la 
Independencia,  cuando  no  tenían  billetes 
en  circulación;  y  ésta  se  proveía  con  las 
libras  y  shelines  ingleses  y  los  pesos  me- 
gicanos.  Podemos  agi*egar  muchos  otros 
ejemplos  que  comprueban  la  posibili- 
dad práctica  de  lo  que  se  llama  imposible 
pero  iremos  mas  lejos  7  demostraremos, 
con  las  consideraciones  que  la  ciencia 
sugiere,  que  lo  que  la  práctica  comprueba 
se  justifica  por  la  mas  sana  teoría. 

El  eiTor  económico  que  al  respecto  en- 
contramos en  el  mensage  proviene  de 
que  se  aprecia  el  punto  con  los  hechos  que 
con  el  llamado  curso  legal  se  han  produ- 
cido entre  nosotros,  cuyos  inconvenien- 
tes no  pueden  presentarse  con  el  régimen 
del  curso  forzoso,  siendo  una  verdad  de- 
mostrada que  los  trastornos  de  la  incon- 
version  crecen  en  razón  directa  con  la 
parte  que  se  deje  á  la  arbitrariedad  parti- 
cular, que  al  disponer  del  uso,  dispone  del 
valor,  lo  que  no  puede  suceder  con  el  cur- 
so  forzoso  que,  al  hacer  de  un  papel  el 
agente  exclusivo  en  las  transacciones,  al 
darle  amplia  fuerza  chancelatoria,  le  dá 
dentro  del  pais  el  uso  general,  y  estey  nó 
las  condiciones  físicas  son  las  que  al  oro 
ó  á  cualquier  metal  que  se  amonede  le  dá 
el  valor  con  que  actúa  en  la  circula- 
ción. 

Es  el  uso  la  base  del  valor  de  una  mo- 
neda, el  que  se  gradúa  según  la  oferta  y  la 
demanda  y,  establecido  esto,  lo  que  inte- 
resa para  que  un  billete  pueda  represen, 
tar  en  los  caml)ios  un  valor  mas  aproxima- 
do al  nominal,  no  es  la  existencia  de  una 
cierta  cantidad  de  papel,  que  es  un  factor 
negativo,  un  concurrente  á  la  cantidad  de 
papel  á  emitirse,  una  causa  de  disminución 
de  valor  del  que  se  emita. 


Así,  pues,  toda  vez  que  á  una  emisión 
de  billetes  se  le  dé  el  carácter  de  inter- 
mediaria obligatoria  en  todas  las  transac- 
ciones, y  la  fuerza  chancelatoria  de  todas 
las  obligaciones  existentes,  la  falta  de  un 
papel  concurrente  en  vez  de  imposibilitar 
favorece  su  circulación,  en  vez  de  que- 
brantar aumenta  su  valor. 

¿Porqué?  Si  es  necesario  contestar  á 
tan  elemental  pregunta,  'contestaremos 
que  debido  á  la  ley  fundamental  de  la 
oferta  y  la  demanda,  á  esa  ley  en  virtud 
de  la  cual  el  cobre,  en  algunos  momentos, 
y  ahora  la  plata,  que  tiene  hoy  treinta 
y  tantos  por  ciento  menos  de  valor  como 
metal  que  el  oro,  obtiene  en  nuestra  circu- 
lación prima  sobre  éste. 

Rectificada  esta  apreciación  y  volvien- 
do á  la  cuestión  práctica,  hacemos  votos 
porque  el  señor  Presidente  aprovechando 
las  lecciones  de  la  experiencia  de  estos 
dos  últimos  años,  en  que  ha  seguido  las 
inspiraciones,  por  no  decir  imposiciones 
egoísticas  y  extraviadas  de  los  círculos 
patentados,  dé  á  la  cuestión  económica  la 
solución  que  fluye  de  las  premisas  que  es- 
tablece su  Mensage,  abriendo  nuevos  ho- 
rizontes al  país,  y  procediendo  de  acuerdo 
con  las  tendencias  progresistas  y  prácti- 
cas de  la  colectividad  política  que  lo  llevó 
á  la  primera  magistratura  de  la  Repú- 
blica. 

Es  singular  como  se  suceden  los  hechos 
que  mas  extraordinarios  pueden  parecer: 
un  suicidio  sigue  á  otro;  un  crimen  horren- 
do encuentra  casi  siempre  un  imitador  in- 
mediato. Se  dirá  que  esto  se  produce  por 
una  especie  de  simpatía,  que  los  ejemplos 
son  contagiosos  y  la  explicación  seria 
plausible  siempre  que  se  tratase  de  actos 
humanos  ó  deliberados,  pero  es  el  caso 
que  lo  mismo  se  observa  respecto  de  ac- 
cidentes naturales,  de  los  incendios  casua- 


DEL  Rio  de  la   Plata 


197 


les  y  de  los  siniestros  marítimos,  etc  ,  lo 
que  viene  á  hacer  incomprensible  la  ley 
de  sucesión  de  hechos  análogos. 

Esta  quincena  ha  sido  la  quincena  de 
las  renuncias. 

La  primera  y  muy  sensible  fué  la  del 
doctor  Mellan  Lafinur,  fundada  en  la 
convicción  «  de  que  en  la  situación  polí- 
«  tica  por  que  pasa  la  República  el  sa- 
«  crificio  individual"es  estéril,  é  inútil  de 
«  todo  punto  la  actitud  de  un  Diputado 
«  independiente.  » 

El  doctor  Mellan  Lafinur,  además  de 
un  carácter  era  uno  de  los  mas  inteligen- 
tes y  laboriosos  miembros  de  la  actual 
Legislatura. 

Muchas  veces  en  nuestra  vida  parla- 
mentaria se  nos  ocurrieron  análogas  pa- 
labras, pero  recordamos  oportunamente 
el  lema  favorito  de  nuestro  amigo  el  ge- 
neral Mansilla:   Chi  dura  vince. 

Sentimos  que  el  doctor  Mellan  Lafinur 
no  haya  perseverado  y  continuado  pres- 
tando al  país  el  valioso  contingente  de  su 
patriotismo  é  inteligencia. 

Otra  renuncia  fué  la  del  señor  Jackson 
de  Presidente  de  la  Comisión  de  Caridad, 
fundada  en  que  el  Gobierno  no  se  habla 
apresurado,  dando  á  éste  preferencia  so- 
bre los  demás  asuntos,  á  desligar  aquella 
corporación  de  los  gastos  que  le  impone 
la  escuela  de  Ai-tes  y  Oficios.  Tratándose 
de  caridad  y  de  sostener  la  escuela  de 
Artes  y  Oficios,  llamada  á  dotar  de  medios 
de  vida  á  los  niños  que  en  ésta  se  educan, 
lo  natural  era  que  el  Presidente  de  la 
Comisión  tratase  de  suplir  la  falta  de  re- 
cursos, apelando  al  patriotismo  y  á  la  ca- 
ridad pública,  que  aún  en  las  circunstan- 
cias peores  porque  ha  pasado  el  país,  nun. 
ca  han  negado  su  óbolo  á  la  necesidad. 
La  ciudad  de  Montevideo  es   tradicional- 


mente  caritativa,  el  mas  caritativo  de  los 
pueblos  del  Rio  de  la  Plata. 

Otras  serán  las  causas  reales  de  la  re- 
nuncia del  señor  Jackson. 

También  ha  renunciado  el  doctor  don 
José  Pedro  Ramírez  de  Presidente  de  la 
comisión  del  centenario  de  Colon.  En  su 
lugar  se  nombró  al  doctor  don  Juan  Car- 
los Blanco,  literato  distinguido  y  orador 
brillante. 

El  conílicto  déla  liquidación  del  Ban- 
co Inglés  se  encamina  á  una  solución 
conveniente  no  obstante  la  oposición  que 
á  la  prórroga  de  moratorias  se  ha  hecho 
por  algunos  acreedores. 

Es  indudable  que  la  comisión  interven- 
tora que  tanto  se  ha  empeñado  en  apre- 
miar á  los  deudores  nacionales,  no  ha  ma" 
nifestado  igual  celo  respecto  de  los  deudo- 
res del  exterior,  que  era  lo  que  en  primer 
término  correspondía  hacer,  pero  no  obs" 
tante  estolas  Cámaras  serán  consecuentes 
con  su  anterior  sanción  y  tendrán  en  cuen- 
ta que  la  próroga  es  indispensable  á  fin  de 
evitar  una  quiebra  que  no  beneficiaría  á 
nadie,  en  cambio  de  contribuir  á  hacer 
peor  la  situación  actual. 

Según  algunos,  el  plazo  será  de  cuatro 
meses,  según  otros  de  seis,  pero  es  de 
esperar  que  se  opte  por  éste  último  á  fin 
de  que  no  se  encuentren  el  gobierno  y  las 
Cámaras  en  el  caso  de  tener  que  volver 
sobre  éste  asunto. 

Por  otra  parte  la  nación  tiene  moti- 
vos para  considerar  especialmente  al  Ban- 
co Inglés  que  de  los  establecimientos  par- 
ticulares de  su  género  ha  sido  el  que  ma- 
yores facilidades  ha  proporcionado  al 
gobierno  y  al  público,  en  los  dias  de  su 
prosperidad. 

La  prensa  montevideana,  conjuntamen- 
te con  el  problema  económico,  viene  ocu- 


198 


Revista  Económica 


pandóse  de  las  pequeñas  cuestiones  y  de- 
jando de  lado  las  muy  fundamentales  del 
orden  político. 

Ayer  era  el  conflicto  de  las  moradoras 
de  la  calle  de  Santa  Teresa;  después  fué 
la  huelga  de  los  verduleros,  y  ahora  es 
una  subvención  ala  compañía  líricaloque 
enl  los  diarios  mas  importantes  prima 
sobre  el  hecho  tan  deprimente  como  fe. 
cundo  en  males  de  la  supresión  de  toda 
vida  democrática. 

Es  necesario  reaccionar  sobre  tan  triste 
estado  de  cosas  y  que  la  opinión  pública 
se  manifieste  como  corresponde  á  un  pue- 
blo libre  y  pundonoroso  y  lo  exigen  las 
dolorosas  circunstancias  porque  atraviesa 
el  país. 


Les  artículos^  no  firmados  pertenecen  al  director 
de  esta  Revista. 


REVISTA  BURSÁTIL 


De  poca  importancia  han  sido  las  fluc- 
tuaciones del  oro  durante  la  presente 
quincena,  no  obstante  lus  rumores  que  de 
vez  en  cuando  se  han  hecho  circular  y  las 
chispas  que  han  cruzado  por  el  horizonte 
deaígunasde  las  provincias  del  interior, 
siniestros  síntomas  de  una  anarquía  la- 
tente. Estudiando  la  plaza  no  se  puede 
dejar  de  conocer  qne  la  tendencia  es  de 
baja  en  el  oro. 

Los  descuentos  se  mantienen  á  tipos 
que  revelan  una  fuerte  paralización  en 
los  negocios.  La  plaza  de  Buenos  Ai- 
res se  está  nivelando  con  las  principales 
de  la  Europa  en  cuanto  á  la  baratura  de 
dinero,  pero  con  la  diferencia  tan  funda- 
mental como  lamentable  de  que  en  ellas 
el  interés  baja  por  abundancia  de  capi- 
tal mientras  que  aquí,  por  falta  de  nego- 
cios. 

Los  Bancos  particulares  descuentan  pa- 
garés de  comercio  entre  5  1/2  y  6  1/2%, 


anual,  lo  que  se  reduce  para  los  de  poco 
plazo  hasta  5  %,  creándoles  una  situación 
bien  poco  provechosa  para  esos  estableci- 
mientos desde  que  la  falta  de  colocacio- 
nes les  obliga  atener  desocupada  la  mitad 
de  los  depósitos,  por  los  pagan  intereses. 

Aunque  la  situación  de  nuestra  plaza 
ha  mejorado  en  general,  debido  á  los  arre- 
glos hechos  con  los  acreedores  particula- 
res de  Europa,  esa  baja  que  se  acentúa 
en  el  interés,  es  un  síntoma  de  un  males- 
tar que  persiste  y  amenaza  agi-avarse. 

En  el  orden  económico  como  en  el  fí- 
sico, las  calmas  suelen  ser  las  precurso- 
ras de  las  tempestades. 

Los  cambios  quedan  algo  mas  flojos. 

Ba  habido  mejora  en  los  precios  de  los 
cheques  y  en  los  bonos  del  Banco  Hipo- 
tecario de  la  Provincia;  las  cédulas  nacio- 
nales, los  títulos  de  los  empréstitos  inter- 
nos de  la  Nación  y  de  la  lotería  municipal 
de  la  capital  han  mejorado  todos,  como 
se  vé  por  los  cuadros  de  cotizaciones  que 
publicamos;  pero  esta  mejora  no  halaga, 
si  se  tiene  en  cuenta  la  baja  del  interés 
en  plaza,  en  vista  de  la  cual  resulta  ma- 
yor que  en  los  meses  anteriores  el  exceso 
de  premio  que  se  pretende  en  los  títulos 
de  renta  mas  prestigiados,  sobre  el  de  las 
demás  colocacionos. 

En  cuanto  á  las  cédulas  hipotecarias  de 
la  Provincia,  después  de  algunas  flactua- 
ciones,  los  precios  en  que  ha  cerrado  la 
última  qnincena,  son  todavía  algo  más 
reducidos  que  los  de  la  anterior. 

—Las  acciones  de  los  Bancos  han  teni- 
do todas  una  fuerte  alza  después  de  la  pu- 
blicación de  sus  balances  y  de  los  infor- 
mes á  sus  respectivas  asambleas  de  ac- 
cionistas, excepción  hecha  de  las  del  Ban- 
co llamado  Español. 

—La  redacción  de  esta  Revista,  se  re- 
serva estudiar  detenidamente  esos  docu- 
mentos, en  vista  de  lo  cual  nos  limitamos 
á  consignar  lo  que  resulta  de  las  cotiza- 
ciones bursátiles. 

— La  Bolsa  de  Montevideo  revela  la 
misma  paralización  de  negocios  que  la 
quincena  pasada  y  la  acentuación  de  la 
baja  de  todos  los  valores. 

— La  campaña  de  demolición  tan  insen- 
satamente iniciada  en  medio  de  una  épo- 
ca de  prosperidad  y  las  teorías  monetalí- 
ticas  oro  predominantes,  producen  sus 
frutos  lógicos. 


DEL  Rio  de  la  Plata 


199 


Movimiento  bursátil  de  la  segunda  quincena  de  Julio  de  1892 


BOLSA  DE  BUENOS   AIRES 

(del  16  AL  31  DE  julio) 


Metálico 

Onzas  

Libras  esterlinas 

Cambios 

Inglaterra 

Francia 

Bélgica 

Alemania 

cheques 

Banco  Nacional 

Banco  de  la  Provincia 

Banco  Hipotecario  déla  Provincia — bonos 

Cédulas  Hipotecarías  Nacionales 

Serie   A  (oro)  5  %   de  renta 

«  A     n^        7    %        «  «        

«  B  «  7  %  «  «       

«  C  «  7  %  «  «     

«  D  «  7  %  «  «     

«  E  «  7  %  «  ((     

Cédulas  Hipotecarias  Provinciales 

Serie  A  (oro)  6  %   de  renta..  , , 

«       A   $f.     8  %     €       «       

a         E       «         6   %      «         «       

«  F      n^'i        6   %       «  «        

«  G  «  6  %  «  «  , 

«       I  «  8  %  «  «  

«       J  «  8  %  «  «  

«  K  ((  8  %  «  «       

«  L  «  8  %  «  «  

«  M  <■  8  %  «  «  

«  N  «  8  %  «  «  

«  O  «  8  %  «  «  

«  P  «  8  %  «  «  

Fondos  )  Títulos  Públicos 

Fondos  Públicos  Nacionales  de  1884 .... 

Empréstito  Nacional  Interno  1891 

Id.        de  1892  

Loteiia  Municipal  de  la  Capital 


último  rnclí 

último  Precio 

HASTA 

M.as  bajo 

M.1S  alto 

HA.^TA 

JULIO    l5 

JULIO    31 

53.80 
16.66 

52.20 
16.25 

53.90 
16.75 

53.10 
16.45 

47.3/8 

4.97 

4.98 
4.04 

47.1/4 
4.96 
4.96 
4.02 

47.1/2 
4.98 
4.99 
4.04 

47.V/16 
4.971/2 
4.981/2 
4.031/2 

21  - 
42  — 
18  — 

20  - 
38. ':: 
17  — 

21  - 
41  — 

19.1/2 

20.*<; 
39  — 
19  — 

33  — 

95  — 

96  — 

88.80 
80  — 
85  - 

90  — 
89  — 
88  — 

90  - 

89  — 
88  — 

33  — 

95  — 

96  — 
90  — 

89  — 
88  — 

20  — 
30.50 
29.70 
29.20 
29  — 
33  — 
31  — 
29.70 
29.60 
29.60 
29.60 
29.70 
29.60 

30.50 
29.20 
28.50 
28.50 

31  — 
30  — 
29.30 
29.50 

20  — 
30.50 
29.30 
29  — 
29  — 
33  — 
31  — 
29  10 
29.10 
29.10 
29.10 
29.10 
29.10 

29.10 
29.10 
29  — 
29  — 
26  90 
29  — 

30  — 
30  — 
30  — 
30.10 
30  — 
30  — 

53  — 
70.90 
63.30 
49.50 

71  — 
63  10 
49.50 

72  — 
66.90 
59  — 

53  - 

72  — 
66.80 
59  — 

200 


Revista  Económica 


Acciones 


BANCOS 


Español  del  Rio  de  la  Plata 

Italia  y  «     «    «      «     (oro) 

Crédito  Real 

Nuevo  Banco  Italiano ...   

Banco  de  la  Bolsa 

Francés  del  Rio  de  la  Plata 

Hipotecario  de  la  Capital  (Bonos  oro). . 

Constructor  de  la  Plata 

Id  id        id    (obligaciones).. 

Agi-ícola  Comercial 

Banco  Inmoviliario 

Banco  del  Comercio 

Banco  Caja  de  Descuentos 

Comercial  de  la  Plata 

Comercial 

Banco  Sud-Americano 

Banco  Nacional 


compañías 

La  Edificadora 

La  Previsora  (Compañia  de  Seguros). . . . 

La  Primitiva  (Compañia  de  Gas) 

Gas  Argentino 

Empresa  del  Edificio  de  la  Bolsa 

La  Argentina  (fábrica  de  papel)  

Muelle  y  Depósitos  de  las  Catalinas 

La  Buenos  Aires  (Compañia  de  Seguros)., 

Compañia  Feneral  de  R.easeguros , 

Kidy  Ca 

Telegráfico  Telefónica. .  

Constructora  Argentina 


BOLSA  DE  MONTEVIDEO 

(del  15  AL  31   DE  julio) 


Billetes  Banco  Nacional . . . . 
Títulos  hipotecarios  Serie  I 
Cédulas  hipotecarias     «       i 

Id.               id.             «       J 
Deuda  del  Interior 

Id.    Independencia 

Id.    Consolidada 

Acciones  Banco  Hipotecario 


CAMBIOS 


Inglaterra 
Francia. . . 
Bélgica. . . 
Alemania . 


Ultimo  Precio 

HASTA 
JULIO     15 


Mas   bajo 


108  — 

86  — 
27  — 
52.50 
39.50 
46  — 
41  — 

4.50 

0.80 

16  — 

27  — 
80  — 
80  — 

8.50 
30  — 
30.. 50 

28  — 

79  — 
27  — 

87  — 
40  — 

150  — 

80  — 
9.70 

30  — 

7  — 

7  — 

65  — 

14  — 


52  — 
27.70 
25.10 
28  — 
27.80 
31.20 
34.80 
10.60 


50.5/8 

5.33 
5.33 
4.31 


Mas  alto 


108  — 
85  — 
32  — 
55  — 


4  — 
0.80 


87  - 
30  — 


87  — 
38  — 

80  — 
9.60 


52  — 
24  — 
23.30 

23.40 


9.30 


50  5/8 
5.32 
5.33 
4.30 


108 
89 
32 
60 


92 
30 


90  — 
42.50 

80  — 
10.10 


10.10 


51  - 

5.35 
5.36 
4.31 


Ultimo  F&ecio 

hasSa 
JULIO   31 


108  — 
89  — 
32  — 
60  — 
39.50 
46  — 
41  — 
5  — 
1  — 
16  — 

27  — 
91  — 
80  — 

8.50 
30  — 
30.50 

28  — 


79  — 
27  — 
85  — 
42.50 

150  — 

80  — 
10  — 
30  — 

7  — 

7  — 

65  — 

14  — 


54  —  52.80 

24  -  24 

25.10  23.30 

26  -  I  25  - 


9.30 


50-5/8 

5.32 
5.32 
4.29 


2*  Época -Küm.  8. 


20  de  Agosto  de  1892. 


REVISTA    ECONÓMICA 


DEL 


RIO  DE  LA  PLATA 


DIRECTOR:    DOMINGO    LAMAS 


analogía 

DE     LAS 

CUESTIONES    DE  LÍMITES   DEL  BRASIL 

cox 

LAS  REPÚBLICAS  FRANCESA  lARGEHlM 

El  arbitrage  d?l  Presidente  Harrison 


El  Brasil  había  desechado  sistemática- 
mente las  propuestas  de  arbitraje,  como 
medio  de  solucionar  sus  cuestiones  de 
límites,  actitud  que  dio  lugar  á  la  que  asu- 
mí en  Europa,  desde  el  año  1882,  especial- 
mente en  las  columnas  de  la  Revue  Sud- 
Americaine. 

Están  en  la  memoria  de  los  que  han 
seguido  las  últimas  peripecias  de  es- 
te debate  secular,  la  polémica  que  sos- 
tuve con  el  Barón  d' Andrade,  plenipoten- 
ciario brasilero,  mi  larga  prédica  perio- 
dística en  París,  y  los  esfuerzos  que  hice, 
coronados  por  el  éxito,  tendentes  á  resuci- 
tar la  cuestión  delímites  entre  el  Brasil  y  la 
Francia,  con  el  lin  de  traer  á  composición 
al  Imperio,  dada  la  analogía  de  los  liti- 
gios que  mantenía  con  motivo  de  la 
demarcación  de  la  línea  divisoria,  en  el 
norte  con  la  Guayana  francesa  y  en  el 
sud  con  la  República  Argentina. 

Esta  polémica  tuvo  repercusión  en  el 
parlamento  francés  y  en  el  brasilero.  En 
el  primero,  se  incitó  al  Poder  Ejecutivo  á 
abrir  de  nuevo  las  negociaciones,  sobre 
la  base  del  tratado  de  Wricht  y,  en  el 
segundo,  se  provocó,  por  parte  del  sena- 
dor Alfonso  Celso,  que  el  Gobiernolm- 
perial  pidiese  al  argentino  que  me  exho- 
nerase  del  cargo  público  que  desempe- 
ñaba,  por   considerarlo    el    interpelante 


incompatible  con  mis  funciones  de  perio- 
dista independiente. 

Pero  el  tiempo  pasó,  y  el  arbitraje  con- 
siguió una  sanción  más,  solemne,  civiliza- 
dora y  pacífica. 

Se  cerró  la  ardiente  polémica  secular 
iniciada  entre  las  coronas  de  España  y 
Portugal,  y  heredada  por  sus  colonias 
independizadas  de  esta  América  atlántica 
meridional,  con  el  sello  del  tratado  Boca- 
yuba-Quirno  Costa. 

El  Presidente  Harris".)n  ha  aceptado  el 
honroso  cargo  de  juez  inapelable  y,  ante 
él,  las  partes  litigantes  vana  sostener  sus 
derechos. 

Esto  en  cuanto  á  Misiones. 

Respecto  á  la  Guayana,  la  decisión  del 
arbitro  norte-americano  vá  á  influir  consi- 
derablemente en  la  solución  del  litigio, 
como  van  á  influir  no  solamente  su  deci- 
sión sino  también  la  argumentación  del 
plenipotenciario  brasilero  y  las  doctrinas 
que  sostenga,  tal  es  la  analogía  de  las 
dos  cuestiones,  como  lo  probaré  en  se- 
guida. 

Hay  analogía  no  solamente  en  la  raiz 
de  las  cuestiones,  esto  es,  en  el  origen  y 
naturaleza  de  los  litigios  sino  también  en 
circunstancias  especiales,  posteriores,  en 
las  que  las  partes  se  a¡joyau  para  deducir 
derechos. 

En  la  controversia  internacional  de 
Misiones,  el  elemento  inicial,  de  cuya 
interpretación  surgió  el  desacuerdo,  es  el 
tratado  de  1777,  sustitutivo  del  de  1750. 
La  cuestión  de  límites  entre  el  Brasil  y 
la  Guayana  francesa,  arranca  del  tratado 
de  Utrechtdel7i3,  cuya  ratificación,  en 
la  parte  pertinente,  por  el  Art.  107  del 
tratado  de  Viena  (1815),  dio  margen  á 
nuevas     dificultades    de    interpretación 


202 


Revista  Económica 


pues  existe  entre  ellos  el  tratado  de  Bada- 
joz de  1800. 

¿Cuales  son  los  verdaderos  Pepiri,  Fe- 
piriguasüy  San  Aiito/iío?;  ¿A  que  rios  o 
arroyos  corresponden  estos  nombres? 

Esto  es  lo  que  constituye,  para  el  Brasil, 
su  litiííio  en  elsud. 

¿El  ^Yapoc  y  el  Oyapoc,  son  una  y 
misma  cosa?  ¿El  Vicent  Fingon  y  el 
Avamanj,  á  que  corrientes  de  agna  co- 
rresponden en  realidad? 

Hé  ahí  todo  el  litigio  del  norte,  entre 
la  Francia  y  el  Brasil. 

Tanto  en  la  región  amazoniense  como 
en  la  del  alto  Urngua.y,  la  topografía 
])arece  haber  sufrido  alt(>raciones,  cam- 
biando de  cauce  determinadas  corrientes 
llnviales. 

De  ahí  dificultades  sin  fin,  pretendiendo 
cada  una  de  las  partes  interpretar  los 
hechos  á  su  favor. 

La  chicana  diplonuitica,  no  menos  es- 
|)eciosa  y  fecunda  en  ardides  que  la 
legaleya,  ha  tratado  de  colocar  la  cuestión 
en  un  terreno  mas  propicio,  toda  vez  que 
ha  encontrado  asidero  para  ello. 

Así  es  que  el  Brasil,  tratando  de  sacar- 
le el  cuerpo  á  la  demarcion  de  Oyarbide, 
de  17W,  complementaria  de  la  de  1788, 
en  ejecución  del  tratado  de  1777;  en  la 
imposibilidad,  ante  el  más  trivial  análisis, 
de  resucitar  el  pacto  de  1750,  por  el 
texto  categórico  del  tratado  del  Pardo,  de 
1761,  y  aún  de  pretender,  con  visos  de 
seriedad,  que  las  demarcaciones  de  1759, 
anuladas  de  hecho  ])0r  la  rescisión  del  tra- 
tado de  1750,  eran  las  mismas  de  la  línea 
consignada  en  el  de  1777,  cuando  son  en 
realidad  completamente  diferentes;  en 
esta  situación,  la  diplomacia  brasilera, 
alijerando  su  bagaje,  y  escapando  á  la 
presión  de  la  dialéctica  argentina  en  la 
que  se  refiere  á  los  textos  originarios  y  á  su 
racional  y  ])erentoria  interpretación,  se 
refugió,  como  base  de  derecho,  en  el  texto 
del  tratado  de  14  de  Diciend)re  de  1857, 
firmado  en  la  ciudad  del  Paraná  entre  el 
señor  Paranhos,  ministro  del  Brasil  y  el 
Gobierno  de  la  Confederación,  tratado 
que,  como  se  sabe,  no  fué  ratificado,  pero 
en  el  que  según  capciosamente  sostiene  el 
lU'asibel  gobierno  argentino  le  reconoció 
la  línea  de  los  demarcadores  de  1759,  lo 
que,  si  bien  no  constituye,  por  la  fiílta  de 
aquella  ratificación,  un  hecho  espreso, 
tiene  por  lo  menos  la  fuerza  del  recono- 
cimiento de  un  derecho  por  parte  de  la 
República  Argentina  en  favor  del  Brasil. 


Esta  táctica  resulta  ser  peligrosa  para 
el  Brasil  y  constituye,  para  él,  una  espa- 
da de  dos  filos,  que  imprudentemente 
saca  á  relucir, toda  vez  que  se  le  j)reseuta 
la  oportunidad  de  sostener,  á  su  modo, 
sus  pretensiones  a  la  posesión  del  territo- 
rio contestado. 

Y  lo  esplicaré,  recurriendo  á  las  analo- 
gías de  diversa  índole  entre  la  cuestión 
de  Misiones  y  la  de  la  línea  divisoria  con 
la  Guayana  francesa.  Si  constituyen  i'eco- 
jiocimiento  de  un  deredio  las  estipula- 
ciones de  un  tratado  no  ratiflcado  ó  las 
declaraciones  y  concesiones  que  se  cam- 
bian en  el  curso  de  una  negociación  sin 
darles  la  íorma  definitiva,  la  única  que 
hace  ley,  de  un  tratado  cuyo  texto  se 
canjea  y,  por  tanto,  se  ratifica  y  promul- 
ga en  su  carácter  de  pacto  internacional; 
si  el  Brasil,  invoca,  ante  el  arbitro  norte- 
americano, el  referido  tratado  de  1857, 
fundando  en  él  su  derecho  á  la  línea 
divisoria  que  pretende;  si,  más  aún,  el 
arbitro  acepta  esa  doctiúna  y  se  vale 
de  ella  para  fallar  el  litigio  en  conti-a  de 
la  República  Argentina,  el  Brasil  habrá 
perdido,  ipsofacto,  su  pleito  secular  con 
la  Francia,  que  verá  realizadas  sus  pre- 
tenciones,  pues  llevará  su  frontera  guaya- 
nesa  hasta  el  Calsoene,  esto  és,  hasta  la 
margen  izquierda  del  Delta  amazoniense. 

El  Brasil  habrá  ganado  20  mil  kilóme- 
tros de  territorio  al  sud  pero  habrá  per- 
dido 500  mil  kilómetros  al  norte! 


E!  hábil  diplomático  imperial,  José 
María  da  Silva  Paranhos,  mas  tarde 
Vizconde  do  Rio  Brauco,  se  aprovechó, 
en  1857,  de  la  situación  interna  argentina 
y  obtuvo,  de  parte  del  Ejecutivo  de  la 
Confederación,  que  se  le  firmara  un  tra- 
tado de  límites  que  virtualmente  le  daba 
al  Brasil  la  línea  divisoria  de  los  demar- 
cadores de  175!) 

El  Congreso  nuxlificó  el  tratado,  aunque 
adoptando  una  reducción  relativa  á  la 
designación  de  los  límites,  que  abando- 
naba el  derecho  á  la  abrogación  del  tra- 
tado de  1750. 

¿Cuáles,  fueron  las  razones  que  induje- 
ron á  los  Poderes  Públicos  de  la  Confede- 
ración á  consentir  en  semejante  pacto? 

En  un  artículo  de  la  Revue  Sud-Amé- 
ricaine.,  número  del  15  de  Octubre  de 
1882,  que  forma  parte  de  la  polémica  que 
sostuve  en  las  columnas  de  dicha  Revista, 
con  el  plenipotenciario  brasilero,  esplique 


DEL  Rio  de  la  Plata 


203 


acabadamente  la  actitud  del  Gobierno 
del  Paraná. 

Por  compromiso  secreto,  el  Brasil,  á 
cambio  del  abandono  por  parte  de  la 
Confederación  de  sus  derechos  á  la  línea 
trazada  por  Oyarbide,  prometía  sn  coope- 
ración moral  j  material  para  someter 
á  la  provincia  rebelde  de  Buenos  Aires. 

Ahí  está,  para  confirmarlo,  la  nota  de 
don  Elias  Bedoya,  de  14  de  Jimio  de 
1859,  dirigida,  como  ministro  de  Relacio- 
nes Exteriores,  al  plenipotenciario  ar- 
gentino. 

El  Barón  Aguiar  d'Andrade  me  sostuvo 
que  aquella  pretensión  del  gobierno  de 
la  Confederación  se  manifestó  postj'ac- 
tian,  lo  que  no  es  cierto  desde  que  dicho 
gobierno  invocó  ante  el  Congreso,  para 
obtener  la  aprobación,  aunque  modifica- 
da, del  tratado,  el  compromiso  tácito  y 
correlativo  á  que  me  refiero. 

Pero  el  hecho  es  que  el  tratado  del  57 
no  se  perfeccionó,  habiéndose  negado  la 
Confederación  á  canjear  sus  ratificaciones 
hasta  tanto  que  el  Imperio  cumpliese  su 
compromiso,  lo  que  felizmente,  bajo  va- 
rios conceptos,  no  se  verificó,  quedando, 
por  tanto,  sin  efecto,  esto  és,  sin  conse- 
cuencia jurídica  internacional,  el  proyec- 
to de  tratado  del  57. 

No  obstante,  el  Brasil  en  todas  sus  ne- 
gociaciones hace  hincapié  é  invoca,  con 
aires  triunfales,  dicho  tratado.  El  Barón 
Agniar  d'Andrade  escribía  en  1882:  «la 
falta  de  ratificación  no  impide  que  el  go- 
bierno argentino  haya  reconocido,  como 
reconoció,  el  derecho  del  Brasil  á  los  lími- 
tes de  los  demarcadores  de  1759,  en  eje- 
cución del  tratado  de  1750,  y  no  puede 
negar  hoy  loque  reconoció  entonces.» 

Dejando  atrás  la  disputa  entre  las  coro- 
nas de  España }'■  de  Portugal,  la  diploma- 
cia brasilera  cree  pisar  firme,  como  se  vé, 
invocando  los  reconocimientos  y  compro- 
misos morales  que,  según  ella,  se  des- 
prenden de  las  negociaciones  del  Paraná; 
y  por  cierto  que  este  será  el  plato  de 
resistencia  del  menú  que  vá  á  ofrecer  al 
Presidente  Harrison. 

Pero,  como  lo  he  dicho  antes,  esta  acti- 
tud se  convierte,  para  el  Brasil,  en  una 
espada  de  dos  filos. 

La  doctrina  de  que  un  país  reconoce 
derechos  y  se  liga,  por  lo  menos  moral- 
mente,  por  todo  aquello  que  se  consigna 
en  tratados,  aun  que  estos  no  sean  ratifi- 
cados, y  en  memorándums  de  conferen- 
cias de   negociaciones   que  no  producen 


resultados  reales;  esa  extraña  doctrina, 
repito,  trae  aparejada  para  el  Brasil  la 
[)érdida,  desdo  luego,  de  dos  terceras 
l)artes  de  sus  pretensiones  al  territorio 
amazónico,  cuya  posesión  le  disputa  se- 
cularmente Francia. 

Veamos  como. 

Q,ueda  esplicada  la  analogía  de  orí- 
gen  y  de  naturaleza  de  los  litigios,  por 
las  vagas  nociones  que  se  tenían,  en 
los  siglos  pasados,  de  la  topografía  ame- 
ricana; de  la  confusión  de  las  denomina- 
ciones geográficas;  de  la  controversia 
sobre  su  aplicación  á  tales  ó  cuales  co- 
rrientes de  aguas,  montañas  ó  cordilleras, 
y,  para  aumentar  los  elementos  de  dis- 
conformidad y  perpetua  disputa  interna- 
cional, la  movibilidad  ó  cambio  de  cauce 
de  ciertos  rios,  de  escaso  volumen,  fenó- 
meno frecuente  en  la  hidrografía  ame- 
ricana. 

Deseoso  el  Brasil  de  solucionar  su 
cuestión  de  límites  con  Francia,  envi(') 
á  París,  en  1855,  al  ilustre  Vizconde  del 
Uruguay,  el  negociador  brasilero,  con  mi 
Padre,  de  las  estipulaciones  que  derri- 
baron á  la  tiranía  de  Rosas,  punto  de 
partida  de  la  conquista  definitiva  do  las 
libertades  públicas  y  de  las  expansiones 
económicas  del  Rio  de  la  Plata. 

El  gobierno  de  Napoleón  tuvo  por  ple- 
nipotenciario al  señor  Hiz   de  Butenval. 

Las  conferencias,  que  fueron  quince, 
duraron  del  80  de  Agosto  de  1855  al  1.'^ 
de  Julio  de  1856,  consignándose  en  proto- 
colos toda  la  interesante  negociación. 

En  esos  protocolos  se  consignan  los 
sucesivos  ofrecimientos  del  Brasil,  en  los 
que  poco  á  poco  fué  abandonando  sus 
pretensiones  á  la  línea  de  0>/apol\  que 
se  encuentra  á  cinco  grados  de  latitud 
norte,  hasta  ofrecer  solemnemente  el  ple- 
nipotenciario brasilero,  invocando  ins- 
trucciones especiales  que  acababa  de 
recibir  del  Emperador  Don  Pedro,  la 
línea  del  Calsoéiie,  que  queda  á  2  grados 
10  de  aquella  latitud  y  constituyo  uno  de 
los  brazos  septentrionales  del  delta  ama- 
zoniense. 

Francia  pretendía  el  Araguarij,  si- 
tuado á  lo  20  N  y  se  contentaba  última- 
mente con  el  Cararaporis,  que  corre 
únicamente  á  25  minutos  más  al  norte- 
De  suerte  que  Francia  solo  abando- 
nó un  cuarto  de  grado,  mientras  que  el 
Brasil  ofreció  el  abandono  de  cerca  de  3 
grados  de  sus  pretensiones  originarias. 

Hay  que  advertir  que,  según  la  Cons- 


204 


DEL  Rio  de  la  Plata 


titucion  del  Imperio  brasilero,  el  empera; 
dor  perfeccionaba  cou  su  firma  los  pactos 
internacionales,  que  no  se  sometian  ni 
quedaban  pendientes  de  sanciones  legis- 
lativas, lo  que  dá  mayor  fuerza  á  los 
ofrecimientos  ó  reconocimientos  consig- 
nados en  los  protocolos  de  las  conferen- 
cias de  París  de  1855  á  56,  por  parte  del 
plenipotenciario  brasilero,  que  inA^ocaba 
al  efecto,  como  ha  quedado  consignado, 
órdenes  é  instrucciones  de  su  soberano. 

Así,  pues,  si  el  proyecto  de  tratado  del 
Paraná  le  dá  al  IJrasil  derechos  á  los 
límites  de  los  demarcadores  de  1759,  los 
protocolos  de  Paris  que  acabo  de  recor- 
dar le  aseguran  á  Francia  la  línea  del 
Calsoéne. 

Dada  la  hipótesis  de  que  triunfe  la  doc- 
trina, invocada  por  la  diplomacia  brasile- 
ra contra  las  pretensiones  argentinas,  el 
Brasil  gana  20  mil  kilómetros  en  Misiones 
pero  pierde  500  mil  en  la  región  del 
Amazonas. 


No  hay  que  olvidar  que  el  arbitro  e- 
un  norte-americano,  y  que  el  criterio  de 
los  hombres  se  subordina  fatal  y  necesa- 
riamente á  la  atmósfera  que  se  respira. 
Y  aunque  se  trate  de  un  juez,  por  honrado 
é  imparcial  que  sea,  ese  juez  obedece 
instintivamente  á  ciertas  influencias  de 
educación,  de  tendencias  y  de  escuela,  de 
las  cuales  es  difícil  que  llegue  á  emanci- 
parse. 

Los  norte-americanos  tienen  una  creen- 
cia política,  por  interesada  que  resulte 
ser  en  realidad,  que  es  la  base  de  su 
criterio  internacional,  proclamada  por 
Mouroe:  la  América  debe  ser  de  los  ame- 
ricanos. 

El  tratado  Clayton-ljullver  es  una  de 
sus  manifestaciones. 

El  P)rasil  hará  bien,  por  consiguiente, 
no  invocando  los  derechos  que,  según  él, 
pueden  darle  el  tratado  del  Paraná,  para 
pesar  en  el  ánimo  del  Presidente  Harri- 
son  y,  si  los  invoca,  el  Plenipotenciario 
argentino  puede  destruir  esa  influencia 
haciéndole  comprender  al  arbitro  que, 
ipso  Jacto,  la  admisión  do  aquella  doctri- 
na entregaría  á  Francia  la  espléndida 
zona  comprendida  entre  Oyapok  y  el 
Amazonas,  sin  que  los  Estados  Unidos 
pudiesen  oponer  nada  á  la  legitimidad 
del  título  invocado  por  el  gobierno  de 
Paris. 

Así,  pues,  el  Brasil  cometería  un  grave 


error  proclamando  soberanamente  una 
doctrina  que,  además  de  no  surtir  electo 
alguno  ante  el  arbitro,  que  la  rechazaría 
tanto  por  razones  de  buena  jurispruden- 
cia internacional  como  por  los  motivos 
de  amei'icanismo  que  acabo  de  enunciar, 
agravaría  profundamente  su  situación 
ante  Francia,  que  haría  suya,  aplicán- 
dola á  la  cuestión  del  Amazonas,  aquella 
doctrina,  imprudentemente  sostenida  úl- 
timamente por  la  diplomacia  brasilera 
para  oponerla  al  buen  derecho  argentino 
sobre  la  fracción  disputada  del  territorio 
de  Misiones. 

Pedro  S.  Lamas. 
Ao-osto  de  1892. 


LOS  GOLD  POINTS 


INDUSTRIA    ARGENTINA 


Nos  encontramos  en  el  caso  de  usar  de 
un  término  nuevo  á  fin  de  precisar  lo  que 
constituye  la  materia  de  este  ai-tículo,  y 
esto  nos  lleva,  no  solo  á  justificar  las  ex- 
presiones que  empleamos,  sino  también 
á  la  cuestión  general  de  la  necesidad  de 
definiciones  especiales  en  materias  eco- 
nómicas, demostrando  que  no  procede- 
mos con  el  propósito  trivial  de  singulari- 
zarnos. 

Para  ampliar  y  perfeccionar  el  criterio 
económico,  es  menester  ante  todo,  discer- 
nir, sustrayéndolos  de  la  aparente  nebu- 
losa de  las  infinitas  manifestaciones  de  la 
vida  económica,  los  diversos  factores  de 
sus  fenómenos,  permitiendo  así  investigar 
sus  leyes  y  precisar  sus  efectos,  como  el 
químico  separa  los  cuerpos  á  fin  de  poder 
ciarse  cuenta  de  sus  propiedades. 

Las  definiciones  económicas,  al  distin- 
guir y  caracterizarlos  hechos,  materia  de 
investigación,  les  dan  formas  en  nuestro 
espíritu  y  fijan  la  atención  sobre  las  di- 
versas series  de  fenómenos  cuyas  leyes  y 
cuyos  efectos  deben  estudiarse. 
,  Si  recurrimos,  como  se  habrá  visto,  por 
el  título  (le  este  artículo,  á  una  espresión 
de  la  terminología  l)ancaria,  aplicándola 
á  una  materia  estraña,  es  siguiendo  la 
acertada  recomendación  de  Pascal,  que 


DEL   Rio  de  la   Plata 


206 


aconseja  que  para  definir  no  se  debe  em- 
plear más  que  los  nombres  completamen- 
te conocidos  ó  definidos. 

El  Gold-Point,  el  punto  de  oro,  está  en 
este  caso;  es  un  término  universalmeute 
admitido  para  expresar  los  puntos  estre- 
ñios en  que  pueden  variar  los  cambios, y 
fuera  de  los  cuales  la  moneda  metálica ' 
de  un  país  se  importa  ó  se  exporta. 

El  Gold-Point  se  forma  combinando  el 
valor  del  metal  de  las  monedas,  el  costo 
del  trasporte,  en  el  que  se  comprenden 
fletes,  seguros,  etc.,  y  el  de  amonedación, 
cuando  las  que  puedan  remitirse  no  tengan 
curso  legal  en  el  pais  á  que  se  destinan,  y 
deban  ser  en  él  reselladas.  Establecido  el 
Gold-Point  de  una  plaza  sobre  otra,  su 
cifra  indica  cuando  conviene  hacer  los 
pagos  en  metálico  en  vez  de  hacerlos  en 
letras. 

En  el  caso  actual  nos  referimos  áotra 
cosa:  á  los  precios  del  oro,  que  es  la  ma- 
teria en  la  que  la  República  Argentina 
paga  sus  importaciones  y  en  que  vende 
sus  productos  de  exportación,  que  harían 
imposible  la  competencia  délos  diversos 
artículos  nacionales  con  los  similares  de 
importación  extranjera,  ó  suprimirían  la 
remuneración  de  las  industrias  de  pro- 
ductos de  exportación;  esto  es,  a  los  tipos 
del  oro  en  que  al  extranjero  le  conviene 
pagar  remitiendo  productos  similares  á 
los  de  las  industrias  argentinas  ó  en  que 
ya  no  sea  posible  producir,  en  la  Repú- 
blica, determinados  artículos  para  el  con- 
sumo exterior. 

De  ahí  el  término  que  adoptamos  para 
precisar,  no  ya  los  puntos  en  que  según 
los  diversos  países  convenga  hacer  los 
pagos  en  metálico,  sino  los  tipos  del  oro 
que  determinan  la  conveniencia  de  ha- 
cerlos en  artículos  que  produzcan  las 
industi'ias  argentinas,  aumentando  en 
unos  casos  la  competencia  interna  ó,  en 
otros,  permitiendo  á  los  productores  del 
país  hacerla  en  el  estrangero. 

No  es  el  Gold  Point  que  limita  el  agio 
de  los  cambios,  es  el  Gold  Point  que  limi- 
ta las  industrias  nacionales;  no  es  el  pun- 
to abajo  del  cual  empieza  á  salir  el  oro, 
pasado  el  cual  viene  su  importación;  es 
el  punto  abajo  del  cual  cesan  las  produc- 
ciones nacionales  y  pasado  el  cual  co- 
mienzan á  desenvolverse. 

En  materia  de  salarios,  la  ciencia  econó- 
mica tiene  el  término  de  ley  de  hierro 
para  indicar  el  punto  extremo  de  su  baja, 
que  se  determina  por  los  costos  de  subsis- 


tencia, variables  según  las  épocas  y  luga- 
res, y  que  constituyen  una  barrera  insal- 
vable. Ahora  queremos  expresar,  por  el 
término  (pie  adoptamos, límites  no  menos 
inexorables  para  la  producción  nacio- 
nal. 

11 

Las  sanas  doctrinas  económicas  y  la 
experiencia  han  demostrado  lo  inconsis- 
tente de  la  antigua  teoría  de  que  los 
cambios  de  representación  de  las  unida- 
des monetarias  no  alteraban  las  condicio- 
nes de  la  producción,  fundándose  en  la 
creencia  de  que  al  valorizarse  ó  desva- 
lorizarse una  moneda,  debían  modificarse 
en  exacta  proporción  todos  los  valores,  lo 
que  no  sucede  jamás  ni  puede  suceder: 
A:  por  los  hábitos  cuya  fuerza  es,  en  unos 
casos  mas  intensa  que  en  otros:  B:  por  lo 
más  ó  menos  directa  de  la  acción  de  la  mo- 
neda, en  la  oferta  3^  la  demanda  de  las  di- 
versas materias  de  cambio.  En  todas  las 
altas  y  bajas  de  los  precios,  operadas  co- 
mo consecuencia  de  las  oscilaciones  del 
valor  de  la  moneda,  se  ha  observado 
siempre  diversidad  de  gradación  según 
las  diferentes  clases  de  artículos. 

Además  de  los  efectos  que  produce 
naturalmente  en  la  distribución  y  en  los 
destinos  de  las  industrias  internas,  !as 
alteraciones  monetarias  de  un  país  cam- 
bian laposicion  desús  producciones  frente 
de  las  de  los  mercados  concurrentes,  que 
no  siendo  afectadas  por  ellas  quedan  en 
mejor  ó  peor  situación. 

Én  otro  artículo,   sobre  la   Cuestión 
Monetaria    Aryentina,    publicado     en 
nuestro  número  4.",  hemos  extractado  las 
conclusiones  de  las  comisiones  inglesas 
nombradas  para  investigar  las  causas  de 
la   depresión   del  comercio,    é  informar 
sobre  las  cuestiones  referentes  á  la  circu- 
I  lación   del  oro  y  de  la  plata,  de  las  que 
¡resulta   comprobado   que  los  costos  de 
I  producción  en  la  India  no  han  subido,  no 
obstante  la  fuerte  baja  de  su  medio  circu- 
lante en  relación  con  el  oro,  de  loque  ha 
resultado,  por  una  parte,  una  prima  equi- 
valente para  la   producción  de  artículos 
exportables    para  países   de    circulación 
oro,  y  un  equivalente  derecho  protector 
contra  las    industrias    de   estos,  que,   al 
favorecer  la  producción    local,  contraria 
proporcionalmente  la  producción  extran- 
!  gera. 

T/ie  Standard  de  Londres,  según  un 
!  telegrama  del  16  del  corriente  publicado 


206 


Revista   Económica 


en  La  Prensa  dice,  ocupándose  editorial- 
meute  de  la  cuestión  monetaria:  «que  la 
adopción  de  la  moneda  de  oro  en  la  India 
en  vez  de  la  de  plata,  hoy  desvalorizada, 
daría  por  resultado  el  restringir  sus  ex- 
portaciones con  grave  perjuicio  de  la 
producción.)^ 

Esta  influencia  de  las  valorizaciones 
del  medio  circulante  en  perjuicio  de  las 
industi-ias  de  un  país,  es  un  hecho  que  ya 
no  puede  ser  hoy  controvertido,  y  por 
lo  tanto  conviene  hacerse  cargo  de  los 
efectos  que  en  las  diversas  ramas  del  tra- 
bajo nacional,  deben  producir  los  tipos 
de  cotizaciones  del  oro  y  lijar  los  puntos 
pasados  los  cuales  tendrá  sucesivamente 
que  ir  limitándose  la  producción  del 
país. 

III 

8ería  ímproba  labor  la  de  establecer  es- 
te Gold  Point,  respecto  de  todas  las  espe- 
cialidades industriales  y  sus  alteraciones, 
según  las  distintas  localidades,  pero  vale 
la  pena  que  se  emprenda  respecto  de  las 
principales  industrias. 

El  cálculo,  por  otra  parte,  no  es  difícil. 
Hay  que  determinar  las  alteracir)nes  que 
con  los  cambios  de  representación  mone- 
taria deban  producirse  por  una  parte  en 
los  costos  de  producción  }•  por  otra  en  los 
precios  de  venta. 

Los  costos  de  producción  los  constitu- 
yen en  su  generalidad  materias  del  [laís 
y  salarios  ajustados  en  moneda  nacional 
según  la  oferta  y  la  demanda  local,  y,  por 
excepción  ó  en  menor  proporción,  mate- 
rias de  importación  extranjera  que,  por 
lo  tanto,  siguen  las  oscilaciones  del  oro, 
aumentando  ó  disminuyendo  según  éste 
aunr.ente  ó  disminuya,  pei-o,  en  cuanto  á 
lo  primero,  no  es  el  alza  ó  baja  del  oro  lo 
que  directamente  los  hace  aumentar  ó 
bajar,  sino  la  mayor  oferta  ó  demanda 
que  la  producción  promueve.  La  baja  de 
esta  parte  de  costos  de  producción  solóse 
verifica  por  el  rigor  de  la  ruina,  lenta- 
mente, debido  á  naturales  resistencias,  y 
es  contrariada  y  limitada  por  la  menor 
oferta  que  toda  reducción  de  precios  tien- 
de á  promover.  8e  prefiere  en  muchos 
casos  dejar  inculto  un  terreno  antes  que 
venderlo  con  quebranto;  en  otros,  se 
opta  por  variar  la  producción  ó  ir  á 
buscar  en  centros  económicos  mas  propi- 
cios, los  medios  de  vida. 

En  cambio,  los  precios  de  venta  se  mo- 
difican proporcionalmente  y  sin  dilación 


con  las  cotizaciones  del  oro.  Si  se  trata  de 
artículos  de  exportación,  su  precio  se 
regula  por  el  de  los  grandes  mercados 
extranjeros,  y  como  se  vende  á  oro,  la 
cantidad  en  papel  es  el  resultante  arit- 
mético de  la  cotización  bursátil,  y  si  se 
trata  de  artículos  de  importación,  dada  la 
competencia  de  los  productores  extran- 
geros,  los  precios  se  reducen  tanto  como 
lo  permitan  las  cotizaciones  del  oro;  de  tal 
modo  que  si  éste  desciende  de  un  tercio, 
en  otro  tanto  disminuye  el  precio  en  de- 
pósito de  los  principales  artículos  estj-an- 
geros  concuiTentes,  y,  además,  los  llama- 
dos derechos  protectores,  cobrados  á  oro, 
que  se  rebajan  en  la  justa  proporcionen 
que  se  manifiesta  la  necesidad  de  prote- 
jer,  quedarían  también  reducidos  en  un 
tercio. 

Por  vía  de  ensayo  trataremos  de  esta- 
blecer algunos  Gold  Points. — Tomaremos 
en  primer  término,  la  industi'ia  azucare- 
ra. )Son  conocidos  en  general,  sus  costos 
de  producción  y  sus  beneficios,  lo  que 
hace  fácil  determinar  aproximadamente 
el  precio  del  oro  que,  en  Uis  condiciones 
actuales,  suprimiría  el  mínimo  del  benefi- 
cio indispensable  y  pasado  el  cual,  sería 
forzoso  que  ella  empezase  á  restringir  su 
producción. 

Según  un  balance  general  de  esta 
industria  que  hemos  publicado  en  nuestro 
número  2.'^  y  que  fué  confeccionado  por 
unade  las  personas  más  entendidas  en  este 
ramo,  la  industria  azucarera  tiene  inverti- 
do en  la  República  un  capital  de60. 000.000 
de  pesos  nacionales;  ha  producido  en  el 
último  año,  pesos  29.000.000,  con  un  cos- 
to por  cultivo  y  elaboración  de  pesos 
10.000.000.  Si  calculamos  en  un  8  o/o  el 
interés  y  amortización  del  capital,  resul- 
ta como  utilidad  15.200.000  neto  á  favor 
de  los  empresarios. 

El  producto  está  calculado  á  los  pre- 
cies medios  que  se  obtienen  en  moneda 
nacional  con  el  oro  á  330  %.  Una  valo- 
rización del  oro  que  lo  reduzca  á  168  "  „ 
haria  que  esta  indu.stria  empezase  á  de- 
jar de  ser  productiva. 

Dos  cosas  modificarian  este  Gold  Point: 
la  reducción  de  los  fletes  y  la  disminu- 
ción en  los  costos  de  producción.  En 
cuanto  á  lo  primero  nos  cabe  observar 
que  la  baja  de  100  puntos  en  el  precio 
del  oro  operada  en  pocos  meses,  no  ha 
sido  acompañada  de  ninguna  reducción 
en  los  fletes,  y,  respecto  á  lo  segundo,  que 
no  solo  es  difícil  y  lenta  toda  reducción 


DEL  Rio  de  la  Plata 


mt 


en  los  salarios,  en  los  arrendamientos, 
y  en  el  precio  de  la  materia  prima,  sino 
que,  todo  esto  no  se  [)0dria  operar  mas  que 
á  consecuencia  de  fuertes  reducciones  en 
la  demanda  y  dentro  límites  relativa- 
mente poco  considerables.  Estas  reduc- 
ciones, importando  disminución  en  la 
cantidad  de  producción  en  las  respectivas 
fábricas,  tendrían  en  su  contra  el  aumen- 
to en  la  proporción  de  los  gastos  fijos, 
que  absorveria  lo  que  se  aventajase.  Pa- 
gando menos  la  caña  y  los  peones,  un 
ingenio  de  azúcar  puede,  al  reducir  su 
producción,  producir  más  caro. 

Una  investigación  fácil  y  cálculos  sen- 
cillos pueden,  pues,  como  se  ha  visto, 
permitir  establecer  de  antemano  el  tipo 
del  oro  con  el  cual  debe  cesar,  en  las  con- 
diciones actuales,  la  expansión  de  la  in- 
dustria azucarera  en  la  República,  así 
como  el  tipo  con  el  cual  se  hará  ruinosa 
su  explotación. 

Respecto  de  la  agricultura,  que  se  es- 
tiende en  zonas  diversas,  que  suponen 
costos  variables  de  transporte  y  en  las 
que  se  diversifica  naturalmente  el  precio 
de  la  tierra,  el  cálculo  debe  subdividirsc 
no  solo  en  vista  de  la  clase  de  productos 
sino  también  de  las  distintas  localidades. 

La  estadística  de  exportación  anual  de 
productos  agrícolas,  nos  permite  una 
apreciación  general.  Las  remesas  de  ce- 
reales argentinos  empieza,  no  en  el  pe- 
ríodo de  la  conversión;  viene  después 
con  la  depreciación  del  papel  y  crece 
con  ésta,  que  ha  venido  aumentando  la 
proporción  de  los  beneficios  que  produ- 
cen las  diversas  culturas  que  encuenti-an 
en  los  mercados  estrangeros  las  salidas 
necesarias  á  su  expansión. 

En  1880  se  hizo,  por  vía 
una  pequeña  cxportaci(')n  de 
ducto  que  pocos  años  antes 
importar  del  extrangero;  pero  solo  años 
después  tuvo  este  ramo  importancia;  des- 
de 1887  y  88  ya  se  exportaron  20Ü.0Ü0 
toneladas  de  trigo,  suma  que  fué  crecien- 
do, alcanzando  en  1892  á  500.000  tonela- 
das, esto  es,  á  dos  y  media  veces  más  que 
cuatro  años  antes,  habiendo  crecido  pro- 
porcionalmente  con  la  desvalorización 
del  papel,  en  que  se  pagan  la  tierra  y 
los  salarios,  los  estímulos  para  la  agri- 
cultura y  los  medios  de  expansión,  puesto 
que  el  gi-an  beneficio  neto  que  ha  crecido 
con  la  depreciación  del  papel  ha  ido 
constituyendo  nuevos  capitales,  con  los 


de  ensayo, 
tr¡g(j,  pro- 
habia  (|ne 


cuales,  de  un  año  para  otro,  han  podido 
los  colonos  aumentar  sus  sementeras. 

La  relación  de  causa  y  efectos  está 
aquí  bien  establecida.  La  producción 
agrícola  no  se  ha  desenvuelto  como  con- 
secuencia inmediata  de  la  liberalidad  de 
los  bancos,  ni  de  la  extensión  de  las  vías 
férreas,  ni  <'omo  resultado  directo  de 
la  inmigi-ación.  Todo  esto  ha  facilitado 
sin  duda  ese  movimiento,  pero  no  ha  sido 
su  condición  esencial,  puesto  que  ni  au- 
mento de  vías  férreas,  ni  servicio  de  cré- 
dito bancario,  hemos  tenido  en  estos  dos 
últimos  años,  y  la  inmigración  ha  retro- 
cedido en  vez  de  avanzar,  y,  sin  embargo, 
son  en  esos  años  en  los  que  se  ha  operado 
mayor  ensanche  de  producción,  y  era 
natural  que  así  sucediese,  desde  que  es 
en  ellos  que  la  agricultura  ha  encontrado 
mayor  retribución,  y,  con  esto,  mayor  es- 
tímulo y  mayores  elementos. 

La  valorización  del  papel  que  tiene  por 
consecuencia  directa  la  reducción  equi- 
valente del  precio  de  los  productos  sin 
actuar  de  igual  modo  sobre  los  costos  de 
producción,  debe  originar  el  hecho  inver- 
so; la  disminución  de  las  culturas. 

El  promedio  del  precio  del  trigo  de 
Santa-Fé  obtenido  en  el  último  año,  ha 
sido  de  7  pesos  nacionales  por  100  kilos, 
y  el  costo  medio  puede  calcularse  en  4 
pesos,  dando  así  una  utilidad  de  3  pesos 
los  100  kilos  con  el  oro  á  330  /.,.  Estas 
cifras  las  tenemos  de  persona  competen- 
te, y  aun  que  pueden  ser  en  algo  rectifi- 
cadas esto  no  desvirtuará  lo  que  en  prin- 
cipio afirmamos, ni  alterará  sensiblemente 
el  íxold  Ponit  que  vamos  á  establecer. 

Si  en  conjunto  el  trigo  de  Santa-Fé, 
vendido  á  razón  de  7  pesos  los  100  kilos 
con  el  oro  á  330,  ha  tenido  de  gastos  un 
término  medio  de  4  pesos,  los  100  kilos, 
en  estas  condiciones  de  costo  de  produc- 
ción no  hubieran  dado  ninguna  utilidad 
si  la  cotización  del  oro  hubiese  estado 
abajo  de  188. 

Estas  cifras  se  alteran  según  las  diver- 
sas localidades,  siendo  el  producto  neto 
en  unas  mayor  que  en  otras,  á  donde  las 
condiciones  prósperas  de  estos  últimos 
años  ha  permitido  que  se  estiendan  las 
culturas. 

Otros  productos,  como  el  maíz,  por 
ejemplo,  no  pueden  actualmente  permi- 
tir una  baja  tan  considerable  del  oro,  sin 
la  ruina  de  los  productores,  una  vez  que 
se  exceda  los  límites  del  consumo  lo- 
cal. 


208 


Revista  Económica 


Es  del  caso  recordar  aquí  una  célebre 
imagen  de  Turgot,  «Se  puede,  dice,  com- 
parar el  precio  del  interés  como  una  espe- 
cie de  nivel  arriba  del  cual  todo  trabajo, 
toda  cultura,  todo  comercio  cesan,  Es 
como  la  mar  desparramada  sobre  una 
vasta  zona:  las  cimas  de  las  montañas  se 
levantan  sobre  las  aguas  y  forman  islas 
fértiles  y  cultivadas.  Si  la  mar  baja,  á 
medida  que  las  aguas  se  retiran,  las  fal- 
das de  las  montañas  y  después  las  llanu- 
ras empiezan  á  aparecer  y  se  cubren  de 
producciones  de  todo  género.  Basta  que 
las  aguas  suban  ó  bajen  un  pié  para 
inundar  ó  entregar  á  la  cultura  playas 
inmensas.» 

Estas  palabras  pueden  aplicarse  mas 
bien  al  caso  actual  que  al  del  interés  á 
que  se  refiere  Turgot  y  que  solo  podría 
producir  los  resultados  que  indica,  cuan- 
do al  aumentar  los  costos  de  producción 
no  enconti'ase  una  compensación  en  un 
aumento  correlativo  de  beneficios,  mien- 
tras que  la  baja  de  precios  de  los  artícu- 
los de  exportación,  producida  por  la  va- 
lorización del  oro,  no  es  seguida  nunca 
por  una  equivalente  rebaja  en  los  costos 
de  producción. 

Así,  pues,  subir  el  papel  como  se  pre- 
tende hacer,  considerando  el  beneficio 
exterior  en  vez  de  considerar  el  beneficio 
propio,  mirando  á  la  Inglaterra  y  dando 
las  espaldas  al  país,  tendrá  fatalmente 
los  efectos  de  ese  desborde  del  Océano; 
obligará  necesariamente  á  abandonar 
vastas  extensiones  de  tierra  hoy  entre- 
gadas á  la  labor  fructífera,  y  solo  que- 
darán algunas  zonas  privilegiadas  por  su 
ubicación,  que  aparecerán  como  oasis  en 
medio  de  la  devastación  general. 

Otras  industrias  como  la  ganadera 
pueden  subsistir  con  la  par  del  oro,  pero 
aun  así  la  valorización  del  papel  impor- 
tará la  ruina  de  todos  los  ganaderos  que 
tengan  campos  arrendados  sobre  la  base 
de  los  precios  que  se  obtienen  por  sus 
productos  con  el  oro  á  330,  á  la  par  que 
esto  actuaría  en  la  baja  de  toda  la  pro- 
piedad territorial,  como  produciría  una 
disminución  equivalente  á  la  valoriza- 
ción del  oro,  en  los  beneficios  que  reci- 
ben los  estancieros  propietarios. 

IV 

Un  cónsul  inglés  en  el  Brasil,  señor 
don  Walter  R.  Hearn,  en  un  reciente  in- 
forme, aprecia  en  los  siguientes  términos 
los  efectos  de  la  baja  del  papel  en  esa 


vecina  República.  «Ha  sido,  dice,  muy 
favorable  para  todos  los  ramos  de  las  in- 
dustrias locales  á  expensas  del  comercio 
extrangero.» 

Esta  observación,  como  se  vé,  coincide 
por  completo  con  lo  que  demuestran  las 
estadísticas  argentinas  y  con  lo  que  ha 
pasado  en  la  India,  al  desvalorizarse  su 
medio  circulante,  y  que,  como  hemos  di- 
cho, ha  sido  oficialmente  comprobado  en 
Inglaterra. 

Cuando  un  hecho,  como  en  este  caso, 
produce  en  todas  partes  idénticos  resulta- 
dos, es  que  responde  á  una  ley  natural 
contraía  cual  no  debe  irse, y  lo  que  men- 
cionamos debe  indicar  á  los  hombres  de 
gobierno  de  este  país,  una  política  ten- 
dente á  la  normalización,  si  se  quiere, 
pero  no  á  la  valorización  del  medio  cir- 
culante. 

En  vez  de  esto,  .sin  embargo,  la  línea 
de  conducta  adoptada  no  es  la  de  norma- 
lización, sido  la  de  alteración  del  valor 
del  medio  circulante,  tomándose  como 
ideal  la  aproximación  mayor  posible  á  la 
i  par  del  oro,  siguiéndose  en  esto  las  ins- 
.  trucciones  del  sindicato  Rostchild,  que 
receta  para  este  país  lo  queeu  Inglaterra 
no  se  quiere  para  las  Indias,  fundándose, 
entre  otras  consideraciones,  en  que,  si 
bien  favorecería  al  comercio  importador 
inglés,  disminuiria  la  producción  de  aque- 
llos dominios. 

Los  consejeros  británicos  del  gobierno 
argentino  son,  sin  duda,  lógicos  en 
esta  aparente  conti-adicción,  puesto  que 
tratándose  de  las  Indias,  ellos  deben  con- 
sultar no  solo  las  conveniencias  del  co- 
mercio sino  también  las  déla  producción 
de  la  que  depende  la  prosperidad  y  el  en- 
grandecimiento económico, de  sus  posi- 
ciones, consideración  esta  última  que  no 
hay  razón  ]>ara  que  la  tengan  en  cuenta 
tratándose  de  un  ])aís  extrangero. 

El  fijar  los  Gold  Points  de  la  industria 
argentina,  no  solo  evitará  emprender  tra- 
bajos que  pueden  resultar  con  pérdidas; 
sino  que  servirá  para  hacer  evidentes  á 
los  legisladores  las  malas  consecuencias 
que  deben  tener,  para  el  país,  las  valori- 
zaciones del  medio  circulante,  que  se 
quieran  producir  restringiendo  la  circula- 
ción. 

La  quema  de  papel  no  es  solo  quema 
de  moneda:  es  destrucción  de  sementeras 
y  de  fábricas,  y,  para  colmo,  ahí  están  en 
el  Congreso,  proyectos  de  impuestos  so- 
bre los  productores  de  azúcar,  de  vinos, 


DEL  Rio  de  la  Plata 


209 


etc.,  con  el  propósito  declarado  de  au- 
mentar la  cantidad  del  papel  destinado  á 
la  quema,  lo  que  inijtorta  imponer  á  esas 
indusü-ias  con  el  objeto  de  obtener  me- 
dios con  que  combatir  su  desenvolvi- 
miento y  llegar  á  consumar   su  ruina. 

Ningún  contribuyente,  en  parle  algu- 
na, se  habrá  encontrado  en  tan  duro  y 
tan  singular  trance,  así  como  jamás  se 
habrá  visto  nada  tan  abiertamente  oi)ues- 
to  al  derecho  de  imposición.  , 

Los  industriales  argentinos  deben  ha- 
cerse oir  en  estas  circunstancias,  y  una  de 
las  demostraciones  más  prácticas  á  que 
pueden  recurrir,  será  la  de  espresar  en  la 
forma  en  que  lo  hemos  ensayado,  los  lí- 
mites fuera  de  los  cuales  la  valorización 
de  la  moneda  irá  privando  á  la  producción 
nacional  de  la  retribución  necesaria. 


Los  Ferro-carril 


Los  ferro-carriles,  ese  medio  perfeccio- 
nado de  comunicación  que  tan  poderosa- 
mente actúa  para  el  desenvolvimiento 
económico,  ha  creado  casi  en  todas 
partes  dificultades  económicas  ó  financie- 
ras mas  ó  menos  serias,  inmovilizando  los 
capitales  disponibles,  aun  en  las  naciones 
donde  es  mas  importante  la  acumulación 
de  economías,  fuera  de  la  proporción  en  q' 
lo  permitía  el  desarrollo  de  las  transaccio- 
nes, produciendo  con  este  motivo,  en  la 
propia  Inglaterra,  crisis  como  la  del  año 
de  1848,  ó  sobrecargando  á  los  países 
nuevos  con  fuertes  servicios  exteriores 
que  contrarían  su  balanza  comercial  ade- 
mas de  imponer  pesadas  cargas  al  tesoro 
público. 

Al  ocuparnos  del  absenteismo  hemos 
dado  una  idea  general  del  tributo  que 
por  obras  públicas  de  este  género  y  por 
otros  conceptos  tiene  que  pagar  anual- 
mente la  República  Argentina  al  capital 
extrangero,  pero  tuvimos  que  reservar 
para  el  estudio  especial  que  ahora  em- 
prendemos, las  condiciones  de  producción 
en  que  se  encuentran  los  ferro- carril  es 
garantidos  por  la  Nación  y  el  determinar 
la  suma  del  servicio  del  capital  en  ellos  in- 
vertido, que  tiene  que  atenderse  con  las 
rentas  generales. 

El  siguiente  cuadro  detalla  las  diver- 


sas líneas,  su  extensión,  capital  y  garan- 
tías, incluyendo  en  él  las  nuevas  líneas  y 
ramales,  cuyo  servicio  habrá  que  hacer 
en  18í)3,  ampliando  y  complementando  los 
estados  oficiales  publicados: 


^< 

X 

^  t2í  >  o  rr  ^  H  1 

'       1— '•            *       •        *^     *        '^     '^     *~t 

^^Po^''^  Pg  gp 

lino . 
este 
Aire 
0  ba- 
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rgen 
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aria 
ca  y 

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^    o    !^    '-f-  * 

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3    2—'' 

:   p|?  '. 

tí 

ki?s5fcO<I         bOi-^GOCiÜT 

iCObOt-^íXíif^CiOOCOt- 

1—»  ? 

^-ütCíOOjOa'íi-oico 

7    S 

1        W     00      1        co     o      1         1        ~í      1 

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cu      .b.               ce      o                          o 

1       *-     o      1       vjo     o      1        1       C«5      1 

^3 

C0  1O>^*-^¿OC0is5^;^ObJ 

'^ 

OOOOGDíOOCDCOOO 

^   = 

OIOOC^ÜXOJOX-JM.M. 

^OOOOOOO-  COCO 

O  5-; 

COOOOOOCC'CJtClJCO 

o  £ 

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a' 

La  extensión  total  de  las  líneas  garanti- 
das asciende  á  3.841.405  ks.;  el  término 
medio  de  costo  por  kilómetro  es  de  pe- 
sos oro  21.984.73;  el  capital  total  que  re- 
presentan esas  1  íneas,  asciende  á  84.4fj2.273 
pesos  oro,  y  el  término  medio  del  interés 
garantido  es  de  5.91  o[o.;  importando  el 


210 


Revista  Económica 


total  de   la  garantía  4.993.587.78  pesos 
oro  al  año. 

A  esta  suma  habrá  que  figTeo;ar  el  ser- 
vicio de  £  500.000  del  empréstito  mora- 
torias, enti-egadas  á  fiíi  de  chancelar  la  ga- 
rantía del  ferro-carril  Central  Enti-e-Ría- 
no,y  que  asciende  á  pesos  176.400  anuales 
con  lo  que  se  forman  5.169.987.78  pesos 
oro,  como  suma  total  de  los  compromisos 
que  para  el  año  enti-ante  pesarán  sobre 
el  tesoro  público  nacional,  procedentes 
de  garantías  de  ferro-carriles 


damos  en  el  siguiente  cuadro  el  importe 
de  las  garantías,  conjuntamente  con  el 
total  de  las  entradas  brutas  de  esas  líneas, 
demostrando  así  la  insuíicíencía  de  sus 
productos: 


Lineas 
N    0    Argentino 

Garant.  anual 

97.130.25 
224.987.20 
205.534.65 

P'to.  hruto 
5.737.49 

Villa  Mariu  á  Rufino... 
Babia  Blanca  y  N.  0.... 

31.027,33 
62.980.29 

De  esto  resulta  que  estas  tres   líneas 


Las  500.000  £  dadas  por  chancelación  '  ^^®  tienen  garantido  un  interés  anual  de 
de  la  garantía,  unidas  á  los  pesos  650.000  !  547.652.10  pesos   oro,  solo  cuentan  con 

'  una  entrada  bruta  de  99.745.11  pesos  oro 


a  3.170.000  pesos  oro,  lo  que  en  definitiva 
viene  á  costar  al  tesoro  nacional  esa  lí- 
nea, y  si  se  tiene  en  cuenta  lo  poco  que 
se  ahorra  por  diferencia  entre  el  servicio 
anterior  de  la  garantía  y  el  de  los  nue- 
vos títulos,  resulta  que  la  operación  no  se 
ha  hecho  en  condiciones  convenientes 
para  el  país. 

El  aumento  de  servicios  de  garantías 
para  el  año  entrante  que  hemos  tenido 
en  cuenta,  proviene  de  nuevas  secciones 
o  ramales  délas  .siguientes  líneas: 


San  Cri.«tóbal 

Trasandino... 

Babia   Blanca  y  Nor.Ooctc 

Entro  otras  líneas..  . 


Tucum.in Pg.  oro 


504.125 
76.435.67 
30.132.65 
7.-332.35 


Formán.lü.íe  un  total  de  ps.  oro  .  618.025.67 

El  importe  de  estas  garantías  será  en 
parte  disminuido,  haciéndose  efectivas 
como  se  propone  el  ministro  del  Interior 
y  la  Dirección  de  Ferro-carriles,  con  em- 
peño digno  de  todo  elogio,  las  condicio- 


ai  ano. 

Solo  nos  faltan  los  datos  del  producto 
I  anual  del  Ferro-Carril  Este  Argentino, 
conociendo  únicamente  el  del  mes  de 
mayo,  que  dá  un  exceso  de  entradas  de 
pesos  1.500  oro,  de  modo  que  su  renta  en 
e.ste  año  no  alterará  sensiblemente  las  ci- 
fras que  obtenemos. 

Las  líneas  que  están  obligadas  á  entre- 
gar una  parte  de  sus  entradas  brutas,  son 
las  que  vamos  á  expresar,  detallando  el 
tanto  por  ciento  fijado  como  gastos,  el 
producto  bruto  apreciando  el  oro  á  300  .y 
sobre  la  base  de  las  entradas  de  1891,  así 
como  lo  que  en  consecuencia  se  tendrá 
que  deducir  de  la  suma  de  las  garantías 
de  que  gozan  las  diversas  empresas: 


Lineas 

Bs.  As.  al  Pacífico. 
G-  0.  Argentino.... 

Gastos 

....  50  o[0 

.  ..  50    . 

Ent.  brutas 

966.287.20 
808.654.68 

.52.9.34.85 
708.299.06 

38.697.72 
7.145.40 

DevoV  n. 

483.143.60 
434.327.31 

N.  E.  Argentino.... 

....  50   . 

26.467.42 

C.  Córdoba-Sec.  C. 
Trasandino..  .....  . 

N.  55   . 
..55    » 

318.734.57 
17.413.97 

S.  C.  á  Tucuman.. 

...  55   . 

3.215.43 

El  total  á  deducir  de  la  suma  que  re- 


ues  ae  ios  conti-atos  de  la  mayor  parte  de  presentan  las  garantías   nacionales,    es, 
las  lineas,  que  les  obliga  á  entregar,  de  I  pue.s,  de  pesos  oro  1.283.302.33,  quedan- 


las  enti-adas  brutas,  lo  que  esceda  e^n  unas 
de  05  %  y  en  otras  de  50  r.'  en  que  se  cal- 
culan los  gastos 

Tres  son  las  líueas  que  no  se  hallan  su- 
getas  a  este  cnmpromíso  que  son;  el  N.  O 
Argentino,  Villa  María  á  Rufino  y  Kahia 
Blanca  y  N,  O.,  ninguna  de  las  cuales  se 
costea,  como  lo  demuestra  lo  reducido  de 
sus  entradas  brutas,  en  relación  con  el 
capital  de  las  líneas  y  extensión  de 
vicios. 


ser- 


do  así  un  saldo  de  pesos  3.710.285,45 
oro  que  habrá  que  pagar  en  1893,  por 
este  concepto.  A  esta  suma  hay  que  agre- 
gar el  servicio  de  las  500.000  £  del  em- 
préstito moratorias,  entregadas  por  chan- 
celación de  garantías  del  ¥.  C  C.  Entre- 
Ríano,  con  lo  cual  se  forma  un  total  de 
3.886.685.45  pesos  oro,  que  es  lo  que  re 
presenta  en  la  actualidad  el  servicio 
anual  y  efectivo  que  tiene  la  Nación  que 
atender  á   consecuencia  de  las  diver-sas 


^^^?57Í^'®"*^°J^  moneda  legal  al  tipo  I  concesiones' de  ferro-carriíes  en  explota - 
de  dOO,  los  productos  brutos  de  estas  11-  ción. 

neas  en  1891,  que  podremos  tomar   por       Por  mucho  que  prospere  el  país,  esta 
uase  para  apreciar  sus  actuales  entradas,  |  suma  en  vez  de  reducirse  tendrá,  en  los 


Revista  Económica 


211 


años  próximos,  que  ir  creciendo  á  conse- 
cuencia de  las  secciones  y  nuevas  líneas 
concedidas  que  se  construyen. 

Si  nos  detenemos  en  las  cifras  del  pro- 
ducido de  los  diversos  ferro-carriles  vere- 
mos que  la  mayor  parte  tendrán  que  pesar 
por  mucho  tiempo  sobre  el  tesoro  nacio- 
nal y  que  algunos  de  ellos  no  han  debi- 
do concederse  como  lo  demuestran  los 
escasos  servicios  que  prestan,  lo  que  debe 
indicar  al  gobierno  la  conveniencia  de 
someter  á  nuevo  estudio  las  diversas  lí- 
neas concedidas,  no  construidas  aun,  áfin 
de  evitar  mayores  inversiones  de  capital 
sin  perspectivas  de  retribución. 

Prescindiendo  de  los  errores  parciales 
que  lámanla  ferro- carrilera  ha  hecho  co- 
meter, y  apreciando  en  conjunto  el  total 
de  las  líneas  garantidas,  que  exijen  una 
contribución  anual  de  un  peso  oro  por  ha- 
bitante, no  podemos  dejar  de  reconocer 
que  la  importancia  de  los  servicios  que 
prestan  compensan  el  sacrificio. 

JKl  mal,  prescindiendo  de  algunas  líneas 
construidas  donde  debía  faltar  todo  tráfi- 
co importante,  no  está  en  lo  que  cuestan 
los  ferro-carriles,  está  en  las  condicio- 
nes en  que  han  sido  concedidos  y  que 
no  permite  á  la  nación  que,  en  resumi- 
das cuentas,  es  la  que  los  paga,  minorar 
los  gastos  de  explotación,  sobrecargados 
con  sueldos  regios  á  Directorios  de  Lon- 
dres, etc.,  etc.,  y  tener  en  la  confección 
de  las  tarifas  y  organización  en  general 
de  los  servicios  toda  la  intervención  que 
le  corresponde. 

Hemos  de  estudiar  en  otra  oportunidad 
y  con  mayor  espacio  tan  importante  cues- 
tión. 


LAS  FINANZAS  ARGENTINAS 

Está  en  prensa  con  este  título  un  im- 
portante libro  de  D.  Sixto  J  Quesada, 
en  el  que  recopila  y  amplía  los  diversos 
estudios  que  durante  varios  años  ha  he- 
cho sobre  cuestiones  de  hacienda,  bancos 
y  circulación  monetaria. 

El  señor  Quesada  con  la  competencia 
que  sobre  estas  materias  le  es  general- 
mente reconocida,    y  una    laboriosidad 


ejemplar,  ha  reunido  y  analizado  las  cifras 
que  sirven  para  apreciar  el  movimiento 
financiero  de  la  República,  durante  la  úl- 
tima década,  acompañándolas  de  niu}^ 
fundadas  observaciones. 

Tenemos  á  la  vista  los  pliegos  que  co- 
rresponden á  la  primera  parte,  de  su  li- 
bro, que  lleva  por  título,  «Presupuesto  y 
Administración.»  La  segunda,  cuya  im- 
presión se  ha  comenzado,  se  dedica  alas 
cuestiones  de  «Bancos,  Moneda  y  Circu- 
lación.» 

A  nuestro  pedido  el  señor  Quesada  nos 
ha  permitido  reproducir  en  este  número 
de  la  Revista  uno  de  los  capítulos,  y 
esperamos  poder  publicar  otro  de  la  se- 
gunda parte,  antes  de  terminarse  la  im- 
presión de  la  obra. 

Mientras  tanto,  recomendamos  á  nues- 
tros lectores  las  siguientes  pajinas,  que 
dan  idea  del  mérito  del  nuevo  libro  que 
anunciamos.  Aunque  hayan  sido  escri- 
tas hace  algunos  años  no  por  eso  carecen 
de  actualidad- 

ADMINISTRACIÓN  DE  LAS  FINANZAS 

Sumario  —  Paz  y  administración  —  Lo  que  es  admi- 
nistración —  Deficiencias  —  Mala  costum- 
Ijre  de  querer  hacer  rápidamente  grandes 
obras,  cuando  los  recursos  son  escasos  — 
Errores  cometidos  —  Los  créditos  abier- 
tos en  acuerdos  do  Ministros  —  Falta  de 
publicidad  y  falta  de  datos  —  Ignoran- 
cia completa  de  la  situación  financiera 
del  país  -Falta  de  estadística  —  Traba- 
jos de  Agote,  Coni  y   Latzina. 

La  mala  situación  de  las  finanzas  na- 
cionales se  debe  en  gi-an  parte  á  la  falta 
de  una  administración  correcta;  y  esa 
falta  ha  traido  por  consecuencia  la  gran 
anarquía  que  en  ellas  reina,  y  el  que  se 
ignore  la  verdadera  situación  financiera 
de  la  Nación. 

El  General  Roca  declaró  al  hacerse 
cargo  del  Gobierno  que  su  período  sería 
de  paz  y  administración;  estas  mismas 
palabras  las  ha  repetido  en  todos  los  Men- 


212 


Revista  Económica 


sajes  qne  ha  presentado  al  H.  Congreso, 
eri  los  cinco  años  trascumdos  desde  que 
subió  al  poder. 

¿Se  han  cumplido  estas  promesas,  que 
hubierau  sido  su  mayor  timbre  de  gloria? 

En  cuanto  á  la  paz  no  es  de  nuestro 
resorte  examinar  las  causas  que  la  pro- 
ducen, y  en  cuanto  á  la  administración 
política'  otras  plumas  mas  autorizadas 
que  la  nuestra,  han  señalado  y  señalan 
diariamente  los  defectos  de  que  adolece 
é  indican  los  medios  para  subsanarlos: 
nos  concretaremos  pues  á  la  administra- 
ción financiera. 

¿Hay  administración  financiera  en  la 
República  Argentina? 

Decididamente  respondemos  que  no 
lo  hay,  ni  la  liabrá  por  el  camino  que 
se  sigue,  máxime  si  subsisten  las  ideas 
que  sobre  ella  tienen  los  miembros  del 
Gobierno. 

¿Qué  es  administi-acion? 

Administración,  se  entiende  buena  ad- 
ministración, es  el  funcionamiento  regu- 
lar de  todos  los  resortes  que  componen 
la  máquina  del  Estado;  es  la  claridad  y 
el  orden  en  todo  lo  que  se  relacione  con 
la  cosa  pública;  es  el  cumplimiento  es- 
tricto de  la  Constitución  y  de  las  leyes; 
es  la  previsión  y  el  tacto  en  todos  los 
actos  del  Gobierno,  y  el  pleno  conoci- 
miento que  los  miemlu'os  de  éste  deben 
tener  del  estado  del  país,  tanto  político 
como  financiero,  para  podei-  aplicar  efi- 
cazmente las  medidas  que  sean  necesa- 
rias al  mantenimiento  del  equilibrio, 
salvando  así  las  malas  situaciones  pro- 
ducidas por  los  casos  fortuitos. 

¿Se  observa  algo  de  esto  entre  noso- 
tros? 

Absolutamente  no,  en  lo  que  respecta 
á  las  finanzas,  que  son  de  las  que  nos 
oeupamos.  Empezando  por  el  Presiden- 
te de  la  República,  que  ignoraba  el  esta- 
do financiero  del  país,  por  cuya  causa 
aseguró  que  no  decretaría  la  inconver- 
sion,  viéndose  forzado  á  decretarla  á  Jos 
pocos  días  á  pesar  de  sus  declaraciones, 
— siguiendo  por  el  Ministro  de  Hacien- 
da, cuyos  errores  como  administrador  son 
conocidos,  los  que  están  revelados  en  su 
Memoria  presentada  al  Congreso  como 
lo  hemos  demostrado  en  artículos  ante- 
riores, que  no  fueron  refutados,  lo  que 
prueba  que  no  tenia  conocimiento  de  lo 
que  mane;iaba.  Continuando  })or  la  ne- 
gociación de  los  empréstitos  en  Europa, 
que  por  la  forma  en  que   fueron  negó-  j 


ciados  han  muerto  nuestro  crédito  exter- 
no, el  que  ha  sido  manoseado  por  judíos 
usureros,  y  que  ocasionó  el  envió  de  un 
Comisionado  para  enmendar  los  errores 
cometidos. 

Los  deseos  de  querer  hacer  en  un  mes 
lo  que  se  podría  hacer  en  un  año,  si- 
guiendo la  costumbre  de  ejecutar  todo  á 
la  vez,  cosa  que  no  hacen  naciones  mas 
adelantadas  que  la  nuestra  y  con  mas  re- 
cursos, hicieron  qne  el  Gobierno,  olvi- 
dando toda  previsión  tomase  sumas  al 
crédito  aquí  y  en  Eluropa,  dando  por  mu- 
chas de  ellas  cauciones  de  los  valores  que 
tenia  en  cartera  como  las  acciones  del 
ferro-carril  Central  Argentino,  etc.,  para 
empezar  (')  continuar,  con  esos  fondos, 
obras  que  debían  realizarse  con  el  pro- 
ducto de  la  negociación  de  los  emprésti- 
tos votados. 

Estas  sumas  que  pasan  de  15  millones 
de  pesos  moneda  nacional,  y  que  son  exi- 
gibles  á  cortos  plazos,  porque  están  en 
la  condición  de  la  deuda  flotante,  tienen 
que  pesar  sobre  la  negociación  de  los 
empj-éstito.T  pendientes,  porque  de  los 
apuros  en  que  esta  deuda  pone  al  Go- 
bierno se  prevalen  los  prestamistas,  y 
ello  ha  dificultado  los  trabajos  del  doctor 
Pellegrini,  que  no  ha  podido  realizar  su 
negociación  sino  en  condicione.?  honerosí- 
simas  y  deprimentes  para  el  honor  y  cré- 
dito de  la  República  Argentina,  que  ha 
cumplido  siempre  fielmente  los  compro- 
misos contraídos,  y  que  no  hay  razón 
alguna  para  que  sea  tratada  al  igual  de 
las  naciones  que  han  hecho  bancarrota, 
exigiéndole,  como  lo  hacen,  la  [garantía 
de  su  principal  fuente  de  recursos  y  que 
el  servicio  sea  hecho  por  el  Banco  Na- 
cional; demostrando  así  los  prestamistas 
la  poca  fé  que  les  merece  la  Nación,  que 
no  ha  ahorrado  sacrificios  antes  de  ahora 
para  cumplir  los  compromisos  contraidos. 
Esto  se  habría  evitado  si  el  Gobierno  pro- 
cediendo con  mas  previsión,  no  hubiese 
contraído  esas  deudas,  dejando  las  obras 
para  empezarlas  cuando  se  hubiesen  ne- 
gociado los  empréstitos;  ó  no  haberlas 
emprendido  si  estos  no  se  negociaban  en 
condiciones  decorosas,  lo  que  nos  hubie- 
ra evitado  la  vergüenza  de  ver  á  nues- 
tra patria  tratada  al  igual  de  las  naciones 
mas  desacreditadas. 

Los  presupuestos  votados  con  déficit, 
sin  plan,  sin  estudio  y  sin  consultar  el 
poder  i)roductivo  del  país;  el  déficit  au- 
mentado con  los  créditos  suplementarios 


DEL   Rio  de  la   Plata 


213 


y  extraordinarios,  sin  arbitrar  recursos 
para  cubrir  esas  nuevas  erogaciones,  que 
el  hábito  ha  ido  anualmente  aumentando 
sus  proporciones,  y  contra  el  que  se  debe 
reaccionar,  resti-ingiendo  esos  créditos  á 
lo  estrictamente  necesario,  porque  si  así 
se  continúa  jamás  se  liquidarán  los  ejer- 
cicios equilibrados. 

Los  créditos  abiertos  en  acuerdo  de 
Ministros,  de  los  que  tanto  se  ha  abusa- 
do, cuando  no  tenia  el  Gobierno  facultad 
para  ello,  sino  en  situaciones  sumamente 
urgentes,  como  lo  establece  el  artículo  23 
de  la  ley  de  contabilidad  para  los  casos 
del  artículo  6  y  23  de  la  Constitución,  es 
decir,  cuando  en  receso  del  Congreso  se 
produjese  una  conmoción  interior  ó  un 
ataque  exterior;  y  que  sin  embargo,  en 
época  de  completa  tranquilidad  se  ha 
hecho  inmoderadamente  usos  de  ellos 
para  adquisición  de  cosas  que  lo  que  me- 
nos tenían  eran  de  urgentes,  habiendo 
traído  ese  abuso,  en  unión  de  los  créditos 
suplementarios  y  extraordinarios  el  que 
la  deuda  flotante  producida  por  déficits 
de  presupuesto  suba  á  más  de  14  millo- 
nes, según  demostraciones  que  hemos 
hecho  en  artículos  anteriores. 

La  demora  de  todo  dato  que  se  rela- 
cione con  la  hacienda  pública,  como  su- 
cede hoy  con  el  pedido  que  ha  hecho  la 
Cámara  de  Diputados  hace  dos  meses  del 
estado  de  la  deuda  flotatite,  y  que  toda- 
vía no  ha  sido  remitido,  lo  que  prueba  el 
desorden  que  reina  en  la  contabilidad 
administrativa,  pues  datos  de  esa  natu- 
raleza tardan  más  de  dos  meses,  cuando 
debían  haber  sido  remitidos  inmediata- 
mente, porque  el  Ministro  debía  tener 
perfecto  conocimiento  del  estado  de  ella 
por  los  balances  de  la  Contaduría. 

De  todo  esto  se  deduce  la  urgente  ne- 
cesidad de  que  este  estado  de  cosas  cese, 
cuanto  antes,  que  el  orden  sea  el  que  im- 
pere en  todo  lo  que  se  relacione  con  la 
administración  de  las  finanzas,  que  haya 
claridad,  que  se  organice  un  sistema 
completo  de  contabilidad,  que  se  ejerza 
el  control  en  todas  las  operaciones  que 
se  practiquen,  en  fin,  que  tengamos  ad- 
ministración, no  en  el  nombre  sino  en  los 
hechos. 

Debe  tenerse  presente  además,  que  el 
mejor  régimen  para  las  finanzas  de  una 
Nación  es  el  de  la  publicidad  la  más  am- 
plia, para  que  el  pueblo  conozca  los  me- 
nores detalles  relacionados  con  la  ha- 
cienda pública  y  pueda  juzgar  el  destino 


dado  á  los  dineros  que  entrega.  Así  lo 
comprendió  León  Say  cuando  siendo  Mi- 
nistro de  Hacienda,  creó  en  Francia  en 
1877  Le  Bulletin  de  Statistique  et  de  la 
législation  comparée,  editado  por  su  Mi- 
nisterio; así  lo  ha  comprendido  la  Italia, 
que  es  la  nación  que  ha  dado  más  ex- 
tensión á  los  datos  sobre  sus  finanzas,  y 
así  lo  han  comprendido  los  Estados-Uni- 
dos, la  Inglaterra  y  la  Bélgica. 


Entre  nosotros  son  muy  poco  conoci- 
dos los  datos  que  se  relacionan  con  la 
administración  de  las  finanzas,  y  es  muy 
difícil  llegar  á  saber  algo  e^acto  sobre 
la  situación  de  éstas,  con  los  elementos 
de  que  se  dispone. 

Nos  preguntamos: 

¿Hay  alguna  persona  que  pueda  decir 
hoy,  yo  me  encuentro  al  corriente  de'la 
situación  financiera  y  económica  de  la 
República  Argentina? 

Sin  excepción,  empezando  por  los 
miembros  del  Gobierno,  decimos,  que 
no,  porque  no  se  tienen  los  datos  in- 
dispensables para  formar  un  juicio  exac- 
to sobre  esa  materia,  y  por  consiguiente 
todos  los  planes  financieros  que  se  pre- 
senten han  de  adolecer  de  esa  falta  y 
no  han  de  ser  eficaces. 

Es  indispensable  dar  una  organización 
uniforme  á  todas  las  oficinas  del  Estado, 
estableciendo  un  control  prolijo  en  to- 
das ellas,  para  que  sus  datos  sean  cla- 
ros y  exactos. 

Nos  falta  una  estadística  completa  que 
abarque  todos  los  ramos,  á  fin  de  que 
ella  pueda  suministrar  lo  indispensable 
para  conocer  con  exactitud  la  situación 
del  país.  Para  llegar  á  ello  seria  nece- 
sario crear  una  oficina  central  que  re- 
fundiese los  datos  que  deberían  sumi- 
nistrar todas  las  oficinas,  nacionales  y 
provinciales,  y  para  su  sistema  nos  po- 
dría servir  de  modelo  el  que  se  observa 
hoy  en  los  Estados-Unidos  y  en  Italia  que 
son  de  los  más  perfectos. 

Poseemos  dos  oficinas  excelentes  en 
su  género,  cuyas  publicaciones  permiten 
que  se  conozca  parcialmente  la  situación 
del  país,  y  podrían  servir  de  base  para 
la  oficina  que  indicamos. 

Sus  directores  reúnen  á  la  competen- 
cia con  que  las  administran,  una  dedi- 
cación á  toda  prueba  y  sus  publicacio- 
nes, el  Anuario  Estadístico  de  la  Provincia 
de  Buenos  Aires  por  el  Dr.  Emilio  R.  Co- 


214 


Revista  Económica 


ni,  y  la  Estadística  del  Comercio  Exterior 
y  de  la  Navegación  Interior  y  Exterior 
de  la  República  Argentina  por  el  señor 
Francisco  Latziua,  han  prestado  3'  pres- 
tan valiosísimos  servicios;  pero  esto  no 
es  suficiente. 

Nos  hace  falta  conocer,  exactamente, 
los  bienes  de  la  Nación  y  de  las  Provin- 
cias, las  empresas  nacionales  y  provincia- 
les, ferro-carriles,  bancos,  etc.,  los  valores 
en  ellos  empleados,  el  rendimiento  que 
dan,  el  valor  de  la  riqueza  privada,  el 
desenvolvimiento  de  las  industrias,  su 
valor  y  las  cantidades  con  que  están  gra- 
vadas, la  población,  la  deuda  pública,  el 
monto  de  los  presupuestos,  los  graváme- 
nes que  pesan  sobre  la  población  en  ge- 
neral, tanto  por  impuestos  directos  é  indi- 
rectos, como  por  los  nacionales,  provin- 
ciales y  municipales;  é  infinidad  de  datos 
que  son  otros  tantos  elementos  que  con- 
curren á  facilitar  los  estudios  sobre  el 
poder  productivo  de  un  país  y  sobre  su 
riqueza  é  indu.strias,  como  están  consig- 
nados en  las  Estadísticas  de  los  Estados 
Unidos  y  de  Italia,  ya  citadas. 

Al  logro  de  estos  propósitos  concun-e 
con  valiosos  elementos  el  Sr.  D.  Pedro 
Agote,  Presidente  del  Crédito  Público 
Nacional,  que  con  loable  y  decidido  em- 
peño se  ha  puesto  á  la  obra  salvando  toda 
clase  de  dificultades,  trabajando  asidua- 
mente y  sin  que  le  arredrase  la  mala 
voluntad  con  que  en  muchas  partes  aten- 
dían sus  pedidos  de  datos,  ha  formado  los 
dos  tomos  que  comprenden  la  Deuda 
Pública,  los  Bancos  y  acuñación  de  mo- 
neda en  toda  la  República,  y  hoy  prepara 
la  continuación  hasta  1884,  con  un  agre- 
gado de  los  presupuestos,  cálculo  de 
recursos,  inversión  y  producto  de  estos  y 
cantidades  con  que  son  gravados  los  ha- 
bitantes. 

Esta  obra  de  capital  importancia  que 
descorrerá  en  parte  el  velo  que  oculta  la 
situación  financiera  3^  económica  de  la 
República,  ha  conseguido  formarhi  el 
Sr.  Agote  á  fuerza  de  inteligencia,  de 
constancia  y  de  lucha,  salvando  en  lo 
posible  las  omisiones  y  falta  de  datos  que 
son  la  consecuencia  del  deplorable  estado 
administrativo  de  toda  la  República,  lo 
que  hará  que  su  nombre  sea  considerado 
como  uno  de  los  primeros  que  entre  noso- 
tros lian  empleado  el  sistema  financiero, 
con  base  numérica,  que  será  el  si.stema 
del  porvenir,  porque  hemos  de  conven- 
cernos de  que  á  la  ciencia  económica  no 


se  llega  con  extensos  discursos  llenos  de 
elocuencia  algunos,  ni  con  largos  escritos 
deforma  literaria  irreprochable,  pero  fal- 
tos de  esencia,  á  los  que  hemos  estado 
acostumbrados,  y  en  los  que  se  colocaban 
los  números  como  adorno  y  no  como  fun- 
damento. 

Estos  importantísimos  trabajos  del  Sr. 
Agote,  si  bien  de  gran  utilidad,  tampoco 
son  suficientes,  porque  no  habiendo  sido 
puras  las  fuentes  donde  ha  tenido  que  ir 
á  beber  una  parte  de  los  datos  que  le  han 
servido  para  formar  sus  cuadros,  tienen 
que  adolecer  de  faltas  que  no  le  ha  sido 
posil)le  salvar  por  las  causas  3'a  dichas. 

A  las  obras  que  dejamos  citadas  debe- 
mos agregar  también  la  publicada  por  el 
Dr.  Gabriel  Carrasco  que  se  titula  De.s- 
cripcion  Geográfica  y  Estadística  de  la 
Provincia  de  Santa-Fé,  la  que  contiene 
preciosos  elementos. 

Estas  obras  que  dejamos  enumeradas, 
son  de  gran  utilidad,  pero  falta  comple- 
mentarlas, purificarlas  3^  refundirlas,  para 
lo  cual  es  necesaria  la  Oficina  General  de 
la  Estadística,  3'  la  organización  de  todas 
las  oficinas  tanto  nacionales  como  pro- 
vinciales, para  que  así  siendo  exactos  y 
ordenados  los  datos  que  suministrasen  á 
la  Oficina  Central,  esta  á  su  vez  pudiese 
presentar  un  trabajo  homogéneo  y  exacto 
que  permitiese  juzgar  del  estado  econó- 
mico y  financiero  cíela  República. 

Las  infinitas  reformas  que  ha3^  que  em- 
prender para  llegar  á  establecer  una  ad- 
ministración correcta  en  toda  la  Repúbli- 
ca, no  son  obra  de  un  día,  es  necesario 
gran  fuerza  de  voluntad  y  patriotismo 
en  los  que  dirijen  los  dfi.stinos  del  país, 
para  recuperar  las  fuerzas  perdidas  en  la 
desorganización  porque  ha  pasado  3" pasa, 
y  para  plantear  las  nuevas  medidas  que 
han  de  traer  ese  beneficio. 

Si  el  Gobierno  Nacional  está  animado 
de  esos  propósitos  de  orden,  para  llegar  á 
esos  resultados,  sería  conveniente  que 
nombrase  una  Comisión  de  Personas  com- 
petentes para  que  indicase  las  reformas 
que  ha3^  que  practicar. 

Entre  tanto;  es  necesario  empezar  por 
algo  y  ese  algo  más  urgente  en  este 
momento,  es  sin  duda  la  Íe3^  del  presu- 
puesto;— de  esto  nos  ocuparemos  en  un 
próximo  ariículo. 

Sixto  J.  Quesada- 
Buenos  Aires,  1885. 


Del  Kio  de  la  Plata 


215 


CARTAS  SOBRE  EDUCACIÓN 

OARTA    II 
LOS  AIAESTFIOS 

Sr.  D.  Domingo  Lamas: 

No  pretendo  escril»ir  una  obra  pedagó- 
gica, ni  corro  tras  aplauso  más  ó  menos 
duradero:  ansio  conversar  sobre  educa 
ción,  ya  que  este  problema,  de  largo  tiem- 
po planteado,  tratado  con  parsimonia  por 
los  menos,  manoseado  por  los  más,  dista 
mucho  de  ser  resuelto  conforme  exigen 
el  objetivo  á  que  tiende  y  las  consecuen- 
cias que  reporta- 

Hablaremos  primero  de  los  catedráti- 
cos, profesores  y  maestros;  trataremos  en- 
seguida de  los  exámenes  como  base  se- 
gura de  sólida  y  conveniente  ilustración; 
conversaremos  mas  tarde  sobre  progra- 
mas de  enseñanza,  y  finalmente  nos  ocu- 
paremos de  las  obras  de  texto. 

Como  usted  vé,  amigo  mió,  el  plan 
aunque  corto,  dá  materia  para  llenar 
unas  cuantas  cuartillas,  y  voy  á  desar- 
rollarlo confiando  más  que  en  mis  fuerzas, 
por  mi  desgracia  débiles,  en  la  bondad  de 
la  causa  que  defiendo. 

¡Los  maestros! 

Hé  aquí  el  bú  de  la  cuestión,  el  pro- 
blema que  recientemente  ha  preocupado 
al  Ministerio  de  Instrucción  pública. 

En  varios  países  se  ha  partido  de  un 
error  funesto,  del  de  suponer  que  el  que 
sabe  puede  enseñar,  espejismo  puramen- 
te ideológico  que  la  práctica  se  ha  encar- 
gado de  disolver. 

Si  para  ser  médico  se  necesita  cursar 
clínica  en  algún  hospital,  si  para  dedi- 
carse á  la  farmacia  se  exige  cierto  Tiem- 
po de  práctica  ¿porqué  al  maestro  no 
hay  que  exigirle  práctica?  Basta  acaso 
saher  para  dominar  la  ciencia  de  ense- 
ñar? 

¿No  le  parece  á  usted  que  tendríamos 
buenos  maestros  si  previo  el  examen  de 
competencia  se  les  observara  en  la  prác- 
tica? 

Yo  no  puedo  enseñar  al  que  no  me 
ama,  dijo  un  gran  filósofo  de  la  antigüe- 
dad, y  esta  frase,  que  es  todo  un  código 
para  el  maestro,  nos  dá  á  entender  que  el 
profesor  ha  de  aspirar,  con  el  orden  y 
compostura  en  clase,  con  el  respeto  á 
Que  se  hace  acreedor,  al  afecto  de  sus 
discípulos. 


En  vano  una  eminencia  científica  se 

afanará  si  su  carácter  bilioso  y  atrabilia- 
rio le  enagena  la  simpatía  de  sus  alum- 
nos, como  inútilmente  trabajará  el  cate- 
drático cuya  faltfi  de  carácter  ó  excesiva 
blandura,  amengüe  el  prestigioso  respeto 
de  que  debe  estar  rodeado. 

Esto  que  es  elemeutalísimo  se  ha  es- 
capado á  no  pocos  de  los  que  legislaron 
en  materias  de  educación,  sin  observar 
que  á  la  prueba  de  capacidad  debe  unir- 
se la  de  especiales  condiciones  de  carác- 
ter, y  aun  la  de  una  moralidad  sin  ta- 
cha. 

No  se  me  oculta,  concretando  ideas, 
que  si  las  improvisaciones  son  siempre 
difíciles, lo  son  masen  materia  que,  como 
la  instrucción,  demanda,  por  su  excesiva 
importancia,  parsimonia  y  cautela,  y 
partiendo  del  supuesto,  exactísimo,  que 
los  profesores  no  se  improvisan,  so  cayó 
en  otro  error,  el  de  fomentar  el  favori- 
tismo, esto  es,  huimos  de  Scila  para  caer 
en  Caribdis. 

Pero  no  hagamos  ciencia  retrospectiva 
y  preveamos  el  porvenir. 

¿Cómo  tener  un  personal  docente,  aptc, 
idóneo,  inteligente? 

¿Cómo?  De  una  manera  facilísima  y 
poco  expuesta  á  errores. 

En  el  Ministerio  de  Instrucción  públi- 
ca, ó  en  la  Inspección,  que  para  el  caso 
es  igual,  se  lleva,  si  no  estoy  mal  infor- 
mado, un  registro  no  solo  de  todos  los 
colegios  particulares,   sino  de  los  profe- 

:  sores  que  dictan  las  clases  en  ellos  abier- 
tas.  Y  si  en  el  Colegio  Nacional  se  lleva 

i  también  un  riguroso  registro  de  exá- 
menes, fácil  es  averiguar,  por  las  notas 
generales  de  los  alumnos,  la   competeu- 

;  cia  del  profesor. 

Para  los  tres  primeros  años,  que  pue 
deu  estudiarse   en  colegios  particulares, 

I  es  fácil  encontrar,  con  solo  una  detenida 
consulta,  de  documentos,  profesores  idó- 
neos. 

Nos  queda  por  averiguar  ahora  las  cou- 
d  i  clones  de  carácter  y  la  moralidad  del 

,  futuro  catedrático. 

Para  lo  primero,  la  misma  aplicación  ó 

I  el  aprovechamiento  del  alumno  es  buena 

:  fuente,   como  lo  es  también  la  seriedad 

I  del  establecimiento  en  que  el  profesor 
dicte  sus  clases;  y  para  lo  segundo  hay 

I  sobrados  medios  para  que  me  entretenga 
en  detallarlos. 

1     Réstanos   hablar  de  los   últimos  años, 


216 


Revista  Económica 


que  por  no  ciarse  en  colegios  particulares 
nos  inutilizan  el  recurso  anterior.     • 

Para  dictar  una  cátedra  en  estos  años, 
exíjase  capacidad  suficiente  probada  ante 
un  tribunal  imparcial  compuesto  de  cate- 
dráticos de  la  misma  asignatara,  y  ya  que 
no  podamos  adivinar  sus  condiciones  edu- 
cacionistas, nómbreseles  con  carácter  in- 
terino, durante  un  curso  tiempo  masque 
suficiente  para  apreciar  aquellas  dotes. 

Es  menester  que  cunda  el  convenci- 
miento de  que  el  carácter  y  la  experien- 
cia son  condiciones  indispensables  para 
dictar  una  cátedra,  huyendo  como  de  un 
grave  mal  de  dos  tendencias  que  en  di- 
versos paises  se  han  manifestado,  ambas 
opuestas  pero  las  dos  igualmente  perjudi- 
ciales; la  de  rendir  exagerado  culto  á^  los 
teóricos,  y  la  de  llevar  al  magisterio  jóve- 
nes recien  salidos  de  aulas,  estos,  si  muy 
aprovechados,  faltos  del  aplomo  que  exije 
tan  imponente  tarea,  y  aquellos  excelen- 
tes para  trabajos  de  bufete. 

Leibuitz  decía:  «Hacedme  dueño  de  la 
enseñanza,  y  yo  me  encargo  de  cambiar 
el  mundo»;  y  yo  parodiando  el  pensa- 
miento, en  lo  que  tiene  de  profundo,  diría: 
«Arréglese  el  personal  docente  y  habre- 
mos dado  un  gi-an  paso  para  el  futuro 
progreso  de  la  instrucción.» 

Claro  está  que  al  hombre  dedicado  á  la 
enseñanza  con  idoneidad,  competencia  y 
moralidad,  hay  que  retribuirlo  expléndi- 
damente,  recordando  que  «lo  que  se  aho- 
rre en  educación  se  gastará  en  metrolla.» 
Pretender  que  al  Estado  se  le  sirva  poco 
menos  que  gi-aciosamente,  es  pretender 
un  imposible;  Y  si  al  educacionista  se  le 
retribuye  bien,  si  de  su  carrera  se  hace 
una  carrera  independiente  alejada  de 
imposiciones  y  del  hálito  emponzoña- 
dor  de  la  política  ¿no  le  parece  á  V.  que 
el  Estado  podría  ser  más  exigente  con  el 
profesor,  y  que  á  la  enseñanza  no  se  dedi- 
carían sino  aquellos  qne  realmente  hu- 
biesen nacido  pedagogos?  ¿Qué  diría  V. 
del  médico  que  solo  ejerciera  su  carrera 
durante  una  hora  al  día,  y  las  restantes 
las  empleara  en  estudiar  la  agricultura? 
Qué  del  abogado  que  solo  trabajara  en 
una  demanda  durante  una  hora,  y  las 
otras  libres,  las  empleara  en  el  tentador 
estudio  de  la  a.stronomía?  Pues,  V.,  y  yo, 
y  el  resto  de  la  humanidad,  no  recurriría- 
mos ni  á  aquel  médico,  ni  al  astrónomo 
abogado,  convencidos  de  que  para  ejercer 
con  ñuto  una  profesión  cualquiera  hay 
que  dedicarle  todas  las  horas  hábiles  del 


día.  No  de  otra  manera  se  forman  los  es- 
pecialistas. 

Aplique  V.  el  caso  á  la  enseñanza,  y 
saque  de  estas  líneas  la  consecuencia  que 
se  le  ocurra. 

Oti'o  día  continuaremos   conversando 
ya  que  el  tema  es  tentador. 
Suyo. 

MoNNER  Sans. 


RIO  GRA.NDE  DEL  SUD 

El  Estado  de  Rio  Grande  del  Sud  ocu- 
pa una  extensión  de  236.000  kilómetros 
cuadrados,  es  decir,  un  quinto  más 
que  la  República  Oriental,  pero,  es  de 
notar  que  comparada  la  posición  geográ- 
fica de  uno  y  otro  territorio,  el  segundo 
aunque  menos  extenso,  debe,  por  la  su- 
perioridad de  sus  condiciones  naturales, 
permitir  con  el  tiempo  mayor  producción 
y  densidad  de  población. 

Según  el  censo  del  Brasil  de  18S8  la  po- 
blación de  Rio  Grande  ascendía  á  968.931, 
la  mitad  de  la  cual  es  compuesta  de  ex- 
trangeros,  figurando  en  primer  término 
los  italianos  y  en  seguida  los  alemanes 
que  ascienden  á  cerca  de  200.000. 

La  mayor  parte  de  la  población  es 
mas  bien  rural  que  urbana  y  no  tiene 
el  Estado  ninguna  ciudad  que  pueda 
compararse  con  la  de  Montevideo.  Su 
centi'O  mas  importante  es  Porto  Alegre 
que  tiene  52.186  habitantes;  viene  ense- 
guida Pelotas  con  33.249;  Rio  Grande 
con  22.944  y  Bagé  con  22.000- 

Como  puerto  marítimo  posee  el  de  Rio 
Grande,  que  si  bien  tiene  en  su  barra 
ordinariamente  canales  hasta  de  16  pies 
de  profundidad,  está  sugeta  á  interrup- 
ciones caprichosas  por  la  formación  de 
movedizos  bancos  de  arena  que  le  cier- 
ran la  entrada.  Con  el  objeto  de  poder 
regularizar  las  comunicaciones  maríti- 
mas del  Estado  suprimiendo  demoras  y 
peligros  para  los  buques,  se  proyectaron 
obras,  que  fueren  contratadas  en  20. 000 
contos,  ó  sea  10.000.000  de  pesos,  con  la 
«Sucieté  Franco  Brésilienne  de  Travaux 
Publics»,  que  se  comprometió  á  realizar- 
los en  el  término  de  siete  años,  obra 
que,  á  pesar  de  su  importancia  y  de  todo 
el  entusiasmo  que  despertó,  está  hoy  inte- 
rrumpida. 

La  empresa  contratista  tomó,  por  base 


DEL    HlO    DE    LA    PLATA 


217 


de  sus  cálculos,  el  papel  del  Brasil  casi  á  I 
la  par,  y  cuando  ya  habla  empezado  á  ¡ 
dar  impulso  á   la   obra  y  levantar  una ; 
pequeña    ciudad,    con   edificios  para  sus 
oficinas    y   casillas  para  los    trabajado-  i 
res,    empezó  el   descenso   del  valor  del 
papel  brasilero,   encontrándose   la  socie- 
dad constructora,  con  que  no  se  les  paga- 
ba en  realidad  la  mitad  de  lo  que  habia 
servido  de  base  para  sus  cálculos.    Pro- 
seguir las  obras  era  la  ruina  cierta,  ine- 
vitable, y  mientras  solicita   una  modifi- 
cación del  contrato,  prefiere,  paralizando 
las  obras,  perder  los  100.000  pesos  que 
depositó  en  garantía  y  lo  ya  invertido  an- 
tes que   sufrir  algunos   millones  de  pér- 
dida si  continúa  los  trabajos. 

El  Estado  de  Rio  Grande  tiene  901  ki- 
lómetros de  ferro-carriles.  De  estos  uno  j 
pertenece  al  gobierno  el  q'  parte  de  Ta- 
cuarí,  que  está  á  10  millas  de  Porto  Ale- 
gi*e  con  el  que  se  comunica  por  el  rio 
por  medio  de  vapores,  y  llega  á  Cace- 
quy,  recorriendo  un  trayecto  de  377  ki- 
lómetros, consti"uido  por  compañias  in- 
glesas, tiene  la  línea  de  Rio  Grande  á 
Bagé  con  283  kilómeti'os,  la  de  Porto 
Alegre  á  Nuevo  Ham burgo  de  2T  millas 
y  un  ramal  á  Rio  Grande  de  18  kiló- 
metros y  la  línea  entre  Cuaraim  á  Itaquí 
de  175  kilómetros.  Esta  línea  debe  pro- 
longarse á  San  Borja,  pero  después  de 
haberse  terminado  las  obras  de  tierra  se 
paralizaron  los  trabajos. 

El  gobierno  construye  nuevas  líneas 
que  deben  ligar  la  de  Rio  Grande  á  Bagé 
con  la  de  Cacequy,  que  debe  extenderse 
á  Uruguayana  y  unirse  con  la  línea  de 
Cuarain  á  San  Borja.  En  estos  trabajos 
se  ha  manifestado  empeño  haciéndose 
gTan  parte  de  las  obras  de  tierra  y  tra- 
yéndose gran  número  de  puentes  de  hier- 
ro y  rieles  de  Europa,  asi  como  tren  ro- 
dante de  Norte-América. 

La  linea  Bagé  ha  sido  favorecida  por  el 
establecimiento  de  un  saladero  cerca  de 
esta  ciudad,  creado  por  una  compañía}^  se 
trata  de  establecer  otros  dos  mas  á  inme- 
diaciones de  la  vía  férra  que  lleve  la  car- 
ne á  los  puntos  de  embarque,  haciendo 
ventajosa  competencia  á  los  saladeros  es- 
tablecidos en  la  costa,  puesto  que  esos  es- 
tablecimientos obtienen  el  ganado  mas 
barato  y  en  mejores  condiciones. 

El  comercio  riograudense  ha  tenido 
naturalmente  que  sufrir  las  consecuen- 
cias de  la  suspensión,  de  las  fuertes  tarifas 
diferenciales  con  que  antes  se  le  favore- 


cía. Desde  15  de  Marzo  á  30  de  Junio  de 
1890  la  diferencia  de  las  tarifas  de  Rio 
Grande  con  las  del  Brasil  se  rebajó 
en  un  30  op;  desde  1'='  de  Julio  á  31  de 
Diciembre  en  20oio,  mas,  quedando  des- 
de 1^  de  Enero  de  1891  uniformadas  to- 
das las  tarifas  aduaneras  del  Brasil,  lo  que 
importa  un  fuerte  recargo  de  derechos 
para  las  introducciones  á  Rio  Grande; 
aumento  de  tarifas  que  se  acentuó  por  el 
hecho  de  cobrarse  á  oro  esos  derechos. 
La  rebaja  especial  de  derechos  para 
las  importaciones  á  Rio  Grande,  tenia 
por  objeto  evitar  el  contrabando,  fácil  de 
efectuarse  por  sus  extensas  y  abiertas 
fronteras  terrestres.  Para  combatirlo  no 
solo  se  ha  llevado  el  rigor  hasta  castigar 
con  pena  de  prisión  perpetua  á  los  con- 
trabandistas, sino  que  se  ha  reforzado  la 
vigilancia  en  las  fronteras.  En  esta  cam- 
paña contra  el  contrabando  figura  como 
elemento  activo,  la  empresa  del  ferro- 
carril á  Bagé  que  vé  en  cada  bulto  intro- 
ducido clandestinamente  en  la  zona  fron- 
teriza de  la  República  Oriental,  un  flete 
menos  que  cobrar. 

La  fuerte  alza  de  los  derechos  aduane- 
ros es  en  efecto  un  estímulo  poderoso 
para  el  contrabando,  pero  este  se  limita 
á  los  artículos  de  procedencia  europea, 
que  no  se  fabrican  en  el  país,  debido  á 
la  depreciación  del  papel  en  el  Brasil  que 
aumenta  los  beneficios  de  las  produccio- 
nes locales  y  encarece  las  estrañas,  de 
modo  que  no  es  la  República  Oriental, 
país  á  oro,  la  que  podrá  introducir  á  Rio 
Grande  artículos  similares  á  los  de  su  pro- 
pia producción.  Respecto  de  éstos,  el  con- 
trabando se  hará  en  sentido  inverso;  de 
Rio  Grande  á  la  República  Oriental. 

Pelotas  es  el  gran  centro  saladeril  de 
Rio  Grande,  Estado  que  produce  el  23  oío 
del  tasajo  que  se  elabora.  El  número  de 
saladeros  establecidos  en  Pelotas  es  ac- 
tual monte  de  trece,  que  faenan  alrede- 
dor de  400.000  cabezas  de  ganado  vacuno 
al  año,  cifra  que  se  cree  excederá  en  el 
actual,  debido  principalmente  á  la  venta- 
josa condición  en  que  están  los  saladeristas 
riograndenses  de  poder  comprar  las  ha- 
ciendas con  el  papel  en  que  se  vende  la 
carne  elaborada.  Lo  faenado  hasta  el  15 
de  Abril  ascendía  ya  á  300.000  cabezas,  y 
si  se  tiene  en  cuenta  que  los  trabajos  se 
prosiguen  de  Diciembre  á  Junio  se  podrá 
calcular  este  año  un  aumento  de  27  ojo. 
No  hay  en  Rio  Grande  mas  que  una 
1  fábrica  de  extracto  de  carne,  la  que  per- 


218 


Revista  Económica 


tenece  á  una  compañía  iuglesa.  Se  halla 
establecida  en  el  Paredao,  en  la  vía  férrea 
ds  Porto  Alegre  á  Cacequy. 

Sin  duda  debido  á  la  poca  importancia 
de  sus  centros  urbanos,  era  hasta  hace  poco 
algo  reducido  el  movimiento  bancario 
de  ese  Estado,  que  no  contaba  mas  que 
con  la  sucursal  de  «London  and  Rrazi- 
lian  Bank»  en  Rio  Grande  y  el  «Banco  da 
Provincia»  en  Porto  Alegre,  fundado  con 
un  capital  de  2.500.000  de  pesos.  Ahora 
cuenta  además  con  sucursales  del  «Banco 
da  República»  establecido  en  Rio  Janei- 
ro y  del  «Banco  deParis  y  Rio». 

Éstos  cuatro  Bancos  tienen  hoy  casas 
en  la  ciudad  de  Rio  Grande  y  además, 
los  tres  primeros  en  Porto  Alegre  y  Pe- 
lotas. 

Las  rentas  percibidas  por  el  gobierno 
federal  en  1889  fueron  de  7.196.841.000 
reisy  los  pagos  hechos  por  el  tesoro  nacio- 
nal ascendieron  á  9.983.173,000  reis  Las 
rentas  especiales  del  Estado  fueron  de 
2.340.181,000  reisy  los  gastos  ascendieron 
á  2.743.346,000  reis  resultando  un  défícit 
en  ambos  presupuestos  de  33  o^o. 

Reuniendo  las  rentas  generales  y  las 
especiales  del  Estado,  resulta  que  á  pe- 
sar de  sus  fuertes  derechos  aduaneros  el 
Estado  de  Rio  Grande  no  tiene  la  tercera 
parte  de  la  renta  normal  de  la  R.  O.  del 
Uruguay. 

No  pesa  sobre  Rio  Grande  como  deu- 
da local  gran  parte  del  pasivo  que  han 
dejado  las  guerras  en  que  ha  tomado  par- 
te, así  como  otras  erogaciones  importan- 
tes, todo  lo  cual  está  cargado  en  la  deuda 
general  de  la  República.  La  deuda  espe- 
cial del  Estado  ascendía  en  31  de  Diciem- 
bre de  1890  á  5.103.489,000  reis  cuyos  in- 
tereses son  de  5,  6  y  7  o{0,  de  lo  que 
resulta  que  el  fuerte  déficit  no  proviene 
del  sobrecargo  en  el  servicio  de  la  deuda. 

Tales,  son  á  grandos  rasgos,  las  condi- 
ciones económicas  y  financieras  con  que 
el  vecino  Estado  brasilero  entra  en  la  agi- 
tada vida  de  la  democracia  sud-ameri- 
cana. 


CRÓNICA   DE    LA    QUINCENA 
Ago.sto20del892. 
No  vamos   bien .  El  país  no  sigue  un 


camino  derecho,  y   la  vía  en   que  han 

entrado  los  políticos,  ámás  de  ser  tortuo- 
sa, está  llena  de  malezas;  en  una  palabra, 
veo  al  porvenir,  erizado  de  dificulta- 
des. 

La  esperanza  está  encarnada  en  el 
futuro  Presidente  de  la  República. 

Con  él  se  espera  que  habrá  mas  pruden- 
cia y  previsión  en  el  gobierno,  el  gusto 
sencillo  del  bien,  equidad  en  los  negocios 
públicos, — celo  decidido  y  atento  en  la 
administración  de  los  intereses  naciona- 
les, menos  ruido,  poca  jactancia  y  en  vez 
de  violencias,  algunas  virtudes  modestas 
y  liberales  que  se  consagrarán  por  entero 
al  país. 

Con  eso,  no  haremos  grandes  cosas;  las 
haremos  útiles,  en  todo  caso  serias,  y  se 
servirá  honradamente  á  esta  patria  tan 
vapuleada  en  su  crédito. 

Pero  es  que,  la  imprevisión  anterior,  la 
confusión,  los  excesos  de  partido,  han 
sido  de  tal  naturaleza,  que  el  pasado  se  li- 
ga al  presente  y  encadenando  el  porvenir, 
constituye  una  masa  tan  grande  de  res- 
ponsabilidades, que  se  necesitan  espaldas 
de  Atlas  para  soportarla,  y  puños  de 
Hércules,  para  romper  ciertas  ligaduras. 

Y  la  interrogación  se  presenta  necesaria- 
menie,  porque  si  nadie  duda  del  carácter 
del  hombre,  abonado  por  una  existencia 
sin  tacha,  ya  se  le  examine  en  el  hogar, 
en  la  sociedad,  ya  en  la  majistratura  y  en 
la  política,  hay  sin  embargo  dudas  respec- 
to de  su  energía,  y  estas  dudas  se  compli- 
can, y  aumentan  la  inquietud  y  oscurecen 
el  horizonte  del  futuro,— por  los  amaños 
de  círculo  tendentes  á  predominar  esclusi- 
vameute:  porque  está  visto,  que  las  ense- 
ñanzas de  la  historia  y  hasta  las  lecciones 
de  los  hechos  contemporáneos,  poco  ó 
nada  aprovechan  á  los  impacientes  del 
poder. 

De  aquí,  que  la  política  llamada  bien, 
«el  acuerdo  patriótico»,  si  nos  ha  dado  ya 
el  fruto  de  un  presidente  proclamado,  se 
encuentre,  hoy  por  hoy,  como  trabada; 
no  precisamente  en  su  acción  dirijente, 
desde  que  nada  tiene  que  dirijir,  sino  en 
la  proyección  de  aquel  ideal  que  quería 
apaciguar,  calmar,  cohonestar,  lo  que  sin 
mengua  de  la  moralidad  política  se  pu- 
diera inducir,  coordinar  y  armonizar,  en 
un  propósito  común. 

En  resumidas  cuentas,  tenemos  una 
situación  escabrosa,  de  sospechas,  de 
temores,  de  dudas,  de  desconfianzas,  de 
inquietudes,  y  los  días  corren  y  corren,  y 


DEL  Rio  de  la.  Plata 


219 


esta  quincena  presenta  más  acentuada  la 
misma  fisonomía  que  la  anterior;  y  tien- 
do la  vista  á  todas  partes,  sin  prevencio- 
ciones,  sin  preocupaciones,  sin  ninguna 
molestia  inveterada  y  buscando  el  genio, 
los  genios  tutelares, — para  ser  más  llano 
en  la  forma  de  la  espresion,  !os  hombres 
representativos  en  cuya  eficacia  se  creín, 
lo  que  hallo,  es  un  trabajo  sórdido  contra 
esas  influencias  y  á  ellos,  como  cruzados 
de  brazos,  casi  desalentados,  y  como 
dejando  que  los  sucesos  se  vayan  por 
donde  quieran  ó  por  donde  el  empirismo 
los  empuje;  y  como  una  consecuencia  de 
ésto,  solitario  al  futuro  Presidente  de  la 
República  en  medio  de  una  confusión 
universal,  pues  es  raro  encontrar  dos 
hombres  que  se  entiendan  sobre  cosa 
alguna. 

Así  seguiremos  hasta  el  12  de  Octubre- 
llegando  por  fin  á  la  meta  el  distinguido 
ciudadano  en  cuyas  proverbiales  virtudes 
todo  se  ha  cifrado. 

Mientras  tanto  continuaremos,  los  unos 
inteiTOgando  la  Sybila  silenciosa;  los 
otros,  haciéndola  hablar  en  su  favor;  éstos 
alejándose,  y  aquellos,  los  que  no  se 
atrevieron  áacercarse,  acercándose  fasci- 
nados por  el  éxito  del  que  sube, — en  tanto 
que,  la  yjequeñezy  el  olvido  humanos  le 
aumentan  dia  á  dia.  y  cada  vez  más  el 
vacío  al  que  se  vá. 

También  veremos  repetirse,  en  el  Con- 
greso, los  incidentes  como  el  de  ayer,  y 
postergadas  ó  aplazadas  muchas  leyes 
que  se  imponen,  porque  las  camarillas, 
los  círculos  y  los  partidos,  no  entendién- 
dose, pierden  su  tiempo  en  estériles  dis- 
putas y  en  inacabables  recriminaciones. 

Por  lo  demás,  el  país  se  arrastra  jadean- 
te y  el  dinero  abunda,  aunque  la  descon- 
fianza no  encuentre  cosa  suficientemente 
segura  sobre  que  colocarlo.  Y  ya  empie- 
za á  susuiTarse,  que  el  Banco  déla  Nación 
se  convertirá, — eso  nos  faltaba, — en  Banco 
puro  deE.stado. 

Con  que  así,  vaya  echando  sus  cuentas 
el  lector  y  no  se  le  exija  al  cronista  la 
enumeración  de  hechos  no  acaecidos; 
porque  eso  es  tan  difícil  milagro,  como  el 
que  parece  ser  que  la  República  entre  en 
quicio,  normalizando  de  golpe  su  situa- 
ción, después  de  tantas  equivocaciones 
cuyo  origen  se  imputa  á  unos  cuantos 
pecadores.....  los  otros,  la  masa  enorme 


de  todos  los  que  pecaron,  descontando  el 
porvenir  en  sus  devaneos  de  riqueza  y 
poderío, — esos  se  ocultan   discretamente. 

Lucio  V.  Mansilla. 


Í|EYISTA    DE    LA   QUINCENA 

El  Gobierno  se  preocupa  de  la  negocia- 
ción un  tratado  de  comercio  con  el  Brasil, 
materia  siempre  grave  desde  que  las 
convenciones  de  éste  género  vienen  á 
modificar  las  condiciones  industriales  y 
comerciales  de  los  países  contratantes. 

Para  celebrar  un  tratado  que  consulte 
los  intereses  económicos  de  la  República 
en  sus  relaciones  con  el  Bn^sil,  se  necesita 
ante  todo  un  perfecto  conocimiento  de  las 
condiciones  y  de  las  necesidades  de  am- 
bos países.  Solo  así  se  puede  tratar  sin 
riesgo  de  incurrir  en  los  mas  lamenta- 
bles errores,  razón  por  la  cual  no  acom- 
pañamos á  nuestros  colegas  de  Montevi- 
deo, que  tan  complacidos  se  manifiestan 
por  las  negociaciones  iniciadas,  cuando 
no  se  han  hecho  los  estudios  previos  que 
permitan  apreciar  ni  el  alcance  de  lo  que 
se  ofrece,  ni  la  importancia  de  lo  que 
quieran  darnos- 

Como  si  todavía  no  fuera  bastante 
gobernar  el  país  cerrando  los  ojos  á  sus 
más  vitales  necesidades  internas,  nos  lan- 
zamos ahora  á  celebrar,  á  oscuras,  trata- 
dos de   comercio  con   todas  las  naciones. 

El  gran  beneficio  que  los  colegas,  á  que 
nos  referimos,  creen  que  se  obtendrá  con 
ese  nuevo  tratado,  es  el  de  restablecer  la 
prosperidad  de  nuestra  ganadería  por 
medio  la  rebaja,  que  se  espera  conseguir, 
en  los  derechos  de  importación  de  tasajo 
en  el  Brasil. 

Nuestra  ganadería  ha  prosperado  duran- 
te algunos  años  no  obstante  los  derechos 
de  importación  que  han  tenido  nuestros 
tasajos  en  el  Brasil,  y  la  crisis  ganadera  ha 
venido,  ha  crecido  y  sigue  creciendo,  ,sin 
que  mientras  tanto  se  hayan  aumentado 
ni  modificado  los  referidos  derechos. 

Estos  son,  sin  duda  alguna,  graváme- 
nes que  refluyen  sobre  nuestros  produc- 
tores de  ganado,  pero  es  evidente  que  no 
son  la  causa  original  del  mal  que  se  hace 


220 


Revista  Económica 


sentir,  así  como  también  que  éste  excede 
considerablemente  la  importancia  de  esos 
impuestos. 

La  causa  de  la  crisis  ganadera  no  está 
ahí;  está  en  lo  que  dá  origen  al  abati- 
miento en  el  país  de  todas  las  demás 
ramas  del  trabajo. 

Déjese  el  Gobierno  de  seguir  como 
hasta  hoy,  los  consejos  extraviados  de  un 
gremio  de  agiotistas,  dé  expansión  al 
medio  circulante,  y  encontrará  en  el  país 
mismo  lo  que  inútilmente  se  vá  á  buscar 
al  Brasil,  con  aventuradas  negociaciones. 


La  actual  legislatura  estaba  en  el  caso 
de  concluir  este  su  segundo  periodo  sin 
sancionar  en  los  dos  años  que  lleva  de 
funcionamiento  el  presupuesto  general 
de  la  administración,  que  debe  confeccio- 
narse anualmente,  cuando  la  laboriosidad 
del  señor  Presidente  de  la  República 
Tiene  á  sacarla  del  compromiso,  haciendo 
él  personalmente  el  trabajo  que  corres- 
pondía á  la  Comisión  de  Hacienda  de  la 
H.  Cámara  de  Representantes. 

No  conocemos  todavía  en  sus  detalles 
el  despacho  presidencial,  sabiendo  sólo 
que  se  proponen  fuertes  rebajas  á  todos 
ios  sueldos,  excepción  hecha  de  los  de 
menos  de  20  í§  mensuales,  pensándose  con 
esto  beneficiar  al  tesoro  con  una  suma 
igual  al  importe  de  las  rebajas. 

Se  suele  entre  nosotros  querer  desvir- 
tuar toda  crítica  atribuyendo  á  los  que  la 
hacen  propósitos  de  oposición  personal. 
Por  nuestra  parte  somos  completamente 
imparciales  y  no  veuimos  á  la  prensa  á 
combatir  personalidad  alguna  y  mucho 
menos  á  la  del  señor  Presidente  de  la 
República  cuyos  esfuerzos  para  dominar 
la  mala  situación  del  país  reconocemos. 

Podemos  contrariar, pero  con  esto,  siem- 
pre estemos  en  la  razón,  prestaremos 
mayor  servicio  que  el  de  los  que  vienen 
estimulando  con  aplausos  desleales  los 
más  reconocidos  estravíos. 

Nuestro  camino  está  trazado;  cumpli- 
mos nuestro  deber  de  periodista,  siendo 
ineficaz  recurso  para  desviarnos  de  él  las 
mezquinas  hostilidades  que  mas  mezqui- 
nas entidades,  vienen  ejercitando  contra 
nosoti'os. 

Las  reducciones  en  el  presupuestóse 
aplauden  debido  al  equivocado  criterio  de 
que  con  pequeños  medios  se  i)ueden 
paliar  grandes  males,  y  esta  es  también 
otra  manifestación  del  fenómeno  de  estra- 


vismo  á  que  nos  referíamos  en   nuestra 
crónica  anterior. 

El  mal  no  proviene  de  los  gastos  de  la 
administi-acion,  puesto  que,  á  pesar  de  la 
escepcional  disminución  de  las  rentas,  hay 
relativo  equilibrio  financiero;  no  estamos 
en  presencia  de  una  crisis  de  la  Hacienda 
sino  de  una  crisis  general,  que  si  afecta 
el  tesoro  público  es  porque  afecta  antes  á 
toda  las  clases  sociales,  restringiendo  el 
trabajo,  abatiendo  los  valores,  poniendo 
á  la  mayoría  del  país  en  los  dinteles  del 
hambre. 

Se  yen*a  también  el  camino  sancionan- 
do contribuciones  como  la  inmobiliaria 
sobre  avaluaciones  exageradas  y  capri- 
chosas, que  harán  mas  precarias  las  con- 
diciones de  los  propietarios  sin  ventaja 
correlativa  para  el  fisco. 

No  queremos,  lo  repetimos,  que  se  haga 
de  nuevo  valer  contra  nuestras  i m parcia- 
les observaciones  el  argumento  de  que 
por  espíritu  de  oposición  tergiversamos 
los  principios  para  criticar  cuanto  hagan 
ó  piensen  hacer  nuestros  hombres  de 
gobierno,  y  preferimos  por  esto  dejar  la 
palabra  á  reconocidas  autoridades  en  la 
materia. 

No  iremos  á  buscarlas  entre  teóricos  ó 
exigentes  reformadores;  nos  limitaremos 
tan  solo  á  invocar  lo  que  ya  en  la  época 
de  la  conquista  aconsejaba  el  buen  senti- 
do de  los  hacendistas  de  la  madre  patria 
y  que,  como  verdades  reconocidas,  están 
hoy  incorporadas  á  la  ciencia  moderna. 

La  condición  primera  para  tener  fuer- 
tes rentas,  fué  claramente  establecida  en 
la  junta  de  Arbitrios  celebrada  en  la  casa 
del  marqués  de  Poza  en  1595,  diciéndose: 
«que  consistía  en  enriquecer  al  contribu- 
yente, porque  de  las  piedras  no  se  podía 
sacar  aceite.» 

Osorio  y  Rendin  en  su  «Extensión  Polí- 
tica», decía  también  en  esa  época,  «que  se 
debía  atender  mas  al  aumento  de  toda  la 
monarquía  que  al  de  las  rentas,  habién- 
dose disminuido  por  haber  hecho  poco 
caudal  del  alivio  de  los  contribuyentes, 
pues,  solo  agregaba  Martínez  de  la  Mata 
si  á  estos  les  faltaba  la  renta,  el  arte,  la 
traza  y  el  modo  de  vivir,  ¿sobre  que  re- 
caerán los  tributos?  los  sacarían  del  cau- 
dal que  tienen  y  con  el  tiempo  se  les 
acabaría  y  si  les  falta  la  ganancia  sobre 
que  se  carga?» 

En  el  mismo  sentido  se  pronunciaba 
el  célebre  marqués  de  la  Ensenada  en  su 


DEL  Rio  de  la  Plata 


221 


«Semanario  Erudito))  (tomo  12  folio  260) 
diciendo  «que  un  ministro  de  hacien- 
da dotado  de  honor  y  discernimiento  lejos 
de  caminar  al  dia, "sembrará  para  coger 
en  adelante»  y  pensando  de  igual  modo 
observaba  el  citado  Mata  en  sus  «La- 
mentos apologéticos»  (suplemento  al  apén- 
dice á  la  Educación  Popular),  «\)OvqnG 
así  como  el  corazón  toma  lo  más  de  la 
mejor  virtud  antes  que  otros  miembros, 
toma  el  erario  lo  mejor  en  contribucio- 
nes.» 

Saavedra,en  sus  Empresas  decia,  «que 
debían  aliviarse  los  pechos  en  cuanto  se 
pudiera;  procediendo  como  hace  el  pastor 
que  se  vale  de  la  leche  y  lana  de  sus 
ganados,  pero  con  tal  consideración  que 
ni  les  saca  sangre,  ni  les  deja  tan  rasa 
la  piel  que  no  puedan  defenderse  del  frío 
y  del  calor»,  ó  siguiendo  la  pintoresca 
espresión  de  Solorzano  a  como  la  abeja 
que  saca  la  miel  de  las  flores  sin  des- 
truirlas.» 

Otra  observación  muy  del  caso,  la  hace 
Gándara  en  su  Almacén  de  frutos  litera- 
rios (tomo  1-0  folio  31)  diciendo  que 
«cuanto  más  se  acrezcan  los  impues- 
tos,y  mas  cuantas  contribuciones  se  exijan 
á  la  nación,  otro  tanto  bajará  su  im- 
porte.» 

Además  de  lo  exajerado  de  la  avalua- 
ción, se  trata  ahora  también  de  no  dejar 
al  contribuyente  defensa  efectiva  contra 
la  arbitrariedad  fiscal, y  es  bueno  que, con 
este  motivo,  recordemos  también  la  pala- 
bra de  Cabarrus  en  su  Elogio  del  conde 
de  Gauza.  «Se  debe,  decía,  refrenar  á 
un  tiempo  los  fraudes  délos  contribuyen- 
tes y  las  vejaciones  del  exactor». 

Si  se  necesitan  rentas  para  atender  á 
los  apremios  del  tesoro,  el  medio  de  con- 
seguirlo no  es  abrumar  una  clase  de 
contribuyentes  sobretodo  cuando  quedan 
otros  sin  imponer.  Los  impuestos  sobre 
consumos  sobrecargan  no  en  relación 
con  la  posibilidad  de  cada  uno  sino  en 
proporción  con  el  mayor  número  de 
miembros  en  las  familias;  las  patentes 
gravan  el  trabajo  industrial, y  nuestra  con- 
tribución inmobiliaria  auna  clase  especial 
de  ex-capitalistas;  y,  cuando  exageramos 
todos  estos  impuestos,  dejamos exhonerado 
el  capital  ususario  y  los  rentistas,  violán- 
dose con  esto  el  precepto  que,  desde  anti- 
guo, estableció  Sancho  Moneada,  diciendo, 
que  los  impuestos  «deben  satisfacerlos 
todos;  porque  siendo  un  peso  importa  que 
se  cargue  en  los  hombros  de  todos  para 


que  se  lleve  á  gusto»,  y  Alcázar  de  Arrias 
en  sus  Medios  Polificos,  que  agrega 
-que  se  evitarán  de  este  modo  los  daños 
de  la  desigualdad,  que  así  los  hace  más 
sensibles.» 

No  somos,  como  se  vé,  muy  exigentes, 
cuando  únicamente,  pretendemos  que  se 
observen  entre  nosotros  tan  elementales 
principios,  ya  enunciados  por  la  antigua 
sabiduría  española,  y  nos  duele  que  al 
celebrarse  el  cuarto  centenario  de  Amé- 
rica, nos  encontremos,  en  materia  de  im- 
puestos, mucho  más  atrás  de  lo  que  esta- 
ba la  madre  patria  en  los  días  del 
descubrimiento,  sobre  todo  cuando  ellos 
interesan  no  solo  las  condiciones  de  pros- 
peridad de  las  naciones,  sino  también  los 
más  primordiales  derechos  del  hombre, 
la  igualdad  y  la  propiedad. 

¡Cuan  sin  razón  en  esa  gran  fecha  his- 
tórica vamos  á  enconti-arnos  en  tan  triste 
condición!  Con  elementos  para  prosperar, 
decaemos;  con  espíritu  liberal  y  progi'e- 
sista,  presentaremos  ante  el  mundo  la 
realidad  del  retroceso,  en  cuestiones  tan 
fundamentales  para  toda  sociedad  civili- 
zada. 

revIstIbuSatil 

Pocas  oscilaciones  ha  ["presentado  esta 
quincena,  tanto  en  oro  como  en  cambios. 

En  cheques,  los  de  más  movimiento 
son  los  del  Banco  de  la  Provincia,  que 
siguen  gradualmente  valorizándose,  sien- 
do corriente  la  opinión  de  que  en  breve 
se  pondrán  al  nivel  de  los  del  Banco  Na- 
cional. 

Como  prueba  de  la  mejora  notable  de 
ese  establecimiento,  está  el  hecho  de  que 
en  el  mes  de  Julio,  según  resulta  del  ba- 
lance que  publicamos,  ha  realizado  de  su 
cartera  S  1.393,692'48  m/n,  habiendo  dis- 
minuido los  malos  deudores  en  más  de 
$  1.000,000. 

En  cédulas  se  ha  manifestado  un  movi- 
miento de  baja  en  las  nacionales,  mien- 
tras las  provinciales,  después  de  algunas 
oscilaciones,  quedaron  en  general  un  poco 
mas  altas   que  en  la  quincena  anterior. 

El  empréstito  nacional  de  1891,  después 
de  algunas  fluctuaciones,  cerró  con  una 
alza  de  centesimos  30;  el  de  1892  con  una 
de  S  1.20,  y  la  Lotería  municipal  con  la 
de  .«  3. 

Algo  más  activa  estuvo  en  esta  quince- 
na la  Bolsa  de  Montevideo,  manifestán- 
dose un  fuerte  descenso  en  todos  los  títulos. 


222 


DEL  Rio  de  la  Plata 


Movimiento  bursátil  de  la  primera  quincena  de  Agosto  de  1892 


BOLSA  DE  BUENOS   AIRES 

(del   1°  AL  15  DE   agosto) 


lúltims  Precio 

I        HASTA 

I JULIO   31 


Metálico 


Ouzas  53.10 

Libras  esterlinas ii  16. 45 


Cambios 


Inglaterra I  47.7/16 

Francia '.'.'. '.'.\     4.971/2 

Bélica J     4.981/2 

Alemania '     4.031/2 


Cheques 


Banco  Nacional 

Banco  de  la  Provincia. 


20.^^ 

39  — 

Banco  Hipotecario  de  la  Provincia— bonos.l  19  — 


Cédulas  Hipotecarias  Nacionales 

Serie   A  (oro)  5  %   de  renta 


A 
B 
C 
D 
E 


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33  — 

95  — 


Ce'dulas  Hipotecarias  Provinciales 


Serie  A  (oro)  6 

«  A  $f.  8 

E  «  6 

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de  renta. 


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Fondos  )  Títulos  Públicos 

Fondos  Públicos  Nacionales  de  1884. 
Empréstito  Nacional  Interno  1891.  . 

Id.        de  1892  

Loteiia  Municipal  de  la  Capital 


53  - 

72  — 
66.80 
59  — 


52.30 
16.30 


47.3/16 

4.96 

4.961/5 

4.— 


20  — 

38.— 

17  '.: 


96  — 

94  — 

m  — 

86  — 

89  — 

85  - 

88  — 

85  — 

20  — 

30.50 

30.50 

29.30 

29.20 

29  — 

28.50 

29  — 

28.50 

33  — 

29.50 

31  — 

30.10 

29  10 

29.10 

29.10 

29.10 

29.10 

29.10 

29.10 

29.10 

29.10 

29.10 

29.10 

29.10 

71  80 
68  80 


Míis   alto 


53  70 
16  75 


47  7/16 

4  97 
49  81/2 
4  03 


21  — 
39  — 

18  1/2 


94  — 
86  — 
89  — 

85  - 


31  — 
30  — 
29  20 
29  20 

29  50 

30  10 
29  50 
29  30 
29  70 
29  70 
29  70 
29  60 


72  90 
68  20 
62  — 


último  rneio 

HASTA 

ago't.  15 


51  30 
16  30 


47  3/8 

4  97 
4  98 
4.021/2 


20  1/2 

38  1/2 

18  40 

33  — 

95  — 

94  — 

86  — 

85  — 

85  — 

20  — 

30  50 

29  70 

28  50 

29  — 

29  50 

30  10 

29  20 

29  30 

29  20 

29  20 

29  20 

29  30 

53  — 

72  30 

68  — 

62  — 

Revista  Económica 

223 

último  Precie 

HASTA 

JULIO   31 

Mas   b»jo 

^las  alto 

Últii:  Precio 

HASTA 

ag'to  15 

Acciones 

BANCOS 

Español  del  Rio  de  la  Plata 

108  — 
89  — 
32  — 
60  - 
39.50 
46  — 
41  — 
5  — 
1  - 
16  — 

27  — 
91  — 
80  — 

8.50 
30  — 
30.50 

28  — 

79  — 

27  — 
85  — 
42.50 

150  — 

80  — 
10  — 
30  — 

7  — 

7  - 

65  — 

14  — 

52.80 

24  — 
23.30 

28  — 

25  — 

9.30 

50-5/8 

5.32 
5.32 
4.29 

104  — 
91  — 
33  — 

56  — 

40  - 

4  50 

0.80 

29  50 

28  — 

76  - 

85  — 

43  — 

130  — 

9.60 
13  — 

38  — 
22  30 

21  30 

22  80 

29  70 

7  — 

50.5/8 

5  30 
4  29 

106  — 
92  — 
33  - 
60  - 

45  — 

4  50 

0  90 

30  — 

31  — 

78  — 

85  — 

50  — 

130  — 

10  90 
13  — 

52  60 
23  20 
23  — 

23  60 

33  - 
9  40 

50  5/8 

5  32 
4  30 

105  — 

Italia  y           «     «    «      «    (oro) 

Crédito  Real 

Nuevo  Banco  Italiauo . 

92  — 
33  — 
57  50 

Bauco  de  la  Bolsa     

39  50 

Francés  del  Rio  de  la  Plata 

45  — 

Hipotecario  de  la  Capital  (Bonos  oro) ... 
Constructor  de  la  Plata 

41  — 
4  50 

Id            id        id    (obligaciones).... 
Agrícola  Comercial 

0  80 
16  — 

Banco  Inmoviliario  

27  — 

Banco  del  Comercio 

91  — 

Banco  Caja  de  Descuentos 

Comercial  de  la  Plata 

Comercial 

80  — 

8  50 

30  — 

Banco  Sud-Americano 

Banco  Nacional 

La  Edificadora 

La  Previsora  (Compañía  de  Seguros) 

La  Primitiva  (Compañía  de  Gas) 

Gas  Argentino 

35  — 
31  - 

78  — 
27  — 
85  — 
50  — 

Empresa  del  Edificio  de  la  Bolsa 

La  Argentina  (fábrica  de  papel)  

Muelle  y  Depósitos  de  las  Catalinas 

La  Buenos  Aires  (Compañía  de  Seguros).. 

Compañía  Federal  de  R.easeguros 

Kidy  C» 

130  — 

80  — 
10  80 
13  — 

7  — 
7  — 

Telegráfico  Telefónica 

Constructora  Argentina 

65  — 
14  — 

BOLSA  DE  MONTEVIDEO 

(del  1°   AL  15   DE    agosto) 

Billetes  Banco  Nacional 

Títulos  hipotecarios  Serie  D 

38  — 
23  30 

Cédulas  hipotecarias     «       A 

23  — 

Id.               id.             «       B. 

28  — 

Deuda  del  Interior 

Id.    Independencia 

Id.    Consolidada 

Acciones  Banco  Hipotecario 

22  80 

29  70 
7  30 

cambios 
Inglaterra 

50.5/8 

Francia 

5  32 

Bélgica 

— 

Alemania 

4  29 

224 


05 

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DEL  Rio  de  la  Plata 


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2*  Época -Núm.  9. 


5  de  Setiembre  de  1892. 


REVISTA    ECONÓMICA 


DEL 


RIO  DE  LA  PLATA 


DIRECTOR:    DOMINGO    LAMAS 


LA  PRESTACIÓN  DE  SERVICIOS 


Bancos  7  Se^ros,  nacionales  7  extranjeros 


UNA    FAZ   DEL    ABSENTEISMO 

Los  países  nuevos,  como  este,  han  de- 
bido recurrir,  para  la  realización  de  sus 
obras  públicas  j  para  el  utillaje  de  sus 
industrias,  al  capital  extranjero,  que  su- 
pliese la  falta  de  acumulación  propia 
de  riqueza  en  forma  monetaria;  pero  hay 
que  distinguir  el  tributo  pagado  como 
premio  de  los  préstamos  destinados  á 
estos  objetos,  de  la  retribución  al  ex- 
tranjero por  meros  servicios  de  in- 
tervención en  las  transacciones  locales. 
Estos  pueden  y  deben  ser  desempeñados 
por'instituciones  del  país,  ya,  por  ejemplo, 
tratándose  de  seguros,  para  evitar  un 
injustificado  absenteismo,  ya,  tratándose 
de  Bancos,  por  esta  consideración  y  las 
bien  entendidas  exigencias  del  giro  na- 
cional. 

Don  Bernardino  Rivadavía,  así  lo  com- 
prendió desde  su  primer  gobierno,  ini- 
ciando, en  el  año  1811,  la  formación  de 
una  compañía  de  seguros  y  de  un  Banco 
de  descuentos. 

Aún  cuando  se  realicen  en  forma  de 
prima  fija,  los  seguros  no  son,  en  el  fondo, 
más  que  una  asociación  mutua.  De  acuer- 
do con  las  proporciones  de  los  riesgos 
se  gradúan  las  primas,  de  modo  que  los 
asegurados  vengan  á  pagar  el  importe  de 
los  siniestros  á  que  están  sujetos,  no  sien- 
do las  compañías  que  las  realizan,  más 
que  meros  intermediarios,'no  dependien- 
do la  importancia  denlas  operaciones  ni 
las  garantías  de  pago  del  capital  efectivo 


de  que  dispongan,  que  es  siempre^limita- 
do  en  relación  á  los  riesgos. 

Donde  existe  una  masa  de  valores  su- 
ficiente subdividida  de  modo  á  que  pue- 
dan subsistir  los  promedios  que  resultan 
de  los  grandes  números,  ahí  están  todos 
los  elementos  constitutivos  de  las  Compa- 
ñías de  Seguros,  y  no  hay  motivo  alguno 
que  justifique  que  el  país  que  los  posee 
se  haga  tributario  del  extranjero  en  cam- 
bio de  servicios  de  este  género,  y  deje 
que  se  vayan  á  consumir  ó  á  acumular  á 
fuera  las  comisiones  ó  beneficios  que  pro- 
porcionan á  las  empresas. 

Los  Bancos  son  también,  por  su  natu- 
raleza, simples  intermediarios  para  la 
colocación  de  los  capitales  locales,  y 
agentes  para  los  cobros  y  pagos  dentro 
y  fuera  del  país,  siendo  la  excepción  el 
que  las  instituciones  de  crédito  sean  pres- 
tamistas de  fondos  propios,  como  ha 
pasado,  en  vasta  proporción,  con  nuestros 
Bancos  oficiales. 

En  cuantos  á  los  Bancos  extranjeros, 
ellos  se  limitan  á  la  función  tradicional 
de  operar  con  capitales  ajenos  que,  en 
este  caso,  son  los  fondos  locales,  sin 
aumentar  de  un  modo  apreciable  los 
recursos  efectivos  de  que  dispone  el  país, 
como  lo  demuestra  lo  exiguo  de  sus 
capitales  realizados,  subdivididos,  ade- 
más, entre  las  casas  matrices  y  sus  nume- 
rosas sucursales. 

Lo  que  nos  ti-aen  efectivamente  esos 
Bancos  no  es  más  que  la  etiqueta  extran- 
jera en  vii-tud  de  la  cual  hacen  refluir  en 
beneficio  de  los  capitalistas  del  exterior 
las  utilidades  que  proporcionan  el  mane- 
jo de  los  capitales  nacionales  y  los  servi- 
cios de  liquidación  de  las  transacciones 
mercantiles. 

Habría    alguna    compensación  si    las 


226 


Revista   Económica 


nstituciones  extranjeras  estuviesen  habi- 
I  itadas  para  prestar  los  servicios  á  la 
producción  y  al  comercio,  en  mejores 
condiciones  que  las  instituciones  delpaís; 
pero  este  no  es  el  caso,  y  llamamos  muy 
especialmente  la  atención  de  los  legisla- 
dores tanto  de  este  país  como  de  la  Re- 
pública vecina,  sobre  las  consecuencias 
desventajosas  que  resultan  del  carácter 
especial  de  sucursales  que  presentan  los 
Bancos  extranjeros  establecidos  en  el  Rio 
de  la  Plata. 

El  fin  de  los  Bancos  es  dar  á  los  capi- 
tales de  que  disponen  el  giro  más  prove- 
choso. 

Como  centros  de  transaciones   moneta- 
rias ó  de  crédito,  está  en  sus  conveniencias, 
siempre  que  se  trate  de  instituciones  del 
país,  el  armonizarlas  con  las  necesidades 
generales  de  la  plaza;    pero  si  lasque 
operan  son  meras  sucursales,  no  son  ya 
esas    necesidades  las  que  determinaran 
su  giro.  Las  condiciones  de  las  otras  casas 
principales,  deque  dependen,  situadas  en 
el  exterior,  pueden  imponerle  restriccio- 
nes cuando,  localmente,  se  requiera  ex- 
pansión;   la  mayor    utilidad    de  afuera 
puede  inducirles  á  sacrificar  los  intereses 
de  adentro  y  á  dar  á  los  capitales  del  país, 
confiados  á  su  gestión,  un  giro  contrario  á 
las  conveniencias   del  país  mismo.    Son 
satélites  de  otros  centros  planetarios  que 
no  obedecen  al  criterio  propio,  determina- 
do por  el  espíritu,  por  las  conveniencias  y 
por  las  inspiraciones  locales,y  que,  en  vez 
de   constituir,   en  momentos   dados,  ele- 
mentos  reguladores  de  la  marcha  finan- 
ciera local,  pertuiban  la  economía  gene- 
ral, y,  por  eso  mismo,  contrarían,  en  vez 
de  beneficiar,  los  intereses   del  país  y, 
derivativamente,  el  de  sus  incautos  clien- 
tes. 

Lo  que  ha  trastornado  el  giro  en  la  cam- 
aña  de  Buenos  Aires  v  en  las  provincias 
peí  interior,  es  el  hecho  de  hacerse  sus 
dnncipales  servicios  bancarios  por  medio 
pe  sucursales  de  Bancos  establecidos  en 
da  capital. 

1    Estas  sucursales,  arruinadas  en  parte, 
por  las  malas  operaciones   de  la  capital 
habían,  sinembargo,    llevado     capitales 
etectivos  que  las  sucursales  extranjeras 
no  nos  traen. 

Los  siete  Bancos  sucursales  enti-anjeros, 
que  funcionan  en  Buenos  Aires,  acapa- 
ran la  mitad  de  todos  los  depósitos  activos 
pues  tienen  10  millones  oro,  y  60  millo- 
nes de  curso  legal,  cuyo  giro  viene  por 


este  hecho  á  ser  determinado  teniéndose 
en  vista,  no  ya  solo  el  servicio  de  la  ])laza 
sino  también  las  combinaciones  que  en 
beneficio  de  estraños  puedan  sugerir  las 
condiciones  de  los  mercados  extranje- 
ros. 

En  cuanto  á  las  relaciones  internacio- 
nales, ellas  no  exíjen  las  dependencias 
de  las  sucursales,  siendo  lo  corriente,  para 
las  mayores  operaciones  de  cambios  que 
se  realizan  en  el  mundo,  los  simples 
convenios  de  giros,  entre  casas  indepen- 
dientes. 

Los  Bancos  sucursales  extranjeros,  no 
compensan  pues,  bajo  ningún  aspecto,  ni 
el  tributo  con  aumentan  las  fuertes 
partidas  del  absenteismo,  ni  los  inconve- 
nientes que  resultan  de  la  desharmonía  y 
de  la  dependencia  que  imponen  en  la 
circulación  nacional. 

Lo  que  indicamos  debe  ser  objeto  de 
medidas  especiales,  aún  cuando  no  se  q  uie- 
ra  considerar  más  que  la  necesidad  de 
libertará  estos  países  de  prestaciones  de 
servicios  que  pueden  hacerlos  ellos  mis- 
mos, cuando  todas  sus  producciones  son 
pocas  para  pagar  los  tributos  délas  habi- 
litaciones del  capital  externo. 

Esto  está  también  dentro  de  las  ideas 
corrientes,  puesto  que  todos  admiten  que 
deban  fomentarse  las  industrias  locales 
para  evitar  el  tener  que  pagar  artículos 
extranjeros  de  consumo,  y  es  natural 
entonces  que  no  se  ponga  tampoco  en 
dúdala  utilidad  evidente  de  suprimir  los 
fuertes  pagos  á  empresas  extranjeras, 
para  que  vengan  á  hacernos  los  servicios 
de  intermediarios  de  seguros,  de  distri- 
bución de  capitales,  que  son,  como  queda 
esplicado,  casi  exclusiva;uente  locales  y 
de  liquidación  de  cuentas. 


EXTRACTOS  Y  COMENTARIOS 


Li   S3;i3dad 


.::i3r!ia— 33ti:iiDS  ÜDrilss  7  Políticas 

Cou:c2ll3  SsüS'jil 


El  señor  Courcelle  Seneuil  acaba  de 
publicar  un  nuevo  y  notable  libro  con  el 
título  con  que  encabezamos  estas  líneas, 
destinadas  á  dar  una  idea  general  de  las 
materias  de  que  trata  y  hacer  apreciar, 
mediante  breves  extractos,  su  importan- 
cia y  originalidad. 

El  autor,  sin  espíritu  de  escuela   que 


DEL    Rio    DE    LA    PLATA 


227 


considera  idea  vieja  é  impropia,  se  preo- 
cupa de  la  iuvestigacion  de  los  principios 
en  que  descansa  la  sociedad  moderna.  A 
fin  do  desarrollar  los  conocimientos  mo- 
rales y  políticos,  que  en  tres  siglos  no 
han  (lado  un  paso  mientras  que  tanto  han 
progresado  las  ciencias  físico-naturales, 
cree  indispensable  que  se  los  someta  al 
método  rigoroso  mediante  el  cual  han 
adelantado  esta  clase  de  estudios. 

En  la  práctica  razonada,  dice,  no  he- 
mos liecho  progresos  sensibles  desde  los 
filósofos  griegos:  en  teoría  pura  estamos 
quizá  menos  adelantados  que  ellos.  Si 
vemos  un  poco  mejor  las  cosas  sociales, 
lo  debemos  á  los  cambios  que  los  progre- 
sos industriales  han  introducido  insensi- 
blemente en  las  sociedades  humanas. 

Cree,  con  razón,  que  el  estudio  de  la 
actividad  humana  no  debe  ser  una  conti- 
nuación ó  una  dependencia  de  la  biología 
ligada  á  la  auti'opología;  se  trata  de  estu- 
diar el  hombre  social,  pensando,  sintien- 
do, queriendo  y  obrando  por  grupos,  y 
censu;-acomo  prematuras  las  conclusio- 
nes morales  y  políticas,  sacadas  de  las 
ciencias  naturales  que  «son  hipótesis,  sin 
otro  fundamento  más  que  la  fantasía  de 
sus  autores  y  el  deseo  demasiado  ardiente 
de  combatir  las  doctrinas  tradicionales.» 

«Estas  conclusiones,  agrega,  llevadas  á 
la  política  han  ejercido  una  influencia 
perniciosa  y  exagerada  fuera  de  toda 
razón.  No  mencionemos  más  quedos,  las 
menos  temerarias;  la  de  la  concurrencia 
vital  asimilando  los  hombres  á  los  anima- 
les y  á  las  plantas,  y  la  de  las  razas;  ellas 
han  sido  acogidas,  tanto  la  una  como  la 
otra,  con  avidez  por  todos  los  odios-  La 
primera  está  mal  comprendida;  la  se- 
gunda es  una  hipótesis  no  bien  estudia- 
da y  poco  definida.  No  proporcionan  por 
otra  parte  más  que  conclusiones  negati 
vas  que  conducen  á  la  guerra  sin  fin.» 

Para  estudiar  la  actividad  humana  co- 
mo ciencia,  la  que  ha  sido  denominada 
sociología,  término  que  propone  se  reem- 
plase  por  el  de  poliología,  la  divide  en 
tres  ramas  principales,  á  saber:  la  filo- 
sofía, la  economía  política  y  la  historia. 

Esta  última,  no  la  considera  una  ciencia 
sin  alguna  vacilación.  Es  la  memoria  del 
genero  humano,  y  tiene  todas  las  imper- 
fecciones de  la  memoria  individual;  es 
todavía  más  olvidadiza  que  esta. 

«La  historia,  dice,  tiene  por  fin,  recor- 
dar á  los  hombres  las  relaciones  diversas 
que  han  tenido,  sea  con  la  naturaleza,  sea 


entre  sí,  sea  en  la  vida  privada,  sea  en  la 
vida  pública  durante  el  transcurso  de  los 
tiempos  Es  una  obra  humana  y,  bajo  este 
punto  de  vista,  podría  ser  considerada 
como  un  arte;  pero  ella  tiene  por  objeto 
el  conocimiento  de  la  verdad  sobre  he- 
chos realizados,  que  nuestra  voluntad  no 
puede  modificar,  fuera  y  aiTÍba  de  toda 
})asión  lo  que  es  propio  de  la  ciencia.  Una 
historia  completa  y  de  conjunto,  es  im- 
posible, y  las  historias  especiales  son  sin 
número.  La  historia  más  general  que 
pudiéramos  concebir,  sería  la  de  los  des- 
cubrimientos industriales  y  los  políticos, 
en  la  moral  y  en  el  derecho.  La  historia 
de  las  revoluciones  y  de  las  guerras,  po- 
dría encerrarse  en  una  tabla  cronológica, 
en  la  que  solo  se  mencionasen  los  resulta- 
dos. La  historia  anecdótica  cuyo  atracti- 
vo seducirá  siempre  al  gran  número  de 
hombres,  quedará  siendo  lo  que  és,  una 
ol)ra  de  arteá  la  que  no  habrá  que  pedir 
más  que  una  cualidad,  la  de  la  exactitud. 
La  estadística,  es  una  de  las  numerosas 
ritmas  de  la  historia.» 

El  arte  social  que  en  esa  ciencia  se 
inspira,  lo  divide  en  cuatro  ramas,  bien 
diversas,  á  saber,  1."  política  propiamen- 
te dicha,  cuyo  fin  es  dirijir  lo  mejor  po- 
sible, un  grupo  humano,  establecido  sobre 
un  territorio  determinado-  2.o  la  moral, 
ó  conjunto  de  reglas  de  buen  vivir,  que 
nace  del  poder  espiritual.  3. o  el  derecho 
ó  conjunto  de  reglas,  establecidas  por  go- 
biernos civiles  y  que  se  distinguen  de  los 
preceptos  morales,  en  que  su  observancia 
es  impuesta  á  los  individuos  por  la  fuerza 
material  y  sus  infracciones  castigadas  por 
otro  modo  que  el  de  sus  consecuencias 
necesarias  y  4.o  la  pedagogía,  que  es  el 
arte  mediante  el  cual  los  conocimientos 
y  las  costumbres  que  constituyen  la  civi- 
lización, se  trasmiten  de  padres  á  hijos, 
conservados,  propagados  entre  los  adulto 
y  aumentados- 

Los  conocimientos  morales  y  políticos 
comprendidos  en  esta  clasificación  los 
considera  una  materia  de  estudio  supe- 
rior á  las  fuerzas  de  un  solo  hombre. 

Pero,  agrega,  lo  que  es  imposible  para 
uno  solo,  no  lo  será  para  varios  que  ca- 
minen en  una  dirección  común  observan- 
do el  mismo  método  y  ayudándose  los 
unos  á  los  otros  en  la  tarea  desinteresada 
de  buscarla  verdad. 

E\  contingente  que  ofrece  el  sefíor 
Courcelle  Seneuil  es  copioso,  y  constitu- 
ye el  fruto  de  muchos   años  de  trabajo 


á28 


Revista  Económica 


facilitado  por  una  inteligencia  poderosa. 

Expuesto  así  el  objeto  de  la  obra,  hare- 
mos apreciar  á  nuestros  lectores  su  mérito 
y  su  espíritu,  entresacando  algunas  de 
las  ideas  y  observaciones  de  que  están 
llenas  las  537  páginas  de  que  consta  el 
libro. 

Una  de  las  proposiciones  formuladas 
hasta  hoy,  que  considera  más  inexacta  es 
la  de  que  los  hombres  nacen  iguales.  Son 
semejantes  por  los  órganos  del  cuerpo  y 
las  facultades  intelectuales  y  morales  y 
por  estar  sometidos  á  las  mismas  necesi- 
dades naturales,  las  mismas  enfermeda- 
des, agitaciones,  errores  y  debilidades, 
como  están  dotados  de  la  misma  voluntad 
para  obrar  y  de  la  misma  razón  para 
guiarse.  Pero  no  son  iguales-  Si  se  poneu 
frente  á  frente  dos  de  ellos  y  se  les  con- 
sidera bajo  un  ciento  ó  un  millar  de  as- 
pectos diferentes,  no  se  les  encontrará, 
decimos,  nunca  iguales,  ni  por  las  calida- 
des físicas,  ni  por  las  calidades  morales, 
ni  por  las  calidades  intelectuales.  No 
tienen  mas  que  calidades  comunes,  varia- 
bles en  fuerza  y  en  grado  al  infinito, 
debido  á  una  ley  natural.  Las  facultades 
y  las  calidades  naturales,  siéndoles  comu- 
nes, la  justicia  admite  entre  ellos  la 
igualdadjurídica,  pero  no  hay  más  que 
eso. 

Estudiando  la  democracia,  dice  que, 
como  todas  las  formas  de  gobierno,  ésta, 
la  más  racional  de  todas,  está  destinada  á 
perecer,  como  las  otras  formas;  ella  pere- 
ce, por  la  injusticia,  cuando  los  hombres 
sienten  que  ya  no  les  dá  lo  que  de  ella 
tienen  derecho  á  esperar  y  la  rechazan 
por  cansancio,  por  la  fatiga  de  las  agita- 
ciones estériles  y  por  abandono  de  si 
mismos. 

€  Desde  que  se  conoce  el  gobierno  de- 
mocrático, su  sucesor  natural  es  el  tira- 
no. >  «El  gobierno  democrático  perece 
cuando  los  deseos  injustos  crean  disen- 
ciones  entre  los  ciudadanos  á  que  no 
pueda  dar  término  por  la  justicia,  sea  por 
que  no  la  conozcan,  sea  porque  no  tengan 
el  coraje  ó  la  fueizade  hacerla  respetar. 
Crear  ó  fomentar  las  diseuciones  á  cual- 
quier título  que  sea  entre  los  ciudadanos, 
es  encaminarse  á  la  ruina  del  gobierno 
democrático.  Algunas  veces  llega  el  tira- 
no por  conspiración  ó  por  traición.  Algu- 
nas veces  solo  por  la  iiocosidad  de  la 
situación, nunca  sin  esto.» 

Pasando  de  l;is  cuestiones  generales 
referentes  á  la  constitución  del  gol)ierno 


á  la  de  las  condiciones  necesarias  en  el 
gobernante,  encuentra  que,  bajo  cualquier 
aspecto  que  se  las  considere  es  muy  difícil 
encontrarlas  reunidas. 

«Todo  gobierno,  dice,  está  rodeado  de 
hombres  que  son  ó  que  pretenden  ser  sus 
partidarios,  sus  apoyos,  sus  servidores. 
En  los  países  de  instituciones  libres,  estos 
hombres  están  reunidos  con  el  nombre  de 
partidos.  En  los  países  en  los  cuales  el 
poder  lleva  el  nombre  de  uno  solo,  estos 
hombres  constituyen  lo  que  se  llaman 
cabalas  de  corte.  Estos  grupos,  tan 
diferentes  en  la  forma  se  parecen  todos 
en  el  fondo:  asedian  á  los  que  tienen  el 
poder  y  no  dejan  llegar,  sin  mucho  es- 
fuerzo más  que  á  los  de  quienes  esperan 
ventajas  particulares,  es  decir  injusticias. 
Así  la  primera  condición  que  hay  que 
observar  para  llegar  al  gobierno  por  el 
camino  más  corto  es  la  de  mostrar  que 
se  carece  de  las  calidades  necesarias 
para  gobernar  bien.  Algunos  hombres 
han  podido  alcanzar  el  gobierno  por 
otros  medios,  por  escepcion  y  por  acci- 
dente; algunos  otros,  después  de  haber 
llegado  á  este  por  medios  bastantes  ma- 
los, han  gobernado  bien,  ó  casi  bien.» 

«Estas  consideraciones  nos  esplican 
porque  los  verdaderos  hombres  de  estado 
son  tan  raros  en  la  historia.  > 

Analizando  los  deberes  del  gobierno 
considera  que  el  primero  es  el  de  conser- 
varse. Los  hombres  débiles  llamados  al 
gobierno  están  casi  esclusivamente  ocu- 
pados de  la  oposición,  que  siempre  grita, 
exajera  y  se  queja  de  daños  reales  ó  ima- 
ginarios, y  se  empeñan  sea  en  combatirla 
sea  en  atraérsela.  Con  lo  primero  se  ex- 
ponen á  extralimitar  la  ley,  salir  de  la 
justicia,  convertirse  en  tiranos,  lo  que 
subleva  la  conciencia  pública  y  engruesa 
con  pacíficos  ciudadanos  el  ejército  délos 
políticos  opositores,  mientras  que  al  recu- 
rrir al  otro  medio,  ó  se  dan  puestos  sin 
considerar  el  mérito  de  los  agraciados  y 
las  necesidades  del  servicio,  ó  se  gravan 
á  los  contribuyentes  con  distribuciones 
indebidas  de  los  dineros  públicos,  ense. 
ñando  que  el  oficio  de  opositor  es  un  me- 
dio de  lucrar,  con  lo  que  se  aumenta  el 
número  de  los  opositores  de  oficio. 

Un  gobierno  ilustrado,  dice,  debe  saber 
que  la  oposición  no  tiene  por  si  misma, 
fuerza  para  voltearlo  sino  mediante  los 
errores  que  oí  mismo  cometa.  Debe  te- 
ner siempre  los  ojos  fijos  sobre  la  masa 
del  pueblo,  que  hui)ia  poco  y  bajo,  pero 


DEL  Rio  de  la  Plata 


229 


que  decide  en  definitiva  de  la  vida  ó  de 
la  muerte  de  los  gobiernos.  Es  esta  mul- 
titud paciente  hasta  la  resignación,  casi 
siempre  silenciosa  y  habitualmente  dis- 
creta, que  es  preciso  satisfacer.  Ella  no 
conoce  bien  cual  debe  ser  la  dirección 
del  gobierno  y  es  casi  siempre  incapaz  de 
indicarla,  pero  en  muy  poco  tiempo  ella 
siente  si  una  dirección  es  buena  ó  mala, 
justa  ó  injusta. 

•La  buena  gestión  de  la  hacienda  pú- 
blica aumenta  el  poder  del  gobierno  y 
del  pueblo,  la  mala  gestión  debilita  y 
arruina  al  uno  y  al  otro. 

«La  mala  gestión  tiene  raras  veces  por 
causa  la  rapacidad  personal  y  las  malver- 
saciones de  los  que  administran  la  hacien- 
da; proviene  algunas  veces  de  una  bene- 
volencia personal  poco  ilustrada,  de  la 
debilidad  indiferente  y  las  más  veces  de 
un  cálculo  inepto  y  culpable  inspirado  á 
los  que  gobiernan  por  el  deseo  de  aumen- 
tar el  número  de  sus  parciales.» 

Esto  último,  además  de  evidentemente 
injusto  desde  el  punto  de  vista  de  los 
contribuyentes,  lo  considera  una  tontería, 
porque  los  favorecidos  no  se  lo  agradece- 
rán. La  gratitud  es  una  virtud  rara,  por 
otra  parte,  no  hay  motivo  de  agradeci- 
miento cuando  se  dá  lo  ageno;  se  apro- 
vecha la  injusticia  y  se  desprecia  al  que 
ha  faltado  á  sus  deberes.  Por  último,  la 
satisfacción  de  un  deseo, crea  otro  nuevo; 
los  hombres  no  se  atraen  por  los  benefi- 
cios recibidos,  sino  por  la  esperanza  de 
recibirlos. 

«Toda  dilapidación  de  este  género, 
agrega,  llama  un  gran  número,  y  un  nú- 
mero que  crece  á  medida  que  las  malver- 
saciones se  multiplican.  De  este  modo  se 
forma  la  pendiente  que  conduce  al  go- 
bierno á  la  ruina  del  estado. 

«Cuando  las  malversaciones  de  este 
género  toman  importancia  y  el  malestar 
se  hace  sentir,  los  opositores  j  los  que 
desean  mas  ardientemente  dilapidar,  tra- 
tan de  ladrones  á  los  hombres  que  gobier- 
nan y  las  multitudes  creen  en  esta  acu- 
sación. Ellas  se  dicen;  «si  hay  malestares 
que  se  han  desviado  los  fondos  de  su 
aplicación;  alguno  lo  ha  hecho;  este  al- 
guno es  un  ladrón.  Este  raciocinio  carece 
de  exactitud,  porque  califica  á  un  hom- 
bre según  el  resultado  de  sus  actos  sin 
tener  en  cuenta  su  intención,  pero  es  de 
seguro  especioso  para  los  espíritus  ligeros 
ó  prevenidos,  y  la  euvídía  lo  acei)ta  sin 
dificultad;  no  se  puede    por  otra   parte 


negar  que  para  el  paciente,  que  es  el 
contribuyente,  poco  importa  que  los  fon- 
dos hayan  sido  robados,  ó  entregados  á 
los  que  no  tenian  derecho,  porque  para  él 
el  resultado  es  igual.» 

Los  deberes  cívicos  los  considera  de 
dos  categorías  distintas,  según  se  refieran 
al  poder  espiritual  ó  de  opinión  ó  al  go- 
bierno. 

La  mas  alta  función  del  ciudadano,  di- 
ce, es  la  de  concurrir  por  su  palabra  ó 
por  sus  escritos  á  la  formación  de  la  opi- 
nión pública  sobre  las  doctrinas,  sóbrelas 
instituciones  y  las  personas.  Esta  función 
requiere  imparcialidad  y  la  reflexión  que 
aléjalos  juicios  lijeros  ó  injustos.  Tratán- 
dose de  particulares  no  deben  mencionar- 
se actos  censurables  antes  de  verificar  los 
hechos  con  cuidado,  ni  deben  hacerse 
juicios  temerarios  sobre  la  vida  íntijna  y 
las  intenciones,  siempre  difícil  de  conocer 
con  exactitud. 

El  espíritu  de  partido,  de  grupo,  que  dá 
lugar  á  afecciones  y  á  odios  colectivos, 
llevan  al  error  y  ala  injusticia,  estimu- 
lan la  calumnia  y  extienden  su  círculo  de 
acción.  «Los  hombres  que  no  tienen  ho- 
rror á  la  calumnia,  que  se  acostumbran 
á  ella,  se  hacen  tan  ciegos  y  crédulos  co- 
mo injustos;  se  exponen"  á  caer  en  las 
trampas  mas  groseras,  por  rebaños,  más 
como  bestias  que  como  hombres. > 

Al  ocuparse  de  la  libertad  de  manifes- 
tar el  pensamiento  por  la  palabra  ó  por 
escritos  públicos,  distingue,  cuando  se 
trata  de  doctrinas, del  caso  de  apreciación 
de  actos  personales,  justificando  que  en 
estos  debe  limitarse,  no  permitiéndose  la 
injuria,  «porque  la  calumnia  tiende  á. 
inducir  al  error,  á  viciar  la  opinión  pú- 
blica y  perjuidica  así  directamente  el 
interés  de  todos.» 

«El  primero  y  el  más  penoso  de  los  de- 
beres del  buen  ciudadano  es  el  de  perse- 
guir la  calunmia  y  los  calumniadores  en 
todas  partes  donde  se  les  encuentre,  por 
más  desagradable  que  le  sea  el  cumpli- 
miento de  este  deber.» 

En  cuanto  á  los  deberes  que  nacen  de 
la  relación  del  ciudadano  con  el  gobierno, 
los  divide  el  autor  en  dos  categorías,  se- 
gún sea  el  ciudadano  gobernado  ó  parti- 
cipe del  gobierno. 

Como  gobernado,  su  primer  deber  es 
el  de  elector,  acto  en  el  que  es  soberano 
y  del  que  dependerá  la  felicidad  ó  la  des- 
gracia de  la  patria,  pero  para  desemi>e- 
fiarlo   con   acierto    le    es   indispensable 


230 


Revista  Económica 


conocer  algunos  principios  generales,  sa- 
ber cuales  son  las  funciones  del  gobierno 
y  las  dificultades  qne  presentan  su  cons- 
titución y  dirección,  y  preservarse  de  los 
varios  medios  que  se  ponen  en  juego  pa- 
ra extraviarlo  y  atraerlo. 

No  debe  desinteresarse  de  la  elección 
ni  abstenerse  de  ella,  lo  que  importaría 
deso!)edecer  una  ley  justa  y  faltar  á  un 
deber  honorable.  Es  incurrir  también  en 
la  responsabilidad  de  las  consecuencias 
de  la  abstención. 

Como  medio  de  orientarse,  acons(\ia 
que  se  sigan  las  discusiones  relativas  ala 
cosa  pública,  para  lo  que  da  un  consejo 
poco  práctico,  que  es  de  no  leer  un  diario 
ni  escuchará  un  orador  que  haya  sor- 
prendido en  mentira,  con  lo  cual  difícil- 
mente tendrá  diario  que  leer,  ni  oradores 
que  escuchar. 

También  recomienda  que  en  las  elec- 
ciones no  pretendan  nombrar  mandata- 
rios, lo  que  responde  á  la  teoría  que 
sostiene  con  lucidez,  de  que  no  debe  crin- 
fundirse  al  elejido  con  el  mandatario, 
confusión  en  la  que  descansa  el  princi- 
pio de  las  representaciones  de  minorías, 
siendo  los  elegidos  los  destinados  á  go- 
bernar á  todos  consultando  el  interés 
público. 

Como  medio  de  preservarse  contra  los 
engaños  haciéndoles  discernir,  entre  los 
candidatos,  los  que  se  mueven  por  intere- 
ses privados  recomienda  que  se  haga 
ateución  á  lo  que  sigue,  «l.o  piden  la 
mayor  parte  una  reforma  completa  déla 
sociedad  ó  cuando  menos  del  gobierno, 
buscan  quejas,  despiertan  y  conservan 
descontentos,  soplan  la  discordia  con  to- 
das sus  fuerzas;  2.o  atacan  las  personas 
que  ejercen  el  gobierno  con  la  última  vio- 
lencia, injuriándolas  siempre  y  calum- 
niándolas con  frecuencia;  8.0  no  discuten 
nunca  y  están  siempre  apurados,  muy 
apurados  como  todos  los  intereses  priva- 
dos. La  reunión  de  estos  tres  signos  pro- 
porcionan una  indicacien  infalible;  el 
último,  [)or  si  solo,  constituye  una  pre- 
sunción muy  fuerte.» 

Observa  que  el  elector  se  encuentra 
débil  en  el  aislamiento  y  busca  consejo 
en  un  grupo  llamado  partido  y  agrega 
que  <en  un  pais  donde  la  práctica  de  la 
elección  es  antigua,  no  hay  más  que  dos 
partidos  y  dos  programas  relacionados 
con  las  cuestiones  á  resolverse  durante 
el  trascurso  de  una  legislatura.  Este  es 
el  estado  normal.  La  multiplicación  de 


los  partidos  es  un  mal  síntoma,  indica  la 
multiplicación  de  estados  mayores  pre- 
tendientes, el  olvido  del  interés  público. 
Por  lo  que  concluye  recomendando  que 
el  elector  desconfie  de  los  que  crean  gru- 
pos separados;  obedecen  á  intere.';es  pri- 
vados, colectivos  quizás,  pero  distintos  de 
los  del  país  y  opuestos  á  este. 

Si  malos  son  los  privilegios  en  la  sim- 
ple esfera  económica,  no  lo  son  menos  los 
que  se  introducen  para  el  desempaño  de 
las  diversas  funciones  que  requiere  la 
administración,  la  distribución  de  la  jus- 
ticia y  la  difusión  de  la  enseñanza,  ni  las 
diversas  otras  trabas  puestas  á  la  liber- 
tad. 

El  Sr.  Courcelle  Seneuil  es  partidario 
de  que  se  supnmím  las  l)arreras  de  la 
edad,  de  los  diplomas  y  de  los  concursos, 
con  que  se  ciérrala  entrada  de  diversas 
carreras  á  los  que  podrían  desempeñarlas 
igualmente,  ó  mejor  de  los  que  resultan 
favorecidos  por  restricciones  de  este  gé- 
nero. No  vé  razón  alguna  para  (¡ue  se 
coloque  á  los  empleados  del  Estado  en 
distintas  condiciones  de  los  emjiieados 
del  comercio.  En  cuanto  á  los  di[)lomas 
3'-  concursos,  no  eré  que  proporcionen  ga- 
rantía alguna. 

«Ellos  solo  atestiguan,  dice,  que  el 
candidato  ha  pasado  los  diez  años  du- 
rante los  cuales  el  carácter  se  forma 
fuera  de  la  piáctica  déla  vida ,esclusi- 
vamente  ocupado  en  ejercitar  su  memo- 
ria. ¿Hay  en  esto  una  garantía  de  apti- 
tud? Nadie  se  atreverá  á  sostenerlo  seria- 
mente. ¿Hay  al  menos  una  garantía  de 
saber?  No;  ni  siquiera  la  garantía  que 
posee  el  saber  más  elemental.  Se  ha 
ejercitado  más  ó  menos  á  hablar  <le  un 
modo  más  especioso  del  que  sabía,  o 

Expone  lo  que  llama  el  mandarinaje 
moderno. 

«Los  pueblos  del  alto  Oriente,  dice,  nos 
presentan  hoy  todavía  los  dos  tipos  prin- 
cijiales  en  que  se  pueden  agrupar  todas 
las  desigualdades  artificiales;  son  el  man-: 
darindje  y  la  casta.  En  China  la  ge- 
rarquía  social  se  establece  por  pruebas  . 
literarias  que  comprueban  los  quelais 
hacen  con  satisfacción,  un  conocimiento 
profundo  de  los  libros  antiguos  y  de  la 
tradición  conservada  por  un  cuerpo  de 
letrados;  es  el  mandarinaje.  En  la  In- 
dia, como  en  el  antiguo  Egipto,  los  indi- 
viduos están  clasificados  pur  nacimiento, 
que  dá derecho á  ciertas  fuuciones,y  sobre 
todo  que  gradúa  la  estimación  debida  á 


Del   Rio  de  la   Plata 


231 


cada  uno.  Nunca  el  que  ha  salido  de  los 
pies  de  Brahama,  podrá  igualarse  á  los 
que  han  salido  de  su  cabeza  ó  de  su  pe- 
cho; hé  ahí  la  casta. » 

Hay  actualmente  cinco  gerarquías  de 
mandarines,  á  saber  los  judiciales,  los  ad- 
ministrativos, los  militares, los  clericales  y 
los  enseñantes.  Las  cuatro  primeras  ge- 
rarquías, tienen  sus  raices  en  la  quinta, 
encargada  especialmente  de  la  conserva 
ción  y  la  propagación  del  espíritu  man- 
darín. 

Todas  ellas  están  bien  caracterizadas, 
antei)Oniendo  siempre  el  espíritu  de  cuer- 
po á  la  realización  de  los  fines  de  utilidad 
pública. 

Entra  á  analizar  estas  diversas  gerar- 
quías, empezando  por  la  judicial;  los 
jueces  son  inamovibles  é  irresponsables 
en  la  práctica,  porque  el  espíritu  de 
cuerpo  no  permite  que  sea  efectiva  la 
responsabilidfid  que  tienen  en  casos  de 
falta.  «Eli  juez  honrado,  dice,  tiene  en 
Francia  un  mérito  que  está  fuera  de  todo 
encomio,  puesto  que  nada  le  obliga  ni  le 
estimula  á  ser  honrado,  y  su  interés  le 
aconseja  no  serlo,  su  mérito  es  apenas 
conocido  de  los  abogados,  procuradores  y 
otras  gentes  de  justicia,  demasiado  ocu- 
pados en  sus  intereses  para  aj)reciarlo,  y 
demasiado  dependientes  del  juez,  sea  el 
que  sea,  para  no  expresar  en  voz  alta  su 
opinión  acerca  de  él,  sea  la  que  sea. 

«En  cuanto  á  la  organización  que  colo- 
ca el  juez  en  una  situación  semejante,  es 
claro  que  ella  es  detestable.» 

«La  orden  de  los  abogados,  constituye, 
hace  tiempo,numandarinaje  de  otra  clase; 
sus  miembros  sereclutobansin  compra  del 
cargo  ni  favor  del  príncipe,  entre  los  que 
producen  pruebas  literarias;por  otra  parte 
el  abogado  no  recibe  del  estado  el  precio 
de  sus  servicios;  es  el  litigante  quien  los 
paga,  y  esta  corporación  viene  sosteniendo 
en  cuanto  á  los  honorarios  de  sus  miem- 
bros, doctrinas  muy  especiales  y  fantásti- 
cas alas  cuales  no  ha  renunciado  aún .  > 

Después  de  ellos  viene  la  corporacióu 
de  los  escribanos,  procuradores,  oficiales 
de  justicia,  etc.,  que  son  otros  tantos  man- 
darines, «colocados  en  las  avenidas  de 
los  tribunales  como  los  antiguos  señores 
feudales  en  los  caminos.  Los  litigantes, 
no  tienen  contra  ellos  ninguna  garantía. 
En  un  país  en  que  la  opinión  es  mas  que 
severa  contraía  difamación  de  la  prensa, 
un  abogado  puede  litigar  con  la  más  ex- 
tremada licencia,  y  esta  licencia  que  di- 


vierte á  los  jueces,  ha  pasado  á  ser  costum- 
bre, de  modo  que  se  entrega  á  ella  ya 
sin  apercibirse.  Se  consienten  las  demo- 
ras más  perjudiciales  álos  litigantes,  para 
la  mayor  comodidad  de  los  abogados,  y 
no  se  ponen  obstáculos  á  la  multiplica- 
ción délos  gastos  inútiles  por  los  procu- 
radores. La  razón  es  sencilla:  los  aboga- 
dos y  los  procuradores,  constituyen  para 
los  jueces,  toda  la  opinión  pública;  estos 
no  quieren  encontrarse  en  hostilidad  con 
ellos.  Que  importa  el  interés  del  litigante 
que  no  tiene  ningún  poder,  ni  siquiera  el 
de  quejarse.» 

Después  de  retratar  así  las  condiciones 
de  la  administración  de  justicia  en  Fran- 
cia, pa -a  á  la  gerarquía  administrativa. 
Aquí  los  hombres  están  agrupados  por 
divisiones  y  oficinas,  militarmente,  con 
una  serie  de  jefes  sobrepuestos  los  unos  á 
los  otros.  Los  empleados,  no  tienen  nin- 
gún estímulo  en  trabajar  bien,  la  opinión 
no  los  puede  fiscalizar;  lo  que  le  importa 
es  la  buena  voluntad  del  jefe  inmediato, 
y  esta  voluntad  puede  adquirirse,  conser- 
varse y  aumentarse  por  mil  otros  medios 
que  no  sean  el  celo  y  la  conciencia  en  el 
trabajo.  El  singularizarse  queriendo  ha- 
cer más  y  s\iprimir  así  ocupación  para 
otros,  es  contrario  á  la  conveniencia  y  al 
espíritu  de  cuerpo.  En  cuanto  á  los  jefes, 
el  mejores  el  que  se  ocupa  más  del  inte- 
rés desús  subordinados,y  si  alguno  quiere 
introducir  reformas,  el  espíritu  de  cuerpo 
le  opone  la  inercia  en  el  interior,  y,  á 
fuera,  la  guerra  de  intrigas  y  de  calum- 
nias. 

En  la  gerarquía  militar,  predomina  de 
igual  modo  el  es[)íritu  de  rutina  y  las  fal- 
tas de  estímulo  para  el  servicio  eficaz. 
Después  del  trabajo  mediocre  que  exijen 
las  pruebas  para  obtener  grado  de  oficial, 
una  vez  obtenido,  ya  nada  tiene  que 
hacer,  ni  con  el  estudio,  ni  con  las  cien- 
cias. El  espíritu  de  cuerpo  exije  todo  el 
rigor  para  el  soldado,  mientras  que  toda 
la  libertad  para  el  oficial,  que  pasa  por 
impecable  con  tal  que  no  se  quiera  sin- 
gularizar estudiando  y  preocupándose  de 
lo  que  no  estudian  ni  se  preocupan  los 
demás.  De  ahí  el  que  la  preparación  de 
los  jefes,  su  alcance  intelectual,  no  siga, 
en  general,  su  ascenso  en  la  gerarquía 
militar.  El  género  de  vida,  aleja  la  activi- 
dad intelectual  y  vá  quitando  el  gusto  y 
la  facultad  de  trabajar. 

La  gerarquía  clerical,  constituye  un 
mandarinaje  aparte  en  el  que  el  espíritu 


232 


Revista  Económica 


de  cuerpo  y  disciplina  es  más  fuerte  toda- 
vía que  en  los  demás. 

En  mandarinaje  enseñante,  del  cual 
surjen  los  demás,  lo  estudia  considerando 
la  universidad,  los  seminarios  y  las  escue- 
las especiales.  Los  dos  primeros  absorven 
largo  número  de  años  con  el  estudio  de 
las  lenguas,  las  ideas  y  la  literatura  de 
las  sociedades  antiguas,  y  entre  los  va- 
rios hábitos  que  desenvuelve,  citaremos  el 
de  exitarla  emulación,  dirijida  de  tal  mo- 
do que  todos  sus  esfuerzos  sean  sometidos 
al  juicio  del  maestroy  soberanamente  apre- 
ciado por  él,  á  desenvolver  la  memoria  á 
expensas  de  la  inteligencia,  y  sobre  todo 
á  impregnar  álos  estudiantes  con  las  ideas 
los  y  sentimientos  de  la  antigüedad  y  á 
considerar  el  mérito  literario  como  el  fin 
más  elevado  que  pueda  alcanzarse,  des- 
preciando todo  lo  demás. 

Su  crítica  sobre  la  educación  no  es 
menos  acerba,  particularmente  la  que 
se  refiere  á  la  de  las  mujeres. 

«¿A  que  debe  tender  la  educaeión  de 
las  niñas?  A  formar  mujeres  capaces  de 
comprender,  ayudar  y  suplir  en  caso  ue- 
necesario  á  sus  maridos  en  los  trabajos  de 
la  vida,  capaz  de  educar  sus  hijos  y  de 
darles  ideas  sanas  sobre  su  posición,  sus 
deberes  hacia  la  familia  y  hacia  la  patria. 
¿A  que  tiende,  agrega,  ia  educación  ac- 
tual? A  formar  mujeres  de  placer,  capa- 
ces de  exitar,  lo  más  posible,  y  de  estimu- 
lar en  los  hombres  grandes  pasiones 
materiales.  En  efecto,  la  mayor  parte  de 
ellas  salen  del  colegio  ó  del  convento,  con 
un  conocimiento  más  ó  menos  profundo 
de  las  artes  de  solaz,  un  conocimiento 
bastante  nulo  de  todo  lo  demás,  el  des- 
precio al  trabajo  y,  como  consecuencia, 
un  amor  desenfrenado  por  las  riquezas 
y  el  bienestar  material.  Si  las  tradiciones 
del  hogar  y  la  práctica  déla  vida,  no  las 
mejora,  toda  familia  se  hace  imposible.» 
Estos  trozos  sobre  diversas  cuestiones 
de  la  sociedad  moderna,  bastan  para  dar 
idea  del  libro.  Nos  volveremos  á  ocupar 
de  él  al  tratar  oportunamente  de  los  siste- 
mas de  educación  y  otras  cuestiones  de 
interés  social. 

11  Censo  i  Deparlaiiieiitfl  (le  lloiileviJeo 

El  Censo  de  Montevideo,  levantado  por 
encargo  de  la  Junta  Económica  Adminis- 
trativa de  ese  Departamento,  es  una  obra 


que  dá  una  idea  acabada  de  su  impor- 
tancia actual  y  de  ios  elementos  de  ex« 
pansión  de  que  dispone. 

Los  cuadros  que  contienen  las  cifras 
obtenidas,  van  acompañados,  en  el  libro 
que  acaba  de  publicarse,  de  una  intere- 
sante sinopsis  general  hecha  por  el  doctor 
don  Carlos  M.  de  Pena  y  de  una  reseña 
del  plan  de  las  operaciones  censales  á  q'se 
procedió,  así  como  de  informes  parciales 
sobre  los  censos  de  edificación,  escolar, 
población  é  industrial. 

Aparte  del  interés  que  presentan  los 
datos  numéricos  que  proporciona  el  Cen- 
BO  que  nos  ocupa,  y  que  han  de  ser 
apreciados  por  todos  los  que  comprendan 
la  importancia  de  investigaciones  de  este 
género,  el  trabajo  realizado  por  la  Comi- 
sión departamental  de  Montevideo,  deberá 
llamar  la  atención  de  todos  los  estadígra- 
fos, puesto  que  constituye  la  comproba- 
ción del  éxito  que  en  la  práctica  se  ha 
obtenido  con  el  sistema  de  boletines  in- 
dividuales, además  de  haberse  introduci- 
do algunos  perfeccionamientos  sobre  lo 
ideado  antes,  como  medio  de  simplificar 
los  operaciones  censales. 

En  vez  de  limitarse  á  un  recuento  por 
los  procedimientos  rudimentarios,  la  Co- 
misión del  Censo  de  Montevideo,  á  la 
vez  de  obtener,  al  levantarse  el  censo  de 
edificación,  los  datos  sobre  la  población 
según  los  procedimientos  antiguos,  re- 
solvió poner  en  práctica  los  últimos  ade- 
lantos en  la  materia,  adoptando  el  sis- 
tema de  los  boletines  individuales  y  la 
auto  enumeración. 

Los  siguientes  párrafos  de  la  nota  de 
la  Comisión  del  Censo,  esplicativa  de  sus 
trabajos,  darán  idea  de  la  importancia  y 
novedad  del  método  seguido. 

«La  ventaja,  dice,  del  sistema  adopta- 
do consiste  principalmente,  en  cuanto  á 
lo  primero,  en  facilitar  el  despojo  y  en 
reducir  los  gastos,  }■  en  cuanto  á  lo  se- 
gundo, que  es  el  método  de  censar  la 
población  por  la  población  misma,  en 
ahorrar  el  empleo  de  un  número  consi- 
derable de  personal  rentado,  y  en  facili- 
tar la  obtención  de  los  datos.  Las  Comi- 
siones de  vecinos  no  despiertan  las  des- 
confianzas que  encuenti'an  los  delegados 
administrativos,  y  están  más  habilitadas, 
por  sus  conocimientos  personales,  para 
obviar  cualquiera  dificultad. 

«Laautoenumeración,  si  bien  no  adop- 
tada aún  por  países  adelantados,  como 
los  Estados-Unidos,  ha  sido  aceptada  en 


DEL  Rio  de  la  Plata 


233 


muchas  naciones  de  Europa,  y  se  puso 
en  práctica  en  el  último  Censo  de  Bue- 
nos Aires. 

«No  sucede  asi  con  el  empleo  de  los 
boletines  individuales  en  sustitución  de 
las  cédulas  de  familia,  por  haberse  co- 
munmente juzgado  que  el  éxito  de  su 
empleo  requiere  un  grado  adelantado  de 
cultura  en  la  generalidad  de  la  pobla- 
ción. 

«Recientemente,  al  discutirse  el  mejor 
sistema  para  levantar  el  último  Censo 
italiano,  el  Director  General  de  Estadísti- 
ca, señor  Bodio,  no  pudo  hacer  tiiunfar 
la  idea  de  emplear  los  boletines  indi- 
viduales, por  predominar  en  la  mayo- 
ría el  temor  de  que  era  inaplicable  por 
la  poca  ilustración  de  las  masas  del 
pueblo. 

«Igual  preocupación  hizo  que  no  se 
adoptase  para  el  Censo  de  Austria  en 
1880,  no  obstante  el  éxito  con  que,  en  1875, 
fué  llevado  á  cabo  en  Berlín  el  ensayo 
de  ese  mismo  sistema,  por  iniciativa  del 
distinguido  estadígrafo  Engel. 

«Lo  mismo  sucedió  en  la  República 
Argentina,  no  atreviéndose  las  Comisio- 
nes encargadas  del  levantamiento  de  los 
censos  nacionales  y  provinciales  á  intro- 
ducir los  boletines  individuales. 

«El  señor  Latziua,al estudiar  los  censos 
de  población,  dice  con  motivo  del  Nacio- 
nal Argentino;  «que  el  estado  de  cultura 
de  las  masas  populares  del  país,  no  per- 
mitió el  adelanto  en  los  programas  de  los 
censos,  y  mucho  menos  aún,  practicar 
el  empadronamiento  por  cédulas  indivi- 
duales.» 

«Este  mismo  recelo, sin  duda  infundado 
es  el  que  ha  privado  á  la  ciudad  de  Bue- 
nos Aires,  hasta  en  su  reciente  Censo, 
de  los  beneficios  de  este  sistema. 

«El  Congreso  de  Estadística  de  San  Pe- 
tersburgo  también  ha  considerado:  «que 
la  población  de  hecho,  que  es  el  objeto 
del  Censo,  debe  ser  constatada  por  cédu- 
las individuales,  si  el  grado  de  instrucción 
de  los  habitantes  y  las  circunstancias 
V  particulares  del  país,  lo  permiten^  en  el 
caso  conti-ario,  hay  que  emplear  cédulas 
de  famiha.» 

No  solo  la  Comisión  del  Censo,  no  se  li- 
mitó á  adoptar  laautoeuumeracion  y  bole- 
tines individuales,  sino  que  dio  un  paso 
más,  parala  simplificación  del  trabajo  de 
recuento  y  despojo.  Mary  W.  Rawzou, 
recomienda  la  adopción  de  diversos  colo- 
res para  la  distinción  de  las  tarjetas  des- 


tinadas  á  los  despojos,    y  la  Comisión 

aplicó  este  procedimiento,  directamente 
á  loí.  boletines  individuales,  haciéndolos 
de  cuatro  colores,  distinguiendo  los  se- 
xos y  condiciones  de  nacional  y  exti'an- 
jero. 

Por  este  medio,  al  recojerse  los  bole- 
tines, bastaba  colocar  aparte  los  cuatro 
colores,  con  lo  cual  ya  quedaba  hecha  la 
división  de  varones  nacionales  y  varones 
extrangeros,  así  como  de  mujeres  nacio- 
nales y  mujeres  extranjeras.  Siendo  uni- 
formes los  boletines,  é  igual  la  clase  del 
papel  y  sabiéndose  cuantos  boletines,  for- 
maban un  kilo,  con  solo  pesar  la  cantidad 
de  boletines  recibidos,  anotando  el  peso 
que  correspondía  á  cada  uno  de  los  co- 
lores, ya  se  tenía  el  primer  dato  del 
número  de  población,  y  las  cuatro  clasi- 
ficaciones principales. 

El  Censo  de  población,  realizado  con 
todos  estos  perfeccionamientos,  tuvo  el 
éxito  más  completo,  como  lo  comprueba 
el  hecho  de  obtenerse  una  cifra  total  de 
215.061,  cuando  la  cifra  conseguida  por 
el  sistema  antiguo,  puesto  pocas  semanas 
antes  en  práctica,  al  levantarse  el  Censo 
de  edificación,  solo  dio  la  de  192.696. 

Un  resultado  semejante,  obtenido  con 
los  medios  más  perfeccionados,  deberá 
ser  en  todas  partes  tomado  en  cuenta, 
haciendo  desaparecer  todos  los  temores 
que  hasta  hoy  se  habían  opuesto  á  su 
aplicación. 

Como  lo  comprueba  la  sinopsis,  el 
crecimiento  de  la  ciudad  de  Montevideo, 
ha  sido  en  los  últimos  ti-einta  años  to- 
davía más  rápido  que  el  de  las  otras 
gTandes  ciudades  de  América,  que  se  han 
hecho  notar  por  su  desenvolvimiento. 

El  siguiente  cuadro  comparativo  de  e  1 
aumento   de  población,  basta  para  com- 
probarlo: 

Montevideo.  .  .  .  1860-89    9'11  o/o  anual 
Buenos  Aires.  •  .  1869-87    7 '31  »      » 

Chicago 1870-80    6'83  »       » 

Rosario •  1869-87    6'65  »       * 

La  población  de  Montevideo,  goza  de 
notables  condiciones  de  alojamiento  de- 
bido al  extraordinario  desarrollo  en  la 
edificación,  que  eu  treinta  y  seis  años  ha 
aumentado  en  333  o/o.  De  1872  á  89,  este 
aumento  fué  de  253  «/o,  cifra  cuya  impor- 
tancia resalta  si  se  compara  con  la  de  la 
edificación  en  Buenos  Aires,  que  es  una 
de  las  ciudades  que  más  se  hacen  notar 
por  su  crecimiento.  El  número  de  edifi- 


23-4 


Revista  Económica 


cio.«  en  Buenos  Aire^,  que  en  1869  era  de 
20.858,  había  ascendido  en  1837  á  33.804; 
esto  es  en  igual  número  de  anos  á  162  o/o. 

El  total  do  edificios  en  el  departamea- 
to  de  Montevideo  es  de  20.788,  y  en  la 
parte    propiamente    urbana    de   18-174. 

El  informe  especial  sobre  el  Censo  de 
edificación  hecho  por  don  Jacobo  Várela, 
entra  en  detalles  prolijos  é  interesantes 
sobre  las  condiciones  de  edificación  en  el 
departamento  y  en  estudios  comparativos 
que  revelan,  ademas  del  aumento  de 
edificación,  mejoras  en  sus  condiciones. 

Según  los  cuadros  generales  del  Censo 
de  las  20.783  casas,hay  4.397  con  sótanos; 
16.874,  son  de  un  piso;  3.516,  de  dos  pi 
sos;  339,  de  tres;  25,  de  cuatro,  y  4  de 
cinco.  La  totalidad  de  edificios  tiene 
136.769  piezas,  y  resulta  en  las  secciones 
urbanas  cien  piezas  por  cada  160  habi- 
tantes. En  el  dia  del  levantamiento  del 
Ceuso  estaban  ocupados  19.257  edificios, 
de  los  cuales  6,72'>  directamente  por  sus 
propietarios  y  12.537  mediante  alquiler, 
cuyo  importe  representaba  una  renta 
anual  de  7.699.500  pesos  oro  orientiles, 
lo  que  da  un  promedio  de  pesos  51.18  de 
alquiler  mensual  por  cada  casa.  Aplicán- 
dose la  misma  proporción  de  renta  á  las 
casas  ocupadas  por  sus  propietarios,  el  im- 
porte de  la  renta  correspondiente  á  los 
edificios  ocupados,  resulta,  aproxim.ada- 
meute,  de  1.000.000  de  pesos  oro  orienta- 
les al  mes. 

El  informe  del  Dr.  D.  Eduardo  Aceve- 
do,  entra  en  interesantes  consideraciones 
sobre  la  población. 

El  QÚmero  total  de  215.081  se  divi- 
de asi:  nacionales,  114.322;  estrangeros, 
100.739.  El  número  de  varones  es  de 
116.494  y  el  de  mugeres  98.567;  siendo 
esti-augeros  62.947  varones  y  37.792  mu- 
geres; y  nacionales  53.547  y  mugeres 
60.775. ' 

De  la  población  total,  sin  distinción  de 
edades,  el  número  de  los  que  no  saben 
leer  ni  escribir  asciende  solo  á  83.182; 
de  esta  población,  179.468  son  católicos, 
10.982  protestantes  y  el  resto,  ó  no  han 
declarado  religión,  ó  son  de  otras  ó  afir- 
man no  tenerla. 

La  subdivisión  por  colores  dá  los  si- 
guientes resultados:  personas  blancas 
212.441,  negras  128,  mulatas  700  y  mes- 
tizas 632. 

Declaran  profesión  95.291  personas,  de 
lo  cual  resulta  una  proporción  de  44  0[0 
de  población  activa.  Están  en  esta  cate- 


goría 26  OJO  de  los  nacionales  y  44  o{o  de 
los  estrangefos,  siendo  sin  embargo  de 
notar  que  en  la  población  nacional  figura 
la  mayor  parte  de  los  menores,  y  el  ma- 
yor número  de  las  mugeres. 

Pero  volramos  á  la  notable  sinopsis 
del  Dr.  D.  Carlos  M.  Pena  y  en  ella  encon- 
traremos algunas  otras  cifras  que  reve- 
la el  movimiento  comercial  é  industrial 
que  alimenta  esta  población. 

Sobre  un  movimiento  de  importación 
total  en  1889  para  toda  la  República, 
que  ascend'ó  á  pesos  36.823.865  oro  orien- 
tal, correspondió  al  puerto  de  Montevideo 
más  del  90  o[o,  y  sobre  el  total  de  la 
exportación  de  pesos  25.957.107  el  67  oro. 
Aparte  de  los  artículos  que  se  despachan 
para  el  consumo  y  figuran  en  la  estadístico., 
hay  los  que  van  á  depósito,  y  s^n  luego 
reembarcados.  El  número  total  de  per- 
misos en  1889  fué,  en  la  aduana  de  Mon- 
tevideo, de  144.141,  referentes  á  4.678-463 
bultos  de  mercaderías  entrados  y  4.669,970 
salidos.  La  existencia  de  1888  era  de 
541.167  bultos. 

Las  entradas  y  salidas  de  vapores  de 
ultramar  en  aquel  año  fué  de  2.300  y  la 
de  buques  de  vela  de  1-420.  El  inovi- 
miento  de  cabotage  fué  de  3.802  buques 
de  vela,  y  3.450  vapores.  La  carga  efec- 
tiva entrada  en  el  puerto  en  1889  fué  de 
1.773,610  toneladas. 

El  número  de  patentes  comerciales  é 
'industriales  de  Montevideo  ascendií)  en 
1339  á  9.368  que  es  el  doble  de  las  que 
se  espidieron  en  1863. 

En  este  departamento,  las  contribucio- 
nes anuales  representan  pesos  14. 130.657, 
siendo  pesos  12.957.631  impuestos  nacio- 
nales y  pesos  1.172.976  impuestos  mu- 
nicipales- Las  contribuciones  cobradas 
en  Montevideo,  repre.sentan  el85o[o  de 
las  rentas  generales. 


Los  dos  grandes  Bancos 
Brasileros 


El  «Banco  do  Brazil»  creado  por  D. 
Juan  VI.  .según  los  consejos  del  tan  ilus- 
trado como  progresista  vizconde,  de  Cay- 
rú,  es  ¡a  institución  bancaria  tradicional 
del  Brasil,  como  lo  es  en  la  República 
Argentina  el    «Banco   de  la  Provincia». 

La  similitud  que  mencionamos  se  com- 
prueba por   la  historia  de  una  y  otra 


DEL  Rio  de  la  Plata 


235 


insíituciou,  sobre   la  que  echaremos  una 
ráfiida  mirada. 

Una  y  otra  no  representan  el  desen- 
volvimiento de  una  compañía,  sino  un 
elemento  de  poder  nacional  y  una  fuer- 
za esencial  de  fomento  que  ha  perseve- 
rado y  se  ha  ido  desenvolviendo  merced 
á  la  sucesión  de  diversas  empresas.  El 
primer  Banco  del  Brasil,  como  el  Banco 
de  Buenos  Aires,  fué  convertido  en  centro 
de  ]'ecursos  para  la  guerra  sostenida  en- 
tre ei  Imperio  y  los  pueblos  del  Rio  de 
la  Plata,  siendo  ambos  víctimas  del  mis- 
.  mo  hecho;  después  de  un  interegno  en  el 
que  aparecen,  en  el  Bra'.il,  el  «Banco  Co- 
mercial do  Rio  Janeiro»  y,  en  Buenos 
Aires,  la  «Casa  de  Moneda»,  se  forma  en 
1852  de  nuevo,  el  «Banco  do  Brasil»  fun- 
dado por  el  que  fué  vizconde  de  Mauá, 
que  fusionándose  con  el  «Banco  Comer- 
cial do  Rio  de  Janeyro»  constituyó  en 
1854  el  Banco  que  hoy  lleva  aquel  nom- 
bre, mientras  que  en  Buenos  Aires,  en 
los  ¡nismos  dias,  se  reorganizaba  sobre  la 
bas(^  del  «Banco  Nacional»  y  de  la  «Casa 
de  Moneda»  el  actual  Banco  de  la  Pro- 
vincia. 

E;)  los  años  sucesivos  fuérouse  perfec- 
cionando y  extendiendo  las  atribucio- 
nes y  las  operaciones  de  una  y  otra 
institución,  que  en  la  guerra  del  Para- 
guay volvieron  á  ser  fuente  de  recursos 
para  ambos  gobiernos,  como  durante  la 
paz,  en  mas  de  una  ocasión,  fueron  auxi- 
liares poderosos  del  tesoro  público,  crecien- 
do la  importancia  de  ambos  estableci- 
mientos, en  el  Brasil,  hasta  el  término  de 
la  monarquía  y,  en  Buenos  Aires,  hasta  la 
ley  que  hizo  ele  esta  ciudad  la  capital  de 
la  nación. 

A  consecuencia  de  lo  primero,  en  el 
Brasil,  se  trató  de  disminuir  la  importan- 
cia de  la  institución  llamada  imperialista 
y  se  creó,  otorgándole  grandes  favores, 
y  como  un  elemento  del  nuevo  régimen, 
el  llamado  Bimco  da  R.epública,  mien- 
tras que,  en  Buenos  Aires,  so  pretexto  de 
que  su  institución  de  crédito  histórica  era 
un  poder  localista,  se  limitaron  sus  atri- 
buciones, y  se  trató  de  reemplazar  su 
influencia  por  la  de  un  Banco  de  la  Na- 
ción. 

Conocida  es  la  historia  de  los  dos  Ban- 
cos rivales  en  Buenos  Aires;  veamos 
ahora  la  situación  en  que  se  encuentran 
las  dos  instituciones  brasileras. 

Al  crearse  el  Banco  da  República, 
el  do  Brasil  fué  limitándose  á  operaciones 


'^le  crédito  comercial,  y  no  vaciló  en  ven- 
der al  Banco  da  República  su  derecho 
de  hacer  nnevas  emisiones,  lo  que  la  per- 
mitió aumentar  los  dividendos  de  los  ac- 
cionistas, y,  adem.ás,  elevó  su  capital. 

Según  los  balances  de  30  de  Junio  del 
corriente  año,  la  situación  de  los  dos 
Bancos  es  la  siguiente: 

Capital: 

Banco  do  Brasil  Suscrito     100.000:000  S 

»  ))  Realizado   66.500:000  » 

Banco  da  Rep.  Nominal  200.000  000  » 

»  »  Realizado  150.000:000  » 

Fondo  de  Be- 
serva: 

Banco  do  Brasil  45.872:000  S 

»      da  República 21.044:000» 

Deudores  ge- 
nerales: 

Banco  do  Brasil 264.521:000  S 

»      da  República 258.564:000» 

Estas  carteras  se  dividen  asi: 

Banco  do 
Brasil 

Cauciones 168.522:000  ^ 

LetTas  descontadas 74.380:000  » 

Pasado  á  cartera  hipote- 
caria   21.389:000  » 

Banco  da  República 

Cauciones 167.425:000  » 

Letras  descontadas 91.139:000  » 

Los  acreedores  generales  del  Banco  do 
Brasil  representan  18S.588:000  S  v  los 
del  Banco  da  República  78.223:000  S  cu- 
yos detalles  son  los  siguientes: 

Banco  do  Brasil 

Depósitos  en  cuenta  cor- 
riente          78.619:000  S 

Letras  á  plazo 54.781:000  » 

Crédito  del  Tesoro.. .....       33.131:000  » 

»      por  préstamos  á  la 
agriculiura 5.000:000  » 

Emisión  en  descubierto. 
Ley  1886 9.057:000  » 

Banco  da  República 

Depósitos  en  cuenta  cor- 
riente     3.680:000  S 

Letras  á  plazo 3.450:000  » 

Compra  en  la  facultad  de 
emisión  del  Banco  do 
Brasil 9.296:000  » 


236 


Revista   Económica 


Crédito  del  Estado  por  di- 
versos contratos 23.963:000  $ 

Id.  con  pequeño  interés..  2.5-232:000  » 
Id. depósitos  sobre  caución 
(auxilio  á  los  Bancos)..  12.595:000  » 
No  figuran  entre  estos  acreedores  las 
emisiones  del  Banco  da  República,  como 
no  han  figurado  en  sus  créditos  que  he- 
mos detallado,  las  garantías  especiales 
que  le  sirven  de  base. 

Las  emisiones  de  papel  ascienden  en  el 
Brasil  á  522.084:000  S  de  los  cuales 
227.042:000,  pertenecen  al  Banco  da  Re- 
pública. Éstas  tienen  una  garantía,  ó, 
siguiendo  el  término  adoptado  en  el  Bra- 
sil, un  lastre,  de  128.014:000  S  de  los 
cuales,  en  deuda  pública  53.500:000^7  en 
oro  74.514:000  S.  En  vista  de  la  depre- 
ciación del  papel,  la  venta  de  este  metá- 
lico, permitirla  el  rescate  de  toda  la  emi- 
sión del  Banco. 

El  encaje  general  de  ambo3  bancos,  es 
el  siguiente: 

Banco  do  Brasil 23.406:000  8 

>     da  República 12.518:000  > 

De  la  comparación  de  ambos  balances, 
resulta,  como  hecho  principal  el  siguien- 
te: que  el  «Banco  do  Brasil»  'desenvuelve 
sus  operaciones,  además  de  su  capital, 
con  los  depósitos  que  de  188s  a  la  fecha 
han  subido  de  21 .000:000  S  á  78.000:000  8 
y  con  el  uso  de  su  crédito  por  emisión  de 
obligaciones  á  plazo:  mientras  que,  el 
«Banco  da  República»,  además  de  tener 
doble  capital  efectivo,  reemplaza  la  de- 
ficiencia de  depósitos  y  compensa  lo  li- 
mitado de  la  colocación  de  sus  obliga- 
ciones, con  mayores  depósitos  públicos  y 
una  considerable  emisión  de  papel  incon- 
vertible. 

Estas  instituciones,  además  de  rivalidad 
comei'cial,  responden  á  rivalidades  polí- 
ticas, empezando  á  ser  las  corrientes  que 
hoy  imperan  mas  favorables  para  el 
«Banco  do  Brasil»,  que  lo  que  lo  han  sido 
en  los  últimos  años. 

Seria  de  desear  que  la  interrumpida 
ley  de  similitud  en  la  historia  de  las  dos 
tradicionales  instituciones  de  crédito  sud- 
americanas, volviese  á  reanudarse,  repro- 
duciéndose también  á  favor  del  Banco 
de  la-  Provincia,  la  reacción  que  en  be- 
neficio de  su  institución  tradicional  se 
manifiesta  en  el  Brasil,  y^  '|ie  In  d':?si- 
parecido  aquí  el  p  »Jigro  d  ?  i;illueu  :i  i  :ib- 
soi'vente  por  parí'  ú.\  la  ])l-  ivincia,  v  )ino 
allá  el  de  una  seria  reacción  mouár- 
quica. 


Una  y  otra  no  son  ya  mas  que  facto- 
res de  desarrollo  económico,  y  como  tal 
imponen  al  buen  sentido  el  mismo  espí- 
ritu de  protección  y  fomento. 

Nuestras  esperanzas,  pues,  no  se  fun- 
dan en  un  mero  fatalismo,  sino  en  la 
lógica  de  los  hechos. 


LAS  CRISIS  ORIENTAL 

Y  LOS  CONSUMOS 


Se  ha  publicado  la  estadística  del  co- 
mercio de  importación  oriental  duiante 
el  primer  semestre  de  este  año  que  ha  as- 
cendido á  9.  116.  729.59  ps.  La  impor- 
tación en  1891  fué  de  9.958.785.21  ps. 
en  el  primer  semestre,  y  la  de  1890  en 
igual  período,  subió   á  18.141.826.37  ps. 

Tenemos  pues  un  descenso  de  50  0{o 
en  las  importaciones  operadas  en  estos 
dos  años,  que  revela  por  sí  solo  el  ma- 
lestar actual,  sobre  todo  si  se  tiene  en 
cuenta  que  el  año  1890  puede  conside- 
rarse de  importación   normal. 

Los  defensores  de  la  circulación  res- 
tricta, del  sacrificio  de  la  propiedad  raíz 
y  de  todas  las  inversiones  reproductivas, 
tratan  de  desvirtuar  la  elocuencia  de 
estas  cifras,  que  sintetizan  los  resultados 
de  esa  política  económica  que  se  viene 
imponiendo  al  país. 

Con  este  objeto  hacen  notar  que  en 
1891  se  introdujeron  ps.  6?7.531.20  en 
ganado  en  pié,  y  que  en  1892  la  impor 
tacion  de  hacienda  solo  alcanzó  á 
53.422.20,  reduciéndose  con  la  elimina- 
ción de  esta  partida,  que  se  considera  un 
buen  síntoma,  la  disminución  en  lo  im- 
portado á  unos  200.000  ps.  Establecido 
esto,  deducen  que  la  decadencia  del  país 
ha  concluido;  «después  de  este  estaciona- 
miento de  la  importación,  el  país  empe- 
zará por  sí  solo  á  reaccionar. 

«Nada  es  mas  fácil  que  mentir  con  los 
numeroso,  decia  César  Cantú,  y  en  efec- 
to, basta  alterar  un  factor,  omitir  una 
cifra,  para  poder  llegar  á  los  resultados 
mas  opuestos;  y  los  defensores  de  la  cau- 
sa de  nuestro  malestar  y  creciente  ruina 
incurren  en  todo  esto. 

Hliipezaremos  por  observar  que  la  im- 
portación de  ganado  revelaba  fuerzas 
económicas,  expansión  de  los  estableci- 
mientos rurales;  hoy,  si  todavía  se  impor- 


DEL  Rio  de  la  Plata 


237 


ta  algo,  se  exporta  mas;  en  vez  de  com- 
prar ganado  barato,  ya  estamos  malba- 
ratando y,  en  vasta  escala,  el  escaso  que 
teníamos,  como  consecuencia  natural  de 
la  irradiación  de  la  crisis,  que  se  ex- 
tiende á  todo  el  país,  tan  cruelmente 
sacrificado  á  miras  estrechas  y  á  falsas 
teorías  monetarias. 

Las  cifras  estadísticas  que  reproduci- 
mos, si  bien  bastan  para  demostrar  un 
considerable  descenso  operado  de  1890 
á  J892,  no  nos  permiten  apreciar  en  toda 
su  latitud  la  agravación  del  mal,  de  1891 
á  1892,  y,  al  explicarlo,  haremos  ver  todo 
lo  que  no  tienen  en  cuenta  los  propa- 
gandistas de  los  óptimos  frutos  de  la 
crisis. 

Hasta  1890  la  existencia  de  mercade- 
rías despachadas  se  mantenía  á  una  altu- 
ra mas  ó  menos  uniforme,  correspon- 
diendo, por  lo  tanto,  al  consumo,  el 
despacho  anual.  Viene  en  seguida  la 
disminución  de  los  consumos,  las  dificul- 
tades en  las  cobranzas,  la  restricción  del 
crédito  de  menudeantes  y  de  mayoristas 
y,  con  todo  esto,  la  reducción  considera- 
ble de  las  existencias.  Todo  este  con- 
junto de  circunstancias  dio  lógicamente 
por  resultado  que  en  1891  no  se  repusie- 
sen las  fuertes  existencias  que  quedaron 
de  1890  y  el  consumo  fué  en  este  año 
naturalmente  mucho  mayor  que  la  suma 
de  las  importaciones. 

De  ahí  que  el  descenso  de  los  consu- 
mos en  1892  sea  mucho  mas  fuerte  que 
lo  que  se  desprende  de  la  comparación 
de  las  cifras  que  nos  proporcionan  las 
estadísticas  aduaneras  de  1891  y  1892. 

Otra  cosa  se  deja  también  de  tener  en 
cuenta  por  los  que  se  limitan  á  observar 
la  introducción  ó  la  exportación  por 
nuestras  aduanas,  y  es  la  parte  que  en 
ellas  corresponde  al  consumo  y  á  la  pro- 
ducción de  Rio  Grande. 

Sentimos  que  nuestro  ilustrado  com- 
patriota el  Dr.  D .  Eduardo  Acevedo  no 
haya  dado  aún  á  la  prensa  un  interesan- 
te estudio  que  tiene  hecho  sobre  las  es- 
tadísticas de  exportación  de  la  República 
Oriental,  del  que  resulta  que  parte 
importante  de  lo  que  figura  como  expor- 
tación nuestra  son  productos  de  proce- 
dencia riograndense.  Lo  mismo  sucede 
con  muchas  de  nuestras    im¡)ortaciones. 

R.ecordado  esto,  os  del  caso  agregar 
que  el  año  1891  debe  haber  sido  el  de 
menor  comercio  de  importación  á  Rio 
Grande,  á  la   par  que  el  de  1892,  por  el 


contrario,  debe  haber  sido  uno  de  los  de 
mayor  exportación  y,  por  lo  tanto,  uno 
de  aquellos  en  que  nuestras  estadísticas 
de  importación  revelan  con  menos  exac- 
titud la  cifra  de  nuestro  consumo  real. 

Desde  el  1  '^  de  Enero  quedaron  su- 
primidas en  Rio  Grande  las  fuertes  re- 
bajas de  derechos  de  aduana  de  que 
gozaba  ese  Estado,  y  el  comercio,  siem- 
pre celoso  por  sus  intereses,  trató  de 
aprovechar  el  plazo  concedido  é  introdu- 
jo en  1890  artículos  para  el  consumo  de 
cerca  de  dos  años.  Tenemos  á  la  vista 
las  cifras  de  la  importación  inglesa  y  ale- 
mana, de  las  que  resulta  un  aumento 
escepcional  en  ese  año  de  95  oyó  para  las 
primeras  y  de  80  op3  para  los  segundos. 

Quedó  así  Rio  Grande  abarrotado  de 
mercaderías  europeas  para  todo  el  año 
1891;  pero  fué  muy  distinto  el  caso  en  el 
primer  semestre  de  1892.  Agotada  la 
existencia  despachada  anteriormente,  no 
pudo  proveerse  por  su  puerto  marí- 
timo, sin  los  fuertes  derechos  aduane- 
ros ahora  en  vigor,  y  á  esto  se  ha  unido 
la  guerra  civil  que  dificultaba  los  tras- 
portes desde  Rio  Grande  y  facilitaba  el 
contrabando  por  las  fronteras  orientales, 
debiendo  todo  esto  contribuir  á  aumentar 
las  cifras  de  nuestras  importaciones,  ale- 
jarlas de  la  representación  de  nuestros 
consumos  reales. 

Por  otra  parte;  los  optimistas  comenta- 
dores de  nuestras  estadísticas  no  se  hacen 
cargo  de  que  el  descenso  de  los  consumos 
se  dificulta  á  medida  que  la  crisis  se 
agrava.  Producido  el  malestar,  es  fácil 
á  todos  restringir  una  suma  importante 
desús  gastos,  que  representan  los  refina- 
mientos del  gusto,  ciertas  comodidades 
prescindibles,  pero  eliminado  esto,  las 
disminuciones  ya  van  importando  la  pri- 
vación de  lo  mas  necesario  para  la  vida. 
T  antes  que  esto  se  produzca,  se  sacrifica 
ya  el  capital,  ya  las  mas  humildes  pren- 
das del  hogar.  Llegado  á  cierto  punto, 
al  que  nos  han  conducido,  las  reducciones 
solo  se  operan  con  la  ruina,  la  desgracia 
y  los  apremios  llevados  al  seno  de  las 
familias;  se  llega  al  término  fatal  de  la 
emigración  ó  del  hambre. 

Se  nos  invoca  ahora  la  estadística;  y 
los  promotores  de  los  intensos  como  do- 
lorosos males  cuyo  espectáculo  nos  pre- 
senta el  desdichado  pueblo  oriental,  no 
dejan  por  esto  de  volver  á  mencionar  el 
año  1875,  como  época  excepcional  de 
desgi'acia   y  malestar  público. 


238 


Revista  Económica 


Pues  bien,  con  la  estadística  y  con  el 
cartabón  del  año  1875  vamos  á  medir  la 
situación  á  que  nos  han  llevado  las  aber- 
raciones que  venimos  combatiendo. 

Tenemos  á  la  vi.sta  los  cuadros  de  im- 
portación de  1872  á  1875,  desde  los 
años  de  mayor  expansión  hasta  el  que  se 
quiere  presentar  como  el  prototipo  del 
abatimiento.  El  descenso  general  de  la 
importación  de  1872  hasta  1875,  fué 
apenas  de  un  36  op  y  no  de  un  50  oío 
como  tenemos  hoy.  Si  de  las  cifras  ge- 
nerales pasamos  a  las  agrupaciones  nos 
encontramos  con  este  hecho:  si  bien  hu- 
bo disminución  en  la  importación  de  te- 
jidos tinos,  de  confecciones,  de  materia- 
les de  edificación  y  de  mil  artículos  de 
fantasía,  no  hubo  reducción  en  las  im- 
portaciones de  bebidas,  comestibles,  ta- 
bacos y  cigarros,  géneros  coinunes,  etc.; 
no  se  encontró  la  población  en  el  caso 
de  resti'ingir  sus  gastos  necesarios,  mien- 
tras que  ahora  en  bebidas,  comestibles, 
tabacos,  géneros  y  ropas,  la  población  ha 
tenido  que  rebajar  sus  consumos  de 
9.500.000,  á  6.Ü0Ó.000,  aún  dando  como 
consumo  la  mayor  exportación  para  Rio 
Grande  que  está  incluida  en  nuestra  ac- 
tual importación. 

Lo  que  no  alcanzó  á  producir  la  crí.sis 
en  1875,  lo  produce  en  1892  la  ofusca- 
ción de  nuestra  política  económica. 
Agreguemos  algunas  cifras,  comparati- 
vas de  la  población  con  la  totalidad  de 
lo  importado  en  diversos  artículos  cuya 
disminución  no  pueda  atribuirse  á  au- 
mento de  industria  nacional. 

En  1875  la  importación  de  comestil)les 
en  relación  con  la  población  de  Montevi- 
deo representaba  16  ps.  por  habitante  en 
un  semestre;  la  misma  proporción  se  con- 
servaba en  1890,  mientras  que  en  1892  el 
consumo  se  ha  reducido  á  10.50  ps.  Si- 
gamos la  comparación  y  tendremos  que 
cuando  los  habitantes  de  Montevideo  po- 
dian  consumir  dos  pesos  de  tabuco  en 
UE  semesti-e,  hoy  no  pueden  consumir  un 
peso,  término  medio;  y  dígase  aliora  cual 
es  el  año  verdaderamente  terrible  que 
está  registrando  nuestra  historia! 

Otro  mas  terrible  tendremos,  que  nos 
espanta  el  preveerlo,  que  es  el  de  1893 
si  seguimos  en  el  extraviado  camino  de 
restricción,  en  que  con  dolor  vemos  que  se 
quiere  perseverar. 


REílTIFICACIONES 

Á   LA   MEMORIA 

DE  HACIENDA  DE  LA  íiEPCBLlCA  ARGEMIM 

La  Memoria  de  Hacienda  Xacional 
presentada  al  Congreso  Argentino  de  1892 
es  un  documento  notable  en  el  cual  el 
ministro  señor  Don  Emilio  Hansen,  se 
ocupa  de  las  diversas  cuestioues  que 
se  relacionan  con  las  condiciones  econó- 
micas y  financieras  de  la  República,  de 
modo  que  su  análisis  excede  los  límites 
de  un  simple  artículo  de  Revi.stn. 

Ella  nos  proporcionará  materia  para 
muchos  estudios,  y  nos  limitáremos  por 
hoy  á  hacer  algunas  rectificaciones  en 
la  parte  eu  que  ti-ata  de  los  capitales 
extraugeros,  cuyos  servicios  y  beueficios 
tiene  que  pagar  el  pais  y  que  constitu- 
yen una  suma  á  restar  de  su  producción 
anual. 

Eu  nuestro  número  5  ^  hemos  ti-atado 
de  este  punto,  que  el  señor  Ministro 
reconoce  que  es  muy  de  tener  en  cuen- 
ta, pero  existen  algunas  diferencias  en- 
tre su  apreciación  y  la  nuestra  dei  capital 
extrangero,  y  euti'e  sus  cálculos  y  los 
que  hicimos  sobre  las  extracciones  á  que 
da  lugar. 

Las  cifras  que  hemos  tomado  yov  base, 
las  habíamos  en  parte  extractado  de  las 
publicaciones  y  e.stados  que  al  respecto 
se  hacen  en  Inglateria  y  las  complemen- 
tamos con  los  datos  que  aquí  hemos  po- 
dido obtener,  y,  comparándolos  ahora 
con  los  de  la  Memoria,  vemos  que  son 
mas  exac'tos  que  los  que  esta  ofrece, 
como  lo  vamos  á  demosti-ar. 

El  capital  extrangero  lo  divide  el  se- 
ñor Ministro,  como  nosotros,  en  dos  ca- 
tegorías, comprendiendo  la  primera,  los 
que  están  representados  por  títulos  co- 
tiza! des,  cuyo  importe  puede  conocerse 
con  fijeza,  y  los  que  no  se  hallan  en  estas 
condiciones,  como  las  comanditas  parti- 
culares, etc. 

Los  de  la  primera  categoría,  los  hemos 
apreciado  al  rededor  de  1 ,000,000,000  de 
pesos  oro,  y  el  señor  Ministro  solo  los 
calcula  en  *8ñ6.804,36ü.  pesos  oro.  Aun 
cuando  la  diferencia  no  es  muy  conside- 
rable, es  útil  rectificar  los  errores  que 
encontramos  en  las  cifras,  antes  de  en- 
trar á  ocuparnos  de  los  mas  importantes 
que  observamos  en  la    apreciación   del 


DEL  Rio  de  la  Plata 


239 


monto  del  tributo  que  ella  representa  y 
en  !os  medios  de  remediar  la  situación 
creada. 

Los  títulos  cotizables,  los  divide,  el 
señor  Ministro,  en  tres  i «artes.  Primera: 
Deuda  Pública.  Segunda:  Ferro  carriles 
y  Tercera:  Empresas  Industriales  y 
comerciales. 

La  Memoria  calcula  las  deudas  públi- 
cas por  su  capital  actual,  cuando  los  ser- 
vicios de  interés  y  amortización  se  pa- 
gan sobre  el  capital  primitivo,  y  tiene  no 
en  cuenta  mas  q'  loemitido  del  Empréstito 
Moratorias,  en  los  primeros  meses,  en  los 
que  solo  se  entregaron  15()00,030ís  de  los 
15,000,000  de  £  cuya  emisión  se  contrató, 
es  decir,  que  de  esta  gruesa  partida,  solo 
calcula  la  quinta  parte.  El  señor  Ministro 
pretende  que  solo  habrá  que  emitir,  para 
para  el  servicio  de  deudas  y  garantías, 
43.000,000,  de  lo  que  resultaría  el  capí- 
tulo de  deuda  pública  exterior  aumen- 
tado en  28.000,000  más,  cou  lo  cual  im- 
portará pesos  401,604,360.  A  esta  cifra 
hay  que  agregar  los  intereses  impagos 
de  los  empréstitos  i)rovinciales  y  muni- 
cipales, no  servidos,  ni  por  los  deudores 
directos,  ni  cou  bonos  del  Empréstito 
Moratorias. 

En  la  apreciación  del  capital  invertido 
en  ferro-carriles, la  Memoria  incurre  tam- 
bién eu  error.  El  ca|)ital  de  los  ferro 
carriles  garantidos,  dice  ser  de  pe.«os 
81.800,000,  cifra  que  corresponde  á  dos 
años  antes,  mieutra-í  que  ahora,  apesar 
de  haberse  cbancelado  la  garantía  de! 
F.  C.  C.  Sntre-Riano,  el  capital  garan- 
tido asciende  á  pesos  '84,452,273.  Los 
ferro-carriles  sin  garantía,  los  hace  íigu- 
rar  con  un  capital  de  pesos  230,7O0,Ó0'3, 
cuando,  aun  sin  tener  en  cuenta  las  pro- 
longaciones y  otras  iuverciímes  hechas 
en  el  último  año,  ellos  representan  pe- 
sos 272,113,192-75,  formando  ambas  par- 
tidas, pesos  356,565,465,75,  en  vez  de 
pesos  312,500,000;  resultando  asi  un  ex- 
ceso de  p3S03  44.035,46575  sobre  lo  cal- 
culado en  la  Memoria. 

Entre  las  compañías  industriales,  no 
incluye,  el  cálculo  ministerial,  las  si- 
guientes: ;<  La  Platense  Flotilla  Company», 
capital  libras  esterlinas  1000,0 1;\  «La 
Biecker  Brewery  Company».  capital  li- 
bras esterlinas  600,000.  «La  Rosario  City 
Lnprovements  Company»  capital  libras  j 
esterlinas  4.50,000  y  «La  Buenos  Aires 
Habour  Works  Trust»  capital  libras  es- ; 
terlinas  1.300,000.  I 


A  las  Compañías  de  Tramways  les 
calcula  un  capital  de  pesos  15,300,000 
mientras  que  la  cifra  real  es  de  pesos 
15,793,040,40.  ^ 

A  las  Empresas  de  Gas,  les  atribuye 
un  capital  de  pesos  4,900,000,  cuando 
entre  «La  Belgrano  Gas»  y  «Buenos 
Aires  New  Gas»  tienen  libras  esterlinas 
1.300,090,  de  capital,  ó  sean  6-552,000 
de  pesos. 

No  se  calculan  además,  en  los  estados  de 
la  Memoria,  las  empresas  de  tierras,  las 
emisiones  de  títulos  hipotecarios,  hechas 
por  empresas  estrangeras,  y  el  capital  de 
las  sociedades  constituidas  para  opera- 
ciones de  este  género,  todo  lo  cual  re- 
presenta en  títulos  cotizables  un  valor  de 
libras  esterlinas  9.140  000. 

Reuniendo  estas  diversas  partidas,  cor- 
respondientes á  empresas  industriales  y 
comerciáis,  resulta  omitida  una  suma 
de  pesos  65,097, 640'40  oro. 

Agregando  las    sumas,  que  faltan   en 
el  estado,  á  la  total  que  arroja,  llegamos 
auna  cifra  muy  aproximada  á   los  1000 
millones,  como  vamos  á  ver: 
Suma  total  del  capital  cx- 
traugero,  representado 
en  títulos  cotizables  se- 
gún la  Memoria 
A  emitir  del  Empréstito 
Moratorias  para   com- 
pletar el  minímun  de 
43,000,000. 
Calculado  de  menos  en  el 
Capital  de  los  ferro- 
carriles 
Id      id    en  el  capital 
de  empresas  indus- 
triales y  comercia- 
les 


$  836,804,360 


28000.000, 


$  44,065,465  75 


$  65,097.640  40 

Total  $  973.967,466  15 

En  esta  cuenta  no  están  incluidos  los 
servicios  atrasados  de  los  empréstitos 
provinciales  y  municipales,  no  atendidos 
con  los  bonos  del  empréstito  Moratorias; 
y  las  cédulas  nacionales  y  provinciales 
á  papel,  colocadas  en  Europa  por  un  va- 
lor en  conjunto  de  260,000,000  solo  figu- 
ran ¡)or  86,000,000  oro,  calculándose  este 
á  300;  de  manera  que  estábamos  en  la 
verdad  cuando  apreciábamos  ese  capital 
extrangero  al  rededor  de  1000  millones. 
El  señor  Ministro  prescinde  de  calcu- 
lar Ijs  capitales  extrangeros  colocados 
en  otras  formas,  considerando  que  no 
hay  base  cierta  para  estimar  su   injpor- 


240; 


Revista  Económica 


tanda,  en  lo  que  no  estamos  de  acuerdo. 

La  cifra  no  puede  precisarse,  pero  las 
estadísticas  inglesas,  hechas  sobre  las  de- 
claraciones para  el  cobro  del  impuesto 
sobre  la  renta,  dan  la  proporción  en  que 
está  el  producido  de  los  capitales  ingle- 
ses colocados  en  el  exterior,  en  una  ú 
otra  forma.  Al  adoptar  como  base  este 
cálculo,  se  obtiene  un  mínimun;  que  será 
en  la  República  Argentina  muy  excedi- 
do. Decimos  mínimun  porque  las  coloca- 
ciones en  títulos  cotizables  están  sujetos 
á  una  fiscalización  efectiva,  mientras 
que  el  fraude,  por  declaraciones  inferio- 
res á  la  renta  recibida,  es  fácil  en  las 
inversiones  de  la  otra  categoría,  á  la 
par  que  las  relaciones  de  la  Inglaterra 
con  este  país,  tan  estrechas  y  numerosas, 
han  debido  dar  por  resultado  el  que,  en 
vez  de  bajar  la  cifra  media  de  esta 
clase  de  colocaciones  de  los  capitales  in- 
gleses, ella  debe  haberse  excedido  aqui. 

Es,  pues,  ponerse  abajo  de  la  realidad, 
en  vez  de  correr  el  riesgo  de  una  exa- 
geración, el  decir  que  si  la  República 
Argentina  es  tributaria  de  la  renta,  que 
corresponde  á  1000  millones  de  pesos 
oro  de  títulos  cotizables,  tendrá  que 
que  atender  también  al  pago  de  los  be- 
neficios ó  de  los  intereses  de  unos  500 
millones  mas  de  pesos  oro,  provenientes 
de  otras  inversiones. 

Después  de  eliminar  esa  partida,  tan 
importante,  el  señor  Ministro,  que  habia 
comenzado  por  abordar  la  cuestión  fun- 
damental de  las  condiciones  económicas 
de  la  República,  que  es  la  del  grado  de 
dependencia  en  que  está  el  país  respecto 
de  los  capitalistas  extrangeros,  se  esfuer- 
za en  ocultarse  á  si  mismo  la  verdad  de  la 
situación,  ya  disminuyendo  con  cálculos 
optimistas  el  importe  anual  del  tributo,  ya 
recordando  los  medios  con  que  se  apla- 
zan las  dificultades  que  puedan  surgir, 
y  que  se  le  presentan  como  soluciones  del 
porvenir,  aun  cuando  no  importan,  en 
realidad,  mas  que  la  perspectativa  de  la 
capitalización  de  saldos  contra  el  pais; 
la  agravación  cierta  del  mal,  en  vez  de 
los   remedios  radicales  que  éste  exige. 

La  salida  que,  en  condiciones  de  ser- 
vicio regular,  debe  originar  la  coman- 
dita de  capital  extrangero,  representada 
por  títulos  cotizables,  la  estima  el  señor 
Ministro  en  40  millones  de  pesos  oro, 
anuales,  y  para  llegar  á  esta  cifi-a,  des- 
pués de  tomar  solo  por  base  800  millo- 
nes de  los  83tí  millones  que  detalla,  adopta 


como  término  medio  máximo  de  renta, 
el  5  op,  alejándose  en  todo  de  la  rea- 
lidad. 

Use  llamado  máximo,  merece  anali- 
zarse: las  deudas  públicas,  que  represen- 
tan el  40  0|o  de  las  inversiones  en  títulos 
argentinos  cotizables  en  el  exterior,  las 
calcula,  como  hemos  dicho,  por  su  capi- 
tal actual,  en  vez  del  capital  primitivo 
que  es  sobre  el  cual  se  pagan  los  servi- 
cios. El  promedio  de  la  renta  podemos 
estimarlo  en  5'20  o]o;  á  esto  hay  que 
agregar  las  amortizaciones,  comisiones, 
etc,  que  elevan  los  servicios  á  cerca  de 
6  1[2  o[0,  como  promedio  sobre  el  capital 
primitivo,  y  á  mas  de  un  7  o[0  sobre 
el  que  sirve  de  base  para  los  cálculos 
del  señor  Ministro. 

Los  ferro  carriles  garantidos,  reciben 
del  Tesoro  un  promedio  de  5'93  0{0, 
ademas  de  exportar  los  sueldos  regios 
de  los  directores,  y  el  importe  de  otros 
gastos  en  Inglaterra.  Los  sin  garantía  ven 
mermados  sus  dividendos  por  la  baja 
del  papel,  no  obstante  lo  cual  podemos 
calcular  en  este  año  su  renta  en  2  3  {2  o[o, 
á  lo  que  hay  que  agregar,  puesto  que 
para  el  pais  tiene  el  mismo  efecto,  el  im- 
porte de  sus  gastos  en  Inglaterra. 

Nos  restan  por  considerar  las  compa- 
ñías industi'iales  y  comerciales  y  los  prés- 
tamos bancarios  é  hipotecarios,  y  los  in- 
tereses y  beneficios  que  representan  no 
pueden  calcularse  abajo  de  6  á  6 1|2  ojO. 

Tenemos  asi,  por  los  capitales  de  esta 
categoría,  en  vez  de  una  obligación  anual 
de  40  millones,  por  lo  menos  de  60  á  65 
millones  que  pagar;  mientras  que  la  ren- 
ta proveniente  de  las  otras  inversiones  y 
de  servicios,  como  seguros,  etc.  no  pue- 
den en  conjunto  estimarse  en  menos  de 
la  mitad. 

La  verdad,  que  no  conviene  ocultar, 
ni  desfigurar,  á  fin  de  que  no  se  poster- 
guen las  medidas  que  la  situación  re- 
quiere, ó  no  se  adopte  un  temperamento 
ineficaz  ó  conti-aproducente,  es  que  las 
inversiones  de  capitales  extrangeros,  he- 
chas en  la  República,  representan  una 
renta,  por  lo  menos  equivalente  á  toda 
la  exportación.  La  valorización  del  papel 
que  impoitaría  un  aumento  de  beneficios 
para  gran  número  de  empresas,  elevaría 
todavía  mas  esta  suma. 

La  solución  le  parece  sencilla  al  señor 
Ministro,  bastando  para  ella  dos  cosas; 
la  reducción  del  interés  sobre  las  deu- 
das y  cédulas  á  un  2  1^2  ó  3  ojo  anual, 


DEL  Rio  de  la  Plata 


241 


y  el  restablacimiento  de  la  interrumpida 
corriente  de  importación  de  capitales  ex- 
trangeros. 

Lo  primero,  dice,  representarla  una 
reducción  de  12  á  15  millones  anuales, 
limitando  asi  de  25  á  30  millones  la  suma 
de  servicios  exteriores. 

Si  se  agregan  los  20  ó  25  millones  de 
renta  de  títulos  cotizables,  que  el  opti- 
nismo  oficial  suprime,  aun  después  de 
realizarse  esta  rebaja,  las  sumas  de  ser- 
vicios anuales  por  esta  parte  de  capitales 
extrangeros,  no  bajaría,  pues,  de  unos 
50  millones,  los  que  unidos  á  las  rentas 
de  otras  procedencias  sumarian  85,000,000 
oro. 

•  En  cuanto  á  las  nuevas  importaciones 
de  capitales  como  medio  de  compenzar 
la  salida  de  las  rentas  de  las  inversiones 
extrangeras,  que  se  viene  considerando 
como  e\  álesiaeratum  pura  umi  mejoría 
efectiva,  para  conseguir  el  cual  quieren 
valorizar  el  papel,  aun  que  sea  con  per- 
juicio de  la  producción,  importa  rein- 
cidir en  el  exti-aviado  criterio  que  ha 
conducido  al  país  á  la  situación  actual. 

El  modo  de  cambiar  el  estado  econó- 
mico de  la  República  abrumada  por 
enormes  deudas  extrangeras,  no  es,  evi- 
dentemente, compensar  las  rentas  con 
nuevas  importaciones  de  capitales,  sino 
robustecer  la  producción  aparte  de  obte- 
ner las  quitas  que  las  circunstencias  im- 
ponen. 

Para  desenvolver  la  producción,  no  es 
el  capital  extrangero  el  que  directamen- 
te actúa.  Ya  hemos  estudiado  el  punto, 
en  nuestro  artículo  sobre  el  «Absenteis- 
mo  Argentino»  y  demostrado  plenamen- 
te en  él  la  exactitud  de  esta  afirma- 
ción. 

En  los  1000  millones,  cuyas  inversio- 
nes ó  hemos  analizado,  solo  hemos  en- 
conti'ado  10  millones  entregados  directa- 
mente á  la  producción.  La  mayor  parte 
del  capital  extrangero,  que  no  ha  venido 
por  empréstitos,  ó  capital  de  empresas, 
ha  sido  principalmente  habilitador  de 
especulaciones,  elemento  de  agio,  de  mo- 
vimientoartificial  urbano  y  no  de  fomento 
industi'ial,  y  mucho  menos  de  desarrollo 
agrícola. 

El  mismo  señor  Ministro  lo  demuestra 
en  su  Memoria,  atribuyendo,  con  razón, 
parte  principal  de  los  desvarios  que  han 
preparado  la  situación  actual,  á  la  co- 
niandita  de  ese  capital,  cuya  corriente, 
sinembargo,  presenta  como  medio  de  res- 


tablecer un  equilibrio  que,  si  transito- 
riamente se  produce,  será  á  expensas 
de  la  agi"avación  real  de  las  malas  condi- 
ciones en  que  está  colocado  el  país  y  de 
la  acumulación  de  otros  elementos  para 
una  nueva  crisis. 


CRÓNICA   DE    LA    QUINCE1S[A 

Setiembre  5  de  1892. 

El  país  se  arrasti-a  penosamente. 

No  tengo  nada  nuevo,  nada  bueno, 
mejor  dicho,  que  apuntar,  á  no  ser  hechos 
sintomáticos  de  que  no  nos  dirijimos 
hacia  la  senda  que  conduce  á  la  ancha 
vía  apetecida. 

Los  grandes  partidos  se  dislocan.  Para 
estar  dentro  de  la  esti'icta  verdad, — pier- 
den algunos  elementos  de  los  que  dispo- 
nían con  toda  seguridad  y  hay  una  ten- 
dencia marcada  á  organizar  nuevos  cen- 
tros de  acción  dirigente. 

Esto  determina  una  política  de  absten- 
ción en  unos,  de  disimulo  en  otros, — y 
como  consecuencia  inevitable,  una  at- 
mósfera de  sospecha  y  desconfianza  en 
todos  los  círculos. 

No  le  veo  á  la  evolución  que  se  inicia 
más  que  un  lado  provechoso  para  el  país; 
y  digo  provechoso,  porque  hay  coyuntu- 
ras en  las  que  el  observador  más  fino, 
más  penetrante,  más  imparcial,  dificil- 
meute  acierta  á  calificar  con  propiedad 
el  hecho  en  gestación  ó  el  consumado  ya. 

Quiero  decir,  que  en  medio  de  esta 
anarquía  en  los  propósitos, — de  donde 
resulta  un  malestar  visible  y  un  descon- 
tento que  se  traduce  en  todas  las  conver- 
saciones,— la  Unión  Cívica  Radical  parece 
inclinada  á  renunciar  á  sus  miras  revo- 
lucionarias. 

Este  temperamento  es  prudente.  La 
paz  es  un  anhelo. 

La  mayoría  del  país  la  quiere. 

Y  que  partido,  conteniéndose  dentro 
de  límites  puramente  de  opo.sición,  está 
llamado  á  crecer,  reclutando  los  descon- 
tentos de  todos  los  otros  partidos,  soca- 
vados en  este  momento  por  un  espíritu 
disolvente, — casi  morboso. 

Su  manifestación  más  característica,^  es 
,  lo  que  se  llama  «modernismo»,  aleación 


242 


Revista  Económica 


que  funde  hombres  y  cosas  pasadas, 
elementos  recalcitrantes  y  nuevos  intere- 
ses en  una  coalición  de  aspirantes,  cuyos 
móviles  no  se  han  traducido  hasta  ahora 
en  un  programa;  pero  cuyos  actos  reve- 
lan para  el  observador,  que  no  se  ofusca, 
una  triple  combinación:  Dislocar  el  par- 
tido Nacional,  cuyo  jefe  es  el  general 
Roca;  minar  el  partido  Unión  Cívica 
Nacional,  cuyo  jefe  es  el  general  Mitre; 
resistir  el  radicalismo,  sin  perjuicio    de 


se  abría  para  los  argentinos  una  nueva 
era  de  esperanzas  é  ilusiones, — solo  te- 
nemos en  el  horizonte  nubes  de  inquietud 
y  que  el  único  acto  del  Presidente  electo, 
que  63  como  una  promesa,  se  reduce  al 
nombramiento,  mejor  dicho,  á  la  desig- 
nación para  la  cartera  de  Hacienda  del 
Sr.  Dr.  D.  Juan  José  Romero.  Este  dis- 
tinguido ciudadano  goza  merecidamente 
de  considerable  suma  de  confianza  por  su 
talento,  su  competencia  y  su  integridad, 


tomar  hombres  sueltos  de  sus  filas;  y  con   mientras  que  los  otros  candidatos,  hechos 


esos    despojos,     abigarrados,     enemigos 
ayer  entre  sí,   formar  un  nuevo  partido 
de    gobierno   alrededor    del  Presidente 
electo,  que  asiste  á  estas  maquinaciones, 
—otra  cosa  no  son,— con  la  beatitud  in- 
consciente de  un  alma  bien  intencionada. 
Este   partido,  llamándose  impersonal, 
lo  es  sinembargo,  átoias  luces,  desde  su 
momento  inicial,    y    más  personal  que 
ninguno  de  los  que  antes  de  ahora  hemos 
tenido  durante  nuestro  largo  proceso  ins- 
titucional, ó  sea  la  lucha  por  el  gobierno, 
pues,  es    el  único  que  si  llegara  á  orga- 
nizarse   definitivamente    habría    nacido 
como  Minerva  del   cerebro  del  padre  de 
los  Dioses,— de  algo   menos  mitológico, 
más  real,  más  humano,  más  candido  es 
cierto,  y,  por  esta  circunstancia  atenuan- 
te,   menos   culpable    de  los  males   que 
pueden  acarrear  tales  encarnaciones. 

Sus  procedimientos  han  sido  precipita- 
dos. El  país  está  apercibido,  y  algo  así 
como  una  valla  se  alza  contra 'este  ^^¿o- 
tismo  mal  aconsejado,~que  sería  escusa- 
ble  si  tuviera  peligros  que  conjurar.  Pero 
la  verdad  de  los  hechos  es  que  esos 
peligros  no  han  existido  y  que  esta  vez, 
como  otras,  no  ha  habido  sino  pretestos 
que  se  han  ostentado  y  causas  ó  motivos 
mconfesables  que  se  han  ocultado. 

En  efecto,  son  antipatías  tradicionales 
de  un  lado  y  pasiones  ó  resentimientos 
de  moderna  data,  por  otro,  los  esenciales 
móviles  que  han  inspirado  estas  concep- 
ciones majaderas.  Oti-o  calificativo  no 
merece  una  empresa  que  quiere  luchar 
contra  una  política  que,  siendo  un  acuer- 
do patriótico,  -  pudo  conseguir  que  se 
hiciera  una  elección  en  paz,  afianzándose 
hasta  su  postrer  momento  el  gobierno 
legal,  sean  cuales  sean  sus  responsabili- 
dades, y  conteniendo  la  explosión  revo- 
lucionaria de  un  partido  intransigente. 

Serán  erradas  estas  vistas;  es  posible,  lo 
PJ^^^i'^o  es,  que  cuando  creíamos  llegar  al 
12  de   Octubre  con  la  seguridad  de  que 


sea  el  grado  de 
que    disfruten, 


según  parece,    sea  cual 
consideración  social   de 
no  satisfacen  sino  á  los  círculos  interesa 
dos  en  su  elevación. 

En  resumen:  solo  el  partido  radical 
medra  bajo  los  auspicios  de  estas  anoma- 
lías y  si  su  dirección  llega  á  ponderarse, 
por  prudentes  consejos,  tendrán  que  coa- 
ligarse  las  fuerzas  conservadofas  para 
resistirle  en  la  Capital . 

En  las  provincias  no  es  fuerza  electo- 
ral,— ni  siquiera  en  la  de  Buenos  Aires 
con  la  que  están  al  habla. 

Esta  provincia  es  teatro  de  dramas 
singulares  y  de  conflictos  de  intereses 
encontrados, — intereses  que  si  llegaran  á 
coordinar  su  acción  harían  en  extremo 
precaria  la  subsistencia  de  sus  poderes 
públicos,  ó  la  de  sus  influencias  dirigen- 
tes vinculadas  muchas  de  ellas  al  mo- 
dernismo disolvente. 

Esto  es  todo  cuanto  tiene  que  decir  la 
crónica.  En  quince  dias,  como  se  vé,  no 
liemos  adelantado  nada.  Más  bien  hemos 
ido  para  ati-ás. 

Lucio  V.  Mansilla. 


m  mM 


Í|EYISTA    DE    LA   QUINCENA 

La  atención  general  continúa  siendo 
absorvida  por  la  cuestión  económica, — 
primo  é  vívere, — y  el  rasgo  característico 
de  esta  quincena  es  la  alternativa  de 
esperanza  y  desencanto,  según  las  noti- 
cias favorables  ó  adversas  que  han  ido 
circulando  sobre  la  operación  iniciada 
para  obtener  4.200.000  S  en  efectivo,  en 
cambio  de  una  emisión  de  10.800.000  en 
obligaciones  amortizables  en  36  años,  con 
los  derechos  de  Aduana. 


DEL  Rio  de  la  Plata 


243 


Muy  diversas  han  sido,  por  nuestra 
parte,  las  impresiones  que  estos  hechos 
nos  han  producido:  ni  hemos  dado  como 
realizada  esa  operación,  ni  le  hemos  atri- 
buido la  importancia  salvadora,  con  la 
que  se  ha  querido  presentarla. 

No  se  trata  de  una  operación  propia- 
mente de  empréstito;  tal  como  se  pro- 
pono,  es  más  bien  la  de  descuento 
de  rentas,  á  pesai-  de  lo  cual  encontra- 
rá, de  seguro,  grandes  dificultades  para 
realizarse,  en  la  situación  abatida  de 
nuestro  crédito  en  Europa. 

Aunque  aquí  ya  no  sería  el  Estado  el 
que  pagaría,  sino  los  acreedores  los  que 
se  cobrarían,  entregando  los  timbres 
volantes  en  vez  de  dinero,  no  por  esto 
las  condiciones  financieras  del  gobierno, 
su  mayor  ó  menor  respeto  por  las  obliga- 
ciones contraidas,  pueden  dejar  de  ser 
tomadas  en  cuenta  por  los  capitalistas. 

Operaciones  análogas  se  hicieron  en 
Méjico  en  aquellos  buenos  tiempos  del 
señor  Noetzlin,  y  habiéndose  encontrado 
el  gobierno  con  que  no  recibía  las  rentas 
indis¡)eusables  para  funcionar,  por  un 
simple  decreto,  las  revindicó,  ordenando 
que  vn  adelante  no  se  recibiesen  los  tales 
títulos  en  pago  de  derechos.  Acto  en  el 
fondo  análogo  ha  hecho  nuestro  gobier- 
no al  ordenar  que  no  se  reciba  en  pago 
de  derechos  el  papel  del  Banco  Nacional, 
después  que  se  le  había  dado  expresa- 
mente ese  uso. 

Pero,  admitamos  que  la  operación  se 
realice,  si  no  se  modifica  la  política  res- 
tricci»  mista,  que  ha  imperado  en  estos  dos 
últimos  años,  los  cuatro  millones  doscien- 
tos mil  pesos  no  nos  ÍTaeráu  más  que  un 
alivio  pasajero,  á  la  par  que  sin  ellos  ó 
con  ellos,  la  situación  puede  mejorarse 
radicalmente  si  el  gobierno  reformase  la 
legislación  monetaria  y  proveyese  al  país 
de  un  medio  circulante  autonómico  y 
expansivo,  como  le  es  fácil  hacer. 

La  Memoria  de  Hacienda  de  la  Repú- 
blica Argentina,  recientemente  presenta- 
da al  Congreso,  trae  una  interesante 
página  que  reproducimos  á  continuación 
sobre  la  cuestión  monetaria,  y  en  la  que 
se  hace  una  justa  crítica  de  nuestro  ré- 
gimen. 

La  recomendamos  á  nuestros  lectores 
que  encontrarán  en  ella  la  confirmación 
de  mucho  de  lo  que  hemos  venido  soste- 
teniendo. 


Dice  así,  la  Memoria  á  que  nos  refe- 
rimos. 

«Es  fuera  de  cuestión  que, hoy  poi  hoj, 
la  única  moneda  internacional  es  el  oro 
y  que  el  espíritu  de  las  naciones  co- 
merciales en  general  es  resistir  toda  re- 
forma en  su  sistema  monetario  que  po- 
dría debilitar  su  «stock»  de  oro.  Pero 
con  todo,  se  ajita  siempre  el  pensamiento 
del  padrón  doble,  y  no  solamente  en  los 
Estados  Unidos  de  Norte  América,  cuyo 
interés  en  el  asunto  es  perfectamente 
esplicable,  como  que  es  en  la  actualidad 
el  mayor  productor  de  plata  en  el  mun- 
do; sino  también  en  la  India  Inglesa, 
donde  intereses  de  otro  orden  completa- 
mente distinto  recomiendan  la  reforma 
que  valorize  su  moneda  de  plata.  En  la 
Inglaterra  misma,  existe  un  grupo  de 
hombres  de  espectabilidad  en  el  co- 
mercio y  las  finanzas,  que  abogan  con 
decisión  por  el  restablecimiento  del  pa- 
drón doble. 

Estos  son  síntomas  que  pueden  ser 
precursores  de  una  gran  revolución  en 
la  materia,  y  tienen  especial  significa- 
ción á  la  luz  de  los  últimos  aconteci- 
mientos, que  revelan  la  lucha  perma- 
nente entre  las  grandes  naciones  comer- 
ciales por  aumentar  su  propio  encaje, 
quitándoselo  al  vecino,  siempre  que  tal 
operación  no  traiga  perjuicio  propio.  Se 
vé  claramente  que  la  producción  actual 
de  oro  es  insuficiente  para  las  variadas  y 
complejas  funciones  que  tiene  que  llenar, 
ya  como  moneda  6  ya  como  metal,  y 
que  salvo  el  caso  poco  probable  de  nue. 
vos  importantes  descubrimientos  de  ese 
metal,  casi  se  puede  afirmar  que  las  na- 
ciones se  verán  obligadas  á  recurrir  nue- 
vamente al  padrón  doble. 

En  el  año  pasado,  por  ejemplo,  el 
juego  de  arbitrajes  y  cambios  ha  hecho 
salir  de  los  Estados  Unidos  con  directo n 
á  Europa  unos  setenta  millones  de 
dollars  en  oro,  á  pesar  de  que  era  sabido 
que  la  necesidad  de  importar  en  mayor 
escala  que  nunca  los  cereales  norte  ame- 
ricanos, obligaría  á  devolver  todo  ese 
oro  y  aún  mandar  otras  sumas  conside- 
rables. 

Pero  convenia  á  las  combinaciones  de 
la  alta  banca  europea  que  ese  oro  viaja- 
ra y  viajó. 

Ahora  bien,  este  es  justamente  el  pe- 
ligro que  ofrece  el  oro  como  base  de  una 
circulación  bancaria,  y  es  mayor  en  un 
país  como  la  República  Argentina,  don 


244 


Revista  Económica 


de  la  moneda  de  oro  no  se  usa  en  las 
transacciones  y,  por  consiguiente,  en  su 
mayor  parte,  estaria  siempre  depositada 
en  los  bancos. 

El  poder  de  atracción  que  pueden  ejer- 
cer las  grandes  plazas  europeas  es  enor- 
me, y  pienso  que  seria  irresistible  para 
este  mercado,  una  vez  que  tuviera  una 
existencia  que  mereciera  ser  tomada  en 
cuenta. 

Montado  nuestro  sistema  monetario 
como  lo  está,  se  puede  afirmar  que, 
vuelto  el  país  á  la  conversión,  no  podría 
desenvolverse  con  menos  de  cien  millo- 
nes de  pesos  en  billetes,  y  pienso  que  no 
seria  excesivo  pedir  para  esta  suma  un 
encaje  de  treinta  millones  de  pesos  oro, 
Pero  ese  oro,  ¿por  cuánto  tiempo  se  po- 
dría contar  con  él?  Es  muy  evi- 
dente que  Qu  solo  año  malo  nos  lo 
quitaría  todo,  precipitándonos  nueva- 
mente en  la  inconversion,  ó  de  lo 
contrarío  sería  necesario  reducir  la  cir- 
culación de  billetes  hasta  que  ya  no  fue- 
ra materialmente  posible  reducirla  mas. 
Es  decir,  disminuirla  á  cuarenta  ó  cin- 
cuenta millones,  para  que  cada  peso  es- 
tuviese representado  por  el  50  0[0,  por  lo 
menos,  en  oro.  Y  para  que  no  se  tache 
estas  apreciaciones  de  exageradas,  basta 
echar  una  mirada  sobre  la  situación  de 
la  vecina  República,  para  darse  cuenta 
de  lo  que  significa  para  estos  países  el 
réjimen  del  oro. 

Pero  hay  todavía  otra  objeccion  á  la 
remonetizaciou  de  la  plata  y  es  que  la 
República  no  produce  este  metal  en  can- 
tidad suficiente  para  sus  necesidades  mo- 
netarias, y  entonces,  debiendo  comprarlo 
con  productos  es  mas  sencillo  comprar 
oro,  cuyo  valor  es  estable  y  que  no  cos- 
tará mas  que  aquella.  Pero  á  mi  enten- 
der no  necesitamos  ni  oro  ni  plata  como 
moneda  internacional,  porque  los  saldos 
de  nuestro  comercio  exterior  deben  arre- 
glarse con  productos  y  no  con  moneda, 
y  tan  producto  y  negociable  es  un 
metal  que  el  otro.  Necesitamos  un  me- 
tal para  dar  base  fija  á  nuestra  cir- 
culación fiduciaria,  para  que  esta  no  esté 
eternamente  pendiente  de  garantías  no- 
minales^ y  para  este  objeto  la  plata  nos 
conviene  mas  que  el  oro,  por  esta  razón; 
que  no  es  probable  que  nos  la  saquen. 

Se  nota  siuuipi-o  en  este  morcado  cierta 
resistencia  á  las  extracciones  de  oro;  aún 
en  estos  tiempos  cu  que  el  oro,  es  una 
simple  mercancía,  el  comercio  en  general 


prefiere  sacrificar  alguna  pequeña  frac- 
ción en  el  cambio,  antes  de  embarcar 
oro,  y  si  esto  sucede  tratándose  de  un 
metal  tan  movible  como  es  este,  comer- 
cial mente,  sucedería  eu  escala  mucho 
mayor  respecto  de  la  plata,  hasta  garan- 
tir casi  su  permanencia  en  el  país. 

Por  otra  parte,  sí  hoy  la  plata  se  halla 
deprimida  hasta  solo  cotizarse  al  70  olo 
del  valor  que  le  atribuye  la  Liga  Latina, 
esa  circunstancia  puede  atribuirse  en 
gi-au  parte  á  la  política  errada  de  los  Es- 
tados Unidos  de  Norte  América,  que 
buscando  valorizarla,  la  ha  desvaloriza- 
do. Ese  Gobierno  se  ha  impuesto  la  obli 
gacion  de  comprar  meusualmente  una 
cantidad  de  plata  que  no  puede  acuñar, 
pagando  un  precio  general,  y  asi  dá  mar- 
gen á  que  continúen  en  explotación  una 
multitud  de  minas  que  de  oti*o  modo 
estarían  abandonadas,  y  estimula  la  pro- 
ducción cuyo  exceso  deprime  el  mer- 
cado. 

Se  sostiene  con  mucha  generalidad,  que 
si  ese  Gobierno  suspendiera  sus  compras 
el  metal  experimentaría  inmediatamente 
una  gran  baja;  pero  si  bien  eso  podría 
suceder  en  el  primer  momento,  es  evi- 
dente que  al  poco  tiempo  vendría  la  rea- 
cion  por  la  restricción  en  la  producción 
que  esa  misma  baja  traería,  obligando  á 
susi)ender  el  beneficio  de  todos  los  meta- 
les de  baja  le}^  que  hoy  se  explotan. 

Mirado  de  este  modo  el  asunto,  no  deja 
de  presentar  aspectos  favorables  como 
una  posibilidad  futura,  prescindiendo  del 
aspecto  mas  amplio  del  restablecimiento 
general  del  doble  padrón,  que  quizá  se 
imponga  á  la  Europa  antes  de  tnuchos 
años.» 

La  ley  de  contribución  inmobiliaria 
será  sancionada  dejándose  subsistentes 
los  aforos  de  los  años  anteriores,  de  valo- 
rización de  la  propiedad,  no  obstante  la 
fuerte  oposición  que  ha'encontrado  en  la 
Cámara  de  Representantes  y  en  la  de 
Senadores. 

Dos  consideraciones  han  asegurado  la 
mayoría  á  tan  inconveniente  disposición; 
la  de  interés  político  y  las  convenien- 
cias rentísticas,  ambas  á  cual  menos  fun- 
dadas. 

Viene  de  atrás  la  tendencia  que  pre- 
domina eu  nuestras  Cámaras  de  conside- 
rar liostibdad  política  toda  objeción  que 
se  llaga  á  los  |)i()yectos  del  P.  E.,  aun 
que  no  se  trate  mas  ([ue  de  intereses  ma* 


Del  Rio  de  la  Plata 


245 


teriales  y  se  consulten  las  bien  entendi- 
das conveniencias  del  gobierno.  De  igual 
modo  se  ha  dado  en  mirar  toda  iniciativa 
que  hagan  los  diputados  o  senadores  que 
se  separen  del  incondicionalismo.En  el 
caso  actual  ha  sido  llevada  demasiado 
lejos  esta  intransigencia,  que  importa  la 
supresión  de  la  verdadera  vida  parla- 
mentaria. 

Hemos  seguido  atentamente  la  discu- 
sión, y  creemos  que  los  que  combatieron 
el  artículo  6  °  de  la  ley  de  contribución 
inmobiliaria  defendían  mejor  los  inte- 
reses del  gobierno  que  los  que,  por  mal 
entendida  consecuencia  política,  le  pres- 
taron su  apoyo. 

Los  gravámenes  excesivos,  siembran 
el  descontento  y,  en  esta  ocasión,  el  dis- 
gusto, los  apremios,  la  ruina  de  los  pro- 
pietarios, no  será  compenzada  por  una 
mayor  renta.  En  el  Senado,  por  ejemplo, 
los  partidarios  del  proyecto  han  sostenido 
como  principal  argumento  que  rebajar 
un  20  0{0  los  aforos  seria  quitar  un  20  o[o 
de  la  renta;  pero  no  se  han  hecho  cargo 
de  que  el  peso  de  ese  impuesto  dificulta, 
cada  dia  más,  su  cobranza,  desapare- 
ciendo asi  en  las  entradas,  parte  de  lo 
que  se  carga  en  la  ley.  Ademas  no 
hay  que  olvidar  la  disminución  en  los 
consumos  y  en  el  giro  general,  que  es 
una  de  las  consecuencias  de  la  inconside- 
rada trasquila  de  los  propietarios. 

Se  acerca  la  época  de  la  elección  de 
Senadores  y  el  partido  colorado  no  se  ha 
organizado  todavía,  y  mucho  tememos 
que  ella  nos  encuentre  fuera  de  las  con- 
diciones necesarias  para  un  verdadero 
movimiento  democrático. 

La  Comisión  Directiva  provisional  del 
partido  sigue,  mientras  tanto,  preocupán- 
dose de  los  trabajos  que  le  han  sido  en- 
comendados, y  trata  de  obtener  del  P.  E. 
la  derogación  del  decreto  de  14  de  Se- 
tiembre de  1891,  que  priva  á  los  militares 
del  ejercicio  de  los  derechos  políticos  que 
les  corresponden. 

Es  de  esperar  que  el  Sr.  Presidente  de 
la  República  accederá  á  este  pedido  de 
su  partido,  tanto  mas  cuanto  que  lo  que 
se  solicita  es  de  estricta  justicia  y  de 
buena  política. 


Según  se  dice  las  reducciones  en  el 
presupuesto  general  de  gastos  no  tendrán 
la  importancia  que  les    había    atribuido 


parte  de  la  prensa.  Es  inútil  querer  en- 
contrar ahí  la  base  del  equilibrio  de  la 
Hacienda,  como  lo  es  también  buscarlo 
por  medio  de  recargos  de  los  actuales 
impuestos. 

En  vez  de  reducir  la  suma  del  presu- 
puesto hay  que  aumentarla  agregando 
muchas  partidas  de  gastos  fijos  y  necesa- 
rios que  figuran  como  extraordinarios, 
y  sin  lo  cual  será  ficticia  toda  nivelación 
enti-e  las  erogaciones  que  se  voten  y  las 
entradas  calculadas. 

Hay  que  tomar  por  base  de  todo 
plan  de  hacienda,  lo  que  ha  invertido  en 
el  último  año  el  gobierno  en  gastos  de 
Administración,  pues  debemos  todos  ha- 
cer justicia  al  P.  E.  reconociendo  que  ha 
sido  tan  económico  como  es  posible 
serlo.    ■ 

El  mal  no  está  ahí;  está  en  las  condi- 
ciones generales  del  país  que  es  impres- 
cindible modificar,  empezando  por  refor- 
mar su  sistema  monetario,  sin  lo  cual 
toda  tentativa  de  expansión  será  estéril 
ó  de  efi meros  resultados. 

Predomina  entre  nosotros  la  tendencia 
de  personalizar  y  de  hacer  cuestión  polí- 
tica de  todo,  estraviándose  asi  la  opinión  y 
entorpeciéndose  las  soluciones  necesarias. 

Para  unos,  el  Presidente  es  el  autor  de 
todos  los  males;  para  otros,  es  necesario 
negar  que  no  estamos  económicamente 
bien,  puesto  que  esto  parece  dar  razón 
á  los  enemigos  del  Presidente,  hacién- 
dole con  este  modo  de  ver  las  cosas  no 
envidiable  servicio,  pues  la  crisis  y 
su  agravación  no  puede  ni  debe  racio- 
nalmente imputarse  á  un  hombre  ó  á  un 
partido. 

Estamos  cosechando  los  frutos  lógi- 
cos de  aberraciones  arraigadas  en  ma- 
teria de  circulación  monetaria,  de  las 
que  se  hacen  eco  varios  de  nuestros 
mas  autorizados  diarios,  sin  que  en  cam- 
bio ninguno  de  los  otros  se  coloque  en 
el  terreno  de  la  solución  práctica  y  sen- 
cilla que  las  circunstancias  aconsejan. 

No  son,  pues,  divagaciones,  ni  recrimi- 
naciones lo  que  las  circunstancias  exijen 
sino  estudio  imparcial  y  energía  para 
saltar  la  barrera  de  las  preocupaciones 
corrientes. 


Otro  hecho  notable  de  la  quincena  es 
la  resolución  de  reducir  á  la  mitad  el 
capital  del  Banco  de  España  y  Rio  de 
la  Plata,  que  es  una  de  las  instituciones 


246 


Revista  Económica 


de  crédito  de  la  República  mas  sólidas  y 
bien  maDejadas- 

Poi'  nuestra  parte  la  lamentamos  y 
apreciando  el  sentido  i)ráctico  de  los  Di- 
tores  de  ese  establecimiento,  vemos  en 
esto  una  prueba  mas  de  que  se  equivo' 
can  los  que  pretenden  modificar  las 
condiciones  actuales  del  pais  creando 
un  nuevo  Raneo  de  Comercio  con  el 
nombre  de  Raneo  Nacional. 


REVISTA  BURSÁTIL 


El  precio  del  metálico,  en  la  última 
quincena  ha  oscilado,  debido  á  las  limi- 
tadas especulaciones  de  qne  es  objeto,  y 
no  á  modificaciones  de  la  situación  de  la 
plaza. 

Es  voz  corriente  que  la  solución  del 
problema  presidencial  inñuirá  en  una 
fuerte  baja  pero,  por  nuesti-a  parte  no 
creemos"  que  el  precio  del  metálico,  se 
altere  por  ninguna  causa  de  este  género, 
desde  que  no  teníamos  oro  escondido 
por  temores  políticos. 

Como  elementos  que  favorecerán  la 
baja,  tenemos  las  fuertes  cantidades  de 
frutos  que  quedan  ])ara  exportarse  y  la 
proximidad  de  las  nuevas  cosechas;  pers- 
pectiva que  tiene  en  su  contra  el  riesgo 
de  una  epidemia. 

El  mercado  de  cambios  ha  estado  poco 
activo,  siendo  sin  embargo  de  notar  una 
creciente  abundancia  de  giradores. 

Las  Cédulas  Nacionales,  no  obstante  la 
mejora  del  Raneo  de  que  dá  cuenta  la 
Memoria  de  su  Directorio,  continuaron 
con  la  misma  tendencia  de  baja  que  se 
manifestó  en  la  quincena  anterior.  FjU 
cuanto  á  las  del  Raneo  Hipotecario  de  la 
Provincia,  se  han  sostenido  alrededor  de 
los  precios  anteriores. 

Los  Fondos  Públicos  Nacionales  han 
bajado  de  30  centavos  á  1  punto,  después 
de  algunas  pequeñas  oscilaciones. 

En  títulos  y  acciones  de  Compañías,  el 
movimiento  más  notable  ha  sido  en  Cons- 
tructor de  la  Plata,  y  en  las  Catalinas. 
Las  acciones  del  |)rimero  subieron  hasta 
S  5.50,  quedando  á  -í^j  5^  y  sm  obligacio- 
nes subieron  de  S  0,90  á  l!80;  habiéndose 
fundado  esta  especulación  en  la  perspec- 


tiva de  ^a  revindicación  de  fuertes  valo- 
res que  tiene  promovida  el  Raneo.  La 
sobre  Catalinas,  también  ha  tenido  por 
base  las  gestiones  que  se  hacen  para  diri- 
mir ventajosamente  las  dificulta<les  crea- 
das á  esta  compañía  por  los  actos  del  go- 
bierno nacional. 

Las  acciones  del  Raneo  Español  mejo- 
raron dos  puntos;  y  otros  tantos  el  Agrí- 
cola Comercial.  Las  de  la  Compañía  de 
Gas,  «La  Primitiva»  un  punto  mientras 
que  las  del  Gas  «Argentino»  bajaron  1[2 
punto. 

El  movimiento  de  todos  estos  papeles 
continúan  siendo  escaso. 

Las  cotizaciones  de  la  Rolsa  de  Monte- 
video, que  publicamos,  revelan  las  diver- 
sas impresiones,  ya  optimistas,  ya  desa- 
lentadoras, qne  producen  las  noticias 
sobre  el  empréstito. 

Los  billetes  del  Raneo  Nacional  son 
los  que  han  sufrido  ma^^ores  oscilacio- 
nes y  de  37  á  que  estaban  al  fin  de  la 
quincena  anterior  j-eaccionarou  hasta 
quedar  en  50. 

Las  cédulas  que  ya  hablan  baja¡lo  á  23, 
llegaron  á  cotizarse  á  2220  y  quedaron 
á  25.70. 

La  deuda  Interior  subió  á  26.50  y  la 
Consolidada  á  31.10  lo  que  representa 
para  la  primera  una  mejora  de  3.70  y 
para  la  segunda  de  1.40. 

Las  acciones  del  Raneo  Hipotecario 
subieron  de  7.30  á  9.60. 

Tales  son  en  resumen  los  efectos  de 
una  ráfaga  de  optimismo  y  sentimos  no 
poder  esperar  que  ella  persevere  en  la 
próxima  quincena  y  mucho  menos  que 
adquiera  mayor  vigor. 

La  falta  de  medio  circulante  es  un 
inconveniente  que  hace  imposiI)le  todo 
movimiento  serio  de  alza  y  mientras  el 
gobierno  continué  con  el  sistema  de  cir- 
culación esclusiva  de  oro  con  premio  de 
exportación  nuestros  bajistas  han  de  salir 
siempre  con  la  suya. 


Los  artículos    no  firnuulos  pertenecen 
al  Director  de  esta  «Revista». 


DEL  Rio  de  la   Platía 


247 


Movimiento  bursátil  de  la  segunda  quincena  de  Agosto  de  1892 


BOLSA  DE  BUENOS  AIRES 

(del   15  AL  31  DE  agosto) 


Metálico 


Onzas  

Libras  esterlinas . 


Cambios 


Inglaterra . 
Francia. . . 
Bélgica . . . 
Alemania. 


Cheques 


Banco  Nacional 

Banco  de  la  Provincia 

Banco  Hipotecario  de  la  Provincia 


bonos 


Ce'dulas  Hipotecarias  Nacionales 


Serie  A  (oro) 

«  A    n>(i 

«  B     « 

((  C  K 

«  13    « 

«  E     (' 


de  renta. 


Cédulas  Hipotecarias  Provinciales 


de  renta. 


/o 


Serie  A  (oro)  6  ^ 

«  A  $f.  8  ^ 

«  E     «  6  "/ 

«  F  "^i  6  y, 

«  G    «  Q  y, 

«  I     «  8  >; 

«  J     «  %  y 

«  K     (( 

«  L     «  8 

«  M    «  8 

«  N     «  8 

«  O  «  8 

«  P  «  8 

Fondos  )  Títulos  Públicos 


Fondos  Públicos  Nacionales  de  1884. 
Empréstito  Nacional  Interno  1891. 

Id.        de  1892   . 

Loteiia  Municipal  de  la  Capital 


Ultimo  7  recia 

HASTA. 

ago't.  15 


51  30 
16  30 


47  3/8 

4  97 
4  98 
4.021/2 


20  1/2 
38  1/2 
18  40 


33 
95 
94 

86 
85 
85 


20  — 
30  50 
29  70 

28  50 

29  — 

29  50 

30  10 
29  20 
29  .^!0 
29  20 
29  20 
29  20 
29  30 


53  — 

72  30 
68  — 
62  — 


M.18  bajo 


52.90 
16.43 


47.1/4 
4.96 
4.97 
4.61 


20  1/2 
34  1/2 
18  % 


32 
94 
94 

88 
85 
82 


19  — 
30  — 
30  — 

28  — 
28.50 
29.50 

29.10 
29.10 
29.10 
29.20 

29  — 
29.10 


70  70 
67  40 
59  50 


■-.'.iaa  Precio 

MílS    alto    ''        HiSTA 

ago't.  31 


o4  — 
16  70 


47   7/16 

4  971/^ 
4  981/2 
4  03 


21  — 

38  1/2 
20  1/2 


33  — 
94  — 
96  — 
88  — 
85  — 
87  — 


19  — 
35  — 
30  — 

28  50 

29  20 

29  — 

30  — 

29  20 
29  30 
29  20 
29  30 
29  20 


72  20 
68  40 
61  — 


53.50 
16.56 


47.7/16 

4.971/2 
4.981/2 
4.03 


21  — 
37  — 
20  15 


32 

94 
94 
88 
85 
82 


19  — 
35  — 
30  — 
28  — 

28  50 
30  — 

29  10 
29  10 
29  20 
29  20 

!  29  — 
29  20 


53  — 

72  — 
67  60 
61  — 


2i8 


Revista  Económica 


Acciones 


BANCOS 


Español  del  Rio  de  la  Plata 

Italia  y  «     «    «      «    (oro) 

Crédito  Real 

Nuevo  Banco  Italiano ...   

Banco  de  la  Bolsa 

Francés  del  Rio  de  la  Plata 

Hipotecario  de  la  Capital  (Bonos  oro) . . . 

Constructor  de  la  Plata 

Id  id        id    (obligaciones)... 

Agi'icola  Comercial 

Banco  Inmoviliario 

Banco  del  Comercio 

Banco  Caja  de  Descuentos 

Comercial  de  la  Pl&ta 

Comercial 

Banco  Sud-Americano 

Banco  Nacional 

compañías 

La  Edificadora 

La  Previsora  (Compañía  de  Seguros) 

La  Primitiva  (Compañía  de  Gas) 

Gas  Argentino 

Empresa  del  Edificio  de  la  Bolsa 

La  Argentina  (fábrica  de  papel)  

Muelle  y  Depósitos  de  las  Catalinas 

La  Buenos  Aires  (Compañía  de  Seguros).. 

Compañía  General  de  Reaseguros 

KidyCa 

Telegi'áfico  Telefónica. . 

Constructora  Argentina 


BOLSA  DE  MONTEVIDEO 

(del  16  AL  31  DE    AGOSTO) 


Billetes  Banco  Nacional 

Títulos  hipotecarios  Serie  D. 
Cédulas  hipotecarias     «       A. 

Id.  id.  «  B. 
Deuda  del  Interior 

Id.    Independencia 

Id.     Consolidada 

Acciones  Banco  Hipotecario.. 


CAMBIOS 


Inglaten-a 
Francia. . . 
Bélgica. . . 
Alemania . 


Ultima  Precio 

HASTA. 

ag'to  15 


50 
80 


105  — 
92  — 
33  — 

57  50 
39  50 
45  — 
41  — 

4 

O 

16  — 
27  — 
91  — 
80  — 

8  50 

30  — 
35  — 

31  — 


78  — 
27  — 
85  — 
50  — 
130  — 
80  — 
10  80 

13  — 
7  — 
7  — 

65  — 

14  — 


38  — 
23  30 
23  — 

28  — 
22  80 

29  70 
7  30 


55  .5/8 

5  32 


Mas  bajo 


106  — 


45  — 
40  — 

5  — 
-  90 


49  — 

80  — 
10  40 


29 


40  — 
23  30 

22  20 

23  — 

28  50 


50.5/8 

5  31 
5  31 1/ 
4  29" 


Mas  alto 


107  — 


45  — 

41  — 

45  50 

1  80 


86  — 
50  — 

81  — 
12  20 


50  — 

25  80 
25  90 

27  — 

31  20 
10  50 


51  - 
5  34 
5  35 
4  34 


intimo  Precio 

HASTA 

ag'to  31 


1107  — 

92  — 

33  — 

57  50 

45  — 

45  — 

40  — 

5  — 

1  70 

18  — 

21  — 

90  — 

80  — 

8  50 

30  — 
35  — 

31  — 

78  — 
27  — 
86  — 
49  50 
130  — 
80  — 

12  10 

13  — 
7  — 
7  — 

65  — 

14  — 


50  — 

25  20 

25  70 

26  50 

31  10 

9  60 

50.3/4 

5  32 

5  33 

4  30 

2*  Época — Núm.  10. 


20  de  Setiembre  de  1892. 


REVISTA  ECONÓMICA 

RIO  DE  LA  PLATA 


DiHECTOH:  DOMINGO  Llamas 


DERECHOS  ESPECÍFICOS 

El  ministro  de  hacienda  nacional, 
(Ion  Emilio  Hansen,  en  el  mensaje, 
notable  bajo  más  de  mi  concepto,  ele- 
vando el  presupuesto  y  leyes  de  im- 
puesto para  1893,  se  ocupa  de  la  con- 
veniencia fiscal  que  presentan  los 
derechos  específicos,  y  propone  que 
se  hagan  extensivos  á  algunos  artí- 
culos además  de  los  ya  existentes,  y, 
con  este  motivo,  se  extiende  en  algu- 
nas consideraciones  que  creemos  del 
caso  justificar  y  ampliar,  tratando 
esta  importante  materia  desde  los  di- 
versos puntos  de  vista  que  su  estudio 
requiere. 

Si  exceptuamos  el  papel  sellado, 
creado  en  medio  de  los  apremios  de 
la  Holanda  en  su  heroica  lucha  con 
las  armas  preponderantes  de  Felipe 
II,  todos  nuestros  impuestos  actualeh 
tienen  tan  lejano  origen,  que  se  pier- 
den en  la  oscuridad  de  los  tiempos, 
limitándose  los  progresos  en  la  ma- 
teria, á  la  elevación  de  la  suma  y 
á  la  extensión  y  perfeccionamiento 
de  las  imposiciones. 

La  naturaleza  de  las  cosas  los  ha 
creado,  y  la  investigación  de  las  con- 
diciones sociales  en  las  diversas  eta- 
pas del  desenvolvimiento  de  la  civili- 
zación, así  como  la  lógica  de  lo  que 
de  ellas  fluye,  sólo  podrá  suplir  la 
deficiencia  de  la  tradición,  reconstru- 
yéndose los  fragmentos  que  hasta 
nosotros  llegan,  como  con  los  princi- 
pios del  arte  se  restauran  los  perdidos 
monumentos,  ó  con  las  leyes  del  des- 
envolvimiento orgánico,  se  estable- 
cen las  formas  y  dimensiones  del 
monstruo  anti-diluviano,  del  cual  sólo 


nos   alcancen    algunos  restos  disper- 
sos. 

En  cuanto  á  impuestos  aduaneros, 
podemos  tener  como  un  hecho  eviden- 
te la  existencia  de  tributos  de  entrada 
percibidos  en  especies,  como  hasta 
época  cercana  se  han  percibido  varias 
contribuciones  internas,  lo  que  en 
esencia  importa  la  contribución  gra- 
duada según  la  cantidad,  y  taml)ién 
nos  es  dado  presuponer  en  épocas  re- 
motas, el  cobro  hecho  parte  en  dinero 
y  parte  en  especies,  según  el  valor  de 
las  cosas,  como  hasta  en  nuestros  dias 
se  ha  estilado  en  algunos  pueblos  de 
África. 

En  los  primeros  tiempos  de  nuestra 
civilización,  lo  que  predominan  son  los 
derechos  ad  va/orem  debido,  sin  duda,  á 
las  ideas  falsas  que  prevalecen  sobre 
la  mayor  equidad  del  gravamen,  en 
esta  forma  establecido. 

La  incidencia  del  impuesto,  es  un 
conocimiento  que  requiere  adelanto  en 
la  materia;  entra  en  el  dominio  de  lo 
que,  siguiendo  la  exacta  expresión  de 
Bastiat,  debe  colocarse  en  la  categoría 
(le  Zo  que  no  se  vé. 

Aparentemente  el  impuesto  de  adua- 
na, es  un  gravamen  para  el  que  lo 
paga  y  cualquier  contribución  que  se 
exija  al  comerciante  que  introduzca  ó 
extraiga  alguna  mercadería,  parece 
una  exacción  sobre  su  capital,  y  la 
equidad  aconseja  entonces,  que  no  se 
le  cobre  lo  mismo  por  la  íntroducci(3n 
de  un  artículo  cuando  valga  uno 
como  cuando  valía  dos,  á  la  par  que 
esta  uniformidad  no  es  bien  mirada 
por  el  fisco,  en  los  casos  en  los  cuales 
la  alteración  del  precio  se  opere  en 
un  sentido  opuesto. 
En  la  antioua  Atenas,  se  cobralia  la 


350 


Revista  Económica 


cineuentésima  parte,  ó  sea  el  2  %  de 
las  mercaderías  que  entraban  ó  salían 
de  su  puerto.  Los  romanos,  con  el 
nombre  de  portorium,  cobraban  dere- 
chos de  importación  y  exportación, 
que  eran  de  la  40=^  parte  del  valor,  es 
decir,  de  un  2  i  7o-  El  sistema  fué 
perfeccionado  por  los  árabes,  que 
graduaron  el  almojarifazgo,  ó  derecho 
de  aduanero,  primitivamente  de  un 
10  %,  creando  un  arancel  en  el  que, 
conservando  los  derechos  ad  valorem, 
lo  variaban  de  un  5   á  un  15  %. 

El  derecho  específico  moderno,  es 
decir,  el  cobrado  en  dinero  según  la 
cantidad  y  no  el  valor  de  las  cosas, 
viene  después,  traído  naturalmente, 
ya  por  la  dificultad  de  apreciación  del 
valor  de  las  diversas  especialidades 
de  los  artículos,  ya  para  cortar  los 
fraudes  y  las  dificultades  incesantes 
con  los  mercaderes. 

Como  arancel  específico,  clara  y 
}>erfectamente  establecido,  podemos 
mencionar  la  tarifa  de  derechos  lla- 
mados uniformes  de  1667,  confeccio- 
nada por  Colbert.  Del  mismo  género 
fué  el  contenido  en  la  ordenanza  del 
Comercio  libre  para  las  colonias  espa- 
ñolas, sistema  que  perseveró  en  Bue- 
nos Aires  hasta  años  después  de  la 
emancipación,  en  que  se  reemplazó 
por  el  ad  valorem,  que  ya  había  sido  im- 
portado de  Inglaterra  al  Brasil,  por  ini- 
ciativa del  vizconde  de  Cayrú. 

En  todos  estos  casos,  se  trata  de  la 
implantación  ó  la  sustitución,  de  un 
modo  excluyente.  de  unaú  otra  forma 
derechos,  excepción  hecha  de  las  tari- 
fas de  Colbert  que,  respecto  de  algunas 
especialidades,  se  refieren  al  valor. 

Esto  proviene  de  que  unas  veces  se 
ha  procedido  con  la  lógica  de  una 
falsa  concepción  en  materia  de  im- 
puestos aduaneros,  y  en  otras  se  han 
extremado  las  condiciones  de  más 
fácil  fiscalización. 

Entre  los  defensores  de  los  derechos 
ad-valorem,  que  sostienen  que  ellos  con- 
sultan la  justicia,  que  se  juzga  gene- 
ralmente menoscabada  con  los  dere- 
chos específicos,  encontranrios  autori- 
dades europeas  de  primer  orden  en 
materia  de  hacienda. 

Vemos  así  al  delegado  belga  Mr. 
Léon  Chaussette  Delgouffre,  en  el  con- 
greso internacional  del  comercio  y  de 
industria,  celebrado  en  París  en  Sep- 


tiembre de  1889,  decir  muy  convencido 
que:  «si  por  algún  medio  fuese  posible 
cobrar  los  derechos  ad-valorem  en  su  in- 
tegridad, esos  derechos  debían  ser  ele- 
gidos, porque  son  los  más  equitativos. 
¿Qué  más  justo,  que  gravar  un  pro- 
ducto según  su  valor  exacto?  Parece 
que  colocar  así  la  cuestión,  es  ya  re- 
solverla». Paul  Leroy  Beaulieu,  de- 
fendiendo el  mismo  orden  de  ideas 
menciona,  como  primer  inconveniente 
de  los  derechos  específicos,  el  que  si 
una  mercadería  llega  á  subir  ó  á  ba- 
jar de  precio,  esos  derechos  no  repre- 
sentan la  misma  proporción  del  pre- 
cio de  las  mercaderías,  lo  que  dice 
que  es  un  inconveniente  harto  grave». 

Si  el  derecho  aduanero  fuese  un 
impuesto  sobre  el  capital  invertido  en 
las  mercaderías,  sería,  en  efecto,  una 
injusticia  el  cobrar  el  mismo  impuesto 
cuando  bajase  el  precio  que  cuando 
subiese,  por  que  aquel  pagaría  en 
unos  casos  más  y  en  otros  menos, 
pero  ese  no  es  el  carácter  del  impues- 
to, porque  lo  que  se  grava  es  el  con- 
sumo, respecto  del  cual,  con  los 
derechos  específicos,  el  gravamen  se 
mantiene  fijo,  no  obstante  la  oscila- 
ción de  los  precios,  con  ventaja  positi- 
va para  los  consumidores,  que  son  los 
que  efectivamente  los  pagan,  como 
puede  verificarse  en  cada  caso. 

Supongamos  un  derecho  de  40  so- 
bre un  artículo  que  valga  100.  Si  este 
artículo  sube  á  1-50,  el  consumidor  no 
solo  tendrá  que  pagar  ese  50  más  como 
aumento  de  costo,  en  la  aduana,  del 
artículo,  sino  también,  por  razón  de 
esa  alza  del  precio,  un  recargo  de  20 
en  los  derechos,  lo  que  importa  au- 
mentar el  gaavámen  si  más  razón  que 
tener  que  pagar  más  caro.  Suponga- 
mos ahora  el  caso  opuesto,  el  de  la 
baja  del  artículo;  y  tendremos  que 
cuando  el  menor  costo  lo  favorece  y 
le  permite  por  lo  tanto  pagar  más 
desahogadamente  el  derecho,  es  pre- 
cisamente, cuando,  con  el  sistema  ad- 
valorem.  se  rebaja. 

Véase  pues,  cual  es  el  resultado 
práctico  de  graduar  los  derechos,  se- 
gún el  valor'exacto.  Se  aumenta  asi 
su  peso  cuando  el  que  verdaderamen- 
te lo  paga  está  más  sobrecargado  y 
en  la  proporción  de  su  sobrecargo, 
mientras  que  se  reduce  precisamente 


DEL    Río    DE    LA    PlATA 


251 


cuando  la  baratura  del  artículo  le  de- 
ja más  medios  disponibles. 

Mientras  tanto,  con  los  derechos  es- 
pecííicos,  la  falta  de  fijeza  de  relación 
con  el  valor,  se  compensa  por  la  fijeza 
de  relación  con  los  consumos;  ellos 
ni  suben  cuando  ei  consumidor  se 
encuentra  agobiado  por  el  alza,  ni  se 
reducen  cuando  la  baja  de  los  artí- 
culos le  dá  más  facilidad  para  pa- 
garlos. 

Agrega  Leroy  Beaulieu  que,  «los  de- 
rechos específicos  moderados  en  su 
origen,  }:>ueden  transformarse  con  el 
tieriipo,  por  la  fluctuación  de  precio  de 
las  mercaderías,  ya  en  excesivos,  ya  en 
insignificantes»,  todo  lo  cual  lo  ratifica 
en  los  inconvenientes  del  sistema.  Kn 
esto  reincide  en  el  error  de  ver  en  el 
derecho  aduanero  un  derecho  sobre 
el  capital  invertido  en  mercaderías, 
porque,  si  bien  cobrar  cinco  en  un  ar- 
tículo que  vale  diez,  es  un  derecho 
enorme  en  relación  á  su  costo  é  insíg- 
licante  si  el  precio  es  de  cien  por  el 
encarecimiento  accidental,  la  tasa  re- 
sulta uniforme  para  el  consumidor  que 
paga  por  el  artículo  que  necesita,  sea 
cual  sea  la  fluctuación  del  precio,  el 
mismo  impuesto. 

El  otro  argumento  que  se  hace  co- 
jnunmente.  contra  los  derechos  es|)e- 
cíficos,  es  el  de  que.  según  las  palabras 
del  mismo  autor,  «ellos  son  general- 
mente módicos  para  las  mercaderías 
de  gran  valor  destinadas  al  consumo 
de  las  clases  ricas,  mientras  son.  por 
lo  contrario,  pesados  para  los  artículos 
comunes,  baratos  y  que  sirven  para 
las  clases  laboriosas  de  la  población». 

Esta  observación  importa  confundir 
el  englobamiento  con  los  derechos  es- 
pecíficos, puesto  que  estos  pueden  de- 
tallarse tanto  como  se  detallan  las  ta- 
rifas ad-valorem.  Tomemos  por  ejemplo, 
la  tarifa  de  Colbert  y  encontramos, 
entre  otras,  las  siguientes  especifica- 
ciones: 

«El  par  de  medias  de  seda,  pagará 
•  los  libras:  la  docenas  de  medias  de 
lana,  ocho  libras;  la  docena  de  medias 
de  algodón,  cuatro  libras».  Detallando 
así,  los  artículos  destinados  al  con- 
sumo de  las  clases  ricas  vienen  á  pa- 
gar seis  veces  más  que  los  destinados 
á  las  clases  pobres,  tal  como  resulta- 
ría con  un  derecho  ad-valorem.  No  su- 
cedería la  mismo  si  el   derecho  espe- 


cífico implicase,  como  no  implica,  lui 
derecho  único  sobre  una  clase  de 
artículos,  é  hiciese  necesario,  jjor  ejem- 
plo, establecer  un  solo  derecho  para 
las  medias  de  todas  clases,  en  cuyu 
único  caso,  aun  considerando  esta  con- 
tribución desde  el  punto  de  vista  del 
valor,  en  vez  del  de  la  cantidad  de 
consumos,  podría  ser  exacta  la  objec- 
ción. 

No  hay  mayores  dificultades  en  gra- 
duar los  derechos  específicos  según 
la  calidad  de  los  artículos  que  en 
formar  tarifas  de  valores  de  cada  es- 
pecialidad y,  podremos  agregar,  <j[ue 
es  intangible  el  ideal  del  derecho  oá- 
valorem  puesto  que  la  diversidad  de 
artículos  y  la  fluctuación  constante  de 
los  precios,  hace  que  en  las  tarifas  ad- 
valorem  hay -d.  siempre  una  gran  parte 
de  derechos  específicos. 

Tómese  la  tarifa  que  se  juzgue  más 
perfecta  de  derechos  ad-valorem  y  se 
encontrará  que,  por  mayor  que  sen  su 
especificación,  tendrán  que  ser  im- 
puestos de  igual  modo  objetos  de  muy 
distinto  costo,  á  la  par  que  los  precios 
más  exactos  en  un  momento  dadu 
dejan  de  serlo  en  el  siguiente,  resultan- 
do así  siempre  una  parte  de  la  contri- 
bución graduada    según   la  cantidad. 

Esta  materia,  debe  ser  además  con- 
siderada, primero,  desde  el  punto  de 
vista  industrial,  y,  segundo,  desde  el 
rentístico,  pues  no  basta  que  un  im- 
puesto sea  equitativo  en  su  distribu- 
ción, es  menester  conciliario  con  las 
exigencias  del  desenvolvimiento  so- 
cial y  con  los  fines  á  que  responde  su 
creación. 

Ocupándonos,  como  miembro  ile  la 
Legislatura  Oriental,  de  los  derech(3S 
específicos  y  ad-valorem,  observábamos 
que  las  fluctuaciones  de  los  derechos 
ad-valorem  en  la  entrada  importan 
las  oscilaciones  de  una  escala  móvil 
opuesta  al  desarrollo  del  trabajo  na- 
cional. 

Cuando  los  precios,  decíamos,  de  los 
artículos  importados  bajan,  que  ee 
precisamente  cuando  á  las  industrias 
nacionales  más  les  conviene  que  exis- 
tan derechos  altos  de  importación,  és- 
tos se  reducen;  y  cuando  los  precios  de 
los  productos  extranjeros  suben,  y  se 
hacen  menos  necesarios  los  derechos 
altos  para  permitir  la  producción  in- 
dustrial del  país,  ellos  aumentan. 


'K^-> 


Revista   Económica 


En  la  exportación,  los  derechos  ad- 
valoi-em,  si  bien  inconvenientes  para  el 
fisc»),  favorecen  la  producción  nacional 
con  la  baja  de  derechos,  proporcional 
á  los  movimientos  adversos  de  los  pre- 
cios, no  aumentándose  sino  en  las  pro- 
porciones en  que  éstos  se  presenten 
más  favorables. 

En  cuanto  á  los  englobamientos  que, 
como  hemos  visto,  no  son  más  de  esen- 
cia en  el  sistema  especifico  que  en  el 
ad-valorem^  convienen,  desde  el  punto 
de  vista  hidustrial  respecto  de  unos 
artículos,  á  la  par  que  perjudican,  tra- 
tándose de  otros  que  no  sean  de  pro- 
ducción nacional  y  se  importen  ya 
como  elementos,  ya  como  materias 
primas  de  producción. 

Sea  con  una  ú  otra  forma,  ad-valorem 
ó  específica,  el  derecho  de  importación 
sobre  una  clase  de  artículos,  sin  dis- 
ceiuir  la  ordinaria  ó  la  fina,  graduado 
según  su  valor  medio,  es  más  fuerte 
en  relación  con  el  costo  de  producción 
del  artículo  ordinario  que  del  fino  y, 
por'  lo  tanto,  actúa  más  como  derecho 
protector  respecto  de  aquellos,  de  don- 
de resulta  una  escala  harmónica  con 
las-  (íondiciones  del  desenvolvimiento 
industrial  de  los  países  nuevos,  en  los 
cuales,  antes  de  producirse  las  artícu- 
los más  perfeccionados  y  costosos,  la 
industria  debe  empezar  i\  producir  los 
más  comunes.  Por  este  medio  la  pro- 
tección se  puede  hacer  vigorosa  sin 
presentar  los  alicientes  al  contraban- 
do, que  resulta  de  los  altos  derechos 
en  relación  con  la  calidad  de  los  ob- 
jetos. 

Ku  el  segundo  caso,  que  hemos  su- 
puesto, es  decir,  en  el  de  derechos  so- 
bre elementos  industriales  ó  materias 
primas,  la  incidencia  del  impuesto  va- 
ria: ya  no  es  el  impuesto  individual 
sobre  el  consumo,  es  el  gravamen 
que  encarece  las  condiciones  de  pro- 
ducción y  que  exige  que.  no  solo  sea 
tan  minimun  que  no  alcance  á  colo- 
car el  trabajo  nacional  en  condiciones 
en  general  inferiores  á  las  del  extran- 
jero, sino  que  no  altere  la  proporcio- 
nalidad en  el  costo  de  sus  diversos  ele- 
jneiitos  de  producción,  consultándose, 
no  ya  la  cantidad,  sino  el  valor  venal 
de  ios  objetos. 

Los  más  decididos  partidarios  de 
los  derechos  ad-valorem^  como  siste- 
ma exclusivo,  no  dejan  de  reconocer 


las  ventajas  que,  desde  el  punto  de 
vista  fiscal,  presentan  los  específicos; 
admiten   que,  por  este  medio,  se  fa- 
cilitan las  operaciones  aduaneras,  se 
suprimen   fraudes  y  dificultades  pro- 
venientes de  las  falsas  declaraciones 
de  valor:  establecido  el  derecho  según 
los  litros,  kilos  ó  metros,  todos  saben 
lo  que  deben  cobrar  y    deben  pagar: 
no  hay  controversia  que   pueda  sub- 
sistir.   Este  sistema,  además,  presenta 
una  doble  ventaja:  la  de   permitir  á 
los  legisladores    fijar   con  certeza  el 
cuantum  del  impuesto  que  deben  en 
la   aduana  pagar  los  diversos  artícu- 
los y  formar  una  idea  más  exacta  de 
su  ]iroducto  normal,  desde  que  la  can- 
tidad total  de  los  consumos  es  menos 
incierta    que    el    valor    total    de    las 
importaciones,  que  no  solo  depende  de 
las  condiciones  variables  de  los  mer- 
cados  extranjeros,   sino  tamlñen   del 
mayor  ó  menor   refinamiento  de   los 
consumidores,  cpe  no  alteran  nunca 
la  cantidad,  como  según  las  circuns- 
tancias prósperas  ó   adversas,  varían 
sensiblemente  la   calidad  de  sus  con- 
sumos. 

Según  el  proyecto  del  Poder  Ejecu- 
tivo Nacional  argentino,  y  de  acuerdo 
con  los  principios  que  acabamos  de 
exponer,  se  propone  adoptar  un  sis- 
tema mixto,  específico  y  ad-valorem^  co- 
mo el  implantado  en  la  República 
Oriental  en  su  reforma  aduanera  de 
Enero  de  1888,  con  el  cual  se  ha  con- 
cillado este  triple  resultado:  dar  la 
mayor  fijeza  posible  á  las  rentas,  fo- 
mento á  la  industria  y  facilidades  pa- 
ra el  movimiento  comercial. 

El  sistema  mixto,  tiene  hoy  además 
á  su  favor  la  autoridad  de  las  conclu- 
siones del  Congreso  internacional  de 
Comercio  é  industria,  celel)rado  en 
París  en  Setiembre  de  1889.  y  al  que 
ya  nos  hemos  referido. 

Se  encontraron  en  él,  frente  á  fren- 
te, los  hombres  teóricos,  con  las  ma- 
yores especialistas  en  la  materia;  y  li- 
mitándose, por  último,  á  las  ventajas 
capitales  de  facilitar  la  imposición  y 
dificultar  del  fraude,  que  arruina  al 
comercio  legítimo  y  á  las  industrias 
más  prósperas,  se  sancionó  con  gran 
mayoría,  lo  que  ¡jresentaremos  como 
la  última  palabra  autorizada  sobre  la 
materia. 

«Considerando  que  los  derechos  ad- 


DEL  Rio  i>E  LA.  Plata 


253 


valorem,  son  de  una  aplicación  difícil 
y  facilitan  el  fraude,  el  Congreso  emi- 
te el  voto  de  que  los  derechos  espe- 
cíficos sean  adoptados  con  preferencia 
en  las  tarifas  aduaneras,  salvo  el  caso 
de  irtiposibilidad  absoluta». 

^^ 

CARTAS  ECONÓMICAS 

I;L    INDlVIDLiO,    EL    ESTADO  V    LAS 

compañías   anónimas 

Con  motivo  de  las  felizmente  fraca- 
sadas combinaciones  para  crear  un 
nuevo  Banco  Nacional  en  la  Repúbli- 
ca Oriental  por  medio  de  una  sociedad 
anónima,  nos  hemos  ocupado  en  la 
prensa  montevideana  de  la  cuestión 
que  es  hoy  aquí  de  actualidad,  de  los 
inconvenientes  ó  ventajas  que  pue- 
den ofrecer  los  Bancos  de  Estado  ó 
las  instituciones  centrales,  constitui- 
das i»or  compañías  anónimas. 

Las  mismas  preocupaciones  que 
combatimos  entonces,  las  vemos  aho- 
ra predominar  entre  los  que,  en  la 
Repiíblica  Argentina,  se  preocupan  en 
dilucidar  ese  importante  problema 
para  (Vi desarrollo  económico. 

Tratamos  entonces  la  materia  desde 
el  punto  de  vista  científico,  sin  dejar- 
nos llevar  por  pasión  de  ningún  géne- 
ro, de  modo  que  podremos  reproducir, 
aplicándolo  al  caso  actual,  todo  cuan- 
to dijimos  entonces. 

Hemos  estudiado  la  cuestión  doctri- 
naria y  práctica  en  tres  cartas:  la  pri- 
merii,  tiene  por  objeto  demostrar  el 
error  en  que  incurren  los  que  com- 
baten la  acción  del  Estado  asimilando 
á  la  individual,  la  de  las  comjja- 
fiias  anónimas;  la  segunda,  estudia  los 
diversos  grados  de  intervención  del 
Estado  en  los  Bancos  centrales  en 
las  naciones  mas  adelantadas,  y  la 
tercera  se  ocupa  de  determinar  los 
intereses  sociales,  que  son  afectados 
por  el  orden  banca  rio  y  monetario. 

Publicamos  en  seguida  la  primera, 
reservándonos  reproducir  las  siguien- 
tes en  los  próximos  números. 

I 

íSeñor  Director  de  La  Tribuna  Popular. 

Muy  señor  mió: 
l>a acción  individual,  libre  y  respon- 


sable, es  activa,  celosa  y  provisora.  El 
hombre  que  maneja  lo  suyo,  luchan- 
do por  atender  sus  necesidades  del 
presente  y  conquistar  una  mejora 
para  el  porvenir,  tiene  un  estímulo 
poderoso  que  despierta  su  ingenio,  que 
lo  alienta  al  trabajo  y  lo  hace  econó- 
mico y  prudente,  en  un  grado  que  di- 
ñcilmente  alcanzan  los  que  no  arries- 
gan ni  comprometen  lo  suyo. 

Esta  mayor  eficacia  de  la  acción  in- 
dividual en  el  orden  económico,  que 
constituye  el  principal  fundamento 
de  los  que  pretenden  cercenar,  en  la 
mayor  escala  posible,  las  facultades 
interventoras  ó  dirigentes  del  Estado 
en  la  esfera  de  la  actividad  comer- 
cial, industrial  ó  financiera,  no  se  con- 
sigue por  medio  de  empresas  que,  co- 
mo las  asociaciones  anóminas,  son 
colectividades  mas  ó  menos  extensas, 
cuya  acción  ya  no  es  la  individual, 
directa,  sino  que  se  ejerce  por  delega- 
ción, esto  es,  ellas  son  gobernadas,  co- 
mo sucede  con  las  naciones,  por  me- 
dio de  representantes  que  no  manejan 
lo  su)^o  sino  lo  de  todos  y  general- 
mente muy  numerosos  miembros  de 
una  colectividad  mercantil,  cuya  de- 
signación se  realiza  por  medio  de  su- 
fragios expresados  en  forma  análoga 
á  la  adoptada  para  el  nombramierito 
de  los  mandatarios  ó  funcionarios 
públicos,  dentro  del  régimen  demo- 
crático. 

Demostrado  como  queda,  que  los 
administradores  de  las  sociedades 
anónimas  en  vez  de  ser  individuos 
que  administran  lo  propio,  se  asimilan, 
por  sus  cndiciones  de  simples  man- 
datarios transitorios  de  una  comuni- 
dad mas  ó  menos  vasta,  con  los  fun- 
cionarios públicos,  las  ventajas  de 
la  acción  de  esas  sociedades  sobre 
la  que  puede  ejercer  el  Estado,  solo 
podrá  atribuirse  á  aquellas,  invocán- 
dose en  su  favor  el  mayor  acierto  en 
la  elección  de  sus  mndatarios. 

Lejos  de  ser  esto  exacto,  la  simple 
razón  demuestra  y  la  práctica  com- 
prueba, frecuentemente,  que  en  uno 
como  en  otro  caso  subsiste  el  interés 
de  recurrir  al  fraude  y  se  disponen  de 
medios  de  llevarlo  á  cabo.  Como  en 
el  orden  político  hay  partidos  y  cama- 
rillas que  luchan  por  alcanzar  el  po- 
der y  monopolizarlo  en  provecho  suyo, 
en  las  sociedades   anónimas  hay  tam- 


'254 


Revista    Económica 


bien  círculos  igualmente  interesados 
que  se  suelen  imponer  en  las  eleccio- 
nes de  administradores.  Además  de 
esto,  y  en  favor  de  las  elecciones  po- 
líticas, podríamos  invocar  que  el  vín- 
culo que  une  al  ciudadano  con  la 
patria  y  con  sus  destinos  es  perma- 
nente é  inestinguil)le,  mientras  que  la 
calidad  de  accionista  es  transitoria  y 
que,  por  tanto,  la  presunción  de  acier- 
to, resultado  del  celo  y  del  interés  del 
votante,  está  del  lado  del  ciudadano  y 
nó  del  accionista. 

La  fácil  trasmisión  de  las  acciones 
y  el  aliciente  del  agio  lo  inducen  al 
accionista,  generalmeute  y  muchas 
veces  insensiblemente,  á  seguir  las 
huellas  de  los  especuladores  audaces 
y  temerarios  casi  siempre,  que  acaban 
por  convertirlos  en  instrumentos  de 
juego,  imprimiendo,  á  veces,  al  sufra- 
gio'de  las  asambleas  de  accionistas  el 
mas  extraviado  erará cter. 

Por  mi  parte  no  vacilo  en  preferir  la 
peor  elección  política  democrática,  á 
la  mejor  que  pueda  verificar  un  Mon- 
te-Cario cualquiera,  por  pomposos, 
engañosos  ó  pretenciosos  que  sean 
los" oropeles  de  su  organización. 

Aun  cuando  á  este  extremo  no  se 
llegue,  y  se  conserven  las  acciones  en 
manos  del  público  rentista,  no  por  eso 
podrá  invocarse  la  presunción  de  su- 
i:)erioridad  en  las  sociedades  anóni- 
mas, como  la  que  se  atribuye  á  la 
acción  directa  individual  y  que.  por 
una  aplicación  indebida,  se  viene  opo- 
niendo como  argumento  para  justifi- 
car la  eliminación  de  toda  ingerencia 
del  gobierno  en  una  compañía  anóni- 
ma, á  la  que  se  pretenda  entregar  los 
recursos  de  la  Hacienda,  y  la  suerte  y 
la  dirección  de  nuestro  desarrollo  eco- 
nómico. 

Gilbart,  á  pesar  de  ser  gerente  de 
uno  de  los  principales  Bancos  por 
acciones  de  Inglaterra  hace,  entre 
otras,  las  siguientes  observaciones,  en 
su  Tratado  sobre  los  Bancos: 

«La  organización  de  los  Bancos  por 
acciones,  es  teóricamente  absurda. 
El  gerente,  es  decir,  el  banquero  que 
se  presume  que  tiene  algún  conoci- 
miento y  experiencia  en  las  operacio- 
nes bancarias,  está  subordinado  á  un 
directorio  cuyo  conocimiento  y  expe- 
riencia en  esta  materia  se  presumen 
inferiores  á  los  suyos.    Este  directorio 


se  encuentra  á  su  vez  sometido  á  la 
fiscalización  y  á  las  instrucciones  de 
una  corporación  de  accionistas,  cuyos 
conocimientos  bancarios  quedan  toda- 
vía mucho  mas  abajo  que  los  del  pro- 
pio directorio.» 

Agrega,  poco  después,  el  mismo  ( xil- 
bart,  que  los  directorios  suelen  ser 
extraviados  por  los  aplausos  de  los 
accionistas. 

«Es  natural,  dice,  que  todos  los  ac- 
cionistas deseen  grandes  dividendos 
sobre  su  capital  empleado .  Ellos 
aplauden,  pues,  mas  calurosamente  á 
los  directorios  que  mayores  dividen- 
dos ordinarios  y  extraordinarios  dis- 
tribuyen, que  mantienen  las  acciones 
con  mayor  premio  y  que  distribuyen 
mas  acciones  á  la  par. 

ttLos  directorios.  sal)iendo  que  estos 
son  los  deseos  de  los  accionistas,  tra- 
tan de  satisfacerlos,  pero  las  transac- 
ciones que  dan  grandes  utilidades 
inmediatamente  traen  consigo,  ó  el 
riesgo  de  grandes  pérdidas  ó  el  empate 
de  capitales.  La  utilidad,  sin 'embar- 
go, es  inmediata  y  lejano  el  peligio. 
Los  aplausos  de  los  accionistas  al  lle- 
gar á  sus  oídos,  entorpecen  las  fecui- 
tades  de  los  directores,  que  se  mues- 
tran incapaces  de  reflexión  y' aturdi- 
dos, se  precipitan  por  despeñaderos 
que  conducen  á  la  ruina.» 

«También  algunas  veces  las  censu- 
ras de  los  accionistas  inducen  al  direc- 
torio á  proceder  imprudentemente. 
Nadie  que  entienda  algo  de  opera- 
ciones l)aricarias  ignora  que  es  impo- 
sible evitar  una  vez  ú  otra  pérdidas  ó 
quebrantos.  Un  banco  administrado 
de  modo  que  nunca  tenga  pérdidas, 
tampoco  tendrá  grandes  utilidades. 
x\lgunas  veces  estas  pérdidas  absor- 
ven  gran  parte  de  las  utilidades  del 
año.  El  fin  de  un  fondo  de  reserva  es 
proveer  estas  contingencias,  á  linde 
que  se  puedan  pagar  los  dividendos 
de  costumbre.  Pero  cuando  se  dá  el 
caso  de  recurrir  con  este  objeto  al 
fondo  de  reserva,  se  convierten  mu- 
chas veces  en  tempestuosas  las  asam- 
bleas, y  los  accionistas  se  retiran  rene- 
gando y  descontentos.  Esto  produce 
mal  efecto  en  el  espíritu  de  los  direc- 
to i -es. 

«Es  un  gran  error  suponer  que  estos 
permanezcan  indiferentes  á  los  aplau- 
sos ó    censuras    (ie    los    accionistas. 


DEL  Rio  de  l.\.  Plata 


2o5 


Como  regla  general  sucede  el  inverso 
y  esto  conduce  á  estreñios  desgracia- 
dos. Se  ha  visto  apoderarse  de  los  di- 
rectorios un  miedo  tal  de  la  asamblea 
general  que  les  quita  el  coraje  para 
presentar  memorias  concienzudas.» 

«A  vei  es  el  directorio  se  deja  des- 
viar del  buen  camino  por  recomen- 
daciones é  instrucciones  de  los  a(;cio- 
nistas.» 

Bageliot,  hablando  de  los  inconve 
nientes  que  habria  en  la  elección  de 
un  gobernador,  de  un  gran  banco  con 
amplias  facultades  por  una  asamblea 
de  accionistas,  dice  que  se  producirían 
los  mismos  abusos  que  se  observan  en 
las  elecciones  americanas:  se  compra- 
rían acciones  para  tomar  parte  en  la 
elección,  y  el  designado  se  encontrarla, 
alocuparVu  puesto,  «con  que  sus  prin- 
«cipales  defensores,  sus  agentes  elec- 
«torales  mas  activos,  eran  al  mismo 
^'tiempo  deudores  del  Banco  por  sumas 
" considerables,  lo  que  lo  pondría  en 
«contlicto  para  conciliar  sus  deberes 
"hacia  el  banco  propiamente  dicho  y 
«el  agradecimiento  debido  á  los  que  lo 
'diayan  elegido.  Probablemente,  si  es 
«un  hombre  hábil,  buscará  términos 
«medios  de  transacción:  no  prestará 
(danto  dinero  como  el  que  le  pidan  los 
«electores,  y  acabará  por  desconten- 
«tarlos:  al  propio  tiempo  su  condescen- 
«dencia  producirá  quebrantos  y,  por 
«consecuencia,  los  beneficios  del  banco 
«se  reducirán  proporcionalmente.  Una 
«reunión  considerable  de  accionistas 
«del  banco  no  constituirá  mas  que  un 
«deplorable  colegio  electoral  para  un 
«puesto  de  gran  prestigio;  esta  reunión 
«no  elegirá  de  ordinario  la  persona 
«mas  apta  para  el  puesto,  y  la  persona 
«elegida  se  encontrará  ligada  por  com- 
«promisos  que  aumentarán  aún  más 
«su  insuficiencia.» 

Estos  inconvenientes  que  se  mani- 
fiestan en  la  esfera  de  las  sociedades 
anónimas,  son  menos  sensibles  cuando 
se  trata  de  simples  obras  públicas  ó  de 
rentas  fáciles  de  controlar,  pero  cre- 
cen á  medida  que  se  aborda  la  esfera 
de  las  transacciones  mercantiles  en 
vasta  escala  y  se  invade  el  anchuroso 
espacio  de  las  especulaciones,  pues 
aumentan  correlativamente  las  facili- 
dades del  abuso  y  se  multiplican  los 
riesgos  á  que  se  exponen  las  adminis- 
traciones delegadas. 


Además,  la  intervención  del  gobier- 
no en  el  Banco  Nacional,  que  se  quie- 
re eliminar  en  el  que  se  proyecta,  no 
daba  lugar  á  los  azares  de  las  eleccio- 
nes directas  populares;  los  directores 
del  gobierno  se  nombraban  por  el  P. 
Legislativo,  en  la  misma  forma  y  con 
iguales  garantías  de  acierto  con  que 
se  designan  los  miembros  de  la  admi- 
nistración superior  de  justicia. 

81  los  directores  asi  nombrados  no 
presentasen  las  garantías  morales  para 
una  buena  gestión,  como  la  que  pueda 
presentar  el  mejor  directorio  teórica- 
mente nombrado  por  una  comunidad 
de  accionistas,  y,  prácticamente,  por 
una  camarilla  bursátil;  si  esa  fuente  de 
designación  de  los  directores  del  go- 
bierno fuese  desquiciadora  ó  inmoral, 
como  oficialmente  se  proclama,  la  eli- 
minación del  Estado  en  el  Banco  no 
modificaría  la  situación  general,  pues- 
to que  no  habria  en  el  país  garantías 
ni  para  los  intereses,  ni  para  la  vida, 
ni  para  la  honra  de  nadie. 

Continuemos  prolongando  la  Hiiea 
y  veamos  hasta  dónde  ella  nos  lleva. 

81  para  velar  por  los  intereses  ban- 
carios  y  monetarios,  hay  que  escluir 
como  deaquiciador  átodo  director  nom- 
brado por  el  P.  Legislativo;  si  para  ma- 
nejar un  capital  de  4.000.000  de  pesos 
hay  que  alejar  como  elementos  per- 
sonales dirigentes  á  todos  los  (lue 
tengan  ese  origen,  y  buscar  como 
única  forma  de  buena  administración 
los  mandatarios  de  una  asociación  de 
tenedores  de  títulos  bursátiles;  si  el 
propio  P.  Legislativo  reconoce  y  pro- 
clama ese  principio  en  que  se  inspiran 
los  proyectos  ministeriales,  debe  indi- 
car, en  obsequio  á  la  lógica,  ya  que 
está  encargado  de  señalar  los  printos 
de  la  reforma  constitucional,  y  conjun- 
tamente con  la  sanción  de  los  proyec- 
tos, la  conveniencia  de  que  se  formen 
dos  nuevas  compañías  ó  sindicatos 
extranjeros,  uno  para  que  se  haga 
cargo  de  la  administración  general  del 
país  y  otro  para  que  se  consagre  á  dis- 
tribuir la  justicia. 

A  tales  extremos  nos  conduce  el 
desarrollo  de  la  tesis  fundamental  y 
deprimente  para  la  dignidad  nacional 
que,  si  bien  pudo  ser  propuesta  por  la 
casa  Mallmann  y  sus  representados  de 
allende  los  mares,  no  se  concibe  cómo 


m'> 


Revista  Económica 


hapodido  ser  admitida  por  un  gobier- 
no patrio! 

¡Misterios  y  aberraciones! 

Si  el  fracaso  del  Banco  Nacional  pu- 
diei'ii  fundadamente  atribuirse  á  haber 
los  directores  del  gobierno  imposibili- 
tado la  acción  benéfica  que  se  presu- 
pone en  favor  de  los  directores  accio- 
nistas, podríamos  quizá  explicarnos, 
como  resultado  de  las  impresiones  de 
ese  hecho,  la  teoría  ministerial  que  ve- 
nimíjs  rebatiendo  y  que  tan  contraria 
es  al  decoro  nacional,  á  los  preceptos 
de  la  ciencia  y  á  las  mas  claras  conve- 
niencias públicas.  Pero  no  es  así, 
])uesto  que  el  gobierno  apenas  estaba 
rejjresentado  en  el  directorio  del  Ban- 
co Nacional  por  una  tercera  parte  de 
sus  miembros:  no  tenía  en  él  faculta- 
des especiales  y,  por  lo  tanto,  carecía 
de  fuerza  para  producir  por  sí  solo  el 
lamentaljle  descarrilamiento  de  esa 
institución  de  crédito.  Es.  además, 
de  todos  notorio  que  los  que  mas  lia 
contribuido  al  extravio  del  Banco,  han 
sido  precisamente  los  directores  nom- 
brados por  los  accionistas  >  que.  los 
de  elección  oficial  fueron  los  que  han 
ins})irado  mayor  confianza,  y  han  ga- 
rantido mayormente  al  público.  Aun- 
que no  anduvo  muy  acertado  el  go- 
bierno, no  lo  anduvieron  menos  los 
accionistas  y  los  sindicatos. 

Hace  algunos  años  según  leemos  en 
im  interesante  estudio"  publicado  en 
«L;i  Kevue  desDeux  Mondes»,  un  Pre- 
sidente de  Nueva  Granada.  iml»uido  en 
doctrinas  extraviadas,  al  tomar  pose- 
sión de  su  cargo  anunció  que  «en  ade- 
lante el  Estado,  reducido  á  su  verda- 
dera misión,  lo  dejaría  todo  á  la  ini- 
ciativa individual.»  Al  cabo  de  poco 
tiempo  los  caminos  estaban  destroza- 
dos, segados  los  puertos,  la  seguridad 
habia  desaparecido,  etc. 

En  Turquía  y  en  Grecia,  el  Estado  no 
hace  nada,  los  tesoros  están  exhaus- 
tos y  es  hasta  imprudente  recorrer 
aquellas  comarcas. 

Esta  crítica  tan  fundada  como  dura, 
la  hace  el  escritor  á  quien  nos  referi- 
mos teniendo  solo  en  vista  la  delega- 
ción de  las  funciones  del  Estado  en  la 
acción  individual:  pero  loque  nuestro 
gol)ierno  pi-etende  ahora  y  aconseja  la 
Comisión  de  Hacienda  dé  la  Cámara 
<le  Hepresentantes,  es  mucho  mas  que 
eso.  y  tanto  es  así  que  si  los  orientales 


de  América  llevásemos  á  la  práctica 
los  principios  del  señoi-  Ministro  de 
Hacienda,  quedaríamos  en  mas  lamen- 
table condición  que  los  oi'ientales  de 
Europa. 

La  sana  doctrina  consiste  en  que  el 
individuo,  que  es  la  fuente  del  pensa- 
miento y  de  la  acción,  debe  tener,  en 
la  órbita  de  los  intereses  materiales, 
toda  la  libertad  que  se  encuadra  en  los 
intereses  generales  y  en  la  realización 
de  los  fines  sociales.  La  salvaguardia 
y  prosecución  de  estos  fines  é'intere- 
ses,  no  corresponden  á  la  acción  ato- 
mática,  pero  si.  vienen  á  constituir  la 
del  Estado. 

¿Qué  no  podrá  decirse  entonces  con- 
tra eso  de  entregar  funciones  sociales 
no  ya  al  individualismo  i)uro.  sino  á 
compañías  anónimas  agiotistas,  como 
la  del  Banco  proyectado,  y  que  sin  te- 
ner las  ventajas  de  la  acción  particular. 
Ijresentará  en  el  mayor  grado  los  defec- 
tos que,  en  las  peores  circunstancias, 
pueden  atribuirse  á  la  intervención 
oticialf 

Es  necíísaria.  ó  mucha  c»fuscación, 
(>  mucho  menosprecio  por  las  conve- 
lüencias  públicas,  para  persistir  en  el 
camino  errado  que  señalo. 

Reservándome  continuar,  en  las  pró- 
ximas cartas,  mi  contra-informe,  me 
es  grato  repetirme  del   señor  director. 

s.  s. 

D(iMiX(;o  Lamas. 


EXTliACTOS  y_CO\lENTARIOS 

Yankees  fin  de  Siécle 

IN.i;     STEPHANK    JOlJSSlvLIN 

De  un  interesante  libro,  publicado 
con  este  título,  descriptivo  de  las  cos- 
tumbres, tendencia,  y  afectos  y  condi- 
ciones'delos  europeos  de  América,  que 
es  como  califica  á  la  casi  totalidad  de 
la  población  de  este  continente,  vamos 
á  extractar  el  interesante  capítulo  que 
se  refiere  á  la  inmigración  á  los  Esta- 
dos Unidos  y  al  espíritu  predominante 
en  ese  pueblo. 

¿De  qué  se  compone  la  América?  A 
esta  pregunta  contesta,  que  de  todas 
las  naciones,  escepción  hecha  de  las 
americanas;  pues  es  un  hecho  cierto 


DEL  Río  dk  la  Plata 


35^ 


que  los  verdaderos  americanos,  los  los  procedimientos  usados  con  la  Chi- 
descendienies  de  los  de  la  revolución,  na.  Y  la  Europa  no  es  la  China  para 
han  llegado   ha  ser  una  tan  ínfima  soportar  semejante  ostracismo. 

señalan  con  el  dedo,       «Las  nacionalidades  que  sobresalen 
curiosos.  en  esn    invasión,  son   la  alemana,  la 


mnioria  que  se 
como  animales 

Fué  recien,  después  del  año  182(J, 
que  la  inmigración  empezó  á  tomar 
cierto  desenvolvimiento,  para  llegar 
á  ser  lo  que  es  hoy,  es  decir,  muy  in- 
quietadora y  un  verdadero  peligro  para 
los  Estados  Unidos. 

He  aquí  algunas  cifras  cuya  elo- 
cuencia hace  innecesaria  toda  otra  con- 
sideración. 

1820 8  385 

1880 , 23  322 

1840 84  066 

1850 369  986 

1860 150  237 

1870  387  209 

1880 457  257 

1882 788  992 

1887 490  109 

1890 455  302 

La  disminución  que  se  había  cons- 
tatado anualmente  desde  1882  parece 
no  deber  sostenerse,  puesto  que  los 
primeros  meses  del  año  1891,  demues- 
tran un  aumento  formidable,  que  per- 
mite calcular  un  total  superior  á  600 
mil.  En  resumen,  desde  1820,  el  mi- 
mería de  los  inmigrante.^,  que  vinieron 
con  el  objeto  de  buscar  fortuna  en 
América,  sobi-epasa  de  la  cifra  fan- 
tástica de  17  millones. 

Es  indudable  que  los   recien  llega- 
dos han   contribuirlo  de  un  modo  in- 
calculable á  la  gloria  y  á  la  fuerza  de 
la   nación,    y   &"e    puede    afirmar  que 
sin   ellos   los   Esta<ios   Unidos  no   se- 
rian lo  cjue  son  hoy:  pei'o  colocándo- 
nos en  el  punto  de  vista  de  la  América 
en  sí,  es  permitido  preguntar  si  no  ha 
llegado   ya  la   oportunidad   de  cortar 
la  corriente  invasora  de  estas  hordas 
extranjeras  y,  ahora  que   está  pobla- 
da, constituida,  que   forma  una  aglo- 
meración de   mas  de   60  millones"  de 
habitantes,   si  no    sería  preferible,   ó 
simplemente    prudente,    que    conser- 
vase   los    territorios    incultos   que   le 
quedan  para  las  necesidades  de  una 
población  que  se  aumenta  por  sí  mis- 
ma, á  punto  de  duplicarse  en  medio 
siglo.    Éste,   agrega,   es  el  gran  pro- 
blema de  los  Estados  Unidos,  proble- 
ma casi   insoluble,  porque,   como  re- 
solverlo  sin  emplear  con  la   Europa 


irlandesa  y  la  italiana.   La  población 
alemana  de  las  grandes  ciudades  es 
enorme,  de    tal  ínodo  que  Chicago  y 
Nueva  York  cuentan  la  una  y  la  otra 
con  400.000  teutones;  se  habla  casi  tan- 
to alemán  como  inglés,  y  en  una  gran 
cantidad  de  tiendas'se  obstentan  letre- 
ros alemanes:  hay  igualmente  nuQiero- 
sos  diarios'que  se  publican  en  este  idio- 
ma.   Esta  población  es  quizá  la  mejor 
de  los  Estados  Unidos:  son  por  la  mayor- 
parte  obreros  que  han  querido  librar- 
se de  los  rigores  del  servicio  militar  y 
que   se   instalan  en   América    sin  la 
menor  intención  de  regresar  á  su  país. 
Se  ocupan  tranquilamente  de  sus  pe- 
queños negocios,  elevándose  rara  vez 
á  posiciones  importantes  y  ocupándo- 
se muy  poco  de   las  cosas  políticas. 
Muy  otra  cosa  son  los  irlandeses,  que 
constituven,  por  cierto,  la  parte  mas 
repugnante    de  los    Estados    Unidos. 
Perezosos,  borrachos,  camorreros:    se 
mezclan  en  todo  lo  que  no  les  importa 
V  avudados  por  el  número,  encuentran 
el  medio  de  acaparar  las  municipali- 
dades de  todas  las  ciudades  im])ortan- 
íes.» 

Los  italianos,  son  también  muy  nu- 
merosos, pero  sólo  de  algunos  años  á 
esta  parte,  v  no  permanecen  en  Nue- 
va York  y  Chicago  cuyo  clima  es  muy 
frío  para  ellos;  son  en  general  sicilia- 
nos que  manejan  el  cuchillo  con 
notable  facilidad  v  se  dirigen  con  pre- 
ferencia á  la  Florida  y  á  la  Lusiana. 
Los  sucesos  recientes  de  Nueva  Or- 
leans  demuestran  las  enemistades  que 
se  han  conquistado.  Los  ingleses  son, 
de  todos  los  inmigrantes,  los  más  ri- 
cos v  los  más  educados;  muchos  se- 
gimdones  son  atraídos  por  las  fortimas 
colosales  levantadas  en  estos  úl- 
timos tiempos.  En  cuanto  á  los  suecos, 
que  representan  una  importante  frac- 
ción, son,  en  su  mayor  parte,  sirvien- 
tes y  permanecen  en  general,  en 
posiciones  secundarias.  En  cuanto  a 
la  francesa,  es  una  población  poco 
numerosa,  que  está  compuesta  casi 
exclusivamente  de  costureras,  modis- 
tas, maitres  d'hótel  y  mozos  de  cate. 
Por    cierto  todos   esos  inmigrantes 


258 


Revista   Económica 


no  representan  la  nata  y  flor  de  sus 
respectivos  países;  son,  por  la  mayor 
parte,  gente  sin  ninguna  especie  de 
ilustración,  groseros  y  prontos  á  apro- 
vecharse de  la  primera  oportunidad: 
no  hay  pues  que  soi'prenderse  si,  l)ajo 
muchos  conceptos,  al  lado  del  verda- 
(lero  refinamiento  de  la  civilización, 
los  americanos  actuales  carezcan  á 
veces  de  sus  elementos  rudimenta- 
rios. Su  historia  es  la  de  los  puel)los 
que  se  han  formado  demasiado  rápi- 
damente y  con  gentes  de  todas  partes; 
les  falta  ía  educación  primera,  que  no 
se  adquiere  más  que  con  el  tiempo. 
Muchos  millonarios,  de  los  que  se  re- 
fieren á  veces  sorprendentes  torpezas, 
son  antiguos  operarios,  empleados  de 
ferrocarnles,  que,  favorecidos  por  las 
circunstancias  y  por  una  temeridad 
maravillosa,  han  sabido  reunir  fortu- 
nas colosales. 

¿Son  estos  millonarios  gentes  mal 
educadas:'  Evidentemente  no;  puesto 
que  no  han  reciljido  ninguna  educa- 
ción; sus  fortunas  no  les  puede  dar 
la  instrucción  y  las  buenas  maneras 
que  les  falta;  ellos  no  poseen,  como 
la  muger.  este  notal>le  espíritu  de  imi- 
tación que  les  permite  remedar  á  la 
señora  de  gran  mundo  y  pasar  por 
personas  distinguidas.  Sus  hijos,  ó 
cuando  más  sus  nietos,  tendrán  lo  que 
les  hace  falta;  es  negocio  de  tiempo 
y  este  tiempo  llegará  muy  pronto,  y, 
entonces,  «¿cuál  no  será  ía  superiori- 
dad que  ellos  tengan  sobre  nosotros?» 

Des])ués  de  demostrar  lo  que  ha 
perjudicado  á  las  simpatías  por  la 
Francia,  sus  desastres  de  1870.  mani- 
íiesta  l;i  creencia  de  que  si  ella  obtie- 
ne la  victoria  en  la  próxima  guerra,  la 
opinión  americana  volverá  á  ser  tan 
francesa  como  es  actualmente  alema- 
na, no  obstante  el  gran  número  de 
inmigrantes  de  este  país,  que,  á  los 
pocos  años,  se  vuelven  americanos  y 
pierden  tan  fácil  y  completamente  síi 
antigua  nacionalidad,  que  casi  los  fran- 
ceses podrán  estar  autorizados  para 
}>edirles  que  manifiesten  el  agradeci- 
miento por  los  servicios  que  Francia 
hizo  por  esa  tierra  de  América  que 
han  adoptado. 

El  autor,  sin  enibargo.  no  cuenta 
mucho  con  los  americanos.  La  verdad 
es,  dice,  que  el  americano  es  inglés 
al  respecto  y  que  no  considera  anadie 


que  no  sea  él.  Refiere,  con  este  motivo, 
una  anécdota  caractéristica.  La  escena 
pasa  en  una  escuela. 

El  profesor  á  su  discípulo: 

— ¿Cuál  ha  sido  el  primer  hombi-e 
del  mundo? 

—¡Jorge  Wasington!  gritan  á  la  vez 
varios  muchachos;  fué  el  primero  en 
la  paz.  el  primero  en  la  guerra  y  el 
primero  en  el  corazón  de  sus  con(ñu- 
dadanos. 

—¿Pero,  interrumpe  el  maestro,  uo 
habéis  oído  hablar  de  Adán? 

— Sí.  pero  era  un  extranjero. 

La  República  Argentina  ¿tiene  el 
problema  déla  inmigración  enmasa, 
que  preocupa  á  los  Estados  Unidos; 
pero,  como  lo  demuestra  muy  bien  el 
Sr.  A.  Belin  Sarmiento,  en  su  intere- 
sante libro  Una  República  Muerta.^  le  falta 
la  fuerza  de  asimilación  de  los  nor- 
teamericanos y,  sobre  todo,  carece  de 
ese  maravilloso  espíritu  nacional  que 
predomina  en  las  escuelas  de  nuestra 
hermana  del  norte. 

Si  en  alguna  escuela  de  Buenos 
Aires  se  pregúntase  cuál  es  el  primer 
hombre?  quizá  li abrán  algunos  que 
contesten:  Mazzini  ó  Garibaldi. 


NACIONALIZACIÓN  DE  CUÑOS  EXTRANJEROS 

T 

s  i  ret  rocedemos  á  épocas  mas  ó  menos 
lejanas  de  la  historia  monetaria  de  los 
principales  países  de  Europa,  así  como 
de  los  Estados-Unidos,  nos  encontra- 
mos con  el  hecho  de  la  circulación  de 
monedas  extranjeras,  ya  con  un  valor 
legal  masó  menos  diverso  del  corrien- 
te\le  los  metales  en  barra,  ó  ya  con  el 
simplemente  mercantil,  atribuido  se- 
gún el  peso  y  ley  de  los  metales. 

Este  sistema,  que  aparece  todavía 
en  vigencia  en  algunos  pueblos  nue- 
vos, entre  los  cuales  están  los  del  Río 
de  la  Plata,  revela  un  estado  rudimen- 
tario opuesto  á  la  vida  autonómica  y  al 
desenvolvimiento  regular  de  las  na- 
ciones, como  vamos  á  demostrarlo,  con- 
siderando ei  asunto  bajo  los  dos  as- 
pectos que  priman  en  materia  de  cir- 
culación monetaria,  es  decir,  el  de  la 
provisión  suficiente  y  el  de  la  repre- 
sentaci<')n  que  facilite  las  transaccio- 


DKi.  Jlio  j)K  LA  Plata 


•¿•)9 


nes,  cuya  importancia  está  de  acuer- 
do con  el  orden  en  que  los  enunciamos. 

La  escuela  del  dejar  Jiacery  dejar  pasar, 
que  cuenta  con  la  clase  numerosa  de 
los  que  por  falta  de  investigaciones  es- 
peciales no  tienen  conciencia  de  lo  que 
al  respecto  convenga  ó  pueda  hacer- 
se, y  los  que  reducen  la  economía 
política  á  una  ciencia  sidérica,  estu- 
diando sólo  en  abstracto  principios 
generales  desde  el  punto  de  vista  uni- 
versal, son.  naturalmente,  partidarios 
de  la  ])rovisión  automática  de  la  cir- 
culación, para  la  cual  es  ideal  de  per- 
fección la  moneda  lingote.  importal)le 
y  exportable  libremente,  y  apreciada 
por  las  leyes  de  la  oferta  y  demanda  de 
los  metales. 

Los  partidarios  lie  este  sistema  pre- 
tenden que  los  metales  investidos  en 
estas  condiciones,  con  el  carácter  de 
agente  general  de  cambios,  se  van  de 
un  país  siempre  que  excedan  la  necesi- 
dad local,  á  la  par  que  afluyen,  tan 
lueg'j  se  manifiesta  su  falta,  y  con 
tanta  certeza  como  el  aire  penetra  en 
el  vacío,  apenas  le  sea  permitido  el  ac- 
ceso. Para  esto  se  fundan  en  que.  en 
el  primer  caso,  el  numerario  debe,  en 
las  proporciones  en  que  se  aumente, 
Itajarde  interés,  reduciéndose  los  ali- 
cientes de  las  inversiones  internas. 
proNocándose  su  exportación  en  busca  ! 
de  colocaciones  más  ventajosas  en  el 
exierior.  con  lo  que  se  restablece  de 
por  sí  el  nivel,  rebosando  todo  exceso, 
como  rebosa  de  un  cubo  toda  cantidad 
de  liquido  que  supere  su  inalterable 
caiiacidad.  PJn  los  casos  opuestos,  en 
los  cuales  se  manifieste  falta  de  nu- 
merario, pretenden  que  subirá  corre- 
lativamente el  interés  y  las  ventajas 
de  las  inversiones,  lo  que  impulsará 
con  todo  el  celo  y  la  actividad  del  in- 
terés individual,  la  importación  de  la 
cantidad  necesaria. 

I']sta  teoría  es  la  consecuencia  de  un 
doble  error  de  observación:  primero, 
el  de  considerar  la  fuerza  de  atracción 
ó  repulsión  de  numerario  en  una  pla- 
za, con  prescindencia  de  lasque  pue- 
dan hacerse  sentir  por  otras,  concu- 
rrentes ó  antagónicas;  y,  segundo,  el 
de  apreciar  los  efectos  de  la  abundan- 
cia ó  rarificación  de  la  moneda,  por  los 
que  se  manifiestan  con  el  excesivo 
abasto  ó  la  carencia  de  mercaderías. 

La  importancia  de  las  fuerzas  exter- 


nas, es  un  hecho  que  á  diario  se  hace 
sentir  y  que  deben  tener  sobre  todo  en 
cuenta  los  i^aises  como  estos  de  débil 
acción  económica  exterior.  Veamos 
sino,  qué  sucedería  si  al  sentii'se,  en  un 
país  de  importancia  económica  se- 
cundaria, necesidad  de  introaucir  me- 
tálico, este  hecho  se  manifestase  con- 
juntamente engrandes  centros  como 
el  de  Londres.  ¿Lo  importaría  en  este 
caso  aquel,  por  ejemplo,  de  Ingla- 
terra? No! — sería  seguramente  la  In- 
glaterra la  que  lo  extraería  hasta  de 
él  mismo,  por  más  falta  que  le  hi- 
ciese. 

El  movimiento  de  los  metales  no  lo 
gobiernan  pues,  las  necesidades  loca- 
les, sino  los  mayores  poderes  económi- 
cos, de  tal  modo  que,  con  la  circulación 
automática,  los  países  nuevos  como 
éstos,  en  vez  de  poder  graduar  sus 
agentes  de  cambio  según  las  necesi- 
dades de  su  expansión  ó  simplemente 
de  su  giro  regular,  son  provistos  ó 
empobrecidos  de  moneda,  de  acuerdo 
con  el  movimiento  discordante  de  los 
grandes  centros  de  capital,  que  se  cons- 
tituyen en  desquiciadoras  metrópolis, 
y  someten  la  vida  económica,  de  los 
])aíses  que  les  quedan  subordinados, 
á  fuerzas  tan  ciegas  como  las  que  pre- 
dominan en  el  estado  natural. 

Por  otra  parte,  falla  por  su  base  lateo- 
ría  de  la  provisión  automática  que  se 
funda  en  la  lamentable  confusión  de 
la  moneda  con  las  mercaderías.  Aba- 
rrótese una  plaza  de  un  artículo  de- 
terminado y  la  baja  de  sus  precios, 
que  será  la  consecuencia  inmediata 
del  exceso  de  oferta,  sólo  dará  lugar 
á  un  limitado  ensanche  de  demanda, 
excedido  el  cual  tendrá  que  acentuar- 
se la  depreciación,  si  la  superabun- 
dancia persiste,  hasta  que  la  dismi- 
nución de  entradas  ó  producción  ó 
la  exportación,  restablezcan  el  nivel. 
Falte  en  una  localidad  cualquiera  un 
artículo  más  que  otro,  y  el  comercio  de 
importación  se  encargará  de  j^roveer- 
lo  con  preferencia,  puesto  que  siempre 
se  trata  de  introducir  los  artículos  que 
dejen  mayores  beneficios. 

Tal  es  ía  ley  general  que  rige  la  dis- 
tribución de  lasinercaderías  comunes. 
Pero,  auméntese  la  cantidad  de  nume- 
rario, y  este  hecho  promoverá  un  alza 
general  de  valores,  facilitará  y  esti- 
mulará las  empresas,  iDrimero,  y  las  es- 


260 


Revista   Econósiica 


peculaciones  más  tarde,  promoviendo 
ya  transitoria,  ya  permanentemente, 
un  aumento  de  uso  sin  que  esto  sea 
la  consecuencia  de  un  abaratamien- 
to, como  sucede  con  las  mercaderías  y 
en  proporciones  mas  vastas,  á  la  par 
que  no  se  producirá  la  exportación  de 
numerario  sino  á  consecuencia  de  des- 
equilibrios comerciales,  producidos 
por  una  mala  aplicación  del  agente 
expansivo,  y,  como  lo  veremos  más 
adelante,  en  condiciones  opuestas  á 
las  que,  en  la  vida  ordinaria,  dan  lugar 
á  la  de  las  mercaderías. 

Los  descubrimientos  de  las  grandes 
minas  de  California  y  de  Australia,  que 
elevaron  á  9  ó  10  veces  más  la  pro- 
ducción del  oro,  aumentando  en  colo- 
sal proporción  la  existencia  metáli- 
ca de  Europa,  lejos  de  producir  en 
ella  la  baja  del  interés,  estimulan- 
do la  actividad  industrial  y  co- 
mercial, elevando  los  precios  y  des- 
envolviendo la  riqueza  en  general, 
aumentaron  en  mayor  proporción  su 
uso  y  los  beneficios  de  los  capitales. 

Así  se  confirmó  la  teoría  enuncia- 
da en  el  siglo  pasado  por  el  célebre 
Hume,  tle  que  el  aumento  de  la  canti- 
dad de  moneda  favorece  el  desarrollo 
industrial.  Las  consecuencias  de  ese 
aumento  de  moneda  fueron  las  si- 
guientes: duplicación  del  comercio  de 
las  principales  naciones  favorecidas 
por  ella;  duplicación  en  los  ahorros 
anuales  en  Francia  y  en  Inglaterra  y 
desarrollo  prodigioso  en  las  obras  de 
utilidad  pública,  con  lo  que  lejos  de 
producirse  exceso  de  dinero,  se  au- 
mentó su  necesidad. 

Mr.  Wolowski,  el  barón  de  Rosth- 
child  y  con  ellos  todos  los  hombres 
prácticos,  reconocen  que  el  inmenso 
y  excepcional  abastecimiento  de  oro 
producido  por  esas  minas,  crearon 
equivalente  ensanche  en  su  aplicación, 
á  la  par  que  las  tablas  de  interés,  de 
las  plazas  favorecidas  por  la  inunda- 
ción que  produjeron,  comprueban  que 
ésta  originó  más  bien  alza  que  baja  en 
el  interés. 

Ahora  bien:  así  como  el  aumento  de 
circulación  tiende,  según  se  ha  visto, 
á  acrtícentai-  su  uso  y  á  sostener  el 
premio  del  dinero  y  el  aliciente  que 
conserva  los  metales  en  el  giro,  la  ra- 
rificación  de  medio  circulante  viene 
á  producir   el  efecto  contrario.    Aba- 


tiendo los  valores,  limita  su  uso;  redu- 
ciendo los  medios  de  adquirir,  dismi- 
nuye el  poder  de  producción,  lo  que 
comunmente  tiene  más  vastos  efectos 
que  las  exportaciones  de  productos  y 
la  restricción  de  consumos  que  la  ne- 
cesidad promueve;  la  incertidumbre 
reemplaza  la  confianza,  y  este  estado 
conduce  á  la  ocultación  y  á  la  expor- 
tación de  los  capitales  metálicos,  y, 
como  conclusión  á  la  baja  del  interés, 
por  la  misma  razón  que,  en  el  caso 
opuesto,  se  manifiesta  su  alza. 

Tales  son  las  tendencias  generales 
de  la  mayor  provisión  ó  de  las  grandes 
salidas  de  numerario  que,  si  bien  en 
algunos  casos  puede  producir  efectos 
de  abundancia  ó  escasez,  ésta  será 
transitoria  aunque  no  como  lo  pre- 
tenden los  partidarios  del  sistema  au- 
tomático, debido  á  la  exportación  en 
aquel  caso  y  á  la  importación  en  este, 
puesto  que  si  la  primera  se  opera,  será 
limitada,  y  la  segunda,  siempre  difícil 
si  no  imposible  conseguir,  porque  la 
falta  de  medio  circulante  deprimiendo 
los  valores  disminuye  el  poder  de  ad- 
quisición, á  la  par  que  el  malestar 
económico  que  es  su  consecuencia  más 
ahuyenta  que  atrae  los  capitales.  La 
nivelación  se  produce,  por  regla  gene- 
ral, cuando  se  aumenta  el  medio  cir- 
culante, por  el  fomento  y,  cuando  se 
disminuye,  por  la  deprecien  de  las  con- 
diciones generales  del  país. 

Sucede  pues  todo  lo  contrario  de  lo 
que  afirman  los  que,  considerando, 
con  Turgot  á  la  moneda  como  una 
mercadería  igual  á  las  demás,  preten- 
den que  sus  importaciones  y  exporta- 
ciones producen  idénticos  efectos  y  se 
rigen  rigurosamente  por  las  mismas 
leyes. 

En  materias  económicas  hay  que 
analizar  con  proligidad,  puesto  que  la 
más  mínima  diferencia  aparente,  sig- 
ifiíica  en  su  desarrollo  las  mayores 
distancias,  como  las  líneas  que  casi 
confundidas  en  un  punto  se  alejan  en 
sus  prolongaciones. 

La  inconsistencia  de  la  teoría  de  la 
provisión  de  la  moneda  de  acuerdo 
con  las  reglas  que  rigen  la  distribu- 
ción de  las  mercaderías  está  compro- 
bada en  todos  los  casos.  Hasta  Ingla- 
terra tiene  que  separarse  de  ella,  pues- 
to que,  ya  para  que  no  falte  numerario, 
produciéndose  la  crisis,  ya  para  que  se 


DEL  Rio  de  i.a  Plata 


'361 


invierta  en  valores  más  productivos 
en  el  exterior,  recurre  á  cada  paso  á 
la  gran  fuerza  que  la  irradiación  de  su 
comercio  permite  ejercer  á  su  Banco 
central,  que  eleva  ()  baja  el  interés  con 
el  íin  de  dirigir,  por  ese  medio,  en  uno 
ú  otro  sentido,  las  corrientes  metáli- 
cas, y  crear.en  el  mercado  artificial- 
mente, la  fuerza  de  atracción  ó  repul- 
sión, que  es  la  base  teórica  del  sistema 
automático,  y  que,  en  las  condiciones 
naturales,  no  se  manifiesta. 

Los  paises  que  no  poseen  igual  po- 
der económico  exterior,  deben  tratar 
de  resguardar  su  circulación,  conci- 
liando  las  condiciones  necesarias  para 
su  mejor  servicio  práctico,  con  la 
mayor  inexportabilidad,  mientras  que, 
la  adopción  de  monedas  con  el  valor 
que  tienen  en  los  mercados  extranje- 
ros, importa  entregar  inerme  la  cir- 
culación nacional  á  la  acción  exte- 
rior. 

Evitar  esto,  impedir  que  el  desarrollo 
de  la  riqueza  nacional  sea  juguete  del 
tlujo  y  reflujo  de  los  metales  cuyos 
movimientos  se  regulan  por  la  situa- 
ción de  centros  comerciales  extraños, 
es  uno  de  los  fundamentos  lógicos  de 
la  facultad  que  se  concede  á  los  pode- 
res públicos,  y  que  es  contraria  al 
principio  de  la  circulación  automáti- 
ca, de  reglarla  moneda,  establecien.io 
su  valor  legal,  determinando  su  acu- 
ñación y  la  materia  que  la  represente. 


II 


La  nacionalización  de  cuños  extran- 
jeros, dándoseles  un  valor  legal  fijo, 
es,  á  primera  vista,  lo  mismo  que  es- 
tampar los  metales  importados.  Los 
discos  extranjeros  quedan,  no  tenien- 
do del  exterior  más  que  la  materia,  y 
no  pueden  actuar  en  el  país  más  que 
con  el  valor  que  le  asignen  sus  leyes. 
Aparentemente  no  hay,  en  este  caso, 
masque  un  simple  ahorro  de  acuña- 
ción, que  beneficia  la  circulación,  faci- 
litando la  importación  de  numerario; 
pero  muy  diversas  son  las  conclusio- 
nes á  qué  nos  lleva  el  más  somero  aná- 
lisis de  la  cuestión,  pues  este  hecho 
importa  crear  una  situación  compli- 
cada y  que  no  permite  ejercer  en  con- 
diciones convenientes  las  funciones 
tutelares  que  justifican  la  intervención 
del  poder  público  en  estas  materias, 


que  la  ciencia  y  la  experiencia  uni- 
versal sancionan  hoy  en  todas  par- 
tes. 

Si,  como  sucede  en  las  repúl)licas 
argentina  y  oriental,  se  toma  como 
base  del  valor  délas  monedas  extran- 
jeras, el  oro  puro  que  contienen,  limi- 
tándose el  gobierno  á  constatar  lo  que 
representan  en  relación  con  el  padrón 
nacional,  el  medio  circulante  queda 
sin  defensa  alguna  contra  las  opera- 
ciones del  agio  exterior,  y  sugeta  su 
extracción  á  las  más  pequeñas  pri- 
mas quele  ofrezcan  otros  mercados, 
á  la  par  que  la  autoridad  viene  á  limi- 
tar sus  altas  funciones  en  la  materia, 
á  una  simple  constatación  aritmética, 
fácilmente   suplible  por  el  comercio. 

Por  otra  parte,  la  simple  relación  de 
la  cantidad  de  metal  puro  en  las  mo- 
nedas, no  basta  para  establecer  una 
equivalencia  exacta  con  el  padrón  na- 
cional, puesto  que,  tratándose  de  los 
cuños  pertenecientes  ;i  grandes  na- 
ciones comerciales  ó  de  los  países  ve- 
cinos, hay  que  consideiar  igualmente 
el  valor  monetario  que  en  ellos  ten- 
gan. Apreciarlas  únicamente  según 
el  metal  á  fin  de  establecer  su  valor 
en  la  circulación,  importa  algo  peor 
que  el  estado  primitivo,  que  el  desam- 
paro de  esta;  importa  establecer  ver- 
daderas primas  para  la  exportación  de 
lo  que  constituye  elementos  esencia- 
les al  giro  y  á  la  prosperidad  nacional. 

Si,  para  evitar  este  hecho,  contrario 
á  los  intereses  generales,  ó  con  el  pro- 
pósito de  impedir  el  empobrecimiento 
de  la  circulación,  se  dá  á  determina- 
das monedas  extranjeras  mayor  va- 
lor legal  que  el  que  representa  la 
materia  que  contienen,  se  vendrá  á 
pagar  su  acuñación,  en  tanto  que  la 
prima  no  exceda  de  su  costo,  y  un  po- 
sitivo señoriage  por  todo  lo  que  exce- 
da de  éste,  siendo,  por  lo  tanto,  injusti- 
ficado y  perjudicial  la  no  acuñación 
en  el  país. 

En  cuanto  alas  facilidades  que  pro- 
porciona la  nacionalización  de  cuños 
extranjeros,  para  la  importación  de 
capitales,  este  es  otro  mirage  fácil  de 
desvanecer.  El  numerario  no  se  intro- 
duce sino  á  consecuencia  de  saldos 
favorables  del  comercio,  operaciones 
de  crédito,  ó  el  aliciente  de  colocacio- 
nes en  el  país,  y  en  todos  estos  casos  no 
será  una  traba  el  importar  barras  ó 


•¿Í)'J 


Revista  Econóímica 


entregar  á  la  casa  de  moneda  por  un 
valor  fijo,  como  el  que  hoy  se  establece, 
los  cuños  extranjeros,  recibiendo  en 
cambio  los  de  circulación  nacional. 

Otros  inconvenientes  surgen  de  la 
nacionalización  de  las  monedas  ex- 
tranjeras, provenientes  de  la  diversi- 
dad de  unidades  monetarias,  lo  que 
dificulta  el  establecer,  con  exactitud, 
equivalencias  con  la  moneda  nacio- 
nal, heclio  que  tiende  á  convertir  á 
los  países  regidos  por  ese  sistema  en 
centros  y  víctimas  de  un  agio  univer- 
sal. 

Esta  dificultad  se  transforma  en  im- 
posibilidad cuando,  como  en  el  Rio  de 
la  Plata,  se  conserva  en  absf)lut()  el 
sistema  decimal. 

En  los  Estados  Unidos,  antes  de  la 
adopción  de  su  moneda  aritmética,  al 
establecer  en  1776  una  tabla  de  equi- 
valencias de  monedas  extranjeras,  se 
llegó  por  el  sistema  de  los  quebrados 
á  una  representación  exacta,  determi- 
nándose, por  ejemplo,  que  la  guinea 
inglesa  era  equivalente  de  4  2  3  de 
dollars,  y  la  francesa  de  4  5/ '9.  mientras 
que  con  el  sistema  decimal  hubiera 
sido  4,66  666  al  infinito  y  4,5555  al  infini- 
to, no  quedando  más  camino  que  su- 
primir ó  i-edohdear  fracciones:  que  es 
establecer  más  ó  menos  difei-encias, 
que  alimenten  el  agio  exterior  de  las 
monedas. 

El  sistema  decimal,  ó  el  despotismo 
decimal,  como  lo  calificaba  el  eminen- 
te Aílams,  en  los  Estados  Unidos,  en 
1821,  no  se  aviene  con  ciertas  opera- 
ciones, y  con  este  motivo  refiere  una 
anécdota  edificante.  «Alucinados  en 
Francia  por  la  novedad  del  sistema 
decimal,  se  hizo  la  división  del  cua- 
drante del  meridiano  por  grados  cen- 
tesimales, así  como  se  quisieron  lia- 
cer  también  las  divisiones  del  tiempo 
y  del  círculo  de  la  brújula.  Un  na- 
vegante francés  sufriendo  práctica- 
mente en  la  empresa  de  navegar  así, 
decimalmente  el  océano,  recomendó  á 
la  Asamblea  Nacional  que  decretase 
que  la  tierra  hiciese  cuatrocientas  re- 
voluciones por  año.  La  aplicación  de 
las  divisiones  decimales  al  tiempo,  al 
círculo,  á  la  esfera,  están  abandona- 
das en  Francia  misma.  Y  para  todos 
los  objetos  ordinarios  de  mensura, 
excepto  las  medidas  itinerarias,  el  me- 


tro es  muy  largo  para  padrón  de   la 
naturaleza,  ó  natural.^» 

Establecida  en  los  Estados  Unidos 
la  división  decimal  del  dollars,  apare- 
ció la  dificultad  de  apreciar  los  cuños 
extranjeros  nacionalizados,  y  para  es- 
tablecer una  exactitud  aproximada, 
hubieron  de  formarse  tablas  hasta 
con  diez  y  cien  milésimos,  de  lo  que 
^e  Ul^ertaron  bien  pronto  por  la  acu- 
líación  nacional. 

Recurrir  ya  á  los  quebiados.  ya  á  las 
fracciones,  es  siempre  dificultar  las 
transacciones;  tener  á  cada  momento 
sumas  que  enti'egar  ó  recibir  no  re- 
presentables  en  moneda, mientias  que 
el  sistema  de  englobamieníos  de  frac- 
ciones establece  diferencias,  que  son 
considerables  en  cualquier  pago  de 
imi»ortancia,  á  la  par  que  crean  una 
distinta  relación  entre  el  valoi*  legal 
<lel  país  y  el  valor  exterior  de  las  di- 
versas monedas  nacionalizadas,  debi- 
do á  lo  cual  se  importan  las  monedas 
que  tengan  mayor  valor  legal  en  el 
país  en  relación  con  el  poder  de  adcjui- 
sición  en  el  exterior,  trayendo  en  cam- 
bio las  que  lo  tengan  menos,  de  don- 
de resulta  una  positiva  pérdida  para 
la  nación,  cuyo  sistema  monetario  dé 
lu.íiar  á  operaciones  de  este  género. 

ÍJasta  la  más  pequeña  diferencia 
liara  promover  el  agiotage,  como  ya,  á 
comienzos  de  1700,  ío  demostró  el  céle- 
bre Sir  Isaac  Newton. 

i'Los  luises  de  oro  de  Francia,  decía, 
con  el  valor  intrínseco  de  17  s.  3/4  de 
esterlinas  se  hicieron  corrientes  en 
Inglaterra  por  17  s.  6d..  y  siendo  pro- 
hilúda  en  este  tiemjxj  su  circulación 
por  más  de  17 s.,  inmediatamente  se 
llevaron  á  la  casa  de  moneda  por  la 
suma  de  1.400.000  £:  en  otra  época,  las 
monedas  de  oro  portuguesas  circula- 
])an  en  el  Oeste  de  Inglaterra  á  28  s., 
cuando  valían  intrínsecamente  27  s. 
7  d.  y  el  país  se  llenó  con  ellas.  Ha- 
biéndose ordenado  á  los  receptores 
pú1)licos  que  las  recibiesen  sola- 
mente por  27  s.  6  d.  ellas  desaparecie- 
ron. Una  utilidad  de  2  ^  "/o  produjo  la 
abundancia  de  os  luises  de  oro,  y  la 
pérdida  de  |  '^'o,  los  hizo  retirar  de)  la 
cii-culación;  1  ^l"  o  de  utilidad,  atrajo 
la  moneda  de  oro  y  3/10  "/o  de  pér- 
dida la  hizo  desaparecer  por  completo. 
Era  pues  evidente,  agrega,  que,  como 
sucede  ahora,  los  que  comercian  con 


DEL    KlO    DE    EA    PeATA 


'2(5;:! 


los  cuños  harán  el  negocio  por  un 
muy  pequeño  l^eneñcio.» 

Las  grandes  facilidades  que  existen 
hoy  para  las  comunicaciones:  la  dis- 
minución de  tiempo,  fletes  y  primas 
de  seguros,  reducen  á  milésimos  los 
tantos  por  ciento,  que  daba,  hace  dos 
siglos,  lugar  á  este  género  de  opera- 
ciones; debiendo,  además,  tenerse  en 
cuenta  las  ventajas  que  ofrecen  las 
operaciones  que  se  hagan  del  exterior 
para  atraer  numerario. 

La  Inglaterra  era  entonces  una  po- 
tencia metálica  de  orden  secundario 
y,  en  estas  condiciones,  para  asegurar 
ia  estabilidad  de  su  circulación,  que 
requería  un  mayor  valor  legal  que  el 
del  simple  metal,  evitar  el  pagar  se- 
ñoreages  ó  ser  el  campo  del  agiotage 
exterior,  dio  extensión  á  sus  acuñacio- 
nes nacionales,  y.  })or  consejo  del  mis- 
rao  Sir  Isaac  Newton,  elevó,  en  1717,  el 
valor  legal  de  las  guineas  á  21  s. 
esterlinas,  que  era  cuatro  dineros,  ó 
1  5/8  "  'o  más  del  valor  del  metal,  lo 
que  permitía  á  la  vez  la  reacmlación 
(le  toda  la  moneda  de  cuños  extran- 
jeros circulante. 

Este  ejemplo  corrobora  por  comple- 
to las  conclusiones  á  que  llegamos  en 
la  materia. 

IJl 

Del  estudio  que  acabamos  de  hacei". 
pasemos  ahora  á  considerar  las  equi- 
valencias de  las  monedas  extranjeras, 
que  })ara  corregir  la  deficiencia  de  las 
vigentes  en  la  República  Oriental, 
propone  el  Sr.  1).  Mauricio  Llamas,  y 
dejando  para  oti'a  oportunidad,  el  estu- 
dio más  amplio  de  la  reforma  de  nues- 
tro régimen  monetario. 

La  trascendencia  de  la  materia  de 
■que  trata  ese  distinguido  compatriota, 
su  reconocida  autoridad,  así  como 
el  patrocinio  del  ilustrado  doctor  don 
(!arlos  M.  de  Pena,  dan  á  ese  trabajo 
especial  importancia. 

El  señor  don  Mauricio  Llamas  es 
turgotista  convencido :  confunde  la 
materia  con  la  esencia  de  la  moneda; 
limita  su  poder  de  cambio,  en  las  ope- 
raciones internas,  al  valor  de  los  me- 
tales, del  que,  á  su  juicio,  no  debe 
separarse  el  valor  legal. 

No  se  preocupa,  como  todos  los  que 
cuentan  con  la  perfección  del  sistema 
automático,  de   los    medios  pi-actica- 


mente  posibles  para  remediar  la  rari- 
íicacion  del  medio  circulante  y  res- 
guardar el  orden  económico  contra 
las  exti-acciones  no  motivadas  pov 
fuertes  desvíos  en  el  comercio  inter- 
nacional. Su  tarea  tiene  por  base  to- 
dos los  errores,  de  conce|>to  y  de  he- 
dió, que  predominan  en  las  tablas  de 
equivalencias  cuya  rectificación  em- 
prende. 

Según  la  tabla  que  ha  confeccio- 
nado, las  monedas  extranjeras,  se  ha- 
cen representar  con  un  valor  extricta- 
mente  igual  á  la  relación  del  metal 
fino  de  nuestra  moneda  tipo,  sin  más 
diferencia,  con  las  tablas  anteriores, 
que  ampliar  las  fracciones  de  dos  á 
seis  cifras,  presentando  así  los  millo- 
nésimos, con  lo  cual,  aun  cuando  los 
grandes  pagos  se  hiciesen  teniendo 
en  cuenta  estas  fracciones,  nuestro 
medio  circulante  quedaría,  como  está 
hoy,  sin  resguardo  alguno  que  impida 
su  preferente  exportación,  y  sugeta  su 
salida  á  las  menores  necesidades  ex- 
ternas. Además,  no  apreciando  más 
que  el  valor  monetario  de  los  cuños, 
aun  tratándose  de  los  de  las  grandes 
naciones  comerciales  del  mundo,  re- 
sulta que  subsiste,  en  sus  tablas  de 
equivalencias,  tanto  como  en  las  vigen- 
tes, un  campo  ]iara  el  agirj  y  una  po- 
sitiva prima  de  exportación. 

Fácil  es  demostrarlo.  Las  monedas 
de  la  liga  latina  tienen  amplia  salida 
en  su  carácter  de  tales  monedas,  sin 
que  ai  exportarlas  sea  necesario  refun- 
dirlas para  realizar  un  valor.  La  dife- 
rencia como  moneday  comometal,que 
respecto  de  ellas  existe,  es  de  7,44  fran- 
cos por  kilo,  que  es  lo  que  ganará  todo 
el  que  las  tomase  entre  nosotros  por  el 
valor  justo  del  oro,  y  las  exportase.  Lo 
mismo  sucede  con  las  monedas  argen- 
tinas, las  brasileras  y  hasta  con  las  li- 
bras esterlinas,  que  si  bien,  se  acuñan 
sin  gastos,  en  la  práctica  existe  una  di- 
ferencia de  1  I  penique  por  onza  Stan- 
dart  de  más  en  la  moneda  sellada,  que 
en  el  oro  en  barras. 

Resulta,  pues,  que  aun  rectificán- 
dose las  fracciones  omitidas  como  lo 
hace  la  nueva  tabla  del  señor  don 
Mauricio  Llamas,  subsistirá  una  pri- 
ma de  exportación  que  se  recil)irá,  se- 
leccionando en  las  monedas  circulan- 
tes las  de  curso  en  los  países  i^ara 
donde    convenga  hacer   las   remesas. 


264 


Revista   Económica 


Los  cálculos  de  equivalencias  están, 
además,  todos  equivocados,  como  lo 
están  las  tablas  en  vigencia,  debido  á 
haberse  tomado  por  base  los  datos  que 
suministra  el  «Anuario  del  Burean  des 
Longitudes  de  Francia»,  y  que,  como 
vamos  á  verlo,  no  pueden  servir  para 
determinar  la  relación  exacta  de  las 
monedas,  según  el  peso  y  titulo  legal 
que  les  corresponde. 

Sucede  con  los  pesos  establecidos 
según  sistemas  diversos,  lo  que  he- 
mos visto  que  pasa  con  la  suma  de 
equivalencias  en  moneda  decimal,  re- 
sultando en  su  conversión  á  gramos 
fracciones  infmitas  de  que  el  Anuario 
prescinde,  limitándose  á  tres  decima- 
les, y  redondeando  el  último  cuando 
los  que  le  siguen  exceden  de  51. 

Esto  se  puede  hacer  muy  bien  en 
los  cuadros  de  la  Casa  de  Monedas, 
que  son  los  que  publica  el  Anuario 
de  Longitudes,  desde  que  los  pesos 
legales  que  en  ellos  se  mencionan, 
son  provisionales,  puesto  que  el  peso 
definitivo  de  las  monedas  que  se  ne- 
gocian como  metal,  está  sujeto,  en  e^e 
establecimiento  á  la  verificacicjn  para 
apreciar  el  desgaste,  etcétera. 

Son  los  kilos  de  oro,  y  no  las  piezas 
monetarias  lo  que  se  compra.  Pero 
en  el  caso  actual,  esto  no  es  admi- 
sible, puesto  que  se  trata  de  estable- 
cer la  relación  del  peso  y  ley  de  las 
monedas  según  las  leyes  monetarias 
de  las  diversas  naciones  á  que  per- 
tenezcan, y  sobre  todo  cuando,  como 
lo  hace  D.  Mauricio  Llamas,  se  quiere 
determinar  hasta  los  millonésimos  de 
peso.  Para  esto  no  pueden  despreciarse 
las  fracciones  del  peso  en  unas  mo- 
nedas, ni  tampoco  aumentarlas  en 
otras  para  redondear  cifras,  tanto  más, 
cuanto  que  en  una  suma  de  alguna 
consideración  en  monedas  apreciadas 
así,  resultan  por  este  medica  diferen- 
cias bastante  fuertes. 

Para  comprobarlo  comparemos  los 
pesos  legales  de  las  monedas  y  los 
que  sirven  de  base  á  los  cuadros  de 
equivalencia  que  analizamos. 

Las  libras  esterlinas,  á  las  que  se 
atribuye  un  peso  legal  de  7  gr.  988 
tienen,  según  la  ley  inglesa,  123,274 
granos  que  equivalen  á  7  gr.  98.805 
etc.  Los  20  marcos,  á  los  que  se  atri- 
buye en  el  Anuario  de  la  oficina  de 


longitudes  7  gr.  9ü5,  obedecen  á  la 
siguiente  talla:  de  una  libra  métrica 
de  500  gramos,  se  obtienen  251,10  pie- 
zas, siendo  por  tanto  su  peso  legal 
de  7  gr.  9.649.  Los  20  francos,  que'  fi- 
guran con  un  peso  de  6  gr.  452,  tie- 
nen por  ley  el  de  6  gr.  ;,451{>l.  Hasta 
el  peso  de  los  argentinos  aparece 
mutilado,  puesto  que  sólo  se  le  atri- 
buye el  de  8  gr.  064,  cuando  el  real 
es  'de   8  gr.  0645. 

También  en  la  ley  ó  titulo  de  las 
monedas,  enconti'amos  error.  P^n  el 
sistema  duodecimal  á  que  se  ajustan 
las  monedas  inglesas,  portuguesas  y 
brasileras,  el  título  se  expresa  por 
tantos  dineros,  ó,  lo  que  es  lo  mismo, 
por  tantas  duodécimas  partes,  tenien- 
do hoy  todas  estas  naciones  unifor- 
memente, el  título  de  11  dineros;  esto 
es  en  12  partes  11  de  metal  fino  y  1 
de  liga,  deduciendo  este  titulo  á  de- 
cimales, nos  encontramos  con  916  m. 
666  al  infinito,  ó.  lo  que  es  lo  mismo, 
adoj)tando  los  quebrados  916  §.  El. 
anuaiio  do  la  oficina  francesa  expresa 
el  título  de  las  monedas  inglesas  y 
portuguesas  por  916.66,  mientras  que 
el  (le  las  brasileras,  que  es  idéntico, 
los  convierte  en  917  milésimos. 

Don  Mauricio  Llamas,  comprendien- 
do en  este  caso  qu(5  no  se  deben  des- 
preciar fiacciones,  si  bien  las  desprecia 
en  el  peso,  establece  como  título  de 
las  monedas  inglesas  y  portuguesas  el 
de  916  2/ o,  y.  sin  embargo,  da  á  las  mo- 
nedas brasileras  la  ley'de  917,  como  si 
11/12  no  fuesen  iguales  en  todas  par- 
tes. 

Para  que  puedan  apreciarse  los  erro- 
res que  resultan  déla  base  equivocada 
de  ('álculos  que  ha  tomado  don  Mau- 
ricio Llamas,  siguiendo  á  las  comisio- 
nes que  han  establecido  las  anteriores 
equivalencias,  nos  basta  establecer  la 
relación  de  las  libras  esterlinas  con 
nuestros  pesos  ideales.  Según  este 
distinguido  compaMota  el  valor  de 
las  libras  esterlinas  es  de  $  4.705412; 
mientras  que  la  equivalencia  justa  es 
de  4.705448. 

No  queremos  fatigar  á  nuestros  lec- 
tores extendiéndonos  en  estas  compro- 
baciones numéricas.  Lo  que  princi- 
palmente hemos  querido  demostrar,  en 
este  artículo,  son  los  inconvenientes  y 
las  complicaciones  de  la  circulación 


DEL   Rio    DE   LA    PlOTA 


265 


de  cuños  extranjeros,  que  sóio  puede 
admitirse  como  un  hecho  transitorio, 
mientras  se  procura  la  acuñación  (Je 
moneda  nacional. 


CRÓNICA  DE  LA  QUINCENA 


Setiembre  20  de  1892. 

íái  dijera  que  vamos  de  mal  en  peor 
exagerarla  quizá.  Diciendo  vamos  mal, 
entiendo  que  me  mantengo  dentro  de 
la  estricta  verdad.  Una  de  dos,  ó  la 
sociedad  está,  en  efecto,  dividida  en- 
tre miopes  y  présbitas,  siendo  conta- 
dos los  que  ven  justo  y  bien,  ó  el 
futuro  Presidente  de  la  República  está 
ciego,  en  cuanto  parece  ser  que  él  es 
el  único  que  no  se  da  cuenta  del 
malestar  y  descontento  general.  Y 
n(3tese  bien  que  nada  digo  de  zozo- 
bras é  inquietudes. 

* 

Su  combinación  ministerial  no  ha 
satisfeclio,  excepto  el  Sr.  Dr.  D.  Juan 
José  Romero. 

El  porqué  no  cabe  ni  cuadra  en  una 
página  de  esta  índole.  Hay  además 
de  los  tildes  ó  resistencias  que  á  las 
personas  se  les  ponen  y  se  les  oponen, 
sean  cuales  sean  sus  méritos  intelec- 
tuales y  el  favor  de  círculo  social  de 
que  gocen, — una  circunstancia  que  ha 
venido  á  hacer  de  este  momento  de 
intranquilidad  algo  de  sui  generis,  de 
nunca  visto  en  este  país,  ni  en  otios; 
algo  que,  en  realidad  de  verdad,  tiene 
sus  perfiles  fin  de  siécle. 

Y  uno  no  sabe  qué  aamirar  mas, 
si  la  conformidad  de  los  que  asisten  al 
espectáculo  ó  el  aplomo  de  los  que  lo 
representan. 

Ese  «algo)^  es  que  tenemos  dos  go- 
biernos: uno  expira  legalmente,  otro 
que  respira  moralmente,  haciendo  gala 
anticipada  de  unos  pulmones,  que 
cada  uno  de  sus  movimientos  orgá- 
nicos tarja  la  destitución  de  un  alto 
funcionario  público,  de  un  empleado 
principal,  de  un  ministril  cualquiera 
de  donde  resulta  que  la  secuela  de 
las  decepciones  hace  día  á  día  mas 
y  mas  angustiosas  las  postrimerías 
del  gobierno  que  se  va. 

Y  digo  que  se  va,  y  no  que  concluye; 


porque  asi  como  es  un  hecho  compro- 
bado por  la  experiencia  el  dicho  de 
Talleyrand  iout  arrive,  asi  también  no 
está  menos  demostrado  por  la  histo- 
ria, que  ésta,  no  es  mas  que  una 
serie  ^le  acontecimientos  repetidos  con 
las  modificaciones  del  tiempo  y  del 
espacio. 

Recuérdese,  pues,  que  ya  cuando  la 
presidencia  del  Dr.  D.  Nicolás  Avella- 
neda, protestada  por  un  partido  de 
acción,  lo  que  se  vio  fué  doble,  subien- 
do á  la  silla  del  Poder  Ejecutivo  un 
hombre  contra  cuya  exaltación  al  gobi- 
erno se  alzaban  pocos  días  antes  consi- 
derables fuerzas  populares  y  una  parte 
respetable  del  ejército  de  línea,  por 
su  número  y  los  caudillos  que  las  en- 
cabezaban. 

*  * 

Ha  contribuido  en  cierta  medida 
lambien  á  acentuar  la  indiferencia 
pública,  por  no  decir  la  reprobación 
de  los  círculos  y  de  los  partidos  de 
(üversa  filiación,  un  hecho,  que  to- 
mado como  antecedente  no  es  por 
cierto  sintomático  sino  de  futuras 
anomalías. 

En  este  doble  gobierno,  el  legal  y  el 
moral,  el  que  gobierna  desde  la  Casa 
Rosada  y  el  que  gobierna  desde  la 
casa  particular  del  futuro  Presidente, 
el  juego  lio  es  el  mismo. 

Allí  no  hay  mas  movimiento  que  el 
que  prepara  los  arreglos  de  una  testa- 
mentaria. Aquí  la  lucha,  el  conflicto, 
la  crisis  ya.  Así  el  señor  Dr.  D.  In- 
dalecio Gómez,  candidato  á  un  mi- 
nisterio, que  desde  un  principio  se 
imcontrí)  lógico,  dada  su  comunión, 
de  amicus  singularis,  ha  sido  suplanta- 
do por  otro  de  antecedentes  liberales, 
trayendo,  como  trae,  su  ingreso  á  la 
vida  pública  del  favor  que  le  dispen- 
sara el  Sr  Dr.  D.  Miguel  Juárez  Col- 
man en  la  época  en  que  su  influencia 
y  otras  eran  eíicaces  é  irresistibles.  Se 
jiaqueiido  con  esto  dar  algo  así  como 
ima  prenda,  recalcando  sobre  el  con- 
cepto de  las  mistificaciones.  Pero  solo 
se  ha  conseguido  que  la  opinión  pú- 
blica afirme:  que  es  cruel,  crear  una 
entidad  efímera,  lanzarla  al  circo  de 
la  censura,  hacerla  manoseai',  y  una 
vez  casi  triturada, — abandonarla  mal 
trecho  como  cosa  baladí. 

*  * 


2m 


Revista   Económica 


Esta  conducta,  como  se  ve.  nada 
tiene  de  edificante  y  en  caso  de  auoii- 
rar  algo,  solo  augura  que  el  futuro 
presidente  tendrá  "como  Saturno  mas 
voracidad  para  devorar  sus  propios 
hijos,  ó  sus  creaciones  .que  entereza  y 
eneróla  para  soportar  los  embal^BS  (le 
la  ci-itica.  v.  sobre  todo,  mas  plastici- 
dad para  ceder,  que  aptitud  para  apo- 
yarse en  lo  que  resiste.— que  es  donde 
resi«le  lodo  el  secreto  de  sn  elec- 
ción. 

De  aipií  concluyo  (pie  el  presidente 
futuro.— hombre  honesto  y  bueno, — ha 
olvidado  la  máxima  que  dice  que  e?i  ce 
monde  il  y  a  plus  á  eviter  qu  á  reckercJier. 

Efectivamente,  si  en  vez  de  hacer 
caso  omiso  en  sus  consejos  de  las  dos 
grandes  fuerzas  morales  y  materiales 
que  lo  eUgieron;  si  en  vez  de  prescin- 
dir del  concurso  moral  y  material  de 
los  caudillos  Mitre  y  Roca,— en  cuya 
influencia  confió,  cuando  con  tanto 
brío  se  disjiuso  á  salir  de  su  retiro, 
abandonando  la  magistratura;  si  en 
vez.  repito,  de  hacer  lo  (jue  se  sabe, 
perturlíado  por  una  quimera,  liubie- 
ra  apelado  á  ellos,  es  seguro  (pie  en 
vez  de  homlires  y  de  familias  conten- 
tas, lo  que  tendríamos  serian  grandes 
agrupaciones  satisfechas  ó  conforma- 
das: así  como  en  lugar  de  un  horizonte 
turbio,  mirando  todo  el  mundo  en 
torno  suyo  desorientado,  indeciso, 
vacilante, "^  inquieto,  quejoso,  —  mal- 
dicientes muchos,  —  lo  que  tendría- 
mos seria  una  situación  neta,  despe- 
jada, clara,  con  rumbos  definidos, 
dentro  del  mismo  ideal,  hasta  cierto 
punto,  es  decir,  la  posibilidad  de  un 
gobierno  firme,  estable,  enérgico,  y  al 
mismo  tiempo  de  tregua. — y  golñerno. 
que  por  esas  condiciones  esenciales 
permitirla  que  dentro  de  la  órbita  de 
una  evolución  racional,  se  repararan 
los  errores  del  pasado,  acomodando 
los  liombres  y  las  cosas,  sin  mas  in- 
quietudes que  las  inevitables. 


M(!  refier(j  al  partido  radical  receptá- 
culo colecticio  de  todos  los  que  tienen 
algo  mas  ó  menos  legítimo  que  revin- 
dicar, — y  cuyo  parti(ío  es  y  tiene  que 
ser  una  constante  amenaza  contra  el 
orden  legal. 

Primero,    porque    ese    partido,    no 


siendo  orgánico,  tiene  necesariamen- 
te para  conservarse,  ó  crecer,  que  ser 
agitador:  segundo,  porque  ese  partido, 
si  bien  puede  entenderse  ó  tranzar 
con  otro,  sobre  un  incidente,  una  elec- 
ción venidera,  verbi-gracia,  á  fin  de 
ir  ocupando  poco  á  poco  posiciones, — 
no  puede,  sin  suicidarse,  pactar  con  un 
Presidente  y  un  orden  de  cosas  na- 
cional, que  tacha  y  califica  con  acritud, 
repudiándolo  como  espúreo  desde  su 
origen, — puestí^»  que  sostiene  con  la 
vehemencia  que  lo  caracteriza,  que  es 
fruto  maldito  de  la  imposición  oficial 
y  del  frau  le  electoi'al  mas  escanda- 
loso. 

\  iK»  ser  así,  ya  el  Sr,  Ür.  D.  Ber- 
nardo de  Irigoyen.  hombre  tan  honra- 
do como  el  Sr.  Dr.  D.  Luis  SaenzPeña. 
y  tan  ilustrado  y  lan  lleno  de  servi- 
cios, y  por  afiaílidura  estadista  cons- 
ciente, (ie  lo  que  son  compromisos  y 
responsabilidades  morales,  sin  nece- 
sidad •  le  (jue  haya  documento  escrito, 
ya,  dadas  sus  vinculaciones  privadas, 
desde  la  infancia,  con  el  futuro  Pre- 
sidente, habríase  entendido  con  él;  y 
el  gran  eje  ministerial  no  serian  enti- 
dades minúsculas  y  epicenas, — como 
característica  de  un  gobierno  con  Na- 
die para  todos,  que  es  la  concepción 
mas  candida,  por  no  decir  mas  anodi- 
na de  todas  cuantas  el  ingenio  huma- 
no puede  escojitar,  en  medio  de  una 
crisis  que  afecta  iKjndamente  todos 
los  intereses  del  país. — temporales  y 
espií'ituales. 


La  aparición  modernista,  cuyo  último 
éxito,  fué  una  batalla  á  lo  Pirro,  pa- 
rece confinada  (ientro  de  la  penumbra 
de  sus  combinaciones:  y  no  ha  sido 
poca  suerte,  en  vista  de  las  alarmas, 
que  circulan,  cjue  el  jefe  del  Partido 
Nacional  no  esté  llamado,  por  la  ley.  á 
encarnar  forzosamente  ajenas  res- 
ponsabilidades, aparte  de  que  la  sus- 
picacia era  muy  capaz  de  imputarle, 
en  caso  fortuito  hasta  lo  que  ni  hu- 
biera  soñado  siquiera. 

* 

El  ministerio  para  después  del  12 
de  octubre  parece  definitivamente 
concertado,  habiendo,  durante  algu- 
nos días,   habido   sus  mendicaciones 


DEL    KiO    DE    LA    Pl.VJA 


•4ÍU) 


curiosísimas.  Quedará,  según  se  atir- 
ma,  el  Sr.  Dr.  D.  PJstanislao  S.  Zeba- 
llos.  lo  que  quiere  decir,  no  solo, — que 
no  es  tan  fácil  desvincularse  del  pasa- 
do, sino  que  ostensil)leinente  carece- 
mos de  liombres.  lo  qu(^  en  realidad 
no  es. 


En  cuanto  al  Congreso,  su  aspecto 
puede  bosquejarse  en  dos  palabras: 
hay  en  él  hombres  de  fundamento  que 
comprenden  que  como  rama  del  go- 
bierno de  la  Repiildica.  es  mejor  re- 
})resentar  en  la  política  general  el 
papel  de  arma  legal  que  resiste,  que 
induce  y  colabora,— que  el  de  instru- 
mento, que  solo  sirve  para  el  suici- 
dio. 

Y,  dicho  esto,  solo  me  falta  agregar 
(jue  es  una  ilusión  viciada  desde  su 
origen,  de  la  que  no  tardai'án  en  curar- 
se,— siendo  una  enfermedad  cerebral. 
— la  que,  dentro  de  la  medida  de  la  sa- 
tisfacción personal,  cree  que  está  el 
padrón  que  dá  la  norma  exacta  del 
contentamiento  general.  Estoes  como 
pensar  que  lo  mismo  es  mirar  las  uvas 
verdes  que  comerse  los  racimos  pre- 
servados por  el  trabajo  ajeno. 


Poi-  lo  denjás.  concluyo  con  lo  de 
siempre,  haciendo  votos  poi-  la  felici- 
dad de  todos,  y  esperanzado  en  que 
de  las  premisas  del  notabilísimo  libi-o 
de  Belin  Sarmiento, — Una  República 
muerta.  (1) — no   se   deduzcan,  como  de 


(1)  El  señor  Belin  Sarmiento  pretende,  por 
ejemplo,  probar  que  el  soldado  argentino 
cuesta  dos  y  media  veces  mas  (|ue  el  soldado 
europeo  y  recurre  para  esto,  á  dividir  la  suma 
de  los  presupuestos  de  guerra  por  el  número 
de  soldados  en  los  diversos  países. 

Esta  es  una  forma  de  cálculo  que  tiene  evi- 
dentemente que  llevar  á  una  equivocada  i-on- 
clusion.  Tenemos  en  el  escalafón  el  personal 
correspondiente  á  un  ejército  de  impórtatela, 
mientras  que  el  estado  de  paz  nos  permite 
reducir  á  cinco  mil  próximamente  el  número 
de  soldados,  y  si  dividimos  por  este  número  el 
importe  de  los  gastos  de  todo  el  personal  <ie- 
pendiente  del  Ministerio  de  la  guerra  y  lo 
que  representan  las  compras  de  armamentos, 
para  una  cantidad  mucho  mayor  de  hombres, 
llegaremos  naturalmente,  á  uña  cifra  que  no 
se  puede  comparar  con  las  de  las  naciones 
que  conservan  grandes  ejércitos  permanen- 
tes. 

Siguiendo  la  forma  de  cálculos  del  Sr.  Belin 
Sarmiento,  si  duplicamos  el  número  de  solda- 


un  aforismo  del  gran  sacerdote  de] 
pesimismo  Alemán, — pura  infeliciiá.  en 
vez  del  conyugalismo  que  ligando  lo 
pasado  á  lo  futuro  realice  el  ideal 
trascendentalmente  artístico  de  nues- 
tros abuelos, — ese  ideal  que  está  con- 
tenido en  síntesis  generosa,  elevada, 
noble,  amplia. — como  el  continente 
})atrio. — en  la  jjrimer  página  de  1h 
('onstitucion. 

Lucio  V.  Mansilla. 


OliÓNlCA  DE  LA  ÜUINCENA 


REPÚBLICA    ORIENTAL    DEL    URUGUAY 

VA  hecho  que  mas  ha  preocupado  en 
la  quincena  es  la  discusión  en  la  cá- 
mara de  diputados,  del  informe  de  la 
comisión  de  hacienda  que  aconseja 
C|ue  se  autorice  al  P.  K.  para  contratar 
la  acuñación  de  tres  millones  de  pesos 
en  monedas  de  plata,  y  cuya  discusión 
ha  tomado  proporciones  inusitndas, 
ocupando  varias  sesiones. 

El  proyecto  encuentra  una  fuerte 
•jposición,  tanto  en  lo  que  se  refiere  á 
la  conveniencia  en  general  de  la  h cu- 
nación  limitada  de  plata,  cuanto  al 
limite  y  cantidad  que  se  propone,  y  á 
los  términos  de  la  autorización. 

La  materia  se  presta  en  efecto,  á 
largos  debates;  pero  respecto  á  los  tres 
puntos,  los  diputados  opositores  han 
sido,  como  nos  será  fácil  demostrarlo, 
tan  fecundos  como  poco  sólidos  en  sus 
argumentaciones. 


dos,  apareceremos  haciendo  una  gran  econo- 
mía y  solo  debido  á  que  se  habrá  aumentado 
el  divisor  de  los  gastos  lijos.  Si  por  lo  con- 
trario, reducimos  mas  el  número  de  regimien- 
tos, ó  su  personal,  resultará  que  en  vez  de 
economizar  habremos  aumentado  la  propor- 
ción del  derroche. 

He  dicho  en  el  texto  «notabilísimo  libro»,  y 
esta  observación,  como  otras  que  podría  ha- 
cer, no  le  quitan  por  eso,  su   mérito. 

El  señor  Belin  Sarmiento  tiene,  no  hay  duda, 
tuertes  dotes  de  escritor,  vigorosas  reminis- 
cencias del  e.'^tilo  contundente  de  su  gran 
abuelo  y  hasta  las  exageraciones  explosivas  de 
éste,  asi,  empieza  por  estar  en  desacuerdo 
precisamente  con  el  amigo  espiritual  predi- 
lecto, á  quien  le  dedica  su  libro,— desacuerdo 
que  se  manifiesta  en  la  Carta-prefocio.  di- 
ciendo el  señor  doctor  don  Lucio  V.  López, 
esto:  «Querido  amigo:  Su  libro  me  deja  una 
impresión  de  profunda  tristeza.  Me  i  parece 
que  usted    ha   recargado  de  rasgos  negros  el 


268 


Revista  Económica 


Se  ha  llevado  á  la  Cámara  la  lamen- 
table confusión  que  hacen  los  ingouvi- 
Ustas  (le  la  prensa,  entre  el  problema 
bimetálico  que  «e  discute  en  el  mundo 
y  el  hecho  de  una  limitada  acuñación 
de  plata  para  el  giro  interno. 

El  diputado  doctor  Mendilaharzu.  es 
uno  de  los  que  mas  preocupados  se 
han  mostrado  con  que  la  República  se 
meta  á  resolver  por  sí  el  gran  proble- 
ma monetario,  que  excede  las  fuerzas 
aisladas  de  los  Estados  Unidos;  lo  que 
califica  de  violación  de  las  reglas  mas 
elementales  de  prudencia,  y  no  le  cabe 
duda  que  lo  que  se  pretende,  importa, 
nada  menos,  que  eso,  porque  «cuando 
un  país  tiene  dos  monedas,  una  de  oro 
y  otra  de  plata,  con  fuerza  chancela- 
toria  en  cualquiera  proporción,  tiene, 
dice,  el  sistema  bimetalista.  Si  la  pro- 
porción de  la  admisión  de  la  plata  es 
pequeña,  habrá  un  bimetalismo  inci- 
piente. Lo  grave  es  dar  el  primer 
paso.» 

Vea,  sin  embargo,  el  distinguido 
diputado,  lo  que  sobre  la  materia  escri- 
be Laveleye,  á  quien  cita,  ó  á  cualquier 
otro  autor  de  economía  política,  y  se 
encontrará  con  que  el  bimetalismo 
consiste:  1°  en  la  acuñación  libre  de 
los  dos  metales,  ó  en  lo  que  es  lo  mismo. 
la  nacionalización  de  monedíis  de  oro 
y  de  plata  extrangeras  de  cantidad  ili- 
mitada: y  ^o.  en  el  poder  chancelatorio 


cuadro  de  nuestro.s  hábitos  sociales  y  políti- 
cos, llegando  tiasta  dejar  ver  en  algunas  de 
sus  sombras  que  no  hay  remedio  ni  reacción 
posible  para  las  democracias  inorgánicas  de 
Sud-Am  erica.» 

Yo  agrego,  y  eso  sin  ser  optimista,  que  no 
está  muerta  una  república,  sino  viva  y  muy 
viva,  y  solo  enferma  de  plétora  por  sus  abu- 
sos de  progreso  desproporcionado,— donde  hay 
bastante  libertad  de  pensamiento  para  que  se 
escriban,  se  vendan  y  se  lean  libros  como  el 
del  señor  Belin  Sarmiento. 

Los  sociólogos  (el  señor  Belin  Sarmiento 
campea  entre  eüos)  deben  tener  presente  que 
éste  es  un  país  que  se  hace,  y  vuelvo  á  protes 
lar  aquí  contra  los  que  le  niegan  á  la  raza 
latina  y  á  la  sangre  española  sus  aptitudes 
para  organizar  una  democracia, — preguntando 
sencillamente  para  concluir  esta  nota,  dónde 
están  en  la  Europa  moderna  ó  antigua  las  de- 
mocracias de  raza  sajona. 

¿Estarán  (juizá  en  los  flamencos  y  alemanes 
que  fueron  á  España  con  Carlos  V.— á  ahogar 
en  sangre  el  ideal  de  los  Comuneros,  ó  en 
sus  sucesores? 

El  argumento  de  los  Estados  Unidos  no  es 
llosófico,  esa  es  una  finalidad,  no  una  casua- 
lidad. 


concedido  igualmente  á  las  monedas 
de  uno  y  otro  metal. 

Según  la  definición  del  Dr.  Mendila- 
harzíi,  no  existiría  en  la  faz  de  la  tierra 
un  solo  país  que  fuese  monometálico. 
Hasta  Inglaterra  que  se  presenta  como 
monometálica  oro,  acuña  plata  con 
fuerza  chancelatoria  hasta  ciertas  can- 
tidades, y  también  cobre,  debiendo  ser. 
pues,  según  el  señor  diputado,  algo 
mas  que  bimetálica,   trimetálica. 

Demostrado  este  primer  error  fun- 
damental, nos  será  igualmente  fácil 
probarle  que  el  proyecto  en  discu- 
sión ni  siquiera  roza  el  problema  del 
bimetalismo,  en  cuya  solución  se  em- 
peñan los  Estados  Unidos  y  la  ma- 
yor parte  de  las  naciones  del  mundo. 

Quebrantada  la  relación  de  precio 
entre  la  plata  y  el  oro,  ninguna  na- 
ción puede,  aisladamente,  mantener 
el  régimen  bimetálico  genuino,  con- 
servado en  P'rancia  hasta  1873,  y  se- 
gún el  cual  la  Casa  de  Moneda  debía 
sellar  toda  y  cualquier  cantidad  de 
plata  y  de  oro  que  se  le  llevase,  en 
monedas  con  un  valor  fijo,  de  acuer- 
do con  la  relación  de  15  1/2  por  uno. 
es  decir,  200  francos  por  kilo  de  plata 
de  900  milésimos,  y  3.100  francos  por 
igual  cantidad  de  oro  de  la  misma  ley. 

Con  este  sistema,  fácil  es  privar  á 
una  nación  de  todo  el  oro  que  posea, 
mientras  subsista  la  gran  diferencia 
de  precio  de  uno  y  otro  metal,  puesto 
que  afluyen  las  barras  y  las  mone- 
das de  plata  de  todas  partes  para 
adquirir  en  cambio  el  oro  circulante, 
con  el  que  se  compran  otras  canti- 
dades de  plata  para  introducir,  á  fin 
de  repetir  el  mismo  negocio. 

Este  sistema,  que  se  llama  de  acu- 
ñación automática  con  relación  fija, 
puede  restablecerse  si  las  grandes 
naciones  monetarias  lo  pusiesen  con- 
juntamente en  práctica,  puesto  que 
entonces,  con  la  ampliación  del  uso 
de  la  plata,  desaparecería  la  depre- 
ciación de  ésta,  y  el  margen  para  todo 
agio 

Es  este  el  problema  en  que  se  ocupa 
hoy  el  mundo,  y  que  ha  de  alcanzar 
la  solución  indicada  debido  á  la  ne- 
cesidad que  universalmente  se  deja 
sentir,  de  aumentar  el  medio  circu- 
lante, y  á  la  conveniencia  bien  enten- 
dida de  las  naciones  que  viven  de 
mercados   extranjeros. 


DEL    FtlO    DE   LA   PlaTA 


969 


Mientras  que  la  producción  del  oro 
disminuye,  crece  la  proporción  de  las 
transacciones,  y  el  empleo  de  los  ele- 
mentos del  crédito  tiende  i't  dismi- 
nuir. 

Además,  hay  que  tener  en  cuenta  el 
aumento  de  necesidad  de  moneda  de 
bolsillo,  que  en  todas  partes  se  mani- 
fiesta debido  al  crecimiento  de  la  po- 
t»l  ación. 

I  ^as  necesidades  ordinarias  del  mun- 
do comercial,  imponen  el  agreoado  de 
la  producción  de  la  plata  á  la  existencia 
úei  oro.  mientras  que  hay  otro  flecho 
•que  viene  á  coin}>licar  las  condiciones 
precai'ias  en  que  están  hoy  colocadas 
las  grandes  naciones  manufactureras 
in(-nometálicas  oro.  y  t's  el  de  que  en 
el  mundo  civilizado  la  mayor  |>arte 
lie  las  naciones  no  tienen  circulación 
tle  oro.  La  depreciación  de  la  plata 
-diticulta  las  ventas  de  mercaí  lenas  en 
los  paises  á  plata  cuyas  industrias 
tienen  así  una  prima  creciente  para 
su  desarrollo. 

j^a  consecuencia  de  todo  esto  ya  se 
deja  .sentir  por  el  estado  de  crisis  que 
:se  inaniíiesta  en  líiu'opa,  y  que 
había  sido  ¡^revista  por  homlires  (emi- 
nentes. 

Mr.  Howe.  delegado  norteamericano  | 
en  el  congreso  de  1881.  decía,  que  el' 
sistema  mononietálico  oro,  adoptado 
])or  las  grandes  naciones,  importaba 
redticir  la  actividad  del  muudoá  lu  mi- 
tad de  sus  límites  actuales,  provocan- 
tio  la  ruina  general  para  fin  del  siglo: 
segimM.  (xoschen,  recientemente  mi- 
nistro de  hacienda  de  lnglateri-a,  lo 
que  se  ha  emprendido,  importa  (qDro- 
ducir  la  crisis  mas  desastrosa  de  todas 
las  de  que  el  mundo  tiene  memoria». 

'í'fodo.  evideni'ia.  dice  Luzzatti, 
qut  hay  un  peligro  monetario  susi)en- 
(lido  sobre  el  mundo  civilizado,  y  que 
este  peligro  })uede,  de  un  momento  á 
otro,  transformarse  en  desastre,  si  no 
se  tiene  el  valor,  ni  la  habilidad  ne- 
cesaria para  conjurarlo.» 

Hoy  no  existen  dos  opiniones  res- 
pecto de  la  conveniencia  de  valorizar 
la  i)lata.  y  la  diücultad  consiste  en  que 
los  bJstarios  Unidos  y  las  naciones  (Con- 
tinentales de  Europa  quieren  que 
Inglaterra  se  comprometa,  conjunta- 
mente con  ellas,  á  dar  á  la  plata  cir- 
culación igual  al  oro.  y  hacer  la  acu- 
ña.'-ión     ilimitada    de     metal     blanco 


como  lo  hacen  con  el  amarillo.  La 
Inglaterra,  que  desea  la  valorización 
de  la  plata,  ha  estado  contando,  hasta 
hoy,  con  que  las  otras  naciones  toma- 
rían á  su  cargo,  sin  que  ella  tuviese 
que  variar  su  padrón,  el  realizar  esta 
obra  de  que  ella  se  aprovecharía. 
Cuenta  con  que  el  malestar  general  las 
forzará  á  esto,  pero  los  franceses  y  los 
norteamericanos,  á  su  vez,  le  hacen  la 
forzosa,  y  la  Inglaterra  tendrá,  al  fin 
que  ceder,  so  pena  de  caer  en  una 
crisis  formidable.  (]iie  la  ol)ligará.  no  ya 
;i  ir  á  la  plata  sino  hasta  el  curso 
forzoso. 

El  movimiento  l)imetálico  en  Ingla- 
terra, se  hace  cada  día  más  poderoso, 
estando  unidos,  cen  este  propósito,  sus 
más  importantes  centros  agrícolas  é 
industríales. 

Tal  es  el  problema:  el  de  aumentar 
la  circulación  universal  y  uniformarla, 
dando  á  la  plata  una  relación  fija 
con  el  oro,  sostenida  por  medio  de  la 
acuñación  ilimitada,  cosa,  por  cierto, 
bien  distinta  de  la  simple  acuñación 
de  una  cantidad  limitada  de  plata 
piu'a  la  circulaci(')n  interna;  hecho  que 
no  prodticirá  ninguno  de  los  inconve- 
nientes del  verdadero  bimetalismo, 
puesto  que  no  permitirá  hacer  agio 
contra  el  país,  trayendo  sucesivamen- 
te el  comercio  plata  desvalorizada  para 
comprar  con  ella,  á  la  par.  oro  que 
exportar. 

Si  mañana  estableciésemos  una 
casa  de  moneda,  y  dijésemos,  todo  el 
que  traiga  plata  podrá  hacerla  acuñar 
libremente  recibiendo  un  peso  nacio- 
nal por  cada  veinticinco  gramos  de 
novecientos  milésimos,  ó  si  simple- 
mente diésemos  curso  legal  á  las  mo- 
nedas de  plata  extranjeras,  aprecian- 
do su  metal  á  la  par,  habríamos  sí, 
salido  de  los  límites  de  la  prudencia 
y  entrado  en  la  esfera  del  gran  pro- 
blema monetario;  pero  de  lo  que  tra- 
tamos es  simplemente  de  lo  siguiente: 
primero,  reemplazar  las  monedas  de 
plata  brasileras  por  las  de  cuño  nacio- 
nal; sec^undo.  ampliar  la  circulación 
aumentando  la  cantidad  de  monedas 
divisionarias  de  plata,  y,  tercero,  hacer 
la  acufiación  por  cuenta  del  Estado, 
de  modo  á  usufructuar  éste  con  la  acu- 
ñación. 

En  este  caso,  pues,  las  largas  diser- 
taciones que  se  han  hecho  sobre  bime- 


•>H) 


Revista   Económica 


lalismo  y  congresos  monetarios,,  no 
vienen  más  aí  caso  que  lo  que  se  po- 
dría haber  mencionado,  con  este  mo- 
tivo, sobre  las  pirámides  de  Egipto  ó 
las  carabelas  de  Colón. 

Creemos  haber  leído  bastante  de 
lo  que  se  ha  esciito  sobre  sistemas 
monetarios,  ventajas  ó  desventajas 
de  determinadas  acuñaciones,  y  no  re- 
cordamos haber  encontrado  ninguna 
objeción  fundada  que  pueda  oponerse 
en  el  caso  actual,  y  sí  muchísimo  que 
pueda  invocarse  en  su  favor. 

Como  prototipos  de  monometálicos 
oro  ahí  están  los  ingleses,  en  cuyo 
país  encontramos  lo  siguiente :  I». 
Temprano  trataron  de  reemplazar  las 
acuñaciones  extranjeras  por  las  acu- 
ñaciones propias.  2°.  La  Comisión 
Keal  Inglesa  On  Gold  and  Silver,  en- 
carg&.da  de  estudiar  el  problema  mo- 
netario, se  dividió  en  dos  fracciones 
iguales,  una  bimetalista  y  otra  mono- 
metalista  oro.  Esta  líltima.  sin  em- 
bargo, convino  en  que  había  ventajas 
en  emitir  billetes  de  menos  de  cinco 
libras,  convertibles  á  ])lata.  Á  estos 
no  se  les  limitaba  la  fuerza  chance- 
latoria.  El  objeto  <le  esta  emisión  era 
aumentar  la  circid ación  en  Inglaterra, 
desocupando  el  oro  absoi-vído.  en  su- 
mas considerables,  por  las  pequeñas 
transacciones,  y  habilitándolo,  asi, 
á  atender  más  ampliamente  las  demás. 
8*».  Por  lo  que  respecta  á  la  acuña- 
ción, i^roducida  la  desvalorización,  la 
Inglaterra  hizo  lo  que  propone  ahora 
nuestro  gobierno.  En  vez  de  hacer 
cesar  la'acuñación,  dispuso  que  se 
se  continuase,  pero  estableciendo  por 
su  acta  de  1870,  que  se  efectuase  por 
cuenta  de  la  nación. 

Respecto  á  la  cantidad  de  tres  mi- 
llones de  plata  y  al  límite  que  se  le 
señala  en  los  pagos,  no  han  estado 
tampoco  más  felices  los  impugnado- 
res del  proyecto,  tanto  en  las  aprecia- 
ciones de  doctrina  cuanto  en  las  de 
hechos. 

La  cantidad  de  moneda  brasilera  en 
nuestra  circulación  se  ha  apreciado 
por  unos,  en  un  millón,  por  otros  en 
solo  600.000  pesos,  lo  que  es  contrario 
á  la  proporción  en  que  á  diario  la  ve- 
mos figurar  en  las  transacciones  en 
Montevideo,  donde  en  tres  pesos  de 
plata  se  encuentra,  por  lo  común,  hasta 
dos  brasileros,  mientras   que  al  norte 


del  Rio  Negro,  la  proporción  aumenta, 
y  en  los  departamentos  fronterizos 
llegan  á  ser  casi  exclusivas  las  mone- 
das extranjeras,  entrando  en  la  cir- 
culación, no  solo  los  cuños  admitidos, 
sino  también  los  demás  brasileros 
que  no  tienen  curso  legal,  pero  que  se 
imponen  por  la  deficiencia  de  mone- 
da nacional. 

Basta  saber  que  la  plata  en  el 
Brasil  no  tiene  más  valor  legal  que  el 
papel  que  está  en  relación  de  2  1/3  por 
uno,  para  comprender  que  raros  se- 
rán los  cuños  con  circulación  legal 
entre  nosotros,  que  no  nos  hayan  sido 
importados.  Admitir  lo  contrario  equi- 
vale á  suponer  que  el  comercio,  entre 
países  vecinos,  puede  despreciar  ne- 
gocios que  sin  riesgo  duplican  i4 
capital  en  una  sola  operación. 

Cuando  remitiendo  mil  libras  al 
Brasil,  que  cuestan  4.700  pesos  se  pue- 
dan conseguir  10.500.  monedas  que 
entre  nosotros  valen  un  peso,  es  impo- 
sible que  se  haya  dejado  de  traer 
cuantas  existen  allí,  hasta  en  los  más 
recónditos  rincones. 

Podemos,  pues,  tener  como  un  hecho 
averiguado,  que  hay  en  el  jtaís  más 
de  dos  millones  en  monedas  brasile- 
ras. fundiVndonos  en  las  cantidades 
que  se  sellaron  con  los  ciuios  nacio- 
nalizados. 

También  se  ha  pretendido  que  Ins 
Estados  Unidos  solo  tenían  un  peso 
en  plata,  por  lu)  hitante;  Francia  1*2 
francos  para  deducir  que  una  propor- 
ción de  cuatro  ó  cinco  entre  nosotros 
sería  excesiva.  No  tenemos  para  que 
detenernos  sobre  este  punto,  rebatido 
por  el  diputado  Dr.  Abel  Pérez,  que 
demostró  que  los  Estados  Unidos  te- 
nían, nada  menos,  que  ocho  pesos 
por  habitante;  Francia  18,33  pesos  ó 
sean  98  francos;  Inglaterra,  pesos  2,90. 
no  obstante  lo  mezquino  del  giro  di-* 
la  mayor  parte  de  su  población. 

Otra  objeción  sobre  la  que  se  ha 
insistido,  es  la  de  que  por  la  ley  de 
(jrresham,  la  acuñación  de  la  plata 
proyectada  vendría  á  desalojar  el  oro. 
error  que  importa  desconocer  como  ^, 
es  que  actúa  este  principio  económi- 
co que  se  invoca.  Para  que  pueda 
salir  la  llamada  buena  moneda  en 
cambio  de  la  plata,  es  preciso  la  circu- 
lación libre  de  las  monedas  de  oro  y 
plata  extranjeras,  caso  que    no   es  el. 


DEL    lilii    DE    r,A    PeAIA 


•>71 


nuGí^tro.  y  en  el  cual,  en  efecto,  ven- 
dría esta  á  sustituir  á  la  otra,  ó  que 
se  produzca  un  exceso  de  circula- 
ción. 

Pongámonos  en  el  terreno  práctico 
y  no  encontraremos  como  la  mala 
moneda  pueda  reemplazará  la  buena 
sino  en  el  caso  de  que  excesivas  acu- 
ñaciones ó  emisiones  nacionales  pue- 
dan determinar  la  exportación  de 
numerario,  la  que  naturalmente  se 
efectuará  eligiendo  las  que  tengan 
mayor  valor  exterior. 

Supongamos  las  dos  condiciones  de 
cambios  favorables  y  desfavorables. 
Si  estos  son  favorables  habrá  necesi- 
dad de  importar  oro  en  vez  de  sa- 
carlo. Si  son  <  lesfavorables,  el  oro  se 
irá,  habiendo  ó  no  circulación  de  pla- 
ta en  el  país.  ])ero  con  la  circunstancia 
que  si  la  plata  no  reemplaza  el  oro,  la 
crisis  se  agrava,  mientras  que  si  se 
introduce  plata  ésta  ocupará  el  vacio 
dejado  por  el  oro:  i'emediará  un  mal. 
en  vez  de  producirlo. 

No  se  nos  diga  que''la  circidación 
simultánea  coií  el  oro  puede  hacer 
desfavorulües  los  cambios.  El  des- 
equilibrio de  la  balanza  comercial 
solo  se  producii'á  por  exceso  de  con- 
sumo ó  por  deticien(,'ia  de  producción, 
y  nadie  puede,  cuerdamente,  preten- 
der que  el  hecho  de  haber  en  circu- 
lación metal  blanco  conjuntamente 
con  el  amarillo,  haga  que  se  consinna 
más  ó  se  produzca  menos. 

Fuera  del  caso  de  ese  desequilibrio, 
solo  pueiie  (convenir  exportar  oro. 
cuando  el  medio  circidante  exceda  á 
las  necesidades,  y  como  lo  ha  demos- 
trado elocuentemente  el  diputado  Dr. 
(t.  L.  Rodríguez,  en  vez  de  peligro 
de  plétora  de  medio  (ñi-culante.  lo  que 
existe,  y  todos  lo  sienten,  es  una  cre- 
ciente rarificación. 

Aumentar  la  existencia  metálica, 
es  combatir,  por  su  base,  la  crisis 
actual  y  solo  sentimos  dos  cosas:  lo 
reducido  de  la  cantidad  de  plata,  cuya 
acuñación  se  proyecta  y  la  limitación 
en  su  fuerza  chancelatória.  El  temor 
de  que  pue.la  haber  diferencia  entre 
el  precio  de  una  cantidad  limitada 
de  plata  y  el  oro,  no  tiene  en  su  apoyo 
ni  la  cienciíi  ni  la  experiencia.  Cuan- 
do dos  monedas  circulan  en  iguales 
condiciones,  la  una  no  puede  valer 
más  que  la  otra:  y  las  de  plata  no  se 


depreciarían  mientras  quedase  en  el 
país  una  moneda  de  oro.  Entre  otros, 
el  sistema  adoptado  en  Francia,  duran- 
te casi  un  siglo,  comprueba  esto,  que 
en  teoría  se  demuestra. 

PJn  cuanto  á  autorizar  al  P.  E.  para 
prescindir  de  licitación,  en  el  caso  de 
haber  oferta  conveniente  que  implica- 
se ima  concesión  de  crédito,  se  ha 
opuesto  el  que  no  se  debía  establecer 
el  precedente  de  dar  al  gobierno  se- 
mejantes votos  de  confianza,  como  si 
las  autorizaciones  de  este  género, 
fuesen  cosa  extraña  j^ara  nosotros. 

Nos  l)astará  citar  un  solo  caso  para 
demostrar  que  no  se  trata  de  estable- 
cer un  precedente  nuevo.  El  emprés- 
tito de  20  millones  tuvo,  indirectamen- 
te, al  principio,  una  base  por  el  hecha 
de  autorizarse  á  contratarlo  con  el 
Banco  Inglés  en  vista  de  una  propues- 
ta íirme  de  éste,  elevada  á  lasCámnras. 
No  se  realizó  el  negocio,  y,  entoni  r>s.  el 
gobierno  del  general  Tajes,  pidió  que 
se  modificase  el  artículo  que  autoriza- 
ba á  contratar  con  el  Banco  Inglés,  por 
otro  en  el  que  se  le  facultaba  para  1  lacer 
el  empréstito  eon  cualquiei'  casa  sin 
límite  ya  de  precio,  ni  directo,  ni  indi- 
recto, y  las  Cámaras  no  solo  lucieron 
esta  modificación,  sino  (pie  la  sancio- 
naron sobre  tablas,  sin  informe  escrito, 
ni  estudio  especial. 

Se  ha  presentado  á  las  Cámaras  el 
Menscije  sobre  el  presupuesto  de  gas- 
tos ])ara  1892  y  1898.  Con  la  misma 
imparcialidad  que  hemos  criticado 
muchos  actos  del  P.  E.,  debemos  reco- 
nocer el  mérito  de  ese  documento,  con 
cuyas  apreciaciones  estamos  en  gene- 
raí  de  acuerdo. 

En  nuestra  crónica  anterior  decía- 
mos que  la  base  del  arreglo  de  la  ha- 
cienda no  estaba  en  el  presupuesto 
general  de  gastos,  en  el  que  la  actual 
administración  había  introducido  to- 
das las  economías  que  es  posible  ha- 
cer sin  desorganizar  los  servicios,  y  así 
lo  reconoce  el  P.  E.,  que,  para  evitar 
el  déficit,  recurre  á  los  impuestos. 

En  la  categoría  de  estos  coloca,  lo 
que  hasta  ahora  se  ha  hecho  figurar 
como  rebaja  de  sueldos. 

«Hasta  ahora,  dice,  se  ha  seguido  el 
procedimiento  de  rebajar  el  sueldo  ó 
pensión  en  la  cantidad  que  representa 
el  impuesto   con   que  se  los  grava,  lo 


oryo 


Revista.   Económica. 


eual  da  el  mismo  resultado  para  el 
erario  público,  «pero  no  así  para  el 
empleado  ó  pensionista,  respecto  del 
cual,  toma  carácter  permanente  en 
sus  efectos,  una  medida  de  circuns- 
tancias, de  índole  esencialmente  tran- 
sitoria. En  forma  de  impuesto,  esa 
reducción  es  susceptible  de  ser  modi- 
ficada total  ó  parcialmente  á  medida 
que  la  situación  del  país  mejore,  vol- 
viendo, poco  á  poco,  la  integridad  de 
los  sueldos  que  á  juicio  del  P.  E.  deben 
ganar  equitativamente  en  épocas  nor- 
males los  servidores  de  la  Nación. 

«En  el  proyecto  de  presupuesto  ad- 
junto, van  fijados,  pues,  los  sueldos 
que  por  la  naturaleza  de  su  empleo 
corresponde  á  cada  empleado  de  la 
Nación,  y  sobre  esa  dotación,  se  esta- 
blece el  impuesto  que  redure  en  cada 
caso,  de  un  modo  varial)le  y  propor- 
cional, el  monto  de  los  sueldos  y  pen- 
siones actuales.» 

Contribuye  á  no  hacer  aparecer  un 
exceso,  en  vez  de  un  reducido  déñcit, 
el  calcularse  con  prudencia  los  recur- 
sos, y  el  hacer  figurar  como  gastos 
las  erogaciones  fijas  que  hasta  hoy  se 
pagaban  como  extraordinarios. 

A-lgunos  importantes  colegas  de 
Montevideo,  censuran  al  P.  E.  por  no 
haber  introducido  maj^ores  economías. 
¿Cuáles?  Ellos  dicen  bien  claramente 
qué  es  lo  que  pretenden  con  esa  pré- 
dica. Por  economías  entienden  la  re- 
ducción de  nuestro  modesto  ejército; 
es  decir,  el  desarme  del  partido  Colo- 
rado; las  puertas  abiertas  de  par  en 
par  á  la  anarquía! 

La  lectura  del  Mensaje  en  lo  que  se 
refiere  al  estado  de  la  hacienda  y  á 
los  servicios  administrativos,  da  idea 
del  estudio  paciente  de  que  han  sido 
objeto  y  del  deseo  laudable  de  introdu- 
cir el  orden  y  las  mejoras  que  al 
respecto  el  país  requiere. 

Ojalá  que  á  la  par  de  esto  el  P.  E. 
manifieste  en  el  orden  económico 
menos  preocupación  por  las  prédicas 
ingoubilistas,  que  han  creado  el  actual 
malestar,  y,  en  política,  una  reacción 
francamente  colorada  y  democrática! 

En  cuanto  á  impuestos,  el  Mensaje 
indica  además  del  mencionado  sobre 
los  sueldos,  la  unificación  del  de  abas- 
to y  tabladas;  la  reforma  del  gravamen 
sobre  herencias,  y  el  restablecimiento 
de  los  derechos  de  importación  supri- 


midos desde  1887;  el  establecimiento 
de  derechos  específicos  de  importación 
sobre  productos  rurales,  elevándose 
los  que  actualmente  pagan,  y  la  unifi- 
cación de  los  impuestos  municipales 
en  el  departamento  de  Montevideo. 

La  apreciación  de  estos  proyectos 
requiere  más  espacio  del  que  por  hoy 
podemos  disponer:  sin  embargo  dire- 
mos, en  general,  que  hay  en  ellos  mu- 
cho bueno,  y,  excepción  hecha  del  re- 
ferente al  restablecimiento  de  los 
derechos  suprimidos  desde  1887  y  que 
no  se  justifica  por  la  pequeña  suma 
que  se  puede  por  ese  medio  obtener 
ni  por  ninguna  consideración  de  otro 
orden.  También  habríamos  deseado 
que  en  vez  del  gravamen  sobre  los 
empleados  y  clases  pasivas,  se  hubiese 
proyectado  un  impuesto  que  afectase 
de  un  modo  efectivo  á  las  clases  ren- 
tistas. 

Cuanto  más  reflexionamos  sobre 
esta  materia,  más  nos  convencemos 
de  los  inmensos  beneficios  que  el  fisco, 
la  equidad  y  el  crédito  de  la  Nación, 
conseguirían  con  una  reforma  de  nues- 
tro sistema  rentístico. 

El  otr(í  asunto  de  la  quincena  ha 
sido  la  pretensión  de  los  encargados 
de  la  manifestación  italiana  del  20  de 
Setiembre,  que  querían  pasear  las 
banderas  de  su  nacionalidad  conjun- 
tamente con  la  oriental  y  colocar  una 
lápida  en  recuerdo  de  Garibaldi,  con 
los  escudos  oriental  é  italiano,  á  loque 
el  gobierno  hizo  observaciones.  En 
cuanto  á  lo  pi'imero,  se  estaba  en  opo- 
sición con  una  ley  de  la  República  y 
lo  segundo  importaba  hasta  cierto 
punto  una  distinción  nacional, las  que 
solo  á  la  A.saml)lea  le  corresponde 
autorizar. 

No  se  trataba,  pues,  del  general  (ia- 
ribaldi,  sino  del  respeto  que  se  debe  á 
la  Constitución  y  á  las  leyes  de  la  Na- 
ción, y  no  creíamos  que  ningún  orien- 
tal pudiese  hacer  objeciones  á  la  reso- 
lución del  gobierno. 

Sin  embargo,  no  sucedió  esto.  Se 
hizo  cuestión  de  católicos  y  de  libera- 
les, lo  que  importa  por  parte  de  éstos 
llevar  muy  lejos  la  intransigencia,  ó 
más  propiamente  su  ostentación. 

Se  invoca  á  cada  paso  por  nues'.ru 
partido  liberal,  la  necesidad  de  res- 
guardar la  soberanía  nacional  (contra 


DEL  Rio  Dg  LA  Plata 


278 


los  avances  del  papado,  lo  que  si  podía 
ser  una  preocupación  en  el  mundo  an- 
tes de  la  paz  de  Wesfalia,  ya  no  es  de 
mencionar  después  del  20  de  Setiem- 
bre, que  se  trataba  de  conmemorar. 

El  peligro  no  está  ahí.  No  es  el  Vati- 
cano, que  no  tiene  cañones  el  que  pue- 
de preocuparnos,  sino  más  bien  su 
▼<^cino  o]  Quirinal.  con  sus  Amézagas. 


líEVISTA  BURSÁTIL 

Reinu  iiicerliduuibie  en  la  plaza, 
debido  al  descontento  (pie  ha  sucedi- 
do á  los  breves  días  de  esperanza  que 
tuvimos  últimamente.  Siniestros  ru- 
mores aparecen  de  vez  en  cuando  y 
aunque  no  tardan  en  disiparse,  la  in- 
tranquilidad pei'siste. 

Nadie  se  da.  á  lo  lijo,  cuenta  de  lo 
que  pasa,  pero  hay  un  punto  en  quo 
todos  están  de  acuerdo,  y  es  el  de  que 
no  vamos  bien. 

Aun  prescindiendo  de  los  rumores 
revolucionarios,  hay.  como  causa  de 
malestar,  la  poca  fe  que  se  tiene  en  el 
porvenir,  producido  por  los  anuncios 
de  una  política  financiera  restriccio- 
nista. 

No  obstante  fuertes  ventas  de  metá- 
lico hechas  por  cuenta  de  un  Banco 
extrani«'ro,  el  oro  se  ha  mantenido 
firme  y  con  tendencias  al  alza,  y  tan 
pronunciada,  que  sin  las  ventas  excep- 
cionales á  que  no  referimos,  habría- 
mos tenido  que  consignar  una  suba 
considerable,  á  pesarde  la  proximidad 
de  las  cosechas. 

En  cambios,  se  ha  manifestado  un 
alza  sensible  sobre  los  tipos  de  la  an- 
terior quincena,  como  se  verá  por  el 
estado  que  publicamos. 

!  íRS  operaciones  en  cheques  siguen 
activas,  pero  obedeciendo  á  necesida- 
des reales  y  no  á  especulaciones,  ha- 
biendo oscilado  las  del  Banco  Nacio- 
nal y  Banco  de  la  Provincia  en  igual 
relación,  [^os  t)onos  d(íl  Banco  Hipo- 
tecario de  la  Provincia,  han  seguido 
valorizándose. 

En  cédulas  nacionales,  hemos  te- 
nido baja  en  los  títulos  á  oro  y  alza 
en  la  mayor  parte  de  las  series  á  cur- 
so legal.  Las  del  Banco  Hipotecario 
de  la  Provincia  han  seguido  mejoran- 


do,  produciéndose    un    alza,   aunque 
limitada,  en  todas  las  series. 

La  emisión  de  cédulas  provinciales 
está  limitada,  hoy.  á  próximamente 
200  millones:  el  alza  de  la  propiedad 
en  la  campaña  es  un  hecho  cada  dia 
mas  evidente,  y  se  está  haciendo  la 
ojiinion  entre  los  tenedores  de  cédulas, 
de  que  su  situación  no  es  tan  mala 
como  al  principio  se  creía.  Por  otra 
parte,  cerradas  las  emisiones,  los  pe- 
didos de  cédulas  que  cada  día  se  pre- 
sentan, para  chancelar  hii)otecas  del 
Banco,  van  disminuyendo  la  oferta  y 
por  lo  tanto,  cooperando  á  una  valori- 
zficion  sucesiva  de  estos  títulos. 

En  los  fondos  públicos  nacionales, 
no  ha  habido  alteración  sensible  de 
precio,  si  bien  se  han  hecho  algunas 
operaciones. 

El  mercado  de  acciones,  no  presenta 
interés.  Las  del  Banco  de  España,  que 
habían  dado  lugar  á  cierto  juego, 
se  han  mantenido  al  tipo  uniforme 
de  107.  Las  del  Banco  Agrícola  Comer- 
cial, han  tenido  alguna  demanda,  su- 
])iendo  de  18  hasta  24,50  y  quedando 
á  28.  Los  bonos  oro  del  Banco  Hipote- 
cario de  la  Capital,  que  no  se  cotizaban 
desde  hace  algunos  meses,  en  que  es- 
taban á  40.  se'  han  vendido  á  64,75,  lo 
que  demuestra  una  considerable  me- 
jora. 

La  expeculación  sobre  el  Banco 
Constructor  y  Catalinas,  que  se  había 
animado  en  la  quincena  anterior,  á 
vuelto  á  decaer,  no  obstante  los  deseos 
«le  algunos  fnertfs  tenedores  de  estos 
1  ítulo"s. 

De  los  demás  papeles,  las  cotizacio- 
nes que  registramí^s  como  último  pre- 
cio, son  en  general,  las  mismas  de  la 
quincena  anterior  y  están  sugetos  á 
grandes  alteraciones  por  cualquier 
"oferta  ó  demanda,  un  poco  considera- 
ble. Están  fuera  del  juego  y  de  toda 
corriente  activa,  de  niodo  que  muchas 
veces  el  acaso  de  un  interesado  ó  los 
apremios  de  un  tenedor,  hacen  subir 
(')  bajar  estos  títulos  unos  cuantos 
puntos,  de  tal  modo  que  estas  cotiza- 
ciones nos  pueden  dar  idea  del  estado 
de  las  compañías,  cuyos  títulos  se  ven- 
den por  acaso. 

La  Bolsa  de  Montevideo,  no  ha  pre- 
sentado en  la  quincena  ninguna  alte- 
ración sensible.  Todo  es  en  ella  espeo- 
tativa. 


274 


Revista  P^conómica 


Movimiento  bursátil  de  la  primera  quincena  de  Setiembre  de  1852 


BOLSA  DE  BUENOS  AIRES 

(DEL   31    AGOSTO   AL    15   DE   SEPTIEMBRE) 


M*táIico 


Onzas 

ÍJbras  esterlinas. 


Cambios 


Inglaterra . 
Francia . . . 
Bélgica.. . . 
Alemania  . 


Cheques 

Banco  Nacional 

Banco  de  la  Provincia ! 

Banco  Hipot.  de  la  Provincia— bonos, 

Cédulas  Hipotecarias  Nacionales 

Serie  A  foro)  5  %  de   renta 


7  %    >^ 
7  %    >> 

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Cédulas  Hipotecarias  Provinciales 


Serie 

A 

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de 

renta 

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Ultimo  jirecin  ■ 

HASTA         I  MAS  BAJO 

iAg'to.  31  i 


53  50 
14  56 


52  80 
16  38 


47  7/16 

5  97i 
4  98¿ 
4  08 


21 

37 
20 


Fondos  y  Títulos  Públicos 

Fondos  Públicos  Nacionales  de  1884       53  — 
Empréstito  Nacional  Interno  1981  ■  72  — 

,.  i^- ,,  de  1892 ;.::::  67  oo 

JJeuda  Municipal   de  la  Capital  .    ...    61  — 


67  60 
58  20 


MAS  ALTO 


1  47  1 
1  5  96i 
!  4  97¿ 
1  4  02¿ 

1 

1 

21  i 
i  36  1 
20  15  1 

32  — 

30  — 

94  — 

97  — 

94  — 

—  — 

88  — 

84  — 

85  — 

81  ¿ 

82  — 

86  - 

19  — 

35  — 



30  — 

29  60 

28  — 

29  60 

28  50 

29  20 

30  — 

28  50 

29  10 

29  20 

29  10 

29  40 

29  20 

29  30 

29  20 

29  20 

29  1 

29  20 

29  20 

1 

29  20 

53' 70 
16  68 


47  I 
5  02 
5  03 
4  06 


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31  — 

98   - 

84  — 

86  — 


30  — 
29;60 

29  50 

30  10 

30  20 
30  20 
30  10 
30  10 
30  10 
30  10 


68  40 
58  40 


IJitiiuo  pritii 

HASTA 

s'bre.  15 


53  20 
16  48 


47  I 
5  02 
5  03 
4  06 


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87  - 
21  \ 


30  — 

97  — 

84  — 
81  \ 
86  — 


30  - 

29  60 

29  20 

30 

10 

30 

10 

80 

10 

30 

10 

30 

10 

30 

10 

30 

— 

53 

71 

— 

67 

m 

58  40 

DEL    UlO    DE    LA    PlaTA 


'^l'O 


Ultimo  precio 

HASTA 

ag'to.  31 


MAS    BAJO      MAS    ALTO 


Lltimo  preci* 

HAS'IA 

s'bre.  15 


Acciones  j 

BANCOS  ' 

Español  «leí  Rio  de  la  Plata ilü7  — 

Italia  y  »      »    »       »     (oro) i  92  — 

Crédito  Real i  38  — 

Nuevo   Banco  italiano |  57  50 

Banco  de    la    Bolsa ¡  45  — 

Francés  del  Rio  de  la  Plata !  45  — 

Hipotecario  de  la  Capital  (Bonos  oro),  .i  40  — 

<  'onstructor  de   la    Plata 5  — 

Jd  id  id  (obligaciones)!     1  70 

Agrícola    Comercial I  18  — 

Banco    Inmoviliario : i  21  — 

Banco  del   Comercio i  90  — 

Banco  Caja  de  Descuentos 80  — 

Comercial  de  la  Plata ,     8  50 

Comercial '  30  — 

Banco  Sud-Americano i  35 

Banco  Nacional 31  — 

compañías 

I  ia  Edificadora 78  — 

La  Previsora  (Compañía  de  Seguros).  27  — 
La   Primitiva   (Compañía  de  Gas)....    86  — 

Gas  Argentino 49  50 

l-jmpresa  del  Edificio  de  la  Bolsa....  130  — 

La  Argentina  (fábrica  de  papel) 80  — 

Muelle  y  Depósitos  de  las  Catalinas.. . .  12  10 
I  .a  P)Uenos  Aires  (Compañía  de  Seguros)  13  — 
Compañía  General  de  Reaseguros....      7  — 

Kid  y  C^ ; 7  — 

Telegráfico  Telefónica I  65  — 

Constructora    Argentina !  14  — 

BOLSA  DE  MONTEVIDEO  ¡ 

(del  1".  al  15  1>E  SEPTIEMBRE)  ' 


Billetes  Banco   Nacional 

Títulos    hipotecarios   Serie    D 

Cédulas  hipotecarias      »        A 

»  »  ))        C 

Deuda  del  Interior 

Id.      Independencia 

Id.      Consolidada 

Acciones  Banco  Hipotecario. . 

CAMBIOS 

Inglaterra 

Francia 

Bélgica 

Alemania 


50  — 
25  20 

25  70 

26  50 


31  10 

9  60 


50. 1 
5  32 
5  33 
4  30 


1107 

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4 
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23 
20 
90 
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15 

50 


—   29  — 


1107  — 
92  — 
31  — 


43  — 
64  75 
5  — 
1  — 
24. i 
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90  — 
50  — 


29  — 


49  _   50  — 


10  40   10  90 


44  — 
25  60 

22  20 
25  — 
25  — 


30  60 
8  60 


50. 1 
5  32 
5  32 
4  31 


50  — 

26  40 

27  90 
25  — 
27  60 


50 


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92 

31 

57 

45  — 

43  — 

64  75 
4  50 
1  10 

23  — 
i  22  — 
i  90  — 
i  50  — 
i  8  50 
I  30  — 
'  29  — 

31  — 


78  — 
27  — 
86  — 
50  — 
130  — 
80  — 
10  90 

13  — 
7  — 

65  — 

14  — 


31  10 
9  10 


51  1/16 

5  34 
5  34 
4  32 


50  — 
25  20 
25  60 

25  — 

26  50 


30  60 
9  10 


51  1 
5  34 
5  34 
4  32 


16 


276 


Revista   Económica 


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2^  Época — Núm.  11. 


5  de  Octubre  de  1892. 


REVISTA  ECONÓMICA 

DEL 

RIO  DE  LA  PLATA 


Director:  DOMISSO   LAMAS 


LA  TRATA  DE  NEGROS 

Y  EL  Rio  de  la  Plata 


La  trata  de  negros  presenta  en  la 
historia  económica  del  Rio  de  la  Plata, 
el  doble  interés  de  haber  sido  el  ali- 
ciente principal  de  sus  primitivas  co- 
municaciones marítiiTias  y  de  consti- 
tuir la  parte  mas  importante  de  sus 
primeras  inmigraciones  trabajadoras. 

Esto,  como  todo  lo  que  se  relaciona 
con  nuestra  liistoria  especial  econó- 
mica, por  lo  común  solo  ha  ocupado 
accidentalmente  á  nuestros  cronistas 
é  historiadores,  más  dados,  por  lo  ge- 
neral, á  los  ruidosos  acontecimientos 
del  orden  político,  que  á  lo  que  refiera 
á  la  constitución  económica  de  nues- 
tras sociedades,  y  que  aquí,  como  en 
todas  partes,  ha  ej  ercido  una  intluencia 
tan  decisiva  en  el  destino  de  los  pue- 
blos como  oscura  y  modesta  parece  á 
primera  vista  su  acción. 

Prescindiendo  del  aspecto  limitado 
de  nuestra  historia  especial,  la  mate- 
ria tiene  grande  interés  desde  el  punto 


minerales,  el  Rio  de  la  Plata  se  hizo 
conocer  y  apreciar  en  Europa  por  la 
trata  de  negros,  y  debido  á  ella  fué 
causa  de  mayores  conflictos  que  los 
que  han  originado  las  prodigiosas 
riquezas  auríferas  del  nuevo  conti- 
nente. 

Las  circunstancias  que  dieron  lugar 
á  este  comercio  y  las  condiciones'en 
que  se  verificaba,  ofrecen  vasto  campo 
de  meditación  y  provechoso  estudio  de 
los  extremos  á  que  puede  llevar,  aun 
en  nuestra  época,  el  estímulo,  no  re- 
frenado, del  interés  individual.   Ayer 
eran  los  negros  los  sacrificados,  y  los 
datos  que  al  respecto  anotamos  horro- 
rizan y  sorprenden,  llevándonos  casi 
á  desconocer  la  realidad  de  la  civiliza- 
ción que  entonces  se  invocaba.  Pero 
hoy,  ¿tenemos  derecho  para  conside- 
rarnos libres    de  la  reproducción  de 
semejantes  excesos,  pudiéndose  dejar 
impunemente    la    acción    individual 
exenta  de  toda  traba  impuesta  en  vista 
de  los  principios  morales  y  humanita- 
rios? Para  no  conservar  ninguna  ilu- 
sión al  respecto,  nos  basta  echar  una 
mirada  sobre  los  centros  manufactu- 


de  vista  humanitario  y  del  general  de   reros,  contemplar  el  cuadro  de  lo  que 
la  América,  y  no  está  demás  que  la   se  llaman  grandes  especulaciones  bur 


apreciemos  en  esta  esfera  mas  lata,] 
puesto  que,  ayudados  con  la  luz  que 
arroja,  podremos  estudiar,  con  mas 
acertado  criterio,  lo  que  se  relaciona 
con  los  hechos  mas  propiamente  lo- 
cales. 

Sin  esa  apreciación  general,  nos  pa- 
recerá, por  ejemplo,  hksta  inverosímil 
el  siguiente  hecho  que,  sin  embargo, 
está  completamente  comprobado  por 
la  historia.  Cuando  Méjico,  primero,  el 
Perú,  después,  se  impusieron  á  la  aten- 
ción del  mundo  por  la  riqueza  de  sus 


sátiles,  en  las  cuales  los  Cresos  moder- 
nos, reproducen,  impasibles,  el  ejemplo 
del  romano,  que,  en  medio  de  un  festín 
firmaba  indiferente  la  orden  que  iba 
á  entregar  provincias  enteras  á  los 
horrores  del  hambre.  Muchos,  y  muy 
repetidos  ejemplos  encontramos  de 
esto.  Hasta  en  nuestras  leyes  agrarias 
y  concesiones  de  colonias  que  entre- 
gan los  trabajadores  á  la  usura  del 
especulador  territorial  y  á  la  explota- 
ción despiadada  en  la  venta  de  las 
cosechas  y  en  el  precio  y  calidad  de 


278 


Revista  Económica 


los  suministros,  está  el  reflejo  del  ré- 
gimen de  las  encomiendas  y  de  la 
colonización  africana,  que  vamos  á 
estudiar. 

Si  respecto  á  esto  no  se  vá  más  lejos, 
si  los  fuertes  no  abusan  mas  de  los  dé- 
biles, no  es  porque  la  acción  individual 
no  pueda  dar  hoy  los  tristes  frutos  de 
los  siglos  XVI  ó  XVIII,  sino  debido 
á  limitaciones  legales  que  no  son, 
por  cierto,  la  conquista  del  roce  de 
las  pasiones  y  los  apetitos  individua- 
les, sino  de  las  luces  que  sucesivamen- 
te han  proyectado  inteligencias  ani- 
madas de  espíritu  colectivo  y  que  los 
progresos  materiales  han  permitido 
irradiar  y  arraigar. 

Grande  y  edificante  ejemplo  nos 
presentan  los  primeros  períodos  de 
la  América  Colombina.  De  un  lado, 
debilitado  por  la  distancia  el  poder 
real,  la  libre  acción  de  los  conquista- 
dores trae  el  aniquilamiento  de  los 
indígenas;  del  otro,  entregadas  las 
poblaciones  africanas,  incondicional- 
mente,  al  mercantilismo,  se  violan 
todos  los  principios  humanitarios  y  se 
lleva  la  destrucción  y  la  perversión 
moral  á  sus  poblaciones  más  densas 
y  felices. 

La  célebre  frase  de  Sepúlveda,  según 
la  cual  las  clases  desamparadas  deben 
someterse  al  rigor  del  más  fuerte,  «por- 
que el  poder  es  siempre  del  que  más 
sabe,»  principio  análogo  al  en  que  se 
apoyan  los  que  hoy  sostienen  el  struggle- 
for  Uve  ilimitado,  tuvo  por  consecuen- 
cia, la  devastación  de  dos  razas,  en 
cambio  de  mezquinos  provechos  per- 
sonales. 

Esta  parte  de  la  historia  americana 
tiene,  pues,  actualidad,  aun  desde  el 
punto  de  vista  de  las  cuestiones  más 
fundameaitales  del  orden  económico, 
que  hoy  se  discuten  y  de  la  tendencia 
general  de  nuestra  legislación. 


II 


La  tierra  saludada  con  tanto  júbilo 
el  12  de  octubre  de  1492,  no  era  la 
codiciada  Cipango  ni  un  puesto  avan- 
zado en  la  ruta"  que  conducía  á  los 
dominios  del  Gran-Kan.  En  vez  de 
esmeraldas,  rubíes  y  topacios,  el  sol 
no  alumbraba  más  que  el  verde  des- 
conocido de  sus  bosques  y  el  vivo  y 


mundo  nuevo,  en  el  que,  muy  lejos 
de  una  opulenta  sociabilidad,  solo  se 
encontraban  hombres  desnudos  y  con 
toda  la  candidez  de  las  razas  primiti- 
tivas.  De  las  riquezas  buscadas  solo 
se  percibían  pedazuelos  de  oro  usa- 
dos como  adornos.  Un  gran  descu- 
brimiento geográfico  acababa  de  ha- 
cerse, pero  los  fines  de  la  empresa 
aparecían  burlados.  Se  había  descu- 
bierto un  vasto  campo  para  el  trabajo 
humano,  en  vez  de  los  fantásticos 
tesoros  acumulados  por  la  fastuosidad 
de  una  civilización  asiática. 

Esta  diferencia  fundamental  entre 
las  condiciones  de  la  tierra  descubierta 
y  lo  que  habíase  perseguido  con  tan- 
tos afanes  y  dificultades,  debía  dar 
lugar,  como  dio,  á  un  problema  im- 
pensado, cuya  solución  racional  no 
se  avenía  ni  con  las  tendencias,  ni 
con  los  elementos  de  la  conquista, 
constituidos  por  los  aventureros  edu- 
cados en  la  escuela  del  pillaje,  y  que 
de  todas  partes  afluían  ávidos  de  botín 
obtenido  con  el  filo  de  la  espada. 

Sí  bien  poco  mas  tarde,  inducidos 
por  la  sed  del  oro  internáronse  por 
ásperas  serranías,  por  impenetrables 
bosques,  hasta  encontrar  soñados  cen- 
tros de  opulencia,  la  cuestión  del  tra- 
bajo no  desapareció,  puesto  que,  por 
considerables  que  fuesen  las  rique- 
zas allí  acumuladas,  no  podían  saciar 
la  voracidad  de  la  turba  creciente  de 
aventureros,  ni  bastar  á  las  exigen- 
cias de  la  corona. 

Era  necesario  explotar  las  minas  y 
labrar  la  tierra,  para  lo  que  se  exi- 
gían esfuerzos  pacientes,  y  no  eran 
los  soldados  endurecidos  en  los  com- 
bates, ni  los  enriquecidos  en  los  sa- 
queos, á  que  dieron  lugar  los  extre- 
mos de  las  continuas  guerras  en  Eu- 
ropa, los  que  podían  llevar  á  cabo 
tan  noble  tarea.  No;  la  espada  y  el 
arcabuz  podían  sí  destruir  pueblos, 
exterminar  razas,  propagar  el  pilla,]  e 
y  la  rapacidad  por  los  sitios  conquis- 
tados; pero  el  perforar  la  peña,  cul- 
tivar la  tierra,  encauzar  el  río,  reco- 
jer  en  fin  los  frutos  que  la  pródiga 
naturaleza  les  ofrecía,  era  empresa 
reservada  á  infelices  tribus  que  se 
doblegaban  con  humilde  sumisión  al 
férreo  yugo  del  soberbio  conquistador. 
Autores  modernos,  como  A.  Tour- 
variado  plumage  de  sus  aves.    Era  uñ » magne,  en  su  reciente  historia  de  la 


DEL  Rio  de  la  Plata 


279 


esclavitud  antigua  y  moderna,  estu- 
diando la  materia  con  prescindencia 
délo  que  las  circunstansias  imponían. 
van  á  buscar  en  las  bulas  de  los  Pa- 
pas los  orígenes  de  la  opresión  im- 
puesta á  los  indígenas  de  América; 
lo  que  se  hace  corriente,  así  como  la 
creencia  de  haber  sido  el  padre  Fr. 
Bartolomé  de  las  Casas,  la  causa  de 
la  trata  de  negros. 

En  apoyo  de  aquella  opinión  re- 
cuerda la  bula  del  papa  Martin  V, 
que  al  atribuir  á  la  Corona  de  Por- 
tugal la  soberanía  de  todas  las  tie- 
rras que  descubriese,  desde  África  á 
las  Indias,  decía,  «que  la  tierra  per- 
tenece á  Cristo,  y  el  vicario  de  Cristo 
tiene  el  derecho  de  disponer  de  todo 
lo  que  no  esté  ocupado  por  los  cris- 
tianos. Los  infieles  no  podrán  ser  po- 
seedores de  ninguna  porción  de  la 
tierra);.  Estos  principios  fueron  con- 
firmados por  Sixto  IV,  y  por  la  célebre 
bula  de  Alejandro  VÍ  de  1493,  que 
al  establecer  los  límites  de  España  y 
de  Portugal,  disponía  de  los  habitan- 
tes á  la  par  que  de  las  tierras  que 
se  descubrían,  «para  su  mayor  bien. 
su  conversión  voluntaria  ó  forzada 
á  la  fé  cristiana  ». 

Cuando  estas  bulas  se  daban,  creíase 
que  se  trataba  de  descubrir  las  tierras 
que  estaban  bajo  el  dominio  de  los 
enemigos  jurados  del  cristianismo,  pe- 
ro si  bien  los  opresores  de  los  indí- 
genas quisieron  paliar  las  iniquidades 
que  cometían  con  la  autoridad  de  la 
iglesia,  como  siempre  el  egoísmo  indi- 
vidual quiere  ponerse  bajo  la  égida  de 
los  intereses  generales  y  el  sagrado  de 
la  organizací  n  social,  no  fueron  estas 
consideraciones  de  orden  elevado,  ni  la 
norma  de  su  conducta,  ni  la  causa  de 
la  opresión  de  los  indígenas,  como  es 
fácil  demostrarlo. 

En  vez  de  enemigos  jurados  del 
cristianismo,  los  indígenas  america- 
nos abrazaban  sin  dificultad  la  fé  cris- 
tiana, hecho  lo  cual  desaparecía  el 
pretesto  para  la  violencia,  y  no  obs- 
tante esto,  ella  se  ejerció  de  idéntico 
modo  sobre  los  cristianos  como  se 
hubiera  podido  hacer  sobre  los  gen- 
tiles, y  se  llevó  hasta  los  más  incon- 
cebibles extremos,  á  pesar  de  las  dis- 
posiciones de  la  muy  católica  Isabel  y 
de  declaraciones  expresas  de  los  pa- 
pas, que,  como  Pablo  III,  abogaron  por 


la  libertad  de  los  indios  y  condenaron, 
expresa  y  enérgicamente,  los  abusos 
de  que  la  codicia  y  la  fuerza  los  ha- 
cían víctimas,  contrariando  la  propa- 
gación y  la  observancia  práctica  de  las 
doctrinas  de  Cristo;  del  mismo  modo 
que  reprobaron  el  tráfico  de  negros, 
como  lo  demuestran  las  siguientes  pa- 
labras con  que  aquel  en  1517,  se  dirigía 
á  los  obispos  de  Toledo.  «La  sabiduría 
encarnada  que  no  puede  engañarse  ni 
engañarnos,  cuando  envió  sus  apósto- 
les á  predicar  el  Evangelio,  mandó  que 
fuesen  instruidos  todos  los  pueblos; 
que  se  llevase  á  todos  la  luz,  sin  dis- 
tinción alguna,  porque  todos  son  ca- 
paces de  recibirla.  Pero  el  antiguo 
enemigo  del  género  humano,  contra- 
rio siempre  á  las  buenas  obras  y  á 
á  cuanto  pueda  conducir  á  los  hom- 
bres á  la  salvación,  y  para  impedir 
que  el  Evangelio  fuese  predicado  á 
todos,  ha  inventado  un  medio  desco- 
nocido hasta  nuestros  días,  pues  al- 
gunos hombres  llenos  de  codicia  y 
dedicados  constantemente  á  satisfa- 
cerla, han  servido  de  instrumento  á 
la  maldad  de  Satanás,  para  impedir, 
si  les  hubiera  sido  posible,  á  los  hom- 
bres de  oriente  y  de  occidente,  que  de 
poco  tiempo  acá  hemos  conocido.  Los 
indios,  según  estos  maestros  de  mal- 
dad, deben  ser  tratados  y  mirados 
como  bestias,  y  reducidos  á  la  escla- 
vitud, ya  porque  viven  sin  fé,  ya  por- 
que son  incapaces  de  recibirla.  Y 
bajo  este  pretexto,  que  la  experiencia 
nos  demuestra  que  es  una  insensata 
calumnia,  tratan  á  esos  pobres  indios 
mas  duramente  que  á  las  bestias  de 
carga,  los  encadenan,  los  apalean,  los 
ultrajan  de  todos  modos  y  encuentran 
un  cruel  placer  en  hacerlos  padecer. 
Y  no  pudiendo  olvidarnos  que  somos 
el  Vicario  de  Jesucristo  y  que  debemos 
representarle  en  la  tierra  en  el  puesto 
en  que  la  divina  misericordia  nos  ha 
colocad O5  sin  merecerlo  por  nuestra 
parte,  no  omitiremos  cuidado  alguno 
para  hacer  entrar  en  el  redil  del  buen 
pastor  las  ovejas  de  su  rebaño». 

«Los  indios  no  son  menos  dignos  de 
nuestra  atención,  pues  son  hombres 
como  nosotros,  y  no  solamente  ins- 
truyéndoles pueden  recibir  el  don  de 
la  fé,  sino  que  sabemos  que  se  con- 
ducen, en  su  cristiana  piedad,  de  un 
modo  digno  de  elogio.    Afin  de  hacer- 


2S0 


Revista   Ecokóníica 


lo  que  se  haga 
está  condcDado 


y  natural, 
todos  los 
indios,  y 


Por 

fieles 
otras 
la  fe 
de  la 


les  la  debida  justicia  y  de  quitar  cuan- 
to pueda  servir  de  obstáculo  á  su  con- 
versión, declaramos,  que  los  indios, 
como  todas  las  demás  gentes,  aunque 
no  hayan  recibido  el  agua  del  bautis- 
mo, deben  gozar  de  la  libertad  natu- 
ral y  del  dominio  de  sus  bienes;  que 
ninguno  tiene  derecho  para  turbarles 
ni  inquietarles  en  la  posesión  de 
cuanto  han  recibido  de  la  liberal  ma- 
no de  Dios,  Señor  y  Padre  de  todos 
los  hombres,  y  todo 
en  sentido  contrario 
por  la  leyes  divina 
tanto  exhortamos  á 
que  tratan  con  los 
gentes,  á  que  los  atraigan  á 
católica,  unos  con  el  ministerio 
predicación,  otros,  con  instrucciones 
familiares,  y  todos  con  el  ejemplo.» 


III 


Uno  de  los  primeros  desilusionados, 
por  la  falta  de  las  codiciadas  riquezas 
asiáticas,  fué  el  rey  don  Fernando  el 
Católico,  á  punto  de  tener  Cristóbal 
Colón  que  darle  alientos,  recordándole 
lo  ingrato  de  los  principios  de  las  con- 
quistas de  los  portugueses,  y,  á  la  par 
de  las  impaciencias  de  la  Metrópoli 
tuvo  este  que  luchar  con  el  descon- 
tento de  sus  hombres,  viéndose  obli- 
gado á  disponer,  que  los  caciques  les 
entregasen  los  naturales  que  requi- 
riese su  servicio,  y,  á  falta  de  otras 
remesas,  aprisionó  y  remitió  indíge- 
nas á  España,  para  que,  vendidos  en 
Sevilla,  se  pudiese,  con  su  producto, 
obtener  los  víveres  y  los  animales  do- 
mésticos necesarios  para  los  prime- 
ros establecimientos.  De  una  sola 
vez  fueron  con  este  objeto  remitidos 
quinientos  indígenas.  Eran  las  exi- 
gencias del  bienestar  y  de  las  aspi- 
raciones de  los  fuertes,  la  acción  del 
egoísmo,  y  nó  el  celo  religioso,  lo  que 
hacia  inaugurar  así  el  sistema  de  es- 
clavitud y  de  opresión,  «en  las  más 
hermosas  islas  que  jamás  vieron  los 
ojos  humanos.»  (1) 

Si  bien  faltaban  los  grandes  teso- 
ros y  los  vastos  mercados  descritos 
por  Marco  Polo,  la  fertilidad  de  la 
tierra    se     manifestaba    maravillosa: 


«el  grano  (2)  sembrado  en  enero  se 
recogía  maduro  en  marzo,  y  las  hor- 
talizas en  quince  días;  en  un  mes 
las  sandias  y  melones.»  Además  de 
los  animales  domésticos,  cuyo  procreo 
prometía  ser  considerable,  se  llevaron 
los  olivos  y  las  viñas,  culturas  prohi- 
bidas poco  más  tarde  en  beneficio 
de  la  metrópoli,  y  los  cereales  y  la 
caña  de  azúcar  que,  en  aquel  clima 
tropical,  adquirió  desarrollo  prodigio- 
so. También  se  encontraban  ricas 
minas  apenas  explotadas. 

Todos  estos  incentivos  para  el  tra- 
bajo lo  fueron  también  para  la  escla- 
vitud, que  los  descubridores  empe- 
zaban á  imponer  á  los  naturales,  que 
sabían  y  podían  menos.  El  espíritu 
piadoso  representado  por  Isabel  se 
sublevó  ante  los  lamentos  de  los  in- 
dígenas y  proclamó  su  libertad,  tratan- 
do en  vano  de  reprimir  los  abusos 
de  la  fuerza,  pero,  fracasando  en  sus 
propósitos,  debido  á  los  inconvenien- 
tes de  la  distancia,  tuvo,  al  fin,  de  ceder 
ante  los  especiosos  argumentos  con 
que  se  hacía  aparecer  esa  iniquidad 
identificada  con  el  interés  público  y 
la  civilización,  como  aún  en  nuestros 
días  se  trata  de  justificar  las  aberra- 
ciones sociales  que  permiten  á  unos 
pocos  favorecidos  enriquecerse  á  es- 
pensas  del  trabajo  y  de  la  debilidad 
de  los  mas. 

Fueron  de  ahí,  legalizadas  las  prime- 
ras encomiendas,  las  que  se  hicieron 
al  principio  en  la  forma  de  una  pres- 
tación mutua  de  servicios.  Los  indíge- 
nas eran  entregados  á  los  comenda- 
dores, que  iban  á  disponer  de  ellos  á 
su  arbitrio,  á  fin  de  que  trabajasen  por 
su  cuenta,  de  seis  á  ocho  meses  al  año, 
recibiendo  un  pequeño  estiiDendio  y  la 
instrucción  religiosa. 

Estas,  como  todas  las  disposiciones 
que  en  beneficio  de  los  indígenas  dictó 
el  espíritu  humanitario  de  las  leyes 
españolas,  no  fueron  en  la  práctica  res- 
petadas, pasando  aquellos  á  la  depen- 
dencia mas  abfeoluta  de  sus  improvisa- 
dos amos. 

Adam  Smith,  Mili,  Bentham  y  demás 
individualistas  que  esperan  la  perfec- 
ción como  resultado  del  libre  juego  de 
los  egoísmos  individuales,  creen  que 


(1)  Palabras  de  Cristóbal  Colon. 


(2)     César  Cantú — Colón. 


DEL  Rio  de  la  Plata 


281 


sus  estreñios  se  neutralizan  por  la 
acción  de  la  simpatía  que  el  propio 
egoísmo  despierta.  El  que  ha  estado 
enfermo,  dicen  se  compadece  de  los 
demás  enfermos.  De  ahí  el  desarrollo 
de  sentimientos  humanitarios,  como 
consecuencia  de  la  libre  acción  de  la 
lucha  i^or  la  vida,  pero  los  conquistado- 
res, hombres  que  habían  pasado  toda 
clase  de  penurias  y,  la  mayor  parte  de 
ellos,  sufrido  los  rudos  golpes  de  la  des- 
gracia, en  vez  de  fibras  simpáticas  se 
manifestaron  animados. 'de  la  mas  refi- 
nada crueldad,  como  nos  lo  comprueba 
el  uso  que  hicieron  del  ilimitado  pode- 
lio  que  les  cupo  ejercer  sobre  las  razas 
sometidas. 

Un  testigo  ocular,  Fr.  Bartolomé  de 
las  Casas,  denominado  el  apóstol  de 
los  indios,  traza,  con  animados  colores 
el  cuadro  de  las  primeras  encomien- 
das de  indios.   1) 

ftLas  mujeres,  dice,  están  dedicadas 
al  trabajo  de  la  tierra;  los  hombres  al 
de  las  minas.  Una  multitud  de  indios 
se  ahorca.  Conozco  un  español,  cuyas 
crueldades  decidieron  á  mas  de  200 
indios  á  matarse.  Un  oficial  del  rey 
recibió  trescientos  indios  y  al  fin  de 
tres  meses  no  le  quedaban  mas  que 
treinta.  Se  le  dieron  trescientos  mas; 
y  los  hizo  morir,  continuando  así  hasta 
que  murió  y  el  diablo  se  lo  llevó.» 

((He  visto  con  mis  propios  ojos,  agre- 
ga, á  españoles,  cortarles  la  nariz  y  las 
orejas  á  hombres  y  á  mujeres  por  puro 
capricho,  y  protesto  delante  de  Dios, 
que  no  he  exagerado  la  diez  milésima 
parte  lo  que  se  ha  hecho  y  se  hace  aun.» 

Las  relaciones  de  los  testigos  ocu- 
lares reflejan  toda  la  ferocidad  que 
caracterizó  á  los  dominadores.  Uno, 
Alonzo  Sánchez,  encontró  á  trecientas 
mujeres  cargadas  de  víveres  que  se  los 
ofrecieron,  para  él  y  para  su  gente; 
aceptados  los  cuales,  las  mató,  sin 
exceptuar  una.  Cuando  caían  entre  los 
montes,  (2)  los  españoles  les  rompían 
los  dientes  con  el  pomo  de  la  espada 
exclamando  los  indios  (cmatadme  siqm 
quiero  morir.»  Un  fraile  sacó  á  un  niño 
del  fuego  en  que  lo  habían  arrojado, 
y  un  español  que  se  le  acercó  lo  volvió 
á  echar  á  la  hoguera. 

Provocada  la  guerra  con  tantas  ín- 


(1)  Destrucción  de  los  indios,  por  Las  Casas. 

(2)  C.  Cantú,  tomo  III,  pág.  645. 


humanidades  los  horrores  ya  no  tuvie- 
ron límite;  la  sugeción  se  trasformó  en 
exterminio,  á  punto  que  la  Española 
que  diez  años  antes  poseía  mas  de  un 
millón  de  habitantes,  no  tenía  ya  en 
1507,  mas  que  sesenta  mil. 

El  problema  de  los  brazos  con  que 
aprovechar  de  las  ricas  tierras  conquis- 
tadas, reaparecía  así  de  nuevo;  se  atra- 
yeron  de  las  islas  inmediatas,  con  fala- 
ces promesas  unos  setenta  mil  indios, 
y  agotado  este  recurso,  se  lanzaron 
piratas  (3)  que  durante  dos  siglos  reco- 
rrieron las  costas  para  arrebatar  des- 
graciados indígenas,  recurso  que  sin 
embargo,  resultaba  insuficiente. 

La  rápida  despoblación  de  las  islas 
conquistadas  indujo  la  importación 
del  primer  convoy  de  negros  á  Haití, 
para  atender  con  ellos  las  necesidades 
de  los  trabajos  agrícolas.  El  comercio 
de  negros  ya  estaba  de  antes  iniciado 
por  los  europeos.  Los  portugueses,  des- 
de 1444,  principiaron  á  introducirlos 
en  su  país,  destinándolos  para  la  com- 
postura de  caminos  y  otros  trabajos 
públicos.  España  sigaió  su  ejemplo,  y 
en  Sevilla,  en  las  islas  Madera  y  en  las 
Canarias  este  tráfico  era  corriente  si 
bien  se  hacía  en  pequeña  escala. 

Según  Zúñiga  (4),  (( en  el  siglo  XV 
desde  Andalucía  se  hacía  navegación 
á  Guinea,  de  donde  se  traían  negros  á 
Sevilla.  Eran  bien  tratados,  dejában- 
les sus  bailes  y  costumbres,  y  los  re- 
yes les  dieron  juez  conservador  que 
exclusivamente  conocía  de  sus  plei- 
tos.» 

El  ensayo  de  esa  primera  importa- 
ción á  las  Antillas,  fué  feliz,  compro- 
bándose que  un  negro  resistía  más  el 
trabajo  que  los  indígenas  americanos, 
á  punto  de  considerarse  un  hecho  ave- 
riguado que  uno  de  ellos  valía  más 
que  cuatro  indígenas. 

Habiendo  fracasado  Fr.  Bartolomé 
de  las  Casas,  en  su  empresa  de  inspi- 
rar sentimientos  piadosos  á  los  con- 
quistadores y  hasta  en  su  ensayo  de 
colonización  humanitaria  en  Cumaná, 
recomendó  y  sostuvo  la  conveniencia 
de  reemplazar  á  los  indígenas  en  las 
duras  labores  que  se  les  exigía,  por 
individuos  de  la  raza  africana,  más 
aptos  y  resistentes. 


(3)  Pancroff,  1°,  184. 

(4)  Zúñiga,  Historia  de  Sevilla,  tomo  II,  lolio  7/. 


282 


Revista   Económica 


En  1511,  el  tribunal  de  cümercio  de 
Sevilla  dispuso  que  fuese  de  4.000  el 
número  de  negros  que  cada  año  po- 
dían pedirse  para  las  islas  de  Santo 
Domingo,  Cuba  y  Jamaica. 

De  aquí  data  el  comienzo  de  la  trata 
de  negros  en  grande  escala,  que  se 
habría  proseguido  aunque  fray  Bar- 
tolomé de  las  Casas  no  la  hubiese 
apoyado,  como,  contra  la  opinión  de 
los  Papas,  anteriormente  la  hacían 
con  Europa  los  portugueses  y  españoles 
y  antes  de  las  Casas,  se  había  aconseja- 
do y  emi)ezado  á  hacer  con  América. 
Era  el  resultado  lógico  de  un  conjunto 
de  circunstancias:  los  elementos  y  ten- 
dencias de  la  conquista;  el  exterminio 
de  los  indios  y  la  comprobación  prácti- 
ca de  las  ventajas  que  se  obtenían 
reemjilazándolos  por  la  paciente  raza 
africana,  ya  entonces  materia  de  tráfi- 
co por  los  españoles. 


(Continuará^ 


-ri$- 


(lAKTAS  ECONÓMICAS 

ESCURSIÓN  BANCARIA 

II 

(Señor  director  de.  La  Tribuna  Popular  de 

Montevideo: 

La  prensa  oficiosa,  cuando  empezó 
á  prepararla  opinión  en  favor  del  plan 
de  hacienda,  cuya  base  principal  es  el 
despojo  de  las  facultades  esenciales 
que  al  Estado  corresponde  ejercer  en 
los  bancos  privilegiados  de  emisión  y 
depósito,  y  con  las  que  se  pretende 
obsequiar  á  una  agrupación  de  espe- 
culadores extranjeros,  se  citó  como 
precedente  al  Banco  de  higlaterra  y, 
en  seguida  á  los  de  Francia,  Austria 
Hungría,  Alemania,  etc. 

Con  el  falseamiento  de  la  doctrina, 
y  la  adulteración  ó  tergiversación  de 
los  hechos,  es  siempre  fácil  justificar 
las  más  peregrinas  ocurrencias,  y  au- 
torizar ante  la  opinión  y  los  legisladores 
no  preparai  los,  proyectos  como  los  que 
hoy  se  discuten,  tan  contrarios  á  los 
intereses  públicos  como  á  la  ciencia 
y  á  la  experiencia  universal. 

El  único  banco  privilegiado  de  emi- 
sión sin  ingerencia  del  Estado  en  su 
administración,  es  el  de  Inglaterra; 
pero  ese  ejemplo  no  debe  ser  tomado 


sin  beneficio  de  inventario,  á  fin  de  que 
se  pueda  apreciar  antes  de  adoptarlo,  si 
él  se  aviene  á  las  condiciones  de  nues- 
tro país,  social  y  económicamente  con- 
siderado. 

El  análisis  de  su  constitución  y  de 
sus  funciones;  el  estudio  del  medio 
social  y  tradicional  en  que  actúa;  las 
razones  á  que  se  debe  en  Inglaterra, 
la  existencia  del  hecho  anormal  del 
funcionamiento  de  tan  anómala  insti- 
titución,  llevaría  el  convencimiento  de 
que  su  trasplante  á  nuestro  centro 
ñnanciero,  sólo  produciría  decepciones 
equivalentes  á  lasque  siéntenlos  Bom- 
planes  ini])rovisados,  que  se  empeñan 
en  vano  en  aclimatar  plantas  exóticas; 
el  resultado  sería  idéntico  en  aquel 
caso  como  en  estos:  en  vez  de  proficuos 
resultados  y  de  opimos  frutos  y  visto- 
sas flores,  sólo  cosecharían  amargos  y 
fatales  desengaños. 

El  Banco  de  Inglaterra  es  una  rue- 
da central  de  los  Bancos  de  Londres, 
un  cajero  general  de  los  capitales  acti- 
vos del  comercio,  y  sus  operaciones 
son  puramente  locales.  No  absorbe  ni 
distrae  el  capital  agrícola  é  industrial, 
ni  hace  ninguna  operación  ó  especula- 
ción sobre  cambios  exteriores,  como 
no  las  hacen  tampoco  los  otros  esta- 
blecimientos que  en  Londres  tienen  la 
categoría  de  bancos;  son  los  simples 
Merchants  los  que  realizan  aquellas  tran- 
sacciones. 

Es  el  cajero  del  gobierno,  pero,  en 
cambio,  la  base  de  su  fundación  fué  el 
préstamo  al  gobierno  de  todo  su  capi- 
tal. Éste  asciende  hoy  á  £  14.558.000,  y 
la  deuda  directa  del  gobierno  es  de  £ 
11.015.000:  tiene  el  Banco  además  en 
su  Departamento  de  Emisión  £  5.434, 
900  en  títulos  de  deuda,  con  lo  que 
se  forma  un  total  de  créditos  contra 
el  gobierno  de  £  16.4.50.000,  lo  que,  como 
se  ve.  importa  á  próximamente,  £ 
2.000.000  mas  que  el  capital  del  Banco. 
Es  ésta,  pues,  una  singular  base  de 
independencia  del  Estado. 

Al  dársele  al  Banco,  por  el  Acta  de 
Sir  Roberto  Peel  de  1844,  el  privilegio 
de  emisión,  se  dispuso  que  el  míni- 
mum de  ésta  quedase  representada 
por  esos  créditos  del  Estado,  debien- 
do los  billetes  que  los  excediesen,  emi- 
tirse contra  su  equivalente  en  metá- 
lico, lo  que  deja  el  capital  disponible 
que  se  adquiere  por  el  exceso  de  emi- 


DEL  Rio  de  la  Plata 


283 


sión  sobre  el  encaje,  en  manos  del  Es- 
tado; organización  que  lejos  de  pro- 
ducir al  Banco  utilidades  por  este  con- 
cepto lo  grava  con  el  costo  de  los  bi- 
lletes. 

Este  establecimiento  influye  podero- 
samente por  medio  de  alza  ó  baja  del 
interés  sobre  la  provisión  déla  circu- 
lación general,  pero  no  tiene  conve- 
niencia directa  en  que  ella  traspase 
los  límites  científicos  y  prudenciales; 
por  el  contrario,  como  centro  de  los 
capitales  activos  de  los  que,  como  he- 
mos visto,  tiene  además  de  su  capital 
como  dos  millones  de  libras  inmovi- 
lizados con  el  gobierno,  el  Banco  de 
Inglaterra  está  vitalmente  interesado 
en  prevenir  cualquier  trastorno  mo- 
netario. 

Su  administración,  además,  es  emi- 
nentemente nacional  y  conservadora. 
En  cambio,  el  Banco  que  entre  nos- 
otros trata  de  crearse,  apenas  entre- 
gará como  anticipo  al  gobierno  un 
diez  por  ciento  del  mínimum  de  la  cir- 
culación; tendrá  en  su  poder  casi  todo 
el  capital  disponible  del  país;  será  ar- 
bitro de  los  valores  bursátiles;  gober- 
nará los  cambios  internacionales  y  el 
numerario  del  país,  sin  que  se  ponga 
en  juego  ni  la  existencia  del  estable- 
cimiento, como  sucede  con  el  Banco 
de  Inglaterra,  siempre  que  no  se 
atienda  debidamente  al  aprovisiona- 
miento regular  de  la  circulación;  por 
el  contrario,  sus  mayores  beneficios, 
según  las  bases  del  proyecto,  podrían 
en  algunos  casos,  obtenerlos,  precisa- 
mente en  situaciones  y  con  hechos 
opuestos  al  bienestar  del  país. 

No  hay,  pues,  identificación  y  comu- 
nidad indispensables  de  intereses,  en 
el  funcionamiento  práctico  de  la  ins- 
titución que  se  proyecta,  entre  el  país 
y  el  nuevo  Banco,  lo  que  bastaría  por 
sí  solo  para  que  la  opinión,  una  vez 
apercibida,  lo  repudiase,  como  sin 
duda  lo  repudiará. 

Todas  estas  prerrogativas  irían  á 
manos  de  una  compañía  de  origen  y 
tendencias  extranjeras,  cuyas  accio- 
nes no  estarían  de  seguro  en  manos, 
como  las  que  tradicionalmente  vienen 
dando  cierto  carácter  de  seriedad  y  de 
estabilidad  á  la  gran  institución'^  in- 
glesa. 

* 
*  * 

Establecidas    ligeramente  estas  di- 


ferencias generales,  cualquiera  de  las 
cuales   hubiera  bastado  para  que  en 
Inglaterra  no   se    conservase    el    sis- 
tema   un    sólo    día,    veamos     cómo 
aprecia   el  eminente   economista    in- 
glés W.  Bagehot,  en  su  notable  obra 
«Lombard  Street  ó  el  mercado  finan- 
ciero en  Inglaterra»,  el  mecanismo  de 
esa  institución,  fundada  en  1694  y  que 
sólo  se  conserva  con  sus  primitivas 
bases  debido   á  la  fuerza  de  la  tradi- 
ción, tan  poderosa  en  el  pueblo  inglés. 
La  condición  de  depositario  forzoso 
del  gobierno  del  importe  de  sus  rentas, 
coloca,   según  esa  primera  autoridad 
en  la  materia,  á  la  administración  na- 
cional y  al  crédito  público  en  manos 
del  Banco,  de  cuya  solvencia  viene  á 
depender  la  continuación  ó  interrup- 
ción de  los  pagos  de  todos  los  com- 
promisos públicos,  entre  los  cuales  el 
servicio  de  las  deudas    consolidadas; 
encontrándose  Inglaterra  en  las  gran- 
des crisis,  en  riesgo  de  ver  comprome- 
tido el  fiel  cumplimiento  de  las  obli- 
gaciones de  su  Hacienda,  de  donde  re- 
sulta que  está  obligada  á   ayudar  al 
Banco  y  á   autorizar  el  curso  forzoso 
cuando  esto  resulta  indispensable. 

Como  grande  y  principal  depositante 
debería  tener  de  parte  del  estableci- 
miento garantías  especiales  para  un 
exacto  cumplimiento,  no  bastando 
sólo  para  compensar  los  perjuicios  la 
garantía  del  crédito  del  gobierno  que 
lo  resguardaría  de  pérdidas  en  el  ca- 
pital, pero  no  de  las  que  se  derivarían 
de  la  falta  de  recursos  afectados  á  los 
servicios  públicos. 

El  eminente  tratadista,  cuyo  estudio 
aprovechamos,  no  obstante  ser  indi- 
vidualista, cree  que  el  Ministro  de  Ha- 
cienda, que  está  obligado  á  ayudar  al 
Banco  y  á  velar  por  él,  debe  tener  la 
autoridad  necesaria  para  obligarlo  á 
armonizar  su  marcha  con  la  expresión 
de  las  tendencias  del  país. 

En  apoyo  de  esto,  observa:  «I»,  Que 
ese  Banco,  creado  con  ayuda  del  Es- 
tado, es  más  que  un  sistema  natural,  y 
que  está  expuesto  á  tener  necesidad 
de  esa  ayuda;  2".  Que  como  reserva 
única,  reduce  el  dinero  contante  dispo- 
nible del  mercado  financiero  á  una 
suma  menor  que  cualquier  otro  siste- 
ma y  hace,  por  consiguiente,  muy  de- 
licado ese  mercado.  La  acumulación 
del  efectivo  destinado  á  hacer  frente 


284 


Revista  Económica 


á  los  compromisos  siendo  poco  consi- 
derable, todo  error  en  la  administra- 
ción de  esta  reserva,  produce  las  más 
graves  consecuencias;  3°.  Que  la  re- 
serva única,  por  la  necesidad  misma 
de  su  naturaleza,  está  colocada  en  las 
manos  de  un  consejo  único  de  admi- 
nistración, quedando,  pues,  todo  el 
país  á  merced  de  ese  consejo  y  no  pu- 
diendo,  como  en  la  mayor  parte  de  las 
ramas  del  comercio,  conseguir  un  tér- 
mino medio  entre  la  sabiduría  y  la 
locura:  la  prudencia  y  la  imprudencia 
de  un  gran  número  de  concurrentes.» 

«  En  fin,  agrega,  que  por  hallarse  colocado 
«  este  consejo  de  administración^  como  todos 
«  los  otros  consejos  análogos^  enfreíite  de  acdo- 
«  nistas.  é^tos  le  exigen  que  les  jyroporcionen 
«  buenos  dividendos  y,  por  el  hecho,  que  solo 
«  conserven  una  reserva  insignificante,  cuando 
«  el  interés  'público  exige,  por  el  contrario,  ini- 
«  periosametite  que  esa  reserva  sea  lo  más  con- 
«  siderable.» 

Estos  cuatro  inconvenientes,  dice, 
son  inherentes  á  nuestro  sistema. 

Estudiando  la  forma  del  gobierno  del 
Banco  de  Inglaterra,  el  citado  autor 
dice,  que  «  esta  constitución  es  tanto 
«  más  insuficiente  y  las  consecuencias 
«  que  trae  tanto  más  terribles,  cuanto 
«  que  las  funciones  que  debe  llenar  son 
« más  importantes.  El  gobierno  del 
«  Banco  de  Inglaterra  es  tal,  agrega, 
que  se  burlarán  todos  de  aquel  á  quien  se  le 
ocurra  jrroponerlo  como  modelo  para  un  banco 
nuevo,  y  si  se  propusiese  seria  conside- 
rándolo en  todas  partes  como  una  cosa 
muy  curiosa  vista  su  antigüedad. 

W.  Bagehot  no  sospecharía  sin  duda 
que  un  grupo  de  sus  compatriotas  ven- 
dría á  presentarnos,  de  acuerdo  con 
nuestro  ministro  de  hacienda,  ese  fósil 
de  modelo  para  una  institución  como  la 
aquí  proyectada,  que  viene  á  tener 
una  esfera  todavía  más  vasta  en  las 
funciones  sociales  que  las  que  desem- 
peña el  Banco  de  Inglaterra. 

«  No  se  debe,  dice,  vacilar  en  modifi- 
«  car  su  constitución.  Las  estatutos  que 
«  lo  rigen  han  sido  elaborados  en  una 
«  época  que  ha  desaparecido  hoy;  res- 
«  penden,  por  otra  parte,  á  preocupa- 
«  clones  diferentes  de  las  que  existen 
«  actualmente.» 

Después  de  explicar  el  cambio  ope- 
rado agrega,  «  así  pues,  cuando  se 
«  quiere  utilizar  una  cosa  vieja  para 
«  un  uso  nuevo,  el  simple  buen  sentido 


«  debe  inducir  á  investigar  si  esa  cosa 
«  vieja  conviene  á  ese  uso  nuevo.  Se 
«  puede  poner  vino  nuevo  en  odres  vie- 
«  jos,  pero  con  la  condición  de  que  se 
«  examine  antes  con  cuidado  el  estado 
«  del  envase  y  que  se  adopte  cuidado- 
«  sámente  su  estructura  á  su  nuevo 
«  empleo.» 

Vamos  ahora  á  Francia,  y  empece- 
mos por  ahí,  á  investigar  la  organiza- 
ción de  los  bancos  modernos  privile- 
giados. 

Napoleón  I,  cuyo  genio  en  las  cues- 
tiones sociales  no  era  inferior  al  que 
manifestaba  en  las  luchas  armadas, 
como  lo  comprueban  sus  oportunas  ob- 
servaciones en  la  discusión  del  código 
civil,  y  en  las  cuestiones  generales  de 
administración  que  trató,  fué  el  verda- 
dero inspirador  de  la  carta  orgánica 
del  Banco  de  Francia.  «El  banco — decía 
en  el  consejo  de  Estado  que  se  ocu- 
paba del  estudio  del  proyecto — no  per- 
«  fenece  solo  á  los  accionistas,  pertene- 
ce ce  también  al  Estado,  puesto  que  éste 
«  le  dá  el  privilegio  de  hacer  moneda, 
«  (emitir  billetes)...  nada  sería  más  fu- 
«  nesto  que  considerar  á  los  accionis- 
«  tas  como  propietarios  exclusivos  del 
«  Banco,  cuyos  intereses  están  en  fre- 
«  cuente  oposición  con  el  del  estable- 
«  cimiento;  quiero  que  el  Banco  esté 
«  bastante  en  las  manos  del  gobierno 
«  y  no  lo  esté  demasiado...  La  parte  del 
«  gobierno  en  el  proyecto  es  lo  que 
((  debe  ser:  no  hay  iniciativa  en  el  des- 
ee cuento,  pero  hay  el  derecho  de  cen- 
«  sura  y  el  de  oposición.» 

De  acuerdo  con  este  criterio,  el  go- 
bernador y  los  dos  subgobernadores  á 
quienes  corresponde  la  dirección  de 
los  negocios  del  Banco,  son  nombra- 
dos por  el  jefe  del  Estado.  Ese  gober- 
nador vive  en  el  mismo  Banco  y  tiene 
ásu  cargo,  además,  la  administración 
interior  y  la  ejecución  de  las  resolucio- 
nes del  consejo,  cuya  presidencia  se  le 
reservó.  Ese  consejo  se  compone  del 
gobernador,  de  quince  regentes,  de  los 
dos  subgobernadores  y  de  tres  censo- 
res, éstos  sin  voz  deliberativa. 

Los  regentes  y  censores  son  nom- 
brados por  los  accionistas,  pero  entre 
los  primeros  deben  designarse  siempre 
tres  que  sean  colectores  de  rentas,  fun- 
cionarios dependientes  del  Ministerio 


DEL  Rio  de  la  Plata 


28: 


de  Hacienda.  Los  regentes  accionistas 
son  designados  entre  los  manufacture- 
ros, fabricantes  y  comerciantes  del 
país. 

Lo  más  característico  de  este  siste- 
mas, que  es  el  sistema  general  mo- 
derno, no  es  sólo  el  hecho  de  la  inter- 
vención del  Estado,  no  para  graduar 
el  crédito  de  los  particulares,  smo  para 
tutelar  los  intereses  sociales  sino  la 
forma  práctica  de  esa  intervención; 
en  efecto,  el  Gobierno  se  reservó  la 
parte  ejecutiva  del  Banco,  como  medio 
eficaz  de  ejercer  aquella  tutela. 

El  sistema  tiene  hoy  85  años  de 
práctica,  y  la  Francia  tan  innovadora, 
tan  progresista,  tan  celosa  de  los  de- 
rechos individuales  como  amiga  de 
novedades,  ha  pretendido  muchas 
modificaciones  en  la  carta  orgánica 
de  su  banco,  pero  nunca  se  le  ha  ocu- 
rrido eliminar  ó  limitar  la  interven- 
ción que,  fundada  en  los  privilegios 
que  otorgó,  tiene  en  él  el  Estado. 
Recientemente  se  ha  prorogado  hasta 
1920  la  ley  orgánica  del  Banco  de 
Francia,  sin  ixiodificar  en  lo  más  mí- 
nimo aquella  forma  eficiente  de  la 
intervención  del  Estado. 

8i  de  Francia  pasamos  á  Alemania, 
cuyo  Banco  hnperial  está  formado  con 
capitales  en  su  totalidad  particulares, 
nos  encontramos  con  el  máximo  de 
la  intervención  del  Estado. 

La  ley  de  su  creación  define  su  ca- 
rácter en  los  siguientes  términos: — 
«  Bajo  la  denominación  de  Banco  de] 
« Lnperio  (Reischsbank)  se  crea  un 
«Banco  colocado  bajo  la  inspección 
«  y  dirección  del  Imperio:  él  posee 
«  la  calidad  de  persona  jurídica,  y  su 
«  misión  es  reglar  la  circulación  mo- 
«  nefaria  en  todo  el  territorio  del  hn- 
«  perio,  facilitar  la  compensación  de 
«  los  pagos,  (Zahlungsausgleichungen, 
«  clearingj  y  hacer  productivos  los 
ft  capitales  disponibles.» 

La  dirección  del  Banco  está  con- 
fiada á  un  comité  superior,  com- 
puesto del  Canciller,  asesorado  por 
un  Consejo  técnico  y  cuatro  miem- 
bros nombrados,  uno  por  el  Empera- 
dor y  tres  por  el  Consejo  Federal. 
La  dirección  inmediata  está  compues- 
ta de  miembros  vitalicios  nombrados 
por  el  gobierno  á  propuesta  del  Consejo 


Federal,  que  en  todo  debe  conformarse 
á  las  instrucciones  del  Canciller  del 
Imperio.  Todos  los  empleados  del  Ban- 
co están  asimilados  por  sus  derechos  y 
obligaciones  á  los  empleados  públi- 
cos. 

Los  accionistas  no  tienen  más  de- 
recho que  nombrar  un  comité  de 
quince  naiembros  cuyas  funciones  se 
reducen  á  la  verificación  de  los  ba- 
lances, á  intervenir  en  la  fijación  de 
los  sueldos,  en  los  nombramientos 
para  llenar  los  lugares  vacantes  en 
el  directorio  con  excepción  del  presi- 
dente y  previa  deliberación  del  Con- 
sejo Federal,  en  la  determinación  del 
máximo  de  fondos  á  emplearse  en 
anticipos,  en  la  fijación  del  tipo  de 
intereses  y  en  las  resoluciones  rela- 
tivas á  las  convenciones  que  se  esta- 
blezcan con  los  otros  Bancos. 

Aún  para  ejercer  tan  limitadas 
funciones,  se  exige  que  todos  los 
miembros  del  Consejo  estén  domici- 
liados en  el  Imperio,  y  nueve,  por  lo 
menos,  deben  residir  en  Berlín. 

Lejos  de  encontrar  dificultades  prác- 
ticas en  Alemania,  en  los  quince  años 
que  rige  este  sistema,  hemos  visto 
que  ahora,  recientemente,  con  la  caí- 
da de  algunos  Bancos  particulares,  la 
opinión  en  vez  de  manifestarse  con- 
traria á  la  intervención  del  Estado, 
ha  pedido  que  se  haga  extensiva  á 
todas  las  instituciones  de  ese  género. 

* 
*  * 

Pasando  á  Austria-Hungría,  nos 
encontrarnos  que  con  su  banco  pri- 
vilegiado tiene,  como  el  Banco  de 
Francia,  un  gobernador  y  dos  vice- 
gobernadores nombrados  por  el  jefe 
fiel  Estado;  que  el  gobierno  de  Aus- 
tria y  el  húngaro  nombran  cada  uno 
un  comisario  que  tiene  derecho  de 
veto  con  fuerza  suspensiva  sobre 
ias  resoluciones  del  directorio  y  de 
la  asamblea  general,  debiendo  resol- 
verse las  dudas  respecto  á  las  prime- 
ras, por  el  Ministerio  de  Hacienda,  y 
respecto  á  las  segundas,  por  un  tri- 
bunal especial. 

Además  de  esto,  los  doce  conse- 
jeros que  nombran  los  accionistas 
deben  ser  sometidos  á  la  confir- 
mación del  Emperador  y  prestar  jura- 
mento ante  los  ministros  de  Hacien- 
da de   Austria  y  de  Hungría.   Todos 


286 


Revista  Económica 


estos   directores   deben  ser  de  nacio- 
nalidad austro-húngara. 

¿Se  me  citará,  el  ejemplo  de  Bélgi- 
ca? Él  no  contradice,  por  cierto,  lo 
que  acabo  d     analizar. 

En  efecto,  el  Banco  Nacional  Belga 
tiene  un  gobernador,  un  vice-gober- 
nador  y  un  comisario  real  nombra- 
dos por  el  Gobierno,  además  de  cinco 
directores  y  de  un  Consejo  de  censo- 
res compuesto  de  un  presidente  y 
de  seis  miembros  nombrados  jDor  los 
accionistas. 

El  gobernador  vive  en  el  Banco  y 
es  el  jefe  del  establecimiento;  tiene, 
entre  oti'as  facultades,  la  de  suspen- 
der y  denunciar  al  gobierno  toda  reso- 
lución contraria  á  las  leyes,  á  los 
estatutos  ó  al  interés  del  Estado,  suspen- 
sión que  se  hace  efectiva  siempre 
que  la  denuncia  se  presente  dentro 
de   los   quince   días. 

El  Banco  Nacional  del  reino  de 
Italia,  sin  privilegio  exclusivo,  tiene, 
sin  embargo,  un  presidente  y  un  vice- 
presidente nombrados  poi'  el  rey,  y 
el  Banco  de  Holanda,  un  presidente, 
un  secretario  y  un  comisario  de  nom- 
bramiento real.  El  Banco  de  España 
es  regido  también  por  un  goberna- 
dor y  dos  vice  gobernadores  nom- 
brados por  el  gobierno.  El  Banco 
00  Nacional  de  Rumania,  de  reciente 
creación,  tiene  además  del  goberna- 
dor designado  por  el  Estado,  dos  de 
los  seis  directores  de  que  se  com- 
pone su  administración  nombrados 
por  el  gobierno,  así  como  tres  de  sus 
siete  censores,  y  el  Banco  de  Rusia, 
como  Banco  de  Estado,  es  completa- 
mente administrado  por  este. 

La  intervención  del  gobierno  en 
los  bancos  privilegiados,' es,  pues,  la 
regla  general  en  todas  las  institucio- 
nes de  este  carácter,  que  han  sido 
creadas  en  el  presente  siglo,  dándo- 
seles, ya  sea  la  acción  exclusiva,  ya 
la  predominante,  como  medio  de 
hacer  efectivos  los  derechos  sociales, 
y  ésto,  que  está  de  acuerdo  con  los 
preceptos  de  la  ciencia,  se  recomien- 
d  a  por  la  práctica  y  la  opinión  públi- 
ca en  las  naciones  más  adelantadas, 
que    consideran,    con   razón,    que   la 


intervención  directa  y  efectiva  del 
Estado  en  los  grandes  Bancos  funda- 
'los  por  compañías  anónimas  es  un 
elemento  de  mayor  crédito  y  de  esta- 
bilidad general. 

Desde  el  momento  en  que  el  interés 
social  es  la  base  justificativa  de  esa 
intervención,  ésta  tiene  que  ser  tanto 
mayor  cuanto  sean  más  extensos  é 
importantes  los  intereses  sociales  que 
con    esas  instituciones  se  vinculen. 

Se  hacen  valer  entre  nosotros  dos 
argumentos  contra  esa  intervención 
del  Estado,  que  son  un  aumento  de  in- 
fluencia del  P.  E.,  contrario  al  régi- 
men democrático,  y  los  quebrantos  que 
resultan  de  los  préstamos  de  favor  que 
se  atribuyen  á  la  acción  oficial. 

La  pretensión  de  cercenar  al  Poder 
Ejecutivo  atribuciones  que  les  son  pro- 
pias por  la  naturaleza  de  sus  funcio- 
nes, puede  conducir  á  la  negación  de 
sus  fines  en  su  alta  y  tutelar  función. 

El  ejército  puede  ser,  en  manos  del 
gol)ierno,  un  medio  más  absorbente  y 
dicí:dorial  que  un  banco,  sin  ¡^ue  por 
esto  pueda  nadie  pretender  que  deje 
de  estar  bajo  la  dei)endencia  del  P.  E., 
como  corresponde  ¡pie  esté,  y  no  puede 
dejar  de  estarlo  dados  los  fines  y  exi- 
gencias sociales. 

Admitida  la  i nüuencía  política  que 
puede  ejercer  un  Banco  es  preferible, 
consultando  los  intereses  de  la  comu- 
nidad y  la  verdad  de  las  intituciones 
de  un  país,  que  él  dependa  de  los  po- 
deres públicos  y  no  de  agrupaciones 
ó  gremios  particulares,  cuyos  intere- 
ses son,  por  lo  común,  antagónicos 
con  las  aspiraciones  generales;  hay, 
además,  que  evitar  que  el  Banco  obe- 
dezca á  influencias  de  gremios  ó  agru- 
paciones extranjeras. 

En  cuanto  á  la  acción  corruptora  del 
gobierno  en  los  Bancos,  esta  es  una 
cuestión  que  debemos  tratarla  bajo  el 
doble  punto  de  vista  teórico  y  práctico. 
El  favoritismo  político  que  puede  en- 
carnarse en  los  directores  nombrados 
por  el  Estado,  y  el  doble  favoritismo 
político  y  agiotista  que  puede  personi- 
ficarse en  directores  designados  por  la 
influencia  bursátil  y  por  camarillas 
mercantiles,  son  Syllas  y  Caribdis,  de 
las  que  hay  que  huir  igualmente;  no 
basta,  por  lo  tanto,  repudiar  la  acción 


DEL  Rio  de  la  Plata 


28^ 


oficial,  pues,  en  la  orilla  opuesía,  hay 
también,  y  seguramente  con  más  fre- 
cuencia, iDeligros  y  catástrofes. 

Si  los  capitalistas  particulares  y  ex- 
tranjeros quieren  precaverse  contra  el 
peligro  de  las  iníluencias  oficiales,  es 
justo  que  el  Estado  trate  también  de 
resguardar  los  intereses  sociales  con- 
traías influencias  de  sindicatos  extran- 
jeros, de  camarillas  políticas  ó  de 
agrupaciones  que  viven  del  agio  y  para 
el  agio. 

En  toda  institución  pueden  come- 
terse abusos,  dependiendo  su  mayor 
(I  menor  probabilidad  del  acierto  con 
L[ue  se  proceda  en  la  elección  de  los 
miembros  llamados  á  dirigirla,  y, 
como  hemos  visto,  no  puede  presupo- 
nerse que  las  elecciones  realizadas  por 
los  accionistas,  presenten  mayores  ga- 
rantías de  honorabilidad  que  las  que 
se  realicen  por  el  Poder  Público,  me- 
diante la  formalidad  que  se  exige  para 
proveer  el  personal  de  la  Administra- 
ción Superior  de  Justicia,  en  cuyas 
manos  entrega  la  sociedad  la  fortuna, 
la  vida  y  la  honra  de  todos  los  habi- 
tantes del  país. 

Si  el  Poder  Legislativo,  participando 
de  la  idea  capital  de  los  proyectos,  ad- 
mitiese el  punto  de  partida  depresivo 
mediante  el  cual  los  señores  Mallmann 
Cia.  y  sus  representantes  del  extran- 
jero quieren  excluir  toda  intervención 
real  del  Estado  en  el  Banco  como  abu- 
siva y  desmoralizadora;  si  se  les  de- 
clara incapaces  á  los  Poderes  Públicos 
(le  elegir  directores  dignos  de  figurar  al 
lado  de  los  que  designen  anónimas 
personalidades  extranjeras,  —  no  po- 
drá admitir  el  Poder  Legisl  tivo  que 
tan  depresivo  estado  sea  un  hecho 
normal  y  propio  de  nuestra  naciona- 
lidad, sino,  cuando  más, — de  cuya  idea 
tampoco  participo, — que  él  constituye 
una  situación  patológica  político-so- 
cial necesariamente  pasajera  y  que 
tendría  seguramente  remedio  en  bre- 
ve, brevísimo  plazo,  porque  si  así  no 
fuera,  si  en  el  camino  en  que  vamos  se 
vé  tan  lejana  nuestra  rehabilitación 
moral  que  renunciemos  á  ella,  le  eoeur 
kgrr,  por  nada  menos  que  30  años,  se- 
ria el  caso  de  promover  en  el  país, 
por  los  medios  que  se  impusieran,  un 
sacudimiento  fundamental;  sería  lle- 
gado el  caso  de  que  los  hombres  que 
nos  gobiernan  fueran  los  primeros  en 


iniciar  la  saludable  é  imprescindible 
reacción  para  evitar  que  la  opinión, 
parodiando  á  Gambeíta,  los  colocase 
en  la  disynníiva  de  se  soumettre  ou  se 
demeUre. 

Se  yerra  el  camino  por  los  que  entre 
nosotros  abrigan  temores  sobre  nues- 
tra pronta  rehabilitación;  el  pánico  de 
los  que  hoy  por  hoy  gobiernan  al  país, 
los  lleva  á  admitir  y  aún  á  aconsejar 
la  mutilación,  con  carácter  permanen- 
te, de  las  funciones  que  el  interés  pú- 
blico exige  que  se  desempeñen  por  el 
Estado,  cuando  debía  consagrarse  á 
atacar  el  mal  pnr  su  raíz,  trafando  de 
que  el  gobierno  oriental  sea  lo  que 
clebe  ser. 

El  expediente  de  las  mutilaciones  y 
de  las  abdicaciones  tendría  que  llevar- 
nos muy  lejos.  Un  poco  de  reflexión  y 
se  despertarán  las  fecundas  fibras  del 
patriotismo.  Un  poco  de  reflexión  y 
nos  convenceremos  de  que  la  dignidad 
nacional  y  los  intereses  materiales  de 
nuestro  país,  están  de  acuerdo  para 
rechazar  la  monstruosidad  del  plan 
con  que  se  ha  pretendido  sorprender 
la  buena  fe  de  los  orientales. 

He  llevado  como  se  ha  visto  mi  argu- 
mentación hasta  considerar  los  dos  es- 
treñios de  la  supresión  total  de  la 
acción  del  gobierno  en  el  Banco,  y  la 
absorción  por  éste  de  toda  dirección, 
pero,  lo  que  he  tratado  de  patrocinar 
es  un  término  medio  entre  los  dos 
sistemas;  para  la  defensa  de  los  intere- 
ses sociales  no  es  necesaria  la  exclu- 
sión total  de  directores  nombrados  por 
los  accionistas  ni  la  limitación  de  las 
facultades  especiales  que  legítimamen- 
te puedan  coi'responderles.  íja  inter- 
vención del  Estado  en  el  Ikmco  no 
tiene  por  objeto  más  que  resguardar 
los  intereses  generales. 

Las  bases  presentadas  al  poder  legis- 
lativo, no  corresponden  ni  á  uno  ni  á 
otro  de  los  sistemas  viables  y  raciona- 
les de  legislación  bancaria,  como  es- 
pero demostrar  en  las  otras  partes  de 
este  contra-informe. 

Con  este  motivo  me  repito  del  señor 
director  S.  S. 

Domingo  Lamas. 


288 


Revista  Económica 


LA  PRÓROGA  PARLAMENTARIA 


LA  DOCTRINA  DE  LA    CONSTITUCIÓN 


Sumario  :  Preliminares — Prurito  del  constitucionalis- 
mo— Elementos  del  derecho  constitucional — 
La  incongruencia  nacional  y  la  lógica  nor- 
teamericana— El  plato  de  lentejas  de  Esaú — 
Sarmiento  constitucionalista  —  Independen- 
cia de  los  Poderes  de  gobierno — Los  Pode- 
res públicos  no  pueden  reciprocamente  obs- 
truirse—Leyes «necesarias»  —  Palabras  del 
juez  Story — El  presupuesto  es  una  ley  «nece- 
saria»? —  Poderes  implícitos  del  Congreso 
según  el  inciso  21  del  art.  67  de  la  constitu- 
ción—Ahi  está  la  facultad  de  la  próroga — 
Juicio  de  Story  y  de  Mashal— Los  preceden- 
tes argentinos — Explicación  de  las  fechas 
constitucionales — Propósito  de  los  hombres 
del  53 — Conclusión. 

Lo  que  ha  podido  ser  evidenciado 
en  esta  cuestión  es,  sin  duda,  la  exis- 
tencia en  nuestra  ley  superior  de  mu- 
clios  puntos  de  capital  importancia, 
cuya  interpretación  acertada  puede 
sorprender  fácilmente  á  nuestros 
preparados. 

Desde  la  sesión  del  viernes  último, 
hasta  el  presente — en  que  el  distin- 
guido director  de  la  Revista  solicita 
de  mí  un  artículo  sobre  tan  intere- 
sante tema — la  idea  ha  hecho  cami- 
no, abriéndose  brecha  por  fuerza  de 
pura  verdad,  hasta  el  extremo  de  que 
muchos  de  aquellos  que  en  un  prin- 
cipio la  resistieron  ó  laacojieron  con 
serias  vacilaciones,  hoy  la  abrazan 
y  la  defienden  con  calor,  robustecién- 
dola con  reflexiones  de  carácter  doc- 
trinario y  comprobándola  con  las  en- 
señanzas de  otras  legislaciones  más 
claras  y  más  explicada's  que  la  nuestra. 

Parece  que  en  la  prensa  misma  ha 
tenido  la  interpretación  que  yo  asigno 
á  los  artículos  pertinentes,  simpática 
resonancia  y,  aun  cuando  no  sé  que 
autoridad  eií  la  materia  tienen  algu- 
nos de  los  defensores,  presumo  que 
han  de  haber  dedicado  al  asunto  la 
amplia  y  prolija  consideración  que 
merece. 

Digo  esto,  porque  hay  órganos  de 
publicidad  que  á  fuerza  de  escribir 
sobre  todo  concluyen  por  inspirar  des- 
confianza. He  leído  algo  muy  bien 
meditado  en  uno  de  los  órganos  ves- 
pertinos—defensor de  la  idea  desde 
la  primera  hora—y  me  complazco  en 
reconocer  que  ello  importará  un  be- 
neficio positivo  en  pro  de  la  compren- 
sión  de    nuestras  instituciones,    tan 


maltratadas  unas  veces,  y  otras    tan 
deplorablemente  comprendidas. 

Hay,  sin  duda  en  esta  tierra  de  in- 
teligentes á  montón,  un  prurito  más 
que  otro  alguno  perceptible — y  es  el 
prurito  del  derecho  constitucional. 
Todo  el  mundo  está  realmente  per- 
suadido que  la  ciencia  política  es  pa- 
trimonio común  y,  por  ello  mismo,  se 
observa  que  todos  se  creen  aptos  para 
las  tareas  del  gobierno,  comprobán- 
dose en  la  oportunidad  esperiinental 
su  insuficiencia  hasta  para  las  cosas 
propias  del  gobierno  de  familia. 

Esto  es  una  verdad  harto  demos- 
trado ya:  hay  gente  que  ha  desgober- 
nado su  propia  casa  y  sin  ernbargo 
aspira,  pretende  ó  acepta  el  gobierno 
de  los  pueblos. 

La  ciencia  constitucional  pues,  sirve 
en  esta  tierra  de  túnica  salvadora 
para  el  reparto  público,siendo  tan  vul- 
gar que  entre  las  ramas  del  derechoj 
ninguna  más  difícil,  ixiás  compleja  y 
más  amplia  que  la  rama  política. 

Aquí  más  que  en  cualquier  otra 
ocasión  habría|que  repetirlos  versícu- 
los: multa  tulit  fectíquepuer  sudavit  et  alsit — 
hizo  mucho,  sobrellevó  mucho,  sudó  y 
trabajó  inucho  el  muchacho  para  lle- 
gar á  la  cunribre. 

Pienso  que  es  inoficiosa  toda  de- 
mostración; pero  ha  de  serme  permi- 
tido recordar  los  elementos  indispen- 
sables con  que  se  hacen  compren- 
sivos y  accesibles  los  principios  de 
esta  ciencia.  Bastará  su  simple  enun- 
ciación. 

Si  es  verdad  que  todo  derecho  surge 
de  un  hecho,  aquí  el  axioma  es  de 
mayor  exactitud  si  se  me  permite.  El 
derecho  político  es  inseparable  del 
acontecimiento  de  igual  orden  y,  por 
eso,  es  un  absurdo  de  los  más  visi- 
bles, pretender  conocerlo  sin  penetrar 
las  profundidades  de  la  historia  na- 
cional en  sus  períodos  prehistóricos, 
diremos,  iniciales,  caóticos,  de  transi- 
ción y»  contemporáneos. 

Nosotros  quisiiTios  hacer  constitu- 
ción ajena  en  vez  de  modelarla  sobre 
nosotros  mismos  y  de  ahí  que  este- 
mos pagando  necesario  tributo  á  la 
exejesis  norteamericana  y  viviendo  de 
las  enseñanzas  de  sus  leyes,  de  sus 
libros  y  de  sus  fallos  judiciarios.  Nues- 
tra Constitución  desvinculada  de  la 
Constitución  de  los  Estados  del  Norte, 


DEL  Rio  de  la  Plata 


2m 


no  puede  ser  concebida  y  por  tanto 
estudiada.  Por  eso  tenemos  que  lan- 
zarnos á  la  investigación  histórica  de 
otro  pueblo;  tenenios  que  penetrar  la 
vida  institucional  y  política  de  otra 
colectividad,  sorprenderla  en  su  cuna, 
seguirla  en  sus  trascendentales  evo- 
luciones, analizarla  en  sus  acciden- 
tes, en  sus  crisis,  en  sus  progresos  y 
solo  así,  después  de  tan  interesante 
conio  ímproba  labor,  podremos  espa- 
ciar la  vista  con  algún  provecho  so- 
bre el  campo  de  nuestro  derecho  pro- 
pio. 

Pero  el  yankee,  lójico  con  sus  ante- 
cedentes— lo  que  no  hicimos  nosotros — 
labró  su  organización  con  sus  ele- 
mentos propios.  No  olvidó  un  solo 
momento  de  su  vida  la  ley  fisioló- 
gica de  su  herencia.  Por  una  bella 
Constitución — es  decir,  por  un  plato 
de  lentejas — no  había  de  caminar  su 
nacionalidad,  su  pasado,  sus  glorias  y 
toda  la  fecunda  esperiencia  del  orga- 
nismo al  que  estuvo  alguna  vez  li- 
gado por  el  cordón  del  coloniaje. 

Inglés  se  quedó  aquel  pueblo;  inglés 
cuando  desembarcaron  en    el  nuevo 
continente;  inglés,  cuando  echaron  las 
bases  de  los  primeros  núcleos;  inglés, 
cuando  fundaron  las  colonias;  inglés, 
cuando  se    dieron  los  gobiernos   ini- 
ciales de  las  Cartas;  y  en  la  causa  de 
su  revolución,  muy  inglés  por  cierto; 
más  inglés  todavía  en  el  pacto  primi- 
tivo de  unión  perpetua;  é  inglés  siem- 
pre, desde  el  88  del  siglo  pasado  hasta 
sus  últimas  leyes  electorales  y  sus  re- 
cientes campañas    económicas  y  sus 
luchas  de  actualidad  por  el  gobierno. 
Por  eso  es  menester  resignarse  to- 
davía mas.    El   estudio  del    Derecho 
Constitucional  patrio  tiene  que  ser  he- 
cho en  otra  etapa,  larga  y  difícil.    Al 
trayecto  conocido,  es  forzoso  agregarle 
mucho  l)ritánico  sin  lo   cual  se  haría 
incomprensible  no  solo  el  organismo 
gubernativo  á  que  dio  margen  en  el 
Norte,   sino   también    nuestro  propio 
mecanismo  gubernamental. 

Esto  que  dejo  tan  brevemente  es- 
puesto, bastaría  para  acreditar  las  di- 
ficultades de  la  especialidad,  si  no  hu- 
bieran otros  accesorios  mas  ó  menos 
importantes  é  indispensables  que  siem- 
pre conviene  consultar  y  penetrar  para 
verificar  el  estudio  metódico  de  nues- 
.tro  gobierno. 


Otros  Estados,  entre  entre  los  cuales 
la  Francia,  suministraron  también  al- 
gunos materiales  á  los  hombres  del  53 
Y,  es  sabido  que  el  autor  de  las  Bases 
no  solo  inspiró  sus  doctrinas  en  el  ré- 
gimen federal  creado  y  organizado  por 
los  del  Norte,  sino  en  los  debates  y 
preceptos  franceses  de  donde  Chile  ya 
había  adoptado  algunas  de  sus  insti- 
tuciones. 

Deseo  ser  breve  y  por  eso  aquí  clau- 
suro estos  preliminares  indispensables 
para  preguntar  si  no  es  prudente  la 
reserva  en  este  género  de  cuestiones 
tan  serias.  ¿Cómo  sería  posible  no 
protestar  contra  los  innovadores  á  la 
violeta,  los  tanteadores  de  ocasión,  los 
que  teorizan  á  propósito  de  cualquier 
precepto  aislado  ó  los  que  todo  lo  su- 
bordinan al  interés  fugaz  de  la  política 
militante? 

De  ese  modo  no  se  puede  hacer  exé- 
gesis  constitucional  ni  labrar  las  sanas 
enseñanzas  que  conviene  entregar  á 
los  hombres  de  gobierno  y  á  las  gene- 
raciones gobernantes  del  futuro. 

Ahí  está,  verbigracia,  el  ejemplo  de 
Sarmiento.  Sus  trabajos  de  esta  ín- 
dole comprueban  bien  concluyente- 
mente  cómo  las  necesidades  de  la  po- 
lítica de  los  partidos  estravían  el  cri- 
terio y  arrastran  al  mas  peligroso 
absurdo. 

Sarmiento  en  el  cargo  público,  de- 
sastraba  la  mejor  doctrina;  Sarmiento, 
simple  ciudadano  colaboraba  eficien- 
temente en  la  obra  de   interpretación 
constitucional  provechosa.     Goberna- 
dor, sostiene  la  iniquidad  de  que  los 
Ejecutivos  de  provincia  tienen  faculta- 
des propias  para  decretar  estados   de 
sitio    en  sus  respectivas  localidades; 
ministro  de  la  República  en  el  estran- 
jero,  aconseja  al  de  Hacienda — y   lo 
aconseja  sin  escrúpulos,— «la  violación 
de  la  constitución»  á  propósito  del  es- 
tablecimiento de  los  derechos  de  es- 
portación;  presidente,  se  revela  contra 
el  texto  terminante  del  artículo  sexto 
de  la  ley  superior  y  envía  interven- 
ciones á  las  Provincias,  con  motivo  de 
conflictos  que  la  constitución  ha  que- 
rido dejar  resolver  dentro  del  meca- 
nismo doméstico  de  cada  una  de  ellas. 
Bueno,  y  Sarmiento  era  sin  duda 
una  autoridad.    Pero  ahora,  se  ha  he- 
cho mas  peligroso  el  prurito  que  me 
ocupa,  porque    abstracción  hecha  de 


290 


Revista   Económica 


un  grupo  escasísimo  de  preparados, 
Presidentes,  Congresos  y  dulcamaras 
de  oficio,  embisten  sin  reparo  á  la 
Constitución,  con  interpretaciones  sin- 
gularísimas y  prácticas  que  se  hacen 
corruptelas  y  llegan  como  en  el  caso 
de  la  próroga  hasta  primar  sobre  el 
espíritu  de  la  ley,  produciendo  el  des- 
quicio consiguiente. 

Yo  voy  á  conversar  ahora  con  los 
bien  dispuestos;  con  los  que  observan 
y  estudian;  con  los  que  han  logrado 
formarse  criterio  Constitucional;  con 
los  que  piensan  y  labran  doctrina 
erijiéndola  sobre  un  bagaje  mas  ó 
menos  suficiente,  desechando  á  los 
que  tanto  pululan,  del  sistema  de  omni 
re  scihili  porque  con  ellos  es  imposible 
lograr  nada  provechoso. 

Vamos  al  tema. 


*  * 


Nuestra  Constitución  estableció  cla- 
ramente la  independencia  de  sus  tres 
Poderes  de  gobierno;  señaló  en  el  ar- 
tículo 67  todo  lo  que  era  de  las  Cáma- 
ras; en  el  86,  lo  que  incumbía  al  Eje- 
cutivo y  en  el  100  lo  del  resorte  de  la 
justicia  federal.  De  suerte  que  ningu- 
no de  ellos  puede  obstruir  á  los  otros 
en  el  cumplimiento  de  su  misión  gu- 
bernativa, ni  aún  en  los  casos  en  que 
nuestra  carta  política  señaló  para  cada 
poder  facultades  que  no  eran  de  su 
propia  índole. 

Cuando  el  Ejecutivo  se  hace  legisla- 
tivo en  razón  de  las  prescripciones  que 
lo  habilitan  legalmente  para  colaborar 
en  las  tareas  del  Congreso;  cuando  el 
lejislativo  se  hace  ejecutivo,  en  virtud 
de  disposiciones  análogas  ó  se  hace 
judicial  en  sus  asuntos  de  privilegio  ó 
de  juicio  político;  cuando  el  judicial 
se  torna  lejislativo  por  sus  facultades 
de  declaración  de  inconstitucionali- 
dad,  no  hay  el  menor  entorpecimiento 
de  funciones  y  cada  uno  obra  siempre 
dentro  de  su  órbita  propia  sin  impedir 
el  movimiento  de  los  poderes  comple- 
mentarios. 

Así  el  Congreso  no  puede  obligar  á 
un  juez  á  que  no  falle;  ni  la  Corte  Su- 
prema al  Congreso  á  que  no  lejisle. 
Por  lo  mismo  el  Ejecutivo  no  puede 
según  doctrina  fácil  y  texto  expreso, 
abrogarse  facultades  "judiciales,  salvo 
la  de  perdonar,  ó  facultades  lejislati- 


vas  obstruyendo  la  tarea  del  legisla- 
dor. 

Lo  contrario  sería  la  irregularidad  y 
el  desorden  y  es  precisamente  esto  lo 
que  acaba  de  ocurrir  con  la  clausura 
de  las  Cámaras  antes  de  que  ellas 
hubiesen  dado  cumplimiento  á  sus  de- 
beres inehidibles  y  propios  de  orden  cons- 
titucional. 

La  actitud  del  Ejecutivo  importa,  en 
este  caso,  una  intervención  indirecta 
en  la  órbita  del  otro  poder  y,  es  fácil 
alcanzar  que  aceptado  semejante  sis- 
tema, las  facultades  de  aquel  serian 
monstruosas,  desde  que  tendría  en  su 
mano  el  medio  sencillo  de  prohibir 
al  Congreso  el  dictado  de  leyes  nece- 
sarias. 

Pero  no,  la  Constitución  facilita  á 
las  Cámaras  los  recursos  que  en  tal 
caso  deben  ser  opuestos  al  abuso  y  así 
si  el  Ejecutivo  no  quisiere — por  cual- 
quier razón  ó  capricho — hacer  la  aper- 
tura anual  del  Congreso,  no  es  cierto 
que  las  Cámaras  no  podrían  reunirse 
como  parecería  desprenderse  de  la  le- 
tra inerte,  antes  bien,  conscientes  de 
su  deber  y  de  su  rol  propio  en  el  me- 
canismo de  gobierno,  estarían  facul- 
tadas para  hacer  por  sí  mismas  la 
apertura,  organizándose  y  emprendien- 
do su  labor  legal. 

Ello  se  deriva  sin  esfuerzo  del  prin- 
cipio general  que  consigno:  los  Pode- 
res j)úblicos  no  pueden  impedirse  re- 
cíprocamente. 

Y  cómo  entonces,  siendo  visiblemen- 
te ese  el  espíritu  de  la  ley  superior, 
podríamos  aceptar  el  temperamento 
de  peligrosa  resignación  adoptado 
irreflexivamente  por  el  Congreso  Ar- 
gentino? Cómo  sería  posible  tolerar 
semejante  abuso  que  trastornaría  todo 
un  orden  político  sabiamente  preesta- 
blecido? 

De  este  punto  de  vista,  pues,  la  auto- 
ridad de  la  Cámara  es  evidente,  como 
lo  son  sus  facultades  de  próroga  á  los 
efectos  de  terminar  sus  tareas  necesa- 
rias. 

He  dicho  necesarias,  porque  los 
constitucionalistas  dividen  con  razón 
los  actos  legislativos  en  dos  grandes 
grupos:  los  facultativos  y  los  necesa- 
rios. 

Asi  dice  con  toda  su  autoridad  Sto- 


DEL  Rio  de  l\  Plata 


291 


i'y:  «  todas  las  veces  que  se  trate  de 
«decidir  si  un  poder  es  constitucio- 
«  nal,  la  primera  cosa  que  debe  exa- 
«  minarse  es  saber  si  el  poder  es 
((  espreso.  En  caso  atirmativo,  la  cues- 
.(  tión  esta  resuelta.  Pero  si  el  poder 
K  no  está  espresamente  acordado  por 
« la  Constitución,  se  debe  investigar  si 
«  es  la  consecuencia  de  un  poder  es- 
«  preso,  si  es  necesario  y  conveniente  á  su 
« ejecución.  En  caso  afirmativo,  el 
((  Congreso  puede  ejercerlo.  » 

Entonces,  es  fácil  ver  cómo  el  Con- 
greso no  podria  prorogar  sus  sesiones 
indefinidamente  incluyendo  enlapró- 
roga  asuntos  de  carácter  facultativo. 
Si  estos  no  son  rigurosamente  indis- 
pensables como  resortes  de  adminis- 
tración, deben  ser  aplazados  hasta 
el  período  ordinario  próximo.  Pero  si 
revisten  el  carácter  opuesto,  si  son 
leyes  estrictas  é  ineludiblemente  in- 
dispensables en  el  rodage  administra- 
tivo y  político,  el  Congreso  no  puede 
disolverse  ni  ser  disuelto  antes  de 
íinalizar  como  es  debido  sus  tareas 
esclusivamente  propias. 

De  suerte  que,  si  se  tratara  por 
ejemplo  de  un  caso  de  guerra  inter- 
nacional en  los  días  anteriores  al  30 
de  setiembre,  el  poder  legislativo  po- 
dría prorogarse  para  los  efectos  consti- 
cionales  si  al  ejecutivo  se  le  ocurriera 
no  hacer  caso  de  la  facultad  contenida 
en  el  inciso  21  del  art.  67. 

¿Tiene  la  ley  de  presupuesto  y  de 
impuestos  este  carácter?  ¿El  gasto  y  el 
recurso  son  necesidades  imprescitidibles? 

No  prolonguemos  este  artículo  con 
esplicaciones  inoficiosas,  pero  conclu- 
yamos que  también  de  este  otro  punto 
de  vista,  la  próroga  de  las  sesiones  es 
una  facultad  legislativa  que  nadie 
podría  sin  ignorancia  ó  sin  mala  fé, 
controvertir. 

La  Constitución  argentina,  á  imita- 
ción de  la  norte  americana,  preceptuó 
precisamente  en  una  de  las  atribucio- 
nes del  Congreso  esto  que  no  por  ser 
raras  veces  citado,  ha  perdido  su  vali- 
dez: «  El  Congreso  hará  todas  las  le- 
«  yes  y  reglamentos  que  sean  conve- 
«  nientes  para  poner  en  ejercicio  los 
«poderes  antecedentes  y  todos  los 
« otros  concedidos  por  la  presente 
«  Constitución.  » 


No  sabemos  porque  los  hombres  del 
53 — ellos  no  lo  dicen — suprimieron  del 
artículo  la  palabra  necesarios  tal  cual  se 
halla  en  la  Constitución  del  norte.  Ello 
aclaraba  y  vigorizaba  mas  el  pensa- 
miento de  la  ley. 

Sin  embargo  no  ha  quedado  del  todo 
enigmático  y  lo  que  el  inciso  pretrans- 
crito  dispone  es  que  al  Congreso  que- 
dan reservados  poderes  implícitos  ije 
legislación  sobre  asuntos  de  carácter 
necesario  ó  conveniente  para  las  tareas  gu- 
bernativas. 

Pues  bien,  si  ese  poder  es  el  único 
que  tiene  atribuciones  para  legislar 
sobre  presupuesto  y  fijarlas  contribu- 
ciones con  que  se  levanta  renta — según 
la  espresión  americana; — si  es  cierto 
que,  como  ya  queda  evidenciado,  di- 
chas leyes  son  indispensables,  ¿cómo 
no  había  de  disponer  de  facultades  pa- 
ra dictar  la  ley  «necesaria  y  conve- 
niente» de  la  próroga  á  los  efectos  de 
cumplir  con  un  deber  imprescindi- 
ble? 

¿Por  qué?  Porque  como  el  juez  citado 
lo  dice  y  lo  repiten  Marshall  y  otros: 
«  los  poderes  acordados  por  la  Consti- 
«  tución  encierran  implícitamente  los 
«  medios  ordinarios  de  ejecución:  de 
«  otro  modo  la  Constitución  seria  letra 
«  muerta.  »  ( Cap.  XXVI,  pág.  127). 

Así  lo  manifesté  yo  en  mis  palabras 
de  la  Cámara,  pero  probablemente  no 
era  ese  día  el  momento  oportuno  para 
dejar  bien  radicada  en  el  ánimo  de  los 
diputados  una  doctrina  tan  natural 
como  sana  y  evidente. 

Es  menester  fijarse  que  si  la  Consti- 
tución no  hubiese  insertado  la  cláusu- 
la que  examino,  el  poder  legislativo 
habría  sido  imprevisoramente  restrin- 
gido en  el  uso  de  sus  atribuciones  pri- 
vativas. Pero,  la  cláusula  ha  sido 
puesta  para  aclarar  mejor  el  espíritu 
de  la  Constitución  y  por  eso  Story 
que  trata  ampliamente  de  ella  dice 
estoque  conviene  recordar:  «Elaná- 
«  lisis  escrupuloso  de  esta  cláusula, 
«  prueba  que  si  ella  no  sirve  para  dar 
«  mas  estensión  á  los  poderes  del  Con- 
« greso,  tampoco  los  restringe.  No 
«  debilita  el  derecho  de  la  legislatura 
«  para  tomar  las  medidas  que  sean  necesarias 
«  á  la  ejecución  de  sus  poderes.  El  mo- 
«  tivo  de  su  inserción  ha  sido  cierta- 
«  mente  prevenir  toda  duda  sobre  el  de- 
«  recho  de  la  lesrislatura  en  la  variedad 


292 


Revista  Económica 


«  infinita  de  poderes  secundarios  qiie 
«  debeti  estar  comprendidos  implícitamente  en 
«  la  Constitución,  si  se  quiere  tener  un 
«  gobierno  real  y  no  un  fantasma.  » 
[Aid). 

También  de  este  punto  de  vista,  las 
facultades  legislativas  de  próroga  que- 
dan bien  aclaradas. 

*  * 

No  investiguemos  antecedentes  pa- 
trios. No  los  hay  por  desgracia  en  lo 
que  respecta  al  debate  del  53. 

Los  convencionales  pasaron  sobre 
casi  todos  los  artículos  pertinentes  y 
sobre  los  incisos  del  86  sin  ¡jarar  ma- 
yormente su  atención.  Pero,  es  de  pre- 
guntarse; si  hubieran  querido  real- 
mente innovar  ¿habrían  silenciado  el 
fundamento  de  una  reforma  tanto  mas 
digna  de  explicación  cuanto  mas  an- 
tigua y  aceptada  era  la  doctrina  de  la 
próroga  legislativa?  Si  tuvieron  deve- 
ras la  intención  de  apartarse  del  mo- 
delo que  copiaban  ¿no  habrían  estable- 
cido en  dos  palabras  siquiera  la  razón 
del  desvio? 

Es  que,  lo  repito  ahora,  ellos  preten- 
dieron superar  al  modelo.  Pensaron, 
que  dados  los  precedentes  históricos, 
lo  peligroso  no  eran  las  reuniones  in- 
definidas del  Congreso,  sino  al  contra- 
rio, las  huelgas  y  las  dificultades  de 
reunión . 

¿Cuánto  tiempo  trascurrió  sin  que 
pudiera  realizarse  el  propósito  tantas 
veces  proclamado  de  convocar  y  reu- 
nir un  Congreso?  La  primera  junta 
revolucionaria  ya  lo  insinúa.  La  con- 
servadora intenta  hacerlo  práctico. 
Los  dirigentes  se  debaten  al  rededor 
de  esta  necesidad  y,  ya  sabemos  que 
recien  el  13  pudimos  ver  congregada 
la  primera  asamblea  de  representan- 
tes. 

No  tengo  porque  recordar  las  des- 
consolantes dificultades  que  se  opo- 
nían invariablemente  á  la  reunión  de 
nuestras  primeras  asambleas,  pero  si 
no  he  de  olvidar  que  si  la  del  13  se 
reúne  tres  años  después  de  persegui- 
do afanosamente  el  propósito  de  la 
congregación,  otros  tres  años  se  pasan 
desde  la  instalación  de  aquella  hasta 
la  del  segundo  Congreso,  el  del  año 
16,  cuyas  peripecias  son  harto  cono- 
cidas. 

Con  el  derrocamiento  que  la  primi- 


tiva Cepeda  trae  al  soberano  Congreso 
Constituyente,  se  abre  una  nueva  era 
de  dificultades  insuperables.  Los  en- 
sayos constitucionales  posteriores  no 
hacen  algo  más  eficaz  en  pro  de  las 
reuniones  y  ya  sabemos  que  hasta  la 
caída  del  tirano  no  fué  posible  hacer 
verdadero  Congreso  de  la  República. 
Cual  debió  ser  entonces,  en  presen- 
cia de  estos  antecedentes  que  yo  la- 
mento no  poder  acentuar  y  ampliar 
mejor  en  esta  oportunidad,  el  propó- 
sito de  las  fechas  fijadas  en  el  artículo 
de  la  Constitución  vigente? 

Claramente,  el  de  obligar  á  sesionar 
por  lo  menos  un  período  fijo,  sin  perjui- 
cio de  prorogarse  todo  el  tiempo  que 
fuese  necesario  para  las  altas  tareas 
que  dicha  ley  encomendaba  al  Con- 
greso. 

Si  así  no  fuese,  me  permitiré  repe- 
tir aquí  lo  que  ya  pregunté  en  otra 
ocasión:  ¿cuál  seria  el  fundamento 
jurídico  de  la  limitación?  ¿En  qué  ra- 
zones históricas  ó  de  puro  derecho — 
díganlo  claramente  los  que  otra  cosa 
sostienen — se  basaría  la  interpretación 
de  los  que  solo  miran  la  letra  y  cie- 
rran los  ojos  al  espíritu  que  le  dá 
vida? 

Los  que  sepan  derecho  constitucio- 
nal podrían  aducir  la  razón  de  su  doc- 
trina. Esto  es  un  deber.  Pero,  ello 
no  es  posible  porque  todo  les  contra- 
dice: nuestra  historia  y  nuestra  ley;  la 
legislación  del  norte  y  la  inglesa;  el 
espíritu  de  las  legislaciones  análogas 
y  la  doctrina  concordante  de  los  trata- 
distas más  autorizados,  todo  en  fin, 
porque  todo  concurre  á  invalidar  una 
afirmación  que  no  tiene  mayor  apoyo 
que  la  corruptela  establecida  por  nues- 
tros ejecutivos  y  aceptada  sin  mayor 
atención  por  nuestros  Parlamentos. 


No  quiero  prolongar  este  artículo, 
explorando  ahora,  como  sería  prove- 
choso, el  campo  de  la  legislación  com- 
parada. Ya  esbozó  este  punto  en  la 
Cámara  de  Diputados,  pero  sí  he  de 
decir  que  no  hay  una  sola  de  las  que 
nos  sirven  constantemente  de  guias, 
que  disponga  otra  cosa  que  lo  soste- 
nido por  mí. 

Podría  demostrar,  con  solo  enunciar- 
lo, cómo  hay  otras  corruptelas  análo- 
gas, tácitamente  consentidas  por  el  le- 


DEL   Río   DE   LA   PlATA 


298 


gislador  en  mengua  de  sus  atribucio- 
nes privativas.  Pero,  eso  lo  he  de  decir 
en  la  Cámara  en  su  momento  oportu- 
no, para  salvar  mis  opiniones  en  la 
materia  y  encuadrar  como  siempre  mi 
conducta  en  los  preceptos,  sanamente 
interpretados,  de  la  Constitución. 

O.  Magxasco. 


ALMA  DE  NIÑA 


(UN      POCO     DE     CRÍTICA) 

Acabo  de  leer  el  último  libro  de  Po- 
destá, — trabajo  que  vino  á  mis  manos 
hace  recien  unos  ocho  dias;  y  digo  «tra- 
bajo» y  «libro»,  exprofeso. 

Trabajo,  porque  ese  es  el  nombre 
sencillo,  casi  modesto,  con  que  el  autor 
me  lo  ha  remitido  (le  doy  las  gracias), 
y  libro,  porque  Alma  de  niña  que  es  á  lo 
que  me  estoy  refiriendo,  no  ha  visto  la 
luz  pública  con  la  pretensión  de  ser 
otra  cosa.    De  lo  contrario,  el  editor  le 
habría  puesto,  en  la  portada,  como  es 
costumbre  wove/a, — á  fin  de  caracterizar 
con  una  sola  palabra   el  trabajo,   el  li- 
bro, es  decir,  la  obra,  cualquiera  que 
fuese  su  género.   Pero  ¿qué  es  en  defi- 
nitiva este  libro?    Por  su  extensión  es 
una  novela  sentimental,   un  romance 
del  corazón, — y  nunca  título  mejor  es- 
cogido que  el  que  lleva.    En  realidad 
no   es  mas  que   la  que  los  franceses 
llaman  una  nouvelle, — ó  sea  un  término 
medio,  de  composición  literaria,  entre 
el  cuento  y    el  romance,    ó    la  novela 
propiamente  dicha,  en  prosa  siempre, 
al  revés  del  romance  que  puede  serlo 
en  verso  ó  en  prosa,  como  se  quiera. 

Ya  cuando  Podestá  publicó  su  Irres- 
ponsable tuve  oportunidad  de  apuntar 
en  él  vigorosas  dotes  de  observador  y 
de  escritor.  Alma  de  niña  me  confirma 
en  mi  juicio;  y  el  autor  parece  de  ello 
convencido,— lo  felicito;  creer  uno  en 
sí  mismo  es  ser  fuerte,—  estando  como 
estamos,  según  anuncio,  en  vísperas 
de  que  nuestras  letras  sean  enriqueci- 
das con  otro  libro  suyo,  cuyo  título 
será  Malucha. 

No  repetiré  lo  que  otros  han  dicho 
ya, — sobre  el  argumento  de  Almade  niña. 
Ellos  lo  han  dicho  bien  y  basta.    Solo 


notaré  que  la  acción  pasa  aquí  lo  mis- 
ino que  habría  podido  pasar  en  otra 
parte.  Por  manera  que  este  libro  es 
esencialmente  humano. — auuíp.ie  esta 
vez  no  se  cumpla  lo  contenido  en  el 
grito  angustioso  del  poeta:  llega  un 
(lia  en  que  ama  el  hombre  y  la  mujer 
olvida.  Aquí  no, — la  mujer  muere 
amando. 

Lo  mismo  que  en  Irresponsable  Podes- 
tá ha  guardado  en  Alma  dé  niña  las  pro- 
porciones; y  los  contornos  de  los  per- 
sonajes y  de  los  objetos  en  que  se 
mueven  todos  los  que  actúan  (unos 
pocos,  lo  que  es  un  mérito)  y  llevan, 
sin  excepción,  el  sello  de  un  rasgo  neto, 
apretándose  y  desatándose  el  nudo  de 
la  acción, — con  ese  vigor  sostenido  que 
es  uno  de  los  principales  privilegios 
del  novelista. 

Yo  no  sé  cómo  lee  Podestá  no  le  co- 
nozco: no  sé  tampoco  cómo  leen  Vds 
los  que  me  leen  ahora  á  mí.  Solo  sé, — 
cómo  leo  yo,  y  es  quizá  una  de  las 
pocas  cosas  que  sé  á  las  mil  maravi- 
llas. ¿Lo  pondrán  Vds.  en  duda?  Quie- 
ro decir  que  sé  cómo  trato  un  libro 
que  no  conozco, — un  libro  que  no  es 
de  ciencia  pura  bien  entendido.  Mi 
costumbre,  por  no  decir  mi  método, 
consiste  en  abrirlo  al  azar.  Leo  un 
párrafo,  una  página.  Me  interesa,  me 
atrae, — sigo.  Sucede  lo  contrario,  el 
libro  será  muy  bueno^ — no  lo  leo.  He- 
cho aquello  hojeo  y  hojeo, — hasta  que 
por  fin  me  decido  á  empezar  por  el 
principio.  Es  lo  que  me  ha  sucedido 
con  Alma  de  niña.  La  primer  página 
que  leí, — es  ésta,  muy  bien  hecha.  Juz- 
guen Vds: 

«iVdelahabia  quedado  en  el  zaguán, 
sin  atreverse  á  dar  un  paso;  tenia  ru- 
mores en  los  oídos,  como  golpes  de 
platillo,  que  corrían  con  vi'braciones 
penosas  hasta  su  cerebro.» 

«Estaba  aturdida,  mareada,  sentía 
hundimiento  de  abismo  y  le  pareció 
que  las  paredes  del  estrecho  recinto 
avanzaban  hasta  encontrarse  para 
comprimirla  y  aplastarla.  Aquello  era 
horrible;  miró  hacia  la  calle,  con  in- 
tención de  huir, y  la  calle  estaba  oscu- 
ra, como  si  empezara  á  anochecer;  la 
casa  de  enfrente,  habia  desaparecido, 
la  buscó  con  una  mirada  ávida  de  luz 
y  de  horizontes,  y  nada  pudo  distin- 
guir; estiró  entonces  sus  brazos,  in- 
quieta y  trémula,  pero  sus  manos  se 


294 


Revista  Económica 


encontraron  con  el  vacio,  su  cerebro 
estaba  congestionado,  dolorido,  sentía 
como  una  expansión  dentro  del  cráneo 
y  golpes  de  martillo  en  las  sienes.» 

«Pálida,  extremecida  por  sacudidas 
nerviosas  que  le  hacian  contraer  invo- 
luntariamente los  músculos  de  la  cara, 
dejando  sus  labios  entreabiertos,  secos 
por  ráfagas  de  vapor  caliente  que  le 
subian  desde  el  pecho;  sin  fuerzas  ya 
para  sostenerse,  buscó  un  punto  de 
apoyo,  dejándose  caer  como  un  cuerpo 
inerte  contra  la  pared.  Chocó  su  ca- 
beza produciendo  un  ruido  seco  de 
cántaro  que  se  rompe,  y  ya  iba  á  rodar 
por  tierra  cuando  estiró  sus  brazos  en 
cruz  y,  clavando  las  uñas  con  desespe- 
ración pudo  sostenerse  con  balanceos 
y  oscilaciones  de  ebrio.  Con  la  violen- 
cia del  golpe  saltaron  costras  de  rebo- 
que que  se  desmenuzaron  sobre  su 
cabeza.» 

Fáltale  á  esta  págima,  seguramente, 
un  poco  de  cincel  gramatical; — obser- 
vación que  no  podia  escapar  y  no  esca- 
pó á  la  crítica  de  Argerich;  ¡^ero  las 
pinceladas  tienen  todo  el  fuerte  colo- 
rido, que  exige  el  cuadro,  para  que  se 
destaque  en   medio  de  él  una  íigura 
que  oprime  el  pecho,  con  su  angustio- 
so aturdimiento, — y  todo  el  arte  consis- 
te en  eso,  en  impresionar  con  la  verdad 
y  verdad  es  todo  lo  que  ha  sido  ó  i^uede 
ser;  porque  «la   naturaleza,  es  la  ver- 
dad», empleando  una  expresión  agena. 
Tiene  Podestá  sus  procedimientos  de 
artista  como  se   comprende,  que  han 
de  irse  perfeccionando, — hasta  hacer 
de  él,  cualquiera  quesea  el  género  que 
aborde,  todo  un  novelista.    Pero   me 
gustaría  que  fuera  menos  minucioso 
en  un  sentido  y  mas  prolijo  en  otro. 
Nuestra  cultura  no  ha  llegado   á  tal 
punto  que  tengamos  un  estilo;  de  ma- 
nera,— que  hay  detalles  que  del)erán 
pasarse  por  alto.     Un  salón  nuestro, 
por  ejemplo,  qué  tipo  tiene?    Me  gus- 
taría también  que  Podestá  viera  menos 
rojizo, — este  vocablo,  como  casi  siempre 
nos  sucede  álos  hombres  de  pluma,  es 
un  favorito.   Emilio  Zola,  que  usa  j^ocos 
adjetivos  abusa  de  su  besogne  hasta  dar 
grima;  y  ya  he  observado  en  la  carta 
que  á  éste  le  dírijí  en  «El  Diario»  hace 
meses  lo  que  le  pasa  á  Charles  de  Ma- 
zade,  á  quien  lo  sigo  hace  diez  y  ocho 
años,    con  su  incoherent  y  su   equivoque 
(incoherente  y  equívoco). 


Se  ha  repetido  muchas  veces  que  «no 
hay  nada  en  vano».  Y  un  pensador, 
que  es  de  mi  gusto,  observa  con  tal 
motivo.  Eso  es  verdad  en  el  detalle. 
Un  grano  de  trigo  es  hecho  para  pro- 
ducir otros  granos  de  trigo.  Nosotros 
no  concebímos  un  campo  que  no  deba 
ser  fecundo. 

Y  bien  ¿qué  mas  quiere  que  le  diga 
Podestá?  Su  Irresponsable  no  ha  sido 
inútil;  y  ese  grano  de  trigo  se  va  vol- 
viendo riquísima  mies. 

No  sé  si  ésto  como  crítica  agradará . . . 
pero...  y  si  no  sé  hacerla  de  otro 
modo! 

Lucio  V.  Mansilla. 


DEPINICIONETDE  "CRÉDITO" 
I 

La  felicidad  material  de  un  ¡Duebio 
consiste  en  la  generalización  del  bien- 
estar, su  desgracia  en  la  concentración 
del  bienestar,  y  es  tanto  más  desgi'a- 
ciado  en  cuanto  la  generalización  ó 
concentración  es  mayor. 

Siendo  única  fuente  de  bienestar  el 
trabajo  actual  ó  anterior,  toda  causa 
de  acumulación  excesiva  ó  de  absor- 
ción de  sus  fuerzas  productoras  pro- 
duce malestar.  Esta  causas  son  natu- 
rales ó  artiíiciales:  naturales  las  que 
el  hombre  no  puede  evitar  por  no 
ser  su  obra,  artificiales  las  que  el 
hombre  puede  evitar  por  ser  su  he- 
chura. 

Las  epidemias  y  enfermedades  ab- 
sorviendo  la  vida  humana,  primera  y 
esencial  fuente  de  producción;  las 
inundaciones,  el  granizo,  etc.  que  la 
hacen  desaparecer;  las  malas  condi- 
ciones atmosféi'icas  que  impiden  su 
desarrollo;  son  causas  naturales  de 
absorción  de  trabajo  que  no  es  dado 
al  hombre  evitar  y  cuyos  efectos  solo 
la  ciencia  podrá  atenuar  en  joarte. 

Pero,  las  causas  ai'tificiales  de  con- 
centración ú  absorción  de  trabajo 
como:  la  ignorancia,  las  guerras,  la 
desproporcionada  distribución  de  la 
riqueza,  los  monopolios  todos:  de  ins- 
trucción, de  venta,  de  producción,  de 
comercio,  de  exi)lotación,  de  préstamo, 
etc.  reasumiendo,  todas  las  que  por 
voluntad  humana  concentran  en  po- 


DEL  Rio  de  la  Plata 


295 


cas  manos  (ricos)  ó  en  una  sola  (Esta- 
do) los  medios  de  producir,  son  causas 
de  malestar  perfectamente  evitables. 
Hacerlas  desaparecer  es  obra  comple- 
tamente humana  y  que  ha  de  ir  lle- 
vando á  cabo  la  observación,  apre- 
ciando donde  acaba  la  sociedad 
necesaria  á  la  producción  y  donde 
empieza  la  concentración  excesiva  que 
la  daña. 

Causa  principal  de  perjuicio  de  la 
producción,  es  el  inonopolio  del  dine- 
ro en  sus  formas  de  préstamo  y  crédi- 
to, y  tratar  de  saber  que  cosa  es 
crédito  es  cooperar  en  cierto  modo  á 
que  desaparezca  el  monopolio  que  á 
nombre  de  sus  ventajas  se  hace.  Es 
lo  que  hemos  querido  hacer  estudian- 
do sus  definiciones. 


II 


«  El  crédito  es  la  confianza  »  para 
Víctor  Bonnet,  (1)  «  La  confianza  apli- 
«  cada  á  las  relaciones  comerciales  m 
según  G.  Boccardo,  (2)  «  Un  acto  de 
confianza  sujeto  á  riesgo  »  es  opinión 
de  Paul  Cauwes,  (3)  «  Una  facultad  so- 
«  cial  que  deriva  de  la  confianza  »  dice 
Ch.  Coquelin  (4)  «  Viejo  como  el  múri- 
ce do,  no  es  sino  una  variedad  del  cam- 
«  bio:  el  cambio  á  plazo;  es  simple- 
«  mente  como  lo  dice  su  nombre,  la 
«  confianza  »  escribe  Fed.  Passy  (5)  y 
«  La  palabra  crédito  viene  del  latin 
«  credere,  que  quiere  decir  tener  fé  ó 
«  confiar  en  la  palabra  de  otro,  »  ex- 
presa Pedro  Autran  da  Matta  Albu- 
querque  (6)  ¿  Será  esto  el  crédito  ? 
evidentemente  nó. 

Los  bancos  por  ejemplo  confian  enor- 
mes sumas  á  sus  empleados  de  caja, 
á  quienes  seguramente  no  concede- 
rían crédito  alguno,  ó  solo  por  cantida- 
des insignificantes  y  aun  el  riesgo 
que  exije  Cauwes  existe  en  este  caso. 

El  Sr.  Matta  citado,  y  con  el  la  ge- 
neralidad de  los  autores  establecen 
acertadamente  el  origen  de  la  palabra 
crédito  en  el  latin  créditum,  pero  se- 
guidamente  agrega   como  otros   mu- 


chos «que  quiere  decir  confiar»  y  aquí 
hacen  de  creer  confiar  y  caen  en  la 
sinonimia  que  existe  entre  confiar  y 
fiar  y  que  define  con  exactitud  Mora 
diciendo:  «  En  confiar  no  hay  mas  que 
«  esperanza,  en  fiarse  hay  seguridad. 
«  El  acreedor  confia  en  que  se  le  pa- 
ce gara  lo  que  se  le  debe,  y  no  exige 
«  recibo  porque  se  fía  en  la  honradez 
«  de  su  deudor.  La  acción  de  fiarse 
«  es  más  amplia  que  la  de  confiar  y 
«.  supone  más  abandono  y  seguridad 
«  que  ésta.  » 

Otros  autores  establecen  la  necesi- 
dad de  la  confianza  en  el  cumplimien- 
to de  las  obligaciones  contraídas  y  así 
encontramos  las  siguientes  definicio- 
nes: «  Confiar  valores  á  los  que  los 
«  necesiten  y  estén  dispuestos  á  pagar 
«  su  uso.  »  M.  S.  de  Molinari.  (7)  «  La 
('  facilidad  de  tomar  prestado,  que  se 
«  adquiere  conduciéndose  rectamente 
«  en  los  negocios  é  inspirando  confian- 
ce  za.  »  S.  Petano  y  Mazariegos.  (8)  ce  La 
ce  confianza  que  una  persona  inspira 
'<  de  que  cumplirá  las  obligaciones 
«  que  contrae,  »  Ramón  Angiasell.  (9) 
(c  La  confianza  que  nos  inspira  una 
ce  persona  ó  una  institución  determi- 
cc  nada  para  el  cumplimiento  de  una 
ce  obligación  contraída.  »  Eustaquio 
Toledano.  (10)  ce  Implica  siempre  la 
ec  promesa  de  un  pago  y  por  consi- 
ce  guíente  supone  siempre  la  confian- 
ce  za.  »  Edmond  Villey.  (11)  ec  La  con- 
cc  fianza  que  inspiramos  á  otros  en  lo 
ce  que  concierne  á  la  ejecución  de 
ce  nuestros  compromisos  pecuniarios.  » 
M.  Emile  Worms.  (12)  ec  La  confianza 
ce  que  se  tiene  de  que  una  persona 
ec  cumplirá  sus  obligaciones  contrata- 
ce  das  libremente.  Es  la  opinión  que  se 
ce  tiene  de  que  querrá  y  podrá  cumplir 
ec  su  promesa.  »  Henri  Storch  (18)  y 
Ensebio  María  del  Valle.  (14)  ce  El  re- 
ce sultado  de  la  confianza  introducida 
ce  en  el  cambio  ó  bien  esta  confianza 
ce  misma  adaptada  al  cambio  »  Frede- 


(1)  Le  crédit  et  les   flnances,  París  1865,  pág.   93. 

(2)  Tratado  de  economía  política,  Buenos  Aires  1872, 
pág.  227,  T.  n. 

(3)  Principios  de  E.  P.,  París  1881,  pág.  5321. 
(1)  Diccionario  de  E.  P.,  París  1854. 

f5)  Leecionesde  E.  P.,  Montpeller  1862,  pág.  192. 

(6)  Principios  deE.  P.,  Rio  de  Janeiro  1860,  pág.  196. 


(7)  Curso  de  E.  P.,  París  1863,  pág.    278,  t.  II. 

(8)  Manual  de  E.  P.,  París  1859,  pág.  83. 

(0)     Compendio     de    Lecciones  de  E.  P.,     Barcelona 
1858,  pííg.  106. 

(10)  Curso    de    instituciones  de    Hacienda,    Madrid 
1800,  pág.  600,  II. 

(11)  Tratado    elemental    de  E.  P.,    París  1885  pao- 

(12)  Exposición  elemental  de  E.  P.,  París  1881    náa 
418.  '  ^  *^' 

(13)  Curso  de  E.  P.,  París  1823,  pág.  229    II 

(14)  Curso  de  E.  P.,  Madrid  1846,  pag    217     ' 


296 


Revista  Económica 


rik  Skarbek  (1)  «  acordar  plazo,  ins- 
« pirar  confianza,  autorizar  á  una 
«  persona  á  constituirse  deudor  por 
«  una  suma  que  uno  garantiza.  »  N. 
Villiaumé.  (2) 

Basta  meditar  un  poco  estas  defini- 
niciones  para  ver  que  no  expresan  el 
Xíonceptodel  crédito.  Tenemos  con- 
fianza V  si  se  quiere  fé  en  el  cum- 
plimiento de  la  obligación  contraída 
por  parte  del  capitán  de  un  buque 
de  que  entregará  su  cargamento  al 
consignatario,  y  sin  embargo  al  fiar 
en  su'  promesa  no  le  hacemos  crédito 
como  no  se  lo  ha,cemos  al  empleado 
á  quien  confiamos  recaudaciones  ó 
pago  de  fondos,  aún  cuando  nos  es 
deudor  por  las  sumas  y  documentos 
á  su  cargo  en  tanto  vence  el  plazo 
que  le  hemos  acordado  para  darnos 
cuenta. 

Tampoco  es  cierto  que  implique 
siempre  la  promesa  de  un  pago  ó  que 
consista  en  un  préstamo  y  buena 
prueba  de  ello  son  las  cartas  de  cré- 
dito, por  las  que  una  persona  hace  á 
otra  un  crédito  ó  se  lo  abre  para  usar 
el  termino  comercial,  sin  que  en  la 
mayoría  de  los  casos  llegue  á  hacerse 
uso  del  dinero  ni  á  prometerse  el  pago 
á  pesar  de  existir  la  operación  de 
•crédito. 

Sin  embargo  Mariano  José  Sicilia 
define  el  crédito:  «  La  facultad  ó  pro- 
ce  porción  de  tomar  prestado  mediante 
«  la  confianza  que  inspira  al  que  presta, 
«  la  opinión  que  tiene  de  la  seguridad 
«  del  pago  por  parte  del  que  toma 
«  prestado  »  (o).  Mac  Culloch:  «  La  pa- 
«  labra  crédito  se  emplea  para  expre- 
«  sar  la  confianza  acordada  por  un 
«  individuo  á  otro,  cuando  le  concede 
«  su  propiedad  á  título  de  préstamo  ó 
«  sin  estipular  el  pago  inmediato  del 
«  precio  de  esta  propiedad  »  (4)  Emi- 
lio Laveleye:  «  El  acto  de  confianza 
«  en  cuya  \ártud  el  poseedor  de  una 
((  suma  de  dinero  ó  de  mercancía  las 
«cede  á  otro  bajo  la  promesa  de  su 
«  devolución  ó  pago  »  (5).  El  diciona- 
rio  de  comercio:     «  La  confianza   que 


(1)  Teoría  de  las    riquezas  sociales,  París  1829,  pág. 

(2)  Nuevo    tratado     de    E.    P.,      París   1864,    pág. 
200,  I.  „, 

(3)  Diccionario  analítico  de  E.  P.,  París  IS-^^pág.  560. 

(4)  Principios  de  E.  P.,    París  1863,  pág."l3l- 

(5)  Elementos  de  E.  P.,    París  1882,  pag.  220. 


«  una  persona  acuerda  á  otra  cuando 
«  le  presta  dinero  ó  le  vende  mercade- 
«  rías  sin  exigir  el  pago  inmediato  » 
(6)  El  P.  Mateo  Liberatore:  «  La  con- 
«  fianza  que  se  tiene  en  una  persona 
«  respecto  del  cumplimiento  de  una 
«  obligación  contraída  »  (7)  Real  Aca- 
demia Española:  «.  Libramiento,  vale 
«  ú  abono  de  una  cantidad  que  se  dá 
«  para  pagar  en  adelante,  ó  bien  para 
((  que  la  pague  en  otro  parage  un 
IX  corresponsal  »  (8)  Francisco  de  P. 
Mellado:  «  La  confianza  que  una  per- 
«  sona  tiene  en  otra  á  quien  le  presta 
«  dinero  ó  cuando  le  vende  mercan- 
«  cías  sin  exigirle  inmediatamente  su 
«  pago  »  (9)  J.  B.  Say:  «  Confianza 
«  pública  que  decide  á  los  capitalistas 
«  á  ceder  al  trabajo  el  uso  actual  de 
«  sus  capitales  bajo  promesa  de  res- 
«  titución  con  beneficio.  La  facultad 
«  que  posee  un  hombre,  una  asocia- 
«  ción,  una  nación  de  encontrar  pres- 
«  tamistas.  Se  funda  en  la  persuasión 
«  de  estos  de  que  las  sumas  prestadas 
«  les  serán  devueltas  y  se  cumplirán 
«  fielmente  las  condiciones  estípula- 
«  ladas,  »  y  Wagner:  «  aquella  rela- 
ce ción  económica  privada  ó  sea  aquel 
«  dar  y  recibir  voluntario  de  bienes 
«  económicos  entre  dos  personas,  en 
«  que  la  prestación  de  una  de  las 
«  partes  descansa  y  tiene  por  garan- 
«  tia  la  confianza  en  la  promesa  de 
«  una  prestación  equivalente  y  futura 
«  de  la  otra  parte.  »     (10) 

Más  ó  menos  latas,  todas  estas  de- 
finiciones confunden  el  crédito  con  la 
confianza,  establecen  la  existencia  de 
un  préstamo  que  ha  de  ser  devuelto 
y  la  necesidad  del  compromiso  de 
cumplimiento  de  una  obligación  y  ya 
hemos  visto  como  hay  operaciones 
que  no  son  de  crédito  y  en  que 
concurren  todas  estas  circunstancias. 

Haremos  una  sola  reflexión.  Cuando 
una  persona  inspira  confianza  á  otra 
que  la  ocupa  diariamente  en  opera- 
ciones como  el  manejo  de  caudales  y 
el  transporte  de  valores  en  metálico 
ó  mercaderías  etc.:  el  cumplimiento 


(6)  Diccionario    de    comercio,   Bruselas    1840,  pág. 
G70  I. 

(7)  Principios    de  E.  P.,  Madrid  1890,  pág.  337. 

(8)  Diccionario  de  la  lengua,  Madrid,  1884. 

(9)  Enciclopedia    moderna,    Madrid,   1852,    pág.  560 
T.  II. 

(10)  Del  crédito  y  los  bancos,    pág.  435. 


DEL  Rio  de  la  Plata 


297 


exacto  de  las  obligaciones  contraidas 
y  la  rectitud  de  proceder  del  favore- 
cido por  la  confianza,  hace  que  esta 
sea  cada  dia  mayor  hasta  llegar  á  ser 
ilimitada,  sin  disminuir  jamás  mien- 
tras subsiste  la  honradez  en  la  con- 
ducta y  la  capacidad  intelectual  ne- 
cesaria . 

El  crédito  por  el  contrario  aumen- 
ta ó  disminuye,  se  amplía  ó  se  restrinjo 
según  la  posición  del  mercado,  y  sin 
sujeción  á  las  condiciones  de  fortuna 
y  de  moralidad,  del  favorecido  que 
pueden  permanecer  estacionarias  ó 
mejorar  inmensamente  mientras  dis- 
minuye ó  desaparece  su  crédito.  Hay 
restricción  de  crédito  y  no  hay  restric- 
ción  de  confianza. 


III 


Es  indudable  que  la  idea  de  crédito 
supone  la  de  tiempo  pero  no  es  su 
única  condición.  Muchos  autores  no 
ven  en  el  crédito  sino  el  anticipo  ó 
la  supresión  del  tiempo,  ó  han  hecho 
deíinicionesde  propiedades  del  crédito 
sin  defmir  este.  Citaremos  para  ejem- 
plo las  siguientes:  «  Hacer  crédito  es 
((  acordar  tiempo  »  F.  Bastiat.  «  El 
«  lapso  de  tiempo  que  media  entre  la 
«  prestación  y  la  contraprestación  » 
José  M.  Olozaga  y  Bustamante  (1) 
«  adelanto  de  dinero  ó  de  mercade- 
«  rias  »  Kelly  (2)  «  La  anticipación 
«  fiduciaria  de  un  valor  ó  de  un  ser- 
«  vicio,  la  tradición  de  un  valor  pre- 
«  senté  por  la  promesa  de  un  valor 
«  futuro  »  Boccardo  (3)  «  Entregar 
«  un  valor  actual  en  cambio  de  una 
«  promesa  »  L.  Hamon  (4)  « El  cré- 
«  dito  es  un  negocio  que  empieza  en 
«  el  presente  y  termina  en  el  porve- 
«  nir  »  Maurice  Block  (5).  «  La  rela- 
«  ción  económica  establecida  mediante 
«  la  equivalencia  de  un  bien  presente 
«  y  de  un  bien  futuro  »  Fedele  Lam- 
pertico  (6).  «  El  cambio  incompleto 
«  de  dos  cosas,  de  las  cuales  una,  por 
«  lo    menos,    no  se    ha   de   entregar 


(1)  Tratado  de  E.  P.,  pág  77. 

(2)  El   cambista  universal,  Paris  1823,  pág.  276. 

(3)  Economía  política,  7»  edición,  pág.  318,  T.  II. 

(4)  Progreso  de    las  instituciones  económicas,  Ren- 
nes  1856,   pág.  73. 

(5)  Los  progresos  de    la    ciencia   económica,    Paris 
1890,  pág  381,  I. 

(6)  El  crédito,  Miian  1884,  pág  14. 


«  sino  en  tiempo  más  ó  menos  lejano  » 
Bernardo  Escudero  (1).  «  El  cambio 
<(  de  un  valor  presente  contra  la  pro- 
«  mesa  de  un  valor  futuro  »  Antonio 
Ciccone  (2).  «  El  cambio  de  un 
«  producto  ó  un  capital  entregado  in- 
«  mediatamente  contra  un  producto 
«  ó  un  capital  que  se  promete  entre- 
«  gar  en  el  porvenir  »  M.  Minghetti 
(3j.  (1  El  crédito  es  la  moneda  del 
(f  porvenir  »  Paul  Coq  (4).  «  El  arte 
«  de  agregar  á  la  propia  fortuna  real, 
«  otra  "fortuna  artificial  que  acaba  por 
«  realizarse  también  »  Pió  Pita  Piza- 
rro.    (5) 

La  definición  de  crédüúm  en  Séneca, 
«  deuda  que  uno  tiene  en  su  favor,  » 
la  hallamos  también  en  el  dicciona- 
rio de  D.  Joaquín  Escriche  (6),  como 
ahire  in  o-editum  «  prestar  á  alguno  » 
en  Ulpiano,  equivale  á  la  de  Turgot: 
«  En  una  palabra  todo  crédito  es  un 
«  préstamo.  »  (7)  Variantes  de  las 
mismas  son  las  siguientes:  «  Toda 
«  promesa  de  pago,  circulando  con  el 
«  mismo  titulo  que  el  numerario  y 
«  aceptada  en  pago »  Clement  Ju- 
glar (8).  «  Un  préstamo  mutuo  de 
«  mercaderías  ó  dinero  fundado  en  la 
«  reputación  de  probidad  y  solvencia 
«  del  deudor  »  Enciclopedia  Británi- 
ca (9).  «  Todo  el  que  presta  una  cosa 
«  da  crédito  y  el  que  la  toma  prestada 
«  recibe  crédito.  La  palabra  crédito 
«  significa  creencia  y  Juan  cree  que 
«  recobrará  su  propiedad  de  Tomás 
a  aunque  esto  desgraciadamente  no 
«  suceda  siempre  en  la  práctica  »  W.. 
Stanley  Jevons  (10).  «  El  resultado  del 
«  concepto  ventajoso  que  el  acreedor 
«  forma  de  la  exactitud  del  deudor  en 
«el  cumplimiento  de  sus  empeños» 
José  Canga  Arguelles  (11).  «  El  cre- 
ce dito  es  entre  comerciantes,  una  atri- 
i(  bución  personal  que  reposa  sobre  el 
((  carácter  de  la  persona  que  goza  de 
«  el  no  menos  que  sobre  la  condición 


(1)  Ensayos  de  E.  P.,  Madrid  1878,  pág.  468. 

(2)  Principios    de  E.  P.,    Ñapóles  1882,  pág.  137,  II. 

(3)  Relaciones  déla  E.  P,  con   la  moral  y  el  derecho, 
Paris  1863,  pág.  30.5. 

(4)  La  moneda  de  banco,  París  1857,  pág.  6. 

(5)  Examen  de  la  hacienda,  Madrid  1840,  pá^.  80 

(6)  Diccionario  de  Legislación,  París  1831,  pág.  155. 

(7)  Carta  á  M.  L'Abbé  de    Cice  sobre  el    papel    su- 
pliendo á  la  moneda  en  1749. 

(8)  Cambio  y  libertad  de  emisión,  París  1868,  páf .  5. 

(9)  Edimburgo  1819,  t.  VI,  pág.  732. 

/lO)    Nociones  de  E.  P.,  Nueva  York  1880,  pág.  154. 
(11)    Diccionario  de  Hacienda,  Londres  1826,  pág.  2l5_ 


298 


Revista.  Económica 


«  actual  del  que  posee  bienes  en  vir- 
«  tud  de  los  cuales  gira  ó  acepta  sus 
«  letras  »  M.  T.  C.  Banfield  (1). 

Una  operación  que  se  hace  diaria- 
mente en  todas  las  bolsas  y  muy  ge- 
neral en  el  comercio:  la  venta  para 
plazo  de  valores  cotizables  ó  de  mer- 
caderías, es  una  forma  de  crédito  y 
de  crédito  mutuo  que  nadie  no  obs- 
tante se  atreverá  á  calificar  de  prés- 
tamo. En  efecto:  el  bolsista  ó  comer- 
ciante que  vende  un  valor  A  al  precio 
de  B  para  entregarlo  y  cobrar  su  im- 
porte en  un  plazo  fijado,  no  fía  al 
comprador  sino  la  diferencia  del  precio 
estipulado  con  el  que  el  valor  A  tenga 
el  dia  del  vencimiento  del  compromi- 
so; y  como  esta  diferencia  puede  ser 
en  pro  ó  en  contra,  tanto  el  comprador 
como  el  vendedor  se  hacen  crédito 
por  la  diferencia  resultante  sin  que  se 
hagan  préstamo  alguno,  ni  tengan 
deuda  á  su  favor  pues  lo  ignoran 
hasta  el  término  de  la  operación. 

Es  muy  común  en  los  autores,  y  los 
últimos  cuatro  citados  son  prueba  de 
ello,  juzgar  al  crédito  como  el  resul- 
tado de  la  opinión  de  moralidad, 
solvencia  y  probidad  en  que  tiene  el 
acreedor  al  deudor  y  sobre  todo  de  la 
seguridad  de  recobrar  la  propiedad. 
Inumerables  son  los  casos  de  crédito 
á  países  y  gobiernos  sin  moralidad, 
como  á  personas  sin  solvencia  en  el 
momento  del  crédito,  pero  á  quienes 
se  juzga  capaces  de  producir  median- 
te este.  Tal  es  por  ejemplo  y  casi 
siempre  el  anticipo  á  los  artistas. 

Hay  también  formas  de  crédito  como 
el  seguro  de  vida,  marítimo,  de  incen- 
dio etc.,  en  que  el  acreedor  en  la  casi 
totalidad  de  los  casos  desea  no  hacer 
efectivo  su  crédito  y  perder  las  pri- 
mas pagadas  ó  lo  que  es  lo  mismo, 
no  recobrar  su  propiedad. 

Otro  caso  de  crédito  indudable  y  en 
que  no  concurre  ni  la  circunstancia 
de  préstamo,  ni  la  de  devolución,  ni 
la  de  moralidad,  es  la  compra  de  bille- 
tes de  loterías  ó  rifas.  El  que  adquiere 
uno  de  estos  lo  hace  porque  cree  en 
que  le  será  pagado  el  premio  caso  de 
ser  favorecido  su  número  y  por  tanto 
hace  crédito  á  la  administración  á 
quien  adelanta  fondos  que  le  han  de 


servir  al  pago  de  premios  y  á  realizar 
una  utilidad,  pero  hace  desde  luego 
abandono  de  su  capital. 

Xo  comprenden  estas  formas  de 
crédito  las  siguientes  deíiniciones: 
«  La  cesión  temporal  de  un  capital  á 
«  otra  persona  para  su  uso  ó  consumo 
«  pero  con  reserva  expresa  de  resti- 
«  tución  »  Schulze-Delitzsch  (1).  «  La 
«  función  real  del  crédito  es  solamen- 
«  te  trasmitir  á  uno  la  disposición  de 
«  la  pertenencia  de  otro  »  Simonde  de 
Sismondi  (2).  (^  La  cesión  del  goce  de 
«  un  objeto  por  un  tiempo  determina- 
« do,  con  restitución  del  objeto  al 
«  tiempo  convenido  y  pago  de  una  re- 
ce muneración  adicional  »  Víctor  Mo- 
deste (3).  «La facultad  de  procurar- 
«  se  el  goce  ó  la  disposición  de  un 
«  capital'  ageno  obtenido  lil)remente 
a  del  verdadero  propietario,  bien  me- 
«.  diante  la  promesa  del  reembolso 
«  futuro  á  feclia  fija  ó  convenida,  bien 
«  mediante  una  remuneración  llama- 
«  da  generalmente  interés  y  cuya 
«  duración  puede  ser  limitada  ó  in- 
«  definida  Paul  Leroy-Beaulieu  (4). 

«  Un  arreglo  por  el  cual,  puedo 
« procurarme  provisionalmente  una 
«  cosa  y  utilizarla  durante  cierto  tiem- 
«  po.  con  la  condición  de  dar  al  que 
«  me  la  cede  una  indemnización  pro- 
ce  porcional  al  tiempo  que  la  he  usado  » 
Charles  Gjde  (5).  « El  permiso  de 
'(  usar  el  capital  de  otro  »  John 
Stuart  Mili  (6).  « La  facultad  líbre- 
te mente  adquirida  de  disponer  de  los 
«  bienes  ágenos  mediante  la  promesa 
«  de  dar  sus  equivalentes  »  Nebenius 
(7).  G.  Roscher  (8j.  A.  Batbie  (9).  El 
«  préstamo  de  objetos  de  consumo 
«  bajo  la  condición  de  reembolsar  su 
«  valor  con  ganancia  ó  sin  ella  á  una 
«  época  determinada  ó  indetermína- 
«  da.  »  M.  Ganilh  (10).  «  El  contrato 
«  por  el  cual  el  propietario  de  un 
«  capital  cede  su  posesión  á  otro  que 
«  se  oblisía  á  restituirlo    al   cabo   de 


(1)    Organización  de  la  industria,  París  1851,  pág.  263. 


(1)  Curso  de  E.  P.,  París  1874,  pág.  50. 

(2)  E.  P.,  París  1838,  II  pág.  U6. 

(3)  El  préstamo  á  interés,  I^arís  1889,  pág.  28. 

(4)  Tratado    de   la    ciencia  de    las    finanzas,    Paris 
1883,  II  pág.  193. 

(5)  Principios  de  E.  P.,  Paris  1884,  pág.  301. 
(tí)  Principios  de  E.  P.,  Paris  1861,  II  pág.  34. 

(7)  Del  crédito   público. 

(8)  Principios  de  E.  P  ,  I  pág  205. 

1      (9)  El  crédito  popular,  París  1864,  pág.  8. 

'      (10)    Diccionario  de  E.  P.,  Paris  1827,  pág.  101. 


DEL  Rio  de  la.  Plata 


299 


((  un  tiempo  determinado  ó  indetermi- 
«  nado  »  J.  G.  Courcelle  Seneuil  (1). 
«  Una  base  de  s  'guridad  en  virtud 
«  de  la  cual  el  poseedor  de  un  pro- 
ce  ducto  estará  dispuesto  á  entregarlo 
«  á  un  consumidor,  para  que  le  devuel- 
«  va  el  mismo  ú  otro  producto  dentro 
«  de  un  plazo  ordinariamente  marca- 
«  do  y  mediante  un  interés  estipulado  » 
A,ller  (2).  «  El  crédito  comprende  to- 
«  das  las  operaciones  ó  convenciones 
«  basadas  en  la  confianza,  por  las 
«  que  una  persona  dispone  de  cosas 
« que  no  le  pertenecen,  mediante 
«.  la  promesa  de  restituir  sea  los  mis- 
«  mos  objetos  sea  otros  de  la  misma 
«  naturaleza  y  calidad  »  M.  Batbie  (3). 
«  La  esencia  del  crédito,  consiste  en 
«  movilizar  los  valores,  sin  hacer  per- 
«  der  sin  embargo  á  los  capitales  fijos 
ft  su  carácter  de  estabilidad  indispen- 
«  sable  H  la  producción  »  M.  H.  Bau- 
drillart  (4).  «  La  metamorfosis  de  los 
«  capitales  fijos  y  empleados  en  circu- 
«  1  antes  y  libres  »  Cieszkowiski  (5). 
León  Wairas  (6).  Antonio  Hernández 
Amores  (7).  «  El  conjunto  de  medios 
«  de  movilizar  el  capital  »  José  Gar- 
nier  (8).  «  La  sola  palabra  crédito 
«  implica  confianza  en  el  porvenir,  su 
«  fin  es  poner  en  presencia  realidades 
«  medidas  por  el  avaluador  común. 
«  por  la  moneda  »    M.    Volowiski   (9). 


IV 


Muy  lata  tanto  que  llega  á  confusa 
es  la  definición  de  C.  Favarel  «  el  es- 
((  fuerzo  humano  aplicado  ó  pudiendo 
«  aplicarse  á  la  satisfacción  de  los  de- 
«  seos  de  otro  »  (10).  Para  H.  D.  Ma- 
cleod  «el  crédito  es  capital»  (11)  y 
según  D.  Santiago  Diego  Madrazo  es 
«  la  confianza  que  inspiran  los  indivi- 
«  dúos  y  las  personas  jurídicas,  en 
«  virtud  de  la  cual  utilizan  ó  se  apro- 
«  pian  v^alores  ágenos  con  la  obliga- 


(1)    Tratado  de  E.  P.,  París  1859,  pá^r-  275. 

(2r    Estudios  elementales  de  E.  P.,  1873,  pág.  155. 

(3)  Cur.so  de  E.  P  ,  París  186(5,  I  pág.  372. 

(4)  Manual  de  E.  P.,  París  18.57,  pá?.  253. 

(5)  Del  crédito  y  la  circulación,  1884,  pág.  ti. 
ífí)    La  E.  P.  y  la  justicia,  París  1860,  pág.  06. 

(7)  Nociones  elementales  de  Crédito    PúÍ)lico,    Mur- 
cia 1859. 

(8)  Tratado  de  E.  P.,  París  1880,  pág.  78. 

(9)  El  cambio  y  la  circulación,  Paris  1869,  pág.  354. 

(10)  Teoría  del  crédito,  I  pág.  7. 

ai)    Elementos   de    E.    P.,  Rio   de  Janeiro    1873,  II 
pág.  98. 


«  ción  de  devolverlos  ó  cumplir  ciertos 
«  actos  en  el  lugar,  la  forma  y  el  tiem- 
«  po  convenidos  con  el  dueño  »  (1). 

Podríamos  seguir  l)uscando  autores 
y  definiciones  y  llegaríamos  siempre 
al  mismo  resultado:  confianza,  prés- 
tamo, promesa  de  restitución,  circu- 
lación del  capital...  pero  Clemente 
Favarel  que  ha  escrito  tres  tomos 
sobre  la  teoría  del  crédito  dice:  «  So- 
«  lamente  una  teoría  del  crédito  ba- 
«  sada  en  la  observación  exacta  de 
«  las  leyes  naturales  que  rijen  las 
«  sociedades  podrá  dar  la  clave  de 
«  los  problemas  económicos  y  permi- 
«  tira  la  desaparición  de  las  iniqui- 
«  dades.  la  instabilidad  y  el  antagonis- 
«  mo  que  una  legislación  civil  en 
«  contradicción  con  los  dictados  de  la 
«  ciencia  hace  inevitables.  Por  no 
o  estar  aún  hecha  una  l;)uena  teoría  del 
«  crédito,  se  presenta  la  cuestión  so- 
"  cial  de  una  manera  tan  temible  y 
«  están  las  sociedades  tan  perturba- 
«  das.    (3) 

No  está  hecha  en  efecto,  una  buena 
definición  del  crédito  y  para  conven- 
cerse de  ello  basta  someterlos  todas 
á  la  prueba  que  podremos  llamar  de 
ecuación.  En  toda  definición  exacta 
pueden  invertirse  los  términos;  asi 
tanto  vale  decir  que  la  línea  recta  es 
la  más  corta  entre  dos  puntos,  como 
que  la  línea  más  corta  entre  dos  pun- 
tos es  la  recta.  ¿Puede  hacerse  igual 
inversión  en  las  definiciones  del  cré- 
dito? Vale  lo  mismo  decir:  el  crédito 
es  confianza  como:  la  confianza  es 
crédito;  el  crédito  es  capital  como:  el 
capital  es  crédito;  todo  crédito  es  un 
préstamo  como:  todo  préstamo  es  un 
crédito;  hacer  crédito  es  acordar 
tiempo  como:  acordar  tiempo  es  hacer 
crédito?  evidentemente  nó.  Se  han 
definido  en  muchos  casos  propieda- 
das  del  crédito,  esi^ecialidades  de  cré- 
dito pero  no  hay  ó  al  menos  no  co- 
nocemos una  definición  que  compren- 
da todas  las  operaciones  que  se  llaman 
de  crédito  y  que  precise  las  condicio- 
nes de  su  existencia. 

Una  observación  de  los  términos 
usuales  en  la  sociedad  al  hablar  ó 
escribir  acerca  del  crédito,  puede  dar- 


(1)    Lecciones  de  E.  P.,  Madrid  1875,  pág.  468. 
(2;    Teoría  del  crédito,  I  pág.  7a. 


300 


Revista  Ecoivómica 


nos  alguna  base  respecto  á  las  condi- 
ciones en  que  existe  ó  puede  existir 
el  crédito.  Cuando  un  país  goza  de 
de  bien  estar  económico,  se  repiten  en 
el  á  cada  paso  frases  como:  el  crédito 
público,  las  sociedades  de  crédito^  la 
facilidad  de  crédito^  el  crédito  del  gobier- 
no ó  de  la  adnainistración  etc.,  y  á  la 
inversa  cuando  una  nación  atraviesa 
un  periodo  de  malestar  económi  o 
solo  se  oye:  la  falta  de  confianza  de  los 
capitales,  la  necesidad  de  inspirar 
confianza  en  que  están  los  poderes 
públicos,  la  desconfianza  del  capital 
extranjero  etc.,  ¿Porqué  sien  la  pros- 
peridad hablamos  de  crédito  eu  la 
crisis  solo  deseamos  coníiau/a?  por- 
qué no  lo  acordamos  si  no  concep- 
tuamos al  favorecido  capaz  de  pnjdu- 
cir  algo    lítil. 

Y  asi  (;omo  en  las  épocas  de  ])ios- 
peridad  á  cualquiera  le  es  fácil  |>ro- 
ducir  desde  que  los  precios  van  en 
aumento,  asi  cuando  estos  llegan  á 
su  máximun,  y  ya  no  creemos  posible 
realizar  utilidades  sino  pérdidas,  el 
crédito  se  suspende  sin  perjuicio  de 
la  confianza  que  nos  inspiren  las  per- 
sonas por  su  honradez  y  el  pasado 
buen  cumplimiento  de  sus  com^iromi- 
sos  ú  obligaciones. 

Es  lo  mismo  que  ocurre  con  lo  que 
se  llama  el  crédito  intelectual,  un  ar- 
tista de  canto,  baile,  etc.  un  pintor,  un 
músico,  un  escritor  encontrarán  fácil- 
mente un  empresario,  un  aficionado, 
un  editor  que  les  haga  anticipos  de 
dinero,  á  cambio  de  las  notas,  del 
cuadro,  del  libro  que  se  comprometan 
á  producir,  mientras  sean  de  ello  ca- 
paces; pero  perdidas  sus  facultades, 
cesarán  en  su  crédito  á  pesar  de  su 
honradez,  de  su  fortuna  y  de  su  acre- 
ditada exactitud  en  el  cumplimiento 
de  sus  compromisos  anteriores. 

Solo  aquellos  á  quienes  se  juzga  ca- 
paces de  producir  gozan  de  crédito  y 
no  lo  son  los  paises  ni  las  personas, 
por  mucha  que  sea  su  voluntad,  con 
precios  en  descenso.  Lleguen  estos  á 
su  justo  tipo,  empiece  la  valorización 
y  veremos  reaparecer  el  crédito.  En. 
tretanto  solo  se  habrán  visto  casos  de 
confianza  como  el  préstamo  sobre  efec- 
tos, sobre  propiedad,  ó  sobre  bienes 
ya  poseídos  susceptibles  de  realiza- 
ción: el  préstamo  al  calavera  de  quién 
se  sabe  que  aún  conserva  una  propie- 


dad ó  un  pariente  de  quién  recibir  una 
herencia. 

Podemos  examinar  todas  las  formas 
de  crédito  y  siempre  llegaremos  á  la 
misma  conclusión  de  ser  necesaria  la 
capacidad  para  producir.  En  el  prés- 
tamo de  firma  ó  garantía  tan  común 
en  el  comercio  y  en  las  aduanas,  para 
operaciones  en  que  se  requiere  más 
de  una  responsabilidad  y  en  que  no 
hay  sino  capital  moral  prestado  y  no 
existe  obligación  de  restituir,  existe 
siempre  la  creencia  del  fiador  de  ciue 
el  fiado  será  capaz  de  obtener  una 
utilidad  en  las  operaciones  á  que  se 
dedica  y  nadie  otorgaría  su  garantía 
si  las  presumiese  susceptibles  de  pro- 
ducir j)érdidas. 

Los  bancos  no  tienen  depósitos  ni 
pueden  colocar  billetes  si  no  se  cono- 
ce por  los  dividendos  que  pagan  su 
aptitud  para  producir.  Las  compa- 
ñías de  seguros  ven  disminuir  el 
número  de  sus  asegurados  si  estos  se 
aperciben  de  la  frecuencia  de  sinies- 
tros que  anule  su  producción  y  por 
no  citar  más,  hasta  lo  que  podremos 
llamar  crédito  de  reputación,  el  que 
acordamos  moralmente  al  dar  asenso 
á  la  fama  de  un  médico  notable,  de 
un  militar  distinguido,  de  un  político 
eminente,  aunque  no  pensemos  en 
utilizar  sus  servicios;  el  mismo  juicio 
universal  de  crédito  que  todos  hace- 
mos del  Banco  de  Inglaterra,  de  los 
Rotschild  etc.,  sin  tener  con  ellos  ope- 
raciones, ¿que  son  sino  crédito  basado 
en  su  capacidad  de  producir  cosas 
útiles? 

En  nuestro  concepto  y  á  riesgo  de 
agregar  á  las  observadas  una  defini- 
ción más,  que  tendríamos  gusto  en 
ver  analizada,  el  crédito  es:  creencia 

EN  LA  CAPACIDAÜ  DE  ALGUNO  PARA  PRO- 
DUCIR COSAS  ÚTILES  y  fuera  de  la  con- 
dición de  producción  podrá  haber 
préstamo,  podi'á  haber  confianza,  po- 
drá haber  obligación  contraída,  podrá 
haber  restitución  pero  nunca  habrá 
crédito. 

La  consecuencia  de  ser  necesaria  al 
crédito  la  condición  de  producir  es 
lógica:  el  juicio  exagerado  de  la  facul- 
tad de  producir,  el  optimismo  en  fin, 
es  el  llamado  abuso  de  crédito,  pecado 
venial,  aunque  pecado;  pero  el  contra- 
to no  cumplido  que  no  se  basa  en  la 
condición  de  producir  es  el  abuso  de 


DEL  Rio  de  la  Plata 


301 


confianza  que  tiene  por  las  leyes  penas 
mayores. 

Es  la  clasificación  que  creemos  ne- 
cesaria en  la  ley  para  preparar  la 
supresión  del  monopolio  del  dinero  y 
cuyo  estudio  indicamos  á  los  hombres 
del  derecho. 

Antonio  Villar. 


La  Nacioo  sacrificaoúo  á  las  Proviocias 

LOo  BANCOS    GARANTIDOS   Y    EL   l'ROYEL'TO   DÜL 
DIPUTADO   GALVEZ 


El  proyecto  confeccionado  por  el 
diputado  Galvez,  y  adoptado  por  la  Co- 
misión de  hacienda  de  la  Cámara  de 
que  foiTna  parte,  con  motivo  de  Lina 
solicitud  del  Banco  de  Tucuman,  es. 
fuera  toda  duda,  el  mas  importante 
de  los  que  han  sido  sometidos  este  año 
al  Congreso  Nacional. 

La  oportunidad  y  la  equidad  de  sus 
disposiciones  no  pueden,  sin  embargo, 
apreciarse  debidamente  al  través  de 
las  ideas  corrientes  respecto  de  la 
influencia  que  han  tenido  los  gobier- 
nos y  los  bancos  provinciales  en  el 
aumento  y  en  la  actual  depreciación 
del  medio  circulante,  y  qué  se  reflejan 
hasta  en  la  última  memoria  de  Ha- 
cienda nacional,  como  se  vé  por  los 
siguientes  párrafos. 

«  Pero  hay  una  circunstancia  no- 
table en  esta  larga  relación  de  emi- 
siones que  van  siempre  en  aumento, 
hasta  triplicar  su  volumen  en  cuatro 
años;  una  circunstancia  que  las  ca- 
racteriza y  les  da  un  lugar  aparie 
en  la  historia  de  las  emisiones  incon- 
vertibles del  mundo;  y  es  que  todas 
ellas  fueron  autorizadas  por  la  Nación 
pero  ninguna  para  la  Nación.  Que  en 
todas  la  Nación  era  garante  ó  deudor 
directo,  y,  sin  embargo,  ninguna  fué 
hecha  para  atender  necesidades  de 
la  administración  nacional,  ni  dispuso 
ésta  de  parte  alguna  de  todas  esas 
sumas.» 

Nada  es,  mientras  tanto,  mas  inexac- 
to que  todo  lo  que  aquí  se  afirma,  y 
bastan  para  comprobarlo  los  jjropios 
datos  que  suministra  la  Memoria. 


El  total  de  la  emisión  autorizada  por 
el  gobierno  nacional,  es  de  306.628.645 
$  y  de  esta  suma,  solo  §  r22.914.567 
corresponden  á  emisiones  por  cuenta 
de  banco  provinciales;  es  decir,  pró- 
ximamente un  tercio.  Pero  hay  más; 
esta  emisión  no  pertenece  en  mu- 
cha parte,  á  una  circulación  nueva; 
es  la  sustitución  por  billetes  naciona- 
les de  emisiones  inconvertibles  que, 
según  lo  prevée  la  constitución,  podian 
tener  y  tenían  las  provincias. 

Hecha  esta  consideración  general, 
que  ya  nos  está  demostrando  que 
todo  el  aumento  de  las  emisiones 
que  puedan  atribuirse  á  los  l)ancos 
provinciales,  no  impoi'ta  en  conjunto 
una  suma  mayor  c^ue  la  del  papel 
lanzado  para  ayudar  á  Báring  y  para 
pagar  gastos  municipales  de  la  capi- 
tal y  que  no  asciende  á  lo  que  se  ha 
emitido  para  habilitar  al  Banco  de  la 
Nación,  para  hacer  prestamos  comer- 
ciales, vamos  ahora  á  analizar,  ligera- 
mente, las  condiciones  en  que  fué 
hecha  la  emisión  de  estos  122.000.000. 

De  esta  suma  de  billetes,  entrega- 
dos á  los  Imáneos  de  las  provincias, 
58.000.000  correspondían  al  Banco  de 
Buenos  Aires,  de  los  cuales,  solo 
23.000,000  fueron  de  emisión  nueva.  La 
provincia  tiene  derecho,  expresamente 
salvado  por  el  pacto  de  su  incorpora- 
ción, que  es  parte  integrante  de  la 
constitución  nacional,  de  emitir  hiile- 
ses  por  su  banco  y  de  legislarlo,  fa- 
cultades que,  como  constitucionales, 
son  indeclinables.  Queriendo,  sin  em- 
bargo, facilitar  la  obra  de  la  unifica- 
ción de  la  moneda  de  papel,  se  adhi- 
rió á  los  bancos  libres,  y,  al  aumentar 
23.000.000  su  emisión  entregó  33.000.000, 
una  parte,  en  fondos  públicos  á  oro 
obtenidos,  mediante  la  entrega  de 
títulos  de  deuda  nacional,  y,  la  otra, 
unos  13.000.000,  en  oro  sellado.  Hoy 
la  nación  carga  con  la  responsabili- 
dad de  esos  billetes,  pero,  en  cambio, 
se  queda  con  los  valores  entregados 
por  la  provincia,  á  la  vez  que  se  exo- 
nera de  devolver  los  13.000.000  que 
recibió  en  oro  sellado. 

Eliminada  esta  partida  de  la  emisio- 
nes que  representan  el  goce  por  parte 
de  la  nación  de  los  beneficios  de  los 
billetes   inconvertibles,    y    la  pérdida 
I  de  la  disponibilidad  de  33.000.000  oro. 


302 


Revista  Económica 


por  la  provincia  de  Buenos  Aires  y 
su  banco,  quedan  solo,  65.000.000,  pro- 
venientes de  emisiones  de  Ijancos  de 
las  provincias. 

De  estos,  15.000.000  son  de  la  provin- 
cia de  Córdoba,  y  si  la  nación  se  ha 
hecho  cargo  de  ellos,  es  en  cambio  de 
exonerarse  de  8.700.000  pesos  oro,  ga- 
nando en  este  concepto,  además  "de 
quedarse  con  los  beneficios  y  facilida- 
des fiscales  de  la  emisión  en  esa  como 
en  las  demás  provincias. 

Pero  no  necesitamos  entendernos 
mucho  en  estas  demostraciones,  para 
probar  cuan  lejos  está  de  la  realidad, 
la  afirmación  que  se  hace  de  que  la 
nación  no  ha  atendido  á  sus  necesi- 
dades con  estas  emisiones,  ni  ha  apro- 
vechado de  parte  alguna  de  esta 
suma. 

La  afirmación  es  falsa  y  sofística, 
puesto  que.  si  bien  la  nación  no  ha  dis- 
puesto directamente  de  los  billetes 
entregados  á  los  bancos  provinciales, 
lo  ha  hecho  con  el  oro  recibido  en 
cambio  de  los  fondos  públicos,  que  ha 
obligado  á  comprarle,  para  garantir 
las  emisiones. 

.^]1  Ministro  L)r.  Pacheco,  dejó  en 
€aja,  recibidos  délos  bancos,  arriba  de 
40.000.000,  de  pesos  oro,  y  ¿dónde  están?. 
El  gobierno  vendió  el  oro  y  dispuso  á 
su  antojo  del  papel,.que  le  produjo  una 
suma  mucho  mas  fuerte  que  la  de  las 
emisiones  que  ese  oro  garantía.  Su 
operación  fué  la  siguiente;  en  caml)io 
de  85  pesos  en  oro,  daba  100  en  papel 
y,  después,  comprando  con  el  oro  papel 
desvalorizado,  lucró  en  cuanto  excedió 
su  depreciación  de  116. 

Cuando  hasta  en  la  propia  des  valo- 
rización de  los  billetes,  encontraba  el 
gobierno  nacional  utilidad,  los  gobier- 
nos y  Bancos  de  las  provincias  han 
sido  sacrificados  por  esta  depreciación, 
que  ha  hecho  fatalmente  ruinosas  to- 
das las  operaciones  realizadas  para 
obtener  el  oro  que  entregaron  al  go- 
bierno, en  cambio  de  los  billetes  déla 
emisión  nacional,  como  numérica- 
mente se  demuestra. 

Supongamos  un  empréstito  como 
los  de  la  provincia  de  Córdoba,  con 
8%  de  servicio  anual  y  demos  un  pro- 
ducto neto  de  80  %,  que  es  también  el 
caso  de  los  de  Catamarca,  Corrientes 
y  otras  provincias,  y  por  cada  millón  de 
pesos,  habrá  un  servicio  anual  de  80.000 


pesos,  mientras  que,  con  ese  producido 
del  empréstito,  la  provincia  solo  pudo 
adquirir  941.000  pesos  en  fondos  públi- 
nacionales,  quedando  así  un  déficit 
de  88.000  pesos  oro  en  el  servicio  anual. 
Produciendo  la  colocación  de  los  bi- 
lletes de  cuatro  á  cinco  por  ciento 
neto,  con  el  oro  en  los  precios  á  que 
estaba,  cuando  se  hicieron  estas  ope- 
raciones, se  i^odía  cubrir  la  diferen- 
cia, entre  la  renta  de  los  fondos  públi- 
cos nacionales  y  el  servicio  de  los 
empréstitos  exteriores,  pero,  desvalo- 
rizado el  papel,  en  más  vastas  propor- 
ciones, debía  producirse  una  pérdida 
y,  aumentándose  esta,  rayar  en  la 
imposibilidad  de  hacer  frente   á  ella. 

Todo  lo  que  pierden  las  provincias 
lo  habría  tenido  que  pagar  la  Nación 
si  ella  hubiese  adquirido,  por  operacio- 
nes directas,  el   oro  de   que   dispuso. 

Pero  hay  mas:  es  á  la  nación  y  no 
á  los  gobiernos  de  las  provincias  que 
es  imputable  la  baja  del  papel  que 
ha  hecho  ruinosas  las  operaciones  que 
realizaron  á  fin  de  adherir  sus  ins- 
tituciones de  crédito  á  los  Bancos 
garantidos,  puesto  que  dispuso  en  ma- 
las condiciones  de  la  reserva  metálica, 
y.  en  seguida  amplió  las  emisiones, 
desnaturalizando,  por  completo,  el  sis- 
tema que  servia  de  base  á  los  bancos 
garantidos;  doble  hecho  que,  por  sí 
solo,  impone  una  modificación  en  be- 
neficio de  las  provincias  perjudica- 
das. 

Falseado  el  sistema,  lo  sencillo  se- 
ria decirles  á  las  provincias:  «tomen 
lo  que  me  dieron  y  devuélvanme  lo 
que  les  di » ;  con  lo  cual  la  situa- 
ción de  todas  ellas  tendría  un  posi- 
tivo desahogo;  pero  la  nación  que  no 
puede  esto;  que  ha  Ijeneficiado  con 
la  baja,  y  que  ha  dispuesto  del  oro, 
está  entonces  obligada  á  entrar  en 
arreglos  equitativos  con  las  provin- 
cias. 

Están  falseadas  todas  las  bases  eco- 
nómicas y  legales  de  los  Bancos  na- 
cionales garantidos,  y  nadie  puede 
pretender  que  deba  sostenerse  por 
mas  tiempo  una  situación  como  la 
que  hoy  tenemos,  ni  que  esta  pueda 
resolverse  racional  y  equitativamente 
en  sus  condiciones  actuales. 

Para  demostrarlo,  y  antes  de  con- 
siderar las  disposiciones  en  general 
del  referido  proyecto,  agregaremos  al- 


DEL  Rio  de  la  Plata 


8or, 


gunas  observaciones  que  vienen  á 
corroborar  mas  aún  lo  que  venimos 
diciendo. 

Una  vez  producida  la  desvaloriza- 
cion  del  papel,  arreglados  á  los  tipos 
medios  actuales  los  precios,  esta- 
blecida sobre  esta  base  la  mayor 
parte  de  las  obligaciones  pendientes 
y  fundadas  sobre  ellas  industrias  im- 
portantes, no  puede  pensarse  en  va- 
lorizar el  papel  á  los  tipos  que  an- 
teriormente tenia,  puesto  que  seria 
producir  mayores  males  generales  que 
los  parciales  á  que  dio  lugar  la  desva- 
lorización. 

Si,  de  acuerdo  con  esto,  se  trata  de 
normalizar  la  circulación  al  tipo  de  tres 
por  uno,  que  las  circunstancias  indi- 
can, el  resultado  será  que  los  941.000 
pesos  en  billetes  que  la  nación  en- 
tregó en  el  caso  que  hemos  indicado, 
en  cambio  de  recibir  de  una  provincia 
800.000  pesos  oro,  los  rescatará,  con 
solo  300.000.  Si  continúa  recogiendo 
papel,  como  lo  está  haciendo  ahora, 
al  precio  del  día,  para  quemarlo,  rea- 
liza el  mismo  negocio,  mientras  que 
esa  provincia  deberá,  por  esos  mismos 
billetes,  un  servicio  á  oro  de  l.OOO.OOi) 
de  pesos. 

Las  bases  del  proyecto  del  Sr.  Gal- 
vez,  á  quien  felicitamos,  á  la  par  que  á 
los  demás  ilustrados  miembros  de  la 
Comisión  de  Hacienda  de  la  Cámara 
de  Diputados,  que  le  han  prestado  su 
apoyo,  cambia  fundamentalmente,  co- 
mo va  á  verse,  tan  injusto  como  impo- 
sible estado  de  cosas. 

Se  desliga  á  los  Bancos  provinciales 
de  la  ley  de  Bancos  garantidos,  devol- 
viendo sus  vales  á  los  que  hayan  pa- 
gado con  ellos  en  vez  de  efectivo,  y  á 
los  que  hayan  entregado  oro,  los  fon- 
dos públicos  correspondientes,  siem- 
pre que  se  destinen  ó  á  arreglos  de 
deudas  externas  de  las  provincias,  ó 
de  los  Bancos  con  el  gobierno  de  la 
Nación  ó  el  Banco  Nacional.  Conjun- 
tamente con  los  títulos  se  entregará 
el  importe  de  los  cupones  vencidos. 

La  emisión  quedará  á  cargo  del  go- 
bierno nacional,  debiendo  completarse 
la  unificación  de  la  moneda  papel, 
retirándose  los  billetes  emitidos  por 
los  Bancos  Provinciales,  que  no  estén 
de  acuerdo  con  la  ley  de  Bancos  ga- 
rantidos, responsabilizándose  los  Ban- 


cos emisores  y  las  provincias  por  su 
importe,  con  lo  cual  se  conseguirá 
completar  la  unidad  monetaria,  que 
era  el  gran  desiderátum  de  la  ley  Pa- 
checo. 

Con  la  entrega  de  los  títulos  nacio- 
nales, las  provincias  podrán  arreglar, 
con  sus  deudores  del  exterior,  las  obli- 
gaciones que  produjeron  el  oro  entre- 
gado á  la  nación. 

Esta  quedará  deudora  del  total  de 
las  emisiones,  pero,  en  cambio,  se 
dispone  que  las  provincias  queden 
responsables  por  el  pago,  en  la  parte 
(\ue  á  sus  emisiones  corresponda,  de 
lo  que  tenga  que  desembolsar  la  na- 
ción, ya  para  retiro  de  billetes  ó  ya 
para  mejorar  sus  condiciones,  con  lo 
cual  desaparece  todo  gravamen  para 
la  nación,  y  las  provincias  sólo  se  res- 
ponsabilizarán por  los  pagos  ó  las  ope- 
raciones que  haya  que  realizar  á  fm 
de  recoger  ó  mejorar  las  con'liciones 
de  los  billetes  que  por  su  cuenta  se 
hayan  emitido.  Si  estos  se  recogen  por 
la  nación,  por  ejemplo,  á  razón  de  tres 
por  uno,  su  responsabilidad  sólo  será 
de  un  peso  oro  en  vez  de  serlo  de  tres. 

Bien  pensado,  esta  es  la  forma  prác- 
tica y  equitativa  de  la  solución  de  las 
muchas  dificultades  á  que  ha  dado 
origen  la  participación  de  las  provin- 
cias en  el  sistema  de  Bancos  nacio- 
nales garantidos,  y  el  principio  de  la 
organi'zación  financiera  de  las  provin- 
cias, que  es  esencial  conseguir,  aun 
no  considerando  el  asunto  mas  que 
desde  el  punto  de  vista  de  la  verdad 
del  réaimen  federal. 


CRÓNICA  DEU  QUINCENA 

Octubre  4  de  1892. 

Seguimos  en  paz,  y  este  modo  de 
decir  no  es  más  que  un  eufemismo; 
porque,  en  realidad  de  verdad,— la  si- 
tuación se  agrava,  sintiendo  todo  aquel 
que  no  es  un  iluso  que  la  República 
está  seriamente  agitada  en  lo  más  ín- 
timo. 

Decir  lo  contrario  sería  sostener  que 
no  vivimos  en  medio  de  un  rumor  re- 
volucionario permanente,  que  no  cir- 
culan voces   siniestras, — llegando   al- 


304 


Revista  Económica 


gunas  de  ellas  á  fijar  con  precisión  el 
dia,  la  hora  del  estallido,  y  iiasta  las 
personas  y  los  edificios  j^úblicos  y  pri- 
vados que  han  de  volar,  en  el  instante 
de  la  catástrofe. 

Una  conspiración  real  ó  supuesta  en 
el  ejército,  por  un  lado,  conflictos  de 
poderes  por  otro,  temores,  como  con- 
secuencia de  esto,  de  que  no  haya  quo- 
rum para  que  el  Congreso  reciba  el 
juramento  del  futuro  "Presidente,  un 
gabinete  proyectado,  que  á  nadie  satis- 
face, confusión,  en  todo  lo  que  consti- 
tuye los  intereses  morales  del  país,— 
y  en  lo  material  poca  ó  ninguna  con- 
fianza, i:)resentándose  el  porvenir  cada 
día  más  turbio,  he  ahí  el  cuadro  de  la 
actualidad. 


* 


Bajo  estos  auspicios  va  á  recibirse- 
si  se  recibe,  del  bastón  del  mando  eje- 
cutivo,— el  hombre  en  quien  por  un 
momento  se  fundaron  las  mayores  es- 
peranzas; y  es  un  rasgc-  prominente 
de  la  fisonomía  que  caracteriza  la  hora 
presente,  el  descontento  general  de 
los  que  con  su  influencia,  su  acción  y 
su  dinero  contribuyeron  á  que  fuera 
electo. 

Piensan  algunos  que  estamos  con 
un  Sixto  V  ad  portas.^  otros  ven  más 
bien  la  posibilidad  de  una  sarcástica 
evolución,  cuyo  resultado  transitorio 
sería  fundir  en  un  elemento  de  go- 
bierno, al  partido  radical  y  á  lo  que 
se  ha  llamado  el  modernismo^  que,  conKJ 
se  sabe,  es  una  agrupación  dentro  de 
la  cual  gira,  de  grado  ó  por  fuerza,  en 
virtud  de  las  leyes  de  la  naturaleza, 
el  futuro  presidente  de  la  república. 
Los  más  refractarios  á  toda  solución 
pacífica  no  creen  sino  en  la  revolución 
aplazada,  pero  decretada  por  la  lógica 
de  las  cosas  y  los  intereses  en  juego. 

Yo,  por  mi  parte, no  viendo  entorno 
mío  sino  comprometidos  y  agravados 
todos  los  problemas  viejos,  junto  con 
otros  imprudentemente  provocados; 
solo  creo  lo  que  creía  hace  quince 
días,  y  meses  atrás,  que  vamos  mal, 
muy  mal  y  de  mal  er  peor;  teniendo 
solo  como  observador  tranquilo,  que 
hacer  notar  que  uno  de  los  principales 
peligros  que  corre  el  país,  consiste  en 
que,  como  el  poeta  Keats  lo  abservaba 
sardónicamente  respecto,  de  si  mismo, 
—  el  que  viene  tiene  y  la  aporta  á  los 


negocios  públicos:  «Su  cuota  de  bue- 
nas cualidades.» 

Pero  es  que  el  poeta  no  vio,  á  pesar 
de  su  sinceridad,  nada,  ni  á  nadie,  co- 
mo las  cosas  eran  en  realidad,  picándo- 
se no  obstante,  por  no  decir  jactándose, 
de  tener  una  comprensión  intensa  de 
todas  ellas. 

Ese  peligro,  si  el  futuro  Presidente 
de  la  República  tiene  coraje,  puede 
hacerlo  que  se  aferré  tanto  á  sus  con- 
cepiones  y  á  sus  resoluciones,  que  en 
donde  halle  la  más  mínima  resistencia 
el  fanatismo  de  sus  convicciones  no  le 
permita  ver,  sino  baterías  preparadas 
por  infieles;  y  así  un  hombre  manso 
puede  ser  arrastrado,  por  otros,  á  todas 
partes  y  á  donde  él  no  quiera.  Basta- 
rá persuadirlo  y  no  será  dificil,  dada 
su  buena  fe,  de  que  tiene  al  fícente 
gente  horrible  que  destruir,  y  que  solo 
destruyéndola  pueden  realizarse  los 
sueños  de  su  patriotismo  exaltado. 

De  manera  que  el  porvenir  es  un 
enigma,  y  que  bien  puede  ser  que  la 
República,  persiguiendo  el  ideal  de  un 
Presidente  que  hiciera  un  gobierno  y 
una  política  de  tregua,  sólo  haya  en- 
contrado su  Némesis. 

LUCIO  V.  Mansilla. 


CRÓNICA  _OR[ENTAL 

Parte  de  la  prensa  de  Montevideo 
ha  encontrado  injusta  la  apreciación 
que,  en  un  sensato  informe  sobre  la 
acuñación  de  plata,  hace  la  Comisión 
de  Hacienda  del  Senado  respecto  de 
las  causas  que  han  producido  el  actual 
malestar  del  país,  que  atribuye  prin- 
cipalmente á  determinado  centro  ban- 
cario  y  á  lo  que  se  llama  alto  comercio. 

La  Comisión,  dicen,  ha  debido  fijar- 
se en  que  han  coincidido  en  opinión 
los  comerciantes  de  todas  las  nacio- 
nalidades, hombres  de  muy  diverso 
espíritu,  é  incurre  en  evidente  error 
considerándolo  retrógrado,  cuando  ha 
acompañado  el  movimiento  de  exj)an- 
sión  de  los  años  anteriores. 

Estas  observaciones  tienen  por  base 
el  desconocimiento  de  lo  que  pasa  y 
sigue  pasando  entre  nosotros,  en  que 
un  grupo  de  agiotistas  comprime  con 


DEL    HlO   DE   LA   PlaTA 


fMCj 


férrea  mano  todo  el  verdadero  comer- 
cio del  país  y  exibe  sus  miras  estrechas 
como  el  reflejo  de  las  aspiraciones  y 
de  los  intereses  generales,  del  mismo 
modo  que  en  el  orden  político,  una 
reducida  comandita  presenta  los  con- 
sejos de  su  propia  conveniencia  como  la 
expresión  de  la  opinión  pública. 

Cuando  se  trataba  de  desmonetizar 
el  papel  del  Banco  Nacional,  reprodu- 
ciendo el  atentatorio  compromiso  de 
1875,  hemos  visto  como  se  obtuvieron 
las  firmas  del  comercio  con  tan  incon- 
veniente corno  anti-patriótico  propó- 
sito. La  mayoría  de  los  comerciantes 
veían  en  esto  un  mal  general,  pero 
firmaba  porque  el  no  hacerlo  impor- 
taba la  hostilidad  de  los  dos  grandes 
Bancos  coaligados  que  quedaban  pre- 
dominantes en  el  mercado  y  se  im- 
ponían á  los  demás,  á  la  par  que  era 
también  perder  el  crédito  con  las 
casas  importadoras  que,  más  intere- 
sadas en  los  retornos  que  en  la  pros- 
peridad de  la  República,  están  empe- 
ñadas en  conservar  una  circulación 
exclusiva  á  oro,  con  prima  de  expor- 
tación, tratando  los  intereses  genera- 
les del  país  con  no  menos  egoísmo  y 
funesto  criterio  que  el  que  en  otros 
tiempos  manifestaba  el  comercio  mo- 
nopolízador  de  Cádiz. 

Es  á  ese  gremio  que  viene  impo- 
niéndose entre  nosotros  y  no  á  sus 
victimas  constantes,  á  quienes  se  há 
referido,  sin  duda,  la  Comisión  del 
Senado. 


vasta  escala  para  tener  cada  día  ma- 
yores liquidaciones  que  hacer,  á  la  par 
que  menos  medios  para  efectuarlas. 

«El  Telégrafo  Marítimo»  que  se  ha- 
bía dejado  influenciar  por  las  ideas 
ingouvilistas,  observa  ahora,  después 
qiíe  se  ha  hecho  todo  cuanto  de  acuer- 
do con  ellas  correspondía,  que  en  vez 
del  prometido  renacimiento  « no  se 
nota  el  más  pequeño  síntoma  de  reac- 
ción »  y  que  «  no  se  sabe  cuando  em- 
pezará  la  mejoría.  » 

En  el  camino  en  que  hemos  veni- 
do siguiendo  estos  dos  últimos  años, 
no  es  ni  el  asomo  de  mejoría  lo  que 
podemos  esperar;  es  la  gravación,  por 
difícil  que  esto  parezca  en  la  situa- 
ción en  que  ya  nos  encontramos. 

Los  países  jóvenes  reaccionan,  ob- 
serva nuestro  estimable  colega,  i)ero 
se  olvida  que  haciéndose  proporcional- 
mente  mucho  menos  daño  que  ahora, 
la  misma  política  restriccionista  nos 
dio  más  de  diez  años  de  postración. 

Una  mejoría  en  el  siglo  que  viene, 
será  para  el  mayor  número  un  bene- 
ficio ilusorio. 

Conviene  restablecer  la  verdad,  de- 
finiendo ante  el  país  las  responsabi- 
lidades que  á  cada  uno  corresponde. 

Los  ingouvilistas  quieren  ahora  atri- 
buir al  fracaso  del  empréstito  el  mal- 
estar que  lógicamente  se  agrava,  como 
si  los  cuatro  millones  y  pico  de  su 
producto  pudiesen  curar  una  situa- 
ción que  no  evitaron  mayores  impor- 


La  tendencia   progresista  manifes-  taciones  de  capital.  Cuando  los  Estados 


tada  cuatro  años  há  tiene  su  esplica 
cion  en  el  hecho  de  que  las  facilidades 
del  Banco  Nacional  enmancipaban  á  la 
mayoría  del  comercio  de  la  tutela  de 
ese  círculo  estrecho. 

Estamos  también  conformes  con  las 
opiniones  de  la  Comisión  en  cuanto  á 
los  efectos  fatales  del  hecho  de  haber- 
se sometido  el  gobierno  á  las  exigen- 
cias de  ese  titulado  alto  comercio  y 
al  criterio  bancario  del  Sr.  higouville. 
La  realización  de  cada  una  de  sus 
exigencias  ha  sido  un  paso  más  dado 
en  el  camino  de  la  ruina  general;  se 
suprimieron  las  emisiones  del  Banco 
Nacional  para  no  poder  reemplazar- 
las; se  hizo  caer  al  Banco  Nacional 
para  después  no  poder  sostiturlo  y 
aumentar  las  dificultades  de  la  plaza, 
y  se  promovieron  las  liquidaciones  en 


Unidos,  con  sus  exportaciones  colosa- 
les no  pueden  defender  su  existencia 
de  oi'O  en  las  circunstancias  actuales 
en  que  su  escasez  lo  hace  solicitado  por 
todas  las  naciones,  ni  ese  empréstito 
ni  otros  más,  de  nada  nos  servirán 
mientras  conservemos  nuestro  actual 
régimen  monetario. 

Su  modificación,  volvemos  á  repe- 
tirlo, es  para  nosotros  la  base  esencial 
de  toda  vida  económica  regular,  y  mien- 
tras esto  no  se  realizo  y  se  provea  la 
circulación  por  los  medios  con  que 
puede  contar  el  país,  no  hay  otro,  ca- 
mino para  impedir  que  él  mal  se 
agrave  que  el  de  evitar  por  todos  los 
modos  posibles  el  que  sigan  las  rea- 
lizaciones forzosas  deprimiendo  aún 
mas  los  valores,  lo  que  importa  exten- 
der las  dificultades  y  las  insolvencias  y 


306 


Revista  Económica 


debilitar  el  poder    circulatorio   de  la 
moneda. 

En  vez  de  esto,  ¿que  se  hace?  se 
sobrecarga  el  crédito  de  la  nación,  no 
para  aliviar  á  las  víctimas  de  la  con- 
tracción monetaria,  sino  para  montar 
lo  que  oportunamente  habíamos  cali- 
ficado de  la  guillotina  de  la  propiedad 
raiz.  Creada  la  máquina  y  provista  del 
personal  adecuado  á  este  fin,  el  resul- 
tado ya  lo  tocamos.  A  pretexto  de  obte- 
ner medios  para  servir  el  interés  de 
las  cédulas,  no  solo  se  está  provocan- 
do la  anulación  de  todo  valor  territo- 
rial sino  también  la  ruina  de  los  tene- 
dores de  cédulas. 

Si  bien  los  resultados  generales 
corresponden  á  nuestros  previsiones 
hay  algo  que  nuestro  pesimismo  no 
alcanzó  y  es  que  el  Directorio  del  Ban- 
co Hipotecario  llegase  al  extremo  de 
ordenar  las  ventas  en  las  condiciones 
que  deban  hacerlas  mas  ruinosas,  pro- 
vocando censuras  como  las  que  se  le 
han  hecho  por  la  prensa,  y  de  las  que 
no  se  ha  vindicado,  y  reclamaciones 
como  la  del  síndico  de  la  «Compañía 
Nacional»,  fundada  en  el  hecho  de 
sacarse  á  venta  en  un  solo  lote,  el  tea- 
tro de  San  Felipe  y  las  propiedades 
adyacentes,  lo  que  limita  el  número 
de  los  compradores  á  dos  ó  tres,  ó 
quizá  á  uno  solo. 

Igualmente  censurable  es  lo  que 
viene  pasando  con  el  importe  de  los 
servicios  afectados  en  garantía  al  Ban- 
co Popular  de  Rio  Janeiro.  El  Direc- 
torio del  Banco  Hipotecario  pretende 
desconocer  esa  garantía,  fundándose 
en  la  interpretación  de  una  ley  poste- 
rior á  ella,  como  si  ley  alguna  pudiese 
anularla.  Hay  ciertos  derechos  que 
como  los  del  Banco  brasilero,  son  tan 
claros  que  no  es  ni  decoroso  cuestio- 
narlos. 

Así,  pues,  en  vez  de  una  mejora  en 
el  orden  económico,  tenemos  que  con- 
signar que  se  sigue  agravando  el  mal, 
precipitando  la  "baja  del  valor  terri- 
torial, perjudicando  á  los  tenedores 
de  cédulas  que,  en  cambio  de  un  par 
de  servicios  verán  minorar  cada  día 
mas  su  capital,  y  á  la  vez,  que  se 
há  venido  á  abatir  más  el  crédito  del 
país,  especialmente  en  el  Brasil,  de 
donde  todavía  podríamos  esperar  la 
realización  de  operaciones  convenien- 
tes. 


En  cambio  de  tan  tristes  hechos, 
nos  complacemos  en  constatar  que  el 
gobierno  asumió  en  la  cuestión  del 
canal  de  Martín  García,  la  actitud 
enérgica  y  decidida  que  correspondía. 


REVISTA  BURSÁTIL 


El  oro  quedó  á  los  mismos  precios 
que  en  la  quincena  anterior  y  en  cuan- 
to á  los  cambios  la  alteración  ha  sido 
poco  sensible. 

El  movimiento  mas  notable  es  el 
operado  en  los  cheques,  bajando  el 
descuento  de  los  del  Banco  Nacioual 
de  22  á  17  %  y  los  del  Banco  déla  Pro- 
vincio  de  37  á  35  1/2  «/o.  En  cambio, 
los  bonos  del  Banco  Hipotecario  que 
valían  21,50,  han  quedado  á  16,30. 

En  cédulas  hay  alguna  mejora  en 
las  nacionales,  mientras  que  las  pro- 
vinciales continúan  también  firmes, 
con  tendencia  á  una  pequeña  alza  mas. 

En  fondos  y  títulos  públicos,  lo  más 
digno  de  notar  es  el  alza  del  Em- 
préstito Interno  de  1891,  que  estava 
en  la  quincena  anterior  á  71  y  des- 
pués de  algunas  fluctuaciones  en  alza 
ha  quedado  á  74  ¿. 

En  acciones  y  títulos  el  movimiento 
ha  sido  escaso  y  como  se  verá  por  las 
cotizaciones  que  publicamos,  no  se  ha 
producido  ninguna  oscilación  digna  de 
notar. 

La  Bolsa  de  Montevideo,  como  lo 
preveíamos  iia  vuelto  á  manifestarse 
con  tendencia  de  baja,  la  que,  sobreto- 
do en  cédulas  y  acciones  del  Banco 
Hipotecario,  no  tendrá  límite,  si  el 
Directorio  de  ese  Establecimiento  si- 
gue en  el  estraviado  camino  en  que 
ha  entrado. 

El  primer  interesado  en  detener  el 
derrumbe  del  valor  territorial  debe 
ser  el  propio  Banco  Hipotecario  y 
sinembargo,  lo  vemos  empeñado  en 
las  realizaciones  en  vasta  escala,  que 
importarán  su  ruina.  Algunos  tene- 
dores de  cédulas  podrán,  por  lo  ¡jroii- 
to,  beneficiar,  pero  esto  será  por  cierto 
en  perjuicio  de  todos  los  demás. 


DEL  Rio  de  la  Plata 


307 


Movimiento  bursátil  de  la  segunda  quincena  de  Septiembre  de  1892 


BOLSA  DE  BUENOS  AIRES 

(del  15  AL  30  DE  septiembre) 


Ultimo  precio 

HASTA 

s'bre,  15 


Metálico 


Onzas 

Libras  esterlinas. 


Cambios 


Inglaterra. 
Francia. . . 
Bélgica.. . . 
Alemania  . 


Cheques 


Banco  Nacional 

Banco   de  la  Provincia 

Banco  Hipot.  de  la  Provincia— bonos. 


Cédulas  Hipotecarias  Nacionales 


Serie 
» 

» 
» 

» 


(oro) 
% 


5  % 

7  % 

7  % 

7  7o 

7  % 

7  V, 


de 

» 

» 


renta. 

» 

» 

» 


Cédulas  Hipotecarias  Provinciales 


Serie  A  (oro)  6  %  de  renta 19 


»   A 

$f. 

8 

% 

»    » 

»   E 

» 

6 

% 

»    )) 

»   F 

% 

6 

% 

»    » 

))   G 

» 

6 

% 

))    » 

»   I 

» 

8 

% 

»    » 

»   J 

)) 

8 

% 

»    » 

))   K 

)) 

8 

% 

»    » 

))   L 

)) 

8 

y. 

»    » 

»   M 

» 

8 

% 

»    » 

»   N 

)) 

8 

X 

»    » 

»   0 

)) 

8 

Yo 

»    » 

))   P 

» 

8 

Vo 

»    )) 

Fondos  y  Títulos  Públicos 

Fondos  Públicos  Nacionales  de  1884. 

Empréstito  Nacional  Interno  1981 

Id.  de  1892 

Deuda  Municipal  de  la  Capital  .  . . 


53  20 
16  48 


47  I 
5  02 
5  03 
4  06 


22  - 
37  - 
21  i 


30  — 

97  — 

84  — 
81  i 
86  — 


53  — 
14  56 


■i7  i 
4  98 
4  98 
4  02 


17 

35 
16 


32  — 


94 
84 
84 
86 


35  — 

31- 

30  - 

29  60 

29  60 

29  50 

29  20 

29  50 

30  10 

30  40 

—  — 

30  20 

30  10 

29  90 

30  10 

29  80 

30  10 

29  70 

30  10 

29  80 

30  10 

29  80 

30  — 

29  80 

53  — 

71  ~ 

72  50 

67  60 

67  — 

58  40 

58  — 

53  80 
16  60 


48  — 
5  03 
5  04 
4  07 


22  \ 
37  I 
22  50 


32 

95 
84 
87 


31  - 
30  50 
30  10 

29  70 

30  40 
30  50 
30  50 
30  80 
30  50 
30  50 
30  60 
30  60 


74  80 

68  — 
58  80 


mtimo  preei» 

HASTA 

s'bre.  30 


63  20 
16  47 


47  I 
5  01 
5  04 
4  04 


17  — 

35  I 
16  30 


32 
97 
94 
84 
87 
86 


19  — 
31  — 
30  50 
30  10 

29  60 

30  40 
30  50 
30  50 
30  50 
30  50 
30  50 
30  60 
30  50 


74  50 
67  40 
58  10 


308 


Revista  Económica 


Cllirao  precio 

Cltimo  precio 

HASTA           MAS    BAJO 

MAS   ALTO 

HASTA 

s'bre.  15 

' 

s'bre.»30 

Acciones 


BANCOS 


Español  del  Rio  de  la  Plata jlO'^  — 

Italia  y  »      »    »       »     (oro) i  92  — 

Crédito  Real '—  ^ 

Nuevo  Banco  Italiano 5^  50 

Banco  de   la    Bolsa '  45  — 

Francés  del  Rio  de  la  Plata '  43  — 

Hipotecario  de  la  Capital  (Bonos  oro) . .  i  64  75 

Constructor  de  la   Plata 4  50 

Id  id  id  (obligaciones)!     1  10 

Agrícola   Comercial j  23  — 

Banco    Inmoviliario : ¡22 

Banco  del   Comercio ;  9'"^  — 

Banco  Caja  de  Descuentos |  oó  — 

Comercial  de  la  Plata '  ^^8  oO 

Comercial 30 

31  - 


106  50 


43  50 


1 
24 


Banco  Sud- Americano. 
Banco  Nacional 


COMPAÑÍAS 


27  — 


10  90 

13  — 

7  — 

7  — 


La  Edificadora 

La  Previsora  (Compañía  de  Seguros). 

La  Primitiva  (Compañía  de  Gas) j  oo  — 

Gas  Argentino '  pO  — 

Empres'a  del  Edificio  de  la  Bolsa '¡130  — 

La  Argentina  (fábrica  de  papel) j  80  — 

Muelle  y  Depósitos  de  las  Catalinas.. . .    ^ 
La  Buenos  Aires  (Compañía  de  Seguros) 

Compañía  General  de  Reaseguros 

Kíd  y  C=^ .^ 

Telegráfico  Telefónica 65  — 

Constructora   Arojentina '  1-1  — 


BOLSA   DE   MONTEVIDEO 

(del  15  AL  30  DE  SEPTIEMBRE) 

Billetes  Banco   Nacional 

Títulos    hipotecarios  Serie    D . . 

Cédulas  hipotecarias      »       A.. 

»  »  »        C . . 

Deuda  del  Interior 

Id.      Consolidada 

Acciones  Banco  Hipotecario. .. . 

CAMBIOS 

Inglaterra 

Francia 

Bélgica , 

Alemania 


107 


44 


1  10 
24  — 
22  — 


77  — 
27  — 
86  - 
52  - 

•78  - 
27  50 
86  — 
52  — 

9  90 

11  30 



—  — 

50  — 

25  20 

25  60 

25  — 

26  50 

30  60 

9  10 

51 

5 
5 
4 


V16 

34 
34 
32 


46  — 
25  — 

25  10 

26  60 
30  20 

8  80 


51  — 
5  33 
5  33 
4  32 


107  — 

92  — 

31  — 

57  50 

45  — 

44  — 

64  75 

4  50 

1  — 

24.— 

22  — 

90  — 

50  — 

8  50 

30  — 
29  — 

31  — 


78  — 
27  — 
86  — 
52  — 
130  — 
80  — 
10  20 

13  — 
7  — 
7  — 

65  — 

14  — 


50  — 

26  80 

27  60 

29  30 

30  60 
9  60 


51  i 
5  36 
5  35 
4  34 


46  — 

26  80 

25  10 

25  — 

27  20 

30  60 

9  — 

51  i 

5  36 

5  35 

4  34 

2^  Época— Nú  m.  12. 


20  de  Octubre  de  1892. 


REVISTA  ECONÓMICA 

DEL 

RIO  DE  LA  PLATA 


DiRKCTOR:  DOMINGO   LAMAS 


EL  PROBLEM  FINANCIERO  ARGENTINO 


El  primer  acto  del  ministro  de  ha- 
cienda de  la  nación  parece  indicar  que, 
en  vez  de  venir  al  gobierno  con  ideas 
inspiradas  en  los  extremos  de  escuela, 
como  lo  han    aseverado   algunos   de 
nuestros  colegas,  que  se   pretendían 
mejor  informados,  y  que,  á   ser  cier- 
to, lo    llevarían    inevitablemente    al 
fracaso  en  la  práctica,  piensa  proce- 
der como  corresponde  á  los  hombres 
que  toman  sobre  sí  problemas  tan  ar- 
duos como  los  que  presenta  la  actua- 
lidad económica  íinanciera  argentina. 
La  medida  á  que  nos    referimos,  es 
la  de  reunir  todos  los  datos  necesarios 
para  formar  una  idea   exacta  de   las 
obligaciones  y  de   los  recursos   de  la 
Nación,  solo  en  vista  de  los  cuales  es 
que  puede  trazarse  un  plan  acertado. 
Para  los  que  juzgan  superficialmen- 
te las  cosas,  el  más  bajo  tipo  del  oro, 
en  vez  de  un  reflejo,  es  una  causa,  y 
la  más  fundamental,  de  mejora,  y  se 
suele  por  lo  tanto  creer,  que   todo  lo 
que  hay  que  hacer  es  tratar  de  valorizar 
el  papel.  Si  consultamos  á  los  rentistas 
extranjeros  y  al  comercio  importador, 
esa  aristocracia  del  bacalao,  como  es- 
piritiialmente   la    ha  denominado  el 
distinguido  escritor  oriental  Dr.  D.  Án- 
gel Floro  Costa,  este  es  el  gran  desiderá- 
tum puesto    que,  los  primeros    verán 
aumentadas  sus  entradas,  y  los  segun- 
dos facilitados  sus  pagos   al  exterior; 
pero  hay    siempre   que    recordar   en 
cuestiones   de  circulación  monetaria, 
que  las   monedas  tienen  un  anverso  y 
un  reverso.  Opuesto  es  el  criterio  de  los 
que  deben  cobrar  en  el  exterior  al  de 
los  que  se  dedican  á  producir  en  el  país. 


Considerando  las  cosas  desde  el  pun- 
to de  vista  limitado  de  la  hacienda  na- 
cional, se  cree  que  la  valorización  del 
papel  debe  favorecer  su  situación,  y  tal 
liarece  ser  también  la  opinión  de  los 
tenedores  de  la  deuda  en  el  extranjero, 
puesto  que  vemos  al  sindicato  del 
empréstito  moratorias,  imponer  limita- 
ciones á  la  emisión  de  billetes  y  mani- 
festarse tendencias  de  alza  en  las 
cotizaciones  en  Londres  de  los  títulos 
argentinos,  en  la  proporción  en  que  en 
este  mercado  baje  el  tipo  del  oro, 
pasmándonos  el  que  gremios  que 
debían  estar  bien  al  corriente  de  las 
condiciones  reales  de  la  República 
Argentina,  lleguen  á  creer  que  median- 
te la  valorización  del  papel,  este 
país  podrá  reanudar  el  pago  en  efecti- 
vo de  sus  servicios  exteriores. 

Si  las  rentas  principales  de  la  Na- 
ción se  cobrasen  por  el  valor  nominal 
del  papel,  concebiríamos  que  se  pu- 
diese creer  en  una  mejora  de  la  situa- 
ción do  la  hacienda  nacional  con  la 
valorización  del  medio  circulante,  pero 
esteno  es  el  caso,  desde  que  la  Nación 
col)rasus  principales  rentas,  como  son 
las  de  aduana,  segiín  el  tipo  del  oro, 
de  modo  que  si  bien,  con  el  papel  des- 
valorizado tiene  que  pagar  mayor  nú- 
mero de  pesos  por  las  libras  esterlinas, 
recibe  simultáneamente,  por  derechos 
de  importación  y  de  exportación,  ma- 
yor cantidad  de  papel,  parte  del  cual 
íe  sirve  para  pagar,  por  su  represen- 
tación nominal,  los  servicios  internos. 

Las  cifras  exactas  de  las  rentas  y 
de  los  compromisos  á  oro  y  á  papel, 
no  permitirán  dos  opiniones  al  res- 
pecto. Es  cuestión  de  debe  y  de  haber, 
y  es  de  esperar  que  el  señor  ministro. 


310 


Revista  Económica 


en  vista  de  la  realidad  de  las  cifras 
no  se  lanzará  por  el  extraviado  cami- 
no que  se  le  atribuye,  de  busca  en  la 
valorización  del  papel  la  mejora  del 
país  y  la  base  del  pago  de  un  tanto 
por  ciento  sobre  todos  los  servicios 
hoy  comprendidos  en  el  empréstito 
Morgan. 


El  simple  estudio  del  presupuesto, 
basta  para  demostrar  la  exactitud  de 
las  observaciones  que  hacemos. 

Para  apreciar  las  rentas  del  año  1898, 
tenemos,  como  base  cierta,  su  produ- 
cido durante  los  tres  primeros  trimes- 
tres de  este  año,  que  ha  sido  el 
siguiente:  Rentas  en  oro:  $  15.622.500 
y  en  papel  $  11.047.500.  Este  año  ha 
sido  un  año  feliz  para  la  renta;  la  im- 
portación se  aumentó,  no  solo  por  las 
necesidades  ordniarias  del  consumo 
sino  también  debido  al  hecho  de  que 
pasó  del  año  anterior  una  existencia 
menor  que  la  normal,  y  al  de  haber 
tenido  una  fuerte  exportación,  de 
modo  que  no  es  discreto  contar,  para 
el  año  próximo  con  un  mayor  movi- 
miento comercial.  Ahora  bien;  calcu- 
lando en  el  cuarto  trimestre,  un  pro- 
ducto de  renta  equivalente  al  promedio 
de  los  trimestres  anteriores,  llegamos 
alas  siguientes  cifras,  como  base  de 
renta  real,  en  oro  $  20.830.000  }■  en 
papel  $  14.730.000. 

El  presupuesto  general  de  gastos 
presentado,  para  el  año  próximo,  as- 
ciende, en  oro  á  $  11.059.224,  y,  en  papel 
á  S  44.658.363;  de  donde  resulta  un  ex- 
ceso de  renta,  en  oro,  sobre  los  gastos, 
de  S  9.770.776,  y  un  déficit,  en  las  entra- 
das á  papel,  comparadas  con  los  gastos, 
de  $  29.928.363. 

En  esta  situación  las  rentas  alcan- 
zarán ó  no  á  cubrir  el  presupuesto  or- 
dinario, según  valga  más  ó  valga  me- 
nos el  esce'dente  de  renta  en  oro,  con 
que  debe  compensarse  el  déficit  de 
renta  enp¿ipel.  Expresando  numérica- 
mente la  situación,  tenemosque,  para 
que  el  presupuesto  ordinario  pueda 
cubrirse  con  las  rentas  generales  que 
hemos  calculado,  es  necesario  que  las 
rentasen  oróse  cobren, cuando  menos 
á306'30  %.  Por  cada  diez  puntos,  que 
de  este  precio  baje  el  oro,  la  Nación 
tendrá,   en  su  presupuesto  ordinario. 


próximamente,  un  déficit  de  un  millón 
de  pesos. 

Véase,  pues,  cómo  las  cifras  demues- 
tran todo  el  error  en  que  incurren  los 
que  ven  en  la  valorización  del  papel, 
un  medio  directo  de  mejorarla  situa- 
ción de  la  hacienda. 

No  hemos  considerado  aquí  más 
que  los  presupuestos  ordinarios,  que 
no  son,  por  cierto,  en  este  país  ni  en  par- 
te alguna,  la  expresión  de  las  erogacio- 
nes reales,  ni  hemos  tomado  en  cuenta, 
los  aumentos  en  los  impuestos  exis- 
tentes y  las  nuevas  contribuciones  que 
se  proponen  para  el  año  entrante,  que 
si  se  sancionan,  no  podrán,  en  la  prác- 
tica, traer  una  modificación  sensible 
al  estado  de  cosas  que  se  ha  impuesto, 
mientras  que  los  gastos  extraordina- 
rios serán  el  equivalente  del  déficit  del 
ejercicio  próximo,  que,  con  el  presu- 
puesto ordinario  proyectado,  tendrá 
que  producirse,  aún  cuando  el  oro  se 
mantenga  en  los  precios  actuales. 

En  estos  gastos  extraordinarios,  se 
incluyen,  no  solo  los  imprevistos  sino 
también  todas  las  leyes  especiales, 
que  representan  un  término  medio  de 
erogaciones  anuales,  si  nos  atenemos 
á  las  cuentas  de  1891,  año  en  el  que  la 
escasez  de  recursos  impuso  la  limita- 
ción ile  gastos,  de  un  37%  de  lo  que 
figura  como  gastos  ordinarios. 

"Tocamos  aquí,  la  segunda  ilusión 
que  se  forjan  nuestros  mentores  fi- 
nancieros de  allende  los  mares,  puesto 
que  resulta  que,  en  las  condiciones 
actuales  de  la  República,  en  vez  de  po- 
derse contar  con 'un  escedente,  se  pre- 
senta la  perspectiva  de  un  déficit,  para 
el  año  entrante,  de  próximamente 
treinta  millones,  no  obstante  conti- 
nuarse capitalizando  los  servicios  ex- 
ternos, comprendidos  en  el  empréstito 
moratorias. 

Contra  esto  se  podrá,empíricamente, 
aconsejar,  como  remedios  heroicos, 
una  fuerte  reducción  en  el  presupues- 
to ordinario,  y  la  supresión  de  los  gas- 
tos extraordinarios. 

La  prensa  diaria  ha  anunciado  pro- 
yectos de  economías  importantes,  de 
diez  millones,  en  el  iiresupuesto  ordi- 
nario, lo  que  representa,  eliminadas 
las  partidas  irreductibles  de  deudas 
que  se  pagan  en  efectivo,  una  rebaja 
de  25  %,  en  los  gastos  generales,  suma 
que  no  puede  alcanzarse  sin  evidente 


DEL   Rio   DE   LA   PlATA 


311 


riesgo  de  comprometer  intereses  esen- 
ciales. Pero,  admitamos  que  la  noticia 
sea  cierta  y  que  se  lleve  á  efecto  tan 
considerable  reducción,  y,  sin  embar- 
go, subsistirá  todavía  un  déficit  prove- 
niente de  los  gastos  extraordinarios. 

La  supresión  total  de  los  gastos  de 
esta  especie,  es,  en  todas  partes,  una 
aspiración,  pero,  á  la  vez,  una  imposi- 
bilidad práctica  como  les  será  á  to- 
dos fácil  comprender,  si  saliendo  de  la 
esfera  amplia  de  las  atenciones  públi- 
cas, se  detienen  á  considerar  lo  que 
les  pasa  en  el  orden  privado. 

Intente  cualquiera,  por  regular  que 
sea  su  vida  doméstica,  hacer  un  pre- 
supuesto de  sus  gastos  para  el  año 
siguiente,  y  si  bien  podrá  calcular  de 
antemano  una  suma  de  obligaciones 
ineludibles,  difícil  ó  imposible  le  será 
preveer  todo'lo  que  los  acontecimien- 
tos y  el  criterio  de  las  conveniencias 
propias  le  impondrán  desembolsar 
¿y,  cómo,  entonces,  poder  pretender  en- 
cerrar en  sumas  fijas  y  detalladas 
todas  las  erogaciones  de  una  nación, 
durante  un  ejercicio  venidero? 

Con  más  razón,  en  la  hacienda  pú- 
blica que  en  la  particular,  las  de- 
terminaciones del  presupuesto  no 
pueden  ser  fatales,  y,  producidas  nece- 
sidades de  cierto  carácter  que  no 
hayan  sido  previstas,  el  interés  públi- 
co impone  las  erogaciones  que  se  de- 
nominan extraordinarias. 

Los  más  partidarios  de  la  supresión 
de  la  facultad  en  el  ¡joder  administra- 
dor de  hacer  gastos  fuera  de  los  limi- 
tes de  los  presupuestos,  lo  autorizan, 
sin  embargo,  á  la  transposición  de 
rubros,  esto  es,  á  tomar  de  las  partidas 
para  gastos  ordinarios  lo  necesario 
para  atender  los  imprevistos;  pero, 
como  el  gasto  ordinario  autorizado  pre- 
supone una  inversión  considerada  ne- 
cesaria, esta  autorización  implica  el 
voto  de  un  crédito  equivalente,  á  fin  de 
reponer  la  suma  de  que  se  haya  dis- 
puesto, distrayéndola  de  su  objeto 
primitivo.  Es  laautorización.aun  cuan- 
do pueda  cubrirse  con  lo  destinado 
para  un  gasto  previsto,  de  gastar  lo  que 
no  haya  sido  esiDecificado  en  la  ley  de 
presupuesto. 

Ejemplo  notable  de  esto,  es  el  que 
nos  da  el  gobierno  de  Mr.  Thiers.  Acu- 
sábase á  "la  administración  napoleó- 
nica de  estenderse  en  créditos   extra- 


ordinarios, y,  durante  los  últimos 
tiempos  del  imperio,  las  cámaras, 
repetidas  veces,  se  habían  ocupado  en 
suprimirlos,  lo  que  el  gobierno  surgido 
de  los  desastres  de  la  guerra  franco- 
prusiana,  trató,  de  llevar  rigurosa- 
mente á  la  práctica,  satisfaciendo  un 
clamor  público.  Las  declaraciones  del 
presidente  de  la  nueva  república  fran- 
cesa, fueron  al  efecto,  las  más  cate- 
góricas; pero,  como  si  la  práctica  de 
las  cosas  quisiera  dar  una  lección 
ruidosa,  Mr.  Thiers,  tuvo,  en  breve,  no 
obstante  sus  deseos,  que  abrir  la 
puerta  de  los  créditos  extraordinarios, 
y,  para  no  faltar  al  deber  primordial  de 
atender  á  las  necesidades  vitales  del 
país,  que  extenderlos  á  una  suma  mu- 
cho más  considerable  que  la  que  nun- 
ca habían  alcanzado  bajo  la  dictadura 
imperial. 

Cabe  aquí  observar,  además,  que  los 
presupuestos  franceses  comprendían 
en  sus  previsiones  todo  cuanto,  según 
las  resoluciones  de  las  cámaras,  de- 
bían calcularse  como  erogaciones 
anuales,  mientras  que  en  los  presu- 
puestos argentinos,  con  el  afán  de  obte- 
ner un  aparente  equilibrio,  no  figuran 
los  gastos  impuestos  por  leyes  especia- 
les y,  por  lo  tanto,  previstos  é  inelu- 
dibles, de  donde  resulta  que  por  más 
que  quiera  el  nuevo  gobierno  cercenar 
sueldos  y  disminuir  empleados,  así  co- 
mo reducir  gastos  no  comprendidos  en 
el  presupuesto,  no  le  será  dado  obtener 
excedente  con  que  atender  los  servi- 
cios exteriores  que  hoy  se  capitalizan. 

* 
*  * 

La&  conclusiones  á  que  llegamos 
son  las  que  las  cifras  que  reúne  el 
señor  Ministro  de  Hacienda  impondrán 
á  su  ilustrado  criterio.  La  valoriza- 
ción del  papel,  tendrá  que  reconocerlo, 
si  bien  satisface  á  las  conveniencias 
de  los  capitalistas  del  exterior,  per- 
judicando á  las  de  la  producción  na- 
cional, en  vez  de  favorecer  directa- 
mente las  condiciones  de  la  Hacienda 
de  la  Nación,  aumentará  sus  dificulta- 
des. Y  á  esto,  tendrá  que  agregar,  que 
las  economías,  que  siempre  se  imponen 
á  todo  buen  administrador,  no  son  la 
base  de  un  plan  financiero.  Por  últi- 
mo, deberá  convenir  en  lo  que  y  a 
hemos  dicho  en  más  de   una  oportu- 


312 


Revista   Económica 


nidad,  esto  es,  en  que  el  problema  de 
la  hacienda  si  lo  consideramos  desde  el 
punto  de  vista  de  los  recursos  actuales 
es  insoluble.  La  Nación  dentro  de  esos 
límites  no  tiene  más  perspectiva 
que  la  bancarrota;  pero  si  nos  ha- 
cemos cargo  de  lo  que  esta  gran 
República  ríe  la  América  del  Sur  es  sus- 
ceptible de  desenvolverse,  veremos 
como  toda  esa  montaña  de  dificultades 
y  deshonor,  puede  trasformarse  en  car- 
ga ligera,  abriéndose  ante  el  país  los 
vastos  horizontes  del  crédito  y  de  la 
prosperidad. 

Al  concluirse  la  guerra  de  secesión, 
pesaban  sobre  los  Estados  Unidos 
2708  millones  de  deuda,  el  doble  de 
lo  que  á  Inglaterra  le  costaron  las  gue- 
rras napoleónicas,  y  si  el  águila  yan- 
kee  hubiera  dicho  liquidemos,  res- 
trinjamos el  crédito,  busquemos  el 
nivel  de  nuestra  hacienda  en  la  des- 
atención de  los  servicios  públicos,  al 
plegar  las  alas,  hubiera  caído  en  el 
abismo,  pero  en  vez  de  seguir  los 
preceptos  de  las  sociedades  estaciona- 
narias,  hizo  lo  que  les  corresponde 
á  las  sociedades  nuevas,  y  el  clamo- 
reo de  los  timoratos  y  de  los  espíri- 
tus pequeños  fué  ahogado  por  el  «(to 
á  head»,  mediante  el  cual  pasó  í\  serla 
nación  del  mundo  financieramente 
mas  solvente,  pudiendo,  si  quiere, 
extinguir  por  completo,  en  corto  tiem- 
j)o,  toda  su  deuda  pública. 

Hágase  cargo  el  nuevo  gobierno  de 
las  cifras  que  se  preocupa  en  reunir; 
ellas  le  dirán  que  no  hay  solución  satis- 
factoria si  no  se  duplica  la  produc- 
ción del  país;  y  si  estudia  sus  condi- 
ciones de  expansión,  verá  que  esto  es 
fácil  de  conseguir  en  breve  término. 

Para  esto,  sin  embargo,  es  indispen- 
sable, que  se  mire  más  al  país  y  me- 
nos á  las  exigencias  del  interés  de  los 
capitalistas  del  exterior  transitoria- 
mente vinculados  con  el  país;  que 
en  cuestiones  monetarias  se  antepon- 
gan las  conveniencias  de  los  producto- 
res á  las  de  los  importadores  y  de  los 
rentistas  extranjeros;  que  se  oiga  con 
preferencia  la  voz  de  los  intereses  de 
las  provincias,  á  la  de  la  Bolsa  de  Co- 
mercio, eco  del  agio  y  de  conveniencias 
extrañas;  que  se  trate  de  que  se  aumen- 
ten con  preferencia  las  hectáreas  cul- 
tivadas, á  que  el  oro  se  cotice  tem- 
poralmente,   unos    centavos     más    ó 


menos  alto;  que  la  organización  ban- 
caria  y  por  consecuencia  la  distribu- 
ción del  crédito  consulte  antes  el  in- 
terés de  la  producción  que  el  del  in- 
tercambio ó  de  las  operaciones  de 
agio  á  que  individualmente  se  suele 
dar  preferencia  cuando  el  movimien- 
to de  los  capitales  se  rige  por  el  inte- 
rés de  la  exclusiva  utilidad  inmediata; 
y,  por  ultimo,  que  las  cuestiones  agra- 
rias y  ferrocarrileras  se  resuelvan  con 
el  criterio  de  las  conveniencias  de  la 
producción  nacional. 

Las  cifras,  como  hemos  dicho,  esta- 
blecerán ante  el  nuevo  gobierno  el 
problema  tal  cual  es,  y  le  indicarán  el 
verdadero  camino  de  salvación  y  de 
engrandecimiento.  Si  no  lo  sigue;  si  se 
deja  llevar  por  las  corrientes  del  agio  y 
de  los  intereses  egoístas  del  exterior,  si 
se  concentra  en  la  Bolsa  de  Comercio  y 
en  los  círculos  de  la  City,  como  se  ha 
pretendido  que  es  la  mente  del  gobier- 
no, le  corresponderá  la  no  envidiable 
función  de  impulsar  á  la  República 
toda  en  el  camino  de  la  ruina. 


-*- 


LA  TRATA  DE  NECRüS 

Y    El.    Rio    de    la     Plata 


IV 

Las  primeras  autorizaciones  para  la 
introducción  de  negros  en  América, 
que  datan  del  año  1500,  se  referían  á 
los  esclavos  de  Sevilla:  la  del  año  1511 
que  hemos  mencionado  como  el  pun- 
to inicial  de  tráfico  en  vasta  escala, 
tenía  por  objeto  la  introducción  direc- 
ta desde  la  costa  de  África.  En  la  real 
Cédula  de  ese  año,  así  se  estableció 
«ordenándose  que  se  buscasen  los  me- 
dios de  trasportar  á  las  islas  un  gran 
número  de  negros  de  Guinea,  visto  que 
un  negro  hace  mas  trabajo  que  cuatro 
indios.» 

Sevilla  no  podía  abastecer  de  negros 
á  América;  su  existencia  era  limitada 
y  los  precios  de  venta  debían  aumen- 
tarse sucesivamente. 

En  estas  condiciones  el  transporte 
desde  las  costas  desamparadas  de 
África  se  imponía,  pues  solo  allí,  po- 
dría encontrarse  el  artículo  en  abun- 


DEL  Rio  de  la  Plata 


313 


dancia  y  en  las  condiciones  de  baratu- 
ra requeridas. 

Las  leyes  de  las  conveniencias  per- 
sonales, no  moderadas  por  los  precep- 
tos humanitarios,  abrió,  asi,  el  ancho 
campo  de  la  devastación  de  la  raza 
africana. 

El  negocio  resultó  grandemente  pro- 
vechoso para  sus  empresarios,  y  Car- 
los Vcon  el  objeto  de  beneficiará  uno 
de  sus  favoritos,  el  flamenco  La-Bresa, 
le  concedió  en  1517,  el  privilegio  de  su 
explotación  durante  ocho  años,  el  que 
no  tardó  el  agraciado  en  vender  en 
25,000  ducados" á  los  genoveses,  quie- 
nes obtuvieron  de  este  negocio  gran- 
des utilidades. 

Iniciada  en  estas  condiciones  la  trata 
africana,  el  gobierno  de  la  Metrópoli 
tuvo  en  breve  que  preocuparse  en  res- 
tringirla; en  1582  recobró  el  privilegio 
quehabia  sido  renovado  y  se  redujo  á 
conceder  limitadas  autorizaciones,  no 
inducidas  por  deberes  humanitarios, 
sino  por  el  interés  egoístico  de  la  con- 
servación tranquila  de  sus  dominios. 

Los  primeros  negros  que  fueron  in- 
troducidos á  América,  no  se  sometieron 
impasibles  á  los  rigores  ya.  en  uso  con 
los  indios,  y  en  la  noche  del  26  de  Di- 
ciembre de  1522,  un  grupo  de  ellos 
sale  de  la  casa  de  don  Diego  de  Colon, 
se  reúne  á  sus  compañeros  de  desdi- 
cha, y  ataca  á  los  españoles,  luchando 
y  matando  hasta  ser  vencidos  por  el 
número.  Este  hecho  se  reprodujo  en 
alguna  de  las  otras  colonias. 

Los  excesos  que  se  cometían  con  los 
negros,  y  que  dieron  lugar  á  esa  suble- 
vación, no  fueron  corregidos.  Asustado 
el  gobierno  de  la  metrópoli,  con  la 
perspectiva  de  la  reproducción  de  he- 
chos análogos,  trató,  como  hemos  indi- 
cado, de  liinitar  las  importaciones  de 
esclavos,  y  tomando  por  base  el  régi- 
men de  la  opresión,  buscó  en  el  atraso 
de  los  negros  la  resignación  para  so- 
portar el  yugo  que  se  les  imponía.  Con 
este  objeto,  por  Cédula  de  11  de  Mayo 
de  1526,  se  prohibió  la  introducción  á 
las  Indias,  «de  ningunos  negros  que 
en  estos  reinos  ó  en  el  de  Portugal  ha- 
yan estado  dos  años,»  sino  solamente 
los  bozales,  porque  (1)  «siendo  aquellos 


(1)    Manu«l  Antuiiíz    Acevsdo— Msmorias  históricas. 


de  malas  costumbres,  en  España  no  se 
quieren  servir  de  ellos,  y  en  las  Indias 
aconsejan  mal  álos  otros  negros  pací- 
ficos y  obedientes  á  las  órdenes  de  sus 
amos.»  Por  Cédula  de  1532,  se  mandó 
por  el  Consejo,  que  no  se  llevasen  á 
las  Indias,  «ningunos  esclavos  de  la  is- 
la de  Gelofe,  sin  real  permiso,  porque 
se  ha  sabido  que  esta  casta  de  negros 
soberbios,  inobedientes,  revolvedores 
é  incorregibles,  eran  la  causa  de  los 
alzamientos  de  negros  y  muerte  de 
cristianos,  que  hablan  sucedido  en 
Puerto  Rico  y  en  otras  islas.» 

El  celo  por  la  religión  católica,  im- 
pulsó también,  á  prohibir  por  cédula 
de  18  de  Diciembre  de  1531  la  impor- 
tación de  negros  de  procedencia  mo- 
risca. Por  Cédula  del  1°.  de  Mayo  de 
1543,  se  prohibió  también  llevar  escla- 
vos mulatos,  y  por  otra  de  16  de  Julio 
de  1550,  se  previno  á  los  oficiales  de 
Sevilla, que  «no  dejasen  pasar  ningún 
esclavo  que  sea  de  Levante  ni  que  se 
haya  traído  de  allá.,  ó  que  se  haya 
criado  con  moriscos,  aun  que  sean  de 
casta  de  negros  de  Guinea,  porque, 
según  dice  textualmente  la  Cédula  en 
sus  fundamentos,  «los  negros  que  ha- 
ya en  aquellas  partes  de  Levante,  di- 
ce que  son  de  casta  de  moros,  y  otros 
tratan  con  ellos,  y  en  una  tierra  nueva 
donde  se  planta  agora  nuestra  fe  cató- 
lica no  conviene  gente  de  esta  cali- 
dad.» 

Estas  disposiciones  están  de  acuer- 
do con  las  instrucciones  dadas  al  Co- 
mendador Fr.  Nicolás  de  Ovando  en 
1501,  la  Cédula  de  1518  y  siguientes, 
que,  en  general,  prohibían  que  fuesen 
á  Indias,  ninguna  clase  de  moros,  ju- 
díos, herejes,  ni  reconciliados,  ni  per- 
sonas nuevamente  convertidas  á  la 
santa  fe  católica;  y  con  cuyo  objeto  las 
licencias  para  pasar  á  América,  eran 
precedidas  de  informaciones  en  el  tri- 
bunal de  la  Casa  de  Contratación. 

A  fin  de  que  los  traficantes  de  negros 
no  abusasen,  encareciendo  su  merca- 
dería, por  Cédula  de  6  de  Junio  de 
1556,  se  estableció  una  tasa  para  la 
venta  de  los  negros,  que  se  graduaba 
según  las  diversas  colonias,  Cédula  re- 
vocada por  otra  de  15  de  Setiembre  de 
1561,  que  restableció  la  libre  contrata- 
ción de  los  negros  importados. 

Solo  una  disposición  encontramos 
que  consulte  los  deberes  de  humani- 


314 


Revista   Ecoxómica 


dad,  y  es  en  la  Cédula  de  1°.  de  Febre- 
ro de  1570,  que  previene  que  los  que 
remitan  ó  lleven  esclavos  negros  á  las 
Indias,  «ansi  para  los  vender  y  contra- 
tar como  para  su  servicio»,  no  pudie- 
sen llevar  ni  remitir  los  que  fuesen 
casados  sin  que  les  acompañasen  sus 
mujeres  é  hijos.  Esta  disposición  res- 
pondía al  mismo  espíritu  de  las  que 
sujetaban  á  diversas  condiciones  la  ida 
á  'Indias  de  hombres  casados,  como 
las  muy  notables  que  obligaban  á  los 
mercaderes  casados  á  presentar  á  la 
Casa  de  Contratación  el  consentimien- 
to de  sus  mujeres,  á  fin  de  poder  pa- 
sar á  Indias  á  realizar  sus  mercaderías 
y  les  exigía  fuertes  fianzas  pecunia- 
rias de  qu'e  regresarían  á  los  tres  años, 
sometiéndoles  á  apremios  si  no  lo  rea- 
lizasen en  el  plazo  fijado  y  á  ser  con- 
ducidos presos  si  no  regresasen  en  el 
término  dado,  á  menos  de  dar  garan- 
tías de  que  harían  venir  sus  mujeres 
á  las  Indias,  á  fin  de  hacer  vida  mari- 
tal. 

Sin  embargo,  la  previsión  real  se  re- 
ducía á  eso,  pues,  una  vez  introducidos 
los  negros  á  Indias  se  dejaba  facultad 
á  sus  amos  para  desgarrar  las  fami- 
lias, según  las  conveniencias  de  la 
compra  ó  venta. 

Las  otras  naciones  de  Europa  no 
tardaron  en  adoptar  el  mismo  sistema 
para  resolver  el  problema  del  trabajo 
de  sus  colonias  de  América,  y  las  ven- 
tajas del  tráfico  fueron  consideradas 
como  un  medio  de  fomentar  el  desa- 
rrollo de  la  marina  y  prosperidad  del 
comercio.  «Inglaterra,  (1)  Holanda 
Francia,  Suecia,  Dinamarca  y  hasta  la 
Prusia.  tomaron  desde  mediados  del 
siglo  XVII,  posesiones  en  la  costa  de 
Guinea;  las  factorías,  asi  como  los  fuer- 
tes que  esos  estados  establecieron  en 
ellas,  tuvieron  por  principal  objeto,  la 
explotación  y  la  protección  de  la  trata. 
Los  gobiernos  metropolitanos,  hicie- 
ron todo  lo  que  pudieron  para  alentar- 
la y  extenderle.» 

En  los  contratos  sobre  trata  de  ne- 
gros, figuran  como  partes  (2)  corpora- 
ciones como  la  compañía  portuguesa 
de  Guinea,  la  Real  de  Francia  y  la 
del  Sud  de  Inglaterra;   altas  dignida- 


des como  el  obispo  de  Bristol,  Dean 
de  Windsor,  duque  de  York,  después 
Jacobo  II;  y  soberanos  como  Felipe 
II.  Isabel  de  Inglaterra,  la  reina  Ana. 
Luis  XI Y  y  Felipe  Y. 


Y 


Limitada  la  introducción,  durante 
algunos  años,  por  el  temor  de  que,  no 
obstante  las  precauciones  tomadas, 
tendentes  á  seleccionar  las  clases  mas 
humildes  de  negros,  no  se  reproduje- 
sen, con  su  aglomeración,  sul^levacio- 
nes  como  la  tle  Santo  Domingo,  y  la 
necesidad  del  tesoro  comprometido  á 
reembolsar  las  fuertes  sumas  presta- 
das por  los  genoveses  á  Felipe  II  para 
preparar  la  Invencible  armada,  hicie- 
ron que  se  recurriese  al  arbitrio  de  los 
asientos  de  negros,  permitiendo  su 
introducción  en  vasta  escala. 

Por  otra  parte  contribuía  á  alejar  el 
temor  de  nuevas  sublevaciones  el  ma- 
yor número  de  españoles  esta!~)lecidos 
en  Indias;  á  la  par  que  la  destrucción 
de  los  indios  (1)  y  la  extensión  de  los 
establecimientos  aumentaban  la  nece- 
sidad de  las  importaciones  africanas. 

Desde  1532,  en  que  solo  se  concedie- 
ron parciales  licencias,  se  cobraba  por 
estas,  dos  ducados  por  cada  negro,  de- 
biendo, además  pagar,  éstos,  el  dere- 
cho de  almojarifazgo  y  demás  que 
eran  corrientes  para  las  mercaderías. 

Por  Cédula  de  2  de  Enero  de  1586,  se 
autorizó  á  D.  Gaspar  de  Peralta  para 
la  introducción  de  208  esclavos  negros, 
la  tercera  parte  hembras,  pagando  por 
la  licencia  á  razón  de  30  duchados  cada 
uno  f2)  por  todo  derecho,  debiendo  pa- 
garse nueva  licencia  para  reemplazar 
ios  que  pereciesen  en  el  viaje.  Esto 
importaba  trasladar  al  comercio  de 
negros  el  sistema  de  arrendamientos, 
entonces  corriente^  respecto  de  las  ren- 
tas públicas  y  que  tan  funestos  resul- 
tados produjo  á  los  intereses  de  la 
hacienda  y  de  la  industria  de  España, 
dando  lugar  á  la  observación  de  Que- 
vedo    «dé  que  los  Príncipes   que   se 


(1)  H.  Scherer — Hlstoire  du  Commerce. 

(2)  M.  Barón  Fortasin— La  abolición    de  la  esclava- 
tura. 


(1)     Solorzano— Política  Indiana — Herrora — Cecachas. 

(2;  Según  Zúñiga  en  su  «Historia  de  Sevilla»,  los 
andaluces  que  navegaban  en  el  siglo  XV  desde  este 
punto  á  Guinea  de  donde  traian  negros,  pagaban  el 
quinto  á  la  Hacienda  piíblica.  Vendiéndose  los  negros 
de  cien  á  doscientos  ducados  los  precios  de  la  licencia 
eran  equivalentes  á  su  antiguo  quinto. 


DEL  Rio  de  la  Plata 


810 


entregan  á  arbitristas  para  dejar  de 
ser  pol:>res,  dejan  de  ser  Príncipes.» 
Si  ala  par  de  los  perjuicios  para  la  ha- 
cienda el  sistema  de  venta  de  im- 
puestos trae  la  explotación  de  los 
contril)uyentes  y  las  exacciones  exte- 
nuantes del  poder  productivo,  ¿qué  no 
suco'lería  con  el  xjrivilegio  incondicio- 
nal para  la  trata  de  africanos? 

Verdad  es,  que  los  de  España  hablan 
dejaiio  ya  de  ser  reyes  en  todo  lo  que 
se  relacionaba  con  los  principios  mas 
elementales  que  debian  observarse  en 
el  tráfico  que  se  promovía,  no  siéndo- 
les dado  hacer  efectivas  mas  que  ais- 
ladas disposiciones,  que  no  hacían 
práctico  el  cumplimiento  de  los  debe- 
res que  la  civilización  y  la  humanidad 
imponen. 

A  este  asiento  siguió  otro  hecho  en 
1595  con  D.  Pedro  Gómez  Reynel,  por 
el  cual  debía  introducir  en  el  esi3acio 
de  nueve  años  38.250  esclavos  vivos, 
negros  atezados,  teniendo  él  solo  dere- 
cho de  llevarlos  á  Indias,  «cuyas  licen- 
cias, dice  el  rey,  yo  he  acostumbrado 
á  vender.»  Estos  negros  podía  sacar- 
los de  Sevilla,  Lisboa,  Islas  Canarias, 
Cabo  Verde  y  Santo  Tomé,  Angola  y 
Mina,  ó  de  otras  cualesquiera  partes, 
por  su  cuenta  ó  la  de  los  sujetos  á 
quienes  cediese  la  licencia,  sin  mas 
traba  que  la  de  cpae  la  gente  que  fue- 
se en  los  navios  había  de  ser  castella- 
na ó  portuguesa,  y  debiendo  pagar  por 
el  asiento  Í-JOO.OOO  ducados. 

Por  muerte  de  Pedro  Gómez  Reynel, 
ocurrida  en  1600,  continuó  el  asiento 
en  jas  mismas  condiciones,  y  por  otro 
plazo  de  nueve  años,  á  contar  desde 
esta  fecha  el  portugués  Juan  Rodrí- 
guez Coutinho.  á  la  sazón  gobernador 
de  Angola,  se  hizo  cargo  dé  él  pagan- 
do 162.000  ducados  al  año  por  la  licen- 
cia de  4.250  negros  lo  que  elevaba  la 
suma  del  asiento  de  igual  número  de 
negros  á  1.458,000  ducados.  Muerto, 
también  el  nuevo  asentista  en  1603, 
pasó  el  contrato  á  su  hermano  Gonzá- 
lez Vaes  Coutinho. 

Desde  el  fin  de  este  asiento  hasta 
1615,  la  provisión  se  hizo  por  cuenta 
de  S.  M.,  celebrándose  en  26  de  Sep- 
tiembre de  dicho  año  un  nuevo  con- 
trato que  duró  hasta  1652,  con  otro 
portugués,  Antonio  Rodríguez  de  Elva, 
cuyas  bases  eran  las  siguientes:  podía 
disponer  cada'  año   de    licencias  para 


5.000  esclavos,  y  calculando  que  solo 
llegarían  vivos  3.500,  debía  satisfacer 
por  el  privilegio  115.000  ducados  anua- 
les, debiendo  aumentarse  la  suma  si 
el  número  de  las  sobrevientos  exce- 
diese de  esta  cifra.  Omitimos  los  deta- 
lles que  se  refieren  á  los  puntos  de 
destino,  puesto  que  á  estos  tenemos 
que  referirnos  especialmente  en  la 
prosecución  de  este  estudio,  pero  no 
podemos  dejar  de  observar  lo  llana- 
mente que  se  admitía,  en  cambio  de 
algunos  ducados,  un  comercio  de  hom- 
lires,  en  el  cual  se  tomal)a  por  base 
una  mortalidad  de  un  treinta  por  cien- 
to durante  el  viaje. 

Este  asentista,  como  los  dos  anterio- 
res, no  pudo  gozar  de  todo  el  término 
de  su  odioso  privilegio,  muriendo  en 
1621,  un  año  antes  de  finalizar  su  con- 
trata, y  á  su  muerte,  volvió  á  mperar  el 
régimen  de  las  contratas  particulares, 
ó  avenxas  hechas  por  el  presidente  y 
jueces  de  Contratación,  para  el  llama- 
do rescate  de  determinado  número  de 
negros.  Se  volvió  al  régimen  del  privi- 
legio en  1622,  en  que  se  celebró  un  nue- 
vo asiento  con  el  portugués  Manuel 
Rodríguez  Lamego,  mechante  el  cual 
debía  introducir  anualmente  3.500  ne- 
gros, pagando  120.000  ducados,  contra- 
to que  á  su  vencimiento,  fué  reempla- 
zado por  otro,  que  fué  por  entonces  el 
último  que  se  hizo  con  portugueses,  y 
que  se  celebró  con  Melchor  Gómez  y 
Cristóbal  Méndez  de  Sandoval,  me- 
díante elcual podían  introducir  anual- 
mente 2.500  negros  pagando  95.000 
ducados. 

Finalizado  este  contrato  en  1639,  vol- 
vió á  quedar  la  provisión  de  negros 
interinamente  á  cargo  de  la  Casa  de 
Contratación  (1)  sin  celebrarse  nuevo 
contrato  con  los  portugueses,  debido 
á  la  sublevación  de  este  reino. 

No  pudíendo  admitirse  en  los  con- 
tratos á  los  portugueses  rebelados,  no 
se  quiso,  tampoco  hacer  asientos  con 
extranjeros,  y  en  consecuencia,  no  se 
aceptaron  las  propuestas  que  en  1656 
hicieron  los  holandeses,  ni  las  que  an- 
tes y  después  de  esta  fecha  presen- 
taron los  ingleses. 

En  5  de  Julio  de  1662,  se  volvió  á  ce- 
lebrar un  nuevo  asiento  con  Domingo 


(1)    Veytía.— Norte  de  la  Contratación. 


r,i6 


Revista  Económica 


Grilli  y  Ambrosio  Lomeliii,  quienes  se 
comprometieron  á  introducir,  en  el  tér- 
mino (le  siete  años,  24.500  negros,  pa- 
gando 300.000  pesos  al  año,  ó  sean  3 
millones  200.000  jjesos,  empezando  á 
correr  el  contrato  desde  el  1°.  de  Mar- 
zo de  1663,  el  que  ñié  prorrogado  por 
algo  más  de  cinco  años,  esto  es,  hasta 
el  2S  de  Agosto  de  1675.  En  esta  fecha 
empezó  á  correr  otro  asiento  concedi- 
do por  cinco  años  á  don  Antonio  Gar- 
cía y  Sebastian  de  Silisio,  mediante  el 
cual  debian  introducir  4.000  negros, 
pagando  4.500  pesos,  debiendo  ellos 
entregar  una  parte  anticipada,  lo  que 
no  pudieron  cumplir,  siendo  en  con- 
secuencia declarados  en  quiebra;  al  si- 
guiente, en  10  de  Febrero  de  1676  se 
iiizo  un  asiento  con  el  comercio  y  con- 
sulado de  Sevilla,  por  igual  término  de 
cinco  años,  mediante  el  pago  de  1  mi- 
llón 125.000  pesos  y  1. 200.000  pesos  de 
prima.  A  este  asiento  sucedió  el  cele- 
brado con  el  vecino  de  Cádiz  don  Nico- 
lás Porcio,  que  se  compi'ometia  á  pagar 
igual  suma,  contrato  que  se  prorrogó 
hasta  9  de  Enero  de  1694  y  fué  traspa- 
sado al  holandés  Baltasar  Coimans; 
consiguiendo  al  fin,  por  este  medio,  sus 
connacionales,  la  codiciada  participa- 
ción en  el  comercio  de  negros  con  las 
indias  españolas. 

De  sus  manos  pasó  el  negocio  á  un 
vecino  de  América,  don  Bernardo 
Francisco  Marin  de  Guzman,  residente 
en  Venezuela,  que,  con  una  anticipa- 
ción de  dos  años  á  la  terminación  del 
anterior  contrato,  íirmó  el  nuevo  asien- 
to, comprometiéndose  á  entregar  en 
cinco  años  2.125.000  escudos  de  plata, 
contrato  que  no  pudo,  sin  duda,  llevar 
á  efecto,  puesto  que  en  12  de  Julio  de 
1696,  se  celebró  el  asiento  con  la  Real 
Compañía  de  Guinea  establecida  en 
Portugal  y  representada  por  don  Ma- 
nuel Ferreyra  de  Carbalho,  que  en  el 
término  de  seis  años  y  ocho  meses  se 
obligaba  á  introducir  10.000  toneladas 
de  negros.  Tres  de  éstos  equivalían  á 
una  tonelada. 

VI 

Desde  el  asiento  con  la  compañía 
portuguesa  de  Guinea,  la  trata  de  ne- 
gros empieza  á  ser  materia  de  con- 
venciones y  dificultades  internacio- 
nales. 

Los  portugueses  que  hacían  este  ne- 


gocio durante  la  época  de  la  unión  de 
Portugal  con  España  y  que,  como  he- 
mos visto,  fueron  totalmente  excluidos 
de  él  desde  que  se  inició  su  revolución 
de  independencia  de  1640,  una  vez  he- 
cha la  paz  de  13  de  Febrero  de  1768, 
que  reconocía  de  hecho  su  separación 
y  los  dejaba  dueños  de  todos  los  pun- 
tos de  la  costa  de  África  más  adecua- 
dos para  el  comercio  de  negros,  tra- 
taron de  renovar  su  lucrativo  tráfico, 
interesándose  en  esto  el  rey  don  Pe- 
dro II. 

El  asiento  con  la  compañía  de  Gui- 
nea fué  objeto  de  un  convenio  entre 
los  gobiernos  de  Portugal  y  España,  y 
el  rey  don  Pedro  anticipó  los  dos  ter- 
cios de  los  fondos  necesarios. 

El  sistema  de  exclusivismo,  que  im- 
peraba en  las  colonias  españolas,  iba, 
sin  embargo,  á  crear  dificultades  para 
este  asientxD,  que  no  se  manifestaban 
antes  cuando  ambas  coronas  se  ha- 
llaban reunidas.  La  trata  de  negros, 
provocaba  el  contrabando  en  las  im- 
portaciones y  las  extracciones  de  nu- 
merario, lo  que  llevó  á  las  autoridades 
españolas  á  restringir  los  privilegios 
concedidos,  originando  con  ello  perjui- 
cios de  diverso  género  á  la  compañía. 

Por  el  tratado  celebrado  en  Lisboa 
el  18  de  Junio  de  1701,  entre  España, 
Francia  y  Portugal,  cuyo  objeto  prin- 
cipal era  asegurarse  la  alianza  de  éste 
para  la  defensa  de  la  sucesión  de  Fe- 
lipe V,  se  estableció,  por  su  artículo  II, 
que  el  rey  de  España  prometía  com- 
pensar los  perjuicios  que  los  portu- 
gueses habían  sufrido  en  las  Indias 
con  motivo  del  contrato  de  asientos. 

Concluida  toda  diferencia  con  Por- 
tugal con  motivo  de  su  compañía  de 
Guinea,  este  asiento  que  debía  durar 
hasta  el  7  de  Marzo  de  1703,  quedaba 
definitivamente  anulado. 

Esto  allanó  el  camino  para  que  Fe- 
lipe V  favoreciese  á  Francia,  con  cuyo 
apoyo  iba  á  afirmarse  en  el  trono 
de  España,  y  se  celebrase  en  Madrid, 
el  27  de  Agosto  de  1701,  el  pacto  de 
asiento  de  negros. 

Por  este  singular  tratado  que  tenía 
por  ol^jeto  o  proporcionar  un  laudable, 
puro,  mutuo  y  recíproco  beneficio»  á 
sus  Magestades  y  á  sus  subditos,  se 
concedía,  á  una  compañía  francesa  de 
Guinea,  el  privilegio  por  diez  años 
para  introducir  negros  en  las  colonias 


DEL  Rio  de  la.  Plata 


:;] 


españohis.  La  compañía  se  compro- 
metía á  introducir  anualmente  4.800 
negros,  «piezas  de  indias  de  la  medida 
ordinaria»,  y  3.000  en  tiempo  de  guerra, 
pagando  por  la  introducción  de  los 
4.0l>)  primeros  un  derecho  de  entraila 
de  100  libras  tornesas,  siendo  gratis 
la  entrada  de  los  otros  800. 

La  compañía  se  comprometía,  ade- 
más, á  hacer  un  préstamo  al  rey  de 
España  de  600.000  libras  que  se  reem- 
bolsarían en  los  dos  últimos  años  del 
asiento.  Tendría,  además,  el  derecho 
de  exportar  el  valor  de  los  negros  en 
mercaderías  ó  metales. 

Se  acordó,  además,  por  el  art.  28  de 
este  convenio  que  el  rey  de  Francia, 
Luis  XIV  y  el  de  España,  Felipe  V,  se 
reservarían,  cada  uno,  una  cuarta  par- 
te en  la  compañía,  cuyo  capital  sería 
de  cuatro  millones,  estableciéndose 
que  si  el  rey  católico  no  pudiese  entre- 
gar el  millón  con  que  debía  ingresar 
en  la  compañía,  ésta  se  lo  prestaría  con 
un  interés  del  ocho  por  ciento,  al 
año. 

La  Inglaterra,  que  entre  todas  las 
naciones,  sobresalía  por  su  política 
comercial,  no  podía  mirar  indiferente 
los  grandes  beneficios  que  se  prome- 
tía la  compañía  francesa  de  Guinea  y 
el  fomento  que  ella  importaba  para 
el  desenvolvimiento  de  la  marina 
mercante  de  la  P>ancia.  Tanta  im- 
portancia le  (lió  que  el  goce  de  este 
privilegio  fué  una  de  sus  grandes  as- 
piraciones, que  debía  influir  en  su  po- 
lítica internacional. 

Necesitado  Luis  XIV  de  poner  tér- 
mino á  la  guerra  de  sucesión  por  su- 
cesos militares  adversos,  la  penuria  de 
su  hacienda  y  la  iniseria  general  pro- 
ducida por  la  guerra  y  la  péi"dida  de 
las  cosechas,  no  encontró  de  parte  de 
los  aliados  condiciones  admisibles, 
exigiéndosele,  en  primer  lugar,  el  re- 
conocimiento de  Carlos  III  como  rey 
de  España,  volviendo  así  la  monarquía 
española  á  la  casa  de  Austria.  Trató, 
entonces,  de  deshacer  la  grande  alian- 
za, negociando  en  detalle,  en  lo  que 
tuvo  éxito  en  cuanto  á  Inglaterra,  que 
sin  que  lo  sospechasen  sus  aliados,  y 
después  de  varias  conferencias  secre- 
tas, firmó  con  P>ancia  el  convenio  de 
Londres  de  8  de  Octubre  de  1711,  que 
debía  dar  por  resultado  el  forzar  la  paz 


general     sobre  la    l.)ase    de  reconoci- 
íniento  de  Felipe  V. 

Entre  las  concesiones  que  (exigió 
Inglaterra,  para  abandonar  á  sus  alia- 
dos están  las  siguientes:  Primera:  Ios- 
ingleses  tendrán  el  contrato  de  asiento 
bajo  el  mismo  pié  que  lo  tienen  los 
franceses  en  virtud  de  su  tratado  con 
España.  Segunda:  este  contrato  de  asien- 
to se  concederá  por  treinta  años  á  la 
Gran  Bretaña,  que  tendrá  también  to- 
da la  isla  de  San  Cristóbal. 

Para  celebrar  la  paz  con  España,  en 
virtud  de  las  estipulaciones  con  Fran- 
cia, en  la  convención  preliminar  de 
Londres,  Inglaterra  empiezo  por  exigir 
que  se  le  acordase  el  asiento  por  trein- 
ta años  y  en  las  condiciones  estable- 
cidas, y  se  firmó  en  consecuencia,  un 
tratado  en  Madrid,  que  lleva  la  fecha 
de  10  de  Junio  de  1718.  Como  en  ese 
tratado  se  tomaba  j)or  base  el  anterior 
asiento  con  Francia,  se  conservó  el 
artículo  28,  estableciendo  un  cuarto 
del  beneficio  del  negocio  á  favor  del 
rey  de  España  y  otro  cuarto  á  favor 
del  de  Inglaterra.  Se  agregó  además, 
un  articulo  adicional,  concediendo  un 
ijuque  de  quinientas  toneladas  por  año, 
para  negociar  en  las  Indias  y  reser- 
vando ai  rey,  no  solo  su  cuarto  de  be- 
neficio, sino  también  un  cinco  por  cien- 
to sobre  los  otros  tres  cuartos. 

Allanadas  otras  dificultades,  se  fir- 
mó, por  fin  en  Utrech  el  7  de  Junio  de 
1713  entre  el  tratado  definitivo  de  paz 
España  y  la  Gran  Bretaña  y  en  su  ar- 
ticulo 12"  se  pactó  la  confirmación  del 
tratado  de  Madrid,  que  quedó  conside- 
rado parte  de  la  nueva  convención,  y 
además  de  otras  condiciones  de  deta- 
lle, se  les  concedía  un  sitio  en  Bue- 
nos Aires  para  el  depósito  de  los 
negros  mientras  se  realizase  su  venta. 

España  no  podía  resignarse  con  es- 
tas concesiones,  que  se  le  habían  im- 
puesto, aprovechando  circunstancias 
difíciles,  y  que  permitiendo  á  los  in- 
gleses hacer  el  contrabando  en  vasta 
escala,  no  solo  eran  contrarias  á  su 
política  comercial,  sino  que  importa- 
ban la  ruina  de  las  transaciones  regu- 
lares. 

Apenas  se  hubo  consolidado  en  el 
trono,  Felipe  V.  empezó  á  tomar  me- 
didas enérgicas  á  fin  de  evitar  los  ma- 
los manejos  de  la  compañía  inglesa, 
estableciendo,  con  este  objeto,  buques 


818 


Uevista  Económica 


guarda-costas,  con  derecho  de  visita 
á  los  buques  ingleses  y  secuestro  de 
mercaderías  de  contrabando,  entre  las 
que  se  comprendían  los  productos  de 
las  colonias  espafiolas,  provocando  en 
1718,  un  rompimiento  con  Inglate- 
rra. 

Restablecidas  las  relaciones,  por  el 
tratado  de  Madrid  de  1721,  surgieron, 
en  1726,  nuevas  diticultades,  quejándo- 
se España  de  los  abusos  de  los  arma- 
dores ingleses,  y  estos  de  las  violen- 
cias de  los  guarda-costas  españoles,  lo 
que  dio  lugar  á  que,  por  el  artículo  VI 
del  tratado  de  Sevilla  de  1729,  se  con- 
viniese en  nombrar,  para  examinar  las 
reclamaciones  que  de  parte  á  parte 
se  hacían,  dos  comisarios  cuyas  reso- 
luciones debían  aceptarse  por  los  go- 
biernos respectivos.  Reunidos  en  Ma- 
drid estos,  de  acuerdo  con  lo  estipu- 
lado, la  Gran  Bretaña  pretendió  180.000 
libras  como  indemnización  á  sus  sub- 
ditos, de  las  que  no  quiso  reconocer 
España  más  que  la  tercera  parte,  pi- 
diendo, además,  la  indemnización  de 
150.000  libras.  Al  íin  no  se  llegó  á  nin- 
gún avenimiento. 

Mientras  tanto,  continuaban  los  in- 
gleses haciendo  el  contrabando  con  la 
mayor  audacia,  para  lo  que  encontra- 
ban en  el  Rio  de  la  Plata  eficaz  auxi- 
lio en  los  portugueses  establecidos  en 
la  Colonia  del  Sacramento,  provocan- 
do, así,  ya  la  toma  á  viva  fuerza,  por  el 
gobernador  Zavala,  de  un  bergantín 
inglés  que  fué  decomisado,  con  su 
carga  de  retorno,  ya  la  toma  de  otro 
cargamento,  realizada  por  sorpresa, 
ahuyentándose  con  esto,  por  algún 
tiempo,  de  nuestro  río,  á  los  contra- 
bandistas. 

Los  intereses  comerciales  influyen- 
do en  el  parlamento  inglés,  hubieron, 
por  entonces,  de  traer  la  declaración 
inmediata  de  la  guerra,  á  la  cual  no 
era.  sin  embargo,  favorable  la  corte, 
que  siguió  negociando,  en  España, 
una  convención  que  se  firmó  en  el 
Pardo  el  14  de  Enero  de  1739,  por  la 
cual  España  se  comprometió  á  pagar 
95.000  libras  esterlinas,  como  saldo  de 
lo  adeudado  á  la  corona  y  á  los  sub- 
ditos de  la  Gran  Bretaña,  «siendo  bien 
entendido,  sin  embargo,  dice  el  artí- 
culo III,  que  no  se  podrá  pretender 
que  el  descargo  recíproco  se  entienda, 
ó  tenga   alguna  relación  con  las  cuen- 


tas y  diferencias  que  existan  ó  están 
por  liquidarse  entre  la  corona  de  Es- 
paña y  la  coinpañía  de  asiento  de 
negros,  ni  á  ninguno  de  los  contratos 
particulares  ó  privados  entre  ambas 
coronas». 

Las  pretensiones  recíprocas  debían 
ventilarse  por  dos  ministros,  que  se 
reunirían  en  Madrid  en  el  término  de 
seis  semanas. 

Al  firmarse  esta  convención  el  mi- 
nistro español  entregó  una  declaración 
por  la  cual  el  rey  católico  se  reserva- 
ba por  completo  el  derecho  de  suspen- 
der el  asiento  de  negros,  si  la  compa- 
ñía no  pagase,  en  corto  término,  las 
68.000  libras  que  debía  por  derechos 
de  negros.  La  convención  íñ'mada,  no 
tendría  ningún  valor  sin  esta  salve- 
dad. 

Grande  fué  el  descontento  que  pro- 
dujo en  Inglaterra  la  noticia  de  esta 
convención.  Comerciantes  de  la  City 
llevaron  á  la  Cámara  baja  la  orejas 
de  contrabandistas  ingleses,  cortadas 
por  los  españoles,  cau'sando  la  impre- 
sión de  que  dan  cuenta  las  siguientes 
palabras:  «La  túnica  ensangrentada 
de  César  que  Antonio  mostró  al  pueblo 
romano,  no  causó  en  Roma  una  sen- 
sación más  viva  C[ue  las  que  estas  ore- 
jas produjeron  en  Londres.  Los  espí- 
ritus se  conmovieron:  se  resolvió 
tumultuariamente  la  guerra  y  el  mi- 
nistro fué  obligado  á  consentir  en  ella», 
rompiéndose  las  hostilidades  en  el  mes 
de  Noviembre  de  1789. 

Comprometida  España  en  la  guerra 
marítima  con  Inglaterra  y  queriendo 
hacer  valer  sus  derechos  en  la  sucesión 
de  la  corona  de  Austria,  firmó  con 
Francia,  en  Fontainebleau  el  25  de 
Octubre  de  1743,  un  tratado  de  alianza 
en  el  cual,  como  interés  primordial,  se 
trata  del  asiento  de  negros.  Según 
su  artículo  XI  el  rey  de  España  se 
comprometía  á  no  renovar  el  contrato 
de  asiento  con  Inglaterra. 

La  importancia  que  adquiría  Ru- 
sia, cuyo  ejército  se  internaba  en  Ale- 
mania y  la  situación  comprometida  de 
Holanda,  aliada  de  la  Inglaterra,  pre- 
dispusieron á  esta,  como  á  las  demás 
naciones,  á  la  celebración  de  la  paz, 
reuniéndose  al  efecto  el  Congreso  de 
Aix-la-Chapelle  en  Marzo  de  1748. 

En  los  artículos  preliminares  de  la 
paz    general,    Inglaterra,  que  tantos 


DEL  Rio  de  la  Plata 


319 


sacrificios  había  hecho  de  sangre  y 
de  dinero,  se  contentó,  además  de  la 
ratificación  del  reconocimiento  de  la 
sucesión  en  el  trono  de  la  Gran  Breta- 
ña, con  que  continuase  subsistente  su 
contrato  de  asiento  de  negros.  Por  el 
artículo  XYI  se  declaraba  concederse 
cuatro  años  más  para  el  tráfico  de  ne- 
gros en  compensación  al  tiempo  en 
que,  por  el  hecho  de  la  guerra,  estuvo 
interrumpido,  dejándose  en  pie  las 
demás  cuestiones. 

Los  ministros  españoles,  en  el  Con- 
greso de  Aix-la-Chapelle  habían  pro- 
cedido consuma  habilidad,  porque  al 
conceder  estos  cuatro  años,  dejaban 
vislumbrarla  renovación  del  asiento, 
consiguiendo  por  este  medio,  que  to- 
das las  cuestiones  pendientes  al  res- 
pecto, se  dejasen  para  posteriores  con- 
ferencias particulares. 

Con  el  propósito  de  obtener  nuevas 
ventajas,  Inglaterra,  apenas  firmada  la 
paz,  mandó  á  España,  encargado  de 
continuarla  negociación,  á  Mr.  Keene, 
que  era  el  ministro  que  había  hecho 
la  anterior  convención  de  1789,  pero  se 
encontró  con  que  el  gobierno  español, 
lejos  de  admitir  una  renovación  deí 
asiento,  se  oponía  hasta  á  la  próroga 
de  los  cuatro  años  pactada  en  Aix-la- 
Chapelle,  y  se  manifestaba  resuelta  á 
emprender  de  nuevo  la  guerra.  Tuvo 
por  íin  que  ceder  la  Gran  Bretaña  ante 
esa  actitud  tan  decidida,  y,  por  el  trata- 
do de  Madrid  de  5  de  octubre  de  1750, 
cedió  á  España  su  derecho  en  el  goce 
del  asiento  de  negros  y  del  buque 
anual  durante  los  cuatro  años  estipu- 
lados por  el  artículo  XVI  del  tratado  de 
Aix-la-Chapelle.  debiendo  pagar  Espa- 
ña 100.000  li liras,  por  saldo  á  la  com- 
pañía del  asiento. 

Como  ventaja  á  favor  de  los  ingleses, 
se  estipuló,  además,  que  estos  no  pa- 
garían mayor  derecho  de  importación 
y  exportación  en  España  que  los  que 
pagaban  en  tiempo  de  Carlos  II:  que 
serían  tratados  en  ella  como  los  de  las 
naciones  más  favorecidas  y  que,  ade- 
más, podrían  tomar  sal  en  la  isla  de 
las  Tortugas. 

Á  la  compañía  inglesa  del  Sur,  suce- 
dió Robert  Mayne,  negociante  de  Lon- 
dres, con  un  nombre  español,  cuyos 
agentes  en  Buenos  Aires,  (1)  que  era  el 

(1)  Abate  Raynal.— Histoire  iiliilosopliiqne  e1«.  des 
deux      Irides. 


principal  emi)orio  de  su  negocio,  pro- 
dujeion  su  ruina  en  1752.  Se  acordó 
entonces,  permitir  la  entrada  de  ne- 
gros en  Puerto  Rico,  pagando  al  fisco 
un  derecho  n<;r  cabeza,  hasta  que  en 
12  de  marzo  ilv  1765,  se  hizo  un  nuevo 
asiento  con  Aguirre  Aristegui  y  com- 
pañía, que  representaban  uña  sociedad 
de  casas  de  comercio  esp¿iñolas,  fran- 
cesas V  genovesas.  domiciliada  en  Cá- 
diz. 

Los  negocios  de  esta  empresa  no  fue- 
ron felices,  por  falta  de  práctica  en  la 
explotación  y  el  fuerte  recargo  de  de- 
rechos, que  se  le  exigían  y  la  desven- 
taja de  tener  que  adquirir  caros  los 
negros  por  falta  de  mercados  propios 
en"  África,  en  vista  de  todo  lo  cual  el 
gobierno  le  prorrogó  el  privilegio  por 
tres  años  más  y  le  disminuyó  las 
cargas.  Para  desenvolver  este  co- 
mercio la  España  obtuvo,  por  el  trata- 
do del  Pai'do  de  I*'  de  Marzo  de  1778, 
que  Portugal,  le  cediese  la  isla  de 
Annobon  en  las  costas  de  África,  y  la 
isla  de  Fernando  Póo  en  el  golfo  de 
Guinea,  que  eran  dos  de  los  principa- 
les mercados  para  la  trata  de  negros. 

Concluido  este  último  asiento  y  ha- 
biéndose emprendido  por  Francia  y 
España  la  guerra  con  Inglaterra,  en 
favor  de  la  independencia"  de  los  Es- 
tados unidos  de  Norte-América,  el 
ministerio  de  Indias,  en  13  de  Febre- 
ro de  1780,  hizo  saber  que,  vencida  la 
última  contrata  «se  ha  servido  el  Rey 
conceder  á  sus  vasallos  de  América, 
(esceptuando  á  los  de  la  comprensión 
de  las  provincias  del  Rio  de  la  Plata. 
Cliile  y  el  reino  del  Perú,)  el  permiso 
de  proveerse  de  negros  de  las  colo- 
nias francesas,  durante  la  guerra  ac- 
tuab).  No  se  ponían  más  limitacio- 
nes que  las  de  la  calidad  de  los 
buques,  frutos  que  podían  extraerse 
y  derechos  que  ciebian  pagarse.  Esta 
resolución  ya  había  sido  comunicada 
á  América  en  25  de  Enero  del  mis- 
mo año. 

Al  comercio  libre,  de  mercaderías, 
siguió  el  de  negros,  y  se  permitió,  no 
solo  su  introducción  á  las  colonias, 
por  españoles  sino  tannbién  por  ex- 
trangeros,  tratándose  por  este  medio, 
de  remediar  la  carencia  de  brazos  que 
se  había  acentuado  con  la  irregularidad 
de  la  trata  en  los  iiltimos  anos.  Este 


320 


Revista   E(0\(,>\íica 


permiso  que  fué  primero  sólo  por  dos 
años,  se  prorogó  subsiguientemente. 
Para  favorecer  la  trata  en  buques 
nacionales,  en  competencia  con  los 
extranjeros,  Carlos  IV  estableció  una 
prima  de  cuatro  pesos,  porcada  negro 
que,  en  buenas  condiciones,  se  intro- 
dujese por  buques  españoles,  pero,  no 
obstante  esto,  los  ingleses  fueron  los 
que  más  se  aprovecharon  del  negocio, 
favorecidos  por  su  marina.  Sólo  Liver- 
pool, que  era  el  centro  principal  de  la 
trata  inglesa,  tenía  ciento  cinco  buques 
dedicados  á  este  negocio  que  se  hacia 
también  desde  Londres  y  Bristol.  lle- 
gándose á  introducir  en  un  sólo  año, 
treinta  y  ocho  mil  africanos  en  distin- 
tos puntos  de  América,  con  gran  ven- 
taja para  su  comercio  y  navegación, 
así  como  para  el  tesoro  público,  á  favor 
del  cual  una  acta  del  parlamento  de 
1698  estableció  un  derecho  de  exporta- 
ción de  un  diez  por  ciento  sobre  el  va- 
lor de  los  negros.  Para  traficar  en 
África  se  necesitaba  una  licencia  de 
dos  libras  esterlinas,  que  se  pagaban 
en  Londres,  Liverpool  ó  Bristol  á  vo- 
luntad de  los  fraileantes. 


Se  continuará). 


CARTAS  ECONÓMICAS 

Los  intereses  sociales  en  el  orden 
bancario  y  monetario 

Señor  Director  de  La  Tribuna  Popular. 

Para  la  acertada  apreciación  de  las 
bases  de  un  Banco  Nacional,  es  me- 
nester empezar  por  darse  claramente 
cuenta  de  las  funciones  que  está  lla- 
mado á  desempeñar  en  el  orden  eco- 
nómico del  país. 

La  definición  que  hemos  reproduci- 
do de  la  ley  de  creación  del  Banco  del 
Imperio  Alemán,  es  hasta  cierto  punto 
exacta.  Su  misión  como  se  dice  en  el 
párrafo  que  hemos  trascripto,  consiste, 
1°.  en  arreglar  la  circulación  moneta- 
ria en  todo  el  país,  2°.  en  facilitar  la 
compensación  en  los  pagos  v,  3°.  en 
hacer  productivos  los  capitales  dispo- 
nibles; significando  esto  último  'nacerlos 
lo  más  productivo  posible  en  la  esfera  y  en 
beneficio  del  desenvolvimiento  y  prosperidad 


social^  puesto  que,  por  ejemplo,  no  se 
avendría  con  las  conveniencias  gene- 
rales, un  movimiento  que  tendiese  á 
aumentar  la  fortuna  y,  el  numerario 
disponible  de  un  gremio  cualquiera  de 
un  país,  con  detrimento  de  su  poder 
industrial.  La  riqueza  de  una  nación 
se  halla  en  razón  directa  con  la  im- 
portancia y  el  desenvolvimiento  de  su 
poder  productivo. 

Ya  he  demostrado  en  varias  de  mis 
cartas  económicas,  y  en  este  mismo 
estudio,  la  importancia  considerable 
social  y  económica  que  se  deriva  de  la 
facultad  de  gobernar  la  válvula  de  la 
circulación  monetaria;  he  puesto  tam- 
bién de  relieve  que  el  interés  privado, 
que  busca  siempre  y  ante  todo  la 
utilidad  personal  é  inmediata,  no  bas- 
ta, generalmente,  para  producir  los 
resultados  que  convengan  y  se  armo- 
nicen con  las  aspiraciones  y  necesi- 
dades sociales;  por  el  contrario  es 
frecuente  presenciar  antagonismos 
odiosos  y  deprimentes  entre  los  inte- 
reses sociales  y  los  de  algunos  gre- 
mios que,  aunque  constituyendo  ínfi- 
mas minorías,  han  logrado  ampararse, 
gracias  á  errores  ó  favoritismos  de  los 
que  mandan,  de  aquella  válvula  de  la 
circulación,  esplotándola  en  provecho 
esclusivamente  propio. 

Calcúlense  las  consecuencias  y  pe- 
ligros de  una  ley  contrato  que  entre- 
gase, y  por  30  años,  á  un  sindicato  de 
capitalistas  extranjeros,  la  inalienable 
facultad  de  gobernar  la  circulación  de 
un  país! 

La  compensación  de  los  pagos  en 
las  transacciones  internacionales,  es 
también  un  medio  directo  de  iníluir  en 
la  circulación  interna,  pues,  desocu- 
pando, por  ejemplo,  parte  del  nume- 
rario, altera,  por  lo  tanto,  la  relación 
entre  el  capital  circulante  disponible 
y  las  necesidades  de  las  transaccio- 
nes. 

Figurémonos,  por  ejemplo,  que  el 
nuevo  Banco  que  se  proyecta,  usando 
del  poder  con  que  lo  armarían  los 
Poderes  Públicos,  al  sancionar  la  ley 
contrato  sub-judice,  se  propusiese  en  un 
momento  dado  propicio  para  realizar 
su  intento,  disminuir  á  la  mitad  la 
circulación;  podría  hacerlo  aunque 
quizá,  con  quebranto  en  el  tipo  ordi- 
nario, usurariamente  compensado  por 
ot  ro  lado,  girando  sobre  sus  sindicatos 


DEL  Rio  DE  íA  Plata 


321 


ó  corresponsales  europeos  las  sumas 
necesarias,  giros  que,  renovaría  de  90 
en  90  días,  hasta  que  le  conviniese:  el 
resultado  sería  el  arriba  previsto,  esto 
es,  el  desequilibrio  entre  el  numera- 
rio disponible  y  las  necesidades  impe- 
riosas de  las  transacciones;  de  ahí,  el 
aumento  del  interés,  la  depreciación 
de  todos  los  valores,  la  usura,  el  dogal, 
la  tiranía,  convirtiéndose  el  Banco, 
armado  con  nuestras  propias  armas, 
y  ante  el  cuál  nos  encontraríamos 
desarmados,  en  el  arbitro  del  crédito 
y  de  la  fortuna  pública  y  particu- 
lar. 

Más  podría  suceder:  podría  suceder 
que  los  que  se  encontrasen  encastilla- 
dos en  el  Banco  que  se  proyecta,  as- 
pirasen á  más,  viéndose  y  sintiéndose 
tan  poderosos;  podría  suceder  que 
extendiesen  su  poder  á  la  órbita  polí- 
tica y  administrativa,  peligrando,  en- 
tonces, no  ya  solamente  la  fortuna 
pública  y  particular,  sino  también  la 
libertad,  la  autonomía,  la  dignidad  na- 
cional. 

Las  operaciones  de  giro  pueden  dar 
lugar  á  muchas  otras  combinaciones 
que,  halagando  el  interés  particular, 
no  sean  menos  funestas  al  bienestar 
y  á  los  intereses  permanentes  del 
país. 

Asi  definidas  las  funciones  directi- 
vas de  la  circulación,  é  indicados  los 
peligros  que  engendra  siempre  su  de- 
legación en  un  sindicato  ó  una  institu- 
ción central  particular,  es  fácil  ver  que 
no  basta  para  su  buen  y  amplio  de- 
sempeño, el  simple  ínteres  individual, 
puesto  que,  por  una  parte,  éste  puede 
encontrar,  como  lo  hemos  dicho  ya, 
su  conveniencia  en  el  movimiento 
internacional  de  metálico  con  prefe- 
rencia á  operaciones  de  arbitraje  ó 
remesas  directas  de  cambios,  con  las 
que  se  efectúan  los  pagos  exteriores 
evitando  salidas  de  numerario,  mien- 
tras que  las  compensaciones  internas 
no  adquieren  la  vasta  extensión  que 
al  interés  público  conviene,  sin  llevar 
la  acción  bancaria  á  todos  los  puntos 
secundarios  en  los  cuales  la  estrechez 
de  operaciones  no  presenta  las  com- 
peiisaciones  directas  que  al  ínteres 
mercantil  halaga,  aunque  sea  siempre 
grande  el  que  se  pueda,  por  ese  medio, 
proporcionar  á  la  sociedad. 

Haré  con  un  ejemplo  comprensible 


á  todos  la  exactitud  de  esta  observa- 
ción. Si  el  servicio  de  correos  se  en- 
tregase á  la  industria  particular,  él  se 
limitaría  á  atender  las  necesidades  de 
los  centros  de  primero  y  segundo  or- 
den sin  ir  á  los  puntos  pocos  poblados, 
puesto  que  estos  no  retribuirían  su- 
ficientemente, de  un  modo  directo,  los 
gastos,  y  esto  que  no  puede  hacerlo  la 
acción  particular  lo  realiza  la  del  Es- 
tado que  encuentra  debida  compen- 
sación en  los  beneíicios  indirectos  que 
crea  el  fomento  de  esas  localidades 
mediante  ese  y  otros  servicios. 

Las  operaciones  bancarias  están  en 
el  mismo  caso,  puesto  que  muchas 
de  ellas  que  no  coinciden  con  el  mayor 
halago  de  interés  particular,  convienen 
al  interés  social,  y  el  Estado  encuen- 
tra una  retribución  amplia  donde  solo 
habría  pérdidas  para  la  acción  par- 
ticular. 

La  tercera  función,  que  es  la  de  la 
distribución  del  capital  disponible,  re- 
quiere, para  su  debida  apreciación, 
el  estudio  de  las  condiciones  del  país 
y  el  de  los  mayores  ó  menores  servi- 
cios que  la  institución  de  un  Banco 
Nacional  esté  llamada   á  prestar. 

No  desenvuelvo  teorías  combinadas 
de  exprofeso,  como  acostumbran  ha- 
cerlo los  abogados  de  todas  las  cau- 
sas; soy  consecuente  con  ideas  mani- 
festadas desde  mucho  antes,  y  con 
ideales,  que,  aspirando  al  engrandeci- 
miento nacional,  vengo,  en  todas  las 
oportunidades  que  se  ofrecen,  defen- 
diendo con  igual  empeño. 

Al  justificar  en  octubre  de  1887,  la 
reforma  de  nuestra  legislación  adua- 
nera, apreciaba  en  los'  siguientes  tér- 
minos, que  me  servirán  ahora  igual- 
mente de  punto  de  partida,  las  nece- 
sidades que  deljemos  atender  á  fin 
de  consolidar  nuestro  poder  conómico 
y  engrandecer  efectivamente  al  país. 

«No  podrá  citársenos,  dice  el  referido 
informe,  una  sola  nación  que  haya 
adquirido  importancia  estable  sin  des- 
arrollar, sostener  y  multiplicar  sus 
industrias,  poniéndose  en  situación  de 
aprovechar  todos  los  elementos  y  fa- 
cultades de  producción  que  sirvan  para 
atender  las   variadas  necesidades  de 


322 


Revista  Económica 


sn  población  y  ocupar  y  extender  su 
actividad  productora. 

«Debido  á  nuestra  posición  geográ- 
fica y  topográfica,  y  á  otras  diversas 
ciscunstancias  que  nos  convirtieron  en 
un  gran  mercado  para  todos  nuestros 
vecinos,  adquirimos,  desde  la  época 
colonial,  cierta  importancia  comercial, 
que  creció  por  algún  tiempo,  pero  es 
menester  que  nos  demos  cuenta  de  que 
estos  medios  de  prosperidad  son  for- 
zosamente transitorios  y  no  consultan 
la  expansión  progresista  á  que  pode- 
mos aspirar  y  las  condiciones  más 
primordiales  á  la  independencia  eco- 
nómica de  una  nación. 

«Todas  las  preponderancias  comer- 
ciales que  nos  presenta  la  historia  han 
sido  relativamente  cortas,  hasta  las 
más  brillantes,  como  la  de  Venecia, 
Genova  y  Holanda,  y  eso  que  ellas  te- 
man en  su  apoyo  el  predominio  de  los 
transportes;  y  s"i  de  la  que  goza  toda- 
vía la  Inglaterra  se  sostiene,  esto  se 
debe,  no  solo  á  su  marina,  sino  tam- 
bién al  gran  desenvolvimiento  inter- 
no de  sus  industrias  y  á  la  posecíón 
de  vastos    mercados  propios. 

«Pero  nosotros,  ¿qué  podemos  espe- 
rar como  nación  comercial,  cuando 
gran  parte  de  los  elementos  de  co- 
mercio que  poseemos  no  son  naciona- 
les, y  los  capitales  comerciales  son 
siempre  inciertos?  Se  van  como  vie- 
nen á  cualquier  azar  ó  fluctuación,  no 
toman  jamás  arraigo,  son  viajeros  ca- 
prichosos: darán  "vuelta  mañana  la 
espalda  á  los  que  hoy  buscan  solícitos. 
Nos  falta  la  base  esencial  para  el  co- 
mercio propio,  que  es  la  náarina  mer- 
cante, y,  mientras  no  tengamos  más 
que  materias  primas  como  producción 
nacional  para  adquirir  con  ellas  los 
productos  manufacturados  que  se  nos 
traigan,  seremos,  por  el  hecho,  una 
especie  de  factoría  extranjera.  La 
constitución  de  una  nacionalidad  y 
de  una  independencia  económica  está 
en  el  poder  industrial  propio,  es  decir, 
en  los  medios  que  tenga  el  país  de 
desarrollar  de  un  modo  armónico  sus 
fuerzas  productivas,  y  de  ensanchar  y 
multiplicar  los  empleos  del  trabajo 
nacional,  asi  como  las  inversiones  fi- 
jas del  capital. 

«Las  naciones  normales,  según  lo 
expresa  List  y  P .  Cauw^es,  son  organi- 
zaciones completas;  «su  sistema  eco- 


nómico se  asemeja  á  la  fisiología  de 
los  seres  animados  mas  perfectos;  las 
partes  múltiples  que  los  constituyen, 
como  la  cultura,  las  fábricas  y  el  co- 
mercio, están  intimamente  asociados 
á  una  Ley  de  crecinfiento  interior». 

«La  supremacía  manufacturera,  con- 
tinúa el  autor  últimamente  citado,  de 
una  nación  sobre  otras  naciones  me- 
nos civilizadas,  puede  ser  completa; 
asi  se  explica  el  enorme  desenvolvi- 
miento industrial  de  Inglaterra,  cuyas 
manufacturas  alimenta  los  países 
menos  industriosos;  asi  se  explica 
igualmente  su  inmenso  tráfico,  puesto 
que  esos  países  les  abandonan  sus  ma- 
terias primas  en  cambio  de  productos 
manufacturados.  ¿Es  preciso  que  na- 
ciones ricamente  dotadas  por  la  na- 
turaleza se  resignen  á  ese  comercio  pa- 
sivo^ que  se  limiten  al  papel  ingrato 
de  exportar  productos  brutos  á  las 
manufacturas  extranjeras  y  renun- 
cien á  la  ambición  de  valorizarlos  ellas 
mismas  fundando  fábricas  nacionales? 
¿No.  \)0Y  cierto. 

«Comparemos,  á  fin  de  form.ar  con- 
ciencia por  nosotros  mismos  de  la 
importancia  de  esta  verdad,  lo  qu  ■  hoy 
somos  con  lo  que  podemosiser  mañana, 
con  lo  que  podemos  aspirar  á  ser. 

«Tenemos  escasos  capitales,  y,  sin 
embargo,  su  falta  de  aplicación  direc- 
tamente productiva  lo  revela  el  agio  y 
las  inversiones  de  bajo  interés;  tene- 
mos escasa  población;  y,  sin  embargo, 
los  brazos  nacionales  no  encuentran 
aplicación,  ni  la  inmigración,  por  aho- 
ra, suficientes  incentivos;  mientras  que 
si  llegásemos  aerear  un  Estado  econó- 
nómico  análogo  al  de  otros  centros 
tan  nuevos  y  menos  favorecidos  por  la 
naturaleza  que  el  nuestro,  como,  por 
ejemplo,  el  Estado  de  Massachusets, 
podríamos  alimentar  una  población 
de  más  de  once  millones;  es  decir, 
casi  tan  numerosa  como  la  que  actual- 
mente tienen  todas  las  Repúblicas 
Sud-Americanas  y  ser  un  campo  de 
inversión  y  acumulación  de  innumera- 
bles capitales. 

«Nuestra  posición  y  nuestro  porve- 
nir, como  nación,  no  depende,  pues, 
de  los  límites  geográficos;  depende  de 
los  límites  del  trabajos  nacional,  que 
es  la  gran  cuestión  que  á  todos  debe 
hoy    preocupar,    aunando   todos    los 


DEL  Rio  de  la  Plata 


323 


esfuerzos  y  todas  las  voluntades  en  el 
sentido  de  su  expansión  legítima.» 


La  decadencia  de  nuestros  pueblos 
fronterizos  con  el  Brasil,  debido  á  las 
medidas  adoptadas  en  Rio  Grande, 
contra  el  contrabando,  que  tradicio- 
nalmente  desde  ellos  se  venía  hacien- 
do; el  cambio  radical  operado  por  la 
construcción  de  dos  grandes  puertos 
en  la  RepLÍl)lica  Argentina,  que  nos  ha 
quitado  por  más  que  mejoremos  el 
nuestro,  la  condición  de  centro  de 
comercio  del  Rio  de  la  Plata;  el  siste- 
ma de  moneda  barata  que  predomina 
en  todos  los  países  vecinos  no  sólo 
aleja  nuestro  comercio  importador  de 
sus  mercados  sino  que  nos  vá  llevan- 
do al  extremo  opuesto  de  la  depen- 
dencia de  sus  producciones. 

Asi,  pues,  el  comercio  ya  ha  dejado 
de  ser  para  nosotros  una  base  de  pros- 
peridad y  de  engrandecimiento,  y,  no 
tiene  otro  medio  racional  de  expansión 
que  el  que  pueda  proporcionarle  el 
aumento  de  población  y  de  iiroducción 
interna. 

El  problema  para  nosotros  es  hoy, 
pues,  el  de  facilitar  la  transformación 
de  nuestra  ganadería;  promover  el 
desenvolvimiento  agrícola  y  fomentar 
las  industrias  que  transforman  y  valo- 
rizan las  materias  primas.  Esas  aten- 
ciones vienen  por  lo  tanto  á  constituir 
la  esfera  preferente  desde  el  ¡ounto  de 
vista  de  las  conveniencias  sociales,  de 
la  distribución  de  las  fuerzas  vivifica- 
doras que  representan  los  capitales 
disponibles. 

En  cuanto  al  comercio,  este  es  el 
que  más  fácilmente  se  provee  además 
de  ser  favorecido  directamente  por 
todo  lo  que  tienda  á  beneficiar  el  giro 
de  la  producción,  que  le  proporciona 
los  productos  con  que  pagan  las  im- 
portaciones, y  cuya  prosperidad  le  re- 
presenta aumento  en  las  ventas  y 
facilidades  en  las  cobranzas. 

Démosnos  ahora,  cuenta  del  capital 
disponible  qne  poseemos  para  atender 
todos  estos  fines. 

Tenemos,  como  capital  disponible 
normal,  el  circulante  del  comercio  y 
los  ahorros  y  fondos  sin  inversión  fija 
de  los  particulares,  todos  los  cuales 
pueden  dividirse  en  dos  categorías  ge- 


nerales, á  saber:  la  de  capitales  apro- 
piados á  colocaciones  transitorias  y  la 
de  capitales  disponibles  para  coloca- 
ciones más  ó  menos  fijas. 

El  primero  está,  preferentemente,  á 
disposición  de  las  necesidades  comer- 
ciales, y,  los  segundos  son  los  que  por 
su  naturaleza  pueden  mejor  satisfacer 
los  pedidos  que  impone  eJ  desenvolvi- 
miento de  la  producción. 

Estos  elementos  ¡rueden  ampliarse 
con  la  emisión  de  billetes  que,  sobre- 
todo bajo  el  régimen  de  la  unidad, 
permite  invertir  en  colocaciones  de 
reposo  todo  lo  que  represente  el  míni- 
mum de  las  necesidades  de  la  circula- 
ción, ampliando,  en  igual  proporción, 
el  capital  disponible  que  representa 
la  existencia  metálica. 

En  Inglaterra  ese  mínimum  está 
fijado  en  16.300,000  £,  que  se  represen- 
tan, en  el  Departamento  de  Emisión, 
por  14.000,000  £  en  deuda  del  Gobierno 
con  el  Banco,  y  por  5.200,000  de  otras 
garantías  públicas. 

Esa  suma  es,  próximamente,  la  ]ni- 
tad  de  lo  que,  según  un  balance  en 
época  normal  que  tenemos  á  la  vista, 
el  Banco  de  Inglaterra  conservaba  en 
circulación. 

El  recurso  de  la  emisión  única  es, 
pues,  un  medio  de  disponibilidad  de 
un  fuerte  capital,  apropiado  á  inver- 
siones que  salen  de  los  j)Iazos  cortos  de 
las  transacciones  comerciales  y  que 
permiten  las  operaciones  que  directa- 
mente facilitan  el  desarrollo  de  la  pro- 
ducción. 

Entregada  la  distribución  de  estos 
medios,  que  son  la  base  de  la  vida 
económica  en  todas  las  esferas  socia- 
les, á  la  discreción  de  un  gremio,  ó  al 
sórdido  interés  de  una  compañía,  ella 
no  podrá  jamás  verificarse  en  la  forma 
que  lo  aconseja  el  interés  común  y  las 
conveniencias  del  porvenir  del  país. 

La  base  de  la  distribución  será  en 
esas  condiciones,  ó  el  halago  del  mayor 
interés  directo  é  inmediato,  teniendo, 
en  este  caso,  preferencia  el  comercio 
cuya  rapidez  de  giro  multiplica  las 
utilidades,  y,  sobre  el  comercio,  los 
pedidos  del  agio  que  paga  mayor  pri- 
ma y  que  hace  concurrencia  ruinosa 
en  los  mercados  de  capital  á  todas  las 
aplicaciones  del  trabajo  del  hombre. 

En  nuestro  caso  el  interés  social  exi- 
ge que  el  máximum  del  caiMtal  disj)o- 


824 


Revista  Económica 


nible  de  la  segunda  categoría  se  destine 
á  préstamos  sobre  la  propiedad  y  tí- 
tulos de  habilitación,  á  la  vez  que  se 
dediquen  á  adelantos  agrícolas  é  indus- 
triales los  demás  capitales  que  sean 
susceptibles  de  inversiones  de  reposo, 
hallándose  entre  estos  los  depósitos 
judiciales  y  el  capital  representado 
por  el  míniman  de  la  circulación  de 
billetes. 

Queda  para  el  comercio  todo  su  ca- 
pital circulante,  que  se  deposita  en  los 
bancos,  los  depósitos  accidentales  de 
otras  procedencias;  parte  del  exceso  de 
emisión  que  tluctúa  según  las  circuns- 
tancias, y  si  se  quiere  todavía,  el  capi- 
tal del  Banco,  al  que  se  le  puede  dar, 
en  buena  parte,  también  una  inversión 
más  directamente  de  fomento. 

Para  la  efectividad  de  la  distribu- 

ón  de  cai')itales  acuerdo  con  las  con- 
veniencias de  la  comunidad  como  para 
la  de  todos  los  demás  servicios  de  ca- 
rácter social  á  que  debe  responder  el 
Banco  privilegiado,  no  bastan  las  dis- 
posiciones escritas,  se  hace  necesaria 
la  intervención  en  la  práctica  de  cada 
instante  por  parte  del  gobierno  encar- 
gado de  tutelar  los  intereses  del  país. 

De  ahí  la  representación  directa  del 
Estado  de  los  Bancos  centrales  ó  pri- 
vilegiados, doctrina  reconocida  hoy  y 
prestigiada  por  la  legislación  y  expe- 
riencia bancaria  universal,  como  lo 
comprobamos  en  la  carta  anterior. 

El  estado  no  debe  intervenir  para 
que  se  preste  á  una  firma  ó  individuo; 
su  acción,  como  ya  lo  hemos  dicho, 
no  es  la  de  favorecer  personas  sino  la 
muy  alta,  y,  por  cierto,  bien  esencial, 
de  evitar  que  la  sangre  del  cuerpo 
«conómico  no  se  acapare  en  favor  del 
agio  desmoralizador,  ó,  impulsada  por 
el  interés  de  su  gremio,  no  se  desvie 
de  las  arterias  que  activan  y  fecundan 
el  organismo  social. 

Con  este  motivo  saluda  al  señor 
Eirector  S.  S. 

Domingo   Lamas. 


DESAFINANDO 

La  palabra  guarangada  podrá  no  ser 
•eufónica,  pero  nadie  negará  que  es 
gráfica. 


Y  si  no,  véase  lo  (i[ue  leo  en  el  Voca- 
hulario  Rwplatense  razonado  de  Granada. 

«  Guarangada,  f.  Acción  ó  dicho  propio 
de  guarangos. 

«.Guarango, ga,  adj.  Dícese  de  la  perso- 
na que  en  sus  dichos  ó  acciones  es 
torpe  é  incivil,  ó  que  no  sabe  guardar  ios 
miramientos  que  pide  la  buena  educación». 

Déjeme  Vd.  señor  Director,  que  me 
explique,  y  no  frunza,  sin  oii-me,  el 
entrecejo,  creyendo  que  me  a])arto  de 
las  líneas  generales  de  la  publicación. 
En  su  Revista  Económica,  han  apare- 
cido escritos  míos,  por  galantería  que 
estimo,  dedicados  á  educación,  y  toda 
vez  que  los  guarangosla  atropellan  ¿sor- 
prenderá acaso  que  los  fustiguemos, 
no  cuál  ellos  merecen  por  quéel  vapu- 
leo por  lo  recio  molestaría  á  los  lecto- 
res, sino  con  la  blandura  y  templanza 
del  que  ansia  corregir  con  ánimos  de 
que  se  oiga  la  reprimenda? 

No  todo  han  de  ser  números,  ni  la 
abrumadora  estadística  ha  de  llenar 
su  ya  buscada  Revista:  déjeseme  hoy 
un  poco  de  espacio  para  decir,  burla 
burlando,  lo  que  vá  Vd.  á  leer  si  mi 
charla  no  le  enoja. 

«Erase  que  se  era»,  así  comienzan 
muchos  cuentos  y  muchas  verdaderas 
historias,  y  así  comienza  el  relato  de 
una  verídica  historia  que  ojalá  fuera 
cuento. 

Érase  que  se  era,  repito,  una  fiesta 
de  caridad,  y  fíjense  Vds.  nilos  guaran- 
gos son  caritativos,  ya  que  esta  virtud 
nos  manda  ser  condescendientes  y  ca- 
riñosos con  todo  el  mundo  y  sufrir  con 
resignación  en  el  caso  de  haberlas, 
(que  en  el  presente  no  las  iial)ia)  las 
agenas  genialidades. 

El  cantor  popular,  el  ilustre  vate  ar- 
gentino, el  hombre  virtuoso,  el  filán- 
tropo, el  amigo  de  todos  y  por  todos 
admirado,  Guido  Spano  leía  una  her- 
mosa composición  suya.  ¡Q)ué  no  leía! 
Para  el  público,  para  todos  era  igual, 
pues  las  palabras  que  con  vibradora 
entonación  pronunciaba  el  Sr.  Rossot- 
ti,  eran  las  del  propio  Guido  Spano 
cantando  con  sin  igual  maestría  el 
hecho  más  portentoso  que  ha  visto  la 
humanidad  desde  que  á  Dios  le  pin- 
ga darle  por  temporal  morada,  eso  que 
ha  dado  en  llamarse  valle  de  lágrimas. 
Leía,  pues,  el  señor  Guido  Spano,  y 
si  es  grave  falta  interrumi3ir  á  cual- 
quier mísero  mortal  cuando  lee  ¿cómo 


DEL  Rio  de  la  Plata 


325 


I 


calificar  la  interrupción,  si  lo  que  se 
lee  es  de  mérito  sobresaliente  y  su 
autor  de  una  talla  colosal  y  de  inspi- 
ración privilegiada?  Cómo  calificar  al 
mozalvete,  al  chiquilicuatro  que  inte- 
rrumpe á  un  viejo  cuando  habla?  La 
palabra  es  dura  peí  o  resulta  bien  apli- 
cada: guarango. 

Si,  guarango  el  que  convierte  las  ace- 
ras de  la  calle  de  la  Florida  en  tribu- 
na abierta  para  arrojar  desde  ella,  no 
flores  á  las  damas,  sino  palabras  mal 
sonantes  y  atrevidas;  guarango  el  que 
en  teatros  ó  diversiones  públicas  mo- 
lesta con  sus  risas  y  sus  voces  á  los 
demás  oyentes;  guarango  el  que  de  mo- 
llera deprimidR,  incapaz  de  apreciar 
lo  bello,  no  ha  sabido  aprender  á  res- 
petarse á  sí  mismo. 

Afortunadamente  en  el  presente  ca- 
so la  guarangada  por  lo  imprevista,  por 
lo  estupenda,  no  ha  de  haber  hecho 
mella  en  el  ánimo  de  Guido  Spano. 
La  sociedad  entera  de  Buenos  Aires 
ha  protestado,  \  esos  guarangos  de  levi- 
ta y  guante  han  debido  esconderse 
avergonzados. 

Sin  embargo,  es  conveniente  que  la 
guarangada  se  corrija  doquiera  asome 
su  estúpida  faz;  y  aunque  pocos  son 
los  que  merezcan  el  nombre  ó  califica- 
tivo á  que  me  refiero,  es  necesario  es- 
tirparlos,  que  la  culta  Buenos  Aires  no 
ha  de  albergar  en  su  seno,  ni  los  sa- 
lones se  han  de  abrir  para  quienes 
llevan  tan  lejos  su  procacidad. 

En  cuanto  á  Guido  Spano,  paro- 
diando los  tan  conocidos  versos,  pue- 
de hoy  exclamar  satisfecho  al  ver  la 
esplosion  de  simpatías  á  su  persona 
que  el  hecho  ha  arrancado  y  los  aplau- 
sos que  su  hermosa  composición  ha 
merecido  á  los  inteligentes, 

si  el  tonto  no  aplaude,  bueno, 
si  el  necio  silba,  mejor. 

R.  MoxNEu  Saxs. 


BOLETÍN  BIBLIÜGRÁFICO 

Acaban  de  aparecer,  entre  otros  li- 
bros, los  siguientes  que  ofrecen  mucho 
interés: 

Retratos  de  escritores!.  El  autor  estudia 
separadamente   á    Alejandro  Dunias 


(hijo),  Emilio  Augier,  Victoriano  Sar- 
dón, Octavio  Feuillet,  los  dos  Gonco- 
urt,  Emilio  Zola  y  J.  J.  Weiss. 

Del  capítulo  que  dedica  á  Feuillet, 
escritor  muy  alabado  en  su  tiempo  y 
demasiailo  desacreditado  en  la  actua- 
lidad, entresacamos  esta  ingeniosa 
rehabilitación  del  romanticismo: 

«He  nacido  romántico»,  dice  uno  de 
los  héroes  de  Octavio  Feuillet.  Todos 
igualmente  pudieran  decir  lo  mismo: 
es  como  un  aire  de  familia,  que  fácil- 
mente se  ve  de  dónde  viene;  pues  el 
rasgo  de  una  imaginación  romántica, 
es  precisamente  la  nota  original  de 
Feuillet.  Bajo  qué  aspecto  se  presenta 
la  vida  á  las  almas  románticas?  Cómo 
se  conducen  éstas?  qué  clase  de  ale- 
grías ó  sufrimientos  les  son  particu- 
lares? Deben,  enfin,  felicitarse  ó  afli- 
girse por  esa  especie  de  privilegio  que 
lian  recibido  al  nacer?  En  ninguna 
parte  puede  aprenderse  eso,  mejor 
que  en  las  novelas  de  Feuillet.» 


La  ley  de  Lynch.  Es  un  libro  escrito, 
hace  algunos  meses,  por  el  señor 
Nocito,  con  ocasión  del  conflicto  italo- 
americano. 

El  señor  Desjardins,  abogado  gene- 
ral de  la  Suprema  Corte  de  Francia, 
acaba  de  presentar  un  informe  al  Ins- 
tituto, de  que  es  miembro,  sobre  la 
obra  del  subsecretario  de  Estailo,  en 
el  ministerio  de  Justicia. 

La  cuestión  es  siempre  de  actuali- 
dad, tanto  más  cuanto  que  está  ligada 
á  otra  cuestión  muy  importante:  la 
que  se  refiere  á  la  protección  de  las 
personas  residentes  en  el  extranjero, 
y  que  se  ha  discutido  recientemente 
en  el  Congreso  de  Roma. 

El  asunto  es  bien  conocido  de  los 
lectores  de  esta  Fíevista;  así  es  que  no 
nos  detendremos  en  recordarlo.  Pero  sí 
queremos  dejar  consignado  el  siguien- 
te párrafo  del  informe  del  señor  Des- 
jardins, que  encierra  toda  la  doctrina 
actual  sobre  el  gobierro  general  de 
los  países  que,  como  el  nuestro,  están 
organizados  bajo  el  régimen  federal. 

«El  autor,  señor  Pedro  Nocito,  exa- 
mina sí  la  responsabiütad  del  crimen 
impune,  recae  sobre  el  estado  de 
Luisiana  por  vía  de  consecuencia  sobre 
los  mismos  Estados  Unidos.    Su  de- 


326 


Revista  Económica. 


mostración"  es  muy"  vigorosa.  El  Esta- 
do, el  mismo  Estado  particular  en  una 
república  federativa,  es  no  sólo  un  ser 
razonable  sino  un  organismo  vivo  {orga- 
nismo vívente),  y  cuando  sus  órganos 
en  vez  de  ser  los  instrumentos  del  de- 
recho, se  transforman,  por  su  inercia 
y  su  complicidad,  en  instrumentos  del 
delito  en  sus  relaciones  con  los  extran- 
jeros á  quienes  los  Estados  Unidos 
han  prometido  protección  y  asistencia 
en  el  territorio  de  la  Unión,  y  por  con- 
siguiente en  cada  uno  de  los  Estados 
que'lo  componen,— la  responsabilidad 
de  lós^Estados  Unides  se  ve  compro- 
metida, según  la  misma  constitución 
federal.  Y  en  este  caso  lo  es  más,  por 
cuanto  los  italianos  asesinados  esta- 
ban protegidos  por  un  tratado  espe- 
cial.» 


Rodolfo  Gneits—El  ¡Jarlajne^ito  inglés  y 
sus  cambios  'durante  el  milenario,  desde  el 
siglo  IX  hasta  fines  del  XIX. 

Tal  es  el  título  de  una  obra  traduci- 
da al  italiano,  por  el  señor  Colucci, 
comisario  de  los  hospitales  de  lioma, 
que  le  ha  agregado  un  prefacio  y  una 
conclusión. 

En  el  prefacio,  que  consta  de  148 
páginas,  expone  el  autor  todos  los  de- 
talles del  periodo  histórico  anglo-sa- 
jón  y  del  origen  del  derecho  público 
inglés. 

En  la  parte  referente  á  la  conquista 
de  Sicilia  por  los  normandos,  el  señor 
Colucci  pone  de  manifiesto  toda  la 
administración  musulmana  de  aquella 
isla,  presentando  un  verdadero  curso 
de  su  historia  civil,  que  merece  ser 
estudiada  con  atención. 

* 
*  * 

Principios  de  la  ciencia  bancaria^  j)or  Car- 
los F.  íerram— Milán,  1892. 

Este  volumen  forma  parte  de  la  co- 
lección Hoepli,  de  «Estudios  jurídicos 
y. •  políticos». 

"La  ciencia  de  los  bancos  forma  hoy 
una  parte  importante  de  la  ciencia 
económica,  y  el  señor  Ferraris  ha  tra- 
tado el  asunto  con  toda  la  amplitud 
deseable,  poniendo  una  nota  biblio- 
gráfica al  final  de  cada  capítulo. 

«Las  normas  generales  de  todo  ban- 
co, dice  el  autor,  son  la  publicidad  y 


la  responsabilidad.  Las  normas  espe- 
ciales son  las  que  se  refieren  á  la  au- 
torización del  Estado  para  el  ejercicio 
de  ciertas  operaciones,  á  las  prescrip- 
ciones que  hay  que  observar  en  este 
ejercicio  y  á  la  concesión  ó  prohibi- 
ción de  otras  operaciones.» 

Recomendamos  á  todos  los  econo- 
mistas y  publicistas  la  obra  del  señor 
Ferraris,  que  es  digna  de  ser  leída. 


National  liberal  clnb^  political  economy  cir- 
ele.     Transactions,  vol.  1. 

En  188o,  algunos  miembros  del  Glicb 
Nacional  Liberal,  de  Londres,  concibie- 
ron la  idea  de  establecer  una  comida 
periódica,  en  la  que,  á  los  postres,  se 
leería  y  discutiría  una  Memoria  sobre 
cuestiones  económicas. 

La  idea  fué  aceptada  y  la  |)rimera 
comida  se  verificó  el  día  11  de  Abril 
de  1883,  bajo  la  presidencia  del  Rev. 
señor  Leonardo  H.  Courtney,  que  leyó 
un  trabajo  sobre  los  «principios  eco- 
nómicos que  deben  guiar  á  la  legis- 
lación respecto  á  la  ocupación  de  la 
tierra.» 

Sucesivamente,  han  tenido  lugar 
cinco  comidas  más,  en  las  que  se  han 
presentado  y  discutido  los  siguientes 
temas: 

«La  emigración  internacional  y  la 
economía  política»,  por  T.    S.   Mann: 

«La  relación  del  oro  con  la  plata», 
por  Alfredo  Milnes: 

«La  tasa  del  interés»: 

«La  distribución  considerada  como 
una  rama  de  economía»,  por  J.  H. 
Lévy;— y 

«La  emigración  del  trabajo»  por 
Hubert  Ll.'Smith. 


Cue7itos  cristianos .  El  bautismo  de  Jesús 
ó  los  cuatro  grados  del  escepticismo,  por  T. 
de  Wyzewa. 

Es  una  verdadera  apología  de  los 
pobres  de  espíritu  .  .  . 

Dichosos  ellos,  sobre  todo,  cuando 
caen  al  golpe  de  la  frase  del  autor, 
tan  candido  y  tan  sencillo  en  su  na- 
rración. 


DEL  Rio  de  la  Plata 


327 


Los  malhechores  literarios,  por  el  Patlro 
Esteban  Cornut. 

El  autor  ataca  con  suma  violencia 
á  la  literatiü^a  «infame»,  y  le  atribuye 
el  mérito  de  haber  depravado  las 
costumbres  y  de  habernos  reducido  al 
estado  de  un  pueblo  vicioso  .  .  .  Basta, 
yo  creo  que  el  Padre  Cornut  exagera 
mucho;  y  que  el  estado  actuaí  de 
nuestra  moralidad  no  es  mejor  ni  peor 
que  el  do  la  Ptoma  de  los  Césares 
y  de  los  Papas. 


Cartas  intimas  de  SlendJial.  Se  experi- 
menta una  decepción,  al  leer  este 
libro,  pues  nada  dice  de  nuevo,  des- 
pués de  los  fragmentos  y  de  los  «diarios» 
de  Beyle,  conocidos  ya  hace  veinte 
años. 


CRÓNICA  DE  LA  QUINCENA 


Octubre  20  de  1802. 

Bajó  del  poder  el  Dr,  D.  Carlos  Pe- 
llegrini  hace  hoy  ocho  dias,  y  como 
estaba  mandado  i^or  la  Constitución, 
subió  su  sucesor  el  Dr.  D.  Luis  Saenz 
Peña. 

País  como  hay  muchos  es  éste;  pero 
que  tiene,  no  obstante,  sus  peculiari- 
dades. Está  en  formación,  y,  diríase  un 
doncel  caprichoso,  inconsecuente  é  iló- 
gico en  todo.  Se  esperaban  escánda- 
los, atentados,  crímenes,  no  ha  habido 
absolutamente  nada.  Se  creia,  por  al- 
gunos, que  el  cesante  se  retiraría  en 
medio  de  la  mayor  indiferencia  pú- 
blica y  que  el  entrante  sería  saludado 
con  visibles  manifestaciones  de  satis- 
facción. Pues  nada  de  eso.  Ha  suce- 
dido al  revés. 

Todos,  acusados  y  acusadores,  pue- 
blo y  magistrados  durmieron  conten- 
tos el  12  de  Octubre,  día  doblemente 
grato  para  éste  y  otros  rincones  del 
Continente,  como  que  era  el  cuarto 
centenario  de  la  invención  de  América, 
diré  mas  bien  asi,  v  no  descubrimien- 
to. 


Como  se  ve  hay  momentos  en  que 
la  opinión  pública  es  la  peor  de  las 


opiniones.  Atenerse  á  ella  resulta  una 
gran  equivocación.  Podemos,  sin  em- 
jargo,  felicitarnos  de  ello,  á  no  ser 
que'  la  paz,  que  es  el  gran  desiderátum 
resulte  también  que  no  es  un  bien  su- 
premo, sino  cuando  todos  están  con- 
formes y  acordes  respecto  de  las  cau- 
sas morales  de  la  estabilidad  social. 

* 
** 

Decía  ciue  todos  durmieron  conten- 
tos, y  se  explica.  No  ha  pasado  nada, 
ó  porque  nada  había  entre  dos  platos, 
como  vulgarmente  se  dice,  ó  porque 
la  audacia  se  ha  contenido;  y,  quién 
sabe,  puede  ser  que  haya  sido,  porque 
viendo  el  desenlace  le^al,  después  de 
tantas  alarmas  y  tropiezos,  un  no  sé 
qué  le  ha  dicho  a  todo  el  mundo,  que 
no  es  infalible  que  la  política  sea  como 
la  esfinge  de  la  fábula:  no,  ella  no  de- 
vora siempre  á  los  que  no  esplican 
sus  enigmas. 

-* 

•k* 

La  luna  de  miel  ha  sido  entonces 
como  se  comprende,  un  cuasi  deleite. 
El  saliente  tomó  el  portante  en  el  acto, 
yéndose  á  una  estancia,  y  el  entrante 
se  apresuró,  para  que  no  faltaran  no- 
vedades, á  organizar  definitivamente 
su  anunciado  y  discutido  gabinete, 
completándolo,  aunque  sería  mejor 
decir,  integrándolo  con  un  personaje 
ajeno  completamente  á  los  negocios 
públicos. 


El  soberano  de  los  soberanos, — el 
oro, — asociándose  al  general  contenta- 
miento bajó  también  de  precio  y  nues- 
tros valores  acá  y  allá,^en  nuestra 
Bolsa  y  en  las  de  Londres  y  París  su- 
bieron. 


El  Presidente  de  la  República  dio, 
como  es  de  estilo,  su  manifiesto  pro- 
grama, pieza  trillada  por  la  forma,  sin 
mayor  significado  por  el  fondo,  y  úni- 
camente 'singular  por  su  pretensión 
de  constituir  un  gobierno  é  inaugurar 
una  política  sin  mas  alma  que  la  fría 
é  inerte  de  la  Constitución. 


328 


Revista  Económica 


De  modo  que  van  á  peinarse  chasco 
los  que  esperen  que  sus  pleitos  se  fa- 
llen en  conciencia.  Siendo  impersonal 
el  gobierno  las  sentencias  serán  con- 
forme á  lo  que  resulte  de  autos,  y, 
consiguientemente  según  la  habilidad 
de  los  abogados  de  las'  partes  interesa- 
das en  el  litigio.  Es  nuevo,  hasta  por 
ahí,  este  concepto  político.  I^a  expe- 
riencia, no  lo  abona  mucho  que  diga- 
mos. 

Pero  como  la  intención  parece  sana 
habrá  que  dejar  pasar  el  tiempo,  y  no 
mucho,  para  que  gobernantes  y  gober- 
nados se  desengañen,  volviendo  unos 
y  otros  á  lo  que  en  otras  partes  se 
íiace,  á  lo  que  entre  nosotros  mismos 
se  ha  hecho  cuando  los  Presidentes, 
sin  dejar  de  apoyarse  en  un  partido, 
han  gobernado  para  todos,  seleccio- 
nando hombres  y  apartándose  de  la 
senda  del  caudillaje  que  mas  entiende 
de  revoluciones  armadas,  que  de  evo- 
luciones y  transacciones. 


No  puede  decirse,  apesar  de  la  dis- 
X)osicion  que  á  muchos  los  inclina  á 
esperar,  que  la  situación  sea  sólida, 
ni  que  el  porvenir  no  se  presente  en- 
capotado. Tantas  veces  las  pahibras, 
los  manitlestos  y  los  programas  han 
fallado,  arrastrados  los  homljres,  bon 
gré,  mal  gré  por  los  sucesos  que  todo  lo 
avasallan,  que  hay,  en  medio  de  todo 
este  bienestar  aparente  del  momento, 
un  gran  fondo  de  excepticismo,  de  cu- 
yo insondable  abismo  sube  á  la  super- 
íicie  de  las  cosas  algo  asi  como  el  i)re- 
sentimiento  secreto  de  que  no  han 
pasado  para  siempre  las  horas  de  in- 
quietud. 


Un  suceso  insignificante,  si  se  quie- 
re, en  cuanto  sólo  afecta  la  vida  local 
de  una  Provincia,  como  la  chisi^a  que 
puede  ser  ó  no  ser  causa  de  una  con- 
ílagracion,  lia  venido  á  hacer  mas  in- 
tenso aquel  presentimiento.  La  revo- 
lución de  Santiago  del  Estero  es  ese 
suceso;  y  no  nos  detendremos  á  deta- 
llarla, porque  basta  decir  que,  volvien- 
do á  las  anudadas,  un  gobierno  legal  ha 
sido  derrocado  por  la  sedición,  y  (]ue 
hasta  este  momento  Poder  Ejecutivo 


y  Congreso  andan  buscando  datos 
para  ver  quién  tiene  razón,  si  la  fuer- 
za ó  el  derecho. 


No  es  di.ficil,  pues,  sin  ser  profeta, 
ni  hijo  de  profeta  augurar  desde  lue- 
go, cuál  será  el  desenlace  de  este  dra- 
ma: la  legalidad  no  quedará  bien  pa- 
rada. Tendremos  asi  comprobado  una 
vez  mas,  que  todo  se  repite,  desgra- 
ciadamente todo  lo  que  es  malo  con 
mas  persistencia  que  lo  bueno. 


Así  comenzó  el  gobierno  del  Dr.  Juá- 
rez Colman,  con  una  revolución  innece- 
saria enTucuman. 

Quién  es  el  culpable  verdadero  de 
este  primer  hdtoii  dans  les  roucs  puesto 
en  el  gobierno  del  Dr.  Saenz  Peña? 
Parécenos  tiempo  i)erdido  tratar  de 
inquirirlo.  Resultará  de  autos?  Para 
allá  me  las  guarde,  tratándose  de  un 
hecho  consumado.  Lo  que  sí  no  nos 
parece  ocioso  es  preguntar:  de  qué 
sirve  el  estudio  de  la  historia  si  la  es- 
periencia  del  pasad*»  no  ha  de  evitar 
que  los  hombres  de  Estado  incurran 
en  los  mismos  errores  en  que  cayeron 
sus  antecesores?  Ya  sabemos  que  los 
que  se  niegan  á  ai)rovechar  las  ense- 
ñanzas de  la  historia  se  esfuerzan' 
siempre  en  negar  la  identidad  del  pre- 
cedente que  se  invoca  con  el  que  está 
en  discusión  en  el  momento.  Mas  esta 
vez  los  desafiamos  á  que  nos  nieguen 
la  identidad  del  precedente.  Tuciíman 
ó  Santiago  tanto  vale:  aquello  trajo  lo 
uno,  esto  traerá  lo  otro,  si  las  solucio- 
nes son  idénticas,  como  parece  ser  el 
signo,  en  el  momento  en  que  cerra- 
mos esta  página, — el  signo  mas  visible 
en  las  regiones  altísimas  de  nuestro 
no  menos  alto  gobierno  impersonal. 


Y  no  hay  mas  hechos  de  importan- 
cia (jue  (piepan  dentro  del  cuadro  de 
esta  ojeada  retrospectiva,  que  como 
tantas  otras  terminaremos  exclaman- 
do: Dios  nos  ayude! 


DEL  Rio  de  la  Plata 


.329 


REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY 


Crónica  de  la  quincena 

El  centenario  de  Colón  y  las  cues- 
tiones económicas  han  constituido  la 
preocupación  de  la  quincena. 

Lucidas  estuvieron  las  fiestas  en 
medio  de  las  cuales,  sin  embargo,  se 
ha  presenciado  un  hecho  en  extremo 
doloroso.  La  Comisión  encargada  de 
organizarías  creyó,  acertadamente, 
que  correspondía,  en  esos  días  de  re- 
gocijo, acordarse  de  los  menesterosos 
y  resolvió  la  distribución  gratuita  de 
alimentos.  En  todas  partes  hay  infe- 
lices que  tienen  que  buscar  en  la  li- 
mosna el  sustento  diario,  pero  no  po- 
día esperarse  que  en  un  país  nuevo 
y  i)rivilegiado  por  la  naturaleza,  suce- 
diese lo  que  presenció  Montevideo. 
Treinta  mil  personas,  casi  la  cuarta 
parte  de  su  poblacii'm  urbana,  se  agol- 
paron para  solicitar  las  raciones  desu- 
das á  la  miseria! 

Este  es  el  resultado  lógico  del  siste- 
ma de  restricción  impuesto  por  el 
egoísmo  de  unos  pocos. 

La  prensa  ingounvilista  que  regis- 
tra el  hecho  ha  debido  hacerse  cargo 
de  las  consecuencias  prácticas  de  su 
propaganda. 

Cooperan  á  la  despiadada  obra 
de  consumar  la  ruina  del  i^aís,  los  di- 
rectores del  titulado  Banco  Hipoteca- 
rio Nacional,  con  una  ofuscación  que 
maravilla. 

Prueba  de  la  inconsciencia  con  que 
proceden,  y  que  es  su  línica  disculjia. 
nos  la  dá  «¥A  Siglo»  al  sostener  que 
no  hay  perjuicio  social  en  poner  en 
remate  púbiico  doce  millones  en  pro- 
piedades, porque  los  deudores  solo 
son  171,  como  si  el  derrumbe  de  la 
propiedad  raíz  dependiese  del  número 
de  hipotecantes  y  no  del  número  y 
valor  de  las  propiedades  que  se  ven- 
dan. 

De  estos  deudores,  agrega,  9  son  so- 
ciedades anónimas,  «cadáveres  que 
conviene  sacarlos  de  la  calle»,  trailu- 
ciendo  la  perífrasis  desde  que  se  trata 
de  empresas  que  están  en  mala  situa- 
ción, conviene  ultimarlas  vendiendo 
por  1  lo  que  vale  10;  pero  el  distingui- 
do colega  olvida  que  detrás  de  esas 


sociedades  anónimas  están  sus  accio- 
nistas y  sus  familias  que  con  seme- 
jantes procederes,  serán  perjudicados. 
Sí  el  estar  mal  una  sociedad  fuese 
razón  para  que  se  la  ultimase,  el  pri- 
mer cadáver  que  habría  que  sacar  de 
la  calle  seria  el  propio  Banco  Hipote- 
cario. 

* 
*  * 

ftEl  Siglo»  y  «El  Telégrafo  Marítimo» 
censuran  al  gobierno  [)or  haber  eleva- 
do á  las  Cámaras  un  mensaje  pidien- 
do la  interpretación  de  las  disposicio- 
nes referentes  al  Banco  Hipotecario, 
de  la  ley  de  21  de  Marzo  de  1892,  á  las 
cuales  su  Directorio  viene  dando  una 
interpretación  contraria  á  los  dere- 
chos adquiridos  y  á  toda  equidad. 

Los  principios  que  esos  colegas  in- 
vocan lioy  debieron  haberlos  sosteni- 
dos cuando  se  trató  de  la  liquidación 
del  Banco  Nacional,  pues  entonces,  sí, 
se  violaba  una  ley  contrato.  Esta  vio- 
lación les  pareció  muy  conveniente. 

Los  que  aceptaron  que  una  ley  dis- 
pusiese de  los  derechos  de  los  accio- 
nistas del  Banco  Nacional,  no  pueden 
oponerse  á  que  las  mismas  Cámaras 
interpreten  esa  ley,  pues  es  un  aforis- 
mo de  derecho,  (pie  el  que  puede  lo 
mas  puede  lo  menos. 

Al  aplaudir  que  se  lleve  de  nuevo  el 
asunto  al  Poder  Legislativo,  manifes- 
taremos el  deseo  de  que  éste  aprove- 
che la  oportunidad  para  tomar  una 
medida  radical,  volviendo  las  cosas 
como  estaban,  desde  que  es  evidente 
que  el  nuevo  Banco  Hipotecario  no 
puede  llenar  su  objeto  y  solo  es  causa 
de  todo  género  de  dificultades  y  de 
ruinas.  Hecho  esto  podrá  adoptarse 
un  temperamento  que  consulte  mejor 
los  intereses  generales. 
* 

El  Directorio  del  Banco  Hipotecario 
pretende  que  se  suprima  la  oposición 
del  Banco  Popular  del  Brasil  á  que 
aquel  disponga  de  lo  que  á  éste  le 
corresponda  coljrar,  pagando  la  nación 
el  importe  total  del  empréstito,  y,  con- 
juntamente con  esto,  sostiene  que  por 
el  hecho  de  que  por  una  simple  sub- 
división de  compatibilidad  existían 
dos  cuentas  entre  las  secciones  hipo- 
tecaria y  comercial  del  Banco  Na- 
cional, una  con  un  crédito  á  favor  de 
aquella  de  445.000  $,  y  otra  con  un  d^- 


330 


Revista  Económica 


bito  de  1.609.000  S,  debe  entenderse 
que  la  renuncia  á  favor  del  Banco  hi- 
potecario del  crédito  de  la  sección  co- 
mercial, no  es  la  del  saldo  de  cuentas, 
sino  la  de  las  partidas  de  su  crédito,  sin 
deducir  las  sumas  de  la  cuenta  en  la 
cual  esta  aparece  como  deudora. 

Resumiendo :  1°.  Se  quiere  que  la 
Nación  pague  lo  que  el  Banco  Popu- 
lar de  Rio  Janeiro  debe  recibir  del 
Banco  Hipotecario,  y  2'>.  Que  se  haga 
además  un  nuevo  regalo  al  Banco  Hi- 
potecario de  $  445.000,  á  costa  de  la 
misma.  Quien  dice  ia  Nación,  dice  los 
pobres  contribuyentes.  ¿Y  en  cambio 
de  qué?  ¿Y  en  beneficio  de  quién  se 
pretende  todo  esto?  En  cambio  de 
consumar  la  desvalorización  de  la  pro- 
piedad raiz,  y  en  beneficio  de  un  gre- 
mio de  capitalistas. 

Los  que  pretenden  estos  regalos 
de  millones,  encuentran,  sin  em- 
bargo, pocas  todas  las  rebajas  en  los 
haberes  de  los  empleados  y  de  la  cla- 
ses pasivas.  Hasta  quieren  por  eco- 
nomía desarmar  el  ejército. 

Es  singular  la  lógica  de  algunos:— 
¿Conviene  á  un  gremio  hacerse  arbitro 
de  la  propiedad  raíz  en  toda  la  Repú- 
blica?—Pues  entonces  debe  hacerse 
caso  omiso  de  la  ley  contrato  con  que 
se  creó  el  Banco  Nacional,  poniendo 
sobre  ella  las  resoluciones  de  las  Cá- 
maras.—¿Se  quiere  poner  trabas  á  la 
voracidad  de  ese  gremio?  Pues  en- 
tonces se  clama  contra  la  intervención 
de  las  Cámaras,  aun  cuando  no  sea  más 
que  para  aclarar  el  sentido  de  una  de 
sus  resoluciones,  á  la  que  se  le  quiere 
dar  una  interpretación  que  lleva  al 
absurdo  y  al  deshonor  nacional.  ¿Se 
trata  del  pan  de  millares  de  familias 
nacionales?  Entonces  toda  rebaja  es 
poca;  pero  no  suííede  lo  mismo  cuando 
están  de  por  medio  los  intereses  de  los 
rentistas.— Para  éstos  toda  numificen- 
cia  es  lícita  y  necesaria. 

Nada  se  hace  por  la  producción  ni  en 
l)eneficio  de  los  que  sufren,  y  se  preten- 
de que  además  de  haber  destinado  dos 
millones  para  montar  la  guillotina  de 
la  propiedad  raíz,  se  acuerde  en  bene- 
íicio  de  los  ejecutantes  otro  regalo  que 
alcanzará  á  millón  y  medio  d'e  pesos. 
Como  de  costumbre  estas  enormi- 
dades se  sostienen  invocando,  con  es- 
carnio, la  justicia  social  y  los  intere- 
ses generales. 


REVISTA  JURSATIL 

El  oro  ha  tenido  en  la  quincena  una 
baja  de  3  pesos  en  las  onzas  y  de  1 
peso  en  las  libras,  es  decir  de  próxi- 
mamente un  6  %,  lo  que  representa 
una  alteración  muy  notable,  debida  á 
la  trasmisión  en  paz  del  mando  y  á 
las  necesidades  de  las  cosechas. 

Los  bajistas  del  oro  manifiestan  la 
esperanza  de  verlo  en  breve  romper 
el  límite  de  300,  pero  esta  no  es  nues- 
tra opinión,  puesto  que  la  valorización 
del  papel  crea  trastornos  y  perjuicios 
extensos  que  son  á  su  vez  causa  de 
desvalorización. 

En  cambios  no  tenemos  ninguna 
alteración  sensible  que  notar;  los  che- 
ques del  Banco  Nacional  y  del  Banco 
de  la  Provincia  han  seguido  subiendo, 
debido,  particularmente,  en  lo  que  á 
este  úhhno  se  refiere,  á  la  mejora  de 
su  situación. 

Llamamos  la  atención  sobre  la  co- 
tización de  las  Cédulas  nacionales  y 
provinciales,  y  de  los  Fondos  Públi- 
cos, que  han  tenido  en  general  una 
alza  importante,  quedando  firme  la 
plaza. 

No  tan  favorecidas  han  estado  las 
acciones  del  Banco  Español  del  Rio 
de  la  Plata,  que  no  obstante  la  situa- 
ción favorable  de  la  plaza,  han  queda- 
do á  100,50,  es  decir,  medio  punto  más 
bajo  que  la  quincena  anterior. 

Én  los  demás  títulos,  no  hay  nada 
que  merezca  especial¡mención. 

La  Bolsa  de  Montevideo  continuó  en 
baja,  exepción  hecha  de  la  deuda  con- 
solidada, cuyo  precio  se  rige  por  el 
de  la  plaza  de  Londres. 

Los  Billetes  del  Banco  Nacional  han 
bajado  de  46  á  40.20.  Las  cédulas  han 
bajado  un  })unto  más,  así  como  tam- 
bién las  acciones  del  Banco  Hipoteca- 
rio, lo  que  no  es  de  estrañar,  visto  el 
sistema  de  realización  en  vasta  escala 
adoptado  por  el  directorio  de  este  es- 
tablecimiento, y  que,  en  cambio  del 
pago  puntual  de  uno  ó  dos  cupones, 
no  solo  concluirá  de  abatir  el  valor 
de  la  propiedad  raiz,  sino  que  dejará 
á  las  cédulas  sin  garantías,  y  al  Banco 
sin  capital. 


DEL  Rio  de  la.  Plata 


331 


Movimiento  bursátil  de  la  primera  quincena  de  Octubre  de  1892 


BOLSA  DE  BUENOS  AIRES 

(  DEL    I''    AL    15   DE   OCTUBRE  ) 


Ultimo  precio 

HAST.V 

s'bre.  30 


MAS  BAJO    ,   MAS  ALTO 


Metálico 


Onzas 

Libras  esterlinas. 


Cambios 


Inglaterra. 
Francia . . . 
Bélgica.. . . 
Alemania  . 


Cheques 

Banco  Nacional 

Banco  de  la  Provincia , 

Banco  Hipot.  de  la  Provincia- 
cédulas  Hipotecarias  Nacionales 


-bonos, 


Serie  A  (oro)  5  %  de  renta, 

))  A  %    7  %    ))  » 

»  B  ))     7   %    »  >) 

»  C  w     7  %    »  »      . 

»  D  w     7  %    »  » 

»  E  »     7  %   »  ))      , 

'cédulas  Hipotecarias  Provinciales 


Serie  A  (oro)  6  %  de  renta 19 


)) 

A 

Sf. 

8 

% 

» 

)) 

)) 

E 

» 

6 

% 

» 

» 

» 

F 

ny 
/  n 

6 

% 

» 

» 

)) 

(j 

y> 

6 

% 

» 

» 

)) 

1 

)) 

8 

% 

» 

» 

» 

J 

» 

8 

% 

» 

)) 

» 

K 

)) 

8 

% 

» 

)) 

)) 

L 

y> 

8 

% 

» 

» 

» 

M 

)) 

8 

% 

)) 

» 

)) 

N 

)) 

8 

% 

» 

n 

)) 

0 

» 

8 

% 

)) 

)) 

)) 

P 

» 

8 

% 

)) 

)) 

Fondos  y  Títulos  Públicos 

Fondos  Públicos  Nacionales  de  1884. 

Empréstito  Nacional  Interno  1891 

Id.  de  1892 

Deuda  Municipal  de  la  Capital  .  . . 


53  20 
16  47 


47  I 
5  01 
5  04 
4  04 


17  — 

35  \ 
16  30 


32 
97 
94 
84 
87 
86 


31  — 
30  50 
30  10 

29  60 

30  40 
30  50 
30  50 
30  50 
30  50 
30  50 
30  60 
30  50 


53  — 
74  50 
67  40 
58  10 


Ultimo  precio 

H.VST.V 

o'bre.  15 


49  90 
15  45 

53  60 
16  60 

47  1 
5  — 
5  02 
4  03 

47  i 
5  01 
5  04 
4  07 

16  — 
31  \ 
15  70 

18  — 
36  \ 
20  10 

32  — 

34  — 

95  — 
83  — 
87  — 
86  — 

95  — 
90  — 
93  — 
93  - 

31  60 
29  30 
29  30 

31  60 
29  50 
29  50 

29  80 
29  80 
29  30 
29  80 
29  80 
29  80 
29  80 

29  80 
32  80 
32  60 
32  80 
32  80 
32  80 
32  90 

72  — 

65  — 

58  — 

74  — 
67  70 
61  40 

50  20 
15  45 


47  I 
5  — 
5  03 
4  05 


16  — 
32  — 
20  10 


34  — 
97  — 
95  — 
83  — 
93  — 
93  — 


19  — 
31  — 

31  60 
29  30 

29  50 

30  40 
29  80 

32  80 
32  60 
32  80 
32  80 
32  80 
32  90 


53  — 
73  30 
67  70 
61  40 


332 


Revista  Económica 


Ultimo  precio 

HASTA  MAS    BAJO  I  MAS   ALTO 

s'bre.  30 


L'ltinio  prício 

HASTA 

o'bre.  15 


Acciones 


BANCOS 


Español  del  Rio  de  la  Plata 

Italia  y  w      »    »      »     (oro) 

Crédito   Real 

Nuevo   Banco  Italiano 

Banco  de    la    Bolsa 

Francés  del  Rio  de  la  Plata 

Hipotecario  de  la  Capital  (Bonos  oro). . 

Constructor  de   la    Plata 

Id  id  id  (obligaciones) 

Agrícola    Comercial 

Banco    Inmoviliario : 

Banco  del   Comercio 

Banco  Caja  de  Descuentos 

Comercial  de  la  Plata 

Comercial 

Banco  Sud-Americano i 

Banco  Nacional ' 

compañías 

La  Edificadora 

La  Previsora  (Compañía  de  Seguros) . 

La   Primitiva  (Compañía  de  Gas) j 

Gas  Argentino i 

Empresa  del  Edificio  de  la  Bolsa 1 

La  Argentina  (fábrica  de  papel) I 

Muelle  y  Depósitos  de  las  Catalinas.. .  .1 
La  Buenos  Aires  (Compañía  de  Seguros) 
Compañía  General  de  Reaseguros. ... 

Kíd  y  C=^ .". I 

Telegráfico  Telefónica ! 

Constructora  Argentina 


J07 
92 
31 
57 
45 
4-1 
64 

4 

1  — 
24.— 

99    


50 


50 


BOLSA   DE   MONTEVIDEO 

(del  1°  AL  15    DE  octubre) 


90  — 

50  — 

8  50 

30  — 
29  — 

31  — 


78  — 

8()  — 
52  — 
30  — 
80  — 
10  20 

13  — 
7  — 
7  — 

05  — 

14  — 


Billetes  Banco  Nacional 46  — 

Títulos    hipotecarios   Serie    D 26  80 

Cédulas  hipotecarias      »        A 25  10 

»  »  »        C 25  — 

Deuda  del  Interior i  27  20 


Id.      Consolidada 
Acciones  Banco  Hipotecario. 


CAMBIOS 


Inglaterra 
Francia. , . 

Bélgica 

Alemania  , 


30  60 

9  — 


51  g 
5  36 
5  35 
4  34 


106  50 
94  — 

56  — 

43  — 

1  — 
20  — 

8  50 


74  — 

27  — 
85  — 
53  — 

83  — 
8  20 


14  — 


40  — 
24  — 
24  40 

26  — 

31  — 

8  — 


50  i 
5  35 

4  32 


107  50 
94  — 

57  — 

44  — 

1  10 

20  — 

9  — 


78  - 
27  — 
88  — 
53  — 

93  — 
10  — 


14  — 


40  20 
25  30 
25  80 

27  20 

33  40 

9  20 


51  J 
5  36 

4  34 


/o 
50 
10 


106  50 
94  — 
31  — 
56  — 
45  — 
43  — 
64 

4 

1 
24 
20 
90 
50 

8 

30 
29 
31 


78  — 
27  — 
88  — 
53  — 
130  — 
83  — 
9  90 

13  — 
7  — 
7  — 

65  — 

14  — 


40  20 
24  — 

24  40 

25  — 

26  40 
33  40 

8  — 


50  i 
5  36 
5  35 
4  32 


2*  Época— Núm.  13. 


5  de  Noviembre  de  1892. 


REVISTA  ECONÓMICA 

-D  J-: :., 

RIO  DE  LA  PLATA 


Director:   DOMIHQO   LAMAS 


SOFISMAS  ECONÚMICOS  V  CONSTITUCIONALES 


La  autoridad  de  nuestro  estimable 
colega  Tribuna,  no  nos  permite  pasar 
en  silencio  su  reciente  artículo,  titu- 
lado, «Unidad  Bancaria,»  aunque  por 
lo  descarriado  de  las  ideas  ciue  en  él 
se  manifiestan,  no  podamos  en  este 
•caso  considerarlo  intérprete  de  los 
planes  del  señor  ministro  de  hacienda. 

Empieza  el  colega  por  confundir  dos 
cosas  completamente  distintas:  las 
operaciones  generales  de  Banco  con 
las  de  emisión  de  billetes,  llegando 
hasta  decir,  con  todas  sus  letras,  cjue 
higlaterra  y  los  Estados  Unidos  han 
centralizado  el  crédito  y  la  circulación 
fiduciaria;  afirmación  pasmosa  y  que 
desdice  con  la  general  ilustración  de 
la  prensa  argentina. 

Dos  tesis,  la  de  la  pluralidad  y  la 
de  la  unidad  de  emisiones  han  divi- 
dido á  los  economistas  y  á  los  hombres 
de  estado.  Los  unos,  afirman  que 
los  billetes  bancarios  son  una  forma 
corriente  del  crédito,  mientras  que  los 
otros,  los  califican,  no  ya  como  un 
simple  papel  de  crédito  particular,  sino 
como  moneda,  y  partiendo  de  esta 
concepción  es  que  pretenden  centra- 
lizarlos y  reglaixientarlos,  fundados 
en  las  mismas  razones  en  virtud  de 
las  cuales,  en  todas  partes,  el  derecho 
de  sellar  moneda  se  considera  una 
atribución  del  soberano.  Si  los  con- 
ceptuasen una  mera  forma  de  crédito, 
no  se  opondrían  á  sus  adversarios,  los 
defensores  del  sistema  de  Bancos  li- 


l)res  de  emisión,  puesto  que,  á  ningún 
hombre  de  buen  sentido  se  le  ha  ocu- 
rrido, hasta  hoy,  esto  de  centralizar  el 
crédito,  que  el  colega  ofrece  á  sus  lec- 
tores como  un  hecho  de  convenien- 
cia universalmente  reconocida. 

Centralizar  el  crédito,  es  centralizar 
toda  la  vida  económica;  es  privar  á  las 
instituciones  comerciales  y  á  los  sim- 
ples particulares,  del  uso  de  uno  de  los 
más  esenciales  derechos  naturales. 
El  individuo,  que  toma,  para  pagar 
después,  un  simple  atado  de  cigarri- 
llos, ya  hace  una  operación  de  crédito. 
La  familia  que  no  compra  al  contado, 
dejando  para  abonarlas  al  día  siguien- 
te, sus  provisiones  en  el  mercado,  reali- 
za lo  mismo.  Las  compras  en  general 
de  los  minoristas  á  los  mayoristas  son 
otras  tantas  operaciones  de  crédito. 

Casi  todas  las  operaciones  comer- 
ciales, se  encuentran  en  el  mismo 
caso  y  sobre  su  base  se  ejecutan  pues 
la  ma^^or  parte  de  las  transacciones 
mercantiles  y  domésticas;  de  modo 
que  centralizar  el  crédito  importaría 
centralizar,  pasando  los  límites  de  la 
posibilidad  humana,  la  mayor  parte 
de  las  transacciones  sociales. 

El  colega  argentino  nos  dirá  que  no 
pretende  semejante  enormidad;  que 
solo  se  refiere  al  crédito  bancario,  pero 
aún  así  no  habrá  caído  menos  en  el 
absurdo. 

Las  operaciones  de  crédito  que  efec- 
túan los  Bancos,  consisten,  principal- 
mente, en  anticipos  sobre  valores  ó  en 
cuenta  corriente;  en  descuento  de  do- 
cumentos á  plazos  mas  ó  menos  cortos 
y  en  la  compra  y  venta  de  letras  de 
cambio. 

Todo   esto  lo  hacen    también,  cor 


334 


Revista  Ecoxó.mica 


rientemente  los  particulares,  de  acuer- 
do con  el  derecho  de  disponer  de  lo 
suyo,  ó  de  lo  que  otros  les  entreguen 
para  que  lo  dediquen  á  negocios  de 
este  género,  y  no  hay  mas  diferencia 
entre  estos  y  aquellos  que  la  de  que 
los  Bancos,  por  lo  común,  aunque  no 
siempre,  los  realizan  en  mayor  escala. 

La  centralización  de  un  ramo  de 
comercio  tiene  un  nombre  técnico,  se 
denomina  estanco,  y,  lo  repetimos,  á 
nadie,  hasta  ahora  se  le  había  ocurri- 
do ni  estancar  un  comercio  al  por 
mayor,  dejando  la  libertad  de  reali- 
zarlo al  por  menor,  ni  hacer  materia 
de  estanco  los  anticipos  sobre  el  cré- 
dito ¡personal,  ni  los  descuentos. 

El  colega  entra  inespertamente  en 
el  brete,  al  citar  en  este  caso  como 
ejemplo  á  Inglaterra  y  á  los  Estados 
Unidos. 

No  hay  país  en  el  mundo  donde  sea 
más  respetada  la  libertad  comercial 
que  en  Inglaterra.  Se  estableció  en 
ella  la  unidad  de  emisión,  fundada  en 
el  principio  de  que  los  billetes  no  son 
una  forma  de  crédito  particular  sino 
en  que  constituyen  una  verdadera 
moneda,  y,  por  consecuencia,  de  que 
reglan  las  condiciones  generales  de 
la  circulación  y  los  precios,  desempe- 
ñando una  función  económica  de  ca- 
rácter social.  Esta  unidad  tiene  por 
punto  de  partida  el  acta  de  Sir  Robert 
Peel  de  1844.  ¿Estableció  ella  la  uni- 
dad del  crédito?  No  por  cierto:  empezó 
por  dividir  las  operaciones  del  Banco 
en  dos  categorías,  la  una  de  emisión  y 
la  otra  bancaria,  y  legisló  sobre  la 
primera,  dejando  plena  libertad  á  la 
segunda;  estableció,  respecto  á  la  emi- 
sión de  billetes,  la  unidad  como  prin- 
cipio, pero  posponiendo  á  su  realización 
el  respeto  al  derecho  de  los  Bancos  en- 
tonces existentes.  En  cuanto  á  las 
operaciones  propiamente  bancarias,  se 
dejó  subsistente  la  más  plena  descen- 
tralización. Para  esas  operaciones  el 
Banco  de  Inglaterra,  se  constituyó  en 
Londres  en  el  auxiliar  de  los  demás 
Bancos  y  no  en  monopolizador  de  sus 
operaciones,  y  lejos  de  querer  absor- 
ver  todas  las  transacciones  bancadas 
del  país,  dejó  reducidas  á  limitado  nú- 
mero sus  sucursales. 

En  cuanto  á  los  Estados  Unidos,  en 
vez  de  un  país  de  centralización  ban- 
caria, ha  llevado  el   espíritu   de  des- 1 


centralización  al  punto  de  que  se  ha. 
tratado  por  la  ley  de  1863,  que  salvaba 
el  principÍQ  de  la  ingerencia  del  Esta- 
do en  la  reglamentación  de  las  emi- 
siones, de  favorecer  con  sus  ventajas- 
la  pluralidad  de  Bancos. 

No  hay  ninguna  nación  más  ene- 
miga de  la  centralización  déla  influen- 
cia bancaria  Cjue  los  Estados  Unidos, 
como  contraria  á  las  prácticas  del  sis- 
tema federal. 

El  «Banco  de  los  Estados  Unidos,» 
establecido  en  1791  no  centralizaba,, 
como  no  se  pueden  centralizar  las  ope- 
raciones bancarias,  pero  tenía  una 
situación  privilegiada  sobre  las  de  los 
demás  y  al  oponerse  el  presidente 
Jackson  á  la  renovación  de  su  Carta, 
decía  lo  siguiente,  que  expresa  las. 
ideas  predominantes  en  su  país. 

«El  Baiu'o  no  es  en  realidad  más  que 
uno  de  los  productos  de  un  sistema, 
que  está  en  oposición  absoluta  con  el  espíri- 
tu de  todas  nuestras  instituciones;  de  un 
sistema  fundado  sobre  una  creencia 
política,  que  si  prevaleciese,  tendría 
por  resultado  inevitable,  reunir  todo  el 
poder  público  en  las  manos  de  un  gobierno- 
central.  Se  rompería  el  equilibrio  es- 
tablecido por  nuestra  constitución  y  si 
sufriésemos  por  más  largo  tiempo  la 
existencia  de  corporaciones  investidas 
de  privilegios  exclusivos,  pronto  estos- 
privilegios  les  darían  los  medios  de 
ejerc-runa  poderosa  influencia  sobre 
la  conducta  jjolítica  de  las  masas, 
puesto  que  dispondrían  del  trabajo  y 
de  las  ganancias  de  la  clase  más  nu- 
merosa. En  todas  partes  donde  el 
espíritu  del  monopolio  se  ha  aliado  al 
poder  político,  se  ha  visto  nacer  la 
tiranía  y  el  despotismo». 

El  Dr.  Don  A.  Lamas,  comentando  es- 
tas palabras,  decía,  en  la  primera  serie 
de  esta  Revista,  lo  siguiente: 

«Esta  oposición  del  Presidente  de 
los  Estados  Unidos  en  1833,  se  ha  con- 
vertido, más  tarde,  en  sentencia  nacio- 
nal por  la  supresión  del  Banco  á  que 
se  refería  y  por  la  adopción  de  otro 
régimen,  que  excluyendo  todo  privile- 
gio permite  la  concurrencia,  vale  decir, 
la  libertad  dentro  de  los  límites  y  con 
las  condiciones  establecidas  jDor  la  ley 
nacional». 

En  el  concurso  Pereire,  que  tuvo  lu- 
gar en  los  últimos  años,  se  reconoció  la 
mavor    conveniencia  de  los    Bancos 


DEL  Rio  de  la  Plata 


335 


locales  sobre  la  de  las  sucursales  de  un 
Banco  central,  considerando  la  mate- 
ria tanto  del  punto  de  vista  de  una 
buena  distribución  del  crédito,  cuanto 
del  desenvolvimiento  regular  de  las 
diversas  localidades. 

Puede  concebirse  la  centralización 
política,  desde  que  uno  es,  en  esta  es- 
fera, el  interés  de  todos,  jjero  no  es  lo 
mismo  en  el  orden  económico,  y  solo 
se  justifican  las  sucursales  de  un  esta- 
blecimiento central  como  medio  de 
facilitar  las  operaciones  de  intercam- 
bio ó,  según  las  circunstancias,  suplir 
la  falta  de  instituciones  locales,  favo- 
recer su  desenvolvimiento  y  harmoni- 
zar su  acción  por  el  redescuento  de 
sus  carteras  y  la  concentración  local 
de  sus  reservas. 

Separándose  de  los  ejemplos  que  se 
nos  citan  y  posponiendo  las  convenien- 
cias políticas  á  la  teoría  económica,  se 
encuentran  en  la  historia  argentina 
precedentes,  no  de  centralización  de 
crédito  sino  de  pretensión  de  unidad 
bancada,  impuesta  como  coyunda  de 
las  hoy  provincias  federales. 

Se  sostuvo  en  1826,  como  medio 
práctico  de  implantar  el  régimen  uni- 
tario en  la  República.  «El  estado  de 
las  provincias  de  la  Unión,  decía  el 
ministerio,  en  la  sesión  del  Congreso 
de  7  de  Enero  de  ese  año,  denianda 
urgentemente  esta  medida,  si  ellas 
han  de  tener  un  lazo  fuerte  que  las  reú- 
ne entre  sí,  d  un  centro  de  fuerza  y  de 
vigor» . 

Hemos  de  ver  en  seguida  como  los 
sofismas  económicos  del  colega,  tien- 
den á  la  subversión  del  sistema  federal 
en  aras  de  la  cual,  no  vacila  en  sacrifi- 
car los  preceptos  de  la  ciencia  y  los 
consejos  de  la  experiencia  en  materias 
económicas. 


II 


Según  el  colega,  los  actuales  Bancos 
Provinciales,  si  bien  no  emiten  billetes 
del  mismo  tipo  de  los  de  la  emisión 
nacional,  echan  á  la  circulación  pape- 
les de  distinta  forma,  destinados  á  de- 
sempeñar el  oficio  de  moneda. 

Si  esto  fuese  exacto,  no  era  la  supre- 
sión de  esos  Bancos  ío  cjue  se  exigiría 
para  la  unificación  monetaria,  sino 
tan  sólo  la  de  esas  emisiones.  Sin  em- 
bargo,   el    hecho  no    es    cierto.    Los 


Bancos,  al  emitir  certificados  de  de- 
pósito, no  lanzan  á  la  circulación  pa- 
peles que  hacen  el  oficio  de  moneda, 
cuya  condición  esencial  para  desem- 
peñarla, es  servir  de  intermediario  en- 
tre la  generalidad  de  las  transacciones. 
Son  simples  títulos  cotizables,  que  se 
extinguen  mediante  compensaciones 
de  crédito  en  esos  Bancos.  No  hacen 
más  oficio  de  moneda  que  las  cédulas, 
que  las  instituciones  hipotecarias  emi- 
soras reciben  en  pago  de  las  hipote- 
cas á  su  favor. 

Con  las  teorías  del  colega,  no  podrían 
emitirse  en  parte  alguna  obligaciones, 
sin  quebrantar  la  unidad  monetaria. 

Pero,  no  es  evidentemente  la  unidad 
monetaria  lo  que  quiere  el  colega:  no 
es  la  simple  supresión  de  los  certifi- 
cados de  depósitos  á  loque  aspira;  sino 
á  que  las  provincias  sean  desposeídas 
de  las  instituciones  de  crédito  con  las 
que  pueden  desenvolver  directamente 
sus  fuerzas  económicas,  y  á  que  los 
elementos  de  vida  propia  que  poseen, 
sean  transferidos  al  gobierno  de  la 
nación. 

«Solo  se  trata,  dice,  de  que  las  pro- 
vincias entreguen  á  la  nación  sus  banca- 
rrotas para  que  esta  levante  con  esas 
mismas,  el  Banco  Nacional  del  por- 
venir, comunicándole  el  aliento  de  su 
prosperidad  y  la  energía  de  sus  espe- 
ranzas. De  ese  modo  es  que  se  forman 
las  nacionalidades  fuertes  y  prestigio- 
sas.» 

Eso  de  crear  un  banco  con  un  con- 
junto de  bancarrotas  sería  un  contra 
sentido,  si  de  bancarrota  pudiera  cali- 
ficarse la  situación  de  los  Bancos  pro- 
vinciales, pero  debe  saber  bien  «LaTri- 
buna»  que  alguno  de  esos  estableci- 
mientos tiene,  todavía,  poderosos 
elementos,  y  solo  considerándolo  así 
es  que  se  pretende  la  amalgama  indi- 
cada, evitándose  que  vuelvan  en  breve 
á  constituir  elementos  de  la  vida  auto- 
nómica de  las  provincias  respectivas. 

La  tesis  constitucional,  que  el  colega 
desenvuelve  en  seguida,  en  apoyo  de 
sus  ideas,  no  está  mejor  fundada  que 
su  tesis  económica. 


III 


Si  las  provincias  no  quieren  prestar- 
se de  buen  grado  á  la  cesión  de  sus 
derechos  y  de  sus  propiedades,  cree  el 


336 


Revista   Económica 


colega  que  la  nación  tiene  medios 
constitucionales  para  imponérsela, 
«habiendo  querido  la  constitución  ar- 
gentina que  la  nación  sea  una  entidad 
propia,  dotada  de  los  medios  necesa- 
rios para  luchar  y  vencer  en  las  difi- 
cultades y  borrascas,  y  para  afirmar, 
definitivamente  sus  destinos  glorio- 
sos.», Agrega  enseguida,  en  apoyo  de 
esto,  lo  que  vá  á  leerse. 

«Tratándose  de  los  bancos,  la  consti- 
tución da  á  la  nación  la  facultad  de 
establecer  la  unidad  del  crédito  y  de 
la  moneda  papel,  si  bien,  hiclinándose 
ante  las  circunstancias,  habilitó  al 
congreso  para  conceder  á  las  provin- 
cias el  derecho  de  fundar  bancos  de 
emisión.» 

«Debía  llegar  un  momento  en  que 
la  nación  retirase  aquella  concesión, 
corno  se  recojen  los  elementos  disper- 
sos y  débiles  del  crédito  de  cada  uno 
para  fundar  una  asociación  capaz  de 
emprender  las  grandes  cosas  que  in- 
teresan á  la  comunidad.» 

Es  inútil  extenderse  á  refutar  seme- 
jantes enormidades  constitucionales. 
La  facultad  de  establecer  un  Banco 
Nacional  con  sucursales  en  las  provin- 
cias, la  traduce  el  colega  por  la  de 
establecer  la  unidad  del  créaito  y  la 
de  la  moneda  papel,  y  si  bien  no  puede 
desconocer  que  las  autoriza  á  fundar 
bancos  de  emisión  provinciales,  cree 
que  estas  autorizaciones,  dadas  de 
acuerdo  con  la  constitución,  pueden 
ser  retirables  con  el  fin  de  privar  á 
los  estados  federales  de  lo  que  por  la 
constitución  pueden  tener. 

El  colega,  al  afirmar  que  la  consti- 
tución argentina  ha  querido  que  la  na- 
ción sea  una  entidad  propia,  olvida 
que  también  determina  que  lo  sean 
las  provincias,  y  raciocina  como  si 
estuviese  imperando  el  mas  absoluto 
régimen  unitario. 

El  proyecto  de  la  ley  del  año  1826,  dis- 
ponía «que  su  capital  debía  formarse 
con  el  millón  de  pesos  del  banco  de 
descuentos,  avenidos  que  fueren  los 
accionistas,  y  los  tres  millones  que  es- 
taban en  administración,  resultantes 
del  empréstito  realizado  por  la  pro- 
vincia de  Buenos  Aires.» 

El  Dr.  Paso,  Gorriti,  Zavaleta  y  otros 
congresales,  observaron  este  artículo, 
y  especialmente  este  último  por  las 
consideraciones  siguientes: 


«Veo,  dice  el  señor  Zabaleta,  que  el 
congreso  determina  aquí  de  una  pro- 
piedad ] (articular  de  la  Provincia  de 
Buenos  Aires,  propiedad  que  le  corres- 
ponde á  ella  y  de  que  solo  ella  puede 
disponer,  y  yo  no  sé  si  está  allanada. 
Cuando  se  ha  hablado  del  millón  del 
banco  de  descuentos,  se  ha  dicho  que 
se  incorporaría  al  nacional,  avenidos 
que  fueran  los  accionistas,  y  esto 
mismo  creo  que  debe  decirse  respecto 
á  la  Provincia.» 

El  Sr.  Agüero,  después  de  notar  que 
el  Banco  de  Descuentos  era  propiedad 
de  particulares  y  que  i3or  eso  se  reque- 
ría su  avenimiento,  dijo,  hablando  de 
la  propiedad  de  la  Provincia  de  Buenos 
Aires: 

«Aquí  se  trata  de  una  propiedad  pú- 
blica, y  que  pertenece  ala  Nación  desde 
el  momento  en  que  la  Nación  lo  resuelva, 
porque  de  esto  es  preciso  hacerse  car- 
go; asi  como  lo  será  si  la  Nación  re- 
suelve que  las  rentas  de  la  provincia 
de  Córdoba  son  j^roiDÍedad  nacional. 
Es  necesario  que  nos  vayamos  sobre- 
poniendo á  todas  aquellas  considera- 
ciones que  las  circunstancias  nos  han 
forzado  á  tener.» 

Hay,  como  se  vé,  una  analogía  com- 
pleta entre  las  teorías  constituciona- 
les de  Tribunay  las  palabras  que  acaba- 
mos de  transcribir. 

«Esta  opinión,  del  Dr.  Agüero,  decía 
el  Dr.  D.  Andrés  Lamas,  fué  la  opinión 
del  Congreso. 

«Las  provincias,  al  perder  su  auto- 
nomía, eran  lógica  é  inevitablemente, 
despojadas  de  todas  sus  propiedades 
y  de  la  gestión  de  todos  sus  intere- 
ses. 

«Este  es,  añadía,  el  principio  unita- 
rio, en  su  más  genuina  espresión.» 

Los  inconvenientes,  i^ohticos  y  cons- 
titucionales, del  plan  que  se  indica, 
no  desaparecerían  por  el  hecho  de 
entregarse  la  dirección  del  Banco  Na- 
cional á  accionistas  particulares;  bien 
al  contrario,  pues  quedando  con  esto 
subsistente  la  sujeción  de  la  vida  eco- 
nómica de  las  provincias  á  las  ideas 
y  á  las  conveniencias  metropolitanas, 
solo  tendríamos  reemplazada  toda 
tendencia  nacional,  por  las  de  las  co- 
rrientes del  agio  bursátil  y  del  comer- 
cio extranjero  de  la  capital. 

Tribuna  hace  un  llamado  al  patrio- 
tismo argentino,  en  pro  de  esta  solu- 


DEL  Rio  de  la  Plata 


337 


ción  centralista,  pero  lo  verdaderamen- 
te patriótico  es  empezar  por  respetar 
las  condiciones  orgánicas  de  la  Repú- 
blica y  hacera  las  provincias  la  justi- 
cia de  reconocer  de  que  en  ellas  exis- 
ten elementos  morales  é  intelectuales, 
para  el  manejo  de  sus  elementos  de 
giro;  siendo  por  lo  tanto  innecesario 
someterlas  á  la  depresiva  tutela  del 
alto  comercio  metropolitano. 

Basta  el  breve  análisis  que  hemos 
liecho,  para  que  quede  demostrado 
que  tenemos  razón  al  afirmar  que  el 
colega  no  puede  ser  en  este  caso  el 
eco  de  las  ideas  del  ilustrado  minis- 
tro de  Hacienda  de  la  Nación,  cuya 
labor,  para  que  sea  fecunda,  debe  em- 
pezar por  levantar  y  prestigiar  lo  que 
tan  imprudentemente  se  dejó  abatir, 
persiguiéndose  ese  ideal  de  centraliza- 
ción anti-económico  y  anti-constitucio- 
nal  que  combatimos. 


EL  ARBITRAJE  INTERNACIONAL 


Doy  cuenta,  extractando,  del  estado 
en  que  se  encuentra  este  interesante 
asunto,  y  llamo  la  atención  resjiecto  á 
la  pregunta  forixiulada  por  el  señor 
Doniol.  Es  realmente  como  para  preo- 
cupar que  se  admita  la  posibilidad  de 
una  nueva  guerra  de  secesión.  Decidi- 
damente parece,  que  no  hay  nada  de- 
finitivo, en  América,  sobre  todo,  para 
el  criterio  europeo.  ¿Tendrán  razón...? 

El  11  de  Setiembre  del  corriente  año, 
celebró  sesión  la  Academia  de  Cien- 
cias Morales  y  Políticas  de  Paris,  bajo 
la  presidencia  del  señor  Jorge  Picot. 

El  señor  Federico  Passy  informó  de 
lo  ocurrido  en  el  Congreso  universal 
de  las  sociedades  de  la  paz,  que  acaba 
de  reunirse  en  Berna.  El  objeto  que  se 
proponía  dicha  reunión  era  populari- 
zar la  idea  del  arbitraje  internacional. 
Hay  en  ello  una  cuestión  de  opinión 
que  no  puede  resolverse  de  la  noche  á 
la  mañana.  Se  trata  desde  luego,  de 
convencer  al  público  de  que  hay  me- 
dios de  evitar  las  guerras.  Para  conse- 
guirlo, es  menester  hacer  frecuentes 
lamamientos  á  su  atención.  En  gene- 


ral, hay  desconfianza  y  hasta  excepti- 
cismo  respecto  á  las  conferencias  de 
la  paz. 

No  habiendo  tenido  bastante  autori- 
dad las  conferencias  libres  para  apre- 
surar el  movimiento,  se  ha  recurrido  á 
las  conferencias  interparlamentarias. 
Los  hombres  de  estado  de  cada  país 
han  tomado  parte  en  ellas,  sin  carác- 
ter oficial,  pero  con  bastante  iníluen- 
cia  personal  para  disponer  á  sus  go- 
biernos á  que  no  se  muestren  hostiles 
á  los  principios  propuestos  por  las  reu- 
niones internacionales. 


Teniendo  en  cuenta  esto,  es  que 
la  conferencia  interparlamentaria  de 
Berna  ha  expresado  el  deseo  de  ver  á 
los  gobiernos  entrar  en  la  vía  del  arbi- 
traje. Se  ha  penetrado  tan  bien  de  la 
fuerza  que  le  daba  el  carácter  de  sus 
miembros,  que  ha  emitido  el  voto  que, 
de  aquí  en  adelante,  los  gobiernos  ha- 
gan todo  esfuerzo  para  asegurar  la 
inviolabilidad  de  la  propiedad  priva- 
da, en  el  mar,  en  tiempo  de  guerra  y 
la  introducción  de  la  cláusula  obliga- 
toria en  todos  los  tratados  de  navega- 
ción y  de  propiedad  literaria  y  ar- 
tística. Tampoco  ha  temido  hacer  un 
llamamiento  á  todos  los  Parlamentos, 
invitándolos  á  que  hagan  adherir  á 
sus  gobiernos  respectivos  á  la  proposi- 
ción de  los  Estados  Unidos,  referente 
á  un  contrato  general  de  arbitraje 
para  intervenir  entre  todas  las  nacio- 
nes del  globo. 

En  el  dominio  más  inmediato  de  los 
hechos  realizados,  la  conferencia  ha 
votado  la  constitución  definitiva  de 
una  oficina  interparlamentaria  per- 
manente del   arbitraje  internacional. 


* 


El  señor  Federico  Passy,  al  terminar 

su  exposición,  hace  resaltar  los  rápi- 
das progresos  de  la  idea  del  arbitraje, 
desde  hace  cuatro  años.  Fué  en  1888, 
cuando  diez  diputados  ingleses  y 
veinticinco  diputados  franceses,  bajo 
el  patronato  de  Julio  Simón,  pidieron 
permiso  al  gobierno  para  celebrar  una 
conferencia  interparlamentaria  en  Pa- 
rís, en  1889.  En  1890  otra  conferencia 
semejante,  reunida  en  Londres,  bajo 
la  presidencia  de  lord  Herschell,  con- 


Revista  Económica 


taba  en  su  seno  miembros  de  doce 
parlamentos  diferentes.  En  1891,  en 
Roma,  se  acentuaba  ya  el  progreso: 
diez  y  siete  ¡parlamentos  estaban  re- 
presentados en  la  conferencia  inter- 
parlamentaria, á  la  que  el  gobierno  se 
mostraba  muy  favorable.  En  fin,  en 
1892,  en  Berna,  ya  no  es  sólo  una  aco- 
gida oficiosa  la  que  hace  el  gobierno  á 
la  conferencia:  el  palacio  federal  se 
pone  á  su  disposición,  y  celebra  sus 
sesiones  en  la  sala  de  los  Estados, 
siendo  dirigida  por  los  hombres  más 
considerados  de  la  Confederación.  Su 
autoridad  ha  crecido  de  tal  modo,  que 
instala  una  oficina  permanente  de  ar- 
bitraje. De  este  modo  adquiere  un 
medio  duradero  para  hacer  penetrar 
sus  ideas  en  las  masas  y  para  hacer 
triunfar  costumbres  más  humanas  en 
las  relaciones  internacionales. 

El  señor  Doniol  se  adhiere  moral- 
mente  á  las  ideas  emitidas  por  los  Es- 
tados Unidos  referentes  al  arbitraje 
general.  Pero  se  pregunta  si  en  el  caso 
de  una  nueva  guerra  de  secesión^  que  no 
es  imposible,  el  gobierno  federal  no  se 
sustraería  á  la  regla  que  emana  de  él. 
Puesto  en  el  caso'de  someterse  á  una 
decisión  arbitral,  es  probable  que  no 
resistería  mucho  á  la  tentación  de 
desligarse  de  ella. 

En  general,  las  proposiciones  de  paz 
universal  no  son  hechas  sino  por  los 
vencedores  que  tienen  toda  la  ventaja 
en  no  cambiar  nada  á  lo  que  tan  peno- 
samente han  conquistado.  Cuando  su 
interés  lo  exige  de  nuevo,  pronto  olvi- 
dan la  doctrina  para  permitirse  una 
violencia  útil.  «He  ahí  por  qué,  dijo  el 
señor  Doniol  al  terminar,  me  temo  que 
el  arbitraje  internacional  quede  siem- 
pre en  el  dominio  de  las  cosas  irreali- 
zables.» 

* 

El  señor  Federico  Passy  no  cree  de- 
ber ser  tan  pesimista.  Es  fuera  de  toda 
duda  que  si,  en  el  momento  de  la  exas- 
peración y  del  antagonismo,  se  habla 
de  arbitraje  á  dos  pueblos  hostiles,  no 
será  casi  posible  hacerse  oir.  Pero  si, 
anteriormente,  y  de  mucho  tiempo 
atrás,  esos  pueblos  han  sido  habitua- 
dos á  la  idea  del  arbitraje,  entonces 


vacilarán  antes  de  recurrir  á  la  vio- 
lencia. No  llegarán  á  este  extremo, 
sino  en  último"  caso  y  cuando  todas  las 
tentativas  de  conciliación  por  parte  de 
los  árl3Ítros,  se  hayan  agotado.  Así  y 
todo,  ya  seria  un  gran  resultado  social, 
el  de  íiacer  posible  la  paz,  toda  vez  que 
sin  el  arbitraje,  la  guerra  hubiera  sido 
inevitable. 

El  señor  Presidente,  antes  de  levan- 
tar la  sesión,  dio  las  gracias  al  señor 
Passy,  por  su  trabajo,  al  que  la  Acade- 
mia ha  prestado  tanto  interés,  que  ya 
había  elegido  el  Arbitraje  internacional, 
como  tenia  de  uno  de  sus  concursos 
del  corriente  año. 

* 

En  cuanto  á  la  República  Argentina, 
dal)a  al  arbitraje  y  en  virtud  del  cual 
hemos  perdido  ya  una  buena  parte  de 
territorio  en  el  Chaco, — veremos  cómo 
nos  va  con  el  territorio  de  Misiones, — 
en  la  conferencia  interparlamentaria 
'de  Berna  ha  brillado  por  la  ausencia. 


CONVERSACIÓN  BANCARIA 

La  cuestión  de  la  organización  ban- 
caria  argentina  está  en  la  orden  del 
día,  y  deseando  hacer  conocer  á  nues- 
tros lectores  las  opiniones  en  la  mate- 
ria de  uno  de  nuestros  hombres  más 
competentes  y  prácticos,  tuvimos  la 
conversación  que  fielmente  reproduci- 
mos. 

— ¿El  Banco  de  la  Nación  Argentina, 
le  preguntamos,  debe  ser,  á  su  juicio, 
un  Banco  de  Estado  ó  un  I3anco  de  ac- 
cionistas? 

— Yo,  nos  contestó,  sencillamente, 
puedo  presumir  de  imparcial,  puesto 
que  tengo,  por  una  parte,  vinculacio- 
nes de  negocio  con  el  exterior,  y,  por 
otra,  estoy  ligado  al  destino  de  la  pro- 
ducción nacional,  con  la  particularidad 
de  que  si  pusiese  en  una  balanza  mis 
intereses  en  uno  ú  otro  sentido,  estoy 
casi  seguro  que  su  fiel  no  se  iría  ni 
para  uno  ni  para  otro  lado,  de  tal  modo 
se  equilibran.  Le  hablaré,  pues,  no  ya 
como  comerciante  ó  industrial,  sino 
como  argentino. 

Los  proyectos  del  señor  Ministro  de 


DEL  Rio  de  la.  Plata 


339 


Hacienda,  qae  conozco,  complacen  á 
los  comerciantes  de  negocios  de  giros, 
y  que  representan  casas  bancarias  eu- 
ropeas, grandes  tenedores  de  valores 
argentinos,  los  cuales  desean  largar  y 
por  lo  tanto,  les  conviene,  aunque  sea 
teaiporaria,  una  mejora  de  la  relación 
del  pajDel  á  oro. 

Estos  comerciantes  tienen  medios 
para  influir  en  la  Bolsa,  y  hasta  en  la 
opinión  de  algunos  diarios.  Con  toda 
justicia,  nos  "agregó,  est^DS  proyectos 
son  fantasía  de  confianza.  El  señor 
Ministro,  cree,  candidamente,  que  pue- 
den ser  patrióticos  y  desinteresados  los 
consejos  de  los  comerciantes  á  que 
me  refiero;  no  sabe  que  los  pastores  se 
comerán  á  los  corderos,  si  tienen  ape- 
tito, y  que  en  este  caso  el  apetito,  no 
les  falta. 

— Convenido»  le  contestamos.  Pero, 
Vd.  no  nos  ha  dicho,  aún,  qué  pensa- 
ba, sobre  la  cuestión  fundamental  de 
la  organización  bancada. 

— Fundaba  mi  opinión,  nos  replicó. 
Los  partidarios  del  Banco  por  acciones, 
son  principalmente  esos  comerciantes 
que  buscan  liquidar  ventajosamente 
para  el  exterior  las  operaciones  pen- 
dientes y  quieren,  al  efecto,  tener  en 
sus  manos  el  gobierno  económico  de 
la  República. 

— Pero,  ya  que,  agregamos,  por  lo 
que  veo,  como  hombre  práctico,  quie- 
re Vd.  ir,  de  la  base  al  vértice  en  vez 
del  vértice  á  la  base,  tenga  la  bondad 
de  decirme:  ¿Si  se  hace  un  Banco  por 
acciones,  le  parece  á  Vd.  que  éstas 
deben  suscribirse  en  oro,  papel  mone- 
da ó  en  fondos  públicos? 

Nuestro  interlocutor  se  quedó  un 
momento  pensativo,  y  después  nos 
dijo: 

— Mientras  el  país  no  adquiera  un 
capital  propio,  por  el  aumento  de  su 
producción  y  reciba  oro  por  saldos  á 
su  favor,  los  proyectos  y  juegos  de  Bol- 
sa, no  harán  otra  cosa  más  que  un  sube 
y  baja  del  oro.  Si  la  experiencia  de 
algo  sirve,  ella  debe  demostrar  á  la 
República  Argentina  que  las  impor- 
taciones transitorias  de  metálico,  nada 
le  representan.  No  basta  que  el  oro 
venga,  es  necesario  que  él  se  aclimate 
y  esta  aclimatación  se  opera  por  un 
exceso  de  las  importaciones  sobre  las 
exportaciones;    esto  es,  por  el  desen- 


volvimiento del  poder  productivo  del 
país. 

En  cuanto  á  los  fondos  públicos, 
ellos  constituyen  para  el  Banco,  una 
garantía,  un  medio  indirecto  de  ac- 
ción, mientras  que  el  papel  moneda 
es  un  medio,  directo  y  eficaz  de  habi- 
litarlo para  las  funciones  que  le  son 
propias. 

— Perfectamente,  estamos  de  acuer- 
do, le  dijimos;  pero  vamos  á  otra 
cuestión.  Si  el  Banco  de  la  Nación 
Argentina,  con  los  privilegios  que  se 
le  quieren  dar,  se  constituye  entre- 
gándolo completamente  á  accionis- 
tas particulares,  ¿qué  influencia  cree 
Vd.  que  podrá  ejercer  sobre  la  política 
interna  y  externa? 

— Es  un  problema  á  resolver,  nos 
contestó,  el  de  que  si  hay  que  temer 
más  la  influencia  del  gobierno  en  el 
Banco,  ó  la  influencia  y  poder  del 
Banco  en  las  personas  que  gobiernan. 

Si  el  Banco  de  la  Nación  se  limitase, 
en  las  provincias  que  ya  tengan  Ban- 
cos propios  en  condiciones  regulares,  á 
la  función  de  redescontador,  no  sólo 
no  contrariará  las  autonomías  locales, 
sino  que,  propendiendo  al  desarrollo 
de  los  negocios  bancarios  y  á  la  mul- 
tiplicación de  instituciones  de  esta 
clase,  cooperará,  robusteciendo  la  vida 
económica  de  las  provincias,  á  su 
acción  independiente  en  la  esfera 
que  constitucionalmente  les  corres- 
ponde; mientras  que  si  es  formado 
por  accicmistas  del  exterior,  toda  la 
influencia  que  el  Banco  Nacional  pue- 
de ejercer,  no  será  ya  la  admisible  de 
un  poder  del  país.  Los  que  por  temor 
de  la  influencia  que  puede  ejercer 
un  Banco  Oficial,  optan  por  un  esta- 
blecimiento sometido  á  la  influencia 
de  accionistas  del  exterior,  cometen  el 
error  de  entregar  á  extraños  el  poder 
que  no  quieren  confiar  á  sus  propios 
conciudadanos.  Lo  que  se  repele  de 
parte  del  gobierno  nacional,  no  puede, 
ni  debe,  ningún  argentino  entregarlo 
á  los  capitales  extranjeros. 

Por  mi  parte,  agregó,  preferiría  que 
el  Banco  de  la  Nación  Argentina  to- 
mase definitivaiTiente  el  carácter  de 
instituto  Bancario  del  Estado,  con  una 
emisión  de  50.000.000  de  capital.  Con 
sus  utilidades  podría  retirar  anual- 
mente 4.000.000  de  circulación,  con  lo 
cual  á  los  doce  años,  quedaría  quema- 


I 


340 


Revista  Económica 


el  Banco  ten- 


dada  toda  la  emisión  y 
dría  un  capital  propio. 

— ¿Pero  qué  dice  Vd.  de  la  preten- 
sión corriente,  de  que  un  Banco  de 
Estado  será  siempre  mal  adminis- 
trado? 

— El  ser  corriente  una  idea,  nos  con- 
testó, no  quita  el  que  muchas  veces 
sea  falsa,  y  está  de  seguro  en  este 
caso  esa  objeción  que  viene  hacién- 
dose contra  el  Banco  de  Estado.  Es 
cuestión  de  hombres,  y  el  actual  go- 
bierno, puede  sin  duda,  designarlos 
con  el  mayor  acierto.  Un  Banco  de 
accionistas,  por  muy  honradas  que 
sean  las  personas  que  lo  administren, 
cuidará,  en  primer  término,  de  los 
dividendos:  poco  le  preocupará  hacer 
algo  por  el  progreso  de  la  industria,  de 
la  agricultura'ó  del  comercio,  aparte 
de  que,  en  la  elección  de  directores,  no 
son  por  lo  común  los  más  inteligentes, 
^honrados  ó  patriotas,  los  que  tienen 
mayores  probabilidades  de  éxito,  sino 
los  que  disponen  de  más  votos. 

A  la  observación  de  que  hemos  te- 
nido, por  excepción,  en  las  últimas 
épocas,  malas  administraciones  en  los 
Bancos  oficiales,  debe  oponerse  la 
de  que  los  Bancos  por  accionistas  son 
también  á  veces  mal  administrados. 

— ¿Conoce  Vd.  la  combinación  que 
proyecta  el  ministro  de  hacienda? 

—Creo  estar  bien  al  cabo  de  lo  que 
se  propone.  Quiere  formar  el  Banco, 
por  suscripción  á  oro,  en  el  extranje- 
ro. El  oro  será  traído  al  país,  y  ence- 
rrado en  un  tesoro  sin  poder  usarlo, 
para  garantir  lo  cual  el  gobierno  ten- 
drá un  inspector.  El  oro  traído  en  esas 
condiciones  no  prestaría  más  servicios 
que  el  que  haría  una  remesa  de  ado- 
quines, para  guardarla  igualmente  en 
el  tesoro.  Este  Banco  de  accionistas 
garantizaría  que  en  el  plazo  de  cinco 
años  el  papel  estaría  á  la  par.  Parece, 
agregó,  que  ese  negocio  ya  no  es  un 
simple  proyecto;  él  debe  estar  ya  á  me- 
dias^ arreglado.  Si  tenemos  malas  co- 
sechas, pestes,  revoluciones  ó  guerras, 
serán  fuerzas  mayores,  mediantes  las 
cuales  podrá  no  cumplir  la  obligación, 
mientras  que,  si  nada  de  esto  sucede, 
cinco  años  son  más  que  suficientes 
para  que  el  país  solo,  sin  apoyo  de  nin- 
gún sindicato  extranjero,  pueda  for- 
marse un  capital  á  oro,  por  el  aumen- 
to de  productos  de  exportación  y    la 


menor  importación  de  ixiercaderías, 
que  tendremos  progresando  la  indus- 
tria nacional. 

Quieren,  agregó  con  calor,  declarar 
al  mundo  que  no  hay  gente  aquí  que 
puede  gobernar  un  Banco.  ¿No  dirán 
también,  que  no  la  hay  para  gobernar 
el  Estado? 

Para  que  gentes  de  afuera,  nos  for- 
men un  Banco,  sin  duda  se  exigirán 
muchos  privilegios,  cuando,  si  se  trata 
de  un  simple  Banco  particular  nada 
adelantaremos,  pues  que  ya  tenemos 
varios  otros,  sin  necesidad  de  proyec- 
tos y  favores  de  gobierno. 

Se  argumenta  mucho  con  el  ejem- 
plo de  los  grandes  Bancos  de  Ingla- 
terra, Francia,  Austria  y  Prusia,  pero 
es  menester  hacerse  cargo  de  las  con- 
diciones especiales  de  cada  uno  de 
ellos  y  de  las  circunstancias  en  que 
fueron  creados.  Han  sido  siempre  las 
más  críticas  para  el  Estado,  como  las 
en  que  se  han  dado  privilegios  á  parti- 
culares para  salvar  dinastías.  Es  de  no- 
tar, también,  que  esos  accionistas  par- 
ticulares eran  nacionales  y  no  extran- 
jeros. 

Por  último,  nos  dijo,  las  teorías 
económicas  europeas  no  sirven  para 
nuestros  países  en  los  que  tenemos, 
como  medio  de  solución  de  todas  las 
cuestiones  sociales  y  financieras,  un 
desarrollo  de  la  producción  fácil 
de  promover  aquí  en  proporciones 
que  no  les  es  dado  alcanzar  en  el 
viejo  continente.  Seguir  los  modelos 
ultramarinos,  es  abandonar  los  medios 
propios,  cuando  carecemos  de  lo  que 
en  cambio  posee  la  Europa. 

La  situación  del  Estado  Oriental, 
gobernado  según  esas  teorías,  debe 
servirnos  de  lección. 


LA  TRATA  DE  NEGROS 


Y    EL  RIO  DE  LA  PLATA 


Vil 

La  Trata  de  negros  iniciada,  como 
hemos  visto,  como  un  medio  práctico 
de  resolver  el  problema  del  trabajo, 
en  las  tierras  que  iban  descubriéndose 
al  seguirse  el  derrotero   de  Colón,  y 


DEL  Rio  de  la  Plata 


341 


trasformadaen  elemento  de  desarrollo 
del  comercio  y  de  la  navegación  fué, 
tanto  para  los  gobiernos  que  poseían 
los  mercados  de  salida  como  para  los 
que  dominaban  en  los  de  abasto,  una 
simple  materia  mercantil.  En  el  mis- 
mo carácter  la  consideraron  las  nacio- 
nes que  imperaban  en  las  operaciones 
de  intercambio. 

Las  consideraciones  de  humanidad 
no  se  tomaban  en  cuenta,  juzgándose 
este  singular  tráfico  con  el  criterio  de 
las  conveniencias  individuales  de  los 
que  i^odían  hacerse  oir  y  sentir,  y  que 
tenían  á  su  favor  la  tradición  y  los  ar- 
gumentos especiosos  que  jamás  fal- 
tan cuando  se  trata  de  paliar  las  mayo- 
res injusticias  sociales. 

¿Que  es  la  tradición?  Si  á  este  inter- 
rogante debiese  contestar  uno  de  los 
sectarios  de  la  escuela  histórica,  de  se- 
guro nos  dirá  que  el  ayer  es  la  norma 
del  hoy  y  la  guía  del  mañana,  puesto 
que  determina  las  condiciones  impe- 
rantes en  el  orden  social,  del  cual  no 
es  dado  prudentemente  desviarse,  tal 
como  no  se  puede  impunemente  con- 
trariar, en  el  orden  físico,  la  ley  de  gra- 
vedad, teoría  que  lleva  á  la  estancación 
y  que  importa  el  desconocimiento 
de  las  leyes  fundamentales  de  la  ci- 
vilización y  del  perfeccionamiento 
humano. 

Si  á  la  misma  pregunta  debiera  con- 
testarnos cualquiera  de  los  extremados 
partidarios  de  la  escuela  filosófica,  sin 
vacilar,  afirmaría  que  la  tradición  no 
debe  considerarse,  no  admitiendo  ellos 
trabas  al  triunfo  de  la  razón  pura. 
Mientras  que  observando  el  sabio  pre- 
cepto práctico  de  in  medio  verüas,  tene- 
mos que  convenir  en  que,  dada  la  ley 
del  progreso  humano,  el  ayer  no  es  más 
que  el  punto  de  partida,  y  no  el  obje- 
tivo; que  cada  paso  que  demos,  debe 
acercarnos  á  este,  separándonos  de 
aquel,  pero  que  al  mismo  tiempo  hay 
que  recordar  el  principio  de  que,  natura 
non  facit  saltum,  y  que  tanto  en  el  orden 
físico  como  en  el  moral,  las  evolucio- 
nes deben  seguir  un  desenvolvimiento 
harmónico. 

No  podemos  extendernos  aqui,  en  el 
estudio  de  las  doctrinas  filosóficas,  y 
nos  limitaremos  al  punto  que  hemos 
enunciado  al  comienzo  de  este  trabajo, 
y  que  se  comprueba  por  la  historia  de 
la  trata  de  los  negros,  que   es  una  de 


las  mas  tristes  ala  par  que  instructi- 
vas páginas  de  los  tiempos  moder- 
nos. 

Los  individualistas  pretenden  que  el 
choque  de  los  intereses  personales  lle- 
varán á  la  perfección  como  la  lucha 
por  la  existencia  mejora  las  razas,  y  se 
apoyan  en  la  teoría  de  la  selección 
darwiniana  según  la  cual  si  bien  aque- 
lla abate  los  tipos  inferiores,  deja  pre- 
dominantes los  que  sobresalgan  y  que, 
perpetuándose  por  la  ley  de  herencia, 
vienen  á  producir  una  mejora  sucesi- 
va, lo  que  importa  incurrir  en  el  error 
de  confundir  las  leyes  que  inmediata- 
mente determinan  las  mejoras  físicas 
con  las  del  adelantamiento  moral,  y  el 
de  no  distinguir  el  progreso  humano, 
del  meramente  orgánico ,  cuando 
basta  la  observación  de  las  diferentes 
condiciones  de  trasmisibilidad  de  los 
progresos,  en  uno  y  otro  orden,  para 
dejar  demostrada  la  falsedad  de  esa 
doctrina. 

Desde  que  las  superioridades  intelec- 
tuales, no  se  trasmiten  como  las  orgá- 
nicas por  herencia,  el  sacrificio  de  los 
que  menos  saben  á  los  que  mas  saben, 
no  es  por  tanto  la  base  del  adelanta- 
miento de  la  especie  humana  en  la  alta 
esfera  de  sus  condiciones  morales. 

Llegada  á  esta  ya  no  son  las  leyes  de 
perfeccionamiento  orgánico  las  que 
imperan  sino  las  de  la'adquisición  y  de 
la  difusión  de  los  conocimientos  que, 
partiendo  de  aislados  cerebros,  deben 
irradiarse  como  la  luz,  distribuyendo, 
entre  todos  los  espíritus  preparados, 
la  semilla  fecunda  de  nuevos  adelan- 
tamientos. 

Favorecer,  no  solo  la  adquisición  de 
la  verdad,  base  del  desenvolvimiento 
intelectual  y  moral  del  hombre,  exten- 
der su  acción  á  la  par  que  separar  las 
preocupaciones  y  los  extremos  de  las 
aberraciones  individuales,  como  se 
extirpan  las  malezas  del  campo  que 
quiere  entregarse  á  las  culturas  pro- 
vechosas, son  tareas  que  la  obra  de  la 
civilización  imponen. 

Los  individualistas  extremos  ven  en 
la  lucha  constante  una  ley  natural, 
pero  en  vez  de  querer  con  esto  separar 
toda  acción  que  no  sea  la  de  las  fuer- 
zas ciegas  de  los  apetitos  individuales, 
deben'ver  en  ella  el  fundamento  de  la 
acción  coercitiva  al  servicio  de  la  ilus- 
tración y  de  la  moral,  puesto  que  ella 


842 


Revista  Económica 


es  la  consecuencia  de  la  alta  lucha  su- 
perior de  la  civilización  contra  el  atra- 
so primitivo. 

VIH 

Los  que  citaban  en  su  apoyo  el  hecho 
de  que  la  esclavitud  era  cosa  antigua, 
tradicionalmente  admitida,  afirmaban 
lo  que,  en  vistadela  historia, no  puede 
ponerse  en  duda,  si  bien  esta  conside- 
ración importa  lo  contrario  de  una  pre- 
sunción favorable.  Todos  nuestros 
errores,  todas  nuestras  aberraciones, 
vienen  de  atrás,  y. se  cierran  el  camino 
á  toda  mejora  posible  los  que  se  incli- 
nan ante  el  hecho  de  las  costumbres 
establecidas. 

No  solo  es  antiquísima  la  esclavitud 
sino  que  representa  un  progreso.  El 
sacrificio  de  los  vencidos,  fué,  primiti- 
vamente, la  consecuencia  de  la  guerra 
en  las  que  la  matanza  no  se  limitaba 
al  periodo  de  la  resistencia:  se  exten- 
día á  los  prisioneros,  así  como  á  los 
ancianos,  mujeres  y  niños,  y  un  prin- 
cipio de  sentimientos  humanitarios 
aconsejó  conservarles  la  vida  apropián- 
doselos á  la  par  de  sus  tierras  y  demás 
bienes  que  les  pertenecían.  La  propen- 
sión natural  en  los  hombres  de  descan- 
sar en  los  más  débiles  las  labores 
que  las  necesidades  materiales  impo- 
nen, dio  fuerza  á  esta  mejora  y  la  hizo 
preponderar. 

Establecido  el  derecho  de  apropia- 
ción de  los  vencidos,  los  esclavos  fue- 
ron naturalmente  convertidos  en  ma- 
teria de  comercio,  dando  esto  lugar  á 
que  lo  que  empezó  por  ser  una  con- 
quista humanitaria  se  trasformase,  en 
breve,  en  causa  generadora  de  nuevas 
guerras,  que  ya  no  se  hacían  solo  para 
vengar  ofensas  ó  para  obtener  el  botín 
de  riquezas  generales,  sino  también 
con  el  aliciente  de  la  apropiación  de 
ganado  humano. 

Los  negros,  desde  la  mas  remota  an- 
tigüedad, eran  apreciados  como  escla- 
vos. De  naturaleza  ingenua,  espíi^itu 
alegre,  resignados,  aun  en  medio  de 
los  mayores  rigores,  y  sufridos  para 
el  trabajo,  todas  estas  eran  condiciones 
que  los  recomendaban  á  lo  que  se  aña- 
día la  débil  resistencia  que,  por  falta 
de  organización,  y,  sobre  todo,  de  espíri- 
tu de  raza,  se  encontraba  en  sus  pue- 
blos para  la    caza  de  hombres.    Los 


fenicios,  primero,  los  árabes,  después, 
dieron  particular  extensión  á  este  co- 
mercio, para  cuya  provisión  les  bastaba 
entablar  relaciones  con  los  reyezuelos 
africanos,  que  se  encargaban  de  hacer 
reciprocamente  la  caceVia  de  hombres, 
en  los  territorios  de  sus  vecinos. 

Todas  las  iniquidades  tradicionales 
en  una  sociedad,  entran  fácilmente  en 
el  denominado  derecho, 

Solorzano  exf)lica  la  esclavitud  de  los 
negros  i3or  la  razón  primitiva  que 
hemos  indicado  del  derecho  que,  sobre 
los  vencidos,  da  la  victoria  á  los  ven- 
cedores. Aún  en  los  últimos  tiempos 
de  la  lucha  de  España  con  los  moros, 
los  cristianos  convertían  en  esclavos  á 
todos  sus  prisioneros  de  guerra,  y  los 
primeros  negros  con  que"  en  el  siglo 
XV  empezó  Portugal  á  comerciar,  eran 
también  prisioneros  de  guerra. 

La  legislación  romana,  fuente  de 
nuestro  derecho  positivo,  no  solo  con- 
sagraba la  esclavitud  en  esta  forma, 
sino  que  también  sometía  la  libertacl 
humana  á  la  tiranía  del  capital;  y  la 
misma  propensión  de  apropiarse  del 
trabajo  de  los  débiles,  está  viva  en 
toda  la  política  moderna  colonial:  si 
profundizamos  un  poco  las  sociedades 
actualmente  más  adelantadas,  vere- 
mos en  ellas,  encubiertas  bajo  la  capa 
de  una  falsa  armonía  económica,  va- 
rias formas  de  [)Ositiva  esclavitud,  ope- 
rada por  la  fuerza  del  capital  ó  consa- 
grada por  extraviadas  legislaciones 
agrarias. 

Otras  razones  de  pretendida  huma- 
nidad, se  aducían  para  autorizar  la 
trata  africana,  como  la  conveniencia  de 
arrancar  hombres  de  la  barbarie  á  fin 
de  operar  su  mejora,  llevándolos  á  cen- 
tros civilizados;  razones  cuya  falsedad 
demostraremos  con  una  breve  reseña 
de  los  efectos  producidos  en  África  por 
el  hecho  de  la  trata  y  de  las  condicio- 
nes en  que  se  colocaba  á  los  negros 
importados  en  las  colonias,  que  revelan 
los  extremos  á  que  lleva  el  dejar  hacer 
al  interés  individual,  sin.las  limitacio- 
nes sociales,  de  acuerdo  con  las  aspi- 
raciones ó  las  luces  de  los  espíritus 
superiores. 

IX 

Las  exploraciones  recientes  en  Áfri- 
ca, demuestran  la  gran  fertilidad  de 


DEL  Rio  de  t.a  Plata 


343 


su  territorio.  Rios  extenáos  á  la  par 
de  medios  fáciles  de  comunicación 
aseguran  la  irrigación  de  los  campos 
de  cultura;  laveg-etación  esexhuberan- 
te  y  hasta  el  ardor  de  su  clima  cons- 
tituye un  elemento  de  riqueza,  pues 
favorece  todas  las  producciones  tropi- 
cales, permitiendo  el  establecimiento 
de  una  numerosa  población  que  po- 
dría vivir  aili  con  todos  los  dones  de 
la  abundancia .  El  carácter  de  sus  na- 
turales aparece  originariamente  bue- 
no y  sencillo;  pero  el  tráfico  de  escla- 
vos, que  ha  sido  el  comercio  que  las 
razas  mas  adelantadas  han  llevado  allí 
de  preferencia,  vino  á  cambiar  fatal- 
mente el  destino  que  la  naturaleza 
parecía  reservarles. 

Incitándose,  como  hemos  dicho,  la 
codicia  de  los  reyezuelos  africanos,  se 
les  indujo  á  \a.s  gazzúas  ó  malones  so- 
bre las  tribus  vecinas  á  fin  de  obtener 
prisioneros  que  negociar.  Antes  los 
moros  hacían  el  cambio  de  caballos 
por  esclavos,  obteniendo  de  diez  á  ca- 
torce hombres  por  un  buen  animal,  y, 
á  fin  de  conservar  el  aliciente  tenían 
por  regla   no  entregar  nunca  yeguas. 

Iniciado  por  los  europeos  el  negocio 
en  vasta  escala  se  aumentó  el  incen- 
tivo, con  la  gran  variedad  de  sus  pro- 
ductos industriales;  llevaban  fusiles  y 
pólvora;  géneros  de  algodón,  de  brillan- 
tes colores,  aunque  de  última  calidad; 
vistosas  cuentas  de  vidrio;  utensilios  de 
hierro,  cobre  y  acero;  cauris,  conchíUas 
que  hacían  el  oficio  de  moneda,  y, 
sobretodo,  aguardiente,  desenvolvien- 
do con  esto  el  hábito  de  la  embriaguez, 
y,  como  lo  observa  sentidamente  H. 
Scherer,  (1)  «por  una  irrisión  del  des- 
tino, los  pobres  negros  llevados  al 
nuevo  mundo,  al  destilar  el  rom,  fa- 
bricaban las  cadenas  con  que  debían 
aprisionarse  á  sus  compatriotas.» 

Este  artículo  fué  en  breve  el  prefe- 
rido. 

El  interés  individual  ele  los  africa- 
inos,  fué  encaminado  asi  en  una  senda 
)puesta  á  ios  principios  humanitarios. 
)ervirtiéndose  el  carácter  de  esos  pue- 
)los,  á  punto  de  que  la  codicia  y  la 
|"Connaturalízación  con  las  crueldades 
lue  provocaba,  hizo  que,  en  breve,  ya 
10  se  sacrificasen  solo  los  vecinos;  los 


(1)    Historia  del  Comercio  de  todas  las  naciones. 


reyes  concluían  por  vender  á  sus  pro- 
pios subditos,  los  padres  y  los  maridos 
á  sus  mujeres  y  á  sus  hijos. 

Desmintiendo  á  los  economistas  y  á 
los  individualistas  que  creen  obtener 
la  prosperi.lad  social  por  el  simple  jue- 
go de  los  intereses  individuales,  entre 
ios  que  predomina  el  aliciente  de  la 
utilidad  inmediata,  los  grandes  bene- 
ficios que  por  lo  pronto  la  compra  de 
esclavos  proporcionaba  á  los  pueblos 
africanos,  debía  producir  su  propia  de- 
cadencia económica.  El  beneficio  in- 
mediato dio  por  resultado  la  perma- 
nencia de  un  estado  de  guerra  y  la 
inseguridad  de  todas  las  clases  "que 
antes  mas  se  dedicaban  á  las  culturas 
del  suelo. 

Lord  Palmerston,  en  su  célebre  dis- 
curso, en  la  cámara  de  los  lores,  en 
1844,  contra  el  tráfico  negrero,  descri- 
be con  animado  colorído.'el  cuadro  del 
salvajismo  provocado  por  este  comer- 
cio en  el  continente  africano. 

«Los  negros,  dice,  destinados  á  la 
trata  no  son  cogidos  en  las  aproxima- 
ciones del  lugar  donde  se  verifica  el 
embarque,  sino  que  un  gran  número 
de  ellos  viene  del  interior.  Muchos 
de  estos  son  hechos  prisioneros  en  las 
guerras  excitadas  por  la  sed  de  oro 
que  produce  la  venta  á  los  europeos; 
pero  el  mayor  número  proviene  de 
cazas  que  se  hacen  para  coger  los  es- 
clavos, y  del  sistema  organizado  en  el 
interior  de  África  para  robar  hombres. 
Cuando  se  aproxima  la  época  de  hacer 
marchar  para  la  costa  las  caravanas 
de  esclavos,  algunos  hombres,  entrada 
ya  la  noche,  rodean  una  apacible  al- 
dea, la  incendian  y  se  apoderan  de  sus 
moradores,  matando  á  los  que  se  re- 
sisten. Cuando  estas  aldeas  están  si- 
tuadas sobre  colinas  que  ofrecen  más 
facilidades  para  la  huida,  los  habitan- 
tes se  refugian  en  las  madrigueras  que 
encuentran,  y  encendiendo  los  caza- 
dores grandes  hogueras  en  la  entrada 
(le  las  mismas,  los  que  han  buscado 
allí  refugio,  colocados  entre  la  muerte 
por  asfixia  y  la  esclavitud,  se  ven  pre- 
cisados á  entregarse,  sí  otros  huyen 
por  las  alturas,  los  sitiadores  se  pose- 
sionan de  las  fuentes  y  pozos,  y  los 
desgraciados,  devorados  por  la  sed, 
vienen  á  cambiar  la  libertad  por  su 
vida.» 

«Hechos  los  prisioneros  se  procede 


344 


Revista  Económica 


á  la  elección.  Los  individuos  robustos 
de  ambos  sexos  y  los  niños  de  seis  á 
siete  años,  son  puestos  á  un  lado  para 
hacer  partir  la  caravana  que  debe  di- 
rijirse  á  la  costa.  Las  criaturas  meno- 
res de  seis  años  son  muertas  en  el 
campo;  los  ancianos  y  enfermos  aban- 
donados, condenándoles  así  á  morir 
de  hambre.  La  caravana  se  pone  en 
marcha;  hombres,  mujeres  y  niños 
atraviesan  los  abrasadores  arenales  y 
los  peligrosos  desfdaderos  de  las  mon- 
tañas de  África  casi  desnudos  y  des- 
calzos. Se  estimula  con  latigazos  á  los 
débiles;  y  á  los  mas  fuertes,  ó  se  les 
ata  á  otro  con  cadenas  ó  se  les  une  con 
yugo.  Muchos  caen  desfallecidos  en  el 
camino,  y  mueren  ó  son  presa  de  las 
lleras.  Llegados  á  la  costa,  se  les  en- 
cierra en  los  establecimientos  llama- 
dos barracoons^  eñ  donde  los  amontonan 
de  manera  que  pronto  son  presa  de 
epidemias.  A  la  llegada  de  un  negre- 
ro, frecuentemente  la  muerte  ha  acla- 
rado las  filas  de  la  caravana.» 

Livingstone  da  una  idea  de  las  de- 
jDredaciones  que  produce  la  trafica  de 
negros.  En  1854,  visitó  la  costa  orien- 
tal de  Zanzíbar  que  encontró  ocupada 
por  una  población  agrícola,  numerosa 
y  próspera.  La  tierra  era  fecunda  y 
ios  hombres  bondadosos.  Cuando  vol- 
vió diez  años  después,  todo  habia  cam- 
biado. La  trata  habia  penetrado  en 
esa  zona,  haciéndolo  desaparecer  todo 
por  medio  del  exterminio  y  del  incen- 
dio; las  plantaciones,  las  aldeas  y  sus 
habitantes.  Por  todas  partes  se  encon- 
traban cadáveres;  los  rios  estaban  obs- 
truidos; de  las  ramas  de  los  árboles 
pendían  los  esqueletos  de  los  que  no 
habían  podido  seguir  el  convoy  de  los 
prisioneros. 

«El  espectáculo,  agrega,  que  tuve 
delante  los  ojos,  es  de  tal  modo  irritan- 
te, que  me  esfuerzo  continuadamente 
en  borrarlo  de  mi  memoria.  Pero  las 
escenas  de  la  trata  se  me  representan 
á  pesar  mío,  y  en  medio  de  la  noche 
me  despierto  sobresaltado  y  horroriza- 
do por  lo  vivo  del  recuerdo.» 

«Se  ha  visto,  dice,  A.  Tourmagne  ( 1) 
un  reyezuelo  vender  á  un  negrero,  con 
anticipación  una  cantidad  de  mucha- 
chos que  no  poseía.  Para  proporcio- 


nárselos cayó  de  improviso  sobre  un 
pueblo  en  el  que  mató  á  los  hombres  y 
á  las  mujeres,  no  dejando  vivos  mas 
que  á  los  muchachos,  que  entregó  en- 
seguida á  su  comprador.  Pero  no  se 
vendía  solo  á  los  prisioneros  de  güe- 
ña. Los  maridos  vendían  á  sus  imije- 
res  y  los  padres  á  sus  hijos,  por  un 
fusil  ó  un  barril  de  rom.  Los  negros, 
traídos,  por  lo  común,  desde  muy  lejos 
eran  atados  de  cuatro  en  cuatro,  y  por 
las  noches  se  les  ataban  las  manos. 
Obligados  á  cargar  con  las  provisiones, 
bajo  un  clima  ardiente,  á  través  de 
espacios  inmensos,  un  gran  número 
sucumijíaal  cansancio  y  muchas  veces 
á  las  privaciones.» 

Según  Baker  (1)  en  un  convoy  de 
este  género  habia  varias  mujeres 
viejas,  que  extenuadas  no  podían  se- 
guir. A  medida  que  alguna  de  ellas 
sucumbía  al  cansancio,  la  mataban. 
Un  golpe  de  maza  en  la  nuca  y  todo 
estaV)a  acabado.  El  camino  quedaba 
marcado  por  estos  jalones  espantosos. 

Llegados  á  los  puntos  de  embarque 
para  América,  no  se  mejoraba  la  con- 
dición de  los  cautivos  que  sobrevivie- 
sen á  tantas  penalidades;  antes  por  el 
contrarío,  el  interés  individual  de  los 
europeos  les  reservaba,  como  vamos  á 
verlo,  inhumanidades  no  menores  que 
las  de  los  negreros  africanos. 

(Continuará.) 


(1)    Histoire  de  L'  Esclavage. 


PROGRESOS  DEJOS  TRADE-UMON 

En  la  primera  quincena  del  mes  de 
Setiembre  último,  reunióse  en  Glas- 
gow el  vigésimo  quinto  congreso  de  la 
unión  trabajadora  (2). 

Se  puede  formar  una  idea  de  los 
progresos  realizados  por  esa  sociedad 
(que  se  denomina  á  sí  misma  El  parla- 
mento del  trabajo)  con  sólo  comparar  las 
cifras  de  1868  con  las  del  último  año  ó 
con  las  del  corriente.  Hace  un  cuarto 
de  siglo,  34  delegados,  que  rei)resenta- 
ban  menos  de  120.000  asociados,  com- 
ponían to'lo  el  congreso.  En  1891,  ya 
se  contaban  552  delegados  que  repre- 
sentaban 1.250.000  asociados.    El  año 


(1)    Berlious— La  Traite  Oriéntale. 
{?}   Trade-Unión. 


DEL  Rio  de  la  Plata 


>545 


que  corre  ha  visto  reunirse  más  de 
600  delegados,  provistos  de  sus  pode- 
res en  forma  y  que  representan  los 
votos  de  cerca  de  2.000.000  de  aso- 
ciados. 

Para  apreciar  el  alcance  de  estos 
hechos,  no  basta  sólo  comparar  estas 
cifras  en  bruto.  Estos  dos  millones  de 
trabajadores  representan,  puede  de- 
cirse, la  flor  de  las  clases  trabajadoras 
de  la  Gran  Bretaña,  y  no  aquellos 
artesanos  superiores  á  quienes  una 
especie  de  tradición  senii-aristocrática 
había  legado,  por  decirlo  así,  los  be- 
neficios de  la  unión  de  trabajores. 

Desde  la  entrada  en  escena  del  nue- 
vo unionismo  y  de  los  jornaleros  pro- 
piamente dichos,  á  consecuencia  de  la 
gran  huelga  de  los  docks  de  Londres, 
las  filas  del  gran  ejército  de  los  aso- 
ciados se  han  abierto  anchainente,  á 
los  oficios  más  humildes,  á  los  traba- 
jadores que  no  cuentan  más  que  con 
sus  brazos. 

Esta  numerosa  clase,  que  John 
Bright,  calificaba  no  hace  mucho  de 
residuo  social,  ha  hecho  irrupción  en  los 
cuadros  del  unionismo  organizado. 
No  cabe  duda  que  este  elemento 
nuevo  es  el  que,  á  la  hora  de  ésta,  se 
halla  en  mejores  condiciones  para 
desempeñar  en  adelante  el  papel  más 
activo.  La  mayor  parte  de  los  diputa- 
dos obreros  que  han  forzado  la  entra- 
da de  la  Cámara  de  los  Comunes,  en 
las  últimas  elecciones  generales,  como 
los  Sres.  John  Burns  y  Keir-Hnrdie, 
pertenecen  si  no  j)or  su  origen  perso- 
nal (el  primero  es  maquinista  y  el 
segundo,  minero)  al  menos  por  sus 
simpatías,  al  neo-unionismo. 

Todavía  hay  algo  más  significativo. 
Trátase,  por  parte  de  algunos,  de  des- 
tituir al  secretario  parlamentario  del 
Congreso,  señor  Fenwick,  minero  y  di- 
putado por  Northumlíerland, — y  ¿  en 
quién  se  piensa  para  sustituirlo  ?  En 
C'l  señor  Tom  Mann,  es  decir,  en  aquel 
que,  en  unión  de  los  señores  John 
Burns  y  de  Ben  Tillet,  ha  sido  el  princi- 
pal iniciador  del  movimiento  en  favor 
de  los  unskilled  labourers  ó  jornaleros. 
Precisamente  este  desalojo  gradual  de 
equilibrio  en  provecho  de  las  nuevas 
fuerzas,  es  el  que  dará  un  interés  pro- 
pio al  Congreso  de  Glasgow. 

No  parece  probable  que  los  seiscien- 
tos delegados  tengan  que  debatir  cues- 


tiones de  principios  tan  graves  como 
las  que  se  resolvieron  el  año  pasado 
en  Liverpool.  El  voto  sobre  las  ocho 
horas  de  trabajo  diario  está  ya  sancio- 
nado, y  es  permitido  dudar  que  los 
adversarios  de  esta  medida  se  miren 
mucho  antes  de  reabrir  el  debate,  al 
menos  en  el  terreno  teórico,  en  mo- 
mentos en  que  acaba  de  producirse  la 
conversión  casi  repentina  de  los  sin- 
dicatos de  las  industrias  textiles  del 
Lancashire  que  hasta  aquí  habían 
constituido  la  reserva  de  la  oposición. 

Lo  que  parece  verosímil  es  que  por 
una  parte,  se  abordarán  forzosamente 
las  cuestiones  de  aplicación  y  de  eje- 
cución ó  si  se  quiere  esas  cuestiones 
personales  que  desgraciadamente  tie- 
nen el  don  de  introducir  un  elemento 
de  pasión  en  estos  debates, — y  por 
otra  parte,  que  se  discutirá  la  actitud 
política  de  ciertos  representantes  par- 
lamentarios del  unionismo. 

Hay  sobre  este  punto,  una  divergen- 
cia irreductible  entre  los  antiguos  y 
los  nuevos  jefes  de  bando  de  los  sin- 
dicatos obreros.  Hombres  como  los 
señores  Broadhurst  y  Jorge  HoAvell, 
que  sin  embargo  han  tomado  hace  ya 
tiempo,  una  parte  activa  en  la  conquis- 
ta del  derecho  de  asociación,  son  fá- 
cilmente mirados  ahora  como  tibios, 
casi  como  tránsfugas.  El  señor  Tomás 
Burt  que  ha  aceptado  un  puesto  en  el 
ministerio  Gladstone,  el  señor  Wilson, 
el  señor  Fenwick  aparecen  como  sos- 
pechosos ante  algunos  intransigentes, 
por  el  hecho  de  creer  que  la  causa  obre- 
ra es  solidaria  del  liberalismo  y  porque 
consienten,  para  seguir  con  las  refor- 
mas, que  se  empiece  por  el  home  rule. 
Seguramente,  sería  injusto  poner  en 
una  misma  categoría  á  hombres  como 
John  Burns,  Tom  Mann,  y  aún  al  mis- 
mo Ben  Tillett  y  al  muy  fogoso  Keir- 
Hardie,  que  probaljlemente  pasará  un 
mal  cuarto  de  hora  á  proposito  de  los 
errores  de  táctica  cometidos  en  la 
elección  de  Newcastle. 

No  es  menos  evidente  que  el  mal 
que  aqueja  á  la  mayoría  liberal  de  la 
Cámara  de  los  Comunes,  la  falta  de 
unidad  moral,  se  hará  notar,  hasta 
cierto  punto,  en  las  deliberaciones  del 
Parlamento  del  trabajo  de  Glasgow. 
El  señor  Wilson,  en  su  discurso  inau- 
gural, ha  procurado  predicar  la  con- 
cordia y  la  moderación.    Falta  ver  si 


84(i 


Revista   Económica 


estos  consejos  serán  oídos.  Otras 
voces,  especiosas  y  dañinas,  hacen  ver 
por  el  contrario,  que  es  sólo  á  fuerza  de 
cismas  y  de  herejías  corno  las  peque- 
ñas iglesias  se  hacen  grandes  y  como 
el  partido  oljrero  en  Inglaterra  no  se 
desenvolverá  sino  mediante  su  dis- 
paridad. 


BOLETÍN  BIBLIOGRÁFICO 

La  lengua  galla  (1).  La  casa  Hoepli,  de 
Milán,  ha  publicado  en  dos  tomos,  la 
gramática  y  la  lengua  de  los  Gallas, 
por  el  profesor  E.  Viterbo. 

El  autor  declara  modestamente  en 
un  corto  prefacio  que  una  gran  parte 
del  mérito  de  su  obra  es  debida  á  los 
viajeros  Chiarini  y  Checchi,  que  han 
aportado  la  materia  y  los  elementos 
necesarios  para  la  confección  de  su 
trabajo. 

El  país  de  los  Gallas  está  llamado 
tarde  ó  temprano,  á  un  gran  porvenir, 
y  es  de  esperar  que  Italia  sepa  sacar 
provecho  de  aquella  zona  inexplorada, 
en  vista  de  sus  relaciones  con  la  Abi- 
sinia. 


Memorias  sobre  el  segundo  Imperio.  Anun- 
ciase, para  dentro  de  poco,  la  publi- 
cación de  las  Memorias  de  la  condesa 
Estefanía  de  Tascher  de  la  Pagerie, 
sobre  la  corte  de  Napoleón  III  y  de  la 
emperatriz  Eugenia. 

Nadie,  mejor  que  la  autora,  se  halla 
en  condiciones  de  saber  lo  que  pasaba 
en  lo  corte  del  segundo  Imperio.  Era 
parienta  de  Napoteón  III,  por  su  primo 
el  príncipe  Eugenio  de  Beauharnais,  y 
por  ende  tenía  derecho  para  asistir  á 
todas  las  fiestas  y  recepciones  oficia- 
les. La  condesa  anotaba,  día  á  día, 
todos  los  sucesos  é  incidentes  de  la 
corte,  y  esto  es  lo  que  constituye  el 
fondo  del  libro  que  se  prepara. 

Otras  memorias  de  la  misma  época  y 
no  menos  curiosas,  son  las  del  general 
conde  de  Fleury,  gran  escudero,  anti- 
guo embajador  y  amigo  íntinio  de  Na- 


(1)    Como  se  sabe,  el  pais  de  los  Gallas  está  situado 
al  S.  de   Abisinia,  y  poblado  por  negros  idólatras. 


poleón  III.  Del  punto  de  vista  diplo- 
mático y  político,  estas  memorias,  á  las 
que  el  hijo  del  autor,  está  dando  la 
última  mano,  tendrán  un  gran  valor  y 
no  escaso  interés. 


La  evolución  religiosa  en  las  diversas  razas 
humanas.,  por  Garlos  Letourneau. 

La  nueva  obra  del  señor  Letourneau 
termina  el  estudio  de  los  grandes  ob- 
jetos sociológicos,  que  el  autor  tuvo  en 
cuenta  al  emprender  su  trabajo  sobre 
las  transformaciones  sucesivas  de  la 
humanidad,  en  el  tiempo  y  en  el  es- 
pacio. 

Examinando  con  atención  el  fondo 
de  todas  las  religiones,  se  ve  que  to- 
das ellas  tienen  por  base,  ideas  sim- 
ples, comunes  á  todos  los  hombres, 
que  consisten  principalmente  en  con- 
siderar como  viviente.,  capaz  de  sensa- 
ción y  de  voluntad,  de  odio  y  de  amor, 
á  todo  lo  que  ocasiona  una  fuerte  im- 
presión, en  bien  ó  en  mal,  y  especial- 
mente á  todo  lo  que  se  mueve. 

Las  religiones,  llamadas  superiores, 
tales  como  el  brahmanismo, — bastan- 
te parecida  al  budismo, — el  judaismo, 
el  islamismo,  el  cristianismo,  no  esca- 
pan á  esa  ley,  más  que  en  apariencia. 
En  efecto  por  mediocre  que  sea  el  valor 
filosófico  de  estas  religiones  (dice  un 
autor)  sobre  todo  el  de  Tas  tres  últimas, 
la  masa  de  sus  sectarios  no  aprecia 
sino  el  lado  más  inferior  de  su  filosofía. 
«Para  atraerse  mayor  número  de  adep- 
tos, esas  religiones  han  debido  con- 
servar ó  adoptar  una  cantidad  de  prác- 
ticas ó  de  creencias  anímicas  relacio- 
nadas con  el  fetichismo,  con  el  espi- 
ritismo, con  la  magia,  triología  funda- 
mental que  sirve  de  base  á  todas  las 
mitologías.  El  vulgo  de  los  fieles  se 
cuida  poco  de  los  dogmas,  pero  cree 
firmemente  en  las  reliquias,  en  los 
talismanes  consagrados,  en  los  espíri- 
tus de  los  muertos,  en  los  ángeles  y 
en  los  demonios...» 

Y,  en  realidad,  la  multitud  de  los 
creyentes  de  raza  blanca,  compren- 
de la  religión  exactamente  como  todas 
las  otras  multitudes  sea  cual  sea  su  co- 
lor; dígalo  sino  el  festejado  suceso  de 
la  reciente  coronación  de  la  virgen  en 
Córdoba,  y  los  innumerables  ex  votos  y 
ofrendas  que  encierra,  en  sus  arcas, 


DEL  Rio  de  la  Plata 


847 


camarines  y  altares,  la  iglesia   de   la 
Villa  de  Lujan... 


Tlie  year  booJ¿  of  Science,  por   Bonney. 

El  compilador  de  este  libro  se  ha 
propuesto  dar,  cada  año,  un  resumen 
de  todos  los  trabajos  científicos,  reali- 
zados en  Inglaterra  y  en  el  extranjero. 
El  Year  book  es  una  especie  de  anuario 
científico  redactado  por  un  grupo  de 
especialistas  competentes. 

Entre  los  colaboradores  de  esta 
obra,  hállanse,  entre  otros,  hombres 
tan  competentes  como  los  señores 
Botting  Hemsley,  Lj^dekka,  Massa. 
Oliver,  Ramsay,  etc.,  habiendo  redac- 
tado cada  uno  la  parte  que  le  es  fami- 
liar. 

Aconsejamos  la  adquisición  de  este 
libro,  que  no  debe  faltar  en  la  bibliote- 
ca de  nino-ún  hombre  científico. 


Vida  profesional  y  deberes  del  médico,  por 
Juhel — Rénoy. 

El  autor  ha  querido  escribir  un  li- 
bro que  pueda  servir  de  guía  á  los 
médicos  noveles  para  establecerse^  dicién- 
doles  cuales  son  las  mejores  condi- 
ciones para  obtener  un  buen  resultado. 
En  realidad  ha  escrito  un  tratado  de 
deontologki,  de  que  mucho  se  habla, 
pero  que  en  ninguna  parte  se  enseña, 
— dando  prueba  de  muy  buen  sentido 
y  al  mismo  tiempo  de  una  sicología 
muy  fina. 

Es  digno  de  señalarse,  entre  otros,  el 
capítulo  que  se  refiere  á  la  discreción 
médica  cuyo  ]3ro  y  cuyo  contra  son  tan 
fáciles  de  defender. 

El  autor  enseña,  por  medio  de  ejem- 
plos bien  traídos,  que  á  veces  no  es 
moralmente  permitido  encerrarse  en 
los  términos  precisos  de  la  discreción 
legal;  que  la  violación  del  secreto  mé- 
dico puede  aparecer  como  un  deber 
sagrado,  y  que  existen  ciertas  fórmu- 
las para  romper  el  silencio  sistemáti- 
co, cuando  se  trata  precisamente  de 
personalidades  poco  recomendables. 
que  obligan  por  su  inmoralidad,  á  sus 
mismos  médicos,  á  que  procedan  hon- 
radamente á  su  vez. 


Anales  de  la  Universidad,  de  Santiago  de- 
Chile. 

En  un  tomo  de  294  páginas,  con  im 
fotogral)ado,  2  mapas  y  varias  viñetas, 
ha  querido  honrar  la  Universidad  de- 
Chile,  la  memoria  del  descubrimiento 
de  América,  dedicando  al  inmortal 
genovés,  un  número  extraordinario 
de  sus  anales. 

Es  una  recopilación  razonada  de 
todos  los  discursos,  poesías  y  artícul(js 
publicados  en  Chile,  el  día  12  de  octu- 
bre del  corriente  año,  con  ocasión  del 
4°.  centenario  de  aquel  fausto  aconte- 
cimiento, y  en  que  han  tomado  parte 
los  escritores  más  eminentes  de  aque- 
lla República,  tales  como  Barros  Ara- 
na, Aguirre,  Amunátegui,  Álvarez, 
Hostos,  etc.  etc. 

Le  doy  las  gracias,  aquí,  á  mi  anti- 
gua amiga  ErniliaHerreradeToro,  que 
me  lo  ha  remitido. 

La  República  Argentina  no  ha  pro- 
ducido nada  igual.  Sólo  el  esfuerzo 
del  señor  Monner  Sanz  marca  nuestro 
entusiasmo  literario  por  Colón. 


* 
** 


Finanzas  y  administración,  por  Fran- 
cisco Seeber. 

El  antiguo  Intendente  Municipal  de 
Buenos  Aires,  ha  dado  una  prueba 
más  de  su  laboriosidad  y  sentido  prá- 
tico,  acumulando  en  un  grueso  volu- 
men de  XIX— 514  páginas  observa- 
ciones sensatas  y  gran  copia  de  dat(js 
estadísticos.     Acuso  recibo  de  él. 

El  método  seguido  por  el  autor  en  el 
desarrollo  de  "sus  variadas  tesis  es 
científico-experimental.  Su  libro  viene 
á  tiempo;  precisamente  cuando  va  á 
discutirse  en  el  Congreso,  el  presu- 
puesto general  de  la  Nación.  Lleno 
como  está  de  cifras  elocuentes  puede 
ser  consultado  con  ventaja  por  los. 
miembros  del  Congreso. 

El  Sr.  D.  Francisco  Seeber  es  sin  dis- 
puta un  trabajador  infatigable  y  un 
ejemplo  meritorio  de  lo  que  puede 
la  voluntad.  Porque  en  el  estado  em- 
brionario de  nuestra  sociología,  la 
primer  dificultad  con  que  se  tropieza 
consiste  en  la  falta  de  fuentes  de  in- 
formación ó  en  lo  descompaginados 
que  están  los  antecedentes  que  el 
observador,  el  estadista,  el  financista, 
el  economista,  y  el  sociólogo  necesitan 


348 


Revista  Económica 


tener  á  la  vista.  Agregúese  además 
que  ciertos  libros  no  se  venden  aún 
en  nuestro  país;  por  manera  que  todo 
acto  como  el  del  Sr.  Seeber,  es  desinte- 
resada manifestación  de  un  patriótico 
anhelo  por  el   bien    público. 


CRÓNICA  DE  LA  QUINCENA 


REPÚBLICA  ARGENTINA 

5  de  Noviembre  de  1892 

No  salimos  de  la  atmósfera  turbia; 
y  sin  ser  pesimistas  puede  afirmarse 
en  verdad  que  el  horizonte  político, 
económico  y  financiero  está  lleno  de 
celajes. 

La  revolución  de  Santiago  del  Este- 
ro, si  no  es  un  síntoma  de  que  el  país 
no  ha  entrado  definitivamente  en  el 
camino  llano  de  la  tranquilidad, — es 
un  hecho  perturbador  y  desagradable, 
y  el  modo  menos  satisfactorio  con  que 
los  círculos  ó  los  partidos  disidentes 
han  podido  saludar  el  advenimiento  de 
la  presidencia  inaugurada,  después  de 
tantas  zozobras  é  inquietudes  el  12  de 
Octubre. 


La  intervención,  siempre  de  fatales 
antecedentes  entre  nosotros,  ha  senta- 
do sus  reales  en  aquella  provincia  des- 
graciada, donde  las  pasiones  son  tan 
calientes  como  su  clima,  y  los  intereses 
enjuego,  tan  pequeños  "^como  sus  re- 
cursos. Viejido  estas  disputas  sempi- 
ternas se  nos  viene  á  la  memoria  la 
tan  instructiva  fábula  de  Florian  de 
los  dos  calvos  que  se  pelean  por  un 
peine  roto.  Es  el  hombre  incorregible 
y  está  visto  que  los  pueblos  no  se  alec- 
cionan sino  por  el  dolor.  Santiago  del 
Estero,  pues,  seguirá  sufriendo. 

La  intervención,  hasta  este  instan- 
te, sólo  augura  descontento;  y  entrando 
como  ha  entrado  á  revolver  antece- 
dentes, buscando  el  origen  de  la  lega- 
lidad ab  ovo  su  acción  tutelar,  lo  que 
implica  para  otras  provincias,  más  ó 
menos  trabajadas  por  las  rivalidades 
y  la  discordia,  es  temor. 


La  ley  del  Congreso  que  la  autorizó 
no  habría  seguramente  mandado  hacer 
lo  que  se  está  haciendo,  si  el  P.  E.,  en 
vez  de  iniciar  su  pedido  de  interven- 
ción en  la  Cámara  de  Senadores,  lo 
hubiera  hecho  en  la  de  Diputados.  Y 
es  curioso  que  la  Cámara  de  Senado- 
res, y  sobre  todo  la  Cámara  de  Diputa- 
dos no  haya  con  este  motivo,  traído  á 
colación  el  art.  68  de  la  Constitución. 
Porque  es  el  caso  de  preguntar  si  cuan- 
do hay  que  hacer  gastos  no  previstos 
por  el  presupuesto, — gastos  que  impor- 
tan por  ser  extraordinarios,  una  con- 
tribución no  fijada  de  antemano,  se 
puede  prescindir  del  art.  68,  que  se 
refiere  al  44, — artículo  que  dice  así:  «Á 
la  Cámara  de  Diputados  corresponde 
exclusivamente  la  iniciativa  de  las 
leyes  sobre  contribuciones  y  recluta- 
miento de  trojias.» 

Así  va  todo  en  este  país,  y  así  se  en- 
reda la  jurisprudencia,  y  de  aturdi- 
miento en  aturdimiento  vamos  andan- 
do á  encontrones  con  la  Constitución  y 
llegando  el  cansancio  de  la  masa  po- 
pular á  abandonar  el  manejo  de  los 
más  preciosos  intereses  á  unas  oligar- 
quías ó  grupos  privilegiados,  que  por- 
que cambian  de  nombres,  llegan  á 
imaginarse  que  encarnan  y  represen- 
tan, como  es  debido  la  voluntad  popu- 
lar. 

Ahí  estamos,  y  el  prospecto  del  nuevo 
orden  de  cosas,  sea  cual  sea  la  sanidad 
de  intenciones  del  nuevo  Presidente 
de  la  República,  no  es  como  para  lle- 
nar de  complacencia. 

Los  viejos  partidos  están  atacados 
de  gérmenes  de  disolución.  Los  unos 
para  conservar  su  consistencia,  nece- 
sitan mantenerse  dentro  de  la  órbita 
de  la  oposición  activa,  renunciando  á 
ser  revolucionarios.  Los  otros,  para 
mantener  un  tanto  su  cohesión,  nece- 
sitan transigir  real  ó  aparentemente, 
según  los  casos,  y  destacarse  como  apo- 
yando lo  que  en  ellos  no  se  apoya.  Y 
los  círculos,  dentro  de  unos  y  otros 
afánanse,  mediante  evoluciones  curvas 
por  adquirir  la  mayor  suma  de  supre- 
macía oficial.  Y  en  medio  de  este  con- 
flicto sórdido,  lo  único  que  resalta  como 
una  evidencia  es  que,  propiamente 
hablando,  no  tenemos  verdaderos  par- 
tidos orgánicos,  que  equilibren  al  go- 


DEL  Rio  de  la  Plata 


349 


bienio;  que  el  P.  E.  puede  así,  hala- 
gando á  éstos  y  á  aquellos,  esperanza- 
dos unos  y  otros,  hasta  los  más  intran- 
sigentes en  incrustarse  en  el  gobierno, 
sin  más  razón  que  las  predilecciones 
personales,  convertirlo  á  todos  alter- 
nativamente en  instrumentos  suyos 
bongré  mal  gré.  Y  de  aqui  resulta  con- 
siguientemente una  incoherencia  mar- 
cada en  los  propósitos,  una  desviación 
fatal  en  las  tendencias  tradicionales  y 
un  desconcierto  visible  tanto  en  el 
orden  nacional  como  en  el  orden 
provincial, — y  que  los  individuos,  los 
grupos  y  los  partidos  no  busquen  en 
realidad  sino  componendas  y  acomo- 
damientos. 

Pero  como  este  estado  de  cosas  no 
puede  ser  sino  transitorio,  porque  no 
se  concibe  un  gobierno  impersonal  con 
hombres  de  carne  y  huesos,  y  como  un 
gobierno,  por  otra  parte,  no  puede  apo- 
yarse sino  en  lo  que  resiste,  y  como  lo 
que  resiste  son  los  partidos, — no  está 
lejano  el  momento  en  que  definitiva- 
mente se  sepa  de  qué  lado  están  y 
quiénes  son  los  que  han  de  apoyar  el 
actual  orden  de  cosas,  hoy  por  hoy,  y 
en  sus  proyecciones  futuras, — y  como 
una  consecuencia  de  esto,  dónde  están 
y  quiénes  son  los  enemigos  que  lo  han 
de  combatir  en  las  urnas  persiguiendo 
las  reivindicaciones  legales.  En  una 
palabra,  asistimos,  sin  darnos  cuenta 
del  fenómeno  (porque  las  fuerzas  que 
actúan  son  latentes)  á  la  transforma- 
ción ó  reorganización  de  los  partidos, — 
que,  á  la  manera  de  causas  dinámicas 
que  están  en  la  naturaleza  de  las  cosas 
mueven,  sin  que  lo  ha^'a  decretado  la 
Constitución,  todo  el  rodaje  institucio- 
nal de  una  nación  que  ha  adoptado  el 
régimen  representativo. 

*  * 
En  medio  de  estas  como  inquietudes 
del  espíritu  púbJico,  las  fiestas  se  mul- 
tiplican, sin  medida  y  sin  discerni- 
miento, á  cada  triquitraque  con  carac- 
teres conmemorativos  más  ó  menos 
banales,  y  á  la  vez  que  aumentan  los 
espectáculos  y  las  tentaciones  ele  co- 
merse cada  uno  lo  poco  que  le  va  que- 
dando, paralelamente  escasean  el  tra- 
bajo y  el  crédito,— y  la  escuela  del 
proteccionismo  toca  ya  los  dinteles  de 
un  régimen  prohibitivo,  á  tal  punto 
que  las  medias  que  antes  pagaban  el 


25  %,— las  medias  ordinarias,— ahora 
pagarán  el  40,  y  que  como  es  sabido 
que  andar  sin  medios  es  más  higiénico 
que  no  usarlas,  de  este  favor  á  la  pre- 
tendida industria  nacional,  resultará 
que  es  un  artículo  de  lujo  no  andar 
descalzo. 


Otros  factores,  para  emplear  la  pala- 
bra de  moda  tienden  á  aumentar  este 
(ficho;  yo  no  sé  qué  voy  á  hacer;  porque,  á 
medida  que  el  oro  baja  no  bajan  los 
salarios  ni  los  consumos, — así  es  que 
de  todos  estos  planes  en  perspectiva, 
bancos  á  fundarse  y  otros  á  liquidarse, 
y  absorciones  de  la  vida  provincial  por 
la  vida  nacional  y  predominio  de  la 
Metrópoli  sobre  la  vida  local,  lo  que  te- 
nemos en  plata  es  esto;  que  no  hay,  en 
la  República,  nadie,  absolutamente 
nadie,  que  pueda  decir,  poniendo  la 
mano  sobre  su  corazón:  «yo  estoy  con- 
tento.» Y  que  muchos,  que  sin  ser 
excépticos  no  han  creído  en  los  mila- 
gros, ya  empiezan  á  ponerles  velas  á 
la  virgen  para  que  se  conduela  de  la 
suerte  común. 

El  verano  se  aproxima — los  C[ue  tie- 
nen, se  desparramarán  buscando  la 
restauración  de  las  aguas  termales  y 
de  los  aires  salinos  del  mar,  y  los  des- 
heredados ó  los  que  no  tienen  suerte  se 
(juedarán  tascando  el  freno.  Y  para 
qué  hablar  de  los  imprudentes  que 
hablan  de  guerras  ó  de  los  ilusos  que 
creen  en  el  sistema  curativo  de  hacer 
la  concordia  interna,  buscando  aven- 
turas externas?  Para  qué  hablar,  sí? 
Está  escrito  que  lo  que  ha  de  ser  será, 
y  de  Casandra  ¿quién  se  atrevería  á 
hacer? 


CRÓNICA  ORIENTAL 


La  Razón  dice,  con  mucha  exactitud, 
que,  «el  Banco  Hipotecario  del  Uru- 
guay, no  ha  hecho  otra  cosa  que  aba- 
tir el  valor  de  la  propiedad  malven- 
diendo las  que  le  estaban  afectadas, 
para  poder  hacer  frente  á  sus  compro- 
misos. Todo  lo  hecho  se  ha  traducido 


350 


Revista   Económica 


en  deastres.»  Agrega  que  á  medida 
que  vende,  deprecia  los  valores  á  pun- 
to de  que  lo  que  valía  cien,  no  se  podrá, 
en  breve,  realizar  por  uno.  «La  ban- 
carrota en  puerta,  añade,  á  los  pocos 
meses  de  recibir  un  Banco  libre  de 
deudas,  reforzado  con  privilegios  y 
engalanado,  todavía,  con  un  bono  de 
cuatro  millones»,  y;  como  consecuen- 
cia de  esta  observación  se  ensaña  con- 
tra los  economistas. 

El  qólega  confunde  la  economía  po- 
lítica con  el  dulcamarismo  económico. 
Con  la  simple  aplicación  de  las  nocio- 
nes económicas  más  elementales  pu- 
dimos prever  á  tiempo  los  resultadíjs 
prácticos  de  ese  sistema,  que  La  Razón 
boy  califica  de  absurdo  y  atentatorio. 

En  carta  á  La  Tribuna  Popular  de  81 
de  Diciembre  de  1891,  decíamos:  «Una 
institución  que  nace  con  un  capital 
inmovilizado  y  que  en  todo  caso  no 
representará,  ni  en  pequeña  parte  las 
pérdidas  inherentes  á  las  liquidacio- 
nes forzadas,:  es  una  institución  que 
nace  quebrada,  que  nada  valdrá,  ni 
para  sus  accionistas  ni  para  el  país. 
Es  una  máquina  de  ruina,  cuya  acción 
irradiará  por  todas  partes.  El  Banco 
solo  tendrá  por  delante  el  camino  de 
las  ejecuciones,  y,  agregábamos,  esto 
importará  la  depreciación  de  la  pro- 
piedad, en  progresión  geométrica  y 
con  esto  la, supresión  del  haber  del 
Banco.  Aterra,  concluíamos,  el  cua- 
dro de  lo  que  al  país  se  le  prepara 
con  esta  singular  conbinación  de 
Banco  Hipotecario  ». 

Preveíamos,  pues  á  tiempo,  lo  que 
sirve  hoy  de  lema  á  las  lamentaciones 
del  colega,  y  el  liecho  de  preverlo  nos 
valió,  como  recordarán  sus  lectores, 
ser  el  blanco  de  las  injurias  de  los  que 
se  servían  de  sus  columnas  para  deni- 
grar á  los  que,  como  nosotros,  no 
aplaudían  los  proyectos  oficiales. 

Teníamos,  sin  embargo  conciencia 
plena  de  lo  que  decíamos,  y  apelamos 
al  tiempo.  «El  tiempo  dirá  quien  tiene 
razón,  decíamos  entonces,  si  el  señor 
Ministro  y  la  comisión  que  endosa  sus 
proyectos,  ó  el  infrascripto». 

No  se  ha  necesitado  mucho  tiempo, 
para  que  se  reconozca  que  la  razón  es- 
taba de  nuestra  parte.  No  es  soio  el 
distinguido  colega  el  que  lo  reconoce; 
hoy  ya  son  todos. 

El  muy  ilustrado  Dr.  D.  Gonzalo  Ra- 


mírez, en  uno  de  los  notables  artículos 
que  viene  publicando  sobre  la  cues- 
tión del  Banco  Hipotecario,  dice  lo 
siguiente,  que  viene  á  confirmar  lo  que 
observamos: 

«Loque  es  verdaderamente  deses- 
perante, dice,  para  los  que  creen  que 
la  institución  de  la  cédula  está  toda- 
vía destinada,  á  operar  la  resurrección 
del  crédito  hipotecario,  es  verla  enfeu- 
dada á  un  Banco  en  liquidación  inde- 
finida y  que  guarda  el  privilegio  de 
emitirla,  como  uno  de  esos  títulos  de 
nobleza,  que  conservan  como  verda- 
deras reliquias,  los  últimos  vastagos 
de  una  aristocracia  arruinada.» 

*  * 

El  director  del  Banco  Hipotecario, 
para  sostener  el  derecho  de  cobrar  los 
servicios  atrasados  con  preferencia 
á  los  acreedores  del  Banco  Nacional, 
al  que  sustituye,  dice  que  esa  institu- 
ción no  es,  así  como  también  no  lo  era 
la  sección  hipotecaria,  hoy  á  su  cargo, 
más  que  un  intermediario  entre  los 
deudores  hipotecarios  y  sus  acreedo- 
res, los  tenedores  de  cédulas. 

Particular  empeño  manifiesta  el 
directorio  en  sostener  esta  condición 
de  intermediario,  que  verdaderamente 
es  la  que  corresponde,  ¡jero  no  por  esto 
se  robustecen  sus  pretensiones. 

Todos  los  servicios,  hasta  31  de  Di- 
ciembre de  1891,  fueron  pagados  á  los 
tenedores  de  las  cédulas,  con  fondos, 
en  gran  parte  del  Banco  Nacíoiial, 
debido  al  atraso  de  los  deudores  hipo- 
tecarios, con  lo  cual,  aún  cuando  ese 
Banco  no  fuese  más  que  un  interme- 
diario, está  subrogado  en  los  derechos 
de  los  tenedores  de  las  cédulas,  que 
podrán  cobrar  con  preferencia  todos 
los  servicios  posteriores,  pero  no  los  co- 
rrespondientes á  los  cupones  que  han 
recibido, loque  importaría  autorizarlos 
á  percibir  dos  veces  en  perjuicio  de 
los  acreedores  del  Banco  Nacional, 
que  anticipó  los  fondos. 

Hay  más;  queriendo  quedarse  con 
todos  los  servicios  atrasados,  los  tene- 
dores de  cédulas,  no  solo  vendrían  á 
cobrar  por  segunda  vez  lo  que  ya  han 
recibido  por  intereses,  sino  también  las 
comisiones  adeudadas  al  intermedia- 
río,  respecto  á  las  cuales  en  ningún 
caso  alcanza  su  derecho. 

Por  otra  parte,  el  carácter  de  ínter- 


DEL  Rio  de  la  Plata 


351 


mediarlo,  que  con  tanta  razón,  desde 
el  punto  de  vista  teórico,  revlndlca  el 
directorio,  aunque  en  la  práctica  esté 
procediendo  como  simple  agente  de 
los  tenedores  de  cédulas,  dá  lugar  á 
muy  serias  consideraciones. 

El  Banco,  cuando  le  ha  parecido 
conveniente,  se  ha  adjudicado  pro- 
piedades de  los  deudores  hipoteca- 
rios, mientras  que.  según  lo  determi- 
na expresamente  nuestro  código  civil 
y  todos  los  códigos  civiles  del  mun- 
do, les  está  vedado  á  los  mandatarios 
ó  comisionistas,  comprar,  aunque  sea 
en  remate  público,  propiedades  de  sus 
representantes.  Todas  las  adjudica- 
ciones hechas  en  estas  condiciones, 
son,  pues,  completamente  nulas,  de 
nulidad  insanable. 

Todo  loque  ha  podido  hacer  el  Ban- 
co Nacional  y  todo  lo  que  ha  podido 
hacer  hoy  el  Banco  Hipotecario,  es. 
como  lo  autorizan  los  contratos,  tomar 
posesión  de  las  propiedades  de  los 
deudores  morosos,  y  cobrar  por  si 
las  rentas  que   producen. 


*  * 


«El  Siglo»,  como  Jerome  Paturot. 
cree  que  estamos  en  el  mejor  de  los 
mundos  y  que  no  hay  más  que  seguir 
como  vamos,  malvendiendo  las  pro- 
piedades y  borrando  los  últimos  ras- 
tros de  crédito,  en  el  país,  para  con- 
seguir una  corriente  de  oro  que  reem- 
place con  ventaja  á  los  empréstitos  y 
supere  por  su  importancis  las  sumas 
que  se  ha  tratado  de  obtener  en  el  ex- 
terior. «La  producción  nacional,  dice, 
toma  á  su  cargo  suplir  al  país  por 
vía  de  aumento  de  producción,  apre- 
ciada grosso  modo  sobre  el  año  anterior, 
cinco  millones  de  pesos». 

El  colega  no  se  hace  cargo  de  que 
la  producción  necesita,  ante  todo,  la 
disponibilidad  de  capital,  siendo  el 
principal  beneficio  del  crédito  el  am- 
pliar su  acción  y  el  darle  una  distri- 
ción  que  le  permita  desempeñar  las 
funciones  poductivas  que  deben  co- 
rresponderle. 

Le  bastará  al  colega,  para  hacerse 
cargo  de  la  realidad  de  las  cosas,  acer- 
carse á  los  centros  realmente  produc- 
tores, y  se  encontrará  con  que  el  agri- 
cultor, que  en  condiciones  de  crédito, 
habría  sembrado  tres  ó  cuatro  veces  la 
extensión  de  lo  que  le   permiten  los 


límites  de  su  capital  no  se  anima 
hoy  ni  á  invertir  todo  lo  que  en  efec- 
tivo posee,  en  una  sementera.  Si  con- 
sulta á  un  saladerista,  le  dirá  que  no 
faena  más  que  una  parte  de  lo  que 
hubiera  deseado,  debido  á  la  carencia 
del  capital  de  giro  necesario.  Todos 
los  verdaderamente  productores,  le 
repetirán  lo  mismo;  la  falta  de  capital 
disponible,  limita  la  acción  de  unos  y 
coloca  á  otros  en  la  imposibilidad  ab- 
soluta de  entregarse  á  cualquiera  la- 
bor reproductiva. 

Nos  encontramos,  dias  pasados,  con 
un  fuerte  productor  de  Paysandú,  y 
preguntándole  por  esa  prosperidad, 
que  se  nos  pintaba  como  resultado  de 
la  práctica  del  sistema  ingoubilista,  nos 
dijo,  que  este  sería  uno  de  los  años 
peores  para  el  departamento .  Las  ven- 
tas hechas  en  él,  nos  agregó,  de  cam- 
pos, por  el  Banco  Hipotecario,  han 
abatido,  hasta  llevar  á  precios  irriso- 
rios, la  propiedad  raíz,  haciendo  com- 
prometida la  situación  de  los  que  se 
juzgaban  en  mejor  situación  de  fortu- 
na, de  tal  modo,  que  les  faltaba  el  cré- 
dito para  sus  operaciones  más  habi- 
tuales. 

Consulte  nuestro  distinguido  colega, 
la  estadística  y  verá  como  en  1873, 
sube,  con  el  desenvolvimiento  del 
crédito,  la  exportación  á  una  cifra  an- 
teriormente desconocida;  viene  la  res- 
tricción en  1875  y  la  exportación  re- 
trocede para  no  levantarse  sino  á 
medida  que  se  restablecían  los  valores 
y  renacía  el  crédito;  vuelve  un  periodo 
de  expansión,  y  en  1888,  es  cuando  la 
exportación  llega  á  sus  más  altas  ci- 
fras. 

La  escases  de  recursos  que  limita  las 
importaciones,  es  causa  también,  y 
muy  directa,  para  la  limitación  de  las 
exportaciones,  pues  si  se  necesita  di- 
nero para  pagar  consumos,  también 
se  necesita  para  producir 

Ahora  hace  un  año,  ya  tuvimos  oca- 
sión de  discutir,  con  el  apreciable  co- 
lega, sus  ideas  al  respecto.  El  contaba 
entonces,  como  segura  una  importa- 
ción de  unos  diez  y  seis  millones  de 
pesos  oro  en  el  año  1892,  como  saldo 
favorable  del  comercio  internacional. 
El  año  finaliza,  y  las  estadísticas  no 
revelan  por  ahora  semejante  maravi- 
lla. En  vez  de  importación  de  oro,  con- 
secuencia de  un  exceso  de  producción 


352 


Revista  Económica 


lo  que  tenemos  es  exj^ortación  de  pro- 
ductores y  de  consumidores.  La  de- 
presión produce  sus  resultados  lógicos. 


Tiene,  desgraciadamente,  que  con- 
tribuir al  malestar  general  del  país,  la 
disposición  del  gobierno  argentino, 
autorizando  las  cotizaciones  del  oro  á 
plazos,  lo  que  importa  inaugurar  una 
nueva  época  de  agio  en  la  Bolsa  de 
Buenos  Aires,  que  establecerá  fuertes 
primas  para  la  absorción  del  poco  oro 
que  nos  quede,  y  al  cual,  tan  insensa- 
tamente, le  conservamos  una  prima  de 
exportación. 

Los  beneficios  de  este  agio,  á  que 
nos  referimos,  son  tan  considerables, 
que  uno  de  los  Bancos  de  esta  ciudatl, 
con  sucursal  en  Montevideo,  obtuvo 
aquí,  en  poco  tiempo,  70  %  de  utilida- 
des. Conviene  más  traer  á  Buenos  Ai- 
res el  oro,  para  especular  con  él  di- 
rectamente ó  para  hacer  el  negocio 
seguro  de  darlo  en  caución  recibiendo 
papel,  con  lo  cual  se  beneficia  con  la 
colocación  del  oro  y  con  la  del  papel, 
recibido  en  garantía,  que  colocarlo  en 
descuentos  d.e  conformes  en  Montevi- 
deo, á  los  ínfimos  tipos  del  dia,  ó  en 
hipoteca,  cuando  el  Banco  Hipoteca- 
rio amenaza  no  dejar  ningún  valor 
subsistente. 

^  Además  de  esto,  queda  la  plaza  de 
Montevideo,  destinada  á  colmar  todos 
los  descubiertos  de  oro  de  la  plaza  de 
Buenos  Aires,  sin  que  se  necesite  para 
esto,  que  la  balanza  del  comercióle  dé 
un  saldo  á  favor.  Basta  entenderse 
con  los  que  ahí  tienen  casas  para,  gi- 
rando á  noventa  días,  giros  que  se 
pueden  ir  pagando  con  otros,  ex- 
traer todo  el  oro  disponible  en  la  pla- 
za. A  esto  se  añaden  las  operaciones 
de  arbitraje  con  Rio  Janeiro,  anchas 
puertas,  también,  para  la  extracción 
de  metálico,  sacrifií^ándose  así  la  esta- 
bilidad de  nuestras  transacciones,  se- 
gún las  exigencias  de  la  especulación 
de  bolsas  extrangeras. 

Este  estado  de  cosas,  que  es  la  raíz 
de  la  inconsistencia  de  todo  movi- 
miento progresista  en  el  Estado  Orien- 
tal, proporciona,  como  es  natural  que 
suceda,. beneficios  á determinado  gre- 
mio, y  por  desgracia,  son  sus  intereses 
tan  antagónicos  con  los  de  la  prosperi- 
dad del  país,  los  que  debido  á  una  in- 


comprensible ofuscación,  predominan 
en  la  prensa  y  en  los  consejos  del  go- 
bierno. 

Por  nuestra  parte,  hoy  mas  que 
nunca,  nos  encontramos  en  el  caso  de 
insistir  en  la  reforma  de  nuestro  sis- 
tema monetario.  Si  malo  es  el  papel 
inconvertible,  por  las  fluctuaciones  de 
su  valor,  peor  es  el  oro,  en  condiciones 
de  ventajosa  exi3ortabilidad,  que  hacen 
incierta  su  provisión,  y  lo  destinan  á 
servir  los  Monte-Carlos  vecinos,  con 
preferencia  á  la  producción  y  al  giro 
normal  del  pais. 

En  las  condiciones  actuales,  aunque 
el  pais  pudiese  realizar  un  emprésti- 
to tras  otro,  no  se  podría  suplir  de  un 
modo  permanente  la  deficiencia  de  la 
circulación  basada  en  el  oro,  puesto 
que  el  agio  le  privaría  de  las  mayores 
sumas  de  oro  que  lograse  importar, 
como  lo  ha  privado  de  todo  el  que  le 
entró  en  los  años  anteriores. 

Ahora  el  Poder  Ejecutivo  y  las  Cá- 
maras, han  admitido  la  conveniencia 
de  acuñar  plata,  pero,  cometiendo  el 
error  de  dejar  limitado  el  metal  blanco 
á  los  servicios  de  moneda  fraccionaria. 
No  se  ha  tenido  el  coraje  de  afrontar 
las  iras  del  ingoubilismo,  adoptando 
un  sistema  análogo  al  de  Francia,  Ale- 
mania y  Estados  Unidos,  países  en  los 
cuales  la  plata  circula  alternativamen- 
te con  el  oro.  No  se  ha  querido  tam- 
poco abordar  la  acuñación  de  una 
moneda  de  oro  nacional  con  el  peso  y 
ley  necesarias  para  evitar  que  sea  ma- 
teria de  especulación  exterior. 

Mientras  así  sigamos,  sometidos  al 
tutelaje  de  los  ínteres  antagónicos  al 
de  la  prosperidad  nacional,  seguirá  el 
país  rodando  por  la  pendiente  de  la 
ruina. 

Singular  fenómeno  es  el  que  presen- 
ta. Montevideo. 

Los  grandes  ideales  aparecen  vela- 
dos, mientras  que  el  mas  mínimo  in- 
cidente de  orden  secundario,  se  vuel- 
ve materia  de  preocupación  gene- 
ral. 

Los  términos  depresivos  del  Poder 
Ejecutivo  y  de  las  Cámaras,  conteni- 
dos en  un  artículo  de  U  Union  Fran- 
gaise,  traducido  por  La  Razón,  ha  pro- 
vocado protestas  y  producido  una 
agitación  que  las  cuestiones    funda- 


DEL   Río   DE   LA   PlATA 


353 


mentales    no    habían    logrado,    hace 
tiempo,  producir  entre  nosotros. 

Por  nuestra  parte  no  queremos  in- 
currir en  el  error  que  censuramos, 
entrando  á  ocuparnos  de  esa  publica- 
ción y  menos  de  entretener  á  nuesti'os 
lectores  con  riñas  personales,  y  S(j1o 
observaremos  Cjue  se  le  ha  dado  una 
notoriedad  al  diario  francés  que  no 
habla  alcanzado  hasta  hoy.  Su  artí- 
culo, como  todas  las  acusaciones  ge- 
nerales, tienen  en  su  contra  la  presun- 
ción de  la  injusticia,  pero  el  hecho 
es  que  se  ha  transformado  en  una 
verdadera  reusite. 

Dejando  el  artículo  de  lado,  nos  ocu- 
paremos de  una  de  las  cuestiones  de 
interés  general  que  incidentalmente 
se  ha  tocado  con  este  motivo  y  es  la 
del  derecho  de  los  extranjeros  de  tra- 
tar en  la  prensa  las  cuestiones  po- 
líticas del  país,  y  que  El  Dia  defiende 
en  nombre  de  la  libertad  del  pensa- 
miento y  de  nuestras  instituciones 
liberales. 

No  hay  que  confundir  los  debates 
científicos  ni  la  defensa  de  los  dere- 
chos humanos  ó  las  cuestiones  de 
carácter  municipal  con  las  que  son 
esencialmente  políticas. 

Lo  primero,  á  todos,  nacionales  y 
extranjeros,  corresponde,  sin  duda 
alguna;  pero,  las  segundas  que  afec- 
tan solo  ala  familia  nacional  ¿pueden 
corresponder  igualmente  á  los  que 
no  quieran  formar  jDarte  de  ella?  De 
seguro  no. 

Las  propagandas  y  diatribas  políti- 
cas, crean  movimientos  generales  en 
la  comunidad  nacional,  despiertan  y 
exacervan  pasiones,  y  nuestra  histo- 
ria nos  demuestra  como,  cuando  ellas 
han  degenerado  en  luchas,  los  mis- 
mos que  han  contribuido  á  provocar- 
las, han  ido,  enseguida,  á  ampararse  á 
sus  cónsules,  creándonos  diíicultades 
internacionales. 

Si  un  oriental  hubiese  publicado  en 
Francia  algo  análogo  á  lo  que  inserta 
L' Union  Frangaise,  ya  á  estas  horas  la 
autoridad  lo  habría  obligado  á  traspa- 
sar las  fronteras.  Ese  país  donde  así 
se  procede  es,  sin  embargo,  la  patria  de 
la  declaración  de  los  derechos  del 
hombre  y  una  de  las  naciones  prácti- 
camente más  liberales  del  mundo. 

Uno  de  nuestros  primeros  gobiernos 
patrios,  fundado  en  las  razones  que 


reproducimos,  limitó,  por  decreto,  á  los 
nacionales  la  facultad  de  tratar  por  la 
prensa  las  cuestiones  de  carácter  po- 
lítico. Nuestras  Cámaras  deben  ocu- 
parse del  estudio  de  esta  cuestión. 


REVISTA  BUliSÁTlL 


La  principal  novedad  en  la  Bolsa  de 
Buenos  Aires  en  la  segunda  quincena 
de  octubre,  ha  sido  la  resolución,  me- 
diante la  cual  se  suprimía  en  las  coti- 
zaciones la  designación  de  mone- 
das especiales  y  se  autorizó  la  venta 
oficial  del  oro  á  plazos.  Lo  primero 
importa  una  gran  facilidad  para  el 
público  y  simplificación  de  las  opera- 
ciones, pero  no  juzgamos  tan  acertado 
lo  segundo,  pues  importa  inaugurar 
de  nuevo  el  agio  del  metálico  en  vasta 
escala. 

Las  últimas  cotizaciones  en  mone- 
das especiales  nos  dan  las  onzas  á 
50.70,  y  las  libras  á  15.72,  que  son  res- 
pectivamente 50  y  17  centavos  más 
que  en  la  quincena  anterior. 

Se  ha  manifestado  una  marcada 
tendencia  de  baja  en  los  cambios  so- 
bre Europa. 

Lo  más  notable  del  movimiento  bur- 
sátil es  la  fuerte  baja  operada  en  los 
cheques  del  Banco  Nacional,  cuyo  des- 
cuento, que  al  comienzo  de  la  quince- 
na era  al  16  %,  bajó  al  fin  de  ésta  á 
8.50  %.  Los  del  Banco  de  la  Provincia 
han  oscilado  entre  26.50  y  34,  respon- 
diendo las  fluctuaciones  á  accidenta- 
les ofertas  de  depositantes  urgidos. 
La  mejora  de  las  condicionos  de  ese 
establecimiento  hará  que  éstos  títulos 
continúen  apreciándose  cada  día  más. 

La  quincena  bursátil  oriental  se  ase- 
meja mucho  á  la  anterior,  reflejando 
la  situación  abatida  del  país. 

De  los  títulos  que  se  cotizan,  solo  la 
deuda  consolidada  se  mantiene  firme, 
V  esto  debido  á  que  se  rige  por  sus  co- 
tizaciones en  Europa.  Las  cédulas  ba- 
jan cada  día  más,  y  las  acciones  del 
Banco  Hipotecario  quedan  á  8,  habieri- 
do  bajado  un  punto  en  el  mes,  y,  si- 
guiendo su  directorio  por  el  camino 
en  que  está,  antes  de  ocho  meses  lle- 
garán á  cero. 

El  mercado  de  cambios  queda  en 
general  ílojo. 


354 

Revista 

Económica 

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Saldos  á  pagar 

Intereses,  Descuent 
Varias  cuentas 

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DEL  Rio  de  la  Plata 


355 


Movimiento  bursátil  de  la  segunda  quincena  de  Octubre  de  1892 


BOLSA  DE  BUENOS  AIRES 

(  DEL   15   AL   31    DE   OCTUBRE  ) 


Metálico 


Onzas 

Libras  esterlinas. 


Cambios 


Inglaterra. 
Francia. . . 

Bélgica 

Alemania  . 


Cheques 


Banco  Nacional 

Banco   de  la  Provincia 

Banco  Hipot.  de  la  Provincia- 


-bonos. 


cédulas  Hipotecarias  Nacionales 


berie 
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(oro)  5  %  de 


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Cédulas  Hipotecarias  Provinciales 


Serie  A  (oro)  6|% 


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renta 19 


Fondos  y  Títulos  Públicos 

Fondos  Públicos  Nacionales  de  1884. 

Empréstito  Nacional  Interno  1891 

Id.  de  1892 

Deuda  Municipal  de  la  Capital  .  . . 


50  20 
15  45 


47  i 

5  03 
4  05 


16  — 
32  — 

20  10 


34 

97 
95 
83 
93 
93 


31  — 

31  60 
29  30 

29  50 

30  40 
29  80 

32  80 
32  60 
32  80 
32  80 
32  80 
32  90 


53  — 
73  30 
67  70 
61  40 


49  90 
15  60 


4  98 
4  98 
4  02 


26  1 
17  80 


31 

94 

87 
92 
90 


30  — 
30  10 

32  50 

30  80 

31  — 
31  — 
31  — 
31  — 
31  — 


55  — 
72  50 
66  20 
60  20 


50  90 
15  91 


47  I 
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4  98 
4  04 


16  — 
34  — 

20  60 


96 
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93 
92 


30  90 

32  — 

32  50 
32  50 
32  50 
32  30 
32  60 
32  50 
32  60 


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73  50 
68  80 
62  — 


50  70 
15  72 


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4  98 
4  03 


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19  40 


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92 
90 


19  — 

31  — 

31  60 

30  80 

30  90 

30  40 

32  50 

32  10 

32  — 

32  10 

32  — 

32  — 

32  10 

55  — 

73  30 

66  70 

61  20 

356 


Revista  Económica 


Ultimo  precio 

HASTA         '   WIAS    BAJO  '  MAS   ALTO 

o'bre.  15 


ültiaio  precio 

HASTA 

o'bre.  81 


Acciones 


BANCOS 


Español  del  Rio  de  la  Plata jl06  50 

Italia  y  »      »    »      »     (oro) I  94  — 

Crédito  Real 

Nuevo  Banco  Italiano 

Banco  de    la    Bolsa 

Francés   del  Rio  de  la  Plata 

Hipotecario  de  la  Capital  (Bonos  oro) . . 

Constructor  de  la    Plata 

Id  id  id  (obligaciones) 

Agrícola    Comercial 

Banco    Inmoviliario : 

Banco  del   Comercio 

Banco   Caja  de  Descuentos 

Comercial  de  la  Plata 

Comercial 

Banco  Sud-Americano 


105 


42  50 


O  80 
22  — 


compañías 


La  Edificadora 78  — 

La  Previsora  (Compañía  de  Seguros) .    27  — 
La  Primitiva  (Compañía  de  Gas) ....    88  — 

Gas  Argentino i  53  — 

Empresa  del  Edificio  de  la  Bolsa ;130  — 

La  Argentina  (fábrica  de  papel) :  83  — 

Muelle  y  Depósitos  de  las  Catalinas. ...      9  90 
LaBuenos  Aires  (Compañía  de  Seguros)!  13  — 

Compañía  General  de  Reaseguros 1    7  — 

Kid  y  Ca \   2  — 

Telegráfico  Telefónica 6o  — 

Constructora   Argentina 14  — 


BOLSA   DE   MONTEVIDEO 

(del  15  AL  31    DE  OCTUBRE) 


Billetes  Banco   Nacional 

Títulos    hipotecarios   Serie    D 

Cédulas  hipotecarías      »       A 

»  ))  »        C 

Deuda  del  Interior 

Id.      Consolidada 

Acciones  Banco  Hipotecario . . 

CAMBIOS 

Inglaterra 

Francia ' 

Bélgica 

Alemania 


40  20 
24  — 

24  40 

25  — 

26  40 
33  40 

8  — 


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5  35 
4  32 


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8  60 


40  — 
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22  70 

25  20 
31  60 

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5  34 
5  31 


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42  50 
1  — 

90  


90 


9  40 


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25  — 

26  40 

27  20 
34  — 

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106  — 

94  — 

31  — 

56  — 

45  — 

42  50 

64  75 

4  50 

O  80 

24  — 

22  — 

90  — 

50  — 

8  50 

30  — 
29  — 

31  — 


78  — 

27  

90  — 

53  — 

130  — 

83  — 
8  90 

13  — 

7  — 

7  — 

65  — 

14  — 


40  — 

25  — 
23  20 
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8 


60 


50 


5  35 
5  35 
4  33 


2*  Época — Núm.  14. 


20  de  Noviembre  de  1892. 


REVISTA  ECONÓMICA 

DEL 

Río  de  la  plata 


Director:   DOMINGO   LAMAS 


UNIDAD  DE  EllISIÓN 

Y  DESCENTRALIZACIÓN  BANCARIA 


Nuestro  colega  argentino  Tribuna, 
pretende,  todavía,  aunque  débilmente, 
sostener  su  singular  proyecto  de  un 
Banco  único,  levantado  sobre  la  base 
de  los  Bancos  Provinciales,  que  serían 
absorbidos  por  la  nación,  é  insiste  en 
que  la  unidad  de  emisión  establecida 
en  Inglaterra  y  en  los  Estados-Unidos, 
importa  la  centralización  del  crédito. 

No  puede  darse  nada  más  insoste- 
nible que  la  confusión  que  hace,  enti-e 
la  emisión  de  papel  y  las  funciones 
propiamente  bancarias;  y,  como  com- 
probación de  lo  que  le  decíamos, 
podremos  citarle  al  colega,  entre  mu- 
chas autoridades,  á  Mr.'GÍadstone,  al 
eminente  tratadista  norte-americano 
Amasa  Walker,  y  á  Mr.  Wolowskí, 
que,  resumiendo  la  opinión  de  los  dos 
primeros,  dice  «que  hay  que  distin- 
guir los  servicios  de  Bancos  de  los 
servicios  de  emisión  que  requieren 
una  reglamentación  severa  y  que  tien- 
den á  la  unidad». 

Estas  son  las  conclusiones  de  la 
ciencia  y  la  experiencia  universal;  y 
vamos  ahora  á  probarle  al  distingui- 
do colega,  que  es,  como  le  decíamos, 
realmente  meterse  en  el  brete,  citar 
el  ejemplo  del  sistema  inglés  y  el  de 
los  Estados  Unidos,  en  apoyo  de  su 
tesis  de  que  la  centralización  de  la 
emisión  importa  la  de  las  operaciones 
de  Banco. 

Sir  Robert  Peel,  al  sostener,  en  el 
Parlamento  inglés,  la  centralización 
de  las   emisiones  bancarias,  que    se 


estableció  por  el  acta  de  1844,  definió 
en  los  siguientes  términos  las  ideas 
fundamentales  de  ese  sistema.  «Nues- 
tro punto  de  partida,  dijo,  es  el  de 
que  debe  hacerse  una  distinción  esen- 
cial entre  el  privilegio  de  emisión  y 
las  operaciones  del  Banco.  Pensa- 
mos que  son  dos  órdenes  de  hechos 
enteramente  distintos.  Pensamos  que 
el  privilegio  de  emitir  billetes,  debe 
ser  sometido  al  control  del  Estado, 
y  que,  por  el  contrario,  la  más  grande 
independencia,  lamas  perfecta  latitud 
debe  imperar  en  las  operaciones  de 
Banco.  Respecto  de  éstas,  nuestra 
opinión  es,  que  el  Banco  de  Inglaterra, 
no  puede  ser  sometido  á  restriccio- 
Ties  mas  severas  que  las  que  rijan 
para  los  otros  establecimientos  finan- 
cieros de  la  misma  naturaleza  y  que 
él  debe  gozar  igualmente  de  los  be- 
neíicios  (lo  un  sistema  de  plena  li- 
bertad.» 

Pasemos  ahora  á  los  Estados  Uni- 
dos. La  ley  de  los  Bancos  nacionales 
de  1864,  á  que  se  refiere  el  colega, 
no  importó  mas  que  la  generalización 
del  sistema  adoptado  desde  años  atrás 
en  Nueva  York,  y  que,  como  en  1839, 
lo  expresaba  con  exactitud  M.  Condy 
Raguet.  tiene  por  base  la  distinción 
fundamental  siguiente:  «las  operacio- 
nes de  FJanco  son  una  cosa  y  otra  las 
emisiones  de  moneda  de  papel;  no 
hay  ningún  vínculo  necesario  entre 
las'  dos.» 

Otro  argumento  del  colega  es  que 
los  Bancos  locales  no  pueden  subsis- 
tir sin  el  derecho  de  emisión,  y  agrega 
que  la  emisión  de  moneda  de  papel, 
ha  sido  el  único  oficio  de  los  Bancos 
locales,  en  el  pasado  y  el  presente, 
en  lo  que  demuestra  igual  descono- 


358 


Revista   Económica 


cimiento  de  las  funciones  propias  de 
los  Bancos  que  de  la  historia  y  con- 
diciones actuales  de  los  establecimien- 
tos de  este  género  que  existen  en  las 
provincias. 

El  fin  de  un  Banco,  consiste:  1°.  en 
concentrar  el  capital  disponible  conjun- 
tamente con  los  pedidos,  á  fin  de  darle 
una  aplicación  más  constante,  aumen- 
tando por  el  hecho  su  eficacia;  y  2°,  en 
extender  los  beneficios  del  crédito 
por  la  distribución  de  sus  capitales, 
en  la  forma  más  conveniente  á  los  in- 
tereses sociales,  la  mayor  amplitud 
de  servicios  que  permite  la  garantía 
de  la  multiplicidad  de  riesgos,ylos  ma- 
yores elementos  disponibles  que  pro- 
porcionan las  compensaciones  que  fa- 
cilita y  la  rapidez  que  promueve  en  el 
giro  general. 

Nada  de  esto  tiene  que  ver  con  la 
emisión  de  papel,  y  donde  exista  cual- 
quier suma  de  ahorros  ó  cualquier 
movimiento  comercial,  existen  ele- 
mentos y  necesidad  de  operaciones 
ban  carias. 

El  Banco  de  la  Provincia  de  Buenos 
Aires,  creció  y  se  desenvolvió  sin 
emitir  papel  por  su  cuenta;  todas  las 
emisiones  de  moneda  corriente  fue- 
ron hechas  por  cuenta  de  los  gobier- 
nos de  la  Nación  y  de  la  Provincia, 
no  pudiendo  el  Banco  utilizar  esos 
billetes  sino  mediante  su  adquisición 
por  depósitos  y  cobranzas,  como  po- 
día hacerlo  el  último  de  los  particu- 
lares. Vino  el  sistema  de  los  Bancos 
Nacionales,  y  lejos  de  ser  los  Bancos 
habilitados  por  las  emisiones  de  pa- 
pel inconvertible,  ellos  fueron  com- 
pradores y  no  emisores  de  billetes, 
dando  oro  contra  éstos,  con  lo  cual 
las  provincias  hicieron  un  negocio 
tan  pésimo  para  ellas  y  para  susBan- 
cos,  como  excelente  para  la  Nación. 

Lea  el  colega  nuestro  artículo  pu- 
blicado en  el  número  11,  con  el  título 
de  La  Nación  sacrificando  á  las  Provincias. 
y  se  verá  en  él  demostrado  numéri- 
camente lo  que  decimos. 

Contestado  asi,  todo  lo  que  hay  de 
sustancial  en  el  artículo  de  la  Tribuna, 
nos  permitirá  el  colega  que  le  mani- 
festemos que  no  esperábamos  que  la 
contrariedad  de  nuestra  anterior  repu- 
tación razonada,  lo  ofuscase  á  punto  de 
hacerle  desconocer  los  dos  principales 
méritos  de   nuestra  publicación,  que 


son  su  nunca  desmentida  cultura,  y 
ser  siempre  franca  imparcialidad. 

No  nos  citará  el  colega  una  sola  ex- 
presión en  nuestro  artículo  que  no  cor- 
responda al  comedimiento  que  nos  es 
habitual.  En  cuanto,  á  la  cuestión  de 
unidad  y  federación  que,  dada  la  cons- 
titución argentina  debiera  considerar- 
se cerrada,  no  es  á  nosotros  á  quien 
puede  aplicarse  el  cargo  de  intentar 
reabrirla,  sino  precisaniente  al  distin- 
guido colega  que  pone  su  autoridad  al 
servicio  de  un  proyecto  que  contra- 
riaría fundamentalmente  la  organiza- 
ción política  de  la  República  y  que  lo 
sostiene  reviviendo  los  argumentos 
la  antiííua  escuela  uuitaria. 


ACUÑACIÓN  DE  MONEDA  PROVINCIAL 

EN  MENDOZA 

EN  LOS  AÑOS  DE  1822-1824 

A  principios  del  año  IH^S  las  Provin- 
cias de  Cuyo  se  encontraban  en  plena 
crisis  económica.  Arruinado  su  comer- 
cio y  cegadas  las  fuentes  de  produc- 
ción, la  vida  se  hacía  difícil,  pues  ni 
siquiei'a había  moneda  conque  adqui- 
rir aún  los  objetos  de  primera  nece- 
sidad. 

Mendoza  había  visto  desaparecer  la 
moneda  de  plata  cortada,  que  era  la 
que  circulaba  hasta  entonces,  pues, 
no  produciendo  el  })aís  ni  frutos,  ni 
exportando  mercaderías  bastantes 
para  pagar  las  que  se  introducían  de 
Chile  para  su  consumo,  fué  necesario 
saldar  esta  diferencia  jon  moneda 
efectiva. 

En  tal  estado  de  cosas,  el  coronel 
D.  Pedro  Molina,  que  había  sido  electo 
gobernador  en  Mayo  de  1822,  creyó  cor- 
tar el  mal  acuñando  moneda  por  cuen- 
ta de  la  Provincia.  A  este  fin  se  dirigió 
á  la  Honorable  Junta  Representativa 
pidiendo  autorización  para  establecer 
una  Casa  de  Moneda,  bajo  la  denomi- 
nación de  «El  Cuño». 

La  Junta,  después  de  un  detenido 
estudio  del  asunto,  sancionó,  con  fecha 
6  de  Agosto  de  1822,  la  siguiente  reso- 
lución: 

«La  Honorable  Junta,  en  sesión  de 
«  esta  fecha, ha  sancionado  el  proyecto 


DEL  Rio  de  la  Plata 


359 


«  de  V.  S.  estableciendo  un  Cuño  Pro- 
« vincial,  y,  en  su  consecuencia,  ha 
«  acordado  proceda  V.  S.  á  verificarlo 
«  con  la  economía  que  exigen  las  cir- 
« cunstancias  en  su  administración, 
«  debiendo  fielmente  observarse  en  la 
«  amonedación  el  peso  y  ley  de  la  mo- 
«  neda  nacional,  tomando  por  modelo 
«  el  signo  de  la  cortada,  corriente  por 
«  ahora.»  (Ij. 

Mientras  el  gobierno  preparaba  las 
máquinas  y  útiles  para  establecer  el 
Cuño  Provincial,  donde  debían  sellar- 
se monedas  que  tuvieran  por  modelo 
el  signo  de  la  «cortada  corriente»,  que 
no  era  otro  que  el  de  las  piezas  de 
plata  selladas  en  las  Casas  de  Moneda 
de  Potosí,  Lima  y  México,  conocidas 
por  plata  macuquina,  se  dirigió  nueva- 
mente á  la  Junta,  proponiéndole  acu- 
ñar moneda  provincial  de  cobre,  y  ésta 
accedió  á  lo  pedido,  disponiendo  en  27 
de  Setiembre  de  1822: 

«  1°.  Que  se  establecerá  una  moneda 
«  de  cobre  y  su  valor  será  el  del  octavo 
«de  real  de  plata. 

«  2''.  Su  forma  será  circular,  su  peso 
«  y  diáuietro  el  de  un  término  medio 
« entre  el  medio  y  cuarto  real  plata 
«  de  la  Nación. 

«  3*'.  Llevará  de  un  lado  grabadas  las 
«  armas  de  Mendoza  y  por  el  otro  el 
«  número  que  indica  su  valor. 

«  4p.  Se  sellará  por  ahora  la  cantidad 
« de  diez  mil   pesos.»  (2). 

El  gobierno  observó  esta  ley  en  lo 
relativo  al  peso  y  diámetro  de  la  mo- 
nedado cobre,  y  la  Junta,  admitiendo 
esas  observaciones,  modificó  su  ante- 
rior resolución,  disponiendo  en  29  de 
Octubre: 

« 1°.  Que  el  artículo  2"  de  la  ley  de 
«27  de  Septiembre  queda  subsistente 
«  en  cuanto  á  la  forma  circular. 

«2°.  El  diámetro  del  octavo  de  cobre 
«  deberá  í^erel  del  real  plata  nacional, 
«  y  el  peso  el  de  dos.» 

Terminada  ya  la  instalación  de  la 
Casa  de  Amonedación,  de  la  cual  tan- 
tos beneficios  esperaba  el  pueblo  men- 
docino,  el  gobierno  dispuso  dar  al  acto 
de  la  inauguración  todo  eJ  explendor 
posible,  á  cuyo  efecto  invitó  á  las 
autoridades  civiles  y  militares,  á  la 


(1)  Archivo  de  Mendoza. 

(2)  ArchiTO  de  Mendoza. 


Sociedad  de  Enseñanza  Mutua  y  al 
pueblo,  á,  concurrir  á  la  casa  donde  se 
había  instalado  «El  Cuño»,  á  fin  de 
presenciar  el  acto  de  sellarse  las  pri- 
meras monedas  provinciales. 

El  día  antes  del  señalado  para  la 
inauguración,  se  publicó  el  siguiente 
bando: 

«  Estando  cumplida  la  soberana  re- 
«  solución  de  la  Junta  y  para  darse  á 
«  luz  la  moneda  con  los  requisitos 
«  prevenidos,  ordeno  y  mando: 

«  1».  Que  se  admitirá  y  circulará  la 
«  expresada  moneda  en  todo  el  terri- 
«  torio  y  jurisdicción  de  este  gobierno, 
«  con  el  mismo  valor  y  legitimidad  que 
«  ha  tenido  siempre  la  antigua  rnone- 
«  da  nacional. 

«  2°.  Si  alguna  persona  resistiese 
«  admitirla,  ya  sea  en  el  mercado,  ya 
«  en  pago  de  algún  crédito  ó  por  algu- 
fi  na  otra  causa,  sufrirá  pena  pecunia- 
«  ria  en  favor  del  Estado,  según  la 
(i  naturaleza  y  circunstancias  del  caso. 

« 3°.  La  persona  que  clandestina- 
«  mente  acuñe  esta  misma  moneda, 
«  ú  otra  cualquiera  de  las  que  circu- 
«  len,  sufrirá  irremisiblemente  la  pena 
«  de  muerte  y  sus  bienes  serán  con- 
«  fiscados. 

«  40.  La  mitad  de  ellos  se  aplicará 
«  en  favor  del  denunciante,  caso  de 
«  haberlo  en  tan  gravísimo  crimen.). 

El  día  13  de  Noviembre  de  1822,  ha- 
llándose reunidos  en  el  local  de  la 
Casa  de  Amonedación  el  gobierno  y 
lo  más  distinguido  del  pueblo,  y  en 
medio  de  músicas  y  cohetes,  se  sella- 
ron las  primeras  monedas  provin- 
ciales. 

En  ese  día  y  en  tres  distintas  oca- 
siones se  acuñaron  treinta  y  seis 
piezas,  que  fueron  en  el  acto  distri- 
buidas entre  las  personas  que  se  ha- 
llaban presentes  en  el  acto  de  la 
inauguración. 

Er  alborozo  con  que  el  pueblo  de 
Mendoza  festejábala  inaugui-acion  del 
Cuño  era  debido  á  la  creencia  de  quo 
con  la  nueva  moneda  el  comercio  y 
la  industria  renacería  y  cesaría  para 
siempre  la  escasez  del  medio  circu- 
lante; y  á  tal  punto  llegó  el  entusias- 
mo, que  las  familias  llevaban  a  la  Casa 
de  J-.monedación  sus  alhajas  y  vajillas 
de  plata  para  convertirlas  en  moneda 

Opl  1  Q  H  Q 

El  procedimiento  que  se  seguía  para 


360 


Revista   Ecoñóaíica 


la  fabricación  de  la  moneda  era  el 
más  primitivo.  Los  metales,  barras  ó 
chafalonía,  se  fundían  á  fin  de  pro- 
ducir un  lingote,  el  cual  se  batía  á 
martillo  para'reducirlo  alamina; luego 
sfí  cortaban  á  tranchas  discos  del  ta- 
maño conveniente,  los  cuales,  puestos 
•entre  dos  cuños,  eran  golpeados  á 
mazo,  quedando  así  lista  y  concluida 
3a  operación. 

Siguiendo  el  j^rocedimiento  que  acá- 
bameos de  describir,  se  sellaron  pese- 
tas y  cuartos,  que,  como  se  comprende, 
tenían  que  sei'  defectuosos  en  su  for- 
ma, carecer  del  peso  justo  y  de  una 
ley  uniforme. 

Como  hemos  dicho,  era  creencia  en 
Mendoza  que  con  el  hecho  de  sellar 
monedas  la  Provincia  se  enriquecería. 
De  ahí  que  la  Junta  Representativa, 
después  de  dictar  la  ley  antes  men- 
cionada para  que  se  acuñase  moneda 
de  plata  y  de  cobre,  dictara  otra  en  15 
de  Enero  de  1823,  disponiendo: 

«  1*'.  Que  se  acuñara  oro  con  el  sello 
«  de  la  Provincia. 

«  2°.  Se  adoptará  para  esta  moneda 
«  el  modelo  detallado  por  la  Nación 
«  para  este  metal  en  su  signo,  ley,  for- 
«  ma,  diámetro,  etc. 

(( 3".  El  goljíerno  se  encargará  de 
«  ordenar  "su  circulación,  adoptando 
"  las  medidas  que  crea  oportunas  al 
'(  efecto.» 

La  moneda  de  plata  que  se  sellaba 
en  «El  Cuño»,  era  en  pequeña  canti- 
dad, por  falta  de  metales,  pues  el  go- 
bierno no  tenía  fondos  para  adquirir- 
los; de  modo  que,  como  la  ley  disponía 
se  acuñara  oro,  bien  pronto  sucedió 
que  la  Provincia  no  tuvo  fondos  para 
adquirir  el  metal.  Por  otra  parte,  mo- 
nedas de  cordón,  de  oro,  y  plata,  como 
disponía,  la  ley  sobre  acuñación,  no 
podían  sellarse  en  Mendoza  por  no  ha- 
ber, ni  ser  posible  construirlas  en  el 
país,  las  máquinas  necesarias  para 
efectuar  esa  operación. 

La  moneda  de  plata,  que  continuaba 
saliendo  en  pequeñas  cantidades  de  la 
Casa  de  Amonedación,  era  tan  imper- 
fecta que  debía  dar  lugar  á  que  fácil- 
mente se  imitara,  como  en  efecto 
sucedió.  Pocos  meses  después  de  inau- 
gurado «El  Cuño»,  circulaban  mone- 
das falsas,  que,  aunque  presentaban 
cierta    semejanza  con  las  legítimas, 


eran  de  una  plata  de  bajisima  ley,  de 
zinc  y  aún  de  plomo. 

El  gobernador  Molina  no  prestó  á 
este  asunto  la  atención  que  merecía: 
y  de  ahí  vino  que  las  falsificaciones  se 
aumentaran  de  una  manera  alarman- 
te. En  el  pueblo  empezábase  á  sentir 
un  cierto  malestar;  el  comercio  negá- 
base á  recibir  la  moneda  provincial,  y 
la  Junta,  creyendo  que  volvería  á  recu- 
perar el  perdido  crédito  la  moneda  de 
la  Provincia,  sancionó  una  nueva  ley 
en  5  de  Julio  de  1823,  en  que  dispuso: 

«  1°.  Que  se  sellara  oro  y  plata  de 
«  cordón  en  la  Casa  de  Moneda  de  esta 
«  Provincia. 

«  2».  Se  observará  fielmente  en  la 
«  amonedación  el  modelo  de  la  na- 
«  cional.  en  su  peso,  ley,  diámetro  y 
«  signo. 

«  3».  Llevará  las  iniciales  de  Mendo- 
«  za  en  el  lugar  que  corresponde. 

«  i^.  Se  encarga  al  Ejecutivo  su  cír- 
«  culo  y  respetabilidad,  y  al  efecto 
«  tomará  las  providencias  que  sean 
«  necesarias.»  (1) 

Mientras  que  dentro  y  fuera  de 
la  Provincia  se  hacían  las  gestiones 
para  el  cumplimiento  de  la  anterior 
ley,  continuaba  en  Mendoza  en  todo 
su  apogeo  la  falsificación  de  la  mone- 
da provincial. 

El  partido  opositor  al  gobernador 
Molina  hacía  valer  como  arma  política 
la  cuestión  de  la  moneda,  acusando  al 
gobierno  por  su  inacción  en  castigar 
á  los  falsificadores.  Aquél,  á  su  vez,  se 
escusaba  con  que  era  inaplicable  la 
pena  del  fuego,  que  establecían  las  leyes 
españolas  vigentes  en  la  Provincia 
para  los  falsos  monederos,  como  lo 
eran  también  las  que  el  Gol3Íerno  ha- 
bía establecido  al  reglamentarla  ley 
del  6  de  Agosto  de  1822.  En  esa  emer- 
gencia, se  dirigió  ala  Junta  Represen- 
tativa, con  fecha  1°  de  Diciembre  de 
1823,  pidiendo  la  sanción  de  una  le}'" 
que  penara  con  multa  y  presidio  á  los 
falsificadores  de  la  moneda  provincial, 
pues  era  de  la  mayor  urgencia,  decía, 
atajar  el  progreso  del  mal  que  se  trata  de 
cortar. 

La  Junta,  reunida  en  sesión  extraor- 
dinaria, acordó  entonces: 

«  1°.  Que  el  falsificador  de  moneda 


(1)  Ai'i'liivo  de  Mendoza, 


DEL   Rio   DE   LA   PlATA 


361 


K  incurría  en  la  pena  de  perder  toda 
«  la  que  se  le  encontrara,  y  además 
<(  dos  mil  pesos  de  nmlta,  y,  en  su  de- 
«  fecto.  seis  años  de  destierro  fuera  ile 
«  la  Provincia. 

«  2°.  El  introductor  de  la  íalsa  mo- 
«  neda  es  incurso  en  la  pena  de  perder 
«  toda  laque  introduzca,  y  además  dos 
V  mil  pesos  de  multa,  y,  en  su  delecto, 
K  seis  años  de  destierro  fuera  de  la 
«  Provincia. 

«  8°.  Los  delincuentes  en  los  dos  ar- 
«  tículos  precedentes,  si  no  son  veciuos 
«<  de  la  Provincia,  sufrirán  la  pena  de 
<'  seis  años  de  presidio,  en  obras  pü- 
«  blicas. 

((  4°.  Los  cómijlices  en  el  1°  y  '2"  arti- 
'<  culo  son  igualmente  comprendidos 
"  en  las  penas  que  en  ellos  impone. 

K  5".  Los  artículos  anteriores  com- 
'(  prenden  á  todas  las  clases,  sin  dis- 
«  tinción  de  privilegios  y  personas. 

«  6°.  8e  encarga  al  gobierno  la  más 
«  rigurosa  observancia  é  inflexible 
"  aplicación  de  estas  penas,  é  igual- 
K  mente  tomará  todas  las  providencias 
«  que  crea  oportunas  al  más  exac- 
« to  cumplimiento  de  esta  resolu- 
«.  ción.»    (]). 

El  pueblo  que  había  perdido  la  con- 
íianza  en  la  moneda  provincial,  en  vista 
de  la  enorme  cantidad  de  la  falsa  que 
circulaba,  muy  poca  fe  tenía  en  las 
leyes  dictadas  por  la  Junta  contra  los 
monederos  falsos,  puesto  que  en  más 
de  un  año  que  funcionaba  «El  Cuño», 
ni  el  gobierno  ni  las  autoridades  ha- 
bían tomado  medida  alguna  para  ]jer- 
seguir  á  los  falsificador-es. 

El  comercio  de  la  ciudad  propuso  en- 
tonces á  la  Junta  sustituir  la  moneda 
provincial  por  papel  moneda,  el  cual, 
bien  garantido,  se  comprometía  á  re- 
cibir y  circular  como  moneda  metá- 
lica. 

Como  había  en  el  pueblo  una  gran 
excitación  con  motivo  de  la  cuestión 
de  la  moneda,  la  Junta  resolvió  que 
las  sesiones  en  que  se  tratara  este 
asunto  fueran  públicas;  y,  dispuesta 
como  estaba  á  dar  al  negocio  una  pre- 
ferente atención,  invitó  al  Gobernador 
de  la  Provincia  para  una  reunión 
que  tendría  lugar  el  6  de  Diciembre 
de  1823.  Molina  aceptando  la  invita- 
ción concurrió  al  local  de  la  Junta  v 


1.1)  Areliivo  de  Mendoza. 


fué  á  tomar  asiento  á  la  derecha  del 
Presidente.  Se  invitó  igualmente  á 
una  delegación  del  comercio,  á  fin 
de  que  diese  explicaciones  sobre  el 
proyecto  que  habían  manifestado  del 
establecimiento  de  un  Banco  y  emi- 
sión de  papel  moneda.  En  el  curso 
de  la  discusión  se  acordó  oír  la  opi- 
nión de  los  hacendados,que  formaban 
un  gremio  muy  importante  de  la 
Provincia;  y  habiendo  concurrido  en 
efecto  á  la  sesión  del  7  de  Diciembre, 
aconsejaron  resellar  toda  la  moneda 
provincial  á  fin  de  poder  así  distin- 
guir la  buena  de  la  falsa. 

A  nada  definitivo  se  arribó  en  es- 
tas sesiones,  y  el  asunto  hubo  de 
quedar  pendiente  hasta  el  11  de  Di- 
ciembre en  que  el  Gobierno  haciendo 
suya  la  idea  de  los  hacendados,  pro- 
puso á  la  Junta  resellar  la  moneda 
provincial,  proyecto  que  ace{)tó  en  se- 
guida, sancionando  el  12  de  Diciembre 
la  siguiente  resolución. 

«  1". — 8e  sobresellará  toda  la  mo- 
«  neda,  á  escepción  de  la  que  aparez- 
«  ca  ser  de  plata. 

«  2».— Se  encarga  al  Gobierno  la 
«  ejecución  de  este  decreto  y  á  su 
«  cumplimiento  se  tomarán  las  niedi- 
«  das  que  sean  convenientes.» 

La  agitación  pública  crecía  por 
momentos.  El  comercio  derrotado 
en  su  proyecto  de  emisión  de  papel 
para  retirar  la  moneda  provincial, 
se  negaba  á  recibirla,  declarando  que 
era  falsa  la  que  circulaba. 

La  Junta  urgía  al  Gobierno  para 
que  apurara  el  resello  de  la  moneda, 
y  al  efecto,  el  24  de  Diciembre  le  diri- 
gía la   siguiente  comunicación: 

«  La  Honorable  Sala  de  flepresentan- 
«  tes,  en  sesión  de  anoche,  ha  tenido 
«  en  consideración  que  la  demora  del 
«  sobresello  puede  ser  perjudicial, 
«  pues  es  muy  probable  que  los  mo- 
«  nederos  clandestinos  se  aprovechen 
«  del  tiempo  que  corre  [lara  emitir 
«  cada  día  sumas  que  aumenten  las 
<(  que  circulen,  eludiendo  el  celo  y 
i<  vigilancia  del  Gobierno,  y  para  evi- 
«  tar  el  mayor  mal  posible  es  que  ha 
«  acordado   y  decreta: 

«1°.— Que  el  Gobierno  íije  de  una 

«  vez    un    término    al    sobresello,  el 

«  mas  breve  que  á  su  juicio   sea  po- 

«  sible. 

«  2». — Que  continúe  este  trabajo  en 


m'2 


Revista   Económica 


«  los  días  de  Pascua,  sin  suspenderse 
«  en  ninguno  de  los  festivos,  hasta  su 
«  conclusión.))     d) 

No  solo  nada  se  consiguió  con  esta 
ley  sino  que  ofreció  una  nueva  com- 
plicación. En  efecto  ya  no  era  única- 
mente el  comercio  de  Mendo/a  el  que 
se  negaba  á  recibir  la  moneda  pro- 
vincial sino  también  el  Gobierno  de 
Chile  que  con  fecha  -'X)  de  Enero  de 
1824,  disponía  lo  siguiente: 

« Ha  principiado  á  internarse  por 
«  la  cordillera  una  monetia  acuñada 
«  en  Mendoza,  la  que.  según  los  en- 
«  sayos  que  se  han  practicado,  no 
«  tiene  la  ley  ni  el  peso  debido.  El 
ft  Gobierno  no  puede  permitir  esta 
«  internación  sin  atacar  la  fé  pública 
«  de  los  ciudadanos  de  esta  República 
«  ó  de  las  Provincias  limítrofes,  bien 
«  se  traiga  con  el  fin  de  hacerla  correr 
«  en  estas  campañas,  ó  de  contrase- 
«  liarlas  para  volverlas  al  lugar  de 
«  su  procedencia.  Por  tanto,  ha  acor- 
«  dado  y   decreta: 

«  1°. — Se  prohibe  el  curso  do  la  mo- 
«  neda   acuñada  en  Mendoza. 

«  2". — Los  resguardos  de  Cordillera 
«  celarán  escrupulosamente  que  no  se 
«  interne  en  cantidad  alguna  y  de- 
«  comisarán  toda  la  que  encuentren. 

«  3°. — La  que  decomisen  será  remi- 
de tida  á  la  .\duana  General,  para 
«  que  esta  la  pase  con  la  cuenta  co- 
«  rrespon; líente  á  la  casa  de  Moneda, 
«  donde  podrá  destinarse  para  la  liga, 
«  si  fuese  conveniente. 

«  4". — Comuniqúese  etc.  Eirazuriz — 
«  Benavente.  »     (2) 

La  disposición  del  Gobierno  de  Chile 
vino  á  complicar  más  la  situación. 
Ya  no  era  solo  el  comerciode  Mendoza 
el  que  se  defendía  de  la  mala  moneda; 
ahora  el  gobierno  de  un  país  vecino 
declaraba  que  aquella  no  tenia  ni  la 
ley  ni  el  peso  debido,  y  prohiljía  su 
circulación. 

Con  todo  esto,  cada  día  se  hacía  más 
insegura  la  situación  de  la  Provincia. 
Atribuía  el  {)uel)lo  todos  sus  males 
á  la  desidia  del  Goliernador  Molina  en 
perseguir  á  los  falsificadores  de  la  mo- 
neda, desidia  y  desprecio  que  el  pue- 
blo creía  confirmada  por  la  lentitud 


con  que  se  hacia  el  resello  dispuesto 
por  la  ley  del  24  de  Diciembre  de  1823. 

La  Junta,  que  palpaba  la  excitación 
del  pueblo,  instaba  al  Gobierno,  en  27 
de  Abril  de  1824  á  que  multiplicase 
las  mesas  donde  se  cambiaba  la  mo- 
neda falsa  por  la  antigua,  y  á  que  se 
colocaran  tres,  por  lo  menos,  en  dis- 
distintos puntos  de  la   ciudad. 

Nada  bastaba  ya  para  calmar  el 
descontento  general. 

Dos  días  después,  el  pueblo  reunido 
en  la  plaza  principal  en  actitud  ame- 
nazante, pedía  cabildo  abierto,  acusa- 
ba al  Gol»ernador  de  cómplice  en  la 
falsiíicación  de  la  moneda,  y  no  temía 
decirle  que  ha!)ía  perdido  la  confian- 
za pública. 

El  pueblo  invadió  la  sala  capitular 
y  decretó  por  si  mismo  la  caída  del 
Gobernador,  coronel,  D.  Pedro  Molina. 

He  aqui  ahora  la  descripción  de  uno 
de  los  ejemplares  de  esa  moneda  que 
acabamos  de  historiar. 

Anverso — Armas  españolas. 

Reverso — Las  dos  columnas  de  Hér- 
cules, cruzadas  por  la  inscripción 
Plus  Ultra.  En  la  parte  superior,  á  la 
izquiei'da,  P;  á  la  derecha  A.  (Provin- 
cia.) En  el  centro,  4:  en  la  parte  infe- 
rior, á  la  izquierda,  M;  á  la  derecha  A 
(Mendoza.)     Entre  ambas  letras  823. 

Mete;— Plata.  Peso  12,010  gramos.  Mó- 
dulo: :>50  mni. 

Enrique  Peña. 


RENÁN 


íl)     Archivo  de  Mendoza. 

(2)    Boletín  de   las  lei/ea  y  decretos  liel  Gobierno. 
Santiago  de  Chile. 


El  acontecimiento  del  dia  es  la 
muerte  de  Renán.  No  queremos  pri- 
var á  nuestros  lectores  de  algunos 
detalles  interesantes  sobre  él.  tanto 
más  cuanto  que  se  ha  ido  al  otro 
mundo  absuelto  por  el  Santo  Padre, 
cuya  bondad  no  le  va  en  zaga  á  su 
talento. 

Renán  ha  pensado  en  todo,  hasta 
en  su  epitafio: 

—Lo  que  yo  he  tenido  siempre,  solía 
decir:  es  un  gran  amor  por  la  verdad. 
Quiero  que  pongan  sol)re  mí  tumba: 
Verüatem  dilexit. 

He  aqui    ahora    el  comentario  que 


DEL   KiO   DE   LA   PlaTA 


363 


«el  mismo   lia  hecho    sobre    ese    epi- 
tafio: 

—Sí,  he  amado  la  verdad;  la  he 
buscado,  la  he  seguido  á  donde  ella 
me  ha  llamado,  sin  mirar  los  duros 
sacrificios  que  me  imponía.  He  desga- 
rrado los  lazos  más  queridos.  pAVd 
obedecerla.  Estoy  seguro  de  haber 
procedido  bien. 

Me  explicaré.  Nadie  está  seguro  de 
poseer  la  palabra  del  enigma  del  Uni- 
verso, y  el  iníinito  que  nos  rodea  esca- 
pa á  todos  los  cuadros,  á  todas  las  fór- 
mulas que  queramos  imponerle.  Pero 
hay  una  cosa  que  se  puede  afirmar,  y 
es  la  sinceridad  del  corazón,  la  abne- 
gación por  lo  verdadero  y  el  sentimien- 
to de  los  sacrificios  que  .por  la  verdad 
se  han  hecho.  Este  testimonio,  lo  lle- 
varé alto  y  firme  sobre  mi  cabeza  en  el 
juicio  final. 

En  esto,  he  sido  un  verdadero  Bre- 
tón . , . » 

* 

El  autor  de  «La  vida  de  Jesús,»  ha 
hecho  muchas  veces  su  retrato,  en  sus 
libros,  no  sin  enumerar  conmuy  buena 
fé,  algunos  de  sus  defectos. 

«Tengo  entre  mis  defectos,  ha  dicho, 
una  especie  de  molicie  en  la  comuni- 
cación verbal  de  mi  pensamiento  que 
casi  me  ha  anulado  en  ciertos  casos. 

«El  sacerdote  lleva  por  doquier  su 
política  sagrada:  lo  que  él  dice  implica 
mucho  de  convenido,  a  este  respecto, 
me  he  quedado  sacerdote,  y  esto  es 
tanto  más  absurdo  cuanto  que  no  saco 
de  ello  ningún  beneficio  para  mí  ni 
para  mis  opiniones. 

En  mis  escritos,  he  sido  de  una  sin- 
ceridad absoluta.  No  sólo  no  he  dicho 
lo  que  pienso, sino  lo  que  es  más  raro 
y  más  difícil,  he  dicho  todo  lo  que 
pienso.  Pero  en  mi  conversación  y  en 
mi  correspondencia,  tengo  á  veces  ex- 
traños desfallecimientos.  Casi  nunca, 
me  sostengo,  y  salvo  el  reducido  nú- 
mero de  "personas  con  quienes  me 
reconozco  una  fraternidad  intelectual, 
digo  á  cada  uno  lo  que  sui)ongo  que 
deba  causarle  placer. 

Mi  nulidad  con  las  gentes  de  mundo 
sobrepasa  todo  lo  imaginable.  Me 
embarco,  me  embarullo,  me  enredo, 
me  pierdo  en  un  tejido  de  inepcias. 
Entregado  por  una  especie  de  pariípris 
á  una  finura  exagerada,  finura  de  sa- 


cerdote, me  desvivo  por  saber  lo  que 

mi  interlocutor  tiene  ganas  de  que  se 

le  diga: 

Mi  atención,  cuando  estoy  con 
alguien,  es  adivinar  sus  ideas  y,  por 
exceso  de  deferencia,  servírselas"^  anti- 
cipadamente. 

Esto  se  refiere  á  la  suposición  de 
que  muy  pocos  hombres  son  bastante 
desprendidos  de  sus  propias  ideas, 
para  que  no  se  les  hiera  al  decirles 
otra  cosa  que  lo  que  ellos  piensan. 
No  me  expreso  libremente,  sino  con 
las  personas  que  sé  que  están  desliga- 
das de  toda  opinión  y  colocadas  en  el 
punto  de  vista  de  una  benévola  ironía 
universal. 

Por  lo  cjue  toca  á  mí  correspon- 
dencia, ella  será  mi  vergüenza,  des- 
pués de  mis  días,  si  llega  a  publicarse. 
Escribir  una  carta  es,  para  mi,  una 
tortura.  Comprendo  que  se  quiera 
pasar  povviriuoso  delante  de  diez  per- 
sonas, como  delante  de  diez  mil;  pero 
delante  de  una  sola  persona. . .!  Antes 
de  escribir,  vacilo,  reflexiono,  trazo 
un  plan  para  un  borrador  de  cuatro 
páginas,  y  frecuentemente  me  quedo 
dormido. 

No  hay  más  que  mirar  esas  cartas, 
lindamente  contorneadas,  desigual- 
mente torcidas  por  el  fastidio,  para  ver 
que  todo  ello  ha  sido  compuesto  en 
el   sopor  de  una  semi-somnolencia. 

Cuando  releo  lo  que  he  escrito,    me 

apercibo  que   el  trozo  es   muy  débil, 

que  he  puesto  en  él  una  infinidad  de 

cosas,  de   las    que    no  estoy  seguro. 

Desesperado,   cierro    la  carta,    con  el 

sentimiento  de   echar  al   buzón,  algo 

que  da  lástima.» 

* 
*  * 

Las  últimas  palabras  pronunciadas 
por  Renán  en  público,  lo  fueron  el  6 
de  Mayo  de  1892,  en  el  banquete  de  la 
Asociación  de  los  estudios  griegos, 
donde  dio  con  melancolía  serena,  esta 
especie  de  despedida: 

«Habéis  querido  proyectar  un  rayo 
de  luz  sobre  mis  últimos  días.  Pro- 
bablemente, la  fiesta  de  hoy  será  la 
última  que  yo  presida.  No  hace  más 
que  una  hora  (tales  son  las  miserias 
que  me  rodean)  yo  no  sabría  si  podría 
asistir  á  vuestra  reunión. . . 

Hay  en  la  historia  un  milagro  (yo 
llamo  milagro  á  lo  c^ue  no  ha  sucedido 


864 


Revista   Económica 


una   vez),    v  es  la    (xrecia 


mas  que 
antigua. 

Si.  cerca  de  quinientos  años  antes 
de  Cristo,  acabó  de  destacarse  en  la 
humanidad  un  tipo  de  civilización 
perfecto,  tan  completo,  que  todo  lo  que 
había  precedido  volvió  á  entrar  en  la 
sombra. 

Era  en  verdad  el  nacimiento  de  la 
razón  y  de  la  libertad. 

El  ciudadano,  el  hombre  libre,  hacía 
su  apaiición  en  las  cosas  humanas. 
La  moral,  fundada  en  la  razón,  se 
afirma  en  su  verdad  eterna,  sin  mez- 
cla de  ficciones  sobrenaturales. 

El  hombre,  libertado  de  los  locos 
terrores  de  su  infancia,  empezaba  á 
encarar  con  calma  su  destino. 

La  ciencia,  es  decir  la  verdadera 
filosofía,  quedaba  fundada. 

El  sistema  mecánico  del  mundo 
fué.  por  momentos,  entrevisto;  no  se 
supo  permanecer  en  él;  pero,  lo  cierto 
es  que  el  principio  había  sido  encon- 
trado. 

Copérnico,  Galileo  y  Newton  no  ha- 
rán más  que  sacar  las  consecuencias 
de  un  orden  de  ideas  que  arrebataba 
á  la  tierra  su  posición  central  y  hacía 
entrever  la  infinidad  de  universo. 

La  vida  del  individuo  es  corta,  pero 
la  memoria  de  los  hombres  es  eterna,  1 
y  es  en  esta  memoria  donde  se  vive 
realmente ...  Es  necesario  vivir  te- 
niendo en  vista  la  estimación  de  lo 
selecto . . . 

Os  agradezco  que  me  hayáis  hecho 
abismarme  un  momento,  por  los  re- 
cuerdos, en  aquel  aire  puro  de  otro 
mundo. 

He  ahí  los  pensamientos  que  hacen 
olvidarlos  sufrimientos  y  que  nos  con- 
suelan de  la  vejez.  ¿Veré  todavía  la 
Acrópolis  de  Atenas?  Lo  dudo,  no  lo 
espero.  Creo  que  nuestras  sombrías 
brumas  del  norte  serán  el  último  ho- 
rizonte que  buscarán  mis  ojos.  Pero 
siempre  os  deberé  este  momento  de 
hermoso   ensueño. 

*  * 

Para  terminar,  he  aquí  algunos 
pensamientos  sueltos  del  eminente 
Renán: 

....  Perezca  la  Francia!  Perezca  la 
patria!  Más  arriba,  existe  el  reino  del 
Deber,  de  la  Razón 


...  .La  democracia  es  causa  de  nues- 
tra debilidad  política  y  militar;  de 
nuestra  ignorancia  y  de  nuestra  loca 
vanidad. 


Por  muclio  tiempo  aún,  los  aplau- 
sos y  el  favor  del  público  serán  tribu- 
tados á  lo  falso. 


El  tiempo  presente  es   sombrío  y  no 
auguro  bien  del  porvenir  cei cano. 


Siento  que  mi  vida  es  siempre  go- 
bernada por  una  fe  que  ya  no  tengo. 
La  fe  tiene  estodejjarticular,  que,  aun- 
que desaparezca  siempre  obra.  La  gra- 
cia sobrevive  i3or  Ja  costumbre  del 
sentimiento  vivo  que  se  ha  tenido. 


AF0KI8M0SEC0NÓMIC0S  Y  MORALES 


ÍVERSIÓX    DE 


*   ^' 


n 


Los  dos  grados  de  la  moral. 

1er.  Grado:  moral  superior  á  toda 
sanción. 

2°.  Grado:  moral  sostenida  por  una 
sanción. 

El  1er.  grado  es  la  moral  de  los  espí- 
ritus elevados,  de  las  almas  dotadas  de 
nobles  sentimientos,  de  los  caracteres 
privilegiados:  hacen  el  bien  por  el  bien 
y  porque  es  el  bien,  sin  la  mínima  se- 
gunda intención  de  interés.  Para  ellos, 
la  moral  no  es  pura,  mejor  dicho,  no 
es  la  moral,  sino  cuando  carece  de  toda 
sanción,  es  decir,  cuando  no  tiene  re- 
compensa ni  castigo. 

El  2°.  grado  es  la  verdadera  moral 
vulgar,  que  necesita  de  una  sanción; 
es  la  de  la  masa  de  los  espíritus  ordi- 
narios é  inferiores.  El  bien  puro  no  les 
presenta  suficientes  atractivos  para 
vencer  la  resistencia  que  oponen  los 
intereses  y  las  pasiones  al  sacrificio 
puro;  para  vencer  esa  resistencia,  debe 
venir  una  sanción  en  ayuda  de  losbue- 

(1)    Es  propiedad  de  esta  Revista. 


DEL    KlO    DE   LA   PlATA 


365 


nos  sentimientos  de  que  ningún  hom- 
bre está  completamente  despojado. 

La  sanción  puede  consistir: 

1».  En  la  creencia  de  una  vida  futura 
con  sus  penas  y  sus  recompensas:  Re- 
ligión. 

2".  En  la  acción  de  la  justicia  huma- 
na, civil  y  criminal:  Estado. 

:3o.  En  el  respeto  humano,  en  el  qué 
dirán,  pues  nadie  quiere  ser  señalado 
con  el  dedo:  Sociedad. 

■lo.  En  el  remordimi(!nto,  que  es  la 
sanción  interior;  efecto  de  la  educación 
ó  de  la  costumbre:  Educación. 

Probablemente,  el  respeto  humano 
es  el  más  fuerte  de  esos  frenos;  así  es 
que  no  conviene  menospreciarlo. 


La    dicha    depende  principalmente 
del  yo.  y  bien  poco  del  no  yo. 


Las  cosas  necesarias  nos  son  im- 
puestas por  la  naturaleza; 

Las  cosas  útiles  nos  son  aconsejadas 
por  la  razón; 

Las  cosas  agradables  ó  supérfluas 
responden  á  nuestros  sentimientos,  á 
nuestras  pasiones. 

Las  pasiones  vencen  casi  siempre  á 
la  razón;  de  donde  resulta,  que  en  rea- 
lidad, lo  agradable  puede  más  que  lo 
útil. 

El  moralista  recomienda  sobre  todo 
lo  útil;  pero  es  muy  poco  escuchado; 
<le  donde  se  deduce  que  la  utilidad 
sola  no  podría  ser  suficiente  para  for- 
mar la  base  de  una  moral  social.  Lo 
agradable,  el  placer,  no  es  vencido 
sino  por  un  sentimiento  más  fuerte 
que  todo  goce  material;  por  la  abnega- 
ción hacia  un  semejante,  el  sacrificio 
por  una  idea,  la  sumisión  á  un  deber. 

8e  han  encontrado  muy  buenas  ra- 
zones para  demostrar  que  la  moral 
utilitaria  es  insuficiente,  incompleta; 
pero  me  parece  que  se  ha  olvidado, — 
(j  no  se  ha  hecho  valer  bien, — este  ar- 
gumento: que  la  inmensa  mayoría  de 
los  hombres  pone  lo  agradable  por  en- 
cima de  lo  útil.  Una  vez  satisfeclio  lo 
necesario,  pensamos  en  lo  agrada- 
ble,— nos  apasionamos  de  lo  agradable 
nunca  de  lo  útil.    Fulano  que  gasta, 


por  ejemplo,  10.000  fr.  en  lo  útil  y  lo 
necesario,  consagra  50.000  á  lo  agrada- 
l)le.  Raramente  se  arruina  uno  por  lo 
útil;  perosí,generahnente,  por  lo  agra- 
dable. Ahora  bien,  lo  agradable  dista 
mucho  de  ser  siempre  moral,  á  veces 
es  malsano,  otras  dañoso  y,  Jast  noi  least, 
no  soporta  el  sacriticio. 

Para  que  un  acto  sea  moral,  no  es 
absolutamente  necesario  que  lleve  en 
sí  un  elemento  de  privación,  de  sufri- 
miento, tle  victoria  sobre  uno  mismo; 
pero  es  preciso  que  la  perspectiva  de 
un  sacrificio  proporcional  no  le  impida 
producirse. 


La  moral  es  la  reacción  de  los  senti- 
mientos humanos,  sociables  ó  benévo- 
los contra  el  egoísmo  brutal. 

El  egoísmo  basta  quizás  para  la  con- 
servación del  individuo  y  aun  de  la 
especie,  pero  no  para  la  déla  sociedad. 

El  progreso  parece  que  no  pueda 
hacer  camino  sin  la  abnegación. 


Tal  escuela,  ha  negado  el   egoísmo- 
La  prueba  absoluta  de  su  existencia 
es  este  hecho:  que  uno  cree  poder  ha- 
cer cosas  que  están  prohibidas  á  los 
demás. 

La  antigüedad  ya  había  comprobado 
que  los  hombres  tienen,  en  moral,  dos 
pesas  y  dos  medidas,  de  donde  ha  ve- 
nido el  refrán  déla  viga  y  la  paja.  Un: 
moralista  antiguo  ha  dicho:  injurian- 
do á  los  demás,  es  como  uno  les  revela 
sus  propios  defectos.  Un  embustero  os 
gritará:  ¡tú  mientes!  Un  ladrón  os  acu- 
sará de  que  os  apoderáis  de  los  bienes 
ágenos.  El  perezoso  hablará  con  des- 
precio de  ese  «¡montón  de  holgazanes!» 

*  * 

La  conciencia  es  un  doble  forro  del 
hombre  que  le  permite  verse  interior- 
mente, leer,  por  decirlo  asi,  su  propio 
pensamiento. 

Ahora  bien,  la  facultad  de  desaforrarse 
es  tanto  mayor  cuanto  más  instruido 
es  el  hombre,  cuanto  más  cultivado 
está  su  espíritu  y  cuiuito  más  en  cal- 
ma se  hallan  sus"^ pasiones. 

El   libre  albedrío   depende  en  gran 


•M 


Revista.  Económica 


parte  de  la  cultura  intelectual  del  in- 
dividuo, después  de  sus  hábitos  y  de 
sus  pasiones.  Antes  do  escoger,  es  ne- 
cesario distinguir,  y  para  obrar  es  ne- 
-cesario  tener  la  fuerza  para  vencer 
-ciertas  resistencias. 


Íjus  leyes,  se  dice,  nada  pueden  con- 
Ira  las  ideas. . .  Es  ésta  una  razón  para 
facilitarla  expansión  de  las  malas? 

* 

Parece  que  la  verdad,  como  el  pro- 
;greso,  no  germina  sino  en  el  dolor. 

Ella  no  aparece  en  toda  su  claridad 
sino  después  de  la  crisis. 


Viilgarmeníe  se  define  la  palabra 
como  el  medio  de  hacer  conocer  el 
pensamiento.  Un  célebre  diplomático 
encontró  que  más  bien  era  el  medio  de 
ocultarlo. 

Estas  dos  definiciones  se  (Njmpletan, 
pero  quedan  no  más  en  la  superficie: 
por  otra  parte,  representan  el  ])unto 
'de  vista  del  individuo. 

La  humanidad  debe  á  la  ])alabra 
toda  su  superioridad  intelectual  y  mo- 
ral, porque  solo  la  palabra  hace  posi- 
ble la  acumulación  de  las  experiencias 
morales,  y  la  condensación  en  verda- 
des abstractas  de  una  infinidad  de  no- 
ciones que  se  perderían  de  una  gene- 
ración á  otra.  La  palabra  conserva  las 
ideas,  como  el  oro  el  valor. 

Tal  palabj-a  encarna  toda  una  serie 
•de  ideas  y  en  lugar  de  tener  que  ma- 
niobrar en  vuestros  razonamientos  con 
toda  esa  serie, — cosa  difícil,  frecuente- 
mente,— empleáis  la  palabra  compren- 
siva que  hace  nacer  esas  ideas  en  el 
espíritu  de  vuestros  oyentes.  Para 
apreciar  el  alcance  del  servicio  que 

Í)resta  una  palabra,  que  se  nos  ha 
lecho  familiar,  no  hay  más  que  procu- 
rar seguir  un  razonamiento  atestado 
de  términos  técnicos  nuevos  y  compli- 
cados. 


Las  frases  soTí  im  medio:  de  distraer, 
de  hacer  dormir,  de  excitar,  de  ilusio- 
nar (ó  dt'  engañar)  á  las  gentes:  ¿con- 
tribuyen á  instruií'las? 


consiste  en  un  bello  pensamiento  con- 
tradicho por  los  hechos  ó  la  naturaleza 
de  las  cosas;  aveces  en  palabras  sono- 
ras casi  vacías  de  sentido. 

* 

La  frase  se  dirige  al  oído,  á  la  ima- 
ginación, á  los  sentimientos  ó  á  las 
pasiones,  más  bien  que  á  la  razón. 
Cuando  ella  le  habla  á  la  razón  es  me- 
nos ¡)ara  convencerla  que  para  sedu- 
cirla. 

Hay  lo  que  el  hombre  piensa  y  lo 
que  dice:  estas  dos  versiones  están  muy 
lejos  de  concordar  siempre. 

¿Por  qué  se  emplea  la  palabra  incon- 
mensurablemente.  tantas  veces  de  un  mo- 
do incori'ecto? 

Porque  es  larga,  permite  insistir  y 
apoyar:  es  como  un  martillo  que  hace 
entrar  la  noción  en  las  cabezas  recal- 
citi'antes. 

Hay  nmchos  casos  en  que  los  morta- 
les gustan  más  apoyar  ;que  resbalar 
pegar  duro  y  no  justo. 


¿Cuál  es  el  espíritu  más  poderoso? 

El  espíritu  de  imitación. 

De  ahí,  el  efecto  del  meíiio  ambiente, 
del  ejemplo.  Los  niños  aprenden  imi- 
tando. Somos  religiosos,  patriotas,  te- 
nemos espíritu  de  cuerpo,  por  imita- 
ción. Nobleza  obliga. 

El  espíritu  de  imitación  es  el  que 
atrae  á  algunas  mujeres  europeas  al 
pais  de  los  Mormones;  el  espíritu  de 
imitación  es  el  que  hace  que  teólogos, 
propietarios  y  capitalistas  se  alisten 
en  las  filas  de  los  socialistas  ateos  y 
comunistas;  el  espíritu  de  imitación  es 
el  que  hace  emplear  el  vitriolo  ó  el  re- 
vólver, como  agente  de  venganza. 

¿Y  qué  otra  cosa  es  la  moda?  ¿Y  por 
qué  se  fuma  y  se  lómala  copa? 

Se  imita  á  la  multitud,  porque  es  la 
multitud,  y  se  imita  al  original  porque 
hay  momentos  en  que  le  gusta  á  uno 
singularizarse.  Se  hacen  muchas  cosas 
por  pura  fanfarronería. 

Así,  pues,  no  es  necesario  que  el  te- 
rreno esté  pi-eparado,  para    qu^'  una 


Es  dudoso,  porque  á  menudo  la  frase  1  propaganda  tenga  éxito.  El  talento,  la 


DEL  Rio  de  r.\  Plata 


36/ 


habilidad,   las  conjeturas  harán  mu- 
ch<  >;  la  naturaleza  humana,  el  resto. 

Hay  verdades  que  está  uno  dispuesto 
á  rechazar,  solamente  por  que  se  ve 
sacar  de  ellas  consecuencias  exage- 
radas. 

Ld  verdad,  como  el  diamante,  es  á 
menudo,  una  piedra  bruta,  cuyo  valoi' 
no  se  reconoce  hasta  que  se  pone  á 
la  luz,  por  medio  de  un  trabajo  pro- 
loni^ado.  El  talento  puede,  sin  embargo, 
dar  la  apariencia  de  una  cosa  preciosa 
á  una  materia  común.  Bástale  em- 
plear un  sofisma,  una  hipérbole,  una 
lisonja,  ó  cualquier  otro  medio  aná- 
logo. 

Hay  mentiras  concientes  y  mentiras 
inconcientes. 

* 

Atacar  la  verdad  es  malo;  defenderla 
mal,  peor. 

Es  el  caso  de  decir:  De  mis  amigos 
me  guarde  Dios  (de  mis  amigos  torpes), 
que  de  mis  enemigos  me  guardaré  yo. 

El  buen  viejo  tiempo,  es  aquel  en  que 
uno  estaba  satisfecho,  cuando  no  tenia 
ambiciones. 

¡Ay!  era  generalmente  el  tiempo  en 
que  uno  era  j(3ven. 

Esto  prueba  que  la  dicha  no  consiste 
en  tos  goces  materiales,  que  no  viene 
de  afuera,  sino  que  nace  en  nosotros  y 
se  contenta  con  poco. 

*. 


LOS  DOMlMCOJ^Y  COLÓN 

RECUERDO  DEL  CENTENARIO 


I  De  Kii  libro  inéditu) 


Tomamos  este  capítulo  de  una  nueva 
obra,  todavía  inédita,  del  conocido  lite- 
rato b.jR.MonnerSans,  sobre  la  influen- 


cia  que   ejerció  en  el    descubrimnto 
de  América,    la  orden  dominica. 


V. 

Oigamos  ahora  á  otros  historiadores 
para  robustecer  unaoi)inión  que  tiene 
en  su  abono  la  veracidad  de  los  he- 
chos. 

El  P.  Las  Casas,  dice,  hablando  de 
las  personas  que  ayudaron  á  Colón  en 
la  corte. 

«Otro  fué  el  maestro  del  príncipe  D. 
Juan.  Fray  Diego  Deza,  etc.,  y  en  carta 
escrita  de  su  mano  de  Cristóbal  Colón, 
vide  que  decía  al  Rey  que  el  susodicho 
maestro  del  Principe,  Arzobispo  de 
Sevilla,  Fray  Diego  Deza.  y  el  dicho 
camarero  Juan  Cabrero  habían  sido 
causa  que  los  reyes  tuviesen  las  In- 
dias. Muchos  años  antes  que  lo  viese 
yo  escrito  de  la  letra  del  almirante 
Colón,  había  oido  decir  que  el  dicho 
Arzobispo  de  Sevilla  por  sí,  y  lo  mis- 
mo el  camarero  Juan  Cabrero  se  glo- 
riaban que  habían  sido  la  causa  que 
los  Reyes  aceptasen  dicha  empresa 
y  descubrimiento  de  las  Indias».  (1) 

El  P.  Mora  por  su  parte  escribe. 

'(Llegado  Colón  á  San  Esteban  este 
año  de  ochenta  y  cuatro  para  consul- 
tar sus  designios,  halló  en  el  quien 
le  atendiese,  porqué  halló  quien  en- 
tendiese sus  razones  y  fundamen- 
tos: que  florecían  en  él  y  también 
eu  la  Universidad,  todas  las  buenas 
letras  que  en  aquella  se  leían:  pues 
no  solamente  tenía  maestros  y  cate- 
dráticos de  Filosofía  y  Teología,  sino 
de  las  demás  facultades,  y  señalada- 
mente x-Vstrologia  y  Matemáticas». 

Apretemos  aun  más  las  ideas. 

Colón  «comenzó  á  proponer  los  fun- 
damentos que  para  este  tan  nuevo 
asunto  tenía,  y  solamente  en  el  con- 
vento de  San  'Estél)an  halló  quien  le 
atendiese»,  dice  el  doctor  Fr.  Juan  de 
Araya,  «comenzó  á  proponer  sus  dis- 
cursos Y  fundamentos,  y  en  solo  los 
frailes  de  San  Esteban  encontró  aten- 
ción y  acogida»  «afirma  Remesal;  y  Pi- 
zarro  asegura  que  «halló  allí  grande 
amparo  en  el  insigne  convento  de  San 
Esteban,  de  Padres  dominicos,  en 
quien  florecían  en  aquella  sazón  todas 
las  buenas  letras». 


(1)     Tomo  I".  CH-p.   XXXIX. 


368 


Revista  Económica 


W.  Irving,  que  en  este  punto  no  peca 
de  parcialidad  alguna  favorable  á  Sa- 
lamanca escribió  «con  sus  unidos 
esfuerzos  (es  decir  los  de  Deza  y  de 
Colón)  se  dice  que  atrajeron  á  su  opi- 
nión á  los  hombres  más  profundos  de 
las  escuelas». 

Rosselly  de  Lorgues,  famoso  tam- 
bién por  su  animosidad  contra  Sala- 
manca, dice:  «La  digna  actitud  tomada 
por  Colón  ante  la  JÍmta  hizo  que  mu- 
chos de  los  conventos  se  sintieran 
atraídos  hacia  él,  y  que  el  catedrático 
de  filosofía  (sic)  de  San  Esteban  Fr. 
Diego  de  Deza  saliera  en  su  defensa, 
y  ganara  á  su  causa  á  los  primeros 
maestros  de  la  Universidad.  (1) 

El  conocido  historiador  Sr.  Lafuente 
dice  por  su  parte:  i 

«El  dominico  Fr.  Diego  Deza,  cate- 1 
drático  de  Salamanca  y  maestro  del 
Príncipe  D.  Juan,  fué  el  principal  apo- 
yo de  Colón  al  lado  de  la  Reina;  y  á 
no  ser  por  él,  quizá  no  fuera  Colón, 
ni  fuera  España  quienes  descubrieran 
el  Nuevo  Mundo». 

«Casi  todos  los  escritores  más  nota- 
bles de  aquella  época  y  no  pocos 
cronistas  de  Indias,  convienen  acerca 
del  hecho  indisputable  de  que  el  des- 
cubrimiento del  Nuevo  Mundo  por 
Colón  se  debió  en  gran  parte  á  la  in- 
íluencia  del  dominicano  Deza.» 

El  erudito  Sr.  Rodríguez  Pinilla  en 
su  obra  ya  citada,  se  expresa  en  los  si- 
guientes términos:  (2) 

«Pero  es  necesario  ser  justos,  dicién- 
dolo  todo;  el  jefe  de  pelea,  como  ahora 
se  dice,  en  aquella  larga  campaña, 
fué  el  generoso,  hábil  y  valiente  do- 
minico Fr.  Diego  de  Deza,  eficazmente 
auxiliado  por  todo  su  convento  de  San 
Esteban  y  por  la  Universidad  de  Sala- 
manca. Allí  reunió  sus  huestes  el  fervo- 
roso dominico;  allí  mostró  á  su  héroe, 
llevándole  siempre  á  su  diestra  y  cobi- 
jándole bajo  la  égida  de  su  Convento; 
con  su  palabra  y  por  su  mano  encendió 
el  fuego  de  la  idea  en  aquellos  altares, 
donde  por  entonces  se  rendía  culto 
de  adoración  á  las  ciencias;  y  á  los  cua- 
tro vientos  desplegadas  sus  banderas, 


(1)  Fr.  Diego¡de  Deza  por  Fr.  Pedro  Gerard  O.P.  N.— 
De  «El  Santísimo  Rosario»  correspondiente  al  mes  de 
Octubre  del  corriente  año. 

1 2)    Pág.  204. 


dio  allí  la  batalla  en  favor  de  los  pro- 
yectos del  iisvegante  genovés,  y  allí 
la  ganó.» 

Refiriéndose  á  ese  ilustre  protector 
del  inmortal  marino,  exclama  Doncel 
y  Ordaz:  (1) 

«¡Y  qué  protector!  Porque  no  se  con- 
tentó Deza  con   aprobar  simplemente 
los  tales  proyectos,  á  una  con  los  de- 
más   religiosos    de    San    Esteban,  y 
algunos    otros  que    los  historiadores 
mencionan,   catedráticos  toaos  de  la 
Universidad   de    Salamanca....;  no  se 
contentó,   decimos,    con    hospedar    á 
Colón  generosamente  en  el  Convento, 
antes,  durante  ellas  y  después  de  las 
famosas  conferencias,  sino  que,  aso- 
ciándose al  noble,  fecundo   y  generso 
pensamiento  en  que  germinaba  nada 
menos  que  la  próxima  invención  de 
un  Nuevo  Mundo  para  la  ya  enton- 
ces tloreciente  y  poderosa   corona  de 
Castilla;  fué  con  Colón  á  la  corte,  re- 
comendó eíicacísimamente  su  ])royec- 
to,  y  le  presentó  á  los  Reyes,  encare- 
ciéndoles   con    elocuente    interés    la 
conveniencia    y  hasta    la    gloria    de 
aceptarlo.    En    suma,  aun  Vlado  que 
Deza  hubiera  quedado  solo  en  la  de- 
manda, lo  que  pensó  de  Colón,  lo  que 
hizo  en  su  obsequio  antes  y  después 
de  las  Juntas,  la  poderosa   influencia 
que,  por  su  alta  posición,  interpuso  en 
la  corte  y  para  con  los  Reyes  mismos, 
todo  eso  ¿no  vale,  por  lo  menos  tanto, 
como  la  fría  y  estéril   aprobación  de 
los  demás  vocales,  por  más  conformi- 
dad que  hubiera  resultado  de  la  con- 
troversia»? 

Y  más  adelante  cita  las  siguientes 
palabras  de  la  «Reseña  histórica  de  la 
Universidad  de  Salamanca»  que  se 
publicó  con  carácter  oficial  en  1849;  y 
fué  antes  remitida  á  la  Dirección 
General  de  Instrucción  Pública  en 
2  de  noviembre  de  1848.  Entre  otras 
cosas  dice  así:  «Sepa  España  de  una 
vez  y  el  mundo  entero,  que  los  filó- 
sofos de  Salamanca  aprobaron  la  idea 
de  Colón,  y  que  el  descubrimiento  de 
una  raza  ignorada  se  debió  á  su  pene- 
tración como  divina,  al  apoyo  caballe- 
resco del  Guardian   de   Paios ,  á    la 

nobleza  de  Isabel  I,  á  la  aprobación  de 
los  cosmógrafos  de  Salamanca,  á  la  ge- 


(1)    «La  Universidad  de  Salamanca  ante  el    tribunal 
I  de  l;i  historia» — Pág.  32  y  siguientes. 


DEL  Rio  de  la  Plata 


369 


nerosidad  del  convento  de  Dominicos 
de  San  Esteban  y  al  tesón  incontrasta- 
1  )le  con  que  el  maestro  Deza,  fraile  suyo, 
■  y  catedrático  de  Prima  de  la  Univer- 
sidad, desembarazó  de  obstáculos  la 
expedición  más  gloriosa  que  han  visto 
los  siglos.  Y  cuenta  que  aunque  ten- 
gamos placer  en  confesar  que  el  maes- 
tro Deza,  como  director  de  la  educa- 
ción del  Príncipe  D.  Juan,  contribuyó 
■más  eficazmente  que  la  Universidad 
á  la  realización  de  la  empresa,  cree- 
mos que  la  honra  del  convento  de 
Dominicos,  incor^jorado  á  la  Univer- 
sidad y  á  la  de  su  prohombre,  Cate- 
drático de  Prima  de  Teología  de  la 
Universidad  Salamántina,  son  entera- 
mente nuestros».  Y  concluye  con  es- 
tas notabilísimas  palabras».  Resul- 
ta demostrado  con  toda  la  certidum- 
bre con  que  puede  demostrarse  una 
verdad  histórica,  que  el  descubrimien- 
to del  Nuevo  Mundo  se  debió  al  numen 
de  Colón,  á  la  aprobación  de  la  Uni- 
versidad de  Salamanca  y  á  los  esfuer- 
zos perseverantes  y  eficaces  del  Cate- 
drático de  Prima  de  Teología  de  la 
Universidad,  el  eminente  Fr.  Diego 
de  Deza». 

El  erudito  historiador  franciscano 
Fr.  José  CoU  en  su  obra  «Colón  y  la 
Rábida»  (1)  se  explica  de  este  modo. 

«Algún  tiemblo  después,  durante  el 
invierno  de  1486,  á  87,  y  por  insinua- 
ción, como  algunos  opinan,  de  la  mis- 
ma reina,  se  presentó  Colón  en  Sala- 
manca, cuya  Universidad  con  tanta 
razón  era  llamada  la  Atenas  españohi; 
y  en  el  convento  de  San  Esteban,  de 
ia  Orden  de  nuestro  Padre  Santo  Do- 
mingo, á  cuyas  sesiones  concurrieron 
gran  número  de  doctores  de  aquella 
Universidad,  se  discutió  detenida- 
mente el  nuevo  sistema;  y  aunque  la 
inayoría  de  aquella  docta  asamblea 
(jpinó  de  un  modo  contrario,  con  todo, 
los  Padres  Dominicos  lo  defendieron 
con  vigor,  primero  en  el  seno  de  aque- 
lla pléyade  de  sabios,  y  después  en  la 
corte;  todo  lo  cual,  dio  por  resultado 
que  la  reina,  no  sólo  no  despreció  á 
Colón,  como  era  de  temer,  sino  que 
le  dio  muy  favorables  esperanzas,  vi- 
niendo poco  después  á  admitirlo  en 
su  servicio.» 


en 


Y  finalmente  D.  Emilio  Castelar 
su  obra  ya  citada  dice: 

«El  padre  Deza  oía  con  arrobamien- 
to á  Colón,  y  confiaba  en  él  y  en  Dios 
revelador  con  viva  fe.  Los  frailes  do- 
minicos le  trataban  como  á  un  berma- 
no  más,  y  le  asistían  en  sus  dolores 
con  los  consuelos  debidos  por  una 
grande  amistad,  y  con  los  manuscritos 
de  una  biblioteca  escasa  en  impresos 
todavía,  por  no  haber  pasado  ni  medio 
siglo  siquiera  tras  el  hallazgo  de  la 
imprenta.» 


LA  TÜATA  DE  NEGROS 

Y    EL    Rio    de    la     P  l  a  t  a 


X. 

El  precio  de  la  adquisición  de  los 
negros  en  África,  ha  variado  según  las 
épocas,  y  se  ha  diversificado  según 
la  mayor  ó  menor  distancia  de  los 
puntos  de  embarque;  así  como  fueron 
perfeccionándose  los  detalles  de  las 
operaciones. 

Al  iniciarse  la  trata  en  vasta  escala, 
algunas  varas  de  género  común  ó  un 
aiícra  de  aguardiente,  bastaban  para 
obtener,  en  el  interior  de  la  Guinea, 
un  negro  joven,  robusto  y  en  las  me- 
jores condiciones,  pero  el  artículo  se 
encarecía  por  los  intermediarios,  los 
gastos  y  los  riesgos  del  transporte 
basta  las  puntos  de  los  mercados  de 
la  costa,  llegando  á  triplicarse.  Se- 
giin  Falcónbridge  (1)  en  1749,  el  precio 
(le  un  negro  en  la  Costa  de  Oro,  se 
calculaba' en  diez  libras  esterlinas,  que 
se  entregaban  en  diversos  artículos,  y 
no  en  dinero.  Este  era  el  precio  más 
alto, pues,  según  H.  Scherer,  (2)  por  un 
negro  de  veinticuatro  años  sin  defecto, 
se  pagaban  diez  libras,  mientras  que 
solo  siete  libras  por  una  negra  de 
menos  de  veinte  años.  Los  interme- 
diarios, según  el  mismo  autor,  que 
pagaban  esto,  eran  negros  mahometa- 
nos, subiendo  el  precio  abordo,  de  un 
25  %,  á  lo  que  había  que  agregar  de- 
terminados regalos  á  las  autoridades 
africanas. 


(1)    Cap.  XII  pág.  183  y  183. 


(1)  Ari  Account  of   the    slave  trade,  Londres  1788. 

(2)  Historia  del  comercio   de   todas    las  naciones. 


370 


Revista  Económica 


La  compra  en  artículos,  originaba, 
naturalmente, dificultades  páralos  ne- 
greros que  deseaban  hacer  su  provi- 
sión de  esclavos,  no  siendo  fácil  pre- 
veer  de  antemano  el  artículo  que  acci- 
dentalmente pudiese  dar  mayor  bene- 
ficio en  el  cambio,  lo  que  indujo  al 
sentido  práctico  comercial  de  los 
ingleses,  á  establecer  en  los  puntos 
principales  de  trata,  grandes  almace- 
nes bien  provistos, donde  los  capitanes 
que  iban  por  negros  pudiesen  proveer- 
se por  dinero  de  los  artículos  necesarios 
para  la  permuta  de  esclavos.  A  esto  se 
unía  todo  género  de  fraudes,  como  el 
mezclar  agua  con  el  aguardiente,  usar 
falsas  medidas  y  dar  la  pólvora  en  ba- 
rriles de  doble  fondo;  fraudes  que 
según  el  autor  que  acabamos  de  citar 
devolvían  los  negociantes  africanos, 
tratando  de  ocultar  los  defectos  de  los 
esclavos  que  tenían  en  venta;  y  de 
esto  nació  una  escrupulosidad  de  parte 
á  parte,  así  como  la  apreciación  de 
relativa  honradez  en  tan  inhumanos 
como  inmorales  traficantes.  Los  negros 
se  ingeniaban  los  medios  de  verificar 
la  calidad  y  cantidad  de  mercaderías 
que  se  les  entregaba,  mientras  que  los 
negociantes  europeos  sometían  á  pro- 
lijo análisis  el  ganado  humano  (|ue  se 
les  ofrecía,  examinándolo,  pieza  por 
pieza,  de  los  pies  á  la  cabeza,  y  some- 
tiéndolo á  todo  genero  de  pruebas,  que 
pudiesen  revelar  defectos  orgánicos  ó 
disimuladas  dolencias,  pagando  solo 
la  mercadería  según  su  calidad;  prue- 
bas en  las  cuales  los  esclavos  estaban 
interesados  en  favorecer  á  sus  vende- 
dores, pues  cualquier  falta  en  la  desi- 
mulación de  un  defecto,  que  pudiese 
perjudicar  á  su  amo,  traía  consigo  los 
mayores  rigores. 

H.  Scherer,  agrega  algunos  otros 
detalles,  que  sirven  para  caracterizar 
aún  más.  la  inhumanidad  con  que  se 
procedía.  «A  fin  de  aumentar  el  valor 
de  las  mujeres  se  les  quitaba,  antes  de 
la  venta,  sus  hijos  de  j^echo,  los  que  se 
les  devolvían  enseguida,  y  el  compra- 
dor engañado  los  tiraba,  generalmente 
en  el  mar  ó  sobre  la  playa.  Concluida 
la  compra-venta,  los  esclavos  eran 
marcados;  se  les  imprimía,  con  un 
hierro  caliente,  sobre  el  pecho  ó  sobre 
los  brazos,  las  marcas  ó  las  cifras  de 
la  compañía  ó  del  capitán». 

Esta  no  es  una  inhumanidad  surgida 


con  la  trata  de  negros.  Establecida  la 
esclavitud,  la  marcación  de  los  seres 
humanos  reducidos  á  este  estado,  pa- 
reció un  liecho  tan  natural  como  la 
usada  con  el  ganado  á  fin  de  asegurar 
el  sagrado  de  la  propiedad;  y  la  Tegis- 
lación  de  la  madre  patria,  no  solo  la 
había  autorizado  antes  de  esa  época, 
sino  que,  no  obstante  la  tendencia  be- 
névola de  los  reyes  de  España  en  sus 
disposiciones  respecto  de  los  indios  de 
América,  se  autorizó  el  marcar  en  la 
cara,  con  hierro  ardiente  á  los  indios 
araucanos  reducidos  á  la  esclavitud, 
de  modo  á  hacer  más  fácil  la  persecu- 
ción de  los  prófugos  (1). 


XI. 


Cassing,  combatiendo  la  trata  de  los 
negros,  calificó  con  exactitud,  los  ex- 
tremos á  que  la  codicia  individual  lle- 
gaba en  el  transporte  de  los  negros 
de  África  á  las  colonias  Americanas, 
al  decir  que  «un  buque  negrero,  es  la 
más  grande  reunión  de  crímenes  en  el 
más  pequeño  espacio». 

La  única  limitación  que  conocemos, 
establecida  respecto  de  las  condiciones 
de  transporte  de  los  negros,  es  una  in- 
glesa, que  limitaba  á  cinco  los  escla- 
vos que  se  podían  transportar  en  cada 
tres  toneladas,  pero  esta  restricción  no 
basta  para  confirmar  sentimientos  hu- 
manitarios en  la  legislación  inglesa 
imperante,  puesto  que,  al  mismo  tiem- 
po, ella  exigía,  como  mínimum  para  el 
transporte  de  tropas  dos  toneladas  para 
cada  tres  hombres,  de  donde  resulta 
que  autorizaba  á  llevar  quince  esclavos 
en  el  espacio  en  que  se  juzgaba  no  po- 
derse llevar,  en  ningún  caso,  más  de 
nueve  soldados.  Esta  disposición,  sin 
embargo,  no  se  cumplía  en  la  práctica, 
pues  como  lo  observa  Lord  Palmers- 
ton  en  su  célebre  discurso,  los  capita- 
nes «llevan  la  cuarta  ó  tercera  parte 
de  negros  más  que  su  navio  puede 
contener,  semejante  al  cálculo  mate- 
mático que  se  hace  cuando  al  cargar 
vino  en  una  nave  se  cargan  unas  ba- 
rricas más,  destinadas  á  compensar  la 
pérdida  que  resulte  por  la  evaporación 
ó  la  avería:  pues  el  capitán  sabe  perfec- 
tamente que  morirá  un  gran  número 
de  negros  de  los  que  forman  su  carga- 


(1)  Solórzano— Monarquía  indiana 


DEL    Rio    DK    L\    Pl.ATA 


371 


mentó,  sucumbiendo  los  más  por  la 
tristeza,  otros  por  el  cambio  de  régi- 
men, y  mochos  por  asíixia» . 

Describiendo  un  buque  negrero, 
agrega  Lord  Palmerston,  «que  en  él 
un  negro  no  ocupa  más  espacio  que 
el  que  ocupa  un  cadáver  en  un  ataúd», 
mientras  que  según  otros,  «se  los 
acondicionaba  como  arenques»,  en 
todo  lo  cual  no  hay  ninguna  exagera- 
ción. La  bodega  de  un  buque  negrero 
se  dividía  con  tablados  que  llegaban 
á  no  tener  más  que  dos  pies  de  altura 
y  en  ellos  se  almacenaban  los  esclavos 
atados  de  dos  en  dos  por  un  pie  y  una 
mano,  sugetándoios,  además,  á  las  pa- 
redes ó  tablados  del  buque,  ó  por  una 
barra.  En  tan  reducido  espacio,  no 
podían  ni  sentarse  ni  cambiar  de  pos- 
tura, sucediendo  á  veces  que  un  fuerte 
movimiento  del  buque  los  hiciese  caer 
los  unos  sobre  los  otros  asfixianilose 
muchos. 

Cesar  Cantú,  refiere  (1)  que  en  «la 
Sociedad  de  moral  cristiana  de  París. 
un  señor  Stael,  presentó,  en  9  de  Enero 
de  1826.  las  cadenas  que  se  fabricaban 
enNantes  para  los  buques  negreros,  y 
una  enorme  barra  de  hierro  apenas 
pulimentada,  con  la  cual,  durante  los 
dos  meses  de  la  travesía,  aquellos  in- 
felices tenían  apretados  los  pies,  obli- 
gándoles á  estar  sobre  las  infecciones 
del  vómito  y  de  la  disentería.» 

Durante  el  viage,  el  alimento  consis- 
tía en  un  poco  de  igname  y  de  porotos 
y  un  medio  litro  de  agua,  lo  que  se 
repetía  dos  veces  por  día.  «Cuando  el 
tiempo  era  bueno  (2)  la  comida  se  les 
daba  sobre  el  puente,  donde  se  les 
obligal)a  á  bailar  con  las  cadenas  para 
dar  flexibilidad  á  sus  miembros  entu- 
mecidos. Se  azotaba  sin  piedad  á  los 
que  rehusaban  hacer  ese  ejercicio. 
La  tercera  parte  del  cargamento  moría 
en  el  camino  ó  en  los  primeros  días 
de  la  llegada.» 

H.  Scherer  calcula  en  25  %  la  mor- 
talidad en  el  viaje  debido  á  falta  de 
capacidad  en  los  buques;  M.  Buxton 
(3)  para  dar  una  idea  de  las  pérdidas 
en  la  travesía,  fcita  el  caso  del  bergan- 
tín español  «La  Cristina»,  apresado  en 


(1)  Historia  universal. 

(2)  De  Clarigny— Suppressiou  de  la  traite— R«vu«  des 
Denx  Mondes,  1855. 

(3)  The  african  Slave-trade  Ix)ndreB  1839. 


1831,  y  que  de  :íi84  esclavos  había  per- 
dido, de  viruelas,  132;  y  el  brík  español 
«Midas»,  que  de  562  negros,  sólo  con- 
servaba vivos  369.  Ya  hemos  visto  que 
según  el  asie,nti>  celebrado  por  España 
en  1652  con  el  portugués  Antonio  lio- 
driguez  de  Elva,  se  admitía,  como  caso 
corriente,  durante  el  viage,  una  mor- 
talidad de  un  30  %,  y  al  historiar  la 
trata  de  negros  en  el  ÍRío  de  la  Plata, 
hemos  de  ver  en  algunos  casos,  enf)r- 
memente  excedida  esa  proporción. 

Lord  Palmerston  agrega  los  siguien- 
tes datos  para  demostrar  la  inhuma- 
nidad de  los  capitanes  negreros.  «Nun- 
ca se  atiende,  dice,  si  han  espirado  los 
moribundos  para  tirarlos  á  la  mar; 
algunas  veces  se  arroja  á  aquellos  que 
se"  ha  desesperado  de  salvar.  En  el 
año  1783,  un  tal  Collingwood  transpor- 
taba un  cargamento  de  esclavos  á  la. 
Jamaica;  el  navio  perdió  la  ruta,  y 
escaseaban  agua  y  víveres.  Sabiendo 
que  sí  los  negros  morían  de  desfalle- 
cimiento, los  armadores  perderían  la 
prima  del  seguro,  en  tanto  que  tendrían 
derecho  á  ella  si  se  probaba  que  ].t)r 
un  suceso  de  mar  había  sido  preciso 
sacrificar  el  cargamento,  el  capitán  no 
titubeó  en  arrojar  á  las  olas  132 
negros.» 

Él  arrojar  parte  de  la  carga  huma- 
na al  agua,  era  cosa  corriente,  cuando 
se  hacia  necesario  aligerar  el  buque. 

El  espíritu  se  subleva  ante  cua- 
dros como  los  que  acabamos  de  trazar 
y  que  son  un  desdoro  para  nuestra 
época;  pero  si  se  refiexiona  un  poco, 
hay  que  convenir  en  que  todos  estos 
alentados  son  la  consecuencia  lógica  de 
la  acción  de  la  fuerza  económica  indi- 
vidual, ejercida  sin  las  limitaciones 
que  r.  sguardan  los  derechos  huma- 
nos. Aiin  desde  el  punto  de  vista 
darwiniano  la  lucha  individual,  para 
que  pjeda  ser  hipotéticamente  bené- 
fica, debe  presuponer  la  igualdad  de 
condiciones,  como  se  exige  en  toda 
lid  leal.  El  que  se  presenta  armado  con 
los  dones  de  la  civilización  frente  á 
los  hombres  de  condiciones  primiti- 
vas, como  el  que  viene  a¡  mundo  ampa- 
rado por  la  fuerza  del  capital  frente  á 
las  clases  proletarias,  tiene  una  supe- 
rioridad que  no  le  es  ingénita,  pero, 
mediante  la  cual,  fácil  le  es  derribar 
y  mantener  en  la  sugeción,  al  que 
pueda    serle  naturalmente    superior. 


372 


Revista  Económica 


1  )e  ahí  diversas  gradaciones  del  abuso 
<lel  hombre  sobre  el  hombre,  que  si 
bien  la  elevación  de  espíritu  trata  de 
moderar,  el  interés  individual  no 
i'efrenado,  lleva  fácilmente  á  los  últi- 
mos limites,  y  los  impone  creando  un 
estado  de  cosas  en  el  cual  aparecen 
confundidos  el  interés  social  y  hasta 
el  buen  sentido  económico,  con  las 
enormidades  que  la  fría  razón  repele. 

Por  mas  cruel  que  parezca  el  modo 
de  transportar  los  africanos  á  las 
colonias  de  América,  la  libre.  com})e- 
tencia  que  se  presenta  como  el  pala- 
dium  del  progreso  en  las  sociedailes 
modernas,  lo  "im{)onia,  de  tal  modo 
que  seria  de  seguro  arruinado  el  capi- 
tán negrero  que  quisiese  transportar 
esclavos  en  las  condiciones  que  lioy 
se  exigen  para  la  conducción  de  emi- 
grantes. Todos  los  demás  detalles,  eran 
igualmente  la  consecuencia  lógica  del 
ejercicio  de  la  competencia.  Por  otra 
parte  el  abuso  en  la  explotación  del 
hombre,  por  los  que  el  azar  colocaba 
en  situación  predominante,  se  hacía 
gradualmente  natural  i)ara  los  que  lo 
practicaban,  endureciendo  sus  íibras 
humanas  en  la  proporción  en  que  la 
competencia  lo  autorizaba  y  lo  exigía. 

La  confirmación  de  esto  la  hallamos 
en  nuestros  días  por  poco  que  obser- 
vemos. Establecida  la  competencia  de 
fábrica  á  fábrica,  hay  que  reducir  pro- 
gresivamente los  salarios,  y  cuando 
no  alcance  el  trabajo  á  atender  el 
sustento  de  los  operarios,  hay  que 
agregar  los  tiernos  hijos  al  yugo  á  que 
están  uncidos  sus  padres  y  sus  madres. 
Sigue  la  competencia,  y  si  se  la  deja 
hacer,  tendrán  la  palma  de  la  victoria, 
los  que  después  de  disminuirlos  sala- 
rios, aumenten  las  horas  de  trabajo, 
volviéndose  las  imposiciones  anti- 
humanitaiias,  la  ley  inexorable  de  la 
lucha  individual  ilimitada.  El  fabri- 
cante que  no  lo  observe  cae  y  la  grey 
del  trabajo  tiene  asi  que  ir  fatalmente, 
en  manos  de  los  que  no  vacilen  en 
hacerles  la  nueva  imposición,  como 
tenían  que  ser  librados  los  negros  afri- 
canos á  los  capitanes  menos  humani- 
tarios, que,  con  el  régimen  del  dejar 
hacer  al  egoísmo  individual,  eran  los 
que  debían  abarcar  el  negocio. 

Una  reciente  ley  francesa,  que  hace 
responsables  á  los  dueños  de  fábricas 
y  de  minas  de  los  accidentes  que  se 


produzcan  á  consecuencia  del  empleo 
de  maquinarias  y  aparatos  cuyo  estado 
ponga  en  peligró  la  vida  de  los  opera- 
rarios,  castigando  con  indemnizacio- 
nes á  favor  de  los  individuos  ó  de  sus 
familias,  cuya  desgracia  se  provoque, 
en  cambio  de  economizar  en  renova- 
ción de  utillage,  es  una  prueba  mas  de 
cómo  el  espíritu  mercantil  ilimitado, 
puede  contrariar  los  principios  huma- 
nitarios y  cómo  es  necesaria  la  acción 
del  Estado,  para  la  defensa  de  estos. 


BOLETÍN  BIBLIOGRÁFICO 


El  socialismo  cristiano.^  por  Enrique 
Joly.  Esta  obra  es  de  combate  y  está 
llamada  á  hacer  mucho  ruido.  Hoy 
que  todas  las  confesiones  reclaman 
para  sí  el  socialismo,  el  autor  le  contes- 
ta este  derecho  al  cristianismo  y  al  ju- 
daismo, combatiendo  por  consiguiente 
el  socialismo  del  señor  Mun  y  el  de  los 
protestantes  franceses. 

Según  el  señor  Joly,  ni  la  Biblia  ni 
los  padres  de  la  Igiesia,  les  dan  el 
derecho  de  erigirse  en  precursores  del 
socialismo. 


Henrik  Ibsen  y  el  Teatro  contemporáneo. 
[)or  A.  Ehrard.  El  autor  nos  hace  co- 
nocer en  esta  obra,  clara  y  profunda- 
mente, el  carácter  de  casi  todos  los 
personajes  de  Ibsen.  El  autor  no  se 
contenta  sólo  con  admirar  el  genio 
del  escritor  escandinavo,  sino  que  le 
comenta  y  le  explica,  llevando  al  lector 
de  la  mano  y  iiaciéndole  gozar  de  las 
bellezas  literarias  del  fecundo  autor 
de  los  Révenants. 

Soplos  nuevos,  por  Juan  Honcey.  Son 
cuatro,  el  soplo  religioso,  el  moral,  el 
estético  y  el  social.  El  autor  desarro- 
lla estas  ideas  de  un  modo  ingenioso, 
valiéndose  de  metáforas  poéticas,  di- 
chas con  estilo  encantador,  que  hacen 
que  se  lea  con  gusto  un  libro,  cuya 
importancia  y  seriedad  se  impone. 


Le  Imterie  sociali  in  Italia,  loro  utilitá,  ori- 
giiie.  di/fustio)!,.  con  progetto  di  staíuto  e  pros- 


DEL  Rio  de  la  Plata 


peiio  di  tutle  le  laiterie  italiane.,  por  Ercole 
Bassi.  El  estudio  del  señor  Bassi  ha 
sido  premiado  en  la  exposición  inter- 
nacional de  las  fúl)ricas  de  queso  de 
Pavía  (1890)  y  ha  obtenido  una  meda- 
lla de  oro  en  la  exposición  nacional 
de  Turin  de  1890.  Contiene  una  des- 
cripción completa  de  las  lecherías 
cooperativas  de  Italia,  consejos  sobre 
el  modo  de  establecerlas,  organizarías 
y  vulgarizarlas,  un  proyecto  de  estatu- 
tos para  una  lechería  social,  etc.,  etc. 
El  autor  asegura  que  la  cooperación 
ha  sabido  conquistar  rápidamente, 
con  sus  mágicos  resultados,  el  espíritu 
y  el  corazón  de  los  pueblos:  anda  ya 
de  boca  en  boca,  por  todo  el  mundo,  un 
eco  de  dulce  promesa  parala  libertad 
de  los  trabajadores,  siendo  este  un 
medio  de  evitar  las  crisis  y  de  poner 
en  buen  camino  la  cuestión  social. 
Naturalmente,  el  autor  considera  á  la 
mayor  parte  de  los  intermediarios  como 
verdaderos  parásitos,  que  se  [reservan 
para  ellos  la  parte  del  león.  Con  tal 
que  los  intermediarios  de  la  coopera- 
ción,— porque  los  tendrá  seguramen- 
te,— no  saquen  para  sí  la  parte  del 
zorro. . ..  eso  os  todo  lo  que  deseamos. 


373 


The  personal  righis  association:  its  woorJc 
and  influence.  Pewtress  y  C'"».,  ed.  Lon- 
don.  Este  opúsculo  contiene  extrac- 
tos de  los  discursos  pronunciados  en 
las  asambleas  anuales  de  la  asocia- 
ción de  los  derechos  personales,  por 
Stansfeld,  H.  Spencer.  Mac  Laren,  Ja- 
cobo  Brigth,  Stephens,  Hopwood  y 
otros  miembros  notables  de  la  asocia- 
ción. La  Asociación  de  ¡os  derechos  persa- 
nales  fué  fundada  en  1871,  con  el  objeto 
de  defender  la  libertad  contra  los  avan- 
ces incesantes  de  los  fabricadores  de 
leyes.  Esta  sociedad  estudia  y  critica 
las  leyes  existentes  y  propone  las  en- 
miendas cuando  las  cree  necesarias; 
también  examina  lasque  se  proponen 
diariamente  á  fin  de  ilustrar  al  público 
sobre  la  oportunidad  de  adoptarlas  ó 
rechazarlas.  La  asociación  se  opone, 
tanto  como  puede,  á  la  extensión  abu- 
siva de  la  legislomania,  que  sise  la  de- 
jara hacer,  pronto  convertiría  á  la  so- 
ciedad en  un  presidio,  ó  por  lo  menos 
en  un  cuartel  ó  convento;  que  subleva 
y  atízalas  luchas  éntrelas  clases;  que 


restringe  cada  día,  más  y  más,  la  liber- 
tad individual,  y  que  por  medio  de  sus 
inspectores,  oficinas  de  estadística, 
etc.,  etc..  nos  conduce  á  una  extensión 
indefinida  déla  policía,  del  espionaje; 
de  los  poderes  inquisitoriales.  La 
asociación  publica  un  diario  y  extrac- 
tos sobre  las  cuestiones  presentadas  á 
la  orden  del  día. 

¿No  valdría  la  pena  de  hacer  algo 
parecido  entre  nosotros? 

El  arbitraje  internacional^  por  Fernando 
Dreyfus.  En  la  i)rimera  parte  de  este 
libro,  el  autor  traza  la  historia  del  arbi- 
traje internacional  desde  los  tiempos 
antiguos  hasta  el  Congreso  de  Viena, 
con  tanta  precisión  como  rapidez  é 
interés.  Esto  era  necesario  para  venir 
á  la  época  presente,  en  que  las  ideas 
sobre  la  paz  universal  se  acentúan 
cada  vez  más  y  más.  Si  es  cierto  que  no 
se  suprimJrá  la  guerra,  sin  creerla  divi- 
na como  antes,  no  lo  es  menos  también 
que  hoy  domina  un  sentimiento  de 
justicia  benévola  en  todas  las  naciones 
civilizadas.  Y  como  lo  recuerda  elo- 
cuentemente, el  señor  Federico  Passy 
en  el  prefacio  puesto  al  libro  del  señor 
Dreyfus,  no  hay  que  dejar  de  repetir 
con  Kant:  «La  razón  no  dice  que  la 
paz  perpetua  llegue  á  realizarse  en 
su  día,  esto  no  le  concierne.  Pero  si 
dice  que  es  necesario  obrar  como  si 
esa  paz  debiese  ser  realizada  en  su 
día, y  esto  solóle  concierne.» 

* 

Explicación  y  crítica  del  nuevo  Código  de 
Comercio  de  la  RepíMica  Argentina^  etc.,  pw 
el  doctor  Lisandro  Segovia — (Buenos  Aires, 
1892— Editor:  Félix  Lajouane).  El  au- 
tor de  esta  obra,  acaba  de  conquistar 
un  lauro  más  en  la  república  de  las 
letras:  son  conocidos  sus  trabajos  críti- 
co-legales, habiendo  merecido  alguno 
de  ellos  los  honores  de  la  traducción 
al  francés. 

La  nueva  publicación  que  hoy  da  á 
luz  es  un  extenso  y  bien  meditado  cur- 
so de  derecho  comercial.  El  autor 
ha  aglomerado  todo  lo  más  mo- 
derno que  se  ha  escrito  sobre  la  mate- 
ria, en  las  naciones  que  marchan  á  la 
cabeza  del  progreso  social.  Como  una 
prueba  déla  labor  que  representa  esta 


¡74 


Revista  Económica 


obra  baste  decir  que  consta  de  8  tomos 
en  4°.  de  oOOpáos.  cada  uno;  que  el  Có- 
dioo  de  Comercio,  que  aparece  íntegro 
en  el  texto,  contiene  1.611  artículos,  y 
que  el  autor  los  ha  comentado,  expli- 
cándolos extensamente,  en  5.087  notas, 
de  tipo  pequeño  y  compacto. 

Como  lo  dice  el  autor  en  el  prólogo, 
sumisión  se  ha  limitado  á  criticar  con 
franqueza  y  con  altura  todo  cuanto  ha 
creído  criticable,  dejando  á  un  lado  el 
entusiasmo  patriotero  que  ni  calie  ni 
tiene  razón  de  ser  en  trabajos  de  la 
índole  del  que  nos  ocupa. 

Domina  enloda  la  obra  un  espíritu 
de  análisis,  que  no  deja  dudas  al  que 
tiene  que  consultar  un  punto  cualquie- 
ra de  los  contenidos  en  el  Código, 
haciendo  de  ella  un  texto  indispensa- 
ble en  el  gabinete  de  todo  hombre  de 
leyes  ó  perteneciente  al  Comercio. 
Felicitar  al  autor  y  al  jiaís  por  una 
obra,  que  tanto  honra  al  uno  como  al 
otro,  puede  parecer  banal;  pero  una 
labor  tan  inteligente  es  una  tentación, 
— y  como  noscomjilace  liarcrlo.  (pieda 
hecho. 


CRÓNICA  m  LA  QUINCENA 


Ndvii'mbrr  20  de  1802. 


El  mundo  político  argentino  fué  sor- 
prendido días  pasados  con  un  reporta- 
ge,— anunciando  que  el  general  Roca, 
Jefe  del  partido  Nacional  había  resuel- 
to retirarse,  deíinitivamente,  de  la 
escena,  volviendo.  ])Oi'  decirlo  así,  á  la 
vida  privada. 

*  * 

Vn  hecho  de  tanta  significación 
debía  producir  y  ha  producido,  en 
efecto,  algo  así  como  un  trastorno 
en  los  partidos  y  en  los  círculos  mili- 
tantes. 

Xo  es  de  la  índole  de  nuestra  pren- 
sa periódica  contentarse  con  lo  osten- 
sible,— así  es  que,  con  raras  excejjcio- 
nes,  casi  todos  los  diarios  }»oliticos  no 
le    lian  dado  á  las    díMdaracioiics  del 


general  Roca  ni  el  alcance  ni  la  tras- 
cendencia que  á  nuestro  juicio  com- 
portan. Penetrando  en  su  fuero  in- 
terno, temerariamente,  los  unos  han 
sido  irónicos,  los  otros  desconfiados. 
Nosotros  vemos,  sin  embargo,  en  aquel 
acto,  tan  significativo,  una  pruel>a  más 
del  tacto  político  del  distinguido  hom- 
bre de  estado;  y,  porqué  no  decirlo, 
una  manifestación  clásica  de  que  su 
patriotismo,  tantas  veces  eficaz,  se  da 
perfecta  cuenta  de  las  exigencias  de 
la  actualidad. 

La  é})oca  es  de  evolución  y  de  trans- 
formación. 

El  general  Roca  cree  que  el  orden 
de  cosas  fundado,  por  lo  que  se  llamó 
«política  del  acuerdo»,  necesita  apoyos 
fieles  y  durables,— y  que  la  oljra  rea- 
lizada es  Ijuena. 

El  general  Roca,  cree  algo  más: 
— cree,  y  es  injusticia  haberlo  pues- 
to en  duda  y  no  haber  encontrarlo 
ahí  la  clave  de  su  conducta,  que  las 
cuestiones  se  transforman,  que  los 
nombres  pierden  su  valor;  pero  que 
las  viejas  cuestiones  y  los  viejos  nom- 
Ijres,  son  nada,  ante  las  tendencias  y 
las  voluntades.  Y,  considerándose, 
no  un  estorbo  para  los  suyos  y  sus 
afines,  sino  un  pretexto  para  los  in- 
transigentes ha  querido  espontánea- 
mente, quitar  el  pretexto  y  dejar  á  su 
partido,  dividido  por  cuestiones  domés- 
ticas, reorganizarse  ó  transformarse 
dándose  una  nueva  constitución  sin  su 
ingerencia.  Todo  su  concepto  político 
estriba  en  eso.  No  saldrá  pues  de  su 
retiro,  sino  en  el  caso  de  una  guerra 
extranjera, probabilidad  remota, oyen- 
do la  anarquía  en  armas  á  golpear  sus 
puertas.  En  aquel  caso,  ya  se  sabe  que 
su  espada  es  cíe  la  Patria;  en  este,  sus 
antecedentes  y  su  solidaridad  le  desig- 
nan de  antemano  su  puesto  de  comba- 
te.— al  lado  tlel  íi,ol)ierno  leual. 


Como  consecuencia  de  la  determi- 
nación del  general  Roca,  determina- 
ción irrevocaljle,  que  estamos  seguros 
será  completada  renunciando  su  pues- 
to de  senador,  en  breve  tiempo,  los 
círcul<)S  disidentes  del  mismo  i>artido, 
— nos  referimos  al  i)artido  nacional, — 
han  ad(j})tado  un  modus  vivendi,  tenden- 
te á  su[)rimir  asjiei^e/as:  y  los  hombres 


DEL  llio  jjE  LA  Plata 


influyentes  y  autorizadus  de  uno  y  otro 
lado  buscan  las  fórmulas  y  los  procedi- 
mientos,— que  traduzcan  en  un  liecho 
concreto  este  pensamiento:  la  trans- 
formación, reorganización  y  consolida- 
ción <iel  partido  nacional,  dando  asi 
acceso  á  todos  aquellos  (jue  por  motivos 
diversos  estuvieran  alejados  de  su  seno. 
en  los  últimos  tiem[)Os.  y  no  sólo  á 
estos  elementos  sino  á  todos  los  (pie 
difieran  del  radicalismo. 

En  otros  términos:  se  quiere  ensan- 
char la  base  de  resistencia  á  las  ace- 
chanzas de  los  radicales,  cuya  política 
tiene  que  ser  fatalmente  revoluciona- 
ria, por  más  que  proclame  que  sólo 
busca  las  reivindicaciones  de  las  ur- 
nas. La  consecuencia  tiene  i)ues  que 
ser  la  oi'ganizaci<')n  de  mayoi'ias  diri- 
gentes dentro  del  radio  de  la  Consti- 
tuci()ny  de  las  leyes,  para  sostener  el 
gol>ierno  del  12  de  octubre,  encabezado 
])or  el  l)r.  Sáenz  Peña,  gobierno  que 
los  radicales  repudian,  clasificándolo, 
ahora  como  antes,  de  espúreo,  fruto  de 
la  imposición  y  del  fraude. 

Si  lo>i  poiü- parler  y  la  ])ropaganda  de 
los  que  quieren  consolida)-  el  partido 
nacional  llegasen  á  fracasai'.  su  dislo- 
cación es  inevitable. 

En  este  caso  se  hará  un  gran  vacío 
alrededor  del  gobierno  del  1'-;?  de  octu- 
bre, los  rarfica/e5  re coj eran  los  despojos 
de  la  disgregación,  y  como  no  es  posi- 
ble mover  los  mecanismos  constitu- 
cionales sin  liombres,  sin  partidos. — 
de  las  divisiones  consiguientes  son  los 
radicales  los  que  reportarán  la  mejor 
parte. 

Otras  causas,  económicas  y  finan- 
cieras, á  las  que  hay  que  agregar 
las  administrativas,  no  menos  deci- 
sivas, si  no  hay  tacto  en  la  elección 
de  los  agentes  de  la  cosa  púl)lica 
l)ueden  darle  mayor  nervio  al  parti- 
do radical.  Enti'a  también  como  factor 
en  este  orden  de  ideas  la  situación  de 
algunas  provincias.  —  cuya  división, 
por  un  semillero  de  motivos,  las  man- 
tiene en  permanente  conflicto  de  in- 
tereses, intereses  que  no  es  empresa 
de  romanos  homologar  si  los  unos  y 
los  otros  quieren  persuadirse,  una 
vez  por  todas,  de  que  la  política  es 
la  ciencia  de  las  concesiones  mutuas. 

¡Sea  de  esto  lo  que  fuere,  el  partido 


radical  revolucionario  siih-conditioyic.  en- 
cuéntrase colocado  en  una  situación 
relativamente  ventajosa  respecto  de 
los  que  han  fundado  el  gobierno  del 
12  de  octubre ;  porque,  hoy  por  hoy, 
su  unión  es  un  hecho,  y  iina  verdad 
innegable  que  el  partido' nacional  tie- 
ne la  discordia  en  el  alma;  porque 
además  de  esto  y  como  la  lógica  lo 
decreta  en  tales  coyunturas  es  el  re- 
ceptáculo de  todos  los  descontentos,  á 
lo  que  hay  que  agregar  una  tendencia 
invencible  de  las  multitudes  á  seguir 
á  todo  corifeo  que  diesti'amente  seña- 
la con  el  dedo  á  los  pretendidos  autores 
de  grandes  males  sociales,  fruto  fatal 
de  un  momento  histórico,  de  una  épo- 
ca de  sofismas  y  aturdimientos.  El 
prototipo  de  los  agitadores  es  el  mismo 
ahora  que  en  tiem[io  de  Catilina.  lia 
talla  es  la  cuestión  y  nuestras  Catili- 
nas  no  la  tienen  por  fortuna. 

Se  ve,  pues,  que  la  actualidad  no 
es  como  })ara  inspirar  [dena  seguridad 
en  el  orden  y  en  la  paz. 

Agregúese  á  lo  dicho  que  hay  fuei-- 
tes  inquietudes  respecto  de  si  la  polí- 
tica econ(knica  y  financiera  del  actual 
ministro  del  ramo,  cuya  capacidad  no 
l»onemos  en  duda, — k  da  la  espalda  al 
país  ó  al  extranjero,  \)AVa  encerrar  todo 
nuestro  pensamiento  en  una  figura. 

* 

Pero...  se  nos  ocurre^  }iara  concluir, 
que  á  propósito  de  finanzas,  bien  po- 
dría decirse  i)arafraseando  lo  que 
sobre  religión  acaba  de  escribir  un 
distinguido  economista: 

Si  bastase  hablar  de  religión  para 
ser  religioso,  de  seguro  que  ningiin 
tiempo  sería  más  propicio  que  el  que 
corre.  No  dejamos  de  tratar  de  ella  .y 
cada  cual  se  expide  de  una  manera  tan- 
to más  notable,  cuanto  más  imprevista. 
Somos  católicos  contra  el  papa,  acla- 
mando, sin  embargo,  su  infalibilidad; 
tal  se  erige  en  apóstol,  en  nombre  de 
los  más  iJi'ofundos  sentimientos  de 
concordia  y  de  caridad,  y  luego  toen 
á  ensillar  y  á  la  carga,  declarando, 
por  regla  general,  con  los  pies  bien 
firmes  en  los  estribos,  que  no  depondrá 
las  armas  hasta  después  de  la  victoria. 
Se  lleva  la  indiferencia  ó  la  abnega- 
ción política  (tan  necesaria  se  la  juzga 
para  el  triunfo  de  la  fe)  hasta  correr  las 


Revista  Económica 


candidaturas,  y,  si  se  puede,  la  dipu- 
tación. Los  periodistas  se  convierten 
en  padres  de  la  Iglesia,  y  los  ministros 
del  culto  en  periodistas  y  oradores  de 
Club.  Realmente,  es  singular;  pero  nos 
parece  que  se  jue^a  muy  alegremente 
una  partida  muy  tuerte. 


CRÓNICA  ORIENTAL 


Está  á  la  orden  del  día  la  reforma 
electoral. 

Se  había  nombrado  por  decreto  de 
17  de  Julio  de  1891,  una  comisión  com- 
puesta de  distinguidos  ciudadanos, 
con  el  objeto  de  dictaminar  sobre  las 
líneas  generales  de  un  sistema  elec- 
toral que  garantizase  el  ejercicio 
tranquilo  del  derecho  de  sufragio. 
Esta  comisión  se  expidió,  adoptando 
un  proyecto  notable,  preparado  por 
el  Dr.  Gonzalo  Ramírez. 

La  Comisión  de  Legislación  del  Se- 
nado, acaba  de  presentar  otro  proyec- 
to de  reforma  electoral;  y  se  anuncia, 
para  estos  días,  un  mensaje  del  Poder 
Ejecutivo,  acompañando  un  proyecto 
suyo  sobre  el  mismo  asunto. 

Hay,  como  se  ve,  tanta  actividad 
ejercida  con  el  propósito  de  reformar 
la  ley  electoral,  como  poco  interés  en 
el  pueblo  en  hacer  valer  sus  dere- 
chos. 

Por  deficiente  que  sea  una  ley 
electoral,  la  acción  popular  y  la  rec- 
titud de  las  autoridades,  imeden  ha- 
cerla prácticamente  buena;  mientras 
que  la  perfección  de  las  leyes  nada 
vale  sin  la  lealtad  en  su  aplicación 
y  la  conciencia  en  el  pueblo  de  sus 
derechos. 

El  proyecto  del  J)r.  Gonzalo  Ra- 
mírez, es  quizá,  como  lo  demostrare- 
mos en  una  de  nuestros  próximos 
números,  uno  de  los  trabajos  de  más 
mérito  y  más  lleno  de  novedades, 
que  se  han  publicado  sobre  la  mate- 
ria, pero,  presentado  como  una 
simple  ley,  y  que,  como  tal,  sería 
fácilmente  derogable,  encuentra  diíi- 
cultades  para  su  adopción,  que,  en  su 
mayor  parte,  no  subsistirían  si  se 
tratase,  como    habíase    pensado,    de 


dar  á  sus  cardinales  bases   el  carác- 
ter de  artículos  constitucionales. 

Las  disposiciíjiies  que  se  consideran 
necesarias  para  garantizar  la  vida  de- 
mocrática deben  í'igurar  en  el  código 
fundamental,  evitándose  así  que  una 
minoría  que,  en  momentos  de  desfa- 
llecimiento ó  debido  á  divisiones  pa- 
sajeras, tome  transitoriamente  las  po- 
siciones  predominantes,  pueda,  por 
una  simple  ley  electoral,  privar  para 
lo  sucesivo  de  sus  derechos  á  la  ma- 
yoría del  país. 

Los  antiguos  refranes  españoles, 
constituyen  un  código  de  sabiduría. 
Tómese  cualquiera  de  ellos  y  veremos 
confirmada  á  cada  instante,  ya  en  la 
práctica  familiar,  ya  en  la  vida  pú- 
blica, la  verdad  que  encierran. 

Al  recorrer  las  páginas  de  estos  tres 
últimos  años  de  nuestra  historia  eco- 
nómica, hallamos  plenamente  justifi- 
cado el  dicho  de  que  «no  hay  que 
pedir  peras  al  olmo»,  que  traducimos 
por  el  de  que  es  insensato  esperar 
ninguna  reconstitución  mientras  pre- 
dominen en  los  consejos  del  gobierno 
las  teorías  demoledoras,  que  por  des- 
gracia  han  logrado  imperar. 

Primero  so  emprendió  campaña  con- 
tra el  valor  de  todos  los  títulos,  y  so 
pretexto  de  que  es  malo  el  inflacio- 
nismo  ó  hinchazón,  se  llegó  hasta  anu- 
larlo, arruinando  todo  elemento  pro- 
gresista y  comprometiendo  la  vida  del 
Banco  Nacional.  La  situación  de  prós- 
pera que  era,  pasó  á  ser  mala,  y  para 
mejorarla  se  trabajó,  hasta  conse- 
guirlo, para  hacer  talila  rasa  de  las 
instituciones  de  crédito  nacionales, 
con  lo  cual  se  alirmal:)a  que  ¡se  resta- 
blecería la  confianza,  sin  tener  en 
cuenta  que  ésta  es  planta  que  sólo 
florece  en  las  épocas  de  prosperidad. 

La  situación  empeoró,  como  no  po- 
día dejar  de  suceder,  y  en  vez  de  pen- 
sar en  tonificar  al  país,  postrado  por 
tan  rudos  golpes,  la  emprenden  ahora 
los  mismos  contra  los  valores  territo- 
riales, únicos  restos  que  quedaban  de 
la  fortuna  nacional. 

Las  consecuencias  lógicas  que  de 
esto  resultan,  ya  las  tocamos,  con  la 
agravación  del  malestar  que  afecta  á 
todas  las  clases  sociales,  y  como  no 


DEL   Klü   DE   LA   PlATA 


377 


va  quedando  nada  que  derribar  en  el 
orden  económico,  ya  oimos  indicar, 
como  nuevo  especifico,  la  eliminación 
del  Presidente  de  la  República;  y  si 
se  prosigue  por  este  camino  tendre- 
mos que,  por  último,  se  llegará  á  ¡pre- 
tender, con  medio  heroico  para  resta- 
blecer la  coníianza,  que  se  ha  venido 
alejando  con  las  demoliciones  sucesi- 
vas, la  supresión  de  la  soberanía  na- 
cional. 

Este  es,  por  otra  parte,  el  término 
lógico  de  tan  repetidos  atentados,  con- 
tra los  cuales  es  deber  ineludible  reac- 
cionar con  vigor. 


«El  Siglo,»  al  comentar  la  suba  de 
los  títulos  orientales,  en  la  plaza  de 
Londres,  la  atribuye  á  haberse  colo- 
cado en  fuertes  manos  los  millones 
de  nuestra  deuda,  que  formaban  parte 
del  activo  de  la  liquidación  de  Baring 
Brothers.  El  hecho  es  exacto,  pero  el 
colega  ingoubüista,  quiere  tomar  de  esto 
pié  para  justificar  las  ventasen  vasta 
escala,  á  que  está  procediendo  el  Ban- 
co Hipotecario. 

La  conducta  anti-patriotica  del  direc- 
torio del  titulado  «Banco  Hi[)otecario 
del  Uruguay»  en  vez  de  poderse  justi- 
ficar con  el  ejemplo  de  la  liquidación 
Baring,  está  en  completa  oposición 
con  las  ideas  de  los  competentes  ban- 
queros que  de  ella  se  hicieron  cargo, 
y  que,  comprendiendo  que  la  ventalle 
los  títulos  orientales,  en  las  actuales 
circunstancias,  hubiera  traído  una 
fuerte  baja,  adoptaron  el  tempera- 
mento de  adjudicárselos  á  buen  pre- 
cio á  fin  de  evitar  una  realización 
forzosa. 

Lo  que  los  li(|UÍdadores  de  Baring 
Brothers  no  han  querido  hacer  con 
con  nuestros  títulos  de  deuda,  los 
directores  del  titulado  Banco  Hipoteca- 
rio del  Uruguay,  no  vacilan  en  hacer 
con  la  propiedad  territorial,  Ijeneíícian- 
do  á  unos  pocos,  con  sacrilicio  de  la  ma- 
yor parte  de  la  fortuna  nacional  y  de 
losverdaderos  intereses  del  estable- 
cimiento que  dirigen. 

Sigan,  si  quieren,  en  su  triste  empre- 
sa; pero  no  citen  ejemplos  recomen- 
dables pretendiendo  con  esto  evitar  la 
reju'obación   pública. 

Los  nombres  de  los  que  no  vacilan 
en  agravar  el  malestar  general  en  las 


actuales   calamitosas    circunstancias 
quedarán    gravados  en    la    memoria 

¡lopular. 

• 
•*  * 

No  concluiremos  la  reseña  de  esta 
quincena,  sin  hacer  constar  el  hecho 
(le  que  el  gol)ierno  ha  tomado  medi- 
das tendentes  á  alejar  la  influencia 
oíicial  en  las  próximas  elecciones  de 
Senadores,  lo  que  importa  una  posi- 
tiva mejora  en  el  orden  político. 


-^- 


REVISTA  JiURSATIL 

Como  lo  preveíamos,  la  autorización 
de  la  venta  oíicial  del  oro  á  plazos, 
ha  inaugurado  una  época  de  grandes 
oscilaciones  en  el  valor  del  papel, 
cuando  con  el  sistema  anterior  se 
había  conseguido  una  cierta  noj-mali- 
zación. 

El  cuadro  del  movimiento  bursátil 
que  publicamos,  da  idea  de  las  gran- 
des difeTencias  producidas  en  la  quin- 
cena, y  que  importan  vm  grave  tras- 
torno para  las  operaciones   regulares. 

En  los  caml)ios  ha  continuado  mani- 
festándose   un   movimiento   de   baja. 

En  cédulas  nacionales  y  provincia- 
les y  en  fondos  públicos  hay  ima  mejo- 
ra general  en  sus  precios,  no  sucedien- 
do otro  tanto  con  lu  común  de  acciones 
de  bancos  y  de  com[>añías  particulares, 
que  en  su  generalidad  se  han  conser- 
vado á  los  tipos  anteriores. 

En  la  Bolsa  de  Montevideo  ha  liabi- 
do  mejora  en  los  billetes  del  Banco 
Nacional,  que  han  subido  diez  puntos, 
y  en  los  títulos  de  deuda  pública. 

En  cambio  las  cédulas  continúan  en 
baja,  así  como  también  las  acciones 
del  Banco  Hipotecario,  debido  á  la  cre- 
ciente depreciación  de  las  propiedades, 
que  ese  establecimiento  tan  impruden- 
temente precipita. 

Si  las  cotizaciones  bursátiles,  cuan- 
do, como  en  el  presente  caso,  no  son 
determinadas  por  la  especulación, 
pueden  considerarse  como  un  baró- 
metro de  la  confianza  que  inspira  en 
la  plaza  la  marcha  de  una  institu- 
ción, esa  baja  i3ersistente  debe  indi- 
carle al  Directorio  del  Banco  Hip(j- 
tecario  lo  errado  del  camino  que  ha 
tomado. 


378 


Revista   Económica 


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379 


Movimiento  bursátil  de  la  primera  quincena  de  Noviembre  de  1892 


BOLSA  DE  BUENOS  AIRES 

(  DEL    1".    AL   í'>   DE   XOVIE.MliliE  ) 


Ultimo  precio 


io'bre.  31 


Metálico 


Onzas 

Jjibras  esterlinas. 


Cambios 


Inglaterra . 
Francia. . . 
Bél!T,ica.. . . 
Alemania  . 


Cheques 

Raneo  Nacional 

Hanco   <le  la   Provincia 

Banco  Hipot.  de  la  Provincia— bonos, 

Cédulas  Hipotecarias  Nacionales 


Serie  A  (oro)  5  %  de   renta, 


A 
P, 
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1) 


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Cédulas  Hipotecarias  Provinciales 

Serie  A  (oro)  6  %  de   renta 


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Fondos  y  Títulos  Públicos 

Fondos  Públicos  Nacionales  de  1884. 

Empréstito  Nacional  Interno  1891 

Id.  de  1892 

Deuda  Municijial  de  la  Capital  .  . 


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95  — 

92  — 

93  — 


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309  50 


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4  98 
4  97 
4  02 


10  — 
42  50 

20  10 


38  — 

98  3)0 

97  — 

9:5  — 

94  — 


33  — 
32  20 

32  50 

33  60 

32  50 

34  — 
34  — 
34  — 
34  — 
34  — 

33  80 


74  20 
68  50 
66  50 


ülliino  precio 

HASTA 

n'bre.  1 5 


292  50 


47  h 
4  96 
4  97 
4  02 


10 
35 

20 


38  — 
98  30 
97  — 
9:5  — 
94  — 
90  — 


19  — 

31  — 
33  — 

32  20 

32  50 

33  60 

32  50 

34  — 
34  — 
342— 
342- 
341- 

33  80 


5o  — 
74  20 
68  50 
m   50 


380 


Revista  Económica 


Ulliino  precio 

HASl'A 

o'bre.  'U 


MAS   ALTO 


Acciones 


BANCOS 


Español  del  Rio  de  la  Plata 

Italia  y  »      »    »       «     '«i^oj 

Crédito  Real 

Nuevo  Banco  Italiano 

Banco  de    la    Bolsa 

Francés  del  Rio  de  la  Plata 

Hipotecario  de  la  Capital  (Bonos  oro) 

Constructor  de  la   Plata 

Id  id  id  (obligaciones) 

Agrícola    Comercial 

Banco    Inmoviliario : 

Banco  del   Comercio 

Banco   Caja  de  Descuentos 

Comercial  de  la  Plata 

Comercial 

Banco  Sud-Americano 

Banco  Nacional 


compañías 


La  Edificadora 

La  Previsora  (Compañía  de  Seguros) . 

La  Primitiva  (Compañía  de  Gas) 

Gas  Argentino • 

Empresa  del  Edificio  de  la  Bolsa 

La  Argentina  (fábrica  de  papel) 

Muelle  y  Depósitos  de  las  Catalinas — 
La  Buenos  Aires  ( Compañía  de  Seguros 

Compañía  General  de  Reasegiu'os 

Kíd  y  C> 

Telegráfico  Telefónica 

Constructora   Argentina 


100  — 
94  — 
:U  — 
50  — 
'45  — 
42  50 
04  75 
4  50 
O  80 
24  — 
00   

90  — 

50  — 

8  50 

30  — 
29  — 

31  — 


78  — 
27  — 
90  — 
53  — 
30  — 
83  — 
8  90 

13  — 
7  — 
7  — 

05  — 

14  — 


BOLSA   DE   MONTEVIDEO 

(del  1'^  AL  15  DE  NOVIEMBRE) 


Billetes  Banco   Nacional 40  — 

Títulos    hipotecarios   Serie    D ]  25  — 

Cédulas  liipotecarías      »        A.".... 

»  »  »        (_' 

Deuda  del  Interior 

Id.      Consolidada 

Acciones  Banco  Hipotecario 


CAMBIOS 


Inglaterra 
Francia . . . 
Bélgica.. , . 
Alemania  . 


23  20 
25  — 
25  ()0 
:U  — 

8  — 


50 


3.) 
35 


107  — 

31  — 
57  — 
45  — 


O  80 

22  

22  

89  — 


80  - 
8  — 


50  — - 
23  — 
22  80 

25  00 

32  40 

7  70 


51 
5  34 
5  35 
4  32 


108  — 

31  — 
58  50 
45  — 


1  — 

22  

23  — 

89  — 


51  — 

84  — 
9  20 


Ultimo  precio 

HASTA 

n'bre.  15 


50  — 
23  20 

26  90 

27  10 
35  50 

8  — 


51  h 

5  35 
5  35 

I-  o  o 


o 


108 
94 
31 
58 
45  — 
42  50 
64  75 
4  50 
O  80 
22  — 

22  

89  — 

50  — 

8  50 

30  — 
29  — 

31  — 


78  — 

90  — 

51  — 

130  — 

80  - 

8  60 

13  — 

65  — 

14  — 


50  - 
23  20 
23  30 
25  — 
27  10 
35  50 
7  70 


51  Vi6 
5  35 
5  35 
4  33 


2^  Época — Núm.  15. 


o  de  Dieiembre  de  1892. 


REVISTA  ECONÓMICA 


RIO  DE  LA  PLATA 


DiRscTOR:   DOMINGO   LAMAS 


CARTA  DEL  SEÑOR  MINISTRO  ÜE  HACIENDA 


Gran  importancia  se  ha  dado  á  la 
carta  (jue  el  señor  Ministro  de  Ha- 
cienda argentino  Dr.  D.  .1.  J.  Romero 
dirigió  coii  feclia  '25  de  Noviembre 
al  señor  Presidente  de  la  República, 
en  la  ([ue  da  cuenta  de  las  cifras  ))rin- 
cipales  del  balance  formado  por  la 
Contaduría  Generad,  con  el  objeto  de 
establecer  la  verdadera  situación  de 
la  hacienda  nacional,  y  en  la  cual, 
ademas  de  emitir  sus  impresiones 
sobre  el  estado  íinanciero  de  la  na- 
ción el  señor  Ministro  indica  la  con- 
veniencia de  la  conversión  á  oro  de  los 
billetes  circulantes  ni  tipo  de  dos  y 
medio  por  uno.  ojjinando  que  esta 
operación  consultaría  la  equidad  y 
las  verdaderas  conveniencias  del  país. 

Este  documento,  en  efecto,  no  care- 
ce de  interés,  si  bien  en  cuanto  á  datos 
numéricos  no  contiene  mas  noveda<l 
que  la  de  las  cifras  exactas  de  los  re- 
cursos disponibles  y  de  la  deuda  exi- 
gible  de  la  nación  el  12  de  octubre. 
En  cambio  el  informe  del  señor  Mi- 
nistro no  se  ocupa  ni  de  la  condición 
general  financiera  del  país,  ni  de  los 
compromisos  de  diverso  género  que 
tiene  la  República  con  el  exterior, 
todo  lo  cual  es  esencial  apreciar  con 
precisión  para  poder  formar  un  juicio 
exacto  sobre  el  temperamento  que 
deba   adoptarse. 

Al  inaugurarse,  la  actual  administra- 
ción tenía  disponibles  2.417.000  en 
papel    y    17.004    en    oro   contra    una 


deuda  exigible  por  letras yex'pediénte^ 
<le.  19.9,54.000  pesos  curso  legal  y 
:).4l9.000  en  oro,  no  incluyéndose  en 
estas  cifras  ninguna  partida  de  las 
(jue  se  adeudan  por  servicio  ordina- 
rio de  la  deuda  pública  interna  ó 
externa,  ni  jjor  garantías  de  ferro- 
carriles. 

Si  bien  figuran  en  el  haber  de  la 
nación,  ¡¡esos  78.700.000  curso  legal, 
y  4.190.0i)0  oro  como  importe  de  cré- 
ditos á  su  favor,  el  Ministro  no  los 
toma  en  cuenta  como  recursos  para 
atender  las  deudas  de  carácter  exiji- 
bíe,  puesto  que  nueve  décimos  de  las 
fuertes  partidas  de  créditos  son  acre- 
encias del  Tesoro  contra  el  Banco  Na- 
cional y  que.  habiéndose  colocado  en 
la  cuai4a  categoría  en  el  orden  de  las 
preferencias  de  pago,  por  la  ley  que 
rige  la  liquidación" de  este  estableci- 
iniento.  pueden  considerarse  como 
pérdida  total;  y  en  cuanto  á  la  parti- 
da de  títulos,  que  en  su  mayoría  son 
emitidos  por  la  nación  ó  garantidos 
p(jr  ella,  están  dados  en  prenda  'á 
acreedores  cíel   Estado. 

La  deuda  púljlica  interna  y  exter- 
na de  la  nación,  la  aprecia  del  modo 
siguiente: 

En  moneda  curso  lei^al  s    48.700.000 
,,     „ro '. .  .   »  407.000.000 

Las  cifras  de  la  deuda  consolidada 
de  la  nación  ya  eran  conocidas  no 
solo  por  las  relaciones  que  se  hacen 
en  el  país,  sínó  por  las  t]ue  se  publi- 
can en  el  extranjero.  En  los  407.000.000 
como  deuda  á  oro,  figuran  los  fondos 
pú  1)1  icos  de  4  I  %  de  los  bancos  na- 
cionales, de  los  cuales  próximamente 
100.000.000  están  en  poder  de  la  nacion.. 
En   cambio  la  nación  tiene  la  respon- 


382 


Revista  Económica 


sabilidad  de  282.009.000  de  billetes  y 
además  de  la  de  algunas  garantías 
industriales,  la  de  84.552.27§  oro,  de 
capital  garantido  á  ferrocarriles. 

Estas  obligaciones  le  imponen  á  la 
nación   el  siguiente  servicio  anual: 

En  curso  legal $     1.514.000 

En  oro »  25 .200.000 

El  señor  Ministro  hace  figurar  como 
pagos  en  oro  $  14.299.966,21  que  hoy  se 
abonan  en  títulos  del  empréstito  mora- 
torias, y  los  pagos  en  metálico,  elimina- 
da esta  partida,  importan  S  10.927.943,11 
que  es  con  corta  diferencia,  la  suma 
dada  en  el  proyecto  del  presupuesto 
jDara  1893  por  el  anterior  gobierno,  que 
hacía  ascender  la  suma  á  pagar  en 
oro  como  servicios  de  deudas  á  pe- 
sos 10.747.943,20  y  el  servicio  á  papel, 
en  la  misma  suma  en  que  la  repre- 
senta hoy  el  señor  Ministro. 


II 


La  ruidosa  carta  del  señor  Minis- 
tro de  Hacienda  no  adelanta  como 
hemos  visto  ningún  dato  en  cuanto 
al  peso  de  las  deudas  nacionales  que 
no  fuese  conocido,  y,  ante  la  situación 
que  presenta,  ¿qué  dice?  ¿qué  proyecta? 

Se  limita  á  las  consideraciones  si- 
guientes: 

«De  todo  punto  inútil,  dice,  sería  que 
repitiera  á  V.  E.  lo  que  la  simple  enun- 
ciación de  estas  cifras  demuestra  por 
si  sola  con  toda  evidencia,  y  es  la  im- 
posibilidad absoluta  en  que  se  encuen- 
tra el  país  de  pagar  esos  servicios  en 
dinero  efectivo.» 

«Sabe  V.  E.  que  hoy  se  satisfacen 
en  su  mayor  parte  con  títulos  del 
empréstito  de  consolidación.  Es  decir, 
pagamos  nuestras  deudas  creando 
diariamente  una  deuda  mas  onerosa 
para  la  nación;  sistema  desastroso  á 
que  es  preciso  poner  término,  y  res- 
pecto del  cual  el  ministerio  de  hacien- 
da, de  acuerdo  con  las  instrucciones 
de  V.  E.,  se  ha  apresurado  á  iniciar 
las  primeras  gestiones  de  caso.» 

Que,  en  las  condiciones  actuales,  la 
nación  no  puede  satisfacer  en  efecti- 
vo el  servicio  de  sus  deudas,  harto  lo 
demuestra  el  hecho  de  que,  entre- 
gándose en  títulos  14.000.000  de  los 
25.000.000  de  servicios  en  oro,  no  pa- 
gándose  de  los   11.000.000    restantes. 


1.874000  de  intereses  de  los  fondos 
públicos  correspondientes  á  las  emi- 
sione?  garantidas,  que  debían  desti- 
narse ala  quema  de  billetes  y  las 
garantías  de  varios  ferro-carriles,  lejos 
de  sobrar  recursos,  y  no  obstante 
haber  producido  las  rentas  mas  de  lo 
que  se  esperaba,  esta  administración 
se  ha  encontrado  con  un  déficit  de, 
próximamente,  30.000.000,  represen- 
tado por  diversos  créditos  exigí  bles. 

En  cuanto  á  la  observación  de  que 
es  desastroso  el  sistema  de  capitalizar 
las  deudas,  dando  en  pago  de  intere- 
ses nuevos  títulos  de  6  "/o,  es,  también, 
otra  cosa  que  á  nadie  puede  ocultar- 
se. Basta  hacer  algunos  números  para 
encontrar  que  la  acumulación,  en  solo 
diez  años,  de  los  servicios  comprendi- 
dos en  la  moratoria,  representaría,  por 
capital  y  nuevos  intereses,  200.00Ó.000 
de  pesos  oro. 

Por  abrumadoras  que  parezcan  las 
cifras  de  los  servicios  de  la  nación, 
ellas  no  bastan  para  caracterizar  el 
estado  de  la  hacienda  nacional,  como 
corresponde  hacerlo,  con  ánimo  re- 
suelto, á  fin  de  adoptar  la  línea  de 
conducta  que  las  circustancias  acon- 
sejan. 

Estudiando,  en  el  número  12  de  esta 
Revista,  el  problema  financiero  argen- 
tino, hemos  demostrado,  1"  que  el  pre- 
supuesto ordinario  de  gastos  á  pagarse 
en  dinero  en  el  año  próximo  solo  po- 
drá e(|uilibrarse,  sobre  la  base  de  la 
renta  actual,  cobrándose  las  rentas  en 
oro,  cuando  menos,  á  razón  de  306.30 
o/o,  debiendo  resultar  un  déficit  de 
1.000.000  por  cada  diez  xjun tos  que  de 
ese  precio,  bajase  el  oro;  y  2"  que 
quedan  en  descubierto  todos  los  gastos 
extraordinarios  por  acuerdos  y  leyes 
especiales,  los  que  tomando  por  base 
las  cuentas  de  1891,  pueden  api-eciarse 
en  30.000.000,  ademas  de  capitalizarse 
los  14.299.000  del  empréstito  moratorias- 
Tomando  por  l)ase,  como  lo  hicimos 
para  calcuar  la  renta,  la  proporción 
de  su  producto  en  los  tres  prime- 
ros trimestres  de  este  año,  y  lo  gas- 
tado en  1891  en  extraordinarios,  for- 
mularemos la  siguiente  cuenta  que 
demuestra   numéricamente  la  situa- 


ción: 


Rentü 


HABER 
Oro 
..     20.830.000 


Papel 

11.730.000 


DEL  Rio  de  la  Plata 


383 


DEBE 

Oro  Papel 

Presupuesto  ordinario  u 
pagaren    dinero 11.059.225  44.658.:ití3 

Servicio   en  títulos IJ. 299. 966,22 

Leyes  y  acuerdos  espe- 
ciales        7.343.310,81        7.663. 169. .54 

32 . 702 . 501 ,03      52 . 321 . 532 . 53 

Convirtiendo  el  papel  á  300  tene- 
mos lo  siguiente: 

Recursos  $  77.220.000.     (>\stos  $  150.429.035,62. 

Agregúese  á  esto  el  déficit  de  30 
millones  que  resulta  deduciendo  los 
recursos  de  las  deudas  exigibles  que 
había  el  12  de  octubre,  y  estará  com- 
pleto el  verdadero  cuadro  que  pre- 
senta la  hacienda  nacional. 

Aún  cuando  se  suprimiesen  total- 
mente los  servicios  de  deudas  y  ga- 
rantías en  dinero  y  en  títulos,  toda- 
vía quedaría  un  déficit  de  6.000.000 
á  compensar  con  aumentos  de  rentas 
y  disminuciones  de  gastos. 

En  vista  de  esto,  ¿qué  es  lo  que 
corresponde  hacer  ?  Tenemos  ideas 
hechas  al  respecto,  y  no  estará  de 
más  que  repitamos  aquí  lo  que  ya 
hace  meses  venimos  sosteniendo. 

«No  es,  lo  diremos  una  vez  mas,  ni 
con  pequeñas  economías  para  con  los 
de  casa  é  insostenibles  concesiones 
para  los  de  afuera,  ni  con  medidas 
especiales  é  incoherentes,  ni  con  la 
multiplicación  y  elevación  de  impues- 
tos con  propósitos  fiscales,  que  se 
obtendrán  los  medios  de  mejora  de 
la  situación  de  la  hacienda  nacional.» 

«Si  bien,  notamos  el  mas  completo 
antagonisiTio  entre  las  exigencias  de 
los  acreedores  extrangeros  y  lo  que 
aconseja  el  desenvolvimiento  de  la 
riqueza  del  país,  hay  en  el  fondo  la 
mas  completa  armonía  en  l;is  conve- 
niencias de  todos,  puesto  que  es  solo 
fomentando  la  producción,  desenvol- 
viendo las  industrias  y  aprovechando 
la  fertilidad  de  las  inmensas  zonas  de 
tierra  que  existen  aún  incultas  en 
todas  las  provincias,  que  la  República 
podrá  dominar  sus  actuales  conflictos, 
como  los  Estados  Unidos,  en  sus  peo- 
res circunstancias,  han  dominado  los 
suyos.» 

En  cuanto  á  la  supresión  del  servi- 
cio de  las  deudas,  á  que  se  refiere  el 
señor  ministro,  elíano  es  una  solución 
sino  un  hecho  desgraciado  que  puede 
imponerse,  y,  para  llegar  á  la  solución 


única  que  se  presenta,  no  están  bien 
encaminados,  como  lo  demostramos  en 
otro  articulo,  los  que  se  preocupan  de 
la  valorización  del  papel  y  de  la  con- 
versión ó  oro,  objetivos  en  vista  de 
los  cuales  se  tiende  al  régimen  res- 
triccionista,  tan  contraproducente  en 
las  actuales  circunstancias. 


A  TRAVÉS  DEL  PARLAMENTO  FRANCÉS 


(De  un  estudio  sobre  sobre  las  metamorfosis  parla- 
mentarias, proviene  la  tela  de  que  cortamos  algunas 
siluetas  de  oradores;  que  no  escriben  sus  discursos 
como  los  de  1789  y  1815.) 

Entre  estos  y  las  improvisaciones  de 
1871,  las  de  1830  y  las  del  momento 
actual,  hay  un  abismo. 

Hoy  todos  improvisan,  hasta  los 
que  podrían  preparar,  muy  diferentes 
en  esto  á  los  oradores  de  la  Restaura- 
ción que  escribían  sus  discursos  con 
arte  y  los  aprendían  con  cuidado, 
cuando  no  encontraban  que  era  más 
sencillo  y  sobre  todo,  más  cómodo, 
leerlos;  muy  diferentes  también  de  los 
representantes  de  1871  que  prepara- 
ban casi  siempre  hasta  aquello  que 
l)odrían  haber  improvisado.  Todos 
tienen  horror  á  la  fraseología  hueca  y 
sonora,  al  estilo  declamatorio,  á  los 
períodos  sabiondos  que  huelen  á  su- 
dor y  á  aceite.  Su  palabra  limpia,  su 
argumentación  descarnada  van  dere- 
cho al  bulto.  Atacan,  paran,  respon- 
den con  maravillosa  destreza  y  fre- 
cuentemente apuntan  y  pegan,  por 
entre  las  junturas  de  la  coraza. 

Hoy,  todavía  nos  gusta  la  elocuen- 
cia; pero  no  nos  gusta  por  sí  misma, 
y  lo  que  nuestros  abuelos  llamaban 
«la  gran  elocuencia»,  no  nos  hace  feli- 
ces. El  agrado  y  el  encanto  no  son 
para  nosotros  más  que  dones  secun- 
darios: huimos  de  las  cumbres  y  des- 
deñamos las  flores. 

Necesitamos  el  nervio,  la  concisión 
la  oportunidad  del  modo  de  ser  del 
político  inglés,  una  palabra  fácil,  vo- 
luntariamente familiar,  y  aún,  aveces, 
algo  vulgar,  adrede,  uña  especie  de 
charla  sin  pretención  á  la  tribuna, 
con  tal  que  un  orador  sepa  decir: 
«Hueve»,  cuando  quiere  decir  «llueve», 
ahí  tenemos  ya  á  nuestro  hombre,  -y 


884 


Revisia   Económica 


p<jCo  iiüs  interesa  cuando  exclama: 
«La  reina  se  muere,  la  reina  ha  muer- 
ta»— Ya  eso  pasó  de  moda,  por  más 
que  sean  reminiscencias  de  Bossuet. 

* 

Tampoco  es  de  moda  liacr  citas 
clásicas.  Hubo  un  tiempo,  no  muy 
lí-'jano  i)or  cierto,  ^en  que  cual(][uier 
o|)inióu  [>a]'ecia  vacilante  sí  Rover — 
Collard  no  la  escudaba  con  su  autori- 
dad, en  que  no  hal)ía  discurso  bueno 
sin  algunos  fragmentos  de  Benjamín 
Constant.  Los  más  audaces  econo- 
mistas se  volvían  singularmente  tími- 
dos si  no  eran  palenqueados  por  Cob- 
den,  Smith,  Bastiat  ó  Juan  B.  Say. 
Los  hacendistas  usaban  de  Corvetto 
y  abusaban  del  barón  Luis.  Hoy  todo 
eso  no  es  más  que  una  antigua  para- 
da de  elocuencia  averiada  y  de  nom- 
bres gastados.  Nuestros  oradores  co- 
nocen sin  duda  á  esos  grandes  hom- 
bres y  quizás  también  sus  obras,  pero 
ya  no  las  citan.  Citan  á  (xambetta,  á 
bufaure,  y  de  ve/  en  cuando  invocan 
la  autoi'idad  de  Thiers;  pero  tan  pron- 
to como  un  retardatario  ó  un  novicio 
murmura  tímidamente  el  noml)re  de 
Royer — Collard,  cien  voces  expresan, 
en  formaslas  más  variadas,  esta  sini- 
ple  idea:  «Fichez — nous  la  })aix!)) — 
ioh!  deje  de  emhromarnos!) 


Allá,  en  la  aurora  del  parlamento 
en  la  Constituyente  de  1789,  ninguno 
improvisó,  á  no  ser  Barnave,  Cázales, 
y,  con  algunas  intermitencias,  Mira- 
beau.  Los  oradores  más  ilustres  re- 
dactaban entonces  sus  discursos,  j 
ensayal)an  el  efecto  que  producían 
en  un  círculo  de  amigos  íntimos.  Y 
no  se  contentaban  con  escribir  sus 
discursos,  sino  que  también  leían  los 
discursos  redactados  por  otros,  vinie- 
ran de  donde  vinieran. 

El  mismo  Mirabeau,  á  pesar  de  ser 
INIirabeau,  se  presentó  varias  veces  en 
la  tribuna  con  un  manuscrito  en  la 
mano,  de  Ramón,  de  Claviere,  de 
Dupont  ó  de  cualquier  otro  ginebrino 
de  los  que  le  rodeaban. 

Seguti  el  testimonio  de  sus  contem- 
poráneos (ya  yo  hice  en  una  causerie 
un'a  referencia  sobre  esto)  Mirabeau. 


como  Moliere,  se  pintaba  solo  para 
tomar  su  bien  donde  lo  encontré Vja. 
Apropiándose  de  una  palabra  lanzada 
al  través  del  debate,  de  una  frase 
oída,  de  una  idea  recogida  en  una 
conversación  reciente,  las  hacía  su- 
yas, las  encajaba  en  su  discurso  y 
sabía  darles  tal  giro,  que  ni  sus  mis- 
mos padres  las  conocían. 

Cuandí^  la  Líestau ración,  volvió  á 
persistir  el  gusto  por  la  «gran  elo^ 
cuencia»  y  la  palabra  austera,  pro- 
funda de  Royer — Collard  es  una  pala- 
bra escrita.  «Es,  dicen  sus  admira- 
dores, el  más  elocuente  de  los  escrito- 
res iiarlarnentarios» — Benjamín  Cons- 
tant no  improvisa  sino  con  la  pluma 
en  la  mano,  pero  improvisa.  Mientras 
que  el  orador  habla,  él  escribe  su 
respuesta,  pero  escribe  sobre  pedazos 
de  cuartillas  siempre  en  desorden,  y 
cuando  sube  á  la  tribuna,  pasa  su 
tiem[)o  arreglándolas.  El  general  Foy 
pide  mucho  á  la  memoria  y  un  poco  á 
la  im[)rovisación.  '■ 

Toílos  ó  casi  todos  los  discursos  de 
aquella  época  pecan  por  el  oropel  de 
una  ret(írica  falsa:  son  verdaderas 
am]")lificaciones,  y  al  releerlos,  se  saca 
en  línq)io  al  primer  golpe  de  vista,  que 
sus  autores  se  servían  del  griego  y 
del  latín,  tanto  como  cualquier  otro 
mortal. 


Á  partir  de  1880,  la  elocuencia  im- 
provisada y  la  elocuencia  escrita  se 
dividen  fraternalmente  la  tribuna.  El 
diapasón  baja,  y  á  la  redundancia  de 
un  Odilón  Barrot,  á  la  hinchazón  de 
un  Manguin.  el  señor  Guizot  opone  su 
palabra  clara.  Lamartine,  su  poesía, 
Lacordaire  su  inspiración  y  Berryer  su 
irradiación  y  su  llama:  anima,  calien- 
ta y  la  electricidad  se  comunica  en  un 
instante  á  toda  la  sala.  Sería  el  i^rimer 
orador  de  nuestros  siglos,  sí  no  hubiera 
venido  Gambeta  á  dividir  con  él.  este 
glorioso  puesto. 

Guizot  era  un  discutidor.  un  dialéc- 
tico sólido,  con  argumentos  y  razones, 
y  también  con  gracias  literarias  que 
no  eran  improvisadas.  Muy  joven  aun, 
ya  era  un  artista  rnaravilloso,  y,  en  su 
primera  entrevista,  Mad.  de  Staél  le 
dijo  bruscamente:  «Quedaos  en  Ovchy, 


DEL    Pao    DE   LA    Pj.ATA 


H8Ó 


y  representad  un  papel  en  Andrómaca: 
estoy  segura  que  seréis  un  buen  có- 
mico». Más  tarde,  cuando  se  liallaba 
en  el  apogeo  de  la  gloria,  Rachel  ex- 
clamaba, después  de  haberle  oído:  «Me 
gustaría  representar  con  este  hombre.» 
Pero  el  orador  moderno  no  es  el  se- 
ñor Guizot;  lo  es  Thiers,  que  fué  el  pri- 
mero que  dio  á  la  elocuencia  parlamen- 
taria el  tono  de  una  conversación 
familiar,  espiritual  y  viva.  Tenía  hor- 
ror al  vacío,  como  la  misma  naturale- 
za y  fué  un  desapiadado  re^;e«toáor  de 
odres,  de  cosas  infladas.  No  detestaba 
uienos  la  declamación,  la  retórica, 
pero  apreciaba  mucho  la  destreza,  la 
malicia,  la  verbosidad.  Su  palabra  es- 
l)iritual,  sin  pretensión  é  irónica  sin 
exceso  no  forzaba  el  tono:  reemplaza- 
ba por  una  palabra  las  demostraciones 
excesivas  y  por  una  frase  incisiva  los 
movimientos  oratorios. 

Thiers  ha  dejado  discípulos,  uno  de 
los  cuales,  el  señor  Dufaure,  fué  casi 
su  rival.  Aquél  era  terrible,  muchas 
veces  arrancaba  el  bocado;  hacia  trizas 
á  su  adversario  ó  lo  engullía  como 
si  fuera  un  pollito. 

En  1871,  algunos  jóvenes  parlamen- 
tarios quisieron  resucitar  no  la  gran 
elocuencia,  enterrada  por  Thiers,  sino 
la  elegancia.  Sólo  consiguieron  hacer- 
se notar  por  el  arte,  más  que  por  la  ins- 
piración. Ya  este  género  se  ha  perdido. 

Los  últimos  representantes  del  viejo 
sistema  han  desaparecido,  uno  á  uno, 
y  hemos  visto  caer,  con  Luis  Blanc  y 
Madierde  Montjan,  sus  postreros  res- 
tos. Los  otros  hablan  una  lengua  cla- 
ra, exactcL  á  veces  un  poco  seca.  En 
las  grandes  batallas  sus  discursos  bre- 
ves y  cerrados  se  parecen  al  chis-chas 
de  los  floretes. 

El  señor  Clemenceau  tiene  una  elo- 
cuencia áspera,  silbante  é  hiriente: 
sus  mejores  discursos  tienen  cierto 
aire  de  o[)eración  quirúrgica. 

PYeycinet  posee  una  palabra  sabia 
que  se  imjH'egna  de  miel,  al  pasar  por 
sus  labios.  El  trabajo  de  toda  su  vida 
lia  heclio  de  él  un  improvisador,  siem- 
pre dis])uesto  á  todo,  que  no  necesita 
ni  de  un  documento  ni  de  una  nota. 
Pocas  palabras  le  bastan  para  expre- 


sar un  pensamiento,  y  acostumbra 
decir  cpie  el  problema  más  intrincado 
puede  ser  resuelto  en  un  cuarto  de 
hora,  y  que  nadie  es  orador,  sino  á 
ese  precio. 

León  Say  sobresale  en  sus  conver- 
saciones, á  la  vez  espirituales  y  ligera- 
mente excépticas,  en  las  que  es  permi- 
tido decir  todo  y  en  las  que  se  dice 
todo.  Es  el  más  divertido  hablador  de 
millones  del  mundo  conocid(j,  y  queda 
sin  rival,  desde  la  muerte  de  ÍPouyer- 
Quertier,  igualmente  hábil  en  jugar 
con  las  cifras,  que  había  aprendido  su 
oficio  en  la  misma  escuela  de  brujería. 

El  señor  Constants  es  un  humorista 
que  ha  descubierto  el  secreto  de  hacer 
divertida  la  política  y  un  iiteador  sin 
igual,  que  lo  deja  al  adversario  nada 
menos  que  en  cueros,  con  tres  pala- 
bras que  tienen  todo  el  aire  de  un  cum- 
plimiento. 

Y  muchos  más  podríamos  nombrar, 
por  ejemplo;  Ptibot,  lógico  cei-rado,  fir- 
me y  pulido,  cuyo  vigor  concentrado 
lleva  siempre  su  esfuerzo  al  punto  re- 
querido; Goblet  que  habla  una  lengua 
elegante  y  fácil;  Rouvier,  para  quien 
el  presupuesto  no  tiene  secretos;  (tam- 
poco los  tiene  para  nadie  cuando  él 
habla  del  presupuesto);  Julio  Simón, 
gran  orador  y  el  más  flexible  de  los  po- 
lemistas, y  veinte  más  todavía;  pero 
temeríamos  someter  á  pruebas  muy 
prolongadas  la  modestia  jiarlamen- 
taria.  , 

* 

*  * 

Para  concluir  con  dos  palabras  más, 
la  mayor  parte  de  los  oradores  france- 
ses, improvisa;  algunos  preparan  sus 
discursos  por  respetos  propíos  y  por 
respeto  al  auditorio;  otros,  muy  ])Ocos, 
son  lectores,  economistas,  casi  siein- 
pre  y  de  vez  en  cuando  un  ultra-socia- 
lista. Verlos  subir  á  la  tribuna  y 
empezar  á  abandonar  el  recinto  ó  á 
bostezar,  es  todo  uno. 

*  * 

Pensamos  que  estas  notas  pueden 
ser  utilizadas  por  algunos  oradores 
argentinos,  particularmente  por  los 
que  rehacen  sus  discursos  sobre  la 
versión  taquigráfica;  y  por  aquellas  á 
quienes  hay  momentos  en  los  cuales, 


886 


Revista   Económica 


no  obstante  cierta  galanura  de  frase, 
clá  ganas  de  recordarles. . . 

«Anda  desempolvando  manuscritos 
Para    luego  dejar  la  gente  absorta 
Con  citas  y  textos  eruditos.» 


LA  TRATA  DE  NEGROS 

y    EL    Río    DE    LA     Plata 


XII. 

Hemos  visto  como  no  mejoraban  las 
condiciones  de  los  negros,  al  pasar  de 
las  manos  de  sus  cazadores  en  África 
á  las  de  los  capitanes  europeos  que 
los  transportaban  á  América:  y  vere- 
mos ahora  como  no  se  suavizaba  su 
destino  una  vez  llegados  al  Nuevo 
Mundo.  Se  cambiaba  el  escenario,  y 
ellos  pasaban  de  centros  de  civiliza- 
ción rudimentaria  á  los  que  estaban 
bajo  el  dominio  directo  de  la  mas 
adelantada;  pero  una  cosa  subsistía, 
que  no  permitía  ningún  cambio  fun- 
damental en  sus  tristes  condiciones, 
que  era  el  hecho  de  entregarse  el 
hombre  á  la  explotación  del  hombre, 
convirtiendo  unos  en  materia  de  co- 
mercio de  otros. 

La  acción  del  interés  individual, 
una  vez  traspasados  los  límites  de 
los  derechos  humanos,  debía  produ- 
cir, en  una  y  otra  parte,  idénticos 
frutos. 

En  África,  una  vez  olvidados  los 
sentimientos  humanitarios,  las  exi- 
gencias del  lucro  individual  llevaban 
á  cazar  los  negros  con  todo  el  rigor 
con  que  se  cazan  los  tigres  para  apro- 
vechar su  piel  ó  los  elefantes  á  fin 
de  obtener  el  apreciable  marfil  de 
sus  colmillos.  Para  los  capitanes  ocu- 
pados en  la  trata,  el  negro  continua- 
ba siendo  un  mero  artículo  de  comer- 
cio. Cuántos  mas  se  podían  estivar 
mejor,  y  el  límite  de  este  más  lo 
determinaba,  no  la  comodidad,  la  hi- 
giene, el  respeto  que  la  criatura  huma- 
na debe  infundir,  sino  los  consejos 
del  mayor  lucro  inmediato  que  la 
libre  competencia  hace  predominar 
y  que,  considerado  desde  su  estrecho 
punto  de  vista,  viene  á  constituir 
una  ley  natural. 


Los  que,  traídos  en  esas  condiciones, 
podían  llegar  á  América  no  logra- 
ban una  mejoría  en  su  condición, 
pues  venían  destinados  á  satisfacer 
los  deseos  y  las  necesidades  de  los 
colonos  que.  mas  bien  que  sectarios 
de  la  igualdad  y  apóstoles  de  los  dere- 
chos humanos,  estaban  dominados  por 
los  intereses  egoísticos  y  por  las  exi- 
gencias que  imponía  un  ói'den  econó- 
mico, en  el  cual  los  negros  no  debían 
ser  mas  que  simples  máquinas  de 
trabajo. 

El  menosprecio  de  los  derechos  na- 
turales del  hombre  hasta  llegar  á  asi- 
milarlos por  completo  á  las  bestias,  es 
el  rasgo  característic(j  y  uniforme  que 
en  general  presenta  la  venta  de  escla- 
vos en  América,  si  bien,  según  las  épo- 
cas y  lugares,  se  han  diversificado  los 
detalles. 

Después  de  tan  penosíi  navegación, 
los  negros,  que  aparecían  más  fuertes 
y  robustos  en  la  éjxK-a  de  su  cajjtura, 
al  llegar  á  Améilca  estallan  desco- 
nocidos. Eran  semi-cadáveres;  con 
los  padecimientos  del  viaje  se  ha- 
bían enflaquecido  á  punto  de  pare- 
cer no  tener  mas  <jue  la  piel  sobre 
los  huesos;  les  costaba  respirar  hasta 
al  aire  libre;  y  los  más  se  enc(m- 
traban  tan  delica<los  que  no  podían 
dar  un  paso,  haciéndose  forzoso  de.s- 
embarcarlos,  ó  mas  bien  descargarlos 
en   brazos. 

Según  una  de  las  relaciones  que 
tenemos  á  la  vista,  á  su  llegada  ellos 
eran  sellados,  rapados  y  pintaiíos,  y 
después  alimentados,  para  que  pre- 
sentasen buen  aspecto  en  el  mercado; 
alli,  eran  vendidos  y  pasaban  á  po- 
nerse al  arbitrio  de  un  amo  que  dis- 
ponía de  sus  vidas  desde  el  momento 
en  que  los  había  comprado  y  que 
seguía  tratándolos  como  á  bestias, 
no  ol)stante  las  prédicas  de  benemé- 
ritos misioneros,  que  como  el  jesuíta 
catalán  Claver.  que  al  profesar  había 
firmado  Pedro,  esclavo  de  los  negros  para 
siempre,  trataban  de  amparar  á  los  des- 
validos negros,  sacrificados  á  la  triple 
codicia  del  cazador  africano,  de  los 
capitanes  negreros  y  de  los  planta- 
dores (ie   Arnérica. 

Laudable  era  la  misión  de  los  que, 
como  ese  jesuíta,  se  dedicaban  al  ali- 
vio de  las  desgraciadas  víctimas  de 
la  trata.     Sus  esfuerzos  se   esteriliza- 


DEL  Rio  de  la  Plata 


38' 


ban  sin  embargo  ante  la  creciente 
dureza  de  los  colonos,  y  cuando;  no 
les  era  dado  obtener  una  mejora  en 
los  sentimientos  ahogados  por  la  codi- 
cia y  las  falsas  preocupaciones.  ítrata- 
ban  de  aliviar  á  las  víctimas  por  todos 
l.)s  medios  á  su  alcance.  Llevaban 
alimentos  confortantes  para  disti-it)uir- 
l<ts  entre  los  negros  que  extenuados 
arribaban  á  los  puertos  americanos 
y  procuraban  de  obrar  sobre  su  espíritu 
á  la  par  que  restaurar  sus  fuerzas 
físicas.  En  medio  de  tantos  sufrimien- 
tos, era  opinión  corriente,  entre  los 
negros  que  hacinados  llegaban  á  las 
costas  de  América,  de  que  estaban 
destinados  á  calafatear  con  su  grasa 
l« »s  navios,  y  á  teñir  con  su  sangre 
las   velas. 

Los  misioneros  les  tran(juili/.aban.  y 
si  bien  no  les  era  dado  asegurarles 
los  dones  á  que  como  hombres  tenían 
derecho,  les  confoilaban  con  las  re- 
compensas de  la  vida  eterna  y  las 
atenciones  cariñosas  de  que  les  hacían 
objeto. 

ÍPero  estos  sentimientos  humanita- 
rios no  se  avenían  con  el  orden  econó- 
mico imperante  ni  con  las  legislaciones 
de  acuerdo  con  él  establecidas  en  las 
diversas  colonias,  y  que  consideraba 
los  negros  como  simples  factores  de 
producción  y  como  una  pro})iedad  que 
adquirida  por  el  cambio,  debía  consa- 
gi-arse  y  garantirse. 

XIII 

¡Sobre  las  condiciones  en  que  se 
verificaban  las  ventas  de  esclavos  en 
América,  encontramos  en  los  varios 
autores  que  á  ellas  se  han  referido, 
.uran  variedad  en  los  detalles,  según 
se  diversiíican  los  puntos  á  que  es- 
pecialmente se  dedican  y  las  dis- 
tintas épocas  en  que  las  han  apre- 
ciad (>. 

A.  Tourmagne.  (1)  en  un  reciente 
«r-studio  sobre  "la  esclavitud  antigua  y 
moderna,  hace  la  siguiente  descrip- 
ción, que  ampliaremos  con  los  demás 
datos  que  tenemos  á  mano. 

'(Llegados  al  punto  de  destino  en 
la  costa  americana,  los  esclavos  eran 
'desembarcados  v  conducidos  á  barra- 


n  I   (^bra  citada 


cenes,  en  los  cuales  los  enfermos  ó 
enflaquecidos  podían  rehacerse  mien- 
tras (pie  los  otros  eran  llevados  al 
mercado.  Allí,  se  procedía  ala  venta 
como  se  hacia  en  (jr3cia  y  en  Roma. 
El  comprador  de  las  colonias  exami- 
naba cada  individuo  en  los  ojos,  y  en 
la  boca,  y  lo  palpaba  de  uno  y  otro 
lado  como  se  hace  con  un  caballo  en 
venta.  Al  propio  tiempo,  un  corredor 
especial  hacía  valer  la  mercadería. 
Alababa  el  grosor  de  los  brazos  y 
pantorrillas,  lo  ancho  del  pecho  y  de 
las  esjjaldas,  la  íinura  de  las  extremi- 
dades y  junturas.  Obligaban  al  indi- 
viduo á  caminar,  trotar,  correr,  toser 
y  levantar  fardos.  El  negocio  no  se 
concluía  sino  después  de  estas  diver- 
sas pruebas,  y  solo  entonces  el  colono 
lo  dirigía  hacia  las  plantaciones  á  la 
cual  quería  adherirlo».  Otra  precau- 
ción común,  era  el  examen  del  color 
de  la  tez,  pues  es  sabido  que  la  menor 
indisposición  en  la  salud  del  indivi- 
duo altera  la  brillantez  de  su  color  de 
ébano. 

J.  J.  Vire>,  (1)  agrega  «Las  negras, 
que  andan  desnudas,  se  ven  escudri- 
ñadas con  la  mas  prolija  detención,  y 
sus  bárbaros  vendedores  sacan  á  pú- 
blica sul)asta  la  juventud  y  las  gracias 
de  aquellas  infelices.  Pero  es  tal  la 
consternación  que  reina  en  aquellos 
horribles  mercados  de  carne  humana, 
que  se  han  visto  algunos  de  aquellos 
(lesventurados  quedar  muertos  en  el 
sitio;  jhasta  tal  punto  vuelca  su  fanta- 
sía la  zo/obra  cié  hallarse  en  el  ma- 
tadero y  de  ser  devorados  por  los 
blancos!» 

H.  Scherer  (2)  describe  del  modo 
siguiente  las  condiciones  en  que  se 
verificaba  la  venta  de  negros  en  el 
nuevo  mundo. 

«Á  su  llegada  á  América,  dice,  los 
esclavos  eran  vendidos  á  bordo  ó  con- 
ducidos al  mercado.  Pero  antes  ha- 
bía costumbre  de  desembarcar  el 
deshecho  y  los  enfermos,  y  venderlos 
en  tierra  á  pública  subasta.  Gene- 
ralmente los  judíos  y  los  médicos 
muchas  veces  por  especulación,  com- 
praban los  desechados  á  razón  de 
cinco  ó  seis  dollards  por  cabeza.  En 
cuanto  á  los    esclavos  sanos,  se  les 


(1)  J.  .T.  Viroy— Historia  natural  del  genero  liumanu. 
(3)  Obra  citada. 


;',88 


Revista   Ecoxómica 


limpiaba,  se  les  bañaba  y  vestía  de 
lo  mejor  posible,  vendiéndoles,  bien 
individual  mente,  por  pares  ó  por  doce- 
nas, ó  bien  de  una  manera  especial 
llamada  á  la  arrebatiña,  que  consistía 
en  estipular  un  precio  para  todos  los 
esclavos,  teniendo  derecho  el  compra- 
dor de  llevarse  todos  cuantos  podía 
coger,  para  lo  cual  se  abrían  las  puer- 
tas del  patio  donde  estaban  los  escla- 
vos, y  los  comj)radores  se  tiraban  á 
"ellos  como  bestias  feroces,  cogiendo 
de  los  brazos  á  dos,  tres  ó  más  negros, 
ó  echándoles  redes  y  lazos  para  coger 
todos  los  que  fuera  posible». 

Asimilado  el  hombre  al  ganado,  na- 
tural era  que  se  a^Dlicasen  á  sus  modos 
de  venta,  los  usuales  respecto  de  este. 
Tenemos  así,  los  negros  negociados 
como  la  hacienda  y  adoptadas'para  su 
venta  formas  análogas  á  las  que,  son 
corrientes  para  engenar  los  bueyes, 
carneros,  etc.,  y  que  se  denominan  á 
la  pata  y  al  corte,  así  como  la  especula- 
ción sobre  las  llamadas  colas,  ó  ga- 
nado que  por  extenuado  ó  enfermizo 
no  encuentra  precio  en  las  tabladas, 
y  es  comprado  jDor  los  dueños  de 
campos  cercanos,  que  después  de  des- 
cansado y  engordado,  esperan  ven- 
derlo con  beneficio. 

Hay  más;  se  ha  acostumbrado  en 
algunas  colonias  americanas  á  vender 
los  esclavos  al  peso,  como  se  estilaba 
con  el  ganado.  En  varias  de  las  colo- 
nias inglesas,  los  negros  esclavos  se 
vendían  á  razón  de  uno,  dos  y  tres 
chelines  la  libra. 

XIV 

Natural  era  que  los  negros  valiesen 
mas  ó  menos  según  sus  aptitudes  y 
que  los  importadores  tuviesen  eii 
cuenta,  no  solo  la  cantidad  sino  la 
calidad  de  las  mercaderías  que  intro- 
ducían. 

«Los  holandeses  (1)  y  mas  tarde  los 
ingleses,  al  comienzo  de  su  domina- 
ción, poseían  en  sus  colonias  del  Cabo 
de  Buena  Esperanza,  negros  cuya  con- 
dición era  relativamente  mejor  que  la 
de  los  que  comunmente  se  exportaban 
del  África.  Se  les  empleaba,  no  solo 
en  la  cultura  del  suelo,  sino  también 


en  algún  oficio.  Cuando  se  les  vendía 
para  la  América,  valían  por  lo  común 
el  doble  y  continuaban  de  ordinario 
en  su  nueva  residencia,  en  sus  oficios 
acostumbrados.» 

El  precio  de  la  venta  de  los  negros 
en  América,  ha  variado  naturalmente 
como  todos,  según  las  leyes  de  la  ofer- 
ta y  los  pedidos.  A  mediados  del  siglo 
xvm,  por  un  negro  de  plantación,  se 
pagaban  cuarenta  libras  esterlinas. 
Cuando  se  tomaban  en  conjunto,  mu- 
jeres, varones  y  niños,  el  precio  dis- 
ñiinuía  como  era  también  menor,  en 
los  casos  muy  frecuentes  de  introduc- 
ción por  contrabando.  Ese  ha  podido 
consilerarse,  en  el  siglo  pasado,  el  tér- 
mino máximo. 

Muy  inferior  era  en  los  primeros 
años  de  la  trata:  pero  la  demanda 
creciente  en  las  colonias  de  América 
debía  propender,  como  propendió,  al 
encarecimiento  de  los  brazos  para  el 
trabajo,  que  se  les  proporcionaban 
bajo  el  imperio  del  monopolio,  provo- 
cando de  parte  de  los  colonos,  quejas, 
que  no  tardaron  en  llegar  á  los  conse- 
jos de  la  autoridad  real. 

«  Con  el  objeto,  pues,  de  (1)  proveer 
á  estos  ramos,  y  de  que  no  creciese 
demasiado  el  valor  de  los  esclavos,  se 
mandó  por  Cédula  de  6  de  junio  de 
1556,  que  hubiese  tasa  en  la  venta 
de  negros,  <lisponiéndose  que  no  se 
pudiesen  vender  en  las  islas  Espa- 
ñola, de  Puerto-Rico  y  de  Cuba,  ni 
en  las  otras,  á  más  de  cien  ducados 
cada  pieza;  en  las  provincias  de  Car- 
tagena, Tierra-Eirme,  Santa  Marta, 
Venezuela.  Honduras  .y  Guatemala, 
á  ciento  diez  ducados;  en  las  de  Ni- 
caragua y  en  la  de  Nueva  -  España 
á  ciento  veinte :  en  las  provincias 
del  Perú  y  Río  de  la  Plata  á  ciento 
y  cincuenta;  en  las  del  nuevo  reino 
de  Granada  y  Popayán  á  ciento  y 
cuarenta;  y  en  las  provincias  de  Chile 
á  ciento  y  ochenta  ducados:  siendo 
de  notar  que  para  los  negros  que  fue- 
sen de  Cabo  Verde,  se  permitió  en 
todas  partes  el  aumento  de  j ¡recio 
de  veinte  ducados  más  por  pieza.  En 
otra  Cédula  de  8  de  octubre  de  1558 
se  declaró  que  la  pena  impuesta  á 
los  que  no   observasen    aquella  tasa 


(1)  H.  Scherer. 


(1)    Autunez    y    Acevedo — Memorias     históricas    del 
joiueixio  de  ludias. 


DEL    H\0    1)K    i.A    I^LAIA 


889 


\ 


se  entendiese  sólo  con  el  vendedor: 
peri>  después  en  15  de  septiembre  de 
\~Á)l.  se  revocó  la  citada  Cédula  de 
!").")().  declarando  que  cada  uno  tu- 
viese libertad  de  vender  los  negros 
en    las  Indias  como  pudiera.  » 

H.  Scherer,  que  es  uno  de  los  au- 
tores que  más  minuciosamente  han 
estudiado  ese  asunto  bajo  su  aspecto 
mercantil,  aprecia  en  ios  siguientes 
términos  las  ganancias  de  los  capi- 
tanes negreros: 

<<  l^^l  l)eneíicio,  dice  (1),  excep- 
ción hecha  del  aprovechamiento  de 
los  negros  para  las  culturas  en 
América,  que  era  obtenido  en  la  tra- 
ta por  el  armador  ó  capitán  del  bu- 
que, ha  sido  en  todo  tiempo  de  los 
más  considerables,  y  ha  perpetuado 
liasta  nuestros  días  ese  infame  tráfico, 
á  pesar  de  todas  las  prohibiciones,  ios 
tratados  y  los  bloqueos,  puesto  que 
ningún  otro  comercio  enriquecia  tanto 
ni  tan  de  prisa.  Se  podía,  en  las 
circunstancias  más  desfavorables,  con- 
tar con  ima  utilidad  de  30  %,  pero 
su  término  medio  era  de  60  á  70 
".,;  algunas  veces  alcanzó  y  sobre- 
pasó al  capital  empleado.  Débese 
aquí  naturalmente  también  distin- 
guir las  é[K)cas.  Fuenni  los  ingleses 
los  que  supieron  realizar  los  mejo- 
res beneficios  ;  Liverpool  y  Bristol 
ganaron  en  la  trata  sumas  enormes.  » 

La  siguiente  cuenta,  reproriucida 
por  M.  Kichelot,  dá  una  idea  de  los 
resultados  obtenid<is  por  una  expedi- 
ción   negiera. 

GASJOs 

Quinientos  esclavos  á  £  8. . .  £  4.000 
Salario  de   la  tripulación...  v      .500 
Víveres,    municiones,    segu- 
ros, etc »    1  .!200 


«  En  el  año  1788,  dice,  conqirarou 
los  ingleses  en  África  ;)8.000  negros 
por  04.152.480  reales  :  vendieron  ;i"  los 
ingleses  5.344,  y  á  los  españoles  .'rí 
65b,  y  ganaron  61.240:420  reales.  >. 

En  este  siglo,  la  limitación  de  la 
trata  y  las  necesidades  del  desarrollo 
de  las  culturas,  elevaron,  como  lo  ve- 
remos más  adelante,  considerable- 
mente   el  precio  de  los  esclavos. 

Las  siguientes  noticias  dan  además 
una  idea  de  los  grandes  beneíicios  que 
los  plantadores  americanos,  en  la  épo- 
ca colonial,  ol)tenian  á  su  vez  con 
la  compra  de  los  negros  á  los  pre- 
cios que  tan  pingües  ganancias  de- 
jaban á  los  ca[)itanes  negreros, 

Hüne,  en  un  estudio  sobre  la  trítta 
de  negros  hace  la  cuenta  de  una  plan- 
tación de  caña  de  azúcar,  en  la  última 
mitad  del  siglo  XVIll. 

Un  establecimiento  de  este  géneio, 
terreno  y  edificio,  con  220  esclavos, 
mujeres  y  niños  comprendidos,  se 
avaluaba  en  33.000  £,  y  daba  el  si- 
guiente producto  anual: 
Azúcar  500  barricas  á  £  20 . .  £  10 .  i  H  )0 
Rom  V  melaza »        800 


Total £  6.700 

ENTRADAS 

N'entade  375  esclavos,  deduc- 
ción hecha  de  un  25  % 
perdido  en  el  viaje  á  £30.  £  11.250 

Beneficio   neto  90  %. 
No  menor    beneficio    nos   suminis- 

ti-an  las  cuentas  public:idas  por  don 

.losé  de   Canga  Arguelles.  (2) 


A  deducir  : 

8  %  interés  del  capital 

Conservación  de   los    edifi- 
cios de  los  esclavos 

Compra  de    12  negros 


1.200 
(500 


(1»  Obra  citada. 

|2)  Diccionario  Je  Hacienda. 


Total  gastos £     4. 600 

Excedente  en  beneficio  del 

plantador £    6 .  200 

Según  H.  Scherer  (1).  <fPara  apreciar 
el  "beneficio  neto  que  produciría  el 
esclavo  anualmente  á  su  amo.  dedu- 
cidos el  precio  de  compra  y  los  gastos 
de  conservación,  hay  que  tener  en 
cuenta  que  las  avaluaciones  cambian 
mucho  según  las  localidades.  Se  apre- 
cia el  beneficio  en  30  £  en  las  plnn- 
taciones  del  azúcar  y  del  café,  en  25 
en  las  de  algodón,  en  20  en  los  arro- 
zales, y  en  15  en  la  cultura  del  tabaco 
y  en  ía  de  los  cereales.  Por  lo  común, 
en  los  dos  primeros  años  cubren  el 
precio  de  la  adquisición  del  esclavo, 
de  modo  que  es  utilidad  toda  renta 
ulterior. » 


(1)  Obra    citada. 


390 


Revista   Económica 


XV 


Si  era  conveniente  la  importación 
de  los  negros  de  África,  las  diíiculta- 
des  creadas  por  ese  negocio  que  en- 
carecían el  articulo  importado  y  el 
menor  beneficio  que  según  las  locali- 
dades debia  producir  la  venta,  dieron 
naturalmente  lugar,  primero,  á  que 
se  tratase  de  economizar  la  vida  de 
los  esclavos  y  favorecer  su  procreación 
así  como  que  se  estableciese  el  comer- 
cio interior,  remitiéndose  esas  máqui- 
nas de  trabajo  desde  donde  menos 
valían,  á  los  puntos  en  que  el  artículo 
■ei'a  mas  apreciado. 

A  fin  de  proveer  á  la  falta  de  brazos, 
D.  Fernando  VII,  que  se  veía  obligado 
á  limitar  la  trata  por  las  exigencias 
de  los  ingleses,  y  en  su  celo  por  la 
prosperidad  de  las  colonias  españolas 
americanas,  creyó  que  lo  mas  apro- 
pósito  era  excitar  á  la  cría  de  los 
negros;  y  por  decreto  del  -dño  1817.  dis- 
puso que  ella  se  estimulase  por  medio 
de  primas. 

El  espíritu  práctico  de  los  norte-ame- 
ricanos, opuso  á  la  misma  dificultad 
la  industria  de  la  cría  de  los  esclavos, 
tal  como  se  practica  actualmente  para 
la  de  los  caballos.  Se  eligieron  los 
mejores  tipos,  adjudicándose  á  cada 
buen  macho  diez  hembras,  y  recu- 
rriéndose  á  todos  los  medios  para  la 
mayor  reproducción. 

Como  hemos  visto  en  el  capituh»  an- 
terior, los  beneficios  que  se  obtenían 
de  los  negros,  variaban  según  las 
clases  de  las  culturas,  produciendo 
menor  utilidad  las  tierras  propias  á  la 
cultura  del  tabaco  y  de  los  cereales,  y 
mayor  las  dedicadas  á  las  plantaciones 
de  caña  de  azúcar,  café  y  algodón;  de 
donde  resultó  que  en  las  [irimeras  se 
hacía  mas  conveniente  la  cría  de  los 
negros  para  venderlos  á  las  segundas 
qje  para  el  aprovechamiento  propio, 
creándose  la  división  de  estados  con- 
sumi<iores  y  (breeding  Staies)  estados 
encubadores  de  negros. 

El  Delaware,  el  Maryland,  la  Virgi- 
nia, la  Carolina  del  Norte,  el  Kentucky. 
el  Tennesse  y  el  Missouri,  que,  no  sien- 
do apropiados  á  las  culturas  que  exi- 
gían gran  número  de  brazos  no  tenían 
la  valorización  de  los  pedidos  locales, 
se  dedicaron  con  preferencia  á  la  cría 


de  ese  ganado  humano,  para  proveer 
á  las  necesidades  crecientes  de  los 
Estados  Unidos  del  Sur. 

G.  de  Molinari,  d)  en  uno  de  los 
mejores  estudios  que  se  han  hecho 
sobre  la  materia,  (.Iescril)e  en  los  si- 
guientes términos  el  perfeccionamien- 
to de  que  ha  sido  objeto  en  aquellos 
Estados  la  cria  de  los  negros. 

«La  cría  de  esta  e.specie  particular 
de  ganado,  dice,  ha  constituido  un 
ramo  importante  de  la  produ(;ción. 
Los  criadores  la  han  organizado  en 
una  inmensa  escala.  No  solo  se  dedi- 
caljan  á  desenvolverla  de  modo  á  gra- 
duar Ja  producción  á  los  pedidos,  sino 
que  aún  dedicaron  especial  atenciónjá 
la  mejora  de  sus  productos.  Hal)iendo 
notado  que  los  mulatos  se  vendían 
mejor  que  los  negros,  han  fomentado 
hasta  con  prima  la  mezcla  de  las  razas. 
La  mejor  sangre  de  La  Virginia  corre 
en  las  venas  de  los  esclavos,  dicen 
unos  testigos  citados  en  la  investiga- 
ción, hecha  por  el  H.  M.  Pawton,  y  se 
encuentran  con  frecuencia  esclavos, 
completamente  l)lancos. 

«Es  preciso  .ser  perito  para  distiji- 
guirlos  de  los  blancos  de  raza  i»iu^a. 
como  lo  corrobora  el  siguiente  anuncio 
copiado  textualmente  de  uno  de  los 
diarios  del  Sur  en  los  que  se  encuen- 
tran amenudo.  otros  semejantes. 

«Cien    doUars    de    gratificación    se 
<(  darán  al  que  me  entregue  mi  negro 
«  F^tmond  Kennedy.  Tiene  el  pelo  lacio 
«  y  la  tez  de  tal  modo  l)lanca.  que    se 
«  creería  que    no  tiene  una  sola  gota 
«  de  sangre  africana  en  sus  venas.  Ha 
«  sido  ya  ca])turado  pero  se  lia  hecho 
«  soltar  haciéndose  pasar  por  blan(^ó.>' 
«Richmond  (Virginia,) 
Anderson  Bowles.» 
El  principio  establecido  porBuffon 
y  Vandermonde,  de  que  el  cruzamient»  • 
de  castas    [¡erfecciona    á    los  ündivi- 
duos,  está  completamente  confirmado 
por  las  mezclas  operadas  con  la  raza 
negra    en     América.     Sus    productos 
son  generalmente  robustos  (2)  y  bien 
conformados,  ágiles  y  nervudos.  «En 
esta  mezcla  de    castas,  la   forma   de 
la  cabeza  se  asemeja  casi   siempre  á 
la  del  padre,  mas  bien  que  á   la  de  la 
madre»,   v   no    es    necesario    mucho 


(1)  G. 

(2)  J 


de  Molinari,  F/P'sclavage. 
.1.  Virey — ()l)ra  citada. 


DEL  Rio  de  l\  Plata. 


'S9i 


tiempo  para  que  con  una  mezcla 
sistemática  pueda  haberse  suprimido 
casi  por  entero,  la  sangre  negra  como 
lo  demuestra  la  siguiente  tabla: 


PRODUCTOS 
Ó  CASTA 


GRADOS   DE   MEZCLA 


Blanco  negro  Mulato  1/2      blanco  1/2  negro 

Blanco  y  mulato  Tercerón  3/4  »        1/4      » 

Blanco  y  tercerón  Cuarterón  7/8  »        1/8      » 

Blanco  y  cuarterón  Quintaron  15/16       »        1/16    » 

Aquí  el  producto  se  confunde  por 
completo  con  la  raza  blanca  pura. 

Para  los  criadores,  la  fecundidad  de 
los  negros  jóvenes  y  sanos,  era  una 
de  las  cualidades  mas  apreciables, 
siendo  la  esterilidad  un  defecto  y  un 
pretexto  para  la  agravación  de  los 
rigíjres  del  látigo,  así  como  lo  era 
también  la  muerte  de  las  criaturas, 
que  pagaban  sus  madres  con  rigurosos 
castigos,  aún  cuando  no  pudieran  im- 
putársela, pero  que  se  aplicaban  como 
ejemplo  para  las  otras  madres,  como 
si  no  fuesen  bastantes  los  afectos  ma- 
ternales para  garantir  los  cuidados  de 
que  debían  ser  objeto  sus  tiernos  hijos. 

Tenemos  así,  de  un  lado,  á  los  pro- 
ductores ó  encubadores  de  negros,  y 
del  otro  á  los  consumidores,  y  entre 
ellos  debía,  naturalmente  surgir  la  cla- 
se de  los  especuladores  y  de  los  in- 
termediarios, que  prima  en  la  raza 
emprendedora  de  los  yanquees. 

Nada  debe  sorprendernos,  una  vez 
admitido  que  se  convierta  al  hombre 
en  materia  de  comercio,  hecho  lo  cual 
son  las  reglas  mecánicas  del  mejor 
beneficio  las  que  deben   predominar. 

Los  Estados  del  Sur  bien  califica- 
dos de  consumidores  de  negros,  los 
solicitaban  segLÍn  sus  aptitudes  para 
el  trabajo;  de  ahí  el  que  se  expidiesen, 
quebrantando  todo  vínculo  de  familia 
y  de  afecciones,  los  más  aptos  á  ese 
objeto;  se  remitían  con  preferencia  á 
los  padres,  reservándose  los  hijos,  ya 
hasta  que  adquiriesen  el  desenvolvi- 
miento necesario  al  desempeño  de  los 
rudos  trabajos  á  que  se  les  destinaba 
ya  par  a  que  sirviesen  á  la  reproducción. 

Todos  los  detalles  del  negocio  se 
hallan  igualmente  en  oposición  con 
los  respetos  que  imponen  los  senti- 
mientos humanitarios.  Había  arriba 
de  los  detallantes,  los  especuladores 
al  por  mayor,  qiie,  ó  tenían  depósitos, 
que  eran  verdaderas  cárceles  priva- 
das, ó    se    valían    de    los    estableci- 


mientos correccionales  de  los  diversos 
estados,  para  en  ellos  almacenar  sus 
mercaderías.  Hay  más;  hasta  la  época 
cercana  de  la  guerra  de  secesión,  parte 
de  la  cárcel  n'acional  de  Wasghinton 
era  destinada  á  depósito  de  los  negros 
que  pertenecían  á  los  comerciantes  al 
por  mayor  de  esclavos  destinados  á 
los  estados  consumidores. 

C.  Cantú  ( 1 )  refiere  que  admitida 
en  las  costumbres  la  compra  y  venta 
de  negros,  como  lo  están  hoy  muchas 
operaciones  y  combinaciones  que  el 
adelanto  de  las  ideas  ha  de  estigma- 
tizar, ella  se  efectuaba  como  cosa 
corriente,  sin  alarmar  ninguna  con- 
ciencia ni  sublevar  el  espíritu  público. 

«Nadie,  dice,  se  horroriza  en  las 
colonias  de  ver  en  el  mercado  vender 
negros,  y  aún  de  venderlos  por  si 
mismo;  y  hay  en  las  colonias  cristia- 
nas, republicanos  que,  como  el  antiguo 
Catón,  compran  negrillos  ignorantes 
para  educarlos  y  venderlos  más  caros; 
unos  los  dan  en  alquiler,  para  zapa- 
teros, sastres,  cocheros;  otros  conceden 
á  sus  negros  la  facultad  de  ganarse 
la  vida,  con  tal  que  les  den  una  ó  dos 
pesetas,  según  se  porta.» 

Ya  teníamos  el  ejemplo  de  Yoltaire, 
que,  olvidándose  de  los  derechos  hu- 
manos, creía  hacer  una  buena  acción 
al  comanditar  con  cinco  mil  francos, 
un  buque  negrero  armado  en  Nantes 
por  Michaud,  al  que  escribía  con- 
gratulándose por  el  buen  negocio  y  la 
buena  acción. 

En  los  Estados  unidos,  el  comercio, 
al  por  mayor,  de  negros,  era  consi- 
derado tan  honroso  como  cualquier 
otro;  y  hasta  el  presidente  Jackson 
compraba  cargamentos  de  negros  en 
el  norte,  para  venderlos  en  el  sur. 

Este  comercio  interior  daba  lugar  á 
una  triple  forma  de  transporte  (2);  pri- 
mero: por  la  extensión  de  las  costas 
hasta  Nueva  Orleans,  ó  hasta  los  puer- 
tos intermediarios;  segundo:  por  los 
vapores  del  Ohio  y  del  Missisipí  hasta 
Nueva  Orleans;  teVcero:  por  la  vía  te- 
rrestre. Este  último  modo  era  el  más 
penoso.  «Los  esclavos  encadenados  de 
dos  en  dos,  van  en  filas,  escoltados 
por  guardias  armados  hasta  los  dien- 
tes V  teniendo  en  las  manos  un  l¿irgo 


(1)  Historia  Universal. 

(2)  G.  de  Molinari— «L'Eselavage». 


:m 


Revista   Económica 


]iaiü.  Á  su  llegada  los  esclavos  son 
<;oiiducidos  al  mercado  y  expuestos 
en  venta.  Se  les  vende  en  detalle  ó 
por  lotes.  Generalmente  las  ventas 
se  realizan  al  mayor  postor.» 

En  los  estados  cría<lores,  los  negros 
en  buenas  condiciones,  valían  hasta 
(lOÜ  pesos.  En  las  colonias  inglesas 
de  América,  en  1883,  su  precio  variaba 
•Mitre  á9  y  120  libras,  alcanzando  en  el 
Brasil  los  más  apreciados,  hasta  mil 
pesos,  en  la  época  de  la  reciente  ley  de 
emancipación. 

(Continuará). 


AFOPiISlS  ECONü^IlCOS  V  .¥JR.\LES 


(1 


Individualismo — Puesto  (|ue  la  natura- 
leza no  se  preocupa  sino  de  la  espe- 
cie; menester  es  que  el  individuo  tenga 
cuidado  de  su  propia  conservación. — 
La  madrastra  naturaleza  ha  creído 
quedar  en  paz  con  los  seres  que  ha  he- 
cho (ó  dejado)  nacer  dotándolos  del 
horror  de  la  destrucción. 

El  instinto  de  conservación  es  un 
agente  de  progreso,  aun  cuando  más 
no  sea  por  lo  que  contribuye  á  man- 
tener á  los  individuos  en  sociedad, 
})orque  de  muchos  azotes  no  se  libran 
los  hombres  sino  por  esfuerzos  co- 
munes. 

En  la  sociedad  hay  fuertes  y  débiles: 
se  les  distinguía  fácilmente  en  las 
épocas  de  barbarie,  porque  entonces 
los  fuertes  oprimían  á  los  dél)iles  de 
todos  modos.  Han  sido  necesarias 
largas  luchas  para  hacer  reconocer  la 
igualdad  de  los  derechos  pol ¡lieos,  ci- 
viles y  económicos.  Se  ve  que  la  li- 
l)ertad  ha  sido  creada,  sobre  todo,  en 
interés  del  individuo. 

Se  presiente  que  el  individualismo, 
es  decir,  el  reconocimiento  de  los  de- 
rechos del  individuo,  no  excluye  los 
deberes  sociales.  El  hombre  sabe  lo 
que  debe  á  la  sociedad,  pero  también 
debe  lo  que  la  sociedad,  en  cambio  le 
sabe. 

Los  granos  de  arena,  las  gotas  de  un 
líquido,  los  átomos  de  un'metal,  son 
también  unidades  de  un  todo  colecti- 


vo, pero  son  unidades  inconcientes:  no 
tienen  ni  derechos  ni  deberes. 


La  igualdad  política  no  tiene  de  nin- 
gún modo, — como  se  ha  sostenido, — 
por  consecuencia  lógica  la  igualdad 
económica.  La  igualdad  económica 
no  es  posible  más  que  en  \-¿.  miseria  ó 
en  lo  extricto  necesario:  los  goces  que 
ultrapasan  este  mínimum  no  existen 
en  bastante  gran  número  para  ser 
accesibles  á  todos:  no  lo  sou  sino  para 
un  número  decreciente  de  hombres 
en  proporción  de  la  carencia  cada  vez 
mayor  del  objeto  deseado.  La  liber- 
tad política  no  tiene  otro  objeto  que 
dejar  el  campo  libre  á  todos  los  ciuda- 
danos: el  más  meritorio, — ó  el  más  fe- 
liz,—será  el  que  se  lleve  la  palma. 

¿Xo  es  curioso  que  se  ataque  al  «in- 
dividualismo», ó  mejor  dicho,  á  la  li- 
bertad y  á  la  responsabilidad  indivi- 
dual, en  una  época  en  la  que  el  sufragio 
universal  reina  en  la  mayor  parte  de 
los  países  civilizados? 

Les  disputáis  á  Pedro  y  á  Pablo  el 
derecho  de  gobernarse  á  sí  mismos  en 
materia  económica, — y  aunque  fueran 
ignorantes  é  ininteligentes  acordaríais 
á  sus  votos  tanta  iníluencia  sobre  la 
suerte  de  la  patria  como  á  los  dos  ciu- 
dadanos, cuya  sabiduría  fuera  más  re- 
conocida. 

El  legislador  no  querría  (¡ue  estos 
individuos  se  expusiesen  á  dañarse, 
|)ero  les  jujndría  en  situación  de  da- 
ñar al  conjunto  de  sus  conciudadanos. 

Se  rehusa  reconocer  que  todo  hom- 
i)re  está  como  obligado  á  saber  lo  que 
más  mejor  le  conviene,  y  se  sostiene 
fanáticamente  que  ese  mismo  hombre 
sabe  á  fondo  lo  que  conviene  al  Es- 
tado. 


'1)    Véase    el  número   de  la  Revista    anterior,    de  la 
que  esta  versión  es  propiedad. 


En  la  variedad  de  las  opiniones  ex- 
presadas cuando  se  dá  un  voto  ¿cuál 
es  la  que  representa  la  vox,  del  pueblo? 
La  que  concuerda  con  las  vistas  que 
un  orador  está  por  hacer  valer  en  la 
tribuna. 


Se  arguye  con  la  solidaridad   para 
reclama'r  un  servicio  y  hasta  un  sacri- 


DKi.  Hio  DE  LA  Plata 


393 


ficio:  peí  o  jamás  para  devolverlo  ó  para 
sacrificarse. 


En  el  hecho,  los  hombres  reuniílos 
en  sociedad  son,  por  más  de  nn  concep- 
to solidarios.  í^o  son  para  la  se,uaridad 
interior  y  exterior.  ])ar;i  el  régimen 
saiiitiuit».  para  la  civilización,  paralas 
influencias  atmosféricas:  vio  son  tam- 
bién, pero  menos  estrechamente,  á 
consecuencia  de  sus  vicios  y  de  sus 
defectos. 

Ahora  la  cuestión  está  en  sal)er  cuál 
es  la  medida  justa  en  la<pie  un  ciuda- 
dano sufre, — y  esté  obligado  á  sufrir, — 
el  efecto  de  las  faltas  de  sus  conciu- 
dadanos, No  se  trata  del  hecho,  sino 
del  derecho.  FA  diantre  de  Scapin  no 
quiere  trabajar,  prefiere  divertirse, 
/tienen  sus  conciudadanos  hi  obliga- 
.ión  moral  de  ini})onerse  cada  uno  una 
liora  de  trabajo  suplementario,  para 
l>roveer    de     alimento   á     este  alegre 

holgazán:' 

* 
*  * 

Proporcionalidad  natural.  La  tasa  de  los 
salarios  está  menos  en  relación  con 
l:i  (Uu'ación  ilel  tiempo  em[)leado  que 
row\íi  iwodnctividad  ^\(¿\  trabajo.  Asi: 

1".  Kl  pro]»ietario  de  una  tierra  fér- 
i  lil,  de  mía  máquina  poderosa,  ó  de 
otras  ventajas  análogas  ^ipuede  ofre- 
cer salarios  más  elevados  que  el  em- 
l)resai-io  cuyos  colal)oradores  disponen 
de  instrumentos  menos  eficaces? 

í^".  El  obrero  hábil  está  mejor 
letribuido  que  el  operario  oi'diiiiuio. 
Ciertos  ol)reros  li  obreras  ¿habrán 
adquirido  una  píM'fección  tal  que 
le  permita  al  fabricante  elevar  fuerte- 
mente sus  salarios,  reduciendo,  sin 
embargo,  el  precio  de  mercancía? 

3".  El  tral)ajo  á  destajo  es  más  pro- 
iluctivo  que  el  trabajo  á  jornal? 


Los  socialistas  se  apoyan  gustosos 
en  las  leyes  económicas  que  sin 
embargo  niegan.  Así,  saben  que 
lo  quedes  raro'es  caro,  piden  pues  que 
se  reduzca  á  ocho  horas  el  día  de  tra- 
bajo. De  este  modo,  habrá  más  traba- 
jo,' que  brazos,  dicen  ellos,  y  los  obreros 
'p()drán  poner  la  ley  á  los  patrones. 
Es  una  conclusión  inconsulta  por 
que  para  que  ellos  puedan  poner  la 
ley  á  los  patrones,  sería  necesario  que 


los  patrones  pudiesen  ponerla  á  los 
consumidores.  Cuando  la  mercancía 
es  muy  cara,  el  consumidor  se  retira. 
Se  presiente  esta  objección.  y  para 
deljilitarla  se  habla  de  ratos  desocupa- 
dos empleados  en  la  cultura  del  espí- 
ritu. Se  cree  que  los  candidos,  caerán 

en  la  trampa. 

• 
*  * 

El  derecho  al  trabajo,  es  la  esclavi- 
tud de  los  buenos  en  provecho  de  los 
malos. 

¿Y  qué  nombre  daremos  al  régimen 
en  el  que  la  multitud  apasionada  é 
irreflexiva  inspira  á  los  gobernantes  y 
les  hacer  obrar?  jEs  conocida  la  pala- 
bra: «Soy  su  jefe,  y  es  necesario  que 
los  siga».  ¿Pero  á  dónde  nos  lleva  la 

multitud? 

* 
•  * 

Karl  Marx  no  tiene  razón  al  hablar- 
nos siempre  de  la  fuerza  del  trabajo 
( Arbeistkraft);  no  es  la  fuerza  del  obre- 
ro lo  que  se  paga,  sino  el  producto  de 
esta  fuerza.  La  palabra  trabajo  es, 
pues,  preferible,  porque  la  «fuerza  de 
trabajo»  es  una  abstracción,  y  el  pro- 
ductf'  del  trabajo,  una  realidad. 


ALMANAÜÜElíiA 

Nadie  podrá  negar  que  el  comercio 
de  libros  es  un  comercio  importante, 
como  todos  convendrán  conmigo  en 
que  es  un  comercio  sumamente  ins- 
tructivo. 

Esto  de  instructivo  es  naturalmente 
discutiltle  con  referencia  ab  vendedor 
de  libros,  pues  libreros  he  conocido 
yo  que  lo  mismo  servían  para  tan  de- 
licado oficio  como  para  archipánpanos 
de  Toledo.  V  otros  ])or  contra  les  dá 
por  sentar  jilaza  de  literatos,  y  ahue- 
can la  voz  citando  o})ras  y  obras  que 
están  cansados  de  leei'. . .  por  el  lomo. 
Declaro  ingenuamente  que  prefiero  el 
librero  modesto  al  librero  leído:  á  aquel 
le  aplaudo  y  admiro;  á  éste  le  temo. 

Para  los  libreros  como  para  las  mo- 
distas, y  hay  épocas  y  de  éstas,  para  los 
libre ros\  una  de  las  mas  lucrativas  es 
la  de  los  almanaques. 

Ahora  estamos-en  plena 'é]f)úca  alma- 
naquera. 


:i94 


Revista   Econíjmica 


Los  hay  para  todos  los  gustos  y  para 
todos  los  gastos;  para  gentes  de  buen 
tono,  como  el  Sud- Americano,  de  Prieto, 
y  para  la  humilde  maritornes,  como 
el  de  la  Cocinera  que  vale  veinte  cen- 
tavos. 

Aseguro  á  Vd.  que  es  una  colección 
hermosa,  la  de  almanaques,  y  con  la 
mia,  que  no  ha  de  ser  de  las  más 
nutridas,  se  pueden  pasar  excelentes 
ratos. 

¿Qué  quiero  refocilarme  un  rato 
recordando  una  juventud  que  por  des- 
gracia ya  va  pasando  á  la  historia? 
Pues  á  mano  tengo  el  almanaque  de 
El  Eco  de  las  Niñas  con  su  inocencia 
encantadora,  y  el  Parisiense  con  su  pi- 
cardía intención. 

¿Qué  ansio  olvidarme  de  las  terre- 
nas miserias  elevándome  á  las  puras 
regiones  de  los  sublimes  ideales?  Pues 
tomo  el  almanaque  de  La  Familia  Cris- 
tiana ó  el  de  los  Amigos  del  Papa. 

Si  deseo  recrearme  en  la  historia 
patria — la  Argentina  por  supuesto — 
ofrece  pasto  á  mi  anhelo  el  Almanaque 
Nacional  Argentino  y  el  que  yo  mismo 
publicara  con  el  titulo  de  Histórico  Ar- 
gentino. 

Y  si  me  conviene  recordar  la  revo- 
lución^w/iana  tomo  el  Almanaque  ilustrado 
de  la  Üinón  Cívica;  si  he  de  salir  de  un 
apuro  culinario  aquí  tengo  el  de  la  Coci- 
nera Argentina  ;\s\.  mejconviene  algún  in- 
forme mercantil  echo  mano  del  Alma- 
naque Comercial;  y  tengo  para  cuestio- 
nes juveniles  El  Escolar  Argentino;  y 
para  la  política  el  de  Don  Quijote  y 
tengo  el  doble  y  hasta  el  triple  y  el  Piá- 
lense, y  el  de  Peuser,  y  qué  sé  yo  cuán- 
tos más  que  me  sacan  con  sus  con- 
sejos y  recetas  de  todo  compromiso 
casero  y  social. 

Para  los  libreros  no  es  mala  esta 
época,  pues  ¿quién  no  compra  su 
almanaque? 

Naturalmente  con  estas  publica- 
ciones sucede  como  con  todo  lo  del 
mundo:  cada  uno  se  encariña  con  un 
título,  y  si  es  de  buen  tono  tener  el 
Almanaque  de  Prieto,  no  es  menos 
obligado  el  de  pared  con  epigramas 
antediluvianos  y  redondillas  del  tiem- 
po de  maricastaña. 

Y  ya  que  por  segunda  vez,  y  aún 
sin  querer,  el  nombre  de  Prieto,  brota 
de  mi  pluma,  quiero  consignar  que 
el  llegado  recientemente  y  correspon- 


diente al  año  9;.!  es  digno  «le  la  fama 
de  su  compilador.  Es  artístico  y  es 
literario,  de  verdad,  sin  que  esto  equi- 
valga á  añrmar  que  todo  lo  que  re- 
gistra sea  de  primer  orden:  es  senci- 
llamente un  hermoso  ramo,  y  sabido 
es  que  en  un  ramo  hay  flores,  de  ex- 
quisita fragancia  y  vivos  colores,  como 
las  hay  sin  aroma  y  ile  apagado  colo- 
rido. 

Volviendo  al  tema  creo  que  sería 
curiosa  una  estadística  (pie  <lemostra- 
ra  el  número  de  almanaques  que  se 
venden  anualmente  en  Buenos  Aires, 
como  par(3diando  un  conocido  refrán 
pudiera  decirse  «dime  que  almana- 
que compras   y  te   dii'é   quien  eres.» 

Lf)  almanaquerta  constituye  hoy  uua 
verdadera  manía  y  una  no  desprecia- 
ble fuente  de  ri(]ueza. 

Por  ello  es  que  estiis  lineas  no  es- 
tarán mal  en  esta  Revista.  ¿No  es  ella 
económica?  Pues  ¿que  mayor  economía 
que  comprar  un  almanaque  de  quince 
centavos? 

ISí;  aun  hay  econoniia  mayor:  no 
comprar  ninguno. 

H.  MoNNER  Sans. 


boletín  BIBLIOGí^AFICO 

The  seope  and  method  of  political  economy. 
(Objeto  y  método  de  la  economía  polí- 
tica) por  John  Neville  Kegnes — Un  vol. 
in  12.  Londres  v  New- York.  Macmillan 

Ll  autor  ha  sido  examinador  de 
economía  política  en  la  universidad  de 
Londres  y  actualmente  es  catedrático 
de  moral  en  la  universidad  de  Cam- 
bridge. La  materia  que  desaiTíjlla  en 
su  libro  es  interesante,  detallando  mi- 
nuciosamente las  cuestiones  que  su 
título  sugiere  sin  llegar  á  conclusiones 
bien  definidas. 

La  obra  se  compone  de  unas  348 
páginas,  y  se  divide  en  diez  capítulos, 
incluyendo  el  primero,  que  sirve  de 
introducción,  en  los  cuales  se  tratan 
todos  los  puntos  relacionados  con  la 
economía  política  y  la  sociología  ge- 
neral. 

Reíiriéndose  á  esta  obra,  decía,  no 
ha  mucho,  el  eminente  escritor  fran- 
cés, Courcelle  Seneuil:  «Este  libro 
ofrece    una  lectura    agradable  á    los 


DEi-  Rio  de  la  Plata 


;:!95 


excépticos,  á  los  aficionados  á  citas, 
á  los  que  gustan  de  la  discusión,  por 
la  discusión  misma,  y  á  los  economis- 
tas agotados^  si  es  que  los  hay.  Intere- 
sará mucho  menos  á  los  lectores  que 
buscan  la  verdad,  ó  por  lo  menos  las 
conclusiones  de  la  ciencia  actual. 
Contiene  simples  conversaciones  {cau- 
series)  sobre  el  método. 

Ahora  bien,  es  dudoso,  que  jamás 
se  haya  enseñado  á  servirse  del  méto- 
do, hablando  de  él,  por  muy  ingenio- 
samente que  se  haya  hablado:  se 
enseña,  por  el  ejercicio,  esforzándose 
por  ver  bien  distintamente  el  objeto 
(^ue  se  quiere  tratar  y  procurando 
descubrir  en  él  la  verdad  por  todos  los 
medios  que  el  cultivo  de  la  inteligen- 
cia pone  á  nuestra  disposición.» 


La  cuestióti  social:  el  cheque  cruzado,  Er- 
nesto Grillón  —  París  —  Guillaumin  v 
C^ 

El  autor  desarrolla  en  esta  obra  toda 
una  organización  ó  extensión  del  cré- 
dito, combinada  con  la  institución  de 
los  clearing-houses,  que  no  comprende- 
mos, cómo  no  existen  todavía  en  la 
República  Argentina.  Ya  el  año  72,  en 
nuestro  diario  El  Mercantil.,  acosejába- 
mos  su  creación  oficial:  refiriéndose 
al  cheque  cruzado  lo  define  en  estos 
términos:  «Todo  comprador  remite  á 
su  vendedor  un  cheque,  sobre  el  cual 
y  en  su  centro  traza  d()s  lineas  para- 
lelas y  verticales;  el  vendedor  inscribe 
entre  esas  dos  lineas  los  nombres  de 
su  banquero  y  se  lo  remite.  Todos  los 
días,  cada  vendedor  remite  á  su  ban- 
quero los  cheques  que  ha  recibido 
durante  el  día,  por  sus  ventas.  Sabe 
que  estos  cheques  no  serán  pagados 
por  sus  compradores,  ni  más  ni  menos 
que  él  no  pagará  los  que  tiene  que 
abonar  á  sus  vendedores  por  sus  pro- 
l)ias  compras,  y  no  se  cuida  más  de 
ellos.» 

El  autor  vé  en  el  uso  de  los  cheques 
cruzados  toda  una  transformación, 
toda  una  reforma  social.  Quiere  que 
el  crédito;  organizado  sobre  esas  bases, 
posea  tres  ventajas,  que  él  hace  bien 
en  admirar,  y  nosotros  también: 

1°.  Ser  puesto  á  disposición  de  todo 
el  mundo: 

2°.  Ser  dispensado  en  cantidad  inde- 
finida; 


8".  No  costar  nada. 

Desgraciadamente,  muchas  veces  se 
han  pedido  esos  tres  servicios,  inapre- 
ciables, al  crédito,  y  siempre  los  ha 
rehusado  y  seguirá  rehusándolo. 


La  exageración  de  las  cargas  militares  y^ 
los  precios  de  costo,  ¡jor  Emilio  Delivet, — 
París. 

Este  libro  es  el  resultado  de  un  con- 
curso abierto  ante  la  sociedad  de  eco- 
nomía política  de  París,  por  el  señor 
don  Arturo  de  Marcoartú,  senador  es- 
pañol. «Los  concurrentes,  decía  el 
señor  Marcoartú,  tendrán  que  estudiar 
la  iníluencia  militar  sobre  la  produc- 
ción europea  con  relación  á  la  pro- 
ducción similar  de  América  y  de  las 
otras  partes  del  mundo. 

«Investigarán  lo  que  arrebata  direc- 
tamente á  la  actividad  agrícola  indus- 
trial y  comercial,  el  tiempo  pasado  en 
el  servicio  activo,  y  el  perjuicio  que 
indirectamente  les  causa,  el  retraso  ó 
la  perturbación  causada  al  comenzar 
ó  al  ejercitarse  en  las  diversas  carreras 
por  las  exigencias  del  servicio.  Se  preo- 
cuparán de  los  obstáculos  que  pone  al 
desarrollo  del  espíritu  de  empresa,  á 
los  viajes  de  estudios  ó  de  negocios  y 
á  la  creación  de  establecimientos  leja- 
nos, las  ol)ligaciones  que  retienen  ó 
llaman  periódicamrDnte  á  su  centro  de 
leunión.  á  los  ciudadanos  sometidos  á 
la  ley  militar. 

«Harán  notar,  en  los  países  de  Euro- 
pa y  en  los  de  ultramar,  las  cifras 
referentes  á  los  gastos  militares.  Es- 
tablecerán su  proporción  con  relación 
al  monto  de  la  población  y  al  de  la 
riqueza  general,  y  pondrán  estos  datos 
en  frente  del  precio  de  costo  y  del 
precio  de  consumo,  de  modo  que  se 
haga  resaltar  lo  que  se  toma  (sobre  la 
producción  y  sobre  el  consumo)  la 
parte  del  impuesto  aferente  á  este  gé- 
nero de  gastos! 

Como  se  ve,  ese  es  todo  un  señor 
programa,  y  los  concurrentes  tuvieron 
que  trabajar  duro  y  parejo,  para  acu- 
mular miles  de  datos,  y  deducir  des- 
pués las  consecuencias  pedidas.  El 
laureado,  fué  el  señor  Delivet,  quien 
divide  su  obra  en  dos  partes:  la  pri- 
mera, por  decirlo  así,  de  estadística,  y 
la  segunda  que  es  más  importante,  da 
máximas  filosóficas  y  sociales. 


■¿m 


Kkvjsta   Económica 


El  autor  insiste  en  señalar  los  peli- 
gros que  corre  la  Europa,  manteniendo 
sobre  las  armas  tantos  millones  de 
brazos  arrancados  á  la  agricultura,  á 
la  industria,  al  comercio  y  á  las  cien- 
cias, que  se  esterilizan  en  la  vida 
ociosa  de  los  cuarteles. 


Código  anotado  del  comercio  y  de  la  indus- 
tria, })or  Jorge  Paulet,  jefe  de  oticina 
del  Ministerio  de  Comercio  —  París, 
Berger — Levrault  y  (  ia.  —  un  tomo 
in.  8'\ 

Todos  estamos  obligados  á  conocer 
las  leves;  es  esta  una  ficción  necesaria, 
que  los  bombres  cuerdos  y  prudentes 
]>rocm'an  convertir  en  una  realidad,  á 
fin  de  evitar  los  inconvenientes  de  la 
ignorancia. 

El  señor  Paulet  ba  tenido  la  buena 
idea  de  recopilar  en  un  tomo  compac- 
to de  948  páginas  el  código  de  comer- 
cio francé.s,  completo,  y  además  las 
leyes,  ordenanzas  reales,  decretos, 
disposiciones  ministeriales,  etc.  etc. 

La  obra  es  un  repertorio  general  de 
lodo  lo  íjue  se  ivlaciona  con  el  co- 
mercio, y  basta  sólo  al)rir  el  índice 
para  vei-  que  se  trata  en  ella  de  los 
accidentes,  agentes  de  cambio,  apara- 
tos á  vapor,  armas,  bolsas  de  coni<3rcio, 
bancos,  patentes  de  invención,  cajas 
de  seguridad  y  retiros,  cámaras  de 
comercio,  ferrocarriles,  comisiones^ 
consejos  y  comités,  corredores,  escue- 
las, elecciones  especiales,  estableci- 
mientos insalubres,  inspe(M:iones.  má- 
quinas, mercaderías,  mei'cados.  ma- 
lina, minas,  monedas,  pesca,  pesas  y 
medidas,  policía  de  sanidad,  correos, 
telégrafos,  ete..  etc. 

Es  realmente  una  obra  de  verdadera 
utilí<lctd  y  que  demuestra  las  dotes  de 
laboriosidad  del  autor. 
Algo  como  esto  sería  muy  útil  en  la 
República  Argentina,  donde  lámanla 
de  leaislar  es  una  enfermedad. 


El  servicio  en  los  Estados  Mayores,  por  el 
coronel  Fix. — París,  Berger  Lewault 
y  C^ 

Á  pesar  del  título  de  esta  obra  que 
l)arece  reñido  con  las  cuestiones  rela- 
cionadas con  la  economía  política,  el 
libro  del  coronel  Fix,  se  ocupa  de  las 


sí  los  problemas  ele  la  oi-ganización 
militar  con  los  del  funcionamiento 
económigo  y    social. 

Si  una  nación,  dice  el  autor,  debf 
forzosamente  buscar  dentro  de  si 
misma  todos  los  recursos  i)ara  su  per- 
sonal militar,  no  ísucede  igual  cosa 
respecto  al  material,  y  es  casi  im})0si- 
ble  que  se  baste  á  sí  misma  con  sus 
recursos  propios.  El  material  militar 
exige  una  preparación  tan  larga,  es 
tan  inmenso,  que  no  liay  nación  quf 
pueila  bastarse  á  sí  misma,  no  sóli 
en  materias  primas  sino  en  materia^ 
ya  elaboradas. 

De  donde  se  deduce  que  el  Estado 
no  puede,  sin  el  concurso  de  la  indus- 
tria privada  y  de  las  cámaras  de  co- 
mercio, proveer  siquiera  á  sus  más 
urgentes   necesidades. 

En  Francia  acal)a  de  ser  demostrado 
perentoriamente,  mediante  una  inves- 
tiaación  oticial. 


El  socialismo  integral,  jjor  B.  Malón, 
in.  8^  París,  Félix  Alcáu,  ed. 

El  autor  entiende  por  socialismo  inte- 
gral, el  socialismo  estudiado  en  todos 
sus  aspectos,  en  todos  sus  elementos 
de  formación,  con  todas  sus  manifes- 
taciones posibles. 

Sabido  es  que 
escuelas  socialistas,  la  antigua  o  sea 
el  socialismo  francés,  de  Saint-Simón 
de  Fourier,  etc.  en  el  que  la  imagina- 
ci(3n  tenía  más  {¡arte  que  la  razón,  y 
el  socialismo  alemán,  de  Karl  Marxa. 
que  ¡leca  en  el  extremo  opuesto. 

El  socialismo  integral  se  propone, 
pues.  com])letarel  socialismo  materia- 
lista de  Marx,  inbltranilo  en  él  una 
dosis  suticieiue  i.lel  idr^alismo  fran- 
cés. 

Es  como  si  dijéramos  la  quinta  esen- 
cia del  socialismo. — el  socialismo  del 
señor  Malón. — y  en  nuestro  lenguaje 
argentino,  ur.  malón  preparado  contra 
la  propiedad. 

El  libro  trata,  sin  embargo,  con  cier- 
to éxito,  lo  que  llamaremos  (cuestión 
de  evolución  á  i)arte)  la  evolución  de 
la  familia. 


existen  dos  grandes 


El  criterio  y  la  critica. — Es  una   publi- 
cación quincenal  argentina,  Ijastante 
múltiples  relaciones  que  tienen  entre  [nutrida  en  la  que  el  Dr.  Eugenio  Was- 


DEL  Rio  de  la  Plata 


í]97 


serzugsepropone  llamar  al  orden  á  los 
que  creen  que  todo  cabe  dentro  de  las 
metáforas  sin  curarse  del  recto  signi- 
íicado  de  las  palabras  y  mucho  menos 
de  la  índole  genial  de  nuestra  lengua, 
encastillándose  en  el, 

«Que  si  él  habla  la  lengua  castellana 
Yo  hablo  la  lengua  que  ino  da  la  gana.» 


Ahí  van,  es  un  librito  con  versos  del 
simpático  joven  Marco  Nereo  seudó- 
mino, el  cual  como  reflejando  el  eslailo 
de  su  alma,  pregunta: 

¿A  ilóni-le;  á  dónde  el  viento  de  la  suerte 
Me  arrastra,  jieregrino"? 

Quizá  íl  estrellarme  en  el  primer  escollo!... 
Yo  no  sé  dónde  voy,  pero  uaiiiino!» 

A  este  joven,  ya  que  se  empeña  en 
hacer  versos,  que  lo  haga;  pero  pen- 
sando en  Altieri.  cuya  divisa  era: 
«querer,  y  querer  y  siempre  fuerte- 
mente querer.» 

* 
*  * 

Los  dominicos  y  Colón.,  por  R.  Monner 
Sans  y  en  homenaje  de  los  dominicos 
de  Buenos  Aires,  es  el  titulo  de  un 
precioso  trabajo  del  distinguido  y  fe- 
cundo literato  esi)ariol.  El  libro  es 
pequeño;  pero  el  contenido  es  grande, 
como  toílo  lo  que  hace  la  luz  alrededor 
de  la  verdad,  que  en  este  caso  es  una 
revindicación  de  los  dominicos.  He 
aijui  un  caso  en  el  que  laminusculez 
de  la  obra  es  una  compensación. 


Higiene  de  los  nervios.  \)0v  Ilugí)  ^Nlarcus. 
médico,  francés  [)ero  que  maneja  con 
facilidad  difícil  la  lengua  española.  El 
editor  es  Lajcjuane  y  la  obra  de  206 
páginas  en  8'^*  contiene  preceptos  espe- 
rimentales  para  curar  ó  aliviar  las 
enfermedades  de  los  nervios. 

El  Dr.  Larsen  del  Castaño,  le  ha 
dedicado  un  chispeante p-e/ac/o. 

Está,  pues,  bien  presentado  el  nuevo 
autor.  Las  enfermedade>  nerviosas  son 
el  Eubicon  de  los  médicos.  El  D\\  Hugo 
Marcus  cree  mas  en  estos  que  en  las 
drogas,  trata iidose  de  nervios.  Y  nos- 
otros tratándose  de  nervios  femini- 
les  no  creemos  sino  en  los  milagros. 
Será  capaz  de  hacerlos  el  talento  del 
Dr.  Hugo  Marcus?  Se  lo  deseamos  á  las 
porteñas. 


-♦■ — 


CliÓNIPA  DE  LA  QUINCENA 


Diciembre  5  de  1892 

Caracterizar  este  momento  de  nues- 
tra vida  política,  llenado  incidentes, — 
que  más  parecen  inconsecuencias  y 
contradicciones,  fenómeno  que  no  es 
nuevo  entre  los  argentinos,  sería  en- 
frascarnos en  lo  que  rehuimos  siste- 
máticamente y  pecar  quizá  involun- 
tariamente de  parciales. 

Abandímamos  la  tarea  de  detalles 
enojosos  y  nos  concretamos  á  afirmar 
que  las  ideas  mas  simples  continúan 
oscurecidas  por  las  pasiones  políticas. 

Si  hubiéramos  de  aíirmar  algo,  se- 
ria que  los  viejos  partidos,  lo  mismo 
(jue  los  nuevos, — no  responden  al  sen- 
timiento íntimo  del  país.  No  preten- 
de este  que  no  existan  partidos,  ni 
que  se  gobierne  sin  ellos,  al  contra- 
rio. Pero  harto  como  está  de  rivali- 
dades qne  más  son  de  hombres  que 
de  principios, — á  todos  ellos  quisiei'a 
verlos  animados  de  un  solo  sentimien- 
to, de  la  misma  aspiraci(')n  comiin,— 
la  paz  y  la  confraternidad. 

Solo  así  pueden  consolidarse  sus 
instituciones,  en  vez  de  ser  causa  de 
interminables  disputas  y  disidencias. 
Pero  nuestros  partidos  más  parecen 
facciones, — y  en  vez  de  evoluciones  ra- 
cio,  nales,  que  consulten  el  espíritu 
nuevo,  los  más  moderados,  al  parecer 
son  reaccionarios  y  donde  un  sacudi- 
miento, que  consulte  sus  miras  se  pro- 
duce, allí  creen  que  haciendo  hincapié 
es  lícito  contradecirse,  como  si  una 
claudicación  pudiera  ser  la  piedra  an- 
gu  larde  su  restauración  venidera.  Y  asi 
quedan  siempre  en  prol)leina  las  mis- 
mas indiscutibles  cuestiones,— todas 
graves,  porque  de  su  solución  detini- 
üva,  una  vez  por  todas,  y  no  del  pa- 
trocinio de  personajes  más  ó  menos 
importantes  por  su  figuración  histó- 
rica, por  sus  talentos  ó  sus  servicios, 
dependen  la  grande/a,  la  seguridad 
interior  v  exterior  del  país,  su  prospe- 
ridad, la  cultura  nacional  y  la  justicia 
social.  Y  así  también  resulta,  hay 
que  decirlo,  que  nuestros  pretentlidos 
partidos  de  principios  son,  ante  todo, 
oportunistas  y  que  el  éxito  es  su  pro- 
grama, porque  las  declaraciones  de 
principios  no  difieren  á   veces,  ni  en 


398 


Revista  Económica 


el  fondo  ni  en  la  forma,  siendo  meras 
plataformas  de  circunstancias,  a  tal 
punto  es  esto  exacto,  que  no  hay  dos 
hombres  de  bien,— colocados  en  opues- 
to bando,— que  no  estén  conformes  en 
la  necesidad  de  asegurar  la  autonomía 
local  de  las  provincias,  en  resta- 
blecer el  crédito  interno  y  externo, 
en  fomentar  la  producción,  en 
proteger  las  industrias  nacientes  y 
en  corregir  los  vicios  administrativos, 
en  desarrollar  la  vida  comunal  y  en 
hacer  del  sufragio  libre  y  piu^o  una 
verdad. 


El  Congreso  después  de  seis  meses 
de  sesiones,  por  no  decir  de  debates 
descocidos  de  minutas  y  de  interpela- 
ciones sin  trascendencia,  comienza  á 
apercibirse  de  que  es  tiempo  de  partir, 
aunque  nada  haya  hecho,  no  por  in- 
competencia, sino  por  falta  de  es})íritu 
práctico,  y  urgidos  tanto  los  senadores 
como  los  diputados,  el  aplazamiento 
y  la  prisa  es  su  principal  orden  del  dia. 
No  se  disolverá,  sin  embargo,  sin  que 
algunos  hechos  producidos  ya  en  su 
seno,  y  otros  que  le  seguirán,— no 
contengan,  por  decrlo  así,  la  clave 
de  las  futuras  disposiciones  de  los 
círculos  y  de  los  partidos.  Unos  y 
otros  se  vigilan,  ganando  favor  ó  te- 
rreno ó  perdiéndolo.  No  puede  de- 
cirse que  en  la  marcha  de  las  cosas 
le  haya  favorecido  al  partido  Nacio- 
nal,—la  retirada  ó  prescindencia  de 
la  cosa  pública  del  general  Roca  su 
jefe.  Al  contrario.  8u  situación  en 
este  momento  es  la  de  un  cuerpo 
orgánico  atacado  de  varias  enferme- 
dades. Ciertas  tentativas  de  consoli- 
dación, si  no  han  fracasado,  han  sido 
acojidas  con  poco  favor,  de  donde  re- 
sulta, que  un  partido  histórico,  vigo- 
roso,- abundante  en  hombres  de  go- 
bierno, que  aun  ocupa  la  mayoría  de 
las  posiciones  oficiales,  parece  conde- 
nado á  dislocarse  en  tres  fracciones. 
Los  unos  serán  absorbidos,  los  otros 
dispersados,  y  un  grupo  de  incons- 
cientes (juedará  suelto,  girando  como 
naufrago  desesperado  alrededor  de  in- 
cierta tabla  de  salvación,  en  torno  de 
su  caudillo  tradicional,  retirado  volun- 
tariamente, por  mil  causas  justifica- 
das, muchas  de  las  cuales  lo  enaltecen. 


á  la  vez    que,    en    nuestro  concepto, 
abonan  su   previsión. 


* 


En  este  estado  de  cosas  se  encuen- 
tra la  i)olitica,  y  si  no  estamos  en  vís- 
peras de  una  crisis  ministerial. — puede 
afirmarse  con  toda  seguridad  que  el 
gabinete  nacional  carece,  por  com- 
pleto, de  homogeneidad. 

Algo  más,  por  los  antecedentos  y  la 
índole  de  los  personajes  que  lo  com- 
ponen, la  rivalidad  tiene  que  ser  su 
modus  vive?idi,—es  decir,  una  guerra  sór- 
dida de  intluencias,  y  el  Presidente 
de  la  República  en  medio  de  tamaño 
contlicto  de  intereses  y  tendencias, 
mal  disimulado,  victima  de  su  con- 
cepción teórica,  de  su  buena  fe  y  de 
su  condescendencia.  El  país  sufre 
mientrastanto  los  efectos  de  estos  que 
llamaremos  ensayos,  tanteos  de  hom- 
]-»res  que  una  vez  puestos  donde  todos 
ellos  han  aspirado  á  subir, — resultan 
dificientes  ó  inútiles  para  las  arduas  y 
complicadas  tareas  del  gobierno.  El 
país  está  cansado  de  lo'provisorio,  y 
á  la  vez  inquieto.  No  reclama  una 
política  de  fuerza,  seguramente  no; 
pero  sí  querría  ver  una  acción  pre- 
sidencial resuelta,  enérgica,  persua- 
dido de  que  siendo  el  primer  magis- 
trado de  la  Nación  un  hombre  íntegro, 
sano  de  alma,  entendido  en  asuntos 
de  ley, — no  es  posible  volver  á  las 
andadas  bajo  sus  auspicios  oficiales. 

Y  algo  más  quiere  el  país,  que  se 
reacciolie  de  la  fe  fanática  en  los 
hombres  necesarios,  indispensables, — 
Puesto  que  ellos  no  demuestran,  cuan- 
do la  oportunidad  se  les  presenta,  que 
pueden  más  que  los  que  sólo  se  sienten 
capaces  de  ser  útiles. 


El  Juez  Pízarro  va  por  fin  á  ser  juz- 
gado por  el  Senado.  La  Cámara  de  Di- 
putados ha'formulado  ya  el  auto  cabeza 
de  proceso.  ¿Qué  diremso  de  este  acto 
tan  trascendental?  Creemos  que  Byron 
ó  Macaulay,  alguno  de  ellos,  ó  los  dos, 
con  variantes,  dicen  en  alguna  parte : 
que  nada  los  haces  onre  irtanto  como 
ciertos  espasmos  justicieros  de  la  In- 
glaterra, cada  veinte  años;  es  decir, 
que  de  generación  en  generación,  la 
Gran  Bretaña  necesita  castigará   al- 


DEL  Rio  de  la.  Plata 


399 


guien  para  que  el  mundo  se  dé  cuenta 
de  su  alta  moralidad. 


CRÓNICA  ORIENTAL 


Dejad  hacer  la  crisis;  continúense 
derribando  toda  clase  de  valores,  nos 
decia.  hace  un  año,  «El  Siglo»,  ponqué 
disminuyéndose  asi  las  importaciones 
ciuedará  un  saldo  en  el  movimiento  del 
comercio  internacional,  que  nos  vendrá 
en  oro.  Si  nuestra  memoria  no  es  infiel. 
eran  nada  menos  que  doce  millones 
del  metal  amarillo,  lo  que,  según  el  co- 
lega, el  coQiercio  internacional  debía 
traernos  en  el  corriente  año. 

Sostuvimos  la  tesis  contraria  demos- 
trando como  la  política  económica  in- 
goubilista,  que  imperaba,  debia  produ- 
cir una  creciente  rarificación  de  medio 
circulante. 

Vemos  ahora,  en  el  mismo  «Siglo», 
las  siguientes  cifras  del  movimiento 
de  metálico  amonedado,  en  el  mes  de 
Octubre  de  este  año. 

Entradas  de  ultramar. .   S     ;!(k85!) 
Salidas  para  id »  498.124 

Esto  representa  pues  una  exporta- 
ción de  cerca  de  cien  mil  libras  en  un 
mes:  suma  considerable  en  las  actua- 
les circunstancias  del  mercado  mone- 
tario, y  que  agregada  al  saldo  conti^a 
el  país  que  resulta  del  movimiento  de 
metálico  en  los  meses  anteriores,  da 
una  idea  del  acierto  de  nuestros  men- 
tores económicos. 

^Las  Cámaras  han  producido  nue- 
vas leyes  de  impuestos,  que  no  solo 
representan  aumento  de  carga  para 
los  contrihuyentes  sino  también  ver- 
daderos atentados  contra  el  arte  de  im- 
posición. 
Basta  una  simple  observación  para 
comprobar  la  justicia  de  lo  que  de- 
cimos. 

La  práctica  ha  demostrado  la  exce- 
lencia de  los  derechos  específicos  y 
reconociéndola  las  Cámaras,  no   solo 


han  dejado  subsistentes  los  estableci- 
dos por  la  ley  de  Enero  de  1888,  sino 
que  han  aumentado  la  lista  de  los  artí- 
culos impuestos  según  su  cantidad; 
pero  votan  al  mismo  tiempíj  que  esto 
hacen,  derechos  adicionales  ad-valo- 
rem,  sin  hacerse  cargo  de  la  oposición 
que  hay  en  ambos  sistemas  y  de  que 
en  vez  de  obtener  la  simplificación, 
buscada  con  los  derechos  específicos 
se  crea  una  duplicación  del  todo  incon- 
veniente. 

Los  impuestos  internos,  no  son  me- 
jor tratados,  con  grave  perjuicio  de  las 
propias  rentas. 

Podrá  parecerles  á  legisladores  in- 
conscientes, que  para  remediar  las  ne- 
cesidades del  tesoro  basta  subir  mas  ó 
menos  los  impuestos,  cuando  la  capa- 
cidad rentística  de  un  pais  depende 
de  la  más  ó  menos  acertada  distribu- 
ción de  las  cargas  públicas,  y,  cuando 
decimos  acertada,  decimos  también 
equitativa. 

Tan  solo  con  cambiar  el  modo  de 
distribución,  puede  un  país,  aliviando 
los  impuestos,  obtener  mayor  renta  de 
la  que  tenía,  y,  oportunamente  hemos 
de  demostrar  en  un  estudio  especial 
de  las  condiciones  rentísticas  de  la  Re- 
pública Oriental,  que,  con  alivio  de  los 
contribuyentes,  podemos  alcanzar,  en 
épocas  normales,  nna  renta  mínima  de 
17  millones  de  pesos. 

Esta  demostración  equivaldrá  á  un 
proceso. 

Con  un  comercio  sano,  caemos  en 
una  crisis;  con  un  pais  rico,  tenemos  la 
emigración  producida  por  el  hambre,  y 
cuando  se  pierden  millones  de  renta 
al  año,  hacemos  concordatos,  con  los 
acreedores  extranjeros  para  obtener 
mezquinas  reducciones  de  servicios,  y 
las  Cámaras  se  encuentran  sin  poder 
sancionar  un  presupuesto,  por  la  nece- 
sidad de  evitar  un  desequilibrio  de 
unos  cuantos  cientos  de  miles  de 
pesos. 

Las  cosas  mas  sencillas  están  así 
convirtiéndose  en  imposibilidades  ab- 
solutas. 


El  gobierno  ha  procedido  con  acier- 
to negando  al  titulado  Banco  Hipo- 
tecario la  autorización  para  disponer 
del  bono  de  cuatro  millones,  á  fin  de 


400 


Revista  Económica 


narantir  los  pleitos,  temerarios  y  des- 
dorosos para  el  país,  que  sostiene  con 
el  Franco  Popidar  del  j-jrasil.  En  cam- 
bio le  ha  autorizado  para  movilizarlo 
con  el  objeto  de  atender  al  próximo 
cupón  de  las  cédulas,  lo  que  induce  á 
muy  serias  consideraciones. 

Se  comprende  que  se  disponga  de 
millunes  del  Estado  cuando  se  trata 
de  intereses  generales,  como  lo  seria, 
por  ejemplo,  si,  para  minorar  la  crisis 
y  salvar  la  pro[)iedad  raiz  de  su  cre- 
ciente derrumljo,  se  sirviesen  por  ese 
medio  las  cédulas  en  cambio  de  sus- 
pendei'se  las  ejecuí-iunes  ruinosas  á 
que  ese  establecimiento  está  j)roce- 
(liendo,  pero  este  no  es  el  caso.  Se  dis- 
])onedel  bono  para  Ijeneíicia  ral  gremio 
de  capitalistas  que  acaparan  las  cédu- 
las y  sostener  su  precio  con  detrimen- 
to de  las  conveniencias  de  los  deudo- 
res hipotecarios,  cuyas  pro[)iedades 
son  cada  día  más  desvalorizadas  por  el 
propio  Banco. 

En  todas  las  crisis  se  lia  visto  á  los 
gobiernos  tomar  una  actitud  más  ó 
menos  protectorado  los  deudores,  ])ero 
eso  de  venir  en  semejantes  circuns- 
tancias á  alterar  las  condiciones  natu- 
rales del  mercado  en  i)erjuicio  de  los 
que  tienen  que  pagar,  solóse  ha  hecho 
entre  nosotros,  en  esta  época  de  pleno 
régimen  ingoubilista. 

No  creemos  que  se  considte  Iñen 
ni  el  porvenir  de  las  cédulas.  El 
bono  será  devorado  j)or  la  usura,  á 
la  par  que  los  procedimientos  del 
Directorio  anularán  la  mayor  parte 
(le  las  garantios  hipolecarias  de  que 
disponía  el  Banco. 


El  estado  de  convulsi('>ri  de  Ilio 
Grande,  ha  constituido  una  seria  preo- 
cu)  )ación  para  el  gobierno  oriental,  em- 
peñado en  conservar  la  neutralidad 
más  completa,  y  en  cumplir  con  los 
deberes  de  buena  vecindad. 

La  actitud  de  las  autoridades  orien- 
tales en  la  frontera  es  de  tal  modo 
correcta,  que  no  obstante  la  natural 
simpatía  que  encuentran  siempre  en 
nuestros  pueblos  los  emigrados  po- 
líticos, ellas  no  han  dado  lugar  ni  á 
nna  sola  queja  fundada,  por  parte 
del  gobierno  rio-grandcnse. 

¡Cuan  distinta  ha  sido  la  conducta 


de  los  rio-grandenses  en  los  días  tris- 
tes de  nuestras  auerras  civiles! 


Se  ha  habladíj  de  nuevas  propues- 
tas para  la  fundación  de  un  Banco 
Nacional,  y,  con  este  motivo,  la  misma 
prensa  que  ha  apoyado  todos  los  gran- 
des errores  económicos  y  bancarios 
cometidos  en  estos  últimos  tiempos, 
se  ha  in'onunciadíj  contra  toda  nueva 
tentativa  en  ese  sentido,  manifestando 
que  no  i)odemos  conseguir  nada  al 
respecto. 

No  estamos,  tampoco,  en  este  caso, 
de  acuerdo  con  nuestros  colegas  mon- 
tevideanos. Entre  nosoti'os  se  ha  ve- 
nido confundiendo  un  círcnlo  estrecho 
con  el  i)ais.  Si  bien  en  la  esfera  de 
aquel  nada  debe  esperarse,  creemos 
íirmemente  (|ue  los  elementos  con 
que  cuenta  la  nación  pueden  facili- 
tar la  creación  de  una  nueva  y  po- 
derosa institución  de  ci'édito  nacional, 
asi  como  las  operaciones  íinancieras 
que  levanten  nuestro  crédito  y  regula- 
ricen la  hacienda. 

Nuestro  actual  abatimiento  no  i)ro- 
viene,  por  cierto,  de  las  condiciones 
del  })aís,  sino  de  la  estrechez  de  miras 
de  unos  })ocos  que  se  le  imponen,  in- 
vocando inautorizr.damente  la  repre- 
sentación de  la  <:)pini(Jn  pública. 

Reaccione  el  Pi esidente  de  la  Re- 
pública, y  tenga  el  val<.»r  de  afrontar 
las  criticas  insustanciales  y  los  ma- 
nejos ingoubilistas,  (lue  lo  que  tan 
lijeramente  se  llama  imposible,  lo 
verá  en  breve  realizado. 

No  ])articipamos  de  la  teoría  sos- 
tenida por  nuestro  colega  «La  Razón», 
de  que  hay  que  dejar  hacer  á  la  usura 
poniendo  el  Presidente  los  remos  en 
la  canoa  .del  gobierno,  [)ara  dejarse 
como  el  payaguá  llevar  por  la  co- 
rriente. 

La  misi(')n  del  gobierno  es  otra, 
y,  cuando  calamidades  agobian  á  toda 
una  sociedad,  deber  suyo  imperioso 
es  buscarle  i'emedio,  oponiendo  á  los 
hechos  adversos  que  extraordinaria- 
mente se  presenten,  las  medidas,  tam- 
bién extraordinarias,  (pie  las  circuns- 
tancias requiei'cin. 

Si  el  colega  cree  realmente  que,  ni 
C(jn  nna  negociaci('jn  bien  llevada, 
es    posil)le  la  realización  del  FJanco, 


DEL  Rio  de  la  Plata 


401 


en  vez  de  aconsejar  la  inacción  del 
gobierno,  su  deber  seria  instar  por  que 
se  recurriese  á  las  me;lidas  que  este 
hecho  haría   convenientes. 

A  fin  de  que  no  pueda  darse  á  nues- 
tras palabras  interpretaciones  que  no 
corresj^ondan,  quizá  no  está  de  más 
que  advirtamos,  que  al  censurar  la 
oposición  sistemática  á  toda  nueva 
operación  bancaria,  no  entendemos 
dar  aliento  á  combinaciones  de  aven- 
tura, y  que  recordemos  el  liecho  de 
(jue  cuando  todos  nuesti'os  cólejj,as 
montevideanos  admitían  la  posibili- 
dad del  empréstito,  tal  Cí^mo  estaba 
proyectado,  esta  Revista  fué  la  única 
nota  discordante  en  medio  de  la  ge- 
neral credulidad. 


Se  dice  que  el  gobierno  ti-ata  de 
arrendar  por  seis  años  la  isla  de  Gorriti. 
á  un  (dudadano  extrangero,  que  piensa 
destinarla  á  depósito  de  carbón,  i)agan- 
do  cuatro  cientos  pesos  mensuales  por 
el  arrendamiento. 

No  es  la  primera  vez  que  se  ha  pen- 
sado en  convertir  la  isla  de  Gorriti  en 
depósito  de  carbón,  manifestando  este 
interés  gol^iernos  extrangeros  con  el 
íin  de  i)roporcionar  á  sus  escuadras, 
facilidades  que,  sobre  todo  en  caso  de 
ima  guerra,  le  serian  muy  convenien- 
tes, aunque  otro  fuese  el  interés  de 
nuestro  país. 

No  conocemos  los  detalles  de  la  pro- 
puesta á  que  nos  referimos,  jjero  sean 
ellos  los  que  fueren,  nos  parece  que 
nuestro  gobierno  no  debe,  ni  por  las 
dos  lentejas  que  se  le  ofrecen,  ni  i)or 
cualquier  suma,  dar  en  arriendo  nin- 
guna de  nuestras  islas,  ni  "mucho 
menos  para  depósitos  de  carbón,  como 
tampoco  hemos  jiodido  considerar 
(•onvenient3  la  participación  extra- 
ña admitida  en  obras  de  canalización 
en  acruas  orientales. 


Coníhniiamos  lo  (jue  decíanlos  al 
final  de  nuestra  crónica  anterior  res- 
pecto de  la  mejora  operada  en  el  orden 
político. 

El  gobierno  viene  dando  en  la  cues- 
tión de  las  elecciones  de  senadores 
positivas  pruebas  de  verdadera  impar- 
cialidad, de  lo  que  debemos  felicitarnos. 


REVISTA  BURSÁTIli 


La  liquidación  de  noviembre  en 
una  y  otra  margen  del  Plata,  se  ha 
señalado,  durante  varios  años,  por 
catástrofes  más  ó  menos  ruidosas, 
pero  con  respecto  á  la  de  este  año, 
ningún  hecho  especial  nos  cabe  men- 
cionar, si  bien  la  autorización  de  las 
cotizaciones  á  i)lazos  de  oro,  que  rea- 
brió la  época  de  las  grandes  especula- 
ciones, hizo  abrigar  durante  algunos 
días,  el  temor  lie  dificultades  que 
afortunadamente  no  se  han  produ- 
cido, á  pesar  de  ascender  á  $  1.150.000, 
la  cantidad  de  oro  efectivo  que  se  ha 
tenido  que  entregar  á  la  oficina  de 
liquidación. 

A  este  resultaflo  ha  cooperado  en 
})arte  la  publicación  de  la  carta  del 
Sr.  Ministro  de  Hacienda  que  contuvo 
la  exageración  de  la  especulación  de 
baja  eií  el  metálico,  que  se  había  ini- 
cia d(j. 

En  cambios  no  hay  nada  de  parti- 
cular que  notar,  iiabiéndose  conser- 
vado sus  tipos  al  nivel  de  las  anteriores 
cotizaciones. 

Los  cheipies  del  Banco  Nacional, 
después  de  algunas  oscilaciones,  han 
quedado  con  una  depreciación  de  un 
2  %  más  que  en  la  quincena  anterior 
y  los  del  Banco  de  la  Provincia  con 
una  mayor  depreciación  de  1  ^  %.  En 
cambio  los  bonos  del  Banco  Hipoteca- 
rio, se  han  valorizado  1.90  %;  siguien- 
do estas  oporaciones  la  ley  de  la 
oferta  y  la  demanda  del  mercado  in- 
terno. 

En  las  cédulas  nacionales  serie  A  oro 
ha  hal)id(>uu  alza  relativamente  con- 
siderable, subiendo  de  88  á  45;  no  su- 
cediendo lo  mismo  con  las  demás 
series  á  papel. 

Hecho  análogo  se  ha  observado  en 
las  series  hipotecarias  provinciales, 
habiendo  sul)ido  la  serie  A  oro  de  19 
á  21  |,  mientras  que,  igual  tendencia 
de  alza  no  se  ha  manifestado  en  la 
mayor  parte  de  las  series  á  curso  le- 
gal,"^ que,  en  su  generalidad,  como  se 
Verá  en  las  cotizaciones  que  publica- 
mos, han  cerrado  casi  todas  á  precios 
más  bajos  que  los  que  tenían  en  la 
quincena  anterior. 

En  fondos  y  títulos  públicos,  nada 


40-2 


Revista  Económica 


tenemos  tampoco  que  notar,  á  no  ser 
el  alza  en  la  Deuda  pública  de  la  Ca- 
pital, que  ha  aumentado  en  3,20  % 
sobre  el  ¡precio  de  la  anterior  quince- 
na, sin  que  podamos  explicar  las  ra- 
zones en  vista  de  las  cuales  puede 
el  capital  rentista  favorecer  especial- 
mente estos  títulos. 

Si  mala  es  la  situación  de  la  hacien- 
da nacional,  mucho  peor  es  la  munici- 
pal de  la  capital,  que  si  puede  hacer 
frente  á  sus  compromisos  solo  será 
mediante  el  auxilio  del  gobierno  ge- 
neral. 

No  puede  pues  explicarse  cómo  se 
valorizan  los  títulos  de  la  municipa- 
lidad de  Buenos  Aires,  en  mayor  pvo- 
porción  que  los  de  la  deuda  interna  de 
la  nación. 

No  es  menos  digno  de  meditación  el 
movimiento  que,  en  medio  de  la  acti- 
vidad bursátil  i)rovocada  por  la  dispo- 
sición que  vino  á  restablecer  las 
grandes  especulaciones  sobre  el  oro, 
se  observa  en  las  cotizaciones  de  las 
acciones  de  Bancos  y  títulos  de  Com- 
pañías. 

Ha  sonad(j  la  canqiana  que  debía 
congregar  de  nuevo  á  todos  los  aficio- 
nados á  las  fortunas  fáciles  del  agio; 
el  Badén  Badén  argentino  ha  s'ido 
restaurado;  han  afluido  á  él  nueva- 
mente los  especuladores  del  extrange- 
ro  y  los  que  en  el  país  em[)ezaban  á 
dedicarse  de  nuevo  á  las  labores  ru- 
rales, han  vuelto  á  ser  atraídos  con  los 
alicientes  del  agio. 

En  estas  circunstancias  era  de  esjje- 
rar  la  reanimación  del  juego  sobre 
los  diversos  papeles,  que  tan  capricho- 
sos resultados  habían  producido  en  las 
épocas  anteriores,  pero,  debido  quizá, 
á  falta  de  iniciativa,  solo  respecto  de 
las  acciones  del  Banco  Español  del  Rio 
de  la  Platel,  es  que  se  realizan  opera- 
ciones de  juego,  tendentes  á  valorizar 
este  papel,  hasta  el  punto  de  darle  el 
tipo  oficial  de  109. 

A])arte  de  las  acciones  de  este  Ban- 
co, aparecen  valorizadas  las  del  Ban- 
co de  Italia  y  Rio  de  la  Plata  que  de  94, 
han  subido  á  96  12,  pero  este  es  un 
movimiento  natural  desde  que  sus 
acciones  son  á  oro  y  la  valorización  del 
papel  las  favorece  evidentemente. 

En  las  obligaciones  de  las  Compa- 


ñías ha  habido  alza  en  la  fábrica  de  pa- 
pel «La  Argentina»,  de  4  ¿.  puntos,  lo 
cual  vistos  los  negocíosde  esta  empresa 
y  los  favores  de  que  continúa  siendo 
objeto  de  parte  de  los  poderes  públicos 
de  la  nación,  no  es  de  ningún  modo, 
exagerada. 

Otros  títulos  que  se  han  valorizado 
son  los  de  la  Compañía  de  gas  ar- 
gentino, que  de  51,  han  subiclo  á  55. 
Los  mayores  beneficios  que  obtiene 
esta  empresa  por  la  baja  del  oro  que 
le  disminuye  el  costo  de  su  materia 
prima,  así  como  la  confianza  que  ins- 
pira la  honorabilidad  de  su  adminis- 
tración, explican  sobradamente  esta 
alza. 

En  los  demás  títulos  no  ha  habido 
oscilación  sensible,  pero  vueltos  á  la 
actividad  bursátil  los  capitales  retira- 
dos y  que  de  ahora  de  nuevo  se  atraen, 
fácil  será  que  en  nuestras  crónicas 
subsiguientes  tengamos  que  anotar 
mayor  animación. 

— La  Bolsa  de  Montevideo  continúa 
abatida. 

Los  billetes  del  Banco  Nacional  que 
habían  subido  de  40  á  50  en  la  anterior 
quincena,  han  vuelto  á  bajar  (quedan- 
do á  48. 

-  En  cédulas  el  movimiento  ha  sido 
de  poca  importancia.  Las  de  la  serie 
D,  después  de  haber  bajado  hasta 
21.90,  subieron  á  24,  y  quedaron  á 
28.20  que  era  el  precio  anterior  míen- 
tras  que  las  de  la  serie  A  subieron  de 
23.o0  á  28.40.  Pastas  oscilaciones  no 
corresponden  á  la  realización  de  lotes 
importantes. 

— Los  títulos  de  deuda  tanto  la  in- 
terna como  la  exterior  continuaron  en 
la  alza,  quedando  la  primera  2 1/2  pun- 
tos mas  alta  que  en  la  quincena  ante- 
rior y  la  segunda  2  puntos. 

Es  un  hecho  muy  elocuente  que  la 
deuda  interna  valga  más  que  las  cé- 
dulas hipotecarias. 

— En  cuanto  á  las  acciones  del  Banco 
Hipotecario  después  de  bajar  á  7.30 
quedaron  á  7.80.  Es  opinión  corriente 
que  con  el  sistema  de  ventas  rui- 
nosas que  ha  puesto  el  Banco  en 
práctica,  este  es  un  paj^el  cuyo  valor 
tiene  que  seguir  evaporándose. 

— En  los  cambios  continuó  el  mer- 
cado en  el  mismo  estado. 


DEL  Rio  de  la  Plata 


403 


Movimiento  bursátil  de  la  segunda  quincena  de  Noviembre  de  1892 


BOLSA  DE  BUENOS  AIRES 

(  DEL    1°.    AL   15   DE   NOVIEMBRE  ) 


I  Ultimo  precio 

HASTA 

x'bre.  15 


MAS  BAJO       MAS  ALTO 


Ultimo  precio 

HASTA 

n'bre.  30 


Metálico 

Al  contado 

Cambios 

Inglaterra 

Francia 

Bélgica 

Alemania 

Cheques 

Banco  Nacional • 

Banco  de  la  Provincia 

Banco  Hipot.  de  la  Provincia— bonos. 

Cédulas  Hipotecarias  Nacionales 

Serie  A  (oro)  5  %  de  renta 

))  A     %    7  %    »        )) 

))  B       »     7    /o    )»        » 

»  C       »     7  %    »        » 

))  i)      »     7  %   ))        » 

»  E       »     7  %   »        » 

Cédulas  Hipotecarias  Provinciales 

Serie  A  (oro)  6  %  de   renta, 


A     $f.    8  % 
E       )>      6  %    » 
F 


G 

I 

.1 

K 

L 

M 

N 

O 

P 


6  % 
6  % 


8  % 
8  /'o 


Fondos  y  Títulos  Públicos 

Fondos  Públicos  Nacionales  de  1884, 

Empréstito  Nacional  Interno  1891 

Id.  de  1892 

Deuda  Municipal  de  la  Capital  .  . 


292  50 

265  50 

292  - 

47  h 

47  i 

47  h 

4  96 

4  95 

4  96 

4  97 

4  97 

4  97 

4  02 

4  00 

4  02 

10  — 

10  — 

18  20 

35  — 

84  50 

36  50 

20  — 

19  80 

22  — 

38  — 

85  50 

45  — 

98  80 
97  — 
93  — 

98  80 

98  30 

90  — 

92  — 

94  — 

91  — 

91  — 

90  — 

90  — 

94  — 

19  — 

21  50 

21  50 

31  — 

85  — 

40  — 

88  — 

38  - 

34  — 

82  20 

82  — 

33  40 

32  50 

81  — 

32  60 

33  60 



—  — 

32  50 

?>^  — 

33  70 

34  - 

82  20 

84  80 

84  — 

82  — 

84  70 

34  — 

82  — 

84  80 

34  - 

31  80 

34  70 

34  - 

82  - 

84  80 

33  80 

31  80 

84  80 

55  — 
74  20 

78  80 

74  30 

68  50 

67  40 

70  — 

66  50 

66  - 

70  50 

276  — 


47  I 
4  96 
4  97 
4  02 


12  — 

86  50 
21  90 


45  — 

98  80 
97  — 

90  — 

91  — 
94  - 


21  50 
35  — 
34  — 
31  20 
81  50 
83  60 
38  — 

31  90 

32  10 
32  10 
32  — 
32  10 
32  - 


55  — 
73  70 
69  — 
69  70 


404 


Revista  Económica 


Ultimo  precio 

HASTA 

n'bre.  15 


MAS    BAJO 


MAS  ALTO 


Ultimo  precio 

HASTA 

n'bre.  80 


Acciones 


BANCOS 


Español  del  Rio  de  la  Plata 

Italia  y  »      »    »      »     (oroj 

Crédito   Real 

Nuevo   Banco  Italiano 

Banco  de    la    Bolsa 

Francés  del  Rio  de  la  Plata 

Hipotecario  de  la  Capital  (Bonos  oro) . . 

Constructor  de   la    Plata 

Id  id  id  (obligaciones) 

Agrícola    Comercial 

Banco    Inmoviliario : 

Banco  del   Comercio 

Banco   Caja  de  Descuentos 

Comercial  de  la  Plata 

Comercial 

Banco  Sud-Americano 

Banco  Nacional 


COMPAMAS 


108  — 
94  — 
•M  — 
r)8  50 
45  — 
42  50 
64  75 
4  50 
O  80 
oo  


50 


La  Edificadora 

La  Previsora  (Compañía  de  Seguros) 
La  Primitiva  (Compañía  de  Gas)... 

Gas  Argentino 

Empresa  del  Edificio  de  la  Bolsa 

La  Argentina  (fábrica  de  papel) 

Muelle  y  Depósitos  de  las  Catalinas — 
La  Buenos  Aires  (Compañía  de  Seguros) 

Compañía  General  de  Reaseguros 

Kid  y  C« 

Telegráfico  Telefónica 

Constructora   Argentina 


8í) 
50 
8 
80 
20 
81 


78  — 
27  — 
00  — 
51  — 

i;50  — 

80  — 
8  00 

18  — 
7  — 
7  — 

05  — 

14  — 


BOLSA   DE   MONTEVIDEO 

(del  15  AL  80  DE  NOVIEMBRE) 


Billetes  Banco  Nacional 50  — 

Títulos    hipotecarios   Serie    D 23  20 

Cédulas  hipotecarías      »        A |  28  80 


C, 


25 


Deuda  del  Interior ¡  27  10 

Id.       Consolidada |  85  50 

Acciones  Banco  Hipotecario í     7  70 


CAMBIOS 


Inglaterra 
Francia. . . 

Bélgica 

Alemania 


51 

Vl6 

5 

35 

5 

85 

4 

88 

108  — 
96  — 
81  — 


42  50 


O  80 

02  

00   

85  — 


70  — 
27  50 
90  — 
52  — 
186  — 
84  — 
8  40 


48  — 

21  90 

22  

28  — 
■ói)  20 

7  80 


50  — 
5  84 
5  85 
4  81 


109  — 
96  — 
81  — 


42  50 


O  90 

22  

28  — 

85  — 


70  — 
27  50 
90  — 
55  — 
145  — 
84  — 
9  10 


50  — 
24  — 
24  60 

29  90 

?,H   60 

7  80 


51 
5  35 
5  35 
4  32 


109  — 
96  — 
81  — 
58  50 
45  — 
42  50 


64 
4 


/o 

50 


O  80 

22  

23  — 
85  — 
50  — 

8  50 

80  — 
29  — 

81  — 


70  — 
27  50 
90  — 
55  — 
145  — 
84  — 
8  60 
18  — 


/  — 
65  — 
14  — 


48  — 

23  70 

24  40 

25  — 
29  50 
87  — 

7  80 


51  — 
5  35 
5  35 
5  32 


2*  Época — Núm.  16. 


25  de  Diciembre  de  1892 


REVISTA  ECONÓMICA 

DEL 

RIO  DE  LA  PLATA 


Director:   DOMIHGO   LAMAS 


LA  CARTA  DEI.  Dr.  ROMERO 

y   el  problema   de  la   circulación    monetaria 
argentina 


1 


Heiuüs  dejado  para  este  iiüiiiero' 
las  consideraciones  que  nos  sugiere 
la  parte  de  la  carta  del  señor  ministro 
de  Hacienda  argentino,  en  la  que  se 
ocupa  de  lo  que  llama  circulación 
fiduciaria,  sin  duda  á  falta  de  otro 
término  más  exacto. 

Como  críticos  imparciales,  no  de- 
jaremos de  manifestar  que,  aunque 
divergimos  con  el  señor  Ministro  en 
las  razones  en  que  se  funda,  estamos 
de  acuerdo  con  él  en  que  la  Nación 
no  debe  considerar  el  valor  escrito 
en  los  billetes  como  una  obligación 
de  pago  á  oro  por  una  suma  igual 
á  su  valor  nominal;  cuestión  ésta  que, 
aunque  capital,  no  ha  dado  lugar  á 
ninguna  impugnación  seria  por  parte 
de  la  prensa. 

En  números  anteriores  de  esta  Re- 
vista, ya  hemos  tratado  este  punto,  y 
á  fin  de  no  cansar  á  nuestros  lec- 
tores, nos  limitaremos  á  resumir  nues- 
tras ideas  en   la  materia. 

El  billete  no  es  una  obligación  de 
pago,  sino  un  medio  de  pago  y  un 
instrumento  de  cambio.  Es  dinero,  y 
no  un  título  á  dinero.  Es  en  virtud 
de  esa  su  doble  facultad  que  se  dá  y 
se  recibe,  diferentemente  de  lo  que 
sucede  con  todos  los  títulos  efectiva- 
mente de   crédito. 

Considerarlo  de  otro  modo  es  pre- 
tender hacer  primar  la   forma  sobre 


el  fondo,  y  separarse  de  todas  las 
condiciones  que  la  equidad  y  los  in- 
tereses sociales  imponen,  en  la  esfera 
de   la  circulación  monetaria. 

El  señor  Ministro  llega  hasta  rozai- 
la    verdad,    pero,    desgraciadamente, 
no  la  abarca  en  toda  su  extensión, 
como    seria    de    desear.    Vé  que  no 
seria  justo    ni  equitativo   imponer  á 
la  Nación  el  rescate  del  papel  á  la 
par,    emitido    generalmente   con  de- 
preciación, lo  que   se  haría  á  expen- 
sas de  los  contril)uy entes  y  en  bene- 
ficio de  los  que  accidentalmente  fue- 
sen tenedores  de  billetes  ó  de  créditos 
á  papel.  Hay  algo,  sin  embargo  más 
serio  que  considerar   en  la  materia, 
y  es  la  subversión  en  los  precios  de 
todos  los  productos  en  general  que 
arruinaría  á  los   proseedores  y  pro- 
ductores de  todos  los  múltiples  y  más 
consideral)les    valores    que    tiene    el 
país,  en  beneficio  de  los  tenedores  y 
acreedores  de  moneda:  hecho  que  no 
solo  produciría  individualmente  que- 
brantos tan   injustos    como    los    que 
pueden  resultar    de  las  dejireciacio- 
nes  del  medio  circulante,  sino,  tam- 
bién, efectos  generales  ruinosos,  como 
nunca  pueden  alcanzar  á  producirlos 
las    mayores  bajas  de   que   sea  sus- 
ceptible ningún  papel  moneda. 

En  apoyo  de  ésto,  quizá  bastarla 
citar  la  autoridad  indiscutible  para 
los  sectarios  de  la  escuela  metálica, 
de  Juan  Bautista  Say,  del  que  repro- 
duciremos su  juicio  sobre  los  efectos 
de  la  valorización  del  papel  en  In- 
glaterra, después  del  término  de  las 
guerras  napoleónicas. 

«La  reintegración,  dice,  del  valor 
monetario,  fué  más  funesto  á  In- 
glaterra,  aunque  no  se   trataba  más 


406 


Revista  Económica 


que  de  una  valorización  de  100  á  150, 
que  lo  que  había  sido  su  depreciación; 
más  funesta  de  lo  qué  fué  jjara  la 
Francia,  el  descrédito  completo  de  los 
asignados». 

dourcelle  Senenil,  aprecia  ese  hecho 
con  términos  análogos. 

Vienen  tamlñén  á  corroborar  la  tesis 
que  soí^tenemos  los  ejemplos  de  Kasia, 
convirtiendo,  con  aplauso  de  los  econo- 
mistas de  todas  partes,  en  1839,  al  pre- 
cio del  día,  que  era  de  3  ^  por  1,  y  el 
actual  de  Austria  que  igualmente  toma 
por  base  para  la  conversión,  el  tipo 
corriente  en  el  mercado. 


11 


Llegados  á  este  punto,  tenemos  el 
sentimiento  de  separarnos  del  Sr.  Mi- 
nistro, que  manifiesta  la  conveniencia 
de  preparar  la  conversión  á  oro,  lo 
que  cree  que  se  facilitaría  fijándose 
el  tipo  de  2  ¿  por  uno.  con  la  cual  se 
reducirían  los  actuales  282.000.000  de 
pesos  inconvertibles  á  una  emisión 
convertible  de  112.000.000  de  pesos 
oro.  Obtener  los  medios  de  conver- 
tir esta  suma  le  ])arece  por  íin  que  se- 
ría alcanzar  el  desiderátum  en  materia 
de  circulación. 

El  país  debe  aspirar  á  la  conver- 
sión, esto  es  indudaljle;  pero  siempre 
que  la  conversión  se  armonice  con 
sus  condiciones;  que  sea  un  hecho 
natural  y  no  artiíicial,  como  resultaría 
en  las  actuales  circunstancias. 

El  Sr.  Ministro  ha  reconocido  que 
la  Nación  no  puede  hacer  frente  á 
sus  obligaciones;  hecho  que  hemos 
confirmado  demostrando  que  tiene 
un  déficit  anual  de  más  de  setenta 
millones,  parte  importante  del  cual 
está  representado  por  obligaciones 
exteriores,  que  las  rentas  públicas  no 
alcanzan  á  cubrir.  La  situación  ge- 
neral del  país  en  relación  con  el  exte- 
rior no  es  mas  favorecida.  Al  es- 
tudiarla en  nuestro  artículo.  «El 
Absent  ismo  Argentino»,  hemos  com- 
probado que  la  República  debe  á 
Europa  el  servicio  de  mil  quinientos 
millones  de  pesos  oro,  lo  que  importa 
más  que  toda  la  actual  exportación, 
quedando  anualmente,  en  descubierto, 
por  lo  menos,  el  total  de  las  importa- 
ciones. 

En  estas  condiciones  no  es  discreto 


pensar  un  solo  instante,  en  volver  al 
régimen  de  la  conversión  á  oro  y  del^e 
el  i:>aís  aprovechar  de  las  lecciones 
que  al  respecto  ha  recibido. 

Tenia,  en  1883,  una  situación  incom- 
parablemente mejor  que  la  actual, 
pero  no  era  todavía  una  situación  de 
conversión.  El  Presidente  del  Banco 
de  la  Provincia,  entonces  D.  Francisca 
Uriburu,  hizo  presente  en  una  nota 
al  Gobierno  Nacional,  que  la  conver- 
sión sería  forzosamente  efímera,  rui- 
nosa para  los  Bancos  y  que  perjudi- 
caría los  intereses  generales  del  país, 
pero,  debido  á  un  criterio  teórico  y  á 
consejos  interesados  de  comerciantes 
estranjeros.  que,  por  lo  común,  son 
desgraciadamente  oídos  en  estas  ma- 
terias con  preferencia  á  los  que  están 
vinculados  con  la  prosperidad  nacio- 
nal, se  insistió  en  imponerla. 

Se  hizo  la  conversión,  pero  para 
tener  que  decretar  de  nuevo,  á  los 
pocos  meses,  la  inconversión,  y  el  re- 
sultado |)ráclico  de  la  aventura  fué  ha- 
berse quebrantado,  como  se  preveía, 
los  recursos  de  los  Bancos  de  la  Na- 
ción y  de  la  Provincia,  y  crear  para 
el  medio  circulante  una  situación  peor 
que  la  que  antes  tenía. 

Cuando  esto  sucedió  en  una  época 
en  que  la  Nación  no  tenía  ni  la  mitad 
de  desequilibrio  actual,  ¿como  se  pue- 
de hablar  ahora,  seriamente,  de  una 
próxima  conversión  á  oro? 

Admitamos,  si  se  quiere,  la  hipó- 
tesis de  que  enagenando  la  Nación  la 
autonomía  económica  del  país  por  un 
gran  número  de  años,  y  dando  extra- 
ordinarios privilegios,  llegase  á  obte- 
ner el  metálico  necesario  para  conver- 
tir el  papel  al  tipo  de  2  1/2  por  1,  y 
tendremos  ó  una  nueva,  conversión 
efímera  ó  forzosamente  impuesta  la 
rariíicación  del  medio  circulante,  que 
es  la  agravación  de  la  crisis  y  el  aba- 
timiento de  la  producción. 

Veamos  qué  sucedería  establecida 
una  corriente  de  exportación  de  me- 
tálico, que  la  situación  impone  y  que 
por  ese  hecho  se  favorecería. 

Si  el  billete  convertido  para  expor- 
tar el  oro,  se  lanzase  de  nuevo  á  cir- 
culación, se  iria  gradualmente  dismi- 
nuyendo la  representación  metálica 
de  los  billetes,  lo  que  precipitaría  de 
nuevo  su  inconversión  y  si  esto  no  se 
hiciese,  si  el  billete  convertido  se  que- 


DEL    Rio    DE    EA    Pl.VTA 


4()'¡ 


mase,  al  irse  satisfaciendo  con  la  con- 
versión las  necesidades  de  oro,  pronto 
podríamos  hallarnos  en  la  sititación 
(le  no  tener  ni  oro  ni  papel. 

Con  el  actual  desequilibrio,  lo  repe- 
tiremos, el  dilema  que  toda  tentativa 
de  conversión  á  oro  impondría  sería 
este:  ó  la  inconversión  á  cortop  lazo 
después  de  cuantiosos  sacrificios  para 
evitarla,  ó  la  carencia  general  de  mo- 
neda, que  seria  sin  dud"a,aúnmás  per- 
judicial. 

111 

Si  bien  es  por  hoy  estemporírUieo  ha- 
blar de  conversión  á  oro,  puede  el  go- 
bierno poner  un  límite  al  movimiento 
de  valorización  que  se  viene  operando 
con  mayores  perjuicios  generales  que 
los  que  produjo  el  anterior  de  desvalo- 
rización. 

Situación  análoga  á  la  actual,  la  tuvo 
el  Brasil  en  la  menoridad  de  D,  Pedro 
II,  en  la  que  descollaron  estadistas 
eminentes.  La  guerra  con  el  Río  de  la 
Plata,  habíale  dejado  al  Imperio  una 
suma  considerable  de  papel  inconver- 
tible. Imposible  fué  evitar  sus  oscila- 
ciones de  alza,  pero,  en  cambio,  se 
creyó  que  se  debían  cortar  las  fuertes 
alteraciones  en  sentido  inverso,  y  to- 
mar, como  base,  la  relación  que  entre 
el  oro  y  el  papel,  había  establecido  el 
mercado. 

Las  monedas  de  oro  del  Brasil,  eran 
las  piezas  llamadas  portuguesas,  de 
cuatro  octavas  de  peso  y  veintidós 
quilates  de  fino,  con  el  valor  nominal 
de  6.400  reís,  y  las  monedas  llamadas 
provinciales,  por  tener  su  giro  cir- 
cunscrito en  el  Brasil,  con  dos  y  cuar- 
to octavas  de  peso  y  la  misma  ley.  .-vsí 
pues,  la  octava  de  oro  de  22  quilates, 
ó,  lo  que  es  lo  mismo,  los  3  gr.  586  de 
oro  de  916  2/3,  en  moneda  portuguesa, 
valían  1.600  reis.  y  en  moneda  brasi- 
lera, 1777  7/9  reis. 

En  vez  de  declarar  que  tantos  reis 
en  papel  serian  el  equivalente  de  tan- 
tos reis  en  oro,  bajando  el  valor  del 
primero,  una  íey  estableció  que  la 
octava  de  oro  fuese  el  equivalente  de 
2.500  reis,  y,  por  lo  tanto  el  valor 
legal  de  las  monedas  de  4  octavas  de 
oro,  se  elevó  de  6.400  á  10.000  reis. 

Quedó  el  papel  asi  á  la  par;  poste- 
riores necesidades  de  emisión,  ya  para 
cubrir  déficits,  ya  para   fomentar  la 


producción,  hicieron  que  el  papel  vol- 
viese á  desvalorizarse,  y  de  nuevo  Be 
recurrió  al  mismo  expediente,  pasan- 
do la  octava  de  oro  á  tener  un  valor 
de  4.000  reis.  que  quedó  siendo  el  pun- 
to al  rededor  del  cual  ha  fluctuado 
posteriormente  el  papel  brasilero. 

Admitido  por  el  señor  ministro  de 
hacienda  el  principio  de  que  los  bille- 
tes no  son  una  deuda  que  haya  que 
pagar  por  su  valor  nominal;  estableci- 
do que  las  pérdidas  que  se  producen 
con  las  depreciaciones  no  pueden  i:e- 
pararse,  elevándose  con  el  tiempo  el 
precio  de  los  billetes,  y,  sobre  todo,  re- 
conocido que  los  inconvenientes  que 
la  baja  del  oro  produce  son  más 
graves  todavía  que  los  de  la  baja  del 
papel,  y  ya  que  no  ha  sido  posible  evi- 
tar esta,  ¿no  sería  conveniente  pre- 
venir que  aquella  continúe  acentuán- 
dose, evitando  por  el  hecho  la  agrava- 
ción de  las  deudas  y  un  cambio  de 
condiciones  en  general  contrario  al 
desarrollo  de  la  producción? 

El  ejemplo  del  Brasil,  merece  me- 
ditarse. 

Por  nuestra  parte,  sometemos  á  los 
hombres  prácticos,  é  imparciales,  el 
estudio  de  los  efectos  que  produciría 
una  ley  que  fijase,  por  ejemplo,  como 
precio  del  argentino  el  de  15  pesos, 
de  la  libra  e.sterlina,  el  de  15.12,  y  de  la 
onza  el  de  48.81  etc. 

En  el  hecho,  esta  ley  no  haria 
más  que  confirmar  el  precio  medio 
que  actualmente  la  plaza  establece 
paralas  monedas.  Armonizado  el  valor 
legal  de  las  monedas,  con  el  valor 
mercantil  tendríamos  el  papel  á  la 
par,  en  la  única  en  forma  que  se  podría 
conseguir. 

Esto  sería,  por  lo  menos,  preferible 
al  proyecto  de  cambio  de  los  actuales 
'billetes  á  2  1/2  ó  á  3,  por  otros  de  con- 
versión efímera,  como  tendrá  que  ser 
toda  que  se  intente  en  las  actuales 
condiciones  de  la  República,  sobre 
todo  sí  esta  no  entra  en  un  sistema 
ampliamente  bimetálico. 


LA  LLUVIA  ARTIFIOIAL 

Y    EL   OCÉANO    DE    POLVO 


El  señor  Enrique  de  Vasigny  publicó 
en  uno  de  los  últimos  números  de  la 


408 


Revista   Económica 


Revista  de  ambos  mundos,  un  artículo  muy 
interesante  sobre  los  medios  de  pro- 
vocar la  lluvia.  El  autor  examina  todo 
lo  que  se  lia  hecho  hasta  ahora:  las 
experiencias  admirablemente  llevadas  á 
cabo,  las  teorías  convincentes,  emitidas 
por  los  generales  y  los  farmacéuticos, 
y  llega  á  la  conclusión  bastante  sor- 
prendente de  que  ya  se  ha  hecho  mu- 
cho, lo  que  no  impide  que  todavía  esté 
por  hacerse  todo. 

La  cuestión  es,  sin  duda,  muy  pal- 
pitante. Preocupa  mucho  al  viejo 
mundo  y  apasiona  al  nuevo  febril- 
mente. No  hay  que  olvidar  que  tanto 
en  la  América  del  Sud  como  en  la  del 
Norte,  hay  provincias  enteras  que  es- 
peran la  época  de  las  lluvias  artificia- 
les con  más  impaciencia  aun  que  los 
judíos  cuando  esperaban  el  maná  en  el 
desierto;  y  sino  ahí  están  Catamarca,  y 
la  pobre  Rioja.  Poblaciones  numero- 
sas se  han  diríjido  á  Tejas  y  á  otros 
territorios  en  la  esperanza  que  el  cul- 
tivo en  grande  escala  atraería  la  lluvia 
Pero  la  lluvia  se  ha  hecho  esperar 
siempre.  Por  otra  parte,  en  Kansas, 
la  Universidad  y  el  Colegio  de  Agricul- 
tura confiesan, "^  lastimosamente,  que 
la  cantidad  de  lluvia  decrece  en  vez  de 
aumentar.  El  descontento  va,  pues, 
siempre  in  crescendo.  En  ('hiña  se  invoca 
á  los  genios,  á  las  almas  de  los  difun- 
tos y  también  al  emperador.  En  las 
Indias,  se  va  en  busca  del  gapogari,  que 
ejerce  su  industria  en  las  aldeas  del 
centro  de  la  península  índica.  Sí,  por 
inepcia  ó  ignorancia,  no  consigue  hacer 
llover,  lo  ponen  á  buen  recaudo,  y 
todos  los  días  lo  vapulean  de  lo  lindo 
hasta  que  se  produzca  la  lluvia.  El 
general  R.  G.  Dyrenforth  se  ha  pro- 
puesto desempeñar,  en  los  ICstados 
Unidos,  el  papel  tan  ingrato  de  gapo- 
gari: ....  Habéis  leído  los  clásicos?  pre- 
guntaba á  los  representantes  de  su 
gobierno.  Eh  bien!  cuenta  Plutarco 
que,  en  su  tiempo  y  antes,  las  grandes 
batallas  eran  seguidas  de  lluvias... 
Recuerden  Vds.  las  lluvias  que  cayeron 
después  de  Waterloo,  las  observacio- 
nes hechas  durante  la  guerra  civil, 
también  reunidas  por  el  señor  Powers, 
y  de  donde  deduce  que  cada  una  de 
las  198  batallas  de  alguna  importancia 
fué  seguida  de  una  lluvia. .  .El  general 
ha  hecho  su  cálculo:  20.000  tiros,  que 
salen  de  200  cañones,  comprendidos 


todos  los  gastos,  vendrían  á  costar 
4(X).000  francos ...  Y  entonces?  El  go- 
bierno se  estremeció.  En  1890,  el 
gobierno  destinó. .  .45.000  francos  para 
gastos  de  expenencias.  Al  año  si- 
guiente, el  bravo  general  partió  para 
Tejas,  acompañado  de  todo  lo  que 
precisaba  para  salir  airoso  de  su  em- 
presa. En  lugar  de  cañones,  empleó 
68  globos  destinados  á  la  explosión.  El 
general  dispuso  sus  hombres  y  sus 
aparatos  en  una  triple  línea  de  batalla 
y  atacó  al  cielo  con  vigor.  Su  objeto 
era  imitar  una  gran  batalla  con  caño- 
nazos y  bombas  que  estallaban  en  el 
aire. 

Empezaron  el  9  de  Agosto.  A  las 
8  de  la  madrugada,  primera  serie 
de  explosiones,  que  duró  una  hora  y 
volvió  á  empezar  á  las  7,  durando 
menos  tiempo.  El  tiempo  estaba  bue- 
no, la  noche  espléndida,  pero  al  día 
siguiente,  á  medio-día,  una  copiosa 
lluvia  cubrió  todo  el  suelo.  Se  repi- 
tieron las  pruebas  el  18,  con  igual 
éxito.  El  25,  se  hacía  estallar,  á  una 
altura  de  1.500  á  4.500  metros,  siete 
globos,  llenos  de  oxígeno  y  de  hidró- 
geno. Se  produjo  uíi  ruido  infernal, 
y  el  cielo  que  no  quiso  ser  menos, 
envió  al  general  y  á  su  tropa  una 
lluvia  torrencial,  que  duró  seis  horas. 
¿Han  tenido  buen  éxito  los  experi- 
mentos? Absolutamente  no.  El  bravo 
general  ha  elegido  simplemente  la  es- 
tación de  las  lluvias.  El  señor  G.  E. 
Curtís,  meteorologista  que  acompañó 
á  la  expedición,  ha  hecho  saber  que 
sólo  se  habían  abierto  las  puertas 
que  estaban  entornadas.  En  el  hori- 
zonte se  habían  visto  tormentas,  el 
cielo  estaba  cubierto  de  nubes  y  los 
globos  explosibles  no  impidiei-on  que 
cayese  la  lluvia.  Su  mérito  no  fué 
grande,  que  digamos. 

Razonemos  "un  momento.  Todos 
sabemos  que  el  aire  contiene  una 
proporción  variable  de  vapor  de  agua. 
Este  vapor  invisible  esparcido  en  la 
atmósfera,  contiene  nubes,  es  decir, 
montones  de  gotitas  de  agua  muy 
tenues,  y  algo  diferente  del  vapor, 
por  consiguiente.  No  hay  más  que  la 
condensación  que  pueda  hacer  caer 
esas  gotitas  de  lo  alto!  Esa  conden- 
sación se  opera  bajo  la  influencia  de 
cierto  enfriamiento.  Pero  el  sonido.,  el 
barullo  armado  por  el  general  ame- 


DEL  Rio  de  la  Plata 


409 


i'icano,  podía  provocar  la  condensa- 
(úón?  De  ninguna  manera.  Existen 
mil  experiencias  de  laboratorio  para 
probar  que  se  puede  operar  la  con- 
(iensación  por  enfriamiento,  pero  nunca 
l)or  el  sonido.  Luego,  el  remedio  no 
está  por  ese  lado.  Un  físico  escocés, 
el  señor  John  Aixhen,  después  de  nu- 
merosas experiencias,  ha  llegado  á 
ésta  conclusión:  «que  todo  fenómeno 
de  condensación  del  vapor  de  agua 
ritmosféríca  en  forma  visible,  paípa- 
¡»le,  necesita  de  la  presencia  de  polvos 
fU  la  atmósfera.» 

La  abundancia  de  polvos  en  la  at- 
lüósfera,  dice  el  señor  Vasigny,  no  es 
materia   de    duda    para    nadie....    El 
polvo    forma    en    la    atmósfera    una 
especie    de    nube    opaca    que   nadie 
)iuede  desconocer.  Todos  hemos  visto 
iormarse   esa    nube   durante   la    agi- 
tación que  muchas   veces  precede"  á 
la   tempestad.   A  menudo  cae  inme- 
diatamente, pero  si  el  viento  es  fuerte 
jjuede  ser   llevada    á    alturas    varia- 
l)les....   Esas  nubes  de  polvo,  arreba- 
tadas al  suelo,  forman  á  lo  lejos  llu- 
vias   terrosas:   vuelven    á    caer  con  la 
Ihivia,   y   en  razón  de  la   coloración 
rogiza  de  las  gotas  de  lluvia,  debida 
:i    las  partículas    minerales  el©  óxido 
•  le  hierro,  que    abundan  en    las  tie- 
rras rojas  que  producen  estas  espe- 
cies de   polvos,  se  han  tomado  estas 
lluvias,  por    lluvias    de     sangre.    En 
China,   las  lluvias   coloreadas  por  el 
[)olvo  son  frecuentes:  los  chinos  dis- 
tinguen dos  clases:   la   lluvia  amari- 
lla y  la   lluvia  negra....   Para    asegu- 
rarse  de    la   existencia    normal  de^  este 
polvo,  basta  con  entrar  en   el  cuarto 
más  aseado,  más  cuidadosamente  ba- 
rrido, donde  nadie  haya  entrado  du- 
rante meses,  si  se   quiere.   La  habi- 
tación ha  estado    cerrada    todo    ese 
tiempo,  y,  sin  embargo,  encima  de  ca- 
da mueble  hay  una  capa  apreciable 
de  polvo,  que  ha  entrado  por  las  ren- 
dijas de  las  puertas  ó  ventanas...  El 
señor  Aitken  ha  llegado  hasta   des- 
cubrir la  cantidad  de  polvo  contenida 
en  el   aire  en  diferentes  localidades 
ó  en  diferentes  momentos.  En  suma, 
el  mínimum  observado  por  el  señor 
Aitken,  parece   ser  16   partículas  por 
centímetro  cúbico:  esta  cifra  ha  sido 
tomada  por  él  una  sola  vez  en  la  ci- 
ma   del    Ben-Nevis    en   Escocia,    en 


Julio  de  1890,  que  fué  uno  de  los 
meses  más  lluviosos  que  haya  habido 
hace  años,  en  aquella  región.  En 
Righi  había  de  500  á  2000  partículas, 
en  Mentón  1.200  y  7.200.  En  Edim- 
burgo 260.000  y  en  Glasgow  cerca  de 
400.000.  Y  en  fin  si  se  analiza  el  aire  que 
se  desprende  de  un  pico  de  gas,  se 
encuentran  hasta...  oO  millones  de 
partículas  de  polvo  ¿De  dónde  viene 
este  polvo?  La  respuesta  no  es  di- 
fícil: las  fuentes  de  polvo  son  miálti- 
ples.  Desde  luego,  la  tierra,  con  sus 
partículas  más  fmas,  en  tiempo  seco, 
arrastradas  por  el  viento;  el  humo  de 
las  chimeneas  y  de  las  usinas;  los 
meteoritos,  en  íin,  que.  penetran  en 
nuestra  atmósfera  en  número  de  una 
decena  de  millones,  por  día,  y  que  se 
convierten  en  polvo...  En  suma,  la 
atmósfera  más  pura,  encierra  siem- 
pre una  cantidad  enorme  de  polvos . . . 
Hay  menos,  á  medida  que  se  sube 
más;  hay  más  después  de  los  grandes 
vientos,  de  grandes  incendios:  hay 
menos  después  que  antes  de  la  lluvia, 
pero  hay  por  todas  partes  y  á  medida 
que  se  continúen  las  investigaciones, 
se  llegará  á  formarse  una  idea  de  la 
densidad  del  océano  de  poho,  en  que 
vivimos. .. 

¿Resultaría  de  todo  ello,  aparente- 
mente, que  la  teoría  del  polvo  del 
señor  Aitken  y  la  del  estampido  de 
cañón  del  general  americano  sean 
diametralmente  opuestas? — De  ningu- 
na manera:  las  dos  teorías  llegan  á 
un  mismo  hn,  pero  por  distintas  vías. 
Los  explosivos  |)ueden  muy  bien  pro- 
vocar la  lluvia,  no  gracias  al  ruido, 
sino  simplemente  gracias  á  la  abun- 
dancia de  polvo  que  despiden  ¿Quiere 
esto  decir  que  la  presencia  de  polvos 
sea  suficiente  y  que  la  lluvia  deba  caer 
cada  vez  que  el  aire  encierre  una  pro- 
porción dada  de  partículas  en  suspen- 
sión? No.  En  realidad,  esa  no  es  sino 
una  de  las  causas  y  la  formación  de  la 
lluvia  guarda  siempre  secretos. . .  p<jr 
descubrir. 

Digamos,  entre  paréntesis,  que  el 
general  americano  no  ha  sido  el 
primero  en  señalar  la  posibilidad 
de  la  creación  de  la  lluvia  por  me- 
dio del  sonido.  Ese  honor  perte- 
nece integraiTiente  al  señor  Carlos 
Le  Maout,  farmacéutico  de  Saint 
Brienne,  cuya  teoría  ha   sido  desar- 


410 


Revista  Económica 


rollada  en  la  Eevue  des  Bevues  de  Agosto 
último,  por  el  doctor  G.  Binet.  Sea 
«le  ello  lo  que  fuere,  esperemos  con 
paciencia  los  resultados  de  los  expe- 
rimentos que  el  general  Dyrenforth 
del)e  reanudar  en  breve. 


AFORISMOS  ECONÓMICOS  í  MORALES  '" 

Lastres  8:  ocho  horas  de  trabajo,  ocho 
horas  de  recreación  y  cultivo  del  espí- 
ritu y  ocho  horas  de  sueño  no  son  mas 
que  una  frase  destinada  á  señalar  la 
falta  de  un  argumento  serio. 

Existen,  en  efecto,  una  iníinidad  de 
industrias,  en  las  que  nada  obliga  ni 
impide  al  obrero  que  reduzca  sus  horas 
de  trabajo  á  ocln>:  trabaja  á  tanto  la 
pieza  y  puede  descansar  cuando  quie- 
re. Si  no  lo  hace,  es  porque  prefiere 
ganar  más.  Nadie  quiere,  descansar  á 
costa  suya.  Es  más  ventajoso  pedir  al 
patrón  que  pague  un  descanso  que  no 
le  reporta  ningún  provecho;  pero  es 
esto  justo?  Parece  bien  difícil  demos- 
trarlo. 

En  cuanto  ala  esperanza  de  que  el 
obrero  emplee  sus  ocios  diarios  en  cul- 
tivar su  espíritu,  etc.,  etc.,  no  es  per- 
mitido abrigarla.  Si,  entre  los  miles  de 
jóvenes  que  salen  de  los  liceos  y  cole- 
gios y  aun  de  las  facultades,  sólo  una  mí- 
nima parte  selecta  continua  «formán- 
dose ó  enriqueciendo  su  inteligencia» 
una  vez  que  ha  obtenido  su  diploma: 
y  si  la  mayoría  de  los  que  han  consa- 
grado su  juventud  al  estudio  no  han 
podido  ser  imbuidos  del  amor  á  las 
letras  y  á  las  ciencias  ¿cómo  se  puede 
imaginar  que  obreros  manuales  tan 
•  mal  preparados  para  los  goces  inte- 
lectuales, una  vez  vueltos  a  sus  casas, 
fatigados  como  lo  estarán,  han  de 
tomar  un  libro  para  cultivar  su  espí- 
ritu? Respecto  á  los  selectos  que  bus- 
can los  libros,  esos  los  l)uscarán  con 
los  tres  8  v  sin  ellos. 


Los  desheredados  —  En  un  país  libre? 
sólo  los  idiotas  y  los  enfermos  incura- 
bles pueden  considerarse  com(^  des- 
heredados. 


(11  Véase 
q  re  esta  vi 


niímero   de    \a     Rkvijíta  hiUitíoi- 
MI   es  inopi.ídail 


Con  una  inteligencia  ordinaria  y  con 
las  virtudes  más  elementales;  con 
amor  al  trabajo  y  con  previsión,  nunca 
es  uno  «desheredado.»  Y  si  se  tienen 
gustos  sencillos,  hasta  se  puede  ser 
dichoso;  pues  como  dice  el  proberbio, 
«estar  <-ontento  vale  más  que  la  rique- 
za.» y  la  esperiencia  prueba,  en  efecto, 
que  nuestro  tesoro  está  en  nosotros 
mismos.  (Léase  la  fábula.  ((El  zapatero 
remendón  y  el  rentista.^)  ( 1  \ 

* 

*  • 

La  palaljra  desheredados  aplicada  á  gen- 
tes sin  fortuna,  á  obreros  manuales, — 
los  hay  que  han  llegado  á  ser  millona- 
rios y  ministros, — es  un  término  como 
muchos  de  los  que  emplean  la  pasión, 
el  espíritu  de  partido,  la  retórica;  es 
una  metáfora,  una  hipérbole,  pero  no 
es  la  expresión  de  la  realidad,  de  una 
verdad  concreta:  no  se  puede  sacar  de 
ella  ninguna  consecuencia;  sino  lo  que 
tantas  veces  he  dicho  yo,  que  la  retó- 
rica nos  asesina. 

En  ciertos  países  existe  el  derecho 
de  primogenitura  y  hasta  la  libertad 
ilimitadade  testar:  en  esos  países,  pues 
no  se  debería  usar  de  la  palabra  deshe- 
redados, aplicándola  á  los  obreros;  se 
aplicaría  literalmente,  mucho  mejor  á 
los  hijos  de  los  grandes  ó  de  los  ricos, 
despojados  de  su  herencia.  Pero  estos 
hijos,  si  poseen  las  cualidades  necesa- 
rias, se  crearán  una  posición,  debida 
á  sus  propios  esfuerzos. 
* 

*  * 

La  causa  del  socialismo. — Es  falso  que 
la  miseria  sea  la  causa  del  socialismo, 
la  miseria  no  produce  más  que  el  des- 
aliento. La  miseria  puede  hacer  escla- 
vos, pero  no  hace  soñadores:  por  eso 
la  República  Argentina  se  encuentra 
en  la  ancha  avenida  de  la  libertad, 
desde  que  en  ella  no  hay.  propiamen- 
te halilando,  miseria. 

Elevándose  un  poco  sobre  esa  mise- 
ria que  embrutece  cuando  sus  necesi- 
dades ultrapasan  la  línea  de  lo  indis- 
pensable, es  como  el  hombre  siente 
mas  penosamente  las  privaciones  que 
sufre,  y  comparándose  con  gentes  mas 
dichosas  es  como  puede  ser  atacado 
por  la  envidia...  La  envidia  no  ha 
sido  nunca  considerada  como  una 
virtud. 

(li  í.e  snvplifr  ol  ¡c  f¡nfjtici>'r. 


DEL    Rio    DE    LA    PlATA 


411 


Para  todo  hombre  corroído  por  este 
malhadado  sentimiento,  el  terreno 
está  preparado  i)ara  el  socialismo.  Esto 
no  obstante  para  admitir  las  ineptas 
teorías  que  se  le  presenta  tan  frecuen- 
temente, es  menester  que  haga  violen- 
cia á  su  razón,  á  su  experiencia  de 
todos  los  días.  Es  probable  que  la  mayor 
parte  de  los  hombres  afiliados  á  la 
bíindera  roja  no  se  hayan  tomado  el 
trabajo  de  comprender,  se  han  limita- 
do á  aprender  algunas  fórmulas  para 
encarnar  en  ellas  sus  sentimientos. 

La  mayor  palote  de  los  hombres  son' 
por  otra  parte,  tan  crédulos  que  se  les 
hace  aceptar;  cuando  se  sabe  hacerlo, 
las  creencias  mas  absurdas;  piénsese 
si  no  en  el  diablo,  en  los  brujos,  en  los 
Thugs  (de  la  India),  en  los  mormones, 
en  ciertos  sectarios  rusos  que  se  muti- 
lan . . . 

No  es  posible  entonces,  negar  el 
efecto  de  la  propaganda  bajo  todas 
sus  formas.  Los  socialistas  ponderan 
frecuentemente  la  eficacia  de  la  que 
ellos,  organizan  con  Lin  cuidado  ex- 
tremo. •  .cuando  niegan  este  efecto, 
es  por  pura  táctica:  se  prepara  una 
■sorpresa. 


El  buen  socialismo. — Rehabilitar  nom- 
bres vilipendiados  por  la  historia  es 
un  acto  es  menos  pernicioso  que  el  de 
dar  un  sentido  favorable  á  una  pala- 
bra empleada  desde  su  origen  en  un 
sentido  desfavorable, — sobretodo  cuan- 
do se  pretende  conservar  las  dos  acep- 
ciones. Así,  no  se  puede  menos  que 
turbar  los  espíritus,  Decir  que  hay  un 
socialismo  bueno  y  un  socialismo  malo, 
generalmente  es  capitular,  es  hacer 
acto  de  debilidad,  es  una  manera  de 
justificar  ó  de  excusar  la  inercia  que 
se  opone  á  las  agresiones  de  los  pro- 
pagandistas de  esta  doctrina  subver- 
siva. 

Los  socialistas  declaran,  en  efecto, 
que  tienden  á  suprimir  la  propiedad 
individual  y  á  organizar  la  produc- 
ción colectiva  bajo  la  dirección  del 
Estado. 

El  socialismo  no  tiene  ninguna  rela- 
ción con  la  caridad  cristiana  ó  no  cris- 
tiana. El  socialismo  no  profesa  que  tie- 
ne la   misión  de  dar.  se  atribuve  la  de 


tomar.  Declara  la  guerra  á  los  que  él 
pretende  calificar  de  explotadores  sin 
que  jamás  haya  podido  jusiidcar  esa 
pretensión.  No  se  arma  para  darles  á 
los  desgraciados,  sino  para  quitarles  á 
los  felices. — Cuando  pone  en  eviden- 
cia los  sufrimientos  muy  reales  de 
algunos  hombres,  no  lo  hace  sino 
como  un  pretexto,  no  hubiera  anate- 
matizado ó  ridiculizado  el  ahorro,  ni 
combatiría  otras  instituciones  análo- 
gas y  sobretodo  el  >-elfhelp.—e\  ayúdate 
á  tí  mismo  y  Dios  te  ayudará,  digo  yo. 
En  resumen,  los  que  hal)lan  del 
buen  socialismo,  saben  de  lo  que 
hablan? 


París  bajo  el  régimen  colectivista. — No 
más  almacenes  privados.  El  boule- 
vard  y  las  otras  grandes  arterias  no 
estarían  alumbradas  de  noche,  sino 
por  los  picos  oficiales  de  gas,  pues  los 
consumidores  se  proveerían  en  gran- 
des almacenes  públicos. 

El  domingo,  día  de  descanso  uni- 
versal, vería  los  cafés  y  tabernas  cer- 
rados, ni  coches,  ni  ómnibus,  ni 
ferrocarriles  y  vapores  tral)ajarian: 
se  comerá,  sentado,  sobre  la  yerba, 
pan  con  vino  en  los  buenos  años,  y 
con  agua,  en  los  malos:  Problema:  ¿cómo 
llegará  el  vino  á  París? 

El  comercio  internacional  se  sus- 
l)enderá  por  falta  de  confianza,  si  no 
es  por  falta  de  materias  necesarias 
para  alimentarlo. 

¿Qué  será  de  la  libertad,  de  la  fan- 
tasía, de  la  poesía,  del  arte,  de  la 
ciencia?...  Esas  cosas  tan  bellas 
morirán  con  «el  artículo  de  París», 
por  falta  de  empleo.  Y  todo  esto  que 
es  en  el  momento  presente  aplicable 
á  París,  será  aplicable  á  Buenos  Aires, 
antes  de  diez  años,  cuando  tenga  un 
millón  de  habitantes,  si,  como  vamos, 
continuamos;  y  en  gran  parte  habrá 
que  imputarlo^  al  proteccionismo  sin 
ton  ni  son; — es  decir  al  proteccionis- 
mo que,  por  protejer  á  algunos,  ataca 
á  todos...   los  estómagos. 


412 


Revista   Económica 


LA  TRATA  DE  NEGROS 

Y    EL    Rio    i)  e    la    P  l  a  t  a 


XVI 

Hemos  observado  de  cerca,  la  escla- 
vitud en  el  Brasil,  hasta  años  recien- 
tes, y  hemos  apreciado  todo  el  extra- 
vismo  moral  que  un  (3rden  de  cosas 
establecido  y  la  fuerza  de  los  intereses 
egoístas  individuales,  pueden  imponer 
á  los  espíritus  débiles  ó  poco  reflexi- 
vos, que  forman  las  trrandes  masas  de 
los  pueblos. 

No  necesitamos,  sin  embargo,  referir 
aquí  nuestras  propias  impresiones, 
puesto  que,  cuanto  podríamos  decir, 
lo  encontramos  ya  relatado  por  escri- 
tores cuya  autoridad  no  puede  ser  dis- 
cutida. 

La  condición  de  los  negros  esclavos 
en  América,  debía  forzosamente  de- 
pender del  destino  que  á  éstos  se  re- 
servaba. Si  se  les  aprovechaba  para 
el  servicio  doméstico  ó  para  ejercer 
oficios  en  que  les  fuese  indispensable 
vivir  diseminados  en  medio  de  una 
población  libre  y  más  ó  menos  prós- 
pera, natural  era  que  su  condición 
fuese  menos  ruda.  Lo  contrario  suce- 
día cuando  debían  formar  verdaderos 
rebaños,  destinándoseles  en  grupos  ó 
al  trabajo  oscuro  de  las  minas,  ó  al  pe- 
noso de  las  plantaciones,  en  los  cuales 
se  hallaban  tanto  más  bajo  el  rigor  de 
la  utilidad  como  lejanos  de  las  afec- 
ciones generosas. 

Este  era  el  destino  del  iTiayor  nú- 
mero de  negros  importados. 

C.  Cantú,  (1)  recopilando  diversas 
descripciones  sobre  la  condición  de  los 
negros  en  América,  traza  el  siguiente 
cuadro  que,  como  veremos,  no  peca 
de  exagerado. 

«Medio  desnudos,  dice,  escasamente 
alimentados  con  pan  y  tocino,  ence- 
rrados por  la  noche  en  una  pocilga 
después  de  haber  trabajado  todo  el  día 
en  las  minas,  en  los  molinos  y  en  otros 
trabajos  mal  sanos,  en  penosísimas 
plantaciones,  consumen  su  vida  entre 
la  ignorancia  y  el  concubinato.    Sin 


(1)    C.  Caiitü — Historia  Universal. 


embargo,  no  pierden  su  natural  ale- 
gría, y  son  aficionados  al  baile,  á  jugar 
á  los  dados,  á  tocar  y  á  improvisar. 
Aman  ardientemente  y  procrean;  pero 
los  grandes  trabajosa  que  están  suje- 
tas las  mujeres  les  hacen  abortar 
muchas  veces  y  otras  matan  ellas  mis- 
mas á  sus  hijos  para  librarles  de  aquel 
horrible  porvenir,  y  por  el  placer  de 
causar  un  sentimiento  al  amo.  Los 
que  viven  tienen  sumo  cariño  á  sus 
madres  y  acostumbran  á  decir:  Gasti- 
gadme  pero  no  digáis  mal  de  mi  madre.  Les 
sostiene  la  idea  de  que,  después  de 
muertos,  volverán  desde  el  gran  mar  á 
ver  á  su  patria  y  á  su  familia,  en  quien 
siempre  piensan  bajo  los  soles  extran- 
geros,  de  modo  que  para  ellos  es  una 
fiesta  el  morir,  y  los  compañeros  ro- 
dean al  agonizante,  envidiándole,  de- 
seándole buen  viaje  y  dándole  recuer- 
dos para  los  amigos  y  parientes.» 

En  esto  se  refiere  C.  Cantú  á  los 
negros  minas,  que  eran  los  que  creían 
en  la  resuri'ección,  pero  estos  no 
constituían  más  que  una  parte  de  los 
negros  importarlos  y  que  se  seleccio- 
naban segiui  sus  tendencias  generales. 
En  los  primeros  tiempos  dióse  prefe- 
rencia á  los  mandingas,  por  sufridos 
en  el  trabajo  y  por  su  docilidad  de  ca- 
rácter. 

Y  ya  que  de  mandingas  hablamos, 
no  estará  demás  que  hagamos  un  pa- 
réntesis, explicando,  con  este  motivo 
la  razón  de  un  modismo  especial  de 
América. 

En  el  ánimo  popular,  es  negra  como 
el  ébano  la  imagen  del  diablo  y  siendo 
de  la  raza  mandinga  los  africanos 
que  predominaron  en  las  primeras 
expediciones  á  América,  se  hizo  natu- 
ralmente el  término  mandinga  sinóni- 
mo de  diablo,  y  asi  en  el  lenguaje 
popular  á  cada  paso  oímos  repetir, 
diciéndose:  «malo  como  mandinga», 
«feo  como  mandinga»,  «huyó  como  un 
mandinga»,  «es  un  mandinga»,  etc., 
etc. 

Pero  no  eran  tantos  los  mandingas 
que  saciasen  la  sed  de  negros  de  la 
trata,  que  se  extendió  desde  el  Cabo 
de  Buena  Esperanza  hasta  la  Costa  de 
Oro  y  desde  los  parajes  cercanos  á  los 
puntos  de  embarque  hasta  mil  y  mil 
quinientas  millas  al  interior. 

El  carácter  de  los  negros  en  esa  in- 
mensa extensión,  se  diversificaba;  va- 


DEL  Rio  de  la  Plata 


Aló 


riabaii  sus  creencias  y  sus  tendencias, 
si  l)ien  conservaban  ciertos  rasgos  ge- 
nerales análogos,  debidos  á  la'^simili- 
tud  de  sus  condiciones  de  vida. 

En  especial,  agrega  C.  Cantú,  los  in- 
gleses, los  trataban  horriblemente  y 
decian.  «Estos  son  gente  falsa,  y  no 
tienen  verdadera  voluntad  de  ser  cris- 
tianos, y  si  se  bautizan  es  solo  por  la 
esperanza  de  que  los  traten  mejor;  son 
peligrosos  porque  son  el  triple  de  los 
Idancos;  son  malos  porque  llegan  al- 
gunas veces  hasta  prender  fuego  á  las 
plantaciones.» 

«Asi,  pues,  no  liabia  crueldad  que  no 
hicieran,  y  no  btistando  contra  ellos 
las  fortalezas,  separaban  cuidadosa- 
mente á  los  de  una  misma    nación; 

I  castigaban  gravísimamente  al  que  to- 
caba un  arma;  los  excluían  de  aquellas 
dulzuras  de  la  vida,  que  tenían  entre 
los  franceses;  en  vez  de  un  sentimiento 
benévolo  les  inspiral)an  el  orgullo, 
más  triste  peso  y  por  lo  mismo  tam- 
bién más  fácil  en  las  miserias;  por  lo 

I     cual  los  antiguos   esclavos  no  tenian 

'  cariño  á  los  nuevas,  como  sucedía 
entre  los  franceses,  donde  general- 
mente aquellos  eran  padrinos  del  neó- 
fito; si  delinquía  alguno  le  metían  los 
pies  entre  los  cilindros  del  molino  de 
azúcar,  triturándole  poco  á  poco.» 

Un  testigo  ocular,  describe  del  modo 
siguiente  las  condiciones  en  que,  en 
las  Antillas,  se  encontraban  los  escla- 
vos. (1)  «Siete  ü  otro  papas  por  dia  y 
un  poco  de  agua,  era  el  alimento  que 
los  esclavos  de  Santo  Domingo  reci- 
bían de  sus  amos.  Solían  levantarse 
de  noche  para  proporcionarse  algunos 
víveres,  y,  cuando  se  les    descubría, 

'  eran  castigados  con  el  látigo.  ¡Cuán- 
tas veces  no  he  visto  á  la  hora  de  al- 
morzar no  tener  los  negros  una  })apa, 
y  quedarse  sin  comer!  Esto  sucede 
en  casi  todos  los  establecimientos  azu- 
careros, cuando  las  plantaciones  no 
dan  lo  bastante  y  entonces  los  negros 
sufren  durante  algunos  meses  ..  Se 
concibe  apenas  que  los  gobernadores 
que  eran  distinguidos  por  su  naci- 
miento y  por  la  dulzura  ile  su  carácter, 
hayan  tolerado  los  crímenes  atroces 
que  se  cometían.  Se  ha  visto  una  Ca- 
radeua,  un  Latoison-Laboul  que  con 


(1)    Malenfant — Des  Colonies    franeaises   et  particu- 
lierem     ont  d<;  Saint  Doninique. 


sangre  fría  echaba  los  esclavos  en  hor- 
nos, en  calderas  ardientes,  ó  que  los 
hacía  enterrar  vivos  de  pié  teniendo 
la  cabeza  fuera  y  dejándoles  morir  de 
ese  modo. . .  En  la  casa  tie  Vaudroil  y 
Duras,  cierto  procurador  no  salia  nun- 
ca sin  tener  en  su  bulsillo  clavos  y  un 
pequeño  martillo  con  el  cual  clavaba 
por  la  oreja  á  los  negros,  en  un  poste 
colocado  en  el  patio.  Si  hubiesen  lia- 
bido  inspectores  de  cultura,  todos  esos 
crímenes  no  se  habrían  cometido,  ni 
menos  los  castigos  de  quinientos  azo- 
tes, dados  por  dos  comendadores,  y 
frecuentemente  renovados  al  día  si- 
guiente, hasta  que  el  negro  muriese 
en  un  calabozo  en  el  que  apenas  había 
podido  entrar.» 

El  capitán  Treuch  (1)  explica  tam- 
bién en  los  siguientes  términos,  la 
situación  de  los  esclavos  en  la  isla  de 
Cuba,  aún  en  1875. 

«Con  el  deseo  de  ver  de  cerca  la  es- 
clavitud tal  cual  es,  dice,  obtuve  per- 
miso para  visitar  una  plantación  de 
caña  de  azúcar,  no  lejos  de  la  Habana. 

«En  la  puerta  de  la  fábrica  se  velan 
cincuenta  muchachos  negros,  de  los 
dos  sexos,  de  seis  á  doce  años  de  edad, 
ocupados  en  amontonar  cañas  sobre 
el  elevador  de  la  máquina,  destinada 
á  molerlas.  Estos  pobres  muchachos 
obligados  á  hacer  un  trabajo  mortal 
l)ajounsolde  plomo,  dirigían  conti- 
nuamente los  ojos  hacia  un  terrible 
chicote  de  cuero  que  sacudía  un  ne- 
gro, pronto  á  descargarlo  sobre  sus 
desnudas  espaldas,  si  pretendían  des- 
cansar ó  comer  un  pedazo  de  caña. 

«Saliendo  del  ingenio,  pasamos  alas 
barracas  que  sirven  de  albergue  á  los 
negros.  Son  construcciones  de  ladri- 
llo rodeadas  de  una  doble  reja  de  hie- 
rro. Los  cuartos  están  provistos  de 
barras  de  hierro  y  de  cerrojos.  Abrien- 
do la  puerta  se  apercibe  un  espacio  de 
catorce  pies  cuadrados  lo  más  repul- 
sivo que  se  pueda  ver.  Las  paredes 
están  negras  de  grasa.  La  tierra  hii- 
meda  y  malsana  sirve  de  piso.  La  luz 
y  el  aire  solo  entran  por  la  puerta.  El 
mobiliario  se  compone  de  una  mesa, 
de  un  banco,  y  una  tarima  con  un  co- 
Ijertor  liecho  trizas.» 

«Es  cruel,  agrega,  exigirle  á  un  hom- 
bre diez  v  ocho  horas  de  trabajo  bajo 


■li     I'ne  visite  á  Cuba  en  1875. 


414 


Revista   Económica 


un  cielo  tropical,  seis  dias  seguidos. 
Debido  á  esto  también  la  organización 
más  vigorosa  se  agota  pronto,  y  la 
vida  media  de  un  trabajador  es  solo 
de  cinco  años.  vSe  dice  que  el  esclavo 
bien  cuidado  es  más  feliz  que  el  hom- 
l>re  libre. . .  Que  vayan  á  ver  los  escla- 
vos flacos,  extenuados  que  se.  encuen- 
tran  por  las  calles  de  la  Habana.» 

lín  los  Estados  del  Sur,  la  duración 
del  trabajo  impuesto  á  los  esclavos  era 
en  verano,  de  quince  horas  y  de  cator- 
ce en  invierno. 

Sometidos  á  todo  género  de  rigores, 
suelen  los  negros  buscar  su  libertad  en 
la  huida,  pero  tienen  entonces  contra 
sí  la  tenaz  persecución  de  sus  amos, 
empeñados  como  todo  propietario  en 
conservar  sus  intereses,  y  el  peso  de 
las  leyes  que  favorecen  á  estos  con 
inusitada  severidad. 

Cf>rrespondió  á  los  españoles  la  in- 
v(-nciónde  la  cacería  de  hom])res.  jtor 
medio  de  perros  adiestrados.  En  los 
primeros  dias  de  la  conquista  ya  la 
pusieron  en  práctica  en  la  isía  de 
Cuba,  con  el  objeto  de  sugetar  á  los 
indígenas,  que  huían  á  los  bosques  á 
fin  de  eludir  el  pesado  yugo  á  que  se 
les  sometía. 

Una  vez  comprometidos  fuertes  ca- 
pitales en  la  adquisición  de  negros,  se 
creó  una  industria  especial,  la'  de  los 
rancheros,  que,  con  los  mismos  me- 
dios de  los  primeros  conquistadores, 
se  dedicaVjan  á  la  cacería  rlc  negros 
cimarrones. 

Apenas  se  notaba  la  falta  de  un  ne- 
gro, el  ranchero  llamaba  á  los  perros 
y  les  hacía  oler  cualquier  objeto  de 
pertenencia  del  fugitivo,  lo  que  basta- 
ba para  que  se  lanzasen  á  seguir  la 
pista.  El  ranchero,  generalmente  bien 
armado,  seguía  á  los  perros  á  cierta 
distancia,  no  tardando  estos,  con  su 
maravilloso  olfato,  á  descul)rirlos:  lie- 
cho  lo  cual  no  podía  e)  infeliz  cautivo 
conservar  esperanzas  de  salvación. 
L'js  perros  le  rodeaban  y  le  obligaljan 
á  encaminarse  en  dirección  al  sitio 
donde  esperaba  el  ranchero,  prontos  á 
•devorarlo  si  no  les  obedecía. 

Hemos  de  ver  la  triste  suerte  que  le 
esperaba  al  negro  alzado;  en  cuanto  al 
ranchero,  éste'recibía  por  su  presa,  la 
recompensa  de  veinte  pesos,  que  era 
bastante  estímulo  para  que  cntreyase 


un  semejante  al  martirio  á  que  sal)ía 
de  fijo  que  habían  de  someterla. 

Los  norte-americanos  al  ado[>tar  la 
esclavitud,  adoptaron  también  esta  in- 
dustria especial  de  la  cacería  de  ne- 
gros alzados  órunaways,  convirtiéndose 
las  proezas  de  los  cazadores  en  temas 
normales  para  la  gacetilla  de  los  dia- 
rios del  sur.  de  las  que  dan  idea  las 
siguientes  reproducciones. 

«El  jueves  se  descubrió  un  esclavo 
fugitivo,  cerca  del  salto  de  Wasiiing- 
ton.  que  en  un  tronco  de  árljol  habla 
abierto  una  especie  de  cueva,  cuya  en- 
trada la  tapaba  con  ramas.  Cuando 
se  apercibió  que  habían  descubierto 
su  refugio,  trató  de  huir,  pero  Mr. 
Adans  y  sus  excelentes  perros,  se  pu- 
sieron al  momento  en  su  persecu- 
ción, y  pocos  minúteos  después  logra- 
ban capturarlo. 

Era  un  esclaví»  que  liabia  luiido 
hacía  más  de  un  año.»  (Macón  Telegraph.) 

«Hace  dos  dias,  un  caballero  de  esta 
parroquia,  cazando  esclavos,  descu- 
brió su  campamento  en  los  bañados 
de  la  Isla  del  Gato.  Consiguió  tomar 
dos:  [)ero  el  tercero  se  salvó  á  nado. 
Le  dis]»aró  un  tiro  de  fusil  hiriéndole 
en  la  espalda.  Sin  embargo,  el  fugiti- 
vo continualja  nadand(j.  cuando  ios 
perros  le  alcanzaron  y  consiguieron 
apoderarse  de  él.»  i  Chroniele  of  Si.  Fran- 
cisville. ) 

XVll 

Idenlilicada.  deludo  á  una  mala 
comprensión,  la  sujeción  de  los  ne- 
gros, al  desenvolvimiento  económico 
de  las  colonias  americanas,  la  legisla- 
ción vino  en  todas  partes,  mas  á  favo- 
recer los  abusos  de  los  propietario.s, 
que  el  respecto  de  los  derechos  huma- 
nos. Sobre  todo,  en  las  colonias  in- 
glesas (le  Norte-América,  en  los  Esta- 
del  Sur.  en  que  el  niimero  de  negros. 
llegal)a  á  soV)repasar  al  de  los  blancos, 
lasniedidas  del  mayor  rigor  parecían 
necesariamente  impuestas  por  la  sa- 
lud pública. 

Ya  hemos  visto  (pie  en  los  primeros 
años  de  la  conquista,  se  restringió  la 
importación  de  negros  ladinos,  á  fin 
de  evitar  tentativas  de  insuliordina- 
ción:  cosa  en  que  no  se  perseveró,  pues 
en  las  coU^nias  españolas,  se  llegó  á 
permitirla  instrucción  primaria  de  los 
neoTos  v  el  fomento    de    la    religiosa; 


DEL  Rio  de  la  Plata 


41; 


pero  fué  en  los  Estados  Unidos,  donde 
más  tenaz  empeño  se  manifestó  en 
conservar  á  los  negros  en  las  condi- 
ciones de  completo  embrutecimiento, 
al  extremí)  de  imponer  en  el  espíritu 
de  las  Legislaturas  de  los  Estados  del 
Sur,  la  idea  de  que  era  de  interés  \)ú- 
blico  alejar  á  los  esclavos  de  todo  me- 
dio de  elevación  moral.  En  la  Carolina 
del  Sur,  una  ley  fechada  en  1800,  dis- 
ponía el  castigo  de  veinte  azotes  á  todo 
negro  que  fuese  hallado  en  una  reu- 
nión que  tuviese  por  objeto  la  instruc- 
ción mental. 

El  blanco  que  enseñase  á  un  esclavo 
á  escribir,  era  también  castigado  con 
una  multa  de  cien  dollars. 

En  la  Carolina  del  Norte,  predomina- 
ba el  mismo  criterio,  y  el  preámbulo 
de  una  de  sus  leyes  declaraba  que,  «en- 
señar íi  los  esclavos  á  leer  y  á  escri- 
bir, tiende  á  excitar  las  afecciones  en 
SQ  espíritu  y  á  producir  el  desorden  y 
la  rebeli(')n»,  y  de  acuerdo  con  este 
criterio,  castigaban  el  crimen  de  ense- 
ñar á  un  negro  y  el  de  leer  un  libro, 
excepción  hecha  de  la  biblia,  con  la 
pena  de  treinta  y  cinco  azotes  si  el 
culpable  era  un  negro  libre,  y  con  la 
de  doscientos  dollars  si  era  blanco. 

En  Virginia,  en  época  más  cercana, 
poruña  disposición  del  año  1829,  fué 
declarada  ilegal  toda  reunión  que  tu- 
viese por  objeto  enseñar  á  leer  ó  á  es 
cribir  á  los  esclavos,  y  se  estableció  la 
pena  de  veinte  azotes,  contra  todas  las 
criaturas  que  se  encontrasen  en  reu- 
niones de  ese  género. 

En  Georgia,  en  la  misma  fecha,  se 
sancionó  ima  ley  no  menos  digna  de 
reprobación.  Según  ella,  enseñar  á 
leer  ó  á  escribir  á  un  negro,  fuese  libre 
ó  esclavo,  era  un  delito,  castigable.  si 
el  delincuente  fuese  blanco,  con  una 
multa  de  cien  dollars  y  la  pena  de 
prisión  por  el  tiempo  que  señalase  el 
tribunal;  si  el  pedagogo  fuese  negro, 
tenia  el  castigo  de  prisión  por  el  tiem- 
po que  le  determinasen  sus  jueces,  y 
en  vez  de  una  multa  en  dollars  el  adi- 
tamiento de  azotes  á  discreción.  Hasta 
el  hecho  de  enseñar  el  padre  á  leer  á 
su  propio  hijo  contituia  un  delito  pena- 
ble con  todo  rigor. 

En  la  Luisiana,  se  fijaba  un  término 
á  la  pena  de  prisión  por  el  singular 
derecho  de  enseñar  á  leer  ó  á  escribir 
á  un  esclavo,  y  era  el  de  un  año. 


Hasta  el  cumplimiento  de  los  actos 
religiosos  fué  coartado;  llegándose  en 
la  Virginia,  á  prohibir  expresa  y  se- 
veramente toda  reunión  que  tuviese 
objetos  semejantes. 

Xlll 

Las  enormidades  legislativas,  no  se 
(letuvieron  en  la  esfera  de  las  dis- 
posiciones del  género  de  las  que  aca- 
bamos de  reseñar.  En  las  colonias 
inglesas  y  francesas,  hubieron  códigos 
negros  y  códigos  blancos. 

Laboulaye  (i)  demuestra  como  por 
el  código  negro  del  Estado  del  Sur,  la 
condición  délos  esclavos  era  peor  que 
la  que  ellos  habían  tenido  en  las  épo- 
cas más  oscuras  de  la  humanidad. 

Al  negro  huido  y  al  que  había  favo- 
recido su  fuga  se  le  señalaba  hasta  la 
pena  de  muerte.  Si  solo  se  había  ocul- 
tado por  algunos  días,  su  castigo  era 
el  del  látigo,  por  la  ];)rimera  vez.  La 
marca  con  hierro  candente,  la  segun- 
da. El  corte  de  las  orejas  la  tercera,  y 
la  castración  la  cuarta.  La  ley  les 
prohibía,  además,  todo  trabajo  en  pro- 
vecho personal,  y  la  formación  de  todo 
peculio. 

Algunas  disposiciones  en  beneficio 
de  los  negros,  algo  así,  dice  uno  de  los 
autores  que  tenemos  á  la  vista,  como 
una  ley  protectora  de  animales,  se  dic- 
taron con  el  tiempo,  tales  como  el 
obligar  á  los  propietarios  á  darles  cada 
mes,  una  cierta  cantidad  de  sal  y  un 
barril  de  maíz,  ó  el  equivalente  en 
arroz,  porotos,  ú  otros  granos:  la  de 
entregarles  en  verano,  una  camisa  y 
un  pantalón,  y  en  invierno  un  cober- 
tor de  lana,  asi  como  reservarles  el 
descanso  del  domingo  y  limitarlas 
horas  de  trabajo,  á  quince  en  verano 
V  á  catorce  en  invierno. 

Pero  no  obstante  la  reacción  humani- 
taria que  estas  disposiciones  parecen 
revelar  la  legislación  de  los  Estados  del 
Sur  conservaba  muy  distintas  varas 
para  medir  las  penas  que  correspon- 
día á  los  delitos,  según  fuesen  ellos 
cometidos  por  negros  ó  por  blancos. 

«Toda  persona,  decía  la  legislación 
de  esos  Estados,  que  corte  la  lengua  á 
un  esclavo,  le  arranque  un  ojo,  lo  cas- 
tre, le  prive  del  uso  de  una  parte  de  su 


(1)     T,-,iboiil!ivc— Histoire  des  Etats    Uiiis. 


416 


Revista  Económica 


cuerpo,  ó  le  imponga  cualquier  casti- 
go que  no  sea  el  chicote,  el  nervio  de 
l)uey,  el  palo,  los  hierros,  la  prisión  y 
el  calal)Ozo,  deberá  pagar  una  multa 
(al  Estado,)  porcada  uno  de  estos  de- 
htos.» 

Estas  multas,  según  el  código  negro 
de  la  Carolina,  eran  solo  de  sesenta 
[jesos.  En  cambio,  el  negro  que  gol- 
pease ó  hiriese  á  su  amo,  á  alguno 
de  su  familia  ó  á  su  comendador,  ó  si 
incendiaba  ó  robaba,  era  castigado 
con  la  pena  de  muerte. 

Todas  las  penas  las  decretaba  un  ju- 
rado de  seis  propietarios  de  esclavos, 
presididos  por  un  juez  de  paz. 

A.  Tourmagne  (1 )  hace  con  este  ino- 
livo  las  siguientes,  muj-  acertadas  con- 
sideraciones. 

«Las  leyes  son  letra  muerta.  El  amo 
es,  en  su  plantación,  como  un  capitán 
á  I  tordo  de  su  buque,  y  trata  á  su  an- 
tojo á  todos  los  trabajadores. 

«¿Quién  se  atreverla  á  acusarlo?  ¿Los 
esclavos'?  Su  testimonio  no  es  admiti- 
do. ¿Los  propietarios  vecinos?  Su  in- 
terés es  el  de  todos.  El  juramento  del 
[)lantador  basta,  por  otra  parte,  para 
librarlos  de  toda  jjersecución. 

«Desde  que  un  hombre  se  abrogra 
el  derecho  de  jíoseer  á  sus  semejantes 
adquiere  los  vicios  de  un  tirano.  Su 
interés  lo  ciega;  cree  que  todo  le  es  per- 
mitido, sobre  todo  cuando  habiendo 
heredado  un  poder  absoluto  sobre  sus 
esclavos,  está  subyugado  por  las  preo- 
cupaciones del  centro  en  que  ha  vivi- 
( lo  y  por  las  tradiciones  que  le  han 
legado.  Esto  explica  la  barbarie  de  las 
leyes  y  la  dureza  de  la  injusticia  de  los 
plantadores.» 

G.  de  Molinari  (2)  estudiando  las  con- 
diciones de  los  esclavos,  en  los  últimos 
años  que  precedieron  á  la  abolición  de 
la  esclavitud,  nos  demuestra  como 
este  estado  de  cosas  perseveró  hasta 
cercanos  dias. 

«La  legislación  de  los  Estados  del 
.Sur,  dice,  establece  una  gran  diferen- 
cia, en  cuanto  á  la  penalidad,  entre  los 
crímenes  de  los  esclavos  y  los  de  los 
hombres  libres.  En  un  estudio  general 
de  las  leyes  sobre  esclavitud,  el  juez 
Strond,  dice,  que  según  las  leyes  de 
Virginia,  hay  setenta  y  un  crímenes 


(1)  Obra  citada. 

(2)  (i.  (le  Molinari— T/i'S('lavao'0. 


por  los  cuales  los  esclavos  son  castiga- 
dos con  la  pena  de  muerte,  mientras 
que  los  blancos  que  cometen  esos  mis- 
mos crímenes,  solo  tendrán  que  sufrir 
un  simple  encarcelamiento.  En  la  Ca- 
rolina del  Sur,  los  esclavos  son  casti- 
gados con  la  pena  de  muerte  por  nueve 
clases  de  crímenes  mas  que  los  blan- 
cos: en  Kentucky  y  en  Georgia,  por 
siete.  No  se  puede  decir  que  las  cos- 
tumbres valiesen  mas  que  la  legisla- 
ción. Cuando  un  esclavo  hería  ó  mata- 
ba á  un  blanco,  se  le  aplicaba  comun- 
mente y  del  modo  más  cruel,  la  ley  de 
Linch.  Se  le  ataba  al  pie  de  un  árbol. 
se  le  rodeaba  de  ramas  secas,  y  se  le 
quemaba,  sin  ninguna  forma  de  pro- 
ceso.» 

En  las  colonias  francesas  no  predo- 
minaban disposiciones  mas  humani- 
tarias, hasta  el  célebre  cóiligo  negro 
de  Coíbert.  puesto  en  práctica  en  168o. 
después  del  retiro  de  su  autor. 

Este  código  negro,  tenía  á  favor  de 
los  esclavos  las  siguientes  prescripcio- 
nes. 

«Los  amos  podrán  encadenar  y  azo- 
tar á  los  esclavos  que  lo  merezcan, 
pero  no  someterlos  á  torturas  ni  muti- 
larlos . . .  Ellos  serán  bautizados  é  ins- 
truidos en  la  religión,  so  pena  de  mul- 
ta, que  tendrán  que  pagar  sus  amos. 
Los  casamientos  de  los  negros  serán 
solemnizados  como  los  de  las  personas 
libres.  El  consentimiento  del  amo  es 
necesario,  y  el  del  esclavo  no  puede 
ser  forzado.  Los  negros  deberán  ser 
alimentados  y  vestidos  por  su  amo, 
aún  en  casos  de  vejez  y  de  enferme- 
dad. Los  amos  y  los  comendadores  que 
maten  á  un  esclavo,  serán  perseguidos 
criminalmente.  No  podrán  ser  vendi- 
dos separadamente,  el  marido,  la  mu- 
ger  y  los  hijos  menores.  Los  libertos 
gozarán  de  todas  las  ventajas  de  los 
subditos  libres.» 

Como  un  reverso  á  estas  disposicio- 
nes humanitarias  se  establecían  ade- 
más las  que  van  á  leerse. 

«Los  esclavos,  no  pueden  tener,  reci- 
bir ni  adquirir  nada  que  no  pertenezca 
á  sus  amos.  El  esclavo  que  golpee  á 
su  amo  en  la  cara,  ó  con  efusión  de 
sangre,  será  castigado  con  la  muerte. 
El  robo  calificado  será  penado  con  la 
muerte.  Al  esclavo  que  huya,  se  le  cor- 
tarán las  orejas  y  se  le  marcará  con 
una  flor  de  lis  en  la  espalda.  A  la  se- 


DEL   RlÜ   DE   LA    PlATA 


417 


gunda  evasión  se  le  cortarán  las  cor- 
vas, y  á  la  tercera  será  condenado  á 
muerte.» 

Estos  rigores  se  aumentaron  sucesi- 
vamente. Por  un  edicto  de  1726,  se 
declaró  incapaces  á  los  esclavos,  para 
recibir  legados  ó  donaciones,  y  se  dis- 
puso que  volvieran  á  la  esclavitud,  los 
libertos  que  amparasen  á  fugitivos.  En 
1736  se  prohibió  libertar  esclavos  sin 
previo  permiso  del  gobernador  de  la 
Colonia.  En  1743,  se  estableció  la  pena 
de  muerte  para  el  negro  fugitivo,  en  la 
primera  evasión,  que  llevase  armas; 
y  al  mismo  tiempo  se  autorizaba  á  cor- 
tarle lasjcorvas,  como  pena  á  la  sim- 
ple tentativa  de  evasión;  y,  por  fin,  en 
época  cercana,  tenemos  la  ordenanza 
de  1828,  que  confirma  como  castigos 
que  pueden  los  am.os  imponer  á  sus 
esclavos,  el  chicote,  la  escala,  el  cala- 
bozo, la  cadena,  el  cepo,  la  máscara  de 
lata,  etc. 

La  legislación  española  asimilaba 
los  negros  huidos  al  ganado  cimarrón, 
demostrando  Solorzano  (1)  con  esta 
identidad,  la  propiedad  que  sobre  ellos 
corresponde  al  Estado. 

( Continuará.) 


TRES  MUERTOS  ILUSTRES 

V    IRES   SILLAS   VACANTES   EX   LA   ACADKMIA   FRANCESA 


Con  muy  pocos  días  de  intervalo, 
han  bajado  á  la  tumba  tres  notables 
miembros  de   la  Academia  francesa. 

Ernesto  Renán,  de  quien  ya  nos 
ocupamos,  en  un  número  anterior  de 
esta  Revista. 

Javier  Marmier,  el  antiguo  intré- 
pido viajero  de  las  regiones  boreales 
de  Europa  y  Asia; — 5^ 

Camilo  Rousset,  el  historiógrafo  na- 
tural del  ministerio  de  la  Guerra. 


Javier  Marmier,  hacía  ya  algunos 
años,  que  sólo  vivía  dedicado  á  sus 
libros,  á  la  Academia  para  quien  re- 
servaba toda  su  asiduidad  y  á  un 
círculo  de  amigos  que  sabían  apreciar 

(l)    MijMHrqiiia  iudiana. 


la  amenidad  el  buen  gusto,  la  ima- 
ginación tan  llena  de  recuerdos  y  el 
espíritu  tan  despejado  de  aquel  noble 
anciano  siempre  sonriente  y  benévolo. 
Marmier  había  sido  er  su  juventud 
un  viajero  infatigable.  Recorrió  la  Bél- 
gica, Holanda,  Alemania,  Escandina- 
via,  Laponia,  las  islas  de  Spitzberg, 
las  de  Féroe,  la  Siberia,  el  Oriente 
desde  el  Danubio  al  Nilo  y  las  dos 
Américas,  trayendo  una  infinidad  de 
datos  sobre  esos  países  y  haciendo 
conocer  su  literatura.  Puede  decirse, 
que,  por  espacio  de  treinta  años  ha 
sido  el  profesor  de  literatura  extranje- 
ra de   los  franceses  y  de  las  francesas. 


Marmier  era  un  bibliófilo  empeci- 
nado. Su  casa  estaba  atestada  de 
cuanto  libro  viejo  encontraba  en  los 
baratillos,  formando  pilas  inmensas 
que  hacían  de  aquella  morada  una 
Babilonia  de  tomos,  escritos  en  todos 
los  idiomas  conocidos. 

Como  una  prueba  de  los  buenos 
ratos  que  había  pasado  con  los  bara- 
tilleros de  libros  viejos,  creemos  que 
nuestros  lectores  verán  con  gusto  una 
cláusula  de  su  testamento,  referente 
á  esos  modestos  comerciantes,  que 
dice  así: 

«En  recuerdo  de  los  ratos  tan  agrada- 
bles que  he  pasado  con  los  baratilleros 
de  libros  de  los  muelles  de  la  orilla 
izquierda,  ratos  que  cuento  entre  los 
más  felices  de  mi  existencia,  lego  á 
esos  buenos  hoinbres  la  suma  de  1.000 
francos.  Deseo  que  dicha  suma  sea 
empleada  por  esos  honrados  comer- 
riantes,  que  son  como  unos  cincuenta, 
vil  una  alegre  comida  para  que  me 
dediquen  una  hora,  llena  de  recuer- 
dos agradables,  pensando  en  mí.  Este 
será  mi  reconocimiento  por  las  mu- 
chas horas  que  he  vivido  intelectual- 
mente  en  mis  paseos  casi  cotidianos, 
yendo  del  puente  Real  al  puente  de 
San  Miguel.» 

Camilo  Rousset  nació  en  1823.  Su 
primer  trabajo  literario,  que  no  hizo 
mucho  ruido,  fué  un  Compendio  de  His- 
toria de  la  Bevolución  francesa. 

Más  tarde  publicó  su  Historia  de  Lou- 

voisy  que  le   dio  una   merecida  repu- 

'  tación.    Cuando  el  imperio  de  Ñapo- 


418 


Revista  Económica 


león  111  estaba  en  su  apogeo,  entró 
como  agregado  en  el  Ministerio  de  la 
Guerra,  en  calidad  de  historiógrafo, 
—y,  más  tarde,  en  18¿1,  pasó  á  ocupar 
la  vacante  producida  en  la  Academia, 
por  el  fallecimiento  de  Prévost-Pa- 
radol. 

Entre  sus  muchas  obras  figuran,  á 
más  de  las  nombradas:  La  Correspon- 
dencia entre  Luis  XV  y  el  Mariscal  de  Noai- 
lles,  el  Conde  de  Gisors,  los  voluntarios  del 
HIjército  grande  de  1813,  la  Historia  de  la 
conquista  de  Argel,  etc.  etc. 

Ruusset,  como  Renán  y  Marmier, 
era  un  hombre  excelente,  muy  simpá- 
tico y  querido  de  todos  los  que  le  tra- 
taban. 

Ahora  bien:  A  rey  muerto,  rey 
puesto. 

Los  candidatos  probables  que  reem- 
plazarán ó  los  tres  académicos  falle- 
cidos, son: 

Á,  Renán,  el  señor  Berthelot,  A 
Rousset,  el  señor  Thureau-Daugin,  y 
á  Marmier,  Emilio  Zola. 

Y  si  esta  vez  no  cuela  Zola,  cuándo 
colará? 

Es  la  primera  vez  que,  desde  que 
existe  la  Academia  francesa,  se  pro- 
ducen tres  vacantes  simultáneamente. 


boletín  bibliográfico 

Las  grandes  compañías  de  comercio,  por 
M.  P.  Bonnassieux,  1  vol.  in.  8°.;  Plon. 

No  puede  uno  menos  que  alabar  la 
paciencia  y  la  conciencia  de  que  ha 
dado  pruebas  el  autor,  al  reunir  esos 
materiales  «para  servir  á  la  historia 
de  la  colonización»;  pero  hubiera  sido 
de  desear  que  los  hubiese  reunido 
con  más  habilidad,  y  que  á  riesgo  de 
ser  menos  completo  su  libro  fuese 
más  claro.  La  verdad  es  que  uno  se 
pierde,  en  efecto,  en  medio  de  tantos 
detalles,  de  tantas  datos  y  de  tantas 
cifras;  y  no  porque  no  sean  infinita- 
mente preciosos  ni  porque  quizás  se 
hubieran  podido  suprimir  algunos, 
sino  porque  el  conjunto  aparece  con- 
fuso. No  por  eso  dejamos  de  recomen- 
dar el  libro  á  nuestros  lectores,  couiO 
que  es  el  mejor  informado  que  conoz- 


camos sobre  el  asunto,  tan  iitil,  por 
otra  parte,  para  un  país,  comu  el  nues- 
tro, de  inmigración  y  comercio. 

Abunda  el  libro  en  numerosos  deta- 
lles sobre  las  grandes  compañías  co- 
merciales, no  solo  de  Francia,  sino  de 
Holanda  é  Inglaterra,  y  su  lectura  da 
margen  á  serias  meditaciones  históri- 
cas y  políticas. 

Curiosidades  de  la  historia  natural,  por 
Enrique  de  Varigny,  1  vol.  in.  S''.;  A. 
Colín. 

Es  una  selección  de  lecturas  hábil- 
mente preijarada,  que  no  se  dirige 
más  que  á  la  juventud,  según  dice  el 
autor  en  un  corto  prefacio,  pero  que 
nosotros  creamos  puede  ser  leído  tam- 
bién con  provecho  por  los  que  no  son 
jóvenes. 

¿Qué  ciencia,  en  efecto,  ha  cambiado 
más  que  la  historia  natural,  en  el  si- 
glo en  que  vivimos,  se  ha  enriquecido 
con  más  descubrimientos,  y  ha  hecho 
más  progresos,  bajo  la  influencia  del 
perfeccionamiento  de  los  métodos  y 
de  la  habilidad  siempre  creciente  de 
los  observadores? 

Sin  olvidar  en  su  elección  á  los  que 
podría  llamarse  «clásicos»  de  la  cien- 
cia, nos  parece  que  el  autor,  en  sus 
extractos,  se  ha  aplicado,  sobre  todo, 
á  dar  una  especie  de  indicación  muy 
sumaria,  sin  duda,  pero  muy  precisa 
del  estado  actual  de  la  historia  natu- 
ral. Por  regla  general,  prefiere  hacer 
hablar  á  nuestros  contemporáneos  so- 
bre todo  lo  relativo  á  las  plantas,  á  los 
animales,  al  hombre,  á  la  tierra  y  al 
mundo.  Así,  pues,  sus  curiosidades  no 
solo  satisfarán  muchas,  sino  que  tam- 
bién provocarán  otras  más.  Y  ¿qué 
mejor  fortuna  se  le  puede  desear  á  un 
libro,  tan  instructivo  é  interesante, 
como  la  recopilación  del  señor  Va- 
rigny? 

La  moral  del  coraxón,  estudio  de  almas 
modernas  {étude  d'dmes  modernes)  por  M. 
J.  Augot  des  Rotours,  con  un  prefacio 
de  Félix  Ravaixon,  1  vol,  in.  18;  Pe- 
rrin. 

TraducíiTios  rectamente  el  título  de 
la  obra,  por  más  que  no  alcancemos 
eso  de  la  modernización  de  las  almas. 

El  autor  ha  querido  no  inventar  la 


DEL    ííb)    [>E    EA    IM.AIA 


419 


moral  <|ue  él  cree  ya  descubierta,  sino 
mostrar  \h)V  qué  camino  lle.uan  á  ella, 
del  modo  más  natural,  los  espíritus 
de  nuestro  tiemi)o.  Seg-ún  él,  somos 
llevados  hacia  una  especie  de  gloriíi- 
cación  del  corazón  por  el  desanimo 
de  la  razón  que  no  cree  ya  nuiclio  en 
la  metafísica,  por  la  necesiilad  de 
reaccionar  contra  el  espíritu  estreclia- 
mente  positivista,  y  también  por  la 
transformación  del  espiritualismo,  por 
todo  JO  que  nos  queda  del  cristianis- 
mo más  ó  menos  latente.  Desde  Rous- 
seau á  Tolstoi,  los  representantes  de 
esa  tendencia  son  muy  numerosos: 
Adam  Smith,  Jacobi,  Madama  deSiaél, 
Maine  de  Biran,  ¡Schopenhauer,  A. 
Comte,  Stuart  Mili,  Herbert  Spencer, 
y  mi  maestro  el  filósofo  poeta  ameri- 
cano Emerson,  tantas  veces  citado  en 
mis  Causeries. 

De  ese  estado  de  alma,  que,  bajo 
muchos  aspectos  fué  el  de  Kenan,  la 
conclusión  pretende  sacar  una  doctri- 
na, mostrando  lo  que  vale  la  vida  del 
corazón;  que  la  razón  y  el  amor  son 
idénticos  en  su  fondo  íntimo,  proce- 
diendo del  egoísmo  todo  el  mal  que 
causan  los  hombres,  y  que  importa, 
sobre  todo,  desarrollar  la  vida  del  co- 
razón: ciencia  y  arte,  bondad  práctica, 
cristianismo. 

¿No  conviene  esta  moral  sobre  todo 
á  la  Francia,  cuyo  genio  ha  podido  ser 
definido  por  Eugenio  Melchor  de  Yo- 
gué como  «ese  genio  Cj[ue  se  hace  ca- 
ridad?» ¿No  nos  conviene  á  nosotros 
los  argentinos? 

Sea  de  ello  lo  que  fuere,  este  libro  de 
lectura  agradable,  atraerá  á  todos  los 
que  se  interesan  en  el  trabajo  de  las 
conciencias. 

*  * 

De  Monknoiie  al  ¡juente  de  Areola,  por 
Eugenio  Troiard,  1  vol,  in  18  Savine. 

Cuando  el  autor  de  este  libro  se  puso 
en  camino  para  hacer  ksu  peregrina- 
ción á  los  campos  de  batalla  franceses 
de  Italia»,  no  pensó,  sin  duda,  en  el 
número  ni  en  las  interesantes  impre- 
siones que  ibaá  buscar.  Sin  embargo, 
al  pasar  de  un  campo  de  batalla  á 
otro,  como  tenía  que  atravesar  ciuda- 
des y  visitar  bibliotecas,  pronto  se 
apercibió  de  que  ni  los  italianos  ni  los 
íranceses  conocían  de  aquellas  gue- 
rras sino  lo  de  más  bulto,  ignorando 


generalmente  los  <iet;illes,  y  particu- 
larmente la  historia  de  las  relaciones 
de  los  ejércitos  y  df;  la  pol)lación.  Pas- 
tas lagunas  han  sido  llenadas  por  el 
autor  con  éxito  satisfactorio,  y  su  libro 
se  lee  como  una  novela,  liabiendo  con- 
seguido el  señor  l'rolard  Inn-maTiar  l;i 
justicia  con  la  verdad. 


Nueva  Geografia  moderna  de  las  cinco  par- 
les del  mundo — África,  Oceanía,  por  C. 
de  Varígny— 1  vol.  in  4°.  Librería  ilus- 
trada. 

El  líltimo  tomo  de  la  Nueva  Geogra- 
fía moderna»  del  señor  Varígny  que 
acaba  de  ver  la  luz  pública,  no  es  se- 
guramente, el  menos  interesante  de 
la  serie,  cuyo  buen  éxito  ha  ido  en 
constante  crecimiento. 

El  autor,  ventajosamente  conocido 
por  sus  escritos,  ha  hecho  de  esta  obra 
un  libro  ameno  é  interesante,  ya  que 
están  hoy  á  la  moda  las  cuestiones  re- 
ferentes á  los  pueblos  desconocidos 
del  África  y  á  esas  lejanas  islas  oceá- 
nicas que  aspiran  actualmente  á  figu- 
rar en  el  concierto  (ie  las  naciones 
modernas.  El  autor  las  ha  visitado  on 
persona,  y  en  verdad  que  no  se  puede 
desear  mejor  guia  que  él  jjara  cono- 
cer aquellas  apartadas  regiones. 


Poemas  ingleses  (English  Poems)  por 
Ricardo  de  Gallienne — Londres. 

El  autor  de  este  libro  ya  se  ha  he- 
cho conocer  favorablemente,  por  va- 
rias obras  publicadas  antes  de  ahora  y 
especialmente  por  su  Hermosura  fatal. 
No  pertenece,  hablando  j)ropiamente 
á  ninguna  escuela,  pero  se  hace  notar 
sobre  todo  por  la  originalidad  del  pen- 
samiento, por  la  amargura,  por  su  en- 
tusiasmo desbordante. 

Su  lii)ro  está  dividido  en  cinco  par- 
tes: Paolo  y  Francesca.  Amor  Platónico,  Cor 
Cordium.  Misceláneas  y  Poetas  y  Poesia. 

La  esquisita  leyenda  de  los  amantes 
de  Rímini,  que  forma  el  trozo  más 
importante  de  los  English  Poems,  está 
narrada  en  un  ritmo  extraño,  una  es- 
trofa de  nueve  versos,  compuesta  de 
dos  cuartetas  de  rimas  cruzadas  y  de 
un  noveno  verso  que  redobla  la  rima 
final  de  la  segunda  cuarteta. 

La  segunda  parte,  Amor  Platónico, 
también  está  llena  de  pasajes  encanta- 


420 


lÍEVISlA     EUONÓ.MIGA 


dores,  de  suma  delicadeza.  Citaremos 
solamente  en  obsequio  á  su  brevedad, 
esta  l)onita  inscripción  de  Poetas  y 
Poe.fia: 

«Te  han  gustado  los  buenos  libros 
del  mundo,— y  no  has  escrito  tú  nin- 
guno?— Te  han  gustado  los  grandes 
poetas, — Y  has  arrojado  al  fuego  tus 
pobres  versos? —  Oh!  se  mi  aniigo,  y 
enséñame  á  serlo  tuyo.)) 

Una  palabra  mkíi,  estos  English  Poems, 
originales  en  la  estricta  acepción,  son 
á  la  vez  de  una  factura  impecable. 
y  el  señor  Richard  de  Gallienne  con- 
quista un  puesto  entre  los  grandes 
líricos  ingleses. 


El  libro  de  la  Polista,  por  S.  de  Justh" 
Este  libro  escrito  en  liúngaro  ha  sido 
traducido  al  francés  por  el  señor  Gui- 
llermo Vauthier. 

La  Pousta  quiere  decir  la  llanura, 
esa  inmensa  llanura  que  se  extiende 
á  los  dos  lados  del  Danubio  y  cuyos 
habitantes  son  tan  simpáticos  como  in- 
teresantes, algo  parecido  remotamente 
á  nuestros  gauchos.  La  poesía  de  estos 
relatos,  la  originalidad  de  las  costum- 
bres, la  belleza  de  los  paisajes,  y  ese 
sello  tolstoista,  tan  á  la  moda,  de  que 
están  impregnados  los  héroes  de  La 
Pausia,  asegurarán  cierto  éxito  á  esta 
obra  exótica,— es  la  opinión  de  otros 
y  la  nuestra. 


EXCERFTAÓ  VARIA 

Arivnmentos  y  deudas  nacionales. — El  |)re- 
supuesto  militar  de  Europa,  se  des- 
compone de  la  manera  siguiente. 

Rusia,  982  millones  al  año;  Francia, 
644;  Inglaterra.  740;  Italia,  539;  Alema- 
nia, 596;  Austria,  342;  Turquía,  200;  Es- 
paña, 2Ó0. 

Los  otros  quince  Estados  de  Europa. 
324. 

j  sea,  un  total  de  4  mil  577  millones 
por  año. 

Las  deudas  de  los  diferentes  países 
se  reparten  como  sigue:  Francia.  31.000 
millones;  Rusia,  18.028  id;  Inglaterra, 
17.820  id;  Italia,  11.131  id;  Austria-Hun- 
gría, 9.288  id;  Alemania  8.954  id. 

Los  demás  Estados  de  Europa,  10.882 


millones;  ó  sea  un  total  de  ciento  düx  y 
siete  mil,  ciento  doce  millones  de  deudas, 
que  representan  un  conjunto  de  inte- 
reses y  de  amortización  anual  de  5.343 
millones. 

Agreguemos  que  cada  uno  de  los 
Estados  paga  por  intereses  y  por  ca- 
beza de  habitante,  lo  siguiente: 

Fi-ancia,  33  fr.  75;  Italia  17'50;  Ingla- 
terra, 16'25;  Austria-Hungría,  13'75; 
Rusia,  10;  Alemania,  7"50:  Estados-Uni- 
dos 4. 

La  proporción  de  la  deuda  por  cabe- 
za es  ésta: 

Francia,  987'05;  Inglaterra  y  Colonias, 
500;  Italia  375;  Austria-Hungría.  275; 
Rusia  europea,  212o0:  Alelnania  y 
Estados-Unidos  de  la  Confederación. 
313:  Estados-Unidos.  90  fr. 

* 
*  * 

Una  doctora  en  letras  y  fisolofía. — La 
señorita  Margarita  Gombert,  joven 
belga,  ha  dado  en  la  Universidad  de 
Bruselas,  sus  exámenes  de  doctor  en 
filosofía  y  letras.  Ha  sido  proclamada 
doctor  «con  la  mayor  distinción.)) 

La  señorita  Gombert,  que  no  tiene 
más  que  veintidós  años,  es  ya  una 
lingüista  de  las  más  distinguidas. 

Se  la  ha  visto  discutiendo  con  el 
señor  Willems,  el  sabio  helenista,  los 
textos  de  Píndaro  y  de  Teócrito,  diser- 
tando sobre  los  pasajes  de  la  Odisea; 
dando,  ante  la  Facultad  una  verdadera 
conferencia  sobre  el  teatro  griego;  ma- 
ravillando, en  íin,  á  los  examinadores, 
por  sus  conocimientos  en  historia,  en 
literatura,  en  filosofía. 

Pero  á  lo  que  más  ha  manifestado 
una  inclinación  particular,  ha  sido  á 
las  letras  griegas.  También  es  muy 
probable  que  dentro  de  poco,  la  nueva 
doctora  presente  en  Bruselas,  una  tesis 
de  íilología  griega. 

Lii  redactor  de  la  Independencia  ha 
celebrado  un  interview  con  la  joven  doc- 
tora. Es,  dice,  de  color  moreno,  alta, 
impetuosa,  de  fisonomía  atrayente,  con 
un  algo  de  melancolía  en  sus  ojos. 

Es  hija  del  señor  Gombert,  director 
de  estudios,  en  el  Instituto  Racliez. 

En  su  mesa,  se  encuentran  las  obras 
de  Gautier,  de  Musset,  de  Heine,  de 
Zola,  de  Taine  y  de  varios  escritores 
belgas. 

La  señorita  Gombert  ha  dicho  á 
nuestro    colega    que    no    le    gustaba 


DEL  Rio  de  la  Plata 


421 


mucho  el  mundo,  que  sólo  para  dis- 
traerse en  su  soledad  había  empezado 
á  estudiar, — y  que  después  habia  con- 
cluido por  apasionarse  del  latin  y  del 
griego,  sobre  todo  del  griego,  que  su 
padre  le  ha  enseñado  con  una  «pacien- 
cia de  ángel». 

No  quiere  pasar  por  una  marisabi- 
dilla, y  hace  notar  que  no  usa  gafas  y 
que  no  lleva  manchas  de  tinta  en  los 
dedos. 

La  señorita  Gombert  es  ia  segunda 
mujer  que,  en  este  siglo,  se  hace  notar 
por  su  amor  á  la  literatura  griega.  .-^ 
fines  del  siglo  pasado  y  á  principios  de 
éste,  Clotilde  Tambroni,  lingüista  dis- 
tinguida rival  del  Cardenal  Mezzofanti, 
ocupó  en  la  Universidad  de  Bolonia, 
desde  1793  á  1798  y  desde  1801  á  1808, 
la  cátedra  de  lengua  y  literatura 
griegas. 


Las  víctimas  de  las  guerras. —  Un  hábil 
estadista  inglés  acaba  de  calcular, 
según  datos  y  documentos  oficiales, 
el  número  de  víctimas  causadas  por 
las  guerras  modernas. 

La  de  1870  contra  la  Alemania,  costó 
250.000  hombres  á  ambos  países;  la 
de  1866,  entre  Prusia  y  Austria,  46.000 
muertos:  la  del  Norte  contra  el  Sud, 
1864,  en  los  Estados-Unidos,  450.000;  la 
de  Italia,  en  1859,  63,000;  ei^  fin,  la  de 
Crimea,  la  más  terrible  de  todas,  en 
1854,  785.000  en  números  redondos.  Las 
guerras  del  primer  imperio  costaron 
la  vida  á  5  millones  de  Europeos. 

Agregando  á  estas  cifras  las  de  las 
víctimas  de  la  guerra,  en  el  último 
siglo,  se  llega  á  un  total  de  19.840,900 
muertos  por  las  naciones  civilizadas 
de  Europa  y  por  los  Estados-Unidos. 

Si  nos  remontamos  á  la  guerra  de 
Troya,  la  proporción  es  siempre  la 
misma.  Ciertas  peleas,  en  que  los  sol- 
dados se  batían  cuerpo  á  cuerpo,  eran 
i'elativamente  aún,  más  sangrientas. 

Se  cita  algún  encuentro  en  que  el 
número  de  riiuertosha  subido  á  200.000, 
lo  que  es  considerable  para  aquella 
época.  Asi,  la  derr^ota  causada  por 
Mario  á  los  cimbrios  y  á  los  teutones, 
y  las  últimas  expediciones  conducidas 
por  Atila,  han  tenido  resultados  es- 
pantosos. De  18  á  20  millones  de 
hombres  han  sido  muertos,  por  siglo, 
en  Europa. 


En  Asia,  y  particularmente  en  Chi- 
na, el  número  de  las  víctimas  de  la 
guerra,  por  siglo,  es  poco  más  ó  me- 
nos el  mismo.  Gengis-Kan  y  Tamer- 
lán,  entre  otros,  han  sacrificado  mu- 
chos millares  de  vidas  á  su  gloria 
conquistadora. 

En  fin,  es  necesario  contar  también 
con  las  naciones  no  civilizadas  que 
pagan  su  tributo  á  la  hecatombe  se- 
cular por  cerca  de  5  millones  de  los 
suyos. 

Puede  estimarse  en  40  millones  de 
muertos  el  número  de  víctimas  que 
causan  cada  cien  años  las  guerras 
políticas,  religiosas  é  internacionales. 
Las  estadísticas  más  minuciosas  prue- 
ban que,  desde  la  guerra  de  Troya, 
todos  los  ejércitos  han  dado  su  pro- 
rrateo de  víctimas. 

Y  desde  los  treinta  siglos  transcu- 
rridos, á  contar  desde  los  ijrimeros 
tiempos  de  la  historia  de  Asia  hasta 
la  época  moderna,  las  guerras  han 
destruido  un  mil  doscientos  millones  de 
hombres,  es  decir  una  cifra  que  re- 
presenta casi  la  población  total  actual 
del  globo. 

* 

*  * 

El  episcopado  francés  y  la  República. — 
Conversando  el  arzobispo  de  Tours, 
monseñor  Meignan  con  un  redactor 
del  «Gauloisw.  sobre  la  actitud  actual 
del  episcopatlo  frente  á  frente  del 
gobierno  de  la  República  ha  dicho 
estas  palabreas: 

«  Ya  lo  veis,  nosotros,  los  cristia- 
nos, no  debemos  tener  más  objeto  que 
el  triunfo  de  la  religión.  Comprendo 
que  á  un  gran  número  de  personas 
le  costará  mucho  renunciar  á  espe- 
ranzas muy  respetables;  pero  el  pe- 
ligro seria" grande  para  nosotros,  si 
no  supiéramos,  llegado  el  caso,  im- 
poner silencio  á  nuestro  sentimiento. 
Sí,  bien  sé  que  hay  mucho  que  decir 
sobre  las  instituciones  actuales,  y 
que  sería  necesario  obtener  de  los 
poderes  públicos  qu'"*  volviesen  sobre 
decisiones  que  aplastan  á  los  más 
dignos. 

«  Esa  ley  sobre  los  seminaristas, 
por  ejemplo,  es  bien  evideate  que 
no  podremos  soportarla  siempre  tal 
como  es. 

« Si  al  menos  se  enseñase  á  nues- 
tros niños    el  sei^vicio  de  camilleros 


422 


Revista  Económica 


en  tiempo  de  guerra,  en  vez  de  di- 
seminarlos en  las  cuadras  de  la  tropa! 

))  La  ley  sobre  las  congregaciones 
religiosas,  el  laicismo  aplicado  á  los 
hospitales  y  á  las  escuelas....  y  tantas 
otras.... 

«Si,  yo  conozco  á  esas  religiosas  que 
se  consagran  con  tanta  abnegación 
^  los  cuidados  que  demandan  los  me- 
nesterosos. Ved,  aquí,  se  ha  querido 
laicixar  al  hospital.  He  dicho  á  los  in- 
teresados que  iban  á  cometer  una 
falta.  Han  reüelionadov  me  han  es- 
cuchado.    "■'    '■'*'  ■•■"'iiii'i!; 

«  He  ahí  Vo  qr(é  debemos  hacer:  tan 
pronto  corno  veamos  que  nuestros  con- 
ciudadanos entran  en  el  mal  camino 
debemos  advertírselo. 

«  Estoy  convencido,  en  efecto,  que 
si  se  debe  reaccionar  sobre  las  leyes 
de  que  hablábamos  hace  un  momen- 
to, los  interesados  volverán  á  ellas 
fatalmente,  más  tarde  y  por  sí  mis- 
mos. Llegará  un  día  en  que  se  aper- 
cibirán que  el  cristianismo  puede 
ocupar  su  lugar  á  la  luz  del  día,  y 
sin  peligro  para  nadie,  al  conti-ario. 

(i  Nuestra  democracia  comprenderá 
que,  calentándose  en  su  llama  vivi- 
ficadora tiene  miicho  que  ganar  y 
nada  que  perder.  "*''*\  ^v^*v^- 

))  Respecto  á  retobarme  con  mi  país 
y  encerrarme  entre  cuatro  paredes, 
ñoi  me  atrevo  á  resolverme  á  ello. 
Adoro  á  mi  patria  hasta  en  sus  erro- 
refe:' 

«  Cuando  hago  constar  esto,  lo  digo 
con  toda  franqueza,  pero  si  no  soy 
escuchado,  me  consuelo  rogando  por 
el  país,  y  espero  que  vendrán  mejores 
días,  en  los  que  será  escuchada  la 
voz  de'dá' veídííd.» 


CRÓNICA  DE  LA  QUINCENA 


Diciembre  25  de  1892. 

Si  hubiéramos  de  decir  todo  nues- 
tro pensamiento  sobre  la  actualidad, 
ó  .S'ería  una  ironía  ó  una  exclamación 
como  la  del  desesperado,  que  después 
de    incesante    lucha    contra    adversa 


fortuna,  deja  caer  los  brazos  con  des- 
aliento, v  se  dice:  todo  es  inútil. 


Pero  hemos  visto  ya  repetirse  y  re- 
petirse, tantas  veces,  los  mismos  inci- 
dentes, las  mismas  mistificaciones  de 
hombres  y  de  cosas,  las  mismas  crisis 
gubernativas  y  hasta  las  mismas  bo- 
rrascas nacionales,  que  algo  así  como 
un  optimismo  invencible,  que  puede 
mas  que  el  grito  de  la  conciencia, 
un  no  sé  qué,  una  fatalidad  quizá, 
nos  contiene.  Y  sin  embargo,  ni  los 
partidos,  ni  los  círculos,  ni  los  indi- 
viduos mismos,  tomados  separada- 
mente están,  no  diremos  resignados 
o  conformes  con  que  las  cosas  vayan 
como  van,  mucho  menos.^tranquilos 
ó  esperanzados  en  una  evolución,  que 
poco  á  poco,  gradualmente,  deba  lle- 
varnos adonde  todos  los  hombres  de 
buena  voluntad  quisieran  arribar,  es 
(\eo\r  M  Ir  p;K'ificación  ríelos  espíritus. 

No.  absolutamente  no. 

Los  encargados  de  los  negocios  pú- 
blicos, sea  cual  sea  su  posición,  po- 
der ejecutivo,  legislativo,  judicial,  no 
hacen  sino  amontonar  errores,  no  hay 
otra  palabra,  tal  es  el  cúmulo  de  las 
circunstancias.  Las  faltas  se  encade- 
nan á  las  faltas,  los  escándalos  á  los 
escándalos, — y  de  conthcto  en  conflic- 
to la  República  sigue  dando  un  sin- 
gular espectáculo,  y  qué  espectáculo! 
el  de  un  pueblo  libre,  que  no  sabiendo 
usar  ni  abusar  de  su  libertad  mere- 
ciera ])or  sus  incitaciones  impruden- 
tes caer  en  manóíí  del  primer  aven- 
turero. -  'ii'"-|.:'    '-'.I   -'«M 

,*        •*     ''.■  t.'l''    ■ 

Con  lo  hecho  desde  el  90  acá  todos, 
sin  escepción  alguna,  tanto  los  que 
han  tenido  el  timón  del  estado,  como 
lo  que  les  han  ayudado  á  remar,  y  no 
menos  que  estos  los  que  les  han  sus- 
citado dificultades,  poniéndoles  esco- 
llos en  todas  direcciones, — todos,  todos 
lo  repito,  han  hecho  lo  bastante  para 
perder  el  régimen  de  gobierno  mejor 
concelñdo. 

Tiene  por  suerte  este  país,  como  esos 
niños  terribles,  que  escapan  milagro- 
samente á  todos  los  accidentes,  una 
estrella  tutelar,  que  en  las  horas  mas 


DEL   Río   DE   LA   PlaTA 


428 


oscuras  de  su  existencia  brilla  con 
fulgor  inesperado  y  que,  marcándole 
nuevos  rumbos,— crea,  por  decirlo  así, 
de  improviso  para  él,  alguna  circuns- 
tancia *en  estremo  favorable,  que  lo 
salva  de  las  faltas  mas  graves  de  sus 
favoritos  ó  de  sus  directores  equili- 
brándolo inoiDÍnadamente. 

Abarcando,  pues,  el  conjunto  de  las 
cosas,  divisando  sus  proyecciones,  y 
colocándonos   en    el    punto    de  mira 
menos  apasionado,  en  el  mas  huma- 
namente imparcial, — lioy  por  hoy,  no 
vemos  mas  que  una  perspectiva  que 
nos  permita  esperar  y  creer  en  una 
solución  tranquila  de  los  múltiples  pro- 
blemas,— al  parecer  solo  económicos 
y    financieros, — sociológicos  en  reali- 
dad, y  muy  complicados  por  ello,  para 
el  observador  vulgar:  y  es,  que  esa 
estrella  polar  de  nuestro  destino  ilu- 
mine el  futuro  y  que  disipándose  las 
nubes  que  se   aglomeran  en  el  hori- 
zonte, do  quier  se  tiende  la  vista,  que 
sabe  ver,  ayudada  por  los  lentes  de 
la  reflexión  madura,  nos  muestre  la 
ancha    vía    de    unas    circunstancias 
mas  favorables  que  las  que  constitu- 
yen, á  la  hora  de  esta,  la  tela  de  Pe- 
nélope  de  la  política  argentina, — em- 
pleando esta  palabra  en  su  acepción 
trascendental,  en  lo  que  implica,  se- 
gún  el  criterio  de  los   estadistas,  la 
ciencia  del  gobierno  de  los  hombres, 
— ciencia,  que  consiste  en  el  hallazgo 
y  en  la  aplicación  de  los  medios,  leyes 
generales,  esperimentales,  razonadas, 
espresion    generalizada     de    hechos, 
tendentes  á  realizar  la  concepción  de 
un    ideal    puro   hermanado    con  las 
consideraciones  de  lugar,  de  tiempo, 
de  las  costumbres,  del  modo  de  ser,  de 
algo  asi  como  lo  que  llamaremos  las 
idiosincracias   de  raza  y  de  pueblo, — 
en  dos  palabras,  de  los  recursos  mo- 
rales y  materiales  de  una   sociedad, 
de  una  nacionalidad. 


No  es  esta  solamente,  como  ya  lo 
hemos  dicho  sendas  veces,  en  una  ó 
en  otra  forma,— tierra  fecunda  en 
iiechüs  inesperados,  en  la  que  todo 
se  prevee  menos  lo  imprevisto:  es 
también  tierra  de  lo  inverosímil;  de 
manera  cj[ue  bien  podría  suceder  que 
estando  todos  los  factores  de  la  ecua- 
ion  presente    en   contra. — el  tiempo 


los  despejara  satisfactoriamente,  <;on 
aplauso,  de  propios  y  extraños.  No 
lo  esperamos. 

Mientias  llega  la  hora  de  las.  gran- 
des soluciones,  que  puede  ó  no  estar 
remota,  los  partidos,  los  círculos  y  los 
individuos  aislados, — harían  bien  en 
renunciar  á  sus  espedientes  añejos  de 
acomodos  y  componendas  de  hombres 
sueltos,  sea  cual  sen  su  significación, 
comprendiendo  que  todo  lo  que  es 
agrupación  política, — sufre;  (.pie  hay 
tendencia  á  las  disgreoaciones  y  que  la 
obra  ele  una  reacción  vigorosa,  salvado- 
ra, no  puede  hacerse  sino  asimilando 
elementos  útiles,  tanto  para  ayudar 
á  consolidar  el  gobierno  del  país, 
sostenerlo  y  defenderlo,  y  porqué  no 
decirlo?  como  para  deponerlo;  que  al 
íin  y  al  cabo,  podría  verse  sin  que  fuera 
milagro,  si  de  todos  los  males  que 
pueden  afligir  á  un  pueblo  libre  nin- 
guno es  mayor  que  el  de  la  a,narquia 
endémica,  ya  por  falta  de  integridad 
ó  eficacia  gubernativa,  ya  por  caren- 
cia completa  del  sentimiento  instin- 
tivo de  autoridad  en  los  elegidos,— que 
un  cambio  completo,  total,  absoluto, 
como  si  dijéramos  un  llamamiento  al 
plebiscito  nacional,  popular,  verda- 
dero, con  participación  de  todo  el  que 
habite  este  suelo,  se  impone  aconse- 
jado por  lasupnema  ley  de  la  salvación 

común.        ^■^v  .  ,  ITI 

La  crisis  que  en  nuestra  crónica 
anterior  anunciábamos  como  próxima, 
tuvo  lugar, — y  aunque  su  solución 
parecía  "augurar  mayores  estremeci- 
mientos de  ministros  en  la  (.-asa  Rosa- 
da, todo,  aparentemente,  ha  vuelto  allí 
á  su  primer  estado,— siguie  do  el  ga- 
binete su  camino  de  ilusiones  de  cuar- 
to de  hora  de  luna  de  miel;  pero  no  sin 
que  agudos  observadores  no  descu- 
bran, que  hav  más  de  aparente  que  de 
real  en  el  contentamiento  del  gobierno, 
contrariado  en  sus  afectos  íntimos  de 
nepotismo  uterino,— lo  cual,  no  es  un 
augurio  de  que  todo  ha  pasado;  porque 
sólo  admitiendo  que  la  naturaleza 
(íambia  de  la  noche  á  la  mañana  ís 
prudente  pensar  y  admitir  que  se  íor- 
jen  con  complacencia  combinaciones, 
o  armas  novísimas,  que  no  matan,  pero 
que  hieren  en  lo  mas  intimo  afectan- 
do gravemente  la  vitalidad. 


424 


Revista  Económica 


La  acusación  parlamentaria,  promo- 
vida por  la  cámara  de  diputados  dege- 
nerando,—por  la  pasión  contra  el  juez 
Pizarro,— en  un  pleito,  ha  perdido  mu- 
cho de  la  solemnidad  con  que  fué  ini- 
ciada y  la  opinión  pública  prevenida 
al  principio,  parece  inclinada  á  reaccio- 
nar. El  prospecto  es  sin  embargo  que 
sólo  después  de  Mayo  del  año  próximo, 
podrá  tenerse  una  sentencia  cual- 
quiera,— sobre  lo  principal. 


* 


Las  finanzas  se  dice  que  van  mejor. 
Hay  que  ser  en  esta  parte  no  como 
Santo  Tomás.  Hay  que  dudar  aunque 
se  vea;  porque  la  documentación  cierta 
hoy,  resulta  incorrecta  mañana.  La 
firmeza  del  oro  parece  estar  con  los 
excépticos.  La  verdad  verdadera  es  esta: 
que  no  ha  mejorado  la  situación  en 
general,  que  no  hay  crédito,  que  no 
hay  medio  circulante;  que  hay  provin- 
cias, donde  la  moneda  es  una  tradición 
y  provincias  productoras,  industriosas 
como  San  Juan.  Y  uno  de  los  perfiles 
más  acentuados  de  la  actualidad,  se- 
gún se  va  viendo,  es  que  nadie,  á  no  ser 
forzado,  pone  los  pies  en  la  Casa  Rosada, 
donde  reina  un  aire  frío  de  tristeza  é 
impopularidad  que  da  miedo. 

Así  empieza  un  gobierno  que  más 
parece  que  acaba,  y  un  gobierno  que 
presentándose  como  un  a^wtnatóo  nacio- 
nal para  1893  es  el  chasco  mas  soberano 
que  se  haya  llevado  el  país  desde  que 
hace  elecciones  de  presidente,— siendo 
profundamente  instructivo  el  hecho  que 
á  tantas  consideraciones  se  presta,  de 
que  el  presidente  de  la  República  es 
un  hombre  excelente  y  sus  consejeros 
bien  reputados  todos."  de  donde  debe 
deducirse  ó  que  á  ellos  les  falta  algún 
sentido  político,  que  el  pueblo  argentino 
exige  como  cualidad  máxima,  una  vir- 
tud que  no  poseen,  ó  que  siendo  ellos 
completos  nosotros  somos  ingoberna- 
bles. 

El  porvenir  sólo  tiene  la  clave  del 
enigma. 


La  renuncia  tan  ruidosa  del  Gober- 
nador Pizarro  quedó  en  agua  de  bo- 
rrajas, con  motivo  de  algunas  mani- 
festaciones,   llamadas    populares, y 

reflexionando  sobre  este  episodio  tea- 
tral   de   la   docta   Córdoba  v  sobre  la 


modestia  de  aquel  funcionario,  que  á 
las  primeras  de  cambio  se  consideró 
incompetente  para  gobernar  cordobe- 
ses, se  nos  han  venido  á  la  memoria, — 
y  esto  es  todo,  dos  frases  virgilianas: 

fugiunt  ad  salices de    lo  que  se 

puede  decir  se  cupiunt  ante  viderí. 
* 

Muy  agitado  ha  andado  el  espíritu 
público  con  motivo  de  las  publicacio- 
nes hechas  por  los  ex-agentes  revolu- 
cionarios de  Chile, — publicaciones  que 
han  pasado  de  castaño  oscuro.  Pero 
el  cotarro  se  ha  serenado. —  pasando 
el  incidente  como  tormenta  de  verano 
y  haciéndose  conciencia  pública  que 
por  Guerrero  no  se  ha  de  guerrear, 
sino  que  nolens  volens,  el  diplomático 
chileno,  día  más,  día  menos,  tendrá 
que  irse  con  la  música  á  otra  parte. 

XXX. 


CRÓNICA  _ORIENTAL 

Mientras  que  la  crisis  prosigue  su 
obra,  destruyendo  silenciosamente  una 
tras  otra  las  fibras  del  organismo  eco- 
nómico nacional,  varias  cuestiones  de 
distinto  género  han  distraído  la  aten- 
ción pública. 

Citaremos,  en  primer  término,  las 
complicaciones  de  Rio  Grande,  en 
donde  el  partido  dominante  no  con- 
tento con  extremar  la  persecución  de 
sus  adversarios  políticos  dentro  los 
limites  de  ese  Estado,  pretende  que, 
faltando  á  todos  los  deberes  de  hu- 
manidad y  hasta  al  propio  decort) 
nacional,  nos  convirtamos  también 
en  ])erseguidores  de  los  que  se  re- 
fugian on  nuestro  territorio. 

Sin  embargo,  por  una  ofuscación 
que  no  puede  explicarse,  ni  teniendo 
en  cuenta  las  exaltaciones  que  las 
guerras  civiles  prov(3can,  se  ha  lle- 
gado en  Río  Grande  á  hacer  con  este 
motivo,  propaganda  de  guerra  contra 
el  Estado  Oriental,  y  á  amenazar  con 
golpes  insensatos  á  los  pueblos  fron- 
terizos. 

Singular  contraste;  de  im  lado,  en 
Río  Grande,  la  exaltación  y  la  ¡proca- 
cidad; <lel  otro,  la  moderación  y  la 
benevolencia  fraternal. 


DEL  Rio  de  la  Plata 


425 


No  hace  mucho  que  los  que  impe- 
ran hoy  en  Río  Grande  habían  te- 
nido que  asilarse  entre  nosotros,  re- 
cibiendo las  mismas  atenciones  de 
que  hoy  se  quejan  concedan  nuestras 
poblaciones  fronterizas  á  los  que  les 
ha  cabido  la  triste  suerte  de  tener 
que  abandonar  sus  hogares,  y  bus- 
car la  garantía  de  sus  vidas  á  la 
sombra  de  nuestra  bandera. 

Este  proceder  uniforme  con  unos 
y  otros,  que  es  el  que  nos  corresponde, 
revela  de  parte  del  gobierno  oriental, 
completa  imparcialidad  en  las  luchas 
internas  riograndenses,  y  severo  cum- 
plimiento de  sus  deberes,  á  la  par 
que  la  simpatía  con  que  son  acogi- 
dos en  todas  partes  los  emigrados, 
pertenezcan  al  partido  que  pertenez- 
can, es  la  prueba  más  patente  del 
verdadero  esjúritu  de  confraternidad 
que  liga  á  ambos  pueblos. 

Pero,  lo  que  no  ha  existido  ni  existe, 
pueden  llegar  á  producirlo  esas  ame- 
nazas é  insultos,  induciendo  á  mu- 
chos de  los  orientales  que  residen 
cerca  de  las  líneas  fronterizas  á  ha- 
cer causa  común  con  los  emigrados, 
que  no  dejarán  de  explotar  diaria- 
mente en  su  favor  los  extremos  de 
sus   adversarios. 

Para  evitar  esto,  y  poder  seguir 
cumpliendo  extrictamente  los  debe- 
res que  la  neutralidad  impone,  el 
gobierno  ha  dispuesto  previsoramen- 
te  que  se  aumenten  las  fuerzas  des- 
tacadas en  la  frontera. 

Según  un  colega  de  Montevideo,  la 
"Asociación  Rural  del  Uruguay»  ha 
tomado  á  mal  el  decreto  del  gobierno 
declarando  libre  la  reimpresión  de  los 
códigos,  incluso  el  rural,  que  afirma 
que  esa  asociación  considera  suyo, 
por  haberlo  confeccionado;  y  agrega, 
que,  se  cree  tan  agraviada  que  ame- 
naza con  su  disolución. 

No  podemos  dar  crédito  á  la  noticia 
no  solo  debido  al  conocimiento  que 
tenemos  de  las  altas  miras  que  predo- 
minan en  esa  tan  útil  y  patriótica  aso- 
ciación, sino  también  por  lo  inconsis- 
tente del  pretexto  que  se  insinúa. 

Los  códigos,  como  leyes  de  la  Repú- 
blica, no  pueden,  racionalmente,  con- 
siderarse una  propiedad  particular, 
y  son,  como  todas  las  leyes,  una  obra 


de  la  asamblea  que  los  sanciona,  iior 
más  que  ésta  haya  aprovechado  un 
proyecto  particular  cualquiera. 

Por  otra  parte,  para  poderse  presu- 
mir el  conocimiento  de  las  leyes  en 
los  habitantes  de  la  República,  es  me- 
nester que  su  difusión  pueda  ser  tan 
amplia,  como  la  luz  del  sol,  que  pe- 
netra por  todas  i)artes.  El  ideal  en  la 
materia,  es  la  cii-culación  de  las  leyes 
de  modo  á  llegar  á  todas  las  manos 
ricas,  ó  pobres,  mientras  que  el  estari- 
co  ó  monopolio  explotador  de  un  có- 
digo, es  el  absurdo    más  manifiesto. 

La  Asociación  Rural,  para  llenar 
los  fines  de  su  institución,  debe  aspi- 
rar á  que  las  disposiciones  del  Código 
Rural  sean  lo  más  ampliamente  co- 
nocidas, para  poder  ser  lo  más  per- 
fectamente observadas,  y  por  lo  tanto, 
no  le  corresponde  pretender  hacer  de 
ese  código  una  fuente  de  recursos; 
lucrar  á  espensas  de  su  difusión. 

Si  el  gobierno  no  puede  proceder, 
como  sería  de  desear,  á  la  distribución 
gratuita  de  los  textos  de  las  leyes,  que 
obliga  tanto  á  los  que  pueden  com- 
prarlas, como  á  los  que  carecen  de 
medios  para  ello,  lo  que  correspondería 
á  los  ricos  hacendados,  que  forman 
parte  de  la  «Asociación  Rural»,  sería  co- 
tizarse para  hacer  una  amplia  edición 
gratuita,  en  vez  de,  como  sin  duda 
calumniosamente  dice  el  colega  alu- 
dido, hacer  cuestión  capital  de  la 
explotación  usuraria  del  código  rural. 


Coméntase  el  propósito  del  gobierrio 
de  adquirir  armamento  perfeccionado 
en  Europa,  destinándose  al  efecto  la 
utilidad  que  debe  producir  la  acuña- 
ción contratada  de  un  millón  de  pesos 
en  plata,  y  aunque  se  habla  solo  de 
diez  mil  fusiles,  esto  les  parece  extem- 
poráneo á  algunos,  que  por  cierto 
no  tienen  la  intuición  de  las  conve- 
niencias nacionales. 

Hace  tiempo  que  hemos  notado  a 
deñciencia  de  nuestros  elementos  de 
defensa.  El  ejército  viene  siendo  mi- 
rado hace  años,  por  los  que  nos  man- 
dan como  un  elemento  contra  orienta- 
les v  una  base  de  predominio  personal. 
Si  otro  fuese  el  criterio  predominante, 
si  la  imagen  de  la  patria  hubiese  estado 
como  debe  estar,  siempre  presente  a 
los  ojos  del  gobierno,  no  se  concebiría 


426 


Revista  Económica 


como  no  se  ha  tratado  de  formar  un 
solo  oficial  torpedista,  de  adquirir 
siquiera  una  torpedera  cuyo  costo  es 
tan  mínimum  como  poderosa  su  acción 
defensiva,  ni  pensado  en  dotar  al 
Cerro  con  la  artillería  que  requiere  la 
defensa  del  puerto,  cuando  en  todo 
conílictü  internacional  la  parte  ma- 
rítima es  nuestro  lado  más  vulnera- 
ble, y  puede  fácilmente  dejarlo  de 
ser  con  un  poco  de  previsión. 

Basta  echar  una  mirada  sobre  nues- 
tras costas,  con  puntos  de  abrigo  y  i  la- 
chos en  todas  partes,  para  comprender 
cuan  eficaz  sería  su  defensa  con  la 
más  pequeña  flotilla  de  lanchas  tor- 
pederas, que  son  bastantes  para  ope- 
raciones lluviales,  y  cómo  con  poco 
esfuerzo  podríamos  tener  en  nues- 
tras manos  las  llaves  de  todo  el  Río 
de  la  Plata. 

En  cuanto  á  los  armamentos  terres- 
tres, es  una  cantidad  exigua  la  que 
se  trata  de  adquirir.  Parece  que  es- 
tamos destinados  á  hacer  siempre 
las  cosas,  cuando  no  tarde,  á  medias. 

En  caso  de  compromisos  internacio- 
nales, la  República  podrá  disponer, 
cuando  menos  de  40.U00  hombres,  y 
es  menester  que  la  nación  tenga  siem- 
pre los  medios  para  armarlos  en  con- 
diciones no  inferiores  á  las  de  nues- 
tros vecinos.  La  cantidad  indicada  de 
fusiles  Mauser,  debe  por  lo  menos 
triplicarse,  como  así  mismo  hay  que 
tratar  de  adquirir  los  elementos  para  la 
fabricación  en  el  país,  de  las  pólvoras 
y  de  los  cartuchos  especiales  que  se 
requieren. 

Los  gastos  de  esta  naturaleza  de- 
ben siempre  primar  sobre  todos  los 
otros;  pero,  felizmente,  no  es  necesa- 
rio, para  efectuarlos  desatender  los 
servicios   actuales. 

Se  ha  indicado,  como  uno  de  los 
medios  con  que  costearlos,  la  acuña- 
ción de  la  plata,  de  la  que  un  mi- 
llón ya  está  contratada  con  fuertes 
beneficios,  y  el  gobierno  tiene  en 
sus  manos  otra  propuesta  para  los 
dos  millones  restantes,  aún  con  ma- 
yor utilidad,  que  puede  estar  realizada 
en  muy  pocos  meses,  y  dar  desde 
ya  la  base  necesaria  para  la  compra 
inmediatH  en  Europa  de  todos  los 
elementos  que  requiere  la  defensa 
nacional. 

No  es   pues,   la    falta   de  recursos, 


lo  que  podría  justificar,  ni  medidas 
previsoras  á  medias,  ni  cualquier  di- 
lación en  la  materia. 


No  pueden  ser  más  contradictorias 
las  noticias  que  nos  llegan  sobre  las 
elecciones  de  senadores. 

Ha  habido  verdadera  lucha;  venci- 
dos y  vencedores. 

Se  habla,  como  siempre  sucede  en 
estos  casos,  de  fraudes  y  de  coac- 
ciones; pero  no  nos  ey  dado  aun  abrir 
opinión  al  respecto. 


REVISTA  _BÜRSÁTIL 

El  aspecto  que  presenta  la  Bolsa  de 
Buenos  Aires  no  es  tan  satisfactorio 
como  el  de  la  quincena  anterior.  La 
fuerte  baja  en  el  oro  producida  por 
la  especulación  debía  provocar  natu- 
ralmente una  reacción  de  alza,  la  que 
es  favorecida  por  la  intranquilidad 
política  y  el  malestar  que  viene  acen- 
tuándose en  el  comercio  y  en  la  in- 
dustria. Á  esto  se  agrega  la  baja  de 
las  lanas  en  Europa. 

El  mercado  de  cambios  continúa 
flojo.  Sobre  Inglaterra  bajaron  de  47 1 
á  47  I;  sobre  Francia  y  Bélgica  se 
mantuvieron  á  los  mismos  precios  y 
sobre  Alemania  de  4.02,  bajaron  hasta 
4,  quedando  á  4.01- 

— En  cheques  del  Banco  Nacional 
hemos  fenicio  una  baja  de  2  puntos, 
en  los  de  la  Provincia  de  1  y  en  los 
bonos  del  Banco  Hipotecario  la  de  3.90. 

—En  los  títulos  de  renta,  las  ope- 
raciones han  sido  por  lo  general  muy 
limitadas,  absorbiendo  las  compra- 
ventas de  oro  toda  la  actividad  bur- 
sátil. 

— La  Bolsa  de  Montevideo  continúa 
abatida  y  sin  esperanzas  de  una  pronta 
mejora. 

— Las  operaciones  para  el  pago  del 
próximo  cupón  de  la  cédulas  apenas 
las  hicieron  subir  algunos  céntimos 
y  en  cuanto  á  las  acciones  del  Banco 
Hipotecario,  continuaron  bajando. 

— En  títulos  de  deuda,  la  del  Inte- 
rior ha  querido  sostenerse,  pero  la 
baja  en  Londres  de  la  Consolidada, 
tiene  naturalmente  que  influir  des- 
ventajosamente sobre  ella. 


DEL  Rio  de  la  Plata 


427 


Movimiento  bursátil  de  la  primera  quincena  de  Diciembre  de  1892 


BOLSA  DE  BUENOS  AIRES 

(   DEL    í'\    AL    15   DE     DICIEMBRE  ) 


.  Ullimo  precio 

HASTA 

Ín'bre.  30  i 


MAS  BAJO       MAS  ALTO 


Metálico 


Al 


contado 276. 


Cambios 


Inglatervii ;i  '47' 

Francia i     4 

Bélgica 4 

Alemania 4 


5 

8 

96 

97 


Cheques 


Banco  Nacional 1  12  — 

Banca  de  la  Provincia I  36  50 

Banco  Hipot.  de  la  Provincia — bonos.!  21  90 


cédulas  Hipotecarias  Nacionales 


Serie 

A 

(oro) 

5  % 

de 

ji 

A 

7  %• 

■  » 

}t 

B 

)) 

7  % 

)> 

■  »■ 

(• 

» 

7% 

)) 

» 

1) 

» 

7  % 

)) 

I-; 

.. 

7  % 

)) 

renta 


Cédulas  Hipotecarias  Provinciales 

Serie  A  (oro)  6  %  de   renta 


» 

A 

$f. 

n 

E 

» 

» 

F 

m- 

» 

G 

» 

y> 

I 

y> 

» 

J 

» 

h 

K 

» 

».) 

L 

» 

» 

M 

)) 

» 

N 

)) 

» 

0 

» 

» 

P 

» 

6  % 
6  7o 
6  % 


8  % 

8  V. 


Fondos  y  Títulos  Públicos 


Fondos  Públicos  Nacionales  de  1884. 
Empréstito  Nacional  Interno  1891 . . . . 

Id.  de  1892 

Deuda  Municipal  de  la  Capital  .  . . 


45  — 
98  30 
97  — 

90  - 

91  - 
94  - 


21  50 

35  — 
-34— 
1^1  20 
31  50 
33  60 
33  — 

31  90 

32  10 
32  10 
32  — 
32  10 
32  - 


55  — 
73  70 
69  — 
69  70 


•^74.  .771 


47 
4 


95 


4  — 


12  — 
33  50 
18  - 


98  50 
96  — 
90  - 
92  — 
90  — 


33  — 
33  — 
28  50 

27  — 

28  50 
27  90 
27  50 
27  50 
27  50 
27  50 
27  50 
27,  70 


73  50 
67  70 
66  50 


287  — 


47 
4 


4  01 


17  — 
40  — 
22  20 


99  50 
98  — 
92  — 
92  — 
90  — 


34  50 
33  — 
29  50 
29  20 
28  50 
27  90 
31  10 
31  60 
31  90 
31  80 
31  60 
31  70 


74  50 
69  40 
69  50 


Ultimo  precio 

HASTA 

d'bre.  15 


279  XO 


47 


1 

4  96 
4  97 
4  01 


14  — 
37  50 
18  — 


45 
99 
96 
90 

m 

90 


21  50 
34  50 
33  — 
28  50 

27  20 

28  50 
27  90 
27  50 
27  80 
27  90 
72  80 
27  80 
27  90 


5o  — 
74  50 
68  50 
68  — 


428 


Revista  Económica 


Dltimo  precio 

ultimo  precio 

HASTA 

MAS    BAJO 

MAS  ALTO 

HASTA 

N  BRE.  30 

d'bre.  15 

Acciones 


BANCOS 


Español  del  Rio  de  la  Plata 

Italia  y  «      »   »      »     (oro) 

Crédito  Real 

Nuevo  Banco  Italiano 

Banco  de    la    Bolsa 

Francés  del  Rio  de  la  Plata 

Hipotecario  de  la  Capital  (Bonos  oro). . 

Constructor  de   la    Plata 

Id  id  id  (obligaciones) 

Agrícola    Comercial 

Banco    Imnoviliario : 

Banco  del    Comercio 

Banco   Caja  de  Descuentos 

Comercial  de  la  Plata 

Comercial 

Banco  Sud-Americano 


109  - 

109  — 

96  — 
31  — 
58  50 



57  — 

45  — 

—  — 

42  50 

—  — 

64  75 

—  — 

4  50 

—  — 

0  80 

0  60 

22  — 

22  - 

23  — 

23  — 

85  — 

85  — 

50  — 

—  — 

8  50 

—  — 

30  — 

—  — 

29  — 

26  50 

Banco  Nacional i  31  — 

COMPAÑÍAS  I 

Lu  Edificadora 70 

La  Previsora  (Compañía  de  Seguros) .  27  50    i 

La   Primitiva  (Compañía  de  Gas) j  90  —  |  92  — 

fias  Argentino 55  —     i 

Empresta   del  Edificio  de  la  Bolsa |145  —    ' 

La  Argentina  (fábrica  de  papel) 84  —       

Muelle  y  Depósitos  de  las  Catalinas ,  8  60  ;     8  — 

J^aBuenos  Aires  (Compañía  de  Seguros;  13  —     j 

Compañía  Greneral  de  Reaseguros ....  7  — 

Kid  y  Ca ;. 7— 

Telegráfico  Telefónica 65  —  —  — 

('onstructora   Argentina ;  14  — 

BOLSA   DE   MONTEVIDEO  ¡ 

(DEL  1°    AL  15  DE   DICIEMBRE)  j 

Billetes  Banco  Nacional !  48  —  |  40  — 

Títulos    hipotecarios  Serie    D i  23  70  '  23  — 

Cédulas  hipotecarias      »       A ;  24  40  '23  50 

C 25  

Deuda  del  Interior 29  50  j  26  — 

Id.      Consolidada 37  —  32   — 

Acciones  Banco  Hipotecario 7  80  7  70 

CAMBIOS 

Inglaterra 51  -  50  * 

Ij-'dmú'd 5  35  5  34 

B^l.ííica 5  35 

Alemai  lia 4  30  4  39 


110 

58 


O  80 
23  — 
23  — 

85  — 


26  50 


92  — 


8  70 


50  — 

25  — 

26  5(  I 

29  80 
36  40 

7  70 


50  Vic 
5  35 

4  ;{3 


110  — 
96  — 
31  — 
58  — 
45  — 
42  50 
64  75 
4  50 
O  60 

22  — 

23  — 
85  — 
50  — 


50 


30 
26 
31 


50 


10 


70  — 
27  50 
92  — 
55  — 
145  — 
84 

8 
13 

7 

7 
05 
14 


50  — 

24  20 

25  20 

29  70 

36  40 

7  70 


50  i 

5  35 
4  33 


2*.  Época — Núm.  17 


10  de  Enero  de  1893. 


REVISTA    ECONÓMICA 


RIO  DE  LA  PLATA 


Director:   DOMIPÍGO   LAMAS 


EL  Río  de  la  plata  económico  en  1892 


I 


La  prensa  diaria  ha  publicado,  tanto 
en  Buenos  Aires  como  en  Montevideo, 
extensos  retrospectos  que  contienen 
minuciosos  estados  parciales  sobre  el 
movimiento  económico,  perdiéndose 
en  detalles  á  la  par  que  se  omiten  ó  se 
dejan  oscurecidas  muchas  de  las  cifras 
que  son  esenciales  para  poder  formar 
un  juicio  exacto  sobre  el  camino  recor- 
rido. 

La  falta  de  algunos  datos,  no  nos 
permite  formular  aun,  como  desearía- 
mos, los  Balances  exactos  de  1892; 
pero,  en  cambio,  los  que  tenemos  ya 
bastan  para  poder  dar  una  idea  gene- 
ral del  año  económico  de  las  Repúbli- 
cas Oriental  y  Argentina. 

Empezemos  por  ésta: 

Las  rentas  generales  de  la  Nación 
ascendieron  en  1891  á  $  75.501,077.96  % 
y  en  1892  á  $  98.035,338.94  y  $  994,308.70 
oro.  Convirtiendo  el  oro  á  razón  de 
S  300  %,  tenemos  S  100.868,265.87,  lo 
que  representa  sobre  el  año  anterior 
un  aumento  de  $  25.367,187.08,  ó  sea 
de  33  i  %. 

¿Qué  significa  este  aumento?  Un  re- 
nacimiento del  país? 

El  análisis  de  la  estadística  nos  de- 
mostrará lo  contrario.  No  ha  habido 
un  aumento  de  riqueza  sino  un  aumen- 
to de  gravámenes:  1°  cobrando  los  de- 
rechos de  aduana  según  el  precio  del 
oro,  más  alto  en  este  año  que  en  el 
anterior,  2°  aumentando  los  derechos 


de  importación,  3°  haciéndose  efectivo 
en  mayor  proporción  los  derechos  de 
exportación  y  4*5  aumentándose  los 
impuestos  internos. 

El  aumento  de  la  renta  de  adua- 
na es  de  S  27.454,776.02,  esto  es  de 
$  2.087,588.94  más  de  lo  que  aparece 
como  aumento  total  en  las  entradas 
de  la  Nación. 

Si  comparamos  el  valor  importado 
en  1891  con  el  de  1892,  solo  resulta 
un  aumento  en  favor  de  este  de 
$  12.253,305,  apenas  el  40  %  de  lo  que 
importa  el  aumento  de  la  renta. 

Recordando  que,  en  1891,  las  cir- 
cunstancias precarias  de  la  plaza  y 
las  exigencias  de  su  liquidación  con 
Europa,  hicieron  insuficiente  la  pro- 
visión, pasando  una  existencia  redu- 
cida para  1892,  el  aumento  que  resulta 
en  las  importaciones  de  este  año  no 
puede  indicar  una  estensión  real  de 
consumos. 

Las  industrias  internas  que,  en  1891, 
solo  fueron  afectadas  por  $  2.558,467  de 
impuestos  especiales,  tuvieron  que  pa- 
gar $  4.360,027.31  en  1892. 

Las  demás  fuentes  de  recursos  tu- 
vieron en  su  renta  total,  en  1892,  una 
disminución  de  $  3.889,148.25. 

Las  patentes,  cuyo  aumento  revela 
el  de  las  industrias  y  del  comercio,  pro- 
dujeron en  1891  la  suma  de  1.907,861.31, 
mientras  que  en  1892,  solo  dieron 
S  1.257,098.51. 

La  Contribución  Directa,  que  en  1891 
produjo  $  3.448,846,  solo  dio  en  1892  la 
suma  de  $  1.237,159.87,  lo  que  es  otro 
dato  que  elocuentemente  caracteriza 
una  época  de  creciente  abatimiento. 

No  podemos  todavía  establecer,  con 
los  datos  publicados,  el  total  del  au- 
mento de  deudas  nacionales  en  1892, 


430 


Revist.v  Económica 


peí  o,  no  obstante  eso,  las  cifras  cono- 
cidas ya  dan,  como  va  á  verse,  una 
suma  considerable. 

Deuda  Interna 

Deducidas     las 
amortizaciones    $  25.357.440.43  "■„      $    1.260,00». 56  oro 

Deuda  Externa 
Las    emisiones 

del  empréstito 

Morgan    en  el 

año  pueden 

calcularse  en.  $  12.000,000       oro 

Hay  además  que  agregar  las  obli" 
gaciones  del  Puerto  Madero,  emitidas 
en  el  año,  y  de  los  S  24.954,118  %  y 
$  5.973,204  oro  de  Deuda  flotante,  la 
parte  que  corresponde  á  1892,  teniendo 
en  cuenta  lo  pagado  con  las  rentas  de 
este  año,  por  deudas  correspondientes 
á  los  anteriores. 

Aun  sin  contar  con  nada  de  esto, 
tenemos  65  millones  de  nacionales  de 
aumento  de  deuda,  sin  que,  por  des- 
gracia, se  haya  obtenido  nada  que  le 
sirva  de  compensación. 

La  situación  financiera  de  las  Pro- 
vincias, como  es  notorio,  no  ha  aven- 
tajado á  la  de  la  Nación,  salvo  raras 
excepciones. 


II 


Respecto  de  la  República  Oriental 
son  algo  más  completos  los  datos  que 
tenemos,  debido  á  las  cuidadas  esta- 
dísticas de  «El  Siglo». 

Ellas  demuestran  la  creciente  pos- 
tración del  país,  que  es  la  consecuencia 
lógica  del  sistema  de  restricción  y  de 
las  funestas  medidas  que,  con  pretexto 
de  que  era  necesario  inspirar  confian- 
za, impuso  al  gobierno  la  prensa  ingou- 
hilista. 

Comparando  el  movimiento  comer- 
cial de  los  tres  primeros  trimestres  de 
1892  con  el  de  igual  periodo  de  1891 
encontramos  las  siguientes  disminu- 
ciones: 

Importación  $  733.688.49  menos  que 
en  1891. 

Exportación  $  2.866.330.26  id. 

Á  primera  vista  la  cifra  no  es  alar- 
mante, pero  hay  que  considerar:  P. 
que  el  año  de  1891  con  el  cual  hacemos 
la  comparación,  fué  de  fuerte  baja,  ha- 
biendo descendido  la  importación  de 
S  32.364.627  á  que  alcanzó  en  1890,  á 
$  18.978.420,  y  la  exportación  de  pesos 
29.085.519  á  $  26.998.270.  2".  que  era  en 


extremo  reducida  la  existencia  d 
mercaderías  que  de  1891  pasó  á  1892,  y 
3".  que  en  nuestras  importaciones  y  ex- 
portaciones, figuran  artículos  que  se 
introducen  á  Rio  Grande  y  productos 
de  exportación  de  ese  Estado,  movi- 
miento que  en  este  año  ha  aumen- 
tado. 

En  cuanto  á  la  renta  de  Aduana,  ella 
no  presenta,  en  los  tres  primeros  tri- 
mestres de  1892,  comparados  con  los 
tres  primeros  de  1891,  más  que  una 
disminución  de  $1 34.543.69;  hecho  que 
se  explica,  principalmente,  por  la  for- 
ma y  distribución  del  impuesto. 

Los  derechos  específicos,  al  afectar 
la  cantidad  en  vez  de  la  calidad  de  los 
artículos,  dan  una  base  más  íija  á  la 
renta  de  Aduana,  puesto  que  en  los 
años  de  dificultades  generales,  más 
bien  que  disminuirse  la  cantidad  de 
consumos,  se  baja  en  la  escala  de  la 
cal;  dad. 

Á  esto  se  agrega  que  se  tomaron  co- 
mo base  i:)rincipal  de  la  renta,  los  ar- 
tículos de  consumo  más  extensos  y 
necesarios,  cuya  cantidad  importada  ' 
no  había  disminuido  en  las  anteriores 
crisis. 

Los  que  reflejan  acabadamente  la 
anemia  oriental  son  los  datos  que  van 
á  verse. 

La  estadística  de  la  edificación  es 
una  de  las  más  importantes  para  apre- 
ciar las  condiciones  en  que  se  encuen- 
tra una  sociedad.  Toda  época  próspera 
es  acompañada  de  un  desenvolvimien- 
to considerable  en  las  construcciones. 
La  abundancia  de  capital  disponible 
permite  realizarlas  mejoras  cuya  ne- 
cesidad hacíase  sentir:  los  que  vivían 
en  reducidos  departamentos,  ó  some- 
tidos por  la  escases  á  la  dependencia 
parientes  ó  de  amigos,  á  medida  que 
se  desenvuelven  los  medios  de  trabajo, 
pasan  á  ocupar  locales  más  espaciosos- 
ó  á  formar  hogares  independientes. 
Á  esto  se  agrega  el  aumento  de  pobla- 
ción atraída  por  las  facilidades  de  la 
vida. 

Esto  es  lo  que  se  produjo  de  1888  á 
1889  en  el  Departamento  de  Montevi- 
deo; y  la  prueba  de  que  este  liecho  no 
salió  de  los  limites  naturales,  la  dá  la 
estadística  de  permisos  de  edificación 
que  alcanzaron  en  1889  á  833,  es  decir 
á  un  20  %  más  de  la  cifra  de  1869,  de 
20  años  atrás . 


BEL  Rio  de  la  Plata 


431 


No  está  demás  que  nos  hayamos  de- 
tenido aquí,  á  fin  de  dejar  demostrado 
el  error  de  los  que  se  espantaban  ante 
esa  manifestación  de  prosperidad,  y 
acabaron  por  aiiogar  el  progreso  na- 
ciente, para  el  cual  no  estaban  confor- 
mados, como  no  lo  están  para  la  luz 
del  dia  las  retinas  de  los  buhos. 

Cuando  las  condiciones  sociales  se 
cambian  de  prósperas  en  adversas,  el 
movimiento  de  edificación  vá  dete- 
niéndose, y  si  éstas  no  se  modifican, 
sino  se  domina  ó  no  se  estirpa  la  causa 
del  mal,  se  llega  al  punto  de  que, 
mientras  en  unas  zonas  las  construc- 
ciones continúan  rarificándose,  en 
otras,  donde  la  paralización  ya  era 
completa,  se  observan  síntomas  de 
verdadera  ruina.  La  descomposición 
sigue  de  inmediato  á  la  muerte. 

Las  cifras  que  al  respecto  tenemos 
presentan  al  año  de  1892  con  los  más 
sombríos  colores. 

En  1889,  el  total  de  metros  de  frentes 
edificados  fué  de  13.519,  en  1890  bajó  á 
12.448  y  en  1891  fué  solo  de  6.031.80. 

Esto  ya  era  mucho,  pero  comparan- 
do los  datos  que  tenemos  de  los  once 
primeros  meses  de  1892,  con  igual  pe- 
riodo de  1891,  encontramos  la  compro- 
bación de  que  la  decadencia,  por  des- 
gracia, ha  proseguido.  De  5.704.66  me- 
tros que  corresponden  á  los  meses  de 
Enero  á  Noviembre  de  1891,  se  ha  ba- 
jado, en  los  mismos  de  1892,  á  4.438.32, 
lo  que  representa  una  disminución  de 
22  %  en  el  año. 

Si  de  la  edificación  pasamos  á  apre- 
ciar el  capital  disponible,  las  condicio- 
nes generales  del  crédito  y  el  valor  de 
la  propiedad  raíz,  es  no  menos  tétrico 
el  cuadro  con   que  nos  encontramos 

Según  los  prolijos  estados  publica- 
dos por  el  Dr.  D.  Eduardo  Acevedo,  en 
los  «Anales  de  la  Universidad»,  las 
cuentas  de  deudores  de  los  Bancos  de 
Montevideo  formaban  en  Agosto  de 
1890,  la  cantidad  de  $  114.163.711,13  y 
las  de  acreedores  la  de  $  84.037.526,48, 
mientras  que  en  el  mismo  mes  de  1891, 
los  deudores  bajaban  á  S  21.498.413,51 
y  los  acreedores  á  á  S  17.340.401,43. 

Ese  derrumbe  no  se  detuvo  en  1892, 
puesto  que  según  los  balances  de  No- 
viembre, los  deudores  de  todos  los 
Bancos  de  emisión  y  el  Comercial  ape- 
nas importaban  S  12.009.602.17  y  los 
acreedores  $  9.615.752,51  apesar  de  in- 


cluirse cuentas  con  el  exterior,  y  otras 
que  no  significan  movimiento  real  de 
capitales. 

La  emisión  que  en  1890  alcanzó  á 
$  16.296.686,30,  apart«e  á  fines  de  1892 
reducida  á  $  3.025.220,  con  un  aumento 
de  cerca  de  dos  millones  sobre  la  de 
1891,  sin  que  este  signifique  aumento 
efectivo  de  medio  circulante. 

Por  lo  contrarío,  en  esto,  como  en 
todo  lo  que  hemos  analizado  hasta 
ahora,  hay  en  1892, una  agravación  del 
mal. 

El  encaje  de  los  Bancos,  en  1891,  era 
de  S  3.730.617,92  y  subió,  en  1892,  á  $ 
8.148.305,18,  habiendo  así  un  aumento 
de  dinero  destinado  á  reservas  de  los 
Bancos  y  colocaciones  afuera,  de  S 
4.417.687,26.  Parte  de  esos  encajes  son 
billetes  destinados  á  canjearse,  lo  que 
hace  que  sea  en  parte  nominal  la  suma 
que  aparece  como  emisión  circulante. 
Si  deducimos  los  dos  millones  que  figu- 
ran como  papel  emitido,  del  aumento 
de  encaje,  resulta  que  hay  cerca  de  2 
^  millones  de  medio  circulante  mer 
nos  en  actividad,  lo  que  teniendo  en 
cuenta  lo  reducido  que  ya  era,  repre- 
senta una  disminución  considerable. 

Que  esos  aumentos  de  encajes  se 
hicieron  á  expensas  de  la  circulación 
activa  en  el  país,  es  un  hecho  evidente 
desde  que,  cuando  en  los  11  primeros 
meses  de  1892  las  importaciones  de 
metálico  solo  ascendieron  á  $  2.563,016, 
las  exportaciones  fueron  de  $  2.767.208. 

Estos  datos  comprueban:  1°.  supre- 
sión casi  completa  del  crédito  banca- 
rio,  2°.  Disminución  del  limitado  capi- 
tal disponible  particular  que  constituye 
los  depósitos  en  los  Bancos  y  3°.  Una 
disminución  relativamente  muy  fuerte 
del  medio  circulante. 

Esta  disminución  en  la  cantidad  de 
moneda,  no  representa  el  hecho  peor: 
más  serio  aun  es  la  disminución  de 
valores,  que  á  su  vez  produce  el  que- 
brantamiento del  crédito;  y,  uno  y  otro, 
el  debilitamiento  creciente  del  poder 
de  adquirir  moneda  y  de  ahí  también, 
la  menor  actividad  en  la   circulación. 

Las  cifras  que  tenemos  nos  permi- 
ten apreciar  el  decaimiento  copstante 
del  crédito  hipotecario,  que  es  siempre- 
el  más  resistente,  y  la  disminución  del 
valor  de  la  propiedad  raiz,  el  que  sube 
con  la  afluencia  de  todo  elemento  de 
prosperidad  y  cuya  baja  no  se  opera 


432 


Revista  Económica 


sin  conmover  por  sus  cimientos  el  or- 
den económico. 

La  suma  prestada  en  hipotecas,  en 
toda  la  República,  en  1889,  fué  de  $ 
27.821.672,  en  1890  de  S  22.566.360  y  bajó 
en  1891  á  $  13.546.853. 

En  los  11  primeros  meses  de  1891,  la 
cantidad  prestada  con  hipotecas  en 
toda  la  RepúbHca  fué  de  $  12.411.193 
mientras  que  en  1892,  los  préstamos 
con  hipotecas  solo  alcanzaron,  en  los 
mismos  meses,  á  $  7.033.446,  resultan- 
do así  una  disminución  de  43  %  en  este 
año,  cuando  la  baja  de  1890  á  1891,  ape- 
nas alcanzó  á  un  40  %  y  la  de  1889  á 
1890  fué  de  18.15  %. 

Resulta,  pues,  que  no  solo  el  crédito 
hipotecario  ha  continuado  decrecien- 
do, sino,  también,  que  á  pesar  de  las 
fuertes  reducciones  sucesivas,  la  res- 
tricción viene  siendo,  año  por  año, 
proporcionalmente  mayor. 

Estas  cifras  demuestran,  además,  el 
error  en  que  incurre  nuestro  ilustrado 
colega  El  Siglo,  al  colocar  en  primer 
término,  como  causas  de  la  disminu- 
■  ción  en  la  cantidad  de  los  préstamos 
hipotecarios,  la  reducción  de  ventas 
de  propiedades  realizadas  en  una  parte 
á  plazos  y  la  clausura  de  la  emisión  de 
cédulas,  puesto  que  posteriormente  á 
la  época  en  que  se  desenvolvía  la  es- 
peculación sobre  tierras  compradas  á 
plazos  y  á  la  en  que  cesó  la  emisión 
de  cédulas,  la  reducción  de  los  présta- 
mes  hipotecarios  ha  continuado  en 
mayor  proporción. 

Tampoco  son  explicaciones  satisfac- 
torias las  demás  que  dá,  siendo  la  cau- 
sa principal,  como  se  comprueba  por 
la  estadística,  la  desvalorización  cre- 
ciente de  la  propiedad,  no  solo  en  los 
suburbios  de  Montevideo,  que  cita  el 
colega,  sino  en  toda  la  República, 
puesto  que  la  reducción  en  los  depar- 
tamentos ha  sido  análoga  á  la  de  la 
capital,  y  ella  se  manifiesta  tanto  en  el 
número  de  hipotecas  hechas  como 
también  en  la  cantidad  media  de  los 
préstamos. 

En  1891,  por  ejemplo,  el  promedio  de 
los  préstamos  hipotecarios,  en  el  De- 
partamento de  Montevideo,  fué  de  $ 
.3.835,>2,  y  en  1892  de  solamente  $  2522. 
Esto  que  explica  la  disminución  del 
crédito  hipotecario,  dá,  también,  la 
medida  del  creciente  desprestigio  de 
la  propiedad  raiz. 


Las  alzas  ó  bajas  de  las  propiedades 
como  la  de  todos  los  valores,  depende 
no  solo  del  aliciente  de  su   adquisi- 
ción sino  también  del  mayor  ó  menor 
poder  de  disponibilidad  de   moneda 
en  relación  con  la  mayor  ó    menor 
oferta. — Cuando  la  disponibilidad  de 
dinero  se  reduce  sucesivamente,  y  se 
multiplica  la  oferta,   los  quebranta- 
mientos subsiguientes  de   los  precios 
contribuyen  á  suprimir  el    aliciente 
para  las  adquisiciones.  La  baja,  pues, 
quebrantando  el  crédito  y  alejando  á 
los  compradores,  ataca  por  su  base 
los  factores  de  valorización,  y,  mien- 
tras tanto,  se  precipitan  las   realiza- 
ciones forzosas;  se  lleva  al  máximum 
el  elemento  desvalorizador,  principal- 
mente, por  el  Banco  Hipotecario,  reor- 
ganizado sobre  bases  que  parecen  com- 
binadas de  exprofeso,  para  forzar  las 
ejecuciones  en  vasta  escala. 

Esto,  que  reviste  las  apariencias  de 
un  delito  de  lesa  patria,  no  es  más 
que  el  resultado  de  una  ofuscación. 
«El  Siglo»,  que  es  el  órgano  de  la 
extraviada  política  económica  que  ha 
imperado  en  estos  últimos  años,  cali- 
fica de  inocua  la  realización  forzosa 
en  estas  circunstancias  de  cerca  de 
diez  millones  de  pesos,  fundado  en  el 
hecho  de  que  esa  suma  es  formada 
por  solamente  164  hipotecas,  de  donde 
le  parece  lógico  deducir  que  serán 
muy  pocas  las  personas  perjudicadas 
por  el  malbaratamiento  de  las  propie- 
dades gravadas,  como  si  de  lo  que  se 
tratase  fuese  únicamente  del  perjuicio 
de  los  deudores,  en  vez  del  general  y 
más  considerable  de  la  depreciación 
que  se  produce,  por  un  exceso  de 
ofertas,  en  toda  la  propiedad  raíz. 

Si  mañana,  por  ejemplo,  se  proce- 
diese á  la  realización  de  100.000  bor- 
dalezas  de  vino,  el  precio  del  vino  se 
abatiría  enormemente,  ya  ellas  perte- 
neciesen á  1.000  ó  á  1  solo  individuo. 
Ko  es  la  cantidad  de  poseedores  lo 
que  en  el  caso  influye,  sino  la  canti- 
dad de  mercadería  ofrecida. 

Lo  que  sí  ha  subido  en  el  año  es 
el  importe  de  las  deudas  públicas, 
que  de  S  87.677.382.14  á  que  ascendían 
á  fines  de  1891  subieron  en  1892  á  $ 
104.288.795.14.  Hay,  pues,  un  aumento 
de  $  16.611.587.00,  proveniente,  1°.  de 
bonificaciones  etc.,  y  2°.  del  regalo  de 
$,  4.000.000,  hecho  en  realidad  á  los 


DEL  líio  i)K  LA  Plata 


4;j8 


Tenedores  de  cédulas  y  en  perjuicio 
de  los  deudores  hipotecarios  cuya 
posición  ha  sido  tan  agravada  como 
menoscabados  sus  derechos.  En  efec- 
to, el  gobierno,  al  evitar  que  el  nivel 
de  la  cédula  acompañe  el  del  valor  de 
la  propiedad,  la  cédula  que  es  papel 
con  que  el  deudor  hipotecario  solventa 
sus  obligaciones:  el  gobierno,  repeti- 
mos, con  esa  actitud,  hiere  intereses 
adquiridos  y  modifica,  de  hecho,  el 
contrato  hipotecario. 

Esos  $  4.000.000,  que,  por  otra  parte, 
no  i)ermitirán  consolidar  ni  salvar  del 
Banco,  representan,  sin  embargo.  $ 
5,38  de  aumento  de  deuda  por  habitan- 
te, la  que  tendrán  que  pagar  los 
mismos  perjudicados. 

Esta  enormidad  es  otro  de  los  fru- 
tos de  la  política  económica  ingou- 
bilista,  para  la  cual  todo  es  poco 
cuando  se  trata  de  beneficiar  á  un 
círculo  estrecho  de  capitalistas,  aun- 
que sea  á  espensas  de  los  derechos  v 
de  las  más  vitales  necesidades  de  la 
comunidad. 


III 


Esperamos  que  este  año  que,  como 
se  vé,  es  uno  de  los  más  terribles  de 
nuestra  historia  económica,  produci- 
ría algo  que  sirva  en  parte  de  com- 
pensación, que  es  la  condenación  de 
un  orden  funesto  de  ideas. 

Es  una  lección  que  no  debe  dejarse 
de  aprovechar,  so  pena  de  que  el  de 
1893,  haga  desbordar  la  medida  de 
los  males  que  un  país  puede  soportar, 
sin  ver  abatirse  por  entero  todas  sus 
fuerzas  económicas. 

Con  la  restricción  y  el  abatimiento 
de  las  instituciones  de  crédito  nacio- 
nales, se  decía,  renacerá  la  confianza, 
y  la  desconfianza  ha  sido  cada  día  ma- 
yor, como  era  natural  que  sucediese, 
desde  que,  por  esos  medios,  se  aumen- 
taba la  baja  de  los  valores  y  se  multi- 
plicaban las  insolvencias. 

Manténgase,  se  agregaba,  una  circu- 
lación á  oro  con  prima  de  exportación, 
y  á  la  vez  que,  i^or  una  parte,  circulará 
el  metal  escondido,  nos  llegarán  del 
exterior  varios  millones  de  libras,  con 
todo  lo  cual  desaparecerá  la  crisis  y 
surgirá  la  prosperidad.  En  vez  de  sa- 
lir el  metal  escondido,  parte  del  que 
circulaba  ha  ido  á  aumentar  las  reser- 


vas inactivas  de  los  Bancos,  v,  en  vez 
de  importación  de  oro,  hemos  UnúiU) 
mayor  exportación  que  inqjortación 
todo  lo  cual  es  el  resultado  lógico  de 
las  aberraciones  dominantes.  Bajando 
los  valores,  la  circulación  tiene  tam- 
bién que  empobrecerse,  á  la.  par  que 
es  elemental  que  el  oro  no  afluve  ja- 
más en  condiciones  convenientes  á  los 
países  donde  se  sigue  abatiendo  las 
tuerzas  necesarias  para  el  desenvolvi- 
miento del  trabajo.  Con  la  deprecia- 
ción creciente,  no  hay  base  ni  para  la 
importación  de  capitales  en  condicio- 
nes usurarias,  prueba  de  lo  cual  he- 
mos tenido  recientemente  á  la  vista, 
con  el  fracaso  del  Banco  Noetzlín  y  sus 
congéneres. 

Por  último,  como  único  remedio,  in- 
dican, la  reducción  de  los  sueldos  y 
pensiones,  equilibrándose,  por  ese  me- 
dio, los  piesupuestos,  como  si  la  base 
de  la  crisis  fuese  financiera  y  esas  re- 
ducciones el  recurso  natural  y  eficaz. 

Los  atrasos  de  la  Hacienda  son  efec- 
tos y  no  causas  de  la  crisis.  Con  mayo- 
res atrazos  ha  habido  en  el  país  esta- 
dos de  prosperidad  general. 

En  cuanto  á  las  rebajas  de  los  suel- 
dos y  pensiones,  además  de  mezquinas 
medidas  para  combatir  el  malestar 
que  crece  debido  á  falta  en  el  país  de 
medios  de  trabajo  y  de  liquidación, 
son  en  parte  anti-administrativas  y 
anti-sociales,  á  la  par  que  hacen  hi- 
riente contraste  con  la  prodigalidad  de 
bonificaciones,  etc.,  para  los"  capitalis- 
tas que  acaparan  Deudas  y  Cédulas,  y 
cuya  posición  no  puede  ser  nunca  con- 
siderada racionalmente  superior  á  la 
de  los  empleados  y  pensionistas. 

La  retribución  del  trabajo  personal, 
es,  en  el  derecho  común,  siempre  pri- 
vilegiada, y  la  justicia  y  el  buen  sentido 
requiere  que  aquella  sea  suficiente.  En 
cuanto  á  los  pensionistas  y  los  jubila- 
dos, si  bien  ellos  no  tienen  títulos  com- 
prados por  dinero,  lo  tienen  adquirido 
mediante  el  trabajo  ó  la  contribución 
de  sangre,  y  nada,  en  conciencia,  pue- 
de justificar  lo  que  respecto  de  ellos  se 
hace,  cercenándoseles  el  pan,  no  ya 
para  contribuir,  i^roporcionalmente  á 
todos,  á  satisfacerlas  necesidades  de  la 
Nación,  sino  á  fin  de  llenar  los  déficits 
que  se  ahondan  con  las  donaciones 
que  se  hacen  á  los  capitalistas  privi- 
legiados. 


434 


Revista  Económica 


Nuestro  apreciable  colega  «El  Siglo», 
ha  publicado  el  Balance  del  Banco 
Comercial,  que  no  conocíase,  ¿.se  ba- 
lance del  Banco  del  Sr.  Ingouville, 
viene  bien  como  una  síntesis  de  su 
sistema,  que  viene  imperando  en  las 
altas  esferas  del  gobierno. 

Con  un  capital  realizado  de  1.594.000 
pesos,  $  465.529.33  de  fondo  de  reserva 
y  §66.140.50  de  ganancias,  esto  es  con 
un  fondo  propio  de  S  2.025.669.88,  tiene 
un  encaje  de  $  2.744.221.18.  Todos  sus 
préstamos  hipotecarios  y  sus  valores 
en  cartera,  no  ascienden  más  que  á  $ 
1.889.410.01,  que  es  mucho  menos  de  sus 
depósitos,  de  todo  lo  cual  resulta  que, 
si  se  liquidase  ese  Banco,  veria  la  pla- 
za aumentarse  sus  elementos  de  giro. 
Ese  no  es  un  Banco,  es  la  negación 
de  un  Banco,  y  aplicado  el  sistema  al 
gobierno  económico  del  país,  pronto 
se  presentará  también  el  caso  de  que 
dejemos  de  ser  una  nación. 

Ante  la  afligente  situación  aparente- 
mente desesperada  del  país,  inspira- 
dos sin  duda  por  propósitos  patrió- 
ticos, algunos  órganos  de  la  opinión 
aconsejan  la  abstención  de  la  acción 
gubernativa  de  la  esfera  en  que  se 
mueven  los  intereses  económicos  del 
país.  No  participamos  de  esas  ideas, 
que  importan  la  negación  misma  de  la 
razón  de  ser  de  los  poderes  públicos 
en  su  acepción  administrativa  y  diri- 
gente. No  se  abandona  la  cabecera  del 
enfermo  mientras  subsiste  nn  átomo 
de  vida  y  una  esperanza  de  salvación, 
y  pobre  seria  la  ciencia  económica, 
con  sus  múltiples  recursos  y  combi- 
naciones, con  su  arsenal  de  enseñan- 
zas prácticas  en  casos  similares,  si 
hubiera  de  declararse  impotente  para 
combatir  los  males,  cuyo  diagnóstico 
se  desprende  del  propio  sumario  que 
acabamos  de  bosquejar.  No,  no  esta- 
mos, porque  no  podemos,  consciente- 
mente, estar,  por  la  deserción;  estamos, 
por  el  contrario,  por  la  acción  vigoro- 
sa, inteligente  y  patriótica;  estamos 
por  la  redacción  contra  todo  lo  que 
se  ha  hecho  y  cuyos  resultados  se 
ven;  estamos  por  la  acción  inspira- 
da en  las  doctrinas  económicas  dia- 
metralmente  opuestas  á  las  que  han 
venido  imperando,  y  que,  poruña  ofus- 
cación inconcebible,  imperan  aun  hoy 
en  las  esferas  del  gobierno;  estamos 
pOr  la  expansión  en  vez  de  la  restric- 


ción; estamos  por  la  producción  en 
vez  de  las  contemplaciones  que  cir- 
cunscriben la  acción  del  capital  á  la 
usura  que  corroe  y  que  deprime  las 
fuentes  vitales  de  la  riqueza  nacional; 
estamos,  en  una  palabra,  por  el  gran 
número  de  los  que  trabajan,  de  los  que 
poseen,  de  los  que  pueden  centuplicar 
la  producción,  contra  el  pequeño  nú- 
mero que  constituye  la  oligarquía  in- 
gouhilisla. 


LA  TliATA  DE  NEGROS 

Y    EL    Rio    de    la    Plata 


XIX 

La  reacción  contra  la  trata  y  la  ex- 
plotación del  trabajo  de  los  negros,  no 
nació  ni  se  desenvolvió  en  los  centros 
donde  se  implantó  la  esclavitud,  en  los 
cuales  en  vez  de  sublevarse  el  senti- 
miento público  ante  la  acción  del  egoís- 
mo individual  ilimitado,  los  espíritus 
mejores  dotados  se  connaturalizaban 
con  la  iniquidad. 

El  mérito  de  la  iniciativa  correspon- 
de á  los  cuáqueros,  que,  -con  Penn, 
venían  á  buscar  en  la  tierra  america- 
na un  asilo  contra  las  persecuciones 
de  que  en  su  patria  eran  objeto  y  sobre 
todo  un  centro  propicio  á  la  realización 
de  sus  altos  ideales. 

Esos  llamados  «amigos  de  la  huma- 
nidad» no  solo  pedían  la  libertad  reli- 
giosa, sino  también,  en  1727,  la  aboli- 
ción de  la  esclavitud  y  la  paz  universal. 

Las  primeras  colonias  inglesas  en  la 
América  del  Norte,  para  resolver  el 
problema  de  la  explotación  de  las  tie- 
rras vírgenes  en  que  se  fundaban, 
echaron,  primero,  mano  de  dos  recur- 
sos: el  de  los  condenados,  convids,  que 
en  nuestra  época  ha  servido  de.  base 
á  la  colonización  australiana,  y  el  de 
los  contratados  en  Inglaterra,  Alema- 
nia y  otros  puntos,  indented  servants. 
Para  engrosar  el  número  de  los  con- 
victs,  no  vaciló  Cromwell  en  remitir, 
para  ser  vendidos  en  las  colonias  ame- 
ricanas, los  condenados  por  delitos  po- 
líticos, ejemplo  que  aprovechó  Jacobo 
II,  vendiendo  á  10  y  15  chelines  á  los 


DEL  Rio  de  la  Plata 


43n 


plantadores  americanos,  los  compro- 
metidos en  la  conspiración  de  Mon- 
mouth. 

La  esclavitud  se  inició  así  en  las  po- 
sesiones inglesas  en  América,  en  una 
forma  abierta,  con  subditos  de  suMa- 
gestad  Británica,  y  se  siguió  en  mayoi 
escala,  por  la  práctica  de  los  engan- 
ches verificados  en  las  condiciones  que 
van  á  verse. 

El  costo  del  pasaje  de  Europaá  Amé- 
rica no  excedía  de  8  libras  esterlinas 
y,  sin  embargo,  en  los  contratos  de 
enganche,  se  empezaba  por  hacer 
reconocer,  con  este  motivo,  una  deuda 
tan  superior  al  gasto  que  llegaba  á  ser 
hasta  de  50  y  de  60  libras"  Para  el 
pago  de  estos  gastos,  de  la  alimenta- 
ción y  vestido  debían  los  enganchados, 
durante  un  tiempo  más  ó  'menos  lar- 
go, servir  gratuitamente,  constituyén- 
dose en  verdadera  esclavitud,  como 
lo  comprueban  los  hechos  de  poder 
ser  trasferidos  como  mercadería,  de 
una  mano  á  otra,  sin  más  que  la  in- 
tervención de  forma  del  Juez  de  Paz  y 
el  de  no  serles  permitido  ni  contraer 
matrimonio  sin  licencia  de  sus  amos. 

La  trata  de  blancos,  efectuada  por 
los  ingleses  hasta  con  sus  propios  con- 
ciudadanos tuvo  amplio  desenvolvi- 
miento. Á la  par  de  brazos  para  las 
plantaciones  se  hizo  sentir  la  falta  de 
mujeres  para  los  colonos,  en  vista  de 
lo  cual,  la  compañía  de  Virginia  em- 
prendió, también,  á  principios  del  si- 
glo XYII,  la  iixiportación  de  mujeres 
jóvenes,  que  se  vendían  de  cien  á  cin- 
cuenta libras  en  tabaco,  que  era  en- 
tonces la  moneda  corriente  en  el  pais. 

Al  poco  tiempo  de  establecido  este 
sistema  de  colonización  servil,  empe- 
zaron á  sentirse  serios  inconvenientes. 
Los  «indented  servants»  y  los  «convicts» 
iban  siendo  la  mayoría,  y  se  manifes- 
taba el  temor  fundado,  de  que  pronto 
podrían  imponer  la  ley.  Era  necesa- 
rio restringir  su  número  y  entrar  á 
establecer  condiciones  en  su  beneficio, 
más  en  armonía  con  sus  derechos  na- 
turales, mientras  que  el  ensanche  de 
las  culturas  del  tabaco,  algodón,  arroz 
y  añil,  imponía  una  multiplicación  cre- 
ciente de  brazos. 

En  esto,  en  1620,  llegó  á  Virginia  la 
primera  partida  de  negros,  que  la  cons- 
tituían 20  africanos,  traídos  por  un 
buque  holandés. 


Los  enganchados  alemanes  eran 
preferidos  á  los  condenados  y  á  los  en- 
ganchados ingleses,  por  su  ignorancia 
del  idioma  y  mayor  sumisión,  y  estas 
ventajas  debían  presentarlas  los  ne- 
gros en  un  grado  superior.  Además 
la  sujeción  sería  perpetua,  podría  gas- 
tarse menos  en  alimentarlos  y  en  ves- 
tirlos; y  la  práctica  debería  comprobar 
la  mayor  resistencia  de  los  negros  para 
el  trabajo,  en  el  clima  cálido  y  húme- 
do tan  propio  para  las  lucrativas  cultu- 
ras iniciadas  y  la  inmunidad  para  las 
fiebres  que,  con  facilidad,  hacían  presa 
en  los  europeos,  todo  lo  cual  debería 
contribuir  á  que  se  les  prefiriese  por 
los  plantadores,  y  á  que  su  importación 
adquiriese  en  breve  tiempo  un  gran 
desenvolvimiento. 

El  predominio  del  interés  individual, 
la  lucha  por  la  conquista  de  la  mayor 
utilidad  inmediata,  con  olvido  de  todo 
ideal  humanitario,  no  solo  vino  á  san- 
cionar la  esclavitud  y  á  revestirla  de 
los  caracteres  más  odiosos,  sino  tam- 
bién á  iniciar  la  guerra  de  exterminio 
de  los  indígenas.'que  se  llevó  á  cabo, 
debido  al  cálculo  egoísta  de  la  apro- 
piación de  las  tierras  por  ellos  ocu- 
padas. 

Totalmente  opuestas  fueron  las  ten- 
dencias de  la  colonización  de  los  cuá- 
queros, secta  que  en  medio  de  las 
mayores  extravagancias  sostenía  la 
simplicidad  de  las  costumbres,  y  la 
más  absoluta  igualdad  humana,  con 
una  fe  que  los  hacia  arrostrar  impasi- 
bles las  persecuciones  y  hasta  el  mar- 
tirio. Los  vemos  llenar  las  cárceles 
de  Londres  por  no  querer  consentir  en 
descubrirse  ante  los  magistrados  y  por 
provocarlos,  al  negarles  todo  trata- 
miento, tuteándolos  como  al  último 
individuo  del  pueblo,  á  la  par  que  los 
refugiados  en  Holanda,  á  consecuencia 
de  su  expulsión,  suprimían,  en  aras  del 
espíritu  de  igualdad,  las  letras  mayús- 
culas del  alfabeto. 

Eran  enemigos  de  toda  ostentación, 
de  la  trivialidad  y  de  los  vicios.  Usa- 
ban trajes  sencillos  de  colores  oscuros, 
combatían  los  bailes  y  la  música;  iban 
á  las  tabernas  á  moderar  el  uso  de  las 
bebidas  y  á  prevenir  las  riñas;  á  los 
mercados  á  perseguir  los  falsos  pesos 
y  la  venta  de  mercaderías  en  malas 
condiciones.  Consecuentes  con  sus 
tendencias    igualitarias,   concedían  á 


436 


Revista   Económica 


las  mujeres  iguales  derechos  que  á  los 
hombres  y  practicaban,  en  vasta  esca- 
la, la  caridad,  ese  sublime  precepto 
del  cristianismo. 

De  ahí  una  colonización  en  sus  ten- 
dencias y  en  todas  sus  manifestacio- 
nes totalmente  opuesta  á  la  que  en  los 
estados  del  Sud  de  la  Union  America- 
na se  habia  iniciado. 

Al  venir  los  cuáqueros  á  Ainérica, 
eran  conducidos  por  uno  de  sus  más 
(•onvencidos,  perseverantes  é  ilustra- 
dos jefes,  Penn,  que  al  de  Silviana, 
agregaba  el  nombrede  sus  padres  dado 
ala  nueva  colonia  que ibawá  fundar,  y 
hacia  la  cual  no  tardó  en  atraer  nue- 
vos y  numerosos  sectarios  de  Escocia 
y  varios  puntos  de  Inglaterra. 

Procediendo  de  acuerdo  con  sus  íir- 
mísimas  creencias,  el  humanitario 
colonizador,  empezó  por  comprar  á  los 
indígenas  la  tierra  que  iba  á  ocupar  y 
á  celebrar  con  ellos  tratados  de  alian- 
za, que  debían  cumplirse  fielmente  á 
la  par  de  propender  á  favorecerlos, 
enseñándoles  los  trabajos  á  que  más 
fructíferamente  podrían  dedicarse. 

La  carta  orgánica  de  la  nueva  colo- 
nia, prohibió,  además,  la  esclavitud, 
que  no  podía  avenirse,  bajo  ninguna 
forma,  con  las  más  firmes  creencias  de 
los  nuevos  colonizadores. 

Vemos  así,  implantarse,  frente  á 
frente,  en  las  posesiones  inglesas  de 
la  América  del  Norte,  dos  tendencias 
diametralmente  opuestas;  la  una.  la 
utilitaria,  la  genuínamente  inglesa;  la 
otra,  la  íilosófica  igualitaria,  que  tenía 
que  expatriarse,  buscando  no  solo  las 
garantías  más  primordiales,  sino  tam- 
bién los  medios  de  arraigo  y  de  expan- 
sión, que  no  les  proporcionábala  tierra 
que  dejaban,  debido  á  los  raigambres 
de  las  preocupaciones  del  pasado  y  á 
la  fuerza  de  los  intereses  egoístas  en 
ella  predominantes.  Así  se  inicia- 
ba una  lucha  que,  prolongada  á  través 
de  dos  siglos,  debía  concluir  con  el 
ejemplo  dado  al  mundo  del  triunfo  de 
los  principios  humanitarios  conquista- 
dos, sin  reparar  ni  en  los  más  cruen- 
tos sacrificios. 

Los  plantadores  de  los  Estados  del 
Sud,  tuvieron  siempre  á  su  lado  al  go- 
bierno inglés  para  oponerse  á  las  pre- 
tensiones de  los  antí-esclavócratas  del 
Norte,  obedeciendo  en  esto  á  los  con- 
sejos del  más  sórdido  interés,  que  es 


lo  que  tradicionalmente  ha  predomi- 
nado en  el  gobierno  de  la  Gran  Breta- 
ña, como  lo  reconoce  Adam  Smith,  que 
para  calificar  la  política  de  los  parla- 
mentos y  gabinetes  de  Londres,  decía 
que  «era  una  política  de  mercachifles», 
debido  á  que  era  la  influencia  de  los 
mercachifles  la  que  en  ellos  predomi- 
naba. 

Toda  la  política  colonial  inglesa  de 
la  época  revela  la  misma  tendencia. 

(íEl  uso  único,  decía  Lord  Sheffield. 
de  las  colonias  de  América  y  de  las 
Indias  occidentales,  es  el  monopolio  de 
sus  consumos  y  el  trasporte  de  sus 
productos.»  Con  este  criterio,  siendo 
la  trata  de  negros  un  gran  negocio 
páralos  armadores  ingleses,  y  tan  con- 
siderable según  el  gobierno,  que,  como 
lo  hemos  visto,  pesaba  en  su  políti- 
ca europea,  llegando  á  influir  deci- 
sivamente en  su  actitud  en  las  más 
serias  contiendas,  natural  era  que  tra- 
tase de  imponerla  á  sus  colonias. 
Cuando  las  Legislaturas  de  Virginia, 
de  Georgia  y  de  otros  Estados,  en  los 
que  las  ideas  y  los  ejemplos  humani- 
tarios llegaron  á  imponerse  á  punto 
de  prohibirse  la  trata,  el  gobierno  inglés 
las  obligó  á  abrogar  todas  las  disposi- 
ciones dictadas  en  este  sentido,  cons- 
tituyendo esto  ana  de  las  quejas  que 
los  Estados  Unidos  hicieron  valer  en 
1776,  contra  Jorge  III,  en  la  conven- 
ción de  Williambourg. 

Las  doctrinas  de  los  cuáqueros,  en 
todo  lo  que  tenían  de  racional  y  viable, 
reasumidas  en  la  Carta  de  Pensilvania, 
elaborada  por  Penn,  llamado  con  jus- 
ticia por  Montesquieu,  el  Licurgo  mo- 
derno, sirvieron,  en  1776,  de  base  á  la 
Constitución  de  los  Estados  Unidos. 

Se  reglaba,  por  ella,  la  sociedad 
democrática,  cuyos  d  )gmas  funda- 
mentales no  podían  avenirse  con  la 
institución  de  la  esclavitud  y  con  su 
alimento  natural,  la  trata  de  negros,  y 
esta  cuestión  fué  una  de  las  más  sei^ias 
que  tuvieron  de  debatirse  entre  los 
Estados  del  Sud  y  los  del  Norte. 

Washington  y  Franklin  eran  decidi- 
damente abolicionistas. 

«La  esclavitud,  decían,  es  la  nega- 
ción de  la  familia.  Separa  sus  miem- 
bros por  medio  de  las  ventas.  Agrupa 
los  esclavos  para  el  trabajo  transfor- 
mándolos en  rebaños.  Lleva  á  los 
corazones  el  odio  entre  dos  razas  que 


DEL  Rio  de  la  Plata 


437 


no  forman  entre  sí  más  que  vínculos 
criminales. 

«Bajo  este  régimen,  la  experiencia 
lo  demuestra,  el  amo  se  vuelve  duro, 
perezoso  y  sensual.  El  poseedor  se 
transforma  en  una  bestia  de  presa  y  el 
poseído  en  una  bestia  de  carga,  á  la 
que  se  le  prohibe  toda  clase  de  ins- 
trucción y  toda  esperanza  de  libertad. 
Un  trabajo  sin  retribución,  la  separa- 
ción, la  ignorancia,  el  desprecio,  las 
amenazas  y  el  látigo,  tal  es  la  condi- 
ción del  esclavo.» 

Cuando  los  sucesores  morales  de  los 
cuáqueros  esto  sostenían,  el  estrabis- 
mo de  los  que  explotaban  la  esclavi- 
tud debía  crecer,  á  punto  de  llegar,  en 
nuestros  días,  á  anteponer  tan  anti- 
humanitarío  y  tan  anti-económico  ré- 
gimen, á  la  unidad  nacional. 

Un  amigo  de  Franklin,  un  cuáquero 
de  origen  francés,  llamado  Benézet, 
íué  á  Europa  á  propagar  la  idea  de  la 
emancipación  de  los  negros,  dirigien- 
do con  este  objeto  súplicas  á  María 
Antonieta  y  á  la  grande  Catalina. 

Turgot,  Montesquieu,  Raynal,  Con- 
dorcet,  Lafayette  y  otros  espíritus 
altos,  que  anteponían  los  derechos 
humanos  á  los  consejos  del  egoís- 
mo individual,  prepararon,  en  Fran- 
cia, la  opinión  contra  la  trata  y  la 
esclavitud  de  los  negros,  consiguiendo 
que  la  Convención  Nacional  aboliese 
las  primas  que  se  habían  establecido 
en  beneficio  de  la  primera  y  que,  en  4 
de  febrero  de  1794,  suprimiese  defini- 
tivamente la  esclavitud  en  todas  las 
colonias  francesas. 

Los  desórdenes  subsiguientes  á  esta 
medida,  en  Santo  Domingo,  principal- 
mente, y  consideraciones  prácticas 
mal  entendidas,  llevaron  á  Napoleón 
á  restablecer  la  trata  y  la  esclavitud, 
lo  que,  sin  embargo,  no  le  quita  á  la 
Francia  el  mérito  de  su  iniciativa  ni 
altera  el  carácter  de  esta. 

Napoleón  había  preguntado  cual 
era  el  régimen  mediante  el  cual  ha- 
bían prosperado  más  las  colonias,  y 
dícíéndosele  que  la  esclavitud,  la  resta- 
bleció. Este  espíritu  superior  reaccio- 
nó, sin  embargo,  contra  este  error,  y 
al  volver  de  la'lsla  de  Elba,  por  dispo- 
sición de  29  de  Marzo  de  1815,  declaró 
abolida  la  trata  de  los  negros,  apesar 
de  ser  ésto  ya  un  interés  inglés. 

Otros   espíritus    generosos,   debían 


aprovechar  toda  ocasión  propicia  para 
defender  los  derechos  de  los  negros, 
llegando  á  conseguir  la  emancipación 
definitiva  de  todos  los  esclavos  de  las 
posesiones  francesas,  la  que  se  decre- 
tó por  el  gobierno  provisorio  de  1848, 
á  pesar  de  la  oposición  que  se  hacia, 
en  los  centros  de  la  esclavitud,  á  toda 
medida  tendente  á  mejorar  las  condi- 
ciones de  los  negros. 

XX 

El  movimiento  de  emancipación  en 
Inglaterra  tuvo  un  origen  análogo. 

Figura  en  primera  línea,  Guillermo 
Wílbeforce  que,  en  1765,  cuando  ape- 
nas tenía  14  años  de  edad,  condenaba 
en  una  carta  publicada  en  un  diario 
de  York  el  comercio  de  carne  hu- 
mana, contra  el  cual  debía  seguir 
combatiendo  en  el  Parlamento,  hasta 
conseguir  el  triunfo  de  sus  nobles  aspi- 
raciones; Tomás  Clarkson,  amigo  del 
cuáquero  Benazet,  y  filántropo  entu- 
siasta, que  abandonó  la  carrera  ecle- 
siástica para  la  que  se  preparaba, 
consagrándose  por  entero  á  combatir 
la  trata  y  el  régimen  de  la  esclavitud, 
por  medio  de  su  tesis  universitaria  y 
una  serie  de  otras  publicaciones  ten- 
dentes á  sublevar  la  opinión  pública 
contra  la  explotación  inhumana  que 
se  había  con  la  raza  africana,  y  á  To- 
más Buxton,  otro  filántropo  que,  du- 
rante los  veinte  años  en  que  ocupó  un 
asiento  en  el  parlamento,  luchó  cons- 
tantemente por  aliviar  las  condiciones 
délos  desamparados. 

Siete  veces  fué  presentado  el  Bill 
prohibiendo  la  trata  de  los  negros, 
siendo  otras  tantas  veces  rechazado, 
hasta  que  circunstancias  de  diverso 
género  vinieron  á  facilitar  su  triunfo. 

Merívale  (1 )  describe  las  condiciones 
precarias  en  que,  á  fines  del  siglo  pa- 
sado, se  encontraron  las  Antillas  in- 
glesas. 

La  Jamaica  había  empezado  á  de- 
caer, entre  otras  causas  por  el  cansan- 
cio de  sus  tierras,  reduciéndose  la  pro- 
ducción á  8  quintales  de  azúcar  por 
acre,  mientras  que  en  Santo  Domingo 
se  obtenían  24.  La  emancipación  de 
los  Estados  Unidos  vino  á  agravar  su 


(1)    Merivale— On  Colonies. 


438 


Revista  Económica 


situación,  puesto  que  éstos  empezaron 
á  proveerse  en  Santo  Domingo,  Cuba, 
etc.,  como  mercados  más  baratos,  á  la 
par  que  las  Antillas  inglesas,  sugetas 
á  la  legislación  colonial,  tenían  que 
irse  á  proveer  á  las  posesiones  inglesas, 
haciendo  traer  del  Canadá,  á  gran  cos- 
to, los  combustibles  y  víveres  de  que 
carecían. 

Debido  á  todas  estas  circunstancias, 
la  decadencia  de  esta  colonia  se  fué 
acentuando.  En  los  siete  años  de  1780 
á  1787,  se  calculan  que  murieron  15.000 
negros,  debido  á  mala  alimentación,  y 
las  revueltas  de  esclavos  haciéndose 
frecuentes,  numerosas  plantaciones 
fueron  sucesivamente  abandonadas. 
Cuando  se  necesitaba  de  una  renta  de 
10  %  sobre  el  capital  invertido  á  fin  de 
remunerar  á  los  plantadores,  ella  bajó 
á  un  tercio  y  á  menos  de  esa  suma 
al  año. 

Los  trastornos  de  Santo  Domingo,  y 
<le  otras  colonias  francesas,  no  apro- 
vecharon, sino  ú  Cuba,  Puerto  Rico  y 
el  Brasil  cuya  producción  azucarera 
se  desenvolvía,  haciendo,  cada  vez  más, 
ruinosa  competencia  á  las  Antillas  in- 
glesas. 

Por  otra  parte,  la  Inglaterra  solo  ten- 
dría una  compensación  de  la  decaden- 
cia de  sus  Antillas  en  el  fomento  de  su 
industria  azucarera  en  la  India  y  en 
Mauricio;  y  en  este  sentido  la  supre- 
sión de  la  trata,  si  bien  perjudicase  á 
los  armadores,  debía  favorecerle,  pri- 
vándoles de  brazos  baratos  á  sus  com- 
petidores extra  ngeros. 

Las  consideraciones  de  este  género 
vinieron  á  favorecer  á  los  que  por  espí- 
ritu filantrópico  luchaban  por  la  abo- 
lición de  la  trata.  Abatir  á  los  compe- 
tidores que  triunfaban  en  las  Antillas 
y  en  el  Brasil  y  predominar  como  pro- 
ductores de  azúcar,  era,  para  muchos, 
una  compensación  suficiente  á  la  su- 
presión del  comercio  de  negros. 

El  Bill  aboliendo  la  trata  de  negros 
presentado  por  Tomás  Clarkson  en 
1780,  y  reiterado  varias  veces,  inútil- 
mente, por  Wilberforce,  triunfó  i)or 
último  con  el  apoyo  del  célebre  Minis- 
tro Fox.  quien,  consiguió  que,  desde  el 
lin  de  1808.  se  prohibiese  ese  comercio 
á  los  barcos  ingleses. 

Esto,  sin  embargo,  no  satisfacía  ni 
las  aspiraciones  de  los  filántropos  que 
promoviéronla  ley, ni  el  espíritu  gene- 


ral del  país.  El  negocio  que  se  le 
prohibía  á  los  ingleses  debía  igual- 
mente prohibirse  á  los  demás,  pues  de 
lo  contrario,  para  unos  la  inhumani- 
dad de  la  traía  se  proseguiría  de  igual 
modo,  y,  para  otros,  se  continuaría  fo- 
mentando la  prosperidad  de  las  colo- 
nias rivales,  tanto  francesas,  como 
españolas  y  portuguesas,  á  la  par  que 
de  las  marinas  extrangeras,  á  expen- 
sas de  la  inglesa,  con  un  tráfico  á  esta 
prohibido. 

El  sentimiento  filantrópico  de  unos 
pocos  y  el  comercial  de  los  más,  con- 
virtieron la  supresión  de  la  trata  de 
negros,  en  un  artículo  de  fé  de  la  poli- 
tica  inglesa. 


EXCERl'TA  O  VARIA 


El  papa  León  XIII  poeta  y  latinista, — 
no  le  va  en  zaga  al  político  en  cuanto 
se  refiere  al  sentimiento  moral  y  reli- 
gioso que  domina  todas  sus  composi- 
ciones. En  sus  epigramas,  en  sus  elo- 
gios, en  sus  odas,  ó  en  sus  himnos  á 
los  Santos,  lo  que  León  XIII  quiere 
es  formular  aforismos  morales,  sen- 
tencias que  por  la  medida  del  verso 
y  su  brevedad  se  graban  en  la  memo- 
ria. De  manera  que  ni  como  poeta 
olvida  que  él  es  el  doctor  supremo, — 
y  que  siempre  enseña.  Su  vocabulario 
ño  es  muy  extenso,  pero  en  cambio 
es  escogido,  siendo  sus  modelos  típicos 
Cicerón  y  Virgilio. 

La  inscripción  que  cierra  la  recapitu- 
lación de  sus  poesías,  deja  ver  mas  que 
otra  cosa  su  temperamento,  su  talento, 
toda  la  obra  poética,  en  fin,  del  gran 
papa  del  siglo. 

RLGI.\S   DE  VIDA   PARA   EL   PONTIFICADO 


I 


I  ti  mortuli  vita  quae  superest 

Decretuní  est. 

Oblata  quotidie  piaculari  hostia, 

Arctius  Deo  adhaerere 

Curandi-que  liomínum  saluti  sempíternae 

Studiosius  in  dies 

Vigílanti  animo 

Adlaborare. 


DEL  Rio  de  la  Plata 


439 


II 


Age.  Jam 

Enitere.  Enitere,  o  Leo, 

Ardua  quajque  fldenter  moliri, 

Dura  fortiter  pati, 

Ne  reformides. 

Devexa  jam  aetato    emensoque  propemoduní 

Vitse  cursu, 

K'Cbus  caducis  abdicatis,  contemptis. 

Altiora  appetens  animo, 

Ad   Ccelestem  patriam 

Coiistanter  adspira. 

Lo  cual  traducido,  dice  así: 


I 


«En  la  vida  mortal  que  te  queda, 
está  decidido  que  todos  los  días,  des- 
pués de  haber  ofrecido  el  sacrificio 
expiatorio,  te  unirás  más  estrechamen- 
te á  Dios,  que  te  aplicarás  más  cuida- 
dosamente y  que  cada  día  trabajarás 
con  un  espíritu  más  vigilante  por  la 
salvación  eterna  de  los  liombres.» 


II 


«Vamos!  Vamos!  Esfuérzate,  esfuér- 
zate, oh,  León!  Emprende  con  fe  las 
arduas  tareas,  sufre  con  valor  los  tran- 
ces duros.  Nada  temas.  Ya  ha  llegado 
«1  ocaso  de  tus  dias,  el  curso  de  tu 
vida  está  casi  terminado,  desligado  de 
las  cosas  perecederas  y  lleno  de  des- 
precio por  ellas,  ávido,  llena  tu  alma 
de  cosas  más  elevadas,  aspira  constan- 
temente á  la  patria  celestial! 


* 
*  * 


El  clero  anglicano.  Un  corresponsal  de 
la  Pall  Malí  Gazette,  ha  levantado  la 
siguiente  lista,  que  no  tiene  la  preten- 
sión de  ser  completa, — de  los  delitos 
cometidos  desde  Octubre  de  1891  á 
Octubre  de  1892,  por  los  miembros  del 
clero  de  la  Iglesia  establecida,  á  saber: 
12  suicidios,  14  faltas  de  promesas  de 
matrimonios,  17  raptos,  18  actos  de 
crueldad  con  los  animales,  109  agre- 
siones ó  tentativas  de  violación,  121 
casos  de  embriaguez  calificada,  254 
quiebras  y  además,  54  delitos,  no  espe- 
cificados; sea  un  total  de  629  delitos. 
Como  hay  14.000  beneficiados  en  la 
Iglesia  aglícana  y  cerca  de  23.000  clé- 


rigos, comprendiendo  en  esta  cifra,  el 
alto  y  bajo  claro,  esas  cifras  dan  la 
bonita  proporción  de  2,74  delitos,  como 
iTiínimum. 

Las  flora  en  el  hielo. 

Hasta  aquí,  no  era  posible  saber 
exactamente  lo  que  eran  las  flores  de 
los  antípodas  ó  de  las  regiones  de 
ultramar. 

El  color,  el  olor,  toda  la  apariencia 
de  las  flores  frescas,  en  una  palabra, 
desaparecen  en  algunos  dias! 

Un  horticultor  de  Nueva-Zelandia 
ha  tenido  la  idea  original  de  hacer 
con  las  flores,  lo  que  se  hace  con  las 
carnes. 

Ha  pensado  que  el  hielo  que  con- 
serva un  carnero  fresco,  puede  hacer 
lo  mismo  con  una  flor. 

Colocó  las  flores  en  cajas  de  hoja 
de  lata  muy  delgadas,  que  llenó  de 
agua  que  se  hizo  congelar  y  que  se 
conservó  en    una  cámara  frigorífica. 

Las  cajas  fueron  enviadas  al  aqiia- 
rium  reaí  de  Westminster,  y  cuando 
se  abrieron,  se  hallaron  bloques  de  hielo 
transparente,  al  través  del  cual  se 
veían  las  flores  perfectamente  intactas, 
en  su  forma  y  en  su  color. 

He  aquí  nuevos  horizontes  para  las 
exposiciones  internacionales  de  horti- 
cultura. 


* 
*  * 


Proudhom  es  el  que  ha  dicho  que 
la  mujer  no  ha  inventado  siquiera  su 
rueca. 

Un  diario  americano  se  levanta 
hoy  protestando  contra  dicha  nega- 
ción de  las  cualidades  creadoras  del 
intelecto  femenino.  No  se  contenta 
con  recordar  que  la  esposa  del  padre 
Jacinto  ha  inventado  un  corsé  perfec- 
cionado y  la  ex-  rnperatriz  Eugenia, 
un  corpino  {tournure).  Afirma  que  á 
la  hora  de  esta,  el  número  y  la  varie- 
dad de  las  innovaciones  imaginadas 
por  el  bello  sexo  sor  infinitos.  Sólo 
durante  el  año  de  1891,  400  pedidos 
de  patentes  de  invención  han  sido 
presentados  por  mujeres  americanas. 
Una  de  ellas  ha  inventado  una  com- 
binación tendente  á  amortiguar  el 
ruido  de  las  ruedas  de  los  ferrocarri- 


440 


Revista  Económica 


les,  en  interés  de  los  pasajeros;  otra, 
un  sistema  tendente  á  impedir  que 
las  chispas  de  las  locomotoras  salten 
afuera  y  produzcan  incendios. 

Entre  las  invenciones  femeniles,  el 
colega  yankee  cita  además  una  red 
y  una  escala  de  salvamento,  un  nue- 
vo género  de  patines  y  un  aeróstato: 
— y  lo  que  todavía  es  mejor,  una  in- 
vención generosamente  destinada  á 
perfeccionar  el  traje  de  los  hombres: 
un  nuevo  género  de  tirantes. . . 


El  movimiento  cieniifieo  en  írancia^  juz- 
gado por  un  inglés. — El  señor  Federico 
Pollock,  gran  jurisconsulto  y  filósofo 
inglés  y'  autor  de  un  libro  clásico 
sobre  Spinoza  conoció  á  Renán,  cuan- 
do se  inauguró  la  estatua  de  Spinoza 
en  Amsterdám,  habiendo  cultivado 
relación  con  él,  desde  aquella  fecha. 
— Dicho  escritor  acaba  de  j)ublicar, 
en  la  Nineteenh  Century.  un  artculo 
sobre  «Recuerdos  de  Ernesto  Reinan» 
cuya  conclusión  dice  así: 

«El  gran  legado  de  Renán  á  la 
Francia  es  el  espíritu  de  trabajo  serio 
y  desinteresado.  Ha  vivido  lo  bastan- 
te para  ver  en  este  orden  un  cambio, 
grande  y  benéfico  entre  las  nuevas 
generaciones.  Actualmente  los  jóve- 
nes sabios  franceses  son  los  que  tie- 
nen el  espíritu  amplio,  el  celo  cien- 
tífico, el  conocimiento  de  las  lenguas 
extranjeras,  el  gusto  por  las  vastas 
inducciones  y  por  las  amplias  compa- 
raciones. 

Mientras  que  la  mayor  parte  de  los 
alemanes  se  detienen  en  las  genera- 
lizaciones de  sus  predecesores  ó  se 
gastan  en  ambiciosas  paradojas,  veo 
un  sólido  batallón  de  franceses,— lú- 
cidos como  siempre  han  sido  los  fran- 
ceses, pacientes  como  lo  eran  los  ale- 
manes, llenos  de  sentido  común  como 
los  ingleses,— que  construye  la  ciencia 
histórica  y  política. 

«Mientras  que  los  hombres  del  ace- 
ro y  de  la  dinamita,  en  los  talleres 
del  Canet,  producen  velocidades  ini- 
ciales inauditas  en  sus  cañones  de 
tiro  rápido, — los  hombres  del  libro 
preparan  un  desquite  más  noble,  y 
á  menos  que  los  alemanes  no  eviten 
el  golpe,  aquellos  lo  habrán  consegui- 
de  antes  de  terminar  el  siglo. 


Quiera  Dios  que  el  siglo  que  viene 
sea  de  nuestro  tiempo  ó  del  tiempo  de 
nuestros  hijos.  Un  signo  notable  y 
saludable  es  que  el  rnovimiento  no 
se  ha  limitado  al  centro. 

«Mientras  que  Berlín  procura  mo- 
nopolizar todo  el  talento  alemán,  esa 
nueva  actividad  da  frutos  de  buena 
ley,  no  sólo  en  París,  sino  desde 
Nancy  y  Grénoble,  á  Montpellier.  Se 
puede  esperar  mucho  todavía  de  la 
resurrección  en  el  esj)íritu  sino  en  la 
forma,  de  las  antiguas  universidades 
francesas,  abatidas  hasta  ahora  por 
la  rutina  napoleónica.— Quizás,  entre 
los  primeros  títulos  de  Garnot  al  reco- 
nocimiento, se  cuente  esa  perpicacia 
con  la  que  ha  animado  dicha  tenden- 
cia. 

«La  inteligencia  francesa,  desper- 
tada con  todo  vigor,  del  letargo  del 
segundo  imperio,  realiza  en  toda  la 
Francia,  la  arrogante  divisa  de  París: 
«Fluduat  nec  mérgitur». 

Fijación  del  ázoe  atmosférico  por  los  mi- 
crobios.— El  señor  Berthelot  ha  esta- 
blecido la  fijación  del  ázoe  atmosférico 
por  los  microbios  contenidos  en  la 
tierra  vegetal, — y  esa  verdad  aceptada 
hoy,  después  de  largas  discusiones, 
ha  echado  por  tierra  las  antiguas 
teorías  relativas  á  la  pretentida  im- 
potencia del  ázoe  atmosférico  libre 
para  intervenir  directamente  en  la 
nutrición  de  los  seres  vivientes.  Pero 
los  mecanismos,  según  los  cuales  se 
establece  esta  fijación,  quedan  todavía 
oscuros.  El  señor  Berthelot  ha  inten- 
tado esclarecerlos  y  ha  emprendido 
una  serie  de  experimentos  que  expone 
á  la  Academia. 

La  fijación  del  ázoe,  se  verifica 
por  intermedio  de  ciertos  microbios 
del  orden  de  las  ¡llantas  inferiores, 
contenidos  en  el  seno  de  la  tierra 
vegetal:  se  completa  sobre  los  princi- 
pios orgánicos  que  el  análisis  com- 
prueba en  el  suelo.  Estos  son  hechos 
ya  establecidos;  jDoro  no  se  ha  decidi- 
do, hasta  ahora,  si  los  principios  enri- 
quecidos en  ázoe  constituyen  los  com- 
ponentes permanentes  de  los  tegidos 
de  los  microbios,  ó  bien  si  no  hacen 
más  que  atravesar  esos  tegidos,  de 
modo   que  salgan  de  ellos  modifica- 


DEL  Rio  de  la  Plata 


441 


dos  en  su  composición,  como  se  admi- 
te hoy,  para  la  fijación  del  exígeno 
por  ciertos  principios  determinados  de 
la  fermentación  acética. 


* 


fotografía  de  los  colores 

El  señor  Lippmam  presenta  á  la 
academia  fotografías  coloradas  del  es- 
pectro obtenidas  sobre  albúmina  bi- 
cromateada.  Una  capa  de  esa  sustancia 
extendida  y  secada  en  una  placa  de 
vidrio  se  expone  en  la  cámara  obs- 
cura, arrimada  á  un  espejo  de  mer- 
curio. Basta  en  seguida  un  simple 
larado  de  agua  pura  para  desarrollar 
y  fijar  los  colores,  que  son  en  extremo 
brillantes,  y  visibles,  bajo  todas  las 
incidencias. 

La  teoría  de  la  experiencia  es  la 
misma  que  las  pruebas  de  sales  de 
plata,  empleadas  antes  por  el  mismo 
señor  Lipmann. 


CLEVELAND 


(Nuevo  Presiden-te  de  los  Estados  Unidos) 


Cliica&:o  y  la  gran  Exposición 


Como  ya  se  sabe,  Cleveland  ha  sido 
elegido,  y  la  América  ha  sacudido  el 
yugo  del  pasado,  haciéndole  su  reve- 
rencia al  partido  republicano,  cuyos 
servicios  y  gloriosos  antecedentes  na- 
die reconoce  mejor  que  nosotros.  Has- 
ta el  último  momento,  se  vacilaba  en 
sus  profecías  y  no  sin  razón. 

No  quiere  esto  decir  que  el  señor 
Hárrison  fuese  propiamente  eléctrico 
y  capaz  de  crear  un  entusiasmo  per- 
sonal que  supliese  á  los  déficits  de  su 
partido. 

Apenas  tenía  estas  tres  cosas: — el  es- 
tado de  posesión,  es  decir,  el  beati  possi- 
dentes  que  Bismarck  había  tomado  de 
Larrivey,  canónigo  de  Troyes,  y  de 
su  comeámáe  los  Espíritus,  la  simpatía 
personal,  muy  naturalmente  provoca- 
da por  la  muerte  de  la  señora  de  Há- 
rrison,  que  era  una  esposa  modelo, !  papel  decisivo. 


chapada  á  la  americana, — el  apovo  de 
las  Iglesias  que  se  complacían  en  ver 
y  que,  por  consiguiente,  deseaban  vol- 
ver á  ver  en  Casa-Blanca,  á  un  antiguo 
completamente  ortodoxo  de  la  con- 
gregación presbiteriana. 

Ue  nada  han  servido  todos  estos 
prestigios.  El  cuerpo  electoral  ame- 
ricano se  ha  dicho  que  se  trataba  ante 
todo,  no  de  prestar  homenaje  á  prece- 
dentes gloriosos,  sino  de  arreglar  el 
porvenir  y  de  orientar— por  cuatro 
años  por  lo  menos,  por  mucho  más 
según  todas  las  probabilidades,— la 
política  de  la  Confederación. 

Según  lo  que  se  puede  juzgar  á  la 
hora  de  ésta,  son  dos  las  consideracio- 
nes que,  sobre  todo,  han  guiado  á  los 
electores.  En  primer  lugar,  y  sea  cual 
sea  el  esfuerzo  hecho  por  abogados  de 
oficio  y  patentados,  el  público  no  ha 
sentido  mucho  cariño, — ni  siquiera  un 
poco  de  indulgencia, — por  la  tarifa 
Mac-Kinley  y  por  las  lindezas  del  pro- 
teccionismo. Mírese  la  República  Ar- 
gentina en  este  espejo. 

Nada  más  digno  de  atención,  desde 
hace  dos  años,  que  la  campaña  em- 
prendida con  mucho  arranque,  com- 
petencia y  talento  por  diarios  como 
la  Nación  de  Nueva  York,  contra  el 
proteccionismo  republicano.  El  di- 
funto John  Bright,  Cobden  y  los  porta- 
gonistas  del  Anti-Com-Law  league  hubie- 
ran gozado  mucho  viendo  la  certeza 
más  que  doctrinaria  con  que  los  sos- 
tenedores del  libre  cambio  defendían 
su  causa  y  la  vivacidad  que  des- 
plegaban al  demostrar  los  efectos  la- 
mentables del  régimen  cuosi-prohi- 
bitivo. 

Aún  cuando  no  se  tenga  una  gran 
idea  del  efecto  de  demostraciones 
científicas  sobre  el  espíritu  público, 
es  de  creer  que  la  mayoría  de  la  po- 
blación no  ha  dejado  de  ser  doctri- 
nada y  convencida  por  esas  diserta- 
ciones meritorias.  En  suma,  cuando 
va  en  ello  los  intereses  materiales  de 
un  país  y  cuando  una  cuestión  se 
puede  apreciar  en  dollars  y  en  centavos 
el  buen  sentido,  el  gran  buen  sentido, 
del  primer  recien  venido  llamado  á 
pronunciarse  con  toda  sinceridad  so- 
bre un  problema  de  apariencia  com- 
pleja y  ruda,  desempeña  á  veces,  qué 
digo!  desempeña  frecuentemente   un 


442 


Revista.  Econ(3mica 


Y  además,  había  otra  cosa.  El  pue- 
blo americano,  desde  hace  algunos 
años,— quizá  desde  la  prueba  de  cubi- 
letes, en  cuva  virtud  hace  12  años,  el 
señor  Haves,  debió  ser  proclamado 
presidente  en  lugar  del  señor  Tilden, 
—ha  comprendid'o  que  el  movimiento 
republicano  estaba  agotado,  que  ya 
no  se  trataba  de  cuestiones  de  prmci- 
pios  y  que  era  sumamente  vano  em- 
briagarse con  el  recuerdo  de  Lilcoln 
y  de'  Grant  para  hacer  frente  á  las 
necesidades  enteramente  nuevas  de 
una  situación  inédita. 

Se  podía  temer  en  rigor  que  el  re- 
sultado del  voto  á  favor  de  Cleveland 
fuese  insuficiente.  Muchos  observa- 
dores sagaces  se  creían  con  derecho 
de  anunciar  que  ningún  candidato 
tendría  mayoría,  que  el  tercer  ladrón, 
—el  partido  del  pueblo  ó  de  los  quin- 
teros,—obtendría  bastantes  votos  para 
volver  á  enviar  al  Congreso  la  elección 
final  V  que  Cleveland  no  la  ganaría 
sino  gracias  á  la  mayoría  que  los  de- 
mócratas tienen  en  la  Cámara  de  re- 
presentantes. 

Esa  solución,— aunque  ya  haya  pre- 
valecido anteriormente,  como  por 
ejemplo,  cuando  la  elección  de  J. 
Quincy  Adams,  no  hubiera  dejado  de 
tener  sus  graves  inconvenientes.  Cuan- 
do una  revolución  política  se  produce, 
— y  no  de  otra  cosa  se  trata — importa 
que  se  produzca  con  claridad  y  deci- 
sión. 

No  se  puede  menos  que  felicitar  á 
los  electores  americanos  por  haber  te- 
nido conciencia  de  este  hecho.  No 
solo  han  elegido  al  señor  Cleveland, 
sino  que  lo  han  elegido  por  una  mayo- 
ría incontestable.  El  nuevo  Presi- 
dente puede  decirse  que  tiene  en  sus 
manos  un  capital  político  incompa- 
rable. 

He  ahí  lo  que  aumenta  para  él,  el 
placer  de  la  victoria;  pero  he  ahí  tam- 
bién lo  qwe  le  hace  singularmente 
más  pesada  la  responsabilidad  en  que 
va  á  incurrir,  al  hacer  su  segunda  en- 
trada triunfal  en  la  Casa-Blanca. 


* 
*  * 


Chicago  acaba  de  celebrar  la  termi- 
nación de  los   edificios  de   la  Exposi- 


ción. América  gusta  de  hacer  las  cosas 
en  grande  y  se  lisonjea  que  dejará 
muy  atrás,  en  el  presente  año,  todo 
lo  que  se  ha  hecho  antes  de  ahora  por 
las  grandes  naciones  europeas:  ha 
ensanchado,  cuanto  ha  sido  posible, 
el  espacio  consagrado  á  las  maravi- 
llas de  esa  Elxposición:  espera  abolir 
basta  el  recuerdo  de  Filadelfia  y  de- 
la  celebración  del  centenario  de  la 
declaración  de  Independencia. 

Se  observará  como  un  fenómeno 
bastante  curioso  que  en  un  país  en 
que  el  protestantismo,  en  sus  diversas 
faces,  cuenta  más  de  los  cinco  sextos  de 
la  población,  se  hayan  dirigido  al 
cardenal  arzobispo  de  Baltimorepara 
dar  una  sanción  religiosa  á  las  cere- 
monias inaugurales:  ya,  cuando  la 
celebración  del  jubileo  de  la  inaugu- 
ración de  la  Constitución  federal  y  de 
la  presidencia  de  Washington,  tam- 
bién fué  un  prelado  católico  quien 
echó  la  bendición.  Seria  curioso  saber 
lo  que  habrían  pensado  de  esa  prio- 
ridad concedida  á  los  representantes 
de  la  jerarquía  romana,  ios  emigra- 
dos de  Mayfloives  y  los  antepasados 
puritanos  que  huian  del  suelo  de  In- 
glaterra para  repudiar  las  compromi- 
siones del  anglicanismo  de  Laúd  con 
la  «gran  prostituta  de  Babilonia.» 
Aprenda  así  la  República  Argentina 
el  verdadero  liberalismo  y  la  más  ver- 
dadera tolerancia. 

Verdad  es  que  para  restablecer  el 
equilibrio  y  á  guisa  de  comjíensación, 
se  ha  confiado  al  señor  Chauncey 
Depew  la  tarea  de  pronunciar  el  dis- 
curso de  dedicatoria.  Ese  señor  es  un 
americano-tipo.  Ocupa  una  alta  posi- 
ción en  el  mundo  de  los  negocios,  co- 
mo encargado  que  es  de  regentarlos 
gigantescos  intereses  financieros  de^ 
la'dinastia  de  los  Vaudervilt,  yes  pre- 
sidente, en  tal  conce{)to,  de  la  com- 
pañía del  ferro-carril  de  Nueva-York 
central  y  del  Hudson.  Al  mismo  tiem- 
po es  un  republicano  que  nada  tiene 
de  sospechoso  y  un  orador  popular 
muy  apreciado. 

A  ese  hombre,  es  al  que  se  ha  de- 
signado para  oficiar  pontificalmente 
en  Chicago.  Se  ha  desempeñado  ai- 
rosamente y  con  honor.  Se  le  pidie- 
ron lugares  comunes,  y  los  dado  muy 
son<)ros.  Ha  sostenido  que  sin  el  des- 


DEL  Rio  de  la  Plata 


443 


cubrimiento  de  Colón,  ni  la  libertad 
civil,  ni  la  libertad  religiosa  hubieran 
tomado  vuelo.  No  hay  que  sorprender- 
se de  este  tan  ingeniosa  salida,  ni  que 
entrar  en  controversias  doctrinales 
porque  este  prototipo  de  yankee  es  un 
verdadero  comodin. 

¿Se  trata,  en  un  banquete  político, 
de  pronunciar  un  brindis  que  resue- 
ne y  de  despertar  el  entusiasmo,  por 
lo  demás  muy  fácil  de  provocar,  de  los 
invitados  por  cuyas  venas  corre  un 
generoso  champagne  extra-dry?  Pues 
todos  se  dirigen  al  señor  Depew.  ¿Se 
trata  de  pronunciar  una  de[esas  aren- 
gas en  que  las  grandes  palabras  de 
patria,  de  libertad,  de  progreso,  for- 
man el  tema  obligado  y  se  jjrestan  á 
variaciones  infinitas?  Pues  también 
se  recurre  á  él.  ¿Se  celebra  en  el  Unión 
Club,  ©1  círculos  electo  y  republicano 
de  Nueva- York,  una  de  esas  agapaz  fra- 
ternales en  la  que  los  cocineros,  arre- 
batados, cueste  lo  que  cueste  á  Pai- 
llard  y  á  Bignon,  se  sobrepujan  en  su 
arte?  Pues  también  es  el  señor  Chaun- 
cey-Depew,  el  encargado  de  hacer 
gala  de  oratoria  y  de  demostrar  á 
sus  asociados  que  tienen  mil  veces 
razón  para  celebrar  cor  ritos  tan  epi- 
cúreos la  gran  causa  del  gobierno 
popular. 

Unos  cuantos  tipos  así  no  estarían 
de  más  en  esta  nuestra  República 
Argentina. 


* 
*  * 


La  representación  proporcional  en  Suiza 


La  Suiza  no  es  sólo,  por  sus  lagos 
y  montañas,  el  terreno  favorito  de 
excursión  para  los  turistas  de  todo  el 
mundo. . . 

No  es  sólo,  por  su  historia,  por  la 
sabiduría  de  sus  poblaciones  y  por 
el  sabio  equilibrio  de  sus  constitu- 
ciones cantonales  y  federal,  la  Re- 
pública modelo, — esa  República  en  la 
que  se  fijan  los  ojos  cristianamente 
cuando  se  desea  comprobar, — por  una 
Tez, — es  esto  tan  raro! — la  realización 


práctica  de  su  ideal.  No  es  solamente 
la  nación  moral  y  sencilla, — oh!  per- 
fume incomparable  de  la  genciana  y 
del  edelweiss, — de  la  que  ha  dicho  un 
poeta: 

»  La  Suisse  trait  sa  vache  et  vit  paisibleraent !» 

La  Suiza  tiene  otros  méritos:  ha 
comprendido  que  los  privilegios  que^ 
debía  á  su  pasado  le  creaban  deberes 
respecto  del  porvenir, — que  ha  lle- 
vado á  cabo  toda  valentía,  sin  arre- 
drarse  ante   ningún   obstáculo. 

La  Confederación  no  ha  cejado  ante 
experiencia  alguna.  Unas  veces,  ha 
hecho  con  imperturl)able  serenidad 
el  ensayo  de  una  centralización  que 
forma  un  contraste  asaz  singular  con 
el  federalismo  que  le  envidiaba  la 
Europa. 

Otras  veces,  ha  trazado,  con  un 
brío  que  el  príncipe  de  Bismark  hu- 
biera podido  envidiarle,  una  especie 
de  kuliurkampf  un  poco  bastardeado. 
El  proteccionismo,  esa  heregía  de  un 
día,  que  acaba  de  caer  en  una  des- 
gracia tan  profunda  en  América,  ha 
tenido  allí  también  su  hora. 

En  una  palabra,  no  hay  una  co- 
rriente de  la  política  moderna,  y  muy 
moderna,  que  no  haya  tenido  su  reso- 
nancia en  Berna,  es  decir  en  el  cantón 
del  buen  sentido,  de  la  moderación 
y  del  espíritu  político. 

Ginebra  ha  aportado  una  contri- 
bución más  digna  de  atención  á 
uno  de  los  problemas  capitales  de 
la  democracia  representativa  del  si- 
glo XIX.  Se  trata  nada  menos  que  de 
ia  representación  proporcional,  ha- 
biéndose establecido  ya,  en  dicha  ciu- 
dad, una  sociedad  que  persigue  con 
valiente  perseverancia  aquellos  pro- 
pósitos. 

Tantos  esfuerzos  han  sido  corona- 
dos por  el  éxito.  Un  gran  consejo, 
—en  el  que,  los  conservadores, — su 
nombre  actual  es  partido  democrá- 
tico,— estaban  en  mayoría,  ha  tenido 
la  buena  fé  y  el  valor  de  poner  en 
práctica  la  experiencia,  procediendo, 
desde  luego  á  las  elecciones. 

El  resultado  no  sería  para  satis- 
facer que  digamos,  á  los  autores  de 
la  nueva  ley,  si  hubiesen  tenido  en 


444 


Revista  EcOxVÓmiga 


vista  constituirse  con  una  mayoría 
indefectible.  En  el  hecho,  la  mesco- 
lanza de  las  opiniones  del  cuerpo 
electoral  se  refleja  en  la  asamblea. 
Sobre  cien  miembros  con  que  cuenta 
el  gran  consejo,  ningún  partido  tiene 
la  pluralidad.  85  radicales  liberales, 
33  demócratas  ó  conservadores,  15 
católicos,  8  obreros  socialistas,  6  radi- 
cales—nacionales ó  disidentes, — tal  es 
el  balance  de  esa  elección. 

De  ello  resulta  una  situación  bas- 
tante delicada,  en  el  sentido  de  que 
pertenece  á  las  minorías,  inclinán- 
dose á  un  liido  ú  á  otro,  preveer  el  pico 
y  subdivir  las  grandes  fracciones. 
Políticamente  puede  que  sea  éste 
un  grave  inconveniente.  Moralmente. 
(jrinebra  puede  felicitarse  de  haber,— 
por  vez  primera  en  el  continente, — 
procurado  legítimamente  una  repre- 
sentación proporcional  de  los  diversos 
partidos  que  se  dividen  la  opinión. 

Es  una  iniciativa,  cuyas  consecuen- 
cias irán  quizá  más  lejos  de  lo  que 
se  puede   prever  á  la  hora  de  ésta. 


AFORISMOS  ECONÓMICOS   Y  MORALES 


El  derecho  y  el  deber  representan 
las  dos  faces  de  un  mismo  principio, 
como  el  anverso  y  el  reverso  de  una 
medalla.  Lo  uno  implica  necesaria- 
mente lo  otro. 

Los  que  revindican  el  derecho  al  tra- 
bajo confieren  implícitamente  á  la 
sociedad  el  deber  de  obligarlos  á  tra- 
bajar. 


Altruismo.- 
inclinación 


-Sí,  el  hombre 
nativa   por    la 


tiene  una 
sociedad; 


(1)  Véase  el  número  de  la  Revista  anterior  de  la  que 
esta  vprsión  es    propiedad. 


pero   quiere  gozar  de  ella  y  no  sacri- 
ficarse por  ella. 

Porque  los  mártires  son  raros,— por 
eso  es  que  se  hacen  santos  de  ellos 
y  que  se  les  consagra  estatuas. 


LAS  DOS    PIRÁMIDES 

Á  la    pirámide   social    corresponde 
una  pirámide  económica. 

Así   como  los  hombres,   cuando  se 
les  clasifica  según  sus  cualidades  in- 
telectuales   y  morales,  ó    según  sus 
riquezas,  ó  según  la  posición  que  han 
podido  adquirir  en  la  sociedad,  forman 
una  pirámide  compuesta  de  la  multi- 
tud de  los  espíritus  ordinarios  y  tam- 
bién de  las  gentes  menos  acomodadas, 
que   forman  la  base;  después  grupos 
cada  vez  menos  numerosos,  á  medida 
que   las  cualidades  y  la  potencia  de 
los  individuos  se  hacen  más  intensas 
ó  más  grandes  hasta  llegar  á  los  raros 
representantes  del  genio  y  de  la  extre- 
ma opulencia;    así    también   hay  en 
los  bienes  de   la  tierra,   es  decir,  en 
las  cosas  útiles  ó  agradables  al  hom- 
bre, una  doble  gradación:  una  de  las 
cuales  es  debida  á  Ja  cantidad  y  otra 
á  la  calidad  de  esos  bienes,  y  esa  doble 
gradación    la    constituye  igualmente 
en  pirámide.     En  otros  términos:  en 
una  serie    de   grupos  de  objetos  cla- 
sificados según  su  calidad,  los  grupos 
van  disminuyendo. 

Hemos  tratado  de  representar  esas 
pirámides,  pero  es  casi  imposible. 
Hubiéramos  debido  haberles  dado  cien 
escalones  ó  grados,  representando  cien 
capas  sociales,  respecto  de  cien  gru- 
pos de  bienes  diferentes,  de  cantidad, 
y  de  calidad,  yendo  las  cantidades 
en  disminución  y  las  calidades  refi- 
nándose:  sólo  hemos  tomado  las  dos 
siguientes,  por  falta  de  espacio. 


DEL   Rio   DE   LA   PlATA 


445 


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446 


Revista  Económica 


Resalta,  al  comparar  esas  dos  pirámi- 
<les,  que  las  cosas  necesarias  existen 
para  todo  el  mundo;  ó  que  su  canti- 
dad es  bastante  grande  para  que  todo 
el  mundo  pueda  procurárselas.  Las 
cosas  realmente  mejores  ó  sólo  repu- 
tadas como  tales,  disminuyen  lo  mismo 
que  el  número  de  los  hombres  que 
gozan  de  una  ventaja  intelectual,  mo- 
ral, física  ó  social:  sólo  estos  últimos 
pueden  procurarse  las  cosas  más  pre- 
•ciosas,  porque  de  éstas  no  hay  para 
todos.  La  naturaleza  no  quiere  produ- 
cirlas para  todos;  habiendo  concentra- 
do el  calor  en  el  ecuador  y  el  frío  en 
los  polos,  la  desigualdad,  y  la  grada- 
ción de  las  temperaturas  están  distri- 
buidas entre  esos  dos  extremos.  La 
rareza  es  la  causa  principal  de  la  ca- 
restía. Si  hubiese  tantos  diamantes 
como  guijarros,  su  valor  sería  el  mis- 
mo. Las  cosas  enteramente  raras  como 
un  cuadro  de  Murillo  ó  de  Rafael 
tienen  precios  de  fantasía;  son  dispu- 
tadas en  un  remate  público  por  los 
Estados  civilizados  más  poderosos  y 
se  paga  por  ellas  200.000  pesos,  y  más 
aún,  cuando  el  autor  no  recibió  quizá 
mil  francos  por  su  obra. 

Los  que  hacen  esperar  á  las  masas 
que  cada  individuo  podrá  .(bajo  su 
dirección  y  gracias  á  ellos)  gozar  de 
todas  las  ventajas,  placeres  y  satis- 
facciones que  la  tierra  puede  propor- 
cionar solamente  á  algunos,  son  sobor- 
nadores, y  los  que  Jos  escuchan  y  los 
siguen,  son  víctimas  del  engaño. 

La  experiencia  de  la  vida,  puede  definirse 
diciendo  que  es  el  descubrimiento  de 
un  número  creciente  de  casos  en  que 
■el  egoísmo  se  disfraza  con  la  careta 
del  altruismo. 

El  saber  y  las  cualidades. — Con  el  saber 
■se  gana  dinero,  con  las  cualidades  se 
conserva. 

Los  obreros  económicos  y  previso- 
res, más  bien  que  ios  obreros  hábiles, 
son  los  soldados  de  la  industria  que 
llevan  en  su  mochila  el  bastón  de 
mariscal. 

* 

*  * 

Una  verdad  económica,  grande  ó 
pequeña,  una  vez  hallada,  es  una 
adquisición:  todo  el  mundo  se    apo- 


dera de  ella,  y  pasa  á  convertirse  en 
lugar  común. 

Se  le  ha  echado  en  cara  á  la  cien- 
cia el  que  comprende  verdades  trivia- 
les; (1)  pero  para  una  verdad  es  más 
bien  un  mérito  que  sea  evidente,  que 
esté  al  alcance  de  todas  las  cabezas. 
Lo  económico  se  convierte  así  en  una 
ciencia  accesible. 

De  ahí  que  se  discute  menos  sobre 
los  puntos  fundamentales  que  sobre 
las  consecuencias  ó  las  aplicaciones. 

*  * 

Con  la  edad,  la  experien  ia  hace 
desaparecer  muchas  ilusiones,  entra- 
mos en  los  entre-bastidores,  penetra- 
mos muchas  veces  hasta  en  lo  más 
íntimo, — y  juzgamos  la  vida  más  sana- 
mente,— y  la  realidad  se  nos  aparece . . . 
á  no  ser  que  una  pasión  ó  una  preo- 
cupación nos  haya  nublado  la  vista. 


*  * 


¿LOS  ANTIGUOS  CONOCÍAN  EL  CRÉDITO?  ^^^ 


(inédito) 


I  1 — Tratando  la  materia  un  econo- 
mista, nos  dice:  « lo  que  distingue 

principalmente  la  Economía  política 
de  los  antiguos,  de  la  de  los  modernos, 
es  la  libertad  del  trabajo  y  el  uso  del  cré- 
dito.y>  (3) 

Afirmándose  que  el  uso  del  crédito,  dis- 
tingue la  economía  de  los  antiguos  de 
la  de  los  modernos,  se  desprende  la 
siguiente  consecuencia:  que  aquéllos 
la  desconocían  en  su  teoria.,  en  su  prác- 
tica y  aun  en  su  nombre;  pero,  tal  hecho 
no  es  rigurosamente  exacto,  como  tra- 
taré de  justificarlo  con  las  pruebas  que 
suministran  los  testos. 

No  era  del  todo  desconocido  su  uso, 
ni  su  nombre  en  aquellos  siglos  tan  re- 


(1)  Banalid  ídes,  ha  dicho  ol  señor  Lavelaze. 

(2)  Debido  á  niio  de  nnestros  más    distinguidos    ma- 
gistrados. 

(3;     v.Blanqui.  H.  de  la  E.  P.  Cap.  I,  §  8,  p.  4. 


DEL  Rio  de  la  Plata 


447 


motos,  puesto  que  la  comprendían  ba- 
jo distintas  fases  y  lo  aplicaban  en  di- 
versas fórmulas;  como  lo  notaremos  al 
-estudiar  q\jus  cívile  de  los  romanos. 

Tengan  presente,  que  no  pretendo 
■estudiar  liasta  el  punto  de  \ista  jurídico, 
la  existencia  del  crédito,  pues  sería  apar- 
tarnos completamente  de  nuestro  prin- 
cipal objetivo  que  lo  es:  buscar  simple- 
mente su  existencia,  como  elemento  constitii- 
tivo  del  comercio,  base  y  motor  en  que  gira  el 
mecanismo  económico  impulsado  i:)or  el  hom- 
bre. 

Envolucrar  este  estudio,  bajo  el  punto 
de  vista  jurídico,  seria  proclamar  al  de- 
recho regulando  las  relaciones  del  va- 
lor de  las  cosas  y  que  las  relaciones  del  valor 
están  reguladas  por  la  economía,  su- 
cediendo precisamente  todo  lo  contra- 
rio: «. .  .ei  derecho  regula  las  relaciones 
entre  las  p)ersonas,  mientras  que  la  eco- 
nomía regula  las  relaciones  del  valor  de 
Jas  cosas.-»  (1) 

El  trueque,  es  la  forma  primitiva  del 
comercio  y  la  venta  razón  modificada 
del  trueque  á  causa  la  intervención 
de  la  moneda. 

Luego,  si  el  trueque  primero  y  la  ven- 
ta después,  han  existido  en  los  primi- 
tivos tiempos,  como  lo  revelan  los  tex- 
tos del  jus  cívile,  indudablemente  ha 
existido  el  a-édiio  latente,  puesto  que 
tanto  el  trueque,  como  la  ve7ita,  traen  en 
sí  aparejada  la  idea  de  crédito. 

En  el  trueque,  se  buscó  algo  que  sir- 
viera de  medida  común  para  operar  los 
cambios,  ó  mejor,  en  éste  necesaria- 
mente ha  intervenido  una  mercancía 
tesiium  comparationís  y  en  la  venta  se  bus- 
có una  mercancía  intermedia  también 
y  que  fuese  un  medio  circulante,  como  lo 
es  la  moneda,  y,  como  la  moneda  «se  nos 
presenta  bajo  la  faz  del  crédito  general, 
por  cuanto  el  que  la  toma  en  cambio 
de  lo  qiie  da,  lo  hace  porque  cree  que 
con  ella  podrá  más  tarde  obtener  lo 
•que  desee  ó  necesite»;— (2)  entonces 
tenemos  que  aceptar  que  el  medio  cir- 
culante, estaba  constituido  por  la  mone- 
da y  el  crédito,  «que  en  todas  sus  for- 
mas constituye  el  medio  circulante.»  (2) 

Siendo  esto  así,  sólo  en  los  textos 
busco  el  c7-édito  como  elemento  constitutivo 
■del  comercio  ó  tan  solo,  la  existencia  de 


(1)    V.  Rev.  de  Dh.  1876.  p.  43. 
<2)    V.  loe.  eit. 
(3^    V.  loe.  cit. 


la  moneda:  encontrando  estas  pruebas, 
habré  dejado  sentado:  no  ignoraban  los 
ayitiguos  el  uso,  ni  el  nombre  del  crédito,  es 
decir,  que  le  conocían  y  le  practicaban. 

Al  ejercer  el  trueque  y  precedente- 
mente la  venta,  hubo  la  imprescindible 
necesidad  de  hacer  intervenir  en  el 
primero:  mercancía,  tesiium  comparationís, 
y  en  la  segunda,  moneda. 

En  otro  caso:  no  figurando  el  medio 
circulante  ó  habría  tenido  mediata  inter- 
vención el  crédito,  como  elemento  transfe- 
rible  y  potestático  en  la  circulación  mer- 
cantiva, su  principio  vehicular  cons- 
titutivo, ó  en  otros  términos,  no  nos 
hubiera  impulsado  la  permuta  de  las 
cosas  en  sus  deficiencias  á  valemos 
del  testium  comparationís,  origen  firme 
del  apuntado  medio  circulante. 

De  aquí,  el  crédito,  se  desprende,  fué 
practicado  en  los  primeros  tiempos,  si 
bien,  no  detinido  y  estudiado  en  sus 
funciones  é  íntima  relación  con  la  mo- 
neda y  el  comercio,  como  lo  es  en  nues- 
tros días. 

Siendo  esto  así,  bien  puede  decirse 
que  el  comercio  recién  data  desde  que 
los  Lombardos  se  pusieron  en  comu- 
nicación con  las  plazas  de  otros  países, 
como  puede  afirmarso  también  que 
los  Bancos  fueron  de  creación  vene- 
ciana, sin  recordar  que  anteriormente 
á  éstos,  ya  por  el  año  807  de  nuestra 
era,  se  estableció  el  jirimero  en  la  Chi- 
na, de  papel  volante. 

Si  los  antiguos  no  escribieron  en  el 
número  de  sus  fórmulas  las  que  se  re- 
fieren al  crédito,  como  letras  de  cambio, 
cartas  de  o'édito,  cartas  d  la  orden,  órdenes  de 
pago,  cuentas  corrientes.,  créditos  á  descubierto 
y  en  fin,  cheques,  etc.,  etc.,  era  única- 
mente por  no  darse  acabada  cuenta 
de  los  efectos  de  esos  actos  y  obligaciones, 
que  nacían  del  préstamo,  de  la  deuda  li- 
quida, de  las  transacciones  y  del  constituto 
(1)  ó  de  oiros  pactos  ó  convenciones,  que 
muchos  de  ellos,  si  bien  entre  nos- 
otros no  están  olvidados,  no  les  conser- 
vamos en  sus  nombres  primitivos. 

Estudiando  la  solución  de  los  Roma- 
nos, encontramos  que  era  propiamen- 
te dicho  el  pago  (2),  la  prestación   de  lo  que 


íl)  Constilulo—pActo  por  el  que  se  prometía  pagar 
una  deuda,  ya  existente  y  esta  promesa  podia  ser  he- 
cha por  el  misino  deudor  ó  por  un  tercero;  en  el  pri- 
mer oaso  se  llamaba  pecunix  pr^ipix;  en  el  segundo 
ptcunix  alíeme. 
(2)    V.  Cód.  Cít.  arts.  721  y  1"^— Del  pago. 


448 


Revista  Económica 


se  debe  (1),  cuando  consiste  en  dar  ó 
entregar  alguna  cosa  corporal  (2),  que 
tenía  su  fórmula  cuando  se  disolvía  la 
obligación,  consistiendo  ésta  en  que  el 
deudor  preguntaba  al  acreedor  «si  tenía 
por  recibido  lo  que  le  había  ofrecido 
y  éste  respondía  afirmativamente»,  con 
los  siguientes  frases:  quod  ego  tibi  promi 
si  haberne  acceptum?  Babeo  (3). 

Y  esto,  ¿qué  nos  demuestra?  que  los 
antiguos  como  los  modernos  compren- 
dían, y  de  ello  se  daban  acabada  cuen- 
ta, que  donde  hay  una  deuda,  existe  un 
crédito;  de  lo  que  se  infiere  que  crédito  y 
deuda  eran  términos  equivalentes. 

Más  adelante,  si  en  las  transacciones 
no  se  balanceaban  los  servicios,  las 
diferencias  que  uno  de  los  contratantes 
adeudaba  al  otro,  constituyó  una  deu- 
da. Era  natural  pedir  un  comprobante, 
una  constancia  del  crédito  ó  deuda  y  al 
efecto  se  dio  una  prenda  ó  seña  y  si  no 
hubieran  sido  analfabetos,  constancia 
escrita  í4)  documento  de  crédito. 

A  más,  no  dejaron  ni  por  un  momen- 
to de  poner  en  práctica  los  elementos 
precisos  del  préstamo,  ó  mejor,  de  la 
usura,  que  era  lo  que  practicaVjan. 

Analizando  los  efectos  de  la  moneda, 
autores  hay  que  sientan  el  aforismo: 
moneda  produce  moneda,  principio  refuta- 
do por  la  escuela  contraria  de  Aristóte- 
les que  planteó  el  dístico:  pecunianon 
paxit  pecunia  y  que  un  reciente  escritor 
refuta  duramente,  como  lo  demostra- 
remos en  su  oportunidad. 

Pero,  fuere  de  ello  lo  que  fuere,  ¿aca- 
so dejaron  los  antiguos  de  poner  en 
práctica  los  resortes  del  cambio  y  de 
estudiar  bajo  el  punto  de  vista  cientí- 
fico de  la  jurisprudencia  y  de  la  eco- 
nomía las  transacciones,  ni  dejaron  de 
conocer  sus  ventajas  y  sus  efectos  en 
la  vida  comercial? 

Los  Romanos  reconocieron  el  interés 
legal,  elemento  constitutivo  de  la  com- 
pensación  ó  mejor  de  la  extensión  de  los 
daños  que  se  causa  al  propietario  del 
dinero  por  la  mora,  dándose  desde  lue- 
go las  acciones  llamadas  tricaria  y  de  eo 


quod  certo  loco  (1)  y  así,  nos  muestra 
cuando  habla  de  las  obligaciones  del  com- 
prador (2)  que:  éste  tiene  el  deber  de  entregar 
al  vendedor  la  cosa  bajo  la  pena  de  pagar  los 
intereses  legales  (3)  si  incurre  en  mora  (4)  li- 
brándose de  ellos,  cuando  consignase  el  precio 
judicialmente  (5). 

No  hay  duda,  pues,  que  si  nos  pene- 
tramos bien  del  pensamiento  del  legis- 
lador romano,  cuando  se  expresaba  en 
sus  leyes  así,  encontraremos  que  al 
estipular  el  interés,  inquirían  sólo  la 
compensación  ó  sea  la  estensión  de  los 
daños  que  se  causaba  al  propietario 
del  dinero  por  la  mora. 

Se  me  podrá  refutar  el  principio 
que  sostengo  siempre:  se  tome  jurídi- 
camente hablando  el  término  exiensióny 
pero,  no  si  se  considera  económica- 
mente, es  decir,  como  regulador  del  valor 
de  los  daños,  pues,  la  verdad  es,  que  si 
por  el  daño  que  se  causa  se  paga  una 
cantidad,  esto  implica  una  deuda  y 
siempre  una  deuda  entraña  un  crédito. 

Vuelvo  á  repetir  que  se  tenga  pre- 
sente, que  sólo  aquí  estudio  el  hecho 
económico  que  resulta  de  la  consigna- 
ción del  precio  y  no  el  jurídico,  que  es  la 
acción  (]ue  nace  entre  e\  deudor  y  e\  acree- 
dor que  obliga  á  aquél  á  cumplir  la 
obligación  de  derecho  que  surge  entre 
uno  y  otro. 

Muchas  veces  el  deudor  de  dinero  ó  co- 
sas que  se  cuentan,  tenía  que  pagar  algo 
más,  por  razón  del  uso  que  hacían  de 
ellas;  ya  fuese  el  contrato  de  préstamo 
ó  prenda  y  á  esto  es  á  lo  que  llamaban 
pagar  intereses  (6). 

Denominándose  al  tanto  de  la  obliga- 
ción principal,  que  debía  versar  sobre 
cantidades,  capital,  sors  caput  y  también 
res  ó  pecunia  fcenebris  y  al  tanto  por  cien- 
to que  se  pagaba  por  el  uso  de  este 
capital  {interés)  se  denominaba  foenus,  ver- 
sura  y  más  recientemente  usuree  (7)  que 
supone  siempre  un  crédito. 

Los  créditos  nacen  de    obligaciones 


(1)  x.Heinecio  tora.  2.  §998,  p.l34:  fr.  54,  D.46,  §8. 
V.  Stt.  tit.  XII,  §  746,  p.  452;  L.  176,  11.  de  V.  S. 

(2)  Y.  Fr.  46,  47  y  48,  D.  46,  §  3. 

(3)  V.  Instit.  lib.  3,  t.  29.  §  1.  ¿Lo  que  yo  íe  ht 
prometido,  lo  tienes  tú  por  recibido?  Lo  tengo  por 
recibido. 

(4)  Revista  de  Dh.  1876,  p.  30. 


(1)  Heinecio,  lib.  3,  t.  XXX,  §  1002,  p.    135:  L.  43  £f. 
de  solut. 
12)    V.  Var.  Stoll.  Dho.  Rom.  sec.  5,  §626,  p.  357. 

(3)  V.  Frag.  19.  §  4,  D.  3,  §  5;  Frag,  28,  D.  16.  §  3. 
«Según  éstos  frag.  se  entendía  por  interés  legal,  los 
que  producían  directamente  de  la  ley  y  en  virtud  de 
este  mandato  expreso,  debian  pagarse  intereses:  inte- 
reses que  nacían  del  USO  ó  utilidad  que  se  sacaba  del 
dinero  da  otro  ó  impedia  á  éste  utilizarle  ó  privaba  al 
dueño  di;  un  lucro   (uso)  directo.» 

(4)  V.  Frag.  13,  |§  20,  21.  Big.  19.  §  1. 

(5)  V.  Const.  5,  Cód.  4,  §  49. 

(6)  V.  Var.  Stoll.  cap.  5  de  la  ínter.  §  560,  p.  313. 

(7)  T.  Frag.  17,  §  3  D,  2?,  §  1  v  6,  D.  »2. 


DEL    Hlü   DE   LA    PlaTA 


449 


ciertas  que  se  contraen  para  una  épo- 
ca más  ó  menos  larga;  jamás  hay  una 
deuda  ó  sea  un  a-édito  donde  no  existe 
un  préstamo  efectivo  ó  donde  no  encaja 
un  capital  amovible,  pues  los  efectos  que 
produce  el  capital  en  manos  de  terce- 
ros es  el  lucro  ó  ganancia;  provechos  que 
acumulados  forman  un  nuevo  capital  ma- 
yor ó  menor  que  el  que  fué  causa  de 
su  origen,  según  el  mayor  ó  menor 
tiempo  también  que  ha  podido  pasar 
lucrando  un  interés. 

Si  los  antiguos  no  hubieran  tenido 
conocimiento  de  ninguna  especie  del 
uso  del  o-édito,  Henofonte  no  hubiera 
escrito  su  Económico,  donde  tan  precio- 
sas reglas  nos  ha  dejado,  de  la  manera 
de  adquirir  la  riqueza;  ni  Aristóteles  su 
Dico7iómicos,  ni  éste  hubiese  ocupado 
los  capítulos  VI  y  VII  de  su  política  en 
deñnir  la  moneda,  ni  menos  hubiera  ex- 
presado el  pensamiento  aquel  i mo7ieda 
no  era  sino  una  garantía  para  adqui- 
rir lo  que  uno  quiera  en  ini  cambio  fu- 
tur  on  (1). 

Parece  quizás  extraño,  al  tratarse  de 
la  moneda  y  de  la  riqueza  indefectible- 
iTiente  en  ello  se  envolucre  el  crédito, 
cual  si  fuere  elemento  constitutivo  de 
uno  y  otro:  mas,  no  puede  haber  ri- 
queza sin  medios  de  producción  ó  acu- 
mulación de  provechos  venales  y  uno 
de  esos  medios  ai)arte  de  las  materias 
primas  es  la  moneda  y  como  no  puede 
existir  la  moneda  sin  materia  prima  que 
le  constituya  y  ese  elemento  es  oro, 
plata,  cobre  ó  nikel,  metales  que  no  se 
obtienen  sin  trabajo  y  el  trabajo  sin 
brazos  y  los  brazos  sin  capital,  es  indis- 
puta  Ijle  que  á  su  turno  el  crédito  tome 
un  carácter  ostencible  en  la  acLula- 
ción  de  la  moneda  para  intervenir  en 
la  circulación  diaria  comercial,  ocu- 
pando ese  puesto  genuino  de  medio  cir- 
culante ó  medida  de  valor  cambiable;  por  esto 
aíirmo:  existiij  el  crédito  en  toda  éi)Oca 
usándole  los  antiguos  como  los  moder- 
nos, desde  el  instante  que  aquéllos  le 
comprendieron  en  la  manera  ó  forma 
de  emplear  la  moneda  y  encontrar  la 
materia  prima  par d  su  fabricación. 

En  la  solución,  en  el  jn'éstamo,  en  la 
compensación,  en  la  confección,  en  la  oferta 
y  consignación,  en  la  novación,  en  la  exten- 
sión, en  la  aceptilación  (2)  y  el  mutuo  disen- 


(1)    V.  Rev.  de  Dh.  1876,  p.  45. 

(2i    .4cep<í7ac¿'J/i— «..-.de  la  frase   aceptum  ferré— 


timiento,  en  toilo  acto  de  la  extinción  de  la 
obligación  en  la  vida  comercial,  le  vemos 
intervenir  con  idéntico  carácter,  ron 
igual  fuerza  resolutiva  y  firAquitoria. 

La  forma  que  afectó  la  moneda  en  su 
origen  y  la  materia  que  le  constituía, 
nacía  hace  á  nuestro  íin,  ora  fuese  esta 
testtum  compar aliones,  ora  fuese  un  título 
aritmético,  que  estal)lece  la  ¡¡roporción 
entre  todos  los  valores  y  el  valor  del  oro 
y  de  la  plata,  etc.,  etc.  aLa  moneda  se 
creó,  pues,  jjara  servir  de  garantía  de 
los  cambios  ó  de  la  tradición  reciproca. 
cuando  la  vida  patriarcal  enqjezi')  ¡i 
perder  su  sencillez  y  el  comeivio  em- 
pezó á  relacionar  una  naci(')n  con 
otra  (1). 

Las  ideas  que  dominaban  á  ins  anti- 
guos en  cuanto  al  elemento  moneda,  deu- 
da y  crédito,  eran  poco  favorables  al  des- 
arrollo material  de  este  último,  tal  cual 
se  le  considera  en  nuestros  días  al  pro- 
mediar como  vehículo  entre  la  demanda 
y  la  oferta  en  la  vida  inier-comercial:  allí 
se  usaba  sin  denominación  alguna,  se 
le  empleaba,  se  le  intervenía,  se  le  contaba, 
medía  ó  pesaba;  mas  no  jugaba  rol  vir- 
tual alguno  en  el  provecho  futuro  del  ca- 
pital; ahí,  solo  domeñal)a  el  tanto  de  la 
obligación  principal, ^ectí?wa  fcenebris  y  el 
versura,  lo  que  se  resolvía  ])or  las  accio- 
nes consagradas,  tricaria  y  de  eo  quod  certo 
loco. 

D'Samairoiía. 
(Continuará). 


boletín  BIBLIOGÜÁFICO 

Álbum  secular  internacional. — Hace  ahí^tra 
un  año  que  el  señor  Eduardo  l^oewen- 
thal,  de  Berlín,  se  dirigió  á  los  filó- 
sofos, poetas  y  publicistas  de  todos 
los  países  del  mundo,  invitándoles  á 
que  le  mandasen,  á  la  brevedad  po- 
sible, en  unas  cíen  palabras,  más  ó 
menos  fen  prosa  (')  en  verso),  la  esencia 
de  sus  ideas  ó  sentimientos  para  obte- 
ner así  una  expresión  universal  del 
espíritu  y  del  sentimiento  de  la  ílor 
intelectual  de  la  humanidad  entera 
y  una  prueba  característica  del  statu 
quo  de  la  civilización  humana. 


que  quiere  tanto  decir,   como    remitir   ¿a   deuda    del 
mismo  mndo  que  si  la  hubiésemos  recibido. 
(1)    V.  Rev.  de  Dii.,  lS7(i,  p.  .31. 


450 


Revista   Económica 


La  obra  creada  de  este  modo  se  pre- 
sentará como  un  saludo  del  siglo  xix 
al  siglo  que  viene,  y  se  intitula  como 
el  epígrafe  de  arriba  lo  indica. 

La  primera  parte  de  esta  obra  que 
comprende  las  notas  de  los  autores 
austríacos,  alemanes  y  suizos,  acaba 
de  aparecer,  editada  por  Karl  Siegis- 
mund,  de  Berlin.  La  segunda  parte 
comprenderá  las  notas  de  los  autores 
franceses,  ingleses,  italianos,  espa- 
ñoles y  portugueses,  que  deberán  diri- 
gir sus  escritos  respectivos  al  señor 
Eduardo  Loewenthal.— Berlin,  Telto- 
werstr.  11,  antes  de  Octubre  del  co- 
rriente año. 

La  tercera  parte  comprenderá  los 
autores  daneses,  suecos,  holandeses, 
húngaros,  griegos,  rumanos,  serbios 
y  rusos;— la  liarte  cuarta,  los  autores 
de  América,  África,  Asia  y  Australia; 
y  finalmente,  la  quinta  parte,  com- 
prenderá los  suplementos  necesarios 
á  los  cuatro  entregas  precedentes. 

Los  autores  que  no  escriban  en  ale- 
mán, francés  ó  inglés,  deberán  agregar 
á  sus  manuscritos,  una  traducción  en 
alguna  de  esas  tres  lenguas. 


Recuerdos  de  un  espia  político. — El  autor 
de  estas  Memorias  [Twenty  fine  years  in 
ihe  sea-et  service)  es  un  inglés  llamado 
Tomás  Beach,  más  conocido  por  el 
nombre  de  mayor  Le  Carón. 

En  1861,  cansado  de  correr  aven- 
turas, se  hallaba  en  París,  y  habiendo 
sabido  la  declaración  de  la  guerra 
de  secesión  tomó  pasaje  para  Nueva- 
York,  adonde  llegó  alistándose  inme- 
diatamente en  el  ejército  del  Norte. 

Terminada  la  guerra  se  puso  en 
relación  con  los  fenianos,  cuyos  se- 
cretos trasmitía  al  gobierno  inglés,— 
y  estas  iníidencias  son  las  que  publica 
en  su  libro,  sin  avergonzarse  en  lo 
más  mínimo,  al  contrario  vanaglo- 
riándose de  sus  hechos.  Ha  cumplido 
lealmente  con  su  oficio  de  traidor,  y 
está  orgulloso  de  ello.  Su  libro  ha 
sido  impreso  en  Londres,  en  casa  de 
W.  Heinemann. 


Bosquejo  histórico^  teórico   y  práctico  del 
socialismo.   ])or  B.  Malón. 

Es  un  libro  lleno  de  datos  infere 
santas,   una   especie  de   manual    del 


socialismo,  en  que  el  autor  presenta 
la  evolución  del  socialismo  en  general 
y  la  del  socialismo  idealista  en  parti- 
cular, haciendo  un  análisis  sumamen- 
te instructivo  del  socialismo  francés. 
* 

Nihilismo  y  anarquía.  Estudios  sociales^ 
por  E.  de  Cyon  (Calmann-Lévy,  in-12.) 

Según  el  autor,  los  adeptos  del  nihi- 
lismo favorecidos  por  la  libertad  de 
imprenta,  predican  abiertamente  el 
derecho  al  robo,  al  asesinato  y  al 
incendio,  como  objeto  supremo  de  la 
civilización.  ¿Cómo  acabará  esto?  El 
autor  lo  ignora  y  encuentra  que  la 
burguesia  moderna  remite  muy  fácil- 
mente el  cuidado  de  su  defensa  al 
poder  y  á  la  fuerza  armada,  y  si  la 
iniciativa  privada  no  toma  la"  parti- 
cipación debida,  la  sociedad  acabará 
por  sucumbir  á  los  goljDes  de  estos 
nuevos  bárbaros. . . 

La  Tierra  pro7netida^  por  Pablo  Bourget. 

Esta  nueva  obra  del  célebre  nove- 
lista marca  un  cierto  desarrollo  sen- 
sible en  su  talento  y  en  sus  ideas. 
La  Tierra  p-ometida  abarca  todo  un 
mundo  nuevo,  esencialmente  diferen- 
te al  de  las  obras  anteriores  del  autor. 
En  una  especie  de  Prefacio,  Bourget 
hace  la  defensa  de  la  novela  psico- 
lógica contra  los  ataques  de  los  que 
no  pueden  perdonarle  su  éxito,  contra 
la  indiferencia  de  los  que  parecen  no 
comprenderle. 

* 

El  Ciclismo  teórico  y  práctico^  por  L. 
Baudry  de  Sauvier.— Un  vol.  in-8<^, 
de  588  págs.  con  numerosos  grabados 
(Librería  ilustrada.) 

No  es  éste  el  primer  libro  destinado 
especialmente  á  los  ciclistas,  peio  segu- 
ramente es  quizá  el  más  interesante 
que  se  ha  escrito,  hasta  la  fecha,  sobre 
el  arte  de  recorrer  grandes  distancias, 
en  poco  tiempo,  y  con  poca  fatiga. 

En  ese  libro  encontrará  el  lector 
todo  lo  que  concierne  á  la  Historia 
del  Ciclismo  y  de  los  ciclos,  á  la 
estructura  de  estos,  á  sus  inconve- 
nientes, á  sus  ventajas  higiénicas,  á 
las  carreras,  á  su  empleo  en  la  mi- 
licia, etc.,  etc. 


DEL  Rio  de  l\  Plata 


451 


CRÓNICA  DE  LA  QUINCENA 


Enero  12  de  1893. 

Dice  el  famoso  Machivelli,  hablan- 
do de  los  que  gobiernan,  de  su  cle- 
mencia y  de  síi  crueldad,  «de  aquí 
nace  una  disputa:  s'egli  é  meglio  esscre 
amato  che  teynuto^  ó  te?nuío  che  ainato»  C(jn 
este  motivo  cita  dos  grandes  ejemplos, 
el  de  Anibal  y  el  de  Scipión;  ;'i  aquel 
impertérrito  al  frente  de  un  ejército, 
en  el  que  no  había  disencioiies,  jtor  su 
energía  férrea,  y  á  este,  por  su  exesi- 
va  piedad,  viendo'rebelársele  sus  legio- 
nes en  España,— á  tal  punto  que  Fabio 
Máximo  no  pudo  dejar  de  reprobarle 
su  conducta  llamándole  en  el  Senado 
«corruptor  de  la  milicia  romana».  Esto 
era  cuando  los  príncipes  no  goberna- 
ban propiamente  hablando, — sino  que 
mandaban,  entre  lo  que  si,  como  se  sabe, 
no  hay  mayor  diferencia  gramatical, 
otra  cosa  es  ateniéndose  al  criterio 
moderno  de  la  ciencia  política. 


Se  nos  ocurre,  en  su  honor,  que 
cuando  el  actual  Presidente  de  la  Repú- 
blica empuñó  las  riendas  del  gobierno 
constitucional  del  país,  pudo  y  debió 
hacerse  alguna  de  aquellas  dos  inte- 
rrogaciones. La  más  odiosa,  si  pensó 
en  los  mandones  que  se  alzan  con  el 
santo  y  la  limosna;  la  mas  simpática, 
sí  recordó  á  los  proceres, — que  le  han 
precedido  en  la  altísima  distinción  que 
ha  merecido  del  pueblo  argentino. 
Pero  sí  ninguna  de  esas  dos  interroga- 
ciones se  hizo,  si  como  un  buen  bur- 
gués, como  un  paisano  sencillo  y 
honesto,  ó  como  un  hombre  de  ley,  ya 
que  ha  sido  juez  federal,  en  la  alta 
corte  de  nuestra  magistratura, — sólo 
se  limitó  á  meditar  sobre  sus  respon- 
sabilidades, es  evidente,  que  allá  en 
sus  insomnios  ó  en  sus  plácidos  deva- 
neos de  la  primer  noche  de  luna  de 
miel,  debió  decirse  á  sí  mismo:  gober- 
naré teniendo  por  pauta  lo  que  me  man- 
da la  Constitución  de  mi  tierra,  dictada 
por  el  pueblo  de  la  Nación  Argentina, 
con  el  primordial  objeto  de  «afianzar 
«la  justicia,  consolidar  la  paz  interior, 
«proveer  á  la  defensa  común  y  promo- 
«ver  el  bienestar  general ...»  Y  si  esto 
se  dijo,  es  evidente  también,  que  tal 


como  vamos,  tal  como  hemos  ido,  du- 
rante estos  noventa  dias  de  prueba, 
que  todo  el  mundo  tiene  sobrado  dere- 
cho, y  razón  que  le  asista,  para  pregun- 
tarle, á  su  vez,  «creís  pue  se  jjuede 
gobernar  así?» 

*  * 

La  conciencia  pública,  hablamos  de 
esa  conciencia  pública  aue  no  es  la 
opinión  particular  interesada  ó'  falaz 
de  un  i)lumista  de  diario  militante, 
director  de  más  ó  menos  coturno  men- 
tal, sino  la  opinión  de  las  gentes  de 
todo  color  y  nacionalidad,  que  habitan 
este  suelo, — grita,  y  grita  á  voz  en 
cuello,  para  todos  los  que  no  se  hacen 
sordos  á  su  eco:  uque  ni  lo  que  tene- 
«mos  es  gobierno  ni  asi  se  puede  vivir.» 

Estamos  {¡or  creer  que  si  el  Presi- 
dente de  la  República  ha  soplado  algu- 
na vez  una  bola  de  jabón,  mirándola 
hincharse, — seguramente  no  ha  pen- 
sado, que  podría  estudiarla  toda  su 
vida,  sacando  de  ella  lecciones  de 
ciencia  política,  exactamente  como 
para  las  ciencias  físicas  las  ha  sacado 
Sir  Willian  Thomson. 

Ln  política  es  como  la  naturaleza. 
Ambas  están  preñadas  de  enseñanzas. 
Hay  que  saberlas  interrogar.  Puesta 
la  cuestión  en  sus  verdaderos  térmi- 
nos, ambas  no  tardan  en  dar  una  res- 
puesta correcta.  Pero  cuidado  con  los 
escamoteos! 

Por  lo  demás  si  el  Presidente  de 
la  República  se  había  imaginado  que 
gobernar  era  acostarse  en  un  lecho 
de  rosas, — una  interminable  luna  de 
miel  de  seis  años, — los  hechos  le  es- 
tán enseñando  que  en  política,  lo 
mismo  quizá  que  en  la  vida,  toda 
entera,  sólo  hay  heur  ei  ynalheur  (dicha 
y  desdicha).  En  cuanto  al  país,  en 
cuanto  á  los  hombres  que  saben  re- 
ílexionar,  en  cuanto  á  aquellos  que 
no  necesitan  presenciar  muchas  ex- 
periencias para  saber  á  qué  atenerse, 
todos,  excepto  uno  que  otro  iluso, 
están  firmemente  convencidos,  algo 
más.  persuadidos,  de  que  el  Presi- 
dente de  la  República,  no  percibiendo 
la  diferencia  que  existe,  entro  lo  di- 
námic®  y  mecánico,— no  es  más  que 
un  liberal  cristalizado,  que  no  sabe 
ni  lo  que  él  mismo  quiere,  ni  lo  que 
quieren  sus  ministros,  ni  lo  que  quie- 
ren los  partidos,  ni  lo  que  quiere  el 


ir,-2 


Revista  Ecoxfj.MicA 


pueblo,— y  lo  que  es  peor  aüu,  sin 
({ue  pueda  calcularse  el  peligro  que 
asi  corremos,  ni  lo  que  reclaman  los 
grandes  intereses  nacionales,  su  ho- 
nor, su  crédito,  su  seguridad.  Asi, 
tan' mal  va  lo  de  adentro  como  lo  de 
afuera.  No  hay  la  fe  de  antes  en  la 
eficacia  de  las  instituciones. 


* 


Desde  la  presidencia  de  Mitre  á  la 
caída  de  Juárez,— el  ciclo  son  veinte 
y  ocho  años, — y  desde  la  caída  de 
"Juárez,  con  el  interregno  de  Pelle- 
grini,  hasta  la  elección  de  Saenz 
Peña  el  país  ha  marchado  tropezando 
con  muchos  obstáculos.  Pero,  nadie 
durante  ese  tan  largo  lapso  de  tiemi)o, 
— llegó  á  pensar,  como  ahora,  que  los 
ideales  de  la  Constitución  eran  irrea- 
lizables, y  que  desvirtuada  la  fibra 
patriótica  ó  corrompido  el  pueblo  es- 
tamos amenazados  del  remedio  he- 
roico de  ima  Dictadura  (  ! ! ). 

*  * 

Hay  algo  más  que  anarquía  interna, 
como  en  Corrientes,  donde  nadie  es 
capaz  de  anticipar  cómo  terminará  el 
drama  sangriento  que  allí  se  des- 
arrolla. Hay  confusión  y  perversión  en 
las  ideas,  y  más  parecemos  un  pueblo 
sin  rumbos,  una  Nación  sin  tenden- 
cias, una  sociedad  en  descomposición, 
que  un  Estado  ocupando  en  el  con- 
cierto del  mundo  civilizado, — la  posi- 
ción correspondiente  á  sus  antece- 
dentes históricos,  á  sus  sacrificios,  á 
sus  instituciones,  á  su  extensión  y 
población,  á  su  riqueza  y  á  los  com- 
promisos contraídos,  por  el  crédito 
que  el  mundo  le  habia  hecho. 

* 

*  * 

Vivimos  de  la  sorpresa  y  de  la 
pasión  del  momento:  los  accidentes 
y  lo  imprevisto, — son  nuestro  estado 
normal;  y  como  quien  retrocede  es- 
pantado ante  la  idea  de  averiguar  la 
causa  de  sus  conflictos  temeroso  de 
que  la  evidencia  le  imponga  so  pena 
de  perecer,  cambiar  de  vida, — así  re- 
troceden nuestros  estadistas  ante  la 
investigación  de  la  verdad.  Por  ma- 
nera que  cuanto  pasa  es  error  ó  mis- 
tificación: en  el  orden  político  y  admi- 


nistrativo, en  el  (Jrden  económico  y 
financiero,  en  el  orden  social  y  hasta 
en  las  cuestiones  que  se  relacionan 
con  el  ejército  y  con  la  armada,  y 
como  la  prensa  es  más  explosiva  que 
insistente,  todo  se  hace  au  jour  le 
jour,  de  prisa,  sin  reposo,  en  nombre 
del  empirismo,  empleando  frecuente- 
mente términos  contrarios  á  lo  que 
se  quiere  imiDlicar,  como  cuando  se 
dice  que  el  gobierno  interviene  en 
las  Provincias,  para  restablecer  la 
«forma  republicana»,  y  lo  que  resulta 
es  que  unas  veces  es  revolucionario 
como  en  Santiago  y  otras  al  revés, 
como  en  Corrientes. 

He  ahí  porqué, — hasta  los  menos 
pesimistas  creen  que  los  dados  de 
nuestro  destino  futuro,  en  cuanto 
caigan,  lo  que  marcarán  es:  revolu- 
ción, guerra  civil  y  Dictadura. 

Se  tiene,  pues,  que  luchar  contra 
la  fatalidad  hasta  el  último  minuto 
y  que  abrigar  un  rayo  de  esperan- 
za, si  es  que  hay  alguna  probabi- 
lidad de  sostener  y  apuntalar  la  situa- 
ción,  reparándola. 

Dios  lo  quiera. 

* 

*  * 


CRÓNICA  ORIENTAL 


El  proyecto  de  reforma  electoral  fué 
objeto  de  acaloradas  discusiones  en  el 
Senado,  pero  el  resultado  ha  sido  el 
de  siempre;  esto  es,  han  triunfado  las 
ideas  del  P.  E.  En  la  Cámara  de  Re- 
presentantes la  ley  será  votada  sin 
mayor  dificultad. 

Una  especialidad  de  la  actual  Le- 
gislatura es  la  de  que,  al  revés  de  lo 
que  sucede  en  todas  partes,  el  Se- 
nado es  la  Cámara  de  combate,  mien- 
tras que  la  otra  rama  se  caracteriza 
por  su  apatía  y  docilidad. 

* 

Obedeciendo  á  la  tendencia  de  ocu- 
parse con  ardor  de  las  pequeñas  cues- 
tiones dejando  de  preocuparse  de  las 
grandes,  varios  de  nuestros  colegas 
montevideanos    se    están    dedicando 


DEL  Rio  de  la.  Plata 


45:^ 


con  marcada  preferencia  al  proyecto 
de  rebaja  de  dietas  de  los  Diputados. 
El  asunto  que  empieza  por  llenar  sus 
columnas  editoriales,  es  también  ma- 
teria preferente  de  sus  gacetillas.  Se 
quiere  conseguir  que  la  nueva  rebaja 
en.  las  dietas  sea  de  un  20,  en  vez  de 
un  10  %. 

¿Cuánto  representa  esto?  Unos  $ 
56.000  al  año,  la  octava  parte  del  ser- 
vicio de  la  deuda,  regalada  á  los  te- 
nedores de  cédulas. 

Además  de  esta  rebaja  se  pretende 
la  de  los  sueldos  de  los  porteros  de  las 
Cámaras  y  de  la  partida  par  .  gastos 
menudos. 

Somos  partidarios  de  las  economías 
compatibles  con  el  buen  servicio,  pero 
respecto  de  los  Diputados,  creemos  que 
hay  que  pedirles  al^o  más  importante 
■que  el  desprendimiento  de  una  parte 
de  sus  dietas,  que  es  el  cumplimiento 
severo  de  sus  deberes.  Si  esto  hicie- 
sen, nunca  resultarían  caros  para  el 
país,  mientras  que  á  los  que  no  lo  hagan 
no  serian  las  dietas  lo  que  más  con- 
vendría quitarles,  sino  las  bancas  que 
ocupan. 


Los  fraudes  descubiertos  en  varias 
oficinas  han  dado  motivo  á  medi- 
das de  rigor.  El  P.  E.,  la  autoridad 
judicial  y  el  jefe  de  la  oficina  de 
impuestos  directos  han  rivalizado  en 
actividad  con  el  objeto  de  descubrir 
y  castigar  á  los  culpables,  pero  lo 
que  no  vemos  es  que  nadie  se  preo- 
cupe de  combatir  el  mal  en  su  raíz. 

Ya  lo  hemos  manifestado  más  de 
una  vez;  las  oficinas  de  rentas  tienen 
un  personal  deficiente  y  mal  rentado, 
aparte  de  que  ellas  no  están  conve- 
nientemente reglamentadas. 

Algo  más  serio  para  el  fisco,  que  lo 
de  los  impuestos  directos  sucede  con 
las  rentas  de  aduana,  no  obstante  la 
competencia  y  celo  de  su  administra- 
ción superior. 

Haría  bien  el  señor  Ministro  de 
Hacienda  en  confrontar  los  libros  de 
ciertos  almacenes  por  mayor  de  la 
calle  de  25  de  Agosto  con  las  cons- 
tancias de  la  aduana  de  Montevideo, 
y  de  enterarse  de  las  facturas  de 
determinados  despachantes. 

Los   fraudes  en  la  Contribución  In- 


mobiliaria perjudican  al  fisco,  á  la  par 
que  el  contrabando  lesiona,  á  la  vez 
que  á  la  renta  al  comercio  regular  y 
á  las  industrias  del  país. 

*  * 

La  Comisión  de  Fomento  de  la  Cá- 
mara de  Representantes  aconseja  la 
sanción  de  un  proyecto  de  Ley. por  el 
cual  se  autoriza  al  P.  E.  para  que  con- 
trate con  el  ingeniero  Rigoni  los  estu- 
dios definitivos  de  las  obras  de  mejora 
del  Puerto  de  Montevideo,  tomándose 
por  base  la  «concepción  técnica  rela- 
«tiva  á  las  obras  externas  de  abrigo, 
«protección  y  conservación  de  fondos 
«de  la  bahía,  de  que  es  autor  dicho 
ingeniero.» 

be  dispone,  además,  que  el  gobierno 
nombrará  una  comisión  de  cinco  inge- 
nieros para  inspeccionar  y  verificar 
dichos  trabajos. 

Otra  cosa  esperábamos  del  estudio 
de  los  ilustrados  miembros  de  la  expre- 
sada Comisión. 

Una  de  las  dificultades  principales 
para  la  solución  acertada  de  la  cues- 
tión del  puerto  de  Montevideo,  era  la 
de  que  por  el  sistema  de  propuestas 
sin  estudios  previos  de  las  obras  á  rea- 
lizarse, se  venía  englobando  la  parte 
técnica  con  la  financiera,  de  modo  que 
las  propuestas  que  al  parecer  eran 
científicamente  más  perfectas  no  re- 
sultaban siempre  financieramente  las 
más  admisibles. 

Lo  más  acertado  es  establecer  pre- 
viamente qué  obras  deban  hacerse, 
para,  en  seguida,  oir  las  propuestas  de 
los  que  estén  en  actitud  de  llevarlas 
á  efecto. 

La  Comisión  reconoce  la  convenien- 
cia de  un  estudio  previo  al  contrato 
de  la  ejecución  de  las  obras  necesarias, 
pero,  por  su  proyecto  reduce  ese  tra- 
bajo á  los  límites  de  la  concepción  del 
Sr.  Rigoni,  y  encarga  á  este  proyectista 
de  la  ejecución  de  los  estudios,  en  los 
que  al  Estado  solo  le  cabrá  la  función 
de  inspector  y  verificador  de  lo  que 
haga  el  mencionado  proyectista. 

Desde  luego  nos  llama  la  atención 
las  palabras  «concepción  técnica»,  apli- 
cadas á  las  obras  externas  de  abrigo, 
protección  y  conservación  de  fondos 
de  la  bahía.' Empezando  por  el  proyec- 
to de  Cudbillson  v  de  Lungo,  las  obras 


454 


Revista   Económica 


externas  de  abrigo,  el  sistema  de  pro- 
tección y  conservación  de  los  fondos 
de  la  bahía,  sólo  se  han  diferenciado 
en  detalles,  de  modo  que  no  hay  tal 
mérito  de  concepción  técnica  que  pue- 
da ahora  alegarse. 

Para  apreciar  cuál  de  los  proyectos, 
de  acuerdo  con  la  idea  general  en  ca- 
si todos,  sea  el  más  conveniente,  es  in- 
dispensable conocer  la  profundidad 
de  las  aguas  en  la  parte  de  la  bahía 
donde  deba  establecerse  el  rompe-olas, 
destinado  á  abrigarla,  la  naturaleza 
del  fondo  y  las  resistencia  que  deban 
vencerse,  así  como  también,  debe 
hacerse  un  estudio  minucioso  del  ré- 
gimen hidrográfico  local,  á  fin  de  po- 
derse conservar  la  profundidad  del 
fondo  de  la  rada  protegida,  canales  y 
jDuerto  interior. 

Sin  estos  estudios,  que  se  mandan 
hacer  por  el  proyecto  de  ley,  no  puede 
tenerse  la  menor  idea  de  si  la  lla- 
mada concepción  del  señor  Rigoni  es 
mejor  que  la  de  los  demás  proyectis- 
tas que  se  han  ocupado  de  estudiar 
este  asunto;  y,  sin  embargo,  el  pro- 
yecto de  ley,  manda  encerrar  los  estu- 
dios en  los  límites  del  proyecto  de 
ese  proponente,  y  le  encarga  la  di- 
rección superior,  con  lo  cual  que- 
dan, por  el  hecho,  desechadas  todas 
las  otras  líneas  generales  de  los  de- 
más proyectos,  que  pudiesen  consul- 
tar mejor  los  interesas  públicos. 

Si  el  gobierno  quiere  cerciorarse  de 
la  mayor  conveniencia  y  practicabili- 
dad  de  un  proyecto  determinado,  no 
es  á  su  autor  á  quien  debe  encargar 
el  estudio,  y  ya  que  se  conviene 
en  que  es  necesario  estudiar  previa- 
mente la  materia,  hay  que  dar  á  este 
estudio  la  forma  más  amplia  posible. 

El  proyecto  Rigoni,  ó  su  concep- 
ción, según  el  término  legislativo,  po- 
drá importar  un  costo  de  quince  ó 
veinte  millones,  por  ejemplo,  mien- 
atras  que  oíros  que  quizáno  importarían 
prriba  de  nueve  ó  diez,  podrán  ser 
'lácticamente  superiores. 

Una  materia  tan  importante  como 
esta,  debe  tratarse  con  absoluta  pres- 
cindencia  de  la  mayor  ó  menor  sim- 
patía que  inspiren  determinados  pre- 
tendientes. Ya  que  se  reconoce  la 
necesidad  de  un  estudio  previo,  hága- 
se éste  en  condiciones  amplias,  como 


lo  requiere  el  mayor  acierto,  reu- 
niendo á  las  luces  de  los  ingenieros 
nacionales,  el  de  las  grandes  notabi- 
lidades en  la  materia,  con  que  el  mun- 
do actualmente  cuenta. 


REVISTA  BURSÁTIL 


La  liquidación  de  fin  de  año  conclu- 
yó sin  grandes  dificultades  en  la  plaza 
de  Buenos  Aires,  así  como  en  la  de 
Montevideo,  no  siendo  esto  último  de 
extrañar,  dado  lo  reducido  de  las 
operaciones  que  allí  se  realizan,  al  re- 
vés de  lo  que  aquí  sucede,  sobre  todo 
después  del  decreto  argentino  per- 
mitiendo las  cotizaciones  del  oro  á 
plazos. 

La  última  quincena  fué  aquí  de 
grandes  oscilaciones  en  el  oro,  que 
llegó  á  bajar  á  278  1/8  para  quedar 
en  292  1/5. 

— Los  cambios  han  mejorado  algo, 
y  es  de  esperar  que   se  afirmen. 

La  quincena,  como  se  verá  por  los 
estados  detallados  que  publicamos, 
ha  sido  de  baja  general.  El  porvenir 
se  muestra  incierto  y,  además,  el 
juego  del  oro  absorbe  casi  toda  la 
especulación  bursátil,  no  solo  por  el 
mayor  aliciente  que  presenta  para  ob- 
tener grandes  diferencias,  sino  tam- 
bién, por  ser  especialmente  coman- 
ditado por  bancos  y  casas  de  comercio 
extranjeros. 

A  aquellos  les  observaremos  que 
los  préstamos  bursátiles  no  es  la  es- 
fera sociahnente  conveniente  para  la 
distribución  de  los  depósitos  que  en 
tan  grandes  sumas  atraen  con  su  cré- 
dito. 

La  Bolsa  de  Montevideo,  continúa 
con  tendencia  de  baja,  la  que  sobre 
todo,  respecto  de  las  cédulas  y  accio- 
nes del  Banco  Hipotecario,  tiene  que 
seguir  acentuándose. 

El  íngoubilismo  imperante  sigue 
dando  sus  frutos. 


DEL  Rio  de  la  Plata 


Movimiento  bursátil  de  la  segunda  quincena  de  Diciembre  de  1892 


BOLSA  DE  BUENOS  AIRES 

(  DEL   15    AL   31    DE     DICIEMBRE  ) 


I  l'Itimo  precio 

HASTA 

d'bre.  15 


Ultimo  precio 

HASTA 

d'bre.  si 


Metálico 

Al  contado. 

Cambios 


Inglaterra. 
Francia. . . 

Bélgica 

Alemania  . 


Cheques 

Banco  Nacional 

Banco   de  la  Provincia , 

Banco  Hipot.  de  la  Provincia- 
cédulas  Hipotecarias  Nacionales 

Serie  A  (oro)  5  %  de  renta.. 


-bonos, 


A 
B 
C 
D 
E 


» 
» 
» 
» 


Cédulas  Hipotecarias  Provinciales 

Serie  A  (oro)  6  %  de  renta. 


A 

$f. 

8  7o 

E 

» 

tí  % 

F 

% 

tí  % 

G 

» 

tí  % 

I 

» 

8  % 

J 

» 

8  % 

K 

)) 

8  % 

L 

)) 

8  % 

M 

)) 

8  7„ 

N 

)) 

8  % 

0 

» 

8  % 

P 

» 

8  % 

Fondos  y  Títulos  Públicos 

Fondos  Públicos  Nacionales  de  1884. 

Empréstito  Nacional  Interno  1891 

Id.    de  1892 

Deuda  Municipal  de  la  Capital  .  .. 


279  80 


47  J 
4  96 
4  97 
4  01 


14  — 

37  50 
18  — 


45 
99 
96 
90 
92 
90 


21  50 
34  50 
33  — 
28  50 

27  20 

28  50 
27  90 
27  50 
27  80 
27  90 
27  80 
27  80 
27  90 


00  — 
74  50 
68  50 
68  — 


278  ¿ 


47  i 
4  90 


4  — 


13  — 
39  — 
15  60 


96  — 
91  — 
90  — 
81  — 


26  10 
26  10 


27  — 
26  50 
26  50 
26  50 
26  50 
26  70 


73  — 
67  20 
66  50 


292  i 


47  i 
4  98 

4  03 


16  — 
42  — 

18  20 


95  — 
91  — 

90  — 


33  — 
28  — 


28  50 
28  50 
28  80 
28  50 
28  50 
28  50 


74  50 
69  50 
67  — 


292  ¿ 


1 

2 

98 


47 
4 
4  97 
4  03 


16  — 

39  i 
15  80 


45  — 
99  — 
96  — 
93  — 
90  — 
87  ~ 


21  50 
34  50 
33  — 
27  — 

27  — 

28  50 
27  90 
27  — 
27  15 
27  50 

27  80 

28  80 
28  80. 


55  — 
73  50 
68  50 
67  — 


456 


Revista  Económica 


Acciones 

BANCOS 

Español  del  Rio  de  la  Plata 

Italia  y  »      »    »      »     (oro) 

Crédito  Real 

Nuevo   Banco  Italiano 

Banco  de   la    Bolsa 

Francés  del  Rio  de  la  Plata 

Hipotecario  de  la  Capital  (Bonos  oro). . 

Constructor  de   la   Plata 

Id  id  id  (obligaciones) 

Agrícola   Comercial 

Banco    Inmoviliario : 

Banco  del   Comercio 

Banco   Caja  de  Descuentos 

Comercial  de  la  Plata 

Comercial 

Banco  Sud- Americano 

Banco  Nacional 

compañías 

La  Edificadora 

La  Previsora  (Compañía  de  Seguros). 

La  Primitiva  (Compañía  de  Gas) 

Gas  Argentino ". 

Empresa  del  Edificio  de  la  Bolsa 

La  Argentina  (fábrica  de  papel) 

Muelle  y  Depósitos  de  las  Catalinas.. . . 
La  Buenos  Aires  (Compañía  de  Seguros) 
Comijañia  General  de  Reaseguros.... 

Kid  y  Ca 

Telegráfico  Telefónica 

Constructora  Argentina 


ultimo  precio 

HASTA 

d'bre.  15 


MAS  ALTO 


BOLSA  DE  MONTEVIDEO 

(del  1°    AL  15  DE   DICIEMBRE) 


Billetes  Banco  Nacional 

Títulos    hipotecarios  Serie    D 

Cédulas  hipotecarias      »       A 

»  »  »        C 

Deuda  del  Interior 

Id.      Consolidada 

Acciones  Banco  Hipotecario. . 

CAMBIOS 

Inglaterra 

Francia. 

Bélgica 

Alemania 


110  — 

96  — 
31  — 
58  — 
45  — 
42  50 
64  75 
4  50 
O  60 

22  — 

23  — 
85  — 
50  — 

8  50 

30  — 
26  50 

31  — 


70  — 
27  50 
92  — 
55  — 
145  — 
84  — 
8  10 

13  — 
7  — 
7  — 

65  — 

14  — 


50  - 

24  20 

25  20 


29  70 

36  40 

7  70 


50 


5  35 
4  33 


93 
57 


O  60 

22  — 

23  — 


91  — 


40  — 

22  90 

23  20 


58 


O  80 
23  — 
23  - 


50   26  50 


32  — 
7  30 


50  1 
5  34 

4  32 


92 


8  20 


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36  40 

7  70 


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5  35 

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Ultimo  precio 

HASTA 

d'bre.  31 


110  — 
93  — 
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58  50 
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42  50 
64  75 
4  50 
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30 
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7  — 
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23  70 


36  40 
7  80 


50  i 

5  35 
4  3:-! 


2*.  Época — Núm.  18. 


30  de  Enero  de  1893. 


REVISTA    ECONÓMICA 

DKL 

RIO  DE  LA  PLATA 


Director:  DOMINGO   LAMAS 


Las  economias,  los  sueldos  y  las  pensiooes 


Á  a  EL  BIEN> 


I 


Aceptamos  gustosos  el  debate  sobre 
las  rebajas  de  sueldos  y  pensiones  que 
provoca  nuestro  apreciable  colega  «El 
Bien»,  con  el  artículo  «Criterios  Eco- 
nómicos», tanto  por  la  reconocida  ilus- 
tración del  contendor  cuanto  por  el 
hecho  de  que  de  la  dilucidación  de 
•esta  materia  han  de  aprovechar  go- 
bernantes y  gobernados,  rectificando 
muchas  ideas  que  hace  tiempo  vienen 
haciendo  camino  entre  nosotros. 

Además  de  la  que  forma  el  objeto 
principal  de  ese  artículo,  el  colega 
suscita  varias  interesantes  cuestiones 
de  las  que  nos  ocuparemos  igualmen- 
te, empezando  por  eso  «de  las  mani- 
festaciones unánimes  de  la  opinión», 
que  es  el  estribillo  de  todas  las  pré- 
dicas con  que  se  han  impuesto  los 
desaciertos  económicos  que  hoy  des- 
quician al  país. 

De  que  no  hay  unanimidad^  el  mismo 
colega  dá  la  prueba,  transcribiendo 
las  palabras  con  que  «La  Nación»  y 
esta  Revista,  dos  publicaciones  que 
obedecen  á  muy  opuestas  tendencias, 
combaten  el  orden  de  ideas  que  se 
afirma  no  obstante  ser  eso  universal- 
mente  aceptado  entre  nosotros. 

Hay  cuando  menos  una  minoría 
contraria  á  la  rebaja  de  sueldos  y  pen 


de  Rosseau,  no  podrá  dejar  de  admi- 
tir que  muchas  veces  la  razón,  la  jus- 
ticia, la  clara  intuición  de  las  con- 
veniencias generales,  no  están  en  la 
mayoría  sino  en  la  minoría,  tan  mi- 
noría, que  á  veces  se  compone  de  un 
solo  individuo. 

A  Cristo  lo  crucificaron  por  contra- 
riar las  creencias  de  la  mayoría  de 
su  época,  y  ¿no  cree  «El  Bien»  que 
era  él   la   "encarnación  de  la  verdad? 

El  distinguido  colega  no  podría, 
siendo  consecuente  con  esa  su  doc- 
trina, de  que  nadie  debe  oponerse  á 
las  manifestaciones  de  la  opinión, 
reprobar  á  los  fariseos  que  sacrifica- 
ron al  Justo. 

La  verdad  empieza  por  germinar, 
por  lo  general,  en  el  seno  de  las  mi- 
norías, "aunque  esté  destinada  á  irra- 
diarse y,  por  fin,  á  predominar,  á 
semejanza  de  la  luz  que  antes  de 
bañar  con  sus  fulgores  la  superficie 
de  la  tierra  empieza  por  dorar  las 
elevadas  cumbres  de  las  cordilleras. 

Me  permitirá  el  distinguido  colega 
que  le  hagamos  algunas  observacio- 
nes más  sobre  este  asunto.  ¿En  qué 
se  funda  para  pretender  que  sea  hoy 
una  mavoría  la  que  piensa  como  él? 
¿En  las  manifestaciones  de  la  mayor 
parte  de  los  diarios?— Nada  más  podrá 
decirnos,  v,  para  todos  los  que  cono- 
cemos la  "prensa,  sabemos  bien  que 
ella,  en  la  organización  á  que  obedece 
entre  nosotros,  sólo  expresa  lo  que 
piensan  los  círculos  reducidos  á  que 
responden  sus  redacciones  ó  lo  que 
quieren  estos  que  el  público  crea. 
En  vez  del  reflejo  de  la  opinión,  los 
diarios  son  más  bien  fábricas  de  opi- 


siones,  y  salvo  de'  que   «El   Bien»   se   nión.  siendo  frecuente  el  caso  de  que 
haya  transformado  en  ciego  sectario'  imiten  en  sus  elaboraciones  a  los  m 


458 


Revista  Económica 


dustriales  que  sofistican  los  productos 
de  consumo,  con  no  menos  daño  para 
la  higiene  moral  de  la  Sociedad,  que 
la  que  estos  causan  en  la  esfera  de 
la  meramente  física. 

Por  otra  parte  los  asuntos  públicos 
no  deben  debatirse  y  resolverse  según 
los  dichos  vulgares,  las  impresiones 
del  momento  ó  las  inspiraciones  de 
los  que  no  extienden  su  vista  más 
allá  de  las  paredes  de  sus  vecinos, 
so  pena  de  que  se  provoquen  ruidosos 
y  sucesivos  fracasos,  como  los  que  han 
producido  todas  las  medidas  que  se 
vienen  tomando,  en  el  orden  econó- 
mico, con  el  propósito  de  mejorar  la 
situación. 

Dejemos  de  lado,  colega,  para  hacer 
obra  útil,  esa  llamada  opinión,  é  ins- 
pirémonos en  la  trinidad  de  los  fines 
humanitarios,  la  justicia  social  y  los 
ideales  nacionales,  para,  dentro  de  los 
medios  actualmente  posibles,  tratar 
de  harmonizar  con  ella,  y  con  la  pre- 
paración de  un  porvenir  menos  an- 
gustioso, las  soluciones  de  las  difi- 
cultades que  tan  profundamente  aque- 
jan al  jjais. 


II 


Todos  los  que  como  «El  Bien«,  se 
manifiestan  partidarios  de  las  rebajas 
de  sueldos  y  de  pensiones,  son  atraí- 
dos por  la  magia  de  un  término  que, 
sobre  todo  en  situaciones  angustiosas 
como  la  actual,  parecen  imponerse  al 
buen  sentido,  y  es  este  un  caso  más 
de  los  peligros  que  encierra  á  veces 
la  aplicación  indebida  de  una  palabra. 
Esas  rebajas  están  siendo  calificadas 
de  economías,  cuando  en  su  esencia  no 
significan  más  que  un  impuesto;  dife- 
rencia capital  que  impone  un  criterio 
muy  diverso,  porque  si  bien  liay  que 
llevar  las  economías  hasta  donde  lo 
permitan  las  conveniencias  generales, 
cuando  se  trata  de  impuestos,  es  indis- 
pensable observar  reglas  especiales  y 
distintas,  so  pena  de  caer  en  la  arbi- 
trariedad y  de  hollar  los  derechos  más 
sagrados,  además  de  no  satisfacer,  en 
muchos  casos,  como  en  el  actual,  de 
un  modo  eficaz,  el  objeto  inmediato 
del  desahogo  del  tesoro,  como  puede 
conseguirse,  conciliando  sus  exigen- 
cias con  la  aplicación  franca  y  leal 
de  lo  aconsejado  por  la  equidad. 


No  se  puede  deducir  con  exactitud, 
sin  antes  definir  con  claridad  y  preci- 
sión, ó,  siguiendo  el  dicho  vulgarizado, 
establecer  bien  una  cuestión  es  resol- 
verla. 

Que  se  trata  de  un  impuesto  y  no 
de  una  economía,  se  demuestra:  1°. 
con  los  fundamentos  y  objetos  de  la 
medida  que  el  colega  sostiene,  que  es 
obviar  la  escasez  de  recursos,  y  2°.  con 
el  hecho  de  reducir  las  pensiones  y  los 
haberes  de  las  clases  pasivas  que 
constituyen  deudas  fijas. 

Para  quitar  toda  duda  en  punto  tan 
fundamental,  veamos  que  es  lo  carac- 
terístico de  la  economía  y  que  lo  del 
impuesto,  y  analicemos  en  sus  deta- 
lles prácticos  la  medida  que  discuti- 
mos, á  fin  de  dejar  ante  todo  fuera 
de  debate  su  clasificación.  Por  eco- 
nomía de  presupuestos  entendemos 
la  disminución  de  erogaciones,  supri- 
miéndose gastos  generales,  servicios 
y  empleados  de  que  se  pueda,  con 
mas  ó  menos  inconvenientes,  prescin- 
dir; pero  nunca  el  no  retribuir  en  lo 
que  se  juzga  valer  el  trabajo  personal 
de  que  usufructué  el  Estado.  Menos 
discutible  aun  es  el  caso  de  disminuir, 
por  autoridad,  las  rentas  á  que  tengan 
título  los  pensionistas  y  las  clases 
pasivas.  Dejar  de  pagar  lo  que  se 
debe  no  es  una  economía;  es  la  pri- 
vación de  la  propiedad  de  terceros. 
Efectuado  esto  por  los  particulares 
importa  un  despojo;  y  por  el  Estado 
solo  es  lícito  cuando  lo  hace  ejerciendo 
la  facultad  que  le  corresponde,  de  to- 
mar, á  fin  de  satisfacer  las  necesida- 
des públicas,  parte  del  haber  de  los 
miembros  de  la  colectividad,  y  en  las 
proporciones  equitativas  necesarias. 
Este  es  el  impuesto. 

Si  se  tratase  de  eliminar  empleados 
que  no  fuesen  indispensables  para  el 
buen  servicio,  nada  diríamos.  Tam- 
bién haríamos  lo  mismo,  si  se  reduje- 
sen remuneraciones  excesivas,  pero 
de  esto  tampoco  es  cuestión  aquí,  y 
bien  claro  lo  indica  el  que  la  medida, 
que  se  discute,  afecta  en  igual  pro- 
porción tanto  los  sueldos  más  altos 
cuanto  los  más  mezquinos. 

Cuando  en  otras  épocas  los  apre- 
mios del  tesoro  han  hecho  recurrir 
al  arbitrio  de  rebajas  de  sueldos,  la 
ley  de  Presupuesto  ha  establecido  la 


DEL  Rio  de  la  Plata 


459 


verdad,  haciendo  figurar  su  importe 
entre  los  recursos  de  la  Nación,  como 
lo  hace  con  el  impuesto  de  1  %  sobre 
los  pagos.  El  impuesto  es  idéntico  en 
el  fondo  aunque  varíen  sus  cuotas  li- 
mitándose el  Estado  á  imponer  uno 
por  cada  cien,  por  ejemplo,  cuando  se 
trata  de  un  contrato  leonino  de  pro- 
veeduría, y  además  de  ese  uno,  26  % 
más,  cuando  lo  que  se  cobra  proviene 
de  servicios  efectivos  prestados  á  la 
Nacirjn. 

Pedímos  á  nuestro  ilustrado  colega 
que  medite  sobre  este  punto,  y  conira- 
mos  en  que  su  lealtad  no  le  permitirá 
seguir  el  ejemplo  de  «El  Siglo»,  que 
nos  hace  decir  lo  que  no  hemos  dicho, 
ni  pensado,  ni  podido  decir,  facilitán- 
dose asi  censuras  inmerecidas,  como 
la  que  nos  hace  en  su  número  del  18, 
atribuyéndonos  la  pretensión  de  que 
el  Banco  Hipotecario  no  cobre  intere- 
ses, cuando  no  nos  hemos  opuesto 
más  que  á  las  realizaciones  en  formas 
desquiciadoras,  aparte  de  que  hemos 
indicado,  más  de  una  vez,  que  el  Ban- 
co debía  percibir  las  rentas  de  las  pro- 
piedades de  los  deudores  morosos. 

Este  no  es  medio  de  aclarar  cues- 
tiones, cuyo  debate  solo  se  justifica 
por  la  conveniencia  de  establecer  la 
verdad;  no  es  ese  el  uso  que  corres- 
ponde hacer  de  la  prensa;  es  su  abuso 
evidente. 


111 


No  constituyendo  las  rebajas  pro- 
puestas más  que  un  impuesto,  la  me- 
dida tan  simpática  en  apariencia, 
presenta,  desde  luego,  todos  los  con- 
tornos odiosos  de  la'  iniquidad.  Es  el 
gravamen  especial  á  una  clase,  con 
ia  particularidad  de  ser  la  que  menos 
puede  soportarlo,  tanto  más  que  se 
eleva  á  un  tipo  exhorbitante  con  el  fin 
de  comqjensar  lo  que  se  deja  de  exigir 
á  los  que  mejor  habilitados  están 
para  sufrir  su  peso,  y  que,  por  lo 
menos,  deberían  compartirlo. 

Los  partidarios  de  esa  llamada  eco- 
nomía, argumentan  con  que  el  presu- 
puesto es  "alto,  con  que  las  pensiones 
y  retiros  son  munificencias  y  no  com- 
pensaciones, etc. 

Si  el  presupuesto  es  alto,  no  lo  es 
por  el  costo  de  la  administración,  sino 
por  los  servicios  de  deudas  y  de  ga- 


rantías.— Pero,  admitamos  que  lo  sea 
también  en  la  parte  que  corresponde 
á  la  Administración,  y  no  será  la  reba- 
ja de  los  sueldos  que  se  considere  la 
retribución  equitativa  del  trabajo,  lo 
que  corresponda  hacer,  ni  el  hecho  de 
que  podían  haber  empleados  ociosos 
es  motivo  para  que  no  se  pague  debi- 
damente á  los  que  trabajen!  No  hay 
menor  injusticia  en  que  los  emplea- 
dos laboriosos  paguen  los  parásitos 
que  crea  el  favoi-itismo  oficial,  en  que 
los  pague  la  comunidad  en  general. 
No  hay  que  hacer  reíluir  sobre  "una  cla- 
se social,  los  males  de  que  ella  no  es 
directa  ni_ especialmente  responsable. 

En  cuanto  á  las  pensiones  y  retiros, 
aunque  admitiésemos  el  hecho,  que 
como  veremos  no  es  exacto,  de  que 
ellos  constituyesen  actos  de  pura 
beneficencia,  no  podríamos  conside- 
rarlas gravables  ó  reductibles  con  pre- 
ferencia á  las  obligaciones  por  dinero. 

Esta  es  una  cuestión  trascendental, 
que  no  está  demás  que  toquemos 
ligeramente. 

Á  la  pregunta  de  si  el  Estado  debe 
ser  beneíicente  y  á  punto  de  consti- 
tuir esto  uno  de  sus  deberes  ineludi- 
bles, no  vacilamos  en  contestar  afir- 
mativamente, pues  de  lo  contrario  él 
se  separaría  del  fin  humanitario  que 
es  el  que  prima  sobre  todos  los  demás, 
y  al  desconocerlo  tendríamos  por  ló- 
gica que  borrar  todas  las  disposiciones 
de  nuestro  derecho  civil  que  imponen 
obligaciones  de  alimentos.  Lo  que  es 
justicia  y  deber  en  la  esfera  de  la  fa- 
milia, no  puede  dejar  de  serlo  para  la 
comunidad  nacional. 

El  problema  del  seguro  por  el  Esta- 
do, y  de  las  cajas  oficiales  destinadas 
á  crear  rentas  para  la  vejez  y  para 
los  casos  de  enfermedad  y  de  acci- 
dentes, surge  del  reconocimiento  de 
esta  verdad. 

xAsí,  pues,  si  las  pensiones  y  retiros 
fuesen  en  esencia,  como  vulgarmente 
se  les  tacha,— actos  de  beneficencia, 
no  i^odrian  en  los  casos  en  que  ellos 
fuesen  justificados,  constituir  una  ma- 
teria imponil)le,  ni  posponerse  á  los 
títulos  de  los  teneJores  de  Deudas  por 
dinero. 

Pero  no  se  trata  aquí  del  caso  que 
teóricamente  justificamos,  pues,  por 
regla  general,  los  retirados  y  pensio. 


460 


Revista  Económica 


nistas  no  son  menos  acreedores  del 
Estado  que  los  prestamistas ;  unos 
tienen  sus  títulos  adquiridos  por  di- 
nero, otros  á  consecuencia  de  sacri- 
ficios hechos  en  bien  de  la  comunidad. 
Supongamos  el  caso  de  la  jubilación 
del  contador  Sr.  Gard,  que  ha  consa- 
grado toda  su  vida  al  servicio  de  la 
Nación,  dejando,  mes  á  mes,  la  parte 
de  su  sueldo  afectada  por  el  Monte- 
pío. La  suma  entregada,  con  los  inte- 
reses capitalizados,  representaTá  hoy 
una  renta  mayor  de  lo  que  importará 
su  jubilación.  El  Estado,  al  conce- 
dérsela, ni  resultará  gravado,  ni  hará 
un  acto  de  beneficencia;  cumplirá  un 
contrato  oneroso.  Esta  es  la  situación 
de  los  jubilados  y  clases  militares  pa- 
sivas. Compare  también  el  distinguido 
colega,  la  viuda,  el  huérfano, '  cuyo 
marido  ó  cuyo  padre  perdió  su  vida 
en  las  luchas  que  nos  dieron  patria 
y  libertad,  ó  dejó  de  atesorar  em- 
ipleando  su  vigor  y  su  inteligencia  en 
operaciones  mercantiles,  á  fin  de  de- 
dicar todo  su  tiempo,  todas  sus  fa- 
cultades, con  el  objeto  de  prestar  ser- 
vicios eminentes  al  país,  compárelos, 
repetimos,  con  el  especulador  que 
compra  un  título,  ()  que  presta  en 
condiciones  usurarias,  y  estamos  cier- 
tos de  que  convendrá  al  fin  con  noso- 
tros en  que  el  gran  libro  de  pensiones 
y  retiros,  es,  en  principio,  todavía  más 
sagrado  que  el  gran  libro  de  las 
deudas  por  dinero,  tanto  más  que 
en  favor  de  los  primeros  puede  ale- 
garse no  solo  los  servicios,  sino  tam- 
bién el  dinero,  desde  que  ahí  está 
la  retención  del  Monte  Pío,  que  es 
dinero  que  dejó  de  pagarse,  y  que  el 
Estado  debió  acumular. 

También  esperamos  convencerlo  de 
que  efectivamente  en  los  sesenta  y 
dos  años  que  han  transcurrido  desde 
nuestra  Constitución,  el  Poder  Le- 
gislativo ha  retrocedido  lastimosa- 
mente. 

La  Constitución  al  disponer  que  los 
empleados  públicos  no  sean  destitui- 
dos por  el  P.  E.  sin  causa  justificada 
y  sin  acuerdo  del  Senado  ó  de  la  Co- 
misión Permanente,  ha  reconocido  la 
conveniencia  de  dar  estabilidad  á  la 
condición  del  empleado  público,  con 
el  propósito  evidente  de  hacer  de  los 
empleos  civiles  una  carrera,  creándo- 
se así  las  especialidades  necesarias 


para  todo  buen  funcionamiento  ad- 
ministrativo. 

Esa  base  esencial  desaparece  por 
el  hecho  con  el  sistema  de  impues- 
tos arbitrarios  á  las  clases  dependien- 
tes del  Estado,  y  que  se  llevan  hasta 
hacer  precaria  su  situación. 

Repetimos,  pues,  lo  que  hemos  di- 
cho, á  saber,  que  esas  rebajas  son 
anti  administrativas,  desde  que  bajar 
del  nivel  de  la  retribución  equitativa 
es  ponerse  en  el  caso  de  que  los  em- 
pleos públicos  no  puedan  proveerse 
más  que  con  estos  tres  elementos: 
1«^.  Por  excepción,  con  rentistas  ó 
personas  que  no  tengan  en  el  trabajo 
el  estímulo  de  la  necesidad,  que  los 
hace  perfeccionar  para  mejorarde  con- 
dición, y  que  no  hallen  en  la  retri- 
bución que  reciben  la  inspiración  de 
los  deberes  que  les  corresponden;  2" 
Con  personas  necesitadas  que  se  pro- 
pongan llenar  con  extras  sus  exigen- 
cias diarias,  y  S".  Mas  frecuentemente, 
con  personas  ineptas  para  ganarse  el 
pan  en  el  comercio  y  en  las  indus- 
trias. Esto  es  propender,  en  resumen, 
á  crear  una  administración  indolente, 
viciosa,  incapaz...  Si  esto,  como  ve- 
mos, importa  el  olvido  de  princiijíos 
de  buena  administración,  no  deja  de 
significar  también  el  de  las  condi- 
ciones primordiales  para  que  subsista 
la  justicia  social. 

La  facultad  de  imponer  tiene,  como 
uno  de  sus  límites  necesarios,  la  equi- 
dad, que  solo  subsiste  no  sólo  por 
la  distribución  entre  todos,  sino  tam- 
bién por  esa  distribución  según  los 
medios  de  cada  uno,  ó  sea  los  bene- 
ficios que  en  la  colectividad  goce  cada 
cual.  Elevándose  la  proporción  del  im- 
puesto á  medida  de  que  la  renta  exce- 
da de  lo  necesario  para  la  vida  ordi- 
naria, el  gravamen  no  representará 
gradualmente  mayor  sacrificio. 

La  equidad  está,  pues,  en  los  im- 
puestos generales  y  progresivos,  de 
modo  á  afectar  más  las  rentas  de 
los  capitalistas  que  los  alimentos  de 
las  clases  pobres. 

Necesidades  fiscales  han  traído  au- 
mentos en  los  impuestos  de  consumo, 
de  modo  que  las  clases  no  capitalistas 
pagan  hoy  proporcionalmente  más  en 
relación  á  sus  medios  que  las  clases 
ricas;  esto  es,  tenemos  una  progresión 


DEL   KiO   DE   LA   PlATA 


461 


establecida  en  sentido  inverso  á  la 
que  en  justicia  corresponde,  de  donde 
resulta,  que  no  es  el  caso  de  imponer 
á  los  que  están  relativamente  más 
sobrecargados,  sino  á  los  que  se  con- 
tinúa favoreciendo  sin  más  razón 
que  la  de  ser  los  más  fuertes  f»or  el 
capital,  haciéndose  primar  el  dinero 
sobre  el  derecho. 

Pero,  aun  cuando  no  se  quiera  bus- 
car en  los  impuestos  que  afecten  el 
capital  la  nivelación  de  los  presu- 
puestos, con  lo  que  se  haría  menos 
sensible  la  desigualdad  actual  en  la 
distribución  de  las  cargas  sociales, 
no  por  eso  debe  agravarse  la  iniqui- 
dad buscando  cubrir  todo  el  déñcit 
con  el  nuevo  impuesto  sobre  los  suel- 
dos de  empleados  públicos,  pensiones 
y  retii  os ,  cuyo  carácter  de  especial 
ademáf-  le  odioso,  impone  que  sea  ex- 
horbitante. 

Á  fin  de  que  nuestro  apreciable 
colega  acabe  de  convencerse  de  la 
enormidad  de  lo  que  se  trata,  segui- 
remos considerándolas  en  el  terreno 
práctico. 

No  hay  en  el  fondo  diferencia  entre 
el  empleado  que  trabaja  en  una  ofi- 
cina pública,  y  el  que  lo  hace  sirviendo 
en  una  casa  de  comercio;  ambos  dan 
su  tiempo  y  su  trabajo  en  cambio  de 
una  remuneración  que  se  juzga  equi- 
valente. 

Ahora  bien:  ¿No  hay  innegable  in- 
justicia en  gravar  á  unos  y  no  gravar 
á  otros?  ¿No  es,  además,  monstruoso, 
que  al  gravar  la  remuneración  de  los 
empleados  á  fin  de  obtener  una  deter- 
minada cantidad,  tengan  unos  que 
pagar  no  sólo  la  parte  que  les  corres- 
pondería en  una  distribución  general 
sino  también  la  que  se  deja  de  cobrar 
á  los  demás? 

Es  evidente  que  los  abogados  co- 
bran por  su  trabajo  mucho  más  que 
los  jueces,  cuyas  funciones  no  requie- 
ren menor  ciencia  y  traen  mayor  res- 
ponsabilidad. 

Si  estos  deben  contribuir  á  cubrir 
el  déficit,  natural  es  también  que 
contribuyan  igualmente  los  abogados: 
pero,  pregunte  el  colega  á  los  que 
en  las  Cámaras  sostienen  las  rebajas, 
sí  consideran  que  ellos  deben  también 
entregar  al  tesoro  la  cuarta  parte  de 
sus  honorarios,  y  verá  como  no  quie- 


ren admitirlo  ni  en  liipótesis.  La 
equidad,  sin  embargo,  exige  que  su 
posición  sea  asimilada,  y  no  se  obligue 
á  unos  á  pagar  no  sólo  lo  que  propor- 
cíonalmente  deberla  corresponderles, 
sino  también  mucho  más  á  consecuen- 
cia de  que  sin  razón  se  exhonera  á 
otros. 

Se  está,  además,  como  hemos  visto, 
presentando  como  una  cosa  muy  na- 
tural, el  que  para  nivelar  los  presu- 
puestos se  les  quite  á  viudas,  á  los 
huérfanos  y  á  ancianos  servidores 
del  Estado,  la  parte  del  haber  que 
servía  de  base  á  su  sustento,  y,  mien- 
tras tanto,  no  se  consideraría  de  igual 
modo  que  también  fuese  á  la  tesore- 
ría la  cuarta  parte  del  alquiler  que 
ellos  tan  penosamente  pagan.  Y  ¿qué 
diferencia  hay  entre  lo  uno  y  lo  otro? 
Que  la  renta  de  los  primeros  provie- 
ne de  servicios,  y  se  distribuye  la 
mayor  parte  entre  indigentes,  y  la  de 
los  otros  tiene  por  base  el  cajpital  y 
pertenece  á  los  que  pueden  hacerse 
oír  mejor  y  son  objeto  de  considera- 
ciones tan  solo  por  no  ser  tan  desgra- 
ciados. 

En  este  caso,  también,  el  impuesto 
resulta  más  gravoso  ¡«ara  unos  debido 
á  la  parcialidad  de  su  distribución, 
con  la  circunstancia  de  que  se  sobre- 
carga á  los  más  pobres  con  lo  que  se 
deja,  en  unos  casos,  de  cobrar  á  los 
que  más  pueden;  y  con  lo  que,  en 
otros,  se  regala  á  los  capitalistas. 

Tocamos  aquí  un  hecho  muy  carac- 
terístico. De  un  lado  el  Estado  regala 
4.000.000  $,  á  los  acaparadores  de  cé- 
dulas, á  los  que  viven  de  su  dinero  en 
vez  de  su  trabajo,  y  del  otro  toma  ha- 
beres de  empleados,  retirados  y  pen- 
sionistas, á  título  de  economía. 

Si,  en  efecto,  hay  opinión  general  á 
favor  de  todo  esto,  esperamos  que 
nuesti  o  distinguido  colega,  haciéndose 
cargo  de  las  consideraciones  que  le 
ofrecemos,  nos  acompañará,  en  ade- 
lante, á  combatir  semejantes  aberra- 
ciones, en  vez  de  continuar  prestando 
apoyo,  como  lo  ha  hecho,  á  disposicio- 
nes que  no  solo. son  anti-económicas 
y  anti-sociales,  sino  también,  anti-pa- 
trióticas  V  anti-cristianas. 


4»>-2 


H  KVIsr.V     ErONÓMICA 


ESTERILIDAD    ADMINISTRATIVA 


Cerca  de  cuatro  meses,  ó  sea  la  ter- 
cera parte  de  un  año.  han  trascurrido 
desde  el  advenimiento  del  Dr.  Sáenz 
Peña  á  la  presidencia  de  la  Repúbli- 
ca, y  si  bien  subsiste  la  fe  depositada 
en  su  honorabilidad,  ha  disminuido 
mucho  la  que  se  tenía  en  su  compe- 
tenciay  en  su  ener-ía. 

La  composición  de  su  -^aljinete  fué 
el  primer  sintonía  de  su  impericia  en 
el  arte  de  ^uoliernar. 

Ese  gabinete,  com[)uesto  de  elemen- 
tos heterogéneos,  en  manera  alguna 
respondía  á  las  exigencias  de  una  era 
que  debía  abrirse  con  grandes  inicia- 
tivas . 

La  honradez  no  basta  para  rej)arar 
los  males  causados  por  los  errores  ó 
los  abusos  que  han  creado  nuestra  ig- 
nominiosa situación. 

La  honradez  es  la  base  fundamental 
de  la  reacción  reclamada  á  gritos  por  el 
pobre.  ];)or  el  rico,  por  el  propietaiúo. 
por  el  industrial,  por  el  comerciante, 
por  todos,  en  fin.  los  que  han  sido  vic- 
timas de  aquellos  errores  ó  de  aque- 
llos abusos. 

La  honradez  es  la  primera  condi- 
ción que  exigen  para  tratar  con  nos- 
otros los  que  en  el  viejo  mumlo,  cons- 
ciente é  inconscientemente,  se  encuen- 
tran afectados  por  nuestra  injustiííca- 
]»le  ruina. 

Pero  la  mera  honradez  no  puede  ni 
puede  acallar  el  clamor  del  desespe- 
rado, ni  satisfacer  las  exigencias  del 
desconfiado — con  tanta  mayor  razón, 
cuanto  que  la  situación  actual  no  es 
toda  obra  de  los  abusos,  sino  tamljíén, 
y  sobre  todo,  de  los  errores  cometidos 
por  hombres  notoriamente  honrados. 

Los  errores  cometidos  durante  la 
administi ación  que  sucedió  á  la  del 
doctor  Juárez  Celman  han  producido 
á  la  Nación  mayores  males  que  los  que 
emanaljan  délos  abusos  que  todos  con- 
denaron, y  que  se  cometieron  aquí  y 
en  todos  los  ámbitos  de  la  República 
antes  de  esa  última  administración. 

Los  errores  que  ha  cometido  el  go- 
bierno del  doctor  Sáenz  Peña  en  el  pe- 
ríodo trascurrido  desde  el  1'2  de  Octu- 
bre del  92,  han  agravado  de  tal  modo 
nuestra  situación  política  y  financiera, 


que  en  este  momento  se  teme  que  la 
suma  de  h->nradez  representada  por 
el  Presidente  y  sus  ministros  no  baste 
para  librar  á  esta  gran  Nación  del  más 
vergo.nzoso  cataclismo. 

Y  este  resultado  funesto  sería  la 
consecuencia  perfectamente  lógica  del 
error  inicial  de  nuestro  honorable 
Presidente. 

Al  afrontar  el  verda<lero  sacrificio 
que  le  imponía  la  ace|>tación  de  la  pre- 
sidencia, debió  persuadirse  de  que 
para  realizar  la  magna  obra  de  la  rege- 
neración política  y  administrativa  que 
se  le  encomendada,  debía  contar  no 
sóli)  con  su  honratlez  proverbial,  sino 
también  con  la  energía  y  la  pruden- 
cia que  reclama  tan  ardua  empresa. 

Esa  prudencia  y  esa  energía  debía 
ejercitad  .is  desde  el  primer  momento, 
eligiendo  para  formar  su  gabinete 
hombres,  no  sólo  honrados  sino  enér- 
gicos, experimentados,  prestigiosos, 
decididos  á  cooperar  eficazmente  y 
aceptar  de  lleno  la  solidaridad  de  las 
responsabilidades  que  contraían. 

El  doctor  Sáenz  Peña  debió  llamar 
al  ministerio  hombres  de  tal  talla  que 
cada  uno  aisladamente  pudiera  repre- 
tar  con  prestigio  su  gobierno. 

El  general  Mitre,  el  general  Roca  y 
el  doctor  Irigoyen, — he  ahí  el  trípode 
sobre  que  debió  levantar  el  doctor 
Sáenz  Peña  la  autonomía  nacional. 

Estos  tres  hombres  representan  to- 
da la  fuerza,  todo  el  prestigio,  toda 
la  experiencia  que  necesitaba  el  nue- 
vo gobierno  para  realizar  la  regenera- 
ción política  y  financiera  de  la  Repú- 
blica. 

Se  nos  tacliará  quizás  de  utopistas, 
considerando  imposible  la  amalgama- 
ción de  esos  elementos:  sublime  oto- 
pía,  para  cuya  realización  bastaría 
hacer  vibrar  el  patriotismo  de  tres 
hombres  ilustres! 

La  situación  de  la  República  Ar- 
gentina es  tal  que  no  puede  aceptarse 
la  idea  de  que  ninguno  de  esos  tres 
hombres,  cuya  competencia,  cuya  ab- 
negación y  cuyo  patriotismo  son  pro- 
verbiales, rehusara  su  eficaz  contin- 
gente para   la  salvación  de  su  patria. 

Y  no  se  nos  tache  tampoco  de  exa- 
gerados al  presentar  como  lo  hacemos 
ia  situación  de   la  República! 

Está  en  la  conciencia  de  todos,  pro- 
pios y  extraños,  que  nunca  se  ha  en- 


DEL  Rio  de  la.  Plata. 


im 


€ontrado  la  Nación  Arírentina  en  cir- 
C'unstancias  más  difíciles. 

De  la  situación  actual  al  caos  no  hay 
más  que  un  paso. 

Y,  si  lo  que  no  aceptaremos  ni  aún 
en  hipótesis,  todos  ó  alguno  de  ellos, 
no  hubiese  acudido  al  llamamiento, 
su  deserción  no  habría  afectado  al 
Presidente:  y  éste  habría  mostrado  á 
sus  conciudadanos  y  al  mundo  entero, 
que  había  juzgado  a  esos  hombres,  á 
su  propio  nivel,  dignos  de  la  magna 
obra  y  capaces  del  sacrificio  por  él 
afrontado. ' 

En  vez  de  organizar  de  ese  modo  su 
gabinete  destrliyendo  de  un  golpe  los 
partidos,  cuyos  jefes  aceptaran  la  so- 
lidaridad de  su  gobierno,  fué  á  buscar 
sus  ministros  eñ  el  elemento  más  re- 
fractario á  la  política. 

Los  miembros  más  conspicuos  del 
foro  ó  de  la  judicatura  no  podían  lle- 
varle el  contingente  que  necesitaba 
para  la  realización  de  su  grande  obra. 

La  reorganización  política,  que  no 
érala  primera  que  debía  afrontar,  no 
podía  realizarla  con  abogados  ó  con 
jueces  que  ninguna  influencia  tenían 
en  los  partidos,  que  disputando  eter- 
namente su  preponderancia,  producen 
la  agitación  y  el  desquicio  que  nos 
arruinan. 

Las  discusiones  escolásticas  sobre 
política  producen  fatalmente  conflic- 
tos como  el  de  Santiago  del  Estero  y 
el  de  Corrientes.  El  gobierno  se  en- 
cuentra aprisionado  en  las  redes  de 
su  dialéctica  y  convirtiendo  las  cues- 
tiones de  Estado  en  simples  cuestio- 
nes doctrinales,  cierra  la  puerta  á  los 
grandes  rasgos  del  patriotismo. 

La  cuestión  financiera  que  debía 
afrontar  franca  y  decididamente  des- 
de el  primer  día  "de  su  gobierno,  pues- 
to que  día  á  día,  hora  por  hora,  se 
agrava  nuestra  ignominiosa  situación 
económica,  parec'e  preocuparlo  secun- 
dariamente desde  que  hasta  ahora 
nada  ha  hecho  para  satisfacer  el  justo 
anhelo  de  los  que,  víctimas  de  los 
errores,  de  las  torpezas  ó  dé  los  frai- 
des  anteriores,  ven  consumarse  su 
ruina  ante  la  inacción  inexplicable  del 
que  les  debe  la  reparación. 

Parece  que  el  doctor  Sáenz  Peña 
prescindiese  completamente  de  la 
cuestión  financiera,  dejándola  librada 
á  las  elucubraciones  de  su  Ministro 


de  Hacienda,  quien  ju«tifica  esa 
creencia  ai  adoptar  el  sistema  episto- 
lar para  comunicarle  sus  vistas  y  sus 
propósitos. 

Si  así  fuera,  incurriría  en  un  error 
imperdonable,  pues,  bien  sabe  él  cuan 
cara  hemos  pagado  la  confianza  depo- 
sitada en  los  maestros  de  la  ciencia 
económica  y  en  su  honradez  acriso- 
lada. 

Al  decir  que  nada  ha  hecho  la  nue- 
va presidencia  en  materia  financiera, 
la  juzgamos  con  suma  benignidad. — 
En  efecto:  si  bien  nada  ha  hecho  en 
pro  de  los  intereses  del  pueblo  y  del 
comercio.es  mucho,  muchísimo  lo  que 
ha  hecho  en  su  daño. 

Sin  plan  financiero  ha  dictado  me- 
didas tan  desquiciadoras  como  la  del 
agio  libre  que  elevó  á  87.586.267  pesos 
nacionales  las  operaciones  sobre  el  oro, 
sólo  en  los  meses  de  Noviembre  y  Di- 
ciembre.... Y  se  persiguen  los  Fron- 
tones!.... 

Todavía  si  se  hiciese  servir  el  agio 
para  la  amortización  del  billete,'  como 
se  hace  servir  la  lotería  para  las  obras 
de  beneficencia....  Cuántos  millones 
se  habrían  quemado  si  imitando  á  la 
Francia  se  hubiera  impuesto  sólo  diez 
centavos  sobre  cada  mil  pesos  en  las 
ventas  de  metálico  á  plazos! 

Cuatrocientos  veinte  y  seis  millones 
ciento  cuarenta  y  siete  mil  ochocien- 
tos seis  pesos  nacionales  es  el  monto 
de  las  operaciones  en  metálico  reali- 
zadas en  nuestra  Bolsa  en  el  año  1 892!!! 

Á  nuestro  juicio,  al  Ministro  de  Ha- 
cienda no  lo  asustan  esas  cifras....  al 
contrario,  á  sus  miras  convendría  que 
aquella  enorme  cifra  se  centuplicase. 

Parece  que  el  propósito  del  Minis- 
tro de  Hacienda,  al  dictar  aquella  libe- 
ral medida  del  agio  lih-e  hubiera  sido 
llevar  el  oro  hasta  500;  puesto  que, 
cuando  se  convenció  de  que  los  agio- 
tistas se  inclinaban  á  la  baja,  los  ful- 
minó con  su  carta-programa  de  liqui- 
dación á  2  1  2  por  uno.  que  volvió  á 
llevar  el  oro  á  295. 

¿Qué  puede  preocuparle  al  Ministro 
de  Hacienda  que  ía  gente  honrada, 
que  el  comercio  todo  sean  víctimas 
de  los  agiotistas,  si  en  su  ciencia  y  con- 
ciencia e\  único  plan  financiero  debe 
fundarse  en  la 'depreciación  del  hülele 
que  se  ha  hecho  aceptar  como  mo- 
neda? 


464 


Revista  Económica 


Á  cualquiera  que  no  supiera  tanto 
como  el  Ministro  de  Hacienda,  se  le 
ocurriría  que  no  hay  plan  financiero 
posible  sin  que  tenga  por  base  la  mo- 
neda.^  y  que,  no  teniendo  nosotros  mo- 
neda, nunca  podremos  salir  de  la  igno- 
miniosa situación  creada  por  la  impo- 
sición arbitraria  y  absurda  del  billete 
circulante...  Pero  los  hombres  dé  cien- 
cia miran  las  cosas  bajo  el  prisma  de 
los  principios,  y  cuando  se  han  monta- 
do sobre  ellos  no  hay  quien  los  apee. 

Desengáñese  el  doctor  Sáenz  Peña: 
ni  con  abogados  y  curiales  resolve- 
rá las  cuestiones  políticas,  ni  con  elu- 
cubraciones teóricas  resolverá  los 
problemas  financieros. 

]*ara  la  política  necesita  el  contin- 
gente de  hombres  prestigiosos,  expe- 
rimentados, valientes,  abnegados;  para 
las  finanzas,  menos  ciencia  y  más  buen 
sentido. 

P.  P. 


ESA  FRATERNIDAD  DE  LOS  PUEBLOS! 


Se  está  produciendo,  en  la  sociedad 
moderna  y  democrática,  un  fenómeno 
digno  de  atención.  Mientras  que  los 
monarcas  y  los  gobiernos,  los  hombres 
políticos  y  los  filósofos  trabajan  por 
alejar  de  la  humanidad  el  azote  de  la 
guerra,  cada  nación,  no  preocupándo- 
se sino  de  sus  intereses  exclusivos, 
trabaja  por  hacer  más  penosa  la  vida  á 
las  otras.  Un  sentimiento  egoísta  em- 
puja á  los  pueblos,  á  negarse  los  unos  á 
los  otros,  el  pan  y  la  sal.  La  palabra  de 
orden  es  ésta:  cada  uno  en  sí  y  para 
sí:  nada  para  los  otros.  El  sueño  dora- 
do de  la  democracia  triunfante  da 
por  resultado  una  dolorosa  realidad. 
Poco  á  poco,  las  consecuencias  del 
sistema  proteccionista  en  boga  se  pro- 
ducen, y  atraen  el  aislamiento  de  cada 
nación  en  sus  fronteras  naturales. 

* 

*  * 

Otrora,  uno  se  limitaba  á  pedir  la 
protección  de  las  mercaderías  ó  de  los 
productos  de  la  tierra,  y  se  contentaba 
con  impedir  su  entrada  en  el  territorio 
nacional.    Hoy,  se  pide  la  protección 


del  ciudadano,  del  hombre,  contra  las 
invasiones  del  extranjero. 

* 

En  los  Estados-Unidos  se  acaban  de 
tomar  medidas  severas  para  impedir 
la  inmigración,  ó  á  falta  de  algo  me- 
jor,— para  hacerla  casi  imposible; — no 
se  podrá  ya  entrar  en  el  territorio  de 
la  República  si  no  se  jjrueba  antici- 
padamente que  se  lleva  algunos  pesos 
en  el  bolsillo:  nadie  podrá  establecerse 
allí  sin  someterse  á  las  condiciones 
más  duras.  Esos  excelentes  yankees 
no  toleran  ya  en  su  casa  la  presencia 
de  los  franceses,  de  los  alemanes,  dé- 
los italianos,  de  los  irlandeses.  Te-^ 
nien  que  el  pan  que  comen  les  sea 
arrebatado  de  la  boca;  y  para  no  divi- 
dirlo con  los  otros,  comienzan  por  le- 
vantar una  muralla  casi  infranquea- 
ble á  la  inmigración. 

* 

*  * 

Algo  parecido  acaba  de  verificarse 
en  Francia:  Parece  que  el  Ministerio, 
impelido  quizá  sin  saberlo,  por  los 
proteccionistas  disfrazados  de  patrio- 
tas y  de  demócratas,  va  á  proponer  un 
proyecto  de  ley,  mediante  el  cual  toda 
individuo  que  en  la  explotación  de  su 
industria  se  atreva  á  emplear  obreros 
extranjeros,  deberá  jjagar  anualmente 
por  cada  obrero  empleado,  diez  y  ocho- 
francos. 

* 

*  * 

El  fin  de  esa  medida  es  evidente. 
Alejando  á  los  obreros  extranjeros  se 
espera  llegar  á  un  tratamiento  mejor 
para  los  obreros  franceses.  Si  llegan 
á  faltar  los  brazos,  evidentemente  los 
que  queden  disponibles  venderán  más 
caro  su  trabajo;  desde  que  los  patro- 
nes no  puedan  dirigirse  á  los  concu- 
rrentes de  afuera,  será  necesario  que 
paguen  lo  que  exijan  de  ellos.  Así 
es.  como  el  tejedor  ó  el  cultivador 
espera,  enriquecerse,  desde  que  se 
haya  impedido  que  los  productos  aje- 
nos se  vendan  en  su  propio  país. 

Del  punto  de  vista  humanitario,  este 
proteccionismo  desmedido  y  llevado- 
hasta  la  guerra  de  hombre  á  hombre 


DEL  Rio  de  la  Plata 


465 


es  todo  lo  más  penoso  que  puede  exis- 
tir en  la  sociedad  moderna.  Es  la 
destrucción  bárbara  y  violenta  de  las 
mejores  conquistas  de  la  civilización: 
es  el  anonadamiento  del  trabajo  acu- 
mulado durante  tantos  siglos.  Si  la 
ley  francesa,  á  que  nos  referimos,  se 
sanciona,  se  verá  muy  probablemente 
una  ley  igual  en  Alemania,  en  Austria, 
en  Bélgica,  en  Italia, — y  se  entablará 
una  guerra  atroz  entre  los  obreros  de 
toda  Europa.  Se  arrebatarán  el  i)an 
de  la  boca, — y  habrá  por  todas  partes, 
un  poco  de  la  caza  del  hombre,  de  la 
que  ya  se  ha  visto  algunos  ejemplos. 
Pero  lo  peor  es  que  ese  malhadado 
sistema  proteccionista  no  producirá 
sino  la  miseria,  tanto  más  punzante, 
cuanto  que  será  general. 


* 
*  * 


clases  exijan  y  paso  tras  paso,  se  irá. 
lejos.  Pero  pronto  vendrá  la  experien- 
cia para  poner  remedio.  Una  vez  que 
se  haya  acumulado  miseria  sobre  mi- 
seria, una  vez  que  la  mala  escuela 
proteccionista,  haya  producido  todos 
los  males  de  que  s(Mo  ella  es  capaz, — 
entonces  se  volverá  por  fuerza  á  la 
escuela  liberal,  que  tampoco  se  halla 
en  condiciones,  de  asegurar  la  dicha 
á  todo  el  mundo:  pero  que,  al  desarro- 
llar las  energías  individuales,  aumenta 
naturalmente  el  trabajo  y  el  consumo 
de  sus  productos,  y  por  ende  la  riqueza 
de  los  jmeblos. 


AFORISMOS  ECONÓMICOS  Y  MORALES  (1) 


Los  obreros  franceses,  imbuidos  de 
las  ideas  más  falsas  y  absurdas,  espe- 
ran, ya  que  los  extranjeros  serán  des- 
terrados, un  aumento  de  salario;  pero 
no  lo  tendrán.  Desde  que  la  produc- 
ción se  haga  más  costosa,  el  consumo 
se  volverá  más  raro;  el  trabajo  dismi- 
nuirá, y  también  los  salarios.  Pero 
esto  no  es  todo.  Los  franceses,  que, 
poco  ó  mucho,  trabajan  en  todas  las 
naciones,  volverán  á  su  patria,  y  el 
equilibrio,  por  lo  que  respecta  al  nú- 
mero, pronto  se  restablecerá.  Lo  que 
habrá  de  más  y  de  nuevo,  será  el  anta- 
gonismo entre  las  clases  obreras  lle- 
vado al  extremo,  en  la  vana  esperanza 
de  realizar  al  fin,  beneficios  fabulo- 
sos, y  que  por  lo  mismo,  son  irreali- 
zables. 


,:Existe  algún  remedio  para  conte- 
ner el  mal?  Por  lo  pronto,  no.  La 
corriente  proteccionista  es  muy  pode- 
rosa en  toda  Europa,  para  que  sea  po- 
sible ó  práctico  oponerse  á  su  marcha. 
Por  otra  parte,  las  clases  obreras,  en 
razón  de  su  nueva  potencia,  que  no 
está  en  relación  con  su  instrucción, 
tienden  á  ejercer  su  soberanía  como 
dueños  absolutos.  Frente  á  frente  de 
ellos,  la  sociedad  moderna  está  en  las 
mismas  condiciones  en  que  estaba  en 
la  edad  media,  cuando  el  rey  se  atri- 
buía todos  los  poderes.  Más  ó  menos 
bien,  será  menester  hacer  lo  que  esas 


El  pació  con  el  diablo. — Si  ha  podido  es- 
tablecerse semejante  creencia,  esto 
prueba  que  los  hombres  no  siempre 
veían  cuan  fuera  de  razón  sería  com- 
prar 10  ó  20  años  de  goces  inmedia- 
tos, terrestres,  al  precio  de  una  eterni- 
dad, de  lOOO/lO.OOO  ó  lOO.O(X)  años  da 
penas,  de  extremados  sufrimientos. 
La  pasión  actual  prevalece  frecuente- 
mente sobre  la  razón,  y  tanto  má.s 
fácilmente,  cuando  menos  cultivada 
está  la  razón. 

No  hay  que  confundir  este  pacto 
con  el  pensamiento  estrechamente 
egoísta  del  dicho  aquél:  «Después  de 
mi,  el  diluvio!»  El  que  esto  dice  sabe 
que  no  corre  el  peligro  de  ahogarse, 
mientras  que  el  que  cree  en  el  dia- 
blo, teme  el  infierno  y  sus  tormentos.. 

¿No  habría  ambiciosos  que  acep- 
tarían 10  años  de  poder,  al  precio  de 
100  años  de  miseria  y  de  vergüenza  so- 
portados por . . . otro? 

¿Y  qué  hay  que  pensar  de  los  que^ 
quieren  destruir  la  sociedad  antes  de- 
ver  claramente  lo  que  pondrán  en  su 
lugar? 


No  se  disputaría  tanto  sobre  el  amor 
de  sí  mismo,  el    interés  personal,  el 


(1)    Véase  el  número    anterior    de    la    «Revista»,  dé- 
la que  esta  Tersion  ee  propiedad. 


466 


Revista  Económica 


-egoísmo,  si  existiesen  definiciones  ge- 
neralmente aceptadas  de  estas  pala- 
bras, es  decir,  si  cada  cual  se  diese 
claramente  cuenta  del  sentido  de  esas 
palabras.jó  mejor  dicho,  si  cada  hom- 
bre supiese  ol)servar  su  acción  sobre 
si  mismo. 

Se  observa  tan  poco,  que  un  corre- 
dor pudo  preguntar  á  un  economista: 

«  ¿La  economía  política  es  realmente 
una  ciencia?  »  Á  lo  que  el  economista 
-contestó:  «  Pedid  perdón  á  la  ciencia, 
de  vuestra  ingratitud,  pues  una  sola 
de  sus  leyes, — que  aplicáis  todos  los 
días — basta  para  haceros  vivir. — «¿Cuál 
es  esa  ley?  »  preguntó  el  corredor.  El 
economista  respondió:  «  Las  cosas  ra- 
ras son  caras,  las  cosas  abundantes, 
baratas.  De  ahí,  proceden  la  oferta 
y  la  demanda,  de  las  que  vos  sois  el 
intermediario  patentado.  » 

La  ciencia  no  puede  permitirse  se- 
iTiej antes  distracciones  y  sus  defini- 
ciones deben  abrazar  el  conjunto  de 
las  formas  latentes  y  patentes  de  un 
mismo  hecho,  de  una  misma  tenden- 
■cia.  La  definición  del  interés  perso- 
nal comprenderá,  pues,  todo  lo  que 
■el  hombre  hace  para  su  propia  con- 
servación y  para  la  protección  de  los 
«uyos,  todo  lo  que  hace  para  evitar 
una  pena  ó  asegurarse  un  solaz,  aun 
lo  que  haceenei  interés  de  su  partido, 
•de  su  gloria,  de  su  vanidad,  de  su  ade- 
lanto en  este  mundo,  ó  de  su  felicidad 
•en  el  otro.  Todos  estos  esfuerzos  son 
puestos  en  movimiento  por  el  interés 
personal,  lo  mismo  que  el  trabajo  he- 
cho por  un  salario,  que  la  mercadería 
vendida  en  su  precio.  El  amor  de  sí 
nriismo,  obra  la  mayor  parte  de  las  ve- 
ces, de  un  modo  inconsciente. 

Hay.  sin  duda,  una  diferencia  moral 
^ntre  los  intereses  como  hay  una  di- 
ferencia entre  los  tejidos,  desde  la 
«eda  más  brillante  hasta  la  lona  más 
burda;  pero  así  como  el  tejido  es  siem- 
pre un  tejido,  así  también  el  interés 
personal  es  siemi»re  el  interés  perso- 
nal. Existe  en  todas  partes,  hasta 
en  el  estilita  sobre  su  columna. 

Precisamente,  porque  el  sacrificio  es 
raro,  es  que  se  ha  hecho  de  él  una 
virtud  sublime. 


* 


albedrío:  unos  lo  niegan,   otros  lo  pre- 
sentan como  perfecto 

No  tienen  razón,  ni  los  unos  ni  los 
otros:  existe,  pero  dentro  de  los  lími- 
mites  humanos.  Ciertas  enfermeda- 
des y  ciertos  vicios  lo  matan,  otros 
lo  debilitan.  Hay  también  que  dar 
su  parte  á  los  actos  inconscientes.  El 
juez  criminal  no  se  engaña  en  esto,  y 
de  ahí,  que  en  caso  necesario,  haga 
examinar  el  grado  de  responsabili- 
dad del  acusado. 

*  * 

«Moverse  para  aparentar  hacer 
algo.» 

Un  buen  número  de  medidas  polí- 
ticas, económicas. ..  y  hasta  medica- 
bles, no  tienen  otro  objeto  sino  ocul- 
tar ó  disimular  la  ausencia  del  reme- 
medio  real. 

No  se  quiere  decir:  «nada  puedo,  en 
favor  de  Vd.,  ó  no  haj'  nada  que  ha- 
cer.» La  generalidad  de  los  hombres 
quiere  que  se  haga,  á  pesar  de  todo,  (1) 
ó  á  lo  menos  que  se  muevan,  y  los  am- 
biciosos usan  y  abusan  de  eso,  que 
es   un  gusto. 

Ciertos  filántropos  escuchan  las  pro- 
mesas falaces  y  se. callan  para  no  des- 
animar á  los  infelices  que  carecen  de 
voluntad:  los  hombres  que  la  tienen 
piensan  que  sabrán  salir  de  apuros. 
Por  otra  parte,  no  son  los  espíritus 
enérgicos  los  que  se  quejan. 

*  * 

La  historia  no  es  instructiva  sino  cuando 
señala  las  relaciones  entre  causa  y 
efecto,  cuando  enseña  que  el  concurso 
de  las  mismas  causas  produce  siem- 
pre los  mismos  efectos.  Esa  relación 
necesaria  no  es  admitida  sino  en  teo- 
ría; en  la  práctica  y  sobre  todo  en  la 
política,  se  hacen  los  mayores  esfuer- 
zos para  evitar  ó  desviar  sus  conse- 
cuencias. El  medio  empleado  más 
habitualmente,  es  enseñar  que  otras 
causas  han  ¡producido  otros  efectos. 
Ese  medio,  que  parecerá  pueril  al  pen- 
sador, obra  sin  embargo  sobre  el  vulgo 
poco  instruido,  que  no  se  da  cuenta 
de  las  diferencias.  Ese  medio  puede 
también  ser  empleado  por  y  para  los 


ri         1.  ,        i  1  .  1  11.,  u;    Este  es  el  origen  de  la  brujería    y  del    iitopisino 

be    disputa    también    sobre    el    libre    (Uamado  algunas  vwes  socialismo). 


(1) 


DEL  Rio  de  la  Pl\ta 


401 


hombres  apasionados,  los  fanáticos  y 
otras  gentes,  heridos  de  ceguedad  mo- 
ral, cuya  mala  te  es  inconsciente,  in- 
voluntaria. 

Por  lo  demás,  hay  casos  en  que  el 
error  es  involuntario,  en  que  no  se 
sabe  distinguir  la  verdadera  causa, 
porque  puede  confundírsela  con  una 
causa  accesoria.- ó  tomar  el  pretexto 
por  la  verdad;  por  ejemplo,  atribuir 
al  patriotismo  lo  que  es  efecto  de  la 
ambición.  Al  historiador  sagaz,  al 
filósofo,  al  economista,  toca  entonces, 
descubrir,  si  pueden,  la  verdad  verdadera. 

Ay!  lo  que  esterilizará  en  gran  par- 
te la  enseñanza  de  la  historia,  es 
c¡ue  las  nuevas  generaciones  se  creen 
siempre,  no  S(Mo  más  instruidas,  sino 
también  más  penetrantes  y  más  hábi- 
les que  sus  antepasadas:  seguramen- 
te, podrán  coger  las  rosas  sin  pin- 
charse con  las  e^pinas. 


* 


MICHELET  EN  VENECIA 


Gemía  todavía  Venecia,  bajo  la  do- 
minación austríaca,  cuando  Míchelet 
fué  á  pasar  allí  una  temporada,  atraído 
por  aquella  ciudad  abrumada  por  el 
recuerdo  del  pasado,  y  donde  podía 
sentir  y  palpar,  á  sus  anchas,  la  me- 
lancolía de  la  historia. 

La  Gran  Revista  de  París  y  de  San 
Petersburgo  pul)lica  en  su  último  nú- 
mero las  notas  de  viaje  de  aquel  céle- 
bre historiador. — y  de  ella  entresaca- 
mos el  siguiente  pasaje: 

«Fría  y  magnífica  noche...  Cielo 
espléndidamente  nublado  en  la  Vero- 
nesa.  El  sol  se  pone  por  entre  los  vapo- 
res ricamente  coloreados  del  Adriá- 
tico. En  las  calles  una  alegría  de  poco 
más  ó  menos,  vulgar,  pero  suave.  En 
la  plaza  de  San  Álarcos,  las  palomas 
legendarias  dan  sus  últimos  revole- 
teos,  antes  de  acostarse  familiarmente 
^n  el  bosque  de  estatuas  que  adornan 
las  arcadas. 

En  los  canales,  la  vida,  amortiguada 
■en  las  horas  de  calor  del  día,  se  rea- 
nima. 


Algunas  hermosas  venecianas  que 
salen  á  tomar  el  fresco  (?)  pasan  rápi- 
damente, pálidas,  delgadas,  algo  hue- 
sosas, y  llevando  en""  sus  ojos  algo 
como  una  luz  de  puñal...  Él  viento 
de  la  noche  hace  temblar.  Me  refugio 
debajo  de  las  arcadas  de  los  Procu- 
radores, donde  los  músicos  vendrán 
á  tocar  dentro  de   poc(j. 

Ya  es  de  noche.  La  luna  se  eleva 
en  el  horizonte  y  pronto  aparece  por 
sobre  la  G-iudecca,  de  donde  parten, 
en  haces  esmaltados,  blancas  nubes. 
E]n frente,  la  iglesia  del  Redentor  y 
San  Jorge,  que  parece  no  haber  sido 
construida  nada  más  que  para  el  gol- 
pe de  vista.  Ambos  muy  pálidos,  dos 
fantasmas. 

El  Liilo  y  el  Jardín  público  están 
sumergidos  en  una  ló!)rega  oscuridad. 
En  el"  fondo  lie  muchas  góndolas, 
alumbradas  por  misteriosas  luces,  se 
sorprenden  pequeñas  y  lindas  esce- 
nas, á  lo  Bazán.  Es  la  hora  en  que 
reanudan  los  dramas  de  amor,  y  se 
cambian  los  juramentos  de  fidelidad. 
Á  cada  instante,  una  barca  alumbrada 
pasa,  vuelia.  cual  rápida  luciérnaga 
con  alas  de  fuego,  mientras  que  gón- 
dolas negras,  coíi  las  luces  apagadas, 
se  deslizan  silenciosas  por  las  tran- 
quilas aguas  del  Canal  grande,  vaga- 
mente alumbrado  por  los  rayos  de  la 
luna. 

La  fiesta  va  á  continuar  hasta  las 
altas  horas  de  la  noche.  Me  levanto 
varias  veces,  vivamente  interesado. 

Á  las  cuatro  de  la  mañana,  vuelvo 
á  ver  á  esta  noble  Venecia. . .  Ahora, 
duerme. 

El  poniente,  es  decir,  la  cúpula  de 
Santa  María  de  la  Salud,  grandiosa 
por  su  posición  y  uno  de  los  adornos 
más  bellos  de  Venecia.  está  ya  ilu- 
minada por  los  primeros  rayos  de  la 
aurora,  mientras  que  el  punto  mismo 
del  horizonte  por  donde  va  á  salir  el 
sol  lucha  todavía  con  la  noche. 

Vista  así,  á  esa  hora  indecisa,  parece, 
como  en  su  primer  día.  que  nace  del 
seno  del  mar,  la  Perla  del  Adriático. 
Y  esto  es  literalmente  cierto.  Todos 
los  monumentos  salen  del  agua.  Nada 
de  orillas,  ni  de  muelles,  ni  de  tierra 
visible  que  sostenga  los  palacios,  las 
iglesias.  Sus  escaleras  de  mármol  se 
sumergen  en  el  agua. 

Venecia,  toda  ella,  parece  surgir  del 


468 


Revista  Económica 


mar,     maravillosamente    hermosa    y 
engalanada  de   eterna  juventud. 

Pero . . .  ahí  sale  el  sol,  y  sin  tran- 
sición, brutalmente,  cambia  la  escena. 
Ante  sus  luminosos  rayos,  destácanse 
las  ruinas,  los  magníficos  palacios  ali- 
neados sobre  el  Canal  grande  se  pre- 
sentan miserablemente  deteriorados. 
Los  más  suntuosos  suelen  tener  á 
veces,  unas  planchas,  en  lugar  de 
puertas.  El  palacio  Fóscari,  situado 
en  la  posición  más  bella  del  mundo, 
es  horroroso  por  su  desolación.  Bona- 
parte  mandó  que  fuese  restaurado. 
Lo  felicito. 

Ese  fúnebre  palacio  ha  presenciado 
la  muerte  de  Fóscari,  cuando  con  el 
corazón  hecho  pedazos  por  el  trágico 
íin  de  sus  tres  hijos, — y  viendo  al 
cuarto  torturado,  desterrado, — se  vio 
obligado  á  abdicar  y  expiró,  mientras 
que  las  campanas  anunciaban  el  ad- 
venimiento de  su  sucesor. 

Dos  mujeres  ancianas,  sostenidas 
|)or  la  caridad  pública,  he  ahí  todo 
lo  que  sobrevive  de  un  pasado  y  de 
una  familia  ilustre. 

En  el  palacio  Mocénigo,  nada  tam- 
poco rememora  el  recuerdo  de  Byron. 
Los  grandes  departamentos  que  ocu- 
pó, hoy  desiertos,  no  son  curiosos  sino 
por  los  muebles  antiguos  y  por  los 
numerosos  retratos  de  los  Mocénigo. 
que,  en  su  mayor  parte,  alcanzaron 
la  dignidad  de  dux.  Aquí,  aun  ha- 
bitan separadamente,  en  un  rincón 
de  su  palacio,  una  señora  de  edad  y 
su  hijo,  militar  de  treinta  años,  que 
no  quiere  casarse  ni  perpetuar  su 
nombre,  sino  solo  gozar  y  morir  con 
su  casa. 

Esperando  encontrar  algo,  del  gran 
poeta  en  el  convento  de  los  armenios, 
he  dirigido  esta  noche  mis  pasos  hacia 
el  Lido. 

Esta  soledad,  en  medio  del  mar, 
debió  gustar  á  aquella  imaginación 
romántica.  La  playa  es  triste  y  sin 
grandeza.  Pero  en  la  isleta  oriental, 
donde  se  han  establecido  los  monjes, 
han  tomado  éstos  para  sí,  muy  hábil- 
mente, la  más  hermosa  posición,  en 
medio  de  prados  y  jardines,  en  el 
bosque  de  laurocerasos.  Hay  allí  unos 
cuarenta,  entre  monjes  y  discípulos. 
Celdas  y  cabezas  á  lo  Rembrandt,  que 
imponen. 

La  mesa  en  que  escribía  Byron  ha 


sido  colocada  en  una  de  las  dos  biblio- 
tecas, en  la  occidental;  y  sin  razón, 
según  mi  opinión.  Hubiera  sido  pre- 
ferible dejarla  en  la  celda  donde  el 
poeta  vivió,  trabajó,  sufrió,  y  también 
en  el  cuadro  del  paisaje  que  constan- 
temente veía  desde  su  ventana.  Así, 
uno  se  penetraría  mucho  mejor  de 
sus  pensamientos. 

El  padre  que  me  ^uia,  amable,  fino, 
de  singular  serenidad,  muy  instruido 
(sabe  todas  las  lenguas;  ha  sido  su 
profesor. 

Cree  que  Byron  no  tuvo  otro  objeto, 
al  encerrarse  aquí,  que  el  de  hacer- 
se pasar  por  cristiano.  Queriendo  sor- 
prender la  opinión  secreta  del  monje, 
—le  digo:  «Quizás  lo  era». 

^--  lo  que  el  monje  respondió  con 
viveza:  «Oh!  no,  no  señor!  estaba  muv 
maleado  n. 

En  resumen,  aquí  mismo  nada  hay 
de  aquél  que  creyó  ocupar  tanto  lugar 
en   este  mundo.» 

* 

Terminaremos  esta  cita  con  las  po- 
cas líneas  que  siguen,  en  las  que 
Michelet  evoca  do  una  manera  sor- 
prendente el  carácter  triste  y  gran- 
dioso de  Roma,  en  el  momento  de 
Su  viaje   á  Italia. 

«Las  ruinas  de  Venecia,  que  no  se 
ligan  á  resultados  existentes  y  que 
tampoco  han  recibido  de  la  religión 
una  Segunda  dignidad,  están  lejos  de 
presentarse  tan  imponentes  como  las 
de  Roma.  Les  falta  asimismo  lo  que 
tiene  Roma:  el  cuadro  inmediato  dado 
por  la  naturaleza,  la  adorable  poesía 
de  los  jardines  descuidados,  y  como 
armonía  lejana,  la  solemne  tristeza 
de  la  campiña  romana,  despoblada, 
desierta,  hace  cerca  de  tres  mil  años.» 

* 
*  * 


EXCERPTA  O  varía 


TJna  linca  telegráfica  á  través  del  África — 
Se  ha  formado  en  Londres  una  com- 
pañía, con  400.000  £  de  capital,  para 
establecer  una  línea  telegráfica  direc- 
ta desde  El  Cabo  hasta  Egipto,  atrave- 
sando todo  el  interior  del  continente 


DEL  Rio  de  la  Plata. 


469 


africano.  La  línea,  que  vendrá  á  tener 
cerca  de  o.OOO  millas,  utilizaría  desde 
luego  la  red  comprendida  entre  el  Ca- 
bo y  Fuerte-Salisbury,  capital  del  Ma- 
chonaland;  después  se  prolongaría  á 
través  de  la  Zambecia  británica  hasta 
los  grandes  Lagos,  que  costearía  por 
el  Oeste,  en  el  territorio  del  Congo; 
atravesando  por  fin  el  Ouganda,  las 
antiguas  provincias  de  Emin  Pacha  y 
el  Sudán  egipcio,  llegaría  hasta  Ouadí- 
halfa,  extremidad  de  la  línea  egipcia. 

Conviene  observar  que  la  última 
parte,  sobre  todo,  la  que  atravesará 
las  provincias  ocupadas  actualmente 
por  los  derviches,  será  de  una  ejecu- 
ción, por  lo  menos,  delicada. 

Figuran  á  la  cabeza  de  esa  sociedad 
el  duque  de  Abercorn  y  el  señor  Cecil 
Rhodes. 


Un  fuerte  en  el  mar — Se  acaba  de  so- 
meter á  estudio  del  ministerio  de  Ma- 
rina de  Francia,  á  indicación  del  vice- 
almirante Grervais,  un  proyecto  muy 
importante  de  la  defensa  de  Cherbur- 
go,  y  por  consiguiente,  de  la  frontera 
marítima  francesa  del  noroeste. 

El  citado  proyecto  implica  la  cons- 
trucción, en  cimientos,  de  15  á  16 
metros  bajo  el  agua,  de  un  fuerte  de 
mar,  sobre  un  desarrollo  de  ^o  metros 
de  largo,  conteniendo  una  serie  de 
cañones  del  mayor  calibre,  de  piezas 
de  tiro  rápido  y  de  obuses  cargados 
con  melinita,  con  su  adición  de  aloja- 
mientos, máquinas  y  almacenes  de 
víveres  y  municiones. 

Del  lado  de  acá  de  esa  obra  excep- 
cional de  defensa,  habría  un  doble 
puerto  suficiente  para  dar  abrigo  á  un 
guarda-costas  acorazado  y  á  cuatro  ó 
cinco  torpedero?. 

Resulta,  según  previos  estudios,  que 
el  gasto  total  no  pasará  del  costo  de 
un  acorazado  de  primer  orden. 

Un  fuerte  así  defendería  perfecta- 
mente el  Rio  de  la  Plata. 

Congreso  de  agricultores — El  mayor  de 
los  congresos  que  los  agricultores  de 
la  Gran  Bretaña  hayan  celebrado  ja- 
más, tuvo  lugar,  hace  poco,  en  Lon- 
dres,  en    Samt-James'hall,    bajo    la 


presidencia  del  muy  hon.  señor  James 
Lowther,  diputado  conservador  por 
Kent,  que  pronunció  el  discurso  de 
apertura. 

Ochocientas  cámaras  de  agricultu- 
ra y  sindicatos  agrícolas  de  todos  los 
puntos  del  país,  se  hicieron  represen- 
tar por  medio  de  delegados. 

Entre  los  oradores  que  han  tomado 
la  palabra,  hay  que  citar  al  señor  Cha- 
plin,  presidente  del  Departamento  de 
Agricultura,  en  la  última  administra- 
ción de  Salisbury. 

En  su  primera  sesión,  el  Congreso 
ha  adoptado,  entre  otras,  la  siguiente 
resolución: 

«Considerando  que  los  productos 
agrícolas  é  industriales  extranjeros, 
libres  de  todo  derecho  de  entrada,  vie- 
nen á  hacer,  en  Inglaterra,  una  concu- 
rrencia anormal  é  injusta  á  los  produc- 
tos agrícolas  é  industriales  ingleses, 
estando  éstos  recargados  fuertemente 
por  los  impuestos  nacionales: 

« Considerando  que  al  quitar  así 
trabajo  á  los  trabajadores  ingleses  y 
al  reducir  las  facultades  de  compra  de 
la  población,  dicha  concurrencia  per- 
judica al  comercio  y  á  la  industria  na- 
cionales; 

«El  Congreso  pide  que  todos  los 
productos  extranjeros  sean  gravados 
por  un  derecho  de  entrada  equivalente 
á  los  impuestos  y  contribuciones  que 
gravan  á  los  productos  ingleses,  á  los 
cuales  vienen  á  hacer  concurrencia.» 

* 
*  * 

Esíadistieomania — Un  estadígrafo  que, 
sin  duda,  tiene  algún  tiempo  que  per- 
der, acaba  de  distraerse  calculando  el 
número  de  letras  que  sería  necesario 
emplear  para  escribir  la  serie  natural 
de  los  números  hasta  mil  millones. 

Para  conseguirlo,  es  necesario,  se- 
gún parece,  45.ü;32.998.006  de  letras,  y 
suponiendo  que  se  imijrimiesen  esos 
números,  se  formaría  una  biblioteca  de 
más  de  cien  mil  volúmenes  (tomando 
uno  de  los  libros  de  Julio  Yerne,  como 
unidad.) 

Lo  más  curioso  es  que  dichos  nú- 
meros forman  un  total  de  13.235  millo- 
nes y  dos  sílabas. 

Suponiendo  que  se  puedan  pronun- 
ciar 250  sílabas  por  minuto,  se  necesi- 
taría cerca  de  101  años  para  enumerar 


470 


Revista   Económica 


hasta  mil  millones,  y  eso  sin  descan- 
sar nada. 


* 


El  diario  de  los  mendigos — Existe  en 
París,  además  de  la  gran  prensa  co- 
tidiana, una  cantidad  de  hojas  espe- 
ciales, técnicas,  dedicadas  á  tal  ó  cual 
categoría  social,  á  tal  ó  cual  cuerpo  de 
estado. 

Entre  e.sos  diarios  raros,  hay  uno 
cuya  existencia  merece  ser  señalada, 
— y  es  el  Diario  de  los  mendigos 

Ese  diario,  ó  mejor  dicho,  esa  hoja 
de  aviso.s,  es  cotidiana,  si  Vds.  gus- 
tan. Sale  aiitografiada  y  da  todas  las 
mañanas  á  sus  abonados  la  lista  muy 
completa  de  los  bautismos,  casamien- 
tos y  entierros  ricos  que  deben  cele- 
brarse en  el  dia  y  cuya  colecta  promete 
ser  abundante. 

El  número  que  tenemos  á  la  vista  y 
que  cuenta  ya  algunas  semanas  anun- 
cia un  casamiento  en  San  Agustín  con 
esta  mención  especial:  «Muy  recomen- 
dado», el  entierro  de  un  general  y  el 
bautismo  del  hijo  de  un  fuerte  indus- 
trial de  Montmartre. 

En  otra  parte  del  diario  y  l)ajo  una 
rúbrica  especial,  están  indicados  los 
regresos  ii  París,  de  las  personas  ricas 
y  caritativas,  con  ias  horas  favorables 
de  visita  y  otros  detalles  proft:^sionales 
íntimos. 


Ruedas  con  goma  elástica — El  número 
de  coches,  cuyas  ruedas  están  provis- 
tas de  caucho,  aumenta  en  París,  en 
grandes  proporciones.  Á  la  hora  de 
ésta  hay  lo  menos,  un  millar. 

Los  contratistas  de  coches  y  los  via- 
jeros encuentran  beneficio  con  esta 
mejora;  el  material  se  gasta  menos, 
y  el  pasajero  no  experimenta  casi  nin- 
guna trepidación.  Pero  el  que  va  á  pie, 
ese  sí,  tiene  que  sufrir  con  la  tal  refor 
ma,  pues  no  oye  venir  el  coche  (sobre 
todo  en  el  pavimento  de  madera)  y 
frecuentemente  sucede  alguna  des- 
gracia. 

La  prefectura  de  policía  se  ocupa  del 
asunto,  y  piensa  si  no  sería  convenien- 
te imponer  á  ios  cocheros  de  esos  ca- 
rruajes la  obligación  de  colocar  un 
cascabel  al  caballo  para  que  el  ruido 


prevenga  á  los  viandantes  del  pasaje 
del  veliiculo. 

*  * 

La  Universidad  má^  antigua  del  mundo — 
Es  la  de  Fez,  en  Marruecos,  la  univer- 
sidad Keruina,  como  ella  se  titula,  fun- 
dada en  el  siglo  IX  por  una  dama  de 
Kairuan  en  Tunes,  Fátima  la  Santa. 
No  sólo  es  la  primera  de  las  universi- 
dades, por  su  antigüedad,  sino  que  fué 
también  en  los  siglos  X  y  XI,  poco  más 
ó  menos,  la  única'  fuente  adonde  ve- 
nían á  beber  los  sedientos  de  ciencia, 
tanto  árabes  como  cristianos.  No  es 
dudoso  que  Fez  haya  contado  hasta 
esa  época  (y  hasta  la  fundación  de  las 
universidades  de  París,  de  Oxford  y 
de  Cambridge)  estudiantes  andaluces, 
franceses  y  aun  ingleses,  así  como  es- 
tudiantes tunecinos,  egipcios,  tripoli- 
tanos  y  del  Congo.  Hoy'  mismo  es  aún 
el  foco  occidental  de  la  teología  mu- 
sulmana. 

El  señor  Esteban  Bonsal  que  vuelve 
recien,  de  una  prolongada  permanen- 
cia en  los  muros  de  aquella  alma  mater 
maiiometana,  ha  publicado  en  una 
revista  inglesa,  detalles  muy  curiosos 
y  muy  nuevos  sobre  la  vida  universi- 
taria en  Fez. 

La  Keruina  ocupa  en  el  centro  de  la 
ciudad,  una  superficie  de  tres  ó  cua- 
tro hectáreas;  es  una  aglomeración  de 
mesquitas,  más  bien  que  un  solo  edi- 
ficio, con  minaretes  de  ladrillo  bruñi- 
do, patios  apacibles,  por  donde  corren 
frescas  fuentes,  paredes  recubiertas 
con  mosaicos  de  Salé,  etc.,  etc. 

Un  nuevo  diario  inglés — Se  anuncia  que 
el  señor  Labouchére  acaba  de  vender 
por  2.250.000  francos  su  parte  de  pro- 
piedad en  el  diario  el  Daily  News,  que 
le  había  costado,  hace  25  años,  275.000 
francos. 

Se  atribuye  al  diputado  de  Nothamp- 
ton  la  intención  de  fundar  un  diario 
cotidiano  (el  Truth.^  que  es  de  su  pro- 
piedatl,  no  sale  más  que  una  vez  por 
semana)  para  servir  de  (Jrgano  al  par- 
tido radical  independiente.  El  señor 
Labouchére  se  asociará,  según  se  dice, 
en  esta  nueva  empresa  con  sir  Ch" 
Dilke. 


DEL  Rio  de  la  Plata 


471 


Contra  la  corrupción  electoral — El  señor 
Socci,  diputado  radical,  elegido  hace 
poco  por  el  distrito  electoral  de  Gros- 
seto  (Italia)  ha  presentado  á  la  Cáma- 
ra un  proyecto  de  ley  contra  la  corrup- 
ción electoral.  El  señor  Socci  propone 
que  se  agregue  á  la  ley  electoral  vi- 
gente, un  artículo  que  declare  no  ele- 
gible, durante  el  curso  de  la  legisla- 
tura, al  diputado  cuya  elección  sea 
anulada  á  consecuencia  de  corrupcio- 
nes, de  las  que  sea  responsable  en 
todo  ó  en  parte. 


* 


boletín  bibliográfico 


La  Francia  artística  y  monumental.  —  Un 
magnifico  voliimen  enriqtiecido  con  25  láminas 
grabadas  sobre  acero  y  con  numerosas  viñetas 
en  el  texto. 

Ningún  libro  llegado  tan  á  tiempo 
como  éste.  Es,  por  decirlo  así,  un  in- 
ventario de  las  riquezas  artísticas  de 
Francia,  con  minuciosos  detalles  sobre 
los  edificios  públicos  y  privados,  hote- 
les, palacios,  castillos,  iglesias,  museos 
y  colecciones,  que  tanto  abundan  en 
aquella  ikistrada  nación. 

*  * 

Otros  mutidos,  jDor  Amadeo  Guillemin 
— París  (Jorge  Canéj. 

El  autor  "del  «Cielo»,  del  «Mundo 
Físico»),  y  de  tantos  otros  libros  en 
los  que  se  hace  familiar  la  ciencia,  sin 
perder  nada  de  su  exactitud  y  su  dig- 
nidad, ha  enriquecido  la  lista  con  su 
nueva  obra,  los  «Otros  Mundos^) 

¡Los  otros  mundos!  ¿Quién  no  los  ha 
recorrido  alguna  vez,  siquiera  con 
la  imaginación?  No  sucede  con  esos 
mundos,  seguramente,  lo  que  con 
aquél,  de  quien  habla  Musset. 

«Et  qui  pour  valoir  mieux  que  le  seul  véritable 
N'a  pas  niéine  wn  momerit  eu  besoin  d'existir.» 

La  Flora  faraónica,  por  Víctor  Loret— 
París,  1892. 

El  autor,  profesor  de  Egiptología  en 
la  Universidad  de  Lyon,  describe  la 
Flora  del  Egipto  antiguo,  según  los 
geroglíficos  y  documentos  descubier- ! 


tos  en  las  tumbas  del  valle  del  Nilo. 
Analizando  con  el  microscopio  las  ata- 
duras de  las  momias,  seliareconocido^ 
que  si  la  mayor  parte  de  las  cintas 
eran  de  lino,  también  había  algunas 
de  algodón.  El  algodón  era,  pues,  cono- 
cido por  los  antiguos  egipcios.  El  Sr. 
Loret  dá  muchos  é  interesantes  deta- 
lles acerca  de  las  plantas  de  aquel 
país,  de  su  uso  y  del  símbolo  que  re- 
presentaban. 


* 

*  * 

Diccionario  usual  de  las  cieMcias  médicas, 
por  A.  Dechambre,  M.  Duval  y  L.  Lere- 
boullet,  miembros  de  la  Academia  de 
Medicina.  París,  G.  Masson,  1892. 

Es  la  segunda  edición,  notable- 
mente aumentada  con  las  cuestiones 
de  fisiolofjda  y  de  psicología,  que  tanta 
han  apasionado  la  opinión  pública  en 
estos  últimos  tiempos. 

Entre  los  muchas  artículos  notables 
de  la  obra,  señalamos  á  la  atención 
de  los  habitantes  del  Rio  de  la  Plata, 
los  que  se  refieren  al  insomnio,  al  ner~ 
vosismo,  al  dolor,  á  la  tos,  así  como 
los  que  establecen  el  régimen  espe- 
cial á  que  se  han  de  someter  los  diabé- 
ticos, los  obesos,  los  gotosos,  etc.,  etc. 

El  nombre  de  los  autores  que  han 
aceptado  la  responsabilidad  de  la  obra, 
es  una  garantía  de  su  Ijuen  éxito.  La 
primera  edición  del  Dicciojiarío  usual, 
se  agotó  en  poco  tiempo. 

Puesta  al  nivel  de  los  pr(jgresos  de 
la  ciencia,  esta  segunda  edición  está 
llamada  á  ser  bien  acogida  por  aque- 
llos que  cuidan  de  su  salud  ó  que 
tienen  el  deber  de  velar  por  la  salud 
de  los  otros. 

*  * 

Arabescos. — Me  cae  á  las  manos,  con 
ese  título,  un  librito  editado  en  Monte- 
video cuyo  autor  es  un  niño  de  nom- 
bre Arturo  A.  Giménez,,  que  con  todo 
acierto  le  llam.a  á  sus  ensayos,  conatos 
literarios.  Este  joven  no  hace  versos, 
y  es  i.)oeta  sin  embargo,  porque  la  poe- 
sía no  es  frase,  sino  sentimiento.  Así, 
él  lo  dedica  á  sus  padres  que  sabrán 
apreciar,  porque  saben  sentir.  Le- 
yendo estas  páginas,  y  sabiendo  que 
Arturo  A.  Giménez,  el  cual  piensa  y 
piensa  bien:  que  la  alegría  en  el  co- 
razón del  hombre  dura  lo  que  un  re- 


472 


Revista  Económica 


lámpago  en  el  cielo,  y  sabiendo  decia 
■que  empezó  á  escribir  antes  de  la  edad 
en  que  los  Romanos  tomaban  la  toga 
viril,  casi  á  la  edad  de  Pope,  que  á  los 
doce  años  años  escribió  su  oda  «A  la 
Soledad»,  he  pensado  que  nuestros 
hermanos  de  la  Banda  Oriental,  es- 
tán alimentando  una  bella  esperanza 
para  el  porvenir  de  las  letras  platenses. 
Quiera  Dios  que  no  me  equivoque 
y  que  estos  Arabescos,  no  sean  mas 
que  preludios  de  algo  que  tome  las 
formas  monumentales  de  lo  imperece- 
dero.   Adelante! 


* 
*  * 


LA  TRATA  DE  NEGROS 

Y     EL     Río     DE     LA     P  L  A  T  A 


XXI 

La  trata  de  negros  continuó  figu- 
rando en  el  siglo  "XIX  y  hasta  época 
reciente,  como  en  el  siglo  XVIII,  en 
la  mayor  parte  de  los  "tratados  cele- 
brados por  Inglaterra  con  las  diversas 
naciones  de  Europa  y  de  otras  partes 
del  mundo,  sin  que  al  pasar  de  empeño- 
sa en  la  esplotacion  en  vasta  escala  de 
ese  infame  comercio,  á  agente  activo 
y  tenaz  de  su  supresión,  haya  sido 
ilógico  al  Gabinete  Británico. '  puesto 
■que  continuó  como  antes  observando 
las  inspiraciones  del  interés  propio. 
Veleta  celosa,  la  política  inglesa  siguió, 
como  hemos  indicado,  fielmente,  los 
cambios  que  se  operaron  en  las  con- 
veniencias materiales  de  su  nación. 

Seis  años  después  de  que  hubo  de- 
cretailola  prohibición  de  la  trata  á  los 
buques  de  su  bandera,  y  cuando  el 
restablecimiento  de  la  paz  continen- 
tal debia  multiplicar  en  todos  los  ma- 
res las  velas  extranjeras,  Inglaterra 
llevó  en  las  discusiones  del  tratado  de 
Paris  de  1814,  como  lo  había  hecho  en 
las  negociaciones,  que  en  el  siglo  pasa- 
do dieron  por  resultado  los  tratados 
de  Utrech,  la  cuestión  de  la  trata  de 
los  negros,  consiguiendo  que  Francia 
se  comprometiese  á  suprimirla.  Ha- 
ciendo pesar  su  iníluencia  sobre  el 
gobierno  español  obtuvo  por  el  tra- 
tado de  28  de  Agosto  del  mismo  año. 


análogo  compromiso,  á  la  par  que 
negociaba  con  Portugal  los  de  21  y  22 
de  Enero  de  1815,  en  virtud  de  los  cua- 
les este  Reino  se  compremetia  á  pro- 
hibir la  trata  bajo  su  bandera,  escepto 
la  destinada  á  alimentar  sus  posesio- 
nes, é  Inglaterra  prometía  el  abandono 
de  una  antigua  deuda  y  además  el 
pago  de  una  indemnización  por  los 
buques  portugueses  que  habían  sido 
capturados  por  los  cruceros  ingleses. 

Pertinaz  continuó  siendo  en  este 
sentido  la  política  inglesa.  La  vuelta 
de  Napoleón  de  la  Isla  de  Elba  y  la 
heroica  defensa  de  Nueva  Orleanspor 
el  general  Jackson,  le  aconsejaron  á 
hacer,  en  las  conferencias  de  Gante,  di- 
versas concesiones  que  facilitaron  la 
celebración  del  tratado  de  paz  con  los 
Estados  Unidos,  pero,  en  cambio,  se 
empeñó,  y  obtuvo,  que  se  comprome- 
tiesen éstos,  por  el  art.  10  de  esa  con- 
vención, á  hacer  todos  los  esfuerzos 
posibles  á  fin  de  obtener  la  completa 
al)olición  de  la  trata  de  negros. 

Para  demostrar  que  no  procedía  ins- 
pirada por  los  derechos  humanos,  sino 
aconsejada  por  sus  intereses  materia- 
les inmediatos,  bien  ó  mal  comprendi- 
dos, que  en  este  caso  se  armonizaban 
con  las  aspiraciones  de  una  minoría 
de  espíritus  elevados,  basta  recordar 
el  proceder  que  observaba  hasta  en 
los  últimos  días  de  su  guerra  con  los 
Estados  Unidos,  y  mientras  á  Francia, 
España  y  Portugal  quería  imponer  la 
supresión  del  tráfico. 

Los  ejércitos  ingleses  no  se  limita- 
ban á  destruir,  vandálicamente,  los 
edificios  públicos  y  las  obras  de  arte 
de  las  poblaciones  norte-americanas 
que  la  suerte  de  las  armas  hacían 
caer  en  su  poder,  sino  que  se  llevaban 
con  los  objetos  materiales  de  cambio, 
los  negros  esclavos,  y  no  para  volver- 
los á  la  libertíid  sino  para  venderlos 
en  sus  colonias,  como  los  negreros  afri- 
canos vendían  los  que  arrebataban 
en  sus  cacerías.  Lo  mismo  hacían 
con  los  que  tomaban  á  bordo  de 
los  buques  que  apresaban  en  las  costas 
norte-americanas,  hechos  que  dieron 
origen  á  nuevas  dificultades,  puesto 
que,  habiéndose  pactado  por  la  Con- 
vención de  Gante  la  restitución  de 
las  propiedades  particulares  tomadas 
en  tierra  y  en  mar,  los  Estados  Unidos 
reclamaron  la  devolución  de  los  es- 


DEL  Rio  de  la  Plata 


473 


clavos  que  estaban  en  este  caso  (3  una 
indemnización. 

La  cuestión  se  allanó  conviniendo 
ambos  países  en  someter  el  asunto  al 
arbitrage  del  Emperador  de  todas  las 
Rusias,  quien  resolvió  disponiendo  la 
compensación  en  dinero,  que  era,  en 
el  caso,  lo  que,  no  pudiendo  rehuir  el 
compromiso,  preferían  los  ingleses, 
(|ue  al  adquirir,  por  su  precio,  brazos 
esclavos  para  sus  plantaciones,  deja- 
ban privados  de  ellos  á  sus  competi- 
dores los  eitiprosarios  agrícolas  de  los 
Estados  Unidos. 

Otros  hechos  contemporáneos  al 
que  mencionamos  y  algunos  más  muy 
recientes  vienen  á  corroborar  la  tesis 
que  sostenemos  sobre  las  vistas  más 
utilitarias  que  humanitarias  que  han 
tenido  influencia  preponderante  en  la 
política  inglesa  en  esta  materia,  bas- 
tándonos mencionar  que  no  manifes- 
taba entonéis  ni  manifestó  después 
igual  empeño  en  la  supresión  de  la 
trata  en  Turquía  y  en  Egipto,  países 
á  los  que  impone  fácilmente  la  ley, 
como  el  que  revelaba  cuando  se  trata- 
ba de  las  naciones  y  colonias  ameri- 
canas, que  hacían,  con  el  brazo  esclavo 
competencia  á  sus  producciones. 

Últimamente  hemos  tenido  hasta  al 
heroico  (xordon  transigiendo  -en  el 
Sudan  con  los  traficantes  de  negros. 

Hoy,  en  esta  materia,  la  Inglaterra 
tratado  ser  consecuente  con  las  ideas 
que  tan  ardientemente  sostuvo  ante  el 
mundo,  pero  su  acción  ya  no  presenta 
la  energía  ni  la  pertinacia  de  antes;  le 
falta  su  alma  que  es  el  interés  mate- 
rial é  inmediato. 

XXII 

Volviendo,  después  de  este  corto 
paréntesis,  á  la  relación  histórica,  en 
el  Congreso  de  Viena.  en  el  que  iba  á 
modificarse  la  carta  de  Europa  y  á  re- 
glarse las  relaciones  de  sus  diversos 
Estados,  Inglaterra  no  dejó  de  apro- 
vechar la  influencia  que  le  daba  la 
victoria  contra  Napoleón  I,  para  tra- 
tar de  la  cuestión  de  la  trata  de  negros, 
que  tanto  le  interesaba  suprimir,  con- 
siguiendo que  los  plenipotenciarios 
reunidos  después  de  declararla  contra- 
ria «á  los  principios  de  humanidad  y 
ríe  moral  universal»  y  de  reconocer 
«  que  la  voz  públicn  se  ha  levantado 


'  «  en  todos  los  países  civilizados,  para 
«  peflir  la  supresión  de  ese  ílagelo  que 
«  durante  todo  tiempo  ha  devastado 
« el  África,  degradado  la  Europa  y 
«  alligido  la  humanidad»,  manifesta- 
sen á  la  faz  del  mundo  el  deseo  de 
cooperar  á  ese  objeto. 

Esta  no  era,  sin  embargo,  más  que 
una  declaración  de  principios,  que  si 
bien  prestigial)a  la  acción  diplomáti- 
ca inglesa  no  le  daba  los  resultados 
inmediatos  que  se  preponía  conse- 
guir, y  que  las  naciones  que  aprove- 
chaban del  tráfico,  ya  para  alimentar 
sus  colonias  o  beneficiar  su  marina 
mercante,  tenían  interés  en  eludir. 

(Coniinuará). 


[loa  palalra  sobre  el  canal  de  Panamá 


Hoy  que  tanto  se  habla  del  canal  de 
Panamá  con  motivo  de  las  ruidosas 
acusaciones  que  pesan  sobre  altos  fun- 
cionarios de  la  administraci(')n  fran- 
cesa, será  oportuno  recordar  que  este 
grandioso  proyecto,  el  de  unir  el  océa- 
no Atlántico  con  el  Pacífico,  nació  en 
Esi)aña,  en  la  primera  mitad  del  siglo 
XVI. 

De  que  se  hicieron  estudios  con 
aquel  objeto,  es  buena  prueba  la  real 
Cédula  fechada  en  Toledo  á  20  de 
febrero  de  1534,  dirigida  al  juez  de  re- 
sidencias y  oficiales  reales  de  la  Tierra 
firme.  «  Enviad,  les  dice  el  Empera- 
dor, pintura  de  las  tierras,  montes, 
etc.,  del  coste  de  la  obra  y  tiempo 
en  que  podrá  hacerse  con  vuestro  pa- 
recer: entended  con  toda  diligencia 
como  cosa  que  tanto  interesa.» 

Probablemente  á  consecuencia  del 
real  mandato  se  hizo  por  entonces 
el  reconocimiento  del  rio  Chagres  y 
de  los  terrenos  contiguos,  según  lo 
dispuesto  por  el  capitán  Francisco  de 
la  Serna  y  el  piloto  Corzo,  con  orden 
que  les  comunicara  el  licenciado  Sal- 
merón, alcalde  mavor  de  Castilla  del 
Oro. 

No  se  llevó  á  cabo  un  proyecto  que 
tanto  honra  á  mis  paisanos,  no  solo 
por  lo  cuantioso  del  coste  de  la  obra. 


474 


Revista  Económica 


sino  porque  la  mecánica  no  liabia  al- 
canzado en  aquellos  tiempos  la  per- 
fección que  le  ha  permitido  en  este 
siglo  convertir  el  África  en  una  enor- 
me isla.  Pero  aún  cuando  la  obra  no 
se  realizara,  digno  es  de  recordación 
el  hispano  propósito,  siquiera  para  los 
que  ignoran  que  el  famoso  canal  de 
desagüe  de  la  laguna,  ideado  por  el 
jesuíta  padre  Sánchez,  obra  fué  tam- 
bién de  los  españoles,  no  crean  que 
los  españoles  vinieron  á  América  tan 
solo  para  explotarla.  No;  si  hubo  erro- 
res administrativos  abajo,  arriba  ha- 
))ia  grandes  ideales,  algunos  de  los 
que  se  trocaron   en  realidad. 

R.  MoNNEK   Sans. 


CRÓNICA  DE  LA  QUINCENA 


Enero  30  de  1893. 

No  puedo  decir  como  el  célebre  au- 
tor inglés:  «hará  más  de  cuarenta  años 
que  ño  he  pronunciado  ó  escrito  una 
sola  palabra  sin  considerar  un  momen- 
to por  lo  menos,  si  era  buena  ó  mala 
ó  si  podria  emplear  otra  mejor».  Creo 
que  hay  muy  pocos  iioml)res,  quizá 
ninguno,  en  este  pais,  que  pudieran 
decir  otro  tanto.  Me  imagino  más 
bien  que  son  infinitos,  yo  entre  ellos, 
los  que  lamentan  no  haber  tenido  pre- 
sente el  precepto  de  Boileau  sobre: 
«borrar  y  enmendar  siempre  para  es- 
cribir bien»;  y  muchos,  los  que  se  han 
olvidado  de  Franklin,  el  cual  nos  ha 
hecho  sal)er  en  uno  de  sus  másnota- 
l)les  escritos,  que  fué  siempre  su  cos- 
tumbre inalterable  no  emplear  nunca 
en  las  controversias  y  negociaciones, 
las  palabras,  ciertametiie,  seguramente,  in- 
dubitablemente, y  obras  semejantes,  sino 
que  decia:  creo,  supongo,  así  parece, 
la  cosa  ó  el  hecho,  es  así,  sino  me  en- 
gaño, etc.,  etc.  Pero,  cuarenta  años, 
no  son  noventa  días,  el  plazo  normal 
de  una  letra,  entre  nosotros,  y  si  no 
puedo  decir  aquello, — puedo  decir  esto 
otro:  que  desde  que  empuñó  las  rien- 
das del  golñerno  del  país,  lleno  de 
esperanzas,  el  Dr.  D.Luis  Saenz  Peña, 
no  lie  escrito  en  esta  Crónica,  una  sola 
línea  que  no  la  haya  meditado  y  ru- 


miado antes  de  estamparla;  y  si  digo 
crónica,  es  adrede  y  á  sabiendas,  por 
no  borrar  con  el  codo  lo  escrito  con 
la  mano,  y  para  que  así  resalte  más  y 
más  la  esterilidad  glacial  de  una  polí- 
tica que  no  jiermite,  en  conciencia, 
poder  decir  otra  cosa  que  lo  dicho 
hasta  aquí:  vamos  mal;  algo  más,  va- 
mos de  mal  en  peor.  De  manera  que 
por  nuestra  desgracia,  no  son  pocos 
los  que,  en  la  hora  presente  reílexio- 
nan  sobre  que,  el  hombre  más  capaz, 
puede  caer. — á  veces, — en  debilidades; 
y  el  más  malvado,  obrar  con  rectitud. 
No  puede  afirmarse,  que  durante 
esos  noventa  días,  nada  se  ha  hecho, 
— desde  que  hemos  asistido  á  la  inter- 
vención de  una  provincia,  á  la  caída  de 
un  ministro,  á  la  clausura,  en  silencio, 
del  Congreso,  á  la  guerra  civil  en  Cor- 
rientes, auna  crisis  permanente  en  el 
gabinete,  después  de  algo  así  como  el 
sacriíicio  de  Al)raham,  á  la  mendica- 
ción plañidera  de  ministros,  á  la  baja 
y  á  la  suba  del  oro,  á  la  apreciación 
pasagera  de  algunos  valores  y  á  su 
depreciación,  á  la  revelación  de  desór- 
denes inveterados  en  el  ejército,  en 
la  armada,  en  la  administración,  en 
todas  partes  donde  se   mueven  liom- 

bres  y    dineros, todo    lo    cual, 

quiérase  ñ  no,  ni  marca  el  fin  de  un 
régimen,  ni  el  dominio  de  un  parti- 
do, ni  siquiera  el  fin  de  una  política. 
De  ahí,  que  sesudos  observadores, 
cemiencen  á  pensar,  que  el  Presiden- 
te de  la  República  no  está  lejos  de 
hacer  exclamar  con  el  poeta  famoso, 
curse  on  is  vertues,  they've  undone  his  coun- 
try.»  malditas  sean  sus  virtudes,  por- 
que ellas  causaron  la  ruina  de  su 
patria.» 

*  * 

No  se  ha  continuado  una  sola  obra 
pública,  no  se  ha  refaccionado  un  solo 
edificio,  no  se  ha  sacado  un  metro 
cúbico  mas  de  tierra,  en  el  puerto 
Madero,  no  so  ha  intentado  siquiera, 
hacer  un  kilómetro  mas  de  ferroca- 
rril, no  se  ha  arreglado  la  deuda  exte- 
rior, ni  la  interna, — se  han  cobrado 
las  rentas,  se  han  gastado,  se  han 
tomado  millones  á  plazo,  de  los  ban- 
cos, y  pare  Vd.  de  contar,  como  vul- 
garmente se  dice. 

Como  se  ve,  real  y  efectivamente, 
nada  se  ha  hecho  sino  es  agravar  la  si- 


DEL   KiO   DE   LA    PlATA 


475 


tuación:  y  muchos  viendo  que  el  Presi- 
dente de  la  República  tiene  dos  medi- 
das le.uales  para  ju/gar  las  cosas 
argentinas,  una  para'  Santiago  del 
Estero,  otra  para  Corrientes,  han  em- 
pezado ya  á  preguntarse:  si  su  decan- 
tada rectitud  no  seria  susceptible  de 
ser  definida  asi,— ante  tan  soberano 
chasco:  he  ahí  un  hombre  cuya  inte- 
gridad moral  es  un  problema,  y  su 
integridad  legal,  discutible.  Allá  vere- 
mos que  «en  el  íin  de  la  vida,  está 
la  prueba.» 

* 
*  * 

Pero  no  hay  nadie  satisfecho  ni 
contento,  ese  es  el  hecho.  Los  que 
no  tienen  viven  en  la  incertidumbre 
del  pan  de  mañana,  y  los  que  tienen 
en  la  inquietud  de  que  su  caudal  no 
resulte  mermado  de  un  dia  para  otro. 
En  medio  del  descontento  general, 
cuyo  vehículo  es  la  prensa, "que  ni 
siendo  á  veces  parte  interesada  se 
atreve  á  defender  con  la  visera  le- 
vantada al  Presidente  de  la  República, 
este  magistrado,  coma  si  fuera  miope 
y  sordo,  no  oye  bien  ni  ve  claro,  y 
su  optimismo  imprevisor  comienza  á 
sor  objeto  de  rechiflas  ó  de  lástima: 
y  en  tanto  que  el  país  camina  por 
sí  solo,  y  más  bien  trabado  que  ayu- 
dado por  el  P.  E.  de  la  Nación,  la 
desconfianza,  el  malestar,  la  sospe- 
cha, la  duda,  la  inquietud  y  el  temor 
suben  como  una  marea,  y  el  signo 
del  momento  es  que  vamos  á  la  catás- 
trofe, impelidos  por  fuerzas  materiale 
que  no  se  ven,  que  nadie  puede  de- 
terminar, pero  que  actúan  y  obsedian 
todos  los  espíritus,  como  cuando  una 
l)reocupacion  invencible,  superior  á 
todo  raciocinio  nos  dice :  es  inútil,  lo 
que  ha  de  ser  será;  para  (jué  em- 
peñarse en  torcer  el  curso  de  los 
acontecimientos? 

*  * 

Esos  acontecimientos  que  vienen, 
que  no  pueden  dejar  de  venir,  pro- 
vocados por  la  política  equívoca  y 
sosi)echosa  del  Presidente  de  la  Re- 
pública, que  (juiere  servir  á  Dios  sin 
ofender  al  diablo,  á  Mitre  y  á  Roca, 
á  los  radicales  y  á  los  que  nada  de  eso 
son,  van  á  decirnos  si  la  Democracia 


argentina  ha  llegado  ()  no  á  su  ma- 
durez, ó  en  otros  términos,  si  es  po- 
sible gobernar  este  país  con  expe- 
dientes, ó  como  se  gobiernan  los 
Estados  Unidos,  apoyándose  en  unos 
ó  en  otros. 


* 


Tal  es  el  problema  í)olítico  y  no  i)Oco 
interesante  que  los  sucesos  van  á  re- 
solver en  un  porvenir  no  lejano,  de 
meses,  de  días,  de  horas  quizá.  El 
Presidente  de  la  República  está  ])ues, 
como  desmantelado  bajel  entre  Scyla 
y  Caribdis,  expuesto  á  encallar  en 
éste  ó  en  aquel  escollo,  en  uno  prime- 
ro, en  otro  después, — y  el  enigma  solo 
lo  resolverán  las  verdaderas  fuerzas 
de  la  opinión.  El  país  está  enfermo, 
pero  su  enfermedad  no  es  orgánica; 
padece  de  mal  gobierno,  mejor  dicho, 
de  desgobierno  siendo  quizá  lo  que  nece- 
sita una  mano  firme.  Pero,  una  ma- 
no firme,  no  á  la  usanza  ominosa  de 
los  dictadores  vulgares  de  íSud-Amé- 
rica,  sino  á  lo  ejemplar,  á  lo  Jeíferson, 
á  lo  Sarmiento:  Qui  vivrá  verrá. 


*  * 


CliÓNKA  ORIENTAL 


El  principal  acontecimiento  de  la 
quincena  es  el  folleto  del  Dr.  D.  Luis 
Mellan  Laíinur,  «Exégesis  de  Bande- 
rías», en  el  que  aboga  por  la  diso- 
lución de  los  partidos  tradicionales, 
y,  declarándost^  separado  del  partido 
constitucional,  dice,  á  la  vez  «que  no 
I^ertenecerá  jamás  á  ningún  partido 
político  de  carácter  permanente,  mien- 
tras no  se  organice  el  Partido  Liberal, 
que  por  su  esencia  es  eterno  é  inmu- 
table y  tiene  una  base  racional  de 
perpetuidad.» 

Pero  cd  partido  liberal  ya  lo  tene- 
mos, si  á  este  término  le  damos  el 
significado  amplio  qae  le  corresponde; 
es  el  partido  colorado,  como  lo  dijimos 
en  la  Crónica  del  1^''  número  de  esta 
Revista. 

No  podemos  en  el  corto  espacio  de 
que  hoy  disponemos,  apreciar  con  la 
atención  que  se  requiere,  el  notable 


476 


Revista  Económica 


trabajo  á  que  nos  referimos,  lo  (lue 
haremos  más  adelante,  limitándoiKjs 
por  ahora  á  una  observación  i>eneral. 

El  abatimiento  del  presente,  mate- 
rial, y  lo  que  es  peor,  moral;  el  ham- 
bre que  golpea  en  la  puerta  de  todos 
los  hogares,  y  el  adormecimiento  de 
toda  ftbra  patriótica  en  la  mayoría 
de  nuestros  conciudadanos,  la  dis- 
minución creciente  de  la  vitalidad  na- 
cional, imponen  á  todos  los  espíritus 
ilustrados,  que  pueden  medir  la  ex- 
tensión del  mal  y  la  inminencia  de 
los  peligros  que  nos  rodean,  una  ac- 
ción común,  viril,  decidida,  y  para 
ello  hay  el  vínculo  y  la  bandera  co- 
mún y  superior  á  las  divisas  de  par- 
tidos y  á  los  programas  de  princii)ios; 
el  vínculo  y  la  bandera  nacional. 

— Hay  que  dominar  la  crisis  y  dig- 
nificar la  patria. 

*  * 

La  discusión  del  presupuesto  ge- 
neral de  gastos,  en  la  parte  referente 
á  la  policía,  dio  lugar  á  largos  y 
acalorados  debates  en  la  Cámara  de 
Diputados,  con  sorpresa  del  público 
poco  acostumbrado  á  manifestaciones 
de  independencia  en  esa  rama  del 
poder  legislativo. 

Es  simpática  la  actitud  de  los  dipu- 
tados que  alzan  virilmente  la  voz  en 
defensa  de  sus  opiniones.  Se  presti- 
gian á  sí  mismos  y  prestigian  á  la 
Cámara  de  que  forman  jiarte.  Ade- 
más, las  oposiciones  son  siempre  be- 
néficas; corrigen,  contienen,  ilustran 
y  vivifican,  mientras  que  el  incondi- 
cionalismo, por  el  contrario,  deja  al 
gobernante  aislado  en  la  tarea  y  en 
la  responsabilidad,  y  expuesto  á  su- 
frir todas  las  consecuencias  de  los 
errores  á  que  están  sujetas  todas  las 
inteligencias  por  más  privilegiadas 
que  sean. 

Por  lo  que  respeta  al  fondo  del  de- 
bate, que  era  la  conveniencia  de  dar 
cierta  organización  militar  á  la  po- 
licía, creemos  que  la  razón  ha  estado 
de  parte  del  Sr.  Ministro  de  Gobierno. 

Lo  que  por  esa  reforma  se  busca 
no  es  evidentemente  obtener  elemen- 
tos de  predominio  personal,  puesto 
que  para  comprimir  cualquier  movi- 
miento popular,  no  es  la  fuerza  mate- 
rial  lo  que  le  falta  al  gobierno.  Le 


Ijasta  y  sobra  con  el  ejército.  8e  trata 
ahora,  por  ese  medio,  nada  más  que 
lie  mejorar  las  condiciones  del  servi- 
cio sin  recargo  apreciable  de  gastos. 
Se  dice  que  muchos  guardias  civiles 
renunciaran.  Es  posil)le,  pero  de  esto 
no  surgirá  un  conílicto,  puesto  que,  en 
la  situación  del  país,  nu  pueden  faltar 
quienes  tomen  servicio  con  tal  de 
asegurar  su  subsistencia. 


En  la  esfera  económica,  lo  más 
notable  de  la  quincena  es  el  pedido 
á  las  Cámaras  de  una  tercera  mora- 
toria en  favor  del  Banco  Inglés  del 
Rio  de  la  Plata,  que  es  de  esperar  le 
sea  acordada  sin  dificultad,  porque  de 
lo  contrario  esta  útil  institución  no 
podrá  salvarse  de  la  ruina. 

Estamos,  pues,  completamente  de 
acuerdo  con  las  cámaras  en  este  pun- 
to; se  procedió  bien  concediendo  las 
moratorias,  y  es  conveniente  que  se 
conceda  la  que  ahora  se  solicita,  pero 
hay  que  ser  lógicos. 

Él  caso  del  Banco  Ingles  demues- 
tra que  ni  las  casas  que  como  esa 
tenían  la  mayor  solvencia,  pueden 
en  una  época  como  la  actual  en  que 
se  han  sul)vertido  todas  las  relacio- 
nes entre  el  dinero  y  los  valores  gene- 
rales, liquidar  en  las  condiciones  que 
nuestras  leyes  han  establecido  tenien- 
do únicamente  en  vista  las  situacio- 
nes normales. 

Como  el  Banco  Ingles  está  la  mayo- 
ría de  los  comerciantes,  de  los  in- 
dustriales y  de  los  propietarios  del 
país. 

¿No  son  ellos  también  dignos  de 
ser  considerados? 

No  somos  muy  exigentes,  pues  solo 
pedimos  para  los  deudores  de  casa 
la  misma  acción  tutelar  que  el  P.  E. 
y  las  Cámaras  ejercen  para  salvar  de 
la  ruina  al  deudor  estrangero,  y  que, 
por  nuestra  parte,  aplaudimos. 

Las  medidas  eficaces  á  ese  ol)jeto 
no  pueden  escapar  á  la  suficiencia  de 
varios  de  nuestros  legisladores,  que 
esperamos  se  hagan  del)ido  cargo  de 
la  responsabilidad  que  están  asumien- 
do al  dejar  sucederse  á  diario  injus- 
tificadas ruinas,  y  al  ver  impasibles 
secarse,  unas  tras  otras,  las  fuentes 
del  trabajo  nacional. 


j>KL  Río  DE  LA  Plata 


477 


REVISTA  HUIISÁTII. 


El  decreto  autorizando  las  c(^tizacio- 
nes  del  oro  á  plazos,  que  despertó  el 
agio  de  modo  á  que  en  Noviembre,  en 
que  empezó  á  regir,  se  hiciesen  más 
operaciones  que  en  los  10  meses  ante- 
riores, ha  reabierto  la  era  de  las  fuer- 
tes oscilaciones  en  el  precio  del  metá- 
lico. 

J.  B.  8ay  comparaba  la  Bolsa  á  un 
molino  que  girase  en  el  vacio,  con  lo 
(jue  solo  tenia  en  vista  el  movimiento 
estéril  para  la  riqueza  nacional  de  los 
cai)itales  que  en  ella  pasan  de  unas  á 
otras  manos. — Dichosos  seríamos  si  no 
hubiese  que  lamentar  aquí  más  que 
la  esterilidad. 

Monte  Cario,  por  ejemplo,  no  es  úni- 
camente improductivo:  es  un  cen- 
tro de  perversión  y  de  desquicio,  y  las 
grandes  operaciones  que  hoy  se  reali- 
zan en  nuestra  Bolsa,  y  que  solo  res- 
ponden al  juego  de  diferencias,  no  tie- 
nen en  la  practica  mejores  resulta- 
dos. 

Este  juego  no  es  solo  amparado  por 
la  ley  sino  también  fomentado  por  va- 
rios Bancos  que  con  preferencia  á  toda 
operación  benéfica  para  el  país  se  de- 
dican á  la  comandita,  para  ellos  lucra- 
tiva, de  los  que  ponen  su  presente  y  su 
porvenir  en  el  número  negro  del  oro. 
ó  en  el  número  colorado  deli)apel. 

No  hay  que  confundir  lo  ({ue  propia- 
mente puede  llamarse  esjjeculación: 
esas  operaciones  de  comercio  de  los 
que  acaparando  en  unos  momentos 
remedian  los  excesos  de  oferta,  ó  pro- 
veen en  otros  á  su  escasez,  con  los  jue- 
gos bursátiles  sobre  diferencias.  Aqué- 
lla se  funda  en  la  realidad,  éstos  en  lo 
artiíicial;  aquélla  modera,  regulariza 
los  precios,  y  éstos  los  altera  y  desequi- 
libra, ya  elevándolos  cai)richosamente, 
ya  deprimiéndolos  con  exceso;  aquélla 
da  estabilidail  y  propende  al  desarro- 
llo regular  de  las  transacciones  y  de  la 
vida  social  mientras  que  éstos  anar- 
quizan la  |)laza  y  privan  de  l)ase  seria  á 
los  cálculos  mercantiles,  aparte  de 
sembrar  la  ruina  entre  los  que  atrae 
con  el  brillo  falaz  de  sus  fáciles  ga- 
nancias. 


— I)es[)ues  de  vai'ios  meses  en  ([ue 
el  i)recio  del  oro  habia  estado  casi  nor- 
malizado, siendo  iusigniíicantes  las 
oscilaciones  (|ue  de  mes  á  mes  se  i)i-o- 
ducian,  una  vez  autorizadas  las  vcmtas 
del  metálico  á  i)lazo  hemos  tenido  en 
dos  meses  diferencias  de  50  [)untos. 
En  la  última  quincena  las  oscilaciones 
han  sido  de  27  puntos. 

Esto  que  causa  profundas  perturba- 
ciones é  inquietudes  en  el  comercio. 
im})orta  la  comprobación  }>ráctica  del 
error  en  que  incurren  los  que  asimi- 
lando lo  qus  es  propiamente  especula- 
ción con  el  juego  de  diferencias,  han 
autorizado  las  ventas  á  plazos. 

— Los  cambios  han  subido  y  se  man- 
tienen por  ahora  firmes,  lo  que,  sin 
eml)argo,  no  esperamos  que  se  man- 
tenga mucho  tiempo,  puesto  que  la 
exportación  no  cubrir  á  este  año  las 
necesidades  de  los  pagos  exteriores. 

Los  meses  próximos  podrn  será  ya 
de  exportación  de  metálico. 

— Otro  rasgo  característico  de  esta 
quincena  es  la  baja  general  de  todos 
los  papeles  inclusos  los  fondos  públi- 
cos nacionales. 

— Como  podrá  verse  por  los  estados 
que  publicamos,  las  cédulas,  tanto  na- 
cionales como  provinciales,  han  te- 
nido en  esta  quincena  una  baja  bas- 
tante sensible. 

— En  acciones  lo  mas  notable  es  la 
fuertebaja  en  las  del  Banco  de  Es- 
paña debido  al  reducido  dividendo 
que  distribuye.  De  110  á  que  queda- 
ron el  15  cerraron  el  30  á  10o. — Aun 
así  este  precio  es  exagerado,  puesto 
que  con  las  mayores  garantías  pueden 
los  capitales  obtener  entre  nosotros 
una  renta  mucho  mas  importante. 

— También  han  bajado  fuertemente 
las  acciones  de  la  Compañía  Primitiva 
de  gas:  baja  tan  fuerte  que  solo  })o- 
dría  explicarse  atribuyendo  á  espe- 
culación sus  anteriores  precios. 

— Respecto  de  la  Bolsa  de  Montevi- 
deo, nada  tenemos  que  agregar  á  lo 
que  hemos  venido  diciendo  en  nues- 
tras crónicas  anteriores. 

Continúa  la  baja  que  parece  llevar 
en  breve  á  nada  todos  los  valores,  y 
las  operaciones  son  cada  día  mas  mez- 
quinas. 


478 


Revista  Económica 


Movimiento  bursátil  de   la  segunda  quincena  de  Enero  de  1893 


BOLSA  DE  BUENOS  AIRES 

(  J)EL    15     AL   ol    DL     KNEli<J    ) 


Ultimo  precio  '  I 

HASTA  I   MAS  BAJO       MAS  ALTO 

¡ENEliO  151 


Metálico 


Al  contado. 


293 


Cambios 


Inglateri'a ,47 

Francia 

Hál<^nca 

Alemania 


Cheques 


Cédulas  Hipotecarias  Nacionales 

Serie  A  (oro)  5  %  *-le  renta. 

»  A  %    7  %  »  >)      . 

»  B  »     7   %  »  » 

))  C  »     7  %  »  >'      ■ 

»  D  »      7  %  »  M 

))  E  »     7  'X)  '>  ^^ 

cédulas  Hipotecarias  Provinciales 


Serie  A  (oro)  (> 


A 
E 
F 
G 
I 
J 
K 
L 
V. 
N 
(^ 
P 


$f. 


8  % 

6  7o 

6  % 

6  % 

8  '•/, 

8  'X. 

8  % 

8  % 

8  % 

8  % 

8  % 

8  % 


de   renta 


Fondos  y  Títulos  Públicos 

Fondos  Públicos  Nacionales  de  1884. 

Empréstito  Nacional  Interno  1891 

Id.  de  1892 

Deuda  Municipal   de  la  Capital  .    . . 


7 
8 

o  02 
5  01 
4  Oíi 


Bancíj  Nacional i-j  2 

Banco   de  la   Provincia i  o9  — 

Banco  Hipot.  de  la  Provincia— bonos.    18  — 


45 
96 
94 
93 
90 
87 


21 
34 
33  — 
27  - 
27  — 


50 
50 


28 
27 
27 
27 
27 
27 
27 
27 


50 
90 
30 
;50 
:]0 
30 
30 
30 


55  — 

73  50 

()8  50 

(37  — 


293  83 


89 
84 
87 
80 
89 


34 


25  50 
24  80 
97  — 


25  10 
25  10 
25  10 
25  20 
25  20 
25  30 


71  50 
00  — 
58  — 


320  — 


/  ^ 

^8  1 

5  02 

1     5  09 

5  02 

1     5  09 

4  00 

i     4  07 

15  50  1  10  — 
89  —  43  — 
15  50   17  90 


90  — 
84  — 
87  — 
80  — 
89  - 


34  — 

25  50 
20  90 
27  — 


27 
27 
27 
27 

27 


73  0(J 
00  50 
59  — 


Ultiincí  precio 

HASTA 

ENERO  30 


313  50 


48  I 

5  09 

5  09 

4  ÍI7 


10  — 
40  50 
15  80 


45 
89 
84 
87 
80 
89 


21  50 
34  — 
00  — 
25  50 
25  20 
27  - 
27  90 
20  — 
27  — 
27  — 
27  — 
27  — 
20  00 


.).)  — 
7;)  30 
00  50 
59  — 


DEL  Rio  de  la.  Plata 


479 


Ultimo  precio 

HASTA 

ENERO  15 


Ultimo  precio 

HASTA 

EXKIiO  30 


Acciones 


BANCOS 


Español  del  Rio  de  la  Plata 110 

Italia  y  »      »    >>       «     (oro) ¡  96 

Crédito   Real |  31 

Nuevo   Fianco  Italiano i  58 

Banco  de    la    Bolsa !  45 

Francés   del  Rio  de  la  Plata i  42 

Hii)Otecario  de  la  Capital  (Bonos  oro). . 

Constructor  de   la    Plata 

Id  id  id  (obligaciones) 

Agrícola    Comercial 

Banco    Inmoviliario : 

Banco  del    Comercio 

Banco   Caja  de  Descuentos 

Comercial  de  la  Plata 

Comercial 

Banco  Sud- Americano 

Banco  Nacional 


compañías 


50 

64  75 

4  50 

O  80 

22  — 

23  — 
85  — 
50  — 

8  50 

30  — 
29  — 

31  — 


La  Edificadora 70  — 

La  Previsora  (Compañía  de  Seguros).    27  50 

La  Primitiva  (Compañía  de  Gas) 92  — 

Gas  Argentino \  55  — 

Empresa  del  Edificio  de  la  Bolsa 145  — 

La  Argentina  (tal)rica  de  papel) '  84  — 


Muelle  y  I)ep(')SÍtos  de  las  Catalinas 

La  Buenos  Aires  (Compañía  de  Seguros) 
Comjjañía  General  de  Reaseguros.... 

Kid  y  C-- .^ 

Telegráfico  Telefónica 


BOLSA   DE   MONTEVIDE 

(DEL  15    AL   30   DE   ENERO) 

Billetes  Banco  Nacional 

Títulos    liii»o1ecarios   Serie    D 

Cédulas  liipotecarias      »       A 

»  »  ))        C 

Deuda  del  Interior 

Id.       Consolidada 

Acciones  l^anco  Hipotecario.. 

CAMBIOS 

Inglaterra 

Francia 

Bélgica 

Alemania 


103 

97 
28 


50 


78 


6  50 


38  - 
22  — 
21  20 

38  - 
21  — 
21  21 

27  - 

35  60 

6  50 

26  80 

35  40 

6  50 

51  h 

5  38 
5  •>() 
4  35 

50  i 
5  :¡4 
5  39 
4  32 

110  — 

97  — 
28  — 
57  5(J 


78 


6  70 


39  80 


21 
22 

27 
36 


60 
70 

50 
40 
70 


103  — 
97  — 

28  — 
54  50 
45  — 
42  50 
64  75 

4  50 
O  80 

22  

23  — 
85  — 
50  — 

8  50 

30  — 

29  — 

31  — 


70  — 
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