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Full text of "[Teatro]"

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ITALIA-ESPAÑA 


EX-LIBRIS 
M.  A.  RUCHAN AN 


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PRESENTED  TO 

THE    LIBRARY 

BY 

PROFESSOR  MILTON  A.  BUCHANAN 

OF  THE 
DEPARTMENT  OF  ITALIAN  AND  SPANISH 

1906-1946 


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serafín  i  joaquIn  álvarez  pNTEao 


Belén,  12,  principal 


JUGUETE  CÓMICO 


SEQÜiTDA  EDICIÓN 


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♦$*•*?**' 


SOCIEDAD  DE  AU'TORES  ESPAÑOLES 
Núñez  de  Balboa,  12 

leoe 


BELÉN,  12,  PRINCIPAL 


Esta  obra  es  propiedad  de  sns  antores,  y  nadie  po- 
drá, sin  sn  permiso,  reimprimirla  ni  representarla 
en  España  ni  en  los  países  con  los  cuales  se  hayan 
celebrado  ó  se  celebren  en  adelante  tratados  interna' 
clónales  de  propiedad  literaria. 

Los  autores  se  reservan  el  derecho  de  trudncción. 

Los  comisionados  y  representantes  de  la  Sociedad 
de  Autores  Españoles  son  los  encargados  exclusivamente 
do  conceder  ó  negar  el  permiso  de  representación 
del  cobro  de  los  derechos  de  propiedad. 

Queda  hecho  el  depósito  que  marca  la  ley. 


BELÉN,  12,  PRINCIPAL 


JUGUETE  CÓMICO 


SERAFffí  I  JOAIJüiN  ÁLVAREZ  (¡UINTBRO 


Estrenado  en  el  TEATRO  CERVANTES  de  Sevilla,  el  16  de 

Mayo  de  1«88 


SEGUNDA  EDICIÓN 


MADRID 

•.  riLlSOO.  lUP.,  HABQDÉS  DE  8A«TA  Al  A,  U  OCr.* 
Teii/on»  múmtro  ff/ 

I906 


.4V3 


REPARTO 


PERSONAJES  ACTORES 

DOÑA  LUCÍA Sra.    Gómez. 

DOLORCITAS Srta,  Pabís. 

VICENTA >....> Sra.    Alonso. 

DON  AGUSTÍN Se.       Royo. 

ENRIQUE Alvaeez. 

DON  SIMEÓN < GÓMEZ. 


BELÉN,  12,  PRINCIPAL 


La  escena  dividida  en  dos  partes.— A  la  izquierda  del  actor  meseta 
del  piso  principal  de  la  esciilera  de  una  casa  en  Madrid.  — A  la 
derecha,  ecibimiento  del  cuarto  con  puerta  al  foro,  una  lateral, 
y  el  portón  en  la  pared  que  divide  la  escena.— En  el  centro  un  ve- 
lador con  escribanía  y  una  carpeta.— Varias  sillas.— La  escalera 
signe  hacia  los  pisos  superiores. 


ESCENA  PRIMERA 

DON  AGUSTÍN  y  DOÑA  LUCIA 

El  primero  leyendo  y  la  segunda  haciendo  crochet. 

Agu.c.  «Ha  marchado  para  Pamplona  nuestro  apre- 

ciable  amiito  el  Director...»  Feliz  viaje.  Es- 
cribe en  lIeo:ando. 

«Ayer  llegó  á  la  Corte,  de  vuelta  de  su  ex- 
cursión veraniega,  la  distinguida  familia... > 
Que  sea  bien  venida.  ¡Qué  pesadez! 
«El  viernes  pasado  falleció  en  Zamora,  víc- 
tima de  ui.a  larga  y  penosa  enfermedad, 
don  José  Ramírez  Pendón,  primo  hermano 
de  nuestro  querido  compañero  don  Félix 
Pendón,  y  primo  también  del  señor  don 
Juan  Sánchez  Pendón.»  Pues,  señor,  no  he 
visto  caballero  ni  más  primo  ni  más  pendón. 


—  6  - 

De  todos  modos,  en  paz  depcanse.  jVaya  un 
diario!  Pasemos  al  folletín,  lo  busca,  «...des- 
mayada.» ¡Ah!  pí,  sí,  ya  caigo.  Quedé  en 
aquello  del  desmayo. 

«...desmayada.  El  Conde,  creyéndola  muer- 
ta, llevado  de  la  loca  pasión  que  le  domina- 
ba, fee  disparó  un  tiro...» 

Lucía  contando  los  puntos  del  crochet.  DoS...  treS... 

Agus.  No,  no  fué  más  que  uno. 

Lucía  Calla,  hombre;  estoy  contando  los  puntos  de 

esto. 

Agus-  ¡Ah,  ya!  sigue  leyendo,  «...un  tiro  por  debajo 

de  la  barba,  quedando  muerto  en  el  acto.» 

Lucía  Pero,  Agustín,  ¿no  decías  que  te  ibas  á  lle- 

gar á  la  oficina? 

Agus.  Levantándose.  Es  verdad;  ya  se  me  olvidaba. 

Lucía  Si  acaso,  déjalo. 

Agus.  De  ningún  modo:  voy,  le  digo  al  jefe  que 

me  permita  no  asistir  por  ser  día  de  mi  san- 
to, y  vuelvo. 

Lucía  No  está  real  pensado. 

Agus.  Ea,  pues  ya  estoy  a,(\lú.  Pónese  el  sombrero,  que 

estará  encima  de  una  silla. 

Lucía  Anda,  anda  de  prisa,  que  los  convidados  di- 

jeron (^ue  vendrían  tempranito.  Deja  ei  cro- 
chet y  se  levanta. 

Agus.  Hasta  luego,  saie  y  baja. 

Lucía  Adiós . 


ESCENA  II 


doña  lucia,  después  VICENTA 


Lucía 


Vic. 
Lucía 


Vic. 


Pues,  señor,  es  necesario  ir  arreglándolo 
todo.  Recogeré  est'\  Recoge  el  crochet.  ¡Vi- 
centa! 

Por  el  foro  ¿Señorita? 

Mira,  saca  la  vajilla  nueva  que  está  en  el 
aparador.  Toma  la  llave.  Le  quitas  el  polvo: 
con  mucho  cuidado,  ¿eh?  no  vayas  á  hacer 
Carnaval,  que  el  otro  día  rompiste... 
¿Yo,  señorita? 


—  7  — 

Lucía  Sí,  tú;  que  ya  llevas  destrozada  una  carga 

de  loza. 

Vic  Bueno. 

Lucía  Limpias  perfectamente  los  cubiertos  y  po- 

nes la  mesa.  Yo  entretanto  sacaré  la  mante- 
lería. Vase  por  la  derecha.  Don  Simeón  y  Dolorcitas 
habrán  venido  sabiendo,  para  llegar  al  portón  y  lla- 
mar en  el  momento  de  retirarse  Doña  Lucía.  Al  tiempo 
de  entrar  ellos  en  el  recibimiento  aparecerá  en  la  es- 
calera, como  de  haberlos  venido  siguiendo,    Enrique, 

Vic.  ¿Quién?  Esos  deben  de  ser  los  convidados. 

Abre. 

SiM,  ¿Tus  amos  están? 

Vic.  Sí,  señor.  Pasen  ustedes  á  la  sala.  Voy  á  avi- 

sar á  la  señora.  Vat-e  por  el  foro.  Don  Simeón  y  Do- 
lorcitas entran  y  se  van  por  la  derecha. 


ESCENA  III 

ENRIQUE 
Subiendo    á    la    meseta.    Ya    sé    dónde    vive;    lo 

apuntaré,  no  se  me  vaya  á  olvidar,  aunque 

no  es  fácil,  saca  una  carterita  y  escribe.  «Be- 
lén, 12,  principal.»  Parece  mentira  que  yo 
sea  tan  picaro  Las  si^^o  hasta  su  misma 
casa,  aun  yendo  dpi  brazo  del  esposo.  Ya 
puedo  ir  apuntando  en  mi  librito  de  memo- 
rias una  conquista  más.  Tengo  muchísimo 
partido  con  las  mujeres,  sobre  todo  con  las 
casadas  jóvenes  y  guapas,  como  esa  que 
acaba  de  entrar  y  á  quien  me  declaro  sin 
pérdida  de  tiempo.  Mis  cartitas  amorosas 
producen  muchísima  sensación.  Repasaré  la 
que  voy  á  dirigirle  á  esta,  no  sea  que  se  me 
haya  escapado  alguna  majadería.  La  saca  del 
bolsillo  y  lee.  «Srñora:  hace  unos  días  que  os 
estoy  contemplando.»  Mentira,  no  la  he  vis- 
to hasta  hoy;  pero  como  las  tengo  redacta- 
das de  antemano...  continúa  leyendo,  «...con- 
templando. Día«  que  han  sido  para  mi... 
años...  pero  años  bisiestos...  Es  preciso,  pues, 
que  usted  corresponda  á  este  amor  que  abra- 


~   8  — 

8a  mi  corazón  y  que  tiene  convertido  mi 
pecho  en  un  volcán.  Un  sime  hará  feliz.  Un 
no...  no. 
Su  rendido  amante, 

Enrique  Azucarillo. 

— P,  D.  Espero  su  respuesta  en  la  portería.» 
Más  galante,  imposible.  Ante  estos  renglo- 
nes accederá  sin  duda  á  mi  pretensión. 
Ahora  pensemos  el  modo  de  enviársela.  Con 
la  criada...  es  tan  vulgar...  Y  luego  sen  tan 
brutas,  que  á  lo  mejor  se  la  entregan  al  ma- 
rido. Ya  me  ha  pasado  eso  una  vez  y  no 
quiero  que  se  repila.  ¡Si  yo  se  la  pudiera  dar 
en  propia  mano!...  ¡Pero  es  tan  difícil...!  Lo 
mejor  será  echarla  por  debajo  del  portón. 
Al  ir  á  hacerlo  retrocede.  No,  caracoles;  porque 
si  el  esposo...  Pero,  ¿qué  importa?  El  disgus- 
to será  para  ellos.  Por  más  que  si  un  día  me 
coge  y  me  revienta...  No  conviene  este  plan. 
Y...  ¿por  qué  noV  Diantre,  ¡qué  indeciso  soy! 
Después  de  todo,  yo  no  debo  andarme  con 
chiquitas;  lo  que  fuere  tronará,  se  agacha  yecha 
la  carta  por  debajo  del  portón.  Ahora  me  arre- 
piento: he  hecho  un  disparate.  Y  todo  por 
no  pensar  las  cosas.  Nunca  debí  haber  echa- 
do esa  carta  por  ahi.  ¡ÍSi  lograse  alcanzarla 

con  los  dedos!...  Vamos  á  ver.  Se  vuelve  á  aga- 
char y  hace  esfuerzos  por  cogerla. 


ESCENA  IV 

ENKIQUE  y  DON    AGUSllN 
AgUS.  Subiendo  á  la  meseta   y  empujando  á  Enrique.  ¿Qué 

hace  Ui>ted  ahi? 

EnR.  Levantándose  precipitado.  ¡HagO  lo  que  me  da  la 

gana! 

Agus.  bí,  ¿eh? 

Enr.  Sí,  señor;  y  debe  tenerle  á  usted  sin  cui- 

dado. 

Agus.  Nada  de  eso;  ese  es  mi  domicilio...  y  me  in- 

teresa saber,.. 


—  9    - 

V 

Enr.  ¡Ahí  ¿usted  vive  aquí?   (¿Quién  será  este 

punto?)  Bien,  usted  dispense... 

Agus.  Est'A  usted  dispensado:  lo  que  deseo  saber 

inmedintamente  es  cuál  era  su  fin  al  meter 
la  mano  por  debajo  del  portón. 

Enr.  Pues  era...  que...  que...  (Pero  ¿quién  será?) 

Era  que...  que... 

Agus.  ¿Qué,  hombre,  qué? 

Enr.  Que  me  había  caído... 

Agus.  Se  había  usted  caído,  ¿eh? 

Enr.  Justo;  me  resbalé...  y...  chis... 

Agus.  Pero  ¿cómo  ha  podido  ser  eso? 

Enr.  (Estas  pregundtas  me  parten.)  Muy  sencillo: 

yo  subía...  ¿comprende  usted?...  y  subía...  y 
subía...  y  subía...  y  subía... 

Agus.  Hombre,  ya  ha  pasado  usted  de  la  guardi- 

lla con  tanto  subir. 

Enr.  tíueno,  pues  yo... 

Agu<?.         ¿Qué? 

Enr.  Yo  venía...  es  decir...  no  venía...  vengo...  no, 

no,  tampoco  vengo...  me  voy...  Trata  de  irse 

Agus.  ¡Qué  disparate!  sujetándolo.  Necesito  una  ex- 

plicación... 

Enr  .  ¿Y  no  se  la  he  dado  á  usted  ya?  Que  me 

resbalé...  y  me  caí... 

Agus.  ¿Pero  dónde  iba  usted?  que  es  lo  que  yo 

pregunto. 

Enr.  (Y  lo  que  yo  no  contesto.)  Iba...  (¿qué  le 

importará  á  este?)  iba  á  otro  piso.  (A  ver  si 
me  deja.) 

Agus.  |No  valen  disculpas,  caballero! 

Enr.  (Ea,  ahora  la  voy  á  echar  de  valiente.)  ¿De- 

cía usted? 

Agus.  Que  termine  de  explicarme... 

H]nr.  Mucho  exige  usted. 

Agus.  Vuelvo  á  repetirle  que  soy  de  la  casa. 

Enr.  De...  de...  de  la  casa,  ¿eh?  Me  tiene  comple- 

tamente sin  cuidado. 

Agus.  Caballerito,  me  está  usted  tentando  la  pa- 

ciencia, y  me  parece  que  le  voy  á  mandar  de 
un  puntapié  á  la  puerta  de  la  calle 

Enr.  (¿A  la  puerta  de  la  calle?  ¡Ojalá!)  Lo  del 

puntapié...  quisiera  verlo... 

Agus.         ¿De  veras? 


-!^     10     -- 
/ 

Enr  .  SI,  señor;  quisiera  verlo... 

Agus.  Dándoselo  Pues  véalo  usted. 

Enr  .  Dele  usted  gracias  á  Dios...  que  no  me  ha 

dolido  mucho... 
Agus.  Bueno,  vf^yaee  usted,  si  no  quiere  que  pase 

la  cosa  más  adelante. 
Enr.  ¡To...  to...  tomaré  venganza! 

Acutí.  Tome  usted  lo  que  quiera, 

Enr.  ¡Le  mandaré  mis  padrino&l 

Agus.  Mande  nt-ted  lo  que  le  parezca. 

Enr.  ¡Adiós,  caballero!  Vasc  hacia  abajo. 

Agus.  ¡Vaya  usted  de  aquí,  mequetrefe!  se  acerca  ai 

portón  y  llama  violentamente. 


ESCENA  V 

DON  AGUSTÍN  y  VICENTA 

Vic .  Por  el  foro.  ¿Quién  es? 

Agus.  Soy  yo;  abre.  Vicenta  lo  hace.  ¡Hola,  Vicenta! 

Vic.  Buenos  días,  señorito. 

Agus.  ¿Y  mi  mujer? 

Vic.  En  la  fala  con  los  convidados.  ¿Necesita  us- 

ted al^o? 

AgU-.  No;  márchate.  Vase  Vicenta  por  el  foro. 

ESCENA  VI 

DON  AGUSTÍN 

Pues,  señor,  me  ha  llamado  la  atención  ese 

pollo.  Ve  la  carta.  ¿.PerO  qué  es  esto?  Cogiéndola. 

¡Una  caita!  ¡De  él  sin  duda!  ¿Para  quién  se- 
rá? La  abre  y  lee  «Señora..»  ¡Rayos  y  true- 
nos! ¡Para  mi  mujer!  La  lee  precipitadamente. 
¡Y  dice  que  e?pera  contestación  en  la  porte- 
ría! ¡Mil  bombas!  ¡Declararse  á.  mi  esposa! 
Sin  embargo,  tengamos  calma.  Ella  no  sabe 
nada,  eí-toy  seguro.  8i  un  escrito  de  este  gé- 
nero hubiese  llegado  á  su  poder,  me  lo  hu- 
biera entregado  en  el  acto  para  que  escar- 
mentase ai  Tenorio.   Luego  no  debo   du- 


—  11  — 

dar  de  mi  señorn.  Hombre,  estoy  pensando 
una  co  a:  yo  puedo  muy  bien  contestar  la 
carta  ton:ando  el  nombre  de  Lucía,  á  ver  si 
cae  en  el  garlito  ese  mamarracho.  Le  doy 

cita  Siquí...  Nada,  me  decido.  Se  sienta  á  la  mesa 

y  escribe.  «Caballero:  mi  espogo  se  ha  mar- 
chado fuera.  Puede  usted  venir  cuando  gus- 
te y  hablaremos.»  Ya  está.  Conviene  man- 
dársela  lo  más  pronto  posible.  ¡Vicenta!    se 

levanta. 


ESCENA  VII 

DON   AGUSTÍN  y  VICENTA 

Vic.  Por  el  foro.  ¿Señorito? 

Agus.  Vas  á  hacerme  un  favor. 

Vic.  Usted  dirá. 

Agus.  Te  llegas  á  la  portería,  entregas  esta  carta  á 

la  portera  y  le  dices  que  si  viene  un  joven 
reclamándola  se  la  dé. 

Vic.  Voy  allá. 

Agus.  Escucha:  de  esto...  ni  una  palabra  ala  seño- 

rita. 

VlC.  Descuide  usted.   Sale  y  baja. 

ESCENA  VIH 

DON  AGUSTÍN,  DOLOHCITAS,  DON  SIMEÓN  y  DOf?A  LUCÍA 
Los  tres  últimos  por  la  derecha,  preparados  como  para  salir. 

Agus.  Hola,  ¿ya  están  ustedes  aquí? 

SiM.  Adiós,  Agustín;  felicidades. 

Agu?.  Gracias. 

DoL.  Lo  mismo  digo. 

Agus  Muchas  gracias.  ¿Adonde  van  ustedes? 

Lucía  Vamos  a  hacer  unas  compras;  pero  volve- 

mos en  seguida. 

Agus.  Yo  tendría  mucho  gusto  en  acompañarles... 

pero...  puede  venir  cualquier  amigo... 

SiM.  Es  claro.  Ea,  vamos. 


—  12  — 

DoL.  Hasta  luego,  don  Agustín. 

Agus.  Vayan  ustedes  con  Dios. 

8iM.  Hasta  la  vuelta. 

LüCÍa  Adiós.   Salen  Dolorcitas,  don   Simeón  j  doña  Lucia; 

bajan  los  primeros  y  ésta  se  detiene.  ¿De  dónde 
vienes  tú?  A  Vicenta  que  sube. 

Vic.  De.. 

Lucía  Anda  hacia  dentro;  sienopre  estás  en  la  ca- 

lle. No  he  visto  nauchacha  más...  Baja. 

VlC.  Entrando  en  el  cuarto.  Ya  hlce  el  encarguito. 

Agus.  Pu^s  mira:  cuando  venga  ese  joven  sales  á 

abrirle.  Te  preguntará  por  la  señora,  y  con 
el  pretexto  de  que  vas  á  avisarle,  me  llamas 
á  mi,  que  estaré  en  el  escritorio,  vase  por  la 

derecha. 

Vic.  Está  bien. 


ESCENA  IX 

VICENTA 

¿Qué  carta  será  esa?  Algún  belén.  En  Ma- 
drid las  casas  están  llenas  de  infundios.  En 
todas  las  que  he  servido  desde  que  vine,  en 
todas,  hay  algo.  En  una,  la  niña  mayor  es- 
taba í-iem[)re  en  belén  con  un  novio  que  te- 
nía sin  que  lo  supieran  los  padres,  y  una 
vez  los  sorprendieron  habl^indo  por  la  ven- 
tana y  no  me  quiero  acordar  del  belén  que 
se  armó.  ¡Y  en  la  casa  del  teniente!  ¡No  digo 
nada  en  la  de  doña  Belén!  La  suerte  es  que 
yo  no  murmuro  ni  soy  chismosa.  Si  una 
fuera  á  hablar...  vase  por  ei  foro. 


ESCENA  X 

ENRIQITE 

Enr  .  Volviendo  á  la  meseta.  ¡Pero  qué  afortunado  soy! 

Después  de  lo  ocurrido  con  aquel  menteca- 
to, que  sin  duda  es  algún  sirviente,  no  es- 
peraba volver.    Mas  por  pura    curiosidad 


—  13  — 

paso  por  la  calle,  entro  en  la  portería  y  me 
dan  la  respuesta.  ¡Y  qué  amable,  qué  ama- 
ble!... Llamaremos.  Lo  hace. 

For  donde  quiera  que  fui 
la  razón  atropellé... 

Vic.  Por  el  foro.  Este  será  el  señorito  de  marras. 

Abre. 

Enr.  Buenas  tardes.  ¿Rstá  en  casa  la  señora? 

Vic .  Sí,  señor, 

Enk.  Pues  avísale.  Entra. 

VlC.  En  seguida.  Vase  por  el  foro. 


ESCENA  XI 

ENRIQUE,  después   DON  SIMEÓN 

Enr.  Todo  me  sale  bien.   Esperemos.  ¡Cómo  me 

palpita  el  corazón! 

SiM.  Sabiendo  á  la  meseta.  Diablop,  ya  se  me  olvidó 

el  báculo;  y  á  mí  es  cosa  que  andar  sin  él 
me  es  imposible.  Voy  á  ver  si  abren.  Llama. 

Enr.  ¡Cáspita!...  Han  llamado.  Y  me  escamo...  no 

sé  por  qué...  digo,  sí...  porque  como  haya 
perdido  el  tren. .  Ea,  pues  yo  no  digo  esta 
boca  es  mía,  ni  le  abro  á  nadie.  Sin  embar- 
go, miraré  por  el  ventanillo  para  cerciorar- 
me. Abre  el  ventanillo,  y  al  ir  á  asomarse,  también  se 
asoma  don  Simeón.  Enrique  cierra  con  mucha  fuerza 
y  le  da  en  las  narices.  ¡CiertoS  SOn  los  tOIOS! 

SiM.  ¡Canario!  ¡Me  ha  dejado  usted  sin  naricesl 

Enr,  (Lo  siento  mucho.)  ¡No  está  en  casa!  (Y  no 

abro.) 
SiM.  Soy  yo,  hombre,  soy  yo. 

Enr  .  ¡  Ah!  ¿es  usted?  (Pues  por  lo  mismo  no  abro.) 

SiM.  ¡Sí,  señor,  si! 

Enr.  (No,  señor,  no.)  ¡A  las  cinco  sale  otro  tren! 

Palabra, 
Sui.  ¿Cómo  otro  tren?  ¿Quiere  usted  acabar? 

Enr.  Echándole  un  periódico   por  debajo   del    portón.    En 

ese  periódico  va  la  guia  de  ferrocarriles. 
8iM.  r.Que  quiere  decir  esto?  ¡Basta  de  pesadez  y 

de  broma! 


^    l4   — 

Enr.  ([Está  furioso!) 

SlM.  ¡Echaré    abajo    la    campanilla!    Llama    fuerte- 

mente. 

Enr  .  (¡Me  aplastó!) 

ESCENA  Xll 

DICHOS  y  VICENTA 

Vic.  Por  el  foro.  ¿Llamaron? 

Enr  .  No...  no...  no  he  oído  nada.  ; '/ 

VlC.  Pues  voy  á  ver...  Se  asoma  por  el  ventanillo.  ¡Ah, 

ya!  Abriendo.  Kntre  usted,  señorito,  vase  por  ci 

foro. 

Enr  .  (¡Gran  Dio,  morir  si  giovine!) 

SiM.  Entrando.  ¿Quién  68  el  gracioso  que  me  ha  te- 

nido...? 

Enr.  Cal)allero...  yo...  que  yo. .  que.  .  como  yo... 

Í5IM.  Y  vamos  á  ver;  ¿qué  razones  hay  para  que 

usted  no  abriese? 

Enr.  (¡Qué  inocente!  No  sospecha   nada.)  No  abri 

por...  por  eso. . 

SiM.  La  razón  no  es  del  todo  mala. 

Enr.  Usted  me  dispensará... 

SiM.  Bien;  ¿,y  á  ()ué  smto  me  dio  usted  la  guia 

de  ferrocarriles? 

Enr.  A.1.Í  está  el  quid.  \je  tomé  á  usted  por  otro. 

SiM.  ¡Ah,  ya!  Pues  con  su  permiso... 

Enr.  Usted  lo  tiene.  Don  Simeón  se    va  por  la   derecha. 

¡Pobrecillo!  ¡Qué  convencido  val  Y  yo  debo 
marcharme.  Por  más  que  si  no  sospecha 
nada...  me  parece  una  tont3ría  desaprove- 
char esta  ocasión...  Hero,  ¿y  si  por  casuali- 
dad...? De  todos  modos  ya  no  me  da  tiem- 
po. Aquí  está.  (¡Hum,  y  con  un  bastón!) 

SlM.  Dispuesto  á  marcharse.    Caballero,   bcSO    á  USted 

la  mano. 
Enr.  (Ya  se  va.) 

SiM .  ¿Qué? 

Enr.  Que  sí...  que  si  se  iba  usted. 

SiM.  Sí,  señor. 

Enr.  Me  alegro,  me  alegro;  es  decir,  lo  siento; 

porque...  por  eso...  por  eso  mismo. . 


—  15   — 

SiM.  (Este  hombre  convence  á  cualquiera.)  Sí; 

pue8  me  retiro.  Sólo  vine  por  el  bastón... 

Enr.  Sí,  sí,  sí,  pí. 

SiM.  Me  olvidé  de  recogerlo... 

Enr.  Sí,  si,  sí,  si. 

SiM.  Y  naturalmente... 

Enr.  Sí,  sí,  sí,  sí. 

SiM.  Porque  yo  sin  bastón  ando... 

Enr.  Si,  sí,  si,  sí. 

SiM.  No,  no,  no,  no.  ¿Quién  le  ha  dicho  á  usted 

que  ?i? 

Enr.  Bueno,  lo  que  usted  guste. 

«SiM.  La  cuestión  es  que  sin  él  no  puedo  dar  un 

paso.  Pích...  una  manía  como  otra  cualquie- 
ra. Cada  hombre  tiene  las  suyas.  Y  además, 
como  estoy  un  poco  cojo. .  ¿Está  u.-^t-^d? 

Enr.  No,  yo  cojo  no  estoy  precisamente.  (Pero 

me  d.^jará  en  cuanto  sepa  á  lo  que  he  ve- 
nido.) 

SiM.  Quise  decir  otra  cosa. 

Enr.  Sí,  sí,  si,  sí.  ¿Pero  usted  no  se  iba  á  mar- 

char? 

SiM.  ¿Qué? 

Enr.  ÍÍMda...  que  yo  me  voy  á  marchar. 

SiM.  ¿Hacia  dónde  va  usted? 

Enr.  (¡Qué  aprietí  !)  ¿Usted  adonde  se  dirige?  ¿A 

la  estación? 

SiM.  ¿Cómo  á  la  estación?   ¡Qué   afán   de   que 

viaje!  Voy  á... 

Enr  .  Interrumpiéndolo    de   repente.    PueS    ahí    no  VOy 

SiM.  Vamos,  me  voy,  que  ya  me  he  entretenido 

mucho. 
Enr.  Beso  á  usted  la  mano. 

SlM.  Servidor  de  usted.  Sale  á  la  meseta. 

Enr.  Cerrando  el  portón  con  violencia.    ¡Maldita  sea  tu 

estampH! 
SiM.  Ese  será  alguno  que  ha  venido  á  felicitar  á 

Agustín.  ¡Por  cierto  muy  pesado!  Baja. 


-^    16   — 

ESCENA  XIII 

ENRIQUE;  después,  DON  AGUSTÍN 

Enr.  El  tal  esposo  es  un  infeliz.  jCon  qué  pacien- 

cia y  tranquilidad  lo  ve  todo!  Y  la  señora 
se  tarda.  Sin  duda  vio  entrar  á  su  cónyuge 
y  le  sucedió  lo  propio  que  á  mí.  Siento  pa- 
sos. ¿Cómo  la  saludaré  ú  es  ella?  Ensaye- 
mos. Señora...  Don  Agustín  sale  por  la  derecha  y 
empieza  á  cerrar  todas  las  puertas.    (¡Uuy!    El    de 

antes.) 

AguS.  Cerrando  con  llave  el  portón,  ¡Ajajá! 

Enr.  (Me  carga  esa  precaución.) 

Agüs.  Buenas  tardes. 

Enk.  Buenastardes. 

Agus.  He  esperado  á  que  nos  quedemos  solo?... 

Enr.  ¿Solos?  ¡Qué  gusto! 

Agus.  Tome  usted  asiento. 

Knr.  Gracias,  me  voy  á  ir. 

Agus.  ¡Que  se  siente  usted! 

Enr.  Bueno,  se  sienta.  (Este  me  tiene  ganas.) 

Agus.  sentándose.  Ante  todo  deseo  saber  qué  se  le 

ha  perdido  á  usted  en  esta  casa. 

Enr.  Perdérseme...  precisamente...  nada. 

Agus.  ¿Pues  á  qué  ha  venido  usted? 

Enr.  He  venido...  á  eso...  á  eso  mismo... 

Agus.  ¿Se  va  usted  á  quedar  conmigo? 

Enr.  No,  Feñor;  si  yo  me  voy.  se  levanta. 

Agus.  ¡Ya  le  he  dicho  que  tenemos  que  hablar! 

1,0    sienta.    VamoS    á    ver.    Enseñándole   la  carta. 

¿Conoce  usted  esta  letra? 

Enr.  (¡Mi  carta!)  Ni  de  vÍ8ta  siquiera. 

Agus.  ¿Y  tiene  usted  la  desfachatez  de  negármelo? 

Enr.  ¿Cómo  desfachatez?  A  usted  le  debe  tener 

todo  sin  cuidado.  (¿Para  qué  be  de  guar- 
darle consideraciones  á  un  sirviente?) 

Agus.  ¿Sin  cuidado?  ¿Qué  quiere  decir  » sto? 

Enr.  xMo  quiere  decir  nada.  ¿Usted  qué  es  lo  que 

se  figura,  que  la  carta  es  mía?  Pues,  sí,  se- 
ñor; lo  es.  ¿Había  algo? 

Agus.  ¡Había,  y  mucho! 


—  17  — 

Enb.  ¿Qué...?  ¿Que  se  lo  va  usted  á  decir  al  aia- 

rido?... 
Agus.  (¿Al  marido?  Ignora  que -lo  soy.) 

Enr.  Sonriendo.  No...  no  se  lo  dirá  ustsd.  Vayan 

cinco  duritos...  y  á  callar. 
Agup.  ¡Caballero!  se  levanta.  ¿Usted  me  toma  j  or 

un  criado? 

Knr  .  Levantándose.  Si... 

Agus.  Pues  sepa  usted  que  soy  el  esposo,  y  que  le 

voy  á  romper  el  alma. 

Enr.  Vf^mos  por  partes.  Eso  es  mentira. 

Agus.  ¿Que  no  le  rompo  á  usted  el  alma? 

Enr.  No  hablo  de  eso.  Lo  creo  á  usted  muy  ca- 

paz. Lo  que  digo  y  sorteogo  es  que  ni  usted 
es  su  marido,  ni  Crif-to  que  lo  fundó.  O,  al 
menos,  si  lo  es,  su  mujer  le  engaña. 

Agus.  ¿Que  me  engaña  mi  mujer?  ¿U^ted  se  pro- 

pone darme  el  dia? 

Enr  .  (No  es  mal  dia  el  que  me  están  dando  á  mi  ) 

6í,  señor;  le  engaña  como  un  chino.  ¿Aquí 
quién  vive?  ¿Usted  y  su  señora? 

Agus.  Nada  más. 

Enr.  Pues  yo  le  aseguro  que  en  este  piso  ha  en- 

trado una  señora  bastante  guapa,  acompa- 
ñ-ida  de  un  caballero. 

Agus.  ¡Una  señora...!  ¡Ah,  ya  caigo!  Serían  mi  ami- 

go don  Simeón  y  su  mujer. 

Enr.  ¿y  no    t^on    de    Ca^a?  Dou  Agastín  hace  un  signo 

negativo.  ¡Pues  me  he  lucido! 

Agus.  ¿Luego  usted  á  quien  se  dirigió  fué  á  ella? 

Enr.  Sí.  Mire  usted:  la  vi  en  Chamberí,  la  seguí 

hasta  sn\ui,  la  escribí,  subí  y  la  remití  el  bi- 
llete que  tiene  usted  ahí. 

Agus.  ¿Sí? 

Enr  .  Sí. 

Agis.  ¿Sí? 

Enr.  Sí. 

Agus.  y  sabiendo  que  era  casada,  ¿cómo  se  atre- 

vió usted...? 

Enr.  Yo  lo  ignoraba.  Creía  que  ese  don   Fulano 

era  el  padre. 

Agls.  ¿Cómo  el  padre? 

Enr.  U...  ó  el  hijo. 

Agus.  ¿El  hijo? 

2 


—  18  — 

Enr.  o  el  Espíritu  Santo.  (No  sé  lo  que  me  digo.) 

Agus.  NHda,  nada;  de  más  sabía  usted  lo  que   se 

hacía.   • 

Enr.  Esa  es  la  verdad,  (Mejor  es  eer  franco.) 

Agus.  ¿Y  de  ese  modo  pisotea  usted  mi  honra? 

Enr.  La  de  usted  no.  ¡Ya  me  guardaría   muy 

bien! 

Agus.  Sí,  señor;  porque  cuando  se  ofende  á  mi 

jimigo  don  Simeón  se  me  oft^nde  á  mi;  por- 
que mi  amigo  don  Simeón  y  yo  somos  uno, 
y  lo  que  hace  mi  amigo  don  Simeón  lo 
hago  yo. 

Enr.  (Esto  quiere  decir  que  si  su  amigo   don  Si- 

meón me  da  una  paliza,  él  repite  la  suerte.) 
Bueno,  caballero;  rompa  usted  ese  papel  y 
como  si  nada  hubiera  sucedi<lo. 

Agus.  ¡Quiá,  hombre,  quiá!  Esto  lo  leerá  él  en  pre- 

sencia de  usted. 

Enr.  Hombre,  no  sea  usted  bruto. 

Agus.  ¡Cómo! 

Enr.  No,  no,  no  he  dicho  nada.  (Tengo  una  idea. 

¡Si  pudiera  alejar  de  aquí  á  este  bárbaro! 
Probemos.)  ¿Eh?  Allí,  allí  me  parece  que  le 
han  llamado  á  usted. 

Agus.  No  he  oído  nada. 

Enr.  Sí;  pues  efectivamente... 

Agus.  Entonces  voy  á  ver...  (Conozco  su  intención, 

pero  no  podrá  llevarla  á  cabo.)  vase  por  la  de 

recha. 

Enr.  ¡Magnífico!   Ahora  me  escurro,  y  adivina 

quién  te  dio.  se  dispone  á  marchar.  ¡Caramba! 
¿Pues  no  está  echada  la  llave?  ¿Qué  hacer, 
Dios  mío? 

Llamé  al  cielo  y  no  me  oyó, 
y  pues  sus  puertas  me  cierra. . 

Mas...  calle:  se  me  ocurre  otra  cosa.  Y  ésta 
me  sirve.  ¡Vaya!  Aquí  hay  pluma  y  tintero. 

Se  sienta  á  la  mesa,    saca  un    pliego    de    papel  de  la 

carpeta  y  escribe.  «Apreciable  amigo:  no  me 
esperes,  porque  me  han  convidado  á  comer 
Tuyo, 

Simeón.* 


-  19    - 

Y^a  está.  Ahora  le  digo  que  un  mandadero 
me  la  ha  entregado  por  el  ventanillo...  y  me 
Sfilvo.  Ya  viene. 

Agus.  Por  la  derecha.  Pues  no  era  nada. 

Enr.  ¿^o?  Ahora  mismo  han  traído  esta  esqueli- 

ta  para  el  amo.  se  la  da.  Supongo  que  será 
para  usted. 

Agus.  viéndola.   Efectivamente,   es   para   mi.   Lee. 

(¡Suya  es  la  letra!  ¡Ah  pillo,  trata  de  es''a 
bullirse  por  este  medio')  Es  de  don  Simeón, 
que  dice  que  no  viene  porque  le  han  invi- 
tado á  comer. 

Enr.  Ya  lo  pé. 

Acuá.  ¿Usted  la  ha  leído? 

Enr.  No,  no;  pero  hasta  que  usted  lo  diga.  (Por 

poco  me  coge.) 

Agüs.  y  me  extraña,  porque  está  convidado  aquí 

también. 

Enr.  (Verá  usted,  verá  usted  el  plan.)  Entonces 

quiere  decir  que  me  retiro. 

Agus.  No,  señor;  don  Simeón  tendrá  que  venir 

e-ta  noche  por  mí  para  irnos  al  teatro.  Lo 
dice  en  la  carta. 

EsR.  De  repente.  Eso  es  mentira, 

Agus.  ¿Cómo?  (Se  le  escapó  al  pobre.) 

Enr.  No...  no...  si  fué...  que  yo...  eso  es.  Sí,  se- 

ñor; eso  e« . 

Agüs.  ¡Sí,  hombre,  sí!  (No  sabe  cómo  disculparse.) 

EsR.  Yo  le  ruego  á  usted  qj.e  en  vista  de  lo  que 

dice  esf»  señor  me  deje  ir. 

Agus.  Bien,  hombre,  bien;  márchese  usted.   Por 

•evitar  un  gran  disgusto  hago  todo  esto. 
Abriendo  el  portón.  ¡Gracias  á  mi  buen  ca- 
rácter! 

Enr.  Ya  se  conoce  que  debe  ser  usted  muy  ama- 

ble. (¡Amabilísimo!) 

Agus.  Conque  puede  usted  tomar  la  puerta.  Empa- 

jándolo y  saliendo  á  la  meseta  detrás  de  él. 

Emr.  (¡Cuando  digo  que  es  muy  amable  este  ca- 

ballero!) 

Agus.  Y  que  no  vuelva  á  suceder  otra;  porque 

como  suceda.... 

Enr.  No,  señor;  no  sucederá. 

Agus.  Mas...   ¿quién    sube?  Asomándose  á  la  escalera. 


~  20 


¡Caramba!  Don  Simeón  con  la  familia.  Me 

retracto  de  lo  dicho. 
Enr.  Por  Dios,  déjeme  usted. 

Agus.  Nada.  (Mejor  es  escarmentarlo.) 


ESCENA  XIV 


Todos  menos  VICENTA 


DOÑA  LUCÍA,  DON  SIMEÓN  y  D0L0RCITA8  suben  á  la  meseta. 


Agus. 


Luc/a 
Agus  . 
Lucía 
Agus. 

DOL. 

SlM. 

Lucia 
Enr. 
Lucía 
DoL. 

Enr. 


Hola,  ¿ya  están  ustedes  de  vuelta?  Pues  ha- 
gan el  favor,  las  señoras,  de  pas&r  allá 
dentro. 

¿Nosotras?  ¿Por  qué? 
¡Allá  dentro! 
No  entiendo... 
¡Allá  dentro! 
Pero... 

¡Allá  dentro! 
¿Con  qué  fin? 
Allá  dentro. 
Ea,  pues  vamos. 

Vamos.  Entran  en  el  cuarto  y  se  van  por  la  de- 
lecha. 

(Ahora  me  dividen.) 


ESCENA  XV 


ENRIQUE,  DON  AGUSTÍN  y  DON  SIMEÓN 

Agus.  Ven  acá,  Simeón;  lee  esta  carta.  Le  da  la  de 

Enrique. 
ÓIM .  Después  de  leerla  para  sí.  Bien;  ¿y  para  quiéu  68? 

Agu.v.  Para  Dolorcitas. 

SiM.  Furioso.  ¿De  quién,  que  lo  voy  á  reventar? 

Enr  (No  es  tan  tonto  como  yo  creía.) 

Agus.  Tengo  que  confesarlo,  aunque  me  duele... 

Enr.  (A  mí  si  que  me  va  á  doler.) 

Agus.  señalando  á  Enrique.  Es  de  estC  Señor. 

SiM.  ¿De  usted? 


-    21    - 

EsR.  Míü,  sí,  mía.  Suplicándole.  Pcio  no  me  haga 

Uíted  nada. 

SiM.  ¿Cómo  que  no?  ¿Voy  á  consentir  tan  tran- 

quilo semejante  declaración?  ¡Véngase  u&ted 

conmigo  á  la  calle,  Agarrándolo  fuer-emente    por 

un  brazo,  y  allí  le  romperé  el  bautismo! 

Enr.  (Me  parece  que  me  lo  rompe  antes  de  lle- 

gar) Hombre... 

SíM.  ¡No  hay  tu  tía! 

£iNR.  ¿Que  no?  Se  escapa  y  echa  á  correr  escaleras  arriba, 

perseguido  de  Don  Simeón,  que  lleva  el  báculo  empa- 
ñado. 

Siu.  Brrrrrrrr.  .. 

AgUS.  Yo  voy  á  ver  lo  que  sucede,  sube  también.  Que- 

da la  escena  sola  unos  momentos.  .  ." 

Enr.  Dentro  y  á  grandes  gritos.  jFaVOr,  SOCOrro! 

SiM.  ¡Venga  usted  acal 

ll/NR.  ¡'^y'  ¡*yl  Aparecen  de  nuevo  los  tres,  uno  detras  de 

otro,  y  bajan  la.s  escaleras  corriendo.  Enrique  viene 
con   el   sombrero  apabullado  y  el  traje  en   desorden. 

(De  fijo  LIO  se  me  olvidarán  las  señas.) 
SiM.  Brrrrrrrr.... 

Agus.  No  creí  que  lo  tomase  tan  en  serio. 

ESCENA  XVI 

DOÑA  LUCÍA,  D0L0KCITA8  y  VICENTA:  después    DON    AGUSTÍN 

Lucía  Por  la  derecha,  atravesando  alarmada  el    recibimiento 

y  saliendo  á  la  meseta    seguida    de  las    otras.    ¿PerO 

qué  escándalo  es  este? 
DoL.  Sobresaltada.  ¿Y  Simeón,  y  Agustín,  y  el  joven 

que  estaba  con  ellos? 
Lucía  Bajemos  á  ver  lo  que  pasa. 

ÜOL  Sí,    bajemos,    ai  ir  á  bajar  sube  don  Agustín  y  las 

detiene. 

Todas:.  con  mucha  curiosidad.  ¿Qué  hay? 

Agus.  Nada,  no  hay  nada. 

Lucía  ¿Y  las  carreras  y  gritos  que  se  han  oído? 

DoL  ¡Dios  mío!  ¿qué  irá  á  suceder? 

Agus.  Tranquilícense  ustedes:  no  hay  cuidado. 

DoL  ¿Cómo  que  no? 

Vic.  Tienen  razón  las  señoritas.  Dígales  usted  lo 
que  pasa. 


—  22    - 

Agüs,  Vamos  hacia  la  sala.  Ya  lo  sabrán  ustedes 

todo  por  Simeón,  que  no  debe  de  tardar.  En. 

tran  en  el  ci^trto.  Doña  I.ucla  y  Dolorcitas  se  van  por 
la  derecha  y  Vicenta  por  el  foro.  Don  Simeón  sube  y 
entra  también  en  el  cuarto,  con  los  brazos  atrás, 

ESCENA  XVII 

DON  SIMEÓN  y  AGUSTÍN;  después  ENRIQUE 

AgUS.  Al  ver  á  don  Simeón.  ¿Qué  ha  OCUrrido? 

blM.  Enseñando    en    cada    mano    un    pedazo   del    bastón. 

¡N3da! 

Acus.  ¿Qué,  lo  lastimaste? 

SiM,  Sí;  descuida  que  no  se  olvidará  de  la  calle 

de  Belén,  ni  se  meterá  en  más  belenes.  Lo 
primero  que  le  di  fué  un  garrotazo  en  las  es- 
paldas, que  sin  duda  le  produjo  un  carde- 
nal; después  un  segundo  palo  en  la  cintura, 
que  seguramente  le  hizo  otro  cardenal;  lue- 
go un  golpe  en  un  muslo...  que... 

Agus.  ¿Otro  cardenal? 

SiM.  No,  aquel  debe  de  ser  un  obispo,  porque  ya 

me  cogió  con  el  bastón  roto.  Pero  como  fin 
de  fiesta  le  aticé  un  puñetazo  en  la  cara, 
que  valió  por  el  clero  en  masa.  Todo  esto 
con  sacristanes  y  monaguillos,  intercalados 
en  el  texto. 

Agus.  Ja,  ja,  ja.  Se  quedan  hablando  en  voz  baja. 

Enr.  Que  ha  ido  subiendo  la  escalera  con  gran    precaución 

y  luego  se  ha  adelantado  al  proscenio,    dice    dirigién* 

dose  al  público. 

La  obrita  está  terminada; 
grande  la  paliza  ha  sido; 
mas  todo  lo  echo  en  olvido 
si  me  dais  una  palmada. 

Viendo  de  improviso  á  don  Simeón,  que  se  asoma  á  la 
mesetilla  un  instante. 

¡Caracolesl  ¡el  marido!  Vase  corriendo. 


FIN 


Sevilla,  1888. 


OÉIíBS  de  los  mismos  flÜTOlíES 


Esirrlnia  y  amor,  juguete  cómico.  (2.*  edición.) 

Belén,  12,  principal,  juguete  cómico,  (á.*  edición.) 

©Hito,  juguete  cómico-lirico.  Música  del  maestro  Osuna.  {2,'  edición) 

La  media  naranja,  juguete  cómico.  (2. '"^  edición.) 

El  tío  tie  la  flauta,  juguete  cómico.  (2."  edición.) 

El  ojito  derecho,  entremés.  (3.*  edición.) 

La  roja,  comedia  en  un  acto.  (4.*  edición.) 

La  buena  sombra,  sainete  en  tres  cuadros,  con  música  del  maes- 
tro Brull.  (6."  edición.) 

El  peregrrino,  zarzuela  cómica  en  nn  acto.  Música  del  maestro 
Gómez  Zarzuela. 

La  vida  intima,  comedia  en  dos  actos.  (3."  edición.) 

Los  borraciio-s,  saínete  en  cuatro  cuadros,  con  música  del  maes- 
tro Giménez.  (2.*  edición.) 

El  cliiquillo,  entremés.  (5."  edición.) 

Las  casas  de  cartón,  juguete  cómico. 

£1  traje  de  luces,  sainete  eu  tres  cuadros,  con  música  do  los 
maestros  Caballero  y  Hermoso. 

El  patio,  comedia  en  dos  actos.  (3."  edición.) 

El  motete,  pasillo  con  música  del  maestro  José  Serrano.  (2.*  edi- 
ción.) 

El  estreno,  zarzuela  cómica  en  tres  cuadros,  con  música  del  maes- 
tro Chapi. 

Los  Galeotes,  comedia  en  cuatro  actos.  (3.*  edición.) 

La  pena,  drama  en  dos  cuadros.  (2.»  edición.) 

La  azotea,  comedia  en  un  acto. 

El  granero  Ínfimo,  pasillo  con  música  de  los  maestros  Valvorde 
(hijo)  y  Barrera. 

El  nido,  comedia  en  dos  actos.  (2.*  edición.) 

La.s  flores,  comedia  en  tres  actos.  (,2.*  edición.) 

Los  piropos,  entremés. 

El  flechazo,  entremés.  (2.*  edición.^ 

El  amor  en  el  teatro,  capricho  literario  en  cinco  cuadros,  pró- 
logo y  epilogo. 

Abanicos  y  panderetas  <f  ;  i  Sevilla  en  el  botijo!  humorada 
satírica  en  tros  cuadros,  con  música  del  maestro  Chapi. 

La  dicha  a^fena,  comedia  en  tres  actos  y  un  prólogo. 

Pepita  Reyes,  comedia  en  dos  actos. 

Los  meritorios,  pasillo. 


La  znhorí,  entremés. 

La  reina  inora,  saiiieto  en  tres  cuadros,  óoti  música  del  maestro 
José  Serrano.  (2."  edición.) 

Zara^rata.s,  sainóte  en  dos  cuadros. 

lia  zajapala,  comedia  en  cuatro  actos. 

lia  casa  de  Cíarcía,  comedia  cn,"tre§  actds. 

I,a  contrata,  apropósito. 

K!  amor  «lue  pa^a,  comedia  en  dos  actos. 

Kl  uial  íle  amores,  sainete  con  música  del  maestro  José  Serrano 

El  nuevo  servidor,  humorada. 

Mañana  de  sol,  paso  do  comedia. 

Fea  y  con  j^'racla,  pasillo  con  música  dol  maestro  Turina.  ^ 

Lia  aventura  de  los  galeotes,  adaptación  escénica  do  un  capi- 
tulo del  Quijote. 

lia  musa  loca,  comedia  en  tres  actos. 

lia  pitanza,  entremés. 

El  amor  en  solfa,  capricho  literario  en  cuatro  cuadros  y  un  pró- 
logo, con  música  do  los  maestros  Chapi  y  Serrano. 

liOS  chorros  del  oro,  entremés. 

Morritos,  entremés. 

Amor  á  oscuras,  paso  de  comedia. 


serafín  t  JOAQUÍN  ALVAREZ  QUINTERO 


GILITO 


JUGUETE    COiMICO 


CON  MÚSICA  DEL  MAESTRO 


J.     O®  U  JV  A. 


TSaCESá  £DIi 


SOCIEDAD  DE  AUTORES  ESPAÑOLES 
MúAas  de  Balboa,  12 

1&3.0 


Olt^lTO 


Esta  obra  e^  propiedad  de  sus  autores,  y  nadie  po- 
drá, sin  su  permiso,  reimprimirla  ni  representarla  en 
España  ni  en  los  países  con  los  cuales  se  hayan  cele- 
brado, ó  se  celebren  en  adelante,  tratados  internacio- 
nales de  propiedad  literaria. 

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duotion  reserves  pour  toas  les  pays,  y  compris  la  Sué- 
de,  la  Norvege  et  la  Hollande. 


Queda  hecho  el  depósito  que  marca  la  ley. 


GILITO 


JUGUETE  CÓMICO 


serafín  i  JOAQUÍN  ALVAIIEZ  (¡ÜINTERO 


con  música  del  maestro 


J.     OS»  UJV  A. 


Estrenado  en  el  TEATRO  DE  APOLO  el  25  de  Abril  4e  1889 


TERCERA  EDICIÓN 


MADRID 

•  TlbABOO,  IMF.,  MABQUAS  DI  SARTA  AllA,  U  9Vr* 

Telétono  oúmero  ó&l 

1©*Q 


REPARTO 


PERSONAJES  ACTORES 

rUKA Consuelo  Salvador. 

GIUTO Julio  Ruiz. 

DON  JUAN José  Meeejo. 

MANUEL Ángel  González. 

RAFAEL José  Montijano. 


B^BIBIBIBIBIBiaiBIBIMIBJBIBlBIBIBIEIMIB 


GILITO 


Dirisión  de  escena.— A  la  derecha  del  actor,  el  recibimiento  de 
la  casa  de  Don  Juan,  en  Madrid.  Portón  al  foro  y  dos  puertas  á  la  de- 
recha Entre  ambas  una  mesita  con  cajones.  Sillas.— A  la  Izquierda 
un  estudio  de  pintor.  Balcón  al  foro,  dos  puertas  á  la  izquierda  y 
ana  á  la  derecha  que  comunica  con  el  recibimienlo.  Inmediato  al 
balcón  un  caballete  con  un  lienzo;  tras  él  una  silla  de  tijera,  y  al 
pie,  caja  de  pinturas,  paleta,  pinceles  y  una  navaja  grande.  Varias 
sillas  y  un  banco. 

Es  de  día. 

PURA,  con  una  carta  en  la  mano,  aparece  en  el  recibimiento. 

Pura.  Pues,  señor,  acaba  de  entregarme  Manuel 
esta  carta  de  Güito;  la  he  leído  un  millón  de  veces,  y 
por  más  vueltas  que  le  doy  al  asunto,  no  sé  qué  deter- 
minación tomar,  dada  la  timidez  de  Gil  y  dado  el  ca- 
rácter de  mi  padre.  Voy  á  leerla  de  nuevo.  Lee.  '<Purita: 
estoy  decidido  completamente;  mi  resolución  es  firme. 
Una  vez  que  he  ^^sto  que  con  este  genio  nunca  iré  á 
ninguna  parte,  he  pensado  adoptar  otro.  Hoy  haré  mi 
primera  valentía,  presentándome  ante  tu  papá  para 
pedirle  tu  mano.  Si  me  la  concede...  seré  feliz;  si  no... 
me  tiro  de  cabeza  por  el  Viaducto.  Tuyo,— Gilí. — Pos- 
data.— Te  agradecería  que  le  indicases  algo  á  tu  padre, 
con  el  objeto  de  que  me  fuera  más  fácil  conseguir  mi 
propósito.»  ¿Qué  hacer,  Dios  mío?  Aquí  va  á  ocurrir  una 


—  6  — 

catástrofe  por  causa  de  las  diabluras  de  Gilí.  A.  nadie 
se  le  ocurre,  conociendo  el  genio  de  mi  padre,  poner  en 
práctica  la  idea  de  pedirle  mi  mano;  mucho  más  siendo 
secretas  nuestras  relaciones,  i'ausa.  Si  yo  pudiera  evitar 
que  realizase  su  pensamiento...  Pero,  ¡ca!  viene  hoy 
mismo,  como  me  dice,  y  de  ahí  no  hay  quien  le  apee. 
¡Pobre  Gilí!  Por  supuesto  que  yo  nada  temería  si  mi 
papá  tuviera  mejor  carácter,  suona  la  campanilla.  ¿Quién 

eSr  Se  asoma  al  ventanillo. 

Don  Juan.     Dentro.  Abre;  soy  yo. 

Pura  abre  y  sale  DON  JUAN. 

Pura.     Buenos  días,  papá. 

Don  Juan.     Hola;  ¿qué  hay? 

Pura.    Nada... 

Don  Juan.  Pues  yo  vengo  como  para  que  me  pidan 
un  favor.  El  arte  está  perdido...  ¡perdido!...  Calcúlate 
que  salgo  á  la  calle,  me  encuentro  á  mi  amigo  Alma- 
grilla...  ¿Tú  sabes  quién  es  Almagrilla?...  ¡Almagrilla, 
mujer,  Almagrilla! 

Pura.     Sí,  papá,  Almagrilla.  Ese  tan  pequeñito... 

Don  Juan.  Ese,  ¡ese  tapón!...  Tú  sabes  que  le  he  vis- 
to nacer,  que  le  he  conocido  así...  La  altura  de  una  vara.  Es 

verdad  que  ahora  es  así.  Media  vara.  Bueno,  pues  ese,  al 
pedirle  cinco  duros...  ¡cinco  duros!...  ¡veinticinco  pese* 
tas!...  ¡cien  reales!...  me  los  ha  negado.  A  mí,  ¡á  mí!  que 
he  sido  su  maestro,  que  le  he  protegido,  y  que  un  día 
que  me  pidió  tres  pesetas...  le  di... 

Pura.     ¿Las  tres  pesetas?... 

Don  Juan.  No;  le  di...  una  excusa;  pero  ¡siquiera  le 
di  algo! 

Pura.  (Cualquiera  le  dice...)  Ah,  tome  usted  esta 
carta  que  han  traído  hace  un  rato.  Le  da  una  carta  que  saca 

del  bolsillo  del  delantal. 

Don  Juan.    Trae. 

Pura.     Yo  me  voy  allá  dentro. 

Vase  Pura  por  la  primera  puerta  de  la  derecha. 


—  7  — 
Don  Juan.      Bien.  Abriendo  la  carta  y  viendo  la  firma.  ¡Calle! 

^es  de  Espiridión?  Veamos  qué  me  dice  este  necio.  Lee. 
«Estimado  Juan:  Hoy  pasará  á  visitarte  mi  amigo  Mo- 
reno y  Delgado,  que  te  podrá  servir  para  modelo,  á  pesar 
de  ser  un  hombre  de  mediana  estatura,  no  muy  bien  fór 
mado...  y  bastante  feo.  Tu  amigo  y  compañero, — Espi- 
ridión  Retortillo  >  [Bravo,  bravo!  Este  chico,  no  obstan 
te  ser  un  alcornoque,  el  desgraciado  no  es  mala  perso- 
na. 'Kene  el  defecto  de  que,  no  sabiendo  coger  un  lápiz, 
fie  cree  un  Pradilla.  Pausa  breve.  Bueno,  pues  con  ese  mo- 
■delito  me  propongo  trabajar  con  alma.  Hoy  no  recibo 
á  nadie.  Llamando.  ¡Manuel! 

Bale  MANUEL  por  la  segunda  puertn  de  la  derecha. 

Manuel.     Señor. 

Don  Juan.  Mira;  á  todo  el  que  venga  hoy  preguntan- 
do por  mí,  le  dices  que  no  me  encuentro  en  casa.  Sola- 
mente... ¡solamente!  dejas  entrar  en  el  estudio  al  señor 
Moreno  y  Delgado,  que  es  un  hombre  de  regular  eítatu 
ra,  feo  y  mal  formado.  ¿Sabes? 

Manuel.     Sí,  señor;  será  usted  servidu. 

Don  Juan.  Mucho  ojo,  que  tú  tienes  una  memoria 
pésima  ¿Fuiste  á  casa  de  don  José  Sánchez? 

Manuel.  Fui.  Me  diju  que  non  ..  ¿qué  me  diju,  de- 
monius?...  ¡Ah!  que  non  podía  prestarle  á  usted  los 
trajes. 

Don  Juan.  ¡Me  gusta!  ¡me  gusta!  ¡Valiente  estúpido! 
Vamos,  que  está  el  hombre  poco  hueco  porque  un  ga- 
cetillero cerril  le  ha  dicho,  en  no  sé  qué  papelucho,  que 
€S  un  artista  que  tiene...  buen  color.  Ya  ves  tú...  ¡buen 
color!...  una  cosa  que  tiene  cualquiera  que  esté  sanóte... 
]que  esté  medio  robusto! 

Manuel.     Me  diju  también  que  le  dispensara... 

Don  Juan.  ¡Calla,  hombre,  calla!  Te  fijas  en  peccata 
minuta. 

Manuel.  Tiene  usted  razón:  me  fiju  en  petacas  me- 
nudas, ■  .:-..' 


-    8  — 

Don  Juan.  ¡Basta  de  conversación!  Que  no  se  te  olvi- 
de el  encargo.  Eotra  en  el  estudio  y  se  va  por  la  primera  puerta 
de   la  izquierda,   después  de   deteoerse   ante   su    cuadro   diciendo: 

¡Primera  medalla! 

Manuel.  Perfectamente.  Cumpliré  cuantu  me  ha  di- 
chu  al  pie  de  la  letra  Me  diju,  al  darme  las  señas  de- 
ese  señor  á  quien  quiere  recibir,  que  es...  que  es  ..  ya 
non  me  acuerdu...  Que  es...  de  una  estatura  regular... 
Sí,  sí;  esu  es.  Morenu  y  deljadu. .  también.  Lo  únicoi'que= 
non  recuerdu,  es  el  nombre;  perú  con  las  señas  basta. 
Las  escribiré  en  un  papelitu,  non  se  me  olviden  de  se- 

junda.  Se  acerca  á  la  mesa,  saca  de  un  cajón  lápiz  y  papel,  y  escri* 
bo.   «Es   de  mediana  estatura...  morenu...  deljadu...  y 

feU.»  Estu  Últimu  se  me  olvidaba     se  guarda  el  papel  en  el 
bolsillo  interior   de  la  americana.    MaS  VeU    que  entre  diíeS  If 

diremes  se  me  va  el  tiempu...  y  yo  tenju  mis  oblijacio- 

nes.  Vasc  por  la  segunda  puerta  de  la  derecha. 

Sale  PURA  por  la  primera. 

Pura.  ¿Por  dónde  estará  papá?  Suena  la  campanilla* 
¿Quién?  Mira  por  el  ventanillo. 

Rafael.     Dentro.  Gente  de  paz. 

Abre  Pura  y  sale  KAFaEL. 

Pura.     ¿Qué  se  le  ofrece  á  usted? 
Rafael     ¿Don  Juan  Chico? 
Pura.    Aquí  vive. 
Rafael.     ¿Está  en  casa? 

Pura.  No  se  lo  puedo  decir  á  usted  á  punto  fijo.  Voy 
á  ver.  (Manuel  estará  en  el  secreto.)  vasc  por  la  segunda 

puerts  de  la  derecha. 

Rafael.  A  ver  si  consigo  arreglarme  con  don  Juan. 
Don  Espiridión  le  ha  escrito  recomendándome;  de  modo 
que... 

Llega  M.^NOEL  por  la  segunda  puerta  de  In  derecha. 

Manuel.    ¿Es  usted  el  que  busca  á  don  Juan? 
Rafael.    Servidor. 
Manuel.     No  hay  de  qué. 


-    9  — 

Rafael.    ¿Está  en  casa? 

Manuel.     Veamus.  (¿Dónde  demonius  habré  echadu 

«1  papel  en  que  apunté  las  señas?)  Se  registra  el  bolsillo  de- 
recho de  la  americana.  AqUÍ  lion  está. 

Rafael.    ¿Eh? 

Manuel.      Registrándose  el  Izquierdo.  Ni  aquí  tampOCU, 

Rafael.  ¿Pero  es  posible?...  Amigo,  usted  padece  una 
■equivocación. 

Manuel.     Non  padezcu  nada,  á  Dios  gracias. 

Rafael.  Yo  le  he  preguntado  á  usted  por  el  señor 
■don  Juan.  ¿Ha  salido  ó  está  aquí? 

Manual.  Esu  precisamente  voy  á  ver.  sc  registra  ios 
bolsines  del  chaleco.  Nada,  non  parece.  ¿Lo  habré  metidu 

-en  aljún  cajón  de  la  mesa?  Se  dirige  á  esta  y  abre  uno  de  los 
cajones. 

Rafael.    Pero,  señor,  ¿qué  tamaño  tiene  ese  don  Juan? 
Manuel.     Siéntese,  siéntese  mientras  tantu.  Rafael  se 

sienta.  ¡Qué  diantrcl  Registra  todos  los  cnjones  y  echa  una  ojeada 

á  las  sillas.  Non  se  haya  usted  sentadu  encima. 

Rafael.      Levantándose  Je  un  salto.  ¡Caracoles! 

Manuel.  Fijándose  en  la  silla,  Tampocu,  tampocu  está 
ahí. 

Rafael.  Vuelvo  á  repetirle  que  está  usted  en  un 
■error. 

Manuel.     ¡Dale,  bola! 

Rafael.  Vengo  á  ver  al  señor  don  Juan  Chico,  y  me 
extraña  que  le  busque  usted  por  los  cajones  de  la  mesa 
y  por  encima  de  las  silla.^. 

Manuel.     Yo  me  entiendu. 

Rafael.  Usted  dispense;  nunca  creí  que  el  señor  Chi- 
co fuese  tan  chico. 

Manuel.      Desesperado,  se  registra    los    bolsillos    del    pantalón. 

jDemonius!  ¿Dónde  lo  he  echadu? 

Rafael.     (Este  hombre  toca  el  violón.) 

Manuel.  Es  inútil  cuantu  haju.  Caballeru...  sientu 
decirle  que  lo  que  es  ahora  non  puedu  contestarle. 


—  10  — 

Rafael.     Está  bien.  Yo  volveré  luego. 

Manuel.     Comu  usted  juste. 

Rafael.    Abur.  (No  lo  entiendo.)  vase  por  ei  portón. 

Entra  Manuel  en  el  estudio. 

Manuel.  Pues,  señor,  me  ha  sidu  imposible  compla- 
cer á  mi  amu.  ¡Malditu  papel  y  maldita  mi  memoria,, 
sobre  todu!  Estu  motivará  que  mi  amu  me  llame  inú- 
til, cuandu  á  servicial  pocus  me  janan.  Por  mejor  de- 
cir, ninjunu. 

Música 

No  hay  ninjunu  en  este  gremiu 
que  me  jane  á  servicial, 
porque  soy  de  lo  más  listu 
que  se  puede  imaginar. 
Desde  que  á  la  corte  vine, 
que  non  sé  el  tiempu  que  hará, 
en  dos  partes  he  servidu, 
si  es  que  non  recuerdu  mal. 

Me  dice  mi  amu 

cuandu  entra  en  la  casa: 

— Manuel,  yo  quisiera 

que  tú  te  Uejaras 

por  varius  colores 

que  ya  me  hacen  falta. 
Y  comu  non  se  me  olvide, 
cunforme  á  su  petición, 
si  pintura  blanca  pide... 
se  la  traiju  bermellón. 


Cuando  yo  voy  al  mercadu 
tratu  de  economizar: 
lo  que  allí  se  vende  á  doce, 
á  catorce  me  lu  dan. 


—  II  — 

Así  es  que  dicen  mis  amus 
que  en  Madrid  non  tenju  ijual, 
y  me  llaman  alcurnoque 
porque  quieren  bromear. 

Mas  cierru  mis  labius 

y  siempre  obedezcu, 

pues  non  me  conviene 

perder  casa  y  sueldu 

por  el  simple  justu 

de  salir  gruñendu. 
Siendo  así  que  soy  un  chicu 
de  tan  grande  actividad, 
quien  me  tache  de  borricu... 
ese  dice  la  verdad. 

Cesa  la  música. 

¡Dichosu  contratiempu  el  del  papelitu!  Y  al  menus 
en  los  bolsillus  non  está.  Pausa.  ¡Calle!...  Creu  que  non 
he  registradu  el  interior  de  la  americana.  Veamus.  se 
registra  y  saca  el  papel.  ¡Miren,  miren  dónde  se  había  me- 
tidu!  Lee  con  la  vista.  Me  parece  que  el  señor  de  antes 
non  era  quien  mi  amu  quería  recibir,  saena  la  campanilla. 

¿Quién  es?  Se  acerca  al  portón. 

Güito.     Dentro.  Servidor. 
Manuel.    Pase  usted.  Abre. 

Sale  GILITO. 

Güito.     Buenas  tardes. 
Manuel.     Muy  buenas. 

Güito.  ¿Se  encuentra  en  casa  el  señor  don  Juan 
Chico? 

Manuel.  Le  diré  á  usted,  comienza  &  mirar  alternativa- 
mente al  papel  y  á  Güito.  Este  mueve  la  cabeza  hacia  todos  lados, 
queriendo  encontrar  el  objeto  en  que  cree  que  se  fija  Manuel.  Kstán 
asi  alganoE  instantes. 

Güito.     (¿Qué  mirará?) 

Manuel.  (Las  señas  coinciden:  este  es )  Pue.«,  sí,  se- 
ñor, está.  ¿Le  a\nsu? 


—  12  — 

Güito.    Naturalmente. 

Manuel.    Voy.  Pase  usted  al  estudiu. 

Pasan  los  dos,  y  Manuel  se  va  por  la  primera  puerta  de  la  Iz- 
qnierda. 

Gilíto.  Aunque  á  Purita  le  decía  en  la  carta  que  me 
proponía  cambiar  de  carácter,  no  sé  si  me  atreveré  á 
decirle  al  papá  lo  que  deseo.  Ahí  me  parece  que  viene. 

Saleu  al  estudio,  por  la  primera  puerta  de  la  izquierda,  DON 
JUAN  y  MANUEL.  Este  pasa  al  recibimiento  y  se  va  por  la  segunda 
de  la  derecha. 

Don  Juan.     Para  servir  á  usted. 
Güito.     Caballero... 

Don  Juan.  Sentémonos,  ge  sícntau.  Pausa,  durante  la  cual 
se  miran  alternativamente.  Vaya,  Vaya,  Vaya,  Vaya. 

Güito.  Bueno,  bueno,  bueno,  bueno.  Yo  no  sé  si  us- 
ted tendrá  conocimiento  de  esta  visita... 

Den  Juan.     Sí,  sí,  señor;  le  esperaba  á  usted. 

Güito.  ¡Ah,  vamosl  (No  sé  cómo  empezar.)  Echare- 
mos un  cigarrito.  sacando  BU  petaca.  ¿Ustcd  fuma? 

Don  Juan.     Fumo.  (Es  decir,  no  fumo;  debía  fumar.) 

Gilíto.     ¿De  hebra? 

Don  Juan.     No,  señor.  (De  gorra.) 

Güito.     ¿Fumará  usted  brevas?... 

Don  Juan.     ¡Cuando  caen!... 

Güito.     Pues  tome  usted  un  cigarro,  se  lo  da.  Le  ofrece 

un  fósforo  y  encienden. 

Don  Juan     ¡Valiente  breva! 
Güito.     ¿Y  se  trabaja  mucho? 
Don  Ju'an.     Se  trabaja,  se  trabaja. 
Güito.    A  mí  me  gusta  mucho  la  pintura.  Y  los  cua- 
dros de  usted  son...  son...  son  malitos. 
Don  Juan.    ¿Cómo? 

Güito.      En    son   de    alabanza.    ¡Malitos!    ¡malitoS    SOn  los 

cuadros  de  usted!  Lo  que  más  me  admira  es  el  color;  el 
color  es...  infernal. 
Don  Juan.     ¡Hombre! 


—  13  — 

Güito.  No,  dispénseme  usted;  digo  que  es  infernal 
«n  comparación  á...  á...  á  los...  que  los  infernales...  Yo 
no  sé  8Í  usted  tendrá  conocimiento  de  esta  visita... 

Don  Juan.  ¡Repito  que  sí!  ¡que  sí!  ¿Cómo  voy  á  decir 
las  cosas? 

Gillto.  No  se  altere  usted.  El  otro  día,  en  casa  del 
señor  Ramírez,  vi  un  cuadro  de  usted  muy  bonito.  Fi- 
gura una  perra... 

Don  Juan.  Hombre,  no;  mi  cuadro...  no  es  perra;  es 
perro. 

Güito.      ¿Su    cuadro?...    Se    queda    pensando.     ¡Ah,   SÍ,   eS 

perro,  perro!  (¡Perrisiyno!)  Pues...  me  encantó;  está  ha- 
blando. 

Don  Juan     Ladrando,  habrá  usted  querido  decir. 

Güito.  Efectivamente,  pero  no  lo  he  dicho.  ¡Y  qué 
bien  pintado! 

Don  Juan.     Lo  copié  del  natural...  ¡del  natural! 

Güito.  Es  natural.  También  he  visto  y  admirado 
otros  perros  suyos...  Y,  créame  usted,  todos  tienen  mu- 
chísima expresión;  todos  muerden. 

Pausa. 

Don  Juan.     Bueno,  bueno,  bueno,  bueno. 

Güito.  Vaya,  vaya,  vaya,  vaya.  ¿Y  en  la  exposición 
■de  pinturas  del  año  ochenta  y  siete,  no  presentó  usted 
ningún  lienzo? 

Don  Juan.     Sí,  señor;  expuse  uno. 

Güito.     (Expuesto,  verdaderamente.) 

Don  Juan.     Muerte  de  César  en  el  Senado  de  Roma. 

Güito.     ¡Digo!  ¡Pues  si  lo  leí  en  La  Correspondencia! 

Don  Juan.  ¿La  Correspondencia?  ¡Buen  desatino  decía 
acerca  de  mi  obra! 

Güito.     ¿Qué  dijo?  No  recuerdo... 

Don  Juan.  Verá  usted:  «...El  cuadro  la  Muerte  de  Cé- 
sar, de  tal  y  tal,  de  don  Fulano  de  Tal,  aparte  de  estar 
hecho  con  valentía,  inspiración,  talento...  tal  y  tal,  in- 
curre en  un  defecto  que  le  perjudica  notablemente;  y 


—  14    - 

es  que  la  figura  de  César  no  tiene  mucha  vida.».  Y  es  lo 
que  yo  digo:  ¡cómo  ha  de  tener  mucha  vida...  si  lo  están 
matando!  ¡Demasiada  tiene! 
Güito.     Mucha  verdad. 

Pnusa. 

Don  Juan.     Bueno,  bueno,  bueno,  bueno. 

Gilito.  Vaya,  vaya,  vaya,  vaya.  ¿Y  al  fresco  no  pinta 
usted? 

Don  Juan.  Todo  lo  que  hago  es  al  fresco.  Ese  balcón 
tiene  un  cristal  roto,  y  si  viera  usted  el  gris  que  entra... 

Giüto.     (Vamos,  se  permite  bromitas.) 

Don  Juan-     En  fin,  al  asunto...  ¡al  asunto! 

Güito.     Sí,  señor.  Pausa.  Sí,  scñor.  Pansa.  Sí,  señor. 

Don  Juan.  ¡Ya  me  lo  ha  dicho  usted  tres  veces!  Bue- 
no, para  no  andarnos  por  las  ramas,  mi  costumbre... 

Gilito.  Yo  no  sé  si  usted  tendrá  conocimiento  de 
esta  visita... 

Don  Juan.    ¿Otra? 

Gilito.     Perdone  usted;  se  me  ha  ido. 

Don  Juan.  Escuche,  si  ha  de  escuchar.  Vendrá  usted 
todos  los  días  de  una  á  cuatro. 

Gilito.     Vendré;  ¿por  qué  no? 

Don  Juan.  Corriente.  Yo  no  puedo  dar  más  de  dos 
pesetas. 

Gilito.     ¿Como  dote?  Poco,  poco  es  eso... 

Don  Juan.  ¡Qué  dote  ni  qué  calabazas!  En  fin,  si  no 
está  usted  conforme...  pida  usted. 

Gilito.     ¿Que  pida  yo? 

Don  Juan.  ¡Claro!  ¿Qué  quiere  usted  por  venir  ese 
tiempo? 

Gilito.  Pues...  yo...  (¿De  qué  me  habla?)  Yo...  yo...  yo 
no  sé  si  usted  tendrá  conocimiento  de  esta  vi...  Tapáadose 
la  boca.  ¡Ah,  ah,  usted  dispense! 

Don  Juan.  ¡Le  advierto  á  usted  que  conmigo  no  se 
chancea  nadie!...  ¡Nadie!...  Levantándose.  Y  para  concluir 
de  una  vez:  ocho  realitos  es  lo  que  doy. 


~  15  - 

Güito.     Pero  ¿he  pedido  yo  algo?  se  kTanta. 

Don  Juan.    ¿Sí  ó  no? 

Güito.     Como  Cristo  nos  enseña.  Pues...  sí...  sí... 

Don  Juan.     Ea,  manos  á  la  obra. 

Güito.     ¿Cómo  á  la  obra? 

Don  Juan.     Ese  pantalón  es  bueno. 

Güito.     Pchs,  regular;  de  cincuenta  reales. 

Don  Juan.    ¿Qué  tiene  que  ver  una  cosa  con  otra? 

Entre  usted  en  esa  habitación,    señalando  la  primera  puerta 

de  la  izquierda.  En  la  percha  habrá  una  chaquetilla,  una 
faja  y  una  gorra...  Se  las  pone  usted...  y  listo. 

Güito.  (¡Anda!  ¡pues  me  ha  tomado  por  un  mo- 
delo!) 

Don  Juan.     ¡Pronto!  ¡pronto! 

Güito.     Voy  en  seguida.  (Le  obedeceré.)  vase  por  donde 

le  ha  indicado. 

Don  Juan.  Este  modelo  es  inservible...  ¡inserviblet 
¡Estoy  que  trino!...  Y  para  colmo  de  mis  desdichas  he 
hallado  en  eJ  tocador  de  Pura  varias  cartas  de  un  tal 

Gllito...  ¡Gilito!.  .    Este    se    asoma    sin    ser  visto    por  don  Jnan. 

que  como  lo  coja...  ¡lo  mato!...  ¡lo  mato!... 

G!lítO.      Escondiéndose.  ¡Huy! 

Don  Juan.  Y  á  ella  también  le  ajustaré  las  cuentas. 
¡Vaya  con  la  niña!  Pero...  vamos  á  ver  los  trastos  de 

matar.  Se  acerca  al  caballete  y  lo  prepara  todo.  ¡Anda,  more- 
na!... Ahora  me  falta  cisco.  Y  me  veo  en  la  precisión  de 
salir  á  comprarlo,  porque  si  mando  á  Manuel  me  trae 

cisco  para  el  brasero,  coge  su  sombrero,  que  estará  sobre  una 
silla,  sale  al  recibimiento  precipitadamente   y  se   va.    MenoS   mal 

que  está  cerquita. 

Gilito.  Presentándose  vestido  de  «rata».  Ya  estoy  arregla- 
do. ¡Ah!  se  ha  ido.  ¡Estoy  bien!  Como  don  .Juan  averi- 
güe que  yo  soy  el  Gilito  de  que  habló  hace  un  momen- 
to, me  voy  á  divertir;  de  fijo. 

Sale  PURA  al  recibimiento  por  la  segunda  puerta  de  la  derecha 
y  entra  en  el  estudio. 


—  16  — 
Pura.      Sorprendida.  ¡Ay,  Gilí!... 

Güito.     ¡Y  tan  gilí! 

Pura.  ¿Qué  es  esto?  ¿Cuándo  has  venido?  ¿Cómo 
■estás  de  ese  modo? 

GIlito.  ¿Que  cómo  estoy  de  este  modo?  Regular.  El 
traje  me  cae  bastante  bien. 

Pura.     No  es  eso;  te  preguntaba... 

Güito.  Pues  que  tu  padre  me  ha  tomado  por  un  mó- 
ldelo... y  me  está  dando  la  jaqueca. 

Pura.     ¿Por  qué  no  le  has  dicho...? 

Güito.  Porque  está  dado  á  todos  los  demonios.  Ahora 
«reo  que  ha  salido  no  sé  adonde.  ¿Qué  te  parece  que 
haga? 

Pura.  Seguirle  la  corriente;  ya  no  hay  más  remedio. 
Pero  te  anuncio  que  papá  es  terrible  con  los  modelos. 
En  poco  más  de  quince  días  lleva  despedidos  á  cuatro. 
Es  decir...  Haciendo  memoria.  Becerro...  uno,  León...  dos, 
"Cordero...  tres,  Palomo...  cuatro,  y  Cuervo...  cinco.  ¡Ya 
•decía  yo!... 

GiMto.  Oye,  por  lo  visto,  tu  papá  ha  tenido  en  el  es- 
tudio á  toda  el  arca  de  Noé. 

Pura.  Y  al  último,  recuerdo  que  lo  tiró  por  las  esca- 
leras. 

Giljto.  ¡Hombre,  qué  gracia!  Estaba  por  hacer  una 
atrocidad:  decirle  quién  soy  y  á  lo  que  vengo. 

Pura.  ¡No,  por  Dios!  Porque  entonces,  al  ver  que  le 
has  engañado,  no  se  conforma  con  las  escalerat^;  te  tira 
por  el  balcón. 

GiMto.  iCa...racolesl  Nada:  si  tú  te  opones  á  ello...  de- 
.sisto. 

Pura     Haces  bien. 

Güito.  Aunque  yo  se  lo  diría,  si  las  circunstancias 
■no  hubiesen  cambiado.  Sí,  señor;  se  lo  diría  si  conti- 
nuaseis viviendo  en  el  entresuelo;  pero  hija,  desde  un 
piso  cuarto...  lo  que  es  yo  no  se  lo  digo.  ¿Por  qué  os  ha- 
béis venido  aquí? 


—  17  — 

Pura.  Porque  aquel  cuarto  es  muy  oscuro  y  carísi- 
mo. Así  es  que  nos  mudamos,  en  primer  lugar,  por  la. 

luz.  Mirando  hacia  el  balcón,  y  en  segUndo  lugar... 
Güito.      Refiriéndose  al  dinero.  Por  la  luz... 

Pura.    Eso  es. 

Pausa. 

Güito.  Se  me  está  ocurriendo  otra  atrocidad.  Atroci-^ 
dad  que  voy  á  hacer.  Haz  el  favor  de  traer  mi  ropa,, 
que  está  en  la  percha  de  esa  habitación,  eeñaia  la  primera- 
de  la  izquierda. 

Pura.    ¿Te  vas  á  ir? 

Güito.     Ahora  mismo. 

Pura     ¿Y  si  te  encuentras  á  papá  en  la  escalera? 

Giüto  Le  digo  que  me  ha  entrado  el  sarampión^ 
Trae,  trae  mi  levita  y  demás,  que  me  voy  antes  que- 
venga. 

Pura.  Bueno.  Entra  por  la  priaaera  puerta  de  la  izquierda, 
mientrxs  Güito  se  quita  la  gorra  y  1*  chaquetilla,  y  sale  en  seguida. 
con  la  ropa.  AqUÍ  ticueS. 

Güito.      Venga  el  chaleco.   Se  lo  coloca  muy  aprisa.  Ajajá^ 

La  levita.  Después  me  quitaré  la  faja,  se  pono  la  levita. 
Ahora...  suena  la  campanilla.  ¡Me  han  partido! 

Pura.    ¿Ves? 

Güito.     Que  no  abran,  ¡por  Dios!  Voy  á  quitarme  esto^ 

Se  quita  precipitadamente  la  levita  y  el  chaleco  y  los  echa  á  la 
habitación  donde  estaban.  Sale  M  ANÜr^JL  por  la  segunda  puerta  de  la 
derecha  al  recibimiento,  y  Pura  sale  también  y  empieza  a  hablarle 
bajo  para  distraerlo.  Güito  vuelve  á  colocarse  la  chaquetilla  y  la  go- 
rra, todo  hecho  un  lío. 

Pura.    Yo  me  voy.  Abra  usted,  Manuel,  vase  por  la. 

primera  puerta  de  la  derecha. 

Güito.     Que  vea  que  estoy  en  carácter,  comienza  á  eje- 
cutar el  paso  de  los  ratas  de  *La  Gran  Vla>  acompañado  por  la  or 
quekta. 

Manuel  abre  el  poitón  y  se  va  por  donde  salió.  DON  JU.\N  pasa, 
al  estadio  y  deja  la  puerta  abierta.  Trae  en  la  mano  un  paquetito. 


—  18  — 

Don  Ju&n.  Dejando  el  sombrero  sobre  una  silla  y  el  paquete  en 
€l  suelo,  al  lado  de  los  demás  útiles.  ¿Ya  está  USted  listO? 

Güito.     Sí,  señor. 

Don  Juan.  Pues  á  empezar,  coge  U  navaja  que  habrá  jun- 
to á  la  caja  de  pinturas  y  la  abre  dirigiéndose  á  Güito.  Este  retrocede 
«sustado. 

Güito.     ¿Qué  va  usted  á  hacer? 

Don  Juan.  Nada,  hombre,  no  hay  que  asustarse. 
Yaya.  Dándole  la  navaja.  Hoy  no  está  esto  arreglado,  por- 
que nunca  esperaba  encontrar  modelo  tan  pronto;  así 
€s  que  trabajaremos  poquito  tiempo. 

Güito.     (Más  vale  así.) 

Don  Juan.  Mi  cuadro,  entérese  usted,  representa  una 
riña...  ¡una  riña!...  entre  dos  ratas.  Tengo  trazada  una 
<ie  las  figuras  y  me  falta  la  otra.  De  modo  que  coloqúe- 
se usted  aquí,  lo  lleva  delante  de  la  primera  puerta  de  la  izquier- 
da, enfrente  de  la  del  estudio.  Póngase  usted  en  ademán  de 
embestir...  ¡de  embestir!..',  al  contrario. 

Güito.      Be  coloca  muy  mal.  ¿Así? 

Don  Juan.  No,  hombre,  no;  ¡no!  Más  energía,  ¿eh? 
jmás  energía!  lo  coloca  según  indica  el  diálogo.  La  pierna  de 
recha  hacia  delante;  la  izquierda  hacia  atrás;  el  brazo 
izquierdo  tapando  la  cara;  el  derecho  en  actitud  de  he- 
lir;  el  rostro  con  mucha  expresión:  saque  usted  los  ojos; 
contraiga  usted  todos  los  músculos;  apriete  usted  los 

dientes...  Se  aleja  uu  poco.  Así  está  bien,  señala  en  el  suelo  el 
sitio  de  los  pies  con  un  pedazo  de  cisco.  ¡Perfectamente!  Co- 
mienza á  dibujar.  (Yoy  á  preguntarle  por  el  que  le  reco- 
mienda.) ¿Y  qué  me  dice  usted  de  Espiridión? 

Güito.    ¿De  espiri...  qué? 

Don  Juan.    De  Espiridión. 

'Güito.  Yo  no  sé  lo  que  es  eso.  Esa  palabra  no  está 
€n  el  Diccionario.     .  ■ 

Don  Juan.     Pregunto  por  Retortillo...  ¡por  Retortillo!.,. 
.:  Güito.     ¡Ah,  ya,  Ketortillo!...  (¡Digo!) 

Don  Juan.  ¿Es  bonito  el  cuadro  que  está  haciendo 
ahora? 


,     -19- 

Güito.     ¡Pchs!  regular...  (Así  no  peco.) 

Don  Juan.    ¿Qué  tal  de  dibujo? 

Güito.     ¡Pchs!  regular... 

Don  Juan.    ¿Y  de  color? 

Güito.     ¡Pchs!  regular... 

Don  Juan     ¿Y  de  composición? 

Güito.     ¡Pchs!  regular... 

Don  Juan.     ¿Y  qué  asunto  tiene?  ¿Qué  representa? 

Güito.     ¡Pchs!  regular... 

Don  Juan.  Usted  no  me  ha  entendido.  Yo  sé  que  es 
un  hecho  histórico;  pero  quisiera  saber  cuál. 

Giüto.     Pues  la...  la...  la  muerte  del  rey  que  rabió. 

Don  Juan.    ¿Cómo? 

Güito.  (No  sé  lo  que  me  digo.)  Sí,  señor;  muy  ins- 
pirado, muy  sentido;  es  alegórico.  A  la  derecha  está  el 
rey...  rabiando...  todo  lleno...  de  babas...  A  la  izquierda 
un  perro  pachón...  Y  en  el  centro,  rodeada  de  .nubes,  la 
figura  del  doctor  Pasteur. 

Don  Juan.  Hombre,  eso  es  imposible.  ¡Valiente  des- 
atino! Pero  no  se  mueva  usted. 

Güito.  Usted  dispense.  Y  sepa  usted  que  ya  estoy 
de  postura  hasta  la  coronilla. 

Don  Juan.    ¿Eh? 

Pausa  breve  — Suena  la  campanilla. 

Sale  MANUEL  al  recibimiento  por  la  segunda  puerta  de  la  de- 
recha 

Manuel.      ¿Quién  será?  Abre  el  portón  y  sale  RAFAEL. 

Rafael.     Buenas  tardes. 

Manuel.    Buenas. 

Rafael.    ¿Pareció  el  seíior  don  Juan? 

Manuel.  Creu  que  sí.  Debe  de  estar  en  el  estudio. 
Pase  usted. 

Rafael  avanza,  j  en  el  momento  de  llegar  frente  á  la  puerta  del 
estudio  retroceda  abastada  áLver  á  Güito.  A  Manuel,  que  ya  á  aso- 
marse llevado  de  su  curiosidad,  le  sucede  lo  mismo. 

Rafael.     ¡Ca...  ramba! 


-    20 

Manuel.     Avanzando.  ¿Qué  es  esu?  ¿A  ver?  ¡Demoniusí 

Don  Juan.      Levantándose.  Pero    ¿quién    está  ahí?    Sale  al 

recibimiento.  Buenas  tardes. 
Manuel.    Aquí  está  mi  amu. 
Rafael.    Muy  señor  mío. 
Don  Juan.     ¿Qué  se  le  ofrece?  ¿Quién  es  usted? 
Rafael.    Yo  soy  Rafael  Moreno  y  Delgado... 

Don  Juan,      con  extrañeea.  ¿Eh? 

Rafael.  No  sé  si  usted  habrá  recibido  una  carta  de 
don  Espiridión  Retortillo,  en  que  me  recomienda  como- 
modelo. 

Güito.        Dentro.  (¡Malol) 

Manuel.     (Creu  que  he  metidu  la  pata.) 
Don  Juan.     ¿Pero,  usted  es...?  Entonces,  a  Manuel,  ani- 
mal, ¿por  qué  has  dejado  entrar  á  es%  títere?  Ainde  á  qí- 

llto.  ¿Quién    es    usted?    Entrando    en    el    estudio.    ¡Pronto!... 

¡pronto!... 

Gilito.     Caballero...  yo  soy...  Gil...  Gil... 

Don  Juan.  ¿Gil?  ¿Gilito?  ¡Este  es  el  novio!  ¡Ah,  pica- 
ro! Se  dirige  á  él  en  actitud  amenazadora.  Gilito  da  dos  vueltas  alre- 
dedor del  caballete,  seguido  de  don  Juan.  En  la  última  deja  caer  el 

caballete.  ¡Mi  cuadro!  ¡Mi  gran  obra!  ¡Lo  mato!  ¡Lo  matoí 
¡Venga  usted  acá!  cogiendo  á  oiuto  por  un  brazo.  Quiero  una 
explicación  clara...  ¡clara!  de  lo  que  aquí  ha  ocurrido. 

Entran  en  el  estudio  Manuel  y  Rafael. 

Gilito.  Bueno...  yo...  escúcheme  usted...  señor  don 
Juan...  El...  la...  lo...  de  el... 

Don  Juan.     ¿Pero  va  usted  á  declinar  el  artículo? 

Gilito.  No,  señor.  En  fin,  para  acabar  pronto...  yo- 
he  venido...  á  pedir...  la...  la...  la  mano  de  su  hija...  y 
me...  me  han  confundido  con  ese  señor.  Por  Kafaei. 

Don  Juan.  ¿De  modo  que  me  ha  engañado  usted 
como  á  un  chino?  ¡Ah,  bribón! 

Sale  PURA  por  la  primera  puerta  de  la  derecha. 

Pura.     ¡Ay,  Dios  mío! 
Gilito.     ¡Ella! 


—  21  - 

Don  Juan,  a  pura.  ¡Hola!  ¿conque  relaciones  secretas, 
eh?  Ya  te  pondré  las  peras  á  cuarto,  ¡á  cuarto! 

Pura.     Papá...  yo... 

Don  Juan,    a  Gmto.  ¿Conque  á  pedir  la  mano? 

Güito.  Le  advierto  á  usted,  que  al  dar  ese  paso  es 
porque  puedo  hacerlo.  Soy  bastante  rico;  tengo  un  ca- 
pital de  ocho  mil  duros  .. 

Don  Juan,  cambiando  de  tono.  ¡Y  auuque  no  tuviera  Us- 
ted un  ochavo!...  A  mí,  todo...  menos  contrariar  los 
amores.  (¡Dios  mío;  ocho  mil  duros!. .) 

Pura.     r:Cómo?  ¿Consiente  usted? 

Don  Juan.  Ya  hablaremos,  comienza  á  hablar  en  voz  baja 
con  Rafael. 

Pura      A  Güito.  Se  arreglará  todo,  descuida. 

Don  Juan,  auo  &  Rafael.  Sí,  señor;  recibí  la  carta  y  vie- 
ne usted  como  pedrada  en  ojo  de  boticario...  ¡de  farma- 
céutico!... ¡de  licenciado  en  farmacia! 

Rafael.    ¿Sí,  eh? 

Don  Juan.  Justo.  De  modo  que  aquí  no  ha  habido 
inuí-  (jue  una  equivocación... 

Manuel.     De  la  que  yo  soy  el  culpable. 

GilitO-      Al  público. 

Un  aplauso  necesito, 
público  amable  y  sincero, 
y  de  ti  lo  solicito; 
quien  te  lo  pide  es  Güito, 
que  no  es  el  rata  tercero. 


riK    DEL    JUGUETE 


OBRAS  DE  IiOS  laiSIVIOS  flÜTORES 


Es^rriina  y  amor,  juguete  cómico.  ('2.*  edicióu.) 

Belén,  12,  principal,  juguete  cómico.  (2.'  edición.) 

di  111  to,  juguete  cómico  lírico.  Música  del  maestro  Osuna.  (S.'edición.) 

1.a  media  naranja,  juguete  cómico.  (3.* edición.) 

£1  tío  de  la  flauta,  juguete  cómico.  (3.*  edición.) 

El  ojito  derecho,  entremés.  (3."  edición.) 

La  reja,  com^edia  en  un  acto.  ^4."  edición.) 

La  buena  sombra,  sainete  en  tres  cuadros,  con  música  del  maes» 

tro  BruU.  (6.*  edición  ) 
¥.1  pere$rrino,  zarzuela  cómica  en  un  acto.  Música  del  maestro 

Gómez  Zarzuela.  (2.*  edición.) 
La  vida  Intima,  comedia  en  dos  actos.  (3.*  edición.) 

Los  borrachos,  sainete  en  cuatro  cuadros,  con  música  del  maes- 
tro Giménez.  [3."^  edición.) 

El  chiquillo,  entremés.  (6.*  edición.) 

Las  casas  de  cartón,  juguete  cómico.  (2.*  edición.) 

El  traje  de  luces,  sainete  en  tres  cuadros,  con  música  de  los 
maestros  Caballero  y  Hermoso.  (2.*  edición.) 

El  patio,  comedia  en  dos  actos.  (4.*  edición.) 

El  motete,  pasillo  con  música  del  maestro  José  Serrano.  (2.*  edi- 
ción.) 

£1  estreno,  zarzuela  cómica  cu  tres  cuadros.  Música  del  maestro 
Chapi. 

Los  Galeotes,  comedia  en  cuatro  actos.  (3."  edición.)  Traducida  al 
italiano  con  el  titulo  de  I  GaJeoti  por  Giuseppe  Paolo  Pacchierotti. 

La  pena,  drama  en  dos  cuadros.  (2.»  edición.)  Traducido  al  italiano 
con  el  mismo  titulo  por  Giuseppe  Paolo  Pacchierotti. 

La  azotea,  comedia  en  un  acto.  (2."  edición.) 

£1  grénero  ínfimo,  pasillo  con  música  de  los  maestros  Valverde 
(hijo)  y  Barrera. 

El  nido,  comedia  en  dos  actos.  (3.*  edición.)  Traducida  al  catalán  con 
el  titulo  de  Un  niu  por  Joaquín  María  de  Nadal. 

Las  flores,  comedia  en  tres  actos.  (2.*  edición.)  Traducidla  al  italiano 
con  el  titulo  do  I  fiori  por  Giuseppe  Paolo  Pacchierotti. 

Los  piropos,  entremés.  (2.*  edición.) 

El  flechazo,  entremés.  (2.*  edición.) 

£1  amor  en  el  teatro,  capricho  literario  en  cinco  cuadros,  pró- 
logo y  epílogo.  {2.*  edición.) 

Abanicos  y  panderetas  tf  ¡A  Sevilla  en  el  botijo!  humorada 
satírica  en  tres  cuadros,  con  música  del  maestro  Chapí. 

La  dicha  ajena,  comedia  en  tres  actos  y  un  prólogo.  (2.*  edición.; 
Traducida  al  alemán  con  el  titulo  de  Das  fremde  Glück  por  J.  Gusta- 
vo Rohdo. 

Pepita  Reyes,  comedia  en  dos  actos.  (2.*  edición.) 

Los  meritorios,  pasillo. 

La  zahori,  entremés. 

La  reina  mora,  sainete  en  tres  cuadros,  con  música  del  maestro 

José  Serrano.  (2.*  edición.) 
Zarabatas,  sainete  en  dos  cuadros. 
La  za;;ala,  comedia  en  cuatro  actos    (2.*  edición.) 


Ln  casa  cíe  CSarcfa,  comedia  en  ires  acios. 

I^a  contrata,  apropósito. 

El  amor  «|ue  pasa,  comedia  on  dos  actos.  íá."  cdicíóu.)  Traducida 
al  italiano  con  el  titulo  de  L'amore  che  passa  por  Giuseppe  Paolo 
Paochierotti. 

El  mal  «le  amores,  saínete  con  miísica  del  maestro  José  Serrano. 

El  nuevo  Hervidor,  humorada. 

Mañana  «le  sol,  paso  de  comedia.  Traducido  al  alemán  con  el  titu- 
lo de  Ein  sonniger  Margen  por  Mary  v.  Haken. 

Fea  y  con  g-racla,  pasillo  con  música  del  maestro  Turina. 

La  aventura  «le  los  gpAlcotes,  adaptación  escénica  de  un  capi- 
tulo del  Quijote. 

La  musa  loca,  comedia  en  tres  actos. 

La  pitanza,  entremés. 

El  amor  en  s«>ira,  cai)richo  literario  en  cuatro  cuadros  y  un  pró- 
logo, con  música  do  los  maestros  Cliapi  y  Serrano., 

Los  chorros  «leí  oro,  entremés. 

Morrlt«»s,  entremés. 

Amor  Á  oscuras,  paso  de  comedia. 

La  mala  s«>mbra,  saínete  con  mvisica  del  maestro  José  Serrano. 
(2.*  edición.) 

El  ^enlo  alejcre,  comedia  en  tres  actos.  (3.*  edición.)  Traducida  al 
italiano  con  ol  titulo  de  Anima  all'gra  por  Juan  Fabré  y  Oliver 
y  Luigi  Motta. 

El  niii«>  profllisrio,  comedia  en  dos  actos. 

Nanita,  nana...  entrom.és  con  música  del  maestro  José  Serrano. 

La  zancatlilla,  entremés. 

La  bella  Lucerito,  entremés  con  música  del  maestro  Saco  del 
Valle, 

La  patria  cliica,  zarzuela  en  un  acto.  Música  del  maestro  Chapi. 
(2.*  edición.) 

La  villa  que  vuelve,  comedia  en  dos  actos. 

A  la  luz  «le  la  luna,  paso  de  comedia. 

La  escondi«la  senda,  comedia  en  dos  actos. 

El  ag'ua  milag:rosa,  paso  de  comedia. 

I^as  buñoleras,  entremés. 

Las  de  Cafn,  comedía  en  tres  actos. 

Las  mil  maravillas,  zarzuela  cómica  en  cuatro  actos  y  un  pro 
logo.  Música  del  maestro  Chapi. 

¡Sanare  g'orda,  entremés. 

Amores  y  amorfos,  comedia  en  cuatro  actos. 

£1  patinillo,  sainóte  con  música  del  maestro  Gerónimo  Giménez. 

Doña  Clarines,  comedia  en  dos  actos.  Traducida  al  italiano  con  el 
titulo  de  Siora  Chiareta  por  Giulio  de  Prenzi . 

El  centenario,  comedia  en  tres  actos. 

La  muela  del  Rey  Farfán,  zarzuela  infantil,  cómico-funtAslica. 

Mvisica  del  maestro  Amadeo  Vives. 
Herltla  «le  muerte,  paso  de  comedía. 
El  rtltirao  capitulo,  paso  de  comedia. 

Pompas  y  honores,  capriclio  literario  «n  verso  por  Kl  diallo  co- 
juelo. 

La  uiadrecita,  novela  publicada  en  El  cuento  semanal. 


serafín  i  JOAÍüIN  ÁLVAREZ  PINTERO 


La  media  naranja 


JUGUETE  CÓMICO 


TEECESA  EDICIÓN 


ü  A  P  R  I  ^ 


'^'^JL^P 


80¡CIEDAD  DE  AUTORES  ESPAÑOLES 
,Núñez  de  Balboa,  12 

isoe 


LA  MEDIA  NARANJA 


Esta  obra  es  propiedad  de  sus  autores,  y  nadie  po- 
drá, sin  su  permiso,  reimprimirla  ni  representarla  en 
España  ni  en  los  países  con  los  cuales  se  hayan  cele- 
brado, ó  se  celebren  en  adelante,  tratados  internacio- 
nales de  propiedad  literaria. 

Los  autores  se  reservan  el  derecho  de  traducción. 

Los  comisionados  y  representantes  de  la  Sociedad  de 
Autores  Españoles  son  los  encargados  exclusivamente 
de  conceder  ó  negar  el  permiso  de  representación  y 
del  cobro  de  los  derechos  de  propiedad. 


Droits  de  représentation,  de  tradnction  et  de  repro- 
duotion  reserves  pour  tous  les  pays,  y  compris  la  Saé- 
de,  la  Norvége  et  la  Hollando. 


Queda  hecho  el  depósito  que  marca  la  ley 


LA  MEDIA  NARANJA 


JUGUETE  CÓMICO 


SERAFÍN  I  JOAQUÍN  ÁLVAREZ  IJÜINTERO 


Estrenado  en  el  TEATRO  LARA  el  26  de  Abril  de  1894 


TERCERA  EDICIÓN 


MADRID 

&.  Velasco,  impresor,  Marques  de  Santa  Ana,  U 
Teléfono  número  551 

1008 


fi\  Sr.  D.  francisco  flores  García 


eu 


ieáitmóHÍó  de  c/iainud  u  aHiióiad 
\.óií  (JyLuióieó. 


REPARTO 


PERSONAJES  ACTORES 

DOÑA  CÁNDIDA Sea.    Valvkbdk. 

JULIA. . •. Seta.  Blanco. 

DON  FRUTOS ...  Sb.       Labra. 

APELES Ruiz  DE  Abana. 

A  G  APITO Ramíekz. 

DON  POMPEYO Santiago. 

UN  CRIADO Manchón. 


U  iVIEDlA  NARANJA 


Sala  de  ]ra£o  en  una  pusada  de  un  pueblo  inmediato  a  Madrid.  Dos 
pueitas  á  cada  lado  y  una  en  el  foro.  A  derecha  é  izquierda  de  esta, 
resT^ccliramente,  una  mesa  y  un  banco  pobres.  Varias  sillas  toscas. 


ESCENA  PRIMERA 

DON    POMPEYO    y    un    CRIADO 

POM.  Asomándose  á  la  primera   puerta  de  la  izquierda,  con 

unas  botas  de  señora  en  la  mano.  ¡Mozo!  ¡Mozo! 
Más  alto.  ¡Mozo! 

Criado  Dentro,    en   voz   alta.  ¡Ya  va!  Sale  por  la  puerta  del 

íoro. 

PoM.  ¡Hace  una  hora  que  estoy  llamando! 

Criado         Pues  nada  he  oído. 

PoM.  ¿Qué  modo  de  replicar  es  ese?...  ¡Limpie  us- 

ted en  el  acto  estas  botas  de  mi  señora!  Dán- 
doselas con  aspereza. 

Criado         Voy  allá. 

PoM.  Y  en  seguida  las  trae  usted  y  las  pone  aquí 

delante  de  la  puerta. 

Criado         Bueno. 

PoM.  ¡Y  tan  bueno! 

Criado  ¿Es  usted  el  nuevo  médico  que  viene  al 
pueblo? 

PoM.  ¡Esa  es  una  de  las  cincuenta  mil  cosas  que 

á  usted  le  deben  de  tener  sin  cuidado! 


—  8  — 

Criado        Está  bien. 

PoM.  ¡Esté  como  esté,  basta  ya  de  j)alique!  Éntrase 

en  su  habitación,  cerrando  violentamente  la  puerto. 

Criado        ¡Qué  calamidad! 


ESCENA  II 

DOÑA  CÁNDIDA,  ftON  FRUTOS  y  el  CRIADO 

CaND.  Por  la  primera  puerta  de  la  derecha  con  don  Frutos,  dis- 

puestos ambo?  para  salir  á  la  calle.  Trae  una  sombrilla. 

Oiga  usted,  mozo,  ¿quién  gritaba? 

Criado  Ese  caballero  que  vino  anoche  á  ocupar  el 
cuarto  que  usted  dejó,  y  que  es  un  tigre  de 
Bengala. 

Frutos        ¡Ah,  si!  Don  Pompeyo  Caracoles. 

Criado        ¿Caracoles? 

Frutos  Vino  conmigo  en  el  ferrocarril.  Es  un  gran 
tipo,  según  pude  observar. 

Criado  A  mí  me  han  dicho  de  él,  de  su  señora  y  de 
su  hija  cosas  estupendas. 

Cánd.  ¿Sí? 

Criado  A  lo  que  parece  es  médico,  y  anda  de  lugar 
en  lugar,  á  fuerza  de  permutas,  para  ver  si 
en  alguno  le  halla  acomodo  á  la  muchacha. 

Frutos  Trabajo  le  mando.  E«!  más  fea  que  el  sar- 
gento Utrera,  que  reventó  de  puro  feo. 

Criado  Tiene,  tiene  niña  para  rato  el  pobre  señor. 
En  fin,  hasta  después. 

Frutos       Adiós. 

Vase  el  criado  por  la  puerta  del  foro. 


Frutos 


ESCENA  III 

DOÑA  CÁNDIDA  y  DON  FRUTOS 

¡Jesús,  y  qué  mala  noche  he  pasado!  En  mi 
vida  he  visto  más  mosquitos  que  hay  en 
esa  alcoba,  señalando  á  la  primera  puerta  de  la  de- 
recha. 


—  9  — 


CAnd. 


Frutos 


Cákd. 
Frutos 


Cáxd. 


Frutos 
Cánd." 


Frutos 
Cákd. 

Frutos 

-Cáxd. 

Frutos 

Cáxd. 

Frutos 

Caxd, 


Frutos 
Cánd. 


Pues  peor  hubiera  sido  si  continuamos  en 

esa  de  enfrente,  señalando  á  la  primera  puerta  de 

izquierda.  Desde  que  me  escribiste  anuncián- 
dome que  venías,  pensé  que  nos  trasladáse- 
mos; y  anoche,  momentos  antes  de  llegar  tú, 
emprendí  la  mudanza. 
¿De  modo  que  tú  y  Julia  habéis  vivido  hasta 
anoche  en  esa  habitación  que  anoche  mis- 
mo ocupó  don  Pompeyo  Caracoles? 
Cabal. 

En  medio  de  todo  ha  sido  una  tontería  el 
traslado,  porque  como  yo  mañana  me  voy... 
La  vida  del  comisionista  es  el  movimiento 
continuo. 

Tanto  mejor  para  mis  planes.  Verás.  Nece- 
sito hablarte  detenidamente,  y  la  ocasión 
me  parece  de  perlas,  se  sieutan. 
Habla. 

Estamos  en  situación  análoga  á  la  de  ese 
Caracoles.  Tenemos  media  naranja,  y  nos 
urge  no  poco  encontrar  la  otra  media.  A 
Julia,  nuestra  hija,  le  corre  mucha  prisa 
casarse. 
Mucha  prisa. 

¿Quién  sabe  si  lo  conseguiremos  en  breve 
plazo? 

¿Tiene  quizás  un  pretendiente? 
No;  no  tiene  uno,  tiene  dos. 
Luego  tiene  uno. 
Es  natural,  hombre,  ¡si  tiene  dos! 
A  ver,  á  ver,  cuéntame. 
El  primero,  que  es  al  que  le  doy  menos 
importancia,  ya  le  ha  escrito  una  carta  y 
todo.  Es  un  chico  boticario,  que  hasta  la 
fecha  no  nos  ha  dirigido  la  palabra,  á  pesar 
de  sus  intenciones. 
¿Y  el  segundo? 

Ese  ya  es  otra  cosa.  Escucha.  Cuando  vine 
hace  un  mes  á  este  pueblo,  acompañada  de 
la  niña,  para  recoger  la  escasa  herencia  de 
tu  pariente— ya  que  tú  no  podías  entonces 
venir  á  recogerla,  -  conocimos  en  esta  mis- 
ma posada  á  un  muchacho  bien  parecido, 
llamado  Apeles  Sacatraj)os,  pintor  notable. 


—  10  — 

si  hemos  de  creer  lo  que  dice,  y  el  cual,  lo 
mismo  que  nosotras,  no  está  aquí  más  que 
incidentalmente.  Yo  ,  como  advirtiera  que 
Julita  se  ajaba  y  se  consumía  sin  un  mal 
novio,  decidí  quemar  el  último  cartucho 
para  buscárselo;  y  observando  que  el  tal 
Apeles  nos  distinguía  sobremanera  y  habla- 
ba con  no  poco  entusiasmo  de  la  pintura  , 
á  fin  de  captarnos  totalmente  sus  simpatías» 
le  dije  que  tú  eres  pintor. 

Frutos        ¡  A.1  diablo  no  se  le  ocurre  otra! 

Cánd.  y  no  puedes  imaginarte  los  extremos  de 

regocijo  con  que  recibió  la  noticia.  Lo  que 
yo  esperaba,  nada  más...  Preguntóme  por  tus 
obras,  por  tu  nombre...  Yo  se  lo  dije:  Fru- 
tos Campanillas;  y  él  me  contestó:  «Pues 
me  suena,  me  suena  el  apellido.»  Desde  en- 
tonces empezó  á  fijarse  en  Julia  con  mayor 
insistencia  y  á  desear  conocerte,  y  hoy  está 
para  tragar  el  anzuelo. 

Frutos        Que  no  es  mal  trago. 

Cánd.  Sí;  pero  tiene  buenas  tragaderas.   Lo  que 

hace  falta  es  que  tú  me  secundes  con 
acierto. 

Frutos  No  tengas  cuidado.  Por  casar  á  la  niña  soy 
yo  capaz...  hasta  de  dormir  en  esa  alcoba 
segunda  vez.  Y  eso  que  un  mosquito  se  ha 
pasado  la  noche  cantándome  al  oído  unük 
polca- mazurka. 

Cánd.  y  después  de  todo,  como  no  tienes  que  fin- 

gir más  que  un  día,  porque  vuelves  á  irte 
mañana... 

Frutos        Apruebo  tus  planes,  se  levanta. 

Cánd.  ¿Qué  piensas  tú?  Si  le  digo  á  Sacatrapos 

que  no  eres  más  que  un  triste  comisionista, 
que  va  de  la  Ceca  á  la  Meca  vendiendo  azú- 
cares, miel  de  la  Alcarria  y  quesos  de  bola... 
¡á  morir!  ¡Ni  nos  hubiera  vuelto  á  mirar! 

Frutos  ¡Lo  malo  ael  caso  es  que  yo  no  entiendo  ni 
una  palabra  de  pintura! 


—  11  — 

ESCENA  IV 

DICHOS  y  JULIA,  luego  APELES 


Julia  I'or    la  primera  puerta  de  la  derecha,  también  en  tra- 

je de  calle  y  con  sombrilla.    Ya  estoy   dispuesta, 

mamá. 

Levántase  doña  Cándida. 

Frutos         Vamos  á  dar  una  vueltecita  por  ahí,  para 
gozar  del  fresco  de  la  mañana. 

CAnd.  Mirando  hacia  la  segunda  puerta  de  la  derecha.  Espe- 

ra un  momento,  que  me  parece  que  sale 
Apeles. 

Frutos        ¿Apeles?  ¡Pues  apelo  á  la  fuga! 

CAkd.  Hombre,  no;  no  apeles. 

Frutos        ¡Ay,  Apeles!  ¡A  palos  vamos  á  concluir! 

Apel.  Por  la  segunda  puerta  de  la  derecha,  en  traje  de  calle 

y  con  una  cnja  de  pinturas.  Doña  Cándida...  Ju- 
lia... Caballero... 

CAnd.  Presentándolos.  Don  Apeles   Sacatrapos...  Mi 

marido. 

Frutos        Tanto  honor... 

Apel.  Tanta  honra...  No  tenía  noticia  alguna  de 

su  llegada  de  usted. 

Frutos  Llegué  anoche  en  el  último  tren,  cuando 
ya  todos  dormían  en  la  posada. 

Apel.  Aseguro  á  usted  que  deseaba  vivamente  es- 

trechar su  mano,  señor  de  Campanillas.  Sé 
que  es  usted  un  pintor  de  muchas  campa- 
nillas. 

Frutos  Naturalmente.  Pero  no  era  menor  mi  ansie- 
dad por  conocerle  á  usted,  señor  de  Sacatro- 
pas. 

Apel.  Sacatrapos...  Vea  usted  por  dónde  celebro 

no  haber  salido  hoy  á  pintar  tan  de  mañana 
como  otros  días.  Y  lo  celebro  doblemente, 
porque  antes  de  darle  los  últimos  toques  á 
un  retrato...  de  cierta  persona  de  todos  us- 
tedes conocida...  suspirando,  tcngo  deseos  de 
que  lo  admiren...   digo,   de   que...  Voy   á 

traerlo.  Vase  por  donde  salió,  dejando    antes    sobre 


—  12 


la  mesa  la  caja  de  pinturas,  y  vuelve  en  seguida  con 
un  lienzo  cubierto  con  un  paño,  y  que  representa 
el  retrato  de  una  señoriía. 

Frutos        Veamos,  veamos. 

Julia  Sí;  vamos  á  ver,  Apeles. 

€ánd.  Vamos  á  ver  esa  obra  de  arte. 

Apel.  Es  un  boceto,  como  usted  advertirá,  señor 

don  Frutos. 

Frutos        ¡Ah,  sí,  eso  es  un  boceto!  Se  echa  de  ver. 

ۇnd.  Pero,  hombre,  si  no  lo  ha  descubierto   to- 

davía... 

Frutos  ¡Pero  yo  me  lo  figuro!  ¿Qué  sabes  tú  de  esto, 
mujer? 

Apel.  (Atónitos  van  á  quedarse  al  contemplar  el 

prodigioso  retrato  que  he  hecho  de  mi  ado- 
rada Julia.)  Lo  descubre.  Vean  ustedes. 

Cánd.  ¡Asombroso! 

Julia  ¡Maravilloso! 

Frutos        ¡Portentoso! 

Cánd.  ¡Es  usted  un  coloso! 

Apel.  ¿Conocen  á  la  persona  retratada? 

Frutos        Sí...  ¡Es  el  Dante! 

Apel.  ¿Cómo  el  Dante? 

Frutos        Digo,  no...  ¡Frascuelo! 

Apel.         '  ¿Frascuelof 

Frutos  Riéndose  ¿Pero  no  está  usted  viendo  que  es 
una  broma,  hombre  de  Dios? 

Cánd.  ¿No  hemos  de  conocerla? 

Julia  ¡Pues  vaya  si  la  conocemos! 

Los  tres  Unos  á  otros.  (¿Quiéii  cs?... ¿Quién  es?... ¿Quién 
es?...) 

Apel.  (¡Cuando  dije  que  se  iban  á   quedar  atóni- 

tos!) Conque  les  gusta  ¿eh?  Pone  el  retrato  so- 
bre una  silla,  para  mostrarles  cómodamente  sus  exce- 
lencias. Retírense  ustedes  un  poco  más.  Por- 
que esto  hay  que  verlo  de  lejos. 

Frutos  Es  natural,  de  lejos.  Ustedes,  como  no  en- 
tienden palotada,  creerán  que  esto  puede 
verse  de  cerca;  pues,  no  señor,  de    lejos. 

8e  retiran  los  tres,  y  contemplan  unos  instantes  el  retra- 
to, con  muestras  de  admiración 

Cánd.  Se  me  está  ocurriendo  una  cosa. 

Frutos        ¡Vamos  á  ver  por  donde  sales  tú! 

Vuelven  á  acercarse. 


—  18  — 


Cánd. 
Frutos 
Apel. 
Frutos 


Apel. 
Cákd. 
Julia 
Frutos 

Apel. 
Julia 
Cánd. 
Apel. 


Frutos 

Apel. 

Frutos 
Apel. 
Frutos 
Apel. 

F  RUTOS 


Apel. 
Frutos 

Cánd. 
Frutos 

Apel. 

Julia 
Apel. 

Frutos 

Cákd. 
Apel. 


r 


¿Cómo  es  que  no  tiene  más  que  una  oreja? 

Pues  es  verdad. 

^Qué  ha  de  ser  verdad,  si  está  de  perfil? 

ues  eso  es  lo  que  yo  digo  que  es   verdad: 
que  está  de  perfil.  Lo  que  tiene  que  esta> 
que  no  sabe  por  donde   anda...   ¡claro!...  no 
puede  meterse  en  perfiles. 
¿Cuántas  orejas  tiene  usted  de  perfil? 
Dos:  las  mismas  que  de  frente. 
Bueno,  mamá,  pero  no  se  te  ve  más  que  una. 
Repito  mi  enhorabuena,  compañero   Saca- 
tripas. 
Sacatrapos... 

La  merece  usted,  la  merece. 
(¿Pero  quién  será?) 

(Mucho  me  admira  que  Julia  no  me  dé  las 
gracias.)  a  don  Frutos.  Y  obscrve  usted  cómO' 
está  pintado  esto. 

Remedándolo.  Obscrvcn  ustcdcs  cómo  está  pin- 
tado esto. 

Y  hay  que  tener  en  cuenta  que  aún  no  está 
concluido, 

¡Ah,  ya  se  ve!  le  falta...  le  falta  el  marco. 
Lo  real,  lo  real  del  color... 
Lo  real,  ¿eh?  lo  real  del  color... 
La  frescura... 

La  frescura,  ¿eh?  Ustedes,  como  no  entien- 
den de  frescura,  se  quedan  tan  frescas.  (Yo- 
soy  el  que  entiende.) 
La  corrección  de  la  línea... 
|Sí!    ¡eso  sobre  todo!   ¡La  corrección  de  la 
línea!... 

¿De  qué  línea?... 

A  doña  Cándida.  (De  la  línea  del  Norte,   que 
es  por  la  que  yo  me  largo  mañana.) 
Nada,  con  retratitos  como  este  me  hago  fa- 
moso. 

Famoso  ya  lo  es  usted. 
Sus  elogios,  Julita,  me  saben  á  miel  hiblea, 
que  es  la  más  dulce  de  todas  las  mieles. 
¡Alto  allá!...  que  le  vendo  yo  á  usted  una  de 
la  Alcarria... 
(¡Frutos!) 
¿Usted? 


—  14  —      • 

Frutos  No...  quiero  decir...  Riéndose.  Veo  que  usted 
no  me  ha  entendido  todavía,  compañero. 
¡Soy  lo  más  guasón!  (Se  me  fué  un  resabio 
de  comisionista.)  Pero  corroboro  lo  dicho 
por  usted:  su  nombre  llenará  los  ámbitos 
del  mundo. 

Apel.  Si  yo  no  fuera  tan  modesto...  Lo  que  deseo 

ahora  es  conocer  la  opinión  de  la  interesada 
acerca  del  retrato. 

Frutos        Hasta  que  no  lo  vea... 

Apel.  ¿Pues  no  lo  está  viendo  Julita? 

Frutos  (¡Julita!)  Bien,  hasta  que  no  lo  vea...  deteni- 
damente... 

Julia  a  doña  candida.  (¡Calle!  ¡soy  yo!) 

Cánd.  a  Julia.  (Es  que  me  lo   estaba  figurando.) 

Frutos        (¡Y  le  dije  que  era  trascuelo!) 

Julia  Lo  que  es  á  mi  me  parece  admirable. 

Cand;  (Este  cae.) 

Julia  (No  dudo:  le  doy  calabazas  al  boticario.) 

Cánd.  y  ahora.  Apeles,  ¿qué  es  lo  primero  que  va 

usted  á  pintar? 

Apel.  A  mi  regreso  á  la  corte,  pienso  concluir  dos 

cuadros  de  tamaño  colosal,  que  ya  sólo  ne- 
cesitan varias  pipceladas.  Uno  figura  la  ca- 
tarata del  Niágara. 

Cánd.  ¡Agua  va! 

Apel.  Y  el  otro  la  sierra  del   Guadarrama  en   día 

de  invierno.  Pasmado  se  queda  usted  ante 
este  último. 

Frutos        Lo  creo:  el  asunto  es  ^ílxsí pasmarse. 

Apel.  Saqué  el  primer  apunte  del  natural,   una 

tarde  de  Enero  en  que  se  helaban  las  pala- 
bras. 

Frutos  a  dofm  candida  y  á  Julia.  Eso  se  llama  pintar  al 
fresco. 

Apel.  Y  he  sentido  tan  bien  aquel  aire  y  aquella 

nieve,  que  pasa  usted  por  delante  del  lienzo 
y  coge  una  pulmonía. 

Frutos        ¡Ah!  pues  no  paso. 

Cánd.  Ni  yo  tampoco. 

Julia  :  Ni  yo. 

Apel.  Y  usted,  don  Frutos,  ¿en  qué  trabajo  s 

ocupará  cuando  vuelva  á  Madrid? 

Frutos        ¿Cuando  vuelva  á  Madrid?  Pues,  hombre... 


«  16  — 

(¿Qué  iré  yo  á  pintar  cuando  vuelva  á  Ma^ 
drid?)  Probablemente...  empezaré  cuatro 
cuadritos...  que  probablemente...  representa- 
rán las  cuatro  estaciones...  probablemente... 

Apel.  Las  cuatro  estaciones:  Primavera,  Verano... 

Frutos  ¡Ca!  no,  señor:  la  estación  del  Norte,  la  esta- 
ción de  Atocha,  la  estación  de  las  Delicias... 

Apel.  Ya.  (¡Qué  rareza!)  Y  dígame  usted,  cuadros 

de  historia,  ¿tiene  usted  algunos? 

Frutos         ¡Sí!  ¡de  gran  historia! 

Cánd.  (¡Como  que  son  una  pura  historia!) 

Apel.  ¿Y  tablas?  ¿no  ha  pintado  usted  tablas? 

Cánd.  ¿Tablas?  Esto  es,  puertas. 

Apel.  ¿Cómo  puertas? 

Frutos  Mi  mujer,  por  meterse  en  todo,  dice  cada 
desatino...  ¿No  he  de  haber  yo  pintado  ta- 
blas? Eso  es  para  mí  cosa  tan  fácil  y  tan 
natural  como  comerme  las  muestras  de  los 
comestibles... 

Apel.  ¿De  los  comestibles? 

JuLL\  (¡Ese  sí  que  es  un  desatino!) 

Frutos  Rendóse.  Es  que  tengo  un  hermano  comisio- 
nista, y  yo  me  como  las  muestras  de  todos 
los  géneros  que  vende. 

Apel.  No  sabía  nada  de  ese  hermano. 

0.\ND.  Ni  yo  tampoco  sabía. 

Apel.  ¿Usted? 

Cánd.  Ni  yo  tampoco  sabía... que  ustedno  supiera... 

Apel.  ¡Hombre!  ¿y  pasteles?  ¿hace  usted  pasteles? 

Frutos  No;  quien  hace  unos  pasteles  muy  ricos  es 
mi  señora;  yo  me  los  como  nada  más. 

Apel.  Como  las  muestras  del  hermano,  ¿eh?  Siem- 

pre sale  usted  con  alguna  chanza.  Bodego- 
nes supongo  que  si  pintará. 

Frutos  ¡Nunca!  Porque  no  puedo  resistir  á  la  ten- 
tación de  comerme  el  modelo. 

Apel.  ¡Usted  se  lo  come  todo!  Voy  á  guardar  mi 

obra  y  ya  estoy  aquí,  coge  el  retrato  y  se  va  por 
la  segunda  puerta  de  la  derecha. 

Cánd.  La  casamos. 

Frutos  Sí  la  casaremos;  pero,  por  Dios,  huyamos  de 
Apeles,  si  no  quieres  que  yo  me  vuelva  loco 
y  todo  se  descubra. 

Sale  Apeles. 


Cánd. 

Apel. 

Frutos 

Apel. 

Frutos 

Apel. 

Cand. 

Julia 

Apel. 


16  — 

Pues  nosotros  vamos  á   hacer  una  visita, 
amigo  Apeles. 

Pues  vayan  ustedes  con  Dios.  Yo  también 
he  de  sahr  en  pasando  un  rato. 
Conque,  en  marcha.  Ahur,  Apeles.  Reconóz- 
came usted  como  su  amigo. 
Igualmente,  don  Frutos.  Ya  hablaremos  de 
arte  con  más  espacio. 
(¡En  seguidita  me  vas  á  atrapar  otra  vez!) 
Adiós,  señoras... 

Hasta  luego. 

Adiós,  encantadora  Julia. 

Se  van  por  el  foro  doña  Cándida,  Julia  y  don    Frutos. 


ESCENA  V 


APELES    y    AGAPITO 

Apel.  Pues,  señor,  estoy  radiante  de  júbilo. 

AgaP.  Por  la  segunda  puerta  de  la  izquierda.    Vecino,  feli- 

ces días. 

Apel.  Felices,  insigne  farmacéutico. 

Agap.  (Yo  salgo  de  dudas.)  Amigo,  le  voy  á  pre- 

guntar á  usted  una  cosa,  porque  si  no  se  la 
pregunto,  reviento. 

Apel.  Usted  dirá,  querido  Aga.  ¿No  es  Aga  su 

nombre? 

Agap.  Mi  nombre  es  Agapito;  pero  papá  unas  ve- 

ces me  dice  Aga,  y  otras  veces  me  dice 
Pito. 

Apel.  Pues  adelante.  Pito. 

Agap.  Vamos  á  ver.  ¿A  usted  le  gusta  la  jovencita 

que  vive  en  esa  alcoba  con  su  mamá,  no  es 

cierto?  Seünlnndo  á  la  primera  puerta  de  la  izquierda. 

Apel.  ¡Ya  lo  creo  que  me  gusta! 

Agap.  (¡Me  lo  temía!)  Pues  lo  malo  es  que  yo  tam- 

bién estoy  enamorado  de  ella. 

Apel.  Eso  será  lo   malo  para  usted;  para  mí,  ni 

malo  ni  bueno. 

Agap.  Pero,  vamos  claros:  ella  ¿le  ha  dado  á  usted 

el  si? 

Apel.  No.  Y  sin  embargo... 


—  17    - 

Agap.  ¡Qué  demonio!   Los  artistas  en  todo  encuen- 

tran ustedes  grandes  ventajas,  saie  ei  criado, 

pone  las  botas  delante  de  la  primera  puerta  de  la 
izquierda  y  se  va  por  la  del  foro.  En  fin,  nO  quieiO 

detenerle  á  usted  más.  ¿Hay  alguna  copia 
en  proyecto? 

Apel.  Sí;  tengo  á  la  vista  un  alcornoque... 

Agap.  (Cualquiera  creería  que  lo  dice  por  mí.)  Va- 

ya, adiós.  Hace  que  so  va  y  vuelve. 

Apel.  Adiós. 

Agap.  Hombre,  otra  preguntita:  ¿la  mamá  de  esa 

joven  es  soltera? 

Apel.  ¡Pero,  Pito! 

Agap.  Calle  usted;  he  querido  decir  viuda. 

Apel.  No,  señor;  no  lo  es.  Anoche  precisamente 

llegó  su  esposo  al  pueblo. 

Agap.  ¿Luego  le  tenemos  en  la  posada? 

Apel.  Justamente. 

Agap.  ¡Caramba!  ¿A  que  me  capto  las  simpatías 

del  papá  y  lo  desbanco  á  usted?  No  hay  que 
decir  que  el  papá  vivirá  con  ellas  en  esa  ha- 
bitación... Volvieudo  á  señalar  á  la  primera  puerta 
de  la  izquierda. 

Apel.  ¡Qué  duda  tiene! 

Agap.  Pues  ahur.  (Voy  á  ver  si  el  mozo  le  ha  en- 

tregado mi  carta  á  la  vecinita,  que  presumo 

que  sí.)  Vasa  por  la  puerta  del  foro. 


ESCENA  VI 

apeles 

Ya  que  me  he  quitado  de  encima  á  ese  pa- 
panatas, aprovecharé  la  ocasión  para  reali- 
zar una  ingeniosa  idea  que  se  me  ocurrió 
en  el  instante  mismo  en  que  vi  esas  botas 
de  Julia.  El  artista  debe  salirse  de  lo  vul- 
gar... Esta  es  la  carta,  sacando  una  del  bolsillo. 
No    vacilo    un    momento.    La    coloca    dentro  de 

una  de  las  botas.  Ya  está...  Y  ahora  espere- 
mos en  calma  la  contestación,  sin  duda  fa- 
vorable, de  tan  bella  criatura.  Mientras  tan- 
to, soñenaos,  alma,  soñemos...  coge  la  caja  de 


—  18  — 

pinturas.  ¡Paso  á  Rubens,  que  se  va  á  copiar 

un    alcornoque!    Va  &  salir    por  la  puerta  del  foro 
y  se  detiene  al  ver   á  don    Frutos   que    llega.  |Hola, 

don  Frutos! 


ESCENA  VII 


DON  FRUTOS  y  APELES 


Frutos 

Apel. 

Frutos 


Apel. 

Frutos 

Apel. 
Frutos 


Apel. 


Frutos 

Fpel. 

Frutos 

Apel. 


Frutos 

Apel. 
Frutos 
Apel. 
Frutos 


¿Qué  veo?  (¿Aun  está  aquí  este  hombre?) 
Echaremos  un  parrafillo  de  arte. 
(Me  partió.)  De  ninguna  manera;  usted  pen- 
saba marcharse,  y...  (¡Yo  que  venia  á  escri- 
bir unas  cartas!...)  Repito  mis  ofrecimien- 
tos. Frutos  Campanillas...  Estrechando  entre  sua 
manos  la  derecha  de  Apeles. 

Se  me  ocurre  una  idea.  ¿Quiere  usted  que 
tomemos  ahora  unos  apuntes  á  todo  sol?^  ' 
Muclias  gra*cias;  para  pescar  un  tabardillo 
pintado,  siempre  hay  tiempo. 
¡Qué  buenas  salidas  tiene  usted! 
(Con  una  por  donde  librarme  de  tu  presen- 
cia me  contentaba  yo  ahora.)  volviendo  á  es- 
trecharle la  mano.  Por  lo  demás,  ya  sabe  usted 
que  puede  mandarme  lo  que  guste.  Frutos 

Campanillas...  Trata  de  Irse 

Hombre,  otra  cosa.  Doña  Cándida  me  ha 
dicho  que  viaja  usted  siempre  con  su  mo- 
delo. 

Sí,  sí  viajo. 
¿Y  qué  tal  es? 

Excelente.  Modelo  de  padres,  modelo  de  hi- 
jos... ]Un  modelo  modelo! 
¿Es  quizás  un  hombre  ya  entrado  en  años, 
á  quien  he  visto  salir  esta  mañana  de  la  po- 
sada, de  regular  estatura,  con  una  nariz...? 
¿Con  una  nariz?  ¡El  mismo  que  viste  y  cal- 
za! (No  sé  quién  será.) 
Enormes  bigotes,  ¿no? 
¡El  mismo! 

Pues  acaso  lo  necesite. 
Lo  que  usted  quiera...  Frutos, Campanillas... 


—  19  — 

ApEL.  Apeles    Sacatrapos...  Durante  estos  ofrecímieatos, 

y  sin  ser  visto  por  Apeles  ni  por  don  Frutos,  abrirá 
don  Pompeyo  la  puerta  de  su  habitación  y  recogerá 
las  botas,  volviendo  á  ocultarse  en  seguida. 

Frutos  En  Madrid,  Felipe  II,  3,  cuarto  quinto,  tie- 
ne usted  su  casa.  Y  aquí,  no  necesitaré  de- 
cirle que  es  ese  su  cuarto.  Primera  puerta  de  la 
derecha. 

Apel.  ¿Ese?  ¿Pues  no  es  ese?    Primera  puerta  de  la  iz- 

quierda. 

Frutos  Xo;  anoche,  cuando  yo  Uegué,  nos  mudamos 
á  ese  otro. 

Apel.  (¡Cielos!  ¡Mi  carta!)  Estupefacto.  Pero  ¿quién 

se  ha  llevado  las  botas? 

Frutos        ¿Qué  botas? 

Apel.  Entonces,  ¿quién  vive  ahí? 

Frutos        Un  señor  de  muy  mal  carácter;  un  tal... 

Apel.  ¡Caracoles! 

Frutos  Eso:  un  tal  Caracoles.  Casado,  con  una 
nija... 

Apel.  ¿Casado  con  una  hija?  ¡Qué  monstruo! 

Frutos        No,  hombre;  casado,  que  tiene  una  hija. 

Po.M.  Dentro,  ou  alta  voz.  ¡Esto  63  inicuol   ¡Yo  averi- 

guaré lo  que  es  estol 

Frutos        ¿Quién  grita? 

Apel.  ¡Caracoles! 

Frutos        Sí,  Caracoles  me  parece  que  es  el  que  grita. 

Apel.  Adiós,  don  Fritos,  digo,  don  Frutos... 

Frutos        Abur,  Sacatripas,  digo,  Sacatrapos...  Vf^e  por 

la  primera  puerta  de  la  derecha. 
Apel.  ¡Hasta  luego!  ai  marcharse  por  la  del  foro    tropieza 

con  Agapito  que  llega.  ¡Animal! 

Agap.  Usted  dispense,  amigo. 


ESCENA  VIII 


AGAPITO    y    DON    POMPEYO 


Agap.  ¿A  dónde  irá  el  diablo  del  artista?  Más  que 

hombre  parece  un  rayo.  Y  yo  sin  encontrar 
al  mozo  de  la  posada  ni  vivo  ni  muerto.  Y 
excusado  es  decir  que  si  esa  joven  ha  leído 
mi  carta,  sus  dudas  tiene  ahora.  ¡Si  yo  con- 


^^  20  — 

siguiese  granjearme  las  simpatías  del  papal 
Aunque,  después  de  todo,  poco  me  importa; 
porque  como  yo  no  busco  las  novias  más 
que  para  divertirme  y  pasar  el  rato...  ¡Calle! 
Aquí  sale  mi  hombre...  ¡Tiene  la  misma 
cara  de  su  hija! 

PoM.  Por  la  primera  puerta  de  la  izquierda,  furioso.  (¿Quicn 

habrá  sido  el  mentecato?...  ¡Oiga!  Mucho  me 
mira  ese  joven.  ¿Será  él?) 

Agap.  Muy  buenos  días,  caballero. 

PoM.  ¡Muy  malos! 

Agap.  Pues  muy  malos;  como  usted  guste. 

PoM.  Diga  usted,  pollo:  ¿usted  es  aficionado  á  es- 

cribir cartitas  amorosas? 

Á  GAP.  (Me  da  el  corazón  que  le  voy  á  caer  en  gra- 

cia á  este  cabaüero.)  Sí  tal;  soy  muy  aficio- 
nado. 

PoM.  ¡Ah,  bribón!  ¡Usted  es  el  de  las  botas! 

Agap.  ¿El  de  las  botas? 

PoM.  ¡El  que  ha  puesto  un  billete  de  amor  en  las 

botas  de  mi  mujer! 

Agap.  ¡Qué  bárbaro! 

PoM.  ¿Bárbaro? 

Agap,  Bárbaro  y  muy  bárbaro  el  mozo  de  la  posa- 

da, á  quien  di  ese  billete,  no  para  su  señora 
de  usted,  sino  para  su  hija. 

PoM.  Con   mucha    alegría,    como    parecléndole    mentira  lo 

que  oye.  ¿Para  mi  hija?  ¿Es  para  mi  hija? 

(¡Qué  felicidad,  santo  Dios!)  ¿Ha  dicho  us- 
ted que  es  para  mi  hija? 
Agap.  Yo  creo  que  sí.  ¿No  es  usted  el  caballero 

que  vino  anoche?  ¿No  es  usted  el  padre  de... 

de  su  hija? 
PoM.  ¡Qué  duda  cabe!  ¿Pero,  está  usted  seguro  de 

que  la  carta  es  para  mi  hija? 
Agap.  Segurísimo. 

"PoM.  ¡Pues  déme  usted  un  abrazo!  ¡Desde  ahora 

no  le  llamo  á  usted  más  que  yerno! 
Agap.  ¡Caracoles! 

PoM.  Dándole  la  mano.  Servidor  de  usted. 

Agap.  ídem.  Yo  lo  soy  de  usted.  (¡En  buena  me  he 

metido!) 
PoM.  (A  este  mozo  lo  pesco.)  ¿Usted  tiene  alguna 

,    carrera? 


—  21  — 

Agap.  La  de  boticario.  Voy  á  establecerme  en  el 

pueblo. 
PoM.  Choque  usted,  hombre,  choque  usted.  Yo 

soy  médico,  usted  boticario,  los  dos  de  la 

familia... 
Agap.  ¿Cómo  de  la  familia? 

PoM.  Tengo  para  mí  que  vamos  á  hacer  el  caldo 

gordo. 
Agap.  Aterrado.  (¡Quc  me  casa!) 

PoM.  Se  lleva  usted  una  joya,  querido.  Mi  niña  es 

un  ángel. 
Agap.  Bien,  debo  advertirle  á  usted,  y  usted  me 

perdone,  que  yo  le  encuentro  un  defectillo. 

POM.  Con  naturalidad.  Sí;  el  del  OJO. 

Agap.  ¿El  del  ojo? 

PoM.  El  del  ojo  derecho,  que  es  de  cristal. 

Agap.  ¿Pero  tiene  un  ojo  de  cristal?  ¡No  sabía  nada! 

PoM.  Como  que  no  se  le  nota  casi.  Sobre  todo  si 

se  la  mira  por  la  izquierda. 

Agap.  ¿De  suerte  que  no  es  nada  lo  del  ojo? 

PoM.  Nada.  Verdad  es  que  le  falta  uno,  pero  ¡con 

cuánta  expresión  mira  con  el  otro! 

Agap.  Bueno,  yo  me  refería  á  que,  como  no  la  co- 

nozco á  fondo...  ¡claro  está!...  no  sé  á  punto 
fijo  del  pie  que  cojea. 

PoM.  Del  izquierdo. 

Agap.  ¿Cojea  del  izquierdo? 

PoM.  Sí;  tiene  la  pierna  izquierda  un  poquito  más 

corta  que  la  otra;  tres  ó  cuatro  centímetros 
nada  más. 

Agap.  ¡Caracoles! 

PoM.  Como  antes.  Servidor  de  usted. 

Agap.  ídem.  Yo  lo  soy  de  usted. 

PoM.  Y  usted  mismo  comprenderá  que  ese  defec- 

to de  la  pierna  carece  de  importancia.  ¡Ella 
no  ha  de  ser  bailarina! 

Agap.  ¡Claro!  Pero  tenga  usted  entendido  que  es 

muy  probable  que  ella  no  oiga  mis  palabras 
de  amor. 

PoM.  ¡Sí,  sí  las  oirá!  ¿No  ve  usted  que  usa  trom- 

petilla? 

Agap.  ¿Trompetilla? 

PoM.  Sí;  como  es  sorda... 

Agap.  ¿Sorda? 


—   22  -. 

PoM.  Suspirando.  Sorda  como  una  tapia.  Aunque 

tampoco  se  la  advierte  esa  deficiencia. 

Agap.  ¿No? 

PoM.  No.  Lo  que  es  no  hablándole,  no...  Por  lo 

demás,  mi  Felícula  es  un  partido  excelente. 

Agap.  (Su...    ¿qué  ha  dicho?)  ¿Cómo    ha  dicho 

usted? 

PoM.  Felícula.  Así  se  llama:  Felícula. 

Agap.  (¡Aprieta!) 

PoM.  Un  nombre  muy  bonito. 

Agap.  ¡Muy  bonito!  Con  todo,  yo  que  usted  la  con- 

firmaba para  cambiárselo. 

PoM.  Y  los  dos  apellidos,  si  usted  quiere.  ¡En  ella 

hallará  usted  su  media  naranja! 

Agap.  (Sí,  sí;  pero  agria  de  veras.)  Como  no  he  te- 

nido el  gusto  de  tratar  á  su  esposa  de  usted 
ni  á  Fehifula,  ignoraba  todos  esos  detalles 
que  usted  me  ha  dado;  el  del  nombre  in- 
clusive. 

PoM.  Ya. 

Agap.  Y  es  que  yo  siempre  me  enamoro  de  lejos. 

PoM.  ¿De  lejos? 

Agap.  Sí,  señor;  porque  una  vez  que  me  enamoré 

de  cerca,  me  pegaron  la  gran  paliza. 

PoM.  ¡Caramba,  qué  ocurrencias  tan  felices  tiene 

usted,  querido!...  ¿Cómo  se  llama  usted? 

Agap.  Mi  nombre  es  Agapito;  pero  papá  unas  ve- 

ces me  dice  Aga,  y  otras  veces  me  dice  Pito. 

PoM.  Pues  juraría  que  ha  firmado  usted  la  carta 

con  otro  nombre. 

Agap.  No  lo  jure  usted. 

PoM.  Veamos,  saca  la  carta  y  lee.  «Apeles  Sacatra- 

pos.» 

Agap.  ¡Si  ese  no  soy  yo! 

PoM.  ¿Que  no  es  usted?  Pues  ¿quién  es  este  Sa- 

catrapos? 

Agap.  Un  pintor  que  vive  en  la  posada. 

PoM.  ¡Entonces   esta  carta    es   para   mi   mujerl 

¡Como  atrape  á  ese  pintamonas  hago  con  él 
un  estropicio  I 

Agap.  (Por  lo  visto,  Apeles  se  dedica  á  toda  la  fa- 

milia.) 


—   2»   — 

ESCENA  IX 

DICHOS    y    APELES 

Apel.  Por  la  puerta  del  foro.  (¿Si  andará  poi  aquí  ese 

Caracoles?)  Buenos  días. 
Agap.  (¡Qué  oportunidad!) 

Apel.  (¡Hola!  El  modelo  de  don  Frutos.) 

PoM.  A  Agapito.  (¿Es  este,  yerno?) 

Agap.  a  don  Pompeyo.  (No...  digo,  sí...  pero  disimule 

usted  por  de  pronto.) 

Apel.  (Examinémosle.)  Empieza  á  observar  á  don  Pom- 

peyo.  Este  y  Agapito  miran  hacia  todas  partes,  que- 
riendo encentrar  el  objeto  en  que  suponen  que  se  fija 
Apeles.) 

PoM.  ¿Qué  mira  usted?  (Tengamos  alguna  calma.) 

Apel.  Las  condiciones  especiales  de  su  físico. 

Agap.  ¡Cielos! 

PoM.  ¿De  mi  físico? 

Apel.  Haciéndole  girar  sobre  los  talones.  Permítame  Us- 

ted. 

PoM.  ¿Qué  es  esto? 

Agap.  (Creí  que  venían  á  las  manos.) 

Apel.  ¡Demonio,  demonio,  no  rae  conviene  ustedl 

PoM.  ¿Qué  dice  este  hombre? 

Apel.  Que   no  me  conviene  usted,  que  no  hemos 

dicho  nada,  y  que  soy  de  ustedes  atento 

servidor.  Hasta  la  vista. 
PoM.  ¡Oiga! 

Apel.  Oigo. 

PoM.  Necesito  hablar  con  usted. 

Agap.  (Ahora  va  á  ser  ella.) 

Apel.  Pues  tenga  usted  la  bondad  de  pasar  á  mi 

cuarto,  porque  aquí  estoy  en  ascuas. 
PoM.  ¿Qué  teme? 

Apel.  El  diluvio  en  forma  de  esposo...  adulterado. 

Agap.  (¿Quién  creerá  Apeles  que  es  este  señor?) 

PoM.  Expliqúese  usted. 

Apel.  Es  el  caso,  que  en  esta  habitación  vive  un 

matrimonio...  Primera  puerta  de  la  izquierda. 

PoM.  Me  consta. 


-    24  — 

Apel.  y  á  lo  que  parece  los  cónyuges  no  están 

muy  bien  avenidos. 

PoM.  Me  consta. 

Apel.  (¡Ay,  Apeles!  ¡no  me  quisiera  ver  en  tu  pe- 

llejo!) 

Apel.  Advirtiendo  que  el  marido  es  un  animal. 

PoM.  Me  consta.  Digo,  no,  eso  no  me  consta. 

Agap.  Pues  es  lo  único  que  me  consta  á  mí. 

PoM.  \  Agapito  (Sujéteme  usted,  yerno.) 

Agap.  (¿Y  este  afán  de  llamarme  yerno?) 

Apel.  Todo  esto  lo  sé  por  el  mozo  de  la  posada, 

que  está  ya  hasta  la  coronilla  del  tal  doctor. 
Porque  ese  tal  es  doctor  en  medicina. 

PoM.  Me  consta. 

Apel.  Y  hay  circunstancias  que  me  hacen  sospe- 

char que  es  muy  probable  que  me  quiera 
dar  dos  palos. 

Agap.  ¡Nos  consta! 

Apel.  Pero  debía  tener  en  cuenta  ese  salvaje... 

PoM.  •  ¡Basta  ya!  ¡Sepa  usted  que  yo  soy  ese  sal- 

vaje! 

Apel.  Pero,  ¿cómo?  ¿Usted  no  es  el  modelo? 

PoM.  ¡Qué  modelo  ni  qué  calabazas! 

Agap.  sujetando  á  don  Pompeyo.  Deténgase  usted.  Ca- 

racoles. 

PoM.  ¡Apártese  usted ,  yerno! 

Agap.  Vayase  usted,  Apeles. 

Apel.  Es  que  yo... 

PoM.  ¡Se  vaya  ó  no  se  vaya,  le  doy  dos  tiros! 

Apel.  (¡Huy!)  ¡Dar  es!  (¡Cualquiera  convence  ahora 

á  este  energúmeno!)  Vase  por  la  segunda  puerta  de 
la  derecha. 

PoM.  ¿Dar  es?  ¿Y  lo  dejo  ir  tan  tranquilo? 

Agap.  No,  no,  no;  no  piense  usted  que  va  tan  tran- 

quilo. 


ESCENA    X 

AGAPITO  y  DON  POMPEYO 

PoM.  |Ya  le  diré  yo  lo  que  es  canela  fina!  ¡Ahora 

voy  á  darle  otros  dos  tiros  á  mi  mujer! 
Agap.  ¡Que  va  usted  á  perderse! 


—  26  — 

POM.  ¡Me    pierdo,    me    pierdo!    Vase  por    la    primera 

puerta  de  la  izquierda. 

Agap.  ¡Ah!  pues  como  te  pierdas...   ¡no  será  este 

cura  el  que  te  busque! 


ESCENA  XI 

AGAPITO,  DOÑA  CÁNDIDA  y  JULIA 
CáND.  Con  Julia,  por  la  puerta  del   foro.    (AqUÍ    ticueS  al 

farmacéutico,  niña.) 
Agap.  (¡Ellas!)  Muy  buenos  días... 

Cánd.  Muy  buenos. 

Agap.  (Febrífula,  como  es  sorda,  no  me  ha  oído.) 

A  Julia,  levantando  mucho    la    voz.    ¡Muy  buenoS 

días  tenga  usted! 

Julia  sorprendida.  Muy  buenos... 

Agap.  (Yo  no  le  digo  á  esta  señora  que  su  esposo 

la  quiere  matar.)  Ustedes  dispensen  la  liber- 
tad que  me  tomo  al  dirigirles  la  palabra, 
pero,  la  verdad,  creo  que  el  ser  vecino  me 
autoriza... 

CAnd.  Sí,  señor,  sí... 

Agap.  a  juiia,  mas  alto  que  autes.  Le  decía  á  su  mamá, 

que  creo  que  el  ser  vecino  de  ustedes... 

Julia  Si  ya  lo  he  oído..  (¿Se  habrá  figurado  que 

soy  sorda?) 

Agap.  (Claro  es:  delante  de  mí  quiere  disimular  su 

defecto.) 

Julia  pasea  distraída,  y  Agapito  so  ñja  con  insiütencia 
en  su  modo  de  andar. 

Can.  (¿Q^^  mirará  el  boticario?) 

Agap.  (Cojear  Febrifula,  me  parece  que  no  cojea.) 

A  doña  Cándida.  No  COJea. 

Cánd.  ¡Cómo  que  no  es  coja! 

Julia  ¿Qué? 

Agap.  (¡Valiente  plancha!  Pero,  ¿á  quién  se  le  ocu- 

rre ir  á  contárselo  á  la  mamá?) 

JuuA  ¿Usted  es  Agapito?... 

Agap.  Servidor  de  ustedes. 

Cánd.  Muchas  gracias. 

Agap.  a  Juiía,  gritando.  ¡Digo  que  servidor  de  us- 

tedes! . 


—  26  — 

Can.  Pero,  señor  mío,  si  la  niña  oye  bien  por  for- 

tuna. 

Agap.  (¿Pues  en  dónde  traerá  la  trompetilla?) 

Julia  De  modo  que  Agapito... 

Agap.  Ciertamente,  Agapito;  este  es  mi  nombre. 

Pero  papá  unas  veces  me  dice  Aga,  y  otras 
veces  me  dice  Pito. 

Julia  ¿Cómo,  cómo? 

Agap.  (¡Ya  lo  creo  que  es  sorda!)  Gritando  más  que 

nunca.  ¡Digo  quc  uuas  veces  me  dice  Aga... I 

Cánd.  y  otras  veces  Pito.  Ya  estamos  en  ello. 

Agap.  Esta  señorita,  no. 

Julia  Esta  señorita,  sí. 

Agap,  (Pues  ¿en  dónde  diablos  trae  la  trompetilla?) 

Cánd.  (Este  joven  no  está  bueno  de  la  cabeza.) 

Agap.  (Ah,  voy  á  ñjarme  en  los  ojos.)  Tratando  de 

hacerlo,  acércase  mucho  á  Julia  cuando  esta  no  le  ve, 
y  disimula  torpemente  su  intención  cada  vez  que  Julia 
le  sorprende  mirándola.  Repítese  este  juego  dos  ó  tres 

veces.  (Lo  quc  cs  el  izquierdo  lo  tiene  bueno 

y  sano.  A  ver  el  otro.) 
Julia  (Mamá,  ¿qué  le  digo  á  Aga?) 

Cánd.  (Que  haga  el  favor  de  dejarnos  en  paz.) 

Agap.  (El  derecho  es  el  que  no  consigo  verle  bien.) 

Julia  ¿Estará  papá  con  Apeles? 

Agap.  Muy  alto.  ¡No! 

Cánd.  Veo  que  es  usted  el  que  parece  sordo. 

Agap.  ¿Yo?  ¿por  qué? 

Cánd.  Porque  no  se  entera  usted  de  lo  que  se  le  dice. 

Agap,  Usted  perdone,  (Voy  á  ver  si  me  ñjo  bien  en 

el  derecho.)  Dirígese  de  pronto  á  Julia,  mirándola 
con  mucha  atención  y  descaradamente. 

Julia  (l^y»  J3íiamá,  qué  mirada!) 

Cánd.  (Si  parece  que  te  quiere  hipnotizar.) 

Agap.  (Tan  sano  como  el  otro.)  ¿Usted  no  padece 

de  la  vista? 

Julia  ¡No,  señor! 

Agap.  Muy  turbado.  Verá  usted,.,  lo  digo  porque... 

porque  como  yo  soy  boticario...  (¿A  que  me 
apeo  por  las  orejas?...)  Como  yo  soy  botica- 
rio,., estoy  deseando  que  alguna  de  ustedes 
enferme,.,  para  regalarles  las  medicinas. 

Cánd.  (¡Qué  bruto!) 

Agap.  (¿No  lo  dije?  ¡Si  soy  lo  más  gaznápiro!...) 


—   27  — 


ESCENA   XII 


DICHOS  y  DON   FRUTOS 

Frutos  Por  la  primera  puerta  de  la  derecha,  con  mucha  precau- 

ción. ¿No  está  por  aquí? 

Cánd.  ¿Quién,  Apeles?  No. 

Agap.  Está  en  sa  alcoba.  Gritando.  ¡ApelesI 

Frutos  ¡Chist!  ¿Le  he  mandado  á  usted  que  lo 
llame? 

Agap.  Yo,  por  servir  á  usted...  (¿Quién  será  este 

caballero?) 

Frutos        ¡Me  iba  usted  á  hacer  un  flaco  servicio! 

Julia  a  don  Frutos.  (Este  es  el  boticario  de  marras.) 


ESCENA   XIII 


DICHOS  y  DON  POMPEYO 


POM.  Por  la  primera  puerta  de  la  izquierda.  (Mi  mUJer  ju- 

ra y  perjura  que  es  inocente.)  Reparando  en  dou 
Frutos.  ¡Oiga!  ¿Usted  aquí?...  ¡Esto  es  escan- 
daloso! 

Frutos        ¿Que  yo  esté  aquí? 

PoM.  No,  hombre,  no...  ¡Escandalosol 

Frutos        Pero,  ¿qué  le  ocurre  á  usted? 

PoM.  ¡Que  me  he  encontrado  en  las  botas  de  mi 

costilla  una  carta  amorosa,  firmada  por  un 
tal  Apeles  Sacatrapos! 

CAnd.  ¿Sacatrapos? 

Julia  ¿Sacatrapos? 

Frutos        ¿Sacatrapos? 

PoM.  ¡Sacatrapos! 

Frutos        ¡Ah,  tunante! 

Julia  ¡Ah,  pillo! 

Cánd.  ¡Pero  ese  hombre  no  tiene  vergüenza! 

Frutos        ¡Absolutamente  ninguna! 

Agap.  (¡Qué  raro  es  todo  esto!) 

Julia  ¡Infame!...  ¿Está  usted  seguro  de  que  es  él? 

PoM.  |Y  tan  seguro! 


—  28  — 


Agap. 
Julia 
Frutos 
Cand. 

Julia 
Agap, 
Julia 
Agap. 

PüM. 

Frutos 

POM. 

Cánd. 
Julia 
Frutos 

POM. 

Cánd. 
Agap. 

Frutos 
Agap. 

POM. 

Agap. 
Cánd. 

PoM. 


¡Vaya!  (Lo  deshanqué.) 
(¡Adiós  maTido!) 
(¡Adiós  ilusiones!) 

A  Julia.  (Niña,  dirígele  una  miradita  fulmi- 
nante al  boticario.) 

Suspirando.  ¡Ay! 

¿Por  quién  suspira  usted? 

lAy! 

lAyl 

¿Qué  es  esto?  (¡No  vaya  á  cambiarse  la  ca- 
saca!) 

¡Qué  simpático  es  este  joven! 
Es  un  modelo  de  jóvenes:  futuro  esposo  de 
mi  hija. 
¿Cómo? 
¿Qué? 
¿Qué? 

Lo  que  ustedes  oyen:  ¡futuro  esposo  de  mi 
hija! 

¡Si  le  ha  escrito  una  carta  á  mi  Julia! 
A  Don  Pompeyo.  ¿Pero  ustcd  no  es  el  marido 
de  esta  señora? 

¡El  marido  de  esta  señora  soy  yo! 
¡Entonces  no  hemos  dicho  nada,  señor  Ca- 
racoles! 

¡Por  vida  del  diablo! 

Porque  todo  mi  amor  es  hacia  esta  señorita. 
Que  por  cierto  le  debe  á  usted  una  contes 
tación.  (Suspira,  niña,  suspira.) 
¡Me  he  lucido!  (Lo  que  es  á  mi  hija  no  hay 
quien  le  diga  «buenos  ojos  tienes.») 


ESCENA  ULTIMA 

DICHOS  y  APELES 


Apel.  Por  la  segunda  puerta  de  la  derecha.  -Señores... 

Cánd.  ¡Apeles! 

Julia  ¡Apeles! 

PoM.  ¡Apeles! 

Frutos  ¡Me  gusta  la  frescura! 

Apel.  Dejen  ustedes  que  me  explique.  Como  nada 


—  20   — 

me  habían  dicho  de  su  mudanza  de  habita- 
ción, y  yo  vi  unas  bota?  á  la  puerta  de  la  que 
ocuparon  hasta  anoche,  creyendo  que  fuesen 
de  Julia,  introduje  en  ellas  una  carta  de 
amor.  Este  caballero,  que  sin  duda  recogió 
las  botas  á  que  aludo,  leyó  el  billete,  forjó 
una  historia...  y  ahí  tienen  ustedes  la  causa 
de  todo  este  enredo. 

Cánd.  Algo  así  estaba  yo  imaginando. 

Frutos        Y  yo. 

Julia  Y  yo. 

Agap.  y  yo... 

PoM.  ¡Y  yo!... 

Apel.  y  yo...  nada  tengo  que  añadirles  á  ustedes. 

Julia  suspirando.  ¡Ay! 

Agap.  ¿Por  quién  suspira  usted? 

Cakd.  Por  usted  no  es;  de  fijo. 

Agap.  (¡Ya  estoy  callado  para  todo  el  día!) 

Apel.  Mal  pudiera  yo  dirigirle  cartas  á  la  señora  de 

este  caballero,  cuando  amo  á  Julia  y  cuando 
ni  siquiera  conozco  á  esa  señora. 

Frutos        ¡Ah,  pues  si  llega  usted  á  conocerla!... 

PoM.  ¿Que  va  usted  á  decir,  comisionista? 

Apel.  jComisionista  ha  dicho? 

Frutos  Si...  comisionista...  Pero,  es...  porque...  a 
don  Poinpeyo.  üstcd  me  confunde...  Yo...  no 
soy  yo...  yo  soy  un  hermano  mío. 

PoM.  ¡Pues  no  lo  entiendo! 

Frutos  Digo  que  usted  me  ha  confundido  con  un 
hermano  mío  que  es  comisionista. 

PoM,  ¡Pues  son  ustedes  enteramente  iguales! 

C.^ND.  Como  que  son  gemelos. 

Julia  Gemelísimos. 

Frutos  Tan  gemelos,  que  yo  mismo  dudo  algunas 
veces  al  verme  en  el  espejo,  si  soy  yo  ó  soy 
mi  hermano. 

PoM.  ¡Pero,  hombre!... 

Frutos  ¡Y  tengo  que  ver  mis  tarjetas  para  cercio- 
rarme de  que  soy  yo! 

PoM.  ¡Qué  atrocidad! 

Apel.  Clara  prueba  de  mi  amor  á  Julita,  es  el  ad- 

mirable retrato  que  han  visto  ustedes. 

Frutos  Tiene  usted  razón.  Después  de  esa  obra  ma- 
gistral, no  hay  sino  ir  á  la  Vicaría. 


-  ;^o  - 

Apel.  Choque  usted,  gran  pintor. 

Cánd.  a  don  Frutos.  (Esa  ha  sido  tu  última  pince- 

lada.) Al  público. 

El  juguete  ha  concluido: 

si  merece  tus  favores, 

una  palmada  te  pido 

en  nombre  de  los  autores 


FIN  DEL  JUGL'ETE 


Madrid,  Agosto  189S. 


OBRAS  DE  ItOS  IWISIVIOS  AUTORES 


Esg'rima  y  amor,  juguete  cómico.  (2.*  edición.) 

Belén,  IS,  principal,  juguete  cómico.  (2.*  edición.) 

emito,  jug^uete  cómico-Úrico.  Música  del  maestro  Osuna.(2.*odici6n.( 

lia  media  naranja,  juguete  cómico.  (B.' edición.) 

Kl  tío  de  la  flauta,  juguete  cómico.  (3.*  edición.) 

El  ojito  derecho,  entremés.  (3.*  edición.) 

Kia  reja,  comedia  en  un  acto.  ('4.*  edición.) 

K.a  buena  sombra,  sainete  en  tres  cuadros,  con  música  del  maes- 
tro Brnll.  (6.*  edición  ) 

£1  peregrino,  zarzuela  cómica  en  un  acto.  Música  del  maestro 
Gómez  Zarzuela.  (2."  edición.) 

£ia  vida  Intima,  comedia  en  dos  actos.  (3.*  edición.) 

Kios  borrachos,  sainete  en  cuatro  cuadros,  con  música  del  maes- 
tro Giménez.  (3.*  edición.) 

El  chiquillo,  entremés.  (6.*  edición.) 

Xias  casas  de  cartdn,  juguete  cómico.  (2."  edición.) 

El  traje  de  luces,  sainete  en  tres  cuadros,  con  música  de  lo 
maestros  Caballero  y  Hermoso. 

El  patio,  comedia  en  dos  actos.  (4.*  edición.) 

El  motete,  pasillo  con  música  del  maestro  José  Serrano.  (2.'  edi- 
ción.) 

El  estreno,  zarzuela  cómica  en  tres  cuadros,  con  música  del  maes- 
tro Ghapí. 

KiOS  Galeotes,  comedia  en  cuatro  actos.  (3.'  edición.)  Traducida  al 
italiano  con  el  titulo  de  I  Galeoti  por  Giuseppe  Paolo  Pacchierotti. 

lia  pena,  drama  en  dos  cuadros.  (2.»  edición.)  Traducida  al  italiano 
con  el  mismo  titulo  por  Giuseppe  Paolo  Pacchierotti. 

Eia  azotea,  comedia  en  un  acto. 

El  género  Ínfimo,  pasillo  con  música  de  los  maestros  Valverde 
(hijo)  y  Barrera. 

El  nido,  comedia  en  dos  actos.  (2.*  edición.)  Traducida  al  catalán  con 
el  titulo  de  Un  niu  por  Joaqnin  María  de  Nadal. 

lias  flores,  comedia  en  tres  actos.  (2.'  edición.)  Traducida  al  italiano 
con  el  titulo  de  I  fiori  por  Giuseppe  Paolo  Pacchierotti. 

liOS  piropos,  entremés. 

El  flechazo,  entremés.  (2*  edición.^ 

El  amor  en  el  teatro,  capricho  literario  en  cinco  cuadros,  pró^ 
logo  y  epílogo. 

Abanicos  y  panderetas  ó  iX  Sevilla  en  el  botijo!  humorada 
satírica  en  tres  cuadros,  con  m.Ú8Íca  del  maestro  Chapi. 


£ia  dicha  ajena,  comedia  en  tres  actos  y  un  prólogo.  (2."  edición.; 
Traducida  al  alemán  con  el  titulo  de  Das  fremde  Gliick  por  J.  Gusta- 
vo Rohde. 

Pepita  Reyes,  comedia  en  dos  actos.  (2."  edición). 

liOS  meritorios,  pasillo. 

lia  zahori,  entremés. 

I<a  reina  mora,  saínete  en  tres  caadros,  con  música  del  maestro 
José  Serrano.  (2."  edición.) 

Zarag^atas,  saínete  en  dos  cuadros. 

lia  za^i^'ala,  comedia  en  cuatro  actos 

lia  casa  de  <]!arcla,  comedia  en  tres  actos. 

lia  contrata,  apropósíto. 

El  amor  que  pasa,  comedia  en  dos  actos.  Traducida  al  italiano 
con  el  título  de  Vamore  che  paasa  por  Giuseppe  Paolo  Pacchiorottí. 

El  mal  de  amores,  saínete  con  música  del  maestro  José  Serrano. 

El  nuevo  servidor,  humorada. 

Mañana  de  sol,  paso  de  comedia.  Traducido  al  alemán  con  el  titu- 
lo de  Ein  aonniger  Margen  por  Mary  v.  Haken. 

Fea  y  con  gracia,  pasillo  con  música  del  maestro  Tu  riña. 

liS  aventura  de  los  graleotes,  adaptación  escénica  de  un  capi- 
tulo del  Quijote. 

lia  musa  loca,  comedia  en  tres  actos. 

lia  pitanza,  entremés. 

El  amor  en  solfa,  capricho  literario  en  cuatro  cuadros  y  un  pró- 
logo, con  música  de  los  maestros  Chapi  y  Serrano. 

Eos  chorros  del  oro,  entremés. 

nCorritos,  entremés. 

Amor  &  oscuras,  paso  do  comedia. 

Ea  mala  sombra,  saínete  con  música  del  maestro  José  Serrano. 

El  g:enlo  alejirre,  comedia  en  tres  actos.  (2."  edición). 

El  niüo  prodigrlo,  comedia  en  dos  actos. 

Kaulta,  nana...  entremés  con  música  del  maestro  José  Serrano. 

Ea  zancadilla,  entremés. 

Ea  bella  Eucerlto,  entremés  con  música  del  maestro  Saco  del 
Valle. 

Ea  patria  chica,  zarzuela  en  un  acto,  con  música  del  maestro 
Ohapi. 

Ea  vida  que  vuelve,  comedía  en  dos  actos. 

A  la  luz  de  la  luna,  paso  de  comedia. 

Ea  escondida  senda,  comedia  en  dos  actos. 

El  ag^ua  mllag^rosa,  paso  de  comedia. 

Eas  buñoleras,  entremés. 


Pompas  y  honores,  capricho  literario>n  verso  por  m  diablo  <v 

juelo. 
Ea  madrecita,  novela  publicada  en  El  cuento  semanal. 


SEKAFiS  r  JOAQUÍN  ÁLVAREZ  (¡UINTBRO 


I  íío  de  la  ílauía 


ÍUGUETE  CÓMICO 


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SOCIEDAD  DE  AUTORES  ESPAÑOLES 
■úAez  de  Balboa,  12 

leo'T' 


EL  Tío  DE  LA  FLAUTA 


Esta  obra  es  propiedad  do  sus  autores,  y  nadie  po- 
drá, sin  su  permiso,  reimprimirla  ni  representarla  en 
España  ni  en  los  países  con  los  cuales  se  hayan  cele- 
brado, ó  se  celebren  en  adelante,  tratados  intomacio- 
nales  de  propiedad  literaria. 

Los  autores  se  reservan  el  derecho  de  traducción. 

Los  comisionados  y  representantes  de  la  Sociedad  ds 
Autores  Españoles  son  los  encargados  exclusivamente 
de  conceder  ó  nogar  ol  permiso  de  representación  y 
del  cobro  de  los  derechos  de  propiedad. 

Queda  hecho  el  depósito  que  marca  la  ley. 


Droits  de  représentation,  de  traduction  et  de  repro- 
duction  reserves  pour  tous  les  pays,  y  compris  la  Sué- 
de,  la  Norvége  et  la  HoUande. 


EL  Tío  de  la  elauta 


JUGUETE  CÓMICO 


serafín  t  joaíüín  álvarez  quintero 


Estrenado  en  el  TEATRO  DE  LA  COMEDIA  el  13  de  Marzo 
de  1897 


TERCERA  EDICIÓN 


MADRID 

R.  Velasco,  impresor,  Marqués  de  Santa  Ana,  11 
Teléfono  núm*ro  551 

1007 


REPARTO 


PERSONAJES  ACTORES 

LUISA Sbta.  SuIbkz  (K.) 

DOÑA  CASTA Sba.    Alvabez. 

MERCEDES Seta.  Aeévalo. 

DON  TERESO Sb.       Balagukb 

FRIDOLINO PoNZANO. 

DON  PACO Valentín. 

DON  MELCHOR Moeeno. 


j-^**'-  I  ^*^^  «»?< «^Tt .. 


\iaiiiftii!«iij^iiaii(aii^iij^ii^ii^iij^ii^sin^insiií«ii^:i<^ii<»' 


El,  TÍO  DE  LA  FLAUTA 


Jardín  de  ana  fonda  en  un  punto  de  la  costa  Cantábrica.  Al  foro  la 
fachada  principal  de  la  casa.  Pnerta  en  el  centro,  á  la  que  dan 
acceso  algunos  escalones,  y  una  ventana  de  antepecho  á  cada 
lado  de  ella.  A  la  derecha  del  actor  un  pabellón  de  la  fonda 
con  puerta  y  balcón  practicables.  Dos  veladores,  y  bancos  y  sillas 
de  hierro. 


ESCENA  PRIMERA 

LUISA,  DON  PACO  y  DON  MELCHOR 

Luisa  y  don  Melchor  salen  del   pabellón   de  la   derecha.   Don  Paco 

pasea. 

Luisa  Anda,  papá;  vamos  á  dar  una  vueltecita  por 

la  playa.  Habla  con  ligero  acento  andaluz. 

Mel.  ¡Para  vueltecitas  está  el  hornol 

Paco  saludando.  Seductora  Luisita...  Futuro  y  ado- 

rable papá  político...  ¿Adonde  van  ustedes 
tan  de  mañana? 

Luisa  Y  usted,  ¿adonde  va? 

Paco  Yo  no  voy  á  ninguna  parte... 

Luisa  En  eso  estaba  yo. 

Paco  A  no  ser  adonde  me  lleve  el  imán  de  tus 

ojos. 

Mel.  ¡Mira,  niña,  si  Lemos  de  dar  esa  vuelta,  so- 

bre la  marcha,  que  no  es  cosa  de  esperar  k 
que  el  sol  nos  abrase! 

Luisa  Pues  sobre  la  marcha. 


—  6  — 

Paco  Yo,  en  cuanto  venga  el  correo,  iré  en  busca 

de  ustedes. 

Luisa  ¿El  correo?  ¿Espera  usted,  quizás,  carta  de 

su  sobrina?— y  amos,  papá.  (Y  ten  cuidado 
no  te  pinches  con  las  guías  de  don  Paco.) 

Mel.  (¡Para  mirarle  las  guías  me  tiene  á  mí  don 

Paco!)  Se  vau  por  la  izquierda. 


ESCENA  II 

DON    PACO 

|Con  qué  retintín  ha  dicho  lo  de  mi  sobrina! 
Indudablemente  el  lance  de  anoche  me  ha 
perjudicado  no  poco.  Y  quiera  Dios  que  no 
dé  al  traste  con  una  boda  que  tanto  me  con- 
viene. 

ESCENA  III 

DON   PACO   y    FRIDOLINO 
FrID.  Por  la  derecha.    Al    reparar    en    don    Paco,  exclama: 

iD'ablo!  ¿Uiíted? 
Paco  ¡Hola,  mi  amigo! 

Frid.  ¿Usted  aquí?  Pero  ¿e^tá  usted  aquí  ahora? 

Paco  Palpándose.   ¡Caramba!   ¡A  mí  me  parece  qu9 

estoy  aquí! 
Frid.  (¿Cómo  se  llama  este  viejo  verde?)  ¿Desde 

cuándo  acá  no  nos  vemos,  querido? 
Paco  Lo  menos  va  para  dos  años 

Frid.  ¿Y  no  ha  vuelto  usted  á  Zumarragarra- 

gurri? 
Paco  De  allí  he  llegado  anoche  precisamente.  He 

venido  acompañando— ¡pásmese  usted! — á 

mi  futura  esposa  y  á  mi  futuro  suegro. 
Frid.  Asombrado.   Pero  ¿va  usted  á  casarse?  ¿Es  de 

veras?  ¡Ca! 
Paco  Lo   mi.^mo  me  dicen  todos.  Nadie  puede 

creer  que  yo  abandone  el  campo  de  mis 

amorosos  devaneos. 
Frid.  ¿Y  quiere  usted  decirme  quién  ee  la  venta- 


rosa  criatura  que  tiene  la  suerte  de  cargar 
con  usted? 

Paco  Una  andalucita  que  da  la  hora.  Bella,  joven^ 

rica  y  sin  más  familia  que  su  padre. 

Frid.  ¿y  el  padre  también  da  la  hora? 

Paco  No;  el  padre  dará  solamente  los  cuartos,  y 

con  eso  me  basta. 

Frid.  ¿Conque  joven,  y  bella,  y  rica,  y  andaluza, 

y...?  (Bueno,  pues  no  dura  este  una  semana.) 
¿Y  me  ha  dicho  usted  que  llegaron  ustedes 
anoche? 

Paco  Anoche  mismo.  Por  cierto  que  estuvo  á  pun- 

to de  romperse  la  boda. 

Frid.  ;,Y  eso? 

Paco  Se  me  cayó  de  la  cartera,  en  presencia  de  mi 

media  naranja  y  de  su  padre,  el  retrato  de 
mi  última  conquista. 

Frid.  ¡Cáspita! 

Paco  Julieta;  una  americana  con  el   marido  au- 

sente, que  corta  la  respiración.  Y  menos  mal 
que  tuve  el  aplomo  necesario  para  decirles 
que  era  la  retratada  una  sobrina  mía,  á 
quien  quiero  como  á  las  niñas  de  mis  ojos. 

Frid.  ¡No  está  mala  sobrina!...  ¡Tunante!  concierta 

misterio.  Y...  ¿sigue  usted  con  ella? 

Paco  No;  la  dejé  hace  un  mes;  porque  se  fugó  con 

un  telegrafista. 

Frid.  (¡Bonito  modo  de  dejarla!) 

Paco  Y  usted,  pollo,  ;.no  me  cuentaningunaaven- 

turilla  amorosa? 

Frid.  Ya  sabe  usted  que  soy  muy  encogido...  En 

esta  playa  y  en  esta  fonda  estoy  cortejando 
por  lo  fino  á  una  joven  que  me  gusta  mucho: 
Merceditas...  Pero  la  pretendo  sin  entusias- 
mo, ¿eh?  Porque  me  trae  como  loco  una  pe- 
licaetaña  á  quien  vi  el  verano  pasado  en 
Biarritz,  y  de  la  cual  perdí  la  pista  sin  ha- 
ber llegado  á  decirle  «buenos  ojos  tienes».  Y 
es  que  á  mí  me  falta  carácter... 

Paco  Ahí  está  el  quid.  A  las  mujeres  les  agradan 

los  hombres  corridos... 

Frid.  ¿Corridos,  eh? 

Paco  Hábleles  usted  de  aventuras,  de  pendencias, 

de  desafíos...  Y  esta  es  otra:  en  la  mesa 


—  8  — 

8Íonipre  junto  á  ellas.  Y  el  lenguaje  de  los 
pies  que  ande  listo. 

Frid  .  ¡Sopla! 

Paco  Y  si  hay  papá,  mucho  cuidado  con  el  papá, 

porque  se  dan  juanetes.  Otro  sí:  el  cigarro 
que  no  se  le  caiga  á  usted  de  la  boca. 

Frid.  Éso  es  lo  malo:  que  no  fumo. 

Paco  ¿No  fuma  usted?  ¡Ks  usted  hombre  al  agua! 

Lo  primero  es  fumar,  oler  á  tabaco.  Y  luego, 
si  á  mano  viene,  algún  que  otro  pellizquito, 
¿sabe  usted? 

Frid.  ¡Ay,  qué  bueno! 

Paco  ¿Vamos  hacia  la  playa? 

Frid  .  Iré  con  usted  un  momento;  necesito  volver 

aquí  en  seguida. 

Paco  El  correo  no  llega,  por  lo  visto,  y  ya  estarán 

en  el  agua  muchas  ninfas.  ¡Me  muero  por 
ver  curvas! 

Frid.  Y  que  tengo  yo  unos  gemelos  que  alcanzan 

hasta  el  menor  detalle.  Riéndose.  ¿Cuándo  se 
baña,  cuándo  se  baña  su  futura  de  usted? 

Paco  ¡Oiga! 

Frid.  Y  eso  que  el  dedicarse  á  ver  curvas  tiene 

sus  quiebras.  Contemplando  curvas  estaba 
yo  el  domingo,  cuando  de  pronto  llega  uno 
y  me  dice:  «¿Le  sería  á  usted  lo  mismo  mi- 
rarme á  mí?»  Yo  le  respondí  que  no,  con 
toda  franqueza.  Pero  no  me  valió.  ¡Era  el 
marido  de  la  de  las  curvas!...  hombre  muy 
recio  por  las  trazas,  el  cual,  enarbolando  un 
garrote,  rae  hizo  comprender  que  dejar  las 
curvas  era  el  camino  más  derecho. 

Paco  Dirigiéndose  con  Fridolino  hacia  la  izquierda.   PueS 

mire  usted,  amigo:  si  á  mí  me  sucede  ese 
lance...  ¡yo  dejo  al  marido  en  la  playa!  Créa- 
me usted  á  mí:  allí  lo  dejo. 
Frid.  Eso  hice  yo:  dejarlo  allí...  y  venirme  corrien- 

do á  la  fonda.  Se  van  por  la  izquierda  charlando. 


_  9  — 


ESCENA  IV 


DOÑA   CASTA    y    MERCEDES 


Salen  por  el  foro  en  traje  de  calle.  Doña  Casta  trae  un  periódico  en 
la  mano. 


Mero. 
Casia 


Merc. 
Casta 


Merc. 

Casta 


Merc. 
Casta 

Merc. 


Casta 


Merc. 
Casta 


Me  había  parecido  oir  la  voz  de  Fridolino. 
Tenemos  que  resolver  antes  que  venga.  Yo 
en  toda  la  noche  no  he  logrado  pegar  los 
ojos.  Mi?  preocupaciones  y  los  ronquidos  del 
vecino  de  junto,   que  parece  una  noche  de 
truenos,  me  han  impedido  en  absoluto  dor- 
mir. Nuestra  situación  es  comprometida. 
No  hay  que  darle  vueltas. 
Principia  el  periodo  de  las  fiestas  con  toda 
brillantez,  y  no  podemos  pre&entarnos  en 
ninguna  parte  por  falta  de  recursos. 
El  dinero  que  ha  pedido  papá  á  Madrid  ha 
de  llegar  pronto. 

Por  pronto  que  llegue  vendrá  tarde.  Yo  he 
pensado,  en  vista  de  que  la  encerrona  se  im- 
pone, y  de  que  al  menos  ante  Fridolino,  tu 
pretendiente,  no  debemos  cantar  la  palino- 
dia, hacer  lo  que  en  otra  ocasión  semejante 
hicimos  con  tu  exnovio  Pepe  Cabritilla. 
¿No  matamos  de  parto  aquella  vez  á  una  pa- 
rienta  imaginaria  para  justificar  nuestro  re- 
traimiento con  el  luto? 
Sí. 

Pues  démosle  ahora  la  puntilla  á  un  pa- 
riente. 

Mira,  tienes  razón.  Pero  se  me  figura  que 
aunque  tal  pariente  no  existe,  mejor  que 
matarlo  es  tenerlo  más  muerto  que  vivo: 
que  llega  el  dinero,  sana  el  hombre  como 
por  ensalmo;  que  no  llega,  se  muere. 
Magnífico.  Y  el  luto  nos  escuda  de  infini- 
dad de  chismes  y  cuentos,  que  da  esgrima 
oir. 

Grima,  mamá,  grima. 
Para  que  veas  ei  soy  previsora:  rebuscando 


—  10  — 


Merc. 

Casta 
Merc. 


Casta 

Merc. 
Casta 
Merc. 
Casta 


entre  los  papeles  de  tu  padre  he  dado  con 
este  periódico,  en  el  que  viene  una  noticia 
que  ni  mandada  hacer  para  fundar  en  ella 
nuestro  ardid.  Oye:  Lee.  «Se  encuentra  gra- 
vemente enfermo  en  Cabrejillo  de  Abajo 
nuestro  particular  amigo  don  Francisco  Ló- 
pez.» Aquí  lo  tienes;  este  va  á  ser  el  nuestro. 
Así  se  le  da  al  caso  una  verosimilitud  abru- 
madora. 

Yo,  con  que  Fridolino  lo  crea,  tengo  bas- 
tante. 

¡Toma!  Por  Fridolino  va  todo  esto. 
Como  que  es  una  gran  pro[»orciün.  Y  su  pa- 
dre uno  de  los  accionistas  más  fuertes  del 
Bnnco  de  España. 
Eso  creo;   que  no  ha  tenido  en  su  vida  un 

mal  catarro,  sale  Fridoliuo  por  la  izquierda. 

Aquí  et-tá  él. 

¿El  padre? 

5íO,  el  hijo. 

Pues  el  Espíritu  Santo  nos  ayude.  Siéntate 

y  aflígete.  Se  sientan. 


ESCENA  V 


dichas  y  FRIDOLINO 

Frid.  Saludando.  Doña  Casta...  Merceditas...  (¡Qué 

linda  está  hoy!) 
Casta  Fingiendo  aflicción.  Fridolino... 

Merc.  lo  mismo.  Hola,  Fridolino. 

Frid.  Las  encuentro  á  ustedes  cariacontecidas... 

(^*STA  Suspirando.  ¡Av! 

Merc.  lo  mismo.  ¡Ay! 

Frid.  ¿Qué  es  ello?  ¿Qué  les  pasa? 

("asta  ¡Ay! 

Merc.  ¡Ay! 

Frid.  Bueno,  pero  ¿qué  ¡hay!...  puede  saberse? 

Casta  Dándole  el  periódico.  Lea  usted,  lea  usted. 

Merc.  Lea  u.-ted,  Fridolino 

Frid.  Lee.    «Se  encuentra    gravemente    enfermo 

en  Cabrejillo  de   Abajo  nuestro  particular 

amigo  don  Francisco  López.» 


- 11  - 

Casta  ¡Ayl 

Merc.  ¡Ay! 

Frid.  ¿López?  ¿López?  Algo  me  suena  el  apellido. 

¿Conocen  ustedes  á  este  López? 

Merc.  Es  tío...  de  mamá. 

Casta  ¡Es  mi  tío! 

Frid.  ¿Sí?  ¡Válgame  el  Señor,  doña  Castal  Deja 

sobre  el  velador  el  periódico. 
Ter.  Dentro,  cantando. 

«A  la  Habana  me  voy 
te  lo  vengo  á  decir... > 

Merc.  Levantándose.  (¡Cielos,  papa!) 

Casta  lo  mismo.  (¡Mi  esposo!) 


ESCENA  VI 


DICHOS   y    DON   TERESO 
Ter  Por  la  derecha  cantando  y  rebosando  alegría. 

«...que  me  han  hecho  sargento 

de  la  Guardia  civil...» 
Casta  (¡Demonio  de  hombre!) 

Merc.  ¡f*«pá,  papá,  parece  mentira!... 

Ter.  ¡Hola,  pollo! 

Frid.  (No,  pues  este  no  lo  ha  sentido  gran  cosa.) 

Casta  cogiéndole    un    pellizco    á    don  Tereso.    (¡Aflígete, 

aflígete!) 
Ter.  (¡Canastos!) 

Merc.  (¡Aflígete,  papá!) 

Ter.  Muy  sorprendido.  (j,Qué  me  aflija?...  ¡Bueno!) 

Empieza  á  hacer  pucheros. 

Frid.  Don  iereso,  ¿qué  le  ocurre  á  usted?  (El  re- 

cuerdo del  pariente,  sin  duda.) 

Ter.  ¡No  sé,  mi  amigo!  ¡ICstoy  que  no  sé  lo  que 

me  pasa!  (Y  no  lo  té,  como  no  me  lo  diga 
mi  consorte.) 

Frid  .  Lo  creo:  cuando  se  quiere  bien  á  una  per- 

sona... 

Ter.  ¿liíli? 

(Jasta  a  don  Tereso.  (¿Tú  te  acuerdas  de  Cabritilla? 

Pues  aplica  oi  plan  d  Fridulino.) 

Ter.  (¡Agua  val   Ya  mataron  de  parto  á  otra  pa- 

rienta.) 


—  12  -. 

Frid,  y  ¿quién  sabe  si  se  salvará  todavía? 

Casta  No,  no  se  salva,  se  muere  sin  remedio. 

Ter  (¿Luego  vive  aún?) 

Frid.  Y...  ¿qué  es  lo  que  tiene? 

Ter.  Pues...  ¡casi  nada!  Empiece  usted  porque 

hace  unos  días  ha  dado  á  luz  un  hermoso 

niño... 
Frid.  ¡Atiza! 

Casta  volviendo  á  pellizcar  á  don  Tereso.  (¡Toma!) 

Ter.  (¡Caracoles!) 

Merc.  a  don  Tereso.  (¡Papá,  sí  ahora  se  trata  de  un 

pariente!) 
Ter  (¡Pues,  hija,  haberlo  dicho!) 

Fkid.  Pero  bueno,  pero  bueno...    pero  pregunto 

yo... 
Ter.  No,  no  pregunte    usted  nada,  Fridolino... 

Ya  sabe  usted  que  no  sé  lo  que  me  sucede... 
Frid  .  Ya,  ya  se  le  nota. 

MeP.C.  Sentándose.  ¡Pobie  tíO  l'acol 

Ca8T\  ídem.  ¡  f obre  Paquito! 

Ter.  Ídem.  ¡Pobre  Paquete!   Yo  siempre  le  he  lla- 

mado Paquete,  ¿sabe  usted? 

Frid  .  ídem.  Veo,  veo  por  su  aflicción  que  lo  apre- 

cian uí-tedes  mucho. 

Ter  ¡Muchít^imo!   ¿Usted  no  nos  ha  oído  nunca 

hablar  del  tío  Paco? 

Frid.  Yo  he  oído  hablar  bastante  del  tío  Paco,  el 

de  la  rebaja;  pero  ese  no  será. 

Ter.  ¡No,  homl)re! 

Casta  No,  señor,  no  es  ese, 

Merc.  Al  nuestro  lo  esperábamos  de   hoy  á  ma- 

ñana. 

Frid.  Pues  no  hay  que  dese=«perar;  puede  que  aún 

se  cure,  y  que  venga. 

Ter  No,  no  viene;  pierda  usted  cuidado. 

Frid.  Pero  ¿lo  saben  ustedes  de  buena  tinta? 

Casta  Ya  lo  ha  visto  usted:  de  tinta  de  imprenta. 

Pausa.  Todos  se  muestran  afligidísimos. 

Frid.  (Trataré  de  consolarlos.;  Sin  enihargo,  un 

tío  es  un  tío...  Si  se  hubiera  muerto  don 
Tereso,  menos  mal... 

Ter.  ¿Cómo  menos  mal? 

Frid.  Menos  mal  que  se  acongojaran  ustedes. 

Ter.  Sí;  sobre  todo  yo. 


—  13  — 

Frid.  Pero  lo  qne  es  por  un  tio...  Ya  ve  usted,  el 

otoño  pasado  se  me  murió  á  mí  media  do- 
cenita  de  tíos. 

Casta  (Este  tiene  los  tíos  como  los  calcetines:  por 

medias  docenas.) 

Frid.  Además,  si  el  de  ustedes  es  viejo,  lo  natural 

es  que  las  líe...  mejor  dicho,  que... 

Merc.  No,  f-i  aún  es  joven. 

('asta  En  los  sesenta  y  tantos /resa. 

Frid.  ¿Fresa? 

Merc.         Frisa,  mamá,  frisa. 

Frid.  ¿Y  reside  ahora  en  ese  pueblo,  en  Cabrejillo? 

Ter.  ahí  reside:  en  medio  «iel  campo. 

Merc.  Le  gusta  mucho  la  vida  del  campo. 

Casta  A  toda'^  horas  está  hablando  de  los  pastores 

de  la  Alcarria. 

Merc.  De  la  Arcadia,  mamá. 

Ter.  Tiene  costumbres  verdaderamente  pastori- 

les: fe  pasa  días  enteros  recostado  sobre  la 
verde  hierba  y  tocando  la  üauta. 

Casta  (Estamos  creando  un  carácter  angelical.) 

Merc.         Como  que  por  U  música  delira. 

Ter.  Pero  particularmente  por  la  flauta.  No  la 

deja  un  instante.  En  fin,  la  última  vez  que 
estuve  á  verle,  me  reciláó  afeitándose  y  to- 
cando la  flauta  al  mismo  tiempo. 

Frid.  (Esa  no  cuela.) 

(vAsta  ¡y  qué  bien  la  tiñe! 

Merc.  La  tañe. 

Casta  ¡Y  qué  bien  la  tañel 

Ter  ¡Y  cómo  toca  aquel  hombre  el  piano  de  ma- 

nubrio! 

Merc.  Llevándose  á  los  ojos  el  pañuelo.  ¡Pobrecito! 

Casta  lo  mismo.  ¡Me   da   el  corazón    que  ya    no 

existe! 
Ter.  ídem.  (¡Como  que  no  ha  existido  nunca!) 

Frid.  ídem.   Aunque  se  trata  nada    más  que  de 

un  tío  me  han  llegado  ustedes  á  conmover. 
Casta  ¡Pero  qué  tío,  Fridoiino,  qué  tío! 

Merc.         ¡Qué  ocurrente! 
Ter.  iQ'ié  gracioso!  Siempre  estaba  de  broma. 

Suelta  la  risa,  pero  recordando  de  pronto  su  situación^ 
afecta  aflicción  bruscamente. 

Merc.         ¡Qué  caídas  las  suyas! 


—   14   — 

Ter  ¡Ah,  si,  qué  caídas! 

Casta  ¡Qué  golpes! 

Ter.  (Es  claro:  consecuencia  de  las  caídas.) 

Casta  (Vamos  al  grano.)  Oiga  usted,   Fridolino: 

nosotros,  como  usted  ve,  no  estamos  para 
nada  ¿Hará  usted  el  favor  de  decirles  á  las 
de  Tijereta  lo  que  nos  ocurre,  y  que  no  nos 
esperen  esta  noche  para  ir  al  teatro? 

Frid.  Levantándose.  Voj  ahora  mismo.  (¡Gracias  á 

Dios  que  me  puedo  largar!) 

Ter.  Levantándose  también.  ¡No  es  puñalada  de  pi- 

caro, Fridolino! 

Frid.  No  importa.  Despidiéndose.  Pues,  doña  Casta, 

yo  siento  muy  de  veras  que  se  muera  el  tio 
ese...  no,  ese...  tío...  tampoco...  el  tío  ese  de  la 
flauta...  (¡Estas  despedidas  me  parten!)  Pero 
ya  se  sabe  que  tenemos  todos  que  pasar  por 
el  aro;  y  hoy  se  muere  don  Tereso... 

Ter  ¡Dale,  bola! 

Frid.  Mañana  se  muere  usted,  pasado  yo,  y  así 

sucesivamente...  Conque,  adiós,  don  Tere- 
so...  Adiós,  Merceditas...  Dándoles  la  mano. 
Adiós,  doña  Casta...  Así  es  el  mundo...  ¿qué 
le  vamos  á  hacer?  ¡Por  allá  nos  aguarde  mu- 
chos años!...  Vaya,  pues...  ¿Me  he  despedi- 
do de    usted,  don  Tereso?...    Vuelve  á  darles  la 

mano  á  todos.  Adiós,  Merceditas...  Doña  Cas- 
ta... Bueno,  pues...  ¡Ah!  Cumpliré  el  encar- 
guito:  tendré  mucho  gusto  en  decirles  á  las 
de  Tijereta  que  su  tío  de  usted  está  dando 

las  boqueadas.  Vase  por  la  izquierda. 


ESCENA  VII 

DOÑA  CASTA,  MERCEDES  y  DON  TERESO 
Casta  Levantándose     y    recogiendo     el    periódico.      Se    la 

tragó. 

MeRC."  Levantándose    también.   ¡El  buenO  de    FridolinO 

tiene  unas  tragaderas  excelentes! 
Ter.  Pero,  vamos  á  ver;  ¿á  qué  ha  venido  esta  co- 

media?  jEsto  de  que  á  mí  no  se  me  entero 
de  nada,  me  va  cargando!  ¿Qué  necesidad 


—  15  — 


tenías  de  haber  estropeado  á  ese  ñautista  de 
todos  lüs  demonioí-?  Y  si  es  que  tienes  de- 
seos de  crear  personajes  para  acabar  con 
ellos  á  la  postre,  ¡escribe  un  folletín! 

Casta  Mira,  Tereso,  e»o  es  una  pata  de  gallo. 

Ter.  Pero,  señor,  ¿no  habianaos  convpnido  en  que 

si  venían  los  cuartos  de  Madrid,  todo  mar- 
charía como  una  seda? 

Casta  ¿Y  han  venido,  por  ventura,  esos  cuartos? 

Ter  Sí  que  han  venido. 

X.      ,     •     Llenas  de  júbilo.  ¿Que  han  venido? 

C.tSTA  ¿Has  estado  en  la  lista  de  Correos? 

Ter  jClaro!  De  ahí  el  qne  llegara  tan  alegre. 

Merc.  ¿y  de  cuánto  es  la  letra,  papá? 

Ter.  De  cuatro  mil  reales. 

Casta  ¿De  cuatro  mil  reales?  ¡Eso  más  que  letra  ea 

un  alfabeto! 
Merc.         ¿Ves,  mamaíta?  Ya  sanó  el  tío  Paco,  sin  más 

ni  má». 
C*STA  Bueno:  á  ver  la  letra. 

Ter,  Al     punto.    Buscándose    la  letra    en    los   bolsilloa. 

¡Diablos!...  ¿Dónde  la  he  metido  yo?...  ¡Ay, 
qué  letrita  de  mis  pecados!... 

Casta  ¿Qué? 

Ter.  Nada,  que  le  da  al  tío  Paco  calentura... 

Merc.  ¿No  la  encuentra-? 

Ter.  ¡Sube,  sube  la  fiebre! 

Casta  ¡Pero,  hombrel 

Ter.  ¡No  me  atolondréis!...  ¡Ya  está...  ya  está  otra 

vez  más  muerto  qne  vivo!...  Transición.  |Ah, 
vamos!...  ¡Aquí,  aquí  la  tenéis!  ..  ¡.Sauito  esta 
el  tío  Paco  couio  una  manzana! 

Merc.  ¡Ay,  creí  que  no  llegaba  á  verla! 

Ter.  ¡sí,  tonta;  si  viene  á  la  vista! 

Casta  Pues  á  cobrarla  hoy  mismo,  ¿sabes? 

Merc.  Anda,  mamá,  que  hay  que  buscar  á  Frido- 

lino  al  instante,  para  enterarle  de  la  me- 
joría. 

Casta  Y  después  nos  iremos  de  tiendas. 

Mehc.  Hasta  luego,  papá. 

Casta  Hasta  luego. 

Tkr.  Divertirse. 

Doña  Casta  y  Mercedes  se  yan  por  la  derecha. 


—  16  — 

ESCENA  VIII 

DON   TERE80 

No  saben  ellas  que  me  han  tocado  cuarenta 
duros  á  la  lotería,  y  que  me  los  pienso  gas- 
tar con  la  incomparable  Julieta.  Bastante 
me  importa  á  mí  que  reviente  ó  deje  de  re- 
ventar ese  tío  Paco.  A  mi  americanita  me 
atengo,  en  vista  de  que  está  por  mí  desde  el 
punto  y  hora  en  que  llegó,  hace  quince 
días.  Epta  mañanita  hemos  paseado  juntos, 
playa  arriba  y  abajo,  y  he  causado  la  envi- 
dia de  más  de  dos  pollos,  de  esos  que  no  lle- 
van chaleco.  Pero  lo  más  notable  es  la  in- 
sistencia con  que  nos  han  perseguido  un 
papá  y  una  niña,  que  vinieron  anoche  á  esta 
fonda  y  que  paran  en  ese  pabellón,  señalan- 
do  el  de  la  derecha,    ¡fcs   mUcha    Julietita!    ¡Y 

cómo  estaba  hoy  con  la  falda  blanca  y  la 
blusa  roja  escotada!  ¡Cómo  estaba  yo,  por 
supuesto!  Al  lado  de  esa  americanita  me 
siento  pollo:  pollo,  porque  sudo  como  un 
pollo  con  solo  verla.  ¡Y  es  que  es  una  ameri- 
cana de  invierno' — Vamos  arriba.  Pidole 
á  Dios  que  no  se  entere  mi  esposa  de  mi  ca- 
laverada. Vase  por  el  foro. 


ESCENA  IX 

LUISA    y  DON   MELCHOR 
Luisa  Por    la  izquierda,    con    don    Melchor.    ¡Ay,    JesÚS, 

qué  sofücadísima  estoy!  Yo  me  quedo  aquí 
un  rato,  papá,  que  nuestra  habitación  es  un 
chicharrero.  ¿Y  tú? 
Mel.  ¡Yo  que  he  de  ser  un  chicharrero! 

Sale  Fridolino  por  la  izquierda  y  se  detiene  en  el  foro 
hasta  que  don  Melchor  ge  va. 

Luisa  Digo  si  te  quedas  aquí. 

Mel.  ¡Para  quedarme  aquí  vengo  yo! 


—  17  — 

Luisa  Entonces,  ¿te  irás  arriba? 

Mel.  ¡Para  irse  arribita  está  este  cura! 

Luisa  Bueno,  pues  haz  lo  que  te  dé  la  gana,  papá. 

Mel.  ¡Apañado  está  el  día  para  hacer  yo  lo  que 

me  dé  la  gana!  Entra  en  el  pabellón  de  la  derecha. 

Luisa  ¡Jesús  con  papá,  que  parece  un  fonógrafo 

evfadao! 


ESCENA  X 

LUISA    y   FRIDOLINO 

Frid.  (;Qué  fortuna  haber  encontrado  á  mi  peli- 

castaña!) 

Luisa  Pasea  por   el   proscenio.   Fridolino  la  sigue.    (Estoy 

segura  cotnpletamente:  era  Julieta;  la  del 
retrato.  La  que  dice  don  Paco  que  es  sobri- 
na suya.) 
Frid.  (¡Vaya  un  andar  y  una  cinturita!) 

Luisa  (Y  el  que  iba  con  ella  presumo  yo  que  será 

su  esposo.  Nada,  de  esta  hecha  le  descubro 
una  maca  al  demonio  del  viejo,  y  papá  le  da 
la  absoluta.)  Se  sienta.  Fridolino  se  sienta  también 
cerca  de  ella. 

Frid.  (Seguiré  los  consejos  de  don  Paco.)  Con  per- 

iriso  de  u-í-ted. 

Luisa  Es  usted  muy  dueño. 

Frid.  Muchas  gr;icias.  (Lo  primerito  es  oler  á  ta- 

baco. Que  le  dé  el  olor  cuanto  antes.)  saca  un 

puro  enorme.  ¡ÍLíjem! 

Luisa  (¡Ave  María,  qué  puro!  Parece  un  salchi- 

chón.) 

Frid.  (¡Ya,  ya  le  echó  el  ojo!  Trata  de  encenderlo.  En 

mi  vida  las  he  visto  má;^  gordas.  Por  el  dga- 

rro.    Ni    más   gordos.   Logra  encenderlo   y    fuma. 

El  toque  creo  que  está  en  tragarse  el  humo. 

Empieza  á  toser.  ¡Esto  es  horrible!  Sigue  tosiendo. 

¡Horrible!;  ¿Le  molesta  á  usted  el  humo, 

se  fio  rita? 
Luisa  No,  señor;  á  mí,  no. 

Frid.  (A  mí,  A.) 

Asómase  don  Tercso  á  la  ventana  de  la  izquierda  del 
foro,  leyendo  un  periódico. 


—  18  — 

Luisa  ('¡Qué  gestos  hace!  Si  parece  que  está  en  las 

últimas.) 

Frid.  Usted  no  me  recordará  á  mí  seguramente. 

Luisa  No,  no  señor...  (Tiene  mucha  nuez  y  pocas 

entradas,  pero  no  es  feo.) 

Frid.  (lAy!  Es-te  me  saca  á  mi  las  asaduras.) 

Luisa  Cou  todo,  tengo  idea  de  haberlo  visto  á  us- 

ted en  alguna  parte. 

Frid.  (No  habrá  sido  en  ningún  estanco.)  ;,De  ve- 

ras no  le  incomoda  á  usted  el  humo? 

Luisa  No,  señor;  de  veras. 

Frid  .  (iQué  lástima!)  Mire  usted  que  al  preguntár- 

selo no  me  induce  el  puro...  el  puro  cum- 
plido. 

Luisa  Ya,  ya  estoy  yo  en  que  es  otro  puro  el  que 

le  induce  á  usted. 

Frid.  ¿Lo  dice  usted  por  este  buen  mozo? 

Luisa  Por  ese  lo  digo.  ¿Tira  ó  no  tira  todavía? 

Frid.  Ya  hace  un  rato  que  tira:  |córcholis!  si  tira. 

(De  eppaldas )  Pero  yo  lo  tiro  porque  no 

quiero  molestarla  á  usted...  Arroja  lejos  el  ci- 
garro. (Y  porque  hasta  las  lágrimas  se  m3 
han  saltado  ya.) 

Luisa  Y  yo  lo  agradezco  de  veras,  aunque  no  me 

moleste. 

Frid.  (¡Qué  sudores!  Estaba  por  tomar  un  contra- 

veneno.) 

Luisa  ¡la,  ja!...  Y  es  que  hay  ciertos  puros  que 

obligan,  por  lo  visto,  á  ser  galante...  se  levanta 

y  pasea. 

Frid.  (¡Valiente  pulla.  Hasta  ahora  sólo  me  sale  á 

la  perfección  lo  de  ser  hombre  corrido;  por- 
que estoy  más  corrido  que  una  mona.) 

Luisa  Fijáudose  eu  don  Tereso.  ¡Calle! 

Frid.  Levantándose.  ¿Qué? 

Luisa  ¡El  marido  de  la  sobrina  de  marras! 

Frid.  ¿Y  cuál  es  la  de  marras? 

Luisa  ¡La  del  retrato! 

Frid.  ¿La  de  qué  retrato? 

Luisa  Pero  si  yo  no  hablo  con  usted... 

Frid.  Usted  perdone:  yo  creía  que  sí... 

Luisa  ¿Conoce  usted  á  ese  caballero? 

Frid.  ¿Habla  usted  ahora  conmigo? 

Luisa  Sí,  señor. 


—  19  — 


Fríd. 

Luisa 
FklD. 

Luisa 
Frid. 
Luisa 
Frid. 
Luisa 


Frid 


Pues  lo  conozco  bastante:  se  llama  don  Te- 

reso. 

¿Y  es  casado  ese  don  Tereso? 

Sí. 

¿Con  quién? 

Con  su  señora. 

¡ClHro!  ¿Y  es  guapa  su  señora? 

Medianeja. 

¡De  í-eguro  es  la  misma  que  paseaba  con  él! 

Esto  es  providencial.  Porque  no  hay  quien 

me  quit^í  de  la  cabeza  que  el  tal  parentesco 

es  nn  mito. 

(^¿Habla  nola?) 

Keiírase  de  la  ventana  don  Tereso. 


ESCENA  XI 


DICHOS    y    DON    P.4.C0 

Paco  Por  la  izquierda.  ¡Luisita  incomparable! 

Luisa  ¡Don  Paco! 

Paco  ¿(óino  te  había  de  ver  en  la  playa? 

Frid.  (¡Se  ll«ma  Luisita!)  ¿QuJ  es  esto?  ¿Se  trata- 

bun  ustedes  ya? 

Paco  ¡Hola,  Fiidoiino! 

Luisa  (¡Kridolino!  Tiene  nombre  de  tela  barata.) 

Paco  Usted,  por  lo  que  se  ve,  conoce  á  mi  futura. 

Frid.  PerpU-jo.  ¿Su  fu...  su  fu...  fu...  fu...  tura? 

Luisa  (¡Que  siempre  ha  de  andar  el  viejo  publi- 

candi'!...) 

Frid.  (¡Ni  otro  puro  me  hace  peor  efecto!) 

Luisa  Den  Paco.  (Ahora  las  vas  á  pagar  todas  jun- 

tas.) Teugo  que  darle  á  usted  una  noticia... 
excelente.  Aquí  está. 

Paco  ¿C^uién  e-tá  aquí? 

Luisa  Su  sobrina  de  usted:  la  del  retrato. 

Paco  ¡Cascara.-!  (¡La  americanita!) 

Luisa  (¡   aseara-!  ¡ija  cara  que  ha  puesto!) 

Paco  ¿Mi  sobrina?  ¡Eso  no  es  posible! 

Luisa  ¡Vaya  fí  es  posible!  La  mismita  del  retrato. 

Este  cahallfro  conoce  á  su  marido. 

Paco  ¿A  su  marido? 

Frid.  ¿Yo? 


—  20    - 
Luisa  ¿No  conoce  usted  á  ese  don  Tereso? 

FrID.  Con    interés    creciente    á    cada    pregunta    que    hace. 

Pero,  pero,  ¿pero  don  Paco  es  tío  de  la  seño- 
ra de  don  TeresoV 

Luisa  Si,  Feñor. 

Paco  Yo  explicaré  lo  que  hay...  porque...  es  un 

parentesco  tan  singular...  (¡Dios  me  apista!) 

Frid.  ¿Se   va  usted  á  morir  de  un  momento  á 

otro? 

Paco  ¡Canario! 

Frid.  ¿Le  llaman  á  usted  el  tío  Paco? 

Luisa  Katuralmente. 

Frid.  ¡Ay,  qué  alegrón  voy  á  proporcionarles! 

Paco  ¿A  quiene8? 

Frid.  A  su  sobrina,  á  don  Tereso...  Especialmente 

á  sil  f^ohrina. 

Luisa  (lAh!  ¿pero  es  verdad  lo  de  la  sobrina?) 

Frid.  Aguarde  usted,  hombre.  ¡Lo  que  van  á  go- 

zar cuando  le  vean!  Llamando.  ¡Don  Tereso! 
¡Don  Tereso! 

Paco  ;No  lo  Hanrie  upted! 

Luisa  ¿Que  no  lo  llame? 

Frid.  ¡Si  lo  quieren  á  usted  entrañablemente!... 

¡La  de  elogios  que  me  han  hecho  de  sus  ha- 
bilidades! Y  entre  paréntesis:  ¿-igue  usted 
tan  sficionado  á  la  flauta?  Vuelvo,  vuelvo... 

Vase  corriendo  por  el  foro. 


ESCENA  XII 

luisa  y  DON  PACO,  después  DON  TERESO  y  FRIDOLINO 

Paco  ¿A  la  flauta? 

Luisa  IVro,  ¿es  usted  flautista,  don  Paco? 

Paco  (¿Qué  va  á  sucederme  á  mí,  Dios  del  cielo?) 

Lo  peor  es  que  yo...  ¿sabes,  Luisita?...  estoy 
citado  con  un  individuo... 

Luisa  (Este  se  quiere  eclipsar.  Aquí  h^iy  misterio.) 

Bueno,  pero  no  está  bien  que  se  vaya  usted 
ahora...  ¿Qué  dirían  sus  parientes?  Unos  pa- 
rientes tan  cercanos... 

Paco  (¡Es  que  yo  no  creía  que  estuviesen  tan 

cerca!) 


—  21  — 

Ter.  Dentro,  gritando.  ¡Le  digo  á  usted  que  no  es 

posible! 

FrID.  Tirando  de  don  Tereso.  Venga    UStsd    acá...    ¿No 

ilecía  usted  que  no?  Aquí  tiene  usted  al  tío 
Paco. 
Luisa  a  don  Paco.  ¿ÍjO  ve  usted?...  El  marido  de  su 

sobrina.  Los  dos  se  miran  asombrados. 

Ter.  (¿Qué  apostamos  á  que  es  este  otro  enredo 

de  mi  mujer?) 
Paco  {¿\  cómo  rae  las  compongo  yo  ahora?)  Don... 

don  Tereso... 
Ter.  Don...  don  Paco... 

Luisa  ¡Vaya  unos  cumplidos! 

Paco  Queriendo  demostrar  confianza.    [Te...   Te...    Terc- 

sín! 
Ter.  Lo  mismo.  ¡Pa...  Pa...  Paquete! 

Luisa  ¡Pero  qué  turbación  más  rara!...  ¿Para  cuan 

do  son  los  abrazo.-? 

FrID.  Empujando  á  don  Tereso  hacia  don   Paco.  ¡VamOS, 

hombre!... 
Ter.  (¡K-ite  me  da  un  bufido!) 

Paco  (¡Este  me  atiza  un  coscorrón!)  Se  abrazan  rece- 

losos, y  se  separan  violentamente. 

Ter.  ¡Je,  je! 

Paco  ¡Je,  je! 

Frid.  Lo  que  menos  esperaba  usted  era  encontrar 

aquí  al  tío  Paco. 

Ter.  Sí,  señor:  lo  que  menos.  Palabra  de  honor. 

Paco  A  mí  me  gustan  las  cosas  así... 

Ter.  (A  mí  un  poquito  más  claras.) 

Paco  Porque  yo  me  conozco...  ¿estamos?...  yo  me 

conozco...  y... 

Ter.  (Sí,  ¡como  tú  no  te  conozcas...  lo  que  es  yo!...) 

Luisa  Pero  cualquiera  pensaría  que  se  tienen  us- 

tedes miedo. 

Paco  ¿IVliedo? 

Ter.  ¿Porqué? 

Paco  ¡Ven  á  mis  brazos,  Teresete! 

Ier.  ¡PaquetÜlo!...  Se  abrazan,    y    prolongan   el    abrazo 

mientras  hablan  aparte  lo  que  sigue: 

Paco  (Cnhallero,  trampa  adelante.  Es  cuestión  de 

faldas. 
Ter.  Anda  mi  mujer  en  el  ajo,  ¿eh? 

Paco  Cabalito.)  (¡Qué  poca  vergüenza!) 


rr 


—  22  — 

Ter.  (¡Señor,  que.  nunca  ha    de    enterarme!...] 

¡Je,  je! 

Paco  (¡Creo  que  me  he  salvado!)  ¡Je,  je!  Pero,  hom- 

bre, Tereso,  cuidado  si  te  conservas  hnda- 
mente. 

Ter.  .  Sí,  no  estoy  del  todo  mal..  Yo  á  tí,  en  cam- 

bio, te  encuentro  muy  viejo,  pero  muy 
viejo... 

Luisa  Muy  viejo,  muy  viejo,  ¿verdad? 

Frid.  (¡Lo  mató!) 

lER.  Yo,  si  te  veo  en  la  calle,  no  te  conozco:  pue- 

des creerme...  ¿Y  esta  señorita  es  hija  tuya? 

Luisa  No,  señor. 

Ter.  Ah,  vamos,  nieta. 

Paco  ¿Cómo  nieta? 

Luisa  ¿No  es  verdad  que  puede  ser  mi  abuelo? 

Paco  Amostazado.  ¡Esta  Señorita  es  mi  futura! 

Frjd.  ¡Cal 

Paco  ¿Qué? 

Ter.  ¿Tu  futura?  Paquete,  ¿vas  á  casarte  al  cabo 

de  tus  año.«? 

Paco  ¿De  mis  años?  Furioso,  pero  queriendo  disimularlo^ 

y  agarrando  por  las  solapas   á   don    Tereso.    ¿  A    US- 

ted...  á  tú.,  á  usted  no  te  han  saltado  nun- 
ca un  ojo? 

Ter.  ¡Je,  je!  Siempre  has  de  estar  de  chanza... 

¡Déjate  de  bodas!  Tú  necet-itas  cuidarte  mu- 
cho... Buen  caldo  de  gallina,  buen  vino  de 
lo  añejo,  tu  tresillo,  tus  solos  de  flauta... 

Paco  ¿Otra  vez  la  flauta,  señor? 

Luisa  Nada,  don  Paco,  que  es  u&ted  flautista  y  no& 

lo  oculta. 

Paco  ¿Yo  flautista? 

Frid.  Ahora  lo  va  á  negar,  don  Tereso. 

Ter.  Hombre,  Paquín,  eso  no  es  ningún  delito: 

no  lo  niegues... 

Luisa  Lo  que  noto,  don  Paco,  es  que  no  le  pre- 

gunta usted  á  don  Tereso  por  su  sobrina. 

Ter.  ¿Por  qué  sobrina? 

Paco  Por  tu  señora,  tonto...  ¿Sigue  tan  harUanaf 

Tkr.  ¿Cómo  tan  barbiana? 

Luisa  Yo  he  tenido  el  gusto  de  verla,  y  se  conser- 

va igual,  igual  al  retrato. 

Ter.  ¿a  qué  retrato? 


—  23  — 
Luisa  Al  que  don  Paco  tiene  de  ella. 

TeR.  (¡Cuerno!)   cogiendo    por   las  solapas   á    don    Paco. 

¿Que  lú...  que  usted...  tienes  un  retrato  de 
mi  señora? 

Paco  Bajo  a  don  Tereso.  (Ya  le  daré  á  usted  explica- 

ciones más  tarde. 

Ter.  ¿Más  tarde? 

Paco  Aqui  mismo,  dentro  de  media  hora. 

Ter.  si,  porque  esto  tendrá  su  explicación.) 

Paco  ¡Je,  jel 

Ter.  jJe,  je!  Pero,  señor,  estnmos  en  Babia.  (Con- 

viene disolver  el  grupo.)  Yo  voy  en  busca 
de  mi  costilla  para  decirle  que  has  venido, 
que  estás  bueno...  ¿comprendes? 

Frid.  Sí,  sí;  y  yo  le  acompaño  á  usted,   don  Te- 

reso. 

Ter.  Voy  por  mi  sombrero  y  mi  bastón,  vase  por 

el  foro. 

Luisa  Yo  también  me  voy. 

Paco  Y  yo. 

Luisa  (A  contarle  estas  cosas  á  papá.  Sí,  porque  no 

me  gustó  nada  la  cara  que  puso  don  Haco 
al  principio.  Y  la  que  le  quedó  muchísimo 
mtnos.  Y  la  que  tiene  ahora  menos  toda- 
vía.) Entra  en  el  pabellón  de  la  deiecha. 

Paco  (Mi  suegro...   mi   futura...  mi  sobrina...  el 

otro...  ¡Entre  todos  me  van  á  volver  el  jui- 
cio!) Vase  por  la  izquierda. 


ESCENA  XIII 


FRIDOLINO,  DOÑA  CASTA  y  MERCEDES 


Frid.  ¡Pobre  don  Paco!  Es  un  hecho  que  le  soplo 

la  dama. 

Casta  Por  la  derecha,  con  Mercedes.    Dado    á    Barrabás 

estará  tu  padre. 

Frid.  ¡Doña  Casta! 

Merc.  ¡Ah,  Fridolino!  Nos  alegramos  de  hallarle  á 

usted. 

Casta  Sabrá  usted  que  ha  sanado  el  tío  Paco. 

Frid.  ¡No  he  de  saberlo!   Como  que  quizás  lo  al- 

cance todavía... 


—  24  — 

C4STA  ¿A  auién? 

Frid.  ¡Al  propio  tío  Paco,  que  ha  venido! 

Frid.  ¡Y  que  ha  estado  hablando  con  don  Tereso! 

Frid.  ¡Lo  traigo  ahora  mismo!  vase  corriendo  por  la 

izquierda.  ¡TÍO  PaCo!  ¡tíO  PaCo! 
Doña  Casta  y  Mercedes  se  miran  atónitas. 


ESCENA   XIV 

DOÑA  CASTA  y  MERCEDES,  después  don  TERESO 

Merc.  ¡Mamá! 

Casta  ¡Hija! 

Merc.  ¿Tú  has  oído? 

Casta  Fridolino  está  loco. 

Merc.  ¡  Pero  si  dice  que  el  tío  Paco  ha  estado  con 

papal 

Casta  Está  loco  tu  padre. 

Merc.  Pero,  bien,  ¿y  ese  tío  Paco?... 

Casta  Está  loco  el  tío  Paco,  Alguien  está  loco,  por 

fuerza. 

Merc.  ¿Y  no  pudiera  papá  haber  fraguado   iodo 

esto? 

Casta  ¡Toma!  Eso  es  lo  más  probable. 

Merc  Aquí  sale  papá. 

Ter.  Saliendo  por  el  foro.  ¡Hola!  ¿Vosotras  aquí?  Me 

evitáis  el  trabajo  de  ir  á  buscaros. 

Casta  Bueno,  vamos  á  ver... 

Ter,  Eso  digo  yo;  varaos  á  ver. 

Merc.  Tenemos  que  hablarte. 

Ter.  y  yo  á  vosotras. 

Casta  8í,  porque  ese  tío  Paco... 

Ter.  Precisamente;  ese  tío  Paco... 

Casta  Tú  dirás. 

Ter.  No,  la  que  tiene  que  decir  eres  tú. 

Casta  ¿Yo? 

Merc.  ¿Mamá? 

Ter.  ¿También  he  de  ser  yo? 

Casta  Nadie  más  que  tú. 


—  26  — 

Ter.  ¡Pero  bí  yo  no  lo  he  visto  hasta  hace  un  mo- 

mentol 

Casta  ¡Pero  si  nosotras  no  lo  hemos  visto  nunca! 

Ter.  ¿Nunca? 

Merc,         En  la  vida. 

Ter.  [Si  rae  dijo  ese  tío  Paco — ¡mal  tiro  le  den! — 

que  se  trataba  de  cosas  tuyas! 

Casta  Pues  estás  en  un  error  creso. 

Merc.         Craso. 

Ter.  ¡Craso! 

Casta  ¡Craso  ó  creso,  estás  en  un  error! 

Ter.  ¡No  vuelvo  de  mi  asombro! 

Casta  Ni  yo. 

Merc.         Ni  yo. 

Ter.  ¿üa  bagado  del  cielo  ese  pariente? 

Merc.  Sólo  falta  que  se  enrede  el  asunto,  que  des- 
cubra Fridolino  el  pastel,  y  que  me  quede 
yo  aderezada  y  sin  novio.  Por  supuesto, 
mamá,  que  de  todo  lo  que  pase  tendrás  la 

culpa  tú.  Vase  por  el  foro. 

Casta  ¿Yo?  a  don  xereso.  De  todo  lo  que  pase  ten- 

drás la  culpa  tú.  Vase  tras  Mercedes. 
TkR.  ¿Yo?  Dando    media  vuelta  como    para   encararse  con 

ana  cuarta  persona.  De  todo  lo  que  pase  ten- 
drás la  culpa...  Viendo  que  está  solo,  tendré  la 

culpa  yo.  Vase  tras  doña  Casta. 


ESCENA  XV 


FRIDOLINO  y  DON  PACO,  después  DON   TERESO 


Paco  con  rridoUno,  por  la  izquierda.  Pollo,  qUC  me   va 

usted  á  poner  en  un  compromiso. 

Frid.  ¡Calle!  Se  han  largado.  ¿Compromiso?  ¿Por 

qué? 

Paco  Porque  yo  me  conozco...  ¿entiende  usted?... 

y  no  soy  tal  tío  Paco. 

Frid.  Entonces,  ¿cómo  es  sobrina  de  usted  la  se- 

ñora de  don  Tereso? 

Paco  ¡Si  no  es  mi  sobrina! 

Frid.  Asombrado.  ¿No? 

Ter.  Saliendo    á   la  ventana    de   nuevo.    (jOiga!    El  tíO 


—  26 


Paco 


Frid. 

Paco 

Ter. 
Paco 
Frid. 
Ter. 


Paco  y  Fridolino...  ¡A  ver  si  saco  en  limpio 

alguna  coea!) 

Grandísimo  torpe;  ¿no  le  hablé  yo  á  usted 

hace  un  rato  de  cierta  pájara  con  quien  tuve 

un  belencillo? 

Sí,  señor;  pero  eso,  ¿á  qué  viene?  ¿Quién  ea 

esa  pájara? 

¡Mi  falsa  sobrina!  ¡La  mismísima  mujer  de 

don  Teresol 

¡Caracoles! 

Volviéndose  hacia  la  ventana.  ¿Qué? 
Lo  mismo.  ¿Qué? 

¡Que  verá  usted  ahora  canela  final  vase. 


ESCENA  XVÍ 

FRIDOLINO  y    DON    PACO,    luego    DOÑA    CASTA.,    después    DON 
MELCHOR 


Paco 
Frid. 
Casta 

Paco 

Frid. 
Paco 


Casta 

Frid. 

Paco 

Casta 

Paco 

Casta 

Paco 

Frid. 

Paco 

Frid. 

Mel. 

Paco 


Todo  temblón.  ¿Ha  oído  upted,  Fridolino? 
El  es  el  que  ha  oído,  don  Paco. 

Saliendo  á  la  ventana  de  la  derecha    del  foro.  (Jura- 
ría que  gritaba  'iereso...) 
Pero,  diga  usted,  ¿se  trata  de  su  esposa  real- 
mente? 
Claro  que  sí. 

Yo  me  figuraba  que  sería...  cualquier  cosa. 
¿Cómo  me  había  de  imaginar  que  fuera  don 
Tereso  el  marido  de  esa  lagarta  que  viene 
con  él? 
¡Caballero! 
(¡Aprieta!) 

Volviéndose  hacia  la  ventana.  Señora. 

¡Usted  será  el  lagarto! 
¡Señora! 

Retirándose  de  la  ventana.  ¡TcreSo!  ¡TcreSo! 

¿Quién  es  eí-e  energúmeno? 
¡La  señora  de  don  Tereso! 
¿Ksei» 
¡Esa! 

Asomándose   al   balcón    de  la  derecha.    (¿Qué  dia- 
blos sucede?) 
¡Pues  he  estado  en  Belén!  ¡Pero  mi  belén  ha 


—  27  — 

sido  con  la  americanita,  y  de  ella  ea  el  re- 
trato que  tiene  el  elefante  de  mi  suegro! 
Mel.  ¿l/onque  elefante,  eh? 

Paco  volviéndose  hacia  el  balcón.  ¿Eh?  Al  yer  á  don  Mel- 

chor.  ¡Uh! 
Mel.  ¡Pues  le  voy  á  dar  á  usted  un  trompazo!  Vase. 


ESCENA  ÚLTIMA 

FBIDOLINO  y  DON   PACO,    luego    DON    TERESO,    después    DOÑA 
CASTA  y  MERCEDES.  DON  MELCHOR  y  LUISA 


Paco 
Ter. 

Paco 


Ter. 

Frid. 

Ter. 
Casta 

Ter. 

Merc. 

Mel. 


Paco 
Luisa 
Frid. 
Luisa 
Frid. 

Ca.sta 


¡Ira  de  Dios!  ¡Me  escuchaba  mi  suegro!  corre 

hacia  la  izquierda. 

Sale  por  el  foro  con  un  bastón  y    detiene  á  don  Paco. 

¡O  me  explica  usted  sus  palabras  ó  lo  di- 
vido! 

Con  muchísimo  gusto.  Yo  he  pasado  á  los 
ojos  de  todos  por  tío  de  su  señora  de  usted, 
porque  hav  quien  ha  creído  que  es  usted  el 
esposo  de  Julieta,  una  americanita  de  rompe 
y  rasga,  á  la  cual  he  dado  yo  por  sobrina 
mía. 

¡Ah!  ¿Me  han  tomado  por  esposo  de  Julieta? 
¡Qué  barbaridad! 

Justo...  Y  don  Paco  creía  que  esa  Julieta  era 
doña  Casta. 
¡Qué  ha  de  ser  Casta  esa  Julieta! 

Por  el  foro,    con    Mercedes.  TereSO,    TereSO,  CStc 

caballero  me  ha  llamado  lagarta. 
Sí,  pero  ha  úáo  por  equivocación. 
¿Lo  ves,  mamá? 

h'aliendo  del  pabellón  de  la  derecha  seguido  de  Luisa. 

¡Señor  tarambana,  sepa  usted  que  no  hay 
nada  de  lo  dicho!  ;Se  rompió  la  boda! 
(¡Pues  me  has  partido,  inglés!) 
¡Me  alegro! 
¡Y  yo! 

¿Usted  se  alegra? 

Y  creo  que  sospechará  usted  el  motivo,  sus- 
pirando. ¡Ay! 
.:Eh? 


—  28  — 

Merc.         a  doña  Casta.  (¿Has  oído,  mamá?  Me  da  el 
corazón  que  me  ha  plantado  el  hijo  del  ac- 
cionista.) 
Casta         a  Mercedes.  (Eso  veo.  iQaé  infamia!  ¡Mentira 
parece  que  tenga  el  papá  tan  buenas  acciones!) 
Frid.  ¡Ah!  ¿Qué  han  sabido  ustedes  del  verdadero 

tío  Paco  de  la  flauta? 
Casta  Que  está  rebosando  salud. 

Frid.  Pues  que  sea  enhorabuena. 

Ter.  ¿Enhorabuena?  Aguarde  usted,  ai  público. 

Felicitándome  están, 
y  aunque  al  punto  aceptaría 
el  parabién  que  me  dan, 
saber  primero  querría 
si  ustedes  aplaudirán. 


FIN 


Madrid,  Setieíabre,  1895. 


OBRAS  DE  ÜOS  IVUSMOS  AUTORES 


Esgrima  y  amor,  juguete  cómico.  (2.*  edición.) 

Belén,  12,  principal,  jagaete  cómico.  (2.*  edición.) 

Olll lo,  juguete  cómico-lírico.  Música  del  maestro  Osuna.  (2.* edición.) 

I<a  media  naranja,  juguete  cómico.  (2.*  edición.) 

£1  tío  <le  la  llanta,  juguete  cómico.  (3.*  edición.) 

El  ojito  derecho,  entremés.  (3."  edición.) 

lia  reja,  comedia  en  un  acto.  (4.*  edición.) 

I^a  bnena  sombra,  saínete  en  tres  cuadros,  con  música  del  maes- 
tro Brull.  (6.*  edición  ) 

El  peregrino,  zarzuela  cómica  en  un  acto.  Música  del  maestro 
Gómez  Zarzuela.  (2.'  edición.) 

Ea  vida  Intima,  comedia  en  dos  actos.  (3.*  edición.) 

Eos  borrachos,  saínete  en  cuatro  cuadros,  con  música  del  maes- 
tro Giménez.  (2.'  edición.) 

El  chiquillo,  entremés.  (5."  edición.) 

Eas  casas  de  cartón,  juguete  cómico.  (2.*  edición.) 

El  traje   de  luces,  saínete  en  tres  cuadros,  con  música  de  los 
maestros  Caballero  y  Hermoso. 

El  patio,  comedia  en  dos  actos.  (4.*  edición.) 

El  motete,  pasillo  con  música  del  maestro  José  Serrano.  (2.*  edi- 
ción.) 

El  estreno,  zarzuela  cómica  en  tres  cuadros,  con  música  del  maes- 
tro Chapí. 

Eos  Galeotes,  comedia  en  cuatro  actos.  (3.*  edición.)  Traducida  al 
italiano  con  el  titulo  de  I  Galeoti  por  Giuseppe  Paolo  Pacchierotti. 

Ea  pena,  drama  en  dos  cuadros.  (2.»  edición.)  Traducida  al  italiano 
con  el  mismo  titulo  por  Giuseppe  Paolo  Pacchierotti. 

Ea  azotea,  comedia  en  un  acto. 

El  g^'énero  ínfimo,  pasillo  con  música  de  los  maestros  Valverde 
(hijo)  y  Barrera. 

El  nido,  comedia  en  dos  actos.  (2.*  edición.)  Traducida  al  catalán  con 
el  titulo  de  Un  niu  por  Joaquín  María  de  Nadal. 

Eas  flores,  comedia  en  tres  actos.  (2.'  edición.)  Traducida  al  italiano 
con  el  título  de  /  fiori  por  Giuseppe  Paolo  Pacchierotti. 

Eos  piropos,  entremés. 

El  flechazo,  entremés.  (2*  edición.^ 

El  amor  en  el  teatro,  capricho  literario  en  cinco  cuadros,  pro 
logo  y  epilogo. 

Abanicos  y  panderetas  ó  ¡  \  Sevilla  en  el  botijo!  humorada 
satírica  en  tres  cuadros,  con  música  del  maestro  Chapi. 


I^a  dicha  ajena,  comedia  en  tres  actos  y  an  prólogo.  Traducida  al 
alemán  con  el  titulo  de  Das  fremde  Gliick  por  J.  Gustavo  Eohde. 

Pepita  Reyes,  com.edia  en  dos  actos.  (2.*  edición). 

liOS  meritorios,  pasillo. 

JLa  zaliorf,  entremés. 

I<a  reina  mora,  sainete  en  tres  cuadros,  con  m.úsica  del  maestro 
José  Serrano.  (2."  edición.) 

Zarag'atas,  sainete  en  dos  cuadros. 

lia  zag'ala,  comedia  en  cuatro  actos. 

Ija  casa  de  García,  comedia  en  tres  actos. 

lia  contrata,  apropósito. 

£1  amor  que  pasa,  comedia  en  dos  actos.  Traducida  al  italiano 
con  el  título  de  L'amore  che  pasaa  por  Giuseppe  Paolo  Pacchiorotti. 

El  mal  de  amores,  sainete  con  música  del  maestro  José  Serrano. 

El  nuevo  servidor,  humorada. 

Mañana  de  sol,  paso  de  comedia.  Traducido  al  alemán  con  el  titu- 
lo de  Ein  sonniger  Margen  por  Mary  v.  Haken. 

Fea  y  con  errada,  pasillo  con  m.úsica  del  maestro  Turina. 

lia  aventura  de  los  g:aleotes,  adaptación  escénica  de  un  capi- 
tulo del  Quijote. 

lia  musa  loca,  comedia  en  tres  actos. 

lia  pitanza,  entremés. 

El  amor  en  solfa,  capricho  literario  en  cuatro  cuadros  y  un  pró- 
logo, con  música  de  los  maestros  Chapi  y  Serrano. 

liOS  chorros  del  oro,  entremés. 

Morrltos,  entremés. 

Amor  &  oscuras,  paso  de  comedia. 

lia  mala  sombra,  sainete  con  música  del  maestro  José  Serrano. 

£1  g-enio  aleg're,  comedia  en  tres  actos. 

El  niiio  prodigólo,  comedia  en  dos  actos. 

Nanita,  nana...  entremés  con  música  del  maestro  José  Serrano. 

lia  zancadilla,  entremés. 

lia  bella  liucerito,  entremés  con  m.úsica  del  maestro  Saco  del 
Valle. 


Pompas  y  honores,  capricho  literario  «n  verso  por  El  cLiablo  eo- 

juelo. 
Jia  madredta,  novela  publicada  en  El  cuento  semanal. 


serafín  i  JOAQUÍN  ÁLVAREZ  QUINTERO 


ka  buena  sombra 


SAI^'ETE  EN  TRES  CUADROS 


CON    MÚSICA     DEL 


ís.  —         •  / 


SOCIEDAD  DE  AUTORES  ESPAÑOLES 
Núñez  de  Balboa,  12 

1©05 


LA  BUENA  SOMBRA 


Esta  obra  es  propi<)clHd  de  sus  autores,  y  nadie  po- 
drá, sin  su  permiso,  reimprimirla  ni  representarla 
en  España  ni  en  los  paises  con  los  cuales  so  hayan 
celebrado  ó  se  celebren  en  adelante  tratados  interna- 
cionales de  propiedad  literaria. 

Los  autores  se  reservan  el  derecho  de  traducción. 

Los  comisionados  y  representantes  de  la  Sociedad 
de  Autores  Españoles  son  los  encargados  exclusivamen- 
te de  conceder  ó  negar  el  permiso  de  representación 
y  del  cobro  de  los  derechos  de  propiedad. 

Queda  hecho  el  depósito  que  marca  la  Ipy. 


Lá  BUENA  SOMBRA 


saínete  en  tres  cuadros 


SERAFiS  í  JOAQUÍN  ÁLVAREZ  QUINTERO 


CON    MÚSICA    DEL 


PvlAESTRO  BRULL 


Estrenado  en  el  TEATRO  DE   LA  ZARZUELA  el  4  «le 
Marzo  de  1898 


SEXTA  EDICIÓN 


MADRID 

«.  VBLASCO,  lUP.,  HABQDáS  DB  SAHTA   AHÍ,  1)  bVP 

Teléfono  número  551 


1©05 


1  ^1^.  f).  juliái)  ^oniek 


/  Vengan  esos  simo,  que  vale  usté  más  oro  que  pesa 
la  Girarda  con  Girardiyo  y  tol 

¡La  mare  e  Dios!  ¡Y que  no  hay  pa  echa  las  cam- 
panas á  vuelo  ni  pa  está  agrade  sio  cuando  se  tro  pies  a 
con  una  persona  e  mérito  como  usté,  que  se  hase  car- 
go e  las  cosas  y  en  vé  de  darle  á  uno  una  ajogaiya  le 
tiende  la  m,ano  y  lo  saca  á  Jiote! 

Nunca  podremos  echa  en  orvío  er  bieri  que  nos  ha 
hecho;  pero  premita  Dios  que  si  lo  orviamos  arguna 
vé,  se  nos  güervan  farsas  las  pesetas  de  tos  los  trimes- 
tres que  cobremos. 

Fercétera,  como  diría  Triquitraque. 


\.0d  CLLuió^eJ. 


REPARTO 


PERSONAJES  ACTORES 

VALLE Seta.  Araná. 

ARACELI CÁUCAMO. 

UNA  COMPRADORA González  (N.) 

UNA  GITANA Espinosa. 

.SEÑA  JOSEFA Aeizmesdi. 

ANTONIA.. Sea.    Blázquez. 

REPOSO Seta.  González  (M!) 

PEPE  LUIS Se.       Romea. 

TRIQUITRAQUE...     Moncayo. 

RAMOS  (Guardia  municipal).. ....  Orejón. 

^EÑÓ  MANUEL. . RoDRÍGfUEZ. 

MOSQUITO González. 

UN  MENDIGO... MoEá. 

GALBANA Abana. 

Vecinas  y  veeincs 


h^  BUENA  SOMBRA 


CUADRO  PRIMERO 


Rincón  de  una  calle  en  Sevilla.  A  la  derecha  del  actor,  formando  el 
rincón  con  la  pared  del  foro,  la  casa  del  señó  Manuel,  á  cuya 
puerta  hay  una  banqueta  y  dos  ó  tres  jaulas  vacías.  Al  foro,  cer- 
ca del  rincón,  una  calle  angosta,  que  tuerce  y  so  prolonga  por 
dentro  hacia  la  derecha.  La  parte  de  pared  comprendida  entre  la 
casa  de  señó  Manuel  y  esta  calle,  está  llena  de  jaulas  de  distin- 
tos tamaños,  clases  y  formas,  con  variedad  de  pájaros.  En  el  sue- 
lo, hacia  la  puerta  de  la  casa,  también  hay  algunas  En  el  otro 
lado  de  la  misma  pared  hay  una  prenderla,  donde  viven  seña  Jo- 
sefa y  Valle.  De  quicio  á  quicio  de  la  puerta,  y  en  su  parte  alts, 
un  alambre  del  que  pende  algún  calzado  recompuesto.  Colgados 
en  la  pared  á  derecha  é  izquierda  unos  cuantos  lienzos  sin  mar- 
co y  marcos  sin  lienzo,  una  cartera  de  viaje,  un  chaleco  y  un 
pantalón  usados,  y  en  sitio  preferente  una  chaquetilla  de  torero 
y  una  guitarra.  Junto  á  la  puerta  dos  ó  tres  muebles  viejos  y  va- 
rios cachivaches.  Una  silla  baja. 

la  calle  se  supone  que  continúa  por  la  izquierda  y  por  el  primer 
término  de  la  deracha 


_  8  ~ 
ESCENA  PRIMERA 

SEÑA  JOSEFA,  SEÑÓ  MANUEL  y  GALBANA.  VALLE,  dentro 

(Señá  Josefa  sentada  á  la  puerta  de  su   casa  haciendo   calceta,  señó 

Manuel  cuidando  sus  pájaros  y  Galbana  durmiendo  en  una  silla  baja 

en  el  primer  término  de  la  derecha.) 

Música 

Man.  (Muy  alegre.) 

Yo  me  dirigí  á  una  niña 
en  demanda  de  su  amó, 
y  me  dijo  que  no  estaba 
pa  estafermos  como  yo. 
Niña,  no  me  mates, 
yo  le  contesté; 
mírame  despasio, 
mírame  mu  bien; 
mira  que  yo  tengo 
rumbo  como  dié, 
garbo  como  veinte, 
grasia  como  sien 

Si  se  arregla  la  jorobo, 

me  dijo  entonse, 
y  esas  piernas  que  paresen 

tirabusones, 
y  se  lima  las  orejas 

y  las  naríses, 
y  ar  pescueso  se  hase  un  núo... 

ipué  que  me  anime! 

:Ay,  qué  pena,  qué  pena,  qué  pena, 
la  que  yo  pasé! 
Jos.  ¡Ay,  qué  alegre  que  se  ha  levantan 

er  señó  Manué! 

Valle  (Dentro) 

Las  horas  me  paso 
yorando  mis  selos, 


._    9  — 


y  no  hay  persona,  maresita  mía, 
que  me  dé  consuelo. 


Jos.  ¡Probesita  mi  nieta, 

qué  triste  está! 
Ya  le  he  dicho  á  su  padre 
que  está  daña. 


Man  .  Un  carpintero  seloso 

le  desia  á  su  aprendí: 
si  miras  á  la  maestri 
te  comes  er  birbiquí. 
Te  sierro  er  gañote, 
más  fíjo  que  er  só, 
te  tiro  er  martiyo, 
te  clavo  el  formón, 
te  parlo  en  sien  cuñas 
tamañas  así, 
te  jago  virutas, 
te  güervo  serrín. 


Y  er  muchacho  respondía 

con  mucha  sorna: 
yo  no  miro  á  la  maestra 

por  varias  cosas; 
porque  sé  que  no  le  gusto, 

que  usté  se  enfada, 
y  que  er  sastre  de  la  esquina 

me  rompe  el  arma. 


¡Ay,  qué  cate,  qué  cate,  qué  cate, 
qué  cate  le  dio! 
Jos .  ¡ Ay,  qué  alegre  que  se  ha  levantao 

este  güen  señó! 


Valle  (Dentro  ) 

Tengo  yo  una  pena, 
tengo  un  sentioaientu, 


10  — 


un  dolorsito,  inare  de  mi  arma, 
que  me  estoy  muriendo. 


Jos.  Luego  dise  mi  nieta 

que  no  está  daña. 
Man.  Luego  dise  que  el  otro 

no  le  importa  na. 
Jos.  No  base  más  que  salirme 

con  coplas  así. 
Man.  Es  er  diablo  de  Pepe 

quien  la  base  sufrí. 
.Jos.  Yo  no  sé  qué  desirle 

{)a  verla  anima. 
Man,  Cuando  güerva  Pepiyo 

to  ss  acabará. 

Hablado 

Jos.  ^,Sabe  usté  que  está  alegre  la  mañana,  señó 

Manué? 
Man.  No  deja  de  estarlo,  seña  Josefa.  La  alegría  es 

lo  único  qne  me  quea  de  cuando  era  cbico 


ESCENA  II 

DICHOS  y  MOSQUITO 
MoSQ.  (Por  la  izquierda,   muy  aprisa  y   manifestando   gran 

interés.)  ¿Ha  venio  ya  Pepe  Luis? 

Man.  ¡Dale,  bola!  ¿Otra   vé?  Hombre,  no;  toavía 

no  ba  paresío. 

Mosq.  ¡Miste  que  seis  días  sin  dá  cuenta  e  su  per- 

sona! ¡Tiene  la  sombra  er  mundu!  ¡Yo  voy 
á  di  á  buscarlo! 

Man.  i  Haz  lo  que  mejó  te  parezca! 

Mosq.  ¡Hasta  luego!  (Vase  por  el  foro  corriendo.) 

Man.  ¡Adiós!  ¡Y  depcansa!...  ¡Cámara,  qué  poste- 

ma! ¡Esta  es  la  quinta  vé  que  me  pregunta 
hoy  por  mi  hijo! 

Jos.  ¡Ni  que  lo  hubiea  criao! 


-  a  - 


Man.  (Descolgando  una  jaula  chica.)    SargO    al    istante. 

Voy  á  darle  dos  ó  tres  toques  amariyos   á 
este  jirguero  pa  que  paezca  misto  e  canario. 

(Entrase  en  su  casa.) 


ESCENA  III 


OALBANA,  SEÑA  JOSEFA  y  VALLE 

Jos.  (Llamando.)  ¡Niña!  ¡Vaye! 

Valle  (saliendo  de  su  casa.)  ¿Qné  quié  usté,  agüela? 

los.  Que  te  vengas  aquí  conmigo,  mujé.  Toma: 

real  y  medio.  Pa  flores. 

V.\lle         ¿Real  y  medio?  ¿Pos  qué  ría  vendió  usté? 

Jos.  Er  coya  de  perlas,  (rausa  )  Oye  una  coí-a:  á 

vé  si  no  me  piensas  más  en  er  niño  de  señó 
Manué,  que  de  tanto  adergasá  se  te  eetá 
queando  er  peyejo  grande. 

Valle  ¡Ay,  Jesú!  ¡Se  pone  usté  más  pesa  que  un 

mosquito  solo!  ^iQuié  usté  que  no  lo  sienta? 
Er  desengaño  duele  mucho.  Pero  ya  estoy 
convensía  de  que  Pepe  Luis  no  me  quiere  á 
mí  como  yo  á  é,  ni  sabe  apresiá  mi  cariño,  y 
mÍPtela:  (Haciendo  la  cruz.)  pa  mí,  como  si  lo 
hubieran  enterrao. 

Jos.  Hasta  que  lo  veas  será  eso.  Y  fresca  estás  tú 

si  quiés  encontrá  un  hombre  capá  ('e  queré 
como  nosotras.  No  tienen  arma...  Miá  tu 
hermano:  (señalando  á  Galbana.)  SO  pasa  dur- 
miendo to  er  día...  Miá  tu  padre:  te  ve  con 
er  corasón  encogió  lo  mismo  que  una  siruela 
pasn...  y  se  va  á  L'adi  á  vé  ar  Minuto. 

\'aile  Pué  que  haya  dio  á   buscarme  un   novio... 

No  sea  usté  mal  pensá... 

Jos.  ¿Y  tú  pa  qué  nesesitas  novios  de  fuera,  si 

los  tienes  en  Seviya  á  esportones?  Vamos  á 
vé:  ¿por  qué  no  le  hases  caso  á  Chicharito? 

Vaile  Agüela,  por  la  virgen;  un   hombre  tan  me- 

núo...  y  tan  moreniyo...  y  tan  tieso...  ¡Si  eso 
es  un  perro  chico  e  mojama! 

Jos.  ¿y  Sebastián  ersa«tre?  ¿Quiés  un  muchacho 

más  tr¿ibajaó  ni  más  formalito? 

Valle         To  eso  está  bien;  pero  es  mu  soso...  Nunca 


--    12  - 

se  le  oye  un  gorpe...  Y  luego,  ¿usté  no  ha 
reparao?  Tiene  toa  la  cabesa  yena  e  hurtos: 
paeHe  que  está  hirviendo. 

Jos.  ¿Y  Triquitraque?  ¿También  está  hirviendo 

Triquitraque? 

Valí  e  Si  no  está  hirviendo,  está  pa  rompe  el  her- 
vó...  ¡Jesú,  qué  extremos  hase  er  probesiyo!... 
A  ese  no  le  encuentro  más  que  una  farta: 
que  es  demasiao  valiente.  No  hase  más  que 
desirme  á  toas  horas:  (Remedándolo.)  «Niña,  á 
to  er  que  á  usté  le  estorbe,  lo  dejo  yo  zeco...» 
¡Ni  que  fuea  er  só! 

Jos.  (levantándose  malhumorada.)  Vaya,  nO  sé  pa  qué 

me  canso.  No  te  gusta  más  que  este  trapaMn 
de  aquí  junto,  que  es  una  bala  perdía ..  Un 
piyastre  con  mucha  labia. 

Valie         ¿Otra  te  pego?  ¿No  le  he  dicho  á  usté  ya...? 

Jos.  ¿Por  qué  no  sigues  el  ejemplo  de  Araseii,  la 

hija  de  señó  Ramos,  er  guindiya?  Ayé  de 
mañana  me  asomé  ar  patio  y  la  vi  con  un 
novio  que  no  es  ninguno  de  los  tres  úrtimos. 
Ksa  los  conose. 

Valle  Güen  provecho.  Pero  eso  es  teué  en  luga  de 
corasón  la  fonda  e  Madrl. 

Jos .  ¡Er  diablo  que  te  yeve!  (Entrase  en  su  casa.) 


ESCENA  IV 

VALLE,  GALBANA  y  SEÑÓ  MANUEL 
GaLI!.  (Bostezando  y  desperezándose  groseramente.)  ¡Aaahl 

Valle  Ave  María,  Migué,  paeses  un  gato. 

Galh.  (De  mal  temple.)  ¿Quiés   no  zé  tonta,   hija? 

(Arrastra  perezosamente  la  silla  hasta  el  segundo  tér- 
mino de  la  izquierda  y  se  deja  caer  en  ella  desploma- 
do. Poco  después  se  duerme.) 

Valle         Así  me  gusta  á  mí  la  gente:  trabajaora. 
Galp.  ¿Me  meto  yo  contigo,  hija? 

Man.  (saliendo  de  su  casa  con  la  jaula  que  antes  se  llevó,  y 

colgándola  en  la  pared.)  Hola,  mUChacha. 

Valle         Dios  guarde  á  usté,  señó  Manué.  (a  Galbana.) 
Tú,  á  vé  si  tienes  cuenta  de  esto  mientras 

voy  aquí  junto.  (Vase  porla  izquierda.) 

Man  .  Yo  estaré  ar  cuidao. 


~  13  - 

ESCENA  V 

GALBANA,  SEÑÓ  MANUEL,  TRIQUITRAQUE  y  RAMOS 
R\MOS  (Con  Triquitraque,  por  la  derecha.)  ¡Pelises! 

Man.  ¡Hola,  güeña  gente! 

Ramos  (Encaminándose    hacia    la   izquierda,    entusiasmado.) 

Hombre,  Triquitraque,  hazme  er  favo...  Miá 
qué  mosita.  Venga  usté  pa  acá,  señó  Ma- 
nué... 

Man.  (Sin  apartarse  de  su  puesto.)  ¿Qué  hay? 

Ramos  ¿Le  paese  á  usté  poco?  (señalando  hacia  dentro.) 

Triq  .  ¡La  mare  e  Dios!  ¡Y  que  no  zabe  gana  terre- 

no la  criatura! 

Ramos  ¡Mardita  Fea!  Si  no  fuea  por  este  condenao 
saserdosio  que  yeva  uno  ensima...  (Aludiendo  á 
su  uniforme.)  ¿quién  le  ha  dicho  á  usté  que  yo 
no  me  iba  con  esa  ahora  mismo  á  la  Venta 
Eritaña? 

^IaN.  ¡je,  je!  (Ramos  y  Triquitraque    se  acercan  al  puesto 

de  pájaros.) 

Triq.  ¿Ha  tenío  usté  noticias  de  Pepe  Luis? 

Man.  Ni  ganas.  Estoy  ya  de  é  hasta  los  pelos. 

Ramos  ¿Pero  qué  quié  usté,  que  er  chiquiyo  no  se 

divierta?  Esan  son  cosas  e  la  edá. 
Man.  Pos  le  van  á  salí  po  un  ojo.  Anoche  me  dijo 

su  novia  que  lo  va  á  manda  á  coge  coquinas. 
Triq.  ¿Zí? 

Ramos         Me  alegro.  ¡Choque  usté!  Ese  está  reservao 

pa  mi  Araseli.  ¿No  le  gusta  á  usté  mi  Arase- 

li  pa  yerna? 
Man.  Sí,  señó.  Pero  es  mu   calavera  mi  niño  pa 

nuero. 
Triq.  (con  presunción.)  ¿Y  pué  zaberze  quién  ha  zío 

er  cauzante  de  eza  dezición  de  la  niña? 
Man.  ¡Er  mismo  Pepe  Luis  con  sus  locuias! 

Triq.  No  digo  que  no.  Pero  hace  tiempo  que  estoy 

yo  viendo  vení  ezas  hostialidades... 
Ramos         Tú  lo  que  te  traes  ahora  son  unas  palabras 

la  má  de  sélebres. 
Triq  .  Zeñó,  como  que  doy  leciones  e  guitarra  y  me 


-  14  ^ 

rozo  con  er  zeñorío,  ze  me  va  pegando  ziu 
zentirlo  toa  la  prozodia  de  eza  gente. 

Man.  Es  natura...  Y  qué,  ¿se  les  da  mucho  á  las 

manos,  Triquitraque? 

Triq  .  Lo  zuficiente  pa  mantené  á  los  viejos  y  pa  di 

penzando  en  alimenta  á  argnna  Joven...  (Mi- 
rando á  la  casa  de  Valle.) 

Ramos.  Er  meso  este  tiene  un  Banco  España  en 
ca  df  o. 

T*iQ.  Que  no  ze  le  orvíe  á  usté  3ze  encargo.  Como 

que  lo  mismo  es  ponerme  yo  á  toca,  que 
hasta  en  er  cielo  abren  ios  barcones  pa  oír- 
me... Y  no  lo  digo  porque  esté  yo  delante, 
que  zi  no  estuviea  yo  aquí  también  lo  diría. 

A^AN.  Na;  el  hombre  e  la  suerte. 

Triq.  Cazi,  cazi. 

Ram(  s         Sólo  que  aquí  no  lo  habernos  conosío. 

Triq  .  Po  zi  quié  usté  que  nos  bebamos  ahora  mis- 

mo media  ocena  e  chatos...  ya  zabe  usté 
quién  paga. 

Ramos  Mira,  cáyate,  por  tu  salú...  ¿Pa  qué  mentaré 
yo  siertas  casas?  Este  arrastrao  disfrá  me 
tiene  hecho  un  cursi...  inseguía  lo  critican  á 
uno...  Yo,  antes.cnandoera carpintero,  hasía 
mi  santísima  volunta,  pero  lo  que  es  ahora 
que  yevo  uniforme...  francamente,  me  da  • 
sierto  reparo  entra  y  salí  en  la  taberna.  . 
¿Sabes  tú  lo  que  tengo  que  hasé  arguna.**  V'^- 
ses  pa  que  naide  me  vea  entra  y  nali?  Pjs 
meterme  en  eya  por  la  mañana  y  estarme 
ayí  hasta  anochesío. 

Man.  y  entonse,  ¿sale  usté  ó  lo  sacan? 

Hamos  Hay  de  to.  Pero,  no  crean  ustedes;  peo  toa- 
vía  que  la  dro2;a  der  saserdosio  es  la  antipá- 
tica e  mi  mujé...  Señores,  ¡tiene  un  orfato! .. 
Vamos,  no  es  desageraáón:  se  pone  en  lu 
ventana,  y  apenas  doblo  yo  la  esquina,  ya 

eslá:  (olfateando  á  cada  frase.)    «TÚ   haS    bebío... 

Y  ha  sío  aguardiente...  Y  cuatro  copas...  Y 
de  en  ca  e  Matirde...»  ¡Porque  hai-ta  la  ta- 
berna averigua!... 

Man.  La  curpa  la  tiene  usté,  por  haberse  casao 

dos  veses. 

Triq.  Ezo  ze  yama  cazarze  en  zegundas  nurcias. 


—  16  — 


Ramos 


Galp. 
Man. 
Galb. 


Ramos 
Triq. 

Ramos 


Sí,  ¿eh?  ¡Pues  por  la  gloria  e  mis  difuntos 
que  lo  que  es  en  segundas  nursias  no  me 
güervo  3'o  á  casa  en  toa  mi  vía! 

(Volviendo  á   bostezar  y  á  desperezarse.)    ¡Aaaaaah! 

Hombre,  Garbana,  que  hay  visita. 

¿Vizita?...  (Arrastra  la  silla  hasta  la  callejuela  del 
foro,  la  apoya  en  la  esquina  de  la  prendería,  y  se  des- 
ploma en  ella  corao  antes.) 

Pero,  oiga  usté,  señó  Manué,  ¿es  sereno  ese? 
Eze  lo  que  tiene  ez  un  establecimiento  de  la 
médula  que  no  ze  pué  lame. 
Ese  lo  que  no  tiene  es  vergüensa  ninguna. 


ESCENA  VI 

DICHOS  y  iíRACELI 


Arac 


Ramos 

Man. 

Ramos 


Arac. 

Hamos 
Arac. 
Ramos 

Arac. 
Ramos 

Arac. 
Ramos 

Triq. 

Arac 

Ramos 

Arac. 


(Por  el  foro.)  Pero,  padre,  ¿qué  hase  usté  aquí 
con  toa  su  santa  carma?  Su  artesa  rea  me  ha 
dicho  que  va3'a  usté  á  armosá  en  seguía. 
Su  artera  rea  le  yama  á  su  madrasta. 
¡Qué  güeno! 

Oye:  dile  á  su  artesa  rea  que  no  le  contesto 
lo  que  se  me  ocurre  porque  hay  gente  de- 
lante. 
Ande  usté  pa  aya,  que  está  por  las  nubes,  y 

luego  las  paga  conmigo.  (Va  á  irse  y  vuelve.) 

Ksoucha  una  cosa. 

Qué. 

¿Tú  has  visto  si  hay  ensima  e  la  cómoda  ana 

boliya  de  esas  que  yo  yevo  pa  los  perros? 

Ensima  e  la  cómoda  no  hay  na. 

Ya  se  la  comió! 

Padre! 

Que  se  la  comió!  ¡Si  yo  la  puse  á  propio  in- 
tento, chiquiya!...  ¡Como  es  tan  curiosa!... 
No  le  baga  usté  cazo  á  zu  papá,  que  ez  un 
guazón  mu  grande. 
Vamos,  ¿í?e  viene  usté  ó  se  quea? 
Ya  estoy  ayí, 

(Yéndose  por  el  foro)  También  usté  se  pone 
más  pesao... 


16  — 


Ramos 


Triq 
Man. 


iíamos 


Triq. 


(viéndola  ir.)  ¡Místela,  señó,  místela!  ¡Vaya 
unos  piesesitosl  ¡Se  sostiene  porque  se  va 
clavando  en  las  losas,  si  no,  no  podría!...  Tri- 
quitraque, ¡vamos  á  bebemos  esos  chatos  á 
la  salú  de  mi  pimpoyo! 
Vamos  aya. 

Señó  Ramos,  que  lo  aguarda  á  usté  su  mu- 
jé...  ¿No  desía  usté  que  le  da  reparo  entra 
en  la  taberna? 

No  es  que  me  dé  reparo  presisamente;  es 
que  creo  yo  que  ctebe  darme.  Que  no  es  i.) 
mismo...  Anda,  vamonos,  tú.  (saie  vaiie  por  ¡& 

izquierda.) 

Hasta  ahora.  (Reparando  en  Valle.)  (La  de  Pepe 
Luis.  De  hoy  no  paza  que  hable  yo  con  eya.) 

(Vase  por  la  derecha  con  Ramos.) 


ESCENA  VII 


GALBANA,   VALLE  y  SEÑÓ   MANUEL.   Después   PEPE  LUIS 
(Pausa.) 


Man. 

Valle 

Man. 

Valle 

Man. 

Valle 


Man. 


(Desde  su  puesto.)  ¿Qué  hay,  güena  mosa? 

(Desde  la  prendería.)  Na.  Ya  ve  USté. 

(¡Probesiia!  No  piensa  más  que  en  er  des- 

cafttao  de  mi  hijo.) 

(Ar  probé  viejo  no  se  le  cae  er  mosito  de  la 

imaginasión.) 

(A  mí  no  me  gusta  nombrárselo,  no  se  crea 

que  yo  lo  defiendo.) 

(Yo  no  le  digo  na,  no  se  figure  que  no  sé 

habla  de  otra  cosa.) 

(Nueva  pausa.  Aparece  Pepe  Luis  por  la  callejuela  del 
foro,  andando  despacio  y  mirando  á  izquierda  y  dere- 
cha con  cierto  recelo.) 

(¡Hola!  ¡Ya  pare&ió  er  perdió!...  Haré  como 
que  no  lo  veo.) 

(Pepe  Luis  se  acerca  á  Valle;  ésta  lo  mira  con  desdén, 
le  vuelve  bruscamente  la  espalda  y  se  va.  Pepe  Luis 
expresa  su  desagrado  con  un  gesto  cómico  1  uego 
avanza  sin  decir  una  palabra  hasta  ponerse  jun  o  al 
señó  Manuel,  que  finge  estar  abstraído  en  el  arre  lo 
de  sus  pájaros.) 


—  17  — 
ESCENA  VIH 

GALBANA,  SESÓ  MANUEL  y  PEPE  LUIS 
Pepe  (Después  de  una  pausa.)  [Ejém! 

Man.  (volviéndose  hacia  él)  ¡Adiós,  hombre!  Por  fin 

viniste...  (Hay  que  tené  genio,  Manné;  no  te 
ablandes..!  (Gritando  mucho.)  ¡Contento  me  tie- 
nes! (¡Cámara!  si  empieso  así,  ¿qué  dejo  pa 

lo    Úrtimo?)    (Bajando    algo  la  voz,   pero  fingiendo 

mucho  enfado.)  ¡Contento  me  tienes!  ¡Te  estás 

portando  como  nunca!  (Pepe  Luis  lo  oye  como 
quien  oye  llover,  y  comiendo  con  mucha  calma  cama- 
rones, que  lleva  en  una  mano.)  ¿TÚ  CreeS  QUe  este 

probé  viejo  está  aquí  trabajando  to  er  día 
pa  mantené  tus  visios?  ¿Usté  se  figura  que 
no  hay  más  que  yevarse  por  ahí  de  diversión 
las  semanas  enteras  sin  ocuparse  de  lo  que  ó. 
6U  padre  le  ocurra,  y  luego  vení  á  casita  con 
sus  manos  lavas  y  sus  orejas  gachas  y  una 
cara  mu  triste  pa  que  uno  lo  perdone?  ¡Pos 
estás  equivocao,  Pepe  Luis!...  ¡Tendría  que 
vé  más  que  una  fiesta  e  toros!...  Y  lo  que  es 
tu  novia,  me  paese  que  esta  úrtima  no  te  la 
pasa...  Por  supuesto  que  lo  tienes  bien  me- 
reeío...  Y  yo  creo  que  más  vale  perdé  la 
amista  de  los  cuatro  sinvergüensas  que  te 
sonsacan  pa  que  les  cuentes  cuentos  y  pa 
divertirFC  á  tu  costa,  que  er  cariño  de  una 
muchacha  tan  cabá  y  tan  rea  mosa  como 
Vaye,  y  la  güeña  volunta  de  este  probé  vie- 
jo... (sulfurándose.)  ¡Sobre  to,  atiendas  ó  no 
atiendas  á  rasones,  que  me  tienes  mu  harto; 
y  que  en  luga  de  predicarte  otra  vé  como 
ahora,  voy  á  resibirte  á  pedrás  y  serrándote 
las  puertas  e  mi  casa!  ¿Te  has  enterao  bien? 
¡Lo  que  es  conmigo  no  se  juega!...  Y  no  te 
digo  más...  ¡Y  se  acabó  lo  que  se  daba!...  ¡Y 
cuidaíto  con  lo  que  se  dise!...  (pausa.) 

Pepe  (ofreciéndole  un  puñado  á  señó  Manuel.)  ¿Quié  USté 

unos  poquitos  e  camarones? 


—  18  — 

Man.  (Dándole  un  golpe  en  la  mauo.)  ¡Vaya  usté  enho- 

ramala! ¿Cómo  V03'  á  desirte  que  no  estoy  pa 
fiestas?...  ¡Y  qué  bonito  vienes!...  Disfrasao, 
como  de  costumbre...  Esa  chaqueta  no  es  la 
tuya...  Er  sombrero  tampoco...  Pero,  oye, 
oye,  oye...  (Ya  ha  empeñao  er  reló.)  ¿Quiés 
hasé  er  favo  de  desirme  la  hora  que  es? 

Pepe  ¿La  hora?  Pos  miste,  papá:   (Después  de  mirar 

al  cielo.)  por  er  só,  que  es  la  fija,  las  dié  me- 
nos sinco. 

Man.  Dejémonos  de  historjas,  Pepe  Luis.  ¿Ande 

está  tu  reló? 

Pepe  ¿Mi  reló?  ¡Desde  er  martes  que  me  fui  no  ha 

parao  de  anda  ni  un  minuto,  no  vaya  usté  á 
creerse!... 

Man.  Güeno,  sí;  pero  yo  te  pregunto  que  dónde 

está. 

Pepe  Señó,  usté  carcule:  andando  sin  para  desde 

er  martes...  ¡vaya  usté  á  sabe  á  dónde  se  ha- 
brá dio! 

Man.  Miá  que  no  tengo  ganas  e  reírme,  tú. 

Pepe  Ah,  no;  pos  sin  ganas  no  debe  usté  reírse. 

Man.  Estoes  menesté  que  se  acabe,   Pepe  Luis. 

Esto  nopué  sé .. 

Pepe  No  pué  sé,  no  señó...  Escuche  usté,  papá; 

¿usté  me  va  á  creé  á  mí  lo  que  yo  le  diga? 

Man  .  Según  lo  que  sea. 

Pepe  Pos  premita  Dios  que  si  yo  le  güervo  á  dá  á 

usté  un  dijusto  más,  se  me  caiga  to  er  pelo 
y  paezca  un  queso  e  bola  raspao,  que  es  lo 
que  más  afea  á  los  hombres...  Vi  á  darle  á 
usté  menos  ruío  que  un  canario  en  la  pele- 
cha... Vi  á  come  na  más  que  chochos  y  ai- 
veyanas,  y  á  to  tira...  caña  darse  de  postre, 
pa  no  hasé  gasto.  Er  vino  lo  vi  á  toma  con 
cuenta  gotas...  En  fin,  vi  á  hasé  una  vía,  que 
como  se  entere  er  Papa  va  á  queré  cartearse 
conmigo.  No  le  digo  á  usté  más. 

Man  .  (sonriéndose.)  No  estás  tú  mar  gitano.  ¿Y  dee- 

de  cuándo  va  á  sé  eso? 

Pepe  ¿Eso?  ¿Hoy  qué  es? 

Man  .  Lunes. 

Pepe  ¿Lunes?  Güeno;   pe  s  desde  er  domingo  sin 

farta.  Sí,  porque  er  sábado  vi  yo  á  tené  que 


—  19   - 

di  al   entierro  de  uno  que  fe  va  á  n^ori,  ér 

viernes. 
Man,  Güeña  piesa  estás  tú,  grandisimo  granuja, 

y  bien  me  conoses  er  flaco. 
PfiPá  (Abrazándolo.)  ¡Es  usté  oiás  güsno  que  los 

mostachones  de  Utrera! 
Man.  Pero  lo  que  es  á  tu  novia  no  te  será  tan  fasi 

conquistarla. 
Pepe  ¿La  quié  ustéyamá  y  dejarnos  solos? 

Man.  Yo  no  me  meto... 

Pepe  Ande  usté;  si  la  yamo  yo  no  va  á  salí... 

Man.  Siempre  ha  de  sé  tu  gusto...  (Acércase  ala  casa 

de  Valle  y  llama.)  ¡V^aye,  escucha  Una  palabra!... 
Ya  estás  servio...  Ahí  la  tienes;  prueba...  (En- 
trase en  su  casa.) 


ESCEíJA  IX 

galbana,  PBPE  luis  y  VALLE 

(Valle  sale,  y  al  ver  á  Pepe  Luis  trata  de  irse.) 

Música 

Pepe  (Acercándose  áella.) 

Óyeme,  cíiiqniya, 
que,  por  mi  salú, 
no  vale  Seviya 
lo  que  vales  tú. 
Y  aunque  no  hay  monea 
pa  comprarte  á  tí, 
toito  lo  que  puea 
voy  á  reuní. 


Valle  (Alejándose  desdeñosa  de  Pepe  Luis.) 

¿A  qué  me  buscas?  ¿\  qué  me  yamas? 
De  tu  persona  no  quieo  ya  na. 
Si  mi  cariño  tienes  en  poco, 
busca  quien  sepa  quererte  máp. 


—  20  — 

Pepe  Morenita  presiosa, 

como  ei  agua  marina  sala, 

tu  cariño  no  es  cosa 

que  por  otro  ee  puea  cambia. 

Ya  tu  sabes,  morena, 

que  yo  estoy  chalaüo  por  lí, 

y  me  da  mucha  pena 

que  celosa  me  trates  así. 


Valle  Mentiroso,  timante^ 

que  me  dises  palabras  de  mié, 

nunca  vi  á  tu  semblante 

asomarse  esa  pena  crué. 

Dame  ya,  que  lo  quiero, 

to  er  cariño  que  en  barde  te  di, 

porque  er  tuyo,  embustero, 

ho}'  pa  siempre  lo  arranco  de  aquí. 

(Llevándose  una  mano  al  corazón.) 

Pepe  ¡No  lo  arranques  por  tu  vía, 

déjalo  un  poquito  má, 
mira  que  si  está  agarrao 
va  á  dolerte  de  verdá! 

Valle  Como  sé  que  vale  poco 

no  lo  quiero  retené, 
que  prefiero,  aunque  me  duela» 
arrancarlo  de  una  vé- 

Pepe  Várgame  Dios,  chiquiya, 

nunca  te  he  visto  así; 

dime  pa  perdonarme 

qué  es  lo  que  quiés  de  mí. 
Valle  Haz  lo  (jue  se  te  antoje, 

en  la  seguridá 

(le  que  pa  mí  te  has  muerto 

y  te  enterraron  ya. 


Pepe  Pues  por  muerto,  mi  moreno,  que  yo  esté, 

si  me  miras  como  sabes  tú  mira. 


—  21    — 

ar  momento  te  aseguro  que  lias  de  vé 
á  un  cadave  que  se  pone  aquí  á  baila. 
Vai  le         Cuando  yo  no  te  miraba  más  que  á  tí, 
á  otros  ojos  tú  mirabas  con  amó, 
y  hoy  que  quieres  con  mis  ojos  reviví 
á  otros  ojos  que  los  tuyos  miro  yo. 


Pepe 

Valle 

Pepe 

Valle 

Pepe 

Valle 

Pepe 

Valle 


¡Eso  no  pué  sé! 
¡Esa  es  la  verdá! 
¡Yo  lo  he  de  impedí! 
¡No  lo  impedirá?! 
¡Tú  rúe  lias  de  queré! 
jYa  eso  se  acabó! 
¡Siempre  seré  dueño 
de  tu  corasón! 
¡Nunca  serás  dueño 

de  mi  corasón!  (Entiasc  Valle  en  su  casa.) 


ESCENA  X 


galbana  y  pepe  LDIS 


Hablado 

Pepe  ^'siguiendo  á  Valle  hasta  la  puerta.)    Peí  O  eSCUCha, 

mujé,  avente  á  rasones...  N».  Lo  que  es  esta 
vé  se  ha  enfadao  de  veras...  ¡Por  vía  e  los 
moros!...  Yo  comprendo  que  tengo  er  genio 
demasiado  alegre  y  que  me  he  portao  má... 
pero  si  no  le  calentaran  la  cabesa  á  la  chi- 
quiya...  Esa  picara  vieja  se  yeva  to  er  día 
predicándole...  Y  luego  este  anima  me  tiene 
entre  ojos  por  las  bromas  que  yo  le  doy,  y 
también  carga  la  mano  de  lo  lindo...  Que  s^ 
bebo,  que  si  no  bebo,  que  si  la  orvíc...  que 
si  me  ve  con  otras  mujeres...  ¡  A?í  reventara! 
Por  supuesto,  que  le  vi  á  dá  una  broma  pesú, 
pa  que  me  tome  ojerisa  con  fundamento... 
No  se  la  quita  nadie...  Y  va  á  sé  ahora  mií-- 
mo...  Pero  más  pronto  que  la  liV..  (corre  hacia 

el  puesto  de  pájaros  y  coge   uu   cordel  que  hay  eii    el 

rincón.)  Yo  te  daré  asuquita,  compadre  (Acer- 


—  22  — 

case  con  precaución  á  la  silla  en  que  duerme  Galbana, 
y  ata  á  una  de  las  patas  el  cordel.)   CumO    te  ClfeS- 

piertes  te  esniíco,  peaso  e  bárbaro...  No  se 
escapa,  no...  Y  ahora  á  amarra  la  otra  pun- 
ta... (Vase  corriendo  por  el  foro.  Después  de  un  mo- 
mento vuelve  á  salir  frotándose  las  manos  de   júbilo.) 

Va  á  sé  de  un  eferto...  ¡que  hasta  ayí!  Me 
acredita  en  to  er  barrio...  ¡Ya  verás  tú  cuan- 
do arracque  er  coche! 


ESCENA  XI 


DICHOS,  ARACELI,  VALLE  y  una  COMPRADORA 


Arac. 


Pepe 
Arac. 

PfPE 

Vallh. 
1'epe 
Valle 
Arac. 

Pepe 


Arac. 
Pepe 


Arac 

Pepe 

Arac. 

Pepe 


(por  el  foro.)  ¿No  está  aquí  mi  padre?  ¿En 

dónde  Fe  habrá  metió  ese  hombre?  ¡Ay,  qué 

Kofocasiónl 

¿Quiés  un  abanico? 

Kntre  los  dos  van  á  matarme,  Pf pe  Luif. 

¿Qué  me  cuenta?,  mujé?  ¡La  pena  que  vi  yo 

á  tené  ese  dial 

(Asomándose  á  su  puerta.)  (¿Con  qilién  habla?...) 

(jLa  otra!  Me  alegro.) 
(¡Esa  niña  chocante!) 

Está  mi  madrasta  que  párese  una  fiera  en- 
jaula. 

Chiquiya,  no  t.e  apures  tú  mientras  yo  te 
viva  en  er  mundo... 

(Valle  principia  á  manifestar  agitación  é  impaciencia, 
que  van  aumentando  por  momentos.  Sale  por  el  foro 
una  Compradora,  cargada  de  lios  y  paquetes,  se  acerca 
á  la  tienda  de  Valle  y  examina  con  curiosidad  cuantos 
objetos  hay  á  la  puerta.) 

¡Ay,  qué  grasioso! 

Aquí  no  hay  más  grasia  que  la  de  esa  cara 
que  no  tiene  fin  de  bonita,  y  la  de  ese  cuer- 
po que  va  derramando  jarmines  por  donde 
pasa... 

Miá,  Pepe  Luis,  que  las  paredes  oyen... 
¿Lo  diees  por  tu  novio? 
Lo  digo  por  lo  que  lo  digo.  Yo  no  tengo 
novio. 
¿Pos  y  Tachuela? 


—  23    - 

Arac.  Tachuela  es  de  pe^a.   No  hablo  con  é  más 

(|ue  los  martes,  jueves  y  sábados.  Y  pa  eso, 
de  mala  gana.  Pero  ahora  Andrés  er  de  la 
botica  me  ha  pedio  relasiones  formales  .. 

I'epe  Pa  los  lunes,  miércoles  y  viernes,  ¿no  es  eso? 

Arac.  Cabalito. 

Pepe  Pos  si  quiés  uno  pa  los  días  e  fiesta...  cuenta 

con  este  cura. 

Arac.  Quéato  con  Dios,  guasa  viva.  Vi  á  busca  á 

mi  padre..    (Echando  á  andar  hacia  la  izquierda.) 

I*  EFE  Oye... 

Arac.  No  tengo  na  que  oí...  Tú  no  gastas  más  que 

iarabe  de  pico. 

Pepe  ¡Pos  jarabe  da  tu  pico  es  Id  que  yo  voy  bus- 

cando, arma  mía!  (Vase  por  la  izquierda  tras  Ara- 
cell.) 


ESCENA  XII 

galbana,  VALLE  y   uua    COMPRADORA,    TRIQUITRAQUE 
y  RAMOS 


Ramos 


Triq. 
Ramos 
Tkiq. 
Ramos 


(Por  la  derecha,  con  Triquitraque.)  ¡Me  huelc!  ¡Así 

tuviea  yo  tan  segura  la  gloria  como  que  me 

huele!  (Mirando  hacia  la  izquierda.)  ¿PerO  eS  ver- 

dá  lo  que  ven  mis  ojos? 

¿Q"é? 

¡Pepe  Luis  con  mi  chiquiyal 

Es  verdá... 

¿Se  habrán  entendió?  ¿Sabrá  argo  er  señó 

Manué?...  Voy  á  preguntarle...  Aguárdame 

aquí.  (Entra  corriendo  en  ca.sa  del  señor  Manuel.) 


Valle 
Triq. 

COMP. 


ESCENA  XIII 

DICHOS,    menos    RAMOS 

(¡Pero    qué    ganitas    tengo    de  arranca  un 
moño!) 

(La  ocazión  la  pintan  carva,  Frasquito.) 
(A  Valle.)  Diga  usté,  joven,  ¿vende  usté  mar- 
cos viejos? 


-    24     - 
Valle  (con  sequedad.)  No. 

CoMP.  ¿Cómo  que  no?  ¿Y"  esos  que  estoy  yo  viendo 

aquí? 

Valle  Esos  están  de  adorno. 

CoMP.  ¡Hija,  qué  genio  gasta  usté! 

V>lle  Er  que  tengo,  madre. 

■CoMP.  ¡Lo  que  es  así  va  usté  á  vendé  mucho! 

Valle  Eso  es  lo  que  á  usté  no  le  importo. 

CoMP.  I  Vaya  unas  maneras!    (Apártase   de   la  prendería 

y  se  va  hacia  el  puesto  de  pájaros;  al   paso   le   dice   á 

Triquitraque.)  ¿Ha  visto  usté  qué  arpía? 
Triq.  (indignado.)  Po  zi  ezo  ez  uua  arpía,  ¿qué  zerá 

uzté,  zeñora? 

OOMP.  (¡Otro  que  tal  baila  1)  (Se  acerca  á  los  pájaros  y  los 

observa  con  detenimiento.) 

Triq.  (Aproximándose  á  Valle.)  Niña...  enjuague  usté 

eze  yanto... 
Valle         ¿Quién  le  ha  dicho  á  usté  que  yo  yoro?. . 

¿Dónde  e&tá  er  yanto? 
Triq.  Er  yanto  no  es  mesté  que  zarga  pa  que  ze 

vea...  Y  zi  hay  por  ahí  argún  mal  ange  que 

le  dé  á  usté  dijustos,  no  tiene  usté  más  que 

decírmelo... 
Valle         ¿Y  lo  deja  uzté  zeco,  eh? 
Triq  .  Cabá:  lo  dejo  zeco. 

Valle         ¿Por  qué  no  se  gana  usté  la  vía  en  los  baños 

der  río? 
Triq.  ¿Yo?  ¿De  qué? 

Valle         ¡De  sábana! 
Triq.  ¡La  mare  e  Dios!  ¡Tiene  usté  gracia  y  zim- 

patías  pa  diez  y  ziete  personas...  y   zobra 

tela! 
Valle         (¿Si  se  creerá  ese  que  me  voy  á  morí  porque 

é  no  me  mire?) 
Triq.  Ezo,  tocante  a  usté;  que  tocante  á  mí,  usté 

ya  zabe  que  manda  en  to  mi  lao  izquierdo. 
Valle         (Y  le  voy  á  hasé  caso  á  este..  ¡Pa  que  rabie 

y  sufra!) 
Triq.  Y  tocante  á  dambos  á  la  vé,  zi  usté  zalieze 

esta  noche  á  la  reja...  le  diría  yo  cuatro  pa- 
labras zeíitlas  qutí  tengo  que  decirle... 
Valle         Pos  si  no  es  más  que  eso...  ¡por  oirías  no  vi  á 

perdé  na!... 

Triq.  Y  yo  pueo  gana  mucho...  (sale  Pepe  Luis  por  la 


—  25    ~ 

izquierda  y  se  encamina  á  su  puesto,  mirando  con  in- 
terés á  Triquitraque  y  á  Valle.) 

Vali.k  Convenio...  Pos  á  las  ocho...  ¡en  la  rejal 

Triq  .  ¡Bendita  zea  eza  boca!  (Habían  bajo  ios  dos.) 


ESCENA  XIV 

DICHOS  y  PEPE  LUIS,  luego  RAMOS,  SEÑÓ  MANUEL  y  MOSQUITO 


Pepe 

COMP  . 

Pepe 

COMP . 

Pepe 

COAIP. 

Pepe 


OOMP. 

Pepe 

CoMP . 

Pepe 

COMP . 

Pepe 

CoMP. 

Pepe 
COMP . 

Pepe 

CoMP. 

Pepe 


M*N. 

Pepe 


CoMP . 


MOSQ. 


(<En  la  reja  ha  dicho?...  ¿Y  con  ese?) 
Oiga  usté,  mositü. 

^^Con  mal  modo  )  ¿Qué  quié  Ufilé,  Señoia?  (Pasea 

agitado.  La  Compradora  lo  sigue  ) 

(Hresentánlole  una  jaula  pequeüa.)    Este    jlrgUei'O, 

¿cuanto  vale? 

(Sin  dejar  de  mirar  á  Valle  y á Triquitraque.) Un  durc. 

f;Un  duro? 

Digo,  no.  una  perra  gorda.  Me  había  equi- 

VOCaO.   (Encarándosele.)  ¿AcaSO  nO  Se    pué   Uno 

equivoca? 

¡Ya  lo  creo!...  ¿Y  canta  bien? 

Sí,  señora.  (¿En  la  reja?  Primero  me  tiro  ar 

río  que  dejarlos  habla.) 

Entendámonos;  ¿no  será  una  castaña? 

No,  señora. 

¿Tiene  bonita  voz? 

ÍSí,  señoril. 

¿Y  es  de  los  que  se  cayan  en  la  muda? 

No,  señora. 

¿Y  da  notíis  artas? 

¡Sí,  señora!  ¡Según  donde  se  cuergue! 

¿Y  canta  muy  seguido? 

(Arrebatándole  la  jaula.)  ¡Señora,  vaya  usté  mu- 

cho  con  Dit  s,  que  no  vale  er  bicho  la  saliva 

que  estamos  gastando! 

(saliendo  de  su  casa  con  Ramos.)  ¿Qué  pasa,  hjjo? 

¿Qué  ha  de  pasí^?  ¡Que  esta  mujé  quié  ye- 
varse  á  Juan  B-tva  por  una  perra    gorda! 

(Sefió  Manuel  y  Hamos  se  ríen.) 

¿Habrá  insolente?  ¡Ya  se  In  diré  yo  á  mi  ma- 

lido!  (Va  á  irse  por  el  foro  á  tiempo  que  sale  Mosqoito 
muy  aprisa.  Tropieza  con  él  y  se  le  caen  todos  los  líos 
y  paquetes.) 

¡Pepiyo  í.uis'...  Señora,  usté  perdone... 


—   26    - 

CoMP.         í  Animall  ¿En  dónde  yeva  usté  los  ojos? 
M08Q  ¡Pepiyo  Luis! 

Pepe  ¡Moequito!  (Se  abrazan.) 

COMP.  Digo,   ¿eh?   (Empieza  á    recoger  sus   cosas   refunfu- 

ñando. Señó  Manuel  y  Ramos  la  miran  y  se  ríen.)  La 

cretona...  El  hilo...  ¡Adió?,  tomates!...  Los 
botones...  Los  estropajos...  ¿Y  er  melón? 
¿Dónde  he  echao  yo  er  melón?...  ¡Animas 
benditas!  ¡Lo  he  dejao  en  la  tienda  de  las  es- 

Cobaf^!  (corre  hacia  la  izquierda.  Eu  este  momento 
óyese  ruido  de  cascabeles;  se  supone  que  arranca  el 
coche  á  que  ató  Pepe  Luis  la  silla  de  Galbana,  Tiran 
de  ella  hacia  dentro,  y  éste,  despedido,  da  alguno» 
traspiés  vacilante,  sin  comprender  lo  que  le  ocurre,  y 
se  cae  encima  de  la  Compradora,  á  quien  se  agarra 
para  no  dar  con  su  cuerpo  en  tierra.  Los  líos  de  la 
(.'ompradora  vuelven  á  rodar.  Todos  se  ríen  á  carcaja- 
das, señalando  á  Pepe  Luis  como  autor  de  la  broma. 
La  Compradora  se  desase  violentamente  de  Galbana 
y  lo  insulta  y  le  pega.  Galbana,  asombrado,  se  mete 
los  puños  por  los  ojos  y  mira  á  todas  partes  creyendo 
que  sueña.  Las    risas  y   la    algazara   duran  hasta  que 

cae  el  telón.)  ¡Bárbaro!  ¿Me  ha  tomao  usté  por 
un  colchón  de  mueyes? 
Ram  js         ;Este  ha  sío!  ¡Tiene  la  grasia  e  Dios! 


CUADRO  SEGUNDO 

Fachada  posterior  de  la  casa  de  Valle.    Una  ventana  practicable  con 
reja.  A  la  izquierda  del  actor,  una  taberna.  Es  de  noche 


ESCENA  XV 

TRIQUITRAQUE,  luego  VALLE 
(Suennn  las  ocho,  lejos,  en  un  reloj  de  torre.  Pausa.) 

Triq.  (por  la  izquierda.)  Acaban  de  dá  laz  ocho  en  la 

(.lirarda...  Las  campanas  paece  que  me  han 
letum bao  aquí  dentro  y  que  me  han  empu- 

jao  pa  este  zitio...  (Acércase  á  la  ventana  de  Valle 


—  27   — 

y  luego  pasea.)  Nadie  toavía...  Pero  zardrA  la 
niña,  no  hay  cudiac.  Y  como  yo  terga  for- 
tuna, y  zueite  to  er  cborro  de  nna  v^..  pa 
mí  que  la  elertrizo.  Traigo  aprendía  nna  pa- 
labra que  le  va  á  guetá  mucho:  ercéiera... 
Ze  dice  cuando  no  zabe  uno  por  donde  zhIí 
y  quié  queá  como  Dios  manda...  Ercétera... 
rióla,  ya  ziento  er  rulo  de  la  farda.  Ahí  está 
la  mocita. 

Valle  (Asomándose  á  la  ventana.)  Güenas  noches,  Fras- 

tjuito. 

Triq.  Pa  mí  zon  zupeúores,  paloma. 

Valle  Pos  pa  raí  base  muchísima  caló. 

Trtq,  Ya  he  dicho  yo  que  este  verano  ze  ha  venío 

mu  pronto  la  temperatura. 

V^ALLE  (¡Cómo  me  gustaría  que  pasara  el  otro!)  ¿Es- 
pera usté  liase  mucho  rato? 

Triq  Desde  que  dieron  laz  ocho  en  la  Cátedra.  Pa 

esto  de  la  puntualidá  zoy  un  barómetro. 

N^ALLE  Ya  lo  veo. 

Triq.  (No  zé  cómo  rompe...)  Zupongo,  niña,  que 

cuando  usté  ha  zalío  á  la  ventana  ha  zío 
porque...  porque  eza  es  zu  volunta...  y  por- 
que... porque...  amos.  .  porque...  (¡Me  paece 
demaziao  pronto  pa  mete  la  ercétera!)  Quieo 
decí.  .  porque  no  le  zon  á  usté  der  to  indi- 
ferentes estos  peacito?.. 

Valle  Pos  está  usté  equivocao  en  más  e  la  mita, 

hijo  de  mi  arma. 

Triq.  ¿Zi?  Tiene  ezo  la  má  de  zalero. 

V^ALJ  E  No  sabia  yo  que  era  tan  salerosa. 

Triq.  ¿No,  verdá?  Pos  miste,  además  de  zaleroza 

ez  usté  mu  mal  intenciona,  y  mu  guazonei- 
ta...  y  mu...  mu...  ¡mu'... 

Valle  ¡Juya  usté.  Triquitraque,  que  viene  el  en- 

sierro! 

Triq.  ¡La  mare  e  Dios!  ¡Cuando  digo  que   tiene 

usté  la  zá  por  quintales!. ..  Tres  pitiyos  ze 
me  daban  á  mí  tos  los  toros,  estando  como 
estoy  delante  de  ezoz  ojitos  que  zon  doz  es- 
treyas,  y  de  eza  boquita  que  ez  un  clavé...  y 
de  ezos  hoyos  e  la  cara  que  zon  dos  rincon- 
citcs  der  cielo...  y...  y...  y  ercétera  ..  (¡Ahora  zí 
que  la  lie  metió  bien!) 


—  28  — 

(Pepe  Luis  y  Mosquito  salen  por  la  derecha,  donde  se 
detienen  hablando.) 

Va),le         Diga  UBté,  ¿quiénes  son  aquéyos? 

Triq.  Mosquito  y  Pepe  Luis. 

Valle         ¿Pepe  Luis? 

Triq.  Zeguramente  vienen  á  cobrarme  er  pizo.  Ya 

me  lo  había  yo  maliciao. 

Valle         (Lo  esperaba.) 

Triq.  Le  azeguro  á  usté  que  esta  ez  una  costum- 

bre que  me  zienta  peo  que  la  leche  encima 
er  gazpacho. 


ESCENA  XVI 

D1CH08,    l'EPE    LUIS    y    MOSQUITO 

Música 

Pepe  (.\ cercándose  a  la  ventana.) 

Güeñas  nochea. 
Triq.  Güenaa  noche?. 

Valle  (Me  figuro  su  intensión.) 

MosQ.  Dios  los  guarde. 

Tkiq  Muchas  gracias. 

(¡Qué  cumplios  zon  los  dus!) 
Pepe  Voy  á  haserte  una  pregunta. 

MoS'.).  Y  la  misma  te  hago  yo. 

Triq.  Pos  hacerla,  y  en  zeguía 

les  daré  contestación. 
Valle  (.A.  cobrarle  er  piso  vienen, 

tan  seguro  como  hay  Dios, 

y  milagro  que  no  traigan 

otro  fin  argo  peo.) 


Pepe  Esa  niña  oue  está  en  la  reja 

y  la  caye  alumbrando  está 
con  la  lú  de  sus  ojos  negros 
que  paresen  dos  candelas; 
esa  nifiH  que  vale  un  mundo, 
¿se  merese  que  su  galán 
nos  or  equie  con  cuatro  cañas 
por  la  gloria  de  su  Uiauíá? 


Triq  , 


ICsta  niña  que  está  en  la  reja 
y  la  cave  alumbrando  está 
con  la  lú  de  znz  ojos  negros 
que  parecen  dos  candelas: 
está  niña  que  vale  nn  mundo 
y  me  tiene  á  mi  por  galán, 
ze  merece...  no  cuatro  cañas, 
¡?e  merece  un  cañaveral 


Pepe 

MOEQ. 

Tkiq. 
Pepe 

Triq. 

Valle 
Pepe 


Valle 
Pepe 


Valí  e 
Pepe 
Valle 
Pepe 

Valle 


¡Pos  vamos  á  beberlat-! 

¡Pa  luego  es  tarde! 
I  y  dispense  la  mesa 
por  un  istante! 
Con  zu  permizo,  reina. 
¡Vaya  una  grasial 
¡Sujete  usté  los  nervios, 
que  poco  tarda! 

(Vau  hacia  la  taberna  los  tres  Guardo  entran  en  ella 
Triqtiitraque  y  Mosquito,  llégase  Pepe  Luis  rápida- 
mente á  la  reja,  y  habla  con  Valle  lo  que  sigue.) 

¿Qué  buscas  aquí?  ¿A  qué  vienen? 

No  busco  na.  Vengo  a  desirte...  ¡á  jurartrl 

que  con  ese  nene  no  hablas  esta  noche  do» 

jíal^bras  seguías. 

¿Que  no? 

¡Que  no! 

¡Lo  veremos! 

¡Lo  veremos!  (Entra  corriendo  en  li  taberna.  Sigue 
la  música.) 

No  sé  qué  me  ha  dao 

ar  mirarlo  yegá  junto  á  mí, 

como  en  otros  tiempos 

en  que  nunca  fartaba  de  aquí. 

No  sé  qué  me  ha  dao 

al  oí  lo  que  luego  juró, 

ér  que  pa  mí  siempre 

KÓlo  tuvo  palabras  de  amó. 

Sólo  sé  que  ar  verlo 

toa  mi  sangre  en  la  cara  sentí, 

y  tuve  alegría,  coraje  y  tristesa, 

y  ganas  de  haserlo  cachitos  asi... 


—    30   — 


Pepe 

MosQ. 
Triq. 

Pepe 
Triq. 
Pepe 
MosQ. 

V  ALLE 

Triq. 
Pepe 
MosQ . 


(saliendo  de  la  taberna  con  Triquitraque  y  Mosquito.) 

¡Er  vini}'o  es  de  primera! 
¡Er  viniyo  ee  superió! 
Ziempre  pío  cuando  pago 
de  lo  güeno  lo  mejó. 
¡Er  viniyo  es  cosa  rica! 
(Tiene  ganas  de  estorba.) 
|l£r  viniyo  es  gloria  pura! 
¡Gloria  pura  de  verdá! 
(Se  propone  ercondenao 
que  me  aburra  der  plantón.) 
Ya  la  niña  ze  impacienta. 

|Er  viniyo  es  superió! 


Hablado 


Pepe  ¡Viva  er  rumbo  de  Triquitraque! 

MosQ.         ¡Viva  Triquitraque! 

Pepe  Ya.  sabía  yo  que  donde  está  Triquitraque... 

MosQ.  Triquitraque  es  to  de  sus  amigos. . 

Pepe  ¡Si  conoseremos  aquí  á  Triquitraque! 

MosQ.  Triquitraque... 

Pepe  Triquitraque... 

Triq.  Zeñores...  ¡jue  ze  está  abuzando  der  Triqui- 

traque! (volviéndose  hacia  la  ventana.)  Usté  dezi- 
mule,  pimpoyo,  voy  aya. — ¡Y  Triquitraque 
tiende  á  un  hombre  más  pronto  que  hi 
vista! 

Pepe  Cámara,  Triquitraque,  no  te  ofendas  tú  con 

nosotros...  Ya  te  dejamos. 

MosQ.  Lo  dejaremos,  sí;  que  se  ha  incomodao  Tri- 

quitraque. 

Pepe  Vamos  á  despedirnos  de  la  novia.  (Acercán- 

dose á  la  reja  )  Jüven,  cuide  usté  á  Triquitra- 
que, que  vale  un  Perú. 

MosQ.  ¡Y  dele  usté  tila  pa  los  nervios! 

Pepe  ¡Y  agua  de  asaba! 

Triq.  (saltando.)  Pero,  ¿qué  viene  á  zé  esta  guaza? 

Pepe  Na,  Triquitraque,  no  te  arteres.  Güeñas  no- 

ches, niña.  (Valle  no  contesta.  Pepe  Luis  levanta 
más  la  voz  )  ¡Niña,  güeuas  noches! 

Valle         (con  desabrimiento.)  Güenas  noches. 

Pepe  (a  Mosquito.)  (Arsa  tú  á  lo  que  te  he  encargao.) 


31 


MosQ.         (a  Pepe  Luis.)  (Ya  verás;  va  á  tené  que  di  por 

un  paraguas,  l  (se  van  por  la  derecha.) 


ESCENA  XVII 


VALLE,  TRIQUITRAQUE  y  un  MENDIGO 

Triq  ,  ¿Ha  visto  usté  qué  giaciozos,  pichona? 

Vallk  Lo  que  he  visto  es  que  tiene  usté  mu  poca 

arma 

Triq.  ¿Por  qué?  ¿Porque  no  los  he  tendió  aquí 

mismo?  Ezo  ha  zío  por  evitarle  á  usté  un 
espertáculo  repurnante...  Sobre  que  yo  lo 
que  queria  era  que  ze  fueran  pa  zegui  er 
palique... 

Vallk         Ea,  pos  empiese  usté  á  desirme  cosa»... 

MenD.  (Por  la  derecha.  Es  cojo.  Acércase  con  el  sombrero  en 

la  mano  á  Triquitraque  y  le  habla  con   voz  fúnebre.) 

Hermanito,  una  limosnita,  que  toavía  no 
me  he  dezayunao... 

Triq.  Dios  lo  ampare. 

Mend.  Ande  u=té,  aunque  zea  un  centimito  na 
más,  pa  completa  pa  un  boyo...  que  tengo 
mucha  hambre... 

Triq.  ;Perdone,  hermano! 

Menik  Por  caridá...  ün  céntimo  no  lo  zaca  á  usté 
de  probé...  No  premita  Dios  que  ze  vea  usté 
nunca  como  yo  me  veo...  con  ocho  de  fami 
lia,  impedío  y  zin  poderlo  gana...  Ande  us- 
té, hermanito;  Dios  ze  lo  pagará  y  la  Virgen 
der  Carmen...  ¡que  lo  pío  con  mucha  r.ece- 
/idá!... 

Triq.  (Dándole  una  moneda.)  ¡Valiente  mo.'^ca!  Tome 

usté, 

Mend.  Dios  ze  lo  pagará  y  la  Virgen  der  Carmen, 
hermanito. 

Triq  Güeno. 

Meno.  Diosle  dé  á  usté  mucha  zalú  y  zuerte  pa 
zegui  zu  oficio...  No  premita  Dios  que  ze  vea 
usté  nunca  como  yo  me  veo...  con  doce  de 
familia,  im pedio  y  zin  poderlo  gana... 

Triq.  Vaya,  ¿quié  usté  dejarnos? 

Mend.         Dios  la  conzerve  á  u?té  tan  guapa,  herma- 


—  32  — 

nita...  y  Dios  les  dé  á  ustedes  mucha  zalú  y 

tos  loz  hijos  que  quieran... 
Triq  .  /,Cómo  ze  le  va  á  decí  á  usté  que  ze  largue? 

Mend  Escuche  usté,  hermanito;  miste  como  voy... 

¿No  tendría  upté  en  zu  caza  unos  pantalon- 

ziyos  viejos  que  darme? 
Triq.  Lo  que  tengo  en  mi  caza  ez  un  bastón  que 

ze  me  ha  orvidao  esta  noche,  ¿zabe  usté? 
Mend.         No  ze  incomode  usté,  hermanito...  Dios  le 

dé  á  usté  mucha  zalú... 
Triq.  ¡Zí...  pa  zeguí  mi  oficio!... 

Mend.         No  premita  Dios  que  ze  vea  usté  nunca... 
Triq.  ¡Como  usté  ze  ve! 

Mend.         Oon  quince  de  familia,  impedío... 
Triq.  ¡Y  zin  poderlo  gana!  ¡Aire,  aire  por  ahí! 

Mend.         Ea,  pos  güeñas  noches...  Con  Dios,  herma- 

nita. 

Valle  Adiós,  gotera.  (Vase  por  la  izquierda  el  mendigo.) 

ESCENA  XVIII 

VALLE   y    TRIQUITRAQUE 

Triq.  ¡La  mare  e  Dios!  ¡Ezo  es  peo  que  un  pá  de 

purgas  en  la  esparda! 
Valle         (De  seguro  lo  ha  mandao  Pepe  Luis...  Nos 

va  á  dá  la  noche.) 
Triq.  Pues  como  iba  á  decirle  á  usté,  botón  de 

roza...  (De  arriba  empieza  á  caer  agua   sobre  Triqui- 
traque, que    levanta  la  cabeza  y  grita  atufado.)    ¡Me 

cazo  con  la  má!  ¿Le  paece  á  usté  que  estas 

70n  horas  de  regá  macetas?  (Retirase  de  la  ven- 
tana y  se  sacude  el  agua.) 

Valí  f.         ¡Ave  María! 

Triq.  ¡Chavó,  zi  está  regando  con  un  cubo!  ¿Que 

no   tiene   usté   regaera?   ¡Poz  hija   de   mi 

arma,  coja  usté  aunque  zea  er  colaó  de  la 

cocina! 
Valle         ¡Enta  noche  está  mu  grasiosa  la  gente!...  No 

haga  usté  caso.  Triquitraque...  Siga  usté  con 

sus  cosas. 
Triq.  ¡Aspere  usté  que  acabe  de  gotea!  ¡Me  han 

puesto  bonito!...  ¿Pos  no  ze  está  riendo?  ¡A 

vé  zi  zubo! 


-^  33   — 


Valle         (con  ironía."!  Después  de  to,  lo  mejó  es  eso: 

reírse. 
Triq.  ¿a  ust?  también  le  hace  gracia,  precioza? 

Valle         Argnna  me  va  haeiendo...  (¡Ese  Pepe  Luis!...) 
Triq.  (¡Estoy  aviao!) 


ESCENA  XIX 


DICHOS  y  una  GITANA  con  tres  niños,  uno  de  ellos  en  brazos 

Valle         ¿Escampa  ya? 

Triq  .  Ya  paece  que  escampa...  Conque,  escúcheme 

usté,   princeza...    (cando  la  espalda  á  la  derecha.) 

Gitana  (por  la  derecha.)  Moreuo,  ¿me  vas  á  dá  unos 
ochavitos  pa  estos  chavales? 

Triq  .  (volviéndose  hacia  ella  sorprendido  y  gritando  furio- 

so.) ¡Lo  que  te  vi  á  dá  va  á  zé  un  tiro! 

Valle         ¿Otra? 

Gitana  ¡Ay,  San  Blá,  mala  yerba  has  pisao!. .  Anda, 
güen  moso,  por  los  ojos  e  la  cara  e  tu  novia, 
que  son  dos  luseros... 

Triq.  ¡Largo  de  aquí!... 

Gitana  ¿,No  quiés  que  te  diga  la  güeña  ventura,  sa- 
lao?  ¿Y  tú,  morena,  no  quiés  que  te  la  diga 
tampoco? 

Triq.  ¡O  te  vas  ó  te  rompo  un  güezo! 

Gitana  ¡Várgame  Dios,  bien  podías  aprende  á  sé 
más  fino  con  las  señoras!... 

Valle         ¡Ay,  qué  jaqueca! 

Gitana  Grandísimo  roñoso,  ¿no  me  das  arguna  cosi- 
ta pa  los  churumbeles?  Ten  mejores  sentra- 
ñas.  Pena  te  debía  de  dá  verlos...  Miá  este 
probesito:  le  han  puesto  la  cara  las  viruelas 
que  paese  un  asiento  e  rejiya. 

Valle  ¿.Las  viruelas  has  dicho?  ¿Quié  usté  irse,  de- 
monio e  gitana? 

Triq  .  Zi  no  te  vas  por  las  güeñas,  te  ajorco:  escoge. 

Gitana  ¡Adiós,  verdugo!  No  seas  asina,  que  te  va  á 
ahórrese  tu  novia,  que  tiene  er  corasón  más 
blando  que  la  carne  e  membriyo. 

Triq.  ¡Ni  por  ezas  conzigues  na! 

Git.ana  ¡Ea,  pos  mala  puñalá  te  den  en  la  barriga!... 
¡Amónos,  niños!...  Tú,  salerosa,  deja  á  este 


-    34   — 

mar  gaché,  que  es  mu  miserable  y  te  va  á 
trata  como  á  un  fueye  ..  ¡No  te  va  á  alimen- 
ta máa  que  de  viento! 

Triq.  [Ya  ze  me  ajumó  á  mí  er  pescao!  ¡Fuera  de 

aquí! 

Gitana  ¡Dañina  víbora  te  pique!...  ¡esaborío!...  ¡roíya 
e  cosina!...  ¡papé  de  prosperto!...  (va  á  irse  y 
vuelve.)  ¡Como  los  papelíyos  en  Carnavá  te 
veas:  picao  y  tiíao!... 

Triq.  ¡A.  vé  zi  te  cojo! 

Gitana  ¡Qué  me  has  de  coge,  malas  tripas!  ¡Premita 
Dios  que  se  te  jinchen  los  pies...  y  te  jagan 

cartero!  (Vase  por  la  Izquierda.) 


ESCENA  XX 


VALLE    y   TRIQUITRAQUE 


Valle         Vamos,   Triquitraque,   esto  ya   no  se  pué 

sufrí... 
Triq.  No  ze  pué  sufrí... 

Vallk         i  Basta  de  conversación  esta  noche,  que  lo 

que  es  de  mí  no  pe  burla  nadie! 
Triq.  ¿Pero  quién  ze  burla? 

Valle  Yo  me  entiendo. 

Triq  .  Pos  yo  no. 

Valle  ¡Pos  avive  usté  er  Sentío!  (Retírase  de  la  ventana.) 

Triq.  Pero  oiga  usté,  prenda...  ¡La  mare  e  Dios! 

(Fuera  de  sí.)  ¡Mardita  zea  la  quina!  ¡Ar  pri- 
mé probé  que  me  encuentre  lo  dejo  zeco!  ¡Y 
ar  primé  guazón  que  me  hable  de  esta  niña 
lo  dejo  zeco!  ¡Y  ar  primé  pamplinozo  que 
me  estorbe  lo  dejo  zeco!  ¡Y  á  to  er  que  ze 
me  ponga  por  delante  lo  vi  á  deja  zeco!... 
¡Zólo  que  antes  vi  á  di  á  mi  caza  á  zecarmc; 

yo,  que  estoy  chorreando!  (Vase  precipitada- 
mente por  la  izquierda  ) 


—  35  — 


CUADRO  TERCERO 

Patio  de  una  casa  de  vecindad.  Dos  puertas  al  foro,  de  las  habita- 
ciones de  Valle  y  seña  Josefa.  A  la  izquierda  del  actor,  ea  primer 
término,  la  puerta  de  la  de  Ramos,  y  en  segundo  término  la  es- 
calera. A  la  derecha,  el  portón  que  conduce  á  la  calle  y  la 
puerta  del  cuarto  de  Antonia,  en  primero  y  segundo  término 
respectivamente.  Corredor  del  piso  principal  á  lo  largo  del  foro, 
con  baranda  de  madera  pintada.  Dentro  de  algunos  aros  sujetos 
á  ella,  macetas  de  distintos  tamaños  con  flores.  Dos  puertas.  En 
medio  del  patio  un  pozo,  alrededor  de  cuyo  brocal,  formado  por 
una  barandilla  de  hierro,  hay  también  algunas  macetas.  A  la 
puerta  de  todos  los  cuartos  varias  sillas,  y  una  inmediata  al  pozo. 
Junto  al  portón  un  farol  encendido. 


ESCENA  XXI 

VALLE,  SEÑA  JOSEFA,  ARACELI  Y  REPOSO 

^Araceli  y  Reposo  pasean  cogidas  del  brazo  y  Valle  sale  violentamente 
de  su  cuarto  seguida  de  la  seña  Josefa.) 

Jos.  ¿Me  quiés  acaba  e  desí  lo  que  te  ha  pasao  en 

la  ventana? 

Valle         ¿Me  quié  usté  deja  en  pá,  señora? 

Jos.  ¡No,  que  no  quieo  dejarte! 

Arac.  ¡Cuidao  con  los  perritos  rabiosos,  seña  Jo- 
sefa! 

Valle  Oye,  ¿y  á  tí  quién  te  da  vela  en  este  en- 
tierro? 

Rep  Yama  á  tu  padre  que  es  munisipá. 

Arac  .  No  hase  farta  que  venga  mi  padre  pa  defen- 
derme á  mí. 

Valle  Es  claro;  con  que  vengan  los  novios  que  tie- 

nes en  artivo  servicio,  ¡sran  parada! 

Arac.  Me  basta  con  uno  que  está  fresco. 

Valle  Tii  si  que  estás  fresca,  si  te  lo  has  yegao  á 
cieé. 

Arac.         ¿P]so  es  envidia? 

Valle         ¿envidia,  porque  quiés  coge  lo  que  yo  dejo? 


—  36  — 
ReP.  (Llevándose  á  Araceli  hacia  la  calle.)  VaDQOS  á  buS- 

cá  á  tu  padre  que  es  munisipá. 
Valle  ¡Adió?,  reló  de  repetisión! 

AraC.  (Yéndose  con  Reposo.)  Probesija,  está   tocá  del' 

sentío. 
Valle         Y  tú,  ¿no  estás  tocá? 
Jos.  ¡A  vé  si  te  cayas,  que  tienes  una  lengua  mu 

larga! 
Valle  ¡Mejó  pa  mí! 

Jo? .  ¡Ave  María,  qué  genio  vas  echando! 

Valle  ¡Er  que  me  da  la  réalísima  gana! 

Jos,  ¡Pos  anda  y  que  te  den  servesa!  (Metiéndose  en 

su  cuarto.)  ¡Vas  á  acabá  conmigo! 


ESCENA  XXII 

valle  y  ANTONIA 
Ant.  (Asomándose  á  su  puerta.)    PerO,  oiga  USté,  ¿efto 

es  una  casa  esente  ó  es  un  corra?  ¿No  sabe 
usté  que  mi  marío  está  malo  y  que  no  pué 
con  la  cabesa  de  carga  que  la  tiene? 

Valle         ¿Y  tengo  yo  la  curpa? 

Ant.  ¿Qué  quié  usté  desí,  so  argofifa? 

Valle  ¡Lo  que  usté  ha  entendió,  so  estropajo! 

Ant.  ¡Voy  á  darle  la  untura  ar  probesito  y  sargo 

á  que  me  repita  usté  epo!  (vase ) 

Valle         ¡Sarga  usté  cuando  se  le  antoje! 


ESCENA  XXIII 


valle  y  RAMOS.  Al  final  PEPE  LUIS 

Ramos         (por  ei  portón )  Pero,  Vaye,  mujé,  ¿qué  bicho 

te  ha  picao? 
Valle         ¿Otro? 
Kamos         (Huyendo  )  ¡No  vayas  á  atenta  contra  la  jus- 

tisia,  valía  de  que  eres  serso  debi! 
Valle  ¿Debi?  (Desafiándoio  con  fiereza )  ¡Pruebe  usté  á 

vé  si  es  debi!  ¿Usté  no  ha  visto  nunca  á  un 

guindiya  roa  n  do? 
Ramos         Yo  lo  que  no  he  visto  nunca  es  una  criatura 


—  37    - 


Valle 
Ramos 


Valle 

Ramos 
Valle 
Ramos 
Valle 
Ramos 


V^albe 
Ramos 


Pepe 
Ramos 


tan  bonita  como  tú  te  pones  enfurruña.  Si 
no  mirara  por  la  seriada  de  mi  uniforme,  te 
ganabas  un  abraso  ahora  mismo. 
¿Y  usté  sabe  lo  que  se  ganaba? 
Una  gofetá  de  cueyo  güerto.  Por  eso  no  tf 
doy  el  abraso.  Porque  á  un  cuarquiera,  le 
pegan  una  gofetá. .  y  árnica;  pero  se  la  pe- 
gan ar  Munisipio  en  persona...  y  ¡la  irnu- 
niinia! 

Pos  como  no  se  largue  usté  pronto...  irno- 
minia  vamos  á  tené. 

Pa  irnominia  lo  que  á  mí  me  han  dicho. 
Arguna  invensión. 
Que  ya  no  te  importa  na  Pepe  Luis. 
No,  señó,  no  me  importa.  Y  á  usté  menos. 
Chs...  chs...  Déjate  di  una  mijita.  A  mí  mtt 
importa  mas  e  lo  que  tú  piensas...  porque  lo 
voy  á  casa  con  mi  Araseli. 
¿A  quién? 

A  Pepe  Luis.    (Valle  lomira  con  furor.)   (¡Cásca- 

ras!  ¡qué  manera  e  mirarme!)  Con  Dios, 
mujé,  que  te  alivies.  [Y  bate  cuenta  de  que 
no  he  dicho  na!...  Y  cuidaíto  con  los  escán- 
dalos,¿me  oyes?  que  mi  mujé  ha  salió  ..  y  yo 
no  tolero  en  la  casa  más  escándalos  que  los 

suyos.  (Vase  hacia  la  calle.  En  la  puerta  detiene  á 
Pepe  Luis  que  llega.)    Hola.    ¿No  haS  visto  á  mi 

pimpoyo"? 

Sí. 

Pos  no  te  arrimes  á  esa  otra,  que  está  que 

muerde.  (Se  va.  Valle  se  sienta  en  primer  término.) 


ESCENA  XXIV 


valle   y   PEPE    LUIS 


Pepe  (Acercándose  muy  despacio  á  Valle.)  Soy  yo.  No  te 

asustes.  (Valle  le  vuelve  bruscamente  la  espalda  y  ma- 
nifiesta desasosiego.)  Vamos,  ¿te  enfadas  porque 
no  te  he  dao  las  güeñas  noches,  verdá?  Pos 
si  no  es  más  que  eso,  güeñas  noches,  (pausa.) 
¿Ni  por  esas  me  miras?  Mujé,  yo  creo  que 
cuando  uno  se  presenta  como  las  personas. 


—  38  — 


Valle 
Pepe 


Valle 
Pepe 


Valle 

I'epe 


Valle 
Pepe 


Valle 
Pepe 


Valle 


se  le  debe  contesta  si  saluda...  ¿No?...  Pos 

déjalo.  (Nueva  pausa.)  Eccucha:   ¿has  hablao 

mucho  con  Frasquito? 

(con  ira.)  De  nadie  armito  burlas,  ¿oyes  tú? 

y  tuyas  menos  que  de  nadie.  Vete,  que  no  te 

quieo  ni  vé. 

Mu  pronto  voy  á  dirme,  y  va  á  sé  pa  un 

rato.  Porque  yo  no  sé  si  te  habrán  dicho  que 

he  desidío  meterme  fraile. 

(con  desprecio.)  ¡Qué  grasioso! 

¿Te  base  grasia  de  veras?  Menos  má...  Sa- 
brás que  esta  noche,  sólito  como  la  una  en 
mi  cuarto,  agarré  y  me  dije:  «Pepe  Luis,  ya 
que  la  mujé  á  quien  tú  querías  no  te  cmiere, 
métete  fraile,  y  despídete  der  mundo.»  Y 
como  pa  mí  to  er  mundo  eres  tú,  aquí  me 
tienes  de  despedía. 
Güeno,  pos  dale  expresiones  al  pr;ó. 
Atiende,  presiosa.  ¿Ni  siquiera  que  me  atien- 
das merezco?  Ya  que  yo,  por  mi  mala  cabe- 
sa,  me  veo  privao  de  tu  queré,  quieo  pone 
de  mi  parte  to  lo  posible  pa  que  el  hombre 
que  tenga  la  fortuna  de  que  tú  le  sepiyes  la 
ropa,  feea  dirno  de.  di  tan  bien  sepiyao...  Yo 
sé  que  tu  agüela  se  ha  empeñao  en  casarte 
con  Chicharito.  ¿No  es  verdá?  Güeno.  Chicha- 
rito  tiene  este  arto,  (indicando  muy  poca  estatura.) 

Pero,  mírame,  prenda...  Este  arto,  ya  digo. 
Es  un  hombre  que  esta  en  abreviatura...  Sa- 
les con  é  corgao  der  braso,  y  en  vé  de  tu  ma- 
río  va  á  párese  que  yevas  er  canasto  pa  di  a 
la  compra. 

(Con  menos  aspereza  que  hasta  aquí.)    ¿Y  es  CSO  to 

lo  que  tienes  que  desirme? 

Tú,  escucha  y  caya.  A  Chicharito,  además,  le 

veo  yo  otro  inconveniente:  er  coló.  ¡Er  coló, 

no  te  rías! 

No,  si  no  me  río. 

Me  había  querío  párese.  Tú  eres  morenita, 

mu  morenita:  Chicharito  es  diez  veses  más 

moreno  que  tú...  Se  casan  ustedes,  y  en  vé 

de  niños  víin  á  resurta  onsas  e  chocolate. 

(Sonriéndose  y  levantándose.)  ¿Pero  tÚ  has  venio 

aquí  á  quearte  conmigo? 


—  39   ~ 


N'aLLE 


Pepe 

V'ai  LE 
Pepe 


Pepe  ¡Várgame  Dio?,    rntijp,   qué   cosas  tienes!... 

No  me  negaras  que  de  tos  los  protegíosde 
tu  agüela,  er  mejó  es  Chicharito;  ¡porque  miá 
que  Sebastián  er  sastre!...  Aqueyos  tres  hur- 
tos e  la  cabesa  no  puen  pasa;  paese  er  pro- 
be  una  carambola  e  reunión...  Y  luego  es 
una  risa  un  hombre  que  en  luga  de  nué 
tiene  un  asenso,  subiendo  y  bajando  to  er 
día. 

Pero,  ¿á  qué  te  cansa»,  si  esas  son  chocheses 
e  mi  agüela?...  ¿Por  qué  no  me  hablas  de 
Triquitraque? 

Porque  temo  que  me  deje  zeco  si  se  entera, 
y  porque  me  cof  ta  que  no  lo  quiés  pa  na. 
¿Crees  tú  que  no  lo  quiero? 
Como  que  lo  yaraaste  pa  darme  seles,  cuan- 
do yo  te  los  di  con  Araseli.  Ya  ves  tú  si  es- 
toy enterao.  En  resumías  cuentas,  sala:  que 
yo,  como  fraile  y  como  persona  y  de  toas 
maneras,  te  aconsejo  que  de  casaite  con  ar- 
guien,  te  capes  conmigo.  ¿Qué  contestas  a 
eso? 

Valle  Que  no  quisiea  más  que  podé  sonarte  como 
si  fueas  un  duro:  pa  convenserme  de  que 
suenas  á  plomo. 

Pepe  No,  mujé;  la  plata  es  de  ley,   créeme   á  mí; 

sino  que  tengo  hoja. 

Valle  Conque  hoja,  ¿verdá? 

Pepe  Si  tú  lo  sabes...  (fogiéndoie  una  mano.)  Ven  acá, 

por  los  ojos  e  tu  cara,  ya  que  he  lograo  des- 
arrugarte un  poco  ese  entresejo  tan  bonito, 
y  vamos  á  habla  como  dos  personas  que  se 
quieren  de  veras. 

Valle  Una...  pué  sé;  pero  la  otra 

por  ahí  estos  seis  días? 

Pepe  Bien     pues  presumirlo: 

mundo. 

Valle         ¿Y  no  habíamos  quedao  en  que  yo  era 
mundo  pa  tí? 

Pepe  Serrana,  es  que  hay  dos  mundos:  er  viejo... 

y  er  nuevo  que  descubrió  Colón.  Er  nuevo 
eres  tú,  y  der  viejo  me  he  despedío  pa 
siempre. 

Valle         No  te  creo. 


..  ¿Qué  has  hecho 
despedirme    der 


er 


—  40  — 

Pepe  ¿Que  no  me  crees?  Pero  ¿tú  no  sabes,  vari- 

ta e  nardos,  lo  que  hemos  tratao  mi  padre  y 
yo?  Pos  óyeme  bien,  y  asércate  á  mí,  y  míra- 
me de  una  vé  frente  á  frente...  que  aunque 
son  las  nueve  e  la  noche  va  á  pareserme  que 
sale  er  só...  Er  probé  viejo  no  pué  ya  con  la 
brega  e  los  pájaros,  y  me  ha  dicho  que  si  yo 
me  hago  un  hombre  forma  me  regala  er 
puesto.  De  mo  que  cuenta  ya  conque  er 
puesto  es  mío.  O  nuestro,  si  quiés  tú.  Ya  con 
er  puesto  e  pájaros  se  pué  viví...  Nos  casa- 
mos tú  y  yo...  ¡ole!  y  en  la  luna  de  mié  ¡nos 
comemos  tos  los  pájaros  fritosl 

Valle  (soltando  la  risa.)  (¡Pero  qué  sombra  tiene!...) 
Y  luego  ¿qué  nos  vamos  á'  hasé? 

Pepe  ¡Luego...  Dios  dirá!  En  teniéndote  yo  á  tí  á 

la  vera  mía,  ¡vengan  terren:otos  por  horas, 
como  las  funsiones  der  teatro!... 

Valle  Güeno,  güeno,  güeno,  no  te  entusiasmes. . 
¿Y  si  después  de  casao  te  sale  ar  paso  argu- 
na  de  esas  con  quien  te  han  visto  estos  días 
atrás? 

Pf.pe  ¿a  mí?  Con  ninguna  mujé  han  podio  verme. 

V^alle  Hos  te  han  visto  con  una. 

Pepe  En  to  caso  me  habrán  visto  con  dos...  Con 

dos  señoras  que  me  preguntaron  por  la  caye 
e  la  Pimienta.  Las  demás  son  calurnias,  que 
me  dejan  lo  mismito  que  estaba.  Porque  la 
caliirnia,  ¿sabes  tú?  viene  á  sé  como  el  agua 
clarita,  que  no  mancha  si  no  hay  porvo  de- 
bajo. 

Valle         ¿Y  esta  vé  no  lo  hay? 

Pepe  ¡Y  aunque  lo  haiga,  mujé!  ¡Déjate  de  histo- 

rias! No  me  guardes  renco.  ¿No  te  he  dicho 
ya  que  de  ese  mundo  viejo  me  he  despedío? 
¡Pos  á  viví  en  er  nuevo!  Vamos  á  aposta 
cuár  de  los  dos  quié  más  al  otro,  que  por  la 
gloria  e  mi  mare  que  gano  yo  la  apuesta. 

Valle         ¿A  que  no? 

Pepe  ¿Vas  tú  á  ganarla?  ¿Me  perdonas  der  to? 

Valle  ¿No  te  he  de  perdona,  si  pa  deja  yo  de  per- 
donarte y  de  quererte  sería  menesté  que  Pe 
te  cayera  la  campaniya  y  te  quearas  raúo, 
grandísimo  piyo? 


-    41   — 


Pepe 

Valle 

Pepe 


Valle 
Pepe 


Valle 
Pepe 


Valle 
Pepe   ' 


jPos  está  bien  agarra,  y  hay  labia  pa  rato! 
¡Pos  cariño  pa  rato  habrá  también! 
(Rebosando  alegría.)  ¡Ole  la  grasia  e  Diosr;Viva 
tu  mare,  y  tu  pare,  y  siete  generasiones  pa 
atrás,  y  otras  siete  pa  alante,  y  bendita   sea 
hasta  la  hora  en  que  te  conosi,  que  tuve  más 
suerte  que  er  gato  de  una  casa  rica! 
¿Te  vas  á  gorvé  loco? 

¡Lo  que  voy  ahora  mismo  es  á  levanta  de 
patiyas  á  to  er  mundo,  y  á  arma  aquí  un  ja- 
leo que  hasta  las  piedras  der  patio  van  á  salí 
bailando  seguiriyas! 
¡Y  las  primeras  van  á  sé  las  mías! 
¡Ningunas  mejores!  ¡Conque  arsa  ya  por  tus 
paliyos,  que  en  cuanto  tú  hagas  así   con   los 

braSOS,  (Levantándolos  como  si  fuese  á  bailar  )    me 

va  á  párese  que  repican  á  gloria! 
¡Pa  mí  ya  han  repicao  hase  un  rato! 

¡Ole  los  manojitoS  e  flores!  (Éntrase  Valle  en   su 
cuarto  corriendo.) 


ESCENA  XXV 

PEPE  LUIS,  ANTONIA,  qne  sale    y   entra;  luego   TRIQUITRAQUE; 
después,  sucesivamente,  VECINOS  y  VECINAS,  ARACKLI,  REPOSO, 

Valle  y  seña  josefa 


Pepe  (Yendo  de    un    lado  á  otro  y    llamando.)    ¡Autonifi! 

¡Niñas!  ¡A  vé  si  se  anima  la  gente! 

Ant.  (Asomándose  á  su  puerta.)  ¿Qué  hay? 

Pepe  Que  quieo  que  me  preste  usté  la  guitarra  e 

su  marío,  pa  arma  aquí  ahora  mismo  un  ja- 
leito  probé. 

Ant.  ¿y  quién  le  ha  dicho  á  usté  que   yo   tengo 

humó  de  jaleos?  ¿No  sabe  usté  que  mi  ma- 
río se  muere? 

Pepe  Señora...  ¡qué  Pe  ha  de  morí!    ¡No  se  haga 

usté  ilusiones! 

Ant.  ¡Ay,  por  Dios,  vaya  una  ocurrencia! 

Pepe  Déjese  usté  de  cuentos  y  venga  la  guitarra 

ya,  que  apenas  er  señó  Juan  la  oiga  da  un 
sarto  en  la  cama  y  se  pone  giieno. 


—  42  - 

Ant.  Voy  á  ponerle   Ja   cataplasma  y   sargo   en 

seguía. 

Pepe  (a  Triquitraque,  que  viene  de  la  calle.)    ¡Hombre! 

¡Yegas  que  ni  de  encargol 
Triq.  ¿Te  aludes  á  mí? 

Pepe  ¡Se  me  ha  metió  en  la  cabesa  alegra  este  pa^ 

tio,  que  paese  un  sementerio! 
Triq.  Pos  cuenta  conmigo,  aunque  estoy  más  que 

mao  que  er  zó. 
Pepe  ¡Esto  marcha  á  to   escape!   ¡A  vé!   ¿Dónde 

se  han  metió  las  prinsesas  de  este  palasioV 

(Llamando.)  jAraselí!  ¡Refugio!    ¡María  Pepa! 

(Asómanse  algunos   vecinos  y    vecinas    al    corredor.) 

¡Bajen  ustés!...  En  la  caye  también  hay  mu- 
chachas... (Llamando  desde  la  puerUi.)  ¡NiñaS, 
aquí  toas,  que  hay  que  canta  y   baila  hasta 

que  amane¿ca!  (Por  la  escalera  y  la  puerta  de  la 
calle  salen  vecinos  y  vecinas.  Con  estas  últimas  vienen 
Araceli  y  Keposo.)  * 

Música 

Coro  ¡Viva  quien  tiene  alegría 

y  caliá 
pa  mete  á  la  gente  en  fiesta 

con  volunta! 
Ya  tenemos  esta  noche 

la  juerga  arma, 
pa  que  luzca  er  que  la  tenga 

su  habiliá. 
La  que  menos  de  las  niñas 

sabe  baila, 
y  er  que  menos  de  los  mosos 

sabe  canta. 

Hablado 

Jos .  (saliendo  con  Valle.)  (Er  demonio  de  Pepe  la  ha 

güerto  der  revés.) 
Ant.  (saiiendocon  una  guitarra.)  Aquíestá  la  guitarra. 

Pepe  Pos  venga,  y  á  baila  hasta  la  fin  der  mundo. 

Arac.  (¿Se  han  arreglao  estos  dos?) 

Ant.  Voy  á  darle  la  pirdora  á  Juan.  (vase.  siéntanse 

Valle,  seña  Josefa  y  algunos  vecinos  y  vecinas.) 


43  — 


ESCENA   ULTIMA 

DICHOS,  RAMOS,  SEÑÓ  MANUEL  y  MOSQUITO 
Ramos  (Por  el  portóu,  con  los  dos  últimos.)    ¿No   lo    dÍJ6? 

¡Ya  está  er  patio  que  arde! 
Man.  a  la  paz  e  Dios. 

Varios         Güeñas  noches. 
MosQ.  ¡Siga,  siga  la  fiesta! 

Pepe  Conque,  niñas,  á  vé  si  bailamos  esas  segui- 

riyas. 
Ramos         ¡Eso,  seguiriyas,  que  es  lo  que  á  mí  me  en- 

siende  la  sangre! 
Man.  ¿Quién  va  á  bailarlas? 

TriQ.  (Con  resolución,  señalando  á   Valle.)    Esta   mOCita 

y  yo. 

Pepe  ¿Qtn^?  (a  vaiie.)  (Tú  no  bailas  más  que  con  - 

migo.) 

Valle  ¡Ay,  Triquitraque,  fci  usté  supiera  que  se  me 

ha  torsío  un  pie!...  Baílalas  tú  con  Frasqui- 
to, Reposo. 

Triq.  (¡La  mare  e  D¡5s!  ¡No  ze  me  cuaja  na  esta 

noche!) 

Rep.  (sauendo  á  bailar.)  Yo  no  sé  baila,  pcio  sc  hará 

loque  se  puea. 

Pepe  ¿No  has  de  sabe,  presiosa?...  Andando,  que 

yo  voy  á  toca  y  á   canta...  (siéntase.  Sale    Anto- 
nia. Pepe  Luis  canta  y  toca  la  guitarra.    Algunas  mu- 
chachas  tocan  las  castañuelas.    Los   demás   vecinos   y 
vecinas  llevan  el  compás  con  las  palmas  ) 
(Cantando-) 

La  que  no  tenga  novio 

que  á  bailar  sarga, 
que  yo  sé  que  bailando 

novio  se  saca. 

La  que  lo  tenga, 
si  no  baila  su  novio, 

que  se  esté  quieta. 

Ramos  (Tirando  el  kepis  á  los  pies  de  Reposo  )  ¡Ole!  ¡Has- 

ta el  Ayuntamiento  se  descompone  viendo 
estas  cosáis! 

MosQ,  ¡Ole!  ¡Viva  mi  barrio! 


_    44  - 

Man.  ¡Vamos  á  la  eegundal 

Un  vecino  ¡Bien  por  la  pareja! 

Otro  ¡Bien  por  er  cantaó! 

Ant  .  Voy  á  darle  la  friega  á  Juan. 

Pepe  La  puntiya  es  lo  que  va  á  darle.  —\k  la  otra, 

á  la  Otral  (cantando.) 

Para  encontrá  pareja 

de  seguiriyas 
s'ha  menefíté  una  carga 
de  simpatía?. 
Que  no  hay  morena 
que  baile  con  un  moso 
si  no  le  peta. 
Ramos         ¡Ole,  saleritos  ahí! 
Triq.  (¿Qué  quié  ziniñcá  eza  copla?) 

Man.  ¿Se  ha  fijao  en  la  coplita  er  bailaó? 

MosQ.  ¡Que  jate  cabos  er  bailaó! 

Pepe  ¿Qué  dise  á  eso  er  bailaó! 

Triq  .  (Amostazado.)  ¡Er  baüaó  le  va  á  rompe  la  cara 

á  uno! 
Pepe  Hombre,  se  me  figura  que  eso  es  habla  de- 

masiao. 
Triq  .  Es  que  zi  tú  has  cantao  eza  coplita  con  ze- 

gunda,  yo  no  te  lo  conziento. 
Valle  Pos  lo  menos  la  ha  cantao  con  tersera  ó  con 

cuarta.  (Algunos  se  ríen.) 

Triq  .  ¿Qué?  ¿Pero  es  que  estoy  yo  haciendo  aquí 

un  papé  farzo? 
MosQ.  ¡Mepaese! 

Triq.  ¿Quién  ha  dicho  me  paece,  que  lo  vi  á  deja 

zeco? 
Pepe  Lo  ha  dicho  Mosquito,  pero  me  lo  ha  quitao 

á  mí  de  la  boca. 

Triq  .  ¡Pos  ahora  verás!  (saca  una  navaja  y  la  abre.  Las 

mujeres  gritan.  Los  hombres  tratan  de  sujetarlo.) 
Pepe  (Echando  mano  á  una  silla.)  ¡P03  Verás  ahora! 

Valle  (poniéndose  entre  ambos.)  ¡Déjalo,  Pepe  Luis! 

Ramos         ¡Aito  á  la  justisia! 

Man.  ¡Muchacho!  (sostienen  unos  á  Pepe  Luis  y  otros   á 

Triquitraque.) 

Mosq.  ¡No  te  pierdas,  Pepiyol 

Triq.  ¡Zortarme,  hace  er  lavó! 

Jos.  ¡Virgen  de  los  Reyes! 

Arac.  ;No  correrá  la  sangre,  no  hay  cnidao! 


45 


Ramos 


Triq. 
Iíamos 
Pepe 
Ramos 

Pepe 
Ramos 

Triq. 
Pepe 

Triq  . 

Valle 

Triq. 

Arac. 

Pfpv 
Ramos 


Pepe 
Arac. 

Pepe 


Ramos 
Triq. 


Valle 


[Arto  á  la  justisia,  canela!  (con  energía.)  ¡Tú, 

Triquitraque,  guárdate  esa  navaja!  ¡Tú,  Pepe 

Luis,  suerta  esa  siya! 

Es  que... 

¡Ya  te  estás  cayandol 

Si  no  fuea  por... 

¡Y  tú  también,  ó  vais  los  dos  á  la  casij^a! 

¡Miá  que  yo  no  me  caso  con  nadie! 

Lo  creo:  tienes  de  sobra  con  tu  mujé. 

(Aparte  á  Pepe  Luis.)  (No  me  hagas  reí,  que 

estoy  en  funsiones.) 

¡La  mare  e  Dios!... 

Son  cosas  e  ia  vía,  Triquitraque.  To  te  ha 

pasao  por  meterte  donde  no  te  yamaban. 

Tampoco  lo  ziento  gran  coza.  Ya  me  yama- 

ránen  otros  laos. 

Este  siempre  tan  fino. 

Niña,  usté  zí  que  es  más  fina  que  un  cora. 

(a  Ramos.)  Padre,  ya  ha  visto  usté  cómo  me 

ha  plantao  este  granuja. 

Mujé,  yo  sólo  te  había  dao  argunas  broncas. 

Más  que  por  na  lo  siento  porque  yo  contaba 

contigo  pa  que  me  mataras  á  dijustos  á  mi 

mujé. 

No  le  apures:  otro  sardrá. 

Esta  misma  noche  me  ha  pedio  relasiones 

en  serio  er  porvorista  de  ahí  ar  lao. 

Pos  miá  tú,  ese  le  conviene  á  tu  padre.  ¡A 

vé  si  estando  un  día  tu  madrasta  sola,  vuela 

la  casa!  (Risas  generales.) 

¡Checa  ahí;  tú  me  has  comprendió! 
,^Otra  esgracia:  tengo  yo  ca  gorpe  que  patz- 
co  un  martiyo,  y  naide  ze  ríe.  Y  en  cuanto 
este  guazón  abre  la  boca...  ¡ya  está!) 

(ai  público,  señalando  á  Pepe  Luis.) 

Ya  que  ha  conseguío 
er  perdón  de  su  padre  y  su  novia, 
danos  tus  aplauso.",  y  siga  la  racha 

de  su  güeña  sombra. 


FIN 


Madrid,  Agosto,  1897 


OBRHS  DE  LOS  MISMOS  flUTOlíES 


Esgrima  y  amor,  juguete  cómico.  f2.a  edición.) 

Belén,  12,  principal,  juguete  cómico. 

Oilito.  juguete  cómico-lírico.  (2.a  edición.) 

La  mrdia  naranja,  juguete  cómico.  (2.*  edición.) 

El  tío  de  lajliufa,  juguete  cómico.  (2.*  edición.) 

El  ojito  derecho,  entremés.  (3.a  edición.) 

Xa  reja,  comedia  en  un  acto.  (3.a  edición.)  • 

La  bttena  sombra,  sainete  en  tres  cuadros,  con  música.  (6.a  edi  - 
ción.) 

El  peri  grino,  zarzuela  cómica  en  un  acto. 

La  viíla  intima,  comedia  en  dos  actos.  (3.a  edición.) 

Zios  borrachos,  sainete  en  cuatro  cuadros,  con  múi-ica.  (2.a  edi- 
ción.) 

El  chiquillo,  entremés,  (ó.a  edición.) 

Las  casas  de  cartón,  juguete  cómico. 

JEl  traje  de  luces,  sainete  en  tres  cuadros,  con  música. 

Fl  patio,  comedia  en  dos  actos.  (3.a  edición.) 

jBZ  motete,  entremés  con  música,  (2.a  edición.) 

El  estreno,  zarzuela  cómica  en  tres  cuadros. 

Los  Galeotes,  comedia  en  cuatro  actos.  (:í.a  edición.) 

Jm  pena,  drama  en  dos  cuadros.  (2.a  edición.) 

La  azotea,  comedia  en  un  acto. 

El  género  ínfimo,  pasillo  con  música. 

El  nido,  comedia  en  dos  actos.  (2.*  edición.) 

Las  fiares,  comedia  en  tres  actos. 

Lios  piropos,  entremés. 

El  fiechazo,  entremés. 

El  amor  en  el  teatro,  capricho  literario  en  cinco  cuadros,  pró- 
logo y  epílogo. 

Abanicos  y  panderetas  ó  ¡A  Sevilla  en  el  botijo!  humorada  sa- 
tírica en  tres  cuadros,  con  música. 


La  dicha  ajena,  comedia  en  tres  actos  y  un  prólogo. 
Pepita  Reyes,  comedia  en  dos  actos. 
Los  meritorios,  pasillo. 
L  a  zahori,  entremés. 

La  reina  n>ora,  ««alnete  en  tres  cuadros,  con  música.  (2.^  edi- 
ción.) 
Zaragatas,  saínete  en  dos  cuadros. 
La  zagala,  comedia  en  cuatro  actos. 
La  contrata,  apropósito. 
El  amor  que  pasa,  comedia  en  dos  actos. 
■  El  mal  de  amores,  saínete  con  mxísica. 
El  nuevo  servidor,  humorada. 
Mañana  de  sol,  paso  de  comedia. 
Fea  y  con  gracia,  entremés  con  música. 
La  aventura  de  los  galeotes,  adaptación  escénica  de  un  capí- 
tulo del  Quijote. 
La  pitanza,  entremés. 


serafín  ,  JOAQUÍN  ÁLVAREZ  QUINTERO 


EL  PEREGRINO 


Z&RZÜELA  CÚMICA 


EN   UN   ACTO,   DIVIDIDO   EN   DOS    CUADROS 


VIGENTB  GÓMEZ  ZARZUELA 


'-^(^m^- 


MADRID 

FLORENCIO  FISCOWICH,  EOITOB 

(Sucesor  d*  Hijos  de  Á.  &ullén) 

PEZ,  40  -ÜFICIN\S:  POZAS,  2,  j.* 
1899 


EL  PEREGRINO 


Esta  obra  es  propiedad  de  sus  autores,  y  nadie  po- 
drá, sin  su  permiso,  reimprimirla  ni  representarla 
en  España  ni  en  los  países  con  los  cuales  haya  cele- 
brados, ó  se  celebren  en  adelante,  tratados  interna- 
cionales de  propiedad  literaria. 

Los  autores  se  reservan  el  derecho  de  traducción. 

Los  comisionados  de  la  galeria  lírico-dramática 
titulada  EL  TEATRO,  deD.  FLOEENCIO  FISCO- 
WICH,  son  los  exclusivamente  encargados  de  conc«- 
der  ó  negar  el  permiso  de  representación  y  del  cobro 
de  los  derechos  de  propiedad. 

Queda  hecho  el  depósito  que  marca  la  ley. 


EL  PEREGRINO 

ZARZUELA  CÓMICA 

EN  UN  ACTO,  DIVIDIDO  EN  DOS  CUADROS 


libro   de 


SERAFÍN  <  JOAQUÍN  ÁLVAREZ  QUINTERO 


Ml'SICA     DE 


VIGENTE  GÓMEZ  ZARZUELA 


Estrenada  en  el  TE  ATEO  DEL  DUQUE,  de  Sevüla,  el  6  de 
Mayo  de  1898 


MADRID 

R.  Velasco,  impresor,  Marqués  de  Santa  Ana,  20 
Teli/oio  número  ¡ji 

1899 


—  6  — 

y  á  olvidarme  me  convida 

de  la  vida 

militar. 
Todos  Y  hoy,  ya  libre,  bajo  el  cielo 

y  en  el  suelo 

que  air  o  yo, 
digo  pestes  del  servicio 

que  de  quicio 

me  sacó. 
¡Dios  permita  que  reviente 

el  teniente 

coronel, 
y  que  críe  dinamita 

la  garita 

del  cuartel! 


Ant.  (Por  ]a  izquierda,  también  de  licenciado  y  con  galo- 

nes de  cabo.) 

]  Pararse,  muchachos, 
bebamos  dos  copas 
á  la  salusita 
de  las  güeñas  mosasl 
¡Ventero,  ventero! 

(Saie  éste  á  la  puerta  del  ventorrillo,  rase  al  oír  ln 
siguiente  frase,  y  á  poco  vuelve  á  sf lir  con  vasos  de 
vino,  que  beben  los  licenciados  mientras  canta  An to- 
nudo.) 

¡Yo  pago  una  ronda! 
Coro  Pues  viva  tu  rumbo, 

y  siga  la  broma, 

y  ten  la  guitarra, 

y  témplala  y  toca. 

Y  á  ver  si  te  oimos 

cantar  unas  coplas 

«á  la  salusita 

de  las  güeñas  mosas.» 
Ant.  Pues  venga  ar  momento, 

y  aya  van  dos  coplas 

á  la  salusita 

de  las  güeñas  mosas. 

(Coge  una  guitarra  y  se  dispone  á  cantar.) 


7  — 


Anda  ya  y  repica  á  gloria 
campanita  de  la  torre, 
que  voy  á  ver  á  mi  novia. 


Coro  Repica  á  gloria 

campanerito 
de  la  parroquia. 


Ant.  Es  mi  reina  mi  morena, 

y  de  servir  ar  rey  dejo 
para  servir  á  mi  reina. 


Coro  Yo  también  tengo 

mi  reinecita 
dentro  del  pecho.  (Vase  ei  Ventero.) 


Valen  las  rubias  un  tesoro 

y  las  morenas  valen  más. 

¡Tienen  gracia  por  arrobas! 

¡Por  quintales  tienen  sal! 
Coro  )       ¡Vivan  rubias  y  morenas, 

Ant.  '       la  alegría  del  lugar, 

y  vamos  pronto  en  busca  de  ellas, 

compañeros,  hacia  allá! 

(Todos,  menos  Antoñnelo,   se  encaminan  á  la  derecha 
y  ee  alejan  cantando.) 

Yo  voy  loco  de  contento, 

yo  reviento 

de  placer, 
porque  el  día  que  esperaba 

y  anhelaba 

logro  ver... 

Mablado 

Ant.  Vayan  ustés  con  Dios.  Hasta  la  vista.  Voy 

á  vé  lo  que  debo,  (ai  ir  á  entrar  en  el  Tentorrille 
sale  áotlllo  de  él,  y  ambos  se  detienen.) 


—  8  — 
ESCENA  n 

ANTOÑUELO   y   BOTILLO. 
SoT.  (Declamando  distraído.) 

Pues  muerte  aquí  te  daré, 
porque  no  sepas  que  sé 
que  sabes  flaquezas  mías... 

¡Antoñuelo! 

Ani.  ¡Soliyo!  ¿tú?  ¿Te  has  güerto  loco? 

SoT.  ¿Cómo  te  va? 

Ant.  Me  va  bien.  Y  tú,  ¿cómo  lo  pasas? 

SoT.  Que  sea  enhoi-abuena,  señor  licenciado. 

Ant.  ¿Qué  liases  por  estos  arrabales? 

SoT.  Te  !o  diré,  porque  es  difícil  que  lo  aciertes. 

Desde  que  traspasé  mi  barbería  de  Zarago- 
za ando  metido  á  empresario  teatral  de  tres 
por  un  cuarto,  y  voy  de  continuo  de  aquí 
para  allá,  recorriendo  todos  estos  pueblos 
aragoneses. 

Ant.  ¿Hablas  en  serio,  Sotiyo? 

SoT.  Como  lo  oyes.  Mi  familia  forma  casi  toda  la 

compañía:  mi  suegro,  mi  suegra,  mi  mujer 
— que  es  la  .primera  actriz — mis  cuñados, 
mis  chiquillos...  Se  reparte  una  obra:  pues 
mi  SHegro  hace  el  barba,  mi  suegra  hace  la 
barba... 

Ant.  y  tú,  ¿no  hases  na? 

SoT.  Yo  hago  de  todo.  Soy  empresario,  represen- 

tante de  la  empresa,  director  artístico,  au- 
tor, actor,  pintor,  apuntador,  segundo  apun- 
te, tramoyista,  jefe  de  la  claque  y  director 
de  orquesta. 

Ant.  ¡Sopla!...  Y  dime,  güeña  piesa,  ¿tienes  mu- 

chos chiquiyos  ya? 

SoT.  No;  hasta  ahora  no  tengo  más  que  ocho.  Me- 

nedemo,  que  es  el  primero  de  la  dinastía, 
Eutiquiano,  Amandino,  Filadelfo,  Nemora- 
to,  Vitálico  y  Magnisio,  que  son  gemelos,  y 
Onesífero,  que  es  el  chiquitín... 


—  9  — 

Ant.  (¡Cámara,  qué  nombres!   ¿P'n  dónde  le  ha- 

brán bautisao  los  niños  á  éste?)  ¿Y  son  tos 
varones? 

SoT.  Todos.  Niña  solo  tuve  una:  Tirifila. 

Ant.  ¿Tiri...  qué? 

SoT.  Tirifila.  Se  murió  á  poco  de  bautizada. 

Ant.  (¡No  podía  menos!) 

SoT.  Pero  es  particular  que  siendo  todos  varones 

salgan  más  bien  á  su  madre  que  á  mí.  El 
corte  de  cara,  la  subida  de  ojos,  el  modo 
de  rascarse...  Todo,  todo  es  de  ella.  Mío  tie- 
nen muy  poco. 

Ant,  ¡Mira  que  er  modo  de  rascarsel...  Veo  que 

er  cambio  de  ofitio  no  te  ha  variao  el  humó. 
No  hay  quien  te  dé  una  pena. 

SoT.  Ni  falta,  querido  Antoñuelo.  Y  á  tí,  ¿quén  te 

la  da,  con  el  canuto  de  licenciado  en  el  bol- 
sillo y  cansino  ya  de  tu  tierra? 

Ant.  Pos  sin  embargo  estoy  más  quemao  que  las 

ánimas. 

SoT.  Tú  dirás  por  qué. 

Ant.  y  de  este  pueblo  no  me  voy  como  no  me 

vaya  bien  acompañao. 

SoT.  ¡Hola,  hola! 

Ant  ¿Te  acuerdas  de  aqueya  Maruja,  más  boni- 

ta que  una  onsa  de  oro,  con  quien  en  Sara- 
gosa  entré  en  relasiones? 

S  jT.  Sí;  que  por  cierto  tenía  un  tío  muy  bruto... 

criado  de  un  marqués  ó  de  un  duque... 

Ant.  Cabá.  Ese  duque  ó  ese  marqués,  le  dio  á 

ese  tío  la  plasa  de  jardinero  y  guarda  de 
aqueya  finca  que  ves  ayí...  (señalando  hacia  la 
derecha.)  y  ayí  vive  con  mi  morena  desde 
liase  dos  meses. 

Sot,  (Declaniancio.) 

Allí  está...  dadme  el  laúd... 
En  Irova  triste  y  llorosa, 
en  endecha  lastimosa... 

Ant.  ¿Si,  eli?  Pa  versitos  está  este  cura.  ¿Tú  no 

sabes  que  er  viejo  se  ha  empeñao  en  casarla 
con  un  hijo  suyo  que  vive  ahora  en  Amé- 
rica, y  que  á  mí  no  me  pué  vé  ni  pintao? 


—  10  - 

SoT.  No,  no  sabía  nada. 

Ant.  Pos  ya  lo  fcabes.   Y  aquí  me  tienes  que  no 

sé  cómo  componérmelas  pa  habla  de  ocur- 
tis  con  la  muchacha  y  cantarle  aqueyo  de: 

Vente  conmigo  y  haremos 
una  chosita  en  er  campo 
y  en  eya  nos  meteremos. 

SoT.  ]Bah!  Por  poco  te  apuras.  Yo  te  prometo  re- 

solverte el  conflicto. 

Tel.  (Dentro  gritando )  [Ay,  ay,  ay!... 

HoT.  ¿Qué  es  eso? 

Ant.  ¿Quién  auya? 

Tll.  ¡Ay,  ayl 

SoT.  Si  es  allí,  que  le  están  dando  una  paliza  á 

uno. 

Ant.  Es  verdá...  Vamos  á  defenderlo...  (vanse  co- 

rriendo por  la  derecha,  y  vuelven  á  salir  poco  después 
con  Telesforo,  que  viene  molido  á  palos,  con  el  traje 
manchado  de  merengue  y  un  cucurucho  apabullado 
en  la  mano.) 


ESCENA  III 

DICpOS    y    TELESFORO 

aEL  (Llevándose   la  mano  á  distintas  partes   del  cuerpo  j 

dando  alaridos.)  ¡Ahí...  ¡oh!  ..  ¡uhl... 

Ant.  ¡Hombre,  vaya  por  Dios! 

Tel.  Señores,  tantas  gracias. .   Yo  siento  en  el 

alma...  ¡ah'...  siento  en  el  alma...  ¡ah!... 

SoT.  ¿Qué  en  el  alma?   ¡en  el  cuerpo  es  donde  lo 

siente  usted!... 

Ant.  Pero,  ¿habráse  visto  mayó  cobardía?...  ¡Tres 

hombres  contra  uno! 

Tel  ¿Tres? 

Ant.  ¡Tres! 

Tel,  No,  es  que  yo  creía  que  eran  más.  Si  me  lo 

dice  usted  antes,  me  los  como.  A  mí  me  pa- 
recieron diez  ó  doce...  ¡Ah!...  Y  á  todo  esto 
sin  expresarles  mi  gratitud...  Permítame 
usted  que  le  abrace,  señor  licenciado...  (va  á 


—  il  — 

abrazarlo,  y  estorbándoselo  el  cucurucho,  se  lo  da  á 
Solillo.)  HáganiG  usted  el  favor...  (Abraza  á  An- 
toñuelo  y  coge  nuevamente  el  cucurucho,  que  le  en- 
trega e1  propio  Ar.toñue!o  cuando  trata  de  abrazar  á 
Sotillo,  y  que   vuelve  á  coger  después.)    GraciaS... 

A  usted  también  debo...  Hágame  usted  el 
favor...  Gracias... 

SoT.  (iQwé  combinaciones!) 

Ant.  y  ahora  explíquenos  u.«té,   si  gusta,  lo  que 

le  ha  susedío... 

Tel.  ¡Claro  que  sil  ¿Cómo  negar  á  mis  salvado- 

res?... ¡Ah!...  (Bsja-do  la  voz.^  Oigan  ustedes. 
En  este  pueblo  son  muy  brutos...  Ustedes 
serán  forasteros,  ¿eh? 

HoT.  Sí,  señor. 

Tel.  Pues  son  muy  brutos. 

Ant.  ¿Cómo? 

Tel.  Digo  los  del  pueblo.  Y  el  más  bruto  de  to- 

dos vive  allí.  (Señalando  hacia  la  derecha.) 

Ant.  ¿A.yí?  A  vé,  á  vé... 

Tel.  y,  cosas  de  este  mundo,  tiene  una  sobrina... 

que  ¡hasta  allí! 

Ant.  ¿Hasta  donde,  compadre?  (¡Se  trata  de  Ma- 

rnja!) 

SoT.  (Haciendo  .«cñas  á  Artoñuelo.)  Déjalo  que  Siga. 

Tel.  Es  una  criatura  ideal.  Junto  á  ella  el  dulce 

de  huevo  palidece.  Les  advierto  á  ustedes 
que  yo  S03'  confitero. 

Ant.  Ya,  ya  lo  hemos  conosio... 

Tel.  A  verla  iba  con  este  cucurnchito  de  meren- 

gues ..  Porque  es  mi  sistema  de  conquistar» 
¿sabe  usted?  Se  rae  muestra  una  esquiva: 
pues  una  docenita  de  merengues;  continúa 
desdeño.^a:  dos  docenitas  de  merengues; 
prosigue  el  desvio:  tres  docenitas  de  meren- 
gues...  Y  así... 

Ant.  ¿Hasta  que  le  da  un  cólico? 

Tel.  ¡Oh!  Tengo  yo  mucho  partido,  no  crea  usted. 

SoT.  ¡Lo   que  debe  usted   detener  son  muchos 

merengues! 

Ant.  (Este  es  tonto  ) 

Tel.  a  lo  que  iba.  Llego  hace  poco  allá  seguro  de 

que  el  señor  .Juan,  el  tío,  estaba  de  caza;  me 
cuelo  en  el  jardín,  sale  Marujita,  le  ofrezco 


—  42  — 

el  cucurucho^  y  cuando  rne  decía  que  no  lo 
aceptaba — porque,  eso  .«í,  disimula  pérfida- 
mente la  pasión  que  le  inspiro... 

Ant.  ¿La  disimula,  eh"? 

Tel.  Plaf,  plaf,  plaf,  se  oye  el  pisar  de  la  jaca  del 

otro  cafre.  Y  allí  fué  troya.  Que  dónde  te 
metes,  que  dónde  me  n:eto..  que  me  va  á 
reventar...  hasta  que  se  me  ocurrió  escon- 
derme dentro  de  una  pila  que  hay  en  una 
rinconada  del  jardín,  y  que  no  sé  por  qué 
está  seca  hace  días...  Entra  bramando  el  se- 
ñor Juan,  olfatea,  huele  los  merengues...  se 
huele  que  yo  los  he  llevado...  y  yo  me  huelo 
lo  que  iba  á  caer  sobre  mí ..  Efectivamente: 
se  va  como  un  hipnotizado  á  la  pila,  me  saca 
de  ella  por  el  cogote  á  tiempo  que  llegan  los 
ganapanes  que  ustedes  han  visto,  y  va  y  les 
dice:  ¡Eh!  ¡á  perra  chica  pago  el  palo!.. 
Caen  sobre  nú  como  la  langosta...  y  á  buen 
seguro  que  se  han  ganado  cien  realitos  uno 
con  otro... 

SoT.  Cierto  que  ha  sido  un  pie  de  paliza... 

Ant.  jUna  mano  e  palos!... 

Tel.  ¿Qué  mano  ni  q'.é  pie?  ¡Ha  sido  una  paliza 

de  cuerpo  entero! 

Bqt.  ¡Bah!  En  esas  palizas  está  la  salsa  de  las 

aventuras. 

Tel.  Pues  las  prefiero  en  seco...  Que  le  den  á  us- 

ted salsa  á  diario... 

SoT.  A  mí,  no;  que  se  la  den  á  usted,  que  va  por 

las  tajadas... 

Tel.  Lo  que  más  me  duele  de  todo,  salvóla  salsa, 

es  que  se  me  haya  estropeado  con  los  meren- 
gues este  traje  de  lana  dulce... 

Ant.  To  será  qv.e  sea  un  poco  más  durse  la  lana... 

Tel.  Por  cierto,  señores,  que  qniero  demostrarles 

á  ustedes  mi  agradecimiento  convidándolos 
á  tomar  unos  vasos  de  vino. . 

SoT.  (Frotándose  las  manos.)  No  esperaba  yo  menos 

de  usted... 

Tel.  y  que  para  luego  es  tarde.  ¡Ventero!  ¡ven- 

tero! (Va  á  hi  puerta  del  ventorrillo,  sale  el  Ventero 
y  hablan  bfjj  los  dos.  Mientrns  tamo,  Sotillo  y  Anto- 
ñuelo  sostienen  aparte  el  dialogo  que  sigue.) 


—  íá  — 

Ant.  Ahora  más  que  nunca  nesesito  habla  coi> 

Maruja. 

SoT,  Confia  en  nci.  Se  me  ha  ocurrido  un  plan  so- 

berbio. Yo  mismo  voy  á  convencer  á  ese  se- 
ñor Juan  de  que  te  debe  casar  con  ella. 

Ant.  Será  difisi. 

SOT.  Ya  lo  verás.  (Vase  cl  ventero  y  vuelve  al  prcecenio 

Telesforo.) 

Tel,  Ahora  nos  serxirán  ese  vinillo. 

SoT.  Muchas    gracias.  .    (Hubiera    preferido   un 

arroz  con  pollo.)  De  manera  que  tenemos  en 
usted  al  primer  conquistador  de  la  comarca. 

Tel.  Algo,  algo...  En  fin,  como  prueba,  voy  á  con- 

tarle á  usted... 


ESCENA  IV 

DICHOS  y  el  VENTERO 
VeNT  .  (saliendo  con  una  bandeja  llena  de   vasos   de  vino,) 

Aquí  está  1:í  gracia  de  Dios. 
Tel.  Bebamos,  pues,  (cada  mo  coge  un  vaso  y  beben^ 

volviendo  a  dfjurlos  en  la  bandeja.) 

Vent.  Ni  en  palacio  lo  prueban  como  este. 

Ant.  Sí  que  es  superió. 

SoT.  Riquísimo. 

Vent.  Pues  de  salud  sirva,  señores. 

Tel.  Oigan    ustedes     (Le   da   á   cada   uno  otro  vaso  de 

vino,  y  él  coge  otro  psra  si.)  Es  tanta  }'  tan  gran- 
de la  impresión  que  yo  causo  en  el  sexo- 
débil,  que  en  punto  á  hacer  conquistas  na 
hay  quien  me  ponga  el  pie  delante.  Hacfr 
dos  ó  tres  días  que  han  llegado  á  este  pue- 
blo unos  cómicos  de  la  legua... 

SoT.  ¿Sí?  ¿Y  qué? 

Tel.  (Bíijando  la  voz  y  con  misterio  )  ¡Que  ya  me  en- 

tiendo con  la  primera  actriz! 

SoT.  ¡Caracoles!   (Se  bebe  de  un  trago  el  vino   y  pone  el 

vaso  en  la  bandeja.) 

Ant.  ¡Ca'ac<)le.«l  (uace  lo  mismo.) 

Tel.  ¿Qué  ocurre? 

Sor.  ¡Que  yo  soy  su  marido! 

Tel.  ¡Caracoles!    (Bebe   y  hace  lo  que   los  otros.   Luego 


—  i4  — 

traía  de  huir:  Sotillo  le  persigue,  Antoñuelo  persigue 
á  Sotillo  y  los  ires  dan  vueltas  en  torno  del  Ventero, 
que  no  sabe  qué  hacer  ) 

SoT.  ¡Y  que  le  voy  á  romper  á  usted  un  alón! 

Tel.  ¡Car  coles!  ¡Salsa,  salsa  tenemos! 

Ant.  Vaya,  no  perderse  ninguno. 

Tel.  Comprenda  usted  que  yo...  (jEsta  es  la  mía!) 

(Vase  corriendo  por  la  derecha.) 

SoT.  ¿Y  se  me  va  sin  un  mal  garrotazo?...  Aguar- 

da un  momento...  (corre  tras  Tclesforo.) 

Ánt.  ¡Espera!...  ¡Y  dise  que  tiene  un  plan  mar- 

níficol.  .  No  se  me  escape...  (corro  tras  sotiiio.) 

Vent.  ¡Eh!  ¡eh!  ¡recontrai  Pero  ¿quién  paga  el  gas- 

to? ¡Eh,  eh,  eh!  (corre  t:as  Antoñuelo.) 


FIN   DEL   CUADRO   PRIMERO 


C  "C7-A.  3D  3R,  O      S  E  O- Tjr  ÍT  ID  O 

Jardín  de  la  casa  en  que  vive  el  señó  Juan,  situada  en  las  inmedia- 
ciones del  pueblo.  Tapia  al  foro  cubierta  de  hiedra,  con  verja  de 
entrada  en  el  centro,  que  tiene  campanilla  y  cadena  para  lla- 
mar. A  la  izquierda  del  actor  la  fachada  anterior  de  la  casa: 
puerta  grande,  á  la  que  dan  acceso  algunoei  escalones,  y  dos  ven- 
tanas altas  sin  rej».  Junto  á  la  primera  de  estas  una  escalerilla 
de  mano.  A  cada  lado  de  la  puerta  y  á  conveniente  altura  un 
farol.  Delante  de  la  tapia  macetas  con  flores.  Varias  sillas  toscas. 
,  Es  de  noche.  Lqs  faroles  de  la  casa  están  encendidos. 


ESCENA    V 

MARUJA 

Música 


Yo  no  sé  qué  te  pasa, 

corazón  mío, 
que  el  llanto  y  la  tristeza 

das  al  ovido, 

y  jugueteas 


—  lo- 
cóme si  no  supieses 
lo  que  son  penas, 
y  alegre  saltas 
como  cuando  tu  dueño 
conmigo  hablaba... 


Yo  no  sé  si  presientes, 

cuando  así  juegas, 
que  el  fin  de  tus  pesares 

debe  estar  cerca, 

y  satisfecho 
quieres  prestarme  un  poco 

de  tu  contento, 

para  que  goce 
mientras  no  viene  el  dueño 

de  mis  amores... 


Corazón  mío, 
la  ausencia  es  aire 
que  apaga  el  fuego  chico 
y  aviva  el  grande. 


ESCENA  VI 

MARUJA,  SEÑÓ  JUAN  y  PERICO 

Hablado 

Juan  (Dentro  )  ¡Maruja,  Maruja! 

Mar.  ¡Estoy  aquí,  tíol  ¡en  el  jardínl 

Juan  (saliendo  de  la  casa.)  Pues  te  andaba  yo  bus 

cando  por  allá  dentro. 
Per.  (por  la  derecha.)  Señó  Juau,  ¿hay  que  hacer 

alguna  cosa  de  urgencia?  Porque  si  no  me 

largo  ahora  mismo. 
Juan  ¿Has  llenao  3'a  la  pila  como  te  encargué? 

Mar.  Apuesto  á  que   está  todavía  sin   gota  de 

agua. 
Per.  ¡Toma,  sin  gota  de  agua  está  desde  hace 

días!...  Pero  es  porque  tengo  que  llénala... 

Si  no  tuviera  que  llénala...  ya  estaría  llena... 


—  Ib  — 

y  estando  llena...  ¡claro  que  no  tendría  yo 
que  llénala!  ¿Tú  me  eniiendesV 

Mar.  El  que  no  te  entiendes  eres  tú.  Saca  agua 

más  que  aprisa  y  pon  la  pila  hasta  los  bor- 
des, que  liay  que  regar  las  flores  al  instante. 

Juan  Y  que  evitar  que  vuelva  á  meterse  en  ella 

el  confitero. 

Per.  (Riéndose.)  ¡.Jú,  jú!.,    ¡La  gracia  que  me  hizo  á 

mí  que  se  encontrase  usté  al  confitero  den- 
tro de  la  pila!... 

Mar.  Pues  no  sabes  tú  la  gracia  que  le  hizo  al 

confitero. 

Juan  Bueno,  déjate  de  historias.  Anda  á  tu  obli- 

gación. 

Per.  ¡Toitico  hay  que  hacerlo  aprisa  en  esta  casal 

(Vase  muy  despacio  por  la  derecha.) 


ESCENA  VII 

MARUJA,  SEÑÓ  JUAN  y  SOTILLO 

Mar.  Ese  demonio  de  Perico  no  se  encuentra  bien 

más  que  durmiendo. 

SoT.  (Aparece  en  la  verja  del  foro  liiisfrazado   de   peregrino 

y  llama.) 

A  la  paz  de  Dios. 
Juan  ¿Kh? 

Mar.  ¿Qué? 

Joan  ¿Quién   es?...    Abre,  chica.  (Maruja  lo  hace  y  en- 

tra Sotillo  dejando  la  verja  eutcrnada.) 

SoT.  ¿Puedo  pasar,  hermanos? 

Juan  A<lelante. 

Sor.  (Yo  pensé  que  no  me  dejarían  pasar  con  esta 

faclui.)  Perdonen,  ¡oh,  hermanos  míos!  si 
con  mi  inopinada  presencia  vengo  á  turbar 
el  sosiejio  de  esta  santa  casa. 

Juan  Aquí  estamos  tos  pa  servirle,  señor  pere- 

grino. 

Mar.  Siéntese. 

SoT.  (¡Vaya  si  es  linda  la  criatura!) 

Juan  Tome  una  silla. 

SoT.  Gracias,  (a  Maruja )  ( Yo  no  soy  yo:  ¡yo  soy  un 

enviado  de  Antmuelo!) 


—  il  — 

Mar.  (¡Virgen  del  Pilar!) 

SoT.  (8  litándose )  Ya  requiere  mi  cuerpo  algún  des- 

canso. 

Juan  ¿Y  para  dónde  bueno  camina  su  mercé? 

Sor.  Para  .   para  el  polo  Norte. 

Mar.  (¿Qtiiéii  será  este  peine?)  Y  ¿á  qué  va  al  polo 

Ni'i'te,  hermano? 

SoT.  ]'rob;ihlenjente  á  helarme 

Juan  Eso  del  pulo  ax*^  un  poco  más  arriba  de  Al- 

cubit-rre,  ¿no  es  verdad? 

ScT.  per  ahi,  per  ahí... 

Mar  (Qniíáiidcle  ei  botd.in,  que  dejnrú   ií    nu    l«do.)  Pero 

df  me  acá  su  niercé  la  piai.  no  le  incomode. 

SoT.  Entre  las  i)lancas  nieves  de  aquellos  aparta- 

dos luirares  líay  un  santnnrio  escondido,  al 
qtie  he  hecho  voto  de  visitar  Hace  (juince 
(lias  que  salí  de  mi  pobre  ermita,  situada  en 
la  mas  alta  cumbre  de  Despeñaperros,  don- 
de pasóla  misertble  vida  enteramente  con- 
sagrado al  Altísim(\ 

Mar.  ¡Toma!  ;Y  tan  altít>imo! 

Juan  jComo  que  es  •  es  vivir  hecbo  una  cigüeña! 

Sor.  Hfclio  una  cigüeña:  c  balmeute.  Y  dígame, 

hermano:  ^^tendria  usted  en  su  casa  un  jer- 
gón disponible,  donde  pueda  descansar  este 
mísero  cuerpo  hasta  que  alumbre  el  dia? 

Juan  ¡Miá  jergón!  ,Cinco  camas  tengo  yo  pa  su 

m'-rcé! 

SoT.  Gracias.  No  duermo  masque  en  una. 

Ma?..  Pero  se  le  pueden   pmer   los  colchones  de 

todas,  y  a>í  no  pierde  su  mercé  la  costumbre 
de  estar  en  alto. 

SoT.  ¡Jé.  jéi  Tiene  buen  humor  la  mocita.  ¿Es 

hija  de  uste<l? 

JuvN  [Al  contrario! 

SoT.  ¿Usted  es  hijo  suyo? 

JuA.v  Ñ<»,  señor,  tío. 

Sur.  ¡i'ues  no  veo  la  contrariedad  por  ninguna 

])arte! 

Mar  .  Una  cosita  se  le  está  ocurrien<lo  á  la  sobrina. 

Sdt.  Algo  bueno  será,  como  si  lo  viera. 

Mar.  El  señor  peregrino,  antes  de  retirarse  á  dor- 

mir, digo  yo  que  querrá  comer  alguna  friole- 
rilla... 


—  i8  — 

SoT.  (suspirando  con  Intimo    rozo  )    (Me    ha    COnooido 

en  la  cara  que  tengo  liambre.)  Mi  voto  es 
tan  estrecho  que  ííóIo  me  permite  catar  cier- 
tos y  determinados  manjares...  ¿estamos? 

Mar.  Yo  pensaba  servirle  unas  cu-mtas  lonjitas 

de  carne... 

SoT.  Distingo.  ¿Es  carne  de  membrillo  la  que  me 

ofrece? 

Mar.  ¡Quiá  de  membrillo!  ¡Mechada! 

Sor.  Perfectamente.    Por()ue  santo   3'   bueno   es 

evitar  líts  tentaciones  de  la  carne,  pero  de  la 
carne  mechada,  de  ninguna  manera. 

Mar.  (Vo  voy  á  soltar  la  risa.)  Luego,  un  poquito 

de  jamí^n  no  vendrá  mal... 

SoT.  ¿Jamón?  Distingo.  ¿Es  Jamón  de  la  tierra? 

Juan  ¡Acá  no  lo  gastamos  del  ciel(M 

SoT.  Es  que  si  fuese  inglés,  ni  olerlo  podría. 

Juan  ¿Cor  qué  no? 

SüT.  Portjue  lo  natural  es  que  fuera  un  jamón 

protestante. 

Mar.  ¿Protestante? 

SoT.  Al  menos  no  sería  muy  católico. 

Mar.  ¿De  suerte  que,  siendo  del  país,  tampoco  le 

están  vedados  los  Jimones?... 

SoT.  Tampoco.  Las  jamonas  ya  son  harina  de 

otro  costal. 

Mar.  Le  pondré  también  unos  entremesicos...  y  de 

postre  un  poco  de  dulce  de  inievo. 

SoT.  Distingo.  Los  huevos  serán  de  gallina,  ¿ver- 

dad, joven? 

Juan  (Aigo  am«.siHzuio.)   ¡Otra!   Pues   ¿de   qué   los 

come  su  mercé  allá  en  sus  alturas?  ¿de  ci- 
güeña, quizás? 

SoT.  No,  señor;  de  gallina,  de  gallina.  Eso  iba  á 

decir:  que  si  son  de  gallina  puedo  aceptar  el 
dulce  sin  reparo  alguno. 

Juan  ¡Ah,  ya!  Y  de  bebidas,  ¿qué  prefiere,  vino  ó 

agua? 

SoT.  Distingo:  las  dos  cesas. 

Juan  Bueno,  muchacha,  prepara  la  mesa  en  un 

vuelo  y  pon  en  ella  de  to  lo  que  hay.  \\'a. 
algo  tiene  señó  Juan  su  despensa  tapiza  con 
chorizos  y  con  jamones! 

SoT.  ¡Esos  son  tapices! 


—  49  - 

Juan  Llama  á  Perico  pa  que  te  ayude. 

Mar.  Vuy  ahora  mismo.  (Llamando.)  ¡Perico! 


ESCENA  VIH 

DICHOS   y   PERICO 

Per.  (Por  la  derecha.)  Ea,  ya  está  la  pila  rebosando 

agua...  Mu  tresquila  que  sale... 
Mar.  Ven  coninigo. 

Per.  ¿Ande  vanjos  á  di?   (Reparando    en  Sotillo  y  gri- 

tando.) ¡Buena  noches! 

SoT.  (sorpren.hdo."  ¡Muy  buenas! 

Per.  (¿a  que  viene  este  eí^panta  pájaros  á  darme 

qiie  hacéV) 

Mar.  \'ani0S  al  comedor.   (Entra  en  la  casa  seguida  de 

Perico.) 

SoT.  Vaya  usted  con  Eios,  princesa. 

Juan  (¡Uediez!   ¡qué   peregrinico   más   espabilaol 

(Siénií-se.) 

ESCENA  IX 

SOTILLO  y  SEÑÓ  JUAN 

SoT,  Ks  un  pedazo  de  g'^latina  esa  ehicuela.  Y,  á 

propó.^ito:  ¿no  piensa  el  hermano  en  casarla? 

Juan  ¿No  lii  de  pent^ar?   ¡8i  esa  sería  mi  mayor 

gloria!  Casarla  bien,  y  verme  el  día  de  ma- 
ñana con  cuatro  ó  cinco  retoñicos  á  la  vera. 

SoT.  ¡Ah!  los  pequeñines  son  su  encanto,  pero 

dan  muchísima  guerra  generalmente. 

Juan  ¡Qué  guerra  han  de  dar! 

SoT.  ¡Dígamelo  usté  á  mí  que  tengo  ocho! 

Juan  ¡Ave  María  l'urísimal 

Sor.  Que  tengo  ocho...  no  me  ha  dejado  usted 

concluir...  que  tengo  ocho...  hermanos...  con 
ocho  hijos  cada  uno...  Total:  ocho  por  ocho, 
sesenta  y  cuatro  sobrinitos.  Conque  ya  ve 
usted  si .. 

Juan  Muchos  me  paicen. 


—  20  ~ 

SoT.  Bien;  siguiendo  con  la  muchacha:  ¿tiene 

novio? 

Juan  Hasta  cierto  punto,  pero  como  si  no...  (Si 

este  me  ayudase  á  convencerla  ..)  Miste:  á 
ella  le  tiran  los  pantalones  coloraos:  Ja  gen- 
te de  tropa. 

SoT.  ¿Sí,  eh? 

Juan  Él  primer  novio  que  le  salió  fué  un  cabo  que 

era  muy  borrachín  y  to  el  di u ero  se  lo  gasta- 
ba en  juergas 

SoT.  Seria  un  cabo  de  gastadores. 

Juan  Justanxnte  Y  ahora  efeta  encapricha  con  un 

sinvergüt-nza... 

SoT.  ¿Cabo  también? 

Joan  También. 

Sor.  Bueno,  ¿y  usted  qué  hace? 

Juan  |Atarcabí'8!¿qué(iUÍeresumercéqneyohaga? 

Pero  llevo  n.'Uy  á  mal  el  noviiíjn  ese.  Porque 
si  á  ella  se  le  ha  puesto  entra  ceja  y  ceja  ca- 
sarse con  el  melitiir,  á  mí  se  me  ha  pue^to 
casarla  con  un  hijo  mío  que  esU  en  el  otro 
mundo.  Y  á  cabeza  dura  no  hay  quien  me 
gane. 

SoT.  Wal  becho.  Las  naturales  inclinaciones  no 

deben  torcerse.  (Ki  ¡ifñor  Juan  traía  constanlomen- 
te  i'.e    interrumpir  á  .Soiil  o,    y   éste  no  le  <l«rj'i  )  ¿Le 

gusten  los  pantalones  (^oioradi  s?  ¡pue«  pan- 
talones colorados!..  ¡Respetemos  ante  todo 
los  capricbos  del  amor  terreno!...  [No  hay 
mejor  partido  que  un  cabo  que  lleve  con 
gracia  el  uniforn:e,  aunquen<>  tenga  vergüen- 
za ninguna'..  ¡Que  e.»-!)  está  por  veri...  ¿Se 
quieren?  ¡pues  que  se  (íasen!  .  ¡Yo  procura- 
ré que  se  casen!.  .  ¡Y  se  casaran!...  (Echando 
bendiciones.)  ¡Ya  están  casadosl 

Juan  (¡Pues  me  ha  salió  el  tiro  j)()r  la  culata!..  Ha- 

bleujos  de  otra  co'-a.'  Bien  está,  >eñor  pere- 
grintí;  pero  ¿po  le  parece  á  su  mercé  que 
tania  mucho  Maruja? 

Sor.  Sí,  sí  me  parece  que  tarda  demasiado. 

Juan  Ct)n  su  pernjiso,  voy  á  ver.  .  Vuelvo  al  ins» 

tante.  (ai    entrHren  la  cat^a  en-lamn.)  (¡Se  ConOCe 

que  salió  de  la  ermita  con  toa  la  cuerda.) 


—  21  — 
ESCENA  X 

SOTILi  O  y  ANTOSOELO 

SoT.  (Lcv«n!á:irto8e.)  Pues,  señor,  esto  marcha  como 

una  seda.  Aliora  me  pongo  yo  de  acuerdo 
con  .NJarnJH,  y  cuando  el  viejo  esté  eu  siete 
sueños  y  verga  el  otro  ..  (Aparece  AMtoñuclo  en 
la  veja  mirrtii'U)  rt  celoso  áEcia  adentro.)  PerOjCülIel 

¡si  el  otro  ya  está  aquí! 
Música 

Por  la  virgen,  querido  AntoñueJo, 
no  te  atislte  y  descubra  un  soplón... 

(Con  el  lemor  de  ser  sorpreudido  va  y  vlcue  de  la 
puerta  de  la  casa  á  la  verja,  dotidc  permauece  Anto- 
üueU.) 

Ant,  La  impasiensia,  Sotiyo,  me  mata, 

por  sabe  si  so}'  ya  venstdó. 

SoT.  V'iento  en  popa  camina  el  asunto, 

y  no  p::edo  decirte  ahora  más, 
a  no  ser  que  tu  linda  Maruja 
rae  parece  una  chica  ideal. 


Ant.  SoHyo  del  arma, 

!íi  venses  ar  fin, 
te  juro  por  eya 
que  me  ha.-^es  feliz. 

SoT.  Y  vo  te  aseguro, 

simpar  Antoñuelo, 
que  me  han  ofrecido 
man  jai  es  sel^-otos, 
y  (pie  ^>ioy  febiñl .. 
pues  ya  el  olorcdlo 
me  da  en  la  nariz. 
Vete,  por  tu  vida; 
,  mira  que  si  no 

pierdes  tú  la  novia 
y  la  cena  yo. 


—  n  — 

Ant.  Bien  está  que  te  atraques  de  todo; 

pero  güeno,  Sotiyo,  e.s  tíinil)iéa 
que  en  er  vino  te  pondas  á  raya, 
no  descubras  borracho  er  pat-té. 

SoT.  Ya  sé  yo  lo  que  tengo  que  hacerme, 

y  descuida,  Antoñuelo,  por  un, 
que  el  desquite,  si  bebo  por  uno, 
yo  lo  busco  engullendo  por  mil. 


Ant.  Pues  mucha  prudensia 

y  mucho  vató, 

y  pesquis  y  labia 

y  mala  intensión, 
SoT,  Adiós,  y  procura 

después,  cuando  vengas, 

tener  ese  ))esquis 

y  aun  esa  prudencia 

qu3  exiges  de  mí, 

ó  pésimamente 

saldremos  de  a(pii. 

Vete  más  que  aprisa. 
Ant.  Quédate  con  Dios  (vdse  corriendo.) 

SoT.  Que  me  encuentre  el  lío 

como  en  ora<;ión. 
(siéntase  en  actitud  de  recogimiento  ^ 


ESCENA  XI 

SOTII.LO  y  SEÑÓ  JUAN 

lla1>lado 

Juan  (saliendo  de  la  cas  .)  ¡Oiga!  ¿Se  ha  dormido  eí 

hermano? 
SoT.  No,  señor;  oraba  en  silencio. 

Juan  Pues   la   mesa  ya   esta   dispuesta,   conque 

cuando  gu!-te  su  mercé  .. 
SoT.  (¡Si  yo  pudiera  llevarme  en  esta  manga  algo 

para  mis  chiqnitinesl...) 
Juan  Qué,  ¿no  se  anima? 

SoT.  (Levaniándose.)  TrubajiUo  me  cuesta;  no  crea 


—  '23  — 

usted.  .  Me  .isaltan  tales  temores  de  que- 
brantar el  voto... 

Juan  ¡Otra  (]ué  Diosl  Déjese  de  melindres.  Hay 

que  tener  la  manga  un  poco  más  ancha. 

Sor.  ¿Mas  anchaY  ^Aludiendo  á  la  suya.)  No  es  preci- 

so: me  l)asta  con  esta. 

Juan  ¡J*^,  je!  ¡Qvié  cósicas  se  trae  el  hermanol 

So  r.  (¡Ptieá  si  tú  supieras  las  costeas  que  se  piensa 

llevar!...) 


ESCENA  XII 

TELESFORO    y    PERICO 

TeL.  (Por  el  foro  con  una  carte  y  un  CTictinicho  de  meren- 

gues maycr  que  el  que  saca  en   el  primer  cuadro.  Lla- 

uiHudo  en  voz  buj-i.)  ¡l'eiico!...  jPerico!...  Quiera 
Di.js  que  no  esté  en  la  calle.  Kntremos,  ¡qué 
diablol  Veo  que  el  amor  nue  protege ..  íáin 
duda  á  Marujita  le  dio  el  corazón  que  yo 
vendría  y  d-jó  entornada  la  verja...  (^Avanza 

con  m.i<'ha  cautela  hacia  el  prosceiiit).)  Sin  embar- 
go, hoy  ha  y¡do  mal  día  para  mi...  Trímero, 
el  ^eñó  Juan  me  'fucontró  en  esa  endemonia- 
da pila,  (H.ñuiaiKio  hbcia  la  derecha.'  y  por  encar- 
go t'Uyu  me  molieron  á  palos,  ün  vano  traté 
üe  dir^culparme...  Kl  no  tiene  más  argumen- 
U^!<  (jue  sus  puños,  y  como  ton  mucho  más 
débiles  mis  argUUJentoS...  (Mostrando  les  pu- 
ños.) con  tíos  ó  tres  razones  en  las  narices  me 
convenció  en  seguida.  Luego,  el  cómico  rae 
dio  una  carrera  en  pelo,  que  me  río  yo... 
Digo,  no,  no  me  río...  ¡qué  he  de  reirmel 
Gracias  a  muo  de  su  furia  me  libré  por  ¡lies... 
Tero,  vamos  al  grano.  En  esta  carta  le  pro- 
pongo á  Maruja  que  se  fugue  conmigo  esta 
mitsuja  noche.  Y  se  fugara...  La  señal  de  que 
accede  será  que  ponga  luz  en  esas  ventanas. 
Si  viniera  Terict)...  ^Se  acerca  ncohiso  a  la  puerta 
do  lacsa  y  vuelve  a  llamaren  voz  bitja.)  ¡Pericol... 
¡Perico!...  jl'eriq  lete!...  ¡Sal  en  un  periquetel 
¡Htniíbre,  aquí  sale!  Me  he  salvado. 
Per.  (^Siiieudo  de  la  casa.)  ¿Quíéii  anda  aquí? 


—  24  — 

Tbl.  ¡Chssss!.  .  calla. 

Pkr.  ¡Otra!  ¡El  confitero! 

Tel.  i'  hissss!...  no  seas  bruto.  Oye,  ¿se  han  reco- 

gido yn? 

Per.  Vhii  á  recotrcrse. 

Tel.  Entá  bien:  toma  una  peseta.  (Es  un  perro 

chico,  p¡  ro  de  noche  todos  l<>8  gatos  son  par- 
dos. Y  los  perros  también.) 

Per.  GraciMS. 

Tel.  y  toma  adetnás  esta  carta  y  este  cucurucho 

y  llévaselos  á  Alaruja  á  su  alcolia. 

Per.  y  hi  ella  se  ha  acostao  ya,  ¿se  ios  doy  á  su 

tioi> 

Tel.  No  seas  bárbaro,  hombre. 

Per.  ¡Jú,  jú!... 

Tel.  y  cuidadito  con  lo  que  se  hal)la.  Ten  pa- 

ciencia, que  el  resultado  de  todo  esto  pronto 
lo  bal>rás. 

Per.  Sí;  será  que  te  den  otra  paliza. 

Tel.  ¿Paliza  á  mí?  Tú  vtrah  eoiro  no  vuelven  á 

decir  en  el  pueblo  que  soy  lion  l»re  lie  pocas 
agallas...  ¡Brrrrrr!.  .  ¿No  te  parece  á  tí  que 
por  n: is  venas  corre  sangre  de  tijjre? 

Juan  (nentr",  gritnido.)  [.Maruja,  Maruja! 

Tel.  ¡Horror!  ¡El  señó  Juan  se  acerca! 

Per.  ¡.lú,  jú! 

Tel.  ¡Huyamos! 

Juan  (coiko  ames)  ¡Maruja! 

Tel.  ¡Dios  de  Israell  ¡<jue  viene!  (Trop?z»ndo  en  ia 

tapiH.)  ¡Ayl  ¡Me  he  desbarat:ido  la  nariz!  (vasa 

curriendü  por  la  verja.) 


ESCENA  XIII 

PERICO 

|Jú,  jú'...  Me  gusta  el  tigre  ..  Vamos  á  ir 
apagando  los  faroles...  (Mientras  lo  b^c,  con 

•ayuíla  i\e   la  esoalerDla,  habla  lo  qne  sig:ie.1    Y    este 

es  el  quinto  enc:;rgn  que  me  da...  Y  lo  pien- 
so cumplir  cono  l(»s  otros...  I^os  merengues 
había  de  tirarlos  el  señó  Juan,  y  la  carta  se 
la  había  de  guarda  ^Maruja  sin  léela...  Pues 


—  25  — 

me  gURrdo  yo  la  carta...  y  convido  con  los 
merengues  á  n)i  Pilarica...  Y  en  pago  de  la 
peseta,   le  evito  a  ese   tigre  qne  lo  jíongan 

verde  otra  vez  .  ¡AJMJá!  ftn  la  segunda  ven- 
tana Mparece  luz.)  Ya  es-tá  el  jieregrino  en  eu 
cuarto...  ¡Y  qué  manera  de  coiné  chuletas, 
porra!  Lo  que  es  ei?e,  si  le  co!?ieran  la  boca  y 
le  pusieran  delante  un  solomillo,  se  golvia 
loco..  En  fin,  l'erico,  d«jatede  mormnracio- 
nes  3'  anda  á  ver  a  la  novia,  que  esa  es  tu 
cuenta..  ¡C'ónjo  nos  vamos  á  poner  el  cuer- 
po de  merengues!  (Vase  por  U  verJH  y  la  cierra 
(lebde  fueía    con  liare.  Apágase  la  luz  de  la  ventana.) 


ESCENA  XIV 

SOTILLO  y  ANTOSUELO.  Luego  MARUJA 

SoT.  (Asomándose  á  la  segnnía  ventana  )    Ya   Creo   qiie 

pueblo  bajar  sin  temor  alguno.  Aquí  hay 
una  escaUriila  que  use  viene  como  pedrada 
en  oj(j  de  boticario...  IJjiruuos  ames  la  se- 
ñal convenida,  (-iiba.)  Y  ahora,  abajo.  (Em- 
pieza a  laj-  r  for  la  t-scaltra.) 

AnT.  (Aparecitudo  en  lo  a  t«    de  la  tapia  )   r..a  artura  dcF 

terreno  })or  esta  parte  me  ha  fasilitao  la  su- 
bía. .  (En  voz  baja.)  ¿Sutijü?... 
SoT.  (Lo  mismo  ) 

¿Quién  mis  voces  ha  escuchado? 
¿Es  Clotaldo?... 

Ant.  No,  soy  yo:  Antoñnelo. 

SoT.  Y^i  1"  sé.  (Acabaado  ie  imjar.)  Admirable. 

Ant.  Abajo  (oe-cuéiga^e  p.-r  la  tapia  ai  jardín  )  Vamos 

á  vé,  Soiiyo  de  mi  arma,  entérame  de  to. 

Sor.  (Mirando  al  cielo.) 

¡Hermosa  noche,  ny  de  mí! 
CuántuS  como  esta  tan  puras... 

An  1 .  Hombre,  déjate  de  versos  ahora...  que  estoy 


—  26  — 

rabiando  de  curiosidá...  ¿Has  visto  tú  na  en- 
er  mundo  como  mi  Maruja? 

SoT.  Era  hermosa,  era  discreta, 

que  aunque  enemigas  las  dos... 

Ant.  ¿Quiés  Gayarte,  asaura? 

SoT.  En  ella  hicieron  las  paces 

hermosura  y  discreción... 

Ant.  Pero,  ¿me  vas  á  agua  la  noche? 

SoT.  ¡Ahí  te  a  Ivierto  que  á  tu  suejíro  le  he  dado 

un  recorrido  como  para  él  solo.   ¡Ebtá  que 

echa  chispas! 
Ant.  y  una  de  las  que  echa  la  has  pescao  tú. 

SoT.  Sí;  te  confieso  que  estoy  algo  achispado;  no 

lo  quiero  negar... 
Ant.  Sería  inuti. 

Mar.  (saliemlo  de  la  casa  y  hablando  en    voz  tuja  también.) 

Señor  Sotillo... 

Ant.  (corriendo    hucia    ella    co?    alegría    y    abrazándola.) 

¡Marujita  de  mi  arma! 
Mar.  ¡Anldñuelol 

Ani.  ¡Bendita  .seas  tú,  y  tu  madre,  y  tu  agüela!... 

Mar.  ¡Las  ganas  que  yo  tenía  de  verte,  chiquio! 

Sor.  Ya,  ya  se  conoce.  . 

Ant.  Pos  ¿y  yo  á  tí,  morena? 

SoT.  Se  abrazan  como  de  día 

con  esta  luna  tan  clara... 

Y  yo  no  soy  mármol  de  Carrara  precisa- 
mente. 
Mar.  Por  Dios,  señor  peregrino,  póngase  á  vigilar 

ahí  en  la  puerta... 

SoT.  En  defensa  de  una  dama, 

cualquiera  que  Lenga  honor... 

Ant.  Va3'a,  ¡estamos  frescos!  Digo,  tú  ¿qué  has  de 

esta? 

SoT.  ¡Es  que  tu  futura  lo  merece  todo!   ¡Me  ha 

preparado  unas  cliuletas  excelentes!...  Asi, 
no  exajero:  parecían  bandurrias... 


—  27  — 

Ant.  Güeno:  haz  er  favo  de  tené  cuidac...  por  tu 

salú... 

SoT.  Bien;  me  retiro  á  la  puerta: 

si  veis  mi  conducia  incierta, 
como  os  acomode  obrad...  (vase.) 


ESCENA    XV 

MARUJA,   ANTOÑUELO   y  CORO   DE    ALDEANOS  con    guitarras^ 
Oyese  tetar  la  roLdalla,  que  Be  va  acercando. 

Ant.  ¡Qné  mona  ha  tomao  ese!  ¿A  vé?...  Oye,  Ma- 

rujita,  ¿qué  música  es  esa  que  suena? 

Mar.  Es  la  rondalla.  .  Casi  todas  las  noches  vie- 

nen los  mozos  del  pueblo  á  darme  música... 

Ant.  ¿Sí,  eli? 

Mar.  y  á  mi  tío  se  lo  lleva  el  diablo. 

Ant.  No  caerá  osa  breva,  presiosa.  (Hablan  bajo  con 

mucho    eutusia^mü.  Aparece  en  ti  foro   la  rondalla.) 

MiiSica 

Coro  Templemos  las  guitarras 

mejor  de  lo  que  están, 

que  a<|ui  vive  la  moza 

Uiás  guapa  del  lugar. 
Ant.  Pues  e.«a  mos'i  güeña 

la  quiero  yo  pa  mi. 
Mae.  y  jura  tu  morena 

que  solo  es  para  tí. 


Ant.  ¡Maruja  salada, 

mi  vida  es  tu  amor!  ., 
Yo  no  i-é  que  tienen 
tus  ojiyos  negros, 
que  no  estoy  á  gusto 
cuando  no  los  veo; 
y  cuando  me  miran 
como  saben  evos... 
¡me  yevan  en  globo 
de  la  tierra  ar  sielol 


—  28  - 


"Mar. 


Y  cuando  lo  miran 
conio  Silben  ellos, 
dice  que  lo  llevan 
de  la  tierra  al  cic-lo. 


Coro 


Tooinemos  bajito 
con  mucho  cumpáp, 
y  }d  ))Uuto  la  jijta 
vamos  á  cantar... 


Ant. 


Mar. 


Porque  pus  miradas 
yegan  aqui  dentro, 
y  un  mar  de  cos(|UÍyas 
corre  por  mi  cuerpo 
y  er  corasonsito 
baila  liapta  er  jaleo. 
Antonio  del  alma, 
jay  cuánto  te  quiero! 


€op.o 


Dicen  las  arajíone-^as 
que  tienen  la  volcntad 
bravia  como  la  jota 
y  firme  como  el  Pilar. 


Har. 


A  NT, 


¡Escucha,  Anloñuelo; 
mi  vida  es  tu  amor'... 
Cuando  estas  ausente, 
cuíuido  no  te  veo, 
á  la  vera  tu  va 
c(»rre  el  pensHn)iento, 
porque  a  mis  penilas 
sirv.  de  consuelo 
el  estar  contijío 
anuípie  esté-  muy  lejos. 
Porque  á  sus  penitas 
sirve  de  consuelo 
el  estar  conmigo 
aunque  esté  muy  lejos.., 


Coro 


Suenen  las  guitarras, 
suenen  más  y  más, 


—  29  — 

y  otra  nueva  copla 
vamos  á  cantar... 

Mar.  Como  la  noche  y  el  día 

son  la  au.«encia  y  el  amor; 
que  por  la  noche  se  vive 
con  la  eijperanza  del  sol... 

Ant.  Ya  <|ue  el  sol  alumbra 

toíio  nuestro  tiielo, 
ya  <|Ue  con  mis  brasos 
s'ño  yo  tu  cuerpo, 

!ya  (|ue  tú  me  quieres, 
ya  qut-  yo  te  quiei(í, 
ya  (jue  estamos  juntos 
no  nos  separemtíS. 

Coro  Venga  otra  vez, 

vamos  allí\, 
y  cantemos  una  copla 
ñual. 

Todos  Tiene  la  jota  una  ^racia 

Como  ninguna  canción: 
qu*' sirve  para  la  guerra 
y  sirve  para  el  aujor. 

Ant.  Maruja  de  mi  vida, 

vüMionos  los  dos 
Ant.  (      Tú  reions  y  disi)ones 

Mar.  \  en  mi  corazón. 

ESCENA  XVl 

DICHOS    y    BOTILLO 
ÜAblado 

80T.  (Sa'ieTirlo  d.sprtvoriio  de    In  casa.'  ¡  Alto    el    fuegol 

Ant.  ¿Qwe  pasa.-* 

SoT.  .  Yn  hnít  pofliilo 

conocer  i>or  el  silbido 
que  viene  aquí  la  serpiente. . 


-  30  — 

Mar.  ¿Qué  silbido? 

Ant.  ¿Qué  serpiente,  hombre? 

SoT.  |Tu  suegro,  que  viene  á  más  andarl  ¡Súbete 

por  esa  escálela  á  mi  cuarto! 

Ant.  ¡Gü^'na  la  hemos  hecho! 

Mar.  ¡Hmz  lo  que  te  dice  Sotillo! 

Ant.  Pero,  ¿y  tú? 

Mar.  Déjame  á  mí...  Sube...'(Antoñueio  obedece.) 

Ant.  ¡Por  vía  e  los  moros! 

Mar.  ¡Ay,  qué  cum{>romiso  si  te  viera!... 

Sot,  ¡a  escape,  que  voy  yo  detrás!  ¡Salta  por  la 

ventana!  (Aiitoñuelo  lo  hace.  SütUlo  sube   aprisa   la 
escalera.) 

De  mis  pasos  en  la  tierra, 
responda  el  cielo,  no  yo. 

Mar.  (Yéndose   por  la  derecha.)  Yo    por   aqUÍ    me     68- 

condo. 


ESCENA  XVII 

BOTILLO  y  SEÑÓ  JüaN,  dei-pués  MARUJA 
-Juan  (Snliendo  de   la  casa   con  una  Inz.)    ¿Quién    anda 

aquí? 

Sot.  (Q'io  está  en  los  últimos  pelduños  de  la  escalera.)  (¡Me 

partió.) 

Juan  (Reparando  en  él  )  ¿Qué  vco?  ¿Quién  es? 

Sot.  Yo...  yo...  Soy  yo... 

Juan  ¿El  st  ñor  peregrino? 

SoT.  Sí...  á  mí  me  parece  que  soy  yo  .. 

Juan  Pero,  ¿cómo  esta  usted...? 

SoT.  Bien,  ¿y  usted? 

Juan  Vamos,  no  coir prendo.  .   ¿Quiere  decirme 

su  mercé  lo  qup  hace  ahí  eiicaramao? 

SoT.  La...  la  digestión.  Aquí  se  digiere  admira- 

blemente. 

Juan  ¡Cosa  más  rara! 

Sot.  Si  he  de  hablarle  á  usted  con  sinceridad,  le 

diré  que  estoy  orando. 

Juan  ¿Orando? 

Sot.  Es  costumbre  que  tengo  allá  en  la  ermita. 


-  31  — 

Me  gufta  orar  en  los  puntos  más  eminentes, 
con  el  fin  (le  acer<arme  al  cielo  lo  más  posi- 
ble... Ocasiones  hay  en  que  cojo  el  cielo  con 
las  manos... 

Juan  Lo  creo.  Pues  á  mí  me  sacó  de  tino  la  ron- 

dalla, y  venía  á  decirles  cuatro  frescas  bien 
dichas  á  esos  mozos.  Fortuna  suya  ha  sido 
que  ya  se  han  marchao. 

SoT.  No   les   hará  usted  caso.  Acuéstese ,  señó 

Juan,  y  descanse. 

Juan  Gi  acias,  ht^rmano.  Buenas  noches  (se  retira  y 

vuelve  «  salir  al  oir  la  frase  lie  Sotillo.) 

SoT.  ¡Maldita  sea  tu  estampa! 

Juan  ¿KhV  ¿Decía  u.-ted  al.uo? 

íioT.  (Haciendo  que  tzh.'  ¡Malüta  sca  tu  estampa, 

oh,  repúgname  Satanás!  ¡Mil  }'  mil  veces 
nuddita  sea  tu  estampa!  Padre  nuestro,  que 
e<tás  en  los  cielos.  . 

Juan  (¡Ah,  que  está  rezando')  (vase.) 

■SuT.  jAy:  re.-piro.  En   mi   vida  me  he  visto  eu 

otra.    Salt»  por  Ift  ventana,  se  relira  y  la  pieria.) 
Mar.  (Saliendo   por    la  derecha  y  entrando  sigilosamente  en 

lá  casa )  Quiera  Dios  (jue  á  mi  tío  no  le  haya 
dao  la  tetitación  de  entrar  en  mi  cuarto.  Es- 
camaico  me  parece  que  va... 


ESCENA  XVIII 

TELESFORO 

(i'ansa.  En  la  primera  ventana  aparece  luz.  Por  detrás 
de  la  tapia  se  ve  elevarse  un  cucuiucho  mayor  qae 
los  anteriores,  y  al  pur-to  á  Telpsforo,  que  lo  trae, 
y   que   mouiado  en    aquélla  se  detiene  un  momento.) 

¿No  lo  dije  yo?...  AUí  e.^^tá  la  luz  deseada... 
Su  vista  me  da  ániii?os  para  acometer  la 
aventura...  Quisiera  yo  haber  visto  á  don 
Juan  Tenorio  en  un  pa.-^iio  como  éste,  y 
con  un  Comendador  tan  bruto  como  el  mío... 
Bajemos.  (Va  poco  á  poco  descolgámlose,  basta 
que  8«i;a  al  j  rfiín  )  8e  me  vau  á  cstruiar 
los  meiengues...  Ea,  ya  ettamos  aquí...  ¡Qué 
oscuro  está  esto!...  Hasta  la  luna  se  oculta 


—  32  — 

para  llevarme  la  contraria...  (Tropieza  ec  una 
Billa.)  ¿Kh?...  Ah,  vamos,  es  una  silla...  Deja- 
remoí*  aquí  los  merengues...  (lo  hace.)  Y  sa- 
cítremosesto  otro...  (Saca  un  -evóiver.)  ¡Nadal... 
el  niño  no  es  templmlo.  Al  que  se  meta  con- 
migo lo  dejo  seco    Y  eso  que  no  me  guijíta 

jllgiir  con  estas  a''mas  ..  (volviendo  la  cara  con 
hotror  )  Es  II  uy  particnhu"  que  siempre  que 
entro  aijuí  tue  en.piezan  á  temblar  las  panto- 

Trillas..  (De  proiitr  se  VTielve,  se  para  en  nciitud 
cómica  iniriinilo  fl  cncimieho,  y  se  encamina  con  pre- 
caución a  él  apuntándole  con  el  revólver.)  ¿liih?... 
(KfPpir«n<1o  al  c«ho  con  deswhogo.)  ¡Ah!    ¡es    el  CU- 

cnrucho  de  Ins  rrerengues!  ^Stcáidose  ei  sudor 
de  in  frente.)  Me  había  pareoi<Ío  el  ¡-eñó.Juau. 
Cierto  que  tenia  qne  estar  sentado  y  en 
mangas  de  camisa ..  Pero  va\'a  usted  á  re- 
flexionar En  fin,  no  perdamos  instante.  Me 
estfirá   esperando    intraiiqnila  ..    Subamos, 

pues,  (coloca  conveníenumeTito  la  escalera  y  empie- 
za á  suiíir,  cou  el  revólvi^r  empuñ»«io  y  lemblnnilo  de 
miedo.)    ¿Kh?.  .    (Voiviendo    la    cara    de    reperto ) 

¿Qnií^n  anda  ahí?  .,  Alguno  se  va  á  encontrar 

un  tirito...  ¡Sisue  suHendo  y  al  lleg«r  a  convenien- 
te aitnrn  Fe  detiene.)  Me  guardaré  el  revólver  á 
fin  de  no  asustada.  Annque  no  iiay  temor; 
estíl  descargado  ..  y  además  lo  he  puesto  en 
el  seguro...    Para  estar  bien  seguro...  (s9  lo 

guarda  y  llama  á  la  ventana  cm  los  nudilloff.)  be  me 
antoja  que  !a  ois;o  respirar...  Sí.,  sí.,  y  se 
acerca.  .  ¡.\y!  ¡Tengo  en  el  corazón  el  horno 
de  los  rosquetes!...   Ya  está  aciuí...    Voy  á 

darle  un  abrazo  .  (Abro  l  s  brHzos,  se  «soma  el 
señó  Jnan  de  improviso  á  la  vetiiana,  y  lo  abr«za 
Tclesfuro,  sin  tiempo  para  rtoonocerlo.)  í  Amor  míol 

ESCENA  XIX 

TKLESFORO  y  SEÑÓ  JUAN 

JtJAN  ^,Eh?  ¿Quién?  ¡Ah.  ladrón! 

'í'el.  (Apenándose  iiorro'izrt.io  )  ¡Caracoles! 

Juan  ;H  izte  cuenta  de  que  ha  Uegao  tu  última 

dura.  (Vase.) 


—  33  — 
Tel.  (Bajándosí-  convulso  y   temblón   de  la  csoalera.)  ¡Ay^ 

ayl...  Ya,  yn  n)e  la  he  liecho.  |Más  so/sa/  ¡más 

salsa!  ..  ¡Huyamos!  ..  («'orre  á  la  veija,  y  al  ir  i 
saltar  retroce-le   más  asii>-tHdo  fú«  )   ¡Crif^lo!    ¡DoB 

prójiuios  <ie  lot^  que  lue  zurraron  la  badana! 
Yo  no  saUo,  no 

JüAK  (Dentro.)  ¡No  te  1116  escaparás! 

Tel.  ¡Que  viene!...  Shii  José  bfndito,  ¿dónde  me 

meto?...  ¡Al),  qué  ravo  de  luí!  El  señor  Juan 
cieerá  que  vo  me  he  ido  á  la  calle...  [Pues  á 
la  pila,  á  la  pila,  que  esta  seca!  (Desaparece  por 

la  derecha  corrimd  ■,  y  uu  momt uto  dispnea  se  oye 
el  ruido  que  proi^uce   »1   caer  en  el   agua,  <;e    que    se 

supone  llena  la  t.ii».)¡A3',  a}'!...  ¡favor!  ¡quc  me 

ahogo!  ¡Ay,  ay!... 
Juan  (saiiendr  con  ma  inz  )  ¿Quién  grita? 

Tel.  ¡Ay,  ay!  ¡¡áocorrol  ¡que  me  muero!  jAy! 

Juan  (Mirando  baria  in  <lfrecl-a,   por  donde  se  vn.)  ¡Si  CS- 

él,  que  se  ha  bañaoi 


ESCENA  XX 

DIGHOS,  PERICO  y  CORO  DE  ALDEANOS  y  ALDEANAS 
Per.  i^Por  is  veija,  que  abre  etn  llave,  segnldo  de  los  motos 

y  mozas  del  pn.-h'o.)  ¿Qué  diablos  pasa  aquí? 
En  la  plaza  se  oyen  los  gritos. 
Juan  (saliendo  por  I-,  dert-cha  con  Teiesforp,  qne  viene  cho- 

rreando   agua  y    tírt-    temblón.)  ¿Ko   te    dije    qUC 

había  llegao  tu  última  hora? 
Tel.  (Kstornud^n.i...')  ¡Ah...  chís!   [Ah...  chis!  ¡Ah..^ 

chis!...  (Peiico  c  g«  la  luz  que  tiene  el  stñor  Juan  ) 

Coro  ¿Q"<^  es  lo  que  pasa? 

¿Qué  |)a.s}irá? 

El  confitero 

mojado  está. 
Tel.  Seco  «it-  un  tiro 

me  dejarán. 
Juan  Lo  he  sor|trendido 

como  aun  ladrón. 


Tel. 
Coro 


Tel. 


—  34  — 

¡Jesús,  qué  horror! 
Coraoá  un  ladrón. 
Pero  sepamos 
qué  quiK)  liacer... 
¡La  mosca  muerta!  ¡vamosl. 
¡fíe-e  usté! 
Yo,  si  me  dejan, 
lo  contaré. 


Coro 


Tel. 


Cuéntelo  pronto, 
cuéntelo  usté, 
que  algo  muy  grave 
sin  duda  es. 
Díganos  pronto 
qué  quiso  hacer... 
¡La  mosca  muerta!  ¡vamos!, 
¡fíese  usté! 
Yo,  si  rae  dejan, 
lo  contaré. 


Juan 


Por  la  escalera 
logró  subir, 
y  en  la  ventana 
le  sorprendí; 
y  cuando  vine 
luego  tras  él... 
¡hecho  una  sopa 
me  lo  encontré! 


UNOS 


Por  la  escalera 
su))ió  hasta  arriba, 
3'  en  la  ventana 
le  echó  la  vista; 
y  cuando  luego 
fué  y  lo  cogió, 
¡hecho  una  sopa 
se  lo  encontró! 


OfKOS 


Eso  ha  de  ser, 
.eso  será; 


—    00    


pero  e?a  afición 

se  le  quitará 

si  le  dan  un  palizón, 

y  aquí  entre  todos  se  le  daiá. 


Todos  ¿Quién  lo  pení=ara 

de  este  infeliz? 

Por  Marujita 

debió  venir. 

Es  un  Tenorio 

como  no  hay  dos, 

y  todo  lo  hace 
*       por  el  an)or. 
Per.  (Después  de  buscarse  en  los   bolsillos  la   corta  que  lo- 

enirigó  Telesforo  ) 

Para  Maruja 

me  dio  un  papel. 

Aquí  lo  tengo, 

tómelo  usted. 

(Le  da  la  crta  a!  señor  Juan.) 

Coro  í;^erá  curioso 

¿Qué  lé  dirá? 
Tel.  (No  tiene  entrañas 

ese  animal.) 
Juan  Si  es  lo  que  pienso 

lo  he  de  matar. 
Tel.  Mi  última  hora 

llegó  por  fin 

¡En  qué  conflicto 

me  encuentro  aquí! 
Juan  Alumbra,  chico, 

que  no  se  ve.  ^lerico  le  oLedece.) 

Y  haya  silencio 

¡voto  va  á  diez! 

si  lo  que  dice 

queréis  saber. 


Coro  Léalo  pronto 

que  deseamos 
saber  ya  si  es  robarla 
lo  que  ha  intentado. 
Algo  muy  gordo 


—  36  — 

va  á  resultar. 
¡Haya  silencio 
que  va  á  empezar! 

Hablado 

Juan  (Leyendo.")  «Bomboucito   de   licor,  yema  de 

coco,  merengue  de  fresa...» 
Per.  ¿Pero   eso  es  un  auuncio  de  la  confitería? 

(Risfis  en  el  Coro.) 
Juan  ¡Callarse,  porral  (simie  oyendo.)  «Esta  noche 

iré  por  tí  para  que  non  fuguemos...»   ¿Eh?... 

¡Lo  ahorcol  (Abal'.rzáiM'.ose  á  Tele?foro,  quo  huye.) 

Tel.  ¡Por  Dios,  señó  .Juan,  }igu!.rde  usted  á  que 

me  Sequel  (e1  l^oro   vuelve   a   reir.    En   lo   sucesivo 
cotnenU  lo  que  oye  ) 


ESCENA  ULTIMA 

DKHOS  y  MARUJA;  luego  ANroÑUELO,  después  SOTILLO 

Mar.  (saliendo  de  la  casa.)  Pero  ¿se  puede  saber  qué 

ocurre? 
Juan  jAb,  tú'  ¡Ven  acá!  ¿('onque  te  me  ibas  á  es- 

capar con  el  couííLero? 
Mar.  ¿Yo?  ¡No  tengo  tan  mal  gustol 

Tel.  (¡l'ues  el  desprecio  á  mi  físico  era  lo  único 

que  me  faltal)a!, 
Mar.  Ya  sat>e  usté  que  yo  no  quiero  más  que  á  un 

hombre... 
Juan  ¡Marujal 

Mar.  y  que  et-e  hombre  será  mío. 

Ani.  (shümi.io  de  iH  cMs.i )  Y  aquí  estoy  yo  pa  corta 

por  lo  sano,  señó  -Juan. 
Ju>N  ¿Cómo?  ¡Ant'.  ñuelol 

Per.  jUn  sordaol 

Juan  ¿Qué  burla  es  esta? 

Tel.  (Menos  mal  si  me  dejan  tranquilo.)  (Recoge  si 

cucurucho  de  los  mereiiíus  y  empUza  á  comérselos.) 
Ant.  Burla,  ninguna.  Que  la  muchacha  está  por 

mí,  que  yo  estoy  por  la  muchacha  y  que  si 


—  37  — 

usté  tiene  la  cabesa  muy  dura  es  nesesario 
que  se  dé  un  ungüento  pa  que  se  le  ablan- 
de... (Habla  con  MHrnja  ) 

Juan  (Cuando  dice  una  moza  tijeretas  ban  de  ser... 

jPor  vía  e  los  demonios!) 
SoT.  (Saliendo.)  Pero  ¿qué  significa  tnl  escándalo, 

hermanos  míosV  No  me  dejan  dormir... 
JuAX  Dispense  el  sefior  peregrino,  pero  lo  que 

aquí  ocurre  no  es  pa  menos.  ¡A  punto  hees- 

tao  yo  de  matar  á  un  hombre! 
Sjt.  ¡Eso,  nunca!  Hamildad...   Perdón,  perdón 

para  todos... 
Tel.  Eso  es  lo  que  yo  digo.  Perdón  general,  como 

en  las  comedias... 
Sol.  .  ¡Oiga!  ¡el  confitero!  [Ah,  canalla! 

Tel.  (Tirando  el   cucurucho   horrorizado.)    ¡El    CÓmioo! 

(Huye  psrseguiJo  per  Sclillo  por  entre  el  Coro.) 

SoT.  ¡Lo  mato! 

Mar.  ¡Otra!  ¿qué  es  esto? 

Juan  ¿Qué  sucede? 

SoT.  ¡Que  lo  mato! 

Tel.  ¡Si  lo  que  antes  le  conté  era  mentira!  (unos 

snJL'taii  á  Telesforo  y  otros  á  Sotillo  ) 

Juan  Pero,  hermano,  ¿y  esa  humildad? 

SoT.  ¡Qué  humildad  ni  qué  remolacha!  ¿Usted 

sabe  lo  que  me  ha  dicho  de  mi  mujer? 
Juan  ¿De  su  mujer? 

Ant.  Apaga}'  vamonos, 

SoT.  Como  que  ni  yo  so}'  tal  peregrino,  ni  Cristo 

que  lo  fundó 
Juan  ¿Otro  engaño? 

SoT.  No  sov  sino  un  amigo  de  Antoñuelo.  que  se 

preí^tó  á  servirle  en  este  caso  para  que  pu- 
diese hablar  con  Maruja. 
Mar.  y  usted,  que  es  tan  generoso,  lo  perdonará. 

Y  á  mí  también. 
Ant.  y  á  mí. 

Tel.  Y^  á  mí.  (a  souíio.)  Y  usted  á  mí,  por  no  ser 

menos 
SoT.  Con  tal  que  el  señor  Juan  nos  perdone  á 

todos .. 
Juan  Pues  por  mí,  que  no  quede. 

Tel.  Tiene  el  corazón  más  blando  que  el  tocino 

del  cielo. 


~  38  — 

Juan  Por  eso  no  metale  tener  la  cabeza  dura  cornos 

un  guijarro, 

Húsica 

Todos  De  nada  sirven 

tantos  perdones 
si  el  suyo  no  conceden 
estos  señores,  (ai  público.) 
Y  les  pedimos 
con  humildad 
que  imiten  todos 
al  señor  Juan. 


FIN 


Madrid,  Junio,  16,M. 


OBRAS  DE  LOS  MISMOS  AÜIORES 


Esgrima  y  amor,  juguete  cómico  en  un  acto  y  en 
prosa. 

Belén,  12,  principal,  juguete  cómico  en  un  acto  y  en 
prosa. 

Gilito,  juguete  cómico  lírico  en  un  acto  y  en  prosa. 

La  media  naranja,  juguete  cómico  en  un  acto  y  en 
prosa. 

El  tío  de  la  flauta,  juguete  cómico  en  un  acto  y  en 
prosa. 

El  ojito  derecho,  entremés  en  prosa. 

La  reja,  comedia  en  un  acto  y  en  prosa. 

La  buena  sombra,  sainete  en  tres  cuadros  y  en  prosa. 
(3.a  edición). 

El  peregrino,  zarzuela  cómica  en  un  acto  y  en  prosa. 

La  vida  íntima,  comedia  en  dos  actos  y  en  prosa. 

Los  borrachos,  sainete  en  cuatro  cuadros  y  en  prosa. 

El  chiquillo,  entremés  en  prosa. 

Las  casas  de  cartón,  juguete  cómico  en  un  acto  y  en 
prosa. 


SERAFÍN  I  JOAQUÍN  ÁLVAREZ  ftlilSTERO 


ka  vidaMníima 


COMEDIA  EN  DOS  ACTOS 


T£BCEEA  SriCION 


^^íL 


i-f 


'»'-• 

^T^ 


SOCIEDAD  DE  AUTORES  ESPAÑOLES 
Núñez  de  Balboa,  12 


LA  VIDA  ÍNTIMA 


Esta  obra  es  propiedad  de  sus  autores,  y  nadie  po- 
drá, sin  su  permiso,  reimprimirla  ni  representarla 
en  España  ni  en  los  países  con  los  cuales  so  hayan 
celebrado  ó  se  celebren  en  adelante  tratados  interna- 
cionales de  propiedad  literaria. 

Los  autores  se  reservan  el  derecho  de  traducción. 

Los  comisionados  y  representantes  de  la  Sociedad 
de  Autores  Españoles  son  los  encargados  exclusivamente 
ae  conceder  ó  negar  el  permiso  de  representación  y 
del  cobro   de  los  derechos   de  propiedad. 

Queda  hecho  el  depósito  que  marca  la  ley. 


LA  VIDA  INTIMA 


COMEDIA  EN  DOS  ACTOS 


serafín  i  JOAQUÍN  ÁLVAREZ  QUINTERO 


Estrenada  en  el  TEATRO  LARA  el  16  de  Octubre  de  1898 


TERCERA  EDICIÓN 


JklADRIDj 

«.    TBLA800,  IlfPKKSOR,   llAKQ0t8   DI  SARTA    ANA,   11 

Teléfono'  número  6B1 

1904 


^/  ^¿>cmo.    ^ñoi 


^^\   %^^4   Y^J^^áí^^  á^  f^  *^ft^ 


eu 


ieáiifuOuiO  de  a^aitiud  u  c^ltiuó 


X.OÓ  ^yi  uioieS. 


REPARTO 


PERSONAJES  ACTORES 

LAURA Sba.    Pino. 

FRASQUITA Rodríguez. 

DON  MELQUÍADES Se.       Balaquee  (J.) 

BERNABÉ Santiago. 

FABIO Ramírez. 

POLILLA Labra. 

DIEGO Balaguee  (M.) 

DON  TELESFORO .  Gonzálvez. 

PEPE Valle. 

UN  FOTÓGRAFO Alemán. 

UN  CRIADO Romero. 


W.e)>gliaiiglg)lgllSlig)l5llgli^^ 


ACTO  prime;ro 


Comedor  de  casa  de  don  Melquíades,  en  Madrid.— Puerta  en  el  foro, 
dos  á  la  izquierda  del  actor  y  una  á  la  derecha  en  segundo  térmi- 
no: en  primer  término  un  balcón.  Inmediata  á  él  una  tarima  con 
brasero.  Un  aparador  á  la  izquierda  del  foro.  Delante,  en  segundo 
término,  una  mesa.  En  el  aparador  un  frasco  con  bencina.  Enci- 
ma de  la  mesa  un  cepillo.  Sillas  altas  y  bajas  de  clases  distintas, 
pobres,  como  todos  los  muebles.  Colgada  del  techo,  sobre  la  mesa, 
.  una  lámpara  de  petróleo  encendida.  En  la  pared  algunos  cuadros 
y  un  reloj  descompuesto. 


ESCENA  PRIMERA 

L\URA,  DON  MELQUÍADES  y  FABIO 

(Laura  y  Fabio  sentados  al  brasero;    don   Melquíades   paseando.  Al 
levantarse  el  telón  aparecen  los  tres  abstraídos  y  meditabundos.) 

Mel.  (Deteniéndose   después  de  algunos  paseos  y  dando  un 

suspiro.)  ¡Ayl...  Eq  este  momento  se  levanta 

el  telón. 
Lauka  ¿Te  lo  da  el  corazón,  papá? 

Mel.  Sí,  hijos  míos. 

Laura         ¿Cómo  estará  el  pobrecito  autor  del  libro 

entre  bastidores? 
Fabio  Como  estaraos  nosotros  aquí...   Epcalofrío 

más  ó  menos. 
Laura         ¡  Ay,  yo  no  quiero  pensar  que  silben  la  obra! 
Mel.  ¡Calla,  por  Dios,  que  se  me  pone  la  carne  de 

gallina! 


Fabio  ¡S'^ría  horrible!  ¡Continuar  en  este  estado  de 

pobreza  que  nos  consume  á  todos  y  que  á 
mí  me  obliga  á  salir  á  la  calle  hecho  una  lás- 
tima!... En  las  rodilleras  del  pantalón. pare- 
ce que  llevo  matute...  Luego,  esta  es  otra: 
de  día.,  bien  se  puede  salir  a  cuerpo  sin  des- 
doro, aunqiíe  muerto  de  frío;  pero  de  noche... 
¿quién  se  lanza  á  cuerpo  de  noche?  ¿Cómo 
le  digo  yo  á  mi  novia  que  no  tengo  gabán? 

Lau^ía  No,  si  no  hace  falta  que  tú  se  lo  digas:  con 
que  te  vea  sin  él  y  tiritando  como  \m  perro 
chino... 

Fabio  ¡Échalo,  échalo  á  broma  si  te  parece! 

Mel.  '  ¡Y  hace  bien  la  muchacha!  ¿Qué  valen  tus 
trapos  junto  al  pavoroso  problema  de  los 
acreedores  en  el  caso  de  una  derrota?  El  del 
carbón ..  el  de  la  carne...  el  de  la  tienda... 
el  de. .  ¡Cinco  nos  amenazan  ya  con  el  em- 
bargo! 

Fabio  Y  p;)r  si  fuera  poco,  ese  vampiro  de  la  casa 

de  préstamos  me  ha  dicho  lioy  que  ya  no 
aguarda  más. 

Laura  ¡Dios  mío,  allí  que  está  toda  nuestra  ropa! 

Fabio  ¡Y  todos  nuestrcs  muebles! 

Mel.  ¡Como  que  allí  no  faltamos  más  que  nos- 

otrosl 

Fabio  Para  que  se  venga  la  niña  con  chafalditas 

de  mal  gusto... 

Laura  No  te  apures,  hombre:  se  arreglará  todo: 
tendrás  macferlán  y  dejarán  de  llamarte  en 
la  Castellana  el  novio  de  entretiempo. 

Mel.  Es  verdad,  hija;  ¿á  qué  entristecerse? 

Laura         ¿Por  qué  han  de  silbar  la  función? 

Mel.  Eso,  eso  es  lo  que  yo  pregunto:  ¿por  qué 

han  de  silbarla?  El  libro  no  es  ningún  dis- 
parate... ¡y  ya  conocéis  la  partitura  que  yo 
he  compuesto!  Bernabé,  el  pobrecillo  Berna- 
bé, que  tanto  nos  quiere,  ^altaba  hoy  en  la 
butaca  durante  el  ensayo  general. 

Fabio  ¡Me  juego  el  macferlán  á  que  te  llaman  en 

el  dúo! 

Laura  Sí;  pero  el  número  más  bonito  es  el  de  las 

cuatro  estaciones...  ¿Quién  hace  el  Otoño, 
papá? 


—  9    - 


Mel. 

Laura 

Mel. 


Fabio 

L\URA 

Mel. 

Fabio 


Mel. 


Fabio 


Laura 
Fabio 
íJel. 
Fabio 


Laura 


Fabio 
Mel. 


F%BIO 

Mel. 
Laura 


La  Pérez. 

¡Ay,  estará  guapísima! 
¡Guapísima!  Es  una  uiujer  que...  ¡Tiene  un 
juego  de  caderas  tan  teatral!...  Y*¿dóndeme 
dejáis  á  las  coristas,  vertidas...  bueno,  sí... 
vestidas  de  bri.sas  otoñales?  ¡Mira  que  la  en- 
trada de  los  violines  cuando  salen  ellas!... 
(Tarareando.)  Tararí...  tiraró...  tarirorí...  Pues 
¿y  el  efecto  que  les  saco  á  las  flautas  al  em- 
pt^zar  la  caída  de  la  hoja? 
¡Oh! 

¡Qtié  lástima,  papá,  que  no  puedas  presen- 
ciar tu  triunfo! 
¡Qué  quieras,  hija!...  Me  ha  faltado  valor... 

Y  á  mí  también...  Estoy  seguro  de  que  si 
voy  alia  y  hay  marimorena  .  me  da  el  ata- 
que. 

Y  sobre  todo,  ¿quién  snle  á  escena  con  esta 


empresario  es  un  roñoso: 


americana?  ..  ¡El 

Como  ?e  trata  de   mi   primera  obra,  no  me 
ha  querido  anticipar  ni  un  cuarto. 
Díganlo  mis  botas,  que  no  las  puedo  man- 
dar á  la  zapatería,   para  que  les  echen  si- 
quiera unos  tacones. 
¿Otros  tacones,  Fabio? 
¡Otros  tacones,  Laura! 
¡Gastas  mucho,  hijo  mío! 
¡r'apá,  no  gasto  más  que  los  tacones!  ¿Acaso 
dispongo   de   un  real  de  esa   miseria  que 
cobro  en  la  Diputación  en  calidad  de  ama 
de  cría?  Digo,  ¿eh?  ¿Y  ese  golpe?  El  día  que 
mi  novia  se  entere... 

Se  pondrá  tan  contenta.  En  estos  tiempos 
es  una  ganga  un  marido  que  á  la  vez  e.s 
ama  de  cría... 

¡Laurita...  que  vamos  á  reñir! 
¿Reñir  con  tu  hermana?  ¿Por  qué?  ¡Si  esta 
noche  se  acaban  los  apuros!  Aunque  el  libro 
sea  un  adefesio  y  la  música  otro,  la  obra  se 
aplaude. 

¿Qué  me  cuentas? 

¿No  OH  he  dicho  el  reparto  de  localidades 
que  he  hecho? 
No. 


—  lü  ^ 

Mel.  ¡Pues  es  peregrino!  El  buenazo  de  Bernabé 

las  ha  llevado  todas...  Mira:  el  sastre  está 
en  butaca  de  orquesta;  el  sombrerero  en  la 
primera  fila  de  ias  otras;  el  zapatero  en  la 
segunda;  el  del  petróleo  en  la  tercera;  el 
amo  de  la  casa  en  un  palco  entresuelo;  el 
panadero  en  uno  principal;  el  de  la  tienda 
en  delantera  de  anfiteatro;  el  del  carbón  en 
el  paraíso;  el  de  las  verduras... 

Fabio  Bueno;  así  todos  ellos... 

Mel,  ¡Todos  ellos!  Y  el  que  más  y  el  que  menos, 

s  be  que  si  hay  silba  no  cobra,  ¡Conque 
figuraos  la  ovación!  Es  lo  que  me  decía  Ber- 
nabé: ¡que  grite  uno  junto  al  del  carbón... 
y  ya  verá  usted  leña! 

Fabio  Hay  que  reirt^e,  (suena  el  timbre  del  portón.) 

Laura  ¡Cielos!  ¿Llaman?  (se  levanta.) 

Fabio  ¿Quién  será  ahoraV  (solevanta  también.) 

Mbx.  Bernabé  no  puede  ser  todavía... 

Fabio  Será  don  Telesforo,  el  de  aquí  junto. 

Laura  No;  ese  f^iempre  que  llama  da  tres  golpes 

de  timbre.  Deben  de  ser  Frasquita  y   su 

hijo,  que  prometieron  venir  á  aconipañar- 

nos. 
Mel.  ¡Es  verdad! 

Laura  Voy  á  abrirles...  (vase  por  ei  foro.) 

Fabio  Y  yo  me  largo  por  no  ver  al  tal  autorzuelo. 

¡Me  saca  de  tino  ese  mequetrefe!  (Vase  por  la 

piimera  puerta  de  la  izquierda.) 

Mel.  y  á  mi  la  mamá...  a  pesar  de  mis  cincuenta 

Eneros. 


ESCENA  II 


DON  MELQUÍADES,  LAURA,  FRASQUITA  y  PKPE 
FraS  .  (Por  el  foro,  con  Laura  y  Pepe.)  ¡Don  Melquíades! 

Mel.  ¡Frasquita!...  Hola,  l*epe. 

Pepe  ¿Cómo  va  ese  valor? 

Mel.  Medianejo. 

Pepe  ¿Y  usted,  Laura?  (uabia  bajo  con  ella.) 

Fras.  Lo  prometido  es  deuda,  señó  músico.  Aquí 

nos  tiene  usté  á  acompañarlo,  mientras  pasa 


—  Il- 
la mala  hora...  Sí;  porque  yo,  como  tengo 
un  autor  en  casa,  sé  lo  que  se  padese...  sé 
lo  que  se  sufre...  ¿Está  usté  muy  nervioso? 
A  ver  el  pulso...  (pulsándolo.;  ¡Jesús,  hijo  mío, 
FÍ  es^to  es  un  tren  exprés! 
Mkl.  (Bajo  á  Frasquita.)   ¡Ah!   ¡Pues  SÍ  tocara  usted 

el  corazón! 

FraS.  (Lo  mismo  á  don  Melquíades.)    ¡Don    Melquíades, 

ro  Fea  usté  malo!  (¡Este  hombre  fsta  viruta 
por  mí!) 

Laura  Papá,  ¿oyes  lo  que  dice  Pepito? 

Mel.  ¿Qué  dice? 

Pepe  ¿Qué  he  de  decir?  Que  he  visto  el  ensayo 

general  de  su  obra,  y  qne  debe  usted  estar 
tiMnquilo.  Ha  escrito  usted  una  música  pre- 
ciosa. 

Fras.  Pues  entonse  no  tema  usté  na,  don  Mel- 

quíades... Ay,  yo  me  siento,  que  no  quiero 
creeé... 

Laura  Nos  FentaremOS  todos.    (Se  sientan  ios  tres  aire- 

dedor  del  brasero.  Don  Melquíades,  tan  pronto  se 
sienta  como  se  levanta  y  pasea,  con  inquietud  cada  vez 
más  visible.) 

Fras.  Mi  Pepiyo,  no  es  porque  sea  mi  hijo,  pero 

¡tiene  una  práctica  en  esto  del  teatro!...  Ya  se 
ve,  como  empesó  á  escribí  tan  chiquetiyo... 
¡Criándulo  estaba  yo  en  Algeciras,  y  me  sacó 
unos  versos  más  ¡-alaos!...  ¡Asi  tiene  aquel 
cajón  de  la  mesa!  Ayé  Iss  contó;  aparte  de 
las  tres  estrenadas,  quinse  obras  postumas. 

Mel.  ¿Postumas? 

Fras.  Sí;  que  no  las  has  estrenao  todavía. 

Laura  ¡Ah!  Y  ¿se  piensa  morir  sin  estrenarlas? 

Pepe  (Bajo  á  Laura.)  ¿Teme  usted  que  yo  me  mue- 

ra, La  u  rita? 

Laura  Sí;  por  el  teatro  español. 

Pepe  (¡Cómo  finge!) 

Fras.  De  modo  que  pa  mí  la  opinión  de  éste  es  el 

Evangelio.  ¡Es  mucho  lo  que  ha  corrió  este 
chiquiyo!  ¡Y  las  cosas  que  le  han  pasao!... 
Verá  usté;  base  dos  temporadas  le  leyó  una 
piesa  grasiosísima  á  un  auto  de  muchísimas 
campaniyas...  no  sé  si  lo  he  coutao  alguna 
vé...  Pues  bueno,  al  año  siguiente,  hijo  de 


—  12  ~ 

mi  alma,  se  estrenó  en  el  Español  una  obra 
de  ese  cabayero,  con  el  mismo  asunto  .  Solo 
que  en  vé  de  basé  un  saínete,  como  Pepiyo, 
biso  un  drama,  pa  desorienta... 

Pepe  Y  la  prueba  de  que  era  plagio  es  que  el  pú- 

blico tomó  el  drama  á  rif-a... 

Mel.  (¡y  quién  sabe  si  hubiera  llorado  con  el  saí- 

nete!) 

Fras.  Por  supuesto  que  eso  no  es  na  pa  las  malas 

caras,  pa  ios  df^saires  que  ha  tenío  quy 
aguanta  e-ta  criatura... 

Pepe  A  mí  madre  la  ciega  él  amor  paternal. .. 

Fras.  Con  desirle  á  usté  que  basta  Ruibarbo  le  ba 

recbasao  una  piesa...  ¡Mire  usté  Ruibarbo!... 
El  cómico  rñk-^  malo  que  be  conoslo...  |T') 
lo  base  iguá!  Y  luego  desde  la  cuarta  fila  do 
butacas  no  se  le  03'e. 

Pepe  Eso  no,  mamá,  la  Sída  es  muy  grand*^. . 

Fras.  ¡Vaya  una  di-culpa!   Al  apuntado  se  le  oye 

desde  todo  el  teatro,  (l'epe  saca  una  carteíay  es- 
cribe   Don  Mclquiades  lo  observa  ) 

Mel.  ¡Qué  cosas  tiene  esta  Frasquita! 

Laura  A  alguien  ha  de  salir  el  niño  tan  agudo... 

Pepe  (Dijío,  ,ieb?) 

Fras.  ¡Qué  más  quisiera  yo  que  tené  la  grasia  que 

este  mico!  ¡Ven  acá  tú,  autora  so!  (Dándole  un 

achuchón.) 

Pepe  Mamá,  déjate  de  arrumacos  abora... 

Fras.  Está  escribiendo  una  piesa  })a  Lara,  que  va 

á  sé  un  alboroto...  Tiene  una  situasión. . 
¿Cómo  es,  tú?  ¡.\b,  si!  Un  tipo  que  le  habla 
á  otro  de  sa  padrastro,  del  marido  de  su 
madre,  ¿sabe  usté?  y  el  otro  cree  que  se  re- 
fiere á  mi  padrastro  que  tiene  en  un  dedo... 
Ay,  pero  tan  bien,  tan  bien  traído  to,  que 
es  tirarse  de  risa... 

Mel.  La  equivocación  no  puede  ser  más  nueva. 

Fras,  ¿Que  si  es?  Como  que  e¿te  chiíjuiyo  es  in- 

agotable. 

Laur  \  (¡Jesús,  qué  cotorra  de  señora!) 

Fras.  Da  miedo  pensá  las  obras  (¡ue  tiene  en  fsa 

cabesa...  Anda,  Pepiyo,  di  les  á  estos  señores 
lo  que  preparas  })a  este  año. 

Pepe  ¡Psch!  Poca  cosa...  Apenas  tengo  tiempo... 


-    13  — 

Solo  que  rai  madre...  Lo  primero  será  un  saí- 
nete para  el  Español;  luego,  otro  saínete 
para  la  Comedia;  de.-pués  cuatro  zarzuelas 
en  un  acto:  dos  de  retruécanos  y  dos  finas; 
un  par  de  comedias  en  dos  actos,  para  Lara; 
otra  en  un  acto,  para  Lara  también;  nnaco- 
silla  sin  in:íportancia  para  Romea...  Y  si  me 
queda  tiempo  puede  que  le  escriba  un  mo- 
nólogo á  la  Guerrero...  Yotro  á  Rosario  Pino. 

Laura  (¡Ay,  ojalá  no  le  quede  tiempo!) 

Fras.  Lo  malo  es  que  ha  reñido  con  el  colaborado 

y  anda  por  ahí  desalao  buscando  uno... 

Mel.  Sí,  ¿eh? 

Fkas.  Como  que  el  otro  se  tragaba  los  chistes  bue- 

nos que  se  le  ocurrían  pa  ponerlos  en  obras 
suyas  ^0!^mente. 

Laura  ¡Ah,  bribón! 

Mel.  Pues  nada,  pollo,  no  hay  que  desmayar... 

¡adelante! 

Fras.  ¿Qué  ha  de  desmaya,  con  ese  talentaso?... 

¡Lo  que  gosaría  mi  pobresito  Pedro  Arvín- 
cnla  si  vivieía!  O  mi  Luis  Gonsaga...  O  mi 
Félix  de  Cantali.sio...  O  mi  Juan  Ante  Por- 
tam  Latinam...  Porque  los  cuatro  fueron 
aíisionadísimos  á  las  tablas. 

Mel.  ¡y  usted,  más  que  viuda,  es  un  panteón  de 

maridos  enteramente! 

Fras.  Hijo,  ¿y  qué  culpa  tengo  yo  de  que  se  me 

muriera  el  primero? 

Mel.  Señora,  el  primero  y  los  otros... 

Fra.'».  Es  que  si  no  se  me  muere  el  primero  los 

otros  se  quedan  por  puertas,  (pepe  vuelve  a 

cseiibir  en  su  cartera.) 

Mel.  También  es  verdad.  Me  hace  usted  reír,  y 

eso  que  no  estoy  para  bromas...  ¡Ese  Berní- 
bé  que  no  viene!  (Eeparando  eu  Pepe.)  Pero 
¿qué  diaillos  hace  ese? 

FRAf.  Cave  usté,  hombre:  le  digo  á  usté  que  es  el 

demonio.  Tí  s  los  chistes  que  oye  los  apunta 
y  luego  los  mete  en  las  obras. 

Laura  Pues  es  una  hormiguita.    • 

Pepe  ¿Se  murmura  de  mis  procedimientos? 

Mel.  |De  quien  se  murmura  es  de  ese  dichoso 

Bernabé,  que  no  sé  dónde  se  ha  metido! 


—  14  — 

Pepe  Ah,  ¿pero  aguardan  ustedes  á  Bernabé  con 

la  buena  nueva?  ¡Pues  se  han  lucido  us- 
tedes! 

Laura  ¿Por  qué?  ¿Dónde  hay  un  muchacho  más 
servicial  ni  más  listo? 

Pepe  ¿Ese?  ¡Ni  sabrá  siquiera  cuando  silban  ni 

cuando  aplauden! 

Fras.  ¿Por  qué  no  te  yegas  tú  de  un  salto,  hijo 

ralo? 

Mel.  Sí,  Pepito;  Dios  se  lo  pagará. 

Pepe  Ahora  mismo.  Dentro  de  nada  estoy  aquí. 

(Vase  poi  el  foro  corriendo.) 

Fras.  Es  de  masapán  esa  criatura.  Pa  labra  la  feli- 

sida  de  una  mujé  no  hay  otro. 
IvAURA         (Buen  provecho  le  haga.) 


ESCENA  III 


LVURA,    FRA8QUITA  y  DON   MELQUÍADES 

Mel.  ¡Qué  noche.  Dios  mío!  ¡Qué  infierno  de  ca- 

beza! Aplausos  por  aquí...  silbidos  por  allá. . 
aclamaciones...  incultos...  el  barítono  que  se 
equivoca...  el  apuntador  que  se  duerme...  el 
dúo...  el  coro...  la  gloria...  ¡qué  sé  yo!  ¡Que 
pase  pronto  esta  pesadilla! 

Laura  ¡P'>r  Dios,  papá,  que  pareces  un  loco  enjau- 

lado! ] 

Mel.  ¿y  qué  quieres  que  le  haga,  hija  mía,  si  es- 

toy que  boto? 

Fras.  Pero  oiga  usté,   ¿no  le  ha  dicho  á  usté  mi 

Pepiyo  que  le  gusta  la  obra? 

Mel.  (Razón  de  más.)  En  estos  momentos   no 

basta  nada,  Frasquita...  ¿usted  sabe?...  ¡Cual- 
quiera les  encuentra  las  cosquillas  á  eso-^ 
ciudadanos  que  pngan  prima  álo.s  revende- 
dores! Les  temo  más  que  á  las  viruelas...  Es 
claro:  hay  prójimo  que  por  una  butaca  da 
dos  duros,  y  como  no  fusilen  al  autor  no 
está  contento.  ¡Mire  usted  qué  lógica  más 

graciosa!  (principia  á  sonar  el  timbre  del  portón,  y 
no  cesa  hasta  que  se  supone  que  ha  abierto  Laura.) 

Laura         ;Dios  mío! 


—   15   — 
Mel.  ¡Ese  es  Bernabé!  ¡Corre  á  abrirle!  (^vase  Laura 

por  el  foro.) 

Fras  Don  Melquíades,  por  los  clavos  de  Cristo, 

no  le  vaya  á  dá  á  usté  un  insulto. 


ESCENA  IV 


DICHOS  y  FABIO;  luego  BERNABÉ 


V  ABIO  (Por  la  primera  puerta  de  la  izquierda,  con  ansiedad.) 

¿Qué  es  eso?  ¿Hay  noticias? 
Mel.  ¡Sí,  sí! 

Fras  ¡Sin  dnda!  (corren  hacia  el  foro  los  tres.) 

Bern.  (Dentro.)  ¡Victoria,  victorial 

Mel.  ¿Victoria,  dice? 

Fras.  ¡Victoria! 

Fabio  ¡Victoria,  papá! 

Fras.  ¿Lo  está  usté  viendo,  hombre  de  Dios? 

Bern.  (Por  ei  foro,  con  Laura.)  ¡Don  Melquíades,  ven- 
ga un  abrazo!  (Va  abrazándolos  á  todos.) 

Mel.  ¡y  veinte! 

Bern.  ¡Fabio,  qué  triunfo!  ¡Laura!  (¡Se  lo  di!...  ¡se 

lo  di!)  ¡Doña  Frasquita! 
Fras.  (Deteniéndolo.)  HiJo  de  mí  alma,  pare  usté... 

El  entusiasmo  tiene  í-u  límite... 
Laura  Vamo.'í,  di^a  usted  lo  que  hay. 

Hern.  ¡Noche  completa,  noche  de  ventura! 

Mel.  ¡Lo  que  yo  presumía!  ¡Laura! (Abrazándola.) 

¡Frasquita!  (Yendo  á  abrazar  á  ésta.) 

Fras.  (impidiéndolo.)    ¡Ay!   ¿usté    también?    ¡Vaya 

unos  repente^;! 
Laura  Hermano!  (Abrazando  á  Fabio.) 

FaBLi  (.Vbrazando    á    don    Melquíades.)    ¡Papá!    (Yendo  á 

abrazar  á  Frasquita.)  [Señora!... 

Fras.  (Alejándose.)  ¿Otra  te  pego?  ¡La  han  tomao 

conmigo  e.>ita  noche! 
Bern.  ^:Y  para  mí  no  hay  nada? 

Laura         ¿Para  usted?  ¡U.sted  .«e  lo  merece  todo! 
Bern  .  ( ¡Oh,  que  frase!) 

Mel  .  ¡Todo!  (los  tres  rodean  á  Bernabé  y  lo  abrazan  u  un 

tiempo.) 

Fras.  Pues  señó,  se  base  polvo  esta  gente. 


-    16  — 


Bern. 

Fras. 
Mel. 
Fabio 
Bern. 


Mel. 
Bern  . 
Laura 
Ber:í  . 


Mel. 


Bern. 

Laura 
Fkas. 
Mel. 
Bern. 


Fras. 

Laura 

Fras. 


Bern. 


Fras. 
Bern  . 


¡Basta  3'a!    |Que  me  ahogan   ustedes,  que 
me  ahogan! 

Vamos,  dejarlo  que  hable. 
Sí,  hombre;  cuente  usted,  cuente  usted... 
Detalla... 

(suspirando.)  ¡Ay,  Dios  mío!.  ,  Verán  ustedes... 
El  público,  como  suele  decirse,  entró  en  el 
libro  en  la  primera  ef-cena... 
¿Entró,  eh? 

Sí,  señor;  pero  se  salió  en  la  segunda. 
¡Qué  lástima! 

Nada  de    lástima:  la   frialdad    duró    poco. 
Apenas  vino  el  número  del  Verano,  se  rom- 
pió el  hielo.  ¡Qué  ovación.  Dios  de  las  altu- 
ras! 
¿No  lo  dije?  Si  es  mucha  frase  aquella...  Ti- 

rorí...  tari  tariaro...  tirarÓ...  (Todos  rebosan  satis- 
facción y  júbilo.) 

¡Yo  estaba  como  quien  se  saca  una  muela 
sin  dolor!  ¡Lloraba  de  alegrí;d 
¿Lloraba  Ubted? 

¡Qué  bueno  párese  este  muchacho! 
(conmoviéndose.)  ¡Más  bueno  que  el  pan! 
No  es  que  sea  l)ueno,  es  que  en  ustedes  ha- 
llo el  único  calor...  la  única  familia...  (conmo- 
viéndose también.) 
(lo  mismo.)  Es  claro... 
(lo  mismo.)  Es  natural.., 
¿Ahora  les  toca   el   turno  á  los  pucheros? 
¿V^an  ustés  á  soltá  el  trapo  como  niños  de 
teta? 

Tiene  usted  razón.  ¡Ya  digo,  yo  lloraba  de 
alegría!  El  jefe  de  la  claque,  aplaudiendo, 
me  cogió  una  vez  la  cara  entre  las  manos. 
¡Pues  hay  motivos  para  echarse  á  llorar! 
Llegó  el  segundo  número...  y  el  delirio;  llegó 
el  tercero...  y  ¡el  acabó?e!  El  público  loco, 
borracho,  de  pie  en  las  butacas,  aplaudía 
como  una  sola  persona.  Por  todas  partes  no 
se  oía  más  que  esto:— «¡Qué  tío!  ¡Qué  músi- 
ca ha  hecho!  ¡Qué  animal!  ¡Qué  bruto!  ¡Qué 
báibaro!» — Ad,  así  por  todas  partes.  Y  se 
llamó  al  aut^n-  á  grito  herido,  y  se  adelantó 
Ruibarbo  á  la  balería  y  dijo  que  el  autor  era 


—   17   - 

el  maestro  Albaricoque,  pero  que  no  ge  ha- 
llaba en  el  teatro.  Y  entonces  todo  el  mun- 
do, hombres  y  señoras  y  niños,  inspirados 
por  el  propio  entusiasmo,  gritaron  á  una 
voz:  «¡Que  lo  traigan!»  Y  yo,  sin  poder  con- 
tenerme, exclamé: — «¡Voy!» — Y  aquí  me 
tiene  usted  decidido  á  llevármelo  Es  nece- 
sario que  esté  U!»ted  allí  al  final  de  la  obra. 
No  hay  más  remedio, 

Mel.  ¡Por  vida   de...!    ¡Miserables   ochavos,   que 

todo  lo  ensucian!  U?ted,  Frasquita,  conoce 
nuestra  situación  y  no  se  extrañará  de 
nada.  . 

Fra3,  Cayese  ustJ,  inosente. 

Mel.  ¿Cómo  quiere  usted,  Bernabé,  que  me  pre- 

sente yo  en  escena  con  esta  facha? 

Laura         No  es  posible;  lo  silbarían. 

Fabid  ¡Si  por  eso  no  ha  ido  al  teatro! 

Fras.  ¡Mire  usté  qué  demonio!  Pa  haberlo  sabi- 

do... Anteayé  me  deshise  yo  de  un  temo 
flamante  de  mi  Juan  Ante  Portam  Latinara. 

Bern.  Señor,  yo  recuerdo  que  usted  tiene  un  cha- 

qué de  vicuña... 

Mel.  Óí;  pero  no  está  en  casa... 

Fabio  Imagínate  el  paradero. 

Bern  .  Hombre,  lo  extraño,  porque  los  chaqués  no 

los  toman. 

Fras  ^;Y  lo  han  perdido  ustedes? 

Laura         No,  señora;  la  papeleta  existe. 

Bern.  ¿Pues  qué  hace  usted,  Laurita,  que  ñola 

trae? 

Fabio  ¡Si  no  hay  un  céntimo  en  la  cafa! 

Fras.  (Registráudose  el  bolsillo.)  ¿Le  paesc  á  usté?...  ¡Y 

á  mí  se  me  ha  olvidao  el  portamonedas!... 

Bern.  ¡Pero  yo  tengo  algún  dinero!  ¡Venga  la  pa- 

peleta en  el  acto! 

Mel.  {a  Fabio.)  Llégate  por  ella  al  archivo. 

Fabio  ¡Tú  eres  mi  padre,  Bernabé!  (Dándole  unabrazo.) 

Mel.  ¡No,  hijo,  tu  padre  soy  yo!  (vase  Fabio  por  la 

segunda  puerta  de  la  izquierda  y  sale  cuando  indica  el 
diálogo.) 

Laura  ¡A  este  Bernabé  no  se  le  paga  con  oro  molido! 

Bern.  ¿A  mí,  Laurita?  (¡Luego  le  diré  yo  con  qué 

puede  pagarme!) 

2 


„    18   — 

Mel.  ^Impaciente )  ¿Nos  dará  tiempo? 

Bern.  Sí. 

Laura         ¿Qué  hora  será  3'a? 

Bern.  (Mirando  el  reloj.)  ,Qué  sé  yo!  ¡Ese  reloj  ade- 

lanta 1  res  ó  cuatro  díasl 

Fabio  ¡La  papeleta! 

Bern  •  Venga  acá.  A  ver...  (Examinándola.)  Catorce 
reale?...  En  Agosto...  Agosto  uno...  Setiena- 
bre  dos...  Octubre  tres...  Me  sobran  dos  pese- 
ta?..  Conque  arréglese  Uf-ted  volando,  don 
Melquíades,  que  el  chaqué  está  aquí  antes  de 

dos  minutos.  ¡Abur!  (Vaseporel  foro  corriendo.) 

Fras  y  yo,  mientras  viene,   voy  en  un  dos  por 

tres  á  casa  de  doña  Gertrudis...  á  darle  la 
notisia  del  exitoso. 

Laura         Es  verdad,  que  encargó  la  pobre  señora... 

Mel.  Pero  que  suba  Fabio... 

Fras.  No,  no;  que  Fabio  puede  basé  falla  aquí.  Si 

yo  bajo  en  seguida...  Hasta  luego,  hasta  lue- 
go... Y  quo  sea  enhorabuena,  ¿eh?...  (Ahora 
.  sí  que  me  conviene  á  mí  este  hombre... 
¡Dios  santo,  qué  trimestres!)  (vase  por  ei  foro.) 

Mel.  [Adiós! 

Laura         Adiós. 

Mel.  Oye,  niña,  ¿tengo  un  cuello  limpio? 

Laura         Me  parece  que  sí. 

Mel.  Pues  anda  por  él.  ¿Y  corbata? 

Fabio  '         Ponte  la  mía  de  las  reuniones. 

Mel.  Traémela,  niña. 

LaUR\  Al  momento,  papá.     (Vase  por  la  primera  puerta 

de  la  izquierda.) 


ESCENA  V 

DON  MELQUÍADES  y  FABIO;  después  DON  TELESFORO 

^Don  Welqviiades,  durante  esta  escena,  manifiesta  creciente  impacien- 
cia y  desasosiego.) 

Fabio  ¡Pues  señor,  estoy  que  no  quepo  en  el  pe- 

llejo! 

Mel.  ¡y  yo  que  no  sé  lo  que  me  pasa!  ¡Fabio, 

hijo  ncío,  se  realiza  el   sueño  de  toda   mi 


—   19    - 

vida!...  ¡Ya  era  hora!  Dentro  de  diez  minu- 
tos, en  el  proscenio,  recibiré  los  aplausos  de 
la  multitud  entusiasmada  y  frenética... que... 
que...  Oye,  ¿y  cómo  te  parece  que  salude? 

Algo  por  este  estilo,  ¿no?  (Ensayan  los  dos  los  sa- 
ludos al  público,  según  indica  el  diálogo.) 

Fabio  Papá,  esG  se  hace  cuando  lo  presentan  á  uno 

á  una  .señorita...  Al  público  se  le  debe  más... 
Una  cosa  así... 

Mel.  Hombre,   por  Dios,   te  doblas  demasiado. 

Mejor  es  esto... 

Fabio  O  esto... 

Ml-L.  Esto,  esto...  (^Uno  y  otro  siguen  haciendo  unos  ins- 

tantes reverencias.  Sale  don  Telesforo  por  el  foro, 
cree  que  los  saludos  van  con  él,  y  contesta  en  la  misma 
forma.) 

Tel.  Señores...  (¡Canario,  qué  finos  están!...  No, 

pues  por  mí  no  queda.)  Señores...  ¡Pero,  se- 
ñores!... 

Mel.  ¡Don  Telesforo! 

Fabio  ¡Mi  querido  don  Telesforo! 

Mel.  ¿Cómo  es  que  no  ha  dado  usted  sus  tres  gol- 

pes de  timbre? 

Tel.  Porque  no  he  tenido  que  llamar...  Salía  doña 

Frasquita  cuando  yo  entraba... 

Mel.  ¿y  no  le  ha  contado  á  usted  lo  que  hay? 

Tel.  Algo  me  ha  dicho  del  estreno  ..  ¿Qué  sucede? 

Mel.  ¡Que  he  tenido  un  éxito  fenomenal! 

Fabio  ¡Que  lo  está  teniendo  á  estas  horas,  mejor 

^^  dicho! 

Mel.  ¡De  esos  de  quinientas  representar-iones  y 

cinco  beneficies  y  letras  coloradas!  No,  y  lo 
que  es  mañana  me  sacan  á  mí  tiras. 

T'l.  ÍvO  creo.  Hay  tantos  envidiosos... 

Mel.  Digo  tiras  por  lai  paredes:  «¡Éxito  inverosí- 

mi!»  «¡Los  cuatro  elementos!»  «¡Todas  las 
noches!» 

Tel  Pues,  don  Melquiade?...   Fabio...  (cogiéndole 

una  mano  á  cada  uno  y  sacudiéndolos   fuertemente.) 

Ya  saben  ustedes  que  yo  me  alegro  muy  de 

veras...  ¡pero  muy  de  veras! 
Fabio  ('¡Ayl) 

Tel.  Porque  soy  amigo  de  ustedes  de  vardad... 

¡pero  de  verdad! 


~    20    - 

Mel.  (¡a.)!)  Gracia?,  gracias...  (Con  tres  enhora- 

Duenas  así  me  malogro.) 

Fabio  (¡Esto  no  es  dnr  la  mano!  ¡Esto  es  querer  lle- 

varpe  la  de  uno!) 

Tel.  ¿y  dice  usted  que  aún  dura  la  representa- 

ción de  la  obra? 

Fabio  Sí,  ¡-eñor. 

Tel.  Pues  allá  me  voy  ahora  mismo...  á  contri- 

buir con  mis  aplausos... 

Fabio  ¡Don  Telesforo,  usted  es  mi  padre!  (Abrazán- 

dolo.) 

Mel,  ¡No,  hijo!  (¡Qué  manía!) 

Tel.  (,'onqne  hasta  luego,  (va  á  irse  y  vuelve.)  ¡Ahr 

Me  olvidaba  d*^  prevenirla ?.  .  que  es  á  lo  que 
he  venido  precisamente... 

Mel.  Diga  usted. 

Tel.  Mañana  tempranito  salgo  de  caza...  La  llave 

de  mi  cuarto  se  la  dejaré  al  portero.  Recó- 
janla ustedes  y„. 

Mel.  Vaya  usted  tranquilo. 

F(\Bic>  Cuidaremos  sus  pájaro^;  como  de  costumbre. 

Tel.  fce  trata  de  una  expedición  de  ocho  ó  diez 

días.  La  caza  es  mi  chifladura,  ya  lo  sabe 
usted. 

Mel.  (; Adiós  mi  dinero!)  Pero,  ¿y  Laurita?...  (Lla- 

mando.) ¡Laurita! 

Tel.  ¿Usted  no  me  ha  visto  á  mí  tirar  nunca? 

Mel.  (Deseando  que  se  vaya.")  [Muchísimo! 

Tél.  a  mí  me  pone  usted  un   duro  á  cincuenta 

pasos,  tiro...  y  lo  hago  dos. 

Mel.  ¿Hombre,  sí?  Pues  va  usted  á  disparar  con- 

tra lo  primero  que  cobre. 

Tel.  ¡Je,  je!  Oiga  usted:  una  vez  en  el  Pardo... 

Mel.  Que  se  le  hace  á  usted  tarde,  don  Teles- 

foro. 

Tel.  Tiene  usted  razón.  Y  es  que  cuando  pego  la 

hebra...  Hasta  la  vista,  ¿eh?  Conste  que  yo 

me  alegro  de  verdad...  (Tendiéndoles  las  manos. 
Don  Melquíades  y  Fabio  van  á  darle  las  suyas,  pero 
recordando  de  pronto  las  sacudidas  anteriores,  se  la» 
llevan  á  la  espalda  los  dos  á  un  tiempo.) 

Mel.  Gracias,  gracias. 

Fabio  Un  millón  de  j^^raeias. 

Mel.  Acompaña  á  don  Telesforo,  Fabio. 


—  21    — 


Tel.  No  se  moleste;  adiós. 

Fabio  No  es  molestia  ninguna. 

ro  por  el  foro.) 


(Vase  con  don  Telesfo- 


ESCENA  VI 


DON   MELQUI.\DES,    LAURA    y   FABIO;    luego   BERNABÉ 

(En  esta  escena  debe  hacerse  todo  aprisa  y  corriendo.) 

L'iUKA  (Por  la  primera  puerta  de  la  izquierda,  con  las  pren- 

das que  nombra.)  Toma  la  corbata  y  el  cuello, 

)>a|iá.   (Se  los  da  á  don   Melquíades.)    La    COrbatU 

está  peor  de  lo  que  yo  creía. 
Mel.  Buena  está.  Con  la  luz  no  se  ve. 

Laura         Como  no  se  ve  es  sin  la  luz.  i-Jl  sombrero  y 

y  la  capa  vieja.  (Los  coloca  sobre  una  silla  ) 
Mel.  ¡La  que  hay! 

L«iüRA         ¡l^^lojo  cepillado  le  hace  falta! 
Mel.  Bueno:  ponme  el  cuello  primero,  que  yo  no 

atino  con  el  ojal. 
Laura  (obedeciendo  á  don  Melquíades.)  Baja  UU  poquitO 

la  cateza. 
Mel.  ¡Ay,  qué  manos  más  frías! 

Laura  Así,  así... 

Mel.  (a  Fabio,  que  sal:;  por  el  foro.)  Cepilla  tÚ  la  Capa, 

Fabio. 
Fabio  Voy  ahora  mismo,  (coge  la  capa  y  la  cepilla.) 

Laura  La  corbata. 

Mel.  Hazme  un  nudo  bonito,  ¿eh? 

Laura         Precioso,  ya  verás.  ¡Mira  qué  monada! 

Bern.  (Por  el  foro,  jadeante,  con  el  chaqué  de  don  Melquíades 

envuelto  en  un  periódico.)  ¡El  chaqué!  \AqUÍ  está 

ya  el  chauíél 

Fabio  ¡Caramba!  ¿Por  dónde  has  entrado? 

Bern.  ¡  'or  la  puerta,  mira  este!...  Me  llevé  la  llave. 

(Respirando  con  fatiga.)  ¡.\y,  qué  Carrera  en 
pelo! 

Laura         A  ver  cómo  viene,  (coge  ei  lío  y  lo  deshace.) 

Fabio  Yo  me  voy  contigo,  papá.  Ya  no  le  temo  á 

nada.  ¡Qué  triunfol 

Laura  ¡Quítate  la  americana,  maestrazo!  (Don  Mel- 
quíades obedece  y  Líiura  le  ayuda  á  ponerse  el  chaqué.) 


—  22    - 


Bekn, 

Laura 

Mel. 

Laura 
Bern. 

Mel. 

Lauka 


Mel. 
Fabio 

L-VURA 

Bern. 

Laura 
Mel. 
F  b;o 

L\UK\ 

Mel. 
Fabio 

L\URA 

Mel. 

Laura 
Mel. 
Fabio 
Bern. 

JjAURA 


Pronto,  que  es  tarde. 
¿Vas  á  meter  la  mano  por  un  bolsillo? 
Hija,  si  no  veo.  Vísteme  despacio,  que  egtoy 
de  prisa.  ¿Qué  tal  queda? 
¡Virgen  María,  qué  diluvio  de  manchas! 
Las  manchas  no  se  ven  desde  lejos.  Vamo- 
nos... 
Vámono.^. 
Aguarda  un  instante.  Aquí  en  el  aparador 

hay  bencina.  (<"oge  el  frasco  de  bencina  del  apara- 
dor. Todos  frotan  el  chaqué  con  sus  pañuelos,  y  el 
frasco  va  pasando  de  mano  en  mano.  Don  Melquiades- 
deja  hacer.) 

¿\  que  no  vanciOS  á  llegar,  Berriabé? 
Dame,  Laurita.  Esta  del  codo  se  nota  mu- 
cho. 

Y  esta  de  la  espalda.  Trae. 

La  peor  de  todas  es  esta  del  pecho.  Déme 

usted. 

jUf!  Esto  huele  á  demonios. 

(¡Qué  detalle  para  mi  biografía!) 

El  fiddón  izquierdo  está  indecente... 

Y  el  derecho  no  le  va  en  zaga. 

¡Ea,  ba-ta  ya  de  fricciones!  ¡  Al  teatro! 

La  capa,  papá  Embózate  bien. 

El  sombrero. 

¡Conque,  hijos  míos,  ya  se  van  á  acabar  la» 

penas! 

¡Adiós,  papaíto! 

¡Vamonos,  hombre!  ¡Adiós,  hijita! 

i  Al  teatro! 

¡Al  teatro!  (En  cuanto  pueda  los  dejo  y  vuel-- 

vo  30.)  (Se  van  los  tres  por  el  foro  ) 

(Desde  la  puerta  )  ¡Cuenta  las  veces  que  sales  á. 
escena,  papá! 


ESCENA  VII 

LADRA 


¡Pobre  papá!  ¡Va  loco  de  alegría!  ¡Ahí  es 
nada!  Salir  en  un  momento  de  esta  vida 
prosaica  y  triste...  después  de  tantos  años  de 


—  23  — 

afanes  y  de  lucha  por  conseguirlü...  des- 
})Ué8  de  no  haber  sufrido  mis  que  det-.-iires 
y  malas  palabras  de  cómicos  y  empresa- 
rios... Digo,  ¿eh?  Aquel  que  le  dijo  á  papá 
que  era  un  pepino,  ¿cómo  estará  ahora?  Se 
tirará  de  los  pelos.  ¡Que  rabie!  Toma,  toma 
pepinos.  Del  mal  de  nadie  me  alegro  yo, 
pero  lo  que  es  del  de  ese  caballero...  ¿Habrá 
antipático?  ¡Mire  usted  que  llamarle  ¡  epino 
á  mi  papá,  que  va  á  cobrar  ahora  cinco  du- 
ros por  noch*^!. .  ¡Poquito  que  voy  yo  á  lucir 
con  ese  dineral  que  se  nos  entra  por  las 
puertas!...  Lo  primero  que  me  compro  es  un 
traje...  Dos,  dos  traje?...  Tres  trajes,  porque 
con  dos  no  hay  combinaciones.  Y  el  de 
casa,  cuatro  ..  Sí,  entre  todos,  cuatro  ó  cinco 
trajes...  Bueno,  media  docenita  de  trajt-s. . 
Luego  un  par  de  zapatos  de  charol...  ¡Ha- 
cen el  pie  tan  mono!  Y  yo  que  no   lo  tengo 

feillo.  .  (Recreándose  en  él.)  Es  claro  que  COn 
estos  de  becerro  no  luce,  ¡üf!  al  becerro  mate 
le  tengo  mala  voluntad...  En  seguida  un 
sombrero.,  un  sombrero  de  esos  grandes, 
de  terciopelo  negro...  con  plumas  también 
negras  ..  ¡Ay!  ¡cuánto  he  buspirado  yo  por 
un  sombrero  de  esoí;!...  ¡A  mí,  que  soy  mo- 
renita  clara,  me  deben  de  sentar  tan  l'ien!... 
Despué-í,  uno  blanco,  de  paja,  para  el  vera- 
no... ¡Qué  bien  me  ha  de  caer  á  mí  ¡o  blan- 
co!... ¡Comosoymorenita clara!...  Yguantes... 
y  abrigo  de  terciopelo...  y  manguito.  .  y  flo- 
res... y...  ¡Que  voy  á  dar  labora!  ..  De  teatros, 
no  hay  que  hablar...  Todas  las  noches  un 
palquito.  Papá  no  tendrá  más  que  ir  á  con- 
taduría y  mandar  en  yítí: — «Venga  un  pai- 
ro.»—  «Ahí  va.»  -Y  yo,  por  la  noche,  allí, 
dándome  tono. .  Y  los  acomodadores  dirán: 
«Aquella  tan  guapa  es  la  hija  del  autor.»  Y 
puede  que  lo  digan  otros  que  no  sean  aco- 
modadores... ¡Desde  luego!  Pues  si  me  va  á 
salir  cada  c  mquista...  ¡Oh!...  ¡Mi  verdadero 
i' leal  es  un  título  rico! ..  No  hay  como  un 
título...  ¡Ay,  Señor,  que  se  me   declare  un 

título!  (Pausa.  Medita.) 


24  — 


ESCENA  VIII 


LAURA     y    BERNABÉ 


Bf.BN.  (Por  el  foro.  Detiénese   un  momento  contemplando  á 

Laura.)  ¡Allí  está!  ¡Qué  linda  crialurM!  ¡Dios 
mío,  como  me  tenga  en  poco  porque  no  soy 
señorito  de  carrera,  me  muero  de   repente! 

(Se  va  acercando  á  Laura.) 

Laura  (Fantaseando.)  jOh!  ¿Qué  tal,  señor  Conde?  Di- 

chosos los  ojos...  Siéntese,  eiént-  se  á  nú 
lado... 

Bern.  (¿Habla  sola?)  Laurita... 

LAUR^  (üistraida.)  Señor  Conde... 

Bern.  ¿Eh? 

Laura  (Reparando  as>istada  en  Bernabé.)  ¡Ah! 

Bern.  ¿Le  sorprende  á  u4ed  mi  presencia? 

Laura  ¡Es  claro!  ¿Y  papá? 

Bern.  En  el  camino  lo  he  dejado...  Yo  he    venido 

solo,  porque...  porque...  (¡Animo,  Bernabé!) 
Bueno,  por  si  necesitaba  usted  mis  servi- 
cios... Ya  sabe  usted  que  siempre  estoy  á  su 
disposición. 

Laura  Ya  lo  sé...  Mil  gracias.  (Pausa.  Bernabé    trata  de 

decir  algo,  y  no  sabe  qué.) 

Bern,  ¿De  modo  que  no  le  hace  á  usted  falta  nin- 

guna cosa? 

Laura         (Riéndose.)  ¡Ay,  me  hacen  falta  muchas! 

Bern.  ¡Je,  je!  Ya  sabe  usted  que  j'o   me  refiero  á 

las  menudencias...  ¿Hay  chocolate  para  ma- 
ñana? 

L^URA  Sí.  ¿No  recuerda  usted  que  trajo  el  domingo 

una  libra? 

Bern.  Lo  había  olvidado  ya...  Yo   soy  así...  Y  le 

decía  á  usted  eso,  porque  he  descubierto 
una  ganga. 

Laura         ¿Una  ganga? 

Bern.  Así  como  suena.  En  la  calle  de  Fuencarral, 

precisamente  al  lado  de  la  relojería  en  que 
yo  trabajo,  hay  una  tienda  de  comestibles 
donde  se  compra  una  librita  de  peseta,  y  le 
regalan  á  uno  un  despertador. 


Laura         Bien,  bien...  Usted  siempre    tan   liormigui- 
ta...  ¿Y  es  bueno  el  chocolate? 

Bern.  Por  el  estilo  del  despertador.  ¿Quiere  usted 

que  le  traiga  media  librita  para  probarlo? 

Laura  No,  no;  no  se  moleste. 

Bern.  ¿Molestia?  ¿Molestia,  tratándose  de   usted? 

Usted  debe  saber  que  nunca  me  molestan 
sus  peticiones...  Digo,  creo  que  jamás  be 
puesto  una  mala  cara...  Todo  lo  contrario: 
con  el  alma  y  la  vida  ..  Cuántas  veces  me  ha 
dicho  usted: — tBernabé,  ayúdeme  á  estirar 
estas  sábanas...» — Con  mil  amores. — «Ber- 
nabé, necesito  sal  y  pimienta.» — Y  allá  va 
Bernabé  por  sal  y  por  pimienta,  aunque  no 
mu}^  convencido  de  (¡ue  usted  necesite  pi- 
mienta, ni  mucho  menos  sal...  (¡Esto  me  ha 
salido  redondo!) 

No,  si  yo  reconozco  su  amabilidad...  y  crea 
usted  que  mi  gratitud  será  eterna...  (¿A  qué 
vendrá  ahora...?) 
¿Nada  más  que  su  gratitud? 
Y  con  ella...  mi  aft  cto... 
¿Xada  más  que  su  afecto? 
Fero,  ¿usted  qué  quiere,  hijo  mío? 
¿Nada  más  que  hijo  suyo? 
¿Cómo? 

(¡Qué  disparate!)  Dispénseme  usted,  Lauri- 
ta...  he  dicho  una  sandez...  Su  presencia  de 
usted...  así  á  solas...  me  turba...  me... 
¿Quiere  usted  que  llamemos  á  alguieti? 
Todo  lo  contrario:  si  precisamente  deseo 
aprovechar  esta  soledad...  para  decirle... 
para  decirle  algo  que  ya  no  cabe  dentro  de 
mí,  y  que  yo  pensé  que  usted  habría  adivi- 
nado en  mi  solicitud  constante,  en  mi  dili- 
gencia sin  ejemplo... 

Laura         ¿A  dónde  va  usted? 

Bern.  A  donde  usted  di-^ponga,  como  siempre:  á  la 

felicidad...  ó  al  abismo:  por  una  e.-trella  del 
cielo...  ó  por  una  libra  de  chocolate... 

Laura         ¿Qué    novedad   es   esta,    Bernabé?  (¡Santo 
Dios,  vaya  un  título  el  que  me  sale!) 

Bern.  Novedad  ninguna...  Esto  ya  es  antiguo  en 

mi  corazón.  (I^e  suelto  el  símbolo)  Voy  á 
preguntarle  á  usted  una  cosa. 


Laura 


Bern. 

Laura 

Bern. 

Laura 

Bern. 

Laura 

Bern. 


L\URA 

Bern. 


—   26   - 


J>AURA 

Ber\. 

Laura 
Bern. 

Laura 
Bern. 


Laura 
Bern. 


Laura 

Bern. 

Laura 

Bern. 

Laura 

Bern. 

L\URA 


Bern. 

Laura 
Bern. 


L\ÜRA 

Berv. 

Laura 

Bern. 

Laura 

Bern. 


Usted  dirá. 

yi  yo  fuese  el  minutero  de  un  reloj,  ¿tendría 
usted  inconveniente  en  ser  la  manilla? 
¡Jesús!  Y  ¿para  qué? 

Bara  vivir  los  dos  en  la  misma  esfera...  y  no 
andar  el  uno  sin  el  otro. 
¡Ja,  ja,  ja!  ¡Qué  simil  de  relojería! 
Bor  Dios,  Laurita,  no  eche  UFted  á   broma- 
mi  pretensión  honrada:  yo  no  puedo  ofre 
cerle  á  usted  grandes  riquezas,  eso  no...  pero 
sí  le  ofrezco  un  corazón  con  tapa  de  oro,  ga- 
rantizado por  toda  la  vida... 
Como  los  relojes,  ¿eh? 
P'alta  un  detalle:  en  la  tapa,  grabado  á  fue- 
go, hay  un  enlace  de  dos  letras:  L  y  B.  La 
B...  soy  yo...  y  la  L...  ¿necesitaré  decir  quién 
es  la  L? 
Yo. 

Es  claro. 
Bues  es  turbio. 
¿Sí? 

Sí,  sefior. 

l'ero  ¿así.  .  sin  atenuantes?... 
Sin    atenuantes...    (¡Pobrecillo,    qué'    cara 
pone!)  Pruébeme  usted  que  eso  de  la  tapa  y 
de  las  inicialeá  es  verdad. .  y  entonces  habla- 
remos. 

Bero,  ¿usted  lo  duda? 
Es  natural. 

¡Y  yo  que  creía  tener  ya  suficientemente 
demostrado  mi  cariño!...  ¡Qué  decepción  tan 
grande!...  Pero,  en  fin,  usted  me  ha  prometi- 
do que  si  pruebo  Cí^o  de  la  tapa,  hablaremos, 
¿no? 

Prometido  e?tá:  hablaremos.,  como  estamos 
hablando  ahora. 

Bueno,  sólo  que  usted  dirá  otras  cosas... 
Vaya  ust'^d  á  saber  lo  que  yo  diré.  . 
Dependerá  de  lo  que  yo  haga... 
Ca  balito. 

(Entusiasmado.)  ¡Entonccá!...  ¡Ah!  ¡entonces!... 
¡yo  le  aseguro  á  usted  que  entonces! ..  (oyese 

lejano  rumor  de  aplausos  y  vítores  que  se  van  acer- 
cando poco  á  poco.) 


—   27    — 

Laura        (prestando  oído.)  ¿A  ver?^'¿Qué  rumor  es  ese  que 

suena? 
Bern.  Es  verdad... 

Laura  Parecen   aplausos,   (corre  ai  balcón,  lo  abre  y  se 

asoma.    Suena   el   timbre    de    dentro.)    ¿Llaman?... 

¿Quién  podrá  ser  ahora?  Vaya  usted  á  abrir, 

Bernabé. 
Bern.  En  seguida,  (vase  por  ei  foro.) 

IjAURa         ¡Dios  mío!  ¡Una  masa  de  gente  viene  hacia 

acá...  gritando  y  aplaudiendo!...  ¡Oh,  si  es  á 

papá!. .  ¡Qué  alegría  tan  grande! 


ESCENA  IX 


DICHOS   y   FRASQUITA 


FtíAS. 
L\URA 

Fras. 

LxURA 

Bern. 
Laura 

Fras. 

Laura 

Fras. 
Bern. 
Laura 
Fras. 


(con  Bernabé,  por  el  foro.)  ¿Qué  paSa? 

¡Fiasquita!  ;Que  traen  ahí  á  papá  entre  la 
mar  de  gente! 
¿Preso? 

¿Cómo  preso?  ¡En  triunfo! 
(Asomándose  al  balcón.)  ¡Es  verdad!  Oiga  usted. 
Venga  usted  al  balcón...  Ya  están  aquí  de- 
bajo... 

Digo,  ¿eb?  Si  cuando  á  mi  Pepiyo  le  gusta 
una  obra... 

¡Ya  entra  papá!  ¡ya  entra  papá!  ¡Vamos  á 
recibirlo! 

¡Vanaos!  (corren  hacia  el  foro  las  dos.) 

¡Viva  el  maestro  Albaricoque! 

¡Viva!  (Se  van  por  el  foro.) 


ESCENA  X 


BERNABÉ;  luego  LAURA,  FRASQÜITA,  DOS  MELQUÍADES  y  FA- 
BIO;  después  PEPE  y  DON  TELESFORO 


Bern. 


Oh!  ¡su  corazón  tiene  uu  eco  en  el  mío!... 

Ella  alegre,  yo  alegre!   ¡ella  triste,  yo  triste! 

Hay  un  hilo  de  corazón  á  corazón!  (cyense 

voces  dentro,  hacia  el  foro.)  ¡Y"a  vienen  ahí,  ya 

vienen  ahí!... 


—  28  — 

MeL.  (Por  el  foro,  abrazado  á  sus  hijos.)    ¡Sostenedme... 

SÍ,  que  vengo  muerto!...  (Avanza  hacia  el  prosce- 
nio y  se  deja  caer  en  una  silla.) 

Laura         ¡Papaíto! 

F'abio  ¡Qué  noche,  Laura! 

Bern.  (Abrazándolo.)  ¡Don  Melquíades!  ¡querido  don 

Melquíades!  ¡Venga  un  abrazo!  (¡Diablo, 
cómo  huele  á  bencina  todavía!)  (Nueva  salva 

de  aplausos  en  la  calle.) 

Fras.  ¡Está  la  gente  disloca  de  entusiasmo! 

Pepe  (Dentro.)  ¡Maestro  de  mí  alma! 

Bern.  (Ya  está  aquí  Bretón  de  los  Herreros.) 

Pepe  (por  el  foro.)  ¡ün  abrazo! 

MeL.  (Dejándose  abrazar  por  Pepe  )  ¡GracíaS,  graCÍas! 

Pepe  (Apartándose  repentinamente  de  él  )  (¿  A.  qué  demo- 

nios huele  este  hombre?) (a  Laura.)  ¡Laurita, 
qué  éxito! 

Tel.  (por  el  foro,  á  toda  prisa.)  ¡ Vecíno!  jVBcino!  ¡Ven- 

ga usted  acá,  vecino!  (Abraza  a  don  Melquíades  á 
medias  y  se  aparta  de  él  bruscamente)  (¡Canario, 
qué  mal  huele  el  vecino!)  (Rumor  creciente  den- 
tro, que  acaba  en  un  aplauso  nutrido.) 

Fras.  Don  Melquíades,  por  Dios,  salga  usté  á  sa- 

luda... 

Fabio  Sí,  sí,  sal  en  seguida... 

Laura         Anda,  papá,  anda... 

Voz  (Dentro.)  ¡Quc  S3  asome  al  balcón! 

Fabio  (¡Esa  es  la  voz  del  zapatero!) 

VüCEs  (Dentro.)  ¡Que  hable!  ¡que  hable! 

Fras.  ¡Que  piden  que  hable  usté! 

Fabio  Habla,  papá. 

Mel.  No,  no...  me  es  imposible...  Cualquiera  de 

ustedes  asómese  y  diga  cuatro  fresas...  cua- 
tro frases  en  mi  lugar...  Que  estoy  rendido... 
que  la  emoción  me  embarga... 

Bern.  (¡Hasta  la  emoción  embarga  á  este  hombre!) 

L.AUKA         ¡Ande  usted,  Bernabé! 

Be^n.  ¿Yo?  ¿Hablar  yo? 

LxURA  Sí;  yo  se  lo  suplico... 

Bern.  (¡Oh,  qué  sonrisa!  ¡Me  ama,  no  me  cabe 

duda!)  (sale  al  balcón.  Aplausos  dentro.)  «¡Seño- 
res!» (siseos  dentro  imponiendo  silencio.)  «¡Seño- 
res!» (Estornudando.)  ¡Ah...  cllísl  (Nuevo  aplauso.) 

Laura         ¡Válgate  Dios! 


—  29  — 

BtRN.  ¡Ah...  chis!  ¡Ah...  chis! 

Fras.  Está  la  noche  tan  fria...  Tápese  usté  la  boca. 

Bern.  ¿Entonces  cómo  voy  á  hablar?...  «¡Señores!... 

El  gran  maestro  agradece  en  el  alma...  en  el 
alma...  en  el  alma...» 

Fras.  Es  orado  de  repetisión.  Como  es  relojero... 

Berx.  «Estas   manifestaciones   de   entusiasmo   y 

de...»  ¡hip...!  (¡Ahora  me  ha  entrado  hipo!) 
«y  de  cariño...»  ¡hip!  «y  de...»  ¡hip!  (¡Maldita 
sea  mi  suerte!) 

Laura         ¿Pero  tiene  hipo? 

Bern.  ¡Hip!...  «Por  eso,  señores...  yo...  en  nombre 

suyo...  doy  las  gracias  á  todos  ustedes...» 
¡hip!...  «á  todos  ustedes...»  ¡hip!  ..  tá  todos 
ustedes...»  ¡hip!  (Desesperado.)  «¡Vaya,  he  di- 
cho!» ¡Ea!  (Retírase  del  balcón  y  suena  dentro  un 
nuevo  aplauso,  que  (Tura  unos  instantes.^ 

Mel.  ¡Eso  es  para  usted,  Bernabé! 

Bern.  ¡Qué  ha  de  ser  para  mi!  ¡Para  usted  todo! 

Kras.  ¡Para  usté,  musicasol... 

Laura  ¡Para  ti!... 

Fabíü  ¡Para  ti!... 

MrL.  (Abrazando  á  sus  hijos.)  ¡PuCS  si  eS  para  mí...  CS 

también  para  ustedes!  ¡Noche  de  gloria! 

FabIO  (Abrazando  á  don  Melquíades  entusiasmado.)    ¡Papá, 

tú  eres  mi  padre! 
Mel  .  ¡Ya  lo  sé,  hijo  mío! 


FIN  DEL  ACTO  PRIMERO 


<ailfill«ill-jj;||.iaH;^ll:ai|-JÍ^II-g)ll-»^|-fel|-»Jl^ll<^ll<^ll<^il«»'.'lo-i|  » 


ACTO  SECUNDO 


La  misma  decoración  del  acto  primero 

ESCENA  PRIMERA 

I  AFRA    y   DON   MELQUÍADES;    luego  FABIO;  después    DIEGO 
(los  dos  primeros  eu  la  puerta  del  foro  despidiendo  visitas.) 

Mel.  Gracia?,  mil  gracia?. 

Laura  Hasta  mañana,  ¿eh?  Muchas  gracias... 

Mel.  ¡Gracias,  amado  pueblo! 

Laura  AHió?...  Gracia?. 

Mel.  Gracias.  .  (Bajando  con  Laura  al  proscenio.)    ¡Creí 

que  no  acababan  de  irse! 

Laura  Ha  sido  una  verdadera  manifestación. 

Kabio  (por  el  foro.)  ¡Diablo!   ¡<|ué  día!.  .   Vo  estoy 

rendidv»...  No  me  han  dejado  ni   afeitarme. 

Laura  Lo  que  yo  no  sabía  era  que  tuviésemos  tan- 
tos amigos. 

Mel.  Efectos  de  la  prensa  de  la  mañana.  ¿Tú  no 

ves  que  me  ponen  en  la  luna? 

Laura  Oye,  papá,  y  ¿quién  es  aquel  gordo  que  en- 
tró tuteándonos  á  todos? 

Mel.  Un  amigo  de  Fabio. 

Fabio  ¿Mío?  ,Si  3^0  no  lo  he  visto  en  mi  vida! 

Mel.  Ah,  ¿no?  Pues  yo  menos.  Lo  único  que  sé 

es  que  por  poco  me  estrangula  de  un 
abrazo.  • 

Laura  ¿Y  eso  de  que  ninguno  deje  de  preguntar  lo 
que  cobras? 


—  32  — 
Diego  (Por   el   foro,    con  tres   periódicos.)    ¡Más    prenSS, 

más  prensa! 
Mel.  ^.De  la  noche?  ¡Este  portero  vale  un  Perú! 

Diego  Ño,  señorito;  los  de  la  noche  no  han  salía 

entoavia.  Estos  son  tres  de  la  mañana:  de 

los  de  poca  circulación.  (Cada  cual  coge  uno  y 
lee  con  interés  cerca  de  la  luz.) 

Mel  .  A  Ver,  á  ver...  ¿Dónde  estoy?... 

Fabio  (i  eyendo.)  «De  teatros...» 

Laura  (r.o  mismo.)  «El  éxito  de  anoche...» 

Diego  (señalando  en  el  periódico  que  tiene  don   Melquíades.) 

Aquí,  aquí...  «Los  estrenos.» 
Mel.  Vamos  á  ver...  (pausa.) 

Laura  ¡Ay,  éste,  papá,  qué  de  flores  te  echa!... 

Fabio  ¡Caramba!  ¿y  éste?...  Ven  acá,  Laura,  ven... 

Mel.  ¡Hombie!  ¡el  que  me  pone  como  un"  trapo 

es  este  papelucho! 
Laura         ¿Cuij? 
Mel.  ¡Este  papelucho! 

Fabio  ¿Habrá  envidioso?  Dame  acá...  (Le  arrebata  el 

periódico  a  su  padre,  y  lee.)   «Lo  primero  que  ha 

debido  hacerse  con  el  maestro  Albaricoque, 
es  mandarlo  á  la  cárcel.» 

Laura         ¿Le  parece  á  usted? 

Fabio  «Después,  cambiarle  el  apellido.»  ¡Vamos, 

esto  no  se  puede  sufrir! 

Diego  Eso  ya  es  meterse  en  la  vida  privada.  ¡Déje- 

lo usté  á  mi  cargo!...  ¿El  no  es  uno  bizco,  to 
pelao?... 

Mel.  ¡Si  vo  no  lo  conozco! 

Diego  El  es,  él  es;  bizco,  to  pelao...  Estaba  junto  á 

mí  en  la  galería. 

Fabio  ¿Cómo  ha  de  ser  ese? 

Diego  ¡Vaya!  ¡Y  que  no  tengo  yo  pupila!...  Bizco 

él...  to  pelao...  con  lentes...  Si  allí  mismo 
empezó  también  á  despotricar...  Que  si 
aquello  era  estúpido...  que  si  iba  al  foso... 
que  si... 

Mel.  Todo  eso  está  bien;  pero  ese  pelao,  como 

usted  dice,  no  es  el  del  periódico... 

Diego  ¿Conque  no,  eh?  ¡Yo  le  ajustaré  las  cuentas 

cuando. !o  vea! 

Fabio  ¡Dale  bola!  Aquí  lo  que  se  impone  es  un  co- 

municado al  director... 


-  33  - 

MtL.  ¡Eso  e?! 

Laura  •      ¡O  un  anónimol 

Fabio  No,  no;  dejadme  á  mí...  En  tono  enérgico, 

aunque  comedido,  le  diré  lo  que  viene  al 

caso. 
Mel.  Muy  comedido,  ¿eh? 

Fabio  Ya  tengo  mi  idea.  (Yéndose  por  la  primera  puerta 

de   la   izquierda,  murmurando.)    «Scñor    DirectOr: 

entre  los  muchos  majaderos  que  escriben  en 
el  periódico  que  usted  tan  dignamente  di- 
rige...» 

Diego  Pues  ya  le  digo  á  usté,  señorita...  Al  mozo 

¡áe  le  iban  lo?  pies  que  era  un  gusto...  Y  to 
era  resbalar  el  bastón...  3'  toser  fuerte...  y 
menearse  mucho  en  el  asiento...  Conque  fui 
una  vez  y  le  dije,  digo... 

Laura  Si  yn  me  lo  ha  contadn  ustfd  esta  mañana... 

(¡Jesúá  qué  pesadez  de  hombre!)  (vase  por  la 

derecha.  Diego  se  queda  como  cortado  unos   instantes.) 


ESCENA  U 


DON  MELQUÍADES  y  DIEGO 

Diego  Bueno,  señorito;    si  usté  no  tiene  na  que 

mandarme,  me  voy  pa  abajo. 

iV^L.  Nada;  muchas  gracias. 

Diego  Sí;  porque  esta  no  es  ocasión  tampoco  de... 

U-té  esta  preocupao... 

Mel.  ¿Ocasión  de  qué? 

Diego  Na;  la  Manolita...  mi  chica...  Ya  sabe  usté 

que  le  tira  la  escena... 

Mel.  Sí,  ya  sé...  ya. 

Diego  Pues  me  dijo,  dice:  padre,  á  ver  si  el  señor 

me  hace  un  sitio  en  el  coro... 

Mel.  ¡Je!... 

Diego  Usté  se  habi-iá  fijao  bien  en  ella...  No  es  por- 

que yo  sea  su  padre,  pero  con  seguridá  que 
es  la  reina  e  las  coristas.  Miste  que  tiene 
unos  ojos  que  hay  que  verlos...  Y  un  corte  e 
cara...  que  hay  que  verlo  también...  Y  unas 
formas...  que... 

Mel.  Sí,  que  también  hay  que  verlas... 

3 


—  34   — 

Diego  ¡Je,  je!  ¡el  señorito!  Quiero  decir  que  está 

muy  bien  de  facultades... 
IVIel.  Bueno,  si;  yo  hablaré  con  la  empresa... 

Diego  Estimando,  señor. 

Mel.  Adiós.  No  hay  de  qué. 

Diego  (Después  de  una  pausa,  eu  que  hace  que  va  á  irse  y  no 

se  va.)  Pa  mí  que  lo  de  Periquillo  ya  es  más 
fácil. 

Mel.  ¿Qué  es  lo  de  Periquillo? 

Diego  Mi  chico.  Ya  va  usté,  está  hecho  un  moce- 

tón  y  me  ha  salió  un  vago... 

Mel.  ¡Ahí 

Diego  Y  como  él  tiene,  así,  buenos  modales,  por- 

que otra  cosa  no,  pero  educación  su  madre 
se  la  ha  dao...  se  me  ocurre  que  pué  meter 
la  cabeza  en  las  butacas... 

Mel.  Hombre,  no  lo  van  á  dejar... 

Diego   '       ¡Je,  je!  Demasiao  me  entiende  el  señorito  .. 

Mel.  ¿De  acomodador,  es  verdad?  Corriente,  ya 

veremos. 

Diego  Pues  tantas  gracias...  (vase  por  ei  foro.) 

Mel.  Adiós,  hombre... 

Diego  (Asomándose  á  la  puerta.)  El  jefe  de  la  clá...  ¿UO 

es  uno  alto  con  toa  la  barba? 
Mel.  (Amostazado.)  jNo,  Señor! 

Diego  (Acercándose  á  don  Melquíades.)  ¿Pero  USté  tendrá 

metimiento  con  él?... 

Mel.  ¡Tampoco!  ^ 

Díegd  Porque  como  aquí  cerramos  á  las  diez  de  la 

noche...  resulta  que  me  aburro. 

Mel.  ¿y  qué  quiere  usted  que  yo  le  haga? 

Diego  No;  na...  ¡Si  no  que  si  buenamente  pudiera 

ser...  me  pviece  que  yo  tengo  buenas  manos 
pa  el  oficio... 

Mel.  ¡Admirables!  ¡Se  le  dará  á  usted  un  puesto! 

¡Adiós!... 

Diego  Con  Dios,  y  gracias...  Y  usté  dispense,  seño- 

rito... (Vase.) 


—  35  — 
ESCENA    III 

DON  MELQUÍADES  y  FRASQUITA 

Mel.  ¡Qué  mosca!  Lo  menos  que  se  ha  creído  ese 

es  que  la  obra  es  suya...  O  que  el  teatro  es 
mío...  Bueno,  ¿qué  iba  yo  á  hacer?...  No  sé 
donde  tengo  la  cabeza...  Estaba  por  llegar- 
me al  tdatro  antes  de  cenar,  para  traer- 
me algún  dinero...  Por  más  que  ya  es  tan 
tarde..".  Las  picaras  visitas  me  han  fasti- 
diado. 

Fras  (por  el  foro.)  Qué,  ¿habla  usté  todavía  con  la 

gente? 

Mel.  ¡Oh,   Frasquita!  ¡Tanto  bueno  por  aquí!... 

Todavía  sí  hablo...  Mañana,  ya  veremos... 
¡Je!... 

Fras.  ¡Amigo,  vaya  unos  piropos  que  le  echan  á 

usté  los  diarios! 

Mkl.  Sí,  señora;  me  tratan  casi  todos  mejor  de  lo 

que  yo  merezco.  Siéntese  usted,  (se  sientan  ios 

dos  al  brasero.) 

Fras.  Pues  yo  me  dije:  aquel  buen  señó  se  va  á 

subí  á  las  nubes  y  no  va  á  habé  quien  lo 
resista. 

Mel.  Si  usted  estuviera  en  las  nubes,  á  las  nubes 

me  subiría  yo. 

Fras.  Don  Melquíades,  por  los  clavos  de  Cristo, 

no  «e  ponga  usté  calagurritano. 

Mel.  ¿Calaguri'i...  qué? 

Fras.  Calagurritano.  Una  palabra  que  yo  uso  mu- 

cho. 

Mel.  y  ¿qué  significa? 

Fras.  ¡Huy!  ¡la  má  de  cosas!...  Pero  no  divague- 

mos. Tengo  que  darle  á  usté  una  notisia  ¡de 
rechupete! 

Mel.  ¿Qué  noticia? 

Fras.  ¿Ha  visto  usté  ese  periódico  nuevo  que  sale 

los  martes? 

Mel.  ¿Cíisíl,  El  Delirio? 

Fras.  Ese. 

Mel.  Sí,  lo  he  visto,  sí. 


—   36  — 

Fras.  Pues  mi  PepÍ3'o  está  ayí  pa  hasé  la  secsióa 

de  teatros,  ¿sabe  usté?  Y  esta  tarde  le  ha 
dicho  el  directo  que  luego  van  á  vení  dos 
redactores  á  verlo  á  usté,  porque  quieren 
sacarlo  en  el  periódico. 

Mel.  [Frasquita!  ¿es  eso  cierto? 

Fras.  ¿Me  ha  cogió  usté  á  mí  en  algún  embuste? 

Mel.  ¡Pues  no  sabe  usted  lo  que  le  agradezco  la 

nueva!  Es  claro,  como  he  adquirido  fama 
en  una  noche,  querrán  dar  mi  retrato  y  mi... 
Claro  es. 

Fras.  ¿Me  párese  que  estará  usté  contentito  de 

habé  nasío?... 

Mel.  ¡Naturalmente!...  Y  al  lado  de  usted,  ¿cómo 

no? 

Fras.  ¿Vuelta  á  lo  mismo,  don  Melquíades? 

Mel.  Señora,  es  que  á  mi  triunfo  teatral  le  falta 

una  nota... 

Fras.  Puf^s  hijo  de  mi  vida,  usté  que  es  niúsico... 

.Mel.  Le  falta  la  nota  del  amor. 

l'^RAS.  ¿De  veras?  ¿Está  usté  enamorao? 

Mkl.  Sí. 

Fras.  ¿De  alguna  corista? 

Mel.  No. 

Lí'ras.  ¿Conozco  yo  á  la  Dulsinea? 

Mei..  Sí. 

Kras.  ¿Es  soltera? 

Mel.  No. 

Fras.  Pero  oiga  usté:  ¿estamos  sentensiando  pren- 

das: tres  veses  sí  y  tres  veses  no? 

Mel.  Lo  que  estamos  sentenciando  es  algo  más 

serio.  Vamos  á  ver,  Frasquita... 

Fras.  (De  esta  hecha  se  entrega  un  músico.) 

Mel.  tJsted  que  ya  Fe  ha  casado  cuatro  veces,  y 

que  aún  se  conserva  fresca  como  una  rosa, 
¿DO  ha  pensado  nunca  en  la  quinta? 

Fras.  (Haciendo  que  comprende.)    ¡Ave    María    Purísi- 

!ua!  Don  Melquíades,  usté  no  está  bueno  de 

]íi  jicara. 
Mel.  ¿Me  ha  entendido  usted? 

Fras.  De  sobra.  Usté  pretende  ser  el  quinto,  ¿no? 

Mel.  Cabalmente.    Ya    sabe  usted  que   no  hay 

quinto  malo. 
Fras.  ¡Hijo,  pero  eso  es  en  los  toros! 


—  37  — 

Meí..  Vaya,  hablemos  en  serio. 

Fras.  ¿Se  ha  trastoruao  usté,  hombre  de  Dice? 

¿Noletemeusté  al  panteón  de  maridos,  como 
usté  dise?  I'orque  mi  pobresito  Juan  Ante 
Portara  Latinara,  que  fué  el  cuarto,  se  mu- 
rió na  más  que  pensando  en  el  quinto. 

Mel.  No,  pues  á  mi  el  sexto  no  me  preocupa. 

Fras.  ¡A}',  por  Dios,  no  me  hable  U!»té  del  sexto 

todavía!, .  Ni  del  quinto  tampoco.  Nosotros 
estamos  ya...  calayur rítanos,  don  Melquia- 
des...  Dejemos  eso  de  casarse  pa  los  mucha- 
chos... 

Mel.  Si  los  muchachos  no  se  quieren...  si  no  con- 

genian... Laurita  le  da  todos  los  días  cala- 
bazas á  Pepe...  Y  aum^ue  así  no  fuera...  ¿qué 
tiene  que  ver  una  cosa  con  otra? 

Fras.  ¡Na:  que  está  usté  em  per  rao! 

Mel.  Precisamente  yo  esperaba  con  cierta  avidez 

mi  triunfo  escénico  para  poder  ofrecerle  á 
ustfd  a  cambio  de  f-u  blanca  mano,  prenda 
para  mí  de  inestimable  valor,  algo  más  que 
unos  pobres  papeles  de  música. 

Fras.  (Levantándose.)  Vaya,  con  ese  discurso  me  ha 

echao  usté. 

Mel.  ¿Se  va  usted  ya?   ¿Y  me  deja  usted  así,  en 

la  duda? 

Fras.  Sí,  señó.  Lo  consultaré  con  la  almohada. 

Mel.  ¡Qué  mala  es  usted! 

Fras.  No,  hijo  mío,  es  que  hay  que  pensarlo  to: 

son  cuatro  difuntos  á  los  que  les  reso...  Y 
crea  usté  que  resarle  al  quinto  me  horripila. 

Mel.  Pero,  Frasquita,  ¿me  da  usted  ya  por  muer- 

to? El  quinto...  ¡el  quinto  es  no  matar! 

Fras.  E-"  que  quiero  vé  si  se  lo  quito  á  usté  de  la 

cabesa... 

Mel.  ¡Ingratona!...  ¿V'endrá  usted  luego?.. 

Fras.  Vendré...  Quede  usté  con  Dios,  gua?a  viva... 

Mel.  (con  dulzura.)  Vaya  usted  con  él...  cala.  .  cala- 

gurritana  de  mi  alma... 

Fras.  (Yéndose  por  el  foro.)  ¡la,  ja,  ja!... 


—  38  — 

ÍISCENA  IV 

DON   MELQUÍADES,    LAURA  y  FABIO 
MeL.  (Rebosando  satisfacción.)    ¡Dios  mío  de  mi  vidat 

¡Todo  me  sale  bien  desde  anoche!  ¡Se  nos- 
ha  puesto  el  santo  de  cara!  El  estreno,  un 
triunfo;  mis  pretensiones  amorosas...  ¡otro- 
triunfo!  Porque  no  debo  dudarlo  un  instan-^ 
te:  ¡Frasquita  está  por  mí!  ¡Oh,  cuánta  di- 
cha! Si  se  revient  ade  júbilo,  yo  reviento  de 
mañana  á  pasado...  Y  por  si  fuera  poco  toda 
eso,  ¡va  á  venir  un'  redactor  de  El  Delirio  á 
visitarme!...  ¡Estoy  hecho  un  prohombre^ 
Pero  ¿qué  hago  ya  que  no  se  lo  cuento  á 
mis  hijosV  ¡Hijos  de  mi  alma!  (Llamando.) 
¡Laurita!  ¡Fabiol  ¡Venid  acá  en  seguida! 

FaBIO  (Por  la  primera  puerta  de  la  izquierda  con  una  cuarti- 

lla.) Papá,  mira  el  borrador  del  comunicado. 

Mel.  ¡Bah!  déjate  de  historias...  No  te  metas  con 

ningún  periódico...  La  prensa  es  muy  res- 
petable, hijo  mío.  ¿Qué  inipoita  que  haya 
desentonado  uno  en  medio  de  un  coro  de- 
alabanzat-?..   ¡Laurita!.. 

Laura         (por  la  derecha.)  ¿Qué  quieres,  papá? 

Mel.  Quiero  particip.'ros  una  gran  noticia.  ¡La 

felicidad  se  nos  ha  entrado  por  las  puertas! 

(suena  el  timbre  de  dentro.)  ¡Ahí  CStá  ya! 

Laura         ¿Quién? 

Mel.  ¡Un  pí^riodista!  ¡Un  redactor  de  El  Delirio,. 

que  quiere  celebrar  conmigo  una  intervieml 
Laura  (Batiendo  palmas )  ¿De  veras? 

Fabio  ¡Papá,  esto  es  ya  más  de  lo  soñado!  (Rompe 

la  cuartilla  con  que  salió.) 

Mel.  ¡Mucho    más,    hijos  míos!  Laura,  corre  á 

abrirle  á  ese  hombre. 

Laura  En  seguida,  papá,    ((orre  hacia  el  foro  y  vuelve.) 

Fabio  Yo  tengo  que  adecentarme  un  poco...  Guar- 

do menos  me  afeito... 
Mel.  Oye,  niña;  que  pase  aquí. 

Laura         Eso  iba  á  preguntarte...  ¿Aquí? 


—    i9  — 

Mel.  Eslo  es  lo  mns  decente  de  la  casa.  M¡  des- 

pacho da  pena  verlo... 
Fabio  Sí,  sí;  que  pase  aquí.  Yo  me  voy.  (vasc  Laura 

corriendo  por  el  foro  y  Fabio  por  la    primera   puerta 
de  la  izquierda  ) 


ESCENA  V 

DON    MELQUÍADES    y   POLILLA 

Mel.  ¿y  qué  actitud  debo  yo  tomar  para  recibir- 

lo?... Una  actitud  digna,  propia  de  un  hom- 
bre superior...  Sí,  porque  son  el  diablo  y 
luego  cuentan  cómo  se  les  recibe...  Que  me 
sorprenda  así,  meditabundo...  (se  sienta  en 

una  actitud  poco  natural,  que  resulte  ridicula.) 

Por,.  (por  el  foro.)  ¿üa  usted  pu  permiso? 

Mel.  (Yo  estoy  abstraído  y  no  oigo  una  palabra.) 

PoL.  ¿Se  puede  pasar? 

Mel.  ¿Kh?  ^Levantándose  )  Adelante. 

PoL.  ¿Es  al  señor  don  Melquíades  Albaricoque  á 

quien  tengo  la  honra  de  hablar? 

Mel.  Servidor  de  usted...  Pase  usted...  ¿Cómo  está 

usted? 

PoL.  Bien,  ¿y  usted? 

Mel.  Para  servir  á  usted. 

PoL.  ¿Su  familia  de  usted? 

Mel.  Buena,  ¿y  la  de  u.'ted? 

PoL.  Como  la  de  usted. 

Mel.  Siéntese  usted. 

I  OL  Primero  usted. 

Mkl.  Usted... 

Pvjl,.  Usted...    (se    sientan    ambos,   cuidando  de  hacerlo  ¿ 

un  mismo  tiempo.)  Ante  todo,  señor  All)arico- 
que,  le  doy  a  usted  mi  más  cordial  enhora- 
buena por  su  legítimo  triunfo. 

Mel.  Muchas  gracias. 

I'OL.  Enhorabuena  que  no  viene  sola,  puesto  que 

la  acompañan  Jas  de  todos  mis  compañeros 
de  El  Delirio,  director  inclusive. 

Mel.  GracÍHs...  Felicitaciones  de  personas  que  va- 

len tanto... 

PoL  Muohas  gracias... 


^  40  — 

Mkl.  Son  para  mí  doblemente  halagüeñas. 

PoL  Gracias. 

Mel.  No  hay  de  qué. 

PoL.  Gracias... 

Mel.  No  hay  de  qué,  señor. 

PoL  í^igo  que  gracias  á  su  amabilidad,  señor  don 

Melquiade?,  podremos  dar  el  n:artes  á  los 
cien  mil  y  dos  lectores  de  El  Delirio  algu- 
nos curiosos  datos  biográficos  é  íntimos  del 
que  es  hoy  por  excelencia  el  hombre  del 
día. 

Mel.  (Con  modestia.)   ¡Jesúp!  ..  Lo  del  día...  pase... 

pero  lo  del  hombre...  ¡de  ninguna  manera! 

PoL.  ¿Cómo? 

Mel.  Al  revés,  al  revés  precisamente.  (Estoy  tur- 

bado...) 

PoL  .  Conque  usted  me  dirá  lo  quegust«,  insigne 

maestro,  seguro  de  que  los  cien  mil  y  des 
lectores  de  Él  Delirio  se  lo  han  de  agrade- 
cer. Usted  ya  no  fe  pertenece  á  tí  propio  ni 
pertenece  á  su  familia;  pertenece  usted  á  hi 
prensa  y  al  público. 

Meí..  Hombre,  mire  usted:  hablando  en  plata  .. 

yo.,  datos  biográficos  de  interés.,  no  teng» 
realmente... 

PoL.  Bueno,  eso  es  modestia.  Ya  irán  saliendo. 

Conteste  usted    á    mis  preguntas,  y  listo. 

(Saca  unas  cuartillas  y  im  lápiz,  y  se  dispone  á  escri- 
bir.) ¿Usted  nació...? 

Mel.  Es  claro. 

PoL.  Pregunto  el  sitio. 

Mel.  En  Toledo. 

PoL.  ¡Ah!  ¡en  Toledo!...  ¿A  quién  conozco  yo  en 

Toledo?...  En  Toledo...  en  Toledo...  (Después 
de  hacer  memoria )  No  conozco  á  nadie  en  To- 
ledo ..  (Escribiendo.)  «Nació  en  Toledo,  hijo  de 
padres  pobres,  pero  honrados.» 

Mel.  No,  señor. 

PoL.  ¿No  eran  honrado?? 

Mel.  Sí,  pero... 

PoL  ¡Ah!  pero  no  eran  padres... 

Mel.  Sí,  pero  no  eran  pobres. 

PoL.  Está  bien.  (Rectificando.)  «De  padres  ricos, 

pero  honrado?.» 


—  41  — 

Mel.  ¿No  ha  oído  usted  hablar  nunca  de  los  Al- 

baricoques  de  Toledo? 

PoL.  ¡Oh,  sí,  muchísimo!  ¡Tienen  famü!    í.os  del 

hueso  dulce... 

Mel.  Me  refiero  á  los  Albaricoques  de  apellido... 

PoL.  ¡Ah.   ya!...   Perdone   usted  la   indiscreción. 

¡También  tiene  fama! 

Mel.  Pues  bien;  descendiente  de  esos  Albarico- 

ques soy  yo.  Y  no  hay  que  confundir  el 
apellido  con  los  Albar  y  Coques.  Porque 
Albar  hay  muchos,  y  Coques  ¡no  se  dig:i! 
Pero  Albaricoques  en  una  pieza  nada  más 
que  nosotros.  Tanto,  que  todos  ks  Albari- 
coques que  vea  uíi^ted  por  ahí  .-on  parientes 
míos.  De  la  misma  rama.  Si  quiere  usted  le 
enseño  el  árbol... 

PoL.  iso;    basta    que    usted    lo    diga    (Escribiendo.) 

«Monopolio  de  los  Albaricoques.»  La  afición 
á  la  música,  ¿se  despertó  en  usted  prematu- 
ramente"? 

Mel,  Al  contrario;  muy  tarde. 

PoL  Eso  es  bueno.    Las  precocidades  me  esca- 

man. Soy  de  los  que  creen  que  el  verdadero 
talento  no  se  revela  hasta   la  edad  madura. 

Con  permiso  de  usted.  (Escribiendo.)  «Albari- 

coque...  maduro.»  Y,  vamos  á  ver,  ¿seiia 
usted  tan  complaciente  que  me  dijera  algu- 
no de  sus  rfsgos  particulares,  de  esos  deta- 
lles insignificHutes  al  parecer,  pero  que  son 
en  realidad  dignos  de  estudio  y  al  mismo 
tiempo  la  ealsa  de  los  hombres  de  genio? 

Mel.  ¡Me  pide  usted  unas  cosas,  canario!  ¡Yo  ape- 

nas tengo  salsa!...  No  es  cosa  de  decirle  al  pú- 
blico, por  ejemplo,  que  duermo  boca  arriba  .. 

PoL.  ¿Cómo  que  no?  ¿Está  usted  en  su  juicio? 

jNo  esperaba  yo  rasgo  tan  saliente!  (Escribien- 
do con  entusiasmo  )  «Duerme  boca  arriba  » 

Mel.  Si,  porque  boca  abajo  sueño  co.'as  tristes... 

PoL.  (Escribiendo  como   antes)   «Co.sas   tristes...    boca 

abajo..  »  ¡Oh,  precioso,  precioso!  ¡Por  Dios, 
caballero,  si  viene  alguno  de  El  Disloque, 
que  nos  hace  la  competencia,  no  le  facilite 
usted  este  interesantísimo  detalle! 
Mel.  Pierda  usted  cuidado. 


—  42  — 

PoL.  Otra  cosita.  Conmigo  viene  el  fotógrafo  de 

la  casa,  señor  Instantáneo.  (Don  Melquíades 

mira  á  todas  partes  buscando  con  la  vista  al  fotógrafo. 
Polilla  al  observarlo  le  dice:)    No;  86  ha  quedado 

ahí  fuera... 

Mel.  ¡Pues  que  pase  aquí!  (se  levanta.) 

PoL,  (Levantándose  también.)  Ya  Comprenderá  iisted 

el  objeto.  Quiero  darles  á  los  cien  mil  y  dos 
lectores  de  El  Delirio  una  plana  de  «infor- 
mación íntima.»  Así  es  que,  si  usted  nos  lo 
permite,  sacaremos  fotografías  diversas... 
Usted  en  su  despacho,  escribiendo...  una 
polca;  usted  en  su  d(  rmitorio,  en  el  primer 
desperezo  de  la  mañana...  Ks  un  ejemplo: 
se  me  ha  ocurrido  ahora  mismo... 

Mel.  Corriente,   sí,    que    pase   eí^e   señor...   (Lo 

malo  es  que  van  á  ver  mi  catre,  que  es  ma- 
terialmente una  hamaca.) 

PoL.  Crea  usted  que  en  esto  de  Ja  información  grá- 

fica El  Delirio  va  á  la  cabeza.  Tenemos  en 
cartera  preciosidades.  De  la  boda  de  la  con- 
desita  de  Oro  y  Azul,  hemos  obtenido,  en- 
tre otras,  una  fotografía  verdaderamente  sen- 
sacional: el  primer  beso  de  la  amante  pareja. 

Mel.  ¿y  están  ustedes  seguros  de  que  es  el  pri- 

mero? 

PoL.  ¡El  público  las  traga  como  puño.-!...  (va  á  la 

puerta  del  foro  y  llama  al  Fotógrafo.)  Amigo  Ins- 
tantáneo, pase  usted. 


ESCENA  VI 

DICHOS,  EL  FOTÓGRAFO  y  EL  CRIADO 

Fot.  (por  el  foro.)  Muy  buenas  noches... 

PoL.  (Presentándoselo  á  don  Melquíades.)  El  señor  Alba- 

ricoque... 

Mel.  Servidor  de  usted. 

Fot.  Tanto  gusto  en  conocerle...  Y  mil  enhora- 

buenas. 

Mel.  Gracias... 

Pgl.  Cuando  usted  quiera,  querido  Instantáneo, 

podemos  principiar. 


—  43    - 
Fot.  Pues  ahora  mismo...  Esperen  un  instante. 

(Vase  por  el  foro  y  sale  en  seguida  con  una  caja  donde 
va  la  máquina  fotográfica.  Le  sigue  el  Criado  con  un 
trípode  y  un  pedazo  de  tela  negra.) 

PoL.  Ya  verá  usted  qué  maravillas  hace  este  Ins- 

tantáneo... 

MeL.      (Reparando  en  el  Criado.)  (Pero,  ¿viene  otrO?) 

PoL.  ¿Le  sorprenden  á  usled  los  artefactoí^? 

Mel.  No.,    no...  Ya  comprendo  que  emplean  us- 

tedes la...  el.  el... 

Fot.  £1  magnesio, 

Mel.  Justamente...  eso  es:  el  magnesio.  (¡Yo  no 

sabía  más  que  de  la  magnesia!) 

PoL.  Bueno:  pues  fí  usted  no  dispone  otra  cosa» 

señor  don  Melquiades,  entiendo  que  debe- 
mos empezar  por  sacarlo  á  usted  en  su  des- 
pacho... 

Mel.  Me  parece  muy  bien...   Entren  ustedes  por 

aquí...  (señalando  la  primera  puerta  de  la  izquierda.) 

PoL.  Usted  primero. 

Mel.  Corriente.  Yo  les  enseñaré  el  camino.  Van 

ustede.-^  á  ver  el  despacho  de  un  músico  po- 
bre... (El  piano,  una  silla  y  un  cartel  de  to- 
ros.) (Vase.  Polilla  invita  á  pasar  antes  que  él  al  Fo- 
tógrafo y  luego  al  Criado,  los  cuales,  tras  alguno» 
cumplidos,  le  obedecen.  Últimamente  repite  la  invi- 
tación como  si  quedara  otra  persona,  y  al  verse  sola 
da  media  vuelta  y  se  va.) 

ESCENA  VII 

FABIO   y   POLILLA 

FabIO  (Por  la  segunda  puerta  de  la  izquierda,  con  una  toalla 

al  cuello  y  toda  la  cara  llena  de  espuma  de  jabón.  En 
las  manos  trae  una  jofaina  de  hojalata  con  agua,  una 
taza  ordinaria  con  jabón  y  brocha  dentro,  y  una  na- 
vaja de  afeitar )  ¡Por  vida  del  diablo!  ¡Qué  ocu- 
rrencias tiene  mi  nadre!  ¿Pues  no  les  está 
enseñando  la  casa?...  ¡Y  qué  bonita  la 
tenemos  para  que  la  prensa  la  vea!...  Nada» 
que  no  se  puede  ser  hombre  célebre...  Si  me 
diera  tiempo  de  afeitarme  aquí,  njientra» 
andan  por  allá  dentro  esos  señores...  Pera 


—  44   — 

¡ca!  no  va  á  ser  posible.  (Mirando  hacia  la  pri- 
mera puerta  de  la  izquierda.)  ¡Como  que  ya  viene 
ahí  uno  de  ellos!  (Vase  corriendo,  con  todos  los 
utensilios  de  afeitarse,  por  la  derecha.)  ¡Huyamos! 
POL.  (Por    la   primera  puerta  de   la   izquierda    corriendo 

también.)  El  amigo  Instantáneo  se  ha  dejado 
el  aparato  de  la  luz  en  el  recibimiento. . 

(Vase  por  la  derecha.) 

Fabk)  (Por  el  foro,  corriendo,)  ¿Adonde  irá  686  hom- 

bre?... Entre  todos  n)e  van  á  dar  el  afeita- 
do... El  jabón  me  pica  que  es  un  gusto .. 
¡Maldita  sea  mi  suerte!  ¿Y  quién  se  afeita  á 

paso  de  ataque?  (Mirando  hacia  la  puerta  de  la 
derecha  y  volviendo  á    irse   por   el  foro,   después  de 

vacilar.)  ¡Anda,  ya  viene  ahí  otra  vez! 
PoL.  (Por  la  derecha.)  Pues  me  he  f  quivocado  de 

puerta.  ¡Qué  torpe  soy!...  Es  por  aquí...  (vase 

corriendo  por  el  foro  ) 
FabIO  (saliendo  otra  vez  por  la  derecha.)    ¡EstO}^    Corri- 

do!... ¡corrido!,..  Y  lo  que  aie  queda  que  co- 
rrer todavía...  (Sale  Polilla  por  el  foro  con  el  apa- 
rato de  la  luz  desplegado,  en  la  mano.  Fabio,  sobrecogi- 
do, no  puedo  reprimir  un  grito  cómico.  Polilla  se  asus- 
ta al  oírlo,  y  deteniéndose  bruscamente  en  su  carrera 
se  vuelve  hacia  Fabio  y  lo  mira  lleno  de  estupor. 
Fabio  se  queda  clavado.  Ambos,  por  último,  se  salu- 
dan cortesmente.) 

Fabio  tr^ervidor  de  usted. 

PoL.  Beso  á  usted  la  mano.  (Se  está  afeitando  el 

hombre.)  (Vase  por  la  primera  puerta  de  la  iz- 
quierda.) 


ESCENA  VIII 

FABIO   y    LAURA 

Fabio  ¡Qué  bochorno,  señor!  ¡Hay  para  cortarse  la 

cabeza! 

Laura  (saliendo  por  la  puerta  de  la  derecha.)  Fablo,  ¿qué 

haces  así? 
Fabio  Calla,   mujer...  no  sabes...  ¿Tú  dónde  es- 

tabas? 


—  45  — 

LiURA  En  mi  alcoba  arreglándome  un  poco...  l'or 
cierto  que  he  oído  unas  carreras... 

Fabio  Coeqo  que  el  periodista  y  yo  hemos  andado 

jugando  al  escondite. 

Laura         Pues  hombre,  no  estés  así  más  tiempo. 

Fabio  (i'esistieudo  de  afeitarse )   Vaya,  hay  afeitados 

con  mala  sombra.  Avísame  tú  si  alguien  se 
aceren.  Voy  á  cuitarme  el  jabón,  y  en  paz. 

(Pone  los  útiles  de  afeitarse  sobre  la  mesa,  y  se  en- 
juaga la  cara  en  la  jofaina.  Luego  se  quita  la  toalla 
que  lleva  al  cuello  y  se  seca  con  ella.  Laura  no  deja 
de  mirar  hacia  la  primera  puerta  de  la  izquierda 
mientras  tanto.  Pausa.) 

Laura  Anda  «prisita...  no  te  detengas  mucho. 

Fabio  ¿Vienen? 

Laura  No,  pero  es  conveniente  que  no  tardes.  (Nue- 

va pausa.) 

Fabio  Ea,  ya  estamos  listos.  Quiere  decir  que  ma- 

ñana me  afeitaré. 

Laura  ¡Ahora  sí  que  vienen! 

Fabio  ¿Dónde  metemos  estos  chirinr. bolos? 

Laura  Mételos  ahí  mismo,  en  el  aparador. 

F.ABIO  ¡Diablo  de  prisa?!  (coge  todos  ios  útiles,  menos  la 

brocha,  y  los  guarda  precipitadamente.) 

Lauua  Vamos,  que  te  sorprenden. 

Fabio  Ya  voy,  mujer...  ¡Huy,  me  he  dejado  la  bro- 

cha! (la  coge  de  encima  de  la  mesa  para  guardarla, 
á  tiempo  que  sale  don  Melquíades  por  la  primera 
puerta  de  la  izquierda.)  ¡Toma!  ¡SÍ  eS  papá!  (Qué- 
dase con  la  brocha  en  la  mano.) 

Laura  Üi;  pero  yo  ¿qué  sabía? 


ESCENA  IX 

DICHOS  y  DON  MELQUÍADES 


Mel. 


Laura 
Mel. 


(Por  la  primera  puerta  de  la   izquierda,  muy  azorado. 

Habla  á  media  voz.)  Conflicto  en  puerta...  ¿No 

¡■abéis  lo  (]ue  ocurre? 

No;  como  tú  no  te  expliques... 

Esos  hombres  me  han  puesto  en  un  com- 


—  46 


Fabio 
Mel. 

Fabio 

Mel. 

Laura 
Mel. 


Laura 

Fabio 

Mel. 

Fabio 


Mel. 

LxURA 

Mel. 

Fabio 
Mel. 


L  \URA 

Mel. 

Fabio 

Mel. 

L¡VURA 

Mel  . 


promiso...  Acaban  de  hacerme  una  fotogra- 
fía escribiendo  un  vals...  Ahora  van  á  ha- 
cerme otra  ideando  un  pasacalle...  Allí  se 
han  quedado  disponiendo  las  placas. 
Bueno,  pero  ¿dónde  está  el  compromiso? 
Ya  verás:  es  flojo.  Me  pregunta   el  perio- 
dista... 
¿Cual? 

¡Cual!  ¡El  que  ha  venido!  Me  pregunta  el 
periodista... 
Pero... 

¡Pero!  ¡pero!  ¡Así  no  nos  vamos  á  entender! 
Me  pregunta  el  periodif^ta  si  Hemos  cenado. 
Le  contesto  que  no,  qne  hay  tiempo  de  ha- 
cer lo  qne  él  quiera.  ¿Y  qué  diréis  que  me 
responde?  ¡Que  lo  que  quiere  es  sacar  un 
grupo  de  toda  la  familia  comiendo! 
¡Virgen  de  Atocha! 

(En  tone  de  reprensión.)  ¡Papá! 

¡Hijo! 

¡listas  en  Belén  con  los  pa.'^tores!  (Agita  la  mano 

en  que  tiene  la  brocha  y  rocía  á  don  Melquíades,  que 
se  aparta  de  él  y  se  seca  con  su  pañuelo.) 

¡Hombre,  que  me  salpica-*! 
¡Ay,  Dios  mío,  qué  apuro  tan  grande! 
¿Qué  queríais  que  hiciera?  ¿Decirles  que  no 
tenemos  ni  vajilla...  ni...? 
No,  pero... 

¡Qué  pero,  ni  qué  calabazas!  ¿Sabéis  lo  que 
me  respondió  uno  cuando  yo  traté  de  excu- 
sarme? ¡Pues  que  ellos  no  van  á  caer  en  la 
sopa! 

Ah,  no:  en  la  sopa,  no...  ¡No  hay  sopa! 
Con  que  ved  vosotros  lo  que  discurrís,  que 
n  mí  me  aguardan. 
¡Eso  eí^:  te  vas...  y  ahí  queda  eso!  .. 
¡Claro!  ¿Lo  "oy  yo  á  remediar? 
¿Y  nosotros? 

¡Vosotros  haced  lo  que  os  dé  la  gana!...  Yo 
tengo  que  irme.  ¡Se  acabó!  (Yéndose  por  la 

primera  i>uerta  de  la  izquierda  )    ¡Que    nO    ha    de 

haber  dicha  completa  en  este  mundo! 


—  47  — 


ESCENA  X 


LAURA  y  FABIO;  después  BERNABÉ 


^Laura  cruza  las  manos  y  Fabio  los  brazos,  y  se  miran  perplejos  unos 
instantes.) 

Laura         Tú  dirás. 

Fabio  No,  hija;  la  que  tiene  que  decir  eres  tú... 

Laura         ¿Yo?...  Pues  Jo  que  es  á  mí,  no  se  me  ocurre 

nada. 
Fabio  Ni  á  mí  tampoco,  (suena  el  timbre  de  dentro.) 

Laura         ¡Ah!  ¡ese  es  Bernabé!  ¡El  cielo  nos  lo  envín! 

Fabio  ¡Es  verdad! 

Lau'ra  ¡Corre  á  abrirle!  El  es  muy  listo  y  podrá  sal- 
varnos. (Vase  Fabio  por  el  foro,  y  sale  poco  después 
con  Bernabé.)  Lo  que  es  como  uo  uos  ilumine 
Bernabé,  no  sé  qué  va  á  ser  de  nosotros... 
Porque  Fabio  y  yo  no  damos  pie  con  bola. 

Bern.  (Dentro.)  ¿Un  gran  conflicto  dices?  No  será 

tanto...  'Saliendo  por  el  foro  con  Fabio.)  ¿CÓmo 
está  usted,  Laurita? 

Laura         En  este  momento  muy  mal. 

Bern.  ¿Pero  es  de  veras  lo  que  dice  Fabio? 

Fabio  Que  te  cuente  mi  hermana... 

Laura  (Muy  apurada.)  Imasfinese  usted  que  como 
papá  se  ha  hecho  célebre  en  un  decir  .Jesús, 
se  nos  ha  entrado  por  las  puertas  un  perio- 
dista con  un  fotógrafo...  ¡y  quiere  retratar- 
nn»  comiendo! 

Bern.  ¡Atiza! 

Laura  Ya  ve  u-ted  qué  cosa  más  difícil... 

Fabio  ¡Ya  ves  tú  qué  apuro!  Aquí  no  hay  plato.«, 

ni  manteles,  ni  servilletas,  ni  cubiertos... 

Laura  El  pobre  de  papá  tiene  que  comer  los  gar- 

banzos con  unas  tijeras. .. 

Fabio  \  mi  tenedor  le  faltan  tres  dientes...  y  el 

mango.  . 

Bern.  La  ensalada  se  la  sirven  ustedes  con  un 

compás.  .  yo  lo  he  visto. 

Laurx  Pues  mire  usted,  eso  es  lo  único  que  tene- 

mos hoy  presentable:  ensalada  de  lechuga. 


~  48     - 


Bern. 

Fabio 

Laura 
Bern  . 

FaBIO 

Laura 
Bern. 


Fabio 
Laura 
Bern  . 

Fabio 

B..RN. 


La  jra 

Fabio 

Laura 

Fabio 

Laura 

Bern. 

Fabio 

Bern. 

Laura 

Fabio 

Laura 

Fabio 

Laura 

Bern. 

Laura 

Bern. 


¿Nada  más  que  ensalada  de  lechuga?  En- 
tonces está  verde  la  solución. 
¡Y  tan  verde!  Sin  embargo,  yo  creo  que  lo 
de  menos  es  la  comida;  porque  esos  señores 
han  de  ver  el  primer  plato,  á  lo  sumo... 
Tienes  razón;  aquí  lo  importante  es  el  ser- 
vicio de  mesa. 
¡Ah!  ¡Qué  rayo  de  luz!  ¡Nos  hemos  salvado! 

¿Sí? 

¡Sil  (Contentísimo.)  Ya  hay  cubiertos,  mante- 
les, servilletas,  platos,  fiámbrete...  Para  lograr 
el  buen  efecto,  que  es  lo  que  se  pretende, 
¡todo  lo  necesario!  Oigan  ustede.«.  La  alegría 
no  me  deja  hablar...  Este  señor...  este... 
¿cómo  le  dicen? 

¿Quién? 

Este  diablo. .  este  vecino  que  siempre   que 

llama  da  tres  golpes  de  timbre... 

¡Ah!  ¡Don  Telesforo! 

Don  Telesforo.  ¿No  es  hombre  que  se  trata 

á  cuerpo  de  rey?...  ¿No  83  ha  ido  de  caza 

por  unos  días?...    ¿No  les  deja   á  ustedes 

siempre  que  se  va  la  llave  de  su   cuarto?... 

(General  regocijo.) 

¡Es  verdad! 

¡Excelente  ocurrencia! 

¡V'iva  Bernabé! 

¡Vivaaa! 

¡Schs^!  Más  bajito. 

Gracias,  muchas  gracias. 

¡Soberbia  mesa  vamos  á  presentar! 

¡Me  siento  orgulloso! 

(Con  desaliento.)  PerO,  Callc... 
(Asustadísimo.)  ¿Qué? 

Un  nuevo  inconveniente. 

¿Cual? 

¿Quién  va  á  asistirnos  á  la  mesa? 

¡Toma!  ¡Vava  un  inconveniente!  ¡Yo  mismo! 

¿Usted? 

¿Por  qué  no?  Mientras  yo  esté  aquí,  usted 

no  se  atribule  por  nada.  ¿Se  trata   de  dar 

golpe?  ¡Pues  á  darlo  de  lleno! 


*-  49  — 

Laura         ¡Ay,  Dios  mío!  ¡Este  Bernabé  es  de  pasta 

floral 
Bern.         (¡De  pasta  ñora!)  Fabio,  no  hay  tiempo  que 

perder:  vamos  á  la  despensa  del  vecino... 

(Fabio  saca  del  aparador  una  llave.)  ¿Qué  hace  fal- 
ta? ¿que  sirva  á  la  mesa?  ¡Pues  sirvo  á  la 
mesa!  ¿Que  barra  la  casa?  ]Pues  barro  la 
casa!  ¡Pídame  usted  otra  cosa,  Laurita!  ¡Pí- 
dame usted  que  me  tire  por  el  balcón!  ¡Verá 
usted  como  me  tiro  inmediatamente! 

liAURA         ¿Qué  le  he  de  pedir  yo  eso? 

Bern.         ¿Tienes  la  llave,  Fabio? 

Fabio  Mírala.  Vamos  á  escape. 

Bern.  ¡Vamos  allá,  cuñado  de  mis  ilusiones! 

Fabio  ¿Cuñado?  ¿Pero  éste  se  ha  vuelto  loco? 

BehN.  ¡Anda,  hombre,  anda!    (Echan    acorrerlos    dos 

hacia  el  foro,  por  donde  se  van.) 


ESCENA  XI 


LAURA 


¡Pobrecillo!  ¡Reventando  de  gozo  va!  ¡Qué 
bueno  es,  qué  listo  y  qué  simpático!  (va  qui- 
tando de  encima  de  la  mesa  todo  lo  que  hay.)  jCui- 

dado  que  se  le  ocurrió  pronto  la  idea  para 
sacarnos  del  apuro!  Y  cómo  me  quiere,  ¿eh? 
En  las  menores  cosas  lo  demuestra.  ¡Y  cuán- 
to me  gusta  á  mí  que  me  quieran  mucho!... 
Si  le  mando  hace  peco  que  se  tire  por  el  bal- 
cón, como  me  pedía,  se  tira  sin  duda...  No 
habrá  muchos  hombres  ca])aces  de  lo  mif- 
mo.  ¡Tirarse  por  un  balcón!...  ¡Ahí  es  nada!... 
Algunos  quieren  hacerlo  después  de  casados 
y  sin  que  nadie  se  lo  mande...  ¡Pero  f  so  ya 
no  tiene  chiste!...  Vaya,  vaya,  vaya  con  Ber- 
nabé... 


—  60  — 

ESCENA  XII 

LAURA,    BERNABÉ   y   FABIO 


BsRN.  (Por  el  foro,  con  ua  frutero  con  peras  y  manzanas   en 

una  mano,  una  pila  de  platos  en  la  otra,  al  brazo  un 
mantel,  un  salchichón  plateado  en  el  bolsillo  derecho 
de  la  americana  y  varios  cubiertos  en  el  izquierdo.) 

Coja  usted  este  mantel,  regalada,  y  extién- 
dalo al  punto  sobre  la  mesa. 
Laura         (obedeciéndolo.)  Verá  usted  quéprontito.iAjajá! 

BeRN,  (Dejando  encima  de  la  mesa  todo   lo  que  trae:  el  sal- 

chichón lo  último.)  Vaya...  vaya...  'vaya...  y 
vaya.  (Se  va  corriendo  por.  el  foro  ) 

Laura  L'é  disponiendo  la  mesa.  El  periodista  y  el 
otro  se  van  á  quedar  viendo  visiones... 

FabIO  (Sale  con  otro  salchichón  plateado  debajo  del  brazo,  y 

uncanastoen  la  mano,  donde  trae  todo  lo  que  nombra.) 

Ese  Bernabé  parece  que  no  tiene  ojos;  por 

poco  me  revienta. 
Laura         Oye,  ¿qué  traes  en  ese  canasto? 
Fabio  Algunas  servilletas,  dos  botellas  de  Jerez  y 

varias  copas...  Dame  acá  ese  otro  salchichón 

que  ha  traído  Bernabé,  (cuando  desocupa  el  ca- 
nasto echa  dentro  los  dos  salchichones.) 

Laura         Voy  á  distribuir  los  cubiertos,  (coloca  uno  de 

frente  al  publico,  otro  á  la  derecha  del  actor  y  otro  á 
la  izquierda.) 

Fabio  Toma  las  servilletas  y  las  copas. 

LaükA  Trae.  (Las  pone  convenientemente.) 

BerN.  (?alo  con  dos  platitos  de   aceitunas  que   dejará   en  la 

mesa.)  Estc  detalle  no  tiene  precio:  los  entre- 
meses. 

Laura  ¿Aceitunas?  Supongo  que  el  salchichón  será 
también  para  los  entremeses. 

Fabio  Para  los  entremeses  y  los  meses,  porque  casi 

no  hay  más  que  salchichón... 

Bern.  ¡Ríete,  ríete!  ¡Vaya  una  mesita  que  hemos 
puesto! 

Laura  Gracias  á  usted  todo...  De  esta  hecha  lo  ca- 
nonizamos, no  hay  remedio. 


—  51  — 

Bern.         ¿y  va  usted  á  colocarme  en  el  altarcito  de 

6U  corazón? 
Laura  ¡Quién  sabe!  'Pone  el  frutero  ea  medio  de  Ja  mesa 

y  é  los  lados  las  dos  botellas  de  vino.) 

Bern.         (¡Dice  que  quién  sabe,  Dios  mió!) 

FaBIO  (Sacaudo  del  aparador  un  talego  de  pan,  del  que  Lau- 

ra toma  el  necesario.)  El  pan,  Laurita. 

Laura  Venga.  Poquito,  que  esto  es  de  muy  buen 
tono. 

Bern  .  ¿Ve  usted?  Ya  está  todo  listo  y  á  las  mil  ma- 
ravillas. 

Fabio  Que  se  hace  tarde.  Laurita,  avisa  á  papá  y 

á  esos  caballeros.  Y  tú  vente  conmigo  á  la 
cocina. 

Bern.         Nos  llevaremos  esto,  (coge  ei  canasto  j  se  va  con 

Fabio  por  la  segunda  puerta  de  la  izquierda.) 

Fabio  ¡Andando! 

Bern.         ¡Andando! 


ESCENA  XIII 

laura,    don    MEI-QUIVDES,    POLILL.^,    EL    FOTÓGRAFO,     EL 

CfcLA.D0,    FABIO,  FRASQUITA,  PEPE  y  BERNABÉ,  que  asiste  á  la 

mesa. 


LaUR.^  (Asomándose  á  la  primera  puerta  de  la  izquierda  y  lla- 

mando.) ¡Papá!. .  ¡Papá!  ¡Ya  pueden  ustedes 
venir!  La  verdad  es  que  ninguno  imaginaba 

dar  un  efecto  semejante.  (Sale  don  Melquíades, 
y  detrás  de  él  Polilla,  el  Fotógrafo  y  el  Criado  con 
todos  los  útiles  que  sacaron  antes,  y  que  colocan  luego 
á  la  derecha  del  actor.  Ton  Melquíades,  al  ver  la  mesa, 
retrocede  sorprendido  y  pasándose  las  manos  por  los 
ojos,  como  si  dudase  que  es  cierto  lo  que  ve.) 

Mel.  (¡Esto  es  una  comedia  de  magia!) 

POL.  (Saludando  á  Laura.)  Señorita... 

Tjaura  (a  don  Melquíades.)  (Preséntame,  papá.) 

Mel.  Señor  Polilla,  señor  Instantáneo  ..  Mi  hija. 

PoL.  Tanto  honor .. 

Fot.  Tanto  gusto... 

i>AURA  El  gusto  es  mío. 

Mel.  (a  Laura.)  (Pero,  oye,  ¿qué  milagro  es  éste?) 

(Suena  el  timbre  de  dentro.) 


—  52  — 


Laura 

Fabio 
Mel. 

POL. 

Fot. 
Fabio 

POL. 

Mel. 
Fras. 
Fabio 
•Mel. 
Pepe 
PoL. 
Mel. 


POL. 

Fot. 
Fras. 
M  el  . 

POL. 


Laura 

Mel. 
Ffas. 


PoL. 
Laura 

POL. 

Mel. 


Llaman.  Yo  misma  iré  á  abrir,  (vase  por  ei 

foro.) 

(saliendo  por  la  segunda  puerta  de  la  izquierda.)  Se- 
ñores... 

Señor  Polilla,  señor  Instantáneo...  Mi  hijo. 
Tanto  honor... 
Tanto  gusto .. 
El  gusto  es  mío... 

(Fijándose  en  la  cara  de  Fabio.)   (¡Qué    mal  86  ha 

afeitado!) 

(a  Fabio.)  (Tú,  Fabio,  ¿quieres  explicarme...?) 

(Por  el  foro,  con  Pepe  y  Laura.)  ¿Se  puede? 

Adelante,  señora. 

(¡Nada,  que  no  me  dicen  una  palabra!) 
Caballeros,  saludo  á  todos. 
Hola,  compañero.  Señora... 
Señor  Polilla,   señor    Instantáneo...    Doña 
Frasquita  Mata,  viuda  de  Vives,  de  Robles, 
etcétera,  etc. 
Tanto  honor... 
Tanto  gusto... 
El  gusto  es  mío... 

Vienen  ustedes  como  pedrada  en  ojo  de  bo- 
ticario. 
Sí  que  vienen  muy  bien.  Así  resultarán  más 

animadas  las  fotografías.  (Pasa  á  la  derecha  con 
el  Fotógrafo  y  el  Criado.) 

Conque  á  sentarnos. 

¿Quieren  ustedes  comer  con  nosotros? 

GrasiaS,    don  Melquíades.     (Reparando     en    la 

mesa.)  (¡Ay,  qué  lujo!  ¿De  dónde  habrán  sa- 

Oao  tO  esto?)  (Oon  Melquíades  se  sienta  á  la  mesa, 
.  frente  al  público.  Fabio  á  la  izquierda  de  don  Melquía- 
des, y  a  la  derecha  Laura.  Cerca  de  la  mesa,  á  la  iz- 
quierda del  actor,  Frasquita.  Pepe  permanece  de  pie, 
yendo  de  un  lado  á  otro.  El  Fotógrafo  pone  junto  al 
balcón  el  trípode  con  la  máquina,  y  valiéndose  de  la 
tela  negra  trata  de  enfocar  convenientemente.) 

Ustedes  principien  su  comida  sin  ocuparse 
de  nosotros,  ¿eh?  Ya  los  sorprenderemos. 
Eso  sí  que  no.  Nosotros  no  empezamos  has- 
ta que  ustedes  no  terminen. 
La  naturalidad  exige  lo  contrario,  señorita... 
Sí,  si,  la  naturalidad  sobre  todo...  ¡Comere- 
mos! ¡comeremos! 


53  — 


Fras. 


Fabio 


Mel. 

Laur  \ 
Mel. 


Fras. 

POL. 

Mel. 

L.-^URA 

Mel. 


Fras. 

.Mel. 

Pepe 

Jíern. 

Fabio 

Bern. 

Laura 

PoL 

Fabio 
Mel. 
PoL. 

Mel. 
Laura 

Fabio 
Bern. 

Laura 

Fras 

Lauka 


Coman,  coman  ustedes.  (Quiero  5'o  vé  cómo 

se  tratan  boy.)  (PoUlla  toma  nota  de  todo,  hasta  de 
la  marca  de  fábrica  del  vino,  y  no  se  aparta  de  la  me- 
sa mientras  no  se  va  de  escena  Bernabé.) 

(¡Bueno  va!  Llamaremos  á  ese...)  (Llamando.) 

¡KamÓn!...    (Breve  pausa.    Don  Melquíades  lo  mira 

estupefacto.)  ¡Ramón! 

(con  gran  extrañeza.)  ¿A  quién  UamaS,  híjO? 

Papá,  á  Ramón...  ¡Tienes  unas  cosas! 
¡Ah,  sí,  á  Ramónl...  (¡No  vuelvo  de  mi  asom- 
bro!) (Llamando.)  ¡Ramón!  (¡Qué  ha  de  venir 
Ramón!) 

(¿Qué  Ramón  será  ese?) 
Estos  criados  parecen  sordos,  ¿verdad? 
No,  este  nuestro  lo  es,  efectivamente. 
Ya  está  ahí. 

(Volviendo  la  cabeza  asombrado.)  ¿Dónde?  (Sale 
Bernabé  por  la  segunda  puerta  de  la  izquierda  con  dos 
platitos  de  lonjas  de  salchichón,  que  deja  en  la  mesa. 
Don  Melquíades,  al  verlo,  sofoca  aparte  una  carcajada, 
asi  como  Frasquita  y  Pepe.) 

(¡Ay,  qué  cosa  más  grasiosa!) 

(¡Diablo  de  chicos!) 

(¡Qué  bueno!) 

(¿Pues  no  hay  visita?  Si  lo  sé,  no  salgo.) 

¿Qué  hacías,  hombre?  Estamos  llamándote 

hace  una  hora. 

Preparaba  los  entremeses,  señor. 

Iremos  haciendo  boca  con  estas  lonjitas. 

¡Ah!  ¿Es  costumbre  de  ustedes  hacer  boca...? 

Costumbre  inveterada. 

(Es  la  primera  vez  que  ocurre,  pero,  en  fin..."; 

(Escribiendo  )  «Toda  la  familia  se  hace  la  boca 

con  salchichón.» 

(Así  se  escribe  la  historia.) 

Pero,  Ptamón,  ¿qué  hace  usted  ahí  como  un 

tonto? 

¡Vé  por  la  sopa,  grandíbimo  torpe! 

(¡También   es  gana  de  comprometer!)    Li 

sopa...  la  sopa  se  ha  quemado. 

¡Siempre  se  ha  de  quemar  la  sopa! 

Mire  usté  que  es  desgrasia... 

Bueno,   pues...  entonces.,  traiga    usted  el 

frito... 


—   54  — 


Bern. 

Laura 

POL. 

Mel. 
Fabio 
Bern  . 

Faeio 
Bern. 


Mel. 

Fabio 
Mel. 
Fot. 

PoL 
Laura 
Fabio 
PoL. 

Pepe 

Fras. 

POL. 


Mel. 

PoL. 

Mel. 

POL. 

IjAura 
Fras. 


¿El  frito,  eh?  (Aquí  no  hay  más  frito  que 

yo.)  El  frito...  se  ha  quemado. 

¿También? 

(¡Por  lo  visto  hay  fuego  en  la  cocina!) 

¡Qué  demonches  de  quemaduras! 

Pues  mira,  tú,  sírvenos  lo  que  haya. 

¿Lo  que  haya?...  (¡Salchichón!  ¿Y  quién  es 

el  guapo  que  trae  más?) 

¡Vivo,  hombre,  vivo! 

(¡Quisiera  yo  haber  visto  á  Romeo  haciendo 

este  papel  en  casa  de  Julieta!)  (vasc  por  la  se- 

gunda  puerta  de  la  izquierda.) 

(a  Fabio.)  (Oye,  Fabio,  ¿quieres  decirme  de 
qué  fonda  es  esto?...) 

(¡Da  la  despensa  de  don  Telesforo,  papá!) 
(Soltando  la  risa.)  (¡Anda,  morena!) 
Así  está  bien.  Vamos  con  la  primera  foto- 
grafía. 
A  los  postres  haremos  otra. 

(Alarmada.)  ¿A  los  pOStreS? 

(¡Estos  nos  dan  hoy  la  comida!) 

Usted,  Pepito,  coloqúese  allí    junto  á    su 

mamá, 

Donde  usted  disponga.  (Todos  obedecen  las  indi 
caciones  de  Polilla  y  del  Fotógrafo.) 

Y  yo,  ¿dónde  me  coloco? 
Ahí  está  usted  divinamente...  Extienda  us- 
ted un  brazo,  como  si  estuviese  aceptando 
una  aceituna.  .  Muy  bien...  (a  Fabio.)  Usted, 
pollo,  ofreciéndole  á.  esta  señora  la  aceitu- 
na... ¡A jajá!. . Usted, Pepito,  mirando  coinpla- 
cido  la  aceituna...  ¡Bravol. .  Usted,  maestro, 
llevándose  á  la  boca  otra  aceituna...  ¡Braví- 
simo! Y  usted,  preciosa  señorita,  ¿cómo  la  co- 
locaremos?... Bueno,  sí;  tendiéndole  la  mano 
á  otra  aceituna...  ¡Admirable!^ 
(¡Qué  imaginación!)  A  mí  se  me  ocurre  que 
yo  debía  estar  de  otra  manera... 
¿Cómo? 

¡Mandando  al  criado  por  más  aceitunas! 
¡Je!  ¡Qué  bromista! 

Como  que  este  señor  ha  compuesto  el  paso 
de  las  aceitunas. 
Lo  peo  es  que  vamos  á  párese  estorninos  á 


—  65  — 


POL. 


Fot. 


Fras 

Laura 

Fabio 

Pepe 

Mel. 

Fras. 

POL. 


Laura 
Fabio 
Mel. 
PoL. 
Bern  . 


Fras. 

POL. 

Laura 

Fabio 

Mel. 

PoL. 

Fras. 


la  hora  de  acostarse,  (pepe  saca  su  cartera  y  apun- 
ta el  chiste.) 

¡.Je,  jel  ¡Estorninos  dicel  No  importa...  Ten- 
gan Ja  bondad  de  ponerse  como  les  he  indi- 
cado. ¡Ajajá!  (Rebaja  la  luz  de  la  lámpara  El  esce- 
nario queda  a  media  luz  ) 

(ai  criado,  que  le  obedece.)  Tú,  prepara  la  me- 
cha... Muy  bien.  No  se  mueva  nadie.  Ni  les 
asuste  el  fogonazo,  ¿eh?  No  es  nada...  Per- 
fectíbimamente.  Quietos  ahora  ..  Una...  dos... 

y  tres...  (Descubre  el  objetivo  en  el  mismo  momento 
en  que  el  criado  enciende  con  una  cerilla  la  mecha 
del  aparato  de  la  luz,  que  habrá  tenido  durante  toda 
la  escena  en  la  mano.  Al  relámpago  que  se  produce, 
se  estremecen  y  gritan  todos  los  personajes.)  ¡Caram- 
ba! ¡«e  han  movido  todos! 
¡Ay,  Jesús,  hijo,  qué  susto  me  ha  dao  usté! 
¿Y  á  mí,  señora? 

¡Yo  lo  que  no  veo  es  una  palabra! 
¡Ni  yo  tanijioco! 

¡Pues  á  mí  se  me  ha  atragantado  la  aceituna! 
No  sabía  yo  que  pa  hasé  retratos  eran  me- 
nesté  fuegos  aitifisiales... 
Bueno,  á  ver  si  hacemos  algo  de  provecho, 
que  ya  se  han  echado  á  perder  cuatro  pla- 
cas., (suena  tres  veces  consecutivas  el  timbre  del 
portón.) 


¡Tres! 


Cuatro! 

(saliendo  despavorido  por  la  segunda  puerta  de  la  iz- 
quierda, y  yéndose  á  escape  por  el  foro.)    ¡Don    Te- 

lesforo! 

¿Qué  pasa? 

jQué  es  eso? 

¡Dios  mío! 

¡Ábrete,  tierra! 

Con  esta  no  contábamos. 

/,Le9  ha  hecho  daño  alguna  cosa? 

Deben  de   habé  sido  tres,  (saie  don  Teiesforo 

con  Bernabé,  por  el  foro.  Todos  se  levantan.) 


—  66  — 


ESCENA  XIV 

DICHOS,    DON   TELESFORO   y    BERNABÉ 


Fabio 

Mel. 

Laura 

Tbl. 

Bern. 

Tel. 

Mel. 

Tel. 
Mel. 

Tel 

Laura 
Tel. 

Fras 
Tel. 


POL. 

Tel 

Pras. 

POL. 
TeL; 
PoL. 

Fot. 
PoL. 


Don  Telesforo! 


Fot. 


Señores...  No  se  molesten... 
(No  lo  he  podido  impedir.) 

(Reconociendo  todo  lo  suyo.)  PeiO,  ¿qué  mil'O? 

(a  don  Telesforo.)  (¡Calle  usted   ahora  por  lo 
que  más  quiera  en  este  mundo!) 
(Necesito  una  explicación.) 
(Yo  se  la  daré.)  ¿Y  cómo  ha  sido  el  volver 
tan  presto,  señor  don  Telesforo? 
Por  causa  del  perro,  que  se  me  ha  puesto 
malo  en  el  camino. 
lAy,  qué  dolor! 

De  Villaflaca  no  he  querido  pasar.  Por  cierto 
que  vengo  muy  tristemente  impresionado. 
¿Por  lo  del  perro? 

No;  eso  no  será  nada...  Pero  en  mi  propio 
coche  metieron  á  un  torero  herido,  y  si  vie- 
ra usted  qué  msl  efecto... 
(con  mucho  interés.)  ¿Qué  torero  era,  señor? 
El  Alcachofa.  Lo  ha  cogido  un  toro  en  Gua- 
dalajara. 

¡Jesús,  qué  horró! 

¿Y  ha  llegado  á  Madrid  con  usted? 
A  la  fonda  se  lo  llevaban  ahora  mismo. 
(ai  Fotógrafo.)  ¿Qué  placas  tiene  usted  dispo- 
nibles? 
Cuatro. 

¿Cuatro?  Son  bastantes...  Primera  cura,  se- 
gunda cura,  tercera  cura...  y  la  congoja  del 
apoderado.  ¡Bonita  plana  para  El  Deliriol 
¡A  la  fonda  del  Alcachofa  al  inflante!  Seño- 
ras..  Caballeros...  A  los  pies  de  ustedes... 

Beso  á  ustedes  la  mano...  (Vase  precipitadamente 
por  el  foro.) 

(cargando  con  dos  de  sus  bártulos  y  haciendo  cargar 
al  Criado  con  los  demás.)  ¡A  CSCape,  chicol  Vaya, 


que  ustedes  sigan  bien...  (Vase  corriendo  tras 
Polilla,  seguido  del  Criado.  Pepe  y  Frasquita  hablan 
en  voz  baja  ) 


ESCENA  ULTIMA 

DICHOS,    menos    POLILLA,    EL    FOTÓGRAFO    y    EL   CRIAi)0 


Mel.  Pues,  señor,  resulta  que  el  Alcachofa  está  á 

mi  altura.  ¡Medrados  quedamos!  Ahora  si 
que  le  pido  de  veras  perdón,  señor  don  Te- 
lesforo...  Ya  habrá  usted  comprendido... 

L*URA         Son  periodistas. 

Mel.  Se  empeñaron  en  retratarnos  comiendo... 

Fabio  Quisimos  deslumhrarlos... 

Bern.  a  mi  se  me  ocurrió  la  idea.  Nadie  más  que 

yo  tiene  la  culpa. 

Laura         (¡Otro  rasgo!) 

Tel.  (¡Pobre  gente!)  No  se  hable  más  del  particu- 

lar... 

Mel  ¡Oh,  mil  gracias! 

Fras.  (a  Pepe.)  Pues,  hijo  de  mi  alma,  si  tú  no  me 

explicas  este  lio,  todavía  me  tienes  en  ayu- 
nas. 

Pepe  Yo  me  hice  cargo  en  cuanto  vi... 

Fras.  ¡Qué  cabesa  de  hijol  ÍF&Uo  y  don    Telesforo    ha- 

blan en  voz  baja  ) 

.Mel.  (a  Frasquita.)  (jHa  pcusado  usted  en  aquello,. 

calagurritana  de  mi  alma?) 

FraS  (Sonriéndose  y  mirándolo  con  coquetería.)  fel. 

Mel.  ¡Oh!  ¡Esa  sonrisa  vale  un  mundo! 

PeP£  (Retirándose  do   ambos    y    yéndose    junto    á    Laura.) 

(Vaya,  aqni  estorbc^yo.) 
Bern.  (a  Laura.)  (Y  ahora,  ¿he  hecho  ya  bastantes 

méritos,  Laurita'?) 
Laura         (con  bondad  y  dulzura.)  Si,  hombre,  si. 

Pepe  (Apartándose  de  éstos  como  de  los    otros.)  (¡Y  aqUÍ 

también!) 
Bern.  ¡Oh,  dulce  boca! 

Fabio  ¡Magnífica  ideal 

Laura  ¿Cual'? 

Mel.  ¿Cual? 


—  68    - 

Tel.  La  de  marcharnos  todos  ahora  mismo  al  café 

de  enfrente  á  celebrar  en  fauciilia  su  triunfo 

de  usted. 
Mel.  ¡Don  Telesforo!  ¡me  hace  usted  el  más  feliz 

de  los  hombres!  ¡No  rae  faltaba  más  que  el 

banquete...  y  ya  lo  tengo! 

(ai  público.) 

La  comedia  terminó: 
si  un  rato  les  divirtió, 
suplico  á  las  buenas  almas 
muchos  vítores  y  palmas  .. 
como  si  estrenase  yo. 


FIN  DE  LA  COMEDU 


Madrid,   Diciembre,  1897 


OBRAS  DE  !tOS  MISMOS  flÜTORES 


Msgritna  y  amor,  juguete  cómico.  f2.a  edición.) 

^elén,  12,  principal,  juguete  cómico. 

Güito,  juguete  cómico-lírico.  (2.a  edición. "> 

La  media  naravjn,  juguete  cómico.  (2.*  edición.) 

El  Un  de  la  flauta,  juguete  cómico.  (2.*  edición.) 

El  ojito  derecho,  entremés.  (:^.a  edición.) 

La  reja,  comedia  en  un  acto  (3.a  edición.) 

La  buena  Sí)í»ií>ra,  sainete  en  tres  cuadros,  con  música.  (6.a  edi- 
ción.) 

El  per e grillo,  zarzuela  cómica  en  un  acto. 

La  vida  íyitima,  comedia  en  dos  actos.  (3.a  edición.) 

Los  borrachos,  sainete  en  cuatro  cusyiros,  con  música.  (2.a  edi- 
ción.) 

El  chiquillo,  entremés.  (4.a  edición.) 

Las  casas  de  cnrión,  juguete  cómico. 

El  traje  de  Incefi,  sainete  en  tres  cuadros,  con  música. 

El  patio,  comedia  en  dos  actos.  (3.a  edición.) 

El  motete,  entremés  con  música  (2.a  edición.) 

El  estreno,  zarzuela  cómica  en  tres  cuadros. 

Los  Galeotes,  comedia  en  cuatro  actos.  (:?.»  edición.) 

La  pena,  drama  en  dos  cuadros. 

La  azotea,  comedia  en  un  acto. 

jE/  género  ínfimo,  pasillo  con  música. 

El  nido,  comedia  en  dos  actos.  (2.    edición.) 

Las  flores,  comedia  en  tres  actos. 

Los  piropos,  entremés. 

El  flechazo,  entremés. 

El  amor  en  el  teatro,  capricho  literario  en  cinco  cuadros,  pró- 
logo y  epílogo. 

Abanicos  y  panderetas  ó  ¡A  Sevilla  en  el  botijo!  humorada  sa- 
tírica en  tres  cuadros,  con  música. 

La  dicha  ajena,  comedia  en  tres  actos  y  un  prólogo. 

Pepita  Reyes,  comedia  en  dos  actos. 

Los  meritorios,  pasillo. 

J  a  zahori,  entremés. 

La  reina  moro,  «ainete  en  tr»s  cuadros,  cou  música. 

Zaragatas,  sainete  en  dos  cuadros. 

La  zagala,  comedia  en  cuatro  actos. 

La  contrata,  apropósito. 

El  ornar  que  pasa,  comedia  en  dos  actos. 


SERflFI^yJOflPUINÁLVAREZ  QUIERO 


LOS  BORRACHOS 


saínete 


EN  c;UATRO  CUADROS  Y  EN  PROSA 


con  música  del  maestro 


O- E  I^ O  líTI  3i^  O      O  I  2v£  É  3íT  B  Z: 


»>Híí#ífff^ 


MADRID 
FLORENCIO  FISCOWiCH,  EDITOR 

(Sxtcttor  d«  H%jo*  d«  A,  OullónJ 

PEZ,  40.— ÜFICIMS:  POZAS,— 2— 2." 


LOS  BORRACHOS 

saínete 

EN  CUATRO  CUADROS  Y  EN  PROSA 


serafín  y  JOAQUÍN  ALVAREZ  QUINTERO 


con  música  del  maestro 


GERÓNIMO  GIMÉNEZ 


Estrenado  en  el  TEATRO  DE  LA  ZARZUELA  de  Madrid  el 
3  de  Marzo  de  1899 


-'m^m" 


MADRID 

R,  Velasco,  impresor,  Marqaás  de  Santa  Ana,  20 
TtU/oHO  námtra  JS' 

tseo 


I    $1!. 


eoitoltlí  Mh$ 


Con  vivo  entusiasmo ,  con  sincero  cariño  y  con  el 
más  profundo  respeto  al  arte,  intentamos  U7i  día  llevar 
ni  teatro  los  tipo í  y  costumbres  de  ?mestra  tierra,  tan 
calumniada  á  veces  por  propios  y  extraños. 

Dentro  de  nuestras  pobres  facultades,  procuramos 
ser  fieles  en  la  pintura  y  ajustamos  á  la  verdad, 
ponietido  en  nuestro  trabajo  el  alma  entera.  Usted, 
maestro  de  maestros,  acoge  y  aplaude  benévolamente 
nuestra  labor  y  nos  alienta  á  continuar  el  camino  em- 
prendido. No  podíamos  aspirar  á  más. 

Le  debemos  á  usted  gratitud  eterna;  y  en  testimonio 
de  ella,  y  de  la  admiración^y  el  afecto  que  usted  nos 
inspira,  nos  atrevemos  hoy  á  dedicarle  Los  BORRA- 
CHOS. ¡Ojalá  encuentre  usted  en  su  composición  un 
asomo  de  arte,  y  en  sus  escenas  algo  de  la  poesía  y  de 
la  gracia  peculiares  del  pueblo  andaluz!  Sería  nuestra 
mayor  satisfacción  y  nuestro  más  legítimo  orgullo. 


^CJ  S^€{/ate(J 


REPARTO 


FEBSONAJES  ACTO&ES 

SOLEDAD Sbta.  Gabcí a. 

SEÑA  DOLORES. González  (N.) 

CONSUELO Espinosa. 

EL  MAESTEO  SALVADOR Sb,      Romea. 

MIJITA Seta.  Segura  (C.) 

SEÑÓ  CURRO  CHAMUSQUINA..  Se.      Oeejón, 

JUANILLO  EL  FLORERO Moncayo. 

GAÑOTE Abana. 

EL  JILGUERO González. 

EL  GRILLO Sánchez. 

EL  NIÑO  DE  LA  TABERNA Niño  Bódalo. 

Chiquillos  de  la  escuela 


ACTO  ÚNÍCO 


c  "cr -A.  DD  I?,  o    :e>  2^  I  iLvd:  E  I?,  c 

Una  calle  en  Sevilla.  A  la  izquierda  del  actor  una   taberna  titulada 
•La  Giralda.»  Es  de  día,  á  la  calda  de  la  tarde. 


ESCENA  PRIMERA 

JUANILLO    el  florero    y    M  I  J  I  T  A 

(Stile  Juanillo  de  la  taberna.  Al  brazo  derecho  lleva  un  canasto  lleno 

de  flores,  tapados  cssi  todas  con  un  trfipo  blanco  de  hilo.  El  canasto 

(9  lie  mimbres  y  tiene  una  vara  próximamente  de   largo,  menos  do 

media  de  ancho  y  unes  seis  ú  ocho  dedos  de  fondo.) 

.JUA.  (Pregonando.) 

Yo  yevo  flores,  yo  yevo  flores, 

con  capuyitos 

de  tos  colores. 
¡Ay,  capuyos,  con  er  rabo  suyo/ 

(va  á  irse  por  la  izquierda  á   tiempo   que  sale   Mijita 
corriendo  por  la  derecha  y  lo  llama.) 

Mij.  Jnanij'o,  Juaniyo! 

.luA.  ¡Mijita!  ¿Qué  quieres? 

Mn.  (señalando  la  taberna)  ¿Sales  tú  (le  La  Gtrardaf 

JuA.  Ahora  mismo.  Ahí  tienes  á  tu  maestro,  ar 

señó  Curro... 


—  8  - 

Mij.  ¿Están  ahí? 

JuA.  Con  toa  la  partía...  Gañote,  er  Griyo...  tos 

eyos. 

Mij,  (indicando  que  beben.)  Y    ¿suiTa   que   es  tar- 

de, eh? 

JuA.  Eso  no  tiene  fin:  ar  que  menos,  le  pones  un 

grifo  en  la  barriga  y  es  un  barrí  de  dose 
arrobas. 

Mij.  ^Me  caigo  en  la  iná!  Pos  yo,  chiquiyo,  y  la 

seña  Dolores  y  Consuelo  la  sigarrera,  la 
mujé  de  Gañote,  como  locos  buscándolos. 
Carcula  tú  que  anoche  no  fueron  á  su  casa 
y  que  hoy  en  to  er  día  no  ha  paresío  nin- 
guno... 

JüA.  ¡Qué  habían  de  párese!  ¡Ni  paresen! 

Mij.  Oye,  y  tú  ¿has  queao  á  tu  artura? 

JuA.  ¿Yo?...  ¡Yo  no  lo  güelol 

Mij,  Ah,  vamos,  tienes  el  orfato  perdió... 

JuA.  ¡Que  no  lo  güelo,  Mijital 

Mij.  Lo  beberás  tapándote  las  narises. 

JüA.  ¡Por  mi  salú  que  no  tomo  una  gota! 

Mu.  ¿Quiés  quitarte,  guasón?   ¡Si  te  briyan  los 

ojos  más  que  er  mundo!...  ¿Y  esta  mancha? 

JüA.  Esta  no  es  de  vino...  ¿Quién  te  ha  dicho  átí 

que  mancha  la  mansanÍ3'a? 

Mij.  Yo  que  lo  veo. 

JuA.  ¡Fos  cuarquiea  estrenaba  aquí  ropa  si  man- 

chara! Sobre  que  yo  he  Jurao  no  bebé... 

Mij.  ¿a  quién  se  lo  has  jurao? 

JuA.  A  una  persona,  miá  este. 

Mij.  ¡Jé,  jé!  De  bastante   te   va  á  serví  er  ju- 

ramento. 

JuA.  Luego,  es  lo  que  yo  digo,  Mijita:  una  cosa  es 

toma  una  caña  ó  dos  ó  tres  con  unos  amigos 
y  alegrarse  un  poco  pa  que  jierva  la  sangre 
y  se  ocurran  pregones  bonitos  y  piropos  pa 
las  muchachas,  y  otra  cosa  es  coge  la  jumera 
indesente  y  pasearla  por  las  cayes  3'  dá  que 
desí.  De  esa  manera  no  se  v^  á  ningún  lao. 

Mij.  ¿Que  no?  ¡Derecho  á  la  casiya! 


—  9  — 
ESCENA  II 

D  I  C  H  o  S    y    el    .1  I  I,  G  U  E  R  o 

(Sale  este  por  la  izquierda  y  se  encamina  muy  despacio  hacia  la  de- 
recha. Se  detiene  al  saludo  de  Juanillo,  sigue  andando  después,  y  á 
cada  pregunta  vuelve  a  detenerse  para  contestarle.) 

JUA.  Adiós,   JirgUeritO,    hijo.    (e1  Jilguero  saluda  con 

la  mano.)  ¿Ande  VaS  á  estas  horas?  (Se  encoge 
el  Jilguero  de  hombros  )  ¿Quiés  tOEüá  Ulia  Caña? 
(Niega  con  la  cabeza,  y  se  señala  con  el  dedo  Índice 
Ift  gargauta,  como  indicando  que  la  delicadeza  de  esta 
le  impide  beber.)  ¿Y  Matirde,  güena?  (Da  á  en- 
tender con  el  gesto  que  Matilde  esta  regular.)   ¿Y  la 

niña?  (lo  mismo  que  mh tilde.)  Ea,  pos  que  te 

diviertas,  hl]0.  (Salucla  otra  vez  con  la  mano  y  si- 
gue andando.)  ¡Y  meCTOrias!  f Vuelve  á  saludar  y 
vase  lentamente  por  la  derecha.) 

ESCENA  III 

DICHOS  menos  el  JlLGUERu 

Mu  .  ¿Quién  es  ese  orado? 

JuA.  ¿Ese?  Naide:  er  Jirguero.   Un   niño  que  se 

pone  á  (íantá  Üau.enco,  y  ha}'  que  irse  pa  no 
comérselo. 

Mij.  ¿Si?... 

JüA.  Na  más  que  er  domingo  estuvo  un  inglés  en 

su  casa  pa  cogerle  la  voz  en  uno  de  esos  fotó- 
grafos que  hablan  solos.  ¡Y  que  no  tiene  voz 
el  arma  raía! 

Mij.  Tiene  que  tené  mucha  á  la  fuersa:  ¿no  ves 

tú  que  no  gasta  ninguna?... 

JuA.  Vaya,  me  voy  pa  er  sentro,  á  vé  si  vendo 

argo.  Yevo  aquí  tres  claveles  der  seTioríto 
que  dan  el  opio;  y  uno  tomate  y  güevo,  Mi- 
jita,  como  no  hay  en  toa  Seviya  otro 

Mu .  Pos  á  vé  si  clavas  á  un  ingle. 


-  40  — 

JuA.  Se  me  está  ocurriendo  una  cosa.   ¿Tú   vá» 

ahora  pa  aya? 
Mij.  ¿Pa  dónde? 

JuA.  Pa  la  carpintería:  pa  casa  e  tu  maestro. 

Mij.  Sí. 

JuA.  Pos  vas  á  yevarle  este  á  Soledá,  de  mi  parte. 

(sacando  del  canasto  un  clavel.) 

Mij.  jYa  júmate,  caña  güecal 

JuA.  Hombre,  Mijita,  un  favo  que  te  pide  uno... 

Mij.  (cogiendo  el  clavel.)  Güeno,  tráelo.   [Vaya  un 

regalito  que  vi  yo  á  hasé! 
JuA.  ¿Cómo  regalito?...  Dame  acá... 

Mij.  Ño  te  asustes,  hombre...  ¡Por  la  gloria  e  mi 

padre  que  se  lo  doy  á  Soledál 

JuA.  Pos  adiós,  y  grasias...   (Vase  por  la  izquierda  pre- 

gonando.) ¡Las  que  güelen,  rosaaaaas  finas! 


ESCENA  IV 

MIJITA  y  la  SEÑA  DOLORES 
DOL.  (Por  la  derechn,  hecha  un  basilisco.)    CorrC,    COrrC, 

que  no  te  he  visto...  ¿A  que  se  va  huyendo 
de  mí  aqué  granuja?  iTan  perdió  es  ese  como 
los  otros!  (a  Mijita.)  Y  tú,  ¿qué  hases  aquí? 
¿Ksta  es  la  manera  que  tienes  de  buscarlos? 

Jflúsica 

Mij.  Cármese  usté,  seña  Dolores, 

que  con  er  nío  he  dao  ya: 
en  La  Girar  da  está  er  maestro 
con  Chamusquina  y  los  demás. 
Toita  la  noche  se  han  pasao 
bebe  que  bebe  sin  para, 
y  ya  no  saben  á  estas  horas 
ni  quiénes  son  ni  dónde  están. 


Doi..  ¡Malhaya  quien  en  er  mundo 

plantó  la  primera  sepa! 
¡malhaya  la  primer  uval 
¡malhayan  las  borracheras! 


—  n  — 

Mij.  Un  milagro  ha  sio 

el  habé  encontrao 
er  dichoso  nío 
donde  la  han  tomao. 
¡Lo  que  yo  he  subió! 
¡lo  que  yo  he  bajao! 
¡lo  que  yo  he  corrió! 
¡lo  que  yo  he  sudao! 


DoL.  lAy,  vaya  un  marío 

que  er  Señó  me  ha  dao, 
tan  reteperdío, 
tan  retetirao! 
¡Siempre  está  bebió! 
¡nunca  está  en  su  estao! 
¡lo  que  yo  he  sufrió! 
¡lo  que  yo  he  pasao! 


DoL.  ¡Mtilhaya  quien  bebe  vino! 

Mij.  ¡Malhaya  quien  vega  á  olerlo! 

DoL.  ¡Malhayan  los  que  lo  venden! 

Mij .  ¡ Malhayan  los  cosecheros! 


DoL.  Ese  piyo  no  baja, 

y  yo  subo  por  é , 
y  aunque  sea  por  la  faja 
arrastrac  lo  traeré. 
Mij  .  Deje  usté  que  yo  suba, 

y  será  lo  mejó, 
que  si  está  hecho  una  cuba 
más  que  usté  sirvo  yo. 


J)oL.  ¡Ay,  qué  mardesío! 

¡ay,  qué  condenao! 
Mij.  ¡Bien  nos  ha  corrió! 

¡bien  nos  ha  cansad 
DoL.  ¡Nunca  está  vasío! 

Mij  .  ¡Siempre  esta  achispaol 

DoL.  jLo  que  yo  he  sufrió! 

Mij.  ¡Lo  que  yo  he  sudao! 


—  1-2  ~ 


Hablado 


Mij.  Espéreme  usté  aquí,  seña  Dolores,  y  usté 

verá  como  se  viene  coumigo  de  cabesa. 

DoL.  Miá,  Mijita,  que  como  no  me  lo  traigas,  en- 

tro 3'0  y  armo  la  gorda. 

-Mij.  Lo  creo.  Pero  no  va  á  hasé  farta.  Vi  á  desirle 

que  lo  aguarda  aquí  Rosita  la  confitera,  que 
está  por  é. 

DoL.  ¿Cómo  que  está  por  é? 

Mij.  ¡Señora,  como  está  por  to  er  barrio,  tiene 

que  está  por  é!  (Entrase  corriendo  en   la   taberna  ) 

ESCENA  V 

SEÑA  DOLORES  y  CONSUELO 
'Con.  (Por  la  izquierda,  muy  fifligida  )    ¡Ay,   Señá    Doio- 

res  de  mi  arma,  no  me  diga  usté  nal  Ya  sé 

que  están  abí:  me  lo  ba  contao  Juaniyo  er 

fiorero. 
DoL.  ¿Le  paese  á  usté?  ¡Los  muy  sinvergonso- 

nes! 
■CoNS.  Dise  que  á  mi  probesito  Migué  da  pena 

verlo.  Como  tiene  un  vino  tan  escandaloso... 

Miste  que  es  desgrasia:  ,er   probesito  no  co- 

nose  otro  visio...  pero  ese  le  coge  to  er  cuerpo. 
'DoL.  ¿Que  no  conose  otro  visio,  y  es  un  gandú  y 

un  gorrón,  y  anda  siempre  e  jarana  y  se 

juega  hasta  la  saliva? 
CoNS.  Ay,  pero  eso  es  bebió:  fresco,  no. 

DoL.  ¡Pero  si  nunca  está  fresco! 

•CoNs.  Pos  esa  es  la  desgrasia;  que  nunca  está  fresco 

er  probesito. 

ESCENA  VI 

DICHOS,  MIJITA  y  el  IVIA ESTRO  SALVADOR 

Sal.  (Sale  de  la  taberna,  borracho,  sujeto  por  Mijita  y  can- 

tando.) 

«Ábreme  la  puerta, 
puerta  der  postigo...» 


-  43  — 

DoL.  t)igo,  ¿eh?  ¡qué  güeno  vienel 

Sal.  No  soiros  naide,  ¡pero  naide!  Está  un  hom- 

bre tan  cabá  y  tan  entero...  y  á  la  media 
hora...  ¡borracho  perdió!...  (Riéndose.)  ¡Pf! 

Mij.  \nde  usté,  maestro  Sarvadó... 

Sal.  Rosita  la  confitera...   me  ha  dicho  éste  que 

me  espera...  Hombre...  y  cae  en  verso...  ¡Pfl 

(Reparando  en  la  seüá  Dolores.)  /  AsuquiqUl,  pOS  SÍ 

es  mi  mujé!...  Mijita,  te  vi  á  corta  las  orejas... 
pa  que  lo  sepas... 

DoL.  (Agarrándolo  por  un  brazo.)    ¡Anda    ya    pa   Casa, 

so  pendón! 

Sal.  (sulfurándose  y  grita:ido.)  ¿Pa  casa  yo?  ¿Yo  pa 

casa?  ¿Pa  casa  yo?  ¡Yo  no  me  voy  pa  casa! 

DoL.  ¿Quiés  no  grita?  ¡Josú,  qué  demonio  e  vinoí 

En  cuanto  lo  prueba  es  otro  hombre. 

Sal.  ¿Otro  hombre?...  ¡Mijita! 

Mij.  ¿Qné  quié  usté? 

S.\L.  Dile  ar  niño  que  saque  unas  cañas. 

DoL.  ¿  'a  quién?  ¿pa  ti?  No,  hijo  mío,  tú  no  be- 

bes más... 

Sal.  Pero  mujé,  ¿tú   misma  no  estás  disiendo 

que  soy  otro  hombre?...  Pos  á  ese  otro  hom- 
bre tengo  yo  gusto  en  orsequiarlo...  ¡Pf! 

CoNS.  Oye,  Mijita,  ¿tú  has  visto  á  mi  esposo? 

Mij.  Sí,  señora:  ahí  está. 

Sal.  ¿Gañote?...   A  Gañote  me   lo  sarto  yo  en 

cuanto  quiera... 

CoNS.  Probesito  e  mi  arma.   Vi  á  sacarlo  de  su 

perdisión. 

Mij.  Le  arvierto  á  usté  que  se  pelea  hasta  con 

su  sombra. 

CoNS.  jFrobesito,  probesito  e  mi  vía!  (Entrase  en  i»- 

taberua  )  j 

ESCENA  VII 

DICHOS  menos  CONSUELO.  Después  el  NIÑO  de  la  taberna 
Sal.  (cantando  otra  vez.) 

«Ábreme  la  puerta 
que  está  yoviznando...» 

¡Ole  ahí  los  hombres!  Mijita,  yo  te  proteja 


—  14  - 

á  tí...  (a  la  seüá  Dolores.)   Y  á  tí  te  quiei'O  más 

que  á  las  niñas  e  mis  ojos...  iLuserol...  ¡glo- 
ria!. .  ¡yema  e  San  Leandrol... 
í)o\..  Vamo.a,  ¿quiés  venirte  pa  casa  á  dormirla? .. 

Niño  (saliendo  á   la    puerta    «le    la    taberna.)    Olga  USté, 

maestro  Sarvaó:  en  la  cuenta  me  farta  un 

perro... 
Sal.  ¿Qué  dise  ese? 

Mij.  Que  le  farta  un  perro. 

Sal.  ¿Un  perro?  (Después  de  síitr.r )   A  mí   no  me 

base  caso...  Niño,  sírbale  tú  á  vé  si  viene... 

¡Pf! 
Niño  Lo  que  tiene  usté  que  hasé  es  aflojarlo... 

Í3AL.  jChsss!...  ¡chsss!...  No  te  arteres...  (Dándole  una 

peseta.)  Cóbrate. 
Niño  Esta  es  la  peseta  farsa  de  antes. 

láAL.  ¿La  farsa? 

Niño  Sí,  señó:  místela.  (La  muerde  y  se  la  devuelve  do- 

blad» b1  maeslro  Salvador  ) 

Sal.  (coD'.empiRr.do  la  peseta.)   ¡Hombre,   por   Dios, 

que  te  di  una  peseta  y  me  degüerves  una 
cuchara!...  ¡Pfi 

DOL.  (Dándole  al  Niño  diez  cénlimrs.)    ¡  Ea,    niñO,    toma 

y  déjanos  en  paz! 

Niño  Con  Dios.  (Entrase  en  la  taberna.) 

í5alv.  Oye:  dile  al  amo  que  me  lo  vi  á  sarta  un 

día  de  estos...  (Tirando  la  peseta.)   Ahí   está   pa 

un   pobre...   ¡Así  soy  3^0!...  ¡Como  si  .fuea 

güeña!  (cantando.) 

«Ábreme  la  puerta, 
puerta  der  postigo...» 

Mij.  Vaya,  maestro,  güeno  está;  vamos  pa  la  car- 

pintería... 

•Salv.  Con  ustedes  dos,  seres  queridos...  ¿eh?...  voy 

yo  aunque  sea  á  pesca  con  caña. 

Dol,  Pos  vamos  andando...  (Entre  ella  y  Mijit  >  se  van 

llevando  al  maestro  íalvador  hacia  la  derecha.) 

fí.ALv.  Pero  na  de  sostenerme...  cuidaito...  No,  por- 

que yo  estoy  más  fresco  que  una  lechuga. 
¿Quiés  una  prueba?  ¡Ya  verás  una  cabesa 
firme!  Dos  por  dos,  cuatro;  dos  por  cuatro, 

ocho...    ¿Eh?...   ¿Más  toavía?  (señalando  todo  lo 

qi-.e  nombra.)  Esa  es  la  tatema.,  esto  es  un 


—  45  — 

chaleco...  esto  es  uu  botón...  esto  es  otro 
botón... 
Mij.  Y  eso  que  usté  yevR  es  una  mona  que  no  se 

acaba  nunca,  (oyese  mHo  como  de  pelea  en  la 
taberna.) 

Salv.  ¿Qué  pasa,  tú? 

DoL.  ¡No  te  importa!  ¡Vamonos! 

Salv.  Vamonos,  mujé,  no  te  enfades...  Si  yo  te 

quiero  más  que  á  la  Virgen  de  la  Esperan- 
sa...  Ayí  viene  un  guindiya...  No  desirle  na, 
que  vi  á  sartármelo  como  se  descuide...  (se 

van  por  la  dsrecha  los  iras.) 


ESCENA  VIII 

CONSUELO    y    GAÑOTE 

Con.  (Sncando  á  Geüoie   borracho  de  la  taberna,  casi  á  re- 

molque) Anda,  corasón,  vente  tú  conmigo. 

Gañ  .  ¿Yo?  ¿Dirme  yo  zin  zacarle  las  tripas  á  eze? 

C>  N.  Vamos,  no  te  pierdas,  presioso. 

Gañ.  He  visto  que  te  ha  querío  toma  la  cara,  y 

mírala:  (Beüando  la  cruz.)  por  mi  zalú  que  le 
hago  una  arcancía  en  la  barriga...  Mírala. 

(volviendo  á  besar  la  cruz,  como  siempre  que  dice 
'mírala.») 

Con.  i  Ay,  por  Dios,  Migué!  Vente,  hijo  mío.  (Tiran- 

do de  él  hacia  la  izquierda.) 

Gañ.  Zi  no  ez  ho}'  zerá  mañana;  pero,  mírala... 

¡Yo!  ¡Migué  Rodríguez!...  Mírala...  Y  zi  no 
mañana,  pazao...  Mírala.  Vi  á  ponerle  er 
vientre  como  una  perziana.  ¡A  ti  no  te  toma 
la  cara  naide!...  Mírala...  ¡Pero  naide!...  Mí- 
rala. 

Con.  (¡Probesito!   ¡Qué  lástima  de  hombre,  con 

este  visio  tan  arrastrao!)  (Vase  con  Gañote  por  la 
izquierda.) 


-    16  - 
ESCENA  IX 

El  GRILLO 

(sale  de  la  taberna  borracho,  cantando  y  jaleándose,  y  se  encamina 
hacia  la  derecha.) 

¡Otra!  ¡Venga  otral  (cantando.) 

No  me  y  ores  más... 
¡Ole! 

Que  si  me  y  oras,  me  y  oras,  me  y  oras... 
¡Ole  con  ole! 

Me  tiro  á  mata. 

¡Saleros  alií!  jEso  es  estilo  y  facurtades,  Gri- 
yito!...  ¡Que  se  acuesten  los  ruiseñores,  que 

ya  es  de  día!  (Entusiasmándose.) 

No  sé  lo  que  tiene... 
¡Huyuyui! 

La  yerlagüena  de  tu  güertesito... 
¡Canela  fina!  ¡Y arque  le  pique  que  se  rasque! 

Que  tan  bien  me  güele. 

¡Bendita  sea  la  madre  que  te  echó  ar  mun- 
do, Griyito!  ¡Otral  ¡Venga  otra,  por  tu  salúl 

Miá  que  te  lo  encargo... 

(Tropieza  en   la  pared  y  dice,  como  encarándose  con 

alguien:)  ¡Eh,  Compadre,  ca  uno  por  su  cami- 
no...! (Vase  por  la  derecha  y  se  aleja  cantando  la  co- 
pla empezada.) 

ESCENA  X 

CHAMUSQUINA;  luego  CHIQUILLOS  de  la  escuela. 

Cham,  (Saliendo   también  de  la  taberna,   empujado   violenta- 

mente desde  dentro  y  borracho  perdido.)  ¡Chamus- 
quina! ¡Valiente  borrachera  han  tomao  tos 


—  17  — 

esos!  ¡Hay  que  reírse!  No  hay  hombres  pa 
na...  Apenas  lo  güelen,  cadáreves...  cavá- 
deres...    ¡cadáveres!...    ¡Hay  que   reírse!... 

(oyese  dentro  la  algazara  propia  de  una  chiquille- 
ría que  sale  de  ¡a  escuela.)   ¿Qué    bu^^a    eS    esa? 

¿Si  será  una  juerga  e  taberneros?...  ¡Ah, 
no!  ¡Son  los  chiquíyos  que  salen  de  la  es- 
cuela!... ¡Viva  mi  gente!  Digo,  ¿eh?  ¡Y  di- 
sen  que  se  acaba  er  mundo!  (principian  á  salir 

por  la  izquierda  chiquillos  del  pueblo,  con  bolsos  de 
libros  unos,  y  otros  con  tres  ó  cuatro  libros  en  las 
manos.  Vienen  en  desorden,  mirando  hacia  dentro,  co- 
rriendo, brincando  y  dando  gritos  de  alegría.) 

Música 

Chiqs.  ¡Que  baile  el  ayudante, 

que  baile  don  Toma, 
jambrera  por  delante, 
jambrera  por  detrá! 


jAyí  viene!  ¡que  nos  coge! 
¡á  escaparnos!  ¡á  corre! 

(Huyen  desperdigados  hacia  la  derecha.) 

¡Que  tropiesa!  ¡que  se  cae! 
¡A  cantársela  otra  vé! 

(Avanzan  en  tropel  hacia  la  izquierda.) 


¡Que  baile  el  ayudante, 
que  baile  don  Toma, 
jambrera  por  delante, 
jambrera  por  detrá! 


(Figuran  tirarle  piedras  al  ayudante,  y  tan  pronto 
huyen  como  si  este  les  acometiera,  tan  pronto  vuelven 
á  avanzar  como  para  atacarle,  mientras  canta  Chamus- 
quina lo  que  sigue.) 


Cham.  ¡Qué  grasía  me  hasen  á  mí 

las  cosas  de  los  chiquiyosl 


2 


-  18  — 

¡Les  vi  á  pronunsiá  un  discurso 
que  va  á  resurta  marnifico! 
¡Siudadanos! 

Uno  ¡Anda!...  jCbamusquina! 

Varios         ¡Chamusquina!   ¡Chamusquina  con  la  bo- 
rrachera! 

Cham.  ;('hsss!  ¡Silensiol 

Uno  i  Que  baile! 

Cham.  Niño,  no  me  dala  gana:  que  baile  tu  pa- 

lmito si  quiere. 

Todos  ¡Que  baile!  ¡que  baile!  ¡que  baile! 

Cham,  (Como  se  empeñen  en  que  baile,  no  hablo... 

Ni  habla  Gástela.) 

Chiqs.  ¡.\  cantarle  la  copla!    ¡á  cantarle  la  copla! 

(Lo  rcdcan  gritando.  Después  cautan.) 

Chamusquina  cuando  ajusta 
sus  faenas  de  encala, 
dise  siempre  que  le  gusta 
que  le  paguen  la  tajá. 


Chainj 


Niños,  mira  que  tengo 
mu  malas  purgas, 
cuando  arguno  se  mete 
con  mi  condurta. 


(Se  cogen  de  las  manos  los  Chiquillos,  hacen  una  rue- 
da, en  medio  de  la  cual  que;la  encerrado  Chamusqui- 
nii,  que  va  de  un  lado  á  otro  queriendo  escaparse,  y 
dan  varias  vu3lt»s  mientras  cantan  la  siguiente  copla:) 

Chiqs.  Señó  Curro  Chamusquina 

una  vez  que  fué  á  encala 
y  cogió  la  papalina, 
compró  vino  en  vez  de  cá. 


Cham,  (Na,  que  va  á  sé  presiso 

pa  que  se  cayen, 
sortá  otro  discursito 
como  er  de  enantes.) 

¡Siudadanos!   (Un    chiquillo    l?  tira  de  la  blusa.) 

¿Qiiiés  hasé  er  favo  de  estarte  quieto,  arma 
mía?...  ¡Siudadanos!  (otro  le  da  un  pescozón  y 


—  19  — 
todos  se  ríen.)  Pero...  ¿es  quG  lo  Víimos  á  echa 

á  guasa?...  ¡Siudadanos!  (otro  se  le  mete  por  en- 
tre las  piernas  y  está  á  pumo  de  hEcerlo  caer.  Nuevas 

risas.)  (Na;  que  están  los  niños  pa  el  avío... 
Va  á  habé  que  irse...)  ¡Siudadanos!...  ¿Eh?... 
¿Qué  es  esto?... 

(Entre  todos  lo  zarandear,  lo  traen  y  lo  llevan,  gri- 
tándole á  un  mismo  tiempo.  Chamusquina,  defendién- 
dose Ce  ellos  a  golpes,  se  encamina  hacia  2a  derecha, 
por  dcnde  se  va  al  fin  perseguido  por  todos,  que  no 
cesan  de  tirarle  de  la  blusa,  subírsele  encima,  hacerla 
tropezar,  etc.,  etc.) 

Chiqs.  Señó  Curro  está  alumbrao, 

y  ha  vendió  su  escobi\-a, 
y  una  perra  que  le  han  dao 
se  la  gasta  en  mansaniya. 


FIN   DEL  CUADRO   PRIMERO 


CTJ-A.IDI^O    SEO-TJ2iTIDO 


Patinillo  que  sirve  de  desahogo  á  la  carpinteiía  del  maestro  Salvador. 
Al  foro  una  puerta  que  da  á  la  carpintería  y  conduce  á  la  calle.  A. 
la  derecha  del  actor  otra  que  ll(;va  al  interior  de  la  casa.  A  la  iz- 
quierda una  ventana  con  reja,  en  cnyo  alféizar  hay  macetas  coa 
flores,  y  un  jazmín  cuyas  ramas  so  extienden  trepando  por  la  pa- 
red hasta  bastante  altura.  A  la  derecha  de  la  puerta  del  foro  una 
rinconada  con  arriatps.  Inmediato  á  la  misma  puerta,  hacia  la  iz- 
quierda del  patinillo,  un  banco  de  carpintero:  encima  de  él  una 
garlopa,  y  en  su  paite  baja  otros  instrumentos  grandes,  tales 
como  sierro,  mazc,  berbiquí,  etc.,  etc.  Por  el  suelo  gran  cantidad 
de  virutas.  En  sitio  conveniente  el  anafe  y  cazo  para  la  cola,  do 
sillas,  varios  csjones  grandes,  algunos  pedazos  de  madera,  algutjas 
tablas  y  una  espuerta  con  instrnmeuK'S  pequeños.  A  Ja  izquierda 
un  botijo  ccn  agua.  De  la  p»red  de  la  derecha  &  la  del  foro,  un 
cordel  para  tender  ropa.  Sujeta  a  1j  segunda  una  tabla,  sobre  la 
•cual  hay  varios  frascos  de  barniz  y  latas  de  pintura.  A  un  lado  ua 
cubo  y  varias  efcobil'as  de  ercalador. 


—  20  — 
ESCENA  XI 

SOLEDAD  y  JUANILLO 

(soledad  siulada  á  1a  derecha  en  primer  término,  componiéndose  y 

acicalándose  ante  una  silla  donde  tiene   un  peine  y  un  espejo.  Jua- 

Eillo  sale  por  el  foro  con  el  canasto  de  flores  al  brazo.) 

JuA.  ¿Yego  á  tiempo,  niña? 

Sol.  Hola.  ¿Por  qué  lo  dise  usté? 

JüA.  Por  na.  ¿Quié  usté  pa  ese  pelo  lo  mejó  der 

canasto? 
Sol.  Venga;  si  es  volunta... 

J:a.  Eso    no:    lo   hago  por  CULLplí...  (Le  da  una  flor 

que  Soledad  se  pone  en  la  cabeza.) 

Sol.  De  toas  maneras  se  agrádese... 

JuA.  Hasta  pa  sé  fló,  ha}'  que  tené  suerte  en  er 

mundo..  Miste  que  esa...  Pos  no,  que  er  cla- 
velito de  ayer  tarde... 
Sol.  Oiga  usté,  ¿se  le  debe  á  utrté  argo? 

JuA.  ¿A  mi? 

Sol.  ¡Como  trae  usté  lo  der  clavé  tan  por  los 

pelos!... 
JuA.  Quería  sabe  si  lo  había  usté  resibío... 

Scl.  Sí  señó;  pero  lo  tiré  á  la  basura. 

JuA.  ¿A  la  basura?  ¿A.  vé  la  cara? 

Sol.  (Levantando  la  cabeza.)  Místela.  Me  dijo  Míjita 

que  era  cosa  e  Jalapa,  er  boticario  de  ahí 

enfrente,  que  me  pidió  la  conversasión  el 

otro  día... 
JuA .  ¿Ese  de  la  cabesa  tan  gorda? 

Sol.  Er  mismo. 

JuA .  ¿Y  qué  va  unté  á  hasé  con  un  hombre  que 

tiene  que  ponerse  er  sombrero  con  cargado? 
Sol.  Pos  meterle  una  luz  en  la  cabesa  y  pintarla 

e  verde. 
.Tu A.  ¿Pa  qué? 

Sol.  Pa  ponerlo  en  el  escaparate  e  la  botica. 

JuA.  ¡Já,  já,  já!  ¡Qué  güeno!...  También  Mijita 

miente  más  que  habla... 
Sol.  (Levantándose.)  Sí.  Me  contó  una  cosa  de  usté 

que  es  mentira,  de  fijo. 


—  2t  — 

JuA.  Si  es  una  mala  arsión,  desde  luego... 

Sol.  ¿Va  usté  pa  santo?  Me  dijo  que  estaba  usté 

en  la  Campana,  y  que  olía  usté  á  vino  desde 
er  muej'e. 

JüA.  ¿A.  vino  3'o?  ¿Usté  no  sabe  que  tengo  mi  pa- 

labra empeña?... 

Sol.  Eso  s';  lo  que  no  sabía  era  que  la  hubiese 

usté  sacao... 

JuA .  Yo  le  juro  á  usté... 

Sol.  No  me  jure  usté  na,  que  es  malo.  Aparte  de 

que  á  mí  no  me  importa  ni  tanto  así  que 
usté  beba  ó  no  beba... 

JuA.  ¿No?... 

Sol.  ¡Ya  pué  usté  meterse  en  mansaniya  hasta 

el  ala  er  sombrero! 

JüA.  ¿Entonses  á  qué  me  puso  usté  por  condi- 

sión  pa  quitarme  e  penas...? 

Sol.  ¿Yo  qué  tengo  que  vé  con  las  penas  e  nadie, 

criatura?  Me  sobra  con  las  mías... 

JuA.  ¿Tiene  usté  muchas,  hija? 

Sol.  Más  que  usté,  padre. 

JuA .  ¿Quié  usté  que  yo  las  entierre  pa  siempre? 

Sol.  ¿En  dónde? 

JuA.  Ríase  .usté. 

Sol.  ¿Que  me  ría?  ¿Pa  qué? 

JuA.  Pa  desirle  á  usté  en  dónde. 

Sol.  (Kiéndose.)  ¡Av,  qué  gra.eioso! 

JüA.  ¿Lo  ve  usté?  En  esos  joyitos  e  la  cara. 

Sol.  ¿De  veras?  Pos  no  me  sirve  usté  pa  ente- 

rraó. 

JuA .  ¡Miste  que  lástima! 

Sol.  y  veo  que  se  fija  usté  mucho... 

JüA.  Hay  que  darles  que  hasé  á  los  ojos...  Ade- 

más de  que  esos  joyitos  me  hasen  á  mí  la 
grasia  e  Dios... 

Sol.  Plombre,  qué  casualidá:  á  mí  no  me  gustan. 

JuA.  ¿No?  Pos  miste,  con  dos  cachitos  e  mis  la- 

bios se  puén  tapa.  (Acercándosele  mucho.) 

Sol.  (Apañándose  de  él  con  viveza.)  ¡Quite  usté,  guasa 

viva! 
JuA.  Pa  guasa  yo,  pero  pa  viva  usté. 

Sol.  Grasias... 

JuA.  No  es  favo;  es  la  pura... 

Sol.  Grasias... 


22 


JuA.  A  Dios,  que  me  la  puso  á  usté  delante... 

Sol.  Grasias... 

JuA.  Eso,  grasia,  retemuchísima  grasia... 

Sol.  Vaya,  hijo,  ¿me  quié  usté  pa  armanaque?. 


ESCENA  XII 

DICHOS  y   la   SEÑA    DOLORES 

DoL.  (Por  la  derecha,  con  un  lebrillo  lleno  do  ropa  blanca 

recién  lavads,  que  va  tendiendo  en  el  cordel  poco  á 
poco,  y   que  acaba  ('.c  tender  al  final   de   esta  escena.) 

¡Adiós  mi  dinero!  ¡Ya  está  aquí  este  perdíol 
JüA.  Seña  üolores,  que  está  delante  Soledá  y  pué 

creérselo. 
DoL.  jPa  eso  lo  hago  yo!  ¡Güeña  la  tomaste  a3'er 

tarde!... 
Sol.  ¿Lo  ve  usté?  Cuando  er  río  suena...  * 

JuA.  Niña,  ¿quié  usté  no   sé  tan  viva  e  genio? 

(Desesperado.)  ¡Pero,  hombre,  si  hasta  la  man- 

saniya  e  la  botica  la  pío  por  señas,  pa  ni  si  - 

quiea  nombrarla! 
J)oL.  Güeno,  sí;  vete  á  vendé  flores,  que  aquí  no 

te  queremos  pa  na, 
JuA .  Na  más  e  por  no  oiría  á  usté  me  largo  ahora 

mi.-rmo.  Y  bastante  hacharao  que  me  voy.  Y 

con  doló  de  cabesa,  niña. 
S')L.  ¿Si?   Pos  pegúese   usté   en  las   sienes  dos 

rueas  e  papa. 
JüA.  Gasta  usté  mucha  fantesía,  morena. 

Sol.  La  que  Dios  me  ha  dao.   Y  er  que  no  me 

quiera  así,  que  me  deje. 

o  Jt\,  (va  á  contestarle  á  Soledad,  y  no  ccurriéndosele  nada, 

corta  por  lo  sano.)  ¡Coil  Dios!  (A  Mijiía,  que  sale 
por  el  foro  cuando  él  se  va.)   ¡Mijita,    er   día   me- 

nos  pensao  te  vas  á  encontrá  argo  que  no 
va  á  gustarte! 

Mij.  Eso  me  lo  dises  tú  á  mí  cuando   estés  fres- 

co. (Huye  de  Juanillo.) 

JuA.  ¡Verás!...  (Vase.) 


—  23  — 
ESCENA    XIII 

SOLEDAD,  SEÑA  DOLORES  y  MIJlTA 

DoL.  ^;De  dónde  vienes  tú? 

Mij.  I)e  basé  cola,  maestra, 

DoL.  ¿Pos  no  había  cola? 

Mij.  ¿i  es  de  basé  cota  en  er  Giro  Mutuo...  pa 

cobyá  una  letra  e  mi  madre.  (Durante  loda  esia 

esceua  va  de  sea  para  allá  hacieudo  que  hace  algo.) 

DoL.  (ASoierai.)  Ove,  y  tu   padrasto  sin  vení... 

como  si  estaviea  de  veraneo. 
Sol.  No  me  hable  usté  de  mi  padrasto,  que  he 

])asao  una  noche  más  mala... 

MlJ.  (Queriendo  terciar  en  la  coQversüción.)  A  estaS  uO- 

ras  estará  en  la  casiy;i. 
DoL.  Los  niños  oyen,  ven  y  cayan. ..  (Mijita  le  faca  la 

lengua  en  sea  de  buila.  La  seña  Dolores  lo  ve  y  lo 
pega  un  giautazo.) 

Mij.  ¡a  mí  no  me  tiene  usté  que  pega! 

DoL.  ¡Pa  que  saques  la  lengun! — Pos  sí,  bija  mía, 

hay  hombres  descr.staos  y  sinvergüensas, 
pero  como  tu  padrasto  no  he  conosío  des. 

Sol.  (sispirando.)  ¿Y  qué  quié  usté  que  yo  le  haga? 

Ya  sé  yo  que  debía  portarse  de  otra  mane- 
ra... Debía  mira  lo  que  yo  mito;  que  ustés 
nos  tienen  aquí  por  favo  y  de  lástima... 

Mij.  (¡Probesiya!) 

DoL.  Y  yo  te  m  eguro  que  si  no  mirara  que  tú  eres 

hija  do  mi  prubesita  hermana,  que  esté  en 
gloria,  lo  que  es  á  tu  padrasto  lo  dejaba 
morirse  de  hambre  como  un  perro... 

Mij.  Soledá,  me  paese  que  ahí  dentro  te  han  ya- 

mao... 

DoL.  ¿Quién  la  va  á  3'amá  si  no  hay  nadie? 

Mij.  Seña  Dolores,  habrá  sío  el  eco...  (¡Me  da 

pena  verla  sufrí!...) 

DoL.  Bien  se  lo  arvertí  yo  á  Sarvaó  er  día  que  se 

presentó  tu  padrasio  yorándole  plagas.  Lo 
que  tiene  que,  como  es  tan  güeno,  se  creyó 
to  lo  que  el  otro  le  dijo... 

M;j .  ¿Y  no  le  paese  á  usté  que  to  eso  sobra?  ¿Qué 


—  24  — 

curpa  tiene  la  chiquiya  de  que  sea  un  sin- 
vergüensa  su  padrasto,  vamos  á  vé?... 

Doi..  ¿Cómo  vamos  á  vé?...  ¿Quién  eres  tú  pa...? 

¡Arsa  pa  la  carpintería,  so  muñeco!... 

Mij .  Tengo  que  basé  aquí  ahora,  seña  Dolores. 

DoL.  ¡Pos  tendría  que  vé  que  los  monos  fueran  á 

gobí  ruarla  á  Unal...  (cogiendo  el  lebrillo  y  yén- 
dose por  la  derecha.)  ¡ Vaya! 

Mij.  (¿A  que  le  tiro  la  garlopa  á  esa  tía  bruja?) 


ESCENA  XIV 

SOLEDAD    y   MIJITA 

Miisica 

Sol.  (Llorando.) 

[Qué  mala  suerte  la  mía, 
que  se  me  murió  mi  madre 
cuando  más  farta  me  hasía! 


Mij.  (observando,  mientras  trabaja,  á  Soledad.) 

A  mí  me  da  mucha  rabia 
que  una  mujé  tan  refea 
haga  yorá  á  una  tan  guapa. 


Sol.  Mi  consuelo  era  mi  madre, 

y  ahora  que  rae  farta  eya 
nadie  viene  á  consolarme. 


Mij  .  Hasen  farta  malas  purgas, 

y  tené  sangre  de  arpía 
pa  martratá  á  esta  criatura. 


(Deja  el  trabajo  y  se  acerca  á  Soledad.) 

¿Qué  te  pasa,  morena? 
Anda  5^  dímelo  3'a, 
que  si  tú  tienes  pena, 
yo  la  quieo  consola. 


—  25  — 

Dime  á  mí,  rebonita, 
por  qué  yoras  así, 
y  verás  á  Mijita 
to  de  luto  por  tí. 


Sol.  ¿Qué  quieres  que  tenga? 

que  me  tienen  aquí  de  prestao: 

me  ajoga  la  pena. 

La  pena  me  ajoga: 
he  perdió  á  mi  madre  y  mi  casa 

y  estoy  aquí  sola. 

Sólita  en  la  tierra, 
sin  tené  quien  me  mire  á  la  cara. 

¿Qué  quieres  que  tenga? 


M'j .  No  te  apures,  chiquiya, 

que  ya  argnno  vendrá, 
que  es  mu  grande  Seviya 
y  tú  vales  la  má. 
Cuando  menos  lo  esperes 
se  presenta  un  gaché, 
y  «te  quiero»  y  «me  quieres 3 
y  te  casas  con  é. 

Sol.  Te  engaña  tu  volunta: 

por  argo  á  mí  me  pusieron 
en  la  pila  Soledá. 


Mij .  (Ahora  viene  lo  mejó: 

como  Dios  pintó  á  Perico 
le  digo  que  aquí  estoy  yo.) 


Sol.  Estoy  harta  de  pena: 

bien  sabe  Dios  que  quisiera 
morirme  pa  descansa, 

Mij.  Chiquiya,  cávate  ya: 

no  yores  de  esa  manera 
que  vas  á  haserme  3'orá. 


26  — 


Sfablado 


Sol.  Desengáñate,  Mijita;  yo  nasí  con  muy  mala 

sombra.  A  mí  me  debieron  tira  lo  mismo 
que  á  los  gatos  canijos. 

Mij.  ¡Echal 

Sol.  |Miá  que  las  puyas  que  me  silería  la  seña 

Dolores!  Pos  ¿y  la  vía  que  me  da  mi  padras- 
to?  Como  no  tenga  la  mona  ensima  no  hay 
un  dios  que  lo  sufra. 

Mij.  ¿Sí,  eh?...  (coñ  lesoiución.)  To  eso  va  á  aca- 

barse. (Después  <f,e  mirar  receloso  á  las  dos  puertas,  y 
en  voz  taja.)  Oye. 

Sol.  ¿Qué  quieres? 

Mij.  No  arsesla  a^oz.  Mi  madre  me  ha  escrito... 

Sol.  ¿y  qué?  ^ 

Mij.  Me  dise  que  me  vaya  ar  pueblo  con  eya.  Te 

arvierto  que  mi  madre  es  más  güeña  que 

una  torta  de  aseite. 
Sol,  Pog  ¿á  quién  sales  tú,  demonio? 

Mij.  ¡Ar  probesito  e  mi  papá,  que  'era  un  porvo- 

rón  que  en  paz  descanse! 
Sol.  Güeno:  sigue... 

Mij.  (volviendo  á  mirar  á  las  puertas  con  recelo.)   TemO 

que  arguien  nos  coja... 

Sol.  Pero  ¿vamos  á  basé  argo  malo? 

Mij.  Verás.  Mi  madre  me  ha  buscao  una  carpin- 

tería en  er  pueblo.  Dise  que  vi  á  está  ayí 
mejó  que  er  loro  de  una  fonda...  Pretextos  e 
la  probesiya  pa  yevarme  á  su  vera, ¿sabes  tú? 

Sol.  y  qué,  ¿vas  á  irte? 

Mij.  Según... 

Sol.  Explica  eso... 

Mij.  Solo  no  me  voy. 

Sol.  ¿Entonses,  con  quién? 

Mij.  Contigo. 

Sol.  ¡Muchachol  ¿tú  estas  loco? 

MlJ.  ¿Loco?    ¡Sil   (Animándose   gradualmente.)  ¡Eli  mí 

casa  vas  á  cae  como  el  agua  e  Mayo! 
Sol.  ¿Quiés  no  desí  tonteras? 

Mij,  (sin  atender  á  Soledad.)  ¡Ayí  te  vamos  á  trata 

mejó  que  á  un  gato  chico! 
Sol.  .  ¡Qué  cosas  tienesl 


Mij.  Conchitas  e  la  má,  bichitos  e  luz  de  los  cam- 

pos, estreyitas  der  sielo...  ¡chocolate  con  le- 
che que  pías,  chocolate  con  leche  tendrás 
ayí! 

Sol.  Chiquiyo,  baja  la  voz  tú  ahora. . 

Mij.  y  sin  dijustos,  j  mu  quería...  y  con  ese  ar- 

masen tan  presioso...  ¡Josú!  ¡á  la  semana 
••  vamos  á  tené  que  repartí  latiyas  numeras,, 

pa  que  vayan  á  verte  por  turno! 

Sol.  ¿Quiés  cayarte? 

Mij.  ¡No  me  da  la  gana!...  Si  tú  te  tienes  que  es- 

capa conmigo;  si  ya  no  paro,  si  ya  no  sosiego^ 
hasta  que  me  preguntes  un  día:  «Mijita  e 
mi  arma,  ¿qué  son  penas?  ¿quiés  desírme- 
lo, que  se  me  ha  orvidao?» 

Sol.  Pero  hombre... 

Mij.  Aluego  yega  la  hora  e  casarse... 

Sol.  (Echándolo  á  broma.)  Eso  fs:  y  cargo  yo  con  un 

gañán  de  aqueyos... 

Mij.  ¡No  va  á  está  mar  gañán!  ¡Mi  persona,  más 

fina?  y  más  asea  que  una  ficha  er  trésiyo! 
¿Qué? 

Sol.  ¿Quién*?^  ¿tú?...  (suelta  la  risa.) 

Mtj.  Ríete,  ríete;  ya  sabía  yo  que  ibas  á  echarlo 

á  guasa. 

Sol  Pero  criatura,  ¿tú  no  comprendes  que  eres- 

un  chiquiyo? 

Mij.  ¿Q'^e  yo  soy  un  chiquiyo?  ¿Quién  te  ha  di- 

cho á  tí  eso?  ¿Qué  edá  tienes  tú,  vamos 
á  vé? 

Sol.  |Y  me  lo  pregunta  tan  serio! 

Mij.  (Con  gravedad    cómica.)    ¡Chsss!    Coutesta    á    t\t 

marío.  ¿Qué  edá  tienes? 

Sol.  Diez  y  ocho  años. 

MiT.  ¿Lo  estás  viendo?  Yo  quinse.  .Dentro  e  tres 

años  tengo  la  misma  edá  que  tú...  Per  má» 
que  tú  no  vas  á  plantarte...  ¡Pero,  señó,  ar- 
gún  inconveniente  había  de  habé!...  ¿De  qué 
te  ríes? 

Sol.  De  la  cara  que  it»a  á  pone  tu  madre  6i  nos 

viera  entra  juntos  por  las  puertas. 

Mií.  ¡Una  cara  que  ni  la  tuya!  Porque  te  arvierto 

que  er  talento  e  la  casa  soy  yo.  Y  hago  ya 
una  cosa,  y  boca  abajo  to  er  mundo. 


—  28  — 

Í30L.  Pos  hijo  de  mi  arma,  esta  vé... 

Mij.  Ah,  pero  ¿con  formalidá,  uo  te  desides? 

¿Despresias  mi  cariño?,.. 

Sol.  ¿y  qué  quiés  que  haga,  si  mi  suerte  es  esa? 

Mij.  ¡Me  caigo  en  la  mal  ¡á  tí  te  farta  argún  tor- 

niyo!. .  Pién.'-alo  bien,  muchacha,  miá  que 
yo  miro  tus  penas  con  crista  de  aumento,  y 
va  á  habé  aquí  una  esaborisión.  Er  día  me- 
nos pensao  yegas,  ves  unas  cosas  raras  por 
er  suelo  ..  ¡y  sen  las  virutas  e  tu  padrastol 

Sol,  Caya,  por  Dios,  que  me  párese  que  viene 

ahí... 

Mij.  ¿Q^ie  viene?  Pos  como  venga  fresco  y  haga 

arguna  e  las  suyas, — hoy  ¿qué  es,  sábado? 
— ¡er  domingo  sargo  en  los  papeles! 


ESCENA  XV 

DICHOS  y  CHAMUSQUINA.    Después  el  MAESTRO   SALVADOR  y  la 
SEÑA  DOLORES 

(Sale   Chamusquina  por  el  foro  con  cara  de  pocos  amigos  y  con  las 

manos  atrás,  y  principia  á  pasearse,  gruñendo,  en  varias  direcciones. 

Trae  un  chirlo  en  la  frente.) 

Sol.  (Saliéndole  al  encuentro  )  DioS  guarde  á  USté,  pa- 

drasto. 

•Cham.  (Empujándola.)  ¡Quítate  de  en  medio! 

Mij  .  Hola,  señó  Curro. 

Cham.  (Dándole  un  puntapié.)  [Y  tú  también! 

Mij.  (¡Me  caigo  en  la  mal  ¡Ya  tenemos  la  e  siem- 

pre! (En  son  de  ameniza.)  jLo  que  CS  COmO  me 
pegue  otro!...)  (Pausa.  soledad  y  Mijita  no  le  qui- 
tan rjo  á  Chamusquina.)  ¿Qué  tal  Va  CSC  ValÓ, 
señó   Cuiro?  (Este  lo  mira  y  no  cesa  en  sus  paseos 

y  gruñidos.  Pausa )  ¿Se  ha  pasao  bien  la  no- 
che?... (soledad  hace  señas  á  Mijita  para  que  se  calle. 
Nueva  pansa.)  ¿Hay  mosquitos  en  la  casiya?... 

Cham.  (pegándole  otro  puntapié.)  ¡Toma  mosquitosl 

Mij.  (¡Mardita  sea!...  ¡me  ha  cogió  por  detrás!...) 

Sol.  Escuche  usté  una  cosa... 

Chai  i.  ¡No  tengo  na  que  oí! 

Sol.  Ayé  vinieron  de  casa  er  cura... 


29  — 


Cham. 

Sol. 
Cham. 

Sol. 

Cham. 

Sol. 

Cham. 

Mij. 

Ceam. 

Salv  . 
Cham. 
Salv  . 
Cham. 
Salv. 
Cham. 

Salv  . 


Cham. 

Salv. 

Mij. 

Salv. 
Cham. 

Mrj. 

Salv. 

Cham. 

Salv. 

Cham. 


Salv. 
Dol. 


¡Me  alegrol 

A  vé  el  podía  usté  encala  ayí  mañana... 

¡Que  encale  er  gacristán! 

Si  es  en  casa  er  cura... 

¡Pos  que  encale  er  cura! 

Tor  mí  que  encale;  ])ero  lo  que  es  así... 

(volviéndose  airaiio.)  ¿Qué?... 

¡Na,  que  va  usté  á  echa  coche!... 

¡A  tí  te  vi  á  dá  3^0  una  gofetá  que  te  vas  á 

queá  de  perfí  pa  siempre! 

(pcr  el  foro.)  Oye,  Curro,  ftú  has  armorsao? 

Sí. 

¿Sí?  Que  sea  enhoragüena, 

¡Pues  guardarte  tu  armuerso! 

No,  lo  que  es  er  mío  hien  guardado  está  3'a... 

¡Pos  tira  er  mío!  ¡Estoy  ya  de  frijones  hasta 

aquí! 

Hijo,  si  te  repurnan,  haberlo  dicho,  y  te 

hubiéamos  traío  corasón  de  \aca  como  á 

los  ruiseñores... 

Poquito  pitorreo,  ¿eh? 

Hablando  de  otra  cosa.    Acaba  e  vení  un 

aviso  e  la  confitería... 

(Remedando  al  señó  Curro.)  ¡Que  eucale  CF  Con- 
fitero! 

¿Qué  dises? 

¡Que  Mijita  me  está  buscando  y  me  va  á 

encontrá!  (Pegándole  Ciro  puntapié.) 

¡Ay! 

Güeno,  ¿te  has  enterao  del  aviso? 
¡Ni  farta  que  me  hase! 
¡Bonito  modo  tienes  tú  de  procura  trabajo! 
¡Si  eso  es  echarme  en  cara  lo  cuatro  cochi- 
nos frijones  que  me  das,  ya  pues  quearte 
con  eyos!... 

Hombre,  Curro,  yo  creo  que  tú  estás  obligao 
á  habla  de  otr.i  manera... 

(Por  la  derecl;a,  fuera  de  si  y  dinpuesta  para  salir  á  la 

cHiie.)  ¡Ni  éste  tiene  vergüensa,  ni  tienes  ver- 
güensa  tú,  ni  yo  tengo  vergüensa  si  aguan- 
to esto!  (ai  maestro  Salvador.)  ¡Grandísimo  car- 
sones!  ¿te  paese  bien  que  semejante  tá  por 
cuá,  que  debía  besa  er  suelo  que  tú  pisas, 
te  farte  con  ese  descaro  después  de  estarlo 


-  30  - 

n'an teniendo?  ¡Primo!  ¡más  que  primo!  ¡qne 
eres  más  infelí  qne  un  cubo!  (a  chamusquina.) 
Y  tú,  cacho  e  gorrón,  ¿qué  has  yegao  á  figu- 
rarte? ¿qu3  vas  á  sopapearnos  á  tos  porque 
mi  maiío  sea  tonto?  ¡Quítate  de  ahí,  so  cana- 
ya,  so  perdió,  so  ladrón,  so  sinvergüensa,  so 
curda,  peseta  farsa,  latón  e  la  basura,' serrín 
pa  los  gatos...  quítate  de  ahí!...  ¡Ay,  si  yo 
yevara  pantalones! 

Ch.am.  ¡Cuarquiea  tá  sufría,  porque  es  con  fardas 

y  ni  tu  marío  pué  aguantarte! 

DüL.  ¿Y  á  ti,  mala  pécora,  quién  te  aguanta,  que 

cuando  no  yevas  ensima  la  mona  la  estás 
durmiendo?  ¡Qué  ganitas  tengo  de  perderte 
e  vista!  Tú  y  na  más  que  tú  vas  á  mata  á 
esa  pobre:  lú  y  na  más  que  tú  tienes  la 
curpa  de  que  mi  mario  se  haya  envisiao... 
¡Antes  e  tú  veni  yevaba  un  mes  sin  proba 
una  gota!... 

Salv.  (jSi  mi  mujé  supiera  que  er  barni  blanco  es 

mansaniya!...) 

Cham.  ¿Ha3  acabao  ya?  ¡Pos  yo  no  aguanto  más 

que  á  mí  se  me  refriegue  por  la  jeta  er  ca- 
cho e  pan  roío  que  me  dan  ustedes!  ¡Niña, 
lía  tu  ropa,  que  ahora  mismo  nos  vamos  de 
esta  casa! 

DoL.  ¡La  comedia  e  siempre! 

Salv.  Te  irás  tú  solo;  lo  que  es  Solcdá... 

Cham.  ¡Soledá  también! 

DoL.  ¡Déjalos    que    se   larguen!  (Yéndose  de  estampía 

por  el  foro )  ¡Que  no  caerá  esa  breva,  no  ha}'' 
cuidao!  ¡Estarán  aquí  cuando  yo  güerval 

Mij.  (a  soiedfd.)  ¿Y  que  tú  aguantes  esto?  No  seas 

tonta  y  vente  á  mi  casa, 

Sol.  ¡Al  infierno  aunque  sea! 

Mij  .  ¡Esta  misma  noche! 

Sol.  ¡Ahora  mismo,  si  quieres!  (vase  por  la  derecha.) 

Mij  .  ¡Ole!  (se  queda  delante  de  la  puerta   viéndola   irse.) 

Salv.  ¿Ande  va  esa  probé  muchacha?...  (Dándole 

un  puntapié  á  Mijita  y  yéndose   tías.  Soledad.)   ¡Quí- 
tate de  ahí! 
MlJ.  ¡Ay!    ¿También    éste?...    (se   encamina    hacia  el 

foro  y  Chun;usquin»,  á  quien  ¡e  estorba  el  paco,  le 
pega  otro  puntapié.) 


—  31  — 

Cham.  ¿Qniés  no  ponerle  elante?  (vas2  ror  ei  fjro.) 

Mij.  ¡Me  caigo  en  la   má!  Con  otro  gorpe  en  er 

mismo  sitio...  ¡cuarquiea  se  va  á  mi  pueblo 

en  tersera!  (Éntrase  en  la  carpintería.) 


FIN   DEL   CUADRO   SEGUNDO 


Calle.  A  la  derechi  del  actor  la  puerta  de  la  curpinierla  del   maes- 
tro Salvador.  Junto  á  la  puerta  una  ventana  con  reja 


ESCENA  XVI 

JUANILLO    EL    FLORERO 

91  lis  i  ca 

(üentro,  pregonando.) 

jLas  que  giielen,  rosaaaaas  finas! 
Yo  yevo  flores,  yo  yevo  flores 
con  capuyitos 
de  tos  colores. 


(Sale  por  la  izquierda.) 

jAy,  capiiyos,  con  er  rabo  suyo! 
Un  jardín  es  er  bfaso 
donde  las  yevo: 
sensitivas,  violetas 
y  pensamientos: 
asusenas,  jarmines, 
nardos  y  rosas, 
claveyinas,  gardenias 
V  marimonas... 


—  3-2  — 

Yamarme  á  mí,  jamarme  á  mí, 
que  vendo  rosas 
pitiminí. 


¡Las  que  güelen,  pae  cura!.., 

¡Ay,  nardos,  don  Leonardo,  der  barrio  e  San 

Bernardo/ 


(Deteniéudose  al  pie  cié  la  ventana  de  la  carpintería.) 
Sal,  morena,  á  tu  ventana, 
mira  las  flores  que  traigo; 
sal  y  di  bí  son  bastantes 
pa  arfombrita  de  tu  cuarto: 
que  yo  te  quiero 
y  á  tí  te  doy 
tos  los  tesoros  der  mundo  entero, 
to  lo  que  vargo,  to  lo  que  soy... 


Yamarme  á  mí,  yamarme  á  mí, 

que  tengo  en  ñores 

un  Potosí. 


[Claveles! 
pa  las  mositas  cuando  son  fieles... 

|Mosquetas! 
pa  las  muchachas  que  son  coquetas. 

¡Rositas! 
como  tu  boca  por  lo  chiquitas... 

¡Y  rosas! 
como  tu  cara  por  lo  presiosae... 


¡Con  Dios,  mujé,  con  Dios  mujé; 

vendo  rosas  sin  espinas 

y  me  punsa  tu  querél... 

Quéate  con  Dios,  quéate  con  Dios. 

¡Cuándo  venderé  yo  flores 

pa  un  cuartito  pa  los  dos! 


—  33  — 

¡Ay  qué  flores!  ¡Ay  qué  flores! 
En  los  jardines  der  rey 
no  las  he  visto  mejores... 


(Alejándose  por  la  derecha  poco  á  poco.) 

Un  jardín  es  er  braso 
donde  las  yevo: 
sensitivas,  violetas 
y  pensamientos; 
asusenas,  jarmines, 
nardos  y  rosas, 
claveyinas,  gardenias 
y  marimonas... 


¡Ay,  nardos,  don  Leonardo,  der  larrio  e  San 
Bernardo! 


ESCENA  XVII 

MIJITA.  Luego  el  MAESTRO  SALVADOR 

Hablado 

MiJ.  (saliendo    por   la    izquierda   con   una   botella   en   la 

maco.)  Se  fué...  Temí  que  entrara...  A rgo  le 

ha  debió  de  pasa  con  eya...  (Manifestando  inquie- 

tud.)  Y  Soledá,  ¿dónde  se  habrá  metió?  ¡De- 
monio e  muchacha!  Podía  vení  ahora,  que 
es  la  gran  ocasión  pa  levanta  er  vuelo...  La 
seña  Dolores  ño  pareserá  de  fijo  hasta  mu 
tarde;  Chamusquina  está  más  quemao  que 
las  ánimas  y  tampoco  asomará  la  jeta  por 
aquí;  dentro  e  la  casa  er  Griyo  y  mi  maes- 
tro no  se  ocupan  más  que  der  vino  que  tie- 
nen delante...  [Me  está  saliendo  er  plan  á 
pedí  de  bocal  De  más  sabia  yo  que  embo- 
rrachando á  los  que  quearan  er  campo  era 
mío...  ¡Soledá  de  mi  corasón,  güerve  ya  por 
tu  sangre...  que  estoy  más  asustao  que  un 
sereno  sin  pito!...  ¡Ay,  qué  alegría  si  me  la 


—  34  - 


Salv. 
Mij. 


Salv. 

Mij. 

Salv. 


Mij. 


3'evara!...  (Echr.se  nn  tiago  de  vino  á  tiempo  que  sale 
el  maestro  Salvador  de  la  carpiíUeiía.) 

Mijita,  ¿qué  liases? 

(volviendo    la    cara  con   sorpresa.)    Na,    maestro; 

proba  si  me  han  cambiao  Ja  bebía.  (Le  da  la 

Ibotella.) 

]Jé,  jé!  Te  arvierto  que  es  la  última,  ¿eh? 
¿Por  qué,  maestro?  ¡Un  día  es  un  día! 
Grasias  por  tu  rumbo,  Mijita;  pero  no  quieo 
belenes.  Quéate  aquí  á  la  puerta,  y  si  por 
casualidá  viene  Gañote  no  lo  dejes  pasa... 
No,  porque  como  entre  Gañote  de  refresco 
nos  va  á  amánese  empinando  er  cedo... 

(Vase.) 

Pierda  usté  cuidao,  que  no  pasa...  (Paseando 
hacia  la  izquierda.)  ¡Güeno  va!  ¡Ya  la  tiene  en- 
tre cueio  y  carne  mi  maestrol...  (volviéndose 
hacia  la  derecha.)  [Canela!  ¡Chamusquina! 


ESCENA    XVIII 


MIJITA  y  CHAMUSQUINA 


Cham. 

Mu. 

Cham. 

Mij. 

Cham  . 


Mij. 

Cham. 
Mij. 

Cham  . 


(i^or  la  derecha.)  Escucha,  tú;  dile  á  Soledá 
que  sarga  al  istante, 
Soledá  no  está  ahí... 
¿No?  Pos  aquí  la  espero. 
(¡Me  caigo  en  la  má  y  los  peses!)  ¿Por  qué 
no  entra  usté? 

¿Te  paese  á  tí  medio  regula  después  e  la 
pelotera  de  antes?...  ¡En  cuanto  eya  venga 
nos  vamos  los  dos  á  otra  parte  con  la  mú- 
sica! 

(¡Mardita  sea  mi  estreya!)  Es  que  usté  no 
pué  imaginarse  una  cosa  .. 
¿Qué  cosa?... 

Lo  que  pasó  luego.  ¡Una  ersena  e  lágrimas 
que  daba  compasión!  Tos  arrepentios. 
Naturarmente.  Como  que  me  trataron  como 
á  un  perro.  Yega  uno  loco  y  desesperao  de 
la  caye,  y  tos  son  á  echarle  en  cara  su  con- 
durta...  Y  luego  ni  una  frase  tierna...  ¿Hubo 
arguno  que  me  preguntara  por  este  chirlo? 


—  35  — 

(señalándose  la  frente.)  ¡PoS  por  pOCO  me  (lejail 

en  er  sitio  de  la  pedrá! 

Hij.  ¡Caramba!  No  había  reparao... 

*Cham.  y  venga  después  mucho  arrepentimiento  y 

muchas  lágrimas... 

Mij.  Una  cosa  airó,  señó  Curro...   ;Aque3'0S  no 

eran  ojos,  eran  canales!...  Soledá  por  un  lao, 
la  seña  Dolores  por  otro,  er  maestro  por 
otro...  ¡Paresía  que  estaba  yoviendo!  No  le 
digo  á  usté  más  sino  que  yo,  compadesío,  les 
compré  unas  boteyas  e  mansaniya  que  se 
están  bebiendo  ahora  mismo... 

■ChAM.  (Después   de    ona   pauía.)    No;    si ,  SarvaÓ    nO    CS 

mala  persona... 

Mij.  Pan  de  Árcala,  señó  Curro. 

■Cham.  Ahí  la  mala  es  eya... 

M}j.  Tampoco... 

•Cham.  (xucva  pausa.)  Dises  bien:  tampoco...  No  tie- 
ne más  que  sus  repentes...  Lo  que  me  pasa 
á  mi,  ¿oyes  tú?  que  así  ar  pronto  paezco  re- 
jargá...  ¡y  luego  tengo  un  fondo  que  es  ar- 
mibal 

Mij.  ¡Ni  más  ni  menos!  Como  que  yo  que  usté 

entraba  ahora,  le  daba  un  abraso  ar  maes- 
tro, tomaba  dos  cañas...  ¡y  peliyos  á  la  mal 

Ch.am  Hombre,  me  has  yegao  ar  corasón...  Voy 

al  istante...  Y  pa  que  veas  tú  lo  que  es  está 
de  mala:  van  á  creé  en  seguía  que  entro  po 

er  vino...  (Entrase  eu  la  carpiuteria.) 


ESCENA  XIX 


MIJITA    y    GAÑOTE 


Mij, 


<jAÑ. 

Mij. 

<jAN. 


¡Ya  va  como  loco!...  ¡Ya  la  toman!...  Como 
venga  mi  niña  á  tiempo...  ¡adivina  quien  te 

dlÓ!  (Reparando  en  Gaüote,que  sale  por  la  izquieida.) 

(¡Chavó!  ¡Gañote!   ,Este  siempre  lo  giíele!... 

[Jé,  jé!  Y  er  maestro  no  quié  que  pase...) 

Adiós,  Mijita. 

Hombre,  me  alegro  e  verte. 

¿Convidas  á  argo? 


—  36  — 

Mij.  Er  maestro  Sarvaó  acaba  e  desirme:  si  viene 

'  Gañote  que  entre  en  seguía. 

Gañ.  ¿Convida  é? 

Mn .  Convida  é,  pero  pago  yo. 

Gañ.  ¿Ez  hoy  acazo  Zan  Mijita? 

Mij.  No,  señó;  pero  me  ha  mandao  dinero  mi 

madre. 
Gañ.  Pos  voy  aya.  A  toma  un  par  de  trinquis, 

¿zabes  tú?  porque  no  quieo  liarla... 
Mij.  Bien  pensao.  Arsa  pa  dentro. 

Gañ.  Lo  malo  es  que  estoy  citao  c^n  mi  costiya... 

Mij.  No  te  apures:  si  pasa  por  aquí  yo  le  diré  que 

ahí  dentro  la  esperas. . 
Gañ.  Que  no  ze  te  orvíe,  ¿eh?  Y  estimando,  ¿eh? 

(Entrase  en  la  carpintería.) 


ESCENA  XX 

mijita    y    CONSUELO 

Mij.  ¡Ahora  sí  que  se  pué  aposta  que  la  toman!' 

¡Más  fijo  que  er  reló  e  la  Plasa  Nueva!... 
¿Qué  bases  que  no  vienes,  Soledá  mía?... 

(Mirando  hacia  la  derecha.)  ¡La  mujé  de  Gañote! 

Con.  (Por  la  derecha.)  Oye,  Mijita,  ¿has  visto  por 

casualidá  á  mi  marío? 

Mij.  ¿A  su  marío?  No,  señora,  pero... 

Con.  ¿Pero  qué? 

Mij.  ¡Casi  nal 

Con.  (Aiarmadísina.)  ¡Ay,  por  Dios,  110  me  asustesí 

¿Le  ocurre  argo? 

Mij.  ¡Na!  ¡no  es  nal  ¿Usté  no  sabe? 

Con.  ¿Er  qué? 

Mij.  ¡Josú! 

Cons.  ¿Er  qué,  hombre? 

Mij.  ¡Josú!  ¡Josúl  Miste:  en  una  taberna  que  hay 

á  la  salía  der  Puente,  conforme  se  entra  en 
Triana  á  mano  erecha...  frente  á.  una  casa 
toa  pinta  de  amarij'o,  ayí...  ¿Sabe  usté  don- 
de digo?...  ¡Pos  ayíl... 

Coks.  ¿Ayí,  qué? 

Mij.  ¡Ayí  lo  están  picando  pa  arbóndigasl 

Cons.  (Dando  un  grito  de  horror.)  ¡  Ay,  nO  me  lo  digasl 


—  37  - 

Mij.  Señora,  ya  se  lo  he  dicho  á  usté...  A  mí  me 

lo  ha  contao  uno  que  ha  estao  presente... 
Paese  que  por  custión  de  no  sé  qué  palomos, 
vino  á  las  manos  con  un  recovero  mu  bru- 
to, y  er  recovero  lo  agarró  po  er  gañote  y 
creo  que  le  sacó  un  cacho  e  lengua  que  le 
daba  en  er  borsiyo  er  chaleco... 

€oxs.  ¡Virgenl  ¡qué  horró! 

M)j.  Hasta  creo  que  de  los  latigasos  e  la  lengua 

sonaban  los  duros... 

CoNS.  (Tranquilizándose."  Entonses  no  era  é. 

Mij.  Los  duros  der  borsiyo  del  otro  eran  los  que 

sonaban... 

Cojns.  (Volviendo  á  alarmarse.)  ¡Ay!...  ¡Virgen  Santa 

de  la  O!  ¡Voy  á  buscarlo!  ¡Probesito! 

Mij.  (ofreciéndole  unos    cuartos.)    ¿Quié    USté    pa    er 

tranvía? 
OoNS.  Grasias,  hijo  mío:  tengo  yo. 

Mif.  Pos  ande  usté  á  escape... 

CoNS.  I  Ya  lo  creo!  ¡Probesito  e  mi  arma!  ¡Probesi- 

to!  (Vase  por  la  izquierda  llorando.) 


ESCENA  XXI 

MIJITA    y  JUANILLO 

Mij.  ¡Esa  ya  no  me  estorba  en  toa  la  tarde!   ¡Ole 

con  ole!  ¡Ya  no  tengo  na  que  temé!  (a  Juani- 
llo, que  sale  por  la  derecha  y  va  a  entrar  en  la  carpin- 
tería.) ¡Eh!  ¡tú!  ¿ande  vas  tan  aprisa? 

JuA .  A  vé  á  esta  mosa  güeña. 

Mij.  ¿a  Soledcá? 

JuA.  Es  claro. 

Mij  .  Pero  oye,  ¿tú  vienes  de  la  tierra  e  los  tontos? 

JüA  .  ¿Por  qué  lo  dises? 

Mij.  j'orque  Soledá  ya  no  está  ahí... 

JuA.  ¿Cómo  que  no?  Explícate. 

Mij.  jUh!  ¡No  pues  imaghiarte!...  Cuando  hoy  ar 

medio  día  yegó  er  señó  Curro,  se  armó  la 
gorda... 

JüA .  ¿Sí,  eh? 

Mij.  ¡La  má,  chiquiyo!  Gritos,  amenasas,  navajas 

abiertas..   ¡La  de  San   Quintín!  Er  señó 


38  — 

Curro  le  tiró  er  plato  e  los  garbansos  á  mi- 
maestro,  y  hubo  garbanso  que  yegó  á  la  caye 
e  las  Sierpes. .  La  f?e,ñá  Dolores  se  le  avansó' 
á  la  cara  como  una  fiera,  le  clavó  las  uñas... 
y  ¡sás!  le  arranco  diez  tiras  e  peyejo  asi  de 
largas...  Paresia  un  prestidigitado  sacando 
fintas...  Excuso  desirte  que  er  señó  Curro  se 
queó  que  si  lo  ves  no  lo  conoses:  to  rayao: 
está  hecho  una  farsij^a. 

JuA.  Güeno,  ¿y  Soledá? 

Mij .  A  Soledá  se  la  yevaron  á  casa  e  sU  hermana, 

la  casa  con  Cotufa. 

JuA.  ¿Y  dónde  es  eso? 

JMij.  En  la  Macarena.  ¿Quiés  pa  er  tranvía? 

JuA.  ¿Yo  que  vi  á  queré?..  ¿No  sabes  la  caye? 

Mij.  Si,  la  más  estrecha  er  barrio;  no  me  acuerdo 

der  nv:)mbre;  pero  preguntando  ayí  por  Co- 
tufa... 

JuA.  Quéate  con  Dios...  Vi  á  vé  si  doy  con  eya... 

¡Frobe  muchacha!  (vase  per  h\  derecha  corriendo.) 


ESCENA  XXII 

MIJITA  y  la  SEÑA  DOLORES 

(Mijita  S3  frota   las   manos  de   alegría  viendo   irse  a  Juanillo.    De 

pronto  se  vuelvo  hacia   la  izquierda  y  se   da  de  cara    con   la  seña 

Dolores,  que  sale  con  un  lio  en  la  mano.) 

DoL.  ¿Qué  bases  tú  aquí? 

Mij.  ^¡.Josú!)  ¿Que  qué  hago  aquí?  ¡Pos  esperarla, 

á  usté  na  más! 

DoL.  ¿Susede  argo? 

Mij.  ¡Poca  cosa! 

DoL.  ¿A.rguna  esgrasia?... 

Mij.  ¡Su  cuñao  de  usté   que  está  dando  las  bo- 

queásl 

DoL.  (Muy  asustada  )  ¿Quién?...  ¿Cristoba? 

JMij.  Cristoba.  Pa  San  Bernardo  se  ha  dio  er  maes- 

tro como  un  rayo... 

DoL.  ¿Pero  qué  es  lo  que  tiene?  ¿tú  no  sabes? 

Mij.  ¡Na  con  cormo!  ¡Un  ataque  tremendo  egotal 

Creo  que  se  sale  como  una  regaera... 


—  39  — 

DoL.  ¡Ay,  várgame  Dios! 

Mtj.  Er  médico  ha  njandao  que  lo  líen  en  papé 

secante...  Pa  aya  se  lo  yeva  er  maestro...  Por 
sierto  que  me  dijo,  dise:  en  cuanto  venga 
mi  mujé,  que  vaya  á  buscarme...  ¿Quié  usté 
pa  er  tranvía? 

DüL.  ¡Ay,  quedólo!  ¡Qué  doló  de  hombre,  en  la 

flor  de  su  edái  ¡Y  en  qué  ocasión!  ¡cuando 
mi  hermana  iba  á  salí  de  su  cuidaoj 

Mij.  ¡Ya  ha  salió! 

DoL.  ¿Si? 

Mij  .  Sí:  un  niño  presioso;  pero  con  dos  cabesas. 

DoL.  ¿Qué  dises,  hombre? 

Mij.  Lo  que  usté  oye:  con  dos  cabesas:  una  mo- 

rena y  otra  rubia;  presiosas  las  dos...  ¿Quié 
usté  pa  er  tranvía? 

DoL.  No,  hijo  mío;  pero  me  voy  á  la   carrera... 

jQué  desgrasia  tan  espantosa!  (vase  por  la  iz- 
quierda precipitadamente  ) 

ESCENA  XXIII 

MIJITA    y    JUANILLO 
JUA.  (Por  la  derecha,  jadeante.)  Oye,  tÚ:  ten   ahí  er  ca 

nasto... 
Mjj.  (¡Otra  te  pego!)  Dame. 

J  UA.  Te  lo  dejo  pa  di  más  aprisa...  Aluego  vorveré 

por  é...  (Mirando  hacia  la  izquierda  cuando  va  á  irse.) 

¿Ande  va  la  seña  í>olores  tan  corriendo? 
Mij.  ¿Ande  ha  de  i?   ¿No  te  he  dicho  que  er 

maestro  está  en  la  carse? 
JüA.  ¡No! 

Mij.  ¡Pos  en  la  carse  está! 

JiTA.  ¡Cámara  con  las  cosas  que  pasan  hoy!  (vase 

por  la  derecha  a  escape.) 

ESCENA  XXIV 

MlJHA    y    la   SEÑA    DOLORES 

DoL.  (Por  la  izquierda,  muy  sofocada,)  ¡Anda  Una  loca!... 

¡loca!...  ¡Ten  ahí  este  lío!...  (Entregándole  el  qae 
lleva.) 


—  40  — 

Mij .  (¡Y  dale!)  Venga. 

Dor..  ¿Qué  canasto  es  ese? 

Mij.  Er  de  Jiiar,iyo...  ¡Como  que  está  su  casa  ar- 

diendo por  los  cuatro  cosíaos!... 
DoL.  ¡Virgen  de  los  Reyes!  [Cuanta  esaborisión! 

(Vase  á  todo  correr  por  la  izqiiierda.) 

Mij.  ¡Me  caigo  en  la  má!  ¡La  que  he  r.rmao  en 

dos  minutos!  Vi  á  tené  que  escápame  aun- 
que sea  en  globo...  con  Soledcá  ó  sin  eyal  (En- 
trase corriendo  en  la  carpintería.) 


FIN   DEL   CUADRO   TERCERO 

C  TJ -^  3D  :eí,  O      CTJ.A.IÍ.I'O 
La  misma  decoración  del  cuadro  segundo 

ESCENA   XXV 

El   maestro   SALVADOR,    CHAMUSQUINA,    GAÑOTE  y  el  GRILLO: 
después  MIJITA 

(Aparecen  sentados  á  la  i.-iquierda  en  silias  y  cajones,  en  torno  de  otro 

cajón  grande  que  les  sirve  de  mesa  y  sobre  el  cual  tienen  dos  ó  tres 

botellas  vacias  y  algunas  cañas.  A  un  lado,  en  el  suelo,  el  canasto  de 

flores  de  Juanillo  y  el  lío  de  la  seña  Dolores.) 

SalV.  (Echando  una  ronda  de  cañas.)  Aya  va  la  Úrtima 

ronda  de  esta,  mientras  güerve  Mijita  con 

otra... 
Cham  .  j  Viva  la  república! 

Gañ.  ¡Viva  er  maestro  Zarvaó! 

Orillo  (cantando.) 

A  la  mar  maera 

y  á  la  tierra  g ¿i esos... 
Cham.         ¡Ole,  ole! 
Grillo         Ypa  los  hombres  las  mujeres  harbis 

y  er  vinito  resio. 


—  41   — 

Gañ.  jZaleros  ahí! 

Sai.v,  ¡Viva  mi  cave! 

MiJ  .  (Por  el  foro,  con  otra  botella.)   CabayOS  miiertOS, 

cuatro. 

Gañ.  ¡Venga  er  quinto! 

Cham.  ¡Es  que  los  toritos  hay  que  verlos! 

Salv.  Lo  que  hay  que  vé  es  al  amigo  Mijita  be- 

berse una  caña.... 

Mij.  No,  maestro,  que  ya  van  muchas... 

Salv.  ¡Déjate  tú  di,  que  la  vía  es  coita,  chiquiyo! 

(oe  la  botella   nueva  le  sirve  á  Mijita  ui'a  caña.)   A 

mi  salú. 
Mij.  (Bebiendo.)  ¡Vaya  que  sea! 

Salv.  ¡Ole  los  hombres!  (con  otra  caña  llena  en  la  mano.) 

Desen'.^áñate,  Mijita;  dos  cosas  hay  en  er 
mundo  que  no  tienen  pero:  er  vino  es  una, 

y  la  otra  el  aguardiente...  (Deleitándose  eu  la 
contemplación    de    la    caña.)    ¡Fíjate    tÚ    bien!... 

¡Vaya  un  coló!...  ¡Vengan  pintores  á  pintarlo! 

(Todo  este  discurso  es  com.ntado  con  risas  y  señales 
de  aprobación.  Mijita  rcaniflesta  desasosiego,  pero  no 
se  aparta  del  lado  ¿el  maestro  Salvador.  Chamusquina, 
á  las  primeras  de  cambio,  ¿e  du.'rme.)  ¡Y  discil  del 

agua  cristalina!  ¡Mar  fin  tenga  el  agua!  Va- 
mos á  vé:  si  er  Guadarquiví  aniguá  de  sé  de 
agua  fuera  e  mansaniya,  ¿creen  ustés  que  les 
temeríamos  aquí  á  las  riás?...  Yueve  mucho, 
y  ¡adiós  cosecha!  y  er  pan  por  las  nubes... 
Se  ponft  uno  malo,  y  lo  primero  que  le  man- 
da er  médico  es  que  no  beba  agua.  «¿Qué 
toma  el  enfermo,  señó  dortó?»  «Un  poqui- 
yo  e  vino  con  cardo»,  «un  poquiyo  e  car- 
do con  vino...»  ¡Er  vino  que  no  farte!  Y 
en  cambio  el  agua  sólo  se  la  dan  á  uno 
cuando  se  asusta...  Pos  vaya  er  cormo:  pa 
echa  á  perdé  er  vino  ¿qué  se  le  echa?  ¡Agua! 
Pa  que  se  puea  bebé  el  agua,  ¿qué  se  le 
echa?  ¡Vino!  ¿Más?  Ahí  va  er  remate.  Está 
usté  mu  contento  con  una  ilusión;  va  usté  á 
realisarla;  er  mundo  es  chico  pa  usté...  De 
pronto  se  viene  abajo  to  aqueyo  como  un 
castiyo  e  naipes,  y  miste  con  qué  palabras 
se  dise:  «¡Se  aguó  la  fiesta!»  ¡El  agua  siempre 
en  to  lo  malo!  ¿Hay  aquí  arguno  que  no  di- 


Mij. 
Gañ. 

Grillo 

Cham  . 

Gañ. 

Salv  . 
Gañ. 


Cham. 
Salv. 
Grillo 

MlT. 


ga  «¡agua  va!»  en  cnanto  vé  veni  á  su  seño- 
ra?... ¡Compárala  tú  con  er  vino,  Mijita  e  mí 
arma,  que  es  una  bendisión  de  Dios!...  Na 
más  e  con  dos  tragos  que  tomes  te  pones 
por  montera  ar  mundo  cochino,  y  to  cam- 
bia pa  tí ..  Que  estabas  hacharao:  ¡pos  ya 
estás  más  alegre  que  una  pandereta!...  Que 
estaba  er  sielo  oscuro:  ¡pos  ya  está  fuera  er 
só  y  er  sielo  más  bonito  que  nunca!...  Que 
no  tienes  una  condena  perra  chica:  ni  farta 
que  te  hac>e:  ¡ya  eres  tú  la  Casa  e  la  Monea.., 
Y  las  feas  te  paesen  luseros  y  las  viejas  ro- 
sas e  Mayo...  ¡y  hasta  un  munisipá  que  te 
yeve  á  la  carse  te  paese  er  San  Antonio  e 
Moriyo!...  En  fin,  se  me  seca  cr  gañote...  ¡A 

tu  SalÚ,  Mijita!  (Bébese  la  cañn.) 

¡Bien  por  mi  maestro! 

¡Ole,  ole! 

¡Habla  usté'mejó  que  er  Tostao! 

(Despertándose)  ¡Mu  requetebién!  Sarvaó,  tú 

estás  hasiendo  farta  en  er  Congreso... 

(Mirando  hf.cirt  la  ventana  y  levantándose  de  pronto.) 

¿A  vé?  ¡Hombre,  ni  de  encargo! 
¿Qué  pasa? 

(Llamando   desde  la  ventana.)    jAutonio!    ¡Haz   er 

favo  e  vení!  Ahora  van  ustés  á  oí  canta  fla- 
menco. (Vase  per  la  puerta  del  foro.) 
¿Ande  va  ese? 
¡Qué  se  yo!     ■  • 

Per  una  eminensia. 

(¡Me  caigo  en  la  má!  ¡Y  Soledá  sin  vení  toa- 
vía!...  ¡Me  está  dando  un  ratito!...;  (no  cesa  de 

ir  y  venir  entrando  y  saliendo  por  el  foro.) 


ESCENA   XXVI 

DICHOS     y     el     JILGUERO 


Gañ  .  (con  el  Jilguero,  por  el  foro.)  Aquí  está  ya  esta 

caja  e  múzica. 
Mij.  (¡Hombre,  er  Jirguero!) 

Salv.  Bien  venío. 

JiL.  Salú. 


—  t3  — 


Cham  . 
Salv. 

JíL. 

Gañ. 

Sa[,v. 

JiL. 


Grillo 
Gañ. 

JlL. 

Salv. 

JiL. 


Mij. 

JiL. 

Míj. 

Jil. 

Todos 

Salv. 

Jil. 

Gañ. 

Jil. 

Gañ. 

Mij. 

Jil. 


Grill) 


Salv 
Jil. 


¿Ande  va  usté  á  sentarse? 

(ofreciéndole  una  silla  á  su  lado.)  AC(UÍ... 
(Sentándose  en  e¡  borde  del  asiento.)  GrasiaS. 

jVan  nstés  á  oí  lo  mejón  de  lo  mejón! 

Lo  que  es  que  antes  va  á  toma  una  caña  eí 

amigo. 

Estimando,  com]iare;  pero  no  pué  sé..  Y 

me  gusta  más  que  er  pan  frito,  no  vaya  usté 

á  creerse;  sólo  que  hay  que  cuida  esta  finca... 

(señalándose  la  garganta.) 

¿Y  qué  va  usté  á  canta,  malagueñas? 

iZoleares,  mejón! 

Lo  que  quieo  es  que  haiga  una  mijita  e  si- 

lensio  en  er  público. 

¡Gayarse!  (caiian  todos.) 

(Reparaudc-  cu  Mijita,  que  no  cesa   de  pasearse   muy 

inquieto.)  Y  aquer   mosijto,  ¿es  der  público 

ó  no? 

Yo  oigo  andando. 

Es  que  me  marea  usté  la  vista,  niño. 

Ea,  pos  ya  estoy  quieto.  (Colóaase  á  la  izquierda. 
Chamusquina  se  va  quedando  dormido  como  antes.). 
¡ChsSSSl...  (Pausa.) 

¡Chssssl... 

Paese  que  estamos  en  un  puesto  e  perdises. 

Si  er  público  lo  va  á  echa  á  guasa,  avisa. 

¡Ohssss! 

¡Chssss!  (Mijita  se  encamina  hacia  el  foro.) 

¿Ande  vas,  Mijita? 

A  resoyá  a(}uí  fuera,  (vase.) 

¿Qué  viene  á  sé  esto?  ¡A  vé  si  hay  atensió» 

y  no  se  oye  una  mosca  en  er  público,  ó  no 

es  er  Jirgueraer  que  canta  aquí  hoy! 

(¡Gachó  con  er  tío!)  (pausa.  Con  efecto,  no  se 
oye  una  mosca.  El  Jilgu3ro,  en  vista  del  silencio  que 
reina,  le  da  el  bastón  á  Gañote,  el  sombrero  al  maestro 
Salvador  y  un  pañuelo  de  seda  que  trae  á  la  garganta 
al  Grillo.  Todo  ello  con  gran  calma.  Últimamente  se 
desabrocha  el  bolón  del  cuello  do  la  camisa.) 

(¿Se  va  á  esnuá  este  hombre?} 
(Entonándose.)  ¡Ay,  ay,  ay,  ay!...  Mu  arto.  ¡Ay^ 
SLy,  ay,  ay!...  Mu  bajo,  (a  Gañote.)  Trae  acá  er 
bastonsito...  ¡Ay,  ay,  ay,  ay!...  Ya,  ya  cogí  er 

tono...  ¡Ay,  ay,  a}'!...  (chamusquina  da  un  ronqul- 


—  44 


do  estruendoso,   y  se  despierta.  El   Jilguero   se  pone 

de  pie  resuelto  á  irse )  .Se  acabó:  que  caiite  el 

amigo. 
Cham  .         Hombre,  ¿se  enfada  usté  porque  me  he  ador- 

milao? 
Jn,.  ¿Adormilao,  señó,  y  ha  sortao  usté  un  ron- 

quío  que  toavía  está  sumbando  la  armór- 

fera? 
Ctañ  .  Vamos,  tú:  no  me  dejes  rnás  feo  de  lo  que 

zoy. 

JiL.  Por  tí  lo  hago.  (Se  sienta  y  sigue  entonándose.)  ¡Ay, 

a}'',  ay,  ay!...  (chamusquina  se  levanta  de  puntillas, 
va  á  donJe  está  el  botijo  con  agua,  se  pone  á  beber  y 
no  para  en  un  rato.)  |Ay,  ay,  ay,  av!... 

Salv.  Pero  oye,  Curro,  ¿has  armorsao   esponjas 

esta  mañana?  (Todos  se  ríen:  Cliamusquina  se  atra- 
ganta  al  reirse,  suelta  el  botijo  y  empieza  á  aspirar  y 
á  toser  azorado  y  con  gran  fatiga.) 

Oham.  ¡Hiiiiii! 

Salv.  ¿Qué  es  eso? 

Grillo  ¿Qué  le  susede? 

Chaivi,  ¡Hiiiiiil 

Gañ.  ¡Ze  fué  por  mar  camino! 

JiL.  ¡Por  vía  e  las  tragaeras  del  hombre! 

Cham.  ¡Hiiiiii! 

Salv.  ¡Eso  no  es  na!... 

Cham.  Ya  paese  que  pasa...  (Respirando  con  cierto  des- 
ahoga.) ¡INIe  Insiste  reí!... 

€alv.  (indignado.)  Pero,  hombre,  ¿y  que  te  susedan 
con  agua  esas  cosas? 

Gañ.  ¿Nos  cayamos  ó  no? 

JiL.  ¡Qué    publiquito!...    ¡ChsSSs!;..    (¡Vlijita  rompo   á 

cantar  dentro.  Todos  S9  sorpren^len  y  lo  escuchan  con 
mucha  aionción  menos  el  Jilguero,  que  apenas  lo  ovo 
mira  con  Indignación  hacia  el  forc,  y  principia  á  reco- 
ger todas  BUS  prendas  decidido  á  irse.) 

-MiJ.  (Cantando.) 

Una  copla  me  han  pedio 
y  al  instante  la  he  cantao; 
más  vale  malo  sedío 
que  güeno  regateao. 

•Grillo         ¡Ole,  olel 
Salv.  ¡Ole,  Mijita! 


~  45  — 

ChaM.  ,  ¡Eso  es  canta!  (Gafiole  mira  al  Jilguero.) 

JiL.  ¿Les  gusta  á  listes  ese  niño? 

Cham.  [A  mí,  sil 

JiL.  ¡Señó,  si  eso  es  un  griyo  seboyero!...  Güeñas 

tardes.  (EncaminiinCose  bacía  el  foro.) 

Salv.  ¿No  canta  usté? 

JiL.  (Deteniéndose  uu  mümento.)  ¿Yo?  ¿Coil  BY  pÚblí- 

eo  este?  Está  usté  fresco... 
Salv.  Si  le  paese  á  usté  le  pondremos  dos  letra» 

á  Moriyo  pa  que  le  pinte  á  usté  un  publi- 

quito  á  su  gusto  .. 
JiL.  ¿Lo  ves,  Gañote?  En  faltándole  ar  pública 

la  COrtura...  ¡AbÚ!...  (Vase  por  el  foro.) 

Cham.  ¡Ea,  pos  vayase  usté  á  canta  ar  Colegio  de 

Sordomudosl... 
Salv.  ¡Y  hágase  usté  hermano  de  la  cofradía  der 

Silensio! 
Gañ.  No,  no,  no;  pos  no  me  ha  gustada  guazita. 


ESCENA  XXVII 

DICHOS,  menos  el  JILGUERO 

Mij.  (Por  el  foro,  muy  animado.)  ¿He  cstao  güeno,  Se- 

ñores? 

Salv.  ¡Superió,  chiquiyo!  Y  ahora  van  ustés  á  vé 

quien  es  er  maestro  Sarvaó  cuando  repican 
gordo.  ¡Mijital 

Mij.  ¿Q^ié  quié  usté? 

Salv.  Tráete  la  boteya  der  barní  blanco. 

MlJ.  Ahora  mismo.  (Vase  corriendo  por  la  derecha  ) 

Salv.  ¡Y  la  de  la  nogalina  también!  ¡La  nogalina 

es  un  vino  e  Málaga  que  quita  er  sueñol 

ESCENA  XXVIII 

salvador,    chamusquina,    gañote,   el   GRILLO,  soledad  y 
JUANILLO  el  florero 

Sol.  (por  el  foro  con  Juanillo.)  ¿Ande  está  Mijita? 

JuA.  ¿Ande  está  ese  embustero,  que  vi  á  matarlo? 

Sol.  ¿Pero  qué  es  esto?    ¿La  luemos  liao  otra  vé? 


—  46  — 

Salv.  Tú  te  cayas  y  tomas  una  caña. 

Sol.  ¡Yo  que  vi  á  tomál... 

Salv.  Güeno,  pos  la  toma  Juaniyo  por  tí. 

Ju/i,  (Aceptándola.)  Venga. 

Sol.  ¿Eh? 

JuA.  (a  Soledad.)  Por  usté  va,  grasiosa. 

Sol.  ¿Sí?... 

Jua.  ¡Alístelo!    (Tira    el    viuo  y  le    devuelvo  la   caña   al 

Maestro.) 

Sol.  ¡Ole!  ¡Eso  me  gustal 

•Cham.  Tú,   Griyito,  cántate  unas  soleares  pa  ani- 

ma esto  un  poco.  (e1  Grillo  prir.cipia  ú  templarse, 
y  el  Mcestro,  Chamusquina  y  Gañote  le  prestan  aten- 
ción. A  cada  copla  que  canta,  beben  toe' os.  Soledad  y 
Juanillo  bajan  al  proícenio.) 

música 

Jua.  Eso  hago  j'o,  mosita. 

Dígame  usté 
si  no  es  esa  cañita 
de  agrádese. 
Dígame  usté  si  es  poco 
lo  que  he  hecho  ya, 
porque  me  güerve  loco 
su  terquedá. 


Sol.  Imposibles  no  pío, 

pero  quiero  ersigí 
que  no  sea  un  perdió 
er  que  venga  por  mi. 

(Duraute  las  interrupciones  del  Grillo  figuran  seguir 
en  voz  baja  su  diálogo  emcrcso,  cada  vez  con  mayor 
viveza.) 


Grillo  Anda  y  7io  presumas  más; 

si  vas  á  tirarte  ar  poso, 
¿pa  qué  miras  er  broca? 

Jua.  Pos  ó  yo  estoy  tocao, 

ó  es  más  claro  que  er  só, 


<j¡  RILLO 


—   47   — 

que  con  lentes  buscao 
no  hay  un  moso  criao 
tan  cabá  como  j'O. 


Te  ajoga  ¡a  vaniá, 
y  no  tiene  tu  j)erso. 
naita  de  partícula. 


Sol. 


Aunque  usté  así  lo  crea 
yo  no  digo  que  sí, 
mientras  claro  no  vea 
que  á  la  güeña  verea 
güerve  solo  por  mí. 


JüA. 


Hate  pronto  mi  amiga 

5^  verás  un  queré  de  lo  güeno; 

no  consientas  que  siga 

por  tus  ojos  tragando  veneno. 

Miá  que  estoy  hacharao 

de  pensá  que  me  crees  un  perdió, 

y  quieo.  verme  á  tu  lao 

pa  viví  á  tus  nagüitas  cosió. 


Grillo  Fn  un  cuartito  los  dos, 

veneno  que  tú  me  dieras 
veneno  tomara  yo. 


Sol.  Ven  acá,  salamero, 

ven  acá,  que  te  lo  has  meresío... 

ven  acá,  que  te  quiero, 
aunque  mucho  desdén  te  he  fingió. 

I)í  que  no  me  ponderas 
ar  contarme  tú  á  mí  tus  quereres... 

¡dime  ya  que  es  de  veras 
que  tú  solo  en  er  mundo  me  quieresl 


JuA. 


Yo  te  juro,  sala, 
que  estoy  loco  por  tí: 


Jura  tú  que  es  verdá 
que  te  mueres  por  mi . 


Sol. 


Que  me  mate  un  divé 
si  es  mentira  mi  amó, 
y  si  hay  otra  mujé 
que  te  quiea  más  que  yo. 


Salv.  \ 

Cham.  f 

Grillo  í' 

Gañ.  1 


[Vaya  un  vino  hasta  ayi! 
[Vaya  un  vino  espesiá! 
[Venga  un  chato  pa  mi 
y  á  bebé  y  á  cantal 


JuA .  De  alegría  y  de  gusto  á  la  pá 

vi  á  ponerme  á  sarta  y  á  reí, 
y  quisiera  besa  la  boquita 
que  acaba  ahora  mismo  de  haserme  felí. 


Sol.  üe  alegría  y  de  gusto  á  Ja  vé, 

vi  á  ponerme,  chiquiyo,  á  baila, 

porque  ya  no  me  veo 'sólita 

sin  padre,  ni  madre,  ni  perro,  ni  na. 


Grillo        Yo  no  quiero,  señores,  oí 

juramentos  ni  frases  de  amó, 
porque  miente  er  gaché  ó  la  gachí 
si  no  mienten  á  un  tiempo  los  dó. 


Salv. 
Cham. 
Gañ. 


Este  Griyo  es  un  griyo  rea, 
con  salero  y  con  mucho  de  aquí: 
á  este  Griyo  le  deben  compra 
er  tomate  en  er  mismo  Parí. 


Sol. 


¡Ay,  florero  de  mi  arma! 
]er  momento  ya  yegó 
en  que  vas  á  vendé  flores 
pa  un  cuartitopa  los  dos! 


JUA, 


—  49  — 

|Ay,  serrana  de  mi  vía! 
¡cuan do  yo  viva  á  tu  vera, 
los  gustitos  der  florero 
serán  los  de  la  florera! 


Salv.  \  Hay  dos  cosas  en  er  mundo 

Cham.  f  que  emborrachan  á  los  hombres: 

Grillo  i  er  viniyo  es  una  de  eyas 

Gañ.  i  y  la  otra  son  los  amores. 


Hablado 

Jua.  ¡Bendita  sea  esa  boca,  que  desde  ahora  me 

párese  más  bonita  que  nunca!...  ¡Ole!  ¡Pa 
mi  esta  tarde  se  acaba  er  mundo! 

ScL.  ¿Na  menos  que  er  mundo? 

Jua.  ¡Como  que  esto  es  viví  en  la  gloria!  (siguen 

habiendo  los  dos  en  voz  bsja  con  mucho  entusiasmo.) 

íSalv.  Señores,  no  alarmarse;  pero  acabo  de  divisa 

á  mi  costi\'a... 

Gañ.  ¿y  qué?  vamos  á  vé:  ¿qué  tenemos  con  ezo? 

Salv.  Na  arsolutamente:  si  no  fuea  eya,  yo  me  la 

sarta  ha;  pero  á  fin  de  eviiá  custiones  creo 
que  debemos  diservé  er  grupo... 

Cham.  ¡Bien  pensao,  tú!...  ¡Hay  que  reirse!... 

Salv.  Ca  uno  á  sus  quehaseres...  ¿eh? 

Cham.  Pos  arriba,  valientes,  (ai  ir  a  levantarse  ios  cua- 

tro les  faltan  las  piernas,  efecto  del  vino,  y  se  desplo- 
man en  sus  asientos  ) 

Salv.  ¿Qué  ha  sio  eso,  señores? 

Cham.  ¡Cuando  digo  que  hay  que  reirse! 

Grillo        ¡Cámara!  ¿tienen  imán  estos  asientos? 

Salv.  (Levantándose  dando  tumbos.)   ¡Vaya!  ¡nO  SOn  U8- 

tés  hombres  pa  nal 

Cham.  (Levantándose  le  mismo.)  ¡PerO  pa  na! 

Gañ.  ¡a  mí  ezo  me  lo  dice  usté  en  la  caye! 

Grillo        Déjalo  ahora,  y  vamos  á  cantarnos  aquí  pa 

los  dos  solos...  (El  maestro  Salvador  se  pona  á  ce- 
pillar una  tabla;  Chamusquina  coge  una  escobilla  y 
bace  que  blanquea  la  pared;  el  Grillo  y  Gañote  per- 
manecen sentados,  templándose  para  cantar  el  piimero, 
y  Soledad  y  Juanillo  prosigVien  muy  animados  su  co- 
loquio amoroBo.) 


so  - 


ESCENA  XXIX 


DICHOS  y  la  SENA  DOLORES 

DoL.  (Por  el  foro.)  ¿Y  Mijita?  ¿Ande  está  Mijita 

Sarvaó? 

SaLY.  (cantando  mientras  hace  qne  trabaja.) 

¿Qué  quieres  de  mi?... 
¿qué  quieres  de  mí?... 

DoL.  ¿Y  Mijita,  Curro? 

Cham,  (Lo  mismo  que  el  maestro  Salvador.) 

¿Qué  quieres  que  tenga? ... 
¿qué  quieres  que  tenga?... 

DoL.  ¿Pero  se  han  güerto  ustedes  locos?...  (Repa- 

rando en  Gañote  y  en  el  Grillo.)  [Ahí  DO  me  había 

fijao  en  estos...  ¿Han  visto  ustedes  á  Mijita? 

ARILLO  (cantando  sin  atenderla.) 

¡Sevilla  de  mi  arma 
lo  que  te  adoro! 

(Los  tres  continúan  canturriando  mientras  la  seña  Do- 
lores va  d3  un  lado  á  otro.) 

DoL.  ¿Pero  qué  pasa  aquí,  Dios  mío?  (Fijándose  en 

las  botellas.)  ¡Virgen!  ¡Ya  sé  yo  lo  que  pasa: 
que  estos  sinvergüensas  la  han  emparmao! 

Gañ.  ¡Oiga  usté,  señora;  no  hay  que  fartá! 

DoL.  (Acercándose  airada  al  Maestro.)  ¡Granuja,  perdío! 

wALV.  (Levantando  más  la  voz.) 

¿Qué  quieres  de  mi?... 
¿qué  quieres  de  mi?... 

DoL.  (a  Chamusquina.)  ¡Borrachónl 

Cham.  ^Lo  mismo  que  el  Maestro.) 

¿Qué  quieres  que  tenga?... 
¿qué  quieres  que  tenga?... 

DoL.  ¿Le  paese  á  usté?  ¡Y  de  to  esto  tiene  la  cur- 

pa  er  mocoso  e  Mijital 
JuA.  Es  verdá.  ¿Ande  se  ha  metió  Mijita? 

Sol.  Se  habrá  escondió  huyendo  e  la  quema. 


—  5i  — 
ESCENA   XXX 

DICHOS  y  MIJITA 
MiJ.  (Por  la  derecha,  coa  ana  botella  en  la  mano,  borracho 

y  riéndose  sin  cesar.)  ¡Aquí  estáMijita,  señores! 

¡Já.  já,  já,  já,  já!... 
JuA .  ¡Ven  acá,  embustero! 

DoL  ¿Digo,  eh? 

Sol.  ¡Jesús,  cómo  viene! 

Mij.  ¡Maestro!  ¡me  he  bebió  toa  la  nogalina!  |Já, 

já,  já,  já! 
Salv.  ¡Bien  hecho,  muchacho! 

DoL.  ¡Te  vi  á  mata! 

Salv.  (interponiéndose.)  ¡A  Mijita  no  lo  mata  nadie 

mientras  viva  er  maestro! 

Mij,  (Abrazándose    á    el    y    besándolo.)    jMaeStrO    e  mi 

arma!  ¡Lo  que  yo  lo  quiero  á  usté!  (a  Jaaniuo.) 
Oye,  Juaniyo,  cásate  con  Soledá,  que  á  mi 
me  desdeña  porque  soy  corto  e  taya...  ¡Já, 
já,  já,  já!... 

Sol.  jQué  güeno  está  este! 

JuA .  ¿Lo  ves  tú?  To  er  mundo  con  la  papalina,  y 

yo  aqui  á  tu  vera  más  fresco  que  un  helao . 

Sol.  Así  te  he  puesto  yo. 

JuA.  Pos  así  me  tendrás  toa  la  vía.  Quiéreme  tú 

mucho,  prepara  pronto  tus  papeles...  ¡y  á  la 
iglesia!..  Y  er  día  que  nos  casemos,  sala,  |ví 
á  toma  una  mona...  que  se  van  á  quoá  en 
pañales  tos  estos!...  Digo,  no,  mujé:  no  me 
hagas  caso. . .  que  no  sé  lo  que  digo  de  ale- 
gría. 

ESCENA  ULTIMA 

DICHOS  y  CONSUKLO 

CoNS.  (Por  el  foro.)  ¡Migué!  ¿Está  aquí  mi  Migué? 

(viendo  a  Gañóle,   abrazándolo  y   palpándolo.)   ¡Ay, 

Migué!  ¡me  ha  engañao  Mijita!  ¿Estás  güeno, 
hijo  mío?  ¿No  te  ha  pasao  na,  corasón? 


—  52  - 

Gañ  .  ¿Dices  que  te  ha  engañao  Mi jita?  Pos  ze  aca- 

bó Mijita  pa  ziempre.  (Besando  la  cruz.)  ¡Mí- 
rala!... ¡me  lo  bebo!...  ¡Mírala!...  ¡me  lo  bebo! 

DoL.  ¡Cuarquier  cosa  se  beberán  ustedes!  ¡Borra- 

chones! 

MiJ.  (ai  público.) 

Si  gustan  de  una  cañita 
ya  conosen  la  bodega... 
Sólo  que  se  nesesita 
que  aplaudan  una  mijita... 
porque  Mijita  lo  ruega. 


FIN 


OBRAS  DE  LOS  MISMOS  AUTORES 


Esgrima  y  amor,  juguete  cómico  en  un  acto  y  en 
prosa. 

Belén,  12,  principal,  juguete  cómico  en  un  acto  y  en 
prosa.  ^ 

Gilito,  juguete  cómico-lírico  en  un  acto  y  en  prosa. 

La  media  naranja,  juguete  cómico  en  un  acto  y  en 
prosa. 

El  tío  de  la  fiauta,  juguete  cómico  en  un  acto  y  en 
prosa. 

El  ojito  derecho,  entremés  en  prosa. 

La  reja,  comedia  en  un  acto  y  en  prosa. 

La  buena  sombra,  sainete  en  tres  cuadros  y  en  prosa. 
(3.a  edición). 

El  peregrino,  zarzuela  cómica  en  un  acto  y  en  prosa. 

La  vida  intima,  comedia  en  dos  actos  y  en  prosa. 

Lo?,  borrachos,  sainete  en  cuatro  cuadros  y  en  prosa. 

El  chiquillo,  entremés  en  prosa. 


SERAFÍN  I  JOAIjUÍN  ÁLVAREZ  QUINTERO 


EL  CHIQUILLO 


E  Wr  R  E  ívl  E  S 


TEBSEBA    EDICIÓN 


SOCIEDAD  DE  AUTORES  ESPAÑOLES 
Salón  dei  Prado,  14,  hotel 

1  302 


N.  FaAra  Herrero 


Kr^     OHIQUII^UyO 


Esta  obra  es  propiedad  de  sus  autores  y  nadie  po- 
drá, sia  su  permiso,  reimprimirla  ni  representarla 
en  España  ni  en  los  paises  con  los  cuales  so  hayan 
celebrado  ó  se  celebren  en  adolante  tratados  internH- 
cionales  de  propiedad  literaria. 

Los  autores  se  reservan  el  doricho  de  traducción. 

Los  comisionados  y  representantes  de  la  Sociedad 
de  Autores  Españoles  son  los  encargados  exclusivamente 
de  conceder  ó  negar  el  permiso  de  representación  y 
del  cobro  de  los  derechos   de  propiedad. 

Queda  hecho  el  depósito  que  marca  la  ley. 


EL  CHIQUILLO 


EN"1'S,El5v£E!! 


SERAFÍN  Y  JOAIjUÍN  ALVAREZ  PNTERO 


Estrenado  en  el  TEATRO   DE  LA  COMEDIA  el   11  de 
Marao  de  1899 


TERCERA  EDICIÓN 


MADRID 

«.  TKLASCO,  IHP..   MARQUÉS  tíS  SANTA  A.VA,  11  DÜP.* 

ToJífono  número  551 

leoa 


«^  &armen  &o6eña 


para  quien  este  entremés  ha  sido  escrito,  y 
que  ha  sabido  darle  al  personaje  de  Isabel, 
con  singular  maestría,  gracia,  donaire, 
ingenuidad,  ternura,  pasión,  y  sobre  todo 
muchísimo  ángel,  creando  una  figura  que 
■más  parecía  viva  realidad  y  m.udelo  para 
ser  copiado  por  los  autores,  que  ficción 
dramática  interpretada  por  una  actriz. 

No  cabe  hacer  más  en  cosa  que,  como 
El  Chiquillo,  sea  menos.  Nosotros  nos 
complacemos  sobremanera  en  reconocerlo 
asi,  y  en  enviarle  á  la  excelente  y  bellísiina 
nrtista  el  testimonio  de  nuestra  admira- 
ción y  entusiasmo,  juntajnente  con  el  de 
nuestro  afecto  y  simpatía. 


'x.ód  .^/rutó^ed 


PERSONAJES 


ISABEL Skta.  Cobeña. 

PERICO Sr.       Cuevas. 

Gente  del  pueblo 


El.  CHIQUITEO 


Habitación  de  la  casa  de  Perico  en  Sevilla.  Puerta  á  la  izquierda  del' 
actor.  Al  foro  dos  ventanas  con  reja,  por  las  que  se  ve  la  calle.  Las 
paredes  blancas.  Colgados  en  ellas  algunos  cuadros  de  escenas  tau- 
rinas y  uno  ó  dos  carteles  de  corridas  de  toros.  Entre  Ihs  dos  ven- 
tanas una  cómoda  sobre  la  cual  hay  una  imagen  de  la  Virgen.  De- 
lante de  ella  un  vaso  de  agua  con  flores.  Billas  de  enea. 


ESCENA  PRIMERA 

ISABEL 

(Apartándose  de   la  ventana  de  la  izquierda  con  un  manojo 
de  flores  en  la  mano.) 

Vaya  usté  con  Dios,  Juaniyo...  Ese  hombre 
es  er  florero  más  rumboso  de  toa  Seviya... 
¡Miste  que  me  ha  dao  una  carga  e  flores  por 
un  rea!...  Toditas  pa  la  Virgen.  Hoy  se  lo 
merese  to  la  güeña  señora:  lo  uno,  por  habé 
sacao  con  bien  á  Perico  de  la  última  corría; 
y  lo  otro...  lo  otro...  ¡Ay,  pensando  en  lo  otro, 
me  paese  que  he  mercao  pocas  flores!...  ¿Añ- 
ilará por  ahí  Juaniyo  toavía?  (corriendo  hacia  la 
ventana.)  ¡Fero  qué  loca  estoy!  Como  si  la  Vir- 
gen fuera  á  repara  en  capuyito  de  más  ó  de 
menos...   t£ya  lo  que  mira  es  la  volunta... 

Vamos  á  ponérselas.  (Quita  las  flores  que  hay  en 
el  vaso   de  agua  de  la  cómoda  y  coloca  las  nuevas.) 

Pos  no  quería  yo  na:  pagarle  á  la  Virgen  con 
llores  to  lo  que  le  debo...  Las  der  Parque 


eran  pocas;  iba  á  tené  que  trae  hasta  flores 
cordiales  e  la  botica...  (pausa.)  ¡Digo'...  ¡Cuan- 
do Periquiyo  lo  sepa!...  Tres  años  de  casaos 
pensando  en  lo  mismo...  y  na.  Y  miste  que 
lo  deseábamos  los  dos...  Siempre,  siempre 
que  teníamos  cuarquier  alegría  de  esas  mu 
grandes,  siempre  nos  la  había  de  agua  la 
misma  cosa.  Y  to  se  gorvía  mirarnos  mu 
tristes... y  mu  mustios...  como  esas  flores  que 
acabo  e  quitarle  á  la  Virgen.  Y  no  nos  desía- 
mos  una  palabra,  pero  de  más  sabía  yo  su 
pensamiento  y  ér  sabía  er  mío.  ¡Ya  lo  creo! 
;For  eso  estoy  más  retecontenta  y  más  alegre 
que  el  úrtimo  día  e  feria!  Y  por  eso  me  he 
puesto  tan  emperifoyá,  pa  resibí  hoy  á  mi 
marío...  (suspirando.)  ¡Ay!  Quinse  días  hase 
que  farta  de  mi  vera.  A  mí  me  han  paresío 
quinse  años...  ¡Dichosos  toros  y  dichosas 
corrías!...  ¿Dónde  he  echaoj^o  er  parte  de  la 
última?  ¿Dónde  lo  he  echao  yo?  (Buscándolo.) 
Si  lo  tenía  en  la  mano  hase  un  momento... 

¡Isabeliya,  que  te  vas  á  chala!  (Acercándose  á  la 
ventana  de  la  derecha  y  cogiendo  del  alféizar  el  tele- 
grama que  busca.)  ¿Digo,  eh?  AUste  donde  fui  á 
dejarlo...  Expuesta  á  que  er  viento  se  lo  ye- 
vara...  Ar  probesiyo  don  Grabié,  el  apode- 
rao,  paese  que  lo  estoy  viendo  salí  de  la  Pla- 
sa  con  la  lengua  fuera,  pa  telegrafiarme  en 
seguía...  (Leyendo.)  «Corrla  superió.  Perico  su- 
perió.  Toros  superiores.  Yo  superió.  Don 
Grabié.»  Este  güen  hombre,  ni  pa  armorsá 
se  quita  er  don...  Ca  uno  tiene  su  flaco  en 
este  mundo... 


ESCENA   II 

ISABEL    y   PERICO 

Per.  (saliendo  por  la  izquierda,  á  tiempo  de  oir  la  última 

frase  de  Isabel.)  ¿Y  CUar  01668  tÚ  qilC  eS  QT  míO, 

vamos  á  vé? 

ISAB.  (Alegremente  sorprendida.)  ¡Pericol 

Per.  (Abrazándola.)  ¡Isabeliya! 


o  _ 

IsAB .  l'ero  ¿no  ibas  á  vení  esta  noche? 

PtR.  I 'os  he  venío  esta  tarde.  Aniguá  de  coge  el 

<xprés  cogí  er  correo pa  gana  unas  horas.  Ya 
sabes  tú  que  por  vé  pronto  los  ojos  e  tu  cara, 
soy  yo  hombre  que  se  viene  hasiendo  equili- 
brios por  los  alambres  der  telégrafo. 

IsAB.  ^,De  verda? 

Per.  Como  lo  oyes   ¡Que  me  muera  ahora  mismo 

si  es  mentira! 

IsAB.  De  más  sé  yo  que  no  lo  es. 

Per.  y  que  de  güerta  e  ca  viaje  te  encuentro  más 

guapa. 

IsAB .  Será  porque  te  quiero  más  de  güerta  e  ca 

viaje.  Sobre  que  hoy  me  he  echao  ensima 
!o  mejó  der  baú. 

Per.  Eso  estoy  notando.  ¡Ole  las  güeñas  mosas! 

¡Señó,  soy  á  tu  vera  más  feli  que  un  pájaro 
suerto!  Vamos,  cuando  no  me  cogen  los  to- 
ros, no  hay  quien  puea  conmigo. 

IsAB.  Periquiyo,  ¡qué  alegre  vienes! 

Pek.  Mujé,  si  he  queao  por  ahí  mejó  que  San 

Termo. 

IsAB.  Sí,  ¿verdá? 

Per.  Na  más  que  si  yego  á  traerme  toas  las  orejas 

que  me  han  dao  por  esas  Plasas  e  Eios,  ten- 
go que  paga  ersaso  de  equipaje. 

IsAB.  Pos  hijo  de  mi  arma,  te  iba  á  desí  una  cosa. . 

v  ya  no  te  la  digo... 

Per.  ¿Por  qué? 

IsAB.  Pa  desírtela  cuando  estés  triste. 

Per.  ¿Es  aiguna  mala  noti>ia? 

ISAB .  No. 

Per.  ¿Se  ha  dio  quisa  mi  padre? 

IsAB.  To  lo  contrario. 

Per.  ¿  To  lo  contrario  de  irse  mi  padre? 

IsAB.  Sí.  Discurre  tú. 

Per.  ('hiquiya,  no  me  marees...  Si  es  argo  güeno, 

dímelo. 

IsAB.  ¿Q"^  s^  6S  güeno?  Piensa  tú  lo  mejó  que 

pueas. 

Per.  Con  pensá  en  tí,  ya  estoy  del  otro  lao. 

IsAB.  Mejó  que  eso  toavía. 

Per.  Vamos,  acaba. 

IsAB.  Te  lo  iba  á  escribí...  porque  me  daba  ver- 


—  10  — 

güensa  desírtelo...  Pero  reflersioné:  bí  se  lo 
epcribo...  no  le  vi  á  vé  la  cara  que  pr ne... 

Pkr.  Ah  ¿y  la  custión  es  verme  á  mí  la  cara? 

IsAB.  Cabalito:  pa  reírme  de  eya. 

Per.  ^.Pa  reírte  y  to? 

IsAB .  Eb  claro.  ¡Como  me  echabas  ¡i  mi  la  curpa!... 

Prr.  ¿Qué  curpa? 

IsAB.  ¡Tonto!  ¡tontísimo!  ¡esa borlo!...  Ven  acá.  (se- 

]e  acerca  y  le  habla  al  oido.) 
Per.  ( Rebosando  alegría.)  ¿TÚ? 

IsAB.  No,  que  vas  á  sé  tú. 

Per.  ¡Muchacha!  ¿estás  segura? 

IsAB.  ¡Ya  lo  creo! 

Per.  ¡Josú!  ¡Josú!  ¡Yo  reviento  de  alegría  esta  tar- 

de! Pero,  oye... 

IsAB .  ¡Qué  sí,  hombre,  que  sí!  ¡No  te  pongas  pesaof 

Per.  (Loco  de  júbilo.)  ¿De  manera  que...?  ¿Díses 

que...?  Pero  ven  acá,  rosita  temprana... 
diéntate  aquí,  á  mi  verita,  y  hablaremos  de 

eso.  (i^e  sientan  muy  juntos.) 

IsAB.  Grandísimo  mal  ange,  si  pa  eso  es  pa  lo  que 

yo  te  esperaba:  pa  habla  de  eso...  Si  yevo 
ocho  días  hablando  sola  de  eso  na  más...  y 
soñando  con  eso...  Si  hase  tres  años  que  no 
pensamos  los  dos  más  que  en  eso...  ¡Si  esa- 
era pa  nosotros  to  en  er  mmido! 

Per.  ¡Ea,  pos  ya  está  ahí  eso!...  Y  que  va  á  sé  ru- 

bíto  como  unas  candelas. 

IsAB.  Ay,  no,  hijo  mío:  mu  rubio,  mu  rubio,  no. 

No  nos  vaya  á  salí  como  er  de  Catalina,  que 
paese  un  eí?tropajo  nuevo. 

Per.  Güeno,  regula  de  lubío.  Y  si  no,  morenito, 

como  su  mamá  de  su  arma. 

IsAB.  Mira,  tampoco  me  gusta  á  mí  un  niño  mu 

moreno.  Ahí  tienes  ar  más  chico  de  tu  co- 
madre, que  está  pidiendo  que  lo  líen  ea 
papé  de  plata. 

Per.  Entonses  será  trigueñito;   por    eso  no  te 

apures. 

IsAB.  Yo,  lo  único  que  le  pío  á  la  Virgen  es  que- 

no  sarga  chato. 

Per.  ¡Qué  va  á  salí!  Ni  tú  ni  yo  lo  somos...  Es- 

verdá  que  tu  padre  se  queó  chato  de  una 
caía... 


—  H  — 

IsAB.  Ahí  está  lo  maio... 

1*ER.  Y  coujo  dise  don  Grabié  que  los  niños  dar> 

er  sarto  atrás... 
IsAB.  Güeno,  pero  er  sarto  de  mi  papá  fué  hasia 

delante.. 
Per.  Lo  peo  seria  que  saliese  á  mi  agüelo,  que 

era  to  picoso  e  viruelas. 
IsAB.  Vaya,  no  digamos  disparates:  ¡más  bonita 

va  á  sé  que  un  só! 
Per.  ¡Más  bonito  que  un  reyl 

IsAB.  Güeno;  Sircando  á  ese  de  Sian  que  estuvo 

aquí  el  año  pasao. 
Per,  S  cando  á  ese. 

IsAB  ¡Va  ádá  gloria  verlo!  (Levantándose.')    Ave    sí 

ir.e  güerve  á  desi  la  der  l)arhero  que  yo  no 
tengo  grasia  pa  esas  cosas. 

Per.  (Levantándose  también.)  Siempre  habla  quien 

tiene  por  qué  cayá. 

IsAB.  Miá  tú  eya,  que  ha  nesesitao  casarse  tres 

veses  pa  echa  á  este  mundo  una  ardabiya... 

Per.  ¡Ja,  ja,  ja!  Oye,  tú,  supongo  que  la  convida- 

rás 51  r  bautiso. 

IsAB.  Eéo  si:    ¡á  eya  y  á  to  er  mundo!  ¡Aquer  día 

vamos  á  leué  aquí  parmas  y  luses! 

Per.  ¡Hasta  er  gato  va  á  beberse  una  caña  aquer 

día! 

I'AB.  ¡Lo  que  es  er  bautiso  de  mi  niño  deja  nom- 

bre en  er  barrio!...  Escucha,  ¿y  cómo  vamos- 
á  ponerle? 

Per.  Si  es  niña,  como  tú:  Isabé. 

IsAB.  No,  como  mi  madre:  Rosío.  Pero  si  es  niño^ 

como  tú. 

Pek.  ¿Perico?  Eso  sí  que  no. 

IsAB.  ¿Por  qué,  si  es  un  nombre  presioso? 

Per.  Aquí  en  Seviya  pué  pasa...  Tú,  como  no  via- 

jas ..  Pero  luego,  por  ejemplo,  vas  á  la  Corte^ 
y  miá  qué  bonito:  ayí  se  yaman  Pericos  tos 
ios  espárragos. 

IsAB.  Ay,  vaya  una  cosa  rara...  Yo,  con  tá  de  no- 

ponerle  como  ar  de  la  barbera... 

Pe"*.  ¿Cómo  le  disen,  tú? 

I'-AB.  ¿Qué  vi  yo  á  acordarme,  si  es  un  nombre 

mu  largo  y  mu  feo?  La  madre  lo  tiene 
apuntao  en  ut;a  pisarra  pa  que  no  se  le  or- 
vide...  No  te  digo  más. 


Per.  Le  pondremos   tr  nombre    e    mi    padre: 

Manué. 
IsAB  Sí,  porque  de  seguro  es  varón. 

Per.  ¡Toma! 

IsAB.  Como  sarga  hembra,  me  d.i  erdijupto.   La? 

mujeres  siempre  yevamos  las  de  perdé. 
Per.  No  tengas  cudiao. 

IsAB.  Manué,  Manué:  Manolito. 

Per.  [Más  malo  va  á  sé  que  la  quina! 

IsAB.  Paese  que  lo  estoy  viendo:  er  pelito  risao... 

Per.  Los  ojiyos  alegres...  ¿eh? 

IsAB.  Los  carriyitos  como  rosas  ..  ¿f-h? 

Pkr  Los  puñitos  mu  apretaos...  ¿eh? 

IsAB.  ¡Qué  salaisirao  va  á  está  hablando! 

Per.  ¡Más  salao  que  la  má! 

IsAB.  Y  cuidaito  con  enseñarle  picardías... 

Per.  ¡Vamos! 

I^AB.  Miá  que  hay  niños  que  no  saben  desí   más 

que..  En  fin,  muchísimas  desvergüensas... 
I'aesen  hombreí". 

Per.  Güeno,  tamficco  quieo  yo  que  se  chupe  er 

deo  la  criatura. 

IsAB.  Homb^'e,  ya  se  ve  que  no...    Pero  eso  corre 

de  mi  cuenta.  De  mis  naguas  no  se  ha  de 
separa... 

Per.  Pa  que  en  to  se  paezca  á  su  padre. 

IsAB.  Y  cuando  yegue  la  hora  de  ponerlo  en  la  es- 

cuela, tendremos  que  busca  la  escuela  con 
un  candí.  Lo  que  es  á  mi  niño  no  le  pega 
ningún  maestro. 

Pw:r.  ¿Pegarle?  Le  doy  yo  un  metisaca  ar  tío... 

JsAB.  No,  si  no   hase  farta   tanto:  si  cojo  yo   er 

mantón  y  me  planto  en  la  escuela  y  me  oye 

á  mí...     (("orno  encarándose  con  el  maestro.)    «Oiga 

usté;  ¿usté  qué  se  ha  yegao  a  figura?  A  mi 
niño  no  tiene  usté  que  ponerle  un  deo  ensi- 
ma,  ¿sabe  usté?  que  pa  eso  e^tán  su  padre 
.V  su  madre...  ¡Er  demonio  el  hombre!» 

Per.  Así,  así.  Como  si  en  la  escuela  e   tauroma- 

quia le  ocurra  argo... 

ÍSAB.  ¿En  la  de  tauromaquia?  ¿Y  de  dónde  sacas 

tú  que  Manolito  va  á  pone  ayí  los  pies? 

Per.  jAy,  qué  grasiosa!  ¿No  va  á  sé  torero? 


-  13  — 

IsAC.  ¿Toieroy 

Per.  ¿Pos  qué  lo  quiés  hasé,  dirertó  de  orquests? 

leAB.  Menos  torero,  cuarquier  cosn.    Ya  se  ve,  tú, 

como  le  vas  por  ahí  á  tus  corrías,  y  tes  pon 
oles  y  parmas  y  tabacos  y  alegría  y  buya  y 
jaleo,  no  te  acuerdas  de  que  expones  tu  vía, 
que  vale  más  que  to,  ni  de  les  malos  ratos- 
que  paí-a  por  ti  la  probesita  que  te  espera, 
sólita  y  resándole  á  la  Virgen. 

Per.  Pero  mu  jé.. 

IsAB.  ¡No  te  empeñes,  Perico! 

Per.  ¡Si  va  á  da  gusto  verlo  con  er  traje  e  luses! 

IsAB.  áe  lo  pondremoF...  ¡pa  retratarlo,  pero  na 

más! 

Per.  ¡Si  se  lo  van  á  disputa  las  empresas! 

ÍSAB.  ¡Que  se  lo  disputen  las  muchachas! 

Per.  ¡También!  ¡Pos  no  va  á  está  er  chiquiyo  ma 

buícao! 

IsAB.  Desde  ahora  te  arvierto  que  en  la  niña  e  tu 

comadre  no  pienses.  No  se  peina  mi  niño- 
pa  eya. 

Per.  Ya  le  buscaremos  una  güeña  novia. 

IsAB.  Sí,  porque  hay  que  vé  con  quién  emparen- 

tamos. 

l^ER.  Yo,  conque  haya  vergüensa  en   la  familia 

estoy  satisfecho. 

IsAB.  Por  eso  te  dig )  que  no  pienses  en  la  niña  e 

tu  comadre. 

Per.  ¡No  paese  sino  que  yo  he  pensao  en  e3'a! 

IsAB.  Güeno,  güeno,  güeno;  por  si  acaso  .. 

Per.  Aquí  la  custión  es  que  Manolito  quieo  ya 

que  mate  toros. 

IsAB.  ¿Güerta  á  lo  mismo?  ¡Ya  te  he  dicho  que  no, 

que  no  y  que  no! 

^EK.  Mujé,  ¿quiés  que  riñarcos? 

IsAB.  Er  que  por  lo  visto  lo  quiere  eres  tú...  ¡Paese 

mentira  que  en  un  día  como  hoy  te  goses  ea 
haserme  rabia! 

Per.  ¿Que  yo  me  goso?... 

ISAB.  (Afligiéndose  )  Sí,  tÚ,  tÚ... 

Per.  Vamos,  no  te  apures,  mujé. 

IsAB.  (i  lorando  )  Eso,  SÍ;  ahora  que  no  me  apure.. 

Per.  ¡Miá  que  tienes  unas  tonterías!. . 

IsAB  Ahí  está:  tonterías. .    En  cuanto  una  yora 


—  14  — 

son  tonterías...  [Probesito  e  mi  arma!  ¡qué 
malamente  lo  quiere  su  padre! 

Per.  ¿Le  paese  á  usté? 

IsAB.  Y  es  lo  primero  que  mandan  los  médicos: 

que  le  den  á  una  tos  los  gustos...  que  no  ge 
impresione...  porque  luego  er  niño  es  er  que 

lo  paga...  (Llorando  a  lágrima  viva  )  AsiinsiÓn  la 

der  Largo  fué  ar  Sirco  una  noche,  vio  á  un 
tío  de  esos  que  se  enroscan  de  toas  mane- 
ras... se  le  queó  graban...  ¡y  luego  tuvo  un 
niño  que  paresía  un  tirabusón!... 

Per.  Mujé,  qué  cosas  dises...  Paese  mentira... 

IsAB.  Mentira,  sí... 

Per.  ¡Por  vía  e  Dios!  No  yores  más,  criatura,  que 

Fe  me  parte  el  arma...  ¿Qué  quiés  tú?  ¿que 
er  niño  no  sea  torero?  ¿que  Fea  argo  más 
fino?  ¡Pos  lo  haremos  prestidigitado! 

IsAB.  (serenándose.)  Ni   Una  cosa  ni  otra,   porque 

Dios  te  va  á  castiga  y  no  va  á  sé  niño,  sino 
niña. 

Per.  ¡Eso  sí  que  no! 

IsAB.  ¡Niña!  Pa  que  no  tengas  tú  que   pensá  en 

eya. 

Per.  ¡Como  que  ibas  tú  á  queré  á  Manoliyo  más 

que  yol 

.IsAB.  ¡A  Manoliya! 

Per.  ¡a  Manoliya  ó  á  Manoliyo! 

IsAB.  ¡A  Manoliya! 

Per.  Güeno;  eso  ya  es  queré  que  haya  gresca. 

IsAB.  ¡Ni  más  ni  menos! 

Per.  ¡Pos  por  mí  que  la  haya!  ¡Se  acabó! 

IsAB.  ¡Pos  seacaból 

Per.  ¡Pos  déjame  en  pá! 

IsAB.  ¡Pos  vete  á  paseo!  (cada  uno  sale  por  un  lado  ha- 

blando solo,  y  disen  al  mismo  tiempo  lo  que  sigue.) 

Per.  La  curpa  la  tiene  uno  por   basé  caeo  e  las 

mujeres...  Na,  que  se  le  puso  en  la  cabesa 
reñí,  y  hemos  reñío.  ¿A  qué  vendrá  to  esto? 
Eyas  no  reparan  en  que  la  prudensia  del 
hombre  se  agota,  y  en  que  se  tolera  una  im- 
pertinensia...  y  se  toleran  dos...  y  se  toleran 
tres...  y  ya  la  cuarta  no  se  tolera...  Porque 
to  tiene  su  fin  en  este  mundo...  y  la  pasien- 
sia  es  lo  primero  que  se  acaba... 


—  15  — 

JLsAB.  Cásese  usté  pa  que  la  trate  así  su  marío... 

¡Y  estaba  yo  soñando  con  que  viniera  pa  re- 
ferirle la  novedá!...  ¡Ay!  Este  es  er  pago  que 
le  dan  á  una...  Los  hombres  quién  gober- 
narlo to,  y  se  figuran  que  las  mujeres  debe- 
mos pasa  por  to  lo  que  eyos  quieran.  .  Y 
toavía  será  capá  de  echarme  á  mí  la  curpa  e 
la  riña...  ¡Vaya  por  Dios!  ¡Y  en  un  día  tan 
señalao  como  er  de  hoy,  que  debía  sé  de 
fiesta!... 

(perico  coge  una  silla,  se  la  lleva  á  un  extremo  de  la 
escena,  da  un  golpe  con  ella  en  el  suelo  y  se  sienta  de 
espaldas  á  Isabel.  Esta,  en  seguida,  hace  lo  mismo  en 
el  otro  extremo.  Pausa  Isabel  mira  á  Perico  y  Perico 
á  Isabel;  sus  miradas  se  encuentran,  y  ambos  vuelven 
Tupidamente  la  cara,  manifestando  contrariedad  y  eno- 
jo. Nueva  pansa.  Oyese  rumor  de  voces  hacia  la  calle. 
Poco  desptiés  pasa  por  ella  el  acompañamiento  de  un 
bautizo  de  gente  del  pueblo.  Todos  van  charlando  y 
riéndose    Varios    chiquillos    cantan:    ¡QuC  lo   echel 

ique  lo  eche!  ¡Échalo,  padrino,  no  lo  gaste 
en  vino!...) 
Per.  ¿Quepa  8:1? 

ISAB.  (Corriendo  á  una  délas  ventanas.)  ¿Avé?... 

Per.  (corriendo  tras  ella    y  gritando   muy  alegre.)    ¡Si  eS 

un  bautisol 
IsAB.  ¡Es  verdá!  ¡un  baut'so! 

Per.  jAqueya  mujé  yeva  la  criatura!... 

IsAB.  ¿Cuá,  cuáV 

Per.  ¡Aqueya  der  mantón  colorao! 

IsAB.  Sí,  ya  la  vso.  Y  aqué  tan  gordo  debe  de  sé 

er  padrino 
Per.  Er  padrino  es  aqué  que  está  liao  con  los 

chiquiyos. 
IsAB.  ¡Ja,  ja,  ja!  Pero  ¿tú  no  ves?  ¿tú  no  ves  qué 

alegría? 
Per.  ¿No  lo  he  de  vé,  si  hasta  las  piedras  e  la 

caye  se  están  riendo? 

ISAB.  ¿Y  los  padres,  cómo  estarán?  (Retirándose  con 

Perico  de  la  ventana.) 

Per.  ¿Los  padres?  ¡Carcula  tú!  ¡Se  les  caerá  la 

baba! 
IsAB.  ¡Se  nos  cae  á  nosotros!... 

Per.  Nosotros  uos  vamos  á  guiyá. 


—  16  — 

isAB  Si  no  lo  estamos  5'a,  Periquiyo.  Porque  miá 

que  la  riña  de  antes... 

Per,  ¿Vamos  á  que  sea  la  primera  y  la  úrtima? 

IsAB.  ¡Vamos  á  que  seal 

Per.  ¿Qué  quiés  tú,  presiosa?  ¿que  hagamos  ar 

chiquiyo  ministro?  ¡Pos  lo  haremos  minis- 
tro! 

IsAB.  No,  no;  si  tú   quií^s  que  lo  hagamos  torero, 

¡torero! 

Per.  ¡Ministro! 

IsAB.  ¡Torero! 

Pe-í.  ¡Ministro! 

IsAB.  ¡Las  dos  cosas! 

Per.  Güeno,  las  dos  cosas.  ¡Lo  que  á  tí  se  te  an- 

toje, corasón! 

IsAB.  ¡Lo  que  á  tí  te  dé  la  gana,  granuja!  ¿Que 

niña?  ¡pos  niña!  ¿Que  niño?  ¡pos  niño!  ¿Que 
también  las  dos  cosas?  ¡pos  las  dos  cosas! 

Per.  ¡No,  las  dos  cosas  no!...  Pero,  en  fin,  ahora  y 

siempre,  lo  que  quiea  la  mamá,  que  es  la 
que  manda  aquí. 

IsAB.  Ér  que  manda  aquí  es  er  papá. 

Per.  y  como  er  papá  no  ve  más  que  por  los  ojos 

e  la  mamá,  resurta  que  la  mamá  es  la  que 
manda. 

IsAB.  Hasta  que  venga  el  hijo,  que  mandará  en 

los  dos  y  será  el  amo. 

(ai  pViblico.) 

Será  un  encanto,  un  hechiso, 
un  manojito  de  flores, 
un  ange  der  Paraíso... 
Quedan  ustedes,  señores, 
convidaos  ar  bautiso. 


FIN 


Madrid,  Enero,  189J. 


ADVERTENCIA  IMPORTANTE 


Las  Empresas  que  pongan  en  escena  este 
entremés  pagarán  por  derechos  de  propiedad 
de  cada  representación  la  mitad  de  los  corres- 
pondientes á  una  pieza  en  un  acto. 


OBtíRS  0E  ÜOS  MISMOS  ñÜTOtíES 


Esgrima  y  amor,  juguete  cómico. 

Belén,  12,  principal,  juguete  cómico. 

Gilito,  juguete  cómico-lírico. 

La  media  naranja,  juguete  cómico. 

El  tío  de  la  flauta,  juguete  cómico. 

El  ojito  derecho,  entremés.  (2.*  edición.) 

La  reja,  comedia  en  un  acto.  (2,*  edición.) 

La  buena  sombra,  sainete  en  tres  cuadros.  (4.»  edición.) 

El  peregrino,  zarzuela  cómica  en  un  acto. 

La  vida  íntima,  comedia  en  dos  actos.  (2.*  edición.) 

Los  borrachos,  sainete  en  cuatro  cuadros. 

El  chiquillo,  entremés.  (3.a  edición.) 

Las  casas  de  cartón,  juguete  cómico. 

El  traje  de  luces,  sainete  en  tres  cuadros. 

El  patio,  comedia  en  dos  actos.  (2.^  edición.) 

El  motete,  entremés  con  música. 

El  estreno,  zarzuela  cómica  en  tres  cuadros. 

Los  Galeotes,  comedia  en  cuatro  actos.  (2  a  edición.) 

ha  pena,  drama  en  dos  cuadros. 

"La  azotea,  comedia  en  un  acto. 

El  género  ínfimo,  pasillo  con  música. 

El  nido,  comedia  en  dos  actos. 

"Las  flores,  comedia  en  tres  actos. 


SERAFI!^ ,  JOAQUÍN  ÁLVAREZ  QUINTERO 


US  USAS  DE  MTi 


JUGUETE  CÓMICO 


]a?lf  VJ7W  J%€ZTC€t  ^KT  JCTV  ]pK«OSV9L 


►^d^'<í?H>- 


MADRID 
FLORENCIO  FISCOWICH,  EDITOR 

(Suc*sor  de  Hijos  d<  A.  b'ulUm) 

PEZ.  40.-(]FIClX\S;  POZA?.  «,  !• 
1890 


JUGUETE  CÓMICO  KN  UN  ACTO  Y  EN  PROSA 


serafín  V  JOAQUÍN  ÁLVARE?;  QUINTERO 


Estrenado  en  el  TEATRO  LARA,  de  Madrid,  el  14  de  Abril 
de  1899 


k  «7'?t  m;  i^  • 


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pW- 


MADRID 

R.  Velasoo,  impresor,  Marqués  de  Santa  ájx2.,  20 
TtU/imo  ntttntra  SS' 


I  fk»9 


REPARTO 


F£ESONáJ£S 


ACTO&ES 


DOÑA  MILAGROS Sba.    Valvkedb. 

ROSA Seta.  Lashebas. 

NATI Gakcía  Sbnba. 

PURI Feeos  . 

DON  MATÍAS ^ Se.     Balaquee. 

QUIROGA Laeea. 

JACOBO Ramieez. 

MACHUCA Valle. 


ACTO  ÜNICO 


•Gabinete  de  confianza  en  casa  de  don  Matías,  en  Madrid.  Puerta  en 
el  foro  con  cortina  de  percal  oscuro,  y  dos  á  la  izquierda  del  ac- 
tor. A  la  deracha,  ninguna.  A  un  lado  de  la  puerta  del  foro  uila 
consola  y  al  otro  un  costurero.  Entre  'as  dos  de  la  izquierda  una 
máquina  de  coser.  Hrtcia  la  derecha  una  mesa  camilla.  Colocados 
convenientemente  un  reloj  de  pared,  un  almanaque,  un  sofá  de  re- 
jilla y  varias  sillas  de  clases  diversas.  En  la  camilla  una  bandeja 
con  botella  y  copa  de  agua,  nn  libro  y  nn  periódico.  Es  de  noche. 
El  alumbrado  de  luz  eléctrica. Por  la  derecha  de  la  puerta  del  foro 
se  supone  que  se  va  á  la  calle,  y  por  la  izquierda  al  interior  de  la 
«asa. 


ESCENA  PRIMERA 

ROSA  y  DON  íMATIAS 
(Rosa  sentada  á  l^  izquierda,  bordando.) 

Matías  Lo  que  es  este  entrar  y  salir  constante  del 
médico  estoy  decidido  á  que  concluya.  ¿Qué 
tiempo  hace  que  llegó  Jacobo  á  Madrid? 

Rosa  Anteayer  hizo  un  mes. 

Matías  Pues  ha.^ta  la  fecha  salimos  á  visita  diaria. 
Dime  tú  si  hay  bolsillo  que  resista... 

Rosa  X»  ¿Q"6  remedio?  ¿Vas  á  decirle  que  se 

vaya? 

Matías  Eso  es  salir  por  ios  cerros  de  Ubeda.  ¿Cómo 
voy,  después  de  haberle  brindado  hospeda- 
je...? Porque  tú  lo  viste  :  apenas  supe  por  el 
ordinario  de  Cañaverales  que  el  hijo  de  Gre- 


—  6  — 

gorio  venía  á  estudiar  á  Madrid,  me  faltó 
tiempo  para  ofrecerle  incondicionalmente- 
mi  casa.  Y  Gregorio  aceptó  sin  reparo.  Hizo- 
lo  que  debía:  es  un  camarada  de  la  niñez;  nos 
hemos  visto  nacer  el  uno  al  otro;  me  debe  la 
vida,  por  más  señas...  Ya  sabes  cómo  fué... 

KosA  Sí,  papá,  sí. 

Matías  El  estaba  ya  sobre  el  abismo:  llegué  yo,  lo 
vi,  di  un  grito  de  espanto... 

Rosa  Si  lo  sé  de  memoria. 

Matías  Bueno,  pues...  ¿por  dónde  iba  yo?...  ¿Qué  es- 
taba yo  diciendo?  Ah,  sí;  que  no  hay  que 
pensar  en  indicarle  á  Jacobillo  que  nos  deje. 
IjO  que  hay  que  evitar  es  que  sus  aprensio- 
nes tomen  vuelo.  Y  el  mejor  camino  es  no- 
,  mandar  por  el  médico  á  cada  paso. 

Rosa  Dices  muy  bien,  porque  si  esas  aprensiones 

tuviesen  fundamento... 

Matías  ¡Toma!  Si  yo  lo  viese  con  un  calenturón  y 
que  se  lo  llevaba  Pateta,  junta  de  doctores 
habría  en  mi  casa.  Asi  me  debería  la  vida 
dos  veces. 

Rosa  ¿También  te  debe  la  vida  Jacobo? 

Matías  Es  natural.  ¿No  ves  tú  que  se  la  salvé  al  pa- 
dre antes  que  él  naciera?  Y  de  aquí  en  ade- 
lante me  la  deberán  todos  los  Iparraguirres 
que  vengan  al  mundo.  Pero  no  me  distrai- 
gas. Iba  á  decirte  que  se  me  ha  ocurrida 
darle  gato  por  liebre  á  Jacobo.      ^ 

Rosa  Cállale,  papá,  que  va  á  oirl-e.  (se  levanta  y  deja 

el  baElidor  sobre  el  costurero.) 

Matías        ¡Si  creo  que  está  estudiando  en  su  alcoba! 

Rosa  Pero  se  pueden  enterar  las  vecinas.' 

Matías        ¿Qué  vecinas? 

Rosa  Las  nueve  niñas  de  doña  Milagros,  que  na 

fjuitan  la  oreja  del  tabique. 

M.^tias        ¿De  qué  tabique? 

Rosa  De  este  (señalando  ei  de  :a  derecha.)  y  del  otra 

del  comedor.  Hoy  meló  ha  dicho  la  cocine- 
ra. Como  son  tantas,  siempre  'hay  alguna 
de  ellas  escuchando. 

Matías  ¡Hombre,  vaya  una  gracia!  ¡Es  claro!  ¡así  se 
presentan  alo  mejor  metiéndose  en» cosas 
que  ni  en  sueños  les  hemos  dicho!  ¡Si  supie- 


—  7 


ra  yo  dónde  pone  la  oreja  la  niamá,  ya  le 
daría  curiosidad  con  un  martillo  y  un  buen 

clavo!    (Vaae  por  la  primera  puerta  de  la  izquierda.) 


ESCENA    II 

RCSA  y  JACOBO.  Luego  MACHUCA  dentro 

Rosa  Ya  se  enfadó  papá.  Por  supuesto,  que  tiene 

razón...  porque  mire  usted  que  poner  escu- 
chas como  si  esto  fuera  un  campo  de  ba- 
talla... 

JaC.  (Por  la  segunda  puerta  do  la  izquierda,  mirándose  la 

lengua  en  un  espejilo  de  bolsillo.)    ¡Demonio,   110 

me  gusta  nada  la  lengua! 
Rosa  Pues  cualquiera  creería  que  le  gusta  á  usted 

mucho,  porque  no  hace  más  que  mirársela 

á  todas  horas... 
Jac.  Ah,  ¿me  observaba  usted?...  Pero  ¡qué  bur- 

lona es  usted,  Rosita! 
Rosa  ¡Pero  qué  aprensivo  es  usted,  Jacobo! 

Jac.  No  lo  crea  usted.  Estoy  deshecho.  Ayer  salí 

de  la  Puerta  del  Sol  al  mismo  tiempo  que  el 

tranvía  del  barrio  de  Salamanca  con  la  idea 

de  llegar  antes  al  cocherón... 
Rosa  ¿Y  no  llegó  usted  antes?... 

Jac.  Sí  llegué,  ¡pero  con  un  palmo  de  lengua 

fuera! 
Rosa  ¡Lo  creo!  ¡Jesús  qué  hombre  más  gracioso! 

Jac.  ¿Gracioso  yo? 

Rosa  Sí,  señor,  graciosísimo. 

Jac.  Vaya,  convénzase  usted  de  lo  contrario.  (Le 

da  un  abarloo  que   saca   del    bolsillo   interior   de   la 

anreriCBua.) 

Rosa  ¡Ah!  ¡Los  versos  pedidos!  Déme  usted  acá... 

(Lee  para  sí,  haciendo  demostraciones  de  entusiasmo  y 

satisfacción.)  ¡Ay!  ¡Preciosos,  preciosos!  No  es- 
peraba yo  menos  de  usted...  Muchísimas 
gracias. 

Jac.  Quite  usted,  por  Dios... 

Rosa  Ahora  mismo  se  los  voy  á  enseñar  á  papá... 

Porque  son  lindísimos,  ¡pero  lindísimos!...  Y 
sobre  todo  muy  sentidos...  ¡pero  tnuy  sentidosl..' 


—  8  — 
VuelvQ,  vuelvo  al  instante..,  (vase  por  la  pri" 

mera  izquierda.) 

Jac.  ¡Caramba  con  la  niña!  Nada,  que  me  tengo 

que  ir  á  Cañaverales.  Si  no,  entre  esta  y  las 
de  ahí  junto  me  van  á  volver  loco.  Por  de 
pronto  á  donde  me  voy  es  á  la  calle...  (aso- 

mániJcBeá  la  puerta  del  foro  y  llamando.)  ¡Machu- 

cal  ¡Machucal 
Mach..         (Dentro.)  ]Señoritol 
Jac.  ¡Tráete  mi  capa,  mi  sombrero  y  el  paquete 

que  está  en  la  mesa! 
Mach.  (Dentro.)  ¡Va! 

Jac.  Diablo,  no  se  me  quita  este  perro  gusto  de 

boca...  (vuelve  á   sacar   el   espejito  y  á  mirarse    la 

leugua.)  Mal,  muy  mal...  ¡Y  qué  paliducho 
me  estoy  quedando!... 


ESCENA  III 


JACOBO  y   MACHUCA. 


Mach.  (Por  el  foro,  con  el   sombrero  y  la  capa  de  Jacobo,  y 

un   rollo  de  papeles  de  música  en  la  mano.)  Sí,   SI, 

mírese  usté  la  lengua...  Aquí  está  esto. 

Jac.  Dame...  (Colaca  el  roUo  de  papeles  de  música  en  la 

camilla.) 

Mach.  (poniéndole  la  capa.)  Ya  se  lo  he  dicho  á  usté, 
señorito:  usté  no  se  pone  bueno  del  todo 
mientras  no  tomemos  el  tren  para  Cañave- 
rales. 

Jac.  Chist...  baja  la  voz...  (uno  y  otro  continúan  ha- 

blando en  voz  baja.)  De  memoria  lo  sé.  Machu- 
ca. ¿Para  qué  me  mandaría  mi  padre  á  Ma- 
drid? 

Mach.  ¡Toma!  Con  el  pretexto  de  los  estudios,  pero 
en  realidad  para  quitarle  á  usted  de  la  cabe- 
za el  noviazgo  con  la  señorita  Gloria... 

Jac.  Como  si  ella  y  yo  tuviésemos  la  culpa  de 

que  su  familia  y  la  mía  no  se  puedan  ver  ni 
pintadas. 

M.\CH.  Injusticias,  señorito,  injusticias.  Y  lo  peor 
de  todo,  es  que  don  Matías  no  lo  deja  á  usté 
irse...  por  lo  que  usté  sabe... 


—  9  — 

Jac  .  Pues  eptá  fresco.  Cada  día  me  es  más  indi- 

ferente la  hija;  ya  ves  tú. 

Mach.  Mire  usté,  á  mí  se  me  ocurre  una  cosa  como 
remedio:  ¿por  qué  no  le  hace  usté  el  amor 
á  una  de  las  niñas  de  aquí  junto? 

Jac.  ¿Qwé  estás  diciendo,  hombre?  ¡De  esas  sí 

que  esto}'  hasta  la  coronilla! 

Mach.  Sí,  pero  es  que  en  cuanto  don  Matías  sepa 
que  tiene  usté  aquí  una  novia  que  no  es  su 
hija,  ¡él  mismo  lo  empaqueta  á  usté  para  el 
pueblo! 

Jac.  ¡Pues  tienes  razón!...  No  había  yo  caído... 

Mach.  Es  claro  que  usté  enamorará  de  mentiri- 
jillas... 

Jac.  ¡y  aun  no  enamoraré!  La  cuestión  es  hacér- 

selo creer  á  Don  Matías... 

Mach.         ¡Justamente! 

Jac.  ¡Ay,  secretario  de  mi  alma,  qué  talento  te 

ha  dado  Dios! 

Mach.  Oiga  usté:  don  Matías  creo  que  está  ahí  ea 
su  escritorio:  vamos  á  empezar  á  hablar  del 
caso  en  voz  alta... 

Jac.  ¡Vamos!  ¡vamos!  (loco  de  alegría.)  Verás  tú: 

¡pasado  mañana  amanecemos  en  Cañavera- 
les!... (D' ja  la  capa  y  el  sombrero  sobre  una  silla.) 

Mach.  (Alzando   la   voz   y    proeuracdo   dirigirla   hacia  la  iz- 

quierda.) ¿Conque  esas  tenemos,  señorito? 
;Conque  está  usté  enamorado  de  la  señorita 
Nati? 

Jac.  (En  vozhpja.)  Hombre,  ya  rae  has  colgado  á 

Nati,  que  es  la  más  cursi.  (En  voz  alia.)  Sí, 
querido  Machuca,  sí  ¿A  qué  negarlo?  ¡Estoy 
enamorado  de  Nati  como  un  burro!  ¡No 
pienso  más  que  en  Nati!  ¡Vivo  para  í^ati! 

Mach.  (En   v<>z    baja.)    Duro,    duro  en    Nati.    (Acércase 

poco  á  poco  con  sigilo  a  la  primera  izquierda.) 

Jac.  ¿Tú  te  has  fijado   bien  en  los  ojos  de  Nati? 

¿Y  en  la  boca  de  Nati?  ¿Y  en  la  gracia  de 

Nati? 

Mach.  (Dtppi:é8d3  asomarEc  á  la  primera  izquierda.)  Baje 

usted  la  voz . 
Jac.  ¿a  mí  qué  me  importa  que  se  enteren? 

Mach.         No,  si  lo  malo  es  que  no  se  enteran,  porque 

no  hay  nadie  ahí  en  el  escritorio. 


-  iO  - 

Jac.  ¿No,  eh?  [Qué  lástima!  Pero,  en  fin,  adelan- 

te con  los  faroles. 

Mach.  ¡Ya  lo  creo!  Yo  le  contaré  la  cosa  á  la  coci- 
nera, y  ella  se  encargará  de  correr  la  voz. 

Jac.  ¡Dios  mío  de  mi  alma!   ¡Te  levanto  una  es- 

tatua en  el  pueblo,  si  aunque  sea  dentro  de 
ocho  días  hablo  por  la  ventana  con  mi  no- 
via! 

Mach.         Me  parece  que  han  llamado;  voy  á  ver  quién • 

es.  .  (Ecraminánfldse  bncia  el  foro.) 

Jac.  Déjate  tú  de  e.'^o:  tú  eres  criado  mío.  Que 

abra  la  cocinera  si  quiere. 
Mach.         No;  si  es  que  también  me  voy  yo  para  abajo. 

(Vase  por  el  foro.) 


ESCENA  IV 

JACOBO,  ROSA,  NATI  y  PüRI,  después  DOÑA  MILAGROS  dentro. 
IiOSa  (Por  la  segunda  izquierda.)  A  papá  le  han  gUSta- 

do  extraordinariamente...  ¡Una  locura! 

Jac.  ¿Sí,  eh? 

EüSA  ¡Muchísimo!  No  podía  menos.  Y  en  seguida 

ha  empezado  con  unas  bromas  y  unas  ton- 
terías... 

Jac.  ¿Sí? 

Nati  (por  ei  foro,  con  Puri.)  Que  sea  enhorabuena, 

hija  de  mi  alma.  ^ 

PüRi  Que  sea  enhorabuena . 

Rosa  ¡Hola!  No  esperaba  esta  visita  tan  agrada- 

ble... 

Jac.  y  ¿á  qué  santo  es  la  felicitación,  puede  sa- 

berse? 

Nati  Quiere  usted  que  le  regalemos  el  oído,  ¿ver- 

dad? A  ver  ese  abanico,  Rosa. 

PüRi  A  ver  esos  versos. 

Rosa  ¡Ah!  ¿Son  los  versos  el    motivo  de?...  Pero, 

¿por  dónde  SáV)en  ustedes?... 

Nati  Hija,  estas  casas  de   Ma(h-id   son  de  cartón. 

Aunque  una  no  quiera,  se  entera  de  cuanta 
ocurre  en  la  del  vecino. 

Jac.  Tiene  usted  razón;  lo  he  observado. 


—  II  — 

PuRi  Mire  usted;  ahora  mismo  se  estaban  dando 

otra  paliza  los  del  entresuelo. 

Nati  No,  no  es  otra;  es  la  misma  que  empezó  esta 

mañana  .. 

Rosa  Yo  oigo  tolas  las  noclies  cuando  se  quita  las 

hotas  el  goido  de  ahí  arriba. 

Jac.  ¿El  del  segundo,  eh?  ¡Y  cuidado  que  estor- 

nuda ese  hombre! 

PuRi  Debe  de  padecer  catarro  crónico. 

Rosa  Para  mí  que  comercia  en  rapé. 

Nati  Bueno,  bueno,  á  ver  el  abanico 

Rosa  Tómalo.  (Se  lo^entregA  á  Nati,  que  lo  lee  para  st  al 

misino  tiemtio  que  Piiri.) 
Nati  (Devolviéndole  el  atanico  a  Rosa  )   ¡Av,    qué   COSa 

tan  linda! 
PufM  ¡.\)'',  qué  versos  tan  bien  puestos! 

Nati  a  .larobo.)  Un  favorcito  tengo  que  pedirle  á 

usted. 
Jac.  Concedido. 

Nati  (¡Ya  lo  sabia  yo!)  Quiero  unos  versos  en  mi 

abanico,  como  los  de  Rosa. 
PcRi  Y'  \'o  otro>-. 

Nati  Y  Agri  querrá  otros  en  cuanto  los  lea. 

PuRi  Y'  (juien  dice  Agri,  dice  Trini. 

Nati  Pues  ¿v  Loli? 

Puia  ¡DigolY  Primi. 

Nati  Y  Kini. 

PüRi  Y  Feli. 

Nati  Y  Paul  i.  . 

Jac.  ;Cielos!  ¡qué  nube!)  .« 

Nati  VMe  invierno  nos  tiene  usted  que  dar  una 

velada. 
Ro.sa  Esteinvierno  nosvamos  ádivertir  en  grande. 

Nati  Nos  iremos  á  casa  que  1  av  piano. 

Jac.  Hombre,  este  precisamente  es  un  regalillo... 

No  sé  si  lo  conocerán  ustedes...  (Desenvoiviea- 

do  el  roUc  que  dejó  sobre  la  camilla. ) 

Rosa  ¿Un  regalillo? 

Nati  ."-era  para  mí.) 

PuRi  A  ver... 

Jac.  El  Be.so.»  Es  un  vals  polka  delicioso. 

Ko>  ;.>gién  tolo  )  ¡Digo  silo  conocemos!  Muchísi- 

mas gracias...  ¿Para  qué  se  ha  molestado- 
ustedr* 


—  12  — 

-Jac.  (¡Oiga!) 

Nati  (Quitándoselo  rápidament»  á  Rosa.)  Yo  Se  lo  agra- 

dezco á  Usted  infinito...  [Es  tan  expresivo 
este  valsl 

Rosa  (¡Qué  osadía!) 

Jac.  (¡Me  gustal) 

Pdri  (Quitándoselo  á  Nati.)  Un  millón  de  gracias... 

Ya  ve  usted...  hace  un  siglo  que  yo  no  toco... 

Rosa  (¿Habrá  descaror*) 

Jac.  (¡Señor,  si  era  para  mi  Gloria!  ¡Si  se  lo  iba 

á  llevar  al  ordinario  ahora  mismo!) 

Rosa  (voivijndo  acogerlo.)  üame  acá,  Pnri.  (¡Bueno 

estaría  que  se  lo  apropiasen  las  muy  des- 
vergonzadas!) (lo  pnne  sob:e  ol  costurero.) 

Nati  (a  pufí.)  (¿No  te  parece  que  el  obsequio  ha 

sido  á  mí?) 

PüRi  (a  Nati.)  (No,  mujer,  á  mí: 3^0  toco  más  que  tú.) 

Rosa  No  ha  podido  usted  elegir  cosa  más  de  mi 

gusto  que  «El  Beso.» 

Nati  ¡Ah!  «El  Beso»  tiene  unos  motivos  encanta- 

dores... 

Rosa  <vE1  Beso»  es  lo  más  dulce  que  puede  darse. 

Jac.  Yo  celebro  de  veras  haber  acertado  tan  de 

lleno...  ¡^Tendré  que  comprar  otro.)  Y  si  us- 
tedes no  disponen  lo  contrario...  me  voy  á 

la  calle.  (Poniéudose  la  capa  y  el  sombrero.)   ¿Qué 
tal  la  noche? 
^ATi  Fresca,  fresca:  abrigúese  usted.  (Embozándolo.) 

No  dirá  usté  que  no  se  le  cuida...  (se  oyen 

Ipolpecitos  en  el  tabique  de  la  derecha.) 

P'üRi  Nati,  mamá  nos  llama. 

Jac.  ¿Por  dónde? 

Nati  Por  aquí,  por  este  tabique. .   ¿Ve  usted?  Lo 

que  decíamos .. 
Rosa  Ése  tabique  es  el  diablo. 

Nati  (Con  intención.)  No  lo  SabeS  tú  bien.  (Acercándo- 

se al    tabique  de  la  derecha  y  hablando  en  voz  alta.) 

¿Mamá? 

Mil.  (Dentro.)  Sí,  yo,  yo.  La  sopa  está  en  la  mesa. 

Nati  Y^a  vamos. 

Mil.  No  tardar  mucho,  que  es  de  arroz  y  papá  se 

enfada  si  se  le  ponen  los  granos  largos. 

JS'ATi  Bueno.  Ande  usied,  Jacobo,  vamonos  jun- 

tos. Asi  nos  deja  usted  en  el  mismo  portón... 


—  i3  — 

Jac.  Tendré  mucho  gusto  en  dejarlas  á  ustedes..^ 

Nati  ¡Ay,  qué  airable! 

Jac.  Pasen  ustedes. . 

Nati  Hasta  luego,  Rosita. 

PuRi  Adiós,  heruiosa. 

Rosa  Adiós.  (Se  van  Jos  tres  por  el  foro.) 


ESCENA    V 

ROSA    y    DON    MATÍAS 

Rosa  ¡El  diablo  se  las  lleve!   ¡Cuidado  si  son  en 

trometidas  y  fastidiosas!  Y  sin  comerlo  ni 
beberlo  querían  quedarse  con  el  regalo  de 
Jacobo. 

Matías  (ror  la    primera   Izquierda.)    En    el    COmedor    86 

oye  todo,  hija:  como  si  no  hubiera  tal  ta- 
bique... 

Rosa  ¿Has  estado  escuchando? 

Matías  Más  de  cinco  minutos.  Allí  está  den  Esta- 
nislao charlando  de  toros  con  su  futuro- 
yerno.  No  entiende  una  palabra.  ¡Mira  que 
decir  que  el  Habichuela  no  se  tira  bien! 

Rosa  ¡Papá,  por  Dios!  ¿Quién  piensa  ahora?... 

Matías        También  han  hablado  algo  de  Jacobillo. 

Rosa  ¿Sí?...  Voy  á  oir,  voy  á  oir  lo  que  dicen, 

(Vase  por  la  primera  izquierda.) 

Matías  ¡Estamos  aviadosl  Y  este  de  aquí,  ¿será  tan- 
acústico  como  el  otro?   A  ver  si  me  entero... 

(Se  acerca  al    tabique  de  la  derecha  y  aplica  el  oído.) 


ESCENA  VI 

DON  MATÍ\8  y  QUIR0GA 
» 

QuiR.  (Por  el  foro.)  ¡Matías! 

Matías  (eu  voz  bBja.)  Matías  han  dicho.  Lo  he  perci- 
bido claramente.  (Se  pega  más  al  tabique.) 

Qdir.  ¿Qué  diablos  hará? 

Matías  (como  ames.)  Qué  diablos  hará.  Como  uii- 
eco. 

QjiR.  ¡Tiene  gracia! 


_  u  — 

IVIatías        Tiene  gracia.  Se  oye  lo  mismo  que  si  habla- 
ran en  esta  habitación. 
QuiR.  Pero,  ¿te  has  vuelto  loco,  Matías? 

Matías  (Volv  endose  hacia  Quiroga  con  sorpresa,  y  muy  eno- 

jado después)  ¿Qué?  ¡Ah!  ¿eres  tú?...  ¿Eras  tú 
quién  hablaba? 
QuiR.  Yo  mismo. 

Matías        ¡Mira  qué  chispa  tiene?,  hombrel  ¡Mira  qué 

oportuno  te  ha  hecho  Dios! 
QuiR.  ¿Te  incomodas? 

Matías        ¡Hago  lo  que  me  da  la  ganal  Para  eso  estoy 
en  mi  casa...  es  decir. .  ¡Si...  en  mi  casa...  ¡en 
colaboración  con  doña  Milagros! 
'<5uiR.  No  entiendo  ni  jota. 

Matías        Ni  falta  que  te  hace.  Dispensa,  ¿Cómo  te- 
va  desde  que  no  nos  vemos?  Ya  sé  que  has 
tenido  de  parto  á  tu  señoia.  (s;  sientan )  ¿Han 
sido  dos,  como  de  costumbre? 
t^üíR.  |No,  hijo  de  mi  alma!  ¡Han  sido  tres! 

Matías        Pero  hombre,  Santos,  ¡tu  señora  es  un  tren 

botijo! 
•QüiR.  No  me  he  dado  un  tiro  por  falta  de  dinero 

para  el  revólver. 
Matías        Parece  mentira  que  seas  tú  agente  de  ma- 
trimonios. Y,  á  propósito,  ¿qué-  tal  va  esa 
agencia? 
QuiR.  De  mal  en  peor. 

Matías       ¿A  cuántos  has  casado  esta  semana? 
"Ql'Ir.  Vais  á  tener  que  dejar  de  llamarme  el  cura: 

¡á  uno  nada  más! 
-Matías        ¿Nada  más?  Pues,  hombre,  yo  puedo  propor- 
cionarte un  negocito...  A  ver  si  casas  á  mi 
huésped. 
'QuiR  ¿A  qué  huésped? 

-Matías        Al  hijo  de  un  íntimo  amigo  mío,  á  quien 

tengo  en  casa.  Ahora  te  hablaré. 
^QuiR.  Habla  lo  que  gustes.  ' 

Matías        Tú  no  me  negarás  que.  á  no  ser  por  mí,  que 
te  coloqué  en  esa  agencia  de  matrimonios, 
te  hubieses  tirado  al  estanque. 
■QüiR.  Desde  luego. 

Matías        No  me  negarás,  por  lo  tanto,  que  me  debes 

la  vida. 
'í^uiR.  ¿Cómo  he  de  negar  una  cosa  tan  clara? 


—  15  — 

Matías  La  vida...  la  vida  y  cuatro  duros. Pero,  en  fin, 
de  los  cuatro  duros  no  se  hable  Sí,  Sí>u  cua- 
tro: primero  te  di  dos...  ¿recuerdas"?  Por  más 
que  ya  digo  que...  Y  iuego  otros  dos  ..  ca- 
balmente ..  Aunque  te  repito  (\ue  no  hay 
que  hablar  de  ello...  Y  no  sé  cuándo  me  los 
piensas  pagar..  Pero  ya  se  sabe  que  de  eso 
ni  me  acuerdo  siquiera, 
•QuiR.  (Del  Padre  Cobos.)  Pues  yo  juraría  que  no  te 

debo  cuatro,  sino  tres  y  medio.  Porque  un 
medio  hay. 
Matías        Podrá  ser;  pero  no  es  el  medio  de  cobrarte, 

seguramente. 
QüiR.  Hombre,  Matías,  ponte  en  mi  situación;  mi 

muje-r  es  una  ruina;  no  ha}'^  dos  cristianos 
que  se  casen...  y  hacen  bien;  no  gano  un 
céntimo.. 
Matías  Pero,  señor,  ¿no  te  estoy  diciendo  que  no  te 
preocupes?  Vamos  al  grano.  Sabrás  que  ese 
mozalb^te  á  quien  tengo  en  casa...  es  hom- 
bre de  posibles 
QuiR.  (FrotándíEe  ins  manos.)  Xo  me  digas  más:  ¿con 

quién  lo  embarco? 
Matías        Poco  á  poco..   Mi  intención,  que  á  nadie  he 
declarado,  es  embarcarlo  con  mi  hija  Rosa. 
¿Qué  te  parece? 
QuiR.  Que  veo  que  barres  para  dentro. 

Matías        Tú  me  ayudarás,  ¿eh? 

Qdir.  Dalos  por  casados.  Ya  sabes  quién  soy  yo. 

Sobre  que  Rnsita  es  una  monada  y  ese  pollo 
no  será  un  pasmarote. 
Matías        ¿Qué  ha  de  ser?  Si  yo  presumo  que  ya  hay 
algo  entre  ellos...  Aguar«ia;  en  su  cuarto  ha 
de  estar.  Voy  á  presentártelo  (se  levantHn.) 
QuiR.  Sí,  hombre,  que  venga...  Verás  tú  qué  labia 

la  n)ÍH  h:;blando  de!  amor  conjugal...  Voy  á 
ponerle  la  cabeza  así .. 
Matías        Hombie,  no;  eso  más  adelante.  No  te  preci- 
pites. Ahora   vuelvo.   (Vase  por   la   segunda  iz- 
quierda.) 


i6  — 


ESCENA  VII 

QUIROGA     y     ROSA 
Rosa  (Por  la  primera  izquierda.)  ¡All,  que  está  üquí  el 

cura!  ¡Gracias  á  Dioá  que  viene  usted  á  ver- 
nos, señor  Quirogal 

QuiR.  Adiós,  criatura  incomparable. 

Rosa  ^.Y  papá? 

QuiR.  Ha  ido  por  el  huésped  para  presentármelo. 

Rosa  ¿Por  JacoboV  Si  Jacobo  ha  saüdo... 

QüiR.  ¡Diantre!  ¿Pero  ese  joven  está  en  la  calle  me- 

jor que  en  casa? 

Rosa  Por  lo  visto. 

QuiR.  No,  pues  no  eran  esas  mis  noticias.,,  (se  oye 

gritar  á  don  Matías.) 

Rosa  ¿Grita  papá? 


ESCENA    VIII 


DICHOS  y   DON  MATÍAS 

Matías         (Por  la  segunda  izquierda,  con  una  carta  en  la  mano, 
todo  nervioso  y  descompuesto.)  ¿En  dónde   SC  ha 

metido?...  ¡Lo  mato!  ¡Lo  matol 
Rosa  ¿Qué  te  pasa,  papá? 

QuiR.  ¿Qué  es  eso,  hombre? 

Matías        ¡Lo  matol  Es  un  golpe  muy  rudo  para  mí. 

¡Lo  mato! 
Rosa  ¿Quieres  explicarte? 

Matías       No  acierto   .   no  acierto  á  decirlo...  ¿Qué- 

piensan  ustedes  que  es  Jacobo?  Imagine» 

ustedes  lo  peor:  una  atrocidad  cada  uno. 
Rosa  ¡Ay,  Jesús!  ¿Tal  vez  anarquista? 

QuiR.  ¿Jugador?...  ¿borracho?... 

Matías        iCa!... 
Rosa  ¿Protestante?. 

Matías        ¡Cal... 
QuiR .  ¿De  la  ronda  secreta? 

Matías        iCal... 
Rosa  Pues  entonces. . . 


—  47  — 


Matías 
Rosa 
QuiK. 
Matías 


Rosa 


Matías 

QU!R. 

Rosa 
Matías 

QOIR. 

Rosa 
Matías 


¡Ca...  ca. .  casado! 

¿0388(10? 

¡No  podía  romper  á  decirlo!  Aquí  está  la 
prueba:  esta  carta,  sin  concluir,  sorprendida 
sobre  su  mesa. 

A  ver...  ¡Si;  su  misma  letra!  ¡Dios  mío,  ca- 
sado! Ya  me  temía  yo  que  nos  ocultaba  al- 
guna co<a.  Siempre  que  le  hablaba  de  no- 
vias se  ponía  como  un  tomate  y  variaba  de 

conversación...  (pasean  Jos  tres  agitadísimos  en  di- 
versas direcciones.) 

jCasado! 

¡Casado! 

(Casado,  papá,  casado! 

¡Casado,  hija,  casado! 

jCas..do! 

¡Casado! 

¡Casado! 


ESCENA  IX 


DICHOS,   NATI,    PURI   y   DOÑA   MILAGROS 
(salen  una  detrás  da  otra  por  el  foro.) 

Nati  ¿De  veras  es  casado? 

PüRi  ¿Es  casado? . . . 

Mil.  Pero,  ¿es  posible  que  sea  casado? 

Matlas       (Furioso.)  ¿Éh?  ¿Qué  invasión  es  esta?...  ¡Rayo 

en  el  tabique! 
Rosa  (\'a  á  haber  que  decirle  á  la  cocinera  que  no 

les  abra  ) 
Matías       ¿Y  cómo  no  viene  el  resto  de  la  colección? 
Mil.  Furque  se  han  quedado  todas  con  Hipo. 

QüiR.  ¿Con  hipo  todas?  ,Qué  angustia! 

Mil.  Con  Hipo,  con  Hipólito,  mi  futuro  yerno. 

Matías        ¡El  tiempo  que  pierde  usted  por  partir  los 

nombres,  doña  Mila! 
Rosa  Dejarse  ahora  de. .  Veamos  lo  que  dice  la 

carta.  Anda,  lee...  (L»  colocación  de  ios  personajes 
es  la  siguiente,  de  derecha  á  izquierda:  don  Matlas, 
Boaa,  Quiroga,  doña  Milagros,  Mail  y  Pari.  L»  caita» 

2 


—  18  — 


según  el  diálogo    indica,    va    pasando    por   todas   la? 
manos  ) 
Matías  (Leyendo.)  «Mi  querida    esposa...»    (Asombro  ge- 

neral.) 

Rosa  ¿Eso  dice?  A  ver.  «¡Mi  querida  esposal» 

QuiR.  «¡Mi  querida  e.sposa!» 

Mil.  «¡Mi  querida  esposa!» 

Nati  «¡Mi  querida  esposa!» 

PuRi.  «¡Mi  querida  esposa!» 

Matías  (pasando  junto  á  Puri.)  ¿Pero  á  ustedes  qué  dia- 
blos se  les  da?  ¡Venga  la  carta!  (Lee.)  «Mi 
querida  esposa...»  Y  que  es  su  letra...  ¡cuer- 
no si  es  su  letra! 

PüRI  (volviendo  á.  coger  la  carta.)  ¡Sí,  SÍ,  SU  letra! 

Nati  ¡Su  letra! 

Mil.  ¡Su  letra! 

QuiR.  ¿Su  letra? 

Kosa  ¡Su  letra! 

Matías  (pasando  junto  á  Rosa.)  ¡Por  vida  del  ir  y  venir! 

Mil.  (náiidoledistraldaun pellizco  á  Quiroga.)  (¡Bandido!) 

QüIR,  (Griíando.)  ¡Ay! 

Matías        ¿Que  pasa,  hombre? 

QuiR.  ¡Que  esta  señora  me  ha  dado  un  pellizco! 

Mil.  Dispense  usted,  Quiroga;  creí  que  era  mi 

esposo,  ¿sabe  usted? 

QuiR.  I  Pues  vaya  una  equivocación,  señora  mía! 

Rosa  ¿Acabamos  ó  no? 

QuiR.  Trae  acá:  verás  tú  como  yo  la  leo.  (coge  la 

cana  y  lee.)  «Mi  querida  esposa...»  Bien  mi- 
rado aun  no  hay  fundamento  para  alarmar- 
se. La  carta  está  sin  concluir  y  por  tanto 
sin  firma.  Y  á  juzgar  por  este  principio, 
acaso  pueda  ser...  ¿qué  diré  yo?...  una  bro- 
ma á  cualquier  amiguita. 

Nati  Sí,  quizás  sea  una  broma 

Mil.  Pues  es  una  broma  de  pueblo. 

Rosa  Siga  usted,  Quiroga. 

Matías        Sigue. 

QuiR.  (Leyendo.)  «Mi  querida  esposa:  celebro  mucho 

»que  te  halles  cada  día  mejor,  desde  que  sa- 
»lÍ8te  de  tu  cuidado.» 

Matías        ¡Qué  bromista! 

Mil,  Cuidado,  Quiroga. 

QüIR.  Cuidado  he  dicho. 


—  19  — 

Mil,  Digo  que  tenga  usted  cuidado,  porque  están 

mis  niñas  delante. 

Matías        ¡Señora,  que  se  pongan  detráts! 

QoiR.  (Leyendo )  «...de  tu  cuidado.»  Punto  y  aparte. 

cHas  de  saber ..» 

Mil.  y  pone  has  con  hache. 

Nati  [Como  si  fuera  el  as  de  oros! 

QuiR.  «Has  de  saber  para  tu  gobierno,  Basilisa...» 

KosA  ¡Basilisa!  ¡Vaya  un  nombre  prosaico! 

QuiR.  «...que  quiero  que  al  nuevo  rorro,  por  ser  el 

quinto  varón  que  me  das...» 

Matí\3        ¡Continúan  las  bromitasl 

Mil.  ¡El  quinto! 

QüiR.  .Mira  que  el  quinto! 

Matías  ¿Es  bromear,  eh?  Pues  los  cinco  me  deben 
la  vida. 

QuiR.  ¿Los  cinco? 

Matías        La  vida  nada  más,  ¿estamos? 

Mil.  ¡Tener  cinco  varones!  ¡El  sueño  dorado  de 

Esta! 

QüiR.  ¿De  quién? 

Mil.  De  Esta. 

QüiR.  ¿De  cuál? 

Mil.  De  Esta.-,  de  Estanislao...  Mi  marido  se  lla- 

ma Estanislao. 

Matías  ¿Y  qué  tenemos  que  ver?...  ¡Adelante,  hom- 
bre! 

QuiR.  «...le  pongamos  por  nombre  Uicifinio.» 

Rosa  No  siga  usted;  ¿á  qué  hemos  de  saber  más? 

Mil.  Lo  que  es  yo,  si  sigue,  me  retiro  con  las  ni- 

ñas. 

Matías        ¡Sigue! 

Mil.  (Dándole  otro  pellizco  á  Qulroga.)  (¡Tomal) 

QüiR.  ¡Ay! 

Matías        ¿Otra  vez?... 

Mil.  Perdone  usted,  Quiroga,  creí  que  era  Esta. 

QoiR.  ¡Señora,  pues  es  esíe;  fíjese  usted  bien! 

Matías  Dame  tú  la  carta,  y  se  acabó  la  presente 
historia 

QuiR.  Ya  no  dice  nada  de  particular:  que  Gaspa- 

rín  tiene  escarlatina  y  que  Trifoncito  está 
echándolas  muelas...  Toma,  (Leda  la  cana.) 

Matías  (¡Esta  la  concluye  de  escribir  en  Cañavera- 
les el  mozo  ese!) 


—  20  - 

Rosa  (a  Nati  y  á  Puri.)  Lo  he  visto  y  no  lo  creo.  Me- 

parece  imposible  que  sea  casado  un  hombre 
que  tan  obsequioso  se  muestra  conmigo. 

Nati  Mira,  si  lo  dices  por  lo  del  vals,  te  engañas; 

porque  el  regalo  fué  á  mí  á  tiro  hecho. 

Puri.  A  mi  sí  que  fué,  que  soy  la  que  más  toca. 

Matías        ¡Pero,  señor,  que  no  hemos  de  poder  tratar 
aquí  nada  sin  ustedes!  ¡Es  mucho  sinol 

Nati  (a  doña  Milagros.)  (Vámonos,  mamá,  que  está 

la  atmósfera  muy  cargada.)  (cogieudo  á  Puri 
del  brazo.)  Vente,  Puri,  que  le  estorbamos  á 
don  Mat  as 
'Matías  No  me  estorban  ustedes,  porque  yo  me  lar- 
go con  esta  allá  dentro.  ¡Hasta  grosero  hay 
que  volverse!  Vente,  Rosita. 

Rosa  ¡Ay,  á  mí  me  va  á  dar  algo!  (vase  con  den  Ma- 

tías por  la  primera  Izquierda.) 

Nati  (Yéndose    con  Puri  por  el  foro.)  (¡Mire  USted  qUC 

ser  casado  ese  hombre  después  de  lo  que  he 
oído  yo  por  el  tabique!) 

Mil.  Un  momento,  Quiroga.  Sabrá  usted  que  mi 

Trini  se  casa. 

QuiR.  ¿Se  casa? 

Mil.  Sí,  señor;  y  yo  quiero  que  usted  y  su  agen- 

cia corran  con  todo. 

QuiB.  Señora,  tanto  honor  ,.  Me  considero  resarci- 

do con  creces  de  las  caricias  á  Esta. 

Mil.  Bueno,  véase  usted  con  Hipo. 

QüiR.  ¿Yo  con  hipo?  ¿Con  hipo  yo?  ¿Para  qué? 

Mil.  tei  Hipo  es  Hipólito,  el  novio  de  Trini. 

QuiR.  ¡Ah>  ya!  Me  había  olvidado...  Perfectamen- 

te. Luego  pasaré  .. 

Mil.  Pues  hasta  luego. 

QaiR.  A  los  pies  de  usted,  señora. 

Mil.  (Q'ie  al  irse  por   el   foro   tropieza  con    Machuca,   que 

sae  )  ¿Va  usted  ciego,  hijo  mío? 
Mach.         Señora,  usted  dispense. 


QüIR. 


ESCENA    X 

QUIROGA    y  MACHUCA 

(Hola;  este  ha  de  ser  Jacobo,  el  novio  falli- 
do.) Felices  noches. 


—  21  — 

Mach  .         Dios  guarde  á  nsté. 

*QuiR.  (iQué  mala  traza  tiene!)  ¿Cómo  va,  mi  que- 

rido señor?  ¿Se  encuentra  bien  en  los  Ma- 
driles?  ¿Ha  estado  usted  en  algún  teatro? 
¿Ha  visto  alguna  corrida  de  k)i-os?  ¿Y  el 
Museo?  ¿y  el  Retiro?  ¿y  la  Puerta  del  Sol? 

Mach.         Que  se  quite  la  Puerta  del  Sol  donde  esté  la 
calle  Real  de  Cañaverales. 

^-QuiR.  Bueno;  que  se  quite.  (Es  un  animal  de  be- 

llotas. ¡Y  que  iVlatías  quisiera  casar  á  sa 
hija  con  este  ganso!)  ¿Y  de  su  Basilisa,  ha  . 
sabido  usted?  ¿y  de  Urrifinito?  ¿y  de  los 
otros  cuatro?  ¿Cómo  está  Gasparín  de  la  es- 
carlatina? ¿Qué  tal  va  echando  las  muelas 
Trifoncito? 

"M.'-CH.         ¿Eh?  (Pero  ¿cómo  se  habrá  enterado  este 
tío  brujo?) 

•QuiR.  Supongo  que  habrá  ganillas   de   volver  á 

verlos... 

Mach.         Usté  calcule...  la  tierra  de  uno  y  la  gente  de 
uno,  tiran,  tiran... 

Qum.  ¿De  qué  tira  su  gente  de  usted? 

Mach.         Éso  usté   lo  sabrá,  si  también  tiene  chi- 
cos. 

QuiR.  ¿Si  tengo  chicos?  ¡Pues  apenas  pica  el  sol! 

Sólo  que  los  míos  no  son  todos  varones 
como  los  de  usted. 

Mach.        (¡Otra!  ¿también  sabe  eso?) 

-QuiR.  Los  míos  van  alternando  varones  y  hem- 

bras. Un  niño,  una  niña;  un  niño,  una  niña... 
Es  una  prole  que  está  en  verso. 

Mach.         ¿Sí,  eh? 

»QuiR.  Catorce  tengo  ya.  Un  soneto.  Y  le  estoy 

ten  iendo  más  que  á  un  dolor  al  e.^trambo- 
te.  En  fin,  con  permiso  de  usted  me  retiro. 
Despídame  de  Matías,  ¿eh?  (Voy  a  buscar  á 
Hipo.)  Dígale  que  volveré  en  pasando  un 
rato.  Y  mil  gracias,  ¿eh?  Santos  Quiroga  y  M. 
del  Padul,  representante  de  la  agencia  ma- 
trimonial intitulada  «El  Dulce  Himeneo,» 

Colmillo.  7.  (Retrocediendo  hacia  el  foro  y  ha 
ciendo  una  cortesía  á  cada  ffHse.)  Servidor  de  US- 

ted...  Muy  señor  mío...  Tanto  gusto...  Beso  a 
usted  la  mano...  Hasta  otro  instante...  Que 


—  22  — 

vaya  bien...  Beso  á  usted  la...  (¡  Ah,  que  ya  lo 
he  dicho!)  Adiós,  (vass  por  oi  foro.) 

MaCH,  (Yéndose  por  el  foro,  hacia  la  izquierda.)  jReCOntra! 

|El  se  lo  dice  todo!  ¿Y  cómo  conocerá  á  mi- 
gente? 


ESCENA  XI 


Matías 


Jac. 

Matías 
Jac. 

Matías 
Jac. 

Matías 

Jac. 

Matías 

Jac. 
Matías 

Jac. 

Matías 

Jac. 


Rosa 

Jac. 

Rosa 
MatIas 


DON  MATÍAS  y  JACOBO;  después  ROSA 

(Por    la   primera    izquierda.)    [Pobre    muchachal ' 

¡Qué  chasco  se  ha  llevado!  ¿Pues  y  yo?  ¡Va- 
mos, que  tener  cinco  hijos  y  consentir  que 
le  pague  el  médico!...  ¿Dónde  se  habrá  me- 
tido Quiroga?  Se  habrá  ido  ya  cansado  de 
esperarme. 

(Por  el  foro,  eiobozado  en  la  capa.)  SeñoreS,  haCG 

un  frío  de  todos  los  diablos. 
(Fijándose  eu  jacobo.)  Embozado  primero. 
Aquí  no  lo  sentirán  ustedes,  pero  yo  vengo 
tieso. 

¡Generación  raquítica!  (Así,  durito.) 
Diga  usted,  don  Matías;  el  primer  síntoma  • 
de  la  pulmonía  ¿cuál  es? 
Estorbar. 
¿Cómo? 

¿Crees  que  ya  la  traes  entre  pecho  y  es- 
palda? 

¡No  lo  permita  Diosl 

¡Como  tienes  esas  aprensiones  tan  neciasl' 
(Así,  así.) 

Don  Matías,  ¿se  enfada  usted? 
Pero  oye,  ¿va  á  ser  cosa  de  andar  siempre^ 
bailándote  el  agua? 

(¡Qué  grosero!)  (sale  Rosa  por  la  primera  izquierda 
y  va  á  coger  el  b.islidor  que  está   8<  bre  el  costurero.) 

Hola,  Rosita...  ¿Va  usted  á  bordar? 

Ah,  que  está  usted  aquí.  No  señor,  ¿no  ve 

usted  que  voy  á  freir  espárragos? 

¿Eh? 

¡Qué  pregunta  más  sosa! 

¡Más  estúpida,  hubiera  dicho  yo!  (¡Así;  en 

crudo !) 


—  n  — 

Jac.  Vaya,  hasta  luego:  veo  que  están  ustedes  de 

mal  humor...  y  la  pagan  conmigo.  Me  voy  á 
mi  cuarto  á  seguir  la  carta  de  Machuca.  (Lla- 
mando desde  la  pueita  del  foro.)  ¡Machucal  (Vaae 
por  la  segunda  izquierda.  Don  Matías  y  Rosa,  como 
SEaltadcs  por  uua  misma  idea,  se  miran  con  angustia.) 


ESCENA  XII 


ROSA,  DON   MATÍAS  y  MACHUCA,   después  JACOBO 


Rosa 
Matías 
Rosa 
Matías 


Mach. 

Rcsa 

Matías 

Rosa 

Matías 

Mach. 

Matías 

Mach. 

Matías 

Mach 

Rosa 

Jac. 


Matías 


Rosa 
Matías 

Mach. 
Matías 

'líOSA 

Jac. 
Matías 


¿Has  oído  papá?   t 

¡He  oído! 

¡Hemos  obrado  de  ligero! 

Me  parece...  (Sale  Machuca  por  el  foro  y  se  enca- 
mina á  la  segunda  izquierds.)  ¡Chss!  ¡Vcilga  USted! 
(cogiéndolo  por  un  brazo.) 

¿Qué  pasa? 

(Con  mucha  ansiedad.)  ¿Es  UStcd  CaSado? 

(lo  mismo.)  ¿Sabe  usted  escribir? 

¿Tiene  usted  cinco  hijos? 

¿Se  llama  el  menor  Urci...  rábanos? 

Se  llamará  Urcifinio,  Dios  mediante. 

¡Ciertos  son  los  rábanos! 

¿Qué  rábanos? 

Los  toros. 

¿Qué  toros? 

(¡La  erramos  esta  vez!  ¡Pícara  carta!) 

(Por  la  segunda  izquierda  )    ¿Han    vistO    UStedeS 

por  casualidad  una  carta  que  había  sobre 
mi  mesa? 

(con  risa  forzada.)  ¡Ja,  ja!  ¿Que  SÍ  hemos  vis- 
to?... (a  Rosa )  (Ríete,  ríete.)  ¿Que  si  hemos 
visto  encima  de  tu  mesa...?  (¡Ríetel) 
jJa,  ja,  ja! 

¡Ja,    ja,    ja!    (a   Machuca,    creyendo    que  ee  Rosa.) 
(¡Ríete,  ríetel) 
¿Eh? 
¡Ja,  ja,  ja! 
¡Ja,  ja,  ja! 

¿De  qué  se  ríen  ustedes? 
¡Pero  qué  tontísimo  te  ha  hecho  Dios! 


—  24  — 


Rosa 

Matías 

Jac. 

Matías 

Jac. 
Matías 


Jac. 


Matías 

Rosa 
Matías 

Rosa 


¿No  ha  comprendido  usted  que  bromeába- 
mos? 

Aquí  tienPS  la  carta.  (Dándosela.) 

¿Y  para  qué  la  cogió  usted? 
¡Toma!  ¡Para  que  la  echaras  de  menos  y  em- 
bromarte! A  Rosita  se  le  ocurrió... 
¿A  usted,  Rosita? 

¿Cómo  usted?  ¿Qué  es  eso  de  usted?  ¡Tú  por 
tú!  ¡Eutre  muchachos  huelgan  los  cumpli- 
dos! A  tu  edad...  á  tu  edad  tuteaba  yo  á  la 
madre  de  esta...  Es  verdad  que  llevábamos 
seis  años  de  casados. 

(¡Canario  con  la  bromita  de  la  cartal)  Bueno, 
Machuca,  luego  terminaremos. Toma,  y  espé- 
rame en  mi  cuarto.  (Le  da  la  carta.    Machuca  se 
va  por  la  segunda  izquierda.) 
(a  Rosa,  de  repente,  lleno  de  júbilo.)  (NoS  ha  toca- 

do  el  premio  gordo,  hija  mía! 
¿Por  qué? 

¡Porque  la  gente  de  aquí  junto  cree  que  Ja- 
cobo  es  casado,  y  nos  deja  en  paz! 
¡Tiene  usted  razón!) 


ESCENA    XIII 


DICHOS.  DOÑA  MILAGROS,   NATI  y  PÜRI.    Salen   por    el  foro  ra- 
diantes de  alegría  y  van  entregándole  á  Jacobo  sus  abanicos,   según 
indica  el  diálogo.  Jacobo  los  deja  sobre  la  camilla. 


Nati. 

PüRI 

Mil. 

Matías 

Rosa 

Jac. 
Mil. 


Jac. 
Mil. 
Nati  , 


Mi  abanico. 

El  mío. 

El  de  Trini,  el  de  Feli,  el  de  Primi,  el  de  Agri, 

el  de  Emi,  el  de  Loli  y  el  de  Pauli... 

¡Ira  de  Dios!  ¡Ese  tabique!...  ¡Me  mudo!  ¡Tú, 

Rosita;  mañana  á  buscar  cuarto! 

("¡Nuestro  gozo  en  un  pozo!) 

(¡Estoy  divertido!) 

Usted  perdone,  pero  no  era  cosa  de  dejar  á 

ninguna  de  ellas  sin  sus  versitos.  Y  como 

da  la  casualidad  de  que  son  nueve... 

Vamos,  como  las  musas. 

¿Qué  es  eso  de  las  musas? 

Mamá,  las  musarañas. 


—  25  — 

IMiL.  ¡Ahí  ¿las  musarañas  eran  nueve? 

Matías  Sí:  ¡por  eso  está  usted  siempre  pensando  en 
las  musarañas!  (Las  quitaré  de  aquí.>  Con- 
que vamonos  al  comedor,  que  Jacobo  va  á 
estudiar  ahora  (a  jacobo.)  (Me  las  llevo  para 
que  te  dejen  en  paz  ) 

Rosa  8í.  sí,  vamonos,  (a  jacobo  )  (¿Ha  visto  usted 

qué  plaga  de  niñas?)  Vente,  Puri. 

Matías        Vayan,  vayan  pasando,  (por  ei  orden  que  indica 

el  diálogo,  se  vhd  todos  por  la  primera    izquierda.) 

PuRi  (a  rosh  )  Vamonos  nosotras. 

Nati.  (a  jacobo.)  (Tenemos  luego  que  echar  un  pa- 

rrafito.) 

Matías  Tome  usted  mi  brazo,  Nati.  (A  esta  hay  que 
llevársela  á  remolque.)  (se  va  con  eiia.) 

Mil.  (a  jacobD.)  Ya  me  ha  dicho  Nati  la  conversa- 

ción que  tuvo  usted  antes  con  Machuca. 

Jac.  (Alármalo.)  ¿Qué  conversación? 

Mil.  Una...  dedicada  á  ella.  La  oyó  por  el  tabi- 

que 

Jac.  ¿Por  el  tabique?  ¿Qué  está  usted  diciendo? 

Mil,  (R.-meiiandoá  jícobo.)  «¡Yo  uo  pienso  más  que 

en  Nati!...»  «¡Yo  vivo  para  Nati!...»  «¡Yo  me 
muero  por  Nati!...» 

-Jac.  ¡I^emonio! 

Mil.  No  te  asustes,  hombre...  Te  advierto  que  ni 

Esta  ni  yo  nos  oponemos...  Puedes  ir  prepa- 
rándolo todo... 

Jac.  (¡Qué  barbaridad!  ¡Y  me  tutea!) 

Matías  (SoHendc  por  donde   se  fué  y  llevándose    á   doña    Mi- 

lagros.) ¡Doña  Milagros,  por  amor  de  Dios!... 
Mil.  Voy,  voy...  Hasta  luego,  Jaco,  (se  va  con  don 

Mi.tlas.) 

Jac.  ¿.Jaco,  señora?...  ¡Maldición!  ¡Ha  sido  peor 

el  remedio  que  la  enfermedad!...  Ahora  si 
que  no  sé  lo  que  va  á  pasarme,  que  me  sien- 
to morir...  (Déjase  caer  en  una  silla.) 

ESCENA  XIV 


JACOBO     y    QUIROGA 


QuiR.  (Por  el  foro.)  Pues  señor,  ese  Hipo  no  parece 

por  ninguna  parte.  (Reparando  en  Jacobo.)  ¿Eh? 


—  26  — 

Jac.  Caballero... 

QuiR.  ¡Ah!...    ¡Hombre,  hay    casualidades  en    el' 

mundol.  .  Usted  perdone,  señor  mío...  ¿Por 
ventiira  es  usted,..?  (¿Cómo  le  llamo  yo?) 
¿Por  ventura  es  usted  el  feliz  mortal  que 
adora  en  una  de  las  hijas  de  doña  Milagros 
Rodríguez? 

Jac.  (Mny  sorprendido.)  ¿Qué?  Pero,  ¿usted  por  dón- 

de sabe?  ¿Han  hecho  ya  correr  esa  especie? 

QuiR.  ¿ÍAiego  es  usted,  sin  duda? 

Jac.  Yo... 

QuiR.  (Ya  no  te  me  escapas.) 

Jac.  (¡Esta  tribu  de  aquí  al  lado  es  temible!)  (se- 

sienta  a  la  izquierda.) 

QüiR.  Pues  bien,  mi  querido  amigo.  Sí,  sentémo- 

nos. (Se  sieifta  al  lado  de  Jacobo.)  Yo,  p;>ra  .«ervir 
á  usted,  soy  Santos  Quiroga  y  M.  del  Padul^ 
representante  de  la  agencia  matrimonial 
intitulada: «El  Dulce  Himeneo,»  Colmillo, 7,. 
y  tengo  encargo  especial  de  doña  .Milagros, 
de  verme  con  usted  para  marchar  de  acuer- 
do en  los  pormenores,  disposición  y  consu- 
mación del  casamiento. 

Jac.  ¿Del  casamiento?  ¡Oigal... 

QuiR.  Usted  es  el  que  ha  de  oir.  La  agencia,  señor 

mío,  se  encarga  de  todo,  abi-oluíamente  de 
todo,  y  principia  por  buscarle  á  usted  apro- 
piado domicilio  y  per  amueblárselo  con  lujo 
asiático,  si  así  lo  desea,  herma nrndo  al  más 
'  voluptuoso  comfort,  el  simbolismo  adecuado 
á  dos  seres  que  se  unen  para  siempre  con 
cadena  de  flores. 

Jac.  (Vaya,  lo  mejor  es  no  hacerle  caso  )(se  levan- 

ta y  pasea.  Qniroga  lo  sigue.) 

QuiR.  Por  ejemplo:  la  alcoba  nupcial  podemos  po- 

nerla de  rosa;  de  rosa,  como  el  porvenir  de 
la  amante  pareja.  El  comedor  de  verde:  es- 
permza:  nunca  faltará  que  corcer...  Y  por 
ahí  adelante. 

Jac.  (¡En  mi  vida  me  he  visto  en  otral  ¡Hay  que- 

tomarlo  á  risal) 

QuiR.  Llega  por  fin  el  suspirado  día  del  enlace... 

Y  aquí  te  quiero,  agencia.  Antes  de  la  cere- 
monia, en  la  ceremonia  y  después  de  la  ce-^ 


—  27  — 

remonia,  tendrá  usted  murga  á  la  puerta^ 
chiquillos  que  griten,..  No  debe  usted  esca- 
timar: eso  alegra  mucho.  Sin  contar  conque 
la  murga  la  tendrá  usted  aunque  no  quiera. 

Jac.  Sobre  todo  si  anda  usted  por  allí  (se  sienta.) 

QuiR.  (senurdose  á  su  lado  )  Una  vez  casados,  la  agen- 

cia procura  por  hábiles  medios  evitar  á  los 
novios  todo  quebradero  de  cabeza,  para  que 
solo  piensen  en  la  dicha  presente  y  fdtura. 
¡Y  qué  dicha,  querido  amigo!  Descartando- 
la  miel  liiblea  que  destila  la  luna  de  miel, 
que  puede  hacerse  eterna,  ¿sabe  usted,  por 
ventura,  cómo  se  recibe  el  primer  chico? 
¿Sabe  ust^d  cómo  oae  el  segundo  chico?' 
(Porque  el  tercero  cae  como  una  bomba.) 

Jac.  Eso  si  hay  chicos,  digo  yo. 

QuiR.  ¡Ah!  jLos  hay,  los  hay!  Responde  la  agencia. 

¿Y  si  en  vez  de  uno,  el  sentimiento  pater- 
nal se  encuentra  sorprendido  con  dos  á  un 
tiempo?  lAh,  qué  dicha!  ¡qué  encanto!  ¿Y  si 
se  encuentra  sorprendido  con  tres? 

Jac.  ¿^'<^n  tres?  ¿Es  posible? 

QuiR  ¡Ya  lo  creo! 

Jac.  -; Responde  también  la  agencia? 

QuiR.  ¡Sí  señorl  ¡Pues  no  faltaba  más!  Conque  me 

parece  qrie  será  muy  oportuno  pasar  al  te- 
rreno de  los  hechos  cuanto  antes...  (saca  una 

cartera.) 

Jac.  (i.evaniándo83  otra- vez.)  ¡Poco  á  poco!   ¡Caram- 

ba! ¡Hasta  aquí  podíamos  llegar! 

QaiR.  (lo  mismo.)  Créame  usted:  es  convenientísimo 

tenerlo  todo  hablado. 

Jac.  Pero,  ¿le  queda  á  usted  algo  por  hablar  to- 

davía? 

QuiR.  ¡Toma,  toma!  Si  usted — es  un  ejemplo — se 

ca.«a  la  semana  que  viene... 

Jac.  ¿Qué  me  hs  de  casar  yo? 

QuiR.  ¿No?  Pues  doña  Milagros  quiere  que  va5'a- 

mos  aprisa... 

Jac.  ¿'^í,  eh? 

Mil.  i^?or  la  izqnleida    Al  ver  á  Quiroga  exclama:)  ¡Ay,  eí 

cura,  aquí  está  el  cura! 

Jac.  (Volviéndose  nlarmadlsimo.)  ¿El  CUra  ya? 

QüiR.  ¡Oh,  señora  mía! 


—  "28  - 


ESCENA  XV 

DICHOS  y  DOÑA  JÍILAGRGS 

Jac.  ¿Viene  con  usted  algún  cura? 

QuiR.  ¡Qué  disparate! 

Mil.  El  cura  le  llamamos  aquí  á  este  señor.  Y  si 

has  caído  en  sus  garras,  ya  no  te  libra  de 
ollas  ni  la  Muía  de  Meco. 

Jac  .  (I  Cómo? 

Mil.  Trátemelo  usted  bien,  Qiiiroga...  Ahora  vuel- 

vo yo.  Voy  por  mi  canastilla  de  labores... 

(Vase  por  el  foro.) 

Jac  .  Pero,  ¿por  quién  me  han  tomado  ustedes 

ámí? 


ESCENA  XVI 


JACOBO,  QUIROGA  y  DON  MATÍAS 

Matías  (por  la  primera  izquierda.)  ChicO,  ¿haS  vistO   qué 

gente?..  (Reparando  en Quiroga.)  ¡Calle!  ¿TÚ  aqUÍ, 

Santos? 

QuiR.  Aquí  me  tienes  otra  vez...  Por  cierto,  Matías, 

que  tengo  que  hablarte... 

Matías        ¿Si? 

QuiR.  Sí,  hombre,  sí...  Ya  conozco  al  célebre  Jaco- 

bo,  y  te  aseguro  que,  á  no  ser  por  el  vil  me- 
tal, no  se  concibe  que  quisieras  casar  á  tu 
hija  con  semejante  encuarte  del  tranvía. 

Jac.  ¡Oiga  usted! 

Matías        ¡Ove  tú! 

Jac.  ¡El  encuarte  lo  será  usted! 

QuiR.  ¿Yo,  señor  mío?  ¿Y  usted  quién  es  para  de- 

cirme? .. 

Matías  ¡El  propio  encuarte!...  digo,  el  propio  Jaco... 
¡Jacobo!...  ¡Me  ha  contagiado  doña  Milal 

-QuiR.  ¿Usted?...  ¡Ah!  Mil  perdones...   Pero,  ¿quién 

era  entonces  otro  individuo  de  su  pueblo?... 

Jac.  Mi  criado  sería. 

QuiR.  ¡Acabáramos!  ¿Cómo  va,  mi  querido  señor? 


—  29  — 

¿Y  la  esposa?  ¿y  los  niños?  ¿Echa  las  mue- 
las el  pequeño? 

Jac.  Pero,  ¿qué  niños,  ni  qué  esposa,  ni  qué  mue- 

las?... ¡Que  aten  á  este  caballero  inmediata- 
mente! 

QuiR.  ¿A  mi? 

Matías  ¡A  tí!  ¡Ya  lo  creo!  (¡Como  que  me  va  á  com- 
prometer!) (!Empujándo!o  hacia  la  segiind.  izquier- 
da.) Entra  aquí,  hombre,  y  yo  te  enteraré  de 
todo... 

QuiR.  Pero,  oye;  ¿la  carta  aquella?. . 

Matías       ^Bajo  a  Quiroga.)  (¿Quieres  callar?)  ¡Que  entres 

aquí  te  digo!  [Le  obliga  á  entrar  por  la  segunda  Iz- 
quierda. A  jacobo.)  Chico,  espera  un  instante^ 
porque  éste  está  chiflado  .. 

Jac.  hí,   ya  veo...  (Vase  don   Matías  por  la  segunda  iz- 

quierda.) 


ESCENA  XVII 


JACOBO,  después  DOÑA  MILAGROS  y  DON  MATÍAS 

Jac.  ¡Dios  mío  de  mi  vida,  que  no  venga  otro 

tipo  de  esa  ralea!...  Y  si  viene  qne  no  la 
tome  conmigo.  Estoy  quebrantadísimo...  es- 
toy muerto,  (pausa  )  Apagaré  la  luz  y  así 
creerán  que  me  he  marchado  y  que  no  hay 

nadie  aquí.  (Lo  hace  y  se  sienta  al  lado  de  la  ca- 
milla) ¡Gloria  mía,  qué  deseos  tengo  de  salir 
de  esta  jaula  y  de  verme  á  tu  lado!  ¡Jesús^ 
qué  asedio  de  niñas!  No  saben  ellas  que  yo 
no  quiero  más  que  á  mi  Gloria.  Si  no  fuera 
por  sus  cartas,  ya  me  habría  muerto  de  tris- 
teza. Aquí  tengo  la  última,  que  casi  la  estoy 
borrando  con  mis  besos...  (saca  del  bolsillo  una 

carta  ) 

Matías        (por  la  segunda  izquierda.)  ([Corchol  ¿Quién  há 

apagado  aquí?) 
Mil.  (Por  el  foro,  con  un  canastillo  de  laborea.)  ((Ay,  qué 

oscuridad!) 
Jac.  ¡Amor  mío! 

Matías  (¿Kh?¡  (Deteniéndose.) 

Mil.  (lo  mihmo.)  (^¿Es  Jacobo?) 


Jac. 
Matías 
Mil. 
Jac. 

Mil. 

Matías 

Jac. 

Matías 

Mil. 

Jac. 

Matías 

Mil. 

Jac. 

Matías 

Mil. 

Jac. 

Matías 

Mil. 

Matías 

Jac. 

Matías 

Mil. 


—  30  — 

¡Gloria  mía!.... 

(^,Con  quién  habla?) 

(De  seguro  es  con  Nati.) 

¡Cómo  gozo  estrujando  tus  curvas  contra  mi 

corazón! 

(¡Cascaras!) 

(¡Ahora  me  explico  que  hayan  apagado!) 

¡rreciOSlSimal  (Le  da  un   beso  muy  sonoro  á  la 

carta.) 

1  ¡caracoles! 
¡Cielos! 

(Levantándose  de  un  salto.)  ¿Quién  anda  ahf? 
[No  se  mueva  nadie! 
¡Luz,  luz  en  seguida! 

(¡Dios  mío!)  (Don  Matías,  á  tientas,  enciende  la  luz.) 

¿Tú,  .lacobo?  ¿Con  quién  estabas?... 
¿Por  dónde  se  ha  ido  ella? 
Yo  diré...  yo... 

¡Habla,  ó  te  ahogo!  ¿Era  Rosa? 
¿Era  Nati? 

¡Por  supuesto,  lo  vamos  á  saber  ahora  mis- 
mo! (Llamando.)  ¡Niñas!  ¡Niñas! 
Pero,  ¿qué  va  usted  á  hacer,  don  Matías? 
¡Ni  una  palabra  más!  ¡Rosa! 
¡Naü!  ¡Puri! 


ESCENA  XVIIÍ 


Rosa 

Nati 

Mil. 

Matías 

Rosa 

Matías 

Rosa 

Nati 

Puri 

Matías 


dichos,  rosa,  NATI  y  PURI 
(con  Nati  y  Puri  por    la    primera    izquierda.)  ¿Qué 

gritos  son  esos?  ¿Sucede  algo? 

¿Qué  pasa? 

Vamos  á  ver... 

¡Cállese  usted,  doña  Milagros!  Vamos  á  ver. 

¡La  verdad!  Este  hombre... 

¿Quién? 

Jacobo... 


'¿Qué? 

¿A  cuál  de  ustedes  tres  le  ha  dado  el  beso? 


—  31  — 

ílCSA  í  (Creyendo  que  se  refiere  al  vala  y  señAlandose  cada 

Nati  jcnal  a  sí  misma  con  mucho  ahinco.)  [A  míl  jA  mí! 

PURI  I  ¡A  mí!  ¡A  mí!  (Don  Matías,  doña  Milagros  y  Jacobo 

(  se  miran  llenos  de  asombro.) 

Matías        ¡Ave  María  purísima! 

Mil.  ¡Jesús!  (Déjase  caer  como  desmayada  sobre  don  Ma- 

tías.) 

Matías  ¡Esto  nos  faltaba! 

Nati  ¿Qué  ha  sido? 

PuRi  ¡Mamá! 

RobA  ¡Un  poco  de  agua! 

-JaC.  ¡Aire!  ¡aire!  (l.e  hace  aire  con  uno  de   los  abanicos.) 

Matías  ¡Señora,  señora! 


Matías 
QuiR . 

Matías 
Rosa 
Matías 
Mil. 

Matías 
-Jac. 


Mil. 
Matías 
Nati 
Rosa 

J'üRI 

Jac. 


<QuiR. 


ESCENA  ULTIMA 

DICHOS  y  QUIR0GA 
(Por  la  segunda  izquierda.)  ¿Pasa  algO? 

Que  á  esta  señora  le  ha  dado  un  patatiís. 

A  ver...  á  ver...  Calma.  (Reconociendo  a  doñH  Mi- 
lagros.) No  hay  que  asustarse:  está  viva. 
¡Vaya  un  notición!  Venga  un  poco  de  aceite. 
¿De  aceite? 
¡De  vinagre! 

(incorporándose.)  Pero,  oiga  usted,  ¿mc  va  us- 
ted á  aliñar? 
Ella  misn  a  ha  vuelto... 
Pues  ahora  óiganme  ustedes  dos  palabras. 
El  Beso  á  que  se  refieren  las  niñas  es  un  vals 
que  les  he  regalado,  y  el  beso  que  ustedes 
oyeron  se  lo  di  á  la  liltima  carta  de  mi  novia. 

¿De  qué  novia? 


[  ¿De  qué  novia? 


1 


De   una  que   tengo   en  Cañaverales ,  con 
quien,  pese  á  quien  pese,  me  voy  á  casar  el 
día  menos  pensado.  Quedan  ustedes  invita- 
dos á  la  boda... 
(pHSíudo  al  lado  de  Jacobo.)  Si  quiere   USted,  mi 

agencia  puede  encargarse... 


—  32  ~ 

Jac.  jDéjeme  usted  en  paz!  Y  sepan  que  mañana 

mismo  me  largo  de  Madrid. 
Rosa  (¡Adiós  castillos  en  el  airel) 

Nati  (¡Adiós  ilusiones!) 

PuRi  (¡Adiós  mi  dinero!) 

Matías  ¡Mal  cañonazo  en  el  tabique,  que  es  el  que 
tiene  la  culpa  de  este  rompimiento!  (ai  pú- 
blico.) 

Concede  tu  aprobación 
á  estos  lances  peregiinos, 
á  los  que  han  dado  ocasión 
los  tabiques  y  vecinos 
de  las  casas  de  carttin. 


FIN 


Madrid,  Septiembre,  1896. 


OBRAS  DE  LOS  MISMOS  AUTORES 


Esgrima  y  amor,  juguete  cómico  en  un  acto  7  en 
prosa. 

Belén,  12,  principal,  juguete  cómico  en  un  acto  y  en 
prosa. 

Gilito,  juguete  cómico-lírico  en  un  acto  y  en  prosa. 

La  media  naranja,  juguete  cómico  en  un  acto  y  en 
prosa. 

El  tío  de  la  flauta,  juguete  cómico  en  un  acto  y  en 
prosa. 

El  ojito  derecho,  entremés  en  prosa. 

La  reja,  comedia  en  un  acto  y  en  prosa.  (2.*  edición). 

La  buena  sombra,  sainete  en  tres  cuadros  y  en  prosa. 
(3.a  edición). 

El  peregrino,  zarzuela  cómica  en  un  acto  y  en  prosa. 

La  vida  íntima,  comedia  en  dos  actos  y  en  prosa. 

Los  borrachos,  sainete  en  cuatro  cuadros  y  en  prosa. 

El  chiquillo,  entremés  en  prosa. 

Las  casas  de  cartón,  juguete  cómico  en  un  acto  y  en 
prosa. 


SERAFÍN  y  JOAdlíN  ÁLVAKEZ  (lUI.NTERO 


El  mu  DE  IDCES 


nñm  ñ  TRKs  mmn  iñ  mu 


con  música  de  lo;  maestro: 


CABALLERO  ^^  HERMOSO 


MADRID 

SOCIKDAD  DK  AUTORES  ESPA:^0LKS 

Plorin.  8.   bajo 


isse 


EL  TRAJE  DE  LUCES 


Esta  obra  es  propiedad  de  sus  autores,  y  nadie  po- 
drá, sin  su  permiso,  reimprimirla  ni  representarla 
en  España  ni  en  los  paises  con  los  cuales  se  hayan 
celebrado  ó  se  celebren  en  adelante  tratados  interna- 
cionales de  propiedad  literaria. 

Los  autores  se  reservan  el  derecho  de  tradu  ción. 

Los  comisionados  y  representantes  de  la  Sociedad 
de  Autores  Españoles,  son  los  encargados  exclusivamen- 
te de  conceder  ó  negar  el  permiso  de  representació^i' 
y  del  cobro  de  los  derechos  de  propiedad.  ¿ 

Queda  liecho  el  depósito  que  mar^a  la  ley. 


EL  TM.K  DE  LUCES 


siisETi  M  im  mmm  i  u  mu 


SERAFÍN  Y  JOAQUÍN  ALVAREZ  QUINTERO 


con  música  de  los  maestros 


CABALLERO  y  HERMOSO 


Estrellado  en  el  TEATRO  DE  LA  ZARZUELA  el  28  de  No- 
viembre de  1899 


MADRID 

X.  Yelanco,   impresor,  Marqués  de  SanU  Ana,  s* 
»t^  ^  TtU/oHO  número  SS'- 

l8Qe 


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Hace  mucho  tiempo  que  estaba  destinada  á  usted^por 
<3imigo  leal  y  por  bizarro  defensor  de  la  fiesta  española, 
la  prim.era  página  de  este  saínete. 

Usted  merece  mucho  más,  ya  lo  sabemos;  pero  si 
nada  fnejor  podemos  dedicarle,  bien  á  pesar  nuestro, 
nos  queda  al  m.enos  la  tranquilidad  de  que  con  El. 

TRAJE  DE  \.\5Q^'&vanpara  usted miestra gratitud,  nues- 
tra admiración  y  nuestro  cariño. 


Q-you^^^ 


REPARTO 


fESSONAJES 


AGTOBSS 


ROCÍO Sbta.  Lázabo. 

SEÑA  PASTORA González. 

JESUSA Hidalgo. 

REYES NÚKEZ. 

TINA  MOCITA Espinosa. 

UNA  VECINA Akmendíbiz;. 

TÍO  CUCHARES Se.     Romea. 

EL  MAESTRO Orejón. 

JOSÉ  MARÍA Bbíos. 

MANOLO MoNCAYo. 

SATURNINO Redondo. 

VERRUGA Abana. 

DON  BRAULIO Fuentes. 

CHIRIPA SÁNCHEZ. 

UN  VECINO Galeeón. 

MOZO  EE  ESTOQUES Esteella.. 


El  dertH  ho  de  reproducir  loe  materiales  de  orquesta  de  est» 
obra  poTtenece  á  JD.  Florencio  Fiscowich,  á  quien  dirigirán 
eiip  pedidos  las  empresas  teatrales  que  deseen  ponerla  en 

escena. 


EL  TRAJE  DE  LUCES 


La  esceua  es  en  un  barrio  extremo  de  Sevilla. 

El  teatro  representa  una  plazoleta,  con  salida  á  una  calle  por  el 
lUtimo  término  de  la  derecha  del  actor,  y  á  otra  por  el  primero 
de  la  izquierda.  En  el  foro,  la  barberia  del  Maestro,  con  puerta 
vidriera,  á  cuyos  lado3  haj'  colgadas  dos  bacías  de  metal.  En  la 
pared  algunas  jaulas  de  caña  con  pájaros,— A  la  izquierda  del  actor 
el  estalilecimiento  de  don  Braulio,  sobre  cnya  puerta  hay  un  gran 
letrero  que  dice:  «Disecador*  —A  la  derechs,  del  primero  al  se- 
gundo término,  la  fachada  principal  de  la  casa  en  que  viven  el 
tio  Cuchares  y  el  Maestro.  Inmediatas  á  la  puerta,  pero  hacia  el 
proscenio,  silla  y  mesa  de  zapatero  remendón,  y  encima  y  alre- 
dedor de  esta  última  los  útiles  propios  del  oficio  y  algún  calzado 
viejo.  Cerca  de  la  mesa  otra  silla. 


ESCENA  PRIMERA 

E  L  MAESTRO,  TÍO  CUCHARES  y  DON  BRAULIO. 
Después  JESUSA 

(Bl  Maestro  sentado  á  la  puerta  de  su  barbería,  donde  hay  además 

una  silla  desocupada;  tío  Cuchares  sentad  >  á  la  mesilla  de  zapatero, 

tnibajando,  y  don  Braulio  paseándose  por  delante  de  su  casa,  que 

es  la  de  la  izquierda  del  actor.) 

Maes.  ¿Ha  visto  usté  qué  día  tan  hermoso,   tío 

Cuchares? 
CÚCH.         ¡Gran  día  de  toros,  maestrol  José  María  está 

de  eiihoragüena. 
Maes.  Siempre  que  hay  corría  se  me  quitan  las 

ganas  e  trabaja.  (Bostezando.)  Yo  no  sé  en  qué 

consiste. 


—  8  — 

Brau.  Yo  sí:  en  que  es  usté  er  primer  vago  de  Se- 
viya,  haya  corría  ó  no. 

Maes.  (Levantándose.)  No  68  680,  don  BrauHo:  68  que 
nay  días  en  esta  tierra...  que  no  se  levanta 
uno  pa  na.  Y  yo  yevo  así  ya  un  par  de 
años...  (ai  tío  Cuchares.)  Compadre,  le  juro  á 
usté  por  mi  salú  que  si  me  tocara  la  loteria 
no  afeitaba  yo...  ¿ñi  á  quién  le  diré  á  usté?... 
[ni  á  Revertel 

CÚCH.  No  me  hable  usté  de  1p  lotería,  compadre  e 
mi  arma,  que  estoy  que  se  me  pué  ajogá 
con  un  pelo.  Por  dos  números  no  nos  han 
tocao  veintisinco  duritos. 

Brau.         ¿Por  dos  números? 

Maes.  ¿Cómo  ha  sío  eso,  compadre? 

CÚCH.  Por  que  le  han  tocao  á  Bartolo  er  guitarrista, 

que  vive  ahí  en  er  43  de  esta  caye,  y  nos- 
otros vivimos  aquí  en  er  45.  (señalando  la  casa 
de  la  derecha.) 

Brau,         Vaya,  se  ha  querío  usté  queá  con  nosotros. 

Maes.         Es  mu  grasioso  mi  compadre. 

Brau.         Güeno,  maestro,  á  vé  si  me  afeita  usté  en 

dos  minutos.  Saque  usté  los  trastos  aquí, 

que  er  salón  echa  fuego. 

Maes.  Vamos  aya,  hombre...   (Entrase  en   la    barbería 

canturriando.) 

Fara  caras  bonitas 
la  Macarena... 

Brau.  (Acercándose  á  las  jaulas  de  los  pájaros  y  hablándoles 

á  éstos.)  ¡Qué  presioso  es  este  charaaríl  Ah, 
sinvergüensa,  ¿quiés  picarme?  ¿Y  tú,  asau- 
ra?  ¿Cuándo  te  mueres,  pa  que  te  diseque 
yo? 

CúcH.         Cámara,  vaya  una  caricia. 

Brau  .  ¿Cómo  que  no?  Los  pájaros  como  están  mejó 
es  disecaos.  Vivos  no  se  conservan  bien. 

Maes.  (saliendo  de  la  barbería  con  paño  blanco,  navaja,  sua- 

vizador, bacía  y  jabonera,  que  dejará  sobre  una  de 
las  Billas.) 

...la  Macarena, 
para  cuerpos  garbosos 
las  ¿rianeras... 
¡Don  Braulio! 


—  9  — 

BraU  .  Voy.  (siéntase  en  la  otra  silla,   y  el  Maestro  le  pone 

el  paño  convenientemente.) 
CÚCH.  (Mostrando  una  bota    de    nuijer.)    Maestro,    á  USté 

que  le  da  er  naipe  po  aquí:  miste  qué  an- 
daoi'es. 
MaeS.  (Dándole  jabón  á  don  Branllo.)    jQué    barbaridá! 

Pero  esa  criatura  se  careará  en  una  tienda 
e  juguetes... 
CúcH.         Poco  menos.  Ya  ve  usté:  veintisinco  puntos 
escasos. 

MaeS.  (Saf'pendlendo  su  trabnjo  y  dirigiéndose  á  Jesnsa,  que 

sale  por  la  izquierda  y  cruza  hacia  la  casa  de  la  de- 
recha.) ¡Benditas  sean  las  personas  esentes! 
¡Valiente  tontería  biso  su  marío  de  usté  ar 
dejarla  viudal 

Brau.  ¡Pero  hombre! 

Jes.  (Parándose  un  momento.)    Y  SÍ  86  muriÓ  er  pro- 

besito,  jqué  le  vamos  á  basé? 
Maes.  Es  que  yo,  en  su  luga,  me  queo  viudo  yo, 

siquiera  por  galantería... 
Jes.  (Entrándose  en  la  casa.)  Ande  usté  y  que  lo  mate 

er  B&niba. 


ESCENA  n 


DICHOS  menos  JESUSA;  luego  EEYES;  después  una  MOCITA 


Brau.         ¡Maestro,  que  me  pica  er  jabón! 

Maes.  (.'^uavizundo  la  navaja.)  Qué,  ¿no  le  gusta  á  usté 

esa  viudita? 
Brau.         ¡Pchss!  Ni  fú  ni  fá. 
Maes.  ¡Tiene  unos  bajos!...  Tío  Cuchares,  ¿usté  se 

ha  fijao  bien  en  los  pies  de  Jesusa? 
CÚCH.         xN<^ui6  iie  de  habé   fijao,  señó,  si  me  debe 

siete  medias  su'  las? 
Brau  .         Pa  pies  con  sircunstansias  los  de  otra  vesi- 

nita  nuestra. 
Maes.  (F.mpezando  á  afeitarlo.)  Los  de  mi  niña,  ¿no? 

Brau.         Cabalito.  No  es  porque  sea  hija  de   usté, 

maestro;  pero  lo  que  es  á  esa  tí  que  se  le 

pué  desíer  «¡viva  tu  madre!»  que  usté  les 

difce  á  toas. 


lO 


Maes. 

Brau. 

Maes. 


Brau. 
Maes. 


Brau. 

Maes. 

Reyes 
Maes. 

Reyes 

Maes. 

Reyes 

Maes. 


Brau. 

Maes, 


Brau. 

Maes. 

Brau  . 


Moc. 


¿A  mi   niña   «viva  tu  madre?»   No  conose 
usté  á  1;   madre,  don  Braulio. 
Oiga  usté,  pos  la  seña  Juana... 
La  seña  Juaua  es  un  terremoto,  que  no  me 
deja  viví  más  que  cuando  esti  fuera,  como 
ahora.  ¡Qué  mujé.  f^anto  Dios!  ¡Hatta  dur- 
miendo me  yeva  la  contraria!  Miste,  la  otra 
noche,  en  sueños,  se  ponía:   «,Que  no!    ¡que 
no!  ¡que  no!...» 
Güeno^  3'  eso  ¿qué  sirnifiea? 
jPos  que  yo  estaba  disiendo  que  sí,  segura- 
mente! To  por  curpa  e  los  selos,  ¿sabe  usté? 
Y  á  mí  me  paese  que  no  le  doy  motivos... 

(Ariartándcse  de  pionto  de  don  Braulio  y  saliendo  al 
encuentro  de  Reyes  que  viene  por  la  callo  do  la  iz- 
quierda en  :irec.lón  á  su  casa.)  ¡Ole!  jOle!  ¡olel  ¡ole! 

Digo,  ¿eh? 

Kiña,  míreme  usté,  ó  vi  á  rompe  en  una  ar- 

feresla. 

(Deteniéndose.)  ¿Qué? 

¡Casi  na!  ¡Que  tiene  usté  unos  ojos  ersedentes 

de  cupo!    ^Don  Braulio  so  imparienia.) 

Güeno,  diga  usté,  sangre  gorda:   ¿ha  entrao 

ya  mi  hermana  Jesuha? 

¿Usté  qué  quiere,  hija  de  mis  entrañas:  que 

haya  entrao?...  ¡Pos  lia  entrao! 

Vaya,  muchas    gracias.    (Enlraeo  en  su  casa.  El 

Maestro  la  signo  y  le  grita  desde  la  puerta.) 

¡Y  bendiga  Dios  á  su  mamá  de  usté,  y  á  su 
hermana  de  usté,  y  á  Ucté,  y  á  los  niños  de 
usté!... 

¡  Y  á  rrá  que  me  parta  un  rayo!  ¿no  es  verdá? 
Don  Braulio,  usté  dispense,  (continúa  afeitán- 
dolo)  Ptro,  ¿no  opina  usté  que  hay  cosas...? 

(canturrea  de  nuevo  utios  instantes  y  al  ver  á  una  Mo- 
cita que  sale  por  la  dereiha,  exclaraa:)   ¡AtlSa! 
iAyl 

Qué,  ¿lo  he  cortao?  Hombre,  póngase  usté 
er  deito  un  momento. 

(Desesperado.)  ,Güeno  está,  hombre!  (La  Mocita 
se  acsrca  á  hablar  con  el  lío  Cuchares,  y  el  Maestro, 
durante  el  dial  go  de  tmbos,  la  contenopla  fijamente 
desdé  muy  cerca,  con  imf  ertinenie  admiración.) 

¿Acabó  usté  tso,  tío  Cuchares? 


—  11  — 

CüCH.  (Dándole  un  cnvoitoi'o  )  Aqui  e  tú,  prenda. 

Moc.  Tome  usté  sus  sieie  retileá. 

CCCH.  ¡Son  ocho,  hija. 

Moc.  Pos  no  le  doy  á  usté  más  que  siete;  que  ee^ 

va  usté  gorviendo  mu  carero. 

CúcH.         Es  que  ha  subió  er  charo...  ¿Se  va  de  toros? 

Alüc.  Si;  se  le  ha  puesto  á  mi  novio  en  la  cabesa 

conviarme.  .  y  he  tenio  yo  que  empeña  mi 
sortija  pa  que  puea  compra  los  biyetes.  (En- 
cerándose con  el  Mrtestro  de  pionto.)  PerO,  hijo^ 
¿me  va  u<^té  á  retrata? 

Maes.  Si  usté  quiere  venl...  yo  tengo  una  camarín 

muy  oscura... 

Moc.  ¡Ay  qué  grasioso!  Con  Dios,  tio  Cuchares. 

(Echa  ft  andar  de  piisí»  hacia  la  derecha,  por  ¿onde  se 
va,  seguida  del  Maestro.) 

CÚCH.  Adiós,  prins'^sa. 

MvEá  Si  hubiea  que  comprarla  á  usté  y  quepa- 

garla  en  cuartos...  ¡eche  usté  esportiyas  e 
sinco  duros!...  Oiga  usté,  salerosa... 

Brau.  Pos  señó,  me* enjuagaré  y  me  secaré  yo  solo^ 

¡psro  no  le  pago  la  faena!  (Lo  hace.) 


ESCENA  III 


Tío  CUCHAKES  y  DON  BRAULIO 

('ÚCH  No  se  desespere  usté,  hombre,  que  si  er 

maestro  le  hase  pasa  malos  ratos,  en  cam-^ 
bio  la  hija... 

Brau.  Si;  me  los  hase  pasa  toa  vía  peores... 

CÚCH.  Y  menos  má  que  no  lo  toma  usté  tan  á  pe- 

chos como  er  cursi  der  coneó  de  granos. 

Brau.  ¿Quién,  Saturnino? 

CÚCH.  Ese  probesiyo  se  está,  queando  trasparente^ 

Brau.  Y  ílosío,  na:  emperrá  en  que  no  quiere  no* 

vio.  . 

CÚCH.  De  eso  ..  hay  que  habla  mucho..  Usté  es 

nuevo  en  la  vesindá  y  no  sabe  de  la  misa  la 
media. 

Brau,  ¿Cómo? 

CÚCH.  Comiendo.  Me  da  lástima  de  usté  y  vi  á  con- 

társelo.  (S3  levanta,  cojeando  un  poco.)  Hase  COSa. 


—  12  — 

de  siete  meses,  mi  sobrino  José  María  estaba 
aquí  de  ofisiá  mío,  dale  que  dale  á  la  chabeta 
y  á  los  clavos.  Se  enamoró  hafeta  er  güeso  de 
ia  chiquiya  e  mi  compadre;  le  juró  que  la 
quería  como  una  persona  esente;  se  enteró  er 
maestro,  y  fué  y  agarró  y  le  dijo  ar  probé 
muchacho  que  se  le  quitara  aqueyo  de  la 
cabesa,  «porque  su  hija  no  se  peinaba  pa  nin- 
gún sapatero  e  viejo  »  Palabras  térnicas.  Er 
chiquiyo,  que  no  tendrá  otra  cosa,  pero  que 
tiene  corasón  y  vergüensa  como  su  tío,  se  ha- 
charó  más  que  er  gayoy  pasó  aquí  unos  días 
que...  vamos,  que  á  mí  se  me  sartaban  las  lá- 
grimas e  verlo...  ¿Tiene  usté  ahí  un  pitiyo? 

SrAU.  (Dándoselo.)  Sí,  SCñÓ. 

CÚCH.  (Reliando  el  cigarro  y  encendiéndolo  )    PoS   gü^no, 

verá  usté:  á  lo:?  pocos  días  viene  y  me  dise: 
«¿Con  que  er  maestro  me  despre=>ia  porque 
yo  no  soy  naide,  verdá?  ¡Pos  ahora  vi  yo  á 
sé  to  lo  que  hay  que  s'  en  este  mundo!» 
«¿Qué  vas  á  sé,  criatura?» — le  dije  yo  asom- 
brao. — Y  er  va  y  me  responde:  «¡Mataó  de 
toros!»  Y  dicho  y  hecho:  cambió  la  chnbetíi 
por  la  espá  y  er  mandí  por  er  traje  e  luses, 
y  empesó  á  pasa  las  duras  y  las  mauras.  Ar 
prinsipio  to  er  mundo  se  pitorreaba  con  é, 
sobre  to  mi  compadre,  que  se  ha  figurao  que 
es  un  maleta;  pero  er  chiquiyo  se  echaba  er 
pitorreo  á  la  esparda,  seguía  trabajando  ..  y 
ahí  lo  tiene  usté  ya:  esta  tarde  sale  de  mataó 
á  la  plasa  e  Seviya. 

Urau.  Güeno,  ¿y  Rosiito?... 

CúcH,  ¡Déjeme  usté  acaba!  Rosiito  me  contó  ano- 

che toa  la  historia.  Eya  y  mi  sabrino  se  en  - 
tienden  desde  tr  prinsipio  á  la  chita  cayan- 
do;  pero  José  María  no  quiere  desirJe  ar 
maestro  una  palabra,  hasta  que  el  olro  vea 
que  es  un  mataó  capá  de  gana  dinero  pa 
coge  á  la  niña  y  meterla  en  un  palasio  de 
oro  y  piedra''  presiosas,  y  empapela  la  cosi- 
na  con  biyetes  e  Banco. 

Brau.  Cámara,  pues  me  deja    upté  más  plantan 

que  un  quinto.  ¡Güen  papelito  he  estao  ha- 
siendol 


—  \ 


CúcH.  (voiTiendo  á  sentaree.)  Consuélese  usté,  hom- 

bre, que  no  ba  slo  usté  solo.  Y  déme  usté 
las  grasias  ensima...  Ah;  y  guarde  usté  er 
secreto...  mejó  que  yo. 


ESCENA  IV 


DICHOS  y  CHIRIPA;  luego  BOCIO 


ChIK.  (saliendo  de'peyorido  de  casa  de  don  Braulio.)  ¡Doit 

Braulio!  ¡Don  Brauliol 
Rraü.  ¿Qué  hay?  ¿Has  hecho  arguna  e  las  tuyas? 

Chir.  Yo  no...  zino  que...  ¡que  un  pájaro  de  los  di- 

zecaOS  ha  echao  á  volál  (ki  tío  luchares  BaeUa  !*■ 
rila.) 

Brau.  ¡Qué  bruto  eres,  hombre! 

Chir.  (naciendo  la  cruz.)  ¡Por  fsta,  mi  amo!   ¡Yo  lo 

dejé  anoche  zobre  er  mostraó  y  me  lo  he: 
encontrao  en  lo  arto  el  estante! 

B.t\u.  ¿Quién  ha  puesto  ensima  el  estante?...  Has- 

ta luego,  tío  Cuchares,  vi  á  vé...  (Entr»«e  en  ttf. 
casa.) 

ChíR.  (Mirando  embobado   á  Rocío,  que  sale  de  la  caía  de 

la  derecha)  ¡Miá  qiié  bonita  viene!... 

Roclo         Dios  guarde  á  usté,  maestro. 

CÚCH.  Hola,  muchacha. 

Rocío  (a  Chiripa )  Ove,  tú,  sierra  la  boca,  que  no 
caen  brevas. 

Brau.  (Dentro,  giitando.)  ¡Chiripa! 

Chir.  (Estremeciéndose  )  ¡Voy! — ¡Me  sano  iin  cosco- 

rrón por  mó  der  condenao  bicho!  (vase  sin  de- 
jar de  mirar  á  Roclo  y  dfde.ído:)  ¡PerO  qué  boni- 
ta!... ¡pero  qué  bonita!... 

CÚCH.  (Se  levanta  con  una  bota  de  mujer  en  la  mano  y  echa 

Á  and  ir,  cojeando  siempre,  hacia  la  derecha,  por  dond» 
ne  va  después  de  hablar  con  Roció  lo  que  sigue:)  ¿VaS 

A  estarte  aquí,  güeña  piesa? 
Rocío  Sí,  señó.  Vi  á  esptrá  á  mi  padre,  pa  vé  si  me 

yeva  á  los  toros. 
CÚCH.  ¡Je,  je!...  Pos  echa  aquí  una  miraíta  mientras: 

yo  güervo. 


!4  — 


ESCENA  V 


EOCIO  y  la  SEÑA  PASTOKA 

Hocío  Al  istante  me  va  á  yevá...  Yo  ro  sé  por  qué 
le  tiene  tirria  á  José  María  y  se  le  ha  pues- 
to en  la  cabesa  que  no  mata  toros...  Por  su- 
puesto que  ya  se  desengañará  esta  tarde... 
José  María  me  ha  dicho  á  mí  que  le  ha  di- 
cho er  Guerra  que  va  á  dá  ruío...  ¡Quien  lo 
ha  conosío  echando  medias  suelas  y  tapas 
y  lo  ve  ahora  hecho  casi  un  rey  I...  (a  i»  seña 

Pastora,  que  sale  hablando  sola  por  la  iz^iiijrda  ccn 
un  ramo  de  flores  en  la  mano.)  Hola,  Señá  Pasto- 
ra ¿De  ande  viene  usté  por  ahí? 

Past.  ¿Que  de  ande  vengo?  ..  Ahora  te  contaré.. . 

Pero  oye,  ¿y  mi  hermano? 

Rocío  Ha  dio  á  yevá  unas  botas  ahí  á  la  esquina. 

f  A8T.  Pos  yo,  chiquiya,  estoy  como  loca:  chala 

der  to.  No  ha  queao  en  Zeviya  un  carté  que 
yo  no  haya  visto.  Primero  fui  á  Zan  Lorenzo, 
á  rezarle  ar  Zt-ñó  der  Gran  Podé  una  oración 
que  n:e  ha  enzeñao  la  mujé  de  Curro  er 
banderiyero...  Luego  he  pazao  tres  veces  ze- 
guías  por  la  caye  las  Zierpes...  Ayí  estaba 
ahora;  en  la  betunería,  rodeao  de  la  má  de 
zeñoritos... 

Rocío  ¿Quién,  José  María? 

Past.  ¿i  os  quién  va  á  zé,  zo  tonta?...  Ay,  me  en- 

tró un  orguyo  ar  verlo  ayí...  Un  zeñorito  le 
daba  un  puro;  otro  le  daba  otro  puro...  Tos 
tenían  que  hace  con  é... 

Rocío  ¿Y  le  dijo  usté  argo? 

Past.  Yo  no,  hija;  yo  no  le  dije  na.  Ya  ves  tú:  zu 

madre  zoy  y  me  daba  vergüenza  acercarme. 
Pero  me  metí  en  una  tienda  de  enfrente  y 
desde  aví  lo  estuve  viendo  mientras  le  lim- 
piaban las  botas...  ¡Hijo  de  miz  entrañas, 
qué  bonito  es! 

Rocío  ¿Vendrá  pronto? 

Pasi.  a  mí  me  dijo  ar  zalí  que  vendría  á  armorzá. 

A  no  zé  que  lo  convide  er  zeñó   Marqués, 


—  15  — 

que  Dios  no  lo  quiera,  porque  va  á  matárme- 
lo: dice  que  le  da  un  helíio  después  de  las 
zopas  y  ezo  no  pné  zé  gü^>nn. 

Rocío  ¿rirqiié  no  le  pie  usté  á  mi  padre  que  me 

yeve  a  la  plapa? 

Past.  ¿a  tn  pndre?  Ye»  no  le  pío  na.  Ya  zabes  que 

apena?  nos  hablamos  desde  que  ocurrió  lo 
que  ocurrió.  Y  <íUe  vas  á  pazá  mu  malos  ra- 
tos zi  yegas  á  di.  Quéate  acjuí  con  mi  her- 
mano y  conmigo,  que  te  tiene  más  cuenta. 
Yo  me  voy  pa  aya  dentro  á  arreglarlo  to 
por  si  viene  mi  Jozeliyo  á  armorzá,  y  á  po- 
nerle e^te  ramo  e  fl  >res  á  Id  Virgen...  Ar 
mal  auge  de  Z  in  Antonio  lo  dejo  por  puer- 
tas: está  castigao. .  Desde  que  cngitron  á  mi 
Joz<-liyo  í-n  Jeré  lo  tengo  metió  de  cabeza 
en  er  pozo...  Zi  <piea  bien  esia  tarde  pué 
que  lo  za'|ue...  Aya  veremos...  Ze  portó  mu 
perramente  conmigo.  Hasta  luego,  hija  de 

mi  arma...  (Entra  eu  su  caM.) 

Rocío  Va^'a  u^té  con   Dios,  seña  Pastora,  (se  sienta 

en  ¡a  silla  que  hay  junto  a  la  mesa  del  tío  Cuchares.) 


ESCENA  VI 

EOCiO 

Hiisica 


Tengo  una  angustia  y  un  deseo 
que  no  me  dejan  sMegá... 
Ya  mi  esperai  sa  seWa  veo 

y  me  aflijo  y  me  mareo 

baáta  verla  realisá. 


Y'o  tuve  la  curpa, 
yo  lo  gorví  loco 
y  por  mí  se  ha  hecho 
niataó  de  ton  s. 
Y  pasa  fatigas 


—  16 


y  pasa  bochornos, 
y  toito  lo  pasa 
por  mirarse  na  más  en  mis  ojos. 


Mis  ojos  ¡qué  penas  tienenl 
que  no  los  dejan  que  miren 
á  los  ojos  que  eyos  quieren. 
Pero  sabe  quien  los  manda, 
que  primero  segarán 
que  mirar  á  otros  ojitos 
que  á  los  que  eyos  quién  mira. 


Cuando  pienso  en  estas  cosas 
mis  angustias  son  tan  grandes, 
que  me  paese  que  es  mentira 
que  mi  suerte  va  á  cambiarse. 
Y  ar  Señó  que  está  en  er  sielo 
yo  le  pío  argún  consuelo... 
y  reso  á  toítas  horas 
con  arma  y  volunta, 
y  ca  orasión  que  reso 
con  un  suspiro  va... 


(Levantándosa.) 

Grasias  á  Dios  es  hoy  er  día 
que  de  estas  dudas  vi  á  salí, 
y  que  su  suerte  y  la  mía 
se  han  de  desidí. 


Pronto,  mu  pronto  sardrá  de  esta  casa 
hecho  un  valiente  y  un  braso  de  má; 
pronto,  mu  pronto  se  irá  pa  la  plasa 

resuerto  á  brega. 
Ya  me  disloca  pensá  en  la  alegría, 
madre  del  arma,  que  voy  á  tené 
cuando  después  de  acaba  la  corría 

lo  güerva  yo  á  vé. 


„  17  — 

Si  viene  á  mi  vera 
contento  der  to, 
más  dichosos  que  naide  en  er  mundo 
seremos  los  dos. 


Y  ar  mirarlo  aplaudió  y  felí 
muy  bajito  le  tengo  e  desí: 
JO  soy  la  cansa  de  tu  alegría; 
toito  lo  has  hecho  por  mí  na  má.. 
Por  mi  madre  te  juro  que  nunca 
pa  tí  mi  quero  cambiará, 

(vase  bacía  la  pu3rta  de  la  barbtxía.) 


KSCKNA   Vil 

EOCiO  y  el  MAESTEO 

Hablado 

Maes.  (por  la  derecha.)  Hasta  SU  casa  la  he  acompa- 
ñao.  ,  ¡Qué  mujé!...  ¡Vaya  un  corte  e  cara!... 
Hombre,  y  á  propósito  de  c;)rte  e  cara:  ¿dón- 
de   está    don    Braulio?    (Reparando    en    Roclo.) 

Hola,  chiquiya,  ¿qué  hases  tú  aquí? 

RociQ  Aquí  lo  estoy  esperando  á  usté,  pa  pedirle 

una  cosa. 

Maes.  Sí;  lo  de  siempre:  que  te  yeve  á  los  toros. 

¡No  paese  sino  que  te  ha  dao  pan  con  sá  ese 
José  María!  Anda,  déjalo  di,  que  esta  tarde 
se  le  van  á  quita  tos  los  muñecos... 

Rocío  ¿Usté  que  sabe? 

Maes.  Mucho  contoneo  por  la  caye   las  Sierpes, 

ii.ucho  toreo  clásico,  como  le  dise  er  tío,  y  á 
la  hora  e  la  verdá...  tembló  de  tierra  en  las 
pantorriyas. 

Rocío  ;  Está  usté  fresco.) 

Maes.  (Mirando  hacia  la  Izquierda.)    ¡Arsal    ¡miá    quicn 

viene  ayí! 

Rocío  Er  Si  Campeado:  Saturnino.  ¡Josú,  qué  ca- 

taplasma! 

Maes.  Vi  á  recoge  estos  trastos  y  á  dirme,  por  no 


—  i8  — 

verlo,  i' Recoge  los  útiles  de  efeltar  que   antes  sacó  y 
entra  con  ellos  en  la  barbería.) 

Rocío  Y  que  se  ha  comprao  unas  bolitas  e  tomate, 

pa  da  gorpe.  ¡Pos  pa  bolitas  e  tomate  estoy 
yo!  Tengo  unas  ganas  e  pelea...  (se  sienta  otra 

vez  junto  á  la  mesa  del  tío  Cuchares.) 


ESCENA  VIII 


BOCIO   y    SATUENINO 


Sat. 

Rocío 

Sat. 

Rocío 

Sat. 

Rocío 

Sat. 

Rocío 


Sat. 
Rocío 


Sat. 
Rocío 

Sat. 


(Por    la    izqtiierctn,    con    los    trapitos    de  cristianar.) 

Dios  guarde  á  usted,  pinripollo. 

(Después  de  coniemplarlo  con  desdén.)  Míalo  tO  de 

limpio:  paese  un  rábano. 
¿Qué  es  eso?  ¿Todavía  dura  el  enfadillo  de 
anoche? 

Ah.  pos  ¿qué  quié  usté?  ¿Que  lo  resiba  con 
la  marcha  e  Cádi? 

([Adiós  mi  dinero!   Esta  me  va  á  aguar  el 
domingo.) 

([Pobre  hombre,  qué  mal  ánge  tiene!   Si  en 
KU  tierra  son  tos  así ..) 

Parece  mentira,  Rociito,  que  sea  usted  con- 
migo tan  dura  de  cerrazón...  (suspirando.)  |Ay, 
Dios  mío  de  mi  alma!  Después  de  lodo, 
¿qué  importancia  tiene  lo  de  anoche? 
¡Ninguna,  es  verdad!  Pasa  un  borracho,  se 
mete  conmigo...  y  ee  quea  usté  con  los  bra- 
sos  crusaos. 

Pero,  ¿qué  iba  yo  á  hacer  con  aquella  cuba? 
[Lo  que  base  cuarquiera  que  no  yeve  en  las 
venas  cardo  e  gazpacho,  como  yeva  usté! 
Aprenda  usté  de  un  novio  que  tuve  yo  base 
tres  veranos:  estaba  conmigo  en  la  reja,  ye- 
garon  sinco  guasones  á  quearse  con  é...  y 
empesó  el  hombre  á  repartí  tantas  gofelás 
que  paresía  que  estaba  aplaudiendo. 
La  canción  de  siempre. 
jPos  ya  se  ve!  Pa  que  una  mujé  quiea  á  un 
hombre,  el  hombre  tiene  que  hasé  méritos. 
¿Y  yo  no  los  hago,  alma  mía? 


-  ly  - 

Hocío  ¿Usté?...   |Sí!  Traerme   flores  ua  día  sí  j 

ctro  no... 

Sat.  Pues  ¿qué  quiere  usté  que  le  traiga? 

Roc'o  |Er  corasón  de  arguno  que  se  atreva  á  mi- 

rarme, metió  en  un  sobre! 

Sat.  (Aterrado.)  ¡Caramba! 

Rocío  (¡A  vé  fi  cog^  mieo  y  nogüerve  más!) 

-Sat.  Oiga  usted:   ¿y  ha  de  ser  el  corazón  precisa- 

mente? 

Rocío  ]Ni  más  ni  merosl 

Sat.  ¿y  en  un  sobre? 

Rocío  ¡O  en  la  petaca!  {Déjeme  usté  en  pá,  guasa 

vival  (Ei.trase  en  la  barbería.) 


ESCENA  IX 

SATURNINO  y  VEBRUaA 

Sat.  (Suspirando.)  ¡Ay!  E>ta  mujer  acaba  conmigo. . 

Voy  perdiendo  todas  mis  ilusiones...  No,  y 
el  dichoso  t'^rerito,  el  tal  José  María,  va  á 
quitarme  las  pocas  que  me  quedan...  bien 
losé. 

Vkr  .  (Por  la  derecha.)  Hola,  ZatuminO. 

Sai  .  Adiós,  Verruguita. 

Ver.  ¿Qué  ez  ezo?  ¿Estás  aguardando  á  la  pa- 

loma? 

Sat.  Sí,  sí .. 

Ver.  ¿Zíbes  argo  de  Jozé  María? 

-Sat.  Ni  ganas. 

Ver.  Me  paece  á' mí  que  tú  tampoco  trasas  ar 

niño  eze.  ¿Has  visto  tú  un  arma  mía  con 
más  zombra?  ¡Miá  que  haberze  dejao  antié 
la  coleta,  como  quien  dice,  y  zalí  ya  á  la 
plaza  e  Zeviyal  ¡Vamos,  hombrel  Y  está  aquí 
uno  que  mata  ios  toros  con  la  uña  (Acompa- 
*  fiando  la  fiase  con  la  acción.)  y  no  hay  uu  arras- 

tra© amigo  (jue  le  ayúe. 

Sat.  (como  ilumiiiailo  por  repentina  idea.)   ¡Ahí  (Mirando 

á  Verruga.)  ¡Ah! 

Vex.  Chavó,  ¿te  has  güerto  loco? 

Sat.  (Muy  coatenio.)  V'erruguita  de  mi  corazón:  tú 


-  iO  — 

¿qué  es  lo  que  quieres?   ¿Matar  novillos  enp 
estn  plaza? 

Ver.  ¡Zali,  ziqnica  de  puntiyero!  ¡Una  ocazión  pa 

quita  más  e  cuatro  moños! 

Sat.  Pues  snldrári,  yo  te  lo  aseguro,  si  me  ayudas 

en  una  empresa  á  mi. 
.  Ver.  (Estrechándole  la  mano.)  A  eze  precio,  píe,  man- 

que zea  una  paié  del  ArcazM. 

Sat.  Mira:  como  no  me  acredite  de  valiente  á  lo» 

ojos  de  la  hija  del  maestro,  no  legro  su  cari- 
ño... que  para  mi  es  la  vida. 

Ver.  ¿Porqué? 

Sat.  Porque  le  da  p^r  ahí.   Anoche  !e  sentó  muy^ 

mal  que  yo  no  hiciese  tiras  á  un  borracho- 
que  le  dijo  un  piropo. 

Ver.  Como  que  debiste  cortarle  la  cabeza  en  el 

aito. 

Sat.  ¿Tú  taml-ién   eres   de  los  que  cortf.n  ca- 

bezas? 

Ver.  (Con  misterio.)  Prcgúntazelo  á  Perico  er  bar- 

quiyero 

Sat.  ¿Se  la  cortaste  tú? 

Ver.  Zi. 

Sat.  ¿Kiiloiices  cómo  se  lo  voy  á  preguntar? 

Ver.  Hombre,  der  to,  der  to,  no  ze  la  corté:  que6 

un  hilito  zujetíndola.  Y  ezo  lo  hazarvao. 

Sat.  Bueno,  á  mi  asunto.   Yo  he  sospechado  que 

José  María,  si  no  es  novio  de  la  muchacha 
no  le  falta  el  canto  de  un  duro. 

Ver.  Cámara,  {íoh  ¿.'«ñas  e  novio  ze  necfzitan.    Y 

tú,  ¿qué  t  s  lo  que  quieres?  ¿Que  yo  te  lo  es- 
pante, enamorando  á  la  chávala? 

S\t.  Quita  allá,  hombre:   ¿cómo  iba  ella  á  hacer- 

te caso?... 

Ver.  ¿(/(mque  no,  eh?  Tú  no  zabes  quién  es  Ve- 

iruga  pa  los  toros  y  pa  el  otro  zerzo.  Atorto 
yo  en  cuarquier  })laza,  y  f  r  día  ziguienter 
«Tilín,  tilín.»  «¿Quién  es?»  «Er  caitero  » 
Diez  ó  doce  anónimos,  firmaos  por  las  zeño- 
ritas  más  principales. 

Sat.  Sí,  pero  mi  idea  es  otra.  Como   á  Rociito  le 

da  por  los  valiente?,  yo  lo  que  quiero  es 
achicar  en  su  presencia  á  José  María;  pero 
contando  contigo  por  si  él  me  achica  á  mú 


—  '.\  - 

Ver.  ¿Qué  va  á  achicarte  eze,  zi  tiene  más  mieo 

que  once  viejas?  Tú  lo  que  debes  hace  ez 
una  coza.  Esta  tarde,  durante  la  corría,  te 
vas  y  le  dices  á  la  chávala:  «Niña,  aquí  es- 
toy yo.  Y  aquí  estoy  yo,  porque  me  ha  figu- 
rao  esto,  y  esto,  y  esto.  Y  vengo  á  esto,  y  á 
esto,  y  á  esto.»  Y  te  zientas  á  espera  á  Jozé 
María.  Y  aluego  yegaré  yo  pa  lo  que  ze 
ofrezca. 

Sat.  Perfectamente.  Quedamos  én  eso. 

Ver.  Firmao. 

Sat  No  faltarás,  ¿eh? 

Ver.  Ya  te  he  dicho  que  firmao. 

:Sat.  Pues  tú  has  de  alegraite.  Hasta  después. 

Verruga. 

Ver.  Adiós. 

JIat.  (Encaminándose  hacia  la  derecha.)    LuegO    verá... 

luego  verá  ese  torerito...  (Deteniéndose  de  pron- 
to.) Hombre,  allí  viene...  No  anticipemos  el 

encuentro...  (Vase  por  Ja  izquierda.) 


ESCENA  X 

VERRUGA,  TÍO  CUCHARES,  ROCÍO,  EL  MAESTRO 
y  JOSÉ  MARÍA 

Ver.  De  las  cozas  que  no  ze  explican:  un  güen 

muchacho,  con  menos    corazón    que   una 
purga. 

'ClJC'H.  (Por   la  calle  de  la  derecha,  tarareando  la  marcha  real 

con  grandes  aspavientos.)  ¡Chinria!  ¡Chinria!  ¡  Ta- 
rararara  chinria!..  ¡La  grasia  e  Dios!...  ¡líi 
orguyo  er  barrio!...  ¡La  honra  e  mi  casa'... 
¡Ole  con  ole!  ¡La  sustausia  de  Seviya  y  Cór- 
doba!... 
Ver  .  ¿Qué  ez  ezo? 

Rocío  (Saílend»  de  la  barbería.)  ¿Qué  pasa? 

Maes.         (lo  mismo.)  ¿Qué  susedc? 
CÚCH.  ¡Que  no  viene  aquí  naide! 

Rocío  (Mirando  hacia  la  derecha.)  ¡.José  Mirla! 

CÚCH.         ¡El  héroe  e  la  fiesta!  ¡Miste  qué  aire,  maes- 
tro, miste  qué  aire! 


¿)-) 


Maes.  Sí:  ¡la  figura  de  Antonio  er  Tatol 

Ver.  (¡Zeñó!    ¡Ni    que    viniea    la   procezión  dei 

Corpu!) 


Hiislca 

CÚCH. 

¡Ole  por  Ja  criatura! 
¡Ole  por  é! 

(ai  Maestro.) 

¡Tiene  toa  mi  figura! 
¡Fíjese  usté! 

Rocío 
Maes. 

(¡En  er  bairio  no  hay  mosito 
con  más  garbo  ni  más  sál) 
(Me  revienta  este  angelito 
por  er  tono  que  se  da.) 

J.  María 
Maes.  y  V 

CÚCH. 

Güenos  días,  señores. 
ER.             Mu  güenos  días. 

¡Ven  acó,  gloria  insirne 

J    María 
Rocío 
J.  María 

de  la  familia! 
Dios  te  guarde,  muchacha» 

¡Hola,  Pepiyo! 
(Esta  mosa  me  tiene 

güerto  er  sentío.) 

CÚCH.  Ya  de  la  plasa  de  Seviya 

vasa  salir  ar  redondé. 
Rodo  Ya  tu  esperansa  has  conseguío. 

Maes.  y  Ver.        (Con  cierto  despecho.) 

¡Ya  está  tu  nombre  en  er  cartel 


Rocío 
Maes. 

CÚCH. 


Hay  que  portarse  como  un  Guerra. 

^^A  Verruga,  refiriéndose  al  corazón  y  á  la  vleta.jp 

Ay  que  tené  de  aquí  y  de  acá. 
Vamos  á  vé  si  tu  apeyío 
sube  hasta  er  sielo  sin  para. 


—  53  — 

J    María  Cuando  er  torero  novato 

logra  á  la  plasa  salí, 
no  se  anda  con  pamplinas 

y  siempre  yeva 

las  de  Caín. 
Porque  á  ninguno  le  fartan 

cosistajondas 

que  naide  ve, 
y  que  son  las  que  jasen 
que  tenga  el  hombre 
frente  á  los  bichos 
mucha  frescura,  coraje  y  fe. 


Cuchares  y  Rocío  Verruga  y  Maestro 

Este  José  Este  gaché 

va  á  dá  que  habla:  jabla  la  má: 

ya  verá  la  gente  luego  ya  veremos  en  la  Plasa 
que  eso  es  verdá.  si  eso  es  verdá. 

J.  MabIa  ¡Le  amenasan  tantas  ducas 

si  no  tiene  una  ovaeión, 
que  se  acuerda  y  le  párese 
que  es  er  toro  un  caracó! 


Yo  voy  á  torea 
de  verdá, 
siempre  con  ganas,  vista  y  való; 
y  si  en  la  brega  me  ayuda  Dios, 
esta  tarde,  aunque  arguno  no  quiera, 
me  aplauden  de  vera 
la  sombra  y  er  só. 


Juro  que  estoy  desidío 

tóita  la  tarde  á  viví 

junto  á  los  mismos  cuernos 

de  lo  que  sarga 

por  ej  torí. 

A  vé  si  hasiendo  cositas, 

de  esas  que  tienen  que  hasé, 

no  quea  una  persona 


~  24  — 

que  no  me  dií;a: 
«¡bien  por  ustél» 


(ei  Maestro  y  Verruga  comentan  aparte  las  arrogan- 
cias de  José  María.) 


CÚCH. 

¡Choca,  que  eres  un  hombre! 

Rocío 

[Choca  aquí,  güeña  piesa! 

Maes. 

(tri 

nicamente.) 

íCh( 

3ca,  que  has  de  ganarte 

una  ristra  de  orejasl 

Rocío 

jChoca! 

CÚCH. 

[Chocal 

Maes 

¡Choca! 

Ver 

Rocío 

¡Chocal 
¡Choca! 

Cúcii. 

¡Choca!  , 

Los  CUATRO 

¡Chocal 

José  M 

ARÍA 

Rocío  Y  CÚCf 

Yo  voy  á  torea  Tú  Tas  á  torea 

de  verdá,  de  Vfidá, 

«empre  con  ganas,  vista  y  való:  siempre  con  ganas,  vista  y  való: 

y  8¡  en  la  brega  me  avuda  Dios,  y  si  eii  la  brega  te  ayuda  Üiog, 
«sta  tarde,  aunque  arguno  no  quiera,  esta  tarde,  aunque  arguno  no  quiera, 
me  afliiuilen  de  vera  te  aplauden  de  vera 

la  sombra  y  er  só.  la  sombra  y  er  só. 

Maestro  y  Verruga 

Lr  quiere  icreá 

de  verda, 

siempre  con  gauas,  vista  y  való: 

y  si  fortuna  no  le  da  Hios, 

esta  tarde,  cor  más  que  érno  quiera, 

UB  bicbü  cuarquicra 

lo  manda  hasta  er  $ó. 


J.  María  Solo  reino  en  la  idea 

de  que  er  traje  e  luses  vi  á  ponerme  ya, 
y  en  er  capote  de  sea 
mi  cuerpo  voy  á  lia. 


De  que  jago  er  paseo, 
de  que  er  trapo  cojo  con  la  má  de  fé, 
y  de  que  en  medio  der  rueo 
salúo  ar  primer  buré. 


Rocío  y  Cuchares 

¡Ole  er  coraje 
y  ole  por  la  vt- rgüensa! 

¡Viva  quien  tiene 
arma  y  sangre  torera! 


M/vESTRO  Y  Verruga 

¡No  he  vi?to  nunca 
niño  con  más  fachenda! 

¡Va  á  habé  naranjas 
pa  toa  la  parentela! 


J.  María       \ 
Rocío 

CÚCH.  i 


Maes 
Ver. 


CÜCH. 


Ver 


Defde  er  barrio 
se  han  de  oí 
los  aplauíos 
que  haiga  ayí. 
Eesde  er  barrio 
se  han  de  oí 
los  pitíos 
que  haiga  ayí. 

Hablad» 


Ea,  siéntate  aquí  y  cuéntanos  arguna  cosa, 
que  esta  mañana  saliste  de  casa  tan  á  escape 
que  no  pudimoscambi4  nidos  palabras,  (ofre- 
ciéndole la  silla  que  hay  á  la  puerta  de  la*  barbería,  y 
que  José  Maria  ocupa  con  airo  de  señor  á  quien  se 
rinde  homenaje.  A  su  derecha  queda  el  tío  Cuchares, 
á  sn  izquierda  Verruga  y  el  Maestro.  Roclo  se  sienta 
junto  á  la  me^a  del  tío  Cuchares,  desde  donde  presta 
steución  á  la  conversación  general.) 

(Date  argún  tono,  tú:  aluego  lo  veiemos  en 
la  Plaza.) 


ESCENA  XI 


DICHOS  y  MANOLO.  Después  DON  BRAULIO 

Man.  (Por  la  derecha.)  Buenos  días,  señores. 

Maks.  Salú. 

J.  María     Me  alegro  que  vengas,  Manolo:  ¿tienes  ahí 
er  diario? 


—  26  — 

Man.  Ya  lo  creo.  Toma.  (Dándole  un  periódico,  que  saca 

del    bolsillo  y  que  José   María  le  entrega  al  Maestro.) 

J.  María     Lea  usté,  maestro,  que  viene  ahí  un  parte 

que  eetá  podrió,  (rodos  atienden  á  la  lectura.) 

Maes.  Vamos  á  verlo.  (Lee.)  «La  guerra...» 

J.  María      Pase  usté. 

Maes.  «Er  cólera...»   «Calamidades...»  «Er  gobier- 

no...» «Más  calamidades...» 

,].  María     Pase  usté. 

Maes.  «Er  fin  del  mundo...» 

J.  María     Pase  usté. 

Maes.  «Toros  en  Viya  Alegre.» 

.1.  María     Lea  usté  ahí 

Maes.  «Viya  Alegre  8.  Urgentísimo.  Toros  de  Pega, 

cumplieron  bien.  Er  mejó  fué  er  quinto, 
que  dio  mucho  juego,  y  cogió  ar  Surrapas 
Chico,  ar  Caoba  Chico,  ar  Peneque  Chico,  ar  Ze- 
gumbres  Chico  y  ar  Sereales  Chico....» 

Rt'CÍo  jJosú,  qué  horró! 

Maes.  ¿Horró?   ¡A  ese  aoimalito  lo  debía  diseca 

don  Braulio!  ¡Eso  es  un  monumento  nasio- 
nál  (sigiie  leyendo.)  «Er  Boquerón,  de  verde 
mar  y  plata,  defgrasiao,  aunque  con  deseos 
de  agrada.  José  María...» 

Man.  Ahora  viene  lo  bueno. 

Rocío  (A  vé  qué  dise.) 

Maes.  «José  María,  de  agua  de  quina  y  oro,   como 

•     la  mifma  Virgen.  Mató  sus  tres  toros  de 

uña  estoca.  Orejas,  dos.  En  quites,  inetable. 

Banderiyeando,  volurtuoso.  Cabayos,  nueve. 

El  correí-ponsal.  Diez.» 

Man.  Diez,  maestro,  Diez. 

CÚCH.  ¡Eso,  eso  es  queá  como  Dios  manda! 

Ver.  (Pos  yo,  na:  vé  y  creé;  como  Zan  Cristoba.) 

CÚCH.  Déme  usté  er  papé  pa  yo  leerlo.  (Recoge  el  pe- 

riódico, ee  sienta  en  su  silla  y  sigue  trabajando.) 

Rocío  Démelo  usté  á  mí,  tío  ('úchares.  (tio  cucha- 

res le  da  el  periódico  y  ella  lo  lee  para  sí.  Sale  don 
Braulio  é,  la  puerta  de  su  tienda  leyendo  otro  perió- 
dico. De  vez  en  cuando  presta  atención  á  lo  que  dicen 
los  demás  personajes.) 

Maes.  ¿Y  cómo  es  que  er  Boquerón  ha  e^tao  tan 

malamente?  Porque  él  es  un  niño  que  se 
tira  á  mata  como  los  propios  ángeles. 


—   27   — 

CÚCH.  Efeitivameiite,  se  tira  á  mata...  y  va  á  conse- 

guirlo er  mejcr  día. 

J.  María  Le  diré  á  u-^té,  maestro:  er  Boquerón  vio  á  un 
tuerto  en  er  fenocarrí... 

Maes.  ¡No  me  digas  más!  ¡Probé  muchacho! 

J.  María  Y  ya,  sabe  usté  lo  que  un  tuerto  viene  á  sé 
pa  nosotros  .. 

Ver.  ¡Pamplinas,  hombre!   Vi  yo  tres   ocenas  e 

tuertos  en  Tarancón,  y  que  diga  Manolo:  le 
aticé  un  zopapo  ar  zegundo  mío  que  me  qui- 
zieron  da  j»sta  la  oreja  der  preziente. 

CÚHC.  ¿Te  mojaste  los  déos? 

Vkr.  ¿Los  ders?  Mojé  hasta   mi  familia,  que  es- 

taba en  Utrera  esperando  un  parte. 

Brau.  (Acercándose  al  griipr.)  Ah,  pos  auuque  se  mo- 

jara usté  la  fe  de  bautismo,  no  es  posible 
duda  de  siertas  cosas.  Mire  usté:  (rodos  ic  oyen 

con  Interés  é  Intrauqullidad.)    COrría    de    torOS    á 

que  yo  voy,  no  hay  escape:  cogía  segura. 

(Movimiento  general  ) 

Rocío  ¡Josús,  hijo! 

Brau.  Na,  na,  segura.  jY  casi  siempre  gordal 

J.  María  (Leventárdose  con  recelo )  ¿Y  no  pierde  usté  nin- 
guna, güen  hombre? 

Brau.  Ah,  ninguna. 

Ver.  (Ya  le  ha  dao  á  este  la^Mw^ó.^ 

Brau.  ¿No  ve  usté  que  ese  es  mi  negosio?  Porque 

aquí  ya  se  sabe:  «Torero  estropea  o,  torito 
disecao.» 

Rocío  ¡Vaya  una  grasia! 

B.iAU.  En  fin,  ya  verán  ustés  cómo  esta  tarde  hay 

fiesta. 

CÚCH.  ¿8e  quié  usté  cayá,  so  esaborío? 

Brau.  Hombre,  yo  no  d'go  que  sea  er  señó  .. 

Rocío  ¡Y  dale! 

Brau.  ¡Pero  arguien  va  ala  enfermería! 

Man.  ¡Don  Braulio! 

CÚCH.  ¡Ea,  ó  te  mete  usté  en  su  tienda  ó  le  sarto 

un  ojo  con  una  horma! 

Brau.  Está  bien,  tío  Cúcliarei?,  no  hay  que  enfaar- 

se.  Hasta  luego,  ¿eh?  que  nos  veremos  en 

los  toros.  (Entrase  en  su  tienda.) 


—  áS  — 


ESCENA  XII 


DICHOS,  menos  DON  BEAULIO,  y  un  VECINO 
CÚCH.  ¿Eli    los    toros    ha    dichc?  (a   RocIo,  besando  la 

cruz )  Mírala  aquí:  ese  no  va  á  la  Plasa  esta 

tarde. 
Rocío  ^De  eso  yo  respondo.) 

Man.  iCuidao  que  tiene  mala  pata  el  gachó! 

Mae-.  No  h;íserle  caso,  (a  José  María.)  Sigue  tú  con 

lo  que  contabas. 
J.  María      (sentándose  de  nuevo.)  Pos  verán  ustés  .. 

VeC."  (>-filiendo  por  la  derecha  y  entrando  en  la  baTbería.( 

Güenosdias,  señores. .  Maestro... 

Maes.  ¡Maldita  sea  tu  estampa!  ¿Por  qué  no  te  pe- 

las á  otra  hora,  gran  condenao? 

Rocío  I  Pero  padre! 

Mae  .  Y  le  vale  la  mujé.  que  es  presiosísima.  Si  no 

tuviea  esa  mujé,  se  pelaba  ér  solo.  (Entrase  en 

la  barbería.) 

CÚCH.  (A  José  Maiíi.)  Continúa  con  er  Boquerón,  mu- 

chacho. 

J.  Maki.^  Lo  que  les  digo  á  ustés:  en  cuanto  vio  ar 
tuerto,  se  acabó  e'  hombre.  Bardao  pa  toa 
la  tarde  ..  Y  le  echaron  un  colorao,  ojo  de 
perdí,  que  se  lo  púo  habé  bebió...  y  na;  y  le 
echaron  un  cárdeno  sarpicao,  que  se  lo  púo 
habé  sorbió...  y  na;  y  le  echaron  un  capiro- 
rote,  que  ee  lo  púo  habé  fumao...  y  na;  y  le 
echaron  después  una  murta  que  lo  partieron 
po  3l  eje. 

CÚCH.  Pos  yo  estoy  con  Verruza:  si  hubiese  toreros 

güenos,  toreros  de  una  vé,  se  acababa  to 
e?o...  Pero  como  no  hay  más  que  sacos  e 
noche... 

Maes.  (Asomándose  á  la  puerta  de  la  barbería  con  unas  tije- 

ras y  un  peine  en  las    manos.)  ¿SaCOS  C  nOchc   na 

más?  ¿Pos  dónde  me  deja  usté  ar  GayinUf 

compadre? 
CÚCH.  ¿4r  Gayinaf  En  er  corra,  que  es  donde  el 

echan  tos  los  toros. 
Maes.  ¿Quién  le  ha  dicho  á  usté  eso? 


-     3  - 

VeC."  (Dentro,  gritando.)  ¡Maestro! 

MaES.  1  Voyl  ^Entrase  corriendo  en  la  barbería.) 

Man,  Yo  lo  digo:  con  el  último  ya  Fon  quinse  lo» 

que  le  han  echao.  Y  el  último  fué  en  la  pía- 
sa  de  Madrid,  el  día  de  San  Pedro.  Era  ne- 
gro, listón,  del  Duque,  con  un  cuerno  un  po- 
quiyo  astiyao;  tomó  dos  varas  del  Melocotón 
y  tres  del  Alcausí;  mató  dos  sa: dinas;  lo  pa- 
rearon malamente  el  Sorrito  y  Botonaura; 
pasó  después  á  manos  del  Gayina...  y  salie- 
ron los  mansos  por  é  á  las  seis  njenos  sinco» 
cuando  barbeaba  en  las  tablas  del  uno.  Be- 
tos lo  vieron,  (señalándose  los  rjoi.)  que  no  me 
lo  ha  contao  nadie. 

CÚCH.  ¡Pa  que  me  venga  á  mí  mi  compadre  conque 

hay  toreros  en  er  día!  ¡Espachacarnes,  y  na 
más!  Lo  que  es  er  toreo  clá&ico  de  Cayetana 
y  de  Carita  ancha  y  de... 

MaeS.  (volviendo  á  saür,  airado,  de   la  peluqueiía,   con  nn 

paño  blanco  en  una  rtianoy  un  ;  ulverizador  en  la  otra.) 

Miste,  compadre,  no  me  quieo  enfada;  á  mí 
no  me  dé  usté  pinturitas  y  flores:  á  mi  déme 
usté  corasón  á  la  hora  e  la  muerte. 

ClJCH.  (Dejando   las   gaÍHS  y    levantándose.)    Ya    estamOS. 

¿Usté  se  cree  que  el  arte  der  toreo  no  es  má» 
que  tira  1<  s  toros  patas  pa  arriba  del  estoco- 
naso,  señó?  ¡Pos  es  argo  más  que  eso,  cara- 
bina! Es  coge  la  muleta  y  er  capote,  y  castiga 
á  los  bichos,  y  jugá  con  eyos,  y  adornarse... 
y  hasé  muchas  c  sas  que  usté  no  entiende  y 
que  ahora  no  sabe  hasé  ninguno. 
Maes.  ¡Poquito  á  poco!  ¡Donde  están  las  verónicas 

der  Virutas  no  están  las  e  naide! 

CÚCH.  ¿Verónicas    ese?  (Le  arrebata  el  paño  al  Macsiro  ) 

¡Ese  le  aventará  las  moscas  ar  toro!  Pero  la 
verdadera  verónica,  que  es  esta...  (a  vern  ga.) 
EmbÍFta  usté. 

Ver.  ¿Que  embista  yo? 

CÚCH.  Güeno,  pos  no  embista  usté.   La  verdadera 

verónica,  que  es  esta...  (Ejccnta  dl(ha  suene  va- 
rias veces,  ptorrumplendo  en  nn  lolel  á  la  termlcación 
de  cada  una.)  ¡Ole!.  .  ¡ole!..  ¡ole!.  .  y  ¡oie!  (Tirán- 
dole el  paño  al  Maestro.)  ¡Eso  no  lo  ha  hecho  er 
Virutas  en  toa  su  vial 


;o  - 


Maes. 
Cúni. 
Maes. 

€ÚCH. 

Maks. 

'CüCH. 

Maes. 


€úcii. 


Rocío 
J.  María 
Man. 
Ver. 


Mae... 


CÚCH. 


Rocío 
Veh. 
Man. 
J.  María 


¡Siempre  que  quiere! 

I  En  toa  su  vial 

¿Qué  sabe  usté  de  eso?  (oprime  la  goma  del  pul- 

viiizndor  inconscientemente  y  rocía  al  tío  Cuchares.) 

iCarahina!  ¡Tenga  usté  cudiao  de  que  no  se 

dispare  ese  cliismel 

¡No  se  me  vaya  usté  de  la  custión! 

Pero,  ¿quién  se  va  de  ninguna  parte,  so  tío 

lezna?  (Todos  csián  ya  pendientes  de  la  disputa.) 

¡Aquí  no  hay  más  lezna  que  nsté,  ni  más 
cascarrabias  que  usté,  ni  más  chiflao  que 
usté,  que  con  er  toreo  clásico  está  perdien- 
do la  chabetal 

(cogiendo  la  chabeta    de   su    mesilla.)    La   chabeta 

está  aquí  ¿eh?  ¡Conque  cuidaito  con  lo  que 

se  hablal 

¡Ay,  por  Dios! 

¡Pero  tío! 

¡Maestro,  no  es  pa  tanto! 

¡Dejarze  di...!  (rocío  y  verruga  tirao  del  Maestro 
hacia  la  barbiTÍa,  y  Mnnolo  y  José  María  del  tio  Cu- 
chares hacia  su  casa.  Uno  y  otro  gritan  á  un  tiempo  y 
se  amenazan.  El  parroqu'ano  se  asoma  á  la  puerta  al 
oir  los  gritos  con  un  paño  blanco  sujeto  al  cue'lo.) 

¿Bravatas  á  mí?...  ¡Hasé  er  favo  e  sortarme, 
que  le  vi  á  pone  derecha  la  pata  cojal...  ¡Ni 
usté  entiende  de  toros,  ni  ha  visto  dos  pito- 
nes e  cerca — ¿me  queréis  deja? — ni  sabe  lo 
que  es  una  espá,  ni  una  muleta,  ni  unas 
banderiyas!  ¡Se  acabaron  los  miramientos! 
¡Me  lo  como  ahora  mismo! 
¡Tendría  que  vé  que  fuera  yo  á  aguanta  in- 
surtos  e  naide!  ¡Dejarnos  solos  á  los  dos,  que 
lo  vi  á  afeita  de  una  vez  pa  siempre!  ¡Dejar- 
nos solos!.  .  ¿Qué  dise  usté,  so  sinvergüen- 
sa?. .  ¡Métase  usté  en  su  peluquería  y  no  se 
ponga  á habla  de  toreo!...  ¿Qué?...  ¿quéeee?... 

(ai  propio  tiempo  que  dicen  lo  anterior  uco  y  otro, 
los  demás  personajes  tratan  de  apaciguarlos  y  conte- 
nerles con  las  fr«s«8  que  siguen:) 

¡Venga  usté,  p-idre! 
¡Arce  usté  pa  dentro! 
¡Esto  se  haconcluínl 
¡Fuera,  fuera  de  aquí! 


—  31  — 

Rocío  ¡Basta  ya;  bastal 

Ver.  ¡Lo  úrtimo  es  perderzel 

Man.  ¡Silensiol  ¡Vamos! 

J.  María  ¡Vamosl  ¡Ande  ustél 

Rocío  ¡Ande  usté!  (cae  el  telón.) 

FIN   DEL   CUADRO    PRIMERO 


Habitación  de  la  seña  Pastora.  Una  puerta  á  la  derecha  del  actor 

ESCENA  XIII 

SEÑA  PASTORA  y  BOCIO 

Rocío  La  encuentro  i\  usté  mu  tranquila,  seña  Pas- 

tora. 

Past.  Te  paece  á  tí;  pero  la  procezión  va  por  den- 

tro, hija  mía.  No  quieo  que  rae  vea  Jozeliyo 
haciendo  pucheros  por  los  rincones...  Bas- 
tante tiene  el  hijo  e  miz  entrañas  con  penzá 
en  los  dos  toros  que  le  tocan... 

Rocío  Pues  yo.  seña  Pastora,  no  lo  pueo  ocurtá: 

muertesita  estoy,  Y  eso  que  desde  que  sé 
que  don  Braulio  no  va  á  la  Plasa  me  he 
tranquilisao  una  mijiya. 

Past  .  ¿Cómo  que  no  va,  zi  eze  mal  ange  no  farta 

nunca? 

Rocío  Porqtie  lo  tengo  yo  enserrao  en  la  asotea. 

Past.  ¡Muchacha! 

Rocío  Como  usté  lo  oye.  No  me  daba  á  mí  la  gana 

que  por  curpa  de  é  fuera  á  coge  un  toro  á 
José  María. 

Past.  Haz  hecho  mu  bien.   Dios  te  lo  pague.  Eze 

tío  tiene  zombra  e  jiguera  negra.  ¿Y  cómo  te 
las  compuziste? 

Rocío  Con  el  achaque  de  que  le  iba  á  enseña  una 

maceta  e  claveles  marisalaos,  fui  y  le  dije, 
digo:  don  Braulio,  8ul)a  usté  á  la  asotea... 
Apenas  entró  er  grandísimo  esaborío  prin- 


Past. 
Rocío 
Past. 


Rocío 
Past. 


Rocío 
Past. 

Rocío 

Past. 


sipió  á  desirir.e  piropos;  yo  lo  engolosiné 
con  cuatro  palabriyas,  y  cuando  lo  vi  má» 
embobao  salí  juyendo,  serré  la  puerta,  eché 
la  yave,  corrí  er  serrojo  y  planté  la  tranca. 
Pos  lo  que  ez  ahora,  como  no  ze  escape  por 
la  cana... 

Ayi  va  á  estarse  hasta  que  empiesen  á  veni 
las  golondrinas. 

Ay,  qué  chasco  noás  güeno.  Ze  lo  vi  á  referí 
á  mi  hermano.  Y  tú  quéate  aquí  aguardan- 
do á  Jozé  María,  ¿eh? 
Pierda  usté  cuidao,  que  aquí  lo  espero. 
¡Zi  vieras  con  qué  tembló  me  dijo:  madre, 
miste  que  yo  quieo  habla  con  Rocío  antes 
e  dirme  pa  la  Plazal 
¡Probesiyol  ¡Me  quiere  más... I 
Vi  á  vé  zi  ar  pazá  ahcra  por  zu  cuarto  pueo 
hacerle  una  zeña. 

Tiene  ají  la  má  de  patosos  viéndolo  ves- 
tirse... 

(yéndose  por  la  puerta  de   la  derecha.)    ¡Y  qué  re- 

bonito  está  con  eza  ropa  el  hijo  e  mi  zangreí 


ESCENA  XIV 

ROCÍO   y    JOSÉ   MAEÍA 

Rocío  ¡Vaya  por  Dios!  Esperando  con  tantas  ga- 

nas este  día,  y  ahora,  cuando  veo  que  mi 
José  va  á  dirse  á  la  plasa,  tos  se  güerven  sus- 
piros y   temores...    No  se  pué  remedia... 

(Pausa.) 

Música 


J.  ^iIaria      (saliendo  por  la  derecha  vestido  con    el  traje  de  luce» 
y  con  el  capote  de  paseo  al  hombro.) 

Aquí  me  tienes,  morena  mía: 

pronto  me  voy. 
Dame  un  abraso  de  despedía. 
Rocío  ¡Ay,  Joseliyo,  qué  triste  estoy. 


—    60  — 


por  que  me  dejas, 
■  por  que  te  marchas  á  la  corriaí 


J.  María  Por  eso  no  yores, 

por  eso  no  penes, 

que  esta  tarde  tenemos  nosotros 

que  está  mu  contentos, 

que  está  mu  alegres. 
Rocío  Estando  á  tu  vera 

contenta  estaría, 

pero  temo  por  tí  qu3  á  la  Plasa 
te  yevas  contigo 
tu  suerte  v  la  mía. 


J.  María  Por  la  tuya  miro  yo; 

resa  tu  aquí  por  mi  suerte 
y  nos  sarvamos  los  dos. 

Rocío  Descuida  que  reearé 

hasta  que  la  misma  Virgen 
me  diga:  «¡Cayese  usté!» 


J.  María        Dile  lo  mucho  que  tú  me  quieres: 
dile  que  ampare  nuestros  quereres. 

Rocío  Voy  á  desirle  que  por  tu  yía 

doy  yo  mi  Fangre,  chiquiyo  mío; 
voy  á  pedirle  qne  en  la  corría 
no  haya  torero  más  aplaudió... 
¡Chiquiyo  mío! 

J.María  ¡Morena  mía! 


Rocío  Tú  serás  honra  der  barrio  entero, 

toita  la  gente  vendrá  á  tu  vera; 
tú  tendrás  fama,  tendrás  dinero, 
tú  irás  con  gloria  por  donde  quiera. 


—  3á  — 


Rocío 

¥  yo  DO  espero 
más  que  una  eos»,  moreno  mío, 
que  lu  no  pagues  ron  » 1  orvio 

á  quien  firira  ro 
tDTO  la  suere  de  h  bé  qu'.río 
ar  sobríniyo  der  sapdtero; 
á  quien  co;itigo  soU  ha  sufrió 
cuando  en  er  mundo  pa  ti  d  .  habla 
ni  ios  aplausos  de  la  corría 
ni  más  tesoro  que  tu  Hosio. 

¡i.hiquíyo  mi»! 
Aunque  tí  vea  m  nguá  ó  cresé 
la  misma  siempre  pa  ti  ssré. 


José  María 

Pa  li  la  gloria,  pa  tí  er  parné; 
pide  uu  iusero  que  voy  lor  é. 
Lo  que  tú  quieras  pídeme  á  mi 
qu'i  yo  no  vivo  mis  que  pa  ti 


Ya  nuestras  penjs  han  concluio, 
ya  pa  Losotros  ha  amanesio. 
¡Uorena  mía! 


Tú  de  memoria  debss  sabe 

que  siempre  er  mismo  pa  tí  seré. 


Los  DOS  Y  aquí  te  juro  porque  es  verdá 

que  en  toa  la  vía  cambiaré  yo; 
que  antes  se  quea  sin  agua  er  má, 
sin  tierra  er  campo,  sin  luz  er  só. 

Hablado 

J.  María  Conque,  sala,  á  vé  si  te  animas,  que  no  te 
quieo  vé  con  esa  cara  de  Viernes  Santo. 

Rocío  Pos  ;,de  qué  quieres  que  tenga  cara,  Jose- 

liyo? 

J.  María  ¡De  Sábado  de  Gloria,  mujél  Ven  acá.  ¿No 
estábamos  los  dos  suspirando  por  esto?  Esto, 
¿no  ha  venío?  [Pos  pa  no  ofende  á  Dios  hay 
que  ponerse  á  sarta  de  gusto!  ¡Mírame  á  mí, 
más  alegre  que  un  rayo  e  só! 

Rocío  ¡Asi  me  encontrarás  á  la  güerta! 

J.  María     ¿Y  por  qué  no  ahora? 

Rocío  Si  no  te  fueras  á  un  peligro,.. 

J.  María  ¡Ríete  tú  de  eso!  ¿Sabes  lo  que  ha  dicho  er 
Verruga?  Que  los  toros,  de  chicos  que  son, 
no  paesen  toros;  paesen  puntos  y  comas. 
Como  que  yo  estoy  por  yevarme  un  crista 
de  aumento. 

Rocío  ¡Qué  embustero  63  ese  Verruga!...  Pero,  por 

chicos  que  sean,  ¿dejarán  de  tené  los  cuer- 
nos afilaos? 


—  35  - 

J.  Mí  RÍA  No  te  apures  tú  por  las  cornás,  que  las  cornás 
se  curan  con  sá  y  con  vinagre...  Lo  malo  se- 
ría que  se  me  gorviera  er  santo  de  espardas, 
que  me  echaran  güej'es  en  vez  de  toros  y 
que  yo  queaiaála  artura  del  husiyo  ela 
Puerta  Rea...  Eso  sería  lo  malo...  y  esa  es  la 
única  es[)ina  que  yo  yevo:  que  puea  salirse 
tu  padre  con  la  suya... 

Hocío  No  lo  querrá  Dio?,  Joseliyo. 

J.  María    Asín  me  paese  á  mí,  que  no  lo  querrá...  (aui- 

máníiose    nuevamente.)  Y  Sobre    to,    muchaclia, 

lo  quiera  ó  no  lo  quiera,  que  es  lo  que  3'^o 
digo,  pase  lo  que  pase,  ¿vamos  á  deja  de 
querernos? 

Rocío  ¿Deja  de  qnerernos  nosotros?...  ¡Si  er  cariño 

es  lo  que  nos  mantiene! 

J.  María  ¡Entonses  quéate  tú  aquí  tranquila  ar  cuidao 
e  mi  madre,  y  déjame  á  mí  corre  mi  suerte! 
Que  8 1  hiendo  que  tu  queré  no  ha  de  fartar  - 
me  nunca,  lo  mismo  se  me  da  que  sea  güe- 
ña como  que  sea  mala:  y  yo  te  juro  por  mi 
ealú  que  como  sea  güeña,  que  tiene  que  ser- 
lo, tú  lo  verás,  como  sea  güeña  te  vi  á  com- 
pra un  coche  de  esos  que  andan  pin  muías 
ni  cabayos  pa  pasearte  por  toa  Seviya;  y  á 
mi  madre  uno  con  siete  coyeras  e  jacas  tor- 
da»... Porque  ya  sabes  tú  que  á  la  probé  e  mi 
madre  no  hay  quien  la  meta  por  er  pogreso. 


ESCENA  XV 


DICHOS  y  la  SEÑA  PASTOBA 


Pa.ST.  (por  U  derecha,  muy  afligida.)  ¡HijO  ds  mi  arma, 

que  te  esperan:  que  ya  está  ahí  er  coche! 
J.  María    (sop«ráido8e  de  Roclo.)  ¿Cuá:  er  sin  muías  ó  el 

otro? 
Past.  ¿Qué  dice««? 

J.  María     Na,  m  idre:  que  me  voy. 

Past.  (AbrMiá,<lolo  y  Uorando  á  lásrlm*  tIt».)   iHijO   de 

mi  corüzón! 
Rocío         (Lioian  lo  también.)  (Josellyol 


—  36  — 

J,  María  Vamos,  ¿qué  viene  á  sé  esto?  Sosegarse..^ 
Tú,  Ropío,  yévate  á  la  vieja. 

FaST.  (Besándolo  con  mucha  efusión  á  cada    frase.)  ¡HijO 

de  miz  entrañas!  (Hijo  de  mi  zangre!  ¡Hijo» 
de  mi  corazón  y  de  mi  arma! 
J.  M.'.RÍA    Güeno  está,  güeno  pstá  ..   Ea,  madre,  hasta 
luego...  tíasla  luego,  chiquiyn,  no  yores.... 

(RocIo  le  coge  nna  mano  y  él  trata  de  desasirse  de  su 
madre  y  de  ella)  Sortarme... 

Past.  ¡Adiós,  hijo  míol 

Rocío  ¡Adiós,  José! 

Past.  ¡Er  Zeñó  te  acompaño! 

Rocío  ¡La  Virgen  de  la  E^peransa  vaya  contigo! 

J.  Makía  ¡Que  me  aguarda  mi  ger  te!...  ¡Vaya,  se  aca- 
bó!... ¡Hasta  la  güertal  (Logra  desasirse  y  se  v» 
corrieudo.) 

Rocío  ¡Ay,  seña  Pastora! .. 

Past.  (Abrazándose    lIoraDdo    A  Roclo.)    ¡Pobrecito   6  mí 

vía!...  (LUirBu  unos  inslnntes  tbraznda?.  Reponiéndo- 
se de  pronto.)  Aguárdame  aquí:  vi  á  zacá  der 
pozo  á  Zan  Antonio,  no  ze  vaya  á  venga  er 
mu  paJ!>lero. 

Rocío  Tiene  usté  rasón;  vamos  á  sacarlo.  (Las  des  se 

van  coriicniio  (  or  la  derecha.) 

FIN   DEL   CUADRO    SEGUNDO 


Patio  de  poco  fondo  de  la  casa  en  que  viven  el  tio  Cuchares  y  ol 
Maestro.  Paredes  blancas  y  zócalo  celeste.  A  la  izquierda  del  ac- 
tor el  portón  de  entrada.  Al  toro  dos  puertas.  A  la  derechn,  en 
segundo  termino,  el  arranque,  hacia  adentro,  de  la  escalera  de  la 
casa.  Colgadas  de  las  paredes  algunas  macdtas  blancas  con  flores. 
Varias  sill°s  de  enea.  So'bre  una  de  elltis  un  sacudid;;r. 


ESCENA  XVI 

EOCio  y  TÍO  CÚCHAEES 

(Rocío  sentada  en  un  extremo  del  patio,  y  tio  Cuchares  paseándose 
inquieto  cerca  del  portón.) 

CÚCH.  Oye,  ¿y  mi  hermana? 

Rocío  Ahí  dentro,  resando.  (pausa.)  ¿No  se  ve  na?.^ 


—  37  — 

OÚCH.  No... 

Kocio  Me  paresió  que  sonaban  cascabeles...  |Ay, 

Dios  mío,  qué  angustia!   ¡Cuándo  vendrá!... 
<^ÚCH.  Carito  estoy  pagando  er  que  no  me  haya  de- 

jao  mi  sobrino  di  á  la  i^lasa. 
Rocío  Pos  en  eso  ha  hecho  bien,  tío  Cuchares. 

Usté  tiene  mucho  coraje,  y  si  ve  usté  que 

arguno  se  mete  con  é  se  busca  usté  su  per- 

disión. 
OÚCH.  Es  verdá:  to  es  menesté  mirarlo...  Yo  lo 

quiero  como  á  las  niñis  e  mis  ojos... 

Rocío  (corriendo    hacia     el    portón    ccn    mucha   Alegría.) 

¡Ahora  sí  que  viene! 

"CÚCH  (Lo  mismo.)  ¡A  vé!... 

Rocío         (cop  desencBDto.)  ¡Ay,  no!...  Sí  es  er  tío  del  or- 

ganiyo  y  der  mono... 
'CÚCH.  ^.Habrá  mala  sombra? 

Rocío  ¡Permita  Dios  que  se  lo  orvíe  ar  mono  to  lo 

que  sabe!...  ¡V^aya  un  ratito! 
OúcH.  No  es  malo,  no... 

Rocío  Pero  pierda  usté  cuidao,  tío  Cuchares...  Yo 

le  he  pedio  á  la  Virgen  de  la  Esperansa  que 

lo  saque  con  bien. 
<CúcH.         Y  yo  á  San  Crispín. 
R  Kio  jAy,  qué  santo! 

•CÚCH.  Pos  esos  tan  feos  son  los  que  lo  sirven  á  uno; 

porque  ccmo  naide  se  acuerda  de  eyos,  tie  ■ 

nen  mu  pocos  compromisos. 
Rocío  Lo  que  hase  farta  es  que  José  María  güerva 

ya,  y  mu  aplaudió  y  mu  contento. 
«CüCH.  ¡Eso  es  loque  hase  farta!  Y  entonses...  ¡cómo 

me  vi  á  reí  der  sinvercüensae  tu  padre! 
Rocío  Yo,  á  pesa  de  to,  estoy  que  no  vivo.  H03'  me 

han  pasao  tres  ó  cuatro  cosas  de  mal  agüero. 

Armorsando  derramé  la  sá .. 
"CÚCH  Tú  derramas  la  sá  á  toas  horas  der  día... 

Rocío  Déjese  usté  de  .. 

CÓCH.  ¡Déjate  tú  de  paparruchas!  ¡Esas  no  son 

más  que  paparruchas! 

Rocío  (De  repente,  muy  asustada.)   ¡Virgen!   jlo   qUC  he 

visto! 
'CúCH.  ¿Qué  has  visto,  hija? 

Rocío  (Señalando  hacia  el  foro.)    [MÍStelo:   Un    mOSCÓn! 

CücH.         (Estremeciéndose.)    ¡Mardita  sca!...  ¡Ese  bicho 
Bí  que  es  de  mala  pata! 


Rocío 

CÚCH. 


CÚCH. 

Rocío 


CÚCH. 


~  S8  — 

¡En  matándolo  nol 
'¿No?   [Pos    verás   ahoral  (tmprenden   con    grac! 
cuidado  la  persecución    del    mo.cói!,  azotando  el  aire 
con  BU  pañuelo  Roclo,  y  con   el  sacudidor  que  hay  so- 
bre una  Billa  tto  Cuchares.) 

Música 

Míralo,  míralo. 
¡Mírelo  listel 
Con  mi  pañuelo 
lo  mataré. 
Vamos  despacio, 
vamos  tras  é. 


Rocío 

CÚCH. 

Rocío 


Por  ayí  va  ahora. 
Y  ahora  por  ayí. 
Déjame  á  mí  solo. 
Déjeme  usté  á  mí. 


CÚCH.  jAsaura! 

Rocío  ¡Condenao! 

CÚCH.  jMala  sangre! 

^\cio  I  Picarón  1 

CÚCH.  ¡Se  me  escapa! 

Kocio  ¡Se  me  pierdeE 

^'ÚHC.  ¡Qué  granuja! 

íiucio  ¡Qué  bribón! 

(Dan  algunas  vueltcs  buscándolo.) 


CúCH. 

Rocío 


Míralo,  míralo. 
¡  Mírelo  usté! 
¡Várgame  er  sielo 
qué  negro  es! 


CúCH. 


Deja,  niña,  que  se  quede 
pegaito  á  la  paré, 
que  si  no  va  á  sA  difisi 
rematarlo  de  una  vé. 


—  39  — 


Etcio 

CÚCH. 


Rocío 

CúCH. 

Rocío 


Va  usté  á  vé  er  sopapo 
que  le  vi  á  sortá. 
V^as  á  vé  tú  er  lapo 
que  le  vi  á  atisá. 

(lo  pierden  nuevamente  de  vista.) 

¿Dónde  se  ha  metió? 
jVaya  usté  á  busca! 
jVirgen  der  Rosío, 
Be  nos  va  á  escapa! 


CÚCH. 

R(  CIO 

CÚCH. 


¡Demonio,  que  no  se  ve! 
¡Por  vía  de  Bersebú! 
La  curpa  la  tiene  usté. 
La  curpa  la  tienes  tú. 


Rocío 

jAy!  ¡Ayí  está! 

CÚCH. 

¿Dónde,  tú? 

Rocío 

Ayí. 

CÚCH. 

Déjame  solo 

que  ahora  es  pa  mi. 

Tú  atrás... 

Rocío 

Chitóu.. 

CÚCH. 

Verás... 

Los  DOS 

¡Guasón! 

(Dan  á  la  par  un   golpe  donde  ;e  enpone  qne  eeli  el 

moscón  y  hacen  que  se  les  escapa  de  nuevo.) 

CÚCH 

Se  nos  fué,  ee  nos  fué,  se  nos  fué. 

R^cio 

¡Quedólo! 

CÚCH. 

¡Míralo! 

Rocío 

(Asustada.) 

¡En  mis  naguas  está! 

CúCH. 

Cógelo,  cápalo,  píyalo... 

Rocío 

¡Ay,  por  Dios! 

CÚCH. 

Lo  espantaste  con  tanto  temblá. 

Rocío 

En  la  carva  lo  tiene  ahora  usté. 

CÚCH. 

¡Mátalo! 

Rocío 

¡Ay,  Jesús,  que  me  ha  dao  en  la  nari!... 

CÚCH. 

Gáyate,  quítate,  déji^me... 

¡Vas  á  vé! 

Rocío 

(Sobrecogida.) 

Por  mi  pelo  lo  siento  subí... 

—  40  — 


CÚCH. 

Ya  está  en  tu  moño. 

Rocío 

Ya  está  en  su  carva. 

jVaya  un  ratito! 

CÚCH. 

¡Vaya  una  grasia! 

Rocío 

Místelo  ayi 

quieto  otra  vé... 

CúCH. 

{Mátalo  ahíl 

Rocío 

[Mátelo  usté! 

(se  les  vuelve  á  escapar.) 

Los  DOS 

Sombrón,  aratoso, 

granuja,  mal  ange, 

te  engañas  si  p''ensAS 

que  vas  á  librarte... 

Con  er  latigaso 

que  te  voy  á  dá 

tu  mala  partía 

me  vas  á  paga. 

CÚCH. 


Rocío 

CÚCH. 

Rocío 


(Descargando  áe  repente  uu  golpe  en  el  suelo,  y  dan- 
do después  sucesivos  golpes  secundado  por  Roclo.) 

I  Lo  COgíl 

(Locogiól 

¡Ya  está  aquíl 

¡Ya  cayól  * 


Los  DOS  ¡Se  acaból  ¡Muerto  está! 

¡Er  peligro  pasó! 

Hablado 

CÚCH.  Ahí  lo  tienes:  muerto  pa  to  er  verano.  (Deja 

el  sacudidor.) 

Rocío  ¡Ay,  qué  peso  se  me  ha  quitao  de  ensimal 

(Suenan   en  el  portón  dos  aldabonaaos  muy  fuertes.) 

[Virgen!  ¡No  gana  una  pa  sustos!   ¿Quién 
será? 

CÚCH,  ¿Quién  será,  Dios  mío?  (Olcon  estas  frases  yendo 

hacia  el  portón.  Antes  de  llegar  á  abrirlo  suenan  otros 

dos  aidabonazos.)  Esto  parese  la  funsión  de 
Don  Juan  Tinorio. 


—  41  — 

•fiociO  (Abre  el  portón  y  al  ver  á  Satarnino  exclama:)  Vár- 

game  Dios,  hijo:  creí  que  era  arguien. 
Cú  H.  Miá  quién  resurta  ahora. 


ESCENA  XVII 

DICHOS  y  SATUENINO 

(Saturnino  avanza  contoneándose  y  sin  chistar.  Viene  con  sombrero 

de  ala  ancha  muy  echado  sobre  los  ojos  y  con  un  bastón  enorme  da 

grueso.  Tío  Cuchares  y  Bocio  lo  miran  con  extrañeza  y  aguantando 

la  risa.) 

Rocío  ¡Josú,  cómo  viene  este! 

■€ÚCH.  Güeñas  tardes,  señó. 

Rocío  Oiga  usté,  ¿qué  trae  usté  ahí?  ¿Eso  es  un 

bastón  ó  es  su  hermano  er  chico?  (saturnino  la 

mira.) 

■CÚCH.  Pero  ¿qué  bicho  le  habrá  picao  á  este? 

Rocío  ¿Ha  estao  usté  en  los  toros? 

SaT.  (Escupiendo  con  frecuencia  por  el  colmillo.)  Ni  falta. 

Llame  usted  á  su  padre. 
CÚCH.  Er  padre  de  esta  está  en  la  Plaaa... 

Sat.  Pues  llame  usted  á  su  madre. 

CÚCH.  Mi  mamá  murió  el  año  de  la  riá  grande  y  no 

pué  vení. 
Sat.  ¡a  la  madre  de  la  niña,  que  no  estoy  para 

bromas! 
•CúCH.  ¿Va  usté  á  hasé  er  padrón? 

Rocío  Mi  madre  se  fué  á  Sanlúca  hase  dos  días  .. 

:Sat.  Si  ¿eh?  Me  da  lo  mismo,  (pausa.) 

CÚCH.  ¿Güerta  á  escupí?  ¿Se  ha  sacao  usté  una 

muela?  (Nueva  pauoa.) 

R  CIO  ¿Es  que  se  va  usté  á  retrata? 

Sat.  (Avanza   uu  paso  á  cada    frase,  haciendo  retroceder 

al  tío  Cuchares.)  Saturnino  González  me  llamo, 
tengo  veinticinco  años,  nací  en  Trijueque, 
estoy  solo  en  el  mundo  y  lo  mismo  me  fumo 
un  pitillo  que  tiendo  á  un  hombre. 
CÚCH.  ¿De  veras?    Pos  verá  usté.  (Avanxa   también 

un  paso  á  cada  frase,  haciendo  retroceder  á  Saturnino.) 

Yo  me  yamo  señó  Antonio  Domínguez,  por 
mar  nombre  er  tío  Cuchares;  he  perdió  la 
cuenta  de  los  años  que  tengo;  naaí  en  Tria- 


42  - 


Sat. 

CÚCH. 

Rocío 
Sat. 


Rocío 

Sat. 

Rocío 

CÚCH 

Sat. 


CÚCH. 

Kot  JO 
Sat. 


CÚCH. 

Rocío 

Sat. 

Koeio 

Sat. 

Rocío 

CÚCH. 
CÚCH. 

Rojio 

CÚCH. 

Sat. 


na;  estoy  en  er  nmndo  mu  bien  acompañao,, 
y  lo  mismo  le  echo  medias  suelas  á  unas  bo- 
tas que  le  doy  á  usté  un  puñetaso  en  un  ojo^ 
¿A  mí? 
|A  ustél 

¿Quié  usté  acaba  e  desirnos  qué  yerba  ha 
pÍBao? 

¡A  lo  que  vengo,  vengo!  A  mí  se  me  ha  me- 
tido entre  ceja  y  ceja  que  un  torerito  de  este 
bHrrio  la  pif tende  a  usted. 
Sí,  señó.  ¿Qué  hay? 

¿Que  qué  hay?  ;Q,ue  aquí  estoy  yo...  decidi- 
do á  nieterle  la  pe^te  en  un  canutol 
(Riérídosr.)  ¡Kste  no  es  mi  Juan,  que  me  lo' 
han  cambiaol 

jCarabina!  ¡Se  le  hiela  á  uno  la  sangre! 
(Parece  que  he  hecho  efecto.)  (coge  uua  buir,  da 

con  ella  un  golpe  en  el  suelo  y  se  sienta.  Rocío  y  tío 
Cuchares  lo  miran  y  se  ríen.)  (Bien  podía  ya  venír 
Verruga.)  (Saca  una  navaja  muy  grande,  la  abre  y  le 
mira  la  hrja.  Después    se   la   guarda   tranquilamente.) 

¿Ande  va  usté  con  eso,  señó? 

No  fe  asuste  usté;  la  traerá  pa  er  lápi. 

Si  ese  torerito  es  un  lápiz,  para  el  lápiz  la 

traigo,  prenda.  Contando  conque  salga  vivo 

de  la  Plaza,  que  según  he  oído... 

(Alarmadísimos.)  ¿Qué? 

jPoca  cosa! 

¡Hable  usté,  hombre! 

Que  del  primer  derrote  fué  á  las  nubes  ..  (so 

levanta.) 
(Horrorizados.)  ¡JoSÚl 

¿Quién  le  ha  dicho  á  usté  eso? 
jEso  es  una  mentira  de  usté! 
¡Cuente  usté  lo  que  sepa,  ó  lo  ajogol 
(Asustado  )  Bueno...  bueno...  no  hay  que  alte- 
raise...  Yo  no  respondo  de  que  el  rumor  sea 
cierto... 


—  43  - 


ESCENA  XVIII 

DICHOS,  MANOLO  y  la  SEÑA  PASTOEA 

XLlega  de  repente  Manolo  por  el  portón.  Viene  jadeante,  sin  poder- 
hablar  una  palabra.  Trae  en  la  mano  una  banderilla  manchada  de^ 
sangre.) 


Rocío  jDon  Manolito! 

CÚCH.  |Don  Manolito! 

Rocío  ¿Y  José  >  aria?  ¿Le  ha  pasao  argo?  (Manolo^ 

que  respira  fatigo  amenté,  hace  señales  negativas  con 
la  cabeza.)  No,  ¿verdá? 
CÜCH.  (Amenazando  á  haturnlno,  quo  huye.)  ¿A  qué  viene- 

usté  aquí  con  embustes,  so  cara  e  trompo? 
Rocío  ¿Qué  tal  ha  queao? 

CÚCH.  Ar  pelo,  ¿eh?  (Manolo  afirma.) 

Rocío  ¡Ay,  qué  gusto!  (Llamando.)  ¡Seña  Pastora! 

CÚCH.  ¿Quié  usté  una  siya?  (Manolo  niega.) 

Rocío  ¿Una  poquita  de  agua  fresca?  (Manolo  vuelve  á. 

negrtr.)  jSfcñá  Pastora! 

^Past.  (por  la  derecha  del  foro.)  ¿Qué  ez  ezo?  ¡Don  Ma- 

nolito! 

Rocío  jAy,  por  Dios,  bable  usté! 

Past.  ¿Pero  ha  pazao  arguna  esgracia? 

CÚCH.  ¿Quién  piensa  en  semejante  cosa? 

Past.  ¡Hombre,  cuente  upté  Ío  que  zea! 

Rocío  ¿Se  va  usté  á  sorbe  to  el  aire  er  patio? 

Cú(  H.  ¡Acabe  usté  de  reventa! 

Man.  Cal...  cal...  calma  .. 

Sat.  (Para  mí  que  voy  á  salir  profeta.) 

Rocío  ¿Viene  ya  José  María? 

CÚCH.  ¿Ha  queao  mejó  que  el  Armeja? 

Past.  ¡Don  Manolo,  por  los  clavos  e  Cristol 

Man.  ¡Dejarme  que  respire! 

Rocío  ¿Más  toavía? 

Man.  ¡Hija,  si  he  venio  en  sinco  minutos  de  1» 

Plasa  aquí! 

CÚCH.  ¡Carabina,   pos   habé  venío  más  despasio^ 

que  yeva  usté  media  hora  sin  podé  rompél 

Man.  (Respiiando  con  desahogo.)  ¡Ajl...  Verán  Ustedes^ 

(Le  escuchan  con  gran  Interés  y  curiosidad.)  El  pri- 


—  44  — 

raer  bicho  que  le  echaron  á  José  María  era 
un  grandísimo  ladrón... 

Past.  ¡Hijo  de  mi  arma! 

Rocío  ¿Sí? 

Man.  Huido,  reseloso,  buscando  el  bulto,  como  si 

fuera  de  consumos...  y  sabiendo  hasta  taqui- 
grafía..  (Acalorándose.)  Cuaudo  yo  Comprendí 
que  iba  á  deslusí  la  faena  del  muchacho,  ¡se 
me  pasaron  unas  ganas  de  sé  yo  el  toro! 

CÚCH.  ¡Naturalmente! 

Past.  Este  don  Manolito  es  to  corazón... 

Rocío  Güeno,  ¿y  qué? 

Man.  Sin  embargo,  Pepe,  que  tiene  de  aquí,  y  de 

aquí,  y  de  aquí,  y  de  aquí...  (Refiriéndose  res- 
pectivamente á  la  vista,  el  corazón,  la  mano  izquierda 
y  la  derecha.) 

CÚCH.  ¡Diga  usté  Pepe  que  tiene  de  tos  laos,  y  aca- 

bará más  pronto! 

Man.  Da  tres  ó  cuatro  pases  de  castigo,  y  logra 

para.  Lía,  se  tira,  se  le  vuelve  el  santo...  y 
]sás!  en  güeso. 

Rocío  ;,En  güeso? 

Man.  Vuelve  á  pasa,  vuelve  á  lia,  vuelve  á  tirar- 

se... y  ¡sá.s!  en  güeso. 

CÚCH.  ]Por  vía  e  Dios! 

Sat.  Digo,  ¿eh?  (¡Costillares!) 

Man.  Más  pases...  se  arranca  otra  vé...  y  |en  güeso! 

Past.  jAve  María,  cuánto  güezo! 

Rocío         ¿Pero  era  un  maestro  escuela  ese  toro? 

CucH.  (indignado.)  jNo!  ¡Es  que  por  lo  visto  le  echa- 

ron ar  chiquiyo  er  güeso  e  la  corría! 

Sat.  Señor,  es  que  una  cosa  es  matar  toros  en  la 

calle  de  las  Sierpes... 

CucH.  ¿Se  quié  usté  cayá? 

Man.  Intentó  después  de  media  delantera  el  des- 

cabeyo,  y  el  pobresiyo  tuvo  tan  mala  fortuna 
que  dio  treee  golpes. 

CüCH.  (Pateando  con  rabia.)  ¡Mardito  sca  ei  venenol 

Past.  ¡Miste  que  trece  gorpes! 

Rocío  (Afligida.)  ¡Probesito!  Si  yega  á  sé  una  codor- 
EÍ,  se  luse. 

CüCH.  ¿Lo  sirbaron,  usté? 

Man.  (Resistiéndose  á  decirlo.)  El  Bstao  mayó  del  Al- 

meja,.. 


—  4o 


CüCH. 

Rocío 
Past. 

CUCH. 

S\r. 
Man. 


CCCH. 

Past. 
Rocío 
Sat. 
Man. 

CucH. 

Man. 


COÍH. 

Rocío 
Past. 
Man. 

Rocío 
Man. 


¡Mar  fin  tengan  tos  los  marÍFcos! 

(Llevándose  el  pañuelo  á  los  ojo?.)  ¡Vaya  por  Diosf 

(lo  mismo.)  ¡Ha  estao  mu  desgraciao  el  hijo  e 

mi  zangre! 

(lo  mismo.)  ¡Qué  le  vamos  á  basé! 

([Me  alegro!) 

(sacando    tftnibién    fu    pañuelo   y  agitándolo.)  PerO, 

¿van  uftés  á  pedí  que  banderiyeen  los  ma- 
taores?  ¡Guardarse  esos  pañuelos  y  no  yorá, 
que  toavía  me  falta  lo  más  bueno!  José  Ma- 
ría buscó  el  desquite  en  el  otro  toro... 

i  -; 

;(Con  macha  alegría.)  ¿Si? 
(Con  recslo.)  ¿Si? 

¡Gomo  que  á  estas  horas  estará  resibiendo 
enhorabuenas  de  to  el  mundo! 
¡Carabina  con  el  hombre!   ¡Bien  podía  usté 
haberlo  dicho  antes! 

ír^eñó,  ha  sío  por  referí  las  cosas  por  su  or- 
den... ¡Y  de  qué  manera  se  desquitó!...  ¡Des- 
de el  17  de  Julio  del  92,  día  de  Santas  Justa 
y  Rufina  —  me  acuerdo  bien,  porque  era  el 
santo  e  mi  novia, — que  mató  el  p_bre  Mao- 
liyo  en  el  Puerto,  con  toas  las  de  la  ley,  un 
colorac  de  Miura  un  poquito  abierto  e  pito- 
nes y  muy  largo  de  hosico,  no  he  vuelto  á  vé 
faena  semejante!  ¡Y  ya  he  visto  toros!  Como 
que  fuera  e  mi  familia  y  amigos,  no  veo  otra 

cosa.  (Todo."!,  menos  Saturnino,  que  á  medida  que 
narra  Manolo  va  poniéndose  rauetio,  hacen  demostra- 
ciones de  júbilo  y  de  impaciencia.) 

¡Si  no  tenia  más  remedio,  señó! 
¿Cómo  fué  eso? 

¡Cuéntelo  usté,  por  loz  ojos  e  zu  cara! 
Cogió  los  trastos,  se  fué  al  tendió  donde  es- 
taba el  maestro .. 
¿Mi  padre? 

Sí.  Y  ayí  echó  un  discurso  de  media  hora. 
Yo  no  sé  lo  que  le  diría,  pero  vi  que  el  alma 
se  le  salía  por  los  ojos  y  que  hubiera  querío 
sé  Castelá  en  aquel  momento...  Yegó  hasta 
los  medios  en  busca  del  bicho,  mandó  reti- 
rá á  toa  la  gente...  y  empesó  la  faena.   Lo 


—  -.6  — 

primero  faé  un  cambio.  (Ejecutándolo  ligera- 
mente.) 

CúCH.  jiEn  qué  tierra  es  eso  un  cambio,  mi  vía? 

Man  .  jEa  la  mia,  mi  alma! 

CúcH.  (sulfurándose.)  |Pos  Será  usté  (le  los  Chirlos 

Mirlos!  (rocío  y   Ja  seña  Pastora  demuestran  Impa 
ciencia.) 

Man.  ¿De  manera  que  no  es  un  cambio?... 

CÚCH.  ¡No,  señó! 

Man.  Pero,  ¿me  va  usté  á  enseña  á  mí? 

■CÚCH.  i^incuenta  veses! 

Man.  Un  cambio... 

'CÚCH.  (Engolfándose  en  la  disputa  y  ejecutando  el  cambio.) 

Un  cambio  es  esto  .. 
pAST.  Vamos,  dejarze  ahora... 

Rocío  No  haga  usté  caso,  don  Manolo... 

Man.  Empesó  con  un  cambio,  ya  digo,  (picado  por 

la  cecBura  del   tío  Cuchares   va  ejecutando  con  gran 

perfección  la  faena  que  narre.) 
■CÚCH.  Eso  SÍ... 

Man.  Después  siguió  con  un  pase  en  redondo,  uno 

de  ppcho  y  uno  natura,  que  no  los  da  mejores 

Sagaeta...  A  to  esto  «¡ole!»  «¡ole!»  «¡ole!»  el 

público  electrisao... 

'P-.ST.  (ein   poder  reprimir  un  grito  de  entusiasmo.)  ¡HijO 

de  mi  alma! 

Man.  Da  luego  uno  muy  bonito  con  la  derecha  y 

uno  de  moünete,  de  esos  que  son  una  fá- 
brica e  tabacos,  cuadra  al  anima,  se  perfila... 
y  en  corto  y  por  derecho,  y  saliendo  como 
si  saliera  de  la  betunería...  ¡sás! 

CÚCH.  ¿Le  metió  hasta  la  empuñaura? 

JMan.  ]Le  metió  hasta  el  moso  de  estoques!  Dio  el 

toro  un  paso...  y  á  tierra.  ¡Ni  puntiyal  Aque- 
yo  hubo  que  verlo:  palmas,  tabacos,  música, 
sombreros,  botas  e  vino,  el  mantón  de  Ma- 
nila de  una  mujé,  la?  nnguas  de  otra,  aba- 
nicos de  tos  colores...  ¡y  hasta  hubo  un  papá 
que  no  sabiendo  ya  que  tirarle  tiró  dos  ó 

tres  niños  á  la  Plasa!  (e1  regocijo  y  la  satisfacción 
que  yen  creciendo  i,  medida  que  Manolo  habla,  se 
deEbcrdan  cuando  corcluye.) 

Eocfo  ¡Ay,  qué  alegría  tan  grande! 

CÚCH.  ¡Como  que  no  podía  menos! 


—  47  — 


Past. 

Rocío 

Sat. 

Man. 


Past. 

Rocío 


CÚCH. 

Rocío 
Pa^t. 


|Zi  estaba  de  Dios!  ¡Hijo  de  miz  entrañas! 
jSeñá  Pastora,  detne  usté  un  abraso! 
(jEn  buena  me  ha  metido  Verruga!) 

(señalando  hacia  el  portón,  que  estará  abierto.)  ¡Mi- 
ren ustés,  miren  ustés  la  gente  que  viene  ya 
pa  acá! 

¡Ay,  Dios  mío  de  mi  arma! 
¡Pero  si  esto  es  una  revolusióri!  (snenan  rauj 

lejí  8,  y  aconipiiüados  de  griierli,  los  cáscateles  de  nn 
C0(h}  que  so  aceica.  Poco  á  poco  el  rumor  ya  acen- 
tuándose, hasta  que  se  supone  que  el  coche  llega  á  la 
casa  y  para  ix  la  puerta  ) 

¡Ya  suenan,  yu  suenan  los  cascabeles  der 

coche! 

¡Vamos  á  resibirlo! 

¡Hijo  de  mi  corazón!  ¡Lo  vi  á  jartá  de  bezo?! 

(Xodos  corren  hacia  la  calle  y  se  van,  excepción  hecha 
de  Manolo,  á  quien  detiene  Saturnino  } 


ESCENA    XIX 


SATUENINO  y  MANOLO 

Sat.  Oiga  usted,  Manolo,  oigí  usted... 

Man.  ¿Qt^lé  pasa?  (Mucha  rapidez  en  esta  escena.  Manolo 

a  cada  momento  so  th  hHcla  la  ctlle  ) 

Sat.  Por  una  de  esas  c  "snalidades  que  se  dan... 

¿ha  visto  usted  a  Verrujia? 

Man.  ¿a  Verruga?..   Pero  ¿usté  no  está  enterao?.  . 

Sat.  ¿De  qué?-  (¡Ay!   no  me  llega  la  camisa  al 

cuerpo.) 

Man.  Como  esta  mañana  se  puso  malo  un  bande- 

riyero  de  José  María,  yo  hablé  con  la  empre- 
sa pa^^ue  Verruga  saliera  á  sustituirlo... 

Sat.  ¿y  salió? 

Man.  Más  le  hubiera  valió  quearse  en  casa.  Hasta 

boteyas  le  han  tirao  ..  lín  fin,  al  cuarto  toro 
ee  fué  del  redon  é...  Porque  ya  sabe  usté  lo 
que  es  Verruga:  to  el  fuego  se  le  va  p'>r  la 

boca,  y  luego  de  aquí...  (señalándose  el  corazón.) 
ni  agua.  (Vase  corriendo.) 

Sat.  (m«b  muerto  que  vivo.)  ¿Conque   ni  agua,  eh? 

No  seré  yo  el  que  se  meta  en  aventuras. 


—  4S  — 

¡Demonio!  ¡Cuánta  gentel...  ¿Quién  sale  aho- 
ra después  de  mis  bravatas?...  (Hnye  hacia  i» 

escalera,  por  donde  ee  va  más  que  aprisa.)  ¡Ball.,. 

bahl...  ¡á  la  azotea...  y  por  el  tejado  á  la  casa 
de  juntol 


ESCENA    XX 

JESUSA,  REYES,  CHIRIPA,  un  VECINO,  una  VECINA,  el  MOZO  DE 
ESTOQUES,  ROCÍO,  SEÑA  PASTORA,  JOSÉ  MARÍA,  el  TÍO  CUCHA- 
RES, el  MAESTRO  y  MANOLO.  Casi  todos  salen  á  un  tiempo  por  el 
portón  y  hablan  simulláiieameute 


.1  r.s. 

Reyes 

Jep. 

Chir. 

Veo.« 

Mozí> 

Veo." 

Reyes 
Man  . 


Past. 

CÚCH. 

Ro(;ío 
Man. 
Vec.° 
Maes. 


J.  María 
Man. 


¡Ay  qué  tarde,  qué  tarde! 
¡Ay  qué  hombre,  qué  hombre! 
Entre  tos  van  á  estrujarlo  ahí  fuera... 
¡Jozú,  Jozú!  ¡Qué  tío  matando  toros! 
Me  paese  que  se  las  trae  er  mosito... 
¡Podrió  está! 

¿Han  visto  ustés  nunca  un  torero  mej6 
mopo? 

¡Verdá  que  no  lo  hay! 

Vamos  pa  dentro,  hombre,  vamos  pa  dentro. 
(rccIo,  la  seña  Pastora  y  tío  Cuchares  vienen  agrupa- 
dos á  José  MarlH.) 

¡Zangre  e  mis  venas!  ¡Hijo  mío! 

¡Gloria  e  la  familial 

Que  lo  vais  á  mata  entre  los  dos. 

¡Tú,  ya  sabes  que  las  sapatiyas  son  pa  mí! 

Y  pa  mí  la  pañoleta. 

¡Pero  pa  mí  es  la  cabesa  der  toro!  ¡Y  la  vi  á 

corgá  á  la  cabesera  e  mi  cama,  aunque  me 

cueste  divorsiarme  de  mi  mujé! 

Güeno,  sí:  to  lo  que  ustés  quieran.  ¿Quién 

me  da  candela  pa  este  puror' 

¿Candela?  (Todos  se  apresuran  á  proporcionárosla. 
Manolo  y  el  Vecino  le  presentan  cerillas  encendidas; 
tío  Cuchares  saca  una  tira  de  fosfores  de  cartón  y  le 
brinda  uno  después  de  encenderlo  en  la  suela  de  su 
calzado;  el  Mozo  de  estoques  y  el  Maestro  le  ofrecen 
BUS  cigarros,  y  Chiripa  se  aparta  un  poco,  saca  del 
bolsillo  eslabón,  pedernal  y  yesca,  y  se  está  queriend» 
sacar  chispas  hasta  el  ñu  de  la  obra.  José  Maiia  en- 
ciende en  el  cigarro  del  Maestro.) 


—  49  — 

J.  María      Estimando,  (suenan  dentro,  en  la  Mlle,  iM  trom- 
prtHM  de  una  ninrgA.) 

pAST.  jMúzical  jmúzical 

Mae8.  ¡Música  tenemosi 

J.  María  Darles  pa  vino  y  que  se  larguen. 

Man.  Pa  vino  y  pa  que  afinen  los  instrumentos. 

Aya  voy  yo.  (Vase  y  Tnelye  á  entrar  á  poco,  des- 
ptiéi  de  bflber  cesado  la  música.) 

CúcH.  Vaya,  compadre,  y  ahora  ¿qué  me  dise  usté 

der  mositoV 

Maes.  ¿Que  quié  usté  que  le  diga?  ¡Que  he  vivió  en 

Belén  con  los  pastores!  [Después  de  la  muer- 
te que  le  ha  dao  á  su  úrtimo  toro,  no  digo 
yo  consentí  que  se  case  con  mi  niña  ..  hasta 
cortarle  la  cabesa  á  mi  mujé  si  ér  me  lo  piel 

Rocío  ¿Pos  no  es  ahora  er  mismo  de  antes? 

Maes.  ¿Cómo  va  á  sé  er  mismo,  criatura?  ¿Tú  te 

crees  que  er  traje  de  luses  no  pinta  na? 
Cuando  era  sapatero  remendón,  iba  por  la 
caye  y  hasta  los  perros  le  quitaban  la  asera... 
Y  en  cambio  ahora...  |No  hay  más  que  vé 
como  está  er  barrio  de  arborotao!  To  er 
mundo  en  puertas  y  ventanas  pa  vé  pasa 
er  coche;  las  muchachas  devorándolo  con 
los  ojos;  los  chiquiyos  chiyando  desatinaos 
aireó;  corgauras  en  ca  de  Rosa... 

CÚCH.  No  aponderemos,  compadre:  lo  que  hay  cor- 

gao  en  ca  de  Rosa  es  una  toaya:  yo  la  he 

visto.  (Todos  se  ríen.) 

Roclo  Señó,  si  está  corgá  es  una  corgaura...  (Todo» 

asienten.) 


ESCENA  ULTIMA 


DICHOS  7  VERRUGA^  deipnéi  DON  BRAULIO. 


TiR.  (por  el  portón.)  Ápuesto  cincuenta  mir  duros 

contra  una  perra  gorda  á  que  están  ustés  ha- 
blando der  pá  de  frente  que  le  puze  ar  ter- 
cero. 

Bock)  Como  que  no  se  habla  más  que  de  eso  en 

toa  SeYiya. 


—  ÜO  — 


Ver. 

Man. 
Ma.es. 
Ver. 


Rocío 

Past. 

Ver. 
Rocío 


Ver. 


Braü. 


Todos 
Braü. 

Rocío 
Brau. 

CÚCH. 

Brau. 

Past. 
Rocío 

CÚCH. 

Maes. 
Ver. 

J.  María 
Ver. 

J.  María 

Ver. 

J   María 

Rocío 

Ver. 

Chir. 


Broma  paece. 

De  eso  y  de  los  achuchones  que  te  dio. 
¿Qué  fué  aqueyo,  Verruga? 
¿Qué  había  de  zé,  zeñó?  |Que  me  entró  una 
mijiya  de  aprenzión  porque  vi  á  don  Brau- 
lio en  er  tendió! 

(Llevándote  las  manos  á  la  cabeza.)  ¡  María  Santí- 
sima! 

¿Qué  había  usté  de  vé? 
Como  la  estoy  viendo  á  usté,  zeñora. 
Pero,  hombre,  [si  lo  tengo  yo  enserrao  en 
la  asotea  desde  las  dos  y  cuarto  e  la  tarde! 

(Todos  se  rien.) 

De  las  cozas  que  no  ze  explican^  zeñores... 
(vuelven  á  reirse  todos.)  No  reirze  tanto...  Zería 
eze  hermano  zuyo  que  está  en  América... 

(Nuevas  risas.) 

(Por  la  escalera,  y  cruzando  hacia  la  calle  furioso, 
entre  la  algazara  y  las  risas  generales  )  ¡De  mí  na- 
die se  burla!  ¡Esto  es  un  abuso  de  confiansa! 
¡Don  Braulio!  ¡Don  Braulio!  ¡Don  Braulio! 
¡Er  que  se  ría,  que  se  venga  á  la  caye  con- 
migo! 

¿Quién  le  ha  abierto  á  usté? 
¡San  Juan  Bautista! 
Pero  oiga  usté... 
¡No  me  da  la  gana!  ¡Ha  sío  una  broma  con 

mu  mal  ange!...  (Vase  gruñendo.) 

¡Pa  mal  ange,  tú! 

¡Esaborío! 

¡Sombrón! 

¡Asaura! 

Lo  que  paeee  mentira  es  que  los  prezocupe 

á  ustés  er  tío  eze. 

¿Y  que  tengas  való  de  habla? 

Oye,  Jozé  María,  que  zea  enhoragüena.  Digo, 

zi  es  verdá  lo  que  me  han  contao. 

¿Er  qué? 

Que  Rocío  y  tú  zt  cazáis. 

Er  mes  que  viene.  ¿No  es  eso,  chiquiya? 

Cuando  á  tí  so  te  antoje,  mar  mataó. 

(De  las  cozas  que  no  ze  explican.) 

(Renunciando  á  sacar  chispa.)  Po  zeñÓ,  ¡lo  deja- 
remos pa  la  corría  que  viene! 


—  51  — 


Rocío  (ai  público.) 

Ya  que  toas  son  parmas 
pa  mi  mataó 
vengan  ahora  mismo  las  parmas  de  ustedes 
pa  dárselas  yo. 


FIN 


JfAdrld,  Septiembre,  18f<.  Janlo,  1899. 


OBEAS  DE  LOS  MISMOS  AUTORES 


Esgrima  y  amor,  juguete  cómico  en  un  acto  7  cu 
prosa, 

Belén,  12,  principal,  juguete  cómico  en  un  acto  y  eo 
prosa. 

Giliio,  juguete  cómico-lírico  en  un  acto  y  en  prosa. 

La  media  naranja,  juguete  cómico  en  un  acto  y  en 
prosa. 

El  tío  de  la  flauta,  juguete  cómico  en  un  acto  y  en 
prosa. 

El  ojiio  derecho,  entremés  en  prosa. 

La  reja,  comedia  en  un  acto  y  en  prosa.  (2.*  edición). 

La  buena  sombra,  sainete  en  tres  cuadros  y  en  prosa. 
(3*  edición). 

El  peregrino,  zarzuela  cómica  en  un  acto  y  en  prosa. 

La  vida  intima,  comedia  en  dos  actos  y  en  prosa. 

Los  borrachos,  sainete  en  cuatro  cuadros  y  en  prosa. 

El  chiquillo,  entremés  en  prosa. 

Las  casas  de  cartón,  juguete  cómico  en  un  acto  y  en 
prosa. 

El  traje  dt  luces,  sainete  en  tres  cuadros  y  en  prosa. 


serafín  .  JOAQUÍN  ÁLVAREZ  QUINTERO 


EL  PATIO 


coívIb:dia  ex  dos  actos 


Í#gS3í«— 


SOCIEDAD  DE  AUTORES  ESPAÑOLES 
Florín,  8,  bajo 

lOOO 


iV.  Fabra  Herrero 


:^i^   i^iVTio 


Esta  obra  es  propiedad  de  sus  autores,  y  nadie  po- 
drá, sin  su  permiso,  reimprimirla  ni  representarla 
en  España  ni  en  los  países  con  los  cuales  se  hayan 
celebrado  ó  se  celebren  en  adelante  tratados  interna- 
cionales de  propiedad  literaria. 

Los  autores  se  resgpvan  el  derecho  .de  j,traducción. 

Los  comisionados  y  representantes  de  la  Sociedad 
de  Autores  Españoles,  son  los  encargados  exclusivamen- 
te de  conceder  ó  negar  el  permiso  de  representación 
y  del  cobro  de  los  derechos  de  propiedad. 

Queda  hecho  el  depósito  que  marca  la  ley. 


EL  PATIO 


COMEDIA  EN  DOS  ACTOS 


DB 


SERAFÍN  I  JOAQUÍN  ÁLVAREZ  (¡ÜIXTERO 


Eetrenfda  en  el  TEATRO  LARA  el  10  de  Enero  de  1900 


* 


MADRID 

d.  Velaeco,  impresor,  Marqués  de  Santa  Ana,  20 

Teléfono  número  fft 

leoo 


&X  'nueáúi^  aueitcíoé  a^nmoj 

Eduardo  Jíarboqa 

fraq  cisco  ¿ravo 


Ustedes  (no  empleamos  el  vosotros  por  temor  de 
que  esta  carta  no  les  parezca  nuestra),  ustedes  mejot 
que  7iadie  saben  que  El  PatIO  es  U7i  pedazo  de  nues- 
tra vida:  ustedes  que  nos  coywcen  desde  la  niñez,  po- 
drán advertir  cómo  nuestra  alma  se  halla  infiltrada 
en  sus  líneas,  y  palpita  en  todas  sus  escenas,  en  todos 
sus  tipos,  en  todos  sus  detalles  y  ya  que  pudiera  parecer 
hiperbólico  decir  en  cada  una  de  sus  palabras. 

Hasta  ahora  sólo  habíamos  llevado  al  teatro  cuadros 
populares  de  Sevilla,  alejitados  en  tan  grata  labor,  á 
la  par  que  por  el  aplauso  del  píiblico,  por  muy  queti- 
dos  y  respetados  maestros.  A  lo  que  no  habíamos  to- 
cado aíin  era  á  nuestra  Sevilla,  á  la  de  nuestra  clase, 
á  la  que  conocemos  y  sentimos  corno  ninguna,  porque 
de  ella  venimos,  en  ella  nos  hemos  criado  y  llena  de  ella 
tenemos  el  alma. 


El  Patio  ha  sido  la  primera  obra  que  nos  ha 
inspirado  esa  Sevilla:  ^á  quién,  sino  á  ustedes,  nos 
correspondía  dedicársela?  Por  mala  que  sea,  á  ustedes 
les  parecerá  excelente:  y  bien  sabe  Dios  que  st  no  vale 
más,  es  porque  nosotros  valemos  muy  poca  cosa.  En 
ella  están  nuestros  más  queridos  recuerdos,  nuestro 
entusiasmo  de  jóvenes,  nuestro  amor  á  Sevilla  y  á 
las  semidivinas  sevillanas,  avivado  y  enardecido  por 
la  nostalgia  de  la  tierra. 

¡El  patio!  Delicioso  y  alegre  recinto  que  parece 
ideado  por  el  amor  y  para  el  amor,  por  amor  a  Sevilla 
y  á  él  710S  hemos  atrevido  á  llevarlo  á  la  escena,  cui- 
dando mucho  de  no  desposeerlo  en  la  copia  del  m.ás 
poético  de  sus  e?icantos,  del  que  constituye  su  naturaleza 
y  su  espíritu,  de  ese  suave  ambiente  amoroso  que  lo- 
envuelve  y  que  lo  perfuma. 

Si  algún  acierto  hay  á  nuestro  entender  en  esta  co' 
•media ^  estriba  en  haber  imaginado  para  ella  una  acción 
'  sencilla  y  esencialmente  amorosa.  No  hubiéramos  te- 
nido perdón  de  Dios  ni  de  las  sevillanas,  si  echamos 
por  los  cerros  de  Ubeda  en  lo  que  á  la  índole  de  la 
acción  se  refiere,  y  nos  apartamos  al  idearla  d.?  los 
sabrosos  y  picantes  temas  del  amor,  favoritos  de  las 
tertulias  de  los  patios. 

Y  aparte,  la  (ilegría  de  ver  que  el  público  y  la 
pretisa  t^os  m.anifiestan  cada  vez  más  cariño,  y\  que 
un  insigne  maestro,  de  la  crítica  nos  estimula  á  s^g^ii^ 
(idelatitf:,,tene.mos,(Cmno  sevUlctnos  la  s^tisfa^ión,  más 
intima  y  puf' a  que  pudiera  soñax  nuestro  ijl^siojí ¡la 
(^He  nqniie.pu^e  quitarnos:  la.de  U^vAV  y\  m$Urar  por 
Jf^dQS  hs^,rincpne&  de,  España,  comps, quien  lleva ~ y 
.'>fm^^(L:^;SH  ,^neyor  t^prpyS^uiera  se:as4in  pálidp  re- 
medo de  nuestra  calumniada  Sevilla;-^fi  puñaditp^^ 


su  sal,  un  trozo  de  sus  calles,  un  rincón  de  sus  casas, 
unafior  de  sus  flores,  un  soplo  de  su  ambiente,  un  gi- 
rón de  su  cielo,  un  rayo  de  su  luz  y  un  manojo  de  sus 
mujeres  y  de  sus  hombres. 

Perdonen  ustedes,  queridos  amigos,  este  desahogo 
que  con  nadie  más  que  con  ustedes  podíamos  permi- 
timos. V  viva  Sevilla  para  gloria  de  España  y  viva 
El  Patio  e7i  testimonio  de  nuestra  antigua  y  estrecha 
amiítad. 


utu 


QJe>ia4iu  u      l^óaclun 


Madrid,  Enero  1900 


REPARTO 


PERSONAJES 


ACTORES 


CARMEN Seta.    Suárez. 

DOÑA  BOSA Sba.      Valverde. 

DOLORES Sbta.    Domus. 

PETRILLA García  Senka. 

REPOSO Saá.      Lasheras. 

PEPITA Srta.    Maori. 

NIEVECITAS F¿ros. 

MATILDITA Plana. 

CONCHITA Agüirre. 

DOÑA  VICENTA Sra.      Gra jera. 

LOLA Srta.    García  Senra* 

PEPE  ROMERO £r.         Mobano. 

DON  TOMÁS Balaguer  ( J.) 

DON  CRISTINO Larra. 

CURRITO Santiago. 

VERJELES Ramírez. 

DON  APOLINAR Valle. 

ALONSO ViGO. 

DIEGO Balaguer  (M. 

PLÁCIDO ViGO. 

JUANITO Srta.    González. 

ROBERTO Sr.         Barbero. 

ANTONIO ,    Balaguer  (M.) 

UN  POBRE. Valle. 

VENDEDOR  DE  GAFAS Alemán. 

VENDEDOR  DE  DULCE Gambardela. 

EL  TÍO  DE  LOS  PEJE-REYES Valle. 


Todos  los  personajes,  á  excepción  de  Pepe  Romero,  Verjeles  y  el 
Vendedor  de  gafas,  hablan  con  acento  andaluz;  pero  llanamente,  sin 
incurrir  en  la  menor  exageración,  sobre  todo  por  lo  que  respecta  á 
los  tipos  qu  j  no  son  del  pueblo. 


ACTO  PRIMERO 


Patio  de  la  casa  de  don  Tomás,  en  Sevilla.  Corredores  al  foro  y  late- 
rales, con  columnas.  A  la  izquierda  del  actor,  en  primer  término, 
cancela  pintada  de  oscuro,  que  da  al  zagaán.  A  la  derecha,  tam- 
bién en  primer  término,  el  nacimiento  de  la  escalera  principal, 
que  es  de  mármol  blanco:  en  segundo  término,  una  puerta  vi- 
driera, con  medio  punto  de  cristales  de  colores.  Otra  puerta  igTial 
á  esta  á  la  izquierda  del  foro.  A  la  derecha  una  ventana  sin  reja. 
Entre  nua  y  otra  un  piano  abierto,  sobre  el  cual  habrá  un  jarrón 
con  flores,  libros  y  papeles  ue  música  y  dos  ó  tres  abanicos.  De- 
lante, un  ssiento  giratorio  de  rejilla.  Mecedoras  y  sillas,  conve- 
nientemente colocadas,  de  rejilla  tsimbién.  En  el  centro  del 
patio  un  macetón  coa  una  plant-a  grande,  al  cual  rodean  varias 
macetas  con  plantas  más  chicas.  A  los  lados  del  piano  y  en  otros 
huecos,  maceteros  de  azulejos,  también  con  plantas.  A  la  izquier- 
da de  la  cancela  el  tirador  para  abrirla.  Junto,  un  perchero.  De- 
lante de  ella,  á  poca  distancia,  un  biombo  elegante  de  caña  y  tela 
filia  de  co'or  claro.  Suspendida  del  techo  del  corredor,  y  también 
delante  de  la  cancela,  una  lámpara  de  cristal.  Otro  aparato  de  luz 
sujeto  á  la  pared,  entre  la  escalera  y  la  puerta  de  la  derecha.  Las 
paredes  blancas,  decoradas  con  fotografías  da  cuadros  modernos. 
Zócalo  de  azulejos  árabes.  Su^lo  de  mármol  blanco.  Es  de  dia. 
Luz  muy  igual:  se  supone  que  hay  un  toldo  corrido. 


ESCENA  l'RIMERA 

DOLORES,  UX  POBEE  y  PETKILLA. 

(Dolores  arrodillada  á  la  izquierda  del  actor,  sobre  una  almohadilla 
d".  cuero  y  con  los  brazos  al  aire,  aljofifo.) 

DoL.  (Cíutando  )         ^ 

Si  er  querer  es  güeno  ó  malo 
á  un  sabio  le  pregunté; 
er  sabio  no  habla  querío, 
no  me  supo  responde... 


10   - 


¿(^né: quiera» 'de  mí; 
si  hasta  el  agüita  que  bebo 
te  la  tengo  que  pedíf 
PeT.  (cantando    también,  düsde  dentrr,  hacia  la  puerta  de 

la  derecha.) 

Empecé  por  capricho, 
zegul  por  tema, 
continué  por  desvelo 
y  acabé  en  pena. 
Y  de  esta  zuerte, 
les  temo  á  les  caprichos 
más  que  á  la  muerte. 
Esa  arrastra  Petriya  no  para  en  to  er  día. 

(Entra  el  Pobre  en  el  zaguán  y  llaraa  )    ¿Quién  eS? 

¡Alabado  sea  Diosl 

¡Por  siemprel...  Un  pobre. 

Hermanita,  ¿no  hay  una  limosnita  pa  este 

probesito  bardaíto  que  eetá  eemayaíto? 

Dios  lo  socorra  a  usté,  hermanito. 

San  José  bendito  se  lo  pügará,  hermanita... 

Ande  usté,  aunque  sea  un  cachito  e  pan 

duro,  pa  una  gardinita  que  me  han  dao  aquí 

ar  lao. 

Espérese  usté.  (Liamacdo.)  ¡Petriya!    ¡Tráete 

un   piasito  e  pan...  pa  la  sardina  de  este 

hombrel  (volviendo  á  cantar  mientras  sale  Petrilla.) 

Ven  aquí,  serrano, 
siéntate  á  mi  vera, 
que  te  tengo  que  contá 
la  má  de  cositas  güeñas. 

Pet.  (por  la  puerta  de  la  derecha,  con  unos  pedazos  de  pan 

en  el  delantal.)  ¡.Jozú  con  los  pobres!  No  me 
dejan  hace  una  faena  zeguia.  (a  Dolores.) 
Oye,  á  este  ziempre  le  dan  una  zardina  ahí 
junto. 

DoL.  Se  conóse  que  han  comprao  una  lata  e  con- 

^  servas  na  más  epaé. 

Pet.  JÍDdndoie  ei  pan  al  Pobre.)  Tome  usté,  hermániío. 

Pobre  Dios  se  lo  pague  á  usté  y  se  lo  aumente... 

(Besando  el  pnn.)  Con  DÍOS,,herníianÍta.  .Vase.) 

Pet.  Cierre  usté  la  puerta  ar  zalí,  que  entra  mu- 

cha caló.        ,    .  .  . 

DoL.  Ahora  va  ar  34,  y  la  sardina  se  la  hemos  dao 

acá. 


DOL. 

Pobre 

DoL. 

Pobre 

DOL. 

Pobre 


DoL. 


—  n    - 
ESCENA  II 

DOLORES  y  PETRILLA. 

Pet  Escucha,  Dolores:  ¿á  qué  liora  va  á  veni  tu 

Esteban?  .  "   ,  r  ' 

D:l.  Ya  está  ar  cae. 

PfiT.  ¿Zabe  de  zeguro  zi  ze  va  er  zeñito  Pepe? 

DoL.  Ayé  no  lo  sabía. 

Pet.  ^.Y  zi  ze  va  er  zeñito,  ze  va  con  é? 

Di'iL.  Figúrate  tú:  como  es  moso  suyo  hase  tanto 

tiempo... 

Peí.  l'os  miá  que  te  hará  una  gracia  que  ze  yeve 

á  tu  novio... 

DoL.  Esa  es  mi  pena;  porque  como  tome  er  tren*.. 

si  te  vide  ya  no  me  acuerdo. 

Pet.  Mu  jé,  ¿tan  poca  ley  va  á  tenerte? 

DoL.  No,  si  la  que  no  se  acuerda  soy  yo.  Me  pasa 

eso,  ¿sabes  tú?  Como  no  tenga  á  los  novios- 
elante  no  los  pueo  queré. 

Pet.  (Bajando  la  voz.)  Azina  debía  zé  la  zeñita  Car- 

men; y  no  que  está  pazando  las  moras  desde^ 
que  la  plantó  er  zeñito  Pepe 

DoL.  (Bij?ndo  tairbién  la  voz  y  levantándose.)  Y  que  nO- 

le  vale  disimularlo:  le  sale  á  la  cara  á  la  po- 
bresita.  Por  supuesto  que  er  señorito  Pepe,, 
guigao  con  arró  no  pagaba. 

Pet.  ¿Tú  zabes  por  lo  que  han  reñío? 

DoL.  Perqué  ér  se  cansó  de  novi  qo  á  los  tres  meaes^ 

e  relasiones.  Y  prinsipió  á  fartá  á  la  venta- 
na; y  hoy  no  venia,  y  mañana  le  echaba  un 
embuste,  y  pasao  le  escribía  disiéndole  que 
se  iba  á  come  con  unos  am'.gos. .  que  lu€go 
resurtaban  amigas,  y  al  otrogorvía  mu  enfa- 
dao  pa  que  eya  no  le  dijera  na...  y  en  fin,  la 
de  tos  los  liombres  cuando  se  les  pone  roín- 
pé  con  una. 

Pet.  Pos  las  relaciones  la?;  empezó  mu  enosUi- 

dilao. 

DoL.  Y  tanto.  Como  que  no  sabía  apartarse  ud 

minuto  d3  la  casij'a  e  la  feria. 

Pet.  Ayí  ze  conocieron,  ¿no? 


—  12  — 

DoL.  Cabalito.  Er  señorito  es  de  Valensia.  Vído 

aquí  á  SevÍ3'a  á  pasa  la  SemaDa  Santa,  y  vio 
á  la  señorita  Carmen  y  le  gustó  más  que 
toas  las  cofradía?.  Se  queó  á  la  feria,  se  pro- 
curó conosimientos,  lo  trajo  á  la  casa  don 
CijisLino...  y  entoDses  prinsipió  á  pasa,  fa- 
tigas. 

Fet.  ¿Por  qué,  tú? 

DoL.  Porque  la  señorita  Carmen,  que  paese  que 

to  lo  echa  á  guasa,  tocante  ar  queié  es  más 
forma  que  un  número.  Un  mes  anduvo  er 
señorito  detrás  de  eya:  quisieá  yo  que  hubie- 
ras tú  visto  entonses  á  ese  charrán:  asina  ee 

queó  de   dergao  :  (Mostrándole  el  dedo  chico  de  Ja 

mano  derecha.)  no  podía  comé  más  que  fideos 
finos. 

Pet.  Razón  tenía  la  zeñita  Carmen  pa  no  hacerle 

cazo. 

DoL.  ¿Sabes  tú  quién  hiso  que  se  arreglaran?  Su 

tía. 

Pet.  ¿La  zeñita  Roza? 

DoL.  No  pué  viví  más  que  componiendo  novia- 

jos:  el  aqué  de  toas  las  sorteronas. 

Pet.  Pos  mira,  puezé  que  lo  arregle  otra  vé. 

DoL,  E?as  sí  que  están  verdes.  ¿No  ves  tú  que  la 

señojita  Carmen  está  pica  en  suorguyoy 
que  er  señorito  don  Tomás  tampoco  quié  ese 
noviajo  ni  á  tres  tirones? 

Pet.  ¡Claro!  Después  de  la  mala  partía  der  zeñito 

Pepe... 

;Jíi)oL.  A  mí  me  da  más  pena,  porque  la  señorita 

Carmen  yegó  á  cobrarle  cariño...  Y  aunque 
dise  que  no,  yo  sé  que  pasa  mu  malitos  ratos 
por  é. 

Pet.  ¡Probé  zeñita  Carmen!   No  quiziea  yo  más 

,;  que  zé  hombre,  y  zé  zeñorito,  y  no  zé  de  la 

-,  1  Árgaba,  pa  zacarla  e  penas. 

DoL.  Cáyate,  que  ahí  viene. 

Pet.  Miála,  qué  bonita. 

DoL.  Se  le  pué  resá  un  Padrenuestro. 


—  13  — 
ESCENA  III 

DICHAS   y    CAEMEN. 

Cak.  (Por  la  escrtiera.)  ¿Quién  era  antes,  tú? 

DoL.  Er  pobre  de  la  sardina,  señorita  Carmen. 

PeT.  (Con    demostraciones    de  admiración.)    [Ay,    zeñitd 

Carmen! 

Car.  ¿Qué  te  pasa? 

Pet.  ¡Ay,  qué  reprecioza  está  usté  hoy! 

Car.  ¿Sí,  eh?  ¡Pues  ya  verás  mañana! 

I'kt.  Con  formalidá.  ¡Ay,  qué  rebién  lezientaái 

usté  eze  vestíol 

DüL.  Es  verdá  que  le  sienta  mu  rebién. 

Car.  Cuando  se  casen  ustedes,  le  regalo  uno  igual 

á  cada  una. 

Pet.  ¡Déjeme  usté  que  le  dé  un  bezo,  zeñita  Car- 

men! 

Car.  i  En  eso  estoy  pensando!  Con  lo  cochambro- 

sa que  estás... 

Dql.  Como  que  se  ha  peleao  con  er  jabón... 

Pet.  ¡Miá  qué  gracioza!  ¡En  la  cocina  quiziea  yo 

verte! 

Cap.  y  yo  á  tí:  conque  anda  ligera. 

Pet.  Güeno.  (a  Dolores.)  ¿Tú  haz  acabao  ya  cod 

este  cubo? 

DoL.  Sí;    pues   yevártelo   to.   (Petrllla  lecogo  la  almo- 

hadille, la  aljofifa  y  el  cubo.) 

Car.  Pero  ¿todavía  estabas  aljofifando? 

DoL.  No  señora;  sino  que  han  venío  unos  parien- 

tes de  e-^ta  calamidá  y  me  han  puesto  er  pa- 
tio perdió  con  las  botas. 

Car.  Temprano  han  empezado  las  visitas... 

Pe  I".  (cuando  ya  á  Irse,  en  iin  nuevo    arranque  de  admira- 

ción." ¿Zabe  usté  lo  que  le  digo,  zeñita  Car- 
men? Que  zi  la  viera  á  usté  azio,  no  ze  iba 
de  Zeviya... 

Car.  Varaos,  (.sta  chiquiya  es  tonta. 

Pet.  Zi,  zí;  me  chupo  er  deo.  (vas  •  por  la  puerta  de  i» 

dericha.) 


—  14  í— 

ESCENA  IV. 

CAEMEN  y  DOLÓSE?;  luego  DOÑA  EOSA. 

DoL.  Pos  SÍ  que  tiene  rasón  Petrij'a,  señorita  Car- 

•'méní'si  la  viera  á  usté'así-n...  ' 

Oar.i  •.      .Bueno,  pero  coriio  no  me  verá...  Y  sobré- 
;  ,'in;j       '  todo,  ¿(e  importa  á> tí  algo?' 
DoL.  ¿No  quié  usté  que  me  impor.te,  señorita?  Lo 

uno,  porque  es  una  picardía  lo  que  ha  hecho 
ecjseñofito  Pepe-.t.  , 

Oar.  Deja  eso:  '  " 

DoL/.!    .:       Yio  otro,  porcjue  con^éí  sé  me  va  mi  Es- 
teban. ;  - 
<Dar.            Mejor.  Así  pueileque^te  salga- tín_  novio  Goé- 

'  i ..  i  V' :     más  cuerpo.;    :  -  -  ► '• 

DoL.  Ave  María,  señorita;  no-es'taQ  chicó  mi  Es- 

)  -  te,ban...  / 

Car.  No:  media  vara.  Con  el  sombreso  ancho  pa- 

-  .'í-vy'-;téce  un  velador.      ■  3 

DoL.  Miste  que  tiene  usté  unas  cosas... 

Car.  Oye,  ¿y  es  verdad  que  duerme  en  un  cajón 

í     '■  <  de  la  cómoda,  junto  á  las  tirillas  del  amo?  ' 
DoL.  Vaya,  señorita  Carmen...  no  se  burle  usté 

del  infelí...  Ya  se-ve,  como  er  eéñorito  Pe'pe 
'.'^y      '         tiene  ta-iv  güen  cuerpo... 
Car.  Algo  bueno  había  de  tener. 

D.Qiííí    '  f .    Ciíando  yo  digo.:. 

Car.  No  digas  nada:  vete  á  arregtór  fcus  cosas. 

DoL.  Si  Gstt)y  aquí  aguardando  á  mi'' Esteban,  quh 

.  ■<:•  !  '  "..va  á  vení  á  desirme  si  s@  larga  ó  no... 
CjAR.i    í*¡ ;   Pues  esoes  importante.        >      •' 
DoL.  Como  que  yevamos  tres  días  con  el  arma  en 

un  hilo,  señorita:   tan  =  pronto  nos   vamofe 
íJrtcíiH         como  nos  queamos.:       -  ■  ' 

■CSkér'  'l:--  Sí,.;¿eh?       '^  ,  ■    -^■'.       •■.,:•- 
Dóiü.  Bd se  mi  Esteban  que  er  señorito- Pepe  está 

guiyao.  Saca  la  ropa  der*  ropero  y- la  mete  en 
er  baúí  como  si  fuera  á'irse;-  luego  se  pa-s'éa' 
,  :iw  •í'^HX^or.er 'Cuarto;'  la  sáica  der  baú  y  ia  güervé'^^ 
mete  en  er  ropero.  Y  a8Ín,to'«F«anto  día. 
Car.  Le  habnin  mandado  que  haga  gimnasia. 


—  15  — 

Dóx.       "'   -tSí,  éeh'ejousté  á  bfomk.-        '■  • 
Car.  Eso  debías  hacer  tú,  inocente.'..  'Al  fin  y  al 

cabo  ¿qué  vas  á  perdérV  ¡Media  libra  «de^ 
novio!  ■  '  •'"'  ■' 

DxJL.  '  Vamos,  lé  ha  caío  á '  usté  en  grasia  la  esta- 

tura, (suena  dentro,   hacU   íír  fztuíterda,  un    silbido 
inlenso  y  prolongado.) 

Car.  En  nombrando  ial  ruin  de  Roma... 

DOL.  Ahí  está  ya.  (Va  h^cla  la  cancela.) 

Car.  y  que  trae  pulmones  dé  persona  mayor, 

Rosa  (Por  la  puerta  del  foro,  vestida  de  hábito  del  Carmen 

y  con  gafas  de  oro.  Trae  en 'la  mano  una  canast'lla  del- 

costura.)  Oye,  Dolores.  "    -" 

DoL.  (Deteniéndose.)  ¿Qué  quié  usté,  Señorita? 

Rosa  Dile  á  tu  novio  que  para  llamarle  se  ponga 

cejuela,  como  las  guitarras. 
DoL.  Güeno,  se  lo  diré. 

Rosa  ¡Me  ha  asustado  el  demonio  del  hombre! 

(Suuna  otro  Bllbido.) 

Car  y  trae  prisa 

Rosa  Corre,  corre  á  verlo...  no  vaya  á '  silbar  otra 

vez...  (v  se  Dolores  corriendo  por  la  cancela,  que  deja 
entornada  ) 


ESCENA  V 

_  -C^EMEN  y  DOÑA  BOBA;  luego  un  yENDEDOR  de  dulce.  . 
Rosa  f^Sentáadose  a  coser  en  una  Billrbíja-.)  Hija,  DO  Sabe 

una  dónde  ponerse.  ¡Qué  calor  hace  hoy! 

Car.         '        (sentándose  al  piano  y  juguetean 'o  con  las  teclas  mien- 
tras habla  coa  doña  Rosa.)   Calor    de    AgOStO,  tía 

Rosa. 
RO8A  Es  verdad:  de  mañana  en  ocho,  San  Lorwi- 

zo  (pausa  )  ¿Tú  sabes  quién  está  arriba  con 

tu  padre? 
Cab.'        ■  Sí;  Verjeles.  Ya  creo  que  se  va...  ¡Qué  fasti* 

'dio  de  pretendientes! 
Rosa         ■  Íío  lo  deja  ni  á  sol  hi  asombra.  ¿Qué  dices 

tú  á  eso? 
Car.        '    Que  hoy  ál  60I  feí  1(J  dejaría.  ¡Ja,  jal  (Breve 

'  *     ■  pausa.) 


—  16  — 

Vend  .         (Gritando  desde  le  cancela.)  ¿Se  quiere  güen  durse 

de  f  idra? 
Rosa  No  se  quiere. 

Vend.         ¡No  se  puede!  (se  va.) 
Rosa  ¿Digo,  eh?  ¡Pero  qué  descarado  es  ese  tíol 

(Nueva  pausr.) 


ESCENA  VI 

CAEMEN  y  DOÑA  EOSA. 

Rosa  Pues  para  mí  que  tu  padre... 

Car.  ¿Qué? 

Rosa  Digo  que  para  mí  que  tu  padre  no  hace  bien 

en  alentará  Verjeles...  Sabiendo  que  á  ti  Do 
te  gusta...  y  que  puede  que  todavía  el  otro... 
¿no? 

Car.  No,  tía,  no... 

Rosa  (Sería  el  primer  noviazgo  que  yo  no  arregla- 

ra.) ¿Y  por  qué  no,  vamos  á  ver?  Desde  que 
tengo  uso  de  razón  he  visto  que  todos  los 
novios  riñen  para  hacer  las  paces...  Luego 
se  pelean  otra  vez,  si  á  mano  viene,  pero  las 
primeras  paces  no  faltan  nunca. 

Car.  (Dejando  el  piaoo  y  sentándcse  junio  á  bu  tia.)  PUcS 

ahora  faltarán,  tía  Rosa.  Ni  él  quiere  hacer- 
las, ni  yo  tampoco.  (Con  firmeza.) 

Rosa  Él  sí  quiere. 

Car.  ¡Qué  ha  de  querer,  por  Dios!  Parece  mentira 

que  ueted,  que  dice  que  conoce  el  mundo... 
Pepe  llegó  á  Sevilla  á  divertirse,  á  pasar  una 
temporada  alegre  y  de  fiestas...  Y  lo  que  él 
se  diría:  para  que  no  me  falte  nada,  necesito 
una  novia...  ¿Cuál?  La  primera  que  pase. 

Rosa  Y  pasaste  tú.  Eftaba  escrito. 

Car.  Pero  tachado  luego.  Se  acabó  la  temporada 

de  fiestas...  y  ahí  te  quedas,  niña.  Ahora  ríe, 
llora  ó  haz  lo  que  más  coraje  te  dé.  Yo  no 
tengo  corazón  y  me  vcy  tan  freí  co;  si  tú  lo 
tienes,  que  lo  dudo,  porque  ¿cómo  has  de 
tener  tú  lo  que  á  mí  m€  falta?  sufre  un  poco, 
echa  unas  lagrimitas,  que  eso  es  muy  sano, 
y  ya  se  te  pasará  la  rabieta...  No  estoy  por- 
que me  amanezca  más  charlando  en  la  ven- 


—  17  — 

tan?  contigo...  Aquellas  cosas  que  yo  te 
decía  cumo  si  me  salieran  del  alma,  son 
mentira;  mentira  también  las  excusas  para 
disculpar  mi  tardanza  en  ir  á  verte;  mentira 
los  pretextos  para  dejarte  pronto...  Todo  mi 
cariño  es  mentira:  ¿lo  será  el  tuyo?  ¡Me  tiene 
sin  cuidado!  Adiós:  ahí  te  quedas,  (se  levanta.) 

Rosa  Eso  debía  yo  decirte:  adiós,  ahí  te  quedas...  " 

¡Qué  torbellino!   ¡qué  manera  de  desbarrar! 

Car.  Pero,  ¿no  es  esa  la  historia,  tía? 

Roi-A  Según  y  conforme,  mujer. 

Car,  La  prueba  es  que  dicen  que  se  va  á  su  tie- 

rra... Buen  viaje. 

Rosa  ¿Qué   se  ha  de  ir,  muchacha?  Si  creo  que 

lleva  un  mes  haciendo  y  deshaciendo  mun- 
dos... Le  ha  ganado  á  Dios,  que  no  hizo  más 
que  uno  y  tuvo  que  descansar  el  domingo... 

Car.  Se  habrá  impuesto  esa  penitencia. 

Rosa  ¿Y  si  yo  te  dijera  que  Pepe  está  arrepentido 

de  lo  que  ha  hecho? 

Car.  No  lo  creería. 

Rosa  ¿Con  que  no?  Se  conoce  que  do  lo  has  visto, 

ccmo  yo,  pasar  de  noche,  ya  muy  tarde,  por 
delante  de  casa;  llegar  á  la  reja  donde  ha- 
blaban ustedes;  ponerse  á  escuchar;  seguir 
andando;  desandar  lo  andado... 

Car.  ¿y  hasta  ahora  no  se  le  ha  ocurrido  á  usted 

decírmelo? 

Rosa  ¿Para  qué  atormentarte?  Es  más:  la  última 

noche  que  lo  vi  tuvo  la  paciencia  de  besar 
uno  por  uno  todos  los  hierros  de  la  venta- 
na... ¡que  son  veintitantos!... 

Car.  Si  lo  llego  á  saber  á  tiempo  les  doy  pintura 

á  prima  noche. 

Rosa  ¡Qué  mala  idea! 

Car.  (Riéndose.)  ¿Y  no  cortó  una  ramita  de  yerba- 

buena  para  la  sopa  del  día  siguiente? 

Rosa  (lo  mismo.)  ¡Anda!  Y  una  de  perejil,  y  se  la 

puso  en  la  solapa...  No  sé  cómo  lo  echas  á 
broma. 

Car.  Lo  que  yo  no  sé  cómo  usted  quiere  que 

vuelva  á  tomarlo  en  serio,  (se  aparta  de  su  tía  y 
se  sienta  a  la  izqiileida  en  una  mecedora.) 

Rosa  Calla,  que  bajan  ahí  Verjeles  y  tu  padre. 


-  18  - 
ESCENA    VII 

CARMEN,  DOÑA  ROSA,  DON  TOMÁS  y  VERJELES. 
TOM.  (Por  la  escülera,  con  Verjeles.)    ¡A    Ver   SÍ  aquí  eil 

el  patio  se  respira  un  pocol  (Pbsea  agitado  con 

demostraciones  de  mucho  c  lor,  abanicándose  y  secán- 
dose con  el  pañuelo  constantemente  el  sudor  del  cue- 
llo y  de  la  cabeza.) 

Ver.  ¡y  tanto  como  se  respira!  ¡Este  patio  es  un 

paraisol 

Car.  Si,  señor:  encantado. 

Ver.  (¡(Jada  vez  más  bella...  y  más  sugestiva!) 

ToM.  ¡Ufi...  ¡arriba  es  morirse! 

Rosa  Siéntese  usted,  Verjeles. 

Ver.  No  puedo,  señora.  Con  harto  dolor  me  veo 

obligado  á  trocar  este  deleitoso  paraje  poi- 
la  calurosa  vivienda  del  señor  Morrillo,  mi 
amigo  y  dueño. 

Car.  ¿Quién?  ¿ese  tan  gordo?  ¡Ja,  ja,  ja,  ja!  ¡Mire 

usted  que  al  diablo  se  le  ocurre  irse  á  estas 
horas  á  ver  á  un  señor  gordo!... 

Rosa  ¡Niña! 

ToM.  ¡Dice  muy  bien!  ¿Tú  sabss  el  calor  que  des- 

piden ahora  los  gordos?  ¡Ufl  ¡qué  fatiga!... 
Tres  amigos  muy  gordos  tengo  yo  y  he  re- 
ñido con  ellos  hasta  el  invierno.  Y  son  per 
sonas  excelentes,  bien  educadas,  instruidas, 
de  amenísima  conversación...  ¡pero  que  me 
resultan  tre.=i  estufas! 

Ver  Siempre  tan  propenso  á  la  hipérbole. 

ToM.  Es  claro;  usted,  como  no  suda...  Pero  yo... 

Tóqueme  usted  aquí,  verá  usted  como  es- 
toy... (Presentándole  un  costado  á  Verjeles  y  hacien- 
do que  lo  palpe,  lo  mismo  ahora  que  en  lo  sucesivo.) 

Vek.  No,  si  ya. . 

TuM.  Tóqueme  usted,  hombre... 

Ver.  Si,  en  efecto... 

ToM.  Pues  esto  no  es  nada:   mire  usted  por  la  es- 
palda... Tóqueme  usted,  tóqueme  usted... 

Rosa  Tomás,  no  seas  pesado. 

ToM.  ¿Pesado?  Tócame  tú... 


—  i'}  — 

Car.  Ay,  papá,  ni  que  fueras  un  timbre... 

Rosa  Vamos,  quita. 

ToM.  ¡Uf!  ¡qué  barbaridad!  Y  con  una  pulga  desde 

el  lunes...  (Rascándose.)  Nada,  que  ha  tomado 
la  tierra  y  no  hay  quien  la  eche.  Ya  se  ve, 
tiene  casa,  comida,  horas  de  recreo...  ¡Pica, 
hija,  pica!  Verá  usted,  Verjeles,  verá  usted 
cómo  me  ha  puesto  el  pecho  de  ronchas... 

Car.  Papá,  por  Dios,.. 

ToM.  ¡Míralo  tú!...  Parece  la  fachada   vieja  del 

Ayuntamiento...  ¡Oh,  qué  hermosura  de 
verano!  ¿No  es  verdad.  Verjeles?  Las  no- 
ches... la  luna...  el  aire  el  huerto  orea...  ¡Mu- 
cho, mucho!  ¡Vamos,  hombre!  ¡hasta  la  ver- 
güenza se  pierde  en  este  tiempo...  para  que 
usted  se  entere! 

Ver.  y  en  invierno  también. 

Rosa  (Toma!  y  hay  quien  no  la  tiene  en  las  cua- 

tro estaciones... 

To.M.  Señor,  no  es  eso;  es  que  acabamos  de  ver  á 

la  gorda  de  ahí  enfrente  en  camisa,  (uoña 

Rosa  y  Carmen  sueltan  la  carcajada.) 

Roi>A  ¡Qué  cosas  dices,  hombre! 

ToM.  Ah,  ¿no  lo  creen  ustedes?  Verjeles,  ¿no  es 

verdad?...  Pero,  señor,  no  se  ponga  usted 
colorado...  ¡Ni  que  fuera  usted  el  que  anda- 
l)a  en  paños  menores! 

Ver.  (¡También  es  gana  de  que  se  lo  figuren  á 

uno  en  calzoncillos')  Hoy  está  usted  diabó- 
lico, don  Tomás.  Me  retiro. 

Car.  l'^stá  tremendo.   Y  usted  toma  tan  en  serio 

todo  lo  que  dice. . 

Ver.  ¿En  serio?  ¡qué  disparate!  Yo  no  tomo  en 

serio  más  que  una  cosa  en  este  mundo. 

Car.  Sí;  las  citas  del  señor  gordo. 

Ver.  Carmencita... 

Car.  La  prueba  es  que  nos  deja  usted  y  se  va  á 

verlo. 

Rosa  Eso  está  más  claro  que  el  agua. 

Ver.  ¿Usted  también?   Vaya,  hoy  no  tengo  aquí 

más  que  enemigos. 

ToM.  Bueno,  pues  del  enemigo  el  consejo.  Deje 

usted  á  Morrillo,  vayase  usted  á  su  casa, 
póngase  usted  en  calzones  blancos... 


—  20  — 

Ver.  (iY  dale!) 

ToM,  Tiéndase  á  la  larga,  eche  una  buena  siesta.,. 

Ver.  Sí,  sí,  y  á  la  vida  ideal  que  la  parta  nn 

rayo...  (Despidiéndose.)  Doña  Ro.sa...  (a  Carmen.) 

Rosa...  á  secas... 
Car.  ¡Huy,  á  secas! 

Ver.  ¡Qué  mala  es  usted!  Don  Tomás...  (Le  cog& 

uua  niauo  entre  las  suyas.) 

ToM.  Adiós,  mi  amigo,  adiós. 

Ver.  No  me  olvide  usted. 

ToM.  Pierda  usted  cuidado.  Pero  no  me  pase  us- 

ted la  mano  per  agua... 

Ver.  ¿Cómo?  (¡Qué  grosería!)  A  los  pies  de  usté 

des...  (¡Parece  mentira  que  de  un  escarabajo 
haya  salido  una  mariposa!...)  (vase  por  la  can- 
cela.) » 


ESCENA  VIII 

CAEMEN,  DOÑA  ROSA  y  DON  TOMAS;  luego  ALONSO,  DIEGO 
y  PETEILLA. 

ToM.  ¡Caray,  qué  cataplasma  de  hombre!  Se  pega 

más  que  un  parche  poroso.  Ya  le  temo  tanto 
como  á  Currito.  ¡Y  mira  que  Currito!... 

Car.  Pues  tú  tienes  la  culpa,  papá,  (se  levanta  de  la 

mecedora  en  que  estaba  y  se  sienta  en  otra  junto  á 
doña  Rosa.) 

Rosa  Si  no  le  dieras  alas... 

ToM.  ¡Che,  che,  che,  che!  Me  opongo  á  toda  discu- 

sión. Verjeles  me  ha  quitado  media  horade 
siesta  y  no  estoy  por  perder  más  tiempo.  (Dé- 
jase caer  en  la  mecedora  q>ie  ocupaba  Carmen.)  ¡Ah, 
qué  ganitas  tenía  de  cogerla  hoy! 

Rosa  ¿Vas  á  dormir  ya? 

ToM.  ¿Cómo  ya,  si  hace  tres  noches  que  no  pego 

l<is  ojos?  Entre  el  calor  y  los  mosquitos... 
¡Otra  dehcia  del  verano!  Todas  las  noches  se 
me  cuela  uno  dentro  del  mosquitero.  No 
marra.  Y  es  el  mismo:  lo  conozco  en  la  voz. 
Para  mí  que  tiene  una  puerta  secreta. 

Car.  Yo  también  llevo  dos  ó  tres  noches  desve- 

lada... 


—  21  — 

ToM.  Poca  conversación  ¿eh?  que  quiero  dormir- 

me (Se  balancea  en  la  mecedora  y  Cariren  tamblénj 
Pausa.) 

Alón.  (a  voz  en  cuello  desdo  la  cancela.)  ¡Petraaaa!  (f  odoa 

se  esiremecen.) 

ToM.  ¡Maldito  sea  el  demonio!  ¿Una  visita  de  la 

Algaba? 
Car.  Con  seguridad. 

Rosa  Y  es  la  cuarta  de  hoy. 

ToM.  Hombre,  pues  que  señale  Petra  un  día  de 

recepción... 
Alón.  (como  aotes.)  ¡Petraaaa! 

TcM.  (imitándolo.)  ¡Ya  vaaaa! 

Car.  ¡Qué  voz  más  agradable  tiene! 

Peí.  (Saliendo  por   la  puerta  de   la  derecha   muy  corrida 

y  yendo  á  abrir   la  cancela.)  Es    mi  hermaniyO 

Alonzo,  zeñito  Tomás. 
Car.  Hija,  pues  llévalo  á  casa  del  afinador. 

Rosa  No  quedarse  ahí  á  la  puerta,  ¿eh?  Entrar  ea 

la  cocina.  (Entran  en  el  patio  Alonso  y  Diego.  Alon- 
so sigue  á  Petrilla,  que  va  hacia  la  cocina,  y  se  detiene 
á  taludar  á  los  señoritos;  Diego,  que  viste  uniforme  de 
toldado  de  ii  fantería,  se  queda  detrás  del  biombo.) 

Alón.  Tengan  ustés  mu  güeñas  tardes. 

Car.  Buenas  tardes. 

Alón.  Me  alegro  de  verlos  á  ustés  tan  güenos. 

ToM.  Gracias. 

Alón.  ¿Están  ustés  güenos? 

ToM.  Pues  hombre,  ¿no  acaba  usted  de  decir  que 

se  alegra?... 

Alón.  ¿Cómo  está  usté,  don  Tomás? 

ToM.  ¿Yo?  Deseando  dormirme,  hijo  de  mi  alma. 

Pkt.  (Impaciente )  Vente,  Alonzivo. 

Alón.  Ya  á  la  zeñita  Carmen  y  á  la  zeñita  Roza  las 

veo  tan  güenap... 

Rosa  Sí,  vamos  tirando. 

Alón.  ¿Silgue  usté  güeña,  doña  Roza? 

ToM.  (¿Otra  vez?) 

Alón.  Ya  á  don  Tomás  y  á  la  zeñita  Carmen  los 

veo  tan  güenos... 

Car.  Sí,  hombre;  todos  bien. 

Alón.  ¿Y  usté,  está  güeña,  zeñita  Carmen? 

ToM.  (¿Querrá  un  certificado  del  médico?) 

Alcn.  Ya  á  la  zeñita  Roza  y  á  don  Tomás... 


—  22  — 

Car.  Sí,  los  ve  usted  tan  biienoo... 

KosA  Andar,  andar  á  la  cocina. 

Ai.oN.  (a  Petra.)  Oye,  tú,  que  entre  eze. 

ToM.  ¿Cómo  ese?  Pero  ¿viene  otro? 

Alón.  ¡Dieguiyo! 

Diego  ¡Ehl 

Alón.  ¡Entra! 

Pet.  Ez  un  paizano...  que  es  melitá... 

Diego  ¿Dan  ustés  zu  permizo? 

ToM.  ¡Adelante,  hombre!  ¡Y  dejarme  dormir  con 

cien  mil  de  á  caballo! 

Diego  (Avanzando.)  Tengan  ustés  mu  güeñas  tardes. 

Me  alegro  de  verlos  á  ustés  tan  güenos... 

ToM.  (¡Adiós!  [Trae  el  mismo  estilo!) 

Dikgo  ¿La  familia  güeña?... 

EosA  Si,  señor,  sí. 

Diego  ¿Y  por  caza? 

Car.  ¿Por  qué  casa? 

ToM.  ¡Anda!  Pues  si  le  objetas,  no  acaba  en  un 

mee. 

Pet.  ¿Queréis  venirze? 

Alón.  Mujer,  déjalo  que  zalude. 

Diego  ¿Tienen  ustés  argo  que  manda  á  zu  zervidó? 

Rosa  Nada,  nada;  que  se  vayan  ustedes. 

Diego  Pos  que  no  haiga  ninguna  novedá. 

Alón.  Me  alegro  de  verlos  á  ustés  tan  güenos. 

Diego  Expreziones.  (Entran  en  la  cocina  con  Petra.) 


ESCENA    IX 

CAEMEN,  DOÑA  EOSA,  DON  TOMÁS  y  un  VENDEDOE  de  gafas. 

Car.  y  luego  dirán  que  no  son  finos  en  la  Al- 

gaba. 

ToM.  ¡Jesús,  qué  desesperación!  Basta  que  uno 

quiera  dormir... 

Vend.  (Desde  la  cancela,  con  voz  gangosa  y  grave  y  acento 

catalán.)  Gafas  de  cristal  de  roca. 
To.vi.  (Fuera  de  sí.)  ¡Vaya  usted  á  paseo! 

Vend.  (imperturbable.)  Quevcdos  baratos. 

ToM.  ¡No  se  quiere  nada! 

Vend.  Anteojos,  lentes... 

ToM.  ¡Pero,  hombre! 


—  23  — 
Vend.  Gemelos  de  teatro... 

ToM.  (Leviir. tardóse   dtsesperado   y    yendo    á    la    cancela.) 

¿Cómo  se  le  va  á  decir  á  usted  que  vemos 
todos  bien? 
Vend.  Usted  perdone,  (vase.) 


ESCENA  X 

CARMEN,  DOÑA  ROSA  y  DON  TOMAS;  luego  PETRA. 

ToM.  ¡Qué  tostón  de  tío!  ¡Voy  á  poner  un   guardia 

civil  detrás  de  la  puerta! 
Car.  Papá,  no  es  para  tanto... 

Rosa  El  pobre  señor  tiene  que  ganarse  la  vida... 

ToM.  ¡Que  se  muera!  (soplando  fuerte.)  ¡Yo  ya  estoy 

loco  de  calor!   (Llamando    y    aentándose.)  ¡Petra! 

¡üf!  , cómo  sudo!...  ¡Petra! 

Rosa  ¿A  qué  la  llamas,  hombre?  (saie  Petra.) 

ToM.  ¡Tráeme  una  talla  de  agua  hasta  arriba!  (vase 

Petra.) 

Car.  ¿Más  agua,  papá? 

Rosa  Tomás,  por  Dios,  que  luego  sudas  doble... 

ToM.  ¡Pero  si  estoy  seco,  señor!  ¡Si  estoy  abrasa- 

do! (Sale  Petra  con  nua  taKa  de  agua  que  le  da  á  don 
Tomás.)  Trae  acá,  Fetrilla...  (Después  de  beber  nn 
poco.)  ¡Qué  rica  está!  (continúa  bebiendo  largo 
rato.) 

Rosa  Vas  á  criar  ranas  en  el  estómago. 

TOM.  (.Mientras  bebe.)  Mejor. 

Car.  Papá,  me  da  fatiga  verte. 

ToM.  (con  satisfacción.)    ¡Ay!...  Ten  ahí...    (Le  devuelve 

la  talla  á  Fetrilla  y  ésta  se  va.) 

ESCENA  XI  ■^ 

CARMEN,  DOÑA  ROSA  y  DON  TOMÁS.  Al  final  FETRILLA  y 
CÜRRITO. 

Car.  ¿Te  la  has  bebido  toda? 

ToM.  ¡Toda!  Y  ahora  es  peor,  lo  verán  ustedes... 

Rosa  Ya  te  lo  dije. 

ToM.  ¡Míralo!...  ¡ya  estoy  sudando  á  chorrosl  En 


—  24  — 

fin,  con  tal  de  quedarme  dormido...  ¡Ufl  No 
puedo  aguantar  ni  la  americana  (se  la  quita  y 

la  tira  Jejos.) 

Car.  La  verdad  es  que  hoy  hace  un  día  de  calor... 

Rosa  Estamos  aclimatándonos  para  el  Purgatorio. 

ToM.  Callarse  ya. 

Rosa  Ya  nos  callamos,  á  ver  si  callas  tú.  (Don  To- 

más y  Carmen  tratan  de  dormirse.  Pausa.) 

ToM.  ¡Qué  siestecita  más  hermosa  voy  á  echar 

hoy! 

Car.  ¡Jesús!  (Se  desabrocha  el  cuello  de  la  blusa  y  se  sube 

un  poco  las  mangas.) 

Rosa  (cabeceando.)  Me  parece  que  yo  también  la  en- 

trego. (Paufa.  Los  tres  se  van  quedando  dormidos. 
Hablan  entre  dientes,  á  media  voz  y  sin  abrir  los  ojos.) 

Car.  (Tosiendo  levemente.)  Ejem,  ejcm... 

ToM.  Ño  tosas,  hija. 

Rosa  iQué  fastidioso    te    pones,    Tomásl    (Nueva 

pausa.) 

ToM.  Rosa,  Rosa... 

Rosa  Qué. 

ToM.  ¿Estás  ya  dormida? 

Rosa  íáí. 

ToM.  Mujer,  me  extraña  mucho  la  respuesta... 

Rosa  Hijo,  pues  más  me  extraña  á  mí  la  pregun- 

ta... (Pausa.) 

ToM.  Carmen. 

Car.  ¿Qné,  papá? 

ToM.  Si  te  duermes  antes  que  yo,  me  lo  avisas, 

para  que  no  haya  luego  discusiones. 

Car.  Bueno,  (pausa.) 

ToM.  (Dándose  una  bofetada  de  reponte.)    ¡LadrÓnl    Con- 

denados mosquitos...  (Se  le  sale  del  pie  una  zapa- 
tilla. Pausa.) 

RcSA  (a  Carmen,  despabilándose    un    poco.)  Oye,  nO  va- 

yas á  soñar  en  vez  alta  con   Pepe  Romero, 

como  ayer.  (Advirtiendo  que  no  la  oye  y  tornando  á 
dormir.)  A  la  otra  puerta.  (Pausa  larga.  Se  oye  en 
la  calle,  un  poco  lejos,  el  pregón  lento  y  cadencioso 
del  Tío  de  los  peje-reyes.) 

Tío  ¡Y...  qué...  vivos...  los...  peje...  reyes! 

Rosa  Las  cuatro. 

Tío  (Algo  Eás  lejos.)  ¡Pe...  je.,,  re...  yes...  y...  qué 

vi...  vos! ...  (Don  Tomás   empieza  á  roncar.  Poco  des- 


—  25  — 

pues  llega  Carrito  á  la  CBUcela  y  llama.  Al  sentir  el 
timbre  se  despiertan  los  tres  sobresaltados  y  se  miran 
coa  ístcpor.  Hablan  en  voz  baja.  Sale  Petrilla  á 
abrir.) 

ToM.  ¡Por  vida  del  diablo! 

Car.  ¿Será  visita? 

ToM.  Mujer,  por  Dios,  ¿á  estas  horas?... 

CUR.  (a  Petrilla,  que  le  abre  la  cancela.)  ¿Están  loS  Ze- 

ñores? 
Car.         j 

Rosa  >  (Llevándose  las  manos  á  la  cabeza.)  ¡Clirrlto! 

ToM.  ) 

PeT.  Zi,    zeñó;   paze  UZté.    (Pasa    carrito,    y   mleutras 

deja  en  el  perchero  el  sombraro  y  el  bastón,  Carmen, 
Doña  Rosa  y  don  Tomás  se  arreglan  precipitadamente 
maldiciendo  de  él.  Petrilla  se  va.) 

TOM.  (Buscando   y    poniéndose    su    americana  y  la  babucha 

que  se  le  salió.)  ¡Mal  ra3'0  lo  partal 

Car.  (Abrochándose    el  cuello  de  la  blusa  y  bajándose   ia> 

mangas.)  ¡Ay,  qué  sinapismo  de  niño! 
Rosa  ¡Mire  usted  que  es  mucha  jaqueca! 

ToM.  ¡Lástima  de  tabardillo  pintado! 

Car.  ¡Antipático! 

Rosa  ¡Burro! 


ESCENA   XII  \ 

CAEMEN,  D0?í.4.  KOSA,  DON  TOMÁS  y  CURBITO. 

(Al  presentarse  Carrito,  cambia  la  decoración  bruscamente  y  lo  re- 
ciben con  cara  de  Pascuas.) 

ToM.  ¡Currito! 

Rosa  ¡Tanto  bueno  por  aquí!... 

Car.  ¡Dichosos  los  ojos!... 

CüR.  (Dn  poco  cortado.)  Buenas  noch...  digo  días... 

¡tardes!  ¿Cómo  zigue  usted,  doña  Roza? 
Rosa  Bien,  ¿y  tú,  hijo? 

CuR.  Yo  bien,  gracias.  ¿Y  usted,  don  Tomás? 

ToM.  ¡Tan  famoso!  (Y  dormido  por  dentro  y  por 

fuera.) 
CuR.  ¿Y  usted,  Carmencita? 

Car.  Perfectamente,  Curro. 


—  26   - 

Rosa  ¿No  te  sientas? 

TüM.  ¡Ya  lo  creo  que  se  sienta,  mujer!  (¡Lo  qne 

,  no  hará  será  levantarse  en  mucho  tiempo!) 

-CüR.  (Sentándose   junto    á    Curmen.)    Con    permizO    de 

ustedes.  (Está  la  niña  hoy  que  tira  de  espar- 
das.  Como  pueda,  me  arranco.) 

Car.  Vaya,  vaya,  con  Currito... 

'ÍOSA  ¿Qué  hay,  Currito? 

ToM.  ¿Qué  lo  trae  á  usted  por  aquí,  Currito? 

Car.  Ya  lo  echáhamos  á  usted  muy  de  menos, 

Currito. 

ToM.  ¡Mucho!  Sobre  todo  hoy.  No  hace  dos  mi- 

nutos que  estábamos  diciendo:  pero  hom- 
bre, ¿qué  hará  Currito  que  no  viene?  ¿Ver- 
dad, tú? 
-  CüR  Por  lo  visto  ustedes  no  zaben  que  he  estado 

fuera. 

Car.  Ni  una  palabra. 

liosA  Y  ¿para  qué  has  vuelto,  hijo  míq? 

^  CuR.  ¿Eh? 

Rosa  Con  el  calor  que  hace  en  esta  Sevilla... 

,  ToM.  Llevamos  un  verano  horrible...  Si  sigue  asi 

yo  no  llego  á  la  caída  de  la  hoja...  (invitándo- 
lo á  que  le  ttque  la    espalda.)    Mire    USted,   mire 

usted  cómo  estoy. 

-  CuR.  Pues  no  me  lo  explico...  en  este  patio  tan 

hermozo;...  ¡En  la  calle  quiziera  yo  verlo  á 
usted! 

ToM.  (¡Toma!  y  yo  á  tí,  ¡asesino!)  (Se  sienta  en  la  me- 

cedora en  que  estaba.) 

Car.  (¡Ay,  me  pesa  cada  párpado  una  arroba!) 

-  CüR.  ¿Usted  ziempre  ha  zentido  mucho  el  calor, 

verdad,  don  Tomás? 
ToM.  ¡Muchísimo!  El  calor  ..  y  sus  naturales  con- 

secuencias... 

-  CüR.  ¿Y  á  usted,  doña  Roza,  qué  le  gusta  más,  el 

verano  ó  el  invierno? 
Rosa  El  invierno.  Se  sale  poco  de  casa...  no  hay 

que  hacer  visitas... 

-  CüR.  A  Carraencita  le  agradará  más  el  verano... 
ToM.  (Pero  ¿para  esto  ha  salido  un  hombre  de  la 

fonda  á  todo  sol  y  ha  venido  á  despertar  al 
prójimo?) 

-  Cor.  ¿Qué  dice  usted  á  ezo,  Carmencita? 


Car.  Que  el  verane  me  parecería  adorable  8i  no 

hubiese  ntioscas... 
-    CuR.  Pues  yo  á  las  moscas  no  les  temo... 

TüM.  (como  dándole  mucha  importancia  al  caso.)  ¡Caram- 

ba, hombre! 

-  Cok.  a  las  pulgas  zí... 

ToM.  (Si  pudiera  yo  soltarte  la  que  tengo  abo- 

nada...) 

Rosa  (a  carmen.)  (Que  te  duermes,  niña:  úntate 

saliva  en  las  orejas.) 

Car.  (obedecléndcla    con    disimnlo  y  oespatilándose.)   ¿Y 

qué  tal  le  ha  ido  á  usted  por  el  pueblo,  Ca- 
rrito? 

Rosa  No  le  habrá  ido  muy  bien  cuando  ha  vuelto 

tan  pronto  .. 
•~  C'üR.  Es  que  hay  cozas  aquí  que  tiran  de  uno. 

ToM.  ¡Hola,  hola! 

Car.  ^.Esas  tenemos? 

-  Cdr.  (Zi   no  estuvieran  delante    los  viejos,  me 

arraticaha.) 
Rosa  Pues  á  nosotros  nos  habían  dicho  que  te 

había  enganchado  una  de  allí. 

-  CüR.  ¡En  zeguida!  No  me  enrucho  yo  tan  fácil- 

mente... 
Car.  ¿Que  no  se  enrucha  usted?  ¿Y  qué  es  eyiru- 

charse,  Currito? 

-  CüR.  ¡Como  que  no  lo  zabe  usted  mejor  que  yo! 
Car.  jYo  qué  he  de  saber  eso! 

-  CüR.  ¡Guazona! 

RiíSA  (¡Se  anima  el  hombre!  (a  Carmen.)  Niña,   no 

le  des  cuerda.) 

ToM.  (Desperezándose   un    poco    y  como  quien  no  pregunta 

neda.)  ¿Qué  hora  será  ya? 
Rosa  Lo  menos  son  las  cinco. 

-  CüR.  ¡Cal  A  las  cinco  tengo  yo  que  irme.  (Mirando 

su  reloj.)  No  zon  más  que  las  cuatro  y  cuarto. 
Rosa  ¡Jesús! 

ToM.  (¡Ea!  ¡pues  ya  sabemos  del  mal  que  hemos 

de  morir!) 
Car.  (Yo  voy  á  poner  una  escoba  detrás  de  la 

puerta.)   (Pauaa.  Don  Ttmás,  Carmen  y  doña  Rosa, 
hacen  esfuerzos  para  no  dormirse.) 
~_     CuR.  (Queriendo  leanimar  la  coiiversación.)  BUCDO,  buC- 

no,  bueno... 


—  28 


TOM. 

iJe! 

CUR. 

Anoche  estuve  en  el  teatro... 

TOM. 

iJel 

Rosa 

(a  Carmen.)  (Ya  no  sale  tu  padre  del  ijel  hasta 

que  se  vaya.) 

Car. 

(a  doña  Rosa.)  (Y  hace  bien:  hay  que  apelar  á 

los  monosílabos.) 

CuR. 

Pues  zí;  es  buena  compañía... 

ToM. 

|Je! 

Cuu. 

Y  me  gustó  mucho  la  obra... 

Rosa 

¿Sí? 

CuR. 

Zí.  Y  ezo  que  tuve  que  pagar  revendedores... 

¡Je,  jel...  Tiene,  tiene  gracia  ..    Verán  uste- 

des... Primero  zale  uno...  y  luego  zale  otro... 

y  cree  que  el  otro  es  otro...  ¡.Je,  jel  Ze  arrua 

un  lío  muy  graziozo,  y  al  final  ze  cazan  y  ze 

descubre  to  ..  ¿Ustedes  no  han  ido? 

ToM. 

No. 

CUR. 

¿Todavía  no? 

ToM. 

No. 

CüR. 

Pero  ¿irán  ustedes? 

ToM. 

|Jel  (Pausa.) 

CuR. 

Carmencita  ze  ha  quedado  dormida  .. 

Rosa 

Sí... 

CUR. 

No  ez  extraño... 

ToM. 

jQué  ha  de  ser  extraño! 

CtlR. 

Con  el  calor  que  hace  v  la... 

ToM. 

Si... 

CuR. 

Porque  está  pezadillo  el  día... 

TüM. 

Si...  (Doña  Rosa  hinca  el  pico.  Don  Tomás  lucha  en 

varo  contra  el  sueño,  y  Currito,  contagiado   también. 

arrastra  lánguidamente  la  conversación,  hasta   qoe  sa 

queda  cuajado.) 

CüR. 

Doña  Roza  zigue  el  ejemplo  de  Carmen... 

ToM. 

¡Jel 

CCR. 

Y  usted  también  tiene  ojillos  de  zueño... 

ToM. 

¡Nol 

CuR. 

Como  es  la  hora  de  la  ziesta... 

ToM. 

¡Je! 

CuR. 

¿Ustedes  duermen  ziesta? 

TOM. 

Si  nos  dejan,  sí... 

CuR. 

¡Je! 

ToM. 

Lo  que  tiene  que  no  nos  dejan... 

CUR, 

¡Je! 

—  2»  — 

ToM.  ¡Je!    (Pausa.    Los   cuatro   duermen .   De   pronto   don 

Tomás  abre  ua  ojo,  ve  á  Carrito  dormido,  se  ladigna 
y  se  leYa::ia  y  llama  á  doña  Rosa  en  voz  baja.)  RoSÜ... 

Rosa... 
Rosa  (Despertando.)  ¿Qué  quieres? 

ToM.  (señalándole  á  dirrito.)    Mujer,  ¿tÚ  DO  VeS  estO? 

RüSA  ¡Se  ha  dormido!  ¡Qué  poca  vergüenza,  se- 

ñor! 

TOM.  (Llaaiando  á   Carmen  lo  mismo.)   Carmen...     Car- 

men... 

Car.  (Despertando.)  ¿Qué  ocurre? 

ToxM.  ¡Mira! 

Car.  ¡Digo!  ¿Le  parece  á  usted? 

ToM.  (.amenazándolo  con   los  puños  cerrados.)    ¡Maldito 

sea!... 
Car.  Ahora  verás  tú.  A  dormir  que  se  vaya  á  su 

casa.  (Se  levanta,  se  sienta  al  piano  y  toca  fuerte  unas 
escalas.) 

-  CUR.  (Despenándose  sobresaltado.)  ¡Eh!  ¿Quién  tOCa? 

Rosa  Esta.  Pero  no  te  preocupes. 

ToM.  Siga,  siga  usted. 

-  CuR.  (Levantándose  corrido.)    No...  nO...    me  VOy   ya... 

porque...  porque  ze  están  ustedes  durmien- 
do... y  yo  también. 

ToM.  (¡Gracias  á  Dios!) 

Car.  Hay  aquí  tan  pocas  distracciones... 

-  CuR.  (¡Me  la  zortó!)  (Despidiéndose.)  Pues...  doña 

Roza... 
Rosa  Adiós,  hijo  mío,  que  descanses. 

-,    Cor.  Don  Tomás... 

ToM.  Adiós,  pimpollo.  (¡Me  parece  mentira  que 

te  largas!) 

-  Cür.  Carmencita..  Hasta  luego:  vendré  á  la  no- 

che... 
Car.  Ya  más  despabilado,  ¿no? 

-  Cür.  ¡Je,  je!  (Tengo  que  hablar  con  usted  á 

zolas.) 
61A. .  (¡Pues  era  lo  único  que  me  faltaba!) 

Rosa  Acompáñalo  á  la  cancela,  Tomás. 

ToM.  (obedeciendo.)  Dcscuida,  mujer.  Eso  es  cuenta 

mía. 

-  CuR.  No  ze  moleste,  no...  (coge  su  bastón  y  un  sombre- 

ro que  no  es  el  suyo.) 

ToM.  Me  parece  que  se  lleva  usted  mi  sombrero... 


—  30  — 

-  CuK.  Hombre,  es  verdad,  (cambiándolo.)  El  mío  ez 

este.  Usted  perdone  el  calambur. 
To.M.  Adiós,  buen  mozo. 

—  CuK.  Con  Dios,  (se  va  por  la  cancela.) 


ESCENA  XIII 

DOÑA  EOSA,  OAEMEN,  DON  TOMÁS  y  DOLOEES. 

Doi..  (Desde  dentro.)  No  sierre  usté,  señorito  don 

Tomás.  (Sale  por  la  cancela,  y  la  deja  entornada.) 

ToM.  ¿Qué  hacías  tú  en  la  calle?  (volviendo  ai  lado 

de  Carmen  y  doña  Rosa,  seguido  da  Dolores.)   ¿Han 

visto  ustedes  en  su  vida  un  paso  por  el  es- 
tilo? 

DoL.  (Muy  afligida.)  Er  s'eñoríto  Pepe  Romero  viene 

ahí. 

Car.  ¿Qué? 

ToM.  ¿Otro?  Pero,  hombre,  ¿es  que  la  humanidad 

tiene  empeño  en  que  yo  no  merma? 

DoL.  Viene  á  despedirse:  creo  que  se  va  mañana. 

Rosa  (Levantándose.)  ¿Que  Se  va? 

DoL.  (¡Me  deja  sin  no^io!) 

ToM.  |Pues  que  se  despida  de  su  abuela!  jSe  aca- 

bó! ¡Yo  no  quiero  verlo!  (Vase  refuníuñando  per 
la  escalera.) 

Car.  ¡Ni  yo  tampoco! 

Rosa  ¡Muchacha! 

Car.  Déjeme  usted,  tía.  (Vase  por  la  puerta  del  foro.) 

Rosa  Se  van  los  dos...  ¿Qué  dirá  el  otro  al  verme 

sola?...  Después  de-  todo,  puede  que  no  lo 

sienta.  (Pepe  Roa  ero  llega  á  la  cancela  y  llama.) 
DOL.  (En  voz  baja.)  Er  SCñorítO  CS. 

Rosa  Abre  y  vete,  Dolores. 

DOL.  (Acercándose  á  la  cancela  primero  y  yéndose  después 

por  la  puerta  de  la  derecha.)  Empuje  USté,  Seño- 
rito; no  está  serrao.  (Escuchando  me  queo 
detrás  e  la  puerta.) 

KOSA  (impulsando  violentamente    una   de   las  mecedoras  y 

sentándose  al  lado  en  una  silla.)    Que  COnOZCa  que 

se  acaba  de  ir. 


-  31  — 
ESCENA  XIV 

DOÑA  EOSA  y  PEPE  EOMEKO. 

Pepe  ¡Mi  amiga  doña  Rosa! 

RcsA  ¡Pepe!  ¿Cómo  tú  por  aquí,  perdido? 

Pepe  ¿Y  Carmen?  (Reparando  en  el  movimiento  de  la  me- 

cedora.) ¿Estaba  en  esta  mecedora? 

Rosa  ¿Te  importa  á  ti  aigo  Carmen? 

Pepe  Cuando  le  pregunto  á  usted  por  ella...  cuan- 

do vengo... 

Rosa  Sí,  sí...  Pero  siéntate,  hombre,  (pepe  se  sienta 

eu  la  mecedora )  Y  dime,  ¿á  qué  debemos  el 
honor...?  Y'o  estalm  jwr  mandar  que  repica- 
ran gordo...  Por  lo  menos  que  Petrilla  arme 
ruido  con  el  almirez. 

Pepe  ¡Ja,  ja!  Veo  que  gana  usted  en  buen  humor 

con  los  años. 

Ros.fi.  Vaya,  hombre,  te  ha  faltado  tiempo  para 

llamarme  vieja.  Bueno,  bueno,  3'0  me  ven- 
garé. 

Pepe  Tiene  que  ser  muy  pronto. 

Rosa  ¿Pronto? 

Pepe  Sí,  señora;  porque  vengo  de  despedida. 

Rosa  ¿Adonde  te  vas? 

Pepe  A  Valencia. 

Rosa  ¿Cuándo? 

Pepe  Mañana. 

Rosa  Pues  si  te  vas  mañana  á  Valencia,  ¿á  qué 

vienes  aquí?  ¿No  has  podido  despedirte  de 
otra  manera? 

Pepe  Despedirme,  sí;  pero  como  yo  vengo  á  algo 

más... 

Rosa  ¿Tú? 

Pepe  Sí,   señora;   vengo  á  saber  si  vuelvo  muy 

lu'onto  ó  si  me  marcho  para  siempre. 

Rosa  Y  qué  serio  lo  dices,  hombre.  Cualquiera 

que  no  te  conociese...  te  creería. 

Fefe  ¿Usted  no? 

Rosa  Yo  no.  Pero  explícate:  ¿cuál  es  tu  plan?  ¿de 

quién  depende  en  esta  casa...? 

Pepe  ¿Quiere  usted  que  le  regale  el  oído? 


—  ái  — 

Rosa  ^.De  mí,  quizás? 

Pepe  De  usted...  y  de  Carmen. 

Rosa  ¿Ahora  estamos  en  eso? 

Pepe  Por  Dios,  doña  Rosa,  sáqueme  usted  de  du- 

daa...  ¿Se  acuerda  alguna  vez  de  mí? 

Rosa  Muchas.  Pero  es  para  ponerte  como  un  tra- 

po Por  supuesto,  que  yo  creo  que  está  be- 
névola. 

Pepe  Cierto;  mi  conducta..  Pero,  en  fin,  con  tal 

que  se  acuerde... 

Rosa  Sí,  aunque  te  llame  perro  judío...  Lo  que 

dice  Verjeles: 

Ya  que  así  me  miráis,  miradme  al  menos... 
La  verdad  es  que  te  has  portado  como  UEk 
gitano...  Y  ahora  lo  menos  pretenderás... 

Pepe  Hablar  con  ella...  que  me  escuche... 

Rosa  ¡Hipocritón! 

Pepe  No,  doña  Rosa:  crea  usted  que  soy  sincero. 

Es  que  no  puedo  más;  es  que  me  abruma 
esta  carga  de  remordimientos,  de  alfilera- 
zos... ¡Cuidado  que  hace  falta  ser  bruto  para 
reñir  con  Carmen! 

Rosa  Muy  bruto:  en  eso  estaba  yo. 

Pepe  ¡Mucho  más  de  lo  que  usted  se  figura! 

Rosa  Es  que  yo  me  figuro  mucho. 

Pepe  Mire  usted,  señora:  yo  he  sido  toda  mi  vida 

un  botarate:  palabra  de  honor, 

Rosa  Veo  que  hoy  te  has  levantado  conociéndote. 

Pepe  He  tenido  novias  por  capricho,  por  pasar  las 

horas...  á  veces  por  fastidiar  á  un  preten- 
diente que  me  era  antipático...  por  molestar 
á  una  mamá  que  no  podía  tragarme,  y  las 
he  dejado  como  la  cosa  más  natural  del 
mundo...  como  se  deja  el  paraguas  para 
coger  el  bastón  cuando  ya  no  llueve.  Esa 
hice  con  Carmen...  ¿Quiere  usted  más  leal- 
tad en  mí?  Pero  ahora  me  encuentro  con 
que  ella  es  otra  cosa... 

Rosa  Sí,  lo  que  es  un  paraguas  no  ha  sido  nunca. 

Pepe  Con  que  la  dejé  sin  deber  dejarla;  con  que 

la  quiero  olvidar  y  me  acuerdo  de  ella  á  to- 
das horas;  con  que  estoy  loco;  con  que  no 
duermo;  con  que  no  vivo...  Y  á  todo  esto  mi 
padre  me   manda  llamar  desde  Valencia 


—  ó'¿  — 

por  un  telegrama  que  arde  en  uq  candil... 
Y  yo  no  me  voy  sin  pedirle  á  Carmen  que 
me  perdone.  (Exaiiándose.)  ¡Y  si  no  me  perdo- 
na me  doy  un  tiro,  y  á  ella  dos,  y  tres  ai 
papá,  y  á  usted  seis! 

Rosa  ¡Jesús,  hijo!  Como  vienes  de  despedida,  vie- 

nes de  tiros...  largos. 

Pepe  Bueno:  déjese  usted  de  bromas. 

Rosa  Ah,  pero  ¿eso  da  los  tiros  va  en  serio? 

Pepe  Casi,  casi.  Yo  necesito  hablar  con  Carmen 

esta  noche. 

Rosa  Pues  ven  y  habla. 

Í^EPE  No  se  haga  usted  la  sorda...  Ayúdeme  us- 

ted... 

Rosa  Ko  debía,  porque  no  me  gusta  meterme  en 

ciertos  asuntos...  Sin  embargo,  basta  que  se 
trate  de  mi  sobrina  para  que  yo... 

Pepe  Dios  se  lo  pague  á  usted. 

Rosa  Acude  esta  noche  á  la  reja  á  eso  de  la  una... 

Pepe  ¿Saldrá  Carmen? 

Rosa  Si  no  sale  ella,  saldré  3'0. 

Pepe  Ya  comprenderá  usted  que  no  me  da  lo 

mismo. 

Ros\  ¿Y  qué  vamos  á  hacerle?  Suponte  que  no 

la  convenzo.. 

Pep^:  ¡Por  Dios,  doña  Rosa!... 

Rosa  No;  y  si  no  habéis  de  hacer  las  paces,  más 

vale  que  no  salga  á  la  reja. 

Pepe  Lo  que  es  como  salga,  las  hacemos.  Me  verá 

humilde,  noble,  frauco,  serio,  leal,  decidido 
á  todo...  ¡Yo  soy  hombre  que  se  lleva  un 
cura  debajo  del  brazo...  y  nos  casa  allí! 

Rosa  ¡Qué  loco! 

Pepe  (LevamándoBe  y  abrazándola.)    ¡Av,    tía! — porque 

u*ted  ya  es  mi  tía — ¡me  devuelve  usted  la 
tranquilidad!  ¿A  la  una,  eh?  ¡Esto  ya  es 
vivir!... 

Rosa  (Levantáadose  también  )   Baja   la    VOZ;  qus  nO  86 

entere  nadie...    No    quiero  que  se  entere 
nadie. 
Pepe  Ni  yo  tampoco.  Nadie. 


—  34  - 
ESCKNA  XV 

DICHOS  y  DOLOEES. 

(Sale  Dolores  por  la  puerta  de  la  derecha  y  se  encamina  á  la  escalera, 

por  donde  luego  se  va,  mirando  de  reoio  á  Pepe.  Trae  on  la  mano  una 

cepilla  con  alhucema,  humeando.) 

Rosa  [Pero  qué  manía  tienes  tú  de  sahumerios  á 

todas  horas!  ¿A  dónde  vas  con  eso? 

DoL.  Arriba,  señorita;  que  ha  hecho  Napoleón  una 

de  las  suyas.. 

Rosa  Sí,  para  quien  te  crea...  (Lo  que  tú  quieres 

es  ver  si  pescas  algo.)  Aguarda  un  momen- 
to, (a  Pepe,  en  voz  baja.)  Oye. 

Pepe  Qué, 

Rosa  Tú,  pase  lo  que  pase,  ¿te  irás  mañana? 

Pepe  Creo  que  sí. 

Rosa  ¿Quieres  despedirte  de  mi  hermano  Tomás? 

Pepe  [Desde  luego!  Tg^lo  lo  que  sea  suavizar  as- 

perezas. . . 

Rosa  !VIe  parece  muy  bien,  (a  Dolores.)  Dile  á  rci 

hermano  que  baje,  que  el  señorito  Pepe 
quiere  despedirse  de  él. 

DoL.  (¡Na,  que  se  las  guiya;  que  me  deja  er  mu 

perro  sin  mi  Esteban!)  (sube.) 

Rosa  Y  tú  espera  un  poco,  que  ahora  salgo. 

Pepe  ¿A  dónde  va  usted? 

Ros- a  También  es  mucha  curiosidad... 

Pepe  Ucted  perdone. 

Rosa  (A  ver  qué  hace  esa  pobre  muchacha...)  (v,.se 

por  el  foro.) 

ESCENA    XVI 

PEPE. 

(Sale  Petrilla  por  la  puerta  de  la  derecha  con  una  botella  en  la  mano, 

y  ae  va  por  la  cancela,  dejándola  entornada.  Hasta  que  se  va 

no  le  quita  ojo  á  Pepe.) 

Las  cn'adas  me  miran  como  una  cosa  rara... 
Se  conoce  que  les  sorprende  mi  presencia 


~  35  — 

aquí...  Y  la  verdad  es  que  hubiera  sido  una 
estupidez— ¡la  mayor  de  todas! — marcharme 
sin  decir  una  palabra...  sin  intentar  siquie- 
ra... ¡Qué  contento  estoy!...  En  este  patio... 
que  es  el  suyo ..  donde  he  entrado  tantas 
veces  como  un  animal...  Sí,  porque  yo  hasta 
ahora  no  he  visto  bien  lo  bonito  que  es  este 
patio...  ¡Cuidado  que  es  bonito  de  verasl... 
¡Y  qué  alegre!...  ¡y  qué  limpio!...  ¡y  qué  fres- 
col...  (suspirando.)  ¡Ay!...  Hombre,  el  piano 
abierto...  El  mismo  de  la  casilla  de  la  fe- 
ria... Si  eete  hablara...  (Distraído  pone  ana  mano 
sobre  las  teclas  y  suenan.)  ¡Cáscaras!  ¡que  me 
pareció  que  iba  á  hablar!  (Se  acerca  á  ver  ios  pa- 
peles qne  hay  tu  el  atril.)  ¡Qué  gracia  tiene!  El 
vals  que  tocaba  para  darme  á  entender  que 
iba  á  las  Delicias  sin  su  padre...  (coge  un  abani- 
co que  hay  sobre  el  piano  )  Este  abanicO  eS  SUyO... 
no    hay    más    que    verlo...  (Se  hace  aire  con  él.) 

¡Qué  aire  tan  rico!...  La  verdad  es  que  me 
eetoy  volviendo  un  paco  poeta...  (oe  pronto 

deja  de  hacerse  aire  y  principia  á  pesar  una  por  una 
]ii8  varilles  del  abanico,  basta  que  lo  c'erra  del  todo.) 

¡Bah!  ¡qué  tontería!  ¿Pues  no  dice  el  abanico 
que  no  me  quiere?  (lo  deja  sobre  el  piano.) 


ESCENA  XVII 

PEPE    y   DOÑA    BOSA. 

Ros.A  (por  la  puerta  del  foro.)  Mira,  Pepe,  ahora  mÍ8- 

^»  mo  tomas  el  tren  y  te  vas  á  Valencia. 

PfPE  (Alarmado.)  ¡ScflOral 

fíosA  Es  inútil  cuanto  se  haga.  He  visto  á  Car- 

men ..  No  quiere  oirte,  ni  verte,  ni  enten- 
derte... 

Pepe  Pero  ¿usted  le  ha  dicho  que  yo...? 

Rosa  Inútil,  inútil  todo.  Ah,  y  lo  que  es  con   la 

salidita  á  la  reja  no  sueñes. 

Pepe  Entonces,  ¿qué  vamos  á  hacer?' 

Rosa  V^en  luego  á  la  tertulia...  y  ya  veremos. 

Pepe  ¿Cómo  he  de  venir,  doña  Rosa,  con  la  gente 


—  :^6  — 

que  aquí  se  reúne?  El  moscón  de  Verjeles^ 
el  animal  de  Currito... 

Rosa  l'ues  hijo,  no  vengas...  Yo  no  puedo  hacer 

más. 

Pepe  Dice  usted  bien;  vendré...  ¿qué  remedio?  Y 

si  no  consigo  hablar  con  ella  esta  noche,  le 
escribiré  á  mi  padre  que  me  he  rolo  el  bau- 
tismo y  que  me  es  imposible  ponerme  en 
marcha...  Se  acabó.  Conque,  hasta  la  noche. 

Rosa  ¿Te  vas  sin  ver  á  mi  hermano?  Ahí  baja 

ya... 

Pepe  ¿Y  para  qué,  si  he  de  volver  luego?  Lo  salu- 

daré, sin  embargo. 


ESCENA  XVÍII 

riCHOS  y  DON  TOMÁS. 

TÓM.  {Por  la  escalera,  despeinado  y  con  un  lado  de  la  car» 

muy  lojo.    Se  conoce   que  dormí  i  como  un  bendito  y 
que    lo    acaban   de    despertar.)    (¡La    despedidita 

de  Dios!...  Me  ha  cogido  en  lo  mejor  del 

sueño...) 
Pepe  ¡Mi  señor  don  Tomás!...  ¿cómo  vamos? 

ToM.  Así...  medianamente...  ¿y  usted?  (va  á  darle  la 

mano  y  se  la  lleva  á  una  pierna  antes  de  que  Pepe  la 

\estreche.)  ¡Ay!  Usted  perdone:  se  me  ha  dor- 
mido esta  picara  pierna... 

Pepe  (¡Como  que  vienes  tú  dormido  de  arriba 

abajo!) 

Ros\  Hazte  una  cruz  con  saliva  en  la  babucha... 

ToM.  ¡Qué  cruz  ni  qué  ..1  (a  Pepe.)  ¿Con  que  á  Ma- 

nila? 

Rosa  ¡A  Valencia,  hombre!  • 

ToM,  Digo,  á  Valencia...  (Estornudando.)  ¡  Ah...  chísl... 

Ya  lo  he  pillado...  ¡ah  ..  chis! 

Pepe  ¡.Jesús! 

ToM.  Otra  hermosura  de  esta  época...  ¡ah...  chis! 

Cojo   los   catarros   al   vuelo...   ¡ah...  chísl... 

Rosa  ¡Vaya  por  Dios! 

ToM.  ¡Ah...  chis!...  Así  hasta  nueve...  Es  una  fata- 

lidad... ¡ah...  chis!...  Seis. 

Pfpe  jPero,  hombre!... 


—  37  — 

ToM.  [Ah...  chis!...  Siete.  Hasta  nueve,  ya  digo... 

ph...  chis!... 

Rosa  Ocho. 

Pepe  (¡Me  está  pociendo  más  nervioso  que  es- 

taba!) 

ToM.  ¡Ah...  chis!  ¡Y  nueve!  ¡El  último  es  atroz! 

Rosa  ¡Qué  fastidio! 

ToM.  (Dándole  la  mano  á  Pepe.)  BuenO,  pueS...  ya  Sabs 

ufcted  donde  nos  deja. 
Pepe  No,  ú  á  despedirme  volveré  luego. 

ToM  (Estupefacto.)  ¿Cómo  luego? 

Pepe  A  la  noche...  á  la  tertulia... 

ToM  (Farioso.)  (Entonces  ¿á  qué  porra  me  han  des- 

pertado á  mi?) 

Pepe  (Despidiéndose.)  AdiÓS,  doña  Rosa...   (Con  sonri- 

sa  muy  ace-  tua¿a.)  Don  TomáS... 
"ToM.  (Fingiendo  una  sonrisa  semejante.)   AdíÓS...  (¿Qué 

hago,  lo  ahogo?) 
Pepe  Hasta  la  vista,  (vase.) 


ESCENA  XIX 

DOÑA  EOSA ,  DON  TOMÁS,  PETBILLA  y  DOLOBES. 
PeT.  (Qne  ha  salláo  por  la  cancela  momentos  antes  de  Irse 

Pepe.)  (¡Ze  va  er  mu  mala  zangrel) 
DoL.  (Bajando.)  (jSe  fué  er  marditül) 

ToM.  (a  Dolores,  hecho  m  energúmeno.)  ¡Tú!    ¿por    qué 

me  has  llamado? 
DoL.  La  señorita  Rcsa  me  lo  mandó. 

ToM.  (Dando  una  vuelta  y   encarándose  con   su    hermana.) 

¿Tú? 
Rosa  Déjame  ahora...  Está,  tu  hija  llorando  á  lá- 

grima viva...  (Vase  muy  aprisa  por   la  puerto  del 
foro  ) 

ToM.  ¿Mi  hija? 

DoL,  ¿La  señorita  Carmen? 

Pet.  ¡Probé  zeñita  Carmen! 

ToM.  ¿Y  por  ese  pirata?  ¡Bribón!  ¡mala  persona! 

DoL.  ¡Ande  Uoté  y  que  se  vaya  con  viento  fresco! 

ToM.  ¿Qué  viento  fresco?   ¡Con   más  calor  que 
nunca! 


—  38  ~ 

Pet.  1  a  jola  ze  le  pierda  er  baúl 

DoL.  ¡A jola  escarrile! 

Tdm.  ¡Yo  no  le  deseo  más  sino  que  se  case  coi* 

una  gordal  (corriendo  hacia  la  puerta  del  foro.) 
¡Pobrecita  mía!  (Pelrllla  y  Dolores  se  miran^ccns- 
ternadas.) 


FIN    DEL  ACTO  PRIMERO 


ACTO  SEGUNDO 


La  misma  decoración  del  acto  primero.  Es  de  noche.  Las  laces  del 
patio  encendidas.  Luz  también  en  el  zaguán  y  en  la  escalera.  La 
cuncela  está  abierta  durante  todo  el  acto. 

ESCENA  PRIMERA  >^ 

CARMEN.  DOÑA  ROSA,  DON  TOMÁS,  VERJELES,  CURRITO, 
DON  CRISTINO,  PLÁCIDO  y  REPOSO,  ANTONIO  y  LOLA,  PEPI- 
TA y  JUANITO,  ROBERTO,  DOÑA  VICENTA,  MATILDITA,  NIK- 
VBCITAS,  CONCHITA,  DON  APOLINAR  y  DOLORES  que  pasa. 

(Don  Tomás  y  Verjeles  juegan  al  ajedrez  en  primer  término  déla 
derecha  del  actor.  Junto  á  ellos,  en  segundo  término,  cuchichean 
doña  Vicenta  y  Conchita.  Más  aUá  Plácido  y  Reposo  bostezan  y  se 
aburren,  el  uno  viendo  un  periódico  ilustrado  y  la  otra  haciendo 
una  labor  de  aguja.  A  derecha  é  izi|uierda  del  piano  dos  parejas 
formadas  por  Antonio  j'  Lola  y  Pepita  y  Juanito,  charlan  por  los 
codos.  En  particular  Antonio  y  Lola  están  como  hipnotizados  mu- 
tuamente. Don  Apolinar  lee  un  periódico  taurino  de  pie  junto  á  la 
cancela.  Don  Cristino,  Currito  y  Roberto  van  de  aqtii  para  allá.  Doña 
Rosa  no  aparece  en  escena.  Hombres  y  mujeres  visten  bien.  Ningiin 
detalle  cursi.  A  telón  corrido  se  canta  y  se  baila,  con  acompañamien- 
to de  piano  y  castañuelas,  la  siguiente  seguidilla: 

Me  dijiste  veleta 
por  lo  mudable: 
si  yo  soy  la  veleta 
tú  eres  el  aire. 
Que  la  veleta, 
si  el  aire  no  la  mueve 
siempre  está  quieta. 

Se  oyen  algunos   <¡oles!>  y  muchas  pa'.mas  á  la  termiiiación  de  la  co- 

I)la,  y  entonces  so  levanta  el  telón.  Carmen  y  Nievecitas  aparecen  en 

medio  del  patio,  como  si  acabasen  de  bailar.  Matildita  sentada  al 

piano.) 


-  40  - 

Car.  (Quitándoso  las  castañuelas  <le  los  dedos.)  Se   acabó: 

ya  no  bailo  más. 
NiEV.  (r.o  mismo.)  Ni  JO  tampoco. 

Cri?.  ¿Digo,  ehy  Ahora  que  se  iba  animando  esto... 

Car.  ¿Quién  es  el  ama  de  estos  palillos? 

Mat.  Yo.  Déjalos  aquí  fobre  el  piano,  (carmen  lo 

NiEv  Toma  tú  les  tuyos,  Conchita,  (he  ios  da,  y  se 

siente  á  su  lado.) 

Con.  (a  doña  Vicenta.)  Guárdatelos,  mamá. 

Cris.  Pues  nos  dejan  ustedes  con  la  miel  en  los 

labios. 
RoB.  (a  Carmen.)  ¿Ouiere  ustcd  que  bailemos  los 

dos? 

Car.  (sentándose  á  la  izquierda,  en  primer    término.)  Ay, 

no,  Roberto;  si  eetoy  cansadísima...  Baile 

usted  con  Matilde. 
Mat.  Entonces  ¿quién  va  á  tocar  el  piano? 

RoB,  Dice  usted  muy  bien...  Bailaré  con  Concha... 

Con.  (En  tono  de  btria.)  Tendrás  que  quitarte  el 

chaqué... 
RoB.  Espantárame  á  mi  que  no  ee  hablara  del 

chaqué... 
NiEV.  Ija  verdad  que  es  un  poqnillo  largo... 

Car.  ¡Parece  una  casulla!  (rodos  se  ríen.) 

Max.  (Pasani.1o  al   lado  de  Conrhita  y  ye ntándos^ .)  ¿Le    ha 

costado  á  usted  mucho,  Roberto? 
RoB.  Ya,  ya  está  armada... 

Cris.  ¡Lo  trae  como  ventiladürl...  (Nuevas  risas.) 

Cor.  \W  aliente  pitorreo/ 

Car.  y  hay  que  agradecérselo.   Yo  cuando  pasa 

por  mi  lado  siento  un  fresquito... 
ToM.  Sí,  sí;  fresco  esta  noche...  No  se  mueve  una 

paja...  ¡Maldito  sea  el  calor!  (currito  se  dedica  á 

rondar  á  Carmen,  sin  atreverse  á  sentarse  junto  á  elle, 
y  como  pensando  el  modo  de  entrar  en  conversación. 
Verjeles  lo  mira  con  recelo  de  cuando  en  cuando.) 

Ver.  (a  don  Tomás.)  Ustcd  juega. 

ToM.  (a  Verjeles.)  Jaque  al  rey.  Rey  y  reina,  amigo 

mío.  Lo  he  reventado  á  usted. 

Ver.  ¡Diablo!  es  verdad...  ¿Y  qué  hago  yo  ahora? 

RoB.  (por  meterse  en  todo.)  Llevar  el  rey  á  la  negra, 

no  hay  otra  salida.  A  esta  blanca  no  puede 
^'r;  y  jugando  lo  que  yo  le  digo  á  usted  p'er- 
de  don  Tomás  un  caballo,  porque... 


—  41   — 

ToM.  ¿Quiere  usted  callar?  Si  voy  á  jugar  contra 

toda  la  tertulia... 

ApOL.  (con   voz   carrpanu'la  y   tono  solemne.)   [Caraoiba, 

caramba!  (Leyendo.)  «El  cuarto  saltó  la  barre- 
ra frente  al  uno...»  |DeraoDÍo,  demoniol  (con- 
tinúa le\enc1o  entre  dienleB.) 

-  CuR.  (Pues,  zeñor,  eze  Verjeles  no  me  quita  ojo...) 

NiEv.  Oiga  ueted,  don  Cristino. 

Mat.  ¡Don  Cristino! 

Con.  ]Don  Cristioo! 

Cris.  (Acertándose  á  eiias.)  Manden  al  viejo  las  fosl- 

tasde  Jericó.  ¡Ay,  qué  veinte  añitos  me  es- 
tán haciendo  falta! 

NiEv.  ^.Veinte  más,  don  Cristino? 

Cris.  No,  hija  de  mi  alma;  cuarenta  menos.  (¡V^aya 

un    saracatepeque  el  de  esta  chispa!  (Por  ei 

pecho.) 

NíEv.  ¿Cómo  ha  dicho  usted  que  es  el  tango  de 

moda? 
Cris  ¿Cuál?  ¿el  de  la  «capucha  y  vente»? 

Con.  Sí. 

Cris.  Macedme  un  huequecito.  (se  coloca  entre  ellas.) 

Mat.  Vamos  á  ver,  vamos  á  ver. 

Con.  Mamá,  no  te  duermas;  ya  verás  qué  bonito 

es  ese  tango. 
Cris.  Y  que  lo  canto  yo  como  los  ángeles, 

KlEV.  Vamos  allá.  (Sale  doña  Rosa  por  la  puerta   del  foro 

j- se  detiene  a  oír  á  Don  Cristiro.) 
Cris.  ^cantando  a  media  vez  ) 

Si  alguna  vez  tú  riñeras 

por  causa  mía 

con  toa  tu  gente... 
¡Gracioso! 

Poi'  los  ojos  di  tu  cara 

coge  la  capucha  y  vente... 
¡Graciosol 

Tú  eres  la  tonta  inocente, 

tú  eres  la  tonta  perdía, 

que  por  estar  con  tu  gente 

no  estás  á  la  vera  mía... 
I  Los  hombres! 
Rosa  ¡Qué  mal  lo  hace  usted,  don  Cristino 

Cris.  ¡Señora! 

NiEv.  Lo  que  lo  canta  es  al  pelo. 


—  42  — 
Max.  Muy  requetebién;  diga  usted  que  sí. 

Cris.  (Tomándole  la  cara.)  ¡Gr¿CÍaS,  pimpollo! 

Vic.  Pues  yo  le  encuentro  mucha  guasa  al  tango 

ese.  Tangos,  los  de  Cádiz. 
KoB  Para  tango  bonito,  aquel  que  dice:  (camando.) 

Jerez  de  la  Frontera, 
tuya  es  la  fama.... 
Cris  (Huyendo.)  ¡Hombre,  por  Dios,  si  eso  es  más- 

viejo  que  el  cocido  de  papas  y  garbanzo.-l 
RoB.  Bueno,  pero... 

Cfis  Nada,  no  le  dé  usted  vueltas.  (Habla  eou  doña 

Rosa,  rpflriéndcse  á  Carmen.) 

RoB.  ¡Qué  famoso  es  este  don  Cristino!  (Quédase  en 

el  grupo  formado  por  las  muchaebas  y  doña  Vicenta, 
donde  se  habla  per  los  codos  y  se  jíe  sin  cesar.) 

Apül  ¡Caramba,  caramba!  (Leyendo.)  «  Lo  alcanzó  al 

rematar  un  quite...»  ¡Demonio,  demonio! 
«La  herida  es  de  pronóstico  reservado...» 
¡Mala  cosa,  Lechuguita,  mala  cosa!...  (sigue  le- 
yendo.) 

Vic.  (En  voz  baja.)  ¿Se  han  fijado  ustedes  en  Car- 

men? 

NiEV,  Algo  le  ocurre. 

Mat.  Está  muy  triste  y  mry  parada. 

Con.  Parece  otra. 

KoB  Yo  les  contaré  á  ustedes... 

Ver.  (Que  no  cesa  de  volver  la  cabeza  para  mirar  áCarmen  ), 

((iHabla  con  ella  ese  animal  de  Curro?) 
ToM.  Conste  que  me  he  comido  este  alñl  con  mi 

caballo,  ¿oh?  (¡Un   salto  de  medio  tablero! 
Para  que  te  t^mbobes.) 
—  Cu:^.  (Yo  me  arranco  ahora  mismo.)  (a  carmen.)  La 

encuentro  á  usted  ojeroza... 
Car.  ¿Si?  ¿y  qué? 

■^  CuR  Nada;  que  la  encuentro  á  usted  ojeroza... 

C  VR.  Bueno. 

-      CuR.  O...  ojeroza...  (sin   saber  qué  decir.)  Y...  y...    la... 

(Pues  zeñor,  que  me  atarugo  en  habiendo 

gente...  Me  arrancara  cuando  esté  zola.) 
Ckis.  (a  doña  Rosa.)  Dcscuidc  ustcd  .y  déjelo  á  mi 

cargo. 
Rosa  En  usted  confio.  Yo  lo  que  quiero  es  que  se- 

arreglen... 
Cri=;.  liso  queremos  todos. 


—  4{  — 

Í'ep.  (Riñendo  con  Juanito.)  ¡No,  DO  y  no! 

JuA.  ¿Vuelta  á  lo  mismo? 

Pep.  y  me  echaron  á  mí  la  culpa  en  tu  casa  de 

que  te  dieran  calabazas  en  Francés. 

JuA  .  ¿Quién  te  ha  dicho  eso? 

Pep.  Un  pajarito  que  me  lo  cuenta  todo.  Y  tu  pa- 

dre se  ponía:  «Tiene  la  culpa  aquella  muñe- 
ca.. »¡Yá  mí  lio  me  llama  tu  padre  muñeca!. .► 

JüA.  Con  mi  padre  no  te  tienes  tú  que  meter. 

Pep.  Que  no  se  meta  tu  padre  conmigo. 

JuA.  Te  estás  volviendo  muy  tonta. 

Pep.  Más  tonto  fres  tú. 

JuA.  Por  eso  me  quieres. 

Pep.  ¿Yo  á  ti?  Quítate  de  mi  vista. 

'JuA.  ¡Pues  hemos  concluido! 

Pep.  ¡Pero  para  siempre! 

.lüA  .  ¡Para  siempre! (Se  vuelven  bruscam.'nt3  la  espalda.) 

Rosa  ¿Qué  es  eso?  ¿empezamos  ya?  (Acercándose  á 

Juanito  y  á  Pepita.) 

JuA.  Déjenos  usted,  doña  Rosa. 

Rosa  (Agarrando  por  una  oreja  á  Jumiiio.)  Ven  acá  tÚ.... 

A  hacer  las  paces  ahora  mismo,  pipiólos. 

JuA.  Es  que  esta... 

Pep,  Es  que  este... 

KüSA  ¡Chist!  ¡á  callar!  ¡Vaya  con  los  niños!...  (jua- 

nito y  Pepita  al  piincipio  no  ee  mirpn  siquiera:  luega 
comienzan  á  mirarse  de  reojo  y  acaban  por  bdblarsd 
y  por  entenderse.  Currlio  y  don  Crislino  se  reúnen  y 
bacen  comentarios.  Doña  Rosi  se  va  al  lado  de  Car- 
men.) ¿Qué  te  pasa,  mujer? 

Car.  Nada,  tía;  que  no  tengo  ganas  de  hablar. 

Rosa  Pues  á  ver  si  pones  otra  cara,  que  parece 

que  te  has  tragado  el  molinillo.  Vete  alli 

con    las    niñas.,     (carmen  se  levanta.)    Y  sicntO- 

que  no  tengas  ganas  de  hablar... 
Car.  ¿Por  qué? 

Rosa  Porque  á  nadie  le  gusta  hablar  sin  ganas... 

Y  como  luego  tienes  que  hablar  conmigo. . 
Cak.  ¿Otra  vez? 

Rosa  Otra  vez.  No  te  muevas  de  aquí  aunque  se 

vayan  todos. 
Cak.  ¡Qué  tontería! 

Rosa  Bueno;  jjero  tú  no  te  muevas,  (va  de  un  grupa 

á  otro,  y  en  todcs  se  detiene  y  c^arla  un  momento.^ 


_  44  — 
Car.  (Dirigiéndose  al  grupo  de  muchachas.)   ¿De    qué  Se 

ríen  ustedes  tanto? 

NiEV.  De    tonterías...    Oye...    (siguen    cuchicheacdo    y 

riéndose.) 

Apol.  ¡Caramba,  carambal  (i.eyendo.)   «Tres  esto- 

cadas, tres  orejas...»  Ese  es  el  camino. 
¡Bien,  muy  bien,  me  parece  muy  bien!  (con- 

linúa  leyendo.) 

ToM.  (a  grandes  gritos.)  ¡Mate!  ¡mate! 

Rosa  ¡Ay,  Tomás,  que  me  has  asustado! 

Ver.  ¿En  dónde  está  el  mate,  señor?...  Con  poner 

aquí  el  rey... 

ToM.  Es  verdad;   no  había  yo  viito  esta  casilla... 

¡Demonio,  qué  mal  me  ha  sentado  el  gazpa- 
cho! No,  y  es  que  cargué  la  mano  en  el  pe- 
pino... 

Ver.  (^Mirando  á  Carmen.)  (jAy!   ¡Gracias  á  Dios  que 

no  estoy  de  espaldas  al  bien  que  adoro!...) 

Crís.  (a  currito.)  Fíjese  usted,  fíjese  usted  en  aque- 

llos dos  ..  (por  Antonio  y  Lola.)  No  tienen  nada 
que  ver  con  nadie...  Hace  seis  días  que  es- 
tán en  relaciones ..  Ya  pueden  tocar  á  su 
lado  un  organillo,  que  no  lo  notan. 

CuR.  ¡Je,  je!  ¡Qué  don  Cristino! 

Cris.  (señalando  á  Plácido   y  Repeso.)    Mire    USted,    en 

cambio,  aquellos  otros...  Diez  y  seis  años  de 

novios  llevan... 
CuR.  Ya,  ya  lo  zé. 

Cris.  Vamos  á  acercarnos,  verá  usted  qué  conver- 

Fación  más  animada...  (lo  hacen.) 

JrLAC.  (conteniendo  un  bostezo    mientras  habla  y  bostezando 

al  fin.)  Ayer  compré  un  collar  para  el  perro... 

ReP.  (lo  mismo.)  ¿Sí? 

Plác.  Sí. 

Rep.  ¿Te  ha  costado  mucho? 

Plác.  Siete  reales. 

Rep.  Es  barato. 

Plác.  Sí. 

Rep.  ¿Tiene  cascabel? 

Plác.  Sí.  ' 

Rep.  Me  alegro. 

Plác.  ¿Porqué? 

Rep.  Porque  sí. 

Plác.  Ya,  vamos. 


-  45  - 

p  ^'  I  ¡Aaaaaaaah! 

"'   CüR.  (B-ij^  á  cristino.)  ¡Av,  qué  coUera! 

Cris  Bueno;  pues  así  toda  la  noche.  Espérese  us- 

ted un  momento;  verá  usted... 
Rep.  (Como  ames.)  ¿Te  he  dicho  que  están  adoqui- 

nando mi  calle? 
Plác.  Ko. 

Rep,  Pues  sí  El  trozo  de  casa... 

P:Ác.  Falta  le  hacía... 

Rep  Ya  lo  creo  .. 

Plác.  Como  ahora  vive  allí  un  concejal... 

Rep  Me  alegro. 

Plác.  y  yo. 

Rep.  i   ¡Aaaaaaaah!    (Cnrrito  y   don   Crlstiuo    se   apErlau- 

Plác.  i    riéndose  ) 

Cris  (estezando   también  como  si  se  hubiese  contagiado.) 

I^arece  que  se  van  á  comer,  ¿verdad? 
*»  Clr.  Y'  ruede  que  ze  coman. 

Cris.  ¡Calcule  usted!  ¡Diez  y  seis  años  abriendo  el 

apetito'... 

-«    CuR.  iJe!  (sale  Doiores  por  la  cancela  y  se  va  por  la  puer- 

la  de  1«  derecha,   después  de  hablar  un   Instante  con 
don  Crisiino.) 

Cris.  Oye,  Dolores. 

DoL.  ¿Qué  quiere  usté? 

Cris.  iMe  han  dicho  que  se  te  va  tu  novio. 

DoL.  Vaya  con  Dios. 

Cris.  Bueno;   ya  sabes   que  yo  soy  siempie  el 

mismo. 

DoL.  Pues  peo  pa  usté:  debía  usté  varia  y  sardría 

ganando. 

Cris.  Con  tal  que  tú  me  quieras. . 

DoL.  ¡Ay,  quégrasioso! 

Cri^.  Graciosa  tú,  terrón  de  sal... 

DoL.  (Yéndoso.)  (¡Er  pendón  der  viejo,  y  es  más 

feo  que  un  sombrero  de  jipijapa!) 
-  CuR.  Ziempre  está  usted  ocurrente,  don  Cristino. 

Yo  me  atarugo  á  escape. 

Cris.  Es  de  nacimiento.  Mi  madre  me  contaba 

que  yo  le  decía  flores  al  ama  de  cría...  (Bajando 
la  Toz.)  Esta  noche  la  que  me  trae  vuelto  loco- 
es  Nieves... 
^  Cur.  Como  que  hay  que  mirarla  despacio. 


~  46  ~ 

Cris.  ¡Cuidado  que  anda  bien  de  bulle  bulle! 

CuR.  [Je,  je!   Pues  para  mí  que  las  caderas  zon 

postizas .. 
Cris.  ¡Vamos,  hombre,  quite  usted  de  ahí! 

CüR.  Que  zí,  don  Cristino;  fíjeze  usted  bien. 

•Cris.  ¡Quiál  Yo  se  lo  diré  á  usted  luego...  (carmen, 

después  de  detenerse  unos  momentos  con  Plácido  y  Re- 
poso y  con  Juanito  y  Pepita,  vuelve  á  sentarse  donde 
estaba  ) 

ToM.  ¡Canario,  me  vuelve  usted  tarumba  con  tan- 

to mirar  á  todas  partes! 

Vek.  (¡Qué  suplicio  el  de  adorar  al  santo  por  la 

peana!) 

ToM.  Y  á  propóeito,  hombre.  Estoy  tocando  el 

violón. 

Vep.  ¿Ha}'  novedad  alguna? 

ToM.  (con  cierto  misterio.)  ¡Gran  noticia!  Pepe  Rome- 

ro se  va  mañana  á  su  tierra. 

Ver.  (Poisiendo  lae  manos,  loco  de  alegría,  sobre  el  tablero 

y  deshaciendo  el  juego.)  ¿Qué  me  dice  USted,  doil 

Tomás? 

ToM.  ¡Hombre,  hombre!  ¡No  sea  usted  fullero!  ¡El 

juego  era  mío! 

Ver.  Como  á  usted  se  le  antoje...  Después  de  nue- 

va tan  agradable...  (suspirando  con  intimo  gozo.) 

¡Ayl  ¡En  el  tranvía  de  mi  felicidad,  acaba  de 
entrar  un  viajero! 

ToM.  (¡Qué   cursi  es    este    hombre!)    (Levantándose.) 

Vaya,  te  acabó;  no  puedo  estar  más  tiempo 
sentado. 

PoB.  ¿Ganó  usted? 

ToM.  ¡Como  siempre!  ¿Quién  se  viene  conmigo 

al  jardinillo? 

Apoi.  Este  cura,  mi  señor  don  Tomás.  Vamonos. 

Cris.  (a  doña  Rosa )  (Creo  que  ha  llegado  el  mo- 

mento ) 

Rosa  (a  don  Cristino  )  (Sí.) 

<Dris.  Señoras,  señoritas  y  señoritos:  yo  propongo 

que  demos  uoa  vuelta  por  la  plaza,  como 
anteanoche. 

NiEV.  ¡Aprobado! 

EoB.  ¡Magnífico! 

Mat.  ¡Admirable! 

<>üR.  Me  parece  muy  bien. 


—  47  — 

Ver.  y  á  mí  de  perlas 

ROB.  (Kchando  8U8  cuentas  consternado.)  (Se  nie  van  laS 

cuatro  pesetas  en  higos  chumbos.) 
Cpis.  I'ues  no  hay  que  perder  tiempo,  (se  levantan 

teles,  menos  Carmen,  Antonio  y  Lol-i.) 

C!oN.  Vamos,  mamá. 

C!ris  (a  Carmen.)  ¿Vienes  tú  también,  pimentilla? 

Car.  No;  yo  me  cjuedo. 

CuR.  (¡Mejor  para  mi!) 

Ver.  (Su  tristeza  mal  disimulada  me  hace  temer 

que  no  le  importo  un  rábano  ) 

Cris.  (Dándole  un  pellizco.)  ¡Alegra  esa   cara,   ton- 

tuela! 

Car.  ¡Ay,  don  Cristino!... 

ToM.  Pero,  hombre,  que  siempre  has  de  andar 

pellizcando... 

Crif  .  Mira  el  otro  por  donde  sale...  ¡Si  la  he  cono- 

nocido  así!  (indicando  media  vsra  de  estatura.) 

ToM.  ¡Bueno,  pero  ahora  está  así!  (indicando  la  esta- 

uira  de  Carmen.)  Vamos,  doD  Apolinar,  vámo- 
nos  nosotros. 

ApoL.  V^amoS.  (Se  van  por  la  pnerta  de    Ir    derecha.    Don 

CrlKtino  se  entromete  en  el  grupo  de  las  muchachas, 
las  pellizca,  bromeando  y  riéndose,  y  las  empuja  hacia 
la  cancela.  Doña  Rosa  invita  á  irse  á  las  parejas 
enamorabas.) 

Rosa  Ustedes,  tortolitos,  á  seguir  arrullándose  en 

la  calle. 

PlÁC.  (bln  dejar  los  bostezos.)  Anda  .. 

Rep.  (lo  mismo.)  Anda... 

Pep  Mira  que  vamos  á  reñir  otra  vez. 

Rosa  Dejad  eso  ahora. 

Cris.  ¡A  la  calle,  á  la  call«í! 

Vek.  (Yo  voy  á  meditar  á  solas  mi  línea  de  con- 
ducta.) (Vase  disimuladamente  por  la  puerta  del  foro.) 

RoB.  ¿Vamos,  niñas? 

NiEv  .  Carmen,  ¿no  vienes? 

Car.  No;  no  estoy  buena... 

Mat.  Vaya  por  Dio?,  mujer. 

Car.  Divertirse. 

KiBV.  (Aquí  hay  gato  encerrado.)  (se  van  todos  por  la 

cancela,  charlando  animadamente.) 
Cris.  (señalando  á  Antonio  y  Lola,  que  continúan   sentados 

como  ti  nada  fuera  con  ellos.)    ¡Eh!   ¿Y   aquellos 


—  48  — 

dos?  ¡Jóvenes',  que  nos  vamos  á  dar  una 
vuelta! 

Rosa  Andar,  andar...  (Se  levantan  y  se  encaminan  hacia 

la  escalera  primero  y  después  hacia  la  cancela,  sin 
quitarse  ojo  y  sin  dejar  de  hablarse.) 

Cris.  jEh!  ¡Que  no  es  por  ahí!  (a  doña  Rosa.)  ¿Us- 

ted no  ve  eso?  Nada,  y  se  va  sin  sombrero 
el  hombre... 

CuR.  (cogiendo  del  perchero  un  sombrero   de  paja.)  Este 

ez  el  zuyo.  Yo  ze  lo  daré. 

Chis.  Aguarde  usted  un  n:omento,  Carrito.  (Ha- 

blando bejo  con  doña  Rosa,  muy  rápidamente.)  ¿Dón- 
de está  Pepe? 

Rosa  En  la  callejuela,  arrancándole  los  pelos  del 

bigote. 

Cris  Voy  á  buscarlo.  Usted  queda  en  avisarnos 

por  la  ventana  cuándo  debe  entrar. 

Rosa  Cabaüto. 

Cris.  Pues  que  sea  pronto. 

Rosa  Lo  más  pronto  posible. 

Cris.  (uniéndose   á   Currito    en    la  cancela.)  ¿VámonOS, 

Curro? 
'  CuR.  Vamonos. 

Cris.  ¿Que  iba  yo  á  decirle  á  usted?...  (Deteniéndose 

nn  instante.)  ¡Ah!  ya  caigo...  Que  tenía  yo  ra- 
zón... 

Cur.  ¿Cómo? 

Cris.  (Bajando  la  voz.)  ¡Que  uo  son  postizasl 

CüR.  ¡Ja,  ja,  ja!  (Se  van  riéndose.) 

Rosa  (a  Cftrmen.)  Espérame  tú  aquí.  Voy  á  ver  qué 

hacen  los  del  jardinillo...  (Hay  que  atar  bien 

todos  los  cabos.)  (Vasemuy  aprisa  por  la  puerta 
de  la  derecha.) 


ESCENA  II 

CAEMEN. 

Pero  qué  conspiraciones  y  qué  enredos  tra- 
ma mi  tía,  y  qué  empeño  tiene  en  Jiablarme 
de  lo  que  yo  no  quiero  hablar...  Es  capaz  de 
revolver  Roma  con  Santiago,  con  tal  que  nos 
veamos  Pepe  y  yo..,  Si  ella  supiese  lo  que 


—  49  — 

me  atormenta,  de  seguro  no  lo  intentaba... 
Pero  ni  presume  siquiera  el  sacrificio  que 
me  costaría  verlo  y  oirlo  después  de  lo  pasa- 
do... Hablar  con  él...  ¿Para  qué,  si  no  lo  per- 
dono? Me  dolió  tanto  el  primer  desengaño, 
que  me  da  mucho  miedo  del  segundo...  La 
misma  resistencia  que  halló  el  primero  en 
mi  cariño  hallarían  ahora  sus  palabras...  Si 
él  cree  otra  cosa,  ¡buen  chasco  va  á  llevarse! 
No  cedo,  no:  no  cedo. 


ESCENA   III        N/ 

CABMEN  y  CURRITO. 

"^    CüR.  (Por  la  cancela.)  (Ni  de  encargo  encuentro  una 

ocazión  como  esta.) 

Car.  (Estremeciéndose  al  sentir  pasos.)  (¿Quiéu  eS?) 

"~   CuR.  (Acercándose    á    Carmen    y    poniéndosele    inmediata- 

mente detrás.)  (Zeguramente  no  me  aguarda.) 
Car.  (¿Pues  no  esto}'   temblando?...    Si  parece 

mentira.  .) 

—  CüR.  (¡Mira  que  zi  me  dijera  que  zí!...) 
Car.            (Pero  ¿quién  será?) 

•-    Cur.  (Nada,  que  me  arranco.)   ¿Da  usted  zu  per- 

mizo? 

Car.  (Levantándose  muy  sorprendida.)  ¡JeSÚS,  hijO,  qUC 

me  ha  asustado  usted! 

—  Cur.  ¿Ks  de  veras? 

Car.  ¿Qué  hacía  usted  ahí  detrás? 

—  Cur.  (Riéndose.)  Verle  á  usted  los  pelitos  del  co- 

gote... I 

Car.  (Soltando  la  risa )  ¡Ave  María,  qué  entreteni- 

miento! 
~~   CüR.  ¡Como  que  zon  preciozos! 

Car.  Muchas  gracia.o,  en  nombre  de  los  pelitos... 

Siéntese  usted...  (Así  habrá  quien  estorbe.) 

(Se  sientan  los  dos  á  la  derecha.) 

--    Cur.  (iQué  final) 

Car.  fPrimera  vez  que  es  opoituno  este  animal.) 

(Pausa.    Carmen  se  sonríe.    Currito  no  cabe  coico  to- 
mar la  embocadura.) 

^  Cur.  La  encuentro  á  usted  ojeroza... 

4 


—  so  — 

CAt<.  Sí;  eso  ya  me  lo  dijo  usted  antes... 

-  Cuk.  ¿Antes?  No  rae  acuerdo... 

Car.  Yo,  sí;  me  hizo  mucha  impresión  la  frane. 

-  CuR.  ¡Guazona! 

Car.  (¡Vaya!  ¡Este  viene  decidido  á  todo!)  (pausa.) 

¿Cuándo  llegó  usted  de  su  pueblo,  Carrito? 

-  CuR.  Ayer. 
Car,             ¿Ayer? 

-  Cur.  Ayer  de  mañana,  zí  zeñora. 

Car.  y  qué,  ¿se  ha  divertido  usted  mucho? 

-  Cur.  Azi,  azi... 

Car.  ¿Lo  menos  ha  estado  usted  un  mes?... 

-  Cur.  Un  mez  y  un  día. 

Car.  Vamos,  como  las  condenas  de  los  presos... 

-  Cur.  ¡Guazonal 

Car.  (¡y  dalel)  ¿Piensa  usted  volver  este  verano? 

^  Cur.  Es  pozible  que  vaya  a  una  boda. 

Car.  ¿Quién  se  casa  allí? 

~   CüR.  Manolita  Crespo. 

Car.  Ah,  sí;  la  conozco.  ¿Es  muy  amiga  de  us- 

ted? 
»-   Cur.  Psch...  regular  de  amiga. 

Car.  Lo  pregunto,  porque  iba  á  decir  que  me  pa- 

rece un  poquito  espesa. 

-  Cur.  Algo,  algo. 

Car.  ¿y  quién  es  el  novio? 

-  Cur.  Zu  primo  Arturo. 
Car.            ¿Uno  que  es  tuerto? 

-  Cur.  Ya  no:  ze  ha  puesto  un  ojo  de  cristal. 

Cak.  Eso  es  otra  cosa.  Ella  tuvo  antes  otro  novio, 

¿verdad? 

-  Cur.  (Muy  turbado.)  Zí,  zeñora...  (¡Verá  usted  zi  lo 

zabe!)  ¿Usted  lo  conoció? 
Car.  De  oidas... 

•^   Cur.  (¡Respiro!) 

Car.  Ño  sé  de  él  más  que  lo  que  me  escribió  una 

amiga. 
'-    CüR.  (Alarmado.)  ¿Y  qué  le  escribió  á  usted^  puede 

zaberse? 
Car.  fA  ver  qué  cara  pone.)  Nada;  que  Manolita 

había  entrado  en   relaciones  con   el   niño 
más  bruto  de  su  pueblo. 
^    Cur.  (Muy  enojado.)  ¿Zí?  ¡Pues  quc  me  dispenze  zu 

amiga  de  usted,  pero  ezo  es  gana  de  hablar! 


—  51  — 

Car.  ¿Por  qué? 

CuR.  Porque...  ¡porque  cualquiera  zabe  cuál  es  el 

más  bruto  de  mi  pueblol 


ESCENA  IV  •>( 

DICHOS  y  DOÑA  ROSA. 
Rosa  (Por  la  puerta  de  la  derecha.)  (AquelloS  doS  eStán 

muy  apenados  porque  no  pueden  jugar  al 

tresillo...  Avisaré  al  galán...  (ai  ir  hacia  la  puer- 
ta del  foro  ve  á  Currito.)  ¿Eh?  ¿Qué  eS  esto?  (De- 
teniéndose.) ¿Le  parece  á  usted,  el  muy  polli- 
no?... Voy  á  plantarle  la  boleta  inmediata- 
mente.) (Acércase  de  pronto  á  Cuirito  fingiendo  al- 
teración.) ¡Curro!  (Cnrrito  y  Carmen  se  asustan  y  se 
levantan.) 

Car.  [Ayl 

"*  CuR.  iSeñora!... 

Rosa  ¿Has  visto  á  Verjeles? 

~  CüR.  ¿Cuándo? 

Rosa  Después  que  se  marcharon  todos. 

-*  CuR.  No. 

Rosa  ¿Ni  has  hablado  con  él? 

—  CuR.  ¡Zi  no  lo  he  visto! 

Rosa  Pues  te  anda  buscando...  En  el  jardinillo 

me  parece  que  está...  (A  ver  si  me  lo  pes- 
can.) Entró  aquí  lívido,  descompuesto... 
Algo  le  pasa  indudablemente. 

—  CuR.  jZí? 

Rosa  Sí;  corre,*  corre  á  buscarlo.  Con  nosotras  no 

guardes  cumplidos...  Ello  ha  de  ser  para 
algo  muy  gordo. 

—  CuR.  (¡Cuerno!  ¿Zi  andará  la  niña  esta  en  el  ajo?) 

Voy,  voy...  Dice  usted  que  cree  que  en  el 
jardinillo  ¿eh?...  Coa  permizo  de  ustedes... 
(A  eze  tío  voy  yo  á  tener  que  darle  dos  mas- 

CnS...)  (Vase  á  escape  por  la  puerta  de  la  derecha.) 

Car.  Pero  tía... 

KosA  Déjame  tú  a  mí,  que  yo  me  entiendo,  (vase 

tras  Currito.) 


—  52  — 
ESCENA  V 

CARMEN,  DOÑA  EOSA  y  VERJELES. 

Ver.  (por  la  puerta  del  foro.)  (Meditando  mi  línea  de 

conducta  me  ha  parecido  escuchar  mi  nom- 
bre... (se  fija  en  Carmen.).  ¡Ah!  ¡ella  sola!  ¿Ha- 
brá salido  de  sus  labios?...  No  es  posible 
encontrar  ocasión  más  calva.)  (Acercándosele.) 
Carmencita... 

Car.  ¿Usted  aquí,  Verjeles?,.. 

Ver.  ¿Dónde  mejor? 

Car.  Siéntese  usted,  si  gusta... 

Ver.  Ya    lo    creo...    (se  sientan  los   «los  á  la  izquierda.) 

¡Qué  alegre  sonrisa!.  .  Es  un  amanecer  de 
primavera... 

Car.  (Pues  no  sabes  tú  que  va  á  anochecer  muy 

prontito.) 

Rosa  (Por  donde  se  fué  )(¡Ajajá!  Me  lo  cogen  para  el 

tresillo,  como  yo  esperaba  ..  Ya  no  lo  suel- 
tan en  dos  horas...  Le  avisaremos  al  apuesto 

doncel,..)  (ai  ir  hacia  el  foro  repara  en  Verjeles  que 
hfbla  entusiasmado  con  Carmen  y  se  queda  clavada. 
De  pronto,  como  obedeciendo  á  una  idea  repentina,  s& 
pcerca  á  ellos  dando  muestias  de    agitación   y    grita:) 

¡Verjelesl 

Ver.  (Levantándose  alarmado.)  ¡Señora  míal 

Oar.  (Levantándose  también.)  (_¿Otra  VCZ?) 

Rosa  ¿Ha  visto  usted  á  Currito? 

Vkr.  Antes  lo  ví. 

liosA  Digo  ahora... 

Ver.  Ahora  veía  cosa  bien  distinta... 

ICosA  Déjese  usted  de  flores. 

Ver.  ¿Pues  qué  ocurre? 

Rosa  Que  lo  anda  buscando  á  usted. 

Ver.  ¿a  mí?  ¡Pues  á  mí  el  que  me  hueca,  me  en- 

cuentra 1 

Rosa  No,  pues  él  no  lo  ha  encontrado  á  usted 

todavía...  Aquí  estuvo  hace  poco.  Venía  lívi- 
do, descompuesto...  A  la  calle  se  fué  echan- 
do chispas.  Algo  le  pasa,  no  le  quepa  á  us- 
ted duda. 


—  33  — 

Ver.  ¿y  dice  usted  que  preguntaba  por  mí? 

Rosa  ¡Como  que  á  eso  vino! 

Ver.  Pues  ustedes  sabrán  perdonarme...  Porque 

presumo  que  se  trata  de  algo  muy  serio. 

Rosa  Muy  serio  ..  Vaya  ustad,  vaya  usted... 

Ver.  ¿Dice  usted  que  se  fué  á  la  calle? 

Rosa  A  la  calle,  justo. 

Ver.  Lo  encontraré  en  segviida. 

Rosa  ¡En  seguida! 

Car.  (¡Camino  llevas') 

Ver.  Hasta  luego,  señoras  mía?...  (¿Si  andaremos 

á  cintarazos  por  esos  ojos?)  (Vase  por  la  cancel» 
como  alma  que  lleva  el  diablo.) 

Car.  Pero,  por  los  clavos   de  Cristo,  tía,  ¿á  qué 

conduce  todo  esto? 

Rosa  Tú  te  callas.  Oye,  y  si  viene  ahora  otro  pot 

el  estilo,  le  dices  que  lo  esperan  estos  dos  en 
las  Delicias  Viejas...  Y  aguárdame  aquí...  (vw» 

precipitadamenie  por  la  puerta  del  toro.j 


ESCENA   VI 

CAEMEX;  luego  PEPE  KOMEEO. 

Car.  No  me  cabe  duda:  entre  don   Crietino  y 

mi  tía  tratan  de  favorecer  la  entrevista  de 
Pepe  conmigo.  Bien  claro  está  el  juego... 
¡Qué  obstinación...  y  qué  tontería!  (pausa.) 
Pero  ¿será  capaz  de  venir  á  hablarme?  Y  yo, 
¿debo  oirlo?...  No,  no;  de  ningún  modo...  Y 

por  si  acaso...  (Va  hacia  la  escalera,  á  tiempo  que 
llega  Pepe  per  la  cancela,  la  re  y  la  llama.) 

Pepe  Carmen... 

Car.  (OeteniéndoMe.)  (¡JeSÚs!) 

Pepe  Carmen...  no  se  vaya  usted.  Y''o  se  lo  su- 

plico. 

Car.  ^Muy  sorprendida.)  (¡Se  ha  quitado  la  barba!) 

Pepe  ¿Quiere  usted  que  hablemos  un  momento? 

Car.  ¿Que  hablemos?...  Yo  no  tengo  nada  que 

hablar  con  usted. 

Pbpe  Yo,  en  cambio,  tengo  mucho.   Hablaré  yo 

solo.  ¿Me  oirá  usted? 

Cah.  No  respondo  de  mi  paciencia. 


—  54  - 

PtPE  Procuraré  molestar  á  usted  muy  poco  tiempo. 

Car.  Entonces...  ya  que  este  parece  inevitable... 

(Se  sienta.)  Después  de  todo,  ¿qué  más  da? 
Me  haré  la  ilusión  de  que  llega  hasta  mí  el 
ruido  de  la  fuente  del  jardinillo... 

Pepe  (sentándose  también.)  ¡Ojalá  le  parezcan  á  usted 

tan  gratas  mis  palabras! 

Car.  Si  lo  digo  por  el  caso  que  voy  á  hacerles... 

tonto... 

Pepe  (lEmpiezaporllamarme ton tol...) (Pausa  larga.) 

Carmen...  Carmen... 

Car.  No  me  he  dormido,  no... 

Pepe  (¡Sigue  tan  burlona  la  fierecilla  estal)  ¿Sabes 

á  lo  que  vengo? 

Car.  Sí;  lo  he  leído  en  los  periódicos  de  hoy. 

Pepe  Los  periódicos  no  han  dicho  nada,  pero  tú 

lo  sabes. 

Car.  Entonces,  ¿á  qué  me  lo  preguntas? 

Pepe  Necesito  expHcarte...  Me  llama  mi  familia  á 

Valencia,  y  no  quiero  ni  puedo  irme  sin  ex- 
plicarte... 

Car.  ¿Explicarme  qué? 

Pepe  .Mi  conducta  contigo. 

Car.  Puedes  ahorrarte  la  explicación:  la  sé  de 

memoria. 

Pepe  ¿Ves  tú?  Me  juzgas  por  hechos  que...  así  á 

primera  vista...  Pero  no  es  eso,  no;  yo  te 
diré...  yo  te  diré...  Mira:  desde  la  última  no- 
che que  acudí  á  tu  ventana... 

Car.  ¿Por  qué  no  tomas  la  historia  desde  la  pri- 

mera? 

Pepe  ¿Quieres  tú? 

Car.  Desde  que   celebraste  con  tus  amigos  tu 

triunfo;  desde  que  le  dijiste  á  alguno  de 
ellos:  «¡Buen  hallazgo  de  ferial  ¡Ya  tengo 
novia  para  toda  la  temporada!...» 

Pepe  ¿Yo?  ¿Pero  tú  me  supones  capaz...? 

Car.  ¿De  decir  eso? 

Pepe  Sí. 

Car.  Te  supongo  capaz  de  pensarlo  y  de  hacerlo... 

Pepe  Por  Dios,  no  me  ofendas,  que  no  soy  tan 

malo  como  presumes  ni  tan  necio  como  te 
han  dicho.  Ese  chisme  ruin  habrá  salido  del 
caletre  de  algún  envidioso  de  mi  fortuna.*. 


de  alguno  qne  llamó  á  tu  reja  un  día  y  otro 
día...  y  se  fué  con  dolor  en  los  nudillos,  sin 
lograr  que  se  asomara  á  los  cristales  tu  cari- 
ta salada.  ¿No  es  esto  verosinjil?  ¿Quién  te 
asegura  que  he  sido  yo  el  autor  de  la  frase? 

Car.  Tu  proceder  me  lo  asegura. 

Pepe  ¡Qué  cruel  eres  conmigo! 

Car.  Para  corresponderte  en  tojio  hasta  última 

hora... 

Pepe  (Levantándose  con  vehemencia.)  ¿Qué  diceS? 

Car.  Nada. 

Pepe  Si,  si;  no  lo  niegues,  ya  que  no  has  podido 

refrenar  esa  acusación  llera  de  amargura 
que  se  te  ha  subido  á  los  labios...  Tienes  ra- 
zón, tienes  razón:  ¿á  qué  voy  á  disimularlo 
más  tiempo?  Confieso  que  le  he  hecho  obje- 
to de  la  crueldad  más  grande...  Y  el  que  tú 
me  acuses  afí,  el  que  asi  lo  comprendas,  me 
causa  un  intimo  consuelo,  porque  me  prueba 
que  aún  vive  en  tu  corazón  el  recuerdo  que- 
rido de  aquellas  noches  en  que  supimos  en- 
cerrar toda  la  dicha  de  la  tierra  en  el  marco 
de  flores  de  tu  ventana. 

Car,  (En  iodo  de  burla.)  Suena  bien,  suena  bien  el 

surtidor  de  la  fuente  del  jardinillo... 

Pepe  Carmen,  no  te  burles...  Óyeme,  que  te  estoy 

abriendo  mi  alma...  Yo  no  he  venido  aquí  á 
discutir  contigo  si  soy  ó  no  culpable,  como 
haría  quien  quisiese  menos,  ni  si  merezco  ó 
no  merezco  tu  perdón.  He  venido  á  decirte 
que,  á  pesar  de  lo  pasado,  te  quiero  más  que 
nnnca.  Hecha  esta  declaración  sincera  y  no- 
ble, yo  te  suplico  que  me  creas.  No  dejes  que 
me  vaya  de  aquí  sin  una  sombra  de  espe- 
ranza... Piensa  que  acaso,  y  sin  acaso,  si  me 
voy  así...  me  iré  para  siempre.  ¿Y  no  es  ver- 
dad que  es  muy  triste  que  tú  y  yo  nos  sepa- 
remos para  siempre? 

Car,  (Levantándose.)  Basta  ya.  He  sido  muy  débil  al 

concederte  esta  entrevista,  No  tengo  yo  la 
culpa...  Palabras  ya  sabia  yo  que  no  habían 
de  faltarte,  porque  tu  cariño  de  siempre  no 
ha  sido  más  que  palabras  y  palabras,  que 
por  fortuna  se  llevó  el  viento.  Es  todo  inútil, 
como  ves.  No  te  creo;  no  puedo  creerte. 


—  56  — 

Pepe  ¿Pero  es  posible  que  dudes  de  la  sinceridad 

conque  te  hablo? 

Car.  ¿Pero  es  posible  que  no  dude? 

Pepe  No  te  ofrezco  pruebas  de  mi  cariño,  porque 

yo  imagino  que  ninguna  hay  mejor  que 
esta  confesión  que  te  he  hecho. 

Car  Pues  ya  ves  que  no  basta. 

Pepe  ¿No  será  eso  obstinación  caprichosa? 

Cak.  Sea  lo  que  sea:  no  basta. 

Pepe  ¿Es  decir  que  el  mal  no  tiene  remedio? 

Car.  No  lo  tiene. 

Pepe  ¿Que  dejas  que  me  vaya? 

Car.  Sí. 

Pepe  ¿Que  ya  no  me  quieres?  (carmen  niega  con  la 

cabeza.)  Dilo  con  los  labios. 

Car.  No. 

Pepe  Calla:  no  lo  repitas.  Tú  crees  que  merezco 

este  castigo:  yo  te  juro  que  no.  En  fin,  sea... 
Acabó  el  idilio  de  Sevilla...  (pausa.)  No  olvi- 
des que  te  he  suplicado... 

Car.  Descuida;  no  lo  olvidaré. 

Pepe  Que  he  hecho  cuanto  he  podido  porque  se 

realizaran  nuestros  sueños  de  un  día... 

Car.  Ya,  ya. 

Pepe  Que  eres  tú  la  (jue... 

Car.  Sí,  hombre,  sí...   No  me  olvido  de  nada.  ¡Si 

vieras  qué  memoria  tengo! 

Pepe  Pues  adiós. 

Car.  Adiós. 

Pepe  (Resistiéndose  á  Irse.)  Si  alguna  vez  vas  á  Va- 

lencia... 

Car.  Es  difícil. 

Pepe  Bien  está.  Despídeme  de  tu  padre... 

Car.  Bueno. 

Pepb-,  y  de  tu  tía  .. 

Cak.  Bueno. 

Pepe  Diles  que  no  he  podido  detenerme... 

Car.  Bueno:  se  lo  diré. 

Pepe  ¿No  me  das  la  mano? 

Cak.  (Tendiéndosela  sin  mirarlo.)  Sí. 

Pepe  (Eetrechánilole    la   mano  con  emoción.)   AI    menOS 

seguiremos  siendo  amigos... 
Car.  ¿Amigos?...  Bien. 

Pepe  ¿Nada  más? 


—  57  -- 

Car.  Nada  más. 

Pepe  ¡Qué  tristezal 

Ca'?.  (conmoviéndose.)  ¿Tristeza?  ¿Por  qué? 

Pepe  ¿Qué  tienes? 

Car.  (Reponiéndose  y  alejando  sn  mano.)  Nada.    Suelta. 

Pepe  Adiós,  entonces,  (vase.) 

Car.  Adiós.    (Pausa.    corre  á   la  cancela  para  cerciorarse 

de  qne  Pepe  se  ha  Ido,  y  exclama  con  pena;)  ¡Se  fué! 
(Con  despecho.)  ,Se  fuél 


ESCENA    VII 

CARMEN  y  DOLORES. 
DoL.  (Por  la  puerta  de  la   derecha,   acercándose  íí  Carmen 

con  solicitud.)  ¿Qué  es  eso,  señorita?  ¿Ha  reñío 
usté  der  to  con  er  señorito? 

Car.  ¡Déjame  en  paz! 

DoL.  Le  arvierto  á  usté  que  debe  usté  alegrarse: 

tan  retepiyo  es  el  amo  como  er  moso.  A  mi 
Esteban  lo  he  puesto  como  un  reverendo 
guiñapo,  en  cuanto  he  sabio  que  han  com- 
prao  ya  los  biyetes  pa  irse  mañana.  ¿Le  pá- 
rese á  usté? 

Car.  ¿Cómo  te  voy  á  decir  que  me  dejes? 

Doi..  Asin  son  tos  los  hombres.  Er  mejó  debía  ser- 

ví de  ferpúo  pa  limpiarnos  nosotras  los  pies. 
Por  supuesto  que  pa  que  mi  Esteban  no  se 
figure  que  se  me  importa  un  grano  de  ar- 
piste,  ya  me  he  arreglao  con  ese  de  la  tienda 
de  montañésde  la  esquina,  que  me  había  pe- 
dio la  conver.'asión,  y  que  está  conmigo 
desde  ha«e  un  mes  más  ñno  que  un  den- 
tista. Usté  lo  conoserá:  uno  rubio,  güen 
moso,  de  Cadi  é,  con  er  pelo  enrisao,  que  le 
disen  Arrope... 

Car.  ((.Pero  tú  te  figuras  que  estoy  yo  para  que 

me  hables  de  Arrope?  ¡Vete  ya! 

DoL.  Pos  mire  usté,  señorita,  es  mu  güen  mucha- 

cho: mantiene  á  su  madre,  á  su  agüelo,  que 
está  irapedio,  á  un  tic  cama,  hermano  de 
su  padre,  y  ha  juntao  pa  libra  de  quintas 
á£u  hermaniyo  er  chico. 


—  58  - 

Car.  ¿Quieres  irte,  mujer? 

DoL.  Es  que  si  usté  no  fuera  tonta... 

Car.  iQue  te  vayas,  te  digol 

DoL.  Güeno,  no  se  enfade  usté,  señorita  Carmen, 

(yéndose  por  laeecaieía.)  (¿Será  infelí  la  pobre? 

Con  su  cara  y  mi  genio...  ¡traía  yo  á  tos  los 

seviyanos  de  coroniyal) 


ESCENA  VIII 

CAEMEN  y  DOÑA  ROSA. 

Rosa  (por  la  puerta  del  foro )  Niña,  ¿estás  sola? 

C^R.  (Nerviosa  y  descompuestn.)  ¿Sola?  No. 

Rosa  ¿Cómo  que  no?  (Mirando  á  todas  partes.)  Pues 

¿con  quién  estás? 

Car.  Con  usted,  tía. 

RcsA  Mira  qué  gracia.  Se  conoce  que  hay  buen 

humor,  ¿eh? 

Car.  Sí.  Muy  bueno. 

Rosa  ¿Y  Pepe? 

Car.  Se  fué. 

Rosa  (Muy  sorprendida.)  ¿Que  se  fué? 

Car.  Sí,  señora;  que  se  fué,  que  se  fué,  que  se  fué. 

Rosa  Bueno,  hija,  bueno.  (Remedándola.)  Vaya  con 

Dios,  vaya  con  Dios,  vaya  con  Dios. 

Car.  Eso  falta  ahora,  que  se  divierta  usted  con- 

migo. 

Rosa  Es  que  te  pones  de  una  manera... 

Car.  Mejor,  mejor  y  mejor.  Y  le  suplico  á  usted 

que  no  me  venga  con  paños  calientes.  Esto 
se  ha  concluido,  se  ha  concluido  y  se  ha 
concluido. 

RcSA  ¡Ea,  pues  se  ha  concluido!    (Hace   que   se   va  y 

vuelve.) 

Car.  ]Tía! 

Rosa  (¡Pues  no  se  ha  concluido!)  ¿Qué  quieres? 

Lar.  Que  la  conozco  á  usted,  que  la  conozco  á  us- 

ted, que  la  conozco  á  usted. 

Rosa  Pero  hija,  ¿qué  manía  te  ha  dado  de  hacer 

tres  ediciones  de  todas  las  frases? 

Car.  No  se  me  vaya  usted  por  la  tangente.  Ya 


—  59  — 

usted  sabe  lo  que  quiero  decirle.  Cuidadito 
como  vuelve  usted  á  insistir... 

Rosa  ¿Yo?  Dios  roe  libre.  Puedes  estar  tranquila. 

Car.  Sí;  por  que  sería  usted  muy  capaz  de  llamar 

á  Pepe  de  nuevo. 

KosA  Vamos,  mujer,  no  digas  disparates... 

Car.  Es  que  aunque  lo  llamase  usted  seria  inútil. 

Rosa  Es  que  no  lo  llamo. 

Car.  No  me  da  á  mí  la  gana  que  se  vaya  á  figu- 

rar que  es  cosa  mía... 

Rosa  Pero  ¿no  te  estoy  diciendo  que  no  lo  lla- 

mo?... ¿Quieres  que  te  lo  jure?  Bastantes 
quebraderos  de  cabeza  me  ha  costado  ya.  Y 
mira,  hablando  en  plata;  después  de  todo 
me  alegro  de  esta  solución.  Así  se  hace  tu 
gusto.  Más  motivos  tienes  tú  que  yo  para 
conocerlo,  y  cuando  tú  aseguras  que  es  un 
tarambana... 

Car.  a  buena  hora  me  da  usted  la  razón. 

Rosa  Más  vale  tarde  que  nunca,  hija...  Voy  á  ver 

si  tu  padre  quiere  algo,  y  en  seguidita  la 
cama  será  conmigo. 

Car.  ¿Va  usted  á  acostarse? 

Rosa  Ya  lo  creo. 

Car.  ¿Será  usted  capaz? 

Rosa  ¡Pues  no  que  no! 

Car.  Me  parece  muy  bien. 

Rosa  Lo  celebro  mucho:  así  dormiré  más  tran- 

quila. 

Car.  jTía,  tía,  tía! 

Rosa  ¿Vuelta  á  lo  mismo? 

Car.  ¡Parece  mentira  que  me  trate  usted  tan  mal, 

con  el  dolor  de  cabeza  que  tengo! 

Rosa  En  cuanto  te  quedes  sola  se  te  quita. 

Car.  Tiene  usted  razón;  porque  más  vale  estar 

sola... 

Rosa  Eso:  que  mal  acompañada. 

Car.  ¡Tía,  tía,  tía! 

Rosa  ¡Sobrina,  sobrin?,  sobrina!  ¡Que  te  alivies, 

que  te  alivies,  que  te  alivies!  ¡Me  tienes  has- 
ta el  moño,  hasta  el  moño,  hasia  el  moño! 

(Vaae  rápidaroeote  por  ¡a  puerta  de  la  derecha.) 


-  60  — 
ESCENA  IX 

CAEMEN  y  DON  CEISTINO. 
Cris.  (Por  la  cancela,  dado  á  los  diablos.)  PerO,  vamOS  á 

ver:  ¿qué  es  esto? 

Car.  ¿Usted  ahora? 

Cris.  Pues  ¿qué  creías?  ¿que  yo  me  iba  á  quedar 

con  los  brazos  cruzados  ante  una  picardía 
semejante?  ¿Tú  te  figuras  que  se  juega  así 
con  los  hombres? 

Car.  Ah,  ¿pero  viene  usted  á  defenderlo? 

Cris.  ¡Naturalmente!  ¡Y  á  llamarte  á  ti  tonta  de 

capirote!  ¡El  demonio  de  la  pelusa  esta!...  ¡Lo 
que  tú  tienes  son  muchos  muñecos  en  el 
piso  alto!  ¡Yo  no  sé  las  ilusiones  que  has  lle- 
gado á  hacerte  con  ese  cuerpo  de  alfiler  de 
cabeza  negra,  y  esa  cara  de  ochavo,  y  esa  na- 
riz que  parece  un  pestiño! 

Car.  ¡Y'o  sí  que  no  sé  lo  que  usted  se  ha  imagi- 

nado que  soy  yo  para  tratarme  de  esa  ma- 
nera! ¿Quién  le  da  á  usted  vela  en  este  ea-  ^ 
tierro?  Si  soy  fea  ó  bonita  y  si  le  narezco  á 
usted  esto  ó  lo  otro,  se  lo  ha  debido  usted 
callar.  ¿Le  he  dicho  yo  á  usted  alguna  vez 
que  me  parece  un  palillero? 

Cris.  ¿Cómo  un  palillero?  ¡Niña,  niña,  más  respe- 

to á  mis  canas! 

Car,  ¡Y  si  usted  y  mi  tía  y  el  otro  y  el  de  más 

allá  se  han  propuesto  volverme  loca,  se  equi- 
vocan de  medio  á  medio!  ¡Pues  no  faltaba 
más!  ¡Tengo  ya  la  cabeza  como  un  bombo! 
¡No  me  diga  usted  una  palabra  siquiera,  por- 
que no  lo  escucho!  (Oon  Crislino  trata  de  hablar.) 

¡Que  se  calle  usted,  don  Cristino,  que  estoy 
muy  nerviosa!  ¿No  está  usted  viendo  que 
estoy  muy  nerviosa?  (Afligiéndose.)  Mire  usted 
que  es  mucha  pensión...  que  ha  de  hacer  un& 
lo  que  quieran  todos...  Y  la  que  lo  ha  echado 
a  perder  es  mi  tía,  mi  tía,  mi  tía,  mi  tía... 

(Encarándose  otra  vez  con  don  Cristino.)   ¿CÓmO  le 

voy  á  decir  á  usted  que  se  calle?  (oon  Cristino 


—  ol  — 

huye  de  ella)  ¡No  quiero  oir  á  nadie,  ni  ver  á 
nadie,  ni  entender  á  nadie!...  ¿Quiere  usted 
dejarme  en  paz,  hombre  de  Dios?  ¡Déjeme 
usted  en  paz,  déjeme  usted  en  paz,  déjeme 
usted  en  paz!  ¡Ay  qué  sinapismo  de  viejo, 
que  diaria  más  que  un  sacamuelas!  (vase  de 

estampía  lloriqueando  por  1*  puerta  del  foro.) 


ESCENA  X 

DON  CRISTINO  y  DOÑA  ROSA. 
f  iosA  (Por  la  puerta  de  la  derecha.)  [Doo  Cristino! 

Ckis  ¡Doña  Rosa! 

Rds.\  ¿y  Caimencita? 

Cris.  ¿Carmencita?  ¡Buena  la  ha  hecho  usted! 

Rosa  ¿Yo? 

Cris.  Usted. 

Ro.«A  jAy,  qué  gracia! 

Cris  ¿Gracia?  ¡Yo  no  me  rio! 

Rosa  Ab,  pues  no  deje  usted  de  mirarse  al  es- 

Cris.  ¡Señora!  ¿tengo  yo  monos  en  la  cara? 

Rosa  ¿Qwé  más  mono  que  usted? 

Cris.  ¿Si?  ¡Pues  no  le  parecí  á  usté  1  tan  feo  cuan- 

do le  hice  el  amor  en  Chipiona;  que  si  no 
está  allí  aquel  teniente  de  lanceros  me  pare- 
ce que  hay  changa,  señora  mía!  Y  bastante 
le  habrá  pesado  á  usted  luego  que  la  des- 
lumhrara el  brillo  del  uniforme. 

Rv'SA  jVamo?,  quítese  usted  de  mi  vista,  espanta- 

pájaros! 

Cris.  No  será  sin  decirle  á  usted  que  su  sobrina 

se  ha  portado  muy  mal  con  mi  amigo. 

Uj.sa  Como  su  amigo  de  usted  se  ha  portado  tan 

bien  con  ella... 

Cris.  Vaya,  no  desbaiTC  usted,  mi  respetable  se- 

ñora. 

R'>-A  Poco  á  poco  El  que  desbarra,  mi  respetable 

señor... 

Cris.  La  que  desbarra... 

UosA  £1  que  desbarra... 


—  62  — 

Cris.  ¿Pero  usted  cree  que  tiene  roas  talento  que 

nadie? 
Rosa  ]  Aviada  estaba  yo  si  no  tuviese  un  poco  más 

(!|ue  usted! 
Cris.  Le  suplico  á  usted  que  no  olvide  que  estoy 

hablando  con  una  dama. 
Rosa  Yo  creo  que  eso  quien  no  debe  olvidarlo  es 

usted. 
Cris.  ¿Yo? 

Rosa  |Usted!...  ¡cara  de  pipa! 

Cris.  ¿Cómo  cara  de  pipa? 


ESCENA  XI 

DICHOS  y  DON  TOMAS. 

ToM,  (Por  la  puerta  de  la  derecha,  llevándose  las  manos  al 

estómago  y  con  muy  mal  humor.)  ¿Se  puede  Saber 

qué  le  han  echado  hoy  al  gazpacho? 

Cris.  ¡El  otro! 

ToM.  ¿Qué  es  eso  del  otro?  ¿Pasa  algo  aquí? 

Cris.  ¡Nada!  Tu  hermana... 

ToM.  Mi  hermana,  ¿qué? 

Ros  4  Don  Cristino... 

ToM.  Don  Cristino,  ¿qué? 

Cris.  Tu  hija... 

ToM.  Mi  hija,  ¿qué? 

Rosa  Lo  de  siempre:  Pepe  Romero... 

ToM.  (Furioso.)   Pero   ¡porral    ¿queréis  hablarme 

claro? 

Rosa  ¿No  te  digo  que  lo  de  siempre? 

ToM.  ¡Ahí   ¿se  trata  de  nuevos  enjuagues?  ¡Por 

vida  de!...  ¿Cuándo  vas  á  hacerme  caso,  her- 
mana de  mis  culpas?  ¿Aún  no  estás  persua- 
dida de  que  ese  pollo  es  un  matutero? 

Cris.  ¡Tomás,  mira  lo  que  hablas!  ¡Le  has  dado 

una  bofetada  moral  á  la  persona  de  mi 
amigo! 

ToM.  Pues  como  te  descuides  te  doy  á  tí  otra.  Y 

la  tuya  no  va  á  ser  moral. 

Cris.  ¡Mira  lo  que  dices! 

ToM.  Digo...  digo...  digo  que  desde  que  nos  trajis- 

te aquí  á  ese  príncipe  ruso  no  tenemos  un 


-  6S  — 

momento  de  tranquilidad,  ni  se  habla  más 
que  de  él  á  todas  horas.  Y  Pepe  para  arriba, 
y  Pepe  para  abajo,  y  Pepe  en  la  sopa,  y  Pepe 
en  la  berza,  y  Pepe...  ¡Y  ya  me  hace  á  mí 

daño  tanto  Pepe!    ¡Ay!    (Llevándose  las  iranos  al 

estómago.)  ¡Y  tauto  pepiuo!  Porque  para  mi 
que  el  pepino  es  el  que  tiene  la  culpa  de 
esto... 

Cris.  Lo  que  yo  te  aseguro... 

ToM.  ¡No  quiero  oir  nada! 

Cris.  ¡Lo  oirás,  mal  que  te  pese!  Quiero  que  cons- 

te que  si  yo  presenté  aquí  á  ese  muchacho 
fué  por  instigaciones  de  tu  hermana... 

Rosa  ¡Poco  á  poco! 

Cris.  ¡Déjeme  usted  acabar!  Y  si  ahora  toma  el 

tren  y  se  larga  á  Valencia... 

ToM.  Si  ahora  toma  el  tren  y  se  larga  á  Valencia 

— hablemos  claro — tú  tendrás  un  verdadero 
disgusto... 

Cris.  ¡Si,  señor! 

ToM.  Porque  se  te  acaba  el  filón  de  las  cenitas  en 

Eritaña,  que  todo  se  sabe. 

Cris.  ¡Tomás!  ¿por  quién  me  tomas? 

ToM.  ¡Por  un  un  viejo  chulo!  mira  éste... 

Roba  ¡Muy  bien  dicho! 

Cris  .  ¡Señera! 

ToM.  Si  no  lo  fueras  no  te  irías  una  noche  ei  y 

otra  no  á  beber  manzanilla  con  cuatro  fla- 
mencos tristes  y  cuatro  pindongas. 

Cris.  ¡Tomás! 

ToM.  ¡Cristino! 

Cris.  (¡O  te  callas  ó  digo  lo  de  la  calle  del  Espejo!) 

ToM.  (¡Dilo  y  te  salto  un  ojo!)  (Quedan   mirándose  en 

actitud  amenazadora.) 


ESCENA  XII 

DICHOS    y     CARMEN. 
Car.  (Por   la  puerta  del  foro,  tranquila  y   risueña.)  ¿Qué 

pasa  aquí?  Desde  la  ventana  del  gabinete  se 
oyen  las  voces...  ¿Qué  es  ello,  tía? 
Rosa  ¡Vaya  usted  enhoramalal 


—  64  — 

Car.  ¿Qué  es  ello,  don  Crietino? 

Cris.  ¡Vaya  usted  mucho  con  Dios! 

Car.  (Acercándose  á  don  Tomás  con  zalamería.)  ¿Me  lo  di- 

ces tú,  papaíto?  (Don  Crlstino  y  doña  Rosa  se  sien- 
tan y  no  cesan  de  mirailoR  y  de  mirarse  llenos  de  asom- 
bro, á  medida  que  oyen  lo   que  se  dicen  padre  é  hija.) 

ToM.  Ven  á  mis  brazos,  hija  de  mi  alma...  No  ha- 

gas caso  de  ese  par  de  estantiguas... 

Car.  Ya  sé  yo  que  tú  eres  el  único  que  á  mí  me 

quiere... 

Rosa  ¿Le  parece  á  usted? 

Ckis.  ¡Bueno  va! 

ToM.  Sigue  tú  siempre  mis  confejos,  hija  mía,  y 

déjate  de  historias... 

Car.  Pues  ¿qué  consejos  he  de  seguir  más  que 

los  tuyos?... 

ToM.  ¡Bendita  seas!  Vales  un  imperio.  Tú  no  sa- 

bes la  pelotera  que  he  tenido  con  esas  do» 
visiones... 

Car.  No  te  enfades  con  ellos,  papá...  Ya  ves  tú 

como  yo  no  les  digo  nada... 

ToM.  Ni  yo  tampoco:  desde  ahora  los  desprecio... 

En  teniéndote  á  tí,  lucerito,  ¿qué  más  quie- 
ro yo  en  este  mundo?  Digo  ¿eh?  ¡Lo  que  se 
quería  llevar  ese  bellaco! 

Car.  ¿Qué  bellaco,  papá? 

ToM.  ¡Ese...  de  la  tierra  del  arroz! 

Car.  ¿Cuál? 

TuM.  ¡Pepe  Romero! 

Car.  Papá,  papaíto,  por  Dios...  no  te  pongas  así.., 

¿Te  parece  Pepe  Romero  un  bellaco?  Ya 
creo  que  tú  lo  miras  con  pasión... 

Torj.  ¿^h?  (Don  lomas  va  quedándose  estupefacto  y  doña 

Rosa  y  don  Crisiiiio  principian  á  sonreír  maliciosa- 
mente y  Hcalan  por  soltar  ¡a  carcajada.) 

Car.  Es  lo  malo  que  tiene  fiarse   de  hablillas... 

juzgar  á  las  personas  con  ligereza...  Pepe  ea 
mas  bueno  de  lo  que  parece,  papá...  Yo  te 
lo  aseguro...  Lo  que  tiene  que  tú  no  lo  com- 
prendes... porque  como  apenas  has  hablada 
con  él...  y  él  ha  hecho  cosas...  así...  un  po- 
quillo  raras  ..  es  claro  que  no  lo  compren- 
des... FtYo  es  muy  bueno...  no  te  quepa 
duda... 


r>  _    .  [    (Riéndose  á  más  y  mejor.)  ¡Ja,  ja,  ja,  jal 

ToM.  ¿Cómo,  cómo,  cómo?...  Déjate  de  zalamerías 

y  habla  claro,  (a  doña  Rosa  y  don  Cristino.)  ¿Me 

hacen  ustedes  el  favor  de  no  reírse?  (a  car- 
men.) Tú,  cabeza  de  chorlito,  explica  eso. 

Car.  Si  te  vas  á  enfadar  también... 

ToM.  [Ahora  me  toca  á  mí!...  (otra  vez  á  ios  viejos.) 

¡Porra!  ¡me  están  ustedes  poniendo  nervioso 
con  su  risa! 

Car.  Lo  que  ha  pasado  es  bien  sencillo.  (La  escu- 

chón todos  con  Inleiés  y  curiosidad.  Doña  Rosa  y  don 
Cristino  manifiestan  al  mismo  tiempo  viva  alegría. 
Don  Tomas   1»   mayor  sorpresa  y  alguna    lnquletu.1.) 

Me  fui  al  gabinete  con  la  cabeza  loca. .  sofo- 
cadísima...  Me  asomé  á  la  ventana  para  que 
me  diese  un  poco  el  fresco  de  la  noche...  Y, 
las  cosas  que  dispone  Dios,  pegadito  á  la 
ventana  estaba  él...  ¡Si  vieras  qué  pena  me 
entró  al  veilo  allí ..  tan  solo...  tan  mustio!... 
Inmediatamente  sentí  unas  ganas  muy 
grandes  de  perdonarlo...  El...  no  pudo...  ni 
quiso  conteneise...  y  principió  á  hablar  y  á 
hablar  y  á  hablar...  Y  yo,  figvírate,  ¿qué  ha- 
bía de  hacer  más  que  escucharlo?...  Me  fué 
imposible  apartarme  de  la  ventana...  Lue- 
go Fe  cambiaron  los  papeles  y  era  yo  la 
que  hablabay  él  quien  oía...  Y  ahora,  por  úl- 
timo, hablábamos  los  doB  á  un  mismo  tiem- 
po. Y  nada  más. 
To.M.  jAhl  ¿nada  más?  ¡Pues,  hija  mía,  si  te  parece 

poco!,.. 

Cri^s'^         i  (^°^''°°<^<'  *  '*  ''"•)  i  J^'  3a.  ja,  jal 

ToM.  En  resumidas  cuentas:  ¡que  has  hecho  las 

paces  con  ese  bribón! 
Car.  No  te  sofoques,  papaíto. 

ToM.  ¡Basta  de  papaítos  y  de  carantoñas! 

Rosa  (Levantándose.)  ¿Lo  estás  vieudo,  Tomás  de 

mis  culpas? 
ToM.  ¡No  quiero  ver  nada!  ¡Ni  á  ti,  ni  á  este,  ni  á 

nadie! 
Rosa  Descuida;  ya  me  voy. 

Chis  .  Y  yo  también,  (se  levanu.) 

5 


-^66  - 

UoSA  (téndoee  por  la  puerta  del  foro.)  (A.  decirle  al  otrO 

que  venga.) 

GriS^-.  (Véodose  por  la  cancela  sin  dajar  de  reírse.)  (A  00- 

■ ''  .  rrer  la  voz  por  la  tertulia.) 

Car.  Tú  te  quedas,  ¿verdad,  papá? 

ToM.  [Yo,  no!  ¡yo  me  subo  á  la  azotea  con  los  pa- 

lomos, únicos  seres  que  no  me  dan  disgus- 
tos! (Esteban,  el  novio  de  Du'.ores,  silba  en  la  calle 

■  con  los  bríos  de  siempre.) 

Car.  Pero  ¿te  vas  enfadado  conmigo? 

ToM.  [Contigo,  con  tu  tía,  con  el  viejo  ese,  conmi- 

go mismo,  con  media  humanidad!  ¡üf,  qué 
sofocación!  ¡En  el  verano  no  pueden  pasar 

más  que  desastres!  (Tropezando  al  subir  la  escale- 
ra.) Tropieza,  hijo,  á  ver  si  te  revientas  de 
una  vez...  (vase  refunfuñando.)  ¡Maldita  Sea  mi 
ebtampa! 

Car.  (Tratando    de    detenerlo.)    Papá...    perO    papá... 

Escucha  un  momento...  Nada,  es  inútil. 
Guando  se  pone  asi... 


ESCENA    XIII 

CAEMEN  y  DOLOEES;  después  PEPE  EOMERO. 

DoL.  (por  la  escalera,  muy  aprisa.)  ¡Ay,  Señorita  Car- 

men! ¡Cómo  va  er  señorito  don  Uomás  esca- 
leras arriba!  ¿Es  porque  se  ha  arreglao  usté 

con  er  señorito  Pepe?  (conociéndoselo  en  la  cara.) 

Sí,  ¿verdá?  No  sabe  usté  lo  que  yo  me  ale- 
gro... Y  ahí  está  mi  Esteban...  Y  de  seguro 
viene  al  oló...  Y  nos  arreglaremos  también 

nOSOtlOS...    (corriendo    hacia  la    cancela.)    ¡JoSÚ, 

Josú!  ¡Va  á  tené  que  vé  la  cara  de  Arrope! 

(a  Pepe   Romero,  con  quien  S3  cruza  en  la  cancela  al 

marcharse.)  ¡Ande  usté  pa  dentro,  que  tiene 

usté  más  suerte  que  un  durse! 
í'h:p2  (Riéndose.)  ¡Ja,  ja,  ja,  ja! 

Car.  1  Demonio  de  muchaclial 


-  67  — 
ESCENA  ULTIMA 

CABMEN  y  PEPE  EOMERO:  luegro  VERJELES  y  CUKBITO. 

Pepk  Pero,  oye,  ¿qué  me  ha  dicho  tu  tía?  ¿que  tu 

pudre  se  ha  puesto  furioso? 

Car.  No  te  preocupes.  Se  le  pasará  en  cuanto  en- 

tre el  invierno. 

Pepe  (snspirandc )    ¡Ay!   Me  parece  mentira  que 

vuelvo  á  verme  aquí,  en  tu  casa,  en  tu  patio, 
al  lado  tuyo,  en  paz  y  contentoa  los  dos.  (Ha- 
blan muy  eninsiasmados  en  voz  baja.) 

CUR.  ^Por  la.  puerta  de  la  derecha.)    A    VSr   zi    COnzigO 

arrancarme... 
Vek.  (Por  la  cancela.)  A  ver  SÍ  llego  en  mejor  co- 

3Untura...  (Ambos  se  qnedan  perplejos  al  ver  el 
grupo  que  forman  Carmen  y  Pepe,  y  avar  zan  poco  a 
poco  con  gran  sigilo  en  dirección  contraria,  sin  qul 
tarle  ojo  á  la  arcante  pareja.) 

Car.  (cariñosamente.)  ¡Trapalón! 

PtPE  ¿Trapalón?  Pero  ¿no  me  crees? 

Car.  Si  no  te  creyera,  ¿tetaríamos  así? 

PiiPt  Es  que  me  vuelve  loco  la  idea  de  que  pueda 

quedar  en  tu  pensamiento  una  sombra  de 

duda. 
Car.  Mírame  bien  y  te  convencerás  de  que  no 

queda.  (Pepe  ;a  mira  fijamente  á  los  ojos  durante   el 
breve  diálogo  de  Currito  y  Verjeles  ) 
CuR.  (tropezando  con  Verjeles  y  en  voz  baja.)  ¡Hombrel 

¿va  usted  ciego? 

Ver.  (También  en  voz  bija.)  ¿Y  Ubted,  CÓmO  Va? 

CuR.  A  propózito:  ¿qué  quería  usted  conmigo? 

Ver.  ¿y  usted  conmigo? 

CuR.  ¿Yo?  ¡nada! 

Ver.  Pues  yo,  ¡menos!  (Se  ha  acobardado.) 

Cl'R.  (Ze  ha  echaO  pa  atrás.)  (siguen  su  sigilosa  marcha 

sin  dejar  de  mirar  á  los  enamoiados  y  sin  ser  vistos 
por  estos.) 

Pkpe  Tienes  razón:  no  queda. 

C/'R.  Te  creo:  te  oigo  hablar,  y  te  creo;  te  miro,  y 

te  (reo...  Pero  si  me  equivoco  al  verte  y  al 
oírte  y  ahora  también  me  estás  engañando. 


—  68  — 

no  me  lo  digas  nunca...  y  sigúeme  engañan- 
do así  toda  la  vida. 

Pepe.  (Estrechándole   las  manos   con   pasión.)    |Toda   la 

vida  así!  (vuelven  á  charlar.) 

—  CüR.  (Yéndose  por  la  cancela.)  (Por  algo  la  encontra- 

ba yo  ojeroza.) 

Ver.  (Yéndose  por  la  puerta  de  la  derecha.)  (¡En  el  tran- 

vía de  mis  desdichas,  acabo  de  poner  el 
«completo»!) 
Car.  (ai  público.) 

Ya  veis  que  nada  hay  mejor 

que  un  patio  de  Andalucía 

para  borrar  en  un  día 

desavenencias  de  amor. 

Si  alguna  sufriendo  está 

celos,  agravio  ó  desvío, 

yo  le  ofrezco  el  patio  mío... 

con  permiso  de  papá. 


FIN  DE  LA  COMEDIA 


Madrid,  Agosto,  1899. 


(carta  abierta,  que  debía  ser  cerrada) 

En  el  nombre  del  Padre,  del  Hijo  y  del  Espíritu  San- 
to, 18,  que  es  donde  está  la  Redacción  de  Letras  de  Molde. 

Mi  querido  Director:  Los  hermanos  Alvarez  Quintero, 
de  quien  ya  sabe  usted  que  soy  uña  y  carne,  han  reci- 
bido una  carta  de  usted  en  la  que  les  pide  cuatro  ó  seis 
palabras  respecto  de  la  comedia  cuyo  título  encabeza 
estas  líneas.  Usted,  señor  Director,  se  ha  olvidado  sin 
duda  de  que  los  autores  de  esa  comedia  son  ellos.  De 
no  ser  asi,  no  se  explica  su  petición  de  usted,  por  ser 
cosa  natural  y  corriente  en  esta  tierra  que  todo  el  mun- 
do hable  de  las  obras  de  todo  el  mundo  menos  el  propio 
interesado. 

Pero,  en  fin,  sea  de  ello  lo  que  quiera,  es  el  caso  que 
leer  mis  amigos  su  carta  de  usted  y  ponerse  á  temblar 
como  en  noche  de  estreno,  todo  ñié  uno.  «¿Quién  no  le 
contesta  á  este  hombre?» — se  preguntaron  perplejos  y 
confusos. —  «¿Y  quién  le  contesta?» — volvieron  á  pre- 
guntarse más  confusos  y  más  perplejos  todavía.  Y  como 
conmigo  tienen  entera  confianza,  y  yo,  aunque  me  esté 
mal  el  decirlo,  soy  su  paño  de  lágrimas  en  muchas  oca- 


(1)  En  el  soguudo  niimero  del  nuevo  semanario  titulado  Letras  de 
M»l(¡e,  so  publicó  osta  carta  do  Jü  Diablo  Cejuela,  «lue  no  consideramos 
inoportuno  transcribir  aquí.— .V.  de  loi  A.  . 


-  70  - 

siones  y  más  bueno  que  una  bizcotela,  á  mí  vinieron  á 
contarme  su  apuro.  Yo  los  oí  como  quien  oye  silbar 
(que  es  todo  lo  contrario  de  como  quien  oye  llover),  y 
luego  de  serias  discusiones,  en  que  estuvo  á  punto  de 
romperse  el  hilo  de  nuestra  buena  amistad,  determina- 
ron que  yo  cargase  con  el  muerto  de  la  contestación, 
aunque  pidiéndome  por  la  salud  de  toda  mi  familia  que 
no  lo  echase  á  broma,  como  acostumbro  echarlo  todo. 

Y  aquí  me  tiene  usted  con  el  muerto  al  hombro,  com 
pletamente  decidido  á  soltar  la  carga  cuanto  antes.  A 
ver  qué  tal  me  explico. 

Yo  sé  de  buena  tinta  que  ellos  este  verano,  antes  de 
lo  de  la  peste  bubónica,  se  propusieron,  entre  otras  cosas, 
lo  siguiente: 

1.0    Escribir  una  comedia  de  costumbres  sevillanas 

2.0    Que  la  tal  comedia  se  titulase  El  Patio. 

3.0    Que  tuviera  dos  actos. 

4.0  Que  estuviese  en  prosa,  aparte  la  redondilla 
final. 

5.°  y  último.  Que,  á  ser  posible,  no  saliese  un  bu- 
ñuelo en  vez  de  una  comedia.  (Que  saliese  un  saínete  no 
les  pasó  por  la  imaginación). 

Es  claro  que,  al  titularse  El  Patio  la  comedia,  ni  lle- 
var por  título  el  lugar  de  la  acción,  no  podía  ni  debíii 
ser  otra  cosa  que  fiel  reflejo  de  la  vida  de  la  gente  se  vi 
llana  en  el  patio,  ya  durante  las  horas  en  que  burla  la 
vela  los  rayos  del  sol,  ya  cuando  se  repliega  respetuosa 
para  dejar  que  pasen  los  de  la  luna.  Y  dicho  y  hecho: 
para  no  desairar  ni  al  sol,  ni  á  la  luna,  ni  <á  las  estrellas 
(no  les  gusta  molestar  á  nadie),  y  como  tan  pintoresco  y 
digno  de  estudio  es  un  patio  de  noche  como  de  día,  de- 
cidieron que  el  primer  acto  pasase  de  día  y  el  segundo 
de  noche.  En  lo  cual  me  parece  á  mí  que,  como  se  dice 
ahora,  no  estuvieron  pesados.  Puede  que  me  ciegue  la 
pasión. 

Una  acción  complicada,  laberíntica  (me  da  el  corazón 


-  ?1  - 

que  lo  estoy  tomando  muy  en  serio),  ó  sin  ser  laberíú- 
tica  ni  complicada,  y  apelando  á  un  término  taurino,  de 
muchas  libras,  hubiese  excluido  por  completo  los  elemen- 
tos pintorescos  de  la  comedia.  Y  claro  es  que,  excluidos 
estos  elementos  ó  absorbidos  por  la  impoi-tancia  de  la 
acción,  la  comedia  se  llamaría  Los  nervios  de  Carmen  ó 
El  novio  al  paño  ó  Las  paces  inesperadas  ú  otra  cuilquier 
cosa;  pero  lo  que  es  El  Patio,  no.  Y  como  la  comedia 
que  ellos  han  querido  hacer  es  El  Patio,  y  les  gusta 
mucho  que  les  salga  lo  que  quieren  hacer  (esto  me 
consta  de  un  modo  indudable),  de  ahí  que  imagiuaran 
una  acción  muy  sencilla,  inspirada  en  la  índole  de  los 
sucesos  más  propios  y  corrientes  en  lo8  simpátios  pa- 
tios de  su  tierra. 

Si  todo  lo  que  ocurre  en  El  Patio  pudiera  igualmente 
pasar  en  una  sala,  en  un  pasillo,  en  un  pajar  ó.  en  un  i 
azotea,  tendríamos  que  convenir  en  que  mis  amigos 
habían  estado  á  la  altura  del  escultor  que  se  puso  á 
tallar  un  San  Cristóbal  y  acabó  por  hacer  la  mano  de  un 
mortero. 

Por  otra  parte,  cuanto  más  naturales  sean  las  cosas 
que  pasen  en  fas  comedias,  tanto  más  se  parecerán  las 
comedias  á  la  vida,  que  es  de  io  que  se  tra*a.  El  interés 
subsistirá  por  sencilla  que  sea  la  acción  que  se  forje, 
siempre  que  haya  un  poco  de  arte  en  la  composición. 
¿O  es  que  se  cree  que  sin  sorpresas,  líos,  maquina- 
ciones, cartas  olvidadas  en  un  manguito  ó  telegramas 
puestos  en  una  bota  de  montar  (valga  el  ejemplo), 
no  es  posible  interesar  á  nadie"?  ¡Aviados  estábamosl 
Imagínese  una  acción  humana;  píntense  los  amores 
de  una  mujer,  los  celos  de  un  hombre,  las  alegrías  ó 
las  penas  de  todos,  algo  de  lo  que  sucede  en  este 
mundo,  en  ñn,  y  siempre  se  conseguirá  interesar  al  pú- 
blico. Digo  yo.  No  estriba  el  interés  en  lo  que  pasará, 
sino  en  lo  que  pasa.  E\  ideal  para  mis  amigos  sería  que 
el  público,  durante  la  representación  de  una  de  sus 


—  n  - 

obras,  se  llegase  á  olvidar  de  que  se  hallaba  ea  el  tea- 
tro. Bien  es  verdad  que  para  conseguirlo  tendrían  que 
empezar  por  matar  á  todos  los  apuntadores,  y  eso  sería 
un  crimen  espantoso. 


En  una  posdata  de  su  caria  de  usted,  y  como  qnien 
no  quiere  la  cosa,  les  pide  por  favor  que  le  digan  por 
qué  le  han  llamado  á  El  Patio  comedia  y  no  saínete. 

A  pesar  de  que  esta  pregunta  está  de  sobra  contesta- 
da con  lo  dicho,  voy  á  satisfacer  su  curiosidad. 

El  saínete,  en  mi  concepto,  ha  de  constar  de  un  solo 
acto  y  ha  de  ser  gemdnamcnte  popular,  respondiendo  así 
á  su  tradición  y  á  su  historia  completa.  Bien  claro  lo 
prueban,  entre  los  modelos  del  género,  los  más  famosos 
y  queridos  del  autor  de  La  casa  de  tócame  Boque,  y  los 
más  preciados  de  nuestros  saineteros  del  día.  Ya  sé  que 
ahora,  por  circunstancias  que  no  son  del  caso,  tiende  tan 
castizo  género  á  ensanchar  su  campo  de  acción,  pero 
siempre  conservando  como  requisitos  peculiares  la  pin- 
tura de  costumbres  del  pueblo  y  las  dimensiones  de  un 
acto  solo . 

Si  se  escriben  saínetes  en  dos  actos  es  claro  que  tam- 
bién pueden  f scribirse  en  tres,  en  cuatro  ó  en  cinco.  Y 
un  saínete  en  tres  ó  cuatro  actos  es  lo  mismo  que  un 
entremés  en  dos.  Y  un  entremés  en  dos  equivale  á  po 
ner  en  una  mesa  melones  en  lugar  de  aceitunas. 

Pues  bien;  si  el  saínete  debe  estar  y  está  encerrado 
en  esos  límites,  ¿cómo  ha  de  llamarse  una  obra  cómica 
en  dos  actos,  donde  se  pintan  costumbres  de  una  clase 
que  no  es  el  pueblo,  y  la  cual  está  sujeta  desde  el  princi- 
pio á  una  acción,  por  vulgar,  insignificante  y  baladí  que 
esta  sea?  Yo  creo  que  no  tiene  más  nombre  que  el  de 
comedia.  A  lo  sumo,  podría  llamársele  comedia  de  costum- 
bres, por  más  que  esta  particular  distinción  obligaría  á 
calificar  á  otras,  que  hoy  se  llaman  simplemente  come* 


—  Ta- 
clias, de  comedias  de  enredo,  comedias  de  caracteres  ó  com^ 
días  de  disparates,  que  también  hay  algunas. 

Finalmente,  si  el  nombre  de  comedia  no  lo  determina 
la  pintm-a  de  tipos  y  costumbres,  sino  lo  abundante  y 
complicado  de  la  acción,  el  maestro  Bretón  de  los  He^ 
rreros,  el  autor  de  Marcela,  ^l  pelo  de  la  dehesa,  Un  día 
de  campo.  Un  tercero  en  discordia  y  tantas  y  tantas  obras 
más,  el  padre  de  nuestro  moderno  teatro  cómico...  es* 
cribió  poquísimas  com£dias.  A  buen  seguro  que  pueden 
contarse . 

Y  adiós,  mi  querido  amigo.  Perdóneme  si  he  sido 
más  prohjo  de  lo  que  usted  quisiera.  Ahora  me  voy  á 
ayudar  á  los  dos  hermanos  en  una  tarea  que  los  tiene 
entretenidísimos.  Acaban  de  recibir  siete  gruesas  de  chis 
tes  y  chascarrillos  andaluces  para  las  obras  que  prepa- 
ran, y  los  están  examinando  y  clasificando  por  orden 
alfabético.  Creo  que  van  por  la  J...  Tienen  eso  muy 
bien  montado.  Chistes  de  primera  escena,  de  segunda  i 
de  quinta,  de  final  de  acto,  etc.  Le  digo  á  usted  que  es 
una  maravilla. 

Ya  me  olvidaba  de  enviarle  las  gracias  en  nombre  de 
ellos  por  los  desaforados  piropos  que  les  echa  usted  en 
pago  del  favor  que  les  pide.  Afortunadamente,  no  se 
hincha7i  con  los  elogios,  y  hacen  muy  bien,  ya  que  no 
hay  nada  más  fácil  que  hinchar  un  autor,  aquí  donde 
es  co-a  tan  difícil  hinchar  un  perro. 

Mande  lo  que  guste  (el  periódico  entre  otras  cosas), 
á  su  devotísimo  amigo  y  servidor  q.  1.  b.  1.  m., 


El  Diablo  Cojuelo   *^" 


Madrid,  15  Enero  1900  {siglo  XIX). 


OBRAS  DE  LOS  MISMOS  AUTORES 


Esgrima  y  amor,  juguete  cómico. 

Belén,  12,  principal,  juguete  cómico. 

Gilito,  juguete  cómico-lírico. 

La  media  naranja,  juguete  cómico. 

El  tío  de  la  flauta,  juguete  cómico. 

El  ojito  derecho,  entremés  (2.^  edición). 

La  reja,  comedia  en  un  acto.  (2.*  edición). 

La  buena  sombra,  saínete  en  tres  cuadros.  (3.^  edición). 

El  peregrino,  zarzuela  cómica. 

La  vida  intima,  comedia  en  dos  actos.  (2.a  edición). 

Los  borrachos,  sainete  en  cuatro  cuadros. 

El  chiquillo,  entremés. 

Las  casas  de  cartón,  juguete  cómico. 

El  traje  de  luces,  sainete  en  tres  cuadros. 

El  patio,  comedia  en  dos  actos. 


serafín  ,  JOAQUÍN  ÁLVAREZ  (¡UINTERO 


EL  MOTETE 


E  N  X  R  E  N4  E  S 


con  i/túsica  del  maestro 


JOSK     SEMiI«A2VO 


^iH»#<Hf< 


li^ -^  É>  i^  i  dD 

SOCIEDAD  DE  AUTORES  ESPAÍÍOLES 

Florín,  8,  bajo 

leoo 


EL  MOTETE 


EISrTIi,Eai>/EES 


SERAFÍN  ,  JOAQUÍN  ÁLVAREZ  QÜINIERO 


COK  tnúsica  del  maestro 


JOSK    SE^RRANO 


Estrenado  en  el  TEATRO    DE    APOLO   el   24   de   Abril 
de  loco 


« 


MADRID 

R.  Velas»,  iinp.,  Marqués  de  Santa  Ana,  ii  duplicado 
TtU/9Ho  Hiímtro  sjl 

isao 


REPARTO 


PERSONAJES  ACTORES 

DON  MAMERTO D.     Manuel  Rodríguez. 

MARÍA D."  Felisa  Torres. 

JULIA Pilar  Navarro. 

UNA  GITANILLA Matilde  Pretel. 

PERICO D.    José  Ontiveros. 

RAMÓN Anselmo  Fernández. 

UN  S ACAMUELAS Emilio  Carreras. 

UN  ORGANILLERO Francisco  Delgado. 

Gente  que  ^asa  por  la  calle,  dos  chulos,  chiquillos,  lando 
militar,  etc. 


EL   MOTETE 


Habitu'-i'in  de  don  Mamerto,  en  Madrid.  Tna  puerta  a  la  derecha  y 
otra  ii  la  izquierda.  Al  foro,  dos  ventanas  con  reja  y  puertas  de 
cristales  y  de  madera.^  Arrimada  á  la  pared,  entre  las  dos  venta- 
nas, la  cama  de  don  Maiperto.  A  la  derecha  del  actor,  un  piano.  In- 
mediata á  él  una  mesita  .con  papel  pautado,  tintero,  plum¡i.s  y  iiu 
!i¡>arato  de  luz  eléctrica.  A  la  izquierda,  un  lavabo.  Percha,  cniadros 
V  varias  sillas.  Timbre  eléctrico.  A  través  de  las  ventanas,  que  están 
al>iertas,  se  ve  la  caUe,  que  es  ancha  y  alesrrc.  Diiranii-  lo  lo  <■]  en- 
tremés está  pasando  alguna  gente  por  ella. 


ESCENA  PRIMERA 

JULIA  y  DOX  MAMERTO:  luego  MARÍA 

(Julia  canta  mientras  hace  la  cama;  don  Mamerto,  sentado  á  la  mesita, 
quiere  escribir  mii.sica,  pero  con  el  canto  de  Julia  no  consigue  dar  pie 

(■011  hola.  ] 

Julia  (cantando.) 

¿Dónde  vas  con  mantón  de  Manila^ 
¿Dónde  vas  con  vestido  chiné?... 

Mam.  Pero,  mujer,  ¿acabas  ó  no  acabas  de  arre 

glarmo  el  cuart»? 
Julia  ¡Ay,  Jesús,  qué  prisas!  ¡Espérese  usté  uii 

poco!  (sigue  cantando.) 

Á  lucirme  y  averia  verbena, 
y  d  meterme  en  la  cama  después... 


—  6  - 

Mam.  ¡P]sta  es  otra!  ¿Cuántas  veces  te  he  dicho  que 

en  mi  cuarto  no  quiero  oir  más  música  que 

la  mía?  (Se  levanta  y  pasea.) 

Julia  Sí,  ¿eh?  ¡Pues  avia  estaba  yo  si  tuviera  que 

cantar  música  de  iglesia! 
Mam.  Bueno,  bueno;  déjate  de  historias,  y  (;on- 

cluye. 

Julia  (volviendo  á  cantar.) 

Si  las  mujeres  mandasen... 
Mam.  ¿Vuelta  la  burra  al  trigo? 

Julia  Si  las  mujeres  mandasen . . . 

Mam.  ¡Dale  bola!  Si  no  mandan,  si  mandan  los 

hombres.  Y,  sobre  todo,  si  en  mi  cuarto 
mando  yo,  y  estoy  deseando  que  te  vayas... 

Julia  Y  yo  deseando  irme. 

Mam.  y  yo  perderte  de  vista. 

Julia  Y  yo... 

Mar.  (cantando  dentro.) 

Yo  he  sido  sigarrera... 

Mam.  ¡La  otra  atropellaplatos! 

Mar.  Maestra  de  labores.  . 

Mam.  (Llamándola.)  ¡María! 

Mar.  y  me  crié  en  la  caye 

tan  renombrada 
de  Embajadores. . 

Mam.  ¡Maríaaa!... 

Mar.  (Más  cerca.) 

Los  pifiyos  y  puros 
que  tocaban  mis  manos.. . 

Mam.  ¡Pero  Maríaaa!... 


Mar.  (Mucho  más  cerca.) 

En  er  gusto  en  seguida 

los  conosían 

los  parroquianos... 

(Sale  por  la  puerta  do  la  izquicr<la,  eu  traje  «le  faena, 
y  continuando  su  canción.) 

Luego  fui  castañera, 
miste  si  tuve  grasia... 

¿Me  yamaba  usté,  don  Mamerto? 

Mam.  Sí  que  te  llamaba.  Para  rogarte  por  los  cla- 

vos de  Cristo  (|ue  te  calles.  Esta  casa  es  una 
grillera.  ¿No  está  ahí  la  patrona"? 

JiLiA  No,  señor;  ni  ganaíí  de  (jue  esté. 

Mam.  Es  la  única  (jue  las  hace  callar  á  ustedes. 

Mar.  Pero  ¿tiene  usté  jaqueca,  señóV... 

Mam.  Lo  que  tengo  es  que  trabajar  muclio,  y  ne- 

cesito que  en  la  casa  no  se  oiga  el  vuelo  de 
una  mosca. 

Mar.  Pos  le  arvierto  á  usté  (jue  yo  no  sé  guisa 

íiguantíindo  er  resueyo. 

Mam.  No,  ni  sin  aguantarlo  tampoco.  Mira  que  las 

albóndigas  del  lunes... 

Julia  Vaya,  que  hoy  ha  pisao  usté  mala  yerba. 

Mar.  Párese  mentira  que  esté  usté  de  tan  mal 

humó,  con  la  arcoba  (jue  le  ha  caío  en  suerte. 

Julia  Ya,  ya  va  diferencia  de  esta  casa  á  la  otra. 

(Don  Mamerto  se  queda  al)straido.) 

Mar.  ¡Digo!  Aquí  hay  luz  elértrica...  timbre  eiér- 

trico...  (Hace  sonar  el  <le  la  habitación.) 

Julia  Déjsüo,  nose  descompong;i  «orno  nvcr  v  si^ 

lleve  tíjcando  una  hora. 

.M.\K.  Pos  ¿V'  la  caye?  (a  don  Mauuiiu,  Muc  .m,  .^  ..¡..v 

caso )  ¿No  ve  usté  qué  eaye  más  alegre'?... 
As('»mese  usté,  señ('>,  que  esto  es  la  glori:i 
l)ura...  ¡Y  vaya  unas  ventanas  hermosas!  Stí 
<[uié  párese  á  eyas  la  ventaniya  e  mi  cuarto, 
(jue  es  una  venümiya  e  la  narí...  (iiabia  bajo 

con  .iulia  refiriéndose  á  don  Mamerto,  de  quien  opinan, 
con  terrible  conformidad,  que  no  tiene  los  sentidos  ca- 
bales.) 


—  8  — 

Mam.  (('orno  adivinando    un    motivo    tausical.)    Do...    l'O... 

sol...    81...   do...    (Con  el  rayo  de  la  ins])iración  en  los 

ojos.)  ¡Hay  algo,  hay  algo!...  Es  un  motivo 
nuevo...  Do...  re...  sol...  sol...  ¡Vaya  si  hay 

algo!  (Da  lina  palmada  y  se  frota  las  manos  con  júbi- 
Iñlo.)  Sol...  si...  sol...  si...  si...  si... 

Mar.  (a  don  Mamerto.)  Güeuo,  scñó,  ¿armuersa  usté 

hoy  en  casa,  ó  no  armuersa?... 

Mam.  (Abstraído.)  Si...  si... 

Mar.  ¿Pos  no  clise  usté  que  armuersa  con  er  pa- 

dre Venansio? 

Mam.  Si...  si... 

Mar.  Pero  ¿se  está  usté  enterando  de  lo  que  le 

digo? 

Mam.  Si...  si...  si... 

M^-R.  Me  paese  á  mí  que  no... 

Per.  (cantando  dentro.) 

No  enseñes  en  la  playa 
la  paniorrüla, 
lapantorrilla... 

Mam.  (.•Puliendo  de  su  abstracción,  muy  enfndfido  i  ¡PdV  \'l(l;i. 

del  diablo!  ¿Quién  canta?... 
Per.  Que  hay  muchos  tiburones... 

Mam.  i  Llamándolo.)  ¡Peiico!...  ¡Dichosos  estudiantes! 

Per.  Junto  á  la  orilla, 

junto  ala  orilla... 

Mam.  ¡Perico! 


ESCENA   II 

niCHOS,  PERICO  y  RABIÓN 
1  ER.  (saliendo   por   la  puerta   de   la   derecha.)   ¿(^ué    lUC 

quiere  usted,  don  Mamerto? 
Mam.  ¡Que  deje  usted  el  canto,  por  Dios! 

Per.  Pues  qué,  ¿hay  algún  enfermo  en  la  casa? 

Mam.  Sí,  señor;  vo  mismo. 


KaM.  ^Cantando,  desde  dentro  taiul)ii>n.^ 

Eso  es  quitarme  la  vía... 

M>>M.  ¿Oíroy 

PtR.  ¡Ramón! 

Ram.  (Por  la  misma  puerta  que  Perico.) 


Eso  es  eclMnne  á  la  raye 
como  cosita  perdía . . . 

Per.  No  cantes,  hombre;  que  dice  don  M.micrío 

que  está  malo. 

Ram.  Don  Mamerto,  ¿es  de  verasV 

Mam.  Bí,  señor,  sí;  estoy  malo,  muy  malo. 

Ram.  Pero  ¿qué  le  pasa  á  usted?...  » 

Mam.  Que  me  encuentro  en  el  mayor  de  los  apu- 

ros... Que  le  he  prometido  al  padre  Venan- 
cio escribir  un  motete  que  delje  cantarse  pa- 
sado mañana  en  nuestra  Parroquia,  y  si  no 
lo  compongo  hoy  me  muero  de  sentimiento 
y  de  vergüenza...  Porque  ya  saben  ustedes  lo 
que  pai-a  mí  signiñca  el  padre  Motete...  el 
padre  Venancio... 

Per.  ¿y  lleva  usté  escrito  mucho? 

Mam.  Escrito,  nada...  imaginado,  sí...  Tengo  algu- 

nas ideas...  algunos  motivos...  Por  eso  les 
ruego  á  todos,  y  si  es  preciso  lo  implonirc 
de  rodillas,  que  haya  en  la  casa  tranquili- 
dad, silencio,  siquiera  hoy...  ¡hasta  ver  si 
echo  ñiera  el  vemincio!...  ¡el  motete,  porra! 

Ram.  Pues  pierda  usted  cuidado.  Yo  respondo 

de  mí. 

Pew.  y  yo  de  mí.  Como  que  me  voy  a  acostar 

ahora  mismo...  Apenas  he  pegado  los  ojos 
esta  noche. 

Mam.  Claro;  la  casa  nueva...  Se  extraña  la  habita 

ción...  se  extraña  todo. 

Ram.  Lo  que  nuls  se  extraña  es  que  no  haya  visi- 

tas de  esas  que  obligan  á  encender  la  luz. 

Pep.  Ah,  pues  yo  las  he  tenido.  A  mí  me  han  vi- 

sitado dos  pulgas. 

Ram.  ¿y  las  recibiste? 

Vt\.  Hombre,  les  dije  que  no  estaba;  pero  me 


-  10  - 

dejaron  tarjeta...  (Kiiscan.iusc-.)  y  me   proiuo- 

tieron  volver  esta  noche, 
Uam.  ¡Ja,  ja! 

Mam.  (impaciente.)  Bueno,  piics...  todo  eso  es  muy 

gracioso,  pero  si  tuvieran  el  motete...  digo 

la  bondad... 
Ram.  Usted  sí  que  estará  contento  de  su  nueva 

alcoba,  ¿eh?  , 

Mam.  ¡Mucho!  Pero  si  me  hicieran  el  motete...  ¡e 

favor,  caramba! 
Per.  Es  muy  amplia...  muy... 

Mam.  (Nervioso  de  impaciencia.)  Ay,  ay,  ay,  ay...  Se- 

ñores, por  la  Virgen,  ¿me  dejan  ustedes  en 

paz? 
Mar.  j Jesús,  don  Mamerto,  qué  agonía!  (a  JuUa.) 

*     Vamonos,  tú,  no  le  dé  un  insurto  ar  señorito. 
Julia  Vamonos,  sí.  Ya  nos  avisará  usted  cuando 

podemos  respirar. 
Mam.  Sí,  bueno,  sí. 

Per  (junto  á  la  puerta  de  la  izquierda,    por    donde  se  van 

las    criadas,    cop:)do    del    brazo    de    Ramón.)    ¡Vav;l 

con  Dios  la  canela  fina! 
lÍAM.  ¡Y  los  platos  de  postre! 

Julia  ¿De  veras? 

Mar.  ¡Miá  qué  dos  esaboríos!    ¡Paesen  er  dos  do 

bastos!  (Se  van.) 


ESCENA  III 

DON  MAMERTO,  PERICO  y  RAM()X 

Mam.  ¿y  ustedes,  no  se  marchan? 

Uam  .  Al  instante,  querido  don  Manierto.   Vente,' 

Perico. 
Mam  .  Dios  se  lo  pagará.  Si  son  ustedes  buenos 

muchachos,  si  no  me  molestan  cantando  ni 

diciendo  versos  y  me  sale  el   motete,  (ísta 

noche... 
Per.  Qué. 

Mam.  Esta  noche  los  convido  á  ustedes  al  Real. 

Per.  ¿Sí? 

Mam.  Sí. 

Ram  .  ¿Y  luego? 


—  11  - 

Mam.  lAifgu  iiu>  vamoB  á  cenar  jiiult». 

Ram.  ¿Sí? 

Mam.  Sí. 

Per.  ¿y  luego? 

Mam.  Hombre,  luego...  luego... 

Ram.  ¡Luego,  Dios  dirál 

Per  ¡Dios  mío  de  mi  alma!   ¡que  le  salga  A  e.-^te 

hombre  el  motete! 

Ram.  i  Viva  el  motete ! 

Per.  ¡Le  sale,  le  sale!  ¿Dice  usted  que  ya  tiene 

motivos,  eh? 

Mam.  Sí,  señor,  sí;   tengo  motivos...  tengo  muellí- 

simos motivos...  para  creer  que  no  me  de- 
jan ustedes  en  todo  el  día. 

Ram  .  ¿Cómo  que  no?  ¡Aliora  mismo! 

Per  ¡Pues  no  faltaba  más!  Con  lacenita  en  pers- 

pectiva... 

Mam  .  (Empujándolos.)  Andar,  andar  adentro. 

Per.  (Yéndose,    fíintaiulo     con  Ranii>n    nor   lo   imcriü    "'■  !ii 

derecha. ; 

A  heber,  á  beber  y  á  apurar... 

Ah,  usted  perdone. 
Ram  .  Seremos  dos  tumbas,  (se  van.) 


ESCENA   IV 

DON  MAMERTO.  Dentro  la  GITAXILL.V 

Mam.  ¡Loado  sea  el  Omnipotente!  Ya  estoy  .m>1<)... 

ya  puedo  escribir,  (suspirando.)  ¡Ay!  Ahora, 
como  dijo  el  poeta, 

bajad  mi  mente,  inspiración  cnsüáym, 
y  enciende  en  mí  1 1  llama  creadora 
que  del  aliento  del  querub  emana... 

CrlT.  (Dentro,  hacia  la  izquierda,  entonándo.sc.) 

Ay,  ay,  ay,  ay... 
Mam  .  ¿Qué  es  eso?  ¿Otra  vez  las  criadas? 

OiT.  Ay,  ay,  ay,  ay... 

Mam.  (Desesperado.)  ¡Esto  68  irresistible!  ¡Esto  ya  es 


—  1-2 


tomarlo  á  uno  de  pito!...  ¡Bajo  mi  respon- 
sabilidad las  voy  á  plantar  ahora  mismo 

en  la  calle!    (Vase  por  la  puerta  de  la  izquierda  he- 
cho un  energúmeno  y  dando  tropezones.) 


ESCENA  V 

LA    GITANILLA 

Sliisica 

(cantando  dentro.) 

No  soy  de  esta  tierra 

•ni  en  eya  nasí: 

la  fortuníya  roando,  roando, 

me  trajo  hasta  aquí 

(Aparece  en  la  calle  y  canta  junto  á  la  ventana  de  la 
iz<iuierda.) 

Yo  no  tengo  ofisio; 

naide  me  enseñó... 
vivo  cantando  como  golondrina, 

como  ruiseñó. 

Darme  un  ochavito, 

tengan  caria, 
que  hoy  no  he  probao  ni  gotita  e  agua 

ni  cachito  e  pan. 

Un  Debe  no  quiera 

que  se  puean  vé 
como  plumita  que  se  ye  va  el  aire, 

como  á  mi  me  ven.  . 

Voy  sin  sabe  á  donde 

dende  que  nasí... 
La  fortuníya  roando,  roando, 

me  trajo  hasta  aquí. 


(Vase  por  la  derecha.) 


18   - 


ESCENA  VI 

DON  MAMERTO;   después  un  SACAMrELAS. 
Al  final  un  ORGANILLERO 

Hablado 

Mam.  (por  donde  se  fué.}¡Es  lo  grande  esto!  Les  vvhn 

una  chillería,  las  amenazo  con  despedirlas 
de  la  casa,  me  pongo  por  las  nubes  y  se 
ríen  en  mis  barbas,  porque  resulta  que  es 
en  la  calle  donde  están  cantando...  Ya  no 
sé  ni  lo  que  oigo  siquiera.  Pero  no  divague- 
mos, que  el  tiempo  se  va  y  aun  no  he  escri- 
to sobre  el  papel  ni  una  nota,  ^'amos  al  pia- 
no, (sentándose  y  disponiéndose  á  tocar.)  ¡DioS  mio, 

ilumíname! 
¡Baja  á  mi  mente,  inspiración  cristiana!... 

(Principia  ¡i  teclear,  manifestando  complacencia.  Mien- 
tras tanto,  aparece  en  la  calle  por  la  izquierda  un  Saca- 
muelas  ambulante,  con  gorro  ttirco,  que  coloca  sus  tre- 
bejos delante  de  la  ventana  del  mismo  lado.  Una  v<'/. 
terminada  esta  faena,  se  pone  de  espaldas  al  público  en- 
tre la  ventana  y  su  mesa,  y  comienza  á  agitar  fnri().>-a- 
mente  una  campanilla.  Don  Mamerto,  al  oiría,  deja  <  I 
piano  de  repente  y  se   da  á  los  diablos.-)  Homlirc, 

¿qué  es  eso?  Pues  era  lo  único  que  me  faltíi- 

ba.  (La  campanilla  suena  que  es  una  bendición.)  ¡Eli, 
señor  mío!  (e1  Sacamuelas  sigue  agitando  la  campa- 
nilla con  creciente  entusiasmo.)  ¡Buen  homlirc! 
(Xada:  la  campanilla  no  se  entera.)  ¡Por  ^'ida  de!... 
(Corre  á  la  ventana  nervioso  y  descompuesto.  Eti  e<te 
momento  no  pasa  un  alma  por  la  calle.) 

SaC.  (Dejando  de  tocar  y  á  grito    pelado.)   «¡Respetable 

público! » 

Mam.  jQué  público  ni  qué  remolacha!  ¿No  cst;i 

usted  viendo  que  no  hay  nadie? 

Sac.  (volviendo  la  cabeza.)   ¿Cómo?   ¿Se    dirige    USteZ 

á  tTíí,  caballero?... 
Mam.  Sí,  señor. 


—  14  - 

Sac.  ¿Puedo  servirle  en  argof  ¿Tiene  ustez  arguua 

muela  careada?  Le  arvierto  á  ustez  que  poseo 
un  elirsir... 

Mam.  ¡Me  tiene  sin  cuidado  su  elixir!  Lo  que  le 

suplico  á  usted  es  que  se  vaya  á  otra  parte, 
porque  e^sto}^  trabajando  y  me  molestan  to- 
dos los  ruidos. 

Sac,  (,'aballero,   yo    también    estoy   tral)ajando. 

Cada  cuar  trabaja  en  lo  suyo...  ¡Er  pohlema 
de  los  garbanzos,  caballero! 

Mam.  (En  tono  do  súplica.)  ¡Déjeme  usted  a  mí   de 

problemas,  por  amor  de  Dios!  ¿Tiene  ueted 
la  bondad  de  marcharse?... 

Sac  Ah,  sí  señor,   sí  que  me  marcharé...  (Xian- 

do  se  piden  las  cosas  en  forma  correr ta.... 
Que  Ui-tez  trabaje  mucho  y  con  fortuna.  Y  si 
quiere  ustez  argún  botecito  de  mi  elirsir... 

Mam.  ¡No  quiero  nada! 

Sac.  Por  er  módico  precio  de  una  peseta... 

íVIam.  ¡Que  no  quiero  nada,  señor! 

Sac.  Convenido.  Nada  liamos  perdido  más  que  er 

tiempo...  Yo  no  fuerzo  á  nadie.  Condiós,  ca- 
ballero. 

Mam.  ¡Abur,  sinapismo!    (Retirándose    de    la    ventana.) 

¡Qué  desgracia,  Dios  de  Israel!...  Parece  que 
todo  se  conjura...  ¡Al  piano  de  nuevo! '(sién- 
tase y  principia  á  teclear,  como  antes.  El  Sacamue- 
las  se  pone  frente  á  la  otra  ventana,  sin-  reparar 
en  qne,  sobre  ser  de  la  misma  habitación,  está  jnnto 
•  á  ella  el  piano  de  don  Mamerto;  coloca  conveniente- 
mente sus  trastos  y  la  emprende  de  nuevo  con  la  cam- 
panilla. Don  Mamerto,  al  oiría,  se  levanta  de  un  bote 
y  se  va  como    una  fiera  á  la   ventana.)    ¡Eli!    ¡SCñor 

don  Sacamuelas!  ¿No  habíamos  quedado  en 
<pie  se  iba  usted?...  ¿No  ve  usted  que  esta 
ventana  también  es  de  mi  cuarto?... 

S.^c  Caballero,  no  lo  sabía,  pero  me  es  iguar.  No 

voy  yo  á  estar  mudándome  de  sitio  costante- 
vienie,  porque  á  ustez  se  le  antoje. 

Mam.  A'amos,  hombre,  ¡largúese  usted  á  otra  calle! 

Sac.  ¡Largúese  ustez  á  otra  arcoha!  (Agita  fuertemen- 

te la  campanilla.) 

Mam.  ¡Oiga  usted! 

Sac.  ¡No  me  da  la  gana!  (vuelve  a  tocar  con  entusias- 

mo la  campanilla.) 


-    15 


Mam. 

Sac. 


Mam. 

^AC. 

Mam. 


Sac 


Mam. 


Sac. 


Mam. 


Org. 


¡Estoy  aviado! 

(.\  voz  en  cuello.)  ;¡Ke8pet<xble  ])ÚblÍCo!»  (Poeo 
á  poeo  so   le   van    aoereando   alguno-s'  ciirioso.s.)    «Af 

presentarme  en  esta  capitar...» 

Pero,  hombre... 

(sin  haeerie  caso.)  c<  Ar  presentarme  en  esta  capi- 

iar  tan  curta.. .y> 

¡Eh!  ¡guardia!...  (.Vpareeen  jhnto  á  la  otra  ventana 
do.s  orff  anille  ros  con  un  pianíllo  de  manubrio  y  empie- 
zan á  tocar  una  polca  popular  y  graciosa.  Don  Mamerto, 
al  oiría,  acaba  de  i)onerse  en  punto  de  caramelo  y  va  de 
un  lado  á  otro  soltando  tacos  y  maldiciones,  mientras 
el  Sacamuelas,  en  ala.s  de  su  exuberante  fantasía,  prin- 
cipia un  di.scur.so  que  luego  se  ve  obligado  á  cortar  en 
flor.) 
(Levantando  gradualmente  la  voz.)  «Coil  el  Elirsit' 

der  h'nraiso,  conocido  ya  en  toda  Urop^  y  en 
América,  no  me  inipursan  móviles  de  lucro, 
deseos  de  hacer  mi  Agosto,  sino  solamente 
el  amor  á  la  ciencia...  Yo,  Baurfisfa  Mar-^ 
chén,  servidor  de  ustedes,  que  ha  abandona- 
do ])or  amor  al  estudio  una  posición  en  "No- 
ruega... 

¡.Vtiza!  ¡Ahora  un  organillo!  ¡Voy  á  tener  que 
irme  á  escribir  el  motete  á  la  Moncloa! 
¡Esto  no  se  puede  resistir!  ¡Mañana  me  mu- 
do! ¡No  me  queda  más  recurso  que  cerrar  las 
ventanaí?,  aunque  me  abrase  de  calor!  ¡Mal- 
dita sea  mi  suerte!  ¡Voy  á  empezar  á  tiros 

con  media  humanidad!  (corre  hacia  la  ventana 
de  la  derecha.) 

(cortando  el  discurso,  convencido  de  que  aquello  no 
va  con  él  y  dirigiéndose  á  don  Mamerto.)   Ahora  SÍ 

«jue  me  ausento,  comjiadre.  P]se  vecino  tiene 

más  purmone  que  yo.  (carga  con  sus  bártulos  y 
se  retira.) 

¡Así  te  parta  un    rayo!   (cierra   la   vidriera   de   la' 
ventana  de  la  derecha   y   corre   á    la  de    la    izquierda 

como  una  bala.)  ¡Eh!  ¡los  del  piauillo!  Allí  va 
una  j)eseta.  Tengan  ustedes  la  bondad  de 
marcharse,  (juc  en  hi  ca.sa  hay  un  enfermo 
del  oido. 

(Tomamio  la  peseta.)  (íracias,  sefiorlto.  Tú,  Ca- 
mantií,  ahueca. 


—    6  - 

Mam.  Sí,  ahliecn,  ('amaron,  (cesa  ¡a  música  y  ios  organi- 

lloros  se  van  con  el  pianillo.  Don  Mamerto  cierra  tam- 
l)icn  la  vidriera  de  la  ventana.) 


ESCENA  VII 

DON      MAMERTO 

¡Jesús!  ¡A  buena  callecita  me  han  traído!... 
¿Querrá  Dios  que  me  quede  yo  en  paz  y  es- 
criba el  motete?  ¿O  seré  tan  mal  músico  que 
el  cielo  no  perm.itir¿í  que  lo  escriba?  Vaya 
por  Dios,  vaya  por  Dios...  Al  piano  otra  vez, 
Mamertito.  No  te  desanimes,  hombre...  Lo 
que  mucho  vale,  mucho  cuesta...  (se  sienta  ai 
piano.)  ¡A  trabajar!  ¡á  trabajar! 

¡Bnja  á  mi  meyíte,  inspiración  cristiana! 

(Vuelve  á  teclear,  como  antes,  y  de  improviso  y  sin 
darse  cuenta,  se  pasa  á  la  polca  que  tocó  el  pianillo.) 

¡Rayo  de  Dios!  ¿No  estoy  tocando  la  polca 
del  organillo?  ¡Le  digo  á  usted  que  voy  á  lu- 
cirme!... Serénate,  Mamerto,  serénate...  (Torna 

al    tecleo    y   torna    también    á   la  polca.),  ¡La  polca! 

¡Nada,  que  me  voy  á  la  polca!  ¡Que  se  me  ha 

metido  en  la  cabezal  (oyese  en  la  calle  extraña  gri- 
tería, que  va  aumentando  poco  á  poco.)¿Lh?¿Que  CS 

eso?  ¿Qué  pasa  en  la  calle?...  ¿Mcás  ruido  otra 
vez?  (Desesperado.)  ¿A  quc  voy  á  tener  que  to- 
mar un  globo?  Pero  ¿qué  sucede,  Dios  mío?... 

uVlgUna  pendencia...  (Abre  la  ventana  de  la  iz- 
quierda. En  la  calle  se  pelean  dos  chulos,  garrote  en 
mano.  Hombres,  mujeres  y  chiquillos,  los  increpan  y 
tratan  de  separarlos.  Ellos  se  arremeten  con  furia, 
(¡ritos,  carreras  y  amenazas  que  duran  un  buen  rato. 
Dos  ó  tres  perros  ladran  que  es  un  gusto.  Al  fln  se 
llevan  á  uno  de  los  contendientes  por  un  lado,  y  al 
otro  por  el  lado  opuesto.  Nada  de  guardias,  para  que  la 
escena  sea  real.)  ¡Eh!  ¡jOVCll!  ¡JOVCU!  ¿qué  ha 
sido  ello?  (Va  de  una  ventana  á  otra  como  un  loco.) 

¡('aballero!...  ¡Pchs!...  ¡pchs!...  ¡Señora!... 
¡Niño!...  ¿Qué  ha  sido,  qué?  ¡Bueno,  pues 


—  17  - 

(^iie  se  maten!  ¡Sea  lo  que  sea,  á  mí  qué  tres 
rábanos  me  da!  ¡Como  si  no  tu^^era  yo  bas- 
tante con  el  motete!  ;Se  acabó!  ;E1  último  re- 

CUl'So!  (('ierra  las  imertns  de  madera  de  las  ventanas 

y  enciende  la  luz.)  ¡  Don  Mamerto  Ó  la  fuerza 
del  sino!  ¿Qué  habré  yo  hecho  para  tanta 

desgracia....  (principia  á  sonar  sin  interrnpeión  un 
timbre  eléctrico  de  lo  más  desacrradable   de   la   clase.) 

¿Quién  llama  ahora':-'...  ¿Quién  llama'?...  (Gri- 
tando.) Pero,  hombre,  ¿quién  llama?  ¡Ese  tim- 
bre!... ¿A  que  se  ha  descompuesto  como 
ayer?...  ¡Galleta!  ¿no  hay  quien  le  dé  un 
tiro  á  ese  timbre?...   ¡Ramón!   ¡Perico!  (vase 

corriendo  por  la  puerta  de  la  derecha.  El  timbre  con- 
tinúa sonando  como  si  nada  fuese  con  él.  Después  de 
un  instante  sale  don  Mamerto  furioso.)  IjOS  estu- 
diantes duermen  á  pienia  suelta.  No  sé 
cómo  pueden...  ¡Toca,  hijo,  toca!...  ¡María! 

¡Julia!...  (Vase  á  escape  por  la  puerta  de  la  izquier- 
da. Ei  timbre  sigue  sin  darse  x)or  aludido.  Don  Ma- 
merto VJielve  á  salir  á  poco  hecho  una  fiera.)  ¡Sobcr- 

l)i<j!  ¡Me  caso  con  la  mar  salada!  ¡Hay  que 
estar  así  hasta  que  venga  el  electricista,  que 
creo  que  ^ive  en  los  Cuatro  Caminos!  ¡Y  es- 
cruta usted  el  motete  con  esta  sandunguera 
instrumentación!  ¡Hasta  que  á  mí  se  me 
ahume  el  pescado  y  acabe  jior  mandar  á 
cualquier  parte  el  motete,  al  padre  Venan- 
cio y  á  toda  su  pastelera  t'amiha!  (oeja  de  so- 
nar el  timbre.)  ¿Eh?  ¿Qué  milagro  es  este,  jus- 
to Dios?...  ¡Ay!  Como  si  lo  ^'iera;  lo  ha  com- 
puesto don  Pepito,  el  huésped  de  la  sala, 
que  entiende  de  todo.  El  cielo  lo  bendiga... 
¡Animo,  Motete,  cánimo!...  ¡Al  mamerto,  al 

mameiio  otra  vez!...  (siéntase  ai  piano,  y  .sale 
desde  luego  tocando  la  polquita  de  marras.)  ¡Cuer- 
no! ¡la  polca  de  antes!  ¿Estaré  yo  loco?...  ¿A 
que  voy  á  parar  en  Leganés?...  (Hacia  la  dere- 

cha,  suena  repique  de  campanas,  y  hacia  la  izquierda, 
lejos,  los  primeros  compa-ses  de  un  pa.so  doble  militar 
que  se  va  acentuando    á    medida    que    figura    que    se 

acerca  la  tropa.)  ¿Eh?  ¿repiquito  ahora?...  Pero, 
señor,  ¿«pié  santo  es  mañana?  ¿Y  viene  tro- 
pa por  ese  otro  lado"?...  (Fuera  de  sí.)  ¡Ea!  ¡se 

9 


-  í8  - 

acabó  lo  que  se  daba!  ¡qué  galleta!  ¡Que  se 
escriba  el  motete  solo!  ¡A  la  cama  ahora 
mismo!  ¡Todo  tiene  un  límite  en  este  mun- 
do! (Se  quita  nerviosamente  y  mnnnuranrio  palabras 
sueltas,  la  americana,  el  chaleco,  los  pantalones,  la 
corbata  y  las  babuchas.  Cada  una  de  las  prendas  • 
la  tira  á  distinto  lado.  Se  queda  en  calzoncillos  con  el 
gorro  puesto  y  una  camisa  larga  de  dormir,  apaga  la 
luz,  se  mete  de  un  salto  en  la  cama  y  se  tapa  hasta 
la  cabeza.    El    repique    y    el  paso  doble  suenan  entre 

tanto  confundidos.)  Quc  sc  fastidie  dou  Venan- 
cio... motete...  Me  importa  poco...  motete... 
La  salud,  la  tranquilidad...  motete...  ¡Pues 
hombre!...  motete...  ¡Si  se  enfada,  mejor!... 
motete...  Explicaciones...  tonterías...  ¡^Ea!  ¡á 
la  cama!  ¡Qué  motete  ni  qué...!  ¡Adentro! 
Así...  ¡Que  me  entren  moscas! 


ESCENA  ULTIMA 

DON  MAMERTO,  JULIA,  MARÍA,  PERICO  y  RAMÓN 
Julia  (Por  la  puerta  de  la  izquierda.)    ¡Dou    Mamerto! 

Calle,  qué  oscuridad...  ¡Don Mamerto!...  ¡Pero 
si  se  ha  ido!...  ¡Entonces  vemos  la  tropa!  (Lla- 
mando.) ¡María!   (Abre  la.s  dos  ventanas.)  ¡María! 
(Sale  María.) 
Per.  (Por  la  derecha,  con  Ramón.)  ¿Pasa  la  tropa  por 

aquí?... 
Ram.  ¡Qué  bonito  es  este  paso  doble! 

Mar.  ¡Esta  música  se  baila  sola! 

Pkr.  ¡Pues  aquí  estoy  yo! 

Mar.  y  yo  aquí.  (Se  cogen  y  empiezan  á  bailar.) 

Kam.  (a  Julia.)  ¡Pues  nosotros  no  vamos  á  ser  me- 

nos! 

Juma  ¡Ya  lo  creo    que    no!    (Hacen    lo    mismo    ai    otro 

lado.  Comienzan  á  pasar  por  la  calle  algunos  chiqui- 
llos que  andan  á  compás  delante  de  la  tropa.) 

Mam.  (incorporándose    lentamente    con    cara    de    asombro.) 

Pero  ¿qué  escándalo  es  este,  señores?...  ¿Ni 
en  la  cama  voy  á  estar  traiK^uilo? 
Per.  ¡Je,  je!...  ¡Se  había  acostado! 


—  19  — 

Julia 


,,  (  ¡Don  Mamerto! 

Ram.  ¡Don  Mamerto! 

LOSCUATRC  (Riéndose  a  más  y  mejor,  mientras  bailan  al  son  de  la 

música.)  ¡Ja,  ja,  Ja,  Ja! 

Mam  .  f^Han  tomado  ustedes  mi  cuarto  por  sal(jn 

de  baile?...  ¡Fuera  todo  el  mundo  de  aquí!... 

LoscuATRO¡Ja,  Ja,  Ja,  ja! 

Mam  .  ¡Dios  rnio!  ^;Tú  no  ves?  ¡Dile  al  padre  Ve- 

nancio, que  lo  que  es  así  sólo  Tú  le  escribes 

el  motete!  (se  echa  fuera  de  la  cama  envuelto  en  la 
colcha  y  se  dirÍRe  al  público.) 

En  medio  de  este  belén, 

que  aplaudas  mucho  te  pido... 

¡Es  el  único  ruido 

que  puede  sentarme  bien! 


FIX 


Madrid.  Marzo.  ÜWO. 


ADVERTENCIA  liíPOSTANTE 


Las  empresas  que  pongan  en  escena  este  entremés 
pagarán  por  derechos  de  propiedad  de  cada  repre- 
sentación la  mitad  de  los  correspondientes  á  una 
zarzuela  en  un  acto. 


i^ 


<* 


OBRAS  DE  LOS  MISMOS  AÜTOSSS 


Esgrima  y  amor,  juguete  cómico. 

Belén,  12,  principal,  juguete  cómico. 

Gilito,  juguete  cómico-líri^ 

La  media  naranja,  juguete  cómico. 

El  tío  de  la  flauta,  juguete  cómico. 

El  ojito  derecho,  entremés  (2.^  edición). 

La  reja,  comedia  en  un  acto.  (2.*  edición). 

La  buena  sombra,  sainete  en  tres  cuadros.  (4.*  edición.) 

El  peregrino,  zarzuela  cómica  en  un  acto. 

La  vida  intima,  comedia  en  dos  actos.  (2.»  edición). 

Los  borrachos,  sainete  en  cuatro  cuadros. 

El  chiquillo,  entremés,  (2.*  edición). 

Las  casas  de  cartón,  juguete  cómico. 

El  traje  de  luces,  sainete  en  tres  cuadros. 

El  patio,  comedia  en  dos  actos. 

El  motete,  entremés  con  música. 


*♦ 


serafín  i  JOAftllN  ÁLVAREZ  ()ÜÍN1ER0 


El  estreno 

ZARZUELA   CÓMICA    EN    TRES   CUADROS 

sin  tx^oiiciÓM,  nudo,  ni  Jettnlaee 


MVSICA  DEL  MAESTRO 


RXJIPKR'X'O     CMAF»Í 


-•^#í<ff' 


SOCIEDAD  DE  AUTORES  ESPAÑOLES 
Florín.  8.  bajo 

IQOO 


EL   ESTRENO 


ZARZUELA  CÓMICA  EN  TRES  CUADROS 


sin  exposición,  nudo,  ni  desenlace 


serafín  V  JOAQUÍN  ÁLVAREZ  QUINTERO 


MIBICA  DEL  MAESTRO 


RUPERTO    CHAPI 


Estrenada  en  el  TEATRO  DE  APOLO  el  19  de  Julio  de  1900 


* 


MADRID 

e.  VKLASCü,  IMP.,  MARyL'ÍS  DE  SAXTA  AXA,  11  DUP.** 

•' Telófono  nñmoro  551 

aooo 


^  k  ^útkki  iU  "^lútam  ^tipmk% 


En  esta  obrilla,  tan  humilde  como  bien  intencionada, 
no  obstante  su  carácter  satírico,  hemos  preteiidido  mos- 
trar al  público  las  contrariedades ,  disgustos  y  amargu- 
ras que  experÍ7nenta  todo  autor  dramático  desde  que 
comienza  á  ensayar  hasta  que  los  aplausos  da?i  vida 
al  fruto  de  su  ingenio  ó  los  silbidos  lo  entierran  para 
siempre. 

Hacer  reir  ó  llorar  al  público  cuesta  muchas  lágri- 
mas á  veces,  pero  no  todas  deben  imputarse  en  justicia 
al  infierno  de  los  ensayos  ni  al  purgatorio  de  la  pri- 
mera representación.  Antes  y  después  del  estreno  las 
circunstancias  que  suelen  rodear  al  autor  le  ofrecen 
sobradas  ocasiones  para  retiegar  de  su  oficio  y  deses' 
perarse. 

La  lucha  sorda  y  triste  por  romper  el  anónimo,  la 
explotación  inicua  de  los  logreros  del  ingenio,  el  es- 
fuerzo estéril  del  escritor  viejo  ó  cansado^  los  sombríos 
horizontes  de  un  trabajo  infecundo,  parecido  al  del 
gañán  que  siembra  para  que  recoja  el  amo...  He  ahí 
algunos  de  los  males  que  ainargan  la  vida  de  casi 
todos  los  autores. 

Para  remediarlos  ó  arrancarlos  de  raíz  se  fundó 
hace  poco  n:ás  de  un  año  la  Sociedad  de  Autores  Es- 
pañoles, cuya  beneficiosa  influencia  ya  se  deja  sentir 
afortunadamente.  A  ella  le  dedicamos  esta  zarzuela, 
^n  prenda  del  entusiasmo  que  su  ideal  nos  inspira,  y 
■como  testimonio  público  de  adhesión  á  la  noble  causa 
■tque  sostiene. 

S.  r  ^.  tAlvarez.  i^uiniero. 


FtEI^AFCTO 


PERSONAJES 


ACTORES 


LA.  GONZALITO Srta. 

LA  CORALES 

CASTITA ( 

ADMIRADOR  2." | 

ROSITA.." i 

ADMIRADOR  1." j 

MERCEDES 

ABONADO  -2° 

SOFÍA 

AMIGA  1." 

JUANA 1 

AMIGAS.» j 

MAMÁ  DE  LA  GONZALITO 

CAMPILLO Ss. 

BERMEJO i 

MANDANGA \ 

GOMILLA \ 

MAESTRO  BENÍTEZ S 

HABICHUELA 

ESPINILLA \ 

UN  MALDICIENTE > 

UN  DESCONOCIDO j 

RIVERO J 

ORTIGA..' ) 

GUARDARROPA ) 

DON  SIXTO I 

TERAN 1 

DUQUE S 


Pretei,. 
Bru. 

ZVVALA. 

rodrígükz  (m.) 
Dema. 
Carceliek. 
Fernández. 

VlÑALLS. 

Rodeígüez. 
Carreras. 

Ontiveros. 
Soler. 

Carrjún. 

Fernández  (.\.> 
Ramíro.         \ 
Soriano. 


Ruesc;a. 
codorniu. 

SÁNCHEZ. 

Otero. 

Picó. 
Llórente. 

COTTE. 

Carcelleu. 

SUÁREZ. 


1>0N  ELOY 

UN  CRÍTICO 

MAESTRO  DE  COROS i 

UN  VIEJO  ELEGANTE \ 

DCN  EVARISTO 

PULIDO I 

LOZANO ( 

PABLO \ 

UN  RACIONISTA i 

BOMO ) 

VIOLÍX  1." 

TRAJANO NiSo 

UNA  VOZ Sk. 

PE  LUQÜERO 

GUERRA 

ADMIRADOR  3."   . Srta.  García  (C.) 

ABONADO  1." CONTREBAS  (M.) 

RÍOS ; Su.  Rincón. 

VÁZQUEZ Ramos. 

MARTÍ  N TovARES. 

BRAVO Landa. 

N  ARBONA PULPEIRO. 

M OLIN  i Portillo. 

OREJUELA Delgado. 

garcía Lleó. 

PRADA Mas. 

MOIiTNO González. 

SÁNCHEZ De  Francisco. 

AZNAR. ... MÁ1QUEZ. 

Una  ser/un'la  tiple  y  sm  mamá,  dos  partiquinas,  dos  novios,  un,  pollo  harbilam- 

.  piño,  un  autor  incipiente,  un  camarero,  varios  cómicos,  capiníeros,  tramoyistas 

y  coro  general 


,  ,^^lv■v^yJy^<^fcfc .^'^^ 


\&¡\\^\\^\\  g-T^iítgT^  w'^'f:^  ir:^ii:feiijgii@ii  ■*  ii_míim;i  *  h  *  í 


EL    ESTRENO 


Cuadro  primero. — El  Infierno 

Kscruario  de  un  teatro  durante  las  horas  de  los  ensayos.  En  el  fon- 
do, hacia  la  derecha  del  actor,  sentadas  en  bancos  y  sillas,  y  for- 
mando diversos  grupos,  charlan  y  hacen  labor  las  Coristas  Algu- 
nas tienen  el  novio  al  n-.argen.  En  medio  del  escenario  la  mesa 
del  apuntador.  Sobre  ella  un  atril.  Junto,  el  sillón  del  director  de 
escena.  Inmediatas  á  los  bastidores  de  la  derecha  varias  sillas, 
que  durante  el  cuadro  van  ocupando  actrices  y  actores.  A  la  iz- 
<pik'rda  un  jiin"'    !  ■■  •  •■  ■■-v. 


Al  levantarse  el  telón  aparecen  la.s  Coristas  como  queda  dicho,  y 
Campillo,  el  autor  de  la  obra  que  va  á  ensayarse,  charlando  á  la 
tierecha  con  una  Segunda  tiple  y  su  Mamá.  Rosita  y  Mercedes  están 
sentadas  junto  á  la  mesa  del  Apuntador  y  Sofía  en  un  grupo  de  com- 
pañeras hacia  la  derecha  del  foro.  Después  de  un  n\omento  en  que  se 
«vf  I')  rumor  de  las  conversaciones  de  todos,  sale  el  Maestro  de  coros 
por  los  bastidores  do  la  izquierda  tocando  las  palmas 

M.  COROS  ¡NiñasI  ¡vamos  al  saloncillo!  ¡Hay  que  pasar 
muchas  veces  el  coro  nuevo! 

Ros.  ¡Por  Dios,  maestro,  si  Jo  sabemos  de  me- 

moria!... 

M.  COROS  ^.Qué  habéis  do  saberV  Andar,  andar  arri- 
ba... (Se  levantan  todas  de  mala  gana  y  se  van  de- 
trás del  Maestro  por  1»  izquierda,  murmurando  y  rién- 
dose. Los  novios  como  .si  estuvieran  cosidos  á  ellas.) 


—  40  — 

Merc.  ¡A}'-,  qué  cataplasma  de  maestro! 

iSoFÍA  ¡Ay,  qué  jaqueca! 

Ros.  Maestro,  compadezco  á  su  señora  de  usted... . 

M.  COROS  ¡Pues  yo  á  quien  compadezco  es  al  marido! 

(Se  van.  Pablo,  el  avisador,  sale  por  la  derecha  mo- 
mentos antes  y  pone  sobre  el  atril  d&  *  la  mesa  del 
Apuntador  el  manuscrito  de  una  obra  y  á  cada  lado 
un  candelero  con  una  vela;  coge  la  mesa,  la  baja  al 
proscenio,  delante  de  la  concha,  y  coloca  á  la  iz- 
quierda el  sillón  del  Director  y  á,  la  derecha  una  silla. 
Espinilla,  periodista,  sale  cuando  se  van  las  Coristas, 
por  la  izquierda.)  « 

Esp.  ¡Caramba!  ¡qué  poca  luz  hay  en  este  esce- 

nario! Buenas  tardes,  (a  Pabio.)  ¿Sabe  usted 
si  ha  venido  el  señor  Campillo? 

Pablo  ¿El  autor  del  estreno?  Me  parece  que  sí.  (Lla- 
mando.^ ¡Don  Julio!  ¡Señor  Campillo! 

Camp.  ¿Qué  hay? 

Pablo  Aquí  lo  busca  á  usted  un  caballero. 

Camp.  (a   la   segunda   tiple  y  á  su   Mamá.)  Con  permisO 

de  ustedes.  (Acércase  á  Espinilla.  Pablo  se  va  por  la 
derecha.  Por  la  izquierda  sale  un'Cómico  que  atraviesa, 
el  escenario  y  se  sienta  al  lado  de  la  Segunda  tiple.) 

Esp.  Señor  Campillo,  usted  perdone. 

Camp.  ¡Hola,  amigo  Espinilla!  ¿Cómo  vamos? 

Esp.  Para  servir  á  usted.  ¿Y  esos  ánimos?... 

Camp.  Así,  así.  Ya  empieza  uno  á  estar  nervioso..- 

Esp.  Oh,  pues  usted  no  tiene  motivos...  Sale  á 

triunfo  por  obra...  Es  usted  el  amo  de  los 
escenarios. 

Camp.  ¡Quite  usted,  por  Dios!  ¿Usted  cree  que  si  yo 

fuera  el  amo,  no  habría  aquí  más  luz?... 

Esp.  ¡Ja,  ja!...  En  seguida  deja  usted  ver  la  garra 

del  autor  cómico. 

Camp.  Hombre,  no,  yo  no  tengo  esas  cosas... 

Esp.  Sí,  sí,  hágase  usted  el  chiquito.  Ya  sabe  us- 

ted que  hoy  es  el  único. 

Camp.  ¡Por  los  clavos  de  Cristo!...  (Este  me  va  á 

pedir  dos  butacas  para  el  estreno.) 

Esp.  ¿Quién  hay  más  que  usted?  Cabrera  y  Pa- 

nizo, que  han  escrito  un  par  de  saínetes...  y 
ya  los  tiene  usted  agotados. 

Camp.  ¿Agotados  ya?  ¡Canario,  pocas  gotas  traían! 

Esp.  Sobre  que  á  Cabrera  sé  yo  de  buena  tinta. 


41  — 


Camp. 
Esp. 
Camp. 
Esp. 

Camp. 

Esp. 
Camp. 


Cok. 

Evar. 

Cor. 

Evar. 

Cor. 

Evar. 

Cor. 

Evar. 

Esp. 

Camp. 

Esp. 

Camp. 
Esp 
Camp. 
Esp. 


Camp. 


que  le  escribe  las  obras  un  tío  suyo,  cura 
por  cierto,  que  vive  en  Cañaveral  de  las  Li- 
mas y  que  no  quiere  salir  á  las  tablas. 
^Y  á  Panizo? 
Panizo  las  escribe  él. 
¡^íilagro! 

Pero  mejor  sería  que  se  las  escribiese  otro 
cura. 

Bueno,  no  murmuremos  más.  ¿En  qué  pue- 
do servirle,  amigo  Espinilla? 
En  mucho. 

Usted  dirá,  (continúan  hablando  en  voz  baja  tinos- 
momentos,  mientras  sale  por  la  izquierda  la  Corales- 
con  don  Evaristo,  su  papá,  que  es  como  un  eco  de  la. 
niña,  y  cruzan  el  escenario  diciendo  á  media  voz  lo- 
que sigue.  La  Corales  lleva  un  perrito  sujeto  por  una. 
cadena,  el  cual  nunca  le  deja  á  nadie,  como  no  sea  al 
papá  en  algún  caso  extremo.) 

Este  Último  feo  no  lo  aguanto. 

Iso  lo  aguantes. 

Vé  á  buscar  á  Bermejo  en  sesiiida. 

En  seguida. 

Y  dile  que  venga. 

Que  venga. 

(sentándose    en    el    grupo  de    la   derecha.)    Buciias 

tardes. 

Buenas  tardes.  (Vase  por  la  izquierda  muy  aprisa, 
en  alas  de  su  deber  de  papá  de  tiple.) 

Yo  soy  ahora  redactor  de  La  última  noticia... 
¿Sí?  Pues  es  la  primera  que  yo  tengo. 
¡La  garra,  la  garra  otra  vez!   Y  la  verdad,, 
como  es  usted  el  autor  favorito  del  púbUco... 
(¡Vaya  si  me  pide  dos  butacas!) 
Quisiera... 
Dos  butacas,  ¿eh?  • 

¡Hombre,  no!  Tengo  las  del  i)eriúdico.  Lo- 
que quisiera  sería  anticipar  algunas  noticias, 
de  usted  y  del  estreno  de  Jja  Trianera,  su 
nueva  obra.  Conque  si  usted  fuese  tan  ama- 
ble... (sacando  lápiz  y  cuartillas.) 
(Encendiendo  las  velas    que   hay   encima  de  la  mesa.)' 

¡Cómo   no!    Me  honra  usted   demasiado .. 

Sentémonos...  (Espinilla  se  sienta  en  el  sillón  del 
Director,  que  está  á  la  Izquierda    de  la  mesa,  y  Cam- 


—  12  — 

pillo  en  Ift  silla  que  está  á  la  (kTocha  y  que  coloca  de 
frente  al  público.) 

Esp.  Usted  á  mí.  Vamos  á  ver,  vamos  á  ver...  El 

saínete...  3^0  supongo  que  es  un  saínete... 
Oamp.  Sí,  señor,  un  saínete. 

Esp.  ¿Cómico? 

CaMP.  ¡Sí    es  un    saínete!    (Salen    por    la  izquierda    dos 

Actores,  uno  grueso  y  otro  delgado,  y  van  á  sentarse 
en  el  fondo.  El  que  está  con  la  Tiple  so  levanta  y  se 
va  junto  á  ellos.) 

Esp.  ¿Y  está  en  prosa  ó  en  verso? 

Camp.  En  verso  y  prosa.  Más  prosa  que  verso. 

Esp.  (Escribiendo.)  «Más  verso  que  prosa.» 

Camp.  No... 

Esp.  Déjeme  usté  á  mí.  ¿Y  qué  es  ello?  ¿Qué 

pa.sa  en  la  obra?  ..  así...  por  encima... 

Camp.  Así...  por  encima...  pues...  usted  calcule,  no 

puede  pasar  mucho  en  un  saínete. 

Esp.  Ya. 

•Camp.  La  acción  se  desarrolla  en  Andalucía,  y  se 

trata  de  dos  muchachas  de  opuestos  carac- 
teres que  están  enamoradas  de  un  mismo 
hombre. 

Esp.  ¡El  asunto  es  muy  nuevo!   Está  bien,  está 

Dien...  ¿Y  la  música  es  sabia  ó  agradable? 
Porque  si  tenemos  música  sabia,  mal  ne- 
gocio. 

Ca]\[p.  La  música  es  preciosa,  ya  lo  verá  usted. 

Esp.  ¿Muchos  números? 

Camp.  Dos  dúos,  un  terceto... 

Esp.  (Escribiendo.)  «Dos  tcrcctos,  un  dúo...» 

Camp.  Al  contrario... 

EbP.  Yo  sé  lo  que  me  hago. 

Camp.  (¡Que  todo  ha  de  apuntarlo  al  revés!) 

Esp.  ¿y  números  de  conjunto,  de  bulla,  de  coro?... 

•Camp.  Ah,  no;  de  coro  hay  poco,  (siguen  conversando 

en  voz  baja.  Salen  por  la  izquierda  don  Evaristo  y 
Bermejo— el  representante  de  la  Empresa— y  cruzan 
hacia  la  derecha,  en  busca  de  la  Corales.  Esta,  apena.s 
los  ve  aparecer,  se  aparta  del  grupo  en  que  está,  con 
el  perrito  por  de  contado,  y  les  sale  al  encuentro.  Ha- 
blan á  media  voz.) 

Berm,  (¡Vamos  á  ver  qué  tripa  se  le  ha  roto  á  esta 

niña!) 


—  13  — 


Cor. 

Berm. 

Cor. 

Berm. 
Cor. 

EVAR. 

Berm. 
Cor. 


EvAR. 

Berm. 

Cor. 

EvAR. 

Berm. 

Cor. 

EvAR. 

Berm. 


Cor. 

EvAk. 

Berm. 

Cor. 

EVAR. 

Cor. 

EvAR. 

Berm. 


Camp. 

Esp. 
Camp. 

Esp. 


Oiga  ^ií¡ted,  Bermejo. 

¿Qué  ocurre? 

Lo  de  siempre.  Me  han  hecho  otro  feo  eit 

Contaduría. 

¡Vaya  por  Dios! 

Y  yo  no  aguanto  más. 
No  aguantas  más. 

Siempre  serán  cosas  de  la  niña  mimada. 
¿Qué  ha  sido  ello,  vamos  á  ver? 
¿Le  pai-ece  á  usted  poco?  He  pedido  un  pal- 
co entresuelo  para  el  estreno  y  me  han  di- 
cho que  no  hay. 
Que  no  hay. 

Y  no  hav. 
¡Hav! 
¡Hay! 
¡Xo  hav! 
¡Hav!  ' 
¡HaV! 

Por  Dios,  Merceditas,  si  hace  tres  días  que 
no  queda  un  papel...  si  ya  no  tienen  ni  los 
revendedores... 

Es  que  para  mí  debe  haber  siempre. 
¡Siempre! 

Espere  usted,  yo  veré  de  arreglarlo...  Le  pre- 
guntaré al  autor  á  ver  si  le  queda... 
Bueno,  bueno,  haga  usted  lo  que  guste:  ya 
sabe  usted  que  ese  feo  no  lo  sufro. 
No  lo  sufre. 
¡Son  ya  muchos  feos! 
¡Chichos  feos! 

(¡Y  sufre  al  papá,  que  es  el  más  feo  de  to- 
dos!) (La  Corales,  el  perrito  y  don  Evarisío  se  unen 
a  la  Segninda  tiple  y  .su  Mamá,  y  allí  comentan  acalo- 
radamente por  lo  bajo  el  último  feo  hecho  á  la  niña. 
Bermejo  se  acerca  ¿  Campillo  y  le  habla. )    Doil   Ju- 

lio,  cuando  termine  usted,  haga  el  favor... 

En  seguida,  amigo  Bermejo.  (^Quédase  Bermejo 
aparte  impaciente  y  malhumorado.) 

¿Quién  es  ese  individuo? 

íJn  representímte  que  tiene  la  Empresa  para 

dar  laa  malas  noticias. 

Bien,  pues  le  dejo  á  usted  en  sus  brazos. 

(Campillo  se  levanta.)  Pero  aiitcs  de  irme  me  va 


—  u  — 

usted  á  facilitar  algún  detalle  íntimo  relati- 
vo á  La  Trianera.  Por  ejemplo:  lo  que  signi- 
ca  para  usted  el  triunfo  ó  la  derrota... 

€amp,  ¡Uh!   ¡Pues  á  buena  tecla  ha  ido  usted  A 

tocar! 

Esp.  ¿Sí,  eh? 

Camp.  Como  que  en  cuanto  estrene  me  caso.  Si  la 

obra  gusta  mucho,  se  entiende... 

Esp.  ¡Pluma!  ¿pero  usted  no  es  casado? 

Camp.  Viudo  hace  tres  años,  amigo  mío,  y  con  cua- 

tro chiquillos  así...  (indicando  poca  estatura.) 

Esp,  (Dando  de  pronto  con  la  nota  «sensacional»  de  la  entre- 

vista.) ¿De  manera  que  la  suerte  de  la  familia 
depende  de  la  obra? 

Oamp.  Cabal;  todo  va  envuelto. 

Esp.  ¿Tiene  usted  inconveniente  en  que  publi- 

que...? 

€amp.  ¿El  qué?  ¿que  estreno   y  me  caso?  ¡Publí- 

qvielo  usted! 

Esp.  (Escribiendo.)  «El  autor  se  casa...  y  estrena.» 

Camp.  ¡Dale  bola!  ¿Quiere  usted  decirme  por  qué  lo 

escribe  todo  á  la  inversa? 

EsP.  (Levantándose  )  Es    muy  Seiicillo.  EstOS  apUll- 

•  tes  van  á  parar  luego,  para  su  desarrollo,  á 
manos  de  un  compañero  que  tiene  el  pobre- 
cito  la  desgracia  de  entenderlo  todo  al  re- 
vés; y  los  tomo  así,  como  única  manera  de 
que  salgan  en  el  periódico  al  derecho...  Para 
servir  á  usted,  amigo  Campillo...  Mil  gra- 
cias y.  muchísima  suerte. 

Oamp.  Adiós. 

Esp.  Voy  á  saludar  á  la  Corales,  que  es  mi  tiple. 

(En  efecto,  se  va  á  saludarla,  y  allí  se  detiene  de  pa- 
lique. Pulido,  apuntador,  y  Terán,  segundo  apunte, 
cojo,  pasan  desde  la  izquierda  al  fondo,  donde  se  unen 
al  grupo  de  actores.  Al  mismo  tiempo  cruzan  hacia  la 
derecha  y  aumentan  aquel  grupo  dos  Partiquinas.  Di- 
cho se  está  que  en  estos  grupos  charlan  y  discuten  ac- 
tores y  actrices  de  todo  lo  que  les  da  la  gana,  aunque 
es  claro  que  sin  alzar  la  voz.) 
uERM.  (Poniéndole  á  Campillo  las  manos  sobre  los  hombros.) 

Querido  Campillo. 
Camp.  ¿Qué  sucede? 

Berm.         Tengo  encima  la  catedral  de  Burgos. 


—  15 


<^AMP.  <  Mirándolo  asombrado.)  ¡Plombre! 

BeRxM.  Siete  oonñictos  en  veinticuatro  horas. 

Camp.  ¡Por  la  N-irgen  del  Carmen,  Bermejo,  no  me 

asuste  ustedl 

Berm.  Ante  todo:  ¿le  queda  á  usted  algún  palco? 

Camp.  ¿Qué  me  ha  de  quedar?  ¡Ni  me  hable  usted 

de  locahdades,  que  me  traen  frito! 

Berm,  Pues  no  hay  más  remedio.  Se  le  ha  puesto 

á  la  niña  Corales  un  entresuelo  en  las  nari- 
ces, y  si  no  se  lo  proporciono  voy  á  tener  un 
disgusto  con  ella. 

CJamp.  ¡Por  vida!...  Bueno,   ya  arreglaremos  eso... 

/.Qué  más  hay? 

3erm.  ¡Friolera!    ¿Sabe    usted  quién    se    me    ha 

muerto? 

Camp.  i  Alarmadísimo.)  ¿Quiéu? 

Ber.m.  ¡El  padre  de  la  característica! 

Camp.  ¡Hombre,  se  le  habrá  muerto  á    a  caract-e- 

rística! 

BER^^.  Y  me  ha  escrito  la  pobre — aquí  debo  de  t€- 

ner  su  tarjeta — que  la  dispense,  pero  que  no 
viene  hoy  al  ensayo. 

Camp.  ¡Caramba! 

Berm.  ¿Y  qué  quiere  usted?...  ¿Cómo  la  obligo? 
¿cómo  le  digo  yo  que  venga?...  ¿,Y''  cómo  voy 
á  ensayar  la  obra  sin  esa  ñgura? 

Camp.  ¡Imposible!  Le  aseguro  á  usted  que...  ¡Dicho- 

sas enfermedades! 

Berm.  ¡Vaya  un  añito  de  salud!  ^lire  usted:  he  te- 

nido en  la  compañía  de  todo  lo  que  hay  que 
t«ner.  He  tenido  viruelas,  he  tenido  tranca- 
zo, he  tenido  reúma...  Pues  ¿y  ahora?... 
Ahora  tengo  calenturas  intermitentes,  tengo 
dos  pulmonías,  tengo  un  tumor,  tengo  tres 
coristas  embarazadas,  tengo  tifus... — bueno, 
es  verdad  que  tifus  tengo  todo  el  año, — ten- 
go á  la  Rosales  con  anginas,  á  la  Gómez  con 
fiebre... 

Camp.  ¡Y  á  mí  me  tiene  usted  con  un  humor  de 

los  demonios!  ¡Calle  usted,  por  el  pan  do 
sus  hijos! 

Berm.  ¿Sí,  eh?  Pues  no  hemos  empezado  todavía. 

Camp.         ¿Hay  más  aún?  ¡Maldito  estreno! 

Berm.  La  Zorrilla  me  ha  devuelto  el  papel. 


—  d6  — 

Camp.  ¿a  estas  alturas,  hombre? 

Berm.  a  estas  alturas.  Y  le  advierto  á  usted  que- 

tiene  la  culpa  el  marido. 

Camp,  ¿FA  marido?  ¿Pues  qué  dice  ese  bruto? 

Berm.  Que  su  señora  no  está  para  los  embolados.. 

(Bajando  la  voz.)  Lo  cual  86  expHca,  ¿sabc  us- 
ted? 

Camp.  ¡Mal  rayo  lo  parta!  ¿Qué  sabrá  él  lo  que  son 

embolados? 

Berm.  Sí  lo  sabe,  sí...  (Espinilla   se    despide  do  la  Córale», 

y  se  va  por  la  izquierda.) 

Camp.  ¿Y  qué  hacemos.  Bermejo? 

Berm.  A  ver  qué  le  parece  á  usted.  Yo  no   me  he 

dormido.  Enterarme  de  la  cosa  y  contratar- 
en el  acto  á  la  Antoñita  Pérez,  todo  fué  uno. 

Camp.  ¿Está  usted  loco,  hombre  de  Dios?  ¿Cómo, 

va  á  hacer  ese  papel  la  Antoñita  Pérez? 

Berm.  Mejor  que  la  otra.  Crea  usted  que  lo  bor- 

dará. 

Camp.  ¡Pero  lo  bordará  muy  mal! 

Berm.  No  sea  usted  inocente,  Campillo.  Antoñita 

es  muy  lista:  usted  no  la  conoce  bien.  Tiene 
cara,  tiene  cuerpo... 

Camp.  ¡Naturalmente! 

Berm,  Tiene  tablas,  tiene  madera... 

Camp.  ¡Es  claro!  ¡.Jesús,  Jesús,  Jesús!... 

Berm.  ¡Y  aquí  entra  lo  gordo! 

Camp.  ¿Más  gordo  que  eso  todavía? 

Berm.  ¡A  ver!  ¿Dónde  visto  yo  á  esa  muchacha? 

¿dónde  la  visto? 

Camp,  ¿Cómo? 

Berm.  Que   no  tengo  cuarto  donde  vestirla;  (jue 

tengo  todos  los  cuartos  ocupados.  ¡Hay  tan 
pocos  cuartos  en  esta  casa!...  ISIire  usted. 
Campillo;  casi  todos  los  conflictos  que  ten- 
go yo  aquí  son  por  falta  de  cuartos,  (saien 

por  la  izquierda  la  Gonzalito,  primera  tiple,  Juana,  su 
doncella,  y  Kivero,  barítono.  Se  sientan  aquella  y 
este,  en  el  primer  término  de  la  derecha.  La  Gonzali- 
to habla  aparte  un  momento  con  Juana  y  esta  se  va 
por  donde  vino,  sin  chistar.  La  Gonzalito  y  Rivero 
son  novios,  pero  están  de   monos  y  apenas  se  miran.) 

Camp,  Bueno,  pues  por  mí  que  se  vista  en  el  foso. 

¿Ha  venido  don  Eloy? 


—  i7  — 

Berm.  En  Contaduría  lo  dejé  tomando  café  con  la 

Empresa. 
Camp.  Pues  allá  voy  yo.  Y  usted  me  va  á  hacer  el 

favor  de  llegarse  ahora  mismo  á  cjisa  de  la 

característica,  ¿eh? 
Berm.  ¿Para  qué,  Campillo? 

Camp.  Hombre,  para  ver  si  la  convence  usted  de 

que  venga  al  ensayo  de  hoy. 
Berm.  ¡No  \'iene! 

Camp.  Pues  habrá  que  suspender  el  estreno. 

Berm.  ¿Cómo  suspender,  si  tengo  ya  todo  el  papel 

vendido? 
Camp  ¿Y  eso  qué  impoi-ta?  Xo  es  la  primera  vez 

que  ocurre.    Demasiado   concedo,   que   no 

voy  á  ensayar  con  decorado  nada  más  que 

mañana,  por  culi)a  del  pintor. 
Berm  Bueno,  bueno,  lo  que  usted  quiera.  Por  mí 

no  ha  de  quedar...  (Se  detiene  un  instante  y  le 
habla  á  Campillo    con   gran    misterio,  señalando  á  Ri- 

vero  y  á  la  Gonzaiito.)  Y  aliora  que  rcpai'o... 

Camp.  ¿Qué? 

Berm.  Aquellos  dos  están  de  monos. 

Camp.  ¿Quiénes? 

Berm.  Rivero  y  la  Gonzahto, 

Camp.  ¿Y  qué? 

Berm.  Que  como  riñan,  la  tengo  á  ella  con  la  pata- 

leta y  á  él  afónico.  ¡Le  digo  á  usted  que  es- 
toy aviado! 

Camp.  ¡Él  que  está  aviado  sov  yo! 

Berm.  Voy  á  escape...  Hasta  luego,  (va  a  irse  corrien- 

do i)or  la  segunda  caja  de  la  izquierda,  pero  al  ver  á 
Habichuela,  autor  fallido  a  quien  le  baila  un  ojo,  que 
llega  por  alU,    cambia    de    rumbo,  y  se    mete    por   la 

primera  diciendo:)  ¡Adiósl  ¡Habichuela!...  Mala 
sombra...  ¡Lagarto!  ¡lagarto!  (vase.) 

GoNZ.  ¡Te  han  \isto  con  ella  por  la  calle  de  las 

Huertas! 

Riv.  ¡Pues  han  visto  visiones! 

GONZ.  ¡Claro:  ella  y  tú!    (Disputan  por  lo    bajo  acalorada- 

mente.) 

ílAB.  t  Deteniendo  á  Campillo  que  va  á  marcharse  por  la   iz- 

quierda.) Hola,  chico. 

Camp.  (¡Habichuela!  ¡^h^ldita  sea  mi  suerte!) 

Hab.  ¿Cuándo  estrena.s,  mañana? 

-1 


18  — 


Camp. 

Cami'. 

Hab. 
Camp. 

ífAB, 


Camp. 

Hab. 

Camp. 

ÍÍAB. 

Camp. 

Hak. 


Tkráx 


Hab. 


Rív. 

GONZ. 

Riv. 

GONZ. 

RíV. 


¡Qué  sé  yo!  ¡Está  media  compañía  en   el 

Hospital!...  (Trata  de  irse  y  Habichuela  se  lo  im- 
pide.) 

A  otra  cosa:  me  han  dicho  que  el  libro  es 
muy  bonito...  Y  me  han  contado  varios  gol- 
pes... [El  del  bizcocho  es  de  primera! 

El  público  dirá.  (Deseando  irse.)  Con  tU"  per- 
miso... 

Espera.  A  otra  cosa:  yo  necesito  una  butaca. 

¿Vienes  cansado? 

No  hagas  chistes.  ¡Esta  Empresa  ha  hecho 

la    porquería    de    suprimírmela!...   ¿Me  la 

darás? 

¡Si  no  tengo  ninguna! 

¿Pero  me  vas  á  dejar  en  la  calle'? 

(¡Qué  más  quisiera  yo!)  Perdona,  chico;  voy 

corriendo  á  ver  á  don  Eloy... 

Anda  con  Dios. 

(Yéndose  por  la  izquierda.)   (¡Lagarto!    ¡lagarto! 

¡lagarto!) 

Nada,  en  cuanto  los  aplauden  dos  veces  se 

olvidan  de  los  amigos  y  de  todo...  A  otra 

cosa.  (Mirando  á  todas  partes.)  Por  lo  visto,  aqUÍ 
no  se  ensaya.  (Se  encamina  hacia  el  grupo  del 
foro.) 

(Viéndolo  venir.)  Scñores,  Habichuela  viene... 

¡Sálvese  el  que  pueda!  (Aléjase  del  grupo  con 
otro  Cómico.  Sale  Gomilla  por  la  izquierda  y  se  les 
une.) 

(Llegando  al  primer  grupo.)  Salud,  Caballeros.  ¿No 
se  ensaya?  (Las  dos  Partiqulnas  de  la  derecha  se  le- 
vantan y  se  van  por  la  izquierda.  Salen  por  la  prime- 
ra caja  de  este  lado  el  Maestro  do  Coros,  un  Autor  in- 
cipiente y  un  Cómico.  Estos  iiltimos  se  encaminan  al 
grupo  en  que  está  Habichuela,  pero  al  verlo  allí  huyen 
y  se  imen  al  otro  grupo.  El  Maestro  va  oliéndolos  á  to- 
dos, como  buscando  á  alguien,  y  últimamente  da  con 
la  Gonzalito  y  Eivero,  que  son  á  quienes  busca.) 
(Por  las  nubes  materialmente.)    ¡Si   te    fías    de    tu 

carbonero  más  que  de  mí!... 

(Por  el  estilo  de  Rivero.)  ¡Sí  que  me  fío! 

¡Le  aconsejaré  que  te  pretenda! 
¡Groserías  no  te  permito,  José  Manuel! 
¡Es  que  hoy  te  has  levantado  necia! 


—  19  — 

<íoNz.         ¡Y  tú  idiota! 

M.  COROS  'Llegándose  á  ellos.)  A  ustedes  busco.  Me  pare- 
ce que  es  esta  la  mejor  ocasión  para  ensayar 
el  dúo  de  las  caricias,  ¿eh? 

Riv.  (Levantándose.)  Sí,  seiior,  SÍ;  68  muv  buena 

ocasión. 

GoNZ.  (lo  mismo.)  Es  ustcd  muv  oportuno,  maestro. 

M.  COROS  Como  está  tiernecito  todavía,  ¿eh?  yo  me 
dije:  antes  del  ensayo  general,  ¿eh?  lo  pasa- 
mos un  par  de  veces,  ¿eh?y  así  se  asegura... 

Riv.  ¿Eh? 

M.  COROS     No,  nada...  Conque  si  ustedes  quieren... 

GoNz.  Ahora  mismo. 

M.  COROS     No  hay  que  molestar  á  Pulido:  yo  les  daré 

la  letra.  (Se  sienta  al  piano  y  se  di.spone  á  tocar.  La 
Gonzalito  y  Rivero  continúan  su  pelotera  á  pesar  del 
ensayo  del  dúo.) 

Riv.  (a  ella.)  (¡Como    no    tienes  dos  dedos  de 

frente!...) 
GoNZ.         (a  él.)  (¡Como  tú  no  tienes  sentido  común!...) 
M.  COROS     :A  una! 


Riv 


GONZ , 


R'.v. 


GONZ . 

Riv. 

GoNZ. 

Riv. 

GoNz . 


Música 

«No  hiso  más  que  apunta  la  mañana, 
y  amontao  en  mi  jaca  alasana 

me  vine  pa  aquí, 
á  busca  la  carita  gitana 
de  la  mosa  bonita  y  serrana 

que  vive  pa  mí. 
No  hiso  más  que  apunta  la  mañana, 
y  ya  estaba  asoma  á  su  ventana, 

pa  verte  vení, 
la  carita  risueña  y  gitana 
de  la  mosa  bonita  y  serrana 

que  vive  pati.  > 

(  Aparte,  con  viveza.  El  hombre  no  se  puede  contener.) 

i  Y  lo  que  te  digo  yo  es  que  esto  se  va  á  aca- 

l)ar  muy  pronto! 

¡Cuanto  antt^'i  mejor! 

¡Porque  cada  día  estás  más  insoix>rtable! 

¡Y  t\i  más  gi-oserol 

¡Mal  criada! 

;  Chulo! 


—  20  - 

RiT.  «Cuando  me  dises,  luz  de  mi  vía, 

esas  palabras  que  son  de  ¡mié, 

de  güeña  gana,  morena  mía, 
me  comería 

esa  boquita,  qué  es  un  clavó. 
GoNZ .  Siempre  te  he  dicho  que  te  he  querío 

y  que  mi  boca  sólo  sé  abrí 

pa  repetirte,  chiquiyo  mío, 
que  no  te  orvío, 

y  que  no  vivo  más  que  pa  ti.» 

(a  Kivero,  que  se  le  acerca.) 

¡Quítate  de  mi  vista,  golfo! 
Riv.  ¡Si  no  fueras  una  mujer!... 

GoNZ .         ¡No  sería  tu  novia! 
Riv.  ¡Eso  iría  yo  ganando!  ¡Ejem!  ¡ejem!  ¿Lo  ves?' 

¡Ya  estoy  afónico! 
GoNZ.  ¡Me  alegro!  ¡Así  se  te  caiga  la  campanilla! 

(Se  vuelven  bruscamente  la  espalda  en  el  momento  en 
que  prosiguen  cantando  el  dúo.) 

Los  DOS  «Na  en  er  mundo  nos  artera, 

na  en  er  mundo  nos  separa; 
frente  á  frente  y  cara  á  cara 
nos  juramos  nuestro  amó... 

(siempre  de  espaldas,  se  alejan  mucho    el    uno   de    la 
otra.) 

No  te  apartes  de  mi  vera, 

no  me  dejes  un  segundo, 

que  juntitos  en  er  mundo 

hemos  de  viví  tú  y  yo.» 
GoNz.  (Está  fresco,  si  cree  que  voy  á  buscarlo.) 

Riv.  (Lo  que  es  á  mí,  que  me  espere  sentada.) 

GoNZ.  (¡Imbécil!) 

R?lv.  (¡Estúpida!) 

«Sle  pareses  una  rosa 

por  lo  fresca  y  lo  bonita.» 
(¡Es  que  se  está  volviendo  hasta  fea!) 
GoNZ.  «Tú  eres,  niño,  un  só  que  sale 

pa  alumbrarme  á  mí  na  más.» 
(¿Por  dónde  me  entraría  á  mí  este  hombre?); 
Riv.  «Me  dislocan  tus  andares 

y  tu  cuerpo  y  tu  carita. » 
(¡Y  qué  tipo  de  cursi  se  le  va  poniendo!) 
GoNZ.  «Yo  na  más  esto^  contenta 

dondequiera  que  tú  estás. » 


—  21  — 

(^;Por  qué  no  lo  contratarán  para  Buenos 
Aires?) 
íLos  DOS  «Dichoso  en  er  mundo 

quien  tiene  un  queré, 

y  de  ér-<8e  alimenta 

y  vive  pa  é.» 

(Rivero,  que  está  á  la  derecha  del  actor,  pasa  hacia  la 
izquierda,  terminado  el  dúo,  para  irse  á  la  calle.  La 
Gonzalito,  que  está  junto  al  piano,  pasa  á  sentarse 
donde  estaba.  Se  cruzan  ambos  en  la  mitad  del  cami- 
no y  se  hacen  un  mohín  de  enfado  y  de  desprecio. 
Ella  se  sienta  y  él  se  va.) 

Hablado 


M.  COROS  Muy  unidito  que  sale,  muy  unidito...  ¿eh? 
Como  están  ustedes  en  situación...  ¡Ja,  ja!... 
Ali,  ¿pero  se  han  marchado?  (se  queda  sentado 

al  piano  examinando  los  papeles.) 
•<;AMP.  (Por  la  izquierda,  con  don  Eloy.1  No  68  pOsiblc  qUG 

para  mañana  esté  todo  listo. 

JEloy  ¿Por  qué  no,  Campillo?  Créame  usted  á  mí: 

la  obra  va  mañana  perfectamente.  Yo,  como 
director  de  escena,  le  respondo  á  usted.  Lo 
de  la  Zorrilla  ya  está  arreglado,  y  si  la  ca- 
racterística no  viene  hoy,  esta  noche  ensa- 
yamos después  de  la  función  y  mañana  pa- 
samos el  libro  dos  veces. 

-<^AMP.  Bueno,  pues  mire  usted;  vamos  á  ver  en  un 

instante  el  cuadrito  nuevo,  que  es  el  que 

está  peor,  hasta  saber  si  viene  esa  señora. 

ICloy  Corriente.  (Tocando  las  palmas.)  ¡Tcrán!  ¡Pulido! 

¡A  ensayar  el  cuadro  segundo!  (pulido  baja  ai 

proscenio.  Terán  avisa  á  los  artistas  que  nombra.  Man- 
danga sale  por  la  izquierda  y  se  sienta  á  la  derecha.) 

Terán         ¿El  segundo? 

■Camp.  tíí.  Y  á  la  concha,  ¿eh?  (Llamando.)  ¡Pablo! 

Llévese  usted  la  mesa.  (Pablo  le  obedece,  dejan- 
do primero  delante  de  la  concha  los  candeleros  y  el 
manuscrito.) 

""TerAn         Señorita  Corales;  señorita  Gonzalo;   Gomi- 

11a...  (Los  tres  avanzan  ha^ia  el  proscenio.  La  Cora- 
les, por  supuesto,  con  el  perrito.) 


Pul.  (a  Campillo.)  El  segundo  cuadro,  primero^., 

¿verdad? 

Camp.  Si;  es  el  que  está  más  tierno  y  quiero  ase- 

gurarlo. 

PüL.  Está  muy  bien.  Vamos  á  la  concha,  (se  mete 

en  ella.) 

Camp.  Oiga  usted,  Terán. 

Tbrán  Usted  mande. 

Camp.  La  salida  de  Gomilla  déla  usted  por  la  de- 

recha en  vez  de  darla  por  aquí,  (señalando  á  la 

izquierda.) 

TerAn         Perfectamente.  Ah,una  cosa:  el  guardarropa 

quiere  enseñarle  á  usted  varios  chismes. 
Camp.  Después  del  ensayo  los  veré. 

Eloy  A  empezar,  Campillo,  que  se  echa  el  tiempo 

encima.  (Se  sienta  en  el  sillón,  al  lado  de  la  concha 
y  de  espaldas  al  público.  Campillo  se  sienta  en  una 
silla  junto  á  él.  Las  dos  Partiquinas  de  antes,  que  á  la 
cuenta  se  fueron  á  pescar,  llegan  otra  vez  por  la  iz- 
quierda acompañadas  de  un  Pollito  barbilampiño  y  se 
.sientan  con  él  á  la  derecha.  Un  Camarero  viene  por  la 
izquierda  también  y  sirve  un  café  á  varios  de  los  acto- 
res del  fondo.  Después  de  servirlo  se  marcha.  La  Co- 
rales y  la  Gonzalito  esperan  órdenes  delante  de  la  con- 
cha. Gomilla  espera  también  en  segundo  término.) 

Camp.  (a  la  corales.)  Usted,  Mercedes,  ahí,  hacia  la 

derecha,  (a  la  Gonzalito.)  Y  ustcd,  Laurita,  ya 
sabe:  sale  por  la  izquierda  á  las  primeras  pa- 
labras de  Mercedes. 

Eloy  Llevadlo  pansadito,  que  el  cuadro  es  corto. . 

(ai  apuntador,)  Anda,  Pulido. 

Cor.  «Mardigo  mi  suerte: 

ahí  viene  Consuelo: 
la  mujé  que  me  roba  er  cariño 
del  hombre  á  quien  quiero... » 
Camp.  ¡Esa  pronunciación,  Merceditas!...  Esa  jota.... 

La  jota  es  de  Aragón...  No  diga  usté  mujé. 
(Acentuando  la  jota.)  Diga  ustcd  mujé,  mjajé... 

(Pronunciándola  dulcemente.) 

Cor.  ¿Mujé? 

Camp.  Justamente;   mujé...  Si  tiene  usted  facili- 

dad... 
Eloy  Mujé,  mujé... 

Cor.  Mujé... 


-  23  — 

Camp.  \'amos  á  seguir.  (¿Y  no  podría  ensayar  esta 

niña  sin  el  perrito?) 
Cor.  -<En  mala  hora  viene... 

mala  sangre  tengo...» 

(ai  perrito.)  ¿Quieres  estarte  quieto,  Silvelaf 

«Que  no  me  provoque,  que  pase  de  largo 
si  no  quié  jaleo... 
GoNZ.  ¿Til  aquí,  María  Pepa? 

Cor.  Yo  aquí.  ¿Qué  hay  en  eso? 

¿Te  extraña? 
GoNz.  .  Me  extraña. 

Cor.  ¿Me  temes? 

GoNz .  ¡Qué  tonüi! 

(Avanzando  hacia  la  Corales.] 

¡Yo  á  nadie  le  temo!» 
Cor.  (Deteniéndola.)   Hija,  que  vas  á  pisar  á  Sil- 

rela. 
Camp.  i  Pues  señor,  nos  va  á  dar  el  ensayo  el  preni- 

dente  del  Consejo.) 
Cor.  v<Pos  sigue  er  camino 

y  vete  muy  lejos...» 
Camp.  Xo,  no,  no;  lejos  no...  ¡Pícara  jota!  (pron ini- 

ciándola como  antes.)  LejOS...  lejOS... 

Cor.  ¡Ay,  Jesús,  qué  torpeza!... 

Eloy  Lejos...  lejos... 

Cor.  Lejos... 

Camp.  Eso  es:  lejos...  Vamos  adelante. 

Cor.  «Que  yo  no  te  vea,  que  no  se  despierten 

de  pronto  mis  selos.» 

Camp.  i^^^^y  bien!  (Gomilla,  avisado  por  Terán,  sale  por  I& 

derecha  y  se  va  por  la  izquierda  sin  decir  palalirii   ■•mv 
asombro  de  todos.) 

Eloy  Este  Gomilla  es  especial. 

Camp.  ¡Pero,  hombre,  Gomilla! 

GOM.  (Con  gran  amabilidad  y  solicitud.)  Maildc  USted. 

Camp.  ¿Y  el  grito? 

GoM.  Ay,  usted  perdone...  Se  me  ha  olvidado... 

Camp.  ¡Pues  se  le  ha  olvidado  á  usted  el  papel,  (jue 

no  es  más  que  el  grito! 

GoM.  Haré  la  pasada  otra  vez...  Cuanto  más  cui- 

dado pone  uno... 

Camp.  Vamos  un  poquito  atrás. 

Cor.  « Que  yo  no  te  vea,  que  no  se  despierten 

de  pronto  mis  selos.  > 


—  2i  — 

OOBÍ.  (Pasando  de  derecha  á  izquierda  y  gritando  á  la  mitad 

del  camino,  muy  torpe  y  desentonadamente.)  ¡Ah! 

Camp.  ¡Para  darlo  así,  más  valía  que  no  lo  diera 

usted! 
Eloy  Ven  acá,  hombre.  Entérate,  (oomiiia  pone  en 

la  explicación  sus  cinco  sentidos.)  TÚ   eres    amigO 

del  novio  de  una  de  éstas;  sabes  que  son  ri- 
vales; pasas  casualmente  por  la  calle;  el 
verlas  juntas  te  llama  la  atención,  das  un 
grito  de  sorpresa  y  te  vas  á  contarle  á  tu 
amigo  la  novedad.  (Levantándose.)  Mira;  una 

cosa    así...    (Hace  lo  que  cree  que    debe   hacer    Go- 
•  •  .  milla.) 

Camp.  (Levantándose  también.)  No,  110;  permítame  U8- 

ted...  Tampoco  es  eso...  Yo  quisiera  que  el 
«¡ah!»  no  fuese  un  «¡ah!»  tan  pálido  como 
ese,  sino  más  bien  una  cosa  así:  «¡ah!»  Es 
algo  análogo,  ¿sabe  usted?  pero  no  es  lo  mis- 
mo. «¡Ah!»  ¿me  comprende  usted?  en  vez 
de  «¡ah!» 
Eloy  Eso  es  todo:  ya  ves  qué  cosa  tan  difícil,  (se 

sienta.) 

<jrOM.  Yo  procuraré...  Si  uno  pudiera...   Y  usted 

me  dispensará,  señor  Campillo,  (vuelve  á  ha- 
cer la  pasada  y  da  un  grito  como  si  lo  hubieran  pi- 
sado.) 

Camp.  ¡Caramba,  no  es  eso!  ¡Parece  que  lo  han  pi- 

sado á  usted! 

OoM.  No,  pues  jio  me  han  pisado. 

Camp.  ¡  F  ues  lo  parece!  (Aparte  á  don  Eloy.)  (Como  us- 

ted comprenderá,  esto  es  imposiÍDle.) 

Eloy  (Yo  se  lo  ensayaré  en  mi  cuarto.) 

■OoM .  (a  quien  pisa  sin  querer  Terán  el  tra.spunte  al  ir  de  un 

lado  á  otro.)  ¡Ay! 
Camp.  (volviéndose    hacia    Gomilla    de    repente.)    Ahora, 

ahora  ha  salido  bien. 

'GOM.  (Extremando  su  afabilidad.)    PuCS  ahora  CS  CUan- 

do  me  han  pisado,  señor  don  Julio. 
Eloy  Bueno,  sí,  ya  lo  veremos  luego. 

<3rOM .  Crea  usted  que  pondré  cuanto  esté  de  mi 

parte... 
Camp.  Sí,  hombre,  sí. 

<jom.  y  que  tendré  un  verdadera  sentimiento... 

Camp.  Déjese  usted  ahora  de  cumplidos,  (se  sienta.) 


—  25  — 


<jrOM. 


Eloy 
Cor. 

<^AMP. 

<jrONZ. 


•Camp. 

€0R. 


TerAn 


•GOKZ 

Eloy 
Oamp. 


E1.0Y 
Camp. 

<jOM. 

Eloy 
Camp. 


(Retirándose  por    la    izquierda    descorazonado  y  toar- 
chito.)   (¡Dios  mío,  como  me  quiten  el  papel 
me  (ían  la  temporada!) 
Sigue,  Pulido. 

«Y  si  se  desjñertan, 

yo  ¿qué  curpa  tengo? 
¿Tengo  yo  la  curpa?...» 
Me  parece  que  esa  «culpa     ü..  cá  de  usted. 
Yo  creo  que  es  mía.  (a  Pulido.)  Es  mía,  ¿ver- 
dad?... 
«¿Tengo  yo  la  curpa  de  lo  que  ér  me  quiere, 

de  lo  que  lo  quiero? 

Ponte  en  estas  cosas; 

vé  que  no  hay  remedio, 
que  es  un  imposible  lo  que  vas  buscando, 

y  orvíalo  y  déjalo...» 
¡Mucho,  mucho! .. 

«¿Or\darlo  dises? 

¿Deja  de  quererlo?... 
Antes  que  mi  oi-vío,  verás  ajuntarse 

la  tierra  y  er  sielo. » 

Señor  Mandanga.  (Mandanga  se  levanta  y  avan- 
za hacia  el  proscenio  perezosamente.  Suena  un  grito 
destemplado  hacia  la  izquierda.  Todos  se  sorprenden 
y  casi  todos  se  levantan.) 

¡Ay,  Jesúe! 
¿Qué  pasa? 
¿Qué  ha  sido  ellof* 

(saliendo,    sonriente  y  afable,  de  detrás  de  un  trasto.) 

Nada,  señor  don  Julio...  He  sido  yo  ensa- 
yando el  grito. 

Hombre,  pues  vete  á  ensayar  á  la  Plaza  de 
Toros. 

O  á  donde  haya  eco,  y  se  oye  usted  dos 
veces. 

Me  parece  muy  bien...  (Todas  estas  son  in- 
trigas de  Molleja,  que  me  envidia  el  papel.) 

(Vase  por  la  izquierda  lleno  de  pesadumbre.) 

Adelante.  (Gritando.)  ¡Schsssss!  ¡A  ver  si  nos 
callamos  ahí  arriba!  ¡Que  no  nos  entende- 
mos aquí! 

(Dado  a  los  demonios.)  ¡Un  poco  de  Considera- 
ción, señores,  que  esto  va  mañana!...  Pues 
señor,  está  saliendo  el  ensayo  como  una  seda. 


—  56  — 


GONZ. 
CCR. 

Terán 

Man. 
Camp. 


Man. 


Eloy 


GoNZ. 

Cor. 

Camp. 
Eloy 
Man. 


Camp. 
Man. 
Camp. 

Man. 
Camp. 
Man. 


Camp. 
Man. 

Cor. 

GONZ. 

Man. 
Camp. 


«¿De  veras? 

¡De  veras!» 

(Dándole  la  salida  á  Mandanga,  por  la  derecha.) 

«Muchachas,  ¿qué  es  esto?» 

«i Muchachos,  ¿qué  es  esto?» 
¡Muchachas,  hombre!  Y  ya  estamos  mal.. 
Le  he  dicho  á  usted  que  antes  de  decir  ellas 
la  última  seguidilla,  salga  usted  á  la  puerta 
de  la  carpintería  y  se  ponga  á  sacar  virutas. 
A  fin  de  que  se  entere  usted  de  la  reyerta,, 
¿sabe?  Ese  es  el  objeto. 

(Hablando  entre  bostezos.)  Ah,  SÍ,  SÍ;  eS  verdad... 

Se  me  había  olvidado.  Y  es  que  traigo  hoy 

la  cabeza  así...    (Retirase  á  la  derecha  y  finge  cepi- 
llar una  tabla  sobre  un  banco  de  carpintero,  imitando 
con  la  boca  el  ruido  de  las  virutas.) 
(a  las  tiples  ) 

«Verás  ajuntarse 
la  tierra  y  er  sielo. » 
«¿De  veras? 

¡De  veras!» 

(Mandanga  sigue  embebido  en  sus  ylrutas.) 

(a  don  Eloy  )  ¿Usted  ve  esto? 
¡Mandanga,  por  Dios! 

(Entre  bostezos  siempre.)    Ah,    SÍ;    UO  había  OÍdo> 

el  «de  veras».  Usted  dispense.  Como  que- 

no  he  pegado  los  ojos  esta  noche... 

Estudiando  el  papel,  ¿verdad? 

Cabaüto. 

(¡Qué  poca  vergüenza  tiene  este!)   Vamos 

adelante.  Deja  usted  las  virutas  y  dice... 

«Muchachos,  ¿qué  es  esto?» 
¿Otra  vez? 

(Echándole    la  culpa    al   apuntador    y    amenazándolo- 

con  el  puño  cerrado.)  Me  ha  dicho  «mucha- 
chos»... 
Bueno,  siga,  siga. 

(imponiendo  silencio  á  todos,  como  si  en  la  charla  di> 
los  demás  consistieran  sus  equivocaciones.)  ¡fechsSSSI. 

(«¡Er  tío  Caracoles!) 

(¡Er  tío  Caracoles!) 

¿Pendunsia  tenemos?» 
¿Cómo  penduncia?  ¿Pero  qué  es  penduncia^ 
señor? 


—  27  — 


Man. 

Camp. 
Man. 


Camp. 

Man. 
Camp. 
Man. 


GONZ. 

Camp. 

Eloy 

Man. 
Camp. 
Eloy 
Camp. 
Eloy 


Man. 


(a  Campillo,  por  el  apuntador  otra  vez.)    8i   me  ha. 

dicho  penduncia.., 

¡No  hay  quien  diga  eso  en  el  mundo!  ¡Sobre- 
que  usted  debe  saber  que  es  pendencia! 
Y  lo  sé...  lo  que  tiene  que  se  me  olvida... 
Ya  le  digo  á  usted  que  he  pasado  una  no- 
che... (volviendo  á  imponer  silencio.)  ¡SchsSSSSr 
(Suena  un  golpe  de  caja.  A  poco  suena  un  violín,  una 
trompa,  etc.,  etc.  Se  supone  que  van  llegando  al  en8a- 
yo  los  individuos  de  la  orquesta  y  que  prueban  sus  ins- 
trumentos.) 

(¡Adiós!  Ya  está  aquí  la  orquesta  ¡Nos  he- 
mos lucido!) 

«¿Antes  tan  amagas?...^ 
¡Amigas,  hombre! 
Amigas  he  dicho... 

«¿Antes  tan  amigas 

y  ahora  ya  riñendo? 
¡Qué  farta  e  vergüensa!...» 
No,  no,  no.  Esa  «falta  de  vergüenza»  no  es- 
de  usted, 

(a  Pulido.)  ¿De  quién  es  esa  «falta  de  ver- 
güenza?» 

Me  parece  que  es  mía. 
¿La  falta  de  vergüenza?...  Sí,  señor;  de  usted.. 
(Gritando.)  ¡Silencio,  por  Dios! 
Ahora  es  la  orquesta  ya,  don  Eloy. 

(volviéndose  á  los  profesores.)  ¿Tienen  UStcdcS  la 

bondad  de  callar  un  momento?  No  es  más 
que  un  segundo... 

« ¡Qué  farta  e  vergüensa!  ¡Qué  farta  de  pes- 
¡Se  acabó  er  jaleo!  [qui!.... 

(a  la  Gonzalito.) 

Til  por  esa  caye... 
¡Si  hablas,  te  reviento!» 
(a  Campillo.)  ¿Está  ustcd  vlcndo  cómo  me  1«> 

sé?...  (a  la  Corales.) 

«Tú  por  esa  otra.  ¡Como  digas  argo 
pierdes  er  pescueso!...» 

(Se  va  cada  una  por  un  lado,  mirándose  con  gran  en- 
cono. Después  se  sientan  tan  tranquilas  en  los  sitios, 
en  que  estaban  antes  del  ensayo.  A  la  Gonzalito  se  le 
acerca  el  Barbilindo  que  salió  con  las  Partlquinas  y 
principia  á  darle  conversación.) 


28  


¡los  hombres!...» 
¡los  hombres!... >: 
,  ¡las  hembras!...» 


«¡Los  hombres!... 

KlOY  (Rectificándole  ) 

«¡Las  hembras!.. 
Man.  ¡Schsssss! 

«¡Las  hembras!. 
€amp.  ¡No,  por  Dios! 

Man.  ¡En  viniendo  la  orquesta,  es  imposible! 

Oamp.  ¡y  antes  también.  Mandanga!  Cuando  no  se 

estudia.  .. 
Man  .  « ¡  Las  hambres!...  ¡los  hombros! >^ 

•Camp.  Es  menester  dejarlo. 

Man.  «¡Los  si'Zos/...» 

"Camp.  ¡Atiza! 

Man.  «¡Los  selos!... 

¡Ni  Dios  ni  los  santos  mandan  lo  que  m,ondan 
unos  ojos  negros!» 
■Camp.  ¡Apaga  y  vamonos! 

Man  .  ¡Si  lo  sé,  señor,  si  lo  sé!  Lo  que  tiene  que 

con  esta  bulla... 
■Camp.  ¡Maldito  sea  el  demonio! 

Eloy  Mire  usted,  más  vale  dejarlo  todo  para  la 

noche. 
Camp.  Sí,  mejor  será;  porque  si  no  le  voy  á  dar  un 

tiro  á  ese.  (Mandanga  se  lo  lleva  aparte  ) 
JElOY  (Refiriéndose  á  la  orquesta.)    QuC    ensayen  estoS 

lo    que    les    dé    la    gana,    (ai  Maestro  de  Coros.) 

Maestro. 
M.  coros    ¿Es  á  mí? 
lÜLOY  ¿Me  hace  usted  el  favor  de  ir  á  Contaduría 

y  decirle  al  maestro  Benítez  que  ya  están 

aquí  los  profesores? 
M.  COROS     Ahora  mismo.  Sí,  porque   se  hace  tarde. 

(Vase  por  la  izquierda.  Don  Eloy  se  acerca  al  grupo 
de  la  derecha.  Terán  se  va  al  foro.  Por  la  izquierda 
sale  el  Guardarropa  con  una  listita  y  espera  á  que 
Campillo  acabe  de  hablar  con  Mandanga.) 

Man.  Usted  no  juzgue  de  mí  por  los  ensayos;  ya 

sabe  usted  que  yo  me   reservo  y  que  luego 
hago  cosas. 
■Camp.  (¡Pero  qué  cosas  haces,  canalla!) 

Man  .  Además — y  esto  quédese  para  nosotros — le 

advierto  á  usted  que  aquí  el  qvie  no  corre, 
vuela.  ¿Vio  usted  el  detalle  que  se  me  ocu- 
rrió el  otro  día  de  rascarme  un  alón  contra 


—  á9  — 

la  Gonzalito?  ¡Pues  ya  me  lo  copió  ayer  su 
novio  I 
Camp.  ¡Bah! 

GuaR.  (Qwe  habla  con  acento  catalán.)  ¿Me  permití  USted 

un  instante,  don  Julio? 
Camp.  ¿Qué  hay? 

Man.  (Marchándose  por  la  izquierda.)  ¡Ni  me  hllCe  CaíiOÍ 

¡Mátese  usted  estudiando  para  esto!  Me  voy 
á  tomar  media  copa  filosóficamente.  (Liega  por 

la  izquierda  un  Maldiciente  y  se  une  a  Habichuela. 
Dios  los  cría  y  ellos  se  juntan.) 

GuAR .  Terán,  el  traitspunti,  me  ha  entregado  una 

liste  de  las  coses  que  ]iasi7i  falte  para  el  es- 
treno. 

Camp.  Naturalmente. 

GüAR.        "Bien,  csc«c/íemi  usted. 

Camp.  Diga. 

GuAR .  Estos  palillos  que  poní  aquí,  ¿qué  son? 

Camp.  Pues  eso,  paüllos;  castañuelas,  vamos. 

GuAR.  ¡Ahí  ¡castññueles!...  ¡Eso  ^s  otra  cose! 

Camp.  Palillos  les  dicen  en  Sevilla.  ¿Usted  qué  ha- 

bía traído? 

GuAR .  ¡Miri!  ¡qué  hahie  de  traer!  ¡Palillos  de  dientisf 

Camp.  ¡Jesúsl 

GüAR.  (Leyendo  en  la  lista.)    Y    CStas    CüñeS    que    dísi y 

¿qué  son? 

Camp.  ¡Pues  hombre,  cañas! 

Guau.  ¿Cañes  de  qné? 

Camp.  ¡Cañas  de  manzanilla,  señor! 

GuAR.  ¡Acabáramos:  vasos!...  ¡Yo  Jidbíe  traído  cañes 

de  pescar! 

Camp.  ¡Ave  María  Purísima! 

GuAR .  Como  en  la  obre  se  habla  tanto  del  Guadal- 

quivir... 

Camp.  ¡Ya!  ;  ¡Señor,  que  nos  traduzcan  á  este  Guar- 

darropa ó  estamos  perdidos!) 
.  GuAR .  Escuchi;  otra  cosite.  ¿La  cábese  de  toro  diseca-^ 

de  para  el  terser  cuadro,  tieni  que  tener  mu- 
chos cuernos? 

Camp.  Dos,  nada  más. 

GuAR .         Me  refiero  al  tamaño.  Porque  sabrá  usted 
q\ie  tingo  una  de  un  heserrete... 

Camp.  Esa  no  sirve.  ¿No  ve  usted  que  se  dice  que 

t.<  la  cabeza  del  toro  que  cogió  al  Tato? 


—  30  - 


OUAR. 

Camp. 
M.  BsN. 

GüAR. 


Berm. 


Camp. 
M.  Ben. 
Berm, 


M.  Ben. 
Berm. 
M.  Ben. 

Berm. 


Camp. 

M.  Ben. 
Berm. 


¿Y  qué  tieni  que  ver?  Puede  ser  la  cálese  del 
mismo  toro,  disecada  cuando  era  joven. 
¡Vamos,  quite  usted  de  ahí!  (a  Benitez,  que  sale 

con    el  Maestro  de  Coros,  por  la  izquierda.)    Antes 

que  se  me  olvide,  maestro. 

(a  la  orquesta.)  Bueiias  tardes,  señores,  (a  cam- 
pillo.' ¿Qué  pasa?  (siguen  hablando  bajo.) 
(Retirándose  hacia   la   izquierda,  por  donde  se  va,  le- 
yendo en  la  lista.)  «Un  cuerno  de  case  que  sueni 
bien...  dos  piques...  cuatro  banderilles...  un  ca- 
poti  de  lujo...»  Esto  sigurísimamenti  es  un  im- 
permeable...   (Aparece  Rivero  por  la  izquierda.  No 
hace  más  que  llegar,  y  repara  en  que  la  Gonzalito  está 
de  palique  con  un  Pollo.  En  el  acto  se  pone  á  pasear 
como  fiera  enjaulada.  El  Pollo  lo  ve,  se  le  abren  las  car- 
nes, se  levanta,  se  despide  y  se  va.  Entonces  Rivero  se 
sienta  hecho  un  energúmeno    al   lado    de    su  novia  y 
principia  entre  ambos,  bien  que  por  lo  bajo,  la  cuarta 
pelotera  del  día.  Mientras  todo  esto   ocurre,  llega  Ber- 
mejo con  una  catedral  encima,  como  siempre.) 
(Por  la  izquierda,  abalanzándose  sobre  Benítez  y  Cam- 
pillo.)   ¡Traigo  encima   la  catedral   de  Cór- 
doba! 
¡Adiós! 

¿Hay  novedades? 

No  me  faltaba  más  que  un  dolor  de  muelas, 
y  ya  lo  tengo.  Con  el  contratiempo  del  pa- 
dre, se  le  ha  puesto  un  carrillo  así  á  la  carac- 
terística... 

¿Cuál  es  el  contratiempo  del  padre? 
Que  anoche  se  murió. 

¡Canastos!  ¡á  cualquier  cosa  le  llama  usted 
contratiempo! 

¿Y  cómo  estreno  yo  con  el  carrillo  así?  Por- 
que no  exagero,  señores;  tengo  el...  tiene  el 
carrillo  así. 

(Estallando.)  Bueno,  pucs  mire  usted,  queri- 
do Bermejo;  el  que  no  estrena  ni  con  el  ca- 
rrillo así,  ni  con  el  carrillo  asá,  hasta  que  la 
obra  no  esté  lista,  soy  yo.  ¿Usted  va  á  en- 
sayar la  orquesta,  maestro? 

Ahora  mismo.  (Baja  á  la  orquesta  y  ocupa  la  si- 
lla del  Director.) 

¿Entonces  con  el  libro  ya  hemos  acabado? 


—  31  — 

"Camp.  Por  esta  tarde  sí. 

íBbrm.         (Dando  voces.)  ¡Se  puedeii  marchar  los  que  no 

tengan  música!  (Oir  estas  sencillas  palabras  y  lar- 
garse como  por  encanto  los  aludidos,  parece  obra  de 
brujas.  Quedan  en  el  escenario  la  Gonzalito,  la  Corales, 
con  el  perro  y  con  su  Papá,  Rivero,  el  Maldiciente  y 
Habichuela,  don  Eloy,  Campillo,  Bermejo  y  el  Maes- 
tro de  Coros.  Se  colocan  casi  en  fila  delante  de  la  ba- 
tería. La  Gonzalito  y  la  Corales  sentadas.  Los  demás, 
á  excepción  de  Campillo  que  se  sienta  en  la  concha, 
de  pie.) 

M.  COROS     Primero  ensayaremos  sin  voces,  ¿verdad"? 
M.  Ben.      Si  señor,  primero  sin  voces. 

Pulido  (sacando  la  cabeza  por  la  concha.)  PcrO  COn  VOCes 

luego,  ¿eh? 

.M,  Ben  .  Sí,  sí,  quédese  usted.  El  ensayo  sin  voces  se 
acaba  pronto.  Vamos  á  ello,  (puudo  se  queda 
en  la  concha.')  Número  uno.  No.  Veremos  an- 
tes el  intermedio.  F,\  número  cuatro,  (co- 
mienza el  ensayo  de  orquesta.  Todos  escuchan  con 
gran  atención.  Benítez  es  de  los  que  se  hacen  polvo 
dirigiendo.)  = 

HaB.  (a  poco  de  empezar  la  orquesta,  aparte    al    Maldicien- 

te.) (¿De  dónde  es  esto,  chico?) 

MaLD.  (a  Habichuela.)  (De  Pavsifal.) 

'M.  Ben.  (Dejando  de  improviso  de  dirigir  y  dando  golpes  con 
la  batuta,  lo  mismo  ahora  que  siempre  que  tiene  que 
rectificar,  en  el  atril,  en  la  concha,  en  la  batería  y  en 
todo    lo    que   le    coge  á    mano.)  No,   no,  no,   110... 

¿Qué  dicen  ahí  los  violines  primeros? 
Yio.  1."       Re  mi. 
M.  Ben.      Pues  es  re  fa. 

Vio.  1.°         Ya  me  había  chocado.  (Enmienda  el  papel.) 

M.  Brn.  Adelante.  Vamos  á  la  letra  A.  (a  ios  vioiines.) 
Y  llevadme  esto  muy  sueltecito...  saltando  el 

arco...  (Sigue  la  orque.sta.) 

Cor.  ¡Qué  bonita  frase! 

Berm.  ¡Preciosa! 

Hab.  (Al  Maldiciente.)  (¡De  El  Rey  que  rabió!)  (non 

Eloy  y  Campillo  llevan  el  compás  de  la  "música  con  la 
cabeza  y  hacen    signos   de    complacencia.    Rivero  y  Ik 
(íonzalito,  pelean  acaloradamente.) 
Jn.  Ben  .        (suspendiendo    el  ensayo  de  nuevo.)  A  VCr,   á  ver, 

á  ver...  ¿Qué  dice  el  bombo?  (ei  Bombo  da  don 


—  32    - 


Berm. 
M.  Ben. 
Hab. 

M.Ben. 


Cor. 
M.  Ben, 


Eloy 

EVAR. 

Berm. 

M.  COROS 

Camp. 
Mald. 
M.  Ben. 
Hab. 

Mald  . 
Hab. 

Mald. 

GONZ. 

•  Riv. 


golpes  con  ]os  platillos.)  ¡BoiTe  usted  todo  esof 
¡Están  bien  los  papeles,  hombre!  (a  Bermejo.)- 
¡Y  es  ya  la  segunda  vez  que  pasamos  esto! 
Como  se  ha  copiado  tan  deprisa... 
¡Como  se  ha  copiado  tan  mal! 
Maestro,  que  ha  dicho  usted  que  va  á  ensa- 
yar sin  vocesJ 

También  he  dicho  que  no  es  hora  de  chis- 
tes. (La  Gonzalito  se  levanta  y  se  sienta  en  medio  del 
escenario.  Poco  después  se  le  une  su  novio  y  conti- 
núa la  pelotera.  Benltez  ,  dirigiéndose  al  Bombo,  que 
ha  estado  enmendando  el   papel,  le  dice:)  ¿EstamOS 

listos?...  Pues  vamos  á  seguir.  A  la  letra  B. 

¡Venga!  (principia  á  dirigir  é  inmediatamente  se    in- 
terrumpe.)  Esperar  un   momento,  que  tengo 
aquí   otro   disparate,  (corrige  ios  papeles.)  ¡Qué 
fatiga!  ¡Estoy  sudando  como  un  pollo! 
En  mi  cuarto  te  espero,  papá,  (se  levanta  y  se 

va  con  el  perrito.) 

Bueno,  todo  el  número.  A  ver  si  lo  sacamos 
bien.  ¥A  principio  lo  quiero  muy  fuerte.  ¡Pan- 
pa-pa-pan!   ¡pan-pa-pa-pan!  ¡A    una!  (Tocan 

todo  el  número.  Benítez,  de  cuando  en  cuando,  tararea 
ó  dice,  segim  las  exigencias  de  la  música,  algunas  de 
estas  frases:  «¡Piano!»  «¡Más  piano!»  «¡Fuerte,  fuerte!»' 
«¡Conmigo  todos!»  «¡Pianísimo!»  etc.,  etc.  A  la  conclu- 
sión, aplauden  con  entusiasmo  los  personajes  que  están, 
en  la  escena.  Y  quiera  Dios  que  aplaudan  también  los 
que  estén  en  la  sala.) 

¡Admirable  maestro! 

¡Divino,  maestro! 

Este  se  repite:  pongo  la  cabeza,  maestro. 

Es  una  monada,  maestro. 

Mucho  carácter,  ¿eh? 

Y  mucha  originalidad. 
Gracias,  señores,  gracias. 

(ai  Maldiciente.)  (Tiene  algo  de  Las  Campanas 
de  Car  ñon. 

Y  de  Las  Campanadas. 

Y  de  Campanero  y  sacristán. 

Y  de  Ld  campana  de  Huesca.) 

(Dando  un  grito  agudísimo  y  contrayéndose  en  la  silla 
presa  de  un  ataque  nervioso.)  ¡Ay! 
(Alarmado.)    ¡Laura!   ¡Laura!    (Todos   acuden.    La 
Gonzalito  chilla  á  más  y  mejor.) 


33  — 


Berm. 

Eloy 

Camp. 

M.  Ben. 

Pul. 

Hab. 

M.  COROS 

Hab. 

M.  COROS 

Mald. 
Riv. 
M.  Be:í. 
Berm  . 

Eloy 
Hab. 

Camp. 

M.  COROS 

Riv. 

Camp. 
Evar. 
Berm  . 
M.  Ben. 
Hab. 
Riv. 
Camp  . 

M.  Ben. 
Hab. 

GUAR. 


Camp. 


¡Adiüsi!  ¡Me  dio  el  ataque! 
¡Kl  ataque! 
¡Por  vida!... 
^;Qué  su(íede? 

(Saliendo  ¡i  Ratas  de  la  conclm.)  ¿Qué  OCUrre? 

(a  grito  herido.)  ¡Un  duro!  ¡un  duro! 

^;Para  qué? 

¡Para  separarle  los  dientes! 

¡Bah! 

¡Aflojarle  el  corsé! 

¡De  ninguna  manera! 

(saltando  al  escenario.)  ¿Qué  ha  sido  ello? 
¡Agua!    (Corre  por  ella  y  vuelve  á  poco  fion  un  feo 
tijo  y  im  vaso.) 

¡Venga,  agua! 

¡Un  duro!  ¡un  duro! 

¡Pablo! 

¡Aire!  ¡aire! 

¡Éter! 

flDónde  hay  éter? 

¡Mi  nina  tiene!  ¡Voy  por  él!  (vase  comei.iío;    . 

(Saliendo  )  ¡Ya  la  tengo  mala  para  tres  dlasL .. 

¡Tirarle  del  dedo  de  enmedio! 

¡Un  duro!  ¡un  duro! 

¡Es  mucho  carácter  de  mujer!  ; 

(A  Bcnitez.)  ¡Esto  cs  imposiblc  quc  se  estrene 

mañana! 

¡Imposible! 

(convencido  de  que  el  duro  está  verde.)  ¡Una  pCSO  ' 

ta!  ¡una  peseta  para  los  dientes! 

(Aeereándo.se  á  Campillo  con  un  capot j  do  torero,'  «tos 
Ijandcrillas  y  tm  cuerno  de  caza  que  suena  á  demonios.) 

¿Sirvirá  Iñen  esti  cuerno  de  case?  (Toca  fuerte.} 
¡Hombre,  déjeme  usted  á  mí  de  cuernos 

ahora!  (Todos    se    asustan    menos    la  Gonzalito,  <ini^ 
Mígiic  con  el  ataque,  chilla   que    chilla,    scrabramlo  ií» 
i'onsternacióu  en  el  ánimo  de  los  autores  de  la  obra  jL' 
echando  otra  catedral  sobre  los  hombros  de   Borroejo. 
<'a<'  i-iii>ifttiiiicntc  1-1  iciiin.)  •     ;  í 


—  :-4  — 


Cuadro  segundo.  — El  Purgatorio 

KI  iiiitiiuo  esciíuario,  momentos  aiUL\s  ile  emi>n/,ar  el  estreno  ile.  la 
Obra  (le  Campillo.  En  la  segunda  caja  el  telón  de  foro  visto  por 
'totrás.  Delante,  hacíala  derecha  del  a'cítor,  un  'practicable»  larffo 
y  alto,  con  escalera  á  la  izquierda,  que  sirve  para  dar  acceso  A 
uriH  ventana  que  hay  en  el  telón.  A  la  derecha  del  'practicable-, 
suspendida  de  una  escalerilla  de  tijera,  una  campo  na.  S.  la  iz- 
(^nierda,  arrimada  al  telón,  una  mesa  de  pino  sin  pintar,  con  los 
•  oxchivaehes  de  guardarropía  necesarios  para  el  servicio  de  la  es. 
(•Á\n&:  una  botella  y  uh  corcho  mojado,  un  vaso  de  u.mia,  un  inn/.o 
V  una  regadera,  (l) 


Apjtnxie  en  escena  Campillo,  nervioso  y  desasosegado,  hablaudo  con 
tlAbichuel»  y  con  Lozano.  Dos  ó  tres  Carpinteros  concluyen  de  ase 
t;tirar  el  «practicable»  y  apoco  se  van.  Oyese  dentro  acompasado 
♦♦aimoteo  y  bastoneo  con  que  significa  su  impaciencia  el  .supuesto 
público. 


Hak, 
Oamp. 
t.o¿. 
€am:p  . 

IIkrm  . 
Tekán 
Bkrm  . 


Yo  lo  que  to  di|í(>  que  has  lieehí)  muy    nui! 
on  poner  tu  nombre  en  los  carteles. 
Pero  homl>re,  ¿por  qué?  ¿l''>s  acaso  un  crimen 
escribir  comedias? 

No  es  un  crimen,  pero  tienes  niuclios  envi- 
diosos. 

l/os  envidiosos  sal)en  siempre  de  quién  son 
las  obras.  Además,  yo  quiero  que  si  alguno 
pide  la  cabeza  del  autor,  sepa  (jue  pide  la 

mía.  (siguen  hablando  bajo.) 

(por  la  derecha.)  ¡Tcráu!  ¡Tcrán!  ¿Dónde  se  ha 
metido  Terán? 

(Por  la  izquierda,  con  el  libro  de  la  obra  en  la  mano.) 

Aquí  me  tiene  usted. 

¿Cuándo  empezamos,  hombre?   ■ 


(ij  Conviene  simular  en  la  parte  izquierda  del  telón,  y  por  me- 
>\\o  de  gasa,  una  puerta  vidriera,  á  fin  de  que  lleguen  bien  hasta  el 
í»úbUco  todos  los  nuidos  de  dentro.  La  gasa  debe  pintarse  de  oscuro 
4>«n-a  que  no  se  vean  las  figuras  que  haya  detrás. 


—  35  — 

Terán  En  cuanto  esté  vestida  la  Corales. 

Berm  .  Pues  dale  prisa,  por  Dios  vivo,  que  son  kw 

diez  3'  el  público  está  impaciente,  (vase  xeran 

por  donde  salió.) 

Camp  .  Oiga  usted,  Bermejo. 

fiERM.  Amigo  don  Julio,  me  traen  frito.  ¡Tengo  en- 

cima la  catedral  de  Utrera!  ;^Va  apagándose  len- 
tamente el  rumor  del  público.) 

Oamp.  ¡Hombre,  si  en  Utrera  no  hay  catedral!  ¡No 

me  ponga  usted  más  nervioso  que  estoyl 
¿Ha  venido  el  el  burro? 

Berm  .  81,  señor. 

Camp.  ¿Es  de  confíanza? 

Berm.  ¡Pues  ya  lo  creo!  No  tengan  sted  cuidado  que 

los  burros  siempre  lo  hacen  bien...  ¡8i  todos 

fueran   burros!  (Vase  por  la  izquierda.) 
Voz  (Dentro,  hacia  la  derecha.)  ¡PeluquerOOO...! 

Pel.  ¡\  aaa...!  (Atraviesa   corriendo  de  izquierda    á   den- 

cha,  con  una  maquinilla  de  alcohol,  unas  tenacillas  y 
una  peluca  en  la  mano  ) 

Sixto  (Por  la  derecha  i  ¡Gracias  á  Dios  que  lo  encuen- 

tro á  usted,  hombre!... 

<Jamp  .  Hola,  don  Sixto. 

Sixto  ¿Qué  es  eso?  ¿miedo? 

Camp.  ¡Pchs!... 

Sixto  Vamos,  déjese  usted  de  tonterías...  ¡Si  usted 

triunfa  siempre!...  He  oído  decir  que  la  obra 
es  preciosa.  Sólo  el  chista  del  bizcocho  vale 
el  dinero. 

Camp.  Muchas  gracias. 

Sixto  Alii  estamos  todos:   ¡cada  uno   con  un  pito 

asi!...  ¡Ja,  ja,  ja!... 

Camp.  (¡Qué  ocurrente  es  el  hombre!) 

Sixto  Fíjese  usted  cuando  salga  á  escena,  en  la 

(juinta  fila  de  este  lado...  Mi  suegi'a,  mi  su»'- 
gro,  mis  cuatro  chicos,  mi  señora...  ¡Ja, 
ja.  jai 

C.*MP.  ¡Toda  la  fila! 

Sixto  Í*or  cierto  que  lo  de  .hteinta  ha  sido  un:i  u- 

meridad. 

Camp,  ¿Pues  <|ué  le  pa.sa? 

Sixto  Nada,  (jue  se  empeñó  en  venir...  y  en  ese 

(oslado. .  y  tan  adelanta<la...  ¡usted  calcule!.  . 
No  es  el  primer  estreno  en  que  da  á  luz,  no 
crea  usted  ..  ¡Mi  Nicolás  nació  en  Eslava! 


—  36  — 

Camp.  ¡Ave  María  Purísima! 

Sixto  ¿Pero  quién  le  quita  el  capriehito  de  la  ca- 

beza? ¡Ja,  ja,  ja!  ¡Qué  don  Julio  este!  (vuelve» 

¡i  oirse  dentro  palmas  y  bastones,  que  á  poco  cesan.) 
CaST.  (l'or   la   derecha,  vestida   de    mono    sabio.)    ¿EstOY 

bien,  don  Julio? 

Camp.  Estás  encantadora,  hija  mía.  ¡Ojalá  estuvie- 

ra yo  tan  bien  como  tú! 

Cast.  ^;Tiene  usted  miedo?  A  ver  el  pulso.  ¡Huy, 

qué  poco  hombre  es  usted! 

Camp.  ,íSí?  Pues  ponme  la  mano  en  el  corazón. 

(^Castlta  le  obedece.) 
TerÁN  (Atravesando  la  escena  á   toda   máquina  de  izquierda 

á  derecha.)  ¡Que  vamos  á  empezar! 

Camp.  ¡Atiza!  (üel  salto   que  da,  está  á  punto  de  caerse  so- 

bre Castita,  qiie  le  observaba  el  corazón.) 

Cast.  ¡Ay,  por  Dios,  don  Julio! 

Terán         (Detrás  del  telón.)  ¡Fuera  todo  el  mundo  de 

escena! 
Cast.  Aquí  hay  una  que  estorba.  Buena  suerte, 

don  Julio.  (Vase  por  la  izquierda.) 

Hab.  Adiós,  chico...  (Abrazándolo.)  ¡No  te  digo  nada! 

LOZ.  Conque...    (Abrazándolo    también.)    ¡No    te    digo 

nada! 
Sixto  ílo  mismo.)  ¡Bueno,  pues  yo  tampoco  le  digo 

á  listed  nada!    (Se  van  ios  tres  por  la' derecha.) 
BkRM.  (Por  la  izquierda,    cruzando  el  escenario  muy  aprisa  y 

deteniéndose  un   instante  con    Campillo.)    ¡L/Oll    Ju- 

lio,  qué  entradón!  ¡Se  ha  vendido  hasta  la 

silla  del  bombero!  (Vase  rápidamente  por  la  de- 
recha. La  orquesta  principia  á  tocar  los  compases  co» 
que  se  supone  que  comienza  el  estreno.) 

Camp.  (suspirando.)  ¡Ay!  Ya  ha  empezado  la  orques- 

ta... ¡No  es  mala  orquesta  la  que  tengo  y<> 
en  mi  interior! 

GOM.  (Por  la  izquierda,  de  sacristán.)  ¿Le  pareZCO  á  US- 

ted  bien,  don  Julio? 
Camp.  Perfectamente.  ¿Tendrá  usted  tiempo  pavn 

cambiar  de  trajes? 
GoM.  De  sobra,   don  JuUo.   Buena  í^uerte,  don 

Juho.  (Vase  por  donde  salió.) 
Cor.  (Por  la  derecha,    vestida  con  el  traje  propio  de  la  mu- 

jer del  pueblo  andaluz.)  ¿Qué  tal,  don  Julio? 

Camp.  (sin  saber  lo  que  dice.)  Admirable,  don  Julio... 

(Aplicándole  al  cigarro  la  boquilla,  á  guisa  de  fósforo.) 


—  37  — 

<JoR.  ¿Pero  qué  hace  usted,  hombre?  ^;\'a  usted  si 

encender  el  cigarro  con  la  l)oquilla? 
Camt'.  Es  verdad...  no  doy  pie  con  bola.  (Enciende  ei 

cigarro.  Suena  un  timbre  eléctrico.)  ¡JeSÚS  me  val- 
ga! (Tira  el  cigarro.)  ¡.\rribael  telón! 
-Cor.  (Llamando.)-  ¡Maestro! 

M.  CDROS      (Por  la  izquierda,  con  un  guión  de  música  en  la  mano. ' 

Aquí  estoy,  aquí  estoy. 
■Camp.  ¡Ay,  Dios  mío!  ¡No  quisiera  más  sino  que  el 

púbhco  viera  lo  que  sufre  uno!  (suena  dentrc 

un  aplauso  nutrido.) 

<^OR.  Parece  que  les  ha  gustado  la  decoración. 

■Camp.  ¡Como    que  es   preciosa!   Empezamos  co)i 

buena  estrella.  (Enciende  otro  cigarro.) 

Terán  (por  la  izquierda.)   Señorita  Coralcs,  arriba. 

(Vase  por  la  derecha.) 

M.  COROS    Pues  este  dúo  de  Mercedes  y  la  Gonzalito 

tiene  que  aplaudirse  á  rabiar. 
Oamp.  ¿Dirige  Benítez? 

M.  COROS     ¡Claro! 
Cor.  (subiendo  al  «practicable..  I  Y  (pie  se  ha  venid<t 

con  el  chaqué  de  los  grandes  éxitos. 

Al.  coros      (Mirando  á  la  escena  por  un  agujero  del  telón.)  AllO- 

ra  empieza  ella.  Yo  le  daré  á  usted  la  en- 
trada, (campillo  se  va  por  la  derecha,  abstraído.  El 
Maestro,  colocado  de  espaldas  al  pié  de  la  escalera  i>or 
donde  se  sube  al  «practicable»,  lleva  el  compás  de  la 
música  con  el  brazo  derecho,  é  indica  á  la  Corales, 
dando  vueltas  cómicas,  cuándo  debe  cantar.) 

Música 

XjONZ.  (Cantando  dentro.) 

«Der  queré  yo  me  alimento: 
no  hay  cosa  como  er  queré: 
vivo  porque  estoy-  queriendo. 


tCOR.  (  En  el  «practicable-,  a.somaila  a  la  vt'iitaii; 

Er  queré  me  da  desgano: 
no  hay  pena  qomo  iT  queré: 
er  queré  me  está  mátaijido. 


GÓNZ. 


—  38  — 

No  me  cambio  por  la  reina: 

la  reina  tiene  su  trono 

y  yo  tengo  quien  me  quiera. 


Cor. 


Por  un  probé  yo  me  cambio: 
á  un  probé  le  dan  limosnas 
V  á  mí  naide  me  base  caso. 


GONZ. 


Ayi  viene  qviien  yo  quiero: 
ya  están  mis  ojos  asules 
más  alegres  que  está  er  sielo. 


Cor. 


Ayi  viene  quien  yo  adoro: 
.  ya  están  mis  ojos  yorand(\ 
ya  están  de  luto  mis  ojos. 


GONZ. 


Lo  quiero  más 
que  á  la  Virgen  de  los  Reyes 
que  está  puesta  en  el  arta. 


Cor. 


Lo  quiero  yo, 
como  ar  Cristo  de  la  Sangre 
que  es  mi  devosión  mayó. 


GoNZ. 


Lo  quiero  más 
que  á  la  luz  con  que  lo  veo. 
que  al  aire  pa  respira. 


Cor. 


Lo  quiero  yo, 
como  á  las  noches  la  luna, 
como  á  los  días  er  só. 


GoNZ. 

Cor. 


Lo  qúieío  porque  es  mi  gusto, 
porque  es  mi  gusto  quererlo. 
Lo  quiero  porque  es<;apricho, 
porque  es  capricho  que  tengo. 


-  39  - 

GoNz.  Lo  quiero  porque  es  mi  arma 

Cor.  Lo  quiero  porque  es  mi  sueño.        ,  ,  \; 

GoNZ.  Lo  quiero  porque  me  quiere.  .    ..;: 

Cor.  í^o  quiero  porque  lo  quiero.» 

(Ojese  dentro  una  verdadera  ovación.  «Tampillt».  «aje 
por  donde  se  fué,  rozagante  y  alegre.  La  Coralcn  y  ©> 
Maostro  .«jonríen  satisfechos.) 

Hablado 


M. CORCS 

Cor. 

M. COROS 

Camp. 
Berm. 


Camp. 

M. COROS 

Caup. 


Hab. 
Camp. 

tjAB. 

Camp.. 

Hab. 

Camp. 

Hab. 

Camp. 

Hab. 

Camp. 

Hab. 

Camp. 


^,Ve  usted?  ¿Qué  dije  yo  antes?  ..,,■. 

(Desde  arriba.)  Vamos,  hombre,  cambie  nHt^i<^ 

de  cara. 

¿No  oye  usted  cómo  silban?  j.JeJ 

¡.Je!  (Tira  la  colilla.)  V^  que  trajín  buen  vino. 

(Enciendo  otr»  cigarro. ) 

(.\trHvosando   el  escenario  de    deredia    á   iüqnierdu   y 

dándole    una    palmaditH    á    Campillo   en  la  espaldi./) 

¡Tengo  un  jefe  de  claque  que  vale  un  milJ^ÓM^ 

¡Bravo!  ¡bi-avo! 

A  ])edir  de  boí-a,  don  Julio,  (vase  por  la  ¡t»»- 

recha .) 

Vamos  á  ver  esta  escenita.  (se  mete  debajo  «ft 

j)ractical)le",  y  desde  allí,  con  la  oreja  pegada  al  tcWu. 

íignni  escuchar  lo  que  pasa,  dentro. —Se  oye  una  carce.- 

j.Hda. )  ¡Hombre,  les  ha  hecho  gracia  lo  de  Ion 
merengues!  ¡C'uánto  me  alegro!  (Animándome;) 
("on  el  bizcx)clio  van  á  echar  líis  tripas...  (I'ü'^u 

Terán  de  izquierda  á  derecha.) 

(Por  la  derecha,  despavorido.)  ¡Cllico!  jjulio! 

(Alarmado,  saiieiKio  de  debajo  del  "practicable.. )¿^IJIV 

hay? 

Te  doy  el  pésame. 

¡(.aramba! 

¡Vienen  de  uñan! 

¡Pero  hombre! 

¡Vienen  de  uñas,  créeme  á  mí! 

í*ero  si  han  aplaudido  y  se  ríen  y... 

No  te  fíes:  ¡vii'ncn  de  uñas! 

Pues,  (tilico,  yo... 

¡Vienen  de  ÜMs!  Cuando  yo  te  lo  digo..,  Jf^»^ 

va  «¡orriendo  por  donde  salió.)  ^ 

(Por  la  izquierda.)  ¿Qué  CS  e80?¿0CVirre  algO? 

(Tirando  el  cigarro  )  ¡QuC  Vienen  de  UfíOS! 


40  — 


Bkrm.  j Ríase  usttid! 

Camp,  No,  que  se  ría  el  públieo  es  mejor. 

Berm  .         ¿Reírse?  ¡Ya  verá  usted  eon  lo  del  bizcocho? 

(Vase  por  la  derecha.) 
(Jamc.  (Nerviosísimo  y  haciendo  visajes.)  ¡Canario,  me  ha 

^  .       .:;...,;      descompuesto  ese!  (Enciende  otro  cigarro.) 

Tbrán         (por  la  derecha.)  Señorita  Corales,  prevenida. 

Camp  .  '  (volviendo  debajo  del  «practicable.)  (JorQO  no  en- 
tren en  esta  escena,  mcí  van  á  tirar  hasta  los 
palcos. 

TerÁN  (Dándole  la    salida  á  Iti    Corales  y  yéndose  eú  .seguid» 

■''■■■■•'         '      por  la  izquierda.)  '  • 

«Felises,  tío  Caracoles.» 

Cor.  (Asomándose  á  la  ventana  del  telón  y  ñgurándó   ftue 

"   '  •  habla  con  alguien.  Las  ijatisas  que  la  actriz  debe  hacer 

se  indican  cerrando  las  cAnillas  del  dialogo.) 

«Felises,  tío  Caracoles;  • 

■  •  téngalos  usté  mu  güenos.?^ 

(^«P:   ■■  ■  {Quieren  chistes  hasta  en  el  preludio!  (Tira  ci 

cigarro  con  coraje.) 

Cr»R-.'  ?  '  «No  me  diga  Usté  esas  cosas, 

que  miste  que  no  lo  creo...» 
Oam*",-       ■  A  ver,  á  ver  la  res])ue,sta  de  Mandanga,'  ([Utí 

„  ■>;  ..:  ;.  ,:..■.  es  \in  chiste.  (Pausa  breve.  Escucha  emocionado  y 
■traga  saliva.)  ¡No  se  han  reído!  (Trata  de  liar  un 
cifiíarró,  y  se  le  deshace.) 

'        «Pa  desirme  cómo  soy, 

tengo  en  mi  cuarto  un  espejo. » 
«¿De  veras?»  «¡Jesús,  qué  guasa!» 
■    «¿Que  no  es  guasa?  ¿Pues  qué  es  eso?)^'  • 
'A'ver,  á  ver...  Este  eí?  otro  chiste...  (se  píñie  •»' 

esperar  la  carcajada  del  público,  y  nada,  el  público  no 
tiene  á  bien  soltarla.  Vuelve  á  tragar  saliva. ;    ¡Tátrt-^ 

poco  se  han  reído!  ¡Se  me  está  poniendo  líirV 

gusto  de  boca!...  (Quiere  reliar  ótró  i  cigarro  y  he  W 
deshace  también.)  ■'  'i  ■  '''■•''■' 

Cok  .  «  Varaos,  ¿quiere  usté  cayarse?...       . !  /  í  i 

'    ''     Si  tengo  ojeras,  las  tengo  '  i  '  '  ■  •  ' ' 

porqué...»  «¿Cómo?»  «No;Mjo  mío,  •' ' • 

queno  esporfartadesueñioL.»        u..'> 

^iÍMI». :;;'■■'  -(boii  gran  ansiedad.)    ¡A  Ver!    ¡Este'  68   decislvW 

(vuelve  a  escuchar  con  el  alma  en  \m  hilo,  y  no  traga 

'''.''•■•  '•''  ¡más  saliva  porque  ya  no  le  queda.)  ¡DibS  del  tfil^lw 

•    jtampoco!        •  ) 


f"  .>'■  i 
Cok'" 


míÁvi 


-  41  — 
BfRM  .  (Por  la  derecha,  acercándose  á  Campillo,  cousternado.) 

¿Ha  visto  usted?  ¡No  han  cogido  lo  del  biz- 
cocho! 

€amp.  ¡No,  s(íñor!  N'aya  usted  ii  entender  al  pü- 

bUco... 

Berm  .  r:Yo  qué  he  de  ir  ahoray. . 

Camp.  Ay,  ay,  ay,  ay...  Ipaiadoiindo.^  Me  sabe  la  boca 

á  pasta  de  libro.  ^Enciende  otro  cigarro.) 

Berm  .  (Yéndose  por  la  izquierda.)  Indudablemente  vie- 

nen de  uñas. 
OoR.  «Mi  novio  es  un  pajarito, 

un  canario  mu  flamenco. » 

(Sale  Terán  por  la  izquierda  con  toda  la  rapidez  que 
su  cojera  le  permite,  coge  la  botella  y  el  corcho  y  trepa 
por  la  escalera  del    ])raeticable»  hasta  ponerse  al  lado 
la  tiple.) 
"C'aMP.  (Muerto  de  miedo  é  inquietísimo,  se  bebe   el  vaso   (\f 

agua  que  hay  encima  de  la  me.sa.)  Lo  que  eS  COmo 

esto  no  varíe... 
«Cor.  «Por  mi  salú  se  lo  juro.» 

«¿Quié  usté  oirlo?»  «¡Ya  lo  creo! 
En  mandándoselo  yo...» 
«Sí,  señó,  sí;  va  usté  á  verlo. 
;A  quién  le  cantas,  presioso? 

(Tirándole  un  beso  á  Terán,  como  si  fuera  el  pájiuo. ) 

«¡Echa  un  cantesito,  sielo!» 

i  Terán,  refregando  el  corcho  mojado  contra  la  botelln, 
imita  el  cantar  de  un  canario.) 

c  ¡Jajay !  ¡qué  bonito  eres! 
8o  guasón,  ^.lo  está  usté  oyendo? 
Hi  con  esta  gloria  raía 
hay  pa  ganarse  er  dinero.  > 

(Terán  refriega  el  corcho  inútilmente.) 

«:No  te  cayes  tú,  mi  arma.» 
Terán         (Muy  apurado )  ¡Si  es  que  el  corcho  no  suena! 
Uo».  « ¡Canta  más!  ¡Toma  otro' beso! » 

(l.e  tira  otro  Ikíso  ú  Terán  y  este  consigue  hacer  sonar 
el  corcho  de  nuevo.  Se  oye  una  carcajada.) 

€amp  .  Me  parece  que  han  tomado  á  broma  lo  tiét 

pajarito.  (Tétdn  eeisa  en  su.s  funciones  de  canario  y 
baja  á  dej«r  la  l»otella  y  el  corcho  sobre  la  mesa.) 

<JüR.  '  ¡  Ay!  Ese.  pyobe  es  el  único 

que  á  mime  quiere.  >>  « No  entiendo... > 

(Terán  coge  el  mazo  y  se  pone  junto  á  la  campana  dis- 
puesto á  tocar. ) 


—  44  — 

'<  Justo,  á  armorsá  fuera  e  casa 
pa  irnos  á  los  toros  luego... 
Mu  pronto  vendrá  la  gente... 
¿Quiere  usté  vení?.. ; »  «  Lo  siento. » 

(Principia  Tcrán  á  dar  las  doce,  como  si  tuviera  printr 
j)or  concluir.) 

«Las  (lose  ya.»  ., 

CaMP.  (Reconviniéndolo  bruscamente    eo    voz    baja.)    jMáf 

despacio,  hombre,  más  despacio! 

TerAn  (sobrecogido,  mientras  toca.)  ¿Qué? 

Camp.  ¡Que  más  despacio! 

Terán         ¿{.Aiántas  van? 

Camp  .  ¿Pero  no  lo  sabe  usted? 

Terán         (Azoradísimo.)  He  perdido  la  cuenta...  ¿Cujíij- 

tas  van? 
Camp  .         (lo  mismo.)  ¿Cuántas  van? 
Berm  í         (por  la  izquierda,  furioso.)   ¡Canastos,   que  vai 

quince  lo  menos!  ¿Qué  hora  es  esa? 
Camp.         ¿I. o  ve  usted? 
Terán         ¡Usted  tiene  la  culpa! 
Camp.         ¿Yo? 

BeRM.         .    (Empujando  á  Terán.)  ¡No    disCUtir    allOra!  (Va««r 
por  la  derecLa  y  Terán  por  la  izquierda.) 

Cor.  «Ahi  vienen  j'a  los  seis  coches... 

Sarga  usté  á  la  puerta  á  verlos...» 

(Oyese  lejos  ruido  de  cascabeles,  que  va  acentuándost 
á  medida  que  se  supone  que  los  coches  avanzan.) 

«Toito  lo  me  jó  que  hay  ; 
en  er  barrio,  viene  en  eyos... 
¡Vaya  unas  jacas  bonitas; 
vaya  unos  adornos  güenos; 
vaya  grasia,  vaya  gusto 
y  vaya  un  cascabeleo! » 

IerAn  (Pasa  al  trote  de  izquierda  á  derecha,    sacudiendo  lof^ 

cascabeles  de  un  collerón  que  lleva  al  cuello  y  de  otrpe 
dos  que  saca,  uno  en  i;ada  mano,  y  seguido  de  un  <ihl 
quillo  que  imita  con  unas  tabletas  los  chasquidos  deí 

látigo.)  ¡.Jiá,  jiá!  ¡Coronela!  ¡Jiá,  jiá,  jiá! 
Cor.  «La  caye  se  viene  abajo 

der  rulo  y  del  estruendo.  >; 
«Ya  se  paran  á  la  puerta. 
Me  voy  ar  patio  ar  niomento.» 

(cierra  la  ventana  y  baja  del  «practicable.»  Cesa  el  rui- 
do de  los  cascabeles,)     ... 


43  — 


Camp. 
Cor. 

Camp. 


Cor. 


Bravo,  bravo.  Muy  bien,  Mércedita.^. 
La  batalla  es  nuestra,  Campillo.  ¡Si  vi«'ra- 
usted  qué  buen  vino  tajten! 
^;Sí?  No  lo  había  conoároo.  Voy  arriba  á  ob- 
servar. (Trepa  por  la  escalera  del  «practicable i  y  »«• 
pone  á  mirar  al  público,  entornando  la  puerteoilla  4e 
la  ventana.  Inmediatamente  enciende  un  cigarro. : 
(Yéndose   por  la   izquierda.)    ¡Papá!...    ¡SUvelaf... 
(Detrás  del  telón  se  oye    el    rumor    peculiar  del  Con*- 
' ruando  sale  á  escena  con  alegría.) 


Música 


Coro  «  Ya  está  aquí  la  gente  mosa 

de  la  Macarena: 
si  es  que  hay  pena  en  esta  casa. 

se  acabo  la  pena. 
Er  que  quiera  divertirse, 
véngase  á  mi  coche, 
y  estaremos  de  jarana 
jasta  media  noche. 
Ellos  Niña,  beba  usté,  que  es  esto 

lo  mejó  de  España. 
No  me  jaga  usté  un  desaire; 
tome  usté  una  c^a. 
Ellas  Er  viniyo  es  una  cosa 

que  no  se  indigesta, 
conque  vamos  á  animarnos 
;  y  á  empesá  la  fiesta.» 
Camp.  ¡Pero  qué  bonito  es  este  coro!  (Llevado 

í-'ntusiasnio  por  la  música,  canta  con    el   Coro   lo  qn» 
sigue.) 

Coro  >  Camp.     «Su  traguito  e  mansániya, 
toa  la  que  se  aguante; 
su  |)oquito  e  guitarreo, 

su  poquito  e  cante.»  .,•.  í 


Camp.  ¡Ole!  ¡ole!  Vamos  á  ver  el  tango  ahora.  (ko»d 

pe9  lap  palmas  el  acompañamiento  de  un  tango.  í'ani- 
pillo  observa  desde  la  ventana.) 


—  44  - 

^  'í>'-  Ay,  mamita,  mamita  mía, 

toa  la  gente  dise  que  tengo 
la  ígnita  como  una  rosa, 
los  Ojitos  como  luseros; 

carita  blanca, 

pelito  negro, 

anda  grasioso, 

bonito  cuerpo. 
■'••  Ay,  mamita,  mamita  mía, 

ay,  ¿de  qué  me  sirve  á  mí  eso, 
si  no  logro  yo  que  me  quiera 
er  mosito  porque  me  muero? 

¡Ay,  yo  tengo,  mare, 

mucho  que  yorá! 

Gómprame  pañuelos 

de  á  medio  rea. » 

Camp .         ¡Esto  electriza  al  público! 

^^Ro  «Eya  tiene,  mare, 

mucho  que  yorá; 
cómprale  pañuelos 
de  á  medio  rea.  > 

Oamp.  Ahora^ viene  la  malagueña:  ¡vale  poco!  :Y 

que  no  la  canta  bien  la  chiquilla! 

^ONz.  «De  alegría  me  muriera 

si  yo  supiese  de  ti,  '■ 

que  er  día  que  yó  me  muera, 
vas  á  derrama  por  mí 
uña  lágrima  siquiera.  V 

<Jamp  .  ¡Ole!  ¡ole!  ¡olel  (oies  y  palmas  dentro. ) 

€oRo  «Remojemos  las  gargantan 

■  y  siga  ér  Jaleo, 
Venga  un  poco  de  paliyos 
y  de  bailoteo.  ^       " 


—  45  —    ■<% 
(Pítimas,  castañuelas  y  una  copla  de  sevillanuy.) 

GoN'/ .  :<No  tengo  más  que  un  cariño, 

pero  con  uno  me  basta; 
que  cuando  er  cariño  es  grande, 
con  ér  se  vena  toa  el  arma.  > 


Camp.  ¡Ay,  cómo  bailan  esas  dos  criaturas!  ¡Hay 

que  verlas,  señores,  hay  qiJÉ  verlas!  (Entusía» 

mado  con  el  baile,  y  sin  darse  cuenta  de  ello,  se  le  van 
los  pies  y  baila  un  poco  al  compás  de  la  copla.  Tennis 
nada  la  música,  se  oyen  palmas,  oles  y  vivas,  confun- 
didos con  bravos  y  aplausos  del  supuesto  público.) 

Hablado 

GoM.  ( Por  la  derecha,  llamando  á  su  criado,   que  es  un  chi- 

«luillo,  y  quitándose  la  ropa  á  toda  prisa.)    ¡Trajanc  »I 

¡Trajano! 
Camp .  (Maquinaimcnte.)  PÍO,  felice,  triunfador  Trajano... 

TrAJ.  {Por  la  derecha.)  Aquí  |g|gy. 

(íoM.  No  te  muevas,  que  vWm.  hacerme  falta.  Ten 

ahí.  (Le  da  la  sotana  y  se  queda  vestido  de  guardiii 
municipal,  con  un  abrigo  que  le  cubre  hasta  los  pies. 
Trajano  va  entregándole  todo  lo  que  le  pide  y  Gomillu 
poniéndoselo    muy    aprisa  )    Dame     el     bigote.  . 

Dame  la  gorra...  Dame  los  guantes...  Dame 

el  sable..'.  ¡Hala!  (Vase  á  todo  correr  por  la  izquier- 
da, seguido  de  Trajano.) 
CaMP.  (Lleno  de   júbilo    en    su    observatorio.)    Hombie, 

liombre...  esto  va  para  arriba...  ¡Cómo  se 
ríen!...  (Aplauden  dentro.)  ¡Uii  aplauso!  ¡Caram- 
ba! ¡qué  cara  se  le  ha  puesto   á   Romillol 

(Aplauden    nuevamente.)     ¡OtrO    aplaUSO!    ¡otro! 

¡"^'a  se  entusiasmaron!  ¡ya  son  míos!...  Ro- 
millo  va  á  quedarse  en  el  sitio.  ¡Compadre, 
({ué  bastón  tnie  aquél  de  la  cuarta  fila!  De- 
bía haber  comprado  una  butaca  para  el  biu^- 
tón...  No,  pues  el  de  al  la(|¿  tampoco  viene 

solo,  (suena  otro  aplauso  dentro.)  ¡Duro  y  á  la 
(íabeza!  (Se  oye  una  carcajada.)  f;PerO  dc    qUÓ  "SC 

ríen  ahora?...  Ah,  sí...  Se  ríen  porque  han 
ban  mojado  á  Mandanga...  En  cuantí)  fasti- 
íHan  á  cualquiera,  ¡cómo  goza  el  público!... 


.      —  46  — 

¿Y  quién  será  aquél  qué  se  muerde  las  uña*! 
de  las  dos  manos?  (Nuevo  aplauso.)  ¡Otro  másl 
¡otro  más!  Ya  esto  es  vivir...  ya  esto  es  otra, 
cosa. . . 

TerÁN'  (Por  la  derecha,  corriendo  hacia  la  izquierda,  i  ¡C^(>r<» 

general!...  ¡Prevenido! 
Oamp.  ¡Terán! 

Terán         ¿Qué  quiere  usted? 
Camp.  Mucho  cuidado  con  ese  rumor. 

Trrán         Descuide  usted,  don  Julio,  (ai  coro,  que  emi)it-- 

■/.&  á  asomar  por  la  izquierda.)  ¡Vamos!  ¡Todos 
(.íOnmigo!  (Marchan  todos  detrás  de  Teráu,  hacia  la 
derecha,  queriendo  imitar  con  voces,  írritos,  risas,  et- 
cétera, el  rumor  de  una  multitud  regocijada;  lo  que 
tiene  que  lo  hacen  tan  mal  que  parece  van  rezandn, 
Campillo  se  da  cuenta  y  grita:) 

Oamp.  ¡Más  alegría!  ¡más  bulla!  ¡Si  es  gente  que 

va  de  fiesta,  señores!...  (e1  coro  general  atíplala 

voz.)  ¡No,  hombre,  no!  ¡que  no  se  trata  de 

un  motín  de  verduleras!  (vuelven  á  hacerlo  tan 
mal  como  empezaron  y  se  van  iior  la  derecha  para  no 
volver.  Mieairás  cruzan  la  escena  salen  por  la  derecha 
dos  Tramoyistas  que  retiran  por  el  mismo  lado  la  es- 
■  calerilla  con  la  campana,  y  otros  dos  que  se  llevan  por 
la  izquierda  la  escalera   del   «practicable.»)  ¡Jll   COr(>- 

general  me  pone  los  pelos  de  punta!  ¡Qué 
mal  lo  hace  siempre!  Sin  embargo,  esto  mar 

cha,    esto  marcha...    (suena    un    aplaviso  tuerte,  i 

¡Digo  si  marcha!  La  claque  se  está  despachan- 
do á  su  gusto.  (Pasa  Terán  corriendo  dos  reces  con- 
•secutivas  de  derecha  á  izquierda  primero,  y  de  izquier- 
da á  derecha  después,  cogiendo  esta  tiltima  y  llevándose 
la  regadera  que  hay  en  la  mesa.)  Y  luCgO  dirán  qUíí 

el  éxito  se  debe  á  los  amigos...  ¡Pues  á  nin- 
guno de  la  claque  conozco  yo!...  (ovación  pro 

tongada  dentro  y  gritos  de  "¡El  autor!  iel  autor!»)  ¡Me 

llaman!  ¡me  llaman!...  ¡Se.han  vuelto  locos!.. 
¡Y  cómo  aplauden!.,  ¡cómo  aplaude  todo  el 
mund».  Dios  mío! 

(JiONZ.  (Por  la  derecha.)  ¡Campillo!  ¡Campillo! 

Oamp.  ¡Aquí  estoy! 

GoNz.  ¡Ande  usted,  que  le  llaman! 

Oamp.  ^'^Oy  allá,  (corre  á   bajarse  del  'practicable»  y  al  en- 

contrarse sin  escalera   se    detiene    de   pronto.)    T*ero 

¿quién  ha  quitado  la  escalera'?... 


-  47    - 


GONZ. 

Camp. 
Berm. 

Camp. 
Berm. 

Camp. 

iÍLOV 

Berm  , 

GoNZ. 

Oamp. 
Berm. 


GONZ 

Eloy 

GONZ. 

Eloy 
Camp. 
Berm. 
Camp 


Berm. 
Camp. 

GoNZ. 

Camp. 

GoNZ. 

Berm. 

GoNZ. 

Eloy 


GONZ. 


¡Por  el  otro  lado! 

(corriendo  aturdido.)  ¡No  la  hay  tampOCO! 

(Por  la  derecha.)   ¡Vamos,  Campillo!  ¡que  se 
cansa  t:l  aplauso!  ¡Vamos  pronto! 
^Venga  la  escalera! 
¡Tírese  usted! 
¡Un  demonio! 

(por  la  izquierda.)  ¡A  cscena,  Campillo!  ¡que  le 
llaman! 

¡Adrián!  ¡la  escalera  á  escape! 
¡La  escalera! 

No    hay   cuidado;   siguen,   siguen    aplau- 
diendo... 
¡Esto  es  dinero  que  se  me  va  de  la  taquilla! 

(Un  Tramoyista  pone  una  escalera  en  el  «practicable». 
Campillo  baja  á  saltos  y  se  lo  quieren  llevar  entre  to 
dos  apenas  cae  al  suelo.)    ¡Ande  USted,  por  Dios 

vivo! 

Ande  usted... 

Vamos  ya... 

Vamos... 

Vamos,  hombre... 

Deje  usted  que  me  (][uit€  el  gabán. 

¡Con  gabán  y  todo,  señor! 

¡De  ninguna  manera!    (Le  da  el  sombrero  á  Ber 

mejo,  el  cual  se  lo  pone,  y  trata  de  quitarse  el  gabán. 

Don  Eloy  y  Bermejo  le  ayudan  para  que  acabe  ante.s, 

y  .se  llevan  la  americana  adherida  a  él.) 

(Muy  impaciente.)  Ay,'  ay,  ay... 

(En    mangas  de    camisa,    (¡ogiendo  de   una  minio  á  ln 

oonzaiito.)  ¡Andando! 

Pero,  (lá  dónde  va  usted  íisi'f 

¡Digo!  ¿Y  mi  americana? 

¡La  americana! 

Aquí  estíi...  Tome  usted... 

¡Pronto!  ¡pronto! 

¡Qué  diablo!  (Entre  todos  le  ponen  la  americana, 
mientras  lo  empujan  hacia  la  izquierda,  i>or  donde  aft 
van.  La  ovación  de  dentro,  que  ha  Ido  apagándose  dii 
rante  estos  últimos  Incidentes,  se  redobla  cuando  8o 
supone  que  Campillo  ha  salido  á  escena.  Cesan  Iok 
aplausos  y  vuelven,  por  donde  se  fueron,  la  Gonzallto, 
Bermejo,  Campillo  y  Terán.) 

¿Lo  ve  usted,  hombre,  lo  ve  usted? 


-  48 


Camp.  (Agobiado.)  Ay,  ay... 

Berm.  ¿No  le  dije  á  usted  que  esta  noche  tenia  yo 

un  éxito? 
Camp.  Usted  y  yo. 

Terán         ¿Admite  usted  ya  la  enhorabuena? 
Camp.  Aun  es  pronto,  aun  es  pronto... 

TerAn  (Dando  un  salto  y   marchándose  apresurado    por    lu 

izquierda.) 

¡Caray!  ¡la  salida  de  la  Corales! 
Berm.  Corra  usted,  hombre,  no  tengamos  ahora... . 

(Se  va  detrás  de  Terán.) 
GONZ.  (Asomándose  á  la  derecha.)    ¡Juana!    (Sale  Juana.y 

Las  flores...  el  mantón  de  Manila...  (Le  da 

.luana  ambas  cosas  y  se  las  pone.)  ¿Queda  bien? 

Juana  Si,  señora. 

GONZ.  Veamos.    (Se  van  por  la  derecha  la»  dos.) 

Camp.  7        1  Respirando  con  desahogo.)  ¡Ay,  corazóii...  ensán- 
chate! ¡Ya  tienen  madre  mis  chiquillos! 

HaB.  (Por  la  derecha.)  ¡Julio,  Julio! 

Camp.  ¿Eres  tú?  ¿Qué  quieres? 

Hab.  (Abrazándolo.)  jUn  abrazo  ante  todo!  (con  mu 

cho  misterio.)  ¡Te  la  están  destrozando!  ¡Qué 
comiquitos! 

Camp.  ¿Cómo? 

Hab.  ¡y  no  has  debido  salir! 

Camp.  ¿Por  qué,  hombre? 

Hab.  ¡i 'orque  vienen  de  uñas/ 

Camp.  ¿Qué  han  de  venir  de  uñas? 

Hab.  ¡Ño  has  debido  sahr,  yo  te  lo  digo! 

Camp.  Pero... 

Hab.  ¡íla  molestado  tu  salida!  ¡No  has  debido  sa- 

lir! ¡Vuelvo!   (Vase  como  alma  que  lleva  el  diablo.) 

Camp.  Este  se  ha  propuesto  amargarme  la  noche. 

Terán  (Por  la  izquierda,    dejando   un    ramo    de    flores  en  la 

mesa.)   ¡Canastos!    ¿quién  se  ha    bebido   el 

agua? 
Camp.  ¿Qué  agua?  Y''o,  yo  he  sido... 

Teran  ¡Pues  vaya  un  chasco  si  no  lo  veo!  Voy  á, 

necesitarla  en  seguida...  El  botijo  tendrá... 

n  (Vase  corriendo  por  la  derecha.) 

GOM.  (por  la  izquierda,   siempre   muy    aprisa.)    ¡TrajanO; 

¡Trajano!  (Sale  Trajano.)  Toma.  (Se  quita  el  abri- 
go y  queda  de  torero  en  .traje  de  luces.  Se  pone  la 
mofla,   cambia   el  kepis   por   la   montera  y  se  echa  al 


i't 


iniiiinn»  r/  c.iiiou'  lio  iiijo,    sin  iicoriiarst-  dul    biuotc  iii 

.le  los  guantes.)  TíMi  ahí  el  kepis...  Dame  la 
iiKjña,..  Dame  la  montera...  Dame  el  eáphf^:. 
Camp.  En  esta  salida  es})ero  un  aplauso. 

GOM.  ¡Hala!  (ai  ¡r  á  marcharse  j)or  la  izquierda  sale  Ber 

mcjo  y  ¡o  detiene.) 

Berm.  ¡Eh,  eh!  ¡Monsieur  Robert!... 

GoM.  ^;Cómo?  ¿es  á  mí? 

'BsRM.  ¡Quítese  usted  el  bigote,  hombre  de  Dios! 

¡Y  losguantesi 

GoM.  ¡(  h'isto!  ¡es  verdad!  (Se  ios  quita  y  se  ios  da  á  Ti!. 

jano.) 

Camp.  ¡Por  poeo  me  hunde  usted  la  obra! 

GOM.  (Yéndose  por  la  izquierda.)  Ustcd  disimule.  Aufíí* 

uno  tan  atolondrado... 
líEKM.  ¿Eh?  ¿qué  es  eso?  ¿qué  pasa  en  él  público?'  ' 

TeRÁN  (Por  la  dereeha,  con  un  botijo  en  la  mano.)    Ull  nlñO 

que  está  llora  que  llora.  (Llena  ei  vaso  de  asrtu» 

y  se  va  por  la  izquierda.) 

Camp.  ¡Maldita  sea  su  estampa! 

Berm.  ¡Que  se  lo  lleven  á  la  cuna,  señor! 

Camp.         ¡Lástima  de  sarampión  á  tiempo!  (Ladra  un 

perro  dentro.) 

Berm.  ¿Quién  ladra,  hombre? 

Camp.  ¡El  jícrrito  de  la  Corales,  (¡uc  lo  han  pisado! 

Berm.  /SV/y^/a.?  ¡(Jue  lo  maten  3'a!  ■' 

TerAN  (Por  la    izquierda,    muy  apurado.)    ¡Ea!    ¡ahOra    61 

burro  no  anda! 
Camp.  ¿í  kuiio  que  no?  ¡Estamos  perdidos!  '^ 

Berm  .  ¡Todos  son  obstáculos!  (se  van  por  la  ¡zquícrd» 

los  tres,  y  á  i)oeo  asoma  por  el  mi.4mo,  lado  Bermejo 
tirando  de  una  cuerda.)  ¡Arre,  buiro!  ¡Palo,Ílom- 

bre,  palo  ahí!  » 

Camp.  (Dentro.)  ¿Como  se  llama  este  borrico? 

Terán  (ídem )  Salcroso.  ,  ■ 

Berm.  ¿,SalerosoV  (fon  dulzura.)  Pues  anda,  Salerosa. 

¡Que  si  (pñercs!   ¡Nada,  que  nos  hunde  Iíí. 

obra!  '-* 

Camp.       '  ¡Arre,  borrico!  O 

Berm.  V^amos,  ya  an*anca.  ¡Leña,  leña  en  él!...  (saie 

por  fin  el  burro  con  un  Racionista  encima.  BcrmeíD 
tira  de  él  y  Campillo  lo  sigue,  animándolo  con  fra««» 
cariñosas.  Terán  no  cesa  de  pegarle  palos.)         «'         ' 

Rac.  ¡Bueno,  sí,  leña,  pero  al  burro  solo! 


50  — 


(ÍAMP. 

Bkkm  . 
Oamp. 
Terán 

Oami'  . 


Camp. 
Bf.rm. 
Camp. 
Berm. 

0,AMP. 

Berm 


CíMP. 

Berm. 
Terán 
Camp. 
Cor. 

E'/AR. 

.Elcy 
Berm  . 

GONZ. 

Berm. 

Camp. 

Eloy 

Berm. 

Camp, 

Cor. 

OONZ. 

.Berm. 
Camp  . 
Cor. 
Berm. 
Teran 

■GONZ. 

Elov 
Berm  . 


Anda,  Saleroso;   anda,   hijo  mío...  Si  tú  te 
sabes  el  papel... 
¡Salerooooso! 
Anda,  anda... 

Vamos...  ya  va...  ya  va...  (Desaparecen  por  la  de 
recha,  con  el  burro,  todo.s  menos  Campillo.) 

Digo,  ¿eh?  Cuando  creía  uno  estar  ya  segu- 
ro ..  (Suspirando.)  ¡A}''!' 
(saliendo  despavorido    por    donde  se  fué.)    ¡Esta  BÍ 

que  es  gorda! 

¿(\)mo  ésta?  ¿Qué  ocurreV 

¡Que  se  me  apaga  la  luz! 

¡Corcho! 

¡Mírelo  usted!...  ¡ya  está!   ¡Nos  quedamos  á 

oscuras! 

¡Maldita  sea  mi  suerte! 

¡\'ela,s!  ¡velas!  (Cran  confusión,  carreras  y  gritos, 
de  doreclia  á  izquierda  y  de  izquierda  á  derecha,  de 
todo.s  los  ■|:)ersonajes  que  intervienen  en  el  diálogo. 
Protestas  y  silbidos  dentro.) 

¡Velas  en  seguida! 


erai"i! 


¡Ya  está  armada  en  el  púhli(ío! 
¡Dios  mío  de  mi  ahna! 
¡Qué  conflicto! 

(con  el  perro  en  bi.izos.  !  ¡(^né  coiillicto! 

¿Qué  hacemos? 

¡Velas!  ¡velas! 

¡Velas! 

Digo,  ¿eh?  ¡Flojo  escándalo  hay! 

¡Bermejo!  ¡velas! 

¡Que  salga  uno  y  diga  que  esperen! 

¡No,  hombre,  que  va  á  ser  peor! 

Pero  ¿V  esas  velas? 

¡Vela¿! 

¡Terán! 

¡Campillo! 

¿Qué? 

¿Ha  visto  usted  qué  oportunidad? 

Ya  parece  que  vuelve... 

Sí,  sí,  ya  vuelve... 

Ya  hay  luz... 

Calma,  calma... 

Ya  pasó...  ya  pasó...  ¡Silencio  ahora? 


—  ?,« 


Camp.  j.-^miHMi!...  ]Iay  ]>ara  darí^e  un  liru...  (Disirai- 

do,  principia  otra  vez  á  beberse  el  agua  dol  vaso.  T«*- 
rtin  lo  vo  á  tiempo  y  lo  ataja  ron  un  grito  en  seco.) 

Terán'  ¡No  se  boba  usted  el  agua! 

Camp.  (Asustado.)  ¿Qué  tiene? 

Tekán  ¡Nada!  ¡Pero  me  hace  falta  ahora  mismo! 

(Coge  el  vaso  y  se  va  corriendo  por  la  izquierda.) 

Camp.  ¡Bueno,  pero  no  es  preciso  asustar!  (suena  un 

tiro  de  pronto.  Todos  dan  un  salto,  i 

Cor.  ¡   .    , 

Bkrm.  ¿Qué  es  eso? 

Camp.  ¿Quién  ha  dado  el  tiro? 

Eloy  ¡8i  el  tiro  es  luego! 

Camp.  ¡Hombre,  pues  (|ue  le  peguen  otro  al  que  lo 

ha  dado! 

Terán  (saliendo  a  escape  por   la  izquierda  y  yéndose  por  el 

otro  lado  )  ¡.Mutación!  ¡que  va  á  empezarla 

orquesta!    Snena  un  timUr,'  elócirico/i 

BfRM.  ¡Mutación! 

Cor.  ¡Papá!  ¡i)ap;i! 

Camp.  ¡Silencio! 

GoNZ.  Por  aquí,  por  aquí... 

EiüY  ¡No  alborotar! 

Camp.  (Tropezando  con  Bermejo.)  ¡A}^!  ¡Me  ha  reventa- 
do usted! 

Ber.m.  Usted  dispense. 

Tkam.  ¡Cuidado!  ¡(jue  atropello  á  uno!  (so  \an  unos 

por  un  lado  y  otros  por  el  otro,  mientras  salen  dos 
Tramoyistas  por  la  derecha  con  uu  trasto  inmenso,  y 
están  li  punto  de  magullar  á  rainpillo.  Este  huye  del 
trasto  y  se  pone  delante  de  él,  á  tiempo  que  otros  dos 
Tramoyistas  salen  también  por  la  derecha  con  otro 
trasto,  en  el  que  hay  pintado  el  escapare  de  una  tien- 
da y  que,  por  de  contado,  es  transparente  en  parte, 
y  lo  cogen  entre  uno  y  otro,  cerrándole  la  salida  por 
la  derecha.  Al  través  de  la  vidriera  del  escaparate  se 
ve  á  Campillo  luchar  por  salir,  en  tanto  que  los  Tra 
nioyistas  .«e  cuí-aminan  hada  la  izqnierda.) 

(yAMP.  jElí!  ¡(|ue  me  matan  ustedes! 

Berm.  ¡Quíte.^e  usted  de  enmedio! 

Camp.  ¡Oiga!  ¡otros  dos!  ¡Hombre!  ¡liombre! 

HaB.  (Por  la  derecha,  como  loco.)  ¿Diiude  está    Campi- 

llo? (Lo  ve  detrás  del  escuparate  y  le  habla  siguién- 
dolo.) ¡Escucha! 


-  52  — 

Camp.  ¡No  me  da  la  gana! 

Hab.  ¡La  cfa'jue  va  á  reventarte! 

Camp.  ¡Mejor! 

Hab.  ¡Vienen  (Je  uñas! 

Camp.  ¡Vete  á  paseo! 

Berm.  ¡Yo  no  sé  ya  las  Catedrales  que  lengo  enci- 

Jlia!...  (Cae  rápidamente   un  telón   oon  los  siguientes 
telegramas:) 


Director  £¿  bombo  inofensivo. 

Acaba  verificarse  estreno  La 
Trianera,  letra  Campillo,  mií- 
sica  Beultez.  Éxito  as'ímbroso. 
Partitura  joya.  Repetidos  to- 
dos los  números.  J.ibro  joya. 
Aplaudidos  todos  los  chi>tcs. 
Decoraciones  joyas.  Autores 
aclamados,  51  sali  las  escena. 
Obra  para  rato.  -  J'angloss. 


Director  La  bilis  revuelta. 

En  este  momento  termina 
representación  La  Trianera, 
libro  Campillo,  música  Benítez. 
Éxito  desdichado,  á  pesar  es- 
fuerzos claque  y  amigos.  Música 
insoportable.  Ningún  número 
repetido.  Chistes  indecentes 
protestados.  Divididas  opinio- 
nes. Autores  no  salieron  esce- 
na. Confío  m'-ñana  escándalo 
gordosegunda  representación. 
— Ángel. 


Director  La  cabeza  á pájaros. 

Estreno  La  Trianera,  letra 
Campillo, solfa  Benítez,  fracaso 
tremendo.  Libro  extraordina- 
riamente aplaudido.  Música 
aplaudida  extraordinariamen- 
te. La  obra  no  dará  dinero,  á 
pesir  brillante  éxito  alcanzado. 
El  Pérez  mordido  perro  calle 
Salitre  no  soy  yo. — Pérez. 

Director  La  olla  de  grillos. 

Vengo  presenciar  estreno  Za 
Trianera.  í-ibro  maestro  Bení- 
tez admirable.  Mú-;ica  Campillo 
pési  1  a.  Benítez  aplaudido  ta- 
blas. Campillo  no  diiigió  or*- 
questa  por  estar  enfermo  cata- 
rro. La  acción  desarróllase 
Madrid.  Decoraciones  vistas  de 
Sevilla  soberbias.  Gallito  y  Al- 
gabeño,  superiores  Muruves 
bravísimos.  Caballos  23.  — 
Chorlito. 


—  o3  - 


Cuadro  tercero.— La  ghna 

Saloneillo  del  mismo  teatro.  A  derecha  ó  izquierda,  en  primer  térmi- 
no, dos  pabelloncitos,  cuyas  puertas  de  entrada  están  la  una  fren- 
te á  la  otra.  El  de  la  derecha  del  actor  es  el  cuarto  de  la  Corales 
y  el  de  la  izquierda  el  de  la  Gonzalito.  Muebles  y  decorado  distin- 
tos. El  saloneillo  tiene  salida  por  detrás  de  ambos  cuartos.  En  el 
foro  está  el  de  un  actor  cnal<iuiera.  A  un  lado  y  otro  de  la  puerta, 
divanes  rojos.  En  las  paredes  retratos  de  autores  dramáticos  y  de 
mi'isifos. 


Al  empezar  el  cuadro,  (tinco  minutos  despui-s  del  estreno,  aque- 
llo hierve  materialmente. 

En  el  cuarto  de  la  Corales  están  ella,  su  Papá  y  el  perrito; 
dos  Amigas  y  tres  Admiradores.  En  el  de  la  Gonzalito,  ella,  su 
Sfamá,  un  Crítico,  dos  Abonados  y  un  Viejo  elegante.  En  el  del 
foro,  autores  y  amigos  de  Benítez  y  Campillo  que  charlan  y  ríen. 

Fuera,  en  el  saloneillo,  hay  cuatro  grupos  de  diverso  color,  en 
donde  se  habla  por  los  codos.  Cada  uno  de  ellos  lo  componen  las 
personas  que  se  nombran  en  el  diálogo.  En  el  de  los  entusiastas  «le 
la  mVisica  está  el  maestro  Benítez,  recibiendo  plácemes. 

Todos  los  diálogos  escritos  á  continuación,  deben  decirse  al 
mismo  tiempo. 

EN  EL    CUARTO    DE    T.A    CORALES 

Nada,  lia  obtenido  usted  un  éxito  completo. 
De  los  que  entran  pocos  en  tiple...  ¡Ja,  ja! 
¡Has  estado  monísima! 
¥j^  que  el  ])a})el  es  muy  agradecido. 
Muy  agradecddo. 

Va)\\  un  papel  así,  cualquiera  se  luce... 
No  estoy  conforme;  todos  los  ¡¡apeles  hay 
que  hacerlos. 

Y  c'i  mí  me  parece  que  (íl  tuvo  es  bastante 
difícil. 

,  Yo  ino  alegro  mucho  del  éxito   por  Campi- 
llo. No  hay  autor  más  simpático. 
Ah,  pues  estará  .satisfecho  de  la  ejecución. 
La  han  bordado  ustedes. 


Adm.  1." 

Adm.  2." 

Amiga  1.* 

Cor. 

EVAR. 

C'JR. 

Adm.  o." 

.Amiga  2^ 

OOR. 

Adm.  1.° 

Adm.  2." 

Cor. 

EVAR . 

Ai)M.  2." 
Cor. 

KVAR. 

Adm,  2." 
Cor. 

Amiga  1." 
Am-g\  2." 
Adm.  B." 
Adm.  1." 

Cor. 
Adm.  2.° 
Cor. 


-  U  - 

T.a  hemos  tomado  con  mucho  cariño,  nada 
más. 

Nada  más. 

Sin  embarjío,  suele  haber  cariños  que  ma- 
tan... ¡Ja,  ja! 

Mi  cariño   no   sé  yo  que  haya  matado  ó 
nadie. 
A  nadie. 

Es  que  yo  no  lo  digo  por  el  de  usted. 
El  resultado  es  que  tenemos  obra  jDara  cien 
noches. 

(rracias  á  todos. 

¡Cuidado  que  la  música  es  bonita! 
La  música  es  preciosa. 
Lo  que  es  el  primer  dúo,  puede  firmarlo  el 
maestro  Chapí. 
Pues  ¿y  la  letra,  señores? 
La  letra  no  creo  que  la  firme  Chapí...  ¡Ja,  ja! 
Ay,  yo  estoy  contentísima...  contentísima... 


ES  EL  CUARTO  DE  LA  GONZALITO 

Crit.  ^;Pasó  ya  ej  miedo"? 

V.  ELEG.       ¿Descansaron  ya  los  nerviecillos? 

GoNz.  Ay,  no  me  hablen  ustedes.  En  pocos  estre- 

nos me  he  asustado  tanto. 

Ap.on.  1."    ¿Por  qué? 

GüNZ.  Porque  cada  día  me  inspiran  más  temor  loa 

morenos.  No  puedo  remediarlo. 

Mamá  ¡y  mire  usted  que  festaba  el  teatro  esta  no- 

che.. ! 

Abon.  2."     De  bote  en  bote. 

Crit.  ¡El  público  de  las  grandes  solemnidades!  No 

había  ni  una  sola  localidad  desocupada 

Abov.  1.»  Pues  han  salido  verdaderamente  satisfe- 
clios. 

GoNz  Es  que  la  obra  es  preciosa. 

V.  ELEG.       Comparada  con  usted  me  parece  fea. 

GoNZ.  Pues  es  muy  bonita. 

CRrc.  No  está  mal,  no  está  mal...  La  fábula  es  in- 

teresante, los  caracteres  están  bien  dibuja- 
dos, en  el  diálogo  campean  chistes  de  buena 
ley,  la  hilaridad  se- mantiene  constantemen- 
te en  los  labios  de  los  espectadores...  Es  na^ 


tural  que  los  autores  liayan  obtenido  ios 

honores  del  proscenio. 
Abon.  1."     ¡Y  cómo  ha  cantado  usted,  Laurita! 
Abün.  2."     ¡C(ímo  ha  cantado  usted! 
V.  ELtG.       8i  antes  no  lo  tenía,  esta  noche  se  ha  coi. 

quistado  un  puesto  en  el  cielo. 
Abon.  1."     Lo  tenía  ya. 
GoNZ.  ¡lesús.  Peralta!  No  exagere  usted...  ¡Cónione 

conoce  <(ue  es  usted  andaluz!... 

grupo  df  entusiastas  de  la  música,  qce  rodean,  fell- 
cua:.',  .^chuchan  y  admiran  al  maf.sjt.o  bknitkz 

Ríos  ¡í>raví.sinio,  don  Vicente!  ¡Bravísimo! 

Vaz.  Es  de  lo  más  inspirado  que  ha  escrito  usted. 

Mar.  ¡  M  ira  que  el  dúo  del  primer  cuadro  ¡...¡Aque- 

llo es  hermoso! 
M.  Ben.       Kl  cariño  con  que  ustedes  lo  ven... 
Ríos  ¡Qwé  (tariño  ni  qué  calabazas!...  La  verdaxl; 

la  pura  verdad. 
Mar.  Señor,  si  Cs  unafihgrana  toda  la  partitura... 

{líos  A  mí  lo  que  más  me  giista  es  el  prelu(li<  i 

Vaz.  ¡Kl  preludio  es  soberbio! 

Ríos  Sabe  á  ^iozart. 

M.  Ben.       ¡Alabado' sea  Dios!  Me  voy,  señores... 
Vaz.  ¡N'enga  usted  acá,  muaicnzo! ...  ¿Dónde  irá  uh 

ted  que  lo  quieran  más?... 
M.  Bkn         a  ninguna  parte;  pero  no  me  digan  esa,s  e(» 

sas... 
Mar.  .Justicia,  maestro.  •  * 

Ríos  ¡Cuidado  <|ue  es  divino  el  paso-doble!... 

Vaz.  ¡Divino! 

M.  Ben.       No  tanto,  no  tanto,  caballeros... 
Ríos  S(>1o  la  ])rimera  frase  vale  un  Perú...  (T.im 

iviindo.)  Tararí-tararó,  tirorí-lariaro... 
Va2.  ;siKuiendo.'  Lari-rorcro...  lariraró... 

Mar.  ¡1)(!  primera,  liombre,  de  primera! 

Ríos  Antes  de  un.i  semana  oimos  eso  en  los  or 

ganillos. 
M.  Ben.       ¡Ojald 
Ríos  Como  que  yo  no  sé  (pié  hubiera  sido  de  la 

letra  sin  esa  musicpiita. 
Vaz.  Lo  mejor  es  aquella  frase  del  dúo:  (cnntan<i<v) 

No  hiso  más  que  apunta  la  mañana... 


firupo  de  entusiastas  del  libro  v  dkl  asenderead» 
<)í:nero  ch[co,   con  todas  sus  naturales  consecuen- 
cias .      '■'■  • 

Sravo         ¡Es  lo  que  se  IJauía  lui  verdadero  saínete! 

Narb.  ¡Tiene  la  gracia  á  espuertas! 

Mol.  ¡Coíuo  que  ese  Campillo  vale  un  ojo! 

Orej.  Yo  me  alegro,  me  alegro  mucho. 

Narh.  Señores,  y  ha  durado  la  representación  hora 

¡  y  media. 

<Jar.  y  á  esto  le  llaman  género  chico. 

í:Íravo         }>ueno,  se  lo  llaman  los  tontos. 

Narb.  Los  que  no  lo  saben  hacer. 

Mol.  ¡Mira  que  es /j/sío«mí/o  el  chiste  de  las  ama- 

zonas! 

Narb.  ¿Y  el  de  la  montera?  ¡Ja,  ja,  ja!... 

ÜRej  ¿Y  el  de  las  banderillas,  homl^re?  ¡Es  el  me- 

::  jorque  tiene! 

Bravo         Y  luego,  ¡qué  interés! 

l.rAR.  ¡Y  qué  tino  todo! 

Narb.  Hasta  los' mw/a^/es  me  gustan... 

Mol.  Yo  seré  muy  ganso,  pero  (>ntre  esto  y    un 

drama  de  tesis,  me  quedo  con  e«to. 

Narb.  Y  yo. 

Gak  jY  cualquiera! 

l>REj.  ¡Y  qué  bien  lo  han  lieclio!  S(^  coika-c  (j^ue  lo 

han  estudiado  con  cariño. 

Bravo         El  que  no  nie  ha  gustado  hü  sido  Mandanga, 

Orbí  Ha  exagerado  mucho. 

Narb.  Pero  no  ha  estado  mal...  Es  cómico  para  la 

galería. 

(íar.  En  general,  la  ejecución  ha  sido  perfecta.. 

Mol.  y  ya  puede  ih^c'ir  Campillo  que  hay   misa 

para  rato. 

GKUl'O  DK  DlSCUTiDOWES,  C^N  MAS  Ó  MENOS  SKN'TIDO  COMÚN 

Pkada  ¡Sí,  señor!  Un  teatro  popular...  ¡Dios  lo  ben- 

diga! ¡Y  español  sobre  todo! 

DüQUK         Y  lleno  de  gracia,  de  ingenio  verdadero... 

OuERRA  ¡Y  muy  literario,  por  donde  quiera  que  se 
le  mire!  .' 

Molino        ¡Vamos,  no  digan  ustedes  tonterías! 


Sánchez 

Mol.-,.. 
Guerra 

Duque 

Sánchez 

Prada 

Molino 
Guerra 

Duque 


Molino 

Prad» 

Sánchez 
Prada 

Guerra 

DUQJE 

Molino 

GUEKR  A 


;Esto  es  acostumbrar  al  público  á  la  al  maC 
:'-n.,  á  Io8  brochay.os! 
;  A  los  OolórinesI 

I 'ero,  ¿por  qué  lia  de  ser  esto  alniagi'a  y  co- 
lorines? 

¡Siempre  el  error  do . despreciar  lo  cómieo! 
¡Lo  cómico  malo! 

¡Es  que  en  lo  dramático  embarcan  ustedes 
de  todo,  y  se  las  tragan  como  el  puño! 
¡El  que  se  las  trague! 

Lo  mismo  que  la  equivocación  del  tamaño. 
El  género  cliico,  ahora  es  el  otro. 
¡Ni  más  ni  menos!  Y  si  no  va  el  público  á 
verlo,  es  porque  no  le  agrada;  porque  con 
pretensiones  de  grande,  es  más  chico  que 
.este. 
¡Lo  quo  pasa  es  que  el  público  está  prosti- 
tuido! 

^.Quéha  de  estar,  hombre?  Dale  paja... 
¡Dásela  tú,  que  la  comes  todos  los  días! 
No  estás  tú  ]nal  cuadrúpedo.  Pero  dale  gra- 
no, y... 

¡Pues  claro  es! 

Lo  que  nadie  tiene  derecho  á  exigir  del  pú 
blico  es  que  vaya  al  teatro  á  dormirse. 
¡Y  mucho  menos  á  escucliar  groserías! 
;\i  una  cosa  ni  otra,  señor! 


GRUPO  DS  BJJEMAS  AL.MAS,  QUE  NO  FALTAN  NUNCA 

Oa'i.  ¡Chico,  qué  malo  es  esto! 

Romo  ¡Malo  con  coraje!  ¡Qué  libro...  y  qué  música! 

Ort.  El  libro  tiene  cosas  hasta  de  La  Divina  Co- 

media. 

AzNAK  f'ues  f;y  la  mVisica?  ¡Yo  no  he  oído  ni  si- 

qui(n*a  una  nota  original! 

Orv.  !)Ueno,  esque  pedirle  más  á  Benitez  es  pe- 

dir milagros.  Verdad  que  tal  Benitez  para 
tal  Camjállo,  que  es  im  congrio  incurable. 

AzNAR  i'ues  ¿y  los  cómicos?  ;.Qué  me  dicen  ustedes 

de  los  cómicos? 

Romo  ¡Arrea,  manco!  ¡En  buena  Uaga  has  puesto 

el  dedo!  , 

AzNAR  ¡Qué  canalla! 


58 


Ort. 

Romo 

AZNAR 

Ort. 

Romo 

Ort. 

Rom;) 

AZNAR 

Ort 

AZNAR 

Romo 
Ort. 


Ríos 

Camp. 

M.  Bkn. 

Camp. 

Vazqufz 

Martín 

Camp. 

Bravo 

Iíarb. 

Cam  p. 


Baja  la  voz.  Rivero  es  cursi  hasta  diciendo 
buenos  días. 

¿Y  las  dos  tiples,  hombre?  ¡Vaya  un  par  de 
ratas  que  están  las  señoras! 
Bueno,  ¿y  dónde  dejan  ustedes  al  pintor, 
que  pone  en  Sevilla  una  torre  de  Toledo? 
¡Ah!  No  me  hables.  Por  supuesto  que  con 
esto  se  melen  mañana. 
¿A  qué  hora  va?     , 

¡A  cviarta,  hombre!  ¡Preguntas  unas  cosas!.. 
¡Pues  no  va  á  ser  escándalo! 
Y  yo  me  alegro,  ¿eh?  Si,  porque  esto  de  que 
algunos  tíos  no  lo  dejen  á  uno  estrenar... 
Ya,  ya  les  llegará  su  hora. 
¡Imbéciles! 

Lo  que  no  se  explica  nadie  es  cgmo  el  pú- 
blico se  traga  semejantes  buñuelos. 
¿El  público?  ¡La  duque  y  los  amigosl 

(a  la  conclusión  de  estos  diálogos,  que  como  queda 
advertido,  han  de  decirse  al  mismo  tiempo,  los  grupoi? 
continúan  manteniendo  el  rumor  de  la  conversación,  si 
bien  menos  acentuado  que  hasta  entonces.  Sale  Cam- 
pillo por  la  derecha,  desaliñado  y  sudoroso,  y  acom- 
pañado de  tres  amigos,  cada  uno  de  los  cuales  se  ad- 
hiere á  la  reunión  con  que  más  simpatiza.  Al  pasar 
Campillo  de  un  lado  á  otro,  los  individuos  que  se  ex- 
presan en  el  diálogo  lo  abrazan,  lo  estrujan  y  materiall- 
mente  juegan  con  él  á  la  pelota.  El  pobre  Campilo 
deja  hacer,  borracho  de  la  gloria  y  sin  ánimo  más 
que  para  dar  las  gracias  á  líodos,  amigos  y  eneniigot*. 
Entiéndase  bien  que  cada  frase  de  las  siguientes  va 
acompañada  de  un  apretón  de  manos  ó  de  un  abrazo, 
y  que  todo  ello  ha  de  hacerse  con  gran  viveza.) 

¡Campillo,  hombre,  gracias  á  Dios!  ¡Que  sea. 

enhorabuena! 

Muchas  gracias,  amigo  Ríos. 

¡Venga  usted  acá,  compañero! 

¡De  esta  ya  salimos! 

Que  sea  enhorabuena... 

¡Dame  un  abrazo,  hombre! 

Gracias,  señores,  gracias. 

¡Hasta  la  cruz,  amigo  mío! 

¡I'recioso,  hijo!  Me  alegro  de  verdad. 

Ya,  ya  lo  sé. 


—  59  — 

MoLiNÍ         ¡Ain-iota,  mal  autor,  aprieta! 

Orej.  ¡-^í^iy  bonito,  muchacho!  ¡Choca  ahí! 

García        ¡Enhorabuena  de  corazón! 

Camp.  Gracias,  gracias 

Prada  Ctue  sea  enhorabuena,  Campillo. 

Camp.  Gracias. 

DuQ'-K         F'nhorabuena;  que  sea  enhorabuena. 

Camp.  Gracias. 

GuEHR.v       Enhorabuena,  amigo  Campillo. 

Camp.  Muchas  gracia.s. 

Molino        Que  sea  enhorabuena. 

Sánchez      Que  sea  enhoral;>uena. 

Camp.  ^Muchísimas  gracias. 

Ort.  Chico,   una   precúísidud.    >jV'   in.-    uu-iavuí' 

como  si  fuera  mío. 

Camp.  Gracias,  hombre. 

Romo  ¡De  órt1<u¡<>.  Campillo!  ¡Choque  usted!  Ya  us- 

ted sabe  que  yo  no  tei  go  pelos  en  la  lengua. 

Camp.  Tantas  gr¿icia#,  señores. 

Aznar  ¡Es  usted  el  amo!  .Mi  enhorabuena  más  sen- 
tida. 

Camp.  Gracias;  mil  gracias. 

S.XTO  (Por  la  derecha,  seguido   de   un  Desconocido,  atrepe- 

llando á  todos  y  frenético  de  alegría.  ¿Dónde  CStáV 
¿Dónde  está?  (Ce  pronto  ve  á  Campillo,  se  arranca 
á  él  y  lo  abraza  como  si  volviera  de  Cuba.  El  Desco- 
nocido espera  su  turno. )  ¡Déme  ust^d  un  abra;ío! 

(Se  le  echa  encima  sin  decir  más  palabra,  y  no  lo  suelta 
en  cinco  minutos.) 

Camt.  (¿Se  habrá  muerto  este  hombre?)  ¡Don  Six- 

to! ¡Don  Sixto!  (Don  Sixto  se  separa  de  él  y  lo  con- 
templa  gozoso  frente  á  frente  con  las  manos  sobre  los 
hombros  de  Campillo;  este  respira  creyéndose  libre,  y 
cuando  menos  lo  e.«pera,  ¡zas!  se  le  arranca  don  Sixto 
otra  vez  y  lo  abraza  con  más  fuerza  si  cabe.) 

Sixio  ¡Hace   mucho  tiempo  que   no  gozo  tanto 

como  estA  noche!  (Le  da  nn  beso  en  el  cuello.) 

Camp.  (¡Canario!)  Yo  también  hace  mucho  tiempo 

que  no  sudo  así. 

DeSC.  (impaciento,  viendo   á    don  Sixto  pegado  á   Campillo.^, 

¿IV'ro  este  señor  se  lia  creído  que  el  autores 
suyo? 
Sixto  (soltando  á  campillo  ¡v.  ünvliiún'    ;. .<  i!-í<>d 

un  barbián! 


f)Ü  - 


DksC.  (Cayendo  sin   piedad  sobre   (  ampillo  y  sin  dejarse  ver 

la  cara.  ¡Hombre,  gracias  á  Dios!  ¡Ven  á  mis 

brazos!  (Este  es  de  los  que  no  lo  saben  hacer  si  no 
acompañan  el  acto  de  sucesivos  apretones  y  fuerte  pal- 
moteo en  la  espalda.) 

Camp  .  (¡  Ay!  i  Me  va  á  salir  el  postre  por  las  narices!) 

I)e=c.  i  hico,   j-'o   soy   de   los   que  se   alegran  de 

verdad. 

€amp.  *  (¿Quién  será  este  hombre,  Dios  mío?  No  con- 
sigo verle  la  cara...) 

Desc.  (Despidiéndose.)  ^Puedcs  estar  contento,  chico! 

Camp.  Gracias.  (¡No  le  he  visto  en  mi  vida  ) 

Desc.  (Llegando    al   grupo    do  Ortiga   y  compaijla.)  (ScñO- 

■  res,  ¿y  no  llevarán  á  jn-csidio  á  este  autor?) 

íiOZ,  (Por  la  derecha, á  escape.  Al  maestro  Benítez.)  (j  N'aes- 

tro,  un  abrazo'  ¡Vaya  un  librito  que  le  ha 

tocado  á  usted!  ,(^ué   ¡niñiwlo!  (a  campillo,    en 

seguida )  ¡Uii  abrazo,  Julio,  ím  abrazo!  ¡Qué 
musiquita,  chico:  ¡Ijs  una  cencerrada  inde- 
cente) 

HaB.  N     (Por  el  foro,  á  escape  también  y  abrazando  á  Campillo.) 

¡Chico,  muy  bien'  ¡Pero  muy  bien'  Y  al  que 
le  pique,  que  se  rasque,  (se  rasca  éi.) 

Camp.  Gracias. 

IIab  He  tenido  lina  verdadera  satisfacción,  pue- 

des creerme. 

€amp.  Muchísimas  gracias.  (Me  gusta  triunfar,  por 

las  satisfacciones  que  proporciono...)  (a  ih 

puerta  del  cuarto  de  la  Gonzalito.)  ¿  Se  puede  pa- 
sar?... 

OoNz.  ¡Adelante,  Campillo,  adelante! 

Oamp.  Me  marcho  3'a...  los  chiquillos  me  esperan... 

Buenas  noches,  á  todo  esto...  Conque,  Lau- 
rita,  le  repito  las  gracias. 

OoNz .  De  nada,  hijo.  Yo  á  usted. 

€amp.  ¡Calle  usted,  por  Dios'   No  es  posible  hacer 

más...  ¡Qué  manera  de  cantar  y  de...  de  ..  y 
qué  modo  de  cantar  y  de...  de...!  En  fin,  el 
público  lo  ha  dicho.  Hasta  mañana.  Descan- 
sar, Laurita. 

GoNZ.  Gracias;  igualmente. 

Camp.  Adiós,  señores.  (Dando  á  todos  la  mano  con  mucha 

rapidez. ) 

Orít.  Adiós,  Campillo:  que  sea  (enhorabuena. 


-  6!  - 

Camp.  Gracias. 

Mamá  Que  sea  enhorabuena. 

Camp.  Gracias. 

V.  El  EG.  Que  sea  enhorabuena. 

Camp.  Gracias. 

Abon.  1  t>  Que  sea  enhorabuena. 

C^MP.  Gracias. 

Abon.  2  o  Que  sea  enhorabuena. 

Camp  .  Gracias.  (Sale  del  cuarto  de  la  Gonzalito  y  se  eneami 

na  al  de  la  Corales.  A  la  mitad  del  camino,  don  Sixto, 
que  lo  aguarda  limpiándose  las  lágrimas  y  el  sudor,  s*- 
le  abre  de  brazos  dispuesto  á  repetir  la  suerte.  Campillo 
le  da  un  quiebro  y  al  verse  libre  se  entra  de  rondón  en 
el  cuarto  de  la  (orales,  diciendo  para  su  capote:)  (Me 

escapé:  que  sea  enhorabuena.)  Muy  buenas 
noches,  .Merceditas 

Cok.  ¿Se  va  usted  ya? 

Camp  Sí,  señora,  sí;  estoy  rendido.  Me  aguarda  la 

famiha...  Conque  si  no  manda  usted  nada... 

Cok.  Deje  usted  mandado  lo  que  quiera. 

EvAR.  Lo  que  quiera. 

C/.MP.  Pues  repito  las  gracias... 

Cof*.  ¿has  gracias?  No  hay  por  qué.  Yo  á  usted 

siempre. 

Camp.  ¡Calle  usted  por  Dios'  No  es  posible  hacer 

más...  ¡Qué  manera  de  cantar  y  de...  de...  y 
qué  modo  de  cantar  y  de...  de...!  En  fin,  el 
público  lo  ha  dicho.  Plasta  mañana.  Descan- 
sar, Merceditas. 

Cop.  Gracias...  Lo  mismo  digo,  hidalgo. 

Ca.MP.  (Dando  la  mano  á  todos  como  en  el  cuarto  de  la  otra.) 

Señores,  buenas  noches.  Don  Evaristo... 

Evar.  Adiós;  que  sea  enhorabuena. 

Camp.  Gracias. 

A.MIG.  1.'  (¿ue  sea  enhorabuena. 

Camp  Gracias. 

Amig.  2  '  Que  sea  enhorabuena. 

Camp.  Gracias. 

Adm.  1."  Que  sea  enhorabuena. 

Camp  Gracias. 

Adm.  2."  ()ue  sea  enhorabuena. 

Camp.  Gracias. 

Adm.  o."  Que  sea  enhorabuena. 

Camp.  Gracias. 


-  62  - 

(Durante  el  diálogo  de  Campillo  en  el  euarto  de  la  Co 
rales,  sale  Bermejo  por  la  izquierda  como  una  exha- 
lación, y  sin  decir  palabra  entra  en  el  cuarto  del  foro 
buscando  con  la  mirada  á  Campillo;  atraviesa  por  me 
dio  de  todos  los  grupos  en  la  misma  forma;  asoma 
también  las  narices  en  el  cuarto  de  la  Gonzalito,  y 
llnalmente  se  topa  con  él,  cuando  el  desgraciado  autor, 
medio  muerto  ya,  sale  del  de  la  Corales  sonriente.  Ber- 
mejo se  echa  en  sus  brazos,  y  Campillo,  que  no  ve  más 
que  enhorabuenas  por  todas  partes,  le  dice  satisfecho:) 

Oamp.  Gracias,  Bermejo,  gracias. 

Berm.  ¡Aquí  te  quiero  ver,  escopeta!  (separándose  de 

Campillo. ) 

Camp.  ¿Qué  ha}^? 

Berm.  ¡Casi  nada'  Pégiieme  usted  un  tiro.  Mire  us- 

ted: tengo  á  Ivivero  afónico;  tengo  á  Man- 
danga afónico;  tengo  á  Gomilla  con  un  aire; 
tengo  al  apuntador  con  otro  aire;  tengo  des- 
pedido el  burro;  tengo  a  don  Eloy  hecho 
una  fiera;  tengo  á  la  Zorrilla  hecha  una  leo- 
na; tengo  á  su  marido  hecho  un  toro;  tengo 
hinchado  el  otro  carrillo  de  la  característi- 
ca; tengo... 
Camp.  ¿Tiene  usted  la  bondad   de  callarse?  ¡Por 

Dios,  Bermejo,  déjeme  usted  en  paz  gozar 
de  mi  triunfo!  Maiiana,  Dios  dirtá.  Maiiana 
seguiremos  la  pelea;  pero  desde  ahora  hasta 
mañana,  quiero  vivir  tranquilo...  Déjeme 
usted,  déjeme  usted...  Me  voy  á  mi  casa  con 
mi  gente.  Mis  chiquillos  me  esperan...  ¡Sólo 
j)or  ellos  he  tragado  tanta  saliva  y  lo  aguan- 
to á  usted  con  paciencia! 
Berm.  ]\\es  ¡hala!  ¡hala!  ¡á  casita!... 

Camp.  Aguarde  usted  un  momento,  (ai  pút)iico.) 

Amables  espectadores: 

espectadoras  divinas: 

aplaudid  á  los  autores, 

ya  que  sabéis  que  estas  flores 

no  son  flores  sin  espinas. 


FIN 

Madrid,  Junio  1900. 


A  m  umnm  n  escena 

que  tengan  la  mala  costumbre  de  no  leer  las 
acotaciones  de  las  obras,  se  les  suplica  enca- 
recidamente que,  en  bien  de  todos^  hagan 
con  esta  una  excepción. 
Gracias  anticipadas. 


OBRAS  DE,  LOS  MISMOS  AUTORES 


Esgrima  y  amor,  juguete  cómico. 
Belén,  12,  principal,  juguete  cómico. 
\Gilito,  juguete  cómico  lírico. 
La  inedia  naranja,  juguete  cómico. 
El  tío  de  la  Jtauta,  juguete  cómico. 
El  ojito  derecho,  entremés  (2.^  edición). 
La  reja,  comedia  en  un  acto.  (2,*  edición). 
La  buena  sombra,  .saínete  en  tres  cuadros.  (4.^^  edición.) 
El  peregrino,  zarzuela  cómica  en  un  acto. 
La  vida  íntima,  comedia  en  dos  actos.  (2.*  edición) 
Z<?s  borrachos,  saínete  en  cuatro  cuadros. 
El  chiquillo,  entremés.  (2.^^  edición). 
Las  casas  de  cartón,  juguete  cómico. 
El  traje  de  luces,  sainete  en  tres  cuadros. 
El  patio,  comedia  en  dos  actos. 
El  motete,  entremés  con  música. 
El  estreno,  zarzuela  cómica  en  tres  cuadros. 


serafín  ,  JOAQUÍN  ALVAREZ  QliNTERO 


líos  ©aleoíes 


COMEDIA  EN  CUATRO  ACTOS 


-•4»#<Hi-* 


SOCIEDAD  DE  AUTORES  ESPAÑOLES 
Florín,  8,  bajo 

leoo 


lf,Fahra  Berrera^ 


r^OS    CSJ^A.XyBO'TE^íS 


Esta  obra  es  propiedad  de  sus  autores,  y  nadie  po- 
drá, sin  su  permiso,  reimprimirla  ni  representarla 
en  España  ni  en  los  países  con  los  cuales  se  hayan 
celebrado  ó  se  celebren  en  adelante  tratados  interna- 
cionales de  propiedad  literaria. 

Los  autores  se  reservan  el  derecho  de  traducción. 

Los  comisionados  y  representantes  de  la  Sociedad 
de  Autores  Españoles,  son  los  encargados  exclusivamen- 
te de  conceder  ó  negar  el  permiso  de  representación 
y  del  cobro  de  los  derechos  de  propiedad. 

Queda  hecho  el  depósito  que  marca  la  ley. 


LOS  GALEOTES 


COMEDIA  EN  CUATRO  ACTOS 


SERAFÍN  I  JOAQUÍN  ÁLVAREZ  QUINTERO 


Estrenada  en  el  TEATRO  DE  LA  COMEDIA  el  20  de 
Octubre  de  1900 


-*■ 


MADRID 

R.  YBLASCO,  IMP.,  MAKQI.'ltS  I)E  SiNTA   ANA,   U   UCP." 


Teléfono  nrtmero  661 


K..yf  fci  áaa'iad^  UisuiO^ia 


DEL  SESOR 


0«  ^oapítt  %Sntn  '^nm^% 


^a  A, 


uyoó. 


Qje>ia4tu  u      loacjuíu. 


REPARTO 


PERSONAJES 


ACTORES 


CARITA Sra.      Pino. 

GLORIA Srta     Cátala. 

CATALINA Sra.      Rodríguez. 

LA  SEÑA  PEPA Domínguez. 

LA  RICITOS Srta.    Tejada. 

LA  SEÑORA  GERVASIA. Hornero. 

MANUELA Mendizabal. 

DON  MIGUEL    .  .    Sr.       Valles. 

DON  MOISÉS Rubio. 

MARIO García  Ortega. 

JEREMÍAS La   RivA. 

PEDRITO Mekdiguchia. 

VICTORIANO .  Mora. 

EL  MEMBRILLO Martinez. 

EL  OJERAS Valle. 

UN  ESTUDIANTE Srta.    Bittihi 

OTRO N.   N. 


I  a  II  g:  II  f»j  II  ^  II  jgg  II  ijS  II  i^  If^lí^r^l  &  II  :^  II  ^  II  ^fe  II  >$;  II  ^  :i  jft  II  ^»  I 


ACTO  PRIMERO 


Librería  de  viejo  de  don  5[iguel,  en  Madrid.  Local  de  poco  fondo.  A 
la  derecha  del  actor  un  hueco  de  puerta  con  cortina  de  lienzo,  que 
conduce  a  la  trastienda  y  á  la.s  habitaciones  interiores  de  la  casa. 
En  el  foro,  á  la  izquierda,  puerta  vidriera  que  da  á  la  calle,  y 
que  al  abrirse  y  cerrarse  hace  sonar  un  timbre:  á  la  derecha;,  el 
escaparate  de  la  librería.  Las  paredes  llenas  hasta  el  techo  de  ana- 
quelerías con  libros  de  todos  tamaños  y  clases.  A  la  izquierda  de 
la  puerta  de  entrada,  y  paralelo  á  la  pared  del  mismo  lado  del  ac- 
tor, un  mostrador  que  llega  al  primer  término,  y  cuyo  extremo 
opuesto,  cerrado  por  una  barandilla  de  madera,  sirve  de  escrito- 
rio. Colgado  entre  el  escaparate  y  la  puerta  de  entrada  un  cartel 
que  dice:  "  Compra  y  venta  de  libros  usados.»  Delante  una  mesa 
y  un  sillón  de  gxitapercha  vieja,  que  ocupa  Jeremías.  Hacia  la  de- 
recha de  la  escena,  una  tarima  con  brasero.  Junto  á  ella  un  sillón, 
grande  y  cómodo,  y  una  silla  de  enea.  En  el  suelo,  donde  menos 
estorben  y  arrimadas  á  la  anaquelería,  pilas  de  libros,  colecciones 
de  periódicos  ilustrados,  etc.,  etc.  En  un  rincón,  una  escalerilla  de 
mano.  ?  obre  la  mesa  de  Jeremías  esté  Rodríguez  en  su  jaula.  Ro- 
dríguez es  un  loro.-  Es  de  día.  A  través  del  escaparate  y  do  la 
puerta  del  foro  se  ve  la  calle,  solitaria  y  sombría. 


—  8  — 
ESCENA   PRIMERA 

DON  MIGUEL  y  JEREMÍAS;  luego  CARITA 

(Don  Miguel,  sentado  en  el  sillón  inmediato  al  brasero,  lee  el  «  Qui- 
jote ».  Viste  traje  negro  de  americana,  capí  vieja  y  gorra,  y  usa  que- 
vedos, que  se  pone  en  la  punta  de  la  nariz.  Es  hombre  de  unos  cin- 
cuenta y  tantos  años.  Jeremías,  algo  más  viejo  que  él,  aparece  sen- 
tado á  su  mesa  de  frente  al  público.  En  la  mesa  no  hay  libro,  papel, 
tintero  ni  pluma:  nada  que  revele  el  menor  quebradero  de  cabeza. 
Nuestro  hombre  se  entretiene  en  chocar  por  las  yemas,  voltear  y  en- 
redar los  dedos  de  ambas  manos  en  todas  las  formas  y  combinaciones 
imaginables.  Usa  gafas  de  armazón  gruesa  y  fuerte,  gorro  calado  hasta 
las  orejas,  manguitos  (sin  justificación)  ytrajeoscuro  yraido  de  chaqué 
del  año  de  la  nana  ) 

D.    MlG.         (Leyendo  en  voz  alta.)  DespuéS   que  Dotl    Qdijote 

hubo  bien  satisfecho  su  estómago  tomé  un  puño 
de  bellotas  en  la  manOj  y  mirándolas  atentamen- 
te soltó  la  voz  á  semejantes  razones...  {k  Jere- 

•  mías,  que  está  canturreando  algo  de  «La  canción  de  la 

Lola».)  Horiibre,  atiende  á  esto,  y  no  seas  bo- 
tarate (jeremías  no  le  hace  caso.  Don  Miguel  conti- 
núa leyendo.)  Dichosa  edad  y  siglos  dichosos  aque- 
llos á  quien  los  antiguos  pusieron  nombre  de  do- 
rados; y  no  porque  en  ellos  el  oro,  que  en  esta 
nuestra  edad  de  hierro  tanto  se  estima,  se  alcan- 
zase en  aquella  venturosa  sin  fatiga  alguna,  sino 
porque  entonces  los  que  en  ella  vivían  ignoraban 
estas  dos  palabras  de  «tuyo»  y  «mío».  Eran  en 
aquella  santa  edad  todas  las  cosas  comunes,  á 
nadie  le  era  necesario  para  alcanzar  su  ordina- 
rio sustento  tomar  otro  trabajo  que  alzar  la 
mano,  y  alcanzarle  de  las  robustas  encinas  que 
liberalmeníe  les  estaban  convidando  con  su  dulce 
y  sazonado  fruto.  Las  claras  fuentes  y  corrien- 
tes ríos  en  magnífica  abundancia  sabrosas  y 
transparentes  aguas  les  ofrecían.  En  las  quiebras 
de  las  peñas  y  en  lo  hueco  de  los  árboles  forma- 
ban sus  repúblicas  las  solícitas  y  discretas  abe- 
jas, ofreciendo  á  cualquiera  mano  sin  interés 
alguno  la  fértil  cosecha  de  su  dulcísimo  traba- 


-  9  — 

jo.    Los  valientes   alcornoques  ..  (Sale  carita,  que 
viene  de  la  calle.  Don  Miguel    se  vuelve  al  oir  el  tim- 
bre de  la  puerta.)  ¿QuiélJ? 
Car.  Buenos  días.  (Habla  con  voz  desmayada.  Cubren  po- 

bre y  malamente  su  cabeza  bonita  y  su  cuerpo  gracio- 
so, toquilla  celeste  de  pelo  de  cabra,  abriguito  corto  y 
falda  lisa.) 

D.  MiG.       Buenos  días,  joven.  ¿Qué  traemo!-? 

C.'VR.  Mire  usted  esto,  á  ver...  (Le  da  un  libro  pequeño 

en  deplorable  estado.) 
Jer  .  (Atento  á  sus  combinaciones  de  dedos,  pero  queriendo 

influir  en  el  lance  con  sus  pullas,  que  dice  siempre  en 

tono  sentencioso.)  Se  ompia  mucho  y  no  se 
vende  nada... 

D.    MlG.         (Examinando  el  libro.^  Método  de  Ahn... 

Jer.  Ocho  Iwiy. 

Car.  Es  de  inglés  éste. 

Jer.  De  inglés  hay  nueve. 

Car  V:\y:i  por  Dios... 

D.  MiG        Lo  peor  es  el  estado  en  que  está. 

Jer.  No  tomauaos  más  que  basura. 

D.  MiG.       ¿Y  la  clave"? 

Car.  ¿La  clave?...  No  sé  de  ella  ..  A  mí  r.o  me  hf=n 

dado  más  que  esto... 
D.  MiG.       Hija,  pues  bien  quisiera;  pero  sin  la  clave. . 
Car.  ¿Sin  la  clave  no  le  conviene? 

D.  ^!IG.       No,  hija,  no  puedo. 
Car.  (va  á  inso  y  vuelve.)  Le  advierto  á  usted  que  lo 

dejo  por  cualquier  cosa...  por  lo  que  usted 

me  dé  .. 

D.   MlG.         (Ablandándose  un   punto,  pero  conteniendo  su  arran- 
que generoso  ante  un  gruñido  de  Jeremías.)    El  caSO 

es  que  tenemos  tantas...  Y  luego,  sin  la  cla- 
ve... Lo  siento  mucho, pero  me  es  imposible... 

Car.  Bueno;  usted  dispense.  Queden  con  Dios. 

D.  MlG.       Adiós. 

Car.  (Yéndose.)  (No  sé  por  dónde  vamos  á  salir 

hoy.)  (Deja  la  puerta  abierta.) 


—  10  — 
ESCENA  II 

DON  MIGUEL,  JEREMÍAS  y  CATALINA 
D.   MlG.         ¡Pobre  muchacha!  (volviendo  á  su  lectura.)  ...La 

fértil  cosecha  de  su  dulcísimo  trabajo.  Los  va- 
lientes alcornoques... 

Jer  .  ¡Valiente  alcornoque  estás  tú! 

D.  MiG.  Déjame  en  paz  (Leyendo:)  Los  valientes  alcor- 
noques... 

Jer.  Ahora  va  por  la  clave,  y  viene  con  ella  y  se 

la  tienes  que  comprar. 

D.  Mía.       Mejor. 

Jer.  a h,  si  es    mejor,    te    felicito.    (Llegándose  a  la 

puerta  y  cerrándola.)  Lo  que  lamento  cs  quc  esa 
niña  no  se  haya  educado  con  los  frailes. 

(vuelve  á  su  sillón.) 

D.  MiG.  (Leyendo.)  Los  valientes  alcornoques  despedían  de 
sí,  sin  otro  artificio  que  el  de  su  cortesía,  sus  an- 
chas y  livianas  cortezas... 

Cat.  (viene  del  interior  de  la  casa.  Es  criada  antigua  de  la 

de  don  Miguel,  andaluza,  tirando  á  gitana,  muy  vieja 
y  en  extremo  cariñosa  y  solícita.  Sale  en  traje  de  fae- 
na: falda  y  blusa  de  percal  oscuro,  delantal  oscuro 
también  y  toquilla  grande  de  lana  negra,  cruzada  por 
el  pecho   y  sujeta  á  la  cintura.)  EscÚCÍieme   USté, 

Don  Migué:  ¿va  ustéá  veníayá  dentro  á  toma 

er  chocolate,  ó  quié  usté  que  ze  lo  traiga 

aquí? 
D.  MiG.       Nu;  voy  allá  dentro. 
Cat.  Zi  quié  usté  que  ze  lo  traiga,  ze  lo  traigo. 

P.  MiG.       No,  mujer,  no. 

(/AT.  Miste  que  no  me  cuesta  trabajo  ninguno. 

D.  MiG.       ¡Dale! 
Cat.  ¿y  la  niña,  ha  zalío? 

D,  MiG.       tíi;  creo  que  ha  ido  á  misa  con  la  señora 

Gervasia. 
Cat.  Ay,  por  Dios,  don  Migué — er  Patriarca  me 

perdone  er  mar  penzamiento, — miste  que 

eza  zeñá  Gervazia  no  me  paece  güeña  mujé 

pa  acompaña  á  la  niña. 
D.  MiG.       Quita  allá,  tonta;  si  es  una  infeliz. 


-  di  - 

Jer.  ¡Fíate  del  agua  mansa!... 

Cat.  Ya  usté  ve  que  yo  no  vi  á  echarme  na  en  er 

borziyo...  Zi  ze  lo  disro  á  usté  ze  lo  digo  por 
lo  que  ze  lo  digo...  ¿Usté  va  á  dezayunarze, 
don  Jeremías?  (jeremías  no  contesta.)  Don  Jere- 
mías, ¿va  usté  á  dezayunarze? 

Jer.  ¡No! 

D.  MlG.  (Levantándose  y  riéndose.)  Todavía  nO  ha  toma- 
do  el  wermuth.  ¡Je,  je,  je!  (Deja  el  «Quijote,  en  el 
escritorio.) 

Jer.  Mira,  si  lo  dices  por  el  aguardiente,  te  equi- 

vocas. 

D.  MiG.       Ah,  ¿lo  has  tomado  ya? 

Jer.  ]Ni  lo  tomo!  Cabalmente  hace  un  siglo  que 

no  io  cato. 

D.  MiG.  8í,  sí;  no  hay  más  que  verte  las  narices... 
Recuerdan  las  de  Tomé  Cecial... 

Cat.  Ay,  don  Jeremías,  eza  zí  que  es  la  pura;  ze  le 

están  poniendo  á  usté  las  n.irices  que  paece 
que  yevan  una  luz  por  dentro:  como  los  fa- 
roliyos  á  la  veneciana. 

D.  Mío.       ¡Je,  je,  je! 

Jer.  ¡Ríele  el  chiste,  hombre! 

Cat.  Por  la  Virgen  der  Carmen,  no  ze  me  enfade 

usté;  pero  no  beba  usté  aguardi»  nte.  Miste 
que  el  aguardiente  fué  la  perdición  de  mi 
Diego.  Murió  de  treinta  años  lo  mismito  que 
un  chicharrón.  ¡Qué  doló  de  hombre! 

D.  Mío.  Bueno,  tú,  deja  la  palabra  y  vente  á  darme 
el  chocolate. 

Cat.  ¿y  l^edrito? 

D.  Mío.       Lo  he  mandado  á  la  calle  de  la  Ventosa. 

Cat.  a  la  caza,  ¿eh? 

D.  Mío.  Sí;  vamos  á  ver  si  cobra  algunos  alquileres 
de  los  rezagados.  Ocho  ó  diez  ciudadanos  no 
quieren  pagar... 

Cat.  ¡.\y,  qué  doló  de  caza,  entrega  á  eza  gentel... 

¡Zi  viviera  doña  Lorenza!...  Eya  zí  que  zabía 
poneize  er  mantón  y  er  velo — ¿ze  acuerda 
usté? — y  plantarze  ayí,  y  co*  rá  pezeta  zobre 
pezeta  á  to  er  mundo.  Pero  el  arma  mía  de 
Pedrito,  como  es  tan  güeno,  no  zirve  pa 
ezos  pazos:  yega,  ve  muchas  lástimas,  mu- 
cha mizeria,  mu  poco  dinero,  ze  le  enco- 


—  ii  — 


D.  MiG. 
Jer. 
D.  MiG, 
Jer. 
D.  MiG. 
Jer. 
D.  Mío. 


Cat. 


ge  er  corazón,  ze  apoca...  y  ze  güervelo  mis- 
mo que  ze  fué:  con  er  borzo  vacío. 
Sin  embargo,  boy  espero  yo  que  nos  traiga... 
¡Hoy  vendrá  sin  un  cuartol 
Pero  hombre,  ¿por  qué? 
¡Vendrá  pin  un  cuarto! 
Pero,  ¿quieres  darme  una  razón  siquiera? 
¡Sin  un  cuarto! 

¡Bueno  va!  Mira,  cuando  te  pones  así,  me 
me  me...  Vamonos,  Catalina,  vamonos  por- 
que me  me  me.'.  (¡Y  lo  malo  es  que  acier- 

.ta  siempre!)  (Se  va  ai  interior.) 

(siguiéndolo.)  ¡Jozú,  Jozúl  ¡qué  doló  de  caza 
esta!  Ayí  no  ze  cobra,  aquí  no  ze  vende...  y 
er  pan  zube,  y  er  vino  zube,  y  la  carne  zube, 
y  to  zube...  ¡Jozú,  Jozú,  Jozú!... 


ESCENA  in 


JEREMÍAS,    luego    GLOKIA,    la   SEÑORA  GERVASIA  y  MANUELA 

Jer.  Dice...  son  pláticas  de  familia,  dice,  de  las  que 

nunca  hice  caso...  (ai  loro,  en  tono  jovial.)  Vamos 
á  ver.  Rodríguez:  de  tí  para  mí,  y  con  toda 
franqueza,  ¿eh?  Cómo  nos  tratamos  nos- 
otros. Nada  de  cumplimientos,  ni  de  pame- 
mas, ni  de...  Nada,  nada:  al  pan,  pan,  y  al 
vino,  vino:  ¿qué  opinas  tú  de  que  yo  me 
tome  ahí  enfrente  una  copita  de  Monovar? 
¿Eh?  Te  sonríes...  No  esperaba  yo  menos. 
Esa  sonrisa  me  autoriza  para  dos  latigazos. 
Rodríguez,  tú  eres  de  mi  cuerda:  choca  ahí. 
(Hace  que  le  da  la  mano  y  se  levanta.)  Gracias  por 

tu  beneplácito,  y  cuenta  que  te  correspon- 
deré con  chocolate,  (va  á  irse  y  vuelve.)  Oye,  y 
chitón;  que  parece  que  no  está  bien  visto... 
(a  Gloria,  la  señora  Gervasia  y  Manuela,  que  llegan  á 
tiempo   que    él    abre    la    puerta    de  la  callo,  para  ir  á 

complacer  al  loro)  ¡Hola!   ¿ya   por  aquí?  (¡El 
don  de  la  oportunidad  anda  caro!)  ¡Pero, 
hija,  eso  no  habrá  sido  un  sermón;  eso  ha- 
brá sido  un  chascarrillo! 
Gloria        Si  hoy  no  ha  habido  sermón. 


—  13  — 

Man  .  Usted  no  piensa  más  que  en  sermones. 

Ger.  ¿Qué  sabes  tú  en  lo  que  piensa  él?  Vaya, 

allí  queda  la  chici.  Nosotras  seguimos  para 

casa.  ¿Quiere  usted  fllgo? 
Jer.  Nada,  señora  mía.  (Que  la  parta  á  usted  un 

rayo  cuanto  antes.) 

Ger.  Pues  hasta  luego.  (Se  va  coa  Manuela.) 

Gloria        Adiós. 

Jer.  (Asomándose  ú  la  puerta  y  gritando.)    ¡MuchaS   eX- 

prerionesá  sn  seiior  et^po.-^o! 
Gloria        ¡Tío  Jeremías,  por  Dios;  si  su  esposo  no 

vive!. . 
Jer.  ;  Ah,  caray!  Voy  á  rectificar  ..  Estáte  aquí  un 

momento,  (se  va.) 


ESCENA  IV 


GLORIA;  después  (  ARITA 


(doria  viste  traje  negro  muy  sencillo,  velito  y  capa.) 


Gloria 


Car. 


Gloria 

(JiR. 

Gloria 
Car. 


(Mientras  se  quita  la  capa  y  el  velo.)  No  es  mala 
rectiticación  la  tuya...  Y  lo  dejan  solo,  pa- 
biendo  cómo  las  gasta.  Si  no  llego  á  tiem- 
po... ¿Dónde  andará  mi  padre?  ¿Y  Pedrito? 
¡Válgame  el  Señor,  en  qué  abandono  tene- 
mos la  tienda!...  (sentándose  junto  al  brasero.)    Y 

es  que  papá  el  pobre  no  sirve  para  este  teje 
maneje. .  Ni  yo  tampoco.  Y  el  buenazo  de 
Pedrito  es  un  cero  á  la  izquierda...  Mi  tío 
Jeremías  más  vale  que  no  esté:  si  algo  hace, 
es  ahuyentar  á  los  parroquianos...  ¡A}',  Dios 
mío  de  mi  alma!  Cuda  día  notamos  más  la 
falta  de  mi  madre 

(Llega  de  la  calle  con  el  método  de  Ahn  y  la  clave  de 
temas  en  la  mano.)  Muy  LueilOS  díaS.  (Observan- 
do la   ausencia  de  Jeremías.)    (Me    alcgrO    de    qUe 

no  esté  aquí  elpojairaco.) 

Hola,  muy  l)nenos  días. 

¿Sigue  usted  hien?  Va  he  tenido  el  gusto  de 

ver  tan  bueno  á  su  jjapá... 

¿Ha  estado  usted  aquí  antes? 

Sí,  señora;  vine  con  esta  gramática  inglesa 


—  u  — 


Gloria 

Car. 

Gloria 

Car. 

Gloria 


Car. 

Gloria 
Car. 


Gloria 
Car. 


Gloria 


Car. 

Gloria 

Car. 


á  ver  si  servía,  Pero  me  dijo  su  papá  de  us- 
ted que  no  podía  tomarla  sin  la  clave  de  te- 
mas. He  ido  á  casa,  me  he  puesto  á  revolver 
papeles  y  trastos,  y  en  un  montón  de  cosas 
inútiles,  vea  ustsd,  la  he  encontrado.  Don- 
de menos  se  piensa...  Mírela  usted.  (Lacharía 

de  Carita  es  ingenua,  espontánea,  algo  infantil,  sin  el 
menor  asomo  de  afectación  ni  de  pedantería.) 

Llamaré  á  papá. 
Sentiría  molestarlo. 

No.    (Llamando  desde  la  puerta  que  comunica  con  el 

interior  de  la  casa.)  ¡Papá!  ¡Papá!  Ya  vieiie. 
Ay,  muchísimas  gracias. 
Siéntese  usted  un  momento.   Y  arrímese  al 
brasero,  si  quiere,  que  hace  una  mañana 
muy  fresca. 

(Sentándose.)  Con  permiso  de  usted.  La  verdad 
es  que  da  gloria  venir  á  esta  casa... 
Usted  viene  con  bastante  frecuencia. 
Por  deí<gracia  es  así — aparte  el  gusto  que 
me  proporciona  el  ver  á  ustedes.  Lo  digo  de 
verdad.  Crea  usted  que  en  algunos  sitios  la 
reciben  á  una  con  unas  caras...  ¿Usted  no 
!-e  sient.iy 
No. 

Pero  lo  que  ea  aquí,  es  una  bendición  del 
cielo.  Su  papá  de  usted  es  tan  amable,  tan 
considerado...  Tiene  cara  de  ser  muy  buen 
señor.  A  mí  me  recuerda  mucho  al  mío, 
cada  vez  que  lo  veo.  Hasta  en  la  costumbre 
de  usar  capa  en  casa  se  le  parece...  Coinci- 
dencias, que  son  las  que  engendran  la  sim- 
patía. Como  digo  una  cosa  digo  otra,  porque 
yo  soy  muy  franca:  á  ninguno  de  mi  fami- 
lia me  recuerda  ese  otro  señor  de  las  gafas 
y  el  gorro  que  se  sienta  ahí.  ¿Es  pariente 
de  usted  ese  caballero? 
Hermano  de  mi  madre,  que  en  gloria  esté. 
(Me  encanta  la  ch.<irla  de  esta  chica.)  (se  sien- 
ta en  el  sillón  de  don  Miguel.) 

¿Hace  mucho  que  perdió  usted  á  su  madre? 
Cerca  de  año  y  medio. 
(suspirando.)  ¡A.y\  &  qué  prucbas  nos  somete 
la  vida.   Yo  perdí  á  mi  papá  cuando  tenía 


—  \o  — 

ocho  años...  Cuando  los  tenía  yo,  como  us- 
ted comprende...  Y  á  la  pobrecita  de  mi 
mamá  no  la  he  conocido:  esa  sí  que  es  tris- 
teza. No  tengo  de  ella  más  que  un  perfil, 
recortado  en  un  papel  á  la  luz...  Algún  día 
he  de  traerlo  para  que  usted  lo  vea.  Nunca 
se  quií-o  retratar  ..  Le  daban  miedo  los  re- 
tratos... creía  que  iba  á  morirse...  Rarezas, 
debilidades  que  tenemos  todos  y  que  se  de- 
ben respetar.  ¿Quién  está  libre  de  ellas? 
Mire  usted:  sin  ir  más  lejos,  una  buena  se- 
ñora que  vive  en  mi  casa  tiene  el  capricho 
de  lavarse  la  cara  y  las  manos  con  agua  de 
Seltz... 

Gloria        ¡Jesús,  qué  extravagancia! 

Car.  Eso  digo  yo:  pero  no  lo  critico.  Cada  uno 

que  se  lave  con  lo  que  quiera.  Mucho  peor 
(«ería  que  no  se  lavase.  Porque  para  mí  la 
limpieza  es  lo  primero.  En  teniendo  salud, 
una  pastilla  de  jabón  y  agua  clara  á  mano, 
vengan  penas.  ¿Querrá  usted  creer  que  yo 
no  tengo   más  que  unas  enaguas  blancas? 

Bueno,  pues  mírelas  usted.    (Alzándose  la  falda 

y  mostrándo!a.s.)  Conu)  la  uieve  las  llevo  .'siem- 
pre. V  soy  mas  pobre  que  una  escoba.  Y  esto 
no  es  alabarme:  porque  una  debe  alabarse, 
en  todo  caso,  de  lo  que  se  deba  á  sí  misma; 
pero  la  limpieza  es  cosa  de  la  educación;  y 
á  mí  la  educación  rae  la  dio  muy  buena  mi 
papá  el  pobrecito,  en  los  ocho  años  que 
tuve  la  suerte  de  que  me  viviera.  Hay  quien 
cree  que  la  educaci(hi  no  consiste  más  que 
en  «¿Cómo  e.^tá  usted?»  «Bien,  ¿y  usted?» 
«¿La  familia  buena?»  «A  los  pies  de  usted» 
« Beso  á  usted  la  mano»  y  «¿m  revoir."»  Y 
es  algo  más  que  eeo.  Yo  lo  primero  en  que 
me  fijo  cuando  conozco  á  un:i  persona  es  en 
la  educación  y  en  la  dentadura.  Dígame 
usted,  antes  que  se  me  olvide:  ¿usted  es 
madrileña? 

Gloria        l'or  los  cuatro  costados. 

Car.  Yo  también;  pero  por  un  costado  nada  más. 

Verá  usted  por  lo  que  digo  esto:  yo  nací  en 
Sevilla,  y  me  bauticé — bueno,  me  bautiza- 


-  16 


Gloria 
Car. 


Gloria 
Car. 


Gloria 

Car. 

Gloria 


Car. 
Gloria 


ron,  porque  yo  no  había  de  bautizarme  -en 
San  Isidoro,  patrón  de  la  ciudad,  como  us- 
ted sabrá  seguramente.  A  los  cuatro  días  de 
nacida  me  trasladaron  á  Madrid,  donde  he 
vivido  desde  entonces  y  de  donde  me  consi- 
dero en  realidad.  Sería  una  ridiculez  que  yo 
dijese  que  soy  andaluza.  Mamá  sí  lo  era: 
mamá  era  de  Palos  de  Moguer,  provincia  de 
Huelva.  De  allí  salió  Cristóbal  Colón  para 
descubrir  el  Nuevo  Mundo.  En  cambio,  papá 
era  de  Quel,  provincia  de  Logroño;  paisano 
de  Bretón  de  los  Herreros.  Mi  abuelita  pa- 
terna era  de  Alcolea;  usted  habrá  oído  nom- 
brar el  Puente  de  Alcolea.  Y  mi  abuelitode 
Grajanejos,  provincia  de  Guadalajara.  De 
mis  abuelos  por  parte  de  madre  nunca  he 
tenido  noticias.  Sí  sé  que  él  era  republicano 
y  ella  beata  y  armaban  unas  trifulcas  muy 
grandes,  pero  nada  más.  ¿Y  usted,  no  dice 
nada? 

Estoy  entretenida  oyéndola  á  usted. 
La  verdad  es  que  no  la  dejo  á  usted  meter 
baza.  ¿Me  hace  usted  el  favor  de  decirme 
su  nombre? 

Gloria,  para  servir  á  usted. 
Gloria:  ¡qué  bonito!  El  mío  es  Caridad;  pero 
todos  me  dicen  Carita.  Carita  para  arriba, 
Carita  para  abajo...  ¿Su  papá  de  usted  se 
llama  Cirilo? 

Miguel,  Miguel.  Por  cierto  que  no  sé  lo  que 
hace. 

Andará  ocupado.  ¿Qué  hora  será  ya,  sabe 
u.=ted? 

¿Tiene  usted  prisa?  Deben  de  ser  las  nueve 
y  media.  Deje  usted;  voy  á  llamarle,  (se  le- 
vanta.) 
No,  no;  si  no  lo  he  preguntado  por  eso... 

De  todos  modos...  ¡Papá!  (Vase  ai  interior.) 


—  47    - 


KSCENA  V 


CARITA,  JEREAtlAS,  GLORIA  y  DON  MIGUEL 

J ER  .  (De  vuelta  de  su  visita  á  la  taberna,  frotándose  las  ma- 

nos de  gusto.)  ¡Bah!  Es  tontera:  no  hay  mejor 
remedio  contra  el  frÍD. 

Car.  (Levantándose.)  (¡Dios  mío  de  mi  vida!  Ya  está 

aqrii  el  ú'ichobo  pajarraco.) 

Jer.  (Tornando  á  su  sillón.)   (La   niña   de  marras. 

Apuesto  cualquier  cosa  á  que  trae  la  clave 
de  tencas.)  (ai  loro.)  Mif>erias  de  la  vida,  Ro- 
dríguez. No  te  ocupes  tú  de  eso.  A  ver  qué 
te  parece  el  que  me  han  dado  hoy.  (Le  echa 
el  aliento  al  loro.)  ¡Crco  que  se  puede  beber! 

(Reanuda  sus  combinaciones  de  dedos.) 

D.  Mío.      (Saliendo  con  Gloria.)  H<la,-joven.  ¿Otra  vez 

aquí? 
Car,  Sí,  señor.  He  tenido  la  fortuna  de  encontrar 

la  clave... 
D.  Mío.       ¡Ah,  caramba!  ¿Encontró  usted  la  clave? 

Jer  .  (subrayando  con  el  canticio  su  acierto.) 

Co7i  el  capotín,  tin.  Un,  tin, 
que  esta  noche  va  á  llover... 

D.  Mío.  (Ya  está  aquel  con  la  musiquita.)  Bueno, 
pues...  hija,  por  esto  no  le  puedo  dar  más  de 
una  peseta. 

Car.  Corriente...  ¿qué  le  vamos  á  hacer?  Busca- 

remos por  otro  lado. .  Ya  ve  usted,  necesito 
comprar  una  medicina  que  cuesta  seis  rea- 
les., 

Gloria       ¿Tiene  usted  enfermos  en  casa? 

Car.  Mi  hermano  Mario:  y  probablemente  será 

una  pulmonía. 

Gloria        ¡Vaya  por  Dios! 

Jer.  ¡Xos  las  tragamos  como  el  puño,  Rodríguez! 

Car.  He  dicho  mi  hermano  y  no  es  mi  hermane; 

pero  en  ün,  como  á  hermano  lo  trato,  ¿sabe 
usted? 

D.  Mío,  Ea,  pues  tome  usted  los  seis  reales...  Que  no 
qufde  por  roí. 

Car.  Áy,  no  sabe  usted  cuánto  se  lo  agradezco. 

2 


-  18  — 

Jer.  ¡Vr.mos  allá! 

Gloria        ¿Qué  gruñe  usted,  tío? 

Jer.  ¡Nadal 

D.  MiG  (A  Gloria.)  (Déjalo,  mujer.  El  mejor  día  se  va 
rt  encontrar  con  un  diccionario  en  la  cabe- 
za.) Bueno,  joven;  celebraré  que  no  sea  nada 
lo  del  hermano. 

Car.  Mil  gracias.  Ya  le  digo  á  usted  que  no  es  mi 

hermano. 

D.  Mío.       Bien,  es  igual. 

Car.  Es  hijo  de  un  señor,  que  es  como  si  fuera 

mi  propio  padre.  Porque  cuando  mi  padre 
pasó  á  mejor  vida,  este  señor  de  Galeote  me 
recogió  en  su  casa,  y  con  él  y  con  sus  hijos 
vivo  desde  entonces.  (Siispirando  con  pena.)  ¡  Ay, 
Dios  mío  de  mi  alma! 

D.  MiG.  rt,Galeote  ha  dicho  usted?  Un  coacpañero  Ga- 
leote tuve  yo... 

Car.  ¿En  dónde"? 

Jer.  En  galeras,  sería. 

D.  Mía,  Hombre,  no  seas  necio.  En  la  Administra- 
ción de  Hacienda  de  Córdoba.  Por  supuesto, 
de  esto  hace  ya...  ¡friolera!  Aún  no  había  us- 
ted venido  al  mundo. 

Car.  Pues  oiga  usted,  Cíte  señor  también  ha  sido 

empleado. 

D.  MiG        Mi -compañero  se  llamaba  Moisés  Galeote. 

Cah.  ¡Moisés  Galote!  ¡El  mismo!  ¡Mire  usted  que 

es  casualidad!  Mi  padrino  mismo.  Don  Moi- 
sés Galeote  y  Chorro. 

D.  Míe.  Justamente.  Pues  lo  más  salado  del  lance 
es  que  anoche  soñé  yo  con  Moisés.  Una  de 
tonterías...  ¡qué  sé  yo! 

(/'ak.  Es  muy  particular  lo  que  sucede  con  los 

sueños. 

Jer.  ¡Muy  piírticuhir! 

Car.  Calderón  decía  que  sueños  son;  pero  á  pesar 

de  Calderón,  en  muchas  ocasiones  se  acier- 
ta. Cuántas  veces  se  dice  :  esta  noche  he  so- 
ñado con  Fulano...  ¿Se  acuerdan  ustedes  de 
Fulano?...  Hombre,  ¿qué  habrá  sido  de  Fu- 
lano, aquel  que  se  fué  á  América?  Y  de 
l)ronto,  ¡pun!  Fulano.  ¿No  es  verdad  que 
ocurre?  Yo,  como  sueño  tantísimo...  Rara  es 


—  19  — 

la  noche  que  no  sueño.  La  otra  noche  soñé 
que  me  quedaba  muda,  y  si  vieran  ustedes 
con  qué  angustia  tan  grande  me  desperté... 

Jer.  Lo  creo. 

Car.  ¿Qué  dice  usted? 

Jer.  iQue  ha  tenido  ya  tiempo  de  morirse  el  her- 

mano de  la  pulmonía! 

Gloria        Si,  sí,  vaya  usted  pronto 

Car.  Ay,  6  3  verdad.  Me  domina  el  vicio  de  la  con- 

versación. Ustedes  perdonen.  Hasta  otro  rati- 
to...  Y  tantíííimas  gracias  por  sus  bondades... 

Gloria        Que  se  alivie  el  enfermo,  ¿eh? 

CíR.  Gracias. 

D.  MiG.       Y  muchos  recuerdos  á  Galeote. 

Gar,  De  su  parte  de  usted,  don  Cirilo.  Se  alegra- 

rá muy  de  veras  de  e  iber  de  usted.  ¿Qué  bo- 
tica es  mejor:  esta  de  la  esquina  ó  la  de  la 
vuelta  de  la  calle? 

Jer  .  ¡Que  se  va  á  morir  ese  hombre! 

<Jar.  ¡No  me  lo  diga  usted!...   ¡Pícara  charla!... 

Ay,  hasia  ahora  no  me  había  yo  fijado  en 
el  loro...  Lorito  real,  para  P^spaña  y  no  para 
Portugal...  Vaya,  que  ustedes  sigan  bien,  (se 

va  a  la  calle  apresuradamente  ) 

D.  MiG.  (Riéndose.)  El  enfermo  lo  que  tendrá  será  ja- 
queca... Digo  yo.  Voy  á  anotar  la  compra. 

(Va  al  escritorio  y  lo  hace,  mientras  habla  con  Gloria 
y  Jeremías.) 

Gloria        Es  muy  simpática  esa  muchacha,  ¿verdad? 

D.  MiG.       Si,  pero  habla  demasiado,  hija  mía. 

Jer.  ¡líl  que  habla  demasiado  eres  tú! 

D.  MiG.       ¿Yo?  ¿Por  qué? 

Jer.  i  orque  antes  de  cinco  minutos  tienes  aquí 

á  Galeote  á  darte  un  sablazo. 

D.  MiG.       ¡Vamos,  hombre! 

Jkr.  Antes  de  cinco  minutos... 

Gloria        ¡Siempre  pensando  mal! 

Jer.  Tienes  aquí  á  Galeote... 

D.  Mío.       ¡Ya  lo  hemoscído! 

Jer.  a  dart*=í  un  pablazo. 

D.  MiG  ¿Sí,  eh?  Pues  te  advierto  que  como  aciertes 
y  me  cantes  el  Capotln,  fin,  tin,  tiii,  vamos  á 
venir  á  las  manos.  ¡Es  mucha  imperti- 
nencia! 


—  Í20  — 

Gloria        Tiene  razón  papá:  sabiendo  usted  *que  le 
mortifica... 

JeR.  (Levantándose  y  yéndose  por  la  jmerta  que  da  al  inte- 

rior.)  Dice,  me  hacéis  «í?e»  reir,  Don  GonzalOy 

d'Ce,  ])UeS  venirme  d provocar...  (Aparecen  en  la 
calle  y  se  detienen  á  mirar  el  escaparate  de  la  librería 
dos  Estudiantes.  Tras  breve  disputa  entra  uno  de  ellos 
en  el  establecimiento,  según  se  indica  más  abajo.) 


ESCENA  VI 


GLORIA,  DON  MIGL'EL  y  un  ESTUDIANTE.  Al  final  JEREMÍAS. 


Gloria 
D.  MiG 

Gloria 

EST. 


D.  iMiG. 

EST 

D.   MiG 
EsT. 
D.  MiG. 

D.  MiG. 

EST. 

D.  MiG. 

EsT. 

D.  Mía. 

EsT 
D.  MiG. 

Glori  \ 
D.  MiG 
Jer. 
Gloria 
Jer. 

Gloria 


Hay  qu3  armarse  de  paciencia  con  el  tío. 
Cuéntamelo    á  mí,  que  estoy  aguantando- 
sus  pullas  desde  que  me  casé. 
Y  Itiego,  si  sirviera  de  .^ilgo... 

(Es  un  mocito  de  unos  quince  abriles.  Entra  muy 
decidido  fumando  un  pitillo  y  tarareando  un  canto  po- 
pular. Al  reparar  en    Gloria  se    corta  un  poco.)  Muy 

buenos  días. 

Muy  buenos.  ¿Qué  desea  usted? 

(a  don  Miguel,  al  oído.)  ¿Tiene  usted  Las...f 

(Mirándolo  de  arriba  abajo.)  No,  señor,  nO. 

¿No? 
No. 

(Lo  mismo  que  antes.)  ¿Y  LoS  ..? 

Tampoco. 
¿Tampoco? 
Tampoco. 
¿Y...? 

(sin  dejarlo  acabar.)    fampOCO:    110    Se    moleste 

usted. 

Usted  dispense...  (¡Vaya  una  librería!)  (se  va.) 

Adiós,  caballero.  (¡Está  buena  la  juventud 

dorada!) 

¿Per  qué  ha  venido  ese  chico,  papá? 

¿Ese? (Rascándose  la  cara.)Por  un  libro  de  texto. 

(Volviendo  á  salir.)  üloria:  Catalina  te  necesita.. 

¿Ami? 

Está  sobre  el  tapete  un  plato  del  almuerzo 

de  hoy.  Que  si  huevos  fritos,  que  si  tortilla...- 

Voy  allá,  voy  allá. 


—  21  — 

Jer.  Habrá  huevos  fritos,  en  la  seguridad  deque 

á  mi  me  molestan. 
Gloru        Pues  pondremos  tortilla 
D.  MiG.       ¡No!  ¡Huevos  frit-^s! 

Jer.  ¡Ya,  ya  lo  he  dicho  yo!  (Se  sienta  á  su  mesa.) 

Olor  A        (Llevándose  su  velo  y  su  capa.)  ¡Qué  demonio  de 
hombre! 


> 


ESCENA  VII 

DON  MIGUEL,  JEREMÍAS  y  PEDRITO 


Jer.  (ai  loro.)  Oído,  Rodríguez.  Vamos  á  dar  la 

lección. 

L  )ro  Dame  chocolate. 

Jer.  ¿Chocolate,  eh?  No,  señor.  Hay  que  alternar 

los  placeres  con  el  eátuaio. 

Loro  Dame  chocolate. 

Jer.  Fijate  bien,  que' estás  muy  torpe:  «¡No  te  ti- 

res, Reverte!»  ¿Lo  lm3  oído?  «¡No  te  tires. 
Reverta!»  «No-te-tire--rtev'«'rte  »  A  ver  si  te 
lo  estudias:  « No-te-tires- Reverte.» 

D.  MiG.  Pero,  hombre,  qué  co.-as  le  enseñas  al  loro. 
«¡La maree  Dios!»  «¡Pamí  (jue  nieva!»  «¡No 
te  tires.  Reverte!» 

Jer.  \K\  otro!  ¿Pues  qué  le  voy  á  enseñar,  maja- 

dero? ¿el  discurso  sobre  las  armas}' las  letras? 

D.  MiG,  ¡Anda  y  que  te  emplumen!  (a  Pedrito,  que  lie- 
ga en  este  momento  do  la  calle,  mustio  como  un  lirio 
tronchado.  Viste  como    cualquier   escribiente  de  poco 

sueldo.)  Hola,  Pedrito. 
Ped.  Hola,  don  Miguel. 

D.  MiG,       ¿V'ienes  de  la  casa? 
Ped.  Sí,  señor. 

D.  xMiG.       ¿Y  qué  hay? 
Ped  Que  no  traigo  un  cuarto, 

Jer.  (cantando.) 

Con  el  capot (n,  tín,  iin,  Un, 
que  esta  noche  va  á  llover  .. 
D.  MiG        ¿Otra  te  pego?  ¿Cómo  voy  á  decirte  que  rae 
molesta...?  l*ero  ven  ac;í,  l'edrito  de  mis  cul- 
pas: explícame...  ¿No  te  parece  á  tí  que  ya 
es  un  abuso...? 


—  22  — 

Ped.  Óigame  usted,  don  Miguel  de  mi  corazón. 

D.  MiG.       Habla. 

Ped.  a  mí  puede  usted  redobljirme  e1  tnbajo  en 

Ja  librería,  ponerme  hcrüs  extraordinarias^ 
mandarme  con  un  baúl  á  la  estación,  si  es 
preciso,  engancharme  á  un  carro,  ei  fuesfr 
menester,  todo  lo  que  usted  quiera;  pera 
por  la  gloria  de  sus  difunto?,  no  vuelva  us- 
ted á  encomendarme  el  cobro  de  los  alqui- 
leres. 

D.  MiG,  Chico,  me  gusta  la  salida.  ^iQuieres  que  me 
encasquete  yo  el  sombrero  y  coja  los  recibos 
y  vaya  por  tí?  ¡Pues  hombre! 

Ped.  Es  que  usted  no  sabe  lo  que  yo  sufro.  Y 

luego,  va  ve  usted,  siempre  me  vengo  con 
las  inanos  en  los  bolsillos. 

D.  MiG.  Ahí  tienes  lo  que  yo  no  acabo  de  compren- 
der. Porque  buena  está  la  falta  de  carácter,, 
la  delicadeza...  hasta  l-x  compasión,  si  se 
quiere.,  pero  ..  Vamos  ver:  ¿qué  te  ha  dicho 
(1  sacristán  del  5'?  Ocho  msses  debe. 

Ped.  Pues  me  ha  dicho  que  no  cree  en  Dios  desde 

que  lo  echaron  de  la  Parroquia. 

D.  Mío.       ¿Y  eso  qué  significa?  ¿Por  qué  no  paga? 

Ped.  Porque  confiesa  que  si  antes    pagaba  era 

sólo  por  temor  de  Dios,  pero  que  ahora  que 
no  cree,  que  le  entren  moscas.  . 

D.  Mío.       ¿Habrá  descaro  igufd? 

Ped.  Pues  la  del  15  también  es  de  oro  y  pedrería, 

no  crea  usted.  Dice  que  no  da  un  céntima 
mientras  no  se  le  ponga  otra  chimenea. 

D.  Mío.  ¡Caray  con  la  mujer!  El  men  pasado  que  la- 
drillos nuevos,  el  anterior  que  zócalo,  ahora 
que  chimenea... 

Ped.  Ya  le  he  dicho  á   usted  que   tiene  muchos 

humos  esa  señora. 

D.  Mío  Oye,  ¿y  el  del  23,  que  debe  ya  cerca  de  un 
año? 

Ped.  ¿Cuál?  ¿ese  á  quien  le  llaman  el  TuétanosfEse 

es  un  animal  de  bellotas.  Imagine  usted  que 
á  tiempo  de  ir  yo  á  empujar  la  puerta  del 
cuarto,  oí  como  rumor  de  gritos  y  bofeta- 
das, y  clara  y  distinta  la  voz  del  Tuétanos, 
que  decía  poco  más  ó  menos:   «;Grandísi- 


—  S3  — 

•  lua... — bueno,  aquí  un  adjetivo  fuerte,  bas- 
tante fuerte— al  primer  tío  ladrón  que  vea 
yo  entrar  por  esa  puerta,  le  doy  dos  patios 
en  la  i  mandíbulas!» 

Jer.  ¿y  entraste? 

Ped.  ;Un  demonio! 

D.  MiG.  Pues  bijo,  unos  por  fas  }'  otros  por  nefas... 
el  resultado .. 

Jer.  Por  fas  es  que  no  hay  vergüenza  en  la  re- 

unión... y  por  nefas  lo  mismo. 
.Peí».  Luego,  esta  es  otra:  í'erico  el  del  14  se  ha 

caído  desde  un  andamio...  y  tiene  cuatro 
criaturitas...  la  mayor  atí.  .  y  hay  que  ver 
aquel  cuadro...  ¿y  quién  presenta  allí  el  re- 
cibo?. .  Los  chicos  herreros  del  31  están  sin 
trabajo  desde  hace  quince  dia?.  Esos  son 
buena  gente,  ¿sabe  usted?  Poco  menos  que 
se  me  hincaron  de  rodillas  ..  usted  calcule... 
¿Quién  es  capnz  de  presentarles  el  recibo? 
Al  ciego  del  13  se  le  ha  muerto  la  perra  que 
lo  acompañaba...  y  es  un  dolor  oír  al  pobre 
viejo...  ¿Cómo  se  le  presenta  el  recibo?  El 
armero  del  24  me  recibió  apuntándome  con 
una  escopeta  de  dos  cañoues...  ¿Usted  cree 
que  yo  presento  allí  el  recilio?...  En  fin,  así 
todos. 

D.  MiG.  ;Pues  estamos  frescos!  Vaya  por  Dios,  hom- 
bre, vaya  por  Dio.s  .. 

Jer.  Con  lamentos  es  c  )mo  no  se  adelanta  nada. 

D.  MiG.  ¿Le  parece  á  usted?  Tú  dirás,  hombre,  tú 
dirás  lo  que  hacemos.  Habla:  expon  tus  pla- 
nes redentores.  Y  si  no,  escríbeme  tus  con- 
sejos en  un  })apel,  como  Don  Quijote  á  San- 
cho cuando  S3  fué  á  gobernar  la  ínsula. 

Jer.  Si  mi  hermana  levantara  la  cabeza... 

D.  MiG.  Cállate,  Jeremías.  Calla,  por  Dios,  queme 
traes  á  la  memoria  dos  amarguras:  la  de  que 
ella  falta,  y  la  de  que  yo  no  sé  sustituirla. 
¿Me  vas  á  enseñar  á  mí  que  á  su  inteligen- 
cia, á  su  actividad,  le  dei)0  yo  el  bienestar 
de  que  disfruto,  los  ochavos  que  tengo,  tú 
el  pan  que  comes,  éste  lo  que  cobra,  rr,i  hija, 
lo  que  sabe?...  ¿Me  lo  vas  á  enseñar  á  mí? 
Pero  ¿es  mia  la  culpa  de  haber  nacido  tonto 


—  21  — 

de  capirote,  vamos  á  ver?  ¿Cómo  he  de  re- 
mediar yo  al  cabo  de  mis  años  el  no  enten- 
der lo  que  son  nego-iop,  ni  lo  que  es  la  gen- 
te, ni  lo  que  es  la  vida? 
Jer.  Ese  lenguaje  es  inverosímil  en  un  casero,  (se 

levanta.) 

D.  MiG  Bueno,  sí;  bien  está...  Ya  veremos  lo  que  se 
ha  de  hacer.  Vosotros  también  sois  para  el 
avío.  Tú,  Pedrito,  ten  la  bondad  de  tomar 
con  n)ás  fuego  las  cosas  de  la  casa  y  más 
en  frío  el  estudio  de  esos  dramas  y  come- 
dias (|Ue  has  dado  en  re{)resentar  de  algúa 
tiempo  á  e&ta  parte.  Mira  que  está  la  libre- 
ría manga  por  homl)ro...  Es  una  compasión. 

Ped.  Descuide  usted:  en  lo  que  de   mí  dependa 

yo  he  de  procurar...  .Sentiría  que  usted  cre- 
yera <)ue  j!0  me  intereso... 

ü.  Mío  ¿Cómo  he  de  creer,  si  te  conozco  dema- 
siado ..? 

I'ed  Le  juro  á  usted  que  para  mi  las  cosas  de 

ustedes .. 

i).  iMiü.  Sí,  hombre,  sí;  no  vayas  á  llorar.  ¡Era  lo 
único  que  nos  faltaba! 


H^ 


ESCENA  VIII 

DICHOS  y  DON  MOISÉS 


(Don  Moisés,  que  momentos  antes  de  salir  aparece  detrás  del  escapa- 
rate y  desde  allí  mira  al  interior  de  la  librería  para  cerciorarse  de 
que  es  la  de  don  Miguel,  se  cuela  de  rondón  y  cae  sin  que  Dios  lo 
remedie  sobre  Jeremías,  que  á  la  sazón  se  calienta  al  brasero,  y  al 
cual  abraza  muy  estrechamente  con  muestras  de  la  más  viva  emo- 
ción. El  pelaje  de  don  Moisés  es  de  lo  más  sobrio:  zapatos  de  lona, 
muy  viejos;  pantalón  de  color  indefinible;  gabán  de  entretiempo 
abrochado  y  con  el  cuello  en  pie,  y  sombrero  de  paja,  muy  tostado 
del  sol  y  con  las  alas  caídas  en  forma  de  pantalla.  El  pantalón  y  el 
ga))án  en  ese  lastimoso  estado  en  que  ya  no  los  toman  en  las  casas 
de  préstamos.) 

D.  Mois.     ¡Ahí 

Jeíí.  [lih!  ¡hombre! 

D.  AIíG.       ¿Quién  es  ebte  loco? 


—  25  — 

Jer.  ¡Que  me  tritura  usted,  CDmpadre! 

D.  Mois.  ¡Miguel!  [Miguel! 

Jer.  ¿Qué  MiguelV  Si  yo  no  soy  Miguel... 

D.  MiG.  !?i  Miguel  soy  yo. . 

D.  Mois.  ¡Ah!  ¡tú!  [Miguel! 

i).    MlG  (Reconociéndolo.)     ¡Güleote!     (Se     abrazan    fuerte- 

mente.) 

Jf.U.  (¡Galeote!)   (cantando.) 

Con  el  capotíii,  Un,  Un,  Un, 
que  esta  noche  va  á  llover.  . 

Phd.  (Debe  de  ser  amistad  muy  antigua.) 

D.  MiG.  Chico,  cuánto  me  alegro;  la  verdad  es  que 
no  le  esperaba. 

Jer.  (Yo  sí.) 

D.  Mois.  ¡Quita  allá,  por  Dios!  Me  ha  faltado  tieui - 
po...  (a  Pedrito.)  ¡Ven  á  mis  bnizos  tú!  Y  per- 
míteme que  te  tutee  ..  (lo  abraza.)  ¡Tienes 
toda  la  cara  de  tu  padre!  (a  don  Miguel.)  Eres 
tú  mismo,  cuando  estábamos  allá  tu  Cór- 
doba... 

D.  Mío.       ¿Qué  dices,  hombre? 

D.  Mois.      l>.i  mirada,  la  sonrisa...  jTú,  tú! 

Ped  Dispense  usted,  pero. - 

D.  Mío.       'i'e  advierto  que  este  no  es  mi  hijo. 

D.  Mois.     ¿No? 

Jer  ¡Ni  le  toca  nada! 

D  Mois.  Chico,  ha  sido  una  ofuscación...  Lo  declaro. 
¡Porque  es  que  no  he  visto  dos  caras  más 
distintas!  No  sé  por  donde...  Nada,  una 
ofuscación,  (a  Pedrito.)  Bien,  y  Uirted  me  dis- 
pensará el  tuieo... 

p£D  Calle  usted;  no  vale  la  pena... 

D.  Mío.       Siéntate,  siéntate. 

Jer.  (Estamos  enfrente  de  un  gran  peligro.   Voy 

á  prevenir  á  Gloria  y  á  (  atalina.)  (va.se  ai  in- 
terior. Pedrito  corre  de  aquí  para  allá  y  .se  sube  á  la  es- 
calerilla, arreglando  la.s  annquelería.s  y  trasladando  pi- 
las de  libros  de  un  lado  á  otro.  Don  Moisés  y  don  Mi- 
guel se  sientan  al  brasero.) 


26 


>.  ESCENA  IX 

DON  MIGUEL,  DON  MOISP>S  y  PEDRITO 
D.    MoiS.       (Quitándose    el    sombrero  y    descubriendo   una  calva 

ignominiosa.)  ¿Me  encuciitias  muy  vieju,  no 
es  verdady 

D.  Mi3.  Avejentadillo  te  encuentro,  pí  Pero  has 
de  ver  que  ya  no  somos  chicos  de  la  eecuela. 

D.  Mois.  ¡  Ah!  Tú  estás  hecho  un  pollo.  ¡Qué  brillo  en 
la  mirada!  ¡Qué  colore  f-!... 

D.  M:g        Je,  je... 

D.  Mois.     Dime,  ¿qué  es  de  tu  vida?  ¿Al  fin  te  casaste? 

D.  MiG.  (suspirando.)  [Ay!  Sí,  hombie,  sí:  me  casé. .  y 
he  enviudado  ya. 

D.  Mois.     ¡Cómo  vuelan  los  años! 

D.  MiG.       Por  mi  mujer  llevo  este  luto. 

D.  Mois.      ¡Pobre  Nicolasa! 

D.  MiG.       ¿A  quién  te  refieres? 

J^.  Mois.      A  tu  mujer:  ¿no  era  Nicolasa? 

D.  MiG        No,  hijo,  no:  Lorenza. 

D.  Mois,  Perdóname,  Miguel;  estoy  empecatado.  Es 
que  como  mi  pobre  Elvira  se  llamaba  Ni- 
colasa... 

D.  MiG,       ¿Qué  dices? 

D.  Mois.  ¡.Jesús!  Desvarío...  Concluirás  por  no  hacer- 
me caso.  Padezco  distracciones  horribles; 
equivoco  las  palabras,  trueco  los  conceptos.  . 
Las  zarzas  del  camino,  chico. 

D.  MiG.      (¡Pobre  Moisés!) 

D.  Mois,     ¿Tienes  algunos  hijo»? 

D.  MiG.       Una  hembra:  Gloria. 

D.  Mois.      Gloria  será  en  efecto. 

D.  MiG.  Es  buena,  es  buena:  no  puedo  quejarme. 
^.Y  tú,  Moisés?  Cuéntame  tu  vida. 

T>,  M.is.  No  deseo  otra  cosa.  Es  un  barco  de  penas: 
esto}'  en  alta  mar...  y  no  veo  tierra  por  nin- 
guna parte,  (cogiéndole  una  mano  á  don  Migiiel.) 
¿En  tí  tengo  un  amigo,  verdad? 

D.  MiG.       No  me  lo  preguntes. 

D.  Mois.     ¿Puedo  abrirte  mi  pecho? 

D.  MiG.       !Sí. 


—  Í7  — 

D.  Mo  S.  Pues  mira.  (Sc  pone  de  pie  de  espaldas  al  público, 
y  desabrochándose  el  gabán,  le  muestra  el  pecho  á  don 
Miguel.  En  seguida  vuelve  á  abrocharse  y  se  sienta.) 

D.   MiG.       ¡Ave  Marín  puiirima! 

D.  Mo!H.  Esto  te  dirá  mejor  que  palabra  ninguna,  en 
qué  terrible  situación  hame  colocado  el  in- 
fortunio. 

Fed.  (Sí,  lo  que  es  nadando  en  la  abundancia  ya 

fe  ve  que  no  está  ) 

D.  Mois.  Después  que  nos  separamos  en  Córdoba,  la 
desventura  me  bizo  su  hijo  predilecto  ..  y 
todas  mis  ilusiones,  todas  mis  ísperanzas, 
fueron  crisálidas  de  de.=engaños... 

PfeD  (Hombre,  eso  está  bien  ) 

D.  Moi?.      Tame  un  pitillo. 

Fed.  (Eso  no  está  tan  bien.) 

D.  McH.  Quiero  ver  si  se  me  quita  con  el  tabaco  este 
amargor  de   lágrimas  que   me   viene  á  la 

boca    (Don  Miguel  le  da  un  cigarro  y  ambos  fuman.) 

¡Ay,  Miguel,  Miguel;  cuánto  he  jadecido, 
cuánto  he  sufrido!  No  encontrarás  un  dolor 
en  el  mundo  que  no  me  sea  tan  fami'iar 
con  o  el  abrir  y  cerrar  les  ojos.  ¿Ves  cómo 
estoy  de  canas?  Pues  cada  una  es  una  heri- 
da, cada  una  es  un  desengaño,  cada  una  es 
un  amigo  que  he  perdido. 
Fed.  (¡Caramba!  ¡pues  ha  debido  de  tener  muchas 

relacionas!) 

(Don  Moisés  quiere  sollozar  y  no  le  sale.) 

D.  MiG.       Vamos,  tú,  ¿qué  se  le  ha  do  hacer?  No  te 

apures. 
D.  Mois.     ¿Tú  conociste  á  mi  segunda  mujer? 
D    Mío.       Si,  hombre,  sí:  .María. 
D.  Mois.     Pues  bien,  llora  conmigo:  ¡va  no  vive! 
D.  Mic:        ¿No? 

D.    MoiS.       (Rompiendo   á  llorar  al  fin.)  No.  |NÍ   mí   primera 

mujer  tampoco! 
Peo.  (¡Naturalmente!) 

D.  Mois.     (Enjugándose  el  llanto.)  ¿Te  acuerdas  de  mi  Bal- 

doiuero? 
D.  Mío        ¡Vaya! 
1).  Mois.     ¡El  rey  de  la  casa!  ¡la  alegría  del  mundo!.  , 

Permíteme  que  vuelva  á  llorar  al  calor  de 

su    querido    recuerdo,  (suelta  cl  trapo  otra  vez.) 


—  28  - 
Ped.  (Pies  .señor,  nos  vu  á  meter  el  corazón  en 

nn  puño.)  (Pasa  Catalina  con  una  alcuza  desde  la 
puerta  del  interior  á  la  de  la  calle,  por  donde  se  va 
santiguándose  y  sin  quitar  ojo  á  don  Moisés  mientras 
pasa., 

D.  MiG  Moif^é?,  querido  Moisés,  sosiégate.  No  te  f al  • 
te  el  valor  á  última  liora. 

D.  Moi-.  (serenándose.)  Dispensíi:  dices  bien.  Con  la 
muerte  de  mi  chico,  la  noche  tendió  su 
manto  en  mi  cisa:  me  dejaron  cesant? ..  Uno 
de  eso.-<  ministros  sin  conciencia  que  de  una 
plumada  se  comen  el  pan  y  se  beben  el  agna 
de  una  familia...  Hice  los  imposibles  por  lo- 
grar mi  reporiición:  inútil,  'l'rabajé  en  otras 
cosas:  inútil.  Descendí  de  clsse:  quise  ser 
cobrador  de  un  tranvía:  inútil.  Me  fui  á 
América,  la  tierra  de  los  de-esperados:  pa- 
decí y  p.ídtcie.on  los  míos  h;imbre  y  sed. 
Volví  á  España.  Nuevamente  procuré  ser  de 
todo;  lo  intenté  todo,  lo  pa'pé  todo,  y  lejos 
de  encontrar  la  auí-iuda  aurora  no  hallé  sino 
nuevas  penas,  nuevos  dolores,  nuevas  amar- 
guras, nuevos  desengaños .. 

Ped,  (¡Se  nos  viene  con /aí?^Mi7/os  el  buen  viejo) 

D.  MiG.       ¿Cuántos  hijos  te  quedan? 

D.    MoiS.       (Sollozando  antes  de  contestar.)  DCS. 

D.  MiG.       ¿Alguna  hija? 

D.  Mois.      (Vuelta  áios  pucheros.)  Ninguna.  (No  se  lo  digo.) 

D.  MiG.       ¿Y  esa  chicuela  por  quien  he  sabido  de  tii* 

D.  Mois.  ¡Ah!¡Carit-^!  ¡Pobre  ángel  de  Dios!  Huérfana 
y  sola  desde  muy  niña,  yo  la  recogí  en  mi 
hogar  humilde. 

D.  MiG.       Parece  muy  buena  muchacha. 

D.  Mo!S.  Es  tan  buena  como  bonita...  y  tan  bonita 
como  desgraciada.  La  risa  huyó  de  sus  la- 
bios cuando  aún  no  contaba  ocho  primave- 
ras Unida  á,  nuestra  suerte  la  suya,  hoy 
también  llora  con  nosotros. 

D.  MiG.       Pero  ¿tan  triste  es  tu  situación  actual? 

D.  Mcis.  ¡Desesperada,  chico!  Es  la  de  aquel  que  está 
en  la  barandilla  del  Viaducto  dispuesto  á 
arrojarse  de  cabeza,  y  no  c-pera  otra  cosa 
que  la  mano  de  un  guardia  que  lo  sujete. 
Mira:  mi  hijo  Calixto,  harto  ya  de  sufrir  pe- 


—  29  — 

nalidad^'S,  hace  tre?  inrsec  que  voló  de  mi 
hoaar:  fuese  a  correr  furluna.  No  sé  de  él.  Mi 
hij  )  Míirio,  en  quien — ¿á  qué  vo}'  á  ocultár- 
telo á  ti? — tengo  puestas  todas  mis  esperan- 
zas y  todas  mis  ternuras...  postrado  está  en 
la  cama  del  dolor.  Se  me  muere,  Miguel,  ee 
me  muere  en  aquella  fétida  guardilla.  No 
tengo  recursos,  no  tengo  medios...  ¿  qué 
hago?  Parece  imposible  que  haya  desventu- 
ra mayor.  Parece  imposible,  ¿no  es  verdad? 
Pues  oye:  el  casero  me  ha  dicho  que  nos  va 
á  plantar  en  la  calle.  Ahí  tienes  una  des- 
ventura mayor:  ahí  la  tienes. 

Ped.  (¡Corcho!  ¡eso  es  del  Draina  nuevo!  ¡Si  lo  ee- 

toy  ensayando  yo'.. ) 

D.  MiG.       ¡Jesús,  Jesús,  Dics  míd 

D.  Mo!S.  Y  lo  hará,  Miguel;  créeme  que  lo  hará.  Nos 
pondrá  enmedio  del  arroyo  sin  considera- 
ción al  enfermo  ni  á  nada.  Los  caseros  son 
unos  animales. 

D.  MiG  Hombre,  hay  de  todo...  Ya  tú  ves,  yo  tam- 
bién soy  ca.sero...  Je... 

D.  Muí-.  (Recogiendo  velas.)  Chico...  perdona...  he  dicho 
animales  ..  en  el  buen  sentido  de  la  palabra. 

Ped.  ((i^uál  será  el  buen  sentido  ese?) 

D.  MiG        1  ues  nada,  no  te  apures... 

D.  Mois.  ¿No  he  de  apurarme,  si  tendré  que  llevar  al 
hospital  a  mi  pobre  hijo? 

D.  MiG.  Para  algo  vivo  yo  en  el  mundo.  No  hables 
de  eso  siquiera. 

D.  Mois.     fK\\'i  ¿qué  dices? 

D.  MiG.  Que  tu  hijo  no  irá  al  hospit2.],  ni  por 
pienso... 

I'.    Molí.       (Estrechándole  las  manos.)  ¡Miguel!  ¡Miguel! 

D.  MiG        Qi¡e  se  remediará  en  lo  posible  tu  situación, 

porque  todo  tiene  arreglo  en  el  mundo,  en 

no  siendo  la  muerte... 
D.  Mois.     ¡Miguel! 
D.  Mío.       Y  que  adonde  nos  vamos  ahora  mismo  los 

dos  es  á  tu  casa.  (Levantándose.)  Anda,  que  ya 

tardamos. 
D.   Moiá.       ¡Miguel!  (Se  le  echa  encima  llorando  á  moco  y  baba, 

y  lo  estrecha  y  lo  moja  que  ea  una  bendición.) 

Ped.  (Este  don  Miguel  es  un  bizcocho  de  canela.) 


—  30  — 

D.  MiG.  Vaya,  no  llores  más...  no  seas  niño...  que 
vas  á  contagiarme. 

D.  Mois.  Lloro,  sí,  lloro...  Son  tus  palabras  benditas 
las  únicas  gotas  de  rocío  que  desde  hace 
niuchog  años  han  caído  sobre  mi  corazón. 
|T)ios  querrá  que  algún  día  |)Ueda  pagart( ! 

1).  MiG.  Vamos,  calla  ó  me  enfado.  No  so  hable  más 
del  particular.  Tranquilízate...  Verás:  antes 
de  irnos  vas  á  conocer  á  mi  hija. 

D.  Mois.     ¡Sí,  hombre,  si! 

D.    MlG.  ¡Gloria!    ¡Gloria!   (Vase  ai  interior   de   la   casa  lla- 

mando á  Gloria.) 


i-  ESCENA   X 

DON  MOISÉS  y  PEDRITO;  luego  GLORIA  y  DON  MIGUEL, 
JiiEEMÍ.^S  y  CATALINA 

(Don  Moisé'S  S2  deja  caer  sollozando  en  la  sil'a  en  que  estalla. Pausa.) 

— P£D.  (Dinblo,  parece  que   tiene   hipo.)  (Acercándose 

á  don  Moisés.)  ¿Quiere  usted  un  poco  de  agua, 
caballero? 

D.  Mois,  (Apretándole  una  mano  sin  mirarlo.)  GrtíCiaS,  no- 
ble pollo. 

i).  MlG.  (saliendo  del  interior  de  la  casa  con  Gloria.  Se  ha  qui- 
tado la  gorra  y  trae  el  sombrero  en  la   mano.)    AqUÍ 

la  tienes. 

D.    Mois.       (Levantándose  de  un  salto.)  Señorita  ..    ¡DioS   To- 

dopoderosol  Chico,  si  parece  que  estoy  vien- 
do á  Nicolasa... 

Gloria        ¿A.  quién? 

D.  Mío.       A  tu  madre,  dice. 

1).  Müis.     Ay,   es  verdad:  he  vuelto  á  confundir  el 

nombre.  (Sale  Jeremías  también  del  interior,  receloso 
como  un  gato  arisco,  y  se' sienta  á  su  mesa.) 

Gloria        ,:Me  encuentra  usted  parecido  á  mi  madre? 

D.  Mois.  ¡Una  estampa!  ¡una  estampa!  Desde  luego 
es  usted  tan  bonita,  y  seguramente  será  us- 
ted tan  buena. 

Gloria        Mil  gracias,  señor. 

D.  Mois.  ¡Es  ella,  Miguel,  ella  misma!  ¿Recuerdas 
cuando  la  conocimos? 


-  81    - 

D.  MiG.       Figúrate  si  me  acordaré. 

ü.  Mois.  Jjiís  veces  que  paseamos  iunlos  la  calle...  lo 
colorado  que  tú  te  ponías  á  cualquier  nove- 
dad... 

D.  MiG.  El  miedo  que  le  teníamos  los  dos  al  abuelo 
de  éí^ta. . 

D.  MoiP.  ¡Qué  tiempos  aquellos! ..  ¡Ay,  Miguel,  me 
parece  que  respiro  de  otra  manera! ..  El  re- 
cuerdo de  nuestra  juventud,  esta  casa,  tu 
hija,  el  cariño  con  que  me  tratas,  el  noble 
amparo  que  me  ofreces... 

JeR.  (¡Ya  pareció  aquello!)  (como  si  le.hubieran  pues- 

to una  banderilla,  se  levanta  y  empieza  á  pasearse  por 
el  foro.) 

D.  Mois.      Anda;  vamos  á  llevarles  á  los  míos  estos  ra- 

3' os  de  sol. 
D.  MiG         V'amos,  si;  vamos  en  seguida.  Hasta  luego. 

(Echa  á  andar  hacia    la   puerta,  la    abre  y  aguarda  á 

don  Moisés,  que  se  despide.) 
J).   Mois.       (cogiéndole  las  dos  manos  á  Gloria.)  Niña,  aunque 

se  le  muera  á  usted  su  padre,  no  se  apure 

usted... 
Ped.  ;¡  Atiza!) 

Gloria        Por  Dios... 
D.  Müis.      Usted  perdone...  he  querido  decir...  que  no 

importa  nada  que  él  se  muera... 
D.  MiG.       ¡Hombre!  ¡hombre!  Déjate  ahora  de... 
Jer.  (¡Qué  estúpido!) 

D.  Mois.     Vamos,  que  en  mí  tiene  usted  un  segundo 

padre. 
Gloria        Ah;  muchísimas  gracias. 

D.    Mois.       (saludando  á  Jeremías.)  Caballero... 

Jer.  ¡Aburl 

D.  MiG.       Acaba,  hombre. 

D.  Moi.~.  (Tropezando  con  Pedrito,  á  quien  tira  una  pila  de  li- 
bros que  lleva  en  la  mano.)  JoVen... 

Ped.  ¡Eh!  ¡cuidado! 

D.  Moi?.     Usted  ire  dispense. 

Gloria        (Va  loco.) 

(Don  Moisés,  aturdido  ya,  tropieza  también  con  Catali- 
na, que  llega  de  la  calle  cuando  él  se  marcha.) 

Cat.  ¿Ande  yeva  usté  loz  ojo.^,  zeñó? 

D.  Mois.      ¡Fijos  en  el  cielo  de  la  dichai 

D.   MlG.         Anda,  anda,  (n.-ja  pasar  á  don  Moisés.) 


-  3'i  ~ 

CaT.  (Llevándose  las  manos  á  la  cabeza.)     (  Ze    VQll    loS 

dos  juntos!) 
Jer.  (Refunfuñando.)  jLo  engañan!  ¡lo  explotan! 

D,  MiG.       Vuelvo  en  seguida,  ¿eh?  (a  Jeremías)  ¿Qué  te 

sucede  á  ti,  que  así  bufas? 
Jer.  ¿No  lo  ves?  ¡Que  estoy  muy  contento! 

D.  MiG        Pues  mira,  no  lo  estarás  tanto  como  yo. 

■Hasta  luego,  (a  don  Moisés  echándole  una  mano 
por  la  espalda.)  ¿VamOSl^  , Jeremías  y  Catalina  ha- 
blan en  voz  baja  escandalizados  y  Gloria  aiixilia  á  Pe- 
drito  en  la  tarea  de  recoger  los  libros  del  suelo.  Cao 
el-  telón,  "i 


FIN   DEL  ACTO   TRÍMERO 


-^gS,.^;x^U>  ^^ 


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ACTO  SEGUNDO 


Trastienda  de  la  librería  de  don  Miguel.  A  la  izquierda  del  actor  el 
hueco  de  puerta  que  comunica  con  el  establecimiento.  La  pared 
de  la  derecha  se  une  á  la  del  foro  formando  chaflán.  En  medio 
de  éste,  una  puerta  que  conduce  á  las  habitaciones  interiores. 
.\mbas  paredes  laterales  cubiertas  por  completo  de  anaquelerías 
llenas  de  libros.  En  la  del  foro,  hacia  la  derecha,  una  ventana 
grande  con  reja,  que  da  al  patio  de  la  casa  y  cuyas  puertas  apa- 
recen cerradas  en  este  acto.  Cerca  do  la  ventana  una  máquina  de 
coser.  Arrimados  á  la  pared  montones  de  libros  y  una  escalerilla 
de  mano.  En  el  centro  de  la  escena  una  mesa-camilla.  En  torno 
varias  sillas  finas  de  enea  y  dos  butacas  de  gutapercha.  Estera  de 
pleita.~Es  de  noche.  Pendiente  del  techo  una  lámpara  de  luz  eléc- 
trica encendida. 


ESCENA    PRIMERA 

DON  MIGUEL  y  PEDRITO 

(Don  Miguel,  sentado  á  la  camilla  en  una  butaca,   lee  un  periódico. 

Tiene  puestas  la  capa  y  la  gorra,  como  en  el  primer  acto.  Poco  des  - 

pues  de  levantarse  el  telón  sale  Pedrito  de  la  tienda  con  un  libro  en  la 

mano.) 

Pbd.  Oi^^a  usted,  don  Miguel. 

D.  MiG.      ¿Qué  quieres? 

Hed.  ¿Se  puede  dar  esto  por  diez  reales? 

D.    MlG  (Examinando  el  libro.)  ¿Esto?  ¿Quién  lo  pide? 

Ped.  Ese  muchacho  de  la  harba  negra  y  Jos  leu- 

3 


—  34  — 

tes  que  .«e  llevó  el  otro  día  la  Historia  de  las, 
ideas  estéticas .. 

D.  MiG.  Ah,  sí,  hombre:  es  parroquiano  asiduo.  Dá- 
selo. 

Ped  Le  diré  que  por  ser  para  él...  (Echa  á  andar  y  d 

la  mitad  del  camino  se  detiene  y  suelta  un  suspiro 
que  parte  el  alma  )  |  A}'! 

D.  MiG.  ¿Qué  te  pasa,  Pedrito,  que  andas  hoy  así 
como  tonto  y  das  unos  suspiros...?  ¿Tienes 
amores  imposibles? 

Ped.  No  son  ñojos  amores. 

D.  MiG.  ¿Algo,  quizás,  del  teatro  de  doña  Guada- 
lupe? 

Ped.  Pues  ¿qué  ha  de  ser?  Calcule  usted  que  ya 

no  hacemos  el  Drama  nuevo. 

D.  MiG.  ¡Diablo  de  contrariedadl  Pero  anda,  anda, 
que  espera  efe  señor. 

Ped.  Está  muy  entretenidoviendo  unas  láminas... 

(Baja  la  voz  como   si   temiese    ser   escuchado.)    Mire 

usted,  don  Miguel,  cometió  doña  Guadalu- 
pe la  torpeza — ya  se  lo  advertí  yo — de  repar- 
tirle el  papel  de  Alicia  á  la  hija  del  sastre 
del  portal,  y  ahora  no  sabe  cómo  quitár- 
selo 

D.  MiG.  ¡Jesús  qué  desatino!  Mira  tú  que  á  la  hija  del 
sastre  ..  ¿Estaría  la  pobrecita  para  matarla? 

Ped.  Para  matarla,  no;  pero  para  herirla  grave- 

mente, desde  luego.  Y  quien  paga  los  vi- 
drios rotos  soy  yo. 

] ).  MiG.      ¿Por  qué? 

Ped.  ¡Ahí  es   nada!   Figúrese  usted  que  para  el 

martes  quieren  que  me  estudie  La  esposa  del 
vengador  y  El  mido  gordiano. 

D.  MiG.  ¡Aprieta!  Estos  aficionados  las  gastan  así. 
¡Buena  va  á  andar  la  librería  de  aquí  al 
martes! 

F'ed.  Eso  no,  don  Miguel:  primero  es  la  obliga- 

ción que  la  devoción. 

D.  MiG.  Bueno,  pues  vete  á  demostrarlo;  no  te  de- 
tengas más. 

Ped.  'Ya,  ya  me  voy.  (sc  asoma  á  la  librería.)  EsB  ca- 

ballero sigue  distraído  con  las  láminas. — Lo 
que  iba  á  decirle  á  usted,  don  Miguel:  en  La 
esposa  del  venffador,  que  ya  he  hecho  otras 


—  35  — 

veces,  estaré...  vamos  ..  en  fin,  no  es  que  yo 
me  alabe,  pero...  las  personjis  que  me  la  han 
visto  hacer  se  han  quedado  con  la  boca' 
abierta.  En  cambio  en  El  mido  gordiano  me 
van  á  dar  dos  tiros. 

D.  MiG.       /,Por  qué,  simple? 

í*ED.  Porque  yo  eo  siento  los  dramas  de  levita, 

eso  es. 

•D.  MiG.       ¡Ja,  ja,  ja! 

Ped.  No  pe  ría  usted,  no  señor,  que  no  los  siento. 

Puede  que  sea  porque  no  tengo  levita,  pero 
no  los  siento. 

D.  MiG.       ¿De  manera  que  todo  tu  equipaje  es  de  capa 
y  espada? 

Ped.  ¡Quiá!  ¡Si  tamjx)CO  tengo  equipaje!  Pero  los 

trajea  de  capa  y  espada  me  los  presta  Ro- 
quete, un  cómico  muy  atnigo  mío. 

D.  Mío.       Tonto,  pues  que  te  preste  la  levita  Roquete. 

Ped.  Es  que  las  levitas  de  Roquete...  también  son 

de  capa  y  espada. 

D.  MiG.       Vaya  por  Dios.  Y  basta  de  palique,  ¿eh?  A 
cumplir  tus  obligaciones. 

Ped.  No  me  reprenda  usted,  don  Miguel;  pónga- 

se en  mi  caso...  (Yéndose  a  la  librería.) 
Aqui  mi  padre  espiró, 
aquí  morirá  Facheco. 

D.  MiG.      Ese  va  á  perder  la  cabeza  con  los  dramas. 


ESCENA  II 

DON  MIGUEL  y  OLORI.V;  después  JEREMÍAS 


•Gloria 


D.  Mío. 
•Gloria 


D.  MiG. 
"Gloria 


(viene  del  interior  de  la  casa  con  una  labor,  que  deja 

sobre  la  camilla.)  Av,  qué   demoulo  de  mu- 
chacha. 
¿Quién? 

Carita.  No  hay  modo  de  hacer  carrera  de 
ella.  Ha  simpatizado  con  Catalina,  que  char- 
la más  que  ella  todavía,  y  allí  las  tienes  á 
las  do.s  fregando  platos  y  dorando  peroles. 
Déjalas.  Esa  Carita  es  una  joya.  Mira  que 
se  mete  por  el  corazón. 
Carita  y  todos  ellos. 


36 


D.  MiG. 

Gloria 

D.  MiG 
Gloria 


D.  MiG. 


Gloria 


D    Mío. 
Jer. 


Gloria 
D.  MiG. 

Gloria 

D.  MiQ. 


Gloria 


Ah,  6i.  Mario  es  la  misma  flor  de  la  sim- 
]>fitía. 

¿Verdad  que  sí,  papá?   j Pobre  chico!  Aún 
está  muy  débil. 
Muy  débil,  sí. 

La  que  ha  pasado  ha  sido  buena.  Una  pul- 
monía dob^e  no  la  cuentan  todcs.  (se  acerca 
á  don   Miguel  y  baja  un   poco  la  voz.)     F*<)r    cicrto, 

pap^,  que  tengo  que  pedirte  una  cosa.  Haz 
el  favor  de  decirle  al  tío  Jeremías  que  no- 
sea  tan  imprudente  con  ese  chico.  Le  suelta 
unas  inillas  y  unas  indirectas  que  encienden 
lumbre. 

Disgustado  me  tiene  eso,  no  creas  tú.  El  do- 
mingo tuve  con  él  unas  palabrillas  á  cuen- 
ta de  la  ropa  que  les  hemos  sacado  del  Mon- 
te. ¿Qué  quería?  ¿que  anduvieran  en  cueros 
por  la  casa?  La  ha  tomado  en  una  forma 
tan  grosera  con  toda  la  familia... 
Pero  principalmente  con  Mario  (¿Qué  hará 
que  no  viene?)  Debía  bastarle  el  considerar 
que  están  amparados  aquí,  para  tratarlos 
de  otro  modo... 
Claro  ts 

(Salc,  paseando,  del  interior  de  la  casa  y  se  va  á  la  li- 
brería. Trae  en  la  mano  una  copita  de  aguardiente,  en 
la  que  mete  las  narices  como  si  se  las  quisiera  bañar.) 
Dice,  tiempo  libre,  bolsa  llena,  ili'-e,  dueñas 
mozas  y  buen  vino;  dice,  ¡cuerpo  de  tal  qué  des- 
tino! dice,  y  todo  ello  á  costa  ajena.  Vase.  (se  va 
en  efecto.) 

¿Ves  tú? 

Ya,  ya  veo.   Te   digo  que  me   ha  faltado 

poco... 

Sí,  tú  también  gastas  una  calma...  Siempre 

te  falta  poco. 

Ente  ruin,  incapaz  de  querer  á  la  camisa 

que  lleva  puesta...  Lo  que  tiene  entre  cuero 

y  carne  es  el   escozor  de  lo  que  yo  he  hecho 

ccn  esa  pobre  gente;  cosa  que  á  él  le  parece 

inverosímil. 

Si  todos  fuésemos  á  pensar  como  él...  Pero 

tú,  papá,  no  has  hecho  más  que  lo  que  has 

debido,  y  allá  cada  uno  con  su  conciencia. 


~  37  — 


D.    M!G. 


•Gloria 
D.  MiG. 


Gloria 


D.  Mío. 

Gloria. 
D.  MiG. 

GlORIA 


D.  MiG. 
Gloria 


(Levantándose.)  Ahí  está  el  toque.  Yo  tengo 
mi  alma  en  mi  cuerpo  y  mi  libre  albedrío 
como  el  más  pintado,  y  estoy  en  mi  casa, 
donde  poy  Beñor  de  ella,  como  el  rey  de  sus 
alcabalas,  y  sé... 

Bueno,  dt^jate  ahora  de  Don  Quijote. 
Es  que  me  indigna  ese  Jeremías.  Quisiera 
yo  que  hubiese  él  venido  conmigo  á  casa  de 
esa  buena  gen  te  y  hubiese  visto  el  cuadro  que 
yo  vi.  ¡Qué  alcoba,  hija,  qué  alcoba!  Un  tu- 
gurio de  lo  más  miseiabls.  El  pobre  Ma- 
rio tendido  en  un  jergón,  medio  muerto  de 
frío,  porque  allí  eníniba  el  viento  por  don- 
de le  daba  la  t'ana;  el  padre  casi  encueros; 
Carita  llorando  en  un  rincón;  la  cocina 
sin  lumbre;  la  despensa  sin  pan...  ¡qué  se 
yo!  No  ])ude,  ni  quiste  contenerme...  Fué 
aquello  un  impulso  invencible  de  todo  mi 
ser.  «;A  mi  casa! — les  dije. —  Allí,  hasta  que 
pase  la  nube.»  Y  hubieras  tú  visto,  Gloria, 
hubieras  vii^to  entonces  qué  llanto  de  grati- 
tud, qué  besarme  las  manos,  qué  extremos... 
xMe  avergonzaron  y  tuve  que  escaparme,  no 
te  digo  más...  Para  que  se  nos  venga  ahora 
ese  bruio  de  Jeremías  con  pullas  y  más  pu- 
llas, enderezHdas  á  amargarme  esta  satisfac- 
ción que  yo  tengo,  sin  duda  porque  él  no  la 
puede  sentir  igual  en  los  días  de  su  vida. 

(vuelve  á  sentarse.) 

Ni  má^  ni  menos.  Y  sobre  todo,  papá,  que  es 
lo  que  yo  digo:  en  los  veinte  que  llevan  aquí, 
f^han  hecho  algo  que  justifique  esa  ojeriza? 
Al  contrario,  ¿i  se  pasan  las  horas  querien- 
do agradar... 

La  pobre  Carita  se  desvive...  á  todo  atiende... 
Y  Moisés  lo  mismo 
Ah,  ese  buen  señor  no  sosiega,  (saie  jeremías 

del  establecimiento  con  la  copita  de  antes  apurada,  y 
se  detiene  un  punto  oyendo  la  conversación  de  don 
Miguel  y  Gloria.) 

Allá  veremos  si  en  eso  de  los  retratos  al  car- 
bón le  sopla  la  fortuna. 
En  su  cuarto  está  ahora  dándole  los  últimos 
toques  á  ese  que  le  encargaron  el  domingo. 


-  38  — 

■D.  MiG.  Como  que  es  su  obsesión:  aportar  alguno» 
cuartos  al  gasto  de  la  casa.  Yo  ya  le  he  di- 
cho que  no  piense  que  voy  á  aceptar...  Pero 
me  ha  contestado  que  por  fuerza  tomaré  lo 
que  él  gane  mientras  viva  aquí  con  nos- 
otros. 

Jer.  (sentenciosamente.)  Cobrará  el  retrato,  y  no  ve- 

réis un  perro  chico. 

Gloria        ¿U.-ted  qué  sabe? 

Jer.  Cobrará  el  retrato... 

D.  íMig.       ¡Cala,  majaderol 

Jer.  ¡y  no  veréis  un  perro  chico! 

Gloria        ¡Dalel 

Jer.  (viendo  venir  á  don    Moisés  por  la  puerta   que    da  al 

interior  de  la  casa  y  yéndose  por  ella  después  de  salu- 
darlo.) Nuestro  hombre  se  acerca.  A  sus  orde- 
ne.-', querido  Van  Dick. 


ESCKNA  III 

GLORIA,    DON    MIGUEL    y    DON   MOISÉS. 

D.  MoiS.  (Más  decentito  que  en  el  primer  acto.  Trae  un  rollo- 
grande  en  la   mano  y  el  sombrero    puesto.)    [.Je,    ]e! 

Van  Dick  me  dice...  Tu  cuñado  me  hace  mu- 
cha gracia... 

D.  .Mío.       ¿Sí? 

D.  Mois.  ¡Mucha!  (La  misma  que  si  me  afeitaran  en 
seco.)  Conque,  yo  voy  á  entregar  este  ma- 
marracho. 

I).  MiG.  Déjalo  para  mañma,  bobo.  ¿Qué  prisa  te 
corre? 

D.  M:)is.  Ninguna.  Pero  me  conviene  entregarlo  de 
noche,  porque  la  luz  artifícial  le  va  mejor 
que  la  febea.  Volveré  antes  de  que  cerréis. 

Mirad  cómo  ha  quedado.  (Desenvuelve  el  rollo 
y  enseña  su  obra,  que  es  un  retrato  de  busto  de  tama- 
ño natural,  menos  que  medianamente  hecho  al  carbón.) 

Gloría  A  ver,  á  ver... 

D.  Miü.  ¡Bravo,  chico!  ¿Sabes  que  me  gusta? 

Gloria  Está  admirablemente. 

D,  M.jis  ¿Sí,  eh? 


—  39  - 

ü.  MiG        Nuestra  opinión  no  vale,  pero... 

D.  Mois  ¿Cómo  que  no  vale?  Un  hombre  de  tu  gus- 
to, y  de  tu  cultura,  y  de  tu... 

D.  MiG.  Me  estoy  fijando...  y  no  sé  qué  le  encuentro 
á  la  boca 

D.  Mois.      No  D:e  toques  á  la  boca,  por  Dios.  La  boca 

es  la  miema.  Mírala  así.  (Guiña  un  ojo  y  se  pone 
dolante  del  otro  una  mano  á  guisa  de  anteojo.) 

D.  MiG.       (Imitándolo.)  ¿  ^sí?  Chico,  ciertamente. 
Gloria        Yo  á  lo  que  le  noto  algo  raro  es  á  las  nari- 
cee... 
D.  ^lois.       No  me  toques  á  las  naricee.  Míralas  así. 

(Como  á  don  Miguel.) 

Gloria        Ay,  os  verdad:  asi  se  sílen  del  papel. 
D.  MtG.       Oye,  pues  no  dejes  de  decirle  al  dueño  que 
lo  mire  así. 

D.  MOIS.       (Enrollando  el  retrato.)  ¡Ja,  jfl,  jal  No  Cftaríá   de 

más,  no  te  creas.  Vaya,  vuelvo  al  instante. 

(Fijándose  en  una  solapa  de  don  Miguel.)  ¿Qué  tie- 
nes» lú  aquí? 

D.  MiG,       No  sé... 

D.  Müis.  Una  mancha  de...  de...  ¿de  qué  es  esto?  Gra- 
sa, grasa  parece.  Mañana  te  daré  con  tierra 
de  vino...  ¿Tú  no  querías  botones,  Gloria? 

Gloria        Me  los  ha  traído  ya  Carita,  den  Moisés,  (se 

sienta  á  hacer  labor.)  ' 

D.  Mois.      Corriente. 

D.  MiG.       Oye,  por  si  tardas  un  pooo  y  hemos  cerrado 

cuando  vengas,  ¿tú  conoces  la  entrada  del 

portal  ? 
D.  Mois.       Sí.  Lo  que  no  sé  es  la  gracia  del  sereno. 
Gloria        La  gracia  del  sereno  es  no  venir  cuando  se 

le  llama. 
D.  Mois.       iJa,  ja,  ja!  ¡Los  mismos  golpes  de  su  madrel 
D.  Mío        Bartolo  es  la  gracia. 
D.  Mois.       Bartolo:  no  se  me  olvida.  Como  Murillo. 

Conque,  soy  de  ustedes    (se  marcha  á  la  calle.) 
D.  MiG.       Adióí. 
Gloria        Adiós. 


—  40 


ESCENA  IV 


GLORIA,  DON  MIGUEL  y  MARIO 

(Sale  Mario  de  las  habitaciones  interiores.  Viste   traje  de  americana 
en  no  mal  uso.) 

Mario         ¿Qué  hacen  tan  calladitos  el  padre  y  la  hija? 

Gloria        (Ya  está  aquí  ) 

D.  MiG.  ¿Y  usted,  qué  hacía  por  allá  dentro,  per- 
dido? 

Gloria        ¿Ayudarle  á  Carita  á  fregar  peroles? 

Mario  Í^o  por  cierto.  He  estado  embromando  un 
rato  á  don  Jeremías. 

D.  MiG.       iDuro,  duro  en  él! 

Mario         Es  delicioso.  Acabo  de  decirle  que  hace  vida 

de  pisapapeles,  (sueltan  la  risa  Gloria  y  don  Mi- 
guel.) Y  se  me  ha  puesto  por  las  nubes 

D   Mío        iíso  prueba  lo  atinado  de  la  comparación. 

Mario  A  mí  me  divierte  muchísimo.  Le  cuento 
unas  patrañas  sólo  por  oirle...  Tuvo  que  ver 
anoche  cuando  le  juré  que  hace  seis  años 
f  LÜ  vendedor  de  babuchas  en  Egipto. 

Gloria        ¡.Ja,  ja,  ja! 

Mario  Porque,  eso  sí:  no  me  paro  en  barras.  En 
mis  conversaciones  con  él  ya  le  he  dado  tres 
ó  cuatro  vueltas  al  mundo. 

Gloria        Lo  va  usted  á  matar  á  berrenchines. 

D.  Mío.  No,  hija,  no:  descuida,  que  á  ese  no  lo  mata 
nadie. 

Mario         (Se  hará  lo  que  se  pueda.  Y  veremos  quién 

puede  más.)  (Sc  sienta  junto  á  Gloria.) 

D.  Mío.  Bien  pronto  h;i  recobrado  usted  el  buen  hu- 
mor, amigo  Miirio. 

Mario  En  cuan  lo  he  vibto  asegurado  el  pellejo,  que 
fué  lo  que  me  preocupó  algunos  días. 

írLORiA        ¿Le  tiene  usted  cariño  á  la  vida? 

Mario  Más  que  nadie.  Y  mire  usted  que  la  mía  no 
ha  sido  hasta  el  presente  ningún  caminito 
de  flores;  pero  eso  mismo  ayuda  á  quererla... 
Cuanto  más  desgraciada  es  una  persona, 
más  se  la  quiere,  ¿no  es  verdad?  Pues  lo  pro- 


—  41  — 

pió  me  ocurre  conmigo:  cuanto  peor  lo  paso 
en  más  me  estimo  y  me  creo  más  Higno  de 
pasarlo  bien.  Y  como  tras  unos  días  vienen 
otros,  y  hay  más  días  que  longaniza,  según 
dicen,  y  longaniza  me  consta  que  hay  mu- 
cha, ¡adelante!  ¡á  vivir! 

D.  MiG  Filosofías  de  hombre  sano  que  recobra  la 
fueiza  perdida. 

Mario  Es  cierto.  Estoy  mucho  mejor  Hace  tres 
días  apenas  podía  tenerme  de  pie.  Pero  ayer 
y  hoy  noto  que  entra  la  salud  en  mi  cuerpo 
sin  pedir  permiso,  despreciando  papelillos  y 
pildoras,  de  rondón,  libre,  franca,  lo  mismo 
que  entra  en  mi  alcoba  la  luz  del  día  cuan- 
do abro  las  ventanas  al  levantarme. 

Gloria        Gracias  á  Dios. 

Mario  .Justo:  gracias  á  Dios,  que  los  puso  á  ustedes 
en  la  tierra.  Tengo  un  presentimiento  que 
me  hace  feliz... — bueno,  yo  soy  más  supers- 
ticioso que  una  gitana.  Digo  que  tengo  el 
presentimiento  de  que,  merced  á  la  casuali- 
dad que  aquí  me  ha  traído,  desde  esta  fecha 
va  á  tomar  mi  vida  rumbo  más  próspero. 

Gloria  (candorosamente.)  Oiga  usted;  y  yo  que,  sin  sa- 
ber porqué,  he  pensado  lo  mismo. . 

D.  Mío.  Hombre,  es  muy  natural  que  suceda.  No  es 
cosa  de  que  estén  ust'^des  toda  la  vida  tra- 
gando rejalgar.  Dios  aprieta,  pero  no  ahoga. 

Gloria  (Mirando  al  interior  de  la  casa.)    El    tíO   .'cremíaS 

viene  ahí.  Cambiemos  de  converfación. 
D.  MiG.       Sí,  sí:  doblemos  la  hoja. 


ESCENA    V 


DICHOS  y  JEREMÍAS,  luego  PEDRITO 


Mario  Van  ustedes   á   oírlo.  (Sale  Jeremías  del  interior, 

chocando  y  enredando  los  dedos  como  de  costumbre, 
y  pasa  hacia  la  tienda.  .\1  oír  á  Mario  se  detiene  á  es- 
cucharlo con  muy  mala  intención.)  Precisamente 
en  aquella  época,  querido  don  Miguel,  era 
yo  cervecero  en  Alemania... 


_  42  — 

(Gloria  (¡Virgen!) 

Ji).  MiG.  Sí,  si;  i-i  hablamos  de  eso  el  otro  día... 

Jer.  ¿En  qué  época  era  eso,  puede  saberse? 

í).  MiG.  (Ya,  ya...) 

Mario  Sí,  señor;  eeo  era...  en  Agosto  del  95, 

Jkr.  ¡Alto  el  carro!  ¡No  aguanto  más  bolas! 

Mario  ¡Don    Jeremías!  (Oloria  y  don  Miguel  contienen  la 

risa.) 

Jer.  ¡Tengo  apuntadas  en  un  pape]  todas  las  co- 

sas que  ha  sido  usted  en  Agosto  del  95!  (se 
Píenlos  tres.)  No  hay  que  reírse...  Aquí  está. 

(saca  de  un  bolsillo  un  papel  y  lee  con  fruición.)  Este 
caballero  ha  sido  en  Agosto  del  95:  « !-'astele- 
ro  en  Valladolid,  sereno  en  Badajoz,  (Don 

Miguel,    Gloria    y    el  propio  Mario  ríen  de  muy  buena 

g&na.)  jeie  de  claque  en  Bélgica,  equilibrista 
en  Rusia,  peluquero  en  el  Cairo,  litógrafo  en 
el  Canadá,  Judas  en  una  procesión  en  Es- 
tepa, recaudador  de  contribuciones  en  la 
Patagonia,  vendedor  de  arropías  en  Sevilla, 
cajero  en  el  Banco  de  f^ondres  y  capitán  de 
un  globo  en  mitad  de  la  atmósfera.»  Decid- 
me si  hay  manera  de  creer... 

Mario  (Levantándose.)  Ah;  todo  es  rigurosísimamente 
hi.-5tórico.  Como  que  en  Agosto  del  95  era 
yo... 

Jer.  ¿Otra  cosa  además? 

Mario  Sí  señor;  primer  actor  de  una  compañía  dra- 
mática, donde  cada  noche  representaba  un 
upo  distinto. 

D.  MiG.       Te  ha  reventado.  Jeremías. 

GuoRi.iv        Lo  ha  reventado  á  usted. 

Jer.  ¡Un  cuerno! 

Mario  is'o  tiene  usted  más  que  fijarse:  pastelero  en 
Valladolid:  Traidor,  inconfeso  y  mártir.  ¿Ha 
visto  usted  Traidor,  inconfeso  y  ma^ür?  ¡Pero 
si  usted  no  ha  visto  más  que  el  Tenorio  y  Za 
canción  de  la  Lola! 

Jer.  No  he  visto  tanto  como  usted...  Sin  embar- 

go, le  reconozco  sin  reservas  muy  felices  dis- 
posiciones de  comediante. 

Mario  (No  me  inmuto,  no.)  ¡Oii!  ¡usted  no  sabe  la 
de  laureles  que  he  conquistado!  Fué  aquella 
una  época  de  gran  ventura  para  mí.  Toda- 


-  43  — 


Ped. 


Gloria 
D.  MiG. 

Jer. 


vía  me    entusiasmo    á    veces.    (Declama  con  én- 
fasis.) 

Grajos  viles  que  espanta  mi  bandera 

son  los  reyes  de  Córdoba  y  Se  vi  I' a: 

y  yo  haré  con  sus  reinos  una  hoguera. . 

¿A.  que  lio  acierta  usted  de  dónde  es  eso? 

(Saliendo  de  la  tienda.)  De  Sancho  García. — Don 

iMigiiel,  aquí  lo  busca  á  usted  un  caballero. 

(se  va.) 

Vamo.'S,  que  e.se  también  .. 

(Yéndose  tras  Pedrito.)  Si  le  digO  á  UStcd  qUe  en 

ef-ta  casa  el  que  no  se  ríe... 

(siguiendo  á  don  Miguel.)  ¡Ah,  f-í!  ¡TodoCSto  tiene 
muchísima  gracial  (Seva  diciendo  "ja,  ja,  ja»,  sin 

reirse.)  Ja,  ja,  ja. .  No  te  pongas  malo  de  reír, 
Jeremías.  Ja,  ja,  ja... 


ESCENA  VI 


GLORIA,  MARIO  y  PEDRITO  que  sale  y  entra;  al  final  CARITA 


Gloria 

Mario 

Gloria 


Mario 

Gloria 

Mario 

Gloria 

Makio 

Gloria 


Mario 

Gioria 

Mario 

Gloria 


(Solos  otra  vez.) 

(soltando  la  carcajada.)  ¡Va  que  eclia  bombas! 
A  mí  lo  que  me  extraña  es  que  no  com- 
prenda que  son  bromas  de  usted.  ¡Porque 
mire  usted  que  la  lista  que  ha  hecho!... 
Es  que  la  ha  tomado  conmigo  sin  eabér 

por  qué  causa,  (vuelve  á  sentarse  junto  á  Gloria.) 

Yo  SÍ  lo  sé,  Mario. 
(Y  yo) 

Foríjue  con  todos  hace  igual. 
(No  es  por  eso ) 

Le  «seguro  á  usted  que  es  insufrible:  á  todas 
horits  pensando  mal,  de  un  humor  endia-^ 
b'ado...  Para  él  no  hay  persona  buena  en  el 
mundo...  ¡Jesús! 

¿Y  lia  vivido  siempre  con  usted? 
Siempre. 

Pues  ha  tenido  tiempo  de  cambiar  de  opi- 
nión. (Pau.sa.) 

(Cuando  me  quedo  sola  con  este  hombre,^ 
no  sé  á  donde  mirar.) 


_  4i  — 

Mario  (Creo  que  no  le  parezco  saco  de  pajn.)  (Nue- 
va pausa.  Mario  contempla  á  Gloria  fijamente.) 

Gloria  (I)el)e  de  estar  mirándome:  siento  sus  ojos 
en  mi  cara ) 

Mario  (Vamos  á  ver  si  es  verdad  eso  del  nuevo 
rumbo  de  mi  vida.)  ¡Qué  callados  estamosl 

Gloria  Se  conoce  que  no  tenemos  nada  que  de- 
cirnos. 

Mario  O  que  tenemos  mucho...  y  no  sabemoi  por 
dónde  empezar,  (pausa.)  (Como  una  amapo- 
la se  ha  puesto,  ks  una  sensitiva.) 

Gloria  (¡Qué  simple  soy!  ¿Pues  no  me  he  puesto  co- 
loradaPj  Dicen  que  cuando  hay  efctos  silen- 
cios es  que  pasa  un  ángel... 

Mario  Pues  como  pase  por  aquí  va  á  morirse  de 

envidia. 

Gloria        (Riendo.)  ¿De  mi? 

Mario  No:  de  mí.  Creo  que  por  bien  que  le  vaya 

al  angelito  allá  arriba,  mejor  que  al  lado  de 
Uí^ted  es  muy  difícil  que  le  vaya. 

Gloria  Bueno,  ¿quiere  usted  que  hablemos  de  otra 
copa? 

Marto         ¿No  le  gusta  á  usted  la  conversación? 

Gloria        Sí  me  gusta... 

Mario         ¿Entonces  á  qué  variarla? 

Gloria  He  dicho  una  simpleza.  Me  gusta  como  gus- 
tan las  galanterías,  pero  por  lo  mismo  no 
está  bien  que  yo  quiera  oirías  .. 

Mario         ¿Pues  no  confiesa  usted  que  le  gustan? 

Gloria  ¡Ay,  que  hombre  de  Dios!  Es  que  hay  cosas 
que  aunque  le  gu.-ten  á  una,  una  no  debe 
decir  que  le  gustan  ..  Y  yo  ya  lo  he  dicho, 
que  es  lo  malo... 

Mario  Y  le  ha  costado  á  usted  ponerse  otra  vez 
como  una  cereza.  ¡Ja,  ja,  ja!... 

Gloria  (Me  vio  antes.)  Por  Dios,  Mario,  no  sería 
usted  de  mí. 

Mario  Esta  risa  no  es  burla:  es  alegría. 

Gloria        Menos  mal  si  ectá  usted  alegre. 

Mario  Ya  sabe  usted  que  sí.  Y  á  su  lado  de  usted... 

más  alegre  que  nunca.  (Ahora  se  ha  puesto 

pálida.'»  (Pausa  breve.) 

Gloria        (¡.Jesús!  no  veo  la  labor...) 

Mario         Gloria,  ¿quiere  usted  mirarme  un  momento? 


—  45  — 


Gloria 
Mario 

—  Ped. 


Mario 

Gloria 
Ped. 


Mario 

Gloria 
Ped. 


D.  MiG. 
Ped. 


(Muy  turbada.)  Si  lo  estcy  vientlo  á  usted  todo 
el  día... 

Viéndome,  si;  pero  mirándome,  no.  Por  lo 
meno.«,  mirándome  como  yo  quisiera  que 
roe  miraran  eeos  ojos...  esos  ojos  tan... 

(Sale  de  la  tienda  buscando  un  libro  como  loco  por  las 
anaquelería.s  de  uno  y  otro  lado,  y  recitando  casi  ma- 
quinalmente  y  muy  aprisa  mientras  lo  bnsca  los  versos 
que  siguen,  j 

..  Y  el  puño  de  mi  iizova 

libre  de  pliegues  molestos 

buscó  la  luz,  dando  al  aire 

mil  acerados  reflejos... 
(¡Qué  opítrtnnoes  e.-te  pájaro  frito!)  (se  sepa- 
ra de  Gloria  y  finge  distraerse.) 

(lAv,  ya  puedo  respirar!...) 

¿Dónde   está.s,   hombre,   dónde   estás  tú?... 

Balmee...  «Criterio»... 

A  una  esquina  di  la  vuelta... 

di  la  vuelta...  di  la  vuelta. . 
¿Cómo  es,  Fericc?    (saca  del  bolsillo  interior  de  su 
americana  el  libro  de  la  obra  y  busca  rápidamente  lo 
que  no  recuerda.) 

(a  Gloria.)  (¿(""ero  686  va  á  ensayar  aquí  todo 

el  drama?) 

(Capaz  es.) 

¡Y  á  mi  pesar!...  Ya  decía  yo 

A  una  esquina  di  la  vuelta, 

y  á  mi  pesar,  en  el  velo 

de  una  dama  que  vevía 

marchando  en  sentido  inverso.  . 

(Dentro,  gritando.)  ¡Pcdritol 

¡\'oy!  Pero  ¿para  qué  tendría  criterio  Bal- 
mes?  Este  68.  (coge  un  libro,  lee  el  lomo  y  se  enca- 
mina á  la  librería,  sin  dejar  «La  esposa  del  vengador.») 

...Seguida  de  airoso  poje 

y  dueña  de  adusto  ctño, 

enganché  hs  retorcidos 

gavilanes  de  mi  acero, 

¡que  siempre  están  gavilanes 

de  palomas  en  acechoi 
(Hojeando  el  libro,  se  detiene  antes  de  meterse  en  lii 
tienda.) 

Dio  un  grito  y  yo  la  miré: 


46  — 


Mario 

Gloria 
Mario 


Gloria 
Mario 


Ped. 


Mario 

Gloria 

Ped. 


alzó  sus  ojos  de  cielo. . . 
Me  parece  que  le  falta  una  hoja. 

Rasgó  el  tul  y  huyó  ligera; 

no  la  vi  más...  ¡y  aún  la  veo! 
No,  no  le  falta 

/Malhayan  los  gavilanes 

que  presa  en  ella  no  hicieron! 
Le  pido  dos  pesetas.  Que  no  diga  don  Mi- 
guel que  no  uce  intereso  por  la  casa,  (se  va.) 
¡Gracias  á  Dios  que  nos  deja  solos!  (se  sienta 

otra  vez  al  lado  de  Gloria.)  LleííÓ   á   interrumpir 

nuestro  palique  en  un  momento  en  que  yo 
creía  que  no  habitábamos  este  mundo  más 
que  usted  y  yo. 

Y  resultó  que  también  lo  habitaba  Pe- 
drito. 

En  un  momento  en  que  yo  le  pedía  á  Dios 
que  hubiese  á  nuestro  alrededor  un  silencio 
muy  grande... 
¿Y  para  qué  tanto  silencio? 
Para  que  pudiese  usted  oir  cómo  saltaba  mi 
corazón  dentro  de  mi  pecho,  alborozado  con 
la  idea  de  que  usted  á  ruego  mío  me  mira- 
ra... de  que  usted  me  mirara  con  esos  ojos 
tan  negros.,  tan  dulces...  tm  hermosos... 
^,No  me  mira  usted,  -Jloria? 

(saliendo  á  escape  por  otro  libro.  Mario  le  echa  una 
mirada  fulminante    y  se  separa    de    Gloria  de  nuevo.) 

Cerca  un  coche;  en  él  su  amante; 

ella  hacia  él;  la  vi;  cegué... 
(Maldita  sea  tu  estampa!) 
(Este  tontaina  de  Pedrito...) 

Tiré,  cayó,  la  hese, 

y,  en  mis  brazos  espirante, 

la  satisfacción  primera 

de  mis  celos  vi  pagada.  . 

(cogiendo  el    libro  que    buscaba,  que  es  voluminoso.) 

Aquí  está.  «La  cebolla. —  Su  historia  y  su 
cultivo.»  Unos  «El  criterio»  ('e  Palmes  y 
otros  «La  cebolla».  Entienda  usted  á  la  hu- 
manidad. 

¡Que  así  su  última  mirada 

fuepara  mi  toda  entera! 
¡Bravol  (Vase.) 


47 


Mario 

Gloria 
Mario 


Gloria 
Mario 

Gloria 
Mario 

Gloria 
Mario 


Gloria 

Mario 

Gloria 

Mario 


Gloria 
Mario 


Gloria 
Mario 


Gloria 
Mario 


Parece  que  se  ha  propuesto  impedirnos  ha- 
blar. (Se  sienta  junto  ti  ella  otra  vez.) 
(;lfs  mucha  defgracia!) 
Y   bí    al    menos  pudiéramos    entendernos 
como  aseguran  que  se  entienden  los  enamo- 
rados... 

(Con  viva  emoción.)  ¿Lcs  enamorados? 
tíí  Son  Jos  únicos  seres  que  se  entienden 
por  medio  de  los  ojos. 
^,Üice  usted  que  los  únicos? 
Los  únicos.  Por  eso  usted  y  yo  estamos...  á 
media  inteligencia. 
Ko  comprendo... 

¿No?  Peor  para  mí.  (pausa  breve.)  Gloria,  an- 
tes que  vuelva  á  salir  ese  titiritero  de  Pedri- 
to,  quiero  preguntarle  á  usted  una  cosa  Me 
ha  dicho  usted  que  coincide  conmigo  en 
imaginar  que,  de  aquí  en  adelante,  se  ha  de 
trocar  en  próspera  mi  adversa  fortuna.  ¿En 
(lué  se  funda  usted  para  imaginarlo? 
En  nada... 

En  nada,  no  es  posible. 
Pues  y  usted,  que  piensa  lo  mismo,  ¿en  qué 
se  fundH? 

¿Yo?  En  un  sentitfiianto...  En  el  de  que  al 
Jado  de  usted,  que  es  la  bondad  misma, 
nada  malo  puede  pasarme.  Creo  más:  creo 
que  esta  sana  alegría  que  usted  derrama  so- 
bre todo  lo  que  la  rodea,  ha  impregnado  mi 
alma  para  siempre.  Y  aun  cuando  yo  me 
aleje  de  usted... 
No  hable  usted  de  eso  ahora... 
¿No  he  de  hablar,  Gloria,  si  es  mi  pesadi- 
lla?... Yo  sé  que  la  bondad  de  ustsd  y  de  su 
padre  para  con  nosotros  no  ha  de  tener  más 
límite  que  aquel  que  le  ponga  nuestro  deco- 
ro, nuestra  delicadeza... 
(¿l'ues  no  pe  me  han  saltado  las  lágrimas?) 
Ese  límite  ha  llegado  ya.  Recobrada  mi  sa- 
lud merced  á  ustedes,  no  debemos  perma- 
necer más  tiempo  en  esta  casa. 
¡Vaya  una  tontería! 

Tontería  no,  Gloria.  La  verdad,  que  tiene 
bromas  muy  pesadas  Debo  marcharme,  y 


—  48  — 
me  iré,  ¡quién  lo  dudal  ¿Adonde?  ¡quién  lo 

sabe!  (Con  pasión  y  en  voz  baja,  acercándose  mucha 

á  ella.)  l'ero  quieio  que  sepa  usted  que  adon- 
de quiera  que  la  fortuna  guíe  mis  pasos,  su 
recuerdo  de  usted  ilunainará  mi  pensamien- 
to, ¡ilentará  mi  corazón  y  alegrará  mi  alma. 

(Le  coge  una  mano,  que  ella,  conmovida,  le  abandona. 
Sale  Carita  del  interior  de  la  casa  á  tiempo  de  oír  las. 
lUtimas  frases,  y  no  puede  reprimir  un  grito  de  sor- 
presa. Gloria,  sobrecogida  y  llena  de  turbación,  se  se- 
para violentamente  de  Mario  y  se  pone  de  pie.  Mario 
permanece  sentado.) 


ESCENA  Vil 


Car. 
Mario 

Gloria 

Mario 

Car. 

Mario 

Gloria 


Mario 

Car. 

Mario 

Car. 

Mario 

Car. 

Mario 

Car. 

Mario 


Car. 


DICHOS    y     carita 


¿Qué? 
¿Qui^n? 
(¡Jef-ús!  ¡Carita!) 
(¡wMrita  ahora!) 
¿Qué  08  ocurre? 
¡Nad;i! 

Nitda...  sino  que... 
pronto...  y  lo  te 


como  has  entrado  tan  de 

esperábamos  ..  y...  Yo  te 

coiififso  que  me  he  asustado...   Voy  á  beber 

un  JKICO  de  agua...  (yéndose    ai    interior    con    los 

ojos  bajos.)  (¡Qué  vergüenza,  Dios  mío!)  (carita 

y  Mario  se  contemplan.  Pausa.) 
¿Qué  miras? 
¿Qué  miras  tú? 

(Tranquilo.)  Te  miro  á  tí,  quc  tienes  mucho 
que  uiirar. 

Y  yo  á  tí...  que  no  tienes  meno.".  ¿Quieres 
decirme  por  qué  se  ha  turbado  Gloria? 
¡Ay  qué  gracia!  ¡Pregúntaselo  á  ella! 
Se  lo  preguntaré. 
Bueno;  que  te  aproveche. 
.Mario...  ¡qué  mal  haces  en  lo  que  haces! 
¿Y  qué  sabes  tú  lo  que  3'o  hago,  infeliz?  ¡Es 
una  desgracia  haber  nacido  tonta  de  ca- 
pirote! 
Fues  no  la  cambio  por  la  de  haber  nacido... 


—  49  — 

Mario  ^iQué? 

Car.  Ñadii. 

Mario  Pues  nada:  bien  está. 

Car  Bien  e?tfi,  sí. 

Mario  (Encaminándose  hacia  la    tienda.)  Le  VCy  á  revol- 

ver la  bilis  á  don  Jeieniias...  (carita  no  deja  de 
mirarlo.^  (Alé-rate,  Mario;  el  triunfo  es  tuyo. 
Titne  razón  Pedrito: 

..  situpre  están  gavilanes 

de  palomas  en  aceclw!) 
(Desde  la  puerta  de  la  librería.)    Carita,  adiÓS.  Ya 

saljes  que  te  estimo  en  cuanto  vales  y  que 
vales  mucho.  Xo  te  enfades  conmigo,  tonta. 

(Se  va.) 


ESCENA  VÍII 

carita  y  DON  MOISÉS;  al  final  PEDRITO 

Car.  ¿Le  parece  á  usted  por  dónde  sale  ahora  ese 

bribón?  Va  me  estaba  yo  temiendo  alguna 
miseria.  Llevan  hijo  y  padre  muchos  días 
de  perscmas  decentes...  I  ero,  vamo^!,  estoca 
Mario  clama  al  cielo.  ¿Mire  usted  que  atre- 
ver?e  á  enamorar  á  Gloria?  No  puedo,  no 
puedo  acostumbrarme  á  las  accione?  deesta 
gente...  ¿^or  qué  Dios  me  habrá  puesrto  en- 
tre ellos  á  mí  que  en  mi  pobreza  soy  tan  dif- 

tinta?  (a  don  Moisés,  qne   sale    de   la    tienda    como 

perseguido)  ¡Ay padrino;  cuánto  me  alegro  de 
que  llegue  usted! 

D.  Mois.     ¿Sí?  Pues  ¿qué  sucede?  A  fé  que  vengo  yo.. 

Car.  Mario... 

D.  Mois.  No  me  toques  á  Mario,  que  es  el  talento  de 
la  casa. 

Car.  a  pesar  de  eso,  Mario... 

D.   Mois.     ¿Mario,  qué? 

Car.  (En  voz  baja,  con  pena.)  Mario  está  baciendo 

una  cosa  muy  fea. 

D.  Müis.  ¿También  Mario?  ¡Pero  estos  hijos  mío§  yafe 
á  sacarme  el  sol  de  la  cabezal 

Car.  Eetoy  má.s  disgustada...  Porque,  créame  us- 

ted, la  cosa  es  de  las  que  no  tienen  nom- 

4 


—  so- 
bre... A  mí  que  no  me  digan...  Hay  circuns- 
tancias en  la  vida,  en  que  no  vale  la  dis- 
culpa del  amor...  Y  eso  de  que  el  amor  en- 
tra asi,  de  repente,  como  un  dolor  de  mue- 
las, y  que  no  se  puede  contener,  no  pasa 
más  que  en  las  novelas  y  en  los  dramas, 
donde  sabe  una  que  todo  es  mentira...  Pero 

voy  al  grano.  fApartándose  un  poco  de  él  con  cier- 
ta repugnancia.)  Utíted  también  trae  un  pesta- 
zo  á  aguardiente... 

D.  Mois.  ¡Al  grano,  por  Dios!  ¡No  mezcles  el  aguar- 
diente con  nadal 

Car.  De  esta  casa  van  á  echarnos  á  puntapiés. 

¿Qné  cree  usted  que  se  le  ha  ocurrido  á  Ma- 
rito? 

D,  Mois.  Alguna  tontería.  A  veces  el  talento  que  tie- 
ne 83  nubla  como  el  sol.  (Un  poco  alarmado  ) 
Oye,  ¿huelo  mucho?  (lc  echa  el  aliento.) 

Car.  No;  á  distancia  no.  Pues  verá  usted:  se  va 

usted  á  quedar  con  la  boca  abierta.  (En  voz 
muy  baja.)  Le  está  haciendo  el  amor  á  Gloria. 

D.  Mois.     (lo  mismo.)  ¡Ya  lo  f=é!  Se  lo  he  propuesto  yo. 

Car.  ¿Usted? 

D.  Mcis,  Sí.  Me  explico  tu  extrañeza,  porque  no  co- 
noces ciertos  detalles.  (Con  gran  misterio  y  rego- 
cijo.) Aquí  hay  guita  larga... 

Car.  ¡Padrinol  (-Qué  asco  de  gente!) 

D.  Mois  Asi,  así...  No  son  cuentos  de  las  mil  y  una 
noches...  He  oído  hablar  de  papel  del  Esta- 
do, de  una  casita  en  la  calle  de  la  Ventosa... 
¿Tú  sabes  dónde  está  la  calle  de  la  Ventosa? 
Pasada  la  Fuentecilla,  conforme  vamos  al 
Matadero... 

Car.  ¡Déjeme  usted  á  mí  de  ir  al  Matadero!  ¿Us- 

ted no  comprende  que  eso  es  ruin? 

D.  Mois.  ¡Muchacha!  Te  advierto  que  él  va  por  todo 
lo  fino.  Nada  de  pringarla  á  última  hora, 
como  otras  veces  ..  Petición  de  mano,  ben- 
dición del  cura,  ele,  etc.  Todos  los  requi- 
sitos. 

Car.  Pero,  ¿quién  es  él  para  poner  los  ojos  en  Glo- 

ria? ¿Usted  no  ve  eso?  ¿usted  no  ve  que 
aquí  estamos  recogidos  por  caridad?  ¿usted 
no  ve  que  en  esta  casa  debiéramos  andar 


—  51  — 

todos  de  rodillas?  ¿usted  no  ve  que  el  amor 
de  Mario  es  una  ofensa?  ¿usted  no  ve  que 
ofender  á  quien  nos  salva  es  una  villanía 
muy  grande?... 

D.  Mois.  Mira,  mira,  mira,  Carita.  Odio  al  par  que 
desprecio  el  género  trágico,  ¿te  enteras? 
/Vade  «.vatro»!  Además,  pamplinosa,  el  amor 
es  libre,  no  respeta  ley^s  ni  conveniencias, 
une  principes  y  pastoras,  tumba  monar- 
quías, funde  religiones  contrarias .. 

Car.  y  averigua  si  hay  papel  del  Estado... 

D  Mois.  Eso  es  lo  primero.  La  época  de  la  cebolla 
fuese.  Hay  que  vivir,  hay  que  vivir...  jPues 
digo!  El  día  que  mi  pobre  Mario  adquiera 
bienes  de  fortuna,  ¿qué  vuelos  no  tomarán 
sus  alas  de  águila  imperial?  ¡\h!  ¡si  el  otro 
fuera  lo  mismo! 

Car.  No  nombre  usted  al  otro,  que  bastante  tene- 

mos con  este. 

D.  Mois.  Bien  á  pesar  mío  lo  nombro,  no  te  creas. 
Está  otra  vez  aquí. 

Car.  ¿Calixto?  ¿Ha  parecido? 

D.  Mois.  No  levantes  la  voz.  He  tenido  con  él  un  mal 
encuentro. 

Car.  j Virgen  María!  ¿Sabe  que  estamos  en  esta 

casa? 

D.  Mois.     J.osabe. 

Car.  ¡El  Señor  nos  valga! 

D.  Mois.     Creo  que  se  ha  ido  á  vivir  con... 

Car.  ¿tJon  quién? 

D.  Mois.     Con...  con  la  otra. 

Car.  ¿Con  su  hermana? 

D.  Mois.  ¡Cállate,  por  Dio&!  Eso  dice  él:  que  vive  con 
Adela.  Capaz  es  de  todo...  Me  ha  dicho  tam- 
bién que  es  apoderado  del  Microbio  chico. 

Car.  ¿y  quién  es  el  Microbio  chico? 

D.  Moi3.  jEl  colmo  de  la  insigniñcancin,  tú  calcula! 
Un  torerillo  de  mala  muert?.  Y  será  verdad 
que  es  su  apoderado...  Cuando  yo  lo  vi  iba 
con  dos  tipos...  que  si  me  los  encuentro  de 
noche  en  una  calle  sola,  me  encomiendo  á 
Dios.  Bueno,  pues  el  señor  ha  tenido  la  avi- 
jantez  de  amenazarme:  á  mí:  ¡al  padre  que 
lo  ha  echado  al  mundo! 


.-  52  — 

Car.  Padrino,  vamonos  de  esta  casa  antes  que  él 

venga...  Que  siquiera  esta  vez  no  dejemos 

tribte  recuerdo  de  nosotros. 
D.  Mois.     ¿Estás  loca,  criatura?  Si  nos  vamos  de  aquí, 

¿de  dónde  voy  yo  á  sacar  los  veinte  duros 

que  me  p'de? 
Car.  ¡Madre  mía!  La  historia  eterna...  (Llorando.) 

!Si  parece  que  estamos  malditos. 
D.  Moi3.     ¡No  llores,  mujer!...  ¡Pues  está  la  Magdalena 

pa^a  tafttanes! 

PeD.  (Asomándose  á  la  puerta  de  la  librería  con  capa  y  hon- 

go.) Muy  buenasnoches. 

Car.  Hasta  mañana  si  Dios  quiere,  Pedrito.  (vase 

éste.) 

D.  Mdi='.     ¿Van  á  cerrarla  tienda? 

Car.  Sí. 

D.  Mois.  l'ues,  oye:  antes  que  vengan  ecos.  Yo  he  di- 
cho que  no  he  cobrado  el  retrato...  pero  lo 
he  cebrado... 

Car.  ¿Esc  más?  ¿Y  la  promesa  que  le  ha  hecho 

usted  á  esta  familia?... 

D,  Mois.  Descuida,  que  la  cumpliré  sin  falta;  pero 
más  a<lelante.  Ahora  necesito  algumis  perras 
para  taparle  la  boca  á  ese  temerario  de  Ca- 
lixto... 

Car.  Bueno,  sí:  calle  usted,  calle  usted...  (Yo  soy 

la  que  se  va  de  aquí.) 


ESCENA  IX 

carita,  don  moisés,  don  MIGUEL  y  MARIO;  luego  GLOFwIA 
y  JEREMÍAS 

(üon  Miguel  sale  de  la  librería  charlando  con  Mario.  Trae  en  la 
mano  un  tomo  del  «Quijote».  Carita,  abstraída  y  triste,  se  sienta  jun- 
to á  la  camilla,  á  la  izquierda.  A  poco  sale  Gloria  del  interior  de  la 
casa  y  se  pone  á  la  derecha  á  seguir  su  labor.  Carita  y  ella  se  mi- 
ran. Gloria  baja  los  ojos  turbada.) 

Mario         Y  esta  noche  ¿en  qué  vamos  á  pasar  la  vela- 
da, señor  don  Miguel? 
D.  MiG.       Mire  usted:  aquí  traigo  el  libro  dispuesto. 
Mario         ¿El  Quijote? 


—  53  — 

D.  MiG.       Mi  libro. 

D.  Mois.     ]K\  de  todos!  Ya  sabes  tú  que  yo  me  pego 

por  Cervantes.  (Se  sientan,  mientras  hablan,  en 
torno  de  la  camilla  don  Miguel,  don  Moisés  y  Mario. 
Don  Miguel  en  medio.) 

D.  MiG.      A  no  ser  que  ustedes  prefieran  jugar  á  la 

lotería  ó  las  cartas... 
D.  Mois      ¡Ca! 

Mario         ¡De  ninguna  manera! 
D.    MlG.        ¿Dónde  quedamos?  (Hojeando  el  libro.)  ¿En    la 

aventura  de  los  ejércitusV 
Mario         No,  Feñor:  en  la  de  los  batanes. 
D.  Mois.     AvanzaTQos  más:  si  se  leyó  la  del  3'elmo  de 

Mambrino... 

•Je?..  (saliendo  de  la  librería  con  las  de  Caín.)    Llegamos 

hnt^ta  el  final  de  la  aventura  de  los  galeotes. 

D.  MiG.  Hombre,  tienes  razón:  alguna  vez  habías  de 
tenerla. 

D.  Mois  Justo.  Recuerdo  que  Mario  jugó  del  vocablo 
con  nuestro  apellido. 

Mario         Es  \erdad. 

Jeu.  f'recisamente.  (a  don  Miguel,  poniéndole  una  ma- 

no en  la  espalda)  Deja>te  la  Icctura,  ¿^abes? 
cuando  el  Caballero  ile  la  Iriste  figura  les 
da  la  libertad  á  los  gdeotes...  y  ellos  le  pa- 
gan á  pedrada  limpia. 

D.  Moi.".     ¡Qué  humano  es  eS"!  ¿eh? 

Mario         ¡El  pan  nuestro  de  cada  día! 

D.  Mío.       Pues  empezamos   capitulo.  Oigan  ustedes. 

Car.  (Me  iré,  me  iré.) 

Gloria        (¿Qué  tendrá  Carita?) 

D.  MiG.  (Leyendo  )  Viéndose  ian  mal  parado  Don  Quijo- 
te, dijo  á  su  escudero:  siempre,  Sancho,  lo  he 
oido  decir,  que  el  hacer  bien  á  villanos  es  echar 
agua  en  la  mar... 

Jer.  ¡K?a  es  una  verdad  como  el  puño! 

D.  Mois.     (Este  tío!..  ) 

Mario  (¡Kste  zorro  viejo!...) 

D.  MiG.  Hombre,  ¿quieres  no  interrumpir?  Ya  sabes 
lo  que  me  incomoda... 

Car.  (Levantándose.)  Yo  aprovecho  la  interrupción 

para  irme  á  la  cama.  Estoy  lendida.  Hasta 
mañana  si  Dios  quiere. 

D.  MiG.      Adiós,  hija. 


—  54  - 

S-  ^°^''     !   Adiós. 
Mario  I 

Car.  (Besando  á  Gloria.)  Hasta  mañana,  Gloria. 

Gloria  Hasta  mañana,  Carita.  A  dormir. 

Car.  (Yéndose.)  (  a  llorar.) 

D.   MlG.  (Continuando  la  lectura  mientras   baja   lentamente   el 

telón  )  Que  el  hacer  hien  á  villanos  es  echar  agua 
en  la  mir:  si  yo  huhieri  creído  lo  que  me  dijiste^ 
yo  hubiera  excusado  esta  pesadumbre;  pero  ya 
está  hecho,  paciencia  y  escarmentar  para  desde 
aquí  adelante.  Así  escarmentará  vuestra  merced, 
respondió  Sancho,  como  yo  soy  turco...  (sigue  le- 
yendo hasta  que  el  telón  acaba  de  caer.) 


FIxN    DEL   ACTO   SEGUNDO 


ly^T-i  -  .r^^y-v^W  «i^Vi» 


Ill!a:ll»llj^ll«)ll^ll3ail!felljfell^llafell3glltáll«:llt«fell'a  ;i  *  II  ^5^  I 


ACTO  TERCEiRO 


La  misma  decoración  del  acto  segundo.  Es  de  día.  En  la  camilla  ana 
servilleta  extendida  y  sobre  ella  un  cubierto.  Al  lado  una  botella  de 
vino  y  una  copa.  A  través  de  la  ventana  del  foro,  que  aparece 
abierta,  se  ve  el  patio  de  la  casa. 


ESCENA  PRIMERA 

'  DON  MIGUEL  y  PEDRITO 

(Don  Miguel  pasea  preocupado.    Sale  Pedrito  de  la  tienda,  preocupado 

también,  y  en  extremo  afónico  á  consecuencia  de  la  representación  de 

dos  dramas  en  que  ha  tomado  parte  activa.) 

*^  Ped.  Sin  gota  de  sangre  vengo,  don  Miguel  de 

mis  culpas. 
D.  MiG.       íiQué  ocurre? 
—  Ped.  La  edición  de  Injo  délas  obras  de  Larra, 

¿la  ha  vendido  usted? 
D.  Mío.      No. 
~  Ped.  Pues  ayúdeme  usted  á  sentir:  no  la  encuen- 

tro por  ninguna  parte. 
D.  Mío.       Busca,  busca  bien;  porque  venderse  no  ee 
ha  vendido.  Y  dime,  muchacho,  ¿tú  de  qué 
tienes  esa  voz? 
— ^PííD.  jToina!   De  la  función  de  n noche,  que  fué 

función  mónsb'uo.   Hicimos  Conmelo  y  El  tro- 
vador; y  suspendimos  Los  amantes  de  Teruel 


—  56  — 

y  La  campanilla  de  los  apuros,  para  no  que- 
darnos todos  sin  rampauilla.  lo  último  es 
perder  las  facultiides,  don  Miguel. 
D.  MiG.       Bueno,  si;  vete  á  buscar  eso... 
PeD.  (Metiéndose  en  la  librería.)  Ya,  ya... 

Al  campo  don  Ñuño  voy, 
donde  probaros  espero... 


ESCENA  II 

DON  MIGUEL;  luego  JEREMÍAS 

D.  Mm.  Cierto  que  es  extraño  eso  de  las  obras  de 
Larra...  No  es  el  primer  libro  que  se  pierde... 
A  buen  seguro  que  si  se  entera  Jeremías  les 
echa  la  culpa  á  los  Galeotes...  Pero  yo  no — 
Dios  me  libre; — no  me  atrevo  á  tanto.  Y 
eso  que  han  hecho  cosas  tan  feillas,  tan 
poco  decorosas...  ¡Todo  sea  por  Dios!  Luego, 
ese  Calixto  (j|ue  se  ha  presentado  á  última 
hora  me  da  muy  mala  empina  .. 

JeR.  (Por  la  puerta  que  da  á  la  tienda.   Habla  en  tono  zum- 

bón.) Querido  Miguel:  vengo  absorto. 

D.  MiG.       ¡Hombre! 

Jer.  Acaban  de  entrar  en  la  librería  una  dama  y 

dos  caballero.^,  que  sin  duda  son  gente  gorda. 

D.  MiG.       ¿Gente  gorda  aquí"? 

Jer.  Como  lo  oyes.  Kl  propio  Rodríguez,  á  quien 

yo  le  estaba  enseñando  el  «¡No  te  tires,  Re- 
verte!» fe  quedó  al  verlos  mudo  de  sorpresa. 

D.  MiG.       ¿Y  qué  es  I    que  quieren? 

Jer.  No  losé.  Vienen  preguntando  por  don  Moi- 

sés Galeote,  y,  en  bu  defecto,  por  don  Mi- 
ü;uel  de  Cañas. 

D.  MiG,  ¿Por  mí?  V^aya,  pues  que  entre  quien  sea  y 
no  me  canses  más. 

Jer  .  (Desde  la  puerta  que  da  á  la  librería  les  dirige  la  pala- 

bra a  los  que  están  dentro.)   Adelante,  señores. 

(Recoge  aun  lado  la  cortina  y  salen  el  Membrillo,  el 
Ojeras  y  la  Ricitos.  Don  Miguel  se  queda  estupefacto. 
El  Ojeras  y  el  Membrillo  S'on  toreros  de  invierno  y  la 
Eicitos  grande  amiga  suya.) 

D.  MiG.      (¡Le  parece  á  usted!) 


—  57  — 
ESCENA  III 

DICHOS,  EL  JkíEMBRILLO,  EL  OJERAS  y  LA  RICITOS 

M.EM.  Güeñas  tardes. 

D    Mía.       Dios  guarde  á  ustedes.  ¿En  qué  puedo  ser- 
virles? 
OjER.  ¿Es  ust...? 

MeM.  (Adelantándose  al  Ojeras.)    ¿Es  USté    el    padre  de 

don  Calixto  por  casualidad? 
1).  MiG.       No,  señor. 
OjER.  Por  muchos  años. 

Mem.  (Bajo  al  Ojeras,  de  cuya  boca  no  espera  que  salgan  flo- 

res.) (Cá3'ate,  Ojera?.)  (a  don  Miguel.)  ¿Enton- 
ces es  usté  (Leyendo  en  un  sobre.)  don  Aliguel 
de  Cañas? 

D.  Miü        El  mismo. 

liíc.  Por  muchos  años. 

Mem.  (ai  Ojeras,  por  la  Ricitos,  de  cuya  boca  tampoco  espera 

milagros.)  Que  ss  Ciij'e  csa,  hombre.) 
OjER.  '¡Gachó  con  este!) 

Mem  Giieiio,  pos  mire  usté:  nosotros  sernos... 

Jf.r.  Somos,  hubiera  dicho  yo. 

Me.M.  ¿Sí,  t'h?  (Lo  mira  y  se  rasca  ) 

OjER.  Pero  Moml)rÍ3-o,  ¿ties  más  que  entregarle 

la  carta  de  don  Calixto  al  señor  }'  así  con- 

cl'iyes  antes? 
Mem.  ¿Te  quiés  cayar,  Ojeras?  (a  don  suguci.)  Tome 

uí^lé  la  carta.  (Refunfuñando.)  (¡Tié  uatices  la 

cosa!) 

D.    MlG  V'aiDOS    á   ver   la    carta...    (La  abre   y  ice.)  «Mi 

querido  padre:  no  te  extrañe  que  te  escriba' 
desde  la  prevención,  porque  e.^toy  preso.» 
¡CarHmba!  «Los  dadores  de  la  prtsente  sa- 
brán explicarte  el  cómo  y  cuándo  de  mi 
de.agracia  y  el  medio  mejor  <le  librarme  de 
ella,  tú  mismo  ó  tu  gt-nerofo  ])rotector.  Te 
idolatra,  Calixto.»  ¡Demonio!  ¡demonio!. .. 

Jer.  Lo  que  te  dije:  ¡gente  gorda! 

D.  Mic        Calla.  Pero  ¿qué  diablura  ha  cometido  ese 
chico  para  verse  asi? 


—  P8  — 

Mem.  Verá  usté,  señor:  la  cosa  fué  anoche  en  el 

Briyante.  Por  cierto  que  tomemos  tos  el  pri- 
mer disgusto. 

Jer.  (corrigiéndole.)  Tomamos  Se  dice. 

MkM.  (Volviendo  á  mirarlo  y  á  rascarse.)  (¿No  tendrá  686 

tío  na  que  h^cer  por  aya  dentro?)  (a  don 
Miguel.)   Resultó  que   estando   aquí  la    se- 
ñora... 
Jer.  La  señora  no  ha  estado  nunca  aquí,  (los  tres 

de  la  comisión  se  lo  quieren  comer  con  los  ojos.) 

OjER.  8i  aquí  es  adjetivo,  cabayero. 

Jer.  ¡Ah!.. 

Mem.  (Dispuesto   á    que   no    lo    corrijan    más.)    Estando, 

comfi,  aquí  la  péñora,  coma,  con  aquí  el  ami- 
go y  un  servidor,  dos  comas — oorque  paece 
que  estamos  en  el  Ataneo,— en  el  café  del 
Briyante  con  don  Calixto,  f-e  presentó  de 
gol(>e  la  Adela  del  bruzo  del  Galápago...  Ver 
don  Calixto  á  su  hermana... 
D.  MiG.       ¿A  qué  hermana? 

OjER .  (ai  Membrillo,  tirándole   de   la   chaqueta.)    (QuC    td 

vas  á  colar,  Membriyo;  tanto  como  presu- 
mes...) 

Mem.  (¡Que  me  he  colao  ya!  ¡Maldita  sea!. .  Lo  pri- 

mero que  me  encargaron...) 

D.  MiG.  ¿Quién  es  esa  hermana,  diga  usted?  ¿Quién 
es  esa  Adela?... 

Mem.  Pos  esa  Adela  es  una  hermana... 

Ríe.  [Si  no  es  hermana,  hombre! 

OjER.  ¡Si  no  es  hermana! 

Mem.  |No   me  atorruyeisi  Cualquiera  se  equivo- 

ca, señor.  Es  una  amiga  de  don  Calixto, 
¿usté  me  comprende?...  que  tiene  simpatías 
personales  por  el  Galápago... 

D.  MiG.       (iQué  extraño  es  todo  esto!) 

Mem.  y  Ci>mo  el  Galápago  está  así  con  don  Calix- 

to, (juntando  los  índices  por  las  puntas.)  lo  miSmO 

fue  verle  que  le  estreyó  un  sifón  en  la  ca- 
beza. Lo  demás  no  hay  pa  qué  repetirlo: 
son  hechos  consumaos.  Y  á  mí  se  me  ocurre 
que  la  mejor  manera  de  arreglar  eso — salvo 
el  parecer  de  tos  ustedes — es  untarle  la 
mano  á  quien  yo  me  sé...  y  en  paz  y  ju- 
gando. 


—  89  — 

JeR  .  (Dando  una  vuelta  en  torno  de  don  Miguel,  de  modo 

que  le  diga  una  frase  por  cada  oído.)  (  KstO  eS  UD 

timo:  no  vaj-as  á  escurrirte ) 
D.  MiG.       (Descuida.) ¿Usted  opina  eso,  verdad? 
OjER.  (a   la  Ricitos.)   (Pa  mí  que   Salmerón  va  al 

hule,  tú  ) 
Ríe.  (ai  Ojeras.)  (Es  quc  la  comisión  ee  las  trai  un 

poí^o ) 
D.  MiG.       liueno,  pues...  contra  la  respetable  opinión 

de  usted  está  la  mía:  yo  no  gusto  de  comprar 

íi  nadie,  y  á  la  justicia  menos. 

MeM.  (Profundamente   convencido.)  '^¡Vava,  hemOS  aca- 

bao!)  ¿D-^  modo  que  usté...  nequáquanf 
D.  MiG.       Según   lo   que  usted  entienda  por  nequá- 

qram. 
OjER.  Xequáquan  es  que  usté  no  afloja  ni  pa  Dios. 

Jp.R.  Tru'lucción  literal. 

Me\i.  ¡Te  vfo  sin  mantón,  Ricitos! 

Ríe.  ¡I'a  chflsco!  Lo  que  es  este  no  lo  suelto  yo 

t»n  iácil .. 
Mem.  ¡Eso  será  ú  no  será!   Miá  esta  ahora  .. 

D.  MiG.       Bien;  la  calle  es  el  mejor  hitio  para  ventilar 

esas  cuestiones...   Yo,  por  mi  parte,  ya  he 

dicho  CU!  uto  tenia  que  decir 
Mem.  Usté  dispense,  cabayero  .. 

Ríe.  Queden  ustés  con  Dios.  . 

Mem.  En  la  cuadriya  del  Microbio  chico  me  tiene 

u.*té  de  banderiyero  de  confianza,  pa  lo  que 

se  ofrezg-í... 
OjER.  En  la  misma  cuadriya,  de  puntiyero,  pa  ser- 

vir á  U'té. 
D.  MiG.       ¡Psinario!  Muchas  gracias.  Adiós. 
Jkr  .  (Ofréceles  la  casa,  si  te  parece ) 

Mem.  (Yéndose  á  la  calle   tras  la  Ricitos  y  el  Ojeras.)  (¡De 

güen  humor  van  á  ponerse  el  padre  y  el 
bij.>') 

Jes.  (Asomándose  á  la  misma  puerta  y  gritando.)  |PedrÍ- 

tol  ¡ojos  hasta  en  las  uñasl 


-  6d- 

ESCENA  IV 

DON  MIGUEL,  JEREMÍAS  y  CATALINA 

D.  MiG.       Chico,  estoy  fernlejo:  no  géqiié  pensar. 

Jer.  Yo  sí.  ¿Qué  te  dije  ayer?  Lf^s  has  negado  di- 

nero dos  veces,  ¿verdad?  ¡f'ues  aguarda  el 
timo! 

D.  Mío.  No,  no,  no...  yo  no  creo...  Digo,  se  me  figura 
á  mi  que  no  es  posible  ..  ¿O  ts  que  yo  estoy 
viviendo  en  las  estrellas? 

CaT.  (Llega  de  la  calle,  con  varios  paquetes  de  una  tienda 

de  ultramarinos.)  Avc  María,  don  Migué,  ¿qué 
gentuza  es  eza  que  shora  zalla?  Desde  que 
eza  tropa  está  aqui,  vienf  n  á  esta  caza  unos 
tipos  que  yo  no  he  visto  nunca. 

D.  M.IG.       Mira,  vete  á  la  cocina  y  no  haltles  irás. 

Cat,  Al  istante  me  voy.  Pero  ¿pa  qué,  zi  no  ade- 

lanto na  hasta  que  no  armuerce  er  demonio 
er  viejo?  Y  mientras  la  can- lela  encendía,  y 
ze  gasta  carbón  y  ze  gaBta  leña  y  ze  conzu- 
rae  una...  ¡Jozú,  .lozíi!  ¡zi  doña  Lorenza  vie- 
ra este  dezarreglo!... 

D.  MiG.  Cierto  que  eso  de  presentarse  á  almorzar 
cuando  les  da  la  gana... 

Jer.  [Ah,  eso  es  muy  cómodo! 

Cat.  Como  que  aquí  loz  amos  paecen  eyos  aho- 

ra... Don  Migué,  don  Migué,  eche  usté  á  eza 
gente  á  la  caye... 

D.  MiG.  1'ero,  mujer,  por  los  clavos  de  Cristo,  ¿cómo 
los  voy  á  í  char?. .  Si  les  hubiéramos  descu- 
bieito  una  maca  gorda  .. 

Cat.  Pero  ¿quié  usté  más  que  tos  los  negocios  que 

inventa  er  pidre — ¡mala  ptrdigoná  le  den 
donde  yo  diga! — pa  zacarle  á  usté  cuartos? 
¿No  ha  visto  usté  que  ha  hecho  zeis  retrato?, 
y  los  ha  cobrao  tos  er  grandízimo  tuno,  y 
aquí  no  ha  traío  una  pe  zeta? 

D.  MiG.       El  dice  que  no  los  ha  cobrado. 

Jer.  ¡Pues  los  ha  cobrado! 

Cat.  y  venga  dinero  pa  papé,  y  dinero  pa  cisco,  y 

dintro  pa  barniz,  y  dinero  pa  to,  y  pan  pa 


—  61  — 

borra,  que  ze  yevaba  toa  la  miga,  como  zi 
huliiera  patoí!  en  la  caza  ,. 

Jer.  ¿y  los  libros  que  se  han  perdi^ío?  ¿Y  la  cría 

de  gallinas  y  palomr  s,  dónde  rae  la  dejas? 

Cat.  ¡Aplique  usté  er  cnento!  La  cría  de  los  palo- 

mos. .  Puzo  la  caza  como  zi  fuea  un  corra: 
plumas  por  tos  laos.  .  Hacia  usté  azin,  respi- 
ral)a  fuerte...  y  ze  le  yenabala  boca  e  plu- 
mas. 

D.  MiG.  No,  si  yo  reconozco  que  son  molestos...  y  que 
me  he  equivocado  al  juzgarlos— Carita  apar- 
te, ¿eb?...— pero  se  rae  arde  la  cara  fóIo  de 
pensar  que  tengo  que  decirles,  sin  aguardar 
á  que  resuelvan  su  situación,  que  están  de- 
más aquí.  Yo  no  hago  €So:  no  sé:  no  sirvo... 
no  quiero,  tampoco. 

Jer.  Pues  mal  que  te  pese  lo  vas  á  hacer  en  cuan- 

to s^pas  lo  que  voy  á  decirte. 

D.  MiG.       Habla. 

Jer  .  Mario  Galeote  ePtá  enamorando  á  tu  hija 

Cat.  (Horrorizada.)  \h  ZÚ! 

D.  MiG.  Vamo^,  Jeremías,  no  inventes,  en  tu  deseo  de 
que  los  ponga  en  el  arroyo. 

Jer.  No  invento,  Miguel.  Ni  es  eso  lo  peor.  Tu 

hija  eí-tá  enamorada  de  Mari  »  Galeote. 

D.  MiG.  ¿Quieres  callar?  ¡Tonto  de  mí  que  te  hago 
caso  sabiendo  quién  eref-! 

Jer.  ¿Pero  no  crees  lo  que  te  he  dicho? 

D.  MiG.  ¿Cómo  he  de  creerlo,  niíijad^ro?  ¿No  lo  co- 
nozco á  él?  ¿no  la  conozco  a  ella? 

Cat.  Ay,  ezo  no,  don  Migué  de  mis  curpas;  miste 

que  en  las  cuef-tiones  der  querét.  ze  ven  co- 
zas  mu  rara=...  Cuantas  veces  no  dice  una: 
pero  á  eza  arrastra  mujé,  ¿qué  le  habrá  gus- 
tao  de  eze  hombre?  Y  una  no  ze  lo  explica; 
pero  argo  tendrá  el  hombre  cuando  á  la 
mujé  le  ha  gustao  ¡Ay  don  Migué,  don  Mi- 
gué, DO  juf  gue  usté  con  ezo!  ¡Ay  qué  doló  de 
hija,  en  podé  de  eze  piyo!  ¡Ay,  miste  que  ezo 
ya  DO  f  8  azunto  de  ochavos,  miste  que  ezo  es 
mu  zerio!.  . 

D.  Mío.  Pero  ¿quieres  dejarme?  ¿O  es  que  os  habéis 
propuesto  volverme  loco? 

Cat.  ¡No  ze  ciegue  usté,  don  Migué!... 


—  62  - 

D.  MiG.  ¡Que  rne  dejes,  te  digo! 

Jer.  ¿Es  que  no  atiendes  á  razones? 

D.  MiG.  ¡Y  tú  también,  agorero  del  diablo! 

Jer.  Basta.  Cierro  mi  pico.  Yoya  he  cumplido  con 

mi  deber,  (ai  ir  á  entrar  en  la  librería,  llega  don 
Moisés,  con  quien  se  cruz.i  y  á  quien  hace  una  reve- 
rencia, sin  perjuicio  de  la  inevitable  cita  del  Tenorio.) 

Dice,  señor  Capitán  Cenfellas,  ¿vos  por  aqiiíf 
Beso  á  usted  la  mano,  (se  va.) 


ESCENA  V 

DON   MIGUEL,    CATALINA   y   DON    MOISÉS 
D.    MoiS.         (De  mal  talante.)  Hola. 

D.  MiG.      Hola  ¿Kres  tú? 

D.  Mois.     Yo  mismo:  ¿no  me  ves? 

Cat.  ¡Vaya  unaz  horas  de  vení  á  armorzá! 

D.  Mois.     Hame  sido  imposible  venir  nií^s  temprano. 

Si  molesto,  con  no  almorzar  estamos  al  cabo 

de  la  calle. 
D.  MiG.       Hombre,  eso  es  una  pata  de  gallo...  porque 

otros  días . 
D.  Mois.     Es  que  llueve  sobre  mojado,  ¿te  enteras?  Y 

quede  esto  aquí.  (Se  sienta  con  mal  modo  delante 
del  cubierto  ) 

D.  MiG.  Si;  será  lo  mejor.  Sírvele  el  almuerzo  á  don 
Moisés,  Catalina. 

Cat.  (Carita  ze  lo  traerá...  lo  que  es  yo...  (contem- 

plándolo con  desdén.)  Miálo:  don  Rodrigo  en  la 
jorca...  Ya  no  ze  acuerda  de  que  entró  aquí 
con  un  trapo  atrás  y  otro  alante...  y  la  barri- 
ga pega  al  espinaz  >.)  (se  va  ai  interior.) 

ESCENA  VI 

DON  MIGUEL,  DON  MOISÉS  y  CARITA 

D.  MoiS.  (soltando  un  resoplido  de  rabia.)  Está  buSUa  la 
cosa... 

D.  MlG.  (Contento  viene  éste.)  (Dándole  la  carta  de  Calix- 
to.) Toma:  esta  carta  han  traído  para  ti. 


—  63  — 

D.  MoiS .      Sí.  (La  coge,   la  hace  dos  pedazos  y  la  tira.)  Ya  lie 

visto  á  e.sos  señores ..  Lo  sé  todo.  Sé  que  mi 

hijo  se  queda  en  la  cárcel... 
D.  MiG.       ¿Es  culpa  mía  que  haya  entrado  en  ella? 
D.  Mois.     Bien,   bien,   bien...  También  prefiero  que 

que<!e  ef-to  aquí. 
D.  MiG.       Y  yo.  Peor  eá  meneallo,  amigo  Sancho,  (Don 

Moisés  empieza  á  tararear  una  musiquita  juguetona. 
Sale  Carita  del  Interior  y  le  sirve  un  pedazo  de  tor- 
tilla.) 

Car.  Padrino,  buenas  tardes.  ¿Por  qué  no  ha  ve- 

nido usted  á  almorzar  á  tiempo? 

D.  Mois.  ¿Por  qué  te  metes  tú  en  lo  que  no  te  im- 
porta? 

Car.  (¡Qué  manera  de  contestar!) 

D,  MiG.       Mala  yerba  has  pisado,  Moisés. 

D.    Mois.      (Reflexionando  sobre    la    tortilla)    (Cualquiera  le 

hinca  el  diente  á  esta  tortilla  después  de  ha- 
ber almorzado  con  Calixto.  ¡Ven^^o  hasta  la 
nuez!  .)  (come  algunos  pedazos  con  gran  esfuerzo,  y 
los  echa  para  abajo  á  fuerza   de  vino.)    iortilla    de 

patatas...  sin  patatas...  ¡Y  Mi! 
Car.  Con  baber  estado  aquí  á  su  hora,  se  evitaba 

usted  eso.  (Tampoco  rae  muerdo  yo  la  len- 
gua cuando  hace  falta.) 


ESCENA  VII 

DICHOS,  JEREMÍAS,  VICTORIANO  y  la  SESÁ  PEPA 

Jer  .  (saliendo  de  la  librería  y  hablando  con  la  misma  zum- 

ba de  antes.  A  don  Miguel.)  CuicO,  ¿tencmoS  hoy 

be-amanos?  ¿tú  sabes? 
D.  Mío.       ¿Otra  te  pego? 
Jer.  Después  de  los  diplomáticos  que  acaban  de 

irse,  se  presenta  ahora  un  mc^trimonio  de 

alto  copLte. 
D.  Mío,       ¡Vamos,  hombre! 
Jer.  ¿liO   dudas?  (a  ios  de  dentro.)  Paseu,  pasen... 

(Yo  los  meto  aquí.)  (En  efecto,  salen  Victoriano  y 
la  seña  Pepa,  gente  bien  acomodada  del  pueblo  de  Ma- 
drid. El  viene  de  hongo  y  chaqueta  de  terciopelo.  Ella 
de  mantón  de  espuma  lujoso.  Trac  en  la  mano  un  rollo 


grande,  que  es  un  retrato  de  su  suegra,  debido  al  cisco 
de  don  Moisés.  Victoriano  no  trae  rollo,  pero  en  cam- 
bio trae  un  bastón  que  lo  parece.) 

ViCT.  Güeñas  tardes,  señores  y  la  compañía. 

Seña  Pepa  Güeiias  tardes. 

CÁr^^'^"     ¡Muy  buenas.. 

D.  Mois.     (¡Adiós!  ¡La  carnicera  del  retrat'^!) 

Seña  Pepa  (señalando  á  don  Moisés.)  Ese  cabayero  es  el  re- 
tratústa. 

ViCT.  ¿Si,  eh?  Pos  me  alegro  de  verle  á  usté  re- 

gular. 

D.  MiG.  (Aquí  vamos  á  tener  otra  escena  desagra- 
dable.) 

D.  Mois.     Ustedes  dirán  lo  que  desean... 

Seña  PtPA  Tres  días  con  hoy  yevamos  buscándole  á 
usté,  y  usté  invisible:  como  si  fiiea  un  pan- 
tasnia. 

Vicr.  (Reconviniéndola)    Expresiones   no. —  Güeno,' 

pos  yo  soy  el  marido  de  la  señoia,  que  tuvo 
la  del'ilidá  de  encargarle  á  Ur^té  un  retrato 
de  mi  señora  mamá,  que  esté  en  gloria,  pa 
darme  á  mi  una  sorpresa  el  día  e  mi  san- 
to. ¡Mecachis  en  la  sorpresa!  Deslía,  tú.  (La 

señora  lo  obedece  ) 

Car.  (Dios  mío  de  mi  alma,  qué  malas  pulgas 

debe  de  tener  este  tío...  ¡Qué  ojos  me  echa!) 

VlCT.  (señalando  el  retrato.)  ¿Le  paece  á  usté?    Si   me 

dice   usté   que  ese  muñeco  es  mi   señora 
mamá,  se  ha  acabao  el  almuerzo. 
P.  Moi^!.     Ante  todo,  á  mí  pocps  bravatas.  Yo  he  co- 
piado eso  de  una  fotografía  y  respondo  del 
parecido  exacto.  ¡Y  hemos  concluido! 

VlCT.  (Llegándose  á  él  con  mucha  sorna.)    ¿Que    hcmOS 

concluido? 

Car.  (¡'-^y»  JesrisI  Se  lo  come.) 

Seña  Pepa  l'ero  si  entoavía  no  hemos  empezao;  ¿será 
usté  pampli? 

VicT.  ¡Te  he  dicho  que  expresiones  no! — ¿Usté  ha 

repaiao  bien  en  lo  que  ha  hecho?  Si  s,e 
paece  á  Kruger.  Mi  señora  mamá,  como  te- 
rcer algo  de  periya  íí  la  tenía;  pero  compa- 
dre, ahí  se  le  fué  á  usté  el  carbonciyo  una 
miaja. 


-  65  - 

D.  Mois.     Bueno,  bueno,  basta  de  historias:  ¿qué  hay? 

(se  levanta.)  (8i  no  la  echo  de  guapo,  estoy 

perdido ) 
ViCT.  ¿Que  qué  hay?  Pos  yo  no  veo  más  que  una 

de  dos:  (Dando  un  bastonazo  en  la  camilla.)   Ó   me 

devuelve  usté  el  dinero... 

D.    Mlü.        (  Hola!)  (Don  Moisés  empieza  á  sonarse  con  gran  es- 
trépito en  vista  de  que  la  tierra  no  se  lo  traga.) 
JtR.  (^Cantando. ^ 

Con  el  capotln,  fin,  tin,  Hn, 
que  esla  noche  va  á  llover... 
D.  MiG.       Pero,  ¿qué  dice  usted  de  dinero,  si  este  se- 
ñor no  ha  cobrado  el  retrato?  (Don  Moisés  con- 
tinúa suena  que  suena,  cada  vez  más  fuerte.) 

Car  (¡Virgen  María!) 

Seña  PEP^  ¿Cómo  que  no  ha  cobrao,  si  le  pagué  yo 

maclw  sobre  macho  los  sei.s  cabales?  ¡Miá  San 

Roque!...  ¡Que  no  ha  cobrao!...  ¡que  no  ha 

cobrao!... 
I).  MiG.       Moisés,  ¿has  cobrado  en  efecto? 
D.  Mois.     Te  diré,  hombre:  verás  lo  que  pasó.    Cobrar 

he  cobrado,  pero  escúchanic.. 
Seña  Pep.\  ¿Vé  usté,  C"bayero?  . 

JeR.  (cantando  otra  vez.) 

Con  el  capotin,  tín,  tin,  tin 
que  e^Aa  noche  va  á  llover... 
VicT.  ¿No  tiene  más  que  esa  pieza  e.se  aristón? 

Séñá  Pfpa  Por  to  pa-so  yo  menos  porque  me  yamen  á 
mi  tramposa.  Y  si  ese  tío  ha  dicho  que  no 
le  he  pagao... 

VlCT,  (Dando  otro  bastonazo  en  la  camilla.)    ¡Expresio- 

nes no! 

D.  MiG.       Ni  expresiones  ni  bastonazos,  amigo. 

ViCT.  Porque  vas  á  perder  la  fuerza  moral...  Aquí 

no  hay  más  que  lo  que  yo  digo:  ó  se  nos  de- 
vuelven los  nyachos,  ó  le  pongo  yo  al  artista 
un  carriyo  como  un  queso  e  bola. 

1).  Mois.       (Echaii<lo  mano  á  la  botella  del  vino.)  ¿A  mí? 

Car.  ¡Padrino,  por  Dios! 

VicT.  ¡A  usté! 

D.  MiG.       Basta.  Vengan  ustedes  conmigo. 
Jer  .  ¿Qué  vas  á  hacer? 

D.  MiG.  ÍjO  que  á  tí  no  te  importa.  Vengan  ustedes 
y  se  les  pagará  lo  que  sea. 

5 


—  t6  — 

D.  Mois.     ¡No  seas  tonto,  Miguel! 

D.  MiG.  No  soy  tonto,  no.  Pero  no  quiero  presenciar 
en  mi  casa  escenas  que  nunca  he  presen- 
ciado. 

Car.  (;Qiié  bochorno  tan  grande!) 

D.   MlG.         (a  los  del  dibujo.)  ¿Vamos? 

VicT.  Vatnos,  sí.  Usté  se  pone  en  la  razón,  caba- 

yero.  (a  la  seña  Pepa.)  TÚ,  deja  ahí  eso,  pa 
que  se  quite  el  hipo  la  familia. 

D,  Mois.  ¡El  hipo!..  Loque  entenderá  usted  de  di- 
bujo... 

ViCT.  I  Nos  ha  fastidiao  este!  ¡Pos  ni  que  fuea  usté 

el  Graco! 

Seña  Pepa  (nejando  el  retrato  sobre  la  camilla  y  yéndose  con 
don  Miguel  y  Victoriano  por  la  puerta  del  estableci- 
miento.) Güeñas  tardes. 

Jer.  (siguiéndolos.)  Dice,  y  el  plozo  de  tu  sentencia 

fatal,  ha  llegado  ya... 


ESCENA  VIII 

CARITA  y  DON   MOISÉS 

D.  Mois.  (Arrojando  á  un  rincón  el  retrato,  lleno  de  ira.)  ¡Mal- 
dita sea  la  hora  en  que  nací! 

Car.  Padrino,  hay  para  morirse  de  vergüenza. 

D.  Mois.  ¡Hay  para  darte  á  tí  un  bofetón  si  no  te 
quitas  de  mi  lado! 

Car.  Muy  pronto  me  quitaré,  no  se  apure.    Y 

puede  que  no  me  vuelva  usted  á  ver  en  su 
vida. 

D.  Mois.     ;No  caerá  esa  breva! 

Car.  Sí  caerá. 

D.  Mois.     ¡Pues  cuanto  antes  mejor!  ¿A  mí  qué?  (se 

sienta  agitadísimo.  Pausa.) 

Car.  ¿Va  usted  á  seguir  almorzando? 

D.  Mois.       (.Levantándose    de    pronto.)     ¡Que     almUCrce     el 

Nuncio! 

Car.  ¿Quiere  usted  unas  sardinitas  en  aceite? 

D.  Mois.  ¡Loque  yo  quieio  son  pepinillos  en  vina- 
gre! (Vase  de  estampía  al  interior  de  la  casa.) 


—  67  — 
ESCENA  IX 

CARITA  y  DON  MIGUEL 

"Car.  Cada  moLoento  que  pasa  me  aseguro  más 

en  mi  idea.  Me  voy,  me  voy  de  aquí,  no  se 
figure  ese  señor,  no  se  figure  Gloria  que  soy 
de  la  calaña  de  esa  gente...  Ni  siquiera  sé 
cómo  he  vivido  tanto  tiempo  con  ellos... 
Pero  ya  se  acabó;  hoy  mismo...  ahora  mismo 
hablo  con  dnn  Miguel. 

D.    MlG.         (saliendo  de  la  librería.)  L<J  he  vistO  y  nO  lo  CrCO. 

Por  supuesto,  que  ese  me  va  á  escuchar 

cuatro  verdades.  (Va  hacía  el  interior  de  la  casa.) 

Engañarme  así... 
Car.  (Deteniéndolo.)  Don  Miguel. 

D.  MiG        riQué  quieras,  Carita? 
Car.  Si  va  usted  á  hacer  algo,  nada. 

D.  Mío.       Lo  que  iba  á  hacer  iio  me  corre  prisa:  de 

todos  modos  he  de  hacerlo.  Di  me  lo  que 

deseas. 
Car.  Hablar  con  usted  dos  minutos. 

D.  MiG.       Como  si  (juieres  que  hablemos  dos  horas. 

Ya  sabes  que  me  encanta  oirte. 
Car.  Mrchísimas  gracias. .  Es  usted  muy  bueno 

conmiso...  es  decir,  conmigo  y  con  todos... 

demasiado  bueno  para  vivir  en  €ste  mundo 

tan  ruin. 
ü.  Mío.       Demsisiado  bueno  no  se  es  nunca;  demasia- 
do simple  en  tndo  caso  es  lo  que  soy  yo. 

Car.  (Principiando  á  gimotear.)  [Ay,  ÜÍ»)S  mío!... 

D.  Mío.  ¿Qué  es  eso,  chiquilla?  ¿qué  significan  esos 
pucheros?  Va^'a,  no  seas  tonta;  siéntate 
aquí  y  cuéntame  tus  penas,  (se  sientan  ios  dos.) 

<Jar.  Ay,  señor  don   Miguel  de  mi  alma;  esto  no 

es  para  mi.  Mire  usted  que  á  mí  me  liaron 
al  n?icer  en  unos  pañalitos  muy  decentes, 
porque  la  pobreza  y  la  decencia  no  están 
reñidas,  y  que  mi  papá,  que  en  paz  descan- 
se, era  como  usted:  ni  una  mala  acción,  ni 
una  mala  cara  para  nadie,  ni  una  palabra 
fea.  Hasta  de  los  mosquitos  y  las  pulgas  se 


—  68  — 

dejaba  picar  por  no  causarles  daño.  ¡Asi  aca- 
bó sue  dias!...  Los  pocos  cuartitos  que  me 
dejó  al  morir  se  los  llevó  el  viento  .,  Digo, 
el  viento;  á  cualquier  cosa  le  llan)a  una  el 
viento...  Ya  comprenderá  usted  que  el  vien- 
to es  mi  padrino.  ¡Vaya  un  viento  fresco!... 

D.  MiG.  Pero  ^^á  dónde  vas  á  parar,  muchacha?  Déja- 
te de  preámbulos,  que  te  conozco  lo  sufi- 
ciente para  que  no  los  necesites  conmigo. 

Car.  Bueno,  don  Miguel;  oiga  usted  lo  que  tengo- 

que  decirle.  Pero  en  Dios  y  en  mi  alma  que 
si  digo  alguna  mentira  me  condene... 

D.  MiG.      No  te  condenas,  no;  pierde  cuidado. 

Car.  Usted,  por  su  buen  natural,  nos  recogió  en» 

su  casa  á  mi  padrino,  á  su  hijo  Mario  y  á 
mí,  y  nos  sentó  á  su  mesa,  y  nos  dio  cama 
donde  dormir,  y  nos  trató  como  á  los  suyos... 

D  MiG.  bi  es  cierto,  mujer:  pero  en  valiente  cosa  re- 
paras... 

Car.  Sin  duda  pensaría  usted  de  todos  nosotros 

que  éramos  personas  regulares,  capaces  de 
comprender  y  de  estimar  y  de  agradecer 
cuQjo  es  debido  su  generoso  comportamien- 
to, ¿verdad  que  sí?  Pues  desgraciadamente, 
ya  está  usted  viendo  el  desei'gaño— echán- 
dome yo  fuera  ¿eh?  limpia  de  toda  culpa 
como  entré  en  e.^ta  casa. —  Va  no  caben  di- 
simulos ni  com])ouendas,  señor  don  Mi- 
guel; ya  no  hay  sino  ver  las  cosas  á  su  luz, 
por  triste  que  f  sto  sea.  Mario  y  mi  padrino  se- 
están  conduciendo  aquí  como  unos  coche- 
Yo^,  según  se  dice  vulgarmente,  sin  que  yo 
sepa  por  qué  razón,  pu(  s  entre  los  cocheros 
los  habrá  con  vergüenza  y  sin  ella  coiro- 
píisa  en  todas  las  clases  de  la  sociedad...  Y 
bastante  tienen  con  ser  cocheros  para  que... 
Pero,  en  fin,  esto  r,o  es  del  cas-o.  A  lo  que^ 
iba.  Yo  no  quiero  partir  con  mi  gente— de 
alguna  manera  he  de  llamarlos— la  carga  de 
sus  malas  acciones.  ¡Bastantes  vergüenzas 
he  pasado  por  ellos!  ¡Bastantes  lágrimas  me 
han  costado  yal  Yo  soy  otra  cosa:  3^0  soy 
aparte.  .  Y  si  usted  me  lo  permite,  señor 
don  Miguel,  esta  misma  tarde  me  iré  de  so. 


—  69  - 

casa,  bendciendo  á  usted  y  á  pu  hija;  pero 
yo  Fola,  sola,  sin  ello?,  con  mucha  tranquili- 
dad en  mi  conciencia. 

D.  MiG.  Vamos,  muchaclia,  no  digas  disparates. 
lJef>ÚP  qué  locura!  ¿Adonde  vas  tú  á  ir?... 

•Car.  Dios  me  abrirá  camino:  estoy  segura  de  ello, 

porque  no  soy  mala.  Luego,  á  mí  no  me 
asusta  ni  me  pesa  el  trabajo:  yo  sé  coser,  yo 
sé  guisar,  yo  sé  lavar  la  ropa,  que  mire  us- 
ted   cómo    la    llevo    siempre,   (Enseñándole  las 

enaguas  blancas.)  yo  sé  todo  lo  necesario  para 
no  morirme  de  hambre.  Y  sin  llegar  al  últi- 
mo extremo,  de  doncella  en  una  casa  rica 
creo  que  encontraría  colocación.  Porque 
mala  fachita  no  tengo  —  puede  que  yo  me 
haga  ilusiones.  El  amor  propio  á  veces  en- 
gaña tanto...  Para  acompañar  á  las  señoritas 
aquí  y  allá,  á  misa  y  a  cotrpras,  me  parece 
que  l)ien  serviría...  Pero  ¿se  ríe  usted? 

D.  iMiG.       ¿No  quieres  que  me  ría,  muchactia'? 

C.\R  Pero  ¿es  de  risa  lo  (jue  estoy  diciendo? 

D  xM:g.  ¡y  tanto!  Yo,  por  lo  menos,  te  aseguro  que 
ya  salto  de  gozo  ante  la  idea  de  ecbar  por 
li-rra  todos  tus  planes. 

Car.  ¿Si? 

D.  xMiG.       íSí. 

Car.  ¿Pue.=?  cómo? 

1).  MiG.  Porque  tú  no  te  vas  de  mi  casa  :  los  que  se 
van  son  ellos. 

Car.  (Con  infantil  espontaneidad.)  ¡Quiál  No  loS    COttO- 

ce  usted. 

D  MiG.  Es  que  si  no  se  van  yo  sabré  arrojarlos. 
Aunque  tarde,  me  be  conveiicido  ya  del 
error  en  que  estaba  ..  No  sabes  el  sentimien- 
to que  me  cuesta  est;i  convicción.  Hubiera 
dado  yo  lo  que  no  tengo  porcjue  esa  gente 
fuera  gente  bonrada.  Carita.  Couíjue  dime, 
¿te  quedarás  de  huena  gami  a(juí  con  nos- 
otros? 

Car.  Den  Miguel,  no  es  posible..,  Y  no  porque  yo 

no  esté  segura  de  portarme  bien.  El  pan  que 
ustedes  me  dieran  procuraría  recompensarlo 
con  mi  trabajito,  y  el  cariño,  que  con  nada 
se  paga,  sabría  pagarlo  en  la  misma  mone- 


—  To- 
cia; pero  marcharse  ellos  y  quedarme  yo^ 
¿no  ve  usted  que  es  cosa  imposible?  Lo  atri- 
buirían todo  á  mis  maquinaciones  y  arti- 
mañas, porque,  como  son  malos,  de  noche 
y  de  día  no  tienen  más  que  n  ales  pensa- 
mientos; le  armarían  á  usted  la  escandalo- 
sa; darían  un  espectáculo  reclamándome 
violentamente... 

D,  MiG.  Nada  de  todo  eso  me  importa  un  ardite.  De- 
recho sobre  ti  no  pueden  alegar  ningunor 
aquí  no  hay  más  leyes  que  tu  voluntad  y  ¡a 
mía.  Sin  contar  conque  en  último  resultada 
yo  sabría  taparles  la  boca.  A  los  tunantea  se 
les  convence  pronto...  Y  ahora  vas  tú  á  ha- 
cerme un  favor  a  mí. 

Car.  Todo  lo  que  usted  guste. 

D.  MiG.  Contestar  á  una  pregunta  nada  más.  Ya  yes- 
que poco.  Pero  no  has  de  engañarme...  ¿eh? 
Cuidado. 

Car.  ¿Engañar  yo  á  usted?  No  cabe  en  mí  seme- 

jante cosa. 

D.  MiG.       Pues   entonces   dirae,  si  es   que  lo  sabes: 

¿quién  es  la  Adela?  ^carita  baja  ios  ojos  sin  con- 
testar )  ¿No  sabes  tú  quién  es  la  Adela? 

Car.  Hí,  señor. 

D.  Mío.       Pues  (límelo. 

Car.  Jja  Adela...  es  una  hermana  de  Mario  y  de- 

Calixto... 

D.  M  G        Ya,  ya... 

Car.  Más  bonita  que  un  sol,  y  no  tan  mala  coma- 

pudiera  usted  imaginarFe...  Lo  que  tiene 
que  es  asi  algo  ligeiilla  de  cascos...  Eso  por 
una  parte...  Luego...  ¿sabe  usted?...  vinieron- 
días  de  mucha  necesidad...  El  padre...  el. 
padre .. 

D.  MiG.  Basta.  No  sigas  A  ti  te  cuesta  mucha  vio- 
lencia decirlo,  y  á  mí  me  duele  más  escu- 
charlo Ya  sé  bastante.   Déjame,  (se  levanta.) 

Car.  Por  Dio?,  que  no  se  enteren...  (se  levanta  tam- 

bién.) 

D.  MiG.       Descuida. 

Car.  a  no  ser  porque  me  lo  ha  pedido  usted,  3^0- 

nunca  hubiera  dicho    . 

D.  MtG.      Tranquilízate:  no  estés  pesarosa.  Descubrir 


—  Ti- 
las bellaquerias  siempre  está  bien  hecho. 
Anda,  déjame. 
Car.  Bueno,   señor...    Me    llevaré  estas    cosas... 

(Mientras  recoge  parte  del  cubierto  de  don  Moisés.)  A 
ir.í  me  parece  que  lo  meJDr  es  que  3'0  me 
vaya,  y  api  se  ahorrará  usted  nuevos  di  «gus- 
tos... lero  ai  fin  y  al  cabo  no  haré  mñs  qne 

lo  que    usted    me    mande...  (Yéndose  ai  interior 

de  la  casa.)  (¡Qué  mahtas  entrañas  liay  que  te- 
ner para  pagarle  mil  á  este  caballero!) 


ESCENA  X 

DI.N  MIGUEL  y  GLORIA 

D.  Mío.  Es  una  desgracia  pensar  que  todo  el  mundo 
es  como  yo.  ¡Qué  desengaño  éste!  (pausa.) 
Hoy  mi.^mo,  ho}'  mismo  se  concluye  todo. 
Yo  veré  la  manera  de... 

Gloria        (saliendo  de  la  librería.  (¡Ya  Viene!) 

D.    Mío.         (sin  reparar  en  Gloria..  Sou   UnOS  Canallas,  UnOS 

canallas... 
Gloria        ¿Quienes,  papá? 

D.    MlG.         Esos.  .  los  Galeotes...  (Vase  ai  interior  de  la  casa  ) 

Gloria        (Atónita  )  ¿Ix)s  Galeotes?... 


ESCENA  XI 


GLORIA    y    MARIO 


Gloria  Pero  ¿también  mi  padre  piensa  de  ellos?... 
Es  la  primera  vez  que  le  oigo  calificarlos  de 
esa  manera...  Todíí 8  estas  son  artes  del  tío 
Jeremías,  egoistón  del  demonio,  que  desde 
que  llegaron  e.-tá  j)rocuiando  que  se  vayan. 
¿Le  haWrá  metido  en  la  cabeza  á  mi  padre 
bUS  malan  ideas?. .  ¡Ay,  no  quiero  pensarlo! 
¡Qué  días  llevo!...  Dios  me  los  tome  en 
cuenta. 

Diario  (Viene  de  la  calle.  Al  ver  á  Gloria  se  acerca  á  ella  con 

pasión.)  Glí-ria. 


—  72 


Gloría 
Mario 
.  Gloria 


Makio 


Gloria 
Mario 


Glo!  i\ 
Mario 


Gloria 
Mario 

G_ORIA 

Mario 
Gloria 
Mario 
Gloria 


Mario 


Mario.  ¡Cuánto  lias  tardado! 
¿Estamos  solos? 

Solos.  .  como  siempre;  pero  inquietos,  como 
siempre  también.  Ksto  es  menester  que  con- 
cluya: nuestro  cariño  no  es  un  crimen. 
A  nuestros  ojos,  no;  pero  á  los  de  tu  padre, 
á  los  de  tu  familia,  mi  conducta  pudiera 
pareceilo. 
¿Por  qué? 

Cien  veces  te  lo  he  dicho,  tonta.  Porque  en 
el  alma  de  un  enamorado  nadie  penetra; 
porque  mi  í-ituación  en  tu  casa  no  me  auto- 
riza,. ¿Cómo  entré  3'0  aquí,  Gloria  de  mi 
alma?  Por  caridad.  ¿Cómo  continúo?  Por  ca- 
ridad también.  Hasta  que  no  me  va^^ay 
vuelva  á  entrar  de  otra  manera,  no  debo 
dignamente...  Compréndelo.  Mi  cariño,  hoy 
por  hoy,  no  tiene  más  disculpa  que  el 
tuyo. 

Es  que  mi  padre  se  parece  mucho  á  mí  y 
sabría  comprenderte. 

No  lo  creas  Un  viejo  y  una  niña,  aunque  se 
parezcan  como  do-í  go'as,  no  pueden  pensar 
lo  mismo  de  un  enamorado. 
Mi  padre  de  todo  piensa  como  yo. 
De  mi  no  pensaría... 
(Eso  que  le  he  oido,  ¿á  qué  obedeceri?)  (se 

estremece  súbitamente  como  si  algo  temiera.) 

(Alarmado.)  jQué!  ¿vieiie  alguien? 
(lo  mismo.)  ¿Viene  alguien? 
(cerciorándose  de  ello.)  No. 

(lo  mismo.)  No  ¿Ves  qué  suplicio?  ¿No  es  un 
tormento  no  poder  decirles  á  todos:  Mario 
me  quiere,  yo  (quiero  á  Mario? 
Para  mí,  no.  Ni  para  tí  debe  serlo  tampoco. 
Con(|ue  nos  lo  digamos  nosotros,  basta. 
¿Qué  nos  importa  que  los  demás  lo  sepan? 
En  este  mismo  misterio  con  que  nos  quere- 
mos, en  esta  misma  foledad  de  nuestra  ale- 
gría estriba  su  mayor  encanto  Tu  alma  y 
mi  alma  se  ven,  se  quieren,  se  hablan,  se 
besan  en  silencio;  no  nos  ve  nadie,  no  lo 
sabe  nadie ;  toda  la  dicha  se  queda  entre  los 
dos. 


-  73  - 


Gloria 
Mario 

Gloria 

Mario 


Gloria 

Mario 

Gloria 


Mario 


Gloria 

Mario 

Gloria 
Mario 

Gloria 
Mario 

Gloria 
Mario 
Gloria 
Mario 


Mario,  ¿no  me  eneañafe? 
¡Qué  preguntal  ¿Has  dudado  de  mí  alguna 
vez?  ¿dudas  ahora? 

No  dudo,  no:  ya  lo  sabes.  Te  pido  lo  que 
siempre:  lealtad. 

Lealtad  y  nobleza  y  cariño  hasta  que  se  me 
acabe  la  vida.  Créeme.  Deja  correr  el  -tiem- 
po: quizás  muy  pronto  podatros  pregonar 
nuestro  cariño  á  la  faz  del  mundo. 
¿Si? 
Sí. 

Es  mi  único  deseo:  acabe  esta  zozobra  cons- 
tante, esta  inquietud  de  la  conciencia...  ¿Por 
qué  temo  yo?  ¿por  qué  temes  tú? 
Porque  ocultamos  algo.  Pero  como  lo  que 
ocultamos  es  noble  y  el  hecho  de  ocultarlo 
es  más  noble  aún,  nuestro  temor  es  injusti- 
ficado, pueril...  de  niños.  Alégrate,  vida:  ten 
confianza  en  Mario,  que  te  quiere  con  toda 
su  alma...  Ríete:  que  yo  te  vea  reir  y  reiré 
también.  Mi  risa  es  el  eco  de  la  tuya.  Tú  no 
sabes  las  ilusiones  que  yo  barajo  en  esta 
cabeza  de  chorlito.  ¡Hasta  de  presidente  del 
Consejo  me  he  visto  ya!  Al  fin  te  ríes... 

Me  río,    sí.  (sugestionada  por  Mario,  obedece  ciega- 
mente á  sus  palabras.) 

Mírame  ahora.  Diiné  que  esos  ojos  no  han 

de  mirar  á  nadie  como  á  mí  me  miran. 

Te  lo  digo. 

Júrame  también  que  esos  labios  no  le  dirán 

á  otro  lo  que  á  mi  me  han  dicho. 

Te  lo  juro. 

(cogiéndole  las  manos.)  Gloria...  (Esta  presa  no 

fe  me  va.) 

(Abandonándoselas.)  Mario... 

(separándose  de  ella  violentamente.)  Silencio. 

(Sobresaltada.)  ¿Quién? 

Tu  padre. 


-  74 


ESCENA  XII 

DICHOS    y    DON    MIGUEL 

1),  MlG.  (Sale  del  interior  de  la  casa  distraído,  y  al  reparar  en 
Gloria  y  Mario,  los  mira  con  sorpresa  y  recelo.)  (¿Eh? 
¿qué  es  esto?  ¡1  untos!  ..  ^Como  desechando  un  mal 

pensamiento.)  ¡Bahl  ¡qué  cosas  pasan  por  la 
cabeza!  Son  el  agua  y  el  fuego...)  Buenas  tar- 
des, Mario. 

Mario         Don  Miguel,  buenastardes. 

D.  MiG.  No  sabía  que  estaba  usted  aquí.  Precisa- 
mente le  esperaba...  (En  tono  cariñoso.)  Gloria» 
hija  mía,  vé  y  dile  á  don  Moisés  que  tenga 
la  bondad  de  venir  acá... 

Mario         (Escamado.)  (¡Hola,  hola!) 

Gloria        Voy.  (,-;Qué  pera  ello,  JJios  mío?)  (Éntrase  en 

las  habitaciones  interiores.) 


ESCENA  XIII 

DON   MIGUEL,  MAKIO  y  DON  MOISÉS 


Mario         ^.Ocurre  algo,  don  Miguel? 

D.  Mig.  (con  amargura.)  Extraordinario,  nada:  la  cosa 
más  natural  del  mundo. 

Mapio         (Respiro.)  ¿Y  es  ello?... 

D.  Mig.       Ahora  cuando  salga  su  padre... 

Mario  (Malo.  ¿Sabrá  ..?  Por  más  que  me  lo  diría  á 
irí  solamente.)  (pausa.) 

D.  Mig.       ¿Se  ha  p?.seado  mucho? 

Mario  Pasear,  ni  mucho  ni  poco;  andar,  alguna 
cosa. 

D.  Mig.      El  día  está  bueno,  ¿eh? 

Mario         Sí,  señor,  sí;  muy  bueno. 

D.  Mig.       Calor  más  bien  que  frío,  ¿verdad? 

Mario         Justo. 

D.  Mig.       Yo  he  tenido  que  soltar  la  capa... 

Mario  (viendo  salir  á  don  Moisés.)  Aquí  €stá  ya  mi  pa- 
dre. 


—  75   - 

D.  Mois.  ¿Qué  hay,  Miguel,  qué  sucede?  Me  ha  alar- 
mado tu  hija:  la  he  visto  descompuesta, 
))nlida... 

D.  iliG.       No,  hombre,  no... 

Mario         Tapa,  tú  ves  visiones. 

D.  Mois.     Habrían  FÍdo  mis  ojos.  Más  vale  así. 

D.  MiG.  Sí,  más  vale.  ¿Quieren  ustedes  que  nos  sen- 
temos? 

Mario         Sí,  señor. 

D.  Mois.  ¡Tú  mandas!  (a  Mano.)  (Esto  me  huele  á  clia- 
musqiiina,  hijo ) 

Mario  (a  don  Moisés.)    (Y    á    mí,    papá.)    (se  sientan  ios 

tres:  don  Miguel  á  un  lado  de  la  camilla,  Mario  y  don 
Moisés  al  otro.) 

D.  MiG.      (¿'Vt  dóiid-  empiezo  yo,  virgen  santp?) 

D.    M  JIS.      (sacando  unas  tijeras  del  bolsillo  y  cogiéndole  un  puüo 

á  don  Miguel.)  l'crdona:  en  este  puño  tienes 
una  hilachilla:  dame  acá... 
D.  Mío.       Déjate  ahora... 

D.    Mois.      (cortándole  la  hilacha,  quieras  que  no.)    PerO    ¿qué 

tral  ajo  me  cueí-ta,  tonto?  Chico,  ¿sabes  que 
estás  temblando? 
D.  MiG.       Un  poquill )  nervioso  estoy  hace  días...  No 

es  cosa  mayor...  ÍPau.sa.  Mario  y  don  Moisés  se  mi- 
ran alarmados.  Don  Mipuel  hace  esfuerzos  para  tomarle 
la  embocadura  al  asunto.)   BueilO,    pUeS...  los    he 

reunido  á  ustedes  ..  porque...  A  raí  me  cues- 
ta una  violencia  invencible...  un  trabajo  tre- 
irendo... 
Mario         (¡Huml.. ) 

D.  Mo!S.  (¡Ciertos  son  lo.S  toros!)  (Con  resolución  y  frescu- 
ra )  Chico,  sea  lo  que  sea  lo  que  á  decirnos 
fueres,  agrio,  dulce  ó  agridulce,  á  nosotros, 
viniendo  de  ti,  parecerános  miel  sabrosa. 
¡Ah!  ¡cuántas  veces  me  habló  de  esa  tu  ti- 
midez infantil  aquell'  sauta  que  desde  el 
cielo  nos  e^tá  mirando! 

D.  MiG.  Moisés:  un  favor,  ante.s  de  seguir  adelante: 
no  te  aoerdes  de  mi  mujer  pan  nnda. 

Mario  Que  no  la  nombre  (juerrá  usted  decir;  que 
no  se  acuerde  de  ella  es  muy  difícil. 

D.  MiG.       Eso:  que  no  la  nombre  <'S  lo  que  le  pido. 

D.   Mois.     (Me  falló  el  resorte  de  ultratumba  ) 

D.  Mu.       Tenemos  no  poco  de  qué  hablar.  Cuando 


—  76 


Mario 

D.  Mois. 

D.  MiG. 

D    Mois. 
D.  MiG. 


D.  Mois. 

Marig 
D.  WiG. 
Mario 
D.  Muís. 

D.  MiG. 
D.  Müis. 

Mario 


D.  Mío. 
I».  Mois. 

Mario 

D.  MiG 

Mario 


hace  dos  meses...  ¿No  hace  dos  meses  que 
vinieron  ustedes  á  mi  casa? 
iQué  sé  yo,  don  Miguel!  ¿Quién  cuenta  las 
horas  de  la  dicha? 

A  mí  me  han  parecido  dos  días...  Pregúnta- 
le al  i)ájaro  que  vuela... 
No,  al  pájaio  no  le  pregunto  nada.  Te  lo 
liregunto  á  ti,  que  es  igual. 
(Me  ha  llamado  pájaro.) 
Fero,  bien;  haga  el  tieaipo  que  hiciere...  El 
rei-niltado  es  que  yo,  con  harto  dolor  de  mi 
a'ma,  Dios  lo  sabe,  me  veo  en  el  duro  caso  de 
decirles  á  ustedes  que  esta  situación  no  pue- 
de prolongarse  más  tiempo.  (Pausa.  Los  Galeotes 
se  quedan  cuajados.) 

(No  es  lo  misino  decir  «Moros  vienen»,  que 
verlos  venir.) 

(i  evantándosc  de  repente.)  Papá,  vámonOS. 

No,  Mario,  no...  si  no  es  eso... 
¡Sí  es  eso,  don  Miguell 
Este  chiquillo  tiene  una  idea  tan  exagerada 
del  honcr.  . 

(.\  mí  no  me  parece  tan  exagerada ) 
yiéütate,  Mario,  siéntate.  Vamos  á  explicar- 
nos; vamos  á  medir  el  pro  y  el  contra  .. 

(Permaneciendo  de  pie.)    Se    CCnOCe,    SCñor    don 

Miguel,  que  lee  usted  con  frecuencia  el  Qui- 
jote. 

Y  eso,  ¿á  qué  viene? 

(Adulando.)  Lo  mismo  se  me  ocurre  á  mí:  ¿á 
qué  viene  eso? 

A  que  no  ha  podido  decirnos  en  un  castella- 
no más  cía' o  que  nos  vayamos  á  la  calle. 
Ni  lo  he  dicho  así,  ni  soy  capaz  de  decirlo, 
ni  es  usted  quién  para  darme  lecciones  de 
cortesía. 

Bien  está.  No  he  pretendido  molestar  á  us- 
ted. Sé  cuí^nto  le  debo  y  á  lo  que  me  obliga 
la  gratitud.  Mi  padre  y  Carita  podrán  hacer 
lo  que  mejor  estimen:  yo  esta  misma  tarde 

me  voy.  Hasta  después  (Tomando  su  sombrero 
y  marchándose  por  la  puerta  de  la  librería  )  (Me 
voy...  pero  me  quedo  en  lo  mejor  de  la  casa, 
que  es  lo  que  no  sabe  este  tonto.)  (Don  Miguel 
y  don  Moisés  se  levantan.) 


—  77  — 
ESCENA  XIV 

DON  MIGUEL  y  DON  MOISÉS 

D.  Moi=.      iSn  abuelo!  , Idéntico  á  SU  abuelo! 

D,  MiG.       Pero,  oiga  usted,  Mario.. 

D.  Mois.      Es  inútil:  no  volverá  la  cara. 

D.  MiG.       ¡Mario! 

D.  Mois.      ¡Te  digo  que  es  su  abuelo! 

D.  MiG.       ¿Era  sordo  su  abuelo? 

D.  Mois.  ¡Un  verdadero  caso  de  estrnhismof  Míralo:  se 
fué.  ¡Galeote  de  pies  á  cabeza!  Galeotti,  me- 
jor dicho,  pfirque  nuestro  apellido  es  italia- 
no: Galeotii,  con  dos  tt  A  principios  del  si- 
glo pasado  perdimos  una  t... 

D.  MiG.       (Y  á  fines  de  éste  la  vergüenza.) 

J).  Mois.  Y  ya.  con  una  t  nada  má^,  3'o,  español  sobre 
todo,  ni  mas  ni  menos  que  tú  mismo,  por- 
que \*o  por  Cervantes  me  dejo  cortar  las  ore- 
jas, españolicé  íl  apellido  y  convertí  la  i 
final  en  e.  Y  eso  que  un  tío  mío,  repostero 
en  Milán .. 

D.  MiG.  Pero  ¿crees  tú  que  es  esta  oca&ión  oportULa 
para  hablar  del  linaje? 

IX  Mois.  Dispensa,  chico:  ha  sido  una  digresión...  Va- 
mos á  ver  si  nos  ponemos  de  acuerdo. 

D.  MiG.  No,  no;  ñ  aquí  no  hay  naás  acuerdo  que  el 
mío.  Ciertas  determinaciones  las  pienso 
mucho;  tanto  como  dejo  de  pen>ar  otras, 
¿sabpb?  Y  cuando  tomo  alguna  de  esas  me- 
ditadas, es  porque  ef-toy  seguro  de  que  no 
puedo  ó  no  debo  proceder  más  que  aí-í. 

D  Mois.  (con  cara  de  vinagre.)  ¿Kso  quiere  decir  que  tie- 
ne razón  Mano? 

D.  MiG.      ¿Cómo? 

D.  Mü:s.  ¿Que  nos  echas  de  tu  c:i.=a  á  escobazo  lim- 
pio? 

D.  MiG.      ¡Moisés! 

ü.   Mois.      ¡Faraón,    qué    carayl    (viéndose  perdido,  la  echa 

por  la  tremenda.)  ¡Hora  es  ya  de  que  dé  salida 
al  surtidor  de  la  fuente  de  mi  indignación! 


—  78  — 

No  me  coge  de  nuevas  lo  que  me  has  dicho: 
¡lo  esperabal  ¡Es  mucha  presión  la  que  noto 
hace  días!...  ¡Por  todas  partes  caras  tiesas; 
en  todas  las  conversaciones  pahUvas  duras; 
se  me  espían  los  pasos;  se  me  mide  el  pan; 
se  me  tasa  el  vino;  se  me  cuentan  las  cro- 
quetas poríjue  me  gustan!... 

D.  MiG.       ¡Moisés,  no  seas  bajo! 

D.  Mois.  ¡Bien!  ¡muy  bien!  ¡Los  grandes  hombres! 
¡los  hombres  de  ancho  espíritu!  ¡Por  tres  in- 
decentes días  más  que  íbamos  á  estar  en  tu 
casii,  la  has  qucr'do  pringar  á  última  hora! 

(Agarrándose  á  la  retórica  á  la   desesperada.)    Y    mí 

comportamiento  aquí,  y  el  interés  que  por 
tu  hogar  heme  tomado,  y  mis  afanes  por  ga- 
nar dinero,  y  el  cariño  derramado  com.o 
blando  recio  sobre  todos  vosotros,  nada  sig- 
nifican, nada  valen,  nada  pesan...  ¡viento 
que  pasa  por  las  cumbres  f-in  dejar  rastro! 
He  dicho  antes  que  lo  esperaba,  y  he  dicho 
mal:  te  confitso  que  no  esperaba  esta  ingra- 
titud. 
D.  Mía,  Moisés,  me  estás  haciendo  temblar  de  ira. 
Agradece  á  Dics  que  tengo  en  cuenta  quién 
eres  y  quién  soy  y  lo  que  me  dtbo  á  mí 
mismo,  que  si  no...  Pero  bien  está  todo,  con 
tal  que  acabemos... 

D.    MoiS .       (Abandonando    definitivamente  el  estilo    florido  coi»o 

cosa  inútil.)  ¡Sí,  hombre,  sí,  acabemos!  ¡Me 
das  una  patada  en  la  barriga  y  me  echas  á 
la  calle!  ¡Qué  bonito!  ¡qué  caballerceo! 

D   MiG.       I  Moisés! 

D.  Mois.  ¡Sí,  hijo,  sí,  me  echas  á  la  calle!  ¡la  cosa  no 
tiene  otro  noml)re!  ¡me  echas  á  la  calle! 

D.  MiG.       ¡Bueno,  sí;  basta  ya;  te  echo  á  la  calle!  ¡ea! 

D.  Mois.  ¡Así,  asi!  ¡sin  eufemismo-!  ¡con  todas  sus 
letras  asquerosas!  ¡á  la  cochina  calle,  áqu3 
m.e  den  morcilla! 

D.  MiG.       ¡A  que  no  estés  más  tiempo  en  mi  casa! 

D.  Mois.  ¡Descuida,  hombre:  no  meló  repitas  otra 
vez!  ¡Ya  me  voy!  ¡No  te  queda  más  que  es- 
cupirme á  la  cara!  ¡Escúpeme,  si  se  te  ante- 
ja!  ¡Anda,  hombre!  ¡Y  si  quieres  me  tiraré 
en  el  suelo,  para  que  me  pises  también!    ¡Y 


—  79  - 

que  tu  niña  me  registre  el  baúl,  como  á  las 

cocineras! 
D.  MiG.      ¿Quieres  irte? 
D.  Mois.     ¡Sí,  hijo,  sí!  ¡Ya  lo  creo  que  me  voy!  ¡Vaya 

fí  me  voy!  ¡Y  cuenta  que  sacudiré  las  botas 

al  salir,  como  Santa  Te*  esa  en  la  Coruña! 

(Entrase  hecho  una  fiera  por  la  puerta  que  conduce  al 
interior.) 


ESCENA  XV 

DON  MIGUEL,  JEREMÍAS,  CARITA  y  GLORIA 

1).  Mío.  ¡Jesi'is,  Jesús,  Dios  mío!  Me  ha  obligado  á 
igualarme  con  él  e.-e  canall.i... 

Jer  .  (saliendo  de  la  tienda.)  ¿Te  lian  pPgado  ya? 

Gloria  (saliendo  con  Carita  del  interior.)    Papá,  por  DioS, 

qué  escándalo...  Don  Moisés  va  ciego...  me 
ha  dado  un  empellón. . 

Car.  y  á  mí  un  par  de  guantadas... 

Gloria        ¿Qué  sucede? 

D.  Mío.  No  sucede  más  sino  que  acabo  de  plantar 
en  la  calle  al  padre  y  al  hijo. 

Gloria        (sin  poder  reprimirse.)  ¿A  Maiio  también? 

D.  MiG  ¡A  los  doíl  ¡Miserablps!  ¡villands!  ¡Y  mien- 
tras fcl  cuerpo  me  haga  sombra  no  volverán 
á  pisar  el  suelo  de  esta  casa,  donde  no  ha 
habido  para  ellos  mi^s  que  cariño  )'  compa- 
sión!... (Acercándose  á  Gloria  que  se  ha  dejado  caer 
llorando  en  una  siUa.)  Gloria,  hija  mía,  ¿qué  te 
pasa? 

Car.  ¿Qué  te  }  asa,  Gloria? 

D.  MiG.      ¿Qué  es  eso,  hija? 

Car.  ¿Qué  tients? 

D.  Mío.       ¿Por  qué  lloras? 

Jer  .  (cantando.) 

Con  el  capotln,  fin,  tin,  iín... 

D.   MlG-         (Con  profunda  pena  y  energía.)   ¡Calla:  nO  Eclertes 

esta  vezl 


FIN   DEL   ACTO  TERCERO 


y^^-. 


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.^gfeií 


ríiátií^nrMisir^ií^  ii  &  h  á?-.  irí«  ii  &  ii  ^^  ii  f?^  ii  -v-  ii  *  n  *  ;i  *  ii « i 


ACTO  CUAHTO 


La  misma  decoración  del   acto  primero,  con  loro  y  lodo.  Es  de  no- 
che. Luces  en  el  escaparate  y  en  la  tienda. 


ESCENA    PRIMERA 


S^ 


GLORIA  y  PEDRITO 


(Pedrito   se  pasca  lleno    de   impaciencia   recitando    maquinalmentc 
versos  de  «Don  Alvaro».  Gloria,  nerviosa  é  inquieta,  manifiesta  impa- 
ciencia asimismo,  y  de  vez  en  cuando  mira  por  el  escaparate  y  por  la 
puerta  hacia  la  calle.) 


-Péd. 
Gloria 
Ped. 
Gloria 
Ped. 


Gloria 
Ped. 


Para  Curra  el  overo, 

para  mi  el  alazán  gallardo  y  fis)o... 
Pero  no  seas  tonto,   Pedrito,   ¿por  qué  no 
te  vas? 

^.Yo  qné  he  de  irme  antes  que  vuelva  don 
Miguel? 

Te   advierto  que  mi   padre   ha   de   tardar 
mucho. 
Pues  me  va  á  reventar,  vive  Cristo. 

Fara  Curra  el  overo, 

para  mi  el  alazán  gallardo  y  fiero... 
Luego,  como  á  don  Jer'^mí«s  le  ha  dado 
también  la  ventolera  por  largarse... 
(Esa  es  mi  fortuna.) 

Para  Curra  el  overo... 


—  82 


Gloria 

Ped. 

Gloria 

Ped. 

Gloria 


Ped. 


Gloria 
Ped 
Gloria 
Ped. 

Gloria 
Ped. 


Gloria 
Ped. 


Gloria 
Ped. 


La  culpa  de  todo  me  la  tengo  yo  por  no  ha- 
berle advertido  á  tu  padre  que  esta  noche 
hacíamos  el  Don  Alvaro  en  casa  de  doña 
Guadalupe. 

Pues  por  eso  te  digo  que  te  vayas,  inocente. 
No,  no,  no,  no... 

Si  yo  me  quedo  al  cuidado  de  la  tienda... 
No,  no,  no. . 

(¡Qué  suplicio!^  (Aparece  Mario  en  la  calle  por  de- 
trás del  escaparate,  y  Gloria,  sin  que  Pedrito  la  vea,  le 
hace  señas  de  que  se  vaya  y  aguarde  un  poco.  Mario 
obedece.) 

Para  Curra  el  overo, 

para  mí  el  alazán  gallardo  y  fiero... 
¡Y  que  no  tengo  nada  que  hacer,  es  broma! 
Tengo  que  ir  á  mi  capa  por  alguna  ropa;  ten- 
go que  ir  á  casa  de  Roquete;  tengo... 
¿Tienes  más  que  tomar  la  puerta? 
Todavía  puedo  esperarme  un  ratillo. 
(¡No  se  irá!) 

Por  supuesto,  esta  noche  me  juego  yo  la  re- 
putación. 

Pero  ¿tú  tienes  reputación? 
La  tenga  ó  no  la  tenga  me  la  juego  esta  no- 
che. Imagínate  que  el  mes  pasado  presenta- 
ron allí  á  uno  de  Cabra  con  muchas  preten- 
siones, que  me  está  minando  el  terreno  y 
quiere  quitarme  los  primeros  papeles...  Pero 
se  la  lía  al  dedo.  ¿Tú  no  me  has  visto  á  mí 
el  Don  Alvaro? 

Sí;  lo  haces  muy  bien.  Vete  aprisa  á  aplastar 
al  de  Cabra. 

¡Qué  versos  más  hermosos  tiene! 
...  La  jaca  torda, 

la  que  cual  dices  tú  los  campos  borda, 

la  que  tanto  te  agrada 

por  su  obedienda  y  brío, 

para  tí  está,  mi  dueño,  enjaezada; 

para  Curra  el  overo. 

Para  mí  el  alazán  gallardo  y  fiero... 

¡Oh,  loco  estoy ..! 
Sí,  sí  que  estás  loco  de  remate. 
Ya  verá,  ya  verá  el  de  Cabra  lo  que  es  canela 
fína. 


—  83  — 


•Gloria 
Ped 


■Gloria 
.Ved 


•Gloria 

-Ped. 
Gloria 
Ped. 


«Gloria 
Ped. 


(Nada,  no  me  deja:  no  hablaré  con  él  ..  Va 
á  ser  inútil  cuanto  he  hecho.) 
Los  aficionados,  unos  imitan  á  Calvo  y  otros 
á  Vico.  Yo  no.  Mejoi*  ó  peor,  yo  tengo  es- 
cuela propia.  Mira,  Vico,  las  noches  de  bue- 
na entrada  decía  esto  así: 

¡Sevilla/  ¡Guadalquivir! 

¡Cual  atormentáis  mi  mente!  .. 
Calvo  era  otra  cosa:  Calvo  lo  decía  de  esta 
manera : 

¡Sevilla!  ¡Guadalquivir! 

¡Cual  atormentáis  mi  mente!... 
Pues  mira  cómo  lo  digo  yo:  verás  qué  dife- 
rencia: 

Sevilla...  Guadalquivir. . 

Cual  otormentüis  mi  mente... 
Asi,  con  naturaUdad  absoluta:  sin  darle  im  - 
portancia  ni  al  Guadalquivir  ni  á  Sevilla, 
¿comprendes  tú? 
(¡Jeí^ús,  qué  desesperación!) 

(Mirando  su  reloj  desasosegado.)   Y    tU    padre    siu 

venir  todavía  ..  Como  este  otro  detalle,  que 
siempre  me  vale  una  ovación.  Llega  don  Al- 
fonso á  la  celda  en  que  está  don  Alvaro,  de- 
cidido á  comérselo,  y  le  pregunta  con  mu- 
cha fiereza:  €  ¿Me  conocéis?»  Y  don  Alvaro 
le  responde:  «No  señor.»  B.ieno,  pues  este 
«No  señor»  lo  digo  3-0  divinamente.»  <¿Me 
conocéis?»  «No  señor.»  Así,  encogiéndome 
de  hombros.  Es  como  si  le  dijera:  ¿^ate  usted 
que  no  caigo  en  este  momento?  Naturali- 
dad, hombre.  La  escuela  moderna. 
Te  e-stás  entusiasmando  mucho  y  vas  á  llegar 
tarde  Y  luego  me  echarás  á  mi  la  culpa... 

(Voviendo  á  mirar  el  reloj  )   A  la  media  me  VOy. 

(Me  cDnsuuio  de  impacienci;i.  Dios  mío.) 
Pero  nii  escena,  mi  clou,  ectá  en  la  jaca  tor- 
da. Cuando  don  Alvaro  se  quiere  llevará 
doña  Leonor. 

(Muy  turbada.)  ¿Qué  diceS? 

Si,  mujer;  ¿no  te  acuerdas?  En  el  primer 
acto.  Ella  duda,  vacila,  está  temerosa,  so- 
bresaltada... Y  él  entra  resuelto,  con  el  ím- 
petu del  amor... 


84  — 


Gloria 
Ped. 


Gloria 
Ped. 


Avgel  consolador  del  alma  mía... 
¿Qué  tienes? 

Gloria        Nada...  no  tengo  nada...  (^e  me  figura  que 
todo  el  inundo  lee  en  mi  frente ) 

Ped,  ¿^an  ya  los  santos  cielos 

á  dar  corona  eterna  á  mis  desvelos? 
Y  le  dice  la  mar  de  finezas  pnra  infundirle 
ánimos.    Doña   Leonor,    la    pobre,   aunque 
está  enamorada  de  él,  no  se  decide,  se  acuer- 
da de  pu  padre... 

Se  acuerda  de  su  padre,  es  verdad... 
¡Qué  escena  más  hermrsa!  Hnsta  que  al  fin 
y  al  postre  llega  el  Marqués  con  la  espada 
def-nuda .. 

/Vil  seductor!  ¡hija  infame! 
^.Qnif'res  dejarme  en  paz,  Pedrito? 
Yhnyqne  oirme  entonces  á  mí;   bueno,   á 
don    Alvaro:    (Como    quien    se    bebe    un    vaso    de 

agna.)  Vuestri  hijú  es  inocente.,   más  pura  que 

el  oHeiito  de  los  ángeles  que  rodean  el  trono  del 

Altísimo   La  sospechad  que  puede  dar  origen 

mi  presencia  aquí  á  tales  h  ros,  concluya  con 

mi  muerte .. 
Glokia.        Pedrito,  por  Dios,  que  no  tengo  los  nervios 

para  dramas .. 
Ped.  !Si  que  te  veo  alteradilla  esta  roche.  (A  esta 

chica  le  pasa  algo.   Ese  picaro  de  Mario  la 

ha  vuelto  del  revés.) 
Gloria        Tú  me  has  puesto  asi  con  tus  versos  y  tus 

impaciencias.  Ef  ha  á  correr  ya,  y  el  diablo 

que  te  lleve. 
Ped.  Is' o  voy  á  tener  más  remedio,  para  no  caer 

en  falta. 
Gloria        Vete,  vele;  sí. 
Ped.  Di  le  á  don  Miguel  lo  que  hay. 

Gloria        Sí,  hoa:bre,  sí;  por  mi  padre  no  temas. 
Ffd.  Pues  adiós:  hasta  mañana  si  Dios  quiere. 

Gloria        Adiós. 

Pec.  (poniéndose  sombrero  y  capa  y  yéndose  escapado.) 

Al  primer  grande  español  ' 

no  le  cedo  en  jerarquía: 
es  más  alta  mi  hidalguía 
que  el  trono  del  mismo  sol. 


ESCENA  11 

GLORIA    y    CARITA 

■Gloria  ¡Ya  quiso  Dios!  Al  fin  me  dejan  sola  y  po- 
dré hablarle...  Le  haré  señas  pfira  que  en- 
tre. Por  fortuna  Carita,  que  es  la  única  per- 
sona que  queda  en  la  casa,  se  ha  echado  un 

ratillo.  (Va  hacia  la  puerta.-  se  detiene  de  improviso 
azorada  mirando  aquí  y  allá;  procura  tranquilizarse, 
y  al  ir  de  nuevo  á  avisarle  á  Mario  sale  Carita  de 
la  trastienda.)  ¿Ehr  creí  qutí  Venían  ..  ¡Dios 
mío,  (juá  trabajo  me  cuestal 

Car.  Gloria,  ¿qué  haces? 

Gloria        ¡Carita! 

Car.  ¿Te  has  asustado,  mujer? 

Gloria  Como  pensé  que  estabas  en  tu  cuarto...  y 
me  he  quedado  sola  .. 

Car.  ¿Se  fué  Pedrito? 

Gloria  Se  fué...  Lo  vi  tan  impaciente  que  me  d  ó 
lá-tima  retenerlo...  Y  tú,  ¿te  has  aliviado 
d"l  dolor  de  cabeza? 

Car.  í?í;  ya  estoy  bien,  (sentándose.)  Te  haré  com- 

pañía. 

Glorp  Como  quieras.  (¿Será  Dios  quien  me  pone 
tanto-:  obstAcnlos:-') 

Car.  ¿No  te  í-ientas? 

Gloria  No.  Los  nervios  no  me  lo  permiten  esta 
noche... 

Car.  ¿a   tí  tampoco?    Pues  júntate   conmigo  y 

vaya  un  par.  Llevo  unos  dias  crueles.  Aho- 
ra mismo  me  quedé  tras[)Uesta  un  instante 
y  S'  ñé  (pie  mi  padiino  era  nno  <!e  esos  tíos 
(le  las  alcantariihis.  ¡?e  acercó  á  mí  con  un 
farol  y  unas  bot'is  muy  grandes  que  arma- 
ban ruido  óp  cadena",  como  en  lus  cuentas, 
y  me  dijo  dice:  «Mira  á  lo  que  me  veo  re- 
ducido por  habernos  aband( irado  tú.»  Y  lo 
bueno  es  que  yo  me  eché  á  reír  como  una 
tonta  y  le  cont"í=té:  «l'adrino,  u.^ted  y  sus 
hijitos  en  la  alcantarilla  tenían  que  parar.» 

Gloria  L 'S  di-^parates  de  los  sueños.  (Estoy  vela- 
da.) (Mario  se  asoma  á  los   cristales  del  escaparate, 


—  8'6  - 


mira  hacia  dentro  y  al  ver  allí  á  Carita  se  retira  con- 
trariado.) 

Car.  Como  que  no  se  me  cae  de  la  imaginación 

esa  gente. 

Gloria         Hoy  hace  quince  días  que  se  fueron. 

Car.  Parece  que  sin  ellos  me  falta  algo. 

Gloria         (Y  á  mí  también  ■; 

Car.  y  cuenta  que  no  será  por  los  buenos  rato»- 

que  he  pasado  á  la  verita  suya.  Yo  nunca 
te  he  hal)la(io  de  estas  cosas,  porque  ni  si- 
quiera de  ellos  me  gusta  hablar  mal;  pero, 
hija,  me  trataban  lo  mismo  que  á  un  perro. 
Bnero,  lo  n.ismo  que  á  una  perra.  «Caiita 
aquí»  «Carita  allá»  «¡Carita,  empeña  estol» 
«¡Carita,  saca  lo  otro!»  «¡Carita,  busca  dine- 
ro!» «¡Carita,  á  ver  cómo  slmorzamos  »  «Ca- 
rita ¡pun!  ahí  te  va  ese  confite»:  una  bofe- 
tada. Porque  bofetada  que  se  perdía  y  palo- 
que  no  encontraba  c  )locación,  ya  lo  sabían 
mi  cara  y  mis  costillas:  ¡á  ellas  iban  dere- 
chos! Y  yo,  nada:  resignarme  y  callar...  Más 
tonta  he  sido... 

Gloria         Exageras  mucho.  Carita.  Si  eso  fuera  asi, 
¿cómo  ibas  á  echarlos  de  menos? 

Car.  Muy  sencillo,  mujer...  ¿Tú  te  has  sacado  al- 

guoa  muela? 

Gloria        Sí... 

Car.  Pues  afí  los  echo  yo  de  menos  Igual,  igual. 

Noto  vacío  el  sitio  donde  estaba  una  cosa 
que  me  ha  hecho  rabiar  los  imposibles.  No 
puedes  tener  idea  de  do?  raigones  como  el 
padre  y  el  h'Jo.  Hablo  de  Mario  y  don  Moi- 
sés, que  los  otros  son  pecres  todavía.  Don 
Moisés  es  un  bellaco  de  lo  más  gordo  que 
Dios  se  ha  entretenido  en  criar;  si  es  que 
Dios  se  entretiene  en  criar  bellacos,  que  me 
parí  ce  muy  bajo  entretenimiento  para  Dios, 
y  él  me  perdone  si  digo  alguna  herejía,  aun- 
que estoy  en  que  no;  pero,  en  fin,  yo  se  lo 
consultaré  al  cura  el  domingo...  Bueno,  pues- 
don  Moisé^,  como  te  digo,  es  un  bellaco,  y 
Mario  media  docena  de  bellacos  metidos  en 
un  solo  cuerpo. 

GlORU  (Con  espontáneo  arranque.)  ¡Mientes,  Carita! 


_  S7 


Car. 

Gloria 

Car. 


Gloria 

Car. 

Gloria 


Car. 

Gloria 
Car. 

Gloria 
Car. 
Gloria 
Car. 

Glora 
Car. 


Gloria 
Car. 

Gloria 


(Lerantándose  a-sombrada.)   ¿Qué? 

1  Mientes!  [No  conoces  á  AJfiriol 

¿Que  no  conozco  á  Mario,  infeliz?  ¿Y  tú  sí 

lo  conoces?...   Gloria,  ahora  veo  claro  lo  que 

tanto  temía.  Te  ha  trastornado  el  seso  ese 

bribón... 

(Con  honda  pena.)  ¡Cállate,  (/arita! 

¡No  quiero'  P.ira  algo  estoy  aquí. 
(Angustiada.)  Cállate,  por  Dios..  Pero  no,  no 
te  calles...  H"bla,  di  lo  que  sepas...   ¡Yo  no 
puedo  rcás  con  este  secreto,  que  me  pesa 
como   una  montaña  sobre  el  corazón!   Tú 
eres  buena,  tú  eres  honrada,  tú  no  me  en- 
gañarás... Dime,  dime  cofias  de  Mario.  No 
me  dej<.s  sola,  no  me  abandones  ..  Te  confie- 
so que  estoy  enamorada  de  él...  no  me  de- 
jes sola...  que  iré  á  donde  él  quiera  llevar- 
me ..  no  te  vayas  tú...  que  no  tengo  más  vo- 
luntad que  la  suya.  .  no  te  apartes  de  mí. 
Descuida:  aquí  me  tienes.  ¡Serénate  un  poco. 
¡Qué  desgracia,  í^eñor,  qué  deegracial 
Estoy  aterrada,  estoy  loca... 
Tranquilízate  y  ven  acá.  (se  sientan.)  ¿Tú  has 
vuelto  á  hablar  con  Mario? 
A  hablarle...  no...  á  verlo...  sí. 
¿Te  escribe? 
Casi  tcdos  los  días... 

(Atando  cabos.)  Ya  dccía  YO...  Espérate:  ¿á  que 
te  trae  las  curtas  ti  verdulero? 
El  mismo. 

La  que  á  mí  se  me  vaya  por  alto...  Si  lo  vi 
yo  un  día...  ¿Habrá  tío  sin  vergüenza?  Ma- 
ñana se  va  á  comer  toda  la  verdura.  Pedrito 
fué  quien  me  puao  sobre  la  pista...  Observó 
que  Mario  pasaba  con  frecuencia  |)or  la 
calle,  y  el  pobre  se  alarmó  temiendo  alguna 
fechoría.  Como  también  ha  sido  victima  de 
ello.s...  Creo  que  le  han  sacado  diez  duros,  un 
par  de  botas  y  una  petaca  de  piel  de  Rusia. 
Bueno,  di... 

Di  tú  [iiimero.  ¿Qué  intenta  él?  ¿cuáles  son 
sus  propósitos?  Tú  ¿qué  le  dices? 
El.  .  todo  se  vuelve  querer  sacarme  de  mi 
casa. 


-   8S  — 

Car.  ¡Bandido! 

Gloria        ís'o;  si  yo  no  quiero... 

Car.  Pero  él  le  lo  propone. 

Gloria        Sus  cartas  me  parten  el  alma,.. 

Car.  No  lo  creas. 

Gloria         Son  tan  sinceras,  t;in  nobles,  tan  llenas  de 

amor... 
Car.  No  lo  creas. 

Gloria        !Sí  lo  creo,  si.  El  será  mu}'  raalo  contigo,  con 

todos,  pero  conmigo  es  bueno...  me  quiere 

mucho...  mucho... 
Car.  Lo  primero  que  hace  falta  para  querer  es  el 

corazón,  y  Mario  no  lo  tiene.  Gloria,  abre  los 

ojos:  Mano  es  un  miserable,  un  egoiuta  sin 

entrañf  s .. 

Gloria  (Con  dolor  profundo;  resistiéndose   á    creer  á  Carita; 

levantándose.)  ¡No! 

Car,  ¡Sí!  Perdona  que  te  desgarre  el  alma.  No 

eres  tú  la  primera  mujer  á  qaien  pretende 

embaucar  y  hacer  suya. 
Gloria        ¿Qué? 
Car.  Lo  que  oye«.  Con  la  mayor  frescura  se  echa 

novias  y  novias  en  cuanto  huele  una  buena 

pre.=a. 

Gloria  ¡Ah!    (Déjase  caer  sollozando  en  la  silla.) 

Car.  És  un  desalmado.  R^cuerúo  que  una  vez 

que  tenía  ropa  negra  1h  hizo  el  amor  á  una 
marquesita  muy  linda,  la  marquesita  se 
prendó  de  él  —  porque,  eso  sí,  Dios  le  ha 
dado  íigura  y  labia  y  muchísima  suerte,  ¡pa- 
rtee mentira! — y  otra  vez  vuelvo  á  meterme 
con  Dios,  y  e«to  va  a  acabar  mal  si  Dios  no 
tiene  en  cuenta  mi.s  intencione.'-...  Ya  he 
perdido  el  hilo:  ¿en  qué  estaba  yo?  Ah,  sí. 
Te  contal)a  que  la  marquesita  se  prendó  de 
él,  que  el  señor  marqués  se  enteró  de  quién 
era  Mario,  y  que  cuando  menos  lo  esperaba 
se  encontió  con  un  pie  de  paliza  de  lacayos 
y  cocineros,  que  me  río  yo.  Es  decir,  no  me 
río,  porque  á  mí  el  mal  de  nadie  ire  hace 
rfir.  Pero  m'  recido,  ¡vaya  si  lo  tenía!  Pues 
él,  como  si  no:  en  cuanto  se  le  quitó  el  do- 
lor de  los  cardenales,  tiii  fresco. 

Gloria        Me  aterra  el  oirte,  Carita. 


-  89  - 

Car.  ¿Te  aterra?  No  sabes...  Si  esa  aventura  no 

vale  nada...  Como  (^ue  es  de  las  pocas  en  que 
él  ha  salido  con  las  manos  en  la  cabeza.  Yo 
quisiera  ahora,  para  desengañarte  de  una 
vez,  ))oder  contarte  en  nn  momento  todo  lo 
que  t-é,  todo  lo  que  be  visto,  la  historia  ne- 
gra de  Cíe  hombre.  A  mi  no  se  me  olvida 
un  día  en  que  llamó  á  la  puerta  de  casa 
preguntando  por  él  una  muchacha  con  un 
niño  en  los  brazos,  y  Mario  salió  y  la  tiró 
á  empujones  por  las  escaleras. 

Gloria  ¡Oh!  (Horrorizada,  se  cubre  el  rostro  con  las  manos.) 

Car.  De  eso  es  capaz  el  hombre  que  dice  que  te 

quiere.  No  tiene  conciencia.  8i  la  tuviera,  no 
podría  con  el  peso  de  los  remordimientos, 
yo  te  lo  fío.  Pero  como  la  conciencia  anda 
por  las  nubes,  y  él  no  se  levaiita  nn  palmo 
del  fango  de  la  calle,  ahí  lo  ves,  intentando 
una  nueva  hazaña.  Y  mira  á  quien  eligió 
cumo  señora  de  sus  ruines  pensamientos:  á 
la  hija  de  quien  le  dio  salud,  sosiego,  cariño 
y  un  pedazo  de  pan  para  que  no  se  muriera 
de  haujbre. 

Glori.\  ;  Jesús!  Me  hablas  de  una  manera  que,  á  me- 
dida que  te  oigo,  siento  que  se  me  llena  el 
alma  de  una  sombra  muy  triste  ..  y  aunque 
jtarezca  absurdo,  de  una  luz  que  si  no  es 
alegre  es  muy  clara...  Voy  viendo  dentro 
de  mí  cosas  que  nunca  he  visto:  y  es  que  el 
espanto  me  abre  los  ojos  y  veo...  veo... 
iQu'^  horror!...  ¡Júrame  que  no  me  mientes, 
(Jnrila! 

Car.  Gloria,  ¿me  supones  capaz...? 

Gloria        No.  Pert)  júramelo. 

Car.  (Después  de  besar  la  cruz.)  Ya  BSlá  jUrado. 

Gloria        ¿Por  quién? 

Car.  i'or  mi  madre,  á,  quien  no  conocí 

Gloria        Verás  entonces.  .  ^corre  hacia  la  puerta.) 

C.\R.  ((  orricndo  tra.s  eUa.)  ¿AdÓndtí  va^-i? 

Gloria  A  llamarlo. 

Car.  Pero  ¿está  ahí? 

Gloria  Ahí  tj-tá. 

Car.  ¿Mario? 

Gloria  Mario.  Me  espera  para  hablar  conmigo,  para 


—  90 


Car. 
Gloria 

Car 

Gloria 
Car. 
Gloria 
Car. 


Gloria 
Car. 

Gloria 

Car. 

Gloria 

Car. 


Glori\ 
Car. 

Gloria 

Car. 

Gloria 

Car. 


convencerme..  (Con  invencible  pena.)  ¡Aj!...  Por 
epo  he  procurado  quedarme  sola... 
FelizQiente  estoy  yo  al  lado  tuyo.  Llámalo. 

oí  (Se  asoma  violentamente  á  la  puerta  y  hace  señas 
á  Mario.) 

Y  ahora,  vete. 

No. 

V'ete:  no  lo  has  de  ver. 

¿Cómo? 

No  quiero:  no  lo  merece.  Por  mi  madre  te 

he  jurado  que  no  te  enpiño.  Por  la  tuya  te 

pido  que  me  dejes  con  él. 

¡üarital 

¡l'or  tu  madre,  Gloria! 

Quiero  verlo  de  cerca,  hablarle,  leer  en  sus 

ojos... 

Leerás  lo  que  tú  quieras,  no  lo  que  digan. 

Ya  Eo. 

¡Lo  mismo!  Entra  ahí.  (Empujándola  hacia  la 
puerta  de  la  trastienda,  junto  á  la  cual  están.)  Vete 
lejos... 

Carita,  ¡por  la  Virgen! 

Conseguirás  que  entere  de  todo  á  tu  padre. 
¡l£so  no! 
I'ues  vete. 

Ya  me  voy.  (Llorando.)  ¡Parccc  que  me  he 
quedado  ?in  alma! 

La  tiene  él;  pero  yo  la  arrancaré  de  sus  ma- 
nos. Ahí  viene:  huye.  (Vase  Gloria  corriendo, 
como  horrorizada,  pero  mirando  hacia  la  puerta  de  la 
«■alie,  por  donde  llega  Alario  ) 


ESCENA  III 


carita    y    MARIO 


MakIO  (Con  vehemencia.)  ¡Gloria! 

Car.  (Volviéndose  hacia  él.)  No  OS  Glorid:  cs  Carita. 

Mario         ¿Qué?  Pu  s  ¿no  fué  Gloria  quien  me  llamó? 

Car.  Justamente;  pero  la  que  va  á  hablarte  es 

Carita. 

Mario  ¡Siempre  tú!  Yo  no  tengo  nada  que  ver  con- 
tigo. Adiós.  Me  voy. 


-   91  — 


Car. 

Mario 

Car. 

Mario 

Car. 

Mario 

Car. 

Mario 

Car. 

Mario 

Car. 

Mario 

Car. 

Mario 


Car. 
Mario 


Car. 


Marid 


Car. 
Mario 


No  te  vas. 

¿Cómo? 

Que  no  te  vas. 

¿Quién  eres  tú  para  impedírmelo? 

Escucha:  Gloria,  te  quería... 

|Y  me  quiere! 

Te  equivocas:  ya  no. 

¿Que    n"?  (Avanzando  hacia  ella.)  PueS   ¿qué   le 

lias  dicho? 

¿Ves  romo  no  te  vas? 
¿Qué  le  has  dicho,  Carita? 
Foca  cosa:  uada:  una  pequeña  parte  de  lo 
que  eres. 

^Lieno  de  ira.)  Si  no  me  pareciera  una  cobar- 
día, te  cruzaba  la  cara. 
HazU),  tonto:  no  será  la  primera  vez. 
Merecías  que  lo  hiciera.  ¡Aí-í  pagas  la  hospi- 
talidad que  ta  hemos  dado  en  mi  casa  tan- 
tos años! 

Mucho  mejor  que  pagas  tú  hi  que  te  han 
dado  aquí. 

(Me  c  nviene  más  ir  por  las  buenas.)  Pero, 
vamos  á  ver:  ¿es  acaso  un  ciimcu  enamorar- 
se? ¿Qué  mal  hay  en  ello?  ¿Quiéa  ve  á  Glo- 
ria y  1.0  la  quiere  con  locura?  ¡Pues  mi  deli- 
to no  es  otro  que  haberla  visto!  Porque  la  vi 
la  quiero. 

Eso  del  querer  es  muy  complicado.  Que- 
rerla... [va  lo  creo  que  la  querrás!...  Pero  no 
la  quieres. 

¿Qué  sabes  tú?  A  todos  nos  llega  nuestra 
hora.  Créeme,  Carita:   los  hombres   vamos 
dando  tumbos  por  el  mundo  adelante,  des- 
orientados, ciegos,  caminando  entre    som- 
bras, hasta  que  la  luz  de  unos  ojos  nos  de 
tiene,  ncs  encanta  y  nos  ^irve  de  guía...  Si- 
guiendo el  ra.'ítro  divino  de  los  de  Gloria  he 
de  ir  yo  adonde  ellos  quieran  llevarme...  ¡Ay 
de  aquel  que  me  estorbe  el  paso! 
Yo:  tan  indefensa  y  todo:  yo.  Y  no  me  asus- 
to de  arranques  de  guardarropía. 
Criatura...  no  hagas  eso.  No  lo  haga?,  por  lo 
que  más  quieras  en  el  mundo.   No  es  ame- 
naza, es  súplica.  Mira  que  el  amor  de  Glo- 


—  92 


Car. 

Mario 
Car. 
Mario 
Car. 


Mario 


El  LORO 

Mario 

Car. 

Mario 

El  loro 

Mario 

Car. 
Mario 

Car. 
Mario 

Car. 

Mario 
Car. 


ria  me  ha  vuelto  otro.  Yo  no  eé  qué  resplan- 
dor celeste  ha  metido  dentro  de  mí,  ni  cómo 
explicar  este  cambio  mío...  Ello  es  que  si 
tí'ngo  una  mala  idea,  una  mano  suave  y  de- 
licada viene  y  me  la  quita  de  la  frente;  y  si 
en  mi  pecho  arde  una  pat-ión  indigna,  la 
misma  mano  con  sus  caricias  acude  á  apa- 
garla... 

Pues  trabajo  le  mando  á  la  mano. 
¡Carita,  no  te  burles  de  lo  que  te  di^o! 
Cállate  ya,  hipócrita,  dtclamidor,  farsante... 
¡Carita!... 

Carita  es  una  hormiga,  pero  no  se  asusta  de 
tí  por  más  que  te  las  echas  de  león.  Con 
Cnrita  no  te  valen  ni  recursos  de  drama  ni 
párrafos  florido?;  Carita  se  ha  quedado  en 
esta  casa  porque  temía  algo  de  esto;  Carita 
quiere,  ya  (lue  no  borrar  la  huella  de  vues- 
tra conducta,  servir  de  barrera  para  que  no 
paséis  adelante...  Así  vuestro  recuerdo  no 
será  tan  amargo.  Eso  me  tenéis  que  agrade- 
cer todavía. 

¿Sí,  eh?  (Con    mucho    énfasis.)    ¡Lo    qUC    por    lo 

visto  quere  Carita  es  que  yo  pierda  la  ca- 
bf-za  y  haga  aquí  un  escarmiento  terrible! 
No  te  tires,  Keverte. 

(sin  darse  cuenta  de  lo  que  ha  oído.)  ¿Qué? 
(Conteniendo  la  risa.)   líS  el  loro. 

¡Pues  á  ver  si  empiezo  por  ti  loro! 

No  te  tire«.  Reverte. 

(¡Se  me   ha  venido  el  ridículo  encima  de 

golpe  y  porrazo!)  ¡Carita,  llama  d  Gloria! 

No  (]uiero. 

¿Que  no  quieres?  La  llamaré  yo.  (Gritando.) 

¡Gluiia! 

Es  en  balde,  Mario:  no  ven-^'rá. 

Lo  veremos.  (Va  hacia  la  trastienda  llamando.) 
¡Gloria!  ¡Gloria! 

(viendo  á  don  Miguel,  que  llega  de  la  calle.)  Ahí  tie- 
nes á  su  padre. 
(Azorado.)  ¿Eh? 

(El  Señor  nos  valga.) 


-  93  — 
ESCENA  IV 

DICHOS  y  DOX  MIGUEL:  al  final  JEREMÍAS 

D.  MiG .       ¿Qiif"  es  esto,  Mario?  ¿qué  hace  usted  aquí? 

Mario         Don  Miguel... 

D.  Mío.  ¿Qué  hace  usted  en  mi  casa,  le  pregunto? 
Cuando  salió  de  ella,  le  rogué  á  usted  que 
r.o  volviese.  ¿Por  qué  ha  vuelto? 

Cap.  Don  Miguel.  . 

D.  Mío.       Calla  tú. 

Car.  Pe»"mítame  usted  que  tome  la  palabra.  Ha 

venido  por  mí 

Mario         (Me  ha  salvado.)  Justo...  por  ella  .. 

D.  MiG.       ¿Por  tí.  Carita?  (Yo  sabré  la  verdad.) 

Car.  Lo  manda  su  padre...  Dicen  que  no  se  acos- 

tumbran á  mi  falta... 

D.  MiG.       ¿Y  tú  (pie  has  respondido? 

Car.  Que  no  me  vo}':  que  también  hago  falta 

aquí. 

D.  MiG.  Ya  lo  03'e  usted.  Yo  no  la  violento:  hace  su 
voluntad. 

Car.  Ni  más  ni  menos.  Y  será  inútil  que  te  era- 

peñes,  Mario.  Cuantas  veces  vuelvas  á  lo 
mismo,  te  marcharás  solo.  ¿Te  enteras  bien? 
jSolo: 

D.  Mío.  Por  eso  lo  mfjor  sera  qne  no  vuelva.  Carita 
se  ha  acostumbrado  á  nosotros,  y  nosotros  á 
e'la.  Vivimos  felices;  nos  estorba  la  gente, 

¿entiende  usted?  (neja  la  capa  y  el  sombrero  que 
trae  puestos  y  se  pone  la  gorra.) 

Mapio  Entiendo,  sí,  señor,  entiendo.  No  es  la  pri- 
mera vez  q'íe  le  digo  á  usted  que  tiene  unas 
despachaderas  que  da  gozo. 

D.  Mío.       Pues  á  ver  si  es  la  última,  (se  sienta  ai  bra 

sero.) 

Mario  Lo  sfrn.  ([I. o  he  perdido  todo!  Procuraré 
caergallardamente.)  Carita...  hermana  mía... 
adiós.  Junto.s  hemos  crecido...  juntos  hemos 
reído...  junto."...  juntos...  (No,  no  me  sale  el 
párrafo:  es  inúti'.)  ¿Para  qué  decirte  loque 


—  94  - 

no  has  de  entender?  Adiós.  Señor  don  Mi- 
guel, beso  á  usted  la  mano. 

D.  MiG.       Ahur,  amigo. 

Mario  *  (Yéndose  )  (¡Con  lo  menos  que  pe  contenta  mi 
í)adie  es  con  volar  la  casa')  (En  la  puerta  tro 

pieza  con  Jeremías  que  llega,  y  le  pisa  un  pie.) 
JeR.  |Ah!...  (viendo  que  Mario  no  se  disculpa.)    íáe  díCG 

«Usted  dispense.» 

Mario  (parándose  un   momento.)  EsO  CS  CUaildo  Se  pisa 

d  una  peisona. 


ESCENA    V 

CARITA,  DON  MIGUEL  y  JEREMÍAS 

Jer.  Ese  pajarraco  no  ha  venido  aquí  á  nada 

bueno. 
D.  Mío.       Te  diré... 
Jer.  Jíse  pajarraco... 

D.  Mío.        Aguarda,  hombre. 
Jer.  Mo  ha  venido  aquí  á  nada  bueno 

D.  Mío.        Como  que  ha  venido  por  Carita. 
Jer.  ¿Por  Carita? 

Car.  Sí,  señor;  por  mí...  por  mí .. 

Jer.  Mijíuel,  mucho  me  escamo.  ¡Ojo  al  Cristo, 

que  asan   carne!  Soy  contigo  en  seguida. 

(Vase  al  interior  de  la  casa.) 


ESCENA  VI 


DON  MIGUEL  y  CARITA 

Car.  ;Qué  mal  pensado  es! 

D.  Mío.        l^or  eso  acierta  casi  siempre.  ¡Ojalá  fuera  yo 

lo  mismo!  ¿Y  Gloria? 
C\R.  Allá  dentro  está:  ¿quiere  usted  verla? 

D.  Mío,        (Levantándose.)  Espera  uu  poco.  Antes  vas  á 

darme  una  prueba  de  tu  lealtad.  ¿A  qué  ha 

venido  Mario? 
Car.  Ya  se  lo  he  dicho  á  usted,  don  Miguel. 

D.  Mío.        ¿Te  obstinas  en  eso? 
Car.  ¿y  qué  quiere  usted  que  le  haga? 


—  9o  — 

D.  MiG.  Por  Dios,  Carita  de  mi  vida,  no  me  engañes 
tú;  mira  que  si  tú  me  engañas  tñmbién  voy 
á  morirme  d'^.  tristeza.  ¿  Ha  venido  Mario  á 
ver  á  mi  hija? 

Car.  (con  timidez.)  Sí,  señoi...  ha  venido  á  verla  .. 

D.  MiG.        lAh! 

Car.  í'ero  ñola  ha  visto..  Lo  he  impedido  yo... 

D.  MiG.  (cou  ansiedad.)  ¿Y  ella  cstaba  de  acuerdo?... 
¿Tú  sabes?... 

Car.  Todo.  Todo  me  lo  ha  confesado  la  pobreci- 

11a...  hecha  un  mar  de  lágrimas. 

D.  MiG.        A  ver...  habla,  cuéntame... 

Car,  Es  más  buena  que  el  p^n.  Da  lástima  oiría. 

Ese  bribón  de  Mario  la  ha  traído  engañada... 
la  ha  vuelto  loca.  .  Pero  yo  le  be  quitado  ya 
la  venda  de  los  ojo3.  No  tema  usted.  Si  no 
se  lo  declaré  así  al  principi(\  fué  porque  qui- 
se evitarle  este  nuevo  doler;  pero  como  us- 
ted me  lo  ha  rogado...  No  tema  usted,  no 
tema  usted,  vuelvo  á,  decirle.  Gloria  sabe  ya 
lo  que  es  Mario,  y  basta.  A  Mario  se  le  po- 
drá querer  viéndolo  por  fueri;  pero  cuando 
se  conoce  lo  que  lleva  por  dentro,  ni  el  mif- 
mo  amor  halla  disculpa  á  tanta  ruindad... 
Ahora  sólo  nos  queda  un  trab.^3o:  consolar  á 
Gloria  y  procurar  que  clvide  pronto...  ¡Po- 
brecita! 

D.  MiG.  ¡Pobrecita,  sí!  ¡Qué  bien  hice,  criatura,  al 
dejarte  aquí  con  nosotro.'^!  Algún  alivio  ha- 
bla de  hallar  á  mi  desengaño.  ¿fcl:ista  dónde 
iba  á  llegar  la  maldad  de  e;-a  gente,  Dios 
mío?  ¡Qué  sé  yol  ¡Sólo  el  imaginarlo  me 
asusta!...  No  bastaba  el  burlarse  de  mí,  el 
insultarme,  el  enlodar  mi  casa,  el  no  agra- 
decer el  bien  recibido...  ¡Faltaban  las  pe- 
dradas! 

Car.  ¡Maldita  sea  la  hora  en  que  entramos  todos 

aquí! 

D.  MiG.  Eso  no:  bien  hecho  está  lo  hecho,  (néjase  caer 
en  .su  sillón.)  8i  al  resultado  vamos,  dime  tú  á 
mí  quién  lleva  la  peor  parte:  nosotros  los 
perderaf^s  á  ellos  y  ellos  á  nosotros.  Ya  ves 
qué  diferencia.  Pero  esto  no  quita  que  duela, 
que  lastime... 


—  96  — 
ESCKNA  vir 

DICHOS,  JEREMÍAS  y  CATALINA 

JeR.  (saliendo  por  donde  se  fué.)  ¿Qué  te  OCUlTe,  Mi- 

guel? Ei-t's  mustio,  abatido. .  Déjate  de  sen- 
siblerías y  abre  el  ojo. 

D.  MiG.  ¡Ay,  Jeremías  de  mis  culpns!...  Dichoso  tú, 
que  vives  independiente  y  feliz,  y  no  tienes 
más  amigo  que  tu  loro,  y  oyes  llorar  y  te 
haces  la  ilusión  de  que  llueve,  y  ves  á  quien 
padece  hambre  y  te  quitas  las  gtfas...  Fies- 
ta me  tu  coi.azón  y  tus  ideas  para  andar  por 
el  mundo,  que  yo  coceré  las  mías  y  el  mió, 
y  los  colgaré  en  la  pared  de  mi  alcoba,  jun- 
to á  aquella  espada  vieja  que  tengo  allí  y 
que  maldito  de  Dios  para  lo  que  me  sirve. 

Car  (¡Pobre  señor!) 

D.  MlG.         (Levantándose.)  Voy  á  ver  á  mi  hija. 

Car.  ¿Para  qué,  don  Miguel?  ¿No  vale  más  que  lo 

deie  usted  para  mañanar* 

Jer.  ¿Dónde  está  Gloria? 

Car.  Kn  su  cuarto;  pero  estará  llorando  la  pobre- 

cilla.. 

Jer.  ¿Llorando? 

D.  MiG.        Por  lo  mismo  quiero  verla  j'o. 

Car.  Déjela  usted  que  se  serene,  que  pase  el  mal 

rato,  y  entonces... 

CaT.  (viene  de  la  calle  descompuesta,  jadeante,  escandaliza- 

da. Apenas  puede  hablar.  Se  sienta  en  una  silla,  llaman- 
do  la  atención   de  todos   con  sus  aspavientos.^  jAy, 

Dios  mío  de  mi  vida!  ¡ay,  Dios  mío  de  mi 

arma!  ¡ay,  virgen  del  Amparo! 
D.  Mío.        ¿Qué  es  eso,  mujer? 
Car.  ¿Qué  sucede? 

Cat.  ¡Ay,  qué  zofocación!  ¡ay,  qué  dijasto!  ¡ay, 

qué  bochorno! 
D.  Mío.        ¡Que  nos  tienes  con  el  alma  en  un  hilo! 
Cat.  ¡Ay,  qué  gente  más  Vxiala!   ¡ay,  qué  gente 

más   picara!   ¡ay,   qué   gente    más  zinver- 

güenza! 
Jkk.  jHoIal 


-  97  - 

Caj.  lAy,  qué  arrastraos!  ¡ay,  qaé  pajoleros!  |ay, 

qué  retiinantes! 

D.  MiG        Pero  ¿quiénes,  por  Dios...? 

Car.  Hable  Uf-ted. 

Cat.  Eza  gentuza...  ezos  tíos  ,.  (zos  Galeotes... 

D.  MiG.        ¡Acabáramos!  ¿Has  visto  al  hijo?... 

Cat.  No  zeñó...  He  visto  ar  padre...  ¡mala  pufialá 

le  den!...  ¡mar  tiro  le  peguen!...  ¡ze  vea  más 
ncardecío  que  la  lista  grande! 

I).  MiG         Basta  de  maldiciones  ya:  ¿qué  ha  pasado? 

Cat.  Déjeme    usté   que  me    dezahogue,    zeñó.. 

¿Habrá  tío  charrán?  ¡Armanaque  lo  jagan, 
pa  que  tes  los  días  le  arranquen  argo!  ¡Jozú, 
Jozú,  Jozú!...  (se  levanta.)  Me  lo  encontré 
en  la  esquina  e  la  cayejueía,  á  la  verita 
e  un  coche,  cazi  enfrente  á  la  caza  e  Pedri- 
to  ..  y  me  fui  pa  é  como  una  loba  á  zacarle 
los  ojos... — ¿nstés  no  zaben  que  me  dejó  á 
debe  cuatro  pezetas? — Lo  mismo  fué  verme 
vení  que  me  zaluó  mu  reverenciozo...  Y 
zarto  yo  y  le  digo:  «Mas  valía  que  en  vé  de 
toma  coche  pagara  usté  las  trampas.»  Y 
zarta  é  y  me  dice:  «¿Y  usté  pa  qué  quié  ya 
er  dinero,  con  loz  años  que  tiene  encima?» 
Y  zarto  yo  y  le  digo:  «Ezo  no  es  cuenta  de 
usté,  zo  pendón  »  Y  zarta  é  y  me  dice  que 
zoy  una  bruja.  Y  zarto  yo  y  le  digo  que  ze 
yevó  de  aquí  una  cuchara.  Y  zartá  é  y  me 
dice  que  ezo  no  es  verdá.  Y  zarto  yo  y  le 
araño  en  la  jeta.  Y  zarta  é  y  me  da  un  bofe- 
tón— mardita  zea  zu  casta. — Y  zarto  yo  y  le 
pongo  un  ojo  como  er  faro  de  la  botica.  Y 
zarta  er  cochero  der  pescante,  y  ze  mete  por 
medio.  Y  principia  á  zalí  gentuza  e  la  taber- 
na, y  zale  don  Calixto  con  una  lagarta,  y  ze 
ponen  á  reirze  de  mí,  y  me  arranco  á  la  la- 
garta y  le  trinco  er  moño,  y  eya  me  trinca 
er  mío,  y  por  poquito  nos  queamos  carvas 
las  dos;  y  ze  para  la  gente  á  mirarnos,  y  á 
mí  me  da  la  razón  to  er  mundo,  menos  los 
guindiíjas,  porqu3  no  había  ninguno;  y  gra- 
cias á  que  estaba  ayí  zeñó  Komuardo  erde 
la  tienda  que  me  irajo  pa  acá  y  me  dejó  en 
la  esquina,  no  zalimos  tos  mañana  en  los 

7 


—  98  - 

papeliiS...  ¡Jüzú,  Jozá,  qué  escándale!   ¡Ay, 

virgen  de  los  Reyesl  ¡ay,  virgen  der  Pilál 

jay,  virgen  de  Utrera! .. 
Car.  Sosiégúese,  Catalina,  eosiéguese. 

D.  MiG.       Vaya  por  Dios,  mujer.  Pero  ¿hasta  cuándo 

va  á  durar  el  rastro  de  esa  gente  en  mi  casa? 
Je:í  .  A  ver,  á  ver.  .  Mario  aquí ..  y  su  padre  en  la 

callejuela...  y  un  coche...  y...  ¿Dónde  está 

Gloria? 
Car.  Allá  dentro,  señor. 

D.  MiG.       ¿Qué  temes  tú?  Voy  por  ella  ahora  mismo... 
Cat.  ¡Ay,  no  azustá!... 


-1^ 


ESCENA  VIII 

DICHOS    V    PEDRITO 


'PeD.  (Llega    despavorido,    con  un  palmo  de   lengua  fuera. 

Trae  un  lío  de  ropa  en  In  mano.)    ¡Gloiial    [Gloi'ia! 

D.  MiG.  ¿Qué  pasa? 

Car.  ¿Qué  es  ello? 

Ped  .  ¿Y  Gloria?  ¿Y  Gloria?  ¿No  está  aquí  Gloria? 

Cat.  ¿Ande  ze  ha  metió  Gloria? 

Ped.  ¡Va  en  un  coche  con  los  Galeotes! 

(Grito  de  espanto:  consternación:  cada  uno  tira  por  un 
lado.— Las  frases  comprendidas  en  la  llave  son  simul- 
táneas. También  lo  son  los  ayes  de  Catalina  y  la  des- 
cripción del  suceso  que  hace  Pedrito.) 

D.  MiG.    '   ¡Mentira!  ¡Gloria!  ¡Gloria!  ¡Hija  mía!  (Entrai^e 

I    en  la  casa  corriendo.) 

Jer.         \  ¡Se  fué  por  el  portal!   ¡Son  unos  bandidos! 

<    (Corre  á  la  calle.) 

Cat.         i  ¡.Jozú  qué  infamia! 

Car.         f  ¡No  es  cierto!  Si  no  puede  ser...  ¡Gloria!  (su 

\    gue  corriendo  á  don  Miguel.) 

Cat.  (Muy  acongojada.)  ¡Ay,  Jozú!  ¡ay,  qué  doló!  ¡ay, 

qué  pena  de  hija!  ,ay,  qué  desgcaciaita  va  á 
zé!  ¡ay,  que  ya  ze  acabó  la  alegría  en  esta 
caza!  ¡ay,  eze  padre  ze  va  á  gorvé  loco!  ¡ay, 
vaya  por  Dios!  ¡ay,  yo  que  la  he  criao  en  mis 
brazos!  ¡que  la  he  visto  crece!  ¡que  la  quería 
como  á  la  zangre  de  mis  venas!...  ¡ay,  pobre- 


—  99  - 

cita  mía,  que  la  han  engañao!  ]  ay,  qué  pi- 
cardía! ¡ay,  qué  doló!  ¡qué  doló!  ¡qué  dolól 

—  PeD.  (a  Catalina,  que  maldito  si  le  hace  caso.)   La  hc  vis- 

to...  la  he  visto...  no  me  cabe  duda...  Era 
ella...  eran  ellos...  El  coche  pasó  por  delan- 
te de  mí  como  un  relámpago,  cuando  yo  sa- 
lía de  mi  casa...  pero  pude  verlos. .  Grité... 
llamé  al  cochero...  Inútil.  Corrí...  resbalé  y 
di  de  bruces  en  las  piedras...  Perdí  de  vista 
el  coche...  ¿Qué  hacer,  Dios  mío?...  Volar... 
volar  á  su  casa...  Y  en  menos  tiempo  que  lo 
digo  me  he  plantado  aquí.  ¡Ay,  Catalina! 
¡Ebto  es  horrible!  ¡esto  es  cruel!  ¡esto  mana 
sangre!  .. 

D,  MlG.  (saliendo    con  Gloria  y  Carita,  y  encarándose  con  Pe- 

drito,  el  cual  al  ver  á  Gloria  enmudece  de  asombro.) 

¿De  donde  sacas  tú,  majadero?... 
Cat.  ¡Pero  zi  está  aquí  la  gloria  e  miz  ojos!  ¡Ven 

acá  tú,  arma  mía!  ¡ven  acá  tú!  (La  abraza  y  la 

besa  fuertemente,  como  si  quisiera  dejarle  los  besos  se- 
ñalados.) 

Car.  Este  Pedrito,  con  sus  dramas... 

^  Ped.  Perdón...  perdón...  mis  intenciones...  Yo  ju- 

raría... 
D.  MiG.       Más  vale  que  no  jures. 

Cat.  (separándose  de  Gloria  y  abalanzándose  sobre  Pedrito, 

á  quien  pellizca.)  Ahora  vcrás  tú,  mal  ange, 
ezaborío,  lombriz  con  capa  ..  ¿Te  paece  bien 
er  zusto  que  nos  has  metió  en  er  cuerpo? 
¡Toma!  ¡toma! 
—  Ped.  ¡Ay!  Perdón  otra  vez...  Pero  cuenta  que  yo 

no  estoy  chiflado...  que  no  he  visto  visio- 
nes... Con  Mario  y  con  Calixto  iba  una  mu- 
jer... 

Cat,  ¡La  lagarta  con  quien  yo  he  pelead 

Ped.  ¡Sí,  pero...  así  de  pronto...  cualquiera  se  ofus- 

ca... y  como  yo  estaba  ya  con  la  mosca  en  la 
oreja,  por  lo  que  yo  me  sé,  y  además  me  he 
pasado  todo  el  día  recordando  el  rapto  de 
doña  Leonor .. 

D.  Mío.  ¡El  demonio  del  comiquillo  este!...  V^ete, 
vete,  que  me  has  dado  el  susio  más  espan- 
toso de  mi  vida. 

Jer  .  (Desde  la  puerta  Ae  la  calle,  á  grandes  gritos  y  sin  ver 


—  100  - 

á  Gloria,  á  quien  tapa  Catalina.)  ¡Miguel'  ¡Miguel! 
¡Ni  sombra!  ¡No  pareCtíl  (Avanzando  hacia  don 
Miguel,  con  los  brazos  abiertos.)    ¡Qué    tremendo 

golpe,  hijo  mío!  ¡Te  compadezco!...  (lo  abraza, 

quedando  cara  á  cara  con  Gloria,  la  cual,  adelantándose 
hasta  él,  sonríe  tristemente.)  Ah,  ¿perO  está  aOUÍ 
ésta?  (Pcdrito  suelta  la  carcajada,  lo  cual  irrita  á  Je- 
remías.) ¿Quién  se  ríe?  ¡Yo  te  daré  risa,  ta- 
,     :•  rambana! 

Ped.  Perdón,  perdón,  don  Jeremías. 

Jer.  ¡Qué  perdón! 

D.  MiG.  Si,  perdonémoslo  todos,  ya  que  lo  perdona- 
mos  mi  hija  y  yo. 

Ped.  Yo...  la  verdad...  con  la  más  sana  intención 

del  mundo... 

D.  MiG.       Sí,  hombre,  sí...  Anda  con  Diop. 

Ped.  Nunca  me  arrepentiré  bastante,  don  Miguel. 

(viendo  su  reloj.)  I*ues  encima  me  voy  á  ganar 
un  rapapolvos  en  casa  de  doña  Guadalupe. 
Llego  con  una  hora  de  retraso.  Vaya,  hasta 

mañana  si  Dios  quiere,  (corre  hacia  la  puerta  y 
se  va.) 

Para  Curra  el  overo, 
para  mí  el  alazán  gallardo  y  fiero. 
Cat,  Más  loco  está  que  un  chivó. 


ESCENA    ULTIMA 


DICHOS  menos  PEDRITO 


Jer,         .    ¿Ve?,  Miguel?  ¿ves  qué  drama  si  llegan  á 

arrebatarte  á  tu  hija? 
1).  MiG.       ¡No  hables  de  eso,  por  Dios,  que  no  es  más 

.  que  una  locura  tuya  y  de  Pedritol 
Gloria        (con  profunda  tristeza.)  No;  eso  no. 
D.  MiG.     '  ¿Qué  dices,  Gloria? 

Gloria        Digo  que  hay  algo  de  verdad  en  todo  esto 
Yo  quiero  á  Mario...  Mario  venía  á  llevarme. 
D.  Mía.       ¡Gloria! 

Gloria       He  dicho  mal:  lo  he  querido...  La  mejor 
.  prueba  de  que  he  de  olvidarlo  es  que  confie- 

" so  ahora. 

Jé.R.. ....^Lo.Ye.s?.       .  ,       .  ,  i..-¡ 


-  401    - 

D.  MiG.       ¡Jesús  mil  veces! 

Gloria        No  ha  sido  culpa  mía...  Perdóname.  Y  nada 

temas.  A  Carita  debo  el  haberme  salvado, 
1).  MiG.       Que  Dios  te  lo  pague,  Carita. 
Glcria        De  los  Galeotes  no  queda  nada  aquí:  si  algo 

quedara  en  mi  corazón,  yo  sabría  arrancarlo 

y  echarlo  en  medio  de  la  calle. 
Jer.  [Y  si  hace  falta  romp-rle  las  muelas  á  c.=e 

mozo,  aquí  está  Jeremías! 
El  lofo      No  te  tires,  Reverte. 
Jer.  (con  expicsión  de  júbilo.)  ¡Ah,  Rodríguez!  ¡Lo 

has  aprendido  ya!  ¡Me  haces  el  más  feliz  de 

los  hombres!  ¡Mañana,  chocolate  con  leche! 
D.  MiG.       ¡Pero  qué  infamia,  qué  infamia  la  de  esos 

Galeotes!... 
Cat.  E.?cíirmienteusté,  zeñorito,  escarmiente  usté. 

Jer.  fc'í,  sí;  esc;u-mentar...  líse  verbo  no  está  en  su 

Diccionario...  Si  mañana  vienen  otros  Ga- 
leotes... 
D.  Mío         Oh,  no;  yo  os  aseguro... 
Cat.  No  azegure  usté  na:  zi  vienen  mañana,  pilé 

zé  que  no  ze   cuelen,  pero  como  vengan 

pazao  mañana... 
.Jer.  y  después  de  todo,  ¿quieres  decirme  lo  que 

has  sacado  en  limpio  con  meter  en  tu  casa  á 

esa  gente? 
Car  (saltando  con  mucho  salero.)  ¡Caramba!  ¡conocer- 

me  á  mí!  ¿No  valgo  yo  la  pena? 
D.  MiG        Es  verdad:  conocer  A  Carita,   que   no   es 

poco.  , 

Glori  \        No  es  poco,  no. 
Car.  y  yo  conocerlos  á  ustedes,  que  eso  si  que  es 

mucho. 


FIN    DE    LA    ('OMEDIA 


Madrid,  Setiembre  1000, 


OBRAS  DE  LOS  MISMOS  AUTORES 


Esgrima  y  amor,  juguete  cómico. 

Belén,  12,  principal,  juguete  cómico. 

Gilito,  juguete  cómico  lírico. 

La  media  naranja,  juguete  cómico. 

El  tío  de  la  flauta,  juguete  cómico. 

El  ojito  derecho,  entreme's  (2.*  edición). 

La  reja,  comedia  en  un  acto.  (2.*  edición). 

La  buena  sombra,  sainete  en  tres  cuadros.  (4.a  edición.) 

El  peregrino,  zarzuela  cómica  en  un  acto. 

La  vida  intima,  comedia  en  dos  actos.  (2.a  edición). 

Los  borrachos,  sainete  en  cuatro  cuadros. 

El  chiquillo,  entremés.  (2.»  edición). 

Z<w  casas  de  cartón,  juguete  cómico. 

El  traje  de  luces,  sainete  en  tres  cuadros. 

El  patio,  comedia  en  dos  actos. 

El  motete,  entremés  con  música. 

El  estreno,  zarzuela  cómica  en  tres  cuadros. 

Los  Galeotes,  comedia  en  cuatro  actos. 


serafín  ,  JOAfÍN  ALVAREZ  QUINTERO 


lia  pena 


DRAMA  EN  DOS  CUADROS 


— ^«CS##|S3S«*— 


SOCIEDAD  DE  AUTORES  ESPAÑOLES 
Florín,  8,  bajo 

IQOI 


^^FObra  Herrero^ 


ivA.  r»Kiv.^ 


Esta  obra  es  propiedad  de  sus  autores,  y  nadie  po- 
drá, sin  su  permiso,  reimprimirla  ni  representarla  en 
España  ni  en  los  países  con  los  cuales  haya  celebra- 
dos ó  se  celebren  en  adelante  tratados  internaciona- 
les de  propiedad  literaria. 

Los  autores  se  reservan  el  derecho  de  traducción. 

Los  comisionados  y  representantes  de  la  Sociedad 
de  Autores  Españoles,  son  los  encargados  exclusivamen- 
te de  conceder  ó  negar  el  permiso  de  representación 
y  del  cobro  de  los  derechos  de  propiedad. 

Queda  hecho  el  depósito  que  marca  la  ley. 


LA  PENA 


DRAMA  EN   DOS  CUADROS 


SERAFÍN  I  JOAQUÍN  ALVAREZ  QUINTERO 


Estrenado  en  el  TEATRO  ESPAÑOL  el  6  de  Enero  de  1901 


MADRID 

S.  TELASCO,  IMP.,  MARQÜÍS  DG  SAKTA  AKA,  11  DDP.* 

Teléfono  número  551 
lOOl 


A  los  insignes  artistas 


^latta  ^utuu 


n 


"^ttunh  ^'m  k  "^imhn, 


jiO'v  úLuieueJ  eí  teatro  eSJiauói  ha  eo^taaO 
uuei/o  eájileudó^  u  jiieSitaio,  eu  iedUíHOutó 
de  jiMTuudcL  adfHÍ>Laciou  u  Jiueeio  afecto. 


¿Dónde  estás,  sol  de  mis  ojos, 
dónde  estás,  que  no  te  encuentro? 
¿Por  qué  á  la  voz  no  respondes 
con  que  lastimo  los  Tientos? 
¿lío  ves  gue  te  voy  buscando 
y  que  sufrir  más  no  puedo? 
¿No  ves  que  sin  ti  no  vivo? 
¿Xo  ves  que  de  pena  muero? 

Rüiz  Aguilera.— A'{  dolor  de  los  dolores. 


PERSONAJES 


ASUNCIÓN Sra.     Guerrero. 

PILITA Ruiz. 

MANUEL Sr.       Díaz  de  Mendoza. 


ffe  !i  -fe"  ii  ■»  ii  -y-  !i  Vi  II  ^  wlh  H  j^  II  ■<»  ir-t^li  -a  II  j^  y  'i^  I!  <^  II  j»>;  II  •»  :i  ^^  II  ^\ 


LA  PENA 


Comedor  de  casa  de  Manuel,  en  Sevilla.  A  la  derecha  del  actor  una 
puerta  vidriera  con  visillos.  A  la  izquierda,  un  hueco  de  puerta 
tapado  por  una  cortina  de  cretona.  I  as  paredes  blancas.  En  la  del 
foro  una  ventana  con  reja,  que  da  a  la  calle.  A  derecha  é  iz- 
quierda de  la  ventana,  respectivamente,  \in  aparador  y  una  cómo- 
da. Encima  del  aparador  distintas  piezas  de  cristal  y  de  porce- 
lana, colocadas  con  orden.  Encima  de  la  cómoda  varios  marquitos 
negros  con  retratos  y  dos  jarrones  rebosando  flores  del  tiempo. 
En  las  paredes,  cromos  puestos  en  marcos  de  caña  dorada.  Una 
mesa  en  el  centro  de  la  escena.  Sillas  de  enea.  Sobre  una  de  ellas 
un  bastidor  y  sobre  otra  una  guitarra.  Todo  ello  pobre,  pero  lim- 
pio y  luciente.— Es  de  día. 


ESCENA  PRIMERA 

ASU^XIÓN,    PILIT.-^   y   MANUEL 

(Acaban  de  comer.  Manuel,  sentado  á  la  derecha,  fuma  un  cigarro 
y  apura  una  copa  de  Cazalla,  sin  mirar  á  Asunción  ni  atender  á  Pi- 
lita.  Asunción,  triste  y  llorosa,  casi  da  la  espalda  á  Manuel,  sentada 
a  la  izquierda.  Pilita,  de  frente  al  público,  picotea  en  los  postres  aún 
y  trata,  con  su   charla,   de   animar  la  escena  y  de   alejar  la  nube.) 

PiL.  Están  riquísimas  las  naranjas...  Y  se  pelan 

na  más  e  con  mira  ar  enchivo.  ¿No  quié 

usté  un  casquite,  mamá?  (Asunción  no  contesta.) 


—  10  — 

¿Y  usté,  papá,  no  quié  un  casquite?  (Manuel 
no  contesta  tampoco.)  A  la  puerta  farsa,  que  por 
la  prinsipá  no  oyen...  ¡Vaya  por  Dios!  Me  la 
vi  á  tené  que  come  yo  entera  y  me  va  á 
hasé  daño...  ¡Cómo  ha  de  sé!  Fasiensia.  Otro 
dia  tendré  más  suerte.  Y  luego,  como  he  pe- 

lao  la  más  gorda...  (Calla  un  momento,  sin  dejar 
de  observar  á  sus   padres.;    ¿Ande    está    Cr   gato, 

pa  darle  esta#  cortesas  e  queso?...  A  vé  si  ese 

me  oye.  .  (Llamando  al  gato.)  Ps,  ps,  pS,  ps,  ps... 

¡José,  José,  José!...  ¡José,  José!...  Na;  nier 
gato  tampoco.  Hay  días  con  desgrasia...  De 
seguro  que  está  en  er  tejao.  ¡Le  gusta  más 

corre  detrás  e  las  gatas!...  (Calla  otra  vez,  y  echa 
luego  por  distinto  camino  á  ver  si  consigue  algo  más.) 

Diga  usté,  papá:  ¿ha  oído  usté  canta  soleares 

al  hijo  e  Gregorio?  ¿Eh?  (Manuel  no  le  hace  caso.) 

Porque  anoche,  en  la  fiesta,  estaha  to  er 
mundo:  «¡El  hijo  e  Gregorio!»  «¡El  hijo  e 
Gregorio!»  «¡Luego  va  á  canta  el  hijo  e  Gre- 
gorio! »  Y  cuando  cantaba  otro  to  se  gorvía: 
«¡Ya  verán  ustés  el  hijo  e  Gregorio!»  Y  por 
fin  cantó  el  hijo  e  Gregorio;  y  yo  no  entien- 
do, pero  le  digo  á  usté  que  si  Gregorio  no 
canta  mejó  que  su  hijo...  ya  se  pué  retirá  la 
familia.  ¡Josú  qué  irrisión  de  hombre!  ¡Y 
qué  fachoso  se  pone  pa  canta'...  ¡Lo  que  nos 
reímos  Encarna  y  yo',..  Como  que  le  salen 
dos  cuerdas  aquí  en  er  gañote  ar  tiempo  e 
subí,  que  paese  que  se  ha  istalao  la  luz  elér- 
trica.  ¡Ave  María,  qué  manera  de  hincharse 
to  é!...  Y  luego,  como  tiene  la  cara  tan  reon- 
da y  tan  colora,  paresía  un  globo  de  esos 
de  los  chiquiyos...  Daban  ganas  de  clavarle 
un  arfilé,  pa  vé  si  tronaba...  Sentí  yo  más  que 
no  estuvieran  ustés  ayí...  porque  se  Imbiean 
tirao  de  risa.  Fué  lo  mejó  e  la  fiesta.  Va- 
mos, lo  mejó,  así  pa  reírse...  Porque  la  fies- 
ta fué  güeña  de  verdá.  Señó  Juan  er  padri- 
no se  conose  que  es  mu  rumboso...  ¡Y  qué 
rebonita  estaba  la  novia!...  Paresía  una  fió 

sin   corta   toavía.    (Se  levanta  y  va  de  uno  á  otro.) 

Yo  bailé  seguidiyas  con  Milagros,  la  herma- 
na de  eya,  que  es  casi  de  mi  edá...  Creo  que 


—  li- 
me yeva  un  año:  eya  tiene  catorse  metíos 
en  quinse...  Por  supuesto  que  ayí  bailó  to 
er  mundo.  Hasta  Micaela;  y  eso  que  se  le  ha 
muerto  er  marío  hase  un  mes.  Pué  sé  que 
bailara  por  eso;  pero  en  er  patio  se  lo  criticó 
toa  la  gente...  ¡Carcúlense  ustés  lo  que  lo 
habrá  scntío!  Como  que  disen  que  er  día 
del  entierro  se  tuvo  que  mete  en  er  borsiyo 
una  seboya,  pa  que  se  le  sartaran  las  lágri- 
mas de  cuando  en  cuando...  La  guitarra  la 
tocó  Bartoliyo,  er  siego  e  la  esquina.  ¡Pobre- 
siyo!  ¡Me  alegré  más!  ¡Y  er  se  alegró  tam- 
bién más  de  que  yo  estuviera!...  ¡  Lo  que  á  mí 
me  quiere  ese  Bartoliyo!...  Una  vé  que  me 
arrimé  á  é  fué  y  me  dijo,  dise:  «PiUta,  si  yo 
no  fuera  siego  y  tú  me  quisieras,  me  casaba 
contigo.»  Y  yo  le  dije,  digo:  «Es  que  si  tú 
no  fueras  siego,  no  te  gustaría  yo,  que  soy 
mu  fea.»  Pos  después  me  tuve  que  enfada 
con  un  tío  gordo  que  se  empeñó  en  em- 
borracharlo. Uno  de  esos  patosos  que  van 
á  toas  partes  dándola  de  que  tienen  mucha 
grasia,  y  no  tienen  ninguna.  Hubo  la  má 
de  gorpes  con  é...  Como  está  tan  gordo,  que 
es  un  fenómeno,  le  desían:  «Oiga  usté:  ¿se 
vende  usté  ar  peso?»  «Diga  usté:  ¿cuántos 
asientos  paga  usté  en  er  tranvía?»  «Escu- 
che usté:  su  mamá  de  usté,  ¿vive?»  «Atien- 
da usté:  ¿quié  usté  crusá  los  brasos?»  Y 
cuando  er  tío  se  fué  más  quemao  que  las 
ánimas,  ar  verlo  así  tan  gordo  por  detrás, 
una  pica  e  viruelas  con  mucho  ange  que 
estaba  á  mi  lao,  fué  y  le  dijo,  dise:  «¡Anda 
con  Dios,  que  no  te  pues  sentá  más  que  en 

la  camiya!...»  (Mira  con  desalieoto  á  sus  padres  con- 
vencida  al  fin  de  que    no   los  anima.)    (Na;    nO    me 

hasen  caso.  Esta  tarde  no  se  ríen  ni  aunque 
tropiese  un  jorobao  delante  de  eyos...)  (se 

levíinta  Manuel,  y  sin   mirar   á  Pilita  ni  á  Asunción  se 
va  \)or  la  puerta  de  la  derecha.) 


._  !■<» 

ESCIiNA  11 

ASUNCIÓN    Y   PILIT  V 

AsUN.  (sigue  con  la  vista  á  Manuel,  y  poco  después  que  éste 

desaparece,  se  levanta,  coge  á  Pilita  y  le  llena  la  cara 

de  besos.)  ¡Ven  acá  tú,  hija  de  mi  sangre,  que 
tienes  la  grasia  por  alimento! 

PiL.  ¡Mamá! 

AsuN.  ¡Hija  de  mi  vía;  déjame  que  me  liarte  conti- 

go, que  te  coma  la  cara! 

PiL.  Cómesela  usté:  si  es  de  usté... 

AsuN.  ¡Toma!  ¡toma!  |toma'  ¡Hija  de  mis  entrañas, 

qué  bonita  eres!  ¡Toma:  ¡toma!  ¡toma  más!... 
¡Suspirando.)  ¡Aj!  me  lic  cstao  conteniendo 
mientras  tu  padre  ha  estao  ahí... 

PiL.  ¿Por  qué? 

AsuN.  ¿Tos  no  has  visto  cómo  se  ha  puesto  esta 

tarde? 

PiL.  ¿Y  cuf^ndo  van  á  acabarse  estas  peleas,  va- 

mos á  vé? 

AsuN.  ^  a  nunca,  hija.  Ca  vez  menos.  Nos  ha  per- 

dió er  cariño. 

PiL.  A  mí  no. 

AsuN.  A  mí  sí.  Desde  que  puso  la  taberna  es  otro 

hombre:  pa  mí  se  ha  concluío.  De  milagro 
viene  á  armorsá  y  á  come:  en  la  dichosa  tien- 
da se  pasa  to  er  día  y  toa  la  noche,  cuidan- 
do er  negosio,  según  dise.  No  está  mar  ne- 
gosio...  Distrarsiones  que  tiene  ayí...  ¡Si  no 
t'uea  por  tí,  Pilita,  tu  padre  no  ponía  más 
los  pies  en  esta  casa:  pues  creerlo.  Es  verdá 
que  si  no  fuea  por  tí,  yo  tampoco  paraba 
un  istante  á  la  vera  suya.  ¡Te  lo  juro  por 
to  lo  que  te  quiero! 

PiL.  '  ¡Vaya  por  Dios!  Y  yo  que  no  pienso  más 
que  juntarlos  á  ustedes... 

AfeUN,  ¿Más  juntos  que  estábamos,  hija  mía?  ?i  yo 

no  sé  lo  que  le  ha  pasao  á  tu  padre...  Digo, 
sí  lo  sé,  por  desgrasia...  Le  han  echao  mar 
de  ojo...  lo  han  hechisao.  .  ¡l'aese  que  se  ha 


—  i6  — 

cansao  de  verme!  Y  de  vé  las  cosns  que  se 
quieren  de  veras  no  se  cansa  una  nunca. 
¿Te  cansas  tú  de  verme  á  mí?  ¿Me  canso  yo 
de  verte  á  tí,  luz  de  mis  ojos?  ^La  besa.)  ¿Ver- 
dá  que  no? 

PiL.  Ya  se  vé  que  no. 

AsUN.  Tú,  cuando  estás  en  er  colegio,  ¿de  qué  tie- 

nes ganas? 

PiL.  De  salí. 

AsuN.  l'ero  de  salí,  ¿pa  qué? 

PiL.  Pa  no  vé  á  la  maestra,  que  paese  una  carcó- 

manla. 

AsuN.  (Besándola  de  nuevo.  ¡Qué  salaísima  te  ha  he- 

cho Dios!  ;,Y  pa  verme  á  mí,  encanto? 

Pjl.  ¡Toma'  eso  es  otra  cosa:  eso  no  se  pué  com- 

para. Miá  que  entre  usté  y  Doña  Catalina... 
¡Josú!...  l'or  verla  á  usté,  si  usté  fuea  la 
maestra,  me  pasaba  yo  la  vía  en  er  colegio. 
Como  que  en  cuanto  sargo  echo  á  coiTé  pa 
acá,  y  le  grito  á  Bartoliyo  que  toque  pa 
que  usté  se  asome,  y  no  me  queo  á  gusto 
hasta  que  no  le  doy  á  usté  un  beso  por  la 
ventana.  Ya  ve  usté. 

AsuN.  Pos  iguá  me  pasa  á  mí  contigo,  gloria.  Mien- 

tras estás  elante  mía,  tengo  yo  un  descanso 
mu  grande;  pero  en  cuanto  te  vas  no  reino 
más  que  en  tí.  Me  asomo  á  la  ventana  como 
una  tonta  pa  verte  í  pa  aya,  y  ca  vez  que 
güerves  la  cara  para  mirarme  á  lo  largo  e  la 
cayejuela,  me  paese  que  hasta  er  sielo  me 
mira.  Y  luego  me  pongo:  «Ya  se  fué...  ya 
gorvió  la  esquina., ,  ya  habrá  yegao  ar  cole- 
gio..»  Y  asín,  cavilando  to  er  santo  día... 
«Ahora  estará  dando  la  religión...»  «Ahora 
se  habrá  puesto  á  escribí  la  plana...»  «Aho- 
ra jugará  con  Encarna  y  Dolores... »  Y  á  las 
cuatro  e  la  tarde:  «Ya  irá  á  sah...»  «Ya  ha 
salió...»  «Ya  toca  Bartohyo...»  «¡Ya  viene!» 
«¡Ya  la  veo!»  «¡Ya  yega  á  la  ventana!»  ¡«Y'a 
entra  en  er  patio!»  «¡Ya  la  tengo  ámi  vera!» 

Asm,  asín.  ;La  acaricia  y  la  besa  con  efu.sión.) 

PiL.  Pos   mire  usté,  mamá,  vamos  á  hasé   una 

cosa. 
AsDN.  A  vé  que  se  te  ocurre. 


—  14  — 

PiL.  Pa  que  usté  no  maquine  tanto,  ¿le  paese  á 

usté  que  yo  no  güerva  más  ar  colegio? 
AsüN.  ¡Qué  tunanta  eres!...  Mejó  será  que  hagamos 

un  trato  las  dos:  no  güerves  más,  con  tá  de 

que  te  pases  er  día  conmigo. 
PiL.  Si  quié  usté  nos  cosemos  las  fardas. 

AsuN .  Cosernos  no,  porque  asín  te  lo  pasarías  á  la 

fuersa.  La  cuestión  es  que  estemos  juntas 

sin   cosernos    na.    (Quédase  pensativa  unos  instan- 
tes.) Escúchame,  Pilita;  si  yo  me  vi  á  viví  á 
casa  e  la  agüela...  ¿te  vienes  tú  conmigo? 
PiL.  ¿Y  papá  no? 

AsUN .  Papá,    no.    ¿Te    vienes    tú?    (Pllita  no  contesta.) 

¿Quiés  más  á  tu  padre  que  á  mí? 
PlL.  ¡Nol 

AsUN.  ¿Entonses  te  vienes?  (PlUta  niega  con  la  cabeza.) 

¿Te  queas  con  tu  padre? 

PlL.  (V.)lviondo  á  negar.)  Cou  loS  doS  jUUtOS. 


ESCENA  III 


DICHAS  y  MANUEL 


Man. 


PlL. 

Man. 

AsüN. 

Man. 


AsuN. 


(^ror  la  puerta  de  la  derecha.  Trae  el  sombrero  pues- 
to.) Pilita,  dame  un  beso,  que  me  voy  á  la 
cavé. 

(.Sin  apartarse  de  Asunción.)  ¿  x  a? 

Ya. 

¿No  ves  tú  que  está  denunsiá  la  casa  y  se  nos 

va  á  vení  er  techo  ensima? 

Contigo  no  hablo,  ¿lo  oyes?  Hazme  er  favo  e 

cayarte;  miá  que  cuando  hablas  me  paese 

que  me  están  sumbando  los  oídos,  y  eso  es 

mu  molesto.  Dame  un  beso,  Pilita,  que  me 

voy;  porque  hasta  respira  me  cuesta  aquí  un 

dijUSto.  (Pilita  se  va  al  lado  de  Manuel.) 

Es  lo  que  pasa,  cuando  no  se  está  contento 
en  un  sitio:  ni  respira  se  puée.  Pa  ti  tu  casa 
es  peo  que  un  calaboso  de  los  der  Pópulo. 
En  cuanto  pisas  las  losas  der  saguán  ya  es- 
tás enfadao.  Vete,  vete  á  la  caye,  que  ayí 


—  45  — 

hay  mucho  aire.  La  alegría,  la  cara  satisfe- 
cha, déjalas  pa  la  otra. 

Man.  (conteniéndose.)  Si  no  mirara... 

AsuN.  Es  verdá;  como  eres  tan  mirao... 

Man.  ¿Quiés  que  la  armemos  otra  vé,  no  es  eso? 

Pos  no  te  doy  gusto. 

A  SUN .  Sería  un  milagrito  e  Dios. 

Man  .  Y  er  tiempo  e  los  milagros  ha  pasao  3'a. 

Conque,  que  te  diviertas.  Dame  un  beso,  Pi- 

hta.  (Agachándose  para  dárselo  él.) 

AsüK  .  Limpíate  primero  la  boca. 

Man  .  ¿Pos  qué  tengo,  oye? 

AsuN .  No  lo  sé;  pero  vas  á  besa  á  mi  hija. 

Man.  ¿a  tu  hija?...  ¡A  la  mía,  quieras  ó  no  quie- 

ras! 
PiL.  A  la  hija  de  los  dos.  No  pelea  también  por 

eso... 
Man.  (Después  de  besarla.)  Acompáñame  hasta  e": 

portón,  Pihta;  que  er  rato  que  estés  conmigo 

no  estás  con  tu  madre. 
AsuN.  Eso  te  paese  á  ti,  malas  entrañas.  ¡Conmigo 

está  siempre! 
Man.  Pos  es  de  sentí,  ¿sabes?  Porque  to  se  pega, 

menos  lo  bonito. 
.AsuN.  Por  eso  te  desía  yo  antes  que  cuidao  con  los 

.    besos. 
Man.  ¡Asunsión!... 

PiL.  Ande    usté,    papá;    venga    usté...    Déjela 

usté  ya. 
Man.  Tienes  rasón,  hija  mía:  lo  mejó  es  dejarla. 

(Encaminándose  hacia  ~  la  puerta  de  la  izquierda  con 
Pilita,  y  yéndose   al  fin  abrazado  á  ella.)    AqUÍ    nO 

hay  más  que  una  saHa:  ca  uno  por  su  lao... 
AsuN .  ¡Eso:  ca  uno  por  su  lao!... 

Man.  Si  no  fuea  por  este  cacho  e  sielo... 

PiL.  Vamos,  papá,  vamos... 

Man.  Vamos,  hija  e  mi  arma...  Si  no  fuea  por  ti... 

PiL.  (con  tristeza )  (Como  no  los  juntc  yo,  no  los 

junta  nadie.) 
AsuN.  (Viéndolos  irse.)  Ca  día  iiiás  dfcspegao...  ca  día 

más  lejos  ér  de  mí...  y  yo  de  é...  ¡Permita 

Dios  que  siegue  á  fuersa  e  yorá  la  mala  mujé 

que  nos  ha  separao!  (cae  el  telón.  Después  de  un 
rato— de  ninguna  manera  inmediatamente,  —  principia  á 


__  -16  - 

sonar  el  rasgueo  de  la  guitai-ra    de    Bartolillo,  el  cual- 
canta  á  poco  la  siguiente  seguidilla  gitana:) 

Yoro  por  la  noche, 
yoro  por  er  día, 
y  no  se  cansan  de  3'orá  mis  ojos 
esta  pena  mía 

(sigue  el  rasgueo  unos  instantes  más,  y  vuelve  á  levan- 
tarse el  telón.) 


La  misma  decoración  del  cuadro  primero,  con  leves  variaciones.  Los 
cachivaches  del  aparador  desordenados.  Los  jarrones  de  la  cómoda 
sin  flores.  Sobre  la  mesa  dos  cubiertos:  uno  á  la  derecha  del  actor 
y  otro  á  la  izquierda.  I. a  guitarra  y  el  bastidor  que  había  en  las 
sillas  han  desaparecido.— Es  de  día. 


ESCENA   ÚNICA 

■     ASUNCIÓN    y    MANUEL 

(Poco  después  de  levantado  el  telón  salen  los  dos  por  la  puerta  de 
la  derecha,  vestidos  de  negro  y  enlazados  por  la  cintura.  Ella  descan- 
sa en  él.  Se  detienen  contemplando  la  mesa  con  tristeza  profunda,  y 
luego  van  hasta  ella  silenciosos.  Manuel  se  sienta  á  la  derecha  y  á  la 
izquierda  Asunción.  Al  sentarse  rompen  á  llorar.) 

AsuN.  ¡No  pueo  acostumbrarme,  Manué!  ¡No  me 

jago  á  su  farta! 
Man.  ¡Qué  castigo  tan  grande,  Asunsión!  ¿Quién 

nos  la  habrá  quitao? 
A  SUN.  ¡Qué  pena  de  hija! 

Man  .  ¡Sentarnos  á  la  mesa  y  no  verla! 

AsuN.  ¡Y  no  oiría  charla,  ni  contá  sus  cosas  der 

colegio!...  Vente  aquí  á  mi  vera,  Manué:  yo 

no  pruebo  bocao. 
Man.  Yo  tampoco. 

AsuN.  Vente  aquí,  vente  aquí...  que  si  nos  ve  desde 

argún  lao  nos  vea  juntos...  como  eya  nos 

quería. 
Man.  (obedeciéndola.)  Sí,  SÍ;  que  nos  vea  juntos... 


—  n  — 

^.Te  acuerdas  cuántas  veses  desíaraos:  «Sí  no 
fuea  por  Pilita,  tú  tirabaí?  por  un  lao  y  yo 
por  otro?...» 

AsuN.  No  me  mientas  eso,  por  Dios... 

xMan.  Pos  ya  no  hay  Pilita;  ya  se  fué  Pilita  pa 

siempre...  y  mia  tú  qué  juntos  estamos. 
Asércate  á  mi  más. 

AsuN.  (Acercándosele.)   La  pena  ajunta  mucho,  Ma- 

nué...  ¡Pobresita  mía!  A  mí  me  paese  un 
sueño  esto  que  nos  pasa... 

Man  .  ¡ Ajolá  lo  fuera!  Así  dispertaríamos  con  eya 

ar  lao. 

AsuN.  La  idea  de  no  verla  nunca  más  me  güerve 

loca...  A  esta«  horas,  sobre  to,  paese  que  es- 
toy sin  vía...  Apenas  salía  der  colegio  el 
ange  de  mi  arma,  le  gritaba  á  Bartoliyo  er 
siego:  '<  ¡Bartoliyol  ¡toca  la  guitarra!  ¡pa  que 
sepa  mi  madre  que  ya  voy!  ¡pa  que  sarga  á 
la  ventana  á  verme  í!...»  Y  BartoHyo  tocaba 
con  toas  sus  ganas,  y  yo  dejaba  la  costura 
en  cuanto  lo  oía,  y  me  asomaba  á  verla...  y 
er  primer  beso  nos  lo  dábamos  siempre  por 
entre  esos  yerros...  ¡Hija  de  mis  entrañas! 

Man  .  ¿Y  por  las  mañanan  temprano,  quiés  desir- 

me? A  mí  que  me  dispertaban  siempre  sus 
chiyíos...  su  corre  por  la  casa...  su  canta... 
Ahora  no  tengo  quien  me  dispierte...  Es 
verdá  que  no  me  hase  farta,  porque  las  lá- 
grimas no  me  dejan  donilí.  (Callan  un  mo- 
mento.) 

AsUN.  (Recreándose  con  dolor  en    el   recuerdo   de  su   hija.) 

¿Te  acuerdas,  Manué,  cuando  se  le  venían 
los  pelos  á  la  cara  y  hasía  a.sín...  y  sacucha 
la  cabesa  pa  echárselos  atrás  sin  tocarse? 
Man.  Eso  era  mu  suyo:  sí  que  me  acuerdo  de  eya 

asín  muchas  veses.  Pero,  mia  tú  lo  que  son 
las  cosas...  y  es  una  tontería...  Se  me  repre- 
senta más  como  la  vi  una  vé — de  esto  hase 
mucho  tiempo;  no  sé  ni  cómo  se  me  haqueao 
grabao — que  venía  eya  con  dos  arfileres  ne- 
gros en  la  boca  pa  que  tú  le  sujetaras  una 
sinta  ar  cueyo.  «Chiquiya,  quítate  de  ahí 
esos  arfileres»,  le  dije  yo.  Y  eya  no  me  hiso 
caso  y  se  fué  á  buscai^tc;  y  no  pasó  más:  ya 


-  48  - 

ves  tú  qué  co«a  pa  que  á  mí  no  se  me  haya 
caío  der  pensamiento...  Pos  sin  embargo, 
siempre  que  la  veo  la  tengo  e  vé  con  los  dos 
arfíleres  en  la  boca... 

AsuN .  Pos  yo  la  veo  á  toas  horas  y  de  toas  mane- 

ras; pero,  sobre  to,  atravesando  er  patio  eya 
sólita,  con  la  regaera  pa  regá  sus  flores... 
¡Bastante  que  la  tienen  de  echa  de  menos! 

Man.  Oye:  un  día  me  enfadé  con  eya  y  le  pegué... 

y  eso  tampoco  se  me  orvía  ..  ¿Te  ha  pasac  á 
tí?  Porque  á  mí,  ca  vez  que  lo  recuerdo  me 
duelen  en  er  corasón  los  gorpes  que  le  di  á 
la  pobresita. 

A  SUN.  Argo  asín  tengo  yo  también  sobre  mi  arma. 

Otro  día...  er  día  der  santo  e  su  agüela  me 
paese  que  fué...  me  pidió  una  cosa. que  no 
recuerdo  lo  que  era,  y  yo  no  quise  dársela.. . 
y  se  echó  á  yorá  y  estuvo  yorando  toa  la 
noche...  Y  yo  sin  darle  lo  que  quería,  ¿te 
paese?  ¡No  me  lo  perdono!  ¡A jola  Dios  me 
trajera  ar  pensamiento  lo  que  me  pidió  el 
arma  mía,  pa  gastarme  en  comprárselo  to  lo 
que  tengo! 

Man  .  Y  ya,  ¿pa  qué? 

AsuN.  Verdá;  ¿pa  qué?  (Lloran  on  silencio.)  La  otra 

mañana,  la  mañana  que  biso  er  mes  que  se 
yevaron  á  la  pobresita,  me  quedé  aquí  un 
poco  adormila,  porque  no  había  pegao  los 
ojos  en  toa  la  noche,  y  soñé  con  e3'a...  Se  me 
presentó  de  pronto  mu  alegre,  riéndose  mu- 
cho, con  aqueya  risa  que  tenía  que  era  como 
un  amánese,  y  me  dijo,  dise:  «Mamá,  no 
yore  usté;  ¿no  está  usté  viendo  cómo  yo  me 
río?  Si  yo  gorveré  á  casa...  No  me  he  muerto 
más  que  pa  que  usté  y  papá  se  ajunten.  En 
cuantito  que  se  ajunten  ustedes  güervo  yo.» 
¡Hija  del  arma!  ¡No  se  le  caía  de  la  imagi- 
nasión  la  idea  de  ajuntarnos! 

Man.  ¡y  lo  ha  conseguío!...  ¡Pero  cómo!... 

A  SUN.  Luego  seguimos  hablando  de  la  má  de  co- 

sas: 3^egó  á  haserme  reí.  .  Como  tenía  aque- 
yas  ocurrensias...  Me  preguntó  por  Bartoliyo 
er  siego,  por  su  maestra,  por  er  rosa  de  té... 
A  to  esto  ya  había  cambiao  de  traje,  y  esta- 


-de- 
ba elante  mía  como  er  día  que  la  retrata- 
mos: en  la  misma  postura  y  to:  con  er  vestío 
seleste,  los  sapátitos  escotaos,  er  mantón  de 
Manila  que  le  compraste  tú  por  feria,  las  ro- 
sas en  er  pelo... 

Maí:  .  ¿Ande  tienes  tú  er  mantón  de  ]\Ianila? 

AsüN ,         Metió  en  un  cajón  de  mi  cómoda,  con  to  lo 
suyo. 

Man  .  Tres  veses  na  más  se  lo  puso  sobre  los  hom- 

bros... '^ 

AsuN.  Tres  veses  pa  más. 

Man  .  ¡Daba  gloria  verla  cuando  se  lo  ponía!  Pae- 

sía  un  manojo  e  llores  que  echaba  anda. 

AsuN.  Lo  paresía  V  lo  era...  ¡Qué  coló  la  suya!  ¡qué 

ojos  tan  bonitos!  ¡qué  mata  e  pelo'...  ¡qué 
anda,  que  no  se  la  sentía!...  Antié  por  la  tar- 
de me  asomé  un  momento  á  la  puerta  y  paí-é 
un  mal  rato...  Figúrate  que  vi  vení  pa  acá  á 
una  chiquiya  que  era  toa  la  nuestra...  toa  la 
nuestra,  Munué:  su  hechura  toa,  tos  sus  mo- 
vimientos, er  braso  izquierdo  hasiendo  asín, 
como  eya  sabes  tú  que  lo  movía...  Luego, 
cuando  se  fué  asercando  á  mí,  ya  se  paresía 
mucho  menos...  y  cuando  pa.só  por  elante 
mía  ya  era  mu  diferente...  ¡Como  Pilita  no 
hay  otra  en  er  mundo!  Pero  lo  que  es  ar 
prinsipio,  Manué,  cuando  me  paresió  nues- 
tra hija,  me  quedé  como  er  marmo,  me  dio 
una  sacudía  er  corasen  )•  me  agarré  á  la  idea 
de  que  era  Pihta. .  Pilita...  Pihta  que  no  se 
había  muerto. 

Man.  Como  que  paese  que  no  nos  ha  dejao,  que 

está  en  toa  la  casa,  que  la  «vamos  á  ve  salí 
\)OY  toas  las  puertas....  ¿Querrás  creé  que  esta 
mañana,  ar  tiempo  e  vestirme,  la  yamé  una 
vez  por  su  nombre?  ¡Pilita! 

AsuN.  Yo  también  la  he  yamao  más  e  dos  ve- 

.ses... 

Max.  y  se  me  figuró  que. desde  er  patio  me  con- 

testaba: «¡Ya  voy!>' 

AsuN.  jY  á  mí  tambiénl 

M  Ax .  ¿Y  oiría  reí?  ¿no  la  oyes  tú  reírse? 

AsuN.  ¡La  oigo  y  la  veo!  Miá  que  cuando  le  entra- 

ba la  i'isa...  i.Tdsñ!  ATc  nciicvdd  un  día  c  So- 


—  ro- 
mana Santa,.,  ¡lo  que  nos  reimos  las  dos!... 

(Llorando  y  riendo  a  la    vez.)   «PÜita — Salí  yo   á 

}3reguntarle— ¿tú  has  visto  mi  peina?»  Y  eya 
empesó  á  reirse.  «No  te  rías  y  contesta,  chi- 
'  quiya»,  le  dije  yo.  «¿Has  visto  mi  peina?»  Y 
eya,  ¡risa  y  más  risa!  «¿Pero  de  qué  te  ríes, 
criatura?»  ¡Y  risa  y  más  risa!  «¿La  has  es- 
condió quisa?»  Y  se  hasía  una  madeja  rién- 
dose, y  yo  ya  no  podía  contenerme,  y  me 
reía  también  de  verla  reí  con  aqueyas  ga- 
nas, y  to  se  me  gorvía  preguntarle:  «Pero, 
chiquiya,  ¿y  la  peina?»  ¡Y  risa  y  más  risa! 
«¿Ande  has  puesto  mi  peina?»  ¡Y  risa  y  más 
risa!  Hasta  que  vi  que  la  tenía  3^0  misma  en 
lo  arto  er  moño...  ¡y  entonses  sí  que  nos  rei- 
mos las  dos!...  (Llora  largamente.  Manuel  también 
llora  en  silencio.  Óyese  á  poco  hacia  la  calle  la  guitarra 
de  Bartolillo,  que  toca  un  aire  popular.  Al  oiría  se  es- 
tremecen los  dos  y  se  levantan  con  tremenda  alegría 
creyendo  que  Pilita  llega  del  colegio.  La  alucinación 
dura  sólo  un  instante,  al  ir  ambos  hacia  la  ventana 
para  ver  á  su  hija,  el  punzante  y  doloroso  recuerdo  de 
la  realidad  los  detiene.  La  guitarra  sigue  sonando  hasta 
el  final.) 

A  SUN.  ¡Ahí  está! 

Man.  ¡Ahí  está  i 

AsüN.  Pero...  ¿ande  vamos? 

Man.  ¡Josú!...  ¿Qué  ha  sío  esto?... 

A  SON.  ¡No  toques,  Bartoliyo,  no  toques!...  ¡Si  ya  no 

viene!... 

Man.  ¡Si  ya  no  viene  más!... 

AsuN.  Y  eso  que  estamos  juntos...  juntos... 

Man  .  (Abrazando  á  Asunción.)  jMu  jUntos!.. 

AsUN.  ¡Como  eya  nos  quería!  (Lloran  abrazados.) 


FIN 


Madrid,  Noviembre,  1900. 

A' 


OBRAS  DE  LOS  MISMOS  AUTORES 


Esgrima  y  amor,  juguete  cómico. 

Belén,  12,  principal,  juguete  cómico. 

Gilito,  juguete  cómico  lírico. 

La  media  naranja,  juguete  cómico. 

El  tío  de  la  flauta,  juguete  cómico. 

El  ojito  derecho,  entremés  (2.*^  edición). 

La  reja,  comedia  en  un  acto.  (2.*  edición). 

La  buena  sombra,  sainete  en  tres  cuadros.  (4.*  edición  ) 

El  peregrino,  zarzuela:  cómica  en  un  acto. 

La  vida  intima,  comedia  en  dos  actos.  (2.»  edición) 

Z¿>s  borrachos,  sainete  en  cuatro  cuadros. 

El  chiquillo,  entremés.  (2.a  edición). 

Las  casas  de  cartón,  juguete  cómico. 

El  traje  de  luces,  sainete  en  tres  cuadros. 

El  patio,  comedia  en  dos  actos. 

El  motete,  entremés  con  música. 

El  estreno,  zarzuela  cómica  en  tres  cuadros. 

Los  Galeotes,  comedia  en  cuatro  actos. 

La  pena,  drama  en  dos  cuadros. 


SERAFIN  i  JOAQUÍN  ÁLVARBZ  QUINTERO 


Lia  azotea 


COMEDIA  EN  UN  ACTO 


^ 


SSaTTNSA  EDICIÓN 


SOCIEDAD  DE  AUTORES  ESPAÑOLES 
Uúñmm  ám  Balkoa,  12 

leoe 


JUA    A^O'TGA. 


Esta  obra  es  propiedad  de  sus  autores,  y  nadie  po- 
drá, sin  su  permiso,  reimprimirla  ni  representarla  en 
España  ni  en  los  países  con  los  caales  se  hayan  cele- 
brado, ó  se  celebren  en  adelante,  tratados  internacio- 
nales de  propiedad  literaria. 

Los  autores  se  reservan  el  derecho  de  tradacoión. 

Los  comisionados  y  representantes  de  la  Sociedcíd  de 
Autores  Españolee  son  los  encargados  exclusivamente 
de  conceder  ó  negar  el  permiso  de  representación  y 
del  cobro  de  los  derechos  de  propiedad. 


Droits  de  représentation,  de  tradaction  et  de  repro- 
duction  reserves  pour  tons  les  pays,  y  compris  la  Sa^ 
de,  la  Norvége  et  la  HoUande. 


Queda  hecho  el  depósito  que  marca  la  ley. 


LA  AZOTEA 


COMEDIA  EN  UN  ACTO 


SBRAFlN  >  JOAQUÍN  ÁLVAREZ  (¡DINTEaO 


Estrenada  en  el  TEATRO  LAR  A  el  7  de  Febrero  de  1901 


SEGUNDA  EDICIÓN 


MADRID 

B.  Velasoo,  Impresor,  Marqués  de  Santa  Ana,  U 

TtUfoHo  número  BSt 

1909 


A  nuestros  queridos  amigos 

Jfieves  Suárez  y  ]uan  Jalaguer 


-Os  acordáis  de  El  tío  de  la  flauta?  Seguramente  si. 
A  nosotros  no  se  nos  olvida  su  estreno. 

Pensamos  entonces  juntar  algún  día  vuestros  nom- 
bres en  la  primera  página  de  una  obra  nuestra  que 
estrenaseis  los  dos.  Hacerlo  en  aquella  ocasión  signi- 
ficaba  gratitud  y  amistad.  Hacerlo  hoy  significa  amis- 
tad^ gratitud...  y  memoria. 

Vayan,  pues,  aquí  en  testimonio  de  todo  eso,  y  de  la 
profunda  admiración  que  vuestro  arte  excepcional  nos 
inspira. 

Vuestros  siempre. 


Kj/r^a/¿>!.    y     jf'O'Cfa 


12  Fibrera  igoi. 


REPARTO 


PERSONAJES  ACTORES 

ESPERANZA Seta.  SuAbez. 

RUFINA DoMis. 

DOÑA  FLOR Sba.     Valvebdk. 

MANUELA - Seta.  Feros. 

DON  ISAÍAS Sr.       Balaguer. 

DON  BALDOMERO Labra. 

CURRO  CAMPOS Santiago. 

LUISITO Srta.  García  Sekka. 

ANTONIO Mauri. 

UN  VENDEDOR Sb.       Vais. 


Todos  los  personajes  hablan  con  acento  andaluz,  sin  máB 
diferencias  que  las  establecidas  por  su  distinta  condición. 


LA  AZOTEA 


Azotea  de  casa  de  don  Isaías,  on  Sevilla. 

A  la  derecha  del  actor  nu  muro  bajo,  en  el  cnal  esta  la  puerta  de  en- 
trada, que  es  de  una  sola  hoja,  y  al  que  sirve  de  remate  un  teja- 
dillo.—A  la  izquierda  otro  muro,  más  alto  que  aquel,  pero  meaos 
ancho,  con  una  ventana  sin  reja.— En  el  foro,  cerrando  el  escenario 
por  la  derecha,  pretil  que  da  á  la  calle,  y  al  cual  corta  á  la  izquier- 
da un  ángulo  de  la  azotea  de  doña  Flor.— El  piso  de  esta  azotea 
está  al  mismo  nivel  que  el  pretil  de  la  de  don  Isaías,  y  por  entre 
ella  y  el  muro  de  la  izquierda  hay  paso  al  palomar.— En  primer  tér- 
mino, de  un  lado  á  otro  y  paralela  al  foro,  una  baranda  fina  de 
hierro  pintada  de  verde,  que  se  supoue  que  da  al  patio  de  la  casa. 

Colocadas  en  hilera  sobre  los  pretiles,  macetas  de  claveles,  nardos  y 
rosas.  Las  paredes  blancas.  En  la  mas  alta  de  las  del  foro  una  pa- 
lomilla de  madera  con  varias  macetas  de  rosas  y  claveles  también. 
8aelo  de  ladrillos.  En  el  rincón  de  la  derecha  una  regadera,  nn 
cajón,  una  maceta  rota  y  una  escoba.  Del  primer  término  de  la  de- 
recha al  pretil  más  alto  del  foro,  un  cordel  con  lopa blanca  tendida. 

Al  fondo  ei  cielo  azul  de  una  tarde  de  primavera. 

La  acción  empieza  antes  de  la  puesta  del  soi.  Poco  á  poco  va  oscu- 
reciendo y  á  la  terminación  de  la  comedia  ilumina  el  escenario  la 
luz  de  la  luna. 


Manuela    descuelga  la  ropa    tendida  en  el    cordel  y  la 

echa  en  una  canasta  que  tiene  junto.  Hacia  la  izquierda 

suena  un  pasacalle  popular  tocado  en   una  bandurria. 

Man.  Después  de  oir  la  bandurria  durante  unos  momentos. 

¡Qué  contento  está  hoy  er  vesino  de  la  ban» 
durria!  ¡Y  qué  pesao  ge  pone  argunas  ve- 
863!  |Jo8Ú!...  Dos  horas  yeva  ya  con  ese  pa- 


—  8  — 

sacaye...  Aunque  le  cogiera  un  coche  er  deo 
gordo  no  se  perdía  na. 

Sale  don  Isaías  del  palomar  en  mangas  de  camisa,  con 
nna  brocha  de  pintar  en  ia  mano. 

D.  Is^.        Oye,  Manuela,  ¿dónde  está  Guadalupe? 
Man.  Abajo  en  er  patio  con  los  niños. 

D.  Isa.  Voy  á  ver  si  me  sube  un  refresco,  que  esta 
tarea  de  la  pintura  del  palomar  me  fatiga 

mucho,  l^légase  6.  la  baranda  que  da  al  patio  y  mi- 
rando hacia  abajo  grita:  ¡Guadalupe!...  ¡Guada- 
lupe!... ¡Tráeme  una  naranjada  de  limón! 

Man.  Deje  usté;  yo  iré  ahora.  Ya  estoy  acabando. 

D.  Isa.  Dios  te  lo  pagará,  hija  de  mi  alma...  ¡Qué 
hermosa  está  la  tarde!...  Esta  Sevilla  en  pri- 
mavera es  un  paraíso.  Aspirando  el  aire  con  de- 
licia. Hasta  aquí  llega  el  azahar  de  la  Plaza 
del  Triunfo.  Hace  uno  así...  respira  fuerte... 
y  se  perfuma  el  interior. 

Man.  De  noche  se  pierde  aquí  er  sentío,  señorito. 

Entre  las  rosas,  los  claveles,  el  asahá  de  los 
alreores  y  las  marnolias  der  jardín  de  ar 
lao,  hay  pa  morirse  e  gusto. 

En  la  calle,  un  Vendedor,  pregona  con  voz  gangosa  y 
fuerte.  Es  uno  de  esos  á  quienes  no  se  les  entiende  lo 
que  pregonan  ni  aun  yendo  del  brazo  con  ellos. 

Ven.  ¡A...a...o...o...o...  a... a.. o!...   ¡Y...a...  e...a...  o... 

a...  i. ..o...  a...a..ooo! 

D.  Is\.  Apenas    lo  oye,  se   asoma    al  pretil  que    da  á  la    callo 

poseído  de  extraña    curiosidad.    Ya    va    ahí    eSC... 

¡Jinojo  con  el  tío!  Me  va  á  sacar  el  sol  de 
la  cabeza...  ¿Qué  diablos  venderá?  Mo  le  en- 
tiendo una  palabra  de  lo  que  pregona... 
¡Mire  usted  que  es  mucho!  A  ver  si  lo  repi- 
te... ¡Cal  Basta  que  uno  quiera,  para  que... 

De    pronto    mira    hacia  el  palomar  y  grita    enfadado. 

¡Niño!  ¡Luis!  ¡Bájate  del  tejado  ahora  mis- 
mol 

Luí.  Desde  dentro.  ¡Si  68  que  se  nos  ha  enredado 

el  pandero! 

D,  Isa.        ¡No  me  incporta!  ¡Bájate! 

Man.  Er  demonio  son  esos  arrastraos. 

D.  Isa.  Trae  acá  la  guita,  Antoñito.  Vamos  á  ver  si 
yo  lo  desenredo.  Todas  las  tardes  hemos  de 
tener  fiesta. 


—  9  — 

Salen  por  la  izquierda  Antonio  y  Luis.  Antonio  le 
da  Á  don  Isaías  el  ovillo  de  guita  de  una  cometa  que 
han  remontado,  y  don  Isaías  principia  á  tirar  de  la 
guita  en   todas  direcciones. 

Ant.  Tenga  usted. 

D.  Isa.        Aganadillo  me  parece  que  está...  Je,  je...  Me 

estoy  transportando  á  los  días  de  mi  niñez 

dorada. 
Luí.  Dale  guita,  papá,  dale  guita. 

D.  Isa  .        Déjame  tú  á  mi,  hombre,  que  yo  sé  lo  que 

hago. 
Ant.  ¡Que  se  va  á  quedar  allí  la  cola! 

Luí .  ¡Tire  usted  para  acá! 

Ant.  ¡Adiós!  ¡ya  se  le  hizo  un  boquete! 

Luí.  ¡Dale  guita! 

D.  Isa.         ¡Qué  guita  ni  qué!...  Si  sabré  yo  cuando  hay 

que  dar  guita.   Ya  lo  tenéis  libre...  ya  está 

fuera.  Toma,  Luis. 
Luí.  ¿Lo  remontamos  más,  Antonio? 

Ant.  No,  no;  recoge  ya,  que  tengo  yo  que  irme  á 

mi  casa. 
D.  Isa.         Sí,  si;  recoge. 

ÍjUI.  Lía  lú.  Le  da  el  ovillo  á  Antonio,   el  cual  va  liando 

la  guita  qne  recoge  Luis  á  medida  que  tira  del  pande- 
ro. A  poco  está  este  eu  la  azotea. 

D.  Isa.  Y  mañana  me  hacéis  el  favor  de  no  subir 
aquí  á  remontarlo  ni  á  enredar.  Os  vais  á  la 
Puerta  de  la  Barqueta...  que  allí  hay  más 

espacio.  Vuélvese  al  palomar. 

Ant.  Entonces  me  lo  llevo  yo. 

Luí.  Bueno,  llévatelo.  Yo  iré  á  tu  casa,  y  de  allí 

nos  iremos  al  río.  Mejor,  ¿verdad? 

Ant.  ¡Digo! 

Luí.  En  voz  baja.  Oye,  ¿tienes  ahí  un  cigarro? 

Ant.  Lo  mismo.  Tengo  dos.  ¿Los  quieres?  Yo  le  co- 

geré más  á  mi  tío  Curro. 

Luí.  Dámelos:  que  no  te  vea  esa.  ¿Y  fósforos,  tie- 

nes? 

Ant.  Sí.  Toma  esta  caja.  Yo  le  cogeré  más  á  mi 

tío  Pedro. 

D.  Isa.  Llamando.  ¡Luisito! 

Luí.  ¡Voy!...  Hasta  mañana,  tú. 

A.nt.  Hasta  mañana.  Desde  mañana  ya  entrare- 

mos en  Latín,  ¿eh? 


—  10  — 

Luí.  Y  si  no  desde  mañana,  desde  pasado,  otra 

vez  en  voz  baja.  Escuclia;  pásate  por  la  cocina 
como  distraído  al  tiempo  de  irte,  y  ya  verás 
qué  cocinera  de  Chiclana.  ¡Tu  tipo!  Corre  ai 

palomar. 
Ant.  Se  echa  el  panelero  á  la  espalda,   el  lío  de  la  cola  en 

uua  mano  y  en  la  otra  el  ovillo  de  guita,  y  se  va  por 
la  puerta  Ge  la  azotea  cantando. 

Me  tiraste  cuatro  tientos 
por  ver  si  me  blandeaba... 

Man.  ¿Le  párese  á  usté  er  mono  ese?...  Sabe  más 

que  un  guiso  e  conejos.— ¡Vaya  una  ropa 
que  ha  lavao  la  lavandera  esta  semana!  To 
se  lo  arregla  con  añí.  Y  es  que  no  se  quié 
estropea  Jas  muñecas  refregando.  Es  mu  se- 
ñorita. 

Esperanza,  abstraída,  sale  por  la  puerta  de  la  azotea  y 
se  asoma  al  pretil  que  da  á  la  callo.  Luego  corta  dos  ó 
tres  rnmitas  secas  de  las  macetas  de  claveles.  Después  se 
apoya  en  la  baranda  del  patio,  donde  se  queda  pensa- 
tiva. Manuela  la  observa. 

Esp.  ¡Tres  correos  ya  sin  carta  suya!...  Y  el  que  ha 

llegado  esta  tarde  no  me  la  trae.  ¡¿í,  sí  me  la 
traerá:  me  lo  da  el  corazón...  Es  verdad  que 
el  corazón  no  hace  más  que  repetir  los  de- 
seos de  una. 

Man.  No   maquine   usté,   señorita;   no   maquine 

usté.  Er  de  usté  güerve. 

Esp.  ¿Crees  tú...'? 

Man.  ¡Er  de  usté  güerve!  Pero  ¿ha  visto  usté  qué 

de  penas  se  pasan  queriendo  á  un  marino? 

Esp.  No  son  pocas,  no. 

Man.  Sin  embargo,  usté  no  se  apure,  que  er  de 

us-té  güerve. 

Esp.  Pues  si  vuelve  el  mío  vuelve  el  tuyo  tam- 

bién. Van  en  el  mismo  barco... 

Man.  Es  que  yo  di  el  encargo  de  que  ar  mío  lo  ti- 

raran al  agua. 

Esp.  Déjame  de  historias. 

Man.  Lo  que  usté  oye,  señorita:  estoy  ya  hasta  los 

pelos  de  gente  de  má.  No  saben  regala  más 
que  armejae. 


—  11  -- 

Esp.  Mira  que  no  tengo  ganas  de  oir  tonterías. 

Manuela  coge  la  canasta  con  la  ropa  y  Jtiace  que  se  va 
y  vuelve. 

Man.  Escuche  usté,  señorita  EsperanFa:   lo  soñé 

anoche  y  va  á  sah:  esta  tarde  resibe  usté 
una  carta  dar  tamaño  de  un  carté  de  Toros: 
ar  tiempo.  Va  á  yegá  otra...  y  la  va  á  coge  á 
usté  leyéndola  toavía.  i'  eso  que  er  señorito 

Luis  tiene  1ü  letra  clara.    Vase   ai  interior  de  la 

casa. 

Asoma  Rufina  al  pretil  de  la  azotea  de  doña  Flor. 

RuF.  ¿Esperanza? 

Esp.  Hola,  Rufinilla. 

RuF  ¿Kn  qué  piensas,  mujer? 

Esp.  Ya  puedes  figurártelo.  ¿Para  qué  me  lo  pre- 

guntas si  lo  sahes? 

RuF.  No  te  preocupes,  tonta,  que  hoy  tendrás 

carta  de  Luis. 

Esp.  Dios  te  oiga. 

Ri'F.  Oye,  ¿S'íbes  que  estás  muy  fea  con  la  raya 

en  medio? 

Esp.  Pues  me  ganas  tú  con  la  raya  al  lado. 

RuF.  Te  diré:  no  creas  c,ue  me  la  he  puesto  á 

humo  de  pajas.  El  peinado  de  raya  es  muy 
llamativo...  y  á  mí  me  está  haciendo  mucha 
falta  que  me  salga  un  novio. 

Esp.  ¡Mujer! 

RuK.  Asi  se  lo  he  dicho  al  cura  esta  mañana.  Se 

puso  por  las  nubes,  pero  yo  se  lo  dije.  ¿Tú 
no  consideras  que  estoy  en  ridículo  sin  no- 
vio? ¿Qué  muchacha  á  los  veinte  años  no  ha 
tenido  pir  lo  menos  un  pai?  Pues  yo,  nada, 
ni  une:  ¡pero  ni  uno!  Ni  un  mal  pretendien- 
te siquiera.  No  es  aquello  de  decir  que  tuve 
proporciones  y  que  no  cuajaron.  ¡Es  que  ni 
por  casualidad  me  ha  seguido  ninguno! 

Esp.  Mejor  estás  así.  Mírate  en  mi  espejo,  y  no 

desearás  tanto  tener  novio... 

R'JF.  iSi,  sí;  eso  dices  tú  ahora.  Tú  sufres,  pero 

sufres  á  gusto.  La  ausencia  se  acaba.  ¡Ojalá 
me  saliera  á  mí  un  novio,  aunque  estuviera 
en  otro  planeta! 

Esp.  iQué  cosas  dices,  Rufinilla! 

RuF.  Ponte  tú  en  mi  caso,  mujer.  Yo  no  soy  exi- 


—  12  — 

gente,  no  creas:  yo  no  quiero  que  me  salga 
ninguno  para  casarme.  Bueno,  quererlo  sí  lo 
quiero,  ya  se  ve.  Pero  ahora  no;  ahora  con 
un  noviazgo  de  nueve  d^as  me  daba  por  con- 
tenta. La  cuestión  es  que  cuando  se  hable 
de  estas  cosas  entre  las  amigas,  pueda  una 
decir:  «Cuando  yo  estuve  en  relaciones  con 
Fulanito...» 

Esp.  ¿Tienes   más   que   decirlo  aunque    no  sea 

verdad? 

RuF.  Si,  sí;  cualquiera  se  la  da  á  las  amigas,  que 

llevan  al  dt^dillo  el  alza  y  baja...  «Fulana, 
uno;  Mengana,  dos;  Zutana,  tres;  Perengana, 
ninguno,  ni  por  donde  le  venga.»  Perengana 
soy  yo. 

Esp.  Soltando  la  risa.  ¡.Ja,  ja,  ja!   Has  conseguido 

hacerme  reir. 

Vuelve  Manuela  con  un  vaso  de  refresco  en  la  mano 
y  se  va  al  palomar. 

RuF.  Te  advierto  que  he  estado  en  el  paseo  con 

l'epita  y  su  madre,  y  he  vuelto  hecha  una 
furia.  Porque  si  yo  fuera  un  mamarracho... 
bien  estaría,  pero...  Vamos  á  ver  ñ  no  me 
sobra  la  razón.  Tú  conoces  á  la  de  Gamarra: 
tamaña  así;  verdosa;  con  la  cara  más  ancha 
por  abajo  que  por  arriba;  que  parece  una 
pera.  ¡Pues  le  ha  salido  un  novio! 

Esp.  ¿Qué  me  cuentas,  mujer? 

RuF.  E-<  verdad  que  el  novio  es  una  batata  con 

sombrero,  ¡pero  le  ha  saliilo! 

Esp.  Volviendo  á  reir.  ¿Y  para  quA  quieres  tú  que 

te  pida  la  conversación  una  batata? 

RuF.  Si  hay  más  todavía.  ¿Recuerdas  aquel  mu- 

chacho alto,  moreno,  de  ojos  grandes,  un 
poco  bizco,  que  parecía  que  tenía  la  barba 
de  astracán? 

Esp.  ¿Diego  Ramírez? 

RuF.  El  mismo.  ¿Con  quién  dirás  que  está  en  re- 

lacione-? 

Esp.  ¿Con  quién? 

RuF.  ¡Con  una  tía  suya!  Dime  tú  á  mí  si  eso  no 

es  una  infamia.  Te  advierto  que  su  tía  no  es 
una  tía  fresca.  Vamos,  quiero  decir  que  es 
ya  jamona  y  muy  jamona.  Así  de  gorda,  no 


—  13  — 

exagero.  Una  ballena.  Mira;  en  el  barrio  de 
Santa  Cruz  tiene  dos  visitaB,  y  siempre  que- 
da mal  con  ellas,  porque  no  puede  entrar 
por  aquellas  calles.  ¿Tú  ves  á  mi  tia  Flor? 
¡Pues  tres  veces  más  gordal 

Eep.  ¡Ave  María  Purísima!  Pero  ¿en  qué  está  pen- 

sando ese  muchacho?  ¿Ea  rica  la  tía? 

RüF.  ¡Quiál 

Esp.  Pne?,  hija,  como  no  piense  hacer  embucha- 

do?, no  lo  entiendo. 

Sale  Manuela  del  palomar  con  el  vaso  de  refresco  vacio 
y  Toelve  al  interior  de  la  casa. 

RüF.  Luego,  esta  es  otra:  la  mía  no  hace  más  que 

decirme  que  yo  no  tengo  gancho.  Ella  le 
llama  tener  gancho  á  salir  como  sale  por 
ahí:  de  máscara. 

Es?.  Chiquilla,  por  Dio?;  no  digas  eso  de  tu  tía... 

RüF.  Pero  ¿tú  sabes  lo  harta  que  me  tiene?  Voy 

materialmente  corrida  al  lado  suyo.  Llama 
la  atención.  Ayer  iba  para  matarla:  se  pusa 
la  falda  amarilla,  la  manteleta  blanca  y  el 
sombrero  de  pavo  leal.  Y  luego  ¡eche  usted 
lazos  de  todos  colrre^!  No  fuimos  á  la  cárcel 
por  milagro  de  San  Antonio.  Vamos,  una 
cigarrera  que  pasó  por  junto  á  nosotras  me 
tocó  en  el  hombro  y  me  dijo:  «¿Se  rifa  esta 
señora?» 

Es?.  Riéndose  La  verdad  es  que  va  por  ahí  como 

los  carros  de  Torrijos. 

Rur.  Pues  aún  podría  pasar  si  no  hablara.  A  mi 

me  ataca  los  nervios  su  de.«?eo  de  hacerse  la 
andaluza  y  de  tener  gorpes,  como  ella  dice. 
No  puedo  resistirla,  vamcs. 

Es?.  En  eso  de  los  gorpes  estamos  completamente 

de  acutrdo.  Yo  compadezco  á  tu  pobre  tío» 
¡Mira  que  cuarenta  y  dos  años  aguantando 
gorpes! 

KüF.  Eée  sí  que  es  digno  de  lástima.  Un  verda- 

dero mártir.  Mirando  hacia  la  izquierda.  Ella  vie- 
ne ahi.  Le  pediré  permiso  para  irme  á  acom- 
pañarte un  rato. 

Esp.  Anda,  sí,  í-L 

RuF.  Tía,  ¿oye  usted? 

D.a  Flor    Dentro.  Oigo.  ¿Qué  quieres? 


—  14  - 

tluF.  Que  me  voy  con  Esperancita  un  njomentc. 

Sale,  doña  Flor  á  su  azotea. 

D.*i  Fioi<  Anda  con  Dios,  rabo  e  lagartija.  Güeñas  tar- 
des,  pimpoyo. 

Esp.  Doña  Flor,  buenas  tardes.  (¡Jesús,  qué  ma- 

marracho de  señera!) 

RUF.  Voy    en    seguida.    Fijándose   un  momento   en  su 

tía.  (^¡Ay,  válgame  Dios,  cómo  se  ha  puesto 

hoy!  Parece  el  as  de  COpa8.)Vase  por  la  izquierda. 
Doña  Flor,  efectivamente,  es  un  mamarracho.  Vieja 
recompuesta,  con  toda  la  frente  llena  de  rizos  con- 
trahechos, patillitas  flamencas,  mucho  colorete  y  un 
traje  chillón  y  escandaloso.  Habla  con  afectación  in- 
soportable, exagerando  la  pronunciación  andaluza.  Es 
uno  de  esos  tipos  que  desacreditan  la  tierra  de  María 
Santísima,  y  que  creen  que  son  una  salina  por  el  solo 
hecho  de  haber  nacido  allí. 

Esp.  Usted  siempre  tan  guapa,  doña  Flor. 

D.a  Flor     Vistosa,  hija,  vistosa;  un  poquiyo  vistosa  na 

más.  Reatos  der  pasao .  Ande  ha  habió  un  cas- 

tiyo  siempre  quean  ruinas.  Soy  un  só  que  se 

])one. 
Esp.  Un  sol  que  se  pone...  (¡Pero  cómo  se  pone. 

Dios  mío!  No  hay  por  donde  cogerla)  De 

todos  modos  el  sol,  se  ponga  ó  no  se  ponga, 

siempre  es  bonito. 
D.íi  Flor     /Salameriya! 
Esp.  (Yo  he  visto  á  esta  señora  en  las  Figuras  de 

cera;  no  me  cabe  duda.) 
D.a  Ff.oR     ¿Cómo  anda  er  garlochí,  Esperansiya  e  mi 

arma? 
Esp.  ¿El  qué? 

D.íi  Flor     Er  garlochí,  er  corasonsiyo,  el  horno  e  los  que- 

reles. 
Esp.  ¡Ah,  ya!...  (¡Ay,  qué  señora  de  mis  pecados!) 

¡Pues  así,  así  anda... 

Don  Isaías  sale  del  palomar,  picado  de  la  curiosidad 
qué  lo  consume. 

D.  Isa.        Ea,  ya  no  pinto  más  esta  tarde...  ¿Con  quién 

hablabas  antes,  nena? 
Es?.  ¿Antes?  Con  Rufinita. 

D.  Isa.        ¿Con  Rufinita?  ¿Y  de  qué,  de  qué  hablaban 

ustedes? 
Esp.  Papá,  de  nuestras  cosas...  de  tonterías... 


-  16  — 

D.  Isa  ¿De  tonterías?...    Eso    no   es   decir    nada... 

Apartándose  de  repente  de  ella  y  mirando  desde  el 
pretil  hacia  la  derecha  del   fondo  con  gran  curiosidad. 

¡Jinojo!  ¿qué  le  está  echando  á  los  claveles 
aquella  mujer?  Ven  acá,  hija  mía,  ven  acá. 
¿Qué  es  aquello  que  le  está  echando? 
Esp.  ¡Será  mantillo. 

D.  Isa.  sin   dejar  de    mirar  hacia  el  mismo  punto.    No,  DO 

es  mantillo...  ¡Pues  si  eso  es  lo  grande,  que 

no  es  mantillo!  Si  parece  harina  .. 
Esp.  Pero  ¿á  nosotros  qué  nos  importa,  vamos  á 

ver? 
D.  ÍSA  ¡Yo  te  apuesto  lo  que  quieras  á  que  no  es 

mantillo! 
D.a  Flor    ¡Josú,  don  Isaías!  Es  asté  más  curioso  que 

un  guarda  e  consumos. 
Ü.  lijA  ¡Carumba!  ¡no  la  había  visto  á  usted,  señora! 

D.¡^  Flor     Quié  asté  eikerarse  de  ío,  le  importe  ó  no  le 

importe. 
D.  Isa  Por  eso  estoy  rabiando  por  averiguar  los 

años  que  usted  tiene.  Pero  me  quedo  con 

las  ganas. 
Esp.  (f^apá,  por  Dios...) 

D.a  Flor     Oiga  asté\  ¿qué  se  ha  creío  asté?  Le  ai-vierto 

asté  que  nadie  tiene  más  años  que  los  que 

representa.  ¿Se  entera  astéf 
D.  Isa.         ¡Pues  aviada  e:rtá  asté  ei  tiene  los  dos  ó  tres 

i-iglos  que  representa! 
D.a  Flor     Esperansiya,  cógele  un  peyizco  ar  desvergon- 

sao  de  tu  padre. 

D.  Isa.  incomodado  con  el  reflejo  de  un  espejillo  que  vuela 

hace  un  rato  en  toruo  de  él.    Hombre,  ¿quiéñ  me 

da  con  el  espejito  en  los  ojos? 
Esp.  Mire  usted  qué  gracia. 

D.  Isa.  Dirigiéndose   hacia   la    izquierda  y  gritando.   ¡Niño! 

¡niño!...  ¡alma  mía!...  ¿no  te  podías  meter  el 
espejito...  en  1í*  faltriquera? 

D.:«  Flor  Es  er  niño  de  doña  Rosa,  que  es  mu  charla- 
tán y  lo  ensierran  en  la  asotea  cuando  tiene 
la  madre  visita. 

D.  Isa.         No  sea  usted  mal  pensada,  doña  Flor. 

Se  oyen  hacia  la  izquierda  los  maullidos  roncos  é  ira- 
cundos de  dos  gatos  que  se  va^i  á  embestir  de  un  mo- 
mento á  otro.  Doña. Flor  da  un  grito  que  parte  el  alma. 


—  16  — 

D  a  Flor  ¡ Ay,  virgen  óe  los  Reyes! 

Esp.  ¿Qué  ocurre? 

D.»  Flor  ¡Cara-ancha  en  er  tejao! 

D.  Isa  ¿Cara-ancha? 

D.tt  Flor  Digo,  no;  que  es  Bombita.  Como  los  dos  son 

negros... 

D.  Isa.  ¡Ah,  ya!  ¡Se  trata  de  los  gatos!... 

E^p.  ¡Buena  gresca  traen,  doña  Flor! 

D.a  FlOK      Llamando  angustiada  á   «Bombita».    ¡MinO,  mifiO, 

mino!...  Ps,  ps,  ps...  ¡Ay,  Dios  mío  de  mi 
arma'  ¡Como  se  meta  Guerrita  con  é  lo  hase 
peasos! 

D.  Isa.         ¡Sevillanos  y  cordobeses  siempre  en  pugna! 

D.a  Flor  ¡Mino,  mino!...  ¡Bombita!  ¡Bombita!  ¡Bombi- 
ta!... Los  gatos  bufan  y  se  enredan.  Oyense  cada  vex 
más  maullidos,  agudos  y  roncos.  A  doña  Flor  se  la  pue- 
de ahogar  con  un  cabello.  ¡Ay!  ¡ayl  ¡que  me  lo 
matan!  ¡que  me  lo  matan!  ¡Si  son  dos  contra 
é!  ¡si  es  una  picardía!... 

Esp.  (¡Pero  á  esta  señora  hay  que  amarrarla!.  .) 

D.a  Flor  Pidiendo  auxilio.  ¡Reverte!  ¡Reverte!  ¿Ande  está 
Reverte? 

D.  Isa.        ¡Señora,  en  Alcalá! 

D.a  Flor     ¡Mino,  mino,  mino!...  ¡Fragosa!  ¡Fragosa! 

D.  Is».        ¿Es  alguna  gata? 

D.a  Flor  No,  señó,  que  es  mi  cosinera.  Gritando.  ¡Da 
en  er  fregadero  con  un  cuchiyo!...  ¡Tom», 
toma,  Bombita!,..  ¡Toma,  toma,  hijo  de  mis 
entrañas!...  ¡Ay,  ay,  ay!... 

D.  Isa.         ¡Doña  Flor,  por  María  Santísima! 

Luí.  Saliendo  del  palomar    con    una  honda  y  en  ella  nua 

china.  Verá  usted  cómo  yo  los  separo. 
Esp.  a  Luií.  (No  vayas  á  hacer  una  de  las  tuyas.) 

D.  Isa  También  á  Luis.  (Atízale  un  peñascazo,  á  ver 

si  lo  matas.) 

Luisito  dispara  la  china  al  grupo  de  «Bombita»  y  bus 
adversarios  con  lan  certera  puntería,  que  traa  un 
maullido  colectiro  de  dolor  y  de  cólera,  queda  disnelta 
la  reunión. 

D.a  Flor     ¡Ay!  ¡ay!  ¡Fiyo!  ¡granuja!  ¡Don  Isaías!  ¡mate 

asté  á  su  hijo! 
Esp.  ¡La  que  va  á  matarlo  soy  yo! 

I  Luisito  huye  de  su  hermana  y  esta  lo  persigue. 

D.a  Flor     ¡Mira  cómo  cojea!  ¡mira  cómo  cojea!...  ¡Mi- 


—   17   — 

no,  mino,  mino'...  \Señ&\easté  á  su  hijo,  don 
Isaía! 

D.  Isa.  ringiendo  severidad  y   enfado,    ¡Luislto,  ven    acá! 

Cogiéudoio  por  una  oreja.  ¡A  los  animales  no  se 
les  maltrata!  ¿Lo  oyes?  Otra  vez  que  hagas 
eso...   (¡le  pegas  la  pedrada  á  doña  Flor!) 
¡Anda  para  abajo! 
Luí.  Bueno,  papá,  bueno...  Descuide  usted...  des- 

cuide usted...  (¡Poquitas  ganas  que  le  tengo 

yo  á  esa  8?ñora!)  Vase  ai  interior  de  la  casa  aguan- 
tando la  risa. 

D.a  Flor  ¡Josú,  Josú,  qué  sojocasiónl  ¡Picaros  animales! 
Les  toma  una  cariño,  y  luego...  Mirando  hacia 

la  izquierda,  por  donde  se  supone  que  llega  á  su  azo- 
tea   una  visita,  y  en   tono  afectuoso.    ¡Ay,    á  qUlén 

tengo  aquí!...  ¡Tanto  güeno!... 

D.  Isa.        ^;Quién  es?  ¿quién  es? 

D.a  Flor  Despidiéndose,  Hasta  la  noche,  que  iré  ar  pa- 
tio un  ratito. 

I).  Isa.         Pero  ¿quién  es?  ¿quién  es? 

Esp.  Hasta  la  noche,  doña  Flor. 

D.a  Flor  No  me  digas  doña  Fió,  Esperansñja;  por  tu 
salusita  te  lo  pío.  Di  me  Fió,  Fió,  Fió. 

Es*».  Ea,  pues  vaya  usted  enhorabuena.  Fió. 

D.a  Flor     Así  me  gusta. 

D.  Isa.  Aquí  del  cuento.  «¿Usted  se  llama  Flor? 
¡Pues  maldita  sea  la  primavera!» 

D.a  Flor    ¡Grasioso!  ¡Grasiosísimo! 

Esp.  Ya  sabe  usted  que  siempre  está  dé  broma. 

D,a  Fldr     Hasta  luego,  rosita  e  te.  Hasta  luego,  asaura. 

K\  supuesto   recién  llegado.  ¡Qué  CaritO  SC    VCnde 

asté,  hijo  e  mi  arma!... 
D.  Isa.         Pero,  ¿quién  ha  llegado,  tú? 
Esp.  jQué  sé  yo,  papá!  Algún  amigóte. 

D.  Isa  No,    pues  yo  lo  veo.    inútilmente  se  empina  y   da 

varios  saltos. 

Llega  por  la  puerta  de  la  azotea  don  Baldomcro  con  un 
palomo  eu  cada  mano.  Habla  con  mucha  calma  y  como 
distraído.   Es  hombre  cuya  cabeza  no  rige  bien. 

D.  Bal.       Santas  y  buenas  tardes  non  dé  Dio.s. 

EsP.  Corriendo  á  saludarlo.  ¡Don  Baldomero! 

D.  Bal,        ¿Qué  hace  aquel  allí  salta  que  salta? 

Esp.  Lo  de  siempre:  oliendo  donde  guisan. 

D.  Isa.    •    ¿Sh?   ¡Hola!  ¿Tú  por    aquí,  Baldomerillo? 


—  J8  — 

Hombre,  qué  bonita  collera.  A  ver,  á  ver... 

(i,Cuál  es  el  macho?  IM  vueltas  en  torno  de  don 
Baldomero,  que  no  suelta  ninguno  de  los  palomos,  tra- 
tando do  reconocerlos. 

D.  Bal.  sm  atender  á  don  Isaías  ¿Y  tú,  hijita?  Esperan- 
do, ¿no  es  eso? 

Esp.  Esperando...  lo  mismo  que  usted. 

D.  Isa.  El  macho  es  este  de  la  pinta,  no  me  cabe 
duda. 

Esp.  Llevo  unos  días  que... 

D.  Bal.  Cuéntamelo  á  mí,  que  llevo  otros...  Porque 
al  fin  y  al  cabo  tú  pierdes  un  novio...  y  este 
pierde  un  yerno... 

D.  Isa.        ¡Adiósl 

D.  Bal.  ¡Pero  yo  pierdo  un  hijo!  se  lo  saltan  las  lágri- 
mas y,  distraído,  se  las  va  á  limpiar   con   un  palomo. 

D.  Isa  ,         ¿Te  vas  á  limpiar  con  el  buche,  hombre?  a 

Esperanza,  que  está  también   haciendo   pucheros.    No 

llores  tú,  inocente.  ¿Ves  lo  que  has  conse- 
guido con  tu  monserga?  ¡Hoy  habrá  carta 
de  Luis,  no  tengáis  duda!...  ¿A  qué  ponerse 
en  lo  peor? 

Esp.  Papá  dice  bien:  usted  verá  cómo  esti  tarde 

recibimos  una  alegría. 

D.  Bal.       Dios  lo  haga. 

Esp.  Muy  poco  ha  de  tardar  ya  el  cartero.  Asómase 

al  pretil  que  da  á  la  calle. 

D.  Bal.       Para  nosotros  el  cartero  es  ahora  el  héroe, 

la  figura... 
D.  Isa.        Hombre,  que  parece  que  vas  á  hacer  unos 

versos  de  Navidad.  Vamonos  á  soltar  esa 

coUerita  y  déjate  de... 

D.  Bal.         Aguarda.  Ten  ahí.  Le  da  uno  de  ios  palomos. 

D.  Isa.        El  macho  es  este,  ¿no? 

D.  Bal.  Te  traigo  lo  mejor  que  tengo.  Pero  el  trato 
es  trato:  me  llevo  los  claveles  marisalados  y 
los  de  la  bandera  española. 

D.  Isa.         Ya,  ya  estoy... 

D.  Bal.       Y  el  rosal  de  pitiminí... 

D.  Isa.        ¡Todo  lo  que  quieras! 

D.  Bal.  Amén  de  las  cebolletas  de  nardos,  ¿eh?  El 
trato  es  trato.  Y  ahora,  quédate  bizco.  Mira 
qué  ala;  mira  qué  cola;  mira  qué  pico;  mira 
qué  buche.  Dame  ese.  Los  cambian. 


—  19  — 

ü.  Isa.        ¡Qué  pachorra  te  ha  dado  Dios! 

D.  Bal.       Mira  qué  ala;  mira  qué  cola;  mira  qué  pico... 

D.  Isa.  Deseando  acabar.  ¡Mira  qué  buche! 

D.  Bal.       Vamos  al  palomar. 

Se  encaminan  hacia  él,  y  á  cada  momento  se  paran. 
Don    Isaías  salta   de    impaciencia. 

D.  Isa.         Pero  ¿me  quieres  decir  por  tu  salud  cuál  es 

el  macho? 
D.  Bai  .       Te  los  iba  á  traer  ladrones,  ¿sabes?...  Lo  que 

tiene  que  los  ladrones...  Verás  tú...  Yo  tuve 

nn  palomo  ladrón,  rafeiio  puro...  que  todas 

las  tardes  me  traía  una  paloma. . 
D.  I3A.        ¿Sí,  eh? 
D.  Bal.       Y  todas  las  noches  una  cuestión  personal 

con  el  dueño  de  la  paloma  de  por  la  tarde. 

Desde  entonces  renuncié  á  la  casta  de  los 

rajefios. 
D.  Isa.         ¡Nada!  ¡y  no  me  dirás  cuál  es  el  macho! 

Desaparecen  por  la  izquierda. 

Vuelve  RuflLa  por  la  puerta  de  la  azotea. 

RuF.  Ya  me  tienes  aquí. 

E-'p.  ¿Cómo  has  tardado  tanto? 

Rlf.  Ahora  te  explicaré.  Toma  dos  besos.  La  besa 

muy  efusivamente,  ccuo  siempre  que  besa  esta  joven. 

Uno,  por  nci  cuenta;  y  el  otro...  el  otro  cuél- 
gaselo á  quien  te  dé  la  gana. 

Esp.  inspirando.  ¡Av.  Dlos  mío  de  mi  vida! 

BuF.  Ya  sé  yo  a  quién  se  lo  has  colgado.  No  he 

subido  más  pronto  |)orque  me  he  entreteni- 
do en  el  patio  de  charla  con  tu  madre.  Me 
ha  encargado  que  te  distraiga  y  que  no  te 
nombre  ni  la  carta  que  no  lleg;i  ni  al  mari- 
no ausente.  Pero  e.-toy  viendo  que  voy  á  ha- 
cer todo  lo  contrario. 

Esp.  Yo,  por  lo  men' s,  no  hablaré  contigo  de 

otra  cosa. 

Se  apoyan  las  dos  en  la  baranda  que  da  al  patio. 

RuF.  Ni  yo  contigo.  ¿Dónde  hay  conversación  más 

entretenida? 

Esp.  No  sé  lo  que  se  ía  de  mí  si  no  pudiese  ha- 

blar con  alguien  de  esto.  Me  levanto  pen- 
sando en  él,  pensMn-io  en  él  estoy  todo  el 
dia. .  y  hafcta  (jue  el  sueño  no  me  lo  quita  lo 
llevo  en  la  f.-ente.   Y  á  veces...  á  veces  el 


-  20  - 

Fueño  es  tan  cariñoso  conmigo  que  no  me 
lo  quita. 
RüF.  ¡Qué  interesante  es  una  ausencia! 

Esp.  ¡Qué  triste!  di  mejor. 

RüF.  8í,  pero  es  una  tristeza  especial...  ¡Ojalá  me 

encontrara  3-0  muy  triste,  muy  triste,  por- 
que tuviera  un  novio  ausente!  Es  verdad 
que  más  ausente  que  no  tenerlo... 

Esp.  No  me  hagas  reir  hablando  de  estas  cosas... 

RuF.  No,  que  te  voy  á  hacer  llorar;  mira  esta. 

Esp.  a  poco  lo  consigues.  Esta  tarde  se  me  puede 

ahogar  con  un  cabello.  Me  he  venido  aquí,, 
á  la  azotea,  porque  no  hay  sitio  más  alto  en 
la  casa;  que  si  no,  allí  estaría.  La  azotea  en 
estas  horas  de  la  tarde  es  mi  refugio...  Me 
gusta  mirar  á  lo  lejos,  ver  mucha  exten- 
sión... Cuanto  más  dilatado  es  el  horizonte,, 
más  me  encanta:  mientras  más  lejos  alcan- 
za mi  vista,  más  cerca  estoy  de  él...  Y  cuan- 
do me  fatigo  de  mirar  y  cierro  un  momento 
los  ojos,  entonces  sí  que  veo...  Veo  la  raya 
blanca  del  río,  y  la  sigo  en  todas  sus  vueltas^ 

*  y  revueltas;  y  llego  al  mar,  y  lo  veo  también 

— y  eso  que  no  lo  he  visto  nunca, — y  en  me- 
dio del  mcr  veo  un  barco  que  se  va...  que  se^ 
va...  ¡que  se  va!...  ¡Y  quiere  mi  madre  que 
yo  no  piense  en  esto! 

RuF.  ¡Ay,  qué  cosas  más  bonitas  se  ven  teniendo- 

novio! 

Esp.  Estoy  en  tal  estado  de  ánimo  que  no  acierto 

á  ver  nada  ein  relacionarlo  con  lo  que  me 
sucede...  Para  mí  muchas  tardes  la  puesta 
del  sol  es  como  la  rueda  de  la  fortuna... 
Miro  las  nubes  allá  lejos  cambiar  de  colores,, 
y  cuando  se  tiñen  Je  rosa  me  lleno  de  ale- 
gría, y  cuando  se  ponen  rojas  como  la  san- 
gre me  estremezco... 

RuF.  Chiquilla,  cómo  se  conoce  que  tu  novio  es 

poeta.  Se  te  está  pegando  el  estilo. 

Esp,  ¿Te  vas  á  divertirá  mi  costa? 

RuF.  ¿Quién  se  divierte,  simple?  ¿N:  es  poeta  Luis?" 

Esp.  Sí   que  lo   es.   Pero  aunque  no  lo  fuera... 

lo  sería.  La  ausencia  vuelve  poetas  á  I0& 
amantes. 


^  21  - 

RüF.  Pues  entonces... 

Esp.  Luis,  en  muchas  de  sus  cartas,  me  escribe 

versos.  ¡Y  me  dice  unas  cosas!...  Mira,  yo  lo 
comprendo:  si  se  las  dijesen  dos  novios  cna- 
lesquiera,  cara  á  cara  y  en  la  conversación 
corriente,  habría  para  pensar  que  eran  ton- 
tos... Pero  dichas  así...  separados...  y  desde 
tan  lejos. .  y  en  verso  además...  ¡Si  vieras! 

RüF.  A  mí  los  versos  me  derriten. 

Esp.  Escucha,  escucha  estos  de  la  última  carta 

de  Luis. 

RuF.  A  ver,  á  ver... 

Esp.  •; Mirarte  y  que  me  mires!.... 

Yo  los  digo  muy  mal  cuando  los  digo  así  en 
voz  alta;  como  los  digo  bien  es  para  mi. 
RuF.  Bueno,  pues  dilos  mal,  que  quiero  yo  ente- 

rarme. 

Esp.  '¡Mirarte  y  que  me  mires!...  Este  es,  mi  dulce  dueño, 

desde  que  de  tu  lado  la  suerte  me  apartó, 
mi  anhelo  más  ardiente,  mi  más  querido  empeño... 
¡Mirarte  y  que  me  mires!...  Tú  me  dirás  que  sueño, 
pero  haz,  si  quieres  verme,  lo  mismo  que  hago  yo.» 

RüF.  ¡Ay,  qué  benito! 

Esp.  Calla. 

«Mira  á  la  blanca  luna  cuando  se  apague  el  día: 
yo  la  estaró  mirando  cual  si  te  viera  á  ti, 
el  alma  puesta  en  ella,  radiante  de  alegría: 
mírala  y  tu  mirada  se  encontrará  á  la  mía, 
y  luz  de  nuestras  almas  será  su  luz  asi. 
Y  así  nos  contaremos  venturas  y  rigores, 
mirándonos  sin  vernos,  hablando  sin  hablar... 
La  luna  nos  ampara:  sus  rayos  protectores 
serán  los  mensajeros  que  lleven  los  amores 
del  mar  á  tu  ventana,  de  tu  ventana  al  mar...» 

RuF.  ¡Chiquilla,  qué  cosa  más  linda!  ¡Preciososl 

¡preciosos!  ¡preciosos!    ¡No  cabe  más!  ¡Ay, 

quién  tuviera  un  novio  así! 
Esp.  ¿P«ra  que  te  escribiera  esas  cosas? 

^üF.  No:  para  decirle  por  medio  de  la  luna  que 

viniera  en  seguida. 
Esp.  ¡Qué  disparates  se  te  ocurren! 

RüF.  Anda,  dímelos  otra  vez. 

Esp.  Veo  que  te  han  caído  en  gracia.  ¿Verdad 

que  son  muy  delicados,  tú?  A  mí  me  cau- 


—  22  — 


RUF. 

Esp. 

RüF. 


Esp. 


Curro 

Esp. 

RuF. 

Esp. 

Curro 


Esp. 
RuF. 


Curro 
Esp. 
Curro 
E  p. 


Curro 

Esp. 

RuF. 

Curro 


Esp. 


san  un  efecto  tan  especial...  no  sé  cómo  ex- 
plicártelo... Pnede  quesea  porque  son  de  mi 
novio;  pero  me  suenan  como  una  música 
muy  suave...  muy  lejana... 
Sí,  8Í... 

Me  parece  como  que  me  acarician  por  den- 
tro. 

Y  á  mí  como  que  me  acarician  por  fuera. 
Oye,  ¿cómo  es  lo  último?  Eso  de  la  luz  del 
alma...  y  la  luz  de  la  luna...  y  el  mar...  y  la 
reja...  Vamos,  eso  es  precioso.  ¿Cómo  es? 

'Y  así  nos  contaremos  venturas  y  rigores...» 
Curro,  sombrero  en   mano,   asómase  en  esto    al  pretil 
de  la  azotea  de  doña    Flor,— Este   Curro  os   el  mismo 
que  en  la  comedia  «El  Patio»  llega  á  impedir  la  siesta 
de  la  familia  de  la  casa. 

Buenas  tardes,  jóvenes  amables. 
¡Currito! 
¡Curritol 

(iQue  siempre  ba  de  venir  á  estorbar  este 
ganso!) 

Riéndose  estúpidamente.  ¡Je,  je!  Desde  ahí  pa- 
'  rezco  una  caja  de  zorpreza,  ¿no  es  verdad? 
jJe,  je!  Estoy  con  doña  Flor  de  tertulia. 
¿Sí,  eh? 

En  seguida  voy  yo:  dígaselo  á  mi  tía.  (A  ver 
si  lo  espantamos  así.) 

Callan  los  tres  unos  instantes.  Currito  contempla  á  las 
muchachas  con  sonrisa  imbécil. 

Esperancita. 

¿Qué  ocurre? 

La  encuentro  á  usté  ojeroza... 

¿De  veras?  Pues  no  hay  motivos,  no... 

Hablan  las  muchachas  entre  si.  Currito  las  mira  embo- 
bado y  sin  saber  si  irse  ó  no  irse. 

¿Estorbo? 

¡Por  Dios,  Curro! 

¡Usted  no  estorba  nunca! 

Siguen  de  palique  las  dos. 

Ezo  me  dicen  en  tos  laos...  y  luego  rezurta 

que  estorbo...  ¡Je,  je!  viendo  que  no  lo  atienden 
se  despide.  Vaya,  corre  vuar.  Retírase  hacienda 
uua  revercLCia. 

Con  Dio?,  Currito. 


_  áá   - 

RuF.  V'^aya  usted  con  Dios. 

Ksp.  Sigue  tan  bruto  como  el  año  pasado. 

RüF.  Anda,  dime  esos  versos,  tá.   El  final,  el  fi- 

nal... Eso  de  que  la  luna  es  quiea  lleva  y 
trae. 

£iSP.  Echáüxlole  uiin  mano  á  Rufiua  por  la  cintura  y  yendo* 

Be  con  ella  hacia  el  palomar. 

«Y  así  nos  contaremos  venturas  y  rigores, 
mirándonos  sin  vernos,  hablando  sin  hablar... 
La  luna  nos  ampara:  sus  rayos  protectores 
seráu  loe  mensajeros  que  lleven  los  amores 
del  mar  á  tu  ventana,  de  tu  ventana  al  mar...» 

Queda  la  escena  sola  unos  instantes. 

Torna  á  pregonar  el  Vendedor  en  la  calle,  como  antes. 

Vend.  ¡A...a...o  ..    0...0  ..    a.. .a.. .o!...    ¡Y...a...    e...a... 

o. ..a...  i. ..o...   a.. ..a  ..000...! 

Don  Isaías  sale  como  loco  del  palomar  apenas  oye  el 
pregón  y  se  asoma  á  la  calle  por  el  pretil,  rabioso  de 
curiosidad. 

D.  Isa.  ¿Pero  qué  jinojo  es  lo  que  pregona  ese  tío? 
¡Me  va  á  amargar  la  vida!...  Y  es  aquél, 
aquél  del  sombrero  ancho  y  la  burra...  Lla- 
mando. ¡Baldomero!  A  ver  ú  este  lo  entien- 
de... ¡Baldomerol  ¡ven! 

Don  Baldomero  sale  también  del  palomar.  Viene  sin 
sombrero. 

D.  B.AL.       ¿Qué  quieres,  hombre?  Le  estaba  diciendo 

á  Esperanza... 
D.  Isa.         ¡Cállate! 
D.  B.AL.       ¿Cómo? 
D.  Isa.         ¡'Jállate  y  escucha! 

Vend.  Pregonando  más  lejos.  ¡A...a...O...  O. ..O...  a...Cl...0...f 

jY...a.,.  e...a...o...a...  i...o...  a...a...ooo...! 

D.  Isa.  Desesperado.  ¿Qué  Vende  866  tíO? 

D.  Bal.       ¡Qué  sé  yo! 

D.  Isa.        ¿Ves  tú?  ¡No  hay  quien  lo  entiendal 

D.  Bal.       Para  mi  que  no  vende  nada. 

I).  Isa.         ¿Que  no  vende  nada?  ¿Es  posible? 

D.  B*l.       ¿Cómo  ha  de  vender,  si  no  hay  cristiano  que 

se  entere  de  lo  que  pregona? 
D.  Isa.        Ah,  pues  yo  no  aguanto  más,  porque  va  á 

darme  una  apoplejía.  Mañana  lo  espero  en 

la  puerta  de  la  calle,  y  cuando  pase  le  pido 

media  vara  de  lo  que  lleve. 


—  24  — 
D.  Bal.       Oye,  ¿y  si  lleva  pájaros? 

D.  Isa,  Si    lleva  pájaros...    E1  vecino  de  la  bandurria  toca 

el  paso  doble  de  «Pan   y  Toros..    ¡AdiÓs!    ¡esta    eS 

otra!  ¡El  vecino  de  la  bandurria!  ¡Otro  que 
va  á  ^cabar  conmigo! 

D.  Bal.       ¿Te  molesta  quizás?... 

D.  Isa.  l^o  que  me  molesta  es  que  ya  van  tres  días 
que  toca  lo  mismo,  y  yo  lo  conozco  y  no 
consigo  acordarme  de  dónde  es. 

D.  Bal.  Mira  que  te  preocupan  unas  estupideces... 
¡Pregúntaselo! 

D.  Isa.  ¡No  puedo!  Estamos  reñidos.  Le  maté  un 
gato  el  otro  día...  ¡Figúrate  que  venía  á  es- 
pantarme los  palomos!...  ¡Pues  si  esa  es  mi 

desesperación!  Oye,  oye...  Tarareando  un  poco 
al    mismo    tiempo    que    suena  la    bandurria.    Tara, 

tari,  tariaro...  ¿Tú  no  caes,  Baldomerillo,  no 
caes? 

D.  Bal.  Sí,  hombre,  sí.  Tara,  tari,  tariaro...  Lo  co- 
nozco mucho. 

D.  Isa.  ¿De  veras?  ¡Dime  de  dónde  es  y  te  doy  un 
beso! 

D.  Bal.       Pues  es  de...  de...  aguarda...  de...  castañetea 

con  una  mano  mientras  hace  memoria.  Don  Isaías 
espera  desasosegado  que  acabe.  ¿De  dónde  es    eSO, 

Baldomerín?...  Si  no  sé  otra  cosa,  señor... 

Eso  es  de...  de...  espera...  de...  castañetea  ya  con 
las  dos  manos.  Don  Isaías,  sugestionado  y  nervioso, 
concluye  por  hacer  lo  mismo.  De...  de...  de... 

D.  Isa.        ¡Acaba! 

D.  Bal  .       De...  de...  Y  tengo  al  músico  en  la  punta  de 

la  lengua... 
D.  Isa.        ¡Averio! 
D.  Bal.       Es  mucha  cabeza  la  mía...  De...  de... 

Llevan  uno  y  otro  con  los  dedos  el  compás  de  la  mú- 
sica y  la  tararean  bailando  de  impaciencia  casi. 

D.  Isa.        ¿De  dónde? 
D.  Bal.       De...  de...  de... 

Esperanza  y  Ruíina,  paseando,  asoman  un  momento. 

Esp.  ¿Tú  no  ves?  ¿Qué  hacen? 

RuF.  ¿Van  á  bailar  ustedes? 

D.  Isa.  ¡Silencio  ahora! 

D.  Bal.  De...  de... 

Esp.  ¿Peteneras  ó  sevillanas? 


—  26  — 

D.  Isa.        ¡Silencio! 
Esp.  ¡Ay,  qué  cosa  más  graciosa!  ¡Ja,  ja,  ja! 

RUF.  ¡Ja,  ja,  ja!   Retíranse   hacia  el  palomar  riendo  á  car- 

cajadas. 

D.  Bal.       ¡Ya  caigo! 

D.  Isa.        ¿De  dónde? 

D.  Bal.       De  El  Trovador. 

D.  Isa.  Mirándolo  con  indignación  y  asomándose  por  el  pretil 

a  la  calle.  ¡No  te  tifu  á  la  calle  por  misericor- 
dia divina! 

D.  Bal        ¿Eh? 

D.  Isa.        ¡Jinojo! 

D.  Bal.       ¿Qué  hay?  ¿La  vecina  ya? 

D.  Isa.  No;  el  de  todos  los  días.  Asómate:  aquel  de 
la  gorra.  Todos  los  días  á  estas  horas  pasa 
por  aquí.  ¿No  te  alarma  eso? 

D.  Bal.       A  mino. 

l.'eja  de  sonar  la  baudu?ria. 

D.  Isa.  De  hoy  no  pasa  que  yo  le  vea  la  cara,  si- 
seando. SSSS...  S886...  SStfS...  Apartándose  de  un 
salto  del  pretil.  ¡No  es  quieu  yo  creía! 

D.  Bal.         Apesadumbrado  y  ruboroso.    PueS,  hombre,  avisa 

otra  vez,  que  el  tío  ha  mirado  para  arriba 
con  las  de  Caín...  y  me  he  ganado  yo  la  con- 
testación. Y  que  ha  sido  por  señas. 

O.  Isa.  Mirando  hacia  la  derecha  del  fondo.    ¡Baldomerillo! 

¡Baldomerillo!  ¡Ya  está  allí! 
D.  Bal.       ¡Hola!  Viendo  su  reloj.  La  hora  en  punto  de 

todas  las  tardes. 
D.  Isa.        Ven,  ven,  no  nos  vean  las  muchachas... 

Se  alejan  del  pretil  unos  pasos. 

D.  Bal.       ¿Dónde  están  los  gemelos? 

D.  Isa.  Aquí   están.    Los    coge  de  entre  dos  macetas  y  mira 

hacia    la   derecha    del    fondo    con    regocijo.    ¡Soplal 

¡Cómo  viene  hoy!  Y  que  tiene  el  balcón 

abierto  de  par  en  par... 
D.  Bal.        Dame,  dame... 
D.  Isa.         Aguarda  un  poco,  hijo... 
D.  Bal.       ¡Y  ella  tan  ajena,  que  es  lo  que  me  hace  á 

mi  más  gracia!  Se  rleu  ios  dos  muy  satisfechos. 
A  ver,  hombre,  á  ver...  van  quitándose  altematl- 
Tamente  los  gemelos  el  uno  al  otro.  ¡Hola!  ¿eSCOCe- 

sas  tenemos? 
D.  Isa.        Sí:  son  las  de  los  martes. 


—  26  ~ 
D.  Bal.       Cuidado  que  estos  cristales  acercan,  ¿eh?" 

Hace    como    que   palpa    lo    que    se    supone  que    está 
mirando. 

D.  Isa.  No  todo  lo  que  fuera  preciso,  pero  acercan.. 
Dame,  dame  acá... 

D.  Bai  .        Permíteme  un  instante,  hombre. 

D.  Isa.  Es  que  quiero  comprobar  lo  que  ayer  dis- 
putábamos. Después  de  íijarse  un  momento.  PueS- 
tenía  yo  razón:  hay  algodón  en  rama. 

D.  Bal.       ¿Mucho? 

1).  Isa.        Mira. 

D.  Bal.  ¡Qué  ha  de  haber!  ¡Atiza!  ¡qué  barbaridad!... 
¡Ole!  jole!  ¡ole! 

I).  Isa.        ¡Ole!  ¡ole!  ¡ole! 

D.  Bal.       ¡Y  ella  tan  fresca,  que  es  lo  más  gracioso! 

D.  Isa.  Sí;  lo  que  es  ahora  no  puede  estar  más 
fresca. 

D.  Bal.       A  ver... 

Asómase  á  su  azotea  doña  Flor,  que   viene  por  una  de 
las  macetitas  qv.e  hay  en  el  pretil,  y  observa  la  escena. 

D.  Isa.        Fíjate  en  el  color:  melocotón  legítimo. 

D.  Bal.       Sí,  sí;  melocotón,  exactamente...  ¡Hombre! 

¡ha  comprado  otro  calzador!... 
D.a  Flor     Mientras  no  compre  unos  visiyos... 

D.  Isa.  ¡Adiós!  se  hace  el  distraído. 

D.  Bal.  En  el  limbo,   como  de  costumbre.    No    haS    BStado 

mal,  Isaías;  mientras  no  compre  unos  visi- 
líos... 
D.a  Flor    ¿Le  paese  asté  los  coscones  estos? 

D.  Bal.  ¿Eh?...    viendo  á  doña  Flor  y  ocultando  disimulada- 

mente los  gemelos.  ¡Ah!...  Feliccp,  doña  Flor.^ 

D.  Isa.  ¡Señora,  que  ba  de  meterse  usted  en  todo  lo 
que  no  le  interesa! 

D.a  Flor  Mia  er  que  habla.  Pos  ¿en  qué  se  metían 
astés  ahora,  más  que  en  eso?Conmigo  habían 
e  da.  Por  supuesto,  que  yo  en  mi  arcoha  ten- 
go cristales  opacos  y  visiyos  ensinia  de  un 
deo  de  gordo. 

D.  Isa.  ¿Sí,  verdad?  ¡Pues  por  nosotros  puede  usted 
quitarlos! 

D.a  Flor  Siempre  había  asté  de  salí  con  arguna  esábo- 
risión.  Con  coquetería.  Sin  embargo,  no  se 
haga  asté  ilusiones,  que  no  los  quito...  Y 
queen  astés  con  Dios,  que  no  quieo  estorba..,. 


—  57  — 

¡Josú!  ¡Josú!  ¡Cómo  está  la  gente  en  prima- 
vera! Vase  con  nna  de  las  macetas  de  claveles. 

D.  I=5A.        ¿  Te  parece? 

D.  Bal.  Vo  no  he  vist)  pretensiones  más  ridiculas 
que  las  de  ese  estafermo. 

Suena  la  bandurria  de  nuevo  tocando  lo  mismo. 

D.  Isa.        ¡  linojo! 

D.  Bal.        ¿Qué  hay? 

D.  Isa.  ¡El  de  la  bandurria  otra  vez!  ¿No  oyes?  ¡Por 
lo  que  más  quieras  pregúntale  de  dónde  es 
eso,  que  yo  estoy  reñido  con  él!... 

D.  Bal.        ¡\nda  y  que  te  emplumen'  Yo  ¿qué  he  de 

preguntarle?...    continúa    mirando  á  la  vecina  con 
los  gemelos  mientras  don  Isaías  habla  con  el  otro. 

D.  Is».  Ah,  pues  se  lo  pregunto  yo,  porque  si  no 
ine  va  á  sentar  mal  la  comida.  Gritando.  ¡Ve- 
cino! ¡vecino!  Deja  de  sonar  la  bandurria.  ¡Peli- 
llos á  la  mar!  ¿Quiere  usted  decirme  de 
dónde  es  eso  que  está  tocando?  Pausa.  ¿Eh? 
Nueva  pausa.  ¡Hambre,  yo  creo  que  lo  he  pre- 
guntado en  buenas  formas!...  Pausa  breve.  ¿Hh- 
brá  tío  grosero?  a  voz  en  cuello.  ¡Y  usted  más 
allá!...  ¿Eh?  ¡Donde  usted  quieía!  En  cuanto 
lo  encuentre  en  la  calle  lo  dejo  en  el  sitio. 

El  de  la  bandurria  principia  á  tocar  el  popular  *No  me 
mates,  no   me    mates»    de    <La    canción    de    la  Lola> 

D.  Bal.       No  le  hagas  caso,  hombre...  Deja  ios  gemelos 
D.  Isa.        Tero  ¿no  ves  que  encima  se  burla?  ¿A.  qn 
todavía  voy  allá?... 

Salen  otra  vez  Esperanza  y  Rufina. 

E^p.  Pero,  mujer,  más  vale  que  lo  dejes  para  otro 

día. 
RjF.  Para  otro  día  ya  no  tiene  gracia.  Ha  de  eer 

hoy  Don  Isaías,  venga  usted  conmigo. 
D.  Isa.        ¿Adonde? 

RuK.  V^enga  usted  conmigo  y  lo  sabrá. 

D.  Isa.        Ab,  pues  vamos  á  escape.  ¿Pasa  algo,   tú?" 

¿Qué  es  ello?  ¿qué  es  ello? 
RuF  Necesito  su  auxilio.  Venga  usted. 

Se  van  al  interior  de  la  casa. 

D.  BvL.       ¿Qué  quiere  Rufinita,  tú  sabee? 

Esp.  Que  me  vaya  á  comer  con  ella  Y  como  á. 

mamá  no  le  gusta,  se  lleva  á  papá  para  que- 

le  ayude  á  convencerla. 


—  2á  — 

D.  Bal.       ^.Y  no  se  pierde  el  apetito  con  doña  Flor  en- 
frente? 
JEsp.  fce  pierde  el  apetito,  pero  se  gana  el  cielo. 

Apóyase  en  la  baranda  del  patio  y  don  Baldomero  en 
el  pretil  que  da  á  la  calle.  Pausa. 

D.  Bal.       Qué  pasito  á  paso  va  llegando  la  noche... 
Esp.  Con  nada  del  mundo  se  paga  este  ratito  de 

azotea... 
D.  Bal.       ¡Ay!  ¡qué  bien  se  respira  aquí! 
JEsp  Es  una  delicia 

Nueva  pausa. 
D.  BaL.  Mirando    con    interés   hacia    la    izquierda  de  la  calle. 

Esperancilla...  ¿me  engañan  mis  ojos  ó  es 
aquel  el  cartero? 

Esp.  Asomándose   al   pretil   con  explosión    de   júbilo.    ¡Kl 

cartero  ee!  ¡Voy  abajo  ahora  mismo! 
D.  Bal.        Aguárdate,  á  ver  si  entra  aquí. 

EsP  Corriendo   hacia  la  puerta.    ¿PuCá    nO    ha    de    en- 

trar, don  Baldomero? 
D.  Bal.       ¡Sí!  ¡si!  ¡viene  hacia  acá  como  una  flecha! 

EsP.  Volviendo  instintivamente  al  pretil.  ¿Lo    VC    USted? 

¿Lo  ve  usted?...  Hay  una  pausa,  durante  la  cual 
siguen  con  la  vista  y  con  los  movimientos,  llenes  do 
ausiedad  y  alegría,  la  figura  del  cartero  que  se  supone 
que  pasa  de   izquierda  á  derecha.    Después   se   miran 

afligidos.  ¡Se  va!  ¡Se  va!... 
D.  Bal.       ¡No  entra!... 

Esp  Rompiendo  á  llorar.  ¡Hoy  tampoco,  Dios  mío! 

D.  Bal.       Todo  sea  por  Dios...  No  llores,  hija  mía,  no 

llores,  mira  que  yo  no  puedo  verte  llorar... 

Esp.  Serenándose    un  momento    y  volviendo  á  asomarse  al 

pretil.  Pero  ¿es  posible?... 

D.  B.*L.       Eso  digo  yo...  ¿es  jiosible? 

Esp.  ¡Sí,  sí,  no  hay  duda!  Es  posible:  se  va,  se  va... 

Ya  dobló  la  esquina...  ¡A  Luis  le  pasa  algo!... 

D.  Bal.  Algo  le  pasa,  hija:  esto  no  tiene  otra  expli- 
cación. 

Esp.  o  está  enfermo,  ó  se  ha  perdido  el  barco... 

I).  Bal.       No,  no;  eso  no...  perderse  el  barco  no... 

Esp.  Es  verdad:  eso  no,  eso  no...  Se  sabría,  lo  di- 

rían los  periódicos,  hablarla  la  gente...  Eso 
no,  eso  no...  ¡Ay,  Dios  mío  de  mi  alma!  ¡Y 
vuelta  á  esperar,  á  esperar  otros  quince  días 
más  negros  y  más  angustiosos  que  estos  que 
se  han  ido! 


-    29   - 

D.  Bal.  Vamos,  cálmate,  cálmate...  Dios  no  ha  de 
querer  nada  malo...  Le  estamos  hacienda 
caso  á  la  imaginación,  qne  es  una  loca.  . 
Todo  ello  va  á  ser  que  con  las  glorias  se  olvi- 
dan las  memorias,  y  que  el  muy  tunante  ya 
no  se  acuerda  de  nosotro?... 

Esp.  Eso  tampoco;  eso  menos  que  nada:  de  mí  ee 

acuerda... 

D.  Bal.  Pues  si  se  acuerda  de  tí,  figúrate  de  mí,  que 
soy  su  padre. 

Esp.  De  usted,  no  sé;  de  mí  se  acuerda...  Me  la 

dice  todas  las  noches  la  luna. 

D.  Bal.  Ua  poco    alarmado    al    oír    a    Esperanza.  ¿La  luna? 

¿Has  dicho  la  luna?  Mira  ai  cielo. 

Es?.  Sí,  señor:  la  luua. 

D.  Bal.        ¿La  Inna?  Mira  ai  cielo  otra  vez.  Esperanza, 

hija  mía,  ¡valor!...  J^o  último  es  perder  el 

juicio. 
Esp.  No  tema  usted,  no;  son  cosas  nuestras... 

D.  Bal.       con  súbita  alegría.  ¡Oye!  ¡oye! 
Esp  ¿Qué? 

D.  Bal.       ¡Bien  puede  ser  esto  que  me  figuro! 
Esp.  ¿Qué? 

D.  Bal.        ¡No  será  la  primera  vez  que  lo  haga! 
Esp.  ¡Acabe  usted,  por  Dios! 

D.  Bal.       ¿Irá  á  venir  y  querrá  sorprendernos? 
Esp.  ¿A  venir  dice  usted? 

D.  Bal.       ¿Quién  lo  quita?  ¡Calcúlate  qne  recibe  una 

orden  á  raja-tabla  del  ministerio!... 
Esp.  Ay,  ay. .  no  me  lo  diga  usted...  No  quiera 

alegrarme...  ¡Eso  sería  lo  mejor  de  todo!  Pero 

eso  sí  que  es  hacerle  caso  á  la  imaginación. 

Oyese  gritar  á  Manuela  dentro  llamando  á  la  señorita. 
Luego  aparece  jadeante  por  la  puerta  de  la  azotea.  Trae 
una  caita  en  la  mano  y  la  frente  cubierta  con  una 
venda. 

Man.  ¡Señorita!   ¡señorita! 

Esp.  Corriendo  hacíala  puerta.  ¿Qué  hay? 

D.  Bal.  ¿Es  Manuela? 

Man.  ¡Carta!  ¡carta! 

Esp  ¿Carta? 

D.  Bal.  ¿Carta? 

Man.  ¡Carta  der  señorito  Luis!  ¡Tome  usté! 

Esp.  ¡Trae!  coge  la  carta  con  ansia  verdadera  y   rebosan» 


—  go- 
do felicidad.  Desde  este  momento  la  lectura  de  ella  ab- 
sorbe su  atención  por  completo  y  de  todo  cuanto  la 
rodea  no  se  ocupa  sino  maquinalmente.  En  sn  sem- 
blante deja  ver  las  gratas  impresiones  que  la  carta  le 
va  produciendo. 

D.  Bal.       Pero  ¿cómo  es  eso? 

Esp.  Pero  ¡cómo  vieneí-! 

Man.  Verá  usté  lo  que  ha  sío...  Yo  me  explicaré... 

¡Ah!  ¡er  cartero  me  ha  dicho  que  usté  tam- 
bién tiene  carta  en  su  casa!... 

'D.  Bal.  ¡Hijo  de  mi  vida!  ¡voy  allá!...  Dame  un  abra- 
zo, Ksperancilla...  ¿Qué  dice?  ¿qué  dice?... 
¿Está  bueno?... 

-Esp.  Está  bueno... 

J).  Bal.       ¿Dónde  he  pues- to  yo  mi  sombrero,  señor? 

Dice  y  hace  loco  de  alegría.  Eusca  el  sombrero  por 
tudas  partes  sin  encontrarlo. 

Man.  Pues  verá  Ubté,  señorita,  verá  usté:  estaba 

yo  en  la  esquina  com|_  rando  atuca  y  vi  pafá 
ar  cartero  pa  acá...  ¿Uíté  me  oye? 

-Esp.  Sí,  eí,  te  oigo:  sigue... 

Man.  ¿Se  entera  usté,  don  Baldomcro? 

D.  Bai.  De  todo,  hija,  de  todo  ..  ¿A  que  lo  he  deja- 
do en  el  palomai?  Vase  por  la  izquierda. 

Man.  Le  pregunté  si  traía  carta;  me  dijo  que  sí; 

yo  se  la  pedí  pa  traérsela  á  usté  correndito, 
y  lo  que  está  de  Dics:  pisé  una  hoja  e  le- 
chuga, me  resbalé,  caí  contra  las  piedras  y 
rae  hifee  una  brecha  en  la  frente... 

Esp.  Vaya  por  Dios... 

Man.  Me  metieron  á  empujones  en  la  botica,  er 

boticario  me  puso  los  puntos... 

Llega  don  Isaías    á  escape  por  ¡a  puerta  de  la  azotea. 

D.  Isa.  ¡Manuela!  ¡Manuela!  ¡anda  para  abajo!  a 
Esperanza,  ¿b'abes  la  novedad? 

Esp.  Sí,  señor,  sí;  ya  la  estoy  leyendo... 

D.  Isa.         ¡  A.nda  para  abajo,  Manuela! 

Man.  Yéndose.  Voy,  voy...  ¿Qué  ocurre? 

D.  Isa.  a  Esperanza  de  nuevo.  ¿No  me  escuchas,  mu- 
jer? A  tu  amiga  Rufinita  le  ha  dado  un  pa- 
tatús... Al  ver  entrar  á  Manuela  con  la  ven- 
da en  la  frente  y  en  esa  facha... 

-Esp.  Pobre  Rufinilla...  Éter...  éter ..  que  le  den 

éter...  En  mi  chinero  hay... 


-   31   - 

Don  Isaías  corre  hacia  la  puerta. 

Doña  Flor  se  asoma  alarmada  á  su  azotea. 

D.a  Flor  ¡Don  Isaías!  ¡Don  Isaías!  Diga  asté:  ¿qué  es 
lo  que  le  ha  pasao  á  mi  sobrina? 

D.  Isa.  Deteuiéudose.  Nada  de  particular:  un  sopiti- 
pando. 

Esp.  Un  sopitipando.,,  que  le  den  éter... 

D.a  Flor  ¡Pobresita  e  mi  arma!  ¡Ix)s  nervios!  ¡los  pica- 
ros nervios  que  la  consumen!  ¡Voy  pa  aya! 
¡voy  pa  aya!  ¡No  aflojarle  er  corsé  hasta  que 

yo  yegue!...  ¡JoSÚ,  JOSÚ,  JOSÚ!...  Retirase  diciendo 
•iJosú!» 
D.  Is*.  Esa  señora...  Oye...  Dc    repente,  muy  alborotado. 

¡Jinojo!  ¡Ladrones  en  el  palomar! 

Esp.  Éter...  éter...  que  le  den  éter... 

D.  Is  .        ¡Date!  ¡Date! 

D.  Bal.       ¿Qué  date? 

J).  Isa.         ¡Date! 

D.  Bal.  ¡Si  soy  yo  que  estaba  buscando  mi  som- 
brero! 

D.  Isa.        Ah,  Baldomerillo,  ¿eres  tú? 

D.  Bal.  ¡Abrázame,  Isaías!  ¡Estoy  como  loco!  ¡Tengo 
en  mi  casa  carta  de  mi  hijo!...  Voy  para  allá 
como  un  cohete,  a  Esperanza.  ¿Está  bueno, 
eh?  ¿está  bueno? 

Esp.  Sí,  señor,  sí,  está  bueno... 

I).  Bai  .  Adiós,  hijita:  toma  otro  abrazo  más.  AdiÓF, 
tú...  adiós...  Está  bueno,  está  bueno...  Vase 

corriendo  al  interior  de  la  casa. 

D.ls>^.        Adiós,  hombre  feliz...  Y   tú,  nena,   vente, 

que  vamos  á  comer...  Se  oye    á    don    Baldomero 
rodar  por  las  escaleras  abajo.  ¡Atiza!    ¡la    CSCalcra 

está  á  oscuras  y  tse  se  ha  roto  la  cabeza! 
Esp  Se  ha  roto  la  cabeza...  vaya  por  Dios... 

O.  Isa.  Corriendo  hacia  la  puerta  y  gritando.  ¿Qué  ha  sldo 

ello,  Baldomerín? 
Esp.  Vaya  por  Dios,  vaya  por  Dios... 

D.  Bal.       Dando  voces  dentro.   ¡No  asustarse!  ¡no  ha  sido 

nada!  ¡no  ha  sido  nada! 
D.  Is.        Vamos,   no  ha  sido  nada.  Tú,   no   ha  sido 

nada. 
Esp  No  ha  sido  nada...  vaya  por  Dios... 

D.  Is.fl.        Anda  para  abajo  en  seguida;  luego  leerás  la 

carta... 


—  32  — 

Esp  Voy,  voy... 

D.  Isa.  ¡Anda,  mujer! 

Esp.  Voy,  voy... 

D.  Isa.  ¡Que  tu  amiga  ha  perdido  el  conocimiento!... 

¿Qué  estará  diciendo  de  tí?...  Vase  muy  aprisa. 

Esp.  ¡Bendita  carta!  ¡Ya  está  aquí!  Ya  está  aquí, 

diciéndome  lo  que  yo  sabía,  lo  que  yo  na 
dudaba,  pero  lo  que  quería  que  me  repitiera 
una  vez  más:  ¡que  vive  contento  porque  lo 
quiero  yo!  Porque  me  quiere  él  vivo  yo  con- 
tenta... En  verso  viene  la  posdata,  como 

siempre...  Mirando   al    cielo,  donde    brilla    la  luna. 

Que  me  vea  la  luna  leerlos...  que  le  diga  qufr 
estoy  llorando  de  alegría...  Lee. 

«iEsperanzal  ¡Esperanza!  ¡Bendito  nombre! 
Bálsamo  á  toda  pena  que  sienta  el  hombre: 
consoladora  estrella  que  en  lontananza 
para  mí  siempre  brilla...  ¡Hulee  esperanza! 
En  tí,  reina  del  mundo,  puse  la  mía, 
y  esperando,  esperando  me  poso  el  día... 
Como  el  mar  en  que  vivo  cantando  á  solas 
de  color  de  esperanza  tiene  sus  olas, 
y  andar  sobre  las  olas  es  mi  destino, 
siempre  llevo  esperanza  por  mi  camino... 
Cuando  asoma  en  Oriente  la  luz  del  día 
¡Esperanza!  es  el  canto  del  alma  mía; 
y  cuando  ya  entre  sombras  la  noche  avanza, 
recordándote  siempre,  digo:  ¡Esperanza! 
Ya  silbe  huracanado,  ya  sople  lento, 
iEsperanzal  ¡Esperanza!  me  dice  el  viento; 
y  las  aves  pasando  sobre  mi  frente 
¡Esperanza!  repiten  coi.stantemente. 
Y  es  que  tu  amor  en  mi  alma  tiene  su  centro 
y  ¡Esperanza!  ¡Esperanza!   me  grita  dentro; 
y  el  corazón  y  el  alma  laten  unidos 
y  ¡Esperanza!  es  el  eco  de  sus  latidos... 
Porque  yo  sé,  Esperanza  del  alma  mía, 
lucero  de  mi  noche,  sol  de  mi  día, 
que  mientras  que  mi  barco  marcha  entre  azares 
y  ¡Esperanza!  su  estela  graba  en  los  mares, 
tú  que  ves  que  entre  azares  mi  barco  avanza, 
le  rezas  á  la  Virgen  de  la  Esperanza...» 

Se  acabaron...  Estoy  llorando  como  una  ton- 
ta,.. ¡Qué  bonitos  son! 


—  33  — 

El  vecino  de  la  bandurria,  que  por  lo  visto  es  un  gua- 
són, principia  á  tocar  el  famoso  vals  de  'Las  olas»  y 
no  lo  deja  hasta  el  final  de  la  comedia.  Esperanza 
repasa  los  versos  con  la  vista  durante  unos  momentos. 
Vuelve  Ruñiia  por   la  puerta  de  la  azotea. 

Rl'f.  ¡Esperancilla!  ¿qué  haces? 

Esp.  Calcula  tú:  leer  la  carta  de  ese... 

RuF.  Besándola.  ¡Toma!  ¡toina!  ¡toma!  Ya  sabes  tú 

que  yo  me  alegro  como  nadie. 

Esp.  y  ahora  que  me  acuerdo:  ¿qué  te  dio? 

RuF.  Nada,   tontilla:   un    patatús  casi  .  fingido... 

Quise  hacerme  la  interesante  en  presencia 
de  un'pollo  que  hay  abajo.  ¡Ay,  qué  mucha- 
cho más  original!  ¡Qué  bien  se  hace  los  nu- 
dos!... Por  cierto  que  ya  no  comes  tú  ea  mi 
casa,  sino  que  yo  me  quedo  á  comer  aquí. 
Voy  á  ver  si  lo  engancho...  Vente,  vente... 

Esp  Cuenta  con  mi  ayuda. 

RuF.  Oye,  ¿qué  te  dice  Luis,  qué  te  dice?  ¿V^es 

cómo  no  hay  cosa  más  bonita  que  tener  no- 
vio? ¿Estás  hablando  con  él  por  la  luna? 

Esp.  No,  chiquilla...  ¿qué  he  de  estar  hablando? 

RuF.  Pues  cuando  hables  vas  á  hacerme  el  favor 

de  preguntarle  si  hay  en  el  barco  algún 
guardia  marina  que  no  esté  comprometido; 
y  si  te  dice  que   si  me  recomiendas  mucho. 

Esp.  Óe  hará  la  recomendación.   Vamonos  para 

abajo. 

RuF.  Te  sale  la  alegría  hasta  por  la  punta  de  la 

nariz.   ¡Cómo  te  envidio!  ¡Déjame  que  te 

bese!  Vnelve  á  besarla  con  más    efusión    qué  nunca. 

Y  ahora,  vamonos. 
Esp,  Espera.  Al  público. 

¿Me  darás,  como  premio  de  mis  amores, 
un  aplauso,  esperanza  de  los  autores?... 


FIN 


Madrid,  Diciembre,  1900. 


OBRBS  DE  líOS  MISMOS  flOTOHES 


Ks^ri'lnaa  y  amor,  jaguete  cómico.  (2/  edición.) 

Belén,  12,  principal,  jubete  cómico.  (2.'  edición.) 

4>lllto,jagnete  cómico-lírico.  Música  del  maestro  Osuna.  (2.*  edición.) 

lia  media  naranja,  juguete  cóm.ico.  (3.' edición.) 

El  tío  de  la  flauta,  juguete  cómico.  (3.' edición.) 

El  o|lto  derecho,  entremés.  (3.'  edición.) 

E<a  reja,  comedia  en  un  acto.  (4.*  edición.) 

lia  buena  sombra,  saínete  en  tres  cuadros,  con  música  del  maes- 
tro Brull.  (6.'  edición.) 

El  peregrino,  zarzuela  cómica  en  un  acto.  Música  del  maestro 
Gómez  Zarzuela.  (2.*  edición.) 

fia  vida  Intima,  comedia  en  dos  actos.  (3.*  edición.) 

lios  borracbo»,  saínete  en  cuatro  cuadros,  con  música  del  maes» 
tro  Giménez.  (3.*  edición.) 

El  chiquillo,  entremés,  (6.'  edición.) 

¿•as  casas  de  cartón,  jugnete  cómico.  (2."  edición.) 

El  traje  de  luces,  saínete  en  tres  cuadros,  con  música  de  los 
maestros  Caballero  y  Hermoso.  (2.*  edición.) 

El  patio,  comedia  en  dos  actos.  (4.*  edición.) 

El  motete,  pasillo  con  música  del  maestro  José  Serrano.  (2.*  edi- 
ción.) 

El  estreno,  zarzuela  cómica  en  tres  cuadros,  con  música  del  maes- 
tro Ghapi. 

I<os  Galeotes,  comedia  en  cuatro  actos.  (3.*  edición.)  Traducida  al 
italiano  con  el  titulo  de  I  Galeoti  por  Qiuseppe  Paolo  Pacchierotti. 

I<a  pena,  drama  en  dos  cuadros.  (2.*  edición.)  Traducida  al  italiano 
con  el  mismo  titulo  por  Giuseppo  Paolo  Pacchierotti. 

Jl<a  asotea,  comedia  en  un  acto.  (2.*  edición.) 

El  tronero  Ínfimo,  pasillo  con  música  de  los  maestros  Yalverde 
(hijo)  y  Barrera. 

El  nido,  comedia  en  dos  actos.  (3.*  edición.)  Traducida  al  catalán  con 
el  titulo  de  Un  niu  por  Joaquín  María  de  Nadal. 

lias  flores,  comedía  en  tres  actos.  (2.*  edición.)  Traducida  al  italiano 
con  el  título  de  I  fiori  por  Giuseppe  Paolo  Pacchierotti. 

JLos  piropos,  entremés. 

El  flechaxo,  entremés.  (2*  edición.) 

£1  amor  en  el  teatro,  capricho  literario  en  cinco  cuadros,  pró- 
logo y  epilogo.  (2.*  edición.) 

Abanicos  y  panderetas  tf  ¡1  Sevilla  en  el  botijo!  humorada 
satírica  en  tres  cuadros,  con  música  del  maestro  Chapí. 

£ia  dicha  ajena,  comedia  en  tres  actos  y  un  prólogo.  (2.*  edición.; 
Traducida  al  alemán  con  el  título  de  Das  fremde  Glück  por  J.  Gusta- 
vo Bohde. 

Pepita  Reyes,  comedia  en  dos  actos.  (2.*  edición.) 


lios  meritorios,  pasillo. 

I^a  zaborf,  entremés. 

lia  reina  mora,  saínete  en  tres  cuadros,  con  música  del  maestro 

José  Serrano.  (2.*  edición.) 
Zarag^atas,  saínete  en  dos  cuadros. 
Lia  zag:ala,  comedia  en  cuatro  actos. 
lia  casa  «le  García,  comedía  on  tres  actos. 
lia  contrata,  apropósito. 

Ki  amor  que  pasa,  comedía  en  dos  actos.  02.**  edición.)  Traducida 
al  italiano  con  el  titulo  de  Vatnore  che  passa  por  Giuseppe  Paolo 
Pacchierotti. 
Ki  mal  (le  amores,  saínete  con  música  del  maestro  José  Serrano. 
Kl  nuevo  servidor,  humorada. 

Mañana  de  sol,  paso  de  comedia.  Traducido  al  alemán  con  el  títu- 
lo de  Ein  sonniger  Margen  por  Mary  v.  Haken. 
Fea  y  con  gri*acia,  pasillo  con  música  del  maestro  Turína. 
lia  aventura  de  los  g:aleotes,  adaptación  escénica  de  un  capí» 

tulo  del  Quijote. 
lia  musa  loca,  comedía  en  tres  actos. 
I^a  pitanza,  entremés. 

El  amor  en  solfa,  capricho  literario  en  cuatro  cuadros  y  un  pró- 
logo, con  música  de  los  maestros  Chapí  y  Serrano. 
lios  chorros  del  oro,  entremés. 
Morritos,  entremés. 
A.mor  &  oscuras,  paso  de  comedia. 
I^a  mala  sombra,  saínete  con  música  del  maestro  Jo.sé  Serrano. 

(2."  edición.) 
El  Ícenlo  alegare,  comedia  en  tres  actos.  (2,'  edición.) 
El  niiio  prodigólo,  comedia  en  dos  actos. 

Nanita,  nana...  entremés  con  música  del  maestro  José  Serrano. 
lia  zancadilla,  entremés. 
Ija  bella  l^ucerito,  entremés  con  música  del  maestro  Saco  del 

Valle. 
lia  patria  cbica,  zarzuela  en  un  acto,  con  música  del  maestro 

Chapí. 
I^a  vida  que  vuelve,  comedía  en  dos  actos. 
A  la  luz  de  la  luna,  paso  de  comedia. 
lia  escondida  senda,  com.edía  en  dos  actos. 
El  agua  milag^rosa,  paso  de  comedía. 
l<as  buñoleras,  entremés. 
Eas  de  Caín,  comedia  en  tres  actos. 

Eas  mil  maravillas,  zarzuela  cómica  en  cuatro  actos  y  un  pró- 
logo, con  música  del  maestro  Chapí. 
Sangrre  iporda,  entremés. 


Pompas  y  lionores,  capricho  literario  «n  verso  por  El  diablo  eo» 

juelo. 
IaH  madrecita,  novela  publicada  en  Ellcuento  semanal. 


SERAFÍN  T  JOAQUÍN  ÁLVAREZ  QUINTERO 


1  género  ínfimo 


PASILLO 


CON  MÚSICA  DE  LOS  MAESTROS 


VALVERDE  (hijo)  y  BARRERA 


Precio:  UNA  peseta 


Iví: -A.  ID  ri  I  3D 

SOCIEDAD  DE  AUTORES  ESPAÑOLES 

Florín,  8,  bajo 

1901 


/-H.  ^O.  "^^  ^^^/í-L-s-^.f^S-A— 


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A^c.-«-'irx7 


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"^^^^/^-f-  EL  GENERO  (NFIMO 


Esta  obra  es  propiedad  de  sus  autores,  y  nadie  po- 
drá, sin  su  permiso,  reimprimirla  ni  representarla  en 
España  ni  en  los  países  con  Igs  cuales  haya  celebrados 
ó  se  celebren  en  adelante  tratados  internacionales  de 
propiedad  literaria. 

Los  autores  se  reservan  el  derecho  de  traducción. 

Los  comisionados  y  representantes  de  la  Sociedad 
de  Autores  Españoles  son  los  encargados  exclusivamen- 
te de  conceder  ó  negar  el  permiso  de  representación 
y  del  cobro  de  los  derechos  de  propiedad. 

Queda  hecho  el  depósito  que  marca  la  ley. 


EL  &ÉNERO  ínfimo 


X'.^SXXjXjO 


serafín  í  JOAÍUÍN  ÁLVAREZ  piNIERO 


con  música  de  los  maestros 


VALYERDE  (hijo)  y  BARRERA 


Estrenado  en  el  TEATRO  DE  APOLO  el  17  de  Julio  de  i  00  i 


-*-- 


MADRID 

E.  VELASCO,  lUP.,  HAEQCÉS  DK  SANTA  ASA,  11  Dl/P.* 

Teléfono  número  551 
1901 


A  nuestro  ezoelente  amigo 


Querido  Pepe:  acaso  á  tu  agradable  compañía  en 
nuestras  recientes  visitas  á  varios  salones  por  el  estilo 
del  Verde  botella,  debamos  nosotros  el  haber  escrito 
£ste  pasillo.  Por  eso  te  lo  dedicamos.  Míralo  de  hoy 
más  como  cosa  propia  y,  ya  que  eres  tan  impresionable , 
Tío  hagas  caso  ninguno  de  los  que  lo  elogien  por  amigos 
ni  de  los  que  lo  censuren  por  envidiosos.  Menos  que  á 
éstos  aiin  prestes  oídos  á  aquéllos  cuyo  criterio  es  la 
obsesión  del  trimestre  ajeno,  y  que  salen  de  toda  pri- 
mera representación  haciendo  multiplicaciones  en  los 
puños  de  la  camisa. — ¡Ahí  ¡qué  asco! — como  diría  don 
Teodoro. 

Fíate  de  la  opinión  que  á  nosotros  sabes  que  nos 
merece,  seguro  de  que,  aunque  parezca  mentira,  es  la 
más  imparcial. 


Tuyos  siempre. 


<&7eifí/m  y  ^oaautn. 


Madrid,  tS  de  Julio  de  iQoí. 


FtE:iPA.l?tTO 


PERSONAJES  ACTORES 


(  Lola Sbta.  Pbetel. 


HERMANAS  PICHICHI/  Pepa Pino. 

^Carmen Tabernkb. 

LA  BELLA  LÓPEZ  Brú. 

LOLITA  GUIÑOS Sad.  Torbes. 

MB.  CHIREÍN Sb.  Mesejo  (E.> 

DON  TEODORO Mesejo  (J.) 

DON  ANSELMO Carreeas. 

GAEEIDO Fernández. 

MARTÍNEZ Ontivebos. 

DON  FAUSTO Ramiro. 

UN  CALAVERILLA Carrión. 

ESPECTADOR  1.»..   Soriano. 

ÍDEM  2.» De  Francisco. 

ÍDEM  3." PüLPEiRO. 

ACOMODADOR  1." Codorniu. 

ídem  2.° Picó. 

EL  PIANISTA RüESGA. 

EL  JEFE  DE  LA  CLAQUE Sánchez. 

Varios  espectadores  más  ó  menos  pacíficos 


fr  II  ft  II  ■»  II  j^  II  jfe  II  ¡ga  II  :^  II  j^  II  ^  ir-f  1;  ¿  H  :i^  II  jg  II  »  II  ;ije  II  «y  .'I  jfe  II  ¿H 


EL  GENERO  ÍNFIMO 


El  teatro  representa  el  escenario  y  parte  de  uno  de  estos  salones  mo- 
dernos en  que  el  'género  ínfimo»  se  cultiva.  Del  segundo  térmi- 
no al  fondo,  se  eleva  el  tablado,  que  es  practicable.  Delante  de 
61,  en  el  centro,  piano  y  sillón.  A  derecha  é  izquierda  del  piano, 
filas  de  butacas  de  tres  ó  cuatro  cada  una,  en  la  misma  disposi- 
ción que  las  llamadas  de  orquesta.  En  el  primer  término  de  la  iz- 
quierda del  actor  está  la  puerta  de  entrada,  y  en  el  de  la  derecha 
la  de  salida.  Sobre  la  embocadura  del  tablado  hay  un  caprichoso 
letrero  que  dice  así:  SALÓN  VERDE-BOTELLA.  Las  veces  de  te- 
lón las  hace  una  cortina  abierta  por  la  mitad,  cada  una  de  cuyas 
partes  se  descorre  hacia  un  lado  de  la  embocadura. 


ESCENA  PRIMERA 

ACOMODADORES  1.°  y  2."  y  DOS  ESPECTADORES;  luego  DON  TEO- 
DORO,  DON    ANSELMO,    DON    FAUSTO,    MARTÍNEZ,    GARRIDO, 
UN  CALAVERILLA,  EL  JEFE    DE    LA    CLAQUE,  EL  PIANISTA  y 
varios  ESPECTADORES  más. 

ACOM.  l.o  (Después  de  recogerles  las  localidades  á  los  dos  Espec- 
tadores que  hay  sentados  en  las  butacas,  y  dirigién- 
dose al  Acomodador  2."  que  está  junto  á  la  puerta  de 
entrada.)  Abre  ya.  (obedece  el  otro  y  empieza  á  en- 
trar el  público  y  á  colocarse  en  las  butacas,  con  ayuda 
del  Acomodador  6  sin  ella.  Don  Fausto  viene  con  un 
bastón  que  parece  un  amigo.  Se  sienta  á  la  izquieida, 
en  la  segunda  flla  de  butacas,  y  principia  á  dar  basto- 
nazos fuertes  en  el  suelo.) 


—  8  — 

D,  Teod.     Ese  gordo  trae  prisa. 

Mart,         Acomodador,  ¿cuál  es  mi  sitio? 

ACOM.  2.0  ¿A  ver?  (Mirando  el  billete)  AqUÍ.  (se  coloca  Mar- 
tínez también  á  la  izquierda,  en  la  primera  fila,  nú- 
mero cuatro,  sin  hablar  palabra.  El  Acomodador  ob- 
serva que  trac  en  la  boca  una  boquilla  con  un  puro  y 
le  dice  con  la   mayor  amabilidad:)    No  Se  p5rnQÍte 

fumar,  caballero. 

MART.  (Haciéndole  oler  el  puro  y  con  una  voz  que  no  deja  lu- 

gar á  dudas.)  ¡Es  brea  para  la  garganta,  amigo! 

AcOM.  2.0  ¡Ah!  Usted  perdone.  (Martínez  se  pone  á  leer  un 
periódico.  Siempre  que  don  Fausto  golpea  el  suelo  con 
el  bastón,  Martínez  vuelve  la  cara  y  lo  mira  con  una 
fresca  en  cada  ojo.) 

D.  TeOD.      (a  don  Anselmo,  que  llega.)  ¡Don  AnSclmo! 

D.  Ans  .       ¡  Don  Teodoro! 

D.  Teod.    ¿Usted  en  este  centro  de  corrupción? 

ü.  Ans.       Pues  ¿y  usted,  caramba,  está  en  misa? 

D.  Teod.  Le  advierto  á  usted  que  esto  mío  ea  una 
casualidad. 

D.  Ans.       Y  esto  mío  otra. 
•  D,  Teod.     Pasé  por  la  puerta... 

D.  Ans.       Sí;  tomó  uí^ted  una  entrada... 

D.  Teod.  Justamente...  Y  ya  con  la  entrada  en  la 
mano... 

D.  Ans.       ¡Claro  es!...  Lo  mismo  que  yo. 

D.  Teod.     Por  cierto  que  todavía  estaba  por  irme. 

D.  Ans.       (Yo  no.) 

D.  Teod  Me  repugnan  profundamente  estos  salones. 
(con  asco.)  ¡Ah!  Se  respira  aquí  una  atmós- 
fera de  vicio,  un  ambiente  tan  deletéreo. . 

(siempre  con  asco.)  ¡Allí 

D.  Ans.       Deletéreo,  si  señor,  deletéreo. 

D.  IeoD.  (viendo  que  don  Anselmo  no  le  da  paz  á  las  paleti- 
llas.) ¿Qué  le  pasa  á  usted? 

D.  Ans.  Que  el  vestíbulo  no  es  tan  deletéreo,  pero 
hay  una  de  pulgas...  He  cogido  una  viendo 
la  Feria  de  Sevilla,  que  me  va  á  dar  la  noche. 

D.  Teod.  No  me  hable  usted  tampoco  del  vestíbulo. 
¡Qué  de  socaliñas!  ¡qué  de  máquinas  inferna- 
les para  sacar  cuartos!  Meta  usted  diez  cén- 
timos y  saldrá  un  merengue;  meta  usted 
diez  céntimos  y  le  harán  cosquillas;  meta 
usted  diez  céntimos... 


—  9  — 
D.  Ans.       y  no  los  vuelve  usted  á  ver  m-ís. 

ACOM.    1  o    (Acercándose  á    Martínez    y   hablándole  en  la  misma 

oreja.)  Caballero,  no  se  permite  fumar. 

Mart.  (Qiic  está  distraído  leyendo.)  ¿Kb? 

AcoM.  1.0   Que  no  se  permite  fumar. 

Mart.         ¡Ya  le  he  di.'ho  al  otro  que  es  brea! 

AcoM.  l.o  Usted  dispense. 

D.  FaUS.      (canturriando  con  zumba.) 

Y  oliendo  á  brea,  y  oliendo  á  brea... 

Mart.  (Mirándolo  de  un  modo  terrible.)  ¿Eh?  (Don  Fau.sto 

enmudece.) 

D.  Ans.  (continuando  en  voz  alta  su  diálogo  con  don  Teodo- 
ro.) Algunas  noches  me  han  dicho  que  no 
se  papa  m-^l  del  todo. 

D.  Teod.  Pero  siempre  dominará  la  misma  nota  nau- 
seabunda y  grosera...  ¡Ahí 

D.  Ans.  Creo  que  sale  ahí  una  desgraciada...  y  le  pi- 
den que  baile  el  tango... 

D.  Teod.  ¡Ahí  Le  digo  á  usted  que  estaba  por  irme... 
Y  lo  baila,  ¿eh? 

D.  Ans.       ¿Qué  ha  de  hacer  la  pobre?  Usted  calcule... 

(Remedando  á  don  Teodoro.)  ¡Ah! 

D.  Teod.     ¡Y  sacará  las  cosas  de  quicio! 

D.  Ans.       ¿Quién  lo  duda? 

D.  Teod.  ¡Ah!...  Me  quedaré  ..  pero  crea  usted  que  .. 
¡Ah! 

D.  Ans.  Vamos  á  sentarnos,  si  le  parece  á  usted 
¡Mecachis  en  la  pulga! ¡Me  está  ampliando! 

D.  Teod.  ¡Desdicbadopaís!  ¡Nación  degradada!  ¡Pue- 
blo putrefacto! 

D.  Ans.       (Este  hombre  es  un  artículo  de  fondo.) 

D.  Teod.     ¿Qué  número  tiene  usted? 

D.  Ans.       El  dos  de  la  primera  fila. 

D.  Teod.     Y  yo  el  seis. 

D.  Ans.       (Pues  me  alegro  de  que  haya  en  medio  una 

cuña.)  (Se  sientan,  no  sin  un  gruñido  de  Martínez, 
á  quien  pisa  don  Teodoro  al  pasar.) 

Mart  .         ¿En  dónde  lleva  usted  los  ojos? 

D.  Teod.     Usted  dispense,  caballero,  (se  inicia  un  aplauso 

que  se  mantiene  unos  instantes.  Llega  el  Pianista,  que 
es  la  personificación  del  hastío,  y  se  sienta  en  su  sillón. 
En  seguida  empieza  á  tocar  la  sinfonía,  estimulado  por 


—  10  — 


las  palmas  y  por  los  bastonazos  de  don  Fausto.  Don 
Teodoro  y  don  Anselmo  siguen  su  conversación  mientras 
tanto,  ora  mirándose  por  detrás,  ora  por  delante  de 
Martínez,  que  está  entre  los  dos  y  á  quien  incomodan 
de  veras.) 

D.  Ans.  Tome  usted  un  cigarrillo. 

D.  Teod.  Gracias. 

D.  Ans.  ¿Quiere  usted  cambiar  de  papel? 

D  Teod.  No. 

D.  Ans.  Pues  vaya  un  fósforo. 

D.  Teod.  Encienda  usted  primero,  (pasean  la  cerilla  por 

delante  de  las  narices  de  Martínez.) 

D.  Ans.       Encienda  usted;  hágame  el  favor.... 

D.  Teod.     Hombre,  no  gaste  usted  cumplidos. 

D.  Ans.       Como  usted  quiera. 

AcoM.  2.0  (Acercándoseles.)  Caballeros,  aquí  no  se  pue- 
de fumar. 

D.  Ans.  (Aludiendo  á  Martínez.)  Como  está  fumando  el 
señor... 

AcoM.  2.0  Lo  del  señor  es  brea. 

D.  Ans.       ¡Ahí  ¡es  brea! 

Mart.  (Guardándose    resueltamente  el   puro.)  ¡Vaya!   ¡Me 

van  á  brear  á  mí  entre  todos!  (oon   Fausto 

suelta  una  carcajada  y  Martínez  apela  á  la  mirada  de 
antes  para  callarlo.  Acabada  la  sinfonía  suena  un 
timbre,  que  vuelve  después  á  sonar  como  anuncio  de 
cada  mimero  en  el  Salón,  y  se  descorre  la  cortina.) 

D.  Teod.     ¡Vamos  á  ver  esta  inmundicia!  ¡Ahí 

D.  Ans.       ¡Ah!  Vamos  á  verla.  ¿Quién  sale  ahora? 

(jtAR.  (Metiéndose  en  harina  con  don  Anselmo,  que  está  de- 

lante de  él.)  Las  hermanas  Pichichi:Lola,  Pepa 
y  Carmen.  Pepa  no  es  hermana  talmente,  es 
prima  nada  más;  pero  ellas  se  llaman  her- 
manas por  la  novedad  de  la  cosa. 

D.  Ans.  Hombre,  ¿es  una  novedad  que  haya  tres 
hermanas? 

Gar.  Tres  hermanas  que  hagan  lo  mismo,  sí  se- 

ñor. 

D.  Ans.       Ah,  ¿pero  estas  tres  hacen  lo  mismo? 

Gar.  y  muy  bien  las  tres.  Verá  usted  cómo  can- 

tan. Son  hijas  de  aquella  célebre  Rosario  la. 
gorda....  ¿No  se  acuerda  usted  de  ella?  Aho- 
ra están  en  grande.  Viven  Lechuga  1. 

D.  Ans.  (Y  ¿por  qué  me  contará  á  mí  este  señor  todo 
esto?) 


—  u  — 


ESCENA  II 

DICHOS,  en  el  salón;  las  HERMANAS  PICHICHI  (Lola,  Pepa  y  Car- 
men), en  el  tablado.  La  decoración  que  se  ofrece  á  la  vista  del  públi- 
co es  de  jardín  ameno.  Por  la  derecha  salen  las  Hermanas  Pichichi 
yestidas  de  maja  las  tres  y  con  mantillas  blancas.  Verlas  aparecer  y 
empezar  sus  funciones  el  Jefe  de  la  claque,  todo  es  uno. 

D.  Faus.      ¡Buenas  personas,  caballeros,  buenas  per- 
sonas!... 

Música 

Las  tres  La  mujer  que  un  novio  quiera 

que  se  ponga  la  mantilla, 
porque  si  así  no  lo  pilla, 
nunca  saldrá  de  soltera. 


Con  la  mantilla  se  vuelve  loco 
el  que  más  cuerdo  se  quiera  hacer, 
porque  descubre  velando  un  poco 
y  porque  vela  dejando  ver. 


No  hay  nada  que  interese 
como  lo  incierto... 
Ni  cubierto  del  todo 
ni  desculjierto.... 


Es  la  mantilla  española, 
de  madroños,  negra  ó  blanca, 
una  red  en  que  se  prenden 
los  corazones  que  pasan. 


Su  encanto  mayor 
es  hacerla  celosía 
para  las  horas  de  amor. 

Y  en  otro  lugar, 
haciendo  de  ella  rejilla 
sirve  para  confesar. 


—  li  — 

— Ay,  mi  moreno,  dime  bajito 

que  tú  me  quieres  con  toda  el  alma, 

que  yo  descorro  mi  celosía 

como  me  digas  que  no  me  engañas. 

— Ay,  padre  cura,  yo  estoy  malita 

porque  me  ha  dicho  que  no  me  quiere; 

dígame,  padre,  si  me  condeno 

si  es  que  me  muero  por  8us  quereres. 

Es  la  mantilla  española, 
de  madroños,  negra  ó  blanca, 
una  red  en  que  se  prenden 
los  corazones  que  pasan. 

Con  la  mantilla  se  vuelve  loco 
el  que  más  cuerdo  se  quiera  hacer, 
porque  descubre  velando  un  poco 
y  porque  vela  dejando  ver. 

(Terminado  el  número,  se  retiran  las  Hermanas  Pichi- 
chi  con  sus  honores;  la  claque  y  el  público  aplauden 
de  lo  lindo,  vuelven  á  salir,  saludan  agradecidísimas 
y  se  marchan  definitivamente  sin  cantar  nada  nuevo.) 

Hablado 

L).  Teod.      (a   don    Anselmo,   molestando    siempre    á    Martínez.) 

¿Ha  visto  usted  cosa  más  insíípida? 
D.  Ans.       [Insoportable! 

D.  Teod.     Este  público  imbécil  las  traga  como  el  puño. 
D.  Ans.       Calle  usted,  no  nos  vayan  á  pegar  encima. 


ESCENA  III 

DICHOS  menos  las  HERMANAS  PICHICHI;  en  su  lugar,  la  BELLA 
LÓPEZ,   que  sale  también  por  la   derecha,  como  todos,  capaz  de  re- 
sucitar á  un  muerto.    Al  abigarrado  concurso,  en  general,  se  le  ale- 
gran las  pajarillas  y  se  la  recibe  con  ¡oles!  y  aplausos. 

D.  FaUS.  ¡Oh!  ¡Qué  mujer  esta!  (Manifiesta  su  entusiasmo 
ahora  y  siempre  dando  muy  fuertes  resoplidos,  que 
molesta  principalmente  al  pobre  Martínez.) 


--  13  - 

D.  Ans.       ¡Es  guapetona!  ¡es  guapetona! 

Gar.  (volviendo  á  la  carga )  Muy  bueca  DQUchacha, 

no  crea  usted. 

D.  Ans.       No,  si  yo  no  creo  nada. 

Gar.  Es  viuda  y  separada  del  marido. 

D.  Ans.       ¡Naturalmente! 

Gar.  Qui.ro  decir  que  se  volvió  á  casar  con  un 

cartero  y  que  se  s'eparó  de  él.  Vive  Le- 
chuga 4. 

D.  Ans.       Bueno,  vamos  á  oiría.  (ei  Pianista  vuelve  á  su» 

funciones.) 

Música 

B.  Lóp.  Ven  y  pasa  por  mi  ventana 

que  yo  te  espero,  serrano  mío; 
ven  y  pasa  y  verás  mis  ojos 
como  te  disen  que  no  te  orvío. 
Te  yamo  y  no  vienes... 
er  sielo  te  güerva  buena 
la  mala  sangre  que  tienes. 

(ei  público  en  masa  repite  el  estribillo  con  la  cantan^ 
te.  Oles  y  ap'ausos.  Don  Fausto  sopla.  Martínez  estor- 
nuda. Don  Teodoro  gruñe.) 

Tengo  un  riso  sobre  la  frente 
que  á  mi  mosito  lo  güerve  lelo; 
dos  ri.sitos  en  las  patiyas 
y  cuatro  risos  en  er  jiescueso. 

Tengo  dos  lunares: 

el  uno  junto  á  la  boca, 

el  otro  donde  tú  sabes. 

(vuelve  el  público  á  repetir  el  estribillo.  Ovación.  La 
Bella  López  se  retira  graciosamente  y  es  llamada  á  es- 
cena con  insistencia.  Vuelve  á  salir  y  se  dispone  á. 
cantar  de  nuevo.  El  Pianista  la  mira  con  ojos  de  car- 
nero á  medio  morir  y  siempre  bostezando.) 

Hablado 

D.  Teod.     ¡Esto  es  híbrido,  don  Anselmo! 
D.  Ans.       ¡Híbrido,  don  Teodoro! 
D.  Faüs.     (sin  dejar  s.is  resoplidos.)  ¡A  mí  esta  mujer  me- 
disloca! 


—  14  — 

Marx.         Pues  señor,  no  tenemos  mal  ventilador  aquí 

detrás. 
D.  Faus.     {Gritando.)  ¡La  pulga!  /Lajmlga! 
Esp.  1  o       ¡MalagueñasI  ¡malagueñafc! 
Varios        [Malagueñas! 
Oar.  (a  don  Anselmo.)  ¿Usted  sabe  de  quién  es  hija 

esta? 
D.  Ans.       No,  señor. 
Oar  .  ¿Usted  se  acuerda  de  un  jefe  de  policía  que 

hubo  aquí  el  ochenta  y  uno? 
D.  Ans.       No,  no  me  acuerdo. 
Oar.  Pues  de  ese. 

Música 

B.  Lóp.  Las  raíses  der  doló 

tengo  en  el  arma  metías; 
yo  lo  fui  to  pa  un  serrano 
y  ahora  me  ve  y  no  me  mira. 

(oles  y  aplausos.) 
D.  TeOD.      (Sin  poder  contenerse.)  ¡Ole! 

D.  Ans.  ¡Don  Teodoro! 

D.  Teod.  ¡Se  encenaga  uno  sin  querer,  don  Anselmo! 

D.  Faus.  ¡La pulra! ¡La pulgal 

Marx.  ¿Pero  qué  pulga  pide  este  señor? 

D.  Ans.  No  será  la  que  yo  tengo,  seguramente. 

J3.  Lóp.  (cantando.) 

Paso  por  la  vera  tuya 

y  tú  te  encoges  de  hombros; 

y  pasas  tú  por  la  mía 

y  se  me  nublan  los  ojos. 

(ovación.    Retírase    la  Bella,    vuelve  á  aparecer  entre 
aplausos  y  oles  y  vuelve  á  retirarse.) 


Hablado 

D,  Teod.     ¡Híbrido,  don  Anselmo,  híbrido! 

Marx.  (a  don  Teodoro,  harto  ya  de  que  le  molesten.)  Hom- 

lore,  ¿quiere  usted  ponerse  aquí  junto  á  su 
amigo,  y  así  me  dejan  ustedes  en  paz? 
D.  Teod,     Sí,  señor;  con  muchísimo  gusto,   (cambia  de 

sitio  con  Martínez.) 

Marx.         (Cuando  te  dé  el  soplete  del  de  detrás,  3'a 
verás  lo  que  es  bueno.) 


—  15  — 

D  Teod,  (¿Ve  UPted?  ¡Público  soez!  ¡Público  encana- 
llado! ¡Nación  pútrida!  ¡Así  hemos  perdido 
las  colonias!) 


ESCENA  IV 

DICHOS  menos  la  BELLA  LÓPEZ;  en  su  lugar  MR.  CHIRRÍA,   fíale 

con  un  frac  que  lo  mismo  puede  ser  suyo  que  de  un  amigo  del  a'ma. 

Pronuncia  el  castellano  torpemente,    con  algo  de  acento  extranj3i"o, 

como  si  lo  fuese  de  verdad. 

D.  Faus.  ¡Adiós!  ¡el  adivinador! 

Calav.  ¿Cuando  vas  á  morirte,  hombre? 

Esp   2.0  ¡Fuera!  ¡fuera! 

Esp.  3.0  I  Vete  ya,  guasón! 

Cai.av.  ¡Que  salga  la  Martínez! 

Esp.  2.0  ¡Que  baile! 

EeP.  3.0  ¡Que  se  afeite! 

M.  ChiR.      (Adelantándose  á  la  batería  imperturbable,  á  pesar  del 

caluroso  recibimiento.)  Respetable  y  distinguidí- 
sima concurrencia:  voy  á  tener  el  gusto  de 
exponer  á  ustedes... 

Calav.         ¡Deja  el  discurso,  pelma! 

3l,  Chir.  (Como  si  no  fuera  con  él.)  V^arios  experimentos 
de  adivinación  y  trasmisión  del  pensamiento 
humano,  í-in  contacto  alguno.  Para  ello  voy 
á  repartir  uras  papeletitas  entre  los  señores 
que  deseen  probar  el  fenómeno,  en  las  cua- 
les escribirán  aquello  que  quieran  que  yo  les 
adivine. 

Calav.  Bueno,    baja    3'a.  (Lo  hace    por    una  gradina  que 

hay  junto  al  piano  y  reparte  varios  pedacitos  de  papel 
en  blanco.) 

Marx.         A  ver,  déme  usted  á  mí  una.  (se  conoce  en  ei 

modo  de  pedir,  que  le  ha  hecho  alguna  mella  la  cosa.) 

M.  Ch  R.  Tome,  señor. 

Mart.  ¿Qué  escribo  aquí? 

M.  Chir.  Ah,  lo  que  usted  quiera. 

Gar.  Lo  que  quiera  usted  que  el  señor  le  acierte. 

M.  Chir.  Este  caballero  me  ha  comprendido  bien. 

Esp.  2.0  ¡Es  muy  listo! 

Gar.  ¡Animal!  ¡A  la  cuadra  ese! 


—  16  — 

D.  Teod      ¿Qué  le  parece  á  usted,  don  Anselmo?  ¡Esto 

68  Ja  última  capa  social! 
D.  Ans.       Si  no  es  la  última,  es  la  penúltima,  don 

Teodoro.  (Don  Fausto  se  va  quedando  dulcemente 
dormido.) 

E;-p.  l.o  (Levantándose.)  Va  usted  á  hacerme  el  obse- 
quio de  adivinarme  á  n:í... 

M.  Chir.     ¿Ha  escrito  usted  ya?... 

Esp.  l.o      SI,  señor. 

M.  Chir  Bien,  pues  sírvase  taparme  los  ojos.  Tome 
este  pañuelo,  y  coloqúese  detrás  de  mí,  y 
mándeme  con  el  pensamiento  lo  que  quie- 
ra que  haga.  Con  mucha  fuerza,  ¿eh?  (una 

vez  vendado  Mr.  Chirrín  principia  á  dar  carreras  y 
saltos  de  epiléptico  y  á  pegarse  puñetazos  en  la  cara 
avanzando  y  retrocediendo  por  entre  las  fllas  de  buta- 
cas y  palpando  y  sobando  á  todos.  El  otro  le  sigue  con 
el  entrecejo  fruncido  y  sin  mirar  á  nadie.  Es  de  los 
que  lo  toman  en  serio.  A  Martínez  le  causa  el  espec- 
táculo supersticiosa  curiosidad.) 

Esp.  l.o       Sí,  señor,  si. 

M.  Chir.     Siga...   sígame...  piense...    piense...    piense 

bien...    (Palpando    á    uno.)  ToCO...    tOCO  ..    ¿Qué 

hago?...  ¿qué  hago?... 
Mart.         No  se  lo  diga  usted. 
M.  Chir.     Mándeme  con  fuerza...  Así...  así...  (Dirígese 

como  una  bala  á  don  Anselmo  y  después  de  sobarlo  á 
su  antojo  le  coge  el  sombrero  y  se    lo   apabulla.)  Es- 

to...  esto...  No;  no  es  esto,  no...  no... 

D.    Ans.         (Apoderándose de  su  sombrero.) ¡Ya  lo  creo  que  no! 

M.  Chir.     ¡Sígame...  no  dude...  no  se  distraiga!   ¡Ahí 

¡ahí  (Coge  el  sombrero  de  don  Fausto,  que  está  dor- 
mido, y  con  él  en  la  mano,  baila  indeciso  en  mitad  de 
la  escena.  Al  fln  sale  corriendo  como  loco  y  se  lo  melé 
basta  las  orejas  al  Piani.sta.  El  pueblo  se  ríe.)   EstO... 

esto  sí...  Piense...  piense...  ¿qué  hago?...  ¡Ah! 
¡sí!  Esto,  esto  es. 

EsP.  l.o  (Rompiendo  á  aplaudir  entusiasmado  y  leyendo  el  pa- 
pel.) ¡Bravo!  ¡bravo!  idivinamentel — «Que  le 
quite  el  sombrero  á  aquél  señor  grueso,  y 

que  se  lo  ponga  al  pianista.» — (Aplausos  gene- 
rales. Mr.  Cbirrín  se  descubre  los  ojos  y  le  pone  el 
sombrero  á  don  Fausto,  que  al  ruido  de  los  aplausos 
se  despierta  y  grita  golpeando  el  suelo  con  el  bastón.) 


—  17  — 

D.  FaUS.      ¡La  imlga!  ¡La  pulga!  (e1  Espectador  l."  vuelve  á 

su  sitio  ) 

Marx.         Eso  es  que  ve. 

Gar.  ¿y  qué  tenemos  con  que  vea? 

M.  Chir.  ;, Hay  algún  otro  caballero  que  desee  pro- 
bar'?.. 

Mart.  Si,  señor,  yo.  ¿A  que  no  me  acierta  usted  á 

mí  lo  que  yo  quiero? 

M.  Chir.  Ah,  si  usted  ss  presta  á  ello,  lo  mismo.  Sír- 
vase cubrirme  los  ojos.  (Se  repite  la  misma  fae- 
na. Martínez    aprieta    más  que    un    dolor.)  ¡Ay!    No 

hace  falta  que  apriete  usted  tanto... 

Mart.  Sí,  sí...    (Una  vez  que  lo  ha  vendado,  se  le  pone  de- 

lante y  lo  amenaza  con  el  puño,  á  ver  si  lo  ve.  En  se- 
guida se  convence  de  que  no.)  |Al  pelo!  Ande  US- 

ted  ahora. 
M.  Chir.     Sígame  muy  de  cerca  y  mandándome  muy 
fuerte  cnn  el  pensamiento,  (vuelta  á  las  caítí?- 

ra.s  y  á  los  saltos  y  al  sobar  general.)  Venga...  ven- 
ga... Cojo...  cojo...  no...  no.. 

Mart.  Sí,  si  me  lo  va  á  acertar.... 

M.  Chir.     Piense  bien.. .  ¿Qué  debo  hacer?  |Dígamelo! 

Mart.  Sí,  sí... 

M.  Chir.     No  se  distraiga....  Fuerte...   fuerte....   ¡Ah! 

(Sube  al  escenario  corriendo.) 

ÜAR.  ¡Sígalo  usted,  hombre! 

Mari.  Fs  lo  mismo;  á  mí  no  me  lo  acierta,  (sube 

también  al  escenario.  Mr.  Chirrín  da  una  vuelta  por  él 
seguido  de  Martínez.  En  seguida  vuelve  á  bajar.  A  Mar- 
tínez se  conoce  que  le  llama  la  atención  algo  que  ve 
por  el  interior  del  jardín  y  se  queda  arriba  mirando 
hacia  la  izquierda  con  curiosidad.) 

M.  Chir  Bajo,  bajo  ...  Aquí  no  ..  no  es  aquí. ..  (Lleno 
de  angu.stia  ya.)  Píense...  piense...  sígame.... 

Gar.  (a    Martínez  que  está  todavía   arriba.)  ¡PerO  hom- 

bre, baje  usted!  Así  ¿cómo  (piiere  usted  que 
el  hombre  haga  nadu? 

M.  Chir.     Imposible...  imposible  así.... 

Mart.  (Bejando.)  No,  si  es  igual....  Verá  usted  cómo 
á  mí  no  me  lo  acierta.  ¡Ahora  no  ve! 

M.  Chir.  ¿Qué  ver?...  ¿qué  ver?...  Mándeme....  (Martí- 
nez obedece.)  ¡Ab!  ¡ya!  Esto...  esto  sí.  ..  (va  á  la 
butaca  en  que  estaba  Martínez  y  coge  el  periódico  que 
este  lela.) 

s 


18 


Mart. 
M.  Chir. 
Gar. 


Mart. 

M.  Chir, 
Mart. 
M.  Chir, 

Mart. 
M.  Chir. 
Mart. 


M.  Chir, 


Mari. 
Gar. 

M.  Chir. 


Calav. 
Gar. 

Mart. 
Gar. 
Mart. 
Gar. 

Mart. 


(Algo  sorprendido.)  Va  bien,  va  bien.... 
¿Qué  hacer  yo  con  esto?  Diga.,  diga... 

(Como  si  fuera  el  padre  de  Mr.  Chirrín.)  No  86  dis- 
traiga usted  y  piense....  Si  no,  no  hay 
modo... 

Ya...  ya  pienso.  ..  (Pone  toda  su  alma  en  el  asun- 
to. Los  ojos  muy  fijos  parece  que  se  le  van  á  saltar.) 

No  sé...  no  sé...  no  doy... 

¡Es  que  es  muy  difícil! 

Ah,  es  imposible.  No  sirve...  no  piensa...  se 

distrae...  me  vuelve  loco...  (Quitase  la  venda.) 

¿No  lo  decía  yo? 

Pero  ¿qué  ha  pensado  usted,  caballero? 
Aquí  está  escrito;  yo  no  engaño  á  nadie... 
«Que  coja  el  Heraldo  que  luí 3^  en  mi  asien- 
to, y  que  me  acierte  la  charada...  »  (Risas  ge- 
nerales.) 

(Con  espontáneo  arranque  en  su  lengua  nativa.)  |NoS 
hSifastidiao  estel.  .  (Enmendando  el  lapsus  en  se- 
guida.) ¡Nos  ha  fastidiado  este!  Ya  compren- 
derá el  respetable  público  que  es  absurda 
la  pretensión.... 
¡Como  que  me  trae  loco! 

(¡Qué  animal!)  (coge  el  «Heraldo»  y  se  pone  á  leer 
la  charada.) 

Mi  deber  no  es  ese...  mi  deber...  Mis  facul- 
tades... mi... El  fenómeno  de  la  trasmisión... 
contacto  nunca...  pero  charfdas  menos.. 
Servidor  de  ustedes.  Buenas  noches.  (Aplau- 
sos fríos  )  Muchísimas  gracias.  (Retirándose,  y 
otra  vez  en  su  lengua  nativa.)  ([LoS  hay  que  de- 
bían estar  en  un  pesebre!) 
¡Adiós,  y  que  te  alivies!...  ¡Qué  posma! 

(Tocándole  en  un  hombro  á  Martínez  y  con  cierto 
misterio.)  TarUgO. 

¿Cómo? 
Tarugo. 
¡Oiga  usted! 

Tarugo  es  la  charada.  Ruta...  gota....  Ta- 
rugo. 

¡Pues  es  verdad!  Tarugo  es,  si  señor.  Mu- 
chas gracias.  Yo  es  que  creí  que  ruta  era 
con  dos  erres. 


19 


ESCENA  V 

DICHOS,  menos  Mr.  CHIRKÍN;  en  su  lugar,  LOMTA   GÜIÍ50S,    con 

mantón  de  Manila.  Al  presentarse  en   escena  estalla  un  aplauso.  Kl 

pueblo  se  anima    visiblemente. 

D.  Fau8.       ¡La  pulga!  ¡La  pulga! 
D.  Ans.        ¿Otra  vez? 

D.  Teod.     (para  sí.)  (Esto  SÍ  que  es  canela  fina.) 
D.  Faus.      ¡Vaya  una  mocita  con  circunstancias!  (vuel- 
ve á  sus  resoplidos  ) 

Calav.  (Ya  me  ha  visto.  La  traigo  loca.)  ¡Ejem! 
¡ejem! 

Gar.  (a  don  Anselmo.)  ¿Sabe  ustcd  quién  anda  de- 

trás de  esta? 

D.  Ans.       No  señor,  ni  delante. 

Gar  .  Bueno...  pues...  ¿Conoce  usted  á  un  tenien- 

te de  caballería,  alto?. . 

D.  Ans.       No  señor... 

Gar  .  Moreno...  grandes  bigotes... 

D.  Ans.       No  lo  conozco. 

Gar,  Pues  ese.  Le  está  sacando  un  dineraL 

D.  Ans,  (Pero  qué  enterado  está  este  sujeto  de  todo 
lo  que  á  mí  no  me  importa.) 

Gar.  Lechuga,  8. 

D.  Ans.  ¿También  Lechuga?..  (Lolita  Guiños  empieza  á 
bailar  una  petenera  que  levanta  en  vilo  al  mas  paci- 
fico espectador.  El  que  más  y  el  que  menos  quisiera 
tener  la  cabeza  en  los  pies,  por  lo  baja,  para  verle 
bien  las  pnntorrillas.  A  la  conclusión  de  la  petenera 
estalla    otro  aplauso,  y  se  retira  saludando  la  artista  ) 

D.  Faus  .     ¡La  pulga!  ¡la  pulga! 

Esp.  l.o        ¡Tango!  ¡tango!... 

Varios         ¡Tango!  ¡tango!... 

D.  Teod      ¡Ea!  ya  están  pidiendo...  (pidiéndolo  éi  á  su  vez.) 

¡tango! 
Uno  ¡Tango! 

D.  Ans.       Pero  ¿es  posible  que  pidan...?   (lo  mismo.) 

¡tango! 
Otro  ¡Tango! 

D.  Teod      Mire  usted  que  pedir  ahora...  ¡tango! 


ÍO  - 


Otro 

D.  Ans. 
Muchos 

I).  Teod 

D.  Ans. 


D.  Teod 

D.  Ans. 

D.  Faüs. 

D.  Ans. 

D.  Faus. 
D.  Ans. 

Mart  . 
D.  Ans. 

Cálav. 

D.  Ans. 

D.  Teod 
D.  Ans. 


D.  Teod 
D.  Ans. 
D.  Tfoo 

D.  Ans. 


iTangol 

Nada,  nada,  tendremos...  ¡tango! 

¡Tango!  ¡tango!  (e1  Pianista  lo  empieza  á  tocar. 
Aplausos.) 

¡Se  salieron  con  ella!  ¿Ha  visto  usted  qué 

escoria  viene  aquí,  don  Anselmo?... 

¡Yo  estoy  pasando  un  rato  horrible!  (saie  lo- 

lita  Guiños  con  un  sombrero    ancho   muy  echado  á  la 
frente  y  á  compás  del  tango  que  emplaza  á  bailar  des- 
de la  salida.) 
^Abriendo   cada  ojo  como    un    perro    grande.)    ¿Eh? 

¿Qué  le  parece  á  usted  el  espectáculo? 
.(con  la  babacaida.)  ¡Deletéreo!  ¡deletéreo!  ¡No 
hay  que  darle  vueltas! 

(üando  un  resoplido  á  todo  pulmón.)    ¡EstO  63  g'o- 

rita  pura! 

(sintiendo  el  aire  en  el  cogote )  Pero,  ¿hay  Co- 
rriente aquí?... 
Usted  perdone;  he  sido  3^0. 
No  hay  de  qué;   puede  usted  soplar  lo  que 
quiera. 
(Entusiasmado.)  ¡Hija  de  mi  alma! 

(soltando  un  suspiro  que  es  un  poema.)  ¡Ay!  ¡Aho- 
ra SÍ  que  es  fácil  adivinar  aquí  el  pensa- 
miento! 

(¡IVLe  está  brindando  lo  mejor!)  Gracias, 
prenda. 

(a    Garrido.)    ¿Lechuga    cuáutos    ha    dicho 
usted? 
¡A  mí  se  me  levanta  el  estómago! 

¡Y  á  mí  también!  (Acabado  el  tango  se  corre  la 
cortina,  que  vuelve  á  descorrerse  á  los  aplausos  del 
público  á  Lolita  Guiños,  y  todo  el  mundo  se  pone  en  pie 
para  irse.  Los  .acomodadores  abren  la  puerta  de  salida 
y  la  gente  la  toma  haciendo  comentarios.  El  Pianista, 
sin  dejar  sus  bostezos,  se  retira  por  la  otra  puerta.) 

¡Me  voy!   ¡me  voy!  ¡No  puedo  permanecer 
aquí  más  tiempo!  ¡Ah! 
¡Como   que    se  ha   acabado    esta    sección, 
amigo! 

Aunque  no  fuera  así,  me  iría.  ¡Qué  asco  de 
salón!  ¡Ah!  ¡Hasta  los  acomodadores  me  re- 
pugnan! ¡Adiós,  don  Anselmo! 
-,•  ¡Adiós,  don  Teodoro! 


-  21  — 

D.  Faus.     ¡Pues  señor,  esto  cada  día  está  más  soso! 

Mart.         ¡Yo  no  sé  como  viene  aquí  nadie!... 

Gar.  ¡Se  aburre  uno  que  es  una  bendición! 

EtíP.  l.t>        jEsio  va  de  capa  caída! 

D  Ans.  (¡Si  se  enterase  Filomena!^...  ¡Uh!  Y  ¡qué 
diantre!...  ¡puede  que  se  explicara  lo  del  sá- 
bado! (Qaedan  solos  los  dos  Acomodadores.  Pausa. ^ 


ESCENA  ULTIMA 

ACOMOD  «DORES  1."  y  2.'¡  despnés,    entre  nna  porción  de  Especta- 
dores  (público    nuevo),     DON    TEODORO.    DON    ANSELMO,    DON 
FAUSTO,  GARRIDO,  MARTÍNEZ  y  el  CALAVERILLA. 

AcoM.  1."     Poca  gente  ha  quedado  para  esta  sección. 

Abre  ya.  (e1  otro  obedece.  Principia  á  entrar  el 
público  y  á  colocarse  en  sus  butacas  ) 

D.  Teod      ¡Parece  imposible  que  venga  nadie  á  estos 
espectáculos  nefandos! 

I).  Faus.       ÍDando    bastonazos   en    el    suelo   apenas   llega.)   ¡La 

pulga!  ¡La  pulga! 
D.  Teod      ¡Hombrel  ¡el  de  la  pulga  otra  vez!  (pasea hacia 

la  derecha.  Al  Tolver  hacia  la  izquierda,  ve  á  don  An- 
selmo que  llega  en  aquel  momento  y  se  queda  clavado. 
Don  Anselmo  viene  queriendo  recordar  lo  que  cantó 
la  Bella  López,  y  al  ver  á  don  Teodoro  se  le  corta  el 
resuello.  I 

D.  Ans.  Tengo  dos  lunares  .. 

tengo  dos  lunares... 

(Se  miran  desde  lejos.  Pausa.  Ninguno  sabe  cómo  rom- 
per ni  cómo  excusarse.  Don  Anselmo  se  decide  al  fin 
por  echarlo  á  broma.)  jPaíS  pútrido!  ¡No  me  difía 
usted  mas!  (Sale  el  Pianista  y  se  sienta  en  su  sillón. 
Aplausos  tibios.) 

D   Tkod      No...  sino  que  salí...  y  como  no  llovía. . 

D.  Ans.       Es  claro...  como  no  llovía...  se  metió  usted 

aquí  otra  vez...  ¡Si  hubiera  llovido  no  sale! 

¿Vamos  A  sentarnos,  en  vista  de  que  ahora 

no  llueve? 
D.  Teod.     ¡Y  qué  remedio  queda! 


—  -22  — 


D.  Ans.       Aguarde  usted  un  momento. 

(ai  público  ) 

Toleraremos,  ¡oh  público! 
este  espectáculo...  híbrido, 
si  tú  con  aplauso  anáuime 
premias  El  género  ínfimo. 


HN 


Madrid,  Junio,  1001. 


OBRAS  DE  LOS  MISMOS  AUTORES 


Esgrima  y  amor,  juguete  cómico. 

Belén,  12,  principal,  juguete  cómico. 

Giliio,  juguete  cómico  lírico. 

La  media  naranja,  juguete  cómico. 

El  tío  de  la  flauta,  juguete  cómico. 

El  ojito  derecho,  entremés  (2.*  edición). 

La  reja,  comedia  en  un  acto.  (2.*  edición). 

La  buena  sombra,  saínete  en  tres  cuadros.  (4.»  edición). 

El  peregrino,  zarzuela  cómica  en  un  acto. 

La  vida  intima,  comedia  en  dos  actos.  (2.»  edición) 

Los  borrachos,  sainete  en  cuatro  cuadros. 

El  chiquillo,  entremés.  (2.a  edición). 

Las  casas  de  cartón,  juguete  cómico. 

El  traje  de  luces,  sainete  en  tres  cuadros. 

El  patio,  comedia  en  dos  actos. 

El  motete,  entremés  con  música. 

El  estreno,  zarzuela  cómica  en  tres  cuadros. 

Los  Galeotes,  comedia  en  cuatro  actos. 

La  pena,  drama  en  dos  cuadros. 

La  azotea,  comedia  en  un  acto. 

El  género  ínfimo,  pasillo  con  música. 


serafín  ,  JOAQUÍN  ALVAREZ  (JÜINÍERO 


El  flido 


COMEDIA  EN  DOS  ACTOS 


►^#^- 


lv£ -A- ID  I^  I  ID 

SOCIEDAD   DE  AIITOKKS   Ks  I' A  Ñül.Eb 

Salón  del  Prado,  14,  hotel 

1  3on. 


EL  NIDO 


Esta  obra  es  propiedad  de  sus  autores,  y  nadie  po- 
drá, sin  su  permiso,  reimprimirla  ni  representarla 
en  España  ni  en  los  países  con  los  cuales  se  hayan 
celebrado  ó  se  celebren  en  adelante  tratados  interna- 
cionales de  propiedad  literaria. 

Los  autores  se  reservan  el  derecho  de  traducción. 

Los  com.ísionados  y  representantes  de  la  Sociedad 
de  Autores  Españoles  son  los  encargados  exclusivamen- 
te de  conceder  ó  negar  el  permiso  de  representación 
y  del  cobro  de  los  derechos  de  propiedad. 

Queda  hecho  el  depósito  que  marca  la  ley. 


EL  NIDO 


O  O  :L^  E:  ID  I -A-     E3iT     IDOS     -¿5^CTO=3 


DE 


serafín  V  JOApiN  ÁLVAREZ  QUINTERO 


Estrenada  en  el  TEATRO  LARA  el  31  de  Octubre  de  1901 


MADRID 

&.  TELASCO,  lUP.,  MABQCltS  DE  SáNTA   ANA,  11  DDP. 

Teléfono  nrtmcro  551 
tttOl 


AL  SEÑOR 


ion  ^ub  1ft0tttatu  g  ^^aitlett$ttíitt(l! 


poeta  del  h^gar 


efi. 


ieSiimOuió    de   adínhaciin^    u  cariño 


^^    Q/ím 


/t/ieú 


REPARTO 


PERSONAJES 


ACTORES 


TERESITA Srta.  Suárez. 

DOÑA  JOSEFA Sea.    Valverde. 

MARTA Seta.  Domus. 

DOÑA  FEDERICA .        Alba. 

CANDIDITA Rodríguez. 

RAMONA ZiuE. 

RAIMUNDA Quijada. 

JAIME Se.       Santiago. 

DON  PABLO Romea. 

REQUETO Rodríguez. 

LEOPOLDO Montenegro. 

DON  CARMELO ViGO. 

ROQUITO Barraycoa. 

DON  ABEL Valle. 


@^_ .»4>Pta>^C§B)^to''^fl^ 5>© 


ACTO  PRIMERO 


Gabinete  en  casa  de  Jaime,  en  Madrid.  Es  un  nido  de  amores,  sin 
estrenar  todavía.  El  papel  de  las  paredes  de  fondo  verde  pálido: 
se  conoce  que  está  elegido  por  la  amante  pareja.  Al  foro  hay  una 
puerta,  á  la  izquierda  otra  y  á  la  derecha  un  halcón.  Alfombra 
clara.  Muebles,  cuadros  y  telas  relativamente  modestos,  peio  co- 
quetones  y  elegantes.  A  la  derecha  de  la  puerta  del  foro  sofá  y 
butacas.  En  los  rincones  dos  columnas,  con  sendas  figurillas  de 
bronce  muy  llamativas  y  vistosas.  La  que  hay  en  la  columna  de  la 
derecha  del  actor  es  de  hombre  y  la  de  la  izquierda  de  mujer.  Todo 
ello  limpio  y  flamante,  esperando  á  sus  dueños,  y  colocado  con 
escrupulosa  simetría.  Es  por  la  tarde. 


ESCENA  PRIMERA 

JAIME  y  LEOPOLDO 

(Salen  por  la  puerta  del  foro,    unos    momentos  después   de    haberse 
levantado  el  telón.  Vienen  jadeantes,  y  sn  hablar   al  principio  es  fa- 
tigoso y    entrecortado.    La    razón    es    clara:    el  nidito    está  en  piso 
quinto  y  no  hay  ascensor  todavía.) 

IjEOp  Chico...  la  casa...  parece  muy  alegre...  pera 

esto  63  vivir  en  las  nubes... 

Jaime  En  el  cielo...  dirás... 

Leop.  Llámale  hache...  Está  más  alto  que  mi  es- 

tudio... 

Jalme  Asómate...  asómate  á  ese  balcón...  tú  que 

eres  artista...  verás  qué  panorama... 

Leop.  (Asomándose    al    balcón.)    HermOSO,    JaimiUo... 


—  8  — 

Se  ve  todo  Madrid...  Ganas  dan  de  echarse 
á  volar. 
Jaime  ¿No  es  verdad  que  vale  la  pena  de  vivir  tan 

alto?  Sobre  que  el  casero  ha  prometido  po- 
ner muy  pronto  el  ascensor.  Además,  á  Te- 
resita  no  le  gustan  los  bajos.  Ni  á  mí  tam- 
poco... excepción  hecha  de  los  bajos  de  Te- 

resita.  (Riéndose  candorosamente.)  ¡Ji,  ji,  jÜ... 

Leop.  Estás  empalagoso  de  felicidad. 

Jaime  ¿Y  crees  tú  que  el  caso  es  para  menos?  Fi- 

gúrate que  pasado  mañana  seré  dueño  y 
señor  de  este  nido  de  amores...  ¡Y  qué  palo- 
mita traigo  á  él!  Como  que  ella  será  la  due- 
ña y  la  señora;  yo,  su  esclavo  Y  á  propósi- 
to;   aguarda.  (Asomándose    á  la  puerta  del    foro   y 

llamando.)  ¡Ramonal  ¿No  ha  venido  nadie?... 
¿Ni  han  traído  nada  de  casa  de  la  señorita?... 

Está  muy  bien,  ("volviendo  ai  lado   de  Leopoldo.) 

Te  advierto  que  la  criada  es  un  ángel  del 
Paraíso. 

Leop.  Lo  creo. 

Jaime  Y  la  portera  otro. 

Leop.  También  le  creo. 

Jaime  ¿Pero  qué  te  pasa,  criatura?  Hay  que  sacar- 

te las  palabras  con  sacacorchos...  ¡Ah,  caram- 
ba! que  no  tenemos  sacacorchos.  (Escribiendo 

en  un  librito    de    apuntes    que  lleva   en   el  bolsillo.) 

«Comprar  un  sacacorchos.»  ¿Qué  haces  que 
no  te  ríes,  que  no  gozas  conmigo,  que  no  te 
entusiasmas  con  todo  lo  que  ves?  Y  ten  en 
cuenta  que  este  gabinete  es  lo  peorcito  de  la 
casa...  Me  gusta  graduar  los  efectos...  Ya  ve- 
rás el  comedor:  aquello  es  un  sueño  de  ve- 
rano... Ya  verás  la  alcoba...  ¡ay  qué  alcoba! 
Aquello  es  un  amanecer  de  primavera... 
Leopoldo  de  mi  vida,  ¡cásate! 

Leop.  Sí,  sí... 

Jaime  Cásate.  Cásate  y  verás. 

Leop.  ¿Tú  qué  sabes,  si  no  te  has  casado  todavía? 

(Se  sienta  en  una  silla.) 

Jaime  Pero  ¿hay  más  que  mirar  en  torno  nuestro 

para  convencerse  de  que  es  la  gloria  donde 
estamos? — No  te  apoyes  mucho,  que  esas 
sillitas  son  de  mírame  y  no  me  toques. 


ü  — 


Leop. 
Jaime 


Leop. 
Jaime 


Leop. 
Jaime 
Leop. 

Jaime 


Leop. 
Jaime 

Leop 

Jaime 
Leop. 
Jaime 
Leop. 
Jaime 
Leop. 
Jaime 
Leo  I'. 


Jaime 


Descuida. 

¿Quién  no  adivina  aquí  la  mano  primorosa 
de  una  mujer?  ¡Bendita  sea  ellal  Mira  qué 
orden,  qué  simetría,  qué  buen  gusto...  Besa- 
ría de  buena  gana  estos  muebles  y  estas  fi- 
guras, creyendo  que  la  beso...  Todo  cuanto 
ella  toca  adquiere  una  gracia,  una  luz...  ¡Cá- 
sate, Leopoldo! 

(Levantándose  y  dejando  la  silla  de  cualquier  mane- 
ra.) Chico,  me  estás  poniendo  más  nervioso 
que  entré. 

(colocando  la  silla  con  gran  cuidado  en  el  sitio  en  qne 

estaba.)  Hombre,  hombre.  .  Pero  ¿es  que  te 

pone  nervioso  mi  felicidad? 

Sí.  Me  muero  de  envidia. 

Gana  de  envidiar  es  eso,  Leopoldo. 

(cogiendo  otra  silla  y  sentándose.)  Gana  dc  envi- 
diar, sí,  gana  de  envidiar... 

(Con  el  alma  en  cada  silla  que  coge  I  eopoldo,  el  cual, 
inquieto  y  desasosegado,  maldito  si  se  ocupa  de  cuidar 

los  muebles.)  Pues  ¿qué  tengo  yo  que  tú  no 
tengas?  í>alud  no  le  falta;  dinero  te  sobra; 
tu  posición  es  más  brillante  que  la  mía:  yo 
soy  un  abogadete  sin  pleitos  y  tú  eres  un 
pintor  de  renombre;  buena  elección  la  has 
demostrado:  tu  novia  es  una  Venus...  con 
ropa...  ¿Qué  más  quieres? 

Mi  novia,  mi  novia..    (Se  levanta  y  pasea.) 
(Poniendo    bien  y  en   su    sitio  la    silla,    como    antes.) 

Pero  ¿no  te  puedes  estar  quitto? 

(sin  oirlo.)  ¡La  que  fué  mi  novia!  (Se  monta  en 
otra  silla  y  apoya  los  brazos  en  el  espaldar.) 

(¡Adiós!)  ¿Has  reñido  con  ella? 
Sí 

¿Cuándo? 
Anoche. 

¿Pues  no  la  querías  tanto? 
Ahí  verás  tú. 
Como  no  te  expliques... 
¡Estos  celos  ridículos  que  siento  van  á  aca- 
bar conmigo!  (Levántase  de    nuevo  y  vuelve  á  pa- 
sear.se  en  todas  direcciones.) 

(Tornando  á  colocar  la  silla  en  su  sitio  y  limpiándole 
cualquier  palito  con  saliva.)  (Y  COnmigO.)  ¿l^ero  á 


—  10  — 

quién  se  le  ocurre  tener  celos  de  una  criatu- 
ra como  Marta?  Eres  un  animal. 

Leop.  Lo  sabía.  Y  tú  otro. 

Jaimf,  Yo  no  lo  sabía. 

Leop.  Pues  ya  lo  sabes.    (Coginndo  una  figurilla  y  accio 

nando  descompuesto  con  ella  en  la  mano.    Jaimito  no- 

le  quita  ojo.)  ]  Kres  un  animal,  desde  el  mo- 
mento en  que  imaginas  que  dominar  los 
celos  está  en  la  mano  de  los  hombresl 

Jaime  Pues  mira  que  tú,  que  te  has  creído  que  mi 

í^asa  es  un  bosque  virgen... 

Leop.  Jaime,  compadéceme.   ¿Comprendes  ahora 

que  te  envidie?  ¿Comprendes  mi  tormento? 
¿Me  dejas  que  me  tire  por  el  balcón? 

Jaime  (Quitándole  la  figura  de  la  mano  y  poniéndola    donde 

estaba,  con  cuidado  y  mimo.)  ¡De  ninguna  manc- 

la!  (Es  loco  de  atar.) 
Leop.  ;Soy  muy  desgraciado!  ¡muy  desgraciado! 

(Desplómase  en  el  sofá  del  foro  ) 
Jaime  (Como  si  se  le  hubieran  sentado  encima  á  él.)  ¡Atizar 

Hombre,  que  el  sofá  es  muy  poquita  cosa... 

Leop.  (Golpeando  un  brazo   del  propio  sofá.)  jTeOgO  Una 

rabia  contra  mí  mismo!  ¡un  deseo  de  vio- 
lencia!.. 

Jaime  ¿Te  es  igual  darme  á  mí  en  un  hombro? 

Leop.  ¡De  mejor  gana  que  lo  digo  haría  pedazo» 

todo  esto! 

Jaime  (Aterrado.)  Mira,  vamonos  á  dar  por  ahí  una 

vueltecita.  La  tarde  está  hermosa... 

Leop.  No,  no;  vueltas  no,  que  me  la  puedo  encon- 

trar á  ella. 

Jaime  Como  te  la  encuentras  es  si  sigues  aquí. 

Leop.  ¿Qué  dices? 

J.\iME  Va  á  venir  luego  con  su  tío. 

Leop.  ¡Imbécil! 

Jaime  ¿Quién? 

Leop.  Su  tío. 

Jaime  jAh! 

Leop.  Jaime,  quiero  tanto  á  esa  mujer,  que  estoy 

resuelto  á  no  hacer  las  paces  con  ella. 

Jaime  ¡Qué  determinación  más  lógica! 

Leop.  f^é  que  nunca  será  dichosa  á  mi  lado,  y 

como  lo  sé,  me  alejo  del  suyo.  Ya  ves  si  le 
tengo  cariño... 


—  11  — 

Jaime  Lástiuca  me  estás  dando. 

Leop.  (sublevándose.)  ¡Pues  yo  no  quiero  que  nadie 

me  tenga  lástima! 
Jaime  Vaya,  no  sé  cómo  acertar. 

Leop.  (Echándole  mano  á  otra    silla  y  dando  un   golpe    con 

ella  en  el  suelo  antes  de  sentarse.)  [Anoche  estUve 

á  verla  por  última  vez!  ¡No  vuelvo;  no  vuel- 
vo á  su  casa! 

Jaime  (¡Donde  no  vuelves  es  á  la  mía!) 

Leop.  ¡Me  iré  de  Madrid!  ¿A  cuántos  estamos? 

Jaime  A  quince. 

Leop.  ¿A  quince? 

Jaime  Hombre,  por  cierto  que  no  tenemos  alma- 

naque, (saca  el  librillo  de  apuntes  y  escribe.)  «  iJn 
almanaque  con  un  cromo  bonito.»  (sintiendo 

qt.e  alguien  llega  y  asomándose  al  foro.)  ¿Quieil  CS? 
Leop.  (Levantándose  de  un  salto.)  ;,Será  Marta? 

Jaime  No,  hombre,  no:  es  mi  padre,  (pone  bien  la 

silla  que  deja  Leopoldo.) 


ESCENA  II 

DICHOS  y  DOX  P.ABLO 

(Llega  por  el  foro,  sin  poder  articular  palabra  por  causa  de  las  esca- 
leras.   Trae  en    la    mano  una    caja  esmeradamente    envuelta  en   iin 
papel.) 

Jaime  Hola,  papaíto.  ¿Qué  es  eso,  vienes  muy  can- 

sado? (Don  Pablo  contesta  con  un  gesto.) 

Leop.  Muchos  escalones,  ¿no  es  verdad? 

D.  Pab.       Muchos  años...  y  muchos   escalones...   Las 

dos  cosas...  (llab.a  con  pronunciación  andaluza.) 

Jaime  Siéntate.  ¿Qué  traes  ahí? 

D.  Pab.       Un  regalito... 

Jaime  ¿De  quién?  ¿de  quién? 

D.  Pab.  Ño  lo  conozco...  Toma  la  tarjeta  ..  Poco  des- 
pués que  saliste  tú  lo  llevaron  á  casa. 

Jaime  (Lej'endo.)  «Ernesto  M.  de  la  Pompa  y  L.  Pe- 

rafán  de  Rivera  y  Gómez.  Abogado.  Redac- 
tor de  El  Haba.  Tesorero  de  la  Sociedad  Za 
Higiene  Pública  y  Doméstica.  Corresponsal  de 


—  1-2 


Leop. 

Jatme 
D.  Pab , 

Jaime 

D.  x^AD, 

Jaime 

Leop. 
Jaime 
D.  Pab. 
Jaime 
Leop. 
D.  Pab. 

Jaime 


D.  Pab, 
Jaime 


D.  Pab, 
Jaime 
Leop. 
D.  Pab. 


la  revista  Le  cJiien  et  le  chat  de  París.»  Pues 
no  sé  quién  es 

¡Sí,  hombre!  ¡Tagarnina!  ¿No  te  acuerdas  de 
Tagarninaf 
I  Acabáramos! 

Si  hubiera  puesto  en  la  tarjeta  «alias  Tagar- 
nina» lo  hubiéramos  conocido  todos. 
¡Pobrecillol  ¿Para  qué  se  habrá  molestado? 
(Desliando  la  caja.)  A  Ver,  á  vcr  lo  que  te  envía. 
Tiemblo  antes  de  verlo:  me  da  el  corazón 
que  son  cuchillos. 
Sí;  cubiertos  parecen. 
Catorce  cajas  de  cuchillos  tenemos  ya. 

(La  abre.)   Y  UUa,  quiuce. 

¿No  lo  decía  yo? 
Pues  mira,  son  bonitos. 
Sí  que  lo  son;  ¡pero  ni  que  fueran  estas  cria- 
turas á  la  gUerral 
¡Buena  se  va  á  poner  Teresita!  Ella  que  lo 

toma  á  mal  agüero...  (Fijándose  en  las  dos  colum- 
nas del  fondo.)  ¡Caramba!  ¿otra  vez? 
¿Qué  pasa? 

¡Que  han  vuelto  á  cambiarme  esas  dos  figu- 
ras! ¿Quién  se  meterá  en  lo  que  no  le  im- 
porta? (variándolas  de  columna.)  ¡Si  ya  he  dicho 

que  la  del  hombre  la  quiero  á  la  izquierda 
y  la  de  la  mujer  á  la  derecha!  ¡Es  mucho 

cuento!    (Alejándose    para    verlas.)    ¡Dónde  Va   á 

parar!... 

Ahí  me  parece  que  está  tu  novia,  Jaime. 

(Yéndose  por  el  foro.)  ¿Sí?  ¡Teresita!  ¡Teresita! 

(Alarmado  )  ¿Vendrá  con  ella  Marta? 

Ño;  viene  con  su  madre,  y  con  Candidita 

López  y  su  hermano.  Los  he  saludado  en  la 

calle. 


-.   i3  — 


ESCENA  111 


DICHOS,  DOÑ.V    JOiEFA,    TEKESITA,    CANDIDITA    y    ROQÜITO 

(Salen  por  el  foro  con  Jaime,  agitadísimos  los  cuatro,  de  las 
escaleras.) 

D.^  Jos.      (Ay...  Dio8mío...quéescalerasestasdeldíal .. 

RoQ.  Son  crueles...  crueles... 

Cand.  ¡Ay!... 

Ter.  ¡Ay!...  ya  llegamos...  gracias  á  Dios... 

Jaime  ¿Vienes  tú  fatigadita,  alma? 

Leop.  (saludando.)  Señoras...  Roquito...  ¿Cómo  va- 

mos, doña  Josefa? 

D.a  Jos.  Déjeme  usted  que  pueda  respirar...  y  enton- 
ces le  contestaré... 

Leop.  Como  que  se  han  venido  estos  pollos  á  un 

campanario. 

D.  Pab.  En  mi  tierra  á  esta  altura  no  viven  más  que 
las  cigüeñas  y  los  fotógrafos. 

Ter.  Cuando  nos  pongan    el  ascensor...  habla- 

remos. 

D.  Pab.  Sí,  porque  lo  que  es  ahora  no  hay  quien 
pueda  hablar. 

Cand.  ¡Y  qué  preciosísimo  tienen  el  cuarto!... 

liOQ.  (Fijándose  en  el  gabinete.)  EstC  gabinete  68  UUa 

monada. 

Cand.  ¿Y  la  alcoba?  ¿dónde  está  la  alcoba? 

Tkr.  Ahora  iremos.  Verás  qué  linda.  Hemos  ele- 

gido todos  los  papeles  y  todos  pálidos.  Esto, 
verde  pálido;  la  sala,  fresa  pálido;  la  alcoba^ 
rosa  pálido,  y  el  comedor,  almíbar  pálido... 

Jaime  Para  demostrar  que  donde  está  mi  Teresita 

todo  resulta  pálido...  ¡Ji,  ji  jü 

Ter,  Jaimito,  Jaimito;  que  no  te  dé  la  vena  có- 

mica. (Reparando  en  la  caja  de  los  cuchillos.)  ¿Qué 
Caja  es  é.^ta,  tú.  '^Bajo  á  Jaime,  con  quien  habla  un 
momento  mientras  los  demás  hacen  corro  aparte,  ex- 
cepción hecha  de  Roquito,  que  se  ocupa  en  curiosear 
los  regalos.) 

Jaime  Un  regalo  de  un  compañero. 

TeK.  (Abriéndola.)  ¿MáS  CUChilloS? 


-  14  — 

Jaime  Ya  ves... 

Ter.  ¡y  el  termómetro  sin  venir,  con  la  falta  que 

hacel...  Y  los  cuchillos  son  de  mal  agüero, 

Jaimito... 
Jaime  Contra  nuestra  felicidad  no  hay  agüeros, 

pichona. 

RoQ.  (Mirando  sucesivamente  dos  ó  tres  objetos.)    (Quince 

pesetas.  Veinticinco  pesetas:  ni  un  céntimo 
más.  Treinta  pesetas,  si  no  han  regateado...) 

Ter.  Oye,  dale  las  gracias  á  Roquito. 

Jaime  Es  verdad.  Roquito,  ahora  que  me  acuerdo: 

un  millón  de  gracias  por  su  delicadísimo 
presente. 

Ter.  Es  una  preciosidad;  ya  se  lo  dije  anoche. 

RoQ.  No  vale  nada.  Por  Dios,  una  docena  de  cu- 

chillos... Hemos  procurado  mandarles  á  uste- 
des una  cosa  útil,  y  en  que  no  piensa  nadie. 

JaiíMe  ¡Ah,  nadie,  nadiel 

Ter.  ¡En  los  cuchillos  no  piensa  nadie!  (a  Jaime.) 

(Se  han  creído  que  vamos  á  degollar  á  la 

Veci  n  dad.)  (Los  dos  vuelven  la  cara  aguantando  la  risa. ) 

■Cand.  (Bajo  á  su  hermano.)  Roqiüto,  mira  allí  el  perro 

que  le  regaló  mamá  á  doña  Adela. 
RoQ.  .         Justamente:  el  que  le  rega'ó  á  papá  don 

Torcuato.  ¡Lo  que  corre  ese  animalitol 
Ter.  Con  que  ¿vamos  á  ver  la  casa,  ya  que  nos 

hemos  sosegado  un  poco? 
RoQ.  Sí,  si,  vamos  á  ver  el  nido  de  estos  pichones. 

Cand.  ¿Dónde  está  la  alcoba? 

D.»  Jos,       Andar,  andar  los  pollos;  yo  aquí  me  quedo 

descansando. 
D.  Pab         y  yo  lo  mismo.  Curiosear  ustedes. 
Jaime  Ven  tú  también,  Leopoldo. 

Leop.  Con  mucho  gusto,  chico. 

Jaime  En  mi  despacho  verás  tus  marinas. 

Ter  Les  enseñaremos  primero  esta  parte  de  aquí, 

;,verdad,  Jaime? 
Jaime  ¡Sí,  sí,  como  tú  quieras,  alma. 

RoQ.  Ea,  pues  vamos  allá. 

Leop.  Vamos. 

Ter.  Vamos. 

RoQ  (Tienen  regalos  hasta  de  diez  pesetas:  no 

hemos  quedado  mal  ni  mucho  menos.)  (eü- 

transe  por  la  p;;ierta  del  foro,  hacia  la  derecha  del 
actor.) 


—  \d  — 

ESCENA  IV 

DOÑA   JOSEFA    y   DON    PABLO 

D.  Pab.        Los  muchachos  están  como  locos. . 

D.a  Jos.       Y  hay  motivo:  se  quieren. . 

D.  Pab.        ¡Quién  se  casara  abura,  doña  Josefa! 

D.a  Jos.       ¡Qué  cosas  tiene  usted,  don  Pablo! 

D.  Pab.        Pues  si  supiera  usted  las  que  tenía... 

D.^  Jos.       Sí  que  ha  debido  usted  de  ser  un  pirandón 

bueno. 
D.  Pab.        Regular;  pero  hace  tanto  tiempo  de  eso  que 

me  cue.sta  trabajo  acordarme. 
D.a  Jos.       Pues  á  mí  ciertas  cosas  no  se  me  olvidan. 
D.  Pab.        Ciertas  cosas  ¿eh?  Esas  no  be  me  olvidan  á 
mi  tampoco.  He  querido  decirle  a  usted  lo 

viejo  que  soy. 
D.a  Jos.       No,  que  yo  poy  de  ayer  por  la  mañana. 
D.  Pab         Polleando  estamos  los  dos.  (serien.  Pausa.) 

D  *  Jos.         (suelta  un  suspiro  lleno  de  recuerdos.)  ¡Ay!... 

D.  Pab.  Quedándose  en  ñlencio  un  grande  ralo 

pasó  una  larga  historia  por  su  frente. 
¿No  es  verdady 

D.a  Jos.       Por  el  día  de  mi  boda  me  andaba  yo  ahora. 

D.  Pab         ¿Por  el  día? 

D.a  Jos  Por  el  día;  no  sea  usted  malicioso.  Aquellos 
eran  otros  tiempos. 

D.  Pab.  ¡Otros  tiempos!  Usted  sí  que  era  otra;  y  yo 
también.  En  este  mundo,  consuegra  mia, 
no  hay  más  que  un  puñado  de  ilu.siones:  el 
tiempo  hís  reparte;  pero  como  las  t'ene  con- 
tadas, para  dárselas  á  esos  pollos  que  están 
viendo  el  piso  nos  las  tiene  que  ir  quitando 
á  nosotros. 

D.a  Jos.  Está  usted  hecho  un  filósofo  de  á  perra 
chica. 

D.  Pab.  Y  usted  una  guasona  muy  grande.  Yo  no 
soy  como  todos  los  viejos  que  ven  el  tiempo 
presente  peor  que  el  pasado. 

D.a  Jos.  Yo  sí.  Para  mí  el  presente  deja  mucho  que 
desear. 

D.  Pab         Y  ¿usted  no? 


—  46  — 

D.a  Jos.       ¡Don  Pablo! 

D.  Pab.  ¡Pues  pegúela  usted  con  su  persona,  que  j'a 
no  es  la  mismal  Cuando  se  mira  usted  al 
espejo,  ¿qué  dice  usted:  «¡Vaya  unos  espeji- 
tos  que  hay  ahora!»  ó  «¡vaya  una  carita  que 
se  me  va  poniendo!»? 

D.»  Jos.      ¡Qué  poco  galante  es  usted,  don  Pablo! 

D.  Pab.  Señora,  es  que  no  puedo  sufrir  á  las  viejas 
con  pretensiones. 

D.a  Jos.  Ni  yo  á  los  carcamales  que  están  chochean- 
do y  ya  no  saben  lo  que  dicen. 

D.  Pab.  (Riéndose.)  ¿Se  ha  picado  usted  conmigo,  con- 
suegra del  alma? 

D.a  Jos.      Sí,  me  he  picado,  consuegro  de  mis  culpas; 

pero  me  pasa  pronto.  (Se  ríen  ios  dos.  Pausa.) 
^Suelta  un  suspiro,  análogo  al  de  Doña  Josefa.)  |Ay!... 

¿Qué  es  eso?  ¿También  estaba  usted  en  el 
día  de  su  boda? 
No,  señora:  en  el  día  siguiente. 
Es  igual. 
¡Ca!  es  mejor. 

¡Qué  bonita  era  su  mujer  de  usted!... 
Bonita  como  un  sueño...  ¿Usted  la  trató? 
¿Ya  no  se  acuerda  usted?  Cuando  digo  que 
ña  perdido  usted  los  memoriales...  ¡Tan 
blanca,  tan  rubia,  con  aquellos  ojos  verdes 
tan  oscuros  y  aquellas  pestañas  tan  es- 
pesas!... Daba  gloria  mirarla. 

D.  Pab.       ¡Pobrecita  Aurora! 

D.a  Jos.      Era  la  envidia  de  todas  las  de  su  tiempo. 

D.  Pab.  Y  yo  la  de  todos.  Cuando  la  cogía  del  brazo 
y  echaba  á  andar  con  ella  por  las  calles  de 
Cádiz,  ¡ni  por  San  Pedro  me  cambiaba!  (sus- 
pirando.) ¡Ay!  ¡Cómo  ha  de  ser!...  ¡Si  viera 
usted  qué  latigazo  me  dio  el  corazón  el  otro 
día,  que,  leyendo  yo  la  Historia  de  España, 
me  encontré  entre  las  hojas  una  violeta  que 
ella  me  mandó  en  una  carta!... 

D.a  Jos.  De  esos  latigazos  tenemos  llena  la  vida  los 
viejos.  Como  que  nos  hacen  jóvenes  en  un 
instante:  por  eso  la  impresión  es  tan  honda... 
Media  vida  que  se  borra  de  un  golpe...  cuan- 
do menos  se  piensa  en  ello. 

D.  Pab.       Y  todo...  porque  se  ve  una  violeta... 


D. 

Pab. 

D.i 

a  Jos. 

D. 

Pab. 

D: 

a  Jos. 

D. 

Pab. 

D.í 

*  Jos. 

1). 

Pab. 

]).« 

*  Jos. 

—  47  — 

D.a  Jos.      Que  además  está  seca:  como  una... 

D.  Pab.       Como  dos,  ¿le  da  á  usted  lo  mismo? 

D.a  Jos.  ¿No  ha  advertido  usted  que  todas  las  tardes 
tenemos  una  escenita  de  recuerdos? 

D.  Pab  Señora,  es  que  el  sitio  y  las  circunstancias 
lo  dan  de  sí.  En  este  nido,  que  vemos  for- 
marse, hay  un  manojo  de  violetas  de  esas 
que  decíamos.  Ya  pasarán  á  la  historia,  ya... 

D.a  Jos.      ¿A  la  Historia  de  España? 

J).  Pab.       a  la  historia  universal,  señora. 

D.a  Jos.  Lómalo  para  mí  es  que  esta  es  la  última 
hija  que  yo  caso. 

D.  Pab.       Y  yo  el  último  hijo. 

D.a  Jos.  ¡Ojalá  sean  tan  felices  como  fuimos  nos- 
otros! 

J).  Pab.  ■  (Entono  chancero.)  Mire  usted;  con  franqueza: 
si  hay  dimes  y  diretes  será  por  causa  de  su 
niña  de  usted,  que  tiene  los  nervios  de 
punta. 

D.a  Jos.  ¿Quiere  usted  callar,  avechucho?  ¡Si  no  la 
hav  más  buena!  Que  la  trate  su  hijo  de  us- 
ted como  ella  se  merece;  que  lo  dudo,  por- 
que será  tan  pirandón  como  el  padre. 

J).  Pab.       Pero,  señora,   ¿cuándo  ha  soñado  usted  un 
yerno  como  mi  hijo? 
¿Y  usted  una  nuera  como  mi  hija? 
¿Y  la  niña  un  suegro  como  éste? 
¿Y"  el  niño  una  suegra  como  yo? 
¡Quítese  usted  de  ahí,  vieja  chocha! 
¡Vaya  usted  mucho  con  Dios,  ave  fría! 
¡Envidiosa! 

¡Espantajo!    (sueltan  la  carcajada   los    dos.  Llegan 
por  el  foro  con  algazara  y  risa  los  que  se  fueron  antes.) 

D.  Pab        Aquí  están  ellos. 


ESCENA  V 

DICHO.g,  TERESIT\,  CANDIDITA,  RQQUITO,  JAIME  y  LEOPOLDO 
Jaime  (Encaminándose  hacia  la  izquierda.)  Venga  UStedcS 

por  aquí,  que  aún  queda  lo  mejor. 
RoQ.  Ah,  pues  lo  que  hemos  visto  es  precioso. 

D.a  Jos.      ¿Les  ha  gustado? 

2 


D. 

a  Jo?. 

D. 

Pab 

D. 

a  Jos. 

D 

Pab 

D. 

a  Jos. 

D. 

,  Pab 

D. 

a  Jes. 

\8 


Cand. 
Leop. 
Ter 

ROQ. 

Cand. 
D,  Pab. 


D.a  Jos. 
D.  Pab. 

RoQ. 
Ter. 
Jaime 


Todo  es  de  muy  buen  gusto;  todo  se  ríe. 

El  despacho  de  éste  es  muy  coqueton. 

Muy  alegre,  ¿verdad? 

Muy  alegre  es  toda  la  casa. 

¿Y  la  alcoba?  ¿dónde  está  la  alcoba? 

(¡Pero    esta    niña     es   un    rompecabezas!... 

«¿Dónde  está  la  alcoba?»   «¿Dónde  está  la 

alcoba?») 

Vamos  allá.  Iré  yo  con  ustedes.  Venga  usted 

también,  don  Pablo. 

Vamos,  vamos  todos,  (van  entrando  por  la  puer- 
ta de   la   izquierda.)   PaSCn    UStcdcS.    Lcopoldo, 

pase  usted. 

(La  alfombra  del  despacho  es  del  Hotel  de 

Ventas.) 

(Deteniendo  á    Jaime.)   (Jaimín,  aquí    te  CSpero. 

iQué  fastidio!) 

(Salgo  en  seguida,  gloria  mía.)  (vase  con  ios 

demás.) 


ESCENA  VI 


TERESITA    y   JAIME 


Ter.  ¡Que  la  ca?a  es  alegre!...  ¡La  alegría  que  tie- 

ne es  la  que  nos  rebosa  á  nosotros!  ¡A.y,  qué 
felicidad!...  Hoy  hasta  me  ha  parecido  gua- 
po el  portero,  que  dicen  que  es  el  más  feo 
de  toda  la  calle...  ¡Tengo  unas  ganas  de  que 
llegue  el  día...  de  que  nos  encontremos  soli- 
litos  y  tranquilos  los  dos,  sin  tanta  gente 
entrometida  y  fastidiosa!...  ¡Ay,  qué  felici- 
dad!... 

Jaime  (saliendo  por  el  foro,  desde  la  izquierda.)  He  hecho 

la  procesión  del  niño  perdido. 
Ter.  Me  alegro. 

Jaime  ¿Te  alegras?  (Le  mira  embobado  y  con  las  de  Cain.) 

lER.  (Atajando  cualquier  atrevimiento  justificadísimo  de  su 

futuro.)  Jaimito:  formalidad...  y   formalidad. 
Que  no  pase  lo  de  ayer  por  la  tarde. 
Jaime  Tontina,  si   nos  vamos  á  casar  pasado  ma- 

ñana... 


—  19  — 

Ter.  Pues  un  poquito  de  paciencia,  que  todo  lle- 

gará. 

Jaime  ¿No  me  permites  que  te  dé  un  bocadito  en 

lo  que  cuelga  de  la  oreja? 

Ter.  Ni  en  lo  que  cuelga,  ni  en  lo  que  no  cuelga. 

Jaime  Pues  bésame  tú  á  mí  el  dedito  malo...  (Mos- 

trando el  meñique  de  la  mano  izquierda,  que  lleva  me- 
tido en  un  dedil  negro.)  Anda,  chachita,  que  ya 
sabes  que  me  lo  cogí  con  el  martillo  granda 
al  clavar  á  la  cabecera  de  nuestra  cama  la  pila 
del  agua  bendita. 

Ter.  ¡Pobrecito  mío!  A  ver  cómo  lo  tienes. 

Jaime  (quitándose  ei  dedil )  Míralo.  Con  un  besito  de 

tus  labios  se  curará  del  todo. 

Ter.  Que  no  quede  por  mí;  no  quiero  que  digas 

que  SO.y  mala.  (Le  besa  con  rubor  el  dedo  á  Jaime.) 

Jaime  ¡ Ay !  Me  ha  llegado  el  escalofrío  hasta  las  co- 

rreillas  de  las  botas...  (volviendo  á  ponerse  el  de- 
dil.) ¡Ajajá!  Para  que  se  quede  el  besito  den- 
tro. 

Ter.  ¡Qué  malo  eres! 

Jaime  Y  tú  ¡qué  buena! 

Ter.  y  la  gente  qué  desconsideíada.  Mira  cómo 

nos  han  dejado  esto. 

Jaime  Vamos  á  arreglarlo,  vidita.   (los  muebles  todos 

están  como  estabaa;  pero  ellos  los  repasan  y  tocan,  Ilu- 
sionados con  la  idea  de  que  alteran  en  algo  y  perfec- 
cionan su  colocación.) 

Ter.  Cuanto  más  miro  esta  sillería   más  me  en- 

canta. 

Jaime  Igual  me  pasa  á  mí  contigo. 

Tkr.  Jaimito,  que  me  has  llamado  sillería. 

Jaime  ¿Te  he  ofendido,  gloria? 

Tkr.  No  me  ha  hecho  gracia,  no. 

Jalme  ¿Me  perdonas,  cielín? 

Ter,  (Ahogando  sus  dudas  en  una  mirada  de  ternura  y  op- 

tando al  cabo  por  el  perdón  misericordioso.)  OUCnO. 

Jaime  Pues  bésame  el  dedito  otra  vez. 

Tek,  Mira,  basta  ya  de  dedito.  Vamos  á  ser  for- 

males, que  tenemos  que  hablar  de  muchas 
cosas.  Siéntate. 

Jaime  Muy  juntitos  los  dos.  (se  sientan.) 

Ter.  Ante  todo  tengo  que  reñirte. 

Jaime  No  me  lo  digas. 


—  20  - 

Ter.  Eq  la  carta  de  las  doce  de  esta  mañana   no- 

iban  los  cuatro  pliegos  cruzados. 

Jaime  Es  que  llegó  un  amigo... 

Tér.  No  hay  amigos.  Que  no  vuelva  á  pasar. 

Jaime  Para  pasar  tiene  que  ser  mañana,  porque  ya 

pasado...  creo  que  no  nos  entenderemos  por 
escrito  ..  ¡Ji,  ji,  ji!... 

Ter.  (Riéndose  también.)  ¡.Jaímín...  pero   qué  malo 

eres! 

Jaime  ¡Fea! 

Ter.  ¡Guapo!  03'e  una  cosa. 

Jaime  (con  ei  alma  en  los  ojos.)  ¿Qué,  rica? 

Ter.  Abrochador  para  las  botas  no  tenemos. 

Jaime  Apuntación  al  canto.  (Escribe  en  su  librillo.)  «El 

abrochador  más  bonito  que  haya.» 

Ter.  No  guardes  el  librillo,  que  aún  faltan   otras 

cosas. 

Jaime  Dime.  Yo  he  apuntado  un  almanaque,  un  sa- 

cacorchos, papel  de  Armenia,  lacre  y  un  ca- 
joncito  para  Ótelo. 

Ter.  ¡Mira  que  van   saliendo  meaudencias,  Jai- 

mín!... 

Jaime  ¡Las  plumitas  que  tiene  un  nidol 

Ter.  Apunta. 

Jaime  ¡Fuego'.  ¡Ji,  ji,  ji! 

Ter.  Un  palillero  que  sea  un  tomate  de  porcelana. 

Jaime  (Escribiendo.)  «Uii  palillero   que   sea   un  to- 

mate.» 

Ter.  Un  infiernillo. 

Jaime  «Un  infiernillo.»  Pero,  nena,  ¿vamos  á  me- 

ter en  nuestra  casa  un  infiernillo?  ¡Ji,  ji,  ji! 

Ter.  Ya  te  he  dicho  que  dejes  los  chistes. 

Jaime  ¿Se  U-.  ocurre  algo  más,  princesa? 

Ter.  Otra  co.=a  hay,   pero  no  me  acuerdo.  Lo 

pensé  esta  mañana.  Y  era  para  la  cocina. 

Jaime  ¿Para  la  cocina?  Espérate.  (Los  dos  la  empren- 

den con  el  labio  de  abajo,  haciendo    memoria.  Pausa.)- 

Ter  Estoy  segura  de  que  empieza  con  e. 

Jaime  ¿Con  e?   Estantería...   encajes...  espuelas.., 

¡estropajos! 

Ter.  (como  reconviniéndole.)  Jaimíto... 

Jaime  (Algo  asustado.)  ¿Qué? 

Ter.  Jaimitooooü... 

Jaime  ¿Quéeeeee? 


—  21  — 

Ter.  Que  estropajo  es  con  hache. 

Jaime  A}',    tienes    razón,    hija   mía...   Perdona... 

(¿Para  qué  le  voy  á  quitar  esa  ilutioncilla?) 

Ter.  En  fin,  ya  saldrá  lo  que  sea. 

Jaime  Dices  bien;  ya  saldrá.  (Guárdase  el  libruio.)  Ha- 

blemos ahora  de  nuestra  dicha. 

Ter.  Nuestra  dicha  sí  que  empieza  con  todas  las 

letras.  Lo  tengo  estudiado.  Mira,  Jaimito, 
mira:  por  orden  alfabético:  A,  amor...  b,  be- 
lleza... c,  corazón...  d,  dulzura...  e,  ¡espe- 
ciero!... 

Jaime  ¿Cómo  especiero? 

Ter.  Especiero  es  lo  que  falta  en  la  cocina.  Ahí 

lo  tienes  ya. 

Jaime  (Escribiendo  en  el    libro.)  «EspeclerO.»    SigUB  tU 

abecedario  de  dicha. 
Ter.  Íbamos  en  la  e,  ¿no  es  verdad?  Pues  oye:  e, 

encantos... 
Jai.me  F. 

Ter.  Felicidad. 

.ÍAIME  G. 

Te°.  Goces. 

Jaime  H. 

Ter.  Ósculos. 

J.MME  (¡Huenolj  I. 

Ter.  idolatría. 

Jaime  Jota. 

Ter.  jJaime! 

Jai.me  ¡Bendita  seas!  K. 

Ter  Cariño. 

Jaime  (¡Alza!)L. 

Ter.  Lozanía. 

Jaime  L1. 

Ter  Yugo. 

Jaime  (¡íesús!)  M. 

Ter.  Miel. 

Jaime  N. 

Ter.  No  te  olvido. 

Jaime  Ñ. 

Ter.  Ñiñito... 

Jaime  ¡Ay,  qué  gracia!  O. 

Ter,  Hogar 

Jaime  (¡Sopla!)  P. 

Ter.  Pellizquitos... 


—  22  — 

Jaime  ¡Ji,  jiJüQ. 

Ter,  Querer. 

J/VIME  R. 

Ter.  Recuerdos. 

Jaime  S. 

Ter.  Salud. 

Jaime  T. 

Ter.  ¡Teresital 

Jaime  ;.A  que  no  salgo  de  la  T?  U. 

Ter.  Unión  eterna. 

Jaime  V. 

Ter.  Bondad. 

Jaime  (¡Vaya  por  Diosl)  Y. 

Ter.  Yo  y  tú:  x,  equidad  y  z,  cielo. 

Jaime  (¡Cielos!)  ¡En  el  cielo  estamos  los  dos! 

Ter.  Verdad  que  sí. 

Jaime  ¿Me  quieres,  chacha? 

Ter.  Más  que  tú  á  mí,  feote 

Jaime  Igual,  igual...  ¿No  me  anticipas  nada,  co- 
razón? 

Ter.  Jaimito,  Jaimito... 

Jaime  Un  besito  siquiera...    (Besándole    repetidas  veces 

una  mano,  que  ella  ie  abandona.)  ¿Otro'?... 

Ter.  Como  ya  es  tuya  no  puedo  negártela...  (Liega 

Requcjo  por  el  foro,  lo  mismo  que  un  perro  cansado. 
Se  sienta  en  la  silla  más  inmediata  á  la  puerta,  obser- 
vando á  los  novios,  y  no  puede  echar  la  palabra  del 
cuerpo  en  dos  minutos.  Viene  fumando  un  puro  de  ó, 
diez  céntimos  que  ni  á  tiros  arde.) 

Jaime  ¿Otro?...  ¿Otro  más?...  ¿Otro?...  ¿Otro?... 

Req.  ¡Duro!    ¡duro!    (jaime    y  Teresita  se  levantan   sor- 

prendidos y  avergonzados.) 


ESCENA  VII 


DICHOS    y    REQUEJO 


Ter.  ¡Requejo! 

Jaime  ¡Pero,  hombre!... 

Ter.  (a  Jaime.)  (¿Ves? ..) 

J*'ME  ¿Desde  cuándo  está  usted  ahí? 

Keq.  Desde  los  de  la  mano:  no  he  visto  más. 


-  23  - 

Ter.  (incomodada.)  ¡Es  que  110  ha  habido  más  tam- 

poco! 

Req.  Bueno,  bueno,  mujer... 

Ter.  ¡Pues  bueno,  bueno! 

Req  a  pesar  de  que  no  me  habéis  invitado,  ven- 

go á  ver  vuestra  casa.  Os  quiero  mucho  más 
que  vosotros  á  mí.  ¿Cómo  está  tu  madre, 
Teresita? 

Ter.  Bien.  Allá  dentro. 

Req  ^;Y  tu  padre.  Jaime? 

.Iaime  Bien.  Allá  dentro. 

Ter.  \' aya  usted,  si  quiere... 

Req.  Ahora,  ahora.  A  vosotros  no  os  pregunto 

cómo  estáis,  ¡porque  me  lo  figuro!... 

Jaime  lüice  que  se  lo  figura!...  ¡Ji,  ji,  ji! 

Ter.  (a  Jaime,  bajo.)  ((No,  pues  á  mí  no  me  hace 

gracia!) 

Jaime  (consternado.)  (¿No?) 

Ter.  (No.) 

Req  ¡Bien  podéis  aprovecharos  de  estos  momen- 

tos precursores  del  gran  desatino!... 

Ter.  ¡Requejo! 

Req.  Sí,  hija,  sí.  Son  los  únicos  felices  de  veras... 

Luego  no  viene  más  que  prosa  y  más  prosa. 
jSi  vierais  el  cuadrito  que  he  dejado  en  mi 
casa  yol 

Ter.  ¡Yo  me  lo  imagino  sin  verlo! 

Jaime  ¡Y  yo  también! 

Req.  (a  Jaime  )  Asoma  por  allí  las  narices  y  no  te 

casas. 

Ter.  ¡Pues  no  las  asoma!   • 

Req.  Oye:  verás  qué  paraíso  terrenal. 

Ter.  Si  no  tenemos  interés  ninguno... 

Req.  íMí  señora  roncando  á  pierna  suelta... 

Ter.  ¡Dale! 

Req.  Roncando  á  pierna  suelta,  ya  digo. 

Jaime  ¡Nos  lo  encaja  quieras  que  no!  (lo  escuciian 

ambos  llenos  de  impaciencia  y  contrariedad.) 

Req.  Se  levanta  á  las  dos  de  la  tarde:  ¡es  una  mu- 

jer de  su  casa!  No  hay  más  que  ver  cómo 
llevo  yo  los  botones:  parecen  alamares...  Mi 
hijo  el  mayor  enamorando  á  la  cocinera:  ¡me 
ha  salido  un  caballero  el  mocito!  Hasta  cu- 
charas ha.  pignorado  ya.  Adelante.  Mis  cuña- 


-  24  — 

das  hablando  con  los  novios:  hablando  y... 
hablando,  bueno;  mi  cuñado  borracho,  em- 
peñado en  enseñarle  á  la  doncella  los  tientos 
de  moda:  no  tiene  otra  cosa  que  hacer  el 
ángel  de  Dios;  mis  chicos  pequeños  jugan- 
do á  la  pelota  y  al  toro:  en  la  sala:  está  in- 
dicadísimo; las  amas  de  cría  insultándose, 
una  en  catalán  y  otra  en  vascuence:  muy 
agradable;  los  niños  de  pecho  dando  berri- 
dos encima  del  aparador,  y  mi  suegra  loca, 
en  cuclillas  en  un  rincón,  cantando  aquello 
de:  «Si  las  mujeres  mandasen...»  ¡Y  yo  en- 
cantado! Soy  feliz. 

Ter.  (¡Jaitnito,  llévate  á  este  animal,  que  me  da 

el  ataque!) 

Jaime  (No  te  apures,  pichona.)  Bueno,  Requejo, 

olvide  usted  sus  contrariedades  y  venga  á 
ver  nuestro  nidito. 

Req.  [Vuestro  nidito!...     A.BÍ  llamaba  yo  á   mi 

casa... 

Tlex.  ¡Hombre!  ¿se  quiere  usted  callar? 

Req.  Esta  se  enfada,  tú. 

Jaime  Y  hace  bien:    viene    usted  á  aguarnos  la 

fiesta. 

Req  ¿Yo?  ¿Aguar  yo?  ¿Para  qué,  muchacho?  ¡Si 

la  fiesta  trae  consigo  la  mar  de  agua! 

Ter.  jRequejo,  que  me  da  el  ataque! 

Req  ¡Bah!  Tu  mujer  me  recuerda  muchoála  mía. 

Ter.  ¡Oiga  usted! 

Jaime  Todo,  menos  comparaciones. 

Req  Pues  era  así:  tan  delgadita,  tan  esbeltita,  tan 

finita...  tan  mona... 

Ter.  (Muy  quemada.)  Gracias. 

Req.  Pero  luego    empezó  á  engordar...  y  ahora 

está  que  parece  un  grupo  de  la  familia.  A 
ésta  le  va  á  pasar  lo  mismo. 

Ter.  ¡Requejo,  por  amor  de  Dios,  que  estoy  muy 

nerviosa! 

Jaime  Ande  ustfd,  ande  usted  allá  dentro. 

Req.  Déjame  que  encienda  este  puro,  que  me  ha 

salido  peor  que  el   matrimonio.   (Traiando  de 

encenderlo  mientras  habla,  apaga  dos  ó  tres  cerilhis, 
que  tira  al  suelo,  y  que  Jaime,  contrariadísimo,  coge  y 
echa  por  el  balcón  una  por  una.) 


25 


Ter. 

Req. 
Ter. 
Jaime 
Req. 

Ter 
Req. 


Ter. 

Jaime 

Req. 

Jaime 

Req. 

Jaime 


Más  valía  que  fumara  usted  menos  ó  que 
fuera  más  limpio. 
¿La  has  tomado  conmigo,  nena? 
¡Uf!  ¡qué  peste  á  chicote! 
(Tío  sucio.. ) 

(Habiándoie  al  cigarro.)  ¡Ni  que  estuvieras  ase- 
gurado de  incendioí:',  compadrel 
(¡Marrano!.. )  Me  parece  que  ese  no  prende... 
(chupando.)  Sí  que  hace  falta  Dios...    y  ayu- 
da, (jaimito,  por  extraña  asociación  de  ideas,    fija   la 
mirada  en  el  espacio  al  oir  la   frase  de  Requejo,    saca 
su  librillo    y  escribe    algo  de  que   no  le  da  cuenta   á 
nadie.)  Vaya,  ya  prendió. 
Que  sea  enhorabuena. 
Ea,  pues  anda  usted.  Pase  adelante. 
¿Por  aquí? 
Por  ahí. 

(Deteniéndose  un  punto.)  Oj'e,  se  me  ha  ocurrí- 
do  un  chiste  verde. 

(Empujándolo.)  ¡PueS  UO  lo  dig'l  UStcd!  (Entra 
Requejo  por  la  puerta  de  la  izquierda,  y  Jaime  lo  sigue 
escribiendo  mientras  en  su  librillo.)  «EsCUpideraS, 

ceniceros  y  otras  porqu<  rías.» 


ESCENA  VIII 


TERESITA;  luego  MARTA  y  DON  ABEL 

Ter  (paseándose  sofocadísima.)  ¡Ay,  qué  hombre!  ¡qué 

hombre!  ¡Me  he  visto  encima  el  ataque  de 
nervios!  ¡Pero  qué  confianzas  se  toma!...  ¡pe- 
ro cómo  abuía!...  ¡Groserote!...  ¡gorrón!...  ¡sin 
vergüenza!...  ¡vago!...  ¡mal  esposo!...  ¡mal  pa- 
dre!... ¡animal!...  ¡Ay!...  ¡ay!...  ¡Y  que  no  hay 
manera  de  espantarlo!...  ¡Ay!...   ^Reparando  en 

las  dos  figuras  del    foro  y    cambiándolas    de    columna 

hecha  una  pólvora.)  ¿Qué  veo?  ¿Otra  vez?  ¿Otra 
vez?  ¿Cómo  voy  á  decir  que  quiero  aquí  esta 
y  aquí  esta?...  ¡Jesús!... 

Marta         i^Por  ei  foro,  muy  agitada.)  ¡Tercsita! 

Ter.  Hola,  Marta.  Bien  venida  seas,  (se  besan.) 

Marta         Llega  una  aquí  rendida... 

Ter.  Son  muchos  escalones.   Sic-ntate.  ¿Y  tu  tío? 


26    - 


Marta 

Ter. 
Marta 


Ter. 


Ahí    detrás    viene...    El    pobrecillo  medio 
ahogado...  Tengo  que  hablarte. 
¿A  solas? 

Sí.  Despacharemos  á  mi  tío.  (En  este  momento 
aparece  don  Abel  por  el  foro.  En  efecto,  parece  que 
viene  en  las  últimas.  No  puede  hablar,  ni  lo  dejan,  y 
á  cada  frase  de  Teresita  solo  responde  tomando  aire, 
sin  articular  una  palabra.) 

Hola,  don  Abel.  ¿Cómo  van:os?. .  ¿Tan  bue- 
no, no  es  verdad?...  Don  Pablo  quiere  ha- 
blarle... Vaya  usted  por  ahí...  Al  íinal  de  ese 
paBillo...  Vaya  usted,  vaya  usted...  (quieras 

que  no,  lo  mete  por  la  puerta  de  la  izquierda.)  Aquí 

nos  quedamos  nosotras. 


ESCENA  IX 


TERESITA  y  MARTA 


Marta 

Ter 
Marta 


Ter. 

Marta 

Ter. 

Marta 

Ter. 

Marta 

Ter. 

Marta 


Ter. 

Marta 
Ter. 

Marta 
Ter. 


Para  pocas  visitas  á  tu  casa  está  mi  pobre 
tío. 

Muy  delicado  lo  encuentro,  sí. 
Su  salud   me   preocupa  mucho.  Como  no 
tengo    padres,    ni   más   pariente     cercano 
que  él... 

Más  cercano  es  Leopoldo,  que  está  allá  den- 
tro... 

¿Leopoldo?  ¿Está  ahí? 
Ahí  está:  ¿qué  te  pasa? 
Que  me  voy  ahora  mismo. 
[Mujer! 

Llama  á  mi  tío. 
¿Quieres  no  ser  loca? 

Después  de  todo,  tienes  razón:  debo  acos- 
lumbrarme  á  verlo  como  si  viera  á  un  des- 
conocido. 

¿Esas  tenemos?  ¿Otra  riña? 
La  última. 

Cualquiera  os  cree.  Pasará,  como  las   ante- 
riores. ¿Qué  tormenta  no  pasa? 
Esta:  ya  lo  verás. 

Vamos,  siéntate,    simple,    (se  sientan    ambas.) 

No  entiendo  este  constante  pelear  de  los  nu- 


vioF.  Yo,  como  con  Jaimito  no  he  tenido 
nunca  ni  un  sí  ni  un  no... 

Marta         Rs  que  Jaimito  es  un  infeliz. 

Ter.  ¡Oye! 

Marta  Mujer,  entiende  lo  que  quiero  decirte:  que 
es  muy  bueno. 

Ter.  ¿Tan  malo  es  Leopoldo? 

Marta  Al  contrario;  por  muy  bueno  lo  tengo  tam- 
bién. Pero  los  celos  lo  trastornan,  y  me  hace 
sufrir.  Contra  su  voluntad,  pero  me  hace 
sufrir. 

Ter.  ¡Celos  de  tí!...  ¿Habrá  majadero?  jQué  brutos 

son  los  hombres,  Marta! 

Marta         Por  lo  menos  ,  ¡qué  ciegos! 

Ter.  Mi  Jaimito,  en  buena  hora  lo  diga,  no  ha 

dudado  de  mí  nunca,  nunca,  nunca,  nunca, 
nunca,  nunca.  Bien  es  verdad  que  yo  lo  he 
querido  como  una  tonta  siempre,  siempre, 
siempre,  siempre,  siempre,  siempre. 

Marta        ¿Y  yo  á  Leopoldo,  no? 

Ter.  Pero  dime:  ¿ha  sido  tan  grave  el  disgusto?... 

Marta         Muy  grave. 

Ter.  ¿No  hay  arreglo  posible? 

Marta  Ni  lo  hay  ni  lo  quiero.  Los  celos  podrán  ha- 
lagar mientras  no  ofendan.  Los  de  Leopol- 
do han  llegado  á  ofenderme.  Sí  nos  casára- 
mos, viviríamos  en  tragedia  ó  en  saínete 
constante.  Prefiero  vivir  sola,  con  mi  tío, 
sacrificando  mi  cariño,  en  comedia  casera. 

Ter.  Vaya,  no  te  apures,  tontilla.  Yo  me  encargo 

de  arreglar  eso. 

Marta         No;  te  suplico  que  no.  Estoy  resuelta. 


ESCENA  X 


DICHAS    y    RAMONA 


RaM.  (Por  el  foro,  con   una  tarjeta  y  una  caja    de  sombrilla 

envuelta  en  un  papel.)  ¡Señorita. 

Ter.  ¿Qué  hay? 

Ram.  De  SU  casa  de  usted  acaban  de  traer  este  re- 

salo. 


Ter. 

Marta 
Ter. 


Marta 
Ter. 


Marta 
Ter. 


A  ver,    á    ver...    (cogiendo  la    tarjeta  y  leyéndola.) 

'<P.  Gil.  Paz  2.»  ¿Quién  es  éste? 
Mujer,  Don  Policarpo. 
¡Es  verdad!  ¿Quién  lo  conoce  por  esta  tarje- 
ta, que  es  un  tiro?   ¡Pobre  Don  Policarpol... 
¿Vienes  allá  dentro? 
No;  estando  ese... 

Pues  aguarda  un  instante:  voy  á  ver  con  Jai- 
mito  lo  que  nos  manda  esto  buen  señor,  y 
vuelvo  en  seguida. 
Por  mí  no  corras. 

(Yéndose  por  la  puerta  de  la  izquierda.)  PueS   aqUÍ, 

una  de  dos:  o  viene  una  sombrilla,  ó  viene 
un  sable.  ¡Cuchillos,  de  ninguna  manera! 


ESCENA    XI 


MAKTA    y    RAMONA 

Marta         ¿Estás  contenta  con  la  señorita,  Ramona? 

Ram.  Lo  que  hace  falta  es  que  la  señorita  lo  esté 

conmigo.  Y  debe  de  estarlo,  cuando  me  con- 
siente que  tenga  novio. 

Marta        Hola,  ¿tienes  novio? 

Ram.  Si,  señorita;  me  ha  salido  un  cochero  de 

punto.  En  la  calle  de  Carretas  tiene  la  para- 
da. Si  algún  día  se  le  ofrece  á  usted,  con 
mandar  un  recado  acá,  yo  misma  le  aviso. 

Marta  Gracias,  mujer.  ¿Y  qué,  se  quieren  ustedes 
mucho? 

Ram.  Un  delirio.  Con  decirle  á  usted  que  hasta  el 

caballo  me  conoce  .. 

Marta         (Riéndose  )  ¿Y  eso,  qué?... 

Ram.  De  tanto  como  no.s  vemos  en  la  parada.  (Mi- 

rando hacia  la  puerta  de  la  izquierda.)  Vaya,  se- 
ñorita, no  quiero  estorbar. 

Marta        A  mí  no  me  estorbas;  me  distraes. 

Ram.  No  le  faltará  á  usted  distracción. 

Marta        ¿Por  qué  dices  eso? 

Ram.  Usted  lo  verá.  (Vase  por  el  foro.) 

Marta        ¡Que  simpleza! 


-   29 


ESCENA  XÍI 


MARTA   y  LEOPOLDO 

(sale  Leopoldo  por  la  puerta  de  la  izquierda.   Al  encontrarse  frente 
á  Marta  quédase   confuso.  Marta  al   verlo  vuelve  la  cara  con  vio- 
lencia.) 


María 

Leop. 

Marta 

Leop. 

Marta 

Leop. 

xMarta 

Leop. 

Marta 

Leop. 

Marta 

Leop. 

Marta 

Leop. 

Marta 

Leop 


Marta 


IjEop. 
Marta 
Leop. 
Marta 


Leop. 


(¡Bah!  Cosas  de  Teresita...) 

Marta. 

Qué. 

Buenas  tardes. 

Buenas  tardes. 

(¿Para  qué  habré  salido  yo?  ¡Es  que  soy 

francamente  idiotal)  (pausa  breve  )  Marta. 

Leopoldo. 

¿Vamos  á  perdonarnos? 

Y  á  mí  ¿qué  tienes  tú  que  perdonarme? 
Nada;  ya  lo  sé.  Tú  á  mí,  si. 

Pues  no  te  lo  perdono,  porque  sería  volver 
á  empezar. 

¿Lo  has  meditado  bien? 
Bien  meditado  lo  tengo. 
Es  decir  que  piensas  olvidarme. 
Haré  cnanto  pueda. 

No  ha  de  costarte  gran  trabajo.  Si  me  estás 
dando  la  razón;  si  es  que  no  me  haü  queri- 
do nunca... 

Nunca;  es  verdad:  anoche  te  supliqué  y  te 
lloré,  como  otras  muchas  veces,  por  gu?to, 
por  hacer  un  papel  interesante.  Sin  duda  así 
lo  comprendiste  tú  y  no  me  hiciste  caso. 
Está  bien  No  pienso  volver  á  repetirlo. 
Me  saca  de  quicio  tu  frialdad. 

Y  á  mí  tus  arrebatos. 

Mis  arrebatos  tienen  un  fundamento. 

Y  mi  frialdad  ninguno:  te  estás  cargando 
de  rszón.  No  tienes  más  que  irte.  .  y  de- 
jarme. 

Pues  t'^  dejo  ..  y  me  voy.  ¡Parece  mentira 
que  yo  no  haya  querido  á  ninguna  mujer 
como  á  tí! 


—  30  — 

Marta  En  efecto,  parece  mentira. 

Leop.  ¿Qné  quieres  decirme^ 

Marta  J>o  que  he  dicho:  que  parece  mentira. 

Leop.  ¡Me  molesta  el  diecreteo,  ya  lo  sabes! 

Marta  Y  á  mí  también. 

Leop.  Pues  que  quede  aquí 

Marta  Pues  que  quede. 

Leoí».  Esto  se  acabó. 

Marta  Se  acabó;  en  eso  estamos. 

Leop.  (¡Me  pegaría  de  bofetadas!) 


ESCENA  XIII 


DICHOS,  TERES1TA,  DONA  JOSEFA,  CANDIÜITA,  ROQUITO,  JAI- 
ME, DON  PABLO,  REQUEJO  y  DON  ABEL 

{palen  por  la  izqiiierda,  en  animado  charloteo  de  despedida.  Leopol- 
do se  va  á  un  extremo  del  gabinete,  y  allí  se  muerde  un  puño,  ensi- 
mismado en  sus  pensamientos.) 


Cand. 

RüQ. 

Jaime 

Marta 

RoQ. 

Cand. 

Keq. 
D.  Abel 
RoQ. 


D.^  Jos. 
D.  Pab. 

Cand. 

D.a  Jos. 
RoQ. 

Ter. 
Jaime 


lEs  una  preciosidad! 
¡Es  un  encanto! 
¿Cómo  está  usted,  Martita? 
Buenas  tardes  á  todos. 
Hola,  Martita.  (¡Cómo  estira  esta  muchacha 
los  vestidos!) 

¿Tú  has  visto  la  casa,  Martita?  ¡Ay,  qué  pa- 
raíso de  alcoba! 

¡Ya  les  daré  yo  paraíso  dentro  de  un  mes! 
Muy  alto  es  lo  que  está. 
Conque,  niña,  vamonos  á  casa.  Doña  Josefa, 
enhorabuena;  don  Pablo,  lo  mismo  digo  á 
usted.  Que  vean  entrar  en  quintas  á  los 
nietos. 

Falta  que  los  haya. 
Ellos  se  encargarán...  (se  ríen.) 
Don  Pablo,  quede  usted  con  Dios;  doña  Jo- 
sefa .. 

Adiós,  hijita... 

Jóvenes,  que  se  quieran  ustedes  siempre  co- 
mo ahora. 
Más,  más,  más... 
Más,  más,  más... 


—  31  — 


Cand. 

D.  Abel 
Marta 
Ter. 
D.  Abel 

Marta 
D.  Pab. 
D.a  Jos. 
D.  Abel 

Jalme 

Marta 

Ter. 

Marta 

Req. 


Ter. 
Req. 

ROQ. 
R(fQ. 

Tek. 
D.a  Jos 

Req. 


D.  Pab. 
D.=^  Jos. 
Marta 
Ter. 
Cand. 
Jaime 
D.  Pab. 
Keq. 


Jalme 
D.a  Jos, 


Adiós,  Jaime;  adiós,  Teresita.  Te  envidio 
sin  reservas. 

Niña,  vamonos  nosotros  también. 
Vamonos,  tío. 
¿Tan  pronto'/ 

Doña  Josefa,  no  le  digo  á  usted  nada;  don 
Pablo,  á  usted  tampoco  le  digo  nada... 
Adiós,  don  Pablo;  adiós,  doña  Josefa. 
Adiós,  mucbacha. 
Adiós,  Martita. 

Teresita,  no  te  digo  nada;  Jaime,  á  usted 
tampoco  le  digo  nada. 

(Es  claro:  ¡como  que  no  Fe  le  ocurre  nada!) 
Teresita,  mil  felicidades. 
Adiós:  j.qué  ha  habido  de  eso? 
Ya  hablaremos  después. 
Conque,  salud,  si  es  posible,  y  prosperidad, 
en  la  que  no  creo.  Paciencia,  y  aguantar  los 
palos. 

¿Quiere  usted  irse,  majadero? 
Los  más  oportunos  son  los  que  os  han  rega- 
lado cuchillos. 
¡Muchas  gracias! 
Mi  regalo  será  un  revólver. 
¡Jesús! 
¿.\caba  usted  de  largarse,  hombre  de  Dios? 

Que  la  maynr  belleza 

se  casa  para  ver  á  su  marido 

Jiecho  un  tronco  y  dormido 

con  gorro  de  algodón  en  la  cabeza... 
¡Fuera!  ¡fuera  de  aquí  Requejo! 
¡Fuera! 

■  ¡Fuera!  ¡fuera!  ¡á  la  calle! 

¡A  la  calle  este  tío  gordo  de  la  mala  sombra! 

Señores,  tanto  honor...  (Vase  por  el  foro,  envuel- 
to entre  todos  y  en  medio  de  la  gritería  general.  Que- 
dan en  escena  Doña  Josefa,  Jaime  y  Leopoldo.  Jaime 
va  también  á  despedir  á  los  amigos,  á  tiempo  que  ve 
á  Leopoldo  y  se  detiene  contemplándolo.) 

¿Qué  le  pasa  á  ese? 
Es  verdad. 


—  32  — 

Jaime  ¿Qué  te  ocurre,  chico? 

D.^  Jos.       ¿Qué  le  sucede  á  usted? 

Leop.  Nada:  que  parezco  un  hombre  y  soy  un  asno. 

(Despidiéndose.)  Doña  Josefa...  Jaime..,  Abur. 
Un  millón  de  venturas  en  esta  vida  y  en  la 
otra.  Mañana  me  voy  de  Madrid. 

D.a  Jos.       ¿A  dónde? 

Leop.  |Alrrar! 

Jaime  ¿A  pintarlo? 

Leop.  ¡A  tirarme! 

Jaime  Chico,  ¿estás  loco? 

Leop.  Loco  completamente.  Adiós,  (vase  de  estampía 

por  el  foro.) 


ESCEN.A.  XIV 


JAIME,  DOÑA  JOSEFA,  luego  TERESITA,  después  DON  PABLO 


Jaime  En  broma  lo  dice,  pero  en  su  vida  ha  dicho 

una  verdad  como  esa.  (ai  encaminarse  hacia 
el  foro  se  fija  en  que  las  figuras  de  las  columnas  están 
cambiadas    y  suelta    un     terno.)    ¡Caramba!   ¿otra 

vez?  ¡Esto  ya  es  que  se  quieren  divertir  con- 
migo! 

D.a  Jos.       ¿Qué  dices,  hombre? 

Jaime  ¡Que  me  cambian  estas  dos  figuras  á  cada 

instante!  (Trocándolas  él.)  ¡Y  á  mí  me  da  la 
gana  de  que  esta  esté  aquí  y  esta  esté  aquí! 
.¡Ea! 

D.a  Jos.       Pues  no  hay  más  que  hablar. 

TeR.  (Sofocadísima  y  muy    agitada,    por    el    foro.)    jAy!... 

¡ayl... 
Jaime  ¿Qué  es  eso,  corazón? 

Da  Jes.       ¿Qué  es  eso,  hija? 
Ter.  Me  da...  me  da  el  ataque. 

Jaime  Pero  ¿qué  ha  sido  ello? 

Ter.  ¡Una  barbaridad  muy  gorda  que  Requejo 

me  ha  dicho! 
Jaime  Ahora  verá...  (corre  hacia  ei  foro.) 

Ter.  No,  no,  no,  Jaimito;  no  va3'a  á  volver. 

D.  Pab.        (Llegando.)  ¿A  dónde  vas,  hombre? 


-  33   - 

D.a  Jos.  A  ninguna  parte;  estáte  aquí.  ¿Se  fueron  ya 
todos? 

D.  Pab.       Todos. 

Ter.  ¡Ayl ..  ¡ay!...  Me  da...  me  da...  lo  estoy  vien- 

do venir... 

Jaime  Vida  mía,  tranquilízate... 

D.^  Jo5        Hija  mía,  por  Dios  .. 

D.  Pab         ¿Quieres  un  poquito  de  agua? 

Ter.  ^Reparando  en  las    dos   figuras   del    foro.)    ¿Qué    CS 

eso?  ¿quién  ha  puesto  así  las  figuras? 
Jaime  Ah,  ¿pero  eres  tú  la  que  las  cambia?... 

Ter.  Ah,  ¿pero  eres  tú?... 

Jaime  ¿Eres  tú? 

Ter.  ¿Fres    tú?    (Van  ai  foro,  y  corriendo  uno  detrás  de 

otro  de    columna  á  columna,    cada  cual  trata  de  colo- 
car las  figuras  á  la  inversa  que  siempre.) 

Jaime  ¿Te  gustan  más  en  la  otra  forma? 

Tex.  ¿Te  gustan  más  á  tí? 

Jaime  Pues  á  tu  gusto,  á  tu  gusto... 

Ter.  Pues,  no,  señor;  al  tuyo... 

Jaime  Pero  si  á  tí  te  agradan  más  así... 

Ter.  Pero  si  tú  las  prefieres  del  otro  modo... 
Jaime  Que  no,  que  no,  que  no,  que  no,  que  no... 

Ter.  Que  sí,  que  sí,  que  sí,  que  sí,  que  sí...  (De  re- 
pente, soltando  la  figura.)  ¡Ay,  mamá! 

J).a  Jos.  ¿Que  te  pasa? 

Jaime  ¿Qué   tienes?   (Teresita  principia  á  hacer  visajes. 

Tolos  la  auxilian.) 

D.  Pab  ¡Picaros  nerviosl 

D.*^  Jos  ¡Vaya  por  Dios!  Sosiégate,  hija. 

Jaime  ¡Ay,  Jesús  I  ¡Ay,  Jesús! 

D.a  Je?.  Teresita,  bija... 

Ter.  (Dando  chillidos.)  ¡Híüííü!  ¡hiülüi!  ¡hiiiiiii! 

Jaime  (Atribulado.)  Ay,  por  Dios...  un  médico...  Leo- 
poldo es  algo  médico... 

D.ft  Jos  iNo  hace  falta... 

Jaime  Sí,  sí  ..  yo  lo  llamo...  (Se  asoma  ai  balcón  y  grita.) 

¡Leopoldo!  ¡sube! 
D.  Pab.        No  alarmes,  hijo 
D.a  Jüs.       Si  esto  pasa  en  seguida... 
Jaime  ¡Sube!  ¡sube!  ¡sube  por  Dios! 

D.a  Jos.       ¿Quieres  callar,  escandaloso? 
Jaime  Teresita  mía...   encanto...   gloria...   vuelve, 

vuelve  en  tí...  ¡No  vuelve!  ¡no  vuelve!  ¡Pa- 


—  34  — 

I  rece  que  está  muerta!...  (Dando  gritos  de  dolor.) 
¡Ay!  [ay!  ¡ay!... 

D.a  Jos.  ¡Vaya  un  hombre  que  tenemos  en  casa! 

D.  Pab  (.;No  hay  un  poco  de  éter? 

Jaime  ¡No! 

J).a  Jos  /,Ytila? 

Jaime  ¡Tampoco! 

D.  Pab.  ¿Y  agua  de  azahar? 

Jaime  ¡Menos!  ¡Si  aquí  no  hay  nada  más  que  cu- 
chillos! 

D.a  Jos  Ya  le  pasa....  ya  vuelve... 

Jaime  '  ¿Sí?  ¿si? 

D.a  Jos.  Mírala.,  mírala... 

D.  Pab.  Sosiégate,  cálmate... 

Jaime  ¿Me  ves  ya,  Teresita? 

Ter.  Sí...  Jaimito...  sí...  ¿Te  he  dado  mucho  susto? 


ESCENA   XV 

DICHO?,  LEOPOLDO,  CANDIDITA,  MARTA,    ROQUITD,  REQUEJO 
y  DON  ABEL 

(Van   llegando  precipitadamente  uno    detrás  de    otro,  por  el    orden 

que  se  les  nombra,  con  la  lengua  fuera,  sin  poder  hablar  una  palabra 

y  respirando  con  gran  fatiga.) 


IjEOP. 

¿,Qué  es  eso?... 

Jaime 

Nada,  nada... 

Cand. 

¿Qué  ocurre? 

D.a  Jos. 

Nada  ya... 

Marta 

¿Qué  hay? 

ROQ. 

¿Qué  sucede? 

Jaime 

Nada,  nada  ya... 

D.a   Jos. 

Un  ataquillo,  pero  ya  pasó 

Req. 

¿Qué  ha  sido? 

Ter. 

Un  susto... 

D.  Pab. 

Nada  ya... 

D.a  .los. 

Tranquilícense  ustedes... 

Ter. 

No  ha  sido  nada,  nada... 

D.a  Jos. 

Nada,  nada,  nada... 

—  35  — 

(Mientras  todos  los  recien  llegados,  sentándose  donde 
buenamente  pueden,  resuellan  fatigosamente,  cada  ano 
con  distinto  hipo,  Jaime  saca  su  librillo  de  apuntacio- 
nes y  escribe:) 

Jaime  «Éter,  tila  y  agua  de  azahar.» 

(Don  Abel,  más  fatigado  que  todos  juntos,  maestra- 
bien  á  las  claras  que  las  va  á  liar  en  el  entreacto.) 


FIN   DEL   ACTO    PRIMERO 


'  II  li  Ii  II  11  II   II  II  II  li  II  II  11  II  i!  II  II  ¡I  II   ll  II  II  I!  II  II  II  !l 


ACTO  SEGUNDO 


Xa  misma  decoración  del  acto  primero,  año  y  medio  después.  Leves 
alteraciones  en  la  colocación  de  los  muebles,  y  algunos  cuadros  y 
cachivaches  más.  Al  foro,  en  la  pared,  la  trompetilla  de  un  tubo 
acústico  que  se  supone  que  comunica  con  el  cuarto  interior.  Es 
por  la  mañana. 


ESCENA  PRIMERA 

RAMONA 

^La  escena  sola.  Suena  varias  veces    el  pito  del  tubo   acústico,   con 
acentos  de  angustia,  y  sale  Ramona  por  el  foro.) 

¿Qué  querrá  el  señor?  Desde  que  se  mudó  al 
tercero  y  le  pusieron  este  aparato,  nos  trae 

locos.    (Hablando  y  escuchando  por   la    trompetilla.) 

¿Quién  es?...— ¿Qué?... — No,  señor,  no  tan 
salido. — ¿Va  usttd  á  subir? — Bueno,  yo  se 

lo  diré  á  la  señorita.  (Vase  por  la  izquierda    Que- 
da la  escena  sola  unos  momentos.) 


38  — 


ESCENA  II 


TERESITA,  JAIME,  DOÑA  JOSEFA  y  DON  PABLO 
Al  final  RAIMUNDA,  ama  de  cría. 

Jaime  (Dentro.l  ¿Vamos  á  recibir  al  viejo? 

Ter.  (lo  mismo.)  ¿Vamos  á  recibirlo,  gloria? 

Jaime  ¿Vamos  á  cantarle  los  lobitos? 

Ter.  ¿Vamos  á  caotárselos?...  ¡Ajajayl  ¡qué  rica 

eres!...  (Salen  por  la  puerta  de  la  izquierda  los  dos.. 
Teresita  trae  en  Jas  manos,  levantándolo  y  hacién- 
dole fiestas,  á  Teodomiro,  el  primer  fruto  de  su  ma- 
trimonio, vestido  ya  de  nagüillas.  Jaime  viene  de- 
lante de  ella,  andando  de  espaldas  y  mostrándole  sus- 
manos  al  niño  en  infantil  y  constante  voltear,  mientras 
le  canta  lo  que  sigue.  Cruzan  la  escena  y  se  van  per- 
la puerta  del  foro,  repitiendo  el  canto.) 

Jaime  Cinco  lobitos  tenía  una  loba, 

cinco  lobitos  detrás  de  una  toba; 
cinco  teyíia  y  cinco  criaba 
y  á  todos  cinco  tetita  le  daha. 

(vuelve  á  quedar  la  escena  sola.  A  poco  se  oye  dentro- 
á  don  Pablo  que  besa  y  le  liace  fiestas  á  Teodomirito, 
acompañado  en  ello  por  los  papas,  y  en  seguida  salen, 
todos  por  el  foro.) 

¿Quién  es  tu  padrino,  granuja?  ¿Quién  te 

quiere  á  ti? 

Su  mamá,  su  mamaíta  lo  quiere  más  que 

nadie,  ¿verdad,  cielo? 

¡Ay,  qué  tunantillo  es,  qué  tunantillo  est 

¡Rey  de  la  casal 

¡Mira  cómo  se  ríe  el  picarón! 

¡Ji,  ji,  ji!... 

Me  lo  como,  me  lo  como,  me  lo  como... 

(saliendo  por  la  izquierda.)  ¿Se  COmen  á  mi  niñO? 

¿Se  lo  comen?  ¿Quién  es  ese  pillo?  ¡Ven  acá 
tú,  con  abuelita,  ángel! 
(Dándole  el  niño.)  ¿Sabe  usted  que  pesa,  mamá? 
¡Ea,  ea,  ea,  eal...  ¿Qué?  ¿va  á  dormir  el  luce- 
rito  de  la  mañana? 

No,  no,  que  no  duerma  por  Dios,  que  luega 
de  noche.,. 


D.  Pab. 

Ter. 

Jaime 

D.  Pab. 
Jaime 
Tfr. 
D.a  Jos. 


Ter. 
D.*  Jos. 

Jaime 


-  ¿9  — 

Ter.  ¡Ay,  qué  noche  nos  ha  dado  el  muy  lloron- 

cete!...   jLloroncete!...  ¡lloroncete!...   ¡lloron- 

cete!... 
D.  Pah        Desde  abajo  lo  he  estado  oyendo  yo...  Ko 

toqué  el  pito  porque  era  casi  el  amanecer... 
D.aJos,      Mira  qué  atención  pone:  parece  que  se  está 

enterando. 
TtR.  Es  que  tiene  este  chiquillo  cosas  que  no  son 

propias  de  su  edad. 
Jaime  Ya  dice  que  no  y  que  sí  con  la  cabecita... 

Ter.  y  se  le  pregunta:    ¿cuánto  me  quieres?  Y 

abre  los  bracitos  así... 

D.  PaB.         ¡Qué  mono!  (Mostrándole  uno    por   uno    los    dedos 

de  una  mano.)  TeodomiriUo:  este  puso  un  hue- 
vo, este  lo  puso  á  asar,  este  le  echó  la  sal, 
este  lo  meneó  y  este  picarillo  gordo  se  lo  co- 
mió... 

.Taime  ¡Ji,  ji,  ji! 

Tur.  ¡Gloria  de  su  madre! 

D.a  Jos.      Vamos  á  perder  la  cabeza  con  este  diablillo. 

Ter.  Déselo  usted  al  ama.  no  llore. 

D.aJos.      (Llamando.)  ¡Raimuuda!  ¡Ama! 

Ter.  Si  no  tuvier.-i  tan  buena  leche  la  echaba   á 

la  calle.  Es  más   remolona  y   más  bestia.,, 

¡Ama!  ¡Raimunda!  (Sale  Ralmunda  por  la  puerta 
de  la  izquierda,  gruñe  que  gruñe, y  con  cara  de  pocos 
amigos.) 

D  .a  Jos .      Tome  usted. 

Ter.  y  cuidadito  con  llevárselo  á  la  cocina,  que 

se  le  agarra  á  la  gargantita  el  aceite.  (ei  Ama 

gruñe.) 

Jaime  Y  nada  de  asomarse  al  balcón,  no  tengamos 

una  desgracia,  (ei  Ama  vuelve  á  gruñir.) 

Ter.  ¡Ay,  por  Dios,  no  lo  pienses  siquiera! 

D.  Pab        Cántele  usted,  cántele  usted    mucho    (cruñe 

otra  vez  el  Ama.) 

D.a  Jos.      Y  no  se  ponga  usted  en  las  corrientes. 

Jaime  Ni  junto  al  gato,  que  le  tiene  envidia. 

Ter.  y  dele  usted  un  pechito  ahora,  que  el  ange- 

lito lo  está  deseando.  (Vase  Raimunda  por  la  puer- 
ta de  la  izquierda,  sin  dejar  sus  gruñidos.) 


—  -40   - 

ESCEXA  III 

TE  !-  ESITA,  DOÑA  JOSEFA,  JAIME  y  DON  PABLO 

D.  Pab.  ¡Qué  agradable,  qué  simpática  y  qué  comu- 
nicativa es  esa  señora! 

Ter.  Ay,  papá,  calle  usted  por  Dios,  que  puede 

enterarse  y  darnos  un  disgusto. 

Jaime  Le  pasamos  carros  y  carretas,  pero  no  hay 

remedio. 

Ter.  Nos  lo  está  criando  muy  gordo. 

D.a  Jes.  Esa  es  la  verdad:  ella  será  una  muía,  pero  al 
chiquillo  da  gozo  verlo. 

D.  Pab  ¿Quién  dice  lo  contrario?  El  chiquillo  es  un 
rollito  de  manteca. 

Ter.  Tan  sonrosadito...  tan  mono... 

Jaime  Las  carnecitas  tan  apretadas. . 

Ter.  (Con  súbito  arianque  de  entusiasmo  y  de  amor  mater- 

nal.) ¡Hiiiii!  ¡Gloria  mía!  ¡encanto!  ¡cielo! 
¡paraisol  ¡Hiiiii!  ¡Le  voy  á  dar  un  beso  aho- 
ra mismo!  (Echa  á  correr  hacia  la  puerta  de  la  iz- 
quierda.) 

Jaime  Y  yo  otro,  y  yo  otro.    (Vase  detrás    de    Teresita.) 

D.  Pab.       ¿Ha  visto  usted  cómo  anda  esta  gente? 

D.aJos.  Es  que  este  es  el  último  cuarto  de  la  luna 
de  miel.  Advirtiéndole  á  usted  que  yo  ando 
peor  que  ellos. 

D.  Pab        y  yo  peor  que  usted  todavía. 

D.a  Jos  ¿Quiere  usted  creer  que  me  están  entrando 
ganas  de  ir  á  darle  un  beso  también? 

D.  Pab.        ¿Por  dárselo  ó  por  recibirlo? 

D."  Jos        Por  las  dos  cosas 

D.  Pab.  Para  que  sea  completo,  ¿verdad?...  Sí,  por- 
que los  besos  sin  contestación  son  poco  me- 
nos que  una  sosería...  ¿Se  acuerda  usted? 

D.'  Jos.  ¿Quiere  usted  callar,  ciruela  pasa?  ¿Que 
siempre  ha  de  tener  usted  ganas  de  fiesta? 

D.  Pab.  ¿No  ve  u^ted  que  me  quedo  siempre  con  las 
ganas,  señora? 

D."  Jos.         (Prestando  atención  hacia  la  izquierda.)  ¿Oye  USted, 

don  Pablo?  ¡Se  lo  están  comiendo  á  caricias! 
¡Ay!  ¡Quién  lo  viera  hecho  un  hombre! 


D. 

•Jos. 

D. 

Pab. 

D. 

"Jos 

D. 

Pab. 

D 

"Jos. 

D. 

Pab. 

—  41  — 

D.  Pab  Esa  es  la  mía;  eso  es  lo  que  á  mí  me  quita 
el  sueño...  ¿Para  qué  será  uno  abuelo  á  esta 
edad? 

¡Porque  este  mundo  está  como  Dios  quiere!... 
Debía  una  tenerlos  nietos  á  los  veinte  años. 
¡Eso  es!  ¡Aunque  hubiese  que  pedir  la  no- 
via con  niñera! 

Perdemos  los  estribos  en  hablando  de  Peo- 
domirín. 

También  ha  tenido  un  poco  de  guasa  el 
bautizarlo  con  fse  nombre, 
¡El  de  mi  marido,  don  Pablo! 
¡Doña  Josefa,  ya  lo  sé!  Y  reconozco  que  no 
está  mal  que  se  llame  don  Teodomiro  un 
señor  como  su  difunto  de  u?ted,  que  era  bol- 
sibta  y  que  estaba  gordo...  ¡Pero  mire  usted 
que  poneile  don  Teodomiio  á  un  niño  de 
esa  edad! 

D.*  Jos.  ¡Lo  menos  que  se  figura  usted  es  que  mi  es- 
poso nació  ya  bolsista  y  con  panza!... 

D.  Pab.  (Riéndose.)  ¿Sabe  Usted  que  parece  que  juga- 
mos á  los  disparates? 

D  »  Jos        Sí  que  tenemos  buen  humor. 

D.  Í^AB.        Señal  de  que  estamos  satisfechos. 

D.*  Jos.  Es  la  alegría  de  aquéllos,  que  viene  hasta 
aquí... 

D.  Pab  Porque  sabe  que  de  nosotros  ha  salido,  y  le 
gusta  darse  una  vuelteeifa  por  su  casa. 

D.*  Jos.  Mire  usted,  abuelo:  cada  beso  que  le  dan  al 
nieto  me  parece  que  u.e  lo  dan  á  mí. 

D.  Pab.  ¡Y  se  lo  dan  á  usted,  qué  duda  cabe!  ¡Por 
tabla,  pero  se  lo  dan  á  usted! 

D.'  Jos.  ¿Y  qué  será  que  á  ninguno  se  quiere  como 
al  último? 

D.  Pab.  Muy  sencillo.  Uno  siente  que  esto  se  va,  que 
la  entrega  de  un  momento  á  otro,  y  todo  el 
cariño  que  le  queda  en  el  corazón,  quiere 
echárselo  encima  al  nieto... 

D."  Jos.  Puede  que  sea  así;  pero  á  mí  no  me  hace 
gracia  emprender  el  viaje  tan  pronto:  nu 
me  asuste  usted. 

D.  Pab.  Ah,  ¿pero  usted  se  figura  que  para  mi  es  un 
confite  la  noticia? 

D.a  Jos.  ¿No,  verdad?  Pues  le  prevengo  á  usted  una 
cosa,  consuegro. 


—  4>  — 

D.  Pab.        Diga  usted,  consaegra. 

D.*  Jos.       Que  usted  las  lía  primero  que  yo. 

ü.  Pab.  ¿Si,  eh?  Pues  que  sea  enhorabuena,  porque 
va  usted  á  durar  má=s  que  una  taza  rota. 

D.*  Jos.       ¿Tanta  cuerda  tiene  usted,  don  Pablo? 

D.  I'ab.  Cuando  3^0  le  digo  á  usted  que  esté  tranqui- 
la... Ya  hablaremos  dentro  de  treinta  años. 

D.í»  Jos.  ¿Dentro  de  treinta  años?  ¡Ahora  sí  que  ju- 
gamos á  los  disparates!  (Los  do.s,  sueltan  la  risa.) 

Ter.  .Volviendo  á  salir.  Jaime  la  sigue.)  Estaba  agarra- 

do al  pecho  como  una  ñerecilla,  y  me  ha 
echado  una  mirada  con  el  rabillo  del  ojo, 
¡de  lo  más  inteligente!... 

Jaime  (Limpiándose  la  cara  con  el  pañuelo-)   A  mi  me    ha 

llenado  toda  la  cara  de  habitas...  ¡Ji,  ji,  ji!... 

D.  Pab.  Teresa,  toma.  (Lo  da  dos  monedltas  de  cincuenta 
céntimos.) 

Ter.  Ay,  papá,  muchas  gracias,  (a   Jaime  )    Mira: 

(los  moneditas  más.  {a.  Doña  Josefa.)   Mamá, 

otras  dos  moneditas.  (Depositándolas  en  una  al- 
cancía que  hay  en  el  foro  sobre  un  mueble.)  Para  li- 

l)rar  de  quintas  á  mi  leodomirín. 
D.aJo.í;.      Si  es  que  no  se  libra  por  la  talla. 
D.  Pab.       Por  la  talla   no  se  libran  ya  más  que  los 

jorobados.    Y  mi   nieto   va  á  ser  un  real 

mozo. 
Jaime  Pero  se  puede  librar  por  el  número 

Ter.  ¡Ca!  Será  muy  desgraciado  en  el  juego,  por- 

que tendrá  mucha  suerte  en  los  amores. 
Jaime  Como  yo,  como  yo...  ¡Ji,  ji,  ji!... 

Ter,  y  como  yo, 

Jaime  He  tenido  yo  más,  cbachita. 

Ter.  No,  no,  no,  que  he  tenido  yo  más. 

D.*  Jo?.       Bueno,  vamos  á  dejar  los  mimos  ahora,  que 

hay  varias  cositas  que  hacer,  (a  Teresa.)  ¿Le 

has  escrito  á  tu  tío? 
Ter.  Sí.  Sobie  tu  mesa  tieties  la  carta,  Jaimín, 

para  que  luego  le  pongas  los  acentos. 
Jaime  ¿Le  has  puesto  tú  las  comas? 

Ter.  Sí;  á  mi  modo:  una  palabra  sí  y  otra  no. 

D.  Pab        Parecerá  la  carta  un  hormiguero. 
D.*  Jos.      ¿Y  qué  le  dices  á  tu  tío? 
Tep.  Nada  de  particular:   que  aún  no  lia  venido 

la  visita  que  nos  anuncia. 


-  4i  - 

Jaime  ^  Más  que  á  un  dolor  le  estoy  3*0  temiendo  á 
esa  viíita. 

D.  Pab.       ^.ustedes  los  conocen? 

D  »  Jo?.  De  una  temporada  que  estuvimos  en  Maja- 
laudrín  con  mi  hermano.  Es  un  matrimonio 
de  í-ainete,  pero  inofensivo.  A  él.  no  sé  por 
qué,  le  llaman  los  chicos  del  pueblo  Tiburóny 
y  creo  que  se  pone  por  las  nubes.. 

Jaime  ;Ay,  Tí6?/rd«/ Eso  tiene  gracia... /Ti¿/M;dn.^ 

Tfr.  Las  co.'ías  de  los  pueblos. 

D.  Pab.       ¿Han  llamado,  tú? 

Jaime  Sí. 

D.'  Jos.      ¿Quién  será  ahora? 

Ter.  ¡Kequejo!  No  hay  mucho  que  pensar. 

D,  Par.  Pero  ¿ea  que  vamos  á  tener  Requejo  á 
diario? 

Jaime  ¿Y  qué  remedio  queda?  ¡A  mí  ya  no  me  falta 

más  que  pegarle  un  tiro! 

D.^  Jos.       ¡Pues  pégaselo! 

Ter.  y  vendrá  á  almorzar.  Y  es  un  sucio  en  la 

mesa. 

D."  Jos.       Y  fuera  de  la  mesa  también  es  un  sucio. 

1'er.  Vamos,  á  mí  me  pone  nerviora  ese  hombre. 

No  quiero  verlo,  no  quiero  verlo,  no  quiero 

verlo...  (Se  va  presurosamente  por  la  izquierda.) 

D.*Jo€.       Ni  yo  tampoco,  porque  me  voy  á  descarar 

con  él.  (Vase  detrás  de  Teresita )  ¡JeSÚs!  ¡qué 
poptilla! 

Jaime  ¿Ve  usted? 

D.  Pab  Ya,  ya  veo.  Les  sobra  razón,  ¿eh?  Ha  toma- 
do de  appadero  la  casa... 


ESCENA  IV 


JAIME,  DON  PABLO  y  REQUEJO 


Rfq. 


Jaime 
Req. 
D.  Pab. 


(Por  el  foro,  todo  salpicado  de  barro.)  Hola,  Jaime; 

¿llenes  al  í  un  cepillo,  que  mira  como  me  ha 

puesto  un  coche? 

(¡Me  alegro!) 

A  punto  de  cogerme  estuvo. 

(¡Así  te  coja  la  máquina  de  apisonar,  sin 

vergüenza!) 


ii 


verlo...  Si  empieza 
Mi  mujer... 


Jaime  Espere  usted  á  que  se  seque  un  poco. 

Eeq.  Mejor  es.  Chico,  vengo  á  almorzar. 

Jaime  ¡Caramba! 

Req.  y  á  desayunarme  primero.  A  estas  horas — 

las  doce  son — no  ha  entrado  en  mi  cuerpo 
ni  agua.  Puedo  cantar  misa. 

D.  Pab,  Hombre,  ¿y  cómo  no  ha  tomado  usted  cual- 
quier cosilla  por  ahí? 

Req.  ¿Usted  sabe  con  -el  humorcito  que  he  salido 

yo  de  mi  casa?  Van  ustedes  á  ver  qué  es- 
cena... 

D.  Pab.       No,  señor,  no  vamos  á 
usted,  me  largo... 

Req.  ¡Un  capricho  de  Goya!... 

D.  Pab        ¡Caray  con  el  hombre. 

Jaime  ¡Que  no  qneremos  oir  calamidades! 

Req.  ¡Señor,  si  para  mí  es  un  desahogo!... 

D.  Pab.  ¡Justamente!  ¡es  un  desahogo  como  no  hay 
ejem])lol  ¡Porque  se  está  mal  en  la  propia 
casa  venir  á  molestar  á  la  ajena! 

Req.  Es  que  usted   no  se   puede  imaginar...    ¡Si 

aquello  es  el  delirio,  don  Pablo!  ¡Calculen 
ustedes  que  mi  euegra,  de  remate  ya,  está 
escribiendo  un  folleto  anarquista,  y  me  llena 
la  casa  de  comj)  oteros/  El  compañero  Pérez, 
el  compañero  Sánchz..  ¡Y  el  compañero 
Gómez  se  llevó  el  otro  día  un  par  de  botas 
de  mi  mujer!  Cuestión  de  ideas... 

D.  Pab.  ¡Canasto,  pues  con  meterla  en  un  manico- 
mio despacha  u.'íted! 

Req.  ¡No  la  toman!  ¡Me  dicen  que  está  cuerda! 

¡Vamos,  hombre!  ¡Y  se  pasa  los  días  dando 
gritos  y  tirando  de  pluma,  y  las  noches  in- 
ventando explosivos!  ¡No  hay  manera  de  co- 
ger el  sueño!  Por  supuesto  que  el  que  va 
á  volar  la  casa  soy  yo. 

D.  Pab.  ¡Me  alegraré  mucho!  ¡Sobre  todo  si  procura 
usted  que  le  coja  dentro!  (v«se  por  ei  foro  hacia 

la  derecha.) 

Req  ¡Qué  impertinentes  se  ponen  las  personas  de 

cierta  edad!  Aunque  eea  tu  padre,  no  deja- 
rás de  reconocer  que  eso  no  se  le  dice  á  nin- 
guna persona  decente. 

Jaime  Ah,  no;  á  ninguna  persona  decente. 


—  4")  — 

Req.  Celebro  que  estés  de  parte  mía.  Voy  al  co- 

medor á  tomarme  cualquier  futesilla  anted- 
'|ue  almorcemos. 

Jaims  Kn  el  comedor,  lo  que  es  ahora... 

Req.  Yo  buscaré,  yo  bupcaré,  no  te  muevas...  ¡O 

hay  confianza  ó  no  hay  confianza!  (vase  por 

el  foro,  hacia  la  izquierda  ) 

J  A JME  ¡Hay  demasiada  confianza,  córcholis!  (se  que- 

da cruzado  de  brazos  viéndolo  irse.) 


ESCENA    V 

JAIME,  LEOPOLDO  y  TERESIT.V 

Jalme  Bueno,  ¿y  qué  hago  yo  con  ese  hombre?  Lue- 

go Teresita  se  enfada,  pero  ¿qué  hago  yoV 
Nada,  que  le  voy  á  meter  dos  cerillas  en  una 
nlbóndiga...  y  páselo  que  pase.  ¡El  envene- 
namiento: no  queda  otro  recurso!  fse  sienta  en 
el  sofá  y  se  recuesta  un  poco.)  ¡Ay!  ¡De  qué  bue- 
na gana  descansaría  un  ratillo!...  El  here- 
dero me  trae  como  un  sereno:  teniendo  que 

dormir  de    día  ..    (Bostezando  y   desperezándose.) 
¡Aaa'^aah!...  (cierra   Jos    ojos,   decidido  á    echar  un 
sueñecillo.) 
f.EOP.  (Desde  la  puerta  del  foro.)  ¿Se  pUCde? 

Jaime  (¡l'or  vida!.. )  ¿(^uién?  (se  levanta  ) 

Leop.  ün  amigo. 

Jaime  ¡Leopoldo! 

JjEOP  J.Jaime!  (Se  abrazan.) 

Jaime  ¿Cuándo  has  llegado? 

Leop.  AriOche.  ¡Qué  gordo  estás!  Chico,  ¡qué  bien 

f-ienta  esta  vida! 

Jaime  Al  pelo,  ya  lo  ves. 

Leop.  ¿Y  á  mí,  cómo  me  encuentras*!* 

Jaime  Como  siempre.   Un  poco  más  tostado  del 

sol,  pero  como  siempre. 

Leop.  ¿Y  Teresita? 

Jaime  ¡Ay,  Teresita!... Teresita  no  separeceá  nada... 

Me  tiene  loco,  loco..  ¡Se  me  ha  puesto  más 
redondita  y  más  mona!...  ¡Ji,  ji,  ji!  Voy  á  lla- 
marla y  la  verás,  que  ha  de  alegrarse  mu- 
cho. 


-  46  — 

Leop.  a  tu  padre  lo  he  visto  en  la  es-calera. 

Jaime  Vive  aquí  abajo.  En  cuanto  instnlaron  el  as- 

censor, le  faltó  tiempo  para  nudarse  cerca 
de  nosotros.  (Llamando.)  ¡Teref-a!  ¡Teresital 
|Ven!  ¡Verás  quién  está  aquí! 

Leop.  J)e  sejíuro  que  no  imagina... 

Jaime  ¡Ni  ella  ni  nadie!...   Vaya,  vaya  con  Leo- 

poldo .. 

Tkr.  (saliendo  por  la  puerta  de  la  izquierda.)  ¡Lcopoldo! 

Leop.  ¡Teresita! 

Ter.  ¡En  quien  menos  pensaba  yo  !  ¿Cómo  es- 

tamos? 

Leop.  No  estamos  mal...  A  usted  ya  la  veo  inmejo- 

rable... 

Jaime  ¿Verdad  que  se  me  ha  pue.«to  todavía  más 

guapa? 

Ter.  ¡Calla,  tonto!  Siéntese  usted,  (se  sientan  ios  tres.) 

Leop.  ^.Y  su  mamá,  Teresa? 

Ter.  Hecha  una  pollita  de   quince  años.   Ahora 

saldrá.  Está  durmiendo  á  Teodnnriro. 

Leop.  ¡Ay!  ¡es  verdad!  ¡que  no  h--  prt'guntado  por 

el  primogénitol  No  se  enfaden  ustedes  .. 

Jaime  ¡Le^  poldillo,  un  encanto,  una  gloria!  (Mos- 

trándole una  fotografía  que  llera  en  la  cartera  )  Mí- 
ralo, míralo;  el  otro  día  lo  retratamos. 

Ter.  P]n  cuerecitos  vivos  .. 

Jaime  No  le  falta  ningún  detallito...  ¡li,  ji,  jil 

Leop.  ¡Buena  persona!  ¡Qué  sin'pMiico  y  qué  boni- 

to es!  Por  supuesto  que  de  ti  palo...  tal  a.-- 
tilla.  Deben  estar  ustedes  oi  oullosos.  (i  e  de- 
vuelve el  retrato  á  Jaime  ) 

Ter.  (Muy  esponjada.)  No  cs  por(]ue  sea  hijo  mío... 

Jaime  Nuestro,  nuestro... 

Ter.  No  es  porque  sea  hijo   niust'-o,  pero  es  un 

(juerubín.  Ya  lo  verá  usted  cuando  esté  dor- 
uiidito  del  todo. 

Jaime  Vale  más  que  no  lo  duerman,  mujer. 

Ter.  ¡y  si  tiene  sueño,  el  rey  mí"'... 

Jaime  Sí,  pero  luego  de  noche  es  fUa.  Se  coloca  en 

la  cama  entre  los  dos,  ¿sabes?  y  vengan  cos- 
qiiillitas,  y  venga  risa,  y  venga  juego,  y  tira 
de  aquí,  y  tira  de  allá,  y  no  luiy  quien  cierre 
un  ojo  dos  minutos  seguidos. 

Ter.  ¿y  á  tí  te  pesa?  ¡Mal  padre;  monstruol 


-  47  — 


Jaime  ¡Monstruo!  ¡monstruo  me  llama!...  ¡J¡,  ji,  ji! 

Leop.  Sois  un  matrimonio  ideal,  modelo. 

Ter.  Luego,  Dios  nos  ha  mandado  ese  capullito... 

Jaime  ¡Y  que  ha  quedado  Dios  en  el  encargo  de 

que  no  sea  el  último!...  ¡Ji,  ji,  ji!... 

Ter  Jaimito... 

Jaime  Tere-ita...  (Se  ríen  ios  dos  y  Leopoldo  con  ellos.) 

Leop.  Vaya,  veo  qne  han  resuelto  ustedes   el  pro- 

blema. Los  envidio  con  toda  rni  alma. 

Ter.  Bueno,  ¿y  usted?  Hablemos  de  usted  ahora. 

¿Qué  aparición  es  esta?  ¿A  qué  vuelve  usted 
a  Mfldrid? 

.Taime  ¿Vienes  acaso  á  la  Exposición?... 

Ter.  Cuente  usted,  cuente  usted... 

Jaime  ¡Vamos,  hombre! 

Leop.  (suspirando.)  ¡Ay! 

Jaime  ¡Adiós! 

Ter  ¿Suspiros?  ¡Malo!  Digo,  bueno. 

Leop  .  (Muy  serio.)  ¿Quieren  ustedes  que  les  diga  á 

lo  que  he  venido  á  Madrid? 

Jaime  Si,   hombre;  pero  fío  tomarlo  en  ese  tono 

tan  lúgubre.  No  hace  falta. 

Leop.  A  casarme  he  venido. 

Ter.  ¿Hola? 

Jaime  ¿Hola?  Pues  sí  que  viene  á  la  exposición... 

Ter.  Deja  los  chis'es,   tonto. — ¿Y  con  quién  va 

usied  á  casarse,  se  puede  saber? 
Leop.  Con  Marta. 

llL        I  ¿Con  .Marta? 

Leop.  (Alarmado)  ¡Qué!  ¿Ks  algún  desatino  que  yo 

qu  er.  casarme  con  Marta? 

Tkr.  ¿Qué  ha  de  ser  un  desatino?  Al  contrario: 

nos  parece  muy  bien;  pero...  Vamos  por  par- 
tes: ¿está  usted  seguro  de  que  Marta  piensa 
en  usted? 

Leop.  Seguro:  por  lo  que  yo  he  pensado  en  ella. 

Jaime  (a  Leopoldo.)  Oye,  ¿la  llamo? 

Leop.  ¿Cóíuo  la  llamo?  ¿Qué  quiere  decir  eso? 

Ter.  ¿Pero  no  le  ha  dicho  á  usted  Jaime  que  Mar- 

ta vive  con  ncsotro.-^? 

Leop.  (Asustado,  temblón.)  ¿Con  ustedcs?...  ¿Marta?... 

¿Y  está  ahí?... 


—  48  - 

Jaime  Hombre,  no  te  asustes... 

T£R  Está  en  misa.  Como  tenemos  la  iglesia  en- 

frente, ella  sólita  atraviesa  la  calle... 

Leop.  a  ver^  á  ver,  explíquenme  ustedes  ..  dígan- 

me lo  ocurrido...  No,  no;  si  ya  noté  yo  al  en- 
trar que  había  en  esta  casa  una  luz,  una 
transparencia  en  el  ambiente,  un  aroma... 
un  aroma... 

Jaime  Eso  del  aroma  es  que  gastamos  un  dineral 

en  papel  de  Armenia...  Con  esto  del  chico... 

Leop.  ¿Quieres  tener  formalidad?  Teresita,  cuén- 

temelo  usted  todo  ce  por  be. 

Ter.  ¡Si  todo  es  nada!  ¿Usted  sabrá  que  el  pobre 

don  Abel  murió  el  mes  pasado? 

Leop.  ¡Como  que  á  esa  noticia  obedece  mi  regreso 

A  la  Corte! 

Ter.  Bueno;  pues  como  la  pobre  Martita  vivía  sola 

con  él,  se  quedó...  usted  lo  comprenderá^ 
Leopoldo... 

Jaime  A  las  clemencias  del  cielo,  chico. 

Leop.  Es  claro.  Lo  que  yo  imaginé. 

Ter.  y  mientras  unos  parientes  lejanos  de  ella, 

que  están  en  Lisboa,  no  resuelven  en  defi- 
nitiva si  se  la  lleviin  ó  si  no  se  la  llevan,  no.s 
pareció  lo  natural  traérnosla  á  casa. 

Leop.  [Cuánto  les  agradezco!... 

Jaime  Y  nos  tiene  hechizados,  puedes  creerme. 

Ter.  Es  de  una  delicadeza  que  encanta.  Se  resis- 

tió mucho  á  venir;  nos  hablaba  de  arreglar 
sombreros,  de  coser...  ¡Pcbrecita! 

Leop.  ¡Ay!  Permítanme  ustedes  que  rae  desaho- 

gue: ¡soy  el  hombre  más  grosero  de  espíritu 
y  más  desconsiderado  que  hay  en  el  pla- 
neta! 

Jaime  Tú  no  conoces  á  Requejo,  ¿verdad? 

Leop.  ¡Hombre,  deja  las  bromas!  Teresita,  Jaime,, 

amigos  míos:  ¿no  opinan  ustedes  que  mi  de- 
ber es  hablar  con  Marta,  pedirle  perdón,  de- 
cirle que  la  quiero  más  cada  día?  Aconsé- 
jenme ustedes,  ilumínenme,  que  en  este 
])aso  que  voy  á  dar,  está  mi  salvación  ó  mi 
ruina  completa.  ¿Qué  debo  hacer?  ¿qué 
hago? 
(Llora  dentro  Teoiomirito,   con  toda  la  fuerza  de  sus 


-  i9  — 

pulmones  y  todas  las  galas  de  su  estilo.  Oírlo  y  levan- 
tarse como  por  resorte  Teresita  y  Jaime  y  dejar  al  otro 
con  la  palabra  en  la  boca,  todo  es  uno.) 

Ter.  ¿a  ver?...  ¿Llora  el  niño'? 

Jaime  ¿Llora  el  niño? 

Ter.  ¡Ama!  ¡ama! 

Jaijíe  Esa  mujer... 

Ter.  Ni  un  momento  puedo  apartarme...  Perdo- 

ne usted,  Leopoldo... 

JviME  Sí,  sí,  perdona,  chico  .. 

Ter.  ¿Qiié  le  han  hecho  á  mi  rey,  qué  le  han  he- 

cho? 

Jaime  ¿Quién  ha  sido  el  infame,  que  lo  voy  á  ma- 

tar? (se  van  los  dos  á  escape  por  la  puerta  de  la  iz- 
quierda. Poco  después  se  oye  más  lejos  el  llanto  del 
niño,  hasta  que  se  pierde  por  completo.) 


ESCENA  VI 


LEOPOLDO   y  MARTA 
LeOP.  (Levantándose  )     ¡Qué    egoistas  SOU    los  dicho- 

sos!...  Estos  padres  felices  no  tienen  entra- 
ñas..  (pa.sca  d  sasosegado.)  Marta  aquí,  Marta 
aquí...  ¡Si  parece  providencial  todo  lo  t)ue 
ocurre!...  El  corazón  me  va  á  saltar  del  pecho 
de  un  momento  á  otro...   ¿Y  qué  haré  yo? 

¿Esperarla?  ¿irme?...    (viendo  á  Marta,  que  llega 
por  el  foro  vestida    de  negro,  con  gabán    y  velito,  un 
devocionario  en  una  mano  y  un   rosario  envuelto  á  la 
muñeca.)  (¡Ah!)  (Quéda.sc  sobrecogido.) 
Marta  ¿Eh?    (Reparando  en  Leopoldo.)    (¡JeSÚS    María!) 

(Baja  los  ojos  llena  de  emoción,  y  así  permanece  unos 
instantes,  en  que  él  la  mira  sin  pestañear.) 

Leop.  ¿Cómo  está  usted,  Marta? 

Marta        Bien,  ¿y  usted,  Leopoldo? 

Leop.  ¿Le  sorprende   á  usted   encontrarme,   ver- 

dad? 

Marta        Sí;  no  esperaba...  (Pausa  breve.) 

Leop.  Por  su  tío  de  usted  no  le  pregunto   porque 

va  he  sabido  que  se  murió. 

Marta         Sí. 

Leop.  (¡Qué   bárbaro!  ,qué   estupidez  he   dicho!) 


Marta 


-  50  - 

Crea  usted  qu3  lo  he  sentido  con  toda  mi 

alma. 

Gracia?,  Leopoldo.  Con  permiso  de  usted... 

(Vase  por  la  puerta-  de  la  izquierda.  Leopoldo  la  ve  ale- 
jarse emocionado  ) 


ESCENA    VII 


LEOPOLDO    y    JAIME 
LeOP.  (Estallando    en   locura  amorosa.)     ¡JeSÚs!     [JeSÚS, 

Dios  mío!  ¿Qué  ha  sido  esto?  ¿Qné  torrente 
de  lux  es  este  que  se  me  ha  metido  en  el  al- 
ma? ¡Está  divina!  ¡encantadora!...  Ese  traje 
negro  la  hermosea,  la  idealiza...  (Aparece  Jai- 
me por  el  foro.)  ¡Jaime!  ¡abrázame! 

Jaime  ¿Qué  te  sucede? 

Leop.  ¡Abrázame!  ('■"e  abrazan.)  jLa  he  visto! 

Jaime  ¿La  has  visto? 

Leop.  ¡Si! 

Jaime  ¿Y  crees  en  Dios? 

Leop.  ¡Desde  luego!  ¡Si  supieras  qué   desconcierto 

hay  dentro  de  mí;  qué  derrumbamiento  de 
las  mil  majaderías  que  me  cegaban,  de  to- 
das las  pequeneces  ridiculas  que  en  la  au- 
sencia he  inventado  para  olvidarla!... 

Jaime  Pero,  bueno,  no  te  exaltes,  oye:   ¿qué  pien  - 

sas  hacer? 

Leop.  ¡Casarme  mañana! 

Jaime  No  seas  loco,  por  Dios.   ¿Has  hablado  con 

ella? 

Leop.  Tres  palabras.  Y  le  he  dicho  cuatro  tonte- 

rías. 

Jaime  ¿Nada  más? 

Leop.  ¿Te  parecen  pocas?  Tú  me  conoces  bien. 

Escucha:  se  me  ocurre  una  idea  feliz. 

Jaime  Lo  dudo. 

Leop.  Le  voy  á  escribir  una  carta. 

Jaime  ¡Hombre,  no! 

Leop.  ¿Por  qué  no? 

Jaime  Viviendo  aquí  con  nosotros,  siendo  tú  ami- 

go nuestro,  pudiendo  hablarle... 

Leop.  A  pesar  de  eso.  Estoy  más  seguro   de  mi 


-  51  — 


Jaime 

Leop 

Jaime 
Leop. 


Jatme 
Leop. 
Jaime 
Leop. 
Jaime 
Leop. 


pluma  que  de  rai  palabra.  Además,  escri- 
biéndole yo,  le  doy  tiempo  para  que  medite 
su  respuesta;  evito  que  sea  un  chispazo  del 
amor  propio  herido...  Me  volcaré  eu  la  car- 
ta: mojaré  la  pluma  en  el  corazón...  La  haré 
ver  mis  remordimientos  cruele?,  mi  cariño, 
que  se  agranda  por  días...  Llévame  á  tu  es- 
critorio. 

Haz  lo  que  quieras,  hombre.  Después  de  to- 
do no  me  parece  mal. 

¿Es  esa  habitación  que  hay  á  la  derecha, 
según  6e  sale? 
Sí. 

Pues  no  te   molestes.   Necesito   estar  solo. . 
No  quiero  figuras   decorativas   ni  sombras 
chinescas. 
Gracias. 
Hasta  luego. 
Oye. 
Qué. 

¿Tú  almorzarás  hoy  con  nosotros? 
¡Yo  no  necesito  almorzar  hoy!  (vase  por  ei  foro, 

hacia  la  derecha.) 


ESCENA  VIII 


JAIME,  después  R.A.M0XA,  DON'  C.\.RMEL0  y  DOÑA  FEDERICA. 


Jaime  ¡AtizalEstoy  viendoque  ese  se  pasa  eldía  me- 

tido en  el  despacho.  Sí;  porque  ningún  borra- 
dor va  á  gustarle...  Allá  él...  A  mí,  por  de 
pronto,  que  me  entren  moscas...  P^ntornando 
este  balcón  un  poquillo,  me  tumbo  en  el  sofá 
y  descanso  aunque  sean  diez  minutos.  No  me 

lo  impide  nadie,  (cierra  las  puertas  del  balcón,  se 
quita  la   americana  y  se  tiende  á  la  larga  en  el    sofá 

del  foro.)  Sí  no  hago  esto,  voy  á  pasarme  el 
día  como  los  abejorros,  tropezando  en  todas 

las  paredes...  ¡Aaaaaaah!...  (Se  queda  casi  ins- 
tantáneamente cuajado  como  un  ángel.  A  poco  se  le 
cae  un  brazo  y  se  coloca  panza  arriba  en  actitud  nada 

académica.)  Lo  que  agradece  el  cuerpo  un  des- 
cansillo... por  pequeño  que  sea....  (Resuella, 


—  bl  — 

fuerte,  ronca  algo,  rumia  y  se  entrega  á  todo  género- 
de  libertades.  Aparece  Ramona  en  el  foro,  con  doña 
Federica  y  don  Carmelo.  Son  los  de  Majalandrín  y  está 
todo  dicho.  La  señora  usa  «impertinentes»  y  el  caballe- 
ro botón  en  la  solapa.  Visten  con  pretensiones  de  ele- 
gantes, sin  ser  caricaturas.) 

Ram.  Pasen  ustedes. 

D.  Car.  (Tropezando  en  una  silla  apenas  llega.)  Cuidado,. 
Federica.  (^Pasa  con  la  señora  al  primer  término  de 
la  derecha.) 

Ram.  ¿Quién  ha  cerrado  aquí?  (va  ai  balcón  y  lo  abre.) 

Siéntense  ustedes»,  que  voy  á  avisar  á  los  se- 
ñoritos. (Se  marcha  por  la  puerta  de  la   izquierda.)- 

D.a  Fed.  Has  debido  darle  una  tarjeta  con  un  pico 
doblado. 

D.  Car.  Mujer,  por  Dios;  eso  es  en  las  visitas  de  pé- 
same. No  acabas  de  aprender. 

D."  Fed  Oye,  yo  creo  que  la  hora  no  será  inconve- 
niente. 

D.  Car.  Ya  me  he  cuidado  de  eso.  Es  la  hora  de  ri- 
gor, (oa  media  vuelta,  y  se  encuentra  de  manos  á 
boca  con  Jaime  en  el  sofá.  Al  verlo  corre  por  todo  su. 
cuerpo  un  sudor  frío.  Hubiera  preferido  morirse  de- 
repente.) ¡Federica! 

D.a  Fed.     Carmelo. 

D.Car.       ¿Veí-? 

D.a  Fed,  ¡Qué  atrocidad!  ¿Pues  no  asegurabas  que  era 
la  hora  de  rigor'? 

D.  Car.       No  me  reproches. 

D.a  Fed.     Tú  dirás  lo  que  hacemos. 

D.  Car.  Hurgarle  no  le  hurgo.  ¿Te  parece  que  toque 
las  palmas  para  que  se  despierte  y  nos  vea? 

J).a  Fed.     Mejor  es  otra  cosa. 

D.Car.       ¿Mejor? 

D  a  Fed      ¡Siéntate  aquí...  y  no  hemos  visto  nada. 

D.  Car.  ¡Bravo!  (Se  sientan  á  la  izquierda,  vueltos  de  espal- 
das  al  sofá.  Jaime  ronca  fuerte.) 

D.a  Fed      JSi  hemos  oído  nada, 

D.  Car.       Nada.  Ahí  viene  la  chica. 

D.a  Fed.     Ahora  es  ella. 

D.  Car.  Yo  me  hago  el  chivo  loco.  (Se  pone  á  hacer  di- 
bujos en  el  suelo  con  el  bastón  y  su  señora  con  la. 
sombrilla.) 

Ram.  ('por  la  izquierda.)  El  señcrito  debe  de  estar  en 


—  53  — 


D  a  Ffd. 
a  Car. 
Ram. 


Jaime 

Ram. 
Jaime 
D.  Car, 
Ram. 

Jaime 


D.  Car. 
D.a  Fed 
Ram. 

Jaime 
Ram. 
D.  Cak . 

Jaime 


Ram. 
Jaime 


el  despacho,  (ai  ir  hacia  el  foro  ve  á  Jaime  y  se  qno- 
da  clavada.)  (¡Dios  mío!) 

(Estoy  sudando  caldo  del  puchero.) 

(Tarareando.)  Lará,  lará,  lai'á,  lará... 

(Lo  llamaré;  ¿qué  voy  á  hacerle?)  Señorito 

Jaime...  señorito  Jaime...  (Gritándole  ai  ver  que 

no  se  despierta.)  ¡Señorito  Jaime!  ¡que  están 
aquí  los  señores  de  Majalandrín! 

(sin  abrir  los  ojos  y  sin  hacerse  cargo  de  la  situación.) 

¿Eh? 

¡Que  están  aquí  los  señores  de  Majalandrín! 

Diles  que  he  salido. 

(Dándole  un  codazo  á  su  señora.)  (¡Federica!) 

(¡Virgen!)  Señorito,  si  es  que  están  aquí...  ¿no 
se  ha  enterado  usted? 

(En  el  mismo  estado.)  ¡Que  se  vayau!  No  tengo 
ganas  de  recibir  paletos  ahora...  (Da  media 

vuelta  en  el   sofá.) 

(Como  antes.)  (¡Federica!) 
(¡Carmelo!) 

(Despertando  á  Jaime  á  viva  fuerza.)  ¡ScñoritO,  por 

Dios! 

¿Quieres  dejarme? 

¡Señorito! 

(Levantándose  de  un  salto.)    No    le    molcste  más. 
.Nos  iremos,  (se  levanta  también  doña  Federica.) 
(incorporándose  aterrado  al  oir  la  voz  de  don  Carmelo 
y  poniéndose  de  pie  muerto  de  vergüenza.)    ¿Eh?... 

¿Cómo?...  ¡Ah!  Señora...  Caballero...  Ustedes 
perdonen...  (a  Ramona.)  Mujer,  bien  podías... 

(Reparando  que  e.stá  en  chaleco.)    (¡UlI)    (Se  pone  la 

americana  á  escape.)  Bien  podíus  haberme  avi- 

Fado... 

Señorito,  yo.. 

Vete,  vete;  no  hables.  (Vase  Ramona  por  el  foro.) 


—  51  — 


ESCENA  IX 

JAIME,   DON  CARMELO   y   DOÑA   FEDERICA;    luego   TERESITA;». 
después   DOÑA  JOSEFA 


Jaime 

D.  Car. 
Jaime 


D.  Car. 
Jaime 
D.  Car. 

Jaime 


D  a  Fed. 
Jaime 

D.  Car. 
D.a  Fed. 
Jaime 
D.  Car. 
D.a  Fed. 
Jaime 

D.  Car. 
Jaime 
D.a  Fed 
Jaime 
D.  Car. 
D.a  Fed. 

Jaime 


Estas  criadas...  Pero,  siéntense  ustedes,  por 
María  Santísima...  (¡Yo  mato  á  Ramona!). 
Deploraríamos  haber  venido  á  incomodar... 
[Calle  usted,   eeñor   mío!...   Nada  de  eso... 

Siéntense    ustedes...    (Se   sientan   ios  de   Majalan- 

drin.)  Tengo  la  manía  de  acostarme  á  des- 
cansar ahí...  Como  el  chico  nos  da  tan  malas 
noches...  (Me  parece  que  peores  meneallo.) 
Pero  ¿no  le  han  avisado  á  mi  mujer?  (va  á  la 

puerta  de  la  izquierda  y  grita."!  ¡Teresa!  ¡Ven,  hija 

mía,  que  tenemos  aquí  á  Tiburón! 

(Levantándose.)  ¿Fh? 

(¡Adiós!  ¡le  he  llamado  por  el  motel) 
¿Ignora  usted  mi  apellido,  señor  caballero? 
(Este  me  salta  un  ojo.)  No,  ¡qué  disparate! 
sino  que...  que...  Vaya,  vaya...  Pero  senté- 
monos, (se  sientan.)  (Van  dos  scguidas  que 
3-a,  ya.)  ¿Y  qué  tal  el  viaje? 
Bien.  En  primera. 

Con  que  en  primera...  Bueno,  bueno...  ¿Por 
mucho  tiempo  aquí? 
No;  nos  iremos  pronto... 
Ya  ve  usted;  á  la  una  es  la  mesa  redonda... 
Si  digo  en  Madrid,  señora  mía. 
¡Ahí  (¡Qué  finura  deingenio  hay  en  la  Corte!) 
En  Madrid  estaremos  una  semanita. 
Una  sf manila...  (rausa  breve)  ¿Y    por   allá, 
bien? 

Bien,  sí,  señor. 
¿El  tío  bien? 
Sí,  señor,  bien. 
¿Los  niños  bien? 
Bien,  bien;  ios  niños  están  bien. 
El  tío  nos  encargó  mucho  que  viniéramos  á? 
visitar  á  ustedes... 

Je,  je...  (A  esta  señora  la  he  visto  yo  por  una 
perra  gorda  ) 


55  — 


Ter. 

D.  Car. 
Ter. 
D.  Car. 
J)  íi  Feo. 
Ter. 


Jaime 

Ter. 

D.  Car. 

Jaime 

Ter. 

D.a  Fed. 

Ter. 

D.  Car. 

Ter 

1)  a  Fed. 

D.  Car. 

D.a  Jos. 

D.a  FüD. 
D.a  Jos 
D.  Car. 
D."  Jos. 

Jaime 
D.a  Jos. 
D.a  Fed. 
Da  Jos. 
D.  Car. 
D.'Jos. 
D.'Fed. 
D'Jos. 
D.  Car. 
D.'Fei). 

D.  Car. 

J  \1ME 

D.  Car. 


(por  la  izquierda.)  ¿Cómci  vamos?  Doña  Fede- 
rica, tantíbimo  gusto...  Don  Toribio... 
Don  Carmelo. 

¡Don  Carmelo!...  ¿Qué  tal,  qué  tal?... 
Señora... 
Señorita... 
Siéntense,  siéntense...  (e  sientan  todos.— a  Jaime, 

bajo.)   (Oye,  ¿qué  trae  don  Carmelo  en  la  so- 
lapa? ¿Es  un  caramelo  de  los  Alpes?)  (los 

dos  sofocan  la  risa  con  gran  esfuerzo.  Pausa.) 

Vaya,  vaya,  vaya... 

¿Por  mucho  tiempo  aquí? 

Aquí,  en  Madrid,  por  una  semana. 

Je... 

¿Y  por  allá,  bien? 

Bien,  sí  señora. 

;.E1  tío  bien? 

Sí,  señora,  bien. 

^,Los  niños  bien? 

Bien,  bien;  los  niños  están  bien. 

El  tío  nos  encargó  mucho  que  viniéramos  á 

visitar  á  ustedes... 

(por  la  izquierda.)  ¡Hola,  hola!  ¡Cuánto  tiempo 

pin  vernosl  ¿Cómo  sigue  usted,  Federica? 

Bien,  ¿y  usted? 

¿Y  usted,  Gundema^o? 

Carmelo,  señora. 

¡Ay,  es  verdad!  ¡Qué  cabeza  la  mía!   Pero» 

siéntense  ustedes...  (se  sientan  todos.) 

Bueno,  bueno,  bueno... 

¿Mucho  tiempo  entre  nosotros? 

Una  semanita. 

¿Por  allá  bien,  eh? 

Bien,  sí  señora. 

¿Mi  hermano  bien? 

Sí,  señora,  bien. 

¿Los  niños  bien? 

Bien,  bien;  los  niños  están  bien. 

Su  hermano  de  usted  nos  encargó  mucho 

que  viniéramos... 

¡Ah,  es  claro!  Si  no  nosotros  no  hubiéramos 

venido... 

Ustedes  siempre  vienen  á  su  casa... 

La  de  ustedes,  en   Majalandrín,  Larga  del 


—  56  — 

Boticario,  15...  (Teresita  y  Jaime  sofocan  nueva- 
mente la  risa.  Pansa.  Sonrisas  generales  No  surge  una 
idea  ni  para  un  remedio.) 

Ter.  Vaya,  va3'a,  vaya... 

D.»  Jos.  Bien,  honibre,  bien... 

Jaime  ¡Caraml)a,  caramba,  caramba!... 

D.  Car.  Pues...  el  tío  está  rabiando  por  conocer  al 

pequeñuelo  de  ustedes... 

D."  Fed.  ¿No  anda  por  ahi? 

Ter.  Todavía  no  anda,  señora. 

D."  Fed.  Tendría  gusto  en  verlo. 

Jaime  ¿Y  si  se  asusta? 

Jl).  Car.  ¿liih?  (Teresita  y  Jaime  apenas  pueden  ya  tener  la 
risa.) 

D.*  Jos.       En  cuanto  ve  personas  extrañas  se  asusta. 
Ter.  Según  le  coge.  Llamaremos  al  ama  á  ver. 

iRaimunda!  ¡traiga  usted  al  niño! 

Jaime  (Aprovechando  la  ocasión   para    soltar  la   risa  natural- 

mente. Teresita   se    rie  con  él.)     Es   Un    mOuicaCO 

que  nos  tiene  sorbido  el  seso.  ¿Ustedes  tie- 
nen hijos? 

D.  Car,  Sí,  señor;  uno  de  Federica  y  otro  de  un  ser- 
vidor de  ustedes. 

Ter.  ¿Cómo? 

D."  Fed.     De  nuestros  primeros  enlaces.  Este  y  yo  no 

hemos  congeniado.  (Pausa.  Todos  clavan  la  vista 
en  el  suelo.  Después  todos  levantan  al  mismo  tiempo 
los  ojos  y  se  miran.) 

D.  Car.      (No  se  me  ocurre  nada  absolutamente.  [Qué 

angustia!) 
D.'  Fed      (a  don  Carmelo.)  (Se  te  ha  soltado  la  cinta  de 

los  calzoncillos.) 
D.  Car.       (¡MaldiciÓnl^  (Hace  esfuerzos   por    recogérsela  con 

disimulo  y  no  puede.    La  preocupación    le   amarga  la 

visita.) 

Jaisie  Lo  que  quiero   que   nos  digan  ustedes   es 

donde  viven,  para  ir  á  visitarlos  antes  que 
se  marchen. 

D.  Car  .      ¡Ah,  no,  no;  cumplidos  con  nosotros  no! 

D.'  Fed      Nosotros  somos  muy  á  la  pierna  la  llana. 

D.  Car.      Estamos  reñidos  con  la  po)?ípaíZMr. 

Ter.  ¿Qué? 

D.  Cak.      Además,  vamos  á  trasladarnos  de  fonda. 

I). ■'Jos.       ,.Y  eso? 


—  57  -- 

D.  Car.  Porque  nos  dijeron  ayer  una  cosa  que  no 
tiene  gracia  ninguna:  parece  ser  que  junto  á 
nuestra  habitación  hay  tres  enfermos  de  vi- 
ruelas. (Teresita,  doña  Josefa  y  Jaime  daa  un  grito 
agudísimo  y  se  ponen  de  pie  Inmediatamente  se  le- 
vantan también  los  de  Majalandrln,  con  el  asombro 
consiguiente.) 


Ter. 

D.'Jcs.  ¡  ¡Ah! 

Jaime  • 

D.  Car.  |   .j^,,  „ 

D.»  Fed.  i  ^*^^' 

Jaime  ¿Viruelas  dice  usted? 

Ter,  ¿Viruelas  en  la  fonda? 

D.'Jos.       ¿Viruelas? 

D.  Car.       Viruelas,  pero... 

Ter.  ¡No  hay  pero  que  valga! 

D.' Jos.       ¡For  la  virgen  del  Carmenl 

J-ER.  (Encarándose  con  don  Carmelo  y  doña  Federica.)  ¡Jc- 

sús!  ¡Yo  me  voy  ahora  mismo  de  aqui!  ¡Es 
una  imprudencia!  ¡es  una  imprudencia  sa- 
ber eso  y  venir  á  una  cssa  en  que  hay  una 
criatura!  ¡No  se  acerquen  á  mí!  ¡no  se  acer- 
quen! ¡  Me  voy!  ¡me  voy!  (Vase  de  estampía  por  la 
izquierda.  I, os  de  Majalandrín  tratan  de  hablar  y  doña 
Josefa,  que  también  se  encara  con  ellos,  no  los  deja.) 

D.' Jo?.  ¡Al  diablo  se  le  ocurre  vivir  donde  hay  vi- 
ruelas y  venir  acá!  ¡Si  el  niño  enferma  uste- 
des serán  los  culpables!  ¡Y  mire  usted  qué 
responsabilidad  tan  espantosa  para  mi  po- 
bre hermano,  por  haber  mandado  la  visita! 
¡No  lo  quiera  Dios!  ¡no  lo  quiera  Dios!  (vase 

detrás  de  Teresita.  Durante  las  palabras  de  una  y  otra 
suena  dos  ó  tres  reces  el  pito.  Las  primeras  notas  es- 
tremecen á  los  de  Majalandiín.) 

D.  Car        Le  advierto  á  usted  que  parece  qui   son 

locas... 
Jaime  (sulfurándose.)  ¡Oiga  usted! 

D.  Car.       ¡Las  viruelas  digo,  señor! 
Jaim?  ¡Ah! 

D.  Car        Por  cierto  que  extraño  muy  mucho... 
J.AiME  Disimulen  ustedes...  Son  una  madre.  .  y  una 

abuela... 
D.  Car.       (¡Son  un  par  de  tarascas!)  Nue-tro  deber  es 

irnos,  lo  comprendo... 


58  — 


Jaime 
D.aFED. 
D.  Car. 
Jaime 
D.a  Fed. 
Jaime 

D.  Car. 


D.aFED. 


Eso  si... 

Orea  usted  que  no  caímos  eii  la  cuenta... 

Quede  usted  con  Dios. 

¡Ño  me  dé  usted  la  manol 

¿Y  qué  le  decimos  al  tío'? 

Que  hemos  tenido  mucho  gusto  en  conocer 

á  ustedes.  Paseo  delante,  pasen. 

í^ervidor.  (a  doña  Federica,  en  la  puerta  del  foro  ya.) 

(¡Esta  visita  no  se  me  olvida  á  mí  mientras 

vival)  (suena  el  pito  y  dan  un  respingo  los  dos.) 
(¡Ni  á  mí  tampoco!)    (Se  van  por  el   foro.    Jaime 
los  sigue  á  alguna  distancia.) 


ESCENA  X 


J.Al>[E,  DON  PABLO,  DOÑA  JOSEFA  y  TERESITA 


(Pausa.  En  esta  escena  todos  son  sustos,  carreras  y  emociones  fuertes.) 

Jaime  (por  el  foro,  corriendo  )  ¡Hay  que  fumigarl  ¡hay 

que  fumigar!  ¡Teresita!  (^Vase    por   la  izquierda.) 
D.  PaB.        (Por  el  foro,    desde   la   derecha.)   ¡Jaime!    ¡Jaime! 
Pita  que  pita  y  nadie  me  hao3  caso...  ¡Jai- 
me! (Vase  por  la  izquierda  también.) 
Jaime  (t'or    el    foro,    desde    la    izquierda.)    ¡Papal    ¡papá! 

¿Dónde  anda  usted?  ¡Ay,  íSanto  Dios,  qué 
trance  más  horrible!   ¡Pobre  Teodomirín  de 
mi  alma! 
D .  PaB  (volviendo  á  salir  por  la  izquierda  y  topándose   con 

Jaime.)  ¡Jaime! 

Jaime  ¡Papá! 

D.  Pab  Acaba  de  contarme  Teresita...  ¡Qué  bárba- 
ros! 

Jaime  ¡Qué  estúpidos!  Hay  que  fumigar  á  esa  cria- 

tura. 

D.  Pab.  Hay  que  vacunarla.  ¡A  escape  por  un  mé- 
dico! 

Jaime  Allá  voy  yo    (Métese  por  la  puerta  de  la  izquierda.) 

D.a  Jos  (Por  el   foro,    desde    la    izquierda.)    ¡Imprudencia 

mayor,  don  Pablo!  ¡Estoy  indignada!  (Asoman, 
dose  al  balcón  y  gritando.)  Ahora  Salen  de  acá. 
¡Majalandrines^I  (Apártase  del  balcón,  y  no  contenta 
con   el  insulto  vuelve  á  ély  grita.)  /TihurÓnl 

D.  Pab        i'lireles  usted  una  maceta! 


—  59  — 

Ter.  (Por  el  foro  también.1    ¡Aj,    DioS    mío! 

jMamá!  ,papá!...  ¡Oira  desgr.icia! 

Jaime  (Con  cl  sombrero  puesto,  por  la  izquierda.)  ¿Qué  £U- 

cede? 

Ter.  ¡El  ama  que  dice  que  se  va  por  miedo  á  las 

viruelaí-! 

D.a  Jos.       ¡Ay,  Virgen  del  Carmenl 

Jaime  ¡Jesús,  qué  conflicto! 

Ter  ¡Yo  estoy  que  se  me  puede  ahogar  con  \:n 

cal^ello! 

Jaime  ¡Pobie  Teodomirín! 

Ter.  ¡Hijo  de  mis  entrañas! 

D.  Pab.  ¡No  amilanarse,  por  Dios  vivo!  Todo  tiene 
arreglo,  (a  Teresita.)  Tú,  á  cantarle  la  nana  al 
retoño  (a  doüa  Josefa.)  Usted,  á  convencer  al 
íima  para  que  se  quede.  ;^a  Jaime.)  Tú,  á  bus- 
car otra  ama,  por  si  acaso.  Y  yo,  por  un  bi- 
berón, por  leche,  por  un  médico  y  por  una 
ternera  para  la  vacuna.  ¡Sobre  la  maichal 

Jaime  ¡Andando! 

Ter.  ¡Ay,  Dios  mío  de  vida! 

D.a  Jos.  ¡Ay,  qué  demonios  de  paletos!  (se  van  don  Pa- 
blo y  Jaime  por  el  foro,  hacia  la  derecha;  Teresita. 
por  la  izquierda  y  doña  Josefa  detrás.  Queda  la  escena 
sola  un  rato.) 


ESCENA  XI 


REQUEJO  y  LEOPOLDO 


ReQ.  (l'or  el  foro,  cogido  á  un  brazo  del  otro  infeliz.)  Us- 

ted no  tiene  más  que  ver  el  cuadro  de  esta 
casa. 

Leop.  (¡Qué  pesado  es  este  señor!  Se  ha  metido  en 

el  escritorio  y  no  me  deja  ) 

Req.  Mire  usted  en  un  momento  qué  tremolina. 

Inútil  ya,  ¿eh?  Esto  es  aparte:  al  chico  le 
dan  las  viruelas. 

Leop.  ¡Hombre,  por  Dios! 

Req.  Usted  lo  verá.  ¡Si  en  cuanto  se  casa  uno  vie- 

ne la  mala  y  ya  no  le  suceden  más  que  de- 
sastres! 

Leop.  ¡Es  usted  el  único  para  desilusionar  á  cual- 


-  60  — 

quiera!  ¿Cómo  se  las  compone  usted  pa- 
ra no  ver  más  que  el  lado  negro  de  las  co- 
sas? 

Req.  Pero  ¿usted  cree  que  las  copas  tienen   algún 

lado  de  otro  color?  ¡No  sea  ufted  inocente! 
¡Hágame  usted  caso  á  mi,  y  no  pierda  eu 
libertad  de  pájaro!  Usted  no  sabe  lo  que  es 
salir  á  la  calle  con  la  mujer,  la  suegra,  los 
chicos,  las  amas...  y  a^gún  perro  que  se  ven- 
ga detrás.  Sube  usted  á  un  tranvía  y  se 
bajan  todos  los  conocidos...  ó  se  van  á  la 
plataforma  de  delante.  ¡Desde  que  me  ca- 
sé no  me  ha  pagado  nadie  el  tranvía! 

Leop.  (Riéndose.)  ¡Es  un  argumento  que  no  me  con- 

vence! ¿Tiene  usted  muchos  chicos? 

Req.  Doce  nada  más. 

Leop.  ;.Doce? 

Req.  Es  otra  gracia   de  las  señoras:  cuando   dan 

en  echarlos  al  mundo  lo  mismo  que  grajea. 
Y  le  prevengo  á  usted  que  esas  finitas,  así 
de  la  pinta  de  la  de  usted...  ¡son  de  mucho 
cuidado!  ¡Mi  señora  era  un  hilo! 

Leop.  ¡Mejor!  ¿Cree  usted  que  yo  me  casaría  si  su- 

júese  que  no  iba  á  tener  hijos? 

Req.  ¡Como  yo!  ¡Lo  mismo  que  yol  Me  estoy  oyen- 

Jo, cudndo  tenía  la  edad  de  usted.  ¡Claro!  us- 
ted, artista  al  fin,  soñará  con  dos  ó  tres  pim- 
pollos, cabecitas  rubias,  ángeles  de  Murillo 
que  hagan  un  cielo  del  hogar..  ¡Oh!  Ya  verá 
usted  cuando  empiecen  á  venir  uno  detrás 
de  otro  hasta  quince,  y  todos  feos. 

Leop.  ¿Todos  feos? 

Req.  Todos.  Mire  usted:  si  son  bonitos  cuando 

chicos,  se  ponen  feos  después:  ¡vo  era  pre- 
cioso; EO  le  digo  á  uhted  más!  Y  si  cuando 
chicos  son  feo?,  ¡cualquiera  los  enmienda! 
Ítem:  además  de  feos  le  salen  á  usted  bru- 
tos. 

Leop.  iCaramba! 

Req.  y  que  no  tiene  vuelta  de  hoja.  Supongamos 

que  es  usted  hombre  de  talento, 

Leop.  Gracias. 

Req.  Es  una  suposición  nada  más. 

IjEop.  Por  eso  doy  las  gracias. 


-  61  — 

Req.  Bueno,  pues  á  los  hombres  de  talento,  yaee 

sabe  y  está  demostrado:  los  hijos,  brutos. 
Suj^ongamop,  en  cambio,  que  es  usted  un 
bruto:  ¡pues  le  salen  brutos,  no  cabe  duda! 
¡De  padres  brutos,  hijos  brutosl  ¡Esto  es  co- 
mo la  luz! 

Leop.  ¿y  quien  le  ha  enseñado  á  usted  esa  teoría 

tan  consoladora? 

Req.  Mi  padre,  que  tenía  muchísimo  talento. 

Leop.  Ah,  ya.  Bueno,  pues  usted  dirá  lo  que  quie- 

ra; pero  los  chiquillos  son  una  gloria,  son  la 
alegría  del  mundo. 

Req.  ¡Oh,  sí!...  Le  quitan  á  usted  el  reloj,  lo  echan 

•  al  puchero,  le  pisan  las  gafa.«,  hacen  un    ca 

rrito  del  sombrero  de  copa...  ¡Un  encanto, 
un  encanto!...  Si  quiere  usted  bendecir  la 
paz  conyugal,  Berengena,  12.  Y  me  voy  á 
ver  cómo  anda  el  almuerzo,  porque  aquí  no 
piensan  más  que  en  el  niño  y  yo  me  estoy 
■  •ayendo  de  debilidad.  Luego  seguiremos  ha- 
blando. (Hace  que  se  va  y  vuelve.) 

Leop.  Bien,  pero  de  cosas  más  agradables. 

Req.  Oiga  usted  un  detalle  conmovedor:  ¿cuántos 

huevos  cree  usted  que  se  consumen  en  mi 
casa  al  año? 

Leop.  Hombre,  no  puedo  calcular... 

Req.  ¡Veinticinco  mil!  Todas  las  gallinas  de  Ma- 

drid poniendo  nada  más  que  para  nosotros... 
¡Una  delicia!  ¡Cuando  llegue  usted  á  una  si- 
tuación semejante,  tendrá  que  pintar  con 
las  dos  manoí"!  ¡Una  delicia!  (vuelve  la  espalda 

y  se  va  por  el  foro  hacia  la  izqnlertla,  o'fateando.  Leo- 
poldo lo  sigue  hasta  el  pasillo.)  (Me  parece  que 
hay  almejas  á  la  marinera.) 


ESCENA  XII 

LEOPOLDO   y   MARTA 

Leop.  ¡Cristo,  qué  hombre!  Espanto  da  pensar  en 

su  ca?a.  ¡Qué  perversión!  ¡qué  grosería! 
¡Digo!  ¡lo  qutí  me  quiere  quitar  de  la  cabe- 
za!...   (sa'.e  Marta  por  la  puerta  de  la  izquierda  y  se 


—  62  — 


ennamina  á  la  del  foro,  donde  se  encuentra  con  Leo- 
poldo, que  vuelve  al  gabinete  ya.)  |Martal 

Marta         [Leopoldo!  ¿otra  vez? 

Leop.  Bien  pabe  Dios  qne  ha  sido  casualidad.  Pa- 

rece que  la  suerte  lo  dispone. 

M.-VRTA  Es  muy  caprichosa  la  suerte.  ¿Me  deja  us- 
ted salir? 

Leop.  Si  es  usted  la  que  no  me  deja  á  mi  entrar. 

Marta  (Echándose  á  un  lado.)  PaSe  USted. 

Leop.  (Avanzando.)  Gracias.  Dentro  3'a,  ahora  le  su- 

])lico  que  no  se  vaya. 

Marta          Tengo  que  escribirle  á  una  amiga.., 

I;Kop.  ¿No  quiere  usted  escucharms  antes? 

Marta         ¿Sobre  qué?  • 

Leop.  (con  sinceridad  y  pasión.)  Sobre  quc  he  sido  un 

insensato.  ¿Te  agrada  el  tema? 

Marta         Para  mi  no  tiene  interés. 

Leop.  ¿Qué  dices? 

Marta  Lo  que  oyes.  ¿A  qué  vienes  aquí  de  nuevo? 
Cuando  ya  el  tiempo  ha  enfriado  nuestro 
sentimiento  —  al  menos  el  mío, — cuando 
nuestra  separación  me  parece  la  más  natu- 
ral de  las  cosas,  ¿vif-nes  tú  á  remover  lo  pa- 
sado, á  hacerme  padecer  de  nuevo?... 

Leop.  Fíjate  que  he  dicho  que  fui  un  in>ensato. 

Lo  reconozco,  porque  ya  no  lo  soy  Marta, 
Marta  mía,  en  ausencia  tan  la'  ga  yo  no  he 
podido  ahogar  este  cariño  que  me  lleva  á  tí. 
No  he  sabido  pintar  más  que  tu  retrato.  Re- 
cuerdo que  aquí  misino  nos  vin  o-<  por  últi- 
ma vez,  y  q'^e  nada  pudo  el  ambiente  de 
este  nido  de  amores  sobre  nU'  siros  odios  de 
un  momento.  Nos  separaniop'...  y  hoy,  en  el 
mismo  nido,  al  calor  de  la  misma  attnósfe- 
ra  de  felicidad,  volvemos  á  encontrarnos... 
¿Será  que  puede  más  la  ley  del  amor  que  la 
de  las  pasiones  mezquinas? 

Marta  No  lo  sé.    (Con  voz  apagada  por  la  emoción  )    Sólo 

sé  que  iKÍrándote  pa<iezco  much'»,  que  sufro 
más...  y  que,  sin  embargo,  euiíuei)tro  en  tu 
presencia  un  consuelo,  un  alivio...  ¿Entien- 
das esto? 
Leop.  Demasiado.  Te  hago  sufrir,  ponjue  supones 

que  ofendo  tu  cariño  todavía;  te  consaela  el 


—  63  — 

verme,  porque  aún  me  quieres  á  pesar  tuyo. 
¿Es  verdad? 

Marta         Es  verdad. 

Leop.  ¡Bendita  seas!  Perdóname.  Lo  merezco,  por- 

que también  he  padecido  muchio.  Si  mi  ce- 
guera fué  grande,  lo  fué  porque  era  herma- 
na de  mi  cariño.  ¡Imagina  tú  qué  lucha  en 
mí  ánimo!  Pero  ya  esto}'  libre  de  ella:  no 
hay  como  sufrir  para  abrir  los  ojos  á  la  ver- 
dad. Más  te  digo:  si  mis  celos  volvieran  á 
inquietar  mi  corazón  alguna  vez,  yo  los  aho- 
garía sin  un  grito,  ni  una  protesta;  y  si  te- 
miese que  pudieran  furtivamente  asomar  á 
mis  ojos,  cerraría  los  ojos  para  que  no  los 
vieses  tú. 

Marta  Es  tan  sincero  lo  que  me  dices  que  te  creo 
y  te  perdono.  Efectivamente  has  aprendido 
mucho  y  has  cambiado  más.  Pareces  otro 
hombre. 

Leop.  Y  lo  soy. 

Marta  Pues  yo  soy  la  misma  mujer. 

Leo?.  Por  eso  te  quiero  yo  igual  que  te  quería. 

Marta  Ye,  en  cambio,  como  has  variado  para  me- 

jorarte, te  quiero  más  aún. 

Leop.  .Más  que  ra^'  querías,  lo  admit<^;  pero  no  más 

que  te  quiero  yo  á  tí. 

Marta  Continúas  tan  ambicioso.  En  eso  eres  el 
mismo  de  antes. 

Leop.  Tú  solo  en  una  cosa  no  eres  la  misma. 

Marta         ,:Sí? 

Leop.  Estás  aún  más  bonita  que  estabas. 

Marta         Empezaron  las  flores. 

Leop.  Buena  señal:  empezóla  alegría. 

Marta         ¿Seguirá? 

Leop.  ¡Quién  lo  duda!  ¡Aquí  ya  no  va  á  haber  mns 

que  flores! 

Marta         ¿,Lo  crees  aeí  de  veras? 

Leop.  Lo  aseguro  (con  vehemencia.)  Si  brota  alguna 

espina,  de  mi  cuenta  corre  cortarla  de  raíz. 
Mi  casa,  nuestra  casa,  si  me  permites  que 
así  lo  diga,  va  á  ser  un  paraíso  encantado, 
un  rincón  del  cielo. 

Marta  Veo  que  sigues  tan  exaltado  como  te  fuiste. 
Tampoco  en  eso  has  variado. 


-  64  — 

Leop.  Ni  había  para  qué.  Oye:  ¿por  qué  te  peinas 

nhora  así? 

Marta  Porque  estoy  más  bonita. 

Leop,  (celoso.)  ¿Quién  te  lo  ha  dicho? 

Marta  Tú 

Leop  ¿Yo? 

Marta  (Riéndose.)  ¡Hace  dos  minutosl 

Leop.  (lo  mismo.)  ¡Pues  es  verdad! 

Marta  (Con   candoroso    desencanto  )  ¡A.y,    Lcopoldo,  qué 

descubrimiento  acabo  de  hacerl 

Leop.  ¿Cual,  hija  mía? 

Marta  ¡Que  no  has  cambiado  en  nada  absoluta- 
mente! 

Leop.  ¡Mal  rayo  me  parta!  Pero  ¿tú  me  quieres  asi» 

verdad? 

Marta         Así  te  quiero.  Mi  cariño  te  cambiará. 


JiSCI.CNA    XIII 


DKHOS,  JAIME  y  DON  PABLO,  DOÑA  JOSEFA  y  TERESI.TA 


Jaime  (Por  el  foro,  coa  don  Pablo,  á  tiempo  de  oír  la  üllima 

frase.)  ¡Ole! 
1).  PaB,         |01e!  (Trae  un  biberón,  unas  sonajas,    un  muñeco  de 

goma  con  xin  pito  y  un  globo.) 

Leop.  ¡Don  Pablo! 

Marta         ¡Jaime! 

Leop,  ¡Abrácenme  ustedes! 

D.  Pab.       ¡Ya  lo  creo! 

Jaime  ¿Lo  ves,  hombre,  lo  ves? 

D.  Pab.       ¿Y  Teodomirín? 

Marta  Está  más  tranquilito.  Se  queda  el  amu,  ¿sa- 
be usted? 

Jaime  lAy,  qué  felicidad!  (a  Leopoldo.)  ¡Tú  no  sabes- 

lo  que  es  ser  padre!  ¿Y  qué  hago  yo  ahora 
con  esas  tres  fieras  que  tengo  abajo? 

TeR.  (saliendo  con  doña  Josefa  por  la  izquierda.)  ¡  Jaimín,. 

se  queda  el  ama! 
D.^  Jos.       ¡Se  queda  el  ama! 
Jaime  Ya  lo  sé,  ya  le  sé... 

D.  Pab  ,       Luego  vendrá  el  médico  á  vacunar  al  niño. 

Me  ha  dicho  que  somos  unos  pamplinosos. 
Ter.  Pamplinosos  ó  no,  yo  lo  he  fumigado. 


-  65  — 

Jaime  ¡Bien  hecho!  ¡Qué  talento  tienes! 

D.  Pab ,       ¡Mira  todo  lo  que  le  traigo  á  ese  diablillo! 

D.a  Jos.       ¡Ay,  lo  que  va  á  gozarl 

Marta        ¿No  me  dices  nada,  Teresita? 

Ter.  ¡Es  verdad,  hija! 

D.aJos        I  Es  verdad! 

Ter.  y  es  que  la  cosa  es  tan  natural,  que  ni  si- 

quiera nos  había  chocado.  ¡Que  sea  enhora- 
buena! 

D.^  Jos.       (a  Marta.)  ¿Lo  ves,  tonta,  lo  ves? 

Ter.  (a  Leopoldo  )  ¿Lo  ve  usted,  melón? 

LeOP  ¡Ja,  ja,  ja!  (Leopoldo  y  Marta  charlan  ala  derecha; 

al  foro,  sentados,  Teresita  y  Jaime,  y  á  la  izquierda 
doña  Josefa  y  don  Pablo.  Mientras  unos  hablan  en 
alta  voz  los  otros  hablan  quedo.  En  todos  los  ojos  res- 
plandece la  felicidad.) 

Marta         Leopoldo,  ¡qué  contenta  estoy! 

Leup.  Pues  ¿y  yo,  Marta?  ¡Jugaría  con  mi  corazón 

á  la  pelota! 

Marta         ¡No  quiero  pensar  que  ha  podido  escapárse- 
nos esta  dicha! 

Leop.  Lo  pasado,  pasado.  Alegrémonos  del  día  de 

ho}',  y  no  pensemos  más  que  en  el  de  ma- 
ñana, 

Ter.  Acostadito  en  nuestra  cama  está.  Yo  me 

quedo  embobada  mirándolo...  Parece  una 
rosita  en  nieve. 

Jaime  ¡Como  que  es  tu  vivo  retrato,  gloria!  Nariz 

y  todo.  ¿Te  cambiarías  ahora  mismo  por  al- 
guien, siendo  su  mamá? 

Ter.  Por  nadie,  por  nadie,  por  nadie,  por  nadie... 

D.a  Jos.       Un  nido  más  que  vemos  formarse,  consue 
gro  mío. 

D.  Pab.        ¿Cuál?  ¿El  de  aquellos  dos? 

D.a  Jos.  Para  esto  hemos  quedado  ya,  don  Pablo  de 
mis  culpas. 

D.  Pab.  ¡También  hemos  pasado  por  lo  otro,  doña 
Josefa  de  mis  entrañas!  ¡Y  bendiga  Dios 
esto,  que  nos  sirve  para  recordarlo! 

D.a  Jos.      Eso  sí. 


—  66  — 
ESCENA   ÚLTIMA 

DICHOS  y  líEQUEJO 

ReQ,  (Asomándose  á  la  puerta  del  foro.)  ¿Se  almuerza    Ó 

no  se  almuerza,  señores?  (Movimiento  de  indi^ 
nación  general.) 

Jaimk  Pero  ¿dónde  estaba  uFted  metido? 

Req.  En  la   cocina,   mariposeando,   (a  Leopoldo.) 

¡Hola!  ¿qué  veo?  ¿Por  fin  cayó  usted  en  ía 
ratonera? 

Leop.  ¡Por  fin! 

Req.  ¡Buena  mamarrachada  está!  Siempre  lo  tuve 

á  usted  por  persona  discreta,  pero  desde 
ahora  lo  considero  un  loco. 

Marta  ¿Sí,  eh?  Pues  yo  siempre  lo  he  tenido  á  us- 
ted por  un  moscón  insoportable,  y  cada  día 
me  afirmo  más  en  mi  opinión,  que  es  la  de 

todos  los  presentes,  (sueltan  todos  la  carcajada.) 

Req.  Calma,  calma.  El  chiste  injusto  arrolla  por 

el  momento,  pero  no  resiste  el  análisis.  Va- 
mos á  almorzar,  y  de  sobremesa  discutire- 
mos sobre  el  matrimonio,  sobre  mis  tabarras 
y  sobre  el  nido. 
Ter.  (No  hay  quien  pueda  con  él.)  (ai  público.) 

De  todas  las  opiniones 

por  la  tuya  me  decido, 

que  no  admite  apelaciones... 

Tus  palmas  serán  razones 

para  defender  el  nido. 


FIN  DE  LA  COMFDIA 


Madrid,  Setiembre  1901. 


OBHflS  DE  ÜOS  laiSlVlOS  ñÜTOHES 


Esgrima  y  amor,  juguete  cómico. 

Belén,  12,  principal,  juguete  cómico. 

Gilito,  juguete  cómico  lírico. 

La  media  naranja,  juguete  cómico. 

El  tío  de  la  flauta,  juguete  cómico. 

El  ojito  derecho,  entremés.  (2.*  edición.) 

La  reja,  comedia  en  un  acto.  (2.^^  edición.) 

La  buena  sombra,  sainete  en  tres  cuadros.  (4.«'  edición.) 

El  peregrino,  zarzuela  cómica  en  un  acto. 

La  vida  íntima,  comedia  en  dos  actos.  (2.^^  edición.) 

Los  borrachos,  sainete  en  cuatro  cuadros. 

El  chiquillo,  entremés.  (2.a  edición.) 

Las  casas  de  cartón,  juguete  cómico. 

El  traje  de  luces,  sainete  en  tres  cuadros. 

El  patio,  comedia  en  dos  actos.  (2.*  edición.) 

El  motete,  entremés  con  música. 

El  estreno,  zarzuela  cómica  en  tres  cuadros. 

Los  Galeotes,  comedia  en  cuatro  actos.  (2  a  edición.) 

ha  pena,  drama  en  dos  cuadros. 

"La  azotea,  comedia  en  un  acto. 

El  género  ínfimo,  pasillo  con  música. 

El  nido,  comedia  en  dos  actos. 


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