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ITALIA-ESPAÑA
EX-LIBRIS
M. A. RUCHAN AN
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PRESENTED TO
THE LIBRARY
BY
PROFESSOR MILTON A. BUCHANAN
OF THE
DEPARTMENT OF ITALIAN AND SPANISH
1906-1946
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serafín i joaquIn álvarez pNTEao
Belén, 12, principal
JUGUETE CÓMICO
SEQÜiTDA EDICIÓN
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SOCIEDAD DE AU'TORES ESPAÑOLES
Núñez de Balboa, 12
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BELÉN, 12, PRINCIPAL
Esta obra es propiedad de sns antores, y nadie po-
drá, sin sn permiso, reimprimirla ni representarla
en España ni en los países con los cuales se hayan
celebrado ó se celebren en adelante tratados interna'
clónales de propiedad literaria.
Los autores se reservan el derecho de trudncción.
Los comisionados y representantes de la Sociedad
de Autores Españoles son los encargados exclusivamente
do conceder ó negar el permiso de representación
del cobro de los derechos de propiedad.
Queda hecho el depósito que marca la ley.
BELÉN, 12, PRINCIPAL
JUGUETE CÓMICO
SERAFffí I JOAIJüiN ÁLVAREZ (¡UINTBRO
Estrenado en el TEATRO CERVANTES de Sevilla, el 16 de
Mayo de 1«88
SEGUNDA EDICIÓN
MADRID
•. riLlSOO. lUP., HABQDÉS DE 8A«TA Al A, U OCr.*
Teii/on» múmtro ff/
I906
.4V3
REPARTO
PERSONAJES ACTORES
DOÑA LUCÍA Sra. Gómez.
DOLORCITAS Srta, Pabís.
VICENTA >....> Sra. Alonso.
DON AGUSTÍN Se. Royo.
ENRIQUE Alvaeez.
DON SIMEÓN < GÓMEZ.
BELÉN, 12, PRINCIPAL
La escena dividida en dos partes.— A la izquierda del actor meseta
del piso principal de la esciilera de una casa en Madrid. — A la
derecha, ecibimiento del cuarto con puerta al foro, una lateral,
y el portón en la pared que divide la escena.— En el centro un ve-
lador con escribanía y una carpeta.— Varias sillas.— La escalera
signe hacia los pisos superiores.
ESCENA PRIMERA
DON AGUSTÍN y DOÑA LUCIA
El primero leyendo y la segunda haciendo crochet.
Agu.c. «Ha marchado para Pamplona nuestro apre-
ciable amiito el Director...» Feliz viaje. Es-
cribe en lIeo:ando.
«Ayer llegó á la Corte, de vuelta de su ex-
cursión veraniega, la distinguida familia... >
Que sea bien venida. ¡Qué pesadez!
«El viernes pasado falleció en Zamora, víc-
tima de ui.a larga y penosa enfermedad,
don José Ramírez Pendón, primo hermano
de nuestro querido compañero don Félix
Pendón, y primo también del señor don
Juan Sánchez Pendón.» Pues, señor, no he
visto caballero ni más primo ni más pendón.
— 6 -
De todos modos, en paz depcanse. jVaya un
diario! Pasemos al folletín, lo busca, «...des-
mayada.» ¡Ah! pí, sí, ya caigo. Quedé en
aquello del desmayo.
«...desmayada. El Conde, creyéndola muer-
ta, llevado de la loca pasión que le domina-
ba, fee disparó un tiro...»
Lucía contando los puntos del crochet. DoS... treS...
Agus. No, no fué más que uno.
Lucía Calla, hombre; estoy contando los puntos de
esto.
Agus- ¡Ah, ya! sigue leyendo, «...un tiro por debajo
de la barba, quedando muerto en el acto.»
Lucía Pero, Agustín, ¿no decías que te ibas á lle-
gar á la oficina?
Agus. Levantándose. Es verdad; ya se me olvidaba.
Lucía Si acaso, déjalo.
Agus. De ningún modo: voy, le digo al jefe que
me permita no asistir por ser día de mi san-
to, y vuelvo.
Lucía No está real pensado.
Agus. Ea, pues ya estoy a,(\lú. Pónese el sombrero, que
estará encima de una silla.
Lucía Anda, anda de prisa, que los convidados di-
jeron (^ue vendrían tempranito. Deja ei cro-
chet y se levanta.
Agus. Hasta luego, saie y baja.
Lucía Adiós .
ESCENA II
doña lucia, después VICENTA
Lucía
Vic.
Lucía
Vic.
Pues, señor, es necesario ir arreglándolo
todo. Recogeré est'\ Recoge el crochet. ¡Vi-
centa!
Por el foro ¿Señorita?
Mira, saca la vajilla nueva que está en el
aparador. Toma la llave. Le quitas el polvo:
con mucho cuidado, ¿eh? no vayas á hacer
Carnaval, que el otro día rompiste...
¿Yo, señorita?
— 7 —
Lucía Sí, tú; que ya llevas destrozada una carga
de loza.
Vic Bueno.
Lucía Limpias perfectamente los cubiertos y po-
nes la mesa. Yo entretanto sacaré la mante-
lería. Vase por la derecha. Don Simeón y Dolorcitas
habrán venido sabiendo, para llegar al portón y lla-
mar en el momento de retirarse Doña Lucía. Al tiempo
de entrar ellos en el recibimiento aparecerá en la es-
calera, como de haberlos venido siguiendo, Enrique,
Vic. ¿Quién? Esos deben de ser los convidados.
Abre.
SiM, ¿Tus amos están?
Vic. Sí, señor. Pasen ustedes á la sala. Voy á avi-
sar á la señora. Vat-e por el foro. Don Simeón y Do-
lorcitas entran y se van por la derecha.
ESCENA III
ENRIQUE
Subiendo á la meseta. Ya sé dónde vive; lo
apuntaré, no se me vaya á olvidar, aunque
no es fácil, saca una carterita y escribe. «Be-
lén, 12, principal.» Parece mentira que yo
sea tan picaro Las si^^o hasta su misma
casa, aun yendo dpi brazo del esposo. Ya
puedo ir apuntando en mi librito de memo-
rias una conquista más. Tengo muchísimo
partido con las mujeres, sobre todo con las
casadas jóvenes y guapas, como esa que
acaba de entrar y á quien me declaro sin
pérdida de tiempo. Mis cartitas amorosas
producen muchísima sensación. Repasaré la
que voy á dirigirle á esta, no sea que se me
haya escapado alguna majadería. La saca del
bolsillo y lee. «Srñora: hace unos días que os
estoy contemplando.» Mentira, no la he vis-
to hasta hoy; pero como las tengo redacta-
das de antemano... continúa leyendo, «...con-
templando. Día« que han sido para mi...
años... pero años bisiestos... Es preciso, pues,
que usted corresponda á este amor que abra-
~ 8 —
8a mi corazón y que tiene convertido mi
pecho en un volcán. Un sime hará feliz. Un
no... no.
Su rendido amante,
Enrique Azucarillo.
— P, D. Espero su respuesta en la portería.»
Más galante, imposible. Ante estos renglo-
nes accederá sin duda á mi pretensión.
Ahora pensemos el modo de enviársela. Con
la criada... es tan vulgar... Y luego sen tan
brutas, que á lo mejor se la entregan al ma-
rido. Ya me ha pasado eso una vez y no
quiero que se repila. ¡Si yo se la pudiera dar
en propia mano!... ¡Pero es tan difícil...! Lo
mejor será echarla por debajo del portón.
Al ir á hacerlo retrocede. No, caracoles; porque
si el esposo... Pero, ¿qué importa? El disgus-
to será para ellos. Por más que si un día me
coge y me revienta... No conviene este plan.
Y... ¿por qué noV Diantre, ¡qué indeciso soy!
Después de todo, yo no debo andarme con
chiquitas; lo que fuere tronará, se agacha yecha
la carta por debajo del portón. Ahora me arre-
piento: he hecho un disparate. Y todo por
no pensar las cosas. Nunca debí haber echa-
do esa carta por ahi. ¡ÍSi lograse alcanzarla
con los dedos!... Vamos á ver. Se vuelve á aga-
char y hace esfuerzos por cogerla.
ESCENA IV
ENKIQUE y DON AGUSllN
AgUS. Subiendo á la meseta y empujando á Enrique. ¿Qué
hace Ui>ted ahi?
EnR. Levantándose precipitado. ¡HagO lo que me da la
gana!
Agus. bí, ¿eh?
Enr. Sí, señor; y debe tenerle á usted sin cui-
dado.
Agus. Nada de eso; ese es mi domicilio... y me in-
teresa saber,..
— 9 -
V
Enr. ¡Ahí ¿usted vive aquí? (¿Quién será este
punto?) Bien, usted dispense...
Agus. Est'A usted dispensado: lo que deseo saber
inmedintamente es cuál era su fin al meter
la mano por debajo del portón.
Enr. Pues era... que... que... (Pero ¿quién será?)
Era que... que...
Agus. ¿Qué, hombre, qué?
Enr. Que me había caído...
Agus. Se había usted caído, ¿eh?
Enr. Justo; me resbalé... y... chis...
Agus. Pero ¿cómo ha podido ser eso?
Enr. (Estas pregundtas me parten.) Muy sencillo:
yo subía... ¿comprende usted?... y subía... y
subía... y subía... y subía...
Agus. Hombre, ya ha pasado usted de la guardi-
lla con tanto subir.
Enr. tíueno, pues yo...
Agu<?. ¿Qué?
Enr. Yo venía... es decir... no venía... vengo... no,
no, tampoco vengo... me voy... Trata de irse
Agus. ¡Qué disparate! sujetándolo. Necesito una ex-
plicación...
Enr . ¿Y no se la he dado á usted ya? Que me
resbalé... y me caí...
Agus. ¿Pero dónde iba usted? que es lo que yo
pregunto.
Enr. (Y lo que yo no contesto.) Iba... (¿qué le
importará á este?) iba á otro piso. (A ver si
me deja.)
Agus. |No valen disculpas, caballero!
Enr. (Ea, ahora la voy á echar de valiente.) ¿De-
cía usted?
Agus. Que termine de explicarme...
H]nr. Mucho exige usted.
Agus. Vuelvo á repetirle que soy de la casa.
Enr. De... de... de la casa, ¿eh? Me tiene comple-
tamente sin cuidado.
Agus. Caballerito, me está usted tentando la pa-
ciencia, y me parece que le voy á mandar de
un puntapié á la puerta de la calle
Enr. (¿A la puerta de la calle? ¡Ojalá!) Lo del
puntapié... quisiera verlo...
Agus. ¿De veras?
-!^ 10 --
/
Enr . SI, señor; quisiera verlo...
Agus. Dándoselo Pues véalo usted.
Enr . Dele usted gracias á Dios... que no me ha
dolido mucho...
Agus. Bueno, vf^yaee usted, si no quiere que pase
la cosa más adelante.
Enr. ¡To... to... tomaré venganza!
Acutí. Tome usted lo que quiera,
Enr. ¡Le mandaré mis padrino&l
Agus. Mande nt-ted lo que le parezca.
Enr. ¡Adiós, caballero! Vasc hacia abajo.
Agus. ¡Vaya usted de aquí, mequetrefe! se acerca ai
portón y llama violentamente.
ESCENA V
DON AGUSTÍN y VICENTA
Vic . Por el foro. ¿Quién es?
Agus. Soy yo; abre. Vicenta lo hace. ¡Hola, Vicenta!
Vic. Buenos días, señorito.
Agus. ¿Y mi mujer?
Vic. En la fala con los convidados. ¿Necesita us-
ted al^o?
AgU-. No; márchate. Vase Vicenta por el foro.
ESCENA VI
DON AGUSTÍN
Pues, señor, me ha llamado la atención ese
pollo. Ve la carta. ¿.PerO qué es esto? Cogiéndola.
¡Una caita! ¡De él sin duda! ¿Para quién se-
rá? La abre y lee «Señora..» ¡Rayos y true-
nos! ¡Para mi mujer! La lee precipitadamente.
¡Y dice que e?pera contestación en la porte-
ría! ¡Mil bombas! ¡Declararse á. mi esposa!
Sin embargo, tengamos calma. Ella no sabe
nada, eí-toy seguro. 8i un escrito de este gé-
nero hubiese llegado á su poder, me lo hu-
biera entregado en el acto para que escar-
mentase ai Tenorio. Luego no debo du-
— 11 —
dar de mi señorn. Hombre, estoy pensando
una co a: yo puedo muy bien contestar la
carta ton:ando el nombre de Lucía, á ver si
cae en el garlito ese mamarracho. Le doy
cita Siquí... Nada, me decido. Se sienta á la mesa
y escribe. «Caballero: mi espogo se ha mar-
chado fuera. Puede usted venir cuando gus-
te y hablaremos.» Ya está. Conviene man-
dársela lo más pronto posible. ¡Vicenta! se
levanta.
ESCENA VII
DON AGUSTÍN y VICENTA
Vic. Por el foro. ¿Señorito?
Agus. Vas á hacerme un favor.
Vic. Usted dirá.
Agus. Te llegas á la portería, entregas esta carta á
la portera y le dices que si viene un joven
reclamándola se la dé.
Vic. Voy allá.
Agus. Escucha: de esto... ni una palabra ala seño-
rita.
VlC. Descuide usted. Sale y baja.
ESCENA VIH
DON AGUSTÍN, DOLOHCITAS, DON SIMEÓN y DOf?A LUCÍA
Los tres últimos por la derecha, preparados como para salir.
Agus. Hola, ¿ya están ustedes aquí?
SiM. Adiós, Agustín; felicidades.
Agu?. Gracias.
DoL. Lo mismo digo.
Agus Muchas gracias. ¿Adonde van ustedes?
Lucía Vamos a hacer unas compras; pero volve-
mos en seguida.
Agus. Yo tendría mucho gusto en acompañarles...
pero... puede venir cualquier amigo...
SiM. Es claro. Ea, vamos.
— 12 —
DoL. Hasta luego, don Agustín.
Agus. Vayan ustedes con Dios.
8iM. Hasta la vuelta.
LüCÍa Adiós. Salen Dolorcitas, don Simeón j doña Lucia;
bajan los primeros y ésta se detiene. ¿De dónde
vienes tú? A Vicenta que sube.
Vic. De..
Lucía Anda hacia dentro; sienopre estás en la ca-
lle. No he visto nauchacha más... Baja.
VlC. Entrando en el cuarto. Ya hlce el encarguito.
Agus. Pu^s mira: cuando venga ese joven sales á
abrirle. Te preguntará por la señora, y con
el pretexto de que vas á avisarle, me llamas
á mi, que estaré en el escritorio, vase por la
derecha.
Vic. Está bien.
ESCENA IX
VICENTA
¿Qué carta será esa? Algún belén. En Ma-
drid las casas están llenas de infundios. En
todas las que he servido desde que vine, en
todas, hay algo. En una, la niña mayor es-
taba í-iem[)re en belén con un novio que te-
nía sin que lo supieran los padres, y una
vez los sorprendieron habl^indo por la ven-
tana y no me quiero acordar del belén que
se armó. ¡Y en la casa del teniente! ¡No digo
nada en la de doña Belén! La suerte es que
yo no murmuro ni soy chismosa. Si una
fuera á hablar... vase por ei foro.
ESCENA X
ENRIQITE
Enr . Volviendo á la meseta. ¡Pero qué afortunado soy!
Después de lo ocurrido con aquel menteca-
to, que sin duda es algún sirviente, no es-
peraba volver. Mas por pura curiosidad
— 13 —
paso por la calle, entro en la portería y me
dan la respuesta. ¡Y qué amable, qué ama-
ble!... Llamaremos. Lo hace.
For donde quiera que fui
la razón atropellé...
Vic. Por el foro. Este será el señorito de marras.
Abre.
Enr. Buenas tardes. ¿Rstá en casa la señora?
Vic . Sí, señor,
Enk. Pues avísale. Entra.
VlC. En seguida. Vase por el foro.
ESCENA XI
ENRIQUE, después DON SIMEÓN
Enr. Todo me sale bien. Esperemos. ¡Cómo me
palpita el corazón!
SiM. Sabiendo á la meseta. Diablop, ya se me olvidó
el báculo; y á mí es cosa que andar sin él
me es imposible. Voy á ver si abren. Llama.
Enr. ¡Cáspita!... Han llamado. Y me escamo... no
sé por qué... digo, sí... porque como haya
perdido el tren. . Ea, pues yo no digo esta
boca es mía, ni le abro á nadie. Sin embar-
go, miraré por el ventanillo para cerciorar-
me. Abre el ventanillo, y al ir á asomarse, también se
asoma don Simeón. Enrique cierra con mucha fuerza
y le da en las narices. ¡CiertoS SOn los tOIOS!
SiM. ¡Canario! ¡Me ha dejado usted sin naricesl
Enr, (Lo siento mucho.) ¡No está en casa! (Y no
abro.)
SiM. Soy yo, hombre, soy yo.
Enr . ¡ Ah! ¿es usted? (Pues por lo mismo no abro.)
SiM. ¡Sí, señor, si!
Enr. (No, señor, no.) ¡A las cinco sale otro tren!
Palabra,
Sui. ¿Cómo otro tren? ¿Quiere usted acabar?
Enr. Echándole un periódico por debajo del portón. En
ese periódico va la guia de ferrocarriles.
8iM. r.Que quiere decir esto? ¡Basta de pesadez y
de broma!
^ l4 —
Enr. ([Está furioso!)
SlM. ¡Echaré abajo la campanilla! Llama fuerte-
mente.
Enr . (¡Me aplastó!)
ESCENA Xll
DICHOS y VICENTA
Vic. Por el foro. ¿Llamaron?
Enr . No... no... no he oído nada. ; '/
VlC. Pues voy á ver... Se asoma por el ventanillo. ¡Ah,
ya! Abriendo. Kntre usted, señorito, vase por ci
foro.
Enr . (¡Gran Dio, morir si giovine!)
SiM. Entrando. ¿Quién 68 el gracioso que me ha te-
nido...?
Enr. Cal)allero... yo... que yo. . que. . como yo...
Í5IM. Y vamos á ver; ¿qué razones hay para que
usted no abriese?
Enr. (¡Qué inocente! No sospecha nada.) No abri
por... por eso. .
SiM. La razón no es del todo mala.
Enr. Usted me dispensará...
SiM. Bien; ¿,y á ()ué smto me dio usted la guia
de ferrocarriles?
Enr. A.1.Í está el quid. \je tomé á usted por otro.
SiM. ¡Ah, ya! Pues con su permiso...
Enr. Usted lo tiene. Don Simeón se va por la derecha.
¡Pobrecillo! ¡Qué convencido val Y yo debo
marcharme. Por más que si no sospecha
nada... me parece una tont3ría desaprove-
char esta ocasión... Hero, ¿y si por casuali-
dad...? De todos modos ya no me da tiem-
po. Aquí está. (¡Hum, y con un bastón!)
SlM. Dispuesto á marcharse. Caballero, bcSO á USted
la mano.
Enr. (Ya se va.)
SiM . ¿Qué?
Enr. Que sí... que si se iba usted.
SiM. Sí, señor.
Enr. Me alegro, me alegro; es decir, lo siento;
porque... por eso... por eso mismo. .
— 15 —
SiM. (Este hombre convence á cualquiera.) Sí;
pue8 me retiro. Sólo vine por el bastón...
Enr. Sí, sí, sí, pí.
SiM. Me olvidé de recogerlo...
Enr. Sí, si, sí, si.
SiM. Y naturalmente...
Enr. Sí, sí, sí, sí.
SiM. Porque yo sin bastón ando...
Enr. Si, sí, si, sí.
SiM. No, no, no, no. ¿Quién le ha dicho á usted
que ?i?
Enr. Bueno, lo que usted guste.
«SiM. La cuestión es que sin él no puedo dar un
paso. Pích... una manía como otra cualquie-
ra. Cada hombre tiene las suyas. Y además,
como estoy un poco cojo. . ¿Está u.-^t-^d?
Enr. No, yo cojo no estoy precisamente. (Pero
me d.^jará en cuanto sepa á lo que he ve-
nido.)
SiM. Quise decir otra cosa.
Enr. Sí, sí, si, sí. ¿Pero usted no se iba á mar-
char?
SiM. ¿Qué?
Enr. ÍÍMda... que yo me voy á marchar.
SiM. ¿Hacia dónde va usted?
Enr. (¡Qué aprietí !) ¿Usted adonde se dirige? ¿A
la estación?
SiM. ¿Cómo á la estación? ¡Qué afán de que
viaje! Voy á...
Enr . Interrumpiéndolo de repente. PueS ahí no VOy
SiM. Vamos, me voy, que ya me he entretenido
mucho.
Enr. Beso á usted la mano.
SlM. Servidor de usted. Sale á la meseta.
Enr. Cerrando el portón con violencia. ¡Maldita sea tu
estampH!
SiM. Ese será alguno que ha venido á felicitar á
Agustín. ¡Por cierto muy pesado! Baja.
-^ 16 —
ESCENA XIII
ENRIQUE; después, DON AGUSTÍN
Enr. El tal esposo es un infeliz. jCon qué pacien-
cia y tranquilidad lo ve todo! Y la señora
se tarda. Sin duda vio entrar á su cónyuge
y le sucedió lo propio que á mí. Siento pa-
sos. ¿Cómo la saludaré ú es ella? Ensaye-
mos. Señora... Don Agustín sale por la derecha y
empieza á cerrar todas las puertas. (¡Uuy! El de
antes.)
AguS. Cerrando con llave el portón, ¡Ajajá!
Enr. (Me carga esa precaución.)
Agüs. Buenas tardes.
Enk. Buenastardes.
Agus. He esperado á que nos quedemos solo?...
Enr. ¿Solos? ¡Qué gusto!
Agus. Tome usted asiento.
Knr. Gracias, me voy á ir.
Agus. ¡Que se siente usted!
Enr. Bueno, se sienta. (Este me tiene ganas.)
Agus. sentándose. Ante todo deseo saber qué se le
ha perdido á usted en esta casa.
Enr. Perdérseme... precisamente... nada.
Agus. ¿Pues á qué ha venido usted?
Enr. He venido... á eso... á eso mismo...
Agus. ¿Se va usted á quedar conmigo?
Enr. No, Feñor; si yo me voy. se levanta.
Agus. ¡Ya le he dicho que tenemos que hablar!
1,0 sienta. VamoS á ver. Enseñándole la carta.
¿Conoce usted esta letra?
Enr. (¡Mi carta!) Ni de vÍ8ta siquiera.
Agus. ¿Y tiene usted la desfachatez de negármelo?
Enr. ¿Cómo desfachatez? A usted le debe tener
todo sin cuidado. (¿Para qué be de guar-
darle consideraciones á un sirviente?)
Agus. ¿Sin cuidado? ¿Qué quiere decir » sto?
Enr. xMo quiere decir nada. ¿Usted qué es lo que
se figura, que la carta es mía? Pues, sí, se-
ñor; lo es. ¿Había algo?
Agus. ¡Había, y mucho!
— 17 —
Enb. ¿Qué...? ¿Que se lo va usted á decir al aia-
rido?...
Agus. (¿Al marido? Ignora que -lo soy.)
Enr. Sonriendo. No... no se lo dirá ustsd. Vayan
cinco duritos... y á callar.
Agup. ¡Caballero! se levanta. ¿Usted me toma j or
un criado?
Knr . Levantándose. Si...
Agus. Pues sepa usted que soy el esposo, y que le
voy á romper el alma.
Enr. Vf^mos por partes. Eso es mentira.
Agus. ¿Que no le rompo á usted el alma?
Enr. No hablo de eso. Lo creo á usted muy ca-
paz. Lo que digo y sorteogo es que ni usted
es su marido, ni Crif-to que lo fundó. O, al
menos, si lo es, su mujer le engaña.
Agus. ¿Que me engaña mi mujer? ¿U^ted se pro-
pone darme el dia?
Enr . (No es mal dia el que me están dando á mi )
6í, señor; le engaña como un chino. ¿Aquí
quién vive? ¿Usted y su señora?
Agus. Nada más.
Enr. Pues yo le aseguro que en este piso ha en-
trado una señora bastante guapa, acompa-
ñ-ida de un caballero.
Agus. ¡Una señora...! ¡Ah, ya caigo! Serían mi ami-
go don Simeón y su mujer.
Enr. ¿y no t^on de Ca^a? Dou Agastín hace un signo
negativo. ¡Pues me he lucido!
Agus. ¿Luego usted á quien se dirigió fué á ella?
Enr. Sí. Mire usted: la vi en Chamberí, la seguí
hasta sn\ui, la escribí, subí y la remití el bi-
llete que tiene usted ahí.
Agus. ¿Sí?
Enr . Sí.
Agis. ¿Sí?
Enr. Sí.
Agus. y sabiendo que era casada, ¿cómo se atre-
vió usted...?
Enr. Yo lo ignoraba. Creía que ese don Fulano
era el padre.
Agls. ¿Cómo el padre?
Enr. U... ó el hijo.
Agus. ¿El hijo?
2
— 18 —
Enr. o el Espíritu Santo. (No sé lo que me digo.)
Agus. NHda, nada; de más sabía usted lo que se
hacía. •
Enr. Esa es la verdad, (Mejor es eer franco.)
Agus. ¿Y de ese modo pisotea usted mi honra?
Enr. La de usted no. ¡Ya me guardaría muy
bien!
Agus. Sí, señor; porque cuando se ofende á mi
jimigo don Simeón se me oft^nde á mi; por-
que mi amigo don Simeón y yo somos uno,
y lo que hace mi amigo don Simeón lo
hago yo.
Enr. (Esto quiere decir que si su amigo don Si-
meón me da una paliza, él repite la suerte.)
Bueno, caballero; rompa usted ese papel y
como si nada hubiera sucedi<lo.
Agus. ¡Quiá, hombre, quiá! Esto lo leerá él en pre-
sencia de usted.
Enr. Hombre, no sea usted bruto.
Agus. ¡Cómo!
Enr. No, no, no he dicho nada. (Tengo una idea.
¡Si pudiera alejar de aquí á este bárbaro!
Probemos.) ¿Eh? Allí, allí me parece que le
han llamado á usted.
Agus. No he oído nada.
Enr. Sí; pues efectivamente...
Agus. Entonces voy á ver... (Conozco su intención,
pero no podrá llevarla á cabo.) vase por la de
recha.
Enr. ¡Magnífico! Ahora me escurro, y adivina
quién te dio. se dispone á marchar. ¡Caramba!
¿Pues no está echada la llave? ¿Qué hacer,
Dios mío?
Llamé al cielo y no me oyó,
y pues sus puertas me cierra. .
Mas... calle: se me ocurre otra cosa. Y ésta
me sirve. ¡Vaya! Aquí hay pluma y tintero.
Se sienta á la mesa, saca un pliego de papel de la
carpeta y escribe. «Apreciable amigo: no me
esperes, porque me han convidado á comer
Tuyo,
Simeón.*
- 19 -
Y^a está. Ahora le digo que un mandadero
me la ha entregado por el ventanillo... y me
Sfilvo. Ya viene.
Agus. Por la derecha. Pues no era nada.
Enr. ¿^o? Ahora mismo han traído esta esqueli-
ta para el amo. se la da. Supongo que será
para usted.
Agus. viéndola. Efectivamente, es para mi. Lee.
(¡Suya es la letra! ¡Ah pillo, trata de es''a
bullirse por este medio') Es de don Simeón,
que dice que no viene porque le han invi-
tado á comer.
Enr. Ya lo pé.
Acuá. ¿Usted la ha leído?
Enr. No, no; pero hasta que usted lo diga. (Por
poco me coge.)
Agüs. y me extraña, porque está convidado aquí
también.
Enr. (Verá usted, verá usted el plan.) Entonces
quiere decir que me retiro.
Agus. No, señor; don Simeón tendrá que venir
e-ta noche por mí para irnos al teatro. Lo
dice en la carta.
EsR. De repente. Eso es mentira,
Agus. ¿Cómo? (Se le escapó al pobre.)
Enr. No... no... si fué... que yo... eso es. Sí, se-
ñor; eso e« .
Agüs. ¡Sí, hombre, sí! (No sabe cómo disculparse.)
EsR. Yo le ruego á usted qj.e en vista de lo que
dice esf» señor me deje ir.
Agus. Bien, hombre, bien; márchese usted. Por
•evitar un gran disgusto hago todo esto.
Abriendo el portón. ¡Gracias á mi buen ca-
rácter!
Enr. Ya se conoce que debe ser usted muy ama-
ble. (¡Amabilísimo!)
Agus. Conque puede usted tomar la puerta. Empa-
jándolo y saliendo á la meseta detrás de él.
Emr. (¡Cuando digo que es muy amable este ca-
ballero!)
Agus. Y que no vuelva á suceder otra; porque
como suceda....
Enr. No, señor; no sucederá.
Agus. Mas... ¿quién sube? Asomándose á la escalera.
~ 20
¡Caramba! Don Simeón con la familia. Me
retracto de lo dicho.
Enr. Por Dios, déjeme usted.
Agus. Nada. (Mejor es escarmentarlo.)
ESCENA XIV
Todos menos VICENTA
DOÑA LUCÍA, DON SIMEÓN y D0L0RCITA8 suben á la meseta.
Agus.
Luc/a
Agus .
Lucía
Agus.
DOL.
SlM.
Lucia
Enr.
Lucía
DoL.
Enr.
Hola, ¿ya están ustedes de vuelta? Pues ha-
gan el favor, las señoras, de pas&r allá
dentro.
¿Nosotras? ¿Por qué?
¡Allá dentro!
No entiendo...
¡Allá dentro!
Pero...
¡Allá dentro!
¿Con qué fin?
Allá dentro.
Ea, pues vamos.
Vamos. Entran en el cuarto y se van por la de-
lecha.
(Ahora me dividen.)
ESCENA XV
ENRIQUE, DON AGUSTÍN y DON SIMEÓN
Agus. Ven acá, Simeón; lee esta carta. Le da la de
Enrique.
ÓIM . Después de leerla para sí. Bien; ¿y para quiéu 68?
Agu.v. Para Dolorcitas.
SiM. Furioso. ¿De quién, que lo voy á reventar?
Enr (No es tan tonto como yo creía.)
Agus. Tengo que confesarlo, aunque me duele...
Enr. (A mí si que me va á doler.)
Agus. señalando á Enrique. Es de estC Señor.
SiM. ¿De usted?
- 21 -
EsR. Míü, sí, mía. Suplicándole. Pcio no me haga
Uíted nada.
SiM. ¿Cómo que no? ¿Voy á consentir tan tran-
quilo semejante declaración? ¡Véngase u&ted
conmigo á la calle, Agarrándolo fuer-emente por
un brazo, y allí le romperé el bautismo!
Enr. (Me parece que me lo rompe antes de lle-
gar) Hombre...
SíM. ¡No hay tu tía!
£iNR. ¿Que no? Se escapa y echa á correr escaleras arriba,
perseguido de Don Simeón, que lleva el báculo empa-
ñado.
Siu. Brrrrrrrr. ..
AgUS. Yo voy á ver lo que sucede, sube también. Que-
da la escena sola unos momentos. . ."
Enr. Dentro y á grandes gritos. jFaVOr, SOCOrro!
SiM. ¡Venga usted acal
ll/NR. ¡'^y' ¡*yl Aparecen de nuevo los tres, uno detras de
otro, y bajan la.s escaleras corriendo. Enrique viene
con el sombrero apabullado y el traje en desorden.
(De fijo LIO se me olvidarán las señas.)
SiM. Brrrrrrrr....
Agus. No creí que lo tomase tan en serio.
ESCENA XVI
DOÑA LUCÍA, D0L0KCITA8 y VICENTA: después DON AGUSTÍN
Lucía Por la derecha, atravesando alarmada el recibimiento
y saliendo á la meseta seguida de las otras. ¿PerO
qué escándalo es este?
DoL. Sobresaltada. ¿Y Simeón, y Agustín, y el joven
que estaba con ellos?
Lucía Bajemos á ver lo que pasa.
ÜOL Sí, bajemos, ai ir á bajar sube don Agustín y las
detiene.
Todas:. con mucha curiosidad. ¿Qué hay?
Agus. Nada, no hay nada.
Lucía ¿Y las carreras y gritos que se han oído?
DoL ¡Dios mío! ¿qué irá á suceder?
Agus. Tranquilícense ustedes: no hay cuidado.
DoL ¿Cómo que no?
Vic. Tienen razón las señoritas. Dígales usted lo
que pasa.
— 22 -
Agüs, Vamos hacia la sala. Ya lo sabrán ustedes
todo por Simeón, que no debe de tardar. En.
tran en el ci^trto. Doña I.ucla y Dolorcitas se van por
la derecha y Vicenta por el foro. Don Simeón sube y
entra también en el cuarto, con los brazos atrás,
ESCENA XVII
DON SIMEÓN y AGUSTÍN; después ENRIQUE
AgUS. Al ver á don Simeón. ¿Qué ha OCUrrido?
blM. Enseñando en cada mano un pedazo del bastón.
¡N3da!
Acus. ¿Qué, lo lastimaste?
SiM, Sí; descuida que no se olvidará de la calle
de Belén, ni se meterá en más belenes. Lo
primero que le di fué un garrotazo en las es-
paldas, que sin duda le produjo un carde-
nal; después un segundo palo en la cintura,
que seguramente le hizo otro cardenal; lue-
go un golpe en un muslo... que...
Agus. ¿Otro cardenal?
SiM. No, aquel debe de ser un obispo, porque ya
me cogió con el bastón roto. Pero como fin
de fiesta le aticé un puñetazo en la cara,
que valió por el clero en masa. Todo esto
con sacristanes y monaguillos, intercalados
en el texto.
Agus. Ja, ja, ja. Se quedan hablando en voz baja.
Enr. Que ha ido subiendo la escalera con gran precaución
y luego se ha adelantado al proscenio, dice dirigién*
dose al público.
La obrita está terminada;
grande la paliza ha sido;
mas todo lo echo en olvido
si me dais una palmada.
Viendo de improviso á don Simeón, que se asoma á la
mesetilla un instante.
¡Caracolesl ¡el marido! Vase corriendo.
FIN
Sevilla, 1888.
OÉIíBS de los mismos flÜTOlíES
Esirrlnia y amor, juguete cómico. (2.* edición.)
Belén, 12, principal, juguete cómico, (á.* edición.)
©Hito, juguete cómico-lirico. Música del maestro Osuna. {2,' edición)
La media naranja, juguete cómico. (2. '"^ edición.)
El tío tie la flauta, juguete cómico. (2." edición.)
El ojito derecho, entremés. (3.* edición.)
La roja, comedia en un acto. (4.* edición.)
La buena sombra, sainete en tres cuadros, con música del maes-
tro Brull. (6." edición.)
El peregrrino, zarzuela cómica en nn acto. Música del maestro
Gómez Zarzuela.
La vida intima, comedia en dos actos. (3." edición.)
Los borraciio-s, saínete en cuatro cuadros, con música del maes-
tro Giménez. (2.* edición.)
El cliiquillo, entremés. (5." edición.)
Las casas de cartón, juguete cómico.
£1 traje de luces, sainete eu tres cuadros, con música do los
maestros Caballero y Hermoso.
El patio, comedia en dos actos. (3." edición.)
El motete, pasillo con música del maestro José Serrano. (2.* edi-
ción.)
El estreno, zarzuela cómica en tres cuadros, con música del maes-
tro Chapi.
Los Galeotes, comedia en cuatro actos. (3.* edición.)
La pena, drama en dos cuadros. (2.» edición.)
La azotea, comedia en un acto.
El granero Ínfimo, pasillo con música de los maestros Valvorde
(hijo) y Barrera.
El nido, comedia en dos actos. (2.* edición.)
La.s flores, comedia en tres actos. (,2.* edición.)
Los piropos, entremés.
El flechazo, entremés. (2.* edición.^
El amor en el teatro, capricho literario en cinco cuadros, pró-
logo y epilogo.
Abanicos y panderetas <f ; i Sevilla en el botijo! humorada
satírica en tros cuadros, con música del maestro Chapi.
La dicha a^fena, comedia en tres actos y un prólogo.
Pepita Reyes, comedia en dos actos.
Los meritorios, pasillo.
La znhorí, entremés.
La reina inora, saiiieto en tres cuadros, óoti música del maestro
José Serrano. (2." edición.)
Zara^rata.s, sainóte en dos cuadros.
lia zajapala, comedia en cuatro actos.
lia casa de Cíarcía, comedia cn,"tre§ actds.
I,a contrata, apropósito.
K! amor «lue pa^a, comedia en dos actos.
Kl uial íle amores, sainete con música del maestro José Serrano
El nuevo servidor, humorada.
Mañana de sol, paso do comedia.
Fea y con j^'racla, pasillo con música dol maestro Turina. ^
Lia aventura de los galeotes, adaptación escénica do un capi-
tulo del Quijote.
lia musa loca, comedia en tres actos.
lia pitanza, entremés.
El amor en solfa, capricho literario en cuatro cuadros y un pró-
logo, con música do los maestros Chapi y Serrano.
liOS chorros del oro, entremés.
Morritos, entremés.
Amor á oscuras, paso de comedia.
serafín t JOAQUÍN ALVAREZ QUINTERO
GILITO
JUGUETE COiMICO
CON MÚSICA DEL MAESTRO
J. O® U JV A.
TSaCESá £DIi
SOCIEDAD DE AUTORES ESPAÑOLES
MúAas de Balboa, 12
1&3.0
Olt^lTO
Esta obra e^ propiedad de sus autores, y nadie po-
drá, sin su permiso, reimprimirla ni representarla en
España ni en los países con los cuales se hayan cele-
brado, ó se celebren en adelante, tratados internacio-
nales de propiedad literaria.
Los autores se reservan el derecho de traducción.
Los comisionados y representantes de la Sociedad de
Autores Españoles son los encargados exclusivamente
de conceder ó negar el permiso de representación y
del cobro de los derechos de propiedad.
Droits de représentation, de traduction et de repro-
duotion reserves pour toas les pays, y compris la Sué-
de, la Norvege et la Hollande.
Queda hecho el depósito que marca la ley.
GILITO
JUGUETE CÓMICO
serafín i JOAQUÍN ALVAIIEZ (¡ÜINTERO
con música del maestro
J. OS» UJV A.
Estrenado en el TEATRO DE APOLO el 25 de Abril 4e 1889
TERCERA EDICIÓN
MADRID
• TlbABOO, IMF., MABQUAS DI SARTA AllA, U 9Vr*
Telétono oúmero ó&l
1©*Q
REPARTO
PERSONAJES ACTORES
rUKA Consuelo Salvador.
GIUTO Julio Ruiz.
DON JUAN José Meeejo.
MANUEL Ángel González.
RAFAEL José Montijano.
B^BIBIBIBIBIBiaiBIBIMIBJBIBlBIBIBIEIMIB
GILITO
Dirisión de escena.— A la derecha del actor, el recibimiento de
la casa de Don Juan, en Madrid. Portón al foro y dos puertas á la de-
recha Entre ambas una mesita con cajones. Sillas.— A la Izquierda
un estudio de pintor. Balcón al foro, dos puertas á la izquierda y
ana á la derecha que comunica con el recibimienlo. Inmediato al
balcón un caballete con un lienzo; tras él una silla de tijera, y al
pie, caja de pinturas, paleta, pinceles y una navaja grande. Varias
sillas y un banco.
Es de día.
PURA, con una carta en la mano, aparece en el recibimiento.
Pura. Pues, señor, acaba de entregarme Manuel
esta carta de Güito; la he leído un millón de veces, y
por más vueltas que le doy al asunto, no sé qué deter-
minación tomar, dada la timidez de Gil y dado el ca-
rácter de mi padre. Voy á leerla de nuevo. Lee. '<Purita:
estoy decidido completamente; mi resolución es firme.
Una vez que he ^^sto que con este genio nunca iré á
ninguna parte, he pensado adoptar otro. Hoy haré mi
primera valentía, presentándome ante tu papá para
pedirle tu mano. Si me la concede... seré feliz; si no...
me tiro de cabeza por el Viaducto. Tuyo,— Gilí. — Pos-
data.— Te agradecería que le indicases algo á tu padre,
con el objeto de que me fuera más fácil conseguir mi
propósito.» ¿Qué hacer, Dios mío? Aquí va á ocurrir una
— 6 —
catástrofe por causa de las diabluras de Gilí. A. nadie
se le ocurre, conociendo el genio de mi padre, poner en
práctica la idea de pedirle mi mano; mucho más siendo
secretas nuestras relaciones, i'ausa. Si yo pudiera evitar
que realizase su pensamiento... Pero, ¡ca! viene hoy
mismo, como me dice, y de ahí no hay quien le apee.
¡Pobre Gilí! Por supuesto que yo nada temería si mi
papá tuviera mejor carácter, suona la campanilla. ¿Quién
eSr Se asoma al ventanillo.
Don Juan. Dentro. Abre; soy yo.
Pura abre y sale DON JUAN.
Pura. Buenos días, papá.
Don Juan. Hola; ¿qué hay?
Pura. Nada...
Don Juan. Pues yo vengo como para que me pidan
un favor. El arte está perdido... ¡perdido!... Calcúlate
que salgo á la calle, me encuentro á mi amigo Alma-
grilla... ¿Tú sabes quién es Almagrilla?... ¡Almagrilla,
mujer, Almagrilla!
Pura. Sí, papá, Almagrilla. Ese tan pequeñito...
Don Juan. Ese, ¡ese tapón!... Tú sabes que le he vis-
to nacer, que le he conocido así... La altura de una vara. Es
verdad que ahora es así. Media vara. Bueno, pues ese, al
pedirle cinco duros... ¡cinco duros!... ¡veinticinco pese*
tas!... ¡cien reales!... me los ha negado. A mí, ¡á mí! que
he sido su maestro, que le he protegido, y que un día
que me pidió tres pesetas... le di...
Pura. ¿Las tres pesetas?...
Don Juan. No; le di... una excusa; pero ¡siquiera le
di algo!
Pura. (Cualquiera le dice...) Ah, tome usted esta
carta que han traído hace un rato. Le da una carta que saca
del bolsillo del delantal.
Don Juan. Trae.
Pura. Yo me voy allá dentro.
Vase Pura por la primera puerta de la derecha.
— 7 —
Don Juan. Bien. Abriendo la carta y viendo la firma. ¡Calle!
^es de Espiridión? Veamos qué me dice este necio. Lee.
«Estimado Juan: Hoy pasará á visitarte mi amigo Mo-
reno y Delgado, que te podrá servir para modelo, á pesar
de ser un hombre de mediana estatura, no muy bien fór
mado... y bastante feo. Tu amigo y compañero, — Espi-
ridión Retortillo > [Bravo, bravo! Este chico, no obstan
te ser un alcornoque, el desgraciado no es mala perso-
na. 'Kene el defecto de que, no sabiendo coger un lápiz,
fie cree un Pradilla. Pausa breve. Bueno, pues con ese mo-
■delito me propongo trabajar con alma. Hoy no recibo
á nadie. Llamando. ¡Manuel!
Bale MANUEL por la segunda puertn de la derecha.
Manuel. Señor.
Don Juan. Mira; á todo el que venga hoy preguntan-
do por mí, le dices que no me encuentro en casa. Sola-
mente... ¡solamente! dejas entrar en el estudio al señor
Moreno y Delgado, que es un hombre de regular eítatu
ra, feo y mal formado. ¿Sabes?
Manuel. Sí, señor; será usted servidu.
Don Juan. Mucho ojo, que tú tienes una memoria
pésima ¿Fuiste á casa de don José Sánchez?
Manuel. Fui. Me diju que non .. ¿qué me diju, de-
monius?... ¡Ah! que non podía prestarle á usted los
trajes.
Don Juan. ¡Me gusta! ¡me gusta! ¡Valiente estúpido!
Vamos, que está el hombre poco hueco porque un ga-
cetillero cerril le ha dicho, en no sé qué papelucho, que
€S un artista que tiene... buen color. Ya ves tú... ¡buen
color!... una cosa que tiene cualquiera que esté sanóte...
]que esté medio robusto!
Manuel. Me diju también que le dispensara...
Don Juan. ¡Calla, hombre, calla! Te fijas en peccata
minuta.
Manuel. Tiene usted razón: me fiju en petacas me-
nudas, ■ .:-..'
- 8 —
Don Juan. ¡Basta de conversación! Que no se te olvi-
de el encargo. Eotra en el estudio y se va por la primera puerta
de la izquierda, después de deteoerse ante su cuadro diciendo:
¡Primera medalla!
Manuel. Perfectamente. Cumpliré cuantu me ha di-
chu al pie de la letra Me diju, al darme las señas de-
ese señor á quien quiere recibir, que es... que es .. ya
non me acuerdu... Que es... de una estatura regular...
Sí, sí; esu es. Morenu y deljadu. . también. Lo únicoi'que=
non recuerdu, es el nombre; perú con las señas basta.
Las escribiré en un papelitu, non se me olviden de se-
junda. Se acerca á la mesa, saca de un cajón lápiz y papel, y escri*
bo. «Es de mediana estatura... morenu... deljadu... y
feU.» Estu Últimu se me olvidaba se guarda el papel en el
bolsillo interior de la americana. MaS VeU que entre diíeS If
diremes se me va el tiempu... y yo tenju mis oblijacio-
nes. Vasc por la segunda puerta de la derecha.
Sale PURA por la primera.
Pura. ¿Por dónde estará papá? Suena la campanilla*
¿Quién? Mira por el ventanillo.
Rafael. Dentro. Gente de paz.
Abre Pura y sale KAFaEL.
Pura. ¿Qué se le ofrece á usted?
Rafael ¿Don Juan Chico?
Pura. Aquí vive.
Rafael. ¿Está en casa?
Pura. No se lo puedo decir á usted á punto fijo. Voy
á ver. (Manuel estará en el secreto.) vasc por la segunda
puerts de la derecha.
Rafael. A ver si consigo arreglarme con don Juan.
Don Espiridión le ha escrito recomendándome; de modo
que...
Llega M.^NOEL por la segunda puerta de In derecha.
Manuel. ¿Es usted el que busca á don Juan?
Rafael. Servidor.
Manuel. No hay de qué.
- 9 —
Rafael. ¿Está en casa?
Manuel. Veamus. (¿Dónde demonius habré echadu
«1 papel en que apunté las señas?) Se registra el bolsillo de-
recho de la americana. AqUÍ lion está.
Rafael. ¿Eh?
Manuel. Registrándose el Izquierdo. Ni aquí tampOCU,
Rafael. ¿Pero es posible?... Amigo, usted padece una
■equivocación.
Manuel. Non padezcu nada, á Dios gracias.
Rafael. Yo le he preguntado á usted por el señor
■don Juan. ¿Ha salido ó está aquí?
Manual. Esu precisamente voy á ver. sc registra ios
bolsines del chaleco. Nada, non parece. ¿Lo habré metidu
-en aljún cajón de la mesa? Se dirige á esta y abre uno de los
cajones.
Rafael. Pero, señor, ¿qué tamaño tiene ese don Juan?
Manuel. Siéntese, siéntese mientras tantu. Rafael se
sienta. ¡Qué diantrcl Registra todos los cnjones y echa una ojeada
á las sillas. Non se haya usted sentadu encima.
Rafael. Levantándose Je un salto. ¡Caracoles!
Manuel. Fijándose en la silla, Tampocu, tampocu está
ahí.
Rafael. Vuelvo á repetirle que está usted en un
■error.
Manuel. ¡Dale, bola!
Rafael. Vengo á ver al señor don Juan Chico, y me
extraña que le busque usted por los cajones de la mesa
y por encima de las silla.^.
Manuel. Yo me entiendu.
Rafael. Usted dispense; nunca creí que el señor Chi-
co fuese tan chico.
Manuel. Desesperado, se registra los bolsillos del pantalón.
jDemonius! ¿Dónde lo he echadu?
Rafael. (Este hombre toca el violón.)
Manuel. Es inútil cuantu haju. Caballeru... sientu
decirle que lo que es ahora non puedu contestarle.
— 10 —
Rafael. Está bien. Yo volveré luego.
Manuel. Comu usted juste.
Rafael. Abur. (No lo entiendo.) vase por ei portón.
Entra Manuel en el estudio.
Manuel. Pues, señor, me ha sidu imposible compla-
cer á mi amu. ¡Malditu papel y maldita mi memoria,,
sobre todu! Estu motivará que mi amu me llame inú-
til, cuandu á servicial pocus me janan. Por mejor de-
cir, ninjunu.
Música
No hay ninjunu en este gremiu
que me jane á servicial,
porque soy de lo más listu
que se puede imaginar.
Desde que á la corte vine,
que non sé el tiempu que hará,
en dos partes he servidu,
si es que non recuerdu mal.
Me dice mi amu
cuandu entra en la casa:
— Manuel, yo quisiera
que tú te Uejaras
por varius colores
que ya me hacen falta.
Y comu non se me olvide,
cunforme á su petición,
si pintura blanca pide...
se la traiju bermellón.
Cuando yo voy al mercadu
tratu de economizar:
lo que allí se vende á doce,
á catorce me lu dan.
— II —
Así es que dicen mis amus
que en Madrid non tenju ijual,
y me llaman alcurnoque
porque quieren bromear.
Mas cierru mis labius
y siempre obedezcu,
pues non me conviene
perder casa y sueldu
por el simple justu
de salir gruñendu.
Siendo así que soy un chicu
de tan grande actividad,
quien me tache de borricu...
ese dice la verdad.
Cesa la música.
¡Dichosu contratiempu el del papelitu! Y al menus
en los bolsillus non está. Pausa. ¡Calle!... Creu que non
he registradu el interior de la americana. Veamus. se
registra y saca el papel. ¡Miren, miren dónde se había me-
tidu! Lee con la vista. Me parece que el señor de antes
non era quien mi amu quería recibir, saena la campanilla.
¿Quién es? Se acerca al portón.
Güito. Dentro. Servidor.
Manuel. Pase usted. Abre.
Sale GILITO.
Güito. Buenas tardes.
Manuel. Muy buenas.
Güito. ¿Se encuentra en casa el señor don Juan
Chico?
Manuel. Le diré á usted, comienza & mirar alternativa-
mente al papel y á Güito. Este mueve la cabeza hacia todos lados,
queriendo encontrar el objeto en que cree que se fija Manuel. Kstán
asi alganoE instantes.
Güito. (¿Qué mirará?)
Manuel. (Las señas coinciden: este es ) Pue.«, sí, se-
ñor, está. ¿Le a\nsu?
— 12 —
Güito. Naturalmente.
Manuel. Voy. Pase usted al estudiu.
Pasan los dos, y Manuel se va por la primera puerta de la Iz-
qnierda.
Gilíto. Aunque á Purita le decía en la carta que me
proponía cambiar de carácter, no sé si me atreveré á
decirle al papá lo que deseo. Ahí me parece que viene.
Saleu al estudio, por la primera puerta de la izquierda, DON
JUAN y MANUEL. Este pasa al recibimiento y se va por la segunda
de la derecha.
Don Juan. Para servir á usted.
Güito. Caballero...
Don Juan. Sentémonos, ge sícntau. Pausa, durante la cual
se miran alternativamente. Vaya, Vaya, Vaya, Vaya.
Güito. Bueno, bueno, bueno, bueno. Yo no sé si us-
ted tendrá conocimiento de esta visita...
Den Juan. Sí, sí, señor; le esperaba á usted.
Güito. ¡Ah, vamosl (No sé cómo empezar.) Echare-
mos un cigarrito. sacando BU petaca. ¿Ustcd fuma?
Don Juan. Fumo. (Es decir, no fumo; debía fumar.)
Gilíto. ¿De hebra?
Don Juan. No, señor. (De gorra.)
Güito. ¿Fumará usted brevas?...
Don Juan. ¡Cuando caen!...
Güito. Pues tome usted un cigarro, se lo da. Le ofrece
un fósforo y encienden.
Don Juan ¡Valiente breva!
Güito. ¿Y se trabaja mucho?
Don Ju'an. Se trabaja, se trabaja.
Güito. A mí me gusta mucho la pintura. Y los cua-
dros de usted son... son... son malitos.
Don Juan. ¿Cómo?
Güito. En son de alabanza. ¡Malitos! ¡malitoS SOn los
cuadros de usted! Lo que más me admira es el color; el
color es... infernal.
Don Juan. ¡Hombre!
— 13 —
Güito. No, dispénseme usted; digo que es infernal
«n comparación á... á... á los... que los infernales... Yo
no sé 8Í usted tendrá conocimiento de esta visita...
Don Juan. ¡Repito que sí! ¡que sí! ¿Cómo voy á decir
las cosas?
Gillto. No se altere usted. El otro día, en casa del
señor Ramírez, vi un cuadro de usted muy bonito. Fi-
gura una perra...
Don Juan. Hombre, no; mi cuadro... no es perra; es
perro.
Güito. ¿Su cuadro?... Se queda pensando. ¡Ah, SÍ, eS
perro, perro! (¡Perrisiyno!) Pues... me encantó; está ha-
blando.
Don Juan Ladrando, habrá usted querido decir.
Güito. Efectivamente, pero no lo he dicho. ¡Y qué
bien pintado!
Don Juan. Lo copié del natural... ¡del natural!
Güito. Es natural. También he visto y admirado
otros perros suyos... Y, créame usted, todos tienen mu-
chísima expresión; todos muerden.
Pausa.
Don Juan. Bueno, bueno, bueno, bueno.
Güito. Vaya, vaya, vaya, vaya. ¿Y en la exposición
■de pinturas del año ochenta y siete, no presentó usted
ningún lienzo?
Don Juan. Sí, señor; expuse uno.
Güito. (Expuesto, verdaderamente.)
Don Juan. Muerte de César en el Senado de Roma.
Güito. ¡Digo! ¡Pues si lo leí en La Correspondencia!
Don Juan. ¿La Correspondencia? ¡Buen desatino decía
acerca de mi obra!
Güito. ¿Qué dijo? No recuerdo...
Don Juan. Verá usted: «...El cuadro la Muerte de Cé-
sar, de tal y tal, de don Fulano de Tal, aparte de estar
hecho con valentía, inspiración, talento... tal y tal, in-
curre en un defecto que le perjudica notablemente; y
— 14 -
es que la figura de César no tiene mucha vida.». Y es lo
que yo digo: ¡cómo ha de tener mucha vida... si lo están
matando! ¡Demasiada tiene!
Güito. Mucha verdad.
Pnusa.
Don Juan. Bueno, bueno, bueno, bueno.
Gilito. Vaya, vaya, vaya, vaya. ¿Y al fresco no pinta
usted?
Don Juan. Todo lo que hago es al fresco. Ese balcón
tiene un cristal roto, y si viera usted el gris que entra...
Giüto. (Vamos, se permite bromitas.)
Don Juan- En fin, al asunto... ¡al asunto!
Güito. Sí, señor. Pausa. Sí, scñor. Pansa. Sí, señor.
Don Juan. ¡Ya me lo ha dicho usted tres veces! Bue-
no, para no andarnos por las ramas, mi costumbre...
Gilito. Yo no sé si usted tendrá conocimiento de
esta visita...
Don Juan. ¿Otra?
Gilito. Perdone usted; se me ha ido.
Don Juan. Escuche, si ha de escuchar. Vendrá usted
todos los días de una á cuatro.
Gilito. Vendré; ¿por qué no?
Don Juan. Corriente. Yo no puedo dar más de dos
pesetas.
Gilito. ¿Como dote? Poco, poco es eso...
Don Juan. ¡Qué dote ni qué calabazas! En fin, si no
está usted conforme... pida usted.
Gilito. ¿Que pida yo?
Don Juan. ¡Claro! ¿Qué quiere usted por venir ese
tiempo?
Gilito. Pues... yo... (¿De qué me habla?) Yo... yo... yo
no sé si usted tendrá conocimiento de esta vi... Tapáadose
la boca. ¡Ah, ah, usted dispense!
Don Juan. ¡Le advierto á usted que conmigo no se
chancea nadie!... ¡Nadie!... Levantándose. Y para concluir
de una vez: ocho realitos es lo que doy.
~ 15 -
Güito. Pero ¿he pedido yo algo? se kTanta.
Don Juan. ¿Sí ó no?
Güito. Como Cristo nos enseña. Pues... sí... sí...
Don Juan. Ea, manos á la obra.
Güito. ¿Cómo á la obra?
Don Juan. Ese pantalón es bueno.
Güito. Pchs, regular; de cincuenta reales.
Don Juan. ¿Qué tiene que ver una cosa con otra?
Entre usted en esa habitación, señalando la primera puerta
de la izquierda. En la percha habrá una chaquetilla, una
faja y una gorra... Se las pone usted... y listo.
Güito. (¡Anda! ¡pues me ha tomado por un mo-
delo!)
Don Juan. ¡Pronto! ¡pronto!
Güito. Voy en seguida. (Le obedeceré.) vase por donde
le ha indicado.
Don Juan. Este modelo es inservible... ¡inserviblet
¡Estoy que trino!... Y para colmo de mis desdichas he
hallado en eJ tocador de Pura varias cartas de un tal
Gllito... ¡Gilito!. . Este se asoma sin ser visto por don Jnan.
que como lo coja... ¡lo mato!... ¡lo mato!...
G!lítO. Escondiéndose. ¡Huy!
Don Juan. Y á ella también le ajustaré las cuentas.
¡Vaya con la niña! Pero... vamos á ver los trastos de
matar. Se acerca al caballete y lo prepara todo. ¡Anda, more-
na!... Ahora me falta cisco. Y me veo en la precisión de
salir á comprarlo, porque si mando á Manuel me trae
cisco para el brasero, coge su sombrero, que estará sobre una
silla, sale al recibimiento precipitadamente y se va. MenoS mal
que está cerquita.
Gilito. Presentándose vestido de «rata». Ya estoy arregla-
do. ¡Ah! se ha ido. ¡Estoy bien! Como don .Juan averi-
güe que yo soy el Gilito de que habló hace un momen-
to, me voy á divertir; de fijo.
Sale PURA al recibimiento por la segunda puerta de la derecha
y entra en el estudio.
— 16 —
Pura. Sorprendida. ¡Ay, Gilí!...
Güito. ¡Y tan gilí!
Pura. ¿Qué es esto? ¿Cuándo has venido? ¿Cómo
■estás de ese modo?
GIlito. ¿Que cómo estoy de este modo? Regular. El
traje me cae bastante bien.
Pura. No es eso; te preguntaba...
Güito. Pues que tu padre me ha tomado por un mó-
ldelo... y me está dando la jaqueca.
Pura. ¿Por qué no le has dicho...?
Güito. Porque está dado á todos los demonios. Ahora
«reo que ha salido no sé adonde. ¿Qué te parece que
haga?
Pura. Seguirle la corriente; ya no hay más remedio.
Pero te anuncio que papá es terrible con los modelos.
En poco más de quince días lleva despedidos á cuatro.
Es decir... Haciendo memoria. Becerro... uno, León... dos,
"Cordero... tres, Palomo... cuatro, y Cuervo... cinco. ¡Ya
•decía yo!...
GiMto. Oye, por lo visto, tu papá ha tenido en el es-
tudio á toda el arca de Noé.
Pura. Y al último, recuerdo que lo tiró por las esca-
leras.
Giljto. ¡Hombre, qué gracia! Estaba por hacer una
atrocidad: decirle quién soy y á lo que vengo.
Pura. ¡No, por Dios! Porque entonces, al ver que le
has engañado, no se conforma con las escalerat^; te tira
por el balcón.
GiMto. iCa...racolesl Nada: si tú te opones á ello... de-
.sisto.
Pura Haces bien.
Güito. Aunque yo se lo diría, si las circunstancias
■no hubiesen cambiado. Sí, señor; se lo diría si conti-
nuaseis viviendo en el entresuelo; pero hija, desde un
piso cuarto... lo que es yo no se lo digo. ¿Por qué os ha-
béis venido aquí?
— 17 —
Pura. Porque aquel cuarto es muy oscuro y carísi-
mo. Así es que nos mudamos, en primer lugar, por la.
luz. Mirando hacia el balcón, y en segUndo lugar...
Güito. Refiriéndose al dinero. Por la luz...
Pura. Eso es.
Pausa.
Güito. Se me está ocurriendo otra atrocidad. Atroci-^
dad que voy á hacer. Haz el favor de traer mi ropa,,
que está en la percha de esa habitación, eeñaia la primera-
de la izquierda.
Pura. ¿Te vas á ir?
Güito. Ahora mismo.
Pura ¿Y si te encuentras á papá en la escalera?
Giüto Le digo que me ha entrado el sarampión^
Trae, trae mi levita y demás, que me voy antes que-
venga.
Pura. Bueno. Entra por la priaaera puerta de la izquierda,
mientrxs Güito se quita la gorra y 1* chaquetilla, y sale en seguida.
con la ropa. AqUÍ ticueS.
Güito. Venga el chaleco. Se lo coloca muy aprisa. Ajajá^
La levita. Después me quitaré la faja, se pono la levita.
Ahora... suena la campanilla. ¡Me han partido!
Pura. ¿Ves?
Güito. Que no abran, ¡por Dios! Voy á quitarme esto^
Se quita precipitadamente la levita y el chaleco y los echa á la
habitación donde estaban. Sale M ANÜr^JL por la segunda puerta de la
derecha al recibimiento, y Pura sale también y empieza a hablarle
bajo para distraerlo. Güito vuelve á colocarse la chaquetilla y la go-
rra, todo hecho un lío.
Pura. Yo me voy. Abra usted, Manuel, vase por la.
primera puerta de la derecha.
Güito. Que vea que estoy en carácter, comienza á eje-
cutar el paso de los ratas de *La Gran Vla> acompañado por la or
quekta.
Manuel abre el poitón y se va por donde salió. DON JU.\N pasa,
al estadio y deja la puerta abierta. Trae en la mano un paquetito.
— 18 —
Don Ju&n. Dejando el sombrero sobre una silla y el paquete en
€l suelo, al lado de los demás útiles. ¿Ya está USted listO?
Güito. Sí, señor.
Don Juan. Pues á empezar, coge U navaja que habrá jun-
to á la caja de pinturas y la abre dirigiéndose á Güito. Este retrocede
«sustado.
Güito. ¿Qué va usted á hacer?
Don Juan. Nada, hombre, no hay que asustarse.
Yaya. Dándole la navaja. Hoy no está esto arreglado, por-
que nunca esperaba encontrar modelo tan pronto; así
€s que trabajaremos poquito tiempo.
Güito. (Más vale así.)
Don Juan. Mi cuadro, entérese usted, representa una
riña... ¡una riña!... entre dos ratas. Tengo trazada una
<ie las figuras y me falta la otra. De modo que coloqúe-
se usted aquí, lo lleva delante de la primera puerta de la izquier-
da, enfrente de la del estudio. Póngase usted en ademán de
embestir... ¡de embestir!..', al contrario.
Güito. Be coloca muy mal. ¿Así?
Don Juan. No, hombre, no; ¡no! Más energía, ¿eh?
jmás energía! lo coloca según indica el diálogo. La pierna de
recha hacia delante; la izquierda hacia atrás; el brazo
izquierdo tapando la cara; el derecho en actitud de he-
lir; el rostro con mucha expresión: saque usted los ojos;
contraiga usted todos los músculos; apriete usted los
dientes... Se aleja uu poco. Así está bien, señala en el suelo el
sitio de los pies con un pedazo de cisco. ¡Perfectamente! Co-
mienza á dibujar. (Yoy á preguntarle por el que le reco-
mienda.) ¿Y qué me dice usted de Espiridión?
Güito. ¿De espiri... qué?
Don Juan. De Espiridión.
'Güito. Yo no sé lo que es eso. Esa palabra no está
€n el Diccionario. . ■
Don Juan. Pregunto por Retortillo... ¡por Retortillo!.,.
.: Güito. ¡Ah, ya, Ketortillo!... (¡Digo!)
Don Juan. ¿Es bonito el cuadro que está haciendo
ahora?
, -19-
Güito. ¡Pchs! regular... (Así no peco.)
Don Juan. ¿Qué tal de dibujo?
Güito. ¡Pchs! regular...
Don Juan. ¿Y de color?
Güito. ¡Pchs! regular...
Don Juan ¿Y de composición?
Güito. ¡Pchs! regular...
Don Juan. ¿Y qué asunto tiene? ¿Qué representa?
Güito. ¡Pchs! regular...
Don Juan. Usted no me ha entendido. Yo sé que es
un hecho histórico; pero quisiera saber cuál.
Giüto. Pues la... la... la muerte del rey que rabió.
Don Juan. ¿Cómo?
Güito. (No sé lo que me digo.) Sí, señor; muy ins-
pirado, muy sentido; es alegórico. A la derecha está el
rey... rabiando... todo lleno... de babas... A la izquierda
un perro pachón... Y en el centro, rodeada de .nubes, la
figura del doctor Pasteur.
Don Juan. Hombre, eso es imposible. ¡Valiente des-
atino! Pero no se mueva usted.
Güito. Usted dispense. Y sepa usted que ya estoy
de postura hasta la coronilla.
Don Juan. ¿Eh?
Pausa breve — Suena la campanilla.
Sale MANUEL al recibimiento por la segunda puerta de la de-
recha
Manuel. ¿Quién será? Abre el portón y sale RAFAEL.
Rafael. Buenas tardes.
Manuel. Buenas.
Rafael. ¿Pareció el seíior don Juan?
Manuel. Creu que sí. Debe de estar en el estudio.
Pase usted.
Rafael avanza, j en el momento de llegar frente á la puerta del
estudio retroceda abastada áLver á Güito. A Manuel, que ya á aso-
marse llevado de su curiosidad, le sucede lo mismo.
Rafael. ¡Ca... ramba!
- 20
Manuel. Avanzando. ¿Qué es esu? ¿A ver? ¡Demoniusí
Don Juan. Levantándose. Pero ¿quién está ahí? Sale al
recibimiento. Buenas tardes.
Manuel. Aquí está mi amu.
Rafael. Muy señor mío.
Don Juan. ¿Qué se le ofrece? ¿Quién es usted?
Rafael. Yo soy Rafael Moreno y Delgado...
Don Juan, con extrañeea. ¿Eh?
Rafael. No sé si usted habrá recibido una carta de
don Espiridión Retortillo, en que me recomienda como-
modelo.
Güito. Dentro. (¡Malol)
Manuel. (Creu que he metidu la pata.)
Don Juan. ¿Pero, usted es...? Entonces, a Manuel, ani-
mal, ¿por qué has dejado entrar á es% títere? Ainde á qí-
llto. ¿Quién es usted? Entrando en el estudio. ¡Pronto!...
¡pronto!...
Gilito. Caballero... yo soy... Gil... Gil...
Don Juan. ¿Gil? ¿Gilito? ¡Este es el novio! ¡Ah, pica-
ro! Se dirige á él en actitud amenazadora. Gilito da dos vueltas alre-
dedor del caballete, seguido de don Juan. En la última deja caer el
caballete. ¡Mi cuadro! ¡Mi gran obra! ¡Lo mato! ¡Lo matoí
¡Venga usted acá! cogiendo á oiuto por un brazo. Quiero una
explicación clara... ¡clara! de lo que aquí ha ocurrido.
Entran en el estudio Manuel y Rafael.
Gilito. Bueno... yo... escúcheme usted... señor don
Juan... El... la... lo... de el...
Don Juan. ¿Pero va usted á declinar el artículo?
Gilito. No, señor. En fin, para acabar pronto... yo-
he venido... á pedir... la... la... la mano de su hija... y
me... me han confundido con ese señor. Por Kafaei.
Don Juan. ¿De modo que me ha engañado usted
como á un chino? ¡Ah, bribón!
Sale PURA por la primera puerta de la derecha.
Pura. ¡Ay, Dios mío!
Gilito. ¡Ella!
— 21 -
Don Juan, a pura. ¡Hola! ¿conque relaciones secretas,
eh? Ya te pondré las peras á cuarto, ¡á cuarto!
Pura. Papá... yo...
Don Juan, a Gmto. ¿Conque á pedir la mano?
Güito. Le advierto á usted, que al dar ese paso es
porque puedo hacerlo. Soy bastante rico; tengo un ca-
pital de ocho mil duros ..
Don Juan, cambiando de tono. ¡Y auuque no tuviera Us-
ted un ochavo!... A mí, todo... menos contrariar los
amores. (¡Dios mío; ocho mil duros!. .)
Pura. r:Cómo? ¿Consiente usted?
Don Juan. Ya hablaremos, comienza á hablar en voz baja
con Rafael.
Pura A Güito. Se arreglará todo, descuida.
Don Juan, auo & Rafael. Sí, señor; recibí la carta y vie-
ne usted como pedrada en ojo de boticario... ¡de farma-
céutico!... ¡de licenciado en farmacia!
Rafael. ¿Sí, eh?
Don Juan. Justo. De modo que aquí no ha habido
inuí- (jue una equivocación...
Manuel. De la que yo soy el culpable.
GilitO- Al público.
Un aplauso necesito,
público amable y sincero,
y de ti lo solicito;
quien te lo pide es Güito,
que no es el rata tercero.
riK DEL JUGUETE
OBRAS DE IiOS laiSIVIOS flÜTORES
Es^rriina y amor, juguete cómico. ('2.* edicióu.)
Belén, 12, principal, juguete cómico. (2.' edición.)
di 111 to, juguete cómico lírico. Música del maestro Osuna. (S.'edición.)
1.a media naranja, juguete cómico. (3.* edición.)
£1 tío de la flauta, juguete cómico. (3.* edición.)
El ojito derecho, entremés. (3." edición.)
La reja, com^edia en un acto. ^4." edición.)
La buena sombra, sainete en tres cuadros, con música del maes»
tro BruU. (6.* edición )
¥.1 pere$rrino, zarzuela cómica en un acto. Música del maestro
Gómez Zarzuela. (2.* edición.)
La vida Intima, comedia en dos actos. (3.* edición.)
Los borrachos, sainete en cuatro cuadros, con música del maes-
tro Giménez. [3."^ edición.)
El chiquillo, entremés. (6.* edición.)
Las casas de cartón, juguete cómico. (2.* edición.)
El traje de luces, sainete en tres cuadros, con música de los
maestros Caballero y Hermoso. (2.* edición.)
El patio, comedia en dos actos. (4.* edición.)
El motete, pasillo con música del maestro José Serrano. (2.* edi-
ción.)
£1 estreno, zarzuela cómica cu tres cuadros. Música del maestro
Chapi.
Los Galeotes, comedia en cuatro actos. (3." edición.) Traducida al
italiano con el titulo de I GaJeoti por Giuseppe Paolo Pacchierotti.
La pena, drama en dos cuadros. (2.» edición.) Traducido al italiano
con el mismo titulo por Giuseppe Paolo Pacchierotti.
La azotea, comedia en un acto. (2." edición.)
£1 grénero ínfimo, pasillo con música de los maestros Valverde
(hijo) y Barrera.
El nido, comedia en dos actos. (3.* edición.) Traducida al catalán con
el titulo de Un niu por Joaquín María de Nadal.
Las flores, comedia en tres actos. (2.* edición.) Traducidla al italiano
con el titulo do I fiori por Giuseppe Paolo Pacchierotti.
Los piropos, entremés. (2.* edición.)
El flechazo, entremés. (2.* edición.)
£1 amor en el teatro, capricho literario en cinco cuadros, pró-
logo y epílogo. {2.* edición.)
Abanicos y panderetas tf ¡A Sevilla en el botijo! humorada
satírica en tres cuadros, con música del maestro Chapí.
La dicha ajena, comedia en tres actos y un prólogo. (2.* edición.;
Traducida al alemán con el titulo de Das fremde Glück por J. Gusta-
vo Rohdo.
Pepita Reyes, comedia en dos actos. (2.* edición.)
Los meritorios, pasillo.
La zahori, entremés.
La reina mora, sainete en tres cuadros, con música del maestro
José Serrano. (2.* edición.)
Zarabatas, sainete en dos cuadros.
La za;;ala, comedia en cuatro actos (2.* edición.)
Ln casa cíe CSarcfa, comedia en ires acios.
I^a contrata, apropósito.
El amor «|ue pasa, comedia on dos actos. íá." cdicíóu.) Traducida
al italiano con el titulo de L'amore che passa por Giuseppe Paolo
Paochierotti.
El mal «le amores, saínete con miísica del maestro José Serrano.
El nuevo Hervidor, humorada.
Mañana «le sol, paso de comedia. Traducido al alemán con el titu-
lo de Ein sonniger Margen por Mary v. Haken.
Fea y con g-racla, pasillo con música del maestro Turina.
La aventura «le los gpAlcotes, adaptación escénica de un capi-
tulo del Quijote.
La musa loca, comedia en tres actos.
La pitanza, entremés.
El amor en s«>ira, cai)richo literario en cuatro cuadros y un pró-
logo, con música do los maestros Cliapi y Serrano.,
Los chorros «leí oro, entremés.
Morrlt«»s, entremés.
Amor Á oscuras, paso de comedia.
La mala s«>mbra, saínete con mvisica del maestro José Serrano.
(2.* edición.)
El ^enlo alejcre, comedia en tres actos. (3.* edición.) Traducida al
italiano con ol titulo de Anima all'gra por Juan Fabré y Oliver
y Luigi Motta.
El niii«> profllisrio, comedia en dos actos.
Nanita, nana... entrom.és con música del maestro José Serrano.
La zancatlilla, entremés.
La bella Lucerito, entremés con música del maestro Saco del
Valle,
La patria cliica, zarzuela en un acto. Música del maestro Chapi.
(2.* edición.)
La villa que vuelve, comedia en dos actos.
A la luz «le la luna, paso de comedia.
La escondi«la senda, comedia en dos actos.
El ag'ua milag:rosa, paso de comedia.
I^as buñoleras, entremés.
Las de Cafn, comedía en tres actos.
Las mil maravillas, zarzuela cómica en cuatro actos y un pro
logo. Música del maestro Chapi.
¡Sanare g'orda, entremés.
Amores y amorfos, comedia en cuatro actos.
£1 patinillo, sainóte con música del maestro Gerónimo Giménez.
Doña Clarines, comedia en dos actos. Traducida al italiano con el
titulo de Siora Chiareta por Giulio de Prenzi .
El centenario, comedia en tres actos.
La muela del Rey Farfán, zarzuela infantil, cómico-funtAslica.
Mvisica del maestro Amadeo Vives.
Herltla «le muerte, paso de comedía.
El rtltirao capitulo, paso de comedia.
Pompas y honores, capriclio literario «n verso por Kl diallo co-
juelo.
La uiadrecita, novela publicada en El cuento semanal.
serafín i JOAÍüIN ÁLVAREZ PINTERO
La media naranja
JUGUETE CÓMICO
TEECESA EDICIÓN
ü A P R I ^
'^'^JL^P
80¡CIEDAD DE AUTORES ESPAÑOLES
,Núñez de Balboa, 12
isoe
LA MEDIA NARANJA
Esta obra es propiedad de sus autores, y nadie po-
drá, sin su permiso, reimprimirla ni representarla en
España ni en los países con los cuales se hayan cele-
brado, ó se celebren en adelante, tratados internacio-
nales de propiedad literaria.
Los autores se reservan el derecho de traducción.
Los comisionados y representantes de la Sociedad de
Autores Españoles son los encargados exclusivamente
de conceder ó negar el permiso de representación y
del cobro de los derechos de propiedad.
Droits de représentation, de tradnction et de repro-
duotion reserves pour tous les pays, y compris la Saé-
de, la Norvége et la Hollando.
Queda hecho el depósito que marca la ley
LA MEDIA NARANJA
JUGUETE CÓMICO
SERAFÍN I JOAQUÍN ÁLVAREZ IJÜINTERO
Estrenado en el TEATRO LARA el 26 de Abril de 1894
TERCERA EDICIÓN
MADRID
&. Velasco, impresor, Marques de Santa Ana, U
Teléfono número 551
1008
fi\ Sr. D. francisco flores García
eu
ieáitmóHÍó de c/iainud u aHiióiad
\.óií (JyLuióieó.
REPARTO
PERSONAJES ACTORES
DOÑA CÁNDIDA Sea. Valvkbdk.
JULIA. . •. Seta. Blanco.
DON FRUTOS ... Sb. Labra.
APELES Ruiz DE Abana.
A G APITO Ramíekz.
DON POMPEYO Santiago.
UN CRIADO Manchón.
U iVIEDlA NARANJA
Sala de ]ra£o en una pusada de un pueblo inmediato a Madrid. Dos
pueitas á cada lado y una en el foro. A derecha é izquierda de esta,
resT^ccliramente, una mesa y un banco pobres. Varias sillas toscas.
ESCENA PRIMERA
DON POMPEYO y un CRIADO
POM. Asomándose á la primera puerta de la izquierda, con
unas botas de señora en la mano. ¡Mozo! ¡Mozo!
Más alto. ¡Mozo!
Criado Dentro, en voz alta. ¡Ya va! Sale por la puerta del
íoro.
PoM. ¡Hace una hora que estoy llamando!
Criado Pues nada he oído.
PoM. ¿Qué modo de replicar es ese?... ¡Limpie us-
ted en el acto estas botas de mi señora! Dán-
doselas con aspereza.
Criado Voy allá.
PoM. Y en seguida las trae usted y las pone aquí
delante de la puerta.
Criado Bueno.
PoM. ¡Y tan bueno!
Criado ¿Es usted el nuevo médico que viene al
pueblo?
PoM. ¡Esa es una de las cincuenta mil cosas que
á usted le deben de tener sin cuidado!
— 8 —
Criado Está bien.
PoM. ¡Esté como esté, basta ya de j)alique! Éntrase
en su habitación, cerrando violentamente la puerto.
Criado ¡Qué calamidad!
ESCENA II
DOÑA CÁNDIDA, ftON FRUTOS y el CRIADO
CaND. Por la primera puerta de la derecha con don Frutos, dis-
puestos ambo? para salir á la calle. Trae una sombrilla.
Oiga usted, mozo, ¿quién gritaba?
Criado Ese caballero que vino anoche á ocupar el
cuarto que usted dejó, y que es un tigre de
Bengala.
Frutos ¡Ah, si! Don Pompeyo Caracoles.
Criado ¿Caracoles?
Frutos Vino conmigo en el ferrocarril. Es un gran
tipo, según pude observar.
Criado A mí me han dicho de él, de su señora y de
su hija cosas estupendas.
Cánd. ¿Sí?
Criado A lo que parece es médico, y anda de lugar
en lugar, á fuerza de permutas, para ver si
en alguno le halla acomodo á la muchacha.
Frutos Trabajo le mando. E«! más fea que el sar-
gento Utrera, que reventó de puro feo.
Criado Tiene, tiene niña para rato el pobre señor.
En fin, hasta después.
Frutos Adiós.
Vase el criado por la puerta del foro.
Frutos
ESCENA III
DOÑA CÁNDIDA y DON FRUTOS
¡Jesús, y qué mala noche he pasado! En mi
vida he visto más mosquitos que hay en
esa alcoba, señalando á la primera puerta de la de-
recha.
— 9 —
CAnd.
Frutos
Cákd.
Frutos
Cáxd.
Frutos
Cánd."
Frutos
Cákd.
Frutos
-Cáxd.
Frutos
Cáxd.
Frutos
Caxd,
Frutos
Cánd.
Pues peor hubiera sido si continuamos en
esa de enfrente, señalando á la primera puerta de
izquierda. Desde que me escribiste anuncián-
dome que venías, pensé que nos trasladáse-
mos; y anoche, momentos antes de llegar tú,
emprendí la mudanza.
¿De modo que tú y Julia habéis vivido hasta
anoche en esa habitación que anoche mis-
mo ocupó don Pompeyo Caracoles?
Cabal.
En medio de todo ha sido una tontería el
traslado, porque como yo mañana me voy...
La vida del comisionista es el movimiento
continuo.
Tanto mejor para mis planes. Verás. Nece-
sito hablarte detenidamente, y la ocasión
me parece de perlas, se sieutan.
Habla.
Estamos en situación análoga á la de ese
Caracoles. Tenemos media naranja, y nos
urge no poco encontrar la otra media. A
Julia, nuestra hija, le corre mucha prisa
casarse.
Mucha prisa.
¿Quién sabe si lo conseguiremos en breve
plazo?
¿Tiene quizás un pretendiente?
No; no tiene uno, tiene dos.
Luego tiene uno.
Es natural, hombre, ¡si tiene dos!
A ver, á ver, cuéntame.
El primero, que es al que le doy menos
importancia, ya le ha escrito una carta y
todo. Es un chico boticario, que hasta la
fecha no nos ha dirigido la palabra, á pesar
de sus intenciones.
¿Y el segundo?
Ese ya es otra cosa. Escucha. Cuando vine
hace un mes á este pueblo, acompañada de
la niña, para recoger la escasa herencia de
tu pariente— ya que tú no podías entonces
venir á recogerla, - conocimos en esta mis-
ma posada á un muchacho bien parecido,
llamado Apeles Sacatraj)os, pintor notable.
— 10 —
si hemos de creer lo que dice, y el cual, lo
mismo que nosotras, no está aquí más que
incidentalmente. Yo , como advirtiera que
Julita se ajaba y se consumía sin un mal
novio, decidí quemar el último cartucho
para buscárselo; y observando que el tal
Apeles nos distinguía sobremanera y habla-
ba con no poco entusiasmo de la pintura ,
á fin de captarnos totalmente sus simpatías»
le dije que tú eres pintor.
Frutos ¡ A.1 diablo no se le ocurre otra!
Cánd. y no puedes imaginarte los extremos de
regocijo con que recibió la noticia. Lo que
yo esperaba, nada más... Preguntóme por tus
obras, por tu nombre... Yo se lo dije: Fru-
tos Campanillas; y él me contestó: «Pues
me suena, me suena el apellido.» Desde en-
tonces empezó á fijarse en Julia con mayor
insistencia y á desear conocerte, y hoy está
para tragar el anzuelo.
Frutos Que no es mal trago.
Cánd. Sí; pero tiene buenas tragaderas. Lo que
hace falta es que tú me secundes con
acierto.
Frutos No tengas cuidado. Por casar á la niña soy
yo capaz... hasta de dormir en esa alcoba
segunda vez. Y eso que un mosquito se ha
pasado la noche cantándome al oído unük
polca- mazurka.
Cánd. y después de todo, como no tienes que fin-
gir más que un día, porque vuelves á irte
mañana...
Frutos Apruebo tus planes, se levanta.
Cánd. ¿Qué piensas tú? Si le digo á Sacatrapos
que no eres más que un triste comisionista,
que va de la Ceca á la Meca vendiendo azú-
cares, miel de la Alcarria y quesos de bola...
¡á morir! ¡Ni nos hubiera vuelto á mirar!
Frutos ¡Lo malo ael caso es que yo no entiendo ni
una palabra de pintura!
— 11 —
ESCENA IV
DICHOS y JULIA, luego APELES
Julia I'or la primera puerta de la derecha, también en tra-
je de calle y con sombrilla. Ya estoy dispuesta,
mamá.
Levántase doña Cándida.
Frutos Vamos á dar una vueltecita por ahí, para
gozar del fresco de la mañana.
CAnd. Mirando hacia la segunda puerta de la derecha. Espe-
ra un momento, que me parece que sale
Apeles.
Frutos ¿Apeles? ¡Pues apelo á la fuga!
CAkd. Hombre, no; no apeles.
Frutos ¡Ay, Apeles! ¡A palos vamos á concluir!
Apel. Por la segunda puerta de la derecha, en traje de calle
y con una cnja de pinturas. Doña Cándida... Ju-
lia... Caballero...
CAnd. Presentándolos. Don Apeles Sacatrapos... Mi
marido.
Frutos Tanto honor...
Apel. Tanta honra... No tenía noticia alguna de
su llegada de usted.
Frutos Llegué anoche en el último tren, cuando
ya todos dormían en la posada.
Apel. Aseguro á usted que deseaba vivamente es-
trechar su mano, señor de Campanillas. Sé
que es usted un pintor de muchas campa-
nillas.
Frutos Naturalmente. Pero no era menor mi ansie-
dad por conocerle á usted, señor de Sacatro-
pas.
Apel. Sacatrapos... Vea usted por dónde celebro
no haber salido hoy á pintar tan de mañana
como otros días. Y lo celebro doblemente,
porque antes de darle los últimos toques á
un retrato... de cierta persona de todos us-
tedes conocida... suspirando, tcngo deseos de
que lo admiren... digo, de que... Voy á
traerlo. Vase por donde salió, dejando antes sobre
— 12
la mesa la caja de pinturas, y vuelve en seguida con
un lienzo cubierto con un paño, y que representa
el retrato de una señoriía.
Frutos Veamos, veamos.
Julia Sí; vamos á ver, Apeles.
€ánd. Vamos á ver esa obra de arte.
Apel. Es un boceto, como usted advertirá, señor
don Frutos.
Frutos ¡Ah, sí, eso es un boceto! Se echa de ver.
ۇnd. Pero, hombre, si no lo ha descubierto to-
davía...
Frutos ¡Pero yo me lo figuro! ¿Qué sabes tú de esto,
mujer?
Apel. (Atónitos van á quedarse al contemplar el
prodigioso retrato que he hecho de mi ado-
rada Julia.) Lo descubre. Vean ustedes.
Cánd. ¡Asombroso!
Julia ¡Maravilloso!
Frutos ¡Portentoso!
Cánd. ¡Es usted un coloso!
Apel. ¿Conocen á la persona retratada?
Frutos Sí... ¡Es el Dante!
Apel. ¿Cómo el Dante?
Frutos Digo, no... ¡Frascuelo!
Apel. ' ¿Frascuelof
Frutos Riéndose ¿Pero no está usted viendo que es
una broma, hombre de Dios?
Cánd. ¿No hemos de conocerla?
Julia ¡Pues vaya si la conocemos!
Los tres Unos á otros. (¿Quiéii cs?... ¿Quién es?... ¿Quién
es?...)
Apel. (¡Cuando dije que se iban á quedar atóni-
tos!) Conque les gusta ¿eh? Pone el retrato so-
bre una silla, para mostrarles cómodamente sus exce-
lencias. Retírense ustedes un poco más. Por-
que esto hay que verlo de lejos.
Frutos Es natural, de lejos. Ustedes, como no en-
tienden palotada, creerán que esto puede
verse de cerca; pues, no señor, de lejos.
8e retiran los tres, y contemplan unos instantes el retra-
to, con muestras de admiración
Cánd. Se me está ocurriendo una cosa.
Frutos ¡Vamos á ver por donde sales tú!
Vuelven á acercarse.
— 18 —
Cánd.
Frutos
Apel.
Frutos
Apel.
Cákd.
Julia
Frutos
Apel.
Julia
Cánd.
Apel.
Frutos
Apel.
Frutos
Apel.
Frutos
Apel.
F RUTOS
Apel.
Frutos
Cánd.
Frutos
Apel.
Julia
Apel.
Frutos
Cákd.
Apel.
r
¿Cómo es que no tiene más que una oreja?
Pues es verdad.
^Qué ha de ser verdad, si está de perfil?
ues eso es lo que yo digo que es verdad:
que está de perfil. Lo que tiene que esta>
que no sabe por donde anda... ¡claro!... no
puede meterse en perfiles.
¿Cuántas orejas tiene usted de perfil?
Dos: las mismas que de frente.
Bueno, mamá, pero no se te ve más que una.
Repito mi enhorabuena, compañero Saca-
tripas.
Sacatrapos...
La merece usted, la merece.
(¿Pero quién será?)
(Mucho me admira que Julia no me dé las
gracias.) a don Frutos. Y obscrve usted cómO'
está pintado esto.
Remedándolo. Obscrvcn ustcdcs cómo está pin-
tado esto.
Y hay que tener en cuenta que aún no está
concluido,
¡Ah, ya se ve! le falta... le falta el marco.
Lo real, lo real del color...
Lo real, ¿eh? lo real del color...
La frescura...
La frescura, ¿eh? Ustedes, como no entien-
den de frescura, se quedan tan frescas. (Yo-
soy el que entiende.)
La corrección de la línea...
|Sí! ¡eso sobre todo! ¡La corrección de la
línea!...
¿De qué línea?...
A doña Cándida. (De la línea del Norte, que
es por la que yo me largo mañana.)
Nada, con retratitos como este me hago fa-
moso.
Famoso ya lo es usted.
Sus elogios, Julita, me saben á miel hiblea,
que es la más dulce de todas las mieles.
¡Alto allá!... que le vendo yo á usted una de
la Alcarria...
(¡Frutos!)
¿Usted?
— 14 — •
Frutos No... quiero decir... Riéndose. Veo que usted
no me ha entendido todavía, compañero.
¡Soy lo más guasón! (Se me fué un resabio
de comisionista.) Pero corroboro lo dicho
por usted: su nombre llenará los ámbitos
del mundo.
Apel. Si yo no fuera tan modesto... Lo que deseo
ahora es conocer la opinión de la interesada
acerca del retrato.
Frutos Hasta que no lo vea...
Apel. ¿Pues no lo está viendo Julita?
Frutos (¡Julita!) Bien, hasta que no lo vea... deteni-
damente...
Julia a doña candida. (¡Calle! ¡soy yo!)
Cánd. a Julia. (Es que me lo estaba figurando.)
Frutos (¡Y le dije que era trascuelo!)
Julia Lo que es á mi me parece admirable.
Cand; (Este cae.)
Julia (No dudo: le doy calabazas al boticario.)
Cánd. y ahora. Apeles, ¿qué es lo primero que va
usted á pintar?
Apel. A mi regreso á la corte, pienso concluir dos
cuadros de tamaño colosal, que ya sólo ne-
cesitan varias pipceladas. Uno figura la ca-
tarata del Niágara.
Cánd. ¡Agua va!
Apel. Y el otro la sierra del Guadarrama en día
de invierno. Pasmado se queda usted ante
este último.
Frutos Lo creo: el asunto es ^ílxsí pasmarse.
Apel. Saqué el primer apunte del natural, una
tarde de Enero en que se helaban las pala-
bras.
Frutos a dofm candida y á Julia. Eso se llama pintar al
fresco.
Apel. Y he sentido tan bien aquel aire y aquella
nieve, que pasa usted por delante del lienzo
y coge una pulmonía.
Frutos ¡Ah! pues no paso.
Cánd. Ni yo tampoco.
Julia : Ni yo.
Apel. Y usted, don Frutos, ¿en qué trabajo s
ocupará cuando vuelva á Madrid?
Frutos ¿Cuando vuelva á Madrid? Pues, hombre...
« 16 —
(¿Qué iré yo á pintar cuando vuelva á Ma^
drid?) Probablemente... empezaré cuatro
cuadritos... que probablemente... representa-
rán las cuatro estaciones... probablemente...
Apel. Las cuatro estaciones: Primavera, Verano...
Frutos ¡Ca! no, señor: la estación del Norte, la esta-
ción de Atocha, la estación de las Delicias...
Apel. Ya. (¡Qué rareza!) Y dígame usted, cuadros
de historia, ¿tiene usted algunos?
Frutos ¡Sí! ¡de gran historia!
Cánd. (¡Como que son una pura historia!)
Apel. ¿Y tablas? ¿no ha pintado usted tablas?
Cánd. ¿Tablas? Esto es, puertas.
Apel. ¿Cómo puertas?
Frutos Mi mujer, por meterse en todo, dice cada
desatino... ¿No he de haber yo pintado ta-
blas? Eso es para mí cosa tan fácil y tan
natural como comerme las muestras de los
comestibles...
Apel. ¿De los comestibles?
JuLL\ (¡Ese sí que es un desatino!)
Frutos Rendóse. Es que tengo un hermano comisio-
nista, y yo me como las muestras de todos
los géneros que vende.
Apel. No sabía nada de ese hermano.
0.\ND. Ni yo tampoco sabía.
Apel. ¿Usted?
Cánd. Ni yo tampoco sabía... que ustedno supiera...
Apel. ¡Hombre! ¿y pasteles? ¿hace usted pasteles?
Frutos No; quien hace unos pasteles muy ricos es
mi señora; yo me los como nada más.
Apel. Como las muestras del hermano, ¿eh? Siem-
pre sale usted con alguna chanza. Bodego-
nes supongo que si pintará.
Frutos ¡Nunca! Porque no puedo resistir á la ten-
tación de comerme el modelo.
Apel. ¡Usted se lo come todo! Voy á guardar mi
obra y ya estoy aquí, coge el retrato y se va por
la segunda puerta de la derecha.
Cánd. La casamos.
Frutos Sí la casaremos; pero, por Dios, huyamos de
Apeles, si no quieres que yo me vuelva loco
y todo se descubra.
Sale Apeles.
Cánd.
Apel.
Frutos
Apel.
Frutos
Apel.
Cand.
Julia
Apel.
16 —
Pues nosotros vamos á hacer una visita,
amigo Apeles.
Pues vayan ustedes con Dios. Yo también
he de sahr en pasando un rato.
Conque, en marcha. Ahur, Apeles. Reconóz-
came usted como su amigo.
Igualmente, don Frutos. Ya hablaremos de
arte con más espacio.
(¡En seguidita me vas á atrapar otra vez!)
Adiós, señoras...
Hasta luego.
Adiós, encantadora Julia.
Se van por el foro doña Cándida, Julia y don Frutos.
ESCENA V
APELES y AGAPITO
Apel. Pues, señor, estoy radiante de júbilo.
AgaP. Por la segunda puerta de la izquierda. Vecino, feli-
ces días.
Apel. Felices, insigne farmacéutico.
Agap. (Yo salgo de dudas.) Amigo, le voy á pre-
guntar á usted una cosa, porque si no se la
pregunto, reviento.
Apel. Usted dirá, querido Aga. ¿No es Aga su
nombre?
Agap. Mi nombre es Agapito; pero papá unas ve-
ces me dice Aga, y otras veces me dice
Pito.
Apel. Pues adelante. Pito.
Agap. Vamos á ver. ¿A usted le gusta la jovencita
que vive en esa alcoba con su mamá, no es
cierto? Seünlnndo á la primera puerta de la izquierda.
Apel. ¡Ya lo creo que me gusta!
Agap. (¡Me lo temía!) Pues lo malo es que yo tam-
bién estoy enamorado de ella.
Apel. Eso será lo malo para usted; para mí, ni
malo ni bueno.
Agap. Pero, vamos claros: ella ¿le ha dado á usted
el si?
Apel. No. Y sin embargo...
— 17 -
Agap. ¡Qué demonio! Los artistas en todo encuen-
tran ustedes grandes ventajas, saie ei criado,
pone las botas delante de la primera puerta de la
izquierda y se va por la del foro. En fin, nO quieiO
detenerle á usted más. ¿Hay alguna copia
en proyecto?
Apel. Sí; tengo á la vista un alcornoque...
Agap. (Cualquiera creería que lo dice por mí.) Va-
ya, adiós. Hace que so va y vuelve.
Apel. Adiós.
Agap. Hombre, otra preguntita: ¿la mamá de esa
joven es soltera?
Apel. ¡Pero, Pito!
Agap. Calle usted; he querido decir viuda.
Apel. No, señor; no lo es. Anoche precisamente
llegó su esposo al pueblo.
Agap. ¿Luego le tenemos en la posada?
Apel. Justamente.
Agap. ¡Caramba! ¿A que me capto las simpatías
del papá y lo desbanco á usted? No hay que
decir que el papá vivirá con ellas en esa ha-
bitación... Volvieudo á señalar á la primera puerta
de la izquierda.
Apel. ¡Qué duda tiene!
Agap. Pues ahur. (Voy á ver si el mozo le ha en-
tregado mi carta á la vecinita, que presumo
que sí.) Vasa por la puerta del foro.
ESCENA VI
apeles
Ya que me he quitado de encima á ese pa-
panatas, aprovecharé la ocasión para reali-
zar una ingeniosa idea que se me ocurrió
en el instante mismo en que vi esas botas
de Julia. El artista debe salirse de lo vul-
gar... Esta es la carta, sacando una del bolsillo.
No vacilo un momento. La coloca dentro de
una de las botas. Ya está... Y ahora espere-
mos en calma la contestación, sin duda fa-
vorable, de tan bella criatura. Mientras tan-
to, soñenaos, alma, soñemos... coge la caja de
— 18 —
pinturas. ¡Paso á Rubens, que se va á copiar
un alcornoque! Va & salir por la puerta del foro
y se detiene al ver á don Frutos que llega. |Hola,
don Frutos!
ESCENA VII
DON FRUTOS y APELES
Frutos
Apel.
Frutos
Apel.
Frutos
Apel.
Frutos
Apel.
Frutos
Fpel.
Frutos
Apel.
Frutos
Apel.
Frutos
Apel.
Frutos
¿Qué veo? (¿Aun está aquí este hombre?)
Echaremos un parrafillo de arte.
(Me partió.) De ninguna manera; usted pen-
saba marcharse, y... (¡Yo que venia á escri-
bir unas cartas!...) Repito mis ofrecimien-
tos. Frutos Campanillas... Estrechando entre sua
manos la derecha de Apeles.
Se me ocurre una idea. ¿Quiere usted que
tomemos ahora unos apuntes á todo sol?^ '
Muclias gra*cias; para pescar un tabardillo
pintado, siempre hay tiempo.
¡Qué buenas salidas tiene usted!
(Con una por donde librarme de tu presen-
cia me contentaba yo ahora.) volviendo á es-
trecharle la mano. Por lo demás, ya sabe usted
que puede mandarme lo que guste. Frutos
Campanillas... Trata de Irse
Hombre, otra cosa. Doña Cándida me ha
dicho que viaja usted siempre con su mo-
delo.
Sí, sí viajo.
¿Y qué tal es?
Excelente. Modelo de padres, modelo de hi-
jos... ]Un modelo modelo!
¿Es quizás un hombre ya entrado en años,
á quien he visto salir esta mañana de la po-
sada, de regular estatura, con una nariz...?
¿Con una nariz? ¡El mismo que viste y cal-
za! (No sé quién será.)
Enormes bigotes, ¿no?
¡El mismo!
Pues acaso lo necesite.
Lo que usted quiera... Frutos, Campanillas...
— 19 —
ApEL. Apeles Sacatrapos... Durante estos ofrecímieatos,
y sin ser visto por Apeles ni por don Frutos, abrirá
don Pompeyo la puerta de su habitación y recogerá
las botas, volviendo á ocultarse en seguida.
Frutos En Madrid, Felipe II, 3, cuarto quinto, tie-
ne usted su casa. Y aquí, no necesitaré de-
cirle que es ese su cuarto. Primera puerta de la
derecha.
Apel. ¿Ese? ¿Pues no es ese? Primera puerta de la iz-
quierda.
Frutos Xo; anoche, cuando yo Uegué, nos mudamos
á ese otro.
Apel. (¡Cielos! ¡Mi carta!) Estupefacto. Pero ¿quién
se ha llevado las botas?
Frutos ¿Qué botas?
Apel. Entonces, ¿quién vive ahí?
Frutos Un señor de muy mal carácter; un tal...
Apel. ¡Caracoles!
Frutos Eso: un tal Caracoles. Casado, con una
nija...
Apel. ¿Casado con una hija? ¡Qué monstruo!
Frutos No, hombre; casado, que tiene una hija.
Po.M. Dentro, ou alta voz. ¡Esto 63 inicuol ¡Yo averi-
guaré lo que es estol
Frutos ¿Quién grita?
Apel. ¡Caracoles!
Frutos Sí, Caracoles me parece que es el que grita.
Apel. Adiós, don Fritos, digo, don Frutos...
Frutos Abur, Sacatripas, digo, Sacatrapos... Vf^e por
la primera puerta de la derecha.
Apel. ¡Hasta luego! ai marcharse por la del foro tropieza
con Agapito que llega. ¡Animal!
Agap. Usted dispense, amigo.
ESCENA VIII
AGAPITO y DON POMPEYO
Agap. ¿A dónde irá el diablo del artista? Más que
hombre parece un rayo. Y yo sin encontrar
al mozo de la posada ni vivo ni muerto. Y
excusado es decir que si esa joven ha leído
mi carta, sus dudas tiene ahora. ¡Si yo con-
^^ 20 —
siguiese granjearme las simpatías del papal
Aunque, después de todo, poco me importa;
porque como yo no busco las novias más
que para divertirme y pasar el rato... ¡Calle!
Aquí sale mi hombre... ¡Tiene la misma
cara de su hija!
PoM. Por la primera puerta de la izquierda, furioso. (¿Quicn
habrá sido el mentecato?... ¡Oiga! Mucho me
mira ese joven. ¿Será él?)
Agap. Muy buenos días, caballero.
PoM. ¡Muy malos!
Agap. Pues muy malos; como usted guste.
PoM. Diga usted, pollo: ¿usted es aficionado á es-
cribir cartitas amorosas?
Á GAP. (Me da el corazón que le voy á caer en gra-
cia á este cabaüero.) Sí tal; soy muy aficio-
nado.
PoM. ¡Ah, bribón! ¡Usted es el de las botas!
Agap. ¿El de las botas?
PoM. ¡El que ha puesto un billete de amor en las
botas de mi mujer!
Agap. ¡Qué bárbaro!
PoM. ¿Bárbaro?
Agap, Bárbaro y muy bárbaro el mozo de la posa-
da, á quien di ese billete, no para su señora
de usted, sino para su hija.
PoM. Con mucha alegría, como parecléndole mentira lo
que oye. ¿Para mi hija? ¿Es para mi hija?
(¡Qué felicidad, santo Dios!) ¿Ha dicho us-
ted que es para mi hija?
Agap. Yo creo que sí. ¿No es usted el caballero
que vino anoche? ¿No es usted el padre de...
de su hija?
PoM. ¡Qué duda cabe! ¿Pero, está usted seguro de
que la carta es para mi hija?
Agap. Segurísimo.
"PoM. ¡Pues déme usted un abrazo! ¡Desde ahora
no le llamo á usted más que yerno!
Agap. ¡Caracoles!
PoM. Dándole la mano. Servidor de usted.
Agap. ídem. Yo lo soy de usted. (¡En buena me he
metido!)
PoM. (A este mozo lo pesco.) ¿Usted tiene alguna
, carrera?
— 21 —
Agap. La de boticario. Voy á establecerme en el
pueblo.
PoM. Choque usted, hombre, choque usted. Yo
soy médico, usted boticario, los dos de la
familia...
Agap. ¿Cómo de la familia?
PoM. Tengo para mí que vamos á hacer el caldo
gordo.
Agap. Aterrado. (¡Quc me casa!)
PoM. Se lleva usted una joya, querido. Mi niña es
un ángel.
Agap. Bien, debo advertirle á usted, y usted me
perdone, que yo le encuentro un defectillo.
POM. Con naturalidad. Sí; el del OJO.
Agap. ¿El del ojo?
PoM. El del ojo derecho, que es de cristal.
Agap. ¿Pero tiene un ojo de cristal? ¡No sabía nada!
PoM. Como que no se le nota casi. Sobre todo si
se la mira por la izquierda.
Agap. ¿De suerte que no es nada lo del ojo?
PoM. Nada. Verdad es que le falta uno, pero ¡con
cuánta expresión mira con el otro!
Agap. Bueno, yo me refería á que, como no la co-
nozco á fondo... ¡claro está!... no sé á punto
fijo del pie que cojea.
PoM. Del izquierdo.
Agap. ¿Cojea del izquierdo?
PoM. Sí; tiene la pierna izquierda un poquito más
corta que la otra; tres ó cuatro centímetros
nada más.
Agap. ¡Caracoles!
PoM. Como antes. Servidor de usted.
Agap. ídem. Yo lo soy de usted.
PoM. Y usted mismo comprenderá que ese defec-
to de la pierna carece de importancia. ¡Ella
no ha de ser bailarina!
Agap. ¡Claro! Pero tenga usted entendido que es
muy probable que ella no oiga mis palabras
de amor.
PoM. ¡Sí, sí las oirá! ¿No ve usted que usa trom-
petilla?
Agap. ¿Trompetilla?
PoM. Sí; como es sorda...
Agap. ¿Sorda?
— 22 -.
PoM. Suspirando. Sorda como una tapia. Aunque
tampoco se la advierte esa deficiencia.
Agap. ¿No?
PoM. No. Lo que es no hablándole, no... Por lo
demás, mi Felícula es un partido excelente.
Agap. (Su... ¿qué ha dicho?) ¿Cómo ha dicho
usted?
PoM. Felícula. Así se llama: Felícula.
Agap. (¡Aprieta!)
PoM. Un nombre muy bonito.
Agap. ¡Muy bonito! Con todo, yo que usted la con-
firmaba para cambiárselo.
PoM. Y los dos apellidos, si usted quiere. ¡En ella
hallará usted su media naranja!
Agap. (Sí, sí; pero agria de veras.) Como no he te-
nido el gusto de tratar á su esposa de usted
ni á Fehifula, ignoraba todos esos detalles
que usted me ha dado; el del nombre in-
clusive.
PoM. Ya.
Agap. Y es que yo siempre me enamoro de lejos.
PoM. ¿De lejos?
Agap. Sí, señor; porque una vez que me enamoré
de cerca, me pegaron la gran paliza.
PoM. ¡Caramba, qué ocurrencias tan felices tiene
usted, querido!... ¿Cómo se llama usted?
Agap. Mi nombre es Agapito; pero papá unas ve-
ces me dice Aga, y otras veces me dice Pito.
PoM. Pues juraría que ha firmado usted la carta
con otro nombre.
Agap. No lo jure usted.
PoM. Veamos, saca la carta y lee. «Apeles Sacatra-
pos.»
Agap. ¡Si ese no soy yo!
PoM. ¿Que no es usted? Pues ¿quién es este Sa-
catrapos?
Agap. Un pintor que vive en la posada.
PoM. ¡Entonces esta carta es para mi mujerl
¡Como atrape á ese pintamonas hago con él
un estropicio I
Agap. (Por lo visto, Apeles se dedica á toda la fa-
milia.)
— 2» —
ESCENA IX
DICHOS y APELES
Apel. Por la puerta del foro. (¿Si andará poi aquí ese
Caracoles?) Buenos días.
Agap. (¡Qué oportunidad!)
Apel. (¡Hola! El modelo de don Frutos.)
PoM. A Agapito. (¿Es este, yerno?)
Agap. a don Pompeyo. (No... digo, sí... pero disimule
usted por de pronto.)
Apel. (Examinémosle.) Empieza á observar á don Pom-
peyo. Este y Agapito miran hacia todas partes, que-
riendo encentrar el objeto en que suponen que se fija
Apeles.)
PoM. ¿Qué mira usted? (Tengamos alguna calma.)
Apel. Las condiciones especiales de su físico.
Agap. ¡Cielos!
PoM. ¿De mi físico?
Apel. Haciéndole girar sobre los talones. Permítame Us-
ted.
PoM. ¿Qué es esto?
Agap. (Creí que venían á las manos.)
Apel. ¡Demonio, demonio, no rae conviene ustedl
PoM. ¿Qué dice este hombre?
Apel. Que no me conviene usted, que no hemos
dicho nada, y que soy de ustedes atento
servidor. Hasta la vista.
PoM. ¡Oiga!
Apel. Oigo.
PoM. Necesito hablar con usted.
Agap. (Ahora va á ser ella.)
Apel. Pues tenga usted la bondad de pasar á mi
cuarto, porque aquí estoy en ascuas.
PoM. ¿Qué teme?
Apel. El diluvio en forma de esposo... adulterado.
Agap. (¿Quién creerá Apeles que es este señor?)
PoM. Expliqúese usted.
Apel. Es el caso, que en esta habitación vive un
matrimonio... Primera puerta de la izquierda.
PoM. Me consta.
- 24 —
Apel. y á lo que parece los cónyuges no están
muy bien avenidos.
PoM. Me consta.
Apel. (¡Ay, Apeles! ¡no me quisiera ver en tu pe-
llejo!)
Apel. Advirtiendo que el marido es un animal.
PoM. Me consta. Digo, no, eso no me consta.
Agap. Pues es lo único que me consta á mí.
PoM. \ Agapito (Sujéteme usted, yerno.)
Agap. (¿Y este afán de llamarme yerno?)
Apel. Todo esto lo sé por el mozo de la posada,
que está ya hasta la coronilla del tal doctor.
Porque ese tal es doctor en medicina.
PoM. Me consta.
Apel. Y hay circunstancias que me hacen sospe-
char que es muy probable que me quiera
dar dos palos.
Agap. ¡Nos consta!
Apel. Pero debía tener en cuenta ese salvaje...
PoM. • ¡Basta ya! ¡Sepa usted que yo soy ese sal-
vaje!
Apel. Pero, ¿cómo? ¿Usted no es el modelo?
PoM. ¡Qué modelo ni qué calabazas!
Agap. sujetando á don Pompeyo. Deténgase usted. Ca-
racoles.
PoM. ¡Apártese usted , yerno!
Agap. Vayase usted, Apeles.
Apel. Es que yo...
PoM. ¡Se vaya ó no se vaya, le doy dos tiros!
Apel. (¡Huy!) ¡Dar es! (¡Cualquiera convence ahora
á este energúmeno!) Vase por la segunda puerta de
la derecha.
PoM. ¿Dar es? ¿Y lo dejo ir tan tranquilo?
Agap. No, no, no; no piense usted que va tan tran-
quilo.
ESCENA X
AGAPITO y DON POMPEYO
PoM. |Ya le diré yo lo que es canela fina! ¡Ahora
voy á darle otros dos tiros á mi mujer!
Agap. ¡Que va usted á perderse!
— 26 —
POM. ¡Me pierdo, me pierdo! Vase por la primera
puerta de la izquierda.
Agap. ¡Ah! pues como te pierdas... ¡no será este
cura el que te busque!
ESCENA XI
AGAPITO, DOÑA CÁNDIDA y JULIA
CáND. Con Julia, por la puerta del foro. (AqUÍ ticueS al
farmacéutico, niña.)
Agap. (¡Ellas!) Muy buenos días...
Cánd. Muy buenos.
Agap. (Febrífula, como es sorda, no me ha oído.)
A Julia, levantando mucho la voz. ¡Muy buenoS
días tenga usted!
Julia sorprendida. Muy buenos...
Agap. (Yo no le digo á esta señora que su esposo
la quiere matar.) Ustedes dispensen la liber-
tad que me tomo al dirigirles la palabra,
pero, la verdad, creo que el ser vecino me
autoriza...
CAnd. Sí, señor, sí...
Agap. a juiia, mas alto que autes. Le decía á su mamá,
que creo que el ser vecino de ustedes...
Julia Si ya lo he oído.. (¿Se habrá figurado que
soy sorda?)
Agap. (Claro es: delante de mí quiere disimular su
defecto.)
Julia pasea distraída, y Agapito so ñja con insiütencia
en su modo de andar.
Can. (¿Q^^ mirará el boticario?)
Agap. (Cojear Febrifula, me parece que no cojea.)
A doña Cándida. No COJea.
Cánd. ¡Cómo que no es coja!
Julia ¿Qué?
Agap. (¡Valiente plancha! Pero, ¿á quién se le ocu-
rre ir á contárselo á la mamá?)
JuuA ¿Usted es Agapito?...
Agap. Servidor de ustedes.
Cánd. Muchas gracias.
Agap. a Juiía, gritando. ¡Digo que servidor de us-
tedes! .
— 26 —
Can. Pero, señor mío, si la niña oye bien por for-
tuna.
Agap. (¿Pues en dónde traerá la trompetilla?)
Julia De modo que Agapito...
Agap. Ciertamente, Agapito; este es mi nombre.
Pero papá unas veces me dice Aga, y otras
veces me dice Pito.
Julia ¿Cómo, cómo?
Agap. (¡Ya lo creo que es sorda!) Gritando más que
nunca. ¡Digo quc uuas veces me dice Aga... I
Cánd. y otras veces Pito. Ya estamos en ello.
Agap. Esta señorita, no.
Julia Esta señorita, sí.
Agap, (Pues ¿en dónde diablos trae la trompetilla?)
Cánd. (Este joven no está bueno de la cabeza.)
Agap. (Ah, voy á ñjarme en los ojos.) Tratando de
hacerlo, acércase mucho á Julia cuando esta no le ve,
y disimula torpemente su intención cada vez que Julia
le sorprende mirándola. Repítese este juego dos ó tres
veces. (Lo quc cs el izquierdo lo tiene bueno
y sano. A ver el otro.)
Julia (Mamá, ¿qué le digo á Aga?)
Cánd. (Que haga el favor de dejarnos en paz.)
Agap. (El derecho es el que no consigo verle bien.)
Julia ¿Estará papá con Apeles?
Agap. Muy alto. ¡No!
Cánd. Veo que es usted el que parece sordo.
Agap. ¿Yo? ¿por qué?
Cánd. Porque no se entera usted de lo que se le dice.
Agap, Usted perdone, (Voy á ver si me ñjo bien en
el derecho.) Dirígese de pronto á Julia, mirándola
con mucha atención y descaradamente.
Julia (l^y» J3íiamá, qué mirada!)
Cánd. (Si parece que te quiere hipnotizar.)
Agap. (Tan sano como el otro.) ¿Usted no padece
de la vista?
Julia ¡No, señor!
Agap. Muy turbado. Verá usted,., lo digo porque...
porque como yo soy boticario... (¿A que me
apeo por las orejas?...) Como yo soy botica-
rio,., estoy deseando que alguna de ustedes
enferme,., para regalarles las medicinas.
Cánd. (¡Qué bruto!)
Agap. (¿No lo dije? ¡Si soy lo más gaznápiro!...)
— 27 —
ESCENA XII
DICHOS y DON FRUTOS
Frutos Por la primera puerta de la derecha, con mucha precau-
ción. ¿No está por aquí?
Cánd. ¿Quién, Apeles? No.
Agap. Está en sa alcoba. Gritando. ¡ApelesI
Frutos ¡Chist! ¿Le he mandado á usted que lo
llame?
Agap. Yo, por servir á usted... (¿Quién será este
caballero?)
Frutos ¡Me iba usted á hacer un flaco servicio!
Julia a don Frutos. (Este es el boticario de marras.)
ESCENA XIII
DICHOS y DON POMPEYO
POM. Por la primera puerta de la izquierda. (Mi mUJer ju-
ra y perjura que es inocente.) Reparando en dou
Frutos. ¡Oiga! ¿Usted aquí?... ¡Esto es escan-
daloso!
Frutos ¿Que yo esté aquí?
PoM. No, hombre, no... ¡Escandalosol
Frutos Pero, ¿qué le ocurre á usted?
PoM. ¡Que me he encontrado en las botas de mi
costilla una carta amorosa, firmada por un
tal Apeles Sacatrapos!
CAnd. ¿Sacatrapos?
Julia ¿Sacatrapos?
Frutos ¿Sacatrapos?
PoM. ¡Sacatrapos!
Frutos ¡Ah, tunante!
Julia ¡Ah, pillo!
Cánd. ¡Pero ese hombre no tiene vergüenza!
Frutos ¡Absolutamente ninguna!
Agap. (¡Qué raro es todo esto!)
Julia ¡Infame!... ¿Está usted seguro de que es él?
PoM. |Y tan seguro!
— 28 —
Agap.
Julia
Frutos
Cand.
Julia
Agap,
Julia
Agap.
PüM.
Frutos
POM.
Cánd.
Julia
Frutos
POM.
Cánd.
Agap.
Frutos
Agap.
POM.
Agap.
Cánd.
PoM.
¡Vaya! (Lo deshanqué.)
(¡Adiós maTido!)
(¡Adiós ilusiones!)
A Julia. (Niña, dirígele una miradita fulmi-
nante al boticario.)
Suspirando. ¡Ay!
¿Por quién suspira usted?
lAy!
lAyl
¿Qué es esto? (¡No vaya á cambiarse la ca-
saca!)
¡Qué simpático es este joven!
Es un modelo de jóvenes: futuro esposo de
mi hija.
¿Cómo?
¿Qué?
¿Qué?
Lo que ustedes oyen: ¡futuro esposo de mi
hija!
¡Si le ha escrito una carta á mi Julia!
A Don Pompeyo. ¿Pero ustcd no es el marido
de esta señora?
¡El marido de esta señora soy yo!
¡Entonces no hemos dicho nada, señor Ca-
racoles!
¡Por vida del diablo!
Porque todo mi amor es hacia esta señorita.
Que por cierto le debe á usted una contes
tación. (Suspira, niña, suspira.)
¡Me he lucido! (Lo que es á mi hija no hay
quien le diga «buenos ojos tienes.»)
ESCENA ULTIMA
DICHOS y APELES
Apel. Por la segunda puerta de la derecha. -Señores...
Cánd. ¡Apeles!
Julia ¡Apeles!
PoM. ¡Apeles!
Frutos ¡Me gusta la frescura!
Apel. Dejen ustedes que me explique. Como nada
— 20 —
me habían dicho de su mudanza de habita-
ción, y yo vi unas bota? á la puerta de la que
ocuparon hasta anoche, creyendo que fuesen
de Julia, introduje en ellas una carta de
amor. Este caballero, que sin duda recogió
las botas á que aludo, leyó el billete, forjó
una historia... y ahí tienen ustedes la causa
de todo este enredo.
Cánd. Algo así estaba yo imaginando.
Frutos Y yo.
Julia Y yo.
Agap. y yo...
PoM. ¡Y yo!...
Apel. y yo... nada tengo que añadirles á ustedes.
Julia suspirando. ¡Ay!
Agap. ¿Por quién suspira usted?
Cakd. Por usted no es; de fijo.
Agap. (¡Ya estoy callado para todo el día!)
Apel. Mal pudiera yo dirigirle cartas á la señora de
este caballero, cuando amo á Julia y cuando
ni siquiera conozco á esa señora.
Frutos ¡Ah, pues si llega usted á conocerla!...
PoM. ¿Que va usted á decir, comisionista?
Apel. jComisionista ha dicho?
Frutos Si... comisionista... Pero, es... porque... a
don Poinpeyo. üstcd me confunde... Yo... no
soy yo... yo soy un hermano mío.
PoM. ¡Pues no lo entiendo!
Frutos Digo que usted me ha confundido con un
hermano mío que es comisionista.
PoM, ¡Pues son ustedes enteramente iguales!
C.^ND. Como que son gemelos.
Julia Gemelísimos.
Frutos Tan gemelos, que yo mismo dudo algunas
veces al verme en el espejo, si soy yo ó soy
mi hermano.
PoM. ¡Pero, hombre!...
Frutos ¡Y tengo que ver mis tarjetas para cercio-
rarme de que soy yo!
PoM. ¡Qué atrocidad!
Apel. Clara prueba de mi amor á Julita, es el ad-
mirable retrato que han visto ustedes.
Frutos Tiene usted razón. Después de esa obra ma-
gistral, no hay sino ir á la Vicaría.
- ;^o -
Apel. Choque usted, gran pintor.
Cánd. a don Frutos. (Esa ha sido tu última pince-
lada.) Al público.
El juguete ha concluido:
si merece tus favores,
una palmada te pido
en nombre de los autores
FIN DEL JUGL'ETE
Madrid, Agosto 189S.
OBRAS DE ItOS IWISIVIOS AUTORES
Esg'rima y amor, juguete cómico. (2.* edición.)
Belén, IS, principal, juguete cómico. (2.* edición.)
emito, jug^uete cómico-Úrico. Música del maestro Osuna.(2.*odici6n.(
lia media naranja, juguete cómico. (B.' edición.)
Kl tío de la flauta, juguete cómico. (3.* edición.)
El ojito derecho, entremés. (3.* edición.)
Kia reja, comedia en un acto. ('4.* edición.)
K.a buena sombra, sainete en tres cuadros, con música del maes-
tro Brnll. (6.* edición )
£1 peregrino, zarzuela cómica en un acto. Música del maestro
Gómez Zarzuela. (2." edición.)
£ia vida Intima, comedia en dos actos. (3.* edición.)
Kios borrachos, sainete en cuatro cuadros, con música del maes-
tro Giménez. (3.* edición.)
El chiquillo, entremés. (6.* edición.)
Xias casas de cartdn, juguete cómico. (2." edición.)
El traje de luces, sainete en tres cuadros, con música de lo
maestros Caballero y Hermoso.
El patio, comedia en dos actos. (4.* edición.)
El motete, pasillo con música del maestro José Serrano. (2.' edi-
ción.)
El estreno, zarzuela cómica en tres cuadros, con música del maes-
tro Ghapí.
KiOS Galeotes, comedia en cuatro actos. (3.' edición.) Traducida al
italiano con el titulo de I Galeoti por Giuseppe Paolo Pacchierotti.
lia pena, drama en dos cuadros. (2.» edición.) Traducida al italiano
con el mismo titulo por Giuseppe Paolo Pacchierotti.
Eia azotea, comedia en un acto.
El género Ínfimo, pasillo con música de los maestros Valverde
(hijo) y Barrera.
El nido, comedia en dos actos. (2.* edición.) Traducida al catalán con
el titulo de Un niu por Joaqnin María de Nadal.
lias flores, comedia en tres actos. (2.' edición.) Traducida al italiano
con el titulo de I fiori por Giuseppe Paolo Pacchierotti.
liOS piropos, entremés.
El flechazo, entremés. (2* edición.^
El amor en el teatro, capricho literario en cinco cuadros, pró^
logo y epílogo.
Abanicos y panderetas ó iX Sevilla en el botijo! humorada
satírica en tres cuadros, con m.Ú8Íca del maestro Chapi.
£ia dicha ajena, comedia en tres actos y un prólogo. (2." edición.;
Traducida al alemán con el titulo de Das fremde Gliick por J. Gusta-
vo Rohde.
Pepita Reyes, comedia en dos actos. (2." edición).
liOS meritorios, pasillo.
lia zahori, entremés.
I<a reina mora, saínete en tres caadros, con música del maestro
José Serrano. (2." edición.)
Zarag^atas, saínete en dos cuadros.
lia za^i^'ala, comedia en cuatro actos
lia casa de <]!arcla, comedia en tres actos.
lia contrata, apropósíto.
El amor que pasa, comedia en dos actos. Traducida al italiano
con el título de Vamore che paasa por Giuseppe Paolo Pacchiorottí.
El mal de amores, saínete con música del maestro José Serrano.
El nuevo servidor, humorada.
Mañana de sol, paso de comedia. Traducido al alemán con el titu-
lo de Ein aonniger Margen por Mary v. Haken.
Fea y con gracia, pasillo con música del maestro Tu riña.
liS aventura de los graleotes, adaptación escénica de un capi-
tulo del Quijote.
lia musa loca, comedia en tres actos.
lia pitanza, entremés.
El amor en solfa, capricho literario en cuatro cuadros y un pró-
logo, con música de los maestros Chapi y Serrano.
Eos chorros del oro, entremés.
nCorritos, entremés.
Amor & oscuras, paso do comedia.
Ea mala sombra, saínete con música del maestro José Serrano.
El g:enlo alejirre, comedia en tres actos. (2." edición).
El niüo prodigrlo, comedia en dos actos.
Kaulta, nana... entremés con música del maestro José Serrano.
Ea zancadilla, entremés.
Ea bella Eucerlto, entremés con música del maestro Saco del
Valle.
Ea patria chica, zarzuela en un acto, con música del maestro
Ohapi.
Ea vida que vuelve, comedía en dos actos.
A la luz de la luna, paso de comedia.
Ea escondida senda, comedia en dos actos.
El ag^ua mllag^rosa, paso de comedia.
Eas buñoleras, entremés.
Pompas y honores, capricho literario>n verso por m diablo <v
juelo.
Ea madrecita, novela publicada en El cuento semanal.
SEKAFiS r JOAQUÍN ÁLVAREZ (¡UINTBRO
I íío de la ílauía
ÍUGUETE CÓMICO
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^m-
,^f ,.-4iaí«*^«
SOCIEDAD DE AUTORES ESPAÑOLES
■úAez de Balboa, 12
leo'T'
EL Tío DE LA FLAUTA
Esta obra es propiedad do sus autores, y nadie po-
drá, sin su permiso, reimprimirla ni representarla en
España ni en los países con los cuales se hayan cele-
brado, ó se celebren en adelante, tratados intomacio-
nales de propiedad literaria.
Los autores se reservan el derecho de traducción.
Los comisionados y representantes de la Sociedad ds
Autores Españoles son los encargados exclusivamente
de conceder ó nogar ol permiso de representación y
del cobro de los derechos de propiedad.
Queda hecho el depósito que marca la ley.
Droits de représentation, de traduction et de repro-
duction reserves pour tous les pays, y compris la Sué-
de, la Norvége et la HoUande.
EL Tío de la elauta
JUGUETE CÓMICO
serafín t joaíüín álvarez quintero
Estrenado en el TEATRO DE LA COMEDIA el 13 de Marzo
de 1897
TERCERA EDICIÓN
MADRID
R. Velasco, impresor, Marqués de Santa Ana, 11
Teléfono núm*ro 551
1007
REPARTO
PERSONAJES ACTORES
LUISA Sbta. SuIbkz (K.)
DOÑA CASTA Sba. Alvabez.
MERCEDES Seta. Aeévalo.
DON TERESO Sb. Balagukb
FRIDOLINO PoNZANO.
DON PACO Valentín.
DON MELCHOR Moeeno.
j-^**'- I ^*^^ «»?< «^Tt ..
\iaiiiftii!«iij^iiaii(aii^iij^ii^ii^iij^ii^sin^insiií«ii^:i<^ii<»'
El, TÍO DE LA FLAUTA
Jardín de ana fonda en un punto de la costa Cantábrica. Al foro la
fachada principal de la casa. Pnerta en el centro, á la que dan
acceso algunos escalones, y una ventana de antepecho á cada
lado de ella. A la derecha del actor un pabellón de la fonda
con puerta y balcón practicables. Dos veladores, y bancos y sillas
de hierro.
ESCENA PRIMERA
LUISA, DON PACO y DON MELCHOR
Luisa y don Melchor salen del pabellón de la derecha. Don Paco
pasea.
Luisa Anda, papá; vamos á dar una vueltecita por
la playa. Habla con ligero acento andaluz.
Mel. ¡Para vueltecitas está el hornol
Paco saludando. Seductora Luisita... Futuro y ado-
rable papá político... ¿Adonde van ustedes
tan de mañana?
Luisa Y usted, ¿adonde va?
Paco Yo no voy á ninguna parte...
Luisa En eso estaba yo.
Paco A no ser adonde me lleve el imán de tus
ojos.
Mel. ¡Mira, niña, si Lemos de dar esa vuelta, so-
bre la marcha, que no es cosa de esperar k
que el sol nos abrase!
Luisa Pues sobre la marcha.
— 6 —
Paco Yo, en cuanto venga el correo, iré en busca
de ustedes.
Luisa ¿El correo? ¿Espera usted, quizás, carta de
su sobrina?— y amos, papá. (Y ten cuidado
no te pinches con las guías de don Paco.)
Mel. (¡Para mirarle las guías me tiene á mí don
Paco!) Se vau por la izquierda.
ESCENA II
DON PACO
|Con qué retintín ha dicho lo de mi sobrina!
Indudablemente el lance de anoche me ha
perjudicado no poco. Y quiera Dios que no
dé al traste con una boda que tanto me con-
viene.
ESCENA III
DON PACO y FRIDOLINO
FrID. Por la derecha. Al reparar en don Paco, exclama:
iD'ablo! ¿Uiíted?
Paco ¡Hola, mi amigo!
Frid. ¿Usted aquí? Pero ¿e^tá usted aquí ahora?
Paco Palpándose. ¡Caramba! ¡A mí me parece qu9
estoy aquí!
Frid. (¿Cómo se llama este viejo verde?) ¿Desde
cuándo acá no nos vemos, querido?
Paco Lo menos va para dos años
Frid. ¿Y no ha vuelto usted á Zumarragarra-
gurri?
Paco De allí he llegado anoche precisamente. He
venido acompañando— ¡pásmese usted! — á
mi futura esposa y á mi futuro suegro.
Frid. Asombrado. Pero ¿va usted á casarse? ¿Es de
veras? ¡Ca!
Paco Lo mi.^mo me dicen todos. Nadie puede
creer que yo abandone el campo de mis
amorosos devaneos.
Frid. ¿Y quiere usted decirme quién ee la venta-
rosa criatura que tiene la suerte de cargar
con usted?
Paco Una andalucita que da la hora. Bella, joven^
rica y sin más familia que su padre.
Frid. ¿y el padre también da la hora?
Paco No; el padre dará solamente los cuartos, y
con eso me basta.
Frid. ¿Conque joven, y bella, y rica, y andaluza,
y...? (Bueno, pues no dura este una semana.)
¿Y me ha dicho usted que llegaron ustedes
anoche?
Paco Anoche mismo. Por cierto que estuvo á pun-
to de romperse la boda.
Frid. ;,Y eso?
Paco Se me cayó de la cartera, en presencia de mi
media naranja y de su padre, el retrato de
mi última conquista.
Frid. ¡Cáspita!
Paco Julieta; una americana con el marido au-
sente, que corta la respiración. Y menos mal
que tuve el aplomo necesario para decirles
que era la retratada una sobrina mía, á
quien quiero como á las niñas de mis ojos.
Frid. ¡No está mala sobrina!... ¡Tunante! concierta
misterio. Y... ¿sigue usted con ella?
Paco No; la dejé hace un mes; porque se fugó con
un telegrafista.
Frid. (¡Bonito modo de dejarla!)
Paco Y usted, pollo, ;.no me cuentaningunaaven-
turilla amorosa?
Frid. Ya sabe usted que soy muy encogido... En
esta playa y en esta fonda estoy cortejando
por lo fino á una joven que me gusta mucho:
Merceditas... Pero la pretendo sin entusias-
mo, ¿eh? Porque me trae como loco una pe-
licaetaña á quien vi el verano pasado en
Biarritz, y de la cual perdí la pista sin ha-
ber llegado á decirle «buenos ojos tienes». Y
es que á mí me falta carácter...
Paco Ahí está el quid. A las mujeres les agradan
los hombres corridos...
Frid. ¿Corridos, eh?
Paco Hábleles usted de aventuras, de pendencias,
de desafíos... Y esta es otra: en la mesa
— 8 —
8Íonipre junto á ellas. Y el lenguaje de los
pies que ande listo.
Frid . ¡Sopla!
Paco Y si hay papá, mucho cuidado con el papá,
porque se dan juanetes. Otro sí: el cigarro
que no se le caiga á usted de la boca.
Frid. Éso es lo malo: que no fumo.
Paco ¿No fuma usted? ¡Ks usted hombre al agua!
Lo primero es fumar, oler á tabaco. Y luego,
si á mano viene, algún que otro pellizquito,
¿sabe usted?
Frid. ¡Ay, qué bueno!
Paco ¿Vamos hacia la playa?
Frid . Iré con usted un momento; necesito volver
aquí en seguida.
Paco El correo no llega, por lo visto, y ya estarán
en el agua muchas ninfas. ¡Me muero por
ver curvas!
Frid. Y que tengo yo unos gemelos que alcanzan
hasta el menor detalle. Riéndose. ¿Cuándo se
baña, cuándo se baña su futura de usted?
Paco ¡Oiga!
Frid. Y eso que el dedicarse á ver curvas tiene
sus quiebras. Contemplando curvas estaba
yo el domingo, cuando de pronto llega uno
y me dice: «¿Le sería á usted lo mismo mi-
rarme á mí?» Yo le respondí que no, con
toda franqueza. Pero no me valió. ¡Era el
marido de la de las curvas!... hombre muy
recio por las trazas, el cual, enarbolando un
garrote, rae hizo comprender que dejar las
curvas era el camino más derecho.
Paco Dirigiéndose con Fridolino hacia la izquierda. PueS
mire usted, amigo: si á mí me sucede ese
lance... ¡yo dejo al marido en la playa! Créa-
me usted á mí: allí lo dejo.
Frid. Eso hice yo: dejarlo allí... y venirme corrien-
do á la fonda. Se van por la izquierda charlando.
_ 9 —
ESCENA IV
DOÑA CASTA y MERCEDES
Salen por el foro en traje de calle. Doña Casta trae un periódico en
la mano.
Mero.
Casia
Merc.
Casta
Merc.
Casta
Merc.
Casta
Merc.
Casta
Merc.
Casta
Me había parecido oir la voz de Fridolino.
Tenemos que resolver antes que venga. Yo
en toda la noche no he logrado pegar los
ojos. Mi? preocupaciones y los ronquidos del
vecino de junto, que parece una noche de
truenos, me han impedido en absoluto dor-
mir. Nuestra situación es comprometida.
No hay que darle vueltas.
Principia el periodo de las fiestas con toda
brillantez, y no podemos pre&entarnos en
ninguna parte por falta de recursos.
El dinero que ha pedido papá á Madrid ha
de llegar pronto.
Por pronto que llegue vendrá tarde. Yo he
pensado, en vista de que la encerrona se im-
pone, y de que al menos ante Fridolino, tu
pretendiente, no debemos cantar la palino-
dia, hacer lo que en otra ocasión semejante
hicimos con tu exnovio Pepe Cabritilla.
¿No matamos de parto aquella vez á una pa-
rienta imaginaria para justificar nuestro re-
traimiento con el luto?
Sí.
Pues démosle ahora la puntilla á un pa-
riente.
Mira, tienes razón. Pero se me figura que
aunque tal pariente no existe, mejor que
matarlo es tenerlo más muerto que vivo:
que llega el dinero, sana el hombre como
por ensalmo; que no llega, se muere.
Magnífico. Y el luto nos escuda de infini-
dad de chismes y cuentos, que da esgrima
oir.
Grima, mamá, grima.
Para que veas ei soy previsora: rebuscando
— 10 —
Merc.
Casta
Merc.
Casta
Merc.
Casta
Merc.
Casta
entre los papeles de tu padre he dado con
este periódico, en el que viene una noticia
que ni mandada hacer para fundar en ella
nuestro ardid. Oye: Lee. «Se encuentra gra-
vemente enfermo en Cabrejillo de Abajo
nuestro particular amigo don Francisco Ló-
pez.» Aquí lo tienes; este va á ser el nuestro.
Así se le da al caso una verosimilitud abru-
madora.
Yo, con que Fridolino lo crea, tengo bas-
tante.
¡Toma! Por Fridolino va todo esto.
Como que es una gran pro[»orciün. Y su pa-
dre uno de los accionistas más fuertes del
Bnnco de España.
Eso creo; que no ha tenido en su vida un
mal catarro, sale Fridoliuo por la izquierda.
Aquí et-tá él.
¿El padre?
5íO, el hijo.
Pues el Espíritu Santo nos ayude. Siéntate
y aflígete. Se sientan.
ESCENA V
dichas y FRIDOLINO
Frid. Saludando. Doña Casta... Merceditas... (¡Qué
linda está hoy!)
Casta Fingiendo aflicción. Fridolino...
Merc. lo mismo. Hola, Fridolino.
Frid. Las encuentro á ustedes cariacontecidas...
(^*STA Suspirando. ¡Av!
Merc. lo mismo. ¡Ay!
Frid. ¿Qué es ello? ¿Qué les pasa?
("asta ¡Ay!
Merc. ¡Ay!
Frid. Bueno, pero ¿qué ¡hay!... puede saberse?
Casta Dándole el periódico. Lea usted, lea usted.
Merc. Lea u.-ted, Fridolino
Frid. Lee. «Se encuentra gravemente enfermo
en Cabrejillo de Abajo nuestro particular
amigo don Francisco López.»
- 11 -
Casta ¡Ayl
Merc. ¡Ay!
Frid. ¿López? ¿López? Algo me suena el apellido.
¿Conocen ustedes á este López?
Merc. Es tío... de mamá.
Casta ¡Es mi tío!
Frid. ¿Sí? ¡Válgame el Señor, doña Castal Deja
sobre el velador el periódico.
Ter. Dentro, cantando.
«A la Habana me voy
te lo vengo á decir... >
Merc. Levantándose. (¡Cielos, papa!)
Casta lo mismo. (¡Mi esposo!)
ESCENA VI
DICHOS y DON TERESO
Ter Por la derecha cantando y rebosando alegría.
«...que me han hecho sargento
de la Guardia civil...»
Casta (¡Demonio de hombre!)
Merc. ¡f*«pá, papá, parece mentira!...
Ter. ¡Hola, pollo!
Frid. (No, pues este no lo ha sentido gran cosa.)
Casta cogiéndole un pellizco á don Tereso. (¡Aflígete,
aflígete!)
Ter. (¡Canastos!)
Merc. (¡Aflígete, papá!)
Ter. Muy sorprendido. (j,Qué me aflija?... ¡Bueno!)
Empieza á hacer pucheros.
Frid. Don iereso, ¿qué le ocurre á usted? (El re-
cuerdo del pariente, sin duda.)
Ter. ¡No sé, mi amigo! ¡ICstoy que no sé lo que
me pasa! (Y no lo té, como no me lo diga
mi consorte.)
Frid . Lo creo: cuando se quiere bien á una per-
sona...
Ter. ¿liíli?
(Jasta a don Tereso. (¿Tú te acuerdas de Cabritilla?
Pues aplica oi plan d Fridulino.)
Ter. (¡Agua val Ya mataron de parto á otra pa-
rienta.)
— 12 -.
Frid, y ¿quién sabe si se salvará todavía?
Casta No, no se salva, se muere sin remedio.
Ter (¿Luego vive aún?)
Frid. Y... ¿qué es lo que tiene?
Ter. Pues... ¡casi nada! Empiece usted porque
hace unos días ha dado á luz un hermoso
niño...
Frid. ¡Atiza!
Casta volviendo á pellizcar á don Tereso. (¡Toma!)
Ter. (¡Caracoles!)
Merc. a don Tereso. (¡Papá, sí ahora se trata de un
pariente!)
Ter (¡Pues, hija, haberlo dicho!)
Fkid. Pero bueno, pero bueno... pero pregunto
yo...
Ter. No, no pregunte usted nada, Fridolino...
Ya sabe usted que no sé lo que me sucede...
Frid . Ya, ya se le nota.
MeP.C. Sentándose. ¡Pobie tíO l'acol
Ca8T\ ídem. ¡ f obre Paquito!
Ter. Ídem. ¡Pobre Paquete! Yo siempre le he lla-
mado Paquete, ¿sabe usted?
Frid . ídem. Veo, veo por su aflicción que lo apre-
cian uí-tedes mucho.
Ter ¡Muchít^imo! ¿Usted no nos ha oído nunca
hablar del tío Paco?
Frid. Yo he oído hablar bastante del tío Paco, el
de la rebaja; pero ese no será.
Ter. ¡No, homl)re!
Casta No, señor, no es ese,
Merc. Al nuestro lo esperábamos de hoy á ma-
ñana.
Frid. Pues no hay que dese=«perar; puede que aún
se cure, y que venga.
Ter No, no viene; pierda usted cuidado.
Frid. Pero ¿lo saben ustedes de buena tinta?
Casta Ya lo ha visto usted: de tinta de imprenta.
Pausa. Todos se muestran afligidísimos.
Frid. (Trataré de consolarlos.; Sin enihargo, un
tío es un tío... Si se hubiera muerto don
Tereso, menos mal...
Ter. ¿Cómo menos mal?
Frid. Menos mal que se acongojaran ustedes.
Ter. Sí; sobre todo yo.
— 13 —
Frid. Pero lo qne es por un tio... Ya ve usted, el
otoño pasado se me murió á mí media do-
cenita de tíos.
Casta (Este tiene los tíos como los calcetines: por
medias docenas.)
Frid. Además, si el de ustedes es viejo, lo natural
es que las líe... mejor dicho, que...
Merc. No, f-i aún es joven.
('asta En los sesenta y tantos /resa.
Frid. ¿Fresa?
Merc. Frisa, mamá, frisa.
Frid. ¿Y reside ahora en ese pueblo, en Cabrejillo?
Ter. ahí reside: en medio «iel campo.
Merc. Le gusta mucho la vida del campo.
Casta A toda'^ horas está hablando de los pastores
de la Alcarria.
Merc. De la Arcadia, mamá.
Ter. Tiene costumbres verdaderamente pastori-
les: fe pasa días enteros recostado sobre la
verde hierba y tocando la üauta.
Casta (Estamos creando un carácter angelical.)
Merc. Como que por U música delira.
Ter. Pero particularmente por la flauta. No la
deja un instante. En fin, la última vez que
estuve á verle, me reciláó afeitándose y to-
cando la flauta al mismo tiempo.
Frid. (Esa no cuela.)
(vAsta ¡y qué bien la tiñe!
Merc. La tañe.
Casta ¡Y qué bien la tañel
Ter ¡Y cómo toca aquel hombre el piano de ma-
nubrio!
Merc. Llevándose á los ojos el pañuelo. ¡Pobrecito!
Casta lo mismo. ¡Me da el corazón que ya no
existe!
Ter. ídem. (¡Como que no ha existido nunca!)
Frid. ídem. Aunque se trata nada más que de
un tío me han llegado ustedes á conmover.
Casta ¡Pero qué tío, Fridoiino, qué tío!
Merc. ¡Qué ocurrente!
Ter. iQ'ié gracioso! Siempre estaba de broma.
Suelta la risa, pero recordando de pronto su situación^
afecta aflicción bruscamente.
Merc. ¡Qué caídas las suyas!
— 14 —
Ter ¡Ah, si, qué caídas!
Casta ¡Qué golpes!
Ter. (Es claro: consecuencia de las caídas.)
Casta (Vamos al grano.) Oiga usted, Fridolino:
nosotros, como usted ve, no estamos para
nada ¿Hará usted el favor de decirles á las
de Tijereta lo que nos ocurre, y que no nos
esperen esta noche para ir al teatro?
Frid. Levantándose. Voj ahora mismo. (¡Gracias á
Dios que me puedo largar!)
Ter. Levantándose también. ¡No es puñalada de pi-
caro, Fridolino!
Frid. No importa. Despidiéndose. Pues, doña Casta,
yo siento muy de veras que se muera el tio
ese... no, ese... tío... tampoco... el tío ese de la
flauta... (¡Estas despedidas me parten!) Pero
ya se sabe que tenemos todos que pasar por
el aro; y hoy se muere don Tereso...
Ter ¡Dale, bola!
Frid. Mañana se muere usted, pasado yo, y así
sucesivamente... Conque, adiós, don Tere-
so... Adiós, Merceditas... Dándoles la mano.
Adiós, doña Casta... Así es el mundo... ¿qué
le vamos á hacer? ¡Por allá nos aguarde mu-
chos años!... Vaya, pues... ¿Me he despedi-
do de usted, don Tereso?... Vuelve á darles la
mano á todos. Adiós, Merceditas... Doña Cas-
ta... Bueno, pues... ¡Ah! Cumpliré el encar-
guito: tendré mucho gusto en decirles á las
de Tijereta que su tío de usted está dando
las boqueadas. Vase por la izquierda.
ESCENA VII
DOÑA CASTA, MERCEDES y DON TERESO
Casta Levantándose y recogiendo el periódico. Se la
tragó.
MeRC." Levantándose también. ¡El buenO de FridolinO
tiene unas tragaderas excelentes!
Ter. Pero, vamos á ver; ¿á qué ha venido esta co-
media? jEsto de que á mí no se me entero
de nada, me va cargando! ¿Qué necesidad
— 15 —
tenías de haber estropeado á ese ñautista de
todos lüs demonioí-? Y si es que tienes de-
seos de crear personajes para acabar con
ellos á la postre, ¡escribe un folletín!
Casta Mira, Tereso, e»o es una pata de gallo.
Ter. Pero, señor, ¿no habianaos convpnido en que
si venían los cuartos de Madrid, todo mar-
charía como una seda?
Casta ¿Y han venido, por ventura, esos cuartos?
Ter Sí que han venido.
X. , • Llenas de júbilo. ¿Que han venido?
C.tSTA ¿Has estado en la lista de Correos?
Ter jClaro! De ahí el qne llegara tan alegre.
Merc. ¿y de cuánto es la letra, papá?
Ter. De cuatro mil reales.
Casta ¿De cuatro mil reales? ¡Eso más que letra ea
un alfabeto!
Merc. ¿Ves, mamaíta? Ya sanó el tío Paco, sin más
ni má».
C*STA Bueno: á ver la letra.
Ter, Al punto. Buscándose la letra en los bolsilloa.
¡Diablos!... ¿Dónde la he metido yo?... ¡Ay,
qué letrita de mis pecados!...
Casta ¿Qué?
Ter. Nada, que le da al tío Paco calentura...
Merc. ¿No la encuentra-?
Ter. ¡Sube, sube la fiebre!
Casta ¡Pero, hombrel
Ter. ¡No me atolondréis!... ¡Ya está... ya está otra
vez más muerto qne vivo!... Transición. |Ah,
vamos!... ¡Aquí, aquí la tenéis! .. ¡.Sauito esta
el tío Paco couio una manzana!
Merc. ¡Ay, creí que no llegaba á verla!
Ter. ¡sí, tonta; si viene á la vista!
Casta Pues á cobrarla hoy mismo, ¿sabes?
Merc. Anda, mamá, que hay que buscar á Frido-
lino al instante, para enterarle de la me-
joría.
Casta Y después nos iremos de tiendas.
Mehc. Hasta luego, papá.
Casta Hasta luego.
Tkr. Divertirse.
Doña Casta y Mercedes se yan por la derecha.
— 16 —
ESCENA VIII
DON TERE80
No saben ellas que me han tocado cuarenta
duros á la lotería, y que me los pienso gas-
tar con la incomparable Julieta. Bastante
me importa á mí que reviente ó deje de re-
ventar ese tío Paco. A mi americanita me
atengo, en vista de que está por mí desde el
punto y hora en que llegó, hace quince
días. Epta mañanita hemos paseado juntos,
playa arriba y abajo, y he causado la envi-
dia de más de dos pollos, de esos que no lle-
van chaleco. Pero lo más notable es la in-
sistencia con que nos han perseguido un
papá y una niña, que vinieron anoche á esta
fonda y que paran en ese pabellón, señalan-
do el de la derecha, ¡fcs mUcha Julietita! ¡Y
cómo estaba hoy con la falda blanca y la
blusa roja escotada! ¡Cómo estaba yo, por
supuesto! Al lado de esa americanita me
siento pollo: pollo, porque sudo como un
pollo con solo verla. ¡Y es que es una ameri-
cana de invierno' — Vamos arriba. Pidole
á Dios que no se entere mi esposa de mi ca-
laverada. Vase por el foro.
ESCENA IX
LUISA y DON MELCHOR
Luisa Por la izquierda, con don Melchor. ¡Ay, JesÚS,
qué sofücadísima estoy! Yo me quedo aquí
un rato, papá, que nuestra habitación es un
chicharrero. ¿Y tú?
Mel. ¡Yo que he de ser un chicharrero!
Sale Fridolino por la izquierda y se detiene en el foro
hasta que don Melchor ge va.
Luisa Digo si te quedas aquí.
Mel. ¡Para quedarme aquí vengo yo!
— 17 —
Luisa Entonces, ¿te irás arriba?
Mel. ¡Para irse arribita está este cura!
Luisa Bueno, pues haz lo que te dé la gana, papá.
Mel. ¡Apañado está el día para hacer yo lo que
me dé la gana! Entra en el pabellón de la derecha.
Luisa ¡Jesús con papá, que parece un fonógrafo
evfadao!
ESCENA X
LUISA y FRIDOLINO
Frid. (;Qué fortuna haber encontrado á mi peli-
castaña!)
Luisa Pasea por el proscenio. Fridolino la sigue. (Estoy
segura cotnpletamente: era Julieta; la del
retrato. La que dice don Paco que es sobri-
na suya.)
Frid. (¡Vaya un andar y una cinturita!)
Luisa (Y el que iba con ella presumo yo que será
su esposo. Nada, de esta hecha le descubro
una maca al demonio del viejo, y papá le da
la absoluta.) Se sienta. Fridolino se sienta también
cerca de ella.
Frid. (Seguiré los consejos de don Paco.) Con per-
iriso de u-í-ted.
Luisa Es usted muy dueño.
Frid. Muchas gr;icias. (Lo primerito es oler á ta-
baco. Que le dé el olor cuanto antes.) saca un
puro enorme. ¡ÍLíjem!
Luisa (¡Ave María, qué puro! Parece un salchi-
chón.)
Frid. (¡Ya, ya le echó el ojo! Trata de encenderlo. En
mi vida las he visto má;^ gordas. Por el dga-
rro. Ni más gordos. Logra encenderlo y fuma.
El toque creo que está en tragarse el humo.
Empieza á toser. ¡Esto es horrible! Sigue tosiendo.
¡Horrible!; ¿Le molesta á usted el humo,
se fio rita?
Luisa No, señor; á mí, no.
Frid. (A mí, A.)
Asómase don Tercso á la ventana de la izquierda del
foro, leyendo un periódico.
— 18 —
Luisa ('¡Qué gestos hace! Si parece que está en las
últimas.)
Frid. Usted no me recordará á mí seguramente.
Luisa No, no señor... (Tiene mucha nuez y pocas
entradas, pero no es feo.)
Frid. (lAy! Es-te me saca á mi las asaduras.)
Luisa Cou todo, tengo idea de haberlo visto á us-
ted en alguna parte.
Frid. (No habrá sido en ningún estanco.) ;,De ve-
ras no le incomoda á usted el humo?
Luisa No, señor; de veras.
Frid . (iQué lástima!) Mire usted que al preguntár-
selo no me induce el puro... el puro cum-
plido.
Luisa Ya, ya estoy yo en que es otro puro el que
le induce á usted.
Frid. ¿Lo dice usted por este buen mozo?
Luisa Por ese lo digo. ¿Tira ó no tira todavía?
Frid. Ya hace un rato que tira: |córcholis! si tira.
(De eppaldas ) Pero yo lo tiro porque no
quiero molestarla á usted... Arroja lejos el ci-
garro. (Y porque hasta las lágrimas se m3
han saltado ya.)
Luisa Y yo lo agradezco de veras, aunque no me
moleste.
Frid. (¡Qué sudores! Estaba por tomar un contra-
veneno.)
Luisa ¡la, ja!... Y es que hay ciertos puros que
obligan, por lo visto, á ser galante... se levanta
y pasea.
Frid. (¡Valiente pulla. Hasta ahora sólo me sale á
la perfección lo de ser hombre corrido; por-
que estoy más corrido que una mona.)
Luisa Fijáudose eu don Tereso. ¡Calle!
Frid. Levantándose. ¿Qué?
Luisa ¡El marido de la sobrina de marras!
Frid. ¿Y cuál es la de marras?
Luisa ¡La del retrato!
Frid. ¿La de qué retrato?
Luisa Pero si yo no hablo con usted...
Frid. Usted perdone: yo creía que sí...
Luisa ¿Conoce usted á ese caballero?
Frid. ¿Habla usted ahora conmigo?
Luisa Sí, señor.
— 19 —
Fríd.
Luisa
FklD.
Luisa
Frid.
Luisa
Frid.
Luisa
Frid
Pues lo conozco bastante: se llama don Te-
reso.
¿Y es casado ese don Tereso?
Sí.
¿Con quién?
Con su señora.
¡ClHro! ¿Y es guapa su señora?
Medianeja.
¡De í-eguro es la misma que paseaba con él!
Esto es providencial. Porque no hay quien
me quit^í de la cabeza que el tal parentesco
es nn mito.
(^¿Habla nola?)
Keiírase de la ventana don Tereso.
ESCENA XI
DICHOS y DON P.4.C0
Paco Por la izquierda. ¡Luisita incomparable!
Luisa ¡Don Paco!
Paco ¿(óino te había de ver en la playa?
Frid. (¡Se ll«ma Luisita!) ¿QuJ es esto? ¿Se trata-
bun ustedes ya?
Paco ¡Hola, Fiidoiino!
Luisa (¡Kridolino! Tiene nombre de tela barata.)
Paco Usted, por lo que se ve, conoce á mi futura.
Frid. PerpU-jo. ¿Su fu... su fu... fu... fu... tura?
Luisa (¡Que siempre ha de andar el viejo publi-
candi'!...)
Frid. (¡Ni otro puro me hace peor efecto!)
Luisa Den Paco. (Ahora las vas á pagar todas jun-
tas.) Teugo que darle á usted una noticia...
excelente. Aquí está.
Paco ¿C^uién e-tá aquí?
Luisa Su sobrina de usted: la del retrato.
Paco ¡Cascara.-! (¡La americanita!)
Luisa (¡ aseara-! ¡ija cara que ha puesto!)
Paco ¿Mi sobrina? ¡Eso no es posible!
Luisa ¡Vaya fí es posible! La mismita del retrato.
Este cahallfro conoce á su marido.
Paco ¿A su marido?
Frid. ¿Yo?
— 20 -
Luisa ¿No conoce usted á ese don Tereso?
FrID. Con interés creciente á cada pregunta que hace.
Pero, pero, ¿pero don Paco es tío de la seño-
ra de don TeresoV
Luisa Si, Feñor.
Paco Yo explicaré lo que hay... porque... es un
parentesco tan singular... (¡Dios me apista!)
Frid. ¿Se va usted á morir de un momento á
otro?
Paco ¡Canario!
Frid. ¿Le llaman á usted el tío Paco?
Luisa Katuralmente.
Frid. ¡Ay, qué alegrón voy á proporcionarles!
Paco ¿A quiene8?
Frid. A su sobrina, á don Tereso... Especialmente
á sil f^ohrina.
Luisa (lAh! ¿pero es verdad lo de la sobrina?)
Frid. Aguarde usted, hombre. ¡Lo que van á go-
zar cuando le vean! Llamando. ¡Don Tereso!
¡Don Tereso!
Paco ;No lo Hanrie upted!
Luisa ¿Que no lo llame?
Frid. ¡Si lo quieren á usted entrañablemente!...
¡La de elogios que me han hecho de sus ha-
bilidades! Y entre paréntesis: ¿-igue usted
tan sficionado á la flauta? Vuelvo, vuelvo...
Vase corriendo por el foro.
ESCENA XII
luisa y DON PACO, después DON TERESO y FRIDOLINO
Paco ¿A la flauta?
Luisa IVro, ¿es usted flautista, don Paco?
Paco (¿Qué va á sucederme á mí, Dios del cielo?)
Lo peor es que yo... ¿sabes, Luisita?... estoy
citado con un individuo...
Luisa (Este se quiere eclipsar. Aquí h^iy misterio.)
Bueno, pero no está bien que se vaya usted
ahora... ¿Qué dirían sus parientes? Unos pa-
rientes tan cercanos...
Paco (¡Es que yo no creía que estuviesen tan
cerca!)
— 21 —
Ter. Dentro, gritando. ¡Le digo á usted que no es
posible!
FrID. Tirando de don Tereso. Venga UStsd acá... ¿No
ilecía usted que no? Aquí tiene usted al tío
Paco.
Luisa a don Paco. ¿ÍjO ve usted?... El marido de su
sobrina. Los dos se miran asombrados.
Ter. (¿Qué apostamos á que es este otro enredo
de mi mujer?)
Paco {¿\ cómo rae las compongo yo ahora?) Don...
don Tereso...
Ter. Don... don Paco...
Luisa ¡Vaya unos cumplidos!
Paco Queriendo demostrar confianza. [Te... Te... Terc-
sín!
Ter. Lo mismo. ¡Pa... Pa... Paquete!
Luisa ¡Pero qué turbación más rara!... ¿Para cuan
do son los abrazo.-?
FrID. Empujando á don Tereso hacia don Paco. ¡VamOS,
hombre!...
Ter. (¡K-ite me da un bufido!)
Paco (¡Este me atiza un coscorrón!) Se abrazan rece-
losos, y se separan violentamente.
Ter. ¡Je, je!
Paco ¡Je, je!
Frid. Lo que menos esperaba usted era encontrar
aquí al tío Paco.
Ter. Sí, señor: lo que menos. Palabra de honor.
Paco A mí me gustan las cosas así...
Ter. (A mí un poquito más claras.)
Paco Porque yo me conozco... ¿estamos?... yo me
conozco... y...
Ter. (Sí, ¡como tú no te conozcas... lo que es yo!...)
Luisa Pero cualquiera pensaría que se tienen us-
tedes miedo.
Paco ¿IVliedo?
Ter. ¿Porqué?
Paco ¡Ven á mis brazos, Teresete!
Ier. ¡PaquetÜlo!... Se abrazan, y prolongan el abrazo
mientras hablan aparte lo que sigue:
Paco (Cnhallero, trampa adelante. Es cuestión de
faldas.
Ter. Anda mi mujer en el ajo, ¿eh?
Paco Cabalito.) (¡Qué poca vergüenza!)
rr
— 22 —
Ter. (¡Señor, que. nunca ha de enterarme!...]
¡Je, je!
Paco (¡Creo que me he salvado!) ¡Je, je! Pero, hom-
bre, Tereso, cuidado si te conservas hnda-
mente.
Ter. . Sí, no estoy del todo mal.. Yo á tí, en cam-
bio, te encuentro muy viejo, pero muy
viejo...
Luisa Muy viejo, muy viejo, ¿verdad?
Frid. (¡Lo mató!)
lER. Yo, si te veo en la calle, no te conozco: pue-
des creerme... ¿Y esta señorita es hija tuya?
Luisa No, señor.
Ter. Ah, vamos, nieta.
Paco ¿Cómo nieta?
Luisa ¿No es verdad que puede ser mi abuelo?
Paco Amostazado. ¡Esta Señorita es mi futura!
Frjd. ¡Cal
Paco ¿Qué?
Ter. ¿Tu futura? Paquete, ¿vas á casarte al cabo
de tus año.«?
Paco ¿De mis años? Furioso, pero queriendo disimularlo^
y agarrando por las solapas á don Tereso. ¿ A US-
ted... á tú., á usted no te han saltado nun-
ca un ojo?
Ter. ¡Je, je! Siempre has de estar de chanza...
¡Déjate de bodas! Tú necet-itas cuidarte mu-
cho... Buen caldo de gallina, buen vino de
lo añejo, tu tresillo, tus solos de flauta...
Paco ¿Otra vez la flauta, señor?
Luisa Nada, don Paco, que es u&ted flautista y no&
lo oculta.
Paco ¿Yo flautista?
Frid. Ahora lo va á negar, don Tereso.
Ter. Hombre, Paquín, eso no es ningún delito:
no lo niegues...
Luisa Lo que noto, don Paco, es que no le pre-
gunta usted á don Tereso por su sobrina.
Ter. ¿Por qué sobrina?
Paco Por tu señora, tonto... ¿Sigue tan harUanaf
Tkr. ¿Cómo tan barbiana?
Luisa Yo he tenido el gusto de verla, y se conser-
va igual, igual al retrato.
Ter. ¿a qué retrato?
— 23 —
Luisa Al que don Paco tiene de ella.
TeR. (¡Cuerno!) cogiendo por las solapas á don Paco.
¿Que lú... que usted... tienes un retrato de
mi señora?
Paco Bajo a don Tereso. (Ya le daré á usted explica-
ciones más tarde.
Ter. ¿Más tarde?
Paco Aqui mismo, dentro de media hora.
Ter. si, porque esto tendrá su explicación.)
Paco ¡Je, jel
Ter. jJe, je! Pero, señor, estnmos en Babia. (Con-
viene disolver el grupo.) Yo voy en busca
de mi costilla para decirle que has venido,
que estás bueno... ¿comprendes?
Frid. Sí, sí; y yo le acompaño á usted, don Te-
reso.
Ter. Voy por mi sombrero y mi bastón, vase por
el foro.
Luisa Yo también me voy.
Paco Y yo.
Luisa (A contarle estas cosas á papá. Sí, porque no
me gustó nada la cara que puso don Haco
al principio. Y la que le quedó muchísimo
mtnos. Y la que tiene ahora menos toda-
vía.) Entra en el pabellón de la deiecha.
Paco (Mi suegro... mi futura... mi sobrina... el
otro... ¡Entre todos me van á volver el jui-
cio!) Vase por la izquierda.
ESCENA XIII
FRIDOLINO, DOÑA CASTA y MERCEDES
Frid. ¡Pobre don Paco! Es un hecho que le soplo
la dama.
Casta Por la derecha, con Mercedes. Dado á Barrabás
estará tu padre.
Frid. ¡Doña Casta!
Merc. ¡Ah, Fridolino! Nos alegramos de hallarle á
usted.
Casta Sabrá usted que ha sanado el tío Paco.
Frid. ¡No he de saberlo! Como que quizás lo al-
cance todavía...
— 24 —
C4STA ¿A auién?
Frid. ¡Al propio tío Paco, que ha venido!
Frid. ¡Y que ha estado hablando con don Tereso!
Frid. ¡Lo traigo ahora mismo! vase corriendo por la
izquierda. ¡TÍO PaCo! ¡tíO PaCo!
Doña Casta y Mercedes se miran atónitas.
ESCENA XIV
DOÑA CASTA y MERCEDES, después don TERESO
Merc. ¡Mamá!
Casta ¡Hija!
Merc. ¿Tú has oído?
Casta Fridolino está loco.
Merc. ¡ Pero si dice que el tío Paco ha estado con
papal
Casta Está loco tu padre.
Merc. Pero, bien, ¿y ese tío Paco?...
Casta Está loco el tío Paco, Alguien está loco, por
fuerza.
Merc. ¿Y no pudiera papá haber fraguado iodo
esto?
Casta ¡Toma! Eso es lo más probable.
Merc Aquí sale papá.
Ter. Saliendo por el foro. ¡Hola! ¿Vosotras aquí? Me
evitáis el trabajo de ir á buscaros.
Casta Bueno, vamos á ver...
Ter, Eso digo yo; varaos á ver.
Merc. Tenemos que hablarte.
Ter. y yo á vosotras.
Casta 8í, porque ese tío Paco...
Ter. Precisamente; ese tío Paco...
Casta Tú dirás.
Ter. No, la que tiene que decir eres tú.
Casta ¿Yo?
Merc. ¿Mamá?
Ter. ¿También he de ser yo?
Casta Nadie más que tú.
— 26 —
Ter. ¡Pero bí yo no lo he visto hasta hace un mo-
mentol
Casta ¡Pero si nosotras no lo hemos visto nunca!
Ter. ¿Nunca?
Merc, En la vida.
Ter. [Si rae dijo ese tío Paco — ¡mal tiro le den! —
que se trataba de cosas tuyas!
Casta Pues estás en un error creso.
Merc. Craso.
Ter. ¡Craso!
Casta ¡Craso ó creso, estás en un error!
Ter. ¡No vuelvo de mi asombro!
Casta Ni yo.
Merc. Ni yo.
Ter. ¿üa bagado del cielo ese pariente?
Merc. Sólo falta que se enrede el asunto, que des-
cubra Fridolino el pastel, y que me quede
yo aderezada y sin novio. Por supuesto,
mamá, que de todo lo que pase tendrás la
culpa tú. Vase por el foro.
Casta ¿Yo? a don xereso. De todo lo que pase ten-
drás la culpa tú. Vase tras Mercedes.
TkR. ¿Yo? Dando media vuelta como para encararse con
ana cuarta persona. De todo lo que pase ten-
drás la culpa... Viendo que está solo, tendré la
culpa yo. Vase tras doña Casta.
ESCENA XV
FRIDOLINO y DON PACO, después DON TERESO
Paco con rridoUno, por la izquierda. Pollo, qUC me va
usted á poner en un compromiso.
Frid. ¡Calle! Se han largado. ¿Compromiso? ¿Por
qué?
Paco Porque yo me conozco... ¿entiende usted?...
y no soy tal tío Paco.
Frid. Entonces, ¿cómo es sobrina de usted la se-
ñora de don Tereso?
Paco ¡Si no es mi sobrina!
Frid. Asombrado. ¿No?
Ter. Saliendo á la ventana de nuevo. (jOiga! El tíO
— 26
Paco
Frid.
Paco
Ter.
Paco
Frid.
Ter.
Paco y Fridolino... ¡A ver si saco en limpio
alguna coea!)
Grandísimo torpe; ¿no le hablé yo á usted
hace un rato de cierta pájara con quien tuve
un belencillo?
Sí, señor; pero eso, ¿á qué viene? ¿Quién ea
esa pájara?
¡Mi falsa sobrina! ¡La mismísima mujer de
don Teresol
¡Caracoles!
Volviéndose hacia la ventana. ¿Qué?
Lo mismo. ¿Qué?
¡Que verá usted ahora canela final vase.
ESCENA XVÍ
FRIDOLINO y DON PACO, luego DOÑA CASTA., después DON
MELCHOR
Paco
Frid.
Casta
Paco
Frid.
Paco
Casta
Frid.
Paco
Casta
Paco
Casta
Paco
Frid.
Paco
Frid.
Mel.
Paco
Todo temblón. ¿Ha oído upted, Fridolino?
El es el que ha oído, don Paco.
Saliendo á la ventana de la derecha del foro. (Jura-
ría que gritaba 'iereso...)
Pero, diga usted, ¿se trata de su esposa real-
mente?
Claro que sí.
Yo me figuraba que sería... cualquier cosa.
¿Cómo me había de imaginar que fuera don
Tereso el marido de esa lagarta que viene
con él?
¡Caballero!
(¡Aprieta!)
Volviéndose hacia la ventana. Señora.
¡Usted será el lagarto!
¡Señora!
Retirándose de la ventana. ¡TcreSo! ¡TcreSo!
¿Quién es eí-e energúmeno?
¡La señora de don Tereso!
¿Ksei»
¡Esa!
Asomándose al balcón de la derecha. (¿Qué dia-
blos sucede?)
¡Pues he estado en Belén! ¡Pero mi belén ha
— 27 —
sido con la americanita, y de ella ea el re-
trato que tiene el elefante de mi suegro!
Mel. ¿l/onque elefante, eh?
Paco volviéndose hacia el balcón. ¿Eh? Al yer á don Mel-
chor. ¡Uh!
Mel. ¡Pues le voy á dar á usted un trompazo! Vase.
ESCENA ÚLTIMA
FBIDOLINO y DON PACO, luego DON TERESO, después DOÑA
CASTA y MERCEDES. DON MELCHOR y LUISA
Paco
Ter.
Paco
Ter.
Frid.
Ter.
Casta
Ter.
Merc.
Mel.
Paco
Luisa
Frid.
Luisa
Frid.
Ca.sta
¡Ira de Dios! ¡Me escuchaba mi suegro! corre
hacia la izquierda.
Sale por el foro con un bastón y detiene á don Paco.
¡O me explica usted sus palabras ó lo di-
vido!
Con muchísimo gusto. Yo he pasado á los
ojos de todos por tío de su señora de usted,
porque hav quien ha creído que es usted el
esposo de Julieta, una americanita de rompe
y rasga, á la cual he dado yo por sobrina
mía.
¡Ah! ¿Me han tomado por esposo de Julieta?
¡Qué barbaridad!
Justo... Y don Paco creía que esa Julieta era
doña Casta.
¡Qué ha de ser Casta esa Julieta!
Por el foro, con Mercedes. TereSO, TereSO, CStc
caballero me ha llamado lagarta.
Sí, pero ha úáo por equivocación.
¿Lo ves, mamá?
h'aliendo del pabellón de la derecha seguido de Luisa.
¡Señor tarambana, sepa usted que no hay
nada de lo dicho! ;Se rompió la boda!
(¡Pues me has partido, inglés!)
¡Me alegro!
¡Y yo!
¿Usted se alegra?
Y creo que sospechará usted el motivo, sus-
pirando. ¡Ay!
.:Eh?
— 28 —
Merc. a doña Casta. (¿Has oído, mamá? Me da el
corazón que me ha plantado el hijo del ac-
cionista.)
Casta a Mercedes. (Eso veo. iQaé infamia! ¡Mentira
parece que tenga el papá tan buenas acciones!)
Frid. ¡Ah! ¿Qué han sabido ustedes del verdadero
tío Paco de la flauta?
Casta Que está rebosando salud.
Frid. Pues que sea enhorabuena.
Ter. ¿Enhorabuena? Aguarde usted, ai público.
Felicitándome están,
y aunque al punto aceptaría
el parabién que me dan,
saber primero querría
si ustedes aplaudirán.
FIN
Madrid, Setieíabre, 1895.
OBRAS DE ÜOS IVUSMOS AUTORES
Esgrima y amor, juguete cómico. (2.* edición.)
Belén, 12, principal, jagaete cómico. (2.* edición.)
Olll lo, juguete cómico-lírico. Música del maestro Osuna. (2.* edición.)
I<a media naranja, juguete cómico. (2.* edición.)
£1 tío <le la llanta, juguete cómico. (3.* edición.)
El ojito derecho, entremés. (3." edición.)
lia reja, comedia en un acto. (4.* edición.)
I^a bnena sombra, saínete en tres cuadros, con música del maes-
tro Brull. (6.* edición )
El peregrino, zarzuela cómica en un acto. Música del maestro
Gómez Zarzuela. (2.' edición.)
Ea vida Intima, comedia en dos actos. (3.* edición.)
Eos borrachos, saínete en cuatro cuadros, con música del maes-
tro Giménez. (2.' edición.)
El chiquillo, entremés. (5." edición.)
Eas casas de cartón, juguete cómico. (2.* edición.)
El traje de luces, saínete en tres cuadros, con música de los
maestros Caballero y Hermoso.
El patio, comedia en dos actos. (4.* edición.)
El motete, pasillo con música del maestro José Serrano. (2.* edi-
ción.)
El estreno, zarzuela cómica en tres cuadros, con música del maes-
tro Chapí.
Eos Galeotes, comedia en cuatro actos. (3.* edición.) Traducida al
italiano con el titulo de I Galeoti por Giuseppe Paolo Pacchierotti.
Ea pena, drama en dos cuadros. (2.» edición.) Traducida al italiano
con el mismo titulo por Giuseppe Paolo Pacchierotti.
Ea azotea, comedia en un acto.
El g^'énero ínfimo, pasillo con música de los maestros Valverde
(hijo) y Barrera.
El nido, comedia en dos actos. (2.* edición.) Traducida al catalán con
el titulo de Un niu por Joaquín María de Nadal.
Eas flores, comedia en tres actos. (2.' edición.) Traducida al italiano
con el título de / fiori por Giuseppe Paolo Pacchierotti.
Eos piropos, entremés.
El flechazo, entremés. (2* edición.^
El amor en el teatro, capricho literario en cinco cuadros, pro
logo y epilogo.
Abanicos y panderetas ó ¡ \ Sevilla en el botijo! humorada
satírica en tres cuadros, con música del maestro Chapi.
I^a dicha ajena, comedia en tres actos y an prólogo. Traducida al
alemán con el titulo de Das fremde Gliick por J. Gustavo Eohde.
Pepita Reyes, com.edia en dos actos. (2.* edición).
liOS meritorios, pasillo.
JLa zaliorf, entremés.
I<a reina mora, sainete en tres cuadros, con m.úsica del maestro
José Serrano. (2." edición.)
Zarag'atas, sainete en dos cuadros.
lia zag'ala, comedia en cuatro actos.
Ija casa de García, comedia en tres actos.
lia contrata, apropósito.
£1 amor que pasa, comedia en dos actos. Traducida al italiano
con el título de L'amore che pasaa por Giuseppe Paolo Pacchiorotti.
El mal de amores, sainete con música del maestro José Serrano.
El nuevo servidor, humorada.
Mañana de sol, paso de comedia. Traducido al alemán con el titu-
lo de Ein sonniger Margen por Mary v. Haken.
Fea y con errada, pasillo con m.úsica del maestro Turina.
lia aventura de los g:aleotes, adaptación escénica de un capi-
tulo del Quijote.
lia musa loca, comedia en tres actos.
lia pitanza, entremés.
El amor en solfa, capricho literario en cuatro cuadros y un pró-
logo, con música de los maestros Chapi y Serrano.
liOS chorros del oro, entremés.
Morrltos, entremés.
Amor & oscuras, paso de comedia.
lia mala sombra, sainete con música del maestro José Serrano.
£1 g-enio aleg're, comedia en tres actos.
El niiio prodigólo, comedia en dos actos.
Nanita, nana... entremés con música del maestro José Serrano.
lia zancadilla, entremés.
lia bella liucerito, entremés con m.úsica del maestro Saco del
Valle.
Pompas y honores, capricho literario «n verso por El cLiablo eo-
juelo.
Jia madredta, novela publicada en El cuento semanal.
serafín i JOAQUÍN ÁLVAREZ QUINTERO
ka buena sombra
SAI^'ETE EN TRES CUADROS
CON MÚSICA DEL
ís. — • /
SOCIEDAD DE AUTORES ESPAÑOLES
Núñez de Balboa, 12
1©05
LA BUENA SOMBRA
Esta obra es propi<)clHd de sus autores, y nadie po-
drá, sin su permiso, reimprimirla ni representarla
en España ni en los paises con los cuales so hayan
celebrado ó se celebren en adelante tratados interna-
cionales de propiedad literaria.
Los autores se reservan el derecho de traducción.
Los comisionados y representantes de la Sociedad
de Autores Españoles son los encargados exclusivamen-
te de conceder ó negar el permiso de representación
y del cobro de los derechos de propiedad.
Queda hecho el depósito que marca la Ipy.
Lá BUENA SOMBRA
saínete en tres cuadros
SERAFiS í JOAQUÍN ÁLVAREZ QUINTERO
CON MÚSICA DEL
PvlAESTRO BRULL
Estrenado en el TEATRO DE LA ZARZUELA el 4 «le
Marzo de 1898
SEXTA EDICIÓN
MADRID
«. VBLASCO, lUP., HABQDáS DB SAHTA AHÍ, 1) bVP
Teléfono número 551
1©05
1 ^1^. f). juliái) ^oniek
/ Vengan esos simo, que vale usté más oro que pesa
la Girarda con Girardiyo y tol
¡La mare e Dios! ¡Y que no hay pa echa las cam-
panas á vuelo ni pa está agrade sio cuando se tro pies a
con una persona e mérito como usté, que se hase car-
go e las cosas y en vé de darle á uno una ajogaiya le
tiende la m,ano y lo saca á Jiote!
Nunca podremos echa en orvío er bieri que nos ha
hecho; pero premita Dios que si lo orviamos arguna
vé, se nos güervan farsas las pesetas de tos los trimes-
tres que cobremos.
Fercétera, como diría Triquitraque.
\.0d CLLuió^eJ.
REPARTO
PERSONAJES ACTORES
VALLE Seta. Araná.
ARACELI CÁUCAMO.
UNA COMPRADORA González (N.)
UNA GITANA Espinosa.
.SEÑA JOSEFA Aeizmesdi.
ANTONIA.. Sea. Blázquez.
REPOSO Seta. González (M!)
PEPE LUIS Se. Romea.
TRIQUITRAQUE... Moncayo.
RAMOS (Guardia municipal).. .... Orejón.
^EÑÓ MANUEL. . RoDRÍGfUEZ.
MOSQUITO González.
UN MENDIGO... MoEá.
GALBANA Abana.
Vecinas y veeincs
h^ BUENA SOMBRA
CUADRO PRIMERO
Rincón de una calle en Sevilla. A la derecha del actor, formando el
rincón con la pared del foro, la casa del señó Manuel, á cuya
puerta hay una banqueta y dos ó tres jaulas vacías. Al foro, cer-
ca del rincón, una calle angosta, que tuerce y so prolonga por
dentro hacia la derecha. La parte de pared comprendida entre la
casa de señó Manuel y esta calle, está llena de jaulas de distin-
tos tamaños, clases y formas, con variedad de pájaros. En el sue-
lo, hacia la puerta de la casa, también hay algunas En el otro
lado de la misma pared hay una prenderla, donde viven seña Jo-
sefa y Valle. De quicio á quicio de la puerta, y en su parte alts,
un alambre del que pende algún calzado recompuesto. Colgados
en la pared á derecha é izquierda unos cuantos lienzos sin mar-
co y marcos sin lienzo, una cartera de viaje, un chaleco y un
pantalón usados, y en sitio preferente una chaquetilla de torero
y una guitarra. Junto á la puerta dos ó tres muebles viejos y va-
rios cachivaches. Una silla baja.
la calle se supone que continúa por la izquierda y por el primer
término de la deracha
_ 8 ~
ESCENA PRIMERA
SEÑA JOSEFA, SEÑÓ MANUEL y GALBANA. VALLE, dentro
(Señá Josefa sentada á la puerta de su casa haciendo calceta, señó
Manuel cuidando sus pájaros y Galbana durmiendo en una silla baja
en el primer término de la derecha.)
Música
Man. (Muy alegre.)
Yo me dirigí á una niña
en demanda de su amó,
y me dijo que no estaba
pa estafermos como yo.
Niña, no me mates,
yo le contesté;
mírame despasio,
mírame mu bien;
mira que yo tengo
rumbo como dié,
garbo como veinte,
grasia como sien
Si se arregla la jorobo,
me dijo entonse,
y esas piernas que paresen
tirabusones,
y se lima las orejas
y las naríses,
y ar pescueso se hase un núo...
ipué que me anime!
:Ay, qué pena, qué pena, qué pena,
la que yo pasé!
Jos. ¡Ay, qué alegre que se ha levantan
er señó Manué!
Valle (Dentro)
Las horas me paso
yorando mis selos,
._ 9 —
y no hay persona, maresita mía,
que me dé consuelo.
Jos. ¡Probesita mi nieta,
qué triste está!
Ya le he dicho á su padre
que está daña.
Man . Un carpintero seloso
le desia á su aprendí:
si miras á la maestri
te comes er birbiquí.
Te sierro er gañote,
más fíjo que er só,
te tiro er martiyo,
te clavo el formón,
te parlo en sien cuñas
tamañas así,
te jago virutas,
te güervo serrín.
Y er muchacho respondía
con mucha sorna:
yo no miro á la maestra
por varias cosas;
porque sé que no le gusto,
que usté se enfada,
y que er sastre de la esquina
me rompe el arma.
¡Ay, qué cate, qué cate, qué cate,
qué cate le dio!
Jos . ¡ Ay, qué alegre que se ha levantao
este güen señó!
Valle (Dentro )
Tengo yo una pena,
tengo un sentioaientu,
10 —
un dolorsito, inare de mi arma,
que me estoy muriendo.
Jos. Luego dise mi nieta
que no está daña.
Man. Luego dise que el otro
no le importa na.
Jos. No base más que salirme
con coplas así.
Man. Es er diablo de Pepe
quien la base sufrí.
.Jos. Yo no sé qué desirle
{)a verla anima.
Man, Cuando güerva Pepiyo
to ss acabará.
Hablado
Jos. ^,Sabe usté que está alegre la mañana, señó
Manué?
Man. No deja de estarlo, seña Josefa. La alegría es
lo único qne me quea de cuando era cbico
ESCENA II
DICHOS y MOSQUITO
MoSQ. (Por la izquierda, muy aprisa y manifestando gran
interés.) ¿Ha venio ya Pepe Luis?
Man. ¡Dale, bola! ¿Otra vé? Hombre, no; toavía
no ba paresío.
Mosq. ¡Miste que seis días sin dá cuenta e su per-
sona! ¡Tiene la sombra er mundu! ¡Yo voy
á di á buscarlo!
Man. i Haz lo que mejó te parezca!
Mosq. ¡Hasta luego! (Vase por el foro corriendo.)
Man. ¡Adiós! ¡Y depcansa!... ¡Cámara, qué poste-
ma! ¡Esta es la quinta vé que me pregunta
hoy por mi hijo!
Jos. ¡Ni que lo hubiea criao!
- a -
Man. (Descolgando una jaula chica.) SargO al istante.
Voy á darle dos ó tres toques amariyos á
este jirguero pa que paezca misto e canario.
(Entrase en su casa.)
ESCENA III
OALBANA, SEÑA JOSEFA y VALLE
Jos. (Llamando.) ¡Niña! ¡Vaye!
Valle (saliendo de su casa.) ¿Qné quié usté, agüela?
los. Que te vengas aquí conmigo, mujé. Toma:
real y medio. Pa flores.
V.\lle ¿Real y medio? ¿Pos qué ría vendió usté?
Jos. Er coya de perlas, (rausa ) Oye una coí-a: á
vé si no me piensas más en er niño de señó
Manué, que de tanto adergasá se te eetá
queando er peyejo grande.
Valle ¡Ay, Jesú! ¡Se pone usté más pesa que un
mosquito solo! ^iQuié usté que no lo sienta?
Er desengaño duele mucho. Pero ya estoy
convensía de que Pepe Luis no me quiere á
mí como yo á é, ni sabe apresiá mi cariño, y
mÍPtela: (Haciendo la cruz.) pa mí, como si lo
hubieran enterrao.
Jos. Hasta que lo veas será eso. Y fresca estás tú
si quiés encontrá un hombre capá ('e queré
como nosotras. No tienen arma... Miá tu
hermano: (señalando á Galbana.) SO pasa dur-
miendo to er día... Miá tu padre: te ve con
er corasón encogió lo mismo que una siruela
pasn... y se va á L'adi á vé ar Minuto.
\'aile Pué que haya dio á buscarme un novio...
No sea usté mal pensá...
Jos. ¿Y tú pa qué nesesitas novios de fuera, si
los tienes en Seviya á esportones? Vamos á
vé: ¿por qué no le hases caso á Chicharito?
Vaile Agüela, por la virgen; un hombre tan me-
núo... y tan moreniyo... y tan tieso... ¡Si eso
es un perro chico e mojama!
Jos. ¿y Sebastián ersa«tre? ¿Quiés un muchacho
más tr¿ibajaó ni más formalito?
Valle To eso está bien; pero es mu soso... Nunca
-- 12 -
se le oye un gorpe... Y luego, ¿usté no ha
reparao? Tiene toa la cabesa yena e hurtos:
paeHe que está hirviendo.
Jos. ¿Y Triquitraque? ¿También está hirviendo
Triquitraque?
Valí e Si no está hirviendo, está pa rompe el her-
vó... ¡Jesú, qué extremos hase er probesiyo!...
A ese no le encuentro más que una farta:
que es demasiao valiente. No hase más que
desirme á toas horas: (Remedándolo.) «Niña, á
to er que á usté le estorbe, lo dejo yo zeco...»
¡Ni que fuea er só!
Jos. (levantándose malhumorada.) Vaya, nO sé pa qué
me canso. No te gusta más que este trapaMn
de aquí junto, que es una bala perdía .. Un
piyastre con mucha labia.
Valie ¿Otra te pego? ¿No le he dicho á usté ya...?
Jos. ¿Por qué no sigues el ejemplo de Araseii, la
hija de señó Ramos, er guindiya? Ayé de
mañana me asomé ar patio y la vi con un
novio que no es ninguno de los tres úrtimos.
Ksa los conose.
Valle Güen provecho. Pero eso es teué en luga de
corasón la fonda e Madrl.
Jos . ¡Er diablo que te yeve! (Entrase en su casa.)
ESCENA IV
VALLE, GALBANA y SEÑÓ MANUEL
GaLI!. (Bostezando y desperezándose groseramente.) ¡Aaahl
Valle Ave María, Migué, paeses un gato.
Galh. (De mal temple.) ¿Quiés no zé tonta, hija?
(Arrastra perezosamente la silla hasta el segundo tér-
mino de la izquierda y se deja caer en ella desploma-
do. Poco después se duerme.)
Valle Así me gusta á mí la gente: trabajaora.
Galp. ¿Me meto yo contigo, hija?
Man. (saliendo de su casa con la jaula que antes se llevó, y
colgándola en la pared.) Hola, mUChacha.
Valle Dios guarde á usté, señó Manué. (a Galbana.)
Tú, á vé si tienes cuenta de esto mientras
voy aquí junto. (Vase porla izquierda.)
Man . Yo estaré ar cuidao.
~ 13 -
ESCENA V
GALBANA, SEÑÓ MANUEL, TRIQUITRAQUE y RAMOS
R\MOS (Con Triquitraque, por la derecha.) ¡Pelises!
Man. ¡Hola, güeña gente!
Ramos (Encaminándose hacia la izquierda, entusiasmado.)
Hombre, Triquitraque, hazme er favo... Miá
qué mosita. Venga usté pa acá, señó Ma-
nué...
Man. (Sin apartarse de su puesto.) ¿Qué hay?
Ramos ¿Le paese á usté poco? (señalando hacia dentro.)
Triq . ¡La mare e Dios! ¡Y que no zabe gana terre-
no la criatura!
Ramos ¡Mardita Fea! Si no fuea por este condenao
saserdosio que yeva uno ensima... (Aludiendo á
su uniforme.) ¿quién le ha dicho á usté que yo
no me iba con esa ahora mismo á la Venta
Eritaña?
^IaN. ¡je, je! (Ramos y Triquitraque se acercan al puesto
de pájaros.)
Triq. ¿Ha tenío usté noticias de Pepe Luis?
Man. Ni ganas. Estoy ya de é hasta los pelos.
Ramos ¿Pero qué quié usté, que er chiquiyo no se
divierta? Esan son cosas e la edá.
Man. Pos le van á salí po un ojo. Anoche me dijo
su novia que lo va á manda á coge coquinas.
Triq. ¿Zí?
Ramos Me alegro. ¡Choque usté! Ese está reservao
pa mi Araseli. ¿No le gusta á usté mi Arase-
li pa yerna?
Man. Sí, señó. Pero es mu calavera mi niño pa
nuero.
Triq. (con presunción.) ¿Y pué zaberze quién ha zío
er cauzante de eza dezición de la niña?
Man. ¡Er mismo Pepe Luis con sus locuias!
Triq. No digo que no. Pero hace tiempo que estoy
yo viendo vení ezas hostialidades...
Ramos Tú lo que te traes ahora son unas palabras
la má de sélebres.
Triq . Zeñó, como que doy leciones e guitarra y me
- 14 ^
rozo con er zeñorío, ze me va pegando ziu
zentirlo toa la prozodia de eza gente.
Man. Es natura... Y qué, ¿se les da mucho á las
manos, Triquitraque?
Triq . Lo zuficiente pa mantené á los viejos y pa di
penzando en alimenta á argnna Joven... (Mi-
rando á la casa de Valle.)
Ramos. Er meso este tiene un Banco España en
ca df o.
T*iQ. Que no ze le orvíe á usté 3ze encargo. Como
que lo mismo es ponerme yo á toca, que
hasta en er cielo abren ios barcones pa oír-
me... Y no lo digo porque esté yo delante,
que zi no estuviea yo aquí también lo diría.
A^AN. Na; el hombre e la suerte.
Triq. Cazi, cazi.
Ram( s Sólo que aquí no lo habernos conosío.
Triq . Po zi quié usté que nos bebamos ahora mis-
mo media ocena e chatos... ya zabe usté
quién paga.
Ramos Mira, cáyate, por tu salú... ¿Pa qué mentaré
yo siertas casas? Este arrastrao disfrá me
tiene hecho un cursi... inseguía lo critican á
uno... Yo, antes.cnandoera carpintero, hasía
mi santísima volunta, pero lo que es ahora
que yevo uniforme... francamente, me da •
sierto reparo entra y salí en la taberna. .
¿Sabes tú lo que tengo que hasé arguna.** V'^-
ses pa que naide me vea entra y nali? Pjs
meterme en eya por la mañana y estarme
ayí hasta anochesío.
Man. y entonse, ¿sale usté ó lo sacan?
Hamos Hay de to. Pero, no crean ustedes; peo toa-
vía que la dro2;a der saserdosio es la antipá-
tica e mi mujé... Señores, ¡tiene un orfato! ..
Vamos, no es desageraáón: se pone en lu
ventana, y apenas doblo yo la esquina, ya
eslá: (olfateando á cada frase.) «TÚ haS bebío...
Y ha sío aguardiente... Y cuatro copas... Y
de en ca e Matirde...» ¡Porque hai-ta la ta-
berna averigua!...
Man. La curpa la tiene usté, por haberse casao
dos veses.
Triq. Ezo ze yama cazarze en zegundas nurcias.
— 16 —
Ramos
Galp.
Man.
Galb.
Ramos
Triq.
Ramos
Sí, ¿eh? ¡Pues por la gloria e mis difuntos
que lo que es en segundas nursias no me
güervo 3'o á casa en toa mi vía!
(Volviendo á bostezar y á desperezarse.) ¡Aaaaaah!
Hombre, Garbana, que hay visita.
¿Vizita?... (Arrastra la silla hasta la callejuela del
foro, la apoya en la esquina de la prendería, y se des-
ploma en ella corao antes.)
Pero, oiga usté, señó Manué, ¿es sereno ese?
Eze lo que tiene ez un establecimiento de la
médula que no ze pué lame.
Ese lo que no tiene es vergüensa ninguna.
ESCENA VI
DICHOS y iíRACELI
Arac
Ramos
Man.
Ramos
Arac.
Hamos
Arac.
Ramos
Arac.
Ramos
Arac.
Ramos
Triq.
Arac
Ramos
Arac.
(Por el foro.) Pero, padre, ¿qué hase usté aquí
con toa su santa carma? Su artesa rea me ha
dicho que va3'a usté á armosá en seguía.
Su artera rea le yama á su madrasta.
¡Qué güeno!
Oye: dile á su artesa rea que no le contesto
lo que se me ocurre porque hay gente de-
lante.
Ande usté pa aya, que está por las nubes, y
luego las paga conmigo. (Va á irse y vuelve.)
Ksoucha una cosa.
Qué.
¿Tú has visto si hay ensima e la cómoda ana
boliya de esas que yo yevo pa los perros?
Ensima e la cómoda no hay na.
Ya se la comió!
Padre!
Que se la comió! ¡Si yo la puse á propio in-
tento, chiquiya!... ¡Como es tan curiosa!...
No le baga usté cazo á zu papá, que ez un
guazón mu grande.
Vamos, ¿í?e viene usté ó se quea?
Ya estoy ayí,
(Yéndose por el foro) También usté se pone
más pesao...
16 —
Ramos
Triq
Man.
iíamos
Triq.
(viéndola ir.) ¡Místela, señó, místela! ¡Vaya
unos piesesitosl ¡Se sostiene porque se va
clavando en las losas, si no, no podría!... Tri-
quitraque, ¡vamos á bebemos esos chatos á
la salú de mi pimpoyo!
Vamos aya.
Señó Ramos, que lo aguarda á usté su mu-
jé... ¿No desía usté que le da reparo entra
en la taberna?
No es que me dé reparo presisamente; es
que creo yo que ctebe darme. Que no es i.)
mismo... Anda, vamonos, tú. (saie vaiie por ¡&
izquierda.)
Hasta ahora. (Reparando en Valle.) (La de Pepe
Luis. De hoy no paza que hable yo con eya.)
(Vase por la derecha con Ramos.)
ESCENA VII
GALBANA, VALLE y SEÑÓ MANUEL. Después PEPE LUIS
(Pausa.)
Man.
Valle
Man.
Valle
Man.
Valle
Man.
(Desde su puesto.) ¿Qué hay, güena mosa?
(Desde la prendería.) Na. Ya ve USté.
(¡Probesiia! No piensa más que en er des-
cafttao de mi hijo.)
(Ar probé viejo no se le cae er mosito de la
imaginasión.)
(A mí no me gusta nombrárselo, no se crea
que yo lo defiendo.)
(Yo no le digo na, no se figure que no sé
habla de otra cosa.)
(Nueva pausa. Aparece Pepe Luis por la callejuela del
foro, andando despacio y mirando á izquierda y dere-
cha con cierto recelo.)
(¡Hola! ¡Ya pare&ió er perdió!... Haré como
que no lo veo.)
(Pepe Luis se acerca á Valle; ésta lo mira con desdén,
le vuelve bruscamente la espalda y se va. Pepe Luis
expresa su desagrado con un gesto cómico 1 uego
avanza sin decir una palabra hasta ponerse jun o al
señó Manuel, que finge estar abstraído en el arre lo
de sus pájaros.)
— 17 —
ESCENA VIH
GALBANA, SESÓ MANUEL y PEPE LUIS
Pepe (Después de una pausa.) [Ejém!
Man. (volviéndose hacia él) ¡Adiós, hombre! Por fin
viniste... (Hay que tené genio, Manné; no te
ablandes..! (Gritando mucho.) ¡Contento me tie-
nes! (¡Cámara! si empieso así, ¿qué dejo pa
lo Úrtimo?) (Bajando algo la voz, pero fingiendo
mucho enfado.) ¡Contento me tienes! ¡Te estás
portando como nunca! (Pepe Luis lo oye como
quien oye llover, y comiendo con mucha calma cama-
rones, que lleva en una mano.) ¿TÚ CreeS QUe este
probé viejo está aquí trabajando to er día
pa mantené tus visios? ¿Usté se figura que
no hay más que yevarse por ahí de diversión
las semanas enteras sin ocuparse de lo que ó.
6U padre le ocurra, y luego vení á casita con
sus manos lavas y sus orejas gachas y una
cara mu triste pa que uno lo perdone? ¡Pos
estás equivocao, Pepe Luis!... ¡Tendría que
vé más que una fiesta e toros!... Y lo que es
tu novia, me paese que esta úrtima no te la
pasa... Por supuesto que lo tienes bien me-
reeío... Y yo creo que más vale perdé la
amista de los cuatro sinvergüensas que te
sonsacan pa que les cuentes cuentos y pa
divertirFC á tu costa, que er cariño de una
muchacha tan cabá y tan rea mosa como
Vaye, y la güeña volunta de este probé vie-
jo... (sulfurándose.) ¡Sobre to, atiendas ó no
atiendas á rasones, que me tienes mu harto;
y que en luga de predicarte otra vé como
ahora, voy á resibirte á pedrás y serrándote
las puertas e mi casa! ¿Te has enterao bien?
¡Lo que es conmigo no se juega!... Y no te
digo más... ¡Y se acabó lo que se daba!... ¡Y
cuidaíto con lo que se dise!... (pausa.)
Pepe (ofreciéndole un puñado á señó Manuel.) ¿Quié USté
unos poquitos e camarones?
— 18 —
Man. (Dándole un golpe en la mauo.) ¡Vaya usté enho-
ramala! ¿Cómo V03' á desirte que no estoy pa
fiestas?... ¡Y qué bonito vienes!... Disfrasao,
como de costumbre... Esa chaqueta no es la
tuya... Er sombrero tampoco... Pero, oye,
oye, oye... (Ya ha empeñao er reló.) ¿Quiés
hasé er favo de desirme la hora que es?
Pepe ¿La hora? Pos miste, papá: (Después de mirar
al cielo.) por er só, que es la fija, las dié me-
nos sinco.
Man. Dejémonos de historjas, Pepe Luis. ¿Ande
está tu reló?
Pepe ¿Mi reló? ¡Desde er martes que me fui no ha
parao de anda ni un minuto, no vaya usté á
creerse!...
Man. Güeno, sí; pero yo te pregunto que dónde
está.
Pepe Señó, usté carcule: andando sin para desde
er martes... ¡vaya usté á sabe á dónde se ha-
brá dio!
Man. Miá que no tengo ganas e reírme, tú.
Pepe Ah, no; pos sin ganas no debe usté reírse.
Man. Estoes menesté que se acabe, Pepe Luis.
Esto nopué sé ..
Pepe No pué sé, no señó... Escuche usté, papá;
¿usté me va á creé á mí lo que yo le diga?
Man . Según lo que sea.
Pepe Pos premita Dios que si yo le güervo á dá á
usté un dijusto más, se me caiga to er pelo
y paezca un queso e bola raspao, que es lo
que más afea á los hombres... Vi á darle á
usté menos ruío que un canario en la pele-
cha... Vi á come na más que chochos y ai-
veyanas, y á to tira... caña darse de postre,
pa no hasé gasto. Er vino lo vi á toma con
cuenta gotas... En fin, vi á hasé una vía, que
como se entere er Papa va á queré cartearse
conmigo. No le digo á usté más.
Man . (sonriéndose.) No estás tú mar gitano. ¿Y dee-
de cuándo va á sé eso?
Pepe ¿Eso? ¿Hoy qué es?
Man . Lunes.
Pepe ¿Lunes? Güeno; pe s desde er domingo sin
farta. Sí, porque er sábado vi yo á tené que
— 19 -
di al entierro de uno que fe va á n^ori, ér
viernes.
Man, Güeña piesa estás tú, grandisimo granuja,
y bien me conoses er flaco.
PfiPá (Abrazándolo.) ¡Es usté oiás güsno que los
mostachones de Utrera!
Man. Pero lo que es á tu novia no te será tan fasi
conquistarla.
Pepe ¿La quié ustéyamá y dejarnos solos?
Man. Yo no me meto...
Pepe Ande usté; si la yamo yo no va á salí...
Man. Siempre ha de sé tu gusto... (Acércase ala casa
de Valle y llama.) ¡V^aye, escucha Una palabra!...
Ya estás servio... Ahí la tienes; prueba... (En-
trase en su casa.)
ESCEíJA IX
galbana, PBPE luis y VALLE
(Valle sale, y al ver á Pepe Luis trata de irse.)
Música
Pepe (Acercándose áella.)
Óyeme, cíiiqniya,
que, por mi salú,
no vale Seviya
lo que vales tú.
Y aunque no hay monea
pa comprarte á tí,
toito lo que puea
voy á reuní.
Valle (Alejándose desdeñosa de Pepe Luis.)
¿A qué me buscas? ¿\ qué me yamas?
De tu persona no quieo ya na.
Si mi cariño tienes en poco,
busca quien sepa quererte máp.
— 20 —
Pepe Morenita presiosa,
como ei agua marina sala,
tu cariño no es cosa
que por otro ee puea cambia.
Ya tu sabes, morena,
que yo estoy chalaüo por lí,
y me da mucha pena
que celosa me trates así.
Valle Mentiroso, timante^
que me dises palabras de mié,
nunca vi á tu semblante
asomarse esa pena crué.
Dame ya, que lo quiero,
to er cariño que en barde te di,
porque er tuyo, embustero,
ho}' pa siempre lo arranco de aquí.
(Llevándose una mano al corazón.)
Pepe ¡No lo arranques por tu vía,
déjalo un poquito má,
mira que si está agarrao
va á dolerte de verdá!
Valle Como sé que vale poco
no lo quiero retené,
que prefiero, aunque me duela»
arrancarlo de una vé-
Pepe Várgame Dios, chiquiya,
nunca te he visto así;
dime pa perdonarme
qué es lo que quiés de mí.
Valle Haz lo (jue se te antoje,
en la seguridá
(le que pa mí te has muerto
y te enterraron ya.
Pepe Pues por muerto, mi moreno, que yo esté,
si me miras como sabes tú mira.
— 21 —
ar momento te aseguro que lias de vé
á un cadave que se pone aquí á baila.
Vai le Cuando yo no te miraba más que á tí,
á otros ojos tú mirabas con amó,
y hoy que quieres con mis ojos reviví
á otros ojos que los tuyos miro yo.
Pepe
Valle
Pepe
Valle
Pepe
Valle
Pepe
Valle
¡Eso no pué sé!
¡Esa es la verdá!
¡Yo lo he de impedí!
¡No lo impedirá?!
¡Tú rúe lias de queré!
jYa eso se acabó!
¡Siempre seré dueño
de tu corasón!
¡Nunca serás dueño
de mi corasón! (Entiasc Valle en su casa.)
ESCENA X
galbana y pepe LDIS
Hablado
Pepe ^'siguiendo á Valle hasta la puerta.) Peí O eSCUCha,
mujé, avente á rasones... N». Lo que es esta
vé se ha enfadao de veras... ¡Por vía e los
moros!... Yo comprendo que tengo er genio
demasiado alegre y que me he portao má...
pero si no le calentaran la cabesa á la chi-
quiya... Esa picara vieja se yeva to er día
predicándole... Y luego este anima me tiene
entre ojos por las bromas que yo le doy, y
también carga la mano de lo lindo... Que s^
bebo, que si no bebo, que si la orvíc... que
si me ve con otras mujeres... ¡ A?í reventara!
Por supuesto, que le vi á dá una broma pesú,
pa que me tome ojerisa con fundamento...
No se la quita nadie... Y va á sé ahora mií--
mo... Pero más pronto que la liV.. (corre hacia
el puesto de pájaros y coge uu cordel que hay eii el
rincón.) Yo te daré asuquita, compadre (Acer-
— 22 —
case con precaución á la silla en que duerme Galbana,
y ata á una de las patas el cordel.) CumO te ClfeS-
piertes te esniíco, peaso e bárbaro... No se
escapa, no... Y ahora á amarra la otra pun-
ta... (Vase corriendo por el foro. Después de un mo-
mento vuelve á salir frotándose las manos de júbilo.)
Va á sé de un eferto... ¡que hasta ayí! Me
acredita en to er barrio... ¡Ya verás tú cuan-
do arracque er coche!
ESCENA XI
DICHOS, ARACELI, VALLE y una COMPRADORA
Arac.
Pepe
Arac.
PfPE
Vallh.
1'epe
Valle
Arac.
Pepe
Arac.
Pepe
Arac
Pepe
Arac.
Pepe
(por el foro.) ¿No está aquí mi padre? ¿En
dónde Fe habrá metió ese hombre? ¡Ay, qué
Kofocasiónl
¿Quiés un abanico?
Kntre los dos van á matarme, Pf pe Luif.
¿Qué me cuenta?, mujé? ¡La pena que vi yo
á tené ese dial
(Asomándose á su puerta.) (¿Con qilién habla?...)
(jLa otra! Me alegro.)
(¡Esa niña chocante!)
Está mi madrasta que párese una fiera en-
jaula.
Chiquiya, no t.e apures tú mientras yo te
viva en er mundo...
(Valle principia á manifestar agitación é impaciencia,
que van aumentando por momentos. Sale por el foro
una Compradora, cargada de lios y paquetes, se acerca
á la tienda de Valle y examina con curiosidad cuantos
objetos hay á la puerta.)
¡Ay, qué grasioso!
Aquí no hay más grasia que la de esa cara
que no tiene fin de bonita, y la de ese cuer-
po que va derramando jarmines por donde
pasa...
Miá, Pepe Luis, que las paredes oyen...
¿Lo diees por tu novio?
Lo digo por lo que lo digo. Yo no tengo
novio.
¿Pos y Tachuela?
— 23 -
Arac. Tachuela es de pe^a. No hablo con é más
(|ue los martes, jueves y sábados. Y pa eso,
de mala gana. Pero ahora Andrés er de la
botica me ha pedio relasiones formales ..
I'epe Pa los lunes, miércoles y viernes, ¿no es eso?
Arac. Cabalito.
Pepe Pos si quiés uno pa los días e fiesta... cuenta
con este cura.
Arac. Quéato con Dios, guasa viva. Vi á busca á
mi padre.. (Echando á andar hacia la izquierda.)
I* EFE Oye...
Arac. No tengo na que oí... Tú no gastas más que
iarabe de pico.
Pepe ¡Pos jarabe da tu pico es Id que yo voy bus-
cando, arma mía! (Vase por la izquierda tras Ara-
cell.)
ESCENA XII
galbana, VALLE y uua COMPRADORA, TRIQUITRAQUE
y RAMOS
Ramos
Triq.
Ramos
Tkiq.
Ramos
(Por la derecha, con Triquitraque.) ¡Me huelc! ¡Así
tuviea yo tan segura la gloria como que me
huele! (Mirando hacia la izquierda.) ¿PerO eS ver-
dá lo que ven mis ojos?
¿Q"é?
¡Pepe Luis con mi chiquiyal
Es verdá...
¿Se habrán entendió? ¿Sabrá argo er señó
Manué?... Voy á preguntarle... Aguárdame
aquí. (Entra corriendo en ca.sa del señor Manuel.)
Valle
Triq.
COMP.
ESCENA XIII
DICHOS, menos RAMOS
(¡Pero qué ganitas tengo de arranca un
moño!)
(La ocazión la pintan carva, Frasquito.)
(A Valle.) Diga usté, joven, ¿vende usté mar-
cos viejos?
- 24 -
Valle (con sequedad.) No.
CoMP. ¿Cómo que no? ¿Y" esos que estoy yo viendo
aquí?
Valle Esos están de adorno.
CoMP. ¡Hija, qué genio gasta usté!
V>lle Er que tengo, madre.
■CoMP. ¡Lo que es así va usté á vendé mucho!
Valle Eso es lo que á usté no le importo.
CoMP. I Vaya unas maneras! (Apártase de la prendería
y se va hacia el puesto de pájaros; al paso le dice á
Triquitraque.) ¿Ha visto usté qué arpía?
Triq. (indignado.) Po zi ezo ez uua arpía, ¿qué zerá
uzté, zeñora?
OOMP. (¡Otro que tal baila 1) (Se acerca á los pájaros y los
observa con detenimiento.)
Triq. (Aproximándose á Valle.) Niña... enjuague usté
eze yanto...
Valle ¿Quién le ha dicho á usté que yo yoro?. .
¿Dónde e&tá er yanto?
Triq. Er yanto no es mesté que zarga pa que ze
vea... Y zi hay por ahí argún mal ange que
le dé á usté dijustos, no tiene usté más que
decírmelo...
Valle ¿Y lo deja uzté zeco, eh?
Triq . Cabá: lo dejo zeco.
Valle ¿Por qué no se gana usté la vía en los baños
der río?
Triq. ¿Yo? ¿De qué?
Valle ¡De sábana!
Triq. ¡La mare e Dios! ¡Tiene usté gracia y zim-
patías pa diez y ziete personas... y zobra
tela!
Valle (¿Si se creerá ese que me voy á morí porque
é no me mire?)
Triq. Ezo, tocante a usté; que tocante á mí, usté
ya zabe que manda en to mi lao izquierdo.
Valle (Y le voy á hasé caso á este.. ¡Pa que rabie
y sufra!)
Triq. Y tocante á dambos á la vé, zi usté zalieze
esta noche á la reja... le diría yo cuatro pa-
labras zeíitlas qutí tengo que decirle...
Valle Pos si no es más que eso... ¡por oirías no vi á
perdé na!...
Triq. Y yo pueo gana mucho... (sale Pepe Luis por la
— 25 ~
izquierda y se encamina á su puesto, mirando con in-
terés á Triquitraque y á Valle.)
Vali.k Convenio... Pos á las ocho... ¡en la rejal
Triq . ¡Bendita zea eza boca! (Habían bajo ios dos.)
ESCENA XIV
DICHOS y PEPE LUIS, luego RAMOS, SEÑÓ MANUEL y MOSQUITO
Pepe
COMP .
Pepe
COMP .
Pepe
COAIP.
Pepe
OOMP.
Pepe
CoMP .
Pepe
COMP .
Pepe
CoMP.
Pepe
COMP .
Pepe
CoMP.
Pepe
M*N.
Pepe
CoMP .
MOSQ.
(<En la reja ha dicho?... ¿Y con ese?)
Oiga usté, mositü.
^^Con mal modo ) ¿Qué quié Ufilé, Señoia? (Pasea
agitado. La Compradora lo sigue )
(Hresentánlole una jaula pequeüa.) Este jlrgUei'O,
¿cuanto vale?
(Sin dejar de mirar á Valle y á Triquitraque.) Un durc.
f;Un duro?
Digo, no. una perra gorda. Me había equi-
VOCaO. (Encarándosele.) ¿AcaSO nO Se pué Uno
equivoca?
¡Ya lo creo!... ¿Y canta bien?
Sí, señora. (¿En la reja? Primero me tiro ar
río que dejarlos habla.)
Entendámonos; ¿no será una castaña?
No, señora.
¿Tiene bonita voz?
ÍSí, señoril.
¿Y es de los que se cayan en la muda?
No, señora.
¿Y da notíis artas?
¡Sí, señora! ¡Según donde se cuergue!
¿Y canta muy seguido?
(Arrebatándole la jaula.) ¡Señora, vaya usté mu-
cho con Dit s, que no vale er bicho la saliva
que estamos gastando!
(saliendo de su casa con Ramos.) ¿Qué pasa, hjjo?
¿Qué ha de pasí^? ¡Que esta mujé quié ye-
varse á Juan B-tva por una perra gorda!
(Sefió Manuel y Hamos se ríen.)
¿Habrá insolente? ¡Ya se In diré yo á mi ma-
lido! (Va á irse por el foro á tiempo que sale Mosqoito
muy aprisa. Tropieza con él y se le caen todos los líos
y paquetes.)
¡Pepiyo í.uis'... Señora, usté perdone...
— 26 -
CoMP. í Animall ¿En dónde yeva usté los ojos?
M08Q ¡Pepiyo Luis!
Pepe ¡Moequito! (Se abrazan.)
COMP. Digo, ¿eh? (Empieza á recoger sus cosas refunfu-
ñando. Señó Manuel y Ramos la miran y se ríen.) La
cretona... El hilo... ¡Adió?, tomates!... Los
botones... Los estropajos... ¿Y er melón?
¿Dónde he echao yo er melón?... ¡Animas
benditas! ¡Lo he dejao en la tienda de las es-
Cobaf^! (corre hacia la izquierda. Eu este momento
óyese ruido de cascabeles; se supone que arranca el
coche á que ató Pepe Luis la silla de Galbana, Tiran
de ella hacia dentro, y éste, despedido, da alguno»
traspiés vacilante, sin comprender lo que le ocurre, y
se cae encima de la Compradora, á quien se agarra
para no dar con su cuerpo en tierra. Los líos de la
(.'ompradora vuelven á rodar. Todos se ríen á carcaja-
das, señalando á Pepe Luis como autor de la broma.
La Compradora se desase violentamente de Galbana
y lo insulta y le pega. Galbana, asombrado, se mete
los puños por los ojos y mira á todas partes creyendo
que sueña. Las risas y la algazara duran hasta que
cae el telón.) ¡Bárbaro! ¿Me ha tomao usté por
un colchón de mueyes?
Ram js ;Este ha sío! ¡Tiene la grasia e Dios!
CUADRO SEGUNDO
Fachada posterior de la casa de Valle. Una ventana practicable con
reja. A la izquierda del actor, una taberna. Es de noche
ESCENA XV
TRIQUITRAQUE, luego VALLE
(Suennn las ocho, lejos, en un reloj de torre. Pausa.)
Triq. (por la izquierda.) Acaban de dá laz ocho en la
(.lirarda... Las campanas paece que me han
letum bao aquí dentro y que me han empu-
jao pa este zitio... (Acércase á la ventana de Valle
— 27 —
y luego pasea.) Nadie toavía... Pero zardrA la
niña, no hay cudiac. Y como yo terga for-
tuna, y zueite to er cborro de nna v^.. pa
mí que la elertrizo. Traigo aprendía nna pa-
labra que le va á guetá mucho: ercéiera...
Ze dice cuando no zabe uno por donde zhIí
y quié queá como Dios manda... Ercétera...
rióla, ya ziento er rulo de la farda. Ahí está
la mocita.
Valle (Asomándose á la ventana.) Güenas noches, Fras-
tjuito.
Triq. Pa mí zon zupeúores, paloma.
Valle Pos pa raí base muchísima caló.
Trtq, Ya he dicho yo que este verano ze ha venío
mu pronto la temperatura.
V^ALLE (¡Cómo me gustaría que pasara el otro!) ¿Es-
pera usté liase mucho rato?
Triq Desde que dieron laz ocho en la Cátedra. Pa
esto de la puntualidá zoy un barómetro.
N^ALLE Ya lo veo.
Triq. (No zé cómo rompe...) Zupongo, niña, que
cuando usté ha zalío á la ventana ha zío
porque... porque eza es zu volunta... y por-
que... porque... amos. . porque... (¡Me paece
demaziao pronto pa mete la ercétera!) Quieo
decí. . porque no le zon á usté der to indi-
ferentes estos peacito?..
Valle Pos está usté equivocao en más e la mita,
hijo de mi arma.
Triq. ¿Zi? Tiene ezo la má de zalero.
V^ALJ E No sabia yo que era tan salerosa.
Triq. ¿No, verdá? Pos miste, además de zaleroza
ez usté mu mal intenciona, y mu guazonei-
ta... y mu... mu... ¡mu'...
Valle ¡Juya usté. Triquitraque, que viene el en-
sierro!
Triq. ¡La mare e Dios! ¡Cuando digo que tiene
usté la zá por quintales!. .. Tres pitiyos ze
me daban á mí tos los toros, estando como
estoy delante de ezoz ojitos que zon doz es-
treyas, y de eza boquita que ez un clavé... y
de ezos hoyos e la cara que zon dos rincon-
citcs der cielo... y... y... y ercétera .. (¡Ahora zí
que la lie metió bien!)
— 28 —
(Pepe Luis y Mosquito salen por la derecha, donde se
detienen hablando.)
Va),le Diga UBté, ¿quiénes son aquéyos?
Triq. Mosquito y Pepe Luis.
Valle ¿Pepe Luis?
Triq. Zeguramente vienen á cobrarme er pizo. Ya
me lo había yo maliciao.
Valle (Lo esperaba.)
Triq. Le azeguro á usté que esta ez una costum-
bre que me zienta peo que la leche encima
er gazpacho.
ESCENA XVI
D1CH08, l'EPE LUIS y MOSQUITO
Música
Pepe (.\ cercándose a la ventana.)
Güeñas nochea.
Triq. Güenaa noche?.
Valle (Me figuro su intensión.)
MosQ. Dios los guarde.
Tkiq Muchas gracias.
(¡Qué cumplios zon los dus!)
Pepe Voy á haserte una pregunta.
MoS'.). Y la misma te hago yo.
Triq. Pos hacerla, y en zeguía
les daré contestación.
Valle (.A. cobrarle er piso vienen,
tan seguro como hay Dios,
y milagro que no traigan
otro fin argo peo.)
Pepe Esa niña oue está en la reja
y la caye alumbrando está
con la lú de sus ojos negros
que paresen dos candelas;
esa nifiH que vale un mundo,
¿se merese que su galán
nos or equie con cuatro cañas
por la gloria de su Uiauíá?
Triq ,
ICsta niña que está en la reja
y la cave alumbrando está
con la lú de znz ojos negros
que parecen dos candelas:
está niña que vale nn mundo
y me tiene á mi por galán,
ze merece... no cuatro cañas,
¡?e merece un cañaveral
Pepe
MOEQ.
Tkiq.
Pepe
Triq.
Valle
Pepe
Valle
Pepe
Valí e
Pepe
Valle
Pepe
Valle
¡Pos vamos á beberlat-!
¡Pa luego es tarde!
I y dispense la mesa
por un istante!
Con zu permizo, reina.
¡Vaya una grasial
¡Sujete usté los nervios,
que poco tarda!
(Vau hacia la taberna los tres Guardo entran en ella
Triqtiitraque y Mosquito, llégase Pepe Luis rápida-
mente á la reja, y habla con Valle lo que sigue.)
¿Qué buscas aquí? ¿A qué vienen?
No busco na. Vengo a desirte... ¡á jurartrl
que con ese nene no hablas esta noche do»
jíal^bras seguías.
¿Que no?
¡Que no!
¡Lo veremos!
¡Lo veremos! (Entra corriendo en li taberna. Sigue
la música.)
No sé qué me ha dao
ar mirarlo yegá junto á mí,
como en otros tiempos
en que nunca fartaba de aquí.
No sé qué me ha dao
al oí lo que luego juró,
ér que pa mí siempre
KÓlo tuvo palabras de amó.
Sólo sé que ar verlo
toa mi sangre en la cara sentí,
y tuve alegría, coraje y tristesa,
y ganas de haserlo cachitos asi...
— 30 —
Pepe
MosQ.
Triq.
Pepe
Triq.
Pepe
MosQ.
V ALLE
Triq.
Pepe
MosQ .
(saliendo de la taberna con Triquitraque y Mosquito.)
¡Er vini}'o es de primera!
¡Er viniyo ee superió!
Ziempre pío cuando pago
de lo güeno lo mejó.
¡Er viniyo es cosa rica!
(Tiene ganas de estorba.)
|l£r viniyo es gloria pura!
¡Gloria pura de verdá!
(Se propone ercondenao
que me aburra der plantón.)
Ya la niña ze impacienta.
|Er viniyo es superió!
Hablado
Pepe ¡Viva er rumbo de Triquitraque!
MosQ. ¡Viva Triquitraque!
Pepe Ya. sabía yo que donde está Triquitraque...
MosQ. Triquitraque es to de sus amigos. .
Pepe ¡Si conoseremos aquí á Triquitraque!
MosQ. Triquitraque...
Pepe Triquitraque...
Triq. Zeñores... ¡jue ze está abuzando der Triqui-
traque! (volviéndose hacia la ventana.) Usté dezi-
mule, pimpoyo, voy aya. — ¡Y Triquitraque
tiende á un hombre más pronto que hi
vista!
Pepe Cámara, Triquitraque, no te ofendas tú con
nosotros... Ya te dejamos.
MosQ. Lo dejaremos, sí; que se ha incomodao Tri-
quitraque.
Pepe Vamos á despedirnos de la novia. (Acercán-
dose á la reja ) Jüven, cuide usté á Triquitra-
que, que vale un Perú.
MosQ. ¡Y dele usté tila pa los nervios!
Pepe ¡Y agua de asaba!
Triq. (saltando.) Pero, ¿qué viene á zé esta guaza?
Pepe Na, Triquitraque, no te arteres. Güeñas no-
ches, niña. (Valle no contesta. Pepe Luis levanta
más la voz ) ¡Niña, güeuas noches!
Valle (con desabrimiento.) Güenas noches.
Pepe (a Mosquito.) (Arsa tú á lo que te he encargao.)
31
MosQ. (a Pepe Luis.) (Ya verás; va á tené que di por
un paraguas, l (se van por la derecha.)
ESCENA XVII
VALLE, TRIQUITRAQUE y un MENDIGO
Triq , ¿Ha visto usté qué giaciozos, pichona?
Vallk Lo que he visto es que tiene usté mu poca
arma
Triq. ¿Por qué? ¿Porque no los he tendió aquí
mismo? Ezo ha zío por evitarle á usté un
espertáculo repurnante... Sobre que yo lo
que queria era que ze fueran pa zegui er
palique...
Vallk Ea, pos empiese usté á desirme cosa»...
MenD. (Por la derecha. Es cojo. Acércase con el sombrero en
la mano á Triquitraque y le habla con voz fúnebre.)
Hermanito, una limosnita, que toavía no
me he dezayunao...
Triq. Dios lo ampare.
Mend. Ande u=té, aunque zea un centimito na
más, pa completa pa un boyo... que tengo
mucha hambre...
Triq. ;Perdone, hermano!
Menik Por caridá... ün céntimo no lo zaca á usté
de probé... No premita Dios que ze vea usté
nunca como yo me veo... con ocho de fami
lia, impedío y zin poderlo gana... Ande us-
té, hermanito; Dios ze lo pagará y la Virgen
der Carmen... ¡que lo pío con mucha r.ece-
/idá!...
Triq. (Dándole una moneda.) ¡Valiente mo.'^ca! Tome
usté,
Mend. Dios ze lo pagará y la Virgen der Carmen,
hermanito.
Triq Güeno.
Meno. Diosle dé á usté mucha zalú y zuerte pa
zegui zu oficio... No premita Dios que ze vea
usté nunca como yo me veo... con doce de
familia, im pedio y zin poderlo gana...
Triq. Vaya, ¿quié usté dejarnos?
Mend. Dios la conzerve á u?té tan guapa, herma-
— 32 —
nita... y Dios les dé á ustedes mucha zalú y
tos loz hijos que quieran...
Triq . /,Cómo ze le va á decí á usté que ze largue?
Mend Escuche usté, hermanito; miste como voy...
¿No tendría upté en zu caza unos pantalon-
ziyos viejos que darme?
Triq. Lo que tengo en mi caza ez un bastón que
ze me ha orvidao esta noche, ¿zabe usté?
Mend. No ze incomode usté, hermanito... Dios le
dé á usté mucha zalú...
Triq. ¡Zí... pa zeguí mi oficio!...
Mend. No premita Dios que ze vea usté nunca...
Triq. ¡Como usté ze ve!
Mend. Oon quince de familia, impedío...
Triq. ¡Y zin poderlo gana! ¡Aire, aire por ahí!
Mend. Ea, pos güeñas noches... Con Dios, herma-
nita.
Valle Adiós, gotera. (Vase por la izquierda el mendigo.)
ESCENA XVIII
VALLE y TRIQUITRAQUE
Triq. ¡La mare e Dios! ¡Ezo es peo que un pá de
purgas en la esparda!
Valle (De seguro lo ha mandao Pepe Luis... Nos
va á dá la noche.)
Triq. Pues como iba á decirle á usté, botón de
roza... (De arriba empieza á caer agua sobre Triqui-
traque, que levanta la cabeza y grita atufado.) ¡Me
cazo con la má! ¿Le paece á usté que estas
70n horas de regá macetas? (Retirase de la ven-
tana y se sacude el agua.)
Valí f. ¡Ave María!
Triq. ¡Chavó, zi está regando con un cubo! ¿Que
no tiene usté regaera? ¡Poz hija de mi
arma, coja usté aunque zea er colaó de la
cocina!
Valle ¡Enta noche está mu grasiosa la gente!... No
haga usté caso. Triquitraque... Siga usté con
sus cosas.
Triq. ¡Aspere usté que acabe de gotea! ¡Me han
puesto bonito!... ¿Pos no ze está riendo? ¡A
vé zi zubo!
-^ 33 —
Valle (con ironía."! Después de to, lo mejó es eso:
reírse.
Triq. ¿a ust? también le hace gracia, precioza?
Valle Argnna me va haeiendo... (¡Ese Pepe Luis!...)
Triq. (¡Estoy aviao!)
ESCENA XIX
DICHOS y una GITANA con tres niños, uno de ellos en brazos
Valle ¿Escampa ya?
Triq . Ya paece que escampa... Conque, escúcheme
usté, princeza... (cando la espalda á la derecha.)
Gitana (por la derecha.) Moreuo, ¿me vas á dá unos
ochavitos pa estos chavales?
Triq . (volviéndose hacia ella sorprendido y gritando furio-
so.) ¡Lo que te vi á dá va á zé un tiro!
Valle ¿Otra?
Gitana ¡Ay, San Blá, mala yerba has pisao!. . Anda,
güen moso, por los ojos e la cara e tu novia,
que son dos luseros...
Triq. ¡Largo de aquí!...
Gitana ¿,No quiés que te diga la güeña ventura, sa-
lao? ¿Y tú, morena, no quiés que te la diga
tampoco?
Triq. ¡O te vas ó te rompo un güezo!
Gitana ¡Várgame Dios, bien podías aprende á sé
más fino con las señoras!...
Valle ¡Ay, qué jaqueca!
Gitana Grandísimo roñoso, ¿no me das arguna cosi-
ta pa los churumbeles? Ten mejores sentra-
ñas. Pena te debía de dá verlos... Miá este
probesito: le han puesto la cara las viruelas
que paese un asiento e rejiya.
Valle ¿.Las viruelas has dicho? ¿Quié usté irse, de-
monio e gitana?
Triq . Zi no te vas por las güeñas, te ajorco: escoge.
Gitana ¡Adiós, verdugo! No seas asina, que te va á
ahórrese tu novia, que tiene er corasón más
blando que la carne e membriyo.
Triq. ¡Ni por ezas conzigues na!
Git.ana ¡Ea, pos mala puñalá te den en la barriga!...
¡Amónos, niños!... Tú, salerosa, deja á este
- 34 —
mar gaché, que es mu miserable y te va á
trata como á un fueye .. ¡No te va á alimen-
ta máa que de viento!
Triq. [Ya ze me ajumó á mí er pescao! ¡Fuera de
aquí!
Gitana ¡Dañina víbora te pique!... ¡esaborío!... ¡roíya
e cosina!... ¡papé de prosperto!... (va á irse y
vuelve.) ¡Como los papelíyos en Carnavá te
veas: picao y tiíao!...
Triq. ¡A. vé zi te cojo!
Gitana ¡Qué me has de coge, malas tripas! ¡Premita
Dios que se te jinchen los pies... y te jagan
cartero! (Vase por la Izquierda.)
ESCENA XX
VALLE y TRIQUITRAQUE
Valle Vamos, Triquitraque, esto ya no se pué
sufrí...
Triq. No ze pué sufrí...
Vallk i Basta de conversación esta noche, que lo
que es de mí no pe burla nadie!
Triq. ¿Pero quién ze burla?
Valle Yo me entiendo.
Triq . Pos yo no.
Valle ¡Pos avive usté er Sentío! (Retírase de la ventana.)
Triq. Pero oiga usté, prenda... ¡La mare e Dios!
(Fuera de sí.) ¡Mardita zea la quina! ¡Ar pri-
mé probé que me encuentre lo dejo zeco! ¡Y
ar primé guazón que me hable de esta niña
lo dejo zeco! ¡Y ar primé pamplinozo que
me estorbe lo dejo zeco! ¡Y á to er que ze
me ponga por delante lo vi á deja zeco!...
¡Zólo que antes vi á di á mi caza á zecarmc;
yo, que estoy chorreando! (Vase precipitada-
mente por la izquierda )
— 35 —
CUADRO TERCERO
Patio de una casa de vecindad. Dos puertas al foro, de las habita-
ciones de Valle y seña Josefa. A la izquierda del actor, ea primer
término, la puerta de la de Ramos, y en segundo término la es-
calera. A la derecha, el portón que conduce á la calle y la
puerta del cuarto de Antonia, en primero y segundo término
respectivamente. Corredor del piso principal á lo largo del foro,
con baranda de madera pintada. Dentro de algunos aros sujetos
á ella, macetas de distintos tamaños con flores. Dos puertas. En
medio del patio un pozo, alrededor de cuyo brocal, formado por
una barandilla de hierro, hay también algunas macetas. A la
puerta de todos los cuartos varias sillas, y una inmediata al pozo.
Junto al portón un farol encendido.
ESCENA XXI
VALLE, SEÑA JOSEFA, ARACELI Y REPOSO
^Araceli y Reposo pasean cogidas del brazo y Valle sale violentamente
de su cuarto seguida de la seña Josefa.)
Jos. ¿Me quiés acaba e desí lo que te ha pasao en
la ventana?
Valle ¿Me quié usté deja en pá, señora?
Jos. ¡No, que no quieo dejarte!
Arac. ¡Cuidao con los perritos rabiosos, seña Jo-
sefa!
Valle Oye, ¿y á tí quién te da vela en este en-
tierro?
Rep Yama á tu padre que es munisipá.
Arac . No hase farta que venga mi padre pa defen-
derme á mí.
Valle Es claro; con que vengan los novios que tie-
nes en artivo servicio, ¡sran parada!
Arac. Me basta con uno que está fresco.
Valle Tii si que estás fresca, si te lo has yegao á
cieé.
Arac. ¿P]so es envidia?
Valle ¿envidia, porque quiés coge lo que yo dejo?
— 36 —
ReP. (Llevándose á Araceli hacia la calle.) VaDQOS á buS-
cá á tu padre que es munisipá.
Valle ¡Adió?, reló de repetisión!
AraC. (Yéndose con Reposo.) Probesija, está tocá del'
sentío.
Valle Y tú, ¿no estás tocá?
Jos. ¡A vé si te cayas, que tienes una lengua mu
larga!
Valle ¡Mejó pa mí!
Jo? . ¡Ave María, qué genio vas echando!
Valle ¡Er que me da la réalísima gana!
Jos, ¡Pos anda y que te den servesa! (Metiéndose en
su cuarto.) ¡Vas á acabá conmigo!
ESCENA XXII
valle y ANTONIA
Ant. (Asomándose á su puerta.) PerO, oiga USté, ¿efto
es una casa esente ó es un corra? ¿No sabe
usté que mi marío está malo y que no pué
con la cabesa de carga que la tiene?
Valle ¿Y tengo yo la curpa?
Ant. ¿Qué quié usté desí, so argofifa?
Valle ¡Lo que usté ha entendió, so estropajo!
Ant. ¡Voy á darle la untura ar probesito y sargo
á que me repita usté epo! (vase )
Valle ¡Sarga usté cuando se le antoje!
ESCENA XXIII
valle y RAMOS. Al final PEPE LUIS
Ramos (por ei portón ) Pero, Vaye, mujé, ¿qué bicho
te ha picao?
Valle ¿Otro?
Kamos (Huyendo ) ¡No vayas á atenta contra la jus-
tisia, valía de que eres serso debi!
Valle ¿Debi? (Desafiándoio con fiereza ) ¡Pruebe usté á
vé si es debi! ¿Usté no ha visto nunca á un
guindiya roa n do?
Ramos Yo lo que no he visto nunca es una criatura
— 37 -
Valle
Ramos
Valle
Ramos
Valle
Ramos
Valle
Ramos
V^albe
Ramos
Pepe
Ramos
tan bonita como tú te pones enfurruña. Si
no mirara por la seriada de mi uniforme, te
ganabas un abraso ahora mismo.
¿Y usté sabe lo que se ganaba?
Una gofetá de cueyo güerto. Por eso no tf
doy el abraso. Porque á un cuarquiera, le
pegan una gofetá. . y árnica; pero se la pe-
gan ar Munisipio en persona... y ¡la irnu-
niinia!
Pos como no se largue usté pronto... irno-
minia vamos á tené.
Pa irnominia lo que á mí me han dicho.
Arguna invensión.
Que ya no te importa na Pepe Luis.
No, señó, no me importa. Y á usté menos.
Chs... chs... Déjate di una mijita. A mí mtt
importa mas e lo que tú piensas... porque lo
voy á casa con mi Araseli.
¿A quién?
A Pepe Luis. (Valle lomira con furor.) (¡Cásca-
ras! ¡qué manera e mirarme!) Con Dios,
mujé, que te alivies. [Y bate cuenta de que
no he dicho na!... Y cuidaíto con los escán-
dalos,¿me oyes? que mi mujé ha salió .. y yo
no tolero en la casa más escándalos que los
suyos. (Vase hacia la calle. En la puerta detiene á
Pepe Luis que llega.) Hola. ¿No haS visto á mi
pimpoyo"?
Sí.
Pos no te arrimes á esa otra, que está que
muerde. (Se va. Valle se sienta en primer término.)
ESCENA XXIV
valle y PEPE LUIS
Pepe (Acercándose muy despacio á Valle.) Soy yo. No te
asustes. (Valle le vuelve bruscamente la espalda y ma-
nifiesta desasosiego.) Vamos, ¿te enfadas porque
no te he dao las güeñas noches, verdá? Pos
si no es más que eso, güeñas noches, (pausa.)
¿Ni por esas me miras? Mujé, yo creo que
cuando uno se presenta como las personas.
— 38 —
Valle
Pepe
Valle
Pepe
Valle
I'epe
Valle
Pepe
Valle
Pepe
Valle
se le debe contesta si saluda... ¿No?... Pos
déjalo. (Nueva pausa.) Eccucha: ¿has hablao
mucho con Frasquito?
(con ira.) De nadie armito burlas, ¿oyes tú?
y tuyas menos que de nadie. Vete, que no te
quieo ni vé.
Mu pronto voy á dirme, y va á sé pa un
rato. Porque yo no sé si te habrán dicho que
he desidío meterme fraile.
(con desprecio.) ¡Qué grasioso!
¿Te base grasia de veras? Menos má... Sa-
brás que esta noche, sólito como la una en
mi cuarto, agarré y me dije: «Pepe Luis, ya
que la mujé á quien tú querías no te cmiere,
métete fraile, y despídete der mundo.» Y
como pa mí to er mundo eres tú, aquí me
tienes de despedía.
Güeno, pos dale expresiones al pr;ó.
Atiende, presiosa. ¿Ni siquiera que me atien-
das merezco? Ya que yo, por mi mala cabe-
sa, me veo privao de tu queré, quieo pone
de mi parte to lo posible pa que el hombre
que tenga la fortuna de que tú le sepiyes la
ropa, feea dirno de. di tan bien sepiyao... Yo
sé que tu agüela se ha empeñao en casarte
con Chicharito. ¿No es verdá? Güeno. Chicha-
rito tiene este arto, (indicando muy poca estatura.)
Pero, mírame, prenda... Este arto, ya digo.
Es un hombre que esta en abreviatura... Sa-
les con é corgao der braso, y en vé de tu ma-
río va á párese que yevas er canasto pa di a
la compra.
(Con menos aspereza que hasta aquí.) ¿Y es CSO to
lo que tienes que desirme?
Tú, escucha y caya. A Chicharito, además, le
veo yo otro inconveniente: er coló. ¡Er coló,
no te rías!
No, si no me río.
Me había querío párese. Tú eres morenita,
mu morenita: Chicharito es diez veses más
moreno que tú... Se casan ustedes, y en vé
de niños víin á resurta onsas e chocolate.
(Sonriéndose y levantándose.) ¿Pero tÚ has venio
aquí á quearte conmigo?
— 39 ~
N'aLLE
Pepe
V'ai LE
Pepe
Pepe ¡Várgame Dio?, rntijp, qué cosas tienes!...
No me negaras que de tos los protegíosde
tu agüela, er mejó es Chicharito; ¡porque miá
que Sebastián er sastre!... Aqueyos tres hur-
tos e la cabesa no puen pasa; paese er pro-
be una carambola e reunión... Y luego es
una risa un hombre que en luga de nué
tiene un asenso, subiendo y bajando to er
día.
Pero, ¿á qué te cansa», si esas son chocheses
e mi agüela?... ¿Por qué no me hablas de
Triquitraque?
Porque temo que me deje zeco si se entera,
y porque me cof ta que no lo quiés pa na.
¿Crees tú que no lo quiero?
Como que lo yaraaste pa darme seles, cuan-
do yo te los di con Araseli. Ya ves tú si es-
toy enterao. En resumías cuentas, sala: que
yo, como fraile y como persona y de toas
maneras, te aconsejo que de casaite con ar-
guien, te capes conmigo. ¿Qué contestas a
eso?
Valle Que no quisiea más que podé sonarte como
si fueas un duro: pa convenserme de que
suenas á plomo.
Pepe No, mujé; la plata es de ley, créeme á mí;
sino que tengo hoja.
Valle Conque hoja, ¿verdá?
Pepe Si tú lo sabes... (fogiéndoie una mano.) Ven acá,
por los ojos e tu cara, ya que he lograo des-
arrugarte un poco ese entresejo tan bonito,
y vamos á habla como dos personas que se
quieren de veras.
Valle Una... pué sé; pero la otra
por ahí estos seis días?
Pepe Bien pues presumirlo:
mundo.
Valle ¿Y no habíamos quedao en que yo era
mundo pa tí?
Pepe Serrana, es que hay dos mundos: er viejo...
y er nuevo que descubrió Colón. Er nuevo
eres tú, y der viejo me he despedío pa
siempre.
Valle No te creo.
.. ¿Qué has hecho
despedirme der
er
— 40 —
Pepe ¿Que no me crees? Pero ¿tú no sabes, vari-
ta e nardos, lo que hemos tratao mi padre y
yo? Pos óyeme bien, y asércate á mí, y míra-
me de una vé frente á frente... que aunque
son las nueve e la noche va á pareserme que
sale er só... Er probé viejo no pué ya con la
brega e los pájaros, y me ha dicho que si yo
me hago un hombre forma me regala er
puesto. De mo que cuenta ya conque er
puesto es mío. O nuestro, si quiés tú. Ya con
er puesto e pájaros se pué viví... Nos casa-
mos tú y yo... ¡ole! y en la luna de mié ¡nos
comemos tos los pájaros fritosl
Valle (soltando la risa.) (¡Pero qué sombra tiene!...)
Y luego ¿qué nos vamos á' hasé?
Pepe ¡Luego... Dios dirá! En teniéndote yo á tí á
la vera mía, ¡vengan terren:otos por horas,
como las funsiones der teatro!...
Valle Güeno, güeno, güeno, no te entusiasmes. .
¿Y si después de casao te sale ar paso argu-
na de esas con quien te han visto estos días
atrás?
Pf.pe ¿a mí? Con ninguna mujé han podio verme.
V^alle Hos te han visto con una.
Pepe En to caso me habrán visto con dos... Con
dos señoras que me preguntaron por la caye
e la Pimienta. Las demás son calurnias, que
me dejan lo mismito que estaba. Porque la
caliirnia, ¿sabes tú? viene á sé como el agua
clarita, que no mancha si no hay porvo de-
bajo.
Valle ¿Y esta vé no lo hay?
Pepe ¡Y aunque lo haiga, mujé! ¡Déjate de histo-
rias! No me guardes renco. ¿No te he dicho
ya que de ese mundo viejo me he despedío?
¡Pos á viví en er nuevo! Vamos á aposta
cuár de los dos quié más al otro, que por la
gloria e mi mare que gano yo la apuesta.
Valle ¿A que no?
Pepe ¿Vas tú á ganarla? ¿Me perdonas der to?
Valle ¿No te he de perdona, si pa deja yo de per-
donarte y de quererte sería menesté que Pe
te cayera la campaniya y te quearas raúo,
grandísimo piyo?
- 41 —
Pepe
Valle
Pepe
Valle
Pepe
Valle
Pepe
Valle
Pepe '
jPos está bien agarra, y hay labia pa rato!
¡Pos cariño pa rato habrá también!
(Rebosando alegría.) ¡Ole la grasia e Diosr;Viva
tu mare, y tu pare, y siete generasiones pa
atrás, y otras siete pa alante, y bendita sea
hasta la hora en que te conosi, que tuve más
suerte que er gato de una casa rica!
¿Te vas á gorvé loco?
¡Lo que voy ahora mismo es á levanta de
patiyas á to er mundo, y á arma aquí un ja-
leo que hasta las piedras der patio van á salí
bailando seguiriyas!
¡Y las primeras van á sé las mías!
¡Ningunas mejores! ¡Conque arsa ya por tus
paliyos, que en cuanto tú hagas así con los
braSOS, (Levantándolos como si fuese á bailar ) me
va á párese que repican á gloria!
¡Pa mí ya han repicao hase un rato!
¡Ole los manojitoS e flores! (Éntrase Valle en su
cuarto corriendo.)
ESCENA XXV
PEPE LUIS, ANTONIA, qne sale y entra; luego TRIQUITRAQUE;
después, sucesivamente, VECINOS y VECINAS, ARACKLI, REPOSO,
Valle y seña josefa
Pepe (Yendo de un lado á otro y llamando.) ¡Autonifi!
¡Niñas! ¡A vé si se anima la gente!
Ant. (Asomándose á su puerta.) ¿Qué hay?
Pepe Que quieo que me preste usté la guitarra e
su marío, pa arma aquí ahora mismo un ja-
leito probé.
Ant. ¿y quién le ha dicho á usté que yo tengo
humó de jaleos? ¿No sabe usté que mi ma-
río se muere?
Pepe Señora... ¡qué Pe ha de morí! ¡No se haga
usté ilusiones!
Ant. ¡Ay, por Dios, vaya una ocurrencia!
Pepe Déjese usté de cuentos y venga la guitarra
ya, que apenas er señó Juan la oiga da un
sarto en la cama y se pone giieno.
— 42 -
Ant. Voy á ponerle Ja cataplasma y sargo en
seguía.
Pepe (a Triquitraque, que viene de la calle.) ¡Hombre!
¡Yegas que ni de encargol
Triq. ¿Te aludes á mí?
Pepe ¡Se me ha metió en la cabesa alegra este pa^
tio, que paese un sementerio!
Triq. Pos cuenta conmigo, aunque estoy más que
mao que er zó.
Pepe ¡Esto marcha á to escape! ¡A vé! ¿Dónde
se han metió las prinsesas de este palasioV
(Llamando.) jAraselí! ¡Refugio! ¡María Pepa!
(Asómanse algunos vecinos y vecinas al corredor.)
¡Bajen ustés!... En la caye también hay mu-
chachas... (Llamando desde la puerUi.) ¡NiñaS,
aquí toas, que hay que canta y baila hasta
que amane¿ca! (Por la escalera y la puerta de la
calle salen vecinos y vecinas. Con estas últimas vienen
Araceli y Keposo.) *
Música
Coro ¡Viva quien tiene alegría
y caliá
pa mete á la gente en fiesta
con volunta!
Ya tenemos esta noche
la juerga arma,
pa que luzca er que la tenga
su habiliá.
La que menos de las niñas
sabe baila,
y er que menos de los mosos
sabe canta.
Hablado
Jos . (saliendo con Valle.) (Er demonio de Pepe la ha
güerto der revés.)
Ant. (saiiendocon una guitarra.) Aquíestá la guitarra.
Pepe Pos venga, y á baila hasta la fin der mundo.
Arac. (¿Se han arreglao estos dos?)
Ant. Voy á darle la pirdora á Juan. (vase. siéntanse
Valle, seña Josefa y algunos vecinos y vecinas.)
43 —
ESCENA ULTIMA
DICHOS, RAMOS, SEÑÓ MANUEL y MOSQUITO
Ramos (Por el portóu, con los dos últimos.) ¿No lo dÍJ6?
¡Ya está er patio que arde!
Man. a la paz e Dios.
Varios Güeñas noches.
MosQ. ¡Siga, siga la fiesta!
Pepe Conque, niñas, á vé si bailamos esas segui-
riyas.
Ramos ¡Eso, seguiriyas, que es lo que á mí me en-
siende la sangre!
Man. ¿Quién va á bailarlas?
TriQ. (Con resolución, señalando á Valle.) Esta mOCita
y yo.
Pepe ¿Qtn^? (a vaiie.) (Tú no bailas más que con -
migo.)
Valle ¡Ay, Triquitraque, fci usté supiera que se me
ha torsío un pie!... Baílalas tú con Frasqui-
to, Reposo.
Triq. (¡La mare e D¡5s! ¡No ze me cuaja na esta
noche!)
Rep. (sauendo á bailar.) Yo no sé baila, pcio sc hará
loque se puea.
Pepe ¿No has de sabe, presiosa?... Andando, que
yo voy á toca y á canta... (siéntase. Sale Anto-
nia. Pepe Luis canta y toca la guitarra. Algunas mu-
chachas tocan las castañuelas. Los demás vecinos y
vecinas llevan el compás con las palmas )
(Cantando-)
La que no tenga novio
que á bailar sarga,
que yo sé que bailando
novio se saca.
La que lo tenga,
si no baila su novio,
que se esté quieta.
Ramos (Tirando el kepis á los pies de Reposo ) ¡Ole! ¡Has-
ta el Ayuntamiento se descompone viendo
estas cosáis!
MosQ, ¡Ole! ¡Viva mi barrio!
_ 44 -
Man. ¡Vamos á la eegundal
Un vecino ¡Bien por la pareja!
Otro ¡Bien por er cantaó!
Ant . Voy á darle la friega á Juan.
Pepe La puntiya es lo que va á darle. —\k la otra,
á la Otral (cantando.)
Para encontrá pareja
de seguiriyas
s'ha menefíté una carga
de simpatía?.
Que no hay morena
que baile con un moso
si no le peta.
Ramos ¡Ole, saleritos ahí!
Triq. (¿Qué quié ziniñcá eza copla?)
Man. ¿Se ha fijao en la coplita er bailaó?
MosQ. ¡Que jate cabos er bailaó!
Pepe ¿Qué dise á eso er bailaó!
Triq . (Amostazado.) ¡Er baüaó le va á rompe la cara
á uno!
Pepe Hombre, se me figura que eso es habla de-
masiao.
Triq . Es que zi tú has cantao eza coplita con ze-
gunda, yo no te lo conziento.
Valle Pos lo menos la ha cantao con tersera ó con
cuarta. (Algunos se ríen.)
Triq . ¿Qué? ¿Pero es que estoy yo haciendo aquí
un papé farzo?
MosQ. ¡Mepaese!
Triq. ¿Quién ha dicho me paece, que lo vi á deja
zeco?
Pepe Lo ha dicho Mosquito, pero me lo ha quitao
á mí de la boca.
Triq . ¡Pos ahora verás! (saca una navaja y la abre. Las
mujeres gritan. Los hombres tratan de sujetarlo.)
Pepe (Echando mano á una silla.) ¡P03 Verás ahora!
Valle (poniéndose entre ambos.) ¡Déjalo, Pepe Luis!
Ramos ¡Aito á la justisia!
Man. ¡Muchacho! (sostienen unos á Pepe Luis y otros á
Triquitraque.)
Mosq. ¡No te pierdas, Pepiyol
Triq. ¡Zortarme, hace er lavó!
Jos. ¡Virgen de los Reyes!
Arac. ;No correrá la sangre, no hay cnidao!
45
Ramos
Triq.
Iíamos
Pepe
Ramos
Pepe
Ramos
Triq.
Pepe
Triq .
Valle
Triq.
Arac.
Pfpv
Ramos
Pepe
Arac.
Pepe
Ramos
Triq.
Valle
[Arto á la justisia, canela! (con energía.) ¡Tú,
Triquitraque, guárdate esa navaja! ¡Tú, Pepe
Luis, suerta esa siya!
Es que...
¡Ya te estás cayandol
Si no fuea por...
¡Y tú también, ó vais los dos á la casij^a!
¡Miá que yo no me caso con nadie!
Lo creo: tienes de sobra con tu mujé.
(Aparte á Pepe Luis.) (No me hagas reí, que
estoy en funsiones.)
¡La mare e Dios!...
Son cosas e ia vía, Triquitraque. To te ha
pasao por meterte donde no te yamaban.
Tampoco lo ziento gran coza. Ya me yama-
ránen otros laos.
Este siempre tan fino.
Niña, usté zí que es más fina que un cora.
(a Ramos.) Padre, ya ha visto usté cómo me
ha plantao este granuja.
Mujé, yo sólo te había dao argunas broncas.
Más que por na lo siento porque yo contaba
contigo pa que me mataras á dijustos á mi
mujé.
No le apures: otro sardrá.
Esta misma noche me ha pedio relasiones
en serio er porvorista de ahí ar lao.
Pos miá tú, ese le conviene á tu padre. ¡A
vé si estando un día tu madrasta sola, vuela
la casa! (Risas generales.)
¡Checa ahí; tú me has comprendió!
,^Otra esgracia: tengo yo ca gorpe que patz-
co un martiyo, y naide ze ríe. Y en cuanto
este guazón abre la boca... ¡ya está!)
(ai público, señalando á Pepe Luis.)
Ya que ha conseguío
er perdón de su padre y su novia,
danos tus aplauso.", y siga la racha
de su güeña sombra.
FIN
Madrid, Agosto, 1897
OBRHS DE LOS MISMOS flUTOlíES
Esgrima y amor, juguete cómico. f2.a edición.)
Belén, 12, principal, juguete cómico.
Oilito. juguete cómico-lírico. (2.a edición.)
La mrdia naranja, juguete cómico. (2.* edición.)
El tío de lajliufa, juguete cómico. (2.* edición.)
El ojito derecho, entremés. (3.a edición.)
Xa reja, comedia en un acto. (3.a edición.) •
La bttena sombra, sainete en tres cuadros, con música. (6.a edi -
ción.)
El peri grino, zarzuela cómica en un acto.
La viíla intima, comedia en dos actos. (3.a edición.)
Zios borrachos, sainete en cuatro cuadros, con múi-ica. (2.a edi-
ción.)
El chiquillo, entremés, (ó.a edición.)
Las casas de cartón, juguete cómico.
JEl traje de luces, sainete en tres cuadros, con música.
Fl patio, comedia en dos actos. (3.a edición.)
jBZ motete, entremés con música, (2.a edición.)
El estreno, zarzuela cómica en tres cuadros.
Los Galeotes, comedia en cuatro actos. (:í.a edición.)
Jm pena, drama en dos cuadros. (2.a edición.)
La azotea, comedia en un acto.
El género ínfimo, pasillo con música.
El nido, comedia en dos actos. (2.* edición.)
Las fiares, comedia en tres actos.
Lios piropos, entremés.
El fiechazo, entremés.
El amor en el teatro, capricho literario en cinco cuadros, pró-
logo y epílogo.
Abanicos y panderetas ó ¡A Sevilla en el botijo! humorada sa-
tírica en tres cuadros, con música.
La dicha ajena, comedia en tres actos y un prólogo.
Pepita Reyes, comedia en dos actos.
Los meritorios, pasillo.
L a zahori, entremés.
La reina n>ora, ««alnete en tres cuadros, con música. (2.^ edi-
ción.)
Zaragatas, saínete en dos cuadros.
La zagala, comedia en cuatro actos.
La contrata, apropósito.
El amor que pasa, comedia en dos actos.
■ El mal de amores, saínete con mxísica.
El nuevo servidor, humorada.
Mañana de sol, paso de comedia.
Fea y con gracia, entremés con música.
La aventura de los galeotes, adaptación escénica de un capí-
tulo del Quijote.
La pitanza, entremés.
serafín , JOAQUÍN ÁLVAREZ QUINTERO
EL PEREGRINO
Z&RZÜELA CÚMICA
EN UN ACTO, DIVIDIDO EN DOS CUADROS
VIGENTB GÓMEZ ZARZUELA
'-^(^m^-
MADRID
FLORENCIO FISCOWICH, EOITOB
(Sucesor d* Hijos de Á. &ullén)
PEZ, 40 -ÜFICIN\S: POZAS, 2, j.*
1899
EL PEREGRINO
Esta obra es propiedad de sus autores, y nadie po-
drá, sin su permiso, reimprimirla ni representarla
en España ni en los países con los cuales haya cele-
brados, ó se celebren en adelante, tratados interna-
cionales de propiedad literaria.
Los autores se reservan el derecho de traducción.
Los comisionados de la galeria lírico-dramática
titulada EL TEATRO, deD. FLOEENCIO FISCO-
WICH, son los exclusivamente encargados de conc«-
der ó negar el permiso de representación y del cobro
de los derechos de propiedad.
Queda hecho el depósito que marca la ley.
EL PEREGRINO
ZARZUELA CÓMICA
EN UN ACTO, DIVIDIDO EN DOS CUADROS
libro de
SERAFÍN < JOAQUÍN ÁLVAREZ QUINTERO
Ml'SICA DE
VIGENTE GÓMEZ ZARZUELA
Estrenada en el TE ATEO DEL DUQUE, de Sevüla, el 6 de
Mayo de 1898
MADRID
R. Velasco, impresor, Marqués de Santa Ana, 20
Teli/oio número ¡ji
1899
— 6 —
y á olvidarme me convida
de la vida
militar.
Todos Y hoy, ya libre, bajo el cielo
y en el suelo
que air o yo,
digo pestes del servicio
que de quicio
me sacó.
¡Dios permita que reviente
el teniente
coronel,
y que críe dinamita
la garita
del cuartel!
Ant. (Por ]a izquierda, también de licenciado y con galo-
nes de cabo.)
] Pararse, muchachos,
bebamos dos copas
á la salusita
de las güeñas mosasl
¡Ventero, ventero!
(Saie éste á la puerta del ventorrillo, rase al oír ln
siguiente frase, y á poco vuelve á sf lir con vasos de
vino, que beben los licenciados mientras canta An to-
nudo.)
¡Yo pago una ronda!
Coro Pues viva tu rumbo,
y siga la broma,
y ten la guitarra,
y témplala y toca.
Y á ver si te oimos
cantar unas coplas
«á la salusita
de las güeñas mosas.»
Ant. Pues venga ar momento,
y aya van dos coplas
á la salusita
de las güeñas mosas.
(Coge una guitarra y se dispone á cantar.)
7 —
Anda ya y repica á gloria
campanita de la torre,
que voy á ver á mi novia.
Coro Repica á gloria
campanerito
de la parroquia.
Ant. Es mi reina mi morena,
y de servir ar rey dejo
para servir á mi reina.
Coro Yo también tengo
mi reinecita
dentro del pecho. (Vase ei Ventero.)
Valen las rubias un tesoro
y las morenas valen más.
¡Tienen gracia por arrobas!
¡Por quintales tienen sal!
Coro ) ¡Vivan rubias y morenas,
Ant. ' la alegría del lugar,
y vamos pronto en busca de ellas,
compañeros, hacia allá!
(Todos, menos Antoñnelo, se encaminan á la derecha
y ee alejan cantando.)
Yo voy loco de contento,
yo reviento
de placer,
porque el día que esperaba
y anhelaba
logro ver...
Mablado
Ant. Vayan ustés con Dios. Hasta la vista. Voy
á vé lo que debo, (ai ir á entrar en el Tentorrille
sale áotlllo de él, y ambos se detienen.)
— 8 —
ESCENA n
ANTOÑUELO y BOTILLO.
SoT. (Declamando distraído.)
Pues muerte aquí te daré,
porque no sepas que sé
que sabes flaquezas mías...
¡Antoñuelo!
Ani. ¡Soliyo! ¿tú? ¿Te has güerto loco?
SoT. ¿Cómo te va?
Ant. Me va bien. Y tú, ¿cómo lo pasas?
SoT. Que sea enhoi-abuena, señor licenciado.
Ant. ¿Qué liases por estos arrabales?
SoT. Te !o diré, porque es difícil que lo aciertes.
Desde que traspasé mi barbería de Zarago-
za ando metido á empresario teatral de tres
por un cuarto, y voy de continuo de aquí
para allá, recorriendo todos estos pueblos
aragoneses.
Ant. ¿Hablas en serio, Sotiyo?
SoT. Como lo oyes. Mi familia forma casi toda la
compañía: mi suegro, mi suegra, mi mujer
— que es la .primera actriz — mis cuñados,
mis chiquillos... Se reparte una obra: pues
mi SHegro hace el barba, mi suegra hace la
barba...
Ant. y tú, ¿no hases na?
SoT. Yo hago de todo. Soy empresario, represen-
tante de la empresa, director artístico, au-
tor, actor, pintor, apuntador, segundo apun-
te, tramoyista, jefe de la claque y director
de orquesta.
Ant. ¡Sopla!... Y dime, güeña piesa, ¿tienes mu-
chos chiquiyos ya?
SoT. No; hasta ahora no tengo más que ocho. Me-
nedemo, que es el primero de la dinastía,
Eutiquiano, Amandino, Filadelfo, Nemora-
to, Vitálico y Magnisio, que son gemelos, y
Onesífero, que es el chiquitín...
— 9 —
Ant. (¡Cámara, qué nombres! ¿P'n dónde le ha-
brán bautisao los niños á éste?) ¿Y son tos
varones?
SoT. Todos. Niña solo tuve una: Tirifila.
Ant. ¿Tiri... qué?
SoT. Tirifila. Se murió á poco de bautizada.
Ant. (¡No podía menos!)
SoT. Pero es particular que siendo todos varones
salgan más bien á su madre que á mí. El
corte de cara, la subida de ojos, el modo
de rascarse... Todo, todo es de ella. Mío tie-
nen muy poco.
Ant, ¡Mira que er modo de rascarsel... Veo que
er cambio de ofitio no te ha variao el humó.
No hay quien te dé una pena.
SoT. Ni falta, querido Antoñuelo. Y á tí, ¿quén te
la da, con el canuto de licenciado en el bol-
sillo y cansino ya de tu tierra?
Ant. Pos sin embargo estoy más quemao que las
ánimas.
SoT. Tú dirás por qué.
Ant. y de este pueblo no me voy como no me
vaya bien acompañao.
SoT. ¡Hola, hola!
Ant ¿Te acuerdas de aqueya Maruja, más boni-
ta que una onsa de oro, con quien en Sara-
gosa entré en relasiones?
S jT. Sí; que por cierto tenía un tío muy bruto...
criado de un marqués ó de un duque...
Ant. Cabá. Ese duque ó ese marqués, le dio á
ese tío la plasa de jardinero y guarda de
aqueya finca que ves ayí... (señalando hacia la
derecha.) y ayí vive con mi morena desde
liase dos meses.
Sot, (Declaniancio.)
Allí está... dadme el laúd...
En Irova triste y llorosa,
en endecha lastimosa...
Ant. ¿Si, eli? Pa versitos está este cura. ¿Tú no
sabes que er viejo se ha empeñao en casarla
con un hijo suyo que vive ahora en Amé-
rica, y que á mí no me pué vé ni pintao?
— 10 -
SoT. No, no sabía nada.
Ant. Pos ya lo fcabes. Y aquí me tienes que no
sé cómo componérmelas pa habla de ocur-
tis con la muchacha y cantarle aqueyo de:
Vente conmigo y haremos
una chosita en er campo
y en eya nos meteremos.
SoT. ]Bah! Por poco te apuras. Yo te prometo re-
solverte el conflicto.
Tel. (Dentro gritando ) [Ay, ay, ay!...
HoT. ¿Qué es eso?
Ant. ¿Quién auya?
Tll. ¡Ay, ayl
SoT. Si es allí, que le están dando una paliza á
uno.
Ant. Es verdá... Vamos á defenderlo... (vanse co-
rriendo por la derecha, y vuelven á salir poco después
con Telesforo, que viene molido á palos, con el traje
manchado de merengue y un cucurucho apabullado
en la mano.)
ESCENA III
DICpOS y TELESFORO
aEL (Llevándose la mano á distintas partes del cuerpo j
dando alaridos.) ¡Ahí... ¡oh! .. ¡uhl...
Ant. ¡Hombre, vaya por Dios!
Tel. Señores, tantas gracias. . Yo siento en el
alma... ¡ah'... siento en el alma... ¡ah!...
SoT. ¿Qué en el alma? ¡en el cuerpo es donde lo
siente usted!...
Ant. Pero, ¿habráse visto mayó cobardía?... ¡Tres
hombres contra uno!
Tel ¿Tres?
Ant. ¡Tres!
Tel, No, es que yo creía que eran más. Si me lo
dice usted antes, me los como. A mí me pa-
recieron diez ó doce... ¡Ah!... Y á todo esto
sin expresarles mi gratitud... Permítame
usted que le abrace, señor licenciado... (va á
— il —
abrazarlo, y estorbándoselo el cucurucho, se lo da á
Solillo.) HáganiG usted el favor... (Abraza á An-
toñuelo y coge nuevamente el cucurucho, que le en-
trega e1 propio Ar.toñue!o cuando trata de abrazar á
Sotillo, y que vuelve á coger después.) GraciaS...
A usted también debo... Hágame usted el
favor... Gracias...
SoT. (iQwé combinaciones!)
Ant. y ahora explíquenos u.«té, si gusta, lo que
le ha susedío...
Tel. ¡Claro que sil ¿Cómo negar á mis salvado-
res?... ¡Ah!... (Bsja-do la voz.^ Oigan ustedes.
En este pueblo son muy brutos... Ustedes
serán forasteros, ¿eh?
HoT. Sí, señor.
Tel. Pues son muy brutos.
Ant. ¿Cómo?
Tel. Digo los del pueblo. Y el más bruto de to-
dos vive allí. (Señalando hacia la derecha.)
Ant. ¿A.yí? A vé, á vé...
Tel. y, cosas de este mundo, tiene una sobrina...
que ¡hasta allí!
Ant. ¿Hasta donde, compadre? (¡Se trata de Ma-
rnja!)
SoT. (Haciendo .«cñas á Artoñuelo.) Déjalo que Siga.
Tel. Es una criatura ideal. Junto á ella el dulce
de huevo palidece. Les advierto á ustedes
que yo S03' confitero.
Ant. Ya, ya lo hemos conosio...
Tel. A verla iba con este cucurnchito de meren-
gues .. Porque es mi sistema de conquistar»
¿sabe usted? Se rae muestra una esquiva:
pues una docenita de merengues; continúa
desdeño.^a: dos docenitas de merengues;
prosigue el desvio: tres docenitas de meren-
gues... Y así...
Ant. ¿Hasta que le da un cólico?
Tel. ¡Oh! Tengo yo mucho partido, no crea usted.
SoT. ¡Lo que debe usted detener son muchos
merengues!
Ant. (Este es tonto )
Tel. a lo que iba. Llego hace poco allá seguro de
que el señor .Juan, el tío, estaba de caza; me
cuelo en el jardín, sale Marujita, le ofrezco
— 42 —
el cucurucho^ y cuando rne decía que no lo
aceptaba — porque, eso .«í, disimula pérfida-
mente la pasión que le inspiro...
Ant. ¿La disimula, eh"?
Tel. Plaf, plaf, plaf, se oye el pisar de la jaca del
otro cafre. Y allí fué troya. Que dónde te
metes, que dónde me n:eto.. que me va á
reventar... hasta que se me ocurrió escon-
derme dentro de una pila que hay en una
rinconada del jardín, y que no sé por qué
está seca hace días... Entra bramando el se-
ñor Juan, olfatea, huele los merengues... se
huele que yo los he llevado... y yo me huelo
lo que iba á caer sobre mí .. Efectivamente:
se va como un hipnotizado á la pila, me saca
de ella por el cogote á tiempo que llegan los
ganapanes que ustedes han visto, y va y les
dice: ¡Eh! ¡á perra chica pago el palo!..
Caen sobre nú como la langosta... y á buen
seguro que se han ganado cien realitos uno
con otro...
SoT. Cierto que ha sido un pie de paliza...
Ant. jUna mano e palos!...
Tel. ¿Qué mano ni q'.é pie? ¡Ha sido una paliza
de cuerpo entero!
Bqt. ¡Bah! En esas palizas está la salsa de las
aventuras.
Tel. Pues las prefiero en seco... Que le den á us-
ted salsa á diario...
SoT. A mí, no; que se la den á usted, que va por
las tajadas...
Tel. Lo que más me duele de todo, salvóla salsa,
es que se me haya estropeado con los meren-
gues este traje de lana dulce...
Ant. To será qv.e sea un poco más durse la lana...
Tel. Por cierto, señores, que qniero demostrarles
á ustedes mi agradecimiento convidándolos
á tomar unos vasos de vino. .
SoT. (Frotándose las manos.) No esperaba yo menos
de usted...
Tel. y que para luego es tarde. ¡Ventero! ¡ven-
tero! (Va á hi puerta del ventorrillo, sale el Ventero
y hablan bfjj los dos. Mientrns tamo, Sotillo y Anto-
ñuelo sostienen aparte el dialogo que sigue.)
— íá —
Ant. Ahora más que nunca nesesito habla coi>
Maruja.
SoT, Confia en nci. Se me ha ocurrido un plan so-
berbio. Yo mismo voy á convencer á ese se-
ñor Juan de que te debe casar con ella.
Ant. Será difisi.
SOT. Ya lo verás. (Vase cl ventero y vuelve al prcecenio
Telesforo.)
Tel, Ahora nos serxirán ese vinillo.
SoT. Muchas gracias. . (Hubiera preferido un
arroz con pollo.) De manera que tenemos en
usted al primer conquistador de la comarca.
Tel. Algo, algo... En fin, como prueba, voy á con-
tarle á usted...
ESCENA IV
DICHOS y el VENTERO
VeNT . (saliendo con una bandeja llena de vasos de vino,)
Aquí está 1:í gracia de Dios.
Tel. Bebamos, pues, (cada mo coge un vaso y beben^
volviendo a dfjurlos en la bandeja.)
Vent. Ni en palacio lo prueban como este.
Ant. Sí que es superió.
SoT. Riquísimo.
Vent. Pues de salud sirva, señores.
Tel. Oigan ustedes (Le da á cada uno otro vaso de
vino, y él coge otro psra si.) Es tanta }' tan gran-
de la impresión que yo causo en el sexo-
débil, que en punto á hacer conquistas na
hay quien me ponga el pie delante. Hacfr
dos ó tres días que han llegado á este pue-
blo unos cómicos de la legua...
SoT. ¿Sí? ¿Y qué?
Tel. (Bíijando la voz y con misterio ) ¡Que ya me en-
tiendo con la primera actriz!
SoT. ¡Caracoles! (Se bebe de un trago el vino y pone el
vaso en la bandeja.)
Ant. ¡Ca'ac<)le.«l (uace lo mismo.)
Tel. ¿Qué ocurre?
Sor. ¡Que yo soy su marido!
Tel. ¡Caracoles! (Bebe y hace lo que los otros. Luego
— i4 —
traía de huir: Sotillo le persigue, Antoñuelo persigue
á Sotillo y los ires dan vueltas en torno del Ventero,
que no sabe qué hacer )
SoT. ¡Y que le voy á romper á usted un alón!
Tel. ¡Car coles! ¡Salsa, salsa tenemos!
Ant. Vaya, no perderse ninguno.
Tel. Comprenda usted que yo... (jEsta es la mía!)
(Vase corriendo por la derecha.)
SoT. ¿Y se me va sin un mal garrotazo?... Aguar-
da un momento... (corre tras Tclesforo.)
Ánt. ¡Espera!... ¡Y dise que tiene un plan mar-
níficol. . No se me escape... (corro tras sotiiio.)
Vent. ¡Eh! ¡eh! ¡recontrai Pero ¿quién paga el gas-
to? ¡Eh, eh, eh! (corre t:as Antoñuelo.)
FIN DEL CUADRO PRIMERO
C "C7-A. 3D 3R, O S E O- Tjr ÍT ID O
Jardín de la casa en que vive el señó Juan, situada en las inmedia-
ciones del pueblo. Tapia al foro cubierta de hiedra, con verja de
entrada en el centro, que tiene campanilla y cadena para lla-
mar. A la izquierda del actor la fachada anterior de la casa:
puerta grande, á la que dan acceso algunoei escalones, y dos ven-
tanas altas sin rej». Junto á la primera de estas una escalerilla
de mano. A cada lado de la puerta y á conveniente altura un
farol. Delante de la tapia macetas con flores. Varias sillas toscas.
, Es de noche. Lqs faroles de la casa están encendidos.
ESCENA V
MARUJA
Música
Yo no sé qué te pasa,
corazón mío,
que el llanto y la tristeza
das al ovido,
y jugueteas
— lo-
cóme si no supieses
lo que son penas,
y alegre saltas
como cuando tu dueño
conmigo hablaba...
Yo no sé si presientes,
cuando así juegas,
que el fin de tus pesares
debe estar cerca,
y satisfecho
quieres prestarme un poco
de tu contento,
para que goce
mientras no viene el dueño
de mis amores...
Corazón mío,
la ausencia es aire
que apaga el fuego chico
y aviva el grande.
ESCENA VI
MARUJA, SEÑÓ JUAN y PERICO
Hablado
Juan (Dentro ) ¡Maruja, Maruja!
Mar. ¡Estoy aquí, tíol ¡en el jardínl
Juan (saliendo de la casa.) Pues te andaba yo bus
cando por allá dentro.
Per. (por la derecha.) Señó Juau, ¿hay que hacer
alguna cosa de urgencia? Porque si no me
largo ahora mismo.
Juan ¿Has llenao 3'a la pila como te encargué?
Mar. Apuesto á que está todavía sin gota de
agua.
Per. ¡Toma, sin gota de agua está desde hace
días!... Pero es porque tengo que llénala...
Si no tuviera que llénala... ya estaría llena...
— Ib —
y estando llena... ¡claro que no tendría yo
que llénala! ¿Tú me eniiendesV
Mar. El que no te entiendes eres tú. Saca agua
más que aprisa y pon la pila hasta los bor-
des, que liay que regar las flores al instante.
Juan Y que evitar que vuelva á meterse en ella
el confitero.
Per. (Riéndose.) ¡.Jú, jú!., ¡La gracia que me hizo á
mí que se encontrase usté al confitero den-
tro de la pila!...
Mar. Pues no sabes tú la gracia que le hizo al
confitero.
Juan Bueno, déjate de historias. Anda á tu obli-
gación.
Per. ¡Toitico hay que hacerlo aprisa en esta casal
(Vase muy despacio por la derecha.)
ESCENA VII
MARUJA, SEÑÓ JUAN y SOTILLO
Mar. Ese demonio de Perico no se encuentra bien
más que durmiendo.
SoT. (Aparece en la verja del foro liiisfrazado de peregrino
y llama.)
A la paz de Dios.
Juan ¿Kh?
Mar. ¿Qué?
Joan ¿Quién es?... Abre, chica. (Maruja lo hace y en-
tra Sotillo dejando la verja eutcrnada.)
SoT. ¿Puedo pasar, hermanos?
Juan A<lelante.
Sor. (Yo pensé que no me dejarían pasar con esta
faclui.) Perdonen, ¡oh, hermanos míos! si
con mi inopinada presencia vengo á turbar
el sosiejio de esta santa casa.
Juan Aquí estamos tos pa servirle, señor pere-
grino.
Mar. Siéntese.
SoT. (¡Vaya si es linda la criatura!)
Juan Tome una silla.
SoT. Gracias, (a Maruja ) ( Yo no soy yo: ¡yo soy un
enviado de Antmuelo!)
— il —
Mar. (¡Virgen del Pilar!)
SoT. (8 litándose ) Ya requiere mi cuerpo algún des-
canso.
Juan ¿Y para dónde bueno camina su mercé?
Sor. Para . para el polo Norte.
Mar. (¿Qtiiéii será este peine?) Y ¿á qué va al polo
Ni'i'te, hermano?
SoT. ]'rob;ihlenjente á helarme
Juan Eso del pulo ax*^ un poco más arriba de Al-
cubit-rre, ¿no es verdad?
ScT. per ahi, per ahí...
Mar (Qniíáiidcle ei botd.in, que dejnrú ií nu l«do.) Pero
df me acá su niercé la piai. no le incomode.
SoT. Entre las i)lancas nieves de aquellos aparta-
dos luirares líay un santnnrio escondido, al
qtie he hecho voto de visitar Hace (juince
(lias que salí de mi pobre ermita, situada en
la mas alta cumbre de Despeñaperros, don-
de pasóla misertble vida enteramente con-
sagrado al Altísim(\
Mar. ¡Toma! ;Y tan altít>imo!
Juan jComo que es • es vivir hecbo una cigüeña!
Sor. Hfclio una cigüeña: c balmeute. Y dígame,
hermano: ^^tendria usted en su casa un jer-
gón disponible, donde pueda descansar este
mísero cuerpo hasta que alumbre el dia?
Juan ¡Miá jergón! ,Cinco camas tengo yo pa su
m'-rcé!
SoT. Gracias. No duermo masque en una.
Ma?.. Pero se le pueden pmer los colchones de
todas, y a>í no pierde su mercé la costumbre
de estar en alto.
SoT. ¡Jé. jéi Tiene buen humor la mocita. ¿Es
hija de uste<l?
JuvN [Al contrario!
SoT. ¿Usted es hijo suyo?
JuA.v Ñ<», señor, tío.
Sur. ¡i'ues no veo la contrariedad por ninguna
])arte!
Mar . Una cosita se le está ocurrien<lo á la sobrina.
Sdt. Algo bueno será, como si lo viera.
Mar. El señor peregrino, antes de retirarse á dor-
mir, digo yo que querrá comer alguna friole-
rilla...
— i8 —
SoT. (suspirando con Intimo rozo ) (Me ha COnooido
en la cara que tengo liambre.) Mi voto es
tan estrecho que ííóIo me permite catar cier-
tos y determinados manjares... ¿estamos?
Mar. Yo pensaba servirle unas cu-mtas lonjitas
de carne...
SoT. Distingo. ¿Es carne de membrillo la que me
ofrece?
Mar. ¡Quiá de membrillo! ¡Mechada!
Sor. Perfectamente. Por()ue santo 3' bueno es
evitar líts tentaciones de la carne, pero de la
carne mechada, de ninguna manera.
Mar. (Vo voy á soltar la risa.) Luego, un poquito
de jamí^n no vendrá mal...
SoT. ¿Jamón? Distingo. ¿Es Jamón de la tierra?
Juan ¡Acá no lo gastamos del ciel(M
SoT. Es que si fuese inglés, ni olerlo podría.
Juan ¿Cor qué no?
SüT. Portjue lo natural es que fuera un jamón
protestante.
Mar. ¿Protestante?
SoT. Al menos no sería muy católico.
Mar. ¿De suerte que, siendo del país, tampoco le
están vedados los Jimones?...
SoT. Tampoco. Las jamonas ya son harina de
otro costal.
Mar. Le pondré también unos entremesicos... y de
postre un poco de dulce de inievo.
SoT. Distingo. Los huevos serán de gallina, ¿ver-
dad, joven?
Juan (Aigo am«.siHzuio.) ¡Otra! Pues ¿de qué los
come su mercé allá en sus alturas? ¿de ci-
güeña, quizás?
SoT. No, señor; de gallina, de gallina. Eso iba á
decir: que si son de gallina puedo aceptar el
dulce sin reparo alguno.
Juan ¡Ah, ya! Y de bebidas, ¿qué prefiere, vino ó
agua?
SoT. Distingo: las dos cesas.
Juan Bueno, muchacha, prepara la mesa en un
vuelo y pon en ella de to lo que hay. \\'a.
algo tiene señó Juan su despensa tapiza con
chorizos y con jamones!
SoT. ¡Esos son tapices!
— 49 -
Juan Llama á Perico pa que te ayude.
Mar. Vuy ahora mismo. (Llamando.) ¡Perico!
ESCENA VIH
DICHOS y PERICO
Per. (Por la derecha.) Ea, ya está la pila rebosando
agua... Mu tresquila que sale...
Mar. Ven coninigo.
Per. ¿Ande vanjos á di? (Reparando en Sotillo y gri-
tando.) ¡Buena noches!
SoT. (sorpren.hdo." ¡Muy buenas!
Per. (¿a que viene este eí^panta pájaros á darme
qiie hacéV)
Mar. \'ani0S al comedor. (Entra en la casa seguida de
Perico.)
SoT. Vaya usted con Eios, princesa.
Juan (¡Uediez! ¡qué peregrinico más espabilaol
(Siénií-se.)
ESCENA IX
SOTILLO y SEÑÓ JUAN
SoT, Ks un pedazo de g'^latina esa ehicuela. Y, á
propó.^ito: ¿no piensa el hermano en casarla?
Juan ¿No lii de pent^ar? ¡8i esa sería mi mayor
gloria! Casarla bien, y verme el día de ma-
ñana con cuatro ó cinco retoñicos á la vera.
SoT. ¡Ah! los pequeñines son su encanto, pero
dan muchísima guerra generalmente.
Juan ¡Qué guerra han de dar!
SoT. ¡Dígamelo usté á mí que tengo ocho!
Juan ¡Ave María l'urísimal
Sor. Que tengo ocho... no me ha dejado usted
concluir... que tengo ocho... hermanos... con
ocho hijos cada uno... Total: ocho por ocho,
sesenta y cuatro sobrinitos. Conque ya ve
usted si ..
Juan Muchos me paicen.
— 20 ~
SoT. Bien; siguiendo con la muchacha: ¿tiene
novio?
Juan Hasta cierto punto, pero como si no... (Si
este me ayudase á convencerla ..) Miste: á
ella le tiran los pantalones coloraos: Ja gen-
te de tropa.
SoT. ¿Sí, eh?
Juan Él primer novio que le salió fué un cabo que
era muy borrachín y to el di u ero se lo gasta-
ba en juergas
SoT. Seria un cabo de gastadores.
Juan Justanxnte Y ahora efeta encapricha con un
sinvergüt-nza...
SoT. ¿Cabo también?
Joan También.
Sor. Bueno, ¿y usted qué hace?
Juan |Atarcabí'8!¿qué(iUÍeresumercéqneyohaga?
Pero llevo n.'Uy á mal el noviiíjn ese. Porque
si á ella se le ha puesto entra ceja y ceja ca-
sarse con el melitiir, á mí se me ha pue^to
casarla con un hijo mío que esU en el otro
mundo. Y á cabeza dura no hay quien me
gane.
SoT. Wal becho. Las naturales inclinaciones no
deben torcerse. (Ki ¡ifñor Juan traía constanlomen-
te i'.e interrumpir á .Soiil o, y éste no le <l«rj'i ) ¿Le
gusten los pantalones (^oioradi s? ¡pue« pan-
talones colorados!.. ¡Respetemos ante todo
los capricbos del amor terreno!... [No hay
mejor partido que un cabo que lleve con
gracia el uniforn:e, aunquen<> tenga vergüen-
za ninguna'.. ¡Que e.»-!) está por veri... ¿Se
quieren? ¡pues que se (íasen! . ¡Yo procura-
ré que se casen!. . ¡Y se casaran!... (Echando
bendiciones.) ¡Ya están casadosl
Juan (¡Pues me ha salió el tiro j)()r la culata!.. Ha-
bleujos de otra co'-a.' Bien está, >eñor pere-
grintí; pero ¿po le parece á su mercé que
tania mucho Maruja?
Sor. Sí, sí me parece que tarda demasiado.
Juan Ct)n su pernjiso, voy á ver. . Vuelvo al ins»
tante. (ai entrHren la cat^a en-lamn.) (¡Se ConOCe
que salió de la ermita con toa la cuerda.)
— 21 —
ESCENA X
SOTILi O y ANTOSOELO
SoT. (Lcv«n!á:irto8e.) Pues, señor, esto marcha como
una seda. Aliora me pongo yo de acuerdo
con .NJarnJH, y cuando el viejo esté eu siete
sueños y verga el otro .. (Aparece AMtoñuclo en
la veja mirrtii'U) rt celoso áEcia adentro.) PerOjCülIel
¡si el otro ya está aquí!
Música
Por la virgen, querido AntoñueJo,
no te atislte y descubra un soplón...
(Con el lemor de ser sorpreudido va y vlcue de la
puerta de la casa á la verja, dotidc permauece Anto-
üueU.)
Ant, La impasiensia, Sotiyo, me mata,
por sabe si so}' ya venstdó.
SoT. V'iento en popa camina el asunto,
y no p::edo decirte ahora más,
a no ser que tu linda Maruja
rae parece una chica ideal.
Ant. SoHyo del arma,
!íi venses ar fin,
te juro por eya
que me ha.-^es feliz.
SoT. Y vo te aseguro,
simpar Antoñuelo,
que me han ofrecido
man jai es sel^-otos,
y (pie ^>ioy febiñl ..
pues ya el olorcdlo
me da en la nariz.
Vete, por tu vida;
, mira que si no
pierdes tú la novia
y la cena yo.
— n —
Ant. Bien está que te atraques de todo;
pero güeno, Sotiyo, e.s tíinil)iéa
que en er vino te pondas á raya,
no descubras borracho er pat-té.
SoT. Ya sé yo lo que tengo que hacerme,
y descuida, Antoñuelo, por un,
que el desquite, si bebo por uno,
yo lo busco engullendo por mil.
Ant. Pues mucha prudensia
y mucho vató,
y pesquis y labia
y mala intensión,
SoT, Adiós, y procura
después, cuando vengas,
tener ese ))esquis
y aun esa prudencia
qu3 exiges de mí,
ó pésimamente
saldremos de a(pii.
Vete más que aprisa.
Ant. Quédate con Dios (vdse corriendo.)
SoT. Que me encuentre el lío
como en ora<;ión.
(siéntase en actitud de recogimiento ^
ESCENA XI
SOTII.LO y SEÑÓ JUAN
lla1>lado
Juan (saliendo de la cas .) ¡Oiga! ¿Se ha dormido eí
hermano?
SoT. No, señor; oraba en silencio.
Juan Pues la mesa ya esta dispuesta, conque
cuando gu!-te su mercé ..
SoT. (¡Si yo pudiera llevarme en esta manga algo
para mis chiqnitinesl...)
Juan Qué, ¿no se anima?
SoT. (Levaniándose.) TrubajiUo me cuesta; no crea
— '23 —
usted. . Me .isaltan tales temores de que-
brantar el voto...
Juan ¡Otra (]ué Diosl Déjese de melindres. Hay
que tener la manga un poco más ancha.
Sor. ¿Mas anchaY ^Aludiendo á la suya.) No es preci-
so: me l)asta con esta.
Juan ¡J*^, je! ¡Qvié cósicas se trae el hermanol
So r. (¡Ptieá si tú supieras las costeas que se piensa
llevar!...)
ESCENA XII
TELESFORO y PERICO
TeL. (Por el foro con una carte y un CTictinicho de meren-
gues maycr que el que saca en el primer cuadro. Lla-
uiHudo en voz buj-i.) ¡l'eiico!... jPerico!... Quiera
Di.js que no esté en la calle. Kntremos, ¡qué
diablol Veo que el amor nue protege .. íáin
duda á Marujita le dio el corazón que yo
vendría y d-jó entornada la verja... (^Avanza
con m.i<'ha cautela hacia el prosceiiit).) Sin embar-
go, hoy ha y¡do mal día para mi... Trímero,
el ^eñó Juan me 'fucontró en esa endemonia-
da pila, (H.ñuiaiKio hbcia la derecha.' y por encar-
go t'Uyu me molieron á palos, ün vano traté
üe dir^culparme... Kl no tiene más argumen-
U^!< (jue sus puños, y como ton mucho más
débiles mis argUUJentoS... (Mostrando les pu-
ños.) con tíos ó tres razones en las narices me
convenció en seguida. Luego, el cómico rae
dio una carrera en pelo, que me río yo...
Digo, no, no me río... ¡qué he de reirmel
Gracias a muo de su furia me libré por ¡lies...
Tero, vamos al grano. En esta carta le pro-
pongo á Maruja que se fugue conmigo esta
mitsuja noche. Y se fugara... La señal de que
accede será que ponga luz en esas ventanas.
Si viniera Terict)... ^Se acerca ncohiso a la puerta
do lacsa y vuelve a llamaren voz bitja.) ¡Pericol...
¡Perico!... jl'eriq lete!... ¡Sal en un periquetel
¡Htniíbre, aquí sale! Me he salvado.
Per. (^Siiieudo de la casa.) ¿Quíéii anda aquí?
— 24 —
Tbl. ¡Chssss!. . calla.
Pkr. ¡Otra! ¡El confitero!
Tel. i' hissss!... no seas bruto. Oye, ¿se han reco-
gido yn?
Per. Vhii á recotrcrse.
Tel. Entá bien: toma una peseta. (Es un perro
chico, p¡ ro de noche todos l<>8 gatos son par-
dos. Y los perros también.)
Per. GraciMS.
Tel. y toma adetnás esta carta y este cucurucho
y llévaselos á Alaruja á su alcolia.
Per. y hi ella se ha acostao ya, ¿se ios doy á su
tioi>
Tel. No seas bárbaro, hombre.
Per. ¡Jú, jú!...
Tel. y cuidadito con lo que se hal)la. Ten pa-
ciencia, que el resultado de todo esto pronto
lo bal>rás.
Per. Sí; será que te den otra paliza.
Tel. ¿Paliza á mí? Tú vtrah eoiro no vuelven á
decir en el pueblo que soy lion l»re lie pocas
agallas... ¡Brrrrrr!. . ¿No te parece á tí que
por n: is venas corre sangre de tijjre?
Juan (nentr", gritnido.) [.Maruja, Maruja!
Tel. ¡Horror! ¡El señó Juan se acerca!
Per. ¡.lú, jú!
Tel. ¡Huyamos!
Juan (coiko ames) ¡Maruja!
Tel. ¡Dios de Israell ¡<jue viene! (Trop?z»ndo en ia
tapiH.) ¡Ayl ¡Me he desbarat:ido la nariz! (vasa
curriendü por la verja.)
ESCENA XIII
PERICO
|Jú, jú'... Me gusta el tigre .. Vamos á ir
apagando los faroles... (Mientras lo b^c, con
•ayuíla i\e la esoalerDla, habla lo qne sig:ie.1 Y este
es el quinto enc:;rgn que me da... Y lo pien-
so cumplir cono l(»s otros... I^os merengues
había de tirarlos el señó Juan, y la carta se
la había de guarda ^Maruja sin léela... Pues
— 25 —
me gURrdo yo la carta... y convido con los
merengues á n)i Pilarica... Y en pago de la
peseta, le evito a ese tigre qne lo jíongan
verde otra vez . ¡AJMJá! ftn la segunda ven-
tana Mparece luz.) Ya es-tá el jieregrino en eu
cuarto... ¡Y qué manera de coiné chuletas,
porra! Lo que es ei?e, si le co!?ieran la boca y
le pusieran delante un solomillo, se golvia
loco.. En fin, l'erico, d«jatede mormnracio-
nes 3' anda á ver a la novia, que esa es tu
cuenta.. ¡C'ónjo nos vamos á poner el cuer-
po de merengues! (Vase por U verJH y la cierra
(lebde fueía con liare. Apágase la luz de la ventana.)
ESCENA XIV
SOTILLO y ANTOSUELO. Luego MARUJA
SoT. (Asomándose á la segnnía ventana ) Ya Creo qiie
pueblo bajar sin temor alguno. Aquí hay
una escaUriila que use viene como pedrada
en oj(j de boticario... IJjiruuos ames la se-
ñal convenida, (-iiba.) Y ahora, abajo. (Em-
pieza a laj- r for la t-scaltra.)
AnT. (Aparecitudo en lo a t« de la tapia ) r..a artura dcF
terreno })or esta parte me ha fasilitao la su-
bía. . (En voz baja.) ¿Sutijü?...
SoT. (Lo mismo )
¿Quién mis voces ha escuchado?
¿Es Clotaldo?...
Ant. No, soy yo: Antoñnelo.
SoT. Y^i 1" sé. (Acabaado ie imjar.) Admirable.
Ant. Abajo (oe-cuéiga^e p.-r la tapia ai jardín ) Vamos
á vé, Soiiyo de mi arma, entérame de to.
Sor. (Mirando al cielo.)
¡Hermosa noche, ny de mí!
CuántuS como esta tan puras...
An 1 . Hombre, déjate de versos ahora... que estoy
— 26 —
rabiando de curiosidá... ¿Has visto tú na en-
er mundo como mi Maruja?
SoT. Era hermosa, era discreta,
que aunque enemigas las dos...
Ant. ¿Quiés Gayarte, asaura?
SoT. En ella hicieron las paces
hermosura y discreción...
Ant. Pero, ¿me vas á agua la noche?
SoT. ¡Ahí te a Ivierto que á tu suejíro le he dado
un recorrido como para él solo. ¡Ebtá que
echa chispas!
Ant. y una de las que echa la has pescao tú.
SoT. Sí; te confieso que estoy algo achispado; no
lo quiero negar...
Ant. Sería inuti.
Mar. (saliemlo de la casa y hablando en voz tuja también.)
Señor Sotillo...
Ant. (corriendo hucia ella co? alegría y abrazándola.)
¡Marujita de mi arma!
Mar. ¡Anldñuelol
Ani. ¡Bendita .seas tú, y tu madre, y tu agüela!...
Mar. ¡Las ganas que yo tenía de verte, chiquio!
Sor. Ya, ya se conoce. .
Ant. Pos ¿y yo á tí, morena?
SoT. Se abrazan como de día
con esta luna tan clara...
Y yo no soy mármol de Carrara precisa-
mente.
Mar. Por Dios, señor peregrino, póngase á vigilar
ahí en la puerta...
SoT. En defensa de una dama,
cualquiera que Lenga honor...
Ant. Va3'a, ¡estamos frescos! Digo, tú ¿qué has de
esta?
SoT. ¡Es que tu futura lo merece todo! ¡Me ha
preparado unas cliuletas excelentes!... Asi,
no exajero: parecían bandurrias...
— 27 —
Ant. Güeno: haz er favo de tené cuidac... por tu
salú...
SoT. Bien; me retiro á la puerta:
si veis mi conducia incierta,
como os acomode obrad... (vase.)
ESCENA XV
MARUJA, ANTOÑUELO y CORO DE ALDEANOS con guitarras^
Oyese tetar la roLdalla, que Be va acercando.
Ant. ¡Qné mona ha tomao ese! ¿A vé?... Oye, Ma-
rujita, ¿qué música es esa que suena?
Mar. Es la rondalla. . Casi todas las noches vie-
nen los mozos del pueblo á darme música...
Ant. ¿Sí, eli?
Mar. y á mi tío se lo lleva el diablo.
Ant. No caerá osa breva, presiosa. (Hablan bajo con
mucho eutusia^mü. Aparece en ti foro la rondalla.)
MiiSica
Coro Templemos las guitarras
mejor de lo que están,
que a<|ui vive la moza
Uiás guapa del lugar.
Ant. Pues e.«a mos'i güeña
la quiero yo pa mi.
Mae. y jura tu morena
que solo es para tí.
Ant. ¡Maruja salada,
mi vida es tu amor! .,
Yo no i-é que tienen
tus ojiyos negros,
que no estoy á gusto
cuando no los veo;
y cuando me miran
como saben evos...
¡me yevan en globo
de la tierra ar sielol
— 28 -
"Mar.
Y cuando lo miran
conio Silben ellos,
dice que lo llevan
de la tierra al cic-lo.
Coro
Tooinemos bajito
con mucho cumpáp,
y }d ))Uuto la jijta
vamos á cantar...
Ant.
Mar.
Porque pus miradas
yegan aqui dentro,
y un mar de cos(|UÍyas
corre por mi cuerpo
y er corasonsito
baila liapta er jaleo.
Antonio del alma,
jay cuánto te quiero!
€op.o
Dicen las arajíone-^as
que tienen la volcntad
bravia como la jota
y firme como el Pilar.
Har.
A NT,
¡Escucha, Anloñuelo;
mi vida es tu amor'...
Cuando estas ausente,
cuíuido no te veo,
á la vera tu va
c(»rre el pensHn)iento,
porque a mis penilas
sirv. de consuelo
el estar contijío
anuípie esté- muy lejos.
Porque á sus penitas
sirve de consuelo
el estar conmigo
aunque esté muy lejos..,
Coro
Suenen las guitarras,
suenen más y más,
— 29 —
y otra nueva copla
vamos á cantar...
Mar. Como la noche y el día
son la au.«encia y el amor;
que por la noche se vive
con la eijperanza del sol...
Ant. Ya <|ue el sol alumbra
toíio nuestro tiielo,
ya <|Ue con mis brasos
s'ño yo tu cuerpo,
!ya (|ue tú me quieres,
ya qut- yo te quiei(í,
ya (jue estamos juntos
no nos separemtíS.
Coro Venga otra vez,
vamos allí\,
y cantemos una copla
ñual.
Todos Tiene la jota una ^racia
Como ninguna canción:
qu*' sirve para la guerra
y sirve para el aujor.
Ant. Maruja de mi vida,
vüMionos los dos
Ant. ( Tú reions y disi)ones
Mar. \ en mi corazón.
ESCENA XVl
DICHOS y BOTILLO
ÜAblado
80T. (Sa'ieTirlo d.sprtvoriio de In casa.' ¡ Alto el fuegol
Ant. ¿Qwe pasa.-*
SoT. . Yn hnít pofliilo
conocer i>or el silbido
que viene aquí la serpiente. .
- 30 —
Mar. ¿Qué silbido?
Ant. ¿Qué serpiente, hombre?
SoT. |Tu suegro, que viene á más andarl ¡Súbete
por esa escálela á mi cuarto!
Ant. ¡Gü^'na la hemos hecho!
Mar. ¡Hmz lo que te dice Sotillo!
Ant. Pero, ¿y tú?
Mar. Déjame á mí... Sube...'(Antoñueio obedece.)
Ant. ¡Por vía e los moros!
Mar. ¡Ay, qué cum{>romiso si te viera!...
Sot, ¡a escape, que voy yo detrás! ¡Salta por la
ventana! (Aiitoñuelo lo hace. SütUlo sube aprisa la
escalera.)
De mis pasos en la tierra,
responda el cielo, no yo.
Mar. (Yéndose por la derecha.) Yo por aqUÍ me 68-
condo.
ESCENA XVII
BOTILLO y SEÑÓ JüaN, dei-pués MARUJA
-Juan (Snliendo de la casa con una Inz.) ¿Quién anda
aquí?
Sot. (Q'io está en los últimos pelduños de la escalera.) (¡Me
partió.)
Juan (Reparando en él ) ¿Qué vco? ¿Quién es?
Sot. Yo... yo... Soy yo...
Juan ¿El st ñor peregrino?
SoT. Sí... á mí me parece que soy yo ..
Juan Pero, ¿cómo esta usted...?
SoT. Bien, ¿y usted?
Juan Vamos, no coir prendo. . ¿Quiere decirme
su mercé lo qup hace ahí eiicaramao?
SoT. La... la digestión. Aquí se digiere admira-
blemente.
Juan ¡Cosa más rara!
Sot. Si he de hablarle á usted con sinceridad, le
diré que estoy orando.
Juan ¿Orando?
Sot. Es costumbre que tengo allá en la ermita.
- 31 —
Me gufta orar en los puntos más eminentes,
con el fin (le acer<arme al cielo lo más posi-
ble... Ocasiones hay en que cojo el cielo con
las manos...
Juan Lo creo. Pues á mí me sacó de tino la ron-
dalla, y venía á decirles cuatro frescas bien
dichas á esos mozos. Fortuna suya ha sido
que ya se han marchao.
SoT. No les hará usted caso. Acuéstese , señó
Juan, y descanse.
Juan Gi acias, ht^rmano. Buenas noches (se retira y
vuelve « salir al oir la frase lie Sotillo.)
SoT. ¡Maldita sea tu estampa!
Juan ¿KhV ¿Decía u.-ted al.uo?
íioT. (Haciendo que tzh.' ¡Malüta sca tu estampa,
oh, repúgname Satanás! ¡Mil }' mil veces
nuddita sea tu estampa! Padre nuestro, que
e<tás en los cielos. .
Juan (¡Ah, que está rezando') (vase.)
■SuT. jAy: re.-piro. En mi vida me he visto eu
otra. Salt» por Ift ventana, se relira y la pieria.)
Mar. (Saliendo por la derecha y entrando sigilosamente en
lá casa ) Quiera Dios (jue á mi tío no le haya
dao la tetitación de entrar en mi cuarto. Es-
camaico me parece que va...
ESCENA XVIII
TELESFORO
(i'ansa. En la primera ventana aparece luz. Por detrás
de la tapia se ve elevarse un cucuiucho mayor qae
los anteriores, y al pur-to á Telpsforo, que lo trae,
y que mouiado en aquélla se detiene un momento.)
¿No lo dije yo?... AUí e.^^tá la luz deseada...
Su vista me da ániii?os para acometer la
aventura... Quisiera yo haber visto á don
Juan Tenorio en un pa.-^iio como éste, y
con un Comendador tan bruto como el mío...
Bajemos. (Va poco á poco descolgámlose, basta
que 8«i;a al j rfiín ) 8e me vau á cstruiar
los meiengues... Ea, ya ettamos aquí... ¡Qué
oscuro está esto!... Hasta la luna se oculta
— 32 —
para llevarme la contraria... (Tropieza ec una
Billa.) ¿Kh?... Ah, vamos, es una silla... Deja-
remoí* aquí los merengues... (lo hace.) Y sa-
cítremosesto otro... (Saca un -evóiver.) ¡Nadal...
el niño no es templmlo. Al que se meta con-
migo lo dejo seco Y eso que no me guijíta
jllgiir con estas a''mas .. (volviendo la cara con
hotror ) Es II uy particnhu" que siempre que
entro aijuí tue en.piezan á temblar las panto-
Trillas.. (De proiitr se VTielve, se para en nciitud
cómica iniriinilo fl cncimieho, y se encamina con pre-
caución a él apuntándole con el revólver.) ¿liih?...
(KfPpir«n<1o al c«ho con deswhogo.) ¡Ah! ¡es el CU-
cnrucho de Ins rrerengues! ^Stcáidose ei sudor
de in frente.) Me había pareoi<Ío el ¡-eñó.Juau.
Cierto que tenia qne estar sentado y en
mangas de camisa .. Pero va\'a usted á re-
flexionar En fin, no perdamos instante. Me
estfirá esperando intraiiqnila .. Subamos,
pues, (coloca conveníenumeTito la escalera y empie-
za á suiíir, cou el revólvi^r empuñ»«io y lemblnnilo de
miedo.) ¿Kh?. . (Voiviendo la cara de reperto )
¿Qnií^n anda ahí? ., Alguno se va á encontrar
un tirito... ¡Sisue suHendo y al lleg«r a convenien-
te aitnrn Fe detiene.) Me guardaré el revólver á
fin de no asustada. Annque no iiay temor;
estíl descargado .. y además lo he puesto en
el seguro... Para estar bien seguro... (s9 lo
guarda y llama á la ventana cm los nudilloff.) be me
antoja que !a ois;o respirar... Sí., sí., y se
acerca. . ¡.\y! ¡Tengo en el corazón el horno
de los rosquetes!... Ya está aciuí... Voy á
darle un abrazo . (Abro l s brHzos, se «soma el
señó Jnan de improviso á la vetiiana, y lo abr«za
Tclesfuro, sin tiempo para rtoonocerlo.) í Amor míol
ESCENA XIX
TKLESFORO y SEÑÓ JUAN
JtJAN ^,Eh? ¿Quién? ¡Ah. ladrón!
'í'el. (Apenándose iiorro'izrt.io ) ¡Caracoles!
Juan ;H izte cuenta de que ha Uegao tu última
dura. (Vase.)
— 33 —
Tel. (Bajándosí- convulso y temblón de la csoalera.) ¡Ay^
ayl... Ya, yn n)e la he liecho. |Más so/sa/ ¡más
salsa! .. ¡Huyamos! .. («'orre á la veija, y al ir i
saltar retroce-le más asii>-tHdo fú« ) ¡Crif^lo! ¡DoB
prójiuios <ie lot^ que lue zurraron la badana!
Yo no saUo, no
JüAK (Dentro.) ¡No te 1116 escaparás!
Tel. ¡Que viene!... Shii José bfndito, ¿dónde me
meto?... ¡Al), qué ravo de luí! El señor Juan
cieerá que vo me he ido á la calle... [Pues á
la pila, á la pila, que esta seca! (Desaparece por
la derecha corrimd ■, y uu momt uto dispnea se oye
el ruido que proi^uce »1 caer en el agua, <;e que se
supone llena la t.ii».)¡A3', a}'!... ¡favor! ¡quc me
ahogo! ¡Ay, ay!...
Juan (saiiendr con ma inz ) ¿Quién grita?
Tel. ¡Ay, ay! ¡¡áocorrol ¡que me muero! jAy!
Juan (Mirando baria in <lfrecl-a, por donde se vn.) ¡Si CS-
él, que se ha bañaoi
ESCENA XX
DIGHOS, PERICO y CORO DE ALDEANOS y ALDEANAS
Per. i^Por is veija, que abre etn llave, segnldo de los motos
y mozas del pn.-h'o.) ¿Qué diablos pasa aquí?
En la plaza se oyen los gritos.
Juan (saliendo por I-, dert-cha con Teiesforp, qne viene cho-
rreando agua y tírt- temblón.) ¿Ko te dije qUC
había llegao tu última hora?
Tel. (Kstornud^n.i...') ¡Ah... chís! [Ah... chis! ¡Ah..^
chis!... (Peiico c g« la luz que tiene el stñor Juan )
Coro ¿Q"<^ es lo que pasa?
¿Qué |)a.s}irá?
El confitero
mojado está.
Tel. Seco «it- un tiro
me dejarán.
Juan Lo he sor|trendido
como aun ladrón.
Tel.
Coro
Tel.
— 34 —
¡Jesús, qué horror!
Coraoá un ladrón.
Pero sepamos
qué quiK) liacer...
¡La mosca muerta! ¡vamosl.
¡fíe-e usté!
Yo, si me dejan,
lo contaré.
Coro
Tel.
Cuéntelo pronto,
cuéntelo usté,
que algo muy grave
sin duda es.
Díganos pronto
qué quiso hacer...
¡La mosca muerta! ¡vamos!,
¡fíese usté!
Yo, si rae dejan,
lo contaré.
Juan
Por la escalera
logró subir,
y en la ventana
le sorprendí;
y cuando vine
luego tras él...
¡hecho una sopa
me lo encontré!
UNOS
Por la escalera
su))ió hasta arriba,
3' en la ventana
le echó la vista;
y cuando luego
fué y lo cogió,
¡hecho una sopa
se lo encontró!
OfKOS
Eso ha de ser,
.eso será;
— 00
pero e?a afición
se le quitará
si le dan un palizón,
y aquí entre todos se le daiá.
Todos ¿Quién lo pení=ara
de este infeliz?
Por Marujita
debió venir.
Es un Tenorio
como no hay dos,
y todo lo hace
* por el an)or.
Per. (Después de buscarse en los bolsillos la corta que lo-
enirigó Telesforo )
Para Maruja
me dio un papel.
Aquí lo tengo,
tómelo usted.
(Le da la crta a! señor Juan.)
Coro í;^erá curioso
¿Qué lé dirá?
Tel. (No tiene entrañas
ese animal.)
Juan Si es lo que pienso
lo he de matar.
Tel. Mi última hora
llegó por fin
¡En qué conflicto
me encuentro aquí!
Juan Alumbra, chico,
que no se ve. ^lerico le oLedece.)
Y haya silencio
¡voto va á diez!
si lo que dice
queréis saber.
Coro Léalo pronto
que deseamos
saber ya si es robarla
lo que ha intentado.
Algo muy gordo
— 36 —
va á resultar.
¡Haya silencio
que va á empezar!
Hablado
Juan (Leyendo.") «Bomboucito de licor, yema de
coco, merengue de fresa...»
Per. ¿Pero eso es un auuncio de la confitería?
(Risfis en el Coro.)
Juan ¡Callarse, porral (simie oyendo.) «Esta noche
iré por tí para que non fuguemos...» ¿Eh?...
¡Lo ahorcol (Abal'.rzáiM'.ose á Tele?foro, quo huye.)
Tel. ¡Por Dios, señó .Juan, }igu!.rde usted á que
me Sequel (e1 l^oro vuelve a reir. En lo sucesivo
cotnenU lo que oye )
ESCENA ULTIMA
DKHOS y MARUJA; luego ANroÑUELO, después SOTILLO
Mar. (saliendo de la casa.) Pero ¿se puede saber qué
ocurre?
Juan jAb, tú' ¡Ven acá! ¿('onque te me ibas á es-
capar con el couííLero?
Mar. ¿Yo? ¡No tengo tan mal gustol
Tel. (¡l'ues el desprecio á mi físico era lo único
que me faltal)a!,
Mar. Ya sat>e usté que yo no quiero más que á un
hombre...
Juan ¡Marujal
Mar. y que et-e hombre será mío.
Ani. (shümi.io de iH cMs.i ) Y aquí estoy yo pa corta
por lo sano, señó -Juan.
Ju>N ¿Cómo? ¡Ant'. ñuelol
Per. jUn sordaol
Juan ¿Qué burla es esta?
Tel. (Menos mal si me dejan tranquilo.) (Recoge si
cucurucho de los mereiiíus y empUza á comérselos.)
Ant. Burla, ninguna. Que la muchacha está por
mí, que yo estoy por la muchacha y que si
— 37 —
usté tiene la cabesa muy dura es nesesario
que se dé un ungüento pa que se le ablan-
de... (Habla con MHrnja )
Juan (Cuando dice una moza tijeretas ban de ser...
jPor vía e los demonios!)
SoT. (Saliendo.) Pero ¿qué significa tnl escándalo,
hermanos míosV No me dejan dormir...
JuAX Dispense el sefior peregrino, pero lo que
aquí ocurre no es pa menos. ¡A punto hees-
tao yo de matar á un hombre!
Sjt. ¡Eso, nunca! Hamildad... Perdón, perdón
para todos...
Tel. Eso es lo que yo digo. Perdón general, como
en las comedias...
Sol. . ¡Oiga! ¡el confitero! [Ah, canalla!
Tel. (Tirando el cucurucho horrorizado.) ¡El CÓmioo!
(Huye psrseguiJo per Sclillo por entre el Coro.)
SoT. ¡Lo mato!
Mar. ¡Otra! ¿qué es esto?
Juan ¿Qué sucede?
SoT. ¡Que lo mato!
Tel. ¡Si lo que antes le conté era mentira! (unos
snJL'taii á Telesforo y otros á Sotillo )
Juan Pero, hermano, ¿y esa humildad?
SoT. ¡Qué humildad ni qué remolacha! ¿Usted
sabe lo que me ha dicho de mi mujer?
Juan ¿De su mujer?
Ant. Apaga}' vamonos,
SoT. Como que ni yo so}' tal peregrino, ni Cristo
que lo fundó
Juan ¿Otro engaño?
SoT. No sov sino un amigo de Antoñuelo. que se
preí^tó á servirle en este caso para que pu-
diese hablar con Maruja.
Mar. y usted, que es tan generoso, lo perdonará.
Y á mí también.
Ant. y á mí.
Tel. Y^ á mí. (a souíio.) Y usted á mí, por no ser
menos
SoT. Con tal que el señor Juan nos perdone á
todos ..
Juan Pues por mí, que no quede.
Tel. Tiene el corazón más blando que el tocino
del cielo.
~ 38 —
Juan Por eso no metale tener la cabeza dura cornos
un guijarro,
Húsica
Todos De nada sirven
tantos perdones
si el suyo no conceden
estos señores, (ai público.)
Y les pedimos
con humildad
que imiten todos
al señor Juan.
FIN
Madrid, Junio, 16,M.
OBRAS DE LOS MISMOS AÜIORES
Esgrima y amor, juguete cómico en un acto y en
prosa.
Belén, 12, principal, juguete cómico en un acto y en
prosa.
Gilito, juguete cómico lírico en un acto y en prosa.
La media naranja, juguete cómico en un acto y en
prosa.
El tío de la flauta, juguete cómico en un acto y en
prosa.
El ojito derecho, entremés en prosa.
La reja, comedia en un acto y en prosa.
La buena sombra, sainete en tres cuadros y en prosa.
(3.a edición).
El peregrino, zarzuela cómica en un acto y en prosa.
La vida íntima, comedia en dos actos y en prosa.
Los borrachos, sainete en cuatro cuadros y en prosa.
El chiquillo, entremés en prosa.
Las casas de cartón, juguete cómico en un acto y en
prosa.
SERAFÍN I JOAQUÍN ÁLVAREZ ftlilSTERO
ka vidaMníima
COMEDIA EN DOS ACTOS
T£BCEEA SriCION
^^íL
i-f
'»'-•
^T^
SOCIEDAD DE AUTORES ESPAÑOLES
Núñez de Balboa, 12
LA VIDA ÍNTIMA
Esta obra es propiedad de sus autores, y nadie po-
drá, sin su permiso, reimprimirla ni representarla
en España ni en los países con los cuales so hayan
celebrado ó se celebren en adelante tratados interna-
cionales de propiedad literaria.
Los autores se reservan el derecho de traducción.
Los comisionados y representantes de la Sociedad
de Autores Españoles son los encargados exclusivamente
ae conceder ó negar el permiso de representación y
del cobro de los derechos de propiedad.
Queda hecho el depósito que marca la ley.
LA VIDA INTIMA
COMEDIA EN DOS ACTOS
serafín i JOAQUÍN ÁLVAREZ QUINTERO
Estrenada en el TEATRO LARA el 16 de Octubre de 1898
TERCERA EDICIÓN
JklADRIDj
«. TBLA800, IlfPKKSOR, llAKQ0t8 DI SARTA ANA, 11
Teléfono' número 6B1
1904
^/ ^¿>cmo. ^ñoi
^^\ %^^4 Y^J^^áí^^ á^ f^ *^ft^
eu
ieáiifuOuiO de a^aitiud u c^ltiuó
X.OÓ ^yi uioieS.
REPARTO
PERSONAJES ACTORES
LAURA Sba. Pino.
FRASQUITA Rodríguez.
DON MELQUÍADES Se. Balaquee (J.)
BERNABÉ Santiago.
FABIO Ramírez.
POLILLA Labra.
DIEGO Balaguee (M.)
DON TELESFORO . Gonzálvez.
PEPE Valle.
UN FOTÓGRAFO Alemán.
UN CRIADO Romero.
W.e)>gliaiiglg)lgllSlig)l5llgli^^
ACTO prime;ro
Comedor de casa de don Melquíades, en Madrid.— Puerta en el foro,
dos á la izquierda del actor y una á la derecha en segundo térmi-
no: en primer término un balcón. Inmediata á él una tarima con
brasero. Un aparador á la izquierda del foro. Delante, en segundo
término, una mesa. En el aparador un frasco con bencina. Enci-
ma de la mesa un cepillo. Sillas altas y bajas de clases distintas,
pobres, como todos los muebles. Colgada del techo, sobre la mesa,
. una lámpara de petróleo encendida. En la pared algunos cuadros
y un reloj descompuesto.
ESCENA PRIMERA
L\URA, DON MELQUÍADES y FABIO
(Laura y Fabio sentados al brasero; don Melquíades paseando. Al
levantarse el telón aparecen los tres abstraídos y meditabundos.)
Mel. (Deteniéndose después de algunos paseos y dando un
suspiro.) ¡Ayl... Eq este momento se levanta
el telón.
Lauka ¿Te lo da el corazón, papá?
Mel. Sí, hijos míos.
Laura ¿Cómo estará el pobrecito autor del libro
entre bastidores?
Fabio Como estaraos nosotros aquí... Epcalofrío
más ó menos.
Laura ¡ Ay, yo no quiero pensar que silben la obra!
Mel. ¡Calla, por Dios, que se me pone la carne de
gallina!
Fabio ¡S'^ría horrible! ¡Continuar en este estado de
pobreza que nos consume á todos y que á
mí me obliga á salir á la calle hecho una lás-
tima!... En las rodilleras del pantalón. pare-
ce que llevo matute... Luego, esta es otra:
de día., bien se puede salir a cuerpo sin des-
doro, aunqiíe muerto de frío; pero de noche...
¿quién se lanza á cuerpo de noche? ¿Cómo
le digo yo á mi novia que no tengo gabán?
Lau^ía No, si no hace falta que tú se lo digas: con
que te vea sin él y tiritando como \m perro
chino...
Fabio ¡Échalo, échalo á broma si te parece!
Mel. ' ¡Y hace bien la muchacha! ¿Qué valen tus
trapos junto al pavoroso problema de los
acreedores en el caso de una derrota? El del
carbón .. el de la carne... el de la tienda...
el de. . ¡Cinco nos amenazan ya con el em-
bargo!
Fabio Y p;)r si fuera poco, ese vampiro de la casa
de préstamos me ha dicho lioy que ya no
aguarda más.
Laura ¡Dios mío, allí que está toda nuestra ropa!
Fabio ¡Y todos nuestrcs muebles!
Mel. ¡Como que allí no faltamos más que nos-
otrosl
Fabio Para que se venga la niña con chafalditas
de mal gusto...
Laura No te apures, hombre: se arreglará todo:
tendrás macferlán y dejarán de llamarte en
la Castellana el novio de entretiempo.
Mel. Es verdad, hija; ¿á qué entristecerse?
Laura ¿Por qué han de silbar la función?
Mel. Eso, eso es lo que yo pregunto: ¿por qué
han de silbarla? El libro no es ningún dis-
parate... ¡y ya conocéis la partitura que yo
he compuesto! Bernabé, el pobrecillo Berna-
bé, que tanto nos quiere, ^altaba hoy en la
butaca durante el ensayo general.
Fabio ¡Me juego el macferlán á que te llaman en
el dúo!
Laura Sí; pero el número más bonito es el de las
cuatro estaciones... ¿Quién hace el Otoño,
papá?
— 9 -
Mel.
Laura
Mel.
Fabio
L\URA
Mel.
Fabio
Mel.
Fabio
Laura
Fabio
íJel.
Fabio
Laura
Fabio
Mel.
F%BIO
Mel.
Laura
La Pérez.
¡Ay, estará guapísima!
¡Guapísima! Es una uiujer que... ¡Tiene un
juego de caderas tan teatral!... Y*¿dóndeme
dejáis á las coristas, vertidas... bueno, sí...
vestidas de bri.sas otoñales? ¡Mira que la en-
trada de los violines cuando salen ellas!...
(Tarareando.) Tararí... tiraró... tarirorí... Pues
¿y el efecto que les saco á las flautas al em-
pt^zar la caída de la hoja?
¡Oh!
¡Qtié lástima, papá, que no puedas presen-
ciar tu triunfo!
¡Qué quieras, hija!... Me ha faltado valor...
Y á mí también... Estoy seguro de que si
voy alia y hay marimorena . me da el ata-
que.
Y sobre todo, ¿quién snle á escena con esta
empresario es un roñoso:
americana? .. ¡El
Como ?e trata de mi primera obra, no me
ha querido anticipar ni un cuarto.
Díganlo mis botas, que no las puedo man-
dar á la zapatería, para que les echen si-
quiera unos tacones.
¿Otros tacones, Fabio?
¡Otros tacones, Laura!
¡Gastas mucho, hijo mío!
¡r'apá, no gasto más que los tacones! ¿Acaso
dispongo de un real de esa miseria que
cobro en la Diputación en calidad de ama
de cría? Digo, ¿eh? ¿Y ese golpe? El día que
mi novia se entere...
Se pondrá tan contenta. En estos tiempos
es una ganga un marido que á la vez e.s
ama de cría...
¡Laurita... que vamos á reñir!
¿Reñir con tu hermana? ¿Por qué? ¡Si esta
noche se acaban los apuros! Aunque el libro
sea un adefesio y la música otro, la obra se
aplaude.
¿Qué me cuentas?
¿No OH he dicho el reparto de localidades
que he hecho?
No.
— lü ^
Mel. ¡Pues es peregrino! El buenazo de Bernabé
las ha llevado todas... Mira: el sastre está
en butaca de orquesta; el sombrerero en la
primera fila de ias otras; el zapatero en la
segunda; el del petróleo en la tercera; el
amo de la casa en un palco entresuelo; el
panadero en uno principal; el de la tienda
en delantera de anfiteatro; el del carbón en
el paraíso; el de las verduras...
Fabio Bueno; así todos ellos...
Mel, ¡Todos ellos! Y el que más y el que menos,
s be que si hay silba no cobra, ¡Conque
figuraos la ovación! Es lo que me decía Ber-
nabé: ¡que grite uno junto al del carbón...
y ya verá usted leña!
Fabio Hay que reirt^e, (suena el timbre del portón.)
Laura ¡Cielos! ¿Llaman? (se levanta.)
Fabio ¿Quién será ahoraV (solevanta también.)
Mbx. Bernabé no puede ser todavía...
Fabio Será don Telesforo, el de aquí junto.
Laura No; ese f^iempre que llama da tres golpes
de timbre. Deben de ser Frasquita y su
hijo, que prometieron venir á aconipañar-
nos.
Mel. ¡Es verdad!
Laura Voy á abrirles... (vase por ei foro.)
Fabio Y yo me largo por no ver al tal autorzuelo.
¡Me saca de tino ese mequetrefe! (Vase por la
piimera puerta de la izquierda.)
Mel. y á mi la mamá... a pesar de mis cincuenta
Eneros.
ESCENA II
DON MELQUÍADES, LAURA, FRASQUITA y PKPE
FraS . (Por el foro, con Laura y Pepe.) ¡Don Melquíades!
Mel. ¡Frasquita!... Hola, l*epe.
Pepe ¿Cómo va ese valor?
Mel. Medianejo.
Pepe ¿Y usted, Laura? (uabia bajo con ella.)
Fras. Lo prometido es deuda, señó músico. Aquí
nos tiene usté á acompañarlo, mientras pasa
— Il-
la mala hora... Sí; porque yo, como tengo
un autor en casa, sé lo que se padese... sé
lo que se sufre... ¿Está usté muy nervioso?
A ver el pulso... (pulsándolo.; ¡Jesús, hijo mío,
FÍ es^to es un tren exprés!
Mkl. (Bajo á Frasquita.) ¡Ah! ¡Pues SÍ tocara usted
el corazón!
FraS. (Lo mismo á don Melquíades.) ¡Don Melquíades,
ro Fea usté malo! (¡Este hombre fsta viruta
por mí!)
Laura Papá, ¿oyes lo que dice Pepito?
Mel. ¿Qué dice?
Pepe ¿Qué he de decir? Que he visto el ensayo
general de su obra, y qne debe usted estar
tiMnquilo. Ha escrito usted una música pre-
ciosa.
Fras. Pues entonse no tema usté na, don Mel-
quíades... Ay, yo me siento, que no quiero
creeé...
Laura Nos FentaremOS todos. (Se sientan ios tres aire-
dedor del brasero. Don Melquíades, tan pronto se
sienta como se levanta y pasea, con inquietud cada vez
más visible.)
Fras. Mi Pepiyo, no es porque sea mi hijo, pero
¡tiene una práctica en esto del teatro!... Ya se
ve, como empesó á escribí tan chiquetiyo...
¡Criándulo estaba yo en Algeciras, y me sacó
unos versos más ¡-alaos!... ¡Asi tiene aquel
cajón de la mesa! Ayé Iss contó; aparte de
las tres estrenadas, quinse obras postumas.
Mel. ¿Postumas?
Fras. Sí; que no las has estrenao todavía.
Laura ¡Ah! Y ¿se piensa morir sin estrenarlas?
Pepe (Bajo á Laura.) ¿Teme usted que yo me mue-
ra, La u rita?
Laura Sí; por el teatro español.
Pepe (¡Cómo finge!)
Fras. De modo que pa mí la opinión de éste es el
Evangelio. ¡Es mucho lo que ha corrió este
chiquiyo! ¡Y las cosas que le han pasao!...
Verá usté; base dos temporadas le leyó una
piesa grasiosísima á un auto de muchísimas
campaniyas... no sé si lo he coutao alguna
vé... Pues bueno, al año siguiente, hijo de
— 12 ~
mi alma, se estrenó en el Español una obra
de ese cabayero, con el mismo asunto . Solo
que en vé de basé un saínete, como Pepiyo,
biso un drama, pa desorienta...
Pepe Y la prueba de que era plagio es que el pú-
blico tomó el drama á rif-a...
Mel. (¡y quién sabe si hubiera llorado con el saí-
nete!)
Fras. Por supuesto que eso no es na pa las malas
caras, pa ios df^saires que ha tenío quy
aguanta e-ta criatura...
Pepe A mí madre la ciega él amor paternal. ..
Fras. Con desirle á usté que basta Ruibarbo le ba
recbasao una piesa... ¡Mire usté Ruibarbo!...
El cómico rñk-^ malo que be conoslo... |T')
lo base iguá! Y luego desde la cuarta fila do
butacas no se le 03'e.
Pepe Eso no, mamá, la Sída es muy grand*^. .
Fras. ¡Vaya una di-culpa! Al apuntado se le oye
desde todo el teatro, (l'epe saca una carteíay es-
cribe Don Mclquiades lo observa )
Mel. ¡Qué cosas tiene esta Frasquita!
Laura A alguien ha de salir el niño tan agudo...
Pepe (Dijío, ,ieb?)
Fras. ¡Qué más quisiera yo que tené la grasia que
este mico! ¡Ven acá tú, autora so! (Dándole un
achuchón.)
Pepe Mamá, déjate de arrumacos abora...
Fras. Está escribiendo una piesa })a Lara, que va
á sé un alboroto... Tiene una situasión. .
¿Cómo es, tú? ¡.\b, si! Un tipo que le habla
á otro de sa padrastro, del marido de su
madre, ¿sabe usté? y el otro cree que se re-
fiere á mi padrastro que tiene en un dedo...
Ay, pero tan bien, tan bien traído to, que
es tirarse de risa...
Mel. La equivocación no puede ser más nueva.
Fras, ¿Que si es? Como que e¿te chiíjuiyo es in-
agotable.
Laur \ (¡Jesús, qué cotorra de señora!)
Fras. Da miedo pensá las obras (¡ue tiene en fsa
cabesa... Anda, Pepiyo, di les á estos señores
lo que preparas })a este año.
Pepe ¡Psch! Poca cosa... Apenas tengo tiempo...
- 13 —
Solo que rai madre... Lo primero será un saí-
nete para el Español; luego, otro saínete
para la Comedia; de.-pués cuatro zarzuelas
en un acto: dos de retruécanos y dos finas;
un par de comedias en dos actos, para Lara;
otra en un acto, para Lara también; nnaco-
silla sin in:íportancia para Romea... Y si me
queda tiempo puede que le escriba un mo-
nólogo á la Guerrero... Yotro á Rosario Pino.
Laura (¡Ay, ojalá no le quede tiempo!)
Fras. Lo malo es que ha reñido con el colaborado
y anda por ahí desalao buscando uno...
Mel. Sí, ¿eh?
Fkas. Como que el otro se tragaba los chistes bue-
nos que se le ocurrían pa ponerlos en obras
suyas ^0!^mente.
Laura ¡Ah, bribón!
Mel. Pues nada, pollo, no hay que desmayar...
¡adelante!
Fras. ¿Qué ha de desmaya, con ese talentaso?...
¡Lo que gosaría mi pobresito Pedro Arvín-
cnla si vivieía! O mi Luis Gonsaga... O mi
Félix de Cantali.sio... O mi Juan Ante Por-
tam Latinam... Porque los cuatro fueron
aíisionadísimos á las tablas.
Mel. ¡y usted, más que viuda, es un panteón de
maridos enteramente!
Fras. Hijo, ¿y qué culpa tengo yo de que se me
muriera el primero?
Mel. Señora, el primero y los otros...
Fra.'». Es que si no se me muere el primero los
otros se quedan por puertas, (pepe vuelve a
cseiibir en su cartera.)
Mel. También es verdad. Me hace usted reír, y
eso que no estoy para bromas... ¡Ese Berní-
bé que no viene! (Eeparando eu Pepe.) Pero
¿qué diaillos hace ese?
FRAf. Cave usté, hombre: le digo á usté que es el
demonio. Tí s los chistes que oye los apunta
y luego los mete en las obras.
Laura Pues es una hormiguita. •
Pepe ¿Se murmura de mis procedimientos?
Mel. |De quien se murmura es de ese dichoso
Bernabé, que no sé dónde se ha metido!
— 14 —
Pepe Ah, ¿pero aguardan ustedes á Bernabé con
la buena nueva? ¡Pues se han lucido us-
tedes!
Laura ¿Por qué? ¿Dónde hay un muchacho más
servicial ni más listo?
Pepe ¿Ese? ¡Ni sabrá siquiera cuando silban ni
cuando aplauden!
Fras. ¿Por qué no te yegas tú de un salto, hijo
ralo?
Mel. Sí, Pepito; Dios se lo pagará.
Pepe Ahora mismo. Dentro de nada estoy aquí.
(Vase poi el foro corriendo.)
Fras. Es de masapán esa criatura. Pa labra la feli-
sida de una mujé no hay otro.
IvAURA (Buen provecho le haga.)
ESCENA III
LVURA, FRA8QUITA y DON MELQUÍADES
Mel. ¡Qué noche. Dios mío! ¡Qué infierno de ca-
beza! Aplausos por aquí... silbidos por allá. .
aclamaciones... incultos... el barítono que se
equivoca... el apuntador que se duerme... el
dúo... el coro... la gloria... ¡qué sé yo! ¡Que
pase pronto esta pesadilla!
Laura ¡P'>r Dios, papá, que pareces un loco enjau-
lado! ]
Mel. ¿y qué quieres que le haga, hija mía, si es-
toy que boto?
Fras. Pero oiga usté, ¿no le ha dicho á usté mi
Pepiyo que le gusta la obra?
Mel. (Razón de más.) En estos momentos no
basta nada, Frasquita... ¿usted sabe?... ¡Cual-
quiera les encuentra las cosquillas á eso-^
ciudadanos que pngan prima álo.s revende-
dores! Les temo más que á las viruelas... Es
claro: hay prójimo que por una butaca da
dos duros, y como no fusilen al autor no
está contento. ¡Mire usted qué lógica más
graciosa! (principia á sonar el timbre del portón, y
no cesa hasta que se supone que ha abierto Laura.)
Laura ;Dios mío!
— 15 —
Mel. ¡Ese es Bernabé! ¡Corre á abrirle! (^vase Laura
por el foro.)
Fras Don Melquíades, por los clavos de Cristo,
no le vaya á dá á usté un insulto.
ESCENA IV
DICHOS y FABIO; luego BERNABÉ
V ABIO (Por la primera puerta de la izquierda, con ansiedad.)
¿Qué es eso? ¿Hay noticias?
Mel. ¡Sí, sí!
Fras ¡Sin dnda! (corren hacia el foro los tres.)
Bern. (Dentro.) ¡Victoria, victorial
Mel. ¿Victoria, dice?
Fras. ¡Victoria!
Fabio ¡Victoria, papá!
Fras. ¿Lo está usté viendo, hombre de Dios?
Bern. (Por ei foro, con Laura.) ¡Don Melquíades, ven-
ga un abrazo! (Va abrazándolos á todos.)
Mel. ¡y veinte!
Bern. ¡Fabio, qué triunfo! ¡Laura! (¡Se lo di!... ¡se
lo di!) ¡Doña Frasquita!
Fras. (Deteniéndolo.) HiJo de mí alma, pare usté...
El entusiasmo tiene í-u límite...
Laura Vamo.'í, di^a usted lo que hay.
Hern. ¡Noche completa, noche de ventura!
Mel. ¡Lo que yo presumía! ¡Laura! (Abrazándola.)
¡Frasquita! (Yendo á abrazar á ésta.)
Fras. (impidiéndolo.) ¡Ay! ¿usté también? ¡Vaya
unos repente^;!
Laura Hermano! (Abrazando á Fabio.)
FaBLi (.Vbrazando á don Melquíades.) ¡Papá! (Yendo á
abrazar á Frasquita.) [Señora!...
Fras. (Alejándose.) ¿Otra te pego? ¡La han tomao
conmigo e.>ita noche!
Bern. ^:Y para mí no hay nada?
Laura ¿Para usted? ¡U.sted .«e lo merece todo!
Bern . ( ¡Oh, que frase!)
Mel . ¡Todo! (los tres rodean á Bernabé y lo abrazan u un
tiempo.)
Fras. Pues señó, se base polvo esta gente.
- 16 —
Bern.
Fras.
Mel.
Fabio
Bern.
Mel.
Bern .
Laura
Ber:í .
Mel.
Bern.
Laura
Fkas.
Mel.
Bern.
Fras.
Laura
Fras.
Bern.
Fras.
Bern .
¡Basta 3'a! |Que me ahogan ustedes, que
me ahogan!
Vamos, dejarlo que hable.
Sí, hombre; cuente usted, cuente usted...
Detalla...
(suspirando.) ¡Ay, Dios mío!. , Verán ustedes...
El público, como suele decirse, entró en el
libro en la primera ef-cena...
¿Entró, eh?
Sí, señor; pero se salió en la segunda.
¡Qué lástima!
Nada de lástima: la frialdad duró poco.
Apenas vino el número del Verano, se rom-
pió el hielo. ¡Qué ovación. Dios de las altu-
ras!
¿No lo dije? Si es mucha frase aquella... Ti-
rorí... tari tariaro... tirarÓ... (Todos rebosan satis-
facción y júbilo.)
¡Yo estaba como quien se saca una muela
sin dolor! ¡Lloraba de alegrí;d
¿Lloraba Ubted?
¡Qué bueno párese este muchacho!
(conmoviéndose.) ¡Más bueno que el pan!
No es que sea l)ueno, es que en ustedes ha-
llo el único calor... la única familia... (conmo-
viéndose también.)
(lo mismo.) Es claro...
(lo mismo.) Es natural..,
¿Ahora les toca el turno á los pucheros?
¿V^an ustés á soltá el trapo como niños de
teta?
Tiene usted razón. ¡Ya digo, yo lloraba de
alegría! El jefe de la claque, aplaudiendo,
me cogió una vez la cara entre las manos.
¡Pues hay motivos para echarse á llorar!
Llegó el segundo número... y el delirio; llegó
el tercero... y ¡el acabó?e! El público loco,
borracho, de pie en las butacas, aplaudía
como una sola persona. Por todas partes no
se oía más que esto:— «¡Qué tío! ¡Qué músi-
ca ha hecho! ¡Qué animal! ¡Qué bruto! ¡Qué
báibaro!» — Ad, así por todas partes. Y se
llamó al aut^n- á grito herido, y se adelantó
Ruibarbo á la balería y dijo que el autor era
— 17 -
el maestro Albaricoque, pero que no ge ha-
llaba en el teatro. Y entonces todo el mun-
do, hombres y señoras y niños, inspirados
por el propio entusiasmo, gritaron á una
voz: «¡Que lo traigan!» Y yo, sin poder con-
tenerme, exclamé: — «¡Voy!» — Y aquí me
tiene usted decidido á llevármelo Es nece-
sario que esté U!»ted allí al final de la obra.
No hay más remedio,
Mel. ¡Por vida de...! ¡Miserables ochavos, que
todo lo ensucian! U?ted, Frasquita, conoce
nuestra situación y no se extrañará de
nada. .
Fra3, Cayese ustJ, inosente.
Mel. ¿Cómo quiere usted, Bernabé, que me pre-
sente yo en escena con esta facha?
Laura No es posible; lo silbarían.
Fabid ¡Si por eso no ha ido al teatro!
Fras. ¡Mire usté qué demonio! Pa haberlo sabi-
do... Anteayé me deshise yo de un temo
flamante de mi Juan Ante Portam Latinara.
Bern. Señor, yo recuerdo que usted tiene un cha-
qué de vicuña...
Mel. Óí; pero no está en casa...
Fabio Imagínate el paradero.
Bern . Hombre, lo extraño, porque los chaqués no
los toman.
Fras ^;Y lo han perdido ustedes?
Laura No, señora; la papeleta existe.
Bern. ¿Pues qué hace usted, Laurita, que ñola
trae?
Fabio ¡Si no hay un céntimo en la cafa!
Fras. (Registráudose el bolsillo.) ¿Le paesc á usté?... ¡Y
á mí se me ha olvidao el portamonedas!...
Bern. ¡Pero yo tengo algún dinero! ¡Venga la pa-
peleta en el acto!
Mel. {a Fabio.) Llégate por ella al archivo.
Fabio ¡Tú eres mi padre, Bernabé! (Dándole unabrazo.)
Mel. ¡No, hijo, tu padre soy yo! (vase Fabio por la
segunda puerta de la izquierda y sale cuando indica el
diálogo.)
Laura ¡A este Bernabé no se le paga con oro molido!
Bern. ¿A mí, Laurita? (¡Luego le diré yo con qué
puede pagarme!)
2
„ 18 —
Mel. ^Impaciente ) ¿Nos dará tiempo?
Bern. Sí.
Laura ¿Qué hora será 3'a?
Bern. (Mirando el reloj.) ,Qué sé yo! ¡Ese reloj ade-
lanta 1 res ó cuatro díasl
Fabio ¡La papeleta!
Bern • Venga acá. A ver... (Examinándola.) Catorce
reale?... En Agosto... Agosto uno... Setiena-
bre dos... Octubre tres... Me sobran dos pese-
ta?.. Conque arréglese Uf-ted volando, don
Melquíades, que el chaqué está aquí antes de
dos minutos. ¡Abur! (Vaseporel foro corriendo.)
Fras y yo, mientras viene, voy en un dos por
tres á casa de doña Gertrudis... á darle la
notisia del exitoso.
Laura Es verdad, que encargó la pobre señora...
Mel. Pero que suba Fabio...
Fras. No, no; que Fabio puede basé falla aquí. Si
yo bajo en seguida... Hasta luego, hasta lue-
go... Y quo sea enhorabuena, ¿eh?... (Ahora
. sí que me conviene á mí este hombre...
¡Dios santo, qué trimestres!) (vase por ei foro.)
Mel. [Adiós!
Laura Adiós.
Mel. Oye, niña, ¿tengo un cuello limpio?
Laura Me parece que sí.
Mel. Pues anda por él. ¿Y corbata?
Fabio ' Ponte la mía de las reuniones.
Mel. Traémela, niña.
LaUR\ Al momento, papá. (Vase por la primera puerta
de la izquierda.)
ESCENA V
DON MELQUÍADES y FABIO; después DON TELESFORO
^Don Welqviiades, durante esta escena, manifiesta creciente impacien-
cia y desasosiego.)
Fabio ¡Pues señor, estoy que no quepo en el pe-
llejo!
Mel. ¡y yo que no sé lo que me pasa! ¡Fabio,
hijo ncío, se realiza el sueño de toda mi
— 19 -
vida!... ¡Ya era hora! Dentro de diez minu-
tos, en el proscenio, recibiré los aplausos de
la multitud entusiasmada y frenética... que...
que... Oye, ¿y cómo te parece que salude?
Algo por este estilo, ¿no? (Ensayan los dos los sa-
ludos al público, según indica el diálogo.)
Fabio Papá, esG se hace cuando lo presentan á uno
á una .señorita... Al público se le debe más...
Una cosa así...
Mel. Hombre, por Dios, te doblas demasiado.
Mejor es esto...
Fabio O esto...
Ml-L. Esto, esto... (^Uno y otro siguen haciendo unos ins-
tantes reverencias. Sale don Telesforo por el foro,
cree que los saludos van con él, y contesta en la misma
forma.)
Tel. Señores... (¡Canario, qué finos están!... No,
pues por mí no queda.) Señores... ¡Pero, se-
ñores!...
Mel. ¡Don Telesforo!
Fabio ¡Mi querido don Telesforo!
Mel. ¿Cómo es que no ha dado usted sus tres gol-
pes de timbre?
Tel. Porque no he tenido que llamar... Salía doña
Frasquita cuando yo entraba...
Mel. ¿y no le ha contado á usted lo que hay?
Tel. Algo me ha dicho del estreno .. ¿Qué sucede?
Mel. ¡Que he tenido un éxito fenomenal!
Fabio ¡Que lo está teniendo á estas horas, mejor
^^ dicho!
Mel. ¡De esos de quinientas representar-iones y
cinco beneficies y letras coloradas! No, y lo
que es mañana me sacan á mí tiras.
T'l. ÍvO creo. Hay tantos envidiosos...
Mel. Digo tiras por lai paredes: «¡Éxito inverosí-
mi!» «¡Los cuatro elementos!» «¡Todas las
noches!»
Tel Pues, don Melquiade?... Fabio... (cogiéndole
una mano á cada uno y sacudiéndolos fuertemente.)
Ya saben ustedes que yo me alegro muy de
veras... ¡pero muy de veras!
Fabio ('¡Ayl)
Tel. Porque soy amigo de ustedes de vardad...
¡pero de verdad!
~ 20 -
Mel. (¡a.)!) Gracia?, gracias... (Con tres enhora-
Duenas así me malogro.)
Fabio (¡Esto no es dnr la mano! ¡Esto es querer lle-
varpe la de uno!)
Tel. ¿y dice usted que aún dura la representa-
ción de la obra?
Fabio Sí, ¡-eñor.
Tel. Pues allá me voy ahora mismo... á contri-
buir con mis aplausos...
Fabio ¡Don Telesforo, usted es mi padre! (Abrazán-
dolo.)
Mel, ¡No, hijo! (¡Qué manía!)
Tel. (,'onqne hasta luego, (va á irse y vuelve.) ¡Ahr
Me olvidaba d*^ prevenirla ?. . que es á lo que
he venido precisamente...
Mel. Diga usted.
Tel. Mañana tempranito salgo de caza... La llave
de mi cuarto se la dejaré al portero. Recó-
janla ustedes y„.
Mel. Vaya usted tranquilo.
F(\Bic> Cuidaremos sus pájaro^; como de costumbre.
Tel. fce trata de una expedición de ocho ó diez
días. La caza es mi chifladura, ya lo sabe
usted.
Mel. (; Adiós mi dinero!) Pero, ¿y Laurita?... (Lla-
mando.) ¡Laurita!
Tel. ¿Usted no me ha visto á mí tirar nunca?
Mel. (Deseando que se vaya.") [Muchísimo!
Tél. a mí me pone usted un duro á cincuenta
pasos, tiro... y lo hago dos.
Mel. ¿Hombre, sí? Pues va usted á disparar con-
tra lo primero que cobre.
Tel. ¡Je, je! Oiga usted: una vez en el Pardo...
Mel. Que se le hace á usted tarde, don Teles-
foro.
Tel. Tiene usted razón. Y es que cuando pego la
hebra... Hasta la vista, ¿eh? Conste que yo
me alegro de verdad... (Tendiéndoles las manos.
Don Melquíades y Fabio van á darle las suyas, pero
recordando de pronto las sacudidas anteriores, se la»
llevan á la espalda los dos á un tiempo.)
Mel. Gracias, gracias.
Fabio Un millón de j^^raeias.
Mel. Acompaña á don Telesforo, Fabio.
— 21 —
Tel. No se moleste; adiós.
Fabio No es molestia ninguna.
ro por el foro.)
(Vase con don Telesfo-
ESCENA VI
DON MELQUI.\DES, LAURA y FABIO; luego BERNABÉ
(En esta escena debe hacerse todo aprisa y corriendo.)
L'iUKA (Por la primera puerta de la izquierda, con las pren-
das que nombra.) Toma la corbata y el cuello,
)>a|iá. (Se los da á don Melquíades.) La COrbatU
está peor de lo que yo creía.
Mel. Buena está. Con la luz no se ve.
Laura Como no se ve es sin la luz. i-Jl sombrero y
y la capa vieja. (Los coloca sobre una silla )
Mel. ¡La que hay!
L«iüRA ¡l^^lojo cepillado le hace falta!
Mel. Bueno: ponme el cuello primero, que yo no
atino con el ojal.
Laura (obedeciendo á don Melquíades.) Baja UU poquitO
la cateza.
Mel. ¡Ay, qué manos más frías!
Laura Así, así...
Mel. (a Fabio, que sal:; por el foro.) Cepilla tÚ la Capa,
Fabio.
Fabio Voy ahora mismo, (coge la capa y la cepilla.)
Laura La corbata.
Mel. Hazme un nudo bonito, ¿eh?
Laura Precioso, ya verás. ¡Mira qué monada!
Bern. (Por el foro, jadeante, con el chaqué de don Melquíades
envuelto en un periódico.) ¡El chaqué! \AqUÍ está
ya el chauíél
Fabio ¡Caramba! ¿Por dónde has entrado?
Bern. ¡ 'or la puerta, mira este!... Me llevé la llave.
(Respirando con fatiga.) ¡.\y, qué Carrera en
pelo!
Laura A ver cómo viene, (coge ei lío y lo deshace.)
Fabio Yo me voy contigo, papá. Ya no le temo á
nada. ¡Qué triunfol
Laura ¡Quítate la americana, maestrazo! (Don Mel-
quíades obedece y Líiura le ayuda á ponerse el chaqué.)
— 22 -
Bekn,
Laura
Mel.
Laura
Bern.
Mel.
Lauka
Mel.
Fabio
L-VURA
Bern.
Laura
Mel.
F b;o
L\UK\
Mel.
Fabio
L\URA
Mel.
Laura
Mel.
Fabio
Bern.
JjAURA
Pronto, que es tarde.
¿Vas á meter la mano por un bolsillo?
Hija, si no veo. Vísteme despacio, que egtoy
de prisa. ¿Qué tal queda?
¡Virgen María, qué diluvio de manchas!
Las manchas no se ven desde lejos. Vamo-
nos...
Vámono.^.
Aguarda un instante. Aquí en el aparador
hay bencina. (<"oge el frasco de bencina del apara-
dor. Todos frotan el chaqué con sus pañuelos, y el
frasco va pasando de mano en mano. Don Melquiades-
deja hacer.)
¿\ que no vanciOS á llegar, Berriabé?
Dame, Laurita. Esta del codo se nota mu-
cho.
Y esta de la espalda. Trae.
La peor de todas es esta del pecho. Déme
usted.
jUf! Esto huele á demonios.
(¡Qué detalle para mi biografía!)
El fiddón izquierdo está indecente...
Y el derecho no le va en zaga.
¡Ea, ba-ta ya de fricciones! ¡ Al teatro!
La capa, papá Embózate bien.
El sombrero.
¡Conque, hijos míos, ya se van á acabar la»
penas!
¡Adiós, papaíto!
¡Vamonos, hombre! ¡Adiós, hijita!
i Al teatro!
¡Al teatro! (En cuanto pueda los dejo y vuel--
vo 30.) (Se van los tres por el foro )
(Desde la puerta ) ¡Cuenta las veces que sales á.
escena, papá!
ESCENA VII
LADRA
¡Pobre papá! ¡Va loco de alegría! ¡Ahí es
nada! Salir en un momento de esta vida
prosaica y triste... después de tantos años de
— 23 —
afanes y de lucha por conseguirlü... des-
})Ué8 de no haber sufrido mis que det-.-iires
y malas palabras de cómicos y empresa-
rios... Digo, ¿eh? Aquel que le dijo á papá
que era un pepino, ¿cómo estará ahora? Se
tirará de los pelos. ¡Que rabie! Toma, toma
pepinos. Del mal de nadie me alegro yo,
pero lo que es del de ese caballero... ¿Habrá
antipático? ¡Mire usted que llamarle ¡ epino
á mi papá, que va á cobrar ahora cinco du-
ros por noch*^!. . ¡Poquito que voy yo á lucir
con ese dineral que se nos entra por las
puertas!... Lo primero que me compro es un
traje... Dos, dos traje?... Tres trajes, porque
con dos no hay combinaciones. Y el de
casa, cuatro .. Sí, entre todos, cuatro ó cinco
trajes... Bueno, media docenita de trajt-s. .
Luego un par de zapatos de charol... ¡Ha-
cen el pie tan mono! Y yo que no lo tengo
feillo. . (Recreándose en él.) Es claro que COn
estos de becerro no luce, ¡üf! al becerro mate
le tengo mala voluntad... En seguida un
sombrero., un sombrero de esos grandes,
de terciopelo negro... con plumas también
negras .. ¡Ay! ¡cuánto he buspirado yo por
un sombrero de esoí;!... ¡A mí, que soy mo-
renita clara, me deben de sentar tan l'ien!...
Despué-í, uno blanco, de paja, para el vera-
no... ¡Qué bien me ha de caer á mí ¡o blan-
co!... ¡Comosoymorenita clara!... Yguantes...
y abrigo de terciopelo... y manguito. . y flo-
res... y... ¡Que voy á dar labora! .. De teatros,
no hay que hablar... Todas las noches un
palquito. Papá no tendrá más que ir á con-
taduría y mandar en yítí: — «Venga un pai-
ro.»— «Ahí va.» -Y yo, por la noche, allí,
dándome tono. . Y los acomodadores dirán:
«Aquella tan guapa es la hija del autor.» Y
puede que lo digan otros que no sean aco-
modadores... ¡Desde luego! Pues si me va á
salir cada c mquista... ¡Oh!... ¡Mi verdadero
i' leal es un título rico! .. No hay como un
título... ¡Ay, Señor, que se me declare un
título! (Pausa. Medita.)
24 —
ESCENA VIII
LAURA y BERNABÉ
Bf.BN. (Por el foro. Detiénese un momento contemplando á
Laura.) ¡Allí está! ¡Qué linda crialurM! ¡Dios
mío, como me tenga en poco porque no soy
señorito de carrera, me muero de repente!
(Se va acercando á Laura.)
Laura (Fantaseando.) jOh! ¿Qué tal, señor Conde? Di-
chosos los ojos... Siéntese, eiént- se á nú
lado...
Bern. (¿Habla sola?) Laurita...
LAUR^ (üistraida.) Señor Conde...
Bern. ¿Eh?
Laura (Reparando as>istada en Bernabé.) ¡Ah!
Bern. ¿Le sorprende á u4ed mi presencia?
Laura ¡Es claro! ¿Y papá?
Bern. En el camino lo he dejado... Yo he venido
solo, porque... porque... (¡Animo, Bernabé!)
Bueno, por si necesitaba usted mis servi-
cios... Ya sabe usted que siempre estoy á su
disposición.
Laura Ya lo sé... Mil gracias. (Pausa. Bernabé trata de
decir algo, y no sabe qué.)
Bern, ¿De modo que no le hace á usted falta nin-
guna cosa?
Laura (Riéndose.) ¡Ay, me hacen falta muchas!
Bern. ¡Je, je! Ya sabe usted que j'o me refiero á
las menudencias... ¿Hay chocolate para ma-
ñana?
L^URA Sí. ¿No recuerda usted que trajo el domingo
una libra?
Bern. Lo había olvidado ya... Yo soy así... Y le
decía á usted eso, porque he descubierto
una ganga.
Laura ¿Una ganga?
Bern. Así como suena. En la calle de Fuencarral,
precisamente al lado de la relojería en que
yo trabajo, hay una tienda de comestibles
donde se compra una librita de peseta, y le
regalan á uno un despertador.
Laura Bien, bien... Usted siempre tan liormigui-
ta... ¿Y es bueno el chocolate?
Bern. Por el estilo del despertador. ¿Quiere usted
que le traiga media librita para probarlo?
Laura No, no; no se moleste.
Bern. ¿Molestia? ¿Molestia, tratándose de usted?
Usted debe saber que nunca me molestan
sus peticiones... Digo, creo que jamás be
puesto una mala cara... Todo lo contrario:
con el alma y la vida .. Cuántas veces me ha
dicho usted: — tBernabé, ayúdeme á estirar
estas sábanas...» — Con mil amores. — «Ber-
nabé, necesito sal y pimienta.» — Y allá va
Bernabé por sal y por pimienta, aunque no
mu}^ convencido de (¡ue usted necesite pi-
mienta, ni mucho menos sal... (¡Esto me ha
salido redondo!)
No, si yo reconozco su amabilidad... y crea
usted que mi gratitud será eterna... (¿A qué
vendrá ahora...?)
¿Nada más que su gratitud?
Y con ella... mi aft cto...
¿Xada más que su afecto?
Fero, ¿usted qué quiere, hijo mío?
¿Nada más que hijo suyo?
¿Cómo?
(¡Qué disparate!) Dispénseme usted, Lauri-
ta... he dicho una sandez... Su presencia de
usted... así á solas... me turba... me...
¿Quiere usted que llamemos á alguieti?
Todo lo contrario: si precisamente deseo
aprovechar esta soledad... para decirle...
para decirle algo que ya no cabe dentro de
mí, y que yo pensé que usted habría adivi-
nado en mi solicitud constante, en mi dili-
gencia sin ejemplo...
Laura ¿A dónde va usted?
Bern. A donde usted di-^ponga, como siempre: á la
felicidad... ó al abismo: por una e.-trella del
cielo... ó por una libra de chocolate...
Laura ¿Qué novedad es esta, Bernabé? (¡Santo
Dios, vaya un título el que me sale!)
Bern. Novedad ninguna... Esto ya es antiguo en
mi corazón. (I^e suelto el símbolo) Voy á
preguntarle á usted una cosa.
Laura
Bern.
Laura
Bern.
Laura
Bern.
Laura
Bern.
L\URA
Bern.
— 26 -
J>AURA
Ber\.
Laura
Bern.
Laura
Bern.
Laura
Bern.
Laura
Bern.
Laura
Bern.
Laura
Bern.
L\URA
Bern.
Laura
Bern.
L\ÜRA
Berv.
Laura
Bern.
Laura
Bern.
Usted dirá.
yi yo fuese el minutero de un reloj, ¿tendría
usted inconveniente en ser la manilla?
¡Jesús! Y ¿para qué?
Bara vivir los dos en la misma esfera... y no
andar el uno sin el otro.
¡Ja, ja, ja! ¡Qué simil de relojería!
Bor Dios, Laurita, no eche UFted á broma-
mi pretensión honrada: yo no puedo ofre
cerle á usted grandes riquezas, eso no... pero
sí le ofrezco un corazón con tapa de oro, ga-
rantizado por toda la vida...
Como los relojes, ¿eh?
P'alta un detalle: en la tapa, grabado á fue-
go, hay un enlace de dos letras: L y B. La
B... soy yo... y la L... ¿necesitaré decir quién
es la L?
Yo.
Es claro.
Bues es turbio.
¿Sí?
Sí, sefior.
l'ero ¿así. . sin atenuantes?...
Sin atenuantes... (¡Pobrecillo, qué' cara
pone!) Pruébeme usted que eso de la tapa y
de las inicialeá es verdad. . y entonces habla-
remos.
Bero, ¿usted lo duda?
Es natural.
¡Y yo que creía tener ya suficientemente
demostrado mi cariño!... ¡Qué decepción tan
grande!... Pero, en fin, usted me ha prometi-
do que si pruebo Cí^o de la tapa, hablaremos,
¿no?
Prometido e?tá: hablaremos., como estamos
hablando ahora.
Bueno, sólo que usted dirá otras cosas...
Vaya ust'^d á saber lo que yo diré. .
Dependerá de lo que yo haga...
Ca balito.
(Entusiasmado.) ¡Entonccá!... ¡Ah! ¡entonces!...
¡yo le aseguro á usted que entonces! .. (oyese
lejano rumor de aplausos y vítores que se van acer-
cando poco á poco.)
— 27 —
Laura (prestando oído.) ¿A ver?^'¿Qué rumor es ese que
suena?
Bern. Es verdad...
Laura Parecen aplausos, (corre ai balcón, lo abre y se
asoma. Suena el timbre de dentro.) ¿Llaman?...
¿Quién podrá ser ahora? Vaya usted á abrir,
Bernabé.
Bern. En seguida, (vase por ei foro.)
IjAURa ¡Dios mío! ¡Una masa de gente viene hacia
acá... gritando y aplaudiendo!... ¡Oh, si es á
papá!. . ¡Qué alegría tan grande!
ESCENA IX
DICHOS y FRASQUITA
FtíAS.
L\URA
Fras.
LxURA
Bern.
Laura
Fras.
Laura
Fras.
Bern.
Laura
Fras.
(con Bernabé, por el foro.) ¿Qué paSa?
¡Fiasquita! ;Que traen ahí á papá entre la
mar de gente!
¿Preso?
¿Cómo preso? ¡En triunfo!
(Asomándose al balcón.) ¡Es verdad! Oiga usted.
Venga usted al balcón... Ya están aquí de-
bajo...
Digo, ¿eb? Si cuando á mi Pepiyo le gusta
una obra...
¡Ya entra papá! ¡ya entra papá! ¡Vamos á
recibirlo!
¡Vanaos! (corren hacia el foro las dos.)
¡Viva el maestro Albaricoque!
¡Viva! (Se van por el foro.)
ESCENA X
BERNABÉ; luego LAURA, FRASQÜITA, DOS MELQUÍADES y FA-
BIO; después PEPE y DON TELESFORO
Bern.
Oh! ¡su corazón tiene uu eco en el mío!...
Ella alegre, yo alegre! ¡ella triste, yo triste!
Hay un hilo de corazón á corazón! (cyense
voces dentro, hacia el foro.) ¡Y"a vienen ahí, ya
vienen ahí!...
— 28 —
MeL. (Por el foro, abrazado á sus hijos.) ¡Sostenedme...
SÍ, que vengo muerto!... (Avanza hacia el prosce-
nio y se deja caer en una silla.)
Laura ¡Papaíto!
F'abio ¡Qué noche, Laura!
Bern. (Abrazándolo.) ¡Don Melquíades! ¡querido don
Melquíades! ¡Venga un abrazo! (¡Diablo,
cómo huele á bencina todavía!) (Nueva salva
de aplausos en la calle.)
Fras. ¡Está la gente disloca de entusiasmo!
Pepe (Dentro.) ¡Maestro de mí alma!
Bern. (Ya está aquí Bretón de los Herreros.)
Pepe (por el foro.) ¡ün abrazo!
MeL. (Dejándose abrazar por Pepe ) ¡GracíaS, graCÍas!
Pepe (Apartándose repentinamente de él ) (¿ A. qué demo-
nios huele este hombre?) (a Laura.) ¡Laurita,
qué éxito!
Tel. (por el foro, á toda prisa.) ¡ Vecíno! jVBcino! ¡Ven-
ga usted acá, vecino! (Abraza a don Melquíades á
medias y se aparta de él bruscamente) (¡Canario,
qué mal huele el vecino!) (Rumor creciente den-
tro, que acaba en un aplauso nutrido.)
Fras. Don Melquíades, por Dios, salga usté á sa-
luda...
Fabio Sí, sí, sal en seguida...
Laura Anda, papá, anda...
Voz (Dentro.) ¡Quc S3 asome al balcón!
Fabio (¡Esa es la voz del zapatero!)
VüCEs (Dentro.) ¡Que hable! ¡que hable!
Fras. ¡Que piden que hable usté!
Fabio Habla, papá.
Mel. No, no... me es imposible... Cualquiera de
ustedes asómese y diga cuatro fresas... cua-
tro frases en mi lugar... Que estoy rendido...
que la emoción me embarga...
Bern. (¡Hasta la emoción embarga á este hombre!)
L.AUKA ¡Ande usted, Bernabé!
Be^n. ¿Yo? ¿Hablar yo?
LxURA Sí; yo se lo suplico...
Bern. (¡Oh, qué sonrisa! ¡Me ama, no me cabe
duda!) (sale al balcón. Aplausos dentro.) «¡Seño-
res!» (siseos dentro imponiendo silencio.) «¡Seño-
res!» (Estornudando.) ¡Ah... cllísl (Nuevo aplauso.)
Laura ¡Válgate Dios!
— 29 —
BtRN. ¡Ah... chis! ¡Ah... chis!
Fras. Está la noche tan fria... Tápese usté la boca.
Bern. ¿Entonces cómo voy á hablar?... «¡Señores!...
El gran maestro agradece en el alma... en el
alma... en el alma...»
Fras. Es orado de repetisión. Como es relojero...
Berx. «Estas manifestaciones de entusiasmo y
de...» ¡hip...! (¡Ahora me ha entrado hipo!)
«y de cariño...» ¡hip! «y de...» ¡hip! (¡Maldita
sea mi suerte!)
Laura ¿Pero tiene hipo?
Bern. ¡Hip!... «Por eso, señores... yo... en nombre
suyo... doy las gracias á todos ustedes...»
¡hip!... «á todos ustedes...» ¡hip! .. tá todos
ustedes...» ¡hip! (Desesperado.) «¡Vaya, he di-
cho!» ¡Ea! (Retírase del balcón y suena dentro un
nuevo aplauso, que (Tura unos instantes.^
Mel. ¡Eso es para usted, Bernabé!
Bern. ¡Qué ha de ser para mi! ¡Para usted todo!
Kras. ¡Para usté, musicasol...
Laura ¡Para ti!...
Fabíü ¡Para ti!...
MrL. (Abrazando á sus hijos.) ¡PuCS si eS para mí... CS
también para ustedes! ¡Noche de gloria!
FabIO (Abrazando á don Melquíades entusiasmado.) ¡Papá,
tú eres mi padre!
Mel . ¡Ya lo sé, hijo mío!
FIN DEL ACTO PRIMERO
<ailfill«ill-jj;||.iaH;^ll:ai|-JÍ^II-g)ll-»^|-fel|-»Jl^ll<^ll<^ll<^il«»'.'lo-i| »
ACTO SECUNDO
La misma decoración del acto primero
ESCENA PRIMERA
I AFRA y DON MELQUÍADES; luego FABIO; después DIEGO
(los dos primeros eu la puerta del foro despidiendo visitas.)
Mel. Gracia?, mil gracia?.
Laura Hasta mañana, ¿eh? Muchas gracias...
Mel. ¡Gracias, amado pueblo!
Laura AHió?... Gracia?.
Mel. Gracias. . (Bajando con Laura al proscenio.) ¡Creí
que no acababan de irse!
Laura Ha sido una verdadera manifestación.
Kabio (por el foro.) ¡Diablo! ¡<|ué día!. . Vo estoy
rendidv»... No me han dejado ni afeitarme.
Laura Lo que yo no sabía era que tuviésemos tan-
tos amigos.
Mel. Efectos de la prensa de la mañana. ¿Tú no
ves que me ponen en la luna?
Laura Oye, papá, y ¿quién es aquel gordo que en-
tró tuteándonos á todos?
Mel. Un amigo de Fabio.
Fabio ¿Mío? ,Si 3^0 no lo he visto en mi vida!
Mel. Ah, ¿no? Pues yo menos. Lo único que sé
es que por poco me estrangula de un
abrazo. •
Laura ¿Y eso de que ninguno deje de preguntar lo
que cobras?
— 32 —
Diego (Por el foro, con tres periódicos.) ¡Más prenSS,
más prensa!
Mel. ^.De la noche? ¡Este portero vale un Perú!
Diego Ño, señorito; los de la noche no han salía
entoavia. Estos son tres de la mañana: de
los de poca circulación. (Cada cual coge uno y
lee con interés cerca de la luz.)
Mel . A Ver, á ver... ¿Dónde estoy?...
Fabio (i eyendo.) «De teatros...»
Laura (r.o mismo.) «El éxito de anoche...»
Diego (señalando en el periódico que tiene don Melquíades.)
Aquí, aquí... «Los estrenos.»
Mel. Vamos á ver... (pausa.)
Laura ¡Ay, éste, papá, qué de flores te echa!...
Fabio ¡Caramba! ¿y éste?... Ven acá, Laura, ven...
Mel. ¡Hombie! ¡el que me pone como un" trapo
es este papelucho!
Laura ¿Cuij?
Mel. ¡Este papelucho!
Fabio ¿Habrá envidioso? Dame acá... (Le arrebata el
periódico a su padre, y lee.) «Lo primero que ha
debido hacerse con el maestro Albaricoque,
es mandarlo á la cárcel.»
Laura ¿Le parece á usted?
Fabio «Después, cambiarle el apellido.» ¡Vamos,
esto no se puede sufrir!
Diego Eso ya es meterse en la vida privada. ¡Déje-
lo usté á mi cargo!... ¿El no es uno bizco, to
pelao?...
Mel. ¡Si vo no lo conozco!
Diego El es, él es; bizco, to pelao... Estaba junto á
mí en la galería.
Fabio ¿Cómo ha de ser ese?
Diego ¡Vaya! ¡Y que no tengo yo pupila!... Bizco
él... to pelao... con lentes... Si allí mismo
empezó también á despotricar... Que si
aquello era estúpido... que si iba al foso...
que si...
Mel. Todo eso está bien; pero ese pelao, como
usted dice, no es el del periódico...
Diego ¿Conque no, eh? ¡Yo le ajustaré las cuentas
cuando. !o vea!
Fabio ¡Dale bola! Aquí lo que se impone es un co-
municado al director...
- 33 -
MtL. ¡Eso e?!
Laura • ¡O un anónimol
Fabio No, no; dejadme á mí... En tono enérgico,
aunque comedido, le diré lo que viene al
caso.
Mel. Muy comedido, ¿eh?
Fabio Ya tengo mi idea. (Yéndose por la primera puerta
de la izquierda, murmurando.) «Scñor DirectOr:
entre los muchos majaderos que escriben en
el periódico que usted tan dignamente di-
rige...»
Diego Pues ya le digo á usté, señorita... Al mozo
¡áe le iban lo? pies que era un gusto... Y to
era resbalar el bastón... 3' toser fuerte... y
menearse mucho en el asiento... Conque fui
una vez y le dije, digo...
Laura Si yn me lo ha contadn ustfd esta mañana...
(¡Jesúá qué pesadez de hombre!) (vase por la
derecha. Diego se queda como cortado unos instantes.)
ESCENA U
DON MELQUÍADES y DIEGO
Diego Bueno, señorito; si usté no tiene na que
mandarme, me voy pa abajo.
iV^L. Nada; muchas gracias.
Diego Sí; porque esta no es ocasión tampoco de...
U-té esta preocupao...
Mel. ¿Ocasión de qué?
Diego Na; la Manolita... mi chica... Ya sabe usté
que le tira la escena...
Mel. Sí, ya sé... ya.
Diego Pues me dijo, dice: padre, á ver si el señor
me hace un sitio en el coro...
Mel. ¡Je!...
Diego Usté se habi-iá fijao bien en ella... No es por-
que yo sea su padre, pero con seguridá que
es la reina e las coristas. Miste que tiene
unos ojos que hay que verlos... Y un corte e
cara... que hay que verlo también... Y unas
formas... que...
Mel. Sí, que también hay que verlas...
3
— 34 —
Diego ¡Je, je! ¡el señorito! Quiero decir que está
muy bien de facultades...
IVIel. Bueno, si; yo hablaré con la empresa...
Diego Estimando, señor.
Mel. Adiós. No hay de qué.
Diego (Después de una pausa, eu que hace que va á irse y no
se va.) Pa mí que lo de Periquillo ya es más
fácil.
Mel. ¿Qué es lo de Periquillo?
Diego Mi chico. Ya va usté, está hecho un moce-
tón y me ha salió un vago...
Mel. ¡Ahí
Diego Y como él tiene, así, buenos modales, por-
que otra cosa no, pero educación su madre
se la ha dao... se me ocurre que pué meter
la cabeza en las butacas...
Mel. Hombre, no lo van á dejar...
Diego ' ¡Je, je! Demasiao me entiende el señorito ..
Mel. ¿De acomodador, es verdad? Corriente, ya
veremos.
Diego Pues tantas gracias... (vase por ei foro.)
Mel. Adiós, hombre...
Diego (Asomándose á la puerta.) El jefe de la clá... ¿UO
es uno alto con toa la barba?
Mel. (Amostazado.) jNo, Señor!
Diego (Acercándose á don Melquíades.) ¿Pero USté tendrá
metimiento con él?...
Mel. ¡Tampoco! ^
Díegd Porque como aquí cerramos á las diez de la
noche... resulta que me aburro.
Mel. ¿y qué quiere usted que yo le haga?
Diego No; na... ¡Si no que si buenamente pudiera
ser... me pviece que yo tengo buenas manos
pa el oficio...
Mel. ¡Admirables! ¡Se le dará á usted un puesto!
¡Adiós!...
Diego Con Dios, y gracias... Y usté dispense, seño-
rito... (Vase.)
— 35 —
ESCENA III
DON MELQUÍADES y FRASQUITA
Mel. ¡Qué mosca! Lo menos que se ha creído ese
es que la obra es suya... O que el teatro es
mío... Bueno, ¿qué iba yo á hacer?... No sé
donde tengo la cabeza... Estaba por llegar-
me al tdatro antes de cenar, para traer-
me algún dinero... Por más que ya es tan
tarde..". Las picaras visitas me han fasti-
diado.
Fras (por el foro.) Qué, ¿habla usté todavía con la
gente?
Mel. ¡Oh, Frasquita! ¡Tanto bueno por aquí!...
Todavía sí hablo... Mañana, ya veremos...
¡Je!...
Fras. ¡Amigo, vaya unos piropos que le echan á
usté los diarios!
Mkl. Sí, señora; me tratan casi todos mejor de lo
que yo merezco. Siéntese usted, (se sientan ios
dos al brasero.)
Fras. Pues yo me dije: aquel buen señó se va á
subí á las nubes y no va á habé quien lo
resista.
Mel. Si usted estuviera en las nubes, á las nubes
me subiría yo.
Fras. Don Melquíades, por los clavos de Cristo,
no «e ponga usté calagurritano.
Mel. ¿Calaguri'i... qué?
Fras. Calagurritano. Una palabra que yo uso mu-
cho.
Mel. y ¿qué significa?
Fras. ¡Huy! ¡la má de cosas!... Pero no divague-
mos. Tengo que darle á usté una notisia ¡de
rechupete!
Mel. ¿Qué noticia?
Fras. ¿Ha visto usté ese periódico nuevo que sale
los martes?
Mel. ¿Cíisíl, El Delirio?
Fras. Ese.
Mel. Sí, lo he visto, sí.
— 36 —
Fras. Pues mi PepÍ3'o está ayí pa hasé la secsióa
de teatros, ¿sabe usté? Y esta tarde le ha
dicho el directo que luego van á vení dos
redactores á verlo á usté, porque quieren
sacarlo en el periódico.
Mel. [Frasquita! ¿es eso cierto?
Fras. ¿Me ha cogió usté á mí en algún embuste?
Mel. ¡Pues no sabe usted lo que le agradezco la
nueva! Es claro, como he adquirido fama
en una noche, querrán dar mi retrato y mi...
Claro es.
Fras. ¿Me párese que estará usté contentito de
habé nasío?...
Mel. ¡Naturalmente!... Y al lado de usted, ¿cómo
no?
Fras. ¿Vuelta á lo mismo, don Melquíades?
Mel. Señora, es que á mi triunfo teatral le falta
una nota...
Fras. Puf^s hijo de mi vida, usté que es niúsico...
.Mel. Le falta la nota del amor.
l'^RAS. ¿De veras? ¿Está usté enamorao?
Mkl. Sí.
Fras. ¿De alguna corista?
Mel. No.
Lí'ras. ¿Conozco yo á la Dulsinea?
Mei.. Sí.
Kras. ¿Es soltera?
Mel. No.
Fras. Pero oiga usté: ¿estamos sentensiando pren-
das: tres veses sí y tres veses no?
Mel. Lo que estamos sentenciando es algo más
serio. Vamos á ver, Frasquita...
Fras. (De esta hecha se entrega un músico.)
Mel. tJsted que ya Fe ha casado cuatro veces, y
que aún se conserva fresca como una rosa,
¿DO ha pensado nunca en la quinta?
Fras. (Haciendo que comprende.) ¡Ave María Purísi-
!ua! Don Melquíades, usté no está bueno de
]íi jicara.
Mel. ¿Me ha entendido usted?
Fras. De sobra. Usté pretende ser el quinto, ¿no?
Mel. Cabalmente. Ya sabe usted que no hay
quinto malo.
Fras. ¡Hijo, pero eso es en los toros!
— 37 —
Meí.. Vaya, hablemos en serio.
Fras. ¿Se ha trastoruao usté, hombre de Dice?
¿Noletemeusté al panteón de maridos, como
usté dise? I'orque mi pobresito Juan Ante
Portara Latinara, que fué el cuarto, se mu-
rió na más que pensando en el quinto.
Mel. No, pues á mi el sexto no me preocupa.
Fras. ¡A}', por Dios, no me hable U!»té del sexto
todavía!, . Ni del quinto tampoco. Nosotros
estamos ya... calayur rítanos, don Melquia-
des... Dejemos eso de casarse pa los mucha-
chos...
Mel. Si los muchachos no se quieren... si no con-
genian... Laurita le da todos los días cala-
bazas á Pepe... Y aum^ue así no fuera... ¿qué
tiene que ver una cosa con otra?
Fras. ¡Na: que está usté em per rao!
Mel. Precisamente yo esperaba con cierta avidez
mi triunfo escénico para poder ofrecerle á
ustfd a cambio de f-u blanca mano, prenda
para mí de inestimable valor, algo más que
unos pobres papeles de música.
Fras. (Levantándose.) Vaya, con ese discurso me ha
echao usté.
Mel. ¿Se va usted ya? ¿Y me deja usted así, en
la duda?
Fras. Sí, señó. Lo consultaré con la almohada.
Mel. ¡Qué mala es usted!
Fras. No, hijo mío, es que hay que pensarlo to:
son cuatro difuntos á los que les reso... Y
crea usté que resarle al quinto me horripila.
Mel. Pero, Frasquita, ¿me da usted ya por muer-
to? El quinto... ¡el quinto es no matar!
Fras. E-" que quiero vé si se lo quito á usté de la
cabesa...
Mel. ¡Ingratona!... ¿V'endrá usted luego?..
Fras. Vendré... Quede usté con Dios, gua?a viva...
Mel. (con dulzura.) Vaya usted con él... cala. . cala-
gurritana de mi alma...
Fras. (Yéndose por el foro.) ¡la, ja, ja!...
— 38 —
ÍISCENA IV
DON MELQUÍADES, LAURA y FABIO
MeL. (Rebosando satisfacción.) ¡Dios mío de mi vidat
¡Todo me sale bien desde anoche! ¡Se nos-
ha puesto el santo de cara! El estreno, un
triunfo; mis pretensiones amorosas... ¡otro-
triunfo! Porque no debo dudarlo un instan-^
te: ¡Frasquita está por mí! ¡Oh, cuánta di-
cha! Si se revient ade júbilo, yo reviento de
mañana á pasado... Y por si fuera poco toda
eso, ¡va á venir un' redactor de El Delirio á
visitarme!... ¡Estoy hecho un prohombre^
Pero ¿qué hago ya que no se lo cuento á
mis hijosV ¡Hijos de mi alma! (Llamando.)
¡Laurita! ¡Fabiol ¡Venid acá en seguida!
FaBIO (Por la primera puerta de la izquierda con una cuarti-
lla.) Papá, mira el borrador del comunicado.
Mel. ¡Bah! déjate de historias... No te metas con
ningún periódico... La prensa es muy res-
petable, hijo mío. ¿Qué inipoita que haya
desentonado uno en medio de un coro de-
alabanzat-?.. ¡Laurita!..
Laura (por la derecha.) ¿Qué quieres, papá?
Mel. Quiero particip.'ros una gran noticia. ¡La
felicidad se nos ha entrado por las puertas!
(suena el timbre de dentro.) ¡Ahí CStá ya!
Laura ¿Quién?
Mel. ¡Un pí^riodista! ¡Un redactor de El Delirio,.
que quiere celebrar conmigo una intervieml
Laura (Batiendo palmas ) ¿De veras?
Fabio ¡Papá, esto es ya más de lo soñado! (Rompe
la cuartilla con que salió.)
Mel. ¡Mucho más, hijos míos! Laura, corre á
abrirle á ese hombre.
Laura En seguida, papá, ((orre hacia el foro y vuelve.)
Fabio Yo tengo que adecentarme un poco... Guar-
do menos me afeito...
Mel. Oye, niña; que pase aquí.
Laura Eso iba á preguntarte... ¿Aquí?
— i9 —
Mel. Eslo es lo mns decente de la casa. M¡ des-
pacho da pena verlo...
Fabio Sí, sí; que pase aquí. Yo me voy. (vasc Laura
corriendo por el foro y Fabio por la primera puerta
de la izquierda )
ESCENA V
DON MELQUÍADES y POLILLA
Mel. ¿y qué actitud debo yo tomar para recibir-
lo?... Una actitud digna, propia de un hom-
bre superior... Sí, porque son el diablo y
luego cuentan cómo se les recibe... Que me
sorprenda así, meditabundo... (se sienta en
una actitud poco natural, que resulte ridicula.)
Por,. (por el foro.) ¿üa usted pu permiso?
Mel. (Yo estoy abstraído y no oigo una palabra.)
PoL. ¿Se puede pasar?
Mel. ¿Kh? ^Levantándose ) Adelante.
PoL. ¿Es al señor don Melquíades Albaricoque á
quien tengo la honra de hablar?
Mel. Servidor de usted... Pase usted... ¿Cómo está
usted?
PoL. Bien, ¿y usted?
Mel. Para servir á usted.
PoL. ¿Su familia de usted?
Mel. Buena, ¿y la de u.'ted?
PoL. Como la de usted.
Mel. Siéntese usted.
I OL Primero usted.
Mkl. Usted...
Pvjl,. Usted... (se sientan ambos, cuidando de hacerlo ¿
un mismo tiempo.) Ante todo, señor All)arico-
que, le doy a usted mi más cordial enhora-
buena por su legítimo triunfo.
Mel. Muchas gracias.
I'OL. Enhorabuena que no viene sola, puesto que
la acompañan Jas de todos mis compañeros
de El Delirio, director inclusive.
Mel. GracÍHs... Felicitaciones de personas que va-
len tanto...
PoL Muohas gracias...
^ 40 —
Mkl. Son para mí doblemente halagüeñas.
PoL Gracias.
Mel. No hay de qué.
PoL. Gracias...
Mel. No hay de qué, señor.
PoL í^igo que gracias á su amabilidad, señor don
Melquiade?, podremos dar el n:artes á los
cien mil y dos lectores de El Delirio algu-
nos curiosos datos biográficos é íntimos del
que es hoy por excelencia el hombre del
día.
Mel. (Con modestia.) ¡Jesúp! .. Lo del día... pase...
pero lo del hombre... ¡de ninguna manera!
PoL. ¿Cómo?
Mel. Al revés, al revés precisamente. (Estoy tur-
bado...)
PoL . Conque usted me dirá lo quegust«, insigne
maestro, seguro de que los cien mil y des
lectores de Él Delirio se lo han de agrade-
cer. Usted ya no fe pertenece á tí propio ni
pertenece á su familia; pertenece usted á hi
prensa y al público.
Meí.. Hombre, mire usted: hablando en plata ..
yo., datos biográficos de interés., no teng»
realmente...
PoL. Bueno, eso es modestia. Ya irán saliendo.
Conteste usted á mis preguntas, y listo.
(Saca unas cuartillas y im lápiz, y se dispone á escri-
bir.) ¿Usted nació...?
Mel. Es claro.
PoL. Pregunto el sitio.
Mel. En Toledo.
PoL. ¡Ah! ¡en Toledo!... ¿A quién conozco yo en
Toledo?... En Toledo... en Toledo... (Después
de hacer memoria ) No conozco á nadie en To-
ledo .. (Escribiendo.) «Nació en Toledo, hijo de
padres pobres, pero honrados.»
Mel. No, señor.
PoL. ¿No eran honrado??
Mel. Sí, pero...
PoL ¡Ah! pero no eran padres...
Mel. Sí, pero no eran pobres.
PoL. Está bien. (Rectificando.) «De padres ricos,
pero honrado?.»
— 41 —
Mel. ¿No ha oído usted hablar nunca de los Al-
baricoques de Toledo?
PoL. ¡Oh, sí, muchísimo! ¡Tienen famü! í.os del
hueso dulce...
Mel. Me refiero á los Albaricoques de apellido...
PoL. ¡Ah. ya!... Perdone usted la indiscreción.
¡También tiene fama!
Mel. Pues bien; descendiente de esos Albarico-
ques soy yo. Y no hay que confundir el
apellido con los Albar y Coques. Porque
Albar hay muchos, y Coques ¡no se dig:i!
Pero Albaricoques en una pieza nada más
que nosotros. Tanto, que todos ks Albari-
coques que vea uíi^ted por ahí .-on parientes
míos. De la misma rama. Si quiere usted le
enseño el árbol...
PoL. iso; basta que usted lo diga (Escribiendo.)
«Monopolio de los Albaricoques.» La afición
á la música, ¿se despertó en usted prematu-
ramente"?
Mel, Al contrario; muy tarde.
PoL Eso es bueno. Las precocidades me esca-
man. Soy de los que creen que el verdadero
talento no se revela hasta la edad madura.
Con permiso de usted. (Escribiendo.) «Albari-
coque... maduro.» Y, vamos á ver, ¿seiia
usted tan complaciente que me dijera algu-
no de sus rfsgos particulares, de esos deta-
lles insignificHutes al parecer, pero que son
en realidad dignos de estudio y al mismo
tiempo la ealsa de los hombres de genio?
Mel. ¡Me pide usted unas cosas, canario! ¡Yo ape-
nas tengo salsa!... No es cosa de decirle al pú-
blico, por ejemplo, que duermo boca arriba ..
PoL. ¿Cómo que no? ¿Está usted en su juicio?
jNo esperaba yo rasgo tan saliente! (Escribien-
do con entusiasmo ) «Duerme boca arriba »
Mel. Si, porque boca abajo sueño co.'as tristes...
PoL. (Escribiendo como antes) «Co.sas tristes... boca
abajo.. » ¡Oh, precioso, precioso! ¡Por Dios,
caballero, si viene alguno de El Disloque,
que nos hace la competencia, no le facilite
usted este interesantísimo detalle!
Mel. Pierda usted cuidado.
— 42 —
PoL. Otra cosita. Conmigo viene el fotógrafo de
la casa, señor Instantáneo. (Don Melquíades
mira á todas partes buscando con la vista al fotógrafo.
Polilla al observarlo le dice:) No; 86 ha quedado
ahí fuera...
Mel. ¡Pues que pase aquí! (se levanta.)
PoL, (Levantándose también.) Ya Comprenderá iisted
el objeto. Quiero darles á los cien mil y dos
lectores de El Delirio una plana de «infor-
mación íntima.» Así es que, si usted nos lo
permite, sacaremos fotografías diversas...
Usted en su despacho, escribiendo... una
polca; usted en su d( rmitorio, en el primer
desperezo de la mañana... Ks un ejemplo:
se me ha ocurrido ahora mismo...
Mel. Corriente, sí, que pase eí^e señor... (Lo
malo es que van á ver mi catre, que es ma-
terialmente una hamaca.)
PoL. Crea usted que en esto de Ja información grá-
fica El Delirio va á la cabeza. Tenemos en
cartera preciosidades. De la boda de la con-
desita de Oro y Azul, hemos obtenido, en-
tre otras, una fotografía verdaderamente sen-
sacional: el primer beso de la amante pareja.
Mel. ¿y están ustedes seguros de que es el pri-
mero?
PoL. ¡El público las traga como puño.-!... (va á la
puerta del foro y llama al Fotógrafo.) Amigo Ins-
tantáneo, pase usted.
ESCENA VI
DICHOS, EL FOTÓGRAFO y EL CRIADO
Fot. (por el foro.) Muy buenas noches...
PoL. (Presentándoselo á don Melquíades.) El señor Alba-
ricoque...
Mel. Servidor de usted.
Fot. Tanto gusto en conocerle... Y mil enhora-
buenas.
Mel. Gracias...
Pgl. Cuando usted quiera, querido Instantáneo,
podemos principiar.
— 43 -
Fot. Pues ahora mismo... Esperen un instante.
(Vase por el foro y sale en seguida con una caja donde
va la máquina fotográfica. Le sigue el Criado con un
trípode y un pedazo de tela negra.)
PoL. Ya verá usted qué maravillas hace este Ins-
tantáneo...
MeL. (Reparando en el Criado.) (Pero, ¿viene otrO?)
PoL. ¿Le sorprenden á usled los artefactoí^?
Mel. No., no... Ya comprendo que emplean us-
tedes la... el. el...
Fot. £1 magnesio,
Mel. Justamente... eso es: el magnesio. (¡Yo no
sabía más que de la magnesia!)
PoL. Bueno: pues fí usted no dispone otra cosa»
señor don Melquiades, entiendo que debe-
mos empezar por sacarlo á usted en su des-
pacho...
Mel. Me parece muy bien... Entren ustedes por
aquí... (señalando la primera puerta de la izquierda.)
PoL. Usted primero.
Mel. Corriente. Yo les enseñaré el camino. Van
ustede.-^ á ver el despacho de un músico po-
bre... (El piano, una silla y un cartel de to-
ros.) (Vase. Polilla invita á pasar antes que él al Fo-
tógrafo y luego al Criado, los cuales, tras alguno»
cumplidos, le obedecen. Últimamente repite la invi-
tación como si quedara otra persona, y al verse sola
da media vuelta y se va.)
ESCENA VII
FABIO y POLILLA
FabIO (Por la segunda puerta de la izquierda, con una toalla
al cuello y toda la cara llena de espuma de jabón. En
las manos trae una jofaina de hojalata con agua, una
taza ordinaria con jabón y brocha dentro, y una na-
vaja de afeitar ) ¡Por vida del diablo! ¡Qué ocu-
rrencias tiene mi nadre! ¿Pues no les está
enseñando la casa?... ¡Y qué bonita la
tenemos para que la prensa la vea!... Nada»
que no se puede ser hombre célebre... Si me
diera tiempo de afeitarme aquí, njientra»
andan por allá dentro esos señores... Pera
— 44 —
¡ca! no va á ser posible. (Mirando hacia la pri-
mera puerta de la izquierda.) ¡Como que ya viene
ahí uno de ellos! (Vase corriendo, con todos los
utensilios de afeitarse, por la derecha.) ¡Huyamos!
POL. (Por la primera puerta de la izquierda corriendo
también.) El amigo Instantáneo se ha dejado
el aparato de la luz en el recibimiento. .
(Vase por la derecha.)
Fabk) (Por el foro, corriendo,) ¿Adonde irá 686 hom-
bre?... Entre todos n)e van á dar el afeita-
do... El jabón me pica que es un gusto ..
¡Maldita sea mi suerte! ¿Y quién se afeita á
paso de ataque? (Mirando hacia la puerta de la
derecha y volviendo á irse por el foro, después de
vacilar.) ¡Anda, ya viene ahí otra vez!
PoL. (Por la derecha.) Pues me he f quivocado de
puerta. ¡Qué torpe soy!... Es por aquí... (vase
corriendo por el foro )
FabIO (saliendo otra vez por la derecha.) ¡EstO}^ Corri-
do!... ¡corrido!,.. Y lo que aie queda que co-
rrer todavía... (Sale Polilla por el foro con el apa-
rato de la luz desplegado, en la mano. Fabio, sobrecogi-
do, no puedo reprimir un grito cómico. Polilla se asus-
ta al oírlo, y deteniéndose bruscamente en su carrera
se vuelve hacia Fabio y lo mira lleno de estupor.
Fabio se queda clavado. Ambos, por último, se salu-
dan cortesmente.)
Fabio tr^ervidor de usted.
PoL. Beso á usted la mano. (Se está afeitando el
hombre.) (Vase por la primera puerta de la iz-
quierda.)
ESCENA VIII
FABIO y LAURA
Fabio ¡Qué bochorno, señor! ¡Hay para cortarse la
cabeza!
Laura (saliendo por la puerta de la derecha.) Fablo, ¿qué
haces así?
Fabio Calla, mujer... no sabes... ¿Tú dónde es-
tabas?
— 45 —
LiURA En mi alcoba arreglándome un poco... l'or
cierto que he oído unas carreras...
Fabio Coeqo que el periodista y yo hemos andado
jugando al escondite.
Laura Pues hombre, no estés así más tiempo.
Fabio (i'esistieudo de afeitarse ) Vaya, hay afeitados
con mala sombra. Avísame tú si alguien se
aceren. Voy á cuitarme el jabón, y en paz.
(Pone los útiles de afeitarse sobre la mesa, y se en-
juaga la cara en la jofaina. Luego se quita la toalla
que lleva al cuello y se seca con ella. Laura no deja
de mirar hacia la primera puerta de la izquierda
mientras tanto. Pausa.)
Laura Anda «prisita... no te detengas mucho.
Fabio ¿Vienen?
Laura No, pero es conveniente que no tardes. (Nue-
va pausa.)
Fabio Ea, ya estamos listos. Quiere decir que ma-
ñana me afeitaré.
Laura ¡Ahora sí que vienen!
Fabio ¿Dónde metemos estos chirinr. bolos?
Laura Mételos ahí mismo, en el aparador.
F.ABIO ¡Diablo de prisa?! (coge todos ios útiles, menos la
brocha, y los guarda precipitadamente.)
Lauua Vamos, que te sorprenden.
Fabio Ya voy, mujer... ¡Huy, me he dejado la bro-
cha! (la coge de encima de la mesa para guardarla,
á tiempo que sale don Melquíades por la primera
puerta de la izquierda.) ¡Toma! ¡SÍ eS papá! (Qué-
dase con la brocha en la mano.)
Laura Üi; pero yo ¿qué sabía?
ESCENA IX
DICHOS y DON MELQUÍADES
Mel.
Laura
Mel.
(Por la primera puerta de la izquierda, muy azorado.
Habla á media voz.) Conflicto en puerta... ¿No
¡■abéis lo (]ue ocurre?
No; como tú no te expliques...
Esos hombres me han puesto en un com-
— 46
Fabio
Mel.
Fabio
Mel.
Laura
Mel.
Laura
Fabio
Mel.
Fabio
Mel.
LxURA
Mel.
Fabio
Mel.
L \URA
Mel.
Fabio
Mel.
L¡VURA
Mel .
promiso... Acaban de hacerme una fotogra-
fía escribiendo un vals... Ahora van á ha-
cerme otra ideando un pasacalle... Allí se
han quedado disponiendo las placas.
Bueno, pero ¿dónde está el compromiso?
Ya verás: es flojo. Me pregunta el perio-
dista...
¿Cual?
¡Cual! ¡El que ha venido! Me pregunta el
periodista...
Pero...
¡Pero! ¡pero! ¡Así no nos vamos á entender!
Me pregunta el periodif^ta si Hemos cenado.
Le contesto que no, qne hay tiempo de ha-
cer lo qne él quiera. ¿Y qué diréis que me
responde? ¡Que lo que quiere es sacar un
grupo de toda la familia comiendo!
¡Virgen de Atocha!
(En tone de reprensión.) ¡Papá!
¡Hijo!
¡listas en Belén con los pa.'^tores! (Agita la mano
en que tiene la brocha y rocía á don Melquíades, que
se aparta de él y se seca con su pañuelo.)
¡Hombre, que me salpica-*!
¡Ay, Dios mío, qué apuro tan grande!
¿Qué queríais que hiciera? ¿Decirles que no
tenemos ni vajilla... ni...?
No, pero...
¡Qué pero, ni qué calabazas! ¿Sabéis lo que
me respondió uno cuando yo traté de excu-
sarme? ¡Pues que ellos no van á caer en la
sopa!
Ah, no: en la sopa, no... ¡No hay sopa!
Con que ved vosotros lo que discurrís, que
n mí me aguardan.
¡Eso eí^: te vas... y ahí queda eso! ..
¡Claro! ¿Lo "oy yo á remediar?
¿Y nosotros?
¡Vosotros haced lo que os dé la gana!... Yo
tengo que irme. ¡Se acabó! (Yéndose por la
primera i>uerta de la izquierda ) ¡Que nO ha de
haber dicha completa en este mundo!
— 47 —
ESCENA X
LAURA y FABIO; después BERNABÉ
^Laura cruza las manos y Fabio los brazos, y se miran perplejos unos
instantes.)
Laura Tú dirás.
Fabio No, hija; la que tiene que decir eres tú...
Laura ¿Yo?... Pues Jo que es á mí, no se me ocurre
nada.
Fabio Ni á mí tampoco, (suena el timbre de dentro.)
Laura ¡Ah! ¡ese es Bernabé! ¡El cielo nos lo envín!
Fabio ¡Es verdad!
Lau'ra ¡Corre á abrirle! El es muy listo y podrá sal-
varnos. (Vase Fabio por el foro, y sale poco después
con Bernabé.) Lo que es como uo uos ilumine
Bernabé, no sé qué va á ser de nosotros...
Porque Fabio y yo no damos pie con bola.
Bern. (Dentro.) ¿Un gran conflicto dices? No será
tanto... 'Saliendo por el foro con Fabio.) ¿CÓmo
está usted, Laurita?
Laura En este momento muy mal.
Bern. ¿Pero es de veras lo que dice Fabio?
Fabio Que te cuente mi hermana...
Laura (Muy apurada.) Imasfinese usted que como
papá se ha hecho célebre en un decir .Jesús,
se nos ha entrado por las puertas un perio-
dista con un fotógrafo... ¡y quiere retratar-
nn» comiendo!
Bern. ¡Atiza!
Laura Ya ve u-ted qué cosa más difícil...
Fabio ¡Ya ves tú qué apuro! Aquí no hay plato.«,
ni manteles, ni servilletas, ni cubiertos...
Laura El pobre de papá tiene que comer los gar-
banzos con unas tijeras. ..
Fabio \ mi tenedor le faltan tres dientes... y el
mango. .
Bern. La ensalada se la sirven ustedes con un
compás. . yo lo he visto.
Laurx Pues mire usted, eso es lo único que tene-
mos hoy presentable: ensalada de lechuga.
~ 48 -
Bern.
Fabio
Laura
Bern .
FaBIO
Laura
Bern.
Fabio
Laura
Bern .
Fabio
B..RN.
La jra
Fabio
Laura
Fabio
Laura
Bern.
Fabio
Bern.
Laura
Fabio
Laura
Fabio
Laura
Bern.
Laura
Bern.
¿Nada más que ensalada de lechuga? En-
tonces está verde la solución.
¡Y tan verde! Sin embargo, yo creo que lo
de menos es la comida; porque esos señores
han de ver el primer plato, á lo sumo...
Tienes razón; aquí lo importante es el ser-
vicio de mesa.
¡Ah! ¡Qué rayo de luz! ¡Nos hemos salvado!
¿Sí?
¡Sil (Contentísimo.) Ya hay cubiertos, mante-
les, servilletas, platos, fiámbrete... Para lograr
el buen efecto, que es lo que se pretende,
¡todo lo necesario! Oigan ustede.«. La alegría
no me deja hablar... Este señor... este...
¿cómo le dicen?
¿Quién?
Este diablo. . este vecino que siempre que
llama da tres golpes de timbre...
¡Ah! ¡Don Telesforo!
Don Telesforo. ¿No es hombre que se trata
á cuerpo de rey?... ¿No 83 ha ido de caza
por unos días?... ¿No les deja á ustedes
siempre que se va la llave de su cuarto?...
(General regocijo.)
¡Es verdad!
¡Excelente ocurrencia!
¡V'iva Bernabé!
¡Vivaaa!
¡Schs^! Más bajito.
Gracias, muchas gracias.
¡Soberbia mesa vamos á presentar!
¡Me siento orgulloso!
(Con desaliento.) PerO, Callc...
(Asustadísimo.) ¿Qué?
Un nuevo inconveniente.
¿Cual?
¿Quién va á asistirnos á la mesa?
¡Toma! ¡Vava un inconveniente! ¡Yo mismo!
¿Usted?
¿Por qué no? Mientras yo esté aquí, usted
no se atribule por nada. ¿Se trata de dar
golpe? ¡Pues á darlo de lleno!
*- 49 —
Laura ¡Ay, Dios mío! ¡Este Bernabé es de pasta
floral
Bern. (¡De pasta ñora!) Fabio, no hay tiempo que
perder: vamos á la despensa del vecino...
(Fabio saca del aparador una llave.) ¿Qué hace fal-
ta? ¿que sirva á la mesa? ¡Pues sirvo á la
mesa! ¿Que barra la casa? ]Pues barro la
casa! ¡Pídame usted otra cosa, Laurita! ¡Pí-
dame usted que me tire por el balcón! ¡Verá
usted como me tiro inmediatamente!
liAURA ¿Qué le he de pedir yo eso?
Bern. ¿Tienes la llave, Fabio?
Fabio Mírala. Vamos á escape.
Bern. ¡Vamos allá, cuñado de mis ilusiones!
Fabio ¿Cuñado? ¿Pero éste se ha vuelto loco?
BehN. ¡Anda, hombre, anda! (Echan acorrerlos dos
hacia el foro, por donde se van.)
ESCENA XI
LAURA
¡Pobrecillo! ¡Reventando de gozo va! ¡Qué
bueno es, qué listo y qué simpático! (va qui-
tando de encima de la mesa todo lo que hay.) jCui-
dado que se le ocurrió pronto la idea para
sacarnos del apuro! Y cómo me quiere, ¿eh?
En las menores cosas lo demuestra. ¡Y cuán-
to me gusta á mí que me quieran mucho!...
Si le mando hace peco que se tire por el bal-
cón, como me pedía, se tira sin duda... No
habrá muchos hombres ca])aces de lo mif-
mo. ¡Tirarse por un balcón!... ¡Ahí es nada!...
Algunos quieren hacerlo después de casados
y sin que nadie se lo mande... ¡Pero f so ya
no tiene chiste!... Vaya, vaya, vaya con Ber-
nabé...
— 60 —
ESCENA XII
LAURA, BERNABÉ y FABIO
BsRN. (Por el foro, con ua frutero con peras y manzanas en
una mano, una pila de platos en la otra, al brazo un
mantel, un salchichón plateado en el bolsillo derecho
de la americana y varios cubiertos en el izquierdo.)
Coja usted este mantel, regalada, y extién-
dalo al punto sobre la mesa.
Laura (obedeciéndolo.) Verá usted quéprontito.iAjajá!
BeRN, (Dejando encima de la mesa todo lo que trae: el sal-
chichón lo último.) Vaya... vaya... 'vaya... y
vaya. (Se va corriendo por. el foro )
Laura L'é disponiendo la mesa. El periodista y el
otro se van á quedar viendo visiones...
FabIO (Sale con otro salchichón plateado debajo del brazo, y
uncanastoen la mano, donde trae todo lo que nombra.)
Ese Bernabé parece que no tiene ojos; por
poco me revienta.
Laura Oye, ¿qué traes en ese canasto?
Fabio Algunas servilletas, dos botellas de Jerez y
varias copas... Dame acá ese otro salchichón
que ha traído Bernabé, (cuando desocupa el ca-
nasto echa dentro los dos salchichones.)
Laura Voy á distribuir los cubiertos, (coloca uno de
frente al publico, otro á la derecha del actor y otro á
la izquierda.)
Fabio Toma las servilletas y las copas.
LaükA Trae. (Las pone convenientemente.)
BerN. (?alo con dos platitos de aceitunas que dejará en la
mesa.) Estc detalle no tiene precio: los entre-
meses.
Laura ¿Aceitunas? Supongo que el salchichón será
también para los entremeses.
Fabio Para los entremeses y los meses, porque casi
no hay más que salchichón...
Bern. ¡Ríete, ríete! ¡Vaya una mesita que hemos
puesto!
Laura Gracias á usted todo... De esta hecha lo ca-
nonizamos, no hay remedio.
— 51 —
Bern. ¿y va usted á colocarme en el altarcito de
6U corazón?
Laura ¡Quién sabe! 'Pone el frutero ea medio de Ja mesa
y é los lados las dos botellas de vino.)
Bern. (¡Dice que quién sabe, Dios mió!)
FaBIO (Sacaudo del aparador un talego de pan, del que Lau-
ra toma el necesario.) El pan, Laurita.
Laura Venga. Poquito, que esto es de muy buen
tono.
Bern . ¿Ve usted? Ya está todo listo y á las mil ma-
ravillas.
Fabio Que se hace tarde. Laurita, avisa á papá y
á esos caballeros. Y tú vente conmigo á la
cocina.
Bern. Nos llevaremos esto, (coge ei canasto j se va con
Fabio por la segunda puerta de la izquierda.)
Fabio ¡Andando!
Bern. ¡Andando!
ESCENA XIII
laura, don MEI-QUIVDES, POLILL.^, EL FOTÓGRAFO, EL
CfcLA.D0, FABIO, FRASQUITA, PEPE y BERNABÉ, que asiste á la
mesa.
LaUR.^ (Asomándose á la primera puerta de la izquierda y lla-
mando.) ¡Papá!. . ¡Papá! ¡Ya pueden ustedes
venir! La verdad es que ninguno imaginaba
dar un efecto semejante. (Sale don Melquíades,
y detrás de él Polilla, el Fotógrafo y el Criado con
todos los útiles que sacaron antes, y que colocan luego
á la derecha del actor. Ton Melquíades, al ver la mesa,
retrocede sorprendido y pasándose las manos por los
ojos, como si dudase que es cierto lo que ve.)
Mel. (¡Esto es una comedia de magia!)
POL. (Saludando á Laura.) Señorita...
Tjaura (a don Melquíades.) (Preséntame, papá.)
Mel. Señor Polilla, señor Instantáneo .. Mi hija.
PoL. Tanto honor ..
Fot. Tanto gusto...
i>AURA El gusto es mío.
Mel. (a Laura.) (Pero, oye, ¿qué milagro es éste?)
(Suena el timbre de dentro.)
— 52 —
Laura
Fabio
Mel.
POL.
Fot.
Fabio
POL.
Mel.
Fras.
Fabio
•Mel.
Pepe
PoL.
Mel.
POL.
Fot.
Fras.
M el .
POL.
Laura
Mel.
Ffas.
PoL.
Laura
POL.
Mel.
Llaman. Yo misma iré á abrir, (vase por ei
foro.)
(saliendo por la segunda puerta de la izquierda.) Se-
ñores...
Señor Polilla, señor Instantáneo... Mi hijo.
Tanto honor...
Tanto gusto ..
El gusto es mío...
(Fijándose en la cara de Fabio.) (¡Qué mal 86 ha
afeitado!)
(a Fabio.) (Tú, Fabio, ¿quieres explicarme...?)
(Por el foro, con Pepe y Laura.) ¿Se puede?
Adelante, señora.
(¡Nada, que no me dicen una palabra!)
Caballeros, saludo á todos.
Hola, compañero. Señora...
Señor Polilla, señor Instantáneo... Doña
Frasquita Mata, viuda de Vives, de Robles,
etcétera, etc.
Tanto honor...
Tanto gusto...
El gusto es mío...
Vienen ustedes como pedrada en ojo de bo-
ticario.
Sí que vienen muy bien. Así resultarán más
animadas las fotografías. (Pasa á la derecha con
el Fotógrafo y el Criado.)
Conque á sentarnos.
¿Quieren ustedes comer con nosotros?
GrasiaS, don Melquíades. (Reparando en la
mesa.) (¡Ay, qué lujo! ¿De dónde habrán sa-
Oao tO esto?) (Oon Melquíades se sienta á la mesa,
. frente al público. Fabio á la izquierda de don Melquía-
des, y a la derecha Laura. Cerca de la mesa, á la iz-
quierda del actor, Frasquita. Pepe permanece de pie,
yendo de un lado á otro. El Fotógrafo pone junto al
balcón el trípode con la máquina, y valiéndose de la
tela negra trata de enfocar convenientemente.)
Ustedes principien su comida sin ocuparse
de nosotros, ¿eh? Ya los sorprenderemos.
Eso sí que no. Nosotros no empezamos has-
ta que ustedes no terminen.
La naturalidad exige lo contrario, señorita...
Sí, si, la naturalidad sobre todo... ¡Comere-
mos! ¡comeremos!
53 —
Fras.
Fabio
Mel.
Laur \
Mel.
Fras.
POL.
Mel.
L.-^URA
Mel.
Fras.
.Mel.
Pepe
Jíern.
Fabio
Bern.
Laura
PoL
Fabio
Mel.
PoL.
Mel.
Laura
Fabio
Bern.
Laura
Fras
Lauka
Coman, coman ustedes. (Quiero 5'o vé cómo
se tratan boy.) (PoUlla toma nota de todo, hasta de
la marca de fábrica del vino, y no se aparta de la me-
sa mientras no se va de escena Bernabé.)
(¡Bueno va! Llamaremos á ese...) (Llamando.)
¡KamÓn!... (Breve pausa. Don Melquíades lo mira
estupefacto.) ¡Ramón!
(con gran extrañeza.) ¿A quién UamaS, híjO?
Papá, á Ramón... ¡Tienes unas cosas!
¡Ah, sí, á Ramónl... (¡No vuelvo de mi asom-
bro!) (Llamando.) ¡Ramón! (¡Qué ha de venir
Ramón!)
(¿Qué Ramón será ese?)
Estos criados parecen sordos, ¿verdad?
No, este nuestro lo es, efectivamente.
Ya está ahí.
(Volviendo la cabeza asombrado.) ¿Dónde? (Sale
Bernabé por la segunda puerta de la izquierda con dos
platitos de lonjas de salchichón, que deja en la mesa.
Don Melquíades, al verlo, sofoca aparte una carcajada,
asi como Frasquita y Pepe.)
(¡Ay, qué cosa más grasiosa!)
(¡Diablo de chicos!)
(¡Qué bueno!)
(¿Pues no hay visita? Si lo sé, no salgo.)
¿Qué hacías, hombre? Estamos llamándote
hace una hora.
Preparaba los entremeses, señor.
Iremos haciendo boca con estas lonjitas.
¡Ah! ¿Es costumbre de ustedes hacer boca...?
Costumbre inveterada.
(Es la primera vez que ocurre, pero, en fin...";
(Escribiendo ) «Toda la familia se hace la boca
con salchichón.»
(Así se escribe la historia.)
Pero, Ptamón, ¿qué hace usted ahí como un
tonto?
¡Vé por la sopa, grandíbimo torpe!
(¡También es gana de comprometer!) Li
sopa... la sopa se ha quemado.
¡Siempre se ha de quemar la sopa!
Mire usté que es desgrasia...
Bueno, pues... entonces., traiga usted el
frito...
— 54 —
Bern.
Laura
POL.
Mel.
Fabio
Bern .
Faeio
Bern.
Mel.
Fabio
Mel.
Fot.
PoL
Laura
Fabio
PoL.
Pepe
Fras.
POL.
Mel.
PoL.
Mel.
POL.
IjAura
Fras.
¿El frito, eh? (Aquí no hay más frito que
yo.) El frito... se ha quemado.
¿También?
(¡Por lo visto hay fuego en la cocina!)
¡Qué demonches de quemaduras!
Pues mira, tú, sírvenos lo que haya.
¿Lo que haya?... (¡Salchichón! ¿Y quién es
el guapo que trae más?)
¡Vivo, hombre, vivo!
(¡Quisiera yo haber visto á Romeo haciendo
este papel en casa de Julieta!) (vasc por la se-
gunda puerta de la izquierda.)
(a Fabio.) (Oye, Fabio, ¿quieres decirme de
qué fonda es esto?...)
(¡Da la despensa de don Telesforo, papá!)
(Soltando la risa.) (¡Anda, morena!)
Así está bien. Vamos con la primera foto-
grafía.
A los postres haremos otra.
(Alarmada.) ¿A los pOStreS?
(¡Estos nos dan hoy la comida!)
Usted, Pepito, coloqúese allí junto á su
mamá,
Donde usted disponga. (Todos obedecen las indi
caciones de Polilla y del Fotógrafo.)
Y yo, ¿dónde me coloco?
Ahí está usted divinamente... Extienda us-
ted un brazo, como si estuviese aceptando
una aceituna. . Muy bien... (a Fabio.) Usted,
pollo, ofreciéndole á. esta señora la aceitu-
na... ¡A jajá!. . Usted, Pepito, mirando coinpla-
cido la aceituna... ¡Bravol. . Usted, maestro,
llevándose á la boca otra aceituna... ¡Braví-
simo! Y usted, preciosa señorita, ¿cómo la co-
locaremos?... Bueno, sí; tendiéndole la mano
á otra aceituna... ¡Admirable!^
(¡Qué imaginación!) A mí se me ocurre que
yo debía estar de otra manera...
¿Cómo?
¡Mandando al criado por más aceitunas!
¡Je! ¡Qué bromista!
Como que este señor ha compuesto el paso
de las aceitunas.
Lo peo es que vamos á párese estorninos á
— 65 —
POL.
Fot.
Fras
Laura
Fabio
Pepe
Mel.
Fras.
POL.
Laura
Fabio
Mel.
PoL.
Bern .
Fras.
POL.
Laura
Fabio
Mel.
PoL.
Fras.
la hora de acostarse, (pepe saca su cartera y apun-
ta el chiste.)
¡.Je, jel ¡Estorninos dicel No importa... Ten-
gan Ja bondad de ponerse como les he indi-
cado. ¡Ajajá! (Rebaja la luz de la lámpara El esce-
nario queda a media luz )
(ai criado, que le obedece.) Tú, prepara la me-
cha... Muy bien. No se mueva nadie. Ni les
asuste el fogonazo, ¿eh? No es nada... Per-
fectíbimamente. Quietos ahora .. Una... dos...
y tres... (Descubre el objetivo en el mismo momento
en que el criado enciende con una cerilla la mecha
del aparato de la luz, que habrá tenido durante toda
la escena en la mano. Al relámpago que se produce,
se estremecen y gritan todos los personajes.) ¡Caram-
ba! ¡«e han movido todos!
¡Ay, Jesús, hijo, qué susto me ha dao usté!
¿Y á mí, señora?
¡Yo lo que no veo es una palabra!
¡Ni yo tanijioco!
¡Pues á mí se me ha atragantado la aceituna!
No sabía yo que pa hasé retratos eran me-
nesté fuegos aitifisiales...
Bueno, á ver si hacemos algo de provecho,
que ya se han echado á perder cuatro pla-
cas., (suena tres veces consecutivas el timbre del
portón.)
¡Tres!
Cuatro!
(saliendo despavorido por la segunda puerta de la iz-
quierda, y yéndose á escape por el foro.) ¡Don Te-
lesforo!
¿Qué pasa?
jQué es eso?
¡Dios mío!
¡Ábrete, tierra!
Con esta no contábamos.
/,Le9 ha hecho daño alguna cosa?
Deben de habé sido tres, (saie don Teiesforo
con Bernabé, por el foro. Todos se levantan.)
— 66 —
ESCENA XIV
DICHOS, DON TELESFORO y BERNABÉ
Fabio
Mel.
Laura
Tbl.
Bern.
Tel.
Mel.
Tel.
Mel.
Tel
Laura
Tel.
Fras
Tel.
POL.
Tel
Pras.
POL.
TeL;
PoL.
Fot.
PoL.
Don Telesforo!
Fot.
Señores... No se molesten...
(No lo he podido impedir.)
(Reconociendo todo lo suyo.) PeiO, ¿qué mil'O?
(a don Telesforo.) (¡Calle usted ahora por lo
que más quiera en este mundo!)
(Necesito una explicación.)
(Yo se la daré.) ¿Y cómo ha sido el volver
tan presto, señor don Telesforo?
Por causa del perro, que se me ha puesto
malo en el camino.
lAy, qué dolor!
De Villaflaca no he querido pasar. Por cierto
que vengo muy tristemente impresionado.
¿Por lo del perro?
No; eso no será nada... Pero en mi propio
coche metieron á un torero herido, y si vie-
ra usted qué msl efecto...
(con mucho interés.) ¿Qué torero era, señor?
El Alcachofa. Lo ha cogido un toro en Gua-
dalajara.
¡Jesús, qué horró!
¿Y ha llegado á Madrid con usted?
A la fonda se lo llevaban ahora mismo.
(ai Fotógrafo.) ¿Qué placas tiene usted dispo-
nibles?
Cuatro.
¿Cuatro? Son bastantes... Primera cura, se-
gunda cura, tercera cura... y la congoja del
apoderado. ¡Bonita plana para El Deliriol
¡A la fonda del Alcachofa al inflante! Seño-
ras.. Caballeros... A los pies de ustedes...
Beso á ustedes la mano... (Vase precipitadamente
por el foro.)
(cargando con dos de sus bártulos y haciendo cargar
al Criado con los demás.) ¡A CSCape, chicol Vaya,
que ustedes sigan bien... (Vase corriendo tras
Polilla, seguido del Criado. Pepe y Frasquita hablan
en voz baja )
ESCENA ULTIMA
DICHOS, menos POLILLA, EL FOTÓGRAFO y EL CRIAi)0
Mel. Pues, señor, resulta que el Alcachofa está á
mi altura. ¡Medrados quedamos! Ahora si
que le pido de veras perdón, señor don Te-
lesforo... Ya habrá usted comprendido...
L*URA Son periodistas.
Mel. Se empeñaron en retratarnos comiendo...
Fabio Quisimos deslumhrarlos...
Bern. a mi se me ocurrió la idea. Nadie más que
yo tiene la culpa.
Laura (¡Otro rasgo!)
Tel. (¡Pobre gente!) No se hable más del particu-
lar...
Mel ¡Oh, mil gracias!
Fras. (a Pepe.) Pues, hijo de mi alma, si tú no me
explicas este lio, todavía me tienes en ayu-
nas.
Pepe Yo me hice cargo en cuanto vi...
Fras. ¡Qué cabesa de hijol ÍF&Uo y don Telesforo ha-
blan en voz baja )
.Mel. (a Frasquita.) (jHa pcusado usted en aquello,.
calagurritana de mi alma?)
FraS (Sonriéndose y mirándolo con coquetería.) fel.
Mel. ¡Oh! ¡Esa sonrisa vale un mundo!
PeP£ (Retirándose do ambos y yéndose junto á Laura.)
(Vaya, aqni estorbc^yo.)
Bern. (a Laura.) (Y ahora, ¿he hecho ya bastantes
méritos, Laurita'?)
Laura (con bondad y dulzura.) Si, hombre, si.
Pepe (Apartándose de éstos como de los otros.) (¡Y aqUÍ
también!)
Bern. ¡Oh, dulce boca!
Fabio ¡Magnífica ideal
Laura ¿Cual'?
Mel. ¿Cual?
— 68 -
Tel. La de marcharnos todos ahora mismo al café
de enfrente á celebrar en fauciilia su triunfo
de usted.
Mel. ¡Don Telesforo! ¡me hace usted el más feliz
de los hombres! ¡No rae faltaba más que el
banquete... y ya lo tengo!
(ai público.)
La comedia terminó:
si un rato les divirtió,
suplico á las buenas almas
muchos vítores y palmas ..
como si estrenase yo.
FIN DE LA COMEDU
Madrid, Diciembre, 1897
OBRAS DE !tOS MISMOS flÜTORES
Msgritna y amor, juguete cómico. f2.a edición.)
^elén, 12, principal, juguete cómico.
Güito, juguete cómico-lírico. (2.a edición. ">
La media naravjn, juguete cómico. (2.* edición.)
El Un de la flauta, juguete cómico. (2.* edición.)
El ojito derecho, entremés. (:^.a edición.)
La reja, comedia en un acto (3.a edición.)
La buena Sí)í»ií>ra, sainete en tres cuadros, con música. (6.a edi-
ción.)
El per e grillo, zarzuela cómica en un acto.
La vida íyitima, comedia en dos actos. (3.a edición.)
Los borrachos, sainete en cuatro cusyiros, con música. (2.a edi-
ción.)
El chiquillo, entremés. (4.a edición.)
Las casas de cnrión, juguete cómico.
El traje de Incefi, sainete en tres cuadros, con música.
El patio, comedia en dos actos. (3.a edición.)
El motete, entremés con música (2.a edición.)
El estreno, zarzuela cómica en tres cuadros.
Los Galeotes, comedia en cuatro actos. (:?.» edición.)
La pena, drama en dos cuadros.
La azotea, comedia en un acto.
jE/ género ínfimo, pasillo con música.
El nido, comedia en dos actos. (2. edición.)
Las flores, comedia en tres actos.
Los piropos, entremés.
El flechazo, entremés.
El amor en el teatro, capricho literario en cinco cuadros, pró-
logo y epílogo.
Abanicos y panderetas ó ¡A Sevilla en el botijo! humorada sa-
tírica en tres cuadros, con música.
La dicha ajena, comedia en tres actos y un prólogo.
Pepita Reyes, comedia en dos actos.
Los meritorios, pasillo.
J a zahori, entremés.
La reina moro, «ainete en tr»s cuadros, cou música.
Zaragatas, sainete en dos cuadros.
La zagala, comedia en cuatro actos.
La contrata, apropósito.
El ornar que pasa, comedia en dos actos.
SERflFI^yJOflPUINÁLVAREZ QUIERO
LOS BORRACHOS
saínete
EN c;UATRO CUADROS Y EN PROSA
con música del maestro
O- E I^ O líTI 3i^ O O I 2v£ É 3íT B Z:
»>Híí#ífff^
MADRID
FLORENCIO FISCOWiCH, EDITOR
(Sxtcttor d« H%jo* d« A, OullónJ
PEZ, 40.— ÜFICIMS: POZAS,— 2— 2."
LOS BORRACHOS
saínete
EN CUATRO CUADROS Y EN PROSA
serafín y JOAQUÍN ALVAREZ QUINTERO
con música del maestro
GERÓNIMO GIMÉNEZ
Estrenado en el TEATRO DE LA ZARZUELA de Madrid el
3 de Marzo de 1899
-'m^m"
MADRID
R, Velasco, impresor, Marqaás de Santa Ana, 20
TtU/oHO námtra JS'
tseo
I $1!.
eoitoltlí Mh$
Con vivo entusiasmo , con sincero cariño y con el
más profundo respeto al arte, intentamos U7i día llevar
ni teatro los tipo í y costumbres de ?mestra tierra, tan
calumniada á veces por propios y extraños.
Dentro de nuestras pobres facultades, procuramos
ser fieles en la pintura y ajustamos á la verdad,
ponietido en nuestro trabajo el alma entera. Usted,
maestro de maestros, acoge y aplaude benévolamente
nuestra labor y nos alienta á continuar el camino em-
prendido. No podíamos aspirar á más.
Le debemos á usted gratitud eterna; y en testimonio
de ella, y de la admiración^y el afecto que usted nos
inspira, nos atrevemos hoy á dedicarle Los BORRA-
CHOS. ¡Ojalá encuentre usted en su composición un
asomo de arte, y en sus escenas algo de la poesía y de
la gracia peculiares del pueblo andaluz! Sería nuestra
mayor satisfacción y nuestro más legítimo orgullo.
^CJ S^€{/ate(J
REPARTO
FEBSONAJES ACTO&ES
SOLEDAD Sbta. Gabcí a.
SEÑA DOLORES. González (N.)
CONSUELO Espinosa.
EL MAESTEO SALVADOR Sb, Romea.
MIJITA Seta. Segura (C.)
SEÑÓ CURRO CHAMUSQUINA.. Se. Oeejón,
JUANILLO EL FLORERO Moncayo.
GAÑOTE Abana.
EL JILGUERO González.
EL GRILLO Sánchez.
EL NIÑO DE LA TABERNA Niño Bódalo.
Chiquillos de la escuela
ACTO ÚNÍCO
c "cr -A. DD I?, o :e> 2^ I iLvd: E I?, c
Una calle en Sevilla. A la izquierda del actor una taberna titulada
•La Giralda.» Es de día, á la calda de la tarde.
ESCENA PRIMERA
JUANILLO el florero y M I J I T A
(Stile Juanillo de la taberna. Al brazo derecho lleva un canasto lleno
de flores, tapados cssi todas con un trfipo blanco de hilo. El canasto
(9 lie mimbres y tiene una vara próximamente de largo, menos do
media de ancho y unes seis ú ocho dedos de fondo.)
.JUA. (Pregonando.)
Yo yevo flores, yo yevo flores,
con capuyitos
de tos colores.
¡Ay, capuyos, con er rabo suyo/
(va á irse por la izquierda á tiempo que sale Mijita
corriendo por la derecha y lo llama.)
Mij. Jnanij'o, Juaniyo!
.luA. ¡Mijita! ¿Qué quieres?
Mn. (señalando la taberna) ¿Sales tú (le La Gtrardaf
JuA. Ahora mismo. Ahí tienes á tu maestro, ar
señó Curro...
— 8 -
Mij. ¿Están ahí?
JuA. Con toa la partía... Gañote, er Griyo... tos
eyos.
Mij, (indicando que beben.) Y ¿suiTa que es tar-
de, eh?
JuA. Eso no tiene fin: ar que menos, le pones un
grifo en la barriga y es un barrí de dose
arrobas.
Mij. ^Me caigo en la iná! Pos yo, chiquiyo, y la
seña Dolores y Consuelo la sigarrera, la
mujé de Gañote, como locos buscándolos.
Carcula tú que anoche no fueron á su casa
y que hoy en to er día no ha paresío nin-
guno...
JüA. ¡Qué habían de párese! ¡Ni paresen!
Mij. Oye, y tú ¿has queao á tu artura?
JuA. ¿Yo?... ¡Yo no lo güelol
Mij, Ah, vamos, tienes el orfato perdió...
JuA. ¡Que no lo güelo, Mijital
Mij. Lo beberás tapándote las narises.
JüA. ¡Por mi salú que no tomo una gota!
Mu. ¿Quiés quitarte, guasón? ¡Si te briyan los
ojos más que er mundo!... ¿Y esta mancha?
JüA. Esta no es de vino... ¿Quién te ha dicho átí
que mancha la mansanÍ3'a?
Mij. Yo que lo veo.
JuA. ¡Fos cuarquiea estrenaba aquí ropa si man-
chara! Sobre que yo he Jurao no bebé...
Mij. ¿a quién se lo has jurao?
JuA. A una persona, miá este.
Mij. ¡Jé, jé! De bastante te va á serví er ju-
ramento.
JuA. Luego, es lo que yo digo, Mijita: una cosa es
toma una caña ó dos ó tres con unos amigos
y alegrarse un poco pa que jierva la sangre
y se ocurran pregones bonitos y piropos pa
las muchachas, y otra cosa es coge la jumera
indesente y pasearla por las cayes 3' dá que
desí. De esa manera no se v^ á ningún lao.
Mij. ¿Que no? ¡Derecho á la casiya!
— 9 —
ESCENA II
D I C H o S y el .1 I I, G U E R o
(Sale este por la izquierda y se encamina muy despacio hacia la de-
recha. Se detiene al saludo de Juanillo, sigue andando después, y á
cada pregunta vuelve a detenerse para contestarle.)
JUA. Adiós, JirgUeritO, hijo. (e1 Jilguero saluda con
la mano.) ¿Ande VaS á estas horas? (Se encoge
el Jilguero de hombros ) ¿Quiés tOEüá Ulia Caña?
(Niega con la cabeza, y se señala con el dedo Índice
Ift gargauta, como indicando que la delicadeza de esta
le impide beber.) ¿Y Matirde, güena? (Da á en-
tender con el gesto que Matilde esta regular.) ¿Y la
niña? (lo mismo que mh tilde.) Ea, pos que te
diviertas, hl]0. (Salucla otra vez con la mano y si-
gue andando.) ¡Y meCTOrias! f Vuelve á saludar y
vase lentamente por la derecha.)
ESCENA III
DICHOS menos el JlLGUERu
Mu . ¿Quién es ese orado?
JuA. ¿Ese? Naide: er Jirguero. Un niño que se
pone á (íantá Üau.enco, y ha}' que irse pa no
comérselo.
Mij. ¿Si?...
JüA. Na más que er domingo estuvo un inglés en
su casa pa cogerle la voz en uno de esos fotó-
grafos que hablan solos. ¡Y que no tiene voz
el arma raía!
Mij. Tiene que tené mucha á la fuersa: ¿no ves
tú que no gasta ninguna?...
JuA. Vaya, me voy pa er sentro, á vé si vendo
argo. Yevo aquí tres claveles der seTioríto
que dan el opio; y uno tomate y güevo, Mi-
jita, como no hay en toa Seviya otro
Mu . Pos á vé si clavas á un ingle.
- 40 —
JuA. Se me está ocurriendo una cosa. ¿Tú vá»
ahora pa aya?
Mij. ¿Pa dónde?
JuA. Pa la carpintería: pa casa e tu maestro.
Mij. Sí.
JuA. Pos vas á yevarle este á Soledá, de mi parte.
(sacando del canasto un clavel.)
Mij. jYa júmate, caña güecal
JuA. Hombre, Mijita, un favo que te pide uno...
Mij. (cogiendo el clavel.) Güeno, tráelo. [Vaya un
regalito que vi yo á hasé!
JuA. ¿Cómo regalito?... Dame acá...
Mij. Ño te asustes, hombre... ¡Por la gloria e mi
padre que se lo doy á Soledál
JuA. Pos adiós, y grasias... (Vase por la izquierda pre-
gonando.) ¡Las que güelen, rosaaaaas finas!
ESCENA IV
MIJITA y la SEÑA DOLORES
DOL. (Por la derechn, hecha un basilisco.) CorrC, COrrC,
que no te he visto... ¿A que se va huyendo
de mí aqué granuja? iTan perdió es ese como
los otros! (a Mijita.) Y tú, ¿qué hases aquí?
¿Ksta es la manera que tienes de buscarlos?
Jflúsica
Mij. Cármese usté, seña Dolores,
que con er nío he dao ya:
en La Girar da está er maestro
con Chamusquina y los demás.
Toita la noche se han pasao
bebe que bebe sin para,
y ya no saben á estas horas
ni quiénes son ni dónde están.
Doi.. ¡Malhaya quien en er mundo
plantó la primera sepa!
¡malhaya la primer uval
¡malhayan las borracheras!
— n —
Mij. Un milagro ha sio
el habé encontrao
er dichoso nío
donde la han tomao.
¡Lo que yo he subió!
¡lo que yo he bajao!
¡lo que yo he corrió!
¡lo que yo he sudao!
DoL. lAy, vaya un marío
que er Señó me ha dao,
tan reteperdío,
tan retetirao!
¡Siempre está bebió!
¡nunca está en su estao!
¡lo que yo he sufrió!
¡lo que yo he pasao!
DoL. ¡Mtilhaya quien bebe vino!
Mij. ¡Malhaya quien vega á olerlo!
DoL. ¡Malhayan los que lo venden!
Mij . ¡ Malhayan los cosecheros!
DoL. Ese piyo no baja,
y yo subo por é ,
y aunque sea por la faja
arrastrac lo traeré.
Mij . Deje usté que yo suba,
y será lo mejó,
que si está hecho una cuba
más que usté sirvo yo.
J)oL. ¡Ay, qué mardesío!
¡ay, qué condenao!
Mij. ¡Bien nos ha corrió!
¡bien nos ha cansad
DoL. ¡Nunca está vasío!
Mij . ¡Siempre esta achispaol
DoL. jLo que yo he sufrió!
Mij. ¡Lo que yo he sudao!
— 1-2 ~
Hablado
Mij. Espéreme usté aquí, seña Dolores, y usté
verá como se viene coumigo de cabesa.
DoL. Miá, Mijita, que como no me lo traigas, en-
tro 3'0 y armo la gorda.
-Mij. Lo creo. Pero no va á hasé farta. Vi á desirle
que lo aguarda aquí Rosita la confitera, que
está por é.
DoL. ¿Cómo que está por é?
Mij. ¡Señora, como está por to er barrio, tiene
que está por é! (Entrase corriendo en la taberna )
ESCENA V
SEÑA DOLORES y CONSUELO
'Con. (Por la izquierda, muy fifligida ) ¡Ay, Señá Doio-
res de mi arma, no me diga usté nal Ya sé
que están abí: me lo ba contao Juaniyo er
fiorero.
DoL. ¿Le paese á usté? ¡Los muy sinvergonso-
nes!
■CoNS. Dise que á mi probesito Migué da pena
verlo. Como tiene un vino tan escandaloso...
Miste que es desgrasia: ,er probesito no co-
nose otro visio... pero ese le coge to er cuerpo.
'DoL. ¿Que no conose otro visio, y es un gandú y
un gorrón, y anda siempre e jarana y se
juega hasta la saliva?
CoNS. Ay, pero eso es bebió: fresco, no.
DoL. ¡Pero si nunca está fresco!
•CoNs. Pos esa es la desgrasia; que nunca está fresco
er probesito.
ESCENA VI
DICHOS, MIJITA y el IVIA ESTRO SALVADOR
Sal. (Sale de la taberna, borracho, sujeto por Mijita y can-
tando.)
«Ábreme la puerta,
puerta der postigo...»
- 43 —
DoL. t)igo, ¿eh? ¡qué güeno vienel
Sal. No soiros naide, ¡pero naide! Está un hom-
bre tan cabá y tan entero... y á la media
hora... ¡borracho perdió!... (Riéndose.) ¡Pf!
Mij. \nde usté, maestro Sarvadó...
Sal. Rosita la confitera... me ha dicho éste que
me espera... Hombre... y cae en verso... ¡Pfl
(Reparando en la seüá Dolores.) / AsuquiqUl, pOS SÍ
es mi mujé!... Mijita, te vi á corta las orejas...
pa que lo sepas...
DoL. (Agarrándolo por un brazo.) ¡Anda ya pa Casa,
so pendón!
Sal. (sulfurándose y grita:ido.) ¿Pa casa yo? ¿Yo pa
casa? ¿Pa casa yo? ¡Yo no me voy pa casa!
DoL. ¿Quiés no grita? ¡Josú, qué demonio e vinoí
En cuanto lo prueba es otro hombre.
Sal. ¿Otro hombre?... ¡Mijita!
Mij. ¿Qné quié usté?
S.\L. Dile ar niño que saque unas cañas.
DoL. ¿ 'a quién? ¿pa ti? No, hijo mío, tú no be-
bes más...
Sal. Pero mujé, ¿tú misma no estás disiendo
que soy otro hombre?... Pos á ese otro hom-
bre tengo yo gusto en orsequiarlo... ¡Pf!
CoNS. Oye, Mijita, ¿tú has visto á mi esposo?
Mij. Sí, señora: ahí está.
Sal. ¿Gañote?... A Gañote me lo sarto yo en
cuanto quiera...
CoNS. Probesito e mi arma. Vi á sacarlo de su
perdisión.
Mij. Le arvierto á usté que se pelea hasta con
su sombra.
CoNS. jFrobesito, probesito e mi vía! (Entrase en i»-
taberua ) j
ESCENA VII
DICHOS menos CONSUELO. Después el NIÑO de la taberna
Sal. (cantando otra vez.)
«Ábreme la puerta
que está yoviznando...»
¡Ole ahí los hombres! Mijita, yo te proteja
— 14 -
á tí... (a la seüá Dolores.) Y á tí te quiei'O más
que á las niñas e mis ojos... iLuserol... ¡glo-
ria!. . ¡yema e San Leandrol...
í)o\.. Vamo.a, ¿quiés venirte pa casa á dormirla? ..
Niño (saliendo á la puerta «le la taberna.) Olga USté,
maestro Sarvaó: en la cuenta me farta un
perro...
Sal. ¿Qué dise ese?
Mij. Que le farta un perro.
Sal. ¿Un perro? (Después de síitr.r ) A mí no me
base caso... Niño, sírbale tú á vé si viene...
¡Pf!
Niño Lo que tiene usté que hasé es aflojarlo...
Í3AL. jChsss!... ¡chsss!... No te arteres... (Dándole una
peseta.) Cóbrate.
Niño Esta es la peseta farsa de antes.
láAL. ¿La farsa?
Niño Sí, señó: místela. (La muerde y se la devuelve do-
blad» b1 maeslro Salvador )
Sal. (coD'.empiRr.do la peseta.) ¡Hombre, por Dios,
que te di una peseta y me degüerves una
cuchara!... ¡Pfi
DOL. (Dándole al Niño diez cénlimrs.) ¡ Ea, niñO, toma
y déjanos en paz!
Niño Con Dios. (Entrase en la taberna.)
í5alv. Oye: dile al amo que me lo vi á sarta un
día de estos... (Tirando la peseta.) Ahí está pa
un pobre... ¡Así soy 3^0!... ¡Como si .fuea
güeña! (cantando.)
«Ábreme la puerta,
puerta der postigo...»
Mij. Vaya, maestro, güeno está; vamos pa la car-
pintería...
•Salv. Con ustedes dos, seres queridos... ¿eh?... voy
yo aunque sea á pesca con caña.
Dol, Pos vamos andando... (Entre ella y Mijit > se van
llevando al maestro íalvador hacia la derecha.)
fí.ALv. Pero na de sostenerme... cuidaito... No, por-
que yo estoy más fresco que una lechuga.
¿Quiés una prueba? ¡Ya verás una cabesa
firme! Dos por dos, cuatro; dos por cuatro,
ocho... ¿Eh?... ¿Más toavía? (señalando todo lo
qi-.e nombra.) Esa es la tatema., esto es un
— 45 —
chaleco... esto es uu botón... esto es otro
botón...
Mij. Y eso que usté yevR es una mona que no se
acaba nunca, (oyese mHo como de pelea en la
taberna.)
Salv. ¿Qué pasa, tú?
DoL. ¡No te importa! ¡Vamonos!
Salv. Vamonos, mujé, no te enfades... Si yo te
quiero más que á la Virgen de la Esperan-
sa... Ayí viene un guindiya... No desirle na,
que vi á sartármelo como se descuide... (se
van por la dsrecha los iras.)
ESCENA VIII
CONSUELO y GAÑOTE
Con. (Sncando á Geüoie borracho de la taberna, casi á re-
molque) Anda, corasón, vente tú conmigo.
Gañ . ¿Yo? ¿Dirme yo zin zacarle las tripas á eze?
C> N. Vamos, no te pierdas, presioso.
Gañ. He visto que te ha querío toma la cara, y
mírala: (Beüando la cruz.) por mi zalú que le
hago una arcancía en la barriga... Mírala.
(volviendo á besar la cruz, como siempre que dice
'mírala.»)
Con. i Ay, por Dios, Migué! Vente, hijo mío. (Tiran-
do de él hacia la izquierda.)
Gañ. Zi no ez ho}' zerá mañana; pero, mírala...
¡Yo! ¡Migué Rodríguez!... Mírala... Y zi no
mañana, pazao... Mírala. Vi á ponerle er
vientre como una perziana. ¡A ti no te toma
la cara naide!... Mírala... ¡Pero naide!... Mí-
rala.
Con. (¡Probesito! ¡Qué lástima de hombre, con
este visio tan arrastrao!) (Vase con Gañote por la
izquierda.)
- 16 -
ESCENA IX
El GRILLO
(sale de la taberna borracho, cantando y jaleándose, y se encamina
hacia la derecha.)
¡Otra! ¡Venga otral (cantando.)
No me y ores más...
¡Ole!
Que si me y oras, me y oras, me y oras...
¡Ole con ole!
Me tiro á mata.
¡Saleros alií! jEso es estilo y facurtades, Gri-
yito!... ¡Que se acuesten los ruiseñores, que
ya es de día! (Entusiasmándose.)
No sé lo que tiene...
¡Huyuyui!
La yerlagüena de tu güertesito...
¡Canela fina! ¡Y arque le pique que se rasque!
Que tan bien me güele.
¡Bendita sea la madre que te echó ar mun-
do, Griyito! ¡Otral ¡Venga otra, por tu salúl
Miá que te lo encargo...
(Tropieza en la pared y dice, como encarándose con
alguien:) ¡Eh, Compadre, ca uno por su cami-
no...! (Vase por la derecha y se aleja cantando la co-
pla empezada.)
ESCENA X
CHAMUSQUINA; luego CHIQUILLOS de la escuela.
Cham, (Saliendo también de la taberna, empujado violenta-
mente desde dentro y borracho perdido.) ¡Chamus-
quina! ¡Valiente borrachera han tomao tos
— 17 —
esos! ¡Hay que reírse! No hay hombres pa
na... Apenas lo güelen, cadáreves... cavá-
deres... ¡cadáveres!... ¡Hay que reírse!...
(oyese dentro la algazara propia de una chiquille-
ría que sale de ¡a escuela.) ¿Qué bu^^a eS esa?
¿Si será una juerga e taberneros?... ¡Ah,
no! ¡Son los chiquíyos que salen de la es-
cuela!... ¡Viva mi gente! Digo, ¿eh? ¡Y di-
sen que se acaba er mundo! (principian á salir
por la izquierda chiquillos del pueblo, con bolsos de
libros unos, y otros con tres ó cuatro libros en las
manos. Vienen en desorden, mirando hacia dentro, co-
rriendo, brincando y dando gritos de alegría.)
Música
Chiqs. ¡Que baile el ayudante,
que baile don Toma,
jambrera por delante,
jambrera por detrá!
jAyí viene! ¡que nos coge!
¡á escaparnos! ¡á corre!
(Huyen desperdigados hacia la derecha.)
¡Que tropiesa! ¡que se cae!
¡A cantársela otra vé!
(Avanzan en tropel hacia la izquierda.)
¡Que baile el ayudante,
que baile don Toma,
jambrera por delante,
jambrera por detrá!
(Figuran tirarle piedras al ayudante, y tan pronto
huyen como si este les acometiera, tan pronto vuelven
á avanzar como para atacarle, mientras canta Chamus-
quina lo que sigue.)
Cham. ¡Qué grasía me hasen á mí
las cosas de los chiquiyosl
2
- 18 —
¡Les vi á pronunsiá un discurso
que va á resurta marnifico!
¡Siudadanos!
Uno ¡Anda!... jCbamusquina!
Varios ¡Chamusquina! ¡Chamusquina con la bo-
rrachera!
Cham. ;('hsss! ¡Silensiol
Uno i Que baile!
Cham. Niño, no me dala gana: que baile tu pa-
lmito si quiere.
Todos ¡Que baile! ¡que baile! ¡que baile!
Cham, (Como se empeñen en que baile, no hablo...
Ni habla Gástela.)
Chiqs. ¡.\ cantarle la copla! ¡á cantarle la copla!
(Lo rcdcan gritando. Después cautan.)
Chamusquina cuando ajusta
sus faenas de encala,
dise siempre que le gusta
que le paguen la tajá.
Chainj
Niños, mira que tengo
mu malas purgas,
cuando arguno se mete
con mi condurta.
(Se cogen de las manos los Chiquillos, hacen una rue-
da, en medio de la cual que;la encerrado Chamusqui-
nii, que va de un lado á otro queriendo escaparse, y
dan varias vu3lt»s mientras cantan la siguiente copla:)
Chiqs. Señó Curro Chamusquina
una vez que fué á encala
y cogió la papalina,
compró vino en vez de cá.
Cham, (Na, que va á sé presiso
pa que se cayen,
sortá otro discursito
como er de enantes.)
¡Siudadanos! (Un chiquillo l? tira de la blusa.)
¿Qiiiés hasé er favo de estarte quieto, arma
mía?... ¡Siudadanos! (otro le da un pescozón y
— 19 —
todos se ríen.) Pero... ¿es quG lo Víimos á echa
á guasa?... ¡Siudadanos! (otro se le mete por en-
tre las piernas y está á pumo de hEcerlo caer. Nuevas
risas.) (Na; que están los niños pa el avío...
Va á habé que irse...) ¡Siudadanos!... ¿Eh?...
¿Qué es esto?...
(Entre todos lo zarandear, lo traen y lo llevan, gri-
tándole á un mismo tiempo. Chamusquina, defendién-
dose Ce ellos a golpes, se encamina hacia 2a derecha,
por dcnde se va al fin perseguido por todos, que no
cesan de tirarle de la blusa, subírsele encima, hacerla
tropezar, etc., etc.)
Chiqs. Señó Curro está alumbrao,
y ha vendió su escobi\-a,
y una perra que le han dao
se la gasta en mansaniya.
FIN DEL CUADRO PRIMERO
CTJ-A.IDI^O SEO-TJ2iTIDO
Patinillo que sirve de desahogo á la carpinteiía del maestro Salvador.
Al foro una puerta que da á la carpintería y conduce á la calle. A.
la derecha del actor otra que ll(;va al interior de la casa. A la iz-
quierda una ventana con reja, en cnyo alféizar hay macetas coa
flores, y un jazmín cuyas ramas so extienden trepando por la pa-
red hasta bastante altura. A la derecha de la puerta del foro una
rinconada con arriatps. Inmediato á la misma puerta, hacia la iz-
quierda del patinillo, un banco de carpintero: encima de él una
garlopa, y en su paite baja otros instrumentos grandes, tales
como sierro, mazc, berbiquí, etc., etc. Por el suelo gran cantidad
de virutas. En sitio conveniente el anafe y cazo para la cola, do
sillas, varios csjones grandes, algunos pedazos de madera, algutjas
tablas y una espuerta con instrnmeuK'S pequeños. A Ja izquierda
un botijo ccn agua. De la p»red de la derecha & la del foro, un
cordel para tender ropa. Sujeta a 1j segunda una tabla, sobre la
•cual hay varios frascos de barniz y latas de pintura. A un lado ua
cubo y varias efcobil'as de ercalador.
— 20 —
ESCENA XI
SOLEDAD y JUANILLO
(soledad siulada á 1a derecha en primer término, componiéndose y
acicalándose ante una silla donde tiene un peine y un espejo. Jua-
Eillo sale por el foro con el canasto de flores al brazo.)
JuA. ¿Yego á tiempo, niña?
Sol. Hola. ¿Por qué lo dise usté?
JüA. Por na. ¿Quié usté pa ese pelo lo mejó der
canasto?
Sol. Venga; si es volunta...
J:a. Eso no: lo hago por CULLplí... (Le da una flor
que Soledad se pone en la cabeza.)
Sol. De toas maneras se agrádese...
JuA. Hasta pa sé fló, ha}' que tené suerte en er
mundo.. Miste que esa... Pos no, que er cla-
velito de ayer tarde...
Sol. Oiga usté, ¿se le debe á utrté argo?
JuA. ¿A mi?
Sol. ¡Como trae usté lo der clavé tan por los
pelos!...
JuA. Quería sabe si lo había usté resibío...
Scl. Sí señó; pero lo tiré á la basura.
JuA. ¿A la basura? ¿A. vé la cara?
Sol. (Levantando la cabeza.) Místela. Me dijo Míjita
que era cosa e Jalapa, er boticario de ahí
enfrente, que me pidió la conversasión el
otro día...
JuA . ¿Ese de la cabesa tan gorda?
Sol. Er mismo.
JuA . ¿Y qué va unté á hasé con un hombre que
tiene que ponerse er sombrero con cargado?
Sol. Pos meterle una luz en la cabesa y pintarla
e verde.
.Tu A. ¿Pa qué?
Sol. Pa ponerlo en el escaparate e la botica.
JuA. ¡Já, já, já! ¡Qué güeno!... También Mijita
miente más que habla...
Sol. (Levantándose.) Sí. Me contó una cosa de usté
que es mentira, de fijo.
— 2t —
JuA. Si es una mala arsión, desde luego...
Sol. ¿Va usté pa santo? Me dijo que estaba usté
en la Campana, y que olía usté á vino desde
er muej'e.
JüA. ¿A. vino 3'o? ¿Usté no sabe que tengo mi pa-
labra empeña?...
Sol. Eso s'; lo que no sabía era que la hubiese
usté sacao...
JuA . Yo le juro á usté...
Sol. No me jure usté na, que es malo. Aparte de
que á mí no me importa ni tanto así que
usté beba ó no beba...
JuA. ¿No?...
Sol. ¡Ya pué usté meterse en mansaniya hasta
el ala er sombrero!
JüA. ¿Entonses á qué me puso usté por condi-
sión pa quitarme e penas...?
Sol. ¿Yo qué tengo que vé con las penas e nadie,
criatura? Me sobra con las mías...
JuA. ¿Tiene usté muchas, hija?
Sol. Más que usté, padre.
JuA . ¿Quié usté que yo las entierre pa siempre?
Sol. ¿En dónde?
JuA. Ríase .usté.
Sol. ¿Que me ría? ¿Pa qué?
JuA. Pa desirle á usté en dónde.
Sol. (Kiéndose.) ¡Av, qué gra.eioso!
JüA. ¿Lo ve usté? En esos joyitos e la cara.
Sol. ¿De veras? Pos no me sirve usté pa ente-
rraó.
JuA . ¡Miste que lástima!
Sol. y veo que se fija usté mucho...
JüA. Hay que darles que hasé á los ojos... Ade-
más de que esos joyitos me hasen á mí la
grasia e Dios...
Sol. Plombre, qué casualidá: á mí no me gustan.
JuA. ¿No? Pos miste, con dos cachitos e mis la-
bios se puén tapa. (Acercándosele mucho.)
Sol. (Apañándose de él con viveza.) ¡Quite usté, guasa
viva!
JuA. Pa guasa yo, pero pa viva usté.
Sol. Grasias...
JuA. No es favo; es la pura...
Sol. Grasias...
22
JuA. A Dios, que me la puso á usté delante...
Sol. Grasias...
JuA. Eso, grasia, retemuchísima grasia...
Sol. Vaya, hijo, ¿me quié usté pa armanaque?.
ESCENA XII
DICHOS y la SEÑA DOLORES
DoL. (Por la derecha, con un lebrillo lleno do ropa blanca
recién lavads, que va tendiendo en el cordel poco á
poco, y que acaba ('.c tender al final de esta escena.)
¡Adiós mi dinero! ¡Ya está aquí este perdíol
JüA. Seña üolores, que está delante Soledá y pué
creérselo.
DoL. jPa eso lo hago yo! ¡Güeña la tomaste a3'er
tarde!...
Sol. ¿Lo ve usté? Cuando er río suena... *
JuA. Niña, ¿quié usté no sé tan viva e genio?
(Desesperado.) ¡Pero, hombre, si hasta la man-
saniya e la botica la pío por señas, pa ni si -
quiea nombrarla!
J)oL. Güeno, sí; vete á vendé flores, que aquí no
te queremos pa na,
JuA . Na más e por no oiría á usté me largo ahora
mi.-rmo. Y bastante hacharao que me voy. Y
con doló de cabesa, niña.
S')L. ¿Si? Pos pegúese usté en las sienes dos
rueas e papa.
JüA. Gasta usté mucha fantesía, morena.
Sol. La que Dios me ha dao. Y er que no me
quiera así, que me deje.
o Jt\, (va á contestarle á Soledad, y no ccurriéndosele nada,
corta por lo sano.) ¡Coil Dios! (A Mijiía, que sale
por el foro cuando él se va.) ¡Mijita, er día me-
nos pensao te vas á encontrá argo que no
va á gustarte!
Mij. Eso me lo dises tú á mí cuando estés fres-
co. (Huye de Juanillo.)
JuA. ¡Verás!... (Vase.)
— 23 —
ESCENA XIII
SOLEDAD, SEÑA DOLORES y MIJlTA
DoL. ^;De dónde vienes tú?
Mij. I)e basé cola, maestra,
DoL. ¿Pos no había cola?
Mij. ¿i es de basé cota en er Giro Mutuo... pa
cobyá una letra e mi madre. (Durante loda esia
esceua va de sea para allá hacieudo que hace algo.)
DoL. (ASoierai.) Ove, y tu padrasto sin vení...
como si estaviea de veraneo.
Sol. No me hable usté de mi padrasto, que he
])asao una noche más mala...
MlJ. (Queriendo terciar en la coQversüción.) A estaS uO-
ras estará en la casiy;i.
DoL. Los niños oyen, ven y cayan. .. (Mijita le faca la
lengua en sea de buila. La seña Dolores lo ve y lo
pega un giautazo.)
Mij. ¡a mí no me tiene usté que pega!
DoL. ¡Pa que saques la lengun! — Pos sí, bija mía,
hay hombres descr.staos y sinvergüensas,
pero como tu padrasto no he conosío des.
Sol. (sispirando.) ¿Y qué quié usté que yo le haga?
Ya sé yo que debía portarse de otra mane-
ra... Debía mira lo que yo mito; que ustés
nos tienen aquí por favo y de lástima...
Mij. (¡Probesiya!)
DoL. Y yo te m eguro que si no mirara que tú eres
hija do mi prubesita hermana, que esté en
gloria, lo que es á tu padrasto lo dejaba
morirse de hambre como un perro...
Mij. Soledá, me paese que ahí dentro te han ya-
mao...
DoL. ¿Quién la va á 3'amá si no hay nadie?
Mij. Seña Dolores, habrá sío el eco... (¡Me da
pena verla sufrí!...)
DoL. Bien se lo arvertí yo á Sarvaó er día que se
presentó tu padrasio yorándole plagas. Lo
que tiene que, como es tan güeno, se creyó
to lo que el otro le dijo...
M;j . ¿Y no le paese á usté que to eso sobra? ¿Qué
— 24 —
curpa tiene la chiquiya de que sea un sin-
vergüensa su padrasto, vamos á vé?...
Doi.. ¿Cómo vamos á vé?... ¿Quién eres tú pa...?
¡Arsa pa la carpintería, so muñeco!...
Mij . Tengo que basé aquí ahora, seña Dolores.
DoL. ¡Pos tendría que vé que los monos fueran á
gobí ruarla á Unal... (cogiendo el lebrillo y yén-
dose por la derecha.) ¡ Vaya!
Mij. (¿A que le tiro la garlopa á esa tía bruja?)
ESCENA XIV
SOLEDAD y MIJITA
Miisica
Sol. (Llorando.)
[Qué mala suerte la mía,
que se me murió mi madre
cuando más farta me hasía!
Mij. (observando, mientras trabaja, á Soledad.)
A mí me da mucha rabia
que una mujé tan refea
haga yorá á una tan guapa.
Sol. Mi consuelo era mi madre,
y ahora que rae farta eya
nadie viene á consolarme.
Mij . Hasen farta malas purgas,
y tené sangre de arpía
pa martratá á esta criatura.
(Deja el trabajo y se acerca á Soledad.)
¿Qué te pasa, morena?
Anda 5^ dímelo 3'a,
que si tú tienes pena,
yo la quieo consola.
— 25 —
Dime á mí, rebonita,
por qué yoras así,
y verás á Mijita
to de luto por tí.
Sol. ¿Qué quieres que tenga?
que me tienen aquí de prestao:
me ajoga la pena.
La pena me ajoga:
he perdió á mi madre y mi casa
y estoy aquí sola.
Sólita en la tierra,
sin tené quien me mire á la cara.
¿Qué quieres que tenga?
M'j . No te apures, chiquiya,
que ya argnno vendrá,
que es mu grande Seviya
y tú vales la má.
Cuando menos lo esperes
se presenta un gaché,
y «te quiero» y «me quieres 3
y te casas con é.
Sol. Te engaña tu volunta:
por argo á mí me pusieron
en la pila Soledá.
Mij . (Ahora viene lo mejó:
como Dios pintó á Perico
le digo que aquí estoy yo.)
Sol. Estoy harta de pena:
bien sabe Dios que quisiera
morirme pa descansa,
Mij. Chiquiya, cávate ya:
no yores de esa manera
que vas á haserme 3'orá.
26 —
Sfablado
Sol. Desengáñate, Mijita; yo nasí con muy mala
sombra. A mí me debieron tira lo mismo
que á los gatos canijos.
Mij. ¡Echal
Sol. |Miá que las puyas que me silería la seña
Dolores! Pos ¿y la vía que me da mi padras-
to? Como no tenga la mona ensima no hay
un dios que lo sufra.
Mij. ¿Sí, eh?... (coñ lesoiución.) To eso va á aca-
barse. (Después <f,e mirar receloso á las dos puertas, y
en voz taja.) Oye.
Sol. ¿Qué quieres?
Mij. No arsesla a^oz. Mi madre me ha escrito...
Sol. ¿y qué? ^
Mij. Me dise que me vaya ar pueblo con eya. Te
arvierto que mi madre es más güeña que
una torta de aseite.
Sol, Pog ¿á quién sales tú, demonio?
Mij. ¡Ar probesito e mi papá, que 'era un porvo-
rón que en paz descanse!
Sol. Güeno: sigue...
Mij. (volviendo á mirar á las puertas con recelo.) TemO
que arguien nos coja...
Sol. Pero ¿vamos á basé argo malo?
Mij. Verás. Mi madre me ha buscao una carpin-
tería en er pueblo. Dise que vi á está ayí
mejó que er loro de una fonda... Pretextos e
la probesiya pa yevarme á su vera, ¿sabes tú?
Sol. y qué, ¿vas á irte?
Mij. Según...
Sol. Explica eso...
Mij. Solo no me voy.
Sol. ¿Entonses, con quién?
Mij. Contigo.
Sol. ¡Muchachol ¿tú estas loco?
MlJ. ¿Loco? ¡Sil (Animándose gradualmente.) ¡Eli mí
casa vas á cae como el agua e Mayo!
Sol. ¿Quiés no desí tonteras?
Mij, (sin atender á Soledad.) ¡Ayí te vamos á trata
mejó que á un gato chico!
Sol. . ¡Qué cosas tienesl
Mij. Conchitas e la má, bichitos e luz de los cam-
pos, estreyitas der sielo... ¡chocolate con le-
che que pías, chocolate con leche tendrás
ayí!
Sol. Chiquiyo, baja la voz tú ahora. .
Mij. y sin dijustos, j mu quería... y con ese ar-
masen tan presioso... ¡Josú! ¡á la semana
•• vamos á tené que repartí latiyas numeras,,
pa que vayan á verte por turno!
Sol. ¿Quiés cayarte?
Mij. ¡No me da la gana!... Si tú te tienes que es-
capa conmigo; si ya no paro, si ya no sosiego^
hasta que me preguntes un día: «Mijita e
mi arma, ¿qué son penas? ¿quiés desírme-
lo, que se me ha orvidao?»
Sol. Pero hombre...
Mij. Aluego yega la hora e casarse...
Sol. (Echándolo á broma.) Eso fs: y cargo yo con un
gañán de aqueyos...
Mij. ¡No va á está mar gañán! ¡Mi persona, más
fina? y más asea que una ficha er trésiyo!
¿Qué?
Sol. ¿Quién*?^ ¿tú?... (suelta la risa.)
Mtj. Ríete, ríete; ya sabía yo que ibas á echarlo
á guasa.
Sol Pero criatura, ¿tú no comprendes que eres-
un chiquiyo?
Mij. ¿Q'^e yo soy un chiquiyo? ¿Quién te ha di-
cho á tí eso? ¿Qué edá tienes tú, vamos
á vé?
Sol. |Y me lo pregunta tan serio!
Mij. (Con gravedad cómica.) ¡Chsss! Coutesta á t\t
marío. ¿Qué edá tienes?
Sol. Diez y ocho años.
MiT. ¿Lo estás viendo? Yo quinse. .Dentro e tres
años tengo la misma edá que tú... Per má»
que tú no vas á plantarte... ¡Pero, señó, ar-
gún inconveniente había de habé!... ¿De qué
te ríes?
Sol. De la cara que it»a á pone tu madre 6i nos
viera entra juntos por las puertas.
Mií. ¡Una cara que ni la tuya! Porque te arvierto
que er talento e la casa soy yo. Y hago ya
una cosa, y boca abajo to er mundo.
— 28 —
Í30L. Pos hijo de mi arma, esta vé...
Mij. Ah, pero ¿con formalidá, uo te desides?
¿Despresias mi cariño?,..
Sol. ¿y qué quiés que haga, si mi suerte es esa?
Mij. ¡Me caigo en la mal ¡á tí te farta argún tor-
niyo!. . Pién.'-alo bien, muchacha, miá que
yo miro tus penas con crista de aumento, y
va á habé aquí una esaborisión. Er día me-
nos pensao yegas, ves unas cosas raras por
er suelo .. ¡y sen las virutas e tu padrastol
Sol, Caya, por Dios, que me párese que viene
ahí...
Mij. ¿Q^ie viene? Pos como venga fresco y haga
arguna e las suyas, — hoy ¿qué es, sábado?
— ¡er domingo sargo en los papeles!
ESCENA XV
DICHOS y CHAMUSQUINA. Después el MAESTRO SALVADOR y la
SEÑA DOLORES
(Sale Chamusquina por el foro con cara de pocos amigos y con las
manos atrás, y principia á pasearse, gruñendo, en varias direcciones.
Trae un chirlo en la frente.)
Sol. (Saliéndole al encuentro ) DioS guarde á USté, pa-
drasto.
•Cham. (Empujándola.) ¡Quítate de en medio!
Mij . Hola, señó Curro.
Cham. (Dándole un puntapié.) [Y tú también!
Mij. (¡Me caigo en la mal ¡Ya tenemos la e siem-
pre! (En son de ameniza.) jLo que CS COmO me
pegue otro!...) (Pausa. soledad y Mijita no le qui-
tan rjo á Chamusquina.) ¿Qué tal Va CSC ValÓ,
señó Cuiro? (Este lo mira y no cesa en sus paseos
y gruñidos. Pausa ) ¿Se ha pasao bien la no-
che?... (soledad hace señas á Mijita para que se calle.
Nueva pansa.) ¿Hay mosquitos en la casiya?...
Cham. (pegándole otro puntapié.) ¡Toma mosquitosl
Mij. (¡Mardita sea!... ¡me ha cogió por detrás!...)
Sol. Escuche usté una cosa...
Chai i. ¡No tengo na que oí!
Sol. Ayé vinieron de casa er cura...
29 —
Cham.
Sol.
Cham.
Sol.
Cham.
Sol.
Cham.
Mij.
Ceam.
Salv .
Cham.
Salv .
Cham.
Salv.
Cham.
Salv .
Cham.
Salv.
Mij.
Salv.
Cham.
Mrj.
Salv.
Cham.
Salv.
Cham.
Salv.
Dol.
¡Me alegrol
A vé el podía usté encala ayí mañana...
¡Que encale er gacristán!
Si es en casa er cura...
¡Pos que encale er cura!
Tor mí que encale; ])ero lo que es así...
(volviéndose airaiio.) ¿Qué?...
¡Na, que va usté á echa coche!...
¡A tí te vi á dá 3^0 una gofetá que te vas á
queá de perfí pa siempre!
(pcr el foro.) Oye, Curro, ftú has armorsao?
Sí.
¿Sí? Que sea enhoragüena,
¡Pues guardarte tu armuerso!
No, lo que es er mío hien guardado está 3'a...
¡Pos tira er mío! ¡Estoy ya de frijones hasta
aquí!
Hijo, si te repurnan, haberlo dicho, y te
hubiéamos traío corasón de \aca como á
los ruiseñores...
Poquito pitorreo, ¿eh?
Hablando de otra cosa. Acaba e vení un
aviso e la confitería...
(Remedando al señó Curro.) ¡Que eucale CF Con-
fitero!
¿Qué dises?
¡Que Mijita me está buscando y me va á
encontrá! (Pegándole Ciro puntapié.)
¡Ay!
Güeno, ¿te has enterao del aviso?
¡Ni farta que me hase!
¡Bonito modo tienes tú de procura trabajo!
¡Si eso es echarme en cara lo cuatro cochi-
nos frijones que me das, ya pues quearte
con eyos!...
Hombre, Curro, yo creo que tú estás obligao
á habla de otr.i manera...
(Por la derecl;a, fuera de si y dinpuesta para salir á la
cHiie.) ¡Ni éste tiene vergüensa, ni tienes ver-
güensa tú, ni yo tengo vergüensa si aguan-
to esto! (ai maestro Salvador.) ¡Grandísimo car-
sones! ¿te paese bien que semejante tá por
cuá, que debía besa er suelo que tú pisas,
te farte con ese descaro después de estarlo
- 30 -
n'an teniendo? ¡Primo! ¡más que primo! ¡qne
eres más infelí qne un cubo! (a chamusquina.)
Y tú, cacho e gorrón, ¿qué has yegao á figu-
rarte? ¿qu3 vas á sopapearnos á tos porque
mi maiío sea tonto? ¡Quítate de ahí, so cana-
ya, so perdió, so ladrón, so sinvergüensa, so
curda, peseta farsa, latón e la basura,' serrín
pa los gatos... quítate de ahí!... ¡Ay, si yo
yevara pantalones!
Ch.am. ¡Cuarquiea tá sufría, porque es con fardas
y ni tu marío pué aguantarte!
DüL. ¿Y á ti, mala pécora, quién te aguanta, que
cuando no yevas ensima la mona la estás
durmiendo? ¡Qué ganitas tengo de perderte
e vista! Tú y na más que tú vas á mata á
esa pobre: lú y na más que tú tienes la
curpa de que mi mario se haya envisiao...
¡Antes e tú veni yevaba un mes sin proba
una gota!...
Salv. (jSi mi mujé supiera que er barni blanco es
mansaniya!...)
Cham. ¿Ha3 acabao ya? ¡Pos yo no aguanto más
que á mí se me refriegue por la jeta er ca-
cho e pan roío que me dan ustedes! ¡Niña,
lía tu ropa, que ahora mismo nos vamos de
esta casa!
DoL. ¡La comedia e siempre!
Salv. Te irás tú solo; lo que es Solcdá...
Cham. ¡Soledá también!
DoL. ¡Déjalos que se larguen! (Yéndose de estampía
por el foro ) ¡Que no caerá esa breva, no ha}''
cuidao! ¡Estarán aquí cuando yo güerval
Mij. (a soiedfd.) ¿Y que tú aguantes esto? No seas
tonta y vente á mi casa,
Sol. ¡Al infierno aunque sea!
Mij . ¡Esta misma noche!
Sol. ¡Ahora mismo, si quieres! (vase por la derecha.)
Mij . ¡Ole! (se queda delante de la puerta viéndola irse.)
Salv. ¿Ande va esa probé muchacha?... (Dándole
un puntapié á Mijita y yéndose tías. Soledad.) ¡Quí-
tate de ahí!
MlJ. ¡Ay! ¿También éste?... (se encamina hacia el
foro y Chun;usquin», á quien ¡e estorba el paco, le
pega otro puntapié.)
— 31 —
Cham. ¿Qniés no ponerle elante? (vas2 ror ei fjro.)
Mij. ¡Me caigo en la má! Con otro gorpe en er
mismo sitio... ¡cuarquiea se va á mi pueblo
en tersera! (Éntrase en la carpintería.)
FIN DEL CUADRO SEGUNDO
Calle. A la derechi del actor la puerta de la curpinierla del maes-
tro Salvador. Junto á la puerta una ventana con reja
ESCENA XVI
JUANILLO EL FLORERO
91 lis i ca
(üentro, pregonando.)
jLas que giielen, rosaaaaas finas!
Yo yevo flores, yo yevo flores
con capuyitos
de tos colores.
(Sale por la izquierda.)
jAy, capiiyos, con er rabo suyo!
Un jardín es er bfaso
donde las yevo:
sensitivas, violetas
y pensamientos:
asusenas, jarmines,
nardos y rosas,
claveyinas, gardenias
V marimonas...
— 3-2 —
Yamarme á mí, jamarme á mí,
que vendo rosas
pitiminí.
¡Las que güelen, pae cura!..,
¡Ay, nardos, don Leonardo, der barrio e San
Bernardo/
(Deteniéudose al pie cié la ventana de la carpintería.)
Sal, morena, á tu ventana,
mira las flores que traigo;
sal y di bí son bastantes
pa arfombrita de tu cuarto:
que yo te quiero
y á tí te doy
tos los tesoros der mundo entero,
to lo que vargo, to lo que soy...
Yamarme á mí, yamarme á mí,
que tengo en ñores
un Potosí.
[Claveles!
pa las mositas cuando son fieles...
|Mosquetas!
pa las muchachas que son coquetas.
¡Rositas!
como tu boca por lo chiquitas...
¡Y rosas!
como tu cara por lo presiosae...
¡Con Dios, mujé, con Dios mujé;
vendo rosas sin espinas
y me punsa tu querél...
Quéate con Dios, quéate con Dios.
¡Cuándo venderé yo flores
pa un cuartito pa los dos!
— 33 —
¡Ay qué flores! ¡Ay qué flores!
En los jardines der rey
no las he visto mejores...
(Alejándose por la derecha poco á poco.)
Un jardín es er braso
donde las yevo:
sensitivas, violetas
y pensamientos;
asusenas, jarmines,
nardos y rosas,
claveyinas, gardenias
y marimonas...
¡Ay, nardos, don Leonardo, der larrio e San
Bernardo!
ESCENA XVII
MIJITA. Luego el MAESTRO SALVADOR
Hablado
MiJ. (saliendo por la izquierda con una botella en la
maco.) Se fué... Temí que entrara... A rgo le
ha debió de pasa con eya... (Manifestando inquie-
tud.) Y Soledá, ¿dónde se habrá metió? ¡De-
monio e muchacha! Podía vení ahora, que
es la gran ocasión pa levanta er vuelo... La
seña Dolores ño pareserá de fijo hasta mu
tarde; Chamusquina está más quemao que
las ánimas y tampoco asomará la jeta por
aquí; dentro e la casa er Griyo y mi maes-
tro no se ocupan más que der vino que tie-
nen delante... [Me está saliendo er plan á
pedí de bocal De más sabia yo que embo-
rrachando á los que quearan er campo era
mío... ¡Soledá de mi corasón, güerve ya por
tu sangre... que estoy más asustao que un
sereno sin pito!... ¡Ay, qué alegría si me la
— 34 -
Salv.
Mij.
Salv.
Mij.
Salv.
Mij.
3'evara!... (Echr.se nn tiago de vino á tiempo que sale
el maestro Salvador de la carpiíUeiía.)
Mijita, ¿qué liases?
(volviendo la cara con sorpresa.) Na, maestro;
proba si me han cambiao Ja bebía. (Le da la
Ibotella.)
]Jé, jé! Te arvierto que es la última, ¿eh?
¿Por qué, maestro? ¡Un día es un día!
Grasias por tu rumbo, Mijita; pero no quieo
belenes. Quéate aquí á la puerta, y si por
casualidá viene Gañote no lo dejes pasa...
No, porque como entre Gañote de refresco
nos va á amánese empinando er cedo...
(Vase.)
Pierda usté cuidao, que no pasa... (Paseando
hacia la izquierda.) ¡Güeno va! ¡Ya la tiene en-
tre cueio y carne mi maestrol... (volviéndose
hacia la derecha.) [Canela! ¡Chamusquina!
ESCENA XVIII
MIJITA y CHAMUSQUINA
Cham.
Mu.
Cham.
Mij.
Cham .
Mij.
Cham.
Mij.
Cham .
(i^or la derecha.) Escucha, tú; dile á Soledá
que sarga al istante,
Soledá no está ahí...
¿No? Pos aquí la espero.
(¡Me caigo en la má y los peses!) ¿Por qué
no entra usté?
¿Te paese á tí medio regula después e la
pelotera de antes?... ¡En cuanto eya venga
nos vamos los dos á otra parte con la mú-
sica!
(¡Mardita sea mi estreya!) Es que usté no
pué imaginarse una cosa ..
¿Qué cosa?...
Lo que pasó luego. ¡Una ersena e lágrimas
que daba compasión! Tos arrepentios.
Naturarmente. Como que me trataron como
á un perro. Yega uno loco y desesperao de
la caye, y tos son á echarle en cara su con-
durta... Y luego ni una frase tierna... ¿Hubo
arguno que me preguntara por este chirlo?
— 35 —
(señalándose la frente.) ¡PoS por pOCO me (lejail
en er sitio de la pedrá!
Hij. ¡Caramba! No había reparao...
*Cham. y venga después mucho arrepentimiento y
muchas lágrimas...
Mij. Una cosa airó, señó Curro... ;Aque3'0S no
eran ojos, eran canales!... Soledá por un lao,
la seña Dolores por otro, er maestro por
otro... ¡Paresía que estaba yoviendo! No le
digo á usté más sino que yo, compadesío, les
compré unas boteyas e mansaniya que se
están bebiendo ahora mismo...
■ChAM. (Después de ona pauía.) No; si , SarvaÓ nO CS
mala persona...
Mij. Pan de Árcala, señó Curro.
■Cham. Ahí la mala es eya...
M}j. Tampoco...
•Cham. (xucva pausa.) Dises bien: tampoco... No tie-
ne más que sus repentes... Lo que me pasa
á mi, ¿oyes tú? que así ar pronto paezco re-
jargá... ¡y luego tengo un fondo que es ar-
mibal
Mij. ¡Ni más ni menos! Como que yo que usté
entraba ahora, le daba un abraso ar maes-
tro, tomaba dos cañas... ¡y peliyos á la mal
Ch.am Hombre, me has yegao ar corasón... Voy
al istante... Y pa que veas tú lo que es está
de mala: van á creé en seguía que entro po
er vino... (Entrase eu la carpiuteria.)
ESCENA XIX
MIJITA y GAÑOTE
Mij,
<jAÑ.
Mij.
<jAN.
¡Ya va como loco!... ¡Ya la toman!... Como
venga mi niña á tiempo... ¡adivina quien te
dlÓ! (Reparando en Gaüote,que sale por la izquieida.)
(¡Chavó! ¡Gañote! ,Este siempre lo giíele!...
[Jé, jé! Y er maestro no quié que pase...)
Adiós, Mijita.
Hombre, me alegro e verte.
¿Convidas á argo?
— 36 —
Mij. Er maestro Sarvaó acaba e desirme: si viene
' Gañote que entre en seguía.
Gañ. ¿Convida é?
Mn . Convida é, pero pago yo.
Gañ. ¿Ez hoy acazo Zan Mijita?
Mij. No, señó; pero me ha mandao dinero mi
madre.
Gañ. Pos voy aya. A toma un par de trinquis,
¿zabes tú? porque no quieo liarla...
Mij. Bien pensao. Arsa pa dentro.
Gañ. Lo malo es que estoy citao c^n mi costiya...
Mij. No te apures: si pasa por aquí yo le diré que
ahí dentro la esperas. .
Gañ. Que no ze te orvíe, ¿eh? Y estimando, ¿eh?
(Entrase en la carpintería.)
ESCENA XX
mijita y CONSUELO
Mij. ¡Ahora sí que se pué aposta que la toman!'
¡Más fijo que er reló e la Plasa Nueva!...
¿Qué bases que no vienes, Soledá mía?...
(Mirando hacia la derecha.) ¡La mujé de Gañote!
Con. (Por la derecha.) Oye, Mijita, ¿has visto por
casualidá á mi marío?
Mij. ¿A su marío? No, señora, pero...
Con. ¿Pero qué?
Mij. ¡Casi nal
Con. (Aiarmadísina.) ¡Ay, por Dios, 110 me asustesí
¿Le ocurre argo?
Mij. ¡Na! ¡no es nal ¿Usté no sabe?
Con. ¿Er qué?
Mij. ¡Josú!
Cons. ¿Er qué, hombre?
Mij. ¡Josú! ¡Josúl Miste: en una taberna que hay
á la salía der Puente, conforme se entra en
Triana á mano erecha... frente á. una casa
toa pinta de amarij'o, ayí... ¿Sabe usté don-
de digo?... ¡Pos ayíl...
Coks. ¿Ayí, qué?
Mij. ¡Ayí lo están picando pa arbóndigasl
Cons. (Dando un grito de horror.) ¡ Ay, nO me lo digasl
— 37 -
Mij. Señora, ya se lo he dicho á usté... A mí me
lo ha contao uno que ha estao presente...
Paese que por custión de no sé qué palomos,
vino á las manos con un recovero mu bru-
to, y er recovero lo agarró po er gañote y
creo que le sacó un cacho e lengua que le
daba en er borsiyo er chaleco...
€oxs. ¡Virgenl ¡qué horró!
M)j. Hasta creo que de los latigasos e la lengua
sonaban los duros...
CoNS. (Tranquilizándose." Entonses no era é.
Mij. Los duros der borsiyo del otro eran los que
sonaban...
Cojns. (Volviendo á alarmarse.) ¡Ay!... ¡Virgen Santa
de la O! ¡Voy á buscarlo! ¡Probesito!
Mij. (ofreciéndole unos cuartos.) ¿Quié USté pa er
tranvía?
OoNS. Grasias, hijo mío: tengo yo.
Mif. Pos ande usté á escape...
CoNS. I Ya lo creo! ¡Probesito e mi arma! ¡Probesi-
to! (Vase por la izquierda llorando.)
ESCENA XXI
MIJITA y JUANILLO
Mij. ¡Esa ya no me estorba en toa la tarde! ¡Ole
con ole! ¡Ya no tengo na que temé! (a Juani-
llo, que sale por la derecha y va a entrar en la carpin-
tería.) ¡Eh! ¡tú! ¿ande vas tan aprisa?
JuA . A vé á esta mosa güeña.
Mij. ¿a Soledcá?
JuA. Es claro.
Mij . Pero oye, ¿tú vienes de la tierra e los tontos?
JüA . ¿Por qué lo dises?
Mij. j'orque Soledá ya no está ahí...
JuA. ¿Cómo que no? Explícate.
Mij. jUh! ¡No pues imaghiarte!... Cuando hoy ar
medio día yegó er señó Curro, se armó la
gorda...
JüA . ¿Sí, eh?
Mij. ¡La má, chiquiyo! Gritos, amenasas, navajas
abiertas.. ¡La de San Quintín! Er señó
38 —
Curro le tiró er plato e los garbansos á mi-
maestro, y hubo garbanso que yegó á la caye
e las Sierpes. . La f?e,ñá Dolores se le avansó'
á la cara como una fiera, le clavó las uñas...
y ¡sás! le arranco diez tiras e peyejo asi de
largas... Paresia un prestidigitado sacando
fintas... Excuso desirte que er señó Curro se
queó que si lo ves no lo conoses: to rayao:
está hecho una farsij^a.
JuA. Güeno, ¿y Soledá?
Mij . A Soledá se la yevaron á casa e sU hermana,
la casa con Cotufa.
JuA. ¿Y dónde es eso?
JMij. En la Macarena. ¿Quiés pa er tranvía?
JuA. ¿Yo que vi á queré?.. ¿No sabes la caye?
Mij. Si, la más estrecha er barrio; no me acuerdo
der nv:)mbre; pero preguntando ayí por Co-
tufa...
JuA. Quéate con Dios... Vi á vé si doy con eya...
¡Frobe muchacha! (vase per h\ derecha corriendo.)
ESCENA XXII
MIJITA y la SEÑA DOLORES
(Mijita S3 frota las manos de alegría viendo irse a Juanillo. De
pronto se vuelvo hacia la izquierda y se da de cara con la seña
Dolores, que sale con un lio en la mano.)
DoL. ¿Qué bases tú aquí?
Mij. ^¡.Josú!) ¿Que qué hago aquí? ¡Pos esperarla,
á usté na más!
DoL. ¿Susede argo?
Mij. ¡Poca cosa!
DoL. ¿A.rguna esgrasia?...
Mij. ¡Su cuñao de usté que está dando las bo-
queásl
DoL. (Muy asustada ) ¿Quién?... ¿Cristoba?
JMij. Cristoba. Pa San Bernardo se ha dio er maes-
tro como un rayo...
DoL. ¿Pero qué es lo que tiene? ¿tú no sabes?
Mij. ¡Na con cormo! ¡Un ataque tremendo egotal
Creo que se sale como una regaera...
— 39 —
DoL. ¡Ay, várgame Dios!
Mtj. Er médico ha njandao que lo líen en papé
secante... Pa aya se lo yeva er maestro... Por
sierto que me dijo, dise: en cuanto venga
mi mujé, que vaya á buscarme... ¿Quié usté
pa er tranvía?
DüL. ¡Ay, quedólo! ¡Qué doló de hombre, en la
flor de su edái ¡Y en qué ocasión! ¡cuando
mi hermana iba á salí de su cuidaoj
Mij. ¡Ya ha salió!
DoL. ¿Si?
Mij . Sí: un niño presioso; pero con dos cabesas.
DoL. ¿Qué dises, hombre?
Mij. Lo que usté oye: con dos cabesas: una mo-
rena y otra rubia; presiosas las dos... ¿Quié
usté pa er tranvía?
DoL. No, hijo mío; pero me voy á la carrera...
jQué desgrasia tan espantosa! (vase por la iz-
quierda precipitadamente )
ESCENA XXIII
MIJITA y JUANILLO
JUA. (Por la derecha, jadeante.) Oye, tÚ: ten ahí er ca
nasto...
Mjj. (¡Otra te pego!) Dame.
J UA. Te lo dejo pa di más aprisa... Aluego vorveré
por é... (Mirando hacia la izquierda cuando va á irse.)
¿Ande va la seña í>olores tan corriendo?
Mij. ¿Ande ha de i? ¿No te he dicho que er
maestro está en la carse?
JüA. ¡No!
Mij. ¡Pos en la carse está!
JiTA. ¡Cámara con las cosas que pasan hoy! (vase
por la derecha a escape.)
ESCENA XXIV
MlJHA y la SEÑA DOLORES
DoL. (Por la izquierda, muy sofocada,) ¡Anda Una loca!...
¡loca!... ¡Ten ahí este lío!... (Entregándole el qae
lleva.)
— 40 —
Mij . (¡Y dale!) Venga.
Dor.. ¿Qué canasto es ese?
Mij. Er de Jiiar,iyo... ¡Como que está su casa ar-
diendo por los cuatro cosíaos!...
DoL. ¡Virgen de los Reyes! [Cuanta esaborisión!
(Vase á todo correr por la izqiiierda.)
Mij. ¡Me caigo en la má! ¡La que he r.rmao en
dos minutos! Vi á tené que escápame aun-
que sea en globo... con Soledcá ó sin eyal (En-
trase corriendo en la carpintería.)
FIN DEL CUADRO TERCERO
C TJ -^ 3D :eí, O CTJ.A.IÍ.I'O
La misma decoración del cuadro segundo
ESCENA XXV
El maestro SALVADOR, CHAMUSQUINA, GAÑOTE y el GRILLO:
después MIJITA
(Aparecen sentados á la i.-iquierda en silias y cajones, en torno de otro
cajón grande que les sirve de mesa y sobre el cual tienen dos ó tres
botellas vacias y algunas cañas. A un lado, en el suelo, el canasto de
flores de Juanillo y el lío de la seña Dolores.)
SalV. (Echando una ronda de cañas.) Aya va la Úrtima
ronda de esta, mientras güerve Mijita con
otra...
Cham . j Viva la república!
Gañ. ¡Viva er maestro Zarvaó!
Orillo (cantando.)
A la mar maera
y á la tierra g ¿i esos...
Cham. ¡Ole, ole!
Grillo Ypa los hombres las mujeres harbis
y er vinito resio.
— 41 —
Gañ. jZaleros ahí!
Sai.v, ¡Viva mi cave!
MiJ . (Por el foro, con otra botella.) CabayOS miiertOS,
cuatro.
Gañ. ¡Venga er quinto!
Cham. ¡Es que los toritos hay que verlos!
Salv. Lo que hay que vé es al amigo Mijita be-
berse una caña....
Mij. No, maestro, que ya van muchas...
Salv. ¡Déjate tú di, que la vía es coita, chiquiyo!
(oe la botella nueva le sirve á Mijita ui'a caña.) A
mi salú.
Mij. (Bebiendo.) ¡Vaya que sea!
Salv. ¡Ole los hombres! (con otra caña llena en la mano.)
Desen'.^áñate, Mijita; dos cosas hay en er
mundo que no tienen pero: er vino es una,
y la otra el aguardiente... (Deleitándose eu la
contemplación de la caña.) ¡Fíjate tÚ bien!...
¡Vaya un coló!... ¡Vengan pintores á pintarlo!
(Todo este discurso es com.ntado con risas y señales
de aprobación. Mijita rcaniflesta desasosiego, pero no
se aparta del lado ¿el maestro Salvador. Chamusquina,
á las primeras de cambio, ¿e du.'rme.) ¡Y discil del
agua cristalina! ¡Mar fin tenga el agua! Va-
mos á vé: si er Guadarquiví aniguá de sé de
agua fuera e mansaniya, ¿creen ustés que les
temeríamos aquí á las riás?... Yueve mucho,
y ¡adiós cosecha! y er pan por las nubes...
Se ponft uno malo, y lo primero que le man-
da er médico es que no beba agua. «¿Qué
toma el enfermo, señó dortó?» «Un poqui-
yo e vino con cardo», «un poquiyo e car-
do con vino...» ¡Er vino que no farte! Y
en cambio el agua sólo se la dan á uno
cuando se asusta... Pos vaya er cormo: pa
echa á perdé er vino ¿qué se le echa? ¡Agua!
Pa que se puea bebé el agua, ¿qué se le
echa? ¡Vino! ¿Más? Ahí va er remate. Está
usté mu contento con una ilusión; va usté á
realisarla; er mundo es chico pa usté... De
pronto se viene abajo to aqueyo como un
castiyo e naipes, y miste con qué palabras
se dise: «¡Se aguó la fiesta!» ¡El agua siempre
en to lo malo! ¿Hay aquí arguno que no di-
Mij.
Gañ.
Grillo
Cham .
Gañ.
Salv .
Gañ.
Cham.
Salv.
Grillo
MlT.
ga «¡agua va!» en cnanto vé veni á su seño-
ra?... ¡Compárala tú con er vino, Mijita e mí
arma, que es una bendisión de Dios!... Na
más e con dos tragos que tomes te pones
por montera ar mundo cochino, y to cam-
bia pa tí .. Que estabas hacharao: ¡pos ya
estás más alegre que una pandereta!... Que
estaba er sielo oscuro: ¡pos ya está fuera er
só y er sielo más bonito que nunca!... Que
no tienes una condena perra chica: ni farta
que te hac>e: ¡ya eres tú la Casa e la Monea..,
Y las feas te paesen luseros y las viejas ro-
sas e Mayo... ¡y hasta un munisipá que te
yeve á la carse te paese er San Antonio e
Moriyo!... En fin, se me seca cr gañote... ¡A
tu SalÚ, Mijita! (Bébese la cañn.)
¡Bien por mi maestro!
¡Ole, ole!
¡Habla usté'mejó que er Tostao!
(Despertándose) ¡Mu requetebién! Sarvaó, tú
estás hasiendo farta en er Congreso...
(Mirando hf.cirt la ventana y levantándose de pronto.)
¿A vé? ¡Hombre, ni de encargo!
¿Qué pasa?
(Llamando desde la ventana.) jAutonio! ¡Haz er
favo e vení! Ahora van ustés á oí canta fla-
menco. (Vase per la puerta del foro.)
¿Ande va ese?
¡Qué se yo! ■ •
Per una eminensia.
(¡Me caigo en la má! ¡Y Soledá sin vení toa-
vía!... ¡Me está dando un ratito!...; (no cesa de
ir y venir entrando y saliendo por el foro.)
ESCENA XXVI
DICHOS y el JILGUERO
Gañ . (con el Jilguero, por el foro.) Aquí está ya esta
caja e múzica.
Mij. (¡Hombre, er Jirguero!)
Salv. Bien venío.
JiL. Salú.
— t3 —
Cham .
Salv.
JíL.
Gañ.
Sa[,v.
JiL.
Grillo
Gañ.
JlL.
Salv.
JiL.
Mij.
JiL.
Míj.
Jil.
Todos
Salv.
Jil.
Gañ.
Jil.
Gañ.
Mij.
Jil.
Grill)
Salv
Jil.
¿Ande va usté á sentarse?
(ofreciéndole una silla á su lado.) AC(UÍ...
(Sentándose en e¡ borde del asiento.) GrasiaS.
jVan nstés á oí lo mejón de lo mejón!
Lo que es que antes va á toma una caña eí
amigo.
Estimando, com]iare; pero no pué sé.. Y
me gusta más que er pan frito, no vaya usté
á creerse; sólo que hay que cuida esta finca...
(señalándose la garganta.)
¿Y qué va usté á canta, malagueñas?
iZoleares, mejón!
Lo que quieo es que haiga una mijita e si-
lensio en er público.
¡Gayarse! (caiian todos.)
(Reparaudc- cu Mijita, que no cesa de pasearse muy
inquieto.) Y aquer mosijto, ¿es der público
ó no?
Yo oigo andando.
Es que me marea usté la vista, niño.
Ea, pos ya estoy quieto. (Colóaase á la izquierda.
Chamusquina se va quedando dormido como antes.).
¡ChsSSSl... (Pausa.)
¡Chssssl...
Paese que estamos en un puesto e perdises.
Si er público lo va á echa á guasa, avisa.
¡Ohssss!
¡Chssss! (Mijita se encamina hacia el foro.)
¿Ande vas, Mijita?
A resoyá a(}uí fuera, (vase.)
¿Qué viene á sé esto? ¡A vé si hay atensió»
y no se oye una mosca en er público, ó no
es er Jirgueraer que canta aquí hoy!
(¡Gachó con er tío!) (pausa. Con efecto, no se
oye una mosca. El Jilgu3ro, en vista del silencio que
reina, le da el bastón á Gañote, el sombrero al maestro
Salvador y un pañuelo de seda que trae á la garganta
al Grillo. Todo ello con gran calma. Últimamente se
desabrocha el bolón del cuello do la camisa.)
(¿Se va á esnuá este hombre?}
(Entonándose.) ¡Ay, ay, ay, ay!... Mu arto. ¡Ay^
SLy, ay, ay!... Mu bajo, (a Gañote.) Trae acá er
bastonsito... ¡Ay, ay, ay, ay!... Ya, ya cogí er
tono... ¡Ay, ay, a}'!... (chamusquina da un ronqul-
— 44
do estruendoso, y se despierta. El Jilguero se pone
de pie resuelto á irse ) .Se acabó: que caiite el
amigo.
Cham . Hombre, ¿se enfada usté porque me he ador-
milao?
Jn,. ¿Adormilao, señó, y ha sortao usté un ron-
quío que toavía está sumbando la armór-
fera?
Ctañ . Vamos, tú: no me dejes rnás feo de lo que
zoy.
JiL. Por tí lo hago. (Se sienta y sigue entonándose.) ¡Ay,
a}'', ay, ay!... (chamusquina se levanta de puntillas,
va á donJe está el botijo con agua, se pone á beber y
no para en un rato.) |Ay, ay, ay, av!...
Salv. Pero oye, Curro, ¿has armorsao esponjas
esta mañana? (Todos se ríen: Cliamusquina se atra-
ganta al reirse, suelta el botijo y empieza á aspirar y
á toser azorado y con gran fatiga.)
Oham. ¡Hiiiiii!
Salv. ¿Qué es eso?
Grillo ¿Qué le susede?
Chaivi, ¡Hiiiiiil
Gañ. ¡Ze fué por mar camino!
JiL. ¡Por vía e las tragaeras del hombre!
Cham. ¡Hiiiiii!
Salv. ¡Eso no es na!...
Cham. Ya paese que pasa... (Respirando con cierto des-
ahoga.) ¡INIe Insiste reí!...
€alv. (indignado.) Pero, hombre, ¿y que te susedan
con agua esas cosas?
Gañ. ¿Nos cayamos ó no?
JiL. ¡Qué publiquito!... ¡ChsSSs!;.. (¡Vlijita rompo á
cantar dentro. Todos S9 sorpren^len y lo escuchan con
mucha aionción menos el Jilguero, que apenas lo ovo
mira con Indignación hacia el forc, y principia á reco-
ger todas BUS prendas decidido á irse.)
-MiJ. (Cantando.)
Una copla me han pedio
y al instante la he cantao;
más vale malo sedío
que güeno regateao.
•Grillo ¡Ole, olel
Salv. ¡Ole, Mijita!
~ 45 —
ChaM. , ¡Eso es canta! (Gafiole mira al Jilguero.)
JiL. ¿Les gusta á listes ese niño?
Cham. [A mí, sil
JiL. ¡Señó, si eso es un griyo seboyero!... Güeñas
tardes. (EncaminiinCose bacía el foro.)
Salv. ¿No canta usté?
JiL. (Deteniéndose uu mümento.) ¿Yo? ¿Coil BY pÚblí-
eo este? Está usté fresco...
Salv. Si le paese á usté le pondremos dos letra»
á Moriyo pa que le pinte á usté un publi-
quito á su gusto ..
JiL. ¿Lo ves, Gañote? En faltándole ar pública
la COrtura... ¡AbÚ!... (Vase por el foro.)
Cham. ¡Ea, pos vayase usté á canta ar Colegio de
Sordomudosl...
Salv. ¡Y hágase usté hermano de la cofradía der
Silensio!
Gañ. No, no, no; pos no me ha gustada guazita.
ESCENA XXVII
DICHOS, menos el JILGUERO
Mij. (Por el foro, muy animado.) ¿He cstao güeno, Se-
ñores?
Salv. ¡Superió, chiquiyo! Y ahora van ustés á vé
quien es er maestro Sarvaó cuando repican
gordo. ¡Mijital
Mij. ¿Q^ié quié usté?
Salv. Tráete la boteya der barní blanco.
MlJ. Ahora mismo. (Vase corriendo por la derecha )
Salv. ¡Y la de la nogalina también! ¡La nogalina
es un vino e Málaga que quita er sueñol
ESCENA XXVIII
salvador, chamusquina, gañote, el GRILLO, soledad y
JUANILLO el florero
Sol. (por el foro con Juanillo.) ¿Ande está Mijita?
JuA. ¿Ande está ese embustero, que vi á matarlo?
Sol. ¿Pero qué es esto? ¿La luemos liao otra vé?
— 46 —
Salv. Tú te cayas y tomas una caña.
Sol. ¡Yo que vi á tomál...
Salv. Güeno, pos la toma Juaniyo por tí.
Ju/i, (Aceptándola.) Venga.
Sol. ¿Eh?
JuA. (a Soledad.) Por usté va, grasiosa.
Sol. ¿Sí?...
Jua. ¡Alístelo! (Tira el viuo y le devuelvo la caña al
Maestro.)
Sol. ¡Ole! ¡Eso me gustal
•Cham. Tú, Griyito, cántate unas soleares pa ani-
ma esto un poco. (e1 Grillo prir.cipia ú templarse,
y el Mcestro, Chamusquina y Gañote le prestan aten-
ción. A cada copla que canta, beben toe' os. Soledad y
Juanillo bajan al proícenio.)
música
Jua. Eso hago j'o, mosita.
Dígame usté
si no es esa cañita
de agrádese.
Dígame usté si es poco
lo que he hecho ya,
porque me güerve loco
su terquedá.
Sol. Imposibles no pío,
pero quiero ersigí
que no sea un perdió
er que venga por mi.
(Duraute las interrupciones del Grillo figuran seguir
en voz baja su diálogo emcrcso, cada vez con mayor
viveza.)
Grillo Anda y 7io presumas más;
si vas á tirarte ar poso,
¿pa qué miras er broca?
Jua. Pos ó yo estoy tocao,
ó es más claro que er só,
<j¡ RILLO
— 47 —
que con lentes buscao
no hay un moso criao
tan cabá como j'O.
Te ajoga ¡a vaniá,
y no tiene tu j)erso.
naita de partícula.
Sol.
Aunque usté así lo crea
yo no digo que sí,
mientras claro no vea
que á la güeña verea
güerve solo por mí.
JüA.
Hate pronto mi amiga
5^ verás un queré de lo güeno;
no consientas que siga
por tus ojos tragando veneno.
Miá que estoy hacharao
de pensá que me crees un perdió,
y quieo. verme á tu lao
pa viví á tus nagüitas cosió.
Grillo Fn un cuartito los dos,
veneno que tú me dieras
veneno tomara yo.
Sol. Ven acá, salamero,
ven acá, que te lo has meresío...
ven acá, que te quiero,
aunque mucho desdén te he fingió.
I)í que no me ponderas
ar contarme tú á mí tus quereres...
¡dime ya que es de veras
que tú solo en er mundo me quieresl
JuA.
Yo te juro, sala,
que estoy loco por tí:
Jura tú que es verdá
que te mueres por mi .
Sol.
Que me mate un divé
si es mentira mi amó,
y si hay otra mujé
que te quiea más que yo.
Salv. \
Cham. f
Grillo í'
Gañ. 1
[Vaya un vino hasta ayi!
[Vaya un vino espesiá!
[Venga un chato pa mi
y á bebé y á cantal
JuA . De alegría y de gusto á la pá
vi á ponerme á sarta y á reí,
y quisiera besa la boquita
que acaba ahora mismo de haserme felí.
Sol. üe alegría y de gusto á Ja vé,
vi á ponerme, chiquiyo, á baila,
porque ya no me veo 'sólita
sin padre, ni madre, ni perro, ni na.
Grillo Yo no quiero, señores, oí
juramentos ni frases de amó,
porque miente er gaché ó la gachí
si no mienten á un tiempo los dó.
Salv.
Cham.
Gañ.
Este Griyo es un griyo rea,
con salero y con mucho de aquí:
á este Griyo le deben compra
er tomate en er mismo Parí.
Sol.
¡Ay, florero de mi arma!
]er momento ya yegó
en que vas á vendé flores
pa un cuartitopa los dos!
JUA,
— 49 —
|Ay, serrana de mi vía!
¡cuan do yo viva á tu vera,
los gustitos der florero
serán los de la florera!
Salv. \ Hay dos cosas en er mundo
Cham. f que emborrachan á los hombres:
Grillo i er viniyo es una de eyas
Gañ. i y la otra son los amores.
Hablado
Jua. ¡Bendita sea esa boca, que desde ahora me
párese más bonita que nunca!... ¡Ole! ¡Pa
mi esta tarde se acaba er mundo!
ScL. ¿Na menos que er mundo?
Jua. ¡Como que esto es viví en la gloria! (siguen
habiendo los dos en voz bsja con mucho entusiasmo.)
íSalv. Señores, no alarmarse; pero acabo de divisa
á mi costi\'a...
Gañ. ¿y qué? vamos á vé: ¿qué tenemos con ezo?
Salv. Na arsolutamente: si no fuea eya, yo me la
sarta ha; pero á fin de eviiá custiones creo
que debemos diservé er grupo...
Cham. ¡Bien pensao, tú!... ¡Hay que reirse!...
Salv. Ca uno á sus quehaseres... ¿eh?
Cham. Pos arriba, valientes, (ai ir a levantarse ios cua-
tro les faltan las piernas, efecto del vino, y se desplo-
man en sus asientos )
Salv. ¿Qué ha sio eso, señores?
Cham. ¡Cuando digo que hay que reirse!
Grillo ¡Cámara! ¿tienen imán estos asientos?
Salv. (Levantándose dando tumbos.) ¡Vaya! ¡nO SOn U8-
tés hombres pa nal
Cham. (Levantándose le mismo.) ¡PerO pa na!
Gañ. ¡a mí ezo me lo dice usté en la caye!
Grillo Déjalo ahora, y vamos á cantarnos aquí pa
los dos solos... (El maestro Salvador se pona á ce-
pillar una tabla; Chamusquina coge una escobilla y
bace que blanquea la pared; el Grillo y Gañote per-
manecen sentados, templándose para cantar el piimero,
y Soledad y Juanillo prosigVien muy animados su co-
loquio amoroBo.)
so -
ESCENA XXIX
DICHOS y la SENA DOLORES
DoL. (Por el foro.) ¿Y Mijita? ¿Ande está Mijita
Sarvaó?
SaLY. (cantando mientras hace qne trabaja.)
¿Qué quieres de mi?...
¿qué quieres de mí?...
DoL. ¿Y Mijita, Curro?
Cham, (Lo mismo que el maestro Salvador.)
¿Qué quieres que tenga? ...
¿qué quieres que tenga?...
DoL. ¿Pero se han güerto ustedes locos?... (Repa-
rando en Gañote y en el Grillo.) [Ahí DO me había
fijao en estos... ¿Han visto ustedes á Mijita?
ARILLO (cantando sin atenderla.)
¡Sevilla de mi arma
lo que te adoro!
(Los tres continúan canturriando mientras la seña Do-
lores va d3 un lado á otro.)
DoL. ¿Pero qué pasa aquí, Dios mío? (Fijándose en
las botellas.) ¡Virgen! ¡Ya sé yo lo que pasa:
que estos sinvergüensas la han emparmao!
Gañ. ¡Oiga usté, señora; no hay que fartá!
DoL. (Acercándose airada al Maestro.) ¡Granuja, perdío!
wALV. (Levantando más la voz.)
¿Qué quieres de mi?...
¿qué quieres de mi?...
DoL. (a Chamusquina.) ¡Borrachónl
Cham. ^Lo mismo que el Maestro.)
¿Qué quieres que tenga?...
¿qué quieres que tenga?...
DoL. ¿Le paese á usté? ¡Y de to esto tiene la cur-
pa er mocoso e Mijital
JuA. Es verdá. ¿Ande se ha metió Mijita?
Sol. Se habrá escondió huyendo e la quema.
— 5i —
ESCENA XXX
DICHOS y MIJITA
MiJ. (Por la derecha, coa ana botella en la mano, borracho
y riéndose sin cesar.) ¡Aquí estáMijita, señores!
¡Já. já, já, já, já!...
JuA . ¡Ven acá, embustero!
DoL ¿Digo, eh?
Sol. ¡Jesús, cómo viene!
Mij. ¡Maestro! ¡me he bebió toa la nogalina! |Já,
já, já, já!
Salv. ¡Bien hecho, muchacho!
DoL. ¡Te vi á mata!
Salv. (interponiéndose.) ¡A Mijita no lo mata nadie
mientras viva er maestro!
Mij, (Abrazándose á el y besándolo.) jMaeStrO e mi
arma! ¡Lo que yo lo quiero á usté! (a Jaaniuo.)
Oye, Juaniyo, cásate con Soledá, que á mi
me desdeña porque soy corto e taya... ¡Já,
já, já, já!...
Sol. jQué güeno está este!
JuA . ¿Lo ves tú? To er mundo con la papalina, y
yo aqui á tu vera más fresco que un helao .
Sol. Así te he puesto yo.
JuA. Pos así me tendrás toa la vía. Quiéreme tú
mucho, prepara pronto tus papeles... ¡y á la
iglesia!.. Y er día que nos casemos, sala, |ví
á toma una mona... que se van á quoá en
pañales tos estos!... Digo, no, mujé: no me
hagas caso. . . que no sé lo que digo de ale-
gría.
ESCENA ULTIMA
DICHOS y CONSUKLO
CoNS. (Por el foro.) ¡Migué! ¿Está aquí mi Migué?
(viendo a Gañóle, abrazándolo y palpándolo.) ¡Ay,
Migué! ¡me ha engañao Mijita! ¿Estás güeno,
hijo mío? ¿No te ha pasao na, corasón?
— 52 -
Gañ . ¿Dices que te ha engañao Mi jita? Pos ze aca-
bó Mijita pa ziempre. (Besando la cruz.) ¡Mí-
rala!... ¡me lo bebo!... ¡Mírala!... ¡me lo bebo!
DoL. ¡Cuarquier cosa se beberán ustedes! ¡Borra-
chones!
MiJ. (ai público.)
Si gustan de una cañita
ya conosen la bodega...
Sólo que se nesesita
que aplaudan una mijita...
porque Mijita lo ruega.
FIN
OBRAS DE LOS MISMOS AUTORES
Esgrima y amor, juguete cómico en un acto y en
prosa.
Belén, 12, principal, juguete cómico en un acto y en
prosa. ^
Gilito, juguete cómico-lírico en un acto y en prosa.
La media naranja, juguete cómico en un acto y en
prosa.
El tío de la fiauta, juguete cómico en un acto y en
prosa.
El ojito derecho, entremés en prosa.
La reja, comedia en un acto y en prosa.
La buena sombra, sainete en tres cuadros y en prosa.
(3.a edición).
El peregrino, zarzuela cómica en un acto y en prosa.
La vida intima, comedia en dos actos y en prosa.
Lo?, borrachos, sainete en cuatro cuadros y en prosa.
El chiquillo, entremés en prosa.
SERAFÍN I JOAIjUÍN ÁLVAREZ QUINTERO
EL CHIQUILLO
E Wr R E ívl E S
TEBSEBA EDICIÓN
SOCIEDAD DE AUTORES ESPAÑOLES
Salón dei Prado, 14, hotel
1 302
N. FaAra Herrero
Kr^ OHIQUII^UyO
Esta obra es propiedad de sus autores y nadie po-
drá, sia su permiso, reimprimirla ni representarla
en España ni en los paises con los cuales so hayan
celebrado ó se celebren en adolante tratados internH-
cionales de propiedad literaria.
Los autores se reservan el doricho de traducción.
Los comisionados y representantes de la Sociedad
de Autores Españoles son los encargados exclusivamente
de conceder ó negar el permiso de representación y
del cobro de los derechos de propiedad.
Queda hecho el depósito que marca la ley.
EL CHIQUILLO
EN"1'S,El5v£E!!
SERAFÍN Y JOAIjUÍN ALVAREZ PNTERO
Estrenado en el TEATRO DE LA COMEDIA el 11 de
Marao de 1899
TERCERA EDICIÓN
MADRID
«. TKLASCO, IHP.. MARQUÉS tíS SANTA A.VA, 11 DÜP.*
ToJífono número 551
leoa
«^ &armen &o6eña
para quien este entremés ha sido escrito, y
que ha sabido darle al personaje de Isabel,
con singular maestría, gracia, donaire,
ingenuidad, ternura, pasión, y sobre todo
muchísimo ángel, creando una figura que
■más parecía viva realidad y m.udelo para
ser copiado por los autores, que ficción
dramática interpretada por una actriz.
No cabe hacer más en cosa que, como
El Chiquillo, sea menos. Nosotros nos
complacemos sobremanera en reconocerlo
asi, y en enviarle á la excelente y bellísiina
nrtista el testimonio de nuestra admira-
ción y entusiasmo, juntajnente con el de
nuestro afecto y simpatía.
'x.ód .^/rutó^ed
PERSONAJES
ISABEL Skta. Cobeña.
PERICO Sr. Cuevas.
Gente del pueblo
El. CHIQUITEO
Habitación de la casa de Perico en Sevilla. Puerta á la izquierda del'
actor. Al foro dos ventanas con reja, por las que se ve la calle. Las
paredes blancas. Colgados en ellas algunos cuadros de escenas tau-
rinas y uno ó dos carteles de corridas de toros. Entre Ihs dos ven-
tanas una cómoda sobre la cual hay una imagen de la Virgen. De-
lante de ella un vaso de agua con flores. Billas de enea.
ESCENA PRIMERA
ISABEL
(Apartándose de la ventana de la izquierda con un manojo
de flores en la mano.)
Vaya usté con Dios, Juaniyo... Ese hombre
es er florero más rumboso de toa Seviya...
¡Miste que me ha dao una carga e flores por
un rea!... Toditas pa la Virgen. Hoy se lo
merese to la güeña señora: lo uno, por habé
sacao con bien á Perico de la última corría;
y lo otro... lo otro... ¡Ay, pensando en lo otro,
me paese que he mercao pocas flores!... ¿Añ-
ilará por ahí Juaniyo toavía? (corriendo hacia la
ventana.) ¡Fero qué loca estoy! Como si la Vir-
gen fuera á repara en capuyito de más ó de
menos... t£ya lo que mira es la volunta...
Vamos á ponérselas. (Quita las flores que hay en
el vaso de agua de la cómoda y coloca las nuevas.)
Pos no quería yo na: pagarle á la Virgen con
llores to lo que le debo... Las der Parque
eran pocas; iba á tené que trae hasta flores
cordiales e la botica... (pausa.) ¡Digo'... ¡Cuan-
do Periquiyo lo sepa!... Tres años de casaos
pensando en lo mismo... y na. Y miste que
lo deseábamos los dos... Siempre, siempre
que teníamos cuarquier alegría de esas mu
grandes, siempre nos la había de agua la
misma cosa. Y to se gorvía mirarnos mu
tristes... y mu mustios... como esas flores que
acabo e quitarle á la Virgen. Y no nos desía-
mos una palabra, pero de más sabía yo su
pensamiento y ér sabía er mío. ¡Ya lo creo!
;For eso estoy más retecontenta y más alegre
que el úrtimo día e feria! Y por eso me he
puesto tan emperifoyá, pa resibí hoy á mi
marío... (suspirando.) ¡Ay! Quinse días hase
que farta de mi vera. A mí me han paresío
quinse años... ¡Dichosos toros y dichosas
corrías!... ¿Dónde he echaoj^o er parte de la
última? ¿Dónde lo he echao yo? (Buscándolo.)
Si lo tenía en la mano hase un momento...
¡Isabeliya, que te vas á chala! (Acercándose á la
ventana de la derecha y cogiendo del alféizar el tele-
grama que busca.) ¿Digo, eh? AUste donde fui á
dejarlo... Expuesta á que er viento se lo ye-
vara... Ar probesiyo don Grabié, el apode-
rao, paese que lo estoy viendo salí de la Pla-
sa con la lengua fuera, pa telegrafiarme en
seguía... (Leyendo.) «Corrla superió. Perico su-
perió. Toros superiores. Yo superió. Don
Grabié.» Este güen hombre, ni pa armorsá
se quita er don... Ca uno tiene su flaco en
este mundo...
ESCENA II
ISABEL y PERICO
Per. (saliendo por la izquierda, á tiempo de oir la última
frase de Isabel.) ¿Y CUar 01668 tÚ qilC eS QT míO,
vamos á vé?
ISAB. (Alegremente sorprendida.) ¡Pericol
Per. (Abrazándola.) ¡Isabeliya!
o _
IsAB . l'ero ¿no ibas á vení esta noche?
PtR. I 'os he venío esta tarde. Aniguá de coge el
<xprés cogí er correo pa gana unas horas. Ya
sabes tú que por vé pronto los ojos e tu cara,
soy yo hombre que se viene hasiendo equili-
brios por los alambres der telégrafo.
IsAB. ^,De verda?
Per. Como lo oyes ¡Que me muera ahora mismo
si es mentira!
IsAB. De más sé yo que no lo es.
Per. y que de güerta e ca viaje te encuentro más
guapa.
IsAB . Será porque te quiero más de güerta e ca
viaje. Sobre que hoy me he echao ensima
!o mejó der baú.
Per. Eso estoy notando. ¡Ole las güeñas mosas!
¡Señó, soy á tu vera más feli que un pájaro
suerto! Vamos, cuando no me cogen los to-
ros, no hay quien puea conmigo.
IsAB. Periquiyo, ¡qué alegre vienes!
Pek. Mujé, si he queao por ahí mejó que San
Termo.
IsAB. Sí, ¿verdá?
Per. Na más que si yego á traerme toas las orejas
que me han dao por esas Plasas e Eios, ten-
go que paga ersaso de equipaje.
IsAB. Pos hijo de mi arma, te iba á desí una cosa. .
v ya no te la digo...
Per. ¿Por qué?
IsAB. Pa desírtela cuando estés triste.
Per. ¿Es aiguna mala noti>ia?
ISAB . No.
Per. ¿Se ha dio quisa mi padre?
IsAB. To lo contrario.
Per. ¿ To lo contrario de irse mi padre?
IsAB. Sí. Discurre tú.
Per. ('hiquiya, no me marees... Si es argo güeno,
dímelo.
IsAB. ¿Q"^ s^ 6S güeno? Piensa tú lo mejó que
pueas.
Per. Con pensá en tí, ya estoy del otro lao.
IsAB. Mejó que eso toavía.
Per. Vamos, acaba.
IsAB. Te lo iba á escribí... porque me daba ver-
— 10 —
güensa desírtelo... Pero reflersioné: bí se lo
epcribo... no le vi á vé la cara que pr ne...
Pkr. Ah ¿y la custión es verme á mí la cara?
IsAB. Cabalito: pa reírme de eya.
Per. ^.Pa reírte y to?
IsAB . Eb claro. ¡Como me echabas ¡i mi la curpa!...
Prr. ¿Qué curpa?
IsAB. ¡Tonto! ¡tontísimo! ¡esa borlo!... Ven acá. (se-
]e acerca y le habla al oido.)
Per. ( Rebosando alegría.) ¿TÚ?
IsAB. No, que vas á sé tú.
Per. ¡Muchacha! ¿estás segura?
IsAB. ¡Ya lo creo!
Per. ¡Josú! ¡Josú! ¡Yo reviento de alegría esta tar-
de! Pero, oye...
IsAB . ¡Qué sí, hombre, que sí! ¡No te pongas pesaof
Per. (Loco de júbilo.) ¿De manera que...? ¿Díses
que...? Pero ven acá, rosita temprana...
diéntate aquí, á mi verita, y hablaremos de
eso. (i^e sientan muy juntos.)
IsAB. Grandísimo mal ange, si pa eso es pa lo que
yo te esperaba: pa habla de eso... Si yevo
ocho días hablando sola de eso na más... y
soñando con eso... Si hase tres años que no
pensamos los dos más que en eso... ¡Si esa-
era pa nosotros to en er mmido!
Per. ¡Ea, pos ya está ahí eso!... Y que va á sé ru-
bíto como unas candelas.
IsAB. Ay, no, hijo mío: mu rubio, mu rubio, no.
No nos vaya á salí como er de Catalina, que
paese un eí?tropajo nuevo.
Per. Güeno, regula de lubío. Y si no, morenito,
como su mamá de su arma.
IsAB. Mira, tampoco me gusta á mí un niño mu
moreno. Ahí tienes ar más chico de tu co-
madre, que está pidiendo que lo líen ea
papé de plata.
Per. Entonses será trigueñito; por eso no te
apures.
IsAB. Yo, lo único que le pío á la Virgen es que-
no sarga chato.
Per. ¡Qué va á salí! Ni tú ni yo lo somos... Es-
verdá que tu padre se queó chato de una
caía...
— H —
IsAB. Ahí está lo maio...
1*ER. Y coujo dise don Grabié que los niños dar>
er sarto atrás...
IsAB. Güeno, pero er sarto de mi papá fué hasia
delante..
Per. Lo peo seria que saliese á mi agüelo, que
era to picoso e viruelas.
IsAB. Vaya, no digamos disparates: ¡más bonita
va á sé que un só!
Per. ¡Más bonito que un reyl
IsAB. Güeno; Sircando á ese de Sian que estuvo
aquí el año pasao.
Per, S cando á ese.
IsAB ¡Va ádá gloria verlo! (Levantándose.') Ave sí
ir.e güerve á desi la der l)arhero que yo no
tengo grasia pa esas cosas.
Per. (Levantándose también.) Siempre habla quien
tiene por qué cayá.
IsAB. Miá tú eya, que ha nesesitao casarse tres
veses pa echa á este mundo una ardabiya...
Per. ¡Ja, ja, ja! Oye, tú, supongo que la convida-
rás 51 r bautiso.
IsAB. Eéo si: ¡á eya y á to er mundo! ¡Aquer día
vamos á leué aquí parmas y luses!
Per. ¡Hasta er gato va á beberse una caña aquer
día!
I'AB. ¡Lo que es er bautiso de mi niño deja nom-
bre en er barrio!... Escucha, ¿y cómo vamos-
á ponerle?
Per. Si es niña, como tú: Isabé.
IsAB. No, como mi madre: Rosío. Pero si es niño^
como tú.
Pek. ¿Perico? Eso sí que no.
IsAB. ¿Por qué, si es un nombre presioso?
Per. Aquí en Seviya pué pasa... Tú, como no via-
jas .. Pero luego, por ejemplo, vas á la Corte^
y miá qué bonito: ayí se yaman Pericos tos
ios espárragos.
IsAB. Ay, vaya una cosa rara... Yo, con tá de no-
ponerle como ar de la barbera...
Pe"*. ¿Cómo le disen, tú?
I'-AB. ¿Qué vi yo á acordarme, si es un nombre
mu largo y mu feo? La madre lo tiene
apuntao en ut;a pisarra pa que no se le or-
vide... No te digo más.
Per. Le pondremos tr nombre e mi padre:
Manué.
IsAB Sí, porque de seguro es varón.
Per. ¡Toma!
IsAB. Como sarga hembra, me d.i erdijupto. La?
mujeres siempre yevamos las de perdé.
Per. No tengas cudiao.
IsAB. Manué, Manué: Manolito.
Per. [Más malo va á sé que la quina!
IsAB. Paese que lo estoy viendo: er pelito risao...
Per. Los ojiyos alegres... ¿eh?
IsAB. Los carriyitos como rosas .. ¿f-h?
Pkr Los puñitos mu apretaos... ¿eh?
IsAB. ¡Qué salaisirao va á está hablando!
Per. ¡Más salao que la má!
IsAB. Y cuidaito con enseñarle picardías...
Per. ¡Vamos!
I^AB. Miá que hay niños que no saben desí más
que.. En fin, muchísimas desvergüensas...
I'aesen hombreí".
Per. Güeno, tamficco quieo yo que se chupe er
deo la criatura.
IsAB. Homb^'e, ya se ve que no... Pero eso corre
de mi cuenta. De mis naguas no se ha de
separa...
Per. Pa que en to se paezca á su padre.
IsAB. Y cuando yegue la hora de ponerlo en la es-
cuela, tendremos que busca la escuela con
un candí. Lo que es á mi niño no le pega
ningún maestro.
Pw:r. ¿Pegarle? Le doy yo un metisaca ar tío...
JsAB. No, si no hase farta tanto: si cojo yo er
mantón y me planto en la escuela y me oye
á mí... (("orno encarándose con el maestro.) «Oiga
usté; ¿usté qué se ha yegao a figura? A mi
niño no tiene usté que ponerle un deo ensi-
ma, ¿sabe usté? que pa eso e^tán su padre
.V su madre... ¡Er demonio el hombre!»
Per. Así, así. Como si en la escuela e tauroma-
quia le ocurra argo...
ÍSAB. ¿En la de tauromaquia? ¿Y de dónde sacas
tú que Manolito va á pone ayí los pies?
Per. jAy, qué grasiosa! ¿No va á sé torero?
- 13 —
IsAC. ¿Toieroy
Per. ¿Pos qué lo quiés hasé, dirertó de orquests?
leAB. Menos torero, cuarquier cosn. Ya se ve, tú,
como le vas por ahí á tus corrías, y tes pon
oles y parmas y tabacos y alegría y buya y
jaleo, no te acuerdas de que expones tu vía,
que vale más que to, ni de les malos ratos-
que paí-a por ti la probesita que te espera,
sólita y resándole á la Virgen.
Per. Pero mu jé..
IsAB. ¡No te empeñes, Perico!
Per. ¡Si va á da gusto verlo con er traje e luses!
IsAB. áe lo pondremoF... ¡pa retratarlo, pero na
más!
Per. ¡Si se lo van á disputa las empresas!
ÍSAB. ¡Que se lo disputen las muchachas!
Per. ¡También! ¡Pos no va á está er chiquiyo ma
buícao!
IsAB. Desde ahora te arvierto que en la niña e tu
comadre no pienses. No se peina mi niño-
pa eya.
Per. Ya le buscaremos una güeña novia.
IsAB. Sí, porque hay que vé con quién emparen-
tamos.
l^ER. Yo, conque haya vergüensa en la familia
estoy satisfecho.
IsAB. Por eso te dig ) que no pienses en la niña e
tu comadre.
Per. ¡No paese sino que yo he pensao en e3'a!
IsAB. Güeno, güeno, güeno; por si acaso ..
Per. Aquí la custión es que Manolito quieo ya
que mate toros.
IsAB. ¿Güerta á lo mismo? ¡Ya te he dicho que no,
que no y que no!
^EK. Mujé, ¿quiés que riñarcos?
IsAB. Er que por lo visto lo quiere eres tú... ¡Paese
mentira que en un día como hoy te goses ea
haserme rabia!
Per. ¿Que yo me goso?...
ISAB. (Afligiéndose ) Sí, tÚ, tÚ...
Per. Vamos, no te apures, mujé.
IsAB. (i lorando ) Eso, SÍ; ahora que no me apure..
Per. ¡Miá que tienes unas tonterías!. .
IsAB Ahí está: tonterías. . En cuanto una yora
— 14 —
son tonterías... [Probesito e mi arma! ¡qué
malamente lo quiere su padre!
Per. ¿Le paese á usté?
IsAB. Y es lo primero que mandan los médicos:
que le den á una tos los gustos... que no ge
impresione... porque luego er niño es er que
lo paga... (Llorando a lágrima viva ) AsiinsiÓn la
der Largo fué ar Sirco una noche, vio á un
tío de esos que se enroscan de toas mane-
ras... se le queó graban... ¡y luego tuvo un
niño que paresía un tirabusón!...
Per. Mujé, qué cosas dises... Paese mentira...
IsAB. Mentira, sí...
Per. ¡Por vía e Dios! No yores más, criatura, que
Fe me parte el arma... ¿Qué quiés tú? ¿que
er niño no sea torero? ¿que Fea argo más
fino? ¡Pos lo haremos prestidigitado!
IsAB. (serenándose.) Ni Una cosa ni otra, porque
Dios te va á castiga y no va á sé niño, sino
niña.
Per. ¡Eso sí que no!
IsAB. ¡Niña! Pa que no tengas tú que pensá en
eya.
Per. ¡Como que ibas tú á queré á Manoliyo más
que yol
.IsAB. ¡A Manoliya!
Per. ¡a Manoliya ó á Manoliyo!
IsAB. ¡A Manoliya!
Per. Güeno; eso ya es queré que haya gresca.
IsAB. ¡Ni más ni menos!
Per. ¡Pos por mí que la haya! ¡Se acabó!
IsAB. ¡Pos seacaból
Per. ¡Pos déjame en pá!
IsAB. ¡Pos vete á paseo! (cada uno sale por un lado ha-
blando solo, y disen al mismo tiempo lo que sigue.)
Per. La curpa la tiene uno por basé caeo e las
mujeres... Na, que se le puso en la cabesa
reñí, y hemos reñío. ¿A qué vendrá to esto?
Eyas no reparan en que la prudensia del
hombre se agota, y en que se tolera una im-
pertinensia... y se toleran dos... y se toleran
tres... y ya la cuarta no se tolera... Porque
to tiene su fin en este mundo... y la pasien-
sia es lo primero que se acaba...
— 15 —
JLsAB. Cásese usté pa que la trate así su marío...
¡Y estaba yo soñando con que viniera pa re-
ferirle la novedá!... ¡Ay! Este es er pago que
le dan á una... Los hombres quién gober-
narlo to, y se figuran que las mujeres debe-
mos pasa por to lo que eyos quieran. . Y
toavía será capá de echarme á mí la curpa e
la riña... ¡Vaya por Dios! ¡Y en un día tan
señalao como er de hoy, que debía sé de
fiesta!...
(perico coge una silla, se la lleva á un extremo de la
escena, da un golpe con ella en el suelo y se sienta de
espaldas á Isabel. Esta, en seguida, hace lo mismo en
el otro extremo. Pausa Isabel mira á Perico y Perico
á Isabel; sus miradas se encuentran, y ambos vuelven
Tupidamente la cara, manifestando contrariedad y eno-
jo. Nueva pansa. Oyese rumor de voces hacia la calle.
Poco desptiés pasa por ella el acompañamiento de un
bautizo de gente del pueblo. Todos van charlando y
riéndose Varios chiquillos cantan: ¡QuC lo echel
ique lo eche! ¡Échalo, padrino, no lo gaste
en vino!...)
Per. ¿Quepa 8:1?
ISAB. (Corriendo á una délas ventanas.) ¿Avé?...
Per. (corriendo tras ella y gritando muy alegre.) ¡Si eS
un bautisol
IsAB. ¡Es verdá! ¡un baut'so!
Per. jAqueya mujé yeva la criatura!...
IsAB. ¿Cuá, cuáV
Per. ¡Aqueya der mantón colorao!
IsAB. Sí, ya la vso. Y aqué tan gordo debe de sé
er padrino
Per. Er padrino es aqué que está liao con los
chiquiyos.
IsAB. ¡Ja, ja, ja! Pero ¿tú no ves? ¿tú no ves qué
alegría?
Per. ¿No lo he de vé, si hasta las piedras e la
caye se están riendo?
ISAB. ¿Y los padres, cómo estarán? (Retirándose con
Perico de la ventana.)
Per. ¿Los padres? ¡Carcula tú! ¡Se les caerá la
baba!
IsAB. ¡Se nos cae á nosotros!...
Per. Nosotros uos vamos á guiyá.
— 16 —
isAB Si no lo estamos 5'a, Periquiyo. Porque miá
que la riña de antes...
Per, ¿Vamos á que sea la primera y la úrtima?
IsAB. ¡Vamos á que seal
Per. ¿Qué quiés tú, presiosa? ¿que hagamos ar
chiquiyo ministro? ¡Pos lo haremos minis-
tro!
IsAB. No, no; si tú quií^s que lo hagamos torero,
¡torero!
Per. ¡Ministro!
IsAB. ¡Torero!
Pe-í. ¡Ministro!
IsAB. ¡Las dos cosas!
Per. Güeno, las dos cosas. ¡Lo que á tí se te an-
toje, corasón!
IsAB. ¡Lo que á tí te dé la gana, granuja! ¿Que
niña? ¡pos niña! ¿Que niño? ¡pos niño! ¿Que
también las dos cosas? ¡pos las dos cosas!
Per. ¡No, las dos cosas no!... Pero, en fin, ahora y
siempre, lo que quiea la mamá, que es la
que manda aquí.
IsAB. Ér que manda aquí es er papá.
Per. y como er papá no ve más que por los ojos
e la mamá, resurta que la mamá es la que
manda.
IsAB. Hasta que venga el hijo, que mandará en
los dos y será el amo.
(ai pViblico.)
Será un encanto, un hechiso,
un manojito de flores,
un ange der Paraíso...
Quedan ustedes, señores,
convidaos ar bautiso.
FIN
Madrid, Enero, 189J.
ADVERTENCIA IMPORTANTE
Las Empresas que pongan en escena este
entremés pagarán por derechos de propiedad
de cada representación la mitad de los corres-
pondientes á una pieza en un acto.
OBtíRS 0E ÜOS MISMOS ñÜTOtíES
Esgrima y amor, juguete cómico.
Belén, 12, principal, juguete cómico.
Gilito, juguete cómico-lírico.
La media naranja, juguete cómico.
El tío de la flauta, juguete cómico.
El ojito derecho, entremés. (2.* edición.)
La reja, comedia en un acto. (2,* edición.)
La buena sombra, sainete en tres cuadros. (4.» edición.)
El peregrino, zarzuela cómica en un acto.
La vida íntima, comedia en dos actos. (2.* edición.)
Los borrachos, sainete en cuatro cuadros.
El chiquillo, entremés. (3.a edición.)
Las casas de cartón, juguete cómico.
El traje de luces, sainete en tres cuadros.
El patio, comedia en dos actos. (2.^ edición.)
El motete, entremés con música.
El estreno, zarzuela cómica en tres cuadros.
Los Galeotes, comedia en cuatro actos. (2 a edición.)
ha pena, drama en dos cuadros.
"La azotea, comedia en un acto.
El género ínfimo, pasillo con música.
El nido, comedia en dos actos.
"Las flores, comedia en tres actos.
SERAFI!^ , JOAQUÍN ÁLVAREZ QUINTERO
US USAS DE MTi
JUGUETE CÓMICO
]a?lf VJ7W J%€ZTC€t ^KT JCTV ]pK«OSV9L
►^d^'<í?H>-
MADRID
FLORENCIO FISCOWICH, EDITOR
(Suc*sor de Hijos d< A. b'ulUm)
PEZ. 40.-(]FIClX\S; POZA?. «, !•
1890
JUGUETE CÓMICO KN UN ACTO Y EN PROSA
serafín V JOAQUÍN ÁLVARE?; QUINTERO
Estrenado en el TEATRO LARA, de Madrid, el 14 de Abril
de 1899
k «7'?t m; i^ •
u»»^^
\i ¡^z /
.«j:-
pW-
MADRID
R. Velasoo, impresor, Marqués de Santa ájx2., 20
TtU/imo ntttntra SS'
I fk»9
REPARTO
F£ESONáJ£S
ACTO&ES
DOÑA MILAGROS Sba. Valvkedb.
ROSA Seta. Lashebas.
NATI Gakcía Sbnba.
PURI Feeos .
DON MATÍAS ^ Se. Balaquee.
QUIROGA Laeea.
JACOBO Ramieez.
MACHUCA Valle.
ACTO ÜNICO
•Gabinete de confianza en casa de don Matías, en Madrid. Puerta en
el foro con cortina de percal oscuro, y dos á la izquierda del ac-
tor. A la deracha, ninguna. A un lado de la puerta del foro uila
consola y al otro un costurero. Entre 'as dos de la izquierda una
máquina de coser. Hrtcia la derecha una mesa camilla. Colocados
convenientemente un reloj de pared, un almanaque, un sofá de re-
jilla y varias sillas de clases diversas. En la camilla una bandeja
con botella y copa de agua, nn libro y nn periódico. Es de noche.
El alumbrado de luz eléctrica. Por la derecha de la puerta del foro
se supone que se va á la calle, y por la izquierda al interior de la
«asa.
ESCENA PRIMERA
ROSA y DON íMATIAS
(Rosa sentada á l^ izquierda, bordando.)
Matías Lo que es este entrar y salir constante del
médico estoy decidido á que concluya. ¿Qué
tiempo hace que llegó Jacobo á Madrid?
Rosa Anteayer hizo un mes.
Matías Pues ha.^ta la fecha salimos á visita diaria.
Dime tú si hay bolsillo que resista...
Rosa X» ¿Q"6 remedio? ¿Vas á decirle que se
vaya?
Matías Eso es salir por ios cerros de Ubeda. ¿Cómo
voy, después de haberle brindado hospeda-
je...? Porque tú lo viste : apenas supe por el
ordinario de Cañaverales que el hijo de Gre-
— 6 —
gorio venía á estudiar á Madrid, me faltó
tiempo para ofrecerle incondicionalmente-
mi casa. Y Gregorio aceptó sin reparo. Hizo-
lo que debía: es un camarada de la niñez; nos
hemos visto nacer el uno al otro; me debe la
vida, por más señas... Ya sabes cómo fué...
KosA Sí, papá, sí.
Matías El estaba ya sobre el abismo: llegué yo, lo
vi, di un grito de espanto...
Rosa Si lo sé de memoria.
Matías Bueno, pues... ¿por dónde iba yo?... ¿Qué es-
taba yo diciendo? Ah, sí; que no hay que
pensar en indicarle á Jacobillo que nos deje.
IjO que hay que evitar es que sus aprensio-
nes tomen vuelo. Y el mejor camino es no-
, mandar por el médico á cada paso.
Rosa Dices muy bien, porque si esas aprensiones
tuviesen fundamento...
Matías ¡Toma! Si yo lo viese con un calenturón y
que se lo llevaba Pateta, junta de doctores
habría en mi casa. Asi me debería la vida
dos veces.
Rosa ¿También te debe la vida Jacobo?
Matías Es natural. ¿No ves tú que se la salvé al pa-
dre antes que él naciera? Y de aquí en ade-
lante me la deberán todos los Iparraguirres
que vengan al mundo. Pero no me distrai-
gas. Iba á decirte que se me ha ocurrida
darle gato por liebre á Jacobo. ^
Rosa Cállale, papá, que va á oirl-e. (se levanta y deja
el baElidor sobre el costurero.)
Matías ¡Si creo que está estudiando en su alcoba!
Rosa Pero se pueden enterar las vecinas.'
Matías ¿Qué vecinas?
Rosa Las nueve niñas de doña Milagros, que na
fjuitan la oreja del tabique.
M.^tias ¿De qué tabique?
Rosa De este (señalando ei de :a derecha.) y del otra
del comedor. Hoy meló ha dicho la cocine-
ra. Como son tantas, siempre 'hay alguna
de ellas escuchando.
Matías ¡Hombre, vaya una gracia! ¡Es claro! ¡así se
presentan alo mejor metiéndose en» cosas
que ni en sueños les hemos dicho! ¡Si supie-
— 7
ra yo dónde pone la oreja la niamá, ya le
daría curiosidad con un martillo y un buen
clavo! (Vaae por la primera puerta de la izquierda.)
ESCENA II
RCSA y JACOBO. Luego MACHUCA dentro
Rosa Ya se enfadó papá. Por supuesto, que tiene
razón... porque mire usted que poner escu-
chas como si esto fuera un campo de ba-
talla...
JaC. (Por la segunda puerta do la izquierda, mirándose la
lengua en un espejilo de bolsillo.) ¡Demonio, 110
me gusta nada la lengua!
Rosa Pues cualquiera creería que le gusta á usted
mucho, porque no hace más que mirársela
á todas horas...
Jac. Ah, ¿me observaba usted?... Pero ¡qué bur-
lona es usted, Rosita!
Rosa ¡Pero qué aprensivo es usted, Jacobo!
Jac. No lo crea usted. Estoy deshecho. Ayer salí
de la Puerta del Sol al mismo tiempo que el
tranvía del barrio de Salamanca con la idea
de llegar antes al cocherón...
Rosa ¿Y no llegó usted antes?...
Jac. Sí llegué, ¡pero con un palmo de lengua
fuera!
Rosa ¡Lo creo! ¡Jesús qué hombre más gracioso!
Jac. ¿Gracioso yo?
Rosa Sí, señor, graciosísimo.
Jac. Vaya, convénzase usted de lo contrario. (Le
da un abarloo que saca del bolsillo interior de la
anreriCBua.)
Rosa ¡Ah! ¡Los versos pedidos! Déme usted acá...
(Lee para sí, haciendo demostraciones de entusiasmo y
satisfacción.) ¡Ay! ¡Preciosos, preciosos! No es-
peraba yo menos de usted... Muchísimas
gracias.
Jac. Quite usted, por Dios...
Rosa Ahora mismo se los voy á enseñar á papá...
Porque son lindísimos, ¡pero lindísimos!... Y
sobre todo muy sentidos... ¡pero tnuy sentidosl..'
— 8 —
VuelvQ, vuelvo al instante.., (vase por la pri"
mera izquierda.)
Jac. ¡Caramba con la niña! Nada, que me tengo
que ir á Cañaverales. Si no, entre esta y las
de ahí junto me van á volver loco. Por de
pronto á donde me voy es á la calle... (aso-
mániJcBeá la puerta del foro y llamando.) ¡Machu-
cal ¡Machucal
Mach.. (Dentro.) ]Señoritol
Jac. ¡Tráete mi capa, mi sombrero y el paquete
que está en la mesa!
Mach. (Dentro.) ¡Va!
Jac. Diablo, no se me quita este perro gusto de
boca... (vuelve á sacar el espejito y á mirarse la
leugua.) Mal, muy mal... ¡Y qué paliducho
me estoy quedando!...
ESCENA III
JACOBO y MACHUCA.
Mach. (Por el foro, con el sombrero y la capa de Jacobo, y
un rollo de papeles de música en la mano.) Sí, SI,
mírese usté la lengua... Aquí está esto.
Jac. Dame... (Colaca el roUo de papeles de música en la
camilla.)
Mach. (poniéndole la capa.) Ya se lo he dicho á usté,
señorito: usté no se pone bueno del todo
mientras no tomemos el tren para Cañave-
rales.
Jac. Chist... baja la voz... (uno y otro continúan ha-
blando en voz baja.) De memoria lo sé. Machu-
ca. ¿Para qué me mandaría mi padre á Ma-
drid?
Mach. ¡Toma! Con el pretexto de los estudios, pero
en realidad para quitarle á usted de la cabe-
za el noviazgo con la señorita Gloria...
Jac. Como si ella y yo tuviésemos la culpa de
que su familia y la mía no se puedan ver ni
pintadas.
M.\CH. Injusticias, señorito, injusticias. Y lo peor
de todo, es que don Matías no lo deja á usté
irse... por lo que usté sabe...
— 9 —
Jac . Pues eptá fresco. Cada día me es más indi-
ferente la hija; ya ves tú.
Mach. Mire usté, á mí se me ocurre una cosa como
remedio: ¿por qué no le hace usté el amor
á una de las niñas de aquí junto?
Jac. ¿Qwé estás diciendo, hombre? ¡De esas sí
que esto}' hasta la coronilla!
Mach. Sí, pero es que en cuanto don Matías sepa
que tiene usté aquí una novia que no es su
hija, ¡él mismo lo empaqueta á usté para el
pueblo!
Jac. ¡Pues tienes razón!... No había yo caído...
Mach. Es claro que usté enamorará de mentiri-
jillas...
Jac. ¡y aun no enamoraré! La cuestión es hacér-
selo creer á Don Matías...
Mach. ¡Justamente!
Jac. ¡Ay, secretario de mi alma, qué talento te
ha dado Dios!
Mach. Oiga usté: don Matías creo que está ahí ea
su escritorio: vamos á empezar á hablar del
caso en voz alta...
Jac. ¡Vamos! ¡vamos! (loco de alegría.) Verás tú:
¡pasado mañana amanecemos en Cañavera-
les!... (D' ja la capa y el sombrero sobre una silla.)
Mach. (Alzando la voz y proeuracdo dirigirla hacia la iz-
quierda.) ¿Conque esas tenemos, señorito?
;Conque está usté enamorado de la señorita
Nati?
Jac. (En vozhpja.) Hombre, ya rae has colgado á
Nati, que es la más cursi. (En voz alia.) Sí,
querido Machuca, sí ¿A qué negarlo? ¡Estoy
enamorado de Nati como un burro! ¡No
pienso más que en Nati! ¡Vivo para í^ati!
Mach. (En v<>z baja.) Duro, duro en Nati. (Acércase
poco á poco con sigilo a la primera izquierda.)
Jac. ¿Tú te has fijado bien en los ojos de Nati?
¿Y en la boca de Nati? ¿Y en la gracia de
Nati?
Mach. (Dtppi:é8d3 asomarEc á la primera izquierda.) Baje
usted la voz .
Jac. ¿a mí qué me importa que se enteren?
Mach. No, si lo malo es que no se enteran, porque
no hay nadie ahí en el escritorio.
- iO -
Jac. ¿No, eh? [Qué lástima! Pero, en fin, adelan-
te con los faroles.
Mach. ¡Ya lo creo! Yo le contaré la cosa á la coci-
nera, y ella se encargará de correr la voz.
Jac. ¡Dios mío de mi alma! ¡Te levanto una es-
tatua en el pueblo, si aunque sea dentro de
ocho días hablo por la ventana con mi no-
via!
Mach. Me parece que han llamado; voy á ver quién •
es. . (Ecraminánfldse bncia el foro.)
Jac. Déjate tú de e.'^o: tú eres criado mío. Que
abra la cocinera si quiere.
Mach. No; si es que también me voy yo para abajo.
(Vase por el foro.)
ESCENA IV
JACOBO, ROSA, NATI y PüRI, después DOÑA MILAGROS dentro.
IiOSa (Por la segunda izquierda.) A papá le han gUSta-
do extraordinariamente... ¡Una locura!
Jac. ¿Sí, eh?
EüSA ¡Muchísimo! No podía menos. Y en seguida
ha empezado con unas bromas y unas ton-
terías...
Jac. ¿Sí?
Nati (por ei foro, con Puri.) Que sea enhorabuena,
hija de mi alma. ^
PüRi Que sea enhorabuena .
Rosa ¡Hola! No esperaba esta visita tan agrada-
ble...
Jac. y ¿á qué santo es la felicitación, puede sa-
berse?
Nati Quiere usted que le regalemos el oído, ¿ver-
dad? A ver ese abanico, Rosa.
PüRi A ver esos versos.
Rosa ¡Ah! ¿Son los versos el motivo de?... Pero,
¿por dónde SáV)en ustedes?...
Nati Hija, estas casas de Ma(h-id son de cartón.
Aunque una no quiera, se entera de cuanta
ocurre en la del vecino.
Jac. Tiene usted razón; lo he observado.
— II —
PuRi Mire usted; ahora mismo se estaban dando
otra paliza los del entresuelo.
Nati No, no es otra; es la misma que empezó esta
mañana ..
Rosa Yo oigo tolas las noclies cuando se quita las
hotas el goido de ahí arriba.
Jac. ¿El del segundo, eh? ¡Y cuidado que estor-
nuda ese hombre!
PuRi Debe de padecer catarro crónico.
Rosa Para mí que comercia en rapé.
Nati Bueno, bueno, á ver el abanico
Rosa Tómalo. (Se lo^entregA á Nati, que lo lee para st al
misino tiemtio que Piiri.)
Nati (Devolviéndole el atanico a Rosa ) ¡Av, qué COSa
tan linda!
PufM ¡.\)'', qué versos tan bien puestos!
Nati a .larobo.) Un favorcito tengo que pedirle á
usted.
Jac. Concedido.
Nati (¡Ya lo sabia yo!) Quiero unos versos en mi
abanico, como los de Rosa.
PcRi Y' \'o otro>-.
Nati Y Agri querrá otros en cuanto los lea.
PuRi Y' (juien dice Agri, dice Trini.
Nati Pues ¿v Loli?
Puia ¡DigolY Primi.
Nati Y Kini.
PüRi Y Feli.
Nati Y Paul i. .
Jac. ;Cielos! ¡qué nube!) .«
Nati VMe invierno nos tiene usted que dar una
velada.
Ro.sa Esteinvierno nosvamos ádivertir en grande.
Nati Nos iremos á casa que 1 av piano.
Jac. Hombre, este precisamente es un regalillo...
No sé si lo conocerán ustedes... (Desenvoiviea-
do el roUc que dejó sobre la camilla. )
Rosa ¿Un regalillo?
Nati ."-era para mí.)
PuRi A ver...
Jac. El Be.so.» Es un vals polka delicioso.
Ko> ;.>gién tolo ) ¡Digo silo conocemos! Muchísi-
mas gracias... ¿Para qué se ha molestado-
ustedr*
— 12 —
-Jac. (¡Oiga!)
Nati (Quitándoselo rápidament» á Rosa.) Yo Se lo agra-
dezco á Usted infinito... [Es tan expresivo
este valsl
Rosa (¡Qué osadía!)
Jac. (¡Me gustal)
Pdri (Quitándoselo á Nati.) Un millón de gracias...
Ya ve usted... hace un siglo que yo no toco...
Rosa (¿Habrá descaror*)
Jac. (¡Señor, si era para mi Gloria! ¡Si se lo iba
á llevar al ordinario ahora mismo!)
Rosa (voivijndo acogerlo.) üame acá, Pnri. (¡Bueno
estaría que se lo apropiasen las muy des-
vergonzadas!) (lo pnne sob:e ol costurero.)
Nati (a pufí.) (¿No te parece que el obsequio ha
sido á mí?)
PüRi (a Nati.) (No, mujer, á mí: 3^0 toco más que tú.)
Rosa No ha podido usted elegir cosa más de mi
gusto que «El Beso.»
Nati ¡Ah! «El Beso» tiene unos motivos encanta-
dores...
Rosa <vE1 Beso» es lo más dulce que puede darse.
Jac. Yo celebro de veras haber acertado tan de
lleno... ¡^Tendré que comprar otro.) Y si us-
tedes no disponen lo contrario... me voy á
la calle. (Poniéudose la capa y el sombrero.) ¿Qué
tal la noche?
^ATi Fresca, fresca: abrigúese usted. (Embozándolo.)
No dirá usté que no se le cuida... (se oyen
Ipolpecitos en el tabique de la derecha.)
P'üRi Nati, mamá nos llama.
Jac. ¿Por dónde?
Nati Por aquí, por este tabique. . ¿Ve usted? Lo
que decíamos ..
Rosa Ése tabique es el diablo.
Nati (Con intención.) No lo SabeS tú bien. (Acercándo-
se al tabique de la derecha y hablando en voz alta.)
¿Mamá?
Mil. (Dentro.) Sí, yo, yo. La sopa está en la mesa.
Nati Y^a vamos.
Mil. No tardar mucho, que es de arroz y papá se
enfada si se le ponen los granos largos.
JS'ATi Bueno. Ande usied, Jacobo, vamonos jun-
tos. Asi nos deja usted en el mismo portón...
— i3 —
Jac. Tendré mucho gusto en dejarlas á ustedes..^
Nati ¡Ay, qué airable!
Jac. Pasen ustedes. .
Nati Hasta luego, Rosita.
PuRi Adiós, heruiosa.
Rosa Adiós. (Se van Jos tres por el foro.)
ESCENA V
ROSA y DON MATÍAS
Rosa ¡El diablo se las lleve! ¡Cuidado si son en
trometidas y fastidiosas! Y sin comerlo ni
beberlo querían quedarse con el regalo de
Jacobo.
Matías (ror la primera Izquierda.) En el COmedor 86
oye todo, hija: como si no hubiera tal ta-
bique...
Rosa ¿Has estado escuchando?
Matías Más de cinco minutos. Allí está den Esta-
nislao charlando de toros con su futuro-
yerno. No entiende una palabra. ¡Mira que
decir que el Habichuela no se tira bien!
Rosa ¡Papá, por Dios! ¿Quién piensa ahora?...
Matías También han hablado algo de Jacobillo.
Rosa ¿Sí?... Voy á oir, voy á oir lo que dicen,
(Vase por la primera izquierda.)
Matías ¡Estamos aviadosl Y este de aquí, ¿será tan-
acústico como el otro? A ver si me entero...
(Se acerca al tabique de la derecha y aplica el oído.)
ESCENA VI
DON MATÍ\8 y QUIR0GA
»
QuiR. (Por el foro.) ¡Matías!
Matías (eu voz bBja.) Matías han dicho. Lo he perci-
bido claramente. (Se pega más al tabique.)
Qdir. ¿Qué diablos hará?
Matías (como ames.) Qué diablos hará. Como uii-
eco.
QjiR. ¡Tiene gracia!
_ u —
IVIatías Tiene gracia. Se oye lo mismo que si habla-
ran en esta habitación.
QuiR. Pero, ¿te has vuelto loco, Matías?
Matías (Volv endose hacia Quiroga con sorpresa, y muy eno-
jado después) ¿Qué? ¡Ah! ¿eres tú?... ¿Eras tú
quién hablaba?
QuiR. Yo mismo.
Matías ¡Mira qué chispa tiene?, hombrel ¡Mira qué
oportuno te ha hecho Dios!
QuiR. ¿Te incomodas?
Matías ¡Hago lo que me da la ganal Para eso estoy
en mi casa... es decir. . ¡Si... en mi casa... ¡en
colaboración con doña Milagros!
'<5uiR. No entiendo ni jota.
Matías Ni falta que te hace. Dispensa, ¿Cómo te-
va desde que no nos vemos? Ya sé que has
tenido de parto á tu señoia. (s; sientan ) ¿Han
sido dos, como de costumbre?
t^üíR. |No, hijo de mi alma! ¡Han sido tres!
Matías Pero hombre, Santos, ¡tu señora es un tren
botijo!
•QüiR. No me he dado un tiro por falta de dinero
para el revólver.
Matías Parece mentira que seas tú agente de ma-
trimonios. Y, á propósito, ¿qué- tal va esa
agencia?
QuiR. De mal en peor.
Matías ¿A cuántos has casado esta semana?
"Ql'Ir. Vais á tener que dejar de llamarme el cura:
¡á uno nada más!
-Matías ¿Nada más? Pues, hombre, yo puedo propor-
cionarte un negocito... A ver si casas á mi
huésped.
'QuiR ¿A qué huésped?
-Matías Al hijo de un íntimo amigo mío, á quien
tengo en casa. Ahora te hablaré.
^QuiR. Habla lo que gustes. '
Matías Tú no me negarás que. á no ser por mí, que
te coloqué en esa agencia de matrimonios,
te hubieses tirado al estanque.
■QüiR. Desde luego.
Matías No me negarás, por lo tanto, que me debes
la vida.
'í^uiR. ¿Cómo he de negar una cosa tan clara?
— 15 —
Matías La vida... la vida y cuatro duros. Pero, en fin,
de los cuatro duros no se hable Sí, Sí>u cua-
tro: primero te di dos... ¿recuerdas"? Por más
que ya digo que... Y iuego otros dos .. ca-
balmente .. Aunque te repito (\ue no hay
que hablar de ello... Y no sé cuándo me los
piensas pagar.. Pero ya se sabe que de eso
ni me acuerdo siquiera,
•QuiR. (Del Padre Cobos.) Pues yo juraría que no te
debo cuatro, sino tres y medio. Porque un
medio hay.
Matías Podrá ser; pero no es el medio de cobrarte,
seguramente.
QüiR. Hombre, Matías, ponte en mi situación; mi
muje-r es una ruina; no ha}'^ dos cristianos
que se casen... y hacen bien; no gano un
céntimo..
Matías Pero, señor, ¿no te estoy diciendo que no te
preocupes? Vamos al grano. Sabrás que ese
mozalb^te á quien tengo en casa... es hom-
bre de posibles
QuiR. (FrotándíEe ins manos.) Xo me digas más: ¿con
quién lo embarco?
Matías Poco á poco.. Mi intención, que á nadie he
declarado, es embarcarlo con mi hija Rosa.
¿Qué te parece?
QuiR. Que veo que barres para dentro.
Matías Tú me ayudarás, ¿eh?
Qdir. Dalos por casados. Ya sabes quién soy yo.
Sobre que Rnsita es una monada y ese pollo
no será un pasmarote.
Matías ¿Qué ha de ser? Si yo presumo que ya hay
algo entre ellos... Aguar«ia; en su cuarto ha
de estar. Voy á presentártelo (se levantHn.)
QuiR. Sí, hombre, que venga... Verás tú qué labia
la n)ÍH h:;blando de! amor conjugal... Voy á
ponerle la cabeza así ..
Matías Hombie, no; eso más adelante. No te preci-
pites. Ahora vuelvo. (Vase por la segunda iz-
quierda.)
i6 —
ESCENA VII
QUIROGA y ROSA
Rosa (Por la primera izquierda.) ¡All, que está üquí el
cura! ¡Gracias á Dioá que viene usted á ver-
nos, señor Quirogal
QuiR. Adiós, criatura incomparable.
Rosa ^.Y papá?
QuiR. Ha ido por el huésped para presentármelo.
Rosa ¿Por JacoboV Si Jacobo ha saüdo...
QüiR. ¡Diantre! ¿Pero ese joven está en la calle me-
jor que en casa?
Rosa Por lo visto.
QuiR. No, pues no eran esas mis noticias.,, (se oye
gritar á don Matías.)
Rosa ¿Grita papá?
ESCENA VIII
DICHOS y DON MATÍAS
Matías (Por la segunda izquierda, con una carta en la mano,
todo nervioso y descompuesto.) ¿En dónde SC ha
metido?... ¡Lo mato! ¡Lo matol
Rosa ¿Qué te pasa, papá?
QuiR. ¿Qué es eso, hombre?
Matías ¡Lo matol Es un golpe muy rudo para mí.
¡Lo mato!
Rosa ¿Quieres explicarte?
Matías No acierto . no acierto á decirlo... ¿Qué-
piensan ustedes que es Jacobo? Imagine»
ustedes lo peor: una atrocidad cada uno.
Rosa ¡Ay, Jesús! ¿Tal vez anarquista?
QuiR. ¿Jugador?... ¿borracho?...
Matías iCa!...
Rosa ¿Protestante?.
Matías ¡Cal...
QuiR . ¿De la ronda secreta?
Matías iCal...
Rosa Pues entonces. . .
— 47 —
Matías
Rosa
QuiK.
Matías
Rosa
Matías
QU!R.
Rosa
Matías
QOIR.
Rosa
Matías
¡Ca... ca. . casado!
¿0388(10?
¡No podía romper á decirlo! Aquí está la
prueba: esta carta, sin concluir, sorprendida
sobre su mesa.
A ver... ¡Si; su misma letra! ¡Dios mío, ca-
sado! Ya me temía yo que nos ocultaba al-
guna co<a. Siempre que le hablaba de no-
vias se ponía como un tomate y variaba de
conversación... (pasean Jos tres agitadísimos en di-
versas direcciones.)
jCasado!
¡Casado!
(Casado, papá, casado!
¡Casado, hija, casado!
jCas..do!
¡Casado!
¡Casado!
ESCENA IX
DICHOS, NATI, PURI y DOÑA MILAGROS
(salen una detrás da otra por el foro.)
Nati ¿De veras es casado?
PüRi ¿Es casado? . . .
Mil. Pero, ¿es posible que sea casado?
Matlas (Furioso.) ¿Éh? ¿Qué invasión es esta?... ¡Rayo
en el tabique!
Rosa (\'a á haber que decirle á la cocinera que no
les abra )
Matías ¿Y cómo no viene el resto de la colección?
Mil. Furque se han quedado todas con Hipo.
QüiR. ¿Con hipo todas? ,Qué angustia!
Mil. Con Hipo, con Hipólito, mi futuro yerno.
Matías ¡El tiempo que pierde usted por partir los
nombres, doña Mila!
Rosa Dejarse ahora de. . Veamos lo que dice la
carta. Anda, lee... (L» colocación de ios personajes
es la siguiente, de derecha á izquierda: don Matlas,
Boaa, Quiroga, doña Milagros, Mail y Pari. L» caita»
2
— 18 —
según el diálogo indica, va pasando por todas la?
manos )
Matías (Leyendo.) «Mi querida esposa...» (Asombro ge-
neral.)
Rosa ¿Eso dice? A ver. «¡Mi querida esposal»
QuiR. «¡Mi querida e.sposa!»
Mil. «¡Mi querida esposa!»
Nati «¡Mi querida esposa!»
PuRi. «¡Mi querida esposa!»
Matías (pasando junto á Puri.) ¿Pero á ustedes qué dia-
blos se les da? ¡Venga la carta! (Lee.) «Mi
querida esposa...» Y que es su letra... ¡cuer-
no si es su letra!
PüRI (volviendo á. coger la carta.) ¡Sí, SÍ, SU letra!
Nati ¡Su letra!
Mil. ¡Su letra!
QuiR. ¿Su letra?
Kosa ¡Su letra!
Matías (pasando junto á Rosa.) ¡Por vida del ir y venir!
Mil. (náiidoledistraldaun pellizco á Quiroga.) (¡Bandido!)
QüIR, (Griíando.) ¡Ay!
Matías ¿Que pasa, hombre?
QuiR. ¡Que esta señora me ha dado un pellizco!
Mil. Dispense usted, Quiroga; creí que era mi
esposo, ¿sabe usted?
QuiR. I Pues vaya una equivocación, señora mía!
Rosa ¿Acabamos ó no?
QuiR. Trae acá: verás tú como yo la leo. (coge la
cana y lee.) «Mi querida esposa...» Bien mi-
rado aun no hay fundamento para alarmar-
se. La carta está sin concluir y por tanto
sin firma. Y á juzgar por este principio,
acaso pueda ser... ¿qué diré yo?... una bro-
ma á cualquier amiguita.
Nati Sí, quizás sea una broma
Mil. Pues es una broma de pueblo.
Rosa Siga usted, Quiroga.
Matías Sigue.
QuiR. (Leyendo.) «Mi querida esposa: celebro mucho
»que te halles cada día mejor, desde que sa-
»lÍ8te de tu cuidado.»
Matías ¡Qué bromista!
Mil, Cuidado, Quiroga.
QüIR. Cuidado he dicho.
— 19 —
Mil, Digo que tenga usted cuidado, porque están
mis niñas delante.
Matías ¡Señora, que se pongan detráts!
QoiR. (Leyendo ) «...de tu cuidado.» Punto y aparte.
cHas de saber ..»
Mil. y pone has con hache.
Nati [Como si fuera el as de oros!
QuiR. «Has de saber para tu gobierno, Basilisa...»
KosA ¡Basilisa! ¡Vaya un nombre prosaico!
QuiR. «...que quiero que al nuevo rorro, por ser el
quinto varón que me das...»
Matí\3 ¡Continúan las bromitasl
Mil. ¡El quinto!
QüiR. .Mira que el quinto!
Matías ¿Es bromear, eh? Pues los cinco me deben
la vida.
QuiR. ¿Los cinco?
Matías La vida nada más, ¿estamos?
Mil. ¡Tener cinco varones! ¡El sueño dorado de
Esta!
QüiR. ¿De quién?
Mil. De Esta.
QüiR. ¿De cuál?
Mil. De Esta.-, de Estanislao... Mi marido se lla-
ma Estanislao.
Matías ¿Y qué tenemos que ver?... ¡Adelante, hom-
bre!
QuiR. «...le pongamos por nombre Uicifinio.»
Rosa No siga usted; ¿á qué hemos de saber más?
Mil. Lo que es yo, si sigue, me retiro con las ni-
ñas.
Matías ¡Sigue!
Mil. (Dándole otro pellizco á Qulroga.) (¡Tomal)
QüiR. ¡Ay!
Matías ¿Otra vez?...
Mil. Perdone usted, Quiroga, creí que era Esta.
QoiR. ¡Señora, pues es esíe; fíjese usted bien!
Matías Dame tú la carta, y se acabó la presente
historia
QuiR. Ya no dice nada de particular: que Gaspa-
rín tiene escarlatina y que Trifoncito está
echándolas muelas... Toma, (Leda la cana.)
Matías (¡Esta la concluye de escribir en Cañavera-
les el mozo ese!)
— 20 -
Rosa (a Nati y á Puri.) Lo he visto y no lo creo. Me-
parece imposible que sea casado un hombre
que tan obsequioso se muestra conmigo.
Nati Mira, si lo dices por lo del vals, te engañas;
porque el regalo fué á mí á tiro hecho.
Puri. A mi sí que fué, que soy la que más toca.
Matías ¡Pero, señor, que no hemos de poder tratar
aquí nada sin ustedes! ¡Es mucho sinol
Nati (a doña Milagros.) (Vámonos, mamá, que está
la atmósfera muy cargada.) (cogieudo á Puri
del brazo.) Vente, Puri, que le estorbamos á
don Mat as
'Matías No me estorban ustedes, porque yo me lar-
go con esta allá dentro. ¡Hasta grosero hay
que volverse! Vente, Rosita.
Rosa ¡Ay, á mí me va á dar algo! (vase con den Ma-
tías por la primera Izquierda.)
Nati (Yéndose con Puri por el foro.) (¡Mire USted qUC
ser casado ese hombre después de lo que he
oído yo por el tabique!)
Mil. Un momento, Quiroga. Sabrá usted que mi
Trini se casa.
QuiR. ¿Se casa?
Mil. Sí, señor; y yo quiero que usted y su agen-
cia corran con todo.
QuiB. Señora, tanto honor ,. Me considero resarci-
do con creces de las caricias á Esta.
Mil. Bueno, véase usted con Hipo.
QüiR. ¿Yo con hipo? ¿Con hipo yo? ¿Para qué?
Mil. tei Hipo es Hipólito, el novio de Trini.
QuiR. ¡Ah> ya! Me había olvidado... Perfectamen-
te. Luego pasaré ..
Mil. Pues hasta luego.
QaiR. A los pies de usted, señora.
Mil. (Q'ie al irse por el foro tropieza con Machuca, que
sae ) ¿Va usted ciego, hijo mío?
Mach. Señora, usted dispense.
QüIR.
ESCENA X
QUIROGA y MACHUCA
(Hola; este ha de ser Jacobo, el novio falli-
do.) Felices noches.
— 21 —
Mach . Dios guarde á nsté.
*QuiR. (iQué mala traza tiene!) ¿Cómo va, mi que-
rido señor? ¿Se encuentra bien en los Ma-
driles? ¿Ha estado usted en algún teatro?
¿Ha visto alguna corrida de k)i-os? ¿Y el
Museo? ¿y el Retiro? ¿y la Puerta del Sol?
Mach. Que se quite la Puerta del Sol donde esté la
calle Real de Cañaverales.
^-QuiR. Bueno; que se quite. (Es un animal de be-
llotas. ¡Y que iVlatías quisiera casar á sa
hija con este ganso!) ¿Y de su Basilisa, ha .
sabido usted? ¿y de Urrifinito? ¿y de los
otros cuatro? ¿Cómo está Gasparín de la es-
carlatina? ¿Qué tal va echando las muelas
Trifoncito?
"M.'-CH. ¿Eh? (Pero ¿cómo se habrá enterado este
tío brujo?)
•QuiR. Supongo que habrá ganillas de volver á
verlos...
Mach. Usté calcule... la tierra de uno y la gente de
uno, tiran, tiran...
Qum. ¿De qué tira su gente de usted?
Mach. Éso usté lo sabrá, si también tiene chi-
cos.
QuiR. ¿Si tengo chicos? ¡Pues apenas pica el sol!
Sólo que los míos no son todos varones
como los de usted.
Mach. (¡Otra! ¿también sabe eso?)
-QuiR. Los míos van alternando varones y hem-
bras. Un niño, una niña; un niño, una niña...
Es una prole que está en verso.
Mach. ¿Sí, eh?
»QuiR. Catorce tengo ya. Un soneto. Y le estoy
ten iendo más que á un dolor al e.^trambo-
te. En fin, con permiso de usted me retiro.
Despídame de Matías, ¿eh? (Voy a buscar á
Hipo.) Dígale que volveré en pasando un
rato. Y mil gracias, ¿eh? Santos Quiroga y M.
del Padul, representante de la agencia ma-
trimonial intitulada «El Dulce Himeneo,»
Colmillo. 7. (Retrocediendo hacia el foro y ha
ciendo una cortesía á cada ffHse.) Servidor de US-
ted... Muy señor mío... Tanto gusto... Beso a
usted la mano... Hasta otro instante... Que
— 22 —
vaya bien... Beso á usted la... (¡ Ah, que ya lo
he dicho!) Adiós, (vass por oi foro.)
MaCH, (Yéndose por el foro, hacia la izquierda.) jReCOntra!
|El se lo dice todo! ¿Y cómo conocerá á mi-
gente?
ESCENA XI
Matías
Jac.
Matías
Jac.
Matías
Jac.
Matías
Jac.
Matías
Jac.
Matías
Jac.
Matías
Jac.
Rosa
Jac.
Rosa
MatIas
DON MATÍAS y JACOBO; después ROSA
(Por la primera izquierda.) [Pobre muchachal '
¡Qué chasco se ha llevado! ¿Pues y yo? ¡Va-
mos, que tener cinco hijos y consentir que
le pague el médico!... ¿Dónde se habrá me-
tido Quiroga? Se habrá ido ya cansado de
esperarme.
(Por el foro, eiobozado en la capa.) SeñoreS, haCG
un frío de todos los diablos.
(Fijándose eu jacobo.) Embozado primero.
Aquí no lo sentirán ustedes, pero yo vengo
tieso.
¡Generación raquítica! (Así, durito.)
Diga usted, don Matías; el primer síntoma •
de la pulmonía ¿cuál es?
Estorbar.
¿Cómo?
¿Crees que ya la traes entre pecho y es-
palda?
¡No lo permita Diosl
¡Como tienes esas aprensiones tan neciasl'
(Así, así.)
Don Matías, ¿se enfada usted?
Pero oye, ¿va á ser cosa de andar siempre^
bailándote el agua?
(¡Qué grosero!) (sale Rosa por la primera izquierda
y va á coger el b.islidor que está 8< bre el costurero.)
Hola, Rosita... ¿Va usted á bordar?
Ah, que está usted aquí. No señor, ¿no ve
usted que voy á freir espárragos?
¿Eh?
¡Qué pregunta más sosa!
¡Más estúpida, hubiera dicho yo! (¡Así; en
crudo !)
— n —
Jac. Vaya, hasta luego: veo que están ustedes de
mal humor... y la pagan conmigo. Me voy á
mi cuarto á seguir la carta de Machuca. (Lla-
mando desde la pueita del foro.) ¡Machucal (Vaae
por la segunda izquierda. Don Matías y Rosa, como
SEaltadcs por uua misma idea, se miran con angustia.)
ESCENA XII
ROSA, DON MATÍAS y MACHUCA, después JACOBO
Rosa
Matías
Rosa
Matías
Mach.
Rcsa
Matías
Rosa
Matías
Mach.
Matías
Mach.
Matías
Mach
Rosa
Jac.
Matías
Rosa
Matías
Mach.
Matías
'líOSA
Jac.
Matías
¿Has oído papá? t
¡He oído!
¡Hemos obrado de ligero!
Me parece... (Sale Machuca por el foro y se enca-
mina á la segunda izquierds.) ¡Chss! ¡Vcilga USted!
(cogiéndolo por un brazo.)
¿Qué pasa?
(Con mucha ansiedad.) ¿Es UStcd CaSado?
(lo mismo.) ¿Sabe usted escribir?
¿Tiene usted cinco hijos?
¿Se llama el menor Urci... rábanos?
Se llamará Urcifinio, Dios mediante.
¡Ciertos son los rábanos!
¿Qué rábanos?
Los toros.
¿Qué toros?
(¡La erramos esta vez! ¡Pícara carta!)
(Por la segunda izquierda ) ¿Han vistO UStedeS
por casualidad una carta que había sobre
mi mesa?
(con risa forzada.) ¡Ja, ja! ¿Que SÍ hemos vis-
to?... (a Rosa ) (Ríete, ríete.) ¿Que si hemos
visto encima de tu mesa...? (¡Ríetel)
jJa, ja, ja!
¡Ja, ja, ja! (a Machuca, creyendo que ee Rosa.)
(¡Ríete, ríetel)
¿Eh?
¡Ja, ja, ja!
¡Ja, ja, ja!
¿De qué se ríen ustedes?
¡Pero qué tontísimo te ha hecho Dios!
— 24 —
Rosa
Matías
Jac.
Matías
Jac.
Matías
Jac.
Matías
Rosa
Matías
Rosa
¿No ha comprendido usted que bromeába-
mos?
Aquí tienPS la carta. (Dándosela.)
¿Y para qué la cogió usted?
¡Toma! ¡Para que la echaras de menos y em-
bromarte! A Rosita se le ocurrió...
¿A usted, Rosita?
¿Cómo usted? ¿Qué es eso de usted? ¡Tú por
tú! ¡Eutre muchachos huelgan los cumpli-
dos! A tu edad... á tu edad tuteaba yo á la
madre de esta... Es verdad que llevábamos
seis años de casados.
(¡Canario con la bromita de la cartal) Bueno,
Machuca, luego terminaremos. Toma, y espé-
rame en mi cuarto. (Le da la carta. Machuca se
va por la segunda izquierda.)
(a Rosa, de repente, lleno de júbilo.) (NoS ha toca-
do el premio gordo, hija mía!
¿Por qué?
¡Porque la gente de aquí junto cree que Ja-
cobo es casado, y nos deja en paz!
¡Tiene usted razón!)
ESCENA XIII
DICHOS. DOÑA MILAGROS, NATI y PÜRI. Salen por el foro ra-
diantes de alegría y van entregándole á Jacobo sus abanicos, según
indica el diálogo. Jacobo los deja sobre la camilla.
Nati.
PüRI
Mil.
Matías
Rosa
Jac.
Mil.
Jac.
Mil.
Nati ,
Mi abanico.
El mío.
El de Trini, el de Feli, el de Primi, el de Agri,
el de Emi, el de Loli y el de Pauli...
¡Ira de Dios! ¡Ese tabique!... ¡Me mudo! ¡Tú,
Rosita; mañana á buscar cuarto!
("¡Nuestro gozo en un pozo!)
(¡Estoy divertido!)
Usted perdone, pero no era cosa de dejar á
ninguna de ellas sin sus versitos. Y como
da la casualidad de que son nueve...
Vamos, como las musas.
¿Qué es eso de las musas?
Mamá, las musarañas.
— 25 —
IMiL. ¡Ahí ¿las musarañas eran nueve?
Matías Sí: ¡por eso está usted siempre pensando en
las musarañas! (Las quitaré de aquí.> Con-
que vamonos al comedor, que Jacobo va á
estudiar ahora (a jacobo.) (Me las llevo para
que te dejen en paz )
Rosa 8í. sí, vamonos, (a jacobo ) (¿Ha visto usted
qué plaga de niñas?) Vente, Puri.
Matías Vayan, vayan pasando, (por ei orden que indica
el diálogo, se vhd todos por la primera izquierda.)
PuRi (a rosh ) Vamonos nosotras.
Nati. (a jacobo.) (Tenemos luego que echar un pa-
rrafito.)
Matías Tome usted mi brazo, Nati. (A esta hay que
llevársela á remolque.) (se va con eiia.)
Mil. (a jacobD.) Ya me ha dicho Nati la conversa-
ción que tuvo usted antes con Machuca.
Jac. (Alármalo.) ¿Qué conversación?
Mil. Una... dedicada á ella. La oyó por el tabi-
que
Jac. ¿Por el tabique? ¿Qué está usted diciendo?
Mil, (R.-meiiandoá jícobo.) «¡Yo uo pienso más que
en Nati!...» «¡Yo vivo para Nati!...» «¡Yo me
muero por Nati!...»
-Jac. ¡I^emonio!
Mil. No te asustes, hombre... Te advierto que ni
Esta ni yo nos oponemos... Puedes ir prepa-
rándolo todo...
Jac. (¡Qué barbaridad! ¡Y me tutea!)
Matías (SoHendc por donde se fué y llevándose á doña Mi-
lagros.) ¡Doña Milagros, por amor de Dios!...
Mil. Voy, voy... Hasta luego, Jaco, (se va con don
Mi.tlas.)
Jac. ¿.Jaco, señora?... ¡Maldición! ¡Ha sido peor
el remedio que la enfermedad!... Ahora si
que no sé lo que va á pasarme, que me sien-
to morir... (Déjase caer en una silla.)
ESCENA XIV
JACOBO y QUIROGA
QuiR. (Por el foro.) Pues señor, ese Hipo no parece
por ninguna parte. (Reparando en Jacobo.) ¿Eh?
— 26 —
Jac. Caballero...
QuiR. ¡Ah!... ¡Hombre, hay casualidades en el'
mundol. . Usted perdone, señor mío... ¿Por
ventiira es usted,..? (¿Cómo le llamo yo?)
¿Por ventura es usted el feliz mortal que
adora en una de las hijas de doña Milagros
Rodríguez?
Jac. (Mny sorprendido.) ¿Qué? Pero, ¿usted por dón-
de sabe? ¿Han hecho ya correr esa especie?
QuiR. ¿ÍAiego es usted, sin duda?
Jac. Yo...
QuiR. (Ya no te me escapas.)
Jac. (¡Esta tribu de aquí al lado es temible!) (se-
sienta a la izquierda.)
QüiR. Pues bien, mi querido amigo. Sí, sentémo-
nos. (Se sieifta al lado de Jacobo.) Yo, p;>ra .«ervir
á usted, soy Santos Quiroga y M. del Padul^
representante de la agencia matrimonial
intitulada: «El Dulce Himeneo,» Colmillo, 7,.
y tengo encargo especial de doña .Milagros,
de verme con usted para marchar de acuer-
do en los pormenores, disposición y consu-
mación del casamiento.
Jac. ¿Del casamiento? ¡Oigal...
QuiR. Usted es el que ha de oir. La agencia, señor
mío, se encarga de todo, abi-oluíamente de
todo, y principia por buscarle á usted apro-
piado domicilio y per amueblárselo con lujo
asiático, si así lo desea, herma nrndo al más
' voluptuoso comfort, el simbolismo adecuado
á dos seres que se unen para siempre con
cadena de flores.
Jac. (Vaya, lo mejor es no hacerle caso )(se levan-
ta y pasea. Qniroga lo sigue.)
QuiR. Por ejemplo: la alcoba nupcial podemos po-
nerla de rosa; de rosa, como el porvenir de
la amante pareja. El comedor de verde: es-
permza: nunca faltará que corcer... Y por
ahí adelante.
Jac. (¡En mi vida me he visto en otral ¡Hay que-
tomarlo á risal)
QuiR. Llega por fin el suspirado día del enlace...
Y aquí te quiero, agencia. Antes de la cere-
monia, en la ceremonia y después de la ce-^
— 27 —
remonia, tendrá usted murga á la puerta^
chiquillos que griten,.. No debe usted esca-
timar: eso alegra mucho. Sin contar conque
la murga la tendrá usted aunque no quiera.
Jac. Sobre todo si anda usted por allí (se sienta.)
QuiR. (senurdose á su lado ) Una vez casados, la agen-
cia procura por hábiles medios evitar á los
novios todo quebradero de cabeza, para que
solo piensen en la dicha presente y fdtura.
¡Y qué dicha, querido amigo! Descartando-
la miel liiblea que destila la luna de miel,
que puede hacerse eterna, ¿sabe usted, por
ventura, cómo se recibe el primer chico?
¿Sabe ust^d cómo oae el segundo chico?'
(Porque el tercero cae como una bomba.)
Jac. Eso si hay chicos, digo yo.
QuiR. ¡Ah! jLos hay, los hay! Responde la agencia.
¿Y si en vez de uno, el sentimiento pater-
nal se encuentra sorprendido con dos á un
tiempo? lAh, qué dicha! ¡qué encanto! ¿Y si
se encuentra sorprendido con tres?
Jac. ¿^'<^n tres? ¿Es posible?
QuiR ¡Ya lo creo!
Jac. -; Responde también la agencia?
QuiR. ¡Sí señorl ¡Pues no faltaba más! Conque me
parece qrie será muy oportuno pasar al te-
rreno de los hechos cuanto antes... (saca una
cartera.)
Jac. (i.evaniándo83 otra- vez.) ¡Poco á poco! ¡Caram-
ba! ¡Hasta aquí podíamos llegar!
QaiR. (lo mismo.) Créame usted: es convenientísimo
tenerlo todo hablado.
Jac. Pero, ¿le queda á usted algo por hablar to-
davía?
QuiR. ¡Toma, toma! Si usted — es un ejemplo — se
ca.«a la semana que viene...
Jac. ¿Qué me hs de casar yo?
QuiR. ¿No? Pues doña Milagros quiere que va5'a-
mos aprisa...
Jac. ¿'^í, eh?
Mil. i^?or la izqnleida Al ver á Quiroga exclama:) ¡Ay, eí
cura, aquí está el cura!
Jac. (Volviéndose nlarmadlsimo.) ¿El CUra ya?
QüiR. ¡Oh, señora mía!
— "28 -
ESCENA XV
DICHOS y DOÑA JÍILAGRGS
Jac. ¿Viene con usted algún cura?
QuiR. ¡Qué disparate!
Mil. El cura le llamamos aquí á este señor. Y si
has caído en sus garras, ya no te libra de
ollas ni la Muía de Meco.
Jac . (I Cómo?
Mil. Trátemelo usted bien, Qiiiroga... Ahora vuel-
vo yo. Voy por mi canastilla de labores...
(Vase por el foro.)
Jac . Pero, ¿por quién me han tomado ustedes
ámí?
ESCENA XVI
JACOBO, QUIROGA y DON MATÍAS
Matías (por la primera izquierda.) ChicO, ¿haS vistO qué
gente?.. (Reparando en Quiroga.) ¡Calle! ¿TÚ aqUÍ,
Santos?
QuiR. Aquí me tienes otra vez... Por cierto, Matías,
que tengo que hablarte...
Matías ¿Si?
QuiR. Sí, hombre, sí... Ya conozco al célebre Jaco-
bo, y te aseguro que, á no ser por el vil me-
tal, no se concibe que quisieras casar á tu
hija con semejante encuarte del tranvía.
Jac. ¡Oiga usted!
Matías ¡Ove tú!
Jac. ¡El encuarte lo será usted!
QuiR. ¿Yo, señor mío? ¿Y usted quién es para de-
cirme? ..
Matías ¡El propio encuarte!... digo, el propio Jaco...
¡Jacobo!... ¡Me ha contagiado doña Milal
-QuiR. ¿Usted?... ¡Ah! Mil perdones... Pero, ¿quién
era entonces otro individuo de su pueblo?...
Jac. Mi criado sería.
QuiR. ¡Acabáramos! ¿Cómo va, mi querido señor?
— 29 —
¿Y la esposa? ¿y los niños? ¿Echa las mue-
las el pequeño?
Jac. Pero, ¿qué niños, ni qué esposa, ni qué mue-
las?... ¡Que aten á este caballero inmediata-
mente!
QuiR. ¿A mi?
Matías ¡A tí! ¡Ya lo creo! (¡Como que me va á com-
prometer!) (!Empujándo!o hacia la segiind. izquier-
da.) Entra aquí, hombre, y yo te enteraré de
todo...
QuiR. Pero, oye; ¿la carta aquella?. .
Matías ^Bajo a Quiroga.) (¿Quieres callar?) ¡Que entres
aquí te digo! [Le obliga á entrar por la segunda Iz-
quierda. A jacobo.) Chico, espera un instante^
porque éste está chiflado ..
Jac. hí, ya veo... (Vase don Matías por la segunda iz-
quierda.)
ESCENA XVII
JACOBO, después DOÑA MILAGROS y DON MATÍAS
Jac. ¡Dios mío de mi vida, que no venga otro
tipo de esa ralea!... Y si viene qne no la
tome conmigo. Estoy quebrantadísimo... es-
toy muerto, (pausa ) Apagaré la luz y así
creerán que me he marchado y que no hay
nadie aquí. (Lo hace y se sienta al lado de la ca-
milla) ¡Gloria mía, qué deseos tengo de salir
de esta jaula y de verme á tu lado! ¡Jesús^
qué asedio de niñas! No saben ellas que yo
no quiero más que á mi Gloria. Si no fuera
por sus cartas, ya me habría muerto de tris-
teza. Aquí tengo la última, que casi la estoy
borrando con mis besos... (saca del bolsillo una
carta )
Matías (por la segunda izquierda.) ([Corchol ¿Quién há
apagado aquí?)
Mil. (Por el foro, con un canastillo de laborea.) ((Ay, qué
oscuridad!)
Jac. ¡Amor mío!
Matías (¿Kh?¡ (Deteniéndose.)
Mil. (lo mihmo.) (^¿Es Jacobo?)
Jac.
Matías
Mil.
Jac.
Mil.
Matías
Jac.
Matías
Mil.
Jac.
Matías
Mil.
Jac.
Matías
Mil.
Jac.
Matías
Mil.
Matías
Jac.
Matías
Mil.
— 30 —
¡Gloria mía!....
(^,Con quién habla?)
(De seguro es con Nati.)
¡Cómo gozo estrujando tus curvas contra mi
corazón!
(¡Cascaras!)
(¡Ahora me explico que hayan apagado!)
¡rreciOSlSimal (Le da un beso muy sonoro á la
carta.)
1 ¡caracoles!
¡Cielos!
(Levantándose de un salto.) ¿Quién anda ahf?
[No se mueva nadie!
¡Luz, luz en seguida!
(¡Dios mío!) (Don Matías, á tientas, enciende la luz.)
¿Tú, .lacobo? ¿Con quién estabas?...
¿Por dónde se ha ido ella?
Yo diré... yo...
¡Habla, ó te ahogo! ¿Era Rosa?
¿Era Nati?
¡Por supuesto, lo vamos á saber ahora mis-
mo! (Llamando.) ¡Niñas! ¡Niñas!
Pero, ¿qué va usted á hacer, don Matías?
¡Ni una palabra más! ¡Rosa!
¡Naü! ¡Puri!
ESCENA XVIIÍ
Rosa
Nati
Mil.
Matías
Rosa
Matías
Rosa
Nati
Puri
Matías
dichos, rosa, NATI y PURI
(con Nati y Puri por la primera izquierda.) ¿Qué
gritos son esos? ¿Sucede algo?
¿Qué pasa?
Vamos á ver...
¡Cállese usted, doña Milagros! Vamos á ver.
¡La verdad! Este hombre...
¿Quién?
Jacobo...
'¿Qué?
¿A cuál de ustedes tres le ha dado el beso?
— 31 —
ílCSA í (Creyendo que se refiere al vala y señAlandose cada
Nati jcnal a sí misma con mucho ahinco.) [A míl jA mí!
PURI I ¡A mí! ¡A mí! (Don Matías, doña Milagros y Jacobo
( se miran llenos de asombro.)
Matías ¡Ave María purísima!
Mil. ¡Jesús! (Déjase caer como desmayada sobre don Ma-
tías.)
Matías ¡Esto nos faltaba!
Nati ¿Qué ha sido?
PuRi ¡Mamá!
RobA ¡Un poco de agua!
-JaC. ¡Aire! ¡aire! (l.e hace aire con uno de los abanicos.)
Matías ¡Señora, señora!
Matías
QuiR .
Matías
Rosa
Matías
Mil.
Matías
-Jac.
Mil.
Matías
Nati
Rosa
J'üRI
Jac.
<QuiR.
ESCENA ULTIMA
DICHOS y QUIR0GA
(Por la segunda izquierda.) ¿Pasa algO?
Que á esta señora le ha dado un patatiís.
A ver... á ver... Calma. (Reconociendo a doñH Mi-
lagros.) No hay que asustarse: está viva.
¡Vaya un notición! Venga un poco de aceite.
¿De aceite?
¡De vinagre!
(incorporándose.) Pero, oiga usted, ¿mc va us-
ted á aliñar?
Ella misn a ha vuelto...
Pues ahora óiganme ustedes dos palabras.
El Beso á que se refieren las niñas es un vals
que les he regalado, y el beso que ustedes
oyeron se lo di á la liltima carta de mi novia.
¿De qué novia?
[ ¿De qué novia?
1
De una que tengo en Cañaverales , con
quien, pese á quien pese, me voy á casar el
día menos pensado. Quedan ustedes invita-
dos á la boda...
(pHSíudo al lado de Jacobo.) Si quiere USted, mi
agencia puede encargarse...
— 32 ~
Jac. jDéjeme usted en paz! Y sepan que mañana
mismo me largo de Madrid.
Rosa (¡Adiós castillos en el airel)
Nati (¡Adiós ilusiones!)
PuRi (¡Adiós mi dinero!)
Matías ¡Mal cañonazo en el tabique, que es el que
tiene la culpa de este rompimiento! (ai pú-
blico.)
Concede tu aprobación
á estos lances peregiinos,
á los que han dado ocasión
los tabiques y vecinos
de las casas de carttin.
FIN
Madrid, Septiembre, 1896.
OBRAS DE LOS MISMOS AUTORES
Esgrima y amor, juguete cómico en un acto 7 en
prosa.
Belén, 12, principal, juguete cómico en un acto y en
prosa.
Gilito, juguete cómico-lírico en un acto y en prosa.
La media naranja, juguete cómico en un acto y en
prosa.
El tío de la flauta, juguete cómico en un acto y en
prosa.
El ojito derecho, entremés en prosa.
La reja, comedia en un acto y en prosa. (2.* edición).
La buena sombra, sainete en tres cuadros y en prosa.
(3.a edición).
El peregrino, zarzuela cómica en un acto y en prosa.
La vida íntima, comedia en dos actos y en prosa.
Los borrachos, sainete en cuatro cuadros y en prosa.
El chiquillo, entremés en prosa.
Las casas de cartón, juguete cómico en un acto y en
prosa.
SERAFÍN y JOAdlíN ÁLVAKEZ (lUI.NTERO
El mu DE IDCES
nñm ñ TRKs mmn iñ mu
con música de lo; maestro:
CABALLERO ^^ HERMOSO
MADRID
SOCIKDAD DK AUTORES ESPA:^0LKS
Plorin. 8. bajo
isse
EL TRAJE DE LUCES
Esta obra es propiedad de sus autores, y nadie po-
drá, sin su permiso, reimprimirla ni representarla
en España ni en los paises con los cuales se hayan
celebrado ó se celebren en adelante tratados interna-
cionales de propiedad literaria.
Los autores se reservan el derecho de tradu ción.
Los comisionados y representantes de la Sociedad
de Autores Españoles, son los encargados exclusivamen-
te de conceder ó negar el permiso de representació^i'
y del cobro de los derechos de propiedad. ¿
Queda liecho el depósito que mar^a la ley.
EL TM.K DE LUCES
siisETi M im mmm i u mu
SERAFÍN Y JOAQUÍN ALVAREZ QUINTERO
con música de los maestros
CABALLERO y HERMOSO
Estrellado en el TEATRO DE LA ZARZUELA el 28 de No-
viembre de 1899
MADRID
X. Yelanco, impresor, Marqués de SanU Ana, s*
»t^ ^ TtU/oHO número SS'-
l8Qe
mmtf
ít €^
m^
Hace mucho tiempo que estaba destinada á usted^por
<3imigo leal y por bizarro defensor de la fiesta española,
la prim.era página de este saínete.
Usted merece mucho más, ya lo sabemos; pero si
nada fnejor podemos dedicarle, bien á pesar nuestro,
nos queda al m.enos la tranquilidad de que con El.
TRAJE DE \.\5Q^'&vanpara usted miestra gratitud, nues-
tra admiración y nuestro cariño.
Q-you^^^
REPARTO
fESSONAJES
AGTOBSS
ROCÍO Sbta. Lázabo.
SEÑA PASTORA González.
JESUSA Hidalgo.
REYES NÚKEZ.
TINA MOCITA Espinosa.
UNA VECINA Akmendíbiz;.
TÍO CUCHARES Se. Romea.
EL MAESTRO Orejón.
JOSÉ MARÍA Bbíos.
MANOLO MoNCAYo.
SATURNINO Redondo.
VERRUGA Abana.
DON BRAULIO Fuentes.
CHIRIPA SÁNCHEZ.
UN VECINO Galeeón.
MOZO EE ESTOQUES Esteella..
El dertH ho de reproducir loe materiales de orquesta de est»
obra poTtenece á JD. Florencio Fiscowich, á quien dirigirán
eiip pedidos las empresas teatrales que deseen ponerla en
escena.
EL TRAJE DE LUCES
La esceua es en un barrio extremo de Sevilla.
El teatro representa una plazoleta, con salida á una calle por el
lUtimo término de la derecha del actor, y á otra por el primero
de la izquierda. En el foro, la barberia del Maestro, con puerta
vidriera, á cuyos lado3 haj' colgadas dos bacías de metal. En la
pared algunas jaulas de caña con pájaros,— A la izquierda del actor
el estalilecimiento de don Braulio, sobre cnya puerta hay un gran
letrero que dice: «Disecador* —A la derechs, del primero al se-
gundo término, la fachada principal de la casa en que viven el
tio Cuchares y el Maestro. Inmediatas á la puerta, pero hacia el
proscenio, silla y mesa de zapatero remendón, y encima y alre-
dedor de esta última los útiles propios del oficio y algún calzado
viejo. Cerca de la mesa otra silla.
ESCENA PRIMERA
E L MAESTRO, TÍO CUCHARES y DON BRAULIO.
Después JESUSA
(Bl Maestro sentado á la puerta de su barbería, donde hay además
una silla desocupada; tío Cuchares sentad > á la mesilla de zapatero,
tnibajando, y don Braulio paseándose por delante de su casa, que
es la de la izquierda del actor.)
Maes. ¿Ha visto usté qué día tan hermoso, tío
Cuchares?
CÚCH. ¡Gran día de toros, maestrol José María está
de eiihoragüena.
Maes. Siempre que hay corría se me quitan las
ganas e trabaja. (Bostezando.) Yo no sé en qué
consiste.
— 8 —
Brau. Yo sí: en que es usté er primer vago de Se-
viya, haya corría ó no.
Maes. (Levantándose.) No 68 680, don BrauHo: 68 que
nay días en esta tierra... que no se levanta
uno pa na. Y yo yevo así ya un par de
años... (ai tío Cuchares.) Compadre, le juro á
usté por mi salú que si me tocara la loteria
no afeitaba yo... ¿ñi á quién le diré á usté?...
[ni á Revertel
CÚCH. No me hable usté de 1p lotería, compadre e
mi arma, que estoy que se me pué ajogá
con un pelo. Por dos números no nos han
tocao veintisinco duritos.
Brau. ¿Por dos números?
Maes. ¿Cómo ha sío eso, compadre?
CÚCH. Por que le han tocao á Bartolo er guitarrista,
que vive ahí en er 43 de esta caye, y nos-
otros vivimos aquí en er 45. (señalando la casa
de la derecha.)
Brau, Vaya, se ha querío usté queá con nosotros.
Maes. Es mu grasioso mi compadre.
Brau. Güeno, maestro, á vé si me afeita usté en
dos minutos. Saque usté los trastos aquí,
que er salón echa fuego.
Maes. Vamos aya, hombre... (Entrase en la barbería
canturriando.)
Fara caras bonitas
la Macarena...
Brau. (Acercándose á las jaulas de los pájaros y hablándoles
á éstos.) ¡Qué presioso es este charaaríl Ah,
sinvergüensa, ¿quiés picarme? ¿Y tú, asau-
ra? ¿Cuándo te mueres, pa que te diseque
yo?
CúcH. Cámara, vaya una caricia.
Brau . ¿Cómo que no? Los pájaros como están mejó
es disecaos. Vivos no se conservan bien.
Maes. (saliendo de la barbería con paño blanco, navaja, sua-
vizador, bacía y jabonera, que dejará sobre una de
las Billas.)
...la Macarena,
para cuerpos garbosos
las ¿rianeras...
¡Don Braulio!
— 9 —
BraU . Voy. (siéntase en la otra silla, y el Maestro le pone
el paño convenientemente.)
CÚCH. (Mostrando una bota de nuijer.) Maestro, á USté
que le da er naipe po aquí: miste qué an-
daoi'es.
MaeS. (Dándole jabón á don Branllo.) jQué barbaridá!
Pero esa criatura se careará en una tienda
e juguetes...
CúcH. Poco menos. Ya ve usté: veintisinco puntos
escasos.
MaeS. (Saf'pendlendo su trabnjo y dirigiéndose á Jesnsa, que
sale por la izquierda y cruza hacia la casa de la de-
recha.) ¡Benditas sean las personas esentes!
¡Valiente tontería biso su marío de usté ar
dejarla viudal
Brau. ¡Pero hombre!
Jes. (Parándose un momento.) Y SÍ 86 muriÓ er pro-
besito, jqué le vamos á basé?
Maes. Es que yo, en su luga, me queo viudo yo,
siquiera por galantería...
Jes. (Entrándose en la casa.) Ande usté y que lo mate
er B&niba.
ESCENA n
DICHOS menos JESUSA; luego EEYES; después una MOCITA
Brau. ¡Maestro, que me pica er jabón!
Maes. (.'^uavizundo la navaja.) Qué, ¿no le gusta á usté
esa viudita?
Brau. ¡Pchss! Ni fú ni fá.
Maes. ¡Tiene unos bajos!... Tío Cuchares, ¿usté se
ha fijao bien en los pies de Jesusa?
CÚCH. xN<^ui6 iie de habé fijao, señó, si me debe
siete medias su' las?
Brau . Pa pies con sircunstansias los de otra vesi-
nita nuestra.
Maes. (F.mpezando á afeitarlo.) Los de mi niña, ¿no?
Brau. Cabalito. No es porque sea hija de usté,
maestro; pero lo que es á esa tí que se le
pué desíer «¡viva tu madre!» que usté les
difce á toas.
lO
Maes.
Brau.
Maes.
Brau.
Maes.
Brau.
Maes.
Reyes
Maes.
Reyes
Maes.
Reyes
Maes.
Brau.
Maes,
Brau.
Maes.
Brau .
Moc.
¿A mi niña «viva tu madre?» No conose
usté á 1; madre, don Braulio.
Oiga usté, pos la seña Juana...
La seña Juaua es un terremoto, que no me
deja viví más que cuando esti fuera, como
ahora. ¡Qué mujé. f^anto Dios! ¡Hatta dur-
miendo me yeva la contraria! Miste, la otra
noche, en sueños, se ponía: «,Que no! ¡que
no! ¡que no!...»
Güeno^ 3' eso ¿qué sirnifiea?
jPos que yo estaba disiendo que sí, segura-
mente! To por curpa e los selos, ¿sabe usté?
Y á mí me paese que no le doy motivos...
(Ariartándcse de pionto de don Braulio y saliendo al
encuentro de Reyes que viene por la callo do la iz-
quierda en :irec.lón á su casa.) ¡Ole! jOle! ¡olel ¡ole!
Digo, ¿eh?
Kiña, míreme usté, ó vi á rompe en una ar-
feresla.
(Deteniéndose.) ¿Qué?
¡Casi na! ¡Que tiene usté unos ojos ersedentes
de cupo! ^Don Braulio so imparienia.)
Güeno, diga usté, sangre gorda: ¿ha entrao
ya mi hermana Jesuha?
¿Usté qué quiere, hija de mis entrañas: que
haya entrao?... ¡Pos lia entrao!
Vaya, muchas gracias. (Enlraeo en su casa. El
Maestro la signo y le grita desde la puerta.)
¡Y bendiga Dios á su mamá de usté, y á su
hermana de usté, y á Ucté, y á los niños de
usté!...
¡ Y á rrá que me parta un rayo! ¿no es verdá?
Don Braulio, usté dispense, (continúa afeitán-
dolo) Ptro, ¿no opina usté que hay cosas...?
(canturrea de nuevo utios instantes y al ver á una Mo-
cita que sale por la dereiha, exclaraa:) ¡AtlSa!
iAyl
Qué, ¿lo he cortao? Hombre, póngase usté
er deito un momento.
(Desesperado.) ,Güeno está, hombre! (La Mocita
se acsrca á hablar con el lío Cuchares, y el Maestro,
durante el dial go de tmbos, la contenopla fijamente
desdé muy cerca, con imf ertinenie admiración.)
¿Acabó usté tso, tío Cuchares?
— 11 —
CüCH. (Dándole un cnvoitoi'o ) Aqui e tú, prenda.
Moc. Tome usté sus sieie retileá.
CCCH. ¡Son ocho, hija.
Moc. Pos no le doy á usté más que siete; que ee^
va usté gorviendo mu carero.
CúcH. Es que ha subió er charo... ¿Se va de toros?
Alüc. Si; se le ha puesto á mi novio en la cabesa
conviarme. . y he tenio yo que empeña mi
sortija pa que puea compra los biyetes. (En-
cerándose con el Mrtestro de pionto.) PerO, hijo^
¿me va u<^té á retrata?
Maes. Si usté quiere venl... yo tengo una camarín
muy oscura...
Moc. ¡Ay qué grasioso! Con Dios, tio Cuchares.
(Echa ft andar de piisí» hacia la derecha, por ¿onde se
va, seguida del Maestro.)
CÚCH. Adiós, prins'^sa.
MvEá Si hubiea que comprarla á usté y quepa-
garla en cuartos... ¡eche usté esportiyas e
sinco duros!... Oiga usté, salerosa...
Brau. Pos señó, me* enjuagaré y me secaré yo solo^
¡psro no le pago la faena! (Lo hace.)
ESCENA III
Tío CUCHAKES y DON BRAULIO
('ÚCH No se desespere usté, hombre, que si er
maestro le hase pasa malos ratos, en cam-^
bio la hija...
Brau. Si; me los hase pasa toa vía peores...
CÚCH. Y menos má que no lo toma usté tan á pe-
chos como er cursi der coneó de granos.
Brau. ¿Quién, Saturnino?
CÚCH. Ese probesiyo se está, queando trasparente^
Brau. Y ílosío, na: emperrá en que no quiere no*
vio. .
CÚCH. De eso .. hay que habla mucho.. Usté es
nuevo en la vesindá y no sabe de la misa la
media.
Brau, ¿Cómo?
CÚCH. Comiendo. Me da lástima de usté y vi á con-
társelo. (S3 levanta, cojeando un poco.) Hase COSa.
— 12 —
de siete meses, mi sobrino José María estaba
aquí de ofisiá mío, dale que dale á la chabeta
y á los clavos. Se enamoró hafeta er güeso de
ia chiquiya e mi compadre; le juró que la
quería como una persona esente; se enteró er
maestro, y fué y agarró y le dijo ar probé
muchacho que se le quitara aqueyo de la
cabesa, «porque su hija no se peinaba pa nin-
gún sapatero e viejo » Palabras térnicas. Er
chiquiyo, que no tendrá otra cosa, pero que
tiene corasón y vergüensa como su tío, se ha-
charó más que er gayoy pasó aquí unos días
que... vamos, que á mí se me sartaban las lá-
grimas e verlo... ¿Tiene usté ahí un pitiyo?
SrAU. (Dándoselo.) Sí, SCñÓ.
CÚCH. (Reliando el cigarro y encendiéndolo ) PoS gü^no,
verá usté: á lo:? pocos días viene y me dise:
«¿Con que er maestro me despre=>ia porque
yo no soy naide, verdá? ¡Pos ahora vi yo á
sé to lo que hay que s' en este mundo!»
«¿Qué vas á sé, criatura?» — le dije yo asom-
brao. — Y er va y me responde: «¡Mataó de
toros!» Y dicho y hecho: cambió la chnbetíi
por la espá y er mandí por er traje e luses,
y empesó á pasa las duras y las mauras. Ar
prinsipio to er mundo se pitorreaba con é,
sobre to mi compadre, que se ha figurao que
es un maleta; pero er chiquiyo se echaba er
pitorreo á la esparda, seguía trabajando .. y
ahí lo tiene usté ya: esta tarde sale de mataó
á la plasa e Seviya.
Urau. Güeno, ¿y Rosiito?...
CúcH, ¡Déjeme usté acaba! Rosiito me contó ano-
che toa la historia. Eya y mi sabrino se en -
tienden desde tr prinsipio á la chita cayan-
do; pero José María no quiere desirJe ar
maestro una palabra, hasta que el olro vea
que es un mataó capá de gana dinero pa
coge á la niña y meterla en un palasio de
oro y piedra'' presiosas, y empapela la cosi-
na con biyetes e Banco.
Brau. Cámara, pues me deja upté más plantan
que un quinto. ¡Güen papelito he estao ha-
siendol
— \
CúcH. (voiTiendo á sentaree.) Consuélese usté, hom-
bre, que no ba slo usté solo. Y déme usté
las grasias ensima... Ah; y guarde usté er
secreto... mejó que yo.
ESCENA IV
DICHOS y CHIRIPA; luego BOCIO
ChIK. (saliendo de'peyorido de casa de don Braulio.) ¡Doit
Braulio! ¡Don Brauliol
Rraü. ¿Qué hay? ¿Has hecho arguna e las tuyas?
Chir. Yo no... zino que... ¡que un pájaro de los di-
zecaOS ha echao á volál (ki tío luchares BaeUa !*■
rila.)
Brau. ¡Qué bruto eres, hombre!
Chir. (naciendo la cruz.) ¡Por fsta, mi amo! ¡Yo lo
dejé anoche zobre er mostraó y me lo he:
encontrao en lo arto el estante!
B.t\u. ¿Quién ha puesto ensima el estante?... Has-
ta luego, tío Cuchares, vi á vé... (Entr»«e en ttf.
casa.)
ChíR. (Mirando embobado á Rocío, que sale de la caía de
la derecha) ¡Miá qiié bonita viene!...
Roclo Dios guarde á usté, maestro.
CÚCH. Hola, muchacha.
Rocío (a Chiripa ) Ove, tú, sierra la boca, que no
caen brevas.
Brau. (Dentro, giitando.) ¡Chiripa!
Chir. (Estremeciéndose ) ¡Voy! — ¡Me sano iin cosco-
rrón por mó der condenao bicho! (vase sin de-
jar de mirar á Roclo y dfde.ído:) ¡PerO qué boni-
ta!... ¡pero qué bonita!...
CÚCH. (Se levanta con una bota de mujer en la mano y echa
Á and ir, cojeando siempre, hacia la derecha, por dond»
ne va después de hablar con Roció lo que sigue:) ¿VaS
A estarte aquí, güeña piesa?
Rocío Sí, señó. Vi á esptrá á mi padre, pa vé si me
yeva á los toros.
CÚCH. ¡Je, je!... Pos echa aquí una miraíta mientras:
yo güervo.
!4 —
ESCENA V
EOCIO y la SEÑA PASTOKA
Hocío Al istante me va á yevá... Yo ro sé por qué
le tiene tirria á José María y se le ha pues-
to en la cabesa que no mata toros... Por su-
puesto que ya se desengañará esta tarde...
José María me ha dicho á mí que le ha di-
cho er Guerra que va á dá ruío... ¡Quien lo
ha conosío echando medias suelas y tapas
y lo ve ahora hecho casi un rey I... (a i» seña
Pastora, que sale hablando sola por la iz^iiijrda ccn
un ramo de flores en la mano.) Hola, Señá Pasto-
ra ¿De ande viene usté por ahí?
Past. ¿Que de ande vengo? .. Ahora te contaré.. .
Pero oye, ¿y mi hermano?
Rocío Ha dio á yevá unas botas ahí á la esquina.
f A8T. Pos yo, chiquiya, estoy como loca: chala
der to. No ha queao en Zeviya un carté que
yo no haya visto. Primero fui á Zan Lorenzo,
á rezarle ar Zt-ñó der Gran Podé una oración
que n:e ha enzeñao la mujé de Curro er
banderiyero... Luego he pazao tres veces ze-
guías por la caye las Zierpes... Ayí estaba
ahora; en la betunería, rodeao de la má de
zeñoritos...
Rocío ¿Quién, José María?
Past. ¿i os quién va á zé, zo tonta?... Ay, me en-
tró un orguyo ar verlo ayí... Un zeñorito le
daba un puro; otro le daba otro puro... Tos
tenían que hace con é...
Rocío ¿Y le dijo usté argo?
Past. Yo no, hija; yo no le dije na. Ya ves tú: zu
madre zoy y me daba vergüenza acercarme.
Pero me metí en una tienda de enfrente y
desde aví lo estuve viendo mientras le lim-
piaban las botas... ¡Hijo de miz entrañas,
qué bonito es!
Rocío ¿Vendrá pronto?
Pasi. a mí me dijo ar zalí que vendría á armorzá.
A no zé que lo convide er zeñó Marqués,
— 15 —
que Dios no lo quiera, porque va á matárme-
lo: dice que le da un helíio después de las
zopas y ezo no pné zé gü^>nn.
Rocío ¿rirqiié no le pie usté á mi padre que me
yeve a la plapa?
Past. ¿a tn pndre? Ye» no le pío na. Ya zabes que
apena? nos hablamos desde que ocurrió lo
que ocurrió. Y <íUe vas á pazá mu malos ra-
tos zi yegas á di. Quéate acjuí con mi her-
mano y conmigo, que te tiene más cuenta.
Yo me voy pa aya dentro á arreglarlo to
por si viene mi Jozeliyo á armorzá, y á po-
nerle e^te ramo e fl >res á Id Virgen... Ar
mal auge de Z in Antonio lo dejo por puer-
tas: está castigao. . Desde que cngitron á mi
Joz<-liyo í-n Jeré lo tengo metió de cabeza
en er pozo... Zi <piea bien esia tarde pué
que lo za'|ue... Aya veremos... Ze portó mu
perramente conmigo. Hasta luego, hija de
mi arma... (Entra eu su caM.)
Rocío Va^'a u^té con Dios, seña Pastora, (se sienta
en ¡a silla que hay junto a la mesa del tío Cuchares.)
ESCENA VI
EOCiO
Hiisica
Tengo una angustia y un deseo
que no me dejan sMegá...
Ya mi esperai sa seWa veo
y me aflijo y me mareo
baáta verla realisá.
Y'o tuve la curpa,
yo lo gorví loco
y por mí se ha hecho
niataó de ton s.
Y pasa fatigas
— 16
y pasa bochornos,
y toito lo pasa
por mirarse na más en mis ojos.
Mis ojos ¡qué penas tienenl
que no los dejan que miren
á los ojos que eyos quieren.
Pero sabe quien los manda,
que primero segarán
que mirar á otros ojitos
que á los que eyos quién mira.
Cuando pienso en estas cosas
mis angustias son tan grandes,
que me paese que es mentira
que mi suerte va á cambiarse.
Y ar Señó que está en er sielo
yo le pío argún consuelo...
y reso á toítas horas
con arma y volunta,
y ca orasión que reso
con un suspiro va...
(Levantándosa.)
Grasias á Dios es hoy er día
que de estas dudas vi á salí,
y que su suerte y la mía
se han de desidí.
Pronto, mu pronto sardrá de esta casa
hecho un valiente y un braso de má;
pronto, mu pronto se irá pa la plasa
resuerto á brega.
Ya me disloca pensá en la alegría,
madre del arma, que voy á tené
cuando después de acaba la corría
lo güerva yo á vé.
„ 17 —
Si viene á mi vera
contento der to,
más dichosos que naide en er mundo
seremos los dos.
Y ar mirarlo aplaudió y felí
muy bajito le tengo e desí:
JO soy la cansa de tu alegría;
toito lo has hecho por mí na má..
Por mi madre te juro que nunca
pa tí mi quero cambiará,
(vase bacía la pu3rta de la barbtxía.)
KSCKNA Vil
EOCiO y el MAESTEO
Hablado
Maes. (por la derecha.) Hasta SU casa la he acompa-
ñao. , ¡Qué mujé!... ¡Vaya un corte e cara!...
Hombre, y á propósito de c;)rte e cara: ¿dón-
de está don Braulio? (Reparando en Roclo.)
Hola, chiquiya, ¿qué hases tú aquí?
RociQ Aquí lo estoy esperando á usté, pa pedirle
una cosa.
Maes. Sí; lo de siempre: que te yeve á los toros.
¡No paese sino que te ha dao pan con sá ese
José María! Anda, déjalo di, que esta tarde
se le van á quita tos los muñecos...
Rocío ¿Usté que sabe?
Maes. Mucho contoneo por la caye las Sierpes,
ii.ucho toreo clásico, como le dise er tío, y á
la hora e la verdá... tembló de tierra en las
pantorriyas.
Rocío ; Está usté fresco.)
Maes. (Mirando hacia la Izquierda.) ¡Arsal ¡miá quicn
viene ayí!
Rocío Er Si Campeado: Saturnino. ¡Josú, qué ca-
taplasma!
Maes. Vi á recoge estos trastos y á dirme, por no
— i8 —
verlo, i' Recoge los útiles de efeltar que antes sacó y
entra con ellos en la barbería.)
Rocío Y que se ha comprao unas bolitas e tomate,
pa da gorpe. ¡Pos pa bolitas e tomate estoy
yo! Tengo unas ganas e pelea... (se sienta otra
vez junto á la mesa del tío Cuchares.)
ESCENA VIII
BOCIO y SATUENINO
Sat.
Rocío
Sat.
Rocío
Sat.
Rocío
Sat.
Rocío
Sat.
Rocío
Sat.
Rocío
Sat.
(Por la izqtiierctn, con los trapitos de cristianar.)
Dios guarde á usted, pinripollo.
(Después de coniemplarlo con desdén.) Míalo tO de
limpio: paese un rábano.
¿Qué es eso? ¿Todavía dura el enfadillo de
anoche?
Ah. pos ¿qué quié usté? ¿Que lo resiba con
la marcha e Cádi?
([Adiós mi dinero! Esta me va á aguar el
domingo.)
([Pobre hombre, qué mal ánge tiene! Si en
KU tierra son tos así ..)
Parece mentira, Rociito, que sea usted con-
migo tan dura de cerrazón... (suspirando.) |Ay,
Dios mío de mi alma! Después de lodo,
¿qué importancia tiene lo de anoche?
¡Ninguna, es verdad! Pasa un borracho, se
mete conmigo... y ee quea usté con los bra-
sos crusaos.
Pero, ¿qué iba yo á hacer con aquella cuba?
[Lo que base cuarquiera que no yeve en las
venas cardo e gazpacho, como yeva usté!
Aprenda usté de un novio que tuve yo base
tres veranos: estaba conmigo en la reja, ye-
garon sinco guasones á quearse con é... y
empesó el hombre á repartí tantas gofelás
que paresía que estaba aplaudiendo.
La canción de siempre.
jPos ya se ve! Pa que una mujé quiea á un
hombre, el hombre tiene que hasé méritos.
¿Y yo no los hago, alma mía?
- ly -
Hocío ¿Usté?... |Sí! Traerme flores ua día sí j
ctro no...
Sat. Pues ¿qué quiere usté que le traiga?
Roc'o |Er corasón de arguno que se atreva á mi-
rarme, metió en un sobre!
Sat. (Aterrado.) ¡Caramba!
Rocío (¡A vé fi cog^ mieo y nogüerve más!)
-Sat. Oiga usted: ¿y ha de ser el corazón precisa-
mente?
Rocío ]Ni más ni merosl
Sat. ¿y en un sobre?
Rocío ¡O en la petaca! {Déjeme usté en pá, guasa
vival (Ei.trase en la barbería.)
ESCENA IX
SATURNINO y VEBRUaA
Sat. (Suspirando.) ¡Ay! E>ta mujer acaba conmigo. .
Voy perdiendo todas mis ilusiones... No, y
el dichoso t'^rerito, el tal José María, va á
quitarme las pocas que me quedan... bien
losé.
Vkr . (Por la derecha.) Hola, ZatuminO.
Sai . Adiós, Verruguita.
Ver. ¿Qué ez ezo? ¿Estás aguardando á la pa-
loma?
Sat. Sí, sí ..
Ver. ¿Zíbes argo de Jozé María?
-Sat. Ni ganas.
Ver. Me paece á' mí que tú tampoco trasas ar
niño eze. ¿Has visto tú un arma mía con
más zombra? ¡Miá que haberze dejao antié
la coleta, como quien dice, y zalí ya á la
plaza e Zeviyal ¡Vamos, hombrel Y está aquí
uno que mata ios toros con la uña (Acompa-
* fiando la fiase con la acción.) y no hay uu arras-
tra© amigo (jue le ayúe.
Sat. (como ilumiiiailo por repentina idea.) ¡Ahí (Mirando
á Verruga.) ¡Ah!
Vex. Chavó, ¿te has güerto loco?
Sat. (Muy coatenio.) V'erruguita de mi corazón: tú
- iO —
¿qué es lo que quieres? ¿Matar novillos enp
estn plaza?
Ver. ¡Zali, ziqnica de puntiyero! ¡Una ocazión pa
quita más e cuatro moños!
Sat. Pues snldrári, yo te lo aseguro, si me ayudas
en una empresa á mi.
. Ver. (Estrechándole la mano.) A eze precio, píe, man-
que zea una paié del ArcazM.
Sat. Mira: como no me acredite de valiente á lo»
ojos de la hija del maestro, no legro su cari-
ño... que para mi es la vida.
Ver. ¿Porqué?
Sat. Porque le da p^r ahí. Anoche !e sentó muy^
mal que yo no hiciese tiras á un borracho-
que le dijo un piropo.
Ver. Como que debiste cortarle la cabeza en el
aito.
Sat. ¿Tú taml-ién eres de los que cortf.n ca-
bezas?
Ver. (Con misterio.) Prcgúntazelo á Perico er bar-
quiyero
Sat. ¿Se la cortaste tú?
Ver. Zi.
Sat. ¿Kiiloiices cómo se lo voy á preguntar?
Ver. Hombre, der to, der to, no ze la corté: que6
un hilito zujetíndola. Y ezo lo hazarvao.
Sat. Bueno, á mi asunto. Yo he sospechado que
José María, si no es novio de la muchacha
no le falta el canto de un duro.
Ver. Cámara, {íoh ¿.'«ñas e novio ze necfzitan. Y
tú, ¿qué t s lo que quieres? ¿Que yo te lo es-
pante, enamorando á la chávala?
S\t. Quita allá, hombre: ¿cómo iba ella á hacer-
te caso?...
Ver. ¿(/(mque no, eh? Tú no zabes quién es Ve-
iruga pa los toros y pa el otro zerzo. Atorto
yo en cuarquier })laza, y f r día ziguienter
«Tilín, tilín.» «¿Quién es?» «Er caitero »
Diez ó doce anónimos, firmaos por las zeño-
ritas más principales.
Sat. Sí, pero mi idea es otra. Como á Rociito le
da por los valiente?, yo lo que quiero es
achicar en su presencia á José María; pero
contando contigo por si él me achica á mú
— '.\ -
Ver. ¿Qué va á achicarte eze, zi tiene más mieo
que once viejas? Tú lo que debes hace ez
una coza. Esta tarde, durante la corría, te
vas y le dices á la chávala: «Niña, aquí es-
toy yo. Y aquí estoy yo, porque me ha figu-
rao esto, y esto, y esto. Y vengo á esto, y á
esto, y á esto.» Y te zientas á espera á Jozé
María. Y aluego yegaré yo pa lo que ze
ofrezca.
Sat. Perfectamente. Quedamos én eso.
Ver. Firmao.
Sat No faltarás, ¿eh?
Ver. Ya te he dicho que firmao.
:Sat. Pues tú has de alegraite. Hasta después.
Verruga.
Ver. Adiós.
JIat. (Encaminándose hacia la derecha.) LuegO verá...
luego verá ese torerito... (Deteniéndose de pron-
to.) Hombre, allí viene... No anticipemos el
encuentro... (Vase por Ja izquierda.)
ESCENA X
VERRUGA, TÍO CUCHARES, ROCÍO, EL MAESTRO
y JOSÉ MARÍA
Ver. De las cozas que no ze explican: un güen
muchacho, con menos corazón que una
purga.
'ClJC'H. (Por la calle de la derecha, tarareando la marcha real
con grandes aspavientos.) ¡Chinria! ¡Chinria! ¡ Ta-
rararara chinria!.. ¡La grasia e Dios!... ¡líi
orguyo er barrio!... ¡La honra e mi casa'...
¡Ole con ole! ¡La sustausia de Seviya y Cór-
doba!...
Ver . ¿Qué ez ezo?
Rocío (Saílend» de la barbería.) ¿Qué pasa?
Maes. (lo mismo.) ¿Qué susedc?
CÚCH. ¡Que no viene aquí naide!
Rocío (Mirando hacia la derecha.) ¡.José Mirla!
CÚCH. ¡El héroe e la fiesta! ¡Miste qué aire, maes-
tro, miste qué aire!
¿)-)
Maes. Sí: ¡la figura de Antonio er Tatol
Ver. (¡Zeñó! ¡Ni que viniea la procezión dei
Corpu!)
Hiislca
CÚCH.
¡Ole por Ja criatura!
¡Ole por é!
(ai Maestro.)
¡Tiene toa mi figura!
¡Fíjese usté!
Rocío
Maes.
(¡En er bairio no hay mosito
con más garbo ni más sál)
(Me revienta este angelito
por er tono que se da.)
J. María
Maes. y V
CÚCH.
Güenos días, señores.
ER. Mu güenos días.
¡Ven acó, gloria insirne
J María
Rocío
J. María
de la familia!
Dios te guarde, muchacha»
¡Hola, Pepiyo!
(Esta mosa me tiene
güerto er sentío.)
CÚCH. Ya de la plasa de Seviya
vasa salir ar redondé.
Rodo Ya tu esperansa has conseguío.
Maes. y Ver. (Con cierto despecho.)
¡Ya está tu nombre en er cartel
Rocío
Maes.
CÚCH.
Hay que portarse como un Guerra.
^^A Verruga, refiriéndose al corazón y á la vleta.jp
Ay que tené de aquí y de acá.
Vamos á vé si tu apeyío
sube hasta er sielo sin para.
— 53 —
J María Cuando er torero novato
logra á la plasa salí,
no se anda con pamplinas
y siempre yeva
las de Caín.
Porque á ninguno le fartan
cosistajondas
que naide ve,
y que son las que jasen
que tenga el hombre
frente á los bichos
mucha frescura, coraje y fe.
Cuchares y Rocío Verruga y Maestro
Este José Este gaché
va á dá que habla: jabla la má:
ya verá la gente luego ya veremos en la Plasa
que eso es verdá. si eso es verdá.
J. MabIa ¡Le amenasan tantas ducas
si no tiene una ovaeión,
que se acuerda y le párese
que es er toro un caracó!
Yo voy á torea
de verdá,
siempre con ganas, vista y való;
y si en la brega me ayuda Dios,
esta tarde, aunque arguno no quiera,
me aplauden de vera
la sombra y er só.
Juro que estoy desidío
tóita la tarde á viví
junto á los mismos cuernos
de lo que sarga
por ej torí.
A vé si hasiendo cositas,
de esas que tienen que hasé,
no quea una persona
~ 24 —
que no me dií;a:
«¡bien por ustél»
(ei Maestro y Verruga comentan aparte las arrogan-
cias de José María.)
CÚCH.
¡Choca, que eres un hombre!
Rocío
[Choca aquí, güeña piesa!
Maes.
(tri
nicamente.)
íCh(
3ca, que has de ganarte
una ristra de orejasl
Rocío
jChoca!
CÚCH.
[Chocal
Maes
¡Choca!
Ver
Rocío
¡Chocal
¡Choca!
Cúcii.
¡Choca! ,
Los CUATRO
¡Chocal
José M
ARÍA
Rocío Y CÚCf
Yo voy á torea Tú Tas á torea
de verdá, de Vfidá,
«empre con ganas, vista y való: siempre con ganas, vista y való:
y 8¡ en la brega me avuda Dios, y si eii la brega te ayuda Üiog,
«sta tarde, aunque arguno no quiera, esta tarde, aunque arguno no quiera,
me afliiuilen de vera te aplauden de vera
la sombra y er só. la sombra y er só.
Maestro y Verruga
Lr quiere icreá
de verda,
siempre con gauas, vista y való:
y si fortuna no le da Hios,
esta tarde, cor más que érno quiera,
UB bicbü cuarquicra
lo manda hasta er $ó.
J. María Solo reino en la idea
de que er traje e luses vi á ponerme ya,
y en er capote de sea
mi cuerpo voy á lia.
De que jago er paseo,
de que er trapo cojo con la má de fé,
y de que en medio der rueo
salúo ar primer buré.
Rocío y Cuchares
¡Ole er coraje
y ole por la vt- rgüensa!
¡Viva quien tiene
arma y sangre torera!
M/vESTRO Y Verruga
¡No he vi?to nunca
niño con más fachenda!
¡Va á habé naranjas
pa toa la parentela!
J. María \
Rocío
CÚCH. i
Maes
Ver.
CÜCH.
Ver
Defde er barrio
se han de oí
los aplauíos
que haiga ayí.
Eesde er barrio
se han de oí
los pitíos
que haiga ayí.
Hablad»
Ea, siéntate aquí y cuéntanos arguna cosa,
que esta mañana saliste de casa tan á escape
que no pudimoscambi4 nidos palabras, (ofre-
ciéndole la silla que hay á la puerta de la* barbería, y
que José Maria ocupa con airo de señor á quien se
rinde homenaje. A su derecha queda el tío Cuchares,
á sn izquierda Verruga y el Maestro. Roclo se sienta
junto á la me^a del tío Cuchares, desde donde presta
steución á la conversación general.)
(Date argún tono, tú: aluego lo veiemos en
la Plaza.)
ESCENA XI
DICHOS y MANOLO. Después DON BRAULIO
Man. (Por la derecha.) Buenos días, señores.
Maks. Salú.
J. María Me alegro que vengas, Manolo: ¿tienes ahí
er diario?
— 26 —
Man. Ya lo creo. Toma. (Dándole un periódico, que saca
del bolsillo y que José María le entrega al Maestro.)
J. María Lea usté, maestro, que viene ahí un parte
que eetá podrió, (rodos atienden á la lectura.)
Maes. Vamos á verlo. (Lee.) «La guerra...»
J. María Pase usté.
Maes. «Er cólera...» «Calamidades...» «Er gobier-
no...» «Más calamidades...»
,]. María Pase usté.
Maes. «Er fin del mundo...»
J. María Pase usté.
Maes. «Toros en Viya Alegre.»
.1. María Lea usté ahí
Maes. «Viya Alegre 8. Urgentísimo. Toros de Pega,
cumplieron bien. Er mejó fué er quinto,
que dio mucho juego, y cogió ar Surrapas
Chico, ar Caoba Chico, ar Peneque Chico, ar Ze-
gumbres Chico y ar Sereales Chico....»
Rt'CÍo jJosú, qué horró!
Maes. ¿Horró? ¡A ese aoimalito lo debía diseca
don Braulio! ¡Eso es un monumento nasio-
nál (sigiie leyendo.) «Er Boquerón, de verde
mar y plata, defgrasiao, aunque con deseos
de agrada. José María...»
Man. Ahora viene lo bueno.
Rocío (A vé qué dise.)
Maes. «José María, de agua de quina y oro, como
• la mifma Virgen. Mató sus tres toros de
uña estoca. Orejas, dos. En quites, inetable.
Banderiyeando, volurtuoso. Cabayos, nueve.
El correí-ponsal. Diez.»
Man. Diez, maestro, Diez.
CÚCH. ¡Eso, eso es queá como Dios manda!
Ver. (Pos yo, na: vé y creé; como Zan Cristoba.)
CÚCH. Déme usté er papé pa yo leerlo. (Recoge el pe-
riódico, ee sienta en su silla y sigue trabajando.)
Rocío Démelo usté á mí, tío ('úchares. (tio cucha-
res le da el periódico y ella lo lee para sí. Sale don
Braulio é, la puerta de su tienda leyendo otro perió-
dico. De vez en cuando presta atención á lo que dicen
los demás personajes.)
Maes. ¿Y cómo es que er Boquerón ha e^tao tan
malamente? Porque él es un niño que se
tira á mata como los propios ángeles.
— 27 —
CÚCH. Efeitivameiite, se tira á mata... y va á conse-
guirlo er mejcr día.
J. María Le diré á u-^té, maestro: er Boquerón vio á un
tuerto en er fenocarrí...
Maes. ¡No me digas más! ¡Probé muchacho!
J. María Y ya, sabe usté lo que un tuerto viene á sé
pa nosotros ..
Ver. ¡Pamplinas, hombre! Vi yo tres ocenas e
tuertos en Tarancón, y que diga Manolo: le
aticé un zopapo ar zegundo mío que me qui-
zieron da j»sta la oreja der preziente.
CÚHC. ¿Te mojaste los déos?
Vkr. ¿Los ders? Mojé hasta mi familia, que es-
taba en Utrera esperando un parte.
Brau. (Acercándose al griipr.) Ah, pos auuque se mo-
jara usté la fe de bautismo, no es posible
duda de siertas cosas. Mire usté: (rodos ic oyen
con Interés é Intrauqullidad.) COrría de torOS á
que yo voy, no hay escape: cogía segura.
(Movimiento general )
Rocío ¡Josús, hijo!
Brau. Na, na, segura. jY casi siempre gordal
J. María (Leventárdose con recelo ) ¿Y no pierde usté nin-
guna, güen hombre?
Brau. Ah, ninguna.
Ver. (Ya le ha dao á este la^Mw^ó.^
Brau. ¿No ve usté que ese es mi negosio? Porque
aquí ya se sabe: «Torero estropea o, torito
disecao.»
Rocío ¡Vaya una grasia!
B.iAU. En fin, ya verán ustés cómo esta tarde hay
fiesta.
CÚCH. ¿8e quié usté cayá, so esaborío?
Brau. Hombre, yo no d'go que sea er señó ..
Rocío ¡Y dale!
Brau. ¡Pero arguien va ala enfermería!
Man. ¡Don Braulio!
CÚCH. ¡Ea, ó te mete usté en su tienda ó le sarto
un ojo con una horma!
Brau. Está bien, tío Cúcliarei?, no hay que enfaar-
se. Hasta luego, ¿eh? que nos veremos en
los toros. (Entrase en su tienda.)
— áS —
ESCENA XII
DICHOS, menos DON BEAULIO, y un VECINO
CÚCH. ¿Eli los toros ha dichc? (a RocIo, besando la
cruz ) Mírala aquí: ese no va á la Plasa esta
tarde.
Rocío ^De eso yo respondo.)
Man. iCuidao que tiene mala pata el gachó!
Mae-. No h;íserle caso, (a José María.) Sigue tú con
lo que contabas.
J. María (sentándose de nuevo.) Pos verán ustés ..
VeC." (>-filiendo por la derecha y entrando en la baTbería.(
Güenosdias, señores. . Maestro...
Maes. ¡Maldita sea tu estampa! ¿Por qué no te pe-
las á otra hora, gran condenao?
Rocío I Pero padre!
Mae . Y le vale la mujé. que es presiosísima. Si no
tuviea esa mujé, se pelaba ér solo. (Entrase en
la barbería.)
CÚCH. (A José Maiíi.) Continúa con er Boquerón, mu-
chacho.
J. Maki.^ Lo que les digo á ustés: en cuanto vio ar
tuerto, se acabó e' hombre. Bardao pa toa
la tarde .. Y le echaron un colorao, ojo de
perdí, que se lo púo habé bebió... y na; y le
echaron un cárdeno sarpicao, que se lo púo
habé sorbió... y na; y le echaron un capiro-
rote, que ee lo púo habé fumao... y na; y le
echaron después una murta que lo partieron
po 3l eje.
CÚCH. Pos yo estoy con Verruza: si hubiese toreros
güenos, toreros de una vé, se acababa to
e?o... Pero como no hay más que sacos e
noche...
Maes. (Asomándose á la puerta de la barbería con unas tije-
ras y un peine en las manos.) ¿SaCOS C nOchc na
más? ¿Pos dónde me deja usté ar GayinUf
compadre?
CÚCH. ¿4r Gayinaf En er corra, que es donde el
echan tos los toros.
Maes. ¿Quién le ha dicho á usté eso?
- 3 -
VeC." (Dentro, gritando.) ¡Maestro!
MaES. 1 Voyl ^Entrase corriendo en la barbería.)
Man, Yo lo digo: con el último ya Fon quinse lo»
que le han echao. Y el último fué en la pía-
sa de Madrid, el día de San Pedro. Era ne-
gro, listón, del Duque, con un cuerno un po-
quiyo astiyao; tomó dos varas del Melocotón
y tres del Alcausí; mató dos sa: dinas; lo pa-
rearon malamente el Sorrito y Botonaura;
pasó después á manos del Gayina... y salie-
ron los mansos por é á las seis njenos sinco»
cuando barbeaba en las tablas del uno. Be-
tos lo vieron, (señalándose los rjoi.) que no me
lo ha contao nadie.
CÚCH. ¡Pa que me venga á mí mi compadre conque
hay toreros en er día! ¡Espachacarnes, y na
más! Lo que es er toreo clá&ico de Cayetana
y de Carita ancha y de...
MaeS. (volviendo á saür, airado, de la peluqueiía, con nn
paño blanco en una rtianoy un ; ulverizador en la otra.)
Miste, compadre, no me quieo enfada; á mí
no me dé usté pinturitas y flores: á mi déme
usté corasón á la hora e la muerte.
ClJCH. (Dejando las gaÍHS y levantándose.) Ya estamOS.
¿Usté se cree que el arte der toreo no es má»
que tira 1< s toros patas pa arriba del estoco-
naso, señó? ¡Pos es argo más que eso, cara-
bina! Es coge la muleta y er capote, y castiga
á los bichos, y jugá con eyos, y adornarse...
y hasé muchas c sas que usté no entiende y
que ahora no sabe hasé ninguno.
Maes. ¡Poquito á poco! ¡Donde están las verónicas
der Virutas no están las e naide!
CÚCH. ¿Verónicas ese? (Le arrebata el paño al Macsiro )
¡Ese le aventará las moscas ar toro! Pero la
verdadera verónica, que es esta... (a vern ga.)
EmbÍFta usté.
Ver. ¿Que embista yo?
CÚCH. Güeno, pos no embista usté. La verdadera
verónica, que es esta... (Ejccnta dl(ha suene va-
rias veces, ptorrumplendo en nn lolel á la termlcación
de cada una.) ¡Ole!. . ¡ole!.. ¡ole!. . y ¡oie! (Tirán-
dole el paño al Maestro.) ¡Eso no lo ha hecho er
Virutas en toa su vial
;o -
Maes.
Cúni.
Maes.
€ÚCH.
Maks.
'CüCH.
Maes.
€úcii.
Rocío
J. María
Man.
Ver.
Mae...
CÚCH.
Rocío
Veh.
Man.
J. María
¡Siempre que quiere!
I En toa su vial
¿Qué sabe usté de eso? (oprime la goma del pul-
viiizndor inconscientemente y rocía al tío Cuchares.)
iCarahina! ¡Tenga usté cudiao de que no se
dispare ese cliismel
¡No se me vaya usté de la custión!
Pero, ¿quién se va de ninguna parte, so tío
lezna? (Todos csián ya pendientes de la disputa.)
¡Aquí no hay más lezna que nsté, ni más
cascarrabias que usté, ni más chiflao que
usté, que con er toreo clásico está perdien-
do la chabetal
(cogiendo la chabeta de su mesilla.) La chabeta
está aquí ¿eh? ¡Conque cuidaito con lo que
se hablal
¡Ay, por Dios!
¡Pero tío!
¡Maestro, no es pa tanto!
¡Dejarze di...! (rocío y verruga tirao del Maestro
hacia la barbiTÍa, y Mnnolo y José María del tio Cu-
chares hacia su casa. Uno y otro gritan á un tiempo y
se amenazan. El parroqu'ano se asoma á la puerta al
oir los gritos con un paño blanco sujeto al cue'lo.)
¿Bravatas á mí?... ¡Hasé er favo e sortarme,
que le vi á pone derecha la pata cojal... ¡Ni
usté entiende de toros, ni ha visto dos pito-
nes e cerca — ¿me queréis deja? — ni sabe lo
que es una espá, ni una muleta, ni unas
banderiyas! ¡Se acabaron los miramientos!
¡Me lo como ahora mismo!
¡Tendría que vé que fuera yo á aguanta in-
surtos e naide! ¡Dejarnos solos á los dos, que
lo vi á afeita de una vez pa siempre! ¡Dejar-
nos solos!. . ¿Qué dise usté, so sinvergüen-
sa?. . ¡Métase usté en su peluquería y no se
ponga á habla de toreo!... ¿Qué?... ¿quéeee?...
(ai propio tiempo que dicen lo anterior uco y otro,
los demás personajes tratan de apaciguarlos y conte-
nerles con las fr«s«8 que siguen:)
¡Venga usté, p-idre!
¡Arce usté pa dentro!
¡Esto se haconcluínl
¡Fuera, fuera de aquí!
— 31 —
Rocío ¡Basta ya; bastal
Ver. ¡Lo úrtimo es perderzel
Man. ¡Silensiol ¡Vamos!
J. María ¡Vamosl ¡Ande ustél
Rocío ¡Ande usté! (cae el telón.)
FIN DEL CUADRO PRIMERO
Habitación de la seña Pastora. Una puerta á la derecha del actor
ESCENA XIII
SEÑA PASTORA y BOCIO
Rocío La encuentro i\ usté mu tranquila, seña Pas-
tora.
Past. Te paece á tí; pero la procezión va por den-
tro, hija mía. No quieo que rae vea Jozeliyo
haciendo pucheros por los rincones... Bas-
tante tiene el hijo e miz entrañas con penzá
en los dos toros que le tocan...
Rocío Pues yo. seña Pastora, no lo pueo ocurtá:
muertesita estoy, Y eso que desde que sé
que don Braulio no va á la Plasa me he
tranquilisao una mijiya.
Past . ¿Cómo que no va, zi eze mal ange no farta
nunca?
Rocío Porqtie lo tengo yo enserrao en la asotea.
Past. ¡Muchacha!
Rocío Como usté lo oye. No me daba á mí la gana
que por curpa de é fuera á coge un toro á
José María.
Past. Haz hecho mu bien. Dios te lo pague. Eze
tío tiene zombra e jiguera negra. ¿Y cómo te
las compuziste?
Rocío Con el achaque de que le iba á enseña una
maceta e claveles marisalaos, fui y le dije,
digo: don Braulio, 8ul)a usté á la asotea...
Apenas entró er grandísimo esaborío prin-
Past.
Rocío
Past.
Rocío
Past.
Rocío
Past.
Rocío
Past.
sipió á desirir.e piropos; yo lo engolosiné
con cuatro palabriyas, y cuando lo vi má»
embobao salí juyendo, serré la puerta, eché
la yave, corrí er serrojo y planté la tranca.
Pos lo que ez ahora, como no ze escape por
la cana...
Ayi va á estarse hasta que empiesen á veni
las golondrinas.
Ay, qué chasco noás güeno. Ze lo vi á referí
á mi hermano. Y tú quéate aquí aguardan-
do á Jozé María, ¿eh?
Pierda usté cuidao, que aquí lo espero.
¡Zi vieras con qué tembló me dijo: madre,
miste que yo quieo habla con Rocío antes
e dirme pa la Plazal
¡Probesiyol ¡Me quiere más... I
Vi á vé zi ar pazá ahcra por zu cuarto pueo
hacerle una zeña.
Tiene ají la má de patosos viéndolo ves-
tirse...
(yéndose por la puerta de la derecha.) ¡Y qué re-
bonito está con eza ropa el hijo e mi zangreí
ESCENA XIV
ROCÍO y JOSÉ MAEÍA
Rocío ¡Vaya por Dios! Esperando con tantas ga-
nas este día, y ahora, cuando veo que mi
José va á dirse á la plasa, tos se güerven sus-
piros y temores... No se pué remedia...
(Pausa.)
Música
J. ^iIaria (saliendo por la derecha vestido con el traje de luce»
y con el capote de paseo al hombro.)
Aquí me tienes, morena mía:
pronto me voy.
Dame un abraso de despedía.
Rocío ¡Ay, Joseliyo, qué triste estoy.
— 60 —
por que me dejas,
■ por que te marchas á la corriaí
J. María Por eso no yores,
por eso no penes,
que esta tarde tenemos nosotros
que está mu contentos,
que está mu alegres.
Rocío Estando á tu vera
contenta estaría,
pero temo por tí qu3 á la Plasa
te yevas contigo
tu suerte v la mía.
J. María Por la tuya miro yo;
resa tu aquí por mi suerte
y nos sarvamos los dos.
Rocío Descuida que reearé
hasta que la misma Virgen
me diga: «¡Cayese usté!»
J. María Dile lo mucho que tú me quieres:
dile que ampare nuestros quereres.
Rocío Voy á desirle que por tu yía
doy yo mi Fangre, chiquiyo mío;
voy á pedirle qne en la corría
no haya torero más aplaudió...
¡Chiquiyo mío!
J.María ¡Morena mía!
Rocío Tú serás honra der barrio entero,
toita la gente vendrá á tu vera;
tú tendrás fama, tendrás dinero,
tú irás con gloria por donde quiera.
— 3á —
Rocío
¥ yo DO espero
más que una eos», moreno mío,
que lu no pagues ron » 1 orvio
á quien firira ro
tDTO la suere de h bé qu'.río
ar sobríniyo der sapdtero;
á quien co;itigo soU ha sufrió
cuando en er mundo pa ti d . habla
ni ios aplausos de la corría
ni más tesoro que tu Hosio.
¡i.hiquíyo mi»!
Aunque tí vea m nguá ó cresé
la misma siempre pa ti ssré.
José María
Pa li la gloria, pa tí er parné;
pide uu iusero que voy lor é.
Lo que tú quieras pídeme á mi
qu'i yo no vivo mis que pa ti
Ya nuestras penjs han concluio,
ya pa Losotros ha amanesio.
¡Uorena mía!
Tú de memoria debss sabe
que siempre er mismo pa tí seré.
Los DOS Y aquí te juro porque es verdá
que en toa la vía cambiaré yo;
que antes se quea sin agua er má,
sin tierra er campo, sin luz er só.
Hablado
J. María Conque, sala, á vé si te animas, que no te
quieo vé con esa cara de Viernes Santo.
Rocío Pos ;,de qué quieres que tenga cara, Jose-
liyo?
J. María ¡De Sábado de Gloria, mujél Ven acá. ¿No
estábamos los dos suspirando por esto? Esto,
¿no ha venío? [Pos pa no ofende á Dios hay
que ponerse á sarta de gusto! ¡Mírame á mí,
más alegre que un rayo e só!
Rocío ¡Asi me encontrarás á la güerta!
J. María ¿Y por qué no ahora?
Rocío Si no te fueras á un peligro,..
J. María ¡Ríete tú de eso! ¿Sabes lo que ha dicho er
Verruga? Que los toros, de chicos que son,
no paesen toros; paesen puntos y comas.
Como que yo estoy por yevarme un crista
de aumento.
Rocío ¡Qué embustero 63 ese Verruga!... Pero, por
chicos que sean, ¿dejarán de tené los cuer-
nos afilaos?
— 35 -
J. Mí RÍA No te apures tú por las cornás, que las cornás
se curan con sá y con vinagre... Lo malo se-
ría que se me gorviera er santo de espardas,
que me echaran güej'es en vez de toros y
que yo queaiaála artura del husiyo ela
Puerta Rea... Eso sería lo malo... y esa es la
única es[)ina que yo yevo: que puea salirse
tu padre con la suya...
Hocío No lo querrá Dio?, Joseliyo.
J. María Asín me paese á mí, que no lo querrá... (aui-
máníiose nuevamente.) Y Sobre to, muchaclia,
lo quiera ó no lo quiera, que es lo que 3'^o
digo, pase lo que pase, ¿vamos á deja de
querernos?
Rocío ¿Deja de qnerernos nosotros?... ¡Si er cariño
es lo que nos mantiene!
J. María ¡Entonses quéate tú aquí tranquila ar cuidao
e mi madre, y déjame á mí corre mi suerte!
Que 8 1 hiendo que tu queré no ha de fartar -
me nunca, lo mismo se me da que sea güe-
ña como que sea mala: y yo te juro por mi
ealú que como sea güeña, que tiene que ser-
lo, tú lo verás, como sea güeña te vi á com-
pra un coche de esos que andan pin muías
ni cabayos pa pasearte por toa Seviya; y á
mi madre uno con siete coyeras e jacas tor-
da»... Porque ya sabes tú que á la probé e mi
madre no hay quien la meta por er pogreso.
ESCENA XV
DICHOS y la SEÑA PASTOBA
Pa.ST. (por U derecha, muy afligida.) ¡HijO ds mi arma,
que te esperan: que ya está ahí er coche!
J. María (sop«ráido8e de Roclo.) ¿Cuá: er sin muías ó el
otro?
Past. ¿Qué dice««?
J. María Na, m idre: que me voy.
Past. (AbrMiá,<lolo y Uorando á lásrlm* tIt».) iHijO de
mi corüzón!
Rocío (Lioian lo también.) (Josellyol
— 36 —
J, María Vamos, ¿qué viene á sé esto? Sosegarse..^
Tú, Ropío, yévate á la vieja.
FaST. (Besándolo con mucha efusión á cada frase.) ¡HijO
de miz entrañas! (Hijo de mi zangre! ¡Hijo»
de mi corazón y de mi arma!
J. M.'.RÍA Güeno está, güeno pstá .. Ea, madre, hasta
luego... tíasla luego, chiquiyn, no yores....
(RocIo le coge nna mano y él trata de desasirse de su
madre y de ella) Sortarme...
Past. ¡Adiós, hijo míol
Rocío ¡Adiós, José!
Past. ¡Er Zeñó te acompaño!
Rocío ¡La Virgen de la E^peransa vaya contigo!
J. Makía ¡Que me aguarda mi ger te!... ¡Vaya, se aca-
bó!... ¡Hasta la güertal (Logra desasirse y se v»
corrieudo.)
Rocío ¡Ay, seña Pastora! ..
Past. (Abrazándose lIoraDdo A Roclo.) ¡Pobrecito 6 mí
vía!... (LUirBu unos inslnntes tbraznda?. Reponiéndo-
se de pronto.) Aguárdame aquí: vi á zacá der
pozo á Zan Antonio, no ze vaya á venga er
mu paJ!>lero.
Rocío Tiene usté rasón; vamos á sacarlo. (Las des se
van coriicniio ( or la derecha.)
FIN DEL CUADRO SEGUNDO
Patio de poco fondo de la casa en que viven el tio Cuchares y ol
Maestro. Paredes blancas y zócalo celeste. A la izquierda del ac-
tor el portón de entrada. Al toro dos puertas. A la derechn, en
segundo termino, el arranque, hacia adentro, de la escalera de la
casa. Colgadas de las paredes algunas macdtas blancas con flores.
Varias sill°s de enea. So'bre una de elltis un sacudid;;r.
ESCENA XVI
EOCio y TÍO CÚCHAEES
(Rocío sentada en un extremo del patio, y tio Cuchares paseándose
inquieto cerca del portón.)
CÚCH. Oye, ¿y mi hermana?
Rocío Ahí dentro, resando. (pausa.) ¿No se ve na?.^
— 37 —
OÚCH. No...
Kocio Me paresió que sonaban cascabeles... |Ay,
Dios mío, qué angustia! ¡Cuándo vendrá!...
<^ÚCH. Carito estoy pagando er que no me haya de-
jao mi sobrino di á la i^lasa.
Rocío Pos en eso ha hecho bien, tío Cuchares.
Usté tiene mucho coraje, y si ve usté que
arguno se mete con é se busca usté su per-
disión.
OÚCH. Es verdá: to es menesté mirarlo... Yo lo
quiero como á las niñis e mis ojos...
Rocío (corriendo hacia el portón ccn mucha Alegría.)
¡Ahora sí que viene!
"CÚCH (Lo mismo.) ¡A vé!...
Rocío (cop desencBDto.) ¡Ay, no!... Sí es er tío del or-
ganiyo y der mono...
'CÚCH. ^.Habrá mala sombra?
Rocío ¡Permita Dios que se lo orvíe ar mono to lo
que sabe!... ¡V^aya un ratito!
OúcH. No es malo, no...
Rocío Pero pierda usté cuidao, tío Cuchares... Yo
le he pedio á la Virgen de la Esperansa que
lo saque con bien.
<CúcH. Y yo á San Crispín.
R Kio jAy, qué santo!
•CÚCH. Pos esos tan feos son los que lo sirven á uno;
porque ccmo naide se acuerda de eyos, tie ■
nen mu pocos compromisos.
Rocío Lo que hase farta es que José María güerva
ya, y mu aplaudió y mu contento.
«CüCH. ¡Eso es loque hase farta! Y entonses... ¡cómo
me vi á reí der sinvercüensae tu padre!
Rocío Yo, á pesa de to, estoy que no vivo. H03' me
han pasao tres ó cuatro cosas de mal agüero.
Armorsando derramé la sá ..
"CÚCH Tú derramas la sá á toas horas der día...
Rocío Déjese usté de ..
CÓCH. ¡Déjate tú de paparruchas! ¡Esas no son
más que paparruchas!
Rocío (De repente, muy asustada.) ¡Virgen! jlo qUC he
visto!
'CúCH. ¿Qué has visto, hija?
Rocío (Señalando hacia el foro.) [MÍStelo: Un mOSCÓn!
CücH. (Estremeciéndose.) ¡Mardita sca!... ¡Ese bicho
Bí que es de mala pata!
Rocío
CÚCH.
CÚCH.
Rocío
CÚCH.
~ S8 —
¡En matándolo nol
'¿No? [Pos verás ahoral (tmprenden con grac!
cuidado la persecución del mo.cói!, azotando el aire
con BU pañuelo Roclo, y con el sacudidor que hay so-
bre una Billa tto Cuchares.)
Música
Míralo, míralo.
¡Mírelo listel
Con mi pañuelo
lo mataré.
Vamos despacio,
vamos tras é.
Rocío
CÚCH.
Rocío
Por ayí va ahora.
Y ahora por ayí.
Déjame á mí solo.
Déjeme usté á mí.
CÚCH. jAsaura!
Rocío ¡Condenao!
CÚCH. jMala sangre!
^\cio I Picarón 1
CÚCH. ¡Se me escapa!
Kocio ¡Se me pierdeE
^'ÚHC. ¡Qué granuja!
íiucio ¡Qué bribón!
(Dan algunas vueltcs buscándolo.)
CúCH.
Rocío
Míralo, míralo.
¡ Mírelo usté!
¡Várgame er sielo
qué negro es!
CúCH.
Deja, niña, que se quede
pegaito á la paré,
que si no va á sA difisi
rematarlo de una vé.
— 39 —
Etcio
CÚCH.
Rocío
CúCH.
Rocío
Va usté á vé er sopapo
que le vi á sortá.
V^as á vé tú er lapo
que le vi á atisá.
(lo pierden nuevamente de vista.)
¿Dónde se ha metió?
jVaya usté á busca!
jVirgen der Rosío,
Be nos va á escapa!
CÚCH.
R( CIO
CÚCH.
¡Demonio, que no se ve!
¡Por vía de Bersebú!
La curpa la tiene usté.
La curpa la tienes tú.
Rocío
jAy! ¡Ayí está!
CÚCH.
¿Dónde, tú?
Rocío
Ayí.
CÚCH.
Déjame solo
que ahora es pa mi.
Tú atrás...
Rocío
Chitóu..
CÚCH.
Verás...
Los DOS
¡Guasón!
(Dan á la par un golpe donde ;e enpone qne eeli el
moscón y hacen que se les escapa de nuevo.)
CÚCH
Se nos fué, ee nos fué, se nos fué.
R^cio
¡Quedólo!
CÚCH.
¡Míralo!
Rocío
(Asustada.)
¡En mis naguas está!
CúCH.
Cógelo, cápalo, píyalo...
Rocío
¡Ay, por Dios!
CÚCH.
Lo espantaste con tanto temblá.
Rocío
En la carva lo tiene ahora usté.
CÚCH.
¡Mátalo!
Rocío
¡Ay, Jesús, que me ha dao en la nari!...
CÚCH.
Gáyate, quítate, déji^me...
¡Vas á vé!
Rocío
(Sobrecogida.)
Por mi pelo lo siento subí...
— 40 —
CÚCH.
Ya está en tu moño.
Rocío
Ya está en su carva.
jVaya un ratito!
CÚCH.
¡Vaya una grasia!
Rocío
Místelo ayi
quieto otra vé...
CúCH.
{Mátalo ahíl
Rocío
[Mátelo usté!
(se les vuelve á escapar.)
Los DOS
Sombrón, aratoso,
granuja, mal ange,
te engañas si p''ensAS
que vas á librarte...
Con er latigaso
que te voy á dá
tu mala partía
me vas á paga.
CÚCH.
Rocío
CÚCH.
Rocío
(Descargando áe repente uu golpe en el suelo, y dan-
do después sucesivos golpes secundado por Roclo.)
I Lo COgíl
(Locogiól
¡Ya está aquíl
¡Ya cayól *
Los DOS ¡Se acaból ¡Muerto está!
¡Er peligro pasó!
Hablado
CÚCH. Ahí lo tienes: muerto pa to er verano. (Deja
el sacudidor.)
Rocío ¡Ay, qué peso se me ha quitao de ensimal
(Suenan en el portón dos aldabonaaos muy fuertes.)
[Virgen! ¡No gana una pa sustos! ¿Quién
será?
CÚCH, ¿Quién será, Dios mío? (Olcon estas frases yendo
hacia el portón. Antes de llegar á abrirlo suenan otros
dos aidabonazos.) Esto parese la funsión de
Don Juan Tinorio.
— 41 —
•fiociO (Abre el portón y al ver á Satarnino exclama:) Vár-
game Dios, hijo: creí que era arguien.
Cú H. Miá quién resurta ahora.
ESCENA XVII
DICHOS y SATUENINO
(Saturnino avanza contoneándose y sin chistar. Viene con sombrero
de ala ancha muy echado sobre los ojos y con un bastón enorme da
grueso. Tío Cuchares y Bocio lo miran con extrañeza y aguantando
la risa.)
Rocío ¡Josú, cómo viene este!
■€ÚCH. Güeñas tardes, señó.
Rocío Oiga usté, ¿qué trae usté ahí? ¿Eso es un
bastón ó es su hermano er chico? (saturnino la
mira.)
■CÚCH. Pero ¿qué bicho le habrá picao á este?
Rocío ¿Ha estao usté en los toros?
SaT. (Escupiendo con frecuencia por el colmillo.) Ni falta.
Llame usted á su padre.
CÚCH. Er padre de esta está en la Plaaa...
Sat. Pues llame usted á su madre.
CÚCH. Mi mamá murió el año de la riá grande y no
pué vení.
Sat. ¡a la madre de la niña, que no estoy para
bromas!
•CúCH. ¿Va usté á hasé er padrón?
Rocío Mi madre se fué á Sanlúca hase dos días ..
:Sat. Si ¿eh? Me da lo mismo, (pausa.)
CÚCH. ¿Güerta á escupí? ¿Se ha sacao usté una
muela? (Nueva pauoa.)
R CIO ¿Es que se va usté á retrata?
Sat. (Avanza uu paso á cada frase, haciendo retroceder
al tío Cuchares.) Saturnino González me llamo,
tengo veinticinco años, nací en Trijueque,
estoy solo en el mundo y lo mismo me fumo
un pitillo que tiendo á un hombre.
CÚCH. ¿De veras? Pos verá usté. (Avanxa también
un paso á cada frase, haciendo retroceder á Saturnino.)
Yo me yamo señó Antonio Domínguez, por
mar nombre er tío Cuchares; he perdió la
cuenta de los años que tengo; naaí en Tria-
42 -
Sat.
CÚCH.
Rocío
Sat.
Rocío
Sat.
Rocío
CÚCH
Sat.
CÚCH.
Kot JO
Sat.
CÚCH.
Rocío
Sat.
Koeio
Sat.
Rocío
CÚCH.
CÚCH.
Rojio
CÚCH.
Sat.
na; estoy en er nmndo mu bien acompañao,,
y lo mismo le echo medias suelas á unas bo-
tas que le doy á usté un puñetaso en un ojo^
¿A mí?
|A ustél
¿Quié usté acaba e desirnos qué yerba ha
pÍBao?
¡A lo que vengo, vengo! A mí se me ha me-
tido entre ceja y ceja que un torerito de este
bHrrio la pif tende a usted.
Sí, señó. ¿Qué hay?
¿Que qué hay? ;Q,ue aquí estoy yo... decidi-
do á nieterle la pe^te en un canutol
(Riérídosr.) ¡Kste no es mi Juan, que me lo'
han cambiaol
jCarabina! ¡Se le hiela á uno la sangre!
(Parece que he hecho efecto.) (coge uua buir, da
con ella un golpe en el suelo y se sienta. Rocío y tío
Cuchares lo miran y se ríen.) (Bien podía ya venír
Verruga.) (Saca una navaja muy grande, la abre y le
mira la hrja. Después se la guarda tranquilamente.)
¿Ande va usté con eso, señó?
No fe asuste usté; la traerá pa er lápi.
Si ese torerito es un lápiz, para el lápiz la
traigo, prenda. Contando conque salga vivo
de la Plaza, que según he oído...
(Alarmadísimos.) ¿Qué?
jPoca cosa!
¡Hable usté, hombre!
Que del primer derrote fué á las nubes .. (so
levanta.)
(Horrorizados.) ¡JoSÚl
¿Quién le ha dicho á usté eso?
jEso es una mentira de usté!
¡Cuente usté lo que sepa, ó lo ajogol
(Asustado ) Bueno... bueno... no hay que alte-
raise... Yo no respondo de que el rumor sea
cierto...
— 43 -
ESCENA XVIII
DICHOS, MANOLO y la SEÑA PASTOEA
XLlega de repente Manolo por el portón. Viene jadeante, sin poder-
hablar una palabra. Trae en la mano una banderilla manchada de^
sangre.)
Rocío jDon Manolito!
CÚCH. |Don Manolito!
Rocío ¿Y José > aria? ¿Le ha pasao argo? (Manolo^
que respira fatigo amenté, hace señales negativas con
la cabeza.) No, ¿verdá?
CÜCH. (Amenazando á haturnlno, quo huye.) ¿A qué viene-
usté aquí con embustes, so cara e trompo?
Rocío ¿Qué tal ha queao?
CÚCH. Ar pelo, ¿eh? (Manolo afirma.)
Rocío ¡Ay, qué gusto! (Llamando.) ¡Seña Pastora!
CÚCH. ¿Quié usté una siya? (Manolo niega.)
Rocío ¿Una poquita de agua fresca? (Manolo vuelve á.
negrtr.) jSfcñá Pastora!
^Past. (por la derecha del foro.) ¿Qué ez ezo? ¡Don Ma-
nolito!
Rocío jAy, por Dios, bable usté!
Past. ¿Pero ha pazao arguna esgracia?
CÚCH. ¿Quién piensa en semejante cosa?
Past. ¡Hombre, cuente upté Ío que zea!
Rocío ¿Se va usté á sorbe to el aire er patio?
Cú( H. ¡Acabe usté de reventa!
Man. Cal... cal... calma ..
Sat. (Para mí que voy á salir profeta.)
Rocío ¿Viene ya José María?
CÚCH. ¿Ha queao mejó que el Armeja?
Past. ¡Don Manolo, por los clavos e Cristol
Man. ¡Dejarme que respire!
Rocío ¿Más toavía?
Man. ¡Hija, si he venio en sinco minutos de 1»
Plasa aquí!
CÚCH. ¡Carabina, pos habé venío más despasio^
que yeva usté media hora sin podé rompél
Man. (Respiiando con desahogo.) ¡Ajl... Verán Ustedes^
(Le escuchan con gran Interés y curiosidad.) El pri-
— 44 —
raer bicho que le echaron á José María era
un grandísimo ladrón...
Past. ¡Hijo de mi arma!
Rocío ¿Sí?
Man. Huido, reseloso, buscando el bulto, como si
fuera de consumos... y sabiendo hasta taqui-
grafía.. (Acalorándose.) Cuaudo yo Comprendí
que iba á deslusí la faena del muchacho, ¡se
me pasaron unas ganas de sé yo el toro!
CÚCH. ¡Naturalmente!
Past. Este don Manolito es to corazón...
Rocío Güeno, ¿y qué?
Man. Sin embargo, Pepe, que tiene de aquí, y de
aquí, y de aquí, y de aquí... (Refiriéndose res-
pectivamente á la vista, el corazón, la mano izquierda
y la derecha.)
CÚCH. ¡Diga usté Pepe que tiene de tos laos, y aca-
bará más pronto!
Man. Da tres ó cuatro pases de castigo, y logra
para. Lía, se tira, se le vuelve el santo... y
]sás! en güeso.
Rocío ;,En güeso?
Man. Vuelve á pasa, vuelve á lia, vuelve á tirar-
se... y ¡sá.s! en güeso.
CÚCH. ]Por vía e Dios!
Sat. Digo, ¿eh? (¡Costillares!)
Man. Más pases... se arranca otra vé... y |en güeso!
Past. jAve María, cuánto güezo!
Rocío ¿Pero era un maestro escuela ese toro?
CucH. (indignado.) jNo! ¡Es que por lo visto le echa-
ron ar chiquiyo er güeso e la corría!
Sat. Señor, es que una cosa es matar toros en la
calle de las Sierpes...
CucH. ¿Se quié usté cayá?
Man. Intentó después de media delantera el des-
cabeyo, y el pobresiyo tuvo tan mala fortuna
que dio treee golpes.
CüCH. (Pateando con rabia.) ¡Mardito sca ei venenol
Past. ¡Miste que trece gorpes!
Rocío (Afligida.) ¡Probesito! Si yega á sé una codor-
EÍ, se luse.
CüCH. ¿Lo sirbaron, usté?
Man. (Resistiéndose á decirlo.) El Bstao mayó del Al-
meja,..
— 4o
CüCH.
Rocío
Past.
CUCH.
S\r.
Man.
CCCH.
Past.
Rocío
Sat.
Man.
CucH.
Man.
COÍH.
Rocío
Past.
Man.
Rocío
Man.
¡Mar fin tengan tos los marÍFcos!
(Llevándose el pañuelo á los ojo?.) ¡Vaya por Diosf
(lo mismo.) ¡Ha estao mu desgraciao el hijo e
mi zangre!
(lo mismo.) ¡Qué le vamos á basé!
([Me alegro!)
(sacando tftnibién fu pañuelo y agitándolo.) PerO,
¿van uftés á pedí que banderiyeen los ma-
taores? ¡Guardarse esos pañuelos y no yorá,
que toavía me falta lo más bueno! José Ma-
ría buscó el desquite en el otro toro...
i -;
;(Con macha alegría.) ¿Si?
(Con recslo.) ¿Si?
¡Gomo que á estas horas estará resibiendo
enhorabuenas de to el mundo!
¡Carabina con el hombre! ¡Bien podía usté
haberlo dicho antes!
ír^eñó, ha sío por referí las cosas por su or-
den... ¡Y de qué manera se desquitó!... ¡Des-
de el 17 de Julio del 92, día de Santas Justa
y Rufina — me acuerdo bien, porque era el
santo e mi novia, — que mató el p_bre Mao-
liyo en el Puerto, con toas las de la ley, un
colorac de Miura un poquito abierto e pito-
nes y muy largo de hosico, no he vuelto á vé
faena semejante! ¡Y ya he visto toros! Como
que fuera e mi familia y amigos, no veo otra
cosa. (Todo."!, menos Saturnino, que á medida que
narra Manolo va poniéndose rauetio, hacen demostra-
ciones de júbilo y de impaciencia.)
¡Si no tenia más remedio, señó!
¿Cómo fué eso?
¡Cuéntelo usté, por loz ojos e zu cara!
Cogió los trastos, se fué al tendió donde es-
taba el maestro ..
¿Mi padre?
Sí. Y ayí echó un discurso de media hora.
Yo no sé lo que le diría, pero vi que el alma
se le salía por los ojos y que hubiera querío
sé Castelá en aquel momento... Yegó hasta
los medios en busca del bicho, mandó reti-
rá á toa la gente... y empesó la faena. Lo
— -.6 —
primero faé un cambio. (Ejecutándolo ligera-
mente.)
CúCH. jiEn qué tierra es eso un cambio, mi vía?
Man . jEa la mia, mi alma!
CúcH. (sulfurándose.) |Pos Será usté (le los Chirlos
Mirlos! (rocío y Ja seña Pastora demuestran Impa
ciencia.)
Man. ¿De manera que no es un cambio?...
CÚCH. ¡No, señó!
Man. Pero, ¿me va usté á enseña á mí?
■CÚCH. i^incuenta veses!
Man. Un cambio...
'CÚCH. (Engolfándose en la disputa y ejecutando el cambio.)
Un cambio es esto ..
pAST. Vamos, dejarze ahora...
Rocío No haga usté caso, don Manolo...
Man. Empesó con un cambio, ya digo, (picado por
la cecBura del tío Cuchares va ejecutando con gran
perfección la faena que narre.)
■CÚCH. Eso SÍ...
Man. Después siguió con un pase en redondo, uno
de ppcho y uno natura, que no los da mejores
Sagaeta... A to esto «¡ole!» «¡ole!» «¡ole!» el
público electrisao...
'P-.ST. (ein poder reprimir un grito de entusiasmo.) ¡HijO
de mi alma!
Man. Da luego uno muy bonito con la derecha y
uno de moünete, de esos que son una fá-
brica e tabacos, cuadra al anima, se perfila...
y en corto y por derecho, y saliendo como
si saliera de la betunería... ¡sás!
CÚCH. ¿Le metió hasta la empuñaura?
JMan. ]Le metió hasta el moso de estoques! Dio el
toro un paso... y á tierra. ¡Ni puntiyal Aque-
yo hubo que verlo: palmas, tabacos, música,
sombreros, botas e vino, el mantón de Ma-
nila de una mujé, la? nnguas de otra, aba-
nicos de tos colores... ¡y hasta hubo un papá
que no sabiendo ya que tirarle tiró dos ó
tres niños á la Plasa! (e1 regocijo y la satisfacción
que yen creciendo i, medida que Manolo habla, se
deEbcrdan cuando corcluye.)
Eocfo ¡Ay, qué alegría tan grande!
CÚCH. ¡Como que no podía menos!
— 47 —
Past.
Rocío
Sat.
Man.
Past.
Rocío
CÚCH.
Rocío
Pa^t.
|Zi estaba de Dios! ¡Hijo de miz entrañas!
jSeñá Pastora, detne usté un abraso!
(jEn buena me ha metido Verruga!)
(señalando hacia el portón, que estará abierto.) ¡Mi-
ren ustés, miren ustés la gente que viene ya
pa acá!
¡Ay, Dios mío de mi arma!
¡Pero si esto es una revolusióri! (snenan rauj
lejí 8, y aconipiiüados de griierli, los cáscateles de nn
C0(h} que so aceica. Poco á poco el rumor ya acen-
tuándose, hasta que se supone que el coche llega á la
casa y para ix la puerta )
¡Ya suenan, yu suenan los cascabeles der
coche!
¡Vamos á resibirlo!
¡Hijo de mi corazón! ¡Lo vi á jartá de bezo?!
(Xodos corren hacia la calle y se van, excepción hecha
de Manolo, á quien detiene Saturnino }
ESCENA XIX
SATUENINO y MANOLO
Sat. Oiga usted, Manolo, oigí usted...
Man. ¿Qt^lé pasa? (Mucha rapidez en esta escena. Manolo
a cada momento so th hHcla la ctlle )
Sat. Por una de esas c "snalidades que se dan...
¿ha visto usted a Verrujia?
Man. ¿a Verruga?.. Pero ¿usté no está enterao?. .
Sat. ¿De qué?- (¡Ay! no me llega la camisa al
cuerpo.)
Man. Como esta mañana se puso malo un bande-
riyero de José María, yo hablé con la empre-
sa pa^^ue Verruga saliera á sustituirlo...
Sat. ¿y salió?
Man. Más le hubiera valió quearse en casa. Hasta
boteyas le han tirao .. lín fin, al cuarto toro
ee fué del redon é... Porque ya sabe usté lo
que es Verruga: to el fuego se le va p'>r la
boca, y luego de aquí... (señalándose el corazón.)
ni agua. (Vase corriendo.)
Sat. (m«b muerto que vivo.) ¿Conque ni agua, eh?
No seré yo el que se meta en aventuras.
— 4S —
¡Demonio! ¡Cuánta gentel... ¿Quién sale aho-
ra después de mis bravatas?... (Hnye hacia i»
escalera, por donde ee va más que aprisa.) ¡Ball.,.
bahl... ¡á la azotea... y por el tejado á la casa
de juntol
ESCENA XX
JESUSA, REYES, CHIRIPA, un VECINO, una VECINA, el MOZO DE
ESTOQUES, ROCÍO, SEÑA PASTORA, JOSÉ MARÍA, el TÍO CUCHA-
RES, el MAESTRO y MANOLO. Casi todos salen á un tiempo por el
portón y hablan simulláiieameute
.1 r.s.
Reyes
Jep.
Chir.
Veo.«
Mozí>
Veo."
Reyes
Man .
Past.
CÚCH.
Ro(;ío
Man.
Vec.°
Maes.
J. María
Man.
¡Ay qué tarde, qué tarde!
¡Ay qué hombre, qué hombre!
Entre tos van á estrujarlo ahí fuera...
¡Jozú, Jozú! ¡Qué tío matando toros!
Me paese que se las trae er mosito...
¡Podrió está!
¿Han visto ustés nunca un torero mej6
mopo?
¡Verdá que no lo hay!
Vamos pa dentro, hombre, vamos pa dentro.
(rccIo, la seña Pastora y tío Cuchares vienen agrupa-
dos á José MarlH.)
¡Zangre e mis venas! ¡Hijo mío!
¡Gloria e la familial
Que lo vais á mata entre los dos.
¡Tú, ya sabes que las sapatiyas son pa mí!
Y pa mí la pañoleta.
¡Pero pa mí es la cabesa der toro! ¡Y la vi á
corgá á la cabesera e mi cama, aunque me
cueste divorsiarme de mi mujé!
Güeno, sí: to lo que ustés quieran. ¿Quién
me da candela pa este puror'
¿Candela? (Todos se apresuran á proporcionárosla.
Manolo y el Vecino le presentan cerillas encendidas;
tío Cuchares saca una tira de fosfores de cartón y le
brinda uno después de encenderlo en la suela de su
calzado; el Mozo de estoques y el Maestro le ofrecen
BUS cigarros, y Chiripa se aparta un poco, saca del
bolsillo eslabón, pedernal y yesca, y se está queriend»
sacar chispas hasta el ñu de la obra. José Maiia en-
ciende en el cigarro del Maestro.)
— 49 —
J. María Estimando, (suenan dentro, en la Mlle, iM trom-
prtHM de una ninrgA.)
pAST. jMúzical jmúzical
Mae8. ¡Música tenemosi
J. María Darles pa vino y que se larguen.
Man. Pa vino y pa que afinen los instrumentos.
Aya voy yo. (Vase y Tnelye á entrar á poco, des-
ptiéi de bflber cesado la música.)
CúcH. Vaya, compadre, y ahora ¿qué me dise usté
der mositoV
Maes. ¿Que quié usté que le diga? ¡Que he vivió en
Belén con los pastores! [Después de la muer-
te que le ha dao á su úrtimo toro, no digo
yo consentí que se case con mi niña .. hasta
cortarle la cabesa á mi mujé si ér me lo piel
Rocío ¿Pos no es ahora er mismo de antes?
Maes. ¿Cómo va á sé er mismo, criatura? ¿Tú te
crees que er traje de luses no pinta na?
Cuando era sapatero remendón, iba por la
caye y hasta los perros le quitaban la asera...
Y en cambio ahora... |No hay más que vé
como está er barrio de arborotao! To er
mundo en puertas y ventanas pa vé pasa
er coche; las muchachas devorándolo con
los ojos; los chiquiyos chiyando desatinaos
aireó; corgauras en ca de Rosa...
CÚCH. No aponderemos, compadre: lo que hay cor-
gao en ca de Rosa es una toaya: yo la he
visto. (Todos se ríen.)
Roclo Señó, si está corgá es una corgaura... (Todo»
asienten.)
ESCENA ULTIMA
DICHOS 7 VERRUGA^ deipnéi DON BRAULIO.
TiR. (por el portón.) Ápuesto cincuenta mir duros
contra una perra gorda á que están ustés ha-
blando der pá de frente que le puze ar ter-
cero.
Bock) Como que no se habla más que de eso en
toa SeYiya.
— ÜO —
Ver.
Man.
Ma.es.
Ver.
Rocío
Past.
Ver.
Rocío
Ver.
Braü.
Todos
Braü.
Rocío
Brau.
CÚCH.
Brau.
Past.
Rocío
CÚCH.
Maes.
Ver.
J. María
Ver.
J. María
Ver.
J María
Rocío
Ver.
Chir.
Broma paece.
De eso y de los achuchones que te dio.
¿Qué fué aqueyo, Verruga?
¿Qué había de zé, zeñó? |Que me entró una
mijiya de aprenzión porque vi á don Brau-
lio en er tendió!
(Llevándote las manos á la cabeza.) ¡ María Santí-
sima!
¿Qué había usté de vé?
Como la estoy viendo á usté, zeñora.
Pero, hombre, [si lo tengo yo enserrao en
la asotea desde las dos y cuarto e la tarde!
(Todos se rien.)
De las cozas que no ze explican^ zeñores...
(vuelven á reirse todos.) No reirze tanto... Zería
eze hermano zuyo que está en América...
(Nuevas risas.)
(Por la escalera, y cruzando hacia la calle furioso,
entre la algazara y las risas generales ) ¡De mí na-
die se burla! ¡Esto es un abuso de confiansa!
¡Don Braulio! ¡Don Braulio! ¡Don Braulio!
¡Er que se ría, que se venga á la caye con-
migo!
¿Quién le ha abierto á usté?
¡San Juan Bautista!
Pero oiga usté...
¡No me da la gana! ¡Ha sío una broma con
mu mal ange!... (Vase gruñendo.)
¡Pa mal ange, tú!
¡Esaborío!
¡Sombrón!
¡Asaura!
Lo que paeee mentira es que los prezocupe
á ustés er tío eze.
¿Y que tengas való de habla?
Oye, Jozé María, que zea enhoragüena. Digo,
zi es verdá lo que me han contao.
¿Er qué?
Que Rocío y tú zt cazáis.
Er mes que viene. ¿No es eso, chiquiya?
Cuando á tí so te antoje, mar mataó.
(De las cozas que no ze explican.)
(Renunciando á sacar chispa.) Po zeñÓ, ¡lo deja-
remos pa la corría que viene!
— 51 —
Rocío (ai público.)
Ya que toas son parmas
pa mi mataó
vengan ahora mismo las parmas de ustedes
pa dárselas yo.
FIN
JfAdrld, Septiembre, 18f<. Janlo, 1899.
OBEAS DE LOS MISMOS AUTORES
Esgrima y amor, juguete cómico en un acto 7 cu
prosa,
Belén, 12, principal, juguete cómico en un acto y eo
prosa.
Giliio, juguete cómico-lírico en un acto y en prosa.
La media naranja, juguete cómico en un acto y en
prosa.
El tío de la flauta, juguete cómico en un acto y en
prosa.
El ojiio derecho, entremés en prosa.
La reja, comedia en un acto y en prosa. (2.* edición).
La buena sombra, sainete en tres cuadros y en prosa.
(3* edición).
El peregrino, zarzuela cómica en un acto y en prosa.
La vida intima, comedia en dos actos y en prosa.
Los borrachos, sainete en cuatro cuadros y en prosa.
El chiquillo, entremés en prosa.
Las casas de cartón, juguete cómico en un acto y en
prosa.
El traje dt luces, sainete en tres cuadros y en prosa.
serafín . JOAQUÍN ÁLVAREZ QUINTERO
EL PATIO
coívIb:dia ex dos actos
Í#gS3í«—
SOCIEDAD DE AUTORES ESPAÑOLES
Florín, 8, bajo
lOOO
iV. Fabra Herrero
:^i^ i^iVTio
Esta obra es propiedad de sus autores, y nadie po-
drá, sin su permiso, reimprimirla ni representarla
en España ni en los países con los cuales se hayan
celebrado ó se celebren en adelante tratados interna-
cionales de propiedad literaria.
Los autores se resgpvan el derecho .de j,traducción.
Los comisionados y representantes de la Sociedad
de Autores Españoles, son los encargados exclusivamen-
te de conceder ó negar el permiso de representación
y del cobro de los derechos de propiedad.
Queda hecho el depósito que marca la ley.
EL PATIO
COMEDIA EN DOS ACTOS
DB
SERAFÍN I JOAQUÍN ÁLVAREZ (¡ÜIXTERO
Eetrenfda en el TEATRO LARA el 10 de Enero de 1900
*
MADRID
d. Velaeco, impresor, Marqués de Santa Ana, 20
Teléfono número fft
leoo
&X 'nueáúi^ aueitcíoé a^nmoj
Eduardo Jíarboqa
fraq cisco ¿ravo
Ustedes (no empleamos el vosotros por temor de
que esta carta no les parezca nuestra), ustedes mejot
que 7iadie saben que El PatIO es U7i pedazo de nues-
tra vida: ustedes que nos coywcen desde la niñez, po-
drán advertir cómo nuestra alma se halla infiltrada
en sus líneas, y palpita en todas sus escenas, en todos
sus tipos, en todos sus detalles y ya que pudiera parecer
hiperbólico decir en cada una de sus palabras.
Hasta ahora sólo habíamos llevado al teatro cuadros
populares de Sevilla, alejitados en tan grata labor, á
la par que por el aplauso del píiblico, por muy queti-
dos y respetados maestros. A lo que no habíamos to-
cado aíin era á nuestra Sevilla, á la de nuestra clase,
á la que conocemos y sentimos corno ninguna, porque
de ella venimos, en ella nos hemos criado y llena de ella
tenemos el alma.
El Patio ha sido la primera obra que nos ha
inspirado esa Sevilla: ^á quién, sino á ustedes, nos
correspondía dedicársela? Por mala que sea, á ustedes
les parecerá excelente: y bien sabe Dios que st no vale
más, es porque nosotros valemos muy poca cosa. En
ella están nuestros más queridos recuerdos, nuestro
entusiasmo de jóvenes, nuestro amor á Sevilla y á
las semidivinas sevillanas, avivado y enardecido por
la nostalgia de la tierra.
¡El patio! Delicioso y alegre recinto que parece
ideado por el amor y para el amor, por amor a Sevilla
y á él 710S hemos atrevido á llevarlo á la escena, cui-
dando mucho de no desposeerlo en la copia del m.ás
poético de sus e?icantos, del que constituye su naturaleza
y su espíritu, de ese suave ambiente amoroso que lo-
envuelve y que lo perfuma.
Si algún acierto hay á nuestro entender en esta co'
•media ^ estriba en haber imaginado para ella una acción
' sencilla y esencialmente amorosa. No hubiéramos te-
nido perdón de Dios ni de las sevillanas, si echamos
por los cerros de Ubeda en lo que á la índole de la
acción se refiere, y nos apartamos al idearla d.? los
sabrosos y picantes temas del amor, favoritos de las
tertulias de los patios.
Y aparte, la (ilegría de ver que el público y la
pretisa t^os m.anifiestan cada vez más cariño, y\ que
un insigne maestro, de la crítica nos estimula á s^g^ii^
(idelatitf:,,tene.mos,(Cmno sevUlctnos la s^tisfa^ión, más
intima y puf' a que pudiera soñax nuestro ijl^siojí ¡la
(^He nqniie.pu^e quitarnos: la.de U^vAV y\ m$Urar por
Jf^dQS hs^,rincpne& de, España, comps, quien lleva ~ y
.'>fm^^(L:^;SH ,^neyor t^prpyS^uiera se:as4in pálidp re-
medo de nuestra calumniada Sevilla;-^fi puñaditp^^
su sal, un trozo de sus calles, un rincón de sus casas,
unafior de sus flores, un soplo de su ambiente, un gi-
rón de su cielo, un rayo de su luz y un manojo de sus
mujeres y de sus hombres.
Perdonen ustedes, queridos amigos, este desahogo
que con nadie más que con ustedes podíamos permi-
timos. V viva Sevilla para gloria de España y viva
El Patio e7i testimonio de nuestra antigua y estrecha
amiítad.
utu
QJe>ia4iu u l^óaclun
Madrid, Enero 1900
REPARTO
PERSONAJES
ACTORES
CARMEN Seta. Suárez.
DOÑA BOSA Sba. Valverde.
DOLORES Sbta. Domus.
PETRILLA García Senka.
REPOSO Saá. Lasheras.
PEPITA Srta. Maori.
NIEVECITAS F¿ros.
MATILDITA Plana.
CONCHITA Agüirre.
DOÑA VICENTA Sra. Gra jera.
LOLA Srta. García Senra*
PEPE ROMERO £r. Mobano.
DON TOMÁS Balaguer ( J.)
DON CRISTINO Larra.
CURRITO Santiago.
VERJELES Ramírez.
DON APOLINAR Valle.
ALONSO ViGO.
DIEGO Balaguer (M.
PLÁCIDO ViGO.
JUANITO Srta. González.
ROBERTO Sr. Barbero.
ANTONIO , Balaguer (M.)
UN POBRE. Valle.
VENDEDOR DE GAFAS Alemán.
VENDEDOR DE DULCE Gambardela.
EL TÍO DE LOS PEJE-REYES Valle.
Todos los personajes, á excepción de Pepe Romero, Verjeles y el
Vendedor de gafas, hablan con acento andaluz; pero llanamente, sin
incurrir en la menor exageración, sobre todo por lo que respecta á
los tipos qu j no son del pueblo.
ACTO PRIMERO
Patio de la casa de don Tomás, en Sevilla. Corredores al foro y late-
rales, con columnas. A la izquierda del actor, en primer término,
cancela pintada de oscuro, que da al zagaán. A la derecha, tam-
bién en primer término, el nacimiento de la escalera principal,
que es de mármol blanco: en segundo término, una puerta vi-
driera, con medio punto de cristales de colores. Otra puerta igTial
á esta á la izquierda del foro. A la derecha una ventana sin reja.
Entre nua y otra un piano abierto, sobre el cual habrá un jarrón
con flores, libros y papeles ue música y dos ó tres abanicos. De-
lante, un ssiento giratorio de rejilla. Mecedoras y sillas, conve-
nientemente colocadas, de rejilla tsimbién. En el centro del
patio un macetón coa una plant-a grande, al cual rodean varias
macetas con plantas más chicas. A los lados del piano y en otros
huecos, maceteros de azulejos, también con plantas. A la izquier-
da de la cancela el tirador para abrirla. Junto, un perchero. De-
lante de ella, á poca distancia, un biombo elegante de caña y tela
filia de co'or claro. Suspendida del techo del corredor, y también
delante de la cancela, una lámpara de cristal. Otro aparato de luz
sujeto á la pared, entre la escalera y la puerta de la derecha. Las
paredes blancas, decoradas con fotografías da cuadros modernos.
Zócalo de azulejos árabes. Su^lo de mármol blanco. Es de dia.
Luz muy igual: se supone que hay un toldo corrido.
ESCENA l'RIMERA
DOLORES, UX POBEE y PETKILLA.
(Dolores arrodillada á la izquierda del actor, sobre una almohadilla
d". cuero y con los brazos al aire, aljofifo.)
DoL. (Cíutando ) ^
Si er querer es güeno ó malo
á un sabio le pregunté;
er sabio no habla querío,
no me supo responde...
10 -
¿(^né: quiera» 'de mí;
si hasta el agüita que bebo
te la tengo que pedíf
PeT. (cantando también, düsde dentrr, hacia la puerta de
la derecha.)
Empecé por capricho,
zegul por tema,
continué por desvelo
y acabé en pena.
Y de esta zuerte,
les temo á les caprichos
más que á la muerte.
Esa arrastra Petriya no para en to er día.
(Entra el Pobre en el zaguán y llaraa ) ¿Quién eS?
¡Alabado sea Diosl
¡Por siemprel... Un pobre.
Hermanita, ¿no hay una limosnita pa este
probesito bardaíto que eetá eemayaíto?
Dios lo socorra a usté, hermanito.
San José bendito se lo pügará, hermanita...
Ande usté, aunque sea un cachito e pan
duro, pa una gardinita que me han dao aquí
ar lao.
Espérese usté. (Liamacdo.) ¡Petriya! ¡Tráete
un piasito e pan... pa la sardina de este
hombrel (volviendo á cantar mientras sale Petrilla.)
Ven aquí, serrano,
siéntate á mi vera,
que te tengo que contá
la má de cositas güeñas.
Pet. (por la puerta de la derecha, con unos pedazos de pan
en el delantal.) ¡.Jozú con los pobres! No me
dejan hace una faena zeguia. (a Dolores.)
Oye, á este ziempre le dan una zardina ahí
junto.
DoL. Se conóse que han comprao una lata e con-
^ servas na más epaé.
Pet. JÍDdndoie ei pan al Pobre.) Tome usté, hermániío.
Pobre Dios se lo pague á usté y se lo aumente...
(Besando el pnn.) Con DÍOS,,herníianÍta. .Vase.)
Pet. Cierre usté la puerta ar zalí, que entra mu-
cha caló. , . . .
DoL. Ahora va ar 34, y la sardina se la hemos dao
acá.
DOL.
Pobre
DoL.
Pobre
DOL.
Pobre
DoL.
— n -
ESCENA II
DOLORES y PETRILLA.
Pet Escucha, Dolores: ¿á qué liora va á veni tu
Esteban? . " , r '
D:l. Ya está ar cae.
PfiT. ¿Zabe de zeguro zi ze va er zeñito Pepe?
DoL. Ayé no lo sabía.
Pet. ^.Y zi ze va er zeñito, ze va con é?
Di'iL. Figúrate tú: como es moso suyo hase tanto
tiempo...
Peí. l'os miá que te hará una gracia que ze yeve
á tu novio...
DoL. Esa es mi pena; porque como tome er tren*..
si te vide ya no me acuerdo.
Pet. Mu jé, ¿tan poca ley va á tenerte?
DoL. No, si la que no se acuerda soy yo. Me pasa
eso, ¿sabes tú? Como no tenga á los novios-
elante no los pueo queré.
Pet. (Bajando la voz.) Azina debía zé la zeñita Car-
men; y no que está pazando las moras desde^
que la plantó er zeñito Pepe
DoL. (Bij?ndo tairbién la voz y levantándose.) Y que nO-
le vale disimularlo: le sale á la cara á la po-
bresita. Por supuesto que er señorito Pepe,,
guigao con arró no pagaba.
Pet. ¿Tú zabes por lo que han reñío?
DoL. Perqué ér se cansó de novi qo á los tres meaes^
e relasiones. Y prinsipió á fartá á la venta-
na; y hoy no venia, y mañana le echaba un
embuste, y pasao le escribía disiéndole que
se iba á come con unos am'.gos. . que lu€go
resurtaban amigas, y al otrogorvía mu enfa-
dao pa que eya no le dijera na... y en fin, la
de tos los liombres cuando se les pone roín-
pé con una.
Pet. Pos las relaciones la?; empezó mu enosUi-
dilao.
DoL. Y tanto. Como que no sabía apartarse ud
minuto d3 la casij'a e la feria.
Pet. Ayí ze conocieron, ¿no?
— 12 —
DoL. Cabalito. Er señorito es de Valensia. Vído
aquí á SevÍ3'a á pasa la SemaDa Santa, y vio
á la señorita Carmen y le gustó más que
toas las cofradía?. Se queó á la feria, se pro-
curó conosimientos, lo trajo á la casa don
CijisLino... y entoDses prinsipió á pasa, fa-
tigas.
Fet. ¿Por qué, tú?
DoL. Porque la señorita Carmen, que paese que
to lo echa á guasa, tocante ar queié es más
forma que un número. Un mes anduvo er
señorito detrás de eya: quisieá yo que hubie-
ras tú visto entonses á ese charrán: asina ee
queó de dergao : (Mostrándole el dedo chico de Ja
mano derecha.) no podía comé más que fideos
finos.
Pet. Razón tenía la zeñita Carmen pa no hacerle
cazo.
DoL. ¿Sabes tú quién hiso que se arreglaran? Su
tía.
Pet. ¿La zeñita Roza?
DoL. No pué viví más que componiendo novia-
jos: el aqué de toas las sorteronas.
Pet. Pos mira, puezé que lo arregle otra vé.
DoL, E?as sí que están verdes. ¿No ves tú que la
señojita Carmen está pica en suorguyoy
que er señorito don Tomás tampoco quié ese
noviajo ni á tres tirones?
Pet. ¡Claro! Después de la mala partía der zeñito
Pepe...
;Jíi)oL. A mí me da más pena, porque la señorita
Carmen yegó á cobrarle cariño... Y aunque
dise que no, yo sé que pasa mu malitos ratos
por é.
Pet. ¡Probé zeñita Carmen! No quiziea yo más
,; que zé hombre, y zé zeñorito, y no zé de la
-, 1 Árgaba, pa zacarla e penas.
DoL. Cáyate, que ahí viene.
Pet. Miála, qué bonita.
DoL. Se le pué resá un Padrenuestro.
— 13 —
ESCENA III
DICHAS y CAEMEN.
Cak. (Por la escrtiera.) ¿Quién era antes, tú?
DoL. Er pobre de la sardina, señorita Carmen.
PeT. (Con demostraciones de admiración.) [Ay, zeñitd
Carmen!
Car. ¿Qué te pasa?
Pet. ¡Ay, qué reprecioza está usté hoy!
Car. ¿Sí, eh? ¡Pues ya verás mañana!
I'kt. Con formalidá. ¡Ay, qué rebién lezientaái
usté eze vestíol
DüL. Es verdá que le sienta mu rebién.
Car. Cuando se casen ustedes, le regalo uno igual
á cada una.
Pet. ¡Déjeme usté que le dé un bezo, zeñita Car-
men!
Car. i En eso estoy pensando! Con lo cochambro-
sa que estás...
Dql. Como que se ha peleao con er jabón...
Pet. ¡Miá qué gracioza! ¡En la cocina quiziea yo
verte!
Cap. y yo á tí: conque anda ligera.
Pet. Güeno. (a Dolores.) ¿Tú haz acabao ya cod
este cubo?
DoL. Sí; pues yevártelo to. (Petrllla lecogo la almo-
hadille, la aljofifa y el cubo.)
Car. Pero ¿todavía estabas aljofifando?
DoL. No señora; sino que han venío unos parien-
tes de e-^ta calamidá y me han puesto er pa-
tio perdió con las botas.
Car. Temprano han empezado las visitas...
Pe I". (cuando ya á Irse, en iin nuevo arranque de admira-
ción." ¿Zabe usté lo que le digo, zeñita Car-
men? Que zi la viera á usté azio, no ze iba
de Zeviya...
Car. Varaos, (.sta chiquiya es tonta.
Pet. Zi, zí; me chupo er deo. (vas • por la puerta de i»
dericha.)
— 14 í—
ESCENA IV.
CAEMEN y DOLÓSE?; luego DOÑA EOSA.
DoL. Pos SÍ que tiene rasón Petrij'a, señorita Car-
•'méní'si la viera á usté'así-n... '
Oar.i •. .Bueno, pero coriio no me verá... Y sobré-
; ,'in;j ' todo, ¿(e importa á> tí algo?'
DoL. ¿No quié usté que me impor.te, señorita? Lo
uno, porque es una picardía lo que ha hecho
ecjseñofito Pepe-.t. ,
Oar. Deja eso: ' "
DoL/.! .: Yio otro, porcjue con^éí sé me va mi Es-
teban. ; -
<Dar. Mejor. Así pueileque^te salga- tín_ novio Goé-
' i .. i V' : más cuerpo.; : - - ► '•
DoL. Ave María, señorita; no-es'taQ chicó mi Es-
) - te,ban... /
Car. No: media vara. Con el sombreso ancho pa-
- .'í-vy'-;téce un velador. ■ 3
DoL. Miste que tiene usté unas cosas...
Car. Oye, ¿y es verdad que duerme en un cajón
í '■ < de la cómoda, junto á las tirillas del amo? '
DoL. Vaya, señorita Carmen... no se burle usté
del infelí... Ya se-ve, como er eéñorito Pe'pe
'.'^y ' tiene ta-iv güen cuerpo...
Car. Algo bueno había de tener.
D.Qiííí ' f . Ciíando yo digo.:.
Car. No digas nada: vete á arregtór fcus cosas.
DoL. Si Gstt)y aquí aguardando á mi'' Esteban, quh
. ■<:• ! ' "..va á vení á desirme si s@ larga ó no...
CjAR.i í*¡ ; Pues esoes importante. > •'
DoL. Como que yevamos tres días con el arma en
un hilo, señorita: tan = pronto nos vamofe
íJrtcíiH como nos queamos.: - ■ '
■CSkér' 'l:-- Sí,.;¿eh? '^ , ■ -^■'. •■.,:•-
Dóiü. Bd se mi Esteban que er señorito- Pepe está
guiyao. Saca la ropa der* ropero y- la mete en
er baúí como si fuera á'irse;- luego se pa-s'éa'
, :iw •í'^HX^or.er 'Cuarto;' la sáica der baú y ia güervé'^^
mete en er ropero. Y a8Ín,to'«F«anto día.
Car. Le habnin mandado que haga gimnasia.
— 15 —
Dóx. "' -tSí, éeh'ejousté á bfomk.- '■ •
Car. Eso debías hacer tú, inocente.'.. 'Al fin y al
cabo ¿qué vas á perdérV ¡Media libra «de^
novio! ■ ' •'"' ■'
DxJL. ' Vamos, lé ha caío á ' usté en grasia la esta-
tura, (suena dentro, hacU íír fztuíterda, un silbido
inlenso y prolongado.)
Car. En nombrando ial ruin de Roma...
DOL. Ahí está ya. (Va h^cla la cancela.)
Car. y que trae pulmones dé persona mayor,
Rosa (Por la puerta del foro, vestida de hábito del Carmen
y con gafas de oro. Trae en 'la mano una canast'lla del-
costura.) Oye, Dolores. " -"
DoL. (Deteniéndose.) ¿Qué quié usté, Señorita?
Rosa Dile á tu novio que para llamarle se ponga
cejuela, como las guitarras.
DoL. Güeno, se lo diré.
Rosa ¡Me ha asustado el demonio del hombre!
(Suuna otro Bllbido.)
Car y trae prisa
Rosa Corre, corre á verlo... no vaya á ' silbar otra
vez... (v se Dolores corriendo por la cancela, que deja
entornada )
ESCENA V
_ -C^EMEN y DOÑA BOBA; luego un yENDEDOR de dulce. .
Rosa f^Sentáadose a coser en una Billrbíja-.) Hija, DO Sabe
una dónde ponerse. ¡Qué calor hace hoy!
Car. ' (sentándose al piano y juguetean 'o con las teclas mien-
tras habla coa doña Rosa.) Calor de AgOStO, tía
Rosa.
RO8A Es verdad: de mañana en ocho, San Lorwi-
zo (pausa ) ¿Tú sabes quién está arriba con
tu padre?
Cab.' ■ Sí; Verjeles. Ya creo que se va... ¡Qué fasti*
'dio de pretendientes!
Rosa ■ Íío lo deja ni á sol hi asombra. ¿Qué dices
tú á eso?
Car. ' Que hoy ál 60I feí 1(J dejaría. ¡Ja, jal (Breve
' * ■ pausa.)
— 16 —
Vend . (Gritando desde le cancela.) ¿Se quiere güen durse
de f idra?
Rosa No se quiere.
Vend. ¡No se puede! (se va.)
Rosa ¿Digo, eh? ¡Pero qué descarado es ese tíol
(Nueva pausr.)
ESCENA VI
CAEMEN y DOÑA EOSA.
Rosa Pues para mí que tu padre...
Car. ¿Qué?
Rosa Digo que para mí que tu padre no hace bien
en alentará Verjeles... Sabiendo que á ti Do
te gusta... y que puede que todavía el otro...
¿no?
Car. No, tía, no...
Rosa (Sería el primer noviazgo que yo no arregla-
ra.) ¿Y por qué no, vamos á ver? Desde que
tengo uso de razón he visto que todos los
novios riñen para hacer las paces... Luego
se pelean otra vez, si á mano viene, pero las
primeras paces no faltan nunca.
Car. (Dejando el piaoo y sentándcse junio á bu tia.) PUcS
ahora faltarán, tía Rosa. Ni él quiere hacer-
las, ni yo tampoco. (Con firmeza.)
Rosa Él sí quiere.
Car. ¡Qué ha de querer, por Dios! Parece mentira
que ueted, que dice que conoce el mundo...
Pepe llegó á Sevilla á divertirse, á pasar una
temporada alegre y de fiestas... Y lo que él
se diría: para que no me falte nada, necesito
una novia... ¿Cuál? La primera que pase.
Rosa Y pasaste tú. Eftaba escrito.
Car. Pero tachado luego. Se acabó la temporada
de fiestas... y ahí te quedas, niña. Ahora ríe,
llora ó haz lo que más coraje te dé. Yo no
tengo corazón y me vcy tan freí co; si tú lo
tienes, que lo dudo, porque ¿cómo has de
tener tú lo que á mí m€ falta? sufre un poco,
echa unas lagrimitas, que eso es muy sano,
y ya se te pasará la rabieta... No estoy por-
que me amanezca más charlando en la ven-
— 17 —
tan? contigo... Aquellas cosas que yo te
decía cumo si me salieran del alma, son
mentira; mentira también las excusas para
disculpar mi tardanza en ir á verte; mentira
los pretextos para dejarte pronto... Todo mi
cariño es mentira: ¿lo será el tuyo? ¡Me tiene
sin cuidado! Adiós: ahí te quedas, (se levanta.)
Rosa Eso debía yo decirte: adiós, ahí te quedas... "
¡Qué torbellino! ¡qué manera de desbarrar!
Car. Pero, ¿no es esa la historia, tía?
Roi-A Según y conforme, mujer.
Car, La prueba es que dicen que se va á su tie-
rra... Buen viaje.
Rosa ¿Qué se ha de ir, muchacha? Si creo que
lleva un mes haciendo y deshaciendo mun-
dos... Le ha ganado á Dios, que no hizo más
que uno y tuvo que descansar el domingo...
Car. Se habrá impuesto esa penitencia.
Rosa ¿Y si yo te dijera que Pepe está arrepentido
de lo que ha hecho?
Car. No lo creería.
Rosa ¿Con que no? Se conoce que do lo has visto,
ccmo yo, pasar de noche, ya muy tarde, por
delante de casa; llegar á la reja donde ha-
blaban ustedes; ponerse á escuchar; seguir
andando; desandar lo andado...
Car. ¿y hasta ahora no se le ha ocurrido á usted
decírmelo?
Rosa ¿Para qué atormentarte? Es más: la última
noche que lo vi tuvo la paciencia de besar
uno por uno todos los hierros de la venta-
na... ¡que son veintitantos!...
Car. Si lo llego á saber á tiempo les doy pintura
á prima noche.
Rosa ¡Qué mala idea!
Car. (Riéndose.) ¿Y no cortó una ramita de yerba-
buena para la sopa del día siguiente?
Rosa (lo mismo.) ¡Anda! Y una de perejil, y se la
puso en la solapa... No sé cómo lo echas á
broma.
Car. Lo que yo no sé cómo usted quiere que
vuelva á tomarlo en serio, (se aparta de su tía y
se sienta a la izqiileida en una mecedora.)
Rosa Calla, que bajan ahí Verjeles y tu padre.
- 18 -
ESCENA VII
CARMEN, DOÑA ROSA, DON TOMÁS y VERJELES.
TOM. (Por la escülera, con Verjeles.) ¡A Ver SÍ aquí eil
el patio se respira un pocol (Pbsea agitado con
demostraciones de mucho c lor, abanicándose y secán-
dose con el pañuelo constantemente el sudor del cue-
llo y de la cabeza.)
Ver. ¡y tanto como se respira! ¡Este patio es un
paraisol
Car. Si, señor: encantado.
Ver. (¡(Jada vez más bella... y más sugestiva!)
ToM. ¡Ufi... ¡arriba es morirse!
Rosa Siéntese usted, Verjeles.
Ver. No puedo, señora. Con harto dolor me veo
obligado á trocar este deleitoso paraje poi-
la calurosa vivienda del señor Morrillo, mi
amigo y dueño.
Car. ¿Quién? ¿ese tan gordo? ¡Ja, ja, ja, ja! ¡Mire
usted que al diablo se le ocurre irse á estas
horas á ver á un señor gordo!...
Rosa ¡Niña!
ToM. ¡Dice muy bien! ¿Tú sabss el calor que des-
piden ahora los gordos? ¡Ufl ¡qué fatiga!...
Tres amigos muy gordos tengo yo y he re-
ñido con ellos hasta el invierno. Y son per
sonas excelentes, bien educadas, instruidas,
de amenísima conversación... ¡pero que me
resultan tre.=i estufas!
Ver Siempre tan propenso á la hipérbole.
ToM. Es claro; usted, como no suda... Pero yo...
Tóqueme usted aquí, verá usted como es-
toy... (Presentándole un costado á Verjeles y hacien-
do que lo palpe, lo mismo ahora que en lo sucesivo.)
Vek. No, si ya. .
TuM. Tóqueme usted, hombre...
Ver. Si, en efecto...
ToM. Pues esto no es nada: mire usted por la es-
palda... Tóqueme usted, tóqueme usted...
Rosa Tomás, no seas pesado.
ToM. ¿Pesado? Tócame tú...
— i'} —
Car. Ay, papá, ni que fueras un timbre...
Rosa Vamos, quita.
ToM. ¡Uf! ¡qué barbaridad! Y con una pulga desde
el lunes... (Rascándose.) Nada, que ha tomado
la tierra y no hay quien la eche. Ya se ve,
tiene casa, comida, horas de recreo... ¡Pica,
hija, pica! Verá usted, Verjeles, verá usted
cómo me ha puesto el pecho de ronchas...
Car. Papá, por Dios,..
ToM. ¡Míralo tú!... Parece la fachada vieja del
Ayuntamiento... ¡Oh, qué hermosura de
verano! ¿No es verdad. Verjeles? Las no-
ches... la luna... el aire el huerto orea... ¡Mu-
cho, mucho! ¡Vamos, hombre! ¡hasta la ver-
güenza se pierde en este tiempo... para que
usted se entere!
Ver. y en invierno también.
Rosa (Toma! y hay quien no la tiene en las cua-
tro estaciones...
To.M. Señor, no es eso; es que acabamos de ver á
la gorda de ahí enfrente en camisa, (uoña
Rosa y Carmen sueltan la carcajada.)
Roi>A ¡Qué cosas dices, hombre!
ToM. Ah, ¿no lo creen ustedes? Verjeles, ¿no es
verdad?... Pero, señor, no se ponga usted
colorado... ¡Ni que fuera usted el que anda-
l)a en paños menores!
Ver. (¡También es gana de que se lo figuren á
uno en calzoncillos') Hoy está usted diabó-
lico, don Tomás. Me retiro.
Car. l'^stá tremendo. Y usted toma tan en serio
todo lo que dice. .
Ver. ¿En serio? ¡qué disparate! Yo no tomo en
serio más que una cosa en este mundo.
Car. Sí; las citas del señor gordo.
Ver. Carmencita...
Car. La prueba es que nos deja usted y se va á
verlo.
Rosa Eso está más claro que el agua.
Ver. ¿Usted también? Vaya, hoy no tengo aquí
más que enemigos.
ToM. Bueno, pues del enemigo el consejo. Deje
usted á Morrillo, vayase usted á su casa,
póngase usted en calzones blancos...
— 20 —
Ver. (iY dale!)
ToM, Tiéndase á la larga, eche una buena siesta.,.
Ver. Sí, sí, y á la vida ideal que la parta nn
rayo... (Despidiéndose.) Doña Ro.sa... (a Carmen.)
Rosa... á secas...
Car. ¡Huy, á secas!
Ver. ¡Qué mala es usted! Don Tomás... (Le cog&
uua niauo entre las suyas.)
ToM. Adiós, mi amigo, adiós.
Ver. No me olvide usted.
ToM. Pierda usted cuidado. Pero no me pase us-
ted la mano per agua...
Ver. ¿Cómo? (¡Qué grosería!) A los pies de usté
des... (¡Parece mentira que de un escarabajo
haya salido una mariposa!...) (vase por la can-
cela.) »
ESCENA VIII
CAEMEN, DOÑA ROSA y DON TOMAS; luego ALONSO, DIEGO
y PETEILLA.
ToM. ¡Caray, qué cataplasma de hombre! Se pega
más que un parche poroso. Ya le temo tanto
como á Currito. ¡Y mira que Currito!...
Car. Pues tú tienes la culpa, papá, (se levanta de la
mecedora en que estaba y se sienta en otra junto á
doña Rosa.)
Rosa Si no le dieras alas...
ToM. ¡Che, che, che, che! Me opongo á toda discu-
sión. Verjeles me ha quitado media horade
siesta y no estoy por perder más tiempo. (Dé-
jase caer en la mecedora q>ie ocupaba Carmen.) ¡Ah,
qué ganitas tenía de cogerla hoy!
Rosa ¿Vas á dormir ya?
ToM. ¿Cómo ya, si hace tres noches que no pego
l<is ojos? Entre el calor y los mosquitos...
¡Otra dehcia del verano! Todas las noches se
me cuela uno dentro del mosquitero. No
marra. Y es el mismo: lo conozco en la voz.
Para mí que tiene una puerta secreta.
Car. Yo también llevo dos ó tres noches desve-
lada...
— 21 —
ToM. Poca conversación ¿eh? que quiero dormir-
me (Se balancea en la mecedora y Cariren tamblénj
Pausa.)
Alón. (a voz en cuello desdo la cancela.) ¡Petraaaa! (f odoa
se esiremecen.)
ToM. ¡Maldito sea el demonio! ¿Una visita de la
Algaba?
Car. Con seguridad.
Rosa Y es la cuarta de hoy.
ToM. Hombre, pues que señale Petra un día de
recepción...
Alón. (como aotes.) ¡Petraaaa!
TcM. (imitándolo.) ¡Ya vaaaa!
Car. ¡Qué voz más agradable tiene!
Peí. (Saliendo por la puerta de la derecha muy corrida
y yendo á abrir la cancela.) Es mi hermaniyO
Alonzo, zeñito Tomás.
Car. Hija, pues llévalo á casa del afinador.
Rosa No quedarse ahí á la puerta, ¿eh? Entrar ea
la cocina. (Entran en el patio Alonso y Diego. Alon-
so sigue á Petrilla, que va hacia la cocina, y se detiene
á taludar á los señoritos; Diego, que viste uniforme de
toldado de ii fantería, se queda detrás del biombo.)
Alón. Tengan ustés mu güeñas tardes.
Car. Buenas tardes.
Alón. Me alegro de verlos á ustés tan güenos.
ToM. Gracias.
Alón. ¿Están ustés güenos?
ToM. Pues hombre, ¿no acaba usted de decir que
se alegra?...
Alón. ¿Cómo está usté, don Tomás?
ToM. ¿Yo? Deseando dormirme, hijo de mi alma.
Pkt. (Impaciente ) Vente, Alonzivo.
Alón. Ya á la zeñita Carmen y á la zeñita Roza las
veo tan güenap...
Rosa Sí, vamos tirando.
Alón. ¿Silgue usté güeña, doña Roza?
ToM. (¿Otra vez?)
Alón. Ya á don Tomás y á la zeñita Carmen los
veo tan güenos...
Car. Sí, hombre; todos bien.
Alón. ¿Y usté, está güeña, zeñita Carmen?
ToM. (¿Querrá un certificado del médico?)
Alcn. Ya á la zeñita Roza y á don Tomás...
— 22 —
Car. Sí, los ve usted tan biienoo...
KosA Andar, andar á la cocina.
Ai.oN. (a Petra.) Oye, tú, que entre eze.
ToM. ¿Cómo ese? Pero ¿viene otro?
Alón. ¡Dieguiyo!
Diego ¡Ehl
Alón. ¡Entra!
Pet. Ez un paizano... que es melitá...
Diego ¿Dan ustés zu permizo?
ToM. ¡Adelante, hombre! ¡Y dejarme dormir con
cien mil de á caballo!
Diego (Avanzando.) Tengan ustés mu güeñas tardes.
Me alegro de verlos á ustés tan güenos...
ToM. (¡Adiós! [Trae el mismo estilo!)
Dikgo ¿La familia güeña?...
EosA Si, señor, sí.
Diego ¿Y por caza?
Car. ¿Por qué casa?
ToM. ¡Anda! Pues si le objetas, no acaba en un
mee.
Pet. ¿Queréis venirze?
Alón. Mujer, déjalo que zalude.
Diego ¿Tienen ustés argo que manda á zu zervidó?
Rosa Nada, nada; que se vayan ustedes.
Diego Pos que no haiga ninguna novedá.
Alón. Me alegro de verlos á ustés tan güenos.
Diego Expreziones. (Entran en la cocina con Petra.)
ESCENA IX
CAEMEN, DOÑA EOSA, DON TOMÁS y un VENDEDOE de gafas.
Car. y luego dirán que no son finos en la Al-
gaba.
ToM. ¡Jesús, qué desesperación! Basta que uno
quiera dormir...
Vend. (Desde la cancela, con voz gangosa y grave y acento
catalán.) Gafas de cristal de roca.
To.vi. (Fuera de sí.) ¡Vaya usted á paseo!
Vend. (imperturbable.) Quevcdos baratos.
ToM. ¡No se quiere nada!
Vend. Anteojos, lentes...
ToM. ¡Pero, hombre!
— 23 —
Vend. Gemelos de teatro...
ToM. (Leviir. tardóse dtsesperado y yendo á la cancela.)
¿Cómo se le va á decir á usted que vemos
todos bien?
Vend. Usted perdone, (vase.)
ESCENA X
CARMEN, DOÑA ROSA y DON TOMAS; luego PETRA.
ToM. ¡Qué tostón de tío! ¡Voy á poner un guardia
civil detrás de la puerta!
Car. Papá, no es para tanto...
Rosa El pobre señor tiene que ganarse la vida...
ToM. ¡Que se muera! (soplando fuerte.) ¡Yo ya estoy
loco de calor! (Llamando y aentándose.) ¡Petra!
¡üf! , cómo sudo!... ¡Petra!
Rosa ¿A qué la llamas, hombre? (saie Petra.)
ToM. ¡Tráeme una talla de agua hasta arriba! (vase
Petra.)
Car. ¿Más agua, papá?
Rosa Tomás, por Dios, que luego sudas doble...
ToM. ¡Pero si estoy seco, señor! ¡Si estoy abrasa-
do! (Sale Petra con nua taKa de agua que le da á don
Tomás.) Trae acá, Fetrilla... (Después de beber nn
poco.) ¡Qué rica está! (continúa bebiendo largo
rato.)
Rosa Vas á criar ranas en el estómago.
TOM. (.Mientras bebe.) Mejor.
Car. Papá, me da fatiga verte.
ToM. (con satisfacción.) ¡Ay!... Ten ahí... (Le devuelve
la talla á Fetrilla y ésta se va.)
ESCENA XI ■^
CARMEN, DOÑA ROSA y DON TOMÁS. Al final FETRILLA y
CÜRRITO.
Car. ¿Te la has bebido toda?
ToM. ¡Toda! Y ahora es peor, lo verán ustedes...
Rosa Ya te lo dije.
ToM. ¡Míralo!... ¡ya estoy sudando á chorrosl En
— 24 —
fin, con tal de quedarme dormido... ¡Ufl No
puedo aguantar ni la americana (se la quita y
la tira Jejos.)
Car. La verdad es que hoy hace un día de calor...
Rosa Estamos aclimatándonos para el Purgatorio.
ToM. Callarse ya.
Rosa Ya nos callamos, á ver si callas tú. (Don To-
más y Carmen tratan de dormirse. Pausa.)
ToM. ¡Qué siestecita más hermosa voy á echar
hoy!
Car. ¡Jesús! (Se desabrocha el cuello de la blusa y se sube
un poco las mangas.)
Rosa (cabeceando.) Me parece que yo también la en-
trego. (Paufa. Los tres se van quedando dormidos.
Hablan entre dientes, á media voz y sin abrir los ojos.)
Car. (Tosiendo levemente.) Ejem, ejcm...
ToM. Ño tosas, hija.
Rosa iQué fastidioso te pones, Tomásl (Nueva
pausa.)
ToM. Rosa, Rosa...
Rosa Qué.
ToM. ¿Estás ya dormida?
Rosa íáí.
ToM. Mujer, me extraña mucho la respuesta...
Rosa Hijo, pues más me extraña á mí la pregun-
ta... (Pausa.)
ToM. Carmen.
Car. ¿Qné, papá?
ToM. Si te duermes antes que yo, me lo avisas,
para que no haya luego discusiones.
Car. Bueno, (pausa.)
ToM. (Dándose una bofetada de reponte.) ¡LadrÓnl Con-
denados mosquitos... (Se le sale del pie una zapa-
tilla. Pausa.)
RcSA (a Carmen, despabilándose un poco.) Oye, nO va-
yas á soñar en vez alta con Pepe Romero,
como ayer. (Advirtiendo que no la oye y tornando á
dormir.) A la otra puerta. (Pausa larga. Se oye en
la calle, un poco lejos, el pregón lento y cadencioso
del Tío de los peje-reyes.)
Tío ¡Y... qué... vivos... los... peje... reyes!
Rosa Las cuatro.
Tío (Algo Eás lejos.) ¡Pe... je.,, re... yes... y... qué
vi... vos! ... (Don Tomás empieza á roncar. Poco des-
— 25 —
pues llega Carrito á la CBUcela y llama. Al sentir el
timbre se despiertan los tres sobresaltados y se miran
coa ístcpor. Hablan en voz baja. Sale Petrilla á
abrir.)
ToM. ¡Por vida del diablo!
Car. ¿Será visita?
ToM. Mujer, por Dios, ¿á estas horas?...
CUR. (a Petrilla, que le abre la cancela.) ¿Están loS Ze-
ñores?
Car. j
Rosa > (Llevándose las manos á la cabeza.) ¡Clirrlto!
ToM. )
PeT. Zi, zeñó; paze UZté. (Pasa carrito, y mleutras
deja en el perchero el sombraro y el bastón, Carmen,
Doña Rosa y don Tomás se arreglan precipitadamente
maldiciendo de él. Petrilla se va.)
TOM. (Buscando y poniéndose su americana y la babucha
que se le salió.) ¡Mal ra3'0 lo partal
Car. (Abrochándose el cuello de la blusa y bajándose ia>
mangas.) ¡Ay, qué sinapismo de niño!
Rosa ¡Mire usted que es mucha jaqueca!
ToM. ¡Lástima de tabardillo pintado!
Car. ¡Antipático!
Rosa ¡Burro!
ESCENA XII \
CAEMEN, D0?í.4. KOSA, DON TOMÁS y CURBITO.
(Al presentarse Carrito, cambia la decoración bruscamente y lo re-
ciben con cara de Pascuas.)
ToM. ¡Currito!
Rosa ¡Tanto bueno por aquí!...
Car. ¡Dichosos los ojos!...
CüR. (Dn poco cortado.) Buenas noch... digo días...
¡tardes! ¿Cómo zigue usted, doña Roza?
Rosa Bien, ¿y tú, hijo?
CuR. Yo bien, gracias. ¿Y usted, don Tomás?
ToM. ¡Tan famoso! (Y dormido por dentro y por
fuera.)
CuR. ¿Y usted, Carmencita?
Car. Perfectamente, Curro.
— 26 -
Rosa ¿No te sientas?
TüM. ¡Ya lo creo que se sienta, mujer! (¡Lo qne
, no hará será levantarse en mucho tiempo!)
-CüR. (Sentándose junto á Curmen.) Con permizO de
ustedes. (Está la niña hoy que tira de espar-
das. Como pueda, me arranco.)
Car. Vaya, vaya, con Currito...
'ÍOSA ¿Qué hay, Currito?
ToM. ¿Qué lo trae á usted por aquí, Currito?
Car. Ya lo echáhamos á usted muy de menos,
Currito.
ToM. ¡Mucho! Sobre todo hoy. No hace dos mi-
nutos que estábamos diciendo: pero hom-
bre, ¿qué hará Currito que no viene? ¿Ver-
dad, tú?
- CüR Por lo visto ustedes no zaben que he estado
fuera.
Car. Ni una palabra.
liosA Y ¿para qué has vuelto, hijo míq?
^ CuR. ¿Eh?
Rosa Con el calor que hace en esta Sevilla...
, ToM. Llevamos un verano horrible... Si sigue asi
yo no llego á la caída de la hoja... (invitándo-
lo á que le ttque la espalda.) Mire USted, mire
usted cómo estoy.
- CuR. Pues no me lo explico... en este patio tan
hermozo;... ¡En la calle quiziera yo verlo á
usted!
ToM. (¡Toma! y yo á tí, ¡asesino!) (Se sienta en la me-
cedora en que estaba.)
Car. (¡Ay, me pesa cada párpado una arroba!)
- CüR. ¿Usted ziempre ha zentido mucho el calor,
verdad, don Tomás?
ToM. ¡Muchísimo! El calor .. y sus naturales con-
secuencias...
- CüR. ¿Y á usted, doña Roza, qué le gusta más, el
verano ó el invierno?
Rosa El invierno. Se sale poco de casa... no hay
que hacer visitas...
- CüR. A Carraencita le agradará más el verano...
ToM. (Pero ¿para esto ha salido un hombre de la
fonda á todo sol y ha venido á despertar al
prójimo?)
- Cor. ¿Qué dice usted á ezo, Carmencita?
Car. Que el verane me parecería adorable 8i no
hubiese ntioscas...
- CuR. Pues yo á las moscas no les temo...
TüM. (como dándole mucha importancia al caso.) ¡Caram-
ba, hombre!
- Cok. a las pulgas zí...
ToM. (Si pudiera yo soltarte la que tengo abo-
nada...)
Rosa (a carmen.) (Que te duermes, niña: úntate
saliva en las orejas.)
Car. (obedecléndcla con disimnlo y oespatilándose.) ¿Y
qué tal le ha ido á usted por el pueblo, Ca-
rrito?
Rosa No le habrá ido muy bien cuando ha vuelto
tan pronto ..
•~ C'üR. Es que hay cozas aquí que tiran de uno.
ToM. ¡Hola, hola!
Car. ^.Esas tenemos?
- Cdr. (Zi no estuvieran delante los viejos, me
arraticaha.)
Rosa Pues á nosotros nos habían dicho que te
había enganchado una de allí.
- CüR. ¡En zeguida! No me enrucho yo tan fácil-
mente...
Car. ¿Que no se enrucha usted? ¿Y qué es eyiru-
charse, Currito?
- CüR. ¡Como que no lo zabe usted mejor que yo!
Car. jYo qué he de saber eso!
- CüR. ¡Guazona!
RiíSA (¡Se anima el hombre! (a Carmen.) Niña, no
le des cuerda.)
ToM. (Desperezándose un poco y como quien no pregunta
neda.) ¿Qué hora será ya?
Rosa Lo menos son las cinco.
- CüR. ¡Cal A las cinco tengo yo que irme. (Mirando
su reloj.) No zon más que las cuatro y cuarto.
Rosa ¡Jesús!
ToM. (¡Ea! ¡pues ya sabemos del mal que hemos
de morir!)
Car. (Yo voy á poner una escoba detrás de la
puerta.) (Pauaa. Don Ttmás, Carmen y doña Rosa,
hacen esfuerzos para no dormirse.)
~_ CuR. (Queriendo leanimar la coiiversación.) BUCDO, buC-
no, bueno...
— 28
TOM.
iJe!
CUR.
Anoche estuve en el teatro...
TOM.
iJel
Rosa
(a Carmen.) (Ya no sale tu padre del ijel hasta
que se vaya.)
Car.
(a doña Rosa.) (Y hace bien: hay que apelar á
los monosílabos.)
CuR.
Pues zí; es buena compañía...
ToM.
|Je!
Cuu.
Y me gustó mucho la obra...
Rosa
¿Sí?
CuR.
Zí. Y ezo que tuve que pagar revendedores...
¡Je, jel... Tiene, tiene gracia .. Verán uste-
des... Primero zale uno... y luego zale otro...
y cree que el otro es otro... ¡.Je, jel Ze arrua
un lío muy graziozo, y al final ze cazan y ze
descubre to .. ¿Ustedes no han ido?
ToM.
No.
CUR.
¿Todavía no?
ToM.
No.
CüR.
Pero ¿irán ustedes?
ToM.
|Jel (Pausa.)
CuR.
Carmencita ze ha quedado dormida ..
Rosa
Sí...
CUR.
No ez extraño...
ToM.
jQué ha de ser extraño!
CtlR.
Con el calor que hace v la...
ToM.
Si...
CuR.
Porque está pezadillo el día...
TüM.
Si... (Doña Rosa hinca el pico. Don Tomás lucha en
varo contra el sueño, y Currito, contagiado también.
arrastra lánguidamente la conversación, hasta qoe sa
queda cuajado.)
CüR.
Doña Roza zigue el ejemplo de Carmen...
ToM.
¡Jel
CCR.
Y usted también tiene ojillos de zueño...
ToM.
¡Nol
CuR.
Como es la hora de la ziesta...
ToM.
¡Je!
CuR.
¿Ustedes duermen ziesta?
TOM.
Si nos dejan, sí...
CuR.
¡Je!
ToM.
Lo que tiene que no nos dejan...
CUR,
¡Je!
— 2» —
ToM. ¡Je! (Pausa. Los cuatro duermen . De pronto don
Tomás abre ua ojo, ve á Carrito dormido, se ladigna
y se leYa::ia y llama á doña Rosa en voz baja.) RoSÜ...
Rosa...
Rosa (Despertando.) ¿Qué quieres?
ToM. (señalándole á dirrito.) Mujer, ¿tÚ DO VeS estO?
RüSA ¡Se ha dormido! ¡Qué poca vergüenza, se-
ñor!
TOM. (Llaaiando á Carmen lo mismo.) Carmen... Car-
men...
Car. (Despertando.) ¿Qué ocurre?
ToxM. ¡Mira!
Car. ¡Digo! ¿Le parece á usted?
ToM. (.amenazándolo con los puños cerrados.) ¡Maldito
sea!...
Car. Ahora verás tú. A dormir que se vaya á su
casa. (Se levanta, se sienta al piano y toca fuerte unas
escalas.)
- CUR. (Despenándose sobresaltado.) ¡Eh! ¿Quién tOCa?
Rosa Esta. Pero no te preocupes.
ToM. Siga, siga usted.
- CuR. (Levantándose corrido.) No... nO... me VOy ya...
porque... porque ze están ustedes durmien-
do... y yo también.
ToM. (¡Gracias á Dios!)
Car. Hay aquí tan pocas distracciones...
- CuR. (¡Me la zortó!) (Despidiéndose.) Pues... doña
Roza...
Rosa Adiós, hijo mío, que descanses.
-, Cor. Don Tomás...
ToM. Adiós, pimpollo. (¡Me parece mentira que
te largas!)
- Cür. Carmencita.. Hasta luego: vendré á la no-
che...
Car. Ya más despabilado, ¿no?
- Cür. ¡Je, je! (Tengo que hablar con usted á
zolas.)
61A. . (¡Pues era lo único que me faltaba!)
Rosa Acompáñalo á la cancela, Tomás.
ToM. (obedeciendo.) Dcscuida, mujer. Eso es cuenta
mía.
- CuR. No ze moleste, no... (coge su bastón y un sombre-
ro que no es el suyo.)
ToM. Me parece que se lleva usted mi sombrero...
— 30 —
- CuK. Hombre, es verdad, (cambiándolo.) El mío ez
este. Usted perdone el calambur.
To.M. Adiós, buen mozo.
— CuK. Con Dios, (se va por la cancela.)
ESCENA XIII
DOÑA EOSA, OAEMEN, DON TOMÁS y DOLOEES.
Doi.. (Desde dentro.) No sierre usté, señorito don
Tomás. (Sale por la cancela, y la deja entornada.)
ToM. ¿Qué hacías tú en la calle? (volviendo ai lado
de Carmen y doña Rosa, seguido da Dolores.) ¿Han
visto ustedes en su vida un paso por el es-
tilo?
DoL. (Muy afligida.) Er s'eñoríto Pepe Romero viene
ahí.
Car. ¿Qué?
ToM. ¿Otro? Pero, hombre, ¿es que la humanidad
tiene empeño en que yo no merma?
DoL. Viene á despedirse: creo que se va mañana.
Rosa (Levantándose.) ¿Que Se va?
DoL. (¡Me deja sin no^io!)
ToM. |Pues que se despida de su abuela! jSe aca-
bó! ¡Yo no quiero verlo! (Vase refuníuñando per
la escalera.)
Car. ¡Ni yo tampoco!
Rosa ¡Muchacha!
Car. Déjeme usted, tía. (Vase por la puerta del foro.)
Rosa Se van los dos... ¿Qué dirá el otro al verme
sola?... Después de- todo, puede que no lo
sienta. (Pepe Roa ero llega á la cancela y llama.)
DOL. (En voz baja.) Er SCñorítO CS.
Rosa Abre y vete, Dolores.
DOL. (Acercándose á la cancela primero y yéndose después
por la puerta de la derecha.) Empuje USté, Seño-
rito; no está serrao. (Escuchando me queo
detrás e la puerta.)
KOSA (impulsando violentamente una de las mecedoras y
sentándose al lado en una silla.) Que COnOZCa que
se acaba de ir.
- 31 —
ESCENA XIV
DOÑA EOSA y PEPE EOMEKO.
Pepe ¡Mi amiga doña Rosa!
RcsA ¡Pepe! ¿Cómo tú por aquí, perdido?
Pepe ¿Y Carmen? (Reparando en el movimiento de la me-
cedora.) ¿Estaba en esta mecedora?
Rosa ¿Te importa á ti aigo Carmen?
Pepe Cuando le pregunto á usted por ella... cuan-
do vengo...
Rosa Sí, sí... Pero siéntate, hombre, (pepe se sienta
eu la mecedora ) Y dime, ¿á qué debemos el
honor...? Y'o estalm jwr mandar que repica-
ran gordo... Por lo menos que Petrilla arme
ruido con el almirez.
Pepe ¡Ja, ja! Veo que gana usted en buen humor
con los años.
Ros.fi. Vaya, hombre, te ha faltado tiempo para
llamarme vieja. Bueno, bueno, 3'0 me ven-
garé.
Pepe Tiene que ser muy pronto.
Rosa ¿Pronto?
Pepe Sí, señora; porque vengo de despedida.
Rosa ¿Adonde te vas?
Pepe A Valencia.
Rosa ¿Cuándo?
Pepe Mañana.
Rosa Pues si te vas mañana á Valencia, ¿á qué
vienes aquí? ¿No has podido despedirte de
otra manera?
Pepe Despedirme, sí; pero como yo vengo á algo
más...
Rosa ¿Tú?
Pepe Sí, señora; vengo á saber si vuelvo muy
lu'onto ó si me marcho para siempre.
Rosa Y qué serio lo dices, hombre. Cualquiera
que no te conociese... te creería.
Fefe ¿Usted no?
Rosa Yo no. Pero explícate: ¿cuál es tu plan? ¿de
quién depende en esta casa...?
Pepe ¿Quiere usted que le regale el oído?
— ái —
Rosa ^.De mí, quizás?
Pepe De usted... y de Carmen.
Rosa ¿Ahora estamos en eso?
Pepe Por Dios, doña Rosa, sáqueme usted de du-
daa... ¿Se acuerda alguna vez de mí?
Rosa Muchas. Pero es para ponerte como un tra-
po Por supuesto, que yo creo que está be-
névola.
Pepe Cierto; mi conducta.. Pero, en fin, con tal
que se acuerde...
Rosa Sí, aunque te llame perro judío... Lo que
dice Verjeles:
Ya que así me miráis, miradme al menos...
La verdad es que te has portado como UEk
gitano... Y ahora lo menos pretenderás...
Pepe Hablar con ella... que me escuche...
Rosa ¡Hipocritón!
Pepe No, doña Rosa: crea usted que soy sincero.
Es que no puedo más; es que me abruma
esta carga de remordimientos, de alfilera-
zos... ¡Cuidado que hace falta ser bruto para
reñir con Carmen!
Rosa Muy bruto: en eso estaba yo.
Pepe ¡Mucho más de lo que usted se figura!
Rosa Es que yo me figuro mucho.
Pepe Mire usted, señora: yo he sido toda mi vida
un botarate: palabra de honor,
Rosa Veo que hoy te has levantado conociéndote.
Pepe He tenido novias por capricho, por pasar las
horas... á veces por fastidiar á un preten-
diente que me era antipático... por molestar
á una mamá que no podía tragarme, y las
he dejado como la cosa más natural del
mundo... como se deja el paraguas para
coger el bastón cuando ya no llueve. Esa
hice con Carmen... ¿Quiere usted más leal-
tad en mí? Pero ahora me encuentro con
que ella es otra cosa...
Rosa Sí, lo que es un paraguas no ha sido nunca.
Pepe Con que la dejé sin deber dejarla; con que
la quiero olvidar y me acuerdo de ella á to-
das horas; con que estoy loco; con que no
duermo; con que no vivo... Y á todo esto mi
padre me manda llamar desde Valencia
— ó'¿ —
por un telegrama que arde en uq candil...
Y yo no me voy sin pedirle á Carmen que
me perdone. (Exaiiándose.) ¡Y si no me perdo-
na me doy un tiro, y á ella dos, y tres ai
papá, y á usted seis!
Rosa ¡Jesús, hijo! Como vienes de despedida, vie-
nes de tiros... largos.
Pepe Bueno: déjese usted de bromas.
Rosa Ah, pero ¿eso da los tiros va en serio?
Pepe Casi, casi. Yo necesito hablar con Carmen
esta noche.
Rosa Pues ven y habla.
Í^EPE No se haga usted la sorda... Ayúdeme us-
ted...
Rosa Ko debía, porque no me gusta meterme en
ciertos asuntos... Sin embargo, basta que se
trate de mi sobrina para que yo...
Pepe Dios se lo pague á usted.
Rosa Acude esta noche á la reja á eso de la una...
Pepe ¿Saldrá Carmen?
Rosa Si no sale ella, saldré 3'0.
Pepe Ya comprenderá usted que no me da lo
mismo.
Ros\ ¿Y qué vamos á hacerle? Suponte que no
la convenzo..
Pep^: ¡Por Dios, doña Rosa!...
Rosa No; y si no habéis de hacer las paces, más
vale que no salga á la reja.
Pepe Lo que es como salga, las hacemos. Me verá
humilde, noble, frauco, serio, leal, decidido
á todo... ¡Yo soy hombre que se lleva un
cura debajo del brazo... y nos casa allí!
Rosa ¡Qué loco!
Pepe (LevamándoBe y abrazándola.) ¡Av, tía! — porque
u*ted ya es mi tía — ¡me devuelve usted la
tranquilidad! ¿A la una, eh? ¡Esto ya es
vivir!...
Rosa (Levantáadose también ) Baja la VOZ; qus nO 86
entere nadie... No quiero que se entere
nadie.
Pepe Ni yo tampoco. Nadie.
— 34 -
ESCKNA XV
DICHOS y DOLOEES.
(Sale Dolores por la puerta de la derecha y se encamina á la escalera,
por donde luego se va, mirando de reoio á Pepe. Trae on la mano una
cepilla con alhucema, humeando.)
Rosa [Pero qué manía tienes tú de sahumerios á
todas horas! ¿A dónde vas con eso?
DoL. Arriba, señorita; que ha hecho Napoleón una
de las suyas..
Rosa Sí, para quien te crea... (Lo que tú quieres
es ver si pescas algo.) Aguarda un momen-
to, (a Pepe, en voz baja.) Oye.
Pepe Qué,
Rosa Tú, pase lo que pase, ¿te irás mañana?
Pepe Creo que sí.
Rosa ¿Quieres despedirte de mi hermano Tomás?
Pepe [Desde luego! Tg^lo lo que sea suavizar as-
perezas. . .
Rosa !VIe parece muy bien, (a Dolores.) Dile á rci
hermano que baje, que el señorito Pepe
quiere despedirse de él.
DoL. (¡Na, que se las guiya; que me deja er mu
perro sin mi Esteban!) (sube.)
Rosa Y tú espera un poco, que ahora salgo.
Pepe ¿A dónde va usted?
Ros- a También es mucha curiosidad...
Pepe Ucted perdone.
Rosa (A ver qué hace esa pobre muchacha...) (v,.se
por el foro.)
ESCENA XVI
PEPE.
(Sale Petrilla por la puerta de la derecha con una botella en la mano,
y ae va por la cancela, dejándola entornada. Hasta que se va
no le quita ojo á Pepe.)
Las cn'adas me miran como una cosa rara...
Se conoce que les sorprende mi presencia
~ 35 —
aquí... Y la verdad es que hubiera sido una
estupidez— ¡la mayor de todas! — marcharme
sin decir una palabra... sin intentar siquie-
ra... ¡Qué contento estoy!... En este patio...
que es el suyo .. donde he entrado tantas
veces como un animal... Sí, porque yo hasta
ahora no he visto bien lo bonito que es este
patio... ¡Cuidado que es bonito de verasl...
¡Y qué alegre!... ¡y qué limpio!... ¡y qué fres-
col... (suspirando.) ¡Ay!... Hombre, el piano
abierto... El mismo de la casilla de la fe-
ria... Si eete hablara... (Distraído pone ana mano
sobre las teclas y suenan.) ¡Cáscaras! ¡que me
pareció que iba á hablar! (Se acerca á ver ios pa-
peles qne hay tu el atril.) ¡Qué gracia tiene! El
vals que tocaba para darme á entender que
iba á las Delicias sin su padre... (coge un abani-
co que hay sobre el piano ) Este abanicO eS SUyO...
no hay más que verlo... (Se hace aire con él.)
¡Qué aire tan rico!... La verdad es que me
eetoy volviendo un paco poeta... (oe pronto
deja de hacerse aire y principia á pesar una por una
]ii8 varilles del abanico, basta que lo c'erra del todo.)
¡Bah! ¡qué tontería! ¿Pues no dice el abanico
que no me quiere? (lo deja sobre el piano.)
ESCENA XVII
PEPE y DOÑA BOSA.
Ros.A (por la puerta del foro.) Mira, Pepe, ahora mÍ8-
^» mo tomas el tren y te vas á Valencia.
PfPE (Alarmado.) ¡ScflOral
fíosA Es inútil cuanto se haga. He visto á Car-
men .. No quiere oirte, ni verte, ni enten-
derte...
Pepe Pero ¿usted le ha dicho que yo...?
Rosa Inútil, inútil todo. Ah, y lo que es con la
salidita á la reja no sueñes.
Pepe Entonces, ¿qué vamos á hacer?'
Rosa V^en luego á la tertulia... y ya veremos.
Pepe ¿Cómo he de venir, doña Rosa, con la gente
— :^6 —
que aquí se reúne? El moscón de Verjeles^
el animal de Currito...
Rosa l'ues hijo, no vengas... Yo no puedo hacer
más.
Pepe Dice usted bien; vendré... ¿qué remedio? Y
si no consigo hablar con ella esta noche, le
escribiré á mi padre que me he rolo el bau-
tismo y que me es imposible ponerme en
marcha... Se acabó. Conque, hasta la noche.
Rosa ¿Te vas sin ver á mi hermano? Ahí baja
ya...
Pepe ¿Y para qué, si he de volver luego? Lo salu-
daré, sin embargo.
ESCENA XVÍII
riCHOS y DON TOMÁS.
TÓM. {Por la escalera, despeinado y con un lado de la car»
muy lojo. Se conoce que dormí i como un bendito y
que lo acaban de despertar.) (¡La despedidita
de Dios!... Me ha cogido en lo mejor del
sueño...)
Pepe ¡Mi señor don Tomás!... ¿cómo vamos?
ToM. Así... medianamente... ¿y usted? (va á darle la
mano y se la lleva á una pierna antes de que Pepe la
\estreche.) ¡Ay! Usted perdone: se me ha dor-
mido esta picara pierna...
Pepe (¡Como que vienes tú dormido de arriba
abajo!)
Ros\ Hazte una cruz con saliva en la babucha...
ToM. ¡Qué cruz ni qué ..1 (a Pepe.) ¿Con que á Ma-
nila?
Rosa ¡A Valencia, hombre! •
ToM, Digo, á Valencia... (Estornudando.) ¡ Ah... chísl...
Ya lo he pillado... ¡ah .. chis!
Pepe ¡.Jesús!
ToM. Otra hermosura de esta época... ¡ah... chis!
Cojo los catarros al vuelo... ¡ah... chísl...
Rosa ¡Vaya por Dios!
ToM. ¡Ah... chis!... Así hasta nueve... Es una fata-
lidad... ¡ah... chis!... Seis.
Pfpe jPero, hombre!...
— 37 —
ToM. [Ah... chis!... Siete. Hasta nueve, ya digo...
ph... chis!...
Rosa Ocho.
Pepe (¡Me está pociendo más nervioso que es-
taba!)
ToM. ¡Ah... chis! ¡Y nueve! ¡El último es atroz!
Rosa ¡Qué fastidio!
ToM. (Dándole la mano á Pepe.) BuenO, pueS... ya Sabs
ufcted donde nos deja.
Pepe No, ú á despedirme volveré luego.
ToM (Estupefacto.) ¿Cómo luego?
Pepe A la noche... á la tertulia...
ToM (Farioso.) (Entonces ¿á qué porra me han des-
pertado á mi?)
Pepe (Despidiéndose.) AdiÓS, doña Rosa... (Con sonri-
sa muy ace- tua¿a.) Don TomáS...
"ToM. (Fingiendo una sonrisa semejante.) AdíÓS... (¿Qué
hago, lo ahogo?)
Pepe Hasta la vista, (vase.)
ESCENA XIX
DOÑA EOSA , DON TOMÁS, PETBILLA y DOLOBES.
PeT. (Qne ha salláo por la cancela momentos antes de Irse
Pepe.) (¡Ze va er mu mala zangrel)
DoL. (Bajando.) (jSe fué er marditül)
ToM. (a Dolores, hecho m energúmeno.) ¡Tú! ¿por qué
me has llamado?
DoL. La señorita Rcsa me lo mandó.
ToM. (Dando una vuelta y encarándose con su hermana.)
¿Tú?
Rosa Déjame ahora... Está, tu hija llorando á lá-
grima viva... (Vase muy aprisa por la puerto del
foro )
ToM. ¿Mi hija?
DoL, ¿La señorita Carmen?
Pet. ¡Probé zeñita Carmen!
ToM. ¿Y por ese pirata? ¡Bribón! ¡mala persona!
DoL. ¡Ande Uoté y que se vaya con viento fresco!
ToM. ¿Qué viento fresco? ¡Con más calor que
nunca!
— 38 ~
Pet. 1 a jola ze le pierda er baúl
DoL. ¡A jola escarrile!
Tdm. ¡Yo no le deseo más sino que se case coi*
una gordal (corriendo hacia la puerta del foro.)
¡Pobrecita mía! (Pelrllla y Dolores se miran^ccns-
ternadas.)
FIN DEL ACTO PRIMERO
ACTO SEGUNDO
La misma decoración del acto primero. Es de noche. Las laces del
patio encendidas. Luz también en el zaguán y en la escalera. La
cuncela está abierta durante todo el acto.
ESCENA PRIMERA >^
CARMEN. DOÑA ROSA, DON TOMÁS, VERJELES, CURRITO,
DON CRISTINO, PLÁCIDO y REPOSO, ANTONIO y LOLA, PEPI-
TA y JUANITO, ROBERTO, DOÑA VICENTA, MATILDITA, NIK-
VBCITAS, CONCHITA, DON APOLINAR y DOLORES que pasa.
(Don Tomás y Verjeles juegan al ajedrez en primer término déla
derecha del actor. Junto á ellos, en segundo término, cuchichean
doña Vicenta y Conchita. Más aUá Plácido y Reposo bostezan y se
aburren, el uno viendo un periódico ilustrado y la otra haciendo
una labor de aguja. A derecha é izi|uierda del piano dos parejas
formadas por Antonio j' Lola y Pepita y Juanito, charlan por los
codos. En particular Antonio y Lola están como hipnotizados mu-
tuamente. Don Apolinar lee un periódico taurino de pie junto á la
cancela. Don Cristino, Currito y Roberto van de aqtii para allá. Doña
Rosa no aparece en escena. Hombres y mujeres visten bien. Ningiin
detalle cursi. A telón corrido se canta y se baila, con acompañamien-
to de piano y castañuelas, la siguiente seguidilla:
Me dijiste veleta
por lo mudable:
si yo soy la veleta
tú eres el aire.
Que la veleta,
si el aire no la mueve
siempre está quieta.
Se oyen algunos <¡oles!> y muchas pa'.mas á la termiiiación de la co-
I)la, y entonces so levanta el telón. Carmen y Nievecitas aparecen en
medio del patio, como si acabasen de bailar. Matildita sentada al
piano.)
- 40 -
Car. (Quitándoso las castañuelas <le los dedos.) Se acabó:
ya no bailo más.
NiEV. (r.o mismo.) Ni JO tampoco.
Cri?. ¿Digo, ehy Ahora que se iba animando esto...
Car. ¿Quién es el ama de estos palillos?
Mat. Yo. Déjalos aquí fobre el piano, (carmen lo
NiEv Toma tú les tuyos, Conchita, (he ios da, y se
siente á su lado.)
Con. (a doña Vicenta.) Guárdatelos, mamá.
Cris. Pues nos dejan ustedes con la miel en los
labios.
RoB. (a Carmen.) ¿Ouiere ustcd que bailemos los
dos?
Car. (sentándose á la izquierda, en primer término.) Ay,
no, Roberto; si eetoy cansadísima... Baile
usted con Matilde.
Mat. Entonces ¿quién va á tocar el piano?
RoB, Dice usted muy bien... Bailaré con Concha...
Con. (En tono de btria.) Tendrás que quitarte el
chaqué...
RoB. Espantárame á mi que no ee hablara del
chaqué...
NiEV. Ija verdad que es un poqnillo largo...
Car. ¡Parece una casulla! (rodos se ríen.)
Max. (Pasani.1o al lado de Conrhita y ye ntándos^ .) ¿Le ha
costado á usted mucho, Roberto?
RoB. Ya, ya está armada...
Cris. ¡Lo trae como ventiladürl... (Nuevas risas.)
Cor. \W aliente pitorreo/
Car. y hay que agradecérselo. Yo cuando pasa
por mi lado siento un fresquito...
ToM. Sí, sí; fresco esta noche... No se mueve una
paja... ¡Maldito sea el calor! (currito se dedica á
rondar á Carmen, sin atreverse á sentarse junto á elle,
y como pensando el modo de entrar en conversación.
Verjeles lo mira con recelo de cuando en cuando.)
Ver. (a don Tomás.) Ustcd juega.
ToM. (a Verjeles.) Jaque al rey. Rey y reina, amigo
mío. Lo he reventado á usted.
Ver. ¡Diablo! es verdad... ¿Y qué hago yo ahora?
RoB. (por meterse en todo.) Llevar el rey á la negra,
no hay otra salida. A esta blanca no puede
^'r; y jugando lo que yo le digo á usted p'er-
de don Tomás un caballo, porque...
— 41 —
ToM. ¿Quiere usted callar? Si voy á jugar contra
toda la tertulia...
ApOL. (con voz carrpanu'la y tono solemne.) [Caraoiba,
caramba! (Leyendo.) «El cuarto saltó la barre-
ra frente al uno...» |DeraoDÍo, demoniol (con-
tinúa le\enc1o entre dienleB.)
- CuR. (Pues, zeñor, eze Verjeles no me quita ojo...)
NiEv. Oiga ueted, don Cristino.
Mat. ¡Don Cristino!
Con. ]Don Cristioo!
Cris. (Acertándose á eiias.) Manden al viejo las fosl-
tasde Jericó. ¡Ay, qué veinte añitos me es-
tán haciendo falta!
NiEv. ^.Veinte más, don Cristino?
Cris. No, hija de mi alma; cuarenta menos. (¡V^aya
un saracatepeque el de esta chispa! (Por ei
pecho.)
NíEv. ¿Cómo ha dicho usted que es el tango de
moda?
Cris ¿Cuál? ¿el de la «capucha y vente»?
Con. Sí.
Cris. Macedme un huequecito. (se coloca entre ellas.)
Mat. Vamos á ver, vamos á ver.
Con. Mamá, no te duermas; ya verás qué bonito
es ese tango.
Cris. Y que lo canto yo como los ángeles,
KlEV. Vamos allá. (Sale doña Rosa por la puerta del foro
j- se detiene a oír á Don Cristiro.)
Cris. ^cantando a media vez )
Si alguna vez tú riñeras
por causa mía
con toa tu gente...
¡Gracioso!
Poi' los ojos di tu cara
coge la capucha y vente...
¡Graciosol
Tú eres la tonta inocente,
tú eres la tonta perdía,
que por estar con tu gente
no estás á la vera mía...
I Los hombres!
Rosa ¡Qué mal lo hace usted, don Cristino
Cris. ¡Señora!
NiEv. Lo que lo canta es al pelo.
— 42 —
Max. Muy requetebién; diga usted que sí.
Cris. (Tomándole la cara.) ¡Gr¿CÍaS, pimpollo!
Vic. Pues yo le encuentro mucha guasa al tango
ese. Tangos, los de Cádiz.
KoB Para tango bonito, aquel que dice: (camando.)
Jerez de la Frontera,
tuya es la fama....
Cris (Huyendo.) ¡Hombre, por Dios, si eso es más-
viejo que el cocido de papas y garbanzo.-l
RoB. Bueno, pero...
Cfis Nada, no le dé usted vueltas. (Habla eou doña
Rosa, rpflriéndcse á Carmen.)
RoB. ¡Qué famoso es este don Cristino! (Quédase en
el grupo formado por las muchaebas y doña Vicenta,
donde se habla per los codos y se jíe sin cesar.)
Apül ¡Caramba, caramba! (Leyendo.) « Lo alcanzó al
rematar un quite...» ¡Demonio, demonio!
«La herida es de pronóstico reservado...»
¡Mala cosa, Lechuguita, mala cosa!... (sigue le-
yendo.)
Vic. (En voz baja.) ¿Se han fijado ustedes en Car-
men?
NiEV, Algo le ocurre.
Mat. Está muy triste y mry parada.
Con. Parece otra.
KoB Yo les contaré á ustedes...
Ver. (Que no cesa de volver la cabeza para mirar áCarmen ),
((iHabla con ella ese animal de Curro?)
ToM. Conste que me he comido este alñl con mi
caballo, ¿oh? (¡Un salto de medio tablero!
Para que te t^mbobes.)
— Cu:^. (Yo me arranco ahora mismo.) (a carmen.) La
encuentro á usted ojeroza...
Car. ¿Si? ¿y qué?
■^ CuR Nada; que la encuentro á usted ojeroza...
C VR. Bueno.
- CuR. O... ojeroza... (sin saber qué decir.) Y... y... la...
(Pues zeñor, que me atarugo en habiendo
gente... Me arrancara cuando esté zola.)
Ckis. (a doña Rosa.) Dcscuidc ustcd .y déjelo á mi
cargo.
Rosa En usted confio. Yo lo que quiero es que se-
arreglen...
Cri=;. liso queremos todos.
— 4{ —
Í'ep. (Riñendo con Juanito.) ¡No, DO y no!
JuA. ¿Vuelta á lo mismo?
Pep. y me echaron á mí la culpa en tu casa de
que te dieran calabazas en Francés.
JuA . ¿Quién te ha dicho eso?
Pep. Un pajarito que me lo cuenta todo. Y tu pa-
dre se ponía: «Tiene la culpa aquella muñe-
ca.. »¡Yá mí lio me llama tu padre muñeca!. .►
JüA. Con mi padre no te tienes tú que meter.
Pep. Que no se meta tu padre conmigo.
JuA. Te estás volviendo muy tonta.
Pep. Más tonto fres tú.
JuA. Por eso me quieres.
Pep. ¿Yo á ti? Quítate de mi vista.
'JuA. ¡Pues hemos concluido!
Pep. ¡Pero para siempre!
.lüA . ¡Para siempre! (Se vuelven bruscam.'nt3 la espalda.)
Rosa ¿Qué es eso? ¿empezamos ya? (Acercándose á
Juanito y á Pepita.)
JuA. Déjenos usted, doña Rosa.
Rosa (Agarrando por una oreja á Jumiiio.) Ven acá tÚ....
A hacer las paces ahora mismo, pipiólos.
JuA. Es que esta...
Pep, Es que este...
KüSA ¡Chist! ¡á callar! ¡Vaya con los niños!... (jua-
nito y Pepita al piincipio no ee mirpn siquiera: luega
comienzan á mirarse de reojo y acaban por bdblarsd
y por entenderse. Currlio y don Crislino se reúnen y
bacen comentarios. Doña Rosi se va al lado de Car-
men.) ¿Qué te pasa, mujer?
Car. Nada, tía; que no tengo ganas de hablar.
Rosa Pues á ver si pones otra cara, que parece
que te has tragado el molinillo. Vete alli
con las niñas., (carmen se levanta.) Y sicntO-
que no tengas ganas de hablar...
Car. ¿Por qué?
Rosa Porque á nadie le gusta hablar sin ganas...
Y como luego tienes que hablar conmigo. .
Cak. ¿Otra vez?
Rosa Otra vez. No te muevas de aquí aunque se
vayan todos.
Cak. ¡Qué tontería!
Rosa Bueno; jjero tú no te muevas, (va de un grupa
á otro, y en todcs se detiene y c^arla un momento.^
_ 44 —
Car. (Dirigiéndose al grupo de muchachas.) ¿De qué Se
ríen ustedes tanto?
NiEV. De tonterías... Oye... (siguen cuchicheacdo y
riéndose.)
Apol. ¡Caramba, carambal (i.eyendo.) «Tres esto-
cadas, tres orejas...» Ese es el camino.
¡Bien, muy bien, me parece muy bien! (con-
linúa leyendo.)
ToM. (a grandes gritos.) ¡Mate! ¡mate!
Rosa ¡Ay, Tomás, que me has asustado!
Ver. ¿En dónde está el mate, señor?... Con poner
aquí el rey...
ToM. Es verdad; no había yo viito esta casilla...
¡Demonio, qué mal me ha sentado el gazpa-
cho! No, y es que cargué la mano en el pe-
pino...
Ver. (^Mirando á Carmen.) (jAy! ¡Gracias á Dios que
no estoy de espaldas al bien que adoro!...)
Crís. (a currito.) Fíjese usted, fíjese usted en aque-
llos dos .. (por Antonio y Lola.) No tienen nada
que ver con nadie... Hace seis días que es-
tán en relaciones .. Ya pueden tocar á su
lado un organillo, que no lo notan.
CuR. ¡Je, je! ¡Qué don Cristino!
Cris. (señalando á Plácido y Repeso.) Mire USted, en
cambio, aquellos otros... Diez y seis años de
novios llevan...
CuR. Ya, ya lo zé.
Cris. Vamos á acercarnos, verá usted qué conver-
Fación más animada... (lo hacen.)
JrLAC. (conteniendo un bostezo mientras habla y bostezando
al fin.) Ayer compré un collar para el perro...
ReP. (lo mismo.) ¿Sí?
Plác. Sí.
Rep. ¿Te ha costado mucho?
Plác. Siete reales.
Rep. Es barato.
Plác. Sí.
Rep. ¿Tiene cascabel?
Plác. Sí. '
Rep. Me alegro.
Plác. ¿Porqué?
Rep. Porque sí.
Plác. Ya, vamos.
- 45 -
p ^' I ¡Aaaaaaaah!
"' CüR. (B-ij^ á cristino.) ¡Av, qué coUera!
Cris Bueno; pues así toda la noche. Espérese us-
ted un momento; verá usted...
Rep. (Como ames.) ¿Te he dicho que están adoqui-
nando mi calle?
Plác. Ko.
Rep, Pues sí El trozo de casa...
P:Ác. Falta le hacía...
Rep Ya lo creo ..
Plác. Como ahora vive allí un concejal...
Rep Me alegro.
Plác. y yo.
Rep. i ¡Aaaaaaaah! (Cnrrito y don Crlstiuo se apErlau-
Plác. i riéndose )
Cris (estezando también como si se hubiese contagiado.)
I^arece que se van á comer, ¿verdad?
*» Clr. Y' ruede que ze coman.
Cris. ¡Calcule usted! ¡Diez y seis años abriendo el
apetito'...
-« CuR. iJe! (sale Doiores por la cancela y se va por la puer-
la de 1« derecha, después de hablar un Instante con
don Crisiino.)
Cris. Oye, Dolores.
DoL. ¿Qué quiere usté?
Cris. iMe han dicho que se te va tu novio.
DoL. Vaya con Dios.
Cris. Bueno; ya sabes que yo soy siempie el
mismo.
DoL. Pues peo pa usté: debía usté varia y sardría
ganando.
Cris. Con tal que tú me quieras. .
DoL. ¡Ay, quégrasioso!
Cri^. Graciosa tú, terrón de sal...
DoL. (Yéndoso.) (¡Er pendón der viejo, y es más
feo que un sombrero de jipijapa!)
- CuR. Ziempre está usted ocurrente, don Cristino.
Yo me atarugo á escape.
Cris. Es de nacimiento. Mi madre me contaba
que yo le decía flores al ama de cría... (Bajando
la Toz.) Esta noche la que me trae vuelto loco-
es Nieves...
^ Cur. Como que hay que mirarla despacio.
~ 46 ~
Cris. ¡Cuidado que anda bien de bulle bulle!
CuR. [Je, je! Pues para mí que las caderas zon
postizas ..
Cris. ¡Vamos, hombre, quite usted de ahí!
CüR. Que zí, don Cristino; fíjeze usted bien.
•Cris. ¡Quiál Yo se lo diré á usted luego... (carmen,
después de detenerse unos momentos con Plácido y Re-
poso y con Juanito y Pepita, vuelve á sentarse donde
estaba )
ToM. ¡Canario, me vuelve usted tarumba con tan-
to mirar á todas partes!
Vek. (¡Qué suplicio el de adorar al santo por la
peana!)
ToM. Y á propóeito, hombre. Estoy tocando el
violón.
Vep. ¿Ha}' novedad alguna?
ToM. (con cierto misterio.) ¡Gran noticia! Pepe Rome-
ro se va mañana á su tierra.
Ver. (Poisiendo lae manos, loco de alegría, sobre el tablero
y deshaciendo el juego.) ¿Qué me dice USted, doil
Tomás?
ToM. ¡Hombre, hombre! ¡No sea usted fullero! ¡El
juego era mío!
Ver. Como á usted se le antoje... Después de nue-
va tan agradable... (suspirando con intimo gozo.)
¡Ayl ¡En el tranvía de mi felicidad, acaba de
entrar un viajero!
ToM. (¡Qué cursi es este hombre!) (Levantándose.)
Vaya, te acabó; no puedo estar más tiempo
sentado.
PoB. ¿Ganó usted?
ToM. ¡Como siempre! ¿Quién se viene conmigo
al jardinillo?
Apoi. Este cura, mi señor don Tomás. Vamonos.
Cris. (a doña Rosa ) (Creo que ha llegado el mo-
mento )
Rosa (a don Cristino ) (Sí.)
<Dris. Señoras, señoritas y señoritos: yo propongo
que demos uoa vuelta por la plaza, como
anteanoche.
NiEV. ¡Aprobado!
EoB. ¡Magnífico!
Mat. ¡Admirable!
<>üR. Me parece muy bien.
— 47 —
Ver. y á mí de perlas
ROB. (Kchando 8U8 cuentas consternado.) (Se nie van laS
cuatro pesetas en higos chumbos.)
Cpis. I'ues no hay que perder tiempo, (se levantan
teles, menos Carmen, Antonio y Lol-i.)
C!oN. Vamos, mamá.
C!ris (a Carmen.) ¿Vienes tú también, pimentilla?
Car. No; yo me cjuedo.
CuR. (¡Mejor para mi!)
Ver. (Su tristeza mal disimulada me hace temer
que no le importo un rábano )
Cris. (Dándole un pellizco.) ¡Alegra esa cara, ton-
tuela!
Car. ¡Ay, don Cristino!...
ToM. Pero, hombre, que siempre has de andar
pellizcando...
Crif . Mira el otro por donde sale... ¡Si la he cono-
nocido así! (indicando media vsra de estatura.)
ToM. ¡Bueno, pero ahora está así! (indicando la esta-
uira de Carmen.) Vamos, doD Apolinar, vámo-
nos nosotros.
ApoL. V^amoS. (Se van por la pnerta de Ir derecha. Don
CrlKtino se entromete en el grupo de las muchachas,
las pellizca, bromeando y riéndose, y las empuja hacia
la cancela. Doña Rosa invita á irse á las parejas
enamorabas.)
Rosa Ustedes, tortolitos, á seguir arrullándose en
la calle.
PlÁC. (bln dejar los bostezos.) Anda ..
Rep. (lo mismo.) Anda...
Pep Mira que vamos á reñir otra vez.
Rosa Dejad eso ahora.
Cris. ¡A la calle, á la call«í!
Vek. (Yo voy á meditar á solas mi línea de con-
ducta.) (Vase disimuladamente por la puerta del foro.)
RoB. ¿Vamos, niñas?
NiEv . Carmen, ¿no vienes?
Car. No; no estoy buena...
Mat. Vaya por Dio?, mujer.
Car. Divertirse.
KiBV. (Aquí hay gato encerrado.) (se van todos por la
cancela, charlando animadamente.)
Cris. (señalando á Antonio y Lola, que continúan sentados
como ti nada fuera con ellos.) ¡Eh! ¿Y aquellos
— 48 —
dos? ¡Jóvenes', que nos vamos á dar una
vuelta!
Rosa Andar, andar... (Se levantan y se encaminan hacia
la escalera primero y después hacia la cancela, sin
quitarse ojo y sin dejar de hablarse.)
Cris. jEh! ¡Que no es por ahí! (a doña Rosa.) ¿Us-
ted no ve eso? Nada, y se va sin sombrero
el hombre...
CuR. (cogiendo del perchero un sombrero de paja.) Este
ez el zuyo. Yo ze lo daré.
Chis. Aguarde usted un n:omento, Carrito. (Ha-
blando bejo con doña Rosa, muy rápidamente.) ¿Dón-
de está Pepe?
Rosa En la callejuela, arrancándole los pelos del
bigote.
Cris Voy á buscarlo. Usted queda en avisarnos
por la ventana cuándo debe entrar.
Rosa Cabaüto.
Cris. Pues que sea pronto.
Rosa Lo más pronto posible.
Cris. (uniéndose á Currito en la cancela.) ¿VámonOS,
Curro?
' CuR. Vamonos.
Cris. ¿Que iba yo á decirle á usted?... (Deteniéndose
nn instante.) ¡Ah! ya caigo... Que tenía yo ra-
zón...
Cur. ¿Cómo?
Cris. (Bajando la voz.) ¡Que uo son postizasl
CüR. ¡Ja, ja, ja! (Se van riéndose.)
Rosa (a Cftrmen.) Espérame tú aquí. Voy á ver qué
hacen los del jardinillo... (Hay que atar bien
todos los cabos.) (Vasemuy aprisa por la puerta
de la derecha.)
ESCENA II
CAEMEN.
Pero qué conspiraciones y qué enredos tra-
ma mi tía, y qué empeño tiene en Jiablarme
de lo que yo no quiero hablar... Es capaz de
revolver Roma con Santiago, con tal que nos
veamos Pepe y yo.., Si ella supiese lo que
— 49 —
me atormenta, de seguro no lo intentaba...
Pero ni presume siquiera el sacrificio que
me costaría verlo y oirlo después de lo pasa-
do... Hablar con él... ¿Para qué, si no lo per-
dono? Me dolió tanto el primer desengaño,
que me da mucho miedo del segundo... La
misma resistencia que halló el primero en
mi cariño hallarían ahora sus palabras... Si
él cree otra cosa, ¡buen chasco va á llevarse!
No cedo, no: no cedo.
ESCENA III N/
CABMEN y CURRITO.
"^ CüR. (Por la cancela.) (Ni de encargo encuentro una
ocazión como esta.)
Car. (Estremeciéndose al sentir pasos.) (¿Quiéu eS?)
"~ CuR. (Acercándose á Carmen y poniéndosele inmediata-
mente detrás.) (Zeguramente no me aguarda.)
Car. (¿Pues no esto}' temblando?... Si parece
mentira. .)
— CüR. (¡Mira que zi me dijera que zí!...)
Car. (Pero ¿quién será?)
•- Cur. (Nada, que me arranco.) ¿Da usted zu per-
mizo?
Car. (Levantándose muy sorprendida.) ¡JeSÚS, hijO, qUC
me ha asustado usted!
— Cur. ¿Ks de veras?
Car. ¿Qué hacía usted ahí detrás?
— Cur. (Riéndose.) Verle á usted los pelitos del co-
gote... I
Car. (Soltando la risa ) ¡Ave María, qué entreteni-
miento!
~~ CüR. ¡Como que zon preciozos!
Car. Muchas gracia.o, en nombre de los pelitos...
Siéntese usted... (Así habrá quien estorbe.)
(Se sientan los dos á la derecha.)
-- Cur. (iQué final)
Car. fPrimera vez que es opoituno este animal.)
(Pausa. Carmen se sonríe. Currito no cabe coico to-
mar la embocadura.)
^ Cur. La encuentro á usted ojeroza...
4
— so —
CAt<. Sí; eso ya me lo dijo usted antes...
- Cuk. ¿Antes? No rae acuerdo...
Car. Yo, sí; me hizo mucha impresión la frane.
- CuR. ¡Guazona!
Car. (¡Vaya! ¡Este viene decidido á todo!) (pausa.)
¿Cuándo llegó usted de su pueblo, Carrito?
- CuR. Ayer.
Car, ¿Ayer?
- Cur. Ayer de mañana, zí zeñora.
Car. y qué, ¿se ha divertido usted mucho?
- Cur. Azi, azi...
Car. ¿Lo menos ha estado usted un mes?...
- Cur. Un mez y un día.
Car. Vamos, como las condenas de los presos...
- Cur. ¡Guazonal
Car. (¡y dalel) ¿Piensa usted volver este verano?
^ Cur. Es pozible que vaya a una boda.
Car. ¿Quién se casa allí?
~ CüR. Manolita Crespo.
Car. Ah, sí; la conozco. ¿Es muy amiga de us-
ted?
»- Cur. Psch... regular de amiga.
Car. Lo pregunto, porque iba á decir que me pa-
rece un poquito espesa.
- Cur. Algo, algo.
Car. ¿y quién es el novio?
- Cur. Zu primo Arturo.
Car. ¿Uno que es tuerto?
- Cur. Ya no: ze ha puesto un ojo de cristal.
Cak. Eso es otra cosa. Ella tuvo antes otro novio,
¿verdad?
- Cur. (Muy turbado.) Zí, zeñora... (¡Verá usted zi lo
zabe!) ¿Usted lo conoció?
Car. De oidas...
•^ Cur. (¡Respiro!)
Car. Ño sé de él más que lo que me escribió una
amiga.
'- CüR. (Alarmado.) ¿Y qué le escribió á usted^ puede
zaberse?
Car. fA ver qué cara pone.) Nada; que Manolita
había entrado en relaciones con el niño
más bruto de su pueblo.
^ Cur. (Muy enojado.) ¿Zí? ¡Pues quc me dispenze zu
amiga de usted, pero ezo es gana de hablar!
— 51 —
Car. ¿Por qué?
CuR. Porque... ¡porque cualquiera zabe cuál es el
más bruto de mi pueblol
ESCENA IV •>(
DICHOS y DOÑA ROSA.
Rosa (Por la puerta de la derecha.) (AquelloS doS eStán
muy apenados porque no pueden jugar al
tresillo... Avisaré al galán... (ai ir hacia la puer-
ta del foro ve á Currito.) ¿Eh? ¿Qué eS esto? (De-
teniéndose.) ¿Le parece á usted, el muy polli-
no?... Voy á plantarle la boleta inmediata-
mente.) (Acércase de pronto á Cuirito fingiendo al-
teración.) ¡Curro! (Cnrrito y Carmen se asustan y se
levantan.)
Car. [Ayl
"* CuR. iSeñora!...
Rosa ¿Has visto á Verjeles?
~ CüR. ¿Cuándo?
Rosa Después que se marcharon todos.
-* CuR. No.
Rosa ¿Ni has hablado con él?
— CuR. ¡Zi no lo he visto!
Rosa Pues te anda buscando... En el jardinillo
me parece que está... (A ver si me lo pes-
can.) Entró aquí lívido, descompuesto...
Algo le pasa indudablemente.
— CuR. jZí?
Rosa Sí; corre,* corre á buscarlo. Con nosotras no
guardes cumplidos... Ello ha de ser para
algo muy gordo.
— CuR. (¡Cuerno! ¿Zi andará la niña esta en el ajo?)
Voy, voy... Dice usted que cree que en el
jardinillo ¿eh?... Coa permizo de ustedes...
(A eze tío voy yo á tener que darle dos mas-
CnS...) (Vase á escape por la puerta de la derecha.)
Car. Pero tía...
KosA Déjame tú a mí, que yo me entiendo, (vase
tras Currito.)
— 52 —
ESCENA V
CARMEN, DOÑA EOSA y VERJELES.
Ver. (por la puerta del foro.) (Meditando mi línea de
conducta me ha parecido escuchar mi nom-
bre... (se fija en Carmen.). ¡Ah! ¡ella sola! ¿Ha-
brá salido de sus labios?... No es posible
encontrar ocasión más calva.) (Acercándosele.)
Carmencita...
Car. ¿Usted aquí, Verjeles?,..
Ver. ¿Dónde mejor?
Car. Siéntese usted, si gusta...
Ver. Ya lo creo... (se sientan los «los á la izquierda.)
¡Qué alegre sonrisa!. . Es un amanecer de
primavera...
Car. (Pues no sabes tú que va á anochecer muy
prontito.)
Rosa (Por donde se fué )(¡Ajajá! Me lo cogen para el
tresillo, como yo esperaba .. Ya no lo suel-
tan en dos horas... Le avisaremos al apuesto
doncel,..) (ai ir hacia el foro repara en Verjeles que
hfbla entusiasmado con Carmen y se queda clavada.
De pronto, como obedeciendo á una idea repentina, s&
pcerca á ellos dando muestias de agitación y grita:)
¡Verjelesl
Ver. (Levantándose alarmado.) ¡Señora míal
Oar. (Levantándose también.) (_¿Otra VCZ?)
Rosa ¿Ha visto usted á Currito?
Vkr. Antes lo ví.
liosA Digo ahora...
Ver. Ahora veía cosa bien distinta...
ICosA Déjese usted de flores.
Ver. ¿Pues qué ocurre?
Rosa Que lo anda buscando á usted.
Ver. ¿a mí? ¡Pues á mí el que me hueca, me en-
cuentra 1
Rosa No, pues él no lo ha encontrado á usted
todavía... Aquí estuvo hace poco. Venía lívi-
do, descompuesto... A la calle se fué echan-
do chispas. Algo le pasa, no le quepa á us-
ted duda.
— 33 —
Ver. ¿y dice usted que preguntaba por mí?
Rosa ¡Como que á eso vino!
Ver. Pues ustedes sabrán perdonarme... Porque
presumo que se trata de algo muy serio.
Rosa Muy serio .. Vaya ustad, vaya usted...
Ver. ¿Dice usted que se fué á la calle?
Rosa A la calle, justo.
Ver. Lo encontraré en segviida.
Rosa ¡En seguida!
Car. (¡Camino llevas')
Ver. Hasta luego, señoras mía?... (¿Si andaremos
á cintarazos por esos ojos?) (Vase por la cancel»
como alma que lleva el diablo.)
Car. Pero, por los clavos de Cristo, tía, ¿á qué
conduce todo esto?
Rosa Tú te callas. Oye, y si viene ahora otro pot
el estilo, le dices que lo esperan estos dos en
las Delicias Viejas... Y aguárdame aquí... (vw»
precipitadamenie por la puerta del toro.j
ESCENA VI
CAEMEX; luego PEPE KOMEEO.
Car. No me cabe duda: entre don Crietino y
mi tía tratan de favorecer la entrevista de
Pepe conmigo. Bien claro está el juego...
¡Qué obstinación... y qué tontería! (pausa.)
Pero ¿será capaz de venir á hablarme? Y yo,
¿debo oirlo?... No, no; de ningún modo... Y
por si acaso... (Va hacia la escalera, á tiempo que
llega Pepe per la cancela, la re y la llama.)
Pepe Carmen...
Car. (OeteniéndoMe.) (¡JeSÚs!)
Pepe Carmen... no se vaya usted. Y''o se lo su-
plico.
Car. ^Muy sorprendida.) (¡Se ha quitado la barba!)
Pepe ¿Quiere usted que hablemos un momento?
Car. ¿Que hablemos?... Yo no tengo nada que
hablar con usted.
Pbpe Yo, en cambio, tengo mucho. Hablaré yo
solo. ¿Me oirá usted?
Cah. No respondo de mi paciencia.
— 54 -
PtPE Procuraré molestar á usted muy poco tiempo.
Car. Entonces... ya que este parece inevitable...
(Se sienta.) Después de todo, ¿qué más da?
Me haré la ilusión de que llega hasta mí el
ruido de la fuente del jardinillo...
Pepe (sentándose también.) ¡Ojalá le parezcan á usted
tan gratas mis palabras!
Car. Si lo digo por el caso que voy á hacerles...
tonto...
Pepe (lEmpiezaporllamarme ton tol...) (Pausa larga.)
Carmen... Carmen...
Car. No me he dormido, no...
Pepe (¡Sigue tan burlona la fierecilla estal) ¿Sabes
á lo que vengo?
Car. Sí; lo he leído en los periódicos de hoy.
Pepe Los periódicos no han dicho nada, pero tú
lo sabes.
Car. Entonces, ¿á qué me lo preguntas?
Pepe Necesito expHcarte... Me llama mi familia á
Valencia, y no quiero ni puedo irme sin ex-
plicarte...
Car. ¿Explicarme qué?
Pepe .Mi conducta contigo.
Car. Puedes ahorrarte la explicación: la sé de
memoria.
Pepe ¿Ves tú? Me juzgas por hechos que... así á
primera vista... Pero no es eso, no; yo te
diré... yo te diré... Mira: desde la última no-
che que acudí á tu ventana...
Car. ¿Por qué no tomas la historia desde la pri-
mera?
Pepe ¿Quieres tú?
Car. Desde que celebraste con tus amigos tu
triunfo; desde que le dijiste á alguno de
ellos: «¡Buen hallazgo de ferial ¡Ya tengo
novia para toda la temporada!...»
Pepe ¿Yo? ¿Pero tú me supones capaz...?
Car. ¿De decir eso?
Pepe Sí.
Car. Te supongo capaz de pensarlo y de hacerlo...
Pepe Por Dios, no me ofendas, que no soy tan
malo como presumes ni tan necio como te
han dicho. Ese chisme ruin habrá salido del
caletre de algún envidioso de mi fortuna.*.
de alguno qne llamó á tu reja un día y otro
día... y se fué con dolor en los nudillos, sin
lograr que se asomara á los cristales tu cari-
ta salada. ¿No es esto verosinjil? ¿Quién te
asegura que he sido yo el autor de la frase?
Car. Tu proceder me lo asegura.
Pepe ¡Qué cruel eres conmigo!
Car. Para corresponderte en tojio hasta última
hora...
Pepe (Levantándose con vehemencia.) ¿Qué diceS?
Car. Nada.
Pepe Si, si; no lo niegues, ya que no has podido
refrenar esa acusación llera de amargura
que se te ha subido á los labios... Tienes ra-
zón, tienes razón: ¿á qué voy á disimularlo
más tiempo? Confieso que le he hecho obje-
to de la crueldad más grande... Y el que tú
me acuses afí, el que asi lo comprendas, me
causa un intimo consuelo, porque me prueba
que aún vive en tu corazón el recuerdo que-
rido de aquellas noches en que supimos en-
cerrar toda la dicha de la tierra en el marco
de flores de tu ventana.
Car, (En iodo de burla.) Suena bien, suena bien el
surtidor de la fuente del jardinillo...
Pepe Carmen, no te burles... Óyeme, que te estoy
abriendo mi alma... Yo no he venido aquí á
discutir contigo si soy ó no culpable, como
haría quien quisiese menos, ni si merezco ó
no merezco tu perdón. He venido á decirte
que, á pesar de lo pasado, te quiero más que
nnnca. Hecha esta declaración sincera y no-
ble, yo te suplico que me creas. No dejes que
me vaya de aquí sin una sombra de espe-
ranza... Piensa que acaso, y sin acaso, si me
voy así... me iré para siempre. ¿Y no es ver-
dad que es muy triste que tú y yo nos sepa-
remos para siempre?
Car, (Levantándose.) Basta ya. He sido muy débil al
concederte esta entrevista, No tengo yo la
culpa... Palabras ya sabia yo que no habían
de faltarte, porque tu cariño de siempre no
ha sido más que palabras y palabras, que
por fortuna se llevó el viento. Es todo inútil,
como ves. No te creo; no puedo creerte.
— 56 —
Pepe ¿Pero es posible que dudes de la sinceridad
conque te hablo?
Car. ¿Pero es posible que no dude?
Pepe No te ofrezco pruebas de mi cariño, porque
yo imagino que ninguna hay mejor que
esta confesión que te he hecho.
Car Pues ya ves que no basta.
Pepe ¿No será eso obstinación caprichosa?
Cak. Sea lo que sea: no basta.
Pepe ¿Es decir que el mal no tiene remedio?
Car. No lo tiene.
Pepe ¿Que dejas que me vaya?
Car. Sí.
Pepe ¿Que ya no me quieres? (carmen niega con la
cabeza.) Dilo con los labios.
Car. No.
Pepe Calla: no lo repitas. Tú crees que merezco
este castigo: yo te juro que no. En fin, sea...
Acabó el idilio de Sevilla... (pausa.) No olvi-
des que te he suplicado...
Car. Descuida; no lo olvidaré.
Pepe Que he hecho cuanto he podido porque se
realizaran nuestros sueños de un día...
Car. Ya, ya.
Pepe Que eres tú la (jue...
Car. Sí, hombre, sí... No me olvido de nada. ¡Si
vieras qué memoria tengo!
Pepe Pues adiós.
Car. Adiós.
Pepe (Resistiéndose á Irse.) Si alguna vez vas á Va-
lencia...
Car. Es difícil.
Pepe Bien está. Despídeme de tu padre...
Car. Bueno.
Pepb-, y de tu tía ..
Cak. Bueno.
Pepe Diles que no he podido detenerme...
Car. Bueno: se lo diré.
Pepe ¿No me das la mano?
Cak. (Tendiéndosela sin mirarlo.) Sí.
Pepe (Eetrechánilole la mano con emoción.) AI menOS
seguiremos siendo amigos...
Car. ¿Amigos?... Bien.
Pepe ¿Nada más?
— 57 --
Car. Nada más.
Pepe ¡Qué tristezal
Ca'?. (conmoviéndose.) ¿Tristeza? ¿Por qué?
Pepe ¿Qué tienes?
Car. (Reponiéndose y alejando sn mano.) Nada. Suelta.
Pepe Adiós, entonces, (vase.)
Car. Adiós. (Pausa. corre á la cancela para cerciorarse
de qne Pepe se ha Ido, y exclama con pena;) ¡Se fué!
(Con despecho.) ,Se fuél
ESCENA VII
CARMEN y DOLORES.
DoL. (Por la puerta de la derecha, acercándose íí Carmen
con solicitud.) ¿Qué es eso, señorita? ¿Ha reñío
usté der to con er señorito?
Car. ¡Déjame en paz!
DoL. Le arvierto á usté que debe usté alegrarse:
tan retepiyo es el amo como er moso. A mi
Esteban lo he puesto como un reverendo
guiñapo, en cuanto he sabio que han com-
prao ya los biyetes pa irse mañana. ¿Le pá-
rese á usté?
Car. ¿Cómo te voy á decir que me dejes?
Doi.. Asin son tos los hombres. Er mejó debía ser-
ví de ferpúo pa limpiarnos nosotras los pies.
Por supuesto que pa que mi Esteban no se
figure que se me importa un grano de ar-
piste, ya me he arreglao con ese de la tienda
de montañésde la esquina, que me había pe-
dio la conver.'asión, y que está conmigo
desde ha«e un mes más ñno que un den-
tista. Usté lo conoserá: uno rubio, güen
moso, de Cadi é, con er pelo enrisao, que le
disen Arrope...
Car. ((.Pero tú te figuras que estoy yo para que
me hables de Arrope? ¡Vete ya!
DoL. Pos mire usté, señorita, es mu güen mucha-
cho: mantiene á su madre, á su agüelo, que
está irapedio, á un tic cama, hermano de
su padre, y ha juntao pa libra de quintas
á£u hermaniyo er chico.
— 58 -
Car. ¿Quieres irte, mujer?
DoL. Es que si usté no fuera tonta...
Car. iQue te vayas, te digol
DoL. Güeno, no se enfade usté, señorita Carmen,
(yéndose por laeecaieía.) (¿Será infelí la pobre?
Con su cara y mi genio... ¡traía yo á tos los
seviyanos de coroniyal)
ESCENA VIII
CAEMEN y DOÑA ROSA.
Rosa (por la puerta del foro ) Niña, ¿estás sola?
C^R. (Nerviosa y descompuestn.) ¿Sola? No.
Rosa ¿Cómo que no? (Mirando á todas partes.) Pues
¿con quién estás?
Car. Con usted, tía.
RcsA Mira qué gracia. Se conoce que hay buen
humor, ¿eh?
Car. Sí. Muy bueno.
Rosa ¿Y Pepe?
Car. Se fué.
Rosa (Muy sorprendida.) ¿Que se fué?
Car. Sí, señora; que se fué, que se fué, que se fué.
Rosa Bueno, hija, bueno. (Remedándola.) Vaya con
Dios, vaya con Dios, vaya con Dios.
Car. Eso falta ahora, que se divierta usted con-
migo.
Rosa Es que te pones de una manera...
Car. Mejor, mejor y mejor. Y le suplico á usted
que no me venga con paños calientes. Esto
se ha concluido, se ha concluido y se ha
concluido.
RcSA ¡Ea, pues se ha concluido! (Hace que se va y
vuelve.)
Car. ]Tía!
Rosa (¡Pues no se ha concluido!) ¿Qué quieres?
Lar. Que la conozco á usted, que la conozco á us-
ted, que la conozco á usted.
Rosa Pero hija, ¿qué manía te ha dado de hacer
tres ediciones de todas las frases?
Car. No se me vaya usted por la tangente. Ya
— 59 —
usted sabe lo que quiero decirle. Cuidadito
como vuelve usted á insistir...
Rosa ¿Yo? Dios roe libre. Puedes estar tranquila.
Car. Sí; por que sería usted muy capaz de llamar
á Pepe de nuevo.
KosA Vamos, mujer, no digas disparates...
Car. Es que aunque lo llamase usted seria inútil.
Rosa Es que no lo llamo.
Car. No me da á mí la gana que se vaya á figu-
rar que es cosa mía...
Rosa Pero ¿no te estoy diciendo que no lo lla-
mo?... ¿Quieres que te lo jure? Bastantes
quebraderos de cabeza me ha costado ya. Y
mira, hablando en plata; después de todo
me alegro de esta solución. Así se hace tu
gusto. Más motivos tienes tú que yo para
conocerlo, y cuando tú aseguras que es un
tarambana...
Car. a buena hora me da usted la razón.
Rosa Más vale tarde que nunca, hija... Voy á ver
si tu padre quiere algo, y en seguidita la
cama será conmigo.
Car. ¿Va usted á acostarse?
Rosa Ya lo creo.
Car. ¿Será usted capaz?
Rosa ¡Pues no que no!
Car. Me parece muy bien.
Rosa Lo celebro mucho: así dormiré más tran-
quila.
Car. jTía, tía, tía!
Rosa ¿Vuelta á lo mismo?
Car. ¡Parece mentira que me trate usted tan mal,
con el dolor de cabeza que tengo!
Rosa En cuanto te quedes sola se te quita.
Car. Tiene usted razón; porque más vale estar
sola...
Rosa Eso: que mal acompañada.
Car. ¡Tía, tía, tía!
Rosa ¡Sobrina, sobrin?, sobrina! ¡Que te alivies,
que te alivies, que te alivies! ¡Me tienes has-
ta el moño, hasta el moño, hasia el moño!
(Vaae rápidaroeote por ¡a puerta de la derecha.)
- 60 —
ESCENA IX
CAEMEN y DON CEISTINO.
Cris. (Por la cancela, dado á los diablos.) PerO, vamOS á
ver: ¿qué es esto?
Car. ¿Usted ahora?
Cris. Pues ¿qué creías? ¿que yo me iba á quedar
con los brazos cruzados ante una picardía
semejante? ¿Tú te figuras que se juega así
con los hombres?
Car. Ah, ¿pero viene usted á defenderlo?
Cris. ¡Naturalmente! ¡Y á llamarte á ti tonta de
capirote! ¡El demonio de la pelusa esta!... ¡Lo
que tú tienes son muchos muñecos en el
piso alto! ¡Yo no sé las ilusiones que has lle-
gado á hacerte con ese cuerpo de alfiler de
cabeza negra, y esa cara de ochavo, y esa na-
riz que parece un pestiño!
Car. ¡Y'o sí que no sé lo que usted se ha imagi-
nado que soy yo para tratarme de esa ma-
nera! ¿Quién le da á usted vela en este ea- ^
tierro? Si soy fea ó bonita y si le narezco á
usted esto ó lo otro, se lo ha debido usted
callar. ¿Le he dicho yo á usted alguna vez
que me parece un palillero?
Cris. ¿Cómo un palillero? ¡Niña, niña, más respe-
to á mis canas!
Car, ¡Y si usted y mi tía y el otro y el de más
allá se han propuesto volverme loca, se equi-
vocan de medio á medio! ¡Pues no faltaba
más! ¡Tengo ya la cabeza como un bombo!
¡No me diga usted una palabra siquiera, por-
que no lo escucho! (Oon Crislino trata de hablar.)
¡Que se calle usted, don Cristino, que estoy
muy nerviosa! ¿No está usted viendo que
estoy muy nerviosa? (Afligiéndose.) Mire usted
que es mucha pensión... que ha de hacer un&
lo que quieran todos... Y la que lo ha echado
a perder es mi tía, mi tía, mi tía, mi tía...
(Encarándose otra vez con don Cristino.) ¿CÓmO le
voy á decir á usted que se calle? (oon Cristino
— ol —
huye de ella) ¡No quiero oir á nadie, ni ver á
nadie, ni entender á nadie!... ¿Quiere usted
dejarme en paz, hombre de Dios? ¡Déjeme
usted en paz, déjeme usted en paz, déjeme
usted en paz! ¡Ay qué sinapismo de viejo,
que diaria más que un sacamuelas! (vase de
estampía lloriqueando por 1* puerta del foro.)
ESCENA X
DON CRISTINO y DOÑA ROSA.
f iosA (Por la puerta de la derecha.) [Doo Cristino!
Ckis ¡Doña Rosa!
Rds.\ ¿y Caimencita?
Cris. ¿Carmencita? ¡Buena la ha hecho usted!
Rosa ¿Yo?
Cris. Usted.
Ro.«A jAy, qué gracia!
Cris ¿Gracia? ¡Yo no me rio!
Rosa Ab, pues no deje usted de mirarse al es-
Cris. ¡Señora! ¿tengo yo monos en la cara?
Rosa ¿Qwé más mono que usted?
Cris. ¿Si? ¡Pues no le parecí á usté 1 tan feo cuan-
do le hice el amor en Chipiona; que si no
está allí aquel teniente de lanceros me pare-
ce que hay changa, señora mía! Y bastante
le habrá pesado á usted luego que la des-
lumhrara el brillo del uniforme.
Rv'SA jVamo?, quítese usted de mi vista, espanta-
pájaros!
Cris. No será sin decirle á usted que su sobrina
se ha portado muy mal con mi amigo.
Uj.sa Como su amigo de usted se ha portado tan
bien con ella...
Cris. Vaya, no desbaiTC usted, mi respetable se-
ñora.
R'>-A Poco á poco El que desbarra, mi respetable
señor...
Cris. La que desbarra...
UosA £1 que desbarra...
— 62 —
Cris. ¿Pero usted cree que tiene roas talento que
nadie?
Rosa ] Aviada estaba yo si no tuviese un poco más
(!|ue usted!
Cris. Le suplico á usted que no olvide que estoy
hablando con una dama.
Rosa Yo creo que eso quien no debe olvidarlo es
usted.
Cris. ¿Yo?
Rosa |Usted!... ¡cara de pipa!
Cris. ¿Cómo cara de pipa?
ESCENA XI
DICHOS y DON TOMAS.
ToM, (Por la puerta de la derecha, llevándose las manos al
estómago y con muy mal humor.) ¿Se puede Saber
qué le han echado hoy al gazpacho?
Cris. ¡El otro!
ToM. ¿Qué es eso del otro? ¿Pasa algo aquí?
Cris. ¡Nada! Tu hermana...
ToM. Mi hermana, ¿qué?
Ros 4 Don Cristino...
ToM. Don Cristino, ¿qué?
Cris. Tu hija...
ToM. Mi hija, ¿qué?
Rosa Lo de siempre: Pepe Romero...
ToM. (Furioso.) Pero ¡porral ¿queréis hablarme
claro?
Rosa ¿No te digo que lo de siempre?
ToM. ¡Ahí ¿se trata de nuevos enjuagues? ¡Por
vida de!... ¿Cuándo vas á hacerme caso, her-
mana de mis culpas? ¿Aún no estás persua-
dida de que ese pollo es un matutero?
Cris. ¡Tomás, mira lo que hablas! ¡Le has dado
una bofetada moral á la persona de mi
amigo!
ToM. Pues como te descuides te doy á tí otra. Y
la tuya no va á ser moral.
Cris. ¡Mira lo que dices!
ToM. Digo... digo... digo que desde que nos trajis-
te aquí á ese príncipe ruso no tenemos un
- 6S —
momento de tranquilidad, ni se habla más
que de él á todas horas. Y Pepe para arriba,
y Pepe para abajo, y Pepe en la sopa, y Pepe
en la berza, y Pepe... ¡Y ya me hace á mí
daño tanto Pepe! ¡Ay! (Llevándose las iranos al
estómago.) ¡Y tauto pepiuo! Porque para mi
que el pepino es el que tiene la culpa de
esto...
Cris. Lo que yo te aseguro...
ToM. ¡No quiero oir nada!
Cris. ¡Lo oirás, mal que te pese! Quiero que cons-
te que si yo presenté aquí á ese muchacho
fué por instigaciones de tu hermana...
Rosa ¡Poco á poco!
Cris. ¡Déjeme usted acabar! Y si ahora toma el
tren y se larga á Valencia...
ToM. Si ahora toma el tren y se larga á Valencia
— hablemos claro — tú tendrás un verdadero
disgusto...
Cris. ¡Si, señor!
ToM. Porque se te acaba el filón de las cenitas en
Eritaña, que todo se sabe.
Cris. ¡Tomás! ¿por quién me tomas?
ToM. ¡Por un un viejo chulo! mira éste...
Roba ¡Muy bien dicho!
Cris . ¡Señera!
ToM. Si no lo fueras no te irías una noche ei y
otra no á beber manzanilla con cuatro fla-
mencos tristes y cuatro pindongas.
Cris. ¡Tomás!
ToM. ¡Cristino!
Cris. (¡O te callas ó digo lo de la calle del Espejo!)
ToM. (¡Dilo y te salto un ojo!) (Quedan mirándose en
actitud amenazadora.)
ESCENA XII
DICHOS y CARMEN.
Car. (Por la puerta del foro, tranquila y risueña.) ¿Qué
pasa aquí? Desde la ventana del gabinete se
oyen las voces... ¿Qué es ello, tía?
Rosa ¡Vaya usted enhoramalal
— 64 —
Car. ¿Qué es ello, don Crietino?
Cris. ¡Vaya usted mucho con Dios!
Car. (Acercándose á don Tomás con zalamería.) ¿Me lo di-
ces tú, papaíto? (Don Crlstino y doña Rosa se sien-
tan y no cesan de mirailoR y de mirarse llenos de asom-
bro, á medida que oyen lo que se dicen padre é hija.)
ToM. Ven á mis brazos, hija de mi alma... No ha-
gas caso de ese par de estantiguas...
Car. Ya sé yo que tú eres el único que á mí me
quiere...
Rosa ¿Le parece á usted?
Ckis. ¡Bueno va!
ToM. Sigue tú siempre mis confejos, hija mía, y
déjate de historias...
Car. Pues ¿qué consejos he de seguir más que
los tuyos?...
ToM. ¡Bendita seas! Vales un imperio. Tú no sa-
bes la pelotera que he tenido con esas do»
visiones...
Car. No te enfades con ellos, papá... Ya ves tú
como yo no les digo nada...
ToM. Ni yo tampoco: desde ahora los desprecio...
En teniéndote á tí, lucerito, ¿qué más quie-
ro yo en este mundo? Digo ¿eh? ¡Lo que se
quería llevar ese bellaco!
Car. ¿Qué bellaco, papá?
ToM. ¡Ese... de la tierra del arroz!
Car. ¿Cuál?
TuM. ¡Pepe Romero!
Car. Papá, papaíto, por Dios... no te pongas así..,
¿Te parece Pepe Romero un bellaco? Ya
creo que tú lo miras con pasión...
Torj. ¿^h? (Don lomas va quedándose estupefacto y doña
Rosa y don Crisiiiio principian á sonreír maliciosa-
mente y Hcalan por soltar ¡a carcajada.)
Car. Es lo malo que tiene fiarse de hablillas...
juzgar á las personas con ligereza... Pepe ea
mas bueno de lo que parece, papá... Yo te
lo aseguro... Lo que tiene que tú no lo com-
prendes... porque como apenas has hablada
con él... y él ha hecho cosas... así... un po-
quillo raras .. es claro que no lo compren-
des... FtYo es muy bueno... no te quepa
duda...
r> _ . [ (Riéndose á más y mejor.) ¡Ja, ja, ja, jal
ToM. ¿Cómo, cómo, cómo?... Déjate de zalamerías
y habla claro, (a doña Rosa y don Cristino.) ¿Me
hacen ustedes el favor de no reírse? (a car-
men.) Tú, cabeza de chorlito, explica eso.
Car. Si te vas á enfadar también...
ToM. [Ahora me toca á mí!... (otra vez á ios viejos.)
¡Porra! ¡me están ustedes poniendo nervioso
con su risa!
Car. Lo que ha pasado es bien sencillo. (La escu-
chón todos con Inleiés y curiosidad. Doña Rosa y don
Cristino manifiestan al mismo tiempo viva alegría.
Don Tomas 1» mayor sorpresa y alguna lnquletu.1.)
Me fui al gabinete con la cabeza loca. . sofo-
cadísima... Me asomé á la ventana para que
me diese un poco el fresco de la noche... Y,
las cosas que dispone Dios, pegadito á la
ventana estaba él... ¡Si vieras qué pena me
entró al veilo allí .. tan solo... tan mustio!...
Inmediatamente sentí unas ganas muy
grandes de perdonarlo... El... no pudo... ni
quiso conteneise... y principió á hablar y á
hablar y á hablar... Y yo, figvírate, ¿qué ha-
bía de hacer más que escucharlo?... Me fué
imposible apartarme de la ventana... Lue-
go Fe cambiaron los papeles y era yo la
que hablabay él quien oía... Y ahora, por úl-
timo, hablábamos los doB á un mismo tiem-
po. Y nada más.
To.M. jAhl ¿nada más? ¡Pues, hija mía, si te parece
poco!,..
Cri^s'^ i (^°^''°°<^<' * '* ''"•) i J^' 3a. ja, jal
ToM. En resumidas cuentas: ¡que has hecho las
paces con ese bribón!
Car. No te sofoques, papaíto.
ToM. ¡Basta de papaítos y de carantoñas!
Rosa (Levantándose.) ¿Lo estás vieudo, Tomás de
mis culpas?
ToM. ¡No quiero ver nada! ¡Ni á ti, ni á este, ni á
nadie!
Rosa Descuida; ya me voy.
Chis . Y yo también, (se levanu.)
5
-^66 -
UoSA (téndoee por la puerta del foro.) (A. decirle al otrO
que venga.)
GriS^-. (Véodose por la cancela sin dajar de reírse.) (A 00-
■ '' . rrer la voz por la tertulia.)
Car. Tú te quedas, ¿verdad, papá?
ToM. [Yo, no! ¡yo me subo á la azotea con los pa-
lomos, únicos seres que no me dan disgus-
tos! (Esteban, el novio de Du'.ores, silba en la calle
■ con los bríos de siempre.)
Car. Pero ¿te vas enfadado conmigo?
ToM. [Contigo, con tu tía, con el viejo ese, conmi-
go mismo, con media humanidad! ¡üf, qué
sofocación! ¡En el verano no pueden pasar
más que desastres! (Tropezando al subir la escale-
ra.) Tropieza, hijo, á ver si te revientas de
una vez... (vase refunfuñando.) ¡Maldita Sea mi
ebtampa!
Car. (Tratando de detenerlo.) Papá... perO papá...
Escucha un momento... Nada, es inútil.
Guando se pone asi...
ESCENA XIII
CAEMEN y DOLOEES; después PEPE EOMERO.
DoL. (por la escalera, muy aprisa.) ¡Ay, Señorita Car-
men! ¡Cómo va er señorito don Uomás esca-
leras arriba! ¿Es porque se ha arreglao usté
con er señorito Pepe? (conociéndoselo en la cara.)
Sí, ¿verdá? No sabe usté lo que yo me ale-
gro... Y ahí está mi Esteban... Y de seguro
viene al oló... Y nos arreglaremos también
nOSOtlOS... (corriendo hacia la cancela.) ¡JoSÚ,
Josú! ¡Va á tené que vé la cara de Arrope!
(a Pepe Romero, con quien S3 cruza en la cancela al
marcharse.) ¡Ande usté pa dentro, que tiene
usté más suerte que un durse!
í'h:p2 (Riéndose.) ¡Ja, ja, ja, ja!
Car. 1 Demonio de muchaclial
- 67 —
ESCENA ULTIMA
CABMEN y PEPE EOMERO: luegro VERJELES y CUKBITO.
Pepk Pero, oye, ¿qué me ha dicho tu tía? ¿que tu
pudre se ha puesto furioso?
Car. No te preocupes. Se le pasará en cuanto en-
tre el invierno.
Pepe (snspirandc ) ¡Ay! Me parece mentira que
vuelvo á verme aquí, en tu casa, en tu patio,
al lado tuyo, en paz y contentoa los dos. (Ha-
blan muy eninsiasmados en voz baja.)
CUR. ^Por la. puerta de la derecha.) A VSr zi COnzigO
arrancarme...
Vek. (Por la cancela.) A ver SÍ llego en mejor co-
3Untura... (Ambos se qnedan perplejos al ver el
grupo que forman Carmen y Pepe, y avar zan poco a
poco con gran sigilo en dirección contraria, sin qul
tarle ojo á la arcante pareja.)
Car. (cariñosamente.) ¡Trapalón!
PtPE ¿Trapalón? Pero ¿no me crees?
Car. Si no te creyera, ¿tetaríamos así?
PiiPt Es que me vuelve loco la idea de que pueda
quedar en tu pensamiento una sombra de
duda.
Car. Mírame bien y te convencerás de que no
queda. (Pepe ;a mira fijamente á los ojos durante el
breve diálogo de Currito y Verjeles )
CuR. (tropezando con Verjeles y en voz baja.) ¡Hombrel
¿va usted ciego?
Ver. (También en voz bija.) ¿Y Ubted, CÓmO Va?
CuR. A propózito: ¿qué quería usted conmigo?
Ver. ¿y usted conmigo?
CuR. ¿Yo? ¡nada!
Ver. Pues yo, ¡menos! (Se ha acobardado.)
Cl'R. (Ze ha echaO pa atrás.) (siguen su sigilosa marcha
sin dejar de mirar á los enamoiados y sin ser vistos
por estos.)
Pkpe Tienes razón: no queda.
C/'R. Te creo: te oigo hablar, y te creo; te miro, y
te (reo... Pero si me equivoco al verte y al
oírte y ahora también me estás engañando.
— 68 —
no me lo digas nunca... y sigúeme engañan-
do así toda la vida.
Pepe. (Estrechándole las manos con pasión.) |Toda la
vida así! (vuelven á charlar.)
— CüR. (Yéndose por la cancela.) (Por algo la encontra-
ba yo ojeroza.)
Ver. (Yéndose por la puerta de la derecha.) (¡En el tran-
vía de mis desdichas, acabo de poner el
«completo»!)
Car. (ai público.)
Ya veis que nada hay mejor
que un patio de Andalucía
para borrar en un día
desavenencias de amor.
Si alguna sufriendo está
celos, agravio ó desvío,
yo le ofrezco el patio mío...
con permiso de papá.
FIN DE LA COMEDIA
Madrid, Agosto, 1899.
(carta abierta, que debía ser cerrada)
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu San-
to, 18, que es donde está la Redacción de Letras de Molde.
Mi querido Director: Los hermanos Alvarez Quintero,
de quien ya sabe usted que soy uña y carne, han reci-
bido una carta de usted en la que les pide cuatro ó seis
palabras respecto de la comedia cuyo título encabeza
estas líneas. Usted, señor Director, se ha olvidado sin
duda de que los autores de esa comedia son ellos. De
no ser asi, no se explica su petición de usted, por ser
cosa natural y corriente en esta tierra que todo el mun-
do hable de las obras de todo el mundo menos el propio
interesado.
Pero, en fin, sea de ello lo que quiera, es el caso que
leer mis amigos su carta de usted y ponerse á temblar
como en noche de estreno, todo ñié uno. «¿Quién no le
contesta á este hombre?» — se preguntaron perplejos y
confusos. — «¿Y quién le contesta?» — volvieron á pre-
guntarse más confusos y más perplejos todavía. Y como
conmigo tienen entera confianza, y yo, aunque me esté
mal el decirlo, soy su paño de lágrimas en muchas oca-
(1) En el soguudo niimero del nuevo semanario titulado Letras de
M»l(¡e, so publicó osta carta do Jü Diablo Cejuela, «lue no consideramos
inoportuno transcribir aquí.— .V. de loi A. .
- 70 -
siones y más bueno que una bizcotela, á mí vinieron á
contarme su apuro. Yo los oí como quien oye silbar
(que es todo lo contrario de como quien oye llover), y
luego de serias discusiones, en que estuvo á punto de
romperse el hilo de nuestra buena amistad, determina-
ron que yo cargase con el muerto de la contestación,
aunque pidiéndome por la salud de toda mi familia que
no lo echase á broma, como acostumbro echarlo todo.
Y aquí me tiene usted con el muerto al hombro, com
pletamente decidido á soltar la carga cuanto antes. A
ver qué tal me explico.
Yo sé de buena tinta que ellos este verano, antes de
lo de la peste bubónica, se propusieron, entre otras cosas,
lo siguiente:
1.0 Escribir una comedia de costumbres sevillanas
2.0 Que la tal comedia se titulase El Patio.
3.0 Que tuviera dos actos.
4.0 Que estuviese en prosa, aparte la redondilla
final.
5.° y último. Que, á ser posible, no saliese un bu-
ñuelo en vez de una comedia. (Que saliese un saínete no
les pasó por la imaginación).
Es claro que, al titularse El Patio la comedia, ni lle-
var por título el lugar de la acción, no podía ni debíii
ser otra cosa que fiel reflejo de la vida de la gente se vi
llana en el patio, ya durante las horas en que burla la
vela los rayos del sol, ya cuando se repliega respetuosa
para dejar que pasen los de la luna. Y dicho y hecho:
para no desairar ni al sol, ni á la luna, ni <á las estrellas
(no les gusta molestar á nadie), y como tan pintoresco y
digno de estudio es un patio de noche como de día, de-
cidieron que el primer acto pasase de día y el segundo
de noche. En lo cual me parece á mí que, como se dice
ahora, no estuvieron pesados. Puede que me ciegue la
pasión.
Una acción complicada, laberíntica (me da el corazón
- ?1 -
que lo estoy tomando muy en serio), ó sin ser laberíú-
tica ni complicada, y apelando á un término taurino, de
muchas libras, hubiese excluido por completo los elemen-
tos pintorescos de la comedia. Y claro es que, excluidos
estos elementos ó absorbidos por la impoi-tancia de la
acción, la comedia se llamaría Los nervios de Carmen ó
El novio al paño ó Las paces inesperadas ú otra cuilquier
cosa; pero lo que es El Patio, no. Y como la comedia
que ellos han querido hacer es El Patio, y les gusta
mucho que les salga lo que quieren hacer (esto me
consta de un modo indudable), de ahí que imagiuaran
una acción muy sencilla, inspirada en la índole de los
sucesos más propios y corrientes en lo8 simpátios pa-
tios de su tierra.
Si todo lo que ocurre en El Patio pudiera igualmente
pasar en una sala, en un pasillo, en un pajar ó. en un i
azotea, tendríamos que convenir en que mis amigos
habían estado á la altura del escultor que se puso á
tallar un San Cristóbal y acabó por hacer la mano de un
mortero.
Por otra parte, cuanto más naturales sean las cosas
que pasen en fas comedias, tanto más se parecerán las
comedias á la vida, que es de io que se tra*a. El interés
subsistirá por sencilla que sea la acción que se forje,
siempre que haya un poco de arte en la composición.
¿O es que se cree que sin sorpresas, líos, maquina-
ciones, cartas olvidadas en un manguito ó telegramas
puestos en una bota de montar (valga el ejemplo),
no es posible interesar á nadie"? ¡Aviados estábamosl
Imagínese una acción humana; píntense los amores
de una mujer, los celos de un hombre, las alegrías ó
las penas de todos, algo de lo que sucede en este
mundo, en ñn, y siempre se conseguirá interesar al pú-
blico. Digo yo. No estriba el interés en lo que pasará,
sino en lo que pasa. E\ ideal para mis amigos sería que
el público, durante la representación de una de sus
— n -
obras, se llegase á olvidar de que se hallaba ea el tea-
tro. Bien es verdad que para conseguirlo tendrían que
empezar por matar á todos los apuntadores, y eso sería
un crimen espantoso.
En una posdata de su caria de usted, y como qnien
no quiere la cosa, les pide por favor que le digan por
qué le han llamado á El Patio comedia y no saínete.
A pesar de que esta pregunta está de sobra contesta-
da con lo dicho, voy á satisfacer su curiosidad.
El saínete, en mi concepto, ha de constar de un solo
acto y ha de ser gemdnamcnte popular, respondiendo así
á su tradición y á su historia completa. Bien claro lo
prueban, entre los modelos del género, los más famosos
y queridos del autor de La casa de tócame Boque, y los
más preciados de nuestros saineteros del día. Ya sé que
ahora, por circunstancias que no son del caso, tiende tan
castizo género á ensanchar su campo de acción, pero
siempre conservando como requisitos peculiares la pin-
tura de costumbres del pueblo y las dimensiones de un
acto solo .
Si se escriben saínetes en dos actos es claro que tam-
bién pueden f scribirse en tres, en cuatro ó en cinco. Y
un saínete en tres ó cuatro actos es lo mismo que un
entremés en dos. Y un entremés en dos equivale á po
ner en una mesa melones en lugar de aceitunas.
Pues bien; si el saínete debe estar y está encerrado
en esos límites, ¿cómo ha de llamarse una obra cómica
en dos actos, donde se pintan costumbres de una clase
que no es el pueblo, y la cual está sujeta desde el princi-
pio á una acción, por vulgar, insignificante y baladí que
esta sea? Yo creo que no tiene más nombre que el de
comedia. A lo sumo, podría llamársele comedia de costum-
bres, por más que esta particular distinción obligaría á
calificar á otras, que hoy se llaman simplemente come*
— Ta-
clias, de comedias de enredo, comedias de caracteres ó com^
días de disparates, que también hay algunas.
Finalmente, si el nombre de comedia no lo determina
la pintm-a de tipos y costumbres, sino lo abundante y
complicado de la acción, el maestro Bretón de los He^
rreros, el autor de Marcela, ^l pelo de la dehesa, Un día
de campo. Un tercero en discordia y tantas y tantas obras
más, el padre de nuestro moderno teatro cómico... es*
cribió poquísimas com£dias. A buen seguro que pueden
contarse .
Y adiós, mi querido amigo. Perdóneme si he sido
más prohjo de lo que usted quisiera. Ahora me voy á
ayudar á los dos hermanos en una tarea que los tiene
entretenidísimos. Acaban de recibir siete gruesas de chis
tes y chascarrillos andaluces para las obras que prepa-
ran, y los están examinando y clasificando por orden
alfabético. Creo que van por la J... Tienen eso muy
bien montado. Chistes de primera escena, de segunda i
de quinta, de final de acto, etc. Le digo á usted que es
una maravilla.
Ya me olvidaba de enviarle las gracias en nombre de
ellos por los desaforados piropos que les echa usted en
pago del favor que les pide. Afortunadamente, no se
hincha7i con los elogios, y hacen muy bien, ya que no
hay nada más fácil que hinchar un autor, aquí donde
es co-a tan difícil hinchar un perro.
Mande lo que guste (el periódico entre otras cosas),
á su devotísimo amigo y servidor q. 1. b. 1. m.,
El Diablo Cojuelo *^"
Madrid, 15 Enero 1900 {siglo XIX).
OBRAS DE LOS MISMOS AUTORES
Esgrima y amor, juguete cómico.
Belén, 12, principal, juguete cómico.
Gilito, juguete cómico-lírico.
La media naranja, juguete cómico.
El tío de la flauta, juguete cómico.
El ojito derecho, entremés (2.^ edición).
La reja, comedia en un acto. (2.* edición).
La buena sombra, saínete en tres cuadros. (3.^ edición).
El peregrino, zarzuela cómica.
La vida intima, comedia en dos actos. (2.a edición).
Los borrachos, sainete en cuatro cuadros.
El chiquillo, entremés.
Las casas de cartón, juguete cómico.
El traje de luces, sainete en tres cuadros.
El patio, comedia en dos actos.
serafín , JOAQUÍN ÁLVAREZ (¡UINTERO
EL MOTETE
E N X R E N4 E S
con i/túsica del maestro
JOSK SEMiI«A2VO
^iH»#<Hf<
li^ -^ É> i^ i dD
SOCIEDAD DE AUTORES ESPAÍÍOLES
Florín, 8, bajo
leoo
EL MOTETE
EISrTIi,Eai>/EES
SERAFÍN , JOAQUÍN ÁLVAREZ QÜINIERO
COK tnúsica del maestro
JOSK SE^RRANO
Estrenado en el TEATRO DE APOLO el 24 de Abril
de loco
«
MADRID
R. Velas», iinp., Marqués de Santa Ana, ii duplicado
TtU/9Ho Hiímtro sjl
isao
REPARTO
PERSONAJES ACTORES
DON MAMERTO D. Manuel Rodríguez.
MARÍA D." Felisa Torres.
JULIA Pilar Navarro.
UNA GITANILLA Matilde Pretel.
PERICO D. José Ontiveros.
RAMÓN Anselmo Fernández.
UN S ACAMUELAS Emilio Carreras.
UN ORGANILLERO Francisco Delgado.
Gente que ^asa por la calle, dos chulos, chiquillos, lando
militar, etc.
EL MOTETE
Habitu'-i'in de don Mamerto, en Madrid. Tna puerta a la derecha y
otra ii la izquierda. Al foro, dos ventanas con reja y puertas de
cristales y de madera.^ Arrimada á la pared, entre las dos venta-
nas, la cama de don Maiperto. A la derecha del actor, un piano. In-
mediata á él una mesita .con papel pautado, tintero, plum¡i.s y iiu
!i¡>arato de luz eléctrica. A la izquierda, un lavabo. Percha, cniadros
V varias sillas. Timbre eléctrico. A través de las ventanas, que están
al>iertas, se ve la caUe, que es ancha y alesrrc. Diiranii- lo lo <■] en-
tremés está pasando alguna gente por ella.
ESCENA PRIMERA
JULIA y DOX MAMERTO: luego MARÍA
(Julia canta mientras hace la cama; don Mamerto, sentado á la mesita,
quiere escribir mii.sica, pero con el canto de Julia no consigue dar pie
(■011 hola. ]
Julia (cantando.)
¿Dónde vas con mantón de Manila^
¿Dónde vas con vestido chiné?...
Mam. Pero, mujer, ¿acabas ó no acabas de arre
glarmo el cuart»?
Julia ¡Ay, Jesús, qué prisas! ¡Espérese usté uii
poco! (sigue cantando.)
Á lucirme y averia verbena,
y d meterme en la cama después...
— 6 -
Mam. ¡P]sta es otra! ¿Cuántas veces te he dicho que
en mi cuarto no quiero oir más música que
la mía? (Se levanta y pasea.)
Julia Sí, ¿eh? ¡Pues avia estaba yo si tuviera que
cantar música de iglesia!
Mam. Bueno, bueno; déjate de historias, y (;on-
cluye.
Julia (volviendo á cantar.)
Si las mujeres mandasen...
Mam. ¿Vuelta la burra al trigo?
Julia Si las mujeres mandasen . . .
Mam. ¡Dale bola! Si no mandan, si mandan los
hombres. Y, sobre todo, si en mi cuarto
mando yo, y estoy deseando que te vayas...
Julia Y yo deseando irme.
Mam. y yo perderte de vista.
Julia Y yo...
Mar. (cantando dentro.)
Yo he sido sigarrera...
Mam. ¡La otra atropellaplatos!
Mar. Maestra de labores. .
Mam. (Llamándola.) ¡María!
Mar. y me crié en la caye
tan renombrada
de Embajadores. .
Mam. ¡Maríaaa!...
Mar. (Más cerca.)
Los pifiyos y puros
que tocaban mis manos.. .
Mam. ¡Pero Maríaaa!...
Mar. (Mucho más cerca.)
En er gusto en seguida
los conosían
los parroquianos...
(Sale por la puerta do la izquicr<la, eu traje «le faena,
y continuando su canción.)
Luego fui castañera,
miste si tuve grasia...
¿Me yamaba usté, don Mamerto?
Mam. Sí que te llamaba. Para rogarte por los cla-
vos de Cristo (|ue te calles. Esta casa es una
grillera. ¿No está ahí la patrona"?
JiLiA No, señor; ni ganaíí de (jue esté.
Mam. Es la única (jue las hace callar á ustedes.
Mar. Pero ¿tiene usté jaqueca, señóV...
Mam. Lo que tengo es que trabajar muclio, y ne-
cesito que en la casa no se oiga el vuelo de
una mosca.
Mar. Pos le arvierto á usté (jue yo no sé guisa
íiguantíindo er resueyo.
Mam. No, ni sin aguantarlo tampoco. Mira que las
albóndigas del lunes...
Julia Vaya, que hoy ha pisao usté mala yerba.
Mar. Párese mentira que esté usté de tan mal
humó, con la arcoba (jue le ha caío en suerte.
Julia Ya, ya va diferencia de esta casa á la otra.
(Don Mamerto se queda al)straido.)
Mar. ¡Digo! Aquí hay luz elértrica... timbre eiér-
trico... (Hace sonar el <le la habitación.)
Julia Déjsüo, nose descompong;i «orno nvcr v si^
lleve tíjcando una hora.
.M.\K. Pos ¿V' la caye? (a don Mauuiiu, Muc .m, .^ ..¡..v
caso ) ¿No ve usté qué eaye más alegre'?...
As('»mese usté, señ('>, que esto es la glori:i
l)ura... ¡Y vaya unas ventanas hermosas! Stí
<[uié párese á eyas la ventaniya e mi cuarto,
(jue es una venümiya e la narí... (iiabia bajo
con .iulia refiriéndose á don Mamerto, de quien opinan,
con terrible conformidad, que no tiene los sentidos ca-
bales.)
— 8 —
Mam. (('orno adivinando un motivo tausical.) Do... l'O...
sol... 81... do... (Con el rayo de la ins])iración en los
ojos.) ¡Hay algo, hay algo!... Es un motivo
nuevo... Do... re... sol... sol... ¡Vaya si hay
algo! (Da lina palmada y se frota las manos con júbi-
Iñlo.) Sol... si... sol... si... si... si...
Mar. (a don Mamerto.) Güeuo, scñó, ¿armuersa usté
hoy en casa, ó no armuersa?...
Mam. (Abstraído.) Si... si...
Mar. ¿Pos no clise usté que armuersa con er pa-
dre Venansio?
Mam. Si... si...
Mar. Pero ¿se está usté enterando de lo que le
digo?
Mam. Si... si... si...
M^-R. Me paese á mí que no...
Per. (cantando dentro.)
No enseñes en la playa
la paniorrüla,
lapantorrilla...
Mam. (.•Puliendo de su abstracción, muy enfndfido i ¡PdV \'l(l;i.
del diablo! ¿Quién canta?...
Per. Que hay muchos tiburones...
Mam. i Llamándolo.) ¡Peiico!... ¡Dichosos estudiantes!
Per. Junto á la orilla,
junto ala orilla...
Mam. ¡Perico!
ESCENA II
niCHOS, PERICO y RABIÓN
1 ER. (saliendo por la puerta de la derecha.) ¿(^ué lUC
quiere usted, don Mamerto?
Mam. ¡Que deje usted el canto, por Dios!
Per. Pues qué, ¿hay algún enfermo en la casa?
Mam. Sí, señor; vo mismo.
KaM. ^Cantando, desde dentro taiul)ii>n.^
Eso es quitarme la vía...
M>>M. ¿Oíroy
PtR. ¡Ramón!
Ram. (Por la misma puerta que Perico.)
Eso es eclMnne á la raye
como cosita perdía . . .
Per. No cantes, hombre; que dice don M.micrío
que está malo.
Ram. Don Mamerto, ¿es de verasV
Mam. Bí, señor, sí; estoy malo, muy malo.
Ram. Pero ¿qué le pasa á usted?... »
Mam. Que me encuentro en el mayor de los apu-
ros... Que le he prometido al padre Venan-
cio escribir un motete que delje cantarse pa-
sado mañana en nuestra Parroquia, y si no
lo compongo hoy me muero de sentimiento
y de vergüenza... Porque ya saben ustedes lo
que pai-a mí signiñca el padre Motete... el
padre Venancio...
Per. ¿y lleva usté escrito mucho?
Mam. Escrito, nada... imaginado, sí... Tengo algu-
nas ideas... algunos motivos... Por eso les
ruego á todos, y si es preciso lo implonirc
de rodillas, que haya en la casa tranquili-
dad, silencio, siquiera hoy... ¡hasta ver si
echo ñiera el vemincio!... ¡el motete, porra!
Ram. Pues pierda usted cuidado. Yo respondo
de mí.
Pew. y yo de mí. Como que me voy a acostar
ahora mismo... Apenas he pegado los ojos
esta noche.
Mam. Claro; la casa nueva... Se extraña la habita
ción... se extraña todo.
Ram. Lo que nuls se extraña es que no haya visi-
tas de esas que obligan á encender la luz.
Pep. Ah, pues yo las he tenido. A mí me han vi-
sitado dos pulgas.
Ram. ¿y las recibiste?
Vt\. Hombre, les dije que no estaba; pero me
- 10 -
dejaron tarjeta... (Kiiscan.iusc-.) y me proiuo-
tieron volver esta noche,
Uam. ¡Ja, ja!
Mam. (impaciente.) Bueno, piics... todo eso es muy
gracioso, pero si tuvieran el motete... digo
la bondad...
Ram. Usted sí que estará contento de su nueva
alcoba, ¿eh? ,
Mam. ¡Mucho! Pero si me hicieran el motete... ¡e
favor, caramba!
Per. Es muy amplia... muy...
Mam. (Nervioso de impaciencia.) Ay, ay, ay, ay... Se-
ñores, por la Virgen, ¿me dejan ustedes en
paz?
Mar. j Jesús, don Mamerto, qué agonía! (a JuUa.)
* Vamonos, tú, no le dé un insurto ar señorito.
Julia Vamonos, sí. Ya nos avisará usted cuando
podemos respirar.
Mam. Sí, bueno, sí.
Per (junto á la puerta de la izquierda, por donde se van
las criadas, cop:)do del brazo de Ramón.) ¡Vav;l
con Dios la canela fina!
lÍAM. ¡Y los platos de postre!
Julia ¿De veras?
Mar. ¡Miá qué dos esaboríos! ¡Paesen er dos do
bastos! (Se van.)
ESCENA III
DON MAMERTO, PERICO y RAM()X
Mam. ¿y ustedes, no se marchan?
Uam . Al instante, querido don Manierto. Vente,'
Perico.
Mam . Dios se lo pagará. Si son ustedes buenos
muchachos, si no me molestan cantando ni
diciendo versos y me sale el motete, (ísta
noche...
Per. Qué.
Mam. Esta noche los convido á ustedes al Real.
Per. ¿Sí?
Mam. Sí.
Ram . ¿Y luego?
— 11 -
Mam. lAifgu iiu> vamoB á cenar jiiult».
Ram. ¿Sí?
Mam. Sí.
Per. ¿y luego?
Mam. Hombre, luego... luego...
Ram. ¡Luego, Dios dirál
Per ¡Dios mío de mi alma! ¡que le salga A e.-^te
hombre el motete!
Ram. i Viva el motete !
Per. ¡Le sale, le sale! ¿Dice usted que ya tiene
motivos, eh?
Mam. Sí, señor, sí; tengo motivos... tengo muellí-
simos motivos... para creer que no me de-
jan ustedes en todo el día.
Ram . ¿Cómo que no? ¡Aliora mismo!
Per ¡Pues no faltaba más! Con lacenita en pers-
pectiva...
Mam . (Empujándolos.) Andar, andar adentro.
Per. (Yéndose, fíintaiulo con Ranii>n nor lo imcriü "'■ !ii
derecha. ;
A heber, á beber y á apurar...
Ah, usted perdone.
Ram . Seremos dos tumbas, (se van.)
ESCENA IV
DON MAMERTO. Dentro la GITAXILL.V
Mam. ¡Loado sea el Omnipotente! Ya estoy .m>1<)...
ya puedo escribir, (suspirando.) ¡Ay! Ahora,
como dijo el poeta,
bajad mi mente, inspiración cnsüáym,
y enciende en mí 1 1 llama creadora
que del aliento del querub emana...
CrlT. (Dentro, hacia la izquierda, entonándo.sc.)
Ay, ay, ay, ay...
Mam . ¿Qué es eso? ¿Otra vez las criadas?
OiT. Ay, ay, ay, ay...
Mam. (Desesperado.) ¡Esto 68 irresistible! ¡Esto ya es
— 1-2
tomarlo á uno de pito!... ¡Bajo mi respon-
sabilidad las voy á plantar ahora mismo
en la calle! (Vase por la puerta de la izquierda he-
cho un energúmeno y dando tropezones.)
ESCENA V
LA GITANILLA
Sliisica
(cantando dentro.)
No soy de esta tierra
•ni en eya nasí:
la fortuníya roando, roando,
me trajo hasta aquí
(Aparece en la calle y canta junto á la ventana de la
iz<iuierda.)
Yo no tengo ofisio;
naide me enseñó...
vivo cantando como golondrina,
como ruiseñó.
Darme un ochavito,
tengan caria,
que hoy no he probao ni gotita e agua
ni cachito e pan.
Un Debe no quiera
que se puean vé
como plumita que se ye va el aire,
como á mi me ven. .
Voy sin sabe á donde
dende que nasí...
La fortuníya roando, roando,
me trajo hasta aquí.
(Vase por la derecha.)
18 -
ESCENA VI
DON MAMERTO; después un SACAMrELAS.
Al final un ORGANILLERO
Hablado
Mam. (por donde se fué.}¡Es lo grande esto! Les vvhn
una chillería, las amenazo con despedirlas
de la casa, me pongo por las nubes y se
ríen en mis barbas, porque resulta que es
en la calle donde están cantando... Ya no
sé ni lo que oigo siquiera. Pero no divague-
mos, que el tiempo se va y aun no he escri-
to sobre el papel ni una nota, ^'amos al pia-
no, (sentándose y disponiéndose á tocar.) ¡DioS mio,
ilumíname!
¡Baja á mi mente, inspiración cristiana!...
(Principia ¡i teclear, manifestando complacencia. Mien-
tras tanto, aparece en la calle por la izquierda un Saca-
muelas ambulante, con gorro ttirco, que coloca sus tre-
bejos delante de la ventana del mismo lado. Una v<'/.
terminada esta faena, se pone de espaldas al público en-
tre la ventana y su mesa, y comienza á agitar fnri().>-a-
mente una campanilla. Don Mamerto, al oiría, deja < I
piano de repente y se da á los diablos.-) Homlirc,
¿qué es eso? Pues era lo único que me faltíi-
ba. (La campanilla suena que es una bendición.) ¡Eli,
señor mío! (e1 Sacamuelas sigue agitando la campa-
nilla con creciente entusiasmo.) ¡Buen homlirc!
(Xada: la campanilla no se entera.) ¡Por ^'ida de!...
(Corre á la ventana nervioso y descompuesto. Eti e<te
momento no pasa un alma por la calle.)
SaC. (Dejando de tocar y á grito pelado.) «¡Respetable
público! »
Mam. jQué público ni qué remolacha! ¿No cst;i
usted viendo que no hay nadie?
Sac. (volviendo la cabeza.) ¿Cómo? ¿Se dirige USteZ
á tTíí, caballero?...
Mam. Sí, señor.
— 14 -
Sac. ¿Puedo servirle en argof ¿Tiene ustez arguua
muela careada? Le arvierto á ustez que poseo
un elirsir...
Mam. ¡Me tiene sin cuidado su elixir! Lo que le
suplico á usted es que se vaya á otra parte,
porque e^sto}^ trabajando y me molestan to-
dos los ruidos.
Sac, (,'aballero, yo también estoy tral)ajando.
Cada cuar trabaja en lo suyo... ¡Er pohlema
de los garbanzos, caballero!
Mam. (En tono do súplica.) ¡Déjeme usted a mí de
problemas, por amor de Dios! ¿Tiene ueted
la bondad de marcharse?...
Sac Ah, sí señor, sí que me marcharé... (Xian-
do se piden las cosas en forma correr ta....
Que Ui-tez trabaje mucho y con fortuna. Y si
quiere ustez argún botecito de mi elirsir...
Mam. ¡No quiero nada!
Sac. Por er módico precio de una peseta...
íVIam. ¡Que no quiero nada, señor!
Sac. Convenido. Nada liamos perdido más que er
tiempo... Yo no fuerzo á nadie. Condiós, ca-
ballero.
Mam. ¡Abur, sinapismo! (Retirándose de la ventana.)
¡Qué desgracia, Dios de Israel!... Parece que
todo se conjura... ¡Al piano de nuevo! '(sién-
tase y principia á teclear, como antes. El Sacamue-
las se pone frente á la otra ventana, sin- reparar
en qne, sobre ser de la misma habitación, está jnnto
• á ella el piano de don Mamerto; coloca conveniente-
mente sus trastos y la emprende de nuevo con la cam-
panilla. Don Mamerto, al oiría, se levanta de un bote
y se va como una fiera á la ventana.) ¡Eli! ¡SCñor
don Sacamuelas! ¿No habíamos quedado en
<pie se iba usted?... ¿No ve usted que esta
ventana también es de mi cuarto?...
S.^c Caballero, no lo sabía, pero me es iguar. No
voy yo á estar mudándome de sitio costante-
vienie, porque á ustez se le antoje.
Mam. A'amos, hombre, ¡largúese usted á otra calle!
Sac. ¡Largúese ustez á otra arcoha! (Agita fuertemen-
te la campanilla.)
Mam. ¡Oiga usted!
Sac. ¡No me da la gana! (vuelve a tocar con entusias-
mo la campanilla.)
- 15
Mam.
Sac.
Mam.
^AC.
Mam.
Sac
Mam.
Sac.
Mam.
Org.
¡Estoy aviado!
(.\ voz en cuello.) ;¡Ke8pet<xble ])ÚblÍCo!» (Poeo
á poeo so le van aoereando alguno-s' ciirioso.s.) «Af
presentarme en esta capitar...»
Pero, hombre...
(sin haeerie caso.) c< Ar presentarme en esta capi-
iar tan curta.. .y>
¡Eh! ¡guardia!... (.Vpareeen jhnto á la otra ventana
do.s orff anille ros con un pianíllo de manubrio y empie-
zan á tocar una polca popular y graciosa. Don Mamerto,
al oiría, acaba de i)onerse en punto de caramelo y va de
un lado á otro soltando tacos y maldiciones, mientras
el Sacamuelas, en ala.s de su exuberante fantasía, prin-
cipia un di.scur.so que luego se ve obligado á cortar en
flor.)
(Levantando gradualmente la voz.) «Coil el Elirsit'
der h'nraiso, conocido ya en toda Urop^ y en
América, no me inipursan móviles de lucro,
deseos de hacer mi Agosto, sino solamente
el amor á la ciencia... Yo, Baurfisfa Mar-^
chén, servidor de ustedes, que ha abandona-
do ])or amor al estudio una posición en "No-
ruega...
¡.Vtiza! ¡Ahora un organillo! ¡Voy á tener que
irme á escribir el motete á la Moncloa!
¡Esto no se puede resistir! ¡Mañana me mu-
do! ¡No me queda más recurso que cerrar las
ventanaí?, aunque me abrase de calor! ¡Mal-
dita sea mi suerte! ¡Voy á empezar á tiros
con media humanidad! (corre hacia la ventana
de la derecha.)
(cortando el discurso, convencido de que aquello no
va con él y dirigiéndose á don Mamerto.) Ahora SÍ
«jue me ausento, comjiadre. P]se vecino tiene
más purmone que yo. (carga con sus bártulos y
se retira.)
¡Así te parta un rayo! (cierra la vidriera de la'
ventana de la derecha y corre á la de la izquierda
como una bala.) ¡Eh! ¡los del piauillo! Allí va
una j)eseta. Tengan ustedes la bondad de
marcharse, (juc en hi ca.sa hay un enfermo
del oido.
(Tomamio la peseta.) (íracias, sefiorlto. Tú, Ca-
mantií, ahueca.
— 6 -
Mam. Sí, ahliecn, ('amaron, (cesa ¡a música y ios organi-
lloros se van con el pianillo. Don Mamerto cierra tam-
l)icn la vidriera de la ventana.)
ESCENA VII
DON MAMERTO
¡Jesús! ¡A buena callecita me han traído!...
¿Querrá Dios que me quede yo en paz y es-
criba el motete? ¿O seré tan mal músico que
el cielo no perm.itir¿í que lo escriba? Vaya
por Dios, vaya por Dios... Al piano otra vez,
Mamertito. No te desanimes, hombre... Lo
que mucho vale, mucho cuesta... (se sienta ai
piano.) ¡A trabajar! ¡á trabajar!
¡Bnja á mi meyíte, inspiración cristiana!
(Vuelve á teclear, como antes, y de improviso y sin
darse cuenta, se pasa á la polca que tocó el pianillo.)
¡Rayo de Dios! ¿No estoy tocando la polca
del organillo? ¡Le digo á usted que voy á lu-
cirme!... Serénate, Mamerto, serénate... (Torna
al tecleo y torna también á la polca.), ¡La polca!
¡Nada, que me voy á la polca! ¡Que se me ha
metido en la cabezal (oyese en la calle extraña gri-
tería, que va aumentando poco á poco.)¿Lh?¿Que CS
eso? ¿Qué pasa en la calle?... ¿Mcás ruido otra
vez? (Desesperado.) ¿A quc voy á tener que to-
mar un globo? Pero ¿qué sucede, Dios mío?...
uVlgUna pendencia... (Abre la ventana de la iz-
quierda. En la calle se pelean dos chulos, garrote en
mano. Hombres, mujeres y chiquillos, los increpan y
tratan de separarlos. Ellos se arremeten con furia,
(¡ritos, carreras y amenazas que duran un buen rato.
Dos ó tres perros ladran que es un gusto. Al fln se
llevan á uno de los contendientes por un lado, y al
otro por el lado opuesto. Nada de guardias, para que la
escena sea real.) ¡Eh! ¡jOVCll! ¡JOVCU! ¿qué ha
sido ello? (Va de una ventana á otra como un loco.)
¡('aballero!... ¡Pchs!... ¡pchs!... ¡Señora!...
¡Niño!... ¿Qué ha sido, qué? ¡Bueno, pues
— 17 -
(^iie se maten! ¡Sea lo que sea, á mí qué tres
rábanos me da! ¡Como si no tu^^era yo bas-
tante con el motete! ;Se acabó! ;E1 último re-
CUl'So! (('ierra las imertns de madera de las ventanas
y enciende la luz.) ¡ Don Mamerto Ó la fuerza
del sino! ¿Qué habré yo hecho para tanta
desgracia.... (principia á sonar sin interrnpeión un
timbre eléctrico de lo más desacrradable de la clase.)
¿Quién llama ahora':-'... ¿Quién llama'?... (Gri-
tando.) Pero, hombre, ¿quién llama? ¡Ese tim-
bre!... ¿A que se ha descompuesto como
ayer?... ¡Galleta! ¿no hay quien le dé un
tiro á ese timbre?... ¡Ramón! ¡Perico! (vase
corriendo por la puerta de la derecha. El timbre con-
tinúa sonando como si nada fuese con él. Después de
un instante sale don Mamerto furioso.) IjOS estu-
diantes duermen á pienia suelta. No sé
cómo pueden... ¡Toca, hijo, toca!... ¡María!
¡Julia!... (Vase á escape por la puerta de la izquier-
da. Ei timbre sigue sin darse x)or aludido. Don Ma-
merto VJielve á salir á poco hecho una fiera.) ¡Sobcr-
l)i<j! ¡Me caso con la mar salada! ¡Hay que
estar así hasta que venga el electricista, que
creo que ^ive en los Cuatro Caminos! ¡Y es-
cruta usted el motete con esta sandunguera
instrumentación! ¡Hasta que á mí se me
ahume el pescado y acabe jior mandar á
cualquier parte el motete, al padre Venan-
cio y á toda su pastelera t'amiha! (oeja de so-
nar el timbre.) ¿Eh? ¿Qué milagro es este, jus-
to Dios?... ¡Ay! Como si lo ^'iera; lo ha com-
puesto don Pepito, el huésped de la sala,
que entiende de todo. El cielo lo bendiga...
¡Animo, Motete, cánimo!... ¡Al mamerto, al
mameiio otra vez!... (siéntase ai piano, y .sale
desde luego tocando la polquita de marras.) ¡Cuer-
no! ¡la polca de antes! ¿Estaré yo loco?... ¿A
que voy á parar en Leganés?... (Hacia la dere-
cha, suena repique de campanas, y hacia la izquierda,
lejos, los primeros compa-ses de un pa.so doble militar
que se va acentuando á medida que figura que se
acerca la tropa.) ¿Eh? ¿repiquito ahora?... Pero,
señor, ¿«pié santo es mañana? ¿Y viene tro-
pa por ese otro lado"?... (Fuera de sí.) ¡Ea! ¡se
9
- í8 -
acabó lo que se daba! ¡qué galleta! ¡Que se
escriba el motete solo! ¡A la cama ahora
mismo! ¡Todo tiene un límite en este mun-
do! (Se quita nerviosamente y mnnnuranrio palabras
sueltas, la americana, el chaleco, los pantalones, la
corbata y las babuchas. Cada una de las prendas •
la tira á distinto lado. Se queda en calzoncillos con el
gorro puesto y una camisa larga de dormir, apaga la
luz, se mete de un salto en la cama y se tapa hasta
la cabeza. El repique y el paso doble suenan entre
tanto confundidos.) Quc sc fastidie dou Venan-
cio... motete... Me importa poco... motete...
La salud, la tranquilidad... motete... ¡Pues
hombre!... motete... ¡Si se enfada, mejor!...
motete... Explicaciones... tonterías... ¡^Ea! ¡á
la cama! ¡Qué motete ni qué...! ¡Adentro!
Así... ¡Que me entren moscas!
ESCENA ULTIMA
DON MAMERTO, JULIA, MARÍA, PERICO y RAMÓN
Julia (Por la puerta de la izquierda.) ¡Dou Mamerto!
Calle, qué oscuridad... ¡Don Mamerto!... ¡Pero
si se ha ido!... ¡Entonces vemos la tropa! (Lla-
mando.) ¡María! (Abre la.s dos ventanas.) ¡María!
(Sale María.)
Per. (Por la derecha, con Ramón.) ¿Pasa la tropa por
aquí?...
Ram. ¡Qué bonito es este paso doble!
Mar. ¡Esta música se baila sola!
Pkr. ¡Pues aquí estoy yo!
Mar. y yo aquí. (Se cogen y empiezan á bailar.)
Kam. (a Julia.) ¡Pues nosotros no vamos á ser me-
nos!
Juma ¡Ya lo creo que no! (Hacen lo mismo ai otro
lado. Comienzan á pasar por la calle algunos chiqui-
llos que andan á compás delante de la tropa.)
Mam. (incorporándose lentamente con cara de asombro.)
Pero ¿qué escándalo es este, señores?... ¿Ni
en la cama voy á estar traiK^uilo?
Per. ¡Je, je!... ¡Se había acostado!
— 19 —
Julia
,, ( ¡Don Mamerto!
Ram. ¡Don Mamerto!
LOSCUATRC (Riéndose a más y mejor, mientras bailan al son de la
música.) ¡Ja, ja, Ja, Ja!
Mam . f^Han tomado ustedes mi cuarto por sal(jn
de baile?... ¡Fuera todo el mundo de aquí!...
LoscuATRO¡Ja, Ja, Ja, ja!
Mam . ¡Dios rnio! ^;Tú no ves? ¡Dile al padre Ve-
nancio, que lo que es así sólo Tú le escribes
el motete! (se echa fuera de la cama envuelto en la
colcha y se dirÍRe al público.)
En medio de este belén,
que aplaudas mucho te pido...
¡Es el único ruido
que puede sentarme bien!
FIX
Madrid. Marzo. ÜWO.
ADVERTENCIA liíPOSTANTE
Las empresas que pongan en escena este entremés
pagarán por derechos de propiedad de cada repre-
sentación la mitad de los correspondientes á una
zarzuela en un acto.
i^
<*
OBRAS DE LOS MISMOS AÜTOSSS
Esgrima y amor, juguete cómico.
Belén, 12, principal, juguete cómico.
Gilito, juguete cómico-líri^
La media naranja, juguete cómico.
El tío de la flauta, juguete cómico.
El ojito derecho, entremés (2.^ edición).
La reja, comedia en un acto. (2.* edición).
La buena sombra, sainete en tres cuadros. (4.* edición.)
El peregrino, zarzuela cómica en un acto.
La vida intima, comedia en dos actos. (2.» edición).
Los borrachos, sainete en cuatro cuadros.
El chiquillo, entremés, (2.* edición).
Las casas de cartón, juguete cómico.
El traje de luces, sainete en tres cuadros.
El patio, comedia en dos actos.
El motete, entremés con música.
*♦
serafín i JOAftllN ÁLVAREZ ()ÜÍN1ER0
El estreno
ZARZUELA CÓMICA EN TRES CUADROS
sin tx^oiiciÓM, nudo, ni Jettnlaee
MVSICA DEL MAESTRO
RXJIPKR'X'O CMAF»Í
-•^#í<ff'
SOCIEDAD DE AUTORES ESPAÑOLES
Florín. 8. bajo
IQOO
EL ESTRENO
ZARZUELA CÓMICA EN TRES CUADROS
sin exposición, nudo, ni desenlace
serafín V JOAQUÍN ÁLVAREZ QUINTERO
MIBICA DEL MAESTRO
RUPERTO CHAPI
Estrenada en el TEATRO DE APOLO el 19 de Julio de 1900
*
MADRID
e. VKLASCü, IMP., MARyL'ÍS DE SAXTA AXA, 11 DUP.**
•' Telófono nñmoro 551
aooo
^ k ^útkki iU "^lútam ^tipmk%
En esta obrilla, tan humilde como bien intencionada,
no obstante su carácter satírico, hemos preteiidido mos-
trar al público las contrariedades , disgustos y amargu-
ras que experÍ7nenta todo autor dramático desde que
comienza á ensayar hasta que los aplausos da?i vida
al fruto de su ingenio ó los silbidos lo entierran para
siempre.
Hacer reir ó llorar al público cuesta muchas lágri-
mas á veces, pero no todas deben imputarse en justicia
al infierno de los ensayos ni al purgatorio de la pri-
mera representación. Antes y después del estreno las
circunstancias que suelen rodear al autor le ofrecen
sobradas ocasiones para retiegar de su oficio y deses'
perarse.
La lucha sorda y triste por romper el anónimo, la
explotación inicua de los logreros del ingenio, el es-
fuerzo estéril del escritor viejo ó cansado^ los sombríos
horizontes de un trabajo infecundo, parecido al del
gañán que siembra para que recoja el amo... He ahí
algunos de los males que ainargan la vida de casi
todos los autores.
Para remediarlos ó arrancarlos de raíz se fundó
hace poco n:ás de un año la Sociedad de Autores Es-
pañoles, cuya beneficiosa influencia ya se deja sentir
afortunadamente. A ella le dedicamos esta zarzuela,
^n prenda del entusiasmo que su ideal nos inspira, y
■como testimonio público de adhesión á la noble causa
■tque sostiene.
S. r ^. tAlvarez. i^uiniero.
FtEI^AFCTO
PERSONAJES
ACTORES
LA. GONZALITO Srta.
LA CORALES
CASTITA (
ADMIRADOR 2." |
ROSITA.." i
ADMIRADOR 1." j
MERCEDES
ABONADO -2°
SOFÍA
AMIGA 1."
JUANA 1
AMIGAS.» j
MAMÁ DE LA GONZALITO
CAMPILLO Ss.
BERMEJO i
MANDANGA \
GOMILLA \
MAESTRO BENÍTEZ S
HABICHUELA
ESPINILLA \
UN MALDICIENTE >
UN DESCONOCIDO j
RIVERO J
ORTIGA..' )
GUARDARROPA )
DON SIXTO I
TERAN 1
DUQUE S
Pretei,.
Bru.
ZVVALA.
rodrígükz (m.)
Dema.
Carceliek.
Fernández.
VlÑALLS.
Rodeígüez.
Carreras.
Ontiveros.
Soler.
Carrjún.
Fernández (.\.>
Ramíro. \
Soriano.
Ruesc;a.
codorniu.
SÁNCHEZ.
Otero.
Picó.
Llórente.
COTTE.
Carcelleu.
SUÁREZ.
1>0N ELOY
UN CRÍTICO
MAESTRO DE COROS i
UN VIEJO ELEGANTE \
DCN EVARISTO
PULIDO I
LOZANO (
PABLO \
UN RACIONISTA i
BOMO )
VIOLÍX 1."
TRAJANO NiSo
UNA VOZ Sk.
PE LUQÜERO
GUERRA
ADMIRADOR 3." . Srta. García (C.)
ABONADO 1." CONTREBAS (M.)
RÍOS ; Su. Rincón.
VÁZQUEZ Ramos.
MARTÍ N TovARES.
BRAVO Landa.
N ARBONA PULPEIRO.
M OLIN i Portillo.
OREJUELA Delgado.
garcía Lleó.
PRADA Mas.
MOIiTNO González.
SÁNCHEZ De Francisco.
AZNAR. ... MÁ1QUEZ.
Una ser/un'la tiple y sm mamá, dos partiquinas, dos novios, un, pollo harbilam-
. piño, un autor incipiente, un camarero, varios cómicos, capiníeros, tramoyistas
y coro general
, ,^^lv■v^yJy^<^fcfc .^'^^
\&¡\\^\\^\\ g-T^iítgT^ w'^'f:^ ir:^ii:feiijgii@ii ■* ii_míim;i * h * í
EL ESTRENO
Cuadro primero. — El Infierno
Kscruario de un teatro durante las horas de los ensayos. En el fon-
do, hacia la derecha del actor, sentadas en bancos y sillas, y for-
mando diversos grupos, charlan y hacen labor las Coristas Algu-
nas tienen el novio al n-.argen. En medio del escenario la mesa
del apuntador. Sobre ella un atril. Junto, el sillón del director de
escena. Inmediatas á los bastidores de la derecha varias sillas,
que durante el cuadro van ocupando actrices y actores. A la iz-
<pik'rda un jiin"' ! ■■ • •■ ■■-v.
Al levantarse el telón aparecen la.s Coristas como queda dicho, y
Campillo, el autor de la obra que va á ensayarse, charlando á la
tierecha con una Segunda tiple y su Mamá. Rosita y Mercedes están
sentadas junto á la mesa del Apuntador y Sofía en un grupo de com-
pañeras hacia la derecha del foro. Después de un n\omento en que se
«vf I') rumor de las conversaciones de todos, sale el Maestro de coros
por los bastidores do la izquierda tocando las palmas
M. COROS ¡NiñasI ¡vamos al saloncillo! ¡Hay que pasar
muchas veces el coro nuevo!
Ros. ¡Por Dios, maestro, si Jo sabemos de me-
moria!...
M. COROS ^.Qué habéis do saberV Andar, andar arri-
ba... (Se levantan todas de mala gana y se van de-
trás del Maestro por 1» izquierda, murmurando y rién-
dose. Los novios como .si estuvieran cosidos á ellas.)
— 40 —
Merc. ¡A}'-, qué cataplasma de maestro!
iSoFÍA ¡Ay, qué jaqueca!
Ros. Maestro, compadezco á su señora de usted... .
M. COROS ¡Pues yo á quien compadezco es al marido!
(Se van. Pablo, el avisador, sale por la derecha mo-
mentos antes y pone sobre el atril d& * la mesa del
Apuntador el manuscrito de una obra y á cada lado
un candelero con una vela; coge la mesa, la baja al
proscenio, delante de la concha, y coloca á la iz-
quierda el sillón del Director y á, la derecha una silla.
Espinilla, periodista, sale cuando se van las Coristas,
por la izquierda.) «
Esp. ¡Caramba! ¡qué poca luz hay en este esce-
nario! Buenas tardes, (a Pabio.) ¿Sabe usted
si ha venido el señor Campillo?
Pablo ¿El autor del estreno? Me parece que sí. (Lla-
mando.^ ¡Don Julio! ¡Señor Campillo!
Camp. ¿Qué hay?
Pablo Aquí lo busca á usted un caballero.
Camp. (a la segunda tiple y á su Mamá.) Con permisO
de ustedes. (Acércase á Espinilla. Pablo se va por la
derecha. Por la izquierda sale un'Cómico que atraviesa,
el escenario y se sienta al lado de la Segunda tiple.)
Esp. Señor Campillo, usted perdone.
Camp. ¡Hola, amigo Espinilla! ¿Cómo vamos?
Esp. Para servir á usted. ¿Y esos ánimos?...
Camp. Así, así. Ya empieza uno á estar nervioso..-
Esp. Oh, pues usted no tiene motivos... Sale á
triunfo por obra... Es usted el amo de los
escenarios.
Camp. ¡Quite usted, por Dios! ¿Usted cree que si yo
fuera el amo, no habría aquí más luz?...
Esp. ¡Ja, ja!... En seguida deja usted ver la garra
del autor cómico.
Camp. Hombre, no, yo no tengo esas cosas...
Esp. Sí, sí, hágase usted el chiquito. Ya sabe us-
ted que hoy es el único.
Camp. ¡Por los clavos de Cristo!... (Este me va á
pedir dos butacas para el estreno.)
Esp. ¿Quién hay más que usted? Cabrera y Pa-
nizo, que han escrito un par de saínetes... y
ya los tiene usted agotados.
Camp. ¿Agotados ya? ¡Canario, pocas gotas traían!
Esp. Sobre que á Cabrera sé yo de buena tinta.
41 —
Camp.
Esp.
Camp.
Esp.
Camp.
Esp.
Camp.
Cok.
Evar.
Cor.
Evar.
Cor.
Evar.
Cor.
Evar.
Esp.
Camp.
Esp.
Camp.
Esp
Camp.
Esp.
Camp.
que le escribe las obras un tío suyo, cura
por cierto, que vive en Cañaveral de las Li-
mas y que no quiere salir á las tablas.
^Y á Panizo?
Panizo las escribe él.
¡^íilagro!
Pero mejor sería que se las escribiese otro
cura.
Bueno, no murmuremos más. ¿En qué pue-
do servirle, amigo Espinilla?
En mucho.
Usted dirá, (continúan hablando en voz baja tinos-
momentos, mientras sale por la izquierda la Corales-
con don Evaristo, su papá, que es como un eco de la.
niña, y cruzan el escenario diciendo á media voz lo-
que sigue. La Corales lleva un perrito sujeto por una.
cadena, el cual nunca le deja á nadie, como no sea al
papá en algún caso extremo.)
Este Último feo no lo aguanto.
Iso lo aguantes.
Vé á buscar á Bermejo en sesiiida.
En seguida.
Y dile que venga.
Que venga.
(sentándose en el grupo de la derecha.) Buciias
tardes.
Buenas tardes. (Vase por la izquierda muy aprisa,
en alas de su deber de papá de tiple.)
Yo soy ahora redactor de La última noticia...
¿Sí? Pues es la primera que yo tengo.
¡La garra, la garra otra vez! Y la verdad,,
como es usted el autor favorito del púbUco...
(¡Vaya si me pide dos butacas!)
Quisiera...
Dos butacas, ¿eh? •
¡Hombre, no! Tengo las del i)eriúdico. Lo-
que quisiera sería anticipar algunas noticias,
de usted y del estreno de Jja Trianera, su
nueva obra. Conque si usted fuese tan ama-
ble... (sacando lápiz y cuartillas.)
(Encendiendo las velas que hay encima de la mesa.)'
¡Cómo no! Me honra usted demasiado ..
Sentémonos... (Espinilla se sienta en el sillón del
Director, que está á la Izquierda de la mesa, y Cam-
— 12 —
pillo en Ift silla que está á la (kTocha y que coloca de
frente al público.)
Esp. Usted á mí. Vamos á ver, vamos á ver... El
saínete... 3^0 supongo que es un saínete...
Oamp. Sí, señor, un saínete.
Esp. ¿Cómico?
CaMP. ¡Sí es un saínete! (Salen por la izquierda dos
Actores, uno grueso y otro delgado, y van á sentarse
en el fondo. El que está con la Tiple so levanta y se
va junto á ellos.)
Esp. ¿Y está en prosa ó en verso?
Camp. En verso y prosa. Más prosa que verso.
Esp. (Escribiendo.) «Más verso que prosa.»
Camp. No...
Esp. Déjeme usté á mí. ¿Y qué es ello? ¿Qué
pa.sa en la obra? .. así... por encima...
Camp. Así... por encima... pues... usted calcule, no
puede pasar mucho en un saínete.
Esp. Ya.
•Camp. La acción se desarrolla en Andalucía, y se
trata de dos muchachas de opuestos carac-
teres que están enamoradas de un mismo
hombre.
Esp. ¡El asunto es muy nuevo! Está bien, está
Dien... ¿Y la música es sabia ó agradable?
Porque si tenemos música sabia, mal ne-
gocio.
Ca]\[p. La música es preciosa, ya lo verá usted.
Esp. ¿Muchos números?
Camp. Dos dúos, un terceto...
Esp. (Escribiendo.) «Dos tcrcctos, un dúo...»
Camp. Al contrario...
EbP. Yo sé lo que me hago.
Camp. (¡Que todo ha de apuntarlo al revés!)
Esp. ¿y números de conjunto, de bulla, de coro?...
•Camp. Ah, no; de coro hay poco, (siguen conversando
en voz baja. Salen por la izquierda don Evaristo y
Bermejo— el representante de la Empresa— y cruzan
hacia la derecha, en busca de la Corales. Esta, apena.s
los ve aparecer, se aparta del grupo en que está, con
el perrito por de contado, y les sale al encuentro. Ha-
blan á media voz.)
Berm, (¡Vamos á ver qué tripa se le ha roto á esta
niña!)
— 13 —
Cor.
Berm.
Cor.
Berm.
Cor.
EVAR.
Berm.
Cor.
EvAR.
Berm.
Cor.
EvAR.
Berm.
Cor.
EvAR.
Berm.
Cor.
EvAk.
Berm.
Cor.
EVAR.
Cor.
EvAR.
Berm.
Camp.
Esp.
Camp.
Esp.
Oiga ^ií¡ted, Bermejo.
¿Qué ocurre?
Lo de siempre. Me han hecho otro feo eit
Contaduría.
¡Vaya por Dios!
Y yo no aguanto más.
No aguantas más.
Siempre serán cosas de la niña mimada.
¿Qué ha sido ello, vamos á ver?
¿Le pai-ece á usted poco? He pedido un pal-
co entresuelo para el estreno y me han di-
cho que no hay.
Que no hay.
Y no hav.
¡Hav!
¡Hay!
¡Xo hav!
¡Hav! '
¡HaV!
Por Dios, Merceditas, si hace tres días que
no queda un papel... si ya no tienen ni los
revendedores...
Es que para mí debe haber siempre.
¡Siempre!
Espere usted, yo veré de arreglarlo... Le pre-
guntaré al autor á ver si le queda...
Bueno, bueno, haga usted lo que guste: ya
sabe usted que ese feo no lo sufro.
No lo sufre.
¡Son ya muchos feos!
¡Chichos feos!
(¡Y sufre al papá, que es el más feo de to-
dos!) (La Corales, el perrito y don Evarisío se unen
a la Segninda tiple y .su Mamá, y allí comentan acalo-
radamente por lo bajo el último feo hecho á la niña.
Bermejo se acerca ¿ Campillo y le habla. ) Doil Ju-
lio, cuando termine usted, haga el favor...
En seguida, amigo Bermejo. (^Quédase Bermejo
aparte impaciente y malhumorado.)
¿Quién es ese individuo?
íJn representímte que tiene la Empresa para
dar laa malas noticias.
Bien, pues le dejo á usted en sus brazos.
(Campillo se levanta.) Pero aiitcs de irme me va
— u —
usted á facilitar algún detalle íntimo relati-
vo á La Trianera. Por ejemplo: lo que signi-
ca para usted el triunfo ó la derrota...
€amp, ¡Uh! ¡Pues á buena tecla ha ido usted A
tocar!
Esp. ¿Sí, eh?
Camp. Como que en cuanto estrene me caso. Si la
obra gusta mucho, se entiende...
Esp. ¡Pluma! ¿pero usted no es casado?
Camp. Viudo hace tres años, amigo mío, y con cua-
tro chiquillos así... (indicando poca estatura.)
Esp, (Dando de pronto con la nota «sensacional» de la entre-
vista.) ¿De manera que la suerte de la familia
depende de la obra?
Oamp. Cabal; todo va envuelto.
Esp. ¿Tiene usted inconveniente en que publi-
que...?
€amp. ¿El qué? ¿que estreno y me caso? ¡Publí-
qvielo usted!
Esp. (Escribiendo.) «El autor se casa... y estrena.»
Camp. ¡Dale bola! ¿Quiere usted decirme por qué lo
escribe todo á la inversa?
EsP. (Levantándose ) Es muy Seiicillo. EstOS apUll-
• tes van á parar luego, para su desarrollo, á
manos de un compañero que tiene el pobre-
cito la desgracia de entenderlo todo al re-
vés; y los tomo así, como única manera de
que salgan en el periódico al derecho... Para
servir á usted, amigo Campillo... Mil gra-
cias y. muchísima suerte.
Oamp. Adiós.
Esp. Voy á saludar á la Corales, que es mi tiple.
(En efecto, se va á saludarla, y allí se detiene de pa-
lique. Pulido, apuntador, y Terán, segundo apunte,
cojo, pasan desde la izquierda al fondo, donde se unen
al grupo de actores. Al mismo tiempo cruzan hacia la
derecha y aumentan aquel grupo dos Partiquinas. Di-
cho se está que en estos grupos charlan y discuten ac-
tores y actrices de todo lo que les da la gana, aunque
es claro que sin alzar la voz.)
uERM. (Poniéndole á Campillo las manos sobre los hombros.)
Querido Campillo.
Camp. ¿Qué sucede?
Berm. Tengo encima la catedral de Burgos.
— 15
<^AMP. < Mirándolo asombrado.) ¡Plombre!
BeRxM. Siete oonñictos en veinticuatro horas.
Camp. ¡Por la N-irgen del Carmen, Bermejo, no me
asuste ustedl
Berm. Ante todo: ¿le queda á usted algún palco?
Camp. ¿Qué me ha de quedar? ¡Ni me hable usted
de locahdades, que me traen frito!
Berm, Pues no hay más remedio. Se le ha puesto
á la niña Corales un entresuelo en las nari-
ces, y si no se lo proporciono voy á tener un
disgusto con ella.
CJamp. ¡Por vida!... Bueno, ya arreglaremos eso...
/.Qué más hay?
3erm. ¡Friolera! ¿Sabe usted quién se me ha
muerto?
Camp. i Alarmadísimo.) ¿Quiéu?
Ber.m. ¡El padre de la característica!
Camp. ¡Hombre, se le habrá muerto á a caract-e-
rística!
BER^^. Y me ha escrito la pobre — aquí debo de t€-
ner su tarjeta — que la dispense, pero que no
viene hoy al ensayo.
Camp. ¡Caramba!
Berm. ¿Y qué quiere usted?... ¿Cómo la obligo?
¿cómo le digo yo que venga?... ¿,Y'' cómo voy
á ensayar la obra sin esa ñgura?
Camp. ¡Imposible! Le aseguro á usted que... ¡Dicho-
sas enfermedades!
Berm. ¡Vaya un añito de salud! ^lire usted: he te-
nido en la compañía de todo lo que hay que
t«ner. He tenido viruelas, he tenido tranca-
zo, he tenido reúma... Pues ¿y ahora?...
Ahora tengo calenturas intermitentes, tengo
dos pulmonías, tengo un tumor, tengo tres
coristas embarazadas, tengo tifus... — bueno,
es verdad que tifus tengo todo el año, — ten-
go á la Rosales con anginas, á la Gómez con
fiebre...
Camp. ¡Y á mí me tiene usted con un humor de
los demonios! ¡Calle usted, por el pan do
sus hijos!
Berm. ¿Sí, eh? Pues no hemos empezado todavía.
Camp. ¿Hay más aún? ¡Maldito estreno!
Berm. La Zorrilla me ha devuelto el papel.
— d6 —
Camp. ¿a estas alturas, hombre?
Berm. a estas alturas. Y le advierto á usted que-
tiene la culpa el marido.
Camp, ¿FA marido? ¿Pues qué dice ese bruto?
Berm. Que su señora no está para los embolados..
(Bajando la voz.) Lo cual 86 expHca, ¿sabc us-
ted?
Camp. ¡Mal rayo lo parta! ¿Qué sabrá él lo que son
embolados?
Berm. Sí lo sabe, sí... (Espinilla se despide do la Córale»,
y se va por la izquierda.)
Camp. ¿Y qué hacemos. Bermejo?
Berm. A ver qué le parece á usted. Yo no me he
dormido. Enterarme de la cosa y contratar-
en el acto á la Antoñita Pérez, todo fué uno.
Camp. ¿Está usted loco, hombre de Dios? ¿Cómo,
va á hacer ese papel la Antoñita Pérez?
Berm. Mejor que la otra. Crea usted que lo bor-
dará.
Camp. ¡Pero lo bordará muy mal!
Berm. No sea usted inocente, Campillo. Antoñita
es muy lista: usted no la conoce bien. Tiene
cara, tiene cuerpo...
Camp. ¡Naturalmente!
Berm, Tiene tablas, tiene madera...
Camp. ¡Es claro! ¡.Jesús, Jesús, Jesús!...
Berm. ¡Y aquí entra lo gordo!
Camp. ¿Más gordo que eso todavía?
Berm. ¡A ver! ¿Dónde visto yo á esa muchacha?
¿dónde la visto?
Camp, ¿Cómo?
Berm. Que no tengo cuarto donde vestirla; (jue
tengo todos los cuartos ocupados. ¡Hay tan
pocos cuartos en esta casa!... ISIire usted.
Campillo; casi todos los conflictos que ten-
go yo aquí son por falta de cuartos, (saien
por la izquierda la Gonzalito, primera tiple, Juana, su
doncella, y Kivero, barítono. Se sientan aquella y
este, en el primer término de la derecha. La Gonzali-
to habla aparte un momento con Juana y esta se va
por donde vino, sin chistar. La Gonzalito y Rivero
son novios, pero están de monos y apenas se miran.)
Camp, Bueno, pues por mí que se vista en el foso.
¿Ha venido don Eloy?
— i7 —
Berm. En Contaduría lo dejé tomando café con la
Empresa.
Camp. Pues allá voy yo. Y usted me va á hacer el
favor de llegarse ahora mismo á cjisa de la
característica, ¿eh?
Berm. ¿Para qué, Campillo?
Camp. Hombre, para ver si la convence usted de
que venga al ensayo de hoy.
Berm. ¡No \'iene!
Camp. Pues habrá que suspender el estreno.
Berm. ¿Cómo suspender, si tengo ya todo el papel
vendido?
Camp ¿Y eso qué impoi-ta? Xo es la primera vez
que ocurre. Demasiado concedo, que no
voy á ensayar con decorado nada más que
mañana, por culi)a del pintor.
Berm Bueno, bueno, lo que usted quiera. Por mí
no ha de quedar... (Se detiene un instante y le
habla á Campillo con gran misterio, señalando á Ri-
vero y á la Gonzaiito.) Y aliora que rcpai'o...
Camp. ¿Qué?
Berm. Aquellos dos están de monos.
Camp. ¿Quiénes?
Berm. Rivero y la Gonzahto,
Camp. ¿Y qué?
Berm. Que como riñan, la tengo á ella con la pata-
leta y á él afónico. ¡Le digo á usted que es-
toy aviado!
Camp. ¡Él que está aviado sov yo!
Berm. Voy á escape... Hasta luego, (va a irse corrien-
do i)or la segunda caja de la izquierda, pero al ver á
Habichuela, autor fallido a quien le baila un ojo, que
llega por alU, cambia de rumbo, y se mete por la
primera diciendo:) ¡Adiósl ¡Habichuela!... Mala
sombra... ¡Lagarto! ¡lagarto! (vase.)
GoNZ. ¡Te han \isto con ella por la calle de las
Huertas!
Riv. ¡Pues han visto visiones!
GONZ. ¡Claro: ella y tú! (Disputan por lo bajo acalorada-
mente.)
ílAB. t Deteniendo á Campillo que va á marcharse por la iz-
quierda.) Hola, chico.
Camp. (¡Habichuela! ¡^h^ldita sea mi suerte!)
Hab. ¿Cuándo estrena.s, mañana?
-1
18 —
Camp.
Cami'.
Hab.
Camp.
ífAB,
Camp.
Hab.
Camp.
ÍÍAB.
Camp.
Hak.
Tkráx
Hab.
Rív.
GONZ.
Riv.
GONZ.
RíV.
¡Qué sé yo! ¡Está media compañía en el
Hospital!... (Trata de irse y Habichuela se lo im-
pide.)
A otra cosa: me han dicho que el libro es
muy bonito... Y me han contado varios gol-
pes... [El del bizcocho es de primera!
El público dirá. (Deseando irse.) Con tU" per-
miso...
Espera. A otra cosa: yo necesito una butaca.
¿Vienes cansado?
No hagas chistes. ¡Esta Empresa ha hecho
la porquería de suprimírmela!... ¿Me la
darás?
¡Si no tengo ninguna!
¿Pero me vas á dejar en la calle'?
(¡Qué más quisiera yo!) Perdona, chico; voy
corriendo á ver á don Eloy...
Anda con Dios.
(Yéndose por la izquierda.) (¡Lagarto! ¡lagarto!
¡lagarto!)
Nada, en cuanto los aplauden dos veces se
olvidan de los amigos y de todo... A otra
cosa. (Mirando á todas partes.) Por lo visto, aqUÍ
no se ensaya. (Se encamina hacia el grupo del
foro.)
(Viéndolo venir.) Scñores, Habichuela viene...
¡Sálvese el que pueda! (Aléjase del grupo con
otro Cómico. Sale Gomilla por la izquierda y se les
une.)
(Llegando al primer grupo.) Salud, Caballeros. ¿No
se ensaya? (Las dos Partiqulnas de la derecha se le-
vantan y se van por la izquierda. Salen por la prime-
ra caja de este lado el Maestro do Coros, un Autor in-
cipiente y un Cómico. Estos iiltimos se encaminan al
grupo en que está Habichuela, pero al verlo allí huyen
y se imen al otro grupo. El Maestro va oliéndolos á to-
dos, como buscando á alguien, y últimamente da con
la Gonzalito y Eivero, que son á quienes busca.)
(Por las nubes materialmente.) ¡Si te fías de tu
carbonero más que de mí!...
(Por el estilo de Rivero.) ¡Sí que me fío!
¡Le aconsejaré que te pretenda!
¡Groserías no te permito, José Manuel!
¡Es que hoy te has levantado necia!
— 19 —
<íoNz. ¡Y tú idiota!
M. COROS 'Llegándose á ellos.) A ustedes busco. Me pare-
ce que es esta la mejor ocasión para ensayar
el dúo de las caricias, ¿eh?
Riv. (Levantándose.) Sí, seiior, SÍ; 68 muv buena
ocasión.
GoNZ. (lo mismo.) Es ustcd muv oportuno, maestro.
M. COROS Como está tiernecito todavía, ¿eh? yo me
dije: antes del ensayo general, ¿eh? lo pasa-
mos un par de veces, ¿eh?y así se asegura...
Riv. ¿Eh?
M. COROS No, nada... Conque si ustedes quieren...
GoNz. Ahora mismo.
M. COROS No hay que molestar á Pulido: yo les daré
la letra. (Se sienta al piano y se di.spone á tocar. La
Gonzalito y Rivero continúan su pelotera á pesar del
ensayo del dúo.)
Riv. (a ella.) (¡Como no tienes dos dedos de
frente!...)
GoNZ. (a él.) (¡Como tú no tienes sentido común!...)
M. COROS :A una!
Riv
GONZ ,
R'.v.
GONZ .
Riv.
GoNZ.
Riv.
GoNz .
Música
«No hiso más que apunta la mañana,
y amontao en mi jaca alasana
me vine pa aquí,
á busca la carita gitana
de la mosa bonita y serrana
que vive pa mí.
No hiso más que apunta la mañana,
y ya estaba asoma á su ventana,
pa verte vení,
la carita risueña y gitana
de la mosa bonita y serrana
que vive pati. >
( Aparte, con viveza. El hombre no se puede contener.)
i Y lo que te digo yo es que esto se va á aca-
l)ar muy pronto!
¡Cuanto antt^'i mejor!
¡Porque cada día estás más insoix>rtable!
¡Y t\i más gi-oserol
¡Mal criada!
; Chulo!
— 20 -
RiT. «Cuando me dises, luz de mi vía,
esas palabras que son de ¡mié,
de güeña gana, morena mía,
me comería
esa boquita, qué es un clavó.
GoNZ . Siempre te he dicho que te he querío
y que mi boca sólo sé abrí
pa repetirte, chiquiyo mío,
que no te orvío,
y que no vivo más que pa ti.»
(a Kivero, que se le acerca.)
¡Quítate de mi vista, golfo!
Riv. ¡Si no fueras una mujer!...
GoNZ . ¡No sería tu novia!
Riv. ¡Eso iría yo ganando! ¡Ejem! ¡ejem! ¿Lo ves?'
¡Ya estoy afónico!
GoNZ. ¡Me alegro! ¡Así se te caiga la campanilla!
(Se vuelven bruscamente la espalda en el momento en
que prosiguen cantando el dúo.)
Los DOS «Na en er mundo nos artera,
na en er mundo nos separa;
frente á frente y cara á cara
nos juramos nuestro amó...
(siempre de espaldas, se alejan mucho el uno de la
otra.)
No te apartes de mi vera,
no me dejes un segundo,
que juntitos en er mundo
hemos de viví tú y yo.»
GoNz. (Está fresco, si cree que voy á buscarlo.)
Riv. (Lo que es á mí, que me espere sentada.)
GoNZ. (¡Imbécil!)
R?lv. (¡Estúpida!)
«Sle pareses una rosa
por lo fresca y lo bonita.»
(¡Es que se está volviendo hasta fea!)
GoNZ. «Tú eres, niño, un só que sale
pa alumbrarme á mí na más.»
(¿Por dónde me entraría á mí este hombre?);
Riv. «Me dislocan tus andares
y tu cuerpo y tu carita. »
(¡Y qué tipo de cursi se le va poniendo!)
GoNZ. «Yo na más esto^ contenta
dondequiera que tú estás. »
— 21 —
(^;Por qué no lo contratarán para Buenos
Aires?)
íLos DOS «Dichoso en er mundo
quien tiene un queré,
y de ér-<8e alimenta
y vive pa é.»
(Rivero, que está á la derecha del actor, pasa hacia la
izquierda, terminado el dúo, para irse á la calle. La
Gonzalito, que está junto al piano, pasa á sentarse
donde estaba. Se cruzan ambos en la mitad del cami-
no y se hacen un mohín de enfado y de desprecio.
Ella se sienta y él se va.)
Hablado
M. COROS Muy unidito que sale, muy unidito... ¿eh?
Como están ustedes en situación... ¡Ja, ja!...
Ali, ¿pero se han marchado? (se queda sentado
al piano examinando los papeles.)
•<;AMP. (Por la izquierda, con don Eloy.1 No 68 pOsiblc qUG
para mañana esté todo listo.
JEloy ¿Por qué no, Campillo? Créame usted á mí:
la obra va mañana perfectamente. Yo, como
director de escena, le respondo á usted. Lo
de la Zorrilla ya está arreglado, y si la ca-
racterística no viene hoy, esta noche ensa-
yamos después de la función y mañana pa-
samos el libro dos veces.
-<^AMP. Bueno, pues mire usted; vamos á ver en un
instante el cuadrito nuevo, que es el que
está peor, hasta saber si viene esa señora.
ICloy Corriente. (Tocando las palmas.) ¡Tcrán! ¡Pulido!
¡A ensayar el cuadro segundo! (pulido baja ai
proscenio. Terán avisa á los artistas que nombra. Man-
danga sale por la izquierda y se sienta á la derecha.)
Terán ¿El segundo?
■Camp. tíí. Y á la concha, ¿eh? (Llamando.) ¡Pablo!
Llévese usted la mesa. (Pablo le obedece, dejan-
do primero delante de la concha los candeleros y el
manuscrito.)
""TerAn Señorita Corales; señorita Gonzalo; Gomi-
11a... (Los tres avanzan ha^ia el proscenio. La Cora-
les, por supuesto, con el perrito.)
Pul. (a Campillo.) El segundo cuadro, primero^.,
¿verdad?
Camp. Si; es el que está más tierno y quiero ase-
gurarlo.
PüL. Está muy bien. Vamos á la concha, (se mete
en ella.)
Camp. Oiga usted, Terán.
Tbrán Usted mande.
Camp. La salida de Gomilla déla usted por la de-
recha en vez de darla por aquí, (señalando á la
izquierda.)
TerAn Perfectamente. Ah,una cosa: el guardarropa
quiere enseñarle á usted varios chismes.
Camp. Después del ensayo los veré.
Eloy A empezar, Campillo, que se echa el tiempo
encima. (Se sienta en el sillón, al lado de la concha
y de espaldas al público. Campillo se sienta en una
silla junto á él. Las dos Partiquinas de antes, que á la
cuenta se fueron á pescar, llegan otra vez por la iz-
quierda acompañadas de un Pollito barbilampiño y se
.sientan con él á la derecha. Un Camarero viene por la
izquierda también y sirve un café á varios de los acto-
res del fondo. Después de servirlo se marcha. La Co-
rales y la Gonzalito esperan órdenes delante de la con-
cha. Gomilla espera también en segundo término.)
Camp. (a la corales.) Usted, Mercedes, ahí, hacia la
derecha, (a la Gonzalito.) Y ustcd, Laurita, ya
sabe: sale por la izquierda á las primeras pa-
labras de Mercedes.
Eloy Llevadlo pansadito, que el cuadro es corto. .
(ai apuntador,) Anda, Pulido.
Cor. «Mardigo mi suerte:
ahí viene Consuelo:
la mujé que me roba er cariño
del hombre á quien quiero... »
Camp. ¡Esa pronunciación, Merceditas!... Esa jota....
La jota es de Aragón... No diga usté mujé.
(Acentuando la jota.) Diga ustcd mujé, mjajé...
(Pronunciándola dulcemente.)
Cor. ¿Mujé?
Camp. Justamente; mujé... Si tiene usted facili-
dad...
Eloy Mujé, mujé...
Cor. Mujé...
- 23 —
Camp. \'amos á seguir. (¿Y no podría ensayar esta
niña sin el perrito?)
Cor. -<En mala hora viene...
mala sangre tengo...»
(ai perrito.) ¿Quieres estarte quieto, Silvelaf
«Que no me provoque, que pase de largo
si no quié jaleo...
GoNZ. ¿Til aquí, María Pepa?
Cor. Yo aquí. ¿Qué hay en eso?
¿Te extraña?
GoNz. . Me extraña.
Cor. ¿Me temes?
GoNz . ¡Qué tonüi!
(Avanzando hacia la Corales.]
¡Yo á nadie le temo!»
Cor. (Deteniéndola.) Hija, que vas á pisar á Sil-
rela.
Camp. i Pues señor, nos va á dar el ensayo el preni-
dente del Consejo.)
Cor. v<Pos sigue er camino
y vete muy lejos...»
Camp. Xo, no, no; lejos no... ¡Pícara jota! (pron ini-
ciándola como antes.) LejOS... lejOS...
Cor. ¡Ay, Jesús, qué torpeza!...
Eloy Lejos... lejos...
Cor. Lejos...
Camp. Eso es: lejos... Vamos adelante.
Cor. «Que yo no te vea, que no se despierten
de pronto mis selos.»
Camp. i^^^^y bien! (Gomilla, avisado por Terán, sale por I&
derecha y se va por la izquierda sin decir palalirii ■•mv
asombro de todos.)
Eloy Este Gomilla es especial.
Camp. ¡Pero, hombre, Gomilla!
GOM. (Con gran amabilidad y solicitud.) Maildc USted.
Camp. ¿Y el grito?
GoM. Ay, usted perdone... Se me ha olvidado...
Camp. ¡Pues se le ha olvidado á usted el papel, (jue
no es más que el grito!
GoM. Haré la pasada otra vez... Cuanto más cui-
dado pone uno...
Camp. Vamos un poquito atrás.
Cor. « Que yo no te vea, que no se despierten
de pronto mis selos. >
— 2i —
OOBÍ. (Pasando de derecha á izquierda y gritando á la mitad
del camino, muy torpe y desentonadamente.) ¡Ah!
Camp. ¡Para darlo así, más valía que no lo diera
usted!
Eloy Ven acá, hombre. Entérate, (oomiiia pone en
la explicación sus cinco sentidos.) TÚ eres amigO
del novio de una de éstas; sabes que son ri-
vales; pasas casualmente por la calle; el
verlas juntas te llama la atención, das un
grito de sorpresa y te vas á contarle á tu
amigo la novedad. (Levantándose.) Mira; una
cosa así... (Hace lo que cree que debe hacer Go-
• • . milla.)
Camp. (Levantándose también.) No, 110; permítame U8-
ted... Tampoco es eso... Yo quisiera que el
«¡ah!» no fuese un «¡ah!» tan pálido como
ese, sino más bien una cosa así: «¡ah!» Es
algo análogo, ¿sabe usted? pero no es lo mis-
mo. «¡Ah!» ¿me comprende usted? en vez
de «¡ah!»
Eloy Eso es todo: ya ves qué cosa tan difícil, (se
sienta.)
<jrOM. Yo procuraré... Si uno pudiera... Y usted
me dispensará, señor Campillo, (vuelve á ha-
cer la pasada y da un grito como si lo hubieran pi-
sado.)
Camp. ¡Caramba, no es eso! ¡Parece que lo han pi-
sado á usted!
OoM. No, pues jio me han pisado.
Camp. ¡ F ues lo parece! (Aparte á don Eloy.) (Como us-
ted comprenderá, esto es imposiÍDle.)
Eloy (Yo se lo ensayaré en mi cuarto.)
■OoM . (a quien pisa sin querer Terán el tra.spunte al ir de un
lado á otro.) ¡Ay!
Camp. (volviéndose hacia Gomilla de repente.) Ahora,
ahora ha salido bien.
'GOM. (Extremando su afabilidad.) PuCS ahora CS CUan-
do me han pisado, señor don Julio.
Eloy Bueno, sí, ya lo veremos luego.
<3rOM . Crea usted que pondré cuanto esté de mi
parte...
Camp. Sí, hombre, sí.
<jom. y que tendré un verdadera sentimiento...
Camp. Déjese usted ahora de cumplidos, (se sienta.)
— 25 —
<jrOM.
Eloy
Cor.
<^AMP.
<jrONZ.
•Camp.
€0R.
TerAn
•GOKZ
Eloy
Oamp.
E1.0Y
Camp.
<jOM.
Eloy
Camp.
(Retirándose por la izquierda descorazonado y toar-
chito.) (¡Dios mío, como me quiten el papel
me (ían la temporada!)
Sigue, Pulido.
«Y si se desjñertan,
yo ¿qué curpa tengo?
¿Tengo yo la curpa?...»
Me parece que esa «culpa ü.. cá de usted.
Yo creo que es mía. (a Pulido.) Es mía, ¿ver-
dad?...
«¿Tengo yo la curpa de lo que ér me quiere,
de lo que lo quiero?
Ponte en estas cosas;
vé que no hay remedio,
que es un imposible lo que vas buscando,
y orvíalo y déjalo...»
¡Mucho, mucho! ..
«¿Or\darlo dises?
¿Deja de quererlo?...
Antes que mi oi-vío, verás ajuntarse
la tierra y er sielo. »
Señor Mandanga. (Mandanga se levanta y avan-
za hacia el proscenio perezosamente. Suena un grito
destemplado hacia la izquierda. Todos se sorprenden
y casi todos se levantan.)
¡Ay, Jesúe!
¿Qué pasa?
¿Qué ha sido ellof*
(saliendo, sonriente y afable, de detrás de un trasto.)
Nada, señor don Julio... He sido yo ensa-
yando el grito.
Hombre, pues vete á ensayar á la Plaza de
Toros.
O á donde haya eco, y se oye usted dos
veces.
Me parece muy bien... (Todas estas son in-
trigas de Molleja, que me envidia el papel.)
(Vase por la izquierda lleno de pesadumbre.)
Adelante. (Gritando.) ¡Schsssss! ¡A ver si nos
callamos ahí arriba! ¡Que no nos entende-
mos aquí!
(Dado a los demonios.) ¡Un poco de Considera-
ción, señores, que esto va mañana!... Pues
señor, está saliendo el ensayo como una seda.
— 56 —
GONZ.
CCR.
Terán
Man.
Camp.
Man.
Eloy
GoNZ.
Cor.
Camp.
Eloy
Man.
Camp.
Man.
Camp.
Man.
Camp.
Man.
Camp.
Man.
Cor.
GONZ.
Man.
Camp.
«¿De veras?
¡De veras!»
(Dándole la salida á Mandanga, por la derecha.)
«Muchachas, ¿qué es esto?»
«i Muchachos, ¿qué es esto?»
¡Muchachas, hombre! Y ya estamos mal..
Le he dicho á usted que antes de decir ellas
la última seguidilla, salga usted á la puerta
de la carpintería y se ponga á sacar virutas.
A fin de que se entere usted de la reyerta,,
¿sabe? Ese es el objeto.
(Hablando entre bostezos.) Ah, SÍ, SÍ; eS verdad...
Se me había olvidado. Y es que traigo hoy
la cabeza así... (Retirase á la derecha y finge cepi-
llar una tabla sobre un banco de carpintero, imitando
con la boca el ruido de las virutas.)
(a las tiples )
«Verás ajuntarse
la tierra y er sielo. »
«¿De veras?
¡De veras!»
(Mandanga sigue embebido en sus ylrutas.)
(a don Eloy ) ¿Usted ve esto?
¡Mandanga, por Dios!
(Entre bostezos siempre.) Ah, SÍ; UO había OÍdo>
el «de veras». Usted dispense. Como que-
no he pegado los ojos esta noche...
Estudiando el papel, ¿verdad?
Cabaüto.
(¡Qué poca vergüenza tiene este!) Vamos
adelante. Deja usted las virutas y dice...
«Muchachos, ¿qué es esto?»
¿Otra vez?
(Echándole la culpa al apuntador y amenazándolo-
con el puño cerrado.) Me ha dicho «mucha-
chos»...
Bueno, siga, siga.
(imponiendo silencio á todos, como si en la charla di>
los demás consistieran sus equivocaciones.) ¡fechsSSSI.
(«¡Er tío Caracoles!)
(¡Er tío Caracoles!)
¿Pendunsia tenemos?»
¿Cómo penduncia? ¿Pero qué es penduncia^
señor?
— 27 —
Man.
Camp.
Man.
Camp.
Man.
Camp.
Man.
GONZ.
Camp.
Eloy
Man.
Camp.
Eloy
Camp.
Eloy
Man.
(a Campillo, por el apuntador otra vez.) 8i me ha.
dicho penduncia..,
¡No hay quien diga eso en el mundo! ¡Sobre-
que usted debe saber que es pendencia!
Y lo sé... lo que tiene que se me olvida...
Ya le digo á usted que he pasado una no-
che... (volviendo á imponer silencio.) ¡SchsSSSSr
(Suena un golpe de caja. A poco suena un violín, una
trompa, etc., etc. Se supone que van llegando al en8a-
yo los individuos de la orquesta y que prueban sus ins-
trumentos.)
(¡Adiós! Ya está aquí la orquesta ¡Nos he-
mos lucido!)
«¿Antes tan amagas?...^
¡Amigas, hombre!
Amigas he dicho...
«¿Antes tan amigas
y ahora ya riñendo?
¡Qué farta e vergüensa!...»
No, no, no. Esa «falta de vergüenza» no es-
de usted,
(a Pulido.) ¿De quién es esa «falta de ver-
güenza?»
Me parece que es mía.
¿La falta de vergüenza?... Sí, señor; de usted..
(Gritando.) ¡Silencio, por Dios!
Ahora es la orquesta ya, don Eloy.
(volviéndose á los profesores.) ¿Tienen UStcdcS la
bondad de callar un momento? No es más
que un segundo...
« ¡Qué farta e vergüensa! ¡Qué farta de pes-
¡Se acabó er jaleo! [qui!....
(a la Gonzalito.)
Til por esa caye...
¡Si hablas, te reviento!»
(a Campillo.) ¿Está ustcd vlcndo cómo me 1«>
sé?... (a la Corales.)
«Tú por esa otra. ¡Como digas argo
pierdes er pescueso!...»
(Se va cada una por un lado, mirándose con gran en-
cono. Después se sientan tan tranquilas en los sitios,
en que estaban antes del ensayo. A la Gonzalito se le
acerca el Barbilindo que salió con las Partlquinas y
principia á darle conversación.)
28
¡los hombres!...»
¡los hombres!... >:
, ¡las hembras!...»
«¡Los hombres!...
KlOY (Rectificándole )
«¡Las hembras!..
Man. ¡Schsssss!
«¡Las hembras!.
€amp. ¡No, por Dios!
Man. ¡En viniendo la orquesta, es imposible!
Oamp. ¡y antes también. Mandanga! Cuando no se
estudia. ..
Man . « ¡ Las hambres!... ¡los hombros! >^
•Camp. Es menester dejarlo.
Man. «¡Los si'Zos/...»
"Camp. ¡Atiza!
Man. «¡Los selos!...
¡Ni Dios ni los santos mandan lo que m,ondan
unos ojos negros!»
■Camp. ¡Apaga y vamonos!
Man . ¡Si lo sé, señor, si lo sé! Lo que tiene que
con esta bulla...
■Camp. ¡Maldito sea el demonio!
Eloy Mire usted, más vale dejarlo todo para la
noche.
Camp. Sí, mejor será; porque si no le voy á dar un
tiro á ese. (Mandanga se lo lleva aparte )
JElOY (Refiriéndose á la orquesta.) QuC ensayen estoS
lo que les dé la gana, (ai Maestro de Coros.)
Maestro.
M. coros ¿Es á mí?
lÜLOY ¿Me hace usted el favor de ir á Contaduría
y decirle al maestro Benítez que ya están
aquí los profesores?
M. COROS Ahora mismo. Sí, porque se hace tarde.
(Vase por la izquierda. Don Eloy se acerca al grupo
de la derecha. Terán se va al foro. Por la izquierda
sale el Guardarropa con una listita y espera á que
Campillo acabe de hablar con Mandanga.)
Man. Usted no juzgue de mí por los ensayos; ya
sabe usted que yo me reservo y que luego
hago cosas.
■Camp. (¡Pero qué cosas haces, canalla!)
Man . Además — y esto quédese para nosotros — le
advierto á usted que aquí el qvie no corre,
vuela. ¿Vio usted el detalle que se me ocu-
rrió el otro día de rascarme un alón contra
— á9 —
la Gonzalito? ¡Pues ya me lo copió ayer su
novio I
Camp. ¡Bah!
GuaR. (Qwe habla con acento catalán.) ¿Me permití USted
un instante, don Julio?
Camp. ¿Qué hay?
Man. (Marchándose por la izquierda.) ¡Ni me hllCe CaíiOÍ
¡Mátese usted estudiando para esto! Me voy
á tomar media copa filosóficamente. (Liega por
la izquierda un Maldiciente y se une a Habichuela.
Dios los cría y ellos se juntan.)
GuAR . Terán, el traitspunti, me ha entregado una
liste de las coses que ]iasi7i falte para el es-
treno.
Camp. Naturalmente.
GüAR. "Bien, csc«c/íemi usted.
Camp. Diga.
GuAR . Estos palillos que poní aquí, ¿qué son?
Camp. Pues eso, paüllos; castañuelas, vamos.
GuAR. ¡Ahí ¡castññueles!... ¡Eso ^s otra cose!
Camp. Palillos les dicen en Sevilla. ¿Usted qué ha-
bía traído?
GuAR . ¡Miri! ¡qué hahie de traer! ¡Palillos de dientisf
Camp. ¡Jesúsl
GüAR. (Leyendo en la lista.) Y CStas CüñeS que dísi y
¿qué son?
Camp. ¡Pues hombre, cañas!
Guau. ¿Cañes de qné?
Camp. ¡Cañas de manzanilla, señor!
GuAR. ¡Acabáramos: vasos!... ¡Yo Jidbíe traído cañes
de pescar!
Camp. ¡Ave María Purísima!
GuAR . Como en la obre se habla tanto del Guadal-
quivir...
Camp. ¡Ya! ; ¡Señor, que nos traduzcan á este Guar-
darropa ó estamos perdidos!)
. GuAR . Escuchi; otra cosite. ¿La cábese de toro diseca-^
de para el terser cuadro, tieni que tener mu-
chos cuernos?
Camp. Dos, nada más.
GuAR . Me refiero al tamaño. Porque sabrá usted
q\ie tingo una de un heserrete...
Camp. Esa no sirve. ¿No ve usted que se dice que
t.< la cabeza del toro que cogió al Tato?
— 30 -
OUAR.
Camp.
M. BsN.
GüAR.
Berm.
Camp.
M. Ben.
Berm,
M. Ben.
Berm.
M. Ben.
Berm.
Camp.
M. Ben.
Berm.
¿Y qué tieni que ver? Puede ser la cálese del
mismo toro, disecada cuando era joven.
¡Vamos, quite usted de ahí! (a Benitez, que sale
con el Maestro de Coros, por la izquierda.) Antes
que se me olvide, maestro.
(a la orquesta.) Bueiias tardes, señores, (a cam-
pillo.' ¿Qué pasa? (siguen hablando bajo.)
(Retirándose hacia la izquierda, por donde se va, le-
yendo en la lista.) «Un cuerno de case que sueni
bien... dos piques... cuatro banderilles... un ca-
poti de lujo...» Esto sigurísimamenti es un im-
permeable... (Aparece Rivero por la izquierda. No
hace más que llegar, y repara en que la Gonzalito está
de palique con un Pollo. En el acto se pone á pasear
como fiera enjaulada. El Pollo lo ve, se le abren las car-
nes, se levanta, se despide y se va. Entonces Rivero se
sienta hecho un energúmeno al lado de su novia y
principia entre ambos, bien que por lo bajo, la cuarta
pelotera del día. Mientras todo esto ocurre, llega Ber-
mejo con una catedral encima, como siempre.)
(Por la izquierda, abalanzándose sobre Benítez y Cam-
pillo.) ¡Traigo encima la catedral de Cór-
doba!
¡Adiós!
¿Hay novedades?
No me faltaba más que un dolor de muelas,
y ya lo tengo. Con el contratiempo del pa-
dre, se le ha puesto un carrillo así á la carac-
terística...
¿Cuál es el contratiempo del padre?
Que anoche se murió.
¡Canastos! ¡á cualquier cosa le llama usted
contratiempo!
¿Y cómo estreno yo con el carrillo así? Por-
que no exagero, señores; tengo el... tiene el
carrillo así.
(Estallando.) Bueno, pucs mire usted, queri-
do Bermejo; el que no estrena ni con el ca-
rrillo así, ni con el carrillo asá, hasta que la
obra no esté lista, soy yo. ¿Usted va á en-
sayar la orquesta, maestro?
Ahora mismo. (Baja á la orquesta y ocupa la si-
lla del Director.)
¿Entonces con el libro ya hemos acabado?
— 31 —
"Camp. Por esta tarde sí.
íBbrm. (Dando voces.) ¡Se puedeii marchar los que no
tengan música! (Oir estas sencillas palabras y lar-
garse como por encanto los aludidos, parece obra de
brujas. Quedan en el escenario la Gonzalito, la Corales,
con el perro y con su Papá, Rivero, el Maldiciente y
Habichuela, don Eloy, Campillo, Bermejo y el Maes-
tro de Coros. Se colocan casi en fila delante de la ba-
tería. La Gonzalito y la Corales sentadas. Los demás,
á excepción de Campillo que se sienta en la concha,
de pie.)
M. COROS Primero ensayaremos sin voces, ¿verdad"?
M. Ben. Si señor, primero sin voces.
Pulido (sacando la cabeza por la concha.) PcrO COn VOCes
luego, ¿eh?
.M, Ben . Sí, sí, quédese usted. El ensayo sin voces se
acaba pronto. Vamos á ello, (puudo se queda
en la concha.') Número uno. No. Veremos an-
tes el intermedio. F,\ número cuatro, (co-
mienza el ensayo de orquesta. Todos escuchan con
gran atención. Benítez es de los que se hacen polvo
dirigiendo.) =
HaB. (a poco de empezar la orquesta, aparte al Maldicien-
te.) (¿De dónde es esto, chico?)
MaLD. (a Habichuela.) (De Pavsifal.)
'M. Ben. (Dejando de improviso de dirigir y dando golpes con
la batuta, lo mismo ahora que siempre que tiene que
rectificar, en el atril, en la concha, en la batería y en
todo lo que le coge á mano.) No, no, no, 110...
¿Qué dicen ahí los violines primeros?
Yio. 1." Re mi.
M. Ben. Pues es re fa.
Vio. 1.° Ya me había chocado. (Enmienda el papel.)
M. Brn. Adelante. Vamos á la letra A. (a ios vioiines.)
Y llevadme esto muy sueltecito... saltando el
arco... (Sigue la orque.sta.)
Cor. ¡Qué bonita frase!
Berm. ¡Preciosa!
Hab. (Al Maldiciente.) (¡De El Rey que rabió!) (non
Eloy y Campillo llevan el compás de la "música con la
cabeza y hacen signos de complacencia. Rivero y Ik
(íonzalito, pelean acaloradamente.)
Jn. Ben . (suspendiendo el ensayo de nuevo.) A VCr, á ver,
á ver... ¿Qué dice el bombo? (ei Bombo da don
— 32 -
Berm.
M. Ben.
Hab.
M.Ben.
Cor.
M. Ben,
Eloy
EVAR.
Berm.
M. COROS
Camp.
Mald.
M. Ben.
Hab.
Mald .
Hab.
Mald.
GONZ.
• Riv.
golpes con ]os platillos.) ¡BoiTe usted todo esof
¡Están bien los papeles, hombre! (a Bermejo.)-
¡Y es ya la segunda vez que pasamos esto!
Como se ha copiado tan deprisa...
¡Como se ha copiado tan mal!
Maestro, que ha dicho usted que va á ensa-
yar sin vocesJ
También he dicho que no es hora de chis-
tes. (La Gonzalito se levanta y se sienta en medio del
escenario. Poco después se le une su novio y conti-
núa la pelotera. Benltez , dirigiéndose al Bombo, que
ha estado enmendando el papel, le dice:) ¿EstamOS
listos?... Pues vamos á seguir. A la letra B.
¡Venga! (principia á dirigir é inmediatamente se in-
terrumpe.) Esperar un momento, que tengo
aquí otro disparate, (corrige ios papeles.) ¡Qué
fatiga! ¡Estoy sudando como un pollo!
En mi cuarto te espero, papá, (se levanta y se
va con el perrito.)
Bueno, todo el número. A ver si lo sacamos
bien. ¥A principio lo quiero muy fuerte. ¡Pan-
pa-pa-pan! ¡pan-pa-pa-pan! ¡A una! (Tocan
todo el número. Benítez, de cuando en cuando, tararea
ó dice, segim las exigencias de la música, algunas de
estas frases: «¡Piano!» «¡Más piano!» «¡Fuerte, fuerte!»'
«¡Conmigo todos!» «¡Pianísimo!» etc., etc. A la conclu-
sión, aplauden con entusiasmo los personajes que están,
en la escena. Y quiera Dios que aplaudan también los
que estén en la sala.)
¡Admirable maestro!
¡Divino, maestro!
Este se repite: pongo la cabeza, maestro.
Es una monada, maestro.
Mucho carácter, ¿eh?
Y mucha originalidad.
Gracias, señores, gracias.
(ai Maldiciente.) (Tiene algo de Las Campanas
de Car ñon.
Y de Las Campanadas.
Y de Campanero y sacristán.
Y de Ld campana de Huesca.)
(Dando un grito agudísimo y contrayéndose en la silla
presa de un ataque nervioso.) ¡Ay!
(Alarmado.) ¡Laura! ¡Laura! (Todos acuden. La
Gonzalito chilla á más y mejor.)
33 —
Berm.
Eloy
Camp.
M. Ben.
Pul.
Hab.
M. COROS
Hab.
M. COROS
Mald.
Riv.
M. Be:í.
Berm .
Eloy
Hab.
Camp.
M. COROS
Riv.
Camp.
Evar.
Berm .
M. Ben.
Hab.
Riv.
Camp .
M. Ben.
Hab.
GUAR.
Camp.
¡Adiüsi! ¡Me dio el ataque!
¡Kl ataque!
¡Por vida!...
^;Qué su(íede?
(Saliendo ¡i Ratas de la conclm.) ¿Qué OCUrre?
(a grito herido.) ¡Un duro! ¡un duro!
^;Para qué?
¡Para separarle los dientes!
¡Bah!
¡Aflojarle el corsé!
¡De ninguna manera!
(saltando al escenario.) ¿Qué ha sido ello?
¡Agua! (Corre por ella y vuelve á poco fion un feo
tijo y im vaso.)
¡Venga, agua!
¡Un duro! ¡un duro!
¡Pablo!
¡Aire! ¡aire!
¡Éter!
flDónde hay éter?
¡Mi nina tiene! ¡Voy por él! (vase comei.iío; .
(Saliendo ) ¡Ya la tengo mala para tres dlasL ..
¡Tirarle del dedo de enmedio!
¡Un duro! ¡un duro!
¡Es mucho carácter de mujer! ;
(A Bcnitez.) ¡Esto cs imposiblc quc se estrene
mañana!
¡Imposible!
(convencido de que el duro está verde.) ¡Una pCSO '
ta! ¡una peseta para los dientes!
(Aeereándo.se á Campillo con un capot j do torero,' «tos
Ijandcrillas y tm cuerno de caza que suena á demonios.)
¿Sirvirá Iñen esti cuerno de case? (Toca fuerte.}
¡Hombre, déjeme usted á mí de cuernos
ahora! (Todos se asustan menos la Gonzalito, <ini^
Mígiic con el ataque, chilla que chilla, scrabramlo ií»
i'onsternacióu en el ánimo de los autores de la obra jL'
echando otra catedral sobre los hombros de Borroejo.
<'a<' i-iii>ifttiiiicntc 1-1 iciiin.) • ; í
— :-4 —
Cuadro segundo. — El Purgatorio
KI iiiitiiuo esciíuario, momentos aiUL\s ile emi>n/,ar el estreno ile. la
Obra (le Campillo. En la segunda caja el telón de foro visto por
'totrás. Delante, hacíala derecha del a'cítor, un 'practicable» larffo
y alto, con escalera á la izquierda, que sirve para dar acceso A
uriH ventana que hay en el telón. A la derecha del 'practicable-,
suspendida de una escalerilla de tijera, una campo na. S. la iz-
(^nierda, arrimada al telón, una mesa de pino sin pintar, con los
• oxchivaehes de guardarropía necesarios para el servicio de la es.
(•Á\n&: una botella y uh corcho mojado, un vaso de u.mia, un inn/.o
V una regadera, (l)
Apjtnxie en escena Campillo, nervioso y desasosegado, hablaudo con
tlAbichuel» y con Lozano. Dos ó tres Carpinteros concluyen de ase
t;tirar el «practicable» y apoco se van. Oyese dentro acompasado
♦♦aimoteo y bastoneo con que significa su impaciencia el .supuesto
público.
Hak,
Oamp.
t.o¿.
€am:p .
IIkrm .
Tekán
Bkrm .
Yo lo que to di|í(> que has lieehí) muy nui!
on poner tu nombre en los carteles.
Pero homl>re, ¿por qué? ¿l''>s acaso un crimen
escribir comedias?
No es un crimen, pero tienes niuclios envi-
diosos.
l/os envidiosos sal)en siempre de quién son
las obras. Además, yo quiero que si alguno
pide la cabeza del autor, sepa (jue pide la
mía. (siguen hablando bajo.)
(por la derecha.) ¡Tcráu! ¡Tcrán! ¿Dónde se ha
metido Terán?
(Por la izquierda, con el libro de la obra en la mano.)
Aquí me tiene usted.
¿Cuándo empezamos, hombre? ■
(ij Conviene simular en la parte izquierda del telón, y por me-
>\\o de gasa, una puerta vidriera, á fin de que lleguen bien hasta el
í»úbUco todos los nuidos de dentro. La gasa debe pintarse de oscuro
4>«n-a que no se vean las figuras que haya detrás.
— 35 —
Terán En cuanto esté vestida la Corales.
Berm . Pues dale prisa, por Dios vivo, que son kw
diez 3' el público está impaciente, (vase xeran
por donde salió.)
Camp . Oiga usted, Bermejo.
fiERM. Amigo don Julio, me traen frito. ¡Tengo en-
cima la catedral de Utrera! ;^Va apagándose len-
tamente el rumor del público.)
Oamp. ¡Hombre, si en Utrera no hay catedral! ¡No
me ponga usted más nervioso que estoyl
¿Ha venido el el burro?
Berm . 81, señor.
Camp. ¿Es de confíanza?
Berm. ¡Pues ya lo creo! No tengan sted cuidado que
los burros siempre lo hacen bien... ¡8i todos
fueran burros! (Vase por la izquierda.)
Voz (Dentro, hacia la derecha.) ¡PeluquerOOO...!
Pel. ¡\ aaa...! (Atraviesa corriendo de izquierda á den-
cha, con una maquinilla de alcohol, unas tenacillas y
una peluca en la mano )
Sixto (Por la derecha i ¡Gracias á Dios que lo encuen-
tro á usted, hombre!...
<Jamp . Hola, don Sixto.
Sixto ¿Qué es eso? ¿miedo?
Camp. ¡Pchs!...
Sixto Vamos, déjese usted de tonterías... ¡Si usted
triunfa siempre!... He oído decir que la obra
es preciosa. Sólo el chista del bizcocho vale
el dinero.
Camp. Muchas gracias.
Sixto Alii estamos todos: ¡cada uno con un pito
asi!... ¡Ja, ja, ja!...
Camp. (¡Qué ocurrente es el hombre!)
Sixto Fíjese usted cuando salga á escena, en la
(juinta fila de este lado... Mi suegi'a, mi su»'-
gro, mis cuatro chicos, mi señora... ¡Ja,
ja. jai
C.*MP. ¡Toda la fila!
Sixto Í*or cierto que lo de .hteinta ha sido un:i u-
meridad.
Camp, ¿Pues <|ué le pa.sa?
Sixto Nada, (jue se empeñó en venir... y en ese
(oslado. . y tan adelanta<la... ¡usted calcule!. .
No es el primer estreno en que da á luz, no
crea usted .. ¡Mi Nicolás nació en Eslava!
— 36 —
Camp. ¡Ave María Purísima!
Sixto ¿Pero quién le quita el capriehito de la ca-
beza? ¡Ja, ja, ja! ¡Qué don Julio este! (vuelve»
¡i oirse dentro palmas y bastones, que á poco cesan.)
CaST. (l'or la derecha, vestida de mono sabio.) ¿EstOY
bien, don Julio?
Camp. Estás encantadora, hija mía. ¡Ojalá estuvie-
ra yo tan bien como tú!
Cast. ^;Tiene usted miedo? A ver el pulso. ¡Huy,
qué poco hombre es usted!
Camp. ,íSí? Pues ponme la mano en el corazón.
(^Castlta le obedece.)
TerÁN (Atravesando la escena á toda máquina de izquierda
á derecha.) ¡Que vamos á empezar!
Camp. ¡Atiza! (üel salto que da, está á punto de caerse so-
bre Castita, qiie le observaba el corazón.)
Cast. ¡Ay, por Dios, don Julio!
Terán (Detrás del telón.) ¡Fuera todo el mundo de
escena!
Cast. Aquí hay una que estorba. Buena suerte,
don Julio. (Vase por la izquierda.)
Hab. Adiós, chico... (Abrazándolo.) ¡No te digo nada!
LOZ. Conque... (Abrazándolo también.) ¡No te digo
nada!
Sixto ílo mismo.) ¡Bueno, pues yo tampoco le digo
á listed nada! (Se van ios tres por la' derecha.)
BkRM. (Por la izquierda, cruzando el escenario muy aprisa y
deteniéndose un instante con Campillo.) ¡L/Oll Ju-
lio, qué entradón! ¡Se ha vendido hasta la
silla del bombero! (Vase rápidamente por la de-
recha. La orquesta principia á tocar los compases co»
que se supone que comienza el estreno.)
Camp. (suspirando.) ¡Ay! Ya ha empezado la orques-
ta... ¡No es mala orquesta la que tengo y<>
en mi interior!
GOM. (Por la izquierda, de sacristán.) ¿Le pareZCO á US-
ted bien, don Julio?
Camp. Perfectamente. ¿Tendrá usted tiempo pavn
cambiar de trajes?
GoM. De sobra, don JuUo. Buena í^uerte, don
Juho. (Vase por donde salió.)
Cor. (Por la derecha, vestida con el traje propio de la mu-
jer del pueblo andaluz.) ¿Qué tal, don Julio?
Camp. (sin saber lo que dice.) Admirable, don Julio...
(Aplicándole al cigarro la boquilla, á guisa de fósforo.)
— 37 —
<JoR. ¿Pero qué hace usted, hombre? ^;\'a usted si
encender el cigarro con la l)oquilla?
Camt'. Es verdad... no doy pie con bola. (Enciende ei
cigarro. Suena un timbre eléctrico.) ¡JeSÚS me val-
ga! (Tira el cigarro.) ¡.\rribael telón!
-Cor. (Llamando.)- ¡Maestro!
M. CDROS (Por la izquierda, con un guión de música en la mano. '
Aquí estoy, aquí estoy.
■Camp. ¡Ay, Dios mío! ¡No quisiera más sino que el
púbhco viera lo que sufre uno! (suena dentrc
un aplauso nutrido.)
<^OR. Parece que les ha gustado la decoración.
■Camp. ¡Como que es preciosa! Empezamos co)i
buena estrella. (Enciende otro cigarro.)
Terán (por la izquierda.) Señorita Coralcs, arriba.
(Vase por la derecha.)
M. COROS Pues este dúo de Mercedes y la Gonzalito
tiene que aplaudirse á rabiar.
Oamp. ¿Dirige Benítez?
M. COROS ¡Claro!
Cor. (subiendo al «practicable.. I Y (pie se ha venid<t
con el chaqué de los grandes éxitos.
Al. coros (Mirando á la escena por un agujero del telón.) AllO-
ra empieza ella. Yo le daré á usted la en-
trada, (campillo se va por la derecha, abstraído. El
Maestro, colocado de espaldas al pié de la escalera i>or
donde se sube al «practicable», lleva el compás de la
música con el brazo derecho, é indica á la Corales,
dando vueltas cómicas, cuándo debe cantar.)
Música
XjONZ. (Cantando dentro.)
«Der queré yo me alimento:
no hay cosa como er queré:
vivo porque estoy- queriendo.
tCOR. ( En el «practicable-, a.somaila a la vt'iitaii;
Er queré me da desgano:
no hay pena qomo iT queré:
er queré me está mátaijido.
GÓNZ.
— 38 —
No me cambio por la reina:
la reina tiene su trono
y yo tengo quien me quiera.
Cor.
Por un probé yo me cambio:
á un probé le dan limosnas
V á mí naide me base caso.
GONZ.
Ayi viene qviien yo quiero:
ya están mis ojos asules
más alegres que está er sielo.
Cor.
Ayi viene quien yo adoro:
. ya están mis ojos yorand(\
ya están de luto mis ojos.
GONZ.
Lo quiero más
que á la Virgen de los Reyes
que está puesta en el arta.
Cor.
Lo quiero yo,
como ar Cristo de la Sangre
que es mi devosión mayó.
GoNZ.
Lo quiero más
que á la luz con que lo veo.
que al aire pa respira.
Cor.
Lo quiero yo,
como á las noches la luna,
como á los días er só.
GoNZ.
Cor.
Lo qúieío porque es mi gusto,
porque es mi gusto quererlo.
Lo quiero porque es<;apricho,
porque es capricho que tengo.
- 39 -
GoNz. Lo quiero porque es mi arma
Cor. Lo quiero porque es mi sueño. , , \;
GoNZ. Lo quiero porque me quiere. . ..;:
Cor. í^o quiero porque lo quiero.»
(Ojese dentro una verdadera ovación. «Tampillt». «aje
por donde se fué, rozagante y alegre. La Coralcn y ©>
Maostro .«jonríen satisfechos.)
Hablado
M. CORCS
Cor.
M. COROS
Camp.
Berm.
Camp.
M. COROS
Caup.
Hab.
Camp.
tjAB.
Camp..
Hab.
Camp.
Hab.
Camp.
Hab.
Camp.
Hab.
Camp.
^,Ve usted? ¿Qué dije yo antes? ..,,■.
(Desde arriba.) Vamos, hombre, cambie nHt^i<^
de cara.
¿No oye usted cómo silban? j.JeJ
¡.Je! (Tira la colilla.) V^ que trajín buen vino.
(Enciendo otr» cigarro. )
(.\trHvosando el escenario de deredia á iüqnierdu y
dándole una palmaditH á Campillo en la espaldi./)
¡Tengo un jefe de claque que vale un milJ^ÓM^
¡Bravo! ¡bi-avo!
A ])edir de boí-a, don Julio, (vase por la ¡t»»-
recha .)
Vamos á ver esta escenita. (se mete debajo «ft
j)ractical)le", y desde allí, con la oreja pegada al tcWu.
íignni escuchar lo que pasa, dentro. —Se oye una carce.-
j.Hda. ) ¡Hombre, les ha hecho gracia lo de Ion
merengues! ¡C'uánto me alegro! (Animándome;)
("on el bizcx)clio van á echar líis tripas... (I'ü'^u
Terán de izquierda á derecha.)
(Por la derecha, despavorido.) ¡Cllico! jjulio!
(Alarmado, saiieiKio de debajo del "practicable.. )¿^IJIV
hay?
Te doy el pésame.
¡(.aramba!
¡Vienen de uñan!
¡Pero hombre!
¡Vienen de uñas, créeme á mí!
í*ero si han aplaudido y se ríen y...
No te fíes: ¡vii'ncn de uñas!
Pues, (tilico, yo...
¡Vienen de ÜMs! Cuando yo te lo digo.., Jf^»^
va «¡orriendo por donde salió.) ^
(Por la izquierda.) ¿Qué CS e80?¿0CVirre algO?
(Tirando el cigarro ) ¡QuC Vienen de UfíOS!
40 —
Bkrm. j Ríase usttid!
Camp, No, que se ría el públieo es mejor.
Berm . ¿Reírse? ¡Ya verá usted eon lo del bizcocho?
(Vase por la derecha.)
(Jamc. (Nerviosísimo y haciendo visajes.) ¡Canario, me ha
^ . .:;...,; descompuesto ese! (Enciende otro cigarro.)
Tbrán (por la derecha.) Señorita Corales, prevenida.
Camp . ' (volviendo debajo del «practicable.) (JorQO no en-
tren en esta escena, mcí van á tirar hasta los
palcos.
TerÁN (Dándole la salida á Iti Corales y yéndose eú .seguid»
■''■■■■•' ' por la izquierda.) ' •
«Felises, tío Caracoles.»
Cor. (Asomándose á la ventana del telón y ñgurándó ftue
" ' • habla con alguien. Las ijatisas que la actriz debe hacer
se indican cerrando las cAnillas del dialogo.)
«Felises, tío Caracoles; •
■ • téngalos usté mu güenos.?^
(^«P: ■■ ■ {Quieren chistes hasta en el preludio! (Tira ci
cigarro con coraje.)
Cr»R-.' ? ' «No me diga Usté esas cosas,
que miste que no lo creo...»
Oam*",- ■ A ver, á ver la res])ue,sta de Mandanga,' ([Utí
„ ■>; ..: ;. ,:..■. es \in chiste. (Pausa breve. Escucha emocionado y
■traga saliva.) ¡No se han reído! (Trata de liar un
cifiíarró, y se le deshace.)
' «Pa desirme cómo soy,
tengo en mi cuarto un espejo. »
«¿De veras?» «¡Jesús, qué guasa!»
■ «¿Que no es guasa? ¿Pues qué es eso?)^' •
'A'ver, á ver... Este eí? otro chiste... (se píñie •»'
esperar la carcajada del público, y nada, el público no
tiene á bien soltarla. Vuelve á tragar saliva. ; ¡Tátrt-^
poco se han reído! ¡Se me está poniendo líirV
gusto de boca!... (Quiere reliar ótró i cigarro y he W
deshace también.) ■' 'i ■ '''■•''■'
Cok . « Varaos, ¿quiere usté cayarse?... . ! / í i
' '' Si tengo ojeras, las tengo ' i ' ' ■ • ' '
porqué...» «¿Cómo?» «No;Mjo mío, •' ' •
queno esporfartadesueñioL.» u..'>
^iÍMI». :;;'■■' -(boii gran ansiedad.) ¡A Ver! ¡Este' 68 decislvW
(vuelve a escuchar con el alma en \m hilo, y no traga
'''.''•■• '•'' ¡más saliva porque ya no le queda.) ¡DibS del tfil^lw
• jtampoco! • )
f" .>'■ i
Cok'"
míÁvi
- 41 —
BfRM . (Por la derecha, acercándose á Campillo, cousternado.)
¿Ha visto usted? ¡No han cogido lo del biz-
cocho!
€amp. ¡No, s(íñor! N'aya usted ii entender al pü-
bUco...
Berm . r:Yo qué he de ir ahoray. .
Camp. Ay, ay, ay, ay... Ipaiadoiindo.^ Me sabe la boca
á pasta de libro. ^Enciende otro cigarro.)
Berm . (Yéndose por la izquierda.) Indudablemente vie-
nen de uñas.
OoR. «Mi novio es un pajarito,
un canario mu flamenco. »
(Sale Terán por la izquierda con toda la rapidez que
su cojera le permite, coge la botella y el corcho y trepa
por la escalera del ])raeticable» hasta ponerse al lado
la tiple.)
"C'aMP. (Muerto de miedo é inquietísimo, se bebe el vaso (\f
agua que hay encima de la me.sa.) Lo que eS COmo
esto no varíe...
«Cor. «Por mi salú se lo juro.»
«¿Quié usté oirlo?» «¡Ya lo creo!
En mandándoselo yo...»
«Sí, señó, sí; va usté á verlo.
;A quién le cantas, presioso?
(Tirándole un beso á Terán, como si fuera el pájiuo. )
«¡Echa un cantesito, sielo!»
i Terán, refregando el corcho mojado contra la botelln,
imita el cantar de un canario.)
c ¡Jajay ! ¡qué bonito eres!
8o guasón, ^.lo está usté oyendo?
Hi con esta gloria raía
hay pa ganarse er dinero. >
(Terán refriega el corcho inútilmente.)
«:No te cayes tú, mi arma.»
Terán (Muy apurado ) ¡Si es que el corcho no suena!
Uo». « ¡Canta más! ¡Toma otro' beso! »
(l.e tira otro Ikíso ú Terán y este consigue hacer sonar
el corcho de nuevo. Se oye una carcajada.)
€amp . Me parece que han tomado á broma lo tiét
pajarito. (Tétdn eeisa en su.s funciones de canario y
baja á dej«r la l»otella y el corcho sobre la mesa.)
<JüR. ' ¡ Ay! Ese. pyobe es el único
que á mime quiere. >> « No entiendo... >
(Terán coge el mazo y se pone junto á la campana dis-
puesto á tocar. )
— 44 —
'< Justo, á armorsá fuera e casa
pa irnos á los toros luego...
Mu pronto vendrá la gente...
¿Quiere usté vení?.. ; » « Lo siento. »
(Principia Tcrán á dar las doce, como si tuviera printr
j)or concluir.)
«Las (lose ya.» .,
CaMP. (Reconviniéndolo bruscamente eo voz baja.) jMáf
despacio, hombre, más despacio!
TerAn (sobrecogido, mientras toca.) ¿Qué?
Camp. ¡Que más despacio!
Terán ¿{.Aiántas van?
Camp . ¿Pero no lo sabe usted?
Terán (Azoradísimo.) He perdido la cuenta... ¿Cujíij-
tas van?
Camp . (lo mismo.) ¿Cuántas van?
Berm í (por la izquierda, furioso.) ¡Canastos, que vai
quince lo menos! ¿Qué hora es esa?
Camp. ¿I. o ve usted?
Terán ¡Usted tiene la culpa!
Camp. ¿Yo?
BeRM. . (Empujando á Terán.) ¡No disCUtir allOra! (Va««r
por la derecLa y Terán por la izquierda.)
Cor. «Ahi vienen j'a los seis coches...
Sarga usté á la puerta á verlos...»
(Oyese lejos ruido de cascabeles, que va acentuándost
á medida que se supone que los coches avanzan.)
«Toito lo me jó que hay ;
en er barrio, viene en eyos...
¡Vaya unas jacas bonitas;
vaya unos adornos güenos;
vaya grasia, vaya gusto
y vaya un cascabeleo! »
IerAn (Pasa al trote de izquierda á derecha, sacudiendo lof^
cascabeles de un collerón que lleva al cuello y de otrpe
dos que saca, uno en i;ada mano, y seguido de un <ihl
quillo que imita con unas tabletas los chasquidos deí
látigo.) ¡.Jiá, jiá! ¡Coronela! ¡Jiá, jiá, jiá!
Cor. «La caye se viene abajo
der rulo y del estruendo. >;
«Ya se paran á la puerta.
Me voy ar patio ar niomento.»
(cierra la ventana y baja del «practicable.» Cesa el rui-
do de los cascabeles,) ...
43 —
Camp.
Cor.
Camp.
Cor.
Bravo, bravo. Muy bien, Mércedita.^.
La batalla es nuestra, Campillo. ¡Si vi«'ra-
usted qué buen vino tajten!
^;Sí? No lo había conoároo. Voy arriba á ob-
servar. (Trepa por la escalera del «practicable i y »«•
pone á mirar al público, entornando la puerteoilla 4e
la ventana. Inmediatamente enciende un cigarro. :
(Yéndose por la izquierda.) ¡Papá!... ¡SUvelaf...
(Detrás del telón se oye el rumor peculiar del Con*-
' ruando sale á escena con alegría.)
Música
Coro « Ya está aquí la gente mosa
de la Macarena:
si es que hay pena en esta casa.
se acabo la pena.
Er que quiera divertirse,
véngase á mi coche,
y estaremos de jarana
jasta media noche.
Ellos Niña, beba usté, que es esto
lo mejó de España.
No me jaga usté un desaire;
tome usté una c^a.
Ellas Er viniyo es una cosa
que no se indigesta,
conque vamos á animarnos
; y á empesá la fiesta.»
Camp. ¡Pero qué bonito es este coro! (Llevado
í-'ntusiasnio por la música, canta con el Coro lo qn»
sigue.)
Coro > Camp. «Su traguito e mansániya,
toa la que se aguante;
su |)oquito e guitarreo,
su poquito e cante.» .,•. í
Camp. ¡Ole! ¡ole! Vamos á ver el tango ahora. (ko»d
pe9 lap palmas el acompañamiento de un tango. í'ani-
pillo observa desde la ventana.)
— 44 -
^ 'í>'- Ay, mamita, mamita mía,
toa la gente dise que tengo
la ígnita como una rosa,
los Ojitos como luseros;
carita blanca,
pelito negro,
anda grasioso,
bonito cuerpo.
■'•• Ay, mamita, mamita mía,
ay, ¿de qué me sirve á mí eso,
si no logro yo que me quiera
er mosito porque me muero?
¡Ay, yo tengo, mare,
mucho que yorá!
Gómprame pañuelos
de á medio rea. »
Camp . ¡Esto electriza al público!
^^Ro «Eya tiene, mare,
mucho que yorá;
cómprale pañuelos
de á medio rea. >
Oamp. Ahora^ viene la malagueña: ¡vale poco! :Y
que no la canta bien la chiquilla!
^ONz. «De alegría me muriera
si yo supiese de ti, '■
que er día que yó me muera,
vas á derrama por mí
uña lágrima siquiera. V
<Jamp . ¡Ole! ¡ole! ¡olel (oies y palmas dentro. )
€oRo «Remojemos las gargantan
■ y siga ér Jaleo,
Venga un poco de paliyos
y de bailoteo. ^ "
— 45 — ■<%
(Pítimas, castañuelas y una copla de sevillanuy.)
GoN'/ . :<No tengo más que un cariño,
pero con uno me basta;
que cuando er cariño es grande,
con ér se vena toa el arma. >
Camp. ¡Ay, cómo bailan esas dos criaturas! ¡Hay
que verlas, señores, hay qiJÉ verlas! (Entusía»
mado con el baile, y sin darse cuenta de ello, se le van
los pies y baila un poco al compás de la copla. Tennis
nada la música, se oyen palmas, oles y vivas, confun-
didos con bravos y aplausos del supuesto público.)
Hablado
GoM. ( Por la derecha, llamando á su criado, que es un chi-
«luillo, y quitándose la ropa á toda prisa.) ¡Trajanc »I
¡Trajano!
Camp . (Maquinaimcnte.) PÍO, felice, triunfador Trajano...
TrAJ. {Por la derecha.) Aquí |g|gy.
(íoM. No te muevas, que vWm. hacerme falta. Ten
ahí. (Le da la sotana y se queda vestido de guardiii
municipal, con un abrigo que le cubre hasta los pies.
Trajano va entregándole todo lo que le pide y Gomillu
poniéndoselo muy aprisa ) Dame el bigote. .
Dame la gorra... Dame los guantes... Dame
el sable..'. ¡Hala! (Vase á todo correr por la izquier-
da, seguido de Trajano.)
CaMP. (Lleno de júbilo en su observatorio.) Hombie,
liombre... esto va para arriba... ¡Cómo se
ríen!... (Aplauden dentro.) ¡Uii aplauso! ¡Caram-
ba! ¡qué cara se le ha puesto á Romillol
(Aplauden nuevamente.) ¡OtrO aplaUSO! ¡otro!
¡"^'a se entusiasmaron! ¡ya son míos!... Ro-
millo va á quedarse en el sitio. ¡Compadre,
({ué bastón tnie aquél de la cuarta fila! De-
bía haber comprado una butaca para el biu^-
tón... No, pues el de al la(|¿ tampoco viene
solo, (suena otro aplauso dentro.) ¡Duro y á la
(íabeza! (Se oye una carcajada.) f;PerO dc qUÓ "SC
ríen ahora?... Ah, sí... Se ríen porque han
ban mojado á Mandanga... En cuantí) fasti-
íHan á cualquiera, ¡cómo goza el público!...
. — 46 —
¿Y quién será aquél qué se muerde las uña*!
de las dos manos? (Nuevo aplauso.) ¡Otro másl
¡otro más! Ya esto es vivir... ya esto es otra,
cosa. . .
TerÁN' (Por la derecha, corriendo hacia la izquierda, i ¡C^(>r<»
general!... ¡Prevenido!
Oamp. ¡Terán!
Terán ¿Qué quiere usted?
Camp. Mucho cuidado con ese rumor.
Trrán Descuide usted, don Julio, (ai coro, que emi)it--
■/.& á asomar por la izquierda.) ¡Vamos! ¡Todos
(.íOnmigo! (Marchan todos detrás de Teráu, hacia la
derecha, queriendo imitar con voces, írritos, risas, et-
cétera, el rumor de una multitud regocijada; lo que
tiene que lo hacen tan mal que parece van rezandn,
Campillo se da cuenta y grita:)
Oamp. ¡Más alegría! ¡más bulla! ¡Si es gente que
va de fiesta, señores!... (e1 coro general atíplala
voz.) ¡No, hombre, no! ¡que no se trata de
un motín de verduleras! (vuelven á hacerlo tan
mal como empezaron y se van iior la derecha para no
volver. Mieairás cruzan la escena salen por la derecha
dos Tramoyistas que retiran por el mismo lado la es-
■ calerilla con la campana, y otros dos que se llevan por
la izquierda la escalera del «practicable.») ¡Jll COr(>-
general me pone los pelos de punta! ¡Qué
mal lo hace siempre! Sin embargo, esto mar
cha, esto marcha... (suena un aplaviso tuerte, i
¡Digo si marcha! La claque se está despachan-
do á su gusto. (Pasa Terán corriendo dos reces con-
•secutivas de derecha á izquierda primero, y de izquier-
da á derecha después, cogiendo esta tiltima y llevándose
la regadera que hay en la mesa.) Y luCgO dirán qUíí
el éxito se debe á los amigos... ¡Pues á nin-
guno de la claque conozco yo!... (ovación pro
tongada dentro y gritos de "¡El autor! iel autor!») ¡Me
llaman! ¡me llaman!... ¡Se.han vuelto locos!..
¡Y cómo aplauden!., ¡cómo aplaude todo el
mund». Dios mío!
(JiONZ. (Por la derecha.) ¡Campillo! ¡Campillo!
Oamp. ¡Aquí estoy!
GoNz. ¡Ande usted, que le llaman!
Oamp. ^'^Oy allá, (corre á bajarse del 'practicable» y al en-
contrarse sin escalera se detiene de pronto.) T*ero
¿quién ha quitado la escalera'?...
- 47 -
GONZ.
Camp.
Berm.
Camp.
Berm.
Camp.
iÍLOV
Berm ,
GoNZ.
Oamp.
Berm.
GONZ
Eloy
GONZ.
Eloy
Camp.
Berm.
Camp
Berm.
Camp.
GoNZ.
Camp.
GoNZ.
Berm.
GoNZ.
Eloy
GONZ.
¡Por el otro lado!
(corriendo aturdido.) ¡No la hay tampOCO!
(Por la derecha.) ¡Vamos, Campillo! ¡que se
cansa t:l aplauso! ¡Vamos pronto!
^Venga la escalera!
¡Tírese usted!
¡Un demonio!
(por la izquierda.) ¡A cscena, Campillo! ¡que le
llaman!
¡Adrián! ¡la escalera á escape!
¡La escalera!
No hay cuidado; siguen, siguen aplau-
diendo...
¡Esto es dinero que se me va de la taquilla!
(Un Tramoyista pone una escalera en el «practicable».
Campillo baja á saltos y se lo quieren llevar entre to
dos apenas cae al suelo.) ¡Ande USted, por Dios
vivo!
Ande usted...
Vamos ya...
Vamos...
Vamos, hombre...
Deje usted que me (][uit€ el gabán.
¡Con gabán y todo, señor!
¡De ninguna manera! (Le da el sombrero á Ber
mejo, el cual se lo pone, y trata de quitarse el gabán.
Don Eloy y Bermejo le ayudan para que acabe ante.s,
y .se llevan la americana adherida a él.)
(Muy impaciente.) Ay,' ay, ay...
(En mangas de camisa, (¡ogiendo de una minio á ln
oonzaiito.) ¡Andando!
Pero, (lá dónde va usted íisi'f
¡Digo! ¿Y mi americana?
¡La americana!
Aquí estíi... Tome usted...
¡Pronto! ¡pronto!
¡Qué diablo! (Entre todos le ponen la americana,
mientras lo empujan hacia la izquierda, i>or donde aft
van. La ovación de dentro, que ha Ido apagándose dii
rante estos últimos Incidentes, se redobla cuando 8o
supone que Campillo ha salido á escena. Cesan Iok
aplausos y vuelven, por donde se fueron, la Gonzallto,
Bermejo, Campillo y Terán.)
¿Lo ve usted, hombre, lo ve usted?
- 48
Camp. (Agobiado.) Ay, ay...
Berm. ¿No le dije á usted que esta noche tenia yo
un éxito?
Camp. Usted y yo.
Terán ¿Admite usted ya la enhorabuena?
Camp. Aun es pronto, aun es pronto...
TerAn (Dando un salto y marchándose apresurado por lu
izquierda.)
¡Caray! ¡la salida de la Corales!
Berm. Corra usted, hombre, no tengamos ahora... .
(Se va detrás de Terán.)
GONZ. (Asomándose á la derecha.) ¡Juana! (Sale Juana.y
Las flores... el mantón de Manila... (Le da
.luana ambas cosas y se las pone.) ¿Queda bien?
Juana Si, señora.
GONZ. Veamos. (Se van por la derecha la» dos.)
Camp. 7 1 Respirando con desahogo.) ¡Ay, corazóii... ensán-
chate! ¡Ya tienen madre mis chiquillos!
HaB. (Por la derecha.) ¡Julio, Julio!
Camp. ¿Eres tú? ¿Qué quieres?
Hab. (Abrazándolo.) jUn abrazo ante todo! (con mu
cho misterio.) ¡Te la están destrozando! ¡Qué
comiquitos!
Camp. ¿Cómo?
Hab. ¡y no has debido salir!
Camp. ¿Por qué, hombre?
Hab. ¡i 'orque vienen de uñas/
Camp. ¿Qué han de venir de uñas?
Hab. ¡Ño has debido sahr, yo te lo digo!
Camp. Pero...
Hab. ¡íla molestado tu salida! ¡No has debido sa-
lir! ¡Vuelvo! (Vase como alma que lleva el diablo.)
Camp. Este se ha propuesto amargarme la noche.
Terán (Por la izquierda, dejando un ramo de flores en la
mesa.) ¡Canastos! ¿quién se ha bebido el
agua?
Camp. ¿Qué agua? Y''o, yo he sido...
Teran ¡Pues vaya un chasco si no lo veo! Voy á,
necesitarla en seguida... El botijo tendrá...
n (Vase corriendo por la derecha.)
GOM. (por la izquierda, siempre muy aprisa.) ¡TrajanO;
¡Trajano! (Sale Trajano.) Toma. (Se quita el abri-
go y queda de torero en .traje de luces. Se pone la
mofla, cambia el kepis por la montera y se echa al
i't
iniiiinn» r/ c.iiiou' lio iiijo, sin iicoriiarst- dul biuotc iii
.le los guantes.) TíMi ahí el kepis... Dame la
iiKjña,.. Dame la montera... Dame el eáphf^:.
Camp. En esta salida es})ero un aplauso.
GOM. ¡Hala! (ai ¡r á marcharse j)or la izquierda sale Ber
mcjo y ¡o detiene.)
Berm. ¡Eh, eh! ¡Monsieur Robert!...
GoM. ^;Cómo? ¿es á mí?
'BsRM. ¡Quítese usted el bigote, hombre de Dios!
¡Y losguantesi
GoM. ¡( h'isto! ¡es verdad! (Se ios quita y se ios da á Ti!.
jano.)
Camp. ¡Por poeo me hunde usted la obra!
GOM. (Yéndose por la izquierda.) Ustcd disimule. Aufíí*
uno tan atolondrado...
líEKM. ¿Eh? ¿qué es eso? ¿qué pasa en él público?' '
TeRÁN (Por la dereeha, con un botijo en la mano.) Ull nlñO
que está llora que llora. (Llena ei vaso de asrtu»
y se va por la izquierda.)
Camp. ¡Maldita sea su estampa!
Berm. ¡Que se lo lleven á la cuna, señor!
Camp. ¡Lástima de sarampión á tiempo! (Ladra un
perro dentro.)
Berm. ¿Quién ladra, hombre?
Camp. ¡El jícrrito de la Corales, (¡uc lo han pisado!
Berm. /SV/y^/a.? ¡(Jue lo maten 3'a! ■'
TerAN (Por la izquierda, muy apurado.) ¡Ea! ¡ahOra 61
burro no anda!
Camp. ¿í kuiio que no? ¡Estamos perdidos! '^
Berm . ¡Todos son obstáculos! (se van por la ¡zquícrd»
los tres, y á i)oeo asoma por el mi.4mo, lado Bermejo
tirando de una cuerda.) ¡Arre, buiro! ¡Palo,Ílom-
bre, palo ahí! »
Camp. (Dentro.) ¿Como se llama este borrico?
Terán (ídem ) Salcroso. , ■
Berm. ¿,SalerosoV (fon dulzura.) Pues anda, Salerosa.
¡Que si (pñercs! ¡Nada, que nos hunde Iíí.
obra! '-*
Camp. ' ¡Arre, borrico! O
Berm. V^amos, ya an*anca. ¡Leña, leña en él!... (saie
por fin el burro con un Racionista encima. BcrmeíD
tira de él y Campillo lo sigue, animándolo con fra««»
cariñosas. Terán no cesa de pegarle palos.) «' '
Rac. ¡Bueno, sí, leña, pero al burro solo!
50 —
(ÍAMP.
Bkkm .
Oamp.
Terán
Oami' .
Camp.
Bf.rm.
Camp.
Berm.
0,AMP.
Berm
CíMP.
Berm.
Terán
Camp.
Cor.
E'/AR.
.Elcy
Berm .
GONZ.
Berm.
Camp.
Eloy
Berm.
Camp,
Cor.
OONZ.
.Berm.
Camp .
Cor.
Berm.
Teran
■GONZ.
Elov
Berm .
Anda, Saleroso; anda, hijo mío... Si tú te
sabes el papel...
¡Salerooooso!
Anda, anda...
Vamos... ya va... ya va... (Desaparecen por la de
recha, con el burro, todo.s menos Campillo.)
Digo, ¿eh? Cuando creía uno estar ya segu-
ro .. (Suspirando.) ¡A}''!'
(saliendo despavorido por donde se fué.) ¡Esta BÍ
que es gorda!
¿(\)mo ésta? ¿Qué ocurreV
¡Que se me apaga la luz!
¡Corcho!
¡Mírelo usted!... ¡ya está! ¡Nos quedamos á
oscuras!
¡Maldita sea mi suerte!
¡\'ela,s! ¡velas! (Cran confusión, carreras y gritos,
de doreclia á izquierda y de izquierda á derecha, de
todo.s los ■|:)ersonajes que intervienen en el diálogo.
Protestas y silbidos dentro.)
¡Velas en seguida!
erai"i!
¡Ya está armada en el púhli(ío!
¡Dios mío de mi ahna!
¡Qué conflicto!
(con el perro en bi.izos. ! ¡(^né coiillicto!
¿Qué hacemos?
¡Velas! ¡velas!
¡Velas!
Digo, ¿eh? ¡Flojo escándalo hay!
¡Bermejo! ¡velas!
¡Que salga uno y diga que esperen!
¡No, hombre, que va á ser peor!
Pero ¿V esas velas?
¡Vela¿!
¡Terán!
¡Campillo!
¿Qué?
¿Ha visto usted qué oportunidad?
Ya parece que vuelve...
Sí, sí, ya vuelve...
Ya hay luz...
Calma, calma...
Ya pasó... ya pasó... ¡Silencio ahora?
— ?,«
Camp. j.-^miHMi!... ]Iay ]>ara darí^e un liru... (Disirai-
do, principia otra vez á beberse el agua dol vaso. T«*-
rtin lo vo á tiempo y lo ataja ron un grito en seco.)
Terán' ¡No se boba usted el agua!
Camp. (Asustado.) ¿Qué tiene?
Tekán ¡Nada! ¡Pero me hace falta ahora mismo!
(Coge el vaso y se va corriendo por la izquierda.)
Camp. ¡Bueno, pero no es preciso asustar! (suena un
tiro de pronto. Todos dan un salto, i
Cor. ¡ . ,
Bkrm. ¿Qué es eso?
Camp. ¿Quién ha dado el tiro?
Eloy ¡8i el tiro es luego!
Camp. ¡Hombre, pues (|ue le peguen otro al que lo
ha dado!
Terán (saliendo a escape por la izquierda y yéndose por el
otro lado ) ¡.Mutación! ¡que va á empezarla
orquesta! Snena un timUr,' elócirico/i
BfRM. ¡Mutación!
Cor. ¡Papá! ¡i)ap;i!
Camp. ¡Silencio!
GoNZ. Por aquí, por aquí...
EiüY ¡No alborotar!
Camp. (Tropezando con Bermejo.) ¡A}^! ¡Me ha reventa-
do usted!
Ber.m. Usted dispense.
Tkam. ¡Cuidado! ¡(jue atropello á uno! (so \an unos
por un lado y otros por el otro, mientras salen dos
Tramoyistas por la derecha con uu trasto inmenso, y
están li punto de magullar á rainpillo. Este huye del
trasto y se pone delante de él, á tiempo que otros dos
Tramoyistas salen también por la derecha con otro
trasto, en el que hay pintado el escapare de una tien-
da y que, por de contado, es transparente en parte,
y lo cogen entre uno y otro, cerrándole la salida por
la derecha. Al través de la vidriera del escaparate se
ve á Campillo luchar por salir, en tanto que los Tra
nioyistas .«e cuí-aminan hada la izqnierda.)
(yAMP. jElí! ¡(|ue me matan ustedes!
Berm. ¡Quíte.^e usted de enmedio!
Camp. ¡Oiga! ¡otros dos! ¡Hombre! ¡liombre!
HaB. (Por la derecha, como loco.) ¿Diiude está Campi-
llo? (Lo ve detrás del escuparate y le habla siguién-
dolo.) ¡Escucha!
- 52 —
Camp. ¡No me da la gana!
Hab. ¡La cfa'jue va á reventarte!
Camp. ¡Mejor!
Hab. ¡Vienen (Je uñas!
Camp. ¡Vete á paseo!
Berm. ¡Yo no sé ya las Catedrales que lengo enci-
Jlia!... (Cae rápidamente un telón oon los siguientes
telegramas:)
Director £¿ bombo inofensivo.
Acaba verificarse estreno La
Trianera, letra Campillo, mií-
sica Beultez. Éxito as'ímbroso.
Partitura joya. Repetidos to-
dos los números. J.ibro joya.
Aplaudidos todos los chi>tcs.
Decoraciones joyas. Autores
aclamados, 51 sali las escena.
Obra para rato. - J'angloss.
Director La bilis revuelta.
En este momento termina
representación La Trianera,
libro Campillo, música Benítez.
Éxito desdichado, á pesar es-
fuerzos claque y amigos. Música
insoportable. Ningún número
repetido. Chistes indecentes
protestados. Divididas opinio-
nes. Autores no salieron esce-
na. Confío m'-ñana escándalo
gordosegunda representación.
— Ángel.
Director La cabeza á pájaros.
Estreno La Trianera, letra
Campillo, solfa Benítez, fracaso
tremendo. Libro extraordina-
riamente aplaudido. Música
aplaudida extraordinariamen-
te. La obra no dará dinero, á
pesir brillante éxito alcanzado.
El Pérez mordido perro calle
Salitre no soy yo. — Pérez.
Director La olla de grillos.
Vengo presenciar estreno Za
Trianera. í-ibro maestro Bení-
tez admirable. Mú-;ica Campillo
pési 1 a. Benítez aplaudido ta-
blas. Campillo no diiigió or*-
questa por estar enfermo cata-
rro. La acción desarróllase
Madrid. Decoraciones vistas de
Sevilla soberbias. Gallito y Al-
gabeño, superiores Muruves
bravísimos. Caballos 23. —
Chorlito.
— o3 -
Cuadro tercero.— La ghna
Saloneillo del mismo teatro. A derecha ó izquierda, en primer térmi-
no, dos pabelloncitos, cuyas puertas de entrada están la una fren-
te á la otra. El de la derecha del actor es el cuarto de la Corales
y el de la izquierda el de la Gonzalito. Muebles y decorado distin-
tos. El saloneillo tiene salida por detrás de ambos cuartos. En el
foro está el de un actor cnal<iuiera. A un lado y otro de la puerta,
divanes rojos. En las paredes retratos de autores dramáticos y de
mi'isifos.
Al empezar el cuadro, (tinco minutos despui-s del estreno, aque-
llo hierve materialmente.
En el cuarto de la Corales están ella, su Papá y el perrito;
dos Amigas y tres Admiradores. En el de la Gonzalito, ella, su
Sfamá, un Crítico, dos Abonados y un Viejo elegante. En el del
foro, autores y amigos de Benítez y Campillo que charlan y ríen.
Fuera, en el saloneillo, hay cuatro grupos de diverso color, en
donde se habla por los codos. Cada uno de ellos lo componen las
personas que se nombran en el diálogo. En el de los entusiastas «le
la mVisica está el maestro Benítez, recibiendo plácemes.
Todos los diálogos escritos á continuación, deben decirse al
mismo tiempo.
EN EL CUARTO DE T.A CORALES
Nada, lia obtenido usted un éxito completo.
De los que entran pocos en tiple... ¡Ja, ja!
¡Has estado monísima!
¥j^ que el ])a})el es muy agradecido.
Muy agradecddo.
Va)\\ un papel así, cualquiera se luce...
No estoy conforme; todos los ¡¡apeles hay
que hacerlos.
Y c'i mí me parece que (íl tuvo es bastante
difícil.
, Yo ino alegro mucho del éxito por Campi-
llo. No hay autor más simpático.
Ah, pues estará .satisfecho de la ejecución.
La han bordado ustedes.
Adm. 1."
Adm. 2."
Amiga 1.*
Cor.
EVAR.
C'JR.
Adm. o."
.Amiga 2^
OOR.
Adm. 1.°
Adm. 2."
Cor.
EVAR .
Ai)M. 2."
Cor.
KVAR.
Adm, 2."
Cor.
Amiga 1."
Am-g\ 2."
Adm. B."
Adm. 1."
Cor.
Adm. 2.°
Cor.
- U -
T.a hemos tomado con mucho cariño, nada
más.
Nada más.
Sin embarjío, suele haber cariños que ma-
tan... ¡Ja, ja!
Mi cariño no sé yo que haya matado ó
nadie.
A nadie.
Es que yo no lo digo por el de usted.
El resultado es que tenemos obra jDara cien
noches.
(rracias á todos.
¡Cuidado que la música es bonita!
La música es preciosa.
Lo que es el primer dúo, puede firmarlo el
maestro Chapí.
Pues ¿y la letra, señores?
La letra no creo que la firme Chapí... ¡Ja, ja!
Ay, yo estoy contentísima... contentísima...
ES EL CUARTO DE LA GONZALITO
Crit. ^;Pasó ya ej miedo"?
V. ELEG. ¿Descansaron ya los nerviecillos?
GoNz. Ay, no me hablen ustedes. En pocos estre-
nos me he asustado tanto.
Ap.on. 1." ¿Por qué?
GüNZ. Porque cada día me inspiran más temor loa
morenos. No puedo remediarlo.
Mamá ¡y mire usted que festaba el teatro esta no-
che.. !
Abon. 2." De bote en bote.
Crit. ¡El público de las grandes solemnidades! No
había ni una sola localidad desocupada
Abov. 1.» Pues han salido verdaderamente satisfe-
clios.
GoNz Es que la obra es preciosa.
V. ELEG. Comparada con usted me parece fea.
GoNZ. Pues es muy bonita.
CRrc. No está mal, no está mal... La fábula es in-
teresante, los caracteres están bien dibuja-
dos, en el diálogo campean chistes de buena
ley, la hilaridad se- mantiene constantemen-
te en los labios de los espectadores... Es na^
tural que los autores liayan obtenido ios
honores del proscenio.
Abon. 1." ¡Y cómo ha cantado usted, Laurita!
Abün. 2." ¡C(ímo ha cantado usted!
V. ELtG. 8i antes no lo tenía, esta noche se ha coi.
quistado un puesto en el cielo.
Abon. 1." Lo tenía ya.
GoNZ. ¡lesús. Peralta! No exagere usted... ¡Cónione
conoce <(ue es usted andaluz!...
grupo df entusiastas de la música, qce rodean, fell-
cua:.', .^chuchan y admiran al maf.sjt.o bknitkz
Ríos ¡í>raví.sinio, don Vicente! ¡Bravísimo!
Vaz. Es de lo más inspirado que ha escrito usted.
Mar. ¡ M ira que el dúo del primer cuadro ¡...¡Aque-
llo es hermoso!
M. Ben. Kl cariño con que ustedes lo ven...
Ríos ¡Qwé (tariño ni qué calabazas!... La verdaxl;
la pura verdad.
Mar. Señor, si Cs unafihgrana toda la partitura...
{líos A mí lo que más me giista es el prelu(li< i
Vaz. ¡Kl preludio es soberbio!
Ríos Sabe á ^iozart.
M. Ben. ¡Alabado' sea Dios! Me voy, señores...
Vaz. ¡N'enga usted acá, muaicnzo! ... ¿Dónde irá uh
ted que lo quieran más?...
M. Bkn a ninguna parte; pero no me digan esa,s e(»
sas...
Mar. .Justicia, maestro. • *
Ríos ¡Cuidado <|ue es divino el paso-doble!...
Vaz. ¡Divino!
M. Ben. No tanto, no tanto, caballeros...
Ríos S(>1o la ])rimera frase vale un Perú... (T.im
iviindo.) Tararí-tararó, tirorí-lariaro...
Va2. ;siKuiendo.' Lari-rorcro... lariraró...
Mar. ¡1)(! primera, liombre, de primera!
Ríos Antes de un.i semana oimos eso en los or
ganillos.
M. Ben. ¡Ojald
Ríos Como que yo no sé (pié hubiera sido de la
letra sin esa musicpiita.
Vaz. Lo mejor es aquella frase del dúo: (cnntan<i<v)
No hiso más que apunta la mañana...
firupo de entusiastas del libro v dkl asenderead»
<)í:nero ch[co, con todas sus naturales consecuen-
cias . '■'■ •
Sravo ¡Es lo que se IJauía lui verdadero saínete!
Narb. ¡Tiene la gracia á espuertas!
Mol. ¡Coíuo que ese Campillo vale un ojo!
Orej. Yo me alegro, me alegro mucho.
Narh. Señores, y ha durado la representación hora
¡ y media.
<Jar. y á esto le llaman género chico.
í:Íravo }>ueno, se lo llaman los tontos.
Narb. Los que no lo saben hacer.
Mol. ¡Mira que es /j/sío«mí/o el chiste de las ama-
zonas!
Narb. ¿Y el de la montera? ¡Ja, ja, ja!...
ÜRej ¿Y el de las banderillas, homl^re? ¡Es el me-
:: jorque tiene!
Bravo Y luego, ¡qué interés!
l.rAR. ¡Y qué tino todo!
Narb. Hasta los' mw/a^/es me gustan...
Mol. Yo seré muy ganso, pero (>ntre esto y un
drama de tesis, me quedo con e«to.
Narb. Y yo.
Gak jY cualquiera!
l>REj. ¡Y qué bien lo han lieclio! S(^ coika-c (j^ue lo
han estudiado con cariño.
Bravo El que no nie ha gustado hü sido Mandanga,
Orbí Ha exagerado mucho.
Narb. Pero no ha estado mal... Es cómico para la
galería.
(íar. En general, la ejecución ha sido perfecta..
Mol. y ya puede ih^c'ir Campillo que hay misa
para rato.
GKUl'O DK DlSCUTiDOWES, C^N MAS Ó MENOS SKN'TIDO COMÚN
Pkada ¡Sí, señor! Un teatro popular... ¡Dios lo ben-
diga! ¡Y español sobre todo!
DüQUK Y lleno de gracia, de ingenio verdadero...
OuERRA ¡Y muy literario, por donde quiera que se
le mire! .'
Molino ¡Vamos, no digan ustedes tonterías!
Sánchez
Mol.-,..
Guerra
Duque
Sánchez
Prada
Molino
Guerra
Duque
Molino
Prad»
Sánchez
Prada
Guerra
DUQJE
Molino
GUEKR A
;Esto es acostumbrar al público á la al maC
:'-n., á Io8 brochay.os!
; A los OolórinesI
I 'ero, ¿por qué lia de ser esto alniagi'a y co-
lorines?
¡Siempre el error do . despreciar lo cómieo!
¡Lo cómico malo!
¡Es que en lo dramático embarcan ustedes
de todo, y se las tragan como el puño!
¡El que se las trague!
Lo mismo que la equivocación del tamaño.
El género cliico, ahora es el otro.
¡Ni más ni menos! Y si no va el público á
verlo, es porque no le agrada; porque con
pretensiones de grande, es más chico que
.este.
¡Lo quo pasa es que el público está prosti-
tuido!
^.Quéha de estar, hombre? Dale paja...
¡Dásela tú, que la comes todos los días!
No estás tú ]nal cuadrúpedo. Pero dale gra-
no, y...
¡Pues claro es!
Lo que nadie tiene derecho á exigir del pú
blico es que vaya al teatro á dormirse.
¡Y mucho menos á escucliar groserías!
;\i una cosa ni otra, señor!
GRUPO DS BJJEMAS AL.MAS, QUE NO FALTAN NUNCA
Oa'i. ¡Chico, qué malo es esto!
Romo ¡Malo con coraje! ¡Qué libro... y qué música!
Ort. El libro tiene cosas hasta de La Divina Co-
media.
AzNAK f'ues f;y la mVisica? ¡Yo no he oído ni si-
qui(n*a una nota original!
Orv. !)Ueno, esque pedirle más á Benitez es pe-
dir milagros. Verdad que tal Benitez para
tal Camjállo, que es im congrio incurable.
AzNAR i'ues ¿y los cómicos? ;.Qué me dicen ustedes
de los cómicos?
Romo ¡Arrea, manco! ¡En buena Uaga has puesto
el dedo! ,
AzNAR ¡Qué canalla!
58
Ort.
Romo
AZNAR
Ort.
Romo
Ort.
Rom;)
AZNAR
Ort
AZNAR
Romo
Ort.
Ríos
Camp.
M. Bkn.
Camp.
Vazqufz
Martín
Camp.
Bravo
Iíarb.
Cam p.
Baja la voz. Rivero es cursi hasta diciendo
buenos días.
¿Y las dos tiples, hombre? ¡Vaya un par de
ratas que están las señoras!
Bueno, ¿y dónde dejan ustedes al pintor,
que pone en Sevilla una torre de Toledo?
¡Ah! No me hables. Por supuesto que con
esto se melen mañana.
¿A qué hora va? ,
¡A cviarta, hombre! ¡Preguntas unas cosas!..
¡Pues no va á ser escándalo!
Y yo me alegro, ¿eh? Si, porque esto de que
algunos tíos no lo dejen á uno estrenar...
Ya, ya les llegará su hora.
¡Imbéciles!
Lo que no se explica nadie es cgmo el pú-
blico se traga semejantes buñuelos.
¿El público? ¡La duque y los amigosl
(a la conclusión de estos diálogos, que como queda
advertido, han de decirse al mismo tiempo, los grupoi?
continúan manteniendo el rumor de la conversación, si
bien menos acentuado que hasta entonces. Sale Cam-
pillo por la derecha, desaliñado y sudoroso, y acom-
pañado de tres amigos, cada uno de los cuales se ad-
hiere á la reunión con que más simpatiza. Al pasar
Campillo de un lado á otro, los individuos que se ex-
presan en el diálogo lo abrazan, lo estrujan y materiall-
mente juegan con él á la pelota. El pobre Campilo
deja hacer, borracho de la gloria y sin ánimo más
que para dar las gracias á líodos, amigos y eneniigot*.
Entiéndase bien que cada frase de las siguientes va
acompañada de un apretón de manos ó de un abrazo,
y que todo ello ha de hacerse con gran viveza.)
¡Campillo, hombre, gracias á Dios! ¡Que sea.
enhorabuena!
Muchas gracias, amigo Ríos.
¡Venga usted acá, compañero!
¡De esta ya salimos!
Que sea enhorabuena...
¡Dame un abrazo, hombre!
Gracias, señores, gracias.
¡Hasta la cruz, amigo mío!
¡I'recioso, hijo! Me alegro de verdad.
Ya, ya lo sé.
— 59 —
MoLiNÍ ¡Ain-iota, mal autor, aprieta!
Orej. ¡-^í^iy bonito, muchacho! ¡Choca ahí!
García ¡Enhorabuena de corazón!
Camp. Gracias, gracias
Prada Ctue sea enhorabuena, Campillo.
Camp. Gracias.
DuQ'-K F'nhorabuena; que sea enhorabuena.
Camp. Gracias.
GuEHR.v Enhorabuena, amigo Campillo.
Camp. Muchas gracia.s.
Molino Que sea enhorabuena.
Sánchez Que sea enhoral;>uena.
Camp. ^Muchísimas gracias.
Ort. Chico, una precúísidud. >jV' in.- uu-iavuí'
como si fuera mío.
Camp. Gracias, hombre.
Romo ¡De órt1<u¡<>. Campillo! ¡Choque usted! Ya us-
ted sabe que yo no tei go pelos en la lengua.
Camp. Tantas gr¿icia#, señores.
Aznar ¡Es usted el amo! .Mi enhorabuena más sen-
tida.
Camp. Gracias; mil gracias.
S.XTO (Por la derecha, seguido de un Desconocido, atrepe-
llando á todos y frenético de alegría. ¿Dónde CStáV
¿Dónde está? (Ce pronto ve á Campillo, se arranca
á él y lo abraza como si volviera de Cuba. El Desco-
nocido espera su turno. ) ¡Déme ust^d un abra;ío!
(Se le echa encima sin decir más palabra, y no lo suelta
en cinco minutos.)
Camt. (¿Se habrá muerto este hombre?) ¡Don Six-
to! ¡Don Sixto! (Don Sixto se separa de él y lo con-
templa gozoso frente á frente con las manos sobre los
hombros de Campillo; este respira creyéndose libre, y
cuando menos lo e.«pera, ¡zas! se le arranca don Sixto
otra vez y lo abraza con más fuerza si cabe.)
Sixio ¡Hace mucho tiempo que no gozo tanto
como estA noche! (Le da nn beso en el cuello.)
Camp. (¡Canario!) Yo también hace mucho tiempo
que no sudo así.
DeSC. (impaciento, viendo á don Sixto pegado á Campillo.^,
¿IV'ro este señor se lia creído que el autores
suyo?
Sixto (soltando á campillo ¡v. ünvliiún' ;. .< i!-í<>d
un barbián!
f)Ü -
DksC. (Cayendo sin piedad sobre ( ampillo y sin dejarse ver
la cara. ¡Hombre, gracias á Dios! ¡Ven á mis
brazos! (Este es de los que no lo saben hacer si no
acompañan el acto de sucesivos apretones y fuerte pal-
moteo en la espalda.)
Camp . (¡ Ay! i Me va á salir el postre por las narices!)
I)e=c. i hico, j-'o soy de los que se alegran de
verdad.
€amp. * (¿Quién será este hombre, Dios mío? No con-
sigo verle la cara...)
Desc. (Despidiéndose.) ^Puedcs estar contento, chico!
Camp. Gracias. (¡No le he visto en mi vida )
Desc. (Llegando al grupo do Ortiga y compaijla.) (ScñO-
■ res, ¿y no llevarán á jn-csidio á este autor?)
íiOZ, (Por la derecha, á escape. Al maestro Benítez.) (j N'aes-
tro, un abrazo' ¡Vaya un librito que le ha
tocado á usted! ,(^ué ¡niñiwlo! (a campillo, en
seguida ) ¡Uii abrazo, Julio, ím abrazo! ¡Qué
musiquita, chico: ¡Ijs una cencerrada inde-
cente)
HaB. N (Por el foro, á escape también y abrazando á Campillo.)
¡Chico, muy bien' ¡Pero muy bien' Y al que
le pique, que se rasque, (se rasca éi.)
Camp. Gracias.
IIab He tenido lina verdadera satisfacción, pue-
des creerme.
€amp. Muchísimas gracias. (Me gusta triunfar, por
las satisfacciones que proporciono...) (a ih
puerta del cuarto de la Gonzalito.) ¿ Se puede pa-
sar?...
OoNz. ¡Adelante, Campillo, adelante!
Oamp. Me marcho 3'a... los chiquillos me esperan...
Buenas noches, á todo esto... Conque, Lau-
rita, le repito las gracias.
OoNz . De nada, hijo. Yo á usted.
€amp. ¡Calle usted, por Dios' No es posible hacer
más... ¡Qué manera de cantar y de... de .. y
qué modo de cantar y de... de...! En fin, el
público lo ha dicho. Hasta mañana. Descan-
sar, Laurita.
GoNZ. Gracias; igualmente.
Camp. Adiós, señores. (Dando á todos la mano con mucha
rapidez. )
Orít. Adiós, Campillo: que sea (enhorabuena.
- 6! -
Camp. Gracias.
Mamá Que sea enhorabuena.
Camp. Gracias.
V. El EG. Que sea enhorabuena.
Camp. Gracias.
Abon. 1 t> Que sea enhorabuena.
C^MP. Gracias.
Abon. 2 o Que sea enhorabuena.
Camp . Gracias. (Sale del cuarto de la Gonzalito y se eneami
na al de la Corales. A la mitad del camino, don Sixto,
que lo aguarda limpiándose las lágrimas y el sudor, s*-
le abre de brazos dispuesto á repetir la suerte. Campillo
le da un quiebro y al verse libre se entra de rondón en
el cuarto de la (orales, diciendo para su capote:) (Me
escapé: que sea enhorabuena.) Muy buenas
noches, .Merceditas
Cok. ¿Se va usted ya?
Camp Sí, señora, sí; estoy rendido. Me aguarda la
famiha... Conque si no manda usted nada...
Cok. Deje usted mandado lo que quiera.
EvAR. Lo que quiera.
C/.MP. Pues repito las gracias...
Cof*. ¿has gracias? No hay por qué. Yo á usted
siempre.
Camp. ¡Calle usted por Dios' No es posible hacer
más... ¡Qué manera de cantar y de... de... y
qué modo de cantar y de... de...! En fin, el
público lo ha dicho. Plasta mañana. Descan-
sar, Merceditas.
Cop. Gracias... Lo mismo digo, hidalgo.
Ca.MP. (Dando la mano á todos como en el cuarto de la otra.)
Señores, buenas noches. Don Evaristo...
Evar. Adiós; que sea enhorabuena.
Camp. Gracias.
A.MIG. 1.' (¿ue sea enhorabuena.
Camp Gracias.
Amig. 2 ' Que sea enhorabuena.
Camp. Gracias.
Adm. 1." Que sea enhorabuena.
Camp Gracias.
Adm. 2." ()ue sea enhorabuena.
Camp. Gracias.
Adm. o." Que sea enhorabuena.
Camp. Gracias.
- 62 -
(Durante el diálogo de Campillo en el euarto de la Co
rales, sale Bermejo por la izquierda como una exha-
lación, y sin decir palabra entra en el cuarto del foro
buscando con la mirada á Campillo; atraviesa por me
dio de todos los grupos en la misma forma; asoma
también las narices en el cuarto de la Gonzalito, y
llnalmente se topa con él, cuando el desgraciado autor,
medio muerto ya, sale del de la Corales sonriente. Ber-
mejo se echa en sus brazos, y Campillo, que no ve más
que enhorabuenas por todas partes, le dice satisfecho:)
Oamp. Gracias, Bermejo, gracias.
Berm. ¡Aquí te quiero ver, escopeta! (separándose de
Campillo. )
Camp. ¿Qué ha}^?
Berm. ¡Casi nada' Pégiieme usted un tiro. Mire us-
ted: tengo á Ivivero afónico; tengo á Man-
danga afónico; tengo á Gomilla con un aire;
tengo al apuntador con otro aire; tengo des-
pedido el burro; tengo a don Eloy hecho
una fiera; tengo á la Zorrilla hecha una leo-
na; tengo á su marido hecho un toro; tengo
hinchado el otro carrillo de la característi-
ca; tengo...
Camp. ¿Tiene usted la bondad de callarse? ¡Por
Dios, Bermejo, déjeme usted en paz gozar
de mi triunfo! Maiiana, Dios dirtá. Maiiana
seguiremos la pelea; pero desde ahora hasta
mañana, quiero vivir tranquilo... Déjeme
usted, déjeme usted... Me voy á mi casa con
mi gente. Mis chiquillos me esperan... ¡Sólo
j)or ellos he tragado tanta saliva y lo aguan-
to á usted con paciencia!
Berm. ]\\es ¡hala! ¡hala! ¡á casita!...
Camp. Aguarde usted un momento, (ai pút)iico.)
Amables espectadores:
espectadoras divinas:
aplaudid á los autores,
ya que sabéis que estas flores
no son flores sin espinas.
FIN
Madrid, Junio 1900.
A m umnm n escena
que tengan la mala costumbre de no leer las
acotaciones de las obras, se les suplica enca-
recidamente que, en bien de todos^ hagan
con esta una excepción.
Gracias anticipadas.
OBRAS DE, LOS MISMOS AUTORES
Esgrima y amor, juguete cómico.
Belén, 12, principal, juguete cómico.
\Gilito, juguete cómico lírico.
La inedia naranja, juguete cómico.
El tío de la Jtauta, juguete cómico.
El ojito derecho, entremés (2.^ edición).
La reja, comedia en un acto. (2,* edición).
La buena sombra, .saínete en tres cuadros. (4.^^ edición.)
El peregrino, zarzuela cómica en un acto.
La vida íntima, comedia en dos actos. (2.* edición)
Z<?s borrachos, saínete en cuatro cuadros.
El chiquillo, entremés. (2.^^ edición).
Las casas de cartón, juguete cómico.
El traje de luces, sainete en tres cuadros.
El patio, comedia en dos actos.
El motete, entremés con música.
El estreno, zarzuela cómica en tres cuadros.
serafín , JOAQUÍN ALVAREZ QliNTERO
líos ©aleoíes
COMEDIA EN CUATRO ACTOS
-•4»#<Hi-*
SOCIEDAD DE AUTORES ESPAÑOLES
Florín, 8, bajo
leoo
lf,Fahra Berrera^
r^OS CSJ^A.XyBO'TE^íS
Esta obra es propiedad de sus autores, y nadie po-
drá, sin su permiso, reimprimirla ni representarla
en España ni en los países con los cuales se hayan
celebrado ó se celebren en adelante tratados interna-
cionales de propiedad literaria.
Los autores se reservan el derecho de traducción.
Los comisionados y representantes de la Sociedad
de Autores Españoles, son los encargados exclusivamen-
te de conceder ó negar el permiso de representación
y del cobro de los derechos de propiedad.
Queda hecho el depósito que marca la ley.
LOS GALEOTES
COMEDIA EN CUATRO ACTOS
SERAFÍN I JOAQUÍN ÁLVAREZ QUINTERO
Estrenada en el TEATRO DE LA COMEDIA el 20 de
Octubre de 1900
-*■
MADRID
R. YBLASCO, IMP., MAKQI.'ltS I)E SiNTA ANA, U UCP."
Teléfono nrtmero 661
K..yf fci áaa'iad^ UisuiO^ia
DEL SESOR
0« ^oapítt %Sntn '^nm^%
^a A,
uyoó.
Qje>ia4tu u loacjuíu.
REPARTO
PERSONAJES
ACTORES
CARITA Sra. Pino.
GLORIA Srta Cátala.
CATALINA Sra. Rodríguez.
LA SEÑA PEPA Domínguez.
LA RICITOS Srta. Tejada.
LA SEÑORA GERVASIA. Hornero.
MANUELA Mendizabal.
DON MIGUEL . . Sr. Valles.
DON MOISÉS Rubio.
MARIO García Ortega.
JEREMÍAS La RivA.
PEDRITO Mekdiguchia.
VICTORIANO . Mora.
EL MEMBRILLO Martinez.
EL OJERAS Valle.
UN ESTUDIANTE Srta. Bittihi
OTRO N. N.
I a II g: II f»j II ^ II jgg II ijS II i^ If^lí^r^l & II :^ II ^ II ^fe II >$; II ^ :i jft II ^» I
ACTO PRIMERO
Librería de viejo de don 5[iguel, en Madrid. Local de poco fondo. A
la derecha del actor un hueco de puerta con cortina de lienzo, que
conduce a la trastienda y á la.s habitaciones interiores de la casa.
En el foro, á la izquierda, puerta vidriera que da á la calle, y
que al abrirse y cerrarse hace sonar un timbre: á la derecha;, el
escaparate de la librería. Las paredes llenas hasta el techo de ana-
quelerías con libros de todos tamaños y clases. A la izquierda de
la puerta de entrada, y paralelo á la pared del mismo lado del ac-
tor, un mostrador que llega al primer término, y cuyo extremo
opuesto, cerrado por una barandilla de madera, sirve de escrito-
rio. Colgado entre el escaparate y la puerta de entrada un cartel
que dice: " Compra y venta de libros usados.» Delante una mesa
y un sillón de gxitapercha vieja, que ocupa Jeremías. Hacia la de-
recha de la escena, una tarima con brasero. Junto á ella un sillón,
grande y cómodo, y una silla de enea. En el suelo, donde menos
estorben y arrimadas á la anaquelería, pilas de libros, colecciones
de periódicos ilustrados, etc., etc. En un rincón, una escalerilla de
mano. ? obre la mesa de Jeremías esté Rodríguez en su jaula. Ro-
dríguez es un loro.- Es de día. A través del escaparate y do la
puerta del foro se ve la calle, solitaria y sombría.
— 8 —
ESCENA PRIMERA
DON MIGUEL y JEREMÍAS; luego CARITA
(Don Miguel, sentado en el sillón inmediato al brasero, lee el « Qui-
jote ». Viste traje negro de americana, capí vieja y gorra, y usa que-
vedos, que se pone en la punta de la nariz. Es hombre de unos cin-
cuenta y tantos años. Jeremías, algo más viejo que él, aparece sen-
tado á su mesa de frente al público. En la mesa no hay libro, papel,
tintero ni pluma: nada que revele el menor quebradero de cabeza.
Nuestro hombre se entretiene en chocar por las yemas, voltear y en-
redar los dedos de ambas manos en todas las formas y combinaciones
imaginables. Usa gafas de armazón gruesa y fuerte, gorro calado hasta
las orejas, manguitos (sin justificación) ytrajeoscuro yraido de chaqué
del año de la nana )
D. MlG. (Leyendo en voz alta.) DespuéS que Dotl Qdijote
hubo bien satisfecho su estómago tomé un puño
de bellotas en la manOj y mirándolas atentamen-
te soltó la voz á semejantes razones... {k Jere-
• mías, que está canturreando algo de «La canción de la
Lola».) Horiibre, atiende á esto, y no seas bo-
tarate (jeremías no le hace caso. Don Miguel conti-
núa leyendo.) Dichosa edad y siglos dichosos aque-
llos á quien los antiguos pusieron nombre de do-
rados; y no porque en ellos el oro, que en esta
nuestra edad de hierro tanto se estima, se alcan-
zase en aquella venturosa sin fatiga alguna, sino
porque entonces los que en ella vivían ignoraban
estas dos palabras de «tuyo» y «mío». Eran en
aquella santa edad todas las cosas comunes, á
nadie le era necesario para alcanzar su ordina-
rio sustento tomar otro trabajo que alzar la
mano, y alcanzarle de las robustas encinas que
liberalmeníe les estaban convidando con su dulce
y sazonado fruto. Las claras fuentes y corrien-
tes ríos en magnífica abundancia sabrosas y
transparentes aguas les ofrecían. En las quiebras
de las peñas y en lo hueco de los árboles forma-
ban sus repúblicas las solícitas y discretas abe-
jas, ofreciendo á cualquiera mano sin interés
alguno la fértil cosecha de su dulcísimo traba-
- 9 —
jo. Los valientes alcornoques .. (Sale carita, que
viene de la calle. Don Miguel se vuelve al oir el tim-
bre de la puerta.) ¿QuiélJ?
Car. Buenos días. (Habla con voz desmayada. Cubren po-
bre y malamente su cabeza bonita y su cuerpo gracio-
so, toquilla celeste de pelo de cabra, abriguito corto y
falda lisa.)
D. MiG. Buenos días, joven. ¿Qué traemo!-?
C.'VR. Mire usted esto, á ver... (Le da un libro pequeño
en deplorable estado.)
Jer . (Atento á sus combinaciones de dedos, pero queriendo
influir en el lance con sus pullas, que dice siempre en
tono sentencioso.) Se ompia mucho y no se
vende nada...
D. MlG. (Examinando el libro.^ Método de Ahn...
Jer. Ocho Iwiy.
Car. Es de inglés éste.
Jer. De inglés hay nueve.
Car V:\y:i por Dios...
D. MiG Lo peor es el estado en que está.
Jer. No tomauaos más que basura.
D. MiG. ¿Y la clave"?
Car. ¿La clave?... No sé de ella .. A mí r.o me hf=n
dado más que esto...
D. MiG. Hija, pues bien quisiera; pero sin la clave. .
Car. ¿Sin la clave no le conviene?
D. ^!IG. No, hija, no puedo.
Car. (va á inso y vuelve.) Le advierto á usted que lo
dejo por cualquier cosa... por lo que usted
me dé ..
D. MlG. (Ablandándose un punto, pero conteniendo su arran-
que generoso ante un gruñido de Jeremías.) El caSO
es que tenemos tantas... Y luego, sin la cla-
ve... Lo siento mucho, pero me es imposible...
Car. Bueno; usted dispense. Queden con Dios.
D. MlG. Adiós.
Car. (Yéndose.) (No sé por dónde vamos á salir
hoy.) (Deja la puerta abierta.)
— 10 —
ESCENA II
DON MIGUEL, JEREMÍAS y CATALINA
D. MlG. ¡Pobre muchacha! (volviendo á su lectura.) ...La
fértil cosecha de su dulcísimo trabajo. Los va-
lientes alcornoques...
Jer . ¡Valiente alcornoque estás tú!
D. MiG. Déjame en paz (Leyendo:) Los valientes alcor-
noques...
Jer. Ahora va por la clave, y viene con ella y se
la tienes que comprar.
D. Mía. Mejor.
Jer. a h, si es mejor, te felicito. (Llegándose a la
puerta y cerrándola.) Lo que lamento cs quc esa
niña no se haya educado con los frailes.
(vuelve á su sillón.)
D. MiG. (Leyendo.) Los valientes alcornoques despedían de
sí, sin otro artificio que el de su cortesía, sus an-
chas y livianas cortezas...
Cat. (viene del interior de la casa. Es criada antigua de la
de don Miguel, andaluza, tirando á gitana, muy vieja
y en extremo cariñosa y solícita. Sale en traje de fae-
na: falda y blusa de percal oscuro, delantal oscuro
también y toquilla grande de lana negra, cruzada por
el pecho y sujeta á la cintura.) EscÚCÍieme USté,
Don Migué: ¿va ustéá veníayá dentro á toma
er chocolate, ó quié usté que ze lo traiga
aquí?
D. MiG. Nu; voy allá dentro.
Cat. Zi quié usté que ze lo traiga, ze lo traigo.
P. MiG. No, mujer, no.
(/AT. Miste que no me cuesta trabajo ninguno.
D. MiG. ¡Dale!
Cat. ¿y la niña, ha zalío?
D, MiG. tíi; creo que ha ido á misa con la señora
Gervasia.
Cat. Ay, por Dios, don Migué — er Patriarca me
perdone er mar penzamiento, — miste que
eza zeñá Gervazia no me paece güeña mujé
pa acompaña á la niña.
D. MiG. Quita allá, tonta; si es una infeliz.
- di -
Jer. ¡Fíate del agua mansa!...
Cat. Ya usté ve que yo no vi á echarme na en er
borziyo... Zi ze lo disro á usté ze lo digo por
lo que ze lo digo... ¿Usté va á dezayunarze,
don Jeremías? (jeremías no contesta.) Don Jere-
mías, ¿va usté á dezayunarze?
Jer. ¡No!
D. MlG. (Levantándose y riéndose.) Todavía nO ha toma-
do el wermuth. ¡Je, je, je! (Deja el «Quijote, en el
escritorio.)
Jer. Mira, si lo dices por el aguardiente, te equi-
vocas.
D. MiG. Ah, ¿lo has tomado ya?
Jer. ]Ni lo tomo! Cabalmente hace un siglo que
no io cato.
D. MiG. 8í, sí; no hay más que verte las narices...
Recuerdan las de Tomé Cecial...
Cat. Ay, don Jeremías, eza zí que es la pura; ze le
están poniendo á usté las n.irices que paece
que yevan una luz por dentro: como los fa-
roliyos á la veneciana.
D. Mío. ¡Je, je, je!
Jer. ¡Ríele el chiste, hombre!
Cat. Por la Virgen der Carmen, no ze me enfade
usté; pero no beba usté aguardi» nte. Miste
que el aguardiente fué la perdición de mi
Diego. Murió de treinta años lo mismito que
un chicharrón. ¡Qué doló de hombre!
D. Mío. Bueno, tú, deja la palabra y vente á darme
el chocolate.
Cat. ¿y l^edrito?
D. Mío. Lo he mandado á la calle de la Ventosa.
Cat. a la caza, ¿eh?
D. Mío. Sí; vamos á ver si cobra algunos alquileres
de los rezagados. Ocho ó diez ciudadanos no
quieren pagar...
Cat. ¡.\y, qué doló de caza, entrega á eza gentel...
¡Zi viviera doña Lorenza!... Eya zí que zabía
poneize er mantón y er velo — ¿ze acuerda
usté? — y plantarze ayí, y co* rá pezeta zobre
pezeta á to er mundo. Pero el arma mía de
Pedrito, como es tan güeno, no zirve pa
ezos pazos: yega, ve muchas lástimas, mu-
cha mizeria, mu poco dinero, ze le enco-
— ii —
D. MiG.
Jer.
D. MiG,
Jer.
D. MiG.
Jer.
D. Mío.
Cat.
ge er corazón, ze apoca... y ze güervelo mis-
mo que ze fué: con er borzo vacío.
Sin embargo, boy espero yo que nos traiga...
¡Hoy vendrá sin un cuartol
Pero hombre, ¿por qué?
¡Vendrá pin un cuarto!
Pero, ¿quieres darme una razón siquiera?
¡Sin un cuarto!
¡Bueno va! Mira, cuando te pones así, me
me me... Vamonos, Catalina, vamonos por-
que me me me.'. (¡Y lo malo es que acier-
.ta siempre!) (Se va ai interior.)
(siguiéndolo.) ¡Jozú, Jozúl ¡qué doló de caza
esta! Ayí no ze cobra, aquí no ze vende... y
er pan zube, y er vino zube, y la carne zube,
y to zube... ¡Jozú, Jozú, Jozú!...
ESCENA in
JEREMÍAS, luego GLOKIA, la SEÑORA GERVASIA y MANUELA
Jer. Dice... son pláticas de familia, dice, de las que
nunca hice caso... (ai loro, en tono jovial.) Vamos
á ver. Rodríguez: de tí para mí, y con toda
franqueza, ¿eh? Cómo nos tratamos nos-
otros. Nada de cumplimientos, ni de pame-
mas, ni de... Nada, nada: al pan, pan, y al
vino, vino: ¿qué opinas tú de que yo me
tome ahí enfrente una copita de Monovar?
¿Eh? Te sonríes... No esperaba yo menos.
Esa sonrisa me autoriza para dos latigazos.
Rodríguez, tú eres de mi cuerda: choca ahí.
(Hace que le da la mano y se levanta.) Gracias por
tu beneplácito, y cuenta que te correspon-
deré con chocolate, (va á irse y vuelve.) Oye, y
chitón; que parece que no está bien visto...
(a Gloria, la señora Gervasia y Manuela, que llegan á
tiempo que él abre la puerta de la callo, para ir á
complacer al loro) ¡Hola! ¿ya por aquí? (¡El
don de la oportunidad anda caro!) ¡Pero,
hija, eso no habrá sido un sermón; eso ha-
brá sido un chascarrillo!
Gloria Si hoy no ha habido sermón.
— 13 —
Man . Usted no piensa más que en sermones.
Ger. ¿Qué sabes tú en lo que piensa él? Vaya,
allí queda la chici. Nosotras seguimos para
casa. ¿Quiere usted fllgo?
Jer. Nada, señora mía. (Que la parta á usted un
rayo cuanto antes.)
Ger. Pues hasta luego. (Se va coa Manuela.)
Gloria Adiós.
Jer. (Asomándose ú la puerta y gritando.) ¡MuchaS eX-
prerionesá sn seiior et^po.-^o!
Gloria ¡Tío Jeremías, por Dios; si su esposo no
vive!. .
Jer. ; Ah, caray! Voy á rectificar .. Estáte aquí un
momento, (se va.)
ESCENA IV
GLORIA; después ( ARITA
(doria viste traje negro muy sencillo, velito y capa.)
Gloria
Car.
Gloria
(JiR.
Gloria
Car.
(Mientras se quita la capa y el velo.) No es mala
rectiticación la tuya... Y lo dejan solo, pa-
biendo cómo las gasta. Si no llego á tiem-
po... ¿Dónde andará mi padre? ¿Y Pedrito?
¡Válgame el Señor, en qué abandono tene-
mos la tienda!... (sentándose junto al brasero.) Y
es que papá el pobre no sirve para este teje
maneje. . Ni yo tampoco. Y el buenazo de
Pedrito es un cero á la izquierda... Mi tío
Jeremías más vale que no esté: si algo hace,
es ahuyentar á los parroquianos... ¡A}', Dios
mío de mi alma! Cuda día notamos más la
falta de mi madre
(Llega de la calle con el método de Ahn y la clave de
temas en la mano.) Muy LueilOS díaS. (Observan-
do la ausencia de Jeremías.) (Me alcgrO de qUe
no esté aquí elpojairaco.)
Hola, muy l)nenos días.
¿Sigue usted hien? Va he tenido el gusto de
ver tan bueno á su jjapá...
¿Ha estado usted aquí antes?
Sí, señora; vine con esta gramática inglesa
— u —
Gloria
Car.
Gloria
Car.
Gloria
Car.
Gloria
Car.
Gloria
Car.
Gloria
Car.
Gloria
Car.
á ver si servía, Pero me dijo su papá de us-
ted que no podía tomarla sin la clave de te-
mas. He ido á casa, me he puesto á revolver
papeles y trastos, y en un montón de cosas
inútiles, vea ustsd, la he encontrado. Don-
de menos se piensa... Mírela usted. (Lacharía
de Carita es ingenua, espontánea, algo infantil, sin el
menor asomo de afectación ni de pedantería.)
Llamaré á papá.
Sentiría molestarlo.
No. (Llamando desde la puerta que comunica con el
interior de la casa.) ¡Papá! ¡Papá! Ya vieiie.
Ay, muchísimas gracias.
Siéntese usted un momento. Y arrímese al
brasero, si quiere, que hace una mañana
muy fresca.
(Sentándose.) Con permiso de usted. La verdad
es que da gloria venir á esta casa...
Usted viene con bastante frecuencia.
Por deí<gracia es así — aparte el gusto que
me proporciona el ver á ustedes. Lo digo de
verdad. Crea usted que en algunos sitios la
reciben á una con unas caras... ¿Usted no
!-e sient.iy
No.
Pero lo que ea aquí, es una bendición del
cielo. Su papá de usted es tan amable, tan
considerado... Tiene cara de ser muy buen
señor. A mí me recuerda mucho al mío,
cada vez que lo veo. Hasta en la costumbre
de usar capa en casa se le parece... Coinci-
dencias, que son las que engendran la sim-
patía. Como digo una cosa digo otra, porque
yo soy muy franca: á ninguno de mi fami-
lia me recuerda ese otro señor de las gafas
y el gorro que se sienta ahí. ¿Es pariente
de usted ese caballero?
Hermano de mi madre, que en gloria esté.
(Me encanta la ch.<irla de esta chica.) (se sien-
ta en el sillón de don Miguel.)
¿Hace mucho que perdió usted á su madre?
Cerca de año y medio.
(suspirando.) ¡A.y\ & qué prucbas nos somete
la vida. Yo perdí á mi papá cuando tenía
— \o —
ocho años... Cuando los tenía yo, como us-
ted comprende... Y á la pobrecita de mi
mamá no la he conocido: esa sí que es tris-
teza. No tengo de ella más que un perfil,
recortado en un papel á la luz... Algún día
he de traerlo para que usted lo vea. Nunca
se quií-o retratar .. Le daban miedo los re-
tratos... creía que iba á morirse... Rarezas,
debilidades que tenemos todos y que se de-
ben respetar. ¿Quién está libre de ellas?
Mire usted: sin ir más lejos, una buena se-
ñora que vive en mi casa tiene el capricho
de lavarse la cara y las manos con agua de
Seltz...
Gloria ¡Jesús, qué extravagancia!
Car. Eso digo yo: pero no lo critico. Cada uno
que se lave con lo que quiera. Mucho peor
(«ería que no se lavase. Porque para mí la
limpieza es lo primero. En teniendo salud,
una pastilla de jabón y agua clara á mano,
vengan penas. ¿Querrá usted creer que yo
no tengo más que unas enaguas blancas?
Bueno, pues mírelas usted. (Alzándose la falda
y mostrándo!a.s.) Conu) la uieve las llevo .'siem-
pre. V soy mas pobre que una escoba. Y esto
no es alabarme: porque una debe alabarse,
en todo caso, de lo que se deba á sí misma;
pero la limpieza es cosa de la educación; y
á mí la educación rae la dio muy buena mi
papá el pobrecito, en los ocho años que
tuve la suerte de que me viviera. Hay quien
cree que la educaci(hi no consiste más que
en «¿Cómo e.^tá usted?» «Bien, ¿y usted?»
«¿La familia buena?» «A los pies de usted»
« Beso á usted la mano» y «¿m revoir."» Y
es algo más que eeo. Yo lo primero en que
me fijo cuando conozco á un:i persona es en
la educación y en la dentadura. Dígame
usted, antes que se me olvide: ¿usted es
madrileña?
Gloria l'or los cuatro costados.
Car. Yo también; pero por un costado nada más.
Verá usted por lo que digo esto: yo nací en
Sevilla, y me bauticé — bueno, me bautiza-
- 16
Gloria
Car.
Gloria
Car.
Gloria
Car.
Gloria
Car.
Gloria
ron, porque yo no había de bautizarme -en
San Isidoro, patrón de la ciudad, como us-
ted sabrá seguramente. A los cuatro días de
nacida me trasladaron á Madrid, donde he
vivido desde entonces y de donde me consi-
dero en realidad. Sería una ridiculez que yo
dijese que soy andaluza. Mamá sí lo era:
mamá era de Palos de Moguer, provincia de
Huelva. De allí salió Cristóbal Colón para
descubrir el Nuevo Mundo. En cambio, papá
era de Quel, provincia de Logroño; paisano
de Bretón de los Herreros. Mi abuelita pa-
terna era de Alcolea; usted habrá oído nom-
brar el Puente de Alcolea. Y mi abuelitode
Grajanejos, provincia de Guadalajara. De
mis abuelos por parte de madre nunca he
tenido noticias. Sí sé que él era republicano
y ella beata y armaban unas trifulcas muy
grandes, pero nada más. ¿Y usted, no dice
nada?
Estoy entretenida oyéndola á usted.
La verdad es que no la dejo á usted meter
baza. ¿Me hace usted el favor de decirme
su nombre?
Gloria, para servir á usted.
Gloria: ¡qué bonito! El mío es Caridad; pero
todos me dicen Carita. Carita para arriba,
Carita para abajo... ¿Su papá de usted se
llama Cirilo?
Miguel, Miguel. Por cierto que no sé lo que
hace.
Andará ocupado. ¿Qué hora será ya, sabe
u.=ted?
¿Tiene usted prisa? Deben de ser las nueve
y media. Deje usted; voy á llamarle, (se le-
vanta.)
No, no; si no lo he preguntado por eso...
De todos modos... ¡Papá! (Vase ai interior.)
— 47 -
KSCENA V
CARITA, JEREAtlAS, GLORIA y DON MIGUEL
J ER . (De vuelta de su visita á la taberna, frotándose las ma-
nos de gusto.) ¡Bah! Es tontera: no hay mejor
remedio contra el frÍD.
Car. (Levantándose.) (¡Dios mío de mi vida! Ya está
aqrii el ú'ichobo pajarraco.)
Jer. (Tornando á su sillón.) (La niña de marras.
Apuesto cualquier cosa á que trae la clave
de tencas.) (ai loro.) Mif>erias de la vida, Ro-
dríguez. No te ocupes tú de eso. A ver qué
te parece el que me han dado hoy. (Le echa
el aliento al loro.) ¡Crco que se puede beber!
(Reanuda sus combinaciones de dedos.)
D. Mío. (Saliendo con Gloria.) H<la,-joven. ¿Otra vez
aquí?
Car, Sí, señor. He tenido la fortuna de encontrar
la clave...
D. Mío. ¡Ah, caramba! ¿Encontró usted la clave?
Jer . (subrayando con el canticio su acierto.)
Co7i el capotín, tin. Un, tin,
que esta noche va á llover...
D. Mío. (Ya está aquel con la musiquita.) Bueno,
pues... hija, por esto no le puedo dar más de
una peseta.
Car. Corriente... ¿qué le vamos á hacer? Busca-
remos por otro lado. . Ya ve usted, necesito
comprar una medicina que cuesta seis rea-
les.,
Gloria ¿Tiene usted enfermos en casa?
Car. Mi hermano Mario: y probablemente será
una pulmonía.
Gloria ¡Vaya por Dios!
Jer. ¡Xos las tragamos como el puño, Rodríguez!
Car. He dicho mi hermano y no es mi hermane;
pero en ün, como á hermano lo trato, ¿sabe
usted?
D. Mío, Ea, pues tome usted los seis reales... Que no
qufde por roí.
Car. Áy, no sabe usted cuánto se lo agradezco.
2
- 18 —
Jer. ¡Vr.mos allá!
Gloria ¿Qué gruñe usted, tío?
Jer. ¡Nadal
D. MiG (A Gloria.) (Déjalo, mujer. El mejor día se va
rt encontrar con un diccionario en la cabe-
za.) Bueno, joven; celebraré que no sea nada
lo del hermano.
Car. Mil gracias. Ya le digo á usted que no es mi
hermano.
D. Mío. Bien, es igual.
Car. Es hijo de un señor, que es como si fuera
mi propio padre. Porque cuando mi padre
pasó á mejor vida, este señor de Galeote me
recogió en su casa, y con él y con sus hijos
vivo desde entonces. (Siispirando con pena.) ¡ Ay,
Dios mío de mi alma!
D. MiG. rt,Galeote ha dicho usted? Un coacpañero Ga-
leote tuve yo...
Car. ¿En dónde"?
Jer. En galeras, sería.
D. Mía, Hombre, no seas necio. En la Administra-
ción de Hacienda de Córdoba. Por supuesto,
de esto hace ya... ¡friolera! Aún no había us-
ted venido al mundo.
Car. Pues oiga usted, Cíte señor también ha sido
empleado.
D. MiG Mi -compañero se llamaba Moisés Galeote.
Cah. ¡Moisés Galote! ¡El mismo! ¡Mire usted que
es casualidad! Mi padrino mismo. Don Moi-
sés Galeote y Chorro.
D. Míe. Justamente. Pues lo más salado del lance
es que anoche soñé yo con Moisés. Una de
tonterías... ¡qué sé yo!
(/'ak. Es muy particular lo que sucede con los
sueños.
Jer. ¡Muy piírticuhir!
Car. Calderón decía que sueños son; pero á pesar
de Calderón, en muchas ocasiones se acier-
ta. Cuántas veces se dice : esta noche he so-
ñado con Fulano... ¿Se acuerdan ustedes de
Fulano?... Hombre, ¿qué habrá sido de Fu-
lano, aquel que se fué á América? Y de
l)ronto, ¡pun! Fulano. ¿No es verdad que
ocurre? Yo, como sueño tantísimo... Rara es
— 19 —
la noche que no sueño. La otra noche soñé
que me quedaba muda, y si vieran ustedes
con qué angustia tan grande me desperté...
Jer. Lo creo.
Car. ¿Qué dice usted?
Jer. iQue ha tenido ya tiempo de morirse el her-
mano de la pulmonía!
Gloria Si, sí, vaya usted pronto
Car. Ay, 6 3 verdad. Me domina el vicio de la con-
versación. Ustedes perdonen. Hasta otro rati-
to... Y tantíííimas gracias por sus bondades...
Gloria Que se alivie el enfermo, ¿eh?
CíR. Gracias.
D. MiG. Y muchos recuerdos á Galeote.
Gar, De su parte de usted, don Cirilo. Se alegra-
rá muy de veras de e iber de usted. ¿Qué bo-
tica es mejor: esta de la esquina ó la de la
vuelta de la calle?
Jer . ¡Que se va á morir ese hombre!
<Jar. ¡No me lo diga usted!... ¡Pícara charla!...
Ay, hasia ahora no me había yo fijado en
el loro... Lorito real, para P^spaña y no para
Portugal... Vaya, que ustedes sigan bien, (se
va a la calle apresuradamente )
D. MiG. (Riéndose.) El enfermo lo que tendrá será ja-
queca... Digo yo. Voy á anotar la compra.
(Va al escritorio y lo hace, mientras habla con Gloria
y Jeremías.)
Gloria Es muy simpática esa muchacha, ¿verdad?
D. MiG. Si, pero habla demasiado, hija mía.
Jer. ¡líl que habla demasiado eres tú!
D. MiG. ¿Yo? ¿Por qué?
Jer. i orque antes de cinco minutos tienes aquí
á Galeote á darte un sablazo.
D. MiG. ¡Vamos, hombre!
Jkr. Antes de cinco minutos...
Gloria ¡Siempre pensando mal!
Jer. Tienes aquí á Galeote...
D. Mío. ¡Ya lo hemoscído!
Jer. a dart*=í un pablazo.
D. MiG ¿Sí, eh? Pues te advierto que como aciertes
y me cantes el Capotln, fin, tin, tiii, vamos á
venir á las manos. ¡Es mucha imperti-
nencia!
— Í20 —
Gloria Tiene razón papá: sabiendo usted *que le
mortifica...
JeR. (Levantándose y yéndose por la jmerta que da al inte-
rior.) Dice, me hacéis «í?e» reir, Don GonzalOy
d'Ce, ])UeS venirme d provocar... (Aparecen en la
calle y se detienen á mirar el escaparate de la librería
dos Estudiantes. Tras breve disputa entra uno de ellos
en el establecimiento, según se indica más abajo.)
ESCENA VI
GLORIA, DON MIGL'EL y un ESTUDIANTE. Al final JEREMÍAS.
Gloria
D. MiG
Gloria
EST.
D. iMiG.
EST
D. MiG
EsT.
D. MiG.
D. MiG.
EST.
D. MiG.
EsT.
D. Mía.
EsT
D. MiG.
Glori \
D. MiG
Jer.
Gloria
Jer.
Gloria
Hay qu3 armarse de paciencia con el tío.
Cuéntamelo á mí, que estoy aguantando-
sus pullas desde que me casé.
Y Itiego, si sirviera de .^ilgo...
(Es un mocito de unos quince abriles. Entra muy
decidido fumando un pitillo y tarareando un canto po-
pular. Al reparar en Gloria se corta un poco.) Muy
buenos días.
Muy buenos. ¿Qué desea usted?
(a don Miguel, al oído.) ¿Tiene usted Las...f
(Mirándolo de arriba abajo.) No, señor, nO.
¿No?
No.
(Lo mismo que antes.) ¿Y LoS ..?
Tampoco.
¿Tampoco?
Tampoco.
¿Y...?
(sin dejarlo acabar.) fampOCO: 110 Se moleste
usted.
Usted dispense... (¡Vaya una librería!) (se va.)
Adiós, caballero. (¡Está buena la juventud
dorada!)
¿Per qué ha venido ese chico, papá?
¿Ese? (Rascándose la cara.)Por un libro de texto.
(Volviendo á salir.) üloria: Catalina te necesita..
¿Ami?
Está sobre el tapete un plato del almuerzo
de hoy. Que si huevos fritos, que si tortilla...-
Voy allá, voy allá.
— 21 —
Jer. Habrá huevos fritos, en la seguridad deque
á mi me molestan.
Gloru Pues pondremos tortilla
D. MiG. ¡No! ¡Huevos frit-^s!
Jer. ¡Ya, ya lo he dicho yo! (Se sienta á su mesa.)
Olor A (Llevándose su velo y su capa.) ¡Qué demonio de
hombre!
>
ESCENA VII
DON MIGUEL, JEREMÍAS y PEDRITO
Jer. (ai loro.) Oído, Rodríguez. Vamos á dar la
lección.
L )ro Dame chocolate.
Jer. ¿Chocolate, eh? No, señor. Hay que alternar
los placeres con el eátuaio.
Loro Dame chocolate.
Jer. Fijate bien, que' estás muy torpe: «¡No te ti-
res, Reverte!» ¿Lo lm3 oído? «¡No te tires.
Reverta!» «No-te-tire--rtev'«'rte » A ver si te
lo estudias: « No-te-tires- Reverte.»
D. MiG. Pero, hombre, qué co.-as le enseñas al loro.
«¡La maree Dios!» «¡Pamí (jue nieva!» «¡No
te tires. Reverte!»
Jer. \K\ otro! ¿Pues qué le voy á enseñar, maja-
dero? ¿el discurso sobre las armas}' las letras?
D. MiG, ¡Anda y que te emplumen! (a Pedrito, que lie-
ga en este momento do la calle, mustio como un lirio
tronchado. Viste como cualquier escribiente de poco
sueldo.) Hola, Pedrito.
Ped. Hola, don Miguel.
D. MiG, ¿V'ienes de la casa?
Ped. Sí, señor.
D. xMiG. ¿Y qué hay?
Ped Que no traigo un cuarto,
Jer. (cantando.)
Con el capot (n, tín, iin, Un,
que esta noche va á llover ..
D. MiG ¿Otra te pego? ¿Cómo voy á decirte que rae
molesta...? l*ero ven ac;í, l'edrito de mis cul-
pas: explícame... ¿No te parece á tí que ya
es un abuso...?
— 22 —
Ped. Óigame usted, don Miguel de mi corazón.
D. MiG. Habla.
Ped. a mí puede usted redobljirme e1 tnbajo en
Ja librería, ponerme hcrüs extraordinarias^
mandarme con un baúl á la estación, si es
preciso, engancharme á un carro, ei fuesfr
menester, todo lo que usted quiera; pera
por la gloria de sus difunto?, no vuelva us-
ted á encomendarme el cobro de los alqui-
leres.
D. MiG, Chico, me gusta la salida. ^iQuieres que me
encasquete yo el sombrero y coja los recibos
y vaya por tí? ¡Pues hombre!
Ped. Es que usted no sabe lo que yo sufro. Y
luego, va ve usted, siempre me vengo con
las inanos en los bolsillos.
D. MiG. Ahí tienes lo que yo no acabo de compren-
der. Porque buena está la falta de carácter,,
la delicadeza... hasta l-x compasión, si se
quiere., pero .. Vamos ver: ¿qué te ha dicho
(1 sacristán del 5'? Ocho msses debe.
Ped. Pues me ha dicho que no cree en Dios desde
que lo echaron de la Parroquia.
D. Mío. ¿Y eso qué significa? ¿Por qué no paga?
Ped. Porque confiesa que si antes pagaba era
sólo por temor de Dios, pero que ahora que
no cree, que le entren moscas. .
D. Mío. ¿Habrá descaro igufd?
Ped. Pues la del 15 también es de oro y pedrería,
no crea usted. Dice que no da un céntima
mientras no se le ponga otra chimenea.
D. Mío. ¡Caray con la mujer! El men pasado que la-
drillos nuevos, el anterior que zócalo, ahora
que chimenea...
Ped. Ya le he dicho á usted que tiene muchos
humos esa señora.
D. Mío Oye, ¿y el del 23, que debe ya cerca de un
año?
Ped. ¿Cuál? ¿ese á quien le llaman el TuétanosfEse
es un animal de bellotas. Imagine usted que
á tiempo de ir yo á empujar la puerta del
cuarto, oí como rumor de gritos y bofeta-
das, y clara y distinta la voz del Tuétanos,
que decía poco más ó menos: «;Grandísi-
— S3 —
• lua... — bueno, aquí un adjetivo fuerte, bas-
tante fuerte— al primer tío ladrón que vea
yo entrar por esa puerta, le doy dos patios
en la i mandíbulas!»
Jer. ¿y entraste?
Ped. ;Un demonio!
D. MiG. Pues bijo, unos por fas }' otros por nefas...
el resultado ..
Jer. Por fas es que no hay vergüenza en la re-
unión... y por nefas lo mismo.
.Peí». Luego, esta es otra: í'erico el del 14 se ha
caído desde un andamio... y tiene cuatro
criaturitas... la mayor atí. . y hay que ver
aquel cuadro... ¿y quién presenta allí el re-
cibo?. . Los chicos herreros del 31 están sin
trabajo desde hace quince dia?. Esos son
buena gente, ¿sabe usted? Poco menos que
se me hincaron de rodillas .. usted calcule...
¿Quién es capnz de presentarles el recibo?
Al ciego del 13 se le ha muerto la perra que
lo acompañaba... y es un dolor oír al pobre
viejo... ¿Cómo se le presenta el recibo? El
armero del 24 me recibió apuntándome con
una escopeta de dos cañoues... ¿Usted cree
que yo presento allí el recilio?... En fin, así
todos.
D. MiG. ;Pues estamos frescos! Vaya por Dios, hom-
bre, vaya por Dio.s ..
Jer. Con lamentos es c )mo no se adelanta nada.
D. MiG. ¿Le parece á usted? Tú dirás, hombre, tú
dirás lo que hacemos. Habla: expon tus pla-
nes redentores. Y si no, escríbeme tus con-
sejos en un })apel, como Don Quijote á San-
cho cuando S3 fué á gobernar la ínsula.
Jer. Si mi hermana levantara la cabeza...
D. MiG. Cállate, Jeremías. Calla, por Dios, queme
traes á la memoria dos amarguras: la de que
ella falta, y la de que yo no sé sustituirla.
¿Me vas á enseñar á mí que á su inteligen-
cia, á su actividad, le dei)0 yo el bienestar
de que disfruto, los ochavos que tengo, tú
el pan que comes, éste lo que cobra, rr,i hija,
lo que sabe?... ¿Me lo vas á enseñar á mí?
Pero ¿es mia la culpa de haber nacido tonto
— 21 —
de capirote, vamos á ver? ¿Cómo he de re-
mediar yo al cabo de mis años el no enten-
der lo que son nego-iop, ni lo que es la gen-
te, ni lo que es la vida?
Jer. Ese lenguaje es inverosímil en un casero, (se
levanta.)
D. MiG Bueno, sí; bien está... Ya veremos lo que se
ha de hacer. Vosotros también sois para el
avío. Tú, Pedrito, ten la bondad de tomar
con n)ás fuego las cosas de la casa y más
en frío el estudio de esos dramas y come-
dias (|Ue has dado en re{)resentar de algúa
tiempo á e&ta parte. Mira que está la libre-
ría manga por homl)ro... Es una compasión.
Ped. Descuide usted: en lo que de mí dependa
yo he de procurar... .Sentiría que usted cre-
yera <)ue j!0 me intereso...
ü. Mío ¿Cómo he de creer, si te conozco dema-
siado ..?
I'ed Le juro á usted que para mi las cosas de
ustedes ..
i). iMiü. Sí, hombre, sí; no vayas á llorar. ¡Era lo
único que nos faltaba!
H^
ESCENA VIII
DICHOS y DON MOISÉS
(Don Moisés, que momentos antes de salir aparece detrás del escapa-
rate y desde allí mira al interior de la librería para cerciorarse de
que es la de don Miguel, se cuela de rondón y cae sin que Dios lo
remedie sobre Jeremías, que á la sazón se calienta al brasero, y al
cual abraza muy estrechamente con muestras de la más viva emo-
ción. El pelaje de don Moisés es de lo más sobrio: zapatos de lona,
muy viejos; pantalón de color indefinible; gabán de entretiempo
abrochado y con el cuello en pie, y sombrero de paja, muy tostado
del sol y con las alas caídas en forma de pantalla. El pantalón y el
ga))án en ese lastimoso estado en que ya no los toman en las casas
de préstamos.)
D. Mois. ¡Ahí
Jeíí. [lih! ¡hombre!
D. AIíG. ¿Quién es ebte loco?
— 25 —
Jer. ¡Que me tritura usted, CDmpadre!
D. Mois. ¡Miguel! [Miguel!
Jer. ¿Qué MiguelV Si yo no soy Miguel...
D. MiG. !?i Miguel soy yo. .
D. Mois. ¡Ah! ¡tú! [Miguel!
i). MlG (Reconociéndolo.) ¡Güleote! (Se abrazan fuerte-
mente.)
Jf.U. (¡Galeote!) (cantando.)
Con el capotíii, Un, Un, Un,
que esta noche va á llover. .
Phd. (Debe de ser amistad muy antigua.)
D. MiG. Chico, cuánto me alegro; la verdad es que
no le esperaba.
Jer. (Yo sí.)
D. Mois. ¡Quita allá, por Dios! Me ha faltado tieui -
po... (a Pedrito.) ¡Ven á mis bnizos tú! Y per-
míteme que te tutee .. (lo abraza.) ¡Tienes
toda la cara de tu padre! (a don Miguel.) Eres
tú mismo, cuando estábamos allá tu Cór-
doba...
D. Mío. ¿Qué dices, hombre?
D. Mois. l>.i mirada, la sonrisa... jTú, tú!
Ped Dispense usted, pero. -
D. Mío. 'i'e advierto que este no es mi hijo.
D. Mois. ¿No?
Jer ¡Ni le toca nada!
D Mois. Chico, ha sido una ofuscación... Lo declaro.
¡Porque es que no he visto dos caras más
distintas! No sé por donde... Nada, una
ofuscación, (a Pedrito.) Bien, y Uirted me dis-
pensará el tuieo...
p£D Calle usted; no vale la pena...
D. Mío. Siéntate, siéntate.
Jer. (Estamos enfrente de un gran peligro. Voy
á prevenir á Gloria y á ( atalina.) (va.se ai in-
terior. Pedrito corre de aquí para allá y .se sube á la es-
calerilla, arreglando la.s annquelería.s y trasladando pi-
las de libros de un lado á otro. Don Moisés y don Mi-
guel se sientan al brasero.)
26
>. ESCENA IX
DON MIGUEL, DON MOISP>S y PEDRITO
D. MoiS. (Quitándose el sombrero y descubriendo una calva
ignominiosa.) ¿Me encuciitias muy vieju, no
es verdady
D. Mi3. Avejentadillo te encuentro, pí Pero has
de ver que ya no somos chicos de la eecuela.
D. Mois. ¡ Ah! Tú estás hecho un pollo. ¡Qué brillo en
la mirada! ¡Qué colore f-!...
D. M:g Je, je...
D. Mois. Dime, ¿qué es de tu vida? ¿Al fin te casaste?
D. MiG. (suspirando.) [Ay! Sí, hombie, sí: me casé. . y
he enviudado ya.
D. Mois. ¡Cómo vuelan los años!
D. MiG. Por mi mujer llevo este luto.
D. Mois. ¡Pobre Nicolasa!
D. MiG. ¿A quién te refieres?
J^. Mois. A tu mujer: ¿no era Nicolasa?
D. MiG No, hijo, no: Lorenza.
D. Mois, Perdóname, Miguel; estoy empecatado. Es
que como mi pobre Elvira se llamaba Ni-
colasa...
D. MiG, ¿Qué dices?
D. Mois. ¡.Jesús! Desvarío... Concluirás por no hacer-
me caso. Padezco distracciones horribles;
equivoco las palabras, trueco los conceptos. .
Las zarzas del camino, chico.
D. MiG. (¡Pobre Moisés!)
D. Mois, ¿Tienes algunos hijo»?
D. MiG. Una hembra: Gloria.
D. Mois. Gloria será en efecto.
D. MiG. Es buena, es buena: no puedo quejarme.
^.Y tú, Moisés? Cuéntame tu vida.
T>, M.is. No deseo otra cosa. Es un barco de penas:
esto}' en alta mar... y no veo tierra por nin-
guna parte, (cogiéndole una mano á don Migiiel.)
¿En tí tengo un amigo, verdad?
D. MiG. No me lo preguntes.
D. Mois. ¿Puedo abrirte mi pecho?
D. MiG. !Sí.
— Í7 —
D. Mo S. Pues mira. (Sc pone de pie de espaldas al público,
y desabrochándose el gabán, le muestra el pecho á don
Miguel. En seguida vuelve á abrocharse y se sienta.)
D. MiG. ¡Ave Marín puiirima!
D. Mo!H. Esto te dirá mejor que palabra ninguna, en
qué terrible situación hame colocado el in-
fortunio.
Fed. (Sí, lo que es nadando en la abundancia ya
fe ve que no está )
D. Mois. Después que nos separamos en Córdoba, la
desventura me bizo su hijo predilecto .. y
todas mis ilusiones, todas mis ísperanzas,
fueron crisálidas de de.=engaños...
PfeD (Hombre, eso está bien )
D. Moi?. Tame un pitillo.
Fed. (Eso no está tan bien.)
D. McH. Quiero ver si se me quita con el tabaco este
amargor de lágrimas que me viene á la
boca (Don Miguel le da un cigarro y ambos fuman.)
¡Ay, Miguel, Miguel; cuánto he jadecido,
cuánto he sufrido! No encontrarás un dolor
en el mundo que no me sea tan fami'iar
con o el abrir y cerrar les ojos. ¿Ves cómo
estoy de canas? Pues cada una es una heri-
da, cada una es un desengaño, cada una es
un amigo que he perdido.
Fed. (¡Caramba! ¡pues ha debido de tener muchas
relacionas!)
(Don Moisés quiere sollozar y no le sale.)
D. MiG. Vamos, tú, ¿qué se le ha do hacer? No te
apures.
D. Mois. ¿Tú conociste á mi segunda mujer?
D Mío. Si, hombre, sí: .María.
D. Mois. Pues bien, llora conmigo: ¡va no vive!
D. Mic: ¿No?
D. MoiS. (Rompiendo á llorar al fin.) No. |NÍ mí primera
mujer tampoco!
Peo. (¡Naturalmente!)
D. Mois. (Enjugándose el llanto.) ¿Te acuerdas de mi Bal-
doiuero?
D. Mío ¡Vaya!
1). Mois. ¡El rey de la casa! ¡la alegría del mundo!. ,
Permíteme que vuelva á llorar al calor de
su querido recuerdo, (suelta cl trapo otra vez.)
— 28 -
Ped. (Pies .señor, nos vu á meter el corazón en
nn puño.) (Pasa Catalina con una alcuza desde la
puerta del interior á la de la calle, por donde se va
santiguándose y sin quitar ojo á don Moisés mientras
pasa.,
D. MiG Moif^é?, querido Moisés, sosiégate. No te f al •
te el valor á última liora.
D. Moi-. (serenándose.) Dispensíi: dices bien. Con la
muerte de mi chico, la noche tendió su
manto en mi cisa: me dejaron cesant? .. Uno
de eso.-< ministros sin conciencia que de una
plumada se comen el pan y se beben el agna
de una familia... Hice los imposibles por lo-
grar mi reporiición: inútil, 'l'rabajé en otras
cosas: inútil. Descendí de clsse: quise ser
cobrador de un tranvía: inútil. Me fui á
América, la tierra de los de-esperados: pa-
decí y p.ídtcie.on los míos h;imbre y sed.
Volví á España. Nuevamente procuré ser de
todo; lo intenté todo, lo pa'pé todo, y lejos
de encontrar la auí-iuda aurora no hallé sino
nuevas penas, nuevos dolores, nuevas amar-
guras, nuevos desengaños ..
Ped, (¡Se nos viene con /aí?^Mi7/os el buen viejo)
D. MiG. ¿Cuántos hijos te quedan?
D. MoiS. (Sollozando antes de contestar.) DCS.
D. MiG. ¿Alguna hija?
D. Mois. (Vuelta áios pucheros.) Ninguna. (No se lo digo.)
D. MiG. ¿Y esa chicuela por quien he sabido de tii*
D. Mois. ¡Ah!¡Carit-^! ¡Pobre ángel de Dios! Huérfana
y sola desde muy niña, yo la recogí en mi
hogar humilde.
D. MiG. Parece muy buena muchacha.
D. Mo!S. Es tan buena como bonita... y tan bonita
como desgraciada. La risa huyó de sus la-
bios cuando aún no contaba ocho primave-
ras Unida á, nuestra suerte la suya, hoy
también llora con nosotros.
D. MiG. Pero ¿tan triste es tu situación actual?
D. Mcis. ¡Desesperada, chico! Es la de aquel que está
en la barandilla del Viaducto dispuesto á
arrojarse de cabeza, y no c-pera otra cosa
que la mano de un guardia que lo sujete.
Mira: mi hijo Calixto, harto ya de sufrir pe-
— 29 —
nalidad^'S, hace tre? inrsec que voló de mi
hoaar: fuese a correr furluna. No sé de él. Mi
hij ) Míirio, en quien — ¿á qué vo}' á ocultár-
telo á ti? — tengo puestas todas mis esperan-
zas y todas mis ternuras... postrado está en
la cama del dolor. Se me muere, Miguel, ee
me muere en aquella fétida guardilla. No
tengo recursos, no tengo medios... ¿ qué
hago? Parece imposible que haya desventu-
ra mayor. Parece imposible, ¿no es verdad?
Pues oye: el casero me ha dicho que nos va
á plantar en la calle. Ahí tienes una des-
ventura mayor: ahí la tienes.
Ped. (¡Corcho! ¡eso es del Draina nuevo! ¡Si lo ee-
toy ensayando yo'.. )
D. MiG. ¡Jesús, Jesús, Dics míd
D. Mo!S. Y lo hará, Miguel; créeme que lo hará. Nos
pondrá enmedio del arroyo sin considera-
ción al enfermo ni á nada. Los caseros son
unos animales.
D. MiG Hombre, hay de todo... Ya tú ves, yo tam-
bién soy ca.sero... Je...
D. Muí-. (Recogiendo velas.) Chico... perdona... he dicho
animales .. en el buen sentido de la palabra.
Ped. ((i^uál será el buen sentido ese?)
D. MiG 1 ues nada, no te apures...
D. Mois. ¿No he de apurarme, si tendré que llevar al
hospital a mi pobre hijo?
D. MiG. Para algo vivo yo en el mundo. No hables
de eso siquiera.
D. Mois. fK\\'i ¿qué dices?
D. MiG. Que tu hijo no irá al hospit2.], ni por
pienso...
I'. Molí. (Estrechándole las manos.) ¡Miguel! ¡Miguel!
D. MiG Qi¡e se remediará en lo posible tu situación,
porque todo tiene arreglo en el mundo, en
no siendo la muerte...
D. Mois. ¡Miguel!
D. Mío. Y que adonde nos vamos ahora mismo los
dos es á tu casa. (Levantándose.) Anda, que ya
tardamos.
D. Moiá. ¡Miguel! (Se le echa encima llorando á moco y baba,
y lo estrecha y lo moja que ea una bendición.)
Ped. (Este don Miguel es un bizcocho de canela.)
— 30 —
D. MiG. Vaya, no llores más... no seas niño... que
vas á contagiarme.
D. Mois. Lloro, sí, lloro... Son tus palabras benditas
las únicas gotas de rocío que desde hace
niuchog años han caído sobre mi corazón.
|T)ios querrá que algún día |)Ueda pagart( !
1). MiG. Vamos, calla ó me enfado. No so hable más
del particular. Tranquilízate... Verás: antes
de irnos vas á conocer á mi hija.
D. Mois. ¡Sí, hombre, si!
D. MlG. ¡Gloria! ¡Gloria! (Vase ai interior de la casa lla-
mando á Gloria.)
i- ESCENA X
DON MOISÉS y PEDRITO; luego GLORIA y DON MIGUEL,
JiiEEMÍ.^S y CATALINA
(Don Moisé'S S2 deja caer sollozando en la sil'a en que estalla. Pausa.)
— P£D. (Dinblo, parece que tiene hipo.) (Acercándose
á don Moisés.) ¿Quiere usted un poco de agua,
caballero?
D. Mois, (Apretándole una mano sin mirarlo.) GrtíCiaS, no-
ble pollo.
i). MlG. (saliendo del interior de la casa con Gloria. Se ha qui-
tado la gorra y trae el sombrero en la mano.) AqUÍ
la tienes.
D. Mois. (Levantándose de un salto.) Señorita .. ¡DioS To-
dopoderosol Chico, si parece que estoy vien-
do á Nicolasa...
Gloria ¿A. quién?
D. Mío. A tu madre, dice.
1). Müis. Ay, es verdad: he vuelto á confundir el
nombre. (Sale Jeremías también del interior, receloso
como un gato arisco, y se' sienta á su mesa.)
Gloria ,:Me encuentra usted parecido á mi madre?
D. Mois. ¡Una estampa! ¡una estampa! Desde luego
es usted tan bonita, y seguramente será us-
ted tan buena.
Gloria Mil gracias, señor.
D. Mois. ¡Es ella, Miguel, ella misma! ¿Recuerdas
cuando la conocimos?
- 81 -
D. MiG. Figúrate si me acordaré.
ü. Mois. Jjiís veces que paseamos iunlos la calle... lo
colorado que tú te ponías á cualquier nove-
dad...
D. MiG. El miedo que le teníamos los dos al abuelo
de éí^ta. .
D. MoiP. ¡Qué tiempos aquellos! .. ¡Ay, Miguel, me
parece que respiro de otra manera! .. El re-
cuerdo de nuestra juventud, esta casa, tu
hija, el cariño con que me tratas, el noble
amparo que me ofreces...
JeR. (¡Ya pareció aquello!) (como si le.hubieran pues-
to una banderilla, se levanta y empieza á pasearse por
el foro.)
D. Mois. Anda; vamos á llevarles á los míos estos ra-
3' os de sol.
D. MiG V'amos, si; vamos en seguida. Hasta luego.
(Echa á andar hacia la puerta, la abre y aguarda á
don Moisés, que se despide.)
J). Mois. (cogiéndole las dos manos á Gloria.) Niña, aunque
se le muera á usted su padre, no se apure
usted...
Ped. ;¡ Atiza!)
Gloria Por Dios...
D. Müis. Usted perdone... he querido decir... que no
importa nada que él se muera...
D. MiG. ¡Hombre! ¡hombre! Déjate ahora de...
Jer. (¡Qué estúpido!)
D. Mois. Vamos, que en mí tiene usted un segundo
padre.
Gloria Ah; muchísimas gracias.
D. Mois. (saludando á Jeremías.) Caballero...
Jer. ¡Aburl
D. MiG. Acaba, hombre.
D. Moi.~. (Tropezando con Pedrito, á quien tira una pila de li-
bros que lleva en la mano.) JoVen...
Ped. ¡Eh! ¡cuidado!
D. Moi?. Usted ire dispense.
Gloria (Va loco.)
(Don Moisés, aturdido ya, tropieza también con Catali-
na, que llega de la calle cuando él se marcha.)
Cat. ¿Ande yeva usté loz ojo.^, zeñó?
D. Mois. ¡Fijos en el cielo de la dichai
D. MlG. Anda, anda, (n.-ja pasar á don Moisés.)
- 3'i ~
CaT. (Llevándose las manos á la cabeza.) ( Ze VQll loS
dos juntos!)
Jer. (Refunfuñando.) jLo engañan! ¡lo explotan!
D, MiG. Vuelvo en seguida, ¿eh? (a Jeremías) ¿Qué te
sucede á ti, que así bufas?
Jer. ¿No lo ves? ¡Que estoy muy contento!
D. MiG Pues mira, no lo estarás tanto como yo.
■Hasta luego, (a don Moisés echándole una mano
por la espalda.) ¿VamOSl^ , Jeremías y Catalina ha-
blan en voz baja escandalizados y Gloria aiixilia á Pe-
drito en la tarea de recoger los libros del suelo. Cao
el- telón, "i
FIN DEL ACTO TRÍMERO
-^gS,.^;x^U> ^^
I S) II ¡a II •» II a II :<a II g« II a II fe' II jg^ II ^ II fe II jS II ^ II ^»; II * 11 *f ;i «1 II 4; I
ACTO SEGUNDO
Trastienda de la librería de don Miguel. A la izquierda del actor el
hueco de puerta que comunica con el establecimiento. La pared
de la derecha se une á la del foro formando chaflán. En medio
de éste, una puerta que conduce á las habitaciones interiores.
.\mbas paredes laterales cubiertas por completo de anaquelerías
llenas de libros. En la del foro, hacia la derecha, una ventana
grande con reja, que da al patio de la casa y cuyas puertas apa-
recen cerradas en este acto. Cerca do la ventana una máquina de
coser. Arrimados á la pared montones de libros y una escalerilla
de mano. En el centro de la escena una mesa-camilla. En torno
varias sillas finas de enea y dos butacas de gutapercha. Estera de
pleita.~Es de noche. Pendiente del techo una lámpara de luz eléc-
trica encendida.
ESCENA PRIMERA
DON MIGUEL y PEDRITO
(Don Miguel, sentado á la camilla en una butaca, lee un periódico.
Tiene puestas la capa y la gorra, como en el primer acto. Poco des -
pues de levantarse el telón sale Pedrito de la tienda con un libro en la
mano.)
Pbd. Oi^^a usted, don Miguel.
D. MiG. ¿Qué quieres?
Hed. ¿Se puede dar esto por diez reales?
D. MlG (Examinando el libro.) ¿Esto? ¿Quién lo pide?
Ped. Ese muchacho de la harba negra y Jos leu-
3
— 34 —
tes que .«e llevó el otro día la Historia de las,
ideas estéticas ..
D. MiG. Ah, sí, hombre: es parroquiano asiduo. Dá-
selo.
Ped Le diré que por ser para él... (Echa á andar y d
la mitad del camino se detiene y suelta un suspiro
que parte el alma ) | A}'!
D. MiG. ¿Qué te pasa, Pedrito, que andas hoy así
como tonto y das unos suspiros...? ¿Tienes
amores imposibles?
Ped. No son ñojos amores.
D. MiG. ¿Algo, quizás, del teatro de doña Guada-
lupe?
Ped. Pues ¿qué ha de ser? Calcule usted que ya
no hacemos el Drama nuevo.
D. MiG. ¡Diablo de contrariedadl Pero anda, anda,
que espera efe señor.
Ped. Está muy entretenidoviendo unas láminas...
(Baja la voz como si temiese ser escuchado.) Mire
usted, don Miguel, cometió doña Guadalu-
pe la torpeza — ya se lo advertí yo — de repar-
tirle el papel de Alicia á la hija del sastre
del portal, y ahora no sabe cómo quitár-
selo
D. MiG. ¡Jesús qué desatino! Mira tú que á la hija del
sastre .. ¿Estaría la pobrecita para matarla?
Ped. Para matarla, no; pero para herirla grave-
mente, desde luego. Y quien paga los vi-
drios rotos soy yo.
] ). MiG. ¿Por qué?
Ped. ¡Ahí es nada! Figúrese usted que para el
martes quieren que me estudie La esposa del
vengador y El mido gordiano.
D. MiG. ¡Aprieta! Estos aficionados las gastan así.
¡Buena va á andar la librería de aquí al
martes!
F'ed. Eso no, don Miguel: primero es la obliga-
ción que la devoción.
D. MiG. Bueno, pues vete á demostrarlo; no te de-
tengas más.
Ped. 'Ya, ya me voy. (sc asoma á la librería.) EsB ca-
ballero sigue distraído con las láminas. — Lo
que iba á decirle á usted, don Miguel: en La
esposa del venffador, que ya he hecho otras
— 35 —
veces, estaré... vamos .. en fin, no es que yo
me alabe, pero... las personjis que me la han
visto hacer se han quedado con la boca'
abierta. En cambio en El mido gordiano me
van á dar dos tiros.
D. MiG. /,Por qué, simple?
í*ED. Porque yo eo siento los dramas de levita,
eso es.
•D. MiG. ¡Ja, ja, ja!
Ped. No pe ría usted, no señor, que no los siento.
Puede que sea porque no tengo levita, pero
no los siento.
D. MiG. ¿De manera que todo tu equipaje es de capa
y espada?
Ped. ¡Quiá! ¡Si tamjx)CO tengo equipaje! Pero los
trajea de capa y espada me los presta Ro-
quete, un cómico muy atnigo mío.
D. Mío. Tonto, pues que te preste la levita Roquete.
Ped. Es que las levitas de Roquete... también son
de capa y espada.
D. MiG. Vaya por Dios. Y basta de palique, ¿eh? A
cumplir tus obligaciones.
Ped. No me reprenda usted, don Miguel; pónga-
se en mi caso... (Yéndose a la librería.)
Aqui mi padre espiró,
aquí morirá Facheco.
D. MiG. Ese va á perder la cabeza con los dramas.
ESCENA II
DON MIGUEL y OLORI.V; después JEREMÍAS
•Gloria
D. Mío.
•Gloria
D. MiG.
"Gloria
(viene del interior de la casa con una labor, que deja
sobre la camilla.) Av, qué demoulo de mu-
chacha.
¿Quién?
Carita. No hay modo de hacer carrera de
ella. Ha simpatizado con Catalina, que char-
la más que ella todavía, y allí las tienes á
las do.s fregando platos y dorando peroles.
Déjalas. Esa Carita es una joya. Mira que
se mete por el corazón.
Carita y todos ellos.
36
D. MiG.
Gloria
D. MiG
Gloria
D. MiG.
Gloria
D Mío.
Jer.
Gloria
D. MiG.
Gloria
D. MiQ.
Gloria
Ah, 6i. Mario es la misma flor de la sim-
]>fitía.
¿Verdad que sí, papá? j Pobre chico! Aún
está muy débil.
Muy débil, sí.
La que ha pasado ha sido buena. Una pul-
monía dob^e no la cuentan todcs. (se acerca
á don Miguel y baja un poco la voz.) F*<)r cicrto,
pap^, que tengo que pedirte una cosa. Haz
el favor de decirle al tío Jeremías que no-
sea tan imprudente con ese chico. Le suelta
unas inillas y unas indirectas que encienden
lumbre.
Disgustado me tiene eso, no creas tú. El do-
mingo tuve con él unas palabrillas á cuen-
ta de la ropa que les hemos sacado del Mon-
te. ¿Qué quería? ¿que anduvieran en cueros
por la casa? La ha tomado en una forma
tan grosera con toda la familia...
Pero principalmente con Mario (¿Qué hará
que no viene?) Debía bastarle el considerar
que están amparados aquí, para tratarlos
de otro modo...
Claro ts
(Salc, paseando, del interior de la casa y se va á la li-
brería. Trae en la mano una copita de aguardiente, en
la que mete las narices como si se las quisiera bañar.)
Dice, tiempo libre, bolsa llena, ili'-e, dueñas
mozas y buen vino; dice, ¡cuerpo de tal qué des-
tino! dice, y todo ello á costa ajena. Vase. (se va
en efecto.)
¿Ves tú?
Ya, ya veo. Te digo que me ha faltado
poco...
Sí, tú también gastas una calma... Siempre
te falta poco.
Ente ruin, incapaz de querer á la camisa
que lleva puesta... Lo que tiene entre cuero
y carne es el escozor de lo que yo he hecho
ccn esa pobre gente; cosa que á él le parece
inverosímil.
Si todos fuésemos á pensar como él... Pero
tú, papá, no has hecho más que lo que has
debido, y allá cada uno con su conciencia.
~ 37 —
D. M!G.
•Gloria
D. MiG.
Gloria
D. Mío.
Gloria.
D. MiG.
GlORIA
D. MiG.
Gloria
(Levantándose.) Ahí está el toque. Yo tengo
mi alma en mi cuerpo y mi libre albedrío
como el más pintado, y estoy en mi casa,
donde poy Beñor de ella, como el rey de sus
alcabalas, y sé...
Bueno, dt^jate ahora de Don Quijote.
Es que me indigna ese Jeremías. Quisiera
yo que hubiese él venido conmigo á casa de
esa buena gen te y hubiese visto el cuadro que
yo vi. ¡Qué alcoba, hija, qué alcoba! Un tu-
gurio de lo más miseiabls. El pobre Ma-
rio tendido en un jergón, medio muerto de
frío, porque allí eníniba el viento por don-
de le daba la t'ana; el padre casi encueros;
Carita llorando en un rincón; la cocina
sin lumbre; la despensa sin pan... ¡qué se
yo! No ])ude, ni quiste contenerme... Fué
aquello un impulso invencible de todo mi
ser. «;A mi casa! — les dije. — Allí, hasta que
pase la nube.» Y hubieras tú visto, Gloria,
hubieras vii^to entonces qué llanto de grati-
tud, qué besarme las manos, qué extremos...
xMe avergonzaron y tuve que escaparme, no
te digo más... Para que se nos venga ahora
ese bruio de Jeremías con pullas y más pu-
llas, enderezHdas á amargarme esta satisfac-
ción que yo tengo, sin duda porque él no la
puede sentir igual en los días de su vida.
(vuelve á sentarse.)
Ni má^ ni menos. Y sobre todo, papá, que es
lo que yo digo: en los veinte que llevan aquí,
f^han hecho algo que justifique esa ojeriza?
Al contrario, ¿i se pasan las horas querien-
do agradar...
La pobre Carita se desvive... á todo atiende...
Y Moisés lo mismo
Ah, ese buen señor no sosiega, (saie jeremías
del establecimiento con la copita de antes apurada, y
se detiene un punto oyendo la conversación de don
Miguel y Gloria.)
Allá veremos si en eso de los retratos al car-
bón le sopla la fortuna.
En su cuarto está ahora dándole los últimos
toques á ese que le encargaron el domingo.
- 38 —
■D. MiG. Como que es su obsesión: aportar alguno»
cuartos al gasto de la casa. Yo ya le he di-
cho que no piense que voy á aceptar... Pero
me ha contestado que por fuerza tomaré lo
que él gane mientras viva aquí con nos-
otros.
Jer. (sentenciosamente.) Cobrará el retrato, y no ve-
réis un perro chico.
Gloria ¿U.-ted qué sabe?
Jer. Cobrará el retrato...
D. íMig. ¡Cala, majaderol
Jer. ¡y no veréis un perro chico!
Gloria ¡Dalel
Jer. (viendo venir á don Moisés por la puerta que da al
interior de la casa y yéndose por ella después de salu-
darlo.) Nuestro hombre se acerca. A sus orde-
ne.-', querido Van Dick.
ESCKNA III
GLORIA, DON MIGUEL y DON MOISÉS.
D. MoiS. (Más decentito que en el primer acto. Trae un rollo-
grande en la mano y el sombrero puesto.) [.Je, ]e!
Van Dick me dice... Tu cuñado me hace mu-
cha gracia...
D. .Mío. ¿Sí?
D. Mois. ¡Mucha! (La misma que si me afeitaran en
seco.) Conque, yo voy á entregar este ma-
marracho.
I). MiG. Déjalo para mañma, bobo. ¿Qué prisa te
corre?
D. M:)is. Ninguna. Pero me conviene entregarlo de
noche, porque la luz artifícial le va mejor
que la febea. Volveré antes de que cerréis.
Mirad cómo ha quedado. (Desenvuelve el rollo
y enseña su obra, que es un retrato de busto de tama-
ño natural, menos que medianamente hecho al carbón.)
Gloría A ver, á ver...
D. Miü. ¡Bravo, chico! ¿Sabes que me gusta?
Gloria Está admirablemente.
D, M.jis ¿Sí, eh?
— 39 -
ü. MiG Nuestra opinión no vale, pero...
D. Mois ¿Cómo que no vale? Un hombre de tu gus-
to, y de tu cultura, y de tu...
D. MiG. Me estoy fijando... y no sé qué le encuentro
á la boca
D. Mois. No D:e toques á la boca, por Dios. La boca
es la miema. Mírala así. (Guiña un ojo y se pone
dolante del otro una mano á guisa de anteojo.)
D. MiG. (Imitándolo.) ¿ ^sí? Chico, ciertamente.
Gloria Yo á lo que le noto algo raro es á las nari-
cee...
D. ^lois. No me toques á las naricee. Míralas así.
(Como á don Miguel.)
Gloria Ay, os verdad: asi se sílen del papel.
D. MtG. Oye, pues no dejes de decirle al dueño que
lo mire así.
D. MOIS. (Enrollando el retrato.) ¡Ja, jfl, jal No Cftaríá de
más, no te creas. Vaya, vuelvo al instante.
(Fijándose en una solapa de don Miguel.) ¿Qué tie-
nes» lú aquí?
D. MiG, No sé...
D. Müis. Una mancha de... de... ¿de qué es esto? Gra-
sa, grasa parece. Mañana te daré con tierra
de vino... ¿Tú no querías botones, Gloria?
Gloria Me los ha traído ya Carita, den Moisés, (se
sienta á hacer labor.) '
D. Mois. Corriente.
D. MiG. Oye, por si tardas un pooo y hemos cerrado
cuando vengas, ¿tú conoces la entrada del
portal ?
D. Mois. Sí. Lo que no sé es la gracia del sereno.
Gloria La gracia del sereno es no venir cuando se
le llama.
D. Mois. iJa, ja, ja! ¡Los mismos golpes de su madrel
D. Mío Bartolo es la gracia.
D. Mois. Bartolo: no se me olvida. Como Murillo.
Conque, soy de ustedes (se marcha á la calle.)
D. MiG. Adióí.
Gloria Adiós.
— 40
ESCENA IV
GLORIA, DON MIGUEL y MARIO
(Sale Mario de las habitaciones interiores. Viste traje de americana
en no mal uso.)
Mario ¿Qué hacen tan calladitos el padre y la hija?
Gloria (Ya está aquí )
D. MiG. ¿Y usted, qué hacía por allá dentro, per-
dido?
Gloria ¿Ayudarle á Carita á fregar peroles?
Mario Í^o por cierto. He estado embromando un
rato á don Jeremías.
D. MiG. iDuro, duro en él!
Mario Es delicioso. Acabo de decirle que hace vida
de pisapapeles, (sueltan la risa Gloria y don Mi-
guel.) Y se me ha puesto por las nubes
D Mío iíso prueba lo atinado de la comparación.
Mario A mí me divierte muchísimo. Le cuento
unas patrañas sólo por oirle... Tuvo que ver
anoche cuando le juré que hace seis años
f LÜ vendedor de babuchas en Egipto.
Gloria ¡.Ja, ja, ja!
Mario Porque, eso sí: no me paro en barras. En
mis conversaciones con él ya le he dado tres
ó cuatro vueltas al mundo.
Gloria Lo va usted á matar á berrenchines.
D. Mío. No, hija, no: descuida, que á ese no lo mata
nadie.
Mario (Se hará lo que se pueda. Y veremos quién
puede más.) (Sc sienta junto á Gloria.)
D. Mío. Bien pronto h;i recobrado usted el buen hu-
mor, amigo Miirio.
Mario En cuan lo he vibto asegurado el pellejo, que
fué lo que me preocupó algunos días.
írLORiA ¿Le tiene usted cariño á la vida?
Mario Más que nadie. Y mire usted que la mía no
ha sido hasta el presente ningún caminito
de flores; pero eso mismo ayuda á quererla...
Cuanto más desgraciada es una persona,
más se la quiere, ¿no es verdad? Pues lo pro-
— 41 —
pió me ocurre conmigo: cuanto peor lo paso
en más me estimo y me creo más Higno de
pasarlo bien. Y como tras unos días vienen
otros, y hay más días que longaniza, según
dicen, y longaniza me consta que hay mu-
cha, ¡adelante! ¡á vivir!
D. MiG Filosofías de hombre sano que recobra la
fueiza perdida.
Mario Es cierto. Estoy mucho mejor Hace tres
días apenas podía tenerme de pie. Pero ayer
y hoy noto que entra la salud en mi cuerpo
sin pedir permiso, despreciando papelillos y
pildoras, de rondón, libre, franca, lo mismo
que entra en mi alcoba la luz del día cuan-
do abro las ventanas al levantarme.
Gloria Gracias á Dios.
Mario .Justo: gracias á Dios, que los puso á ustedes
en la tierra. Tengo un presentimiento que
me hace feliz... — bueno, yo soy más supers-
ticioso que una gitana. Digo que tengo el
presentimiento de que, merced á la casuali-
dad que aquí me ha traído, desde esta fecha
va á tomar mi vida rumbo más próspero.
Gloria (candorosamente.) Oiga usted; y yo que, sin sa-
ber porqué, he pensado lo mismo. .
D. Mío. Hombre, es muy natural que suceda. No es
cosa de que estén ust'^des toda la vida tra-
gando rejalgar. Dios aprieta, pero no ahoga.
Gloria (Mirando al interior de la casa.) El tíO .'cremíaS
viene ahí. Cambiemos de converfación.
D. MiG. Sí, sí: doblemos la hoja.
ESCENA V
DICHOS y JEREMÍAS, luego PEDRITO
Mario Van ustedes á oírlo. (Sale Jeremías del interior,
chocando y enredando los dedos como de costumbre,
y pasa hacia la tienda. .\1 oír á Mario se detiene á es-
cucharlo con muy mala intención.) Precisamente
en aquella época, querido don Miguel, era
yo cervecero en Alemania...
_ 42 —
(Gloria (¡Virgen!)
Ji). MiG. Sí, si; i-i hablamos de eso el otro día...
Jer. ¿En qué época era eso, puede saberse?
í). MiG. (Ya, ya...)
Mario Sí, señor; eeo era... en Agosto del 95,
Jkr. ¡Alto el carro! ¡No aguanto más bolas!
Mario ¡Don Jeremías! (Oloria y don Miguel contienen la
risa.)
Jer. ¡Tengo apuntadas en un pape] todas las co-
sas que ha sido usted en Agosto del 95! (se
Píenlos tres.) No hay que reírse... Aquí está.
(saca de un bolsillo un papel y lee con fruición.) Este
caballero ha sido en Agosto del 95: « !-'astele-
ro en Valladolid, sereno en Badajoz, (Don
Miguel, Gloria y el propio Mario ríen de muy buena
g&na.) jeie de claque en Bélgica, equilibrista
en Rusia, peluquero en el Cairo, litógrafo en
el Canadá, Judas en una procesión en Es-
tepa, recaudador de contribuciones en la
Patagonia, vendedor de arropías en Sevilla,
cajero en el Banco de f^ondres y capitán de
un globo en mitad de la atmósfera.» Decid-
me si hay manera de creer...
Mario (Levantándose.) Ah; todo es rigurosísimamente
hi.-5tórico. Como que en Agosto del 95 era
yo...
Jer. ¿Otra cosa además?
Mario Sí señor; primer actor de una compañía dra-
mática, donde cada noche representaba un
upo distinto.
D. MiG. Te ha reventado. Jeremías.
GuoRi.iv Lo ha reventado á usted.
Jer. ¡Un cuerno!
Mario is'o tiene usted más que fijarse: pastelero en
Valladolid: Traidor, inconfeso y mártir. ¿Ha
visto usted Traidor, inconfeso y ma^ür? ¡Pero
si usted no ha visto más que el Tenorio y Za
canción de la Lola!
Jer. No he visto tanto como usted... Sin embar-
go, le reconozco sin reservas muy felices dis-
posiciones de comediante.
Mario (No me inmuto, no.) ¡Oii! ¡usted no sabe la
de laureles que he conquistado! Fué aquella
una época de gran ventura para mí. Toda-
- 43 —
Ped.
Gloria
D. MiG.
Jer.
vía me entusiasmo á veces. (Declama con én-
fasis.)
Grajos viles que espanta mi bandera
son los reyes de Córdoba y Se vi I' a:
y yo haré con sus reinos una hoguera. .
¿A. que lio acierta usted de dónde es eso?
(Saliendo de la tienda.) De Sancho García. — Don
iMigiiel, aquí lo busca á usted un caballero.
(se va.)
Vamo.'S, que e.se también ..
(Yéndose tras Pedrito.) Si le digO á UStcd qUe en
ef-ta casa el que no se ríe...
(siguiendo á don Miguel.) ¡Ah, f-í! ¡TodoCSto tiene
muchísima gracial (Seva diciendo "ja, ja, ja», sin
reirse.) Ja, ja, ja. . No te pongas malo de reír,
Jeremías. Ja, ja, ja...
ESCENA VI
GLORIA, MARIO y PEDRITO que sale y entra; al final CARITA
Gloria
Mario
Gloria
Mario
Gloria
Mario
Gloria
Makio
Gloria
Mario
Gioria
Mario
Gloria
(Solos otra vez.)
(soltando la carcajada.) ¡Va que eclia bombas!
A mí lo que me extraña es que no com-
prenda que son bromas de usted. ¡Porque
mire usted que la lista que ha hecho!...
Es que la ha tomado conmigo sin eabér
por qué causa, (vuelve á sentarse junto á Gloria.)
Yo SÍ lo sé, Mario.
(Y yo)
Foríjue con todos hace igual.
(No es por eso )
Le «seguro á usted que es insufrible: á todas
horits pensando mal, de un humor endia-^
b'ado... Para él no hay persona buena en el
mundo... ¡Jesús!
¿Y lia vivido siempre con usted?
Siempre.
Pues ha tenido tiempo de cambiar de opi-
nión. (Pau.sa.)
(Cuando me quedo sola con este hombre,^
no sé á donde mirar.)
_ 4i —
Mario (Creo que no le parezco saco de pajn.) (Nue-
va pausa. Mario contempla á Gloria fijamente.)
Gloria (I)el)e de estar mirándome: siento sus ojos
en mi cara )
Mario (Vamos á ver si es verdad eso del nuevo
rumbo de mi vida.) ¡Qué callados estamosl
Gloria Se conoce que no tenemos nada que de-
cirnos.
Mario O que tenemos mucho... y no sabemoi por
dónde empezar, (pausa.) (Como una amapo-
la se ha puesto, ks una sensitiva.)
Gloria (¡Qué simple soy! ¿Pues no me he puesto co-
loradaPj Dicen que cuando hay efctos silen-
cios es que pasa un ángel...
Mario Pues como pase por aquí va á morirse de
envidia.
Gloria (Riendo.) ¿De mi?
Mario No: de mí. Creo que por bien que le vaya
al angelito allá arriba, mejor que al lado de
Uí^ted es muy difícil que le vaya.
Gloria Bueno, ¿quiere usted que hablemos de otra
copa?
Marto ¿No le gusta á usted la conversación?
Gloria Sí me gusta...
Mario ¿Entonces á qué variarla?
Gloria He dicho una simpleza. Me gusta como gus-
tan las galanterías, pero por lo mismo no
está bien que yo quiera oirías ..
Mario ¿Pues no confiesa usted que le gustan?
Gloria ¡Ay, que hombre de Dios! Es que hay cosas
que aunque le gu.-ten á una, una no debe
decir que le gustan .. Y yo ya lo he dicho,
que es lo malo...
Mario Y le ha costado á usted ponerse otra vez
como una cereza. ¡Ja, ja, ja!...
Gloria (Me vio antes.) Por Dios, Mario, no sería
usted de mí.
Mario Esta risa no es burla: es alegría.
Gloria Menos mal si ectá usted alegre.
Mario Ya sabe usted que sí. Y á su lado de usted...
más alegre que nunca. (Ahora se ha puesto
pálida.'» (Pausa breve.)
Gloria (¡.Jesús! no veo la labor...)
Mario Gloria, ¿quiere usted mirarme un momento?
— 45 —
Gloria
Mario
— Ped.
Mario
Gloria
Ped.
Mario
Gloria
Ped.
D. MiG.
Ped.
(Muy turbada.) Si lo estcy vientlo á usted todo
el día...
Viéndome, si; pero mirándome, no. Por lo
meno.«, mirándome como yo quisiera que
roe miraran eeos ojos... esos ojos tan...
(Sale de la tienda buscando un libro como loco por las
anaquelería.s de uno y otro lado, y recitando casi ma-
quinalmente y muy aprisa mientras lo bnsca los versos
que siguen, j
.. Y el puño de mi iizova
libre de pliegues molestos
buscó la luz, dando al aire
mil acerados reflejos...
(¡Qué opítrtnnoes e.-te pájaro frito!) (se sepa-
ra de Gloria y finge distraerse.)
(lAv, ya puedo respirar!...)
¿Dónde está.s, hombre, dónde estás tú?...
Balmee... «Criterio»...
A una esquina di la vuelta...
di la vuelta... di la vuelta. .
¿Cómo es, Fericc? (saca del bolsillo interior de su
americana el libro de la obra y busca rápidamente lo
que no recuerda.)
(a Gloria.) (¿(""ero 686 va á ensayar aquí todo
el drama?)
(Capaz es.)
¡Y á mi pesar!... Ya decía yo
A una esquina di la vuelta,
y á mi pesar, en el velo
de una dama que vevía
marchando en sentido inverso. .
(Dentro, gritando.) ¡Pcdritol
¡\'oy! Pero ¿para qué tendría criterio Bal-
mes? Este 68. (coge un libro, lee el lomo y se enca-
mina á la librería, sin dejar «La esposa del vengador.»)
...Seguida de airoso poje
y dueña de adusto ctño,
enganché hs retorcidos
gavilanes de mi acero,
¡que siempre están gavilanes
de palomas en acechoi
(Hojeando el libro, se detiene antes de meterse en lii
tienda.)
Dio un grito y yo la miré:
46 —
Mario
Gloria
Mario
Gloria
Mario
Ped.
Mario
Gloria
Ped.
alzó sus ojos de cielo. . .
Me parece que le falta una hoja.
Rasgó el tul y huyó ligera;
no la vi más... ¡y aún la veo!
No, no le falta
/Malhayan los gavilanes
que presa en ella no hicieron!
Le pido dos pesetas. Que no diga don Mi-
guel que no uce intereso por la casa, (se va.)
¡Gracias á Dios que nos deja solos! (se sienta
otra vez al lado de Gloria.) LleííÓ á interrumpir
nuestro palique en un momento en que yo
creía que no habitábamos este mundo más
que usted y yo.
Y resultó que también lo habitaba Pe-
drito.
En un momento en que yo le pedía á Dios
que hubiese á nuestro alrededor un silencio
muy grande...
¿Y para qué tanto silencio?
Para que pudiese usted oir cómo saltaba mi
corazón dentro de mi pecho, alborozado con
la idea de que usted á ruego mío me mira-
ra... de que usted me mirara con esos ojos
tan negros., tan dulces... tm hermosos...
^,No me mira usted, -Jloria?
(saliendo á escape por otro libro. Mario le echa una
mirada fulminante y se separa de Gloria de nuevo.)
Cerca un coche; en él su amante;
ella hacia él; la vi; cegué...
(Maldita sea tu estampa!)
(Este tontaina de Pedrito...)
Tiré, cayó, la hese,
y, en mis brazos espirante,
la satisfacción primera
de mis celos vi pagada. .
(cogiendo el libro que buscaba, que es voluminoso.)
Aquí está. «La cebolla. — Su historia y su
cultivo.» Unos «El criterio» ('e Palmes y
otros «La cebolla». Entienda usted á la hu-
manidad.
¡Que así su última mirada
fuepara mi toda entera!
¡Bravol (Vase.)
47
Mario
Gloria
Mario
Gloria
Mario
Gloria
Mario
Gloria
Mario
Gloria
Mario
Gloria
Mario
Gloria
Mario
Gloria
Mario
Gloria
Mario
Parece que se ha propuesto impedirnos ha-
blar. (Se sienta junto ti ella otra vez.)
(;lfs mucha defgracia!)
Y bí al menos pudiéramos entendernos
como aseguran que se entienden los enamo-
rados...
(Con viva emoción.) ¿Lcs enamorados?
tíí Son Jos únicos seres que se entienden
por medio de los ojos.
^,Üice usted que los únicos?
Los únicos. Por eso usted y yo estamos... á
media inteligencia.
Ko comprendo...
¿No? Peor para mí. (pausa breve.) Gloria, an-
tes que vuelva á salir ese titiritero de Pedri-
to, quiero preguntarle á usted una cosa Me
ha dicho usted que coincide conmigo en
imaginar que, de aquí en adelante, se ha de
trocar en próspera mi adversa fortuna. ¿En
(lué se funda usted para imaginarlo?
En nada...
En nada, no es posible.
Pues y usted, que piensa lo mismo, ¿en qué
se fundH?
¿Yo? En un sentitfiianto... En el de que al
Jado de usted, que es la bondad misma,
nada malo puede pasarme. Creo más: creo
que esta sana alegría que usted derrama so-
bre todo lo que la rodea, ha impregnado mi
alma para siempre. Y aun cuando yo me
aleje de usted...
No hable usted de eso ahora...
¿No he de hablar, Gloria, si es mi pesadi-
lla?... Yo sé que la bondad de ustsd y de su
padre para con nosotros no ha de tener más
límite que aquel que le ponga nuestro deco-
ro, nuestra delicadeza...
(¿l'ues no pe me han saltado las lágrimas?)
Ese límite ha llegado ya. Recobrada mi sa-
lud merced á ustedes, no debemos perma-
necer más tiempo en esta casa.
¡Vaya una tontería!
Tontería no, Gloria. La verdad, que tiene
bromas muy pesadas Debo marcharme, y
— 48 —
me iré, ¡quién lo dudal ¿Adonde? ¡quién lo
sabe! (Con pasión y en voz baja, acercándose mucha
á ella.) l'ero quieio que sepa usted que adon-
de quiera que la fortuna guíe mis pasos, su
recuerdo de usted ilunainará mi pensamien-
to, ¡ilentará mi corazón y alegrará mi alma.
(Le coge una mano, que ella, conmovida, le abandona.
Sale Carita del interior de la casa á tiempo de oír las.
lUtimas frases, y no puede reprimir un grito de sor-
presa. Gloria, sobrecogida y llena de turbación, se se-
para violentamente de Mario y se pone de pie. Mario
permanece sentado.)
ESCENA Vil
Car.
Mario
Gloria
Mario
Car.
Mario
Gloria
Mario
Car.
Mario
Car.
Mario
Car.
Mario
Car.
Mario
Car.
DICHOS y carita
¿Qué?
¿Qui^n?
(¡Jef-ús! ¡Carita!)
(¡wMrita ahora!)
¿Qué 08 ocurre?
¡Nad;i!
Nitda... sino que...
pronto... y lo te
como has entrado tan de
esperábamos .. y... Yo te
coiififso que me he asustado... Voy á beber
un JKICO de agua... (yéndose ai interior con los
ojos bajos.) (¡Qué vergüenza, Dios mío!) (carita
y Mario se contemplan. Pausa.)
¿Qué miras?
¿Qué miras tú?
(Tranquilo.) Te miro á tí, quc tienes mucho
que uiirar.
Y yo á tí... que no tienes meno.". ¿Quieres
decirme por qué se ha turbado Gloria?
¡Ay qué gracia! ¡Pregúntaselo á ella!
Se lo preguntaré.
Bueno; que te aproveche.
.Mario... ¡qué mal haces en lo que haces!
¿Y qué sabes tú lo que 3'o hago, infeliz? ¡Es
una desgracia haber nacido tonta de ca-
pirote!
Fues no la cambio por la de haber nacido...
— 49 —
Mario ^iQué?
Car. Ñadii.
Mario Pues nada: bien está.
Car Bien e?tfi, sí.
Mario (Encaminándose hacia la tienda.) Le VCy á revol-
ver la bilis á don Jeieniias... (carita no deja de
mirarlo.^ (Alé-rate, Mario; el triunfo es tuyo.
Titne razón Pedrito:
.. situpre están gavilanes
de palomas en aceclw!)
(Desde la puerta de la librería.) Carita, adiÓS. Ya
saljes que te estimo en cuanto vales y que
vales mucho. Xo te enfades conmigo, tonta.
(Se va.)
ESCENA VÍII
carita y DON MOISÉS; al final PEDRITO
Car. ¿Le parece á usted por dónde sale ahora ese
bribón? Va me estaba yo temiendo alguna
miseria. Llevan hijo y padre muchos días
de perscmas decentes... I ero, vamo^!, estoca
Mario clama al cielo. ¿Mire usted que atre-
ver?e á enamorar á Gloria? No puedo, no
puedo acostumbrarme á las accione? deesta
gente... ¿^or qué Dios me habrá puesrto en-
tre ellos á mí que en mi pobreza soy tan dif-
tinta? (a don Moisés, qne sale de la tienda como
perseguido) ¡Ay padrino; cuánto me alegro de
que llegue usted!
D. Mois. ¿Sí? Pues ¿qué sucede? A fé que vengo yo..
Car. Mario...
D. Mois. No me toques á Mario, que es el talento de
la casa.
Car. a pesar de eso, Mario...
D. Mois. ¿Mario, qué?
Car. (En voz baja, con pena.) Mario está baciendo
una cosa muy fea.
D. Müis. ¿También Mario? ¡Pero estos hijos mío§ yafe
á sacarme el sol de la cabezal
Car. Eetoy má.s disgustada... Porque, créame us-
ted, la cosa es de las que no tienen nom-
4
— so-
bre... A mí que no me digan... Hay circuns-
tancias en la vida, en que no vale la dis-
culpa del amor... Y eso de que el amor en-
tra asi, de repente, como un dolor de mue-
las, y que no se puede contener, no pasa
más que en las novelas y en los dramas,
donde sabe una que todo es mentira... Pero
voy al grano. fApartándose un poco de él con cier-
ta repugnancia.) Utíted también trae un pesta-
zo á aguardiente...
D. Mois. ¡Al grano, por Dios! ¡No mezcles el aguar-
diente con nadal
Car. De esta casa van á echarnos á puntapiés.
¿Qné cree usted que se le ha ocurrido á Ma-
rito?
D, Mois. Alguna tontería. A veces el talento que tie-
ne 83 nubla como el sol. (Un poco alarmado )
Oye, ¿huelo mucho? (lc echa el aliento.)
Car. No; á distancia no. Pues verá usted: se va
usted á quedar con la boca abierta. (En voz
muy baja.) Le está haciendo el amor á Gloria.
D. Mois. (lo mismo.) ¡Ya lo f=é! Se lo he propuesto yo.
Car. ¿Usted?
D. Mcis, Sí. Me explico tu extrañeza, porque no co-
noces ciertos detalles. (Con gran misterio y rego-
cijo.) Aquí hay guita larga...
Car. ¡Padrinol (-Qué asco de gente!)
D. Mois Asi, así... No son cuentos de las mil y una
noches... He oído hablar de papel del Esta-
do, de una casita en la calle de la Ventosa...
¿Tú sabes dónde está la calle de la Ventosa?
Pasada la Fuentecilla, conforme vamos al
Matadero...
Car. ¡Déjeme usted á mí de ir al Matadero! ¿Us-
ted no comprende que eso es ruin?
D. Mois. ¡Muchacha! Te advierto que él va por todo
lo fino. Nada de pringarla á última hora,
como otras veces .. Petición de mano, ben-
dición del cura, ele, etc. Todos los requi-
sitos.
Car. Pero, ¿quién es él para poner los ojos en Glo-
ria? ¿Usted no ve eso? ¿usted no ve que
aquí estamos recogidos por caridad? ¿usted
no ve que en esta casa debiéramos andar
— 51 —
todos de rodillas? ¿usted no ve que el amor
de Mario es una ofensa? ¿usted no ve que
ofender á quien nos salva es una villanía
muy grande?...
D. Mois. Mira, mira, mira, Carita. Odio al par que
desprecio el género trágico, ¿te enteras?
/Vade «.vatro»! Además, pamplinosa, el amor
es libre, no respeta ley^s ni conveniencias,
une principes y pastoras, tumba monar-
quías, funde religiones contrarias ..
Car. y averigua si hay papel del Estado...
D Mois. Eso es lo primero. La época de la cebolla
fuese. Hay que vivir, hay que vivir... jPues
digo! El día que mi pobre Mario adquiera
bienes de fortuna, ¿qué vuelos no tomarán
sus alas de águila imperial? ¡\h! ¡si el otro
fuera lo mismo!
Car. No nombre usted al otro, que bastante tene-
mos con este.
D. Mois. Bien á pesar mío lo nombro, no te creas.
Está otra vez aquí.
Car. ¿Calixto? ¿Ha parecido?
D. Mois. No levantes la voz. He tenido con él un mal
encuentro.
Car. j Virgen María! ¿Sabe que estamos en esta
casa?
D. Mois. J.osabe.
Car. ¡El Señor nos valga!
D. Mois. Creo que se ha ido á vivir con...
Car. ¿tJon quién?
D. Mois. Con... con la otra.
Car. ¿Con su hermana?
D. Mois. ¡Cállate, por Dio&! Eso dice él: que vive con
Adela. Capaz es de todo... Me ha dicho tam-
bién que es apoderado del Microbio chico.
Car. ¿y quién es el Microbio chico?
D. Moi3. jEl colmo de la insigniñcancin, tú calcula!
Un torerillo de mala muert?. Y será verdad
que es su apoderado... Cuando yo lo vi iba
con dos tipos... que si me los encuentro de
noche en una calle sola, me encomiendo á
Dios. Bueno, pues el señor ha tenido la avi-
jantez de amenazarme: á mí: ¡al padre que
lo ha echado al mundo!
.- 52 —
Car. Padrino, vamonos de esta casa antes que él
venga... Que siquiera esta vez no dejemos
tribte recuerdo de nosotros.
D. Mois. ¿Estás loca, criatura? Si nos vamos de aquí,
¿de dónde voy yo á sacar los veinte duros
que me p'de?
Car. ¡Madre mía! La historia eterna... (Llorando.)
!Si parece que estamos malditos.
D. Moi3. ¡No llores, mujer!... ¡Pues está la Magdalena
pa^a tafttanes!
PeD. (Asomándose á la puerta de la librería con capa y hon-
go.) Muy buenasnoches.
Car. Hasta mañana si Dios quiere, Pedrito. (vase
éste.)
D. Mdi='. ¿Van á cerrarla tienda?
Car. Sí.
D. Mois. l'ues, oye: antes que vengan ecos. Yo he di-
cho que no he cobrado el retrato... pero lo
he cebrado...
Car. ¿Esc más? ¿Y la promesa que le ha hecho
usted á esta familia?...
D, Mois. Descuida, que la cumpliré sin falta; pero
más a<lelante. Ahora necesito algumis perras
para taparle la boca á ese temerario de Ca-
lixto...
Car. Bueno, sí: calle usted, calle usted... (Yo soy
la que se va de aquí.)
ESCENA IX
carita, don moisés, don MIGUEL y MARIO; luego GLOFwIA
y JEREMÍAS
(üon Miguel sale de la librería charlando con Mario. Trae en la
mano un tomo del «Quijote». Carita, abstraída y triste, se sienta jun-
to á la camilla, á la izquierda. A poco sale Gloria del interior de la
casa y se pone á la derecha á seguir su labor. Carita y ella se mi-
ran. Gloria baja los ojos turbada.)
Mario Y esta noche ¿en qué vamos á pasar la vela-
da, señor don Miguel?
D. MiG. Mire usted: aquí traigo el libro dispuesto.
Mario ¿El Quijote?
— 53 —
D. MiG. Mi libro.
D. Mois. ]K\ de todos! Ya sabes tú que yo me pego
por Cervantes. (Se sientan, mientras hablan, en
torno de la camilla don Miguel, don Moisés y Mario.
Don Miguel en medio.)
D. MiG. A no ser que ustedes prefieran jugar á la
lotería ó las cartas...
D. Mois ¡Ca!
Mario ¡De ninguna manera!
D. MlG. ¿Dónde quedamos? (Hojeando el libro.) ¿En la
aventura de los ejércitusV
Mario No, Feñor: en la de los batanes.
D. Mois. AvanzaTQos más: si se leyó la del 3'elmo de
Mambrino...
•Je?.. (saliendo de la librería con las de Caín.) Llegamos
hnt^ta el final de la aventura de los galeotes.
D. MiG. Hombre, tienes razón: alguna vez habías de
tenerla.
D. Mois Justo. Recuerdo que Mario jugó del vocablo
con nuestro apellido.
Mario Es \erdad.
Jeu. f'recisamente. (a don Miguel, poniéndole una ma-
no en la espalda) Deja>te la Icctura, ¿^abes?
cuando el Caballero ile la Iriste figura les
da la libertad á los gdeotes... y ellos le pa-
gan á pedrada limpia.
D. Moi.". ¡Qué humano es eS"! ¿eh?
Mario ¡El pan nuestro de cada día!
D. Mío. Pues empezamos capitulo. Oigan ustedes.
Car. (Me iré, me iré.)
Gloria (¿Qué tendrá Carita?)
D. MiG. (Leyendo ) Viéndose ian mal parado Don Quijo-
te, dijo á su escudero: siempre, Sancho, lo he
oido decir, que el hacer bien á villanos es echar
agua en la mar...
Jer. ¡K?a es una verdad como el puño!
D. Mois. (Este tío!.. )
Mario (¡Kste zorro viejo!...)
D. MiG. Hombre, ¿quieres no interrumpir? Ya sabes
lo que me incomoda...
Car. (Levantándose.) Yo aprovecho la interrupción
para irme á la cama. Estoy lendida. Hasta
mañana si Dios quiere.
D. MiG. Adiós, hija.
— 54 -
S- ^°^'' ! Adiós.
Mario I
Car. (Besando á Gloria.) Hasta mañana, Gloria.
Gloria Hasta mañana, Carita. A dormir.
Car. (Yéndose.) ( a llorar.)
D. MlG. (Continuando la lectura mientras baja lentamente el
telón ) Que el hacer hien á villanos es echar agua
en la mir: si yo huhieri creído lo que me dijiste^
yo hubiera excusado esta pesadumbre; pero ya
está hecho, paciencia y escarmentar para desde
aquí adelante. Así escarmentará vuestra merced,
respondió Sancho, como yo soy turco... (sigue le-
yendo hasta que el telón acaba de caer.)
FIxN DEL ACTO SEGUNDO
ly^T-i - .r^^y-v^W «i^Vi»
Ill!a:ll»llj^ll«)ll^ll3ail!felljfell^llafell3glltáll«:llt«fell'a ;i * II ^5^ I
ACTO TERCEiRO
La misma decoración del acto segundo. Es de día. En la camilla ana
servilleta extendida y sobre ella un cubierto. Al lado una botella de
vino y una copa. A través de la ventana del foro, que aparece
abierta, se ve el patio de la casa.
ESCENA PRIMERA
' DON MIGUEL y PEDRITO
(Don Miguel pasea preocupado. Sale Pedrito de la tienda, preocupado
también, y en extremo afónico á consecuencia de la representación de
dos dramas en que ha tomado parte activa.)
*^ Ped. Sin gota de sangre vengo, don Miguel de
mis culpas.
D. MiG. íiQué ocurre?
— Ped. La edición de Injo délas obras de Larra,
¿la ha vendido usted?
D. Mío. No.
~ Ped. Pues ayúdeme usted á sentir: no la encuen-
tro por ninguna parte.
D. Mío. Busca, busca bien; porque venderse no ee
ha vendido. Y dime, muchacho, ¿tú de qué
tienes esa voz?
— ^PííD. jToina! De la función de n noche, que fué
función mónsb'uo. Hicimos Conmelo y El tro-
vador; y suspendimos Los amantes de Teruel
— 56 —
y La campanilla de los apuros, para no que-
darnos todos sin rampauilla. lo último es
perder las facultiides, don Miguel.
D. MiG. Bueno, si; vete á buscar eso...
PeD. (Metiéndose en la librería.) Ya, ya...
Al campo don Ñuño voy,
donde probaros espero...
ESCENA II
DON MIGUEL; luego JEREMÍAS
D. Mm. Cierto que es extraño eso de las obras de
Larra... No es el primer libro que se pierde...
A buen seguro que si se entera Jeremías les
echa la culpa á los Galeotes... Pero yo no —
Dios me libre; — no me atrevo á tanto. Y
eso que han hecho cosas tan feillas, tan
poco decorosas... ¡Todo sea por Dios! Luego,
ese Calixto (j|ue se ha presentado á última
hora me da muy mala empina ..
JeR. (Por la puerta que da á la tienda. Habla en tono zum-
bón.) Querido Miguel: vengo absorto.
D. MiG. ¡Hombre!
Jer. Acaban de entrar en la librería una dama y
dos caballero.^, que sin duda son gente gorda.
D. MiG. ¿Gente gorda aquí"?
Jer. Como lo oyes. Kl propio Rodríguez, á quien
yo le estaba enseñando el «¡No te tires, Re-
verte!» fe quedó al verlos mudo de sorpresa.
D. MiG. ¿Y qué es I que quieren?
Jer. No losé. Vienen preguntando por don Moi-
sés Galeote, y, en bu defecto, por don Mi-
ü;uel de Cañas.
D. MiG, ¿Por mí? V^aya, pues que entre quien sea y
no me canses más.
Jer . (Desde la puerta que da á la librería les dirige la pala-
bra a los que están dentro.) Adelante, señores.
(Recoge aun lado la cortina y salen el Membrillo, el
Ojeras y la Ricitos. Don Miguel se queda estupefacto.
El Ojeras y el Membrillo S'on toreros de invierno y la
Eicitos grande amiga suya.)
D. MiG. (¡Le parece á usted!)
— 57 —
ESCENA III
DICHOS, EL JkíEMBRILLO, EL OJERAS y LA RICITOS
M.EM. Güeñas tardes.
D Mía. Dios guarde á ustedes. ¿En qué puedo ser-
virles?
OjER. ¿Es ust...?
MeM. (Adelantándose al Ojeras.) ¿Es USté el padre de
don Calixto por casualidad?
1). MiG. No, señor.
OjER. Por muchos años.
Mem. (Bajo al Ojeras, de cuya boca no espera que salgan flo-
res.) (Cá3'ate, Ojera?.) (a don Miguel.) ¿Enton-
ces es usté (Leyendo en un sobre.) don Aliguel
de Cañas?
D. Miü El mismo.
liíc. Por muchos años.
Mem. (ai Ojeras, por la Ricitos, de cuya boca tampoco espera
milagros.) Que ss Ciij'e csa, hombre.)
OjER. '¡Gachó con este!)
Mem Giieiio, pos mire usté: nosotros sernos...
Jf.r. Somos, hubiera dicho yo.
Me.M. ¿Sí, t'h? (Lo mira y se rasca )
OjER. Pero Moml)rÍ3-o, ¿ties más que entregarle
la carta de don Calixto al señor }' así con-
cl'iyes antes?
Mem. ¿Te quiés cayar, Ojeras? (a don suguci.) Tome
uí^lé la carta. (Refunfuñando.) (¡Tié uatices la
cosa!)
D. MlG V'aiDOS á ver la carta... (La abre y ice.) «Mi
querido padre: no te extrañe que te escriba'
desde la prevención, porque e.^toy preso.»
¡CarHmba! «Los dadores de la prtsente sa-
brán explicarte el cómo y cuándo de mi
de.agracia y el medio mejor <le librarme de
ella, tú mismo ó tu gt-nerofo ])rotector. Te
idolatra, Calixto.» ¡Demonio! ¡demonio!. ..
Jer. Lo que te dije: ¡gente gorda!
D. Mic Calla. Pero ¿qué diablura ha cometido ese
chico para verse asi?
— P8 —
Mem. Verá usté, señor: la cosa fué anoche en el
Briyante. Por cierto que tomemos tos el pri-
mer disgusto.
Jer. (corrigiéndole.) Tomamos Se dice.
MkM. (Volviendo á mirarlo y á rascarse.) (¿No tendrá 686
tío na que h^cer por aya dentro?) (a don
Miguel.) Resultó que estando aquí la se-
ñora...
Jer. La señora no ha estado nunca aquí, (los tres
de la comisión se lo quieren comer con los ojos.)
OjER. 8i aquí es adjetivo, cabayero.
Jer. ¡Ah!..
Mem. (Dispuesto á que no lo corrijan más.) Estando,
comfi, aquí la péñora, coma, con aquí el ami-
go y un servidor, dos comas — oorque paece
que estamos en el Ataneo,— en el café del
Briyante con don Calixto, f-e presentó de
gol(>e la Adela del bruzo del Galápago... Ver
don Calixto á su hermana...
D. MiG. ¿A qué hermana?
OjER . (ai Membrillo, tirándole de la chaqueta.) (QuC td
vas á colar, Membriyo; tanto como presu-
mes...)
Mem. (¡Que me he colao ya! ¡Maldita sea!. . Lo pri-
mero que me encargaron...)
D. MiG. ¿Quién es esa hermana, diga usted? ¿Quién
es esa Adela?...
Mem. Pos esa Adela es una hermana...
Ríe. [Si no es hermana, hombre!
OjER. ¡Si no es hermana!
Mem. |No me atorruyeisi Cualquiera se equivo-
ca, señor. Es una amiga de don Calixto,
¿usté me comprende?... que tiene simpatías
personales por el Galápago...
D. MiG. (iQué extraño es todo esto!)
Mem. y Ci>mo el Galápago está así con don Calix-
to, (juntando los índices por las puntas.) lo miSmO
fue verle que le estreyó un sifón en la ca-
beza. Lo demás no hay pa qué repetirlo:
son hechos consumaos. Y á mí se me ocurre
que la mejor manera de arreglar eso — salvo
el parecer de tos ustedes — es untarle la
mano á quien yo me sé... y en paz y ju-
gando.
— 89 —
JeR . (Dando una vuelta en torno de don Miguel, de modo
que le diga una frase por cada oído.) ( KstO eS UD
timo: no vaj-as á escurrirte )
D. MiG. (Descuida.) ¿Usted opina eso, verdad?
OjER. (a la Ricitos.) (Pa mí que Salmerón va al
hule, tú )
Ríe. (ai Ojeras.) (Es quc la comisión ee las trai un
poí^o )
D. MiG. liueno, pues... contra la respetable opinión
de usted está la mía: yo no gusto de comprar
íi nadie, y á la justicia menos.
MeM. (Profundamente convencido.) '^¡Vava, hemOS aca-
bao!) ¿D-^ modo que usté... nequáquanf
D. MiG. Según lo que usted entienda por nequá-
qram.
OjER. Xequáquan es que usté no afloja ni pa Dios.
Jp.R. Tru'lucción literal.
Me\i. ¡Te vfo sin mantón, Ricitos!
Ríe. ¡I'a chflsco! Lo que es este no lo suelto yo
t»n iácil ..
Mem. ¡Eso será ú no será! Miá esta ahora ..
D. MiG. Bien; la calle es el mejor hitio para ventilar
esas cuestiones... Yo, por mi parte, ya he
dicho CU! uto tenia que decir
Mem. Usté dispense, cabayero ..
Ríe. Queden ustés con Dios. .
Mem. En la cuadriya del Microbio chico me tiene
u.*té de banderiyero de confianza, pa lo que
se ofrezg-í...
OjER. En la misma cuadriya, de puntiyero, pa ser-
vir á U'té.
D. MiG. ¡Psinario! Muchas gracias. Adiós.
Jkr . (Ofréceles la casa, si te parece )
Mem. (Yéndose á la calle tras la Ricitos y el Ojeras.) (¡De
güen humor van á ponerse el padre y el
bij.>')
Jes. (Asomándose á la misma puerta y gritando.) |PedrÍ-
tol ¡ojos hasta en las uñasl
- 6d-
ESCENA IV
DON MIGUEL, JEREMÍAS y CATALINA
D. MiG. Chico, estoy fernlejo: no géqiié pensar.
Jer. Yo sí. ¿Qué te dije ayer? Lf^s has negado di-
nero dos veces, ¿verdad? ¡f'ues aguarda el
timo!
D. Mío. No, no, no... yo no creo... Digo, se me figura
á mi que no es posible .. ¿O ts que yo estoy
viviendo en las estrellas?
CaT. (Llega de la calle, con varios paquetes de una tienda
de ultramarinos.) Avc María, don Migué, ¿qué
gentuza es eza que shora zalla? Desde que
eza tropa está aqui, vienf n á esta caza unos
tipos que yo no he visto nunca.
D. M.IG. Mira, vete á la cocina y no haltles irás.
Cat, Al istante me voy. Pero ¿pa qué, zi no ade-
lanto na hasta que no armuerce er demonio
er viejo? Y mientras la can- lela encendía, y
ze gasta carbón y ze gaBta leña y ze conzu-
rae una... ¡Jozú, .lozíi! ¡zi doña Lorenza vie-
ra este dezarreglo!...
D. MiG. Cierto que eso de presentarse á almorzar
cuando les da la gana...
Jer. [Ah, eso es muy cómodo!
Cat. Como que aquí loz amos paecen eyos aho-
ra... Don Migué, don Migué, eche usté á eza
gente á la caye...
D. MiG. 1'ero, mujer, por los clavos de Cristo, ¿cómo
los voy á í char?. . Si les hubiéramos descu-
bieito una maca gorda ..
Cat. Pero ¿quié usté más que tos los negocios que
inventa er pidre — ¡mala ptrdigoná le den
donde yo diga! — pa zacarle á usté cuartos?
¿No ha visto usté que ha hecho zeis retrato?,
y los ha cobrao tos er grandízimo tuno, y
aquí no ha traío una pe zeta?
D. MiG. El dice que no los ha cobrado.
Jer. ¡Pues los ha cobrado!
Cat. y venga dinero pa papé, y dinero pa cisco, y
dintro pa barniz, y dinero pa to, y pan pa
— 61 —
borra, que ze yevaba toa la miga, como zi
huliiera patoí! en la caza ,.
Jer. ¿y los libros que se han perdi^ío? ¿Y la cría
de gallinas y palomr s, dónde rae la dejas?
Cat. ¡Aplique usté er cnento! La cría de los palo-
mos. . Puzo la caza como zi fuea un corra:
plumas por tos laos. . Hacia usté azin, respi-
ral)a fuerte... y ze le yenabala boca e plu-
mas.
D. MiG. No, si yo reconozco que son molestos... y que
me he equivocado al juzgarlos— Carita apar-
te, ¿eb?...— pero se rae arde la cara fóIo de
pensar que tengo que decirles, sin aguardar
á que resuelvan su situación, que están de-
más aquí. Yo no hago €So: no sé: no sirvo...
no quiero, tampoco.
Jer. Pues mal que te pese lo vas á hacer en cuan-
to s^pas lo que voy á decirte.
D. MiG. Habla.
Jer . Mario Galeote ePtá enamorando á tu hija
Cat. (Horrorizada.) \h ZÚ!
D. MiG. Vamo^, Jeremías, no inventes, en tu deseo de
que los ponga en el arroyo.
Jer. No invento, Miguel. Ni es eso lo peor. Tu
hija eí-tá enamorada de Mari » Galeote.
D. MiG. ¿Quieres callar? ¡Tonto de mí que te hago
caso sabiendo quién eref-!
Jer. ¿Pero no crees lo que te he dicho?
D. MiG. ¿Cómo he de creerlo, niíijad^ro? ¿No lo co-
nozco á él? ¿no la conozco a ella?
Cat. Ay, ezo no, don Migué de mis curpas; miste
que en las cuef-tiones der querét. ze ven co-
zas mu rara=... Cuantas veces no dice una:
pero á eza arrastra mujé, ¿qué le habrá gus-
tao de eze hombre? Y una no ze lo explica;
pero argo tendrá el hombre cuando á la
mujé le ha gustao ¡Ay don Migué, don Mi-
gué, DO juf gue usté con ezo! ¡Ay qué doló de
hija, en podé de eze piyo! ¡Ay, miste que ezo
ya DO f 8 azunto de ochavos, miste que ezo es
mu zerio!. .
D. Mío. Pero ¿quieres dejarme? ¿O es que os habéis
propuesto volverme loco?
Cat. ¡No ze ciegue usté, don Migué!...
— 62 -
D. MiG. ¡Que rne dejes, te digo!
Jer. ¿Es que no atiendes á razones?
D. MiG. ¡Y tú también, agorero del diablo!
Jer. Basta. Cierro mi pico. Yoya he cumplido con
mi deber, (ai ir á entrar en la librería, llega don
Moisés, con quien se cruz.i y á quien hace una reve-
rencia, sin perjuicio de la inevitable cita del Tenorio.)
Dice, señor Capitán Cenfellas, ¿vos por aqiiíf
Beso á usted la mano, (se va.)
ESCENA V
DON MIGUEL, CATALINA y DON MOISÉS
D. MoiS. (De mal talante.) Hola.
D. MiG. Hola ¿Kres tú?
D. Mois. Yo mismo: ¿no me ves?
Cat. ¡Vaya unaz horas de vení á armorzá!
D. Mois. Hame sido imposible venir nií^s temprano.
Si molesto, con no almorzar estamos al cabo
de la calle.
D. MiG. Hombre, eso es una pata de gallo... porque
otros días .
D. Mois. Es que llueve sobre mojado, ¿te enteras? Y
quede esto aquí. (Se sienta con mal modo delante
del cubierto )
D. MiG. Si; será lo mejor. Sírvele el almuerzo á don
Moisés, Catalina.
Cat. (Carita ze lo traerá... lo que es yo... (contem-
plándolo con desdén.) Miálo: don Rodrigo en la
jorca... Ya no ze acuerda de que entró aquí
con un trapo atrás y otro alante... y la barri-
ga pega al espinaz >.) (se va ai interior.)
ESCENA VI
DON MIGUEL, DON MOISÉS y CARITA
D. MoiS. (soltando un resoplido de rabia.) Está buSUa la
cosa...
D. MlG. (Contento viene éste.) (Dándole la carta de Calix-
to.) Toma: esta carta han traído para ti.
— 63 —
D. MoiS . Sí. (La coge, la hace dos pedazos y la tira.) Ya lie
visto á e.sos señores .. Lo sé todo. Sé que mi
hijo se queda en la cárcel...
D. MiG. ¿Es culpa mía que haya entrado en ella?
D. Mois. Bien, bien, bien... También prefiero que
que<!e ef-to aquí.
D. MiG. Y yo. Peor eá meneallo, amigo Sancho, (Don
Moisés empieza á tararear una musiquita juguetona.
Sale Carita del Interior y le sirve un pedazo de tor-
tilla.)
Car. Padrino, buenas tardes. ¿Por qué no ha ve-
nido usted á almorzar á tiempo?
D. Mois. ¿Por qué te metes tú en lo que no te im-
porta?
Car. (¡Qué manera de contestar!)
D, MiG. Mala yerba has pisado, Moisés.
D. Mois. (Reflexionando sobre la tortilla) (Cualquiera le
hinca el diente á esta tortilla después de ha-
ber almorzado con Calixto. ¡Ven^^o hasta la
nuez! .) (come algunos pedazos con gran esfuerzo, y
los echa para abajo á fuerza de vino.) iortilla de
patatas... sin patatas... ¡Y Mi!
Car. Con baber estado aquí á su hora, se evitaba
usted eso. (Tampoco rae muerdo yo la len-
gua cuando hace falta.)
ESCENA VII
DICHOS, JEREMÍAS, VICTORIANO y la SESÁ PEPA
Jer . (saliendo de la librería y hablando con la misma zum-
ba de antes. A don Miguel.) CuicO, ¿tencmoS hoy
be-amanos? ¿tú sabes?
D. Mío. ¿Otra te pego?
Jer. Después de los diplomáticos que acaban de
irse, se presenta ahora un mc^trimonio de
alto copLte.
D. Mío, ¡Vamos, hombre!
Jer. ¿liO dudas? (a ios de dentro.) Paseu, pasen...
(Yo los meto aquí.) (En efecto, salen Victoriano y
la seña Pepa, gente bien acomodada del pueblo de Ma-
drid. El viene de hongo y chaqueta de terciopelo. Ella
de mantón de espuma lujoso. Trac en la mano un rollo
grande, que es un retrato de su suegra, debido al cisco
de don Moisés. Victoriano no trae rollo, pero en cam-
bio trae un bastón que lo parece.)
ViCT. Güeñas tardes, señores y la compañía.
Seña Pepa Güeiias tardes.
CÁr^^'^" ¡Muy buenas..
D. Mois. (¡Adiós! ¡La carnicera del retrat'^!)
Seña Pepa (señalando á don Moisés.) Ese cabayero es el re-
tratústa.
ViCT. ¿Si, eh? Pos me alegro de verle á usté re-
gular.
D. MiG. (Aquí vamos á tener otra escena desagra-
dable.)
D. Mois. Ustedes dirán lo que desean...
Seña PtPA Tres días con hoy yevamos buscándole á
usté, y usté invisible: como si fiiea un pan-
tasnia.
Vicr. (Reconviniéndola) Expresiones no. — Güeno,'
pos yo soy el marido de la señoia, que tuvo
la del'ilidá de encargarle á Ur^té un retrato
de mi señora mamá, que esté en gloria, pa
darme á mi una sorpresa el día e mi san-
to. ¡Mecachis en la sorpresa! Deslía, tú. (La
señora lo obedece )
Car. (Dios mío de mi alma, qué malas pulgas
debe de tener este tío... ¡Qué ojos me echa!)
VlCT. (señalando el retrato.) ¿Le paece á usté? Si me
dice usté que ese muñeco es mi señora
mamá, se ha acabao el almuerzo.
P. Moi^!. Ante todo, á mí pocps bravatas. Yo he co-
piado eso de una fotografía y respondo del
parecido exacto. ¡Y hemos concluido!
VlCT. (Llegándose á él con mucha sorna.) ¿Que hcmOS
concluido?
Car. (¡'-^y» JesrisI Se lo come.)
Seña Pepa l'ero si entoavía no hemos empezao; ¿será
usté pampli?
VicT. ¡Te he dicho que expresiones no! — ¿Usté ha
repaiao bien en lo que ha hecho? Si s,e
paece á Kruger. Mi señora mamá, como te-
rcer algo de periya íí la tenía; pero compa-
dre, ahí se le fué á usté el carbonciyo una
miaja.
- 65 -
D. Mois. Bueno, bueno, basta de historias: ¿qué hay?
(se levanta.) (8i no la echo de guapo, estoy
perdido )
ViCT. ¿Que qué hay? Pos yo no veo más que una
de dos: (Dando un bastonazo en la camilla.) Ó me
devuelve usté el dinero...
D. Mlü. ( Hola!) (Don Moisés empieza á sonarse con gran es-
trépito en vista de que la tierra no se lo traga.)
JtR. (^Cantando. ^
Con el capotln, fin, tin, Hn,
que esla noche va á llover...
D. MiG. Pero, ¿qué dice usted de dinero, si este se-
ñor no ha cobrado el retrato? (Don Moisés con-
tinúa suena que suena, cada vez más fuerte.)
Car (¡Virgen María!)
Seña PEP^ ¿Cómo que no ha cobrao, si le pagué yo
maclw sobre macho los sei.s cabales? ¡Miá San
Roque!... ¡Que no ha cobrao!... ¡que no ha
cobrao!...
I). MiG. Moisés, ¿has cobrado en efecto?
D. Mois. Te diré, hombre: verás lo que pasó. Cobrar
he cobrado, pero escúchanic..
Seña Pep.\ ¿Vé usté, C"bayero? .
JeR. (cantando otra vez.)
Con el capotin, tín, tin, tin
que e^Aa noche va á llover...
VicT. ¿No tiene más que esa pieza e.se aristón?
Séñá Pfpa Por to pa-so yo menos porque me yamen á
mi tramposa. Y si ese tío ha dicho que no
le he pagao...
VlCT, (Dando otro bastonazo en la camilla.) ¡Expresio-
nes no!
D. MiG. Ni expresiones ni bastonazos, amigo.
ViCT. Porque vas á perder la fuerza moral... Aquí
no hay más que lo que yo digo: ó se nos de-
vuelven los nyachos, ó le pongo yo al artista
un carriyo como un queso e bola.
1). Mois. (Echaii<lo mano á la botella del vino.) ¿A mí?
Car. ¡Padrino, por Dios!
VicT. ¡A usté!
D. MiG. Basta. Vengan ustedes conmigo.
Jer . ¿Qué vas á hacer?
D. MiG. ÍjO que á tí no te importa. Vengan ustedes
y se les pagará lo que sea.
5
— t6 —
D. Mois. ¡No seas tonto, Miguel!
D. MiG. No soy tonto, no. Pero no quiero presenciar
en mi casa escenas que nunca he presen-
ciado.
Car. (;Qiié bochorno tan grande!)
D. MlG. (a los del dibujo.) ¿Vamos?
VicT. Vatnos, sí. Usté se pone en la razón, caba-
yero. (a la seña Pepa.) TÚ, deja ahí eso, pa
que se quite el hipo la familia.
D, Mois. ¡El hipo!.. Loque entenderá usted de di-
bujo...
ViCT. I Nos ha fastidiao este! ¡Pos ni que fuea usté
el Graco!
Seña Pepa (nejando el retrato sobre la camilla y yéndose con
don Miguel y Victoriano por la puerta del estableci-
miento.) Güeñas tardes.
Jer. (siguiéndolos.) Dice, y el plozo de tu sentencia
fatal, ha llegado ya...
ESCENA VIII
CARITA y DON MOISÉS
D. Mois. (Arrojando á un rincón el retrato, lleno de ira.) ¡Mal-
dita sea la hora en que nací!
Car. Padrino, hay para morirse de vergüenza.
D. Mois. ¡Hay para darte á tí un bofetón si no te
quitas de mi lado!
Car. Muy pronto me quitaré, no se apure. Y
puede que no me vuelva usted á ver en su
vida.
D. Mois. ;No caerá esa breva!
Car. Sí caerá.
D. Mois. ¡Pues cuanto antes mejor! ¿A mí qué? (se
sienta agitadísimo. Pausa.)
Car. ¿Va usted á seguir almorzando?
D. Mois. (.Levantándose de pronto.) ¡Que almUCrce el
Nuncio!
Car. ¿Quiere usted unas sardinitas en aceite?
D. Mois. ¡Loque yo quieio son pepinillos en vina-
gre! (Vase de estampía al interior de la casa.)
— 67 —
ESCENA IX
CARITA y DON MIGUEL
"Car. Cada moLoento que pasa me aseguro más
en mi idea. Me voy, me voy de aquí, no se
figure ese señor, no se figure Gloria que soy
de la calaña de esa gente... Ni siquiera sé
cómo he vivido tanto tiempo con ellos...
Pero ya se acabó; hoy mismo... ahora mismo
hablo con dnn Miguel.
D. MlG. (saliendo de la librería.) L<J he vistO y nO lo CrCO.
Por supuesto, que ese me va á escuchar
cuatro verdades. (Va hacía el interior de la casa.)
Engañarme así...
Car. (Deteniéndolo.) Don Miguel.
D. MiG riQué quieras, Carita?
Car. Si va usted á hacer algo, nada.
D. Mío. Lo que iba á hacer iio me corre prisa: de
todos modos he de hacerlo. Di me lo que
deseas.
Car. Hablar con usted dos minutos.
D. MiG. Como si (juieres que hablemos dos horas.
Ya sabes que me encanta oirte.
Car. Mrchísimas gracias. . Es usted muy bueno
conmiso... es decir, conmigo y con todos...
demasiado bueno para vivir en €ste mundo
tan ruin.
ü. Mío. Demsisiado bueno no se es nunca; demasia-
do simple en tndo caso es lo que soy yo.
Car. (Principiando á gimotear.) [Ay, ÜÍ»)S mío!...
D. Mío. ¿Qué es eso, chiquilla? ¿qué significan esos
pucheros? Va^'a, no seas tonta; siéntate
aquí y cuéntame tus penas, (se sientan ios dos.)
<Jar. Ay, señor don Miguel de mi alma; esto no
es para mi. Mire usted que á mí me liaron
al n?icer en unos pañalitos muy decentes,
porque la pobreza y la decencia no están
reñidas, y que mi papá, que en paz descan-
se, era como usted: ni una mala acción, ni
una mala cara para nadie, ni una palabra
fea. Hasta de los mosquitos y las pulgas se
— 68 —
dejaba picar por no causarles daño. ¡Asi aca-
bó sue dias!... Los pocos cuartitos que me
dejó al morir se los llevó el viento ., Digo,
el viento; á cualquier cosa le llan)a una el
viento... Ya comprenderá usted que el vien-
to es mi padrino. ¡Vaya un viento fresco!...
D. MiG. Pero ^^á dónde vas á parar, muchacha? Déja-
te de preámbulos, que te conozco lo sufi-
ciente para que no los necesites conmigo.
Car. Bueno, don Miguel; oiga usted lo que tengo-
que decirle. Pero en Dios y en mi alma que
si digo alguna mentira me condene...
D. MiG. No te condenas, no; pierde cuidado.
Car. Usted, por su buen natural, nos recogió en»
su casa á mi padrino, á su hijo Mario y á
mí, y nos sentó á su mesa, y nos dio cama
donde dormir, y nos trató como á los suyos...
D MiG. bi es cierto, mujer: pero en valiente cosa re-
paras...
Car. Sin duda pensaría usted de todos nosotros
que éramos personas regulares, capaces de
comprender y de estimar y de agradecer
cuQjo es debido su generoso comportamien-
to, ¿verdad que sí? Pues desgraciadamente,
ya está usted viendo el desei'gaño— echán-
dome yo fuera ¿eh? limpia de toda culpa
como entré en e.^ta casa. — Va no caben di-
simulos ni com])ouendas, señor don Mi-
guel; ya no hay sino ver las cosas á su luz,
por triste que f sto sea. Mario y mi padrino se-
están conduciendo aquí como unos coche-
Yo^, según se dice vulgarmente, sin que yo
sepa por qué razón, pu( s entre los cocheros
los habrá con vergüenza y sin ella coiro-
píisa en todas las clases de la sociedad... Y
bastante tienen con ser cocheros para que...
Pero, en fin, esto r,o es del cas-o. A lo que^
iba. Yo no quiero partir con mi gente— de
alguna manera he de llamarlos— la carga de
sus malas acciones. ¡Bastantes vergüenzas
he pasado por ellos! ¡Bastantes lágrimas me
han costado yal Yo soy otra cosa: 3^0 soy
aparte. . Y si usted me lo permite, señor
don Miguel, esta misma tarde me iré de so.
— 69 -
casa, bendciendo á usted y á pu hija; pero
yo Fola, sola, sin ello?, con mucha tranquili-
dad en mi conciencia.
D. MiG. Vamos, muchaclia, no digas disparates.
lJef>ÚP qué locura! ¿Adonde vas tú á ir?...
•Car. Dios me abrirá camino: estoy segura de ello,
porque no soy mala. Luego, á mí no me
asusta ni me pesa el trabajo: yo sé coser, yo
sé guisar, yo sé lavar la ropa, que mire us-
ted cómo la llevo siempre, (Enseñándole las
enaguas blancas.) yo sé todo lo necesario para
no morirme de hambre. Y sin llegar al últi-
mo extremo, de doncella en una casa rica
creo que encontraría colocación. Porque
mala fachita no tengo — puede que yo me
haga ilusiones. El amor propio á veces en-
gaña tanto... Para acompañar á las señoritas
aquí y allá, á misa y a cotrpras, me parece
que l)ien serviría... Pero ¿se ríe usted?
D. iMiG. ¿No quieres que me ría, muchactia'?
C.\R Pero ¿es de risa lo (jue estoy diciendo?
D xM:g. ¡y tanto! Yo, por lo menos, te aseguro que
ya salto de gozo ante la idea de ecbar por
li-rra todos tus planes.
Car. ¿Si?
D. xMiG. íSí.
Car. ¿Pue.=? cómo?
1). MiG. Porque tú no te vas de mi casa : los que se
van son ellos.
Car. (Con infantil espontaneidad.) ¡Quiál No loS COttO-
ce usted.
D MiG. Es que si no se van yo sabré arrojarlos.
Aunque tarde, me be conveiicido ya del
error en que estaba .. No sabes el sentimien-
to que me cuesta est;i convicción. Hubiera
dado yo lo que no tengo porcjue esa gente
fuera gente bonrada. Carita. Couíjue dime,
¿te quedarás de huena gami a(juí con nos-
otros?
Car. Den Miguel, no es posible.., Y no porque yo
no esté segura de portarme bien. El pan que
ustedes me dieran procuraría recompensarlo
con mi trabajito, y el cariño, que con nada
se paga, sabría pagarlo en la misma mone-
— To-
cia; pero marcharse ellos y quedarme yo^
¿no ve usted que es cosa imposible? Lo atri-
buirían todo á mis maquinaciones y arti-
mañas, porque, como son malos, de noche
y de día no tienen más que n ales pensa-
mientos; le armarían á usted la escandalo-
sa; darían un espectáculo reclamándome
violentamente...
D, MiG. Nada de todo eso me importa un ardite. De-
recho sobre ti no pueden alegar ningunor
aquí no hay más leyes que tu voluntad y ¡a
mía. Sin contar conque en último resultada
yo sabría taparles la boca. A los tunantea se
les convence pronto... Y ahora vas tú á ha-
cerme un favor a mí.
Car. Todo lo que usted guste.
D. MiG. Contestar á una pregunta nada más. Ya yes-
que poco. Pero no has de engañarme... ¿eh?
Cuidado.
Car. ¿Engañar yo á usted? No cabe en mí seme-
jante cosa.
D. MiG. Pues entonces dirae, si es que lo sabes:
¿quién es la Adela? ^carita baja ios ojos sin con-
testar ) ¿No sabes tú quién es la Adela?
Car. Hí, señor.
D. Mío. Pues (límelo.
Car. Jja Adela... es una hermana de Mario y de-
Calixto...
D. M G Ya, ya...
Car. Más bonita que un sol, y no tan mala coma-
pudiera usted imaginarFe... Lo que tiene
que es asi algo ligeiilla de cascos... Eso por
una parte... Luego... ¿sabe usted?... vinieron-
días de mucha necesidad... El padre... el.
padre ..
D. MiG. Basta. No sigas A ti te cuesta mucha vio-
lencia decirlo, y á mí me duele más escu-
charlo Ya sé bastante. Déjame, (se levanta.)
Car. Por Dio?, que no se enteren... (se levanta tam-
bién.)
D. MiG. Descuida.
Car. a no ser porque me lo ha pedido usted, 3^0-
nunca hubiera dicho .
D. MtG. Tranquilízate: no estés pesarosa. Descubrir
— Ti-
las bellaquerias siempre está bien hecho.
Anda, déjame.
Car. Bueno, señor... Me llevaré estas cosas...
(Mientras recoge parte del cubierto de don Moisés.) A
ir.í me parece que lo meJDr es que 3'0 me
vaya, y api se ahorrará usted nuevos di «gus-
tos... lero ai fin y al cabo no haré mñs qne
lo que usted me mande... (Yéndose ai interior
de la casa.) (¡Qué mahtas entrañas liay que te-
ner para pagarle mil á este caballero!)
ESCENA X
DI.N MIGUEL y GLORIA
D. Mío. Es una desgracia pensar que todo el mundo
es como yo. ¡Qué desengaño éste! (pausa.)
Hoy mi.^mo, ho}' mismo se concluye todo.
Yo veré la manera de...
Gloria (saliendo de la librería. (¡Ya Viene!)
D. Mío. (sin reparar en Gloria.. Sou UnOS Canallas, UnOS
canallas...
Gloria ¿Quienes, papá?
D. MlG. Esos. . los Galeotes... (Vase ai interior de la casa )
Gloria (Atónita ) ¿Ix)s Galeotes?...
ESCENA XI
GLORIA y MARIO
Gloria Pero ¿también mi padre piensa de ellos?...
Es la primera vez que le oigo calificarlos de
esa manera... Todíí 8 estas son artes del tío
Jeremías, egoistón del demonio, que desde
que llegaron e.-tá j)rocuiando que se vayan.
¿Le haWrá metido en la cabeza á mi padre
bUS malan ideas?. . ¡Ay, no quiero pensarlo!
¡Qué días llevo!... Dios me los tome en
cuenta.
Diario (Viene de la calle. Al ver á Gloria se acerca á ella con
pasión.) Glí-ria.
— 72
Gloría
Mario
. Gloria
Makio
Gloria
Mario
Glo! i\
Mario
Gloria
Mario
G_ORIA
Mario
Gloria
Mario
Gloria
Mario
Mario. ¡Cuánto lias tardado!
¿Estamos solos?
Solos. . como siempre; pero inquietos, como
siempre también. Ksto es menester que con-
cluya: nuestro cariño no es un crimen.
A nuestros ojos, no; pero á los de tu padre,
á los de tu familia, mi conducta pudiera
pareceilo.
¿Por qué?
Cien veces te lo he dicho, tonta. Porque en
el alma de un enamorado nadie penetra;
porque mi í-ituación en tu casa no me auto-
riza,. ¿Cómo entré 3'0 aquí, Gloria de mi
alma? Por caridad. ¿Cómo continúo? Por ca-
ridad también. Hasta que no me va^^ay
vuelva á entrar de otra manera, no debo
dignamente... Compréndelo. Mi cariño, hoy
por hoy, no tiene más disculpa que el
tuyo.
Es que mi padre se parece mucho á mí y
sabría comprenderte.
No lo creas Un viejo y una niña, aunque se
parezcan como do-í go'as, no pueden pensar
lo mismo de un enamorado.
Mi padre de todo piensa como yo.
De mi no pensaría...
(Eso que le he oido, ¿á qué obedeceri?) (se
estremece súbitamente como si algo temiera.)
(Alarmado.) jQué! ¿vieiie alguien?
(lo mismo.) ¿Viene alguien?
(cerciorándose de ello.) No.
(lo mismo.) No ¿Ves qué suplicio? ¿No es un
tormento no poder decirles á todos: Mario
me quiere, yo (quiero á Mario?
Para mí, no. Ni para tí debe serlo tampoco.
Con(|ue nos lo digamos nosotros, basta.
¿Qué nos importa que los demás lo sepan?
En este mismo misterio con que nos quere-
mos, en esta misma foledad de nuestra ale-
gría estriba su mayor encanto Tu alma y
mi alma se ven, se quieren, se hablan, se
besan en silencio; no nos ve nadie, no lo
sabe nadie ; toda la dicha se queda entre los
dos.
- 73 -
Gloria
Mario
Gloria
Mario
Gloria
Mario
Gloria
Mario
Gloria
Mario
Gloria
Mario
Gloria
Mario
Gloria
Mario
Gloria
Mario
Mario, ¿no me eneañafe?
¡Qué preguntal ¿Has dudado de mí alguna
vez? ¿dudas ahora?
No dudo, no: ya lo sabes. Te pido lo que
siempre: lealtad.
Lealtad y nobleza y cariño hasta que se me
acabe la vida. Créeme. Deja correr el -tiem-
po: quizás muy pronto podatros pregonar
nuestro cariño á la faz del mundo.
¿Si?
Sí.
Es mi único deseo: acabe esta zozobra cons-
tante, esta inquietud de la conciencia... ¿Por
qué temo yo? ¿por qué temes tú?
Porque ocultamos algo. Pero como lo que
ocultamos es noble y el hecho de ocultarlo
es más noble aún, nuestro temor es injusti-
ficado, pueril... de niños. Alégrate, vida: ten
confianza en Mario, que te quiere con toda
su alma... Ríete: que yo te vea reir y reiré
también. Mi risa es el eco de la tuya. Tú no
sabes las ilusiones que yo barajo en esta
cabeza de chorlito. ¡Hasta de presidente del
Consejo me he visto ya! Al fin te ríes...
Me río, sí. (sugestionada por Mario, obedece ciega-
mente á sus palabras.)
Mírame ahora. Diiné que esos ojos no han
de mirar á nadie como á mí me miran.
Te lo digo.
Júrame también que esos labios no le dirán
á otro lo que á mi me han dicho.
Te lo juro.
(cogiéndole las manos.) Gloria... (Esta presa no
fe me va.)
(Abandonándoselas.) Mario...
(separándose de ella violentamente.) Silencio.
(Sobresaltada.) ¿Quién?
Tu padre.
- 74
ESCENA XII
DICHOS y DON MIGUEL
1), MlG. (Sale del interior de la casa distraído, y al reparar en
Gloria y Mario, los mira con sorpresa y recelo.) (¿Eh?
¿qué es esto? ¡1 untos! .. ^Como desechando un mal
pensamiento.) ¡Bahl ¡qué cosas pasan por la
cabeza! Son el agua y el fuego...) Buenas tar-
des, Mario.
Mario Don Miguel, buenastardes.
D. MiG. No sabía que estaba usted aquí. Precisa-
mente le esperaba... (En tono cariñoso.) Gloria»
hija mía, vé y dile á don Moisés que tenga
la bondad de venir acá...
Mario (Escamado.) (¡Hola, hola!)
Gloria Voy. (,-;Qué pera ello, JJios mío?) (Éntrase en
las habitaciones interiores.)
ESCENA XIII
DON MIGUEL, MAKIO y DON MOISÉS
Mario ^.Ocurre algo, don Miguel?
D. Mig. (con amargura.) Extraordinario, nada: la cosa
más natural del mundo.
Mapio (Respiro.) ¿Y es ello?...
D. Mig. Ahora cuando salga su padre...
Mario (Malo. ¿Sabrá ..? Por más que me lo diría á
irí solamente.) (pausa.)
D. Mig. ¿Se ha p?.seado mucho?
Mario Pasear, ni mucho ni poco; andar, alguna
cosa.
D. Mig. El día está bueno, ¿eh?
Mario Sí, señor, sí; muy bueno.
D. Mig. Calor más bien que frío, ¿verdad?
Mario Justo.
D. Mig. Yo he tenido que soltar la capa...
Mario (viendo salir á don Moisés.) Aquí €stá ya mi pa-
dre.
— 75 -
D. Mois. ¿Qué hay, Miguel, qué sucede? Me ha alar-
mado tu hija: la he visto descompuesta,
))nlida...
D. iliG. No, hombre, no...
Mario Tapa, tú ves visiones.
D. Mois. Habrían FÍdo mis ojos. Más vale así.
D. MiG. Sí, más vale. ¿Quieren ustedes que nos sen-
temos?
Mario Sí, señor.
D. Mois. ¡Tú mandas! (a Mano.) (Esto me huele á clia-
musqiiina, hijo )
Mario (a don Moisés.) (Y á mí, papá.) (se sientan ios
tres: don Miguel á un lado de la camilla, Mario y don
Moisés al otro.)
D. MiG. (¿'Vt dóiid- empiezo yo, virgen santp?)
D. M JIS. (sacando unas tijeras del bolsillo y cogiéndole un puüo
á don Miguel.) l'crdona: en este puño tienes
una hilachilla: dame acá...
D. Mío. Déjate ahora...
D. Mois. (cortándole la hilacha, quieras que no.) PerO ¿qué
tral ajo me cueí-ta, tonto? Chico, ¿sabes que
estás temblando?
D. MiG. Un poquill ) nervioso estoy hace días... No
es cosa mayor... ÍPau.sa. Mario y don Moisés se mi-
ran alarmados. Don Mipuel hace esfuerzos para tomarle
la embocadura al asunto.) BueilO, pUeS... los he
reunido á ustedes .. porque... A raí me cues-
ta una violencia invencible... un trabajo tre-
irendo...
Mario (¡Huml.. )
D. Mo!S. (¡Ciertos son lo.S toros!) (Con resolución y frescu-
ra ) Chico, sea lo que sea lo que á decirnos
fueres, agrio, dulce ó agridulce, á nosotros,
viniendo de ti, parecerános miel sabrosa.
¡Ah! ¡cuántas veces me habló de esa tu ti-
midez infantil aquell' sauta que desde el
cielo nos e^tá mirando!
D. MiG. Moisés: un favor, ante.s de seguir adelante:
no te aoerdes de mi mujer pan nnda.
Mario Que no la nombre (juerrá usted decir; que
no se acuerde de ella es muy difícil.
D. MiG. Eso: que no la nombre <'S lo que le pido.
D. Mois. (Me falló el resorte de ultratumba )
D. Mu. Tenemos no poco de qué hablar. Cuando
— 76
Mario
D. Mois.
D. MiG.
D Mois.
D. MiG.
D. Mois.
Marig
D. WiG.
Mario
D. Muís.
D. MiG.
D. Müis.
Mario
D. Mío.
I». Mois.
Mario
D. MiG
Mario
hace dos meses... ¿No hace dos meses que
vinieron ustedes á mi casa?
iQué sé yo, don Miguel! ¿Quién cuenta las
horas de la dicha?
A mí me han parecido dos días... Pregúnta-
le al i)ájaro que vuela...
No, al pájaio no le pregunto nada. Te lo
liregunto á ti, que es igual.
(Me ha llamado pájaro.)
Fero, bien; haga el tieaipo que hiciere... El
rei-niltado es que yo, con harto dolor de mi
a'ma, Dios lo sabe, me veo en el duro caso de
decirles á ustedes que esta situación no pue-
de prolongarse más tiempo. (Pausa. Los Galeotes
se quedan cuajados.)
(No es lo misino decir «Moros vienen», que
verlos venir.)
(i evantándosc de repente.) Papá, vámonOS.
No, Mario, no... si no es eso...
¡Sí es eso, don Miguell
Este chiquillo tiene una idea tan exagerada
del honcr. .
(.\ mí no me parece tan exagerada )
yiéütate, Mario, siéntate. Vamos á explicar-
nos; vamos á medir el pro y el contra ..
(Permaneciendo de pie.) Se CCnOCe, SCñor don
Miguel, que lee usted con frecuencia el Qui-
jote.
Y eso, ¿á qué viene?
(Adulando.) Lo mismo se me ocurre á mí: ¿á
qué viene eso?
A que no ha podido decirnos en un castella-
no más cía' o que nos vayamos á la calle.
Ni lo he dicho así, ni soy capaz de decirlo,
ni es usted quién para darme lecciones de
cortesía.
Bien está. No he pretendido molestar á us-
ted. Sé cuí^nto le debo y á lo que me obliga
la gratitud. Mi padre y Carita podrán hacer
lo que mejor estimen: yo esta misma tarde
me voy. Hasta después (Tomando su sombrero
y marchándose por la puerta de la librería ) (Me
voy... pero me quedo en lo mejor de la casa,
que es lo que no sabe este tonto.) (Don Miguel
y don Moisés se levantan.)
— 77 —
ESCENA XIV
DON MIGUEL y DON MOISÉS
D. Moi=. iSn abuelo! , Idéntico á SU abuelo!
D, MiG. Pero, oiga usted, Mario..
D. Mois. Es inútil: no volverá la cara.
D. MiG. ¡Mario!
D. Mois. ¡Te digo que es su abuelo!
D. MiG. ¿Era sordo su abuelo?
D. Mois. ¡Un verdadero caso de estrnhismof Míralo: se
fué. ¡Galeote de pies á cabeza! Galeotti, me-
jor dicho, pfirque nuestro apellido es italia-
no: Galeotii, con dos tt A principios del si-
glo pasado perdimos una t...
D. MiG. (Y á fines de éste la vergüenza.)
J). Mois. Y ya. con una t nada má^, 3'o, español sobre
todo, ni mas ni menos que tú mismo, por-
que \*o por Cervantes me dejo cortar las ore-
jas, españolicé íl apellido y convertí la i
final en e. Y eso que un tío mío, repostero
en Milán ..
D. MiG. Pero ¿crees tú que es esta oca&ión oportULa
para hablar del linaje?
IX Mois. Dispensa, chico: ha sido una digresión... Va-
mos á ver si nos ponemos de acuerdo.
D. MiG. No, no; ñ aquí no hay naás acuerdo que el
mío. Ciertas determinaciones las pienso
mucho; tanto como dejo de pen>ar otras,
¿sabpb? Y cuando tomo alguna de esas me-
ditadas, es porque ef-toy seguro de que no
puedo ó no debo proceder más que aí-í.
D Mois. (con cara de vinagre.) ¿Kso quiere decir que tie-
ne razón Mano?
D. MiG. ¿Cómo?
D. Mü:s. ¿Que nos echas de tu c:i.=a á escobazo lim-
pio?
D. MiG. ¡Moisés!
ü. Mois. ¡Faraón, qué carayl (viéndose perdido, la echa
por la tremenda.) ¡Hora es ya de que dé salida
al surtidor de la fuente de mi indignación!
— 78 —
No me coge de nuevas lo que me has dicho:
¡lo esperabal ¡Es mucha presión la que noto
hace días!... ¡Por todas partes caras tiesas;
en todas las conversaciones pahUvas duras;
se me espían los pasos; se me mide el pan;
se me tasa el vino; se me cuentan las cro-
quetas poríjue me gustan!...
D. MiG. ¡Moisés, no seas bajo!
D. Mois. ¡Bien! ¡muy bien! ¡Los grandes hombres!
¡los hombres de ancho espíritu! ¡Por tres in-
decentes días más que íbamos á estar en tu
casii, la has qucr'do pringar á última hora!
(Agarrándose á la retórica á la desesperada.) Y mí
comportamiento aquí, y el interés que por
tu hogar heme tomado, y mis afanes por ga-
nar dinero, y el cariño derramado com.o
blando recio sobre todos vosotros, nada sig-
nifican, nada valen, nada pesan... ¡viento
que pasa por las cumbres f-in dejar rastro!
He dicho antes que lo esperaba, y he dicho
mal: te confitso que no esperaba esta ingra-
titud.
D. Mía, Moisés, me estás haciendo temblar de ira.
Agradece á Dics que tengo en cuenta quién
eres y quién soy y lo que me dtbo á mí
mismo, que si no... Pero bien está todo, con
tal que acabemos...
D. MoiS . (Abandonando definitivamente el estilo florido coi»o
cosa inútil.) ¡Sí, hombre, sí, acabemos! ¡Me
das una patada en la barriga y me echas á
la calle! ¡Qué bonito! ¡qué caballerceo!
D MiG. I Moisés!
D. Mois. ¡Sí, hijo, sí, me echas á la calle! ¡la cosa no
tiene otro noml)re! ¡me echas á la calle!
D. MiG. ¡Bueno, sí; basta ya; te echo á la calle! ¡ea!
D. Mois. ¡Así, asi! ¡sin eufemismo-! ¡con todas sus
letras asquerosas! ¡á la cochina calle, áqu3
m.e den morcilla!
D. MiG. ¡A que no estés más tiempo en mi casa!
D. Mois. ¡Descuida, hombre: no meló repitas otra
vez! ¡Ya me voy! ¡No te queda más que es-
cupirme á la cara! ¡Escúpeme, si se te ante-
ja! ¡Anda, hombre! ¡Y si quieres me tiraré
en el suelo, para que me pises también! ¡Y
— 79 -
que tu niña me registre el baúl, como á las
cocineras!
D. MiG. ¿Quieres irte?
D. Mois. ¡Sí, hijo, sí! ¡Ya lo creo que me voy! ¡Vaya
fí me voy! ¡Y cuenta que sacudiré las botas
al salir, como Santa Te* esa en la Coruña!
(Entrase hecho una fiera por la puerta que conduce al
interior.)
ESCENA XV
DON MIGUEL, JEREMÍAS, CARITA y GLORIA
1). Mío. ¡Jesi'is, Jesús, Dios mío! Me ha obligado á
igualarme con él e.-e canall.i...
Jer . (saliendo de la tienda.) ¿Te lian pPgado ya?
Gloria (saliendo con Carita del interior.) Papá, por DioS,
qué escándalo... Don Moisés va ciego... me
ha dado un empellón. .
Car. y á mí un par de guantadas...
Gloria ¿Qué sucede?
D. Mío. No sucede más sino que acabo de plantar
en la calle al padre y al hijo.
Gloria (sin poder reprimirse.) ¿A Maiio también?
D. MiG ¡A los doíl ¡Miserablps! ¡villands! ¡Y mien-
tras fcl cuerpo me haga sombra no volverán
á pisar el suelo de esta casa, donde no ha
habido para ellos mi^s que cariño )' compa-
sión!... (Acercándose á Gloria que se ha dejado caer
llorando en una siUa.) Gloria, hija mía, ¿qué te
pasa?
Car. ¿Qué te } asa, Gloria?
D. MiG. ¿Qué es eso, hija?
Car. ¿Qué tients?
D. Mío. ¿Por qué lloras?
Jer . (cantando.)
Con el capotln, fin, tin, iín...
D. MlG- (Con profunda pena y energía.) ¡Calla: nO Eclertes
esta vezl
FIN DEL ACTO TERCERO
y^^-.
.^«s^rsf?; ^.t^_
.^gfeií
ríiátií^nrMisir^ií^ ii & h á?-. irí« ii & ii ^^ ii f?^ ii -v- ii * n * ;i * ii « i
ACTO CUAHTO
La misma decoración del acto primero, con loro y lodo. Es de no-
che. Luces en el escaparate y en la tienda.
ESCENA PRIMERA
S^
GLORIA y PEDRITO
(Pedrito se pasca lleno de impaciencia recitando maquinalmentc
versos de «Don Alvaro». Gloria, nerviosa é inquieta, manifiesta impa-
ciencia asimismo, y de vez en cuando mira por el escaparate y por la
puerta hacia la calle.)
-Péd.
Gloria
Ped.
Gloria
Ped.
Gloria
Ped.
Para Curra el overo,
para mi el alazán gallardo y fis)o...
Pero no seas tonto, Pedrito, ¿por qué no
te vas?
^.Yo qné he de irme antes que vuelva don
Miguel?
Te advierto que mi padre ha de tardar
mucho.
Pues me va á reventar, vive Cristo.
Fara Curra el overo,
para mi el alazán gallardo y fiero...
Luego, como á don Jer'^mí«s le ha dado
también la ventolera por largarse...
(Esa es mi fortuna.)
Para Curra el overo...
— 82
Gloria
Ped.
Gloria
Ped.
Gloria
Ped.
Gloria
Ped
Gloria
Ped.
Gloria
Ped.
Gloria
Ped.
Gloria
Ped.
La culpa de todo me la tengo yo por no ha-
berle advertido á tu padre que esta noche
hacíamos el Don Alvaro en casa de doña
Guadalupe.
Pues por eso te digo que te vayas, inocente.
No, no, no, no...
Si yo me quedo al cuidado de la tienda...
No, no, no. .
(¡Qué suplicio!^ (Aparece Mario en la calle por de-
trás del escaparate, y Gloria, sin que Pedrito la vea, le
hace señas de que se vaya y aguarde un poco. Mario
obedece.)
Para Curra el overo,
para mí el alazán gallardo y fiero...
¡Y que no tengo nada que hacer, es broma!
Tengo que ir á mi capa por alguna ropa; ten-
go que ir á casa de Roquete; tengo...
¿Tienes más que tomar la puerta?
Todavía puedo esperarme un ratillo.
(¡No se irá!)
Por supuesto, esta noche me juego yo la re-
putación.
Pero ¿tú tienes reputación?
La tenga ó no la tenga me la juego esta no-
che. Imagínate que el mes pasado presenta-
ron allí á uno de Cabra con muchas preten-
siones, que me está minando el terreno y
quiere quitarme los primeros papeles... Pero
se la lía al dedo. ¿Tú no me has visto á mí
el Don Alvaro?
Sí; lo haces muy bien. Vete aprisa á aplastar
al de Cabra.
¡Qué versos más hermosos tiene!
... La jaca torda,
la que cual dices tú los campos borda,
la que tanto te agrada
por su obedienda y brío,
para tí está, mi dueño, enjaezada;
para Curra el overo.
Para mí el alazán gallardo y fiero...
¡Oh, loco estoy ..!
Sí, sí que estás loco de remate.
Ya verá, ya verá el de Cabra lo que es canela
fína.
— 83 —
•Gloria
Ped
■Gloria
.Ved
•Gloria
-Ped.
Gloria
Ped.
«Gloria
Ped.
(Nada, no me deja: no hablaré con él .. Va
á ser inútil cuanto he hecho.)
Los aficionados, unos imitan á Calvo y otros
á Vico. Yo no. Mejoi* ó peor, yo tengo es-
cuela propia. Mira, Vico, las noches de bue-
na entrada decía esto así:
¡Sevilla/ ¡Guadalquivir!
¡Cual atormentáis mi mente! ..
Calvo era otra cosa: Calvo lo decía de esta
manera :
¡Sevilla! ¡Guadalquivir!
¡Cual atormentáis mi mente!...
Pues mira cómo lo digo yo: verás qué dife-
rencia:
Sevilla... Guadalquivir. .
Cual otormentüis mi mente...
Asi, con naturaUdad absoluta: sin darle im -
portancia ni al Guadalquivir ni á Sevilla,
¿comprendes tú?
(¡Jeí^ús, qué desesperación!)
(Mirando su reloj desasosegado.) Y tU padre siu
venir todavía .. Como este otro detalle, que
siempre me vale una ovación. Llega don Al-
fonso á la celda en que está don Alvaro, de-
cidido á comérselo, y le pregunta con mu-
cha fiereza: € ¿Me conocéis?» Y don Alvaro
le responde: «No señor.» B.ieno, pues este
«No señor» lo digo 3-0 divinamente.» <¿Me
conocéis?» «No señor.» Así, encogiéndome
de hombros. Es como si le dijera: ¿^ate usted
que no caigo en este momento? Naturali-
dad, hombre. La escuela moderna.
Te e-stás entusiasmando mucho y vas á llegar
tarde Y luego me echarás á mi la culpa...
(Voviendo á mirar el reloj ) A la media me VOy.
(Me cDnsuuio de impacienci;i. Dios mío.)
Pero nii escena, mi clou, ectá en la jaca tor-
da. Cuando don Alvaro se quiere llevará
doña Leonor.
(Muy turbada.) ¿Qué diceS?
Si, mujer; ¿no te acuerdas? En el primer
acto. Ella duda, vacila, está temerosa, so-
bresaltada... Y él entra resuelto, con el ím-
petu del amor...
84 —
Gloria
Ped.
Gloria
Ped.
Avgel consolador del alma mía...
¿Qué tienes?
Gloria Nada... no tengo nada... (^e me figura que
todo el inundo lee en mi frente )
Ped, ¿^an ya los santos cielos
á dar corona eterna á mis desvelos?
Y le dice la mar de finezas pnra infundirle
ánimos. Doña Leonor, la pobre, aunque
está enamorada de él, no se decide, se acuer-
da de pu padre...
Se acuerda de su padre, es verdad...
¡Qué escena más hermrsa! Hnsta que al fin
y al postre llega el Marqués con la espada
def-nuda ..
/Vil seductor! ¡hija infame!
^.Qnif'res dejarme en paz, Pedrito?
Yhnyqne oirme entonces á mí; bueno, á
don Alvaro: (Como quien se bebe un vaso de
agna.) Vuestri hijú es inocente., más pura que
el oHeiito de los ángeles que rodean el trono del
Altísimo La sospechad que puede dar origen
mi presencia aquí á tales h ros, concluya con
mi muerte ..
Glokia. Pedrito, por Dios, que no tengo los nervios
para dramas ..
Ped. !Si que te veo alteradilla esta roche. (A esta
chica le pasa algo. Ese picaro de Mario la
ha vuelto del revés.)
Gloria Tú me has puesto asi con tus versos y tus
impaciencias. Ef ha á correr ya, y el diablo
que te lleve.
Ped. Is' o voy á tener más remedio, para no caer
en falta.
Gloria Vete, vele; sí.
Ped. Di le á don Miguel lo que hay.
Gloria Sí, hoa:bre, sí; por mi padre no temas.
Ffd. Pues adiós: hasta mañana si Dios quiere.
Gloria Adiós.
Pec. (poniéndose sombrero y capa y yéndose escapado.)
Al primer grande español '
no le cedo en jerarquía:
es más alta mi hidalguía
que el trono del mismo sol.
ESCENA 11
GLORIA y CARITA
■Gloria ¡Ya quiso Dios! Al fin me dejan sola y po-
dré hablarle... Le haré señas pfira que en-
tre. Por fortuna Carita, que es la única per-
sona que queda en la casa, se ha echado un
ratillo. (Va hacia la puerta.- se detiene de improviso
azorada mirando aquí y allá; procura tranquilizarse,
y al ir de nuevo á avisarle á Mario sale Carita de
la trastienda.) ¿Ehr creí qutí Venían .. ¡Dios
mío, (juá trabajo me cuestal
Car. Gloria, ¿qué haces?
Gloria ¡Carita!
Car. ¿Te has asustado, mujer?
Gloria Como pensé que estabas en tu cuarto... y
me he quedado sola ..
Car. ¿Se fué Pedrito?
Gloria Se fué... Lo vi tan impaciente que me d ó
lá-tima retenerlo... Y tú, ¿te has aliviado
d"l dolor de cabeza?
Car. í?í; ya estoy bien, (sentándose.) Te haré com-
pañía.
Glorp Como quieras. (¿Será Dios quien me pone
tanto-: obstAcnlos:-')
Car. ¿No te í-ientas?
Gloria No. Los nervios no me lo permiten esta
noche...
Car. ¿a tí tampoco? Pues júntate conmigo y
vaya un par. Llevo unos dias crueles. Aho-
ra mismo me quedé tras[)Uesta un instante
y S' ñé (pie mi padiino era nno <!e esos tíos
(le las alcantariihis. ¡?e acercó á mí con un
farol y unas bot'is muy grandes que arma-
ban ruido óp cadena", como en lus cuentas,
y me dijo dice: «Mira á lo que me veo re-
ducido por habernos aband( irado tú.» Y lo
bueno es que yo me eché á reír como una
tonta y le cont"í=té: «l'adrino, u.^ted y sus
hijitos en la alcantarilla tenían que parar.»
Gloria L 'S di-^parates de los sueños. (Estoy vela-
da.) (Mario se asoma á los cristales del escaparate,
— 8'6 -
mira hacia dentro y al ver allí á Carita se retira con-
trariado.)
Car. Como que no se me cae de la imaginación
esa gente.
Gloria Hoy hace quince días que se fueron.
Car. Parece que sin ellos me falta algo.
Gloria (Y á mí también ■;
Car. y cuenta que no será por los buenos rato»-
que he pasado á la verita suya. Yo nunca
te he hal)la(io de estas cosas, porque ni si-
quiera de ellos me gusta hablar mal; pero,
hija, me trataban lo mismo que á un perro.
Bnero, lo n.ismo que á una perra. «Caiita
aquí» «Carita allá» «¡Carita, empeña estol»
«¡Carita, saca lo otro!» «¡Carita, busca dine-
ro!» «¡Carita, á ver cómo slmorzamos » «Ca-
rita ¡pun! ahí te va ese confite»: una bofe-
tada. Porque bofetada que se perdía y palo-
que no encontraba c )locación, ya lo sabían
mi cara y mis costillas: ¡á ellas iban dere-
chos! Y yo, nada: resignarme y callar... Más
tonta he sido...
Gloria Exageras mucho. Carita. Si eso fuera asi,
¿cómo ibas á echarlos de menos?
Car. Muy sencillo, mujer... ¿Tú te has sacado al-
guoa muela?
Gloria Sí...
Car. Pues afí los echo yo de menos Igual, igual.
Noto vacío el sitio donde estaba una cosa
que me ha hecho rabiar los imposibles. No
puedes tener idea de do? raigones como el
padre y el h'Jo. Hablo de Mario y don Moi-
sés, que los otros son pecres todavía. Don
Moisés es un bellaco de lo más gordo que
Dios se ha entretenido en criar; si es que
Dios se entretiene en criar bellacos, que me
parí ce muy bajo entretenimiento para Dios,
y él me perdone si digo alguna herejía, aun-
que estoy en que no; pero, en fin, yo se lo
consultaré al cura el domingo... Bueno, pues-
don Moisé^, como te digo, es un bellaco, y
Mario media docena de bellacos metidos en
un solo cuerpo.
GlORU (Con espontáneo arranque.) ¡Mientes, Carita!
_ S7
Car.
Gloria
Car.
Gloria
Car.
Gloria
Car.
Gloria
Car.
Gloria
Car.
Gloria
Car.
Glora
Car.
Gloria
Car.
Gloria
(Lerantándose a-sombrada.) ¿Qué?
1 Mientes! [No conoces á AJfiriol
¿Que no conozco á Mario, infeliz? ¿Y tú sí
lo conoces?... Gloria, ahora veo claro lo que
tanto temía. Te ha trastornado el seso ese
bribón...
(Con honda pena.) ¡Cállate, (/arita!
¡No quiero' P.ira algo estoy aquí.
(Angustiada.) Cállate, por Dios.. Pero no, no
te calles... H"bla, di lo que sepas... ¡Yo no
puedo rcás con este secreto, que me pesa
como una montaña sobre el corazón! Tú
eres buena, tú eres honrada, tú no me en-
gañarás... Dime, dime cofias de Mario. No
me dej<.s sola, no me abandones .. Te confie-
so que estoy enamorada de él... no me de-
jes sola... que iré á donde él quiera llevar-
me .. no te vayas tú... que no tengo más vo-
luntad que la suya. . no te apartes de mí.
Descuida: aquí me tienes. ¡Serénate un poco.
¡Qué desgracia, í^eñor, qué deegracial
Estoy aterrada, estoy loca...
Tranquilízate y ven acá. (se sientan.) ¿Tú has
vuelto á hablar con Mario?
A hablarle... no... á verlo... sí.
¿Te escribe?
Casi tcdos los días...
(Atando cabos.) Ya dccía YO... Espérate: ¿á que
te trae las curtas ti verdulero?
El mismo.
La que á mí se me vaya por alto... Si lo vi
yo un día... ¿Habrá tío sin vergüenza? Ma-
ñana se va á comer toda la verdura. Pedrito
fué quien me puao sobre la pista... Observó
que Mario pasaba con frecuencia |)or la
calle, y el pobre se alarmó temiendo alguna
fechoría. Como también ha sido victima de
ello.s... Creo que le han sacado diez duros, un
par de botas y una petaca de piel de Rusia.
Bueno, di...
Di tú [iiimero. ¿Qué intenta él? ¿cuáles son
sus propósitos? Tú ¿qué le dices?
El. . todo se vuelve querer sacarme de mi
casa.
- 8S —
Car. ¡Bandido!
Gloria ís'o; si yo no quiero...
Car. Pero él le lo propone.
Gloria Sus cartas me parten el alma,..
Car. No lo creas.
Gloria Son tan sinceras, t;in nobles, tan llenas de
amor...
Car. No lo creas.
Gloria !Sí lo creo, si. El será mu}' raalo contigo, con
todos, pero conmigo es bueno... me quiere
mucho... mucho...
Car. Lo primero que hace falta para querer es el
corazón, y Mario no lo tiene. Gloria, abre los
ojos: Mano es un miserable, un egoiuta sin
entrañf s ..
Gloria (Con dolor profundo; resistiéndose á creer á Carita;
levantándose.) ¡No!
Car, ¡Sí! Perdona que te desgarre el alma. No
eres tú la primera mujer á qaien pretende
embaucar y hacer suya.
Gloria ¿Qué?
Car. Lo que oye«. Con la mayor frescura se echa
novias y novias en cuanto huele una buena
pre.=a.
Gloria ¡Ah! (Déjase caer sollozando en la silla.)
Car. És un desalmado. R^cuerúo que una vez
que tenía ropa negra 1h hizo el amor á una
marquesita muy linda, la marquesita se
prendó de él — porque, eso sí, Dios le ha
dado íigura y labia y muchísima suerte, ¡pa-
rtee mentira! — y otra vez vuelvo á meterme
con Dios, y e«to va a acabar mal si Dios no
tiene en cuenta mi.s intencione.'-... Ya he
perdido el hilo: ¿en qué estaba yo? Ah, sí.
Te contal)a que la marquesita se prendó de
él, que el señor marqués se enteró de quién
era Mario, y que cuando menos lo esperaba
se encontió con un pie de paliza de lacayos
y cocineros, que me río yo. Es decir, no me
río, porque á mí el mal de nadie ire hace
rfir. Pero m' recido, ¡vaya si lo tenía! Pues
él, como si no: en cuanto se le quitó el do-
lor de los cardenales, tiii fresco.
Gloria Me aterra el oirte, Carita.
- 89 -
Car. ¿Te aterra? No sabes... Si esa aventura no
vale nada... Como (^ue es de las pocas en que
él ha salido con las manos en la cabeza. Yo
quisiera ahora, para desengañarte de una
vez, ))oder contarte en nn momento todo lo
que t-é, todo lo que be visto, la historia ne-
gra de Cíe hombre. A mi no se me olvida
un día en que llamó á la puerta de casa
preguntando por él una muchacha con un
niño en los brazos, y Mario salió y la tiró
á empujones por las escaleras.
Gloria ¡Oh! (Horrorizada, se cubre el rostro con las manos.)
Car. De eso es capaz el hombre que dice que te
quiere. No tiene conciencia. 8i la tuviera, no
podría con el peso de los remordimientos,
yo te lo fío. Pero como la conciencia anda
por las nubes, y él no se levaiita nn palmo
del fango de la calle, ahí lo ves, intentando
una nueva hazaña. Y mira á quien eligió
cumo señora de sus ruines pensamientos: á
la hija de quien le dio salud, sosiego, cariño
y un pedazo de pan para que no se muriera
de haujbre.
Glori.\ ; Jesús! Me hablas de una manera que, á me-
dida que te oigo, siento que se me llena el
alma de una sombra muy triste .. y aunque
jtarezca absurdo, de una luz que si no es
alegre es muy clara... Voy viendo dentro
de mí cosas que nunca he visto: y es que el
espanto me abre los ojos y veo... veo...
iQu'^ horror!... ¡Júrame que no me mientes,
(Jnrila!
Car. Gloria, ¿me supones capaz...?
Gloria No. Pert) júramelo.
Car. (Después de besar la cruz.) Ya BSlá jUrado.
Gloria ¿Por quién?
Car. i'or mi madre, á, quien no conocí
Gloria Verás entonces. . ^corre hacia la puerta.)
C.\R. (( orricndo tra.s eUa.) ¿AdÓndtí va^-i?
Gloria A llamarlo.
Car. Pero ¿está ahí?
Gloria Ahí tj-tá.
Car. ¿Mario?
Gloria Mario. Me espera para hablar conmigo, para
— 90
Car.
Gloria
Car
Gloria
Car.
Gloria
Car.
Gloria
Car.
Gloria
Car.
Gloria
Car.
Glori\
Car.
Gloria
Car.
Gloria
Car.
convencerme.. (Con invencible pena.) ¡Aj!... Por
epo he procurado quedarme sola...
FelizQiente estoy yo al lado tuyo. Llámalo.
oí (Se asoma violentamente á la puerta y hace señas
á Mario.)
Y ahora, vete.
No.
V'ete: no lo has de ver.
¿Cómo?
No quiero: no lo merece. Por mi madre te
he jurado que no te enpiño. Por la tuya te
pido que me dejes con él.
¡üarital
¡l'or tu madre, Gloria!
Quiero verlo de cerca, hablarle, leer en sus
ojos...
Leerás lo que tú quieras, no lo que digan.
Ya Eo.
¡Lo mismo! Entra ahí. (Empujándola hacia la
puerta de la trastienda, junto á la cual están.) Vete
lejos...
Carita, ¡por la Virgen!
Conseguirás que entere de todo á tu padre.
¡l£so no!
I'ues vete.
Ya me voy. (Llorando.) ¡Parccc que me he
quedado ?in alma!
La tiene él; pero yo la arrancaré de sus ma-
nos. Ahí viene: huye. (Vase Gloria corriendo,
como horrorizada, pero mirando hacia la puerta de la
«■alie, por donde llega Alario )
ESCENA III
carita y MARIO
MakIO (Con vehemencia.) ¡Gloria!
Car. (Volviéndose hacia él.) No OS Glorid: cs Carita.
Mario ¿Qué? Pu s ¿no fué Gloria quien me llamó?
Car. Justamente; pero la que va á hablarte es
Carita.
Mario ¡Siempre tú! Yo no tengo nada que ver con-
tigo. Adiós. Me voy.
- 91 —
Car.
Mario
Car.
Mario
Car.
Mario
Car.
Mario
Car.
Mario
Car.
Mario
Car.
Mario
Car.
Mario
Car.
Marid
Car.
Mario
No te vas.
¿Cómo?
Que no te vas.
¿Quién eres tú para impedírmelo?
Escucha: Gloria, te quería...
|Y me quiere!
Te equivocas: ya no.
¿Que n"? (Avanzando hacia ella.) PueS ¿qué le
lias dicho?
¿Ves romo no te vas?
¿Qué le has dicho, Carita?
Foca cosa: uada: una pequeña parte de lo
que eres.
^Lieno de ira.) Si no me pareciera una cobar-
día, te cruzaba la cara.
HazU), tonto: no será la primera vez.
Merecías que lo hiciera. ¡Aí-í pagas la hospi-
talidad que ta hemos dado en mi casa tan-
tos años!
Mucho mejor que pagas tú hi que te han
dado aquí.
(Me c nviene más ir por las buenas.) Pero,
vamos á ver: ¿es acaso un ciimcu enamorar-
se? ¿Qué mal hay en ello? ¿Quiéa ve á Glo-
ria y 1.0 la quiere con locura? ¡Pues mi deli-
to no es otro que haberla visto! Porque la vi
la quiero.
Eso del querer es muy complicado. Que-
rerla... [va lo creo que la querrás!... Pero no
la quieres.
¿Qué sabes tú? A todos nos llega nuestra
hora. Créeme, Carita: los hombres vamos
dando tumbos por el mundo adelante, des-
orientados, ciegos, caminando entre som-
bras, hasta que la luz de unos ojos nos de
tiene, ncs encanta y nos ^irve de guía... Si-
guiendo el ra.'ítro divino de los de Gloria he
de ir yo adonde ellos quieran llevarme... ¡Ay
de aquel que me estorbe el paso!
Yo: tan indefensa y todo: yo. Y no me asus-
to de arranques de guardarropía.
Criatura... no hagas eso. No lo haga?, por lo
que más quieras en el mundo. No es ame-
naza, es súplica. Mira que el amor de Glo-
— 92
Car.
Mario
Car.
Mario
Car.
Mario
El LORO
Mario
Car.
Mario
El loro
Mario
Car.
Mario
Car.
Mario
Car.
Mario
Car.
ria me ha vuelto otro. Yo no eé qué resplan-
dor celeste ha metido dentro de mí, ni cómo
explicar este cambio mío... Ello es que si
tí'ngo una mala idea, una mano suave y de-
licada viene y me la quita de la frente; y si
en mi pecho arde una pat-ión indigna, la
misma mano con sus caricias acude á apa-
garla...
Pues trabajo le mando á la mano.
¡Carita, no te burles de lo que te di^o!
Cállate ya, hipócrita, dtclamidor, farsante...
¡Carita!...
Carita es una hormiga, pero no se asusta de
tí por más que te las echas de león. Con
Cnrita no te valen ni recursos de drama ni
párrafos florido?; Carita se ha quedado en
esta casa porque temía algo de esto; Carita
quiere, ya (lue no borrar la huella de vues-
tra conducta, servir de barrera para que no
paséis adelante... Así vuestro recuerdo no
será tan amargo. Eso me tenéis que agrade-
cer todavía.
¿Sí, eh? (Con mucho énfasis.) ¡Lo qUC por lo
visto quere Carita es que yo pierda la ca-
bf-za y haga aquí un escarmiento terrible!
No te tires, Keverte.
(sin darse cuenta de lo que ha oído.) ¿Qué?
(Conteniendo la risa.) líS el loro.
¡Pues á ver si empiezo por ti loro!
No te tire«. Reverte.
(¡Se me ha venido el ridículo encima de
golpe y porrazo!) ¡Carita, llama d Gloria!
No (]uiero.
¿Que no quieres? La llamaré yo. (Gritando.)
¡Gluiia!
Es en balde, Mario: no ven-^'rá.
Lo veremos. (Va hacia la trastienda llamando.)
¡Gloria! ¡Gloria!
(viendo á don Miguel, que llega de la calle.) Ahí tie-
nes á su padre.
(Azorado.) ¿Eh?
(El Señor nos valga.)
- 93 —
ESCENA IV
DICHOS y DOX MIGUEL: al final JEREMÍAS
D. MiG . ¿Qiif" es esto, Mario? ¿qué hace usted aquí?
Mario Don Miguel...
D. Mío. ¿Qué hace usted en mi casa, le pregunto?
Cuando salió de ella, le rogué á usted que
r.o volviese. ¿Por qué ha vuelto?
Cap. Don Miguel. .
D. Mío. Calla tú.
Car. Pe»"mítame usted que tome la palabra. Ha
venido por mí
Mario (Me ha salvado.) Justo... por ella ..
D. MiG. ¿Por tí. Carita? (Yo sabré la verdad.)
Car. Lo manda su padre... Dicen que no se acos-
tumbran á mi falta...
D. MiG. ¿Y tú (pie has respondido?
Car. Que no me vo}': que también hago falta
aquí.
D. MiG. Ya lo 03'e usted. Yo no la violento: hace su
voluntad.
Car. Ni más ni menos. Y será inútil que te era-
peñes, Mario. Cuantas veces vuelvas á lo
mismo, te marcharás solo. ¿Te enteras bien?
jSolo:
D. Mío. Por eso lo mfjor sera qne no vuelva. Carita
se ha acostumbrado á nosotros, y nosotros á
e'la. Vivimos felices; nos estorba la gente,
¿entiende usted? (neja la capa y el sombrero que
trae puestos y se pone la gorra.)
Mapio Entiendo, sí, señor, entiendo. No es la pri-
mera vez q'íe le digo á usted que tiene unas
despachaderas que da gozo.
D. Mío. Pues á ver si es la última, (se sienta ai bra
sero.)
Mario Lo sfrn. ([I. o he perdido todo! Procuraré
caergallardamente.) Carita... hermana mía...
adiós. Junto.s hemos crecido... juntos hemos
reído... junto."... juntos... (No, no me sale el
párrafo: es inúti'.) ¿Para qué decirte loque
— 94 -
no has de entender? Adiós. Señor don Mi-
guel, beso á usted la mano.
D. MiG. Ahur, amigo.
Mario * (Yéndose ) (¡Con lo menos que pe contenta mi
í)adie es con volar la casa') (En la puerta tro
pieza con Jeremías que llega, y le pisa un pie.)
JeR. |Ah!... (viendo que Mario no se disculpa.) íáe díCG
«Usted dispense.»
Mario (parándose un momento.) EsO CS CUaildo Se pisa
d una peisona.
ESCENA V
CARITA, DON MIGUEL y JEREMÍAS
Jer. Ese pajarraco no ha venido aquí á nada
bueno.
D. Mío. Te diré...
Jer. Jíse pajarraco...
D. Mío. Aguarda, hombre.
Jer. Mo ha venido aquí á nada bueno
D. Mío. Como que ha venido por Carita.
Jer. ¿Por Carita?
Car. Sí, señor; por mí... por mí ..
Jer. Mijíuel, mucho me escamo. ¡Ojo al Cristo,
que asan carne! Soy contigo en seguida.
(Vase al interior de la casa.)
ESCENA VI
DON MIGUEL y CARITA
Car. ;Qué mal pensado es!
D. Mío. l^or eso acierta casi siempre. ¡Ojalá fuera yo
lo mismo! ¿Y Gloria?
C\R. Allá dentro está: ¿quiere usted verla?
D. Mío, (Levantándose.) Espera uu poco. Antes vas á
darme una prueba de tu lealtad. ¿A qué ha
venido Mario?
Car. Ya se lo he dicho á usted, don Miguel.
D. Mío. ¿Te obstinas en eso?
Car. ¿y qué quiere usted que le haga?
— 9o —
D. MiG. Por Dios, Carita de mi vida, no me engañes
tú; mira que si tú me engañas tñmbién voy
á morirme d'^. tristeza. ¿ Ha venido Mario á
ver á mi hija?
Car. (con timidez.) Sí, señoi... ha venido á verla ..
D. MiG. lAh!
Car. í'ero ñola ha visto.. Lo he impedido yo...
D. MiG. (cou ansiedad.) ¿Y ella cstaba de acuerdo?...
¿Tú sabes?...
Car. Todo. Todo me lo ha confesado la pobreci-
11a... hecha un mar de lágrimas.
D. MiG. A ver... habla, cuéntame...
Car, Es más buena que el p^n. Da lástima oiría.
Ese bribón de Mario la ha traído engañada...
la ha vuelto loca. . Pero yo le be quitado ya
la venda de los ojo3. No tema usted. Si no
se lo declaré así al principi(\ fué porque qui-
se evitarle este nuevo doler; pero como us-
ted me lo ha rogado... No tema usted, no
tema usted, vuelvo á, decirle. Gloria sabe ya
lo que es Mario, y basta. A Mario se le po-
drá querer viéndolo por fueri; pero cuando
se conoce lo que lleva por dentro, ni el mif-
mo amor halla disculpa á tanta ruindad...
Ahora sólo nos queda un trab.^3o: consolar á
Gloria y procurar que clvide pronto... ¡Po-
brecita!
D. MiG. ¡Pobrecita, sí! ¡Qué bien hice, criatura, al
dejarte aquí con nosotro.'^! Algún alivio ha-
bla de hallar á mi desengaño. ¿fcl:ista dónde
iba á llegar la maldad de e;-a gente, Dios
mío? ¡Qué sé yol ¡Sólo el imaginarlo me
asusta!... No bastaba el burlarse de mí, el
insultarme, el enlodar mi casa, el no agra-
decer el bien recibido... ¡Faltaban las pe-
dradas!
Car. ¡Maldita sea la hora en que entramos todos
aquí!
D. MiG. Eso no: bien hecho está lo hecho, (néjase caer
en .su sillón.) 8i al resultado vamos, dime tú á
mí quién lleva la peor parte: nosotros los
perderaf^s á ellos y ellos á nosotros. Ya ves
qué diferencia. Pero esto no quita que duela,
que lastime...
— 96 —
ESCKNA vir
DICHOS, JEREMÍAS y CATALINA
JeR. (saliendo por donde se fué.) ¿Qué te OCUlTe, Mi-
guel? Ei-t's mustio, abatido. . Déjate de sen-
siblerías y abre el ojo.
D. MiG. ¡Ay, Jeremías de mis culpns!... Dichoso tú,
que vives independiente y feliz, y no tienes
más amigo que tu loro, y oyes llorar y te
haces la ilusión de que llueve, y ves á quien
padece hambre y te quitas las gtfas... Fies-
ta me tu coi.azón y tus ideas para andar por
el mundo, que yo coceré las mías y el mió,
y los colgaré en la pared de mi alcoba, jun-
to á aquella espada vieja que tengo allí y
que maldito de Dios para lo que me sirve.
Car (¡Pobre señor!)
D. MlG. (Levantándose.) Voy á ver á mi hija.
Car. ¿Para qué, don Miguel? ¿No vale más que lo
deie usted para mañanar*
Jer. ¿Dónde está Gloria?
Car. Kn su cuarto; pero estará llorando la pobre-
cilla..
Jer. ¿Llorando?
D. MiG. Por lo mismo quiero verla j'o.
Car. Déjela usted que se serene, que pase el mal
rato, y entonces...
CaT. (viene de la calle descompuesta, jadeante, escandaliza-
da. Apenas puede hablar. Se sienta en una silla, llaman-
do la atención de todos con sus aspavientos.^ jAy,
Dios mío de mi vida! ¡ay, Dios mío de mi
arma! ¡ay, virgen del Amparo!
D. Mío. ¿Qué es eso, mujer?
Car. ¿Qué sucede?
Cat. ¡Ay, qué zofocación! ¡ay, qué dijasto! ¡ay,
qué bochorno!
D. Mío. ¡Que nos tienes con el alma en un hilo!
Cat. ¡Ay, qué gente más Vxiala! ¡ay, qué gente
más picara! ¡ay, qué gente más zinver-
güenza!
Jkk. jHoIal
- 97 -
Caj. lAy, qué arrastraos! ¡ay, qaé pajoleros! |ay,
qué retiinantes!
D. MiG Pero ¿quiénes, por Dios...?
Car. Hable Uf-ted.
Cat. Eza gentuza... ezos tíos ,. (zos Galeotes...
D. MiG. ¡Acabáramos! ¿Has visto al hijo?...
Cat. No zeñó... He visto ar padre... ¡mala pufialá
le den!... ¡mar tiro le peguen!... ¡ze vea más
ncardecío que la lista grande!
I). MiG Basta de maldiciones ya: ¿qué ha pasado?
Cat. Déjeme usté que me dezahogue, zeñó..
¿Habrá tío charrán? ¡Armanaque lo jagan,
pa que tes los días le arranquen argo! ¡Jozú,
Jozú, Jozú!... (se levanta.) Me lo encontré
en la esquina e la cayejueía, á la verita
e un coche, cazi enfrente á la caza e Pedri-
to .. y me fui pa é como una loba á zacarle
los ojos... — ¿nstés no zaben que me dejó á
debe cuatro pezetas? — Lo mismo fué verme
vení que me zaluó mu reverenciozo... Y
zarto yo y le digo: «Mas valía que en vé de
toma coche pagara usté las trampas.» Y
zarta é y me dice: «¿Y usté pa qué quié ya
er dinero, con loz años que tiene encima?»
Y zarto yo y le digo: «Ezo no es cuenta de
usté, zo pendón » Y zarta é y me dice que
zoy una bruja. Y zarto yo y le digo que ze
yevó de aquí una cuchara. Y zartá é y me
dice que ezo no es verdá. Y zarto yo y le
araño en la jeta. Y zarta é y me da un bofe-
tón— mardita zea zu casta. — Y zarto yo y le
pongo un ojo como er faro de la botica. Y
zarta er cochero der pescante, y ze mete por
medio. Y principia á zalí gentuza e la taber-
na, y zale don Calixto con una lagarta, y ze
ponen á reirze de mí, y me arranco á la la-
garta y le trinco er moño, y eya me trinca
er mío, y por poquito nos queamos carvas
las dos; y ze para la gente á mirarnos, y á
mí me da la razón to er mundo, menos los
guindiíjas, porqu3 no había ninguno; y gra-
cias á que estaba ayí zeñó Komuardo erde
la tienda que me irajo pa acá y me dejó en
la esquina, no zalimos tos mañana en los
7
— 98 -
papeliiS... ¡Jüzú, Jozá, qué escándale! ¡Ay,
virgen de los Reyesl ¡ay, virgen der Pilál
jay, virgen de Utrera! ..
Car. Sosiégúese, Catalina, eosiéguese.
D. MiG. Vaya por Dios, mujer. Pero ¿hasta cuándo
va á durar el rastro de esa gente en mi casa?
Je:í . A ver, á ver. . Mario aquí .. y su padre en la
callejuela... y un coche... y... ¿Dónde está
Gloria?
Car. Allá dentro, señor.
D. MiG. ¿Qué temes tú? Voy por ella ahora mismo...
Cat. ¡Ay, no azustá!...
-1^
ESCENA VIII
DICHOS V PEDRITO
'PeD. (Llega despavorido, con un palmo de lengua fuera.
Trae un lío de ropa en In mano.) ¡Gloiial [Gloi'ia!
D. MiG. ¿Qué pasa?
Car. ¿Qué es ello?
Ped . ¿Y Gloria? ¿Y Gloria? ¿No está aquí Gloria?
Cat. ¿Ande ze ha metió Gloria?
Ped. ¡Va en un coche con los Galeotes!
(Grito de espanto: consternación: cada uno tira por un
lado.— Las frases comprendidas en la llave son simul-
táneas. También lo son los ayes de Catalina y la des-
cripción del suceso que hace Pedrito.)
D. MiG. ' ¡Mentira! ¡Gloria! ¡Gloria! ¡Hija mía! (Entrai^e
I en la casa corriendo.)
Jer. \ ¡Se fué por el portal! ¡Son unos bandidos!
< (Corre á la calle.)
Cat. i ¡.Jozú qué infamia!
Car. f ¡No es cierto! Si no puede ser... ¡Gloria! (su
\ gue corriendo á don Miguel.)
Cat. (Muy acongojada.) ¡Ay, Jozú! ¡ay, qué doló! ¡ay,
qué pena de hija! ,ay, qué desgcaciaita va á
zé! ¡ay, que ya ze acabó la alegría en esta
caza! ¡ay, eze padre ze va á gorvé loco! ¡ay,
vaya por Dios! ¡ay, yo que la he criao en mis
brazos! ¡que la he visto crece! ¡que la quería
como á la zangre de mis venas!... ¡ay, pobre-
— 99 -
cita mía, que la han engañao! ] ay, qué pi-
cardía! ¡ay, qué doló! ¡qué doló! ¡qué dolól
— PeD. (a Catalina, que maldito si le hace caso.) La hc vis-
to... la he visto... no me cabe duda... Era
ella... eran ellos... El coche pasó por delan-
te de mí como un relámpago, cuando yo sa-
lía de mi casa... pero pude verlos. . Grité...
llamé al cochero... Inútil. Corrí... resbalé y
di de bruces en las piedras... Perdí de vista
el coche... ¿Qué hacer, Dios mío?... Volar...
volar á su casa... Y en menos tiempo que lo
digo me he plantado aquí. ¡Ay, Catalina!
¡Ebto es horrible! ¡esto es cruel! ¡esto mana
sangre! ..
D, MlG. (saliendo con Gloria y Carita, y encarándose con Pe-
drito, el cual al ver á Gloria enmudece de asombro.)
¿De donde sacas tú, majadero?...
Cat. ¡Pero zi está aquí la gloria e miz ojos! ¡Ven
acá tú, arma mía! ¡ven acá tú! (La abraza y la
besa fuertemente, como si quisiera dejarle los besos se-
ñalados.)
Car. Este Pedrito, con sus dramas...
^ Ped. Perdón... perdón... mis intenciones... Yo ju-
raría...
D. MiG. Más vale que no jures.
Cat. (separándose de Gloria y abalanzándose sobre Pedrito,
á quien pellizca.) Ahora vcrás tú, mal ange,
ezaborío, lombriz con capa .. ¿Te paece bien
er zusto que nos has metió en er cuerpo?
¡Toma! ¡toma!
— Ped. ¡Ay! Perdón otra vez... Pero cuenta que yo
no estoy chiflado... que no he visto visio-
nes... Con Mario y con Calixto iba una mu-
jer...
Cat, ¡La lagarta con quien yo he pelead
Ped. ¡Sí, pero... así de pronto... cualquiera se ofus-
ca... y como yo estaba ya con la mosca en la
oreja, por lo que yo me sé, y además me he
pasado todo el día recordando el rapto de
doña Leonor ..
D. Mío. ¡El demonio del comiquillo este!... V^ete,
vete, que me has dado el susio más espan-
toso de mi vida.
Jer . (Desde la puerta Ae la calle, á grandes gritos y sin ver
— 100 -
á Gloria, á quien tapa Catalina.) ¡Miguel' ¡Miguel!
¡Ni sombra! ¡No pareCtíl (Avanzando hacia don
Miguel, con los brazos abiertos.) ¡Qué tremendo
golpe, hijo mío! ¡Te compadezco!... (lo abraza,
quedando cara á cara con Gloria, la cual, adelantándose
hasta él, sonríe tristemente.) Ah, ¿perO está aOUÍ
ésta? (Pcdrito suelta la carcajada, lo cual irrita á Je-
remías.) ¿Quién se ríe? ¡Yo te daré risa, ta-
, :• rambana!
Ped. Perdón, perdón, don Jeremías.
Jer. ¡Qué perdón!
D. MiG. Si, perdonémoslo todos, ya que lo perdona-
mos mi hija y yo.
Ped. Yo... la verdad... con la más sana intención
del mundo...
D. MiG. Sí, hombre, sí... Anda con Diop.
Ped. Nunca me arrepentiré bastante, don Miguel.
(viendo su reloj.) I*ues encima me voy á ganar
un rapapolvos en casa de doña Guadalupe.
Llego con una hora de retraso. Vaya, hasta
mañana si Dios quiere, (corre hacia la puerta y
se va.)
Para Curra el overo,
para mí el alazán gallardo y fiero.
Cat, Más loco está que un chivó.
ESCENA ULTIMA
DICHOS menos PEDRITO
Jer, . ¿Ve?, Miguel? ¿ves qué drama si llegan á
arrebatarte á tu hija?
1). MiG. ¡No hables de eso, por Dios, que no es más
. que una locura tuya y de Pedritol
Gloria (con profunda tristeza.) No; eso no.
D. MiG. ' ¿Qué dices, Gloria?
Gloria Digo que hay algo de verdad en todo esto
Yo quiero á Mario... Mario venía á llevarme.
D. Mía. ¡Gloria!
Gloria He dicho mal: lo he querido... La mejor
. prueba de que he de olvidarlo es que confie-
" so ahora.
Jé.R.. ....^Lo.Ye.s?. . , . , i..-¡
- 401 -
D. MiG. ¡Jesús mil veces!
Gloria No ha sido culpa mía... Perdóname. Y nada
temas. A Carita debo el haberme salvado,
1). MiG. Que Dios te lo pague, Carita.
Glcria De los Galeotes no queda nada aquí: si algo
quedara en mi corazón, yo sabría arrancarlo
y echarlo en medio de la calle.
Jer. [Y si hace falta romp-rle las muelas á c.=e
mozo, aquí está Jeremías!
El lofo No te tires, Reverte.
Jer. (con expicsión de júbilo.) ¡Ah, Rodríguez! ¡Lo
has aprendido ya! ¡Me haces el más feliz de
los hombres! ¡Mañana, chocolate con leche!
D. MiG. ¡Pero qué infamia, qué infamia la de esos
Galeotes!...
Cat. E.?cíirmienteusté, zeñorito, escarmiente usté.
Jer. fc'í, sí; esc;u-mentar... líse verbo no está en su
Diccionario... Si mañana vienen otros Ga-
leotes...
D. Mío Oh, no; yo os aseguro...
Cat. No azegure usté na: zi vienen mañana, pilé
zé que no ze cuelen, pero como vengan
pazao mañana...
.Jer. y después de todo, ¿quieres decirme lo que
has sacado en limpio con meter en tu casa á
esa gente?
Car (saltando con mucho salero.) ¡Caramba! ¡conocer-
me á mí! ¿No valgo yo la pena?
D. MiG Es verdad: conocer A Carita, que no es
poco. ,
Glori \ No es poco, no.
Car. y yo conocerlos á ustedes, que eso si que es
mucho.
FIN DE LA ('OMEDIA
Madrid, Setiembre 1000,
OBRAS DE LOS MISMOS AUTORES
Esgrima y amor, juguete cómico.
Belén, 12, principal, juguete cómico.
Gilito, juguete cómico lírico.
La media naranja, juguete cómico.
El tío de la flauta, juguete cómico.
El ojito derecho, entreme's (2.* edición).
La reja, comedia en un acto. (2.* edición).
La buena sombra, sainete en tres cuadros. (4.a edición.)
El peregrino, zarzuela cómica en un acto.
La vida intima, comedia en dos actos. (2.a edición).
Los borrachos, sainete en cuatro cuadros.
El chiquillo, entremés. (2.» edición).
Z<w casas de cartón, juguete cómico.
El traje de luces, sainete en tres cuadros.
El patio, comedia en dos actos.
El motete, entremés con música.
El estreno, zarzuela cómica en tres cuadros.
Los Galeotes, comedia en cuatro actos.
serafín , JOAfÍN ALVAREZ QUINTERO
lia pena
DRAMA EN DOS CUADROS
— ^«CS##|S3S«*—
SOCIEDAD DE AUTORES ESPAÑOLES
Florín, 8, bajo
IQOI
^^FObra Herrero^
ivA. r»Kiv.^
Esta obra es propiedad de sus autores, y nadie po-
drá, sin su permiso, reimprimirla ni representarla en
España ni en los países con los cuales haya celebra-
dos ó se celebren en adelante tratados internaciona-
les de propiedad literaria.
Los autores se reservan el derecho de traducción.
Los comisionados y representantes de la Sociedad
de Autores Españoles, son los encargados exclusivamen-
te de conceder ó negar el permiso de representación
y del cobro de los derechos de propiedad.
Queda hecho el depósito que marca la ley.
LA PENA
DRAMA EN DOS CUADROS
SERAFÍN I JOAQUÍN ALVAREZ QUINTERO
Estrenado en el TEATRO ESPAÑOL el 6 de Enero de 1901
MADRID
S. TELASCO, IMP., MARQÜÍS DG SAKTA AKA, 11 DDP.*
Teléfono número 551
lOOl
A los insignes artistas
^latta ^utuu
n
"^ttunh ^'m k "^imhn,
jiO'v úLuieueJ eí teatro eSJiauói ha eo^taaO
uuei/o eájileudó^ u jiieSitaio, eu iedUíHOutó
de jiMTuudcL adfHÍ>Laciou u Jiueeio afecto.
¿Dónde estás, sol de mis ojos,
dónde estás, que no te encuentro?
¿Por qué á la voz no respondes
con que lastimo los Tientos?
¿lío ves gue te voy buscando
y que sufrir más no puedo?
¿No ves que sin ti no vivo?
¿Xo ves que de pena muero?
Rüiz Aguilera.— A'{ dolor de los dolores.
PERSONAJES
ASUNCIÓN Sra. Guerrero.
PILITA Ruiz.
MANUEL Sr. Díaz de Mendoza.
ffe !i -fe" ii ■» ii -y- !i Vi II ^ wlh H j^ II ■<» ir-t^li -a II j^ y 'i^ I! <^ II j»>; II •» :i ^^ II ^\
LA PENA
Comedor de casa de Manuel, en Sevilla. A la derecha del actor una
puerta vidriera con visillos. A la izquierda, un hueco de puerta
tapado por una cortina de cretona. I as paredes blancas. En la del
foro una ventana con reja, que da a la calle. A derecha é iz-
quierda de la ventana, respectivamente, \in aparador y una cómo-
da. Encima del aparador distintas piezas de cristal y de porce-
lana, colocadas con orden. Encima de la cómoda varios marquitos
negros con retratos y dos jarrones rebosando flores del tiempo.
En las paredes, cromos puestos en marcos de caña dorada. Una
mesa en el centro de la escena. Sillas de enea. Sobre una de ellas
un bastidor y sobre otra una guitarra. Todo ello pobre, pero lim-
pio y luciente.— Es de día.
ESCENA PRIMERA
ASU^XIÓN, PILIT.-^ y MANUEL
(Acaban de comer. Manuel, sentado á la derecha, fuma un cigarro
y apura una copa de Cazalla, sin mirar á Asunción ni atender á Pi-
lita. Asunción, triste y llorosa, casi da la espalda á Manuel, sentada
a la izquierda. Pilita, de frente al público, picotea en los postres aún
y trata, con su charla, de animar la escena y de alejar la nube.)
PiL. Están riquísimas las naranjas... Y se pelan
na más e con mira ar enchivo. ¿No quié
usté un casquite, mamá? (Asunción no contesta.)
— 10 —
¿Y usté, papá, no quié un casquite? (Manuel
no contesta tampoco.) A la puerta farsa, que por
la prinsipá no oyen... ¡Vaya por Dios! Me la
vi á tené que come yo entera y me va á
hasé daño... ¡Cómo ha de sé! Fasiensia. Otro
dia tendré más suerte. Y luego, como he pe-
lao la más gorda... (Calla un momento, sin dejar
de observar á sus padres.; ¿Ande está Cr gato,
pa darle esta# cortesas e queso?... A vé si ese
me oye. . (Llamando al gato.) Ps, ps, pS, ps, ps...
¡José, José, José!... ¡José, José!... Na; nier
gato tampoco. Hay días con desgrasia... De
seguro que está en er tejao. ¡Le gusta más
corre detrás e las gatas!... (Calla otra vez, y echa
luego por distinto camino á ver si consigue algo más.)
Diga usté, papá: ¿ha oído usté canta soleares
al hijo e Gregorio? ¿Eh? (Manuel no le hace caso.)
Porque anoche, en la fiesta, estaha to er
mundo: «¡El hijo e Gregorio!» «¡El hijo e
Gregorio!» «¡Luego va á canta el hijo e Gre-
gorio! » Y cuando cantaba otro to se gorvía:
«¡Ya verán ustés el hijo e Gregorio!» Y por
fin cantó el hijo e Gregorio; y yo no entien-
do, pero le digo á usté que si Gregorio no
canta mejó que su hijo... ya se pué retirá la
familia. ¡Josú qué irrisión de hombre! ¡Y
qué fachoso se pone pa canta'... ¡Lo que nos
reímos Encarna y yo',.. Como que le salen
dos cuerdas aquí en er gañote ar tiempo e
subí, que paese que se ha istalao la luz elér-
trica. ¡Ave María, qué manera de hincharse
to é!... Y luego, como tiene la cara tan reon-
da y tan colora, paresía un globo de esos
de los chiquiyos... Daban ganas de clavarle
un arfilé, pa vé si tronaba... Sentí yo más que
no estuvieran ustés ayí... porque se Imbiean
tirao de risa. Fué lo mejó e la fiesta. Va-
mos, lo mejó, así pa reírse... Porque la fies-
ta fué güeña de verdá. Señó Juan er padri-
no se conose que es mu rumboso... ¡Y qué
rebonita estaba la novia!... Paresía una fió
sin corta toavía. (Se levanta y va de uno á otro.)
Yo bailé seguidiyas con Milagros, la herma-
na de eya, que es casi de mi edá... Creo que
— li-
me yeva un año: eya tiene catorse metíos
en quinse... Por supuesto que ayí bailó to
er mundo. Hasta Micaela; y eso que se le ha
muerto er marío hase un mes. Pué sé que
bailara por eso; pero en er patio se lo criticó
toa la gente... ¡Carcúlense ustés lo que lo
habrá scntío! Como que disen que er día
del entierro se tuvo que mete en er borsiyo
una seboya, pa que se le sartaran las lágri-
mas de cuando en cuando... La guitarra la
tocó Bartoliyo, er siego e la esquina. ¡Pobre-
siyo! ¡Me alegré más! ¡Y er se alegró tam-
bién más de que yo estuviera!... ¡ Lo que á mí
me quiere ese Bartoliyo!... Una vé que me
arrimé á é fué y me dijo, dise: «PiUta, si yo
no fuera siego y tú me quisieras, me casaba
contigo.» Y yo le dije, digo: «Es que si tú
no fueras siego, no te gustaría yo, que soy
mu fea.» Pos después me tuve que enfada
con un tío gordo que se empeñó en em-
borracharlo. Uno de esos patosos que van
á toas partes dándola de que tienen mucha
grasia, y no tienen ninguna. Hubo la má
de gorpes con é... Como está tan gordo, que
es un fenómeno, le desían: «Oiga usté: ¿se
vende usté ar peso?» «Diga usté: ¿cuántos
asientos paga usté en er tranvía?» «Escu-
che usté: su mamá de usté, ¿vive?» «Atien-
da usté: ¿quié usté crusá los brasos?» Y
cuando er tío se fué más quemao que las
ánimas, ar verlo así tan gordo por detrás,
una pica e viruelas con mucho ange que
estaba á mi lao, fué y le dijo, dise: «¡Anda
con Dios, que no te pues sentá más que en
la camiya!...» (Mira con desalieoto á sus padres con-
vencida al fin de que no los anima.) (Na; nO me
hasen caso. Esta tarde no se ríen ni aunque
tropiese un jorobao delante de eyos...) (se
levíinta Manuel, y sin mirar á Pilita ni á Asunción se
va \)or la puerta de la derecha.)
._ !■<»
ESCIiNA 11
ASUNCIÓN Y PILIT V
AsUN. (sigue con la vista á Manuel, y poco después que éste
desaparece, se levanta, coge á Pilita y le llena la cara
de besos.) ¡Ven acá tú, hija de mi sangre, que
tienes la grasia por alimento!
PiL. ¡Mamá!
AsuN. ¡Hija de mi vía; déjame que me liarte conti-
go, que te coma la cara!
PiL. Cómesela usté: si es de usté...
AsuN. ¡Toma! ¡toma! |toma' ¡Hija de mis entrañas,
qué bonita eres! ¡Toma: ¡toma! ¡toma más!...
¡Suspirando.) ¡Aj! me lic cstao conteniendo
mientras tu padre ha estao ahí...
PiL. ¿Por qué?
AsuN. ¿Tos no has visto cómo se ha puesto esta
tarde?
PiL. ¿Y cuf^ndo van á acabarse estas peleas, va-
mos á vé?
AsuN. ^ a nunca, hija. Ca vez menos. Nos ha per-
dió er cariño.
PiL. A mí no.
AsuN. A mí sí. Desde que puso la taberna es otro
hombre: pa mí se ha concluío. De milagro
viene á armorsá y á come: en la dichosa tien-
da se pasa to er día y toa la noche, cuidan-
do er negosio, según dise. No está mar ne-
gosio... Distrarsiones que tiene ayí... ¡Si no
t'uea por tí, Pilita, tu padre no ponía más
los pies en esta casa: pues creerlo. Es verdá
que si no fuea por tí, yo tampoco paraba
un istante á la vera suya. ¡Te lo juro por
to lo que te quiero!
PiL. ' ¡Vaya por Dios! Y yo que no pienso más
que juntarlos á ustedes...
AfeUN, ¿Más juntos que estábamos, hija mía? ?i yo
no sé lo que le ha pasao á tu padre... Digo,
sí lo sé, por desgrasia... Le han echao mar
de ojo... lo han hechisao. . ¡l'aese que se ha
— i6 —
cansao de verme! Y de vé las cosns que se
quieren de veras no se cansa una nunca.
¿Te cansas tú de verme á mí? ¿Me canso yo
de verte á tí, luz de mis ojos? ^La besa.) ¿Ver-
dá que no?
PiL. Ya se vé que no.
AsUN. Tú, cuando estás en er colegio, ¿de qué tie-
nes ganas?
PiL. De salí.
AsuN. l'ero de salí, ¿pa qué?
PiL. Pa no vé á la maestra, que paese una carcó-
manla.
AsuN. (Besándola de nuevo. ¡Qué salaísima te ha he-
cho Dios! ;,Y pa verme á mí, encanto?
Pjl. ¡Toma' eso es otra cosa: eso no se pué com-
para. Miá que entre usté y Doña Catalina...
¡Josú!... l'or verla á usté, si usté fuea la
maestra, me pasaba yo la vía en er colegio.
Como que en cuanto sargo echo á coiTé pa
acá, y le grito á Bartoliyo que toque pa
que usté se asome, y no me queo á gusto
hasta que no le doy á usté un beso por la
ventana. Ya ve usté.
AsuN. Pos iguá me pasa á mí contigo, gloria. Mien-
tras estás elante mía, tengo yo un descanso
mu grande; pero en cuanto te vas no reino
más que en tí. Me asomo á la ventana como
una tonta pa verte í pa aya, y ca vez que
güerves la cara para mirarme á lo largo e la
cayejuela, me paese que hasta er sielo me
mira. Y luego me pongo: «Ya se fué... ya
gorvió la esquina., , ya habrá yegao ar cole-
gio..» Y asín, cavilando to er santo día...
«Ahora estará dando la religión...» «Ahora
se habrá puesto á escribí la plana...» «Aho-
ra jugará con Encarna y Dolores... » Y á las
cuatro e la tarde: «Ya irá á sah...» «Ya ha
salió...» «Ya toca Bartohyo...» «¡Ya viene!»
«¡Ya la veo!» «¡Ya yega á la ventana!» ¡«Y'a
entra en er patio!» «¡Ya la tengo ámi vera!»
Asm, asín. ;La acaricia y la besa con efu.sión.)
PiL. Pos mire usté, mamá, vamos á hasé una
cosa.
AsDN. A vé que se te ocurre.
— 14 —
PiL. Pa que usté no maquine tanto, ¿le paese á
usté que yo no güerva más ar colegio?
AsüN. ¡Qué tunanta eres!... Mejó será que hagamos
un trato las dos: no güerves más, con tá de
que te pases er día conmigo.
PiL. Si quié usté nos cosemos las fardas.
AsuN . Cosernos no, porque asín te lo pasarías á la
fuersa. La cuestión es que estemos juntas
sin cosernos na. (Quédase pensativa unos instan-
tes.) Escúchame, Pilita; si yo me vi á viví á
casa e la agüela... ¿te vienes tú conmigo?
PiL. ¿Y papá no?
AsUN . Papá, no. ¿Te vienes tú? (Pllita no contesta.)
¿Quiés más á tu padre que á mí?
PlL. ¡Nol
AsUN. ¿Entonses te vienes? (PlUta niega con la cabeza.)
¿Te queas con tu padre?
PlL. (V.)lviondo á negar.) Cou loS doS jUUtOS.
ESCENA III
DICHAS y MANUEL
Man.
PlL.
Man.
AsüN.
Man.
AsuN.
(^ror la puerta de la derecha. Trae el sombrero pues-
to.) Pilita, dame un beso, que me voy á la
cavé.
(.Sin apartarse de Asunción.) ¿ x a?
Ya.
¿No ves tú que está denunsiá la casa y se nos
va á vení er techo ensima?
Contigo no hablo, ¿lo oyes? Hazme er favo e
cayarte; miá que cuando hablas me paese
que me están sumbando los oídos, y eso es
mu molesto. Dame un beso, Pilita, que me
voy; porque hasta respira me cuesta aquí un
dijUSto. (Pilita se va al lado de Manuel.)
Es lo que pasa, cuando no se está contento
en un sitio: ni respira se puée. Pa ti tu casa
es peo que un calaboso de los der Pópulo.
En cuanto pisas las losas der saguán ya es-
tás enfadao. Vete, vete á la caye, que ayí
— 45 —
hay mucho aire. La alegría, la cara satisfe-
cha, déjalas pa la otra.
Man. (conteniéndose.) Si no mirara...
AsuN. Es verdá; como eres tan mirao...
Man. ¿Quiés que la armemos otra vé, no es eso?
Pos no te doy gusto.
A SUN . Sería un milagrito e Dios.
Man . Y er tiempo e los milagros ha pasao 3'a.
Conque, que te diviertas. Dame un beso, Pi-
hta. (Agachándose para dárselo él.)
AsüK . Limpíate primero la boca.
Man . ¿Pos qué tengo, oye?
AsuN . No lo sé; pero vas á besa á mi hija.
Man. ¿a tu hija?... ¡A la mía, quieras ó no quie-
ras!
PiL. A la hija de los dos. No pelea también por
eso...
Man. (Después de besarla.) Acompáñame hasta e":
portón, Pihta; que er rato que estés conmigo
no estás con tu madre.
AsuN. Eso te paese á ti, malas entrañas. ¡Conmigo
está siempre!
Man. Pos es de sentí, ¿sabes? Porque to se pega,
menos lo bonito.
.AsuN. Por eso te desía yo antes que cuidao con los
. besos.
Man. ¡Asunsión!...
PiL. Ande usté, papá; venga usté... Déjela
usté ya.
Man. Tienes rasón, hija mía: lo mejó es dejarla.
(Encaminándose hacia ~ la puerta de la izquierda con
Pilita, y yéndose al fin abrazado á ella.) AqUÍ nO
hay más que una saHa: ca uno por su lao...
AsuN . ¡Eso: ca uno por su lao!...
Man. Si no fuea por este cacho e sielo...
PiL. Vamos, papá, vamos...
Man. Vamos, hija e mi arma... Si no fuea por ti...
PiL. (con tristeza ) (Como no los juntc yo, no los
junta nadie.)
AsuN. (Viéndolos irse.) Ca día iiiás dfcspegao... ca día
más lejos ér de mí... y yo de é... ¡Permita
Dios que siegue á fuersa e yorá la mala mujé
que nos ha separao! (cae el telón. Después de un
rato— de ninguna manera inmediatamente, — principia á
__ -16 -
sonar el rasgueo de la guitai-ra de Bartolillo, el cual-
canta á poco la siguiente seguidilla gitana:)
Yoro por la noche,
yoro por er día,
y no se cansan de 3'orá mis ojos
esta pena mía
(sigue el rasgueo unos instantes más, y vuelve á levan-
tarse el telón.)
La misma decoración del cuadro primero, con leves variaciones. Los
cachivaches del aparador desordenados. Los jarrones de la cómoda
sin flores. Sobre la mesa dos cubiertos: uno á la derecha del actor
y otro á la izquierda. I. a guitarra y el bastidor que había en las
sillas han desaparecido.— Es de día.
ESCENA ÚNICA
■ ASUNCIÓN y MANUEL
(Poco después de levantado el telón salen los dos por la puerta de
la derecha, vestidos de negro y enlazados por la cintura. Ella descan-
sa en él. Se detienen contemplando la mesa con tristeza profunda, y
luego van hasta ella silenciosos. Manuel se sienta á la derecha y á la
izquierda Asunción. Al sentarse rompen á llorar.)
AsuN. ¡No pueo acostumbrarme, Manué! ¡No me
jago á su farta!
Man. ¡Qué castigo tan grande, Asunsión! ¿Quién
nos la habrá quitao?
A SUN. ¡Qué pena de hija!
Man . ¡Sentarnos á la mesa y no verla!
AsuN. ¡Y no oiría charla, ni contá sus cosas der
colegio!... Vente aquí á mi vera, Manué: yo
no pruebo bocao.
Man. Yo tampoco.
AsuN. Vente aquí, vente aquí... que si nos ve desde
argún lao nos vea juntos... como eya nos
quería.
Man. (obedeciéndola.) Sí, SÍ; que nos vea juntos...
— n —
^.Te acuerdas cuántas veses desíaraos: «Sí no
fuea por Pilita, tú tirabaí? por un lao y yo
por otro?...»
AsuN. No me mientas eso, por Dios...
xMan. Pos ya no hay Pilita; ya se fué Pilita pa
siempre... y mia tú qué juntos estamos.
Asércate á mi más.
AsuN. (Acercándosele.) La pena ajunta mucho, Ma-
nué... ¡Pobresita mía! A mí me paese un
sueño esto que nos pasa...
Man . ¡ Ajolá lo fuera! Así dispertaríamos con eya
ar lao.
AsuN. La idea de no verla nunca más me güerve
loca... A esta« horas, sobre to, paese que es-
toy sin vía... Apenas salía der colegio el
ange de mi arma, le gritaba á Bartoliyo er
siego: '< ¡Bartoliyol ¡toca la guitarra! ¡pa que
sepa mi madre que ya voy! ¡pa que sarga á
la ventana á verme í!...» Y BartoHyo tocaba
con toas sus ganas, y yo dejaba la costura
en cuanto lo oía, y me asomaba á verla... y
er primer beso nos lo dábamos siempre por
entre esos yerros... ¡Hija de mis entrañas!
Man . ¿Y por las mañanan temprano, quiés desir-
me? A mí que me dispertaban siempre sus
chiyíos... su corre por la casa... su canta...
Ahora no tengo quien me dispierte... Es
verdá que no me hase farta, porque las lá-
grimas no me dejan donilí. (Callan un mo-
mento.)
AsUN. (Recreándose con dolor en el recuerdo de su hija.)
¿Te acuerdas, Manué, cuando se le venían
los pelos á la cara y hasía a.sín... y sacucha
la cabesa pa echárselos atrás sin tocarse?
Man. Eso era mu suyo: sí que me acuerdo de eya
asín muchas veses. Pero, mia tú lo que son
las cosas... y es una tontería... Se me repre-
senta más como la vi una vé — de esto hase
mucho tiempo; no sé ni cómo se me haqueao
grabao — que venía eya con dos arfileres ne-
gros en la boca pa que tú le sujetaras una
sinta ar cueyo. «Chiquiya, quítate de ahí
esos arfileres», le dije yo. Y eya no me hiso
caso y se fué á buscai^tc; y no pasó más: ya
- 48 -
ves tú qué co«a pa que á mí no se me haya
caío der pensamiento... Pos sin embargo,
siempre que la veo la tengo e vé con los dos
arfíleres en la boca...
AsuN . Pos yo la veo á toas horas y de toas mane-
ras; pero, sobre to, atravesando er patio eya
sólita, con la regaera pa regá sus flores...
¡Bastante que la tienen de echa de menos!
Man. Oye: un día me enfadé con eya y le pegué...
y eso tampoco se me orvía .. ¿Te ha pasac á
tí? Porque á mí, ca vez que lo recuerdo me
duelen en er corasón los gorpes que le di á
la pobresita.
A SUN. Argo asín tengo yo también sobre mi arma.
Otro día... er día der santo e su agüela me
paese que fué... me pidió una cosa. que no
recuerdo lo que era, y yo no quise dársela.. .
y se echó á yorá y estuvo yorando toa la
noche... Y yo sin darle lo que quería, ¿te
paese? ¡No me lo perdono! ¡A jola Dios me
trajera ar pensamiento lo que me pidió el
arma mía, pa gastarme en comprárselo to lo
que tengo!
Man . Y ya, ¿pa qué?
AsuN. Verdá; ¿pa qué? (Lloran on silencio.) La otra
mañana, la mañana que biso er mes que se
yevaron á la pobresita, me quedé aquí un
poco adormila, porque no había pegao los
ojos en toa la noche, y soñé con e3'a... Se me
presentó de pronto mu alegre, riéndose mu-
cho, con aqueya risa que tenía que era como
un amánese, y me dijo, dise: «Mamá, no
yore usté; ¿no está usté viendo cómo yo me
río? Si yo gorveré á casa... No me he muerto
más que pa que usté y papá se ajunten. En
cuantito que se ajunten ustedes güervo yo.»
¡Hija del arma! ¡No se le caía de la imagi-
nasión la idea de ajuntarnos!
Man. ¡y lo ha conseguío!... ¡Pero cómo!...
A SUN. Luego seguimos hablando de la má de co-
sas: 3^egó á haserme reí. . Como tenía aque-
yas ocurrensias... Me preguntó por Bartoliyo
er siego, por su maestra, por er rosa de té...
A to esto ya había cambiao de traje, y esta-
-de-
ba elante mía como er día que la retrata-
mos: en la misma postura y to: con er vestío
seleste, los sapátitos escotaos, er mantón de
Manila que le compraste tú por feria, las ro-
sas en er pelo...
Maí: . ¿Ande tienes tú er mantón de ]\Ianila?
AsüN , Metió en un cajón de mi cómoda, con to lo
suyo.
Man . Tres veses na más se lo puso sobre los hom-
bros... '^
AsuN. Tres veses pa más.
Man . ¡Daba gloria verla cuando se lo ponía! Pae-
sía un manojo e llores que echaba anda.
AsuN. Lo paresía V lo era... ¡Qué coló la suya! ¡qué
ojos tan bonitos! ¡qué mata e pelo'... ¡qué
anda, que no se la sentía!... Antié por la tar-
de me asomé un momento á la puerta y paí-é
un mal rato... Figúrate que vi vení pa acá á
una chiquiya que era toa la nuestra... toa la
nuestra, Munué: su hechura toa, tos sus mo-
vimientos, er braso izquierdo hasiendo asín,
como eya sabes tú que lo movía... Luego,
cuando se fué asercando á mí, ya se paresía
mucho menos... y cuando pa.só por elante
mía ya era mu diferente... ¡Como Pilita no
hay otra en er mundo! Pero lo que es ar
prinsipio, Manué, cuando me paresió nues-
tra hija, me quedé como er marmo, me dio
una sacudía er corasen )• me agarré á la idea
de que era Pihta. . Pilita... Pihta que no se
había muerto.
Man. Como que paese que no nos ha dejao, que
está en toa la casa, que la «vamos á ve salí
\)OY toas las puertas.... ¿Querrás creé que esta
mañana, ar tiempo e vestirme, la yamé una
vez por su nombre? ¡Pilita!
AsuN. Yo también la he yamao más e dos ve-
.ses...
Max. y se me figuró que. desde er patio me con-
testaba: «¡Ya voy!>'
AsuN. jY á mí tambiénl
M Ax . ¿Y oiría reí? ¿no la oyes tú reírse?
AsuN. ¡La oigo y la veo! Miá que cuando le entra-
ba la i'isa... i.Tdsñ! ATc nciicvdd un día c So-
— ro-
mana Santa,., ¡lo que nos reimos las dos!...
(Llorando y riendo a la vez.) «PÜita — Salí yo á
}3reguntarle— ¿tú has visto mi peina?» Y eya
empesó á reirse. «No te rías y contesta, chi-
' quiya», le dije yo. «¿Has visto mi peina?» Y
eya, ¡risa y más risa! «¿Pero de qué te ríes,
criatura?» ¡Y risa y más risa! «¿La has es-
condió quisa?» Y se hasía una madeja rién-
dose, y yo ya no podía contenerme, y me
reía también de verla reí con aqueyas ga-
nas, y to se me gorvía preguntarle: «Pero,
chiquiya, ¿y la peina?» ¡Y risa y más risa!
«¿Ande has puesto mi peina?» ¡Y risa y más
risa! Hasta que vi que la tenía 3^0 misma en
lo arto er moño... ¡y entonses sí que nos rei-
mos las dos!... (Llora largamente. Manuel también
llora en silencio. Óyese á poco hacia la calle la guitarra
de Bartolillo, que toca un aire popular. Al oiría se es-
tremecen los dos y se levantan con tremenda alegría
creyendo que Pilita llega del colegio. La alucinación
dura sólo un instante, al ir ambos hacia la ventana
para ver á su hija, el punzante y doloroso recuerdo de
la realidad los detiene. La guitarra sigue sonando hasta
el final.)
A SUN. ¡Ahí está!
Man. ¡Ahí está i
AsüN. Pero... ¿ande vamos?
Man. ¡Josú!... ¿Qué ha sío esto?...
A SON. ¡No toques, Bartoliyo, no toques!... ¡Si ya no
viene!...
Man. ¡Si ya no viene más!...
AsuN. Y eso que estamos juntos... juntos...
Man . (Abrazando á Asunción.) jMu jUntos!..
AsUN. ¡Como eya nos quería! (Lloran abrazados.)
FIN
Madrid, Noviembre, 1900.
A'
OBRAS DE LOS MISMOS AUTORES
Esgrima y amor, juguete cómico.
Belén, 12, principal, juguete cómico.
Gilito, juguete cómico lírico.
La media naranja, juguete cómico.
El tío de la flauta, juguete cómico.
El ojito derecho, entremés (2.*^ edición).
La reja, comedia en un acto. (2.* edición).
La buena sombra, sainete en tres cuadros. (4.* edición )
El peregrino, zarzuela: cómica en un acto.
La vida intima, comedia en dos actos. (2.» edición)
Z¿>s borrachos, sainete en cuatro cuadros.
El chiquillo, entremés. (2.a edición).
Las casas de cartón, juguete cómico.
El traje de luces, sainete en tres cuadros.
El patio, comedia en dos actos.
El motete, entremés con música.
El estreno, zarzuela cómica en tres cuadros.
Los Galeotes, comedia en cuatro actos.
La pena, drama en dos cuadros.
SERAFIN i JOAQUÍN ÁLVARBZ QUINTERO
Lia azotea
COMEDIA EN UN ACTO
^
SSaTTNSA EDICIÓN
SOCIEDAD DE AUTORES ESPAÑOLES
Uúñmm ám Balkoa, 12
leoe
JUA A^O'TGA.
Esta obra es propiedad de sus autores, y nadie po-
drá, sin su permiso, reimprimirla ni representarla en
España ni en los países con los caales se hayan cele-
brado, ó se celebren en adelante, tratados internacio-
nales de propiedad literaria.
Los autores se reservan el derecho de tradacoión.
Los comisionados y representantes de la Sociedcíd de
Autores Españolee son los encargados exclusivamente
de conceder ó negar el permiso de representación y
del cobro de los derechos de propiedad.
Droits de représentation, de tradaction et de repro-
duction reserves pour tons les pays, y compris la Sa^
de, la Norvége et la HoUande.
Queda hecho el depósito que marca la ley.
LA AZOTEA
COMEDIA EN UN ACTO
SBRAFlN > JOAQUÍN ÁLVAREZ (¡DINTEaO
Estrenada en el TEATRO LAR A el 7 de Febrero de 1901
SEGUNDA EDICIÓN
MADRID
B. Velasoo, Impresor, Marqués de Santa Ana, U
TtUfoHo número BSt
1909
A nuestros queridos amigos
Jfieves Suárez y ]uan Jalaguer
-Os acordáis de El tío de la flauta? Seguramente si.
A nosotros no se nos olvida su estreno.
Pensamos entonces juntar algún día vuestros nom-
bres en la primera página de una obra nuestra que
estrenaseis los dos. Hacerlo en aquella ocasión signi-
ficaba gratitud y amistad. Hacerlo hoy significa amis-
tad^ gratitud... y memoria.
Vayan, pues, aquí en testimonio de todo eso, y de la
profunda admiración que vuestro arte excepcional nos
inspira.
Vuestros siempre.
Kj/r^a/¿>!. y jf'O'Cfa
12 Fibrera igoi.
REPARTO
PERSONAJES ACTORES
ESPERANZA Seta. SuAbez.
RUFINA DoMis.
DOÑA FLOR Sba. Valvebdk.
MANUELA - Seta. Feros.
DON ISAÍAS Sr. Balaguer.
DON BALDOMERO Labra.
CURRO CAMPOS Santiago.
LUISITO Srta. García Sekka.
ANTONIO Mauri.
UN VENDEDOR Sb. Vais.
Todos los personajes hablan con acento andaluz, sin máB
diferencias que las establecidas por su distinta condición.
LA AZOTEA
Azotea de casa de don Isaías, on Sevilla.
A la derecha del actor nu muro bajo, en el cnal esta la puerta de en-
trada, que es de una sola hoja, y al que sirve de remate un teja-
dillo.—A la izquierda otro muro, más alto que aquel, pero meaos
ancho, con una ventana sin reja.— En el foro, cerrando el escenario
por la derecha, pretil que da á la calle, y al cual corta á la izquier-
da un ángulo de la azotea de doña Flor.— El piso de esta azotea
está al mismo nivel que el pretil de la de don Isaías, y por entre
ella y el muro de la izquierda hay paso al palomar.— En primer tér-
mino, de un lado á otro y paralela al foro, una baranda fina de
hierro pintada de verde, que se supoue que da al patio de la casa.
Colocadas en hilera sobre los pretiles, macetas de claveles, nardos y
rosas. Las paredes blancas. En la mas alta de las del foro una pa-
lomilla de madera con varias macetas de rosas y claveles también.
8aelo de ladrillos. En el rincón de la derecha una regadera, nn
cajón, una maceta rota y una escoba. Del primer término de la de-
recha al pretil más alto del foro, un cordel con lopa blanca tendida.
Al fondo ei cielo azul de una tarde de primavera.
La acción empieza antes de la puesta del soi. Poco á poco va oscu-
reciendo y á la terminación de la comedia ilumina el escenario la
luz de la luna.
Manuela descuelga la ropa tendida en el cordel y la
echa en una canasta que tiene junto. Hacia la izquierda
suena un pasacalle popular tocado en una bandurria.
Man. Después de oir la bandurria durante unos momentos.
¡Qué contento está hoy er vesino de la ban»
durria! ¡Y qué pesao ge pone argunas ve-
863! |Jo8Ú!... Dos horas yeva ya con ese pa-
— 8 —
sacaye... Aunque le cogiera un coche er deo
gordo no se perdía na.
Sale don Isaías del palomar en mangas de camisa, con
nna brocha de pintar en ia mano.
D. Is^. Oye, Manuela, ¿dónde está Guadalupe?
Man. Abajo en er patio con los niños.
D. Isa. Voy á ver si me sube un refresco, que esta
tarea de la pintura del palomar me fatiga
mucho, l^légase 6. la baranda que da al patio y mi-
rando hacia abajo grita: ¡Guadalupe!... ¡Guada-
lupe!... ¡Tráeme una naranjada de limón!
Man. Deje usté; yo iré ahora. Ya estoy acabando.
D. Isa. Dios te lo pagará, hija de mi alma... ¡Qué
hermosa está la tarde!... Esta Sevilla en pri-
mavera es un paraíso. Aspirando el aire con de-
licia. Hasta aquí llega el azahar de la Plaza
del Triunfo. Hace uno así... respira fuerte...
y se perfuma el interior.
Man. De noche se pierde aquí er sentío, señorito.
Entre las rosas, los claveles, el asahá de los
alreores y las marnolias der jardín de ar
lao, hay pa morirse e gusto.
En la calle, un Vendedor, pregona con voz gangosa y
fuerte. Es uno de esos á quienes no se les entiende lo
que pregonan ni aun yendo del brazo con ellos.
Ven. ¡A...a...o...o...o... a... a.. o!... ¡Y...a... e...a... o...
a... i. ..o... a...a..ooo!
D. Is\. Apenas lo oye, se asoma al pretil que da á la callo
poseído de extraña curiosidad. Ya va ahí eSC...
¡Jinojo con el tío! Me va á sacar el sol de
la cabeza... ¿Qué diablos venderá? Mo le en-
tiendo una palabra de lo que pregona...
¡Mire usted que es mucho! A ver si lo repi-
te... ¡Cal Basta que uno quiera, para que...
De pronto mira hacia el palomar y grita enfadado.
¡Niño! ¡Luis! ¡Bájate del tejado ahora mis-
mol
Luí. Desde dentro. ¡Si 68 que se nos ha enredado
el pandero!
D, Isa. ¡No me incporta! ¡Bájate!
Man. Er demonio son esos arrastraos.
D. Isa. Trae acá la guita, Antoñito. Vamos á ver si
yo lo desenredo. Todas las tardes hemos de
tener fiesta.
— 9 —
Salen por la izquierda Antonio y Luis. Antonio le
da Á don Isaías el ovillo de guita de una cometa que
han remontado, y don Isaías principia á tirar de la
guita en todas direcciones.
Ant. Tenga usted.
D. Isa. Aganadillo me parece que está... Je, je... Me
estoy transportando á los días de mi niñez
dorada.
Luí. Dale guita, papá, dale guita.
D. Isa . Déjame tú á mi, hombre, que yo sé lo que
hago.
Ant. ¡Que se va á quedar allí la cola!
Luí . ¡Tire usted para acá!
Ant. ¡Adiós! ¡ya se le hizo un boquete!
Luí. ¡Dale guita!
D. Isa. ¡Qué guita ni qué!... Si sabré yo cuando hay
que dar guita. Ya lo tenéis libre... ya está
fuera. Toma, Luis.
Luí. ¿Lo remontamos más, Antonio?
Ant. No, no; recoge ya, que tengo yo que irme á
mi casa.
D. Isa. Sí, si; recoge.
ÍjUI. Lía lú. Le da el ovillo á Antonio, el cual va liando
la guita qne recoge Luis á medida que tira del pande-
ro. A poco está este eu la azotea.
D. Isa. Y mañana me hacéis el favor de no subir
aquí á remontarlo ni á enredar. Os vais á la
Puerta de la Barqueta... que allí hay más
espacio. Vuélvese al palomar.
Ant. Entonces me lo llevo yo.
Luí. Bueno, llévatelo. Yo iré á tu casa, y de allí
nos iremos al río. Mejor, ¿verdad?
Ant. ¡Digo!
Luí. En voz baja. Oye, ¿tienes ahí un cigarro?
Ant. Lo mismo. Tengo dos. ¿Los quieres? Yo le co-
geré más á mi tío Curro.
Luí. Dámelos: que no te vea esa. ¿Y fósforos, tie-
nes?
Ant. Sí. Toma esta caja. Yo le cogeré más á mi
tío Pedro.
D. Isa. Llamando. ¡Luisito!
Luí. ¡Voy!... Hasta mañana, tú.
A.nt. Hasta mañana. Desde mañana ya entrare-
mos en Latín, ¿eh?
— 10 —
Luí. Y si no desde mañana, desde pasado, otra
vez en voz baja. Escuclia; pásate por la cocina
como distraído al tiempo de irte, y ya verás
qué cocinera de Chiclana. ¡Tu tipo! Corre ai
palomar.
Ant. Se echa el panelero á la espalda, el lío de la cola en
uua mano y en la otra el ovillo de guita, y se va por
la puerta Ge la azotea cantando.
Me tiraste cuatro tientos
por ver si me blandeaba...
Man. ¿Le párese á usté er mono ese?... Sabe más
que un guiso e conejos.— ¡Vaya una ropa
que ha lavao la lavandera esta semana! To
se lo arregla con añí. Y es que no se quié
estropea Jas muñecas refregando. Es mu se-
ñorita.
Esperanza, abstraída, sale por la puerta de la azotea y
se asoma al pretil que da á la callo. Luego corta dos ó
tres rnmitas secas de las macetas de claveles. Después se
apoya en la baranda del patio, donde se queda pensa-
tiva. Manuela la observa.
Esp. ¡Tres correos ya sin carta suya!... Y el que ha
llegado esta tarde no me la trae. ¡¿í, sí me la
traerá: me lo da el corazón... Es verdad que
el corazón no hace más que repetir los de-
seos de una.
Man. No maquine usté, señorita; no maquine
usté. Er de usté güerve.
Esp. ¿Crees tú...'?
Man. ¡Er de usté güerve! Pero ¿ha visto usté qué
de penas se pasan queriendo á un marino?
Esp. No son pocas, no.
Man. Sin embargo, usté no se apure, que er de
us-té güerve.
Esp. Pues si vuelve el mío vuelve el tuyo tam-
bién. Van en el mismo barco...
Man. Es que yo di el encargo de que ar mío lo ti-
raran al agua.
Esp. Déjame de historias.
Man. Lo que usté oye, señorita: estoy ya hasta los
pelos de gente de má. No saben regala más
que armejae.
— 11 --
Esp. Mira que no tengo ganas de oir tonterías.
Manuela coge la canasta con la ropa y Jtiace que se va
y vuelve.
Man. Escuche usté, señorita EsperanFa: lo soñé
anoche y va á sah: esta tarde resibe usté
una carta dar tamaño de un carté de Toros:
ar tiempo. Va á yegá otra... y la va á coge á
usté leyéndola toavía. i' eso que er señorito
Luis tiene 1ü letra clara. Vase ai interior de la
casa.
Asoma Rufina al pretil de la azotea de doña Flor.
RuF. ¿Esperanza?
Esp. Hola, Rufinilla.
RuF ¿Kn qué piensas, mujer?
Esp. Ya puedes figurártelo. ¿Para qué me lo pre-
guntas si lo sahes?
RuF. No te preocupes, tonta, que hoy tendrás
carta de Luis.
Esp. Dios te oiga.
Ri'F. Oye, ¿S'íbes que estás muy fea con la raya
en medio?
Esp. Pues me ganas tú con la raya al lado.
RuF. Te diré: no creas c,ue me la he puesto á
humo de pajas. El peinado de raya es muy
llamativo... y á mí me está haciendo mucha
falta que me salga un novio.
Esp. ¡Mujer!
RuK. Asi se lo he dicho al cura esta mañana. Se
puso por las nubes, pero yo se lo dije. ¿Tú
no consideras que estoy en ridículo sin no-
vio? ¿Qué muchacha á los veinte años no ha
tenido pir lo menos un pai? Pues yo, nada,
ni une: ¡pero ni uno! Ni un mal pretendien-
te siquiera. No es aquello de decir que tuve
proporciones y que no cuajaron. ¡Es que ni
por casualidad me ha seguido ninguno!
Esp. Mejor estás así. Mírate en mi espejo, y no
desearás tanto tener novio...
R'JF. iSi, sí; eso dices tú ahora. Tú sufres, pero
sufres á gusto. La ausencia se acaba. ¡Ojalá
me saliera á mí un novio, aunque estuviera
en otro planeta!
Esp. iQué cosas dices, Rufinilla!
RuF. Ponte tú en mi caso, mujer. Yo no soy exi-
— 12 —
gente, no creas: yo no quiero que me salga
ninguno para casarme. Bueno, quererlo sí lo
quiero, ya se ve. Pero ahora no; ahora con
un noviazgo de nueve d^as me daba por con-
tenta. La cuestión es que cuando se hable
de estas cosas entre las amigas, pueda una
decir: «Cuando yo estuve en relaciones con
Fulanito...»
Esp. ¿Tienes más que decirlo aunque no sea
verdad?
RuF. Si, sí; cualquiera se la da á las amigas, que
llevan al dt^dillo el alza y baja... «Fulana,
uno; Mengana, dos; Zutana, tres; Perengana,
ninguno, ni por donde le venga.» Perengana
soy yo.
Esp. Soltando la risa. ¡.Ja, ja, ja! Has conseguido
hacerme reir.
Vuelve Manuela con un vaso de refresco en la mano
y se va al palomar.
RuF. Te advierto que he estado en el paseo con
l'epita y su madre, y he vuelto hecha una
furia. Porque si yo fuera un mamarracho...
bien estaría, pero... Vamos á ver ñ no me
sobra la razón. Tú conoces á la de Gamarra:
tamaña así; verdosa; con la cara más ancha
por abajo que por arriba; que parece una
pera. ¡Pues le ha salido un novio!
Esp. ¿Qué me cuentas, mujer?
RuF. E-< verdad que el novio es una batata con
sombrero, ¡pero le ha saliilo!
Esp. Volviendo á reir. ¿Y para quA quieres tú que
te pida la conversación una batata?
RuF. Si hay más todavía. ¿Recuerdas aquel mu-
chacho alto, moreno, de ojos grandes, un
poco bizco, que parecía que tenía la barba
de astracán?
Esp. ¿Diego Ramírez?
RuF. El mismo. ¿Con quién dirás que está en re-
lacione-?
Esp. ¿Con quién?
RuF. ¡Con una tía suya! Dime tú á mí si eso no
es una infamia. Te advierto que su tía no es
una tía fresca. Vamos, quiero decir que es
ya jamona y muy jamona. Así de gorda, no
— 13 —
exagero. Una ballena. Mira; en el barrio de
Santa Cruz tiene dos visitaB, y siempre que-
da mal con ellas, porque no puede entrar
por aquellas calles. ¿Tú ves á mi tia Flor?
¡Pues tres veces más gordal
Eep. ¡Ave María Purísima! Pero ¿en qué está pen-
sando ese muchacho? ¿Ea rica la tía?
RüF. ¡Quiál
Esp. Pne?, hija, como no piense hacer embucha-
do?, no lo entiendo.
Sale Manuela del palomar con el vaso de refresco vacio
y Toelve al interior de la casa.
RüF. Luego, esta es otra: la mía no hace más que
decirme que yo no tengo gancho. Ella le
llama tener gancho á salir como sale por
ahí: de máscara.
Es?. Chiquilla, por Dio?; no digas eso de tu tía...
RüF. Pero ¿tú sabes lo harta que me tiene? Voy
materialmente corrida al lado suyo. Llama
la atención. Ayer iba para matarla: se pusa
la falda amarilla, la manteleta blanca y el
sombrero de pavo leal. Y luego ¡eche usted
lazos de todos colrre^! No fuimos á la cárcel
por milagro de San Antonio. Vamos, una
cigarrera que pasó por junto á nosotras me
tocó en el hombro y me dijo: «¿Se rifa esta
señora?»
Es?. Riéndose La verdad es que va por ahí como
los carros de Torrijos.
Rur. Pues aún podría pasar si no hablara. A mi
me ataca los nervios su de.«?eo de hacerse la
andaluza y de tener gorpes, como ella dice.
No puedo resistirla, vamcs.
Es?. En eso de los gorpes estamos completamente
de acutrdo. Yo compadezco á tu pobre tío»
¡Mira que cuarenta y dos años aguantando
gorpes!
KüF. Eée sí que es digno de lástima. Un verda-
dero mártir. Mirando hacia la izquierda. Ella vie-
ne ahi. Le pediré permiso para irme á acom-
pañarte un rato.
Esp. Anda, sí, í-L
RuF. Tía, ¿oye usted?
D.a Flor Dentro. Oigo. ¿Qué quieres?
— 14 -
tluF. Que me voy con Esperancita un njomentc.
Sale, doña Flor á su azotea.
D.*i Fioi< Anda con Dios, rabo e lagartija. Güeñas tar-
des, pimpoyo.
Esp. Doña Flor, buenas tardes. (¡Jesús, qué ma-
marracho de señera!)
RUF. Voy en seguida. Fijándose un momento en su
tía. (^¡Ay, válgame Dios, cómo se ha puesto
hoy! Parece el as de COpa8.)Vase por la izquierda.
Doña Flor, efectivamente, es un mamarracho. Vieja
recompuesta, con toda la frente llena de rizos con-
trahechos, patillitas flamencas, mucho colorete y un
traje chillón y escandaloso. Habla con afectación in-
soportable, exagerando la pronunciación andaluza. Es
uno de esos tipos que desacreditan la tierra de María
Santísima, y que creen que son una salina por el solo
hecho de haber nacido allí.
Esp. Usted siempre tan guapa, doña Flor.
D.a Flor Vistosa, hija, vistosa; un poquiyo vistosa na
más. Reatos der pasao . Ande ha habió un cas-
tiyo siempre quean ruinas. Soy un só que se
])one.
Esp. Un sol que se pone... (¡Pero cómo se pone.
Dios mío! No hay por donde cogerla) De
todos modos el sol, se ponga ó no se ponga,
siempre es bonito.
D.íi Flor /Salameriya!
Esp. (Yo he visto á esta señora en las Figuras de
cera; no me cabe duda.)
D.a Ff.oR ¿Cómo anda er garlochí, Esperansiya e mi
arma?
Esp. ¿El qué?
D.íi Flor Er garlochí, er corasonsiyo, el horno e los que-
reles.
Esp. ¡Ah, ya!... (¡Ay, qué señora de mis pecados!)
¡Pues así, así anda...
Don Isaías sale del palomar, picado de la curiosidad
qué lo consume.
D. Isa. Ea, ya no pinto más esta tarde... ¿Con quién
hablabas antes, nena?
Es?. ¿Antes? Con Rufinita.
D. Isa. ¿Con Rufinita? ¿Y de qué, de qué hablaban
ustedes?
Esp. Papá, de nuestras cosas... de tonterías...
- 16 —
D. Isa ¿De tonterías?... Eso no es decir nada...
Apartándose de repente de ella y mirando desde el
pretil hacia la derecha del fondo con gran curiosidad.
¡Jinojo! ¿qué le está echando á los claveles
aquella mujer? Ven acá, hija mía, ven acá.
¿Qué es aquello que le está echando?
Esp. ¡Será mantillo.
D. Isa. sin dejar de mirar hacia el mismo punto. No, DO
es mantillo... ¡Pues si eso es lo grande, que
no es mantillo! Si parece harina ..
Esp. Pero ¿á nosotros qué nos importa, vamos á
ver?
D. ÍSA ¡Yo te apuesto lo que quieras á que no es
mantillo!
D.a Flor ¡Josú, don Isaías! Es asté más curioso que
un guarda e consumos.
Ü. lijA ¡Carumba! ¡no la había visto á usted, señora!
D.¡^ Flor Quié asté eikerarse de ío, le importe ó no le
importe.
D. Isa Por eso estoy rabiando por averiguar los
años que usted tiene. Pero me quedo con
las ganas.
Esp. (f^apá, por Dios...)
D.a Flor Oiga asté\ ¿qué se ha creío asté? Le ai-vierto
asté que nadie tiene más años que los que
representa. ¿Se entera astéf
D. Isa. ¡Pues aviada e:rtá asté ei tiene los dos ó tres
i-iglos que representa!
D.a Flor Esperansiya, cógele un peyizco ar desvergon-
sao de tu padre.
D. Isa. incomodado con el reflejo de un espejillo que vuela
hace un rato en toruo de él. Hombre, ¿quiéñ me
da con el espejito en los ojos?
Esp. Mire usted qué gracia.
D. Isa. Dirigiéndose hacia la izquierda y gritando. ¡Niño!
¡niño!... ¡alma mía!... ¿no te podías meter el
espejito... en 1í* faltriquera?
D.:« Flor Es er niño de doña Rosa, que es mu charla-
tán y lo ensierran en la asotea cuando tiene
la madre visita.
D. Isa. No sea usted mal pensada, doña Flor.
Se oyen hacia la izquierda los maullidos roncos é ira-
cundos de dos gatos que se va^i á embestir de un mo-
mento á otro. Doña. Flor da un grito que parte el alma.
— 16 —
D a Flor ¡ Ay, virgen óe los Reyes!
Esp. ¿Qué ocurre?
D.» Flor ¡Cara-ancha en er tejao!
D. Isa ¿Cara-ancha?
D.tt Flor Digo, no; que es Bombita. Como los dos son
negros...
D. Isa. ¡Ah, ya! ¡Se trata de los gatos!...
E^p. ¡Buena gresca traen, doña Flor!
D.a FlOK Llamando angustiada á «Bombita». ¡MinO, mifiO,
mino!... Ps, ps, ps... ¡Ay, Dios mío de mi
arma' ¡Como se meta Guerrita con é lo hase
peasos!
D. Isa. ¡Sevillanos y cordobeses siempre en pugna!
D.a Flor ¡Mino, mino!... ¡Bombita! ¡Bombita! ¡Bombi-
ta!... Los gatos bufan y se enredan. Oyense cada vex
más maullidos, agudos y roncos. A doña Flor se la pue-
de ahogar con un cabello. ¡Ay! ¡ayl ¡que me lo
matan! ¡que me lo matan! ¡Si son dos contra
é! ¡si es una picardía!...
Esp. (¡Pero á esta señora hay que amarrarla!. .)
D.a Flor Pidiendo auxilio. ¡Reverte! ¡Reverte! ¿Ande está
Reverte?
D. Isa. ¡Señora, en Alcalá!
D.a Flor ¡Mino, mino, mino!... ¡Fragosa! ¡Fragosa!
D. Is». ¿Es alguna gata?
D.a Flor No, señó, que es mi cosinera. Gritando. ¡Da
en er fregadero con un cuchiyo!... ¡Tom»,
toma, Bombita!,.. ¡Toma, toma, hijo de mis
entrañas!... ¡Ay, ay, ay!...
D. Isa. ¡Doña Flor, por María Santísima!
Luí. Saliendo del palomar con una honda y en ella nua
china. Verá usted cómo yo los separo.
Esp. a Luií. (No vayas á hacer una de las tuyas.)
D. Isa También á Luis. (Atízale un peñascazo, á ver
si lo matas.)
Luisito dispara la china al grupo de «Bombita» y bus
adversarios con lan certera puntería, que traa un
maullido colectiro de dolor y de cólera, queda disnelta
la reunión.
D.a Flor ¡Ay! ¡ay! ¡Fiyo! ¡granuja! ¡Don Isaías! ¡mate
asté á su hijo!
Esp. ¡La que va á matarlo soy yo!
I Luisito huye de su hermana y esta lo persigue.
D.a Flor ¡Mira cómo cojea! ¡mira cómo cojea!... ¡Mi-
— 17 —
no, mino, mino'... \Señ&\easté á su hijo, don
Isaía!
D. Isa. ringiendo severidad y enfado, ¡Luislto, ven acá!
Cogiéudoio por una oreja. ¡A los animales no se
les maltrata! ¿Lo oyes? Otra vez que hagas
eso... (¡le pegas la pedrada á doña Flor!)
¡Anda para abajo!
Luí. Bueno, papá, bueno... Descuide usted... des-
cuide usted... (¡Poquitas ganas que le tengo
yo á esa 8?ñora!) Vase ai interior de la casa aguan-
tando la risa.
D.a Flor ¡Josú, Josú, qué sojocasiónl ¡Picaros animales!
Les toma una cariño, y luego... Mirando hacia
la izquierda, por donde se supone que llega á su azo-
tea una visita, y en tono afectuoso. ¡Ay, á qUlén
tengo aquí!... ¡Tanto güeno!...
D. Isa. ^;Quién es? ¿quién es?
D.a Flor Despidiéndose, Hasta la noche, que iré ar pa-
tio un ratito.
I). Isa. Pero ¿quién es? ¿quién es?
Esp. Hasta la noche, doña Flor.
D.a Flor No me digas doña Fió, Esperansñja; por tu
salusita te lo pío. Di me Fió, Fió, Fió.
Es*». Ea, pues vaya usted enhorabuena. Fió.
D.a Flor Así me gusta.
D. Isa. Aquí del cuento. «¿Usted se llama Flor?
¡Pues maldita sea la primavera!»
D.a Flor ¡Grasioso! ¡Grasiosísimo!
Esp. Ya sabe usted que siempre está dé broma.
D,a Fldr Hasta luego, rosita e te. Hasta luego, asaura.
K\ supuesto recién llegado. ¡Qué CaritO SC VCnde
asté, hijo e mi arma!...
D. Isa. Pero, ¿quién ha llegado, tú?
Esp. jQué sé yo, papá! Algún amigóte.
D. Isa No, pues yo lo veo. inútilmente se empina y da
varios saltos.
Llega por la puerta de la azotea don Baldomcro con un
palomo eu cada mano. Habla con mucha calma y como
distraído. Es hombre cuya cabeza no rige bien.
D. Bal. Santas y buenas tardes non dé Dio.s.
EsP. Corriendo á saludarlo. ¡Don Baldomero!
D. Bal, ¿Qué hace aquel allí salta que salta?
Esp. Lo de siempre: oliendo donde guisan.
D. Isa. • ¿Sh? ¡Hola! ¿Tú por aquí, Baldomerillo?
— J8 —
Hombre, qué bonita collera. A ver, á ver...
(i,Cuál es el macho? IM vueltas en torno de don
Baldomero, que no suelta ninguno de los palomos, tra-
tando do reconocerlos.
D. Bal. sm atender á don Isaías ¿Y tú, hijita? Esperan-
do, ¿no es eso?
Esp. Esperando... lo mismo que usted.
D. Isa. El macho es este de la pinta, no me cabe
duda.
Esp. Llevo unos días que...
D. Bal. Cuéntamelo á mí, que llevo otros... Porque
al fin y al cabo tú pierdes un novio... y este
pierde un yerno...
D. Isa. ¡Adiósl
D. Bal. ¡Pero yo pierdo un hijo! se lo saltan las lágri-
mas y, distraído, se las va á limpiar con un palomo.
D. Isa , ¿Te vas á limpiar con el buche, hombre? a
Esperanza, que está también haciendo pucheros. No
llores tú, inocente. ¿Ves lo que has conse-
guido con tu monserga? ¡Hoy habrá carta
de Luis, no tengáis duda!... ¿A qué ponerse
en lo peor?
Esp. Papá dice bien: usted verá cómo esti tarde
recibimos una alegría.
D. Bal. Dios lo haga.
Esp. Muy poco ha de tardar ya el cartero. Asómase
al pretil que da á la calle.
D. Bal. Para nosotros el cartero es ahora el héroe,
la figura...
D. Isa. Hombre, que parece que vas á hacer unos
versos de Navidad. Vamonos á soltar esa
coUerita y déjate de...
D. Bal. Aguarda. Ten ahí. Le da uno de ios palomos.
D. Isa. El macho es este, ¿no?
D. Bal. Te traigo lo mejor que tengo. Pero el trato
es trato: me llevo los claveles marisalados y
los de la bandera española.
D. Isa. Ya, ya estoy...
D. Bal. Y el rosal de pitiminí...
D. Isa. ¡Todo lo que quieras!
D. Bal. Amén de las cebolletas de nardos, ¿eh? El
trato es trato. Y ahora, quédate bizco. Mira
qué ala; mira qué cola; mira qué pico; mira
qué buche. Dame ese. Los cambian.
— 19 —
ü. Isa. ¡Qué pachorra te ha dado Dios!
D. Bal. Mira qué ala; mira qué cola; mira qué pico...
D. Isa. Deseando acabar. ¡Mira qué buche!
D. Bal. Vamos al palomar.
Se encaminan hacia él, y á cada momento se paran.
Don Isaías salta de impaciencia.
D. Isa. Pero ¿me quieres decir por tu salud cuál es
el macho?
D. Bai . Te los iba á traer ladrones, ¿sabes?... Lo que
tiene que los ladrones... Verás tú... Yo tuve
nn palomo ladrón, rafeiio puro... que todas
las tardes me traía una paloma. .
D. I3A. ¿Sí, eh?
D. Bal. Y todas las noches una cuestión personal
con el dueño de la paloma de por la tarde.
Desde entonces renuncié á la casta de los
rajefios.
D. Isa. ¡Nada! ¡y no me dirás cuál es el macho!
Desaparecen por la izquierda.
Vuelve RuflLa por la puerta de la azotea.
RuF. Ya me tienes aquí.
E-'p. ¿Cómo has tardado tanto?
Rlf. Ahora te explicaré. Toma dos besos. La besa
muy efusivamente, ccuo siempre que besa esta joven.
Uno, por nci cuenta; y el otro... el otro cuél-
gaselo á quien te dé la gana.
Esp. inspirando. ¡Av. Dlos mío de mi vida!
BuF. Ya sé yo a quién se lo has colgado. No he
subido más pronto |)orque me he entreteni-
do en el patio de charla con tu madre. Me
ha encargado que te distraiga y que no te
nombre ni la carta que no lleg;i ni al mari-
no ausente. Pero e.-toy viendo que voy á ha-
cer todo lo contrario.
Esp. Yo, por lo men' s, no hablaré contigo de
otra cosa.
Se apoyan las dos en la baranda que da al patio.
RuF. Ni yo contigo. ¿Dónde hay conversación más
entretenida?
Esp. No sé lo que se ía de mí si no pudiese ha-
blar con alguien de esto. Me levanto pen-
sando en él, pensMn-io en él estoy todo el
dia. . y hafcta (jue el sueño no me lo quita lo
llevo en la f.-ente. Y á veces... á veces el
- 20 -
Fueño es tan cariñoso conmigo que no me
lo quita.
RüF. ¡Qué interesante es una ausencia!
Esp. ¡Qué triste! di mejor.
RüF. 8í, pero es una tristeza especial... ¡Ojalá me
encontrara 3-0 muy triste, muy triste, por-
que tuviera un novio ausente! Es verdad
que más ausente que no tenerlo...
Esp. No me hagas reir hablando de estas cosas...
RuF. No, que te voy á hacer llorar; mira esta.
Esp. a poco lo consigues. Esta tarde se me puede
ahogar con un cabello. Me he venido aquí,,
á la azotea, porque no hay sitio más alto en
la casa; que si no, allí estaría. La azotea en
estas horas de la tarde es mi refugio... Me
gusta mirar á lo lejos, ver mucha exten-
sión... Cuanto más dilatado es el horizonte,,
más me encanta: mientras más lejos alcan-
za mi vista, más cerca estoy de él... Y cuan-
do me fatigo de mirar y cierro un momento
los ojos, entonces sí que veo... Veo la raya
blanca del río, y la sigo en todas sus vueltas^
* y revueltas; y llego al mar, y lo veo también
— y eso que no lo he visto nunca, — y en me-
dio del mcr veo un barco que se va... que se^
va... ¡que se va!... ¡Y quiere mi madre que
yo no piense en esto!
RuF. ¡Ay, qué cosas más bonitas se ven teniendo-
novio!
Esp. Estoy en tal estado de ánimo que no acierto
á ver nada ein relacionarlo con lo que me
sucede... Para mí muchas tardes la puesta
del sol es como la rueda de la fortuna...
Miro las nubes allá lejos cambiar de colores,,
y cuando se tiñen Je rosa me lleno de ale-
gría, y cuando se ponen rojas como la san-
gre me estremezco...
RuF. Chiquilla, cómo se conoce que tu novio es
poeta. Se te está pegando el estilo.
Esp, ¿Te vas á divertirá mi costa?
RuF. ¿Quién se divierte, simple? ¿N: es poeta Luis?"
Esp. Sí que lo es. Pero aunque no lo fuera...
lo sería. La ausencia vuelve poetas á I0&
amantes.
^ 21 -
RüF. Pues entonces...
Esp. Luis, en muchas de sus cartas, me escribe
versos. ¡Y me dice unas cosas!... Mira, yo lo
comprendo: si se las dijesen dos novios cna-
lesquiera, cara á cara y en la conversación
corriente, habría para pensar que eran ton-
tos... Pero dichas así... separados... y desde
tan lejos. . y en verso además... ¡Si vieras!
RüF. A mí los versos me derriten.
Esp. Escucha, escucha estos de la última carta
de Luis.
RuF. A ver, á ver...
Esp. •; Mirarte y que me mires!....
Yo los digo muy mal cuando los digo así en
voz alta; como los digo bien es para mi.
RuF. Bueno, pues dilos mal, que quiero yo ente-
rarme.
Esp. '¡Mirarte y que me mires!... Este es, mi dulce dueño,
desde que de tu lado la suerte me apartó,
mi anhelo más ardiente, mi más querido empeño...
¡Mirarte y que me mires!... Tú me dirás que sueño,
pero haz, si quieres verme, lo mismo que hago yo.»
RüF. ¡Ay, qué benito!
Esp. Calla.
«Mira á la blanca luna cuando se apague el día:
yo la estaró mirando cual si te viera á ti,
el alma puesta en ella, radiante de alegría:
mírala y tu mirada se encontrará á la mía,
y luz de nuestras almas será su luz asi.
Y así nos contaremos venturas y rigores,
mirándonos sin vernos, hablando sin hablar...
La luna nos ampara: sus rayos protectores
serán los mensajeros que lleven los amores
del mar á tu ventana, de tu ventana al mar...»
RuF. ¡Chiquilla, qué cosa más linda! ¡Preciososl
¡preciosos! ¡preciosos! ¡No cabe más! ¡Ay,
quién tuviera un novio así!
Esp. ¿P«ra que te escribiera esas cosas?
^üF. No: para decirle por medio de la luna que
viniera en seguida.
Esp. ¡Qué disparates se te ocurren!
RüF. Anda, dímelos otra vez.
Esp. Veo que te han caído en gracia. ¿Verdad
que son muy delicados, tú? A mí me cau-
— 22 —
RUF.
Esp.
RüF.
Esp.
Curro
Esp.
RuF.
Esp.
Curro
Esp.
RuF.
Curro
Esp.
Curro
E p.
Curro
Esp.
RuF.
Curro
Esp.
san un efecto tan especial... no sé cómo ex-
plicártelo... Pnede quesea porque son de mi
novio; pero me suenan como una música
muy suave... muy lejana...
Sí, 8Í...
Me parece como que me acarician por den-
tro.
Y á mí como que me acarician por fuera.
Oye, ¿cómo es lo último? Eso de la luz del
alma... y la luz de la luna... y el mar... y la
reja... Vamos, eso es precioso. ¿Cómo es?
'Y así nos contaremos venturas y rigores...»
Curro, sombrero en mano, asómase en esto al pretil
de la azotea de doña Flor,— Este Curro os el mismo
que en la comedia «El Patio» llega á impedir la siesta
de la familia de la casa.
Buenas tardes, jóvenes amables.
¡Currito!
¡Curritol
(iQue siempre ba de venir á estorbar este
ganso!)
Riéndose estúpidamente. ¡Je, je! Desde ahí pa-
' rezco una caja de zorpreza, ¿no es verdad?
jJe, je! Estoy con doña Flor de tertulia.
¿Sí, eh?
En seguida voy yo: dígaselo á mi tía. (A ver
si lo espantamos así.)
Callan los tres unos instantes. Currito contempla á las
muchachas con sonrisa imbécil.
Esperancita.
¿Qué ocurre?
La encuentro á usté ojeroza...
¿De veras? Pues no hay motivos, no...
Hablan las muchachas entre si. Currito las mira embo-
bado y sin saber si irse ó no irse.
¿Estorbo?
¡Por Dios, Curro!
¡Usted no estorba nunca!
Siguen de palique las dos.
Ezo me dicen en tos laos... y luego rezurta
que estorbo... ¡Je, je! viendo que no lo atienden
se despide. Vaya, corre vuar. Retírase hacienda
uua revercLCia.
Con Dio?, Currito.
_ áá -
RuF. V'^aya usted con Dios.
Ksp. Sigue tan bruto como el año pasado.
RüF. Anda, dime esos versos, tá. El final, el fi-
nal... Eso de que la luna es quiea lleva y
trae.
£iSP. Echáüxlole uiin mano á Rufiua por la cintura y yendo*
Be con ella hacia el palomar.
«Y así nos contaremos venturas y rigores,
mirándonos sin vernos, hablando sin hablar...
La luna nos ampara: sus rayos protectores
seráu loe mensajeros que lleven los amores
del mar á tu ventana, de tu ventana al mar...»
Queda la escena sola unos instantes.
Torna á pregonar el Vendedor en la calle, como antes.
Vend. ¡A...a...o .. 0...0 .. a.. .a.. .o!... ¡Y...a... e...a...
o. ..a... i. ..o... a.. ..a ..000...!
Don Isaías sale como loco del palomar apenas oye el
pregón y se asoma á la calle por el pretil, rabioso de
curiosidad.
D. Isa. ¿Pero qué jinojo es lo que pregona ese tío?
¡Me va á amargar la vida!... Y es aquél,
aquél del sombrero ancho y la burra... Lla-
mando. ¡Baldomero! A ver ú este lo entien-
de... ¡Baldomerol ¡ven!
Don Baldomero sale también del palomar. Viene sin
sombrero.
D. B.AL. ¿Qué quieres, hombre? Le estaba diciendo
á Esperanza...
D. Isa. ¡Cállate!
D. B.AL. ¿Cómo?
D. Isa. ¡'Jállate y escucha!
Vend. Pregonando más lejos. ¡A...a...O... O. ..O... a...Cl...0...f
jY...a.,. e...a...o...a... i...o... a...a...ooo...!
D. Isa. Desesperado. ¿Qué Vende 866 tíO?
D. Bal. ¡Qué sé yo!
D. Isa. ¿Ves tú? ¡No hay quien lo entiendal
D. Bal. Para mi que no vende nada.
I). Isa. ¿Que no vende nada? ¿Es posible?
D. B*l. ¿Cómo ha de vender, si no hay cristiano que
se entere de lo que pregona?
D. Isa. Ah, pues yo no aguanto más, porque va á
darme una apoplejía. Mañana lo espero en
la puerta de la calle, y cuando pase le pido
media vara de lo que lleve.
— 24 —
D. Bal. Oye, ¿y si lleva pájaros?
D. Isa, Si lleva pájaros... E1 vecino de la bandurria toca
el paso doble de «Pan y Toros.. ¡AdiÓs! ¡esta eS
otra! ¡El vecino de la bandurria! ¡Otro que
va á ^cabar conmigo!
D. Bal. ¿Te molesta quizás?...
D. Isa. l^o que me molesta es que ya van tres días
que toca lo mismo, y yo lo conozco y no
consigo acordarme de dónde es.
D. Bal. Mira que te preocupan unas estupideces...
¡Pregúntaselo!
D. Isa. ¡No puedo! Estamos reñidos. Le maté un
gato el otro día... ¡Figúrate que venía á es-
pantarme los palomos!... ¡Pues si esa es mi
desesperación! Oye, oye... Tarareando un poco
al mismo tiempo que suena la bandurria. Tara,
tari, tariaro... ¿Tú no caes, Baldomerillo, no
caes?
D. Bal. Sí, hombre, sí. Tara, tari, tariaro... Lo co-
nozco mucho.
D. Isa. ¿De veras? ¡Dime de dónde es y te doy un
beso!
D. Bal. Pues es de... de... aguarda... de... castañetea
con una mano mientras hace memoria. Don Isaías
espera desasosegado que acabe. ¿De dónde es eSO,
Baldomerín?... Si no sé otra cosa, señor...
Eso es de... de... espera... de... castañetea ya con
las dos manos. Don Isaías, sugestionado y nervioso,
concluye por hacer lo mismo. De... de... de...
D. Isa. ¡Acaba!
D. Bal . De... de... Y tengo al músico en la punta de
la lengua...
D. Isa. ¡Averio!
D. Bal. Es mucha cabeza la mía... De... de...
Llevan uno y otro con los dedos el compás de la mú-
sica y la tararean bailando de impaciencia casi.
D. Isa. ¿De dónde?
D. Bal. De... de... de...
Esperanza y Ruíina, paseando, asoman un momento.
Esp. ¿Tú no ves? ¿Qué hacen?
RuF. ¿Van á bailar ustedes?
D. Isa. ¡Silencio ahora!
D. Bal. De... de...
Esp. ¿Peteneras ó sevillanas?
— 26 —
D. Isa. ¡Silencio!
Esp. ¡Ay, qué cosa más graciosa! ¡Ja, ja, ja!
RUF. ¡Ja, ja, ja! Retíranse hacia el palomar riendo á car-
cajadas.
D. Bal. ¡Ya caigo!
D. Isa. ¿De dónde?
D. Bal. De El Trovador.
D. Isa. Mirándolo con indignación y asomándose por el pretil
a la calle. ¡No te tifu á la calle por misericor-
dia divina!
D. Bal ¿Eh?
D. Isa. ¡Jinojo!
D. Bal. ¿Qué hay? ¿La vecina ya?
D. Isa. No; el de todos los días. Asómate: aquel de
la gorra. Todos los días á estas horas pasa
por aquí. ¿No te alarma eso?
D. Bal. A mino.
l.'eja de sonar la baudu?ria.
D. Isa. De hoy no pasa que yo le vea la cara, si-
seando. SSSS... S886... SStfS... Apartándose de un
salto del pretil. ¡No es quieu yo creía!
D. Bal. Apesadumbrado y ruboroso. PueS, hombre, avisa
otra vez, que el tío ha mirado para arriba
con las de Caín... y me he ganado yo la con-
testación. Y que ha sido por señas.
O. Isa. Mirando hacia la derecha del fondo. ¡Baldomerillo!
¡Baldomerillo! ¡Ya está allí!
D. Bal. ¡Hola! Viendo su reloj. La hora en punto de
todas las tardes.
D. Isa. Ven, ven, no nos vean las muchachas...
Se alejan del pretil unos pasos.
D. Bal. ¿Dónde están los gemelos?
D. Isa. Aquí están. Los coge de entre dos macetas y mira
hacia la derecha del fondo con regocijo. ¡Soplal
¡Cómo viene hoy! Y que tiene el balcón
abierto de par en par...
D. Bal. Dame, dame...
D. Isa. Aguarda un poco, hijo...
D. Bal. ¡Y ella tan ajena, que es lo que me hace á
mi más gracia! Se rleu ios dos muy satisfechos.
A ver, hombre, á ver... van quitándose altematl-
Tamente los gemelos el uno al otro. ¡Hola! ¿eSCOCe-
sas tenemos?
D. Isa. Sí: son las de los martes.
— 26 ~
D. Bal. Cuidado que estos cristales acercan, ¿eh?"
Hace como que palpa lo que se supone que está
mirando.
D. Isa. No todo lo que fuera preciso, pero acercan..
Dame, dame acá...
D. Bai . Permíteme un instante, hombre.
D. Isa. Es que quiero comprobar lo que ayer dis-
putábamos. Después de íijarse un momento. PueS-
tenía yo razón: hay algodón en rama.
D. Bal. ¿Mucho?
1). Isa. Mira.
D. Bal. ¡Qué ha de haber! ¡Atiza! ¡qué barbaridad!...
¡Ole! jole! ¡ole!
I). Isa. ¡Ole! ¡ole! ¡ole!
D. Bal. ¡Y ella tan fresca, que es lo más gracioso!
D. Isa. Sí; lo que es ahora no puede estar más
fresca.
D. Bal. A ver...
Asómase á su azotea doña Flor, que viene por una de
las macetitas qv.e hay en el pretil, y observa la escena.
D. Isa. Fíjate en el color: melocotón legítimo.
D. Bal. Sí, sí; melocotón, exactamente... ¡Hombre!
¡ha comprado otro calzador!...
D.a Flor Mientras no compre unos visiyos...
D. Isa. ¡Adiós! se hace el distraído.
D. Bal. En el limbo, como de costumbre. No haS BStado
mal, Isaías; mientras no compre unos visi-
líos...
D.a Flor ¿Le paese asté los coscones estos?
D. Bal. ¿Eh?... viendo á doña Flor y ocultando disimulada-
mente los gemelos. ¡Ah!... Feliccp, doña Flor.^
D. Isa. ¡Señora, que ba de meterse usted en todo lo
que no le interesa!
D.a Flor Mia er que habla. Pos ¿en qué se metían
astés ahora, más que en eso?Conmigo habían
e da. Por supuesto, que yo en mi arcoha ten-
go cristales opacos y visiyos ensinia de un
deo de gordo.
D. Isa. ¿Sí, verdad? ¡Pues por nosotros puede usted
quitarlos!
D.a Flor Siempre había asté de salí con arguna esábo-
risión. Con coquetería. Sin embargo, no se
haga asté ilusiones, que no los quito... Y
queen astés con Dios, que no quieo estorba..,.
— 57 —
¡Josú! ¡Josú! ¡Cómo está la gente en prima-
vera! Vase con nna de las macetas de claveles.
D. I=5A. ¿ Te parece?
D. Bal. Vo no he vist) pretensiones más ridiculas
que las de ese estafermo.
Suena la bandurria de nuevo tocando lo mismo.
D. Isa. ¡ linojo!
D. Bal. ¿Qué hay?
D. Isa. ¡El de la bandurria otra vez! ¿No oyes? ¡Por
lo que más quieras pregúntale de dónde es
eso, que yo estoy reñido con él!...
D. Bal. ¡\nda y que te emplumen' Yo ¿qué he de
preguntarle?... continúa mirando á la vecina con
los gemelos mientras don Isaías habla con el otro.
D. Is». Ah, pues se lo pregunto yo, porque si no
ine va á sentar mal la comida. Gritando. ¡Ve-
cino! ¡vecino! Deja de sonar la bandurria. ¡Peli-
llos á la mar! ¿Quiere usted decirme de
dónde es eso que está tocando? Pausa. ¿Eh?
Nueva pausa. ¡Hambre, yo creo que lo he pre-
guntado en buenas formas!... Pausa breve. ¿Hh-
brá tío grosero? a voz en cuello. ¡Y usted más
allá!... ¿Eh? ¡Donde usted quieía! En cuanto
lo encuentre en la calle lo dejo en el sitio.
El de la bandurria principia á tocar el popular *No me
mates, no me mates» de <La canción de la Lola>
D. Bal. No le hagas caso, hombre... Deja ios gemelos
D. Isa. Tero ¿no ves que encima se burla? ¿A. qn
todavía voy allá?...
Salen otra vez Esperanza y Rufina.
E^p. Pero, mujer, más vale que lo dejes para otro
día.
RjF. Para otro día ya no tiene gracia. Ha de eer
hoy Don Isaías, venga usted conmigo.
D. Isa. ¿Adonde?
RuK. V^enga usted conmigo y lo sabrá.
D. Isa. Ab, pues vamos á escape. ¿Pasa algo, tú?"
¿Qué es ello? ¿qué es ello?
RuF Necesito su auxilio. Venga usted.
Se van al interior de la casa.
D. BvL. ¿Qué quiere Rufinita, tú sabee?
Esp. Que me vaya á comer con ella Y como á.
mamá no le gusta, se lleva á papá para que-
le ayude á convencerla.
— 2á —
D. Bal. ^.Y no se pierde el apetito con doña Flor en-
frente?
JEsp. fce pierde el apetito, pero se gana el cielo.
Apóyase en la baranda del patio y don Baldomero en
el pretil que da á la calle. Pausa.
D. Bal. Qué pasito á paso va llegando la noche...
Esp. Con nada del mundo se paga este ratito de
azotea...
D. Bal. ¡Ay! ¡qué bien se respira aquí!
JEsp Es una delicia
Nueva pausa.
D. BaL. Mirando con interés hacia la izquierda de la calle.
Esperancilla... ¿me engañan mis ojos ó es
aquel el cartero?
Esp. Asomándose al pretil con explosión de júbilo. ¡Kl
cartero ee! ¡Voy abajo ahora mismo!
D. Bal. Aguárdate, á ver si entra aquí.
EsP Corriendo hacia la puerta. ¿PuCá nO ha de en-
trar, don Baldomero?
D. Bal. ¡Sí! ¡si! ¡viene hacia acá como una flecha!
EsP. Volviendo instintivamente al pretil. ¿Lo VC USted?
¿Lo ve usted?... Hay una pausa, durante la cual
siguen con la vista y con los movimientos, llenes do
ausiedad y alegría, la figura del cartero que se supone
que pasa de izquierda á derecha. Después se miran
afligidos. ¡Se va! ¡Se va!...
D. Bal. ¡No entra!...
Esp Rompiendo á llorar. ¡Hoy tampoco, Dios mío!
D. Bal. Todo sea por Dios... No llores, hija mía, no
llores, mira que yo no puedo verte llorar...
Esp. Serenándose un momento y volviendo á asomarse al
pretil. Pero ¿es posible?...
D. B.*L. Eso digo yo... ¿es jiosible?
Esp. ¡Sí, sí, no hay duda! Es posible: se va, se va...
Ya dobló la esquina... ¡A Luis le pasa algo!...
D. Bal. Algo le pasa, hija: esto no tiene otra expli-
cación.
Esp. o está enfermo, ó se ha perdido el barco...
I). Bal. No, no; eso no... perderse el barco no...
Esp. Es verdad: eso no, eso no... Se sabría, lo di-
rían los periódicos, hablarla la gente... Eso
no, eso no... ¡Ay, Dios mío de mi alma! ¡Y
vuelta á esperar, á esperar otros quince días
más negros y más angustiosos que estos que
se han ido!
- 29 -
D. Bal. Vamos, cálmate, cálmate... Dios no ha de
querer nada malo... Le estamos hacienda
caso á la imaginación, qne es una loca. .
Todo ello va á ser que con las glorias se olvi-
dan las memorias, y que el muy tunante ya
no se acuerda de nosotro?...
Esp. Eso tampoco; eso menos que nada: de mí ee
acuerda...
D. Bal. Pues si se acuerda de tí, figúrate de mí, que
soy su padre.
Esp. De usted, no sé; de mí se acuerda... Me la
dice todas las noches la luna.
D. Bal. Ua poco alarmado al oír a Esperanza. ¿La luna?
¿Has dicho la luna? Mira ai cielo.
Es?. Sí, señor: la luua.
D. Bal. ¿La Inna? Mira ai cielo otra vez. Esperanza,
hija mía, ¡valor!... J^o último es perder el
juicio.
Esp. No tema usted, no; son cosas nuestras...
D. Bal. con súbita alegría. ¡Oye! ¡oye!
Esp ¿Qué?
D. Bal. ¡Bien puede ser esto que me figuro!
Esp. ¿Qué?
D. Bal. ¡No será la primera vez que lo haga!
Esp. ¡Acabe usted, por Dios!
D. Bal. ¿Irá á venir y querrá sorprendernos?
Esp. ¿A venir dice usted?
D. Bal. ¿Quién lo quita? ¡Calcúlate qne recibe una
orden á raja-tabla del ministerio!...
Esp. Ay, ay. . no me lo diga usted... No quiera
alegrarme... ¡Eso sería lo mejor de todo! Pero
eso sí que es hacerle caso á la imaginación.
Oyese gritar á Manuela dentro llamando á la señorita.
Luego aparece jadeante por la puerta de la azotea. Trae
una caita en la mano y la frente cubierta con una
venda.
Man. ¡Señorita! ¡señorita!
Esp. Corriendo hacíala puerta. ¿Qué hay?
D. Bal. ¿Es Manuela?
Man. ¡Carta! ¡carta!
Esp ¿Carta?
D. Bal. ¿Carta?
Man. ¡Carta der señorito Luis! ¡Tome usté!
Esp. ¡Trae! coge la carta con ansia verdadera y rebosan»
— go-
do felicidad. Desde este momento la lectura de ella ab-
sorbe su atención por completo y de todo cuanto la
rodea no se ocupa sino maquinalmente. En sn sem-
blante deja ver las gratas impresiones que la carta le
va produciendo.
D. Bal. Pero ¿cómo es eso?
Esp. Pero ¡cómo vieneí-!
Man. Verá usté lo que ha sío... Yo me explicaré...
¡Ah! ¡er cartero me ha dicho que usté tam-
bién tiene carta en su casa!...
'D. Bal. ¡Hijo de mi vida! ¡voy allá!... Dame un abra-
zo, Ksperancilla... ¿Qué dice? ¿qué dice?...
¿Está bueno?...
-Esp. Está bueno...
J). Bal. ¿Dónde he pues- to yo mi sombrero, señor?
Dice y hace loco de alegría. Eusca el sombrero por
tudas partes sin encontrarlo.
Man. Pues verá Ubté, señorita, verá usté: estaba
yo en la esquina com|_ rando atuca y vi pafá
ar cartero pa acá... ¿Uíté me oye?
-Esp. Sí, eí, te oigo: sigue...
Man. ¿Se entera usté, don Baldomcro?
D. Bai. De todo, hija, de todo .. ¿A que lo he deja-
do en el palomai? Vase por la izquierda.
Man. Le pregunté si traía carta; me dijo que sí;
yo se la pedí pa traérsela á usté correndito,
y lo que está de Dics: pisé una hoja e le-
chuga, me resbalé, caí contra las piedras y
rae hifee una brecha en la frente...
Esp. Vaya por Dios...
Man. Me metieron á empujones en la botica, er
boticario me puso los puntos...
Llega don Isaías á escape por ¡a puerta de la azotea.
D. Isa. ¡Manuela! ¡Manuela! ¡anda para abajo! a
Esperanza, ¿b'abes la novedad?
Esp. Sí, señor, sí; ya la estoy leyendo...
D. Isa. ¡ A.nda para abajo, Manuela!
Man. Yéndose. Voy, voy... ¿Qué ocurre?
D. Isa. a Esperanza de nuevo. ¿No me escuchas, mu-
jer? A tu amiga Rufinita le ha dado un pa-
tatús... Al ver entrar á Manuela con la ven-
da en la frente y en esa facha...
-Esp. Pobre Rufinilla... Éter... éter .. que le den
éter... En mi chinero hay...
- 31 -
Don Isaías corre hacia la puerta.
Doña Flor se asoma alarmada á su azotea.
D.a Flor ¡Don Isaías! ¡Don Isaías! Diga asté: ¿qué es
lo que le ha pasao á mi sobrina?
D. Isa. Deteuiéudose. Nada de particular: un sopiti-
pando.
Esp. Un sopitipando.,, que le den éter...
D.a Flor ¡Pobresita e mi arma! ¡Ix)s nervios! ¡los pica-
ros nervios que la consumen! ¡Voy pa aya!
¡voy pa aya! ¡No aflojarle er corsé hasta que
yo yegue!... ¡JoSÚ, JOSÚ, JOSÚ!... Retirase diciendo
•iJosú!»
D. Is*. Esa señora... Oye... Dc repente, muy alborotado.
¡Jinojo! ¡Ladrones en el palomar!
Esp. Éter... éter... que le den éter...
D. Is . ¡Date! ¡Date!
D. Bal. ¿Qué date?
J). Isa. ¡Date!
D. Bal. ¡Si soy yo que estaba buscando mi som-
brero!
D. Isa. Ah, Baldomerillo, ¿eres tú?
D. Bal. ¡Abrázame, Isaías! ¡Estoy como loco! ¡Tengo
en mi casa carta de mi hijo!... Voy para allá
como un cohete, a Esperanza. ¿Está bueno,
eh? ¿está bueno?
Esp. Sí, señor, sí, está bueno...
I). Bai . Adiós, hijita: toma otro abrazo más. AdiÓF,
tú... adiós... Está bueno, está bueno... Vase
corriendo al interior de la casa.
D.ls>^. Adiós, hombre feliz... Y tú, nena, vente,
que vamos á comer... Se oye á don Baldomero
rodar por las escaleras abajo. ¡Atiza! ¡la CSCalcra
está á oscuras y tse se ha roto la cabeza!
Esp Se ha roto la cabeza... vaya por Dios...
O. Isa. Corriendo hacia la puerta y gritando. ¿Qué ha sldo
ello, Baldomerín?
Esp. Vaya por Dios, vaya por Dios...
D. Bal. Dando voces dentro. ¡No asustarse! ¡no ha sido
nada! ¡no ha sido nada!
D. Is. Vamos, no ha sido nada. Tú, no ha sido
nada.
Esp No ha sido nada... vaya por Dios...
D. Is.fl. Anda para abajo en seguida; luego leerás la
carta...
— 32 —
Esp Voy, voy...
D. Isa. ¡Anda, mujer!
Esp. Voy, voy...
D. Isa. ¡Que tu amiga ha perdido el conocimiento!...
¿Qué estará diciendo de tí?... Vase muy aprisa.
Esp. ¡Bendita carta! ¡Ya está aquí! Ya está aquí,
diciéndome lo que yo sabía, lo que yo na
dudaba, pero lo que quería que me repitiera
una vez más: ¡que vive contento porque lo
quiero yo! Porque me quiere él vivo yo con-
tenta... En verso viene la posdata, como
siempre... Mirando al cielo, donde brilla la luna.
Que me vea la luna leerlos... que le diga qufr
estoy llorando de alegría... Lee.
«iEsperanzal ¡Esperanza! ¡Bendito nombre!
Bálsamo á toda pena que sienta el hombre:
consoladora estrella que en lontananza
para mí siempre brilla... ¡Hulee esperanza!
En tí, reina del mundo, puse la mía,
y esperando, esperando me poso el día...
Como el mar en que vivo cantando á solas
de color de esperanza tiene sus olas,
y andar sobre las olas es mi destino,
siempre llevo esperanza por mi camino...
Cuando asoma en Oriente la luz del día
¡Esperanza! es el canto del alma mía;
y cuando ya entre sombras la noche avanza,
recordándote siempre, digo: ¡Esperanza!
Ya silbe huracanado, ya sople lento,
iEsperanzal ¡Esperanza! me dice el viento;
y las aves pasando sobre mi frente
¡Esperanza! repiten coi.stantemente.
Y es que tu amor en mi alma tiene su centro
y ¡Esperanza! ¡Esperanza! me grita dentro;
y el corazón y el alma laten unidos
y ¡Esperanza! es el eco de sus latidos...
Porque yo sé, Esperanza del alma mía,
lucero de mi noche, sol de mi día,
que mientras que mi barco marcha entre azares
y ¡Esperanza! su estela graba en los mares,
tú que ves que entre azares mi barco avanza,
le rezas á la Virgen de la Esperanza...»
Se acabaron... Estoy llorando como una ton-
ta,.. ¡Qué bonitos son!
— 33 —
El vecino de la bandurria, que por lo visto es un gua-
són, principia á tocar el famoso vals de 'Las olas» y
no lo deja hasta el final de la comedia. Esperanza
repasa los versos con la vista durante unos momentos.
Vuelve Ruñiia por la puerta de la azotea.
Rl'f. ¡Esperancilla! ¿qué haces?
Esp. Calcula tú: leer la carta de ese...
RuF. Besándola. ¡Toma! ¡toina! ¡toma! Ya sabes tú
que yo me alegro como nadie.
Esp. y ahora que me acuerdo: ¿qué te dio?
RuF. Nada, tontilla: un patatús casi . fingido...
Quise hacerme la interesante en presencia
de un'pollo que hay abajo. ¡Ay, qué mucha-
cho más original! ¡Qué bien se hace los nu-
dos!... Por cierto que ya no comes tú ea mi
casa, sino que yo me quedo á comer aquí.
Voy á ver si lo engancho... Vente, vente...
Esp Cuenta con mi ayuda.
RuF. Oye, ¿qué te dice Luis, qué te dice? ¿V^es
cómo no hay cosa más bonita que tener no-
vio? ¿Estás hablando con él por la luna?
Esp. No, chiquilla... ¿qué he de estar hablando?
RuF. Pues cuando hables vas á hacerme el favor
de preguntarle si hay en el barco algún
guardia marina que no esté comprometido;
y si te dice que si me recomiendas mucho.
Esp. Óe hará la recomendación. Vamonos para
abajo.
RuF. Te sale la alegría hasta por la punta de la
nariz. ¡Cómo te envidio! ¡Déjame que te
bese! Vnelve á besarla con más efusión qué nunca.
Y ahora, vamonos.
Esp, Espera. Al público.
¿Me darás, como premio de mis amores,
un aplauso, esperanza de los autores?...
FIN
Madrid, Diciembre, 1900.
OBRBS DE líOS MISMOS flOTOHES
Ks^ri'lnaa y amor, jaguete cómico. (2/ edición.)
Belén, 12, principal, jubete cómico. (2.' edición.)
4>lllto,jagnete cómico-lírico. Música del maestro Osuna. (2.* edición.)
lia media naranja, juguete cóm.ico. (3.' edición.)
El tío de la flauta, juguete cómico. (3.' edición.)
El o|lto derecho, entremés. (3.' edición.)
E<a reja, comedia en un acto. (4.* edición.)
lia buena sombra, saínete en tres cuadros, con música del maes-
tro Brull. (6.' edición.)
El peregrino, zarzuela cómica en un acto. Música del maestro
Gómez Zarzuela. (2.* edición.)
fia vida Intima, comedia en dos actos. (3.* edición.)
lios borracbo», saínete en cuatro cuadros, con música del maes»
tro Giménez. (3.* edición.)
El chiquillo, entremés, (6.' edición.)
¿•as casas de cartón, jugnete cómico. (2." edición.)
El traje de luces, saínete en tres cuadros, con música de los
maestros Caballero y Hermoso. (2.* edición.)
El patio, comedia en dos actos. (4.* edición.)
El motete, pasillo con música del maestro José Serrano. (2.* edi-
ción.)
El estreno, zarzuela cómica en tres cuadros, con música del maes-
tro Ghapi.
I<os Galeotes, comedia en cuatro actos. (3.* edición.) Traducida al
italiano con el titulo de I Galeoti por Qiuseppe Paolo Pacchierotti.
I<a pena, drama en dos cuadros. (2.* edición.) Traducida al italiano
con el mismo titulo por Giuseppo Paolo Pacchierotti.
Jl<a asotea, comedia en un acto. (2.* edición.)
El tronero Ínfimo, pasillo con música de los maestros Yalverde
(hijo) y Barrera.
El nido, comedia en dos actos. (3.* edición.) Traducida al catalán con
el titulo de Un niu por Joaquín María de Nadal.
lias flores, comedía en tres actos. (2.* edición.) Traducida al italiano
con el título de I fiori por Giuseppe Paolo Pacchierotti.
JLos piropos, entremés.
El flechaxo, entremés. (2* edición.)
£1 amor en el teatro, capricho literario en cinco cuadros, pró-
logo y epilogo. (2.* edición.)
Abanicos y panderetas tf ¡1 Sevilla en el botijo! humorada
satírica en tres cuadros, con música del maestro Chapí.
£ia dicha ajena, comedia en tres actos y un prólogo. (2.* edición.;
Traducida al alemán con el título de Das fremde Glück por J. Gusta-
vo Bohde.
Pepita Reyes, comedia en dos actos. (2.* edición.)
lios meritorios, pasillo.
I^a zaborf, entremés.
lia reina mora, saínete en tres cuadros, con música del maestro
José Serrano. (2.* edición.)
Zarag^atas, saínete en dos cuadros.
Lia zag:ala, comedia en cuatro actos.
lia casa «le García, comedía on tres actos.
lia contrata, apropósito.
Ki amor que pasa, comedía en dos actos. 02.** edición.) Traducida
al italiano con el titulo de Vatnore che passa por Giuseppe Paolo
Pacchierotti.
Ki mal (le amores, saínete con música del maestro José Serrano.
Kl nuevo servidor, humorada.
Mañana de sol, paso de comedia. Traducido al alemán con el títu-
lo de Ein sonniger Margen por Mary v. Haken.
Fea y con gri*acia, pasillo con música del maestro Turína.
lia aventura de los g:aleotes, adaptación escénica de un capí»
tulo del Quijote.
lia musa loca, comedía en tres actos.
I^a pitanza, entremés.
El amor en solfa, capricho literario en cuatro cuadros y un pró-
logo, con música de los maestros Chapí y Serrano.
lios chorros del oro, entremés.
Morritos, entremés.
A.mor & oscuras, paso de comedia.
I^a mala sombra, saínete con música del maestro Jo.sé Serrano.
(2." edición.)
El Ícenlo alegare, comedia en tres actos. (2,' edición.)
El niiio prodigólo, comedia en dos actos.
Nanita, nana... entremés con música del maestro José Serrano.
lia zancadilla, entremés.
Ija bella l^ucerito, entremés con música del maestro Saco del
Valle.
lia patria cbica, zarzuela en un acto, con música del maestro
Chapí.
I^a vida que vuelve, comedía en dos actos.
A la luz de la luna, paso de comedia.
lia escondida senda, com.edía en dos actos.
El agua milag^rosa, paso de comedía.
l<as buñoleras, entremés.
Eas de Caín, comedia en tres actos.
Eas mil maravillas, zarzuela cómica en cuatro actos y un pró-
logo, con música del maestro Chapí.
Sangrre iporda, entremés.
Pompas y lionores, capricho literario «n verso por El diablo eo»
juelo.
IaH madrecita, novela publicada en Ellcuento semanal.
SERAFÍN T JOAQUÍN ÁLVAREZ QUINTERO
1 género ínfimo
PASILLO
CON MÚSICA DE LOS MAESTROS
VALVERDE (hijo) y BARRERA
Precio: UNA peseta
Iví: -A. ID ri I 3D
SOCIEDAD DE AUTORES ESPAÑOLES
Florín, 8, bajo
1901
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"^^^^/^-f- EL GENERO (NFIMO
Esta obra es propiedad de sus autores, y nadie po-
drá, sin su permiso, reimprimirla ni representarla en
España ni en los países con Igs cuales haya celebrados
ó se celebren en adelante tratados internacionales de
propiedad literaria.
Los autores se reservan el derecho de traducción.
Los comisionados y representantes de la Sociedad
de Autores Españoles son los encargados exclusivamen-
te de conceder ó negar el permiso de representación
y del cobro de los derechos de propiedad.
Queda hecho el depósito que marca la ley.
EL &ÉNERO ínfimo
X'.^SXXjXjO
serafín í JOAÍUÍN ÁLVAREZ piNIERO
con música de los maestros
VALYERDE (hijo) y BARRERA
Estrenado en el TEATRO DE APOLO el 17 de Julio de i 00 i
-*--
MADRID
E. VELASCO, lUP., HAEQCÉS DK SANTA ASA, 11 Dl/P.*
Teléfono número 551
1901
A nuestro ezoelente amigo
Querido Pepe: acaso á tu agradable compañía en
nuestras recientes visitas á varios salones por el estilo
del Verde botella, debamos nosotros el haber escrito
£ste pasillo. Por eso te lo dedicamos. Míralo de hoy
más como cosa propia y, ya que eres tan impresionable ,
Tío hagas caso ninguno de los que lo elogien por amigos
ni de los que lo censuren por envidiosos. Menos que á
éstos aiin prestes oídos á aquéllos cuyo criterio es la
obsesión del trimestre ajeno, y que salen de toda pri-
mera representación haciendo multiplicaciones en los
puños de la camisa. — ¡Ahí ¡qué asco! — como diría don
Teodoro.
Fíate de la opinión que á nosotros sabes que nos
merece, seguro de que, aunque parezca mentira, es la
más imparcial.
Tuyos siempre.
<&7eifí/m y ^oaautn.
Madrid, tS de Julio de iQoí.
FtE:iPA.l?tTO
PERSONAJES ACTORES
( Lola Sbta. Pbetel.
HERMANAS PICHICHI/ Pepa Pino.
^Carmen Tabernkb.
LA BELLA LÓPEZ Brú.
LOLITA GUIÑOS Sad. Torbes.
MB. CHIREÍN Sb. Mesejo (E.>
DON TEODORO Mesejo (J.)
DON ANSELMO Carreeas.
GAEEIDO Fernández.
MARTÍNEZ Ontivebos.
DON FAUSTO Ramiro.
UN CALAVERILLA Carrión.
ESPECTADOR 1.».. Soriano.
ÍDEM 2.» De Francisco.
ÍDEM 3." PüLPEiRO.
ACOMODADOR 1." Codorniu.
ídem 2.° Picó.
EL PIANISTA RüESGA.
EL JEFE DE LA CLAQUE Sánchez.
Varios espectadores más ó menos pacíficos
fr II ft II ■» II j^ II jfe II ¡ga II :^ II j^ II ^ ir-f 1; ¿ H :i^ II jg II » II ;ije II «y .'I jfe II ¿H
EL GENERO ÍNFIMO
El teatro representa el escenario y parte de uno de estos salones mo-
dernos en que el 'género ínfimo» se cultiva. Del segundo térmi-
no al fondo, se eleva el tablado, que es practicable. Delante de
61, en el centro, piano y sillón. A derecha é izquierda del piano,
filas de butacas de tres ó cuatro cada una, en la misma disposi-
ción que las llamadas de orquesta. En el primer término de la iz-
quierda del actor está la puerta de entrada, y en el de la derecha
la de salida. Sobre la embocadura del tablado hay un caprichoso
letrero que dice así: SALÓN VERDE-BOTELLA. Las veces de te-
lón las hace una cortina abierta por la mitad, cada una de cuyas
partes se descorre hacia un lado de la embocadura.
ESCENA PRIMERA
ACOMODADORES 1.° y 2." y DOS ESPECTADORES; luego DON TEO-
DORO, DON ANSELMO, DON FAUSTO, MARTÍNEZ, GARRIDO,
UN CALAVERILLA, EL JEFE DE LA CLAQUE, EL PIANISTA y
varios ESPECTADORES más.
ACOM. l.o (Después de recogerles las localidades á los dos Espec-
tadores que hay sentados en las butacas, y dirigién-
dose al Acomodador 2." que está junto á la puerta de
entrada.) Abre ya. (obedece el otro y empieza á en-
trar el público y á colocarse en las butacas, con ayuda
del Acomodador 6 sin ella. Don Fausto viene con un
bastón que parece un amigo. Se sienta á la izquieida,
en la segunda flla de butacas, y principia á dar basto-
nazos fuertes en el suelo.)
— 8 —
D, Teod. Ese gordo trae prisa.
Mart, Acomodador, ¿cuál es mi sitio?
ACOM. 2.0 ¿A ver? (Mirando el billete) AqUÍ. (se coloca Mar-
tínez también á la izquierda, en la primera fila, nú-
mero cuatro, sin hablar palabra. El Acomodador ob-
serva que trac en la boca una boquilla con un puro y
le dice con la mayor amabilidad:) No Se p5rnQÍte
fumar, caballero.
MART. (Haciéndole oler el puro y con una voz que no deja lu-
gar á dudas.) ¡Es brea para la garganta, amigo!
AcOM. 2.0 ¡Ah! Usted perdone. (Martínez se pone á leer un
periódico. Siempre que don Fausto golpea el suelo con
el bastón, Martínez vuelve la cara y lo mira con una
fresca en cada ojo.)
D. TeOD. (a don Anselmo, que llega.) ¡Don AnSclmo!
D. Ans . ¡ Don Teodoro!
D. Teod. ¿Usted en este centro de corrupción?
ü. Ans. Pues ¿y usted, caramba, está en misa?
D. Teod. Le advierto á usted que esto mío ea una
casualidad.
D. Ans. Y esto mío otra.
• D, Teod. Pasé por la puerta...
D. Ans. Sí; tomó uí^ted una entrada...
D. Teod. Justamente... Y ya con la entrada en la
mano...
D. Ans. ¡Claro es!... Lo mismo que yo.
D. Teod. Por cierto que todavía estaba por irme.
D. Ans. (Yo no.)
D. Teod Me repugnan profundamente estos salones.
(con asco.) ¡Ah! Se respira aquí una atmós-
fera de vicio, un ambiente tan deletéreo. .
(siempre con asco.) ¡Allí
D. Ans. Deletéreo, si señor, deletéreo.
D. IeoD. (viendo que don Anselmo no le da paz á las paleti-
llas.) ¿Qué le pasa á usted?
D. Ans. Que el vestíbulo no es tan deletéreo, pero
hay una de pulgas... He cogido una viendo
la Feria de Sevilla, que me va á dar la noche.
D. Teod. No me hable usted tampoco del vestíbulo.
¡Qué de socaliñas! ¡qué de máquinas inferna-
les para sacar cuartos! Meta usted diez cén-
timos y saldrá un merengue; meta usted
diez céntimos y le harán cosquillas; meta
usted diez céntimos...
— 9 —
D. Ans. y no los vuelve usted á ver m-ís.
ACOM. 1 o (Acercándose á Martínez y hablándole en la misma
oreja.) Caballero, no se permite fumar.
Mart. (Qiic está distraído leyendo.) ¿Kb?
AcoM. 1.0 Que no se permite fumar.
Mart. ¡Ya le he di.'ho al otro que es brea!
AcoM. l.o Usted dispense.
D. FaUS. (canturriando con zumba.)
Y oliendo á brea, y oliendo á brea...
Mart. (Mirándolo de un modo terrible.) ¿Eh? (Don Fau.sto
enmudece.)
D. Ans. (continuando en voz alta su diálogo con don Teodo-
ro.) Algunas noches me han dicho que no
se papa m-^l del todo.
D. Teod. Pero siempre dominará la misma nota nau-
seabunda y grosera... ¡Ahí
D. Ans. Creo que sale ahí una desgraciada... y le pi-
den que baile el tango...
D. Teod. ¡Ahí Le digo á usted que estaba por irme...
Y lo baila, ¿eh?
D. Ans. ¿Qué ha de hacer la pobre? Usted calcule...
(Remedando á don Teodoro.) ¡Ah!
D. Teod. ¡Y sacará las cosas de quicio!
D. Ans. ¿Quién lo duda?
D. Teod. ¡Ah!... Me quedaré .. pero crea usted que ..
¡Ah!
D. Ans. Vamos á sentarnos, si le parece á usted
¡Mecachis en la pulga! ¡Me está ampliando!
D. Teod. ¡Desdicbadopaís! ¡Nación degradada! ¡Pue-
blo putrefacto!
D. Ans. (Este hombre es un artículo de fondo.)
D. Teod. ¿Qué número tiene usted?
D. Ans. El dos de la primera fila.
D. Teod. Y yo el seis.
D. Ans. (Pues me alegro de que haya en medio una
cuña.) (Se sientan, no sin un gruñido de Martínez,
á quien pisa don Teodoro al pasar.)
Mart . ¿En dónde lleva usted los ojos?
D. Teod. Usted dispense, caballero, (se inicia un aplauso
que se mantiene unos instantes. Llega el Pianista, que
es la personificación del hastío, y se sienta en su sillón.
En seguida empieza á tocar la sinfonía, estimulado por
— 10 —
las palmas y por los bastonazos de don Fausto. Don
Teodoro y don Anselmo siguen su conversación mientras
tanto, ora mirándose por detrás, ora por delante de
Martínez, que está entre los dos y á quien incomodan
de veras.)
D. Ans. Tome usted un cigarrillo.
D. Teod. Gracias.
D. Ans. ¿Quiere usted cambiar de papel?
D Teod. No.
D. Ans. Pues vaya un fósforo.
D. Teod. Encienda usted primero, (pasean la cerilla por
delante de las narices de Martínez.)
D. Ans. Encienda usted; hágame el favor....
D. Teod. Hombre, no gaste usted cumplidos.
D. Ans. Como usted quiera.
AcoM. 2.0 (Acercándoseles.) Caballeros, aquí no se pue-
de fumar.
D. Ans. (Aludiendo á Martínez.) Como está fumando el
señor...
AcoM. 2.0 Lo del señor es brea.
D. Ans. ¡Ahí ¡es brea!
Mart. (Guardándose resueltamente el puro.) ¡Vaya! ¡Me
van á brear á mí entre todos! (oon Fausto
suelta una carcajada y Martínez apela á la mirada de
antes para callarlo. Acabada la sinfonía suena un
timbre, que vuelve después á sonar como anuncio de
cada mimero en el Salón, y se descorre la cortina.)
D. Teod. ¡Vamos á ver esta inmundicia! ¡Ahí
D. Ans. ¡Ah! Vamos á verla. ¿Quién sale ahora?
(jtAR. (Metiéndose en harina con don Anselmo, que está de-
lante de él.) Las hermanas Pichichi:Lola, Pepa
y Carmen. Pepa no es hermana talmente, es
prima nada más; pero ellas se llaman her-
manas por la novedad de la cosa.
D. Ans. Hombre, ¿es una novedad que haya tres
hermanas?
Gar. Tres hermanas que hagan lo mismo, sí se-
ñor.
D. Ans. Ah, ¿pero estas tres hacen lo mismo?
Gar. y muy bien las tres. Verá usted cómo can-
tan. Son hijas de aquella célebre Rosario la.
gorda.... ¿No se acuerda usted de ella? Aho-
ra están en grande. Viven Lechuga 1.
D. Ans. (Y ¿por qué me contará á mí este señor todo
esto?)
— u —
ESCENA II
DICHOS, en el salón; las HERMANAS PICHICHI (Lola, Pepa y Car-
men), en el tablado. La decoración que se ofrece á la vista del públi-
co es de jardín ameno. Por la derecha salen las Hermanas Pichichi
yestidas de maja las tres y con mantillas blancas. Verlas aparecer y
empezar sus funciones el Jefe de la claque, todo es uno.
D. Faus. ¡Buenas personas, caballeros, buenas per-
sonas!...
Música
Las tres La mujer que un novio quiera
que se ponga la mantilla,
porque si así no lo pilla,
nunca saldrá de soltera.
Con la mantilla se vuelve loco
el que más cuerdo se quiera hacer,
porque descubre velando un poco
y porque vela dejando ver.
No hay nada que interese
como lo incierto...
Ni cubierto del todo
ni desculjierto....
Es la mantilla española,
de madroños, negra ó blanca,
una red en que se prenden
los corazones que pasan.
Su encanto mayor
es hacerla celosía
para las horas de amor.
Y en otro lugar,
haciendo de ella rejilla
sirve para confesar.
— li —
— Ay, mi moreno, dime bajito
que tú me quieres con toda el alma,
que yo descorro mi celosía
como me digas que no me engañas.
— Ay, padre cura, yo estoy malita
porque me ha dicho que no me quiere;
dígame, padre, si me condeno
si es que me muero por 8us quereres.
Es la mantilla española,
de madroños, negra ó blanca,
una red en que se prenden
los corazones que pasan.
Con la mantilla se vuelve loco
el que más cuerdo se quiera hacer,
porque descubre velando un poco
y porque vela dejando ver.
(Terminado el número, se retiran las Hermanas Pichi-
chi con sus honores; la claque y el público aplauden
de lo lindo, vuelven á salir, saludan agradecidísimas
y se marchan definitivamente sin cantar nada nuevo.)
Hablado
L). Teod. (a don Anselmo, molestando siempre á Martínez.)
¿Ha visto usted cosa más insíípida?
D. Ans. [Insoportable!
D. Teod. Este público imbécil las traga como el puño.
D. Ans. Calle usted, no nos vayan á pegar encima.
ESCENA III
DICHOS menos las HERMANAS PICHICHI; en su lugar, la BELLA
LÓPEZ, que sale también por la derecha, como todos, capaz de re-
sucitar á un muerto. Al abigarrado concurso, en general, se le ale-
gran las pajarillas y se la recibe con ¡oles! y aplausos.
D. FaUS. ¡Oh! ¡Qué mujer esta! (Manifiesta su entusiasmo
ahora y siempre dando muy fuertes resoplidos, que
molesta principalmente al pobre Martínez.)
-- 13 -
D. Ans. ¡Es guapetona! ¡es guapetona!
Gar. (volviendo á la carga ) Muy bueca DQUchacha,
no crea usted.
D. Ans. No, si yo no creo nada.
Gar. Es viuda y separada del marido.
D. Ans. ¡Naturalmente!
Gar. Qui.ro decir que se volvió á casar con un
cartero y que se s'eparó de él. Vive Le-
chuga 4.
D. Ans. Bueno, vamos á oiría. (ei Pianista vuelve á su»
funciones.)
Música
B. Lóp. Ven y pasa por mi ventana
que yo te espero, serrano mío;
ven y pasa y verás mis ojos
como te disen que no te orvío.
Te yamo y no vienes...
er sielo te güerva buena
la mala sangre que tienes.
(ei público en masa repite el estribillo con la cantan^
te. Oles y ap'ausos. Don Fausto sopla. Martínez estor-
nuda. Don Teodoro gruñe.)
Tengo un riso sobre la frente
que á mi mosito lo güerve lelo;
dos ri.sitos en las patiyas
y cuatro risos en er jiescueso.
Tengo dos lunares:
el uno junto á la boca,
el otro donde tú sabes.
(vuelve el público á repetir el estribillo. Ovación. La
Bella López se retira graciosamente y es llamada á es-
cena con insistencia. Vuelve á salir y se dispone á.
cantar de nuevo. El Pianista la mira con ojos de car-
nero á medio morir y siempre bostezando.)
Hablado
D. Teod. ¡Esto es híbrido, don Anselmo!
D. Ans. ¡Híbrido, don Teodoro!
D. Faüs. (sin dejar s.is resoplidos.) ¡A mí esta mujer me-
disloca!
— 14 —
Marx. Pues señor, no tenemos mal ventilador aquí
detrás.
D. Faus. {Gritando.) ¡La pulga! /Lajmlga!
Esp. 1 o ¡MalagueñasI ¡malagueñafc!
Varios [Malagueñas!
Oar. (a don Anselmo.) ¿Usted sabe de quién es hija
esta?
D. Ans. No, señor.
Oar . ¿Usted se acuerda de un jefe de policía que
hubo aquí el ochenta y uno?
D. Ans. No, no me acuerdo.
Oar. Pues de ese.
Música
B. Lóp. Las raíses der doló
tengo en el arma metías;
yo lo fui to pa un serrano
y ahora me ve y no me mira.
(oles y aplausos.)
D. TeOD. (Sin poder contenerse.) ¡Ole!
D. Ans. ¡Don Teodoro!
D. Teod. ¡Se encenaga uno sin querer, don Anselmo!
D. Faus. ¡La pulra! ¡La pulgal
Marx. ¿Pero qué pulga pide este señor?
D. Ans. No será la que yo tengo, seguramente.
J3. Lóp. (cantando.)
Paso por la vera tuya
y tú te encoges de hombros;
y pasas tú por la mía
y se me nublan los ojos.
(ovación. Retírase la Bella, vuelve á aparecer entre
aplausos y oles y vuelve á retirarse.)
Hablado
D, Teod. ¡Híbrido, don Anselmo, híbrido!
Marx. (a don Teodoro, harto ya de que le molesten.) Hom-
lore, ¿quiere usted ponerse aquí junto á su
amigo, y así me dejan ustedes en paz?
D. Teod, Sí, señor; con muchísimo gusto, (cambia de
sitio con Martínez.)
Marx. (Cuando te dé el soplete del de detrás, 3'a
verás lo que es bueno.)
— 15 —
D Teod, (¿Ve UPted? ¡Público soez! ¡Público encana-
llado! ¡Nación pútrida! ¡Así hemos perdido
las colonias!)
ESCENA IV
DICHOS menos la BELLA LÓPEZ; en su lugar MR. CHIRRÍA, fíale
con un frac que lo mismo puede ser suyo que de un amigo del a'ma.
Pronuncia el castellano torpemente, con algo de acento extranj3i"o,
como si lo fuese de verdad.
D. Faus. ¡Adiós! ¡el adivinador!
Calav. ¿Cuando vas á morirte, hombre?
Esp 2.0 ¡Fuera! ¡fuera!
Esp. 3.0 I Vete ya, guasón!
Cai.av. ¡Que salga la Martínez!
Esp. 2.0 ¡Que baile!
EeP. 3.0 ¡Que se afeite!
M. ChiR. (Adelantándose á la batería imperturbable, á pesar del
caluroso recibimiento.) Respetable y distinguidí-
sima concurrencia: voy á tener el gusto de
exponer á ustedes...
Calav. ¡Deja el discurso, pelma!
3l, Chir. (Como si no fuera con él.) V^arios experimentos
de adivinación y trasmisión del pensamiento
humano, í-in contacto alguno. Para ello voy
á repartir uras papeletitas entre los señores
que deseen probar el fenómeno, en las cua-
les escribirán aquello que quieran que yo les
adivine.
Calav. Bueno, baja 3'a. (Lo hace por una gradina que
hay junto al piano y reparte varios pedacitos de papel
en blanco.)
Marx. A ver, déme usted á mí una. (se conoce en ei
modo de pedir, que le ha hecho alguna mella la cosa.)
M. Ch R. Tome, señor.
Mart. ¿Qué escribo aquí?
M. Chir. Ah, lo que usted quiera.
Gar. Lo que quiera usted que el señor le acierte.
M. Chir. Este caballero me ha comprendido bien.
Esp. 2.0 ¡Es muy listo!
Gar. ¡Animal! ¡A la cuadra ese!
— 16 —
D. Teod ¿Qué le parece á usted, don Anselmo? ¡Esto
68 Ja última capa social!
D. Ans. Si no es la última, es la penúltima, don
Teodoro. (Don Fausto se va quedando dulcemente
dormido.)
E;-p. l.o (Levantándose.) Va usted á hacerme el obse-
quio de adivinarme á n:í...
M. Chir. ¿Ha escrito usted ya?...
Esp. l.o SI, señor.
M. Chir Bien, pues sírvase taparme los ojos. Tome
este pañuelo, y coloqúese detrás de mí, y
mándeme con el pensamiento lo que quie-
ra que haga. Con mucha fuerza, ¿eh? (una
vez vendado Mr. Chirrín principia á dar carreras y
saltos de epiléptico y á pegarse puñetazos en la cara
avanzando y retrocediendo por entre las fllas de buta-
cas y palpando y sobando á todos. El otro le sigue con
el entrecejo fruncido y sin mirar á nadie. Es de los
que lo toman en serio. A Martínez le causa el espec-
táculo supersticiosa curiosidad.)
Esp. l.o Sí, señor, si.
M. Chir. Siga... sígame... piense... piense... piense
bien... (Palpando á uno.) ToCO... tOCO .. ¿Qué
hago?... ¿qué hago?...
Mart. No se lo diga usted.
M. Chir. Mándeme con fuerza... Así... así... (Dirígese
como una bala á don Anselmo y después de sobarlo á
su antojo le coge el sombrero y se lo apabulla.) Es-
to... esto... No; no es esto, no... no...
D. Ans. (Apoderándose de su sombrero.) ¡Ya lo creo que no!
M. Chir. ¡Sígame... no dude... no se distraiga! ¡Ahí
¡ahí (Coge el sombrero de don Fausto, que está dor-
mido, y con él en la mano, baila indeciso en mitad de
la escena. Al fln sale corriendo como loco y se lo melé
basta las orejas al Piani.sta. El pueblo se ríe.) EstO...
esto sí... Piense... piense... ¿qué hago?... ¡Ah!
¡sí! Esto, esto es.
EsP. l.o (Rompiendo á aplaudir entusiasmado y leyendo el pa-
pel.) ¡Bravo! ¡bravo! idivinamentel — «Que le
quite el sombrero á aquél señor grueso, y
que se lo ponga al pianista.» — (Aplausos gene-
rales. Mr. Cbirrín se descubre los ojos y le pone el
sombrero á don Fausto, que al ruido de los aplausos
se despierta y grita golpeando el suelo con el bastón.)
— 17 —
D. FaUS. ¡La imlga! ¡La pulga! (e1 Espectador l." vuelve á
su sitio )
Marx. Eso es que ve.
Gar. ¿y qué tenemos con que vea?
M. Chir. ;, Hay algún otro caballero que desee pro-
bar'?..
Mart. Si, señor, yo. ¿A que no me acierta usted á
mí lo que yo quiero?
M. Chir. Ah, si usted ss presta á ello, lo mismo. Sír-
vase cubrirme los ojos. (Se repite la misma fae-
na. Martínez aprieta más que un dolor.) ¡Ay! No
hace falta que apriete usted tanto...
Mart. Sí, sí... (Una vez que lo ha vendado, se le pone de-
lante y lo amenaza con el puño, á ver si lo ve. En se-
guida se convence de que no.) |Al pelo! Ande US-
ted ahora.
M. Chir. Sígame muy de cerca y mandándome muy
fuerte cnn el pensamiento, (vuelta á las caítí?-
ra.s y á los saltos y al sobar general.) Venga... ven-
ga... Cojo... cojo... no... no..
Mart. Sí, si me lo va á acertar....
M. Chir. Piense bien.. . ¿Qué debo hacer? |Dígamelo!
Mart. Sí, sí...
M. Chir. No se distraiga.... Fuerte... fuerte.... ¡Ah!
(Sube al escenario corriendo.)
ÜAR. ¡Sígalo usted, hombre!
Mari. Fs lo mismo; á mí no me lo acierta, (sube
también al escenario. Mr. Chirrín da una vuelta por él
seguido de Martínez. En seguida vuelve á bajar. A Mar-
tínez se conoce que le llama la atención algo que ve
por el interior del jardín y se queda arriba mirando
hacia la izquierda con curiosidad.)
M. Chir Bajo, bajo ... Aquí no .. no es aquí. .. (Lleno
de angu.stia ya.) Píense... piense... sígame....
Gar. (a Martínez que está todavía arriba.) ¡PerO hom-
bre, baje usted! Así ¿cómo (piiere usted que
el hombre haga nadu?
M. Chir. Imposible... imposible así....
Mart. (Bejando.) No, si es igual.... Verá usted cómo
á mí no me lo acierta. ¡Ahora no ve!
M. Chir. ¿Qué ver?... ¿qué ver?... Mándeme.... (Martí-
nez obedece.) ¡Ab! ¡ya! Esto... esto sí. .. (va á la
butaca en que estaba Martínez y coge el periódico que
este lela.)
s
18
Mart.
M. Chir.
Gar.
Mart.
M. Chir,
Mart.
M. Chir,
Mart.
M. Chir.
Mart.
M. Chir,
Mari.
Gar.
M. Chir.
Calav.
Gar.
Mart.
Gar.
Mart.
Gar.
Mart.
(Algo sorprendido.) Va bien, va bien....
¿Qué hacer yo con esto? Diga., diga...
(Como si fuera el padre de Mr. Chirrín.) No 86 dis-
traiga usted y piense.... Si no, no hay
modo...
Ya... ya pienso. .. (Pone toda su alma en el asun-
to. Los ojos muy fijos parece que se le van á saltar.)
No sé... no sé... no doy...
¡Es que es muy difícil!
Ah, es imposible. No sirve... no piensa... se
distrae... me vuelve loco... (Quitase la venda.)
¿No lo decía yo?
Pero ¿qué ha pensado usted, caballero?
Aquí está escrito; yo no engaño á nadie...
«Que coja el Heraldo que luí 3^ en mi asien-
to, y que me acierte la charada... » (Risas ge-
nerales.)
(Con espontáneo arranque en su lengua nativa.) |NoS
hSifastidiao estel. . (Enmendando el lapsus en se-
guida.) ¡Nos ha fastidiado este! Ya compren-
derá el respetable público que es absurda
la pretensión....
¡Como que me trae loco!
(¡Qué animal!) (coge el «Heraldo» y se pone á leer
la charada.)
Mi deber no es ese... mi deber... Mis facul-
tades... mi... El fenómeno de la trasmisión...
contacto nunca... pero charfdas menos..
Servidor de ustedes. Buenas noches. (Aplau-
sos fríos ) Muchísimas gracias. (Retirándose, y
otra vez en su lengua nativa.) ([LoS hay que de-
bían estar en un pesebre!)
¡Adiós, y que te alivies!... ¡Qué posma!
(Tocándole en un hombro á Martínez y con cierto
misterio.) TarUgO.
¿Cómo?
Tarugo.
¡Oiga usted!
Tarugo es la charada. Ruta... gota.... Ta-
rugo.
¡Pues es verdad! Tarugo es, si señor. Mu-
chas gracias. Yo es que creí que ruta era
con dos erres.
19
ESCENA V
DICHOS, menos Mr. CHIRKÍN; en su lugar, LOMTA GÜIÍ50S, con
mantón de Manila. Al presentarse en escena estalla un aplauso. Kl
pueblo se anima visiblemente.
D. Fau8. ¡La pulga! ¡La pulga!
D. Ans. ¿Otra vez?
D. Teod. (para sí.) (Esto SÍ que es canela fina.)
D. Faus. ¡Vaya una mocita con circunstancias! (vuel-
ve á sus resoplidos )
Calav. (Ya me ha visto. La traigo loca.) ¡Ejem!
¡ejem!
Gar. (a don Anselmo.) ¿Sabe ustcd quién anda de-
trás de esta?
D. Ans. No señor, ni delante.
Gar . Bueno... pues... ¿Conoce usted á un tenien-
te de caballería, alto?. .
D. Ans. No señor...
Gar . Moreno... grandes bigotes...
D. Ans. No lo conozco.
Gar, Pues ese. Le está sacando un dineraL
D. Ans, (Pero qué enterado está este sujeto de todo
lo que á mí no me importa.)
Gar. Lechuga, 8.
D. Ans. ¿También Lechuga?.. (Lolita Guiños empieza á
bailar una petenera que levanta en vilo al mas paci-
fico espectador. El que más y el que menos quisiera
tener la cabeza en los pies, por lo baja, para verle
bien las pnntorrillas. A la conclusión de la petenera
estalla otro aplauso, y se retira saludando la artista )
D. Faus . ¡La pulga! ¡la pulga!
Esp. l.o ¡Tango! ¡tango!...
Varios ¡Tango! ¡tango!...
D. Teod ¡Ea! ya están pidiendo... (pidiéndolo éi á su vez.)
¡tango!
Uno ¡Tango!
D. Ans. Pero ¿es posible que pidan...? (lo mismo.)
¡tango!
Otro ¡Tango!
D. Teod Mire usted que pedir ahora... ¡tango!
ÍO -
Otro
D. Ans.
Muchos
I). Teod
D. Ans.
D. Teod
D. Ans.
D. Faüs.
D. Ans.
D. Faus.
D. Ans.
Mart .
D. Ans.
Cálav.
D. Ans.
D. Teod
D. Ans.
D. Teod
D. Ans.
D. Tfoo
D. Ans.
iTangol
Nada, nada, tendremos... ¡tango!
¡Tango! ¡tango! (e1 Pianista lo empieza á tocar.
Aplausos.)
¡Se salieron con ella! ¿Ha visto usted qué
escoria viene aquí, don Anselmo?...
¡Yo estoy pasando un rato horrible! (saie lo-
lita Guiños con un sombrero ancho muy echado á la
frente y á compás del tango que emplaza á bailar des-
de la salida.)
^Abriendo cada ojo como un perro grande.) ¿Eh?
¿Qué le parece á usted el espectáculo?
.(con la babacaida.) ¡Deletéreo! ¡deletéreo! ¡No
hay que darle vueltas!
(üando un resoplido á todo pulmón.) ¡EstO 63 g'o-
rita pura!
(sintiendo el aire en el cogote ) Pero, ¿hay Co-
rriente aquí?...
Usted perdone; he sido 3^0.
No hay de qué; puede usted soplar lo que
quiera.
(Entusiasmado.) ¡Hija de mi alma!
(soltando un suspiro que es un poema.) ¡Ay! ¡Aho-
ra SÍ que es fácil adivinar aquí el pensa-
miento!
(¡IVLe está brindando lo mejor!) Gracias,
prenda.
(a Garrido.) ¿Lechuga cuáutos ha dicho
usted?
¡A mí se me levanta el estómago!
¡Y á mí también! (Acabado el tango se corre la
cortina, que vuelve á descorrerse á los aplausos del
público á Lolita Guiños, y todo el mundo se pone en pie
para irse. Los .acomodadores abren la puerta de salida
y la gente la toma haciendo comentarios. El Pianista,
sin dejar sus bostezos, se retira por la otra puerta.)
¡Me voy! ¡me voy! ¡No puedo permanecer
aquí más tiempo! ¡Ah!
¡Como que se ha acabado esta sección,
amigo!
Aunque no fuera así, me iría. ¡Qué asco de
salón! ¡Ah! ¡Hasta los acomodadores me re-
pugnan! ¡Adiós, don Anselmo!
-,• ¡Adiós, don Teodoro!
- 21 —
D. Faus. ¡Pues señor, esto cada día está más soso!
Mart. ¡Yo no sé como viene aquí nadie!...
Gar. ¡Se aburre uno que es una bendición!
EtíP. l.t> jEsio va de capa caída!
D Ans. (¡Si se enterase Filomena!^... ¡Uh! Y ¡qué
diantre!... ¡puede que se explicara lo del sá-
bado! (Qaedan solos los dos Acomodadores. Pausa. ^
ESCENA ULTIMA
ACOMOD «DORES 1." y 2.'¡ despnés, entre nna porción de Especta-
dores (público nuevo), DON TEODORO. DON ANSELMO, DON
FAUSTO, GARRIDO, MARTÍNEZ y el CALAVERILLA.
AcoM. 1." Poca gente ha quedado para esta sección.
Abre ya. (e1 otro obedece. Principia á entrar el
público y á colocarse en sus butacas )
D. Teod ¡Parece imposible que venga nadie á estos
espectáculos nefandos!
I). Faus. ÍDando bastonazos en el suelo apenas llega.) ¡La
pulga! ¡La pulga!
D. Teod ¡Hombrel ¡el de la pulga otra vez! (pasea hacia
la derecha. Al Tolver hacia la izquierda, ve á don An-
selmo que llega en aquel momento y se queda clavado.
Don Anselmo viene queriendo recordar lo que cantó
la Bella López, y al ver á don Teodoro se le corta el
resuello. I
D. Ans. Tengo dos lunares ..
tengo dos lunares...
(Se miran desde lejos. Pausa. Ninguno sabe cómo rom-
per ni cómo excusarse. Don Anselmo se decide al fin
por echarlo á broma.) jPaíS pútrido! ¡No me difía
usted mas! (Sale el Pianista y se sienta en su sillón.
Aplausos tibios.)
D Tkod No... sino que salí... y como no llovía. .
D. Ans. Es claro... como no llovía... se metió usted
aquí otra vez... ¡Si hubiera llovido no sale!
¿Vamos A sentarnos, en vista de que ahora
no llueve?
D. Teod. ¡Y qué remedio queda!
— -22 —
D. Ans. Aguarde usted un momento.
(ai público )
Toleraremos, ¡oh público!
este espectáculo... híbrido,
si tú con aplauso anáuime
premias El género ínfimo.
HN
Madrid, Junio, 1001.
OBRAS DE LOS MISMOS AUTORES
Esgrima y amor, juguete cómico.
Belén, 12, principal, juguete cómico.
Giliio, juguete cómico lírico.
La media naranja, juguete cómico.
El tío de la flauta, juguete cómico.
El ojito derecho, entremés (2.* edición).
La reja, comedia en un acto. (2.* edición).
La buena sombra, saínete en tres cuadros. (4.» edición).
El peregrino, zarzuela cómica en un acto.
La vida intima, comedia en dos actos. (2.» edición)
Los borrachos, sainete en cuatro cuadros.
El chiquillo, entremés. (2.a edición).
Las casas de cartón, juguete cómico.
El traje de luces, sainete en tres cuadros.
El patio, comedia en dos actos.
El motete, entremés con música.
El estreno, zarzuela cómica en tres cuadros.
Los Galeotes, comedia en cuatro actos.
La pena, drama en dos cuadros.
La azotea, comedia en un acto.
El género ínfimo, pasillo con música.
serafín , JOAQUÍN ALVAREZ (JÜINÍERO
El flido
COMEDIA EN DOS ACTOS
►^#^-
lv£ -A- ID I^ I ID
SOCIEDAD DE AIITOKKS Ks I' A Ñül.Eb
Salón del Prado, 14, hotel
1 3on.
EL NIDO
Esta obra es propiedad de sus autores, y nadie po-
drá, sin su permiso, reimprimirla ni representarla
en España ni en los países con los cuales se hayan
celebrado ó se celebren en adelante tratados interna-
cionales de propiedad literaria.
Los autores se reservan el derecho de traducción.
Los com.ísionados y representantes de la Sociedad
de Autores Españoles son los encargados exclusivamen-
te de conceder ó negar el permiso de representación
y del cobro de los derechos de propiedad.
Queda hecho el depósito que marca la ley.
EL NIDO
O O :L^ E: ID I -A- E3iT IDOS -¿5^CTO=3
DE
serafín V JOApiN ÁLVAREZ QUINTERO
Estrenada en el TEATRO LARA el 31 de Octubre de 1901
MADRID
&. TELASCO, lUP., MABQCltS DE SáNTA ANA, 11 DDP.
Teléfono nrtmcro 551
tttOl
AL SEÑOR
ion ^ub 1ft0tttatu g ^^aitlett$ttíitt(l!
poeta del h^gar
efi.
ieSiimOuió de adínhaciin^ u cariño
^^ Q/ím
/t/ieú
REPARTO
PERSONAJES
ACTORES
TERESITA Srta. Suárez.
DOÑA JOSEFA Sea. Valverde.
MARTA Seta. Domus.
DOÑA FEDERICA . Alba.
CANDIDITA Rodríguez.
RAMONA ZiuE.
RAIMUNDA Quijada.
JAIME Se. Santiago.
DON PABLO Romea.
REQUETO Rodríguez.
LEOPOLDO Montenegro.
DON CARMELO ViGO.
ROQUITO Barraycoa.
DON ABEL Valle.
@^_ .»4>Pta>^C§B)^to''^fl^ 5>©
ACTO PRIMERO
Gabinete en casa de Jaime, en Madrid. Es un nido de amores, sin
estrenar todavía. El papel de las paredes de fondo verde pálido:
se conoce que está elegido por la amante pareja. Al foro hay una
puerta, á la izquierda otra y á la derecha un halcón. Alfombra
clara. Muebles, cuadros y telas relativamente modestos, peio co-
quetones y elegantes. A la derecha de la puerta del foro sofá y
butacas. En los rincones dos columnas, con sendas figurillas de
bronce muy llamativas y vistosas. La que hay en la columna de la
derecha del actor es de hombre y la de la izquierda de mujer. Todo
ello limpio y flamante, esperando á sus dueños, y colocado con
escrupulosa simetría. Es por la tarde.
ESCENA PRIMERA
JAIME y LEOPOLDO
(Salen por la puerta del foro, unos momentos después de haberse
levantado el telón. Vienen jadeantes, y sn hablar al principio es fa-
tigoso y entrecortado. La razón es clara: el nidito está en piso
quinto y no hay ascensor todavía.)
IjEOp Chico... la casa... parece muy alegre... pera
esto 63 vivir en las nubes...
Jaime En el cielo... dirás...
Leop. Llámale hache... Está más alto que mi es-
tudio...
Jalme Asómate... asómate á ese balcón... tú que
eres artista... verás qué panorama...
Leop. (Asomándose al balcón.) HermOSO, JaimiUo...
— 8 —
Se ve todo Madrid... Ganas dan de echarse
á volar.
Jaime ¿No es verdad que vale la pena de vivir tan
alto? Sobre que el casero ha prometido po-
ner muy pronto el ascensor. Además, á Te-
resita no le gustan los bajos. Ni á mí tam-
poco... excepción hecha de los bajos de Te-
resita. (Riéndose candorosamente.) ¡Ji, ji, jÜ...
Leop. Estás empalagoso de felicidad.
Jaime ¿Y crees tú que el caso es para menos? Fi-
gúrate que pasado mañana seré dueño y
señor de este nido de amores... ¡Y qué palo-
mita traigo á él! Como que ella será la due-
ña y la señora; yo, su esclavo Y á propósi-
to; aguarda. (Asomándose á la puerta del foro y
llamando.) ¡Ramonal ¿No ha venido nadie?...
¿Ni han traído nada de casa de la señorita?...
Está muy bien, ("volviendo ai lado de Leopoldo.)
Te advierto que la criada es un ángel del
Paraíso.
Leop. Lo creo.
Jaime Y la portera otro.
Leop. También le creo.
Jaime ¿Pero qué te pasa, criatura? Hay que sacar-
te las palabras con sacacorchos... ¡Ah, caram-
ba! que no tenemos sacacorchos. (Escribiendo
en un librito de apuntes que lleva en el bolsillo.)
«Comprar un sacacorchos.» ¿Qué haces que
no te ríes, que no gozas conmigo, que no te
entusiasmas con todo lo que ves? Y ten en
cuenta que este gabinete es lo peorcito de la
casa... Me gusta graduar los efectos... Ya ve-
rás el comedor: aquello es un sueño de ve-
rano... Ya verás la alcoba... ¡ay qué alcoba!
Aquello es un amanecer de primavera...
Leopoldo de mi vida, ¡cásate!
Leop. Sí, sí...
Jaime Cásate. Cásate y verás.
Leop. ¿Tú qué sabes, si no te has casado todavía?
(Se sienta en una silla.)
Jaime Pero ¿hay más que mirar en torno nuestro
para convencerse de que es la gloria donde
estamos? — No te apoyes mucho, que esas
sillitas son de mírame y no me toques.
ü —
Leop.
Jaime
Leop.
Jaime
Leop.
Jaime
Leop.
Jaime
Leop.
Jaime
Leop
Jaime
Leop.
Jaime
Leop.
Jaime
Leop.
Jaime
Leo I'.
Jaime
Descuida.
¿Quién no adivina aquí la mano primorosa
de una mujer? ¡Bendita sea ellal Mira qué
orden, qué simetría, qué buen gusto... Besa-
ría de buena gana estos muebles y estas fi-
guras, creyendo que la beso... Todo cuanto
ella toca adquiere una gracia, una luz... ¡Cá-
sate, Leopoldo!
(Levantándose y dejando la silla de cualquier mane-
ra.) Chico, me estás poniendo más nervioso
que entré.
(colocando la silla con gran cuidado en el sitio en qne
estaba.) Hombre, hombre. . Pero ¿es que te
pone nervioso mi felicidad?
Sí. Me muero de envidia.
Gana de envidiar es eso, Leopoldo.
(cogiendo otra silla y sentándose.) Gana dc envi-
diar, sí, gana de envidiar...
(Con el alma en cada silla que coge I eopoldo, el cual,
inquieto y desasosegado, maldito si se ocupa de cuidar
los muebles.) Pues ¿qué tengo yo que tú no
tengas? í>alud no le falta; dinero te sobra;
tu posición es más brillante que la mía: yo
soy un abogadete sin pleitos y tú eres un
pintor de renombre; buena elección la has
demostrado: tu novia es una Venus... con
ropa... ¿Qué más quieres?
Mi novia, mi novia.. (Se levanta y pasea.)
(Poniendo bien y en su sitio la silla, como antes.)
Pero ¿no te puedes estar quitto?
(sin oirlo.) ¡La que fué mi novia! (Se monta en
otra silla y apoya los brazos en el espaldar.)
(¡Adiós!) ¿Has reñido con ella?
Sí
¿Cuándo?
Anoche.
¿Pues no la querías tanto?
Ahí verás tú.
Como no te expliques...
¡Estos celos ridículos que siento van á aca-
bar conmigo! (Levántase de nuevo y vuelve á pa-
sear.se en todas direcciones.)
(Tornando á colocar la silla en su sitio y limpiándole
cualquier palito con saliva.) (Y COnmigO.) ¿l^ero á
— 10 —
quién se le ocurre tener celos de una criatu-
ra como Marta? Eres un animal.
Leop. Lo sabía. Y tú otro.
Jaimf, Yo no lo sabía.
Leop. Pues ya lo sabes. (Coginndo una figurilla y accio
nando descompuesto con ella en la mano. Jaimito no-
le quita ojo.) ] Kres un animal, desde el mo-
mento en que imaginas que dominar los
celos está en la mano de los hombresl
Jaime Pues mira que tú, que te has creído que mi
í^asa es un bosque virgen...
Leop. Jaime, compadéceme. ¿Comprendes ahora
que te envidie? ¿Comprendes mi tormento?
¿Me dejas que me tire por el balcón?
Jaime (Quitándole la figura de la mano y poniéndola donde
estaba, con cuidado y mimo.) ¡De ninguna manc-
la! (Es loco de atar.)
Leop. ;Soy muy desgraciado! ¡muy desgraciado!
(Desplómase en el sofá del foro )
Jaime (Como si se le hubieran sentado encima á él.) ¡Atizar
Hombre, que el sofá es muy poquita cosa...
Leop. (Golpeando un brazo del propio sofá.) jTeOgO Una
rabia contra mí mismo! ¡un deseo de vio-
lencia!..
Jaime ¿Te es igual darme á mí en un hombro?
Leop. ¡De mejor gana que lo digo haría pedazo»
todo esto!
Jaime (Aterrado.) Mira, vamonos á dar por ahí una
vueltecita. La tarde está hermosa...
Leop. No, no; vueltas no, que me la puedo encon-
trar á ella.
Jaime Como te la encuentras es si sigues aquí.
Leop. ¿Qué dices?
J.\iME Va á venir luego con su tío.
Leop. ¡Imbécil!
Jaime ¿Quién?
Leop. Su tío.
Jaime jAh!
Leop. Jaime, quiero tanto á esa mujer, que estoy
resuelto á no hacer las paces con ella.
Jaime ¡Qué determinación más lógica!
Leop. f^é que nunca será dichosa á mi lado, y
como lo sé, me alejo del suyo. Ya ves si le
tengo cariño...
— 11 —
Jaime Lástiuca me estás dando.
Leop. (sublevándose.) ¡Pues yo no quiero que nadie
me tenga lástima!
Jaime Vaya, no sé cómo acertar.
Leop. (Echándole mano á otra silla y dando un golpe con
ella en el suelo antes de sentarse.) [Anoche estUve
á verla por última vez! ¡No vuelvo; no vuel-
vo á su casa!
Jaime (¡Donde no vuelves es á la mía!)
Leop. ¡Me iré de Madrid! ¿A cuántos estamos?
Jaime A quince.
Leop. ¿A quince?
Jaime Hombre, por cierto que no tenemos alma-
naque, (saca el librillo de apuntes y escribe.) « iJn
almanaque con un cromo bonito.» (sintiendo
qt.e alguien llega y asomándose al foro.) ¿Quieil CS?
Leop. (Levantándose de un salto.) ;,Será Marta?
Jaime No, hombre, no: es mi padre, (pone bien la
silla que deja Leopoldo.)
ESCENA II
DICHOS y DOX P.ABLO
(Llega por el foro, sin poder articular palabra por causa de las esca-
leras. Trae en la mano una caja esmeradamente envuelta en iin
papel.)
Jaime Hola, papaíto. ¿Qué es eso, vienes muy can-
sado? (Don Pablo contesta con un gesto.)
Leop. Muchos escalones, ¿no es verdad?
D. Pab. Muchos años... y muchos escalones... Las
dos cosas... (llab.a con pronunciación andaluza.)
Jaime Siéntate. ¿Qué traes ahí?
D. Pab. Un regalito...
Jaime ¿De quién? ¿de quién?
D. Pab. Ño lo conozco... Toma la tarjeta .. Poco des-
pués que saliste tú lo llevaron á casa.
Jaime (Lej'endo.) «Ernesto M. de la Pompa y L. Pe-
rafán de Rivera y Gómez. Abogado. Redac-
tor de El Haba. Tesorero de la Sociedad Za
Higiene Pública y Doméstica. Corresponsal de
— 1-2
Leop.
Jatme
D. Pab ,
Jaime
D. x^AD,
Jaime
Leop.
Jaime
D. Pab.
Jaime
Leop.
D. Pab.
Jaime
D. Pab,
Jaime
D. Pab,
Jaime
Leop.
D. Pab.
la revista Le cJiien et le chat de París.» Pues
no sé quién es
¡Sí, hombre! ¡Tagarnina! ¿No te acuerdas de
Tagarninaf
I Acabáramos!
Si hubiera puesto en la tarjeta «alias Tagar-
nina» lo hubiéramos conocido todos.
¡Pobrecillol ¿Para qué se habrá molestado?
(Desliando la caja.) A Ver, á vcr lo que te envía.
Tiemblo antes de verlo: me da el corazón
que son cuchillos.
Sí; cubiertos parecen.
Catorce cajas de cuchillos tenemos ya.
(La abre.) Y UUa, quiuce.
¿No lo decía yo?
Pues mira, son bonitos.
Sí que lo son; ¡pero ni que fueran estas cria-
turas á la gUerral
¡Buena se va á poner Teresita! Ella que lo
toma á mal agüero... (Fijándose en las dos colum-
nas del fondo.) ¡Caramba! ¿otra vez?
¿Qué pasa?
¡Que han vuelto á cambiarme esas dos figu-
ras! ¿Quién se meterá en lo que no le im-
porta? (variándolas de columna.) ¡Si ya he dicho
que la del hombre la quiero á la izquierda
y la de la mujer á la derecha! ¡Es mucho
cuento! (Alejándose para verlas.) ¡Dónde Va á
parar!...
Ahí me parece que está tu novia, Jaime.
(Yéndose por el foro.) ¿Sí? ¡Teresita! ¡Teresita!
(Alarmado ) ¿Vendrá con ella Marta?
Ño; viene con su madre, y con Candidita
López y su hermano. Los he saludado en la
calle.
-. i3 —
ESCENA 111
DICHOS, DOÑ.V JOiEFA, TEKESITA, CANDIDITA y ROQÜITO
(Salen por el foro con Jaime, agitadísimos los cuatro, de las
escaleras.)
D.^ Jos. (Ay... Dio8mío...quéescalerasestasdeldíal ..
RoQ. Son crueles... crueles...
Cand. ¡Ay!...
Ter. ¡Ay!... ya llegamos... gracias á Dios...
Jaime ¿Vienes tú fatigadita, alma?
Leop. (saludando.) Señoras... Roquito... ¿Cómo va-
mos, doña Josefa?
D.a Jos. Déjeme usted que pueda respirar... y enton-
ces le contestaré...
Leop. Como que se han venido estos pollos á un
campanario.
D. Pab. En mi tierra á esta altura no viven más que
las cigüeñas y los fotógrafos.
Ter. Cuando nos pongan el ascensor... habla-
remos.
D. Pab. Sí, porque lo que es ahora no hay quien
pueda hablar.
Cand. ¡Y qué preciosísimo tienen el cuarto!...
liOQ. (Fijándose en el gabinete.) EstC gabinete 68 UUa
monada.
Cand. ¿Y la alcoba? ¿dónde está la alcoba?
Tkr. Ahora iremos. Verás qué linda. Hemos ele-
gido todos los papeles y todos pálidos. Esto,
verde pálido; la sala, fresa pálido; la alcoba^
rosa pálido, y el comedor, almíbar pálido...
Jaime Para demostrar que donde está mi Teresita
todo resulta pálido... ¡Ji, ji jü
Ter, Jaimito, Jaimito; que no te dé la vena có-
mica. (Reparando en la caja de los cuchillos.) ¿Qué
Caja es é.^ta, tú. '^Bajo á Jaime, con quien habla un
momento mientras los demás hacen corro aparte, ex-
cepción hecha de Roquito, que se ocupa en curiosear
los regalos.)
Jaime Un regalo de un compañero.
TeK. (Abriéndola.) ¿MáS CUChilloS?
- 14 —
Jaime Ya ves...
Ter. ¡y el termómetro sin venir, con la falta que
hacel... Y los cuchillos son de mal agüero,
Jaimito...
Jaime Contra nuestra felicidad no hay agüeros,
pichona.
RoQ. (Mirando sucesivamente dos ó tres objetos.) (Quince
pesetas. Veinticinco pesetas: ni un céntimo
más. Treinta pesetas, si no han regateado...)
Ter. Oye, dale las gracias á Roquito.
Jaime Es verdad. Roquito, ahora que me acuerdo:
un millón de gracias por su delicadísimo
presente.
Ter. Es una preciosidad; ya se lo dije anoche.
RoQ. No vale nada. Por Dios, una docena de cu-
chillos... Hemos procurado mandarles á uste-
des una cosa útil, y en que no piensa nadie.
JaiíMe ¡Ah, nadie, nadiel
Ter. ¡En los cuchillos no piensa nadie! (a Jaime.)
(Se han creído que vamos á degollar á la
Veci n dad.) (Los dos vuelven la cara aguantando la risa. )
■Cand. (Bajo á su hermano.) Roqiüto, mira allí el perro
que le regaló mamá á doña Adela.
RoQ. . Justamente: el que le rega'ó á papá don
Torcuato. ¡Lo que corre ese animalitol
Ter. Con que ¿vamos á ver la casa, ya que nos
hemos sosegado un poco?
RoQ. Sí, si, vamos á ver el nido de estos pichones.
Cand. ¿Dónde está la alcoba?
D.» Jos, Andar, andar los pollos; yo aquí me quedo
descansando.
D. Pab y yo lo mismo. Curiosear ustedes.
Jaime Ven tú también, Leopoldo.
Leop. Con mucho gusto, chico.
Jaime En mi despacho verás tus marinas.
Ter Les enseñaremos primero esta parte de aquí,
;,verdad, Jaime?
Jaime ¡Sí, sí, como tú quieras, alma.
RoQ. Ea, pues vamos allá.
Leop. Vamos.
Ter. Vamos.
RoQ (Tienen regalos hasta de diez pesetas: no
hemos quedado mal ni mucho menos.) (eü-
transe por la p;;ierta del foro, hacia la derecha del
actor.)
— \d —
ESCENA IV
DOÑA JOSEFA y DON PABLO
D. Pab. Los muchachos están como locos. .
D.a Jos. Y hay motivo: se quieren. .
D. Pab. ¡Quién se casara abura, doña Josefa!
D.a Jos. ¡Qué cosas tiene usted, don Pablo!
D. Pab. Pues si supiera usted las que tenía...
D.^ Jos. Sí que ha debido usted de ser un pirandón
bueno.
D. Pab. Regular; pero hace tanto tiempo de eso que
me cue.sta trabajo acordarme.
D.a Jos. Pues á mí ciertas cosas no se me olvidan.
D. Pab. Ciertas cosas ¿eh? Esas no be me olvidan á
mi tampoco. He querido decirle a usted lo
viejo que soy.
D.a Jos. No, que yo poy de ayer por la mañana.
D. Pab Polleando estamos los dos. (serien. Pausa.)
D * Jos. (suelta un suspiro lleno de recuerdos.) ¡Ay!...
D. Pab. Quedándose en ñlencio un grande ralo
pasó una larga historia por su frente.
¿No es verdady
D.a Jos. Por el día de mi boda me andaba yo ahora.
D. Pab ¿Por el día?
D.a Jos Por el día; no sea usted malicioso. Aquellos
eran otros tiempos.
D. Pab. ¡Otros tiempos! Usted sí que era otra; y yo
también. En este mundo, consuegra mia,
no hay más que un puñado de ilu.siones: el
tiempo hís reparte; pero como las t'ene con-
tadas, para dárselas á esos pollos que están
viendo el piso nos las tiene que ir quitando
á nosotros.
D.a Jos. Está usted hecho un filósofo de á perra
chica.
D. Pab. Y usted una guasona muy grande. Yo no
soy como todos los viejos que ven el tiempo
presente peor que el pasado.
D.a Jos. Yo sí. Para mí el presente deja mucho que
desear.
D. Pab Y ¿usted no?
— 46 —
D.a Jos. ¡Don Pablo!
D. Pab. ¡Pues pegúela usted con su persona, que j'a
no es la mismal Cuando se mira usted al
espejo, ¿qué dice usted: «¡Vaya unos espeji-
tos que hay ahora!» ó «¡vaya una carita que
se me va poniendo!»?
D.» Jos. ¡Qué poco galante es usted, don Pablo!
D. Pab. Señora, es que no puedo sufrir á las viejas
con pretensiones.
D.a Jos. Ni yo á los carcamales que están chochean-
do y ya no saben lo que dicen.
D. Pab. (Riéndose.) ¿Se ha picado usted conmigo, con-
suegra del alma?
D.a Jos. Sí, me he picado, consuegro de mis culpas;
pero me pasa pronto. (Se ríen ios dos. Pausa.)
^Suelta un suspiro, análogo al de Doña Josefa.) |Ay!...
¿Qué es eso? ¿También estaba usted en el
día de su boda?
No, señora: en el día siguiente.
Es igual.
¡Ca! es mejor.
¡Qué bonita era su mujer de usted!...
Bonita como un sueño... ¿Usted la trató?
¿Ya no se acuerda usted? Cuando digo que
ña perdido usted los memoriales... ¡Tan
blanca, tan rubia, con aquellos ojos verdes
tan oscuros y aquellas pestañas tan es-
pesas!... Daba gloria mirarla.
D. Pab. ¡Pobrecita Aurora!
D.a Jos. Era la envidia de todas las de su tiempo.
D. Pab. Y yo la de todos. Cuando la cogía del brazo
y echaba á andar con ella por las calles de
Cádiz, ¡ni por San Pedro me cambiaba! (sus-
pirando.) ¡Ay! ¡Cómo ha de ser!... ¡Si viera
usted qué latigazo me dio el corazón el otro
día, que, leyendo yo la Historia de España,
me encontré entre las hojas una violeta que
ella me mandó en una carta!...
D.a Jos. De esos latigazos tenemos llena la vida los
viejos. Como que nos hacen jóvenes en un
instante: por eso la impresión es tan honda...
Media vida que se borra de un golpe... cuan-
do menos se piensa en ello.
D. Pab. Y todo... porque se ve una violeta...
D.
Pab.
D.i
a Jos.
D.
Pab.
D:
a Jos.
D.
Pab.
D.í
* Jos.
1).
Pab.
]).«
* Jos.
— 47 —
D.a Jos. Que además está seca: como una...
D. Pab. Como dos, ¿le da á usted lo mismo?
D.a Jos. ¿No ha advertido usted que todas las tardes
tenemos una escenita de recuerdos?
D. Pab Señora, es que el sitio y las circunstancias
lo dan de sí. En este nido, que vemos for-
marse, hay un manojo de violetas de esas
que decíamos. Ya pasarán á la historia, ya...
D.a Jos. ¿A la Historia de España?
J). Pab. a la historia universal, señora.
D.a Jos. Lómalo para mí es que esta es la última
hija que yo caso.
D. Pab. Y yo el último hijo.
D.a Jos. ¡Ojalá sean tan felices como fuimos nos-
otros!
J). Pab. ■ (Entono chancero.) Mire usted; con franqueza:
si hay dimes y diretes será por causa de su
niña de usted, que tiene los nervios de
punta.
D.a Jos. ¿Quiere usted callar, avechucho? ¡Si no la
hav más buena! Que la trate su hijo de us-
ted como ella se merece; que lo dudo, por-
que será tan pirandón como el padre.
J). Pab. Pero, señora, ¿cuándo ha soñado usted un
yerno como mi hijo?
¿Y usted una nuera como mi hija?
¿Y la niña un suegro como éste?
¿Y" el niño una suegra como yo?
¡Quítese usted de ahí, vieja chocha!
¡Vaya usted mucho con Dios, ave fría!
¡Envidiosa!
¡Espantajo! (sueltan la carcajada los dos. Llegan
por el foro con algazara y risa los que se fueron antes.)
D. Pab Aquí están ellos.
ESCENA V
DICHO.g, TERESIT\, CANDIDITA, RQQUITO, JAIME y LEOPOLDO
Jaime (Encaminándose hacia la izquierda.) Venga UStedcS
por aquí, que aún queda lo mejor.
RoQ. Ah, pues lo que hemos visto es precioso.
D.a Jos. ¿Les ha gustado?
2
D.
a Jo?.
D.
Pab
D.
a Jos.
D
Pab
D.
a Jos.
D.
, Pab
D.
a Jes.
\8
Cand.
Leop.
Ter
ROQ.
Cand.
D, Pab.
D.a Jos.
D. Pab.
RoQ.
Ter.
Jaime
Todo es de muy buen gusto; todo se ríe.
El despacho de éste es muy coqueton.
Muy alegre, ¿verdad?
Muy alegre es toda la casa.
¿Y la alcoba? ¿dónde está la alcoba?
(¡Pero esta niña es un rompecabezas!...
«¿Dónde está la alcoba?» «¿Dónde está la
alcoba?»)
Vamos allá. Iré yo con ustedes. Venga usted
también, don Pablo.
Vamos, vamos todos, (van entrando por la puer-
ta de la izquierda.) PaSCn UStcdcS. Lcopoldo,
pase usted.
(La alfombra del despacho es del Hotel de
Ventas.)
(Deteniendo á Jaime.) (Jaimín, aquí te CSpero.
iQué fastidio!)
(Salgo en seguida, gloria mía.) (vase con ios
demás.)
ESCENA VI
TERESITA y JAIME
Ter. ¡Que la ca?a es alegre!... ¡La alegría que tie-
ne es la que nos rebosa á nosotros! ¡A.y, qué
felicidad!... Hoy hasta me ha parecido gua-
po el portero, que dicen que es el más feo
de toda la calle... ¡Tengo unas ganas de que
llegue el día... de que nos encontremos soli-
litos y tranquilos los dos, sin tanta gente
entrometida y fastidiosa!... ¡Ay, qué felici-
dad!...
Jaime (saliendo por el foro, desde la izquierda.) He hecho
la procesión del niño perdido.
Ter. Me alegro.
Jaime ¿Te alegras? (Le mira embobado y con las de Cain.)
lER. (Atajando cualquier atrevimiento justificadísimo de su
futuro.) Jaimito: formalidad... y formalidad.
Que no pase lo de ayer por la tarde.
Jaime Tontina, si nos vamos á casar pasado ma-
ñana...
— 19 —
Ter. Pues un poquito de paciencia, que todo lle-
gará.
Jaime ¿No me permites que te dé un bocadito en
lo que cuelga de la oreja?
Ter. Ni en lo que cuelga, ni en lo que no cuelga.
Jaime Pues bésame tú á mí el dedito malo... (Mos-
trando el meñique de la mano izquierda, que lleva me-
tido en un dedil negro.) Anda, chachita, que ya
sabes que me lo cogí con el martillo granda
al clavar á la cabecera de nuestra cama la pila
del agua bendita.
Ter. ¡Pobrecito mío! A ver cómo lo tienes.
Jaime (quitándose ei dedil ) Míralo. Con un besito de
tus labios se curará del todo.
Ter. Que no quede por mí; no quiero que digas
que SO.y mala. (Le besa con rubor el dedo á Jaime.)
Jaime ¡ Ay ! Me ha llegado el escalofrío hasta las co-
rreillas de las botas... (volviendo á ponerse el de-
dil.) ¡Ajajá! Para que se quede el besito den-
tro.
Ter. ¡Qué malo eres!
Jaime Y tú ¡qué buena!
Ter. y la gente qué desconsideíada. Mira cómo
nos han dejado esto.
Jaime Vamos á arreglarlo, vidita. (los muebles todos
están como estabaa; pero ellos los repasan y tocan, Ilu-
sionados con la idea de que alteran en algo y perfec-
cionan su colocación.)
Ter. Cuanto más miro esta sillería más me en-
canta.
Jaime Igual me pasa á mí contigo.
Tkr. Jaimito, que me has llamado sillería.
Jaime ¿Te he ofendido, gloria?
Tkr. No me ha hecho gracia, no.
Jalme ¿Me perdonas, cielín?
Ter, (Ahogando sus dudas en una mirada de ternura y op-
tando al cabo por el perdón misericordioso.) OUCnO.
Jaime Pues bésame el dedito otra vez.
Tek, Mira, basta ya de dedito. Vamos á ser for-
males, que tenemos que hablar de muchas
cosas. Siéntate.
Jaime Muy juntitos los dos. (se sientan.)
Ter. Ante todo tengo que reñirte.
Jaime No me lo digas.
— 20 -
Ter. Eq la carta de las doce de esta mañana no-
iban los cuatro pliegos cruzados.
Jaime Es que llegó un amigo...
Tér. No hay amigos. Que no vuelva á pasar.
Jaime Para pasar tiene que ser mañana, porque ya
pasado... creo que no nos entenderemos por
escrito .. ¡Ji, ji, ji!...
Ter. (Riéndose también.) ¡.Jaímín... pero qué malo
eres!
Jaime ¡Fea!
Ter. ¡Guapo! 03'e una cosa.
Jaime (con ei alma en los ojos.) ¿Qué, rica?
Ter. Abrochador para las botas no tenemos.
Jaime Apuntación al canto. (Escribe en su librillo.) «El
abrochador más bonito que haya.»
Ter. No guardes el librillo, que aún faltan otras
cosas.
Jaime Dime. Yo he apuntado un almanaque, un sa-
cacorchos, papel de Armenia, lacre y un ca-
joncito para Ótelo.
Ter. ¡Mira que van saliendo meaudencias, Jai-
mín!...
Jaime ¡Las plumitas que tiene un nidol
Ter. Apunta.
Jaime ¡Fuego'. ¡Ji, ji, ji!
Ter. Un palillero que sea un tomate de porcelana.
Jaime (Escribiendo.) «Uii palillero que sea un to-
mate.»
Ter. Un infiernillo.
Jaime «Un infiernillo.» Pero, nena, ¿vamos á me-
ter en nuestra casa un infiernillo? ¡Ji, ji, ji!
Ter. Ya te he dicho que dejes los chistes.
Jaime ¿Se U-. ocurre algo más, princesa?
Ter. Otra co.=a hay, pero no me acuerdo. Lo
pensé esta mañana. Y era para la cocina.
Jaime ¿Para la cocina? Espérate. (Los dos la empren-
den con el labio de abajo, haciendo memoria. Pausa.)-
Ter Estoy segura de que empieza con e.
Jaime ¿Con e? Estantería... encajes... espuelas..,
¡estropajos!
Ter. (como reconviniéndole.) Jaimíto...
Jaime (Algo asustado.) ¿Qué?
Ter. Jaimitooooü...
Jaime ¿Quéeeeee?
— 21 —
Ter. Que estropajo es con hache.
Jaime A}', tienes razón, hija mía... Perdona...
(¿Para qué le voy á quitar esa ilutioncilla?)
Ter. En fin, ya saldrá lo que sea.
Jaime Dices bien; ya saldrá. (Guárdase el libruio.) Ha-
blemos ahora de nuestra dicha.
Ter. Nuestra dicha sí que empieza con todas las
letras. Lo tengo estudiado. Mira, Jaimito,
mira: por orden alfabético: A, amor... b, be-
lleza... c, corazón... d, dulzura... e, ¡espe-
ciero!...
Jaime ¿Cómo especiero?
Ter. Especiero es lo que falta en la cocina. Ahí
lo tienes ya.
Jaime (Escribiendo en el libro.) «EspeclerO.» SigUB tU
abecedario de dicha.
Ter. Íbamos en la e, ¿no es verdad? Pues oye: e,
encantos...
Jai.me F.
Ter. Felicidad.
.ÍAIME G.
Te°. Goces.
Jaime H.
Ter. Ósculos.
J.MME (¡Huenolj I.
Ter. idolatría.
Jaime Jota.
Ter. jJaime!
Jai.me ¡Bendita seas! K.
Ter Cariño.
Jaime (¡Alza!)L.
Ter. Lozanía.
Jaime L1.
Ter Yugo.
Jaime (¡íesús!) M.
Ter. Miel.
Jaime N.
Ter. No te olvido.
Jaime Ñ.
Ter. Ñiñito...
Jaime ¡Ay, qué gracia! O.
Ter, Hogar
Jaime (¡Sopla!) P.
Ter. Pellizquitos...
— 22 —
Jaime ¡Ji, jiJüQ.
Ter, Querer.
J/VIME R.
Ter. Recuerdos.
Jaime S.
Ter. Salud.
Jaime T.
Ter. ¡Teresital
Jaime ;.A que no salgo de la T? U.
Ter. Unión eterna.
Jaime V.
Ter. Bondad.
Jaime (¡Vaya por Diosl) Y.
Ter. Yo y tú: x, equidad y z, cielo.
Jaime (¡Cielos!) ¡En el cielo estamos los dos!
Ter. Verdad que sí.
Jaime ¿Me quieres, chacha?
Ter. Más que tú á mí, feote
Jaime Igual, igual... ¿No me anticipas nada, co-
razón?
Ter. Jaimito, Jaimito...
Jaime Un besito siquiera... (Besándole repetidas veces
una mano, que ella ie abandona.) ¿Otro'?...
Ter. Como ya es tuya no puedo negártela... (Liega
Requcjo por el foro, lo mismo que un perro cansado.
Se sienta en la silla más inmediata á la puerta, obser-
vando á los novios, y no puede echar la palabra del
cuerpo en dos minutos. Viene fumando un puro de ó,
diez céntimos que ni á tiros arde.)
Jaime ¿Otro?... ¿Otro más?... ¿Otro?... ¿Otro?...
Req. ¡Duro! ¡duro! (jaime y Teresita se levantan sor-
prendidos y avergonzados.)
ESCENA VII
DICHOS y REQUEJO
Ter. ¡Requejo!
Jaime ¡Pero, hombre!...
Ter. (a Jaime.) (¿Ves? ..)
J*'ME ¿Desde cuándo está usted ahí?
Keq. Desde los de la mano: no he visto más.
- 23 -
Ter. (incomodada.) ¡Es que 110 ha habido más tam-
poco!
Req. Bueno, bueno, mujer...
Ter. ¡Pues bueno, bueno!
Req a pesar de que no me habéis invitado, ven-
go á ver vuestra casa. Os quiero mucho más
que vosotros á mí. ¿Cómo está tu madre,
Teresita?
Ter. Bien. Allá dentro.
Req ^;Y tu padre. Jaime?
.Iaime Bien. Allá dentro.
Ter. \' aya usted, si quiere...
Req. Ahora, ahora. A vosotros no os pregunto
cómo estáis, ¡porque me lo figuro!...
Jaime lüice que se lo figura!... ¡Ji, ji, ji!
Ter. (a Jaime, bajo.) ((No, pues á mí no me hace
gracia!)
Jaime (consternado.) (¿No?)
Ter. (No.)
Req ¡Bien podéis aprovecharos de estos momen-
tos precursores del gran desatino!...
Ter. ¡Requejo!
Req. Sí, hija, sí. Son los únicos felices de veras...
Luego no viene más que prosa y más prosa.
jSi vierais el cuadrito que he dejado en mi
casa yol
Ter. ¡Yo me lo imagino sin verlo!
Jaime ¡Y yo también!
Req. (a Jaime ) Asoma por allí las narices y no te
casas.
Ter. ¡Pues no las asoma! •
Req. Oye: verás qué paraíso terrenal.
Ter. Si no tenemos interés ninguno...
Req. íMí señora roncando á pierna suelta...
Ter. ¡Dale!
Req. Roncando á pierna suelta, ya digo.
Jaime ¡Nos lo encaja quieras que no! (lo escuciian
ambos llenos de impaciencia y contrariedad.)
Req. Se levanta á las dos de la tarde: ¡es una mu-
jer de su casa! No hay más que ver cómo
llevo yo los botones: parecen alamares... Mi
hijo el mayor enamorando á la cocinera: ¡me
ha salido un caballero el mocito! Hasta cu-
charas ha. pignorado ya. Adelante. Mis cuña-
- 24 —
das hablando con los novios: hablando y...
hablando, bueno; mi cuñado borracho, em-
peñado en enseñarle á la doncella los tientos
de moda: no tiene otra cosa que hacer el
ángel de Dios; mis chicos pequeños jugan-
do á la pelota y al toro: en la sala: está in-
dicadísimo; las amas de cría insultándose,
una en catalán y otra en vascuence: muy
agradable; los niños de pecho dando berri-
dos encima del aparador, y mi suegra loca,
en cuclillas en un rincón, cantando aquello
de: «Si las mujeres mandasen...» ¡Y yo en-
cantado! Soy feliz.
Ter. (¡Jaitnito, llévate á este animal, que me da
el ataque!)
Jaime (No te apures, pichona.) Bueno, Requejo,
olvide usted sus contrariedades y venga á
ver nuestro nidito.
Req. [Vuestro nidito!... A.BÍ llamaba yo á mi
casa...
Tlex. ¡Hombre! ¿se quiere usted callar?
Req. Esta se enfada, tú.
Jaime Y hace bien: viene usted á aguarnos la
fiesta.
Req ¿Yo? ¿Aguar yo? ¿Para qué, muchacho? ¡Si
la fiesta trae consigo la mar de agua!
Ter. jRequejo, que me da el ataque!
Req ¡Bah! Tu mujer me recuerda muchoála mía.
Ter. ¡Oiga usted!
Jaime Todo, menos comparaciones.
Req Pues era así: tan delgadita, tan esbeltita, tan
finita... tan mona...
Ter. (Muy quemada.) Gracias.
Req. Pero luego empezó á engordar... y ahora
está que parece un grupo de la familia. A
ésta le va á pasar lo mismo.
Ter. ¡Requejo, por amor de Dios, que estoy muy
nerviosa!
Jaime Ande ustfd, ande usted allá dentro.
Req. Déjame que encienda este puro, que me ha
salido peor que el matrimonio. (Traiando de
encenderlo mientras habla, apaga dos ó tres cerilhis,
que tira al suelo, y que Jaime, contrariadísimo, coge y
echa por el balcón una por una.)
25
Ter.
Req.
Ter.
Jaime
Req.
Ter
Req.
Ter.
Jaime
Req.
Jaime
Req.
Jaime
Más valía que fumara usted menos ó que
fuera más limpio.
¿La has tomado conmigo, nena?
¡Uf! ¡qué peste á chicote!
(Tío sucio.. )
(Habiándoie al cigarro.) ¡Ni que estuvieras ase-
gurado de incendioí:', compadrel
(¡Marrano!.. ) Me parece que ese no prende...
(chupando.) Sí que hace falta Dios... y ayu-
da, (jaimito, por extraña asociación de ideas, fija la
mirada en el espacio al oir la frase de Requejo, saca
su librillo y escribe algo de que no le da cuenta á
nadie.) Vaya, ya prendió.
Que sea enhorabuena.
Ea, pues anda usted. Pase adelante.
¿Por aquí?
Por ahí.
(Deteniéndose un punto.) Oj'e, se me ha ocurrí-
do un chiste verde.
(Empujándolo.) ¡PueS UO lo dig'l UStcd! (Entra
Requejo por la puerta de la izquierda, y Jaime lo sigue
escribiendo mientras en su librillo.) «EsCUpideraS,
ceniceros y otras porqu< rías.»
ESCENA VIII
TERESITA; luego MARTA y DON ABEL
Ter (paseándose sofocadísima.) ¡Ay, qué hombre! ¡qué
hombre! ¡Me he visto encima el ataque de
nervios! ¡Pero qué confianzas se toma!... ¡pe-
ro cómo abuía!... ¡Groserote!... ¡gorrón!... ¡sin
vergüenza!... ¡vago!... ¡mal esposo!... ¡mal pa-
dre!... ¡animal!... ¡Ay!... ¡ay!... ¡Y que no hay
manera de espantarlo!... ¡Ay!... ^Reparando en
las dos figuras del foro y cambiándolas de columna
hecha una pólvora.) ¿Qué veo? ¿Otra vez? ¿Otra
vez? ¿Cómo voy á decir que quiero aquí esta
y aquí esta?... ¡Jesús!...
Marta i^Por ei foro, muy agitada.) ¡Tercsita!
Ter. Hola, Marta. Bien venida seas, (se besan.)
Marta Llega una aquí rendida...
Ter. Son muchos escalones. Sic-ntate. ¿Y tu tío?
26 -
Marta
Ter.
Marta
Ter.
Ahí detrás viene... El pobrecillo medio
ahogado... Tengo que hablarte.
¿A solas?
Sí. Despacharemos á mi tío. (En este momento
aparece don Abel por el foro. En efecto, parece que
viene en las últimas. No puede hablar, ni lo dejan, y
á cada frase de Teresita solo responde tomando aire,
sin articular una palabra.)
Hola, don Abel. ¿Cómo van:os?. . ¿Tan bue-
no, no es verdad?... Don Pablo quiere ha-
blarle... Vaya usted por ahí... Al íinal de ese
paBillo... Vaya usted, vaya usted... (quieras
que no, lo mete por la puerta de la izquierda.) Aquí
nos quedamos nosotras.
ESCENA IX
TERESITA y MARTA
Marta
Ter
Marta
Ter.
Marta
Ter.
Marta
Ter.
Marta
Ter.
Marta
Ter.
Marta
Ter.
Marta
Ter.
Para pocas visitas á tu casa está mi pobre
tío.
Muy delicado lo encuentro, sí.
Su salud me preocupa mucho. Como no
tengo padres, ni más pariente cercano
que él...
Más cercano es Leopoldo, que está allá den-
tro...
¿Leopoldo? ¿Está ahí?
Ahí está: ¿qué te pasa?
Que me voy ahora mismo.
[Mujer!
Llama á mi tío.
¿Quieres no ser loca?
Después de todo, tienes razón: debo acos-
lumbrarme á verlo como si viera á un des-
conocido.
¿Esas tenemos? ¿Otra riña?
La última.
Cualquiera os cree. Pasará, como las ante-
riores. ¿Qué tormenta no pasa?
Esta: ya lo verás.
Vamos, siéntate, simple, (se sientan ambas.)
No entiendo este constante pelear de los nu-
vioF. Yo, como con Jaimito no he tenido
nunca ni un sí ni un no...
Marta Rs que Jaimito es un infeliz.
Ter. ¡Oye!
Marta Mujer, entiende lo que quiero decirte: que
es muy bueno.
Ter. ¿Tan malo es Leopoldo?
Marta Al contrario; por muy bueno lo tengo tam-
bién. Pero los celos lo trastornan, y me hace
sufrir. Contra su voluntad, pero me hace
sufrir.
Ter. ¡Celos de tí!... ¿Habrá majadero? jQué brutos
son los hombres, Marta!
Marta Por lo menos , ¡qué ciegos!
Ter. Mi Jaimito, en buena hora lo diga, no ha
dudado de mí nunca, nunca, nunca, nunca,
nunca, nunca. Bien es verdad que yo lo he
querido como una tonta siempre, siempre,
siempre, siempre, siempre, siempre.
Marta ¿Y yo á Leopoldo, no?
Ter. Pero dime: ¿ha sido tan grave el disgusto?...
Marta Muy grave.
Ter. ¿No hay arreglo posible?
Marta Ni lo hay ni lo quiero. Los celos podrán ha-
lagar mientras no ofendan. Los de Leopol-
do han llegado á ofenderme. Sí nos casára-
mos, viviríamos en tragedia ó en saínete
constante. Prefiero vivir sola, con mi tío,
sacrificando mi cariño, en comedia casera.
Ter. Vaya, no te apures, tontilla. Yo me encargo
de arreglar eso.
Marta No; te suplico que no. Estoy resuelta.
ESCENA X
DICHAS y RAMONA
RaM. (Por el foro, con una tarjeta y una caja de sombrilla
envuelta en un papel.) ¡Señorita.
Ter. ¿Qué hay?
Ram. De SU casa de usted acaban de traer este re-
salo.
Ter.
Marta
Ter.
Marta
Ter.
Marta
Ter.
A ver, á ver... (cogiendo la tarjeta y leyéndola.)
'<P. Gil. Paz 2.» ¿Quién es éste?
Mujer, Don Policarpo.
¡Es verdad! ¿Quién lo conoce por esta tarje-
ta, que es un tiro? ¡Pobre Don Policarpol...
¿Vienes allá dentro?
No; estando ese...
Pues aguarda un instante: voy á ver con Jai-
mito lo que nos manda esto buen señor, y
vuelvo en seguida.
Por mí no corras.
(Yéndose por la puerta de la izquierda.) PueS aqUÍ,
una de dos: o viene una sombrilla, ó viene
un sable. ¡Cuchillos, de ninguna manera!
ESCENA XI
MAKTA y RAMONA
Marta ¿Estás contenta con la señorita, Ramona?
Ram. Lo que hace falta es que la señorita lo esté
conmigo. Y debe de estarlo, cuando me con-
siente que tenga novio.
Marta Hola, ¿tienes novio?
Ram. Si, señorita; me ha salido un cochero de
punto. En la calle de Carretas tiene la para-
da. Si algún día se le ofrece á usted, con
mandar un recado acá, yo misma le aviso.
Marta Gracias, mujer. ¿Y qué, se quieren ustedes
mucho?
Ram. Un delirio. Con decirle á usted que hasta el
caballo me conoce ..
Marta (Riéndose ) ¿Y eso, qué?...
Ram. De tanto como no.s vemos en la parada. (Mi-
rando hacia la puerta de la izquierda.) Vaya, se-
ñorita, no quiero estorbar.
Marta A mí no me estorbas; me distraes.
Ram. No le faltará á usted distracción.
Marta ¿Por qué dices eso?
Ram. Usted lo verá. (Vase por el foro.)
Marta ¡Que simpleza!
- 29
ESCENA XÍI
MARTA y LEOPOLDO
(sale Leopoldo por la puerta de la izquierda. Al encontrarse frente
á Marta quédase confuso. Marta al verlo vuelve la cara con vio-
lencia.)
María
Leop.
Marta
Leop.
Marta
Leop.
xMarta
Leop.
Marta
Leop.
Marta
Leop.
Marta
Leop.
Marta
Leop
Marta
IjEop.
Marta
Leop.
Marta
Leop.
(¡Bah! Cosas de Teresita...)
Marta.
Qué.
Buenas tardes.
Buenas tardes.
(¿Para qué habré salido yo? ¡Es que soy
francamente idiotal) (pausa breve ) Marta.
Leopoldo.
¿Vamos á perdonarnos?
Y á mí ¿qué tienes tú que perdonarme?
Nada; ya lo sé. Tú á mí, si.
Pues no te lo perdono, porque sería volver
á empezar.
¿Lo has meditado bien?
Bien meditado lo tengo.
Es decir que piensas olvidarme.
Haré cnanto pueda.
No ha de costarte gran trabajo. Si me estás
dando la razón; si es que no me haü queri-
do nunca...
Nunca; es verdad: anoche te supliqué y te
lloré, como otras muchas veces, por gu?to,
por hacer un papel interesante. Sin duda así
lo comprendiste tú y no me hiciste caso.
Está bien No pienso volver á repetirlo.
Me saca de quicio tu frialdad.
Y á mí tus arrebatos.
Mis arrebatos tienen un fundamento.
Y mi frialdad ninguno: te estás cargando
de rszón. No tienes más que irte. . y de-
jarme.
Pues t'^ dejo .. y me voy. ¡Parece mentira
que yo no haya querido á ninguna mujer
como á tí!
— 30 —
Marta En efecto, parece mentira.
Leop. ¿Qné quieres decirme^
Marta J>o que he dicho: que parece mentira.
Leop. ¡Me molesta el diecreteo, ya lo sabes!
Marta Y á mí también.
Leop. Pues que quede aquí
Marta Pues que quede.
Leoí». Esto se acabó.
Marta Se acabó; en eso estamos.
Leop. (¡Me pegaría de bofetadas!)
ESCENA XIII
DICHOS, TERES1TA, DONA JOSEFA, CANDIÜITA, ROQUITO, JAI-
ME, DON PABLO, REQUEJO y DON ABEL
{palen por la izqiiierda, en animado charloteo de despedida. Leopol-
do se va á un extremo del gabinete, y allí se muerde un puño, ensi-
mismado en sus pensamientos.)
Cand.
RüQ.
Jaime
Marta
RoQ.
Cand.
Keq.
D. Abel
RoQ.
D.^ Jos.
D. Pab.
Cand.
D.a Jos.
RoQ.
Ter.
Jaime
lEs una preciosidad!
¡Es un encanto!
¿Cómo está usted, Martita?
Buenas tardes á todos.
Hola, Martita. (¡Cómo estira esta muchacha
los vestidos!)
¿Tú has visto la casa, Martita? ¡Ay, qué pa-
raíso de alcoba!
¡Ya les daré yo paraíso dentro de un mes!
Muy alto es lo que está.
Conque, niña, vamonos á casa. Doña Josefa,
enhorabuena; don Pablo, lo mismo digo á
usted. Que vean entrar en quintas á los
nietos.
Falta que los haya.
Ellos se encargarán... (se ríen.)
Don Pablo, quede usted con Dios; doña Jo-
sefa ..
Adiós, hijita...
Jóvenes, que se quieran ustedes siempre co-
mo ahora.
Más, más, más...
Más, más, más...
— 31 —
Cand.
D. Abel
Marta
Ter.
D. Abel
Marta
D. Pab.
D.a Jos.
D. Abel
Jalme
Marta
Ter.
Marta
Req.
Ter.
Req.
ROQ.
R(fQ.
Tek.
D.a Jos
Req.
D. Pab.
D.=^ Jos.
Marta
Ter.
Cand.
Jaime
D. Pab.
Keq.
Jalme
D.a Jos,
Adiós, Jaime; adiós, Teresita. Te envidio
sin reservas.
Niña, vamonos nosotros también.
Vamonos, tío.
¿Tan pronto'/
Doña Josefa, no le digo á usted nada; don
Pablo, á usted tampoco le digo nada...
Adiós, don Pablo; adiós, doña Josefa.
Adiós, mucbacha.
Adiós, Martita.
Teresita, no te digo nada; Jaime, á usted
tampoco le digo nada.
(Es claro: ¡como que no Fe le ocurre nada!)
Teresita, mil felicidades.
Adiós: j.qué ha habido de eso?
Ya hablaremos después.
Conque, salud, si es posible, y prosperidad,
en la que no creo. Paciencia, y aguantar los
palos.
¿Quiere usted irse, majadero?
Los más oportunos son los que os han rega-
lado cuchillos.
¡Muchas gracias!
Mi regalo será un revólver.
¡Jesús!
¿.\caba usted de largarse, hombre de Dios?
Que la maynr belleza
se casa para ver á su marido
Jiecho un tronco y dormido
con gorro de algodón en la cabeza...
¡Fuera! ¡fuera de aquí Requejo!
¡Fuera!
■ ¡Fuera! ¡fuera! ¡á la calle!
¡A la calle este tío gordo de la mala sombra!
Señores, tanto honor... (Vase por el foro, envuel-
to entre todos y en medio de la gritería general. Que-
dan en escena Doña Josefa, Jaime y Leopoldo. Jaime
va también á despedir á los amigos, á tiempo que ve
á Leopoldo y se detiene contemplándolo.)
¿Qué le pasa á ese?
Es verdad.
— 32 —
Jaime ¿Qué te ocurre, chico?
D.^ Jos. ¿Qué le sucede á usted?
Leop. Nada: que parezco un hombre y soy un asno.
(Despidiéndose.) Doña Josefa... Jaime.., Abur.
Un millón de venturas en esta vida y en la
otra. Mañana me voy de Madrid.
D.a Jos. ¿A dónde?
Leop. |Alrrar!
Jaime ¿A pintarlo?
Leop. ¡A tirarme!
Jaime Chico, ¿estás loco?
Leop. Loco completamente. Adiós, (vase de estampía
por el foro.)
ESCEN.A. XIV
JAIME, DOÑA JOSEFA, luego TERESITA, después DON PABLO
Jaime En broma lo dice, pero en su vida ha dicho
una verdad como esa. (ai encaminarse hacia
el foro se fija en que las figuras de las columnas están
cambiadas y suelta un terno.) ¡Caramba! ¿otra
vez? ¡Esto ya es que se quieren divertir con-
migo!
D.a Jos. ¿Qué dices, hombre?
Jaime ¡Que me cambian estas dos figuras á cada
instante! (Trocándolas él.) ¡Y á mí me da la
gana de que esta esté aquí y esta esté aquí!
.¡Ea!
D.a Jos. Pues no hay más que hablar.
TeR. (Sofocadísima y muy agitada, por el foro.) jAy!...
¡ayl...
Jaime ¿Qué es eso, corazón?
Da Jes. ¿Qué es eso, hija?
Ter. Me da... me da el ataque.
Jaime Pero ¿qué ha sido ello?
Ter. ¡Una barbaridad muy gorda que Requejo
me ha dicho!
Jaime Ahora verá... (corre hacia ei foro.)
Ter. No, no, no, Jaimito; no va3'a á volver.
D. Pab. (Llegando.) ¿A dónde vas, hombre?
- 33 -
D.a Jos. A ninguna parte; estáte aquí. ¿Se fueron ya
todos?
D. Pab. Todos.
Ter. ¡Ayl .. ¡ay!... Me da... me da... lo estoy vien-
do venir...
Jaime Vida mía, tranquilízate...
D.^ Jo5 Hija mía, por Dios ..
D. Pab ¿Quieres un poquito de agua?
Ter. ^Reparando en las dos figuras del foro.) ¿Qué CS
eso? ¿quién ha puesto así las figuras?
Jaime Ah, ¿pero eres tú la que las cambia?...
Ter. Ah, ¿pero eres tú?...
Jaime ¿Eres tú?
Ter. ¿Fres tú? (Van ai foro, y corriendo uno detrás de
otro de columna á columna, cada cual trata de colo-
car las figuras á la inversa que siempre.)
Jaime ¿Te gustan más en la otra forma?
Tex. ¿Te gustan más á tí?
Jaime Pues á tu gusto, á tu gusto...
Ter. Pues, no, señor; al tuyo...
Jaime Pero si á tí te agradan más así...
Ter. Pero si tú las prefieres del otro modo...
Jaime Que no, que no, que no, que no, que no...
Ter. Que sí, que sí, que sí, que sí, que sí... (De re-
pente, soltando la figura.) ¡Ay, mamá!
J).a Jos. ¿Que te pasa?
Jaime ¿Qué tienes? (Teresita principia á hacer visajes.
Tolos la auxilian.)
D. Pab ¡Picaros nerviosl
D.*^ Jos ¡Vaya por Dios! Sosiégate, hija.
Jaime ¡Ay, Jesús I ¡Ay, Jesús!
D.a Je?. Teresita, bija...
Ter. (Dando chillidos.) ¡Híüííü! ¡hiülüi! ¡hiiiiiii!
Jaime (Atribulado.) Ay, por Dios... un médico... Leo-
poldo es algo médico...
D.ft Jos iNo hace falta...
Jaime Sí, sí .. yo lo llamo... (Se asoma ai balcón y grita.)
¡Leopoldo! ¡sube!
D. Pab. No alarmes, hijo
D.a Jüs. Si esto pasa en seguida...
Jaime ¡Sube! ¡sube! ¡sube por Dios!
D.a Jos. ¿Quieres callar, escandaloso?
Jaime Teresita mía... encanto... gloria... vuelve,
vuelve en tí... ¡No vuelve! ¡no vuelve! ¡Pa-
— 34 —
I rece que está muerta!... (Dando gritos de dolor.)
¡Ay! [ay! ¡ay!...
D.a Jos. ¡Vaya un hombre que tenemos en casa!
D. Pab (.;No hay un poco de éter?
Jaime ¡No!
J).a Jos /,Ytila?
Jaime ¡Tampoco!
D. Pab. ¿Y agua de azahar?
Jaime ¡Menos! ¡Si aquí no hay nada más que cu-
chillos!
D.a Jos Ya le pasa.... ya vuelve...
Jaime ' ¿Sí? ¿si?
D.a Jos. Mírala., mírala...
D. Pab. Sosiégate, cálmate...
Jaime ¿Me ves ya, Teresita?
Ter. Sí... Jaimito... sí... ¿Te he dado mucho susto?
ESCENA XV
DICHO?, LEOPOLDO, CANDIDITA, MARTA, ROQUITD, REQUEJO
y DON ABEL
(Van llegando precipitadamente uno detrás de otro, por el orden
que se les nombra, con la lengua fuera, sin poder hablar una palabra
y respirando con gran fatiga.)
IjEOP.
¿,Qué es eso?...
Jaime
Nada, nada...
Cand.
¿Qué ocurre?
D.a Jos.
Nada ya...
Marta
¿Qué hay?
ROQ.
¿Qué sucede?
Jaime
Nada, nada ya...
D.a Jos.
Un ataquillo, pero ya pasó
Req.
¿Qué ha sido?
Ter.
Un susto...
D. Pab.
Nada ya...
D.a .los.
Tranquilícense ustedes...
Ter.
No ha sido nada, nada...
D.a Jos.
Nada, nada, nada...
— 35 —
(Mientras todos los recien llegados, sentándose donde
buenamente pueden, resuellan fatigosamente, cada ano
con distinto hipo, Jaime saca su librillo de apuntacio-
nes y escribe:)
Jaime «Éter, tila y agua de azahar.»
(Don Abel, más fatigado que todos juntos, maestra-
bien á las claras que las va á liar en el entreacto.)
FIN DEL ACTO PRIMERO
' II li Ii II 11 II II II II li II II 11 II i! II II ¡I II ll II II I! II II II !l
ACTO SEGUNDO
Xa misma decoración del acto primero, año y medio después. Leves
alteraciones en la colocación de los muebles, y algunos cuadros y
cachivaches más. Al foro, en la pared, la trompetilla de un tubo
acústico que se supone que comunica con el cuarto interior. Es
por la mañana.
ESCENA PRIMERA
RAMONA
^La escena sola. Suena varias veces el pito del tubo acústico, con
acentos de angustia, y sale Ramona por el foro.)
¿Qué querrá el señor? Desde que se mudó al
tercero y le pusieron este aparato, nos trae
locos. (Hablando y escuchando por la trompetilla.)
¿Quién es?...— ¿Qué?... — No, señor, no tan
salido. — ¿Va usttd á subir? — Bueno, yo se
lo diré á la señorita. (Vase por la izquierda Que-
da la escena sola unos momentos.)
38 —
ESCENA II
TERESITA, JAIME, DOÑA JOSEFA y DON PABLO
Al final RAIMUNDA, ama de cría.
Jaime (Dentro.l ¿Vamos á recibir al viejo?
Ter. (lo mismo.) ¿Vamos á recibirlo, gloria?
Jaime ¿Vamos á cantarle los lobitos?
Ter. ¿Vamos á caotárselos?... ¡Ajajayl ¡qué rica
eres!... (Salen por la puerta de la izquierda los dos..
Teresita trae en Jas manos, levantándolo y hacién-
dole fiestas, á Teodomiro, el primer fruto de su ma-
trimonio, vestido ya de nagüillas. Jaime viene de-
lante de ella, andando de espaldas y mostrándole sus-
manos al niño en infantil y constante voltear, mientras
le canta lo que sigue. Cruzan la escena y se van per-
la puerta del foro, repitiendo el canto.)
Jaime Cinco lobitos tenía una loba,
cinco lobitos detrás de una toba;
cinco teyíia y cinco criaba
y á todos cinco tetita le daha.
(vuelve á quedar la escena sola. A poco se oye dentro-
á don Pablo que besa y le liace fiestas á Teodomirito,
acompañado en ello por los papas, y en seguida salen,
todos por el foro.)
¿Quién es tu padrino, granuja? ¿Quién te
quiere á ti?
Su mamá, su mamaíta lo quiere más que
nadie, ¿verdad, cielo?
¡Ay, qué tunantillo es, qué tunantillo est
¡Rey de la casal
¡Mira cómo se ríe el picarón!
¡Ji, ji, ji!...
Me lo como, me lo como, me lo como...
(saliendo por la izquierda.) ¿Se COmen á mi niñO?
¿Se lo comen? ¿Quién es ese pillo? ¡Ven acá
tú, con abuelita, ángel!
(Dándole el niño.) ¿Sabe usted que pesa, mamá?
¡Ea, ea, ea, eal... ¿Qué? ¿va á dormir el luce-
rito de la mañana?
No, no, que no duerma por Dios, que luega
de noche.,.
D. Pab.
Ter.
Jaime
D. Pab.
Jaime
Tfr.
D.a Jos.
Ter.
D.* Jos.
Jaime
- ¿9 —
Ter. ¡Ay, qué noche nos ha dado el muy lloron-
cete!... jLloroncete!... ¡lloroncete!... ¡lloron-
cete!...
D. Pah Desde abajo lo he estado oyendo yo... Ko
toqué el pito porque era casi el amanecer...
D.aJos, Mira qué atención pone: parece que se está
enterando.
TtR. Es que tiene este chiquillo cosas que no son
propias de su edad.
Jaime Ya dice que no y que sí con la cabecita...
Ter. y se le pregunta: ¿cuánto me quieres? Y
abre los bracitos así...
D. PaB. ¡Qué mono! (Mostrándole uno por uno los dedos
de una mano.) TeodomiriUo: este puso un hue-
vo, este lo puso á asar, este le echó la sal,
este lo meneó y este picarillo gordo se lo co-
mió...
.Taime ¡Ji, ji, ji!
Tur. ¡Gloria de su madre!
D.a Jos. Vamos á perder la cabeza con este diablillo.
Ter. Déselo usted al ama. no llore.
D.aJos. (Llamando.) ¡Raimuuda! ¡Ama!
Ter. Si no tuvier.-i tan buena leche la echaba á
la calle. Es más remolona y más bestia.,,
¡Ama! ¡Raimunda! (Sale Ralmunda por la puerta
de la izquierda, gruñe que gruñe, y con cara de pocos
amigos.)
D .a Jos . Tome usted.
Ter. y cuidadito con llevárselo á la cocina, que
se le agarra á la gargantita el aceite. (ei Ama
gruñe.)
Jaime Y nada de asomarse al balcón, no tengamos
una desgracia, (ei Ama vuelve á gruñir.)
Ter. ¡Ay, por Dios, no lo pienses siquiera!
D. Pab Cántele usted, cántele usted mucho (cruñe
otra vez el Ama.)
D.a Jos. Y no se ponga usted en las corrientes.
Jaime Ni junto al gato, que le tiene envidia.
Ter. y dele usted un pechito ahora, que el ange-
lito lo está deseando. (Vase Raimunda por la puer-
ta de la izquierda, sin dejar sus gruñidos.)
— -40 -
ESCEXA III
TE !- ESITA, DOÑA JOSEFA, JAIME y DON PABLO
D. Pab. ¡Qué agradable, qué simpática y qué comu-
nicativa es esa señora!
Ter. Ay, papá, calle usted por Dios, que puede
enterarse y darnos un disgusto.
Jaime Le pasamos carros y carretas, pero no hay
remedio.
Ter. Nos lo está criando muy gordo.
D.a Jes. Esa es la verdad: ella será una muía, pero al
chiquillo da gozo verlo.
D. Pab ¿Quién dice lo contrario? El chiquillo es un
rollito de manteca.
Ter. Tan sonrosadito... tan mono...
Jaime Las carnecitas tan apretadas. .
Ter. (Con súbito arianque de entusiasmo y de amor mater-
nal.) ¡Hiiiii! ¡Gloria mía! ¡encanto! ¡cielo!
¡paraisol ¡Hiiiii! ¡Le voy á dar un beso aho-
ra mismo! (Echa á correr hacia la puerta de la iz-
quierda.)
Jaime Y yo otro, y yo otro. (Vase detrás de Teresita.)
D. Pab. ¿Ha visto usted cómo anda esta gente?
D.aJos. Es que este es el último cuarto de la luna
de miel. Advirtiéndole á usted que yo ando
peor que ellos.
D. Pab y yo peor que usted todavía.
D.a Jos ¿Quiere usted creer que me están entrando
ganas de ir á darle un beso también?
D. Pab. ¿Por dárselo ó por recibirlo?
D." Jos Por las dos cosas
D. Pab. Para que sea completo, ¿verdad?... Sí, por-
que los besos sin contestación son poco me-
nos que una sosería... ¿Se acuerda usted?
D.' Jos. ¿Quiere usted callar, ciruela pasa? ¿Que
siempre ha de tener usted ganas de fiesta?
D. Pab. ¿No ve u^ted que me quedo siempre con las
ganas, señora?
D." Jos. (Prestando atención hacia la izquierda.) ¿Oye USted,
don Pablo? ¡Se lo están comiendo á caricias!
¡Ay! ¡Quién lo viera hecho un hombre!
D.
•Jos.
D.
Pab.
D.
"Jos
D.
Pab.
D
"Jos.
D.
Pab.
— 41 —
D. Pab Esa es la mía; eso es lo que á mí me quita
el sueño... ¿Para qué será uno abuelo á esta
edad?
¡Porque este mundo está como Dios quiere!...
Debía una tenerlos nietos á los veinte años.
¡Eso es! ¡Aunque hubiese que pedir la no-
via con niñera!
Perdemos los estribos en hablando de Peo-
domirín.
También ha tenido un poco de guasa el
bautizarlo con fse nombre,
¡El de mi marido, don Pablo!
¡Doña Josefa, ya lo sé! Y reconozco que no
está mal que se llame don Teodomiro un
señor como su difunto de u?ted, que era bol-
sibta y que estaba gordo... ¡Pero mire usted
que poneile don Teodomiio á un niño de
esa edad!
D.* Jos. ¡Lo menos que se figura usted es que mi es-
poso nació ya bolsista y con panza!...
D. Pab. (Riéndose.) ¿Sabe Usted que parece que juga-
mos á los disparates?
D » Jos Sí que tenemos buen humor.
D. Í^AB. Señal de que estamos satisfechos.
D.* Jos. Es la alegría de aquéllos, que viene hasta
aquí...
D. Pab Porque sabe que de nosotros ha salido, y le
gusta darse una vuelteeifa por su casa.
D.* Jos. Mire usted, abuelo: cada beso que le dan al
nieto me parece que u.e lo dan á mí.
D. Pab. ¡Y se lo dan á usted, qué duda cabe! ¡Por
tabla, pero se lo dan á usted!
D.' Jos. ¿Y qué será que á ninguno se quiere como
al último?
D. Pab. Muy sencillo. Uno siente que esto se va, que
la entrega de un momento á otro, y todo el
cariño que le queda en el corazón, quiere
echárselo encima al nieto...
D." Jos. Puede que sea así; pero á mí no me hace
gracia emprender el viaje tan pronto: nu
me asuste usted.
D. Pab. Ah, ¿pero usted se figura que para mi es un
confite la noticia?
D.a Jos. ¿No, verdad? Pues le prevengo á usted una
cosa, consuegro.
— 4> —
D. Pab. Diga usted, consaegra.
D.* Jos. Que usted las lía primero que yo.
ü. Pab. ¿Si, eh? Pues que sea enhorabuena, porque
va usted á durar má=s que una taza rota.
D.* Jos. ¿Tanta cuerda tiene usted, don Pablo?
D. I'ab. Cuando 3^0 le digo á usted que esté tranqui-
la... Ya hablaremos dentro de treinta años.
D.í» Jos. ¿Dentro de treinta años? ¡Ahora sí que ju-
gamos á los disparates! (Los do.s, sueltan la risa.)
Ter. .Volviendo á salir. Jaime la sigue.) Estaba agarra-
do al pecho como una ñerecilla, y me ha
echado una mirada con el rabillo del ojo,
¡de lo más inteligente!...
Jaime (Limpiándose la cara con el pañuelo-) A mi me ha
llenado toda la cara de habitas... ¡Ji, ji, ji!...
D. Pab. Teresa, toma. (Lo da dos monedltas de cincuenta
céntimos.)
Ter. Ay, papá, muchas gracias, (a Jaime ) Mira:
(los moneditas más. {a. Doña Josefa.) Mamá,
otras dos moneditas. (Depositándolas en una al-
cancía que hay en el foro sobre un mueble.) Para li-
l)rar de quintas á mi leodomirín.
D.aJo.í;. Si es que no se libra por la talla.
D. Pab. Por la talla no se libran ya más que los
jorobados. Y mi nieto va á ser un real
mozo.
Jaime Pero se puede librar por el número
Ter. ¡Ca! Será muy desgraciado en el juego, por-
que tendrá mucha suerte en los amores.
Jaime Como yo, como yo... ¡Ji, ji, ji!...
Ter, y como yo,
Jaime He tenido yo más, cbachita.
Ter. No, no, no, que he tenido yo más.
D.* Jo?. Bueno, vamos á dejar los mimos ahora, que
hay varias cositas que hacer, (a Teresa.) ¿Le
has escrito á tu tío?
Ter. Sí. Sobie tu mesa tieties la carta, Jaimín,
para que luego le pongas los acentos.
Jaime ¿Le has puesto tú las comas?
Ter. Sí; á mi modo: una palabra sí y otra no.
D. Pab Parecerá la carta un hormiguero.
D.* Jos. ¿Y qué le dices á tu tío?
Tep. Nada de particular: que aún no lia venido
la visita que nos anuncia.
- 4i -
Jaime ^ Más que á un dolor le estoy 3*0 temiendo á
esa viíita.
D. Pab. ^.ustedes los conocen?
D » Jo?. De una temporada que estuvimos en Maja-
laudrín con mi hermano. Es un matrimonio
de í-ainete, pero inofensivo. A él. no sé por
qué, le llaman los chicos del pueblo Tiburóny
y creo que se pone por las nubes..
Jaime ;Ay, Tí6?/rd«/ Eso tiene gracia... /Ti¿/M;dn.^
Tfr. Las co.'ías de los pueblos.
D. Pab. ¿Han llamado, tú?
Jaime Sí.
D.' Jos. ¿Quién será ahora?
Ter. ¡Kequejo! No hay mucho que pensar.
D, Par. Pero ¿ea que vamos á tener Requejo á
diario?
Jaime ¿Y qué remedio queda? ¡A mí ya no me falta
más que pegarle un tiro!
D.^ Jos. ¡Pues pégaselo!
Ter. y vendrá á almorzar. Y es un sucio en la
mesa.
D." Jos. Y fuera de la mesa también es un sucio.
1'er. Vamos, á mí me pone nerviora ese hombre.
No quiero verlo, no quiero verlo, no quiero
verlo... (Se va presurosamente por la izquierda.)
D.*Jo€. Ni yo tampoco, porque me voy á descarar
con él. (Vase detrás de Teresita ) ¡JeSÚs! ¡qué
poptilla!
Jaime ¿Ve usted?
D. Pab Ya, ya veo. Les sobra razón, ¿eh? Ha toma-
do de appadero la casa...
ESCENA IV
JAIME, DON PABLO y REQUEJO
Rfq.
Jaime
Req.
D. Pab.
(Por el foro, todo salpicado de barro.) Hola, Jaime;
¿llenes al í un cepillo, que mira como me ha
puesto un coche?
(¡Me alegro!)
A punto de cogerme estuvo.
(¡Así te coja la máquina de apisonar, sin
vergüenza!)
ii
verlo... Si empieza
Mi mujer...
Jaime Espere usted á que se seque un poco.
Eeq. Mejor es. Chico, vengo á almorzar.
Jaime ¡Caramba!
Req. y á desayunarme primero. A estas horas —
las doce son — no ha entrado en mi cuerpo
ni agua. Puedo cantar misa.
D. Pab, Hombre, ¿y cómo no ha tomado usted cual-
quier cosilla por ahí?
Req. ¿Usted sabe con -el humorcito que he salido
yo de mi casa? Van ustedes á ver qué es-
cena...
D. Pab. No, señor, no vamos á
usted, me largo...
Req. ¡Un capricho de Goya!...
D. Pab ¡Caray con el hombre.
Jaime ¡Que no qneremos oir calamidades!
Req. ¡Señor, si para mí es un desahogo!...
D. Pab. ¡Justamente! ¡es un desahogo como no hay
ejem])lol ¡Porque se está mal en la propia
casa venir á molestar á la ajena!
Req. Es que usted no se puede imaginar... ¡Si
aquello es el delirio, don Pablo! ¡Calculen
ustedes que mi euegra, de remate ya, está
escribiendo un folleto anarquista, y me llena
la casa de comj) oteros/ El compañero Pérez,
el compañero Sánchz.. ¡Y el compañero
Gómez se llevó el otro día un par de botas
de mi mujer! Cuestión de ideas...
D. Pab. ¡Canasto, pues con meterla en un manico-
mio despacha u.'íted!
Req. ¡No la toman! ¡Me dicen que está cuerda!
¡Vamos, hombre! ¡Y se pasa los días dando
gritos y tirando de pluma, y las noches in-
ventando explosivos! ¡No hay manera de co-
ger el sueño! Por supuesto que el que va
á volar la casa soy yo.
D. Pab. ¡Me alegraré mucho! ¡Sobre todo si procura
usted que le coja dentro! (v«se por ei foro hacia
la derecha.)
Req ¡Qué impertinentes se ponen las personas de
cierta edad! Aunque eea tu padre, no deja-
rás de reconocer que eso no se le dice á nin-
guna persona decente.
Jaime Ah, no; á ninguna persona decente.
— 4") —
Req. Celebro que estés de parte mía. Voy al co-
medor á tomarme cualquier futesilla anted-
'|ue almorcemos.
Jaims Kn el comedor, lo que es ahora...
Req. Yo buscaré, yo bupcaré, no te muevas... ¡O
hay confianza ó no hay confianza! (vase por
el foro, hacia la izquierda )
J A JME ¡Hay demasiada confianza, córcholis! (se que-
da cruzado de brazos viéndolo irse.)
ESCENA V
JAIME, LEOPOLDO y TERESIT.V
Jalme Bueno, ¿y qué hago yo con ese hombre? Lue-
go Teresita se enfada, pero ¿qué hago yoV
Nada, que le voy á meter dos cerillas en una
nlbóndiga... y páselo que pase. ¡El envene-
namiento: no queda otro recurso! fse sienta en
el sofá y se recuesta un poco.) ¡Ay! ¡De qué bue-
na gana descansaría un ratillo!... El here-
dero me trae como un sereno: teniendo que
dormir de día .. (Bostezando y desperezándose.)
¡Aaa'^aah!... (cierra Jos ojos, decidido á echar un
sueñecillo.)
f.EOP. (Desde la puerta del foro.) ¿Se pUCde?
Jaime (¡l'or vida!.. ) ¿(^uién? (se levanta )
Leop. ün amigo.
Jaime ¡Leopoldo!
JjEOP J.Jaime! (Se abrazan.)
Jaime ¿Cuándo has llegado?
Leop. AriOche. ¡Qué gordo estás! Chico, ¡qué bien
f-ienta esta vida!
Jaime Al pelo, ya lo ves.
Leop. ¿Y á mí, cómo me encuentras*!*
Jaime Como siempre. Un poco más tostado del
sol, pero como siempre.
Leop. ¿Y Teresita?
Jaime ¡Ay, Teresita!... Teresita no separeceá nada...
Me tiene loco, loco.. ¡Se me ha puesto más
redondita y más mona!... ¡Ji, ji, ji! Voy á lla-
marla y la verás, que ha de alegrarse mu-
cho.
- 46 —
Leop. a tu padre lo he visto en la es-calera.
Jaime Vive aquí abajo. En cuanto instnlaron el as-
censor, le faltó tiempo para nudarse cerca
de nosotros. (Llamando.) ¡Teref-a! ¡Teresital
|Ven! ¡Verás quién está aquí!
Leop. J)e sejíuro que no imagina...
Jaime ¡Ni ella ni nadie!... Vaya, vaya con Leo-
poldo ..
Tkr. (saliendo por la puerta de la izquierda.) ¡Lcopoldo!
Leop. ¡Teresita!
Ter. ¡En quien menos pensaba yo ! ¿Cómo es-
tamos?
Leop. No estamos mal... A usted ya la veo inmejo-
rable...
Jaime ¿Verdad que se me ha pue.«to todavía más
guapa?
Ter. ¡Calla, tonto! Siéntese usted, (se sientan ios tres.)
Leop. ^.Y su mamá, Teresa?
Ter. Hecha una pollita de quince años. Ahora
saldrá. Está durmiendo á Teodnnriro.
Leop. ¡Ay! ¡es verdad! ¡que no h-- prt'guntado por
el primogénitol No se enfaden ustedes ..
Jaime ¡Le^ poldillo, un encanto, una gloria! (Mos-
trándole una fotografía que llera en la cartera ) Mí-
ralo, míralo; el otro día lo retratamos.
Ter. P]n cuerecitos vivos ..
Jaime No le falta ningún detallito... ¡li, ji, jil
Leop. ¡Buena persona! ¡Qué sin'pMiico y qué boni-
to es! Por supuesto que de ti palo... tal a.--
tilla. Deben estar ustedes oi oullosos. (i e de-
vuelve el retrato á Jaime )
Ter. (Muy esponjada.) No cs por(]ue sea hijo mío...
Jaime Nuestro, nuestro...
Ter. No es porque sea hijo niust'-o, pero es un
(juerubín. Ya lo verá usted cuando esté dor-
uiidito del todo.
Jaime Vale más que no lo duerman, mujer.
Ter. ¡y si tiene sueño, el rey mí"'...
Jaime Sí, pero luego de noche es fUa. Se coloca en
la cama entre los dos, ¿sabes? y vengan cos-
qiiillitas, y venga risa, y venga juego, y tira
de aquí, y tira de allá, y no luiy quien cierre
un ojo dos minutos seguidos.
Ter. ¿y á tí te pesa? ¡Mal padre; monstruol
- 47 —
Jaime ¡Monstruo! ¡monstruo me llama!... ¡J¡, ji, ji!
Leop. Sois un matrimonio ideal, modelo.
Ter. Luego, Dios nos ha mandado ese capullito...
Jaime ¡Y que ha quedado Dios en el encargo de
que no sea el último!... ¡Ji, ji, ji!...
Ter Jaimito...
Jaime Tere-ita... (Se ríen ios dos y Leopoldo con ellos.)
Leop. Vaya, veo qne han resuelto ustedes el pro-
blema. Los envidio con toda rni alma.
Ter. Bueno, ¿y usted? Hablemos de usted ahora.
¿Qué aparición es esta? ¿A qué vuelve usted
a Mfldrid?
.Taime ¿Vienes acaso á la Exposición?...
Ter. Cuente usted, cuente usted...
Jaime ¡Vamos, hombre!
Leop. (suspirando.) ¡Ay!
Jaime ¡Adiós!
Ter ¿Suspiros? ¡Malo! Digo, bueno.
Leop . (Muy serio.) ¿Quieren ustedes que les diga á
lo que he venido á Madrid?
Jaime Si, hombre; pero fío tomarlo en ese tono
tan lúgubre. No hace falta.
Leop. A casarme he venido.
Ter. ¿Hola?
Jaime ¿Hola? Pues sí que viene á la exposición...
Ter. Deja los chis'es, tonto. — ¿Y con quién va
usied á casarse, se puede saber?
Leop. Con Marta.
llL I ¿Con .Marta?
Leop. (Alarmado) ¡Qué! ¿Ks algún desatino que yo
qu er. casarme con Marta?
Tkr. ¿Qué ha de ser un desatino? Al contrario:
nos parece muy bien; pero... Vamos por par-
tes: ¿está usted seguro de que Marta piensa
en usted?
Leop. Seguro: por lo que yo he pensado en ella.
Jaime (a Leopoldo.) Oye, ¿la llamo?
Leop. ¿Cóíuo la llamo? ¿Qué quiere decir eso?
Ter. ¿Pero no le ha dicho á usted Jaime que Mar-
ta vive con ncsotro.-^?
Leop. (Asustado, temblón.) ¿Con ustedcs?... ¿Marta?...
¿Y está ahí?...
— 48 -
Jaime Hombre, no te asustes...
T£R Está en misa. Como tenemos la iglesia en-
frente, ella sólita atraviesa la calle...
Leop. a ver^ á ver, explíquenme ustedes .. dígan-
me lo ocurrido... No, no; si ya noté yo al en-
trar que había en esta casa una luz, una
transparencia en el ambiente, un aroma...
un aroma...
Jaime Eso del aroma es que gastamos un dineral
en papel de Armenia... Con esto del chico...
Leop. ¿Quieres tener formalidad? Teresita, cuén-
temelo usted todo ce por be.
Ter. ¡Si todo es nada! ¿Usted sabrá que el pobre
don Abel murió el mes pasado?
Leop. ¡Como que á esa noticia obedece mi regreso
A la Corte!
Ter. Bueno; pues como la pobre Martita vivía sola
con él, se quedó... usted lo comprenderá^
Leopoldo...
Jaime A las clemencias del cielo, chico.
Leop. Es claro. Lo que yo imaginé.
Ter. y mientras unos parientes lejanos de ella,
que están en Lisboa, no resuelven en defi-
nitiva si se la lleviin ó si no se la llevan, no.s
pareció lo natural traérnosla á casa.
Leop. [Cuánto les agradezco!...
Jaime Y nos tiene hechizados, puedes creerme.
Ter. Es de una delicadeza que encanta. Se resis-
tió mucho á venir; nos hablaba de arreglar
sombreros, de coser... ¡Pcbrecita!
Leop. ¡Ay! Permítanme ustedes que rae desaho-
gue: ¡soy el hombre más grosero de espíritu
y más desconsiderado que hay en el pla-
neta!
Jaime Tú no conoces á Requejo, ¿verdad?
Leop. ¡Hombre, deja las bromas! Teresita, Jaime,,
amigos míos: ¿no opinan ustedes que mi de-
ber es hablar con Marta, pedirle perdón, de-
cirle que la quiero más cada día? Aconsé-
jenme ustedes, ilumínenme, que en este
])aso que voy á dar, está mi salvación ó mi
ruina completa. ¿Qué debo hacer? ¿qué
hago?
(Llora dentro Teoiomirito, con toda la fuerza de sus
- i9 —
pulmones y todas las galas de su estilo. Oírlo y levan-
tarse como por resorte Teresita y Jaime y dejar al otro
con la palabra en la boca, todo es uno.)
Ter. ¿a ver?... ¿Llora el niño'?
Jaime ¿Llora el niño?
Ter. ¡Ama! ¡ama!
Jaijíe Esa mujer...
Ter. Ni un momento puedo apartarme... Perdo-
ne usted, Leopoldo...
JviME Sí, sí, perdona, chico ..
Ter. ¿Qiié le han hecho á mi rey, qué le han he-
cho?
Jaime ¿Quién ha sido el infame, que lo voy á ma-
tar? (se van los dos á escape por la puerta de la iz-
quierda. Poco después se oye más lejos el llanto del
niño, hasta que se pierde por completo.)
ESCENA VI
LEOPOLDO y MARTA
LeOP. (Levantándose ) ¡Qué egoistas SOU los dicho-
sos!... Estos padres felices no tienen entra-
ñas.. (pa.sca d sasosegado.) Marta aquí, Marta
aquí... ¡Si parece providencial todo lo t)ue
ocurre!... El corazón me va á saltar del pecho
de un momento á otro... ¿Y qué haré yo?
¿Esperarla? ¿irme?... (viendo á Marta, que llega
por el foro vestida de negro, con gabán y velito, un
devocionario en una mano y un rosario envuelto á la
muñeca.) (¡Ah!) (Quéda.sc sobrecogido.)
Marta ¿Eh? (Reparando en Leopoldo.) (¡JeSÚS María!)
(Baja los ojos llena de emoción, y así permanece unos
instantes, en que él la mira sin pestañear.)
Leop. ¿Cómo está usted, Marta?
Marta Bien, ¿y usted, Leopoldo?
Leop. ¿Le sorprende á usted encontrarme, ver-
dad?
Marta Sí; no esperaba... (Pausa breve.)
Leop. Por su tío de usted no le pregunto porque
va he sabido que se murió.
Marta Sí.
Leop. (¡Qué bárbaro! ,qué estupidez he dicho!)
Marta
- 50 -
Crea usted qu3 lo he sentido con toda mi
alma.
Gracia?, Leopoldo. Con permiso de usted...
(Vase por la puerta- de la izquierda. Leopoldo la ve ale-
jarse emocionado )
ESCENA VII
LEOPOLDO y JAIME
LeOP. (Estallando en locura amorosa.) ¡JeSÚs! [JeSÚS,
Dios mío! ¿Qué ha sido esto? ¿Qné torrente
de lux es este que se me ha metido en el al-
ma? ¡Está divina! ¡encantadora!... Ese traje
negro la hermosea, la idealiza... (Aparece Jai-
me por el foro.) ¡Jaime! ¡abrázame!
Jaime ¿Qué te sucede?
Leop. ¡Abrázame! ('■"e abrazan.) jLa he visto!
Jaime ¿La has visto?
Leop. ¡Si!
Jaime ¿Y crees en Dios?
Leop. ¡Desde luego! ¡Si supieras qué desconcierto
hay dentro de mí; qué derrumbamiento de
las mil majaderías que me cegaban, de to-
das las pequeneces ridiculas que en la au-
sencia he inventado para olvidarla!...
Jaime Pero, bueno, no te exaltes, oye: ¿qué pien -
sas hacer?
Leop. ¡Casarme mañana!
Jaime No seas loco, por Dios. ¿Has hablado con
ella?
Leop. Tres palabras. Y le he dicho cuatro tonte-
rías.
Jaime ¿Nada más?
Leop. ¿Te parecen pocas? Tú me conoces bien.
Escucha: se me ocurre una idea feliz.
Jaime Lo dudo.
Leop. Le voy á escribir una carta.
Jaime ¡Hombre, no!
Leop. ¿Por qué no?
Jaime Viviendo aquí con nosotros, siendo tú ami-
go nuestro, pudiendo hablarle...
Leop. A pesar de eso. Estoy más seguro de mi
- 51 —
Jaime
Leop
Jaime
Leop.
Jatme
Leop.
Jaime
Leop.
Jaime
Leop.
pluma que de rai palabra. Además, escri-
biéndole yo, le doy tiempo para que medite
su respuesta; evito que sea un chispazo del
amor propio herido... Me volcaré eu la car-
ta: mojaré la pluma en el corazón... La haré
ver mis remordimientos cruele?, mi cariño,
que se agranda por días... Llévame á tu es-
critorio.
Haz lo que quieras, hombre. Después de to-
do no me parece mal.
¿Es esa habitación que hay á la derecha,
según 6e sale?
Sí.
Pues no te molestes. Necesito estar solo. .
No quiero figuras decorativas ni sombras
chinescas.
Gracias.
Hasta luego.
Oye.
Qué.
¿Tú almorzarás hoy con nosotros?
¡Yo no necesito almorzar hoy! (vase por ei foro,
hacia la derecha.)
ESCENA VIII
JAIME, después R.A.M0XA, DON' C.\.RMEL0 y DOÑA FEDERICA.
Jaime ¡AtizalEstoy viendoque ese se pasa eldía me-
tido en el despacho. Sí; porque ningún borra-
dor va á gustarle... Allá él... A mí, por de
pronto, que me entren moscas... P^ntornando
este balcón un poquillo, me tumbo en el sofá
y descanso aunque sean diez minutos. No me
lo impide nadie, (cierra las puertas del balcón, se
quita la americana y se tiende á la larga en el sofá
del foro.) Sí no hago esto, voy á pasarme el
día como los abejorros, tropezando en todas
las paredes... ¡Aaaaaaah!... (Se queda casi ins-
tantáneamente cuajado como un ángel. A poco se le
cae un brazo y se coloca panza arriba en actitud nada
académica.) Lo que agradece el cuerpo un des-
cansillo... por pequeño que sea.... (Resuella,
— bl —
fuerte, ronca algo, rumia y se entrega á todo género-
de libertades. Aparece Ramona en el foro, con doña
Federica y don Carmelo. Son los de Majalandrín y está
todo dicho. La señora usa «impertinentes» y el caballe-
ro botón en la solapa. Visten con pretensiones de ele-
gantes, sin ser caricaturas.)
Ram. Pasen ustedes.
D. Car. (Tropezando en una silla apenas llega.) Cuidado,.
Federica. (^Pasa con la señora al primer término de
la derecha.)
Ram. ¿Quién ha cerrado aquí? (va ai balcón y lo abre.)
Siéntense ustedes», que voy á avisar á los se-
ñoritos. (Se marcha por la puerta de la izquierda.)-
D.a Fed. Has debido darle una tarjeta con un pico
doblado.
D. Car. Mujer, por Dios; eso es en las visitas de pé-
same. No acabas de aprender.
D." Fed Oye, yo creo que la hora no será inconve-
niente.
D. Car. Ya me he cuidado de eso. Es la hora de ri-
gor, (oa media vuelta, y se encuentra de manos á
boca con Jaime en el sofá. Al verlo corre por todo su.
cuerpo un sudor frío. Hubiera preferido morirse de-
repente.) ¡Federica!
D.a Fed. Carmelo.
D.Car. ¿Veí-?
D.a Fed, ¡Qué atrocidad! ¿Pues no asegurabas que era
la hora de rigor'?
D. Car. No me reproches.
D.a Fed. Tú dirás lo que hacemos.
D. Car. Hurgarle no le hurgo. ¿Te parece que toque
las palmas para que se despierte y nos vea?
J).a Fed. Mejor es otra cosa.
D.Car. ¿Mejor?
D a Fed ¡Siéntate aquí... y no hemos visto nada.
D. Car. ¡Bravo! (Se sientan á la izquierda, vueltos de espal-
das al sofá. Jaime ronca fuerte.)
D.a Fed JSi hemos oído nada,
D. Car. Nada. Ahí viene la chica.
D.a Fed. Ahora es ella.
D. Car. Yo me hago el chivo loco. (Se pone á hacer di-
bujos en el suelo con el bastón y su señora con la.
sombrilla.)
Ram. ('por la izquierda.) El señcrito debe de estar en
— 53 —
D a Ffd.
a Car.
Ram.
Jaime
Ram.
Jaime
D. Car,
Ram.
Jaime
D. Car.
D.a Fed
Ram.
Jaime
Ram.
D. Cak .
Jaime
Ram.
Jaime
el despacho, (ai ir hacia el foro ve á Jaime y se qno-
da clavada.) (¡Dios mío!)
(Estoy sudando caldo del puchero.)
(Tarareando.) Lará, lará, lai'á, lará...
(Lo llamaré; ¿qué voy á hacerle?) Señorito
Jaime... señorito Jaime... (Gritándole ai ver que
no se despierta.) ¡Señorito Jaime! ¡que están
aquí los señores de Majalandrín!
(sin abrir los ojos y sin hacerse cargo de la situación.)
¿Eh?
¡Que están aquí los señores de Majalandrín!
Diles que he salido.
(Dándole un codazo á su señora.) (¡Federica!)
(¡Virgen!) Señorito, si es que están aquí... ¿no
se ha enterado usted?
(En el mismo estado.) ¡Que se vayau! No tengo
ganas de recibir paletos ahora... (Da media
vuelta en el sofá.)
(Como antes.) (¡Federica!)
(¡Carmelo!)
(Despertando á Jaime á viva fuerza.) ¡ScñoritO, por
Dios!
¿Quieres dejarme?
¡Señorito!
(Levantándose de un salto.) No le molcste más.
.Nos iremos, (se levanta también doña Federica.)
(incorporándose aterrado al oir la voz de don Carmelo
y poniéndose de pie muerto de vergüenza.) ¿Eh?...
¿Cómo?... ¡Ah! Señora... Caballero... Ustedes
perdonen... (a Ramona.) Mujer, bien podías...
(Reparando que e.stá en chaleco.) (¡UlI) (Se pone la
americana á escape.) Bien podíus haberme avi-
Fado...
Señorito, yo..
Vete, vete; no hables. (Vase Ramona por el foro.)
— 51 —
ESCENA IX
JAIME, DON CARMELO y DOÑA FEDERICA; luego TERESITA;».
después DOÑA JOSEFA
Jaime
D. Car.
Jaime
D. Car.
Jaime
D. Car.
Jaime
D a Fed.
Jaime
D. Car.
D.a Fed.
Jaime
D. Car.
D.a Fed.
Jaime
D. Car.
Jaime
D.a Fed
Jaime
D. Car.
D.a Fed.
Jaime
Estas criadas... Pero, siéntense ustedes, por
María Santísima... (¡Yo mato á Ramona!).
Deploraríamos haber venido á incomodar...
[Calle usted, eeñor mío!... Nada de eso...
Siéntense ustedes... (Se sientan ios de Majalan-
drin.) Tengo la manía de acostarme á des-
cansar ahí... Como el chico nos da tan malas
noches... (Me parece que peores meneallo.)
Pero ¿no le han avisado á mi mujer? (va á la
puerta de la izquierda y grita."! ¡Teresa! ¡Ven, hija
mía, que tenemos aquí á Tiburón!
(Levantándose.) ¿Fh?
(¡Adiós! ¡le he llamado por el motel)
¿Ignora usted mi apellido, señor caballero?
(Este me salta un ojo.) No, ¡qué disparate!
sino que... que... Vaya, vaya... Pero senté-
monos, (se sientan.) (Van dos scguidas que
3-a, ya.) ¿Y qué tal el viaje?
Bien. En primera.
Con que en primera... Bueno, bueno... ¿Por
mucho tiempo aquí?
No; nos iremos pronto...
Ya ve usted; á la una es la mesa redonda...
Si digo en Madrid, señora mía.
¡Ahí (¡Qué finura deingenio hay en la Corte!)
En Madrid estaremos una semanita.
Una sf manila... (rausa breve) ¿Y por allá,
bien?
Bien, sí, señor.
¿El tío bien?
Sí, señor, bien.
¿Los niños bien?
Bien, bien; ios niños están bien.
El tío nos encargó mucho que viniéramos á?
visitar á ustedes...
Je, je... (A esta señora la he visto yo por una
perra gorda )
55 —
Ter.
D. Car.
Ter.
D. Car.
J) íi Feo.
Ter.
Jaime
Ter.
D. Car.
Jaime
Ter.
D.a Fed.
Ter.
D. Car.
Ter
1) a Fed.
D. Car.
D.a Jos.
D.a FüD.
D.a Jos
D. Car.
D." Jos.
Jaime
D.a Jos.
D.a Fed.
Da Jos.
D. Car.
D.'Jos.
D.'Fed.
D'Jos.
D. Car.
D.'Fei).
D. Car.
J \1ME
D. Car.
(por la izquierda.) ¿Cómci vamos? Doña Fede-
rica, tantíbimo gusto... Don Toribio...
Don Carmelo.
¡Don Carmelo!... ¿Qué tal, qué tal?...
Señora...
Señorita...
Siéntense, siéntense... (e sientan todos.— a Jaime,
bajo.) (Oye, ¿qué trae don Carmelo en la so-
lapa? ¿Es un caramelo de los Alpes?) (los
dos sofocan la risa con gran esfuerzo. Pausa.)
Vaya, vaya, vaya...
¿Por mucho tiempo aquí?
Aquí, en Madrid, por una semana.
Je...
¿Y por allá, bien?
Bien, sí señora.
;.E1 tío bien?
Sí, señora, bien.
^,Los niños bien?
Bien, bien; los niños están bien.
El tío nos encargó mucho que viniéramos á
visitar á ustedes...
(por la izquierda.) ¡Hola, hola! ¡Cuánto tiempo
pin vernosl ¿Cómo sigue usted, Federica?
Bien, ¿y usted?
¿Y usted, Gundema^o?
Carmelo, señora.
¡Ay, es verdad! ¡Qué cabeza la mía! Pero»
siéntense ustedes... (se sientan todos.)
Bueno, bueno, bueno...
¿Mucho tiempo entre nosotros?
Una semanita.
¿Por allá bien, eh?
Bien, sí señora.
¿Mi hermano bien?
Sí, señora, bien.
¿Los niños bien?
Bien, bien; los niños están bien.
Su hermano de usted nos encargó mucho
que viniéramos...
¡Ah, es claro! Si no nosotros no hubiéramos
venido...
Ustedes siempre vienen á su casa...
La de ustedes, en Majalandrín, Larga del
— 56 —
Boticario, 15... (Teresita y Jaime sofocan nueva-
mente la risa. Pansa. Sonrisas generales No surge una
idea ni para un remedio.)
Ter. Vaya, va3'a, vaya...
D.» Jos. Bien, honibre, bien...
Jaime ¡Caraml)a, caramba, caramba!...
D. Car. Pues... el tío está rabiando por conocer al
pequeñuelo de ustedes...
D." Fed. ¿No anda por ahi?
Ter. Todavía no anda, señora.
D." Fed. Tendría gusto en verlo.
Jaime ¿Y si se asusta?
Jl). Car. ¿liih? (Teresita y Jaime apenas pueden ya tener la
risa.)
D.* Jos. En cuanto ve personas extrañas se asusta.
Ter. Según le coge. Llamaremos al ama á ver.
iRaimunda! ¡traiga usted al niño!
Jaime (Aprovechando la ocasión para soltar la risa natural-
mente. Teresita se rie con él.) Es Un mOuicaCO
que nos tiene sorbido el seso. ¿Ustedes tie-
nen hijos?
D. Car, Sí, señor; uno de Federica y otro de un ser-
vidor de ustedes.
Ter. ¿Cómo?
D." Fed. De nuestros primeros enlaces. Este y yo no
hemos congeniado. (Pausa. Todos clavan la vista
en el suelo. Después todos levantan al mismo tiempo
los ojos y se miran.)
D. Car. (No se me ocurre nada absolutamente. [Qué
angustia!)
D.' Fed (a don Carmelo.) (Se te ha soltado la cinta de
los calzoncillos.)
D. Car. (¡MaldiciÓnl^ (Hace esfuerzos por recogérsela con
disimulo y no puede. La preocupación le amarga la
visita.)
Jaisie Lo que quiero que nos digan ustedes es
donde viven, para ir á visitarlos antes que
se marchen.
D. Car . ¡Ah, no, no; cumplidos con nosotros no!
D.' Fed Nosotros somos muy á la pierna la llana.
D. Car. Estamos reñidos con la po)?ípaíZMr.
Ter. ¿Qué?
D. Cak. Además, vamos á trasladarnos de fonda.
I). ■'Jos. ,.Y eso?
— 57 --
D. Car. Porque nos dijeron ayer una cosa que no
tiene gracia ninguna: parece ser que junto á
nuestra habitación hay tres enfermos de vi-
ruelas. (Teresita, doña Josefa y Jaime daa un grito
agudísimo y se ponen de pie Inmediatamente se le-
vantan también los de Majalandrln, con el asombro
consiguiente.)
Ter.
D.'Jcs. ¡ ¡Ah!
Jaime •
D. Car. | .j^,, „
D.» Fed. i ^*^^'
Jaime ¿Viruelas dice usted?
Ter, ¿Viruelas en la fonda?
D.'Jos. ¿Viruelas?
D. Car. Viruelas, pero...
Ter. ¡No hay pero que valga!
D.' Jos. ¡For la virgen del Carmenl
J-ER. (Encarándose con don Carmelo y doña Federica.) ¡Jc-
sús! ¡Yo me voy ahora mismo de aqui! ¡Es
una imprudencia! ¡es una imprudencia sa-
ber eso y venir á una cssa en que hay una
criatura! ¡No se acerquen á mí! ¡no se acer-
quen! ¡ Me voy! ¡me voy! (Vase de estampía por la
izquierda. I, os de Majalandrín tratan de hablar y doña
Josefa, que también se encara con ellos, no los deja.)
D.' Jo?. ¡Al diablo se le ocurre vivir donde hay vi-
ruelas y venir acá! ¡Si el niño enferma uste-
des serán los culpables! ¡Y mire usted qué
responsabilidad tan espantosa para mi po-
bre hermano, por haber mandado la visita!
¡No lo quiera Dios! ¡no lo quiera Dios! (vase
detrás de Teresita. Durante las palabras de una y otra
suena dos ó tres reces el pito. Las primeras notas es-
tremecen á los de Majalandiín.)
D. Car Le advierto á usted que parece qui son
locas...
Jaime (sulfurándose.) ¡Oiga usted!
D. Car. ¡Las viruelas digo, señor!
Jaim? ¡Ah!
D. Car Por cierto que extraño muy mucho...
J.AiME Disimulen ustedes... Son una madre. . y una
abuela...
D. Car. (¡Son un par de tarascas!) Nue-tro deber es
irnos, lo comprendo...
58 —
Jaime
D.aFED.
D. Car.
Jaime
D.a Fed.
Jaime
D. Car.
D.aFED.
Eso si...
Orea usted que no caímos eii la cuenta...
Quede usted con Dios.
¡Ño me dé usted la manol
¿Y qué le decimos al tío'?
Que hemos tenido mucho gusto en conocer
á ustedes. Paseo delante, pasen.
í^ervidor. (a doña Federica, en la puerta del foro ya.)
(¡Esta visita no se me olvida á mí mientras
vival) (suena el pito y dan un respingo los dos.)
(¡Ni á mí tampoco!) (Se van por el foro. Jaime
los sigue á alguna distancia.)
ESCENA X
J.Al>[E, DON PABLO, DOÑA JOSEFA y TERESITA
(Pausa. En esta escena todos son sustos, carreras y emociones fuertes.)
Jaime (por el foro, corriendo ) ¡Hay que fumigarl ¡hay
que fumigar! ¡Teresita! (^Vase por la izquierda.)
D. PaB. (Por el foro, desde la derecha.) ¡Jaime! ¡Jaime!
Pita que pita y nadie me hao3 caso... ¡Jai-
me! (Vase por la izquierda también.)
Jaime (t'or el foro, desde la izquierda.) ¡Papal ¡papá!
¿Dónde anda usted? ¡Ay, íSanto Dios, qué
trance más horrible! ¡Pobre Teodomirín de
mi alma!
D . PaB (volviendo á salir por la izquierda y topándose con
Jaime.) ¡Jaime!
Jaime ¡Papá!
D. Pab Acaba de contarme Teresita... ¡Qué bárba-
ros!
Jaime ¡Qué estúpidos! Hay que fumigar á esa cria-
tura.
D. Pab. Hay que vacunarla. ¡A escape por un mé-
dico!
Jaime Allá voy yo (Métese por la puerta de la izquierda.)
D.a Jos (Por el foro, desde la izquierda.) ¡Imprudencia
mayor, don Pablo! ¡Estoy indignada! (Asoman,
dose al balcón y gritando.) Ahora Salen de acá.
¡Majalandrines^I (Apártase del balcón, y no contenta
con el insulto vuelve á ély grita.) /TihurÓnl
D. Pab i'lireles usted una maceta!
— 59 —
Ter. (Por el foro también.1 ¡Aj, DioS mío!
jMamá! ,papá!... ¡Oira desgr.icia!
Jaime (Con cl sombrero puesto, por la izquierda.) ¿Qué £U-
cede?
Ter. ¡El ama que dice que se va por miedo á las
viruelaí-!
D.a Jos. ¡Ay, Virgen del Carmenl
Jaime ¡Jesús, qué conflicto!
Ter ¡Yo estoy que se me puede ahogar con \:n
cal^ello!
Jaime ¡Pobie Teodomirín!
Ter. ¡Hijo de mis entrañas!
D. Pab. ¡No amilanarse, por Dios vivo! Todo tiene
arreglo, (a Teresita.) Tú, á cantarle la nana al
retoño (a doüa Josefa.) Usted, á convencer al
íima para que se quede. ;^a Jaime.) Tú, á bus-
car otra ama, por si acaso. Y yo, por un bi-
berón, por leche, por un médico y por una
ternera para la vacuna. ¡Sobre la maichal
Jaime ¡Andando!
Ter. ¡Ay, Dios mío de vida!
D.a Jos. ¡Ay, qué demonios de paletos! (se van don Pa-
blo y Jaime por el foro, hacia la derecha; Teresita.
por la izquierda y doña Josefa detrás. Queda la escena
sola un rato.)
ESCENA XI
REQUEJO y LEOPOLDO
ReQ. (l'or el foro, cogido á un brazo del otro infeliz.) Us-
ted no tiene más que ver el cuadro de esta
casa.
Leop. (¡Qué pesado es este señor! Se ha metido en
el escritorio y no me deja )
Req. Mire usted en un momento qué tremolina.
Inútil ya, ¿eh? Esto es aparte: al chico le
dan las viruelas.
Leop. ¡Hombre, por Dios!
Req. Usted lo verá. ¡Si en cuanto se casa uno vie-
ne la mala y ya no le suceden más que de-
sastres!
Leop. ¡Es usted el único para desilusionar á cual-
- 60 —
quiera! ¿Cómo se las compone usted pa-
ra no ver más que el lado negro de las co-
sas?
Req. Pero ¿usted cree que las copas tienen algún
lado de otro color? ¡No sea ufted inocente!
¡Hágame usted caso á mi, y no pierda eu
libertad de pájaro! Usted no sabe lo que es
salir á la calle con la mujer, la suegra, los
chicos, las amas... y a^gún perro que se ven-
ga detrás. Sube usted á un tranvía y se
bajan todos los conocidos... ó se van á la
plataforma de delante. ¡Desde que me ca-
sé no me ha pagado nadie el tranvía!
Leop. (Riéndose.) ¡Es un argumento que no me con-
vence! ¿Tiene usted muchos chicos?
Req. Doce nada más.
Leop. ;.Doce?
Req. Es otra gracia de las señoras: cuando dan
en echarlos al mundo lo mismo que grajea.
Y le prevengo á usted que esas finitas, así
de la pinta de la de usted... ¡son de mucho
cuidado! ¡Mi señora era un hilo!
Leop. ¡Mejor! ¿Cree usted que yo me casaría si su-
júese que no iba á tener hijos?
Req. ¡Como yo! ¡Lo mismo que yol Me estoy oyen-
Jo, cudndo tenía la edad de usted. ¡Claro! us-
ted, artista al fin, soñará con dos ó tres pim-
pollos, cabecitas rubias, ángeles de Murillo
que hagan un cielo del hogar.. ¡Oh! Ya verá
usted cuando empiecen á venir uno detrás
de otro hasta quince, y todos feos.
Leop. ¿Todos feos?
Req. Todos. Mire usted: si son bonitos cuando
chicos, se ponen feos después: ¡vo era pre-
cioso; EO le digo á uhted más! Y si cuando
chicos son feo?, ¡cualquiera los enmienda!
Ítem: además de feos le salen á usted bru-
tos.
Leop. iCaramba!
Req. y que no tiene vuelta de hoja. Supongamos
que es usted hombre de talento,
Leop. Gracias.
Req. Es una suposición nada más.
IjEop. Por eso doy las gracias.
- 61 —
Req. Bueno, pues á los hombres de talento, yaee
sabe y está demostrado: los hijos, brutos.
Suj^ongamop, en cambio, que es usted un
bruto: ¡pues le salen brutos, no cabe duda!
¡De padres brutos, hijos brutosl ¡Esto es co-
mo la luz!
Leop. ¿y quien le ha enseñado á usted esa teoría
tan consoladora?
Req. Mi padre, que tenía muchísimo talento.
Leop. Ah, ya. Bueno, pues usted dirá lo que quie-
ra; pero los chiquillos son una gloria, son la
alegría del mundo.
Req. ¡Oh, sí!... Le quitan á usted el reloj, lo echan
• al puchero, le pisan las gafa.«, hacen un ca
rrito del sombrero de copa... ¡Un encanto,
un encanto!... Si quiere usted bendecir la
paz conyugal, Berengena, 12. Y me voy á
ver cómo anda el almuerzo, porque aquí no
piensan más que en el niño y yo me estoy
■ •ayendo de debilidad. Luego seguiremos ha-
blando. (Hace que se va y vuelve.)
Leop. Bien, pero de cosas más agradables.
Req. Oiga usted un detalle conmovedor: ¿cuántos
huevos cree usted que se consumen en mi
casa al año?
Leop. Hombre, no puedo calcular...
Req. ¡Veinticinco mil! Todas las gallinas de Ma-
drid poniendo nada más que para nosotros...
¡Una delicia! ¡Cuando llegue usted á una si-
tuación semejante, tendrá que pintar con
las dos manoí"! ¡Una delicia! (vuelve la espalda
y se va por el foro hacia la izqnlertla, o'fateando. Leo-
poldo lo sigue hasta el pasillo.) (Me parece que
hay almejas á la marinera.)
ESCENA XII
LEOPOLDO y MARTA
Leop. ¡Cristo, qué hombre! Espanto da pensar en
su ca?a. ¡Qué perversión! ¡qué grosería!
¡Digo! ¡lo qutí me quiere quitar de la cabe-
za!... (sa'.e Marta por la puerta de la izquierda y se
— 62 —
ennamina á la del foro, donde se encuentra con Leo-
poldo, que vuelve al gabinete ya.) |Martal
Marta [Leopoldo! ¿otra vez?
Leop. Bien pabe Dios qne ha sido casualidad. Pa-
rece que la suerte lo dispone.
M.-VRTA Es muy caprichosa la suerte. ¿Me deja us-
ted salir?
Leop. Si es usted la que no me deja á mi entrar.
Marta (Echándose á un lado.) PaSe USted.
Leop. (Avanzando.) Gracias. Dentro 3'a, ahora le su-
])lico que no se vaya.
Marta Tengo que escribirle á una amiga..,
I;Kop. ¿No quiere usted escucharms antes?
Marta ¿Sobre qué? •
Leop. (con sinceridad y pasión.) Sobre quc he sido un
insensato. ¿Te agrada el tema?
Marta Para mi no tiene interés.
Leop. ¿Qué dices?
Marta Lo que oyes. ¿A qué vienes aquí de nuevo?
Cuando ya el tiempo ha enfriado nuestro
sentimiento — al menos el mío, — cuando
nuestra separación me parece la más natu-
ral de las cosas, ¿vif-nes tú á remover lo pa-
sado, á hacerme padecer de nuevo?...
Leop. Fíjate que he dicho que fui un in>ensato.
Lo reconozco, porque ya no lo soy Marta,
Marta mía, en ausencia tan la' ga yo no he
podido ahogar este cariño que me lleva á tí.
No he sabido pintar más que tu retrato. Re-
cuerdo que aquí misino nos vin o-< por últi-
ma vez, y q'^e nada pudo el ambiente de
este nido de amores sobre nU' siros odios de
un momento. Nos separaniop'... y hoy, en el
mismo nido, al calor de la misma attnósfe-
ra de felicidad, volvemos á encontrarnos...
¿Será que puede más la ley del amor que la
de las pasiones mezquinas?
Marta No lo sé. (Con voz apagada por la emoción ) Sólo
sé que iKÍrándote pa<iezco much'», que sufro
más... y que, sin embargo, euiíuei)tro en tu
presencia un consuelo, un alivio... ¿Entien-
das esto?
Leop. Demasiado. Te hago sufrir, ponjue supones
que ofendo tu cariño todavía; te consaela el
— 63 —
verme, porque aún me quieres á pesar tuyo.
¿Es verdad?
Marta Es verdad.
Leop. ¡Bendita seas! Perdóname. Lo merezco, por-
que también he padecido muchio. Si mi ce-
guera fué grande, lo fué porque era herma-
na de mi cariño. ¡Imagina tú qué lucha en
mí ánimo! Pero ya esto}' libre de ella: no
hay como sufrir para abrir los ojos á la ver-
dad. Más te digo: si mis celos volvieran á
inquietar mi corazón alguna vez, yo los aho-
garía sin un grito, ni una protesta; y si te-
miese que pudieran furtivamente asomar á
mis ojos, cerraría los ojos para que no los
vieses tú.
Marta Es tan sincero lo que me dices que te creo
y te perdono. Efectivamente has aprendido
mucho y has cambiado más. Pareces otro
hombre.
Leop. Y lo soy.
Marta Pues yo soy la misma mujer.
Leo?. Por eso te quiero yo igual que te quería.
Marta Ye, en cambio, como has variado para me-
jorarte, te quiero más aún.
Leop. .Más que ra^' querías, lo admit<^; pero no más
que te quiero yo á tí.
Marta Continúas tan ambicioso. En eso eres el
mismo de antes.
Leop. Tú solo en una cosa no eres la misma.
Marta ,:Sí?
Leop. Estás aún más bonita que estabas.
Marta Empezaron las flores.
Leop. Buena señal: empezóla alegría.
Marta ¿Seguirá?
Leop. ¡Quién lo duda! ¡Aquí ya no va á haber mns
que flores!
Marta ¿,Lo crees aeí de veras?
Leop. Lo aseguro (con vehemencia.) Si brota alguna
espina, de mi cuenta corre cortarla de raíz.
Mi casa, nuestra casa, si me permites que
así lo diga, va á ser un paraíso encantado,
un rincón del cielo.
Marta Veo que sigues tan exaltado como te fuiste.
Tampoco en eso has variado.
- 64 —
Leop. Ni había para qué. Oye: ¿por qué te peinas
nhora así?
Marta Porque estoy más bonita.
Leop, (celoso.) ¿Quién te lo ha dicho?
Marta Tú
Leop ¿Yo?
Marta (Riéndose.) ¡Hace dos minutosl
Leop. (lo mismo.) ¡Pues es verdad!
Marta (Con candoroso desencanto ) ¡A.y, Lcopoldo, qué
descubrimiento acabo de hacerl
Leop. ¿Cual, hija mía?
Marta ¡Que no has cambiado en nada absoluta-
mente!
Leop. ¡Mal rayo me parta! Pero ¿tú me quieres asi»
verdad?
Marta Así te quiero. Mi cariño te cambiará.
JiSCI.CNA XIII
DKHOS, JAIME y DON PABLO, DOÑA JOSEFA y TERESI.TA
Jaime (Por el foro, coa don Pablo, á tiempo de oír la üllima
frase.) ¡Ole!
1). PaB, |01e! (Trae un biberón, unas sonajas, un muñeco de
goma con xin pito y un globo.)
Leop. ¡Don Pablo!
Marta ¡Jaime!
Leop, ¡Abrácenme ustedes!
D. Pab. ¡Ya lo creo!
Jaime ¿Lo ves, hombre, lo ves?
D. Pab. ¿Y Teodomirín?
Marta Está más tranquilito. Se queda el amu, ¿sa-
be usted?
Jaime lAy, qué felicidad! (a Leopoldo.) ¡Tú no sabes-
lo que es ser padre! ¿Y qué hago yo ahora
con esas tres fieras que tengo abajo?
TeR. (saliendo con doña Josefa por la izquierda.) ¡ Jaimín,.
se queda el ama!
D.^ Jos. ¡Se queda el ama!
Jaime Ya lo sé, ya le sé...
D. Pab , Luego vendrá el médico á vacunar al niño.
Me ha dicho que somos unos pamplinosos.
Ter. Pamplinosos ó no, yo lo he fumigado.
- 65 —
Jaime ¡Bien hecho! ¡Qué talento tienes!
D. Pab , ¡Mira todo lo que le traigo á ese diablillo!
D.a Jos. ¡Ay, lo que va á gozarl
Marta ¿No me dices nada, Teresita?
Ter. ¡Es verdad, hija!
D.aJos I Es verdad!
Ter. y es que la cosa es tan natural, que ni si-
quiera nos había chocado. ¡Que sea enhora-
buena!
D.^ Jos. (a Marta.) ¿Lo ves, tonta, lo ves?
Ter. (a Leopoldo ) ¿Lo ve usted, melón?
LeOP ¡Ja, ja, ja! (Leopoldo y Marta charlan ala derecha;
al foro, sentados, Teresita y Jaime, y á la izquierda
doña Josefa y don Pablo. Mientras unos hablan en
alta voz los otros hablan quedo. En todos los ojos res-
plandece la felicidad.)
Marta Leopoldo, ¡qué contenta estoy!
Leup. Pues ¿y yo, Marta? ¡Jugaría con mi corazón
á la pelota!
Marta ¡No quiero pensar que ha podido escapárse-
nos esta dicha!
Leop. Lo pasado, pasado. Alegrémonos del día de
ho}', y no pensemos más que en el de ma-
ñana,
Ter. Acostadito en nuestra cama está. Yo me
quedo embobada mirándolo... Parece una
rosita en nieve.
Jaime ¡Como que es tu vivo retrato, gloria! Nariz
y todo. ¿Te cambiarías ahora mismo por al-
guien, siendo su mamá?
Ter. Por nadie, por nadie, por nadie, por nadie...
D.a Jos. Un nido más que vemos formarse, consue
gro mío.
D. Pab. ¿Cuál? ¿El de aquellos dos?
D.a Jos. Para esto hemos quedado ya, don Pablo de
mis culpas.
D. Pab. ¡También hemos pasado por lo otro, doña
Josefa de mis entrañas! ¡Y bendiga Dios
esto, que nos sirve para recordarlo!
D.a Jos. Eso sí.
— 66 —
ESCENA ÚLTIMA
DICHOS y líEQUEJO
ReQ, (Asomándose á la puerta del foro.) ¿Se almuerza Ó
no se almuerza, señores? (Movimiento de indi^
nación general.)
Jaimk Pero ¿dónde estaba uFted metido?
Req. En la cocina, mariposeando, (a Leopoldo.)
¡Hola! ¿qué veo? ¿Por fin cayó usted en ía
ratonera?
Leop. ¡Por fin!
Req. ¡Buena mamarrachada está! Siempre lo tuve
á usted por persona discreta, pero desde
ahora lo considero un loco.
Marta ¿Sí, eh? Pues yo siempre lo he tenido á us-
ted por un moscón insoportable, y cada día
me afirmo más en mi opinión, que es la de
todos los presentes, (sueltan todos la carcajada.)
Req. Calma, calma. El chiste injusto arrolla por
el momento, pero no resiste el análisis. Va-
mos á almorzar, y de sobremesa discutire-
mos sobre el matrimonio, sobre mis tabarras
y sobre el nido.
Ter. (No hay quien pueda con él.) (ai público.)
De todas las opiniones
por la tuya me decido,
que no admite apelaciones...
Tus palmas serán razones
para defender el nido.
FIN DE LA COMFDIA
Madrid, Setiembre 1901.
OBHflS DE ÜOS laiSlVlOS ñÜTOHES
Esgrima y amor, juguete cómico.
Belén, 12, principal, juguete cómico.
Gilito, juguete cómico lírico.
La media naranja, juguete cómico.
El tío de la flauta, juguete cómico.
El ojito derecho, entremés. (2.* edición.)
La reja, comedia en un acto. (2.^^ edición.)
La buena sombra, sainete en tres cuadros. (4.«' edición.)
El peregrino, zarzuela cómica en un acto.
La vida íntima, comedia en dos actos. (2.^^ edición.)
Los borrachos, sainete en cuatro cuadros.
El chiquillo, entremés. (2.a edición.)
Las casas de cartón, juguete cómico.
El traje de luces, sainete en tres cuadros.
El patio, comedia en dos actos. (2.* edición.)
El motete, entremés con música.
El estreno, zarzuela cómica en tres cuadros.
Los Galeotes, comedia en cuatro actos. (2 a edición.)
ha pena, drama en dos cuadros.
"La azotea, comedia en un acto.
El género ínfimo, pasillo con música.
El nido, comedia en dos actos.
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