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Full text of "Ruperto el pobre diablo : parodia de la ópera Roberto el diablo, en un acto y cuatro cuadros, en verso"

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THE  UNIVERSITY  OF 

NORTH  CAROLINA 

LIBRARY 


THE 

BORRAS  COLLECTION 

FOR  THE  STUDY  OF 

SPANISH  DRAMA 

ACQUIRED  THROUGH  GIFT 
FROM  THE  CLASS  OF  1923 

862.8 

T2553 

V.84 


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Líbrary  buíldíng. 


JUNTA      DELEGADA 

DEL 

TESORO  ARTÍSTICO 

Libros  depositados  en  la 

Biblioteca    Nacional 

Procedencia 

N.»  de  la  procedencia 


BUPERTO  EL  POBRE  DIABLO. 


E 


(PAROOIA  DE  LA  ÓPERA  ROBERTO  EL  DIABLO) 


EN  UN  ACTO  Y  CUATRO  CUADROS,  EN  VERSO 


ORIGINAL  DE 


DON  PEDRO  ESCAMILLA 


arreglada  la  miisica  por  el 


MAESTRO  MANGiAGALLI 


Sstrenada  en  Madrid  el  31  de  Marzo  de  1883 


'^-<M?<iX9¥eS€>''5s»-^ 


MADRID:  1883 

iTABl_eCIMlENTO      TIPOGRÁFICO 
DE  M.  P.   MONTOYA  Y  COMPAÑÍA 
Caños,   1, 


PERSONAJES  ACTORES 

Pepa Sra.  D.a  Amalia  Gómez. 

Ruperto  el  pobre  diablo  ...  Sr.    D.  José  Castro. 

Beltran Susilla. 

Romualdo Pedro  Verdejo. 

Pilletes,  mujerzuelas  y  bailarinas. 


Esta  obra  ea  propiedad  de  D.  Juan  Manuel  Guorroro, 
y  nadie  podrá,  sin  su  permiso,  reimprimirla  ni  repre- 
sentarla en  España  y  sus  posesiones  de  Ultramar,  ni  en  j 
los  países  con  los  cuales  haya  celebrados,  ó  se  celebren 
en  adelante,  tratados  internacionales  de  propiedad  lite- 
raria. 

El  autor  se  reserva  el  derecho  de  traducción. 

Los  comisionados  de  la  Administración  Lírico-Dra- 
mática de  D.  EDUARDO  HIDALGO  son  los  encargados 
exclusivamente  de  conceder  ó  negar  el  permiso  de  re- 
presentación, y  del  cobro  de  los  derechos  de  propiedad. 

Queda  hecho  el  depósito  qu«  marca  la  ley. 


ACTO  ÚNICO. 


El  teatro  representa  el  cerrillo  del  Rastro;  en  el  foro  se  ven  va- 
rios pilletes  ji^gando  y  algunos  ropavejeros;  á  la  derecha  del 
aetor  uua  taberna,  de  donde  salen  Beltran  y  Ruperto:  el  pri- 
mero con  levita  abotonada  y  muy  estropeada,  así  como  el  som- 
brero de  copa;  el  segundo  vestirá  de  chaqueta. 


ESCENA  PRIMERA. 
EüPERTO.— Beltran. 


Rup. 

Voló  la  última  moneda 

con  el  último  cuartillo. 

Belt. 

Aun  me  quedan  cuatro  perros 

chicos. 

Rup. 

Estamos  lucidosl 

Belt. 

No  desesperes. 

Rup. 

Qué  diablo! 

Cuando  estoy  hecho  un  mendigo 

aún  pretendes.... 

Bklt. 

Que  te  calmes. 

RüP. 

Parece  que  el  diablo  mismo 

se  ha  mezclado  en  mis  negocios 

desde  que  he  dado  contigo! 

722Í398 


—  6  — 

Hace  dos  meses  que  vine 
á  Madrid  sobre  un  borrico: 
mi  madre,  fiel  mesonera 
de  Arganda,  al  partir  me  dijoí 
— Ahí  tienes  cuatro  navajas, 
quinientos  reales  y  un  pico, 
esta  guitarra  y  mi  santa 
bendición:  á  vivir,  hijo. 
Llegué  aquí  con  esperanzas, 
mas  bajé  al  Rastro  un  domingo 
á  comprar  una  vacía, 
y  el  diablo  sin  duda  quiso 
que  contigo  tropezase... 
Nos  hicimos  tan  amigos... 
Que  ya  no  tengo  una  mota. 
Por  vida  del  que  ató  á  Cristo! 

Belt.  y  quieres  decir  con  eso 

que  yo  tal  vez?... 

RüP.  Lo  que  digo 

es  que  entre  cañé  y  tabernas... 
Nunca  hubiera  yo  salido 
de  Arganda:  verdad  que  allí 
me  hacían  burla  los  chicos; 
por  mi  genio  bonachón 
y  mi  carácter  tan  tímido, 
llamábanme  «el  pobre  diablo.» 

Belt.  Vamos,  te  quejas  de  vicio 

en  vez  de  darme  las  gracias. 

RUP.  Las  gracias? 

Belt.  Como  lo  digo. 

Quién  sino  yo  te  ha  enseñado 
todo  lo  que  encierra  digno 
de  ver  Madrid,  desde  el  Rastro 
y  el  Peñón  hasta  el  Hospicio?... 
desde  Chamberí  hasta  las 
Vistillas  de  San  Francisco? 
Crees  que  porque  tenias 
unos  cuartos,  he  querido 
sacártelos?  Poco  á  poco... 

(Con  dignidad  grotesca.) 

eso  no  entra  en  mis  principios... 

(Bajándose  á  coger  una  punta  de    c 
cendiéndola.) 


-7- 

Yo  soy  todo  un  caballero!.  . 
Hombre,  no  habia  j-^o  visto 
esta  colilla!...  fumemos... 
Mi  educación,  como  digo, 
no  me  permite. . .  yo  vengo 
de  alta  progenie,  y  he  sido 
capitán,  allá  en  la  guerra 
civil...  y  un  abuelo  mió... 

ílci\  Pues  eso  es  lo  que  me  choca! 

Siendo  tan  exclarecido 
tu  linaje,  por  qué  alternas 
y  vives  con  tanto  pillo? 

Belt,.  Qué  quieres?  Cosas  del  mundo 

á  las  que  yo  me  resigno. 
Esta  gente  me  comprende... 
y  me  mantiene;  yo  vivo 
por  ellos;  algunas  veces... 
cuando  por  lances  políticos, 
por  opiniones,  me  busca 
la  policía,  en  sus  nidos 
me  ocultan,  hasta  que  pasa 
el  turbión,  y  ..  en  fia,  he  dicho. 

SLUP-  Pero  todo  eso  no  impide 

que  hoy  estemos  más  perdidos 
que  Carracuca. 

Melt.  No  importa. 

Pronto  el  estado  aflictivo 
cesará;  tengo  un  negocio 
de  Bolsa  muy  lucrativo. 

B.UP-  Si  á  lo  menos  con  Manuela 

me  casara!  El  tio  Vivo, 
su  padre,  tiene  taberna 
en  el  Lavapiés;  de  fijo 
la  dará  cuatro  mil  duros... 
Pero  el  tal  es  un  judío, 
y  me  la  niega  á  pretexto 
de  que  yo  soy  un  perdido. 

JSelt.  No  pierdas  el  tiempo  en  vano 

con  tan  ruines  amoríos; 
déjate  guiar  por  mí... 
JO  te  ofrezco...  mas  qué  ruido... 
(Se  oye  dentro  algazara.) 


Kup.  Es  Romualdo  el  fosforero 

que  estará  ya  entre  dos  vinca. 
(Mirando  al  foro.) 

ESCENA  11. 

Dichos. — Romualdo,  con  cajón  de  fósforos;  viene  peaegsasy 
seguido  de  pilluelosv 


Rom. 

Viva  el  mundo  nuevo! 

Coro. 

Vivat 

Rom. 

Ruperto!  Beltran!  Amigos, 

mi  Pepa,  la  que  servia 

s 

en  Arganda,  hoy  ha  venido¡. 

y  estoy...  (Tambaleándose.) 

Belt. 

Ya  lo  vemos. 

Rom. 

Quiero 

bailar. 

Coro. 

No,  canta. 

Rom. 

Ahora  misma. 

MÚ8ICA. 

Voy  á  cantar 

la  historia  verdadera 

de  cierta  posadera 

que  allá  en  Arganda  está.. 

Todos. 

Borracho  está! 

BOM. 

Y  á  fé  de  fosforero, 

os  juro  por  mi  vida, 

que  es  cosa  divertida 

y  alegre  á  no  dudar. 

Belt. 

Oyes,  Ruperto? 

Rup. 

Empieza,  vamo3.v 

Coro. 

Romualdo  empieza  ya. 

Rom. 

Allá  en  Arganda 

la  hija  de  Pando 

coqueteando 

siempre  vivió. 

Hubo  por  ella 

sendos  moquetes. 

—  9  — 

palos,  cachetes, 

y  qué  sé  yo. 

Hasta  que  un  dia 

llegó  alojado 

un  licenciado 

muy  singular, 

y  aquella  chica 

tan  veleidosa 

pronto  su  esposa 

se  oyó  llamar. 

Maldita  unión 

sin  duda  fué, 

porque  dijeron 

que  aquel  gaché, 

con  su  mostacho 

era  quizás 

la  vera  efigie 

de  Satanás. 

(Duraute  esta  relación  Beltran  y   Ruperto 

se  manifiestan  disgustados.) 

Coro.  Con  que  el  demonio 

casado  está? 
Rom.  De  aquella  boda 

tan  incompleta 

entre  Anacleta 

y  el  militar, 

nació  un  chiquillo 

á  quien  por  cierto 

llama  Ruperto 

todo  el  lugar. 

Al  ver  su  facha 

de  chichisveo, 

su  rostro  feo, 

bobalicón, 

el  «pobre  diablo» 

le  apellidaban, 

y  se  burlaban 

sin  compasión. 
Coro.  Con  que  es  Ruperto?... 

KOM.  Un  pobre  diablo. 

Coro.  Un  pobre  diablo! 

Rom.  Sí,  por  mi  fé. 


—  10  — 

Coro.  (a  Ruperto  burláadose.) 

Oye  lo  que  habla 
este  gaché. 

HABLADO. 

RUP.  Esto  ya  pasa  de  raya! 

Yo  soy  Ruperto... 

Rom.  Dios  mió! 

RüP.  Y  voy  á  romperte  el  alma! 

Rom.  Oh,  si  lo  hubiera  sabido!... 

BelT.  (Me  largo,  no  sea  que  esto 

tenga  el  fia  como  el  principio.) 
(Sale  foro.  Ruperto  se  precipita  sobre  Romualdo: 
los  pillete.3  tratan  de  impedirlo,  y    éste  huye  por 
la  izquierda  seguido  de  aquellos.) 

Rup.  Ya  verás  lo  que  te  pasa! 

Rom.  Socorro!  Favor,  vecinos! 

ESCENA.  III. 
Ruperto. — Pepa,  por  la  derecha. 


Pepa. 

Romualdo!  Dóade  va  ese  hombre? 

Rup. 

Estoy  soñando  ó  despierto!  (Reconociéndola.) 

Pepa. 

Dios  mió!  (Lo  mismo.) 

Rup. 

Pepa! 

Pepa. 

Ruperto!  (Se  abrazan.) 

Rup. 

Aprieta,  voto  á  mi  nombre! 

Tú  en  Madrid^ 

Pepa. 

Vengo  á  casarme 

con  Romualdo. 

Rup. 

Ese  animal? 

Por  poco  le  abro  en  canal. 

Pepa. 

Hombre,  no  quieras  dejarme 

viuda. 

Rup. 

Es  un  tuno,  repara. 

Pepa. 

Si  lo  sé  perfectamente... 

l->ero  en  siendo  mi  pariente 

nada  podré  echarle  en  cara. 

Tú  sí  que  ya  habrás  salido 

un  barbero  cerujanof... 

11  — 


RüP. 

Pepa,  no  pongas  la  mano 

en  la  llaga.  (Coa  adornan    grotesco.) 

Pepa. 

Estás  herido? 

Rup. 

El  brillante  porvenir 
del  portal  y  la  vacía, 
ya  no  existe. 

Pepa. 

Ave  María! 
Qué  es  lo  que  quieres  decir? 

Rup. 

Cogióme  de  lleno  el  vicio; 
he  bebido  y  he  jugado... 
en  fin,  tan  sólo  he  quedado 
para  entrar  en  el  Hospicio. 
Qué  diré  cuando  mi  airada 
madre  en  mi  presencia  esté? 

Pepa. 

(Infeliz!) 

Rup. 

Qué  la  diré!  (Gritando.) 

Pepa. 

Nada... 

Rup. 

No  la  diré  nada.  (Transición.) 

Pepa. 

La  pobre  está  sin  resuello. 

Ha  muerto...  (Sollozando.) 

Rup. 

Cielos!  Qué  escucho?  (Liorac 
Pero  si...  comia  mucho... 
y  era  muy  corta  de  cuello. 
Habla. 

ido.) 

Pepa. 

Cenó  salpicón 
una  noche,  bebió  vino... 

Rup. 

No  prosigas;  ya  adivino... 
ha  muerto  de  un  reventón! 
Y...  la  herencia?  Dolor  fiero! 

Pepa. 

A  Gil  el  veterinario 
dejó  por  testamentario. 

Rup. 

(Creo  que  tendré  dinero.) 
Pero,  cómo  el  señor  Gil 
al  punto  no  me  ha  llamado? 

Pepa. 

Seis  mil  reales  ha  dejado, 
mas  debia  veinte  mil. 
La  posada  está  embargada 
para  pagar. 

Rúp. 

Suerte  fiera! 
Hijo  de  una  posadera 
y  me  encuentro  sin  posada! 

Pepa. 

Cuando  iba  á  morir,  también 

—  12  — 

me  habló  de  tí...  yí  por  cierto: 

vé,  me  dijo,  y  di  á  Ruperto... 

que  procure  afeitar  bien. 

Que  no  se  baga  jaranero, 

y  no  se  dé  á  la  bebía 

para  evitar  que  algún  dia 

no  le  aprieten  el  garguero. 
RuP.  Cállate,  que  á  morir  voy! 

Pepa.  También  me  dio  este  papel 

(Sacando  nu  papel.) 

para  cuando  seas  de  él 

digno. 
RuP.  Bien,  aun  no  lo  soy.  (Rechazándole.) 

Pepa.  Con  sus  lágrimas  regado 

está...  le  mojó  todito... 
RuP.  De  manera  que  ese  escrito 

es  sólo  un  papel  mojado? 

Bueno  estoy,  voto  á  mi  abuela! 

Oh!  si  á  lo  menos  lograse 

que  el  tio  Vivo  me  entregase 

á  Manuela! 
Pepa.  Qué  Manuela? 

RuP.  La  hija  de  ese  tabernero  ii 

de  Lavapiés.  !> 

Pepa.  Tú  la  quieres? 

RuP.  Es  una  de  las  mujeres 

que  me  han  hecho  más  salero. 

Pero  el  padre  me  la  niega 

porque  no  tengo,  es  lo  cierto, 

sobre  qué  caerme  muerto, 

lo  cual  al  alma  me  llega; 

su  conduta  no  concibo. 
Pepa.  Y  te  quiere  la  gachí? 

RüP.  Que  si  me  quiere!  Hasta  allí! 

Pepa.  Pues  j-o  le  hablaré  al  tio  Vivo. 

El  me  profesa  una  eterna 

amistad. 
RUP.  Ay,  Pepa  raía! 

Si  consigues  que  algún  dia 

herede  yo  su  taberna, 

no  te  he  de  cobrar  el  vino 

que  te  bebas  en  un  mes. 


—  13  — 

Pepa.  Crees  tú  que  el  interés 

me  guía?  Qué  desatinol 

RüP.  Sin  embargo,  yo  recelo.. 


ESCENA  IV. 
Dichos.— Beltran. 


Belt. 

Ruperto! 

Pepa. 

Santa  Rufina! 

Di,  quién  es  esa  sardina 

con  cabeza  de  mocliuelo? 

Rup. 

Un  hombre  que  se  interesa 

por  mí. 

Pepa. 

Jesús  qué  figura! 

Parece  una  calentura 

mal  curada! 

Belt. 

(Quién  será  esa?...) 

Vienes?  (A  Ruperto.) 

Rup. 

Sí...  Con  que  de  veras 

le  hablarás? 

Pepa. 

Sí,  por  mi  nombre! 

(Mala  espina  me  dá  ese  hombre!) 

Rup. 

Nos  veremos? 

Pepa. 

Como  quieras. 

RüP. 

A  la  noche,  Pepa  mia, 

te  espero  aquí. 

Pepa. 

Adiós,  galán! 

(Ese  hombre  huele  á  alquitrán, 

huye  de  su  compañía.) 

(Ruperto  se  va  con  Beltran,    Pepa  le  detiene 

dice  los  do.s  últimos  versos.) 

y  U 


—  14 


i^^-cj'Tr^ía..c:ior^, 


Barranco  de  Embajadores;  á  la  derecha  se  ven  loi  antiguos  hornos: 
empieza    á  anochecer. 


ESCENA  V. 
Romualdo,  luego  Beltkan. 


Rom. 

Las  ocho:  no  tardará 

en  acudir  mi  adorado 

tormento...  Lo  peor  es 

que  no  tengo  ni  un  ocliavo, 

y  la  ofrecí  convidarla 

á  merendar. 

Belt. 

Eh!  Romualdo! 

Qué  haces  aquí? 

Rom. 

Espero  á  Pepa. 

Belt. 

(Va  á  estorbarme  este  muchaclio 

para  mi  objeto.) 

Rom. 

(Si  este  hombre 

tuviera...) 

Belt. 

(Cómo  dejarlo!) 

Rom. 

(Con  dos  reales  solamente...) 

Belt. 

Conque  estás  aquí  esperando 

á  Pepa? 

Kom. 

Sí. 

Belt. 

Pues  el  sitio 

es  peligroso. 

Rom. 

Qué  diablo! 

Nada  tengo,  nada  pueden 

quitarme. 

Belt. 

Vaya  un  bromazo 

que  vais  á  correr! 

Rom. 

Los  fósforos 

no  dan...  ni  para  tabaco. 

Belt. 

Yo  te  doy  una  peseta.  (Enseñándosela.) 

15  — 


Rom. 

Cielos!  Treinta  y  cuatro  cuartosl 

Belt. 

Pero  has  de  tomar  soleta. 

Rom. 

Cómo! 

Belt. 

Dejar  libre  el  campo. 

Tengo  una  cita,  y  no  quiero 

testigos... 

Rom. 

Venga,  y  me  largo. 

Belt. 

A  dónde?...  para  si  viene 

Pepa,  enviártela...  vamos. 

Rom. 

A  la  taberna  del  tio 

Vivo. 

Belt. 

Bien;  pues  descuidado 

puedes  marcbar.  (Lo  dá  la  moneda.) 

Rom. 

Muchas  gracias. 

Belt. 

Aléjate. 

Rom. 

Como  un  rayo... 

Dios  le  dé  salú  y  pesetas 

que  darme. 

Belt. 

Yá  tí...  (un  buen  canto 

donde  tropieces,  y  te  abras 

la  cabeza.) 

Rom. 

Hoy  me  emborracho!  (Sale,  foro.) 

ESCENA    VI. 

Beltran. 

Pues  señor,  el  caso  es  grave, 
grave  hasta  no  poder  más, 
y  no  sé  cómo  á  salir 
voy  de  este  berenjenal. 
Una  predicción  extraña 
dice  que  de  Satanás 
voy  á  ser  hoy  á  las  doce, 
si  no  me  puedo  agenciar 
un  alma  que  garantice 
mi  terrible  eternidad. 
También  por  el  otro  mundo 
piden  fiadores...  ¡Ayl 
Y  dónde  encontrar  un  alma 
tan  caritativa  y  tan... 


—  lo- 
que cargue  con  mis  pecados, 
lo  cual  es  mucho  cargar... 
Tal  vez  esto  es  una  fábula... 
Pero,  y  ñ  fuera  verdad? 
Dios  mió!  Dejar  la  vida 
así,  tan  sin  más  ni  más... 
habiendo  tantas  tabernas, 
tantas  colas  que  fumar, 
tantos  primos...  Esta  idea, 
me  causa  una  enfermedad. 
Ruperto.  .  Si  j'o  pudiera 
engancharle!  Acción  fatal! 
Al  fin  y  al  cabo  es  mi  hijo... 
Bien,  y  qué?.  .  Razón  de  más! 
Un  hijo  se  debe  todo 
ásu  padre...  Es  natural 
y  lógico  que  él  me  salve... 
Sin  embargo...  Voto  á  San!... 
Voy  á  consultar  sobre  este 
caso  tan  escepcional 
á  la  bruja,  que  allí  dentro 
vive  cuarenta  años  há. 
(Señalando  uno  de  los  hornos  ) 
Dicen  que  es  mujer  que  sabe 
más  que  Merlin  y  Merlam...  (Se  detiene.) 
Vamos  ..  Pues  no  estoy  temblando 
como  un  quinto!  Ea,  en  avant 
(Se  introduce  por  el  boquete  de  uno  de  los  hornos.) 

ESCENA    VII. 
Pepa. 

MÚSICA 

Romualdo!  Aun  no  ha  venido  ese  bergante. 

No  sé  por  qué  motivo 

tengo  la  vista  tierna... 

Es  que  he  bebido  mucho  en  la  taberna. 

Esperaré  un  poquillo, 

y  3i  no  viene  pronto,  me  las  guillo. 


—  17  — 

Es  un  tuno  el  tal  Romualdo, 
y  tal  vez  hoy  me  la  pega... 
pues  si  Pepa  á  olerlo  llega 
mal  lo  pasa  la  gachí, 
que  yo  no  soy  tan  gilí. 
Mas  tal  vez  mi  fantesía 
me  dá  este  cruel  rato... 
tal  vez  la  hebia 
me  causa  este  arrebato... 
no  buscará  sin  duda 
Romualdo  tres  pies  al  gato . 


Aunque  es  tuno  está  ckalao, 
y  por  eso  j'o  confio, 
pues  le  tengo  el  pan  cogió 
con  mi  gracia  y  con  mi  aquél . 
Mas  tarda  ya  ese  cimbel. 
Oh!  si  piensa  que  yo  aquí 
voy  á  estar  sin  más  ni  más, 
que  le  espere  Barrabás, 
que  no  se  burla  de  mí! 


(Truenos  y  relámpago?  hacia  el  horno,  lo  más  gro- 
tesco posible.) 
Pepa.  Pero  qué  es  esto?  Canario! 

Tiembla  la  tierra...  Pues  ya 

no  es  el  vino...  Estoy  serena. 

Estarán  cociendo  pan 

en  ese  horno!.. 

(Voces  dentro.)  Ruperto! 
Pepa.  Ruperto?  Cuerpo  de  tal! 

Tengo  miedo...  quién  le  nombra! 

(Sale  del  horno  Baltrán   con  el  sombrero  apabn- 

llado,  el  traje   deícompuesto    y  lleno  de   cen  iza 

con  un  ademan  exagerado  y  ridi^nlo  ) 

Virgen  de  la  Soledad! 

Qué  busca  aquí  este  mochuelo? 

2 


—  18  — 

ESCENA  VÍII 

PEPA.—  BelTHAN. 

Belt.  Ya  está  el  decreto  fatal 

firmado...  si  hoy  no  le  entrego 
carga  conmigo  Satán. 
Ruperto! 

Pepa.  (Qué  es  lo  que  dice?) 

Belt.  Ruperto! 

Pepa.  Dios  de  bondad! 

(Durante  esta  escena  Beltran   hace    mil  signo»  y 
contorsiones  como  para  un  conjuro.) 

MÚSICA. 

Belt.  Alguien  habló!  Quién  es  el  importuno 

que  viene  á  sorprenderme?  És  la  querida 
de  Romualdo,  ese  tuno!... 
Sin  duda  está  turbada... 
Pepa.  Yo  matonto. 

Belt.  Qué  haces  aquí,  di,  Pepita? 

Pepa.  (Eh!  tunante!) 

BbIíT.  Di,  tan  sólita! 

Pepa.  Qué  figura! 

Belt.  Ven  acá.  ^EUa  retrocede.) 

Pepa.  (Tengo  miedo!) 

Belt.  Di,  pues,  qué  has  visto? 

Pepa.  Nada  vi. 

Belt.  Por  Jesucristo! 

Pepa,  Náa! 

BeÍ.t.  y  nada  viste? 

Pepa.  (Llevándose  á  la  boca  el  dedo  gordo.) 

Náa. 
Beí.T.  Par  diez!  Es  lo  cierto 

que  si  esa  mozuela 

acaso  chanela 

que  busco  á  Ruperto, 

me  va  á  fastidiar. 
Pfpa.  Si  yo  me  atreviera 

eoD  ese  bandido. 


—  19  — 

le  daba  un  raetido 

en  la  cananera, 

(Haciendo  ademan  do  darlo  en  el  sombrdfo.) 

mas  me  liace  temblar. 
Vamos,  yo  quiero,  pue^,  que  te  alboroces... 
Le  ahuyentaré  con  esto. 

(Saca  dol  bolsillo  un  panesil'.o  y   una   sardiaa  y 
se  lo  ofrece;  Beltran  va  á  oojerlo,  pero  retrocedo.) 

Ahí  sí,  tú  rae  conoces! 

sabe,  por  lo  que  veo, 

el  pié  de  que  cojeo, 

pues  me  ofrece  la  indina 

con  ese  aire  sencillo, 

de  á  cuarto  una  sardiaa 

y  un  rubio  panecillo. 

HABLADO. 

Escucha  lo  que  te  digo; 
tú  has  penetrado  quizás 
mi  secreto:  si  tu  labio 
se  atreviera  á  revelar 
una  palabra  á  Ruperto, 
tiembla. 

Qué  cara  de  agraz! 
Tú,  tu  novio  y  toda  vuestra 
parentela,  y  alguien  más, 
pagareis  la  indiscreción. 
Dios  mió!  Qué  afrocidál... 
Ruperto  se  acerca...  vete... 
Sí,  sí...  me  voy  .sin  tardar... 
(Este  hombre  le  vá  á  perderl) 
Vamos... 

Huy!  qué  enfermedad! 
(Sale  precipitada  por  el  foro.  Aparece  Rapatto  por 
la  derecha.) 

ESCENA  IX. 

Reltran.— Ruperto. 

Por  qué  esa  faz  tan  sombría? 
Estoy  hecho  un  basilisco, 


20  — 


y  hay  en  mi  pecho  más  cisco 

que  en  una  carbonería. 

Manuela  casa  mañana; 

ahora  de  saberlo  acabo. 

Belt. 

Y  qué? 

RüP. 

Me  cuelgo  de  un  clavo 

ó  me  echo  por  la  ventana! 

Belt. 

Y  qué? 

Rup. 

Juro  por  mi  fé, 

que  si  ella  se  casa,  muero. 

Belt. 

Y  qué? 

Rup. 

Vivir  más  no  quiero... 

Belt. 

Y  qué? 

Rup. 

Beltran!  (Furioso.) 

Belt. 

Vamos,  qué?... 

Rup. 

Tu  calma  me  desconsuela... 

Belt. 

Ea,  tu  aflicción  es  vana; 

3^0  puedo  hacer  que  mañana 

sea  tu  mujer  Manuela. 

Rup. 

Qué  dices? 

Belt. 

Es  menester 

recurrir  á  los  extremos. 

Rup. 

Su  padre... 

Belt. 

De  él  no  tenemos 

cosa  alguna  que  temer. 

Rup. 

Habla  pues. 

Belt. 

A  grandes  males 

se  aplican  grandes  remedios: 

medios  hay...  pero  esos  medios 

son... 

Rup. 

Qué? 

Belt. 

Sobrenaturales.  (Con  misterio.) 

Rup. 

Beltran,  me  causa  pavor 

escucharte. 

Belt. 

Bagatela! 

Sí  tú  quieres  á  Manuela          ^' 

pon  á  prueba  tu  valor. 

Rup. 

Habla. 

Belt. 

No  lejos  de  aquí 

hay  una  casa  arruinada; 

en  lo  antiguo,  era  llamada 

casa  del  maravedí. 

Su  dueña  por  suma  tal 
daba  hospedaje  cumplido 
á  todo  lo  más  perdido 
que  habia  en  la  capital. 
Allí  solíanse  hallar 
para  beber  y  dormir 
muchos  pobres  de  pedir 
y  mucha  gente  de  dar. 
(Haciendo  ademan  da  pegar.) 
Mujeres  del,  voto  á  briós! 
inocentes  barateros, 
bulliciosos  areneros, 
y  aún  tomadores  del  dos. 
La  gente  que  allí  acudía 
á  despecho  de  la  ronda, 
era  la  tabla  redonda 
de  toda  la  pillería. 
Una  noche,  de  repente, 
la  casa  se  derrumbó, 
y  en  sus  escombros  quedó 
sepultada  aquella  gente. 
Tal  fué  el  desastroso  fin 
que  alcanzaron  los  protervos... 
por  varios  días  los  cuervos 
tuvieron  un  gran  festiu. 
Hoy  no  hay  memoria  ninguna 
de  las  víctimas;  sus  huesos 
aún  se  ven  mondos  y  tiesos 
blanqueados  por  la  luna. 
La  dueña  de  aquel  cotéa 
era  bruja.  (Bajando  la  voz.) 

Ave  María! 
No  te  asustes;  en  el  día 
hay  muchas  brujas  también. 
En  un  oscuro  rincón 
de  las  ruinas  á  la  entrada, 
hay  una  piedra  cuadrada, 
y  cuenta  la  tradición 
que  allí,  con  mucho  donaire, 
los  sábados  por  la  noche 
se  untaba  ella  á  troche  y  moche 
para  salir  por  el  aire. 


—  22-- 


En  la  piedra  fría  y  dura 

se  ha  conservado  hasta  el  dia 

la  escoba  que  la  servia 

como  de  cabalgadura. 

Ahora  bieu;  fuerza  es,  Ruperto 

que  esta  noche,  si  lo  quieres, 

de  la  escoba  te  apoderes. 

Rup. 

De  la  escoba? 

Belt. 

Sí,  por  cierto. 

Tan  mágico  es  su  poder 

que  esta  noche  triunfarás 

de  Manuela,  y  obtendrás... 

cuanto  puedas  obtener. 

Si  no  el  otro  te  la  roba. 

Rup. 

Una  escoba! 

Belt. 

Bebería! 

Tú  no  sabes  todavía 

lo  que  puede  hoy  una  escoba. 

Rup. 

Beltran,  temo... 

Belt. 

Pesia  tal! 

Que  tiemble  así  un  caballero 

que  quería  ser  barbero 

y  afeitar  en  un  portal! 

No  es  mejor,  en  tal  urgencia, 

afrontar  un  riesgo  incierto, 

que  no  quedarte,  Ruperto, 

á  la  luna  de  Valencia? 

Rup. 

Oh,  si  la  bruja  me  vé 

en  su  mansión... 

Belt. 

Sí,  Manuela, 

con  otro  la  pava  i^ela... 

Rup. 

Estoy  decidido...  iré. 

Belt. 

(Aprovechemos  el  fuego 

' 

que  le  anima.)  Con  que  irás? 

Rup. 

Dentro  de  una  hora  lo  más. 

Belt. 

Pues  hasta  luego. 

Eup. 

Hasta  luego.  (Se  separan. 

Ruinas  da  una  casa  en  las  afueras  de  la  puerta   do   Toledo;   es- 

comliros  y  ramaje;  a  la  dereeüa  una  piedra    sobre  la  cual   habrá 

nua  escoba,  todo  iluminado  por  la  luna;  á  lo  lejos  las  torres  do 

la  capital. 

ESCENA    X. 

Beltran. 

Hé  aquí  las  ruinas,  el  sitio 
do  se  alzaba  ea  otro  tiempo 
la  madriguera  de  tantos 
que  hoy  duermen  su  último  sueño. 
Oh!  inconstancia  de  la  suerte! 
Que  venga  hoy  un  caballero 
á  este  albergue  derruido 
de  lechuzas  y  de  cuervos! 
Cómo  convida  al  filósofo 
la  soledad,  el  silencio 
que  me  rodean...  no  obstante 
es  un  convite  muy  negro. 
Procedamos  al  conjuro, 

y  sobre  todo  fumemos,  (Enciende    un  cigarro.) 
que  no  quita  lo  cortés 
ni  el  tabaco  á  lo  hechicero. 
(Duraute    esta   evocación,  hecha    cou    ademanes 
grotescos,  se  interrumpirá,   como  asimismo  la  or- 
questa, para  dar  algunas  fumadas.) 


Sombras  y  espectros 

de  tanta  moza  airada, 

ya  estoy  aquí. 
Venid  á  mí  llamada, 
la  Pitosa,  la  Tuerta  y  la  Estropajos 
con  vuestro  hermoso  séquito  de  andrajos, 


—  24  — 

para  un  asunto  urgente, 
vuestra  cooperación  tan  solo  espero; 
acudid  al  conjuro,  bulliciosa  y  brava  gente, 
que  os  llama  un  caballero. 

(Durante  esta  evocación  se  parodian  los  fuegos  fatuos; 
en  seguida,  por  entre  las  ruinas,  empiezan  á  aparecer 
mujeres  caprichosamente  vestidas  y  peinadas,  hacien- 
do en  un  todo  la  parodia  de  semejante  escena  de  la 
ópera. ^ 

Hijas,  según  presumo,  del  pecado, 
escuchad,  pues,  este  recado. 
Aquí  dentro  de  poco 
un  mocito  vendrá; 
es  preciso  volverle  medio  loco, 
y  aun  cuando  él  se  resista  haciéndose  el   chiquito 
es  necesario  que  sin  tardar 
con  vuestras  contorsiones  que  Satanás  adoba 
le  obliguéis  á  que  coja 
sin  más  vacilación  aquella  escoba. 
(Señalándola,  Beltran  se  retira;  todas  las  mujeres  bailan 
hasta  que  se  presenta  Ruperto,  foro,  que  se  esconden.) 


ESCENA  XI. 

Ruperto. 

No  sé  si  me  atreveré... 
Oh,  qué  sitio  tan  horrendo! 
No  se  ve  por  todas  partea 
más  que  calaveras,  huesos... 
allí  está  la  piedra...  allí 
la  escoba...  vamos,  yo  tiemblo!... 
y  un  frió,  que  ni  el  de  Marzo, 
recorre  todo  mi  cuerpo. 
En  vano  quiero  vencerme.*, 
huyamos...  pero  qué  es  esto? 
(Salen  las  bailarinas;  escena  de  la  seducción;  en 
medio  del  baile  la  bailarina  primera  coje  una  co- 
pa de  una  aguardentera  y  se   la  dá  á  Ruperto,  la 
toma,  es  concueido  hacia  la  escoba,  la  cojo  y  sa- 
le por  medio  de  todas.) 


—  25  — 

Calle  solitaria;  es  de  ñocha. 

ESCENA   XII. 
Beltran.— Ruperto. 

RUP.  Oh!  déjame,  estoy  perdidol 

BelT.  Hombre,  recobra  el  aliento 

y  dime  lo  que  ha  pasado. 

RUP.  Mucho  malo  y  poco  bueno: 

ya  no  tengo  más  recurso 
que  darme  al  diablo, 

Belt.  (Eso  quiero. 

RüP.  En  primer  lugar,  la  casa 

del  maravedí,  es  un  centro 

peligroso...  allí  hay  muchachas 

capaces  de...  de  un  exceso. 

Venciendo  mi  repugnancia 

penetré  allí...  hubo  jaleo, 

y  aguardiente,  y  baile,  y...  vamos, 

sobre  que  yo  no  me  acuerdo. 

Cojí  la  escoba.  .  por  señas 

que  tenia  más  de  un  dedo 

de  polvo  y  telas  de  araña... 

en  fin,  corrí  como  un  ciervo 

hacia  casa  de  Manuela 

sin  esperar  nada  bueno. 

Detrás  de  su  mostrador 

despachaba  con  salero 

copas  y  copas  de  vino, 

que  era  un  gusto  ver  aquello. 

A  mi  llegada,  la  gente, 

presa  de  un  terrible  sueño, 

fué  cayendo  acá  y  allá 

toditos  como  unos  cestos. 

Manuela  también  dormía, 

pero  yo  la  planté  un  beso 

y  dándola  una  escobada, 


—  26  — 

la  desperté.  Dios  eterno! 
Qué  cosas  hizo  Manuela 
al  ver  allí  á  su  Ruperto! 
Me  dio  mil  seguridades... 
y  un  cuartillo  de  lo  bueno, 
y  un  duro  para  tabaco, 
y  me  dio  también...  eu  medio 
de  mi  aquel,  sobre  la  escoba 
que  rodaba  por  el  suelo 
puse  un  pié. 

Belt.  Desventurado! 

RuP.  Y  se  partió. 

BelI',  Ya  lo  creo! 

RuP.  Deshecho  el  encanto,  al  punto 

la  gente  en  sí  fué  volviendo. 
Allí  estaba  mi  rival; 
al  verme  se  arrojó  ciego 
sobre  mí;  le  di  un  cachete... 
él  en  arboló  un  soberbio 
garrote,  y  aquí  en  la  espalda... 
yo  creo  que  era  de  fresno... 
hubo  patadas  y  gritos 
y  voces  y  juramentos, 
y  navajas  por  el  aire, 
hasta  que  acudió  un  sereno, 
y  una  pareja  de  guardias, 
y  tuve  que  huir  el  cuerpo. 

BelT.  fía  sido  uua  gran  desgracia! 

RuP.  Ya  no  hay  humano  remedio! 

Belt.  y  qué,  renuncias? 

Bup.  Renuncio 

á  todo  lo  que  no  teugo. 

Belt.  Haces  bien!  Deja  que  el  otro 

te  sople  la  novia!...  Bueno. 

RüP.  Calla,  Beltran. 

Belt.  Debes  ser 

su  padrino. 

RüP.  Calla! 

Belt.  Y  luego 

dejar  que  el  novio  te  dé 
otra  paliza... 

RUP.  Silencio,  (Furioso.) 


—  27  — 


que  á  no  ser  tú  mi  enemigo 

no  me  insultaras. 

Belt. 

Yo,  cielos! 

Tu  enemigo!  Yo  que  he  sido 

tu  constante  compañero 

al  más  en  casa  de  Paco... 

Yo  tu  enemigo,  Ruperto! 

Yo  que  soy... 

Rup. 

Quién  eres,  vamos? 

Belt. 

Nada  te  dice  en  el  pecho 

el  corazón?  No  has  oido 

á  Romualdo  el  fosforero 

esta  mañana,  la  historia 

de  tu  madre? 

RüP. 

San  Mamerto! 

Belt. 

Yo  soy  aquel  licenciado... 

Rup. 

Gran  Dios! 

Belt. 

De  carabineros! 

Rup. 

Oh!  revelación  funesta! 

Qué  padre  tengo  tan  feo! 

Belt. 

Parece  que  está  turbado. 

Pepa. 

Buenas  noches,  caballeros. 

ESCENA  XIII. 
Dichos.— Pepa. 


Rup.  Qué  debo  hacer? 

Aquí  siento  encontrados  afeutos. 
Pepa.  Huye  de  él  por  diversos  concentos. 

Ah,  Ruperto,  por  Dios! 
RüP.  No  vacilo. 

El  deber  lo  primero  es  por  cierto. 
Pepa,  Qué  deberes  ni  qué  niño  muerto! 

A  pesar  de  mi  influencia, 

el  demonio  tentador 

á  la  luna  de  Valencia 

va  á  dejarme,  si  señor. 
Belt.  A  pesar  de  mi  influencia, 

se  me  escapa,  sí  señor, 


—  28  — 

de  esta  moza  á  la  presencia, 

huye  el  diablo  tentador. 
RUP.  Yo  no  sé  hacer  resistencia 

de  la  suerte  á  tal  rigor, 

y  á  pesar  de  mi  esperencia 

me  confundo,  sí  señor, 
Belt.  Hijo  ingrato,  ó  te  vienes  al  lado 

ó  te  mando  en  seguida  á  pasear. 
Pepa.  Ah!  Ruperto,  por  DiosI 

RüP.  No  hay  remedio,  aunque  está  muy  tronado, 

yo  no  debo  á  mi  padre  dejar. 
Pepa.  Ah,  Ruperto,  por  Dios! 

RüP.  No  vacilo; 

el  deber  lo  primero  es  por  cierto. 
Pepa.  Qué  deberes  ni  qué  niño  muerto! 

Belt.  Vamos,  ven, 

no  perdamos  el  tiempo; 

huyamos  de  esta  chachi. 

(Le  coje  de  la  mano  y  se  lo  lleva.) 
Pepa.  Cielo,  me  inspira! 

RüP.  Vamos,  pues. 

Pepa.  Mecachis! 

(Dándose  una  palmada  en  la  frente,  saca  el  papel 

que  enseña  á  Ruperto  en  la  escena  tercera.) 

Toma,  hijo  ingrato,  lee  si  te  atreves. 
RUP.  Esta  letra  de  madre  es  sin  duda... 

De  mi  madre... 
Belt.  Oh!  qué  furor. 

RüP.  «Si  vés  acaso  áBeltran  (Leyendo.) 

huye  de  él  sin  detención, 

que  me  ha  quedado  á  deber 

doce  libras  de  jamón.» 
Belt.       Valiente  porquería  por  mi  fé. 
RüP.         Con  que  es  también  tramposo?  Oh,  Dios!  Qué  harél 
Pepa.       Si  vés  acaso  á  Beltran...  etc. 

(Recordándole  lo  que  ha  leido.) 

Belt.       No  hagas  caso  de  chismes  ni  enredos, 

que  esa  chica  te  quiere  perder; 

cuando  estuve  alojado  en  Arganda 

nada,  nada  quedé  allí  á  deber. 
Pepa.  Vamos,  pues,  que  ya  te  espero. 
RüP.  Ah!  piedad!  piedad  de  mí! 


—  29  — 

Pepa.  i  A  pesar  de  mi  influencia... 

Belt.  i  a  pesar  de  mi  influencia... 

RUP.  (  Yo  no  sé  hacer  resistencia... 

t.       ■  I  Aun  vacila  este  gaché. 

RuP.  Si  me  iré,  si  no  me  iré. 

(Pepa  y  Beltrau  le  agarran  cada  uno  de  un  brazo.) 


Pepa. 
Belt. 


Vamos. 


RüP.  A  fuerza  de  tirar 

me  van  á  reventar, 
BelTí  Ya  la  hora  va  á  sonar, 

y  se  las  va  á  guillar.  (Se  oye  uu  reloj  ) 
Pepa.  Son  las  doce.  Oh  placer,  ya  se  salvó! 

Belt.  Pues  aquí  sobra  uno:  ese  soy  yo.  (Se  hunde  por 

•1  escotillón.  Pepa  y  Ruperto  quedan  aterrados.) 


FIN. 


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THE  LIBRARY  OF  THE 

UMVERSITY  OF 

NORTH  CAROLINA 

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CHAPEE  HILE 

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no.    1-22