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Full text of "Serafín el pinturero, o, Contra el querer no hay razones : sainete lírico en dos actos, divididos en cuatro cuadros, en prosa"

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Carlos  Arniches  y  Juan  G.  Renovales 


SERAFÍN  EL  PINTURERO 

o 

Contra  el  perer  no  hay  razones 

saínete  lírico 

en  dos  actos,  divididos  en  cuatro  cuadros,  en  prosa,  original 
música  de  los  maestros 

FOGLIETTI  Y  ROIG 

SEGUNDA  EDICIÓN 

Copyright,  by  C.  Arniches  y  J.  G.  Renovales,  1916 

MADRID 

SOCIEDAD  DE  AUTORES  ESPAÑOLES 

Galle  del  Prado,  núm.  24. 

1922 


Serafín  el  Pinturero  o  Contra  el  perer  no  My  razones 


Esta  obra  es  propiedad  de  sus  autores,  y 
nadie  podrá,  sin  su  permiso,  reimprimirla 
ni  representarla  en  España  ni  en  los  países 
con  los  cuales  se  hayan  celebrado,  o  se  ce- 
lebren en  adelante,  tratados  internaciona- 
les de  propiedad  literaria. 

Los  autores  se  reservan  el  derecho  de  tra- 
ducción. 

Los  comisionado*  y  representantes  de  la 
Sociedad  de  Autores  Españoles  son  los  en- 
cargados exclusivamente  de  conceder  o  ne- 
gar el  permiso  de  representación  y  del  co- 
bro de  los  derechos  de  propiedad. 


Droits  de  representation,  de  traduction  et 
de  reproduction  reserves  pour  tous  les  pays, 
y  compris  la  Suéde,  la  Norvége  et  la  Hól- 
lande. 


Queda  hecho  el  depósito  que  marca  la  ley. 


SERAFÍN  EL  PINTURERO 

O 

Contra  el  querer  no  bay  razones 

Saínete  lírico 

EN  DOS  ACTOS,  DIVIDIDOS  EN  CUATRO  CUADROS,  EN  PROSA 

ORIGINAL  DE 

Carlos  ÁnicliBs  y  Juan  G.  Renovales 

música  de  los  maestros 

FOGLIETTI  y  ROIG 


Estrenado  en  el  TEATRO  DE  APOLO 
el  día  13  de  Mayo  de  1916 


SEGUNDA  EDICIÓN 


MADRID 

«MPRENTA    DE   La    CORRESPONDENCIA    MlLITAR 

Pasaje  de  la  Alhambra,  1. 

TELÉFONO  18-40 

1922 


Ji  Casimiro  Orias  ChijoJ, 

uno  de  ios   mejores  comediantes  coU" 
temporáneos, 

£os  Mtores 


REPARTO 


PERSONAJES  ACTORES 

JESUSA Srta.  Leonís   (R.). 

DOROTEA ...  Sra.     Mavondía. 

GUADALUPE Argota. 

LA  SEÑA  MARCIALA Srta.  Moreu. 

LA  PATRO Sra.     Sobejano. 

BLASA Srta.  Montes. 

VECINA  1.^ Nava. 

ídem  2.a Cortés  (P.). 

ídem  3.a Carceller. 

ídem  4.a Gavilán  (P.). 

UNA  MUJER Gavilán  (M.). 

INVITADA  1.a Cortés  (T.). 

UNA  VIEJA Carceller. 

UNA  NIÑA Niña  Alcántara. 

SEÑOR  SILVINO Sr.      Ortas  (h.). 

SEÑOR  LEONCIO Moncayo. 

SEÑOR  LUCIO  EL  CANENE Rufart. 

serafín  el  PINTURERO S.  del  Pino. 

PRIMITIVO Fischer. 

EL  CARRACA Román. 

UN  CURA Viñuela. 

SEÑOR  PACO  EL  MERENGUE...  Ortas  (p.). 

ANTOLIN López. 

BAUTISTA García  Valero^ 

NICOMEDES Ibarrola. 

UN  AGENTE  DE  O.  P Llayna. 

UN  JOVEN Pitarch. 

CHICO  1.° Niño  Grjniez. 

ídem  2.0 Alonso. 

UN  MOZO Llayna. 

Vecinos,  Vecinas,  Invitados,  Invitadas,  Chicos,  Vendedo- 
ras de  flores.  Mendigos,  Monaguillos  y  Coro  general. 

La  acción  en  Madrid. — Época  actual 


Para  esta  obra  ha  pintado  cuatro^  decoraciones  el  afa- 
mado escenógrafo  D.  Luis  Murieí. 

El  director  de  escena  D.  Vicente  Carrión  la  dirigió  con 
su  peculiar  acierto. 


.A-Gto  p)rimero 


Patio  de  una  casa  de  vecinos.  Las  viviendas  son  todas 
de  planta  baja;  tienen  puerta,  señalada  con  una  letra  y 
una  ventanita  al  lado.  Al  foro  derecha,  una  puerta  gran- 
de de  dos  hojas,  con  soportal  que  da  a  una  calle  de  los 
barrios  bajos  extremos  de  Madrid.  En  este  portal,  en  su 
parte  derecha,  una  puerta  practicable,  y  al  entrar  en  es- 
cena, a  su  izquierda,  una  fuente  de  vecindad.  Son  ade- 
más practicables,  las  puertas  de  los  cuartos:  A,  que  es- 
tará en  segundo  térniino  derecha;  B,  segundo  izquierda; 
C,  primero  derecha,  y  D,  primero  izquierda.  A  la  puerta 
del  cuarto  señalado  con  la  letra  C,  varias  jaulas  de  jil- 
guero colgadas  en  la  pared.  En  el  foro  izquierda,  patio 
grande  que  sirve  de  paso  para  otras  viviendas.  Del  es- 
quinazo del  portal  hacia  la  izquierda,  y  sostenida  en  me- 
dio por  un  larguero,  una  cuerda,  en  la  que  hay  tendida 
una  sábana  con  un  roto  en  el  centro  bastante  grande  y 
alguna  otra  ropa  pobre  y  remendada.  Dicha  sábana  se 
quita  a  su  tiempo.  Detalles,  a  juicio  del  pintor. 

Es  de  dia. 


(Durante  la  sinfonia,  y  en  el  sitio  indicado  en 
la  partitura,  se  oye  detrás  del  telón  la  si- 
guiente copla.) 


«No  te  oceques,  pajarero, 
mira  que  hasta  los  gorriones 
saben,  que  si  es  verdadero 
contra  el  querer  no  hay  razones.» 

(Termina,  la  música.)  fiO'77^>n 


—  I  — 

ESCENA    PRIMEBA 

SEÑOR  SILVINO  y  ANTOUN 

Al  levantarse  el  telón  aparece  ANTOLIN  en  el  portal  mi- 
rando con  mucho  interés  hacia  el  fondo  derecha.  Va  y 
viene  risueño  y  afanoso  de  la  puerta,  para  hablar  con  al- 
guien que  se  supone  oculto  detrás  de  la  sábana.  Se  aso- 
ma a  hablarle  por  el  roto. 

Antolín  Aguarde  usté  que  me  cerciore.  (Mira  con  in- 
terés.) Sí,  señor;  es  ella.  Es  la  Guadalupe. 
Ahora  han  torcido  de  la  Glorieta.  Viene  ha- 
blando con  la  Jesusa,  la  del  pajarero.  (Se 
acerca.)  Traen  mucha  cachaza.  No  se  le  ve 
a  usté  naa ;  no,  señor.  Usté,  de  que  pase  y  se 
quede  sola,  saca  usté  la  cabeza  por  el  roto 
y  le  dice  usté  el  tercer  piropo  de  este  librito. 
(Se  lo  da.)  Sí,  el  tercero;  lo  tengo  esperimen- 
tao.  Es  un  piropo,  que  al  principio  las  asusta, 
pero  luego,  es  el  que  las  hace  más  de  reir. 
(Va  a  la  puerta.)  Ya  están  cerca.  ¡iVIi  ma- 
dre!, ¡qué  señora!  ¡Viene  que  atufa  de  gua- 
pa! Y  too  es  por  usté,  so  lila.  (AmagándxDle 
un  golpe  por  encima  de  la  sábana.)  ¡Vaya 
una  hembraza!  ¡Ni  que  diera  usté  arrope! 
(Siivino  saca  la  mano  por  el  roto  y  le  dice  por 
señas  que  se  vaya.)  Ya  me  voy,  ya.  Aquí  la 
tie  usté.  ¡Duro  y  a  ver  una  faenita  de  fenó- 
meno! (Siivino  saca  por  el  roto  las  dos  ma- 
nos y  con  un  pañuelo  de  hierbas  simula,  co- 
mo pueda,  unos  lances  de  capa.)  ¡Ole!  (A 
cada  lance.)  ¡Ole!  (Aplaudiendo  ante  el  úl- 
timo recorte.)  ¡Bravo-,  bravo!  (Siivino  le  ha- 
ce manos.)  ¡Ja,  ja,  ja!,  ¡qué  tío  este!  (Vase 
por  la  puerta  habitación  que  hay  dentro  del 
portal.) 


—  9  — 


ESCENA    n 

JESUSA  y  GUADALUPE 

Dos  mozas  de  rumbo,  limpias,  bien  vestidas,  repeinadas, 

con  sus  mantoncitos  de  crespón.   Vienen  fondo  d^recha^ 

hablando  animadamente  y  a^i  entran  en  el  patio. 


Guad. 
Jesusa 

Guad. 

Jesusa 


Guad. 

Jesusa 

Guad. 


Jesusa 


Guad. 


Jesusa 

Guad. 

Jesusa 


Guad. 
Jesusa 


jPero  hija!,  ¿qué  me  dices? 
Sí;  mira^  Guadalupe,  la  verdad:  t^i  he  traído 
aquí  aposta. 

¡Amos,  hay  que  ver!  ¡Eres  uix  rato  largo  de 
fresca,  hija!  ¡Sacar-me  del  ohradoír! 
¿Y  a  quién  va  una  a  volveirser?  No  tengo  a 
nadiei,  ya,  lo  sahes;  tú  eres  como  mi  herma- 
na y  como  voy  a  entrar  por  la  pueirta  de  mi 
casa  y  se  van  a  tirar  todos,  contra  mí  como 
fieras,  pues  no  he  tenío  valor  pa  venir  sola, 
la  verdá. 

Nos  hija,  si  m'aJegro,  porque  no  te  iha  yo  a 
dejar  en  mx  apuro  así,  pero  vamos... 
Ya  sahes  cómoi  están  conmigo  mi  padre  y  mi 
madre  por  lo  de  Serafín. 
Y  con  ((muchisma»  razón,  que  eso  es  aparte, 
que  yo  no  sé  que  t'ha  cegao  de  ese  golfo, 
que  eso  no  tié  el  demonio  por  donde  le  coja: 
vago,  juerguista,  postinoso',  que  no  quié 
arrimo  de  nadie,  que  se  va  con  la  primera 
que  sei  presenta  y  no  esitá  más  que  a  lo 
suyo... 

Todo  eso  lo  sé,  Guadalupe^  pero  yo  le  quie- 
ro, que  quiés  que  te  diga;  le  quiero  a  cegar. 
Es  como  una.  locura  que  me  ha  entrao'  y  ni 
golpes  ni  razones,  valen  contra  este  querer. 
Pos  hija,  allá  penas;  que  si  tú  sabes  lo  que 
es  ese  hombre  y  no  te  importa,  a  ver  qué 
va  a  hacer  una. 
Figúrate  si  lo  comprendo. 
Bueno;  y  lo  de  hoy... 

Pues  lo  de  hoy,  es,  que  ya.  sabes  que  el  se- 
ñor Lucio,  «el  Canene»,  está  conmigo  que  no 
vive  y  ayer  les  habló  a  mis  padres. 
Pero...  ¿cosa  formal? 

Pa  casa,rtee  por  la  posta.  Y  quedó  en  que  me 
lo  dijesen  a  mí  y  en  que  yo  lo  pein.sase  y  que 
hoy  vendría  él  por  la  contestación. 


10  — 


Guad.  ¿Y  tus  padres?... 

Jesusa  ¡Carcúlate!  Como  es  un  tío  con  guita  larga, 

locos  de  contentos.  La  «custión»  es  vivir  sin 
hacer  naa  y  una  qup  se  esgarre  si  quiere. 
Pero  a  mí,  ni  que  lo  piensen.  Mal  u  bien, 
quiero  querer  a  un  hombre  que  me  guste, 
que  pa  eso  tengo  veinte  años,  que  a  mí  el 
dinero  no  me  tira  y  3-0  me  moriré  de  vieja, 
sin  que  me  haya  llamao  rica  nadia,  más  que 
el  hombre  de  mi  gusto:  mi  marido. 

Guad.  Haces  bien,  chica,  en  oso  e-res  honra;  di  que 

sí... 

Jesusa  Pues  bueno;  me  están  esperando  ahí  dentro 

pa  saber  mi  parecer.  ¡Carcúlate,  de  que  yo 
entre  y  les  dé  el  desengaño! 

Guad.  Te  van  a  poner  negra. 

Jesusa  Déjalo.  Un  escándalo  es  una  hora,  un  carde- 

nal una  semana,  pero  un  marido  que  no  te 
guste,  es  pa  toa  la  vida. 

Guad.  Chica,  ánimo;  una  mujer  como  tú  de  noble, 

pues  Dios  no  la  abandona;  déjate. 

Jesusa  Tú  esperas  ahí,  en  tu  casa  y  de  que  sientas 

el  jaleo,  vienes. 

Guad.  (Acompañándola  hasta  la  primera  derecha.) 

Descuida. 

Jesusa  Y  si  me  echan,  me  llevas  contigo  a  casa  de 

tu  maestra. 

Guad.  ¡No  será  pa  tanto!  Anda;  llama. 

Jesusa  (Después  de  llamar.)  Miá  qué  temblor  tengo. 

Guad.  Tú,  con  sosiego. 

Jesusa  Estoy  a  todo.  (La  abren  y  entra.) 

Guad.  ¡Amos.,  que  esta  pobre  chica,  hay  que  ver! 

¡Qué  asco  de  mundo!  Pero  esto  no  tié  go^ 
iDiemo.  Desde  que  debutaron  Adán  y  Eva  con 
lo  de  la  manzanita,  que  este  jaleo  de  hom- 
bres y  mujeres  no  hay  quien  lo  apañe. 
(Inicia  el  mutis  hacia  la  primera  izquierda.) 


ESCENA    ni 
GUADALUPE  ij  SILVINO 

Silvino  (Sacando  la  cabeza  por  el  rolo  de  la  sábana  ) 
Permita  Dios  que  se  muera  usté... 

Guad.  (Deteniéndose  y  haciendo  un  movimiento  de 

asombro.)   ¡Mi  madi^e! 

Silvino         De  vieja. 


—  11  — 


Guad.  (Riendo,)   ¡Hijo,  por  Dios,  qué  susto! 

Silvino  Es  un  piropo  con  sorpresa.  Asusta,  pero  lue- 

go hace  de  reir :  el  número  tres. 

Guad.  ¡Amos,  miá  que  es  humor!  Peim,  ¿qué  hace 

usté  ahí,  homhre  de  Dios? 

SilviiM)  (Aludiendo  al  de  la  sábana.)  Que  me  he  mu- 

dao  al  siete. 

Guad.  ¡Ja,,  ja!  ¡Y  menudo!  ¡Amos,  miá  que  encon- 

trarle a  usté  entre  sábanas! 

Silvino  ¡Qué  lástima  que  no  haya  sido  al  revés!,  ¿eh? 

Guad.  (Avanzando    hacia    su    casa.)  Bueno;   tanto 

gusto,  que  me  llaman. 

Silvino  (Saliendo.)   ¡Chist!...  Guadalupe. 

Guad.  ¿Qué  s©  le  ofrece  a  usté? 

Silvino  (Cogiéndola  de  una  mano  cariñosamente  y 

traijéndola  al  centro  de  la  escena.)  A  ver  si 
me  quería  usté  hacer  el  osequio,  usté  que  la 
tiene,  de  facilitarme  un  poquito  de  sal,  pa.  ver 
si  me  resultan  sabrosas  las  cuatro  necedades 
de  esta  existencia. 

Guad.  ¿La  encuentra  usté  dulce? 

Silvino  So.sa.   Pero  si  usté  me  deja  que  pellizque  y 

espolvoree,  (Uniendo  la  acción  a  la  palabra.) 
va  usté  a  ver  un  farolero  salao. 

Guad.  ¡Qué  tíO'  tonto! 

Silvino  Guadalupe  :  me  tié  usté  el  corazón  que  el  día 

que  hace  aire  me  salen  llamas. 

Guad.  ¡Jesús,  qué  miedo!  ¿Y  por  dónde  ha  empe- 

zao  el  incendio? 

Silvino  Por  una  colilla,  ya  ve  usté.  Y  yo  no  sé  si  se 

habr-á  usté  fijao  que  hace  quince  días  que 
me  saco  la  raya.  (Se  descubre.)  Véase  la 
clase. 

Guad.  ¡Qué  bonita! 

Silvino  No  me  sale  muy  derecha,  porque  me  la  saco 

a  dedo,  pero  ya  verá  usté  cuandoi  tenga  un 
peine.  Las)  uñas,  me  las  corto^  cbn  punta. 
(Se  las  mira  y  luego  esconde  las  manos.)  No 
se  las  enseño  a  usté,  porque  no  quiero  dis- 
cusiones. 

Guad.  Que  las  habría. 

Silvino  Y  además,   he  tomao  áoQ  números  en  una 

rifa  pa  ver  si  me  toca  una  pastilla  "de  jabón. 

Guad.  ¡Caramba! 

Silvino  Y  tóO',  por  gustarle  a  usté. 

Guad.  ¿De  veras? 

Silvino  A  más  tengo  un  oficio  de  ((muchismo»  luci- 

miento. 


—  II 


Guad.  Eso  es  verdad. 

Silvixio  Una  cartilla  ded  Monte,  de  menos  lucimien- 

to, porque  es  de  deciocho  pesetas  naa  más, 
pero  por  algo  se  empieza  y  un  carázter,  que 
soy  un  coladero.  Vivo  en  la  leitra  B,  conque 
no  le  digo  a  usté  más.  Pos  güeno:  too  esto, 
anesionao  a  un  corazón,  que  es  un  volquete 
(leseando  de  transporta r  a  ese  cuerpo  deci- 
ocho toneladas  de  caricias,  es  lo-  que  pone  a 
su  grata,  disposición,  este  muy  suyo  que  lo 
es,  afectísimo  seguro  sei'vidoír',  y  no  digo 
que  beso  sus  pies,  porque  yo  no  beso  las  al- 
mendras :  me  las  como.  (Adopta  al  terminar 
una  postura  ¡acarandosa.)  Respuesta  pa- 
gada. 

Guad.  Pues  ahí  va  la  respuesta.  Agradecida  buena 

volunta.  Imposible  aceder.  Dada  palabra  ca- 
samiento señor  Pepe;,  aguacil  Juzgao  Inclu- 
sa, Guadalupe. 

Silviuo          No  firmo  el  recibo. 

Guad.  ¿Por  qué? 

Silvino  iVmos,   por  Dios,   señora.    ¡Usté   casada   con 

uno  del  Juzgao!  Pero,  ¿usté  sabe  lo  que  es 
pasarse  toda  la  vida  «sub-judice»? 

Guad.  ¡A  ratos  tié  usté  gracia,  hijo!  Pero  en  fin; 

¿va  en  serio? 

Silvino  Venga. 

Guad.  Pues  que  pa  una  mujer  formal,  como  yo,  tié 

usté  dos  cosas,  que  ni  de  balde. 

Silvino  Enuméremelas. 

Guad.  Primerita,  que  es  usté  más  desastrao  que  la 

cama  de  un  galgo. 

Silvino  Pero',  señora,  con  catorce  reales  diarios,  ¿en 
qué  O'jal  quié  usté  que  me  ponga  yo  violetas? 

Guad.  Y  segunda.,  que  pimpla  usté,  que  es  usté  un 

borracho  y  francamente,  hijo,  no  quiero  un 
marido  a  «tajadas)). 

Silvino  ¡A  ((tajadas»!  ¡Qué  exageraciones!  ¡Que  soy  de- 

sastrao! Pero  si  no  tengo  más  cuido  que  el 
de  una  hija  de  deciseis  años,  bastante  otusa 
la  pobre.  Y  respetive  a  que  bebo,  pues  car- 
cúlese  usté;  un.  hombre  viudos  voy  a  mi  casa 
poir  la  nochel  y  ¡claro!,  estoy  más  aburrío' 
que  un  perro  atao.  ¿Y  qué  hacer?  A  la  ta- 
berna. Y  allí...  pos  no  me  voy  a  poner  a  pin- 
tar abanicos;;  bebos  ^]qué  remedio!  Pero,  si 
viera  usté  el  daño  que  me  hace  a,  mi  el 
vino... 


18  — 


Guad. 

Silvino 

Guad. 


SUvino 

Guad. 
Silvino 

Guad. 
SilVind 
Guad. 
Sihrino 


¿Qué  siente  usté  cuando  bebe? 
Que  me  s'acabe.  (Riendo.) 
¡Maldita  sea!  ¡Qué  tío  fresco!  Bueno,  pa  ha- 
blar  con   usté,    hay   que   ponerse   ropa   de 
((iviémo'». 

Pa  hablar  conmigo,  no  le  hace  a  usté  falta 
ropa  ninguna,;  una  mijita  de  cariño  bastaría. 
¡Qué  tío  e^te!  ¡Si  no  se  emborrachara!... 
(Acercándose    muy    cariñoso.)   ¿Me  querría 
usté? 

¡Hombre!... 

¡Ay,  si  usté  me  quisiera,  Guadalupita! 
¿Qu;é  iba  a  pasar? 
¡Mi  madre! 


ESCENA   IV 
DICHOS  y  DOROTEA 


Dorotea        (Llamando  desde  dentro.)  ¡Padre! 

Silvino  ¡Mi  niña!   (Se  separa  hacia  la  derecha.) 

Dorotea  (Saliendo  del  cuarto  segunda  izquierda  o  sea 
letra  B.  Es  una  chica  como  de  diez  y  seis 
afios,  desastrada.  Va  sin  peinar,  con  la  ropa 
mal  sujeta.  Saca  unos  pantolones  de  hombre 
en  la  mano.)  ¡Amos,  hombre,  por  Dios!  ¡Pero 
hijjo!...  ¡Pero  padre!...  ¡Tambá'éii  tfé  ustá 
cachaza,  caray!  Aquí  de  palique,  perdiendo 
el  tiempo,  y  una  esgarra  a  trabajar.  «¡Ta» 
bonito ! 

Silvino  Oye,  niña,  saluda. 

Dorotea  No  tengo  tiempo.  ¡Miste  ahora  el  hombre 
este!  ¡Saluda,  saluda! 

Guad.  ¡Qué  fina! 

Silvino  Es  un  higo  chumbo. 

Dorotea  Seré  lo  que  sea,  pero  no  voy  a  dengún  lao  a 
dar  conversación  a  los  hombres  como  hacen 
otras  desahogas,  eso  es.  ¡Vaya,  hO'mbre!-¡Mal- 
dita  sea! 

Guad.  Oye,  niña:  eso  a  tu  padree,  que  me  ha  llamao 

al  pasar. 

Dorotea  ¡Sí,  pasar,  pasar!...  Que  no  sabremos  aquí  lo 
que  es  pasar,  cuando  se  quié  pasar.  Diga 
usté  que  una...  Bueno:  y  usté,  cuando  quie- 
ra usté,  3^a  pué  entrar,  que  ya  le  he  hecho  a 
usté  la  comida. 

Silvino  ¿Y  qué  me  has  hecho,  rica? 


—  u 


Dorotea 
Silvino 

Dorotea 


Guad. 
Silvino 


Guad. 
Silvino 


Guad. 
Silvino 


Guad. 
Dorotea 


Guad. 
Dorotea 


Guad. 

Silvino 

Dorotea 


Guad. 


Silvino 


Pan  y  uvas. 

No,  que  como  ahora  está  subiendo  el  carbón, 
la  chica.,  pa  no  gastar... 
Y  también  le  he  pues  tu  a  usté  los  cuchillos 
al  pantalón,  que  ya  pué  usté  mudarse;  no 
se  le  vayan  a  usté  a  caer  esos,  que  los  lleva 
usté  sin  botones. 

¡Mi  madre!  No  sabe  una  los  peligros  que 
corre. 

¡Calla,  mujer,  no  me  pongas  en  ridículo! 
(A  Guadalupe.)  No  s'asuste  usté,  que  los  lle- 
vo sujetos  con  una  cuerda.  (Mostrando  la  que 
lleva  atada  a  la  cintura.) 
Bueno;  pero  si  se  soltara... 
No  hay  cuidao.  Son  ocho  vueiltas;  tieii  cuer- 
da pa  veinticuatro  horas.  (Coge  los  pantalo- 
nes.) 

¡El  pantalón  sin  botones.  Dios  mío!  ¿Y  lle- 
vará usté  el  chaleco?... 

(Mostrándolo.)  Sin  un  botón;  pero  eso  desde 
que  he  nacido.  (Enseñándole  el  pantalón.) 
Es  mañosa  la  chica.  ¿Qué  le  paecen  a  usté 
los  cuchillos?  (Que  son  grandes  y  de  otro 
color.) 

Por  él  tamaño-,  no  son  cucliillos  de  postre, 
la  verdá. 

(Algo  enfadada.)  Bueno;  pero  el  sitio  en  que 
caen,  tampoco  es  pa  que  se  lo  mire  con  ge- 
melos, conque  qué  más  da.  Una  esgarrándo- 
se a  trabajar  pa  que  luego  vengan  de  fuera 
a  creticarla  a  una.    ¡Maldita  sea!...  Por  su- 
puesto, que  la  culpa... 
Mujer,  yo  no  he  dichO'... 
¡Yo  no  he  dicho,   yo-  no  he  dicho!   ¡Maldita 
sea!  Ya  quisiá  yo  ver  su  casa  de  usté  por 
dentro,  eso  es;  que  habrá  que  verla. 
¡Ay,  pero  hijo,  esta  chica  se  pone  que  muerde! 
¡Cállate,  Doroi! 

Sí,  cállate.  Doro,  cállate  Doro.  Gomo  que  a 
eso  vienen,  a  quitarle  a  usté  la  volunta  que 
le  tenga  usté  a  una  y  na  más.  ¡Que  no  cr'ea 
usté  que  me  chupo  el  dedo,  no,  señora! 
Haces  bien,  hija.  Vaya,  déla  ust-é  pa  chufj^ 
a  la  niña^  que  se  lo  ha  ganao.  Es  una  mona- 
da. ¡De  verano!  (Entra  en  su  casa,  primera 
izquierda.  Dorotea  va  casi  siguiéndol-a  hasta 
la  puerta.) 
(En  un  arranque  llega  hasta  Dorotea  y  la  da 


—  15 


un  azotazo.)  ¡Maldita  sea!  ¿Loi  estás  viendo? 
¿Es  esa  la  educación  que  yo  te  he  dao? 

Dorotea  (Casi  llorando,.)  No,  señor;  la  que  usté  m'ha 
dao  la  tengo  en  el  baúl,  porque  con  esta  se- 
ñora la  iba  a  perder.  Pero  ni  que  me  diga 
usté,  ni  que  no  me-  diga,  madrastitas  no 
quiero,  «que  coste».  Que  esa  lagartona  ya 
sé  yo  a  lo  que  tira,  pero  no  se  lleva  el  lo- 
gro;   ¡por  éstas! 

Silvino  Bueno»;  tú  te  callas,   que  no  eres  quién  pa 

mandar  en  tu  padre. 

Dorotea  Pero,  ¿pa  qué  nesecita  usté  a  ninguna  mu- 
jer, diga  usté?  ¿Pa  qué  las  nesecita  usté,  diga 
usté? 

Silvino  ffía6io50.j  No  quiero  decir  nada.  -uM 

Dorotea        ¿No  le  llevo  yo  a  usté  como  el  oro? 

Silvino  Déjalo  en  estaño. 

Dorotea        ¿Se  le  para  a  usté  una  mosca  encima? 

Silvino  Porque   no   las   dejo,    pero   todas   hacen    el 

ánimo. 

Dorotea  Pues  entonces,  ¿a  qué  va  usté  a  enguirlotar- 
se  con  una  chulona  que  no  le  quiere  a  usté 
pa  na  güeno? 

Silvino  Tú  qué  sabes. 

Dorotea  ¡Maldita  sea!  ¿Pero  cómo  le  va  a  usté  a  que- 
rer, si  es  usté  más  feo-  que  estarnudar  en  la 
mesa? 

Silvino  ¿Yo  feo?  ¡Ten  cuidadito  con  lo  que  dices,  que 

estás  hablando  con  tu  papá! 

Dorotea  Si  tié  usté  una  dentadura  que  es  un  domi- 
nó, hombree. 

Silvino  ¿Un  dominó? 

Dorotea  Gomo  que  cuando  junta  usté  los  dientes  paece 
que  cicirra  usté  a  blancas. 

Silvino  ¿A  blancas?  ¡Hija,  pódriga!...  ¡Descasta!...  ¡So 

gurrumina!  ¡Me  llama  feo  a  mí  y  eso  es  un 
rábano  soliviantao! 


16  — 


ESCENA   V 


VICHOS,  JESUSA,  MARCIALA,  LEONCIO,   GUADALU- 
PE,   BLASA,    BAUTISTA,    NICOMEDES,    PRIMITIVO, 
ANTOLIN,  VECINOS  y  VECINAS 

Múiica 


(En  casa  del  señor-  Leoncio  el  Pajarero  em- 
pieza a  oirse  el  rumor  creciente  de  una  dispu- 
ta violenta.) 
JjSsiTc.  (Dentro.) 

¡Gandula!  ¡Bríbona! 
Jesusa  (ídem.) 

¡Le  quiero  y  le  quiero! 
Leoncio        (ídem.) 

¡Por  Dios! 
Marc.  ¡Mala  hija! 

¡Te  voy  á  matar! 
Let>ncio  Déjala,  Marciala, 

Jesusa  Es  inútil,  madre. 

Marc.  El  pellejo  a  tiras 

te  voy  a  arrancar. 
Dorotea  ¡Repeine,  qué  bronca! 

Silvino  Oye  con  cuidao. 

Dorotea  Vaya  una  garata. 

Guad.  (Saliendo  de  su  casa.) 

¡Ay,  que  ya  se  ha  arma  o! 
(Van  saliendo  todos  los  indicados  al  principio 
de  la  escena:  Antolin  con  una  Vecina  de  su 
casa.  Bautista  de  la  segunda  derecha;  Nico- 
medes,  seña  Blasa  ij  Vecinos  de  ambos  se- 
xos, fondo  izquierda,  o  sea  de  las  viviendas 
que  se  suponen  después  del  segundo  patio; 
otros  vienen  de  la  calle.  Todos  son  gente  de 
la  clase  obrera;  unos  visten  de  blusa,  otros 
en  mangas  de  camisa,  algunas  con  el  pelo 
colgando,  como  si  se  estuvieran  peinando, 
etcétera,  etc.) 
Nicom.  ¿Dónde  es  la  trifulca? 

Dorotea  Donde  el  pajarero. 

Blasa  ¡Es  con  la  Jesusa! 

Dorotea  ¡La  van  a  mondar! 

Guad.  Que  ella  está  chalada 

por  el  «Pinturero», 


17 


y  ellos  con  un  viejo 

la  quieren  casar. 
Bautista        (A  Nicomedes.) 

Llama  tú. 
Nicom.  Yo  no  me  meló. 

Blasa  ¡Sabe  Dios  qué  pasará! 

Silvino  Voy  a  ver  si  los  arreglo. 

Dorotea        (Cogiéndole  de  la  blusa  y  deteniéndole.) 

Usté  no  se  m,eta  en  náa. 
Blasa  jPor  Dios,  silencio,  que  salen! 

Guad.  Que  salen,  callarse  ya. 


Jesusa 

Marc. 

Leoncio 

Primitivo 

Guad. 

Maro. 

Lucio 


(Se  abre  violentamente  la  jmerta  del  cubrió 
de  Jesusa  y  sale  ésta  huyendo,  llorosa  y  des- 
compuesta, pasando  a  la  izquierda,  donde 
queda  ¡orniando  grupo  con  Guadalupe  y  Sil- 
vino,  que  la  amparan.  Detrás,  y  como  per- 
siguiéndola, sale  la  seña  Marciala,  desgre- 
ñada, lívida,  hecha  una  furia.  Antolín,  Blasa 
y  algunos  Vecinos  la  sujetan,  formando  gru- 
po en  el  centro.  Tras  ella,  y  tirándola  de  la 
falda,  el  señor  Leoncio,  en  cuerpo  de  can  li- 
sa, con  los  tirantes  colgando,  la  cabeza  y  la 
cara  aún  mofadas  y  una  toalla  liada  al  cuello. 
Este,  con  Bautista  y  Nicomedes,  forman  gru- 
po a  la  derecha.  Al  fin  sale  Primitivo  llor-an- 
se  coloca  al  lado  de  su  madre.) 

¡Socorro! 

¡La  mato! 

jMarciala! 

;Ay,  que  ver! 

¡Cogerla! 

¡Soltarme! 

¡Calmarse, 

re  diez! 


do  y 


Jesusa 


Marc. 


Ni  que  me  peguen 

y  me  maltraten, 

ni  que  me  maten, 

logran  de  mí 

que  olvide  al  hombre 

que  yo  prefiero; 

que  cuando  quiero 

yo  soy  así. 

Ni  que  me  llores, 

ni  que  te  mueras, 

ni  que  le  quieras. 


—  la- 
se terminó. 
Yo  to  lo  mando, 
pa  eso  3oy  madre; 
porque  tu  padre, 
como  si  no. 


Blasa 
Guad. 
Silvino 
Dorotea 

Blasa 


Leoncio 


Jesusa 
Marc. 


Jesusa 
Marc. 
Silvino 
Dorotea 


Ma reíala,  no  seas  así. 

Jesusa,  no  digas  náa. 
Y  hay  que  hacerme  caso  a  mí. 
(Como  antes.) 

Usté  no  se  meta  en  náa. 
(A   Guadalupe,  por  Jesusa.) 

Métela  en  tu  cuarto; 

corta  la  custión. 

Y  a  ésta  darla  tila 

pa  la  excitación; 

y  a  mí  pa  esta  angustia 

un  poco  de  ron. 

Ni  que  me  peguen,  etc. 

Ni  que  me  llores,  etc. 
(Blasa  y  algunas  Vecinas  se  llevan  a  Marcia^ 
la  y  Primitivo  por  el  segundo  patio;  Guadalu- 
pe con  Silvino,  que  las  acompaña  hasta  la 
puerta,  entra  en  su  casa  con  Jesusa;  los  de- 
más hacen  mutis  por  donde  salieron,  excep- 
to Bautista  y  Nicomedes.) 

Yo  nunca  le  olvidaré. 

¡Bribona!  ¡So  descasta! 

Seóiora,  cálmese  usté. 

Usté  no  se  meta  en  náa. 
(Entra  en  su  casa  ) 


ESCENA   VI 

SILVINO,  LEONCIO,  BAUTISTA  y  NICOMEDES 
Hablado 

Leoncio  (Desesperado,  lloroso.)  Sí,  hombre,  sí;  lle- 
varse a  esa  hija  dé  mi  vista.  Llevársela, 
porque  si  no  la  despedazo.  (Mordiendo  la 
toalla.)  ¡Maldita  sea! 

Niccm.  Por  Dios,  Leoncio;  cálmate,  que  te  comes  el 

fleco. 

Leoncio  Si  no  puedo  más,  Nicomedes.  ¡Darme  estos 
disgustos,  sabiendo  que  padezco  de  ((blonqni- 
tis»  pulmonal! 


—  19  — 


Bautista        Bueaio:  ¿y  por  qué  ha  sío  la  custión? 

lieoncio  ¿Por  qué  va  a  ser?  Esa  mala  hija  que  se  nos 
ha  encaprichao  con  ese  chulo  do  Serafín  el 
«Pinturero»,  que  yo  no  sé  qué  l'ha  dao  pa 
tenerla  enguirlotada.  Un  homhre  que  no 
rhace  caso,  que  la  está  refrendando  la  mar  de 
mujeres  por  los  hocicos,  que  no  dispone  de 
una  linda...  ¡Un  hombre  que  le  tiene  que 
pagar  ella  hasta  el  tranvía,  y  que  encima  se 
incomoda  si  no  le  dan  capicúa!... 

SiFvino  Que  hará  ((coleción». 

Leoncio  Bueno:  pues  figurarse  que  ese  cacho  de  pri- 
ma de  hija,  que  lo  único  que  tiejne  me  lo 
debe  a  mí,  que  es  que  ha  sallo  guapa,  ha 
ido  y  ha  encontrao'  un  hombre  rico,  foirmal 
y  decente:  el  seólor  Lucio  el  «Canene»,  abas- 
tecedor  de  carnes  de  la  (¡Ceba)),  con  la  mar  de 
ganao  en  Navalcar^nero  y  medio  pueblo  suyo. 
Sí,  que  es  hombre  rico;  pero  es  que  ustés  no 
han  reparao  que  la  dobla  la  edaz. 
¿Y  qué  tié  que  ver  eso?  En  cambio  nos  ha 
pedio  a  la  chica  pa  casarse  en  serio.  ¡En  se- 
rio!... Lo  que  no  se  estila.  ¡Tú  figúrate  nue'S- 
tra  alegría!...  ¡Un  yerno  adinerao!  ¡Pasarnos 
la  vida  sin  hacer  náa,  que  es  el  ideal  de  la 
gente  ti^abaj adora !  ¿Qué  más  podíamos  de- 
sear? Bueno;  pues  esa  desgi^aciá,  en  vez  de 
volverse  loca  y  ser  ella  feliz  y  mirar  por  sus 
respetable-s  padres,  va  y  dice  que  ella  no  se 
sacrifica  por  nadie;  que  si  queremos  comer, 
que  ti^abajemo'S.  ¿Sei'á  mala  hija?  ¡Que  tra- 
baje yo!  ¡¡Su  ipadi^eü 

SilVino  ¡Qué  descastada! 

Leoncio        (Llorando.)    ¡Y  me  lo  dice   a  los   cincuenta 
años!    ¡La  edad  del  descanso! 
¡Qué  infamia! 
No  t'aflijas,  hombre. 

Pero,  anda,  que  la  muy  arrastra,  en  eso  ha 
salió  a  su  madre,  que  de  recién  casaos  no 
callaba.  «Trabaja,  Leoncia  Trabaja,  Leon- 
cio.» ¡Y  me  lo  decía  a  los  veinticinco  afios! 
¡La  edad  de  las  pasiones! 

Silvino  Bueno,  pero   ¡caray!    ¿A  ustez  qué  edaz  le 

paece  la  más  a  propósito  pa  trabajar? 

Leoncio  La  edad  viril,  sino  que  me  se  pasó  inazver- 
tida. 

Silvino         Que  no  pué  Uno  estar  en  todo. 

Leoncio        ¡Garó,  hijo! 


í^)  — 


Nicom.  Pues  créeme  n  nií;  coge  a  esa  ¿joifa  y  dalcf 

pal  pelo. 

Bautista       U  que  le  haga  los  cargos  primero,  señor. 

Leoncio        ¿I^s  cargos?  Pero  si  se  lo  tengo»  dicho  hasta 
en  ((berebere»  que  el  s^ñor  Lucio  cíí  nuestra 
felicidad!  Y  ella,  que  no;  empen-á  en  que  no 
lo  gustii.  Y  va  y  me  salta  con  la  tontería  de 
que  ella  lo  que  quiere  es  quei'er  al  hombre 
con  quien  se  case.  ¡Querer  al  nutrido!  ¡Amos, 
serla   cursi!   Pero,    ¿dónde  sei  estila  eso  ya? 
¡Que  pregunte  a.  su  madre!  ¡Que;  vaya  de  casa 
eoi  casa,  a  ver  dónde  encuentra  una  mujer 
que  quiera,  al  marido!... 
Que  son  jóvenes  y  no  reflexionan. 
Ni  están  al  tanto  de  las  modas. 
A  más,  de  que  es  lo  que  yoi  Tiirgumento,  se- 
ñor.   Con    casarte  enamom    de   un   hombre^ 
¿qué  ganas?  Pues  aperr^eflite  la  existencia  y 
ná  más. 
¡A  ver! 

Conque  si  tarda  por  Í(ís  noclies,  conque  si 
no  viene  a.  comer,  conque  si  no  viene  a  ce- 
nar, conque  si  ha  mirao  a  ést/i,  conque  si  le 
ha  dicho  a  la  otra...  ¡Un  atosigo!  Mientras 
que  si  se  casa  con  un  hombre  ya  de  peso, 
como  no  le  importa  mayormente,  pues  se  ve 
en  tiodo  una  formalidaz,  que  puó  hacer  lo 
que  le  dé  la  gana  y  nadie  se  mete  con  ella. 
¿Estoy  errao? 

Silvino  Debía  usté  estarlo,   pero  no,  señor;   le  está 

usté  poniendo  una  greca  al  Evangelio. 

Leoncio         ¿No  tengo  razón? 

Nicom.  A  sacos. 

Leoncio  Pues,  por  Dios,  Silvino,  tú  qn(3  eres  hombrer 
de  hu-es,  coge  a  esa  chica  y  habíala  al  alma ; 
a  ti  te  hace  caso. 


Silvino 
Nicom. 
Leoncio 


Nicom. 
Leoncio 


ESCENA   Vn 


DICHOS,  MARCIALX  y  PRJMl,  que  vuclcen  a  salir  mo- 
mentos antes  y  se  acercan  llorosos. 

Marc.  Sí,  señor  Silvino;   hágalo  usté  por  una  ma- 

dre. Hágala  usté  los  cargos,  porque  ese  gol- 
fo de  Serafín  no  quié  más  que  quitarla  de 
su  bien.  Y  una,  señor  Silvino,  no  lo  va  a 
hacer  por  el  interés,  porque  una  es  madre  í 


Silvino 


Marc. 
X»eoncio 


Silvino 
Jjeoncio 
Silviuo 
JMlarc. 


—  21  — 

pero  es  que  el  señoi^  Lucio  nos  ha  ofreció 
ponemos  una  tablajería  en  San  Miguel  el 
día  que  se  case.  ¿Y  va  una  a  tirar  el  bien- 

Bstar^^ 

Descuiden  ustés,  que  yo  riiaré  las  reflexio- 

nes  a  la  Jesusa.  . 

Dentro  de  media  hora  va  a  venir  ese  hom- 
i,re  a  saber  las  resultas.  ¡Por  Dios  que  le 
diga  que  sí,  que  son  muchas  onzas  las  que 
tiene!  Que  despida,  de  una  vez  a  ese  golfo, 
ladrón,  que  ¿qué  la  va  a  dar?  Golpes  y  dis- 

nT  Veñá  Marciala,  déjenme  ustedes  con  eUa, 

qu¿  poco  he  de  poder  u  la  vuelvo  como  un 

calcetín. 

¡Dios  se  lo  pagara  a  usté,  hijo! 

Si  haces  eso,  Silvino,  cuenta  con  un  par  de 

botas...  de  Valdepeñas,  qUe<  ya  sé  del  pie  que 

cojeas. 

A  casa  y  tranquilidaz. 

¡Que  Dios  te  ilumine,  farolero! 

La  convenzo;  descansen  ustés. 
I  Ojalá!  (Entran  en  su  casa  Leoncio,  Marcxa- 
la  V  Primi;  Bautista  en  la  suya,  y  Nicome- 
des  vase  por  el  segundo  patio.  Silvino  acom^ 
paña  a  los  primeros.  Apenas  queda  solo,  sa- 
len  corriendo  Guadalupe  y  Jesusa,  de  casa 
de  la  primera.) 


ESCENA  Vlli 

SILVINO,  GUADALUPE  y  JESUSA 


Cíuad. 
Silvino 
Guad. 
Silvino 

Jesusa 


Silvino 
Guad. 


5ilvÍR0 


Pero  venga  usté  acá,  tío  gasista. 
(¡Arrea,  me  han  oído!) 

Pero  ¿usté,  a  qué  se  pone  de  parte  de  nadie? 
Guadalupe,  yo  trato  de  que  una  familia 
honra  y  una  chica  decente  como  la  Jesusa.., 
Me  case  con  el  hombre  que  no  quiero,  pa 
que  vivan  bien  en  mi  casa.,  ¿verdá?  ¿Y  es 
eso  lo  decente? 

Mujer,  yo  no  digo  que  eso,  pero-...  vamos... 
Lo  que  tié  usté  que  hacer,  si  quié  usté  que 
yo  le  mii^e  a  la  cara,  es  ayudamos  en  todo  y 
por  todo  y  ponerse  de  parte  de  ésta, 
Pero,  Guadalupe,  que  yo  había  quedao... 


—  22  — 

Guad.  Cuando  un  hombre  queda  en  hacer  una  ton- 

tería, no  queda  en  na, 

Silvino  Guadalupe,  que  tengo  mi  palabra  en  el  aire.. 

Guad.  Pues  recójala  usté. 

Silvino  ¿Que    la    recoja?  Bueno,  pues...  (Medita  un 

instante  y  rápidamente  hace  como  si  reco- 
giera de  un  manotazo  una  cosa  del  aire  y  se 
La  guarda  en  el  bolsillo.)  Recogida;   hale. 

Guad.  Así  me  gusta. 

Silvino  Estoy  viendo  que  usté  me  pasea  a  mí  por 

Recoletos  con  una  cadenita  y  un  palo  en  la 
boca  con  dos  farolitos.  ¿Qué  hay  que  hacer? 

Jesusa  Pues  que  vaya  usté  al  tupi  de  la  Glorieta,  y 

le  diga  usté  a  Serafín  que  venga  antes  que 
llegue  el  señor  Lucio,  que  quiero  saber  lo 
que  piensa  hacer  con  mi  vida.  Dígalo  usté 
la  paliza  que  m'han  dao. 

Silvino  Descuida;  te  tr'aigo  a  ese  mal  ángel,  en  un 

vuelo.  (Al  iniciar  el  mutis,  suena  dentro  el 

*  schotis  (iSerafin  el  Pinturero))  de  ^^El  amigo 

Melquiades)),  ciecutado  por  un  piano  de  ma- 
nubrio.) 

Guad.  Callar. 

Jesusa  El  organillo  del  ((Canela»;  lo  conozco  por  lo 

que  toca. 

Guad.  Vendrá  Serafín  con  él.   ¡Como  son  tan  ami- 

gotes! . . . 

Jesusa  De  seguro.  Voy  a  ver.  (Se  asoma  por  el  por- 

talón y  mira  hacia  la  derecha.)  Sí;  ahí  en  la 
esquina  están  de  ((posta».    ¡Gracins  a  Dios! 

Guad.  (Haciendo  mutis  hacia  su  casa.)  Habíale  cla- 

rito. 

Jesusa  Descuida. 

Silvino  (Dirigiéndose  hacia  su  casa,  a  Jesusa.)  Yo 

ahueco.  Si  quiés  algo,  toca  el  timbre  de  esta 
forma.  (Da  dos  puntapiés  a  la  puerta  de  su 
casa  y  hace  mutis.) 

Guad.  (Indicando  a  Jesusa  que  se  esconda  con  ella.) 

Déjale  que  entre. 

Jesusa  Sí,  calla.  (Entran  en  casa  de  Guadalupe.) 


Berafin 


ESCENA   IX 

SERAFÍN  y  JESUSA 

(Mientras  sigue  sonando  el  organillo,  entra 
por  la  derecha  al  portalón,  se  asoma  al  patio 
y  mira.  Trae  en  la  mano  un  manojo  de  ro- 


—  23- 


Jesusa 

Serafín 
Jesusa 


Serafín 
Jesusa 

Serafín 


Jesusa 
Serafín 
Jesusa 

Serafín 
Jesusa 


Serafín 
Jesusa 
Serafín 

Jesusa 


Serafín 
Jesusa 


Serafín 


sos.)  ¡Aiida  diez!...  ¡Y  no  está!  Debía  estar- 
me esperando;  quedé  en  venir  la  semana  pa- 
sa. ¡Que  se  cansan  de  todo!  (Entra.  Es  un 
chulillo,  elegantemente  vestido;  lleva  gorra 
inglesa  y  unas  cuAintas  alhajas.)  ¡Jesusa! 
(Llamando  siempre  en  voz  baja.)  ¡Jesusa* 
(Cesa  la  música  en  el  organillo  en  el  momen- 
to en  que  aparece  Jesusa  en  la  puerta  de  la 
casa.) 

Me  habían  diciio  que  tenías  poca  lacha,  pero 
poca  es  algu. 

Mujer,  si  es  que  ha  sido  que... 
¡Hay  que  ver,  hijo!    ¡Ocho  días  sin  ocuparte 
de  una,  sabiendo  lo  que  me  pasa  con  el  se- 
ñor Lucio,  con  mis  padres,  con  too! 
Uno  también  tiene  sus  quehaceres. 
¿T'han  estao  esaminaiido  pa  Correos,  por  un 
casual? 

Bueno,  déjate  de  banderillas,  que  han  cam- 
biao  la  suerte.  (Enseñándole  las  rosas.)  ¿Y 
esto  que  te  traigo,  porque  sé  que  te  gustan, 
vale  poquito? 
Diez  céntimos. 
¿Y  la  volunta? 

Si  la  tuvieses  buena  y  pa  mí  sola,  un  mun- 
do valdría,  pero  sí,  sí. 

(Poniéndole  ante  la  cara  el  manojo.)  ¡Rositas 
de  olor!...  ¡Más  bonitas  que  tú!  ¿Qué  hago? 
¿Las  tiro? 

Trae,  trae,  arrastrao.   (Se  las  prende  en  el 
pecho.)  Pero  soy  una  tonta.   ¡A  que  me  can- 
so! Serafín,  tú  no  me  quieres. 
Amos,  calla,  chata. 
¿Y  por  qué  te  vas  con  otras? 
Otras,  son  otras;  pero  aquí  dentrito  no  man- 
da nadie  más  que  usté,  joven. 
Sí,  usté  y  compañía,  que  no  te  conoceré  yo. 
Y  ni  que  te  lo  pida  una  de  rodillas,  que  no 
tienes  tanto  así  de  vergüenza^   que  ya  qui- 
siera yo  que  hubieras  dao  con  otra  y  vería- 
mos.  Te  iban  a  ti  a  rifar  con  lazos  el  día 
Pascua.. 
¡Y  un  jamón! 

¡Pa  que  no!  Di  tú  que  una  es  tonta  de  naci- 
miento y  Silbes'  que  te  quiero  y  de  eso  te 
vales. 

Oye,  rica;  que  ca  entrevista  salgo  de  aq[HÍ 
pa  poner  una  latonería. 


24 


Jesusa 

Serafín 
Jesusa 

Serafín 

Jesusa 
Serafín 


Jesusa 


Serafín 
Jesusa 

Seirafín 
Jesusa 

Serafín 
Jesusa 
Serafín 
Jesusa 
Serafín 


Sí,    sí;   chacha rramaiichas.    Bueno,   y  a   too 
esto,  ¿qué  hago  yo  con  el  señor  Lucio? 
Siéntale  en  un  poyo  y  que  masque  suela* 
Yo  lo  haría,  pero  dame  tú  siquiera  una  prue- 
ba de  caí 'i  ño. 

¿Una  prueba?  Basta;  s'acabao.   El  domingo, 
a  las  tres,  vengo  por  ti. 
¿Pa  qué? 

Te  llevo  al  «Juncal»,  ese  baile  quie  ha  pues- 
to en  la  Manigua  Paco  el  «Ghalana»,  repar- 
to invitaciones'  y  delante  de  todas,  agarradi- 
tos  comoi  la  muestra,  nos  bailamos  too  ed 
programa  encima  del  mismo  ladrillo,  pa  que 
se  enteren  de  quien  es  mi  negra,.  ¿Te  hace? 
Peur'o,  Seirafín,  si  lo  que  yo  quiero  es  que 
dejes  esta  vida  de  juergas,  que  trabajes,  que 
seia,s  honrao. 

Despacito,  que  el  que  cor're,  se  cae. 
Y  9i  al  menos  supiera  yo  que  no  tienes  otras 
mujeres-... 
Eso  grítalo'. 

Júrame  que  no  quieres  a  otra  y  hago  lo  qu'e 
te  dé  la  gana.  ¿A  que  no? 
Jurao. 

¿Cómo  lo  has  jurao? 
de  ((nen»;  con  cruz  y  todo:  mira: 
¿De  veras? 

(Abrazándola  muy  meloso.)  Si  eres  como  el 
aire  pa  mis  pulmones,  chata.  Ven  acá,  ne- 
graza  de  mi  alma.  Si  me  ties  colmo  hipotecao; 
si  yo... 


ESCENA   X 

DICHOS  y  PATRO,  que  ha  entrado  por  el  portalón  y 
queda  parada  al  verlos  abrazados.  Es  una  chula  de  rom- 
pe y  rasga,  bien  puesta,  que  habla  con  mucho  retintín. 


Patro  Agarrarse,  que  volcamos. 

Jesusa  (Asustada.)  ¿Quién? 

Serafín  (Aterrado,  se  separa.)  (¡La  Patro!...  ¡  Arreal) 

Patro  (Entrando  un  poco  más.)  Santos  y  apretaos. 

Jesusa  ¡La  del  marmolista! 

Patro  Buen  provechitoi,  hijo. 

Serafín  (Con  cierta  rabia.)  ¿Me  has  seguido,  verdá? 

Patro  ¡A  ver!   Y  decías  que  habías  regañao  con 
ella,  ¿eh?  Pa  quien  te  cr'ea^  ladrón. 


—  25 


Seiraíin 
Patro 


Serafín 
Patro 


Serafín 
Patro 


Serafín 
Pairo 


Jesusa 
Patro 
Jesusa 
Patro 


(Siempre  a  distancia.)  Ya  estás  trotando  de 
aquí. 

Di  tú  que  no  me  conviene  a  mí  dar  un  es- 
cándalo. Eso  te  vale,  que  si  no,  a  esa  niña 
la  decía  yo  un  colmo  y  a  ti  te  iba  a  partir 
el  corazón  o  como  se  llame  esa  piltrafa  que 
tendrás,  so  arrastrao. 
Que  te  vayas. 

¡Reiste  de  mí!  ¡Bueno!  ¡Pero  que  te  dejo 
al  fresco,  sin  esa  ropita  que  llevas,  que  me 
ha  costao  mis  sudores  y  sin  esas  alhajitas  de 
mi  propiedaz,  eso,  hazte  un  nudo  pa  que  no 
te  se  olvide. 
Márchate',  Patro. 

Ya  va^  rico;  ya  me  voy.  Y  yo  me  buscaré 
quien  te  pida  lo  mío,  descuida.  Esta  es  la 
segunda  parte  de  la  Gonsuelito,  que  estabais 
a  matar:  ¡A  matar!  Y  esta  mañana  te  estaba 
comprando  en  el  estanco  una  cajetilla  de 
((Muratis».  (A  Jesusa.)  Porque  los  fuma  «egi- 
cios»,  no  se  los  vaya  usté  a  comprar  de 
ochenta,  que  le  dan  ((faringlitis». 
Pero,  ¿quies  irte? 

Ya  va,  ya.  Y  que  aproveche  el  poUoi  Aun- 
que va  usté  a  tocar  a  poco,  hija,  porque  eso 
está  más  repartió  que  un  décimo  e  Navidaz. 
Adiós,  parienta. 

(Con  ira,)  No  soy  parienta  de  nadie. 
Pa  mí  que  sí.  Somos  dos  primas,  hija^ 
Lo  siento. 

Y  yo  lo  dejo  en  pie.  Agarrarse,  que  me  voy. 

Y  lo  dicho:  agua  pa  los  sustos.  De  verano 
(Vase  precipitadamente  por  donde  vino.) 


ESCENA   XI 

JESUSA,  serafín,  GUADALUPE  y  SILVINO 


Serafín  (Tratando  de  sincerarse.)  Bueno,  Jesusa,  ya 

habrás  visto  que  esa  tía... 

Jesusa  (Llorosa  y  con  rabia.)  No  te  molestes,  Sera- 

fín ;  aquella  es  la  puerta. 

Serafín         Miá  que  es  una  mujer  despecha. 

Jesusa  Aquella  es  la  puerta.  (Se  dirige  a  la  puerta 

de   Guadalupe.) 

Serafín  Pero,  ¿qué  vas  a  hacer? 


26 


Jesusa  Lo  que  me  conviene.  (Llamando.)  GuadaJu- 

pe  :  llama  a  mi  padre. 

Silvino  (Que   asomado   recatadamente   a   su  puerta 

ha  oído  algo  del  diálogo  anterior.)  Hombre, 
Serafín,  que  tenga  un  sujeto  la  cabeza  a  pá- 
jaros,  bueno;  pero  a  palomas  torcuaces, 
¡  hombre ! 

Guad.  (Ídem.)  Hay  que  ver,  hijo;   ¡tirar  por  los  sue- 

los un  cariño  como  el  de  esta  criatura! 

Jesusa  Déjate;  llama  a  mi  padre, 

Serafín  Bueno,  pero  a  mí  lo  que  me  da  rabia  es  que 

no  me  se  quiera  oir  ni  me  se  quiera... 

Jesusa  ¿Oir?  ¿Y  quieres  que  oiga   más?  Márchate, 

márchate;  vete  de  aquí,  golfo,  granuja.  ¡Mal- 
dita sea!  ¿Por  qué  me  tien  que  pisar  a  mí  el 
corazón,  por  qué?  (Llorando.)  ¿Es  que  yo 
soy  mala,  señor  Silvino? 

Silvino  ¡Qué  vas  a  ser  tú  mala,  mecachis  hasta  en!... 

(Amenazando  a  Sera¡in.)  ¡No  sé  cómo  no  te 
doy! 

Serafín  ¡Por  Dios,  señor  Silvino,  dígale  usté!... 

Silvino  ¡Quite  usté  di'ahí!   ¿Qué  quieis  que  la  diga: 

que  te  compre  un  reloj  de  pulsera?   • 

Serafín  Que  no  haga  caso  de  una  cosa  como  esa. 

Silvino  ¡Pueis  si  no  hiciera  caso  de  una  cosa  como 

esa,  era  pa  que  la  convidaran  a  algarrobas! 

Jesusa  Márchate,  Serafín. 

Serafín  Pero,  ¿qué  vas  a  hacer? 

Jesusa  (Pasa  resueltamente  y  llama  en  su  casa.)  A 

llamar  a  mi  padre. 

Guad.  Haces  bien^   Mira  pa  tu   egoísmo,   no  seas 

burra. 

Jesusa  Vete. 

Serafín  No  me  voy. 

Jesusa  Haz    lo    que    quieras.  (Llamando.)   ¡Padre! 

¡  Padre ! 

Silvino  Oye,  tú,  rediez. 

Jesusa  ¡  Padre ! 

Leoncio         (Dentro.)  ¡Voy!...   ¡Allá  voy! 

Guad.  (A  Serafín.)   ¡Por  Dios,  qué  compromiso! 

Silvino  ¡Pronto,  que  sale!    ¡Aquí!  (Le  oculta  detrás 

de  la  sábana.  Guadalupe  se  oculta  en  el  se- 
gundo patio.) 


-  27 


ESCENA  Xn 


JESUSA,   SILVINO,   SERAFÍN,   LEONCIO,   MARCIALA 
y  PRIMITIVO 


Leoncio        (Saliendo.)  ¿Qué  es?  ¿Qué  pasa,  hija? 

Silvino  (¡Qué  le  irá  a  decir!) 

Jesiisa  (Emocionada.)  Pues  naa...  que  m'hablao  aquí 

el  señor  Silvino,  y  quería  decirle  a  usté  las 
resultas  de  la  conversación. 

Leoncio  (Aiihelante.)  Tú  dirás,  hija.  Pero  sosiégate, 
que  parece  que  estás... 

Jesusa  No  es  naa.  Pues...  que  por  lo  que  me  han  di- 

cho y  por  lo  que  he  visto...  sé  lo  que  me  con- 
viene, padre ;  lo  he  pensao  bien  y  ya  he  de- 
termina o. 

Leoncio        ¿Y  qué  has  determinao,  hija  mía? 

Jesusa  Pues  que  cuando  venga  el  señor  Lucio  le  di- 

gan ustés  que  sí,  que  bueno^  que  me  casaré 
con  él. 

Leoncio  ¡Hija  de  mi  alma!  ¿Qué  dices?...  ¿Pero  qué 
dices? 

Jesusa  (Llorosa.)  Sí,  padre,  sí;  lo  que  usté  oye. 

Leoncio  (Pasando.)  \  Ay,  Silvino  de  mi  vida !  Pero, 
¿qué  le  has  dao  a  esta  chica? 

Silvino  Yo  no  le  he  dao  náa. 

Leoncio  ¡Déjate  que  te  abrace!  ¡Deja  que  te  bese! 
(Lo  abraza  y  lo  besa.) 

Silvino  Hombre,  no,  caray;  es  ella  que.  ha  ((retmcionao 

espontaniamente». 

Leoncio  (Volviendo  a  Jesusa.)  ¿Pero  es  de  veras  lo 
que  has  dicho,  cielo  mío? 

Jesusa  Sí,  padre,  sí. 

Leoncio  (Abrazándola  emocionado.)  ¡Marciala!  (Lla- 
mando a  voces.)  ¡Primi!   ¡Marciala!   ¡Salir! 

Marc.  (Saliendo  asustada.)  ¿Qué  es?...  ¿Qué  pasa? 

Leoncio  Abraza  a  este  tesoro  de  hija,  que  no  te  lo 
mereces.  (A  Primitivo.)  Abraza  a  tu  her- 
mana. 

Marc.  Pero,  ¿por  qué? 

Leoncio  ¡Que  ya  tenemos  tablajería!  ¡Que  por  fin 
«acede»!  ¡Que  se  casa  con  el  señor  Lucio! 

Marc.  ¿Pero  es  de  veras  eso,  hija  mía? 

Jesusa  Sí,  madre:  es  de  veras. 

Marc.  (La  abraza  llorando.)  ¡Hija  de  mi  vida!   ¡Co- 


28  - 


Leoncio 


filare. 

Leoncio 

Silvino 

Primitivo 
filare. 


Jesusa 
filiare. 

Leoncio 

filiare. 

Silvino 
Leoncio 


Silvino 

filiare. 

Jesusa 

filare. 
Leoncio 


razón  de  tu  madre!    ¡Por    fin!    ¡¡Por    fin!! 
(Primitivo  la  abraza  también.) 
(Por  Silvino.)   ¡Este    hombre    Tha    traído   al 
buen  camino,  éste!   ¡Abrázalo!    ¡Bésalo!  (Lm 
empu-ia  hacia  él.) 
¡Ay,  Silvino!   (Lo  abraza.) 
Tú  también,  hijo  mío;  l)ésalc.  (Pasa  Primi.) 
¡Rechufla!   (Esquivándose.)  ¡Que    no,    Iiom- 
bre! 

(Queriendo  abrazarle.)  ¡Señor  Silvino! 
(Abrazando  a  Jesusa.)  No   sabes    la    alegría 
que  me    das,  ni    el    bien    que  te  haces  a  ti 
misma. 

(Con  dolor.)  Sí,  señora,  sí;  lo  sé. 
Que  ya  lo  sabe  Dios  que  lo  de  menos  e.-;  el 
dinero  que  pueda  tener  e'l  señor  Lucio. 
Lo  principa]  e,s  quitarte  de  ese  chuloi  inde- 
cente  üe  Serafín,  de  ese  ladr'ón. 
De  ese  golfo  asqueroso,  que  no  quisiá  yo  más 
que  ocharle  las  uñas. 
(Yendo  hacia  la  sábana.)   ¡Mi  madre! 
Has  estao  ciega,  hija  mía,  que  eso  es  un  ca- 
nalla prcigonao.  que  el  día  que  yo  le  coja,  le 
tiro  una  ventaja  que  lo  llevan  danzando  pa 
la  Casa  de  Socorro;  ¡por  éstas! 
Con  permiso,  yo  voy  a  entrar  la  ropa,  no  sea 
que  la  ensuciemos.  (Coge  a  Serafín  envuelto 
en  la  misma  sábana,  tras  la  que  se  oculta^  y 
lo  mete  en  su  casa,  volviendo  el  a  salir.) 
De  modo,  hija  mía,  que  podremos  decirle  al 
señor  Lucio... 

Yo  le  diré  lo  que  haga  faltti,  madre.  (Entra  en 
su  casa.) 
¡Bendita  seas! 
¡Dios  te  bendiga! 


ESCENA  Xm 

MARCIALA,  SILVINO,  LEONCIO,  PRIMITIVO  y  por  el 
foro  derecha    al    portalón,  LUCIO  y  el  CARRACA,  tipos 
apaletados;  el  primero  bien  vestido  y  alhajado;  el  segun- 
do,  más  modesto.   Es  patizambo. 


Lucio  (Desde  el  portal.)  ¡Señores! 

fi^re.  (Al  verle.)  ¡Señor  Lucio! 

Leoncio  ¡Digo!  ¡Ni  avisao',  pero  que  ni  avisao! 

Lucio  Salú  pa  todos. 


—  2'J 


I*eoiicio 
Lucio 

Carraca 

Lucio 

Leoncio 

Lucio 

Leoncio 

Sílvino 

Lucio 

Lecncio 

Lucio 

Carraca 

Silvino 

Lucio 


Marc. 
Lucio 
Leoncio 

Lucio 

Marc. 

Lucio 

Carraca 

Lucio 

Carraca 
Lucio 


Lecncio 


Lucio 

Carraca 

Marc. 


Adelante. 

Pasa,  Carraca.  (Sale  S'Uvino  y  queda  en  su 
misma  puerta.) 
Servidor. 

¿Llegamos  a  buena  hora,  por  lo  visto? 
A  la  mejor  de  su  vida,  seaior  Lucio. 
¿Y  eso? 

(Señalando  a  Silvino.)  Bese  usté  a  ese  hom- 
bre. 

¡Re  diez! 
¿Dónde? 
A  elegir. 

Bésale  tú,  Carraca. 
Voy.  (Hace  ademán  de  ir.) 
¡Rechufla!  (Se  mete  en  su  casa  y  cierra.) 
Pero,  hablando  en  serio:  ¿a  qué  es  esta  ale- 
gría? ¿A  qué  viene  esto?  ¿Es  que  hay  güeñas 
noticias? 

Too  arreglao,  señor  Lucio,  pero  tóc^. 
¡Cómo!...  ¿Es  que  la  Jesusa?... 
La  chica  está  por  usté.  ¡Le  quiere  a  usté!  Nos 
lo  ha  dicho. 

(Emocionado.)  Pei^o...  ¿en  serio?  Pero...  ¿es 
de  veras  eso? 

Ahora  entraremos  ahí  dentro  y  lo  va  usté  a 
oir  de  su  mismita,  boca. 
(A  Carraca.)  Pero,  ¿tú  no  oyes  esto? 
Güeno  está. 

¿Qué  te  parece,  Carraca? 
(Con  indilerencia  cínica.)  Efertivo  metálico. 
Pues  sí  que  tengo  mucha  alegría,  caray,  la 
verdá.  Quiero  yo  a  la  Jesusa;  que  sí,  vaya. 

Y  mucho  que  la  quiero,  sí,  señor;  que  uno 
tiene  su  aquél  pa  vivir  y  se  ha  hecho  uno 
lao  en  su  negocio,  pero  me  faltaba  a  mí  así 
como  la  ilusión  de  una  mujer;  amos,  ese 
poco  de  cosa,  esa  miaja  de  naa,  que  es  la 
vida  y  esta  chiquilla  me  traía  a  mí  a  mal 
traer. 

Pues  sí,  señor;  la  chica  le  quiere  a  usté  y  se 
casarca  con  usté.  Nosotros  estamos  locos,  pe- 
ro locos  de  alegría,  señor  Lucio. 
(A  Carraca.)  ¿Oyes  esto? 
Efertivo  metálico. 

Y  luego  que  puede  usté  estar  satisfecho  de 
que  es  por  su  persona,  porque  a  ella  no  la 
ciega  el  interés. 


—  30 


Leoncio 
Lucio 

Carraca 
Lucio 
Carraca 
Lucio 

Leoncio 
Lucio 


Carraca 
Lucio 

Leoncio 


Lucio 


Maro. 

Leoncio 

Lucio 
Marc. 
Leoncio 

Marc. 

Lucio 
Leoncio 


Ni  a  nosotros. 

Pues  náa,   a  celebrar  la  cosa,   que  lo  vale. 
Oye,  Carraca. 
Manda. 

Hoy  es  día  grande  para  mí.  '«-^ 

Güeno  está. 

Arrea  y  tráete  ciiatr<o  docenas  do  farolitos- 
verbeneros  pa  ador-nar  el  patio. 
No  hace  falta,  que  los  tengo  yo  en  casa. 
Entonces,   arquílate  un  manubrio,  cómprate 
cinco  kilos  de  pastas  ((varías»,  seis  docenas- 
de  pasteles  y  encarga  un  pellejo  de  vino  d'en 
((ca»  Cipriano.  Le  dices  que  lo  mande  del  blan- 
co ajerezao,  que  es  el  que  me  gusta. 
(Tendiendo  la  mano.)  Efertivo  metálico. 
(Sacando   un    billete  de  su  cartera.)  Ahí   van 
diez  duros. 

(Mirando  con  codicia  la  cartera.)  ¡Vaya  una 
de  «papiros»!  ¡Qué  tío  más  simpático! 
(Lucio  entrega  el  billete  a  Carraca,  el  ciml 
saca  una  cartera  algo  estropeada,  atada  con 
muchas  vueltas  de  cinta,  que  desenvuelve; 
guarda  el  billete  en  ella  y  vuelve  a  atarla, 
guardándosela  luego.) 

(A  M árdala.)  Y  usté  convida  a  los  vecinos  y 
a  sus  amistades,  que  tengo  yo  gusto  en  ello. 
A  más,  que  sé  3^0  que  algunos  bocones  de 
este  patio  s'han  dejao  decir  de  que  si  viejo, 
de  que  si  paleto,  y  quiero  que  vean  que  pa 
toos  nacen  las  rositas  frescas  en  estos  (¡ma- 
driles».  Y  va  a  ser  la  «garata»  en  meta,  del 
patio. 

Y  diga  usté  que  sí,  que  se  van  a  enterar 
hasta  los  cortos  de  vista. 

(Cogiendo  un  dedo  a  Lucio.  A  Marciala. )  Oye  : 
fíjate  en  este  sortijón. 
(Indiferente.)  Naa. 
¡Qué  hennosura! 

¡Menuda  juerga  armamos!  (Abrazándole.) 
¡Pero  qué  simpatía  la  de  este  hombre!... 
¡Qué  templao! 

Y  'ahora  pa  dentro,  que  va  usté  a  oir  a  la 
chica. 

Amos  allá,  que  eso  es  lo  principal. 
(Abrazando  a  Lucio  y  entrando  en  casa  se- 
guido de  Marciala    y    Primitivo.)   ¡Tenemos 
una  alegría,  señor  Lucio!   ¡Qué  alegría  tene- 
mos! (Mutis.) 


31 


Carraca  (Después  de  dirigirles  una  mirada  desprecia- 
tiva )  Efertivo  metájico.  (Vase  precipitada- 
mente  foro  derecha.) 


ESCENA  XIV 

GUADALUPE,  del  segundo  patio.  SERAFÍN  y  SILVINO, 
de  casa  de  éste. 


Serafín 


Silvino 
Serafín 

Guad. 
Serafín 


Silvino 
SerafíQ 
Guad. 
Serafín 


Guad. 
Serafín 

Silvino 
Serafín 


(Sale  desesperado.)    ¡Maldita  sea!    (Ante  la 

puerta  de  Jesiisa.)  Yo  te  juro,  por  éstas,  que 

me  las  pagas.  (Medio  mutis  foro.) 

(Deteniéndole.)  Pero,  ¿dónde  vas,  locoi? 

¡Hacerme  de  menos  a  mi  con  un  viejo!  ¿De 

dónde? 

¿Y  a  ti  qué  te  importa? 

Que  me  imiporte  u  que  no  me  impor-te,   se 

iban  a  reir  de  mí  hasta  las  piedras.  Y  eso  no; 

que  se  la  quite  de  la  cabeza. 

Pero  si  tú  la  haces  cada  «perra»... 

Yo  la  quiero. 

¡Mentira! 

A  mi  manera,  pero  la  quiero.  Y  no  se  casa 

con  ese  tío;  es  custión  de  amor  propio.  Esa 

es  pa  mí. 

Limpíate. 

Lo  veremos.  Y  la  juerga  de  esta  noche  se  la 

estropea  un  servidoir. 

Te  guardarás  muy  mucho. 

Si  no  vengo  ahora  mismo  con  dos  amigos  y 

armo  un  broncazo',  me  pisa  usté  el  corazón. 

Jurao.  (Vase  precipitadamente  foro  derecha.) 


ESCENA  XV 

SILVINO  y   GUADALUPE.   Luego  DOROTEA.   Al  final, 
PRIMITIVO,  cada  uno  de  su  casa. 


Guad.  ¡Y  sei^á  capaz!   ¡Y  too  por  puntillo!  Cuando 

la  tenía  pa  él  solo,  ni  verla;  y  ahora  que  se 
la  disputan,  se  engalla.  ¡Amos,  pero  está 
usté  viendo  qué  asco  de  hombres! 

Süvino         Guadalupe,  que  todos... 

Guad.  Un  asco,  sí,  señor. 

Silvino  Señora,  compra  usté  una  carga  de  pimien- 
tos y  unos  pican  y  otros  no  pican. 


32  - 


Guad.  Pei-o  es  que  en  custión  de  hombres,  el  que 

no  pica  escueca 

Silvino  También  los  hay  dulces  y  pa  comer  cíoidos. 

Sei'vidor,  sin  ir  más  lejos,  si  usté  me  quisiá 
honrar  con  un  bocao,  vería  uj&té  que  soy 
como  comerse  un  coco...  (yenici  de'). 

Guad.  Usté  es  peor  que  todos. 

Silvino  ¿Yo? 

Guad.  A  ese  le  ha  dao  por  las  mujeres  y  a  usté 

por  e:l  vino:  ¿qué  más  da? 

Silvino  ¿Yo  vinoi?  Amos,  ¿quié  usté  jugarse  esa  pa- 

tilla anzuelina  contra  un  puit).  do  a  quince 
escogido  a  que  si  usté  me  quiere  no  K^uelvo 
a  oler  el  ((arcob)  en  lo  que  me  resta  de  per^ 
manencia  mundial? 

Guad.  ¿A  que  sí? 

Silvino  ¿A  que  no? 

Guad.  Un  trato. 

Silvino  Venga. 

Guad.  El  último  farol  de  su  carrera  de  usté  está 

frente  por  frente  del  oi)rador  donde  yo 
plancho. 

Silvino  Clavao. 

Guad.  Bueno,  pues  si  quié  usté  que  volvamos  jun- 

tos esta  noche.,  como  yo  sé  que  cuando  está' 
usté  a  mediO'S  pelos  no  pué  pr'onunciar  las 
eriles,  pa  que  yo  vea  que  está  usté  limpio  y 
salga,  tié  usté  que  arrimarse  a  la  puerta  y 
decirme  de  corrido  esta  copla: 

((La  institutriz  mistres  Tros 
trepr')  dando  tres  traspiés 
al  tranvía  treinta  y  dos 
eu  lugar  del  treinta  y  tres.» 

Silvino  ¡Rediez!  ¡Oiga  usté,  que  eso  no  lo  dice  bien; 

ni  im  gramófono! 

Guad.  Pues  si  no,  no  salgo. 

Silvino  I-^  istitutriz  tris,  tros,  trus...  Bueno;  eso  es 

pedirme  que  desenrede  una  madeja  con  la 
lengua. 

Guad.  Si  prefiere  usté  me  silba  un  cuplé,  que  tam- 

bién sé  qne  bebido  no  pué  usté  silbar. 

Silvino  ¡Maldita  sea!   ¡Pero  qué  mala  intención! 

Guad.  Usté  verá,   si  no»  no  hay  riosquillas..   Hasta 

Inego',  farolero.  (Inicia  el  mutis  a  la  calle.) 

Silvino  ( Siguiéndola  hasta    la   fuente.)  Dos    farolitos 

me  faltan  a  mí  por  encender  en  esta  barriada. 

Guad.  ¿Ciiálos? 


—  33 


Los  farolitos  negros  de  esa  cara  rechulona. 
¿D©  veras? 

El  día.  que  yo  los  vea  encendidos,  pero  en- 
cendidos por  mí,  es  el  día  que  yo  voy  a  can- 
tar, (Cantando.) 

((Soy  el  farolero 
de  la  Puer-ta  el  Sol, 
cojo  la  escalera 
y  enciendo  el  farol.)) 

Vaya  usté  de  ahí,  so  golfo.  (Vase  riendo  foro 

derecha.) 

(Queda  al  lado  del  portalón  y  de  espaldas  a 

su  casa  cantando  con  alegría.) 

((Dos  y  dos,  son  cuatro; 
cuatro  y  dos,  son  seis...» 

(Que  un  momento  antes  ha  salido  de  su  casa 
con  dos  o  tres  platos  y  un  paño,  al  ver  la  es- 
cena se  pone  furiosa,  y  dejando  lo  que  saca 
en  el  suelo,  agarra  a  su  padre  por  la  blusa  y 
canta  en  el  mismo  tono.) 

((Y  con  esa  chula 
no  se  casa  usté.)) 

(Mete  en  la  casa  a  Silvino  a  empellones^ 
echando  luego  la  llave  por  fuera.) 
(Protestando.)  ¡Pero,  Doro!...  ¡Pero,  chica!... 
¡Oye!  ¡Pero  escucha!... 
Adentro.  Alií  encerrao.  ¡Maldita  sea!  ¡Que 
no  le  puedo  dejar  solo  ni  un  momento, 
hombre!  ¡Y  emperrao  con  esa  mujer!  Y  que 
no  sii'ven  consejos  ni  sirve  na.,  que  a  mí  me 
mata  este  padre.  ¡Sacrificar-me  por  él  y  que 
me  lo  pague  de  esta  forma!  ¿No  es  pa  esga- 
rrarse a  llorar  lo  que  a  mi  me  pasa,  hombre? 
¡Granuja,  golfo!  (Llorando  se  pone  a  fregar 
Jos-  platos  en  la  fuente.) 
(Saliendo.)  Pero,  ¿qué  l'ocurre  a  usté,  Doroi? 
¿Qué  quió  usté  que  m'ocurra.,  hombre?  ¿Este 
padre  que  m'ha  salíO'  un  golfo;  que  no  sirve 
la  educación  que  le  doy,  ni  los  ejemplos  que 
está  viendo  en  una,  ni  sirve  na. 
(Yendo  a  su  lado  y  sentándose  como  cUoa  en 
el  suelo  mientras  friega  y  seca  los  platos.) 
¡Sí  que  la.  está  a  usté  dando  una  vidita!... 
¡Qué  sabe  nadie  lo  que  yo  paso!  ¡Si  como 
eso  no  lo  hay!  Los  sábados  para  cogerle  una 


ÓA  — 


Primitivo 
Dorotea 

Primitivo 


Dorotea 
Primitivo 


Dorotea 


Primitivo 
Dorotea 


Primitivo 

Dorotea 

Primitivo 


Dorotea 
Primitivo 

Dorotea 
Primitivo 

Dorotea 


peseta  le  tengo  que  poner  una  tram^pa  en  el 
balsillo.  Luego  me  agarra  ca  violinav,  que  yo 
ya  no  s-é  qué  hacer  pa  que  nO'  beba.  Ayer, 
sin  ir  más  lejos,  pa  ver  si  le  asustaba,  le 
pinté  en  la  botella  del  aguardiente  una  cala- 
vera con  dos  huesos  y  puse  encima :  Ve- 
neno. 

¿Y  qué  hizo? 

Pues  que  puso  él  debajo  R.  I.  P.  y  se  lo  be- 
bió de  un  trago. 

¡  Qué  me  va  usté  a  decir,  si  anoche  me  lo  en- 
contré yo  en  la  calle  de  los  Tres  Peces  con 
una  merluza  tremenda! 
Entonces  <(Cuatro  peces». 
Yo,  al  verlo  que  se  tambaliaba  de  un  lao  a 
otro,  fui  y  le  dije:   ¿Qué  le  pasa  a  usté,  se- 
ñor Silvino?  — Y  me    dijo:  Que   no   sé    qué 
acera  me  gusta  más  y  titubeo;  no  t'alarmes. 
¡Un  horror,  hijo!  (Terminada  su  faena,  avan- 
zan al  proscenio.)  Pues  en  otra  clase  de  cus- 
tiones  no  digamos.   La  semana  pasa,   si  no 
saeo  la  cara  por  él,  le  rompe  las  narices  el 
señor  Pepe  el  frutero. 
¿Pues  qué  pasó? 

No  lo  sé  de  seguro,  pero  cuando  yo  allegué, 
el  señor  Pepe  estaba  hecho  una  fiera  y  gri- 
tando :  Eso  de  gordas  y  dulces  no  se  lo  vuel- 
ve usté  a  decir  a  mi  señora. — Y  decía  mi  pa- 
dre :  Pues  que  no  venda  naranjas. — Amos, 
no  tié  usté  idea  del  broncazo.  Le  tuve  que 
acompañar  dos  noches  a  encender  los  faro- 
les pa  que  no  me  le  pegasen. 
¿Y  por  qué  no  lo  mete  usté  en  un  corre- 
cional? 

Pero,  ¿usté  cree  que  habrá  correcionales  pa 
padres? 

Yo  me  enteraré,  pero  debía  de  haberlos.  Y, 
últimamente,  Doro;  el  día  que  usté  se  canse 
de  sufrir  me  manda  usté  un  recao. 
¿Pa  qué? 

Pa  poner  a  la  disposición  de  usté  too  lo  que 
poseo. 

Pero,  ¿usté  qué  es? 

Pajarero;  por  hoy  no  digo  más.  (Mutis  a  su 
casa.) 

Es  simpático  este  chico.  ¡Pero  es  tan  flaco! 
Porque,  ¿qué  hago  yo  con  un  cuarto  kilo  ba- 
calao pa  toa  la  vida?  (Entra  en  su  casa.) 


-  35 


ESCENA  XVI 

JESUSA  y  el  SEÑOR  LUCIO 

.Sale  Jesusa  con  un  cántaro  y  lo  coloca  en  la  ¡uente.  De- 
trás aparece  el  señor  Lucio,  que  queda  parado  a  pocos 
pasos  de  la  puerta. 

Lucio  Mira,  Jesusa;   he  salió  detrás  de  ti,  porque 

mientras  llenas  el  cántaro  quiero  yo  mayor- 
mente que  hablemos  a  solas. 

Jesusa  (Acercándose.)  Usté  dirá,   señor  Lucio. 

Lucio  Que  tú  me  gustas,   lo  sabes  ya  de  tiempo 

atjrás.  Yo  me  venía  caUaíido,  porque  veía 
mayormente  que  el  corazón  no  te  tiraba  pa 
mí,  la  verdá ;  pero  m'arregosté  a  lo  que 
m'arregosté,  porque...  amos... -porque  veía 
que  no  tenías  güen  pago,  y  hoy  me  dicen  tus 
padres  que  acedes  a  casarte  conmigo  y  tú 
no  lo  niegas.  ¿Quiés  decirme  qué  mudanza 
ha  sío  ésta? 

Jesusa  ¡Qué  sé  yo!  Que  las  mujeres  vemos  las  cosas 

y  canibiamos.  A  más  de  que  yo  siempre  le 
he  apreciao  a  usté,  señor  Lucio. 

Lucio  Güeno,  Jesusa ;   pero  pa  lo  de  hoy  no  basta 

el  aprecio;  son  tratos  mu  serios.  Yo  quió  ca- 
sarme cO'Utigo  y  hay  que  poner  las  cosas  a 
su  yerdá,  que  yo  vengo  con  un  sentir  honra  o 
y  pamplinas  ni  redículos  no  quiero. 

Jesusa  Ni  una  servidora. 

Lucio  Y  máxime — y  fíjate  en  esto^— que  me  se  hi- 

ciese a  mí  de  menos  con  un  chulito  de  estos 
de  Madrid ;  que  eso  no  estaría  ni  medio  bien 
pa  un  hombre  de  mi  carácter. 

Jesusa  Ni  yo  tampoco  le  había  a  usté  de  poner  en 

una  co'sa  semejante;  que  honrada,  vamos, 
está  feo  que  una  lo  diga,  pero  yo  con  la  pa- 
labra que  le  dé  a  un  hombre,  cuando  se  la 
dé,  con  esa  me  muero. 

Lucio  Basta.  Pos  a  eso  te  digo  yo,  Jesusa,  que  si 

sigues'  en  las  mismas  como  m'han  dicho  tus 
padres,  el  mundo  va  a  ser  poco  pa  nosotros 
y  tendrás  lo  que  quieras. 

Jesusa  Sé  que  usté  es  bueno. 

Lucio  Y  ande  otra  mujer  haga  raya  de  lujo  y  fan- 

tesía,  tú  más  alto,  porque  lo  tengo  yo  pa  ti. 


36 


Y  no  te  digo  el  querer  loco  de  un  joven,  por- 
que eso  ya  no  pué  ser,  pero  el  corazón  y  el 
apoyo  de  un  hombre  de  bien,  eso  lo  tendrás 
conmigo  hasta  ande  vivamos  en  este  mundo. 

Jesusa  Gracias,  señor  Lucio. 

Lucio  Giacias  las  de  tu  persona.  ¿Estás  contenta? 

Jesusa  Sí,  señor. 

Lucio  Pues...  dame  esa  rosita  que  llevas  ahí.. 

Jesusa  ¿Esta?...  Esta  no,  deje  usté;  ya  le  daré  otra 

"  mejor  que  tengo  en  un  vaso. 

Lucio  Como  quieras,   reina.   (Vase  satis¡eclio  a   la 

casa.) 

ESCENA  XVII 

JESUSA 

(Música  en  la  orquesta.  Se  escucha  el  motiva 
del  scliotis  i^Seralin  el  Pinturero)),  pianísimo^ 
para  que  no  interrumpa  el  diálogo.)  ¡No!... 
¡Esta  rosa  no!  Esta  es  comp  mi  querer;  está 
Uena  de  espinas,  que  se  clavan,  pero  no  se 
quié  ir  de  junto  a  mi  pecho.  ¡Qué  voy  a  ha- 
cer, Dios  míO',  qué  voy  a  hacer!  Porque  Se- 
rafín no  me  quiere,  ya  lo  he  visto;  ¿pero  qué 
culpa  tiene  este  hombre  pa  que  yo  le  engañe? 
No,  yo  no  hago  eso;  no  sería  honrao.  ¿Ten- 
go penas?  Pues  me  muero  con  ellas,  pero  no 
engaño  a  nadie.  ¿Tengo  un  mal  querer  me- 
tió en  el  corazón?  Pues  a  sufrirlo  hasta  que 
me  muera.  Na  más.  Eso  es  lo  que  manda 
Dios.  Después  de  to  es  por  mi  gusto.  Sí,  yo 
me  voy  de  mi  casa;  me  voy  pa  siempre.  Yo 
no  entro  más  ahí.  Me  marcho'  a  correr  mi 
suerte.  Voy  a  buscar  a  la  Guadalupe.  Ya  ve- 
remos qué  es  de  mí.  (Mutis  foro  derecha.  Aca- 
ba la  orquesta.) 


ESCENA  XVIII 

DOIWTEA  y  SILVINO  dentro  de  la  casa.  Va  anochecien- 
do lentamente. 


Dorotea  (Sale  de  su  casa  con  una  botella  y  un  capaci- 
to pequeño.  Cierra  con  llave  al  salir,  dejando 
la  llave  puesta.)  Ahí  quietecilo  hasta  que  yo 
vuelva,  que  voy  por  aceite. 


17 


Silvino 


Dorotea 

Silvino 
Dorotea 


Silvino 


(Asomándose  a  la  ventana,  que  tiene  reía.) 
Pero  oye,  rica;  ábreme,  por  lo  que  más  quie- 
ras, que  es  la  hora  de  encender. 
No;   que  si  le  dejo  a  usté  me  se  va  con  la 
primera  que  pase. 
Pero,  mujer,  no  comprendes... 
Eso  es  lo  que  trae  ser  un  padre  calaverota. 
¡Miá  que  un  hombre  tan  íeo  y  no  poderlo 
dejar  suelto!   (Vase  {oro  izquierda.) 
¡Amos,  Doro,  abre!    ¡Pero,  Doro,  no  te  va- 
yas.  (Gritando.)    ¡Doroooo!    Sí,   sí.    ¡Maldita 
sea!  (Se  retira.) 


ESCENA   XIX 

LEONCIO,   PRIMITIVO,   CARRACA,   MARCIALA 
y  LUCIO 

I^eoncio  (Sale  de  su  casa  con  una  ristra  de  farolitos 
de  colores.  Primitivo  le  sigue  con  una  escale- 
ra de  mano.)  Bueno,  hijo,  ayúdame  a  poner 
los  faroles. 

Primitivo  Los  pondremos  igualito  que  la  noche  de  la 
verbena,  ¿quié  usté? 

Leoncio  Mejor  será.  Arrímate  la  escalera  que  aquí 
está  el  clavo.  (Se  sube  y  coloca  dos  hileras 
que,  vartiendo  del  esquinazo  de  la'fuente,  una 
va  a  parar  a  casa  de  Silvino  y  otra  a  su  casa. 
Los  faroles  apagados.) 

Carraca  (Entra  foro  derecha  con  dos  paquetes  enor- 
mes. Le  siguen  un  chico  con  una  bota  de  vino 
de  regular  tamaño  y  otros  dos  con  un  piano 
de  manubrio  que  colocan  en  segundo  térmi- 
no derecha.)  Ya  ha  Uegao  el  ordinario. 

X»eoncio         Alante  con  too,  Carraca. 

Carraca  Traigo  '^musiquería,  dulcei^'a,  vinatiería))  y 
demás. 

Leoncio         Muy  bien.  Llama  que  salgan,  Primi. 

Primitivo  (Acercándose  a  su  casa.)  ¡Madre!...  ¡Señor 
Lucio!   Que  ya  está  aquí  todo. 

Carraca        (A  Leoncio.)  ¿Quiés  un  mostachón,  pajarero? 

Leoncio         Gracias,  hombre. 

Marc.  (Saliendo  con  una  mesa  estrecha  y  larga;  a 

su  marido,  por  el  señor  Lucio.)  ^Miá  quién 
me  ayuda  a  sacar  la  mesa ! 

Lucio  Y  con  mil  amores. 

Leoncio         ¡Hombre,  haberme  avisao  y  hubiera  ido  yo! 


—  38  — 

Lucio  Qué  más  da.  (Colocan  la  mesa  entre  primero- 

y  segundo  término  derecha,  paralela  al  late- 
ral, y  van  poniendo  en  ella  pastas,  pasteleSr 
vasos  y  algunos  platos  y  cuchillos.) 

Primitivo      ¿Le  doy  dos  vueltas  al  manubrio  pa  que  va- 
yan saliendo  los  vecinos? 

Lucio  Duro,  que  es  tarde. 

(Primitivo  empieza  a  tocar.) 

Marc.  (Mientras  acaba  de  arreglar  la  mesa.)  Y  a 

too  esto-,   ¿dónde  está  la  Jesusa? 

Lucio  Aquí  la  dejé  yo  llenando. 

Leoncio        (Por  la  fuente.)  Y  ahí  tié  el  cántaro  entavía. 

Marc.  S'habrá  ido  al  otro  patio  a  avisar  a  la  En- 

carna y  a  la  Estefana,  qué  son  sus  amigotcis. 

Leoncio        De  seguro'.  Llámala. 

BAarc.  (Yéndose  por  fondo  izquierda  al  otro  patio.) 

¡Jesusa!  (Gritando.)   ¡Jesusa! 


ESCENA    XX 

DICHOS,  'ANTOLIN,  NICOMEDES,  BAUTISTA,  SEÑA 
BLASA,  VECINAS  1%  2.%  3.^  y  >f.%-  VECINOS  1.^  y  2.V 
VECINOS  y  VECINAS  (Coro  general).  Van  saliendo  de 
sus  casas  y  el  resto  por  distintos  sitios,  incluso  de  la 
calle.  Luego,  SILVINO.  Al  final,  MARCIALA. 


Bautista 

Antolín 

Nicom. 

Leoncio 

Vec.  1.* 

Lucio 


Antolín 

Bautista 

Leoncio 

Nicom. 

Leoncio 

Antolín 

Lucio 
Vec.  2.* 

Lucio 


¿Qué  pasa  aquí? 

¿Hay  ((abretura»  de  algo? 

¿Pero  ahora  salimos  con  una  garata? 

Y  naa  más ;  las  cosas  cambean,  Nicomedes.. 

Pero,  ¿a  qué  viene  esto? 

Pues   viene,  sencillamente,  porque    tengo    el 

gusto  de  osequiar  a  los  vecinos  con  una  pas- 

tita  y  un  trago  y  decirles,  pa  su  sastifación, 

que  el  mes  que  viene  habrá  boda  y  también 

se  convidará,  más  en  grande. 

¿Boda? 

¡  Arrea ! 

De  mi  Jesusa  con  aquí;  naa  más. 

¡Atiza!   ¿De  modo  que  por  fin?... 

¡Por  fin!  Tomar  lo  que  queráis. 

Hombre,  pues  que    sea    enhoragüena,  señor 

Lucio. 

Gracias,  Antolín. 

¡Amos,  que  se  lleva  usté  la  mejor  mocita  de 

too  el  barrio! 

Sé  lo  que  me  llevo,  y  pa  que  toos  lo  sepan 


39 


Vec.  1.» 
Bautista 

Silvino 

Antolín 
Silvino 


Vec.  l.« 

Vec.  3.^ 
Antolin 
Vec.  1.° 
Antolin 


es  este  guateque ;  conque  comer  y  beber,  que 
si  se  acaba,  hay  pa  más. 
¡Viva  el  rumbo! 
Sí  que  vale  un  trago  la  cosa. 
(Beben.  Cesa  el  piano.) 
(Asomándose.)  ¿Hay  vino? 
Sí. 

Hombre,  hacer  el  favor  de  aJji-irme,  que  ten- 
go sed.  (Risas,  le  abren  y  corriendo  va  hacia 
la  mesa  y  bebe.) 

Tú,   Primi:    tócate  un   ((fos-Uote)).    ¿Queréis 
que  lo  bailemos,  ((ninchas))? 
Hale  ya. 

Amos  a  bailarlo  a  lo  pollo  líquido. 
Organizarse  en  parejas. 
Gira  el  manubrio,  Primi. 
(Se  forman  parejas  y  bailan.) 


Música. 

Los  que  bailan 

El  baile  del  «fox-trote», 
es  así,  como  una  danza 
que  a  nuestro  ((chótis»  clásico 
le  «tié»  gran  semejanza. 
Todos  Pues  duro  y  al  ((fox-trote)), 

((trote-trote»,  bien  ((marcao»». 

Los  que  bailan 

Y  dispensar  si  es  que  nos  sale 
un  poquitín  achulaO'. 
(Bailan  hasta  el  final) 
Todos  Se  ve  que  sudan  betún. 

Mejor  están  en  ((Verdún». 
Parecen  monos 
del  pim-pam-pum,. 
¡Ay,  qué  dulce  balanceo 
le  van  dando  al  bailoteo! 


Pon  más  cuidao, 

que  eso  va  muy  pegao. 


,  Miau ! 
¡Bien  va! 
I  Ya  está! 


Los  que  bailan 


El  movimiento  rotativo 
es  mucho  más  festivo 


Todos 


—  40 

y  más  «salao». 


Ya  rha  ((dao»! 


Ellas 
EUos 
Todos 


Todos 

Vec.  !.• 

Leoncio 

Marc. 

Leoncio 

Lucio 

Bdarc. 

Leoncio 
Marc. 


Bailáis  el  ((fox-trote» 

mejor  que  ((Merlín». 

Le  dais  una  salsa  , 

que  no  tiene  fin. 

<(Sus»  veo  en  el  ((Palas» 

haciendo  furor, 

porque  lo  «bailáis», 

y  lo  ((perfiláis», 

y  ((Cuasi  bordáis» 

((mu chismo»  mejor. 

Hablado 

¡Muy  bien,  muy  bien! 
Y  a  too  esto,  ¿ande  está  la  agraciada? 
Habrá  ido  a  avisar  a  alguna  amiga. 
(Que  vuelve  a  salir.)  ¡Ay,  Leoncio! 
¿Qué  pasa? 
¿Qué  O'curre? 

Ese  demonio  de  chica,  que  no  la  encuentro 
viva  ni  muerta. 
Llámala,  mujer. 

¡Pero  si  me  estoy  esgarrando  y  no  contes- 
ta! (Volviendo  a  llamar.)  ¡Jesusa!   ¡Jesusa! 


Dorotea 


Leoncio 

Marc. 

Dorotea 

Lucio 
Marc. 


ESCENA    ULTIMA 

DICHOS  ij  DOROTEA,   de  la  calle. 

Música 

(Entra  jadeante,  acongoiadal  con  una  cesta, 
un  capazo  de  carbón  y  una  botella.) 

¡Señor  Leoncio! 

¡Seña  Marciala! 

¡Yo  vengo  muerta! 

¡Yo  estoy  muy  mala! 

Pero,   ¿qué  ocurre? 

¿Qué  t'ha  pasao? 

Pues  la  Jesusa 

que   s'ha   escapao. 

PerO',   ¿qué  dices? 

¡Tú  lo  has  soñao! 


--  41 


Doirotea 

¡Ay,  no,  señora, 

que  s'ha  escapao! 

Todos 

(Rodeándola.) 

¿Que  s'ha  escapao? 

Dorotea 

•     Que  s'ha  escapao. 

Lucio 

Pero,  habla,   explícate, 

cuenta,  mujer. 

Leoncio 

Dínoslo  todo. 

si  es  que  pué  ser. 

Dorotea 

Me  iba.  yo  casa 

con  la.  seña  Blasa 

a  comprar  la  cena 

pa  la  Nicolasa, 

cuando  voy  y  siento 

tirar  de  mi  blusa; 

me  vuelvo  al  momento 

y  era.  la  Jesusa. 

¿Qué  tienes?— la  digo 

al  verla  llorando.— 

Me  dice  temblando: 

((Sigúeme.))  La  sigo. 

y  aJ  rato  de  ir  juntas, 

ella  muy  callada. 

y  yo,  mareada 

de  hacerla  preguntas, 

entra  en  el  estanco 

del  señor  Antero, 

pide  papel  blanco, 

y  pluma  y  tintero., 

escribe,  me  entrega 

dO'blao  este  papel. 

•  y  luego  me  ruega 

que  venga   com   él.    (Mostrándolo.) 

Leoncio 

Venga.  (Se  lo  quita  a  Dorotea.) 

Lucio 

(Ídem  a  Leoncio.)  Traiga. 

Marc. 

(ídem  a  Lucio.)                   Déme. 

Lucio 

(ídem  a  Marcela.) 

A  ver. 

Leoncio 

(ídem  a  Lucio.)  ¡Que  yo  vea!... 

Marc. 

¿Qué  dirá  esta  hija? 

Leoncio 

Deja  que  lo  lea. 

(Leyendo.) 

«Queridos  padres  :  perdón  espero 
por  el  disgusto  que  voy  a  darles. 
Al  señor  Lucio,  yo  no  le  quiero; 


—  42  — 

no  tengo  cara  para  engañarles. 
Me  voy  de  casa,  desesperada. 
Sé  que  mi  falta  no  tiene  excusa. 
Corro  mi  suerte  tan  desgraciada. 
Perdón  pa  su  hija,  que  lo  es,  Jesusa. 


Blarc. 

Ha  sío  el  canalla 

del  ((Pinturero». 

Leoncio 

Venga  una  estaca. 

Lucio 

Venga  una  faca. 

Carraca 

Te  han  hecho  burla. 

Maro. 

¡Chulo  faldero! 

Lucio 

Con  su  piel  me  hago 

yo  una  petaca. 

Silvino 

¡Calma,  señores! 

Leoncio 

¡Ay,  farolero!  (Le  abraza.) 

Sigue  la  música  en  la  orquesta 


Lucio 

Carraca 

Marc. 

Leoncio 


Lucio 


Carraca 


Silvino 

Primitivo 
Silvino 


¡  Maldita  sea !  ¡  No ;  esto  no  lo  aguanta  el  hi- 
jo de  mi  madre! 

¡Lucio,  que  t'han  hollao  el  pundonor! 
¡Esa  perra!...    ¡Esa  mala  hija! 
Tráeme  la  estaca  y  vamos  a  buscarla,  que 
la  quito  el  brillo;  por  éstas. 
(Entra  Marciala  en  su  casa  y  Silvino  en  la 
suya,  volviendo  a  salir  con  el  palo  de  encen- 
der faroles  encendido.  Sistema  moderno.) 
¡Maldita  sea!  Y  yo  mato  a  uno.  (Cogiendo  la 
estaca.)  Y  fuera  farolitos  y  fuera  too,  que  no 
soy  yo  baraja  pa  que  se  juegue  con  mi  per- 
sona. 

Y  que  han  querío  hacer  contigo  las  diez  de 
últimas. 

(A  palos  y  patadas  lo  echan  todo  a  rodar.  Do- 
rotea y  Primitivo  recogen  ávidamente  paste- 
les y  pastas  del  suelo  y  se,  los  comen  con  vo- 
racidad. Los  Vecinos  de  ambos  sexos  van  re- 
tirándose, formando  grupos  en  el  fondo^  ate- 
morizados.) 

(Aprieta  la  pera  de  la  vara  de  encender  y  le 
salen  llamaradas  por  el  farolillo.)  ¡Por  Dios, 
no  se  pongan  ustés  así! 
(Sin  parar   de    coger  pasteles  y  comérselos.) 
¡Ay,  qué  disgustos,  madre  mía! 
¡  Calmarse ! 
(Todos  gritan.) 


43  — 


Dorotea  (Tirando  a  su  padre  de  la  blusa.)  ¡Padre, 
por  Dios ;  usté  no  se  meta  en  na,  que  le  sa- 
len llamaradas. 

Silvino  Déjame,  que  es  que  me  he  puesto  nervioso 

y  me  s'iiiflama  la  gasolina. 

Marc.  (Saliendo  con  un  mantón  de  crespón  y  entre- 

gando a  Leoncio  gorra  y  cayada.)  ¡Vamos  a 
buscar  a  esa  ladrona!  ¡Vamos,  que  me  la 
como-! 

Leoncio  ¡Ay,  como  yo  encuentre  a  ese  chulo!...  ¡Lo 
torpedeo!  (Vanse  foro.) 

Lucio  Señores  :  he  sío  burlao,  pero  con  sangre  me 

las  pagan:   ¡por  éstas!  Amos,  Carraca. 

Carraca  La  primerita  vez  que  ha  fallao  el  efertivo. 
(Vanse  foro.) 

Primitivo       ¡Ay,  qué  disgusto.  Doro!   (Come.) 

Dorotea        Deje  usté ;  no  llore. 

Primitivo  (Con  la  boca  llena.)  ¡Si  es  que  no  puedo  más, 
no  puedo  más! 

Dorotea  Ya  me  lo  figuro.  ¡Hasta  en  la  barbilla  tié 
usté  chantilly!  ¡Ay,  padre;  quién  iba  a  de- 
cir que  una  chica  como  la.  Jesusa!...  (Busca 
entre  los  pasteles.) 

Silvino  (Al  lado  de  la  mesa,   bebiendo  un  vaso  de 

vino.)  ¡Qué  quieres,  hija! 

Dorotea        Uno  de  ((clema)). 

Silvino  Si  digo,  que  qué  vamos  a  hacer;   el  mundo 

es  así.  (Bebe.) 

Nicom.  ¡Y  usté,  siempre  mirando  pa  arriba! 

Silvino  ¡Pa  lo  que  hay  que  ver  aquí  abajo!...  (Vuel- 

ve a  beber.  Fuerte  en  la  orquesta.  Telón  rd- 
pído.) 


FIN  DEL  ACTO  PRLMERO 


.A-oto  segTjLncio 


CUADRO  PRIMERO 

Calle  de  los  barrios  bajos,  con  árboles,  algo  así  como 
el  paseo  de  las  Acacias.  En  el  centro  de  la  escena  un  la- 
rol  corpóreo  que  ha  de  encenderse,  y  a  su  derecha  un 
banco  de  paseo  con  asiento  a  ambos  lados  practicables. 
En  la  izquierda,  haciendo  un  poco  de  rinconada,  una  casa 
que  ocupa  dos  términos,  en  cuya  planta  baja  se  verá  un 
obrador  de  plancha.  En  segundo  término  puerta  vidriera 
practicable,  cerrada.  En  primero,  ventana.  Dentro  luz. 
Está  anocheciendo.  Es  la  hora  de  encender  los  faroles. 


ESCENA    PRIMERA 

Al  levantarse  el  telón,  las  Planchadoras,  dentro  del  obra- 
dor, cantan  y  trabajan.  JESUSA  viene  por  la  primera  de- 
recha. Llega  a  la  puerta  del  taller  y  se  detiene  indecisa  y 
nerviosa.  Luego,  GUADALUPE. 

Jesusa  ¡Ay,    Virgen!...    ¡Tengo    una    angustia    que 

m'al^ogo!  Como  ya  se  va  haciendo  noclie  me 
da  miedo  de  ir  rodando  soJa  de  calle  en  ca- 
lle, sin  saber  ande  meterme.  Y  luego,  en  mí 
casa,  ya  habrán  notao  mi  falta  y  me  anda- 
rán buscando.  ¡No  quiero  pensar  en  la  pali- 
za si  me  encuentran!  ¡Yo  voy  a  llamar  a  la 
Guadalupe  y  a  decirla  lo  que  he  hecho! 
(Abre  la  puerta  del  obrador.)  Guadalupe  :  sal 
un  moanento. 

Guad.  (Dentro.)   ¡Chica,  tú!...  Pasa,  mujer. 

Jesusa  No;  sal,  haz  el  favbr. 

Guad.  (Saliendo.)  ¿Tú  otra  vez? 

Jesusa  Que  me  he  ido  de  mi  casa  sin  decir  náa. 


—  46 


Guad.  ¿Pero  cómo? 

Jesusa  Que  me  he  escapao,  vaya. 

Guad.  iVirgen! 

Jesusa  Lo  que  oyes. 

Guad.  ¡Pero  hija!  Pero  por  Dios,  pero  ¿qué  has  he- 

cho? 

Jesusa  ¡Qué  sé  yo! 

Guad.  Tú  estás  mochales,  niña. 

Jesusa  Yo  no  sé  lo  que  estoy,  Guadalupe^  pero  yo 

quiero  a  Serafín.  Ni  que  se  porte  como  se 
porte:,  le  qu'ier-o;^  no  la  puedo  remediar.  Y 
como  ciega  por  lo  de -la  seña  Patro  he  dicho 
a  mis  padres  que  sí  en  lo  del  señor  Lucio, 
luego,  cuando  me  he  visto'  ce;rca  de  ese  hom- 
bre y  me  ha  hablao,  me  ha  dao'  vergüenza 
de  mí  misma...  y...  amos,  que  no^;  que  no 
tengo  yo  palabras  pa  engañáis,  ni  mala  san- 
gre pa  meter  a  nadie  en  mis  locuras..  ¡Y  figú- 
rate la  paliza  si  entro  en  mi  casa  y  me  des- 
digo! Y  asustada,  me  he  quitao  de  enmedio. 
Eso  ha  sido. 

Guad.  ¿Y  qué  vas  a  hacer,  criatura? 

Jesusa  Dile  a  tu  maestrea  si  me  quié  tener  hasta  que 

yo  vea... 

Guad.  Mujer,  es  que  hay  que  mirar... 

Jesusa  ¡Yo  soy  mayor  de  edad! 

Guad.  Bueno;  se  lo  diremos.  ¿Y  no  has  ido  a  bus- 

car a  Serafín? 

Jesusa  He  pasao  por  el  Bar  y  estaba,  allí  con  otros 

amigois  y  dos  o  tres  mujeres  de  mala  pinta. 

Guad.  ¡Qué  golfo  de  hombre! 

Jesusa  ¡Y  no  he  querío  decirle  náa! 

Guad.  Pueis  hay  que  avisarle. 

Jesusa  Déjalo;  ¿pa  qué? 

Guad,  ¿Cómo  que  pa   qué?    ¡Amos,   mujer;   paeces 

prima!  ¿Te  vas  de  con  tus  padres  por*  causa 
suya  y  dices  que  pa  qué?  Pues  pa  que  sepa 
lo  que  has  hecho  y  que  vea  él  lo  que  hace. 
A  mí  me  ha  dicho  que  te  quieire  a  su  mane- 
ra. ¡Pues  a  ver  qué  manera  es  esa! 

Jesusa  (Llorando.)  Chica,  yo  siento... 

Guad.  Bueno,  bueno;  déjate  de  llorar  ahora. 

Jesusa  Perdona,  Guadalupe. 

Guad.  No  te  apures,  tonta;  ya  abrirá  Dios  puertas 

de  claridá.  Y  hala  pa  dentro.  Yo  me  pongo 
el  mantón  y  yoy  a  buscar  a  Serafín.  (Miran- 
do hacia  la  derecha.)  Y  si  no...  calla...  por 
allí  viene  encendiendo  el  señor  Silvino ;   co- 


-  4?  — 

mo  éste  es  el  último  farol,  le  mandaremos  a 
él... 

Jestisa  Como  quieras. 

Guad.  (Fijándose.)  Digo,   ¡le  mandaremos  a  él!  Le 

mandaremos  si  pué  ir,  porque  viene  de  una 
forma,  que  me  parece  que  trae  una  merluza 
fresquita;  recién  cogida.  ¡Maldita  sea!  ¡Y 
decía  que  no  lo  iba  a  catar!  ¡Qué  tíos  de 
hombres!  Hija,  te  digo...  En  fin,  pasa.  (En- 
tra Jesusa.)  ¡Hay  que  ver  los  «tra^pieses» ! 
(Entra  y  cierra.) 


ESCENA    n 

SEÑOR  SILVINO.  Después  un  CHICO.  Al  final  un  CURA 

Süvino  (Por  la  primera  derecha,  con  la  vara  encen- 

dida. Trata  inútilmente  de  disimular  una  bo- 
rrachera miiij  decentita.)  «La  estristrustriz 
mis  tras  truz»...  ¡Ay,  que  no  lo  digo!  «La 
trus,  trus,  troz»...  ¡Me  se  hacen  hebras! 
¡Maldita  sea!  Y  too  ha  sío  la  última  copa  de 
Chinchón  que  m'han  dao  en  esa  taberna  que 
se  titula  ((El  chaflán».  ;(La  tros,  tros,  tris,. 
tris,  trus,  traz))...  ¡Ay,  que  no  me  sale! 
¡Bueno,  es  que  soy  muy  desgraciao!  Tengo 
una  carrerita  de  pronóstico.  No  hay  farol 
que  no  caiga  delante  de  una  taberna ;  y  ¡  cla- 
ro!, simpatías  que  tié  uno,  afición  que  no  fal- 
ta, ((mananimidaz))  y  (donganizanimidaz»  en 
los  dueños,  pues  chico  aquí,  chico  allí,  chico 
en  el  otro  lao,  cuando  UegO'  a  estas  alturas 
vengo  de  chicos,  que  traigo  el  estómago  que 
es  una  escuela  de  párvulos  y  no  sé  ni  lo  que 
me  enciendOL  ¡Me  se  tuerce  hasta  la  vara! 
Pero  este  farolito  es  mi  pesadilla.  Encender 
este  farolito  me  cuesta  a  mí  más  trabajo  que 
juntar  dos  duros.  Si  le  atinara  de  primeras 
por  un  casual...  Voy  a  ver.  (Apunta.)  A  una, 
a  dos,  a  tres.  (Va  a  encenderlo  vara  en  ris- 
tre y  se  desvia.)  ¡Me  ha  fallao  por  un  pelo! 
¡Pero  por  un  pelo  de  esos  del  anuncio  del 
((Petrólio  Gal».  A  ver  desde  aquí.  ¡Duro! 
(Tampoco  atina.)  ¡Qué  lástima!  ¡Lo  he  pa- 
sao  rozando!  Nada,  que  no  atino.  Estos  últi- 
mos farolitos  los  debía,  yo  encender  con  fal- 
silla.  ¡Qué  haría  yo.  Dios  mío!  Calla,  ya  sé; 


—  4S  — 

me  apaicinco  al  farol,  sujeto  la  vara  y  la  su- 
bo poquito  a  poquito.  (Va  haciendo  todo  lo 
que  dice.)  ¡Ay,  que  sí!...  ¡Anda,  que  es  tu- 
yo, Sil  vino!  ¡Arriba!  ¡Arza!  (Al  ¡in  lo  en- 
ciende.) ¡Ole!  (Adoptando  artística  postura.) 
Encendido  por  puntería  particular.  ¡Ele!  (Se 
sienta  en  el  banco,  se  limpia  el  sudor  y  apa- 
ga el  ¡arolillo  de  la  vara.)  ¡Pero  me  ha  eos- 
tao  lo  niío,  rediez !  ¡  Bueno,  esto  es  una  mala 
vergüenza,  vaya!  Yo  no  vuelvo  a  beber  en 
toa  mi  vida.  Aquí  tengo  un  cascO'.  (Se  levan- 
ta la  blusa  y  saca  una  botella  de  un  bolsillo.) 
Lo  voy  a  tirar,  hale;  no  quiero  más  cascos 
que  los  míos.  (Lo  va  a  tirar  y  se  detiene.) 
¡Aguarda,  Silvino,  que  esto  suena!  (Zaran- 
dea la  botella.)  ¡Aquí  queda  una  meaja!  (La 
mfra  al  trasluz.)  Dos  dedos  cúbicos.  Bueno, 
yo  no  tiro  esto,  no  vaya  a  ensuciar  la  calle 
y  me  pongan  multa.  Haré  el  último  sacrifi- 
cio. (Bebe  y  se  relame.)  ¡PerO'  qué  raro  es 
esto  de  la  bebida,  hombre!  Cuidao  que  pa 
que  no  me  se  note  que  bebo*,  he  hecho  co- 
sas con  el  vino.  ¡Pues  coono  si  no!  En  fin, 
ha  habido  una  temporada  que  pa  que  no  me 
notasen  que  estaba  alegre,  de  que  bebía  em- 
pezaba a  sollozar.  BuenO',  pues  en  cuanto 
me  encontrciba  a  un  amigo  y  me  echaba  en 
sus  brazos  llorando,  me  decía  :  t(Tú  te  has 
alegrao»,— y  no  había  forma.  A  más,  tengo 
la  desgracia  de  que  a  mí,  cada  vino,  me  da 
por  una  cosa.  Bebo  tintillo  de  «Rjeda»,  y  too 
me  da  vueltas ;  pruebo  «Jerez  Misa»,  y  a  la 
segunda  copa  ya  me  estoy  persignando;  cato 
«Tres  Palos  Cortaos»,  y  me  lío  a  estacazos 
con  mi  sombra.  En  fin,  un  día  me  dieron  una 
copa  de  ((Champagne»  de  la  (tViuda»,  y  quise 
ir  a  darla  el  pésame,  conque  no  digo  más. 
Bueno,  y  lo  del  farolito  lo  he  salvao,  pero 
¿cómo  quedo  yo  con  la  Guadalupe,  que  es  el 
bello  ideal  de  mi  esistencia?  Porque,  que  yo 
no  digo  lo  de  la  «estritrutiz»,  eso  ((descon- 
trao».  No  me  queda  más  recurso  que  silbar. 
(Se  levanta^  prueba  y  no  puede.)  ¡Ay,  que 
no!  (Vuelve.)  ¡Ay,  que  tampoco  puedo!  Si 
pasase  alguno  que  supiese  silbar,  silbaba  y 
me  salvaba.  (Mirando  segundo  derecha.) 
¡Calle,  un  chico;  voy  a  ver!  (Llama.)  Oye, 
galán ;   haz  el  favor. 


—  43 


Chico 

Silvino 

Chico 

Silvino 

Chico 

Silvino 

Chico 

Silvino 

Chico 

Silvino 


Cuira 
Silvino 


Gura 
Silvino 

Cura 
Silvino 

Cura 

Silvino 
Cura 

Silvino 
Gura 

Silvino 


(Acercándose.)  ¿Qué  quiere  usté? 
¿Tú  sabes  silbar,  rico? 
Yo,  no,  señora. 
¿No  sabes  silbar  pa  dentro? 
No,  señor. 
¿Ni  pa  fuera? 
No,  señor. 

¡Qué  raro!  ¿Pues  tú  que  eres? 
Soy  de  la  «clá»  de  Barbieri. 
Hombre,  haberlo  dicho.   Clarn,  un  chico  de 
la  clá,  ¿cómo  va  a  saber  silbar?  Pues  te  hu- 
biese dao  treinta  céntimos,  no  creas.  (El  Chi- 
co, después  de  mchayarlen,  hace  mutis  por 
la  izquierda.)  Aguarda,  Silvino;  por  aUí  vie- 
ne... No,  pero  es  un  sacerdote,   ¿y  cómo  le 
digo  yo  a  un  «cleguiro»?...  Ahora  que  paece 
muy  güeña  persona,  y  como  no  pasa  nadie, 
quizás  que  el  hombre...   (Sale  un  Cura  por 
primera  derecha.)  Padre :  usté  disimule. 
(Deteniéndose.)  Diga,  Irüjo. 
(Le  besa  la  mano  y  después  con  la  manga  de 
la  blusa  se  la  limpia.)  Yo  deseaba  una  coF^a, 
pero  no  me  atrevo  porque... 
Diga,  hijo  mío;  diga  lo  que  quiera. 
(Afligido.)  Estoy  en  un  apuro  muy  grande, 
padre. 

¿Qué  le  pasa? 

Usté,  por  un  casual  de  esos  raros  de  la  vida, 
¿sabka  silbar,  padre? 

(Mirándole  con  gran  extrañeza.)  ¿Silbar  yo. 
¿Dice  usted  que  silbar? 
Sí,  padre;  silbar. 

Silbar,  no;  pero  tome  usted,  hijo  mío,  tome 
usted.  fLe  da  una  moneda.) 
(Mirándola.)  ¡Diez  céntimos!  ¿Pa  un  pito? 
Para  amoníaco.  Muy  buenas.  (Saluda  y  ha- 
ce mutis  por  la  izquierda.) 
¡M'ha  cepillao! 


Guad. 
Silvino 


ESCENA    m 

SILVINO  y  GUADALUPE 

(Saliendo  y  quedando  en  la  misma  puerta.) 
¡Muy  bonito! 

(¡Arrea!)   (Muy   depnsa.)   «La  tristris,   tris- 
tris,  tristros...  al  tranvía  treinta  y  dos»... 


—  50 


Guad. 

Silvino 

Guad. 

Silvino 

Guad. 

Silvino 

Guad. 

Silvino 


Guad. 

Silvino 

Guad. 

Silvino 

Guad. 

Silvino 

Guad. 

Silvino 

Guad. 


Silvino 

Guad. 

Silvino 

Guad. 

Silvino 

Guad. 

Silvino 

Guad. 

Silvino 


No  se  moleste  ustó,  que  se  le  ven  las  agallas. 
¿A  quién? 
A  liL  «merluza». 

¡Puos  antes  me  ha  salido  como  una  seda! 
Los  he  visto  golfos,  perb  como  usté... 
Por  Dios,  Guadalupita,  no  so  enfade  usté. 
Pos  qué  quiere  usté,  ¿que  encima  le  baile  el 
agua? 

¡Agua,  no!  No  siendo  el  agua,  baíleme  usté 
lo  que  quiera.  Pero  que  ((COste»  que  borracho 
no  estoy. 

Bueno,  ya  hablaremos  de  eso;  ahora  vamos 
a  lo  importante. 

No  siendo  deprisa,  vamos  donde  a  usté  le  dé 
la  gana. 

¿Está  usté  pa  hacerme  un  favor? 
De  cabeza.  (Coge  la  vara.) 
Sabrá  usté  que  la  Jesusa  se  ha  escapao  de 
su  casa. 

Lo  he  sabido  cuando  salía  a  encender.  ¡Me- 
nudo trago  mé  han  dao! 
Bueno;  pues  Cistá  aquí. 
¿Aquí? 

En  casa  mi  maestra.  Y  hace  falta  que  vaya 
usté  a  buscar  a  Ser'afín  y  que  lo  traiga,  a  es- 
cape, que  hay  que»  tratar  lo  que  hacemos  con 
esa  chica. 

¿Y  dóndei  lo  encontraré? 
En  el  Bar;  donde  siempre. 
Voy  en  un  vuelo. 
¡Por  Dios,  que  lo  traiga  usté! 
Lo  traigo.  (Sale  dando  traspiés.) 
¡  Dios  mío !  ¡  Hay  que  ver  las  eses  que  va  usté 
haciendo! 

Que  yo  lo  traiga  y  usté  no  se  fije  on  la  letra, 
¡Se  mata!   (Entra  en  el  obrador.) 
¡No  creo  que  haga  falta  ir  a  buscar  a  los 
amigos  con  tiralíneas!   (Vase  primera  dere- 
cha, cantando.) 

((Soy  el  farolero,  etc.» 


51  — 


ESCENA   IV 


LUCIO  t(  CARRACA,  por  la  izquierda. 


¿Lo  has  oído  todo,  Carraca? 
Hasta  las  comas. 

Ya  me  se  hacía  a  mí  que  la  Jesusa  daría 
con  sus  huesos!  ande  su  amigota.  ¿Qué  te 
dije?  Ahí  la  tienes.  (Señalando  al  obrador.) 
¿Y  has  visto  el  farolerito  en  su  papel  de  «ca- 
cahué»? 

A  ese  encendedorl  m,ecánico  le  estropeo  yo 
el  muelle;  por  mi  salú. 
Ha  ido  a  buscarles  el  pollo. 
Pues  se  lo  encuentran  trinchao  de  que  sal- 
'gan.  Lo  vas  a  ver. 
Cálmate,  Lucio. 

No  me  calmo,  Carraca.  Me  arde  el  corazón 
de  rabia,  que  3*0  le  he  hablao  a  esa  mujer 
como  hablan  los  hombres  de  bien  y  me  se 
ha  puesto  delante  de  too  eil  mundo(  en.  un 
redículo,  que  s'han  reío  de  mí  hasta  los  ado- 
quines. Que  to  lo  de  hoy  ha  sío  una  coba 
que  m'ha  suministrao  esa  niña  pa  darle 
achares  al  Pinturerito  y  atraérselo  a  mi  cos- 
ta, y  eso  no,  Carraca.;  el  que  se  columpia 
conmigo,  se  cae  y  se  rompe  los  dientes. 
Náa  más. 

¿Y  qué  croquis  es  el  tuyo? 
Mu  sencillo.  Coger  a  ese  pollo  de  que  venga 
y  decirle  que  he  determinao  que  renuncie  a 
esa  mujer  pa  siempre,  y  si  contr^aviene  mis 
orlienanzas,  que  se  compre  un  aparato  pa 
sonarse,  porque  las  narices  no  le  van  a  ha- 
cer servicio. 

¡Almirable!  Te  voy  a  declarar  de  texto.  No 
quiero  pedirte  en  la  refriega,  si  la  hubiese, 
más  que  una  partícula. 
Tú  dirás. 

Que  me  permitas   suministrarle  la  bencina 
al  farolero  por  mi  propia  mano;  es  una  ((ose- 
sión»  qiie  tengo. 
Otorgao. 

Te  viviré  eteniamente  agradecido  lo  que  que- 
da de  semana. 


Lucio  (Mirando  hacia  la  derecha.)  ¡Calla!...   ¡Mía- 

los!... Por  allí  vienen. 

Carraca        Es  verdad. 

Lucio  Recátate  ipa  hacia  aquí. 

Carraca  jQué  sorpresa  tan  agradable  van  a  tener  I 
(Se  ocultan  izquierda.) 


ESCENA   V 


DICHOS,  SILVINO  ij  SERAFÍN,  primera  derecha. 


Silvino  (Trayéndolo  agarrado  de  la  chaqueta.)  Anda 

aprisa. 

Serafín  Pero  aguarde  usté,  hombre.   ¿Dice  usté  que 

s'ha  escapao? 

Silvino  S'ha  escapao. 

Serafín         Pero,  ¿cómo  s'ha  escapao  de  su  casa? 

Silvino  Pues  echando  a  correr  debe  haber  sido. 

Serafín         Bueno;  pero  digo  yo,  ¿que  por-  qué? 

Silvino  Pues  que  te  tiés  que  desengañar,  Serafín,  la 

Jesusa  no  quíé  a  nadie  más  rpíe  a  ti  en  este 
mundo  pamplinero,  anda. 

Serafín         Bueno,  y  a  mí  ¿para  qué  me  llaman? 

Silvino  Pa  que  te  entrevistes  con  ella  y  con  la  maes- 

tra de  la  Guadalupe,  que  es  i)er'sona  de  ca- 
rácter y  que  arregléis,  de  una  vok  lo  que  tenga 
que  ser. 

S:rs.fín  Bueno,  ¿y  yo  aquí,  no  correré  peligro? 

Silvino  ¡Tú  qué  vas  a  correr  I  A  más  de  que  si  hu- 

biera peligro,  no  lo  correría.s  tú  solo,  des- 
cuida. 

Serafín         Oiga  usté:  ¿y  qué  ha  hecho  la  Jesusa  con 
ese:  tío  viejo? 

(Salen  despacio  Lucio  y  Carraca,  y  se  apo- 
yan en  el  farol) 

Silvino  ¿Con  el  paleto?  ¡Ja,  ja!...   ¡Lo  ha  dejao  por 

puertas!...  ¡¡Y  con  una  de  hojaldro!!...  Porque 
el  tío  se  había  liao  a-  convidar.  ¡Ja,  ja!  ¡Si 
ves  qué  chufla,!..*.  ¡Nos  hemos  reídO'  los  veci- 
nos, que  ni  una  película  de  Charlot!  ¡.Ta,  ja! 

Serafín  (Riendo  también.)  ¿Y  qué  ha  hecho  el  pobre 

anciano? 

Silvino  Pues  carcúlate;  ¡a  estas  horas  estará  en  Na* 

valcamero  desollinando  chimeneas! 

Lucio  (Sin  avanzar.)  Jubilosas  y  saludables. 

Silvino  (Al  verle.)  ¡Mi  madre!  (Se  repliegan  a  la  de- 


)3  — 


Silvino 


re  conf  ur- 
que 


ver 


rei:lia,  quedando  Seralin  en  primer  término.) 
ídem,  ídem. 

(Aparte  a  Silvino.)  (¡Pue^  no  está  en  Naval- 
carnero!) 

(jHo  marrao  el  itinerario!) 
Beso  a  ustedes  las  respectivas, 
ídem,  ídem. 

(Quitándose  la  gorra.)  Plácidas  y 
tantcs.  (¡Nos  pondremos  finos,  a 
pasa!) 

(Avanzando  lentamente,  Carraca  queda  en 
segundo  término^  formando  pendant  con  Sil- 
vino.)  A  ustedes  íes  habrá  sorprendido,  pero 
no  tengo  más  remedio  que  presentarme  aquí 
de  í^olpc  y  porrazo. 
¡Rediez!- 
Idom,  ídem. 

Lo  del  porrazo  y  el  golpe  es  una  frase  hecha; 
no  alarmarse. 

Servidor  no  s'alarma  de  nada. 
M'alegro,  joven;  y  como  principalmente  va 
con  usté  el  asunto,  siempre  es  mejor  que  con 
una  calandria  tropezarse  con  un  pollo. 

Y  que  aquí  tienes  de  todo:  pollo  y  gallina. 
(Señalando  a  Serafín  y  Silvino.) 

¿Ha  dicho  usté  gallina? 
Gallina. 

(Imitándole.)  ídem,  ídem. 
Reanudo.  Servidor,  soy  un  viejo,  un  paleto 
que  quizás  que  habré  hecho  malamente  en 
dirigirme  a  una  mujer  joven  y  madrileña, 
no  diré  que  no;  pero  yo  iba  por  derecho  y  a 
lo  decente  y  he  ai'o  ojeto  de  una  burla  as- 
querosa. 

Hombre,  tanto  como  burla... 
Usté  se  ha  metió  a  farolero  pa  ganarse  la 
vida,  pero  nada  más. 

(Avanzando  un  poco.)  Señor  Lucio,   el   que 
uno  intermedie  pa  aplacar... 
(Imperativo.)  He  dicho. 

(Soplándole  en  la  cara  a  Silvino.)  Fú-úú.  Apa- 
ga o.  (A  Lucio.)  Prosigue. 

Y  vengo  aquí — se  lo  diré  clarito  y  deprisa — 
a  darle  a  usté  una  orden, 

¿Orden  a  un  servidor? 

Que  he  decretao,  en  castigo  de  esa  burla  que 
me  s'ha  hecho,  que  la  Jesusa  no  sea  pa  mí, 
pero  pa  usté  de  ninguna  manera. 


5i  — 


Sei^íin 

Lucio 

Silvino 

Lucio 

Carraca 

Lucio 


Serafín 

Lucio 

Silvino 

Lucio 

Carraca 

Silvino 

Carraca 
Silvino 

Serafín 


'Silvino 


Lucio 

Silvino 
Lucio 


Serafín 

Lucio 

Silvino 


Serafín 


¿Quién,  lo  va  a  estorbar? 
Esto  pobrecito  anciano. 
Hombre,   avasallar  a  la  gente... 
(Como  antes.)  Usté  se  calla.  He  dicho. 
(Ídem.)   ¡Fúuuu!   Apagao.  Prosigue. 
Conque  se  vuelve  usté  a  su  casita  y  mien* 
tras  yo  viva  en  este  mundo — apúnteselo  en 
el  Kcrané» — ,  a  la  Jesusa,  no  la  dice  usté  ni 
tanto  así. 

Pa  mí  que  usté  s'alumbra  con  aceite  y  no 
ve  claro,  mi  amigo. 
Gomo  con  sol;  conque  largo. 
Pop  Dios,  señor  Lucio,  que  yo  creo... 
Usté  se  calla.  He  dicho. 
¡Fúuuu!  Apagaa 

(Indignado.)  ¿A  que    le    enciendo  a  usté  el 
pelo,  se  juega  usté  algo? 
Las  cejas, 

«Ban))...  (Separándose  obligado  por  Serafín.) 
((bandido». 

Cállese  usté  un  momento,  señor  Silvino, 
que  leí  voy  a  poner  una  posdata  a,  este  suje- 
to. (Avanza  hasta  Lucio.)  ¿A  ver  si  me  se 
ye  el  babero,  señor?  No,  ¿verdad?  Pues  me 
(parece  a  mí  que  a  un  individuo  que  no  usa 
ya  la  denticina,  no  se  le  manda  náa;  si  aca- 
so, expresiones  y  cariñosas.  De  forma,  que 
servidor  hará  con  la  Jesusa  aquellO'  que  sal- 
ga de  su  corazón  y  de  su  gusto.  Conque  a 
dar  órdenes  a  Navalcarnero',  qnei  creo  que 
es  cabeza  de  partido.  (Vuelve  a  la  derecha,) 
(Avanza  hasta  Lucio.)  He  dicho.  (Volviendo 
la  cara  y  soplando  a  Carraca.)  ¡Fúu...  úul 
Apagao.  (Vuelve  al  lado  de  Sera¡Ln.) 
Está  bien.  Y  a  propósito  de  partido  y  de  ca- 
beza. 

(Aterrado.)  ¡Mi  madre! 
¿Le  daría  a  us.té  miedlo  venir  a   esa.  calle 
próxima,  que  está  a  oscuras,  a  lomarse  doe 
pescozones  con  un  servidor? 
Y  cuarenta  mil. 

Andandito.  (Vase  fondo  izquierda.) 
(Trata  de  detener  a  Serafín.)  ¡Por  Dios,  Se- 
rafín!   ¡Hombre,  señor  Lucio,  que  no  es  pa 
tomarlo  así! 

(Siguiendo   a  Lucio.)    ¡Quite  usté,   hombre! 
Vamos,  ya.   ¡Avasallarle  a  uno!  Pues  ahora 


—  55  — 

es  cuando  soy  yo  capaz    hasta    de    casarme 

con  ella.  (Vase.) 
Carraca         (Deteniendo  a  Silvino,  que    trata    de    hacer 

mutis.)  Encendedor,  venga  usté,  que  le  voy 

a  echar  bencina. 
Süvioo  ídem,   ídem,   :quei  los  de  mi   puehJiO  no  se 

achican.   (Vanse  todos.) 


ESCENA   VI 

Una  VIEJA.  Una  NIÑA.  TRANSEÚNTES,  GUADALUPE, 

JESUSA,  OFICIALAS,  SERAFÍN,  SILVINO,  MUJER  /.», 

HOMBRE  i.°.   Un  CHICO,  al  final  EL  CARRACA 

Se  oyen  golpes,  voces  de  pelea,  estacazos,  gritos,  etc.  Sale 

por  la  izquierda,  despavorida,  una  Vieja,  con  una  Niña 

de  la  mano.  Varios  Transeúntes  salen  por  la  derecha  y 

corren  al  lugar  de  la  acción. 


¡Ay! 
tan! 


¡Socorro!  ¡Corre,  hija  mía,  que  se  ma- 


Vieja 

Niña  ¡Ay,  cómo  se  pegan  esos  hombres! 

Vieja  (Mirando  aterrada.)    ¡Mira,  mira!    ¡Uy,   có- 

mo están  poniendo  a  ese  pobre  farolero!  ¡Y 
no  hay  quien  los  separe!  (Gritando.)  ¡Guar- 
dias !  i  Que  se  matan  esos  hombres ! ...  j  Guar- 
dias! 

Niña  ¡Ay!...  ¡Vamonos,  agüela! 

Guad.  (Saliendo  alarmada  del  obrador,  seguida  de 

Jesusa  y  dos  oficialas.)  ¿Qué  pasa? 

Jesusa  ¿Qué  es? 

Vieja  ¡Unos  hombres  que  se  matan!  ¡A  un  farole- 

ro que  lo  están  desollando! 

Guad.  ¡Madre!   (Mirando.)   ¡Pero  si  son  Serafín  y 

el  señor  Silvino! 

Jesusa  jCómo    Serafín!   (Corre  a  mirar.)   ¡Es 

dad!...  ¡Virgen!  (Llamando.)  ¡Serafín! 
Serafín ! 

Vieja  Deje  usté,  qiíe  ya  los  separ'an. 

Guad.  PerO',   ¿qué  habrá  sido? 

(Silvino  sale  hecho  un  desastre,  todo  roto^ 
sucio  de  tierra,  con  un  ojo  amoratado  y  la 
nariz  sangrando.  De  vez  en  cuando  se  escu- 
pe en  el  pañuelo  y  mira  la  saliva.  De  la  vara 
de  encender  le  ha  quedado  un  solo  trozo.  Se- 
rafín viene  en  situación  muy  semejante,  con 
una  gran  contusión  en  la  ¡rente  y  el  panta- 


ver- 

¡Ay, 


—  56  — 


Silvino 


Jesusa 

Serafín 

Jesusa 
Serafín 
Jesusa 


Guad. 
Silviao 


Chico 

SilVino 

Mujer 

SUviuo 
Hombre  1.° 
Silvino 


Mujer 


Jesusa 
Serafín 
Guaa. 

Silvino 


Guad. 

Silvino 

Jesusa 

Serafín 


Jesusa 


lón  roto  por  la  rodilla  y  el  cuello  de  la  cami- 
sa desabrochado.  Les  sigue  un  grupo  de  dos 
o  tres  mu¡cres,  cuatro  hombres  y  dos  chicos.) 
(A  los  que  los  rodean.)  Nada,  señores;  mu- 
ellísimas gracias,  i  No  ha  sido  nada  lo  del 
ojo!   Nada,  nada. 

¡Semfín,  tú  heiridol  Pero  ¿qiiién  le  ha  pe- 
gao? 

Deja,  no  ha  sío  náa.  ¡Ese  ladrón!  ¡Ese  tío! 
Pero,  ¿qué  ha  pasao?...  PeiN>,  ¿con  quién? 
¡Déjate,  náa;  no  ha  síu  náal 
Vente  aquí.  (Lo  lleva  al  banco,  le  mira  las 
heridas;  Serafín  se  sacude  la  tierra  de  la  ro- 
pa y  se  compone  aquel  desastre,  en  lo  posi- 
ble.  Parte  del  grupo  de  transeúntes  los  ro- 
dean.) 

(A  Silvino.)  jAy,  por  Dios,  qué  cara!  Pero, 
¿qué  ha  ocurrido? 

Pues  una  paliza  que  nos  han...  que  nos  han 
ohligao  a  que  les  diéramo'S.   No  siento  noás 
que,  que  he  perdido  la  chapa.. 
La  he  cogido  yo.  (Se  la  da.) 
Gracias,  rico.  Me  han  torció  el  número. 
Aquí  tié  usté  la  gorra.   (Se  la  entrega  toda 
rota,  la  visera  sólo  está  sujeta  por  un  lado.) 
Gracias,   señora;  muchísimas  gracias. 
Y  que  se  arregle  eso. 

Muchísimas  gracia-s.  No  ha  sío  náa,  no  ha 
sío  náa. 

¡Cómo  los  han  puesto  a  los  infelices! 
(Vanse  todos,  cada  cual  por  donde  salió,  in- 
cluso las  Oficialas  del  taller.) 
¡Sangre!   ¡Aquí  tienes  sangre,   Serafín! 
¡Déjate,  mejor! 

(A  Silvino,  que  se  busca  nerviosamente  en 
los  bolsillos.)  Pero,  ¿qué  busca  usté? 
(Hablando  con  nerviosidad.)  Las  narices... 
que  yo  tenía...  t^nía  un  poco  de  aglutinante 
pa  ponérmelo  y  no  sé...  ¿Qué  me  ha  que- 
dao?  (Le  acerca  la  cara.) 
Una  señal. 

Si  ha  quedao  señal,  menos  mal. 
Entraj  en  el  obrador  y  te  pondré  un  poco  vi- 
nagre con  agua,  anda. 

Yo  no  entro  así  más  que  en  la  cárcel  cuan- 
do mate  a  ese  tío.   ¡Maldita  sea  su,'  alma  la- 
drona! 
Pero,  ¿con  quién  ha  sido  la  pelea? 


—  5?  — 


Serafín         Con  el  s-eñor  Lucio,  el  «Ganeiie)). 

Jesusa  ¡Ay,    Dios  mió,   que  me  lo  figuraba!   ¿Ves, 

ves  lo  que  te  dije?  (A  Guad-alupe.)  [Yo,  yo 
tengo  la  culpa  de  todo!  Yo,  yo  la  tengo. 
(Llora.) 

Serafín  Bueno,  tú  te  callas  ahora,  que  no  quió  mur- 
gas. 

Guad.  ¿Entonces  usté?... 

Süvino  Mi  batalla  naval — y    digo  naval   porque   lo 

h&  tinao  a  una  fuente — ,  ha  sido  con  el  Ca- 
rraca. Náa.,  que  el  tío  venía  por  lana  y  se  ha 
llevao  media  vara.  Aquí  está  el  resto.  (Mos- 
trando el  palo.) 

Guad.  ¿Y  eso  del  ojo? 

SilVino  Que  al  ir  a  daí^le  un  estacazo,  he  tropezao. 

Guad.  Con  su  puño. 

Serafín  Sí,  señora;  que  se  pone  uno  ciego  y  no  ve. 

¡Pero  le  he  dao  mía  de  golpes!...  ¡Mi  madre! 

Guad.  ¿Muchos? 

Silvino  Que  se  lo  han  llevao  entre  cuatro,  no  le  digo 

a  usté  más,  Guadalupe.  (Se  apoya  en  la  me- 
dia vara  que  le  queda,  jacarandosamente. ) 

Carraca  (Que  ha  salido  por  la  izquierda,  sigilosamen- 
te; con  la  horquilla  de  la  cachaba  le  engan- 
cha el  extremo  inferior  de  la  vara,  tira  de 
él  y  le  hace  perder  el  equilibrio.)  ¡Embuste^ 
ro!   (Vase  rápidamente.) 

Süvino  (Aterrado.)   ¡Recontra!   (Rehaciendo    al    vef 

que  se  va.)   ¡Canalla! 

Guad.  ¡Granuja!   ¡Sinvergüenza! 

Serafín  ¡Golfo!   ¡Asqueroso'!  Ven  aquí,   vuelve. 

Silvino  No,  deja;  eso  no.  Ahora  verás  lo  que  yo  digo. 

(Las  mujeres  tratan  de  contenerle,  pero  él  se 
suelta,  llega  furioso  hasta  el  fondo  y  dice  gri- 
tando hacia  el  sitio  por  donde  hizo  mutis  el 
Carraca.)  I^rgo  de  aquí.  (Vuelve  muy  sa- 
tisfecho.) 
Jesusa  ¿Y  es  que  el  señor  Lucio  ha  venido  a  bus- 

carte? 

Serafín  (Muy  nervioso.)  ;Quemáo  por  lo  que  Thas 

hecho,  ha  venío  náa  menos  que  a  prohibirme 
a  mí  que  te  quiera,  y  como  a  mí  me  sale  del 
corazón  quererte,  pues  te  quiero  porque  te 
quiero  y  no  me  pi^ohibe  a  mí  que  te  quiera 
ni  ese  tío  ladrón,  ni  mi  padre  que  viniese. 
Náa  más  que  eso. 
Jesusa  Pero,  ¿es  de  veras,  Serafín?  Pero,  ¿qué  di- 

ces? Pero,  ¿es  que  tú  me  quieres? 


—  58  — 

Serafín         ¡Ni  mi  padr©  que  viniese! 

Jesusa  (Exaltada.)  Pues  si  tú  me  quieres,  Serafín,  si 

es  v&rdá  eisoí,  ¿quién  tendrá  poder  pa  qui- 
tamos de  este  cariño,  no  siendo  Dios?  Que 
venga  ese  tío,  que  venga,  y  si  no  le  saco  loa 
ojos,  que  me  arrastren.  ¡Que  venga!...  ¡Qne 
vuelv,a!   (Se  abrazan.) 

Silvino  (Escamado.)  Pero,  no  chilles,  mujer.    ¡Pero 

qué  necesidaz  tenéis  de  hacerlo  todo  a  gritos  I 


ESCENA   VII 

JESUSA,    GUADALUPE,  SILVINO,    SERAFÍN,    PATRO 
y    el    SEÑOR  MANOLO  EL  MERENGUE,  pHmera    de- 
recha. 


El  señor  Manolo  el  Merengue  es  un  lio  chulo  de  lo  más 

cínico  \j  peor  encarado  que  pueda  soñarse.   Trae  en  la 

mano   una    enorme    garrota.  Lleva  sombrero  hon^o, 

antiguo. 

PatiTo  (Al  verlos   abrazados.)    ¡Caray!...    ¡Que  no 

os  encuentra  una  que  no  sea  engarzaos! 

Silvino  ¡Arrea! 

Serafín  ¡La  Patro  otra  vez!   (Se  repliegan  a  la  iz^ 

quierda.) 

Patro  No  le  dé  a.  usté  vergüenza^    señor  Manolo; 

pase  usté,  que  ya  han  cedido. 

Manolo  (Cogiéndose  el  ala  del  sombrero  por  la  fren- 
te y  levantándolo  nada  mus  que  por  delante.) 
Tantísimo. 

Serafín  (Con  energía.)  ¿Ya  qué  vienes  tú  ahora,  dilo 

ya? 

Patro  Una  futesa.  Aquí,  mi  acompañante,  esi  el  se^ 

ñor  Manolo  el  ((Merengue». 

Serafín  (Indiferente.)  Muy  señor  mío. 

Manolo         (Como  antes.)  Tantísimo: 

Patro  Que  como  yo  sola  no  puedo,  viene  a  ayu- 

darte a  que  te  quite®  esa  ropita,  que  me  la 
voy  a  llevar,  ¿sabes-,  rico?,  y  las  cuatro  alha- 
jitas de  mi  ((usufruto)),  que  ya  te  lo'  dije.  Con- 
que, no  siendo  los.  pantalotnes^-  que  tol  los 
tolero  hasta  mañana,  andandito,  a  entregar, 
niño. 

Serafín  (Amenazador.)  Pero  ¿es  que  te  has  propues- 

to que  yo?... 
(Jesusa  y  Guadalupe  le  contienen.) 


Jj 


Patro  (Retirándose  un  poco  temerosa.)  Señor  Ma- 

nolo :  (Señalando  a  Sera¡ín.)  ((intremedie)». 

Manolo  Seré  «lacónito».  (Pasa  al  centro.)  Ese  temo, 
es  propiedaz  de  la  «inflascrita»,  según  fatu- 
ra  que'  exibo,  (La  manifiesta.)  fechada  en  e»- 
ta  corte,  fecha  u  supla.  Conque,  sÍFvase  des- 
pojarse, pollo. 

Serafín  Pero,  que  yo  me  quite... 

Manolo         O  ropa  o  chichones;  elijan. 

Silvino  Bueno,  este  merengue  nos  amarga  la  vida. 

Serafín  ¿De  modo,  que  vienes?... 

Patro  Por  las  prendas)  gue  me  pertenecen.  Con  esa 

te  basta.  (Por  Jesusa.) 

Jesusa  Sí,  señora;  y  le  sobra.  Diga  usté  que  sí,  ea, 

que  ya  me  he  hartao  yo.  (Exaltada  y  nervio- 
sa empieza  a  despojar  a  Serafín  de  las  pren^ 
das  en  litigio.)  Trae  aquí;  ven  aquí. 

Serafín  Pero,  ¿qué  vas  a  hacer? 

Jesusa  (Quitándole    la    americana.)  Trae    aquí    esa 

porquería.  (Se  la  da  a  Silvino.)  Désela  usté. 

Guad.  Pero  oye,  chica... 

Silvino  Bien  hecho.   (Ha  cogido  la  americana  y   la 

tira  a  los  pies  de  Manolo.)  ¡Americana! 

Jesusa  (Quitándole    el    chaleco.)  Quítate    esta    ver- 

güenza. (Se  lo  da  a  Silvino.) 

Serafín  Pero  oye... 

Silvino  (Tirándole  a  los  pies  de  Patro.)    ¡Chaleco! 

(Tirándole  la  gorra  a  Manolo.)  Gorrón,  digo, 
gorra. 

Jesusa  (Suponiendo  que  va  en  el  chaleco.)  Heló,  ca- 

dena,  anillos,  ahí  va  todo. 

Patro  (Recogiéndolo  todo  y  entregándolo  al  señor 

Manolo.)  Esiá  bien;  me  he  salido  con  la 
mía. 

Jesusa  Too  pa  usté;  todo.  Y  ahora  fuera,  fueía  de 

aqm'. 

Pata*o  Amos,  señor  Manolo.   (Vase  derecha.) 

Manolo  (Como  siempre.)  Tantísimo.  Y  no  vale  la  pe- 
na disgustarse,  señores ;  total,  me  llevo  cua- 
tro pingajos.  (Medio  mutis.) 

Silvino  ¡Cinco!   (Al  ver  que  se  vuelve,  saluda,  imi- 

tándolo.) ¡Tantísimo! 
(Mutis  Manolo.) 

Serafín  Pero,  ¿qué  hagoi  yo  ahora  así? 

Jesusa  Señor  Silvino,  haga  usté  el  favor;  déme  usté 

su  blusa.  (Quitándosela.) 

Silvino  Pero,  ¿te  has  vuelto  loca? 

Jesusa  Pronto,  ven^a  esa  blusa.. 


co 


Silvino  Oye,  tú ;  que  pellizcas.  (Queda  con  una  cha- 

queta negra  que  lleva  bajo  la  blusa.) 

Jesusa  Toma,  póntela;  ven  que  te  la  ponga.  (Sera- 

fín se  pone  la  blusa.)  Y  ahora,  Serafín,  así, 
t'on  esa  blusa,  con  esa  blusa  que  es  ropa  de 
trabajo  y  de  honradez,  me  paeces  otro  hom- 
bre. Me  paeces,  eso,  ¡un  hombre!,  no  lo  que 
eras  antes  :  un  chulo  de  mal  arate.  Conque, 
estamos  en  nuestro  momento :  o  así  toda  la 
vida,   o  déjame  para  siempre;    escoge. 

Serafín  (Vacilando.)  Bueno,  es    que    yo,  con    tanta 

cosa,  estoy  que  no  sé  qué  me  pasa...  ¡Yo  no 
sé  qué  hacer! 

Sifvino  Pues  cuando  a  un  hombre  le  entr'a  el  titu- 

beo, se  agarra  a  lo  que  tiene  más  cerca. 

Serafín  (Vacilante.)  ¿Dice    usté    que    se    agarra?... 

i  Abrazándola.)   ¡Jesusa! 

Jesusa  ¡Serafín  de  mi  alma! 

Silvino  (Afectado,  casi  llorando.)  Sí;   se  agarra  a  lo 

que  lié  más  cerca...  (Abrazándola.)  ¡Guada- 
lupe ! 

Gxiad.  (Picchazándole  de  un  empellón.)  \Chiis\  ¡Que 

lo  más  cerca  es  el  farol! 

Silvino  Nio  mo(  había  fijao.   Una  cosa  te  pido  náa 

más,  Serafín:  ¡que  me  honres  la  blusa! 

Guad.  Hónrasela,   pero  cuando  pases  por  una  ta- 

berna, te  la  atas;  si  no,  te  se  va  sola.,  ya  lo 
verás. 


ESCENA    ULTIMA 

JESUSA,    GUADALUPE,    SILVINO,    SERAFÍN,    LEON- 
CIO,  MARCIALA,   un  AGENTE  DE  VIGILANCIA,   DO- 
ROTEA, PRIMITIVO  y  VARIOS  TRANSEÚNTES.   Dos 
GUARDIAS  DE  SEGURIDAD 


Leoncio         (Saliendo  primera  derecha  y  señalando  a  Je- 
susa.) Esos ;  esos  son.  Esa  es  mi  hija. 

Silvino  ¡Rediez! 

Jesusa  ¡Mis  padres! 

(Se  repliegan  a  la  izquierda.  Los  transeún- 
tes que  salen  por  distintos  lados,  quedan  pa- 
rados, presenciando  la  escena.) 

Maro.  (Por  Serafín.)  Y  ese  es  el  canalla,  el  ladrón, 

que  nos  la  ha  robao. 

Leoncio        S'ha  vestío  de  blusa  pa  que  no  le  conocié- 
ramoa 


—  61  — 

Marc.  Deténgala  usté. 

Ag.  Vig.        (A  Jesusa.)  ¿Es  usté  hija  de  estos  señores? 

Leoncio        De  la  señora  y  de  un  servidor,  náa  más. 

Jesusa  Sí,  señor;  lo  soy. 

Ag.  Vig-       Soy  Agente  de  Vigilancia  y  tiene  usté  que 
venir  a  la  Comisaría. 

Leoncio        Detenida. 

Jesusa  ¡Yo!  ¿Por  qu,é? 

Ag.  Vig.       La  reiclaman  sus  padres. 

Jesusa  Soy  mayor  de  edad. 

Leoncio        Le  faltan  dos  meses. 

Ag.  Vig.       Eso  se  verá  en  el  Juzgado;  yo  cumplo  con 
lo  que  se  me  manda.  A  la  Comisaría. 

Jesusa  Bueno,  no  importa;  vamos  donde  sea. 

Serafín  ¡Jesusa! 

Jesiisa  Déjalo,   Serafín;  de  donde  vaya,  he  de  vol- 

ver, que  mi  cariño  es  pa  ti  y  el  cariño  es 
como  unas  alas,  y  con  ellas  del  fin  del 
mundo  se  vuelve  cuando  se  quiere.  Vamos. 
(Vanse  por  la  izquierda  Jesusa,  Agente,  cu- 
riosos y  Guardias,  quedándose  uno  muy  re- 
zagado.) 

Marc.  (Siguiéndolos.)  Pero,    ¿no   la   estás   oyendo? 

¡Mala  hija! 

Leoncio        Ahora  se  lo  dirán  a  ella.   ¡Perra!  ¡Más  que 
perra!   (Vanse  tras  el  grupo.) 

Silvino  ¿Está  usté  viendo,  Guadalupe? 

Guad.  ¡Pobre  chica!...  ¡Pobre  Jesusa! 

Dorotea        (Apareciendo  por  la  derecha.)  Y  usté,  a  la 
Comisaría   también,   hale.   Guardia,   detenga 
usté  a  mi  padre,  que  no  puedo  hacer  carre- 
ra de  él.  Deténgalo  usté. 
(Se  aproxima  el  Guardia.) 

Silvino  ¡Pem,  Doro! 

Primitivo     Sí,  señor;  deténgalo  usté,  que  la  mata  a  des- 
gustos. 
Silvino  (Dándole  un  pescozón.)  ¿Y  a  ti  quién  te  mete, 

so  gorrión? 

(Primitivo  sale  corriendo;  Silvino  tras  él,  y 
detrás  el  Guardia,  tratando  de  contenerle.) 
Dorotea  (Chillando.)  Guardia;  deténgalo  usté,  que  le 
pega  a  mi  novio.  ¡Guardias!  ¡Guardias! 
(Mucha  animación.  Música  en  la  orquesta  y 
telón  rápido  de  cuadro.) 

Intermedio  musical 


MUTACIÓN 


—  62  — 


CUADRO  SEGUNDO 


Telón  corto.  Fachada  de  la  iglesia  de  San  Lorenzo,  con 
jertas  practicables.  Es  de  día. 


ESCENA    PRIMERA 

Al  levantarse  el  telón,  algunos  grupos  de  Hombres,  Mu- 
jeres del  barrio,  Comadres,  Verduleras,  Albañiles,  Ven- 
dedores, Chicos,  Mendigos  y  Mendigas,  algún  Monagui- 
llo, revestido;  Vendedoras  de  rosas.  Toda  esta  abigarrada 
multitud  en  grupos,  comentan  algún  suceso  importante  a 
la  puerta  de_la  iglesia.  Es  un  día  radiante,  primaveral. 
Huele  a  ¡lores  y  a  incienso.  Las  campanas  repican  en  lo 
alto  alegremente. 

Música. 

Todos  ¿Qué  pasa  en  la  parroquia 

de  San  Lorenzo, 

que  suenan  las  campanas 

y  huelle  a  incienso? 

¿Qué  pasa  en  la.  parroquia 

de  mis  amores, 

que  suenan  las  campanas 

y  huele  a  flores? 
Ellas  Que  hoy  se  casa  la  chica 

del  pajarero, 

con  Serafín  Menéndez 

el  «Pinturero». 

Por  querer  con  constancia 

se  lo  han  ganao, 

después  de  los  disgustos 

que  les  han  dao. 
(Algunos  entran  en  la  iglesia;  otros  quedan 
formando  grupos.) 


—  6o  — 


ESCENA    II 

MARCIALA,  SENA  BLASA,  DOROTEA,  LEONCIO,  NI- 
COMEDES,  BAUTISTA  y  PRIMITIVO.  Por  la  derecha. 


Blasa 
Marc. 

Leoncio 

Bautista 
Leoncio 


Nicom. 
Leoncio 
Nicom. 
Bautista 


Marc. 

Leoncio 


Blasa 
Leoncio 

Dorotea 


l*rimitivo 
Dorotea 


Hablado 

¡  Por  Dios,  Marciala ;  no  llores  de  esa  forma, 
que  haces  charco  ande  te  paras,  mujer! 
¡Cómo  no  voy  a  llorar,  si  esa  mala  hija  se 
está  ca.sando  ahí  dentro  y  se  ha  hecho  des- 
gracia pa  siempre  y  nos  ha  arruinao  a  to^ 
dos! 

Nos  ha  arruinao,  sí,  pero  déjala;  yo  te  juro 
que  la  alegría  de  hoy  se  la,  amargo. 
¡Por  Dios,  Leoncio! 

Ella,    se    ha    casao    sin    mi    consientimienlo, 
pero  la  maldición  solemne  d'un  padre  va  a 
caer  sobro  esa  desgracia  en  la  misma  puer- 
ta de  la  iglesia.   (Muerde  la  gorra.) 
No-  te  afeztes,  Leoncio. 
¡Ay,  qué  amargo  e»  esto,  Nicomedes! 
¡Pero  si  es  que  te  estás  comiendo  la  visera! 
Hombre,    Leoncio,    yo    cr'eo    que    la    debéis 
pervionar,  porque  la  cosa  ya  no  tié  remedio 
y  dar  un  escándalo  aquí... 
No,  no  la  perdonamos. 

¡Nunca!  No  la  perdono,  Bautista;  no  la  per- 
dono. ¡Decirme  que  trabaje!...  ¡A  mil  A  un 
hombre  viejo,  aestronzao,  que  ¿qué  me  es- 
pera ya  en  este  mundo?  Morirma  Que  Dios 
se  acuerde  de  mí  y  pasar  a  peor  vida. 
Se  dice  pasar  a  mejor  vida,  señor  Leoncio. 
Sí,  señora,  se  dice  a  mejoii,  pero  como  nadie 
quiere  pasar,  yo  ya  me  voy  escamando. 
(Que  se  ha  quedado  aparte  con  Primitivo.) 
Pues  ustés  tienen  un  desgusto  gordo,  sí,  se- 
ñor, lo  comprendo',  pero,  ¿y  el  mío?  ¿Y  ese 
padre,  que  me  lo  ha  encismao  esa  chulona 
de  la  Guadalupe  y  se  ha  metió  a  padrino  con 
ella,  sin  hacer  caso  de  mis  consejos.  (Llora.) 
No  llores,  vida,  que  mañana  te  deposito. 
Y  no  es  eso  lo  peor,  sino  cinco  reales  que 
yo  tenía  ahorraos  pa  una  peineta  de  esas 
de  moda  con  encnjstaciones,  y  va  y  me  los 
qu\itdi  y  se  compra  una  ciorbata  colora  pa 


—  &i  — 

ponerse   majo.    Yo   que  guardaba  los   cinco 

reales,  con  la  ilusión  de  la  peineta,  y  voy  al 

cajón   ¡y   qué   cinco   reales   ni    qué   peineta! 

¡Alií  habían  estaol 

(Se  cyye  rumoi'  y  se  observa  niovimiento  de 

gente.) 

Blasa  Ya  salen,  ya  salen:  callarse. 

Leoncio        ¡Ahora  venéis  si  les  amargo  la  ñesta! 

Nicom.  ¡Leoncio! 

Blasa  ¡ Qué  guapa  sale ! . . .   ¡Da  gloria ! 

Maro.  No;  no  la  quiero  ver.  (Se  ocultan  por  el  late- 

ral derecha.) 


ESCENA    ra 

DICHOS  Salen  de  la  iglesia  JESUSA  de  novia,  SERA- 
FIN,  SILVINO,  GUADALUPE  y  acompañamiento.  INVI- 
TADOS, INVITADAS.  Ellas,  con  mantones  de  Manila  y 
flores;  ellos,  de  fiesta.  Rumbo  y  majeza  en  todos.  Les  si- 
guen curiosos,  chicos,  mcmaguillos,  etc.  Mucha  anima- 
ción y  alegría.  El  señor  Silvino  arroja  puñados  de  cwar- 
tos.  Le  dan  vivas,  voces,  aclamaciones.  Al  final,  LUCIO 
y  el  CARRACA. 

Música 

Acomp.  ¡Viva  la  novia  y  el  novio 

y  el  cura  que  los  casó, 
el  padrino  y  la  madrina, 
los  convidados  y  yo. 


Guad.  (A  Jesusa.) 

Tienes  un  hermoso  día, 

tienes  juventud  y  amor, 

camipanitas,   alegría, 

nardos  y  rosas  de  olor... 

¿qué  puedes  pedir,  Jesusa? 
Jesusa  Una  cosa  pediría: 

que  Serafín  me  quisiera 
Serafín  Pues  ya  te  ha  oído  el  Señor. 

Silvino  ¡Ole  lo  sentimental 

-   y  que  viva  el  yo  t'adoro! 

Vamos  a  cantar  a  cono. 

Venga  la  marcha  nupcial. 
(Se  forman  por  parejas;  mucha  animación.) 


—  Gü  — 

Todos  Vamos,  vamos,  vamos 

a  comer  a  la  Bombilla, 
del  bracero  así  ios... 
(Se  dirigen  hacia  la  derecha,  los  novios  a  la 
cabeza,  y  en  el  momento  de  llegar  al  lateral^ 
sale  el  señor  Lucio,  seguido  de  los  suyos.  To- 
dos retroceden.  Sigue  la  música  piano.) 

Hablado 


Leosicio  Hija  deseas td da 

que  huyes  de  mi  lao. 
¡Maldita  la  hora 
en  que  te  has  casao! 
(Ayes,    exclcumacianes,    llanto,  agitaci'ón  en 
todos.  Unos  rodean  al  padre,  otros  a  la  ma- 
dre, otros  a  los  novios,  etc.  Colocación  de  de- 
recha a  izquierda:  Blasa,  Marciala,  Nicome- 
des,   Bautista,   Leoncio,  Siivino,  Jesusa,   Se- 
rafín, Guadalupe,  Dorotea  y  Primitivo.) 
Sihrino  ¡Por  Dios,   señor  Leoncio! 

Jesusa  ¡Padre! 

Guad.  ¡Cállese  usté! 

Leoncio         ¡Sí;  yo  te  maldigo,  hija  «espuria))!  ¡Hija  «in- 

legítima»! 
Bilarc.  ¡Y    yo!    ¡Y    tu    madre    también;    descasta!... 

¡Mala  hija,  que  vas  a  sei'  mi  muerte!  ¡Ay, 
que  yo  me  muero!  ¡Ay,  qué  disgusto!...  ,Ay, 
qué  nudlo!  ¡Agua!.  ¡Dar-me  agua;,  que  me 
ahogo!  (Blasa  y  dos  o  tres  mujeres  la  auxi- 
lian.) 
Jesusa  ¡Madre,  jior  Dios! 

Serafín  ¡Hay  que  ver  la  mala  sangre!    ¡Darnos  este 

escándalo!   (Confusión  general.) 
Siivino  Señores,  calma ;   callarse    y    oirme    un    mo- 

mento. 
Guad.  Callarse  y  oir  al  señor  Siivino.  (Silencio.) 

Siivino  Señor  Leoncio,  yo  creo  que  lo  que  debía  usté 

hacer,  antes  que  vengan  los  guardias  al  es- 
cándalo y  s'arme  aquí  una  trifulca,  es  venir- 
se con  nosotros  a  la  Bombilla. 
Leoncio         ¿Yo    a    la     Bombilla?     (Coa    indignación.) 

I  Nunca ! 
Siivino  Tenemos  paella,  merluza  con  mayonesa,  cor- 

dero asao,  frutas  y  queso  con  gusanos  y  too. 
Usté  viene,  comemos,  bebemos  y  luego,  de 
sobremesa,  se  acuerda  lo  que  sea  :  la  perdo- 

5 


m 


na  usté  u  no  la  perdona.  (Aparte  a  los  otros.) 
(El,  que  conici,  que  ya  veréis.) 

Leoncio  (Enterneciéndose  poco  a  poco.)  ¿Y  dices  que 
paella? 

Silvino  Catorce  pollos,   seis  kilos   de   lomo,    treinta 

docenas  de  almejas... 

Leoncio         ¿Treinta? 

Silvino  ¡Las  habré  contao  yo! 

Leoncio  Vamos  a  tratar  lo  que  sea.  (Acercándose  a 
Marciala.)  ¿Quiés  que  vayamos,  Marciala? 
Esto  ya  no  tié  remedio.  Y  como  se  ven  tan- 
tas cosas  raras  en  el  mundo,  figúrate  que  a 
este  chico  le  da  ahora  por  ser  honrao ;  pues 
podía  ayudarnos.  El  caso  es  que  yo  no  tra- 
baje. ¿Quiés  que  vayamos? 

Guad.  (Acercándose  a  los  novios.)  ¿Pues  no  ha  de 

querer? 

Blasa  Sí,  señora,  usté  viene;  ya  lo  creo  que  viene. 

Guad.  La  llevamos  entre  toos  a  la  fuerza,  si  no  quie- 

re de  otra  farma. 

Jesusa  Amos,  madre ;   déme  usté  esa  alegría. 

Leoncio        Anda,  reanímate,  que  hay  mayonesa. 

Marc.  Llevarme  donde  queráis ;  yo  no  sé  lo  que  me 

pasa. 

Todos  (Con  alegría.)   ¡Eso,  eso! 

Silvino  ¡Así!    ¡Too  arreglao!    ¡Venga    alegría    por 

todo  el  cuerpo  y  a  la  Bombilla!  ¡Eii  marcha! 


Música 

Todos  Vamos,  vamos,  vamos 

a  comer  a  la  Bombilla, 
del  bracero  así  los  dos. 
Vamos,  vamos,  vamos 
con  la  novia  a  la  costilla, 
porque  así  lo  manda  Dios. 
Vamonos. 
(Van  haciendo  mutis  por  la  derecha;  cuando 
la  comitiva  casi  desaparece,  salen  por  la  iz- 
quierda el  señor  Lucio  y  el  Carraca  y  se  que- 
dan mirando  a  los  que  se  aleian.) 
Lucio  Andar  con  Dios,  que  a  la  Bombilla  os  lleva- 

mos nosotros  el  postre. 
Carraca        Galletas,  tortas  y  mojicones;  a  elegir. 

(Les  siguen.  Fuerte  en  la  orquesta.  Telón  de 
cuadro.  Sigue  la  música.) 

MUTACIÓN 


-  8T 


CUADRO  TERCERO 


Exterior  de  un  merendero  de  la  Bombilla^  circundado 
poruña  empalizada  con  puerta  al  foro.  Esta  puerta  da  a  la 
carretera.  A  la  izquierda,  la  casa,  con  puerta  practicable 
también.  Es  de  día.  Mucha  luz. 


ESCENA    PRIMERA 

Al  hacerse  la  mutación  aparecen  dos  grupos;  uno  de  gen- 
te ¡oven  bailando  al  son  de  un  organillo.  Otro,  de  gente 
ya  madura,  sentada  en  diferentes  mesas  tomando  vino  y 
aceitunas.  En  la  del  primer  término  derecha,  NICOME- 
DES  y  BAUTISTA.  La  SEÑA  BLASA  sale  del  merendero. 
DOROTEA  y  PRIMITIVO  bailan. 

Mcom.  (Al  ver  salir  a  Blasa.)  Qué:   ¿cómo  anda  la 

paella? 

Blasa  Con  una  olorcita,  que  está  diciendo  comerme. 

Inv.  1.*         ¡Pero  que  no  tarde  mucho! 

Blasa  Un  cuarto  de  hora.  (Se  mezcla  con  la  concu- 

rrencia.) 

Bautista  (A  Nicomedes.)  Buen  día  les  hace  a  los  no- 
vios. 

Nicom.  Hermoso  de  verdá.  Y  pa  colmo,  Leoncio  y  la 

Marciala  los  han  perdonao. 

Bautista        ¡Como  tenía  que  ser! 

Nicom.  Lo  malo  es  que  al  remate  venga  quien  se  lo 

estropee. 

Bautista        ¿Crees  tú? 

Nicom.  Lo  digo,  porque  juraría,  y  quisiá  haberme 

engañao,  que  el  señor  Lucio  el  Canene  y  el 
Carraca,  no  andan  lejos. 

Bautista        ¡Mi  madre!   ¿De  verdá? 

Nicom.  Antes,  cuando  he  salió  a  la  carretera,  tengo 

la  idea  de  que  los  he  visto  paraos  con  un 
vendedor,  comprando  quisquillas. 

Bautista        ¡Quisquillas!    ¡Malo! 

JNicom.         Calla,  que  vienen ;  no  alarmemos  sin  moüvo. 


C¿^  — 


ESCENA    n 

DICHOS,  LEONCIO,  JESUSA,  SILVINO,   GUADALUPE^ 
MARCIALA,  serafín  y  algunos  INVITADOS  e  INVI- 
TADAS. Todos  de  la  casa.  Luego  LUCIO  y  el  CARRACA. 
Después  un  MOZO  del  merendero.  Cesa  el  baile. 


Leoncio 


Jesusa 


Todos 
Siivino 

Marc. 


Serafín 


Leoncio 


Serafín 
Leoncio 


Inv.  1.* 

Dorotea 
Inv.  1.» 
Todos 
Marc. 
Dorotea 


(Trayendo  abrazada  a  Jesusa.)  Sí,  hija  mía, 
sí.  Ven  a  mis  brazos  paternos.  Puesto  que  ha 
sido  tu  gusto,  yo  te  perdono;  bien  casada 
estás. 

Gracias,  padre;  no  sabe  usté  la  alegría  que- 
me da.  i  Ahora  es  cuando  soy  feliz !  (Se  abra- 
zan.) 

(Aplaudiendo.)  ; Bravo,  bravo! 
Y  fijarse  en  este  cuadrito  a  la  ((aguarela»  que 
viene  detrás  :   «El  abrazo  suegril». 
(Besándole  repetidamente.)  Házmela  feliz,  hi- 
jo mío;  házmela  feliz,  por  lo  que  más  quie- 
ras. 

No  me  bese  usté  más  y  se  lo  juro,  seña  Mar- 
ciala. 

(Guadalupe,  Dorotea  y  Primitivo,  forman  un 
grupo  a  la  izquierda  con  varias  muchachas. 
Los  novios  con  sus  padres  y  Silvino,  a  la  de- 
recha.) 

Ahora,  que  vosotros  no  sabéis  el  vacío  qne 
le  queda  a  un  padre,  cuando  se  le  va  una 
hija.  Di  que  me  sirvan  unas  magras  de  ja- 
món, que  estoy  desfallecido,  Silvino.  Y  ya 
que  estamos  en  una  cosa  tan  familiar,  yo- 
quisiera  pedirte  un  favor,  Serafín. 
Pida  usté  lo  que  quiera. 
Que  si  a  ti  te  va  bien  en  el  taller  y  ésta  se 
apaña  en  su  trabajo,  a  ver  si  me  podéis  qui- 
tar entre  todos  de  este  aperreo  de  vida,  hom- 
bre, que  me  paece  que  ya  es  hora  que  yo 
descanse,  hijo  mío.  ¡Treinta  y  dos  años  a 
pájaros! 

(A  Dorotea.)  ¡Que  tiés  que  cantar,  que  tú  sa- 
bes ! 

Que  no,  mujer;  pero  si  no  sé. 
Que  cante  la  Doro. 
Que  sí,  que  sí. 

Anda,  hija,  no  t'hagas  de  rogar. 
Pero  si  no  sé  más  que  un  cuplé  que  me  en- 


señó  una  cupletera  que  v:víd  en  el  segundo 
patio  de  casa;  una  muy  delgadita  que  le  de- 
cían la  «Bella  Tallarín». 
Silvino  ¡Ahí  sí;  aquella  chica  soltera  que  se  quedó 

viuda  hará  dos  meses! 
Dorotea        Justo^  la  Rufina;  y  no  sé  si  me  acordaré. 
Guad.  Pues  anda,  a  ver  si  te  recuerdas- 

Dorotea        Bueno;   veremos  a  ver  lo  que  sale. 

Música 

J>orotea        (Imitando  en  todo  a  una  cupleHsta.) 

Sofía 
tenía  la  manía 
de  que  la  tocaría 
el  gordo  de  la  lotería, 

y  Antero, 
un  gordo,  que  es  lotero, 
con  un  billete  entero 
dijo  que  la  obsequiaría. 
La  regaló  el  billete 
y  en  el  barrio  se  contó, 
que  el  «gordO))  de  la  (dote» 
a  Sofía  la  tocó.  •  . 

No  sé  cuánto  la  llegó  a  tocar, 
pero  el  barrio  la  empezó  a  cantar. 
¡Ay,   Sofía! 
tú  sigue,  vida  mía. 

¡Ay,   Sofía! 
con  la  juguetería, 
pues  si  el  gordo 
no  llegas  nunca  a  vislumbrar, 
con  un  chico  desde  luego 

pues  contar. 
(Baila.) 


Todos 


¡Ay,   Sofía! 
etc.,   etc. 


Dorotea  Tadeo, 

que  es  chato,  bizco  y  feo, 

se  tié,  por  lo  que  veo, 

por  más  guapo  que  la  Cleo; 

a  Rosa, 
una  chica  preciosa, 
por  donde  va  la  acosa, 
y  la  tié  de  charloteo. 


Todos 


^70  — 

Y  todos  los  vecinos 
ya  hace  tiempo  que  han  noiao, 
que  el  feo  de  Tadeo 
a  la  Rosa  ha  enguirlotao. 
Y  por  eso  ya  hay  más  de  un  guasón 
que  a  Tadeo  canta  esta  canción. 
jAy,  Tadeo, 
Jesús,  qué  mal  te  veo! 

¡Ay,  Tadeo, 
pues  siendo  así,  tan  feo, 
si  a  la  Rosa 
por  fin  la  logras  convencer, 
algún  feo  a  la  infeliz 

la  vas  a  hacer. 
(Baila.) 

¡Ay,  Tadeo! 
etc.,  etc. 
(Todos  aplauden.) 

Éablado 


Todos  ¡Muy  bien,  muy  bien! 

Leoncio  ¡Admirable!  Esta  chica,  dentro  de  poco  te- 
la ves  de  cancionetista :  la  Bella  Azafrán,. 
(Silverio  llora  de  emoción.) 

Bautista  Y  después  de  esto,  ¿sabéis  qué  es  lo  indi- 
cao? 

Todos  ¿Qué? 

Bautista  Que  organicemos  una  gallina  ciega  y  que  se 
quede  el  señor  Silvino. 

Todos  (Con  algazara.)   ¡Sí,  sí! 

Silvino  Con  mucho  gusto,  sí,  señor. 

Guad.  Eso,  eso;  a  vendarle  los  ojos. 

Nicom.  Hale;   yo  también  juego. 

Blasa  Venga  usté.  Trae  un  pañuelo,  Socorro. 

Inv.  1.*         Tome  usté.  (Le  entrega  uno  blanco.) 

Silvino  Bueno;   pero  cuando  esté  la  paelln,  me  des- 

tapáis,  ¿eh?  (Vendan  los  ojos  a  Silvino.) 

Guad.  Ande ;  hacer  corro,  hacer  corro.  (Forman  un 

corro  entre  invitados,  Doro,  Primi,  Marciaía^ 
Leoncio,  Blasa,  Socorro  y  Nicomédes,  dejan- 
do  en  el  centro  a  Silvino,  al  que  entregan 
un  bastón.) 

Inv.  !.■         Gallinita  ciega,  ¿qué  te  se  ha  perdido? 

Silvino  Una  aguja  y  un  dedal. 

Inv.  1.*         Da  tres  vueltecitas  y  lo  encontrarás.  (Le  da 
tres  vueltas  y  lo  suelta,  formando  en  el  co- 


71  — 


Nicom. 

Silvino 

Inv.  1.* 

Todos 

Leoncio 

Silvino 

Leoncio 


rro  y  giran  a  su  alrededor  riendo  y  gesticu- 
lando.) 

Guad.  A  dar  vueltas  y  silencio. 

Nicom.  No  reirse,  hombre. 

Silvino  (A  su  antojo,  manda  parar,  dando  un  golpe 

en  el  suelo  con  el  bastón.)  ¡Alto  la  rueda! 
(Quedan  parados  y  en  silencio;  Silvino  avan- 
za hacia  Nicomedes,  y  tocándole  con  el  bas- 
tón dice.)  Esta  señorita.  (Le  entrega  un  ex- 
tremo del  bastón  y  se  coloca  el  otro  al  oído, 
como  si  fuera  un  teléfono.)  Pite  usted,  joyen. 
(Desfigurando  la  voz.)  ¡Piiiii! 
La  Amparo. 
¡El  señor  Nicomedes! 

[Hien  y  alborotan.)   ¡Que  no!...   ¡Que  no! 
¡Pues  sí  que  tienes  oído! 
Venga  otra  vez ;  veréis  ahora. 
Yo  no  juego  más,  que  esto  es  muy  cansao. 
(Va  a  reunirse  al  grupo  que  forman  a  la  de- 
recha Jesusa  y  Serafín.  Giran  de  nuevo.  En 
este  momento  aparecen  en  la  puerta  del  foro 
el  señor  Lucio  y  el  Carraca.  Todos,  en  silen- 
cio y  como  amedrentados,  deshacen  el  corro 
y  se  retiran  hacia  la  derecha.) 

Silvino  (Se  queda  tanteando  en  el  aire,  tropieza  con 

el  Carraca  y  le  detiene,  repitiendo  el  fuego 
anterior.)  ¡Alto  la  rueda!  Esta  señorita.  Pite 
usté,  joven. 

Carraca        (Tomándolo  a  broma.)  ¡Piiiii! 

Silvino  Callarse,  que  yo  conozco  este  silbato. 

Carraca         ¡  Piiiii ! 

Silvino  Socorro.  Ahora  sí  que  he  acertao;   Socorro. 

Carraca         (Le  destapa.)  Usté  verá. 

Silvino  (Aterrado.)  ¡Socorro!  (Se  une  a  los  demás.) 

GaiTa.ca  Basiliso  Lamolla  y  Terrones,  alias  Carraca; 
servidor.  (Se  va  a  reunir  con  el  señor  Lucio., 
que  se  ha  sentado  en  una  mesa,  primera  iz- 
quierda, frente  al  grupo.  Llama  y  acude  ún 
Mozo.) 

Serafín  ¡El  señor  Lucio  aquí!...   ¡Viene  a  armarla! 

Jesusa  Me  l'ha  guardao. 

Leoncio         Era  de  esperar. 

Marc.  Estas  son  las  consecuencias. 

Seraifín  ¡Maldita  sea! 

Silvino  ¿Quién  ustés  que  les  diga  que  si  se  van  les 

damos  un  bocadillo  a  cada  uno  y  tranvía  pa- 
gao? 

Mozo  (En  la  mesa  de  Lucio.)  ¿Qué  desean? 


IjUCÍO 

Mozo 
Lucio 
Mozo 

Carraca 

Mozo 

Carraca 

Lucio 


Seanafin 


Jesusa 
Silvino 
Guad. 

Marc. 

Jesusa 

Marc. 

Jesusa 


Cerveza  u  gaseosa;   lo  que  esté  más  fresco. 

La  cerv.eza. 

Pues  media  botella  del  Aguüa. 

(A  Carraca.)  Y  usté,  ¿qué  quiere,  cerveza  u 


Leoncio 
Silvino 
Guad. 
Bautista 

Lucio 

Carraca 

lucio 


Me  es  homogéneo;  (Señalando  a  Lucio.)  lo 
de  a(}uí. 

En  seguida.  (Vase  y  sirve.) 
S'han  quedao  ((pietrificaos». 
También  estaba  yo  lleno  de  alegría  aquella 
tarde  y  acuérdate  cómo  se  rieron  de  mí,  que 
aún  tengo  el  amargor  en  el  corazón;  pero  la 
risa  va  por  barrios  y  ha  Uegao  la  mía.  Hoy 
me  la  pagan. 

Bueno,  esos  tíos  se  traen  bronca;  está  visto. 
Yo  voy  a  afrontar  el  peligro  de  cara.  De- 
jarme. 

¡No,  por  Dios,  Serafín!  (Le  detiene.) 
Quieto  y  no  lo  compliques,  haz  el  favor. 
Pero,    ¿qué  ?hace(mos?   Porque  esos  tíos   se 
van  a  estar  aquí  todo  el  día. 
¿Ij>  estás  viendo?  Estas  son  las  coiisecuen- 
cias  de  engañar  a  los  hombres. 
Yo  no  le  engañé,  madre. 
Le  engíiñaslt:. 

(Con  firmeza.)  No  le  engañé.  La  que  engaña 
es  la  que  vende  el  cariño  a  un  hombre  que 
no  quiere,  pa  vivir  con  lujo  y  sin  penas  y 
encima  le  pisotea  la  honra. 
(Suenan  dos  tiros  lejos  y  consecutivamente 
se  oye    rumor    de    voces,  gritos  de  auxilio^ 
ay es,  maldiciones.  ¡Socorro!  ¡Guardias!  ¡Va 
herido!   ¡Le  ha  matao!   ¡A  ese!   ¡A  ese!  Los 
tiros  y  el  escándalo  suspenden  el  ánimo  de 
cuantas  personas  haij  en  escena  y  hacen  de- 
ñvar  su  atención  hacia  el  imprevisto  y  des- 
conocido suceso  exterior.) 
¿Qué  es  eso? 
¿Qué  gritan? 
¿Qué  pasará? 

Vamos  a  verlo.  (Van  algunos  hacia  la 
puerta.) 

(Se  levanta.)   ¡Oye!    ¡Dos  tiros! 
¡Atiende!...    ¡Y  piden  socorro! 
¿Qué  podrá  ser? 


73  - 


ESCaSNA    ULTIMA 

DICHOS  y  un  JOVEN,  despavorido. 

De  prcmtOf  entra  descompuesto,  lívido,  coa  el  sombrero 
lleno  de  tierra,  en  la  mano,  la  corbata  deshecha,  los  pelos 
en  desorden  y  hablando  con  un  ¡adeo  angustioso,  un  ¡oven 
simpático,  como  de  veinticinco  años  de  edad,  que  al  par- 
recer  viene  huyendo  y  se  relugia  allí. 


Joven 


Leoncio 
Joven 


Guad. 
Marc. 
Joven 
Silvino 

Joven 


Leoncio 
Joven 


Guad. 
Marc. 


¡Socorro!  ¡Auxilio!  ¡Me  ha  tirao!...  ¡Do9 
tiros!...  ¡Me  sigue!  (Todos  le  rodean,  de- 
jando solos  a  la  izquierda  a  Lucio  y  Carranca.) 
Pero,  ¿qué  le  pasa  a  usté,  joven? 
¡Ay!...  ¡Ha  sido  horrible!...  ¡ Me  ha  disparaa 
a  quemari-opa!  ¡Misté  la  americana!  ¡Ay, 
que  viene! 

No  tenga  usté  cuidao. 
Beba  usté  un  poco  de  agua.  (Se  la  da.) 
(Aterrado.)  ¿No  viene? 
No  tenga  usté  miedo,  hombre.  Pero,  ¿ha  sido 
desafío,  bronca  u  atentao? 
No,  señor,  ha  sido  mi  desgracia,  ¿sabe  us- 
té? Que  yo  estaba  con  una  joven  aJií,  en  ese 
merendero  de  al  lao,  comiendo  en  un  gabi- 
nete, y  de  repente,  abren  la  puerta  y  entra 
el  marido.  Ella  ha  dao  im  grito,  el  marido 
dos  tiros,  yo  un  salto  por  la  ventana  que  no 
sé  cómo  no  me  he  matao,  he  echao  a  correr, 
se  ha  armao  la  bronca  padre  y  no  sé  si  ven- 
drá siguiéndome. 

Pero,  señor,  y  usté,  ¿pa  qué  se  mete  en  fre- 
gaos de  esa  naturaleza? 
Está  muy  mal  hecho,  sí,  señor,  yo  lo  com- 
prendo, pero  es  que  esa  mujer  y  yo  nos  que- 
ríamos a  cegar  dende  chicos,  y  los  padres  se 
empeñaron  en  casarla  a  la  fuerza  con  un  tío 
Viejo  y  rico,  y  ella,  lo  que  pasa,  por  salir  de 
la  miseria  y  por  el  aquél  de  los  padres,  se 
casó  hará  cuatro  meses ;  pero  el  otro  día  nos 
vimos,  hablamos  y   ¡claro!,  como  nos  que- 
remos,  pues...    ¡Y  ahora,  qué  será  de  ella, 
Dios  mío! 
¡Po'bre  joven! 
Ande,   ande,   cálmese  usté. 


7i 


Bautista  Llervarlo  ahí  dentro,  que  le  hagan  una  taza 
de  tila. 

Varios  (Entre  ellos.  Doro  y  Primi.)  Sí;   vamos,  va- 

mos! 

Joven  (Al  pasar  ¡unto  a  Lucio.)  ¡Y  too  por  un  tío 

viejo!  ¡Maldita  sea!  (Entran  'e)n  el  meren- 
dero el  Joven,  Doro  y  Primi,  seguidos  de  va- 
rios invitados.  Vuelven  a  quedar  frente  a 
frente  el  grupo  de  Lucio  y  Cairaca  con  el  de 
Serafín  y  Jesusa.  Se  miran  en  silencio  un 
instante.) 

Jesusa  (Adelanta  hacia  Lucio  sonriente  y   tranqui- 

la.) Señor  Lucio,  ya  lo  ve  usté;  la  misma 
vida  nos  pone  las  cosas  delante  de  los  ojos. 
(Lucio  calla,  la  mira  y  baja  la  mirada.)  ¿No 
es  más  leal  lo  que  hice  yo  aquel  día  que  lo 
que  esa  desgracia  ha  hecho  hoy?  Confiéselo 
usté. 

Lucio  Verdaderamente. 

Jesusa  Pues  entonces,  como  usté  es  un  hombre  bue- 

no, un  hombre  de  corazón,  déme  usté  esa 
mano,  venga  usté  a  esta  mesa  y  bébase  un 
Taso  de  vino  a  la  salú  de  una  mujer,  que  no 
ha  querío  ser  rica,  porque  tenía  que  dejar  de 
ser  honrada.  Venga  usté. 

Imcie  Que    sí,    señor;  tiés    razón.  (En  un  rasgo.) 

Fuera  puntillos  y  yenganzas.  Trae  esa  copa. 
(Serafín  se  la  entrega  a  Jesusa  y  ésta  a  Lu- 
cio. Silvino  va  corriendo  por  otra,  y  al  ver 
que  Lucio  ya  ha  cogido  la  otra,  se  la  bebe 
él,  no  apurándola  por  impedírselo  Guadalu- 
pe.) Serafín :  tiés  que  quererla,  poique  el 
cariño  de  una  mujer  como  esta,  too  lo  hace 
grande  y  too  lo  hace  bueno.  Ya  ves,  yo  vine 
aquí  pa  amargaros  el  día  y  me  voy  a  mar- 
char bebiéndome  antes  un  vaso  de  vino  a 
vuestra  salú  y  jurando,  con  él  en  alto,  que 
os  deseo  too  el  bien  que  merece  un  corazón 
tan  fuerte,  tan  honrao  y  tan  leal  como  el  de 
]a  Jesusa.  (Se  bebe  el  vino.)  Adiós,  señores. 
(Medio  mutis  por  el  foro,  seguido  de  Ca- 
rraca.) 

Leoncio         ¡Viva  el  señor  Lucio! 

Todos  ¡Viva! 

Silvino  Una  palabrita. 

Lucio  (Deteniéndose.)  Venga. 

Silvino  ¿Ouié  usté  estirar  dos  deditos  más  su  bondá? 

Lucio  ¿Cómo? 


75  — 


Silvino 

Guad. 

Silvino 


Lucio 

Carraca 

Silvino 


Guad. 


Dorotea 

Primitivo 

Dorotea 

Silvino 

Leoncio 
Silvino 


¿Quié  usté  ser  el  padrino  de  mi  boda? 

¿Con  quién  se  casa  usté? 

Con  una  tontería  de  patillas  que  tiene  ahoraS 

veinticinco  primaveras.  Es  decir,  veintiséis; 

las  veinticinco  suyas  y  un  servidor. 

Hecho. 

Y  servidor,  testigo.  (Le  da  la  mano.) 
Señor  Carraca,  gracias,  y  delante  de  mi,  ya 
no  hay  quien  le  toque  a  usté,  ni  en  Semana 
Santa.  (Vanse  Lucio  y  Carraca  por  el  fondo. 
Salen  del  merendero  Doro  y  Primi,  y  discu- 
tiendo, llegan  a  primer  término  izquierda.) 
Guadalupe,  voy  a  decir  a  too  el  mundo  que 
nos  hemos  aliao. 

Bueno,  pero  pronuncie  usté  hien  la  «a)),  nd 
vayan  a  pensarse  otra  cosa.  (Silvino  se  di- 
rige a  la  izquierda  y  queda  parado  al  oir  la 
discusión  de  su  hija.) 
Nada,  que  tiene  que  ser  lo  mío. 
Lo  que  tú  quieras. 

Si  es  chico,  Perico.  (Al  volver  la  cara  y  ver 
a  su  padre,  se  queda  sofocada.) 
Sí;   porque  si  es  chica,  no  se  lo  podéis  poi- 
ner. 

Pero,  ¿qué  dicen  esos? 

¡Haciendo  cárculos!  ¡Hasta  los  gatos  quién 
alpargatas!  ¡Maldita  sea!  (Amenazándola 
con  el  palo,  que  aún  conserva  en  la  mano.) 

Y  que  no  sirve  Uevarles  la  contraria,  porque 
ya  hemos  visto  la  coplita : 

«No  te  «oceques»,  pajarero, 

mira  que  hasta  los  gorriones 

saben,  que  si  es  verdadero, 

contra  el  querer  no  hay  razones.» 
(Cuadro.  A  la  derecha,  Jesusa  con  sus  pa- 
dres y  Serafin;  en  el  centro,  Guadalupe  y 
Silvino,  y  a  la  izquierda,  Doro  y  Primi.  Los 
Invitados,  por  toda  la  escena.  Mucha  ale- 
gría. Música  en  la  orquesta.  Telón.) 


FIN  DEL  SAÍNETE 


Obras  de  Carlos  Arniches 


Casa  editorial. 

La  verdad  desnuda. 

Las  manías. 

Ortografía. 

El  fuego  de  San  Telmo. 

Panorama  nacional. 

Sociedad  secreta. 

Las  guardillas. 

Candidato  independiente. 

La  leyenda  del  monje. 

Calderón. 

Nuestra  SeñorsL 

Victoria. 

Los  aparecidos. 

Los  secuestradores. 

Las  campanadas. 

Vía  lil)re. 

Los  descamisados. 

El  brazo  derecho. 

El  reclamo. 

Los  Mostenses. 

Los  Puritanos. 

El  pie  izquierdo. 

Las  amapolas. 

Tabardillo. 

El  cabo  primero. 

El  otro  mundo. 

El  príncipe  heredero. 

El  coche  correo. 

Las  malas  lenguas. 

La  banda  de  trompetas. 

Los  bandidos. 

Los  conejos. 

Los  camarones. 

La  guardia  amarilla. 

El  santo  de  la  Isidra. 

La  fiesta  de  San  Antón. 

Instantáneas. 

El  último  chulo. 


La  Cara  de  Dios. 

El  escalo. 

María  de  los  Angeles. 

Sandías  y  melones. 

El  tío  de  Alcalá. 

Doloretes. 

Los  niños  llorones. 

La  muerte  de  Agripina. 

La  divisa. 

Gazpacho  andaluz. 

San  Juan  de  Luz. 

El  puñao  de  rosas. 

Los  granujas. 

La  canción  del  náufrago. 

El  terrible  Pérez. 

Colorín  colorao... 

Los  chicos  de  la  escuela. 

Los  picaros  celos. 

El  pobre  Valbuena. 

Las  estrellas. 

Los  guapos. 

El  perro  chico. 

La  reja  de  la  Dolores. 

El  iluso  Cañizares. 

El  maldito  dinero. 

El  pollo  Tejada. 

La  pena  negra. 

El  distinguido  Sportman. 

La  noche  de  Reyes. 

La  edad  de  hierro. 

La  gente  seria. 

La  suerte  loca. 

Alma  de  Dios. 

La  carne  flaca. 

El  hurón. 

Felipe  segundo. 

La  alegría  del  batallón. 

El  método  Górritz. 

Mi  papá. 

La  primera  conquista.^ 


78  — 


El  amo  de  la  calle. 

Genio  y  figura. 

El  trust  üe  los  Tenorios. 

Gente  menuda. 

El  género  alegre. 

El  príncipe  Casto. 

El  fresco  de  Goya. 

El  cuarteto  Pons. 

La  pobre  niña. 

El  premio  Nobel. 

La  gentuza. 

La  corte  de  Risalia. 

El  amigo  Melquíades. 

La  sombra  del  molino. 

La  sobrma  del  cura. 

Las    aventuras    de  Max  y 

Mino. 
El  chico  de  las  Peñuelas. 
La  casa  de  Quirós. 
La  estrella  de  Olympia. 


Café  solo. 

Serafín  el  Pmturero. 

La  señorita  de  Trevélez. 

La  venganza  de  la  Petra. 

;Que  viene  mi  marido! 

El  agua  del  Manzanares. 

Las  lágrimas  de  la  Trini. 

Las  grandes  Fortunas. 

La  mujer  artiñcial. 

El  conde  de  Lavapiés. 

La  maña  de  la  mañica. 

La  flor  del  barrio. 

Los  caciques. 

No  te  ofendas,  Beatriz... 

La  chica  del  gato. 

La  heroica  villa. 

Mariquita  la  Pispajo  o  Nc 
hay  bien  como  la  ale- 
gría. 

Es  mi  hombre. 


OBRAS  DE  JUAN  6.  RENOVALES 


El  sobrino  del  tutor^  comedia  en  un  acto  y  en  prosa.  Es- 
trenada en  el  teatro  de  la  Comedia. 

Madrid  al  día,  pasillo-cómico-cinematográfico-callejero,  en 
prosa  y  verso.  (1)  Estrenado  en  el  teatro  de  la  Comedia. 

Cosas  de  la  tierra,  pasillo  cómioo  de  costumbres  andalu- 
zas. Estrenado  en  el  teatro  Zorrilla. 

El  día  gordo,  comedia  en  un  acto,  en  prosa  y  verso.  (1) 
Estrenado  en  el  teatro  de  la  Comedia. 

Lo  eterno,  comedia  en  un  acto  y  en  prosa.  Estrenada  en 
el  teatro  de  la  Princesa. 

El  barranco  de  la  muerte,  zarzuela  en  un  acto  y  tres  cua- 
dros, en  prosa  y  verso.  Estrenada  en  el  teatro  Barbieri. 

La  casa  del  amor,  saínete  lírico  en  un  acto  y  en  prosa. 
Estrenado  en  el  teatro  del  Noviciado. 

Horas  dichosas,  apunte  de  comedia  en  un  acto  y  en  pro- 
sa. Estrenado  en  el  Salón  Nacional. 

Amor  y  Flores,  saínete  lírico  en  un  acto  y  un  cuadro,  en 
prosa.  Estrenado  en  el  teatro  de  Novedades. 

<Jasa  tranquila,  saínete  lírico  en  un  acto  y  en  prosa.  Es- 
trenado en  el  teatro  Barbieri. 

Epitafio,  monólogo  en  prosa. 

San  Cerviguillo  Mártir,  astracanada  cómico^lírica  en  un 
acto,  verso  y  prosa.  (1)  Estrenada  en  el  teatro  Martín. 

Huéspedes  tranquilos,  saínete  lírico  en  un  acto  y  en  pro- 
sa. (2)  Estrenado  en  el  teatro  Martín. 

El  tirano,  zarzuela  en  un  acto.  (2)  Estrenada  en  el  teatro 
de  la  Zarzuela. 

La  poesía  de  la  reja,  apunte  de  saínete  en  prosa.  (2)  Es- 
trenado en  el  teatro  Eslava. 

Amores  de  aldea,  comedia  en  dos  actos  y  cinco  cua- 
dros. (2)  Estrenada  en  el  teatro  de  la  Zarzuela. 

¡¡Aba¡o  los  solteros!!,  fantasía  cómico-lírica  gubernamen- 
tal, en  prosa.  (2)  Estrenada  en  el  teatro  de  Novedades. 

La  Giraldina,  juguete  cómico-lírico  en  un  acto  y  en  pro- 
sa. (2)  Estrenado  en  el  teatro  de  Novedades. 

Serafín  el  Pinturero  o  Contra,  el  querer  no  haij  razones^ 
saínete  lírico  en  dos  actos,  divididos  en  cuatro  cua- 
dros, en  prosa.  (3)  Estrenado  en  el  teatro  de  Apolo. 

(1)  En  colaboración  con  D.  Luis  Fació. 

(2)  ídem  con  D.  Francisco  G.^  Pacheco. 

(3)  ídem  con  D.  Carlos  Arniclies. 


Precio:  2,50  pesetas