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PRESENTED TO
THE LIBRARY
BY
PROFESSOR MILTON A. BUCHANAN
OF THE
DEPARTMENT OF ITALIAX AND SPANISH
1906-1946
Á -.i
I 7 .
FEA Y CON GRACIA
Esta obra es propi-edad de sus autoras, y nadie po-
drá, sin su permiso, reimprimirla ni representarla
en España ni en los países con los cuales so hayan
celebrado ó se celebren en adelante tratados interna-
cionales de propiedad literaria.
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Queda hecfao el depósito que marca la ley.
SERAFÍN X JOAQUÍN ÁLVAREZ QUINTERO
"Fea V eon gracia
ENXREiVIES
CON MUSiCA DEL MAESTRO
JOAQUÍN TURINA
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SOCIEDAD DE AUTORES ESPAÑOLES
Núñez de Balboa, 12;
1©05
FEA Y CON GRACIA
EíSJTREIVieS
SERAFÍN Y JOAQUÍN ÁLVAREZ QUINTERO
con música del maestro
JOAQUÍN TURINA
Estrenado en el TEATRO MODERNO el 3 de Mayo de 1906
*-
MADRID
B, 7BL,A8CO, IMP. UABQDÍS DE S4KTA ANA, U OÜP
To'.iíono número 551
1905
Jl JSorefo forado
ji'Lódia.tó de luiuteióu cL>iÍt¿iiea, de laieu-
tó u de a>taeia.
\.ció Clíuióieó.
REPARTO
PERSONAJES
ACTORES
PEPILLA LA FEA ¿uta. Pk a.do.
CARMEN LA BONITA Feanco.
LEONOR LÓPEZ.
REMEDIOS . Martín.
ASUNCIÓN N. N.
MARÍA N. N
FERNANDO bK. Chicote:
MANOLO Soler.
JUAN Llaneza.
CHIRIBITAS Castro.
ISIDORO PONZANO.
JOSÉ MARÍA Jarillo.
- .■d'^,,^l^^bt, .f"^
'ijSi II íg; II aj6 II >$; II a II «1 II áS II •* II «5 II •«) II c«fe II áJ II ^ II íJ^JI íÍ* ll<* ;i * II <* I
FEA Y CON GRACIA
Habitación en casa «le José María, eu Sevilla. Una puerta al foro y
una ventana enrejada á la izquierda del actor. Muebles modestos.
Es de noche. Luces de petróleo.
ESCENA PRIMERA
CARMEN LA BONITAS, LEONOR, REMEDIOS, JUAN, MANOLO y
CHIRIBITAS; luego JOSÉ MARÍA
(Todos los personajes visten á lo popular y están de fiesta. Al levan-
tarse el telón, Leonor canta un tango. Remedios, al final, lo baila.)
Música
Leonor Macarenita de mala suerte,
no hny ningún hombre que varga un cuarto,
ni ee merese ninguno de eyos
que tus ojitos abrase er yanto.
No yores porque se ha ido:
pídele á Dios si no güerve,
que le nazcan en la cama
peinesiyos de arfileres.
Contigo
me voy ar moro, serrano,
si tú te vienes conmigo.
Juan i Arrancándose esiiontáneamente. )
Morena,
sólo con que tú me mires
no hay pa mí en er mundo pena.
(Siguen todos el compás eon las palmas, y acaba Ke-
medios de bailar entre ¡oles! y gritos de entusiasmo.
Cesa la música.)
Chir. ¡Ole, ole!
Man. j Baila usté mejó que mi ca3'el
Juan ¡Hombre, qué salín!
Man. Usté no sal>e cómo baila mi caye los sába-
dos. (Mamando á José María, «jue cruza por el foro.)
¡Pepe!
J. M\\< . (Asomándose á la puerta.) Me yamo. ¿Qué? ¿NoS
divertimoí-'?
Man. Bautiío como este no lo ha iiabío nunca.
J. ]M\R . ¡Como que en ca habitasión tengo una fiesta!
Man. ¡Ajolá le nazca á usté un niño toas las se-
manas!
J. Mar. ¡Hombre, no!
M-vN. ¡Aunque no sea de ust ! ¡Si es pa que se re-
pita er bautiso!
J. Mar. De toas maneras. No gasta esas bromas.
Hasta luego.
Man . Adió^.
ESCENA II
DICHOS, menos JÓSE MARÍA
Leonor Vamos á vé: que no nos enfriemos. ¿Usté,
Carmelita, no canta?
C\R. (Que es tan sosa como bonita.) ¿Y yO que VÍ á
canta?
Leonor Malagueñas, tangos, soleares...
Juan ¡Lo que usté sepa!
Car. ¿y yo que vi á sabe?
Leonor Pos si no sabe usté canta, baile usté argo;
que no fartará quien la acompañe.
Car. ¿y yo que vi á baila?
— 9
Leonok
Car.
Car.
Leonor
Car.
Leonor
Juan
Leonor
Man.
Leonor
Lo que haya usté bailao otras veses. Y si no,
toque usté. La cuestión es anima esto.
¿Y yo que vi á toca?
Toque usté cuarquier cosa que le gugte,
¿Y á mí qué va á gustarme?
Ah, ¿no?
^i yo soy mu sosa.
Ya lo estamos viendo. (Reparando en Pepilla, que
pasa por el foro, y levantándose á llamarla.) |PtípÍ-
y:i! ¡I^epiya!
¿Quién es, la Fea?
«í.
Tráela.
Esa sí que tiene salero. (Se va por el foro lla-
mándola.) ¡Pev)iya!
ESCENA III
DICHOS, menos LEOXOR; después LEONOR y PEPILLA
Man.
Rem.
Juan
Pep.
Man.
Juan
Pep.
Leonor
Pep.
Leonor
Man .
}'EP.
A mí es una mu jé que me hase reí. (Asomán-
dose á la puerta.) Pepiya, ven acá; que tos so-
mus amigos.
Verdá que sí: pocos, pero bien avenios.
Aquí ar lao no se pué para: 3^0 he tenio que
salirme. Se iian metió tres patosos echándo-
selas de que están sembraos, que no hay
quien los resista.
(Por el foro, con Leonor. Es de un feo gracioso.) QuG
coste que canto las solearen — 'güeñas no-
ches— si la guitarra está ya templa.
¿Pos no va a está templa?
¡Y esperándote!
Lo digo porque en er patio hay un tocaó
que ya ha echao dos canas templando. Yo
se las he visto salí.
At^uí nos lo encontramos to hecho. Sién-
tate.
Ya está.
A vé esas soleare?.
Pero canta las tuyas, ¿eh?
Claro. Pa argo son mias. Anda tú también,
Juaniyo; que se arme tiroteo. Vamos aya.
10
Música
Juan La raare que te parió
se raerese que la veas
puesta en el arta iwayó.
ChiR. ¡Ole! ^lE-teV... (silba en son de elogio.)
PeP. (cantando cou mucho sentimiento los dos primeros
versos nada más, y rematando luego la copla con una
salida de tono, hablada.)
En er sementerio entré
dando voses como loca...
y me dijo er sepulturero: á la caye ahora
mismo, que esto no es ningún café cantan-
te. (Risas.)
Rem. ¡Av, qué güeno!
Juan ¡Miste que la ocurreneia!
Man. ¡E< mucha PepÍ3'a!
Leonor Y que lo saca de su cabesa, no de ningún
libro.
Juan Venga grasia para mí:
la grasia manda en er mundo;
la grasia no tiene fin.
Chir. ¡Bien por mi tocayo! ¿Este?... (vueive á silbar.)
Pep. Er pobresito e mi pare
es un viejo esgrasiaíto...
que se emborracha tos los lunes, porque
ea sapatero, ¡y nos pega ca palica á mi mare
y á mi!...
(Nuevas risas.)
Juan ¡Grasiosa!
Man. Es cosa e compra á esta mujé.
Car. (Hicndose desentonadamente.) ¡Ja^ ja, ja!
I'ep. ííQué ha sio?
Car. Na: yo.
Pep. Ah.
Juan Vente conmigo, morena,
que te pagaré en cariño
lo que faite en la alasena.
Chir. ¡Ole!
Pep. (Remedándolo.) ¿Este'?... (Silba.)
Chir. Anda tú, simpática.
Leonor Anda tú.
Plp. Dile ar sacristán que doble,
que ponga cortinas negras...
— 11 —
y ya, verás tú cómo no te hase caso, por ]ue
el hombre iio está pa lo que ca uno quiea
mandarle, (se repiten las risas ) lía, ahora escu-
cha una en serio, y se aca')ó lo que se daba.
Solo porque me quisieras,
quisiera sé máí bonita
qne ks rosas terapia nera=.
(Palmas, oles y gritos de alegría. Cesa la música.)
Man. Anímate tú, Chiribiti?'.
Chir. Yo estoy ya borrao. No me quean más que
orejas pa oí.
Pep. ¿S il)e¡s quién canta como un griyo rea?
Le )NOR ¿Quién?
Pep. ¿se larguirucho que tiene en la nariz una
quemain-a.
Rem. ¿Kse tan feo?
Pep. Ese mismo. ¿Por qué no vais por é?
Chik. Yo lo conozco.
Pep. Pos anda.
CirtR. (a Mauoio.) Acompáñame tú.
Man. EiíTia pi alante ya. Ar momento gorvemos.
(Se van los dos.)
Leon'or (a Hemedios.) ¿Vamos nosotras por tu herma-
na y p >r Asunsión, pa baila unas seviyanas
las cuatro?
Pep. Bien pensao. No dejarlo pa luego.
Rem Por mí (pie no quede.
Leonor And^iuditO. (Se van también las dos.)
Juan Con eso me dais tiempo á mí pa que tome
otra copa dos cuartos más aya; que yevo
veintitrés... y me cargan los nones, (vase.)
ESCENA IV
PEPILLA LA FE.\ y CARMEN LA BONITA
Pep. Ni yo conozco ar larguirucho, ni sé cómo
canta, ni me importa saberlo, ;.-e entera
usté? Lo que yo quería era que me dejaran
tranquila un rato. (.=e .sienta.)
12 —
Car. ¡Ja!
Pep. Oea usté que ya no tengo cuerpo esta no-
che. He cantao más que una sigarra.
Car, i-Ja!
Pep. ¡Jesús, qué baruyol Y to, porque ha nasío
un niño que paese una nuez.
Car. ¡Ja!
Pep. Conao no se enmiende en er tlesarroyo, lo
cascan pa postre.
Car. ¡Ja!
Pep. (Pero, ¿esto es una mujé ó es un pájaro?)
(Pausa.)
Car. ¿Ha visto usté qué caló hase?
Pep. (Pemcfiámioirt.) ¡Jal ¿Quié usté mi abanico?
Car. Grasias^: tengo yo uno. (se levanta.) Místelo.
Estaba sentá ensima de é.
Pep. Ah, vamos... Se conose... Yo er caló lo ten-
go en la cara.
Car. ¡Ja!
Pep. ¡Ja! (Se abanican las dos.)
ESCENA V
DICHO?, FERNANDO é ISIDORO
(Aparecen los dos en la puerta, algo alegrillos, y se detienen en ella
disputando.)
Fer. Aquí hay golondrinas. Te digo yo á tí que
saco novia en er bautiso.
IsiD. ¡Qué pesao te pones en cuanto lo pruebasl
Fer. No tengo otra cosa que hasé, y saco novia
en er bautiso.
IsiD. iTe pones argo pesao en cnanto lo pruebasl
Fer. ¡8i casi no he bebió tres copas, hombre!
¡Pero saco novia en er bauti.^o!
IsiD. ¡Miá que te pones pesao en cuanto lo prue-
basl
Fer, ¡Güeno, pos déjame en paz, si no quiéfe
aguantarme! ¡Yo saco novia en er bautiso!
IsiD. ¡Y yo te dejo! ¡Pero te pones mu pesao en
cuanto io pruebas! (se va.)
13 —
Fer. ¡Adió?, plumu!... Es simpático, y güen ami-
go... }' sabe gastarse sinco duros... ¡pero se
pone mu pesao en cuanto lo prueba!
ESCENA VI
PEPILLA LA FEA, CARMEN LA BONITA y FERNANDO
Fer. (Fijándose en las dos muchachas, que están sentadas
de espaldas á la- puerta, una á la derecha del actor y
á la izquierda otra.) Pué que esté aqui mí suer-
te... ¡Porque yo saco novia en er bautisol
¿Con cuar me encaro de las do^?... Sin ?abe
por qué, así por la esparda, paese que tira
más esta de la derecha... V'amos aya... (?aiu-
dando á Pepiíia.) Güenas noches, niña.
Pep. (volviendo la cara.) Güi^nas nOcheS.
Fer. (separándose, desagradablemente sorprendido.) (¡Cá-
mara qué sustir! .. ¡.Je.-iís!)
Pe?. (Por er sarto que ha dao le he debió de pa-
resé una miniatura.)
Fer. (El eferto del amoniaco me ha hecho... Va-
mos á ve la otra.) (í-'e vuelve hacia ella y se que-
da, encantado mirándola.) (¡Ole! Mentira paese
que en un parmo e terreno haya una arca-
chofa y un clavé. ¡Vaya colores, vaya ojos,
vaya boca, vaya hechuras, vaya!... ¡Vaya,
hombre, vayti! ¡Que saco novia en er bauti-
Bü!^ (se dirige á Carmen.) Niña, por Una de esas
caPuaUdades que se dan, ¿es usté la que se
ha calo der sielo hoy pnr Ja mañana?
Car. Ay, ¿der sielo?
Fer. Pos si no es der sielo, ¿de dónde se ha podio
usté cae ccn esa cara tin presiosit?...
Pep. (Eya de un nío y tú de otro.) (observa la esce-
na con maliciosa burla y gozándose en el chasco de
Fernando )
Fer. ¿Con esa cara, que es er luserito e la tarde?
Car. Se ha fijao usté en la cara.
Fer. Natura: en cuanto la he visto.
Car. Ay, en cuanto la ha visto.
Pep. (¡Con qué grasia le ha contestao!)
Fer. ¿Está usté triste?
— 14 —
Car. Ay, j'O triste.
Fer. Eso pregunto; que si está usté triste.
Car. Ay, qne si estoy triste.
Fer. Si. Me había qiierío párese que andaba usté
preocnpaíya.
Car. Ay, preocupaÍ3'a.
Fer. ¿Qué? ¿No anda usté preocupaíya?
C*R. A y, preocu[jaíya.
Pep. (¡Sopas de macarrones vas ásudá!)
Fer. o será que yo no sé lee en unos ojos tan
bonitos.
Car. Se ha fijao usté en los ojos.
Fer. o que e?a boca de cora no quié desirrae á
mí lo que sabe.
Car. Se ha fijao usté en la boca.
Fer. En la boca, que cuando se ríe, enseña dos
hileras e dientes como pa dejarse mordé.
Car. Se ha fijao u*té en los dientes.
(Pepilla se esfuerza en aguantar la risa. Feriiaudo la
mira mosqueado. Pausa. Pepilla desahoga la risa tras
el abanico. Fernando vuelve á mirarla.)
Fer. (Rompiendo á sudar.) ¿Usté 68 de cste barño,
paloma?
Car. Ay, paloma.
Fer. ¿Ks ubté de este barrio?
Car. Sí.
Fer. Ya desía yo... ¿A que se yama usté Con-
suelo?
Car. No.
Fer. ¿Cómo se yama usté entonses, si pué sa-
berse?
Car. Carmen.
Fer. ¡Carmen! Er nombre más bonito.
Car. Se ha fijao usté en er nombre.
Fer. Me he íijao en er nombre... me he fijao en
er nombre... (sopia sofocado.) Hase caló...
Car. Hase caló... (pausa.)
Pep. (Lo que es ya, como no le ofrezcas un
puro...)
(Nueva pausa. Carmen está en Babia. Fernando suda,
y mira á la otra que ríe nerviosamente queriendo en
vano reprimirse.)
Car. (Levantándose.) A y, yo ví á bebé una poquiya
e agua.
— 15 —
Fer Mejó será que tome usté una gaseosa.
Car. Ay, una gaseosa, (se va)
Fer. Sienta mu bien pa la asaura. ¡Vayan con
Dios las salinas e Cádiz! :Carav con la niña!
ESCENA VII
PRPILLA LA FEA y FERNANDO
Fer (a Pepilla, que se ríe de él con no bastante disimulo.)
¿Qiiié usté haserme er favo de no reirse
tanto?
Pep. ^^imitaudo á la otra.) Se ha fijao usté CU la rísa.
Fek Ah, ¿pero es piforreof
Pep. (lo mismo.) Ay, pitorreo.
Fer. (l)ispueíto á marcharse para cortar la burla.) Vaya,
niña, que usté se alivie.
Pep. Cuidao con ese clavo, que to er mundo tro-
pie.^a en é.
Fer. (Deteniéndose eu la misma puerta y mirando al suelo.)
¿Qué clavo?
Pep. (con sorna.) Me he confundió. Es en la habi-
tasión de junto.
Fer (Un tanto corrido j picado por el camela,, que, sin
perdón, asi se llama.) ¡GüeilO está, hombre,
güeno estál... Se ha querío usté divertí con-
migo.
Pep. Sí, señó.
Fer. Pos na más que por eso ya no me voy de
aquí.
Pep. Me iré yo entonses. (se levauta.)
Fer. ¿Por qué?
Pep. Porque á la fuersa no quieo yo que esté na-
die á mi lao. Y usté, por su volunta, ya to-
maba er portante.
Fer. Es que tíunbién me queo por mi volunta.
Pep. Si to ha sío una broma. Me voy, porque es
tarde pa mí, y me estarán esperando en mi
casa, (señalando á la pared á que dé la espalda Fer-
nando.) Son ya las dose y media.
FkR. ¿Las ¿lose y media? (volviéndose y buscando inú-
tilmente el reloj.) ¿Dónde esiáer reló?
Pep. En el Ayuntamiento.
— 16 —
Per. (Tragando saliva.) ¿AIi, SÍ?... (.;Otro gorpcsito?
Pep. Otro. La vía hay que pasarla á tragos.
Fer. Güeno, pos no se vaya usté.
I'ep. ¿y no le dará á usté mieo de verse aquí tan
solo conmigo?
Fer. Quisa no me dé mieo.
Pep. Soy tan fea, que asusto. A usté lo asusté
cuando entró.
Fer. ¿a mí?
Pep. a usté. ¡Pegó usté un respingo!... Y, la ver-
dá, yo no escogí esta cara... Le salió asín á
mi papá, y no era cosa de reñirle luego.
Fer. (Riéncicse ) Grasia sí tiene usté.
Pep. To no iba á fartarme. Las cosas güeñas es-
tán luás repartÍHS de lo que ¡:arese.
Fer. Verdá que hí, niña.
Pep. (Su.spirando.) ¡,Ay!... (Se sienta y se abanica. Pausa.)
Fer ¿Me deja usté que me siente á su lao?
Pep. ¡Si, señó; pero coja usté otra siya, que esa
está rota.
Fek. ¡Vamos aya!... ¿Quié usté darme er terser
gorpe.^ito?... Tonto soy, pero tres veses no
me caigo. (Se sienta en la silla indicada por Pepilla
la Fea qnc, efectivamente, está rota, y da en el suelo
con su cuerpo.) ¡A}''!
Pep. (Riéndose.) ¿No le dije á usté que cogiera otra
siya?
Fer. ¡Como se está usté di virtiendo conmigo
desde que yegué!. .
Pep. y lo que quea.
rER. (sentándose a su lado en otra silla, después de pro-
barla.) ¿Quea mucho?
Pep. Hasta que usté se canse. Es la vengansa que
yo tomo. Me río de to er mundo ¿No ve
usté que to er mundo se ríe de mí por la
cara que tengo?
Fer Por la grasia digo yo que eerá. A media
que se habla con usté, va usté mandando,
niña.
Pep. ¡Manda yo!... Tenía yo que sé tan inosente
como usté pa creerme eso.
Fer. ¿Quié usté dejarme á mí en pá un ratito?
Pep. Güeno.
Fer. Forma le digo á usté que el homy)re que le
— 17 —
hable dos minutos y no vea que es usté una
persona e mérito, y uo se ría con er salero
que usté tiene, es porque lo han armidonao.
Pep. ¿De veras?
Fer. De veras. Y er que se ría de otra cosa...
ese... ese ni es hombre, ni se viste e limpio,
ni pué di á ningún lao, ni vale dos pételas,
fc^obre que no hay en to er bautiso esta no-
che quien se ría de usté estando yo pre-
sente.
Pep. Porque se lo come usté, ¿no es verdá?
Fer. Es posible.
Pep. ¡Jesús, qué fiera!
Fer. ¿Ahora es usté la que se asusta?
Pep. ¿Vo? ¿De qué? ¿De las fieras? ¡Ca, hombre!
Estoy acostumbra. |En mi casa soy yo la
más bonita, conque usté carcule! Un día fui-
mos á retratai-nos en grupo mi papá, mis
dos tíos, mi madrasta, mis hermanos y yo,
y nos dijo er fotógrafo que uno á uno sí se
atrevía, pero que á tos juntos no se determi-
naba.
Fer. ¡ la, ja, ja!
Pep. Oif.a u^té: al espejo de mi madrasta le pasó
lo que ar de la copla.
Fer ¿Er qué?
Pep. Q'ie se le fué el asogue por no verla.
Fer. «¡Vamos aya!... ¡Bendita sea la hora en que
biso Dios que entrase yo por esa puerta!
Pep. S.'^ss... ssss... ssss... que no me lo creo.
Fer. ¿Vle pongo en cruz?
Pep. Va usté á está mu incómodo.
Fer. a su lao de usté, ¿qué m.e importa?
Pep. Que no me lo creo.
Fer Miste que lo juro: que me hinco de roiyas.
I^EP. Tenga usté mucho cuidao con lo que base.
Fer. ^Por qué?
Pep. Porque lo pué sorprende mi novio.
Fer. ¿Su novio? ¿Pero usté tiene novio?
Pep. ¡y ms lo pregunta usté como una cosa rara!
Fkr. Como una cosa que yo sentiría.
Pep. ¡Menos!
Ker. ¿De formalidá tiene usté novio?
Pep. De formalidá. Y hay que verle la cara, Hase
2
— 18 —
juego conmigo, en peo. Un fenómeno er po-
bresito. Cuando van niños en er tranvía no
lo dejan subirse.
Fer. ¡Ab!'
Pep. ¡Ah! Se tranquilisa usté, ¿no es eso?
Fer. Eso: justamente.
Pep. ¿Quié usté una poquiya de agua pa er
susto?
Fer. ¿Quié usté no burhirse tanto de mí?
Pep ¿y usté de mi, con toas e-as cosas que nce
eetá disiendo [¡a que me las crea? (se ie%'atita.)
Fer ¿f'ero se piensa usté que son nieutiía? ¿Ten-
go 3'^o cara de engaña á nadie'?
Pep, Ar presente, quisa me esté usté bablando
una mijiya convensío. Ya ve usté si soy
franca. Pero sale usté abí fuera, le da un
poco el aire, se refresca, ve usté unos ojos
bonitos, aeules. ó verdes, ó negros, ve usté
una cara e rosa, ve usté una bnca de piñón
que se ríe que da gloria, ve usté una mata e
pelo enrisao con dos flores ayí dormías de
gusto, ve usté un cuerpo de esos que se sim-
brean, ve usté unos pies cbiquinitivos, ve
usté unas manos como dos p;dijMiitas,.. ve
usté...to lo que á mí me farta,pa acabí pron-
to, V no se güerve usté á acordá de Pepiya
la Fea.
Fer. ¿Que no?
Pep. Que no. Si así tiene que sé: si eso es lo que
manda en er mundo: los ojos grandes, la
boca cbica, er cuerpo üra^ioso... No lo niegue
usté, porque está una viéndolo tos lo=i días.
A usté mismo, le píe por la caye una limos-
na un chiquiyo que tenga los ojos bonitos y
er pelito enrisao, y le toma usté la cara, y le
da una monea, y hasta le dise:- -Chiquiyo,
bendita sea tu madre. Y, en cambio, se la
píe á usté uno de esos pobre.-itos njal enca-
raos, con los ojos bizcos y los pelos tiesos, y
usté lo menos que base es darle un empu-
jón y desirle: --Vete ya, niño, que eres más
feo que armorsá en camiseta...
Fer. ¡Tiene uslé grasia por catorse!
Pep. ¡Pero soy fea por veintisinco! Vayase usté á
— 19 —
busca á la Bonita, como le diseu, que le irá
á usté mejó. Deje usté á la Fea: miste que
á la Fea, fea y to, le duelen mucho los des-
engaños.
FeR. (Después de contemplarla un momento.) (Me ha dao
la noche esta mujé.) (Se sientan lejos el uno ael
otro. Pausa.)
Pep. (Mirándolo de reojo.) (Y ps simpático el hom-
bre. Y hasta guapo, comparao conmigo.)
Fer. (Mirándola á ella.) (No cs esta muJé tan fea
tan fea como párese ar pronto.)
Pep. (Tiene una oreja más grande que la otra.
Pero eso se arregla tirándole tos los días de
la más chica.)
Fer. (Y eya está en que me gusta... Y me gusta,
me gusta; no es broma.)
Pep. C¡Ay!. . Por tené otra cara daba yo ahora
mismo mi baú con mi madrasta dentro.)
Fer. (¡Qué se le va á jasé!)
Pep. Oiga usté; pero ¿hemos peleao?
H'er. Por mí, no.
Pep. Como se ha puesto usté tan lejos...
Fer. (Acercándosele.) Como usté me echó de eu
vera...
Pep. ¿Yo?
Fer Usté.
ESCENA VIII
DICHOS y JUAK
Juan (Llegando de improviso.) Pepiya, ¿quiés basé er
favo de venirte ar patio?
Pep. ¿Pa qué?
Juan Porque no me dan una copa hasta que te
yeve.
Pep. Ahora voy.
Juan Miá que van á baila cuatro muchachas mu
bonitas y me han comprometió pa que yo
cante.
Pep. Ahora voy, te digo.
Juan Güeno.
Pep. (Deteniéndolo cuando va á irse.) Oye.
— 20 —
Juan ¿Qné?
Pep. Mientras yo yego, canta tú esta copla. (Le
habla al oido.)
Juan (Mirando al otro con iiDilicia y sonriéndose.) Kn-
terao.
Prp, y con arma; que se oiga desde aquí.
Juan ¡Enterao, mujé! ¿Te digo que enterao? (vase.)
ESCENA IX
DICHOS, menos JUAN. Al final ISIDORO
Pe-p. ¿No va usté ar patio, amigoV
Fer. a mí no se me ha perdió na en er patio,
Pep. Pos ¿y el arfílé de corbata?
Fer. (Echándose mano al pecho.) ¿Eh?
Pep. (Riéndose.) Pei'o, hijo mío, si no trae usté ni
corbata, ¿ande iba a vení el arfilé?
Fer. ¡Como que acabará usté por desirme que se
me ha caío la nariz y yo por buscarla con
un misto!
Pep. ¡Ja, ja, jal Vayase uí-té ar patio, que está
ayí la Bonita.
Ff.r. ¡Que le den á la Bonita cuatro tiro^!
Pep. ¡o cuarenta! Pero que sean con í-á, y se le
hase un favo de camino, (cyese á Juau dentro,
que rompe á cantar una seguidilla.) Caye USté. (Es-
cuchan los dos. La cojila que se oye es la siguiente:
Me dijiste que erajea,
me pusiste una corona:
más vale fea y con grasia,
que no bonita y guasona.
Er salero en las mujeres,
y en las rosas el oló,
y si usté no está conforme,
vaya usté mucho con Dios.
(Palmas, oles, etc. Durante el canto, Pepilla se ríe, y
Fernando mauiflesta en su desasosiego que ha com-
prendido la alusión.)
Pep. (Repitiendo el final de la copla.)
Más vale fea y con grasia
que no bonita y guasona...
Está bien.
— 2i —
Fer Diga usté, niña: ¿merezco yo que se me
cante esa copla?
Pep . ¿Se ha fijao usté en la copla?
Fer. Me he fijao en la copla, porque usté le dijo
ar que ha eetao aquí que me la cantara.
Pep. Es verdá; pero no se enfade usté por eso.
Fer. No me enfao; pero vamos á habla en serio
dos palabras. ¿A qué hora se duerme su ma-
drasta de usté?
Pep. Kn cuanto mata tres osenas de mosquitos.
Tarda poco, porque los mata con el aliento,
que es venenoso.
Fer. Pos con las boqueas del úrtimo, estoy yo
mañana á la noche ar pie de su ventana de
usté.
Pep. ¿y usté qué sabe donde está mi ventana?
Fek. Tengo veinticuatro horas pa enterarme.
Pep. ¿y á qué va usté á di?
Fek. Éso usté lo verá.
Pep. Pos ¿sabe usté una cosa?
Fer. ¿Qué?
Pep. Que si usté me lo dise porque se figura que
no vi á bajá, se engaña.
Fer ¿Bajará usté?
Pep. ¡Ya lo creo! Y si usté no va... usté se lo
pierde.
Fer. Verdá que sí. Hasta mañana.
Pep. Hasta mañana.
Fek. (Lo que es enamorarse: ya me está pare-
siendo bonita.)
Pep. (Lo que es la ilusión: ya le veo las orejas
iguales.)
Fer. (casi desde la puerta.) Hasta mañana.
Pep, Hasta mañana.
IsiD. (Que llega cuaudo Fernando va a marcharse.) ¿Ande
vab?
Fer a la caye.
IsiD. ¿A la caye?
Fer. ¡He sacao novia en er bautiso!
IsiD. ¡Qué pesao te pones en cuanto lo pruebas!
(se marchan juntos.)
— 22 —
ESCENA ULTIMA
PEPILLA LA FEA, LEONOR, REMEDIOS. ASUNCIÓN y MARÍA;
luego JUAN, CHIRIBITAS, MANOLO y CARMEN LA BONITA
Leonor ¡Er trabajo que nos ha costao trae á estas
niñas!
Rem. ¡No las querían deja!
Pep. Es claro: lo güeno está mu solisUao.
Juan (saliendo.) ¡Qué bien fuiste, mujé!
Pep. No te importe, hombre; que la fiesta vamos
á armarla aquí.
Man. (Llegando á tiempo con Chiribitas.) ¡Ni más ni
menof-! Porque ni ese tío de la quemaura
sabe canta, ni hay grasia más que en este
cuarto.
Chir. ¡Pero así como suena!
Pep. ¡Pos animarse tosí ;A toca tú, á canta yo y á
que bailen las niñas! ¡Yo estoy rnu contenta
esta n' chel ¡Aquí vamos á está hasta que
nos eche el amo e la casa! ¡Vengan parmas
y venga alegría!
(Mientras todos se disponen á reanudar la fiesta, ella
dice, dirigiéndose al público y batiendo palmas al
final.)
Ya que tan fea nasí,
y que la suerte me sopla
y un hombre se fija en mí,
hagan ustedes así
acompañando esta copla.
Música
(Leonor, Remedios, Asunción y María bailan las sevi-
llanas; Juan toca la guitarra; canta Pepilla, y los otros
llevan las palmas y jalean.)
Las caras lindas se arrugan
y los cuerpos se joroban,
y en cambio la grasia vive
mientras vive la persona.
23 —
Yo quisiera tu cariño,
yo quisiera tu cauda,
yo quisiera muchas parmas
que yevaran er compás.
(tae el telón, i
FIK
Madrici, Enero lf>05.
ADVERTENCIA IMPORTANTE
Las empresas que pongan en escena este entremés,
pagarán por derechos de propiedad la mitad de los co-
rrespondientef á una znrzuela en un acto.
OBÍ^flS DE !iOS MISMOS AUTORES
Esgrima y amor, juguete cómico. (2.a edición.)
Belén, 12, principal, juguete cómico.
Gilito, juguete cómico-lírico. (2.a edición.)
La media naranja, juguete cómico. (2." edición.)
El tío de lafimila, juguete cómico. (2.* edición.)
El ojito derecho, entremés. (3.a edición.)
La reja, comedia en un acto. (3.a edición.)
La buena somferúr,sainete en tres cuadros, con música. (5.a edi-
ción.)
El peregrino, zarzuela cómica en un acto.
La vida íntima, comedia en dos actos. (3.a edición.)
Los horradlos, saínete en cuatro cuadros, con música. (2.a edi-
ción.)
El chiquillo, entremés. (4.a edición.)
Las casas de c.irtóu, juguete cómico.
El traje de lucen, saínete en tres cuadros, con mi.ísica.
El patio, comedia en dos actos. (3.* edición.)
El motete, entremés con música (2.a edición )
El estreno, zarzuela cómica en tres cuadros.
Los Galeotes, comedia en cuatro actos. (3.a edición.)
Jja pena, drama en dos cuadros.
La azotea, comedia en un acto.
El género ínfimo, pasillo con música.
El nido, comedia en dos actos. (2. edición.)
Las flores, comedia en tres actos.
Los piropos, entremés.
El flechazo, entremés.
El amor en el teatro, capricho literario en cinco cuadros, pró-
logo y epílogo.
Abanicos y panderetas ó ¡A Sevilla en el botijo! humorada sa-
tírica en tres cuadros, con música.
La dicha ajena, comedia en tres actos y un prólogo.
Pepita Reyes, csmedia en dos actos.
Los meritorios, pasillo.
1 a zahori, entremés.
La reina mora, saínete en tres cuadros, con música.
Zaragatas, saínete en dos cuadros.
La zagala, comedia en cuatro actos.
La contraía, apropóí-ito.
El amor que pasa, comedia en dos actos.
El mal de amores, saínete con música.
El nuevo servidor, humorada.
Mañana de sol, paso de comedia.
Fea y con gracia, entremés con música.
SERAFÍN I JOAftUiN ÁLVAREZ QUINTERO
ADAPTACIÓN ESCÉNICA
DEL CAPÍTULO XXII DE Lfl PRIMERA PARTE
DON QUIJOTE DE LA MANCHA
-^*^-^^JH-
SOCIEDAD DE AUTORES ESPAÑOLES
Núñex de Balboa, 12
130S
■■§
LA AVENTURA DE LOS GALEOTES
Esta obra es propi-ídad de sns autores, y nadie po-
drá, sin su permiso, reimprimirla ni representarla
en España ni en los paises con los cuales so hayan
celebrado ó se celebren en adelante tratados interna-
cionales de propiedad literaria.
Los autores se reservan el derecho ie traducción.
Los comisionados y representantes de la Sociedad
de Autores Españoles son loa encargados exclusivamen-
te de conceder ó negar el permiso de representación
y del cobro de los derechos de propiedad.
Queda hecho el depósito que marca la ley.
LA mmu M ios wmi
ADAPTACIÓN ESCÉNICA
del capítulo XXII de la primera parte
VK
DON QUIJOTE DE LA MANCHA
POR
serafín í JOAQUÍN ÁLVAREZ QUINTERO
Representada en el TEATRO REAL el 10 de Mayo de 1906,
con ocasión del III Centenario de la publicación del Quijote
*-
MADRID
B. VELtaOO. lUP., UABQDÍS DK SABTl ÁVA, 11 DCr
TeU/otw ntinxero 5f/
t9<l» S
CUATRO PALABRAS
Deberes de patriotismo, siempre inexcusables para
todo buen español, nos obligaron á poner nuestras
manos pecadoras en el mejor libro del mundo, con
motivo del tercer centenario de su publicación. Sin
el acicate ó estímulo de aquellos deberes, por espon-
táneo impulso, jamás hubiéramos osado lo que, de
todas maneras, acaso sea una profanación indiscul-
pable.
Se nos encomendó el adaptar á la escena uno de
sus capítulos, y elegimos entre todos el de la famosa
aventura de los galeotes, no sólo por considerar ésta
como una de las más bellas y expresivas, y de ele
mentos más pintorescos y acomodables al teatro, sino
porque, además, tal vez ninguna otra pudiera ser
llevada á él con menos añadidos de parte nuestra. Y,
en efecto, la labor realizada ha sido más bien de se-
lección y de ensamblaje que de invención, ya que
hemos empleado frases y aun párrafos enteros de
otros pasajes, que convenían á la adaptación escénica
del escogido por nosotros.
Sírvanos esto de descargo, si no de disculpa, y
absuélvanos en último extremo lo puro de nuestra
intención y el no haber rehuido responsabilidad ni
trabajo alguno en la ocasión solemne en que se trató
de honrar, con mejor deseo que fortuna, al príncipe
de nuestros ingenios.
S. yJ.A. Q.
REPARTO
PERSONAJES
ACTORES
DON QUIJOTE 5r. Díaz de Mendoza (F.)
vSANCHO PANZA Palanca.
EL ENAMORADO Santiago.
EL TOLEDANO Soriano.
EL HECHICERO CarSÍ.
EL ESTUDIANTE • JYIgsGÍO.
GINÉS DE PASAMONTE Díaz de McndozaOVl.)
GUARDA 1.a Manrique.
ÍDEM 2.=' DUSte.
ídem 3.a eirera,
ÍDEM 4.a . . Guerrero.
Sute galeotes que no hablan
=v>ralK
>V>CÍ!^-í«». »^
LA AVENTURA DE LOS GALEOTES
Camino real eu los campos manchemos. Es una mañana de Agosto.
(salen por la izquierda del actor, DON QUIJOTE y SANCHO, caba-
lleros en Kociname y en el rucio. Don Quijote lleva en la cabeza la
bacía que él diputa por yelmo de Mambrino. Apenas salen detienen
su marcha.)
D. Quij. Aquí podemos, hermano Sancho Panza,
meter las manos hasta los codos en esto que
llaman aventuras; mas advierte que aunque
me veas en los mayores peligros del mun-
do no has de poner manij á tu espada para
defenderme, si ya no vieres que los queme
ofenden es canalla y gente baja, que en tal
caso bien puedes ayudarme; pero si fueren
caballeros, en ninguna manera te es licito
ni concedido por las leyes de caballería que
me ayudes hasta que seas armado caballero.
Sancho Por cierto, señor, quo vuestra merced sea
muy bien obedecido en esto, y más que yo
de mío me soy pacífico y enemigo de meter-
me en ruidos ni pendencias: bien es verdad
que en lo que tocare á defender mi persona
no tendré mucha cuenta con esas leyes,
pues Jas divinas y humanas permiten que
cada uno se defienda de quien quisiere
agraviarle.
D. Quij. No digo yo menos, pero en esto de ayudar-
me contra caballeros has de tener á raya
tus naturales ímpetus.
Sancho Digo que así lo haré, y que guardaré ese
preceto tan bien como el día del domingo .
D. (¿üij. La ventura va guiando nuestras cosas me-
jor de lo que acertáramos á desear. Este es
el día, oh Sancho, en el cual se ha de ver el
bien que me tiene guardado mi suerte: este
es el día, digo, en que se ha de mostrar
tanto como en otro alguno el valor de mi
brazo, y en el que tengo de hacer obras que
queden escritas en el libro de la fama por
todos los venideros siglos. ¿Ves aquella gen-
te desaforada y feroz que allí parece y hacia
nosotros camina? Pues yo te digo, Sancho,
que ó yo me engaño, ó e.sta ha de ser la
más famosa aventura que se haya visto.
Sancho Peor será esto que los molinos de viento:
mire, señor, que le digo que mire bien lo
que ve, no sea el diablo que le engañe: que
esa pobre gente que hacia nosotros viene,
no son gigantes, ni endriagos, ni encantado-
res, ni cosa que lo valga; que á lo que á mí
se me alcanza es cadena de galeotes, gente
forzada del rey, que va á las paleras.
D. Qu'j. ¿Cómo gente forzada? ¿Es posible que el
rpy haga fuerza á ninguna gente?
Sancho No digo eso, sino que es gente que por sus
delitos va condenada á servir al rey en las
galeras de por fuerza.
D. Quij. En resolución, como quiera que ello sea,
esta gente, aunque los llevan, van de por
fuerza y no de su voluntad.
Sancho Asi es.
D. Quij- Pues desa manera, aquí encaja la ejecución
de mi oficio, desfacer fuerzas y socorrer y
acudir á los miserables.
Sancho Advierta vuestra merced, que la justicia,
que es el mesmo rey, no hace fuerza ni agrá
vio á semejante gente, sino que los castiga
en pena de sus delitos.
(Llega frente á ellos en esto la cadena de los galeotes,
que oportunamcMite debe aparecer en el fondo, hacia
— o —
la derecha del actor. Vienen hasta doce hombres á pie.
ensartados como cuentas en una gran cadena de hierro
por los cuellos, y todos con esposas á las manos. Vie-
nen asimismo con ellos cuatro guardas: dos de ellas
con escopetas de rueda, y las otras dos con dardos y
espadas.)
D. Quij. Deteneo?, señores guardianes y comisario,
que por la orden de caballería que profeso,
os pido y ruego que seáis servidos de infor-
marme y decirme la causa ó causas por qué
traéis á esta gente de esta manera.
(üetiénense todos y le miran asombrados de su e>:-
traña figura.)
GuAR. l.« Señor caballero, esta cuadrilla es de galeo-
tes, gente de su majestad que va á las ga-
leras: y no hay más que decir, ni vuestra
merced tiene más que saber.
D. Quij. Con todo eto, querría saber de ca la uno de
ellos en particular la causa de su desgracia.
GuAR. 2.a Aunque llevamos a^ní el registro y la fe dt
las sentencias de cada uno de estos mal-
aventurados, no es tiempo este de detener-
nos a sacarlas ni á leellas: vuestra merced
llegue y se lo pregunte á ellos mismos, que
ellos lo dirán si quisieren, que sí querrcín,
porque es gente qiie recibe gusto de hacer y
decir bellaquerías.
D. Quij. Yo os agradezco, señor guarda, la licencia
que me otorgáis, y haré lo que me decís de
muy bupna gana, (ai Enamorado, mozo de hasta
edad de veinticuatro años.) Decidme vo-, herma-
no, ¿por qué pecados vais de tan mala guisa?
Enam. Por enamorado, señor.
D. Quij. ¿Por eso no más? Pues si por enamorados
echan á galeras, días ha que pudiera yo
estar bogando en ellas.
Enam. No son los amores como los que vuestra
merced piensa, que los míos fueron que
quise tanto á una canasta de colar atestada
de ropa blanca, que la abracé conmigo tan
fuertemente, que á no quitármela la justi-
cia por fuerza, aun hasta ahora no la hubie-
ra dejado de mi voluntail: fué en fragante,
no hubo lugar de tormento, concluyóse la
— 10 -
causa, acomod.áronmfi las espaldas con
ciento, y por añadid Lira tres años de gura-
pas, y acabóse la obra.
D. Quij. (íQiié son gurapns?
Enam. Giirapas son galeras
D. QuiJ- (Encarándose con el segundo galeote de la cadena, el
cual no responde palabra ) ¿Y VOS, hertoaoo?
¿Cuáles son vuestras desventuras? que se-
gún vais de triste y melancólico presumo
que no han de ser pocas.
Enam. Este, señor, va con nosotros porcanario, digo
que por músico y cantor.
D. QuTj. ¿Pues cómo, por músicos y cantores van
también á galeras?
En'm. Si, señor, que no hay peor cosa qw. cantar
en el ansia.
D. Qu'j. Antes he oído decir que quien canta sus
males espanta.
Enam. Acá es al revés, que quien canta una vez
llora toda la vida.
D. Quij. No lo entiendo
Guar. o.'i Señor caliallero, cantar en el ansia se dice
entre esta gente non santa confesar en el tor-
mento: á este pecador le dieron tormento y
conf'^só su delito, que era ser cuatrero, que
es ser ladrón de bestias, y por haber confe-
sado le condenaron por seis años á galeras,
amén de doscientos azotes que ya lleva en
las espaldas; y va siempre pensativo y tris-
te, porque los demás ladrones que allá que-
dan y aquí van le maltratan y aniquilan \
escarnecen y tienen en poco, porque confe-
só y no tuvo ánimo de decir none-: porque
dicen ellos que tantas letras tiene un no
como un si, y que harta ventura tiene un
delincuente que está en su lengua su vida ó
su muerte, y no en la de los testigos y pro-
banzM.'^; y para mí tengo que no van muy
fuera de camino
D. Quij. Y yo lo entiendo ¡isi.
ToLED. Y yo también, señor caballero, y mayor es
mi desgracia, que vo}' pnr cinco años á las
señoras gurapas por sólo faltnrme diez du-
cados.
.--11 __
D. Quij. Yo daré veinte de muy buena gana, por li-
braros de esa pesadumbre.
ToLED. Eso rtiC parece como quien tiene dineros en
mitíid del golfo, y se está muriendo de
hambre sin tener adonde comprar lo que
ha menester: dígolo porque si á sii tiempo
tuviera yo esos veinte ducados que vuestra
merced ahora me ofrece, hubiera untado
con ellos la péndola del escribano, y avivado
el ingenio del procurador de manera que
hoy me viera en mitad de la plaza de Zoco-
dover de Toledo, y no en este camino atrai-
llado como galgo; pero Dios es grande, pa-
ciencia, 3'^ baí-ta.
D Quij. Vos habéis hablado como discreto, (ai He-
chicero, auciano de venerable rostro.) ¿ i VOS, bueil
hombre, cómo os veis en tales andanzas y
en tan grande vergüenza"? Mal dicen en este
lugar y ocasión vuestro venerable rostro y
vuestra barba blanca.
(e1 Hechicero rompe á llorar, entre burlas y risas de
algunos galeotes. El Estudiante habla por él.)
EsT. Este hombre honrado va por cuatro años á
galeras, habiendo paseado las acostumbra-
das vestido en pompa y á caballo.
S.^NCH') Kso e«, á lo que á mi me parece, haber sali-
do á la vergüenza.
EsT Así es, y la culpa porque le dieron esta pena
es por haber sido corredor de oreja y aun
de todo el cuerpo: en efecto, quiero decir que
este caballero va por alcahuete, 3' por tener
asimesmo sus puntas y collar de hechicero.
D. Quij. A no haberle añadido esas puntas y collar,
por solamente el alcahuete limpio no mere-
cía el ir á bogar en las galeras, sino á man-
dallas 3' á ser general dellas, porque no es
así como quiera el oficio de alcahuete, que
es oficio de discretos, y necesarísimo en la
república bien ordenada: pero la pena que
me ha causado ver estas blancas canas y
este rostro venerable en tanta fatiga por al-
cahuete, me la ha quitado el adjunto de ser
hechicero, aunque bien sé que no hay hechi-
zo? en el mundo que puedan mover y for-
— 12 —
zar la voluntad, como algunos siaiples pien-
san; que es libre nuestro alberlrío, y no hay
yerba ni encanto que le fuerce.
Hech. Así es, y en verdad, señor, que en lo de he-
chicero que no tuve culpa, en lo de alca-
huete no lo pude negar; pero nunca pensé
que hacía mal en ello, que toda mi inten-
ción era que todo el mundo se holgase, y
viviese en paz y quietud sin pendencias ni
penas; pero no me aprovechó nada este
buen deseo para dejar de ir adonde no es-
pero volver, según me cargan los años y un
mal que llevo que no me deja reposar un
rato.
(Torna á llorar como al principio. Sancho, movido de la
compasión, desmóntase del rucio y acercándose á él le
da una limosna )
Sancho Tomad, hermano, un real de á cuatro, que
los duelos con pan son menos.
D. Quij (ai Estudiante.) ¿Y vuestro deüto, cuál cs, se -
ñor estudiante?
KsT. Yo voy aquí porque me burlé demasiada-
mente con dos primas hermanas mías, y
con otras dos hermanas que no lo eran mías:
finalmente tanto me burlé con todas, que
resultó de la burla crecer la parentela tan
intrinc idamente, que no hay sumista que
la declare: probóseme todo, faltó favor, no
tuve dineros, vime á pique de perder los
tragaderos, sentenciáronme á galeras por
seis años, consentí, castigo es de mi culpa,
mozo foy, dure la vida, que con ella todo
se alcanza. Si vuestra merced, señor caba-
llero, lleva alguna cosa con qué socorrer á
estos pobretes, Dius se lo pagará en el cielo,
y nosotros tendremos en la tierra cuidado
de rogar áDios en nuestras oraciones por la
vida y la salud de vuestra merced, que sea
tan Lirga y tan buena como su buena pre-
sencia merece.
D. QuiJ. (a una de las Guardas, y refiriéndose á Ginés de Pasa-
monte, el cual lleva más prisiones que sus compañeros
de cadena.) ¿Y este bueii hombre, por qué va
con tantas prisiones más que los otros?
— 13
GüAP. o. a
D. Quij.
GUAR. O ii
GiNÉS
GUAK. O a
GiNÉS
GuAR. o.a
GiNÉS
GuAR. 3 a
GiNÉS
1). Quij.
GlNÉS
GuAR 3.a
GiNÉS
Porque tiene él solo más delitos que to. los
ellos juntos, y es tan atrevido y tan grande
bellaco, que aunque le llevamos desta ma-
nera no vamos seguros del, sino que teme-
mos que se nos ha de huir.
¿Qué delitos puede tener si no han mereci-
do más pena que echarle á las galeras?
Va por diez año.=, que es como muerte ce-
vil: no se quiera saber más sino que este
buen hombre es el famoso Ginés de Pasa-
monte, que por otro nombre llaman Gine-
píUo de Parapilla.
iSeñor comisario, vayase poco á poco, y no
andemos ahora á deslindar nombres y so-
brenombres: Ginés me llamo, y no Ginesi-
11o, y Pasamonte es mi alcurnia, y no Para-
pilla como voacé dice, y cada uno se dé una
vuelta á la redonda, y no hará poco.
Hable con menos tono, señor ladrón de mas
de la marca, si no quiere que le haga callar
mal que le pese.
Bien parece, que va el hombre como Dios
es servido; pero algún día sabrá alguno si
rae llamo Ginesillo de Parapilla ó no.
¿Pues no te llaman así, embustero
Sí llaman, mas yo haré que no me lo lla-
men, ó me las pelaría donde yo digo entre
mis dientes, (a Don Quijote.) Señor caballero,
si tiene algo que darnos, dénoslo ya y vaya
con Dios, que ya enfada con tanto querer
saber vidas ajenas; y si la mía quiere saber,
f-epa que yo soy Ginés de Pasamonte, cuya
vida está escrita por estos pulgares.
Dice verdad, que él mismo ha escrito su
historia, que no hay más que desear, y deja
empeñado el libro en la cárcel en doscien-
tos reales.
Y le pienso quitar, si quedara en doscientos
ducados.
Hábil pareces.
Y desdichado, porque siempre las desdichas
persiguen al buen ingenio.
Persiguen á los bellacos.
Ya le he dicho, señor comisario, que se vaya
— 14 ~
poco á poco, que aquellos señores no le dir-
1011 esa vara para que maltratase á los po-
bretes que aquí vamos, sino para que nos
guiase y llevase adonde su majestad manda:
si no, por vida de... basta, que podría ser
que saliesen algún día en la colada las man-
chas que se hicieron en la vento, y todo el
mundo calle y viva bien y hable mejor, y
caminemos, que ya es mucho regodeo este.
GUAR. 3.'^ (Amenazando á Giués con la vara.) Ahora verás,
ladrón.
D. Quij. (Estorbando la acción.) Señor comisario, yo os
ruego que no le maltratéis, pues no es mu-
cho que quien lleva Un s\U(]ñs las manos,
tenga algún tanto suéltala lengua, (voiviéu-
dose a todos.) De todo cuanto me habéis dicho,
hermanos carísimos, he sacado en limpio
que aunque os han castigado por vuestras
culpas, las penáis que vais á padecer no os
dan muclio gusto, y que vais á ellas muy
de mala gana y mu}' contra vuestra volun-
tad, y que podría ser que el poco ánimo que.
aquel tuvo en el tormento, la falta de dine-
ros deste, el poco favor del otro, y finalmen-
te el torcido juicio del juez hubiese sido
causa de vuestra perdición, y de no haber
salido con la justicia que de vuestra parte
teníades: todo lo cual se me representa á mi
ahora en la memoria, de manera que me
está diciendo, persuadiendo y aun forzando
que muestre con vosotros el efecto para que
el cielo me arrojó al mundo y me hizo pro-
fesar en él la orden de caballería que pro-
feso, y el voto que en ella hice de favorecer
á los menesterosos }' opresos de lo.s mayo-
res; pero porque sé que una de las partes de
la prudencia es, que lo que se puede hacer
por bien no se haga por mal, quiero rogar á
estos señores guardianes y comisario sean
servidos de desataros y dejaros ir en paz,
que no faltarán otros que sirvan al rey en
mejores (;casiones, porque me parece duro
hacer esclavos á los que Dios y Naturaleza
hizo libres: cuanto más, señores guardas.
— lo-
que estos pobres uo han cometido nada con-
tra vosotros; allá se lo haya cada uno con
su pecado, Dios hay en el cielo que no se
descuida de castigar al malo, ni de premiar
al bueno, y no es bien que los hombres hon-
rados sean verdugos de los otros hombres
no yéndoles nada en ello: pido esto con esta
mansedumbre y sosiego, porque tenga, si
lo cumplís, algo que agradeceros; y cuando
de grado no lo hagáis, esta lanza y esta es-
pada harán que lo hagáis por fuerza.
GüAK. 8^1 Donosa majadería: bueno está el donaire
con que ha salido á cabo de rato: los forza-
dos del rey quiere que le dejemos, como si
tuviéramos autoridad para soltarles ó él la
tuviera para mandárnoslo: vayase vuestra
merced, señor, norabuena su camino ade-
lante, y enderécese ese bacín que trae en la
cabeza, y no ande buscando tres pies al
gato.
D. Quu- Vos sois el gato y el rato y el bellaco. (Di-
ciendo y haciendo arremete con él tan presto, que sin
darle lugar á defenderse, lo hiere de una lanzada. Va-
cila el hombre y va á caer dentro.)
GuAR. o.^ ¡Favor! ¡Muerto soy!
D. Quij. iCulpa, ruin bellaco, á tu sandez y demasía!
(Las demás Guardas ponen mano á sus armas y arre-
meten á don Quijote. Los galeotes, viendo la ocasión
que se les ofrece de alcanzar libertad, procuran rom-
per la cadena donde vienen ensartados. Las Guardas,
en fin, ya por acudir á los galeotes que se desatan, ya
por acometer á don Quijote que los acomete, no hacen
cosa de provecho. Sancho, por su parte, ayuda á soltar
á Ginés de Pasamonte, que es el primero que salta en
la campaña libre y desembarazado )
GuAR. 1.1» ¡Favor al rey!
GuAR. 2. ¡Favor a la justicia!
D. Quij. ¡ ^quí 03 aguardo y espero, gente descomu-
nal y soberbia, ahora vengáis uno á uno,
como pide la orden de caballería, ora todos
juntos, como es costumbre y mala usanza
de los de vuestra ralea!
GuAR. 4 a ¡Que se desata esta canalla!
GuAR. l.ii ;V'oto va!
- 16 —
GüAií. 2.a ¡Por las barbas de mi padre!
GuAR. l.ft ¡Noramala dimos con este salteador de ca-
minos!
GiNÉS (Saltando libre.) ¡Norabuena dimos con él! (Des-
aparece un momento y vuelve á salir luego cou la es-
copeta del comisario que cayó dentro herido.)
D. QuiJ. (Desafiando á las Guardas.) ¡Venid acá , gente
soez y mal nacida! ¿Saltear de caminos
llamáis al dar libertaii á los encadenados,
soltar los presos, acorrer á los miserables,
alzar los caídos, remediar los menesterosos?
(Reaparece en esto Ginés de Pasamente con la esco-
peta, y apuntando á una Guarda y señalando á la otra,
no^ueda una en todo el campo. Los galeotes, sueltos
y libres ya, contribuyen á la huida de las Guardas á
pedrada limpia )
GuAR. 4.a ¡Ahj don ladrón!
GuAR. 1 íi ¡Ah, bellaco villano!
GuAR. 2.'^ ¿Contra la mesma justicia te atreves?
GüAR. 1 ii ; Voto va!
D. Quij. Non fiiyais, miserables criaturas, gente in-
fame, canalla ruin 5' de poco ánimo! ¡Bien
dice vuestra cobardía lo bajo y vil de vues-
tra condición y oficio!
Sancho Conténtese con lo becho, señor Don Quijote,
y no tiente al diablo, ni dé más voces, sino
sólo gracias á Dios, que demasiadamente
bien hemos salido de este suceso, libres de
nuevos golpes las costillas, y mire que le
digo que esas guardas que van huyendo
han de dar noticia del caso á la santa her-
mandad, con la cual no hay usar de caba-
llerías, que no se le da á ella por cuantos
caballeros andantes ha}' dos maravedís: y
así yo le ruego que nos partamos de aquí y
nos embosquemos en la sierra, que cerca
está.
D. Quij. Naturalmente eres cobarde, Sancho: yo sé lo
que ahora conviene que se haga. (Apéase y se
dirige á los galeotes, que andan dispersos y alborota-
dos y que han despojado al comisario herido de sus
ropas) ¡Acercaos, hermanos; venid á mi to-
dos! ¡Venid os digo, que por la libertad que
os di, bien puedo pediros que me escuchéis!
— 17 —
(Rodean todos á Dou Quijote, entre burlones y cu-
riosos.)
GiNÉs ^-Qué nos manda vuestra merced, señor ca-
ballero?
I). Qurj. De gente bien nacida es agradecer los bene-
ficios que reciben, y uno de los pecados que
más á Dios ofenden es la ingratitud: digolo
porque ya habéis visto, señores, con mani-
fiesta experiencia, el que de mí habéis rece-
bido, en pago del cual querría, y es mi vo-
luntad, que cargados de esa cadena que
quité de vuestros cuellos, luego os pongáis
en camino, y vais á la ciudad del Toboso, y
allí os presentéis ante la señora Dulcinea
del Toboso, y le digáis que su caballero el
de la Triste Figura se le envía á encomen-
dar, y le contéis punto p'jr punto todos los
que ha tenido esta famosa aventura hasta
poneros en la deseada libertad, y hecho esto
os podréis ir donde quisiére'des á la buena
ventura.
GiNís Lo que vuestra merced nos manda, señor y
libertador nuestro, es imposible de toda im-
posibilidad cumplirlo, porque no podemos
ir juntos por los caminos, sino solos y divi-
didos y cada uno por su parte, procurando
meterse en las entrañas de la tierra, por no
ser hallado de la santa hermandad, que sin
duda alguna ha de salir en nuestra busca:
lo que vuestra merced puede hacer, y es
justo que hag;a, es mudar ese servicio y mon-
tazgo de la señora Dalcinea del Toboso en
alguna cantidad de avemarias y credos, que
nosotros diremos por la intención de vues-
tra merced, y esta es cosa que se podrá
cumplir de noche y de día, huyendo ó repo-
sando, en paz ó en guerra; pero pensar que
hemos de volver ahora á las ollas de Egip-
to, digo á tomar nuestra cadena y á poner-
nos en camino del Toboso, es pen?ar que
ahora es de noche, que aun no son las diez
del día, y es pedir á nosotros eso como pe-
dir peras al olmo.
D . QuiJ . (Puesto ya en cólera.) PuCS VOtO á tal, Don Giue-
— 18 -
sillo de Paropillo ó como os llamáis, que
habéis de ir vos solo rabo entre piernas, con
toda la cadena á cuestas.
GiNÉS (OnifiAndoles á los compañeros.) Mire VUCStra
merced, señor caballero, de (^ué donosa ma-
nera le obedezco, (coge uu guijarro y se lo dispa-
ra á Don Quijote que con la rodela se cubre.)
D. Quu- ¡Ah, bellaco y harto de ajos! ¿Contra quien
te dio la libertad la empleas?
(Los galeotes todos, al ejemplo y seña de Ginesillo, se
apartan y entre gritos y risas comienzan á tirar tantas
y tantas piedras sobre Don Quijote, que éste no se da
manos á cubrirse con la rodela. Sancho se pone tras su
asno, y con él se defiende de la nube y pedrisco que
sobre entrambos llueve.)
Enam. ¡Recebid ésta, señor caballero andante!
EsT. ¿No tiene vuestra merced otra orden que
darnos?
GíNÉs ¿Adonde queréis que o? lleve la respuesta
de 'vuestra señora Dulcinea?
ToL. ¿Qué os parecen las peladillas de arroyo, se-
ñor caballero?
Sancho ¡Válame Dios, señor! ¿Ve vuestra merced
cómo mejor estaríamos en la sierra?
D. Qui.i. ¡Oh, señora de mi alma, Dulcinea, flor déla
fermosura, socorred á este vuestro caballe-
ro, que por satisfacer á la vuestra njucha
bondad en- este riguroso trance se halla! (Le
aciertan con tal tino dos guijarros seguidos, que le
hacen vacilar y caer al suelo. Apenas le ve en él, el
Estudiante le quita la bacía de la cabeza y le da con
ella tres ó cuatro golpes en la espalda; Sancho acude
á remediar á su amo; Ginés, mientras, le roba su ga-
bán.) ¡Ah, bellacos! ¡ah, gente mal nacida!
Sancho ¡Válame Dios! Mire vuestra merced en qué
nueva locura se ha metido.
EsT. Señor caballero de la Triste Figura, ¿le con-
tamos esto también á la señora Didcinea
del Toboso?
D. Qui.i. ¡Ah cobardes villanos, atended que no por
cobardía, sino por mi desgracia, estoy aquí
tendido!
Sancha (Encarándose ton Ginés.) ¿A quicu te SOltÓ laS
manos robas, hijo de la tai?
GiNÉs (Huyendo.) ¡Ahora, Cada uno á su buena ven-
tura!
Enam. ¡y Dios sea con todos!
EsT. ¡Y á quien El se la dé, San Pedro se la ben-
diga!
(Se dispersan corriendo, y desaparecen en varias di-
recciones. Quedan solos jumento y Rocinante, Sancho
y Don Quijote: Sancho temeroso de la santa herman-
dad: Dou Quijote mohinísimo de verse tan mal parado
por los mismos á quien tanto bien ha hecho.)
ijANCH ) (Llegándose de nuevo á su amo, para ayudarle á le-
vantarse.) ¡Ah, señor Don Quijote de mi alma!
¡Quién creyera que cuando rrie holgaba yo
con vuestra merced de haber sacado limpias
de palos las costillas, había de veuir por la
posta y en seguimiento suyo esta tan gran-
de tempestad de piedras y puñadas que ha
descargado sobre nosotrosl
D. Quij. Siempre, Sancho, lo he oído decir, que el
hacer bien á villanos es echar agua en la
mar: si yo hubiera creído lo que me dijiste,
yo hubiera excusado esta pesadumbre; pero
ya está hecho, paciencia, y escarmentar para
desde aquí adelante.
Sancho Así escarmentará vuestra merced, como yo
soy turco.
(Durante las últimas palabras de Don Quijote y Sancho
va cayendo el telón lentamente.)
FIN
Madrid. Abril 1905.
OBHflS DE ÜOS IVUSMOS flÜTOHES
Esgrima y amor, juguete cómico. f2.a edición.)
Belén, 12, principal, juguete cómico.
Gilito, juguete cómico-lírico. (2.a edición.)
La media naranja, juguete cómico. (2." edición.)
El tio de la flauta, juguete cómico. (2.* edición.)
El ojito derecho, entremés. (S.a edición.)
La reja, comedia en un acto. (3.a edición.)
La buena sombra, sainete en tres cuadros, con música. (6.a edi-
ción.)
El peregrino, zarzuela cómica en un acto.
La vida íntima, comedia en dos actos. (3.a edición.)
Los borrachos, sainete en cuatro cuadros, con música. (2.a edi-
ción.)
El chiquillo, entremés. (5.a edición.)
Las casas de cartón, juguete cómico.
El traje de luces, sainete en tres cuadros, con música.
El patio, comedia en dos actos. (3.a edición.)
El motete, entremés con música. (2.a edición.)
El estreno, zarzuela cómica en tres cuadros.
Los Galeotes, comedia en cuatro actos. (3.a edición.)
La pena, drama en dos cuadros. (2.a edición.)
La azotea, comedia en un acto.
El género ítifimo, pasillo con música.
El nido, comedia en dos actos. (2.* edición.)
Las flores, comedia en tres actos.
Los piropos, entremés.
El flechazo, entremés.
El amor en el teatro, capricho literario en cinco cuadros, pró-
logo y epílogo.
Abanicos y panderetas ó ¡A Sevilla en el botijo! humorada sa-
tírica en tres cuadros, con música.
La dicha ajena, comedia en tres actos y un prólogo.
Pepita Reyes, comedia en dos actos.
Los meritorios, pasillo.
la zahori, entremés.
La reina mora, saínete en tras cuadros, con música. (2." edi-
ciún.)
Zaragatas, saínete en dos cuadros.
La zagala, comedia en cuatro actos.
La contraía, apropósito.
El amor que pasa, comedia en dos actos.
El mal de amores, saínete con música.
El nuevo servidor, humorada.
Mañana de sol, paso de comedia.
Fea y con gracia, entremés con música.
La aventura de los galeotes, adaptación escénica de un capí-
tulo del Quijote.
La pitanza, entremés.
SERAFÍN I JÜAÍÜÍN ÁtVAREZ QUINTERO
La musa loca
eOMBDlfl EN TRES ACTOS
(el tercero dividido en dos cuadros)
-$-3>^^^-
SOÍÍIEDAD DE AUTORES ESPAÑOLES
Núñez de Balboa, 12
i-soe
LA MUSA LOCA
Esta obra es propiedad de sus autores, y nadie po-
drá, sin su permiso, reimprimirla ni representarla
en España ni en los países con los cuales se hayan
celebr/tdo ó se celebren en adelante tratados interna-
cionales de propiedad literaria.
Los autores se reservan el derecho de traducción.
Los comisionados y representantes de la Sociedad
de Autores Españoles son los encargados exclusivamente
de conceder ó negar el permiso de representación y
del cobro de los derechos de propiedad.
Queda hecho el depósito que marca la ley.
LA MUSA LOCA
eOMEDIfl EN TRES HCTOS
(el tercero dividido en dos cuadros)
SERAFÍN Y JOAQUÍN ÁLVAREZ QUINTERO
Estrenada en el TEATRO DE NOVEDADES de Barcelona,
el 4 de Julio de 1905
■*-
MADRID
B. VBU4BCO. tUP., UABQDéS DB SARTA ABA, 11 O P.°
Teii/ono número yf/
I906
J^ Jacinto ^eqavente
jie^eaituo u a^táioeiáiieó tuíieuio, auda6
tuuoV-aaO'i de la copuedia ejjiauoia, Sué
deüoitótíHOá adtidi^ado'ieá u autiaóJ,
(Je^Lartu u Loaciutu.
REPARTO
m
PZRSONAJES
ACTORES
ACTO PRIIVIERO
riDELA Seta. Suáeez.
DON ABEL SECANO Sr. Díaz de Mendoza (F.)
DON MAURICIO REGLA Y SALA-
ZAK ClRERA.
URRUTIA Santiago.
CABRA Carsí.
TOLEDO Mesejo.
MANOLO Juste.
BARBUDO DÍAZ.
DON JESÚS Urquijo.
LUCAS Cayüela.
UN PRESTAMISTA Gil.
ÜN CAMARERO Fernánde .
ACTO SEGUISIDO
DOÑA ANTONIA PACHECO Sra. Morera.
IRENE Srta. Asquerino.
DOÑA ANDREA Sra. Guerrero.
FELISA Srta. Bremón.
MARIQUITA García.
DON ABEL SECANO Sa. Díaz de Mendoza (^ F. ">
DON MAURICIO REGLA Y SALA-
ZAR Cirera.
(1) Merced á algunas lig-eras alteraciones introducidas en el acto
segundo de esta comedia después de sa estreno en Barcelona, consig-
namos aquí el reparto de la primera representación en Madrid, en
lugar del que allí se le dio.
Debemos, sin embargo, mencionar á la Sra. Guillen, á la Srta. To-
rres, al Sr. Palanca y al niño Peral, que interpretaron en Barcelona
los papeles de Laisita, Felisa, don Mauricio Regla y Salazar y Eduar-
do respectivamente, y que no figuran en la actualidad en la compa-
ñía del Teatro Español.
TEBUTIA Sr. Santiago.
UN SEÑOR ANÓNIMO DlAz de Mendoza (M.)
BUSTAMANTE Gukkrero.
DON GENARO Mkdrano.
ROMERO SoRiANO VioscA.
ACTO TERCERO
IRENE Srta. Asquerino.
LUISITA Oancio.
LIBORIA Bueno.
DON ABEL SECANO Sr. Díaz de Mendoza (E.)
DON MAURICIO REGLA Y SALA-
ZAR Girera.
URRUTIA Santiago.
FOSO , Mesejo.
DON JO VITO CARSÍ.
EDUARDO Niño Quintín.
PARRA Sr. Viñals.
BERMÚDEZ Urqüijo.
^ /^tSPS^ --«í
ACTO PRIMERO
Negociado de don Mauricio Kegla y Salazar, en una oficina del Es-
tado, en Madrid. Mampara al foro. Ventana glande á la derecha
del actor. Puertecilla de escape á la izquierda, empapelada como
las paredes. Estera de cordelillo. A la derecha, en primer térmi-
no, mesa y sillón de don Mauricio. A la izquierda, frente á ella,
mesa j' sillón de don Abel Secano, oficial primero. En el foro, á
la derecha de la puerta, un par de mesas de dos pupitres fronte-
ros cada una. La del rincón está colocada, como las de don Mauri-
cio y don Abel, de suerte que al sentarse ante ella los empleados
el público los vea de perfil. La otra en sentido contrario: un em-
pleado dará la espalda al público y otro estará de frente á él.
Hacia el centro de la habitación otra mesa análoga á la primera
y colocada en igual forma. En las paredes, perchas correspon-
dientes á las mesas y alguna anaquelería con legajos. Sobre todas
las mesas, aparte el servicio de escribir, abundancia de papeles y
libros. Sillas de gutapercha. Cerca de la ventana una estufa. Escu-
pideras y cestos de papeles junto á las mesas. Pendiente del techo,
sobre cada una de ellas, una bombilla de luz eléctrica con panta-
lla verde. Timbres. Almanaque.— -La vejez y mal estado de los
muebles, el polvo de libros y legajos, el borroso color del papel
de las paredes, y aun los remiendos de la estera, patentizan que
por la covachuela que hoy rige don Mauricio, han pasado algunas
generaciones.— Es por la mañana.
ESCENA PRIMERA
DON ABEL; luego LUCAS; después CABRA
(La oficina está sola. Ábrese la mampara y sale don Abel. Don
Abel, protagonista de esta comedia, es un pobre diablo. Frisa
— 10 —
con los cincuenta; tiene poco pelo, y éste gris, bigotillo y moscn.
Los ojos, mortecinos y tristes. Alguna vez, no obstante, fulgura en
ellos siniestra llamarada. Lleva gafas de acero. Sus ropas son liu-
mildes, defendidas con maña y bencina de las inclemencias del uso.
Al llegar tiende la vista por la estancia, desde la misma puerta, cer-
ciorándose de que aún no hay allí ningún empleado.)
D. Abel Nadie. Parece que es un crimen, y no es un
Crinien. (corre á su mesa, y sin quitarse sombrero ni
capa, se sienta, saca de uno de los cajones un cuader-
no, y rápidamente, lleno de turbación y ansiedad, bus-
ca una entre sus páginas manuscritas.) Aquí está.
(Después de leer para sí.) ¡All! ¡Ya (IcCÍa yo! El
ritmo de la frase era oirn. (Leyendo.) «¿Por
qué"? (iPor qué no me contestas ahora? ¿Por
qué?» ¡Claro! Se repite dos veces el por qué.
¡Qué tontería! Y no he podido pegar los
ojos en toda la noche, (sigue hojeando el cua-
derno.) ¡Qué bien rae ha salido esta esce-
na!... ¡Qué linda es esta frase!... «No quiero
más esclavitud que la de mi cerebro: no
quiero más cadenas que las de mi concien-
cia.» Aquí hay un aplauso, ó sé yo muy
poco de estas cosas. (Mirando con recelo á la
puerta.) ¿Eh?... Temí... (volviendo á la obra.)
¿Pues y ésto? Esto parece de Echega'-ay.
«No pidamos á la carne humana en la tie-
rra, resistencia de roca en la playa.» ¡Bravo!
He me saltan las lágrimas. (Guardando el cua-
derno.) Al cajón otra vez, drama mío, no me
sor[)renda alguien... Ahora cauí-^aría mofa,
lo que luego ha de causar admiración y en-
vidia. (Mientras cuelga la capa y el sombrero. j \\
dicen los críticos que el monó'ogo es fals-o!...
¡que no es real!... ¿Pues no vengo yo hablan-
do solo desde mi casa? Por supuesto, ¿quién
había de sospechar en el mundo que Abel
Secano, el huaiilde oficial primero de esta
mísera covachuela, iba á sentir bajo su crá-
neo la llama de la inspiración; iba á escri-
bir un drama como ese?. . (sale Lucas, ordenan-
za de la oficina, por la puertccilla de escape.)
¿Quién?
Luc. Señor Secano, buenos días.
— 11
1). Abel
Luc.
D. Abel
Cabra
Luc.
Cabra
(Este Lucas procede de la Guardia civiL Usa grandes
bigotes, y conserva en su empaque y modos el sello y
los üábitoa de su primera profesión. Eu la mano trae
UD jarro lleno de agua, que vierte en una cacerola que
hay sobre la estufa.)
Buenos días, Lucas. (Abstraído: entre dientes.)
«No pidamos á la carne humana eu la tierra,
resistencia de roca en la playa.»
¿Manda usted algo?
JNada, Lucas.
(Lucas va á irse por el foro, á tiempo que llega Cabra,
á quien deja pasar.)
Hola, Lucas.
Felices, señor Cabra, (vase.)
Buenos días, don Abel, A usted no hay
quit n le coja la delantera.
(e1 ciudadano Cabra, víctima resignada de la admi-
nistración, y miope de añadidura, viene de capa casta-
ña y hongo café, y usa gafas de gruesos cristales. Fn
la oficina usa manguitos. Las rodilleras de sus panta-
lones manifiestan que de los sesenta años que tiene ha
pasado sentado cincuenta y cinco. Ocupa el primer pu-
pitre de la derecha. Trae en la mano un rollo de pa-
peles.)
ESCENA II
DON ABEL y CABRA; después DON MAURICIO
Cabra
D. Abel,
Cabra
D. Abel
Cabra
¿Cómo sigue el chico?
Mejor está. Cabra; muchas gracias. ¿Qué
papeles son etos?
El trabajo extraordinario que le dio el jefe
á Urrutia. Al fin y al cabo tuve yo que car-
gar con él. Hasta las tres de la mañana no
he podido acostarme. (Arranca la hoja del alma-
naque.)
Le digo á usted que se está poniendo esta ca-
sita... (Saca uú periódico y lee de pie junto á la es-
tufa, sin dejar de atender á Cabra.)
Y menos mal ustedes^ los que suben. Ya ve
usted yo: ayer hizo cuarenta años que tomé
posesión de este mismo pupitre.
— 1-2 —
D. Abel ¿Con cuánto?
Cabra Con seis mil reales. Y hoy tengo cuatro
dqíI.
D, Abel ¡Sí que es una carrera loca!
Cabra (suspirando.) Aquí rae he dejado la vista, el
pulso, el pelo, el eetómfigo... No es (|ue yo
me queje... Aquí he cogi<io el reuma que
me va á llevar al cementerio; aquí he cogi-
do las jaquecas (jue padezco alternando con
el reuma... No es que yo me queje... Aqui
conocí á mi mujer, que en paz descanse.
Era hija del entonces portero mayor, que
MU paz descanse. Se empeñó en casarnos el
jefe de esta sección en aquella ¿poca, don
Inocencio Colmenar, que enpaz descanse. La
pohrecita me dejó doce hijos, (\\ie me viven
todos... No es que yo me queje .. A otros les
va mucho peor... pero de cuándo en cuándo
un desahoguillo... Iré haciendo el parte.
(Se levanta, coge de la mesa de don Mauricio una hoja
de asistencia, y escribe en ella los nombres de los em-
pleados del neéociado, los cuales, á medida que lle-
gan, la vau firmando.)
D. Abel Mire i:sted, Cahra; yo también rae veo ro-
deado de rancha gente. Kl mayor de mis chi-
cos ya es un pollo: usted lo conoce. Es listo,
es bceno; vale. Será un hombrecito. Me tie-
ne muy contento. Pues bien: si algún día se
le ocurriera decirme: «Papá, yo quiero ser-
vir al Estado», lo disecaba. No le digo á us-
ted más. Lo disecaba.
Cabra Y haría usted muy bien. ¡Ojalá mi padre
me hubiera disecado á mí! Daría gusto de
verme ahora.
D. Abel En cuanto á un servidor de usted... Pero,
bueno; esto es otra cos;^... Tiempo al tiem-
po... No quiero hablar, (saludando a don Mauri-
cio que llega por el foro.) Dios te guarde, Mau-
ricio.
Cabra Don Mauricio, muy buenos días.
D. Maur. Hola, señores. ¿Qué hay?
(Dou Mauricio Regla y Salazar, jefe del negociado, es
hombre recto, inflexible, aunque cortés y cariñoso con
sus subordinados. Para él la administración es un
— 13 —
culto y él un sacerdote. Su fisonomía es vigorosa, ex
presiva, muy española. Tiene cuarenta y tantos años.
Viste de chaqué.)
D. Abkl ¡Ps'-hé!
¡Hoy como ayer, maTiana como hoy,
y siempre igual!
¡Un cielo gris, un horizonte eterno,
y andar... andar!
D. Mauh. Chico, cliico, qué por las nube» me recibes.
¿Es que te has dado á la poesía"?
D. Abel Tal vez De poeta, músico y loco...
D. Maur. ^.Y tu pequeño?
D. Abel Parece que ha amanecido mejor. La noche
ha sido buena. Luego vendrá la muchacha
á decirme el parecer del médico.
D. MaUK. Oye una cosa. (Oon Abel se le acerca.'/ Miía el
boi radorcillo que he hecho para contestar á
la Dirección. (Le da unas cuartillas.) A ver qué
te parece.
(Don Abel lee para sí. Don Mauricio en tanto lo con
templa con el resplandor del esperado triunfo en la
fisonomía. Llega Manolo.)
ESCENA ni
DICHOS y MANOLO; luego BARBUDO; después ÜRRUTIA
Ma-^-. Buenos días, señores.
D. Maur. Hola, Manolo.
Cabra Buenos días.
MajN. y fresco^. (Deja gabán y sombrero en la percha co-
rrespondiente, y antes de sentarse en su sitio, que es
nno de los pupitres del centro de la escena, se acerca
á la estufa para calentarse. Es un muchacho simpáti-
co y listo. El gabán que lleva es de entretiempo y el
traje de verano. Como se ve, tampoco nada en la abun-
dancia. Para trabajar en la oficina se quita los puños
y trueca la americana de la calle por otra remendada
y llena de tinta que guarda en su pupitre.)
Cabra Ahí tienes el parte.
Man. Ahora voy.
D. Maur. (a don Abel, así que acaba la lectura.) ¿Qué tal?
D. Abel De lo más bonito que has hecho, Mauricio.
_ 14 —
D.Maur. ¿Eh?
D. Abel l^ero fuerte.
D.Maur. Eso quiero: darle en la tetilla. Y ya habrás
visto que le tapo todos los callejones. Que
me sale por peteneras: ley de 15 de Abril
del 94; que esto, que lo otro, que lo de más
allá: real orden de 26 de Agosto del í)5; qud
tal y cual y qué se yo: real decreto de 14 de
Mayo del 96; que si fué, que si vino: ins-
trucción de 12 de Setiembre del 97; que
patatiü, que patatán: circular de 29 de Oc-
tubre próximo pasado. Y no hay más. Tie-
ne que meterse en el burladero.
D. Abfl Si, sí: no hay escape, (se va á su sitio )
D Mauk. Mfmolo.
Man. Mande usted.
D Maur. Ponga usted la minuta de esto.
Man. Sí, señor.
D. Maur. Y que luego Cabra lo saque en limpio.
Cabra Está bien.
(Llega Barbudo, viejo gruñón de malísimas pulgas.
Disfruta un haber de seis mil reales, y toca la trompa
en un teatro. Tiene más cejas que bigote. Viene de
capa.)
Bar, ¡Qué atmósfera!; |Se masca el carbón! ¡No sé
cómo pueden ustedes resistirla! ¡Aquí nos
vamos á morir todos! Buenos días, señores.
Cabra Buenos días.
D.Maur. ¿Quieren ustedes que abramos la venta-.ia
un momento?
Bar. ¡Sí, hombre, si!
Man. ¡No, hombre, no! Estos del norte no tienen
nunca frío.
Bar. ¡Lo que no quieren es respirar veneno!
Man. ¡Ojalá se muera usted mañana! ¡Así puede
que ascienda yo!
Bar. Sí, sí; no lo verán tus ojos. Tienes oficial
quinto para rato, (Después de colgar la capa y el
sombrero, siéntase ante el pupitre de frente á Cabra.)
D. Maur, (Mirando el reloj.) La media ya y faltan cuatro
todavía. El mejor día llevo el parte así. y
vamos á tener un disgusto, ¿Se sabe de Ji-
ménez?
D. Abel Continúa malo. Yo estuve ayer á verlo.
— 16 —
D. Mauk
Bar.
Cabba
Bar.
Urrut.
D. Maur,
Urrut.
1). Maur
Urrut
D Maur
Urrut.
D. Maur.
Urrut.
D. Mauk
Urrut.
D. Maur.
Urrut.
D. Maur
Urrut.
D Abei.
Man.
D. Abel
Pues Toledito y Uirutia me van á oir. Y eso
que pierde uno la fuerza moral: luego se
presenta á las doce ese niño gótico de -Jor-
gito, que abusa porque tiene el tío alcalde,
¿y quién les dice nada á los otros?
Aquí hay dos razas: los que toman el sol y
los que tornan quina en rama. Y ande el
movimiento, (a cabra.) Ya me ha dado us-
ted dos veces con el pie en la espinilla. '\
Ha sido sin querer
Es que sin querer también me duele.
(Llega Urrutia todo jadeante. Es el hazmerreír del ne-
gociado. Viste malamente: usa un hongo muy alto y
un gabán color de hoja seca, entallado y con raja
hasta la cintura. Es ligeramente tartamudo.)
Fe... fe... felices.
¡Vamos, hombre! ¡Firme usted el parte en
seguida!
Us... usted perdone, don Mauricio. ¿So...
soy el último?
Firme usted el parte y no se meta en más.
Us... usted perdone.
No hay de qué. ¿Me quiere usted decir que
ha estado usted haciendo?
Re... re. . retratándome.
¿Cómo?
De... de cuerpo entero. Pien... pienso hacer-
me unas postalitas.
Siempre había usted de apearse por las ore-
jas. Oiga usted. Ayer, en este oficio, me
puso UHted fecha de Octubre.
¿Y qué?
Que estamos en Noviembre,
^ues... pues tiene usted razón. Me... me ha-
bré equivocado.
¿Qué duda cabe?
Lo... lo rasparé, y si no queda bien haré
otro. Con... con permiso. Don... don Abel,
^;cómo sigue el enfermo?
Un poco mejor; muchas, gracias.
Es verdad; que yo no le he preguntado.
¿Sigue mejor, eh?
Así parece.
(Deja Urrutia sombrero y. abrigo en la percha corres-
— 16 —
pondiente, y se acomoda ante su pupitre, de frente al
público. También se cambia de americana, y
ESCENA IV
Pres.
D Mauk
Pres.
D. Maur,
Pres.
Bar.
Pres.
D. Maur
Man.
Pres.
Urrut
Pres.
Man .
Urrut.
Bar.
D. Abel
Cabra
D. Abel
DICHOS y un PRESTAMISTA
(saliendo violentamente por el foro con el sombrero
puesto, unn estaca de la que Dios nos Ubre, y unas in-
tenciones peores que la estaciv.) BuGllOS diaS.
Buenos dias.
¿El señor Toledo?
No está.
¿No está?
¡Pero cúbrase usted!
¿Cómo? (se quita el sombrero.) Ustedes dispen-
sen. ¿De modo que el señor Toledo no está?
No, señor, no está. Creo que salta á la vista.
Espere usted un poco. (Levanta la tapa de su
pupitre y mira hacia dentro en son de burla.) No; nO
está.
¿Eso ha sido un chiste? Pues el señor Tole-
do me anda bufcando, y me anda buscando
el señor Toledo, y no digo más sino que va
á encontrarme el señor Toledo.
Us... usted á él ya es más difícil.
¿Si, verdad? Buenos día^. (Vase como entró.)
¡Ladronazo!
¡Ju... judíol
¡Chupa sangre!
Pero ¿quién es ese?
Un prestamista.
¡Ah! El amigo Toledo trae siempre unaá
combinaciones y unos enjuagues...
TOL.
ESCENA V
DICHOS menos el PRESTAMISTA. TOLEDO
(Asomando el rostro apicarado por la puertecilla de es-
cape, y dando los buenos días en voz baja.) SeñOreS,
buenos días.
— i: —
D. Maur. ¡Toledo!
ToL. iáchsss... Por Dios, don Mauricio, no me riña
usted.
D. Mauk . Firme el parte al momento, que voy á lle-
vármelo.
lOL. (obedeciendo sin quitarse la capa y con el sombrero en
la mano todavía.) Sí, señor. Usted Comprende-
rá que hay peligros superiores al rayo.
D. Maur. Ya, ya estoy. A trabajar ahora, (vase por ei
foro con la hoja de asistencia.)
ESCENA VI
DICHOS, menos DON JlAUPaCIO; después LUCAS
(Toledo es joven, madrileño de raza. Se peina entre chulo y señoiito.
Usa cuello bajo, corbata encarnada y bota con caña de color. Su si-
tio en el negociado es el de frente á Manolo, Deja capa y sombrero
y abre su pupitre mientras le interrogan los demás sobre el pasado
lance )
Man. Oye, tú, ¿qué belén es este?
ToL. [Poca cosa! Que le huyo el cuerpo á ese ma-
tatías, porque lo he clavado en cincuenta
duros.
(Reetocijo general.)
Man. ¿Si?
Cabra ¿Si?
Bar. ^^A. ese?
Urrut. ¡ \Je... me alegro!
D. Abel Pues es usted el príncipe de los ingenios,
amigo mío, ¿Cómo ha sido la cosa? A ver, á
ver...
ToL. Ese es mi secreto. El hecho es que no ve
una peseta de los cincuenta duros.
Bar. De las pocas veces que ha tenido usted
gracia.
Urrut. In... infeliz de mi: le tomé veinte á uno de
la calle del Salitre, y ya le llevo entregados
más de ochenta.
D.Abel ¡Qué atrocidad!
Urrut. ¿Ño... no ve usted que hasta que no le dé la
2
— 18 —
cantidad íntegra me está cobrando inte-
reses?
ToL. Tú tienes la culpa. Por bruto,
Urrut, Si ,. si.„ si fué cuando la enfermedad de mi
madre. No.,, no digo eso: fi... fi.,. firmo yo
la horca.
D. Abel Tolfdo, ¿me da usted El ImparciaU
ToL. Sí, sefior,
D. Abel Tenga usted FÁ Liberal.
Urrut. ¿Quie... quiere usted El Pais?
1). Abel Luego.
(Cada uno está sentado en su sitio, Don Abel y Toledo
leen los periódicos; Urrutia raspa y enmienda su equi
vocación, en que vuelve á incurrir; Manolo compone
un reloj, y Cabra y Barbudo trabajan. Todos, siu em-
bargo, intervienen en la conversación, Toledo, antes de
sentarse, toca dos veces el timbre, que se oye lejos,)
ToL. Beberemos agua, ¡que diablo! Para que pase
el susto.
Urrut. ¡Mal... maldita sea mi suerte!
Man. ¿Qué le sucede á usted?
Urrut. ¡Que... que he raspado Octubre y be vuelto
á poner Octubre! ¿Es pata la mía? Se va á
quedar esto como una lela de cebolla,
ToL. ¿Tu raspador no tiene sueldo?
Urrut. ¡No... no tiene sueldo!
ToL. ¡Pues es quien más trabaja en el negociado!
(Risas.)
D. Abel Amigo Barbudo: ayer á su novillerito de us-
ted le echaron un bicho al corral.
Bar. También se los echaban á Lagartijo, amigo
Secano.
Man. ¡Ande usted con esa, don Abel!
Urrut. Es... es que en Madrid no se sabe ver toro-*.
¿ Ver d ad , Bar b u d o?
Bar. Ño señor; no se sabe.
ToL. Para ver toros hay que ir á su pueblo de us-
ted. ¡Creo que los lidijiíi en la sala de sesio-
nes del Ayuntamiento!
Cabra ¡.Ja, ja, jíi!
Urrut. ¡Hom... hombre: crisis!
(Gran alarma.)
Bar. ¿Crisis?
Cabra ¿Crisi^?
-. 19 —
Man. ¿Cómo crisis?
XTrrut. En... en Portugal.
Cabra ¡Ah, vamos!
Man . ¡Nos ha asustado u?ted!
Luc. (Por el foro, con dos vasos de agua en una bandeja.)
Agua, señores.
ToL. Déme usted, Lucas.
D. Abel Déme usted á mí también. (Beben ambof.)
Luc. ¿Quiere algún señor más?
D. Abel Gracias.
Luc. Servir á ustedes, (vase.)
ESCENA VII
DICHOS menos LUCAS
Man. Cómo se conoce que este Lucas ha sido do
la Guardia civil. Siempre está cuadrado.
Bar. Ya lo malearán los otros bigardone?.
ToL. (Levantándose. i ¡ \h, señor Barbudo, abora quo
me acuerdo! Ya. decía yo que había entn-
nosotros una cuentecita pendiente. .Anoche,
- en ca^a de Moran, estuve cenando con va-
rias amigas y dos ó tres ilustres concurdá-
neos; uno de ellos, este chico que escribe de
teatro?... este... Calpena.
D. Abel ¿tós usted amigo de Calpena?
ToL. Unas miaja-. Coincidimos en gustos: Bláz-
quez ó N. P. U. Bueno, pues se me ocurrió
preguntarle sobre la discusión que ayer tu-
vimo-, señor de Barbudo, y me aseguró que
se purde decir ó muy gordo ó gordísimo;
pero que muy gordísimo, como usted sos-
tenía...
Bar. ¡y sostengo!
ToL. Es un disparate de á folio, impropio de toila
persona que ande en dos pies, aunque usted
lo haya oído en el Congreso.
D. Abel ¡Claro! Escuche usted: un ministro, que ya
es académico de la lengua, dice á por y dice
riyéiidose. Me consta.
ToL. Lo crer\
— 20 —•
Cabra Pnes un gobernador de provincin, protector
mió, que en \)i\z descunse, á las cocretas las
llamaba crofiuetas.
D. Abel Y las llamaba bien.
Cabra ¿Bien? ¿Pero no son cocretas?
1). Abel No señor.
Cabra Pues es un error en que llevo cincuenta
años.
Urrut. y .. y mi portera con nsted. (Risas.)
D. ABbL Bueno, señores, vamos á trabajar, que luego
don Mauricio me dice á mí que si no puede
dejarme solo, que si yo alboroto el cotarro,
etcétera, etcétera.
ToL. Vamos á trabajar.
íjar. ¡Ya era bora!
(Todos obedecen la indicación de don Alie), a excep-
ción de Urrutia, el cual levanta y sujeta la tapa de su
pupitre con un cuadradillo, y oculto tras ella uadie
puede ver lo que hace. Hay un breve silencio, a poco,
hacia la derecha, principia á oírse un número popular
de zarzuela tocado al violfn por un músico callejero.)
UkRUT. (Detrás de su tapadera.) A... ahí viene el ciegO.
Man. Pobre Lombre: á las dos de la noche está to-
davía rascando el vioiín por esas callet;.
ToL. Anoche lo vi yo á última hora toteando los
couplets de las enaguas.
i). Abel ¡Oh! ¡No puedo ya con las enaguan! ¿Va
gente á ver eso, Barbudo?
Bar. Kican, pican.
í). Abel Y^o lo sentiría por usted, que toca la tronapa
en la orque&ta y se gana un sueldo honra-
damente; pero me alegrarla de que cerraran
ese tealrucho.
Bar. ¡Hombre!
i). Abel A mí déme usted arte: á mí no m'? dé usted
pantorrillas.
ToL. Opino todo lo contrario.
(e1 ciego ha ido aproximándose; luego pasa cerca de la
ventana, y al fin se aleja. En cuanto lo que toca llega á
ser bien perceptible, primero uno de los empleados, en
seguida dos, después todos ellos, tararean o silban á.
compás. Toledo, en algunos momentos, hace de direc-
tor de orquesta, usando por batuta un cuadradillo. Kn
el instante eu que es más vivo el entusiasmo, presenta-
— 21 —
se don Jesús por el foro. D. Jesús es un viejeeito jubi-
lado, reeortadico y pulcro. Lo reciben cou nmcho
afecto.)
ESCENA VIH
DICHOS y DO:í JESÚS; después LUCAS
D. Je-. ¡Buenos días, señores! ¡Este es el negociado
de la a egría! ¡Jel
D. Abel ¡Don Jesú-! ¡Dios le guarde!
Cabra ¡Querido Jesús!
Urkut. ¡Ho ., hola, don Jesús!
Man. ¿Qué tal, don Jesús?
D. Jeí. ¿Estábamos de concierto, eh? ¡Cómo se co-
noce que anda ])or ahí Mauricio!
ToL. ¡Hay que alegrar la v^ida, don Jesús!
D. Abel ¡No.s tenia usted olvidados!
D Jes. La lluvia, hijo, la lluvia. Ya sabéis que cuan-
do hace sol, vengo á la oficina como si estu-
viera en activo. No puedo remediarlo: me veo
en la calle y se me vienen los pies para acá.
D. Abel Por aquello de que
siempre, aunque sea una cárcel^
hay un ricón olvidado...
¿No es cierto, don Jesús?
D. Jes. Muy cierto, muy cierto... (Acercándose á don
Abel.) ¿Qué hay, amigo Secano?
D. Abel Lo de siempre: dejándonos aquí la vida,
día por día. Estoy más harto de estas cua-
tro paredes...
D. Je''. Hombre, pues tú no te puedes quejar: llevas
una carrera muy bonita...
D. Abel ¡Ay, don Jesús! El mundo es muy grande,
muy vario... Hay en él muchas veredas por
surcar.
D. Jes. CIjíco, no te entiendo.
Luc (Por el foro.) Señor Toledo; aquí le buscan.
i OL. (Levantándose y escondiéndose á prisa tras su capa )
¡No estoy! ¡Diga usted que no estoy!
(^Manolo y Urrutia contribuyen en seguida al engaño,
suponiendo que es el prestamista otra vez.)
Man. (Alzando la voz.) ¡El señor Toledo no ha veni-
do! ;No está en Madrid!
— 22 —
Urrut. ¡líp... está en Marruecos!
I ). Abel ¿Quién pregunta por él?
liUC. No conozco... Es una señora muy guapa, de
mantón.
TOL. (saliendo á escape del escondite.) ¡Pero, hombre,
haberlo dichol ¡Si es una })einadora que me
proteje! (Vase por el foro corriendo. Todos .so ríen
del lance.)
IjUC. Señor, yo no sabía... (se va también.)
1). Jes. Es mucho peine ette Toledito... Oye, A he),
¿y tu gente?
I). Abel A Ricardín lo tengo algo malucho. Los de-
más están bueno?.
1). Jes. Irenita se ha puesto monísima. El otro día
me la encontré. Iba con tu cuñada. Es un
pimpollo la criatura.
1). Abel Dios me dé fuerzas para verlos en camino á
todos. Y son siete, querido don Jesús.
1). Jes. Ya, ya sé que son siete. Pero tú veías cómo
los sacas adelante. (Acercándose á Urrutia, el cual
se levanta ) ¿Qué hay, l)ollo?
Urrut. Us... usted dirá, don Jesús.
1). Jes. Siéntate, hombre. ¿¡Y tii madre?
Urrut. Tan... tan buena: fastidiada con su reuma.
1). Jes. ¿y tu padre?
Urrut. Tan... tan bueno: fastidiado con su hígado.
D. Jes. Hace un siglo que no los veo.
Man. Don Jesús: ¿se le volvió á parar á usted el
reloj?
D. Jes. (Acercándosele.) No, bijo mío: dcsde que tú me
lo compusÍ!-te...
.Man. Diga usted; ¿es cieito que va usted á insta-
lar en su caí-a la luz eléctrica?
D. Jes. Hombre, no sé: eso quiere Gertrudis. Ya
veremos.
Man. Pues no se comprometa usted con nadie.
D. Jes. ¿También electricista?
Man. También. Hay que agarraise á todo: tengo
ya dos chicos. Quedará usted satisfecho, don
Jesús. Es más: le ens-eñaré á u.'-ted una traiu
pa para que no corra mucho el contador.
]-). Jes, ¡Je! Lo cjue tú no discurras... ¿Y^ ahora qué
te haces, Manolillo?
Man. Pues aparte esas menudencias que suelen
~ 23 —
salirme, cuando acabo aquí en la oficina me
voy á casa de Rodríguez Hincón, donde llevo
el correo; allí estoy hasta las seis ó las filete,
según fl número de carta?; luego al Real, —
ya sabe usted que soy acomodador de las
plateas...
D. Jes. Sí; eso es de mis tiempos. ¿Y á casita des-
pués?
Man. ¿a casita? ;A la buñolería!
D. Jes. ¿A qué buñolería?
Man. a una que he abierto á medias con un fran-
cés en la calle Mesón de Paredes.
D. Jes. Ya.
Man. Mi socio ha puesto el dinero y yola inteli-
gencia. Y hay que estar encima. Porque na
es posible fiarse de nadie. 'Ni siquiera del
socio,
D. Jes. Chico, chico...
Man. Al amanecer me retiro á casa, y trabajo un
poco en marquetería, compongo relojes, ilu-
mino algún retratillo... Lo que cae,
D. Jes. Pero, muchacho, ^;y cuándo duermes?
Man. i .-os domingos.
i). Jes. ¡Je! (volviéndose á don Abel un momento. j Escú-
chame, Abel, ¿contestaron de la Adminis-
tración de Huelva ó hubo necesidad de con-
minarles con multa?
r>. Abel No, no; contestaron.
D. Jes. ¿En la fornju que yo indicaba?
D. Abel íSí, señor.
D. Jes. ¡Claro! ¡Si aquello era de sentido comúnl
(Acercándose á la otra mesa.) ¿Qué hay, Señor
Barbudo?
Bar. ¿Qué ha de haber? ¡Rabiando!
O. Jes. ¿y la señora?
IÍAR. ¡Calcule usted: rabiando!
D. Jes. ¡Vaya por Dios! Tú, amigo Cabra, siempre
dando ejemplo de laboriosidad.
Cabra Psché... ¡qué remedio!
D. Jes. Ya supe que .se murió tu cuñada Pepa.
Cabra La pobrecita descansó. Lo que no sabes es
que toda la familia está conmigo.
D. .Jes. ¿Sí, eh?
Cabra Una de esas gangas que á mí me caen... No
— 24 —
es que yo me queje, pero hazte cargo: aña-
de cuatro bocas más á las doce que ya lenía,
y dime si con cuatro mil reales es posible
vivir. ¡Catorce nos sentamos á la mesa!
1). Jes. ¿Catorce?
Cabra ¡Catorce! Nos levantamos en seguida ¿eh?
pero nos sentamos catorce.
D. Jes. ^,Tu hijo mayor te ayuda?
Cabra Me entrega lo que gana el poWreeillo: una
miseria que le dan en ferrocarriles. El se-
gundo quiere ser actor: me trae frito.
1), Jes. ¿y Leopoldhi?
Cabra A ese lo tengo en una imprenta, y á Salva-
dor en un comercio. Me los exprimen como
limones y les dan dos reales los sál)ados,
pero siquiera aprenden á trabajar.
D. Jes. ¿Y Asunción?
Cabra Asunción se casa en Febrero.
D. Jes. Que sea enhorabuena. ¿Con quién?
Cabra Con un sacrií-tán. Lo primero (jue ha salido;
no íbamos á escoger... Parece buen mucha-
cho; la quiere...
D. Jes Bueno, hombre, bueno... Está bien, está
bien... Voy á saludar á los de aíjui junto.
Man. Vaya usted con Dios, don Je:?ús.
TüL. (Llegando.) Dou Je.'^ús, Vaya usted con Di(>e.
Siempre ha habido pobres y ricos.
1). Jfcs. Adiós, buena pieza... Si como eres listo qui-
sieras trabajar...
ToL. Es qne si quisiera trabajar ya no eeríi listo.
D. Jes. ¡Je! Quedaos con Dio?. Ha^^ta otro diíta.
D. Abei. Adiós, don Jesús.
Urrut Va... vaya usted con Dios.
ToL. Déjese usied ver de cuándo en cuándo.
Man. No me eche usted en olvido, don Je.sús.
D. jE<r'. Quedaos con Dios, que láos con Dios .. (se
va por la puertecilla de escape,)
26 ~
ESCENA IX
DON ABEL, URRUTIA, MANOLO, TOLEDO, BARliUDO y DON
MAURICIO
TOL.
Man.
D. Maur.
D. Abel
D. Maur.
Urrüt.
D. Mau,í.
Urrut.
D. Maur.
Cabra
ÜRRUT.
D. Ma.uk.
Toi.
ÜRRUT .
D. Abel
Piie.g señor, ¡vaya un día! Después de la
buena vista de mi peinadora, se me ocurre
entrar en el negociado de Bermúdez, es-
taban tallando al monte y he ganado cua-
renta céntimos.
Eres el niño de la suerte.
(Por el foro, con unos papeles en la mano ) Floy Vie-
ne el jefe con los pantaloncitos de montar.
(Á don Abel.) Chico, á iMarchcna lo ha puesto
verde.
¿Sí, eh? Pues quiera Dios que no me llame
á mí, porque traigo los nervios de punta.
Urrutia, ¿qué hace usted?
(A.somaudo la cabeza por encima de la tapa del pupi-
tre.) Pi... pi... pitillos.
No es ocasión de hacer pitillos. ¿Enmendó
usted aquel oficio?
Sí señor; tome usted.
(indignndo al ver lo lamentable de la raspalura.)
[Hombre, por Dio.s! ¿Usted cree que esto se
le puede presentar al jefe? ¡Ni que raspase
usted con un cuchillo de cocina! Cabra, co-
pie usted e.'ito en limpio.
En seguida.
Pue... puedo copiarlo 3^0, jdon Mauricio.
No hace falta: usted sume estas cantidades
y ponga en un papel aparte el total que
arrojen. Manolo, déme usted mis cuartillas,
que el jefe las quiere leer. Probablemente
no servirá una letra; pero quien manda
manda. ¡Ah! y todos en su sitio, que me
temo que le dé hoy la ventolera de visitar
los negociados. (Se va de estampía por el foro.)
¡Cómo me molestan las lumbreras de la ad-
ministración!
Y... y á este cura.
A mí me molestan la administración y las
lumbrera='.
- 26 ~
ESCENA X
DICHOS, menos DON MAURICIO: uu MOZO de café
Barb.
Man.
TOL.
D. Abei.
Urrut.
T )L.
Cabra
Urrut.
Man.
Mozo
ToL.
^Ian.
Mozj
Urrut.
Mozo
I). Abel
Milagro será que no nos haga venir esta
noche.
Si; porque empieza á torcer.se el día.
Lo que será inilagro es que no.s escapemos
sin ai^uello de... (imitando á don Mauricio, pasea
y dicta en tono campanudo.) M'inolo: Coja USted
cuartillas y escriba, (los demás .se ríen.) Bases...
para la organización y retornia de la Ha-
cienda pública, coma... del Ejército, coma...
(Aumóntanse las risas.)
íSeñores, señores, (jue no está ni medio regu-
lar burlarse así de nuestro jefe... á espaldas
suyas.
¿Y... y cómo vamos á burlarnos cuando esté
delante, don Abel?
¡Claro!
¿Viene usted papel de memibrete, ürrutia?
Ten... tengo un pliego; pero está manchado
de queso.
Yo tengo limpio. Torne usted.
(Sale con un servicio el Mozo de café por la puerteci-
11a de escape, y lo deja sobre la mesa de Manolo.)
Buenos días.
Hola, Sebastián.
¿A quién le toca hoy?
Al señor Urrutia.
Pues apún... púntalo.
Está bien. Hasta luego, (se va por ei foro.)
(suena el timbre correspondiente á la mesa de don
Abel )
¡Hombre! ¡qné gracia! ¿Qué tripa se le ha-
brá roto á ese don Finchado que tenga yo
que componer? (Se levanta de mala gana). Va-
mos á ver á su excelencia. ¡Como si nos-
otros tuviéran.os la culpa de que el se haya
casado con una señora que lo trae de cabe-
za! (Vase por el foro.)
ESCENA XI
TOLEDO, URRUTIA, MANOLO, BARBUDO y C-íBRA; luego LUCAS
Man. Caballerop, ¿ustedes han visto cómo está
cambiando este don Abel?
Barb. De eso justarpeute iba á hablar yo. Hace
una temporada que es otro hombre. ¿Qué
diablos le pasa?
Urrut. a... anoche, serian las doce y media, lo vi yo
por la calle del Colmillo discutiendo solo.
ToL. i'ues el domingo por la tarde — miento, el lu-
nes,— estaba en un cafetín de la calle Toledo
con tres ó cuatro tipos que si no eran cómi-
cos le andaban muy cerca.
Man. ¿Cómicos?
ToL. Así parecían. ¡Vaya usted á saber en qué
andará metido!
Luc. (por el foro.) ¿El señor Secano?
Cabra Está con el jefe.
ToL. ¿Quién lo busca?
Luc. La doncella que tiene ahora: esa que vino el
otro día.
ToL. ¡Ah! ¡lisa tan guapa!
Man. ¡Que pase!
ToL. Homi>re, sí: dígale usted que pase; que don
Abel ha de tardar un rato.
Luc. Perfectamente, (^se va.)
Cabra ¿No se incomodará, señoree?
ToL. ¿Por qué?
Man. La chica es preciosa.
ÜRRur. Y... y muy dislinguidita, ¿verdad?
ToL. Eso es lo mejor: eus pretensiones de perso-
na fina.
Man. Digo yo: ¿si todo lo qne tendrá don Abel
será que ha perdido el seso por la donce-
Uita?
ToL. No: me parece que no.
Luc. (Abriendo la mampara del foro y dejando pasará Fi-
deía.) Aquí. Pase usted.
' - 28 -
ESCENA XII
DICHOS, menos LUCAS. FIDELA
(Aparece Fidela, en actitud entre resuelta y comedida, que ella cree
de suprema distinción. Ks uua muchacha de pueblo, que por azares
de su vida se encuentra en Madrid, dedicada al servicio doméstico.
Viste con arreglo á su posición actual, pero con ciertos detalles
que quieren ser de señorío.)
FiD. Con permiso. Muy buenos días. Ay, tocios
son hoQ^bres.
¡NÍan. Buenos días.
Urrut. Bue... buenos días.
FiD. ¿Cómo están ustedes? ^ Están ustedes bue-
nos?
Man. Bien, ¿y usted?
Pío. Yo l)ien; muchas gracias. ¿Sus familias de
Ustedes están bien?
ToL. Bien; muchas gra'^ias.
Urrut. ¿Y... y la de usted?
FiD. Una servidora no tiene familia; pero m li-
dias gracias.
ToL. Siéntese usted aquí, (ofreciéndole una silla jun-
to á la estufa.)
FiD. Ahí, no; muchas gracias. Con permiso de
usted, me arreb;ita demasiado el calor.
TOL. (Trasladando la silla junto á la mesa de secano. j
Pues aquí entonces.
FiD. Ahí tendré muchísimo gusto. Muchas gra-
cias, fse sienta.)
ToL. ¿Hace frío en la calle?
FiD. Si, señor; muchas gracias.
(Pausa. Todos la miran y ella alardea de <iue no siente
turbación.)
ToL. En seguida vendrá don Abel. Le ha llama-
do el jefe á su det-pacho.
FiD. Una servidora no tiene prisa mayormente.
¡Ay, mayormente!... Esto no lo dicen más
que las personas de cierta clase. Todo se
pega menos lo bonito.
(Manolo ha repartido el café en tres vasos. Le lleva
— 29 —
uno á ürrutia, él bebe de otro, y el otro lo deja un el
pupitre de Toledo.)
ToL. Puede usted expresarse con libertad. Aquí
no nos asustamos de nada.
Man. y que, dign usted lo que diga, sus modales
y sus palabras dicen bien claro que no es
usted lo que parece.
KiD. Ay, no, señor; no eoy lo que parezco.
Urrut Ya... ya se ve que es usted una persona muy
distinguida
FiD. Muy distinguida, sí, señor. ¿Para qué voy
yo á negar lo que salta á la vista? (suspiran-
do.) [Ay!... Los azares del mundo me han
hecho descender unos cuantos peldaños en
la sociedad... Por eso digo que no tengo fa-
milia, pero la tengo... y muy honrada... Si
yo les declarase á ustedes el nombre de mi
seiior padre, tal vez se asustarían.
Urrut. ¿Ra... Ravachol?
Fio. Dispénseme usted que lo oculte.
ToL ¡^'í, señora! (Pues no fallaba más! (Bajo a Ka.
uoio, al ir por su vaso) (¡Es una doncella de
abrigo!) ¿Quiere usted un sorbo de café?
FiD. Ay, muchas gracias.
ToL ¿De veras?
FiD. Muchas gracias.
Urrut. ¿La... la irrita á usted?
ToL. ¿Es que no le gusta?
FiD Sí, señor; sí que me gusta. He tomado mu-
cho café en este mundo. Pero de otro modo.
Urrut. ¿En... en grano?
ToL. ¿Quieres callarte, estúpido?
FiD. Ese C'íballero se burla. No hay como bajar
unos peldaños en la sociedad para ser la di-
versión de la gente.
Urrut. No... no me burlo. Ha sido una broma, se-
ñorita.
FiD. Señorita, bien dicho está: señorita. Emplea-
da hoy día por mi desgracia en bajos me-
nesteres, pero muy señorita. ¡Ay, si mi fa-
milia ganara un pleito que tiene en Portu-
gal sobre unos títulos de nobleza! No lo ga-
nará, porque cuando viene la mala todos
son reveses. Pero sin arremontarme tanto: si
— -¿o ~
usted supiera quien fué el padrino de boda
de iDÍ hermano el fraile... (Risas.) De mi her-
mano el fraile, no es equivocación. Casó mu}'
bien, enviudó el pol)recito, y de pena se
metió en un convento.
Urrut. Co... como don Alvaro.
ToL Hombre, don Alvaro no enviudó.
Man. ¡Ni se casó siquiera!
ÜRRUi . Pe... pero se encerró en un convento, que es
lo que yo digo.
FiD. |Ay!
Man. ¿y está usted á gusto en casa de don Abel?
FiD. Contenta estoy, porque todo? allí son muy
cariñosos conmigo; j^ero derramo lágrimas
interiore.*, porque quien ha sido y no es...
usted calcule. Con todo, bendigo á Dios que
me los puso en mi camino por una dichos i
casualidad.
Toi. ¿Luego u&ted no tenía relaciones anteriores
con ellos?
FiD. No, señor. Yo, hace ya algunos mese.-', ve-
nía en el tren sola con mis penas, huyendo
de una ciudad de cuyo nombre no quiero
acordarme, como dicen en el Don Quijote —
ya ven ustedes como tengo mi poquito de
ilustración. Y — lo que pasa en las línias-
férreas — en la segunda estación del trayeto
se suVñó en mi coche una señora. Yo no po-
día contener los solli.zos, y la señora, á puco
de oirme, se interesó por mí y me jireguntó
lo que me pasaba. Le riferí mi historia y me
tuvo mucha piedad. ¡Mi historia es muy tris-
te, señores míos, muy tristel Si sujúeran us-
tedes quien fué mi padrino de conñrmación,
comprenderían lo bajo que ha caldo esta
desgraciada. La señora aquella era la her-
mana política de don Abel — cuñada, que
se dice ordinariamente, — y como se enteró
de mis intenciones y la conmoví tanto con
mis lágrimas, rae ofreció su casa desde lue-
go y me llevó á ella, porque vio el peligro
que en un .Madrid corría una joven tan de-
centita como yo y tan bien dotaila por la
naturaleza, aunque esté mal que yo lo diga.
— 31 —
Bar. (Dando un puñetazo eu la mesa.) (¡Ya me ha
equivocado tres veces!)
FiD. En fin, señores míos, qué cosa no será mi
historia, <!uando un señor de tanto talent"
como el señor Secano, ha compuesto un
drama con ella.
(e1 empleado que menos abre un palmo de boca al es -
cuchar tal revelación.)
ToL ¿Kh?
Man . ¿Cómo?
Uruut. ¿Un... un drama?
FiD. Un drama, sí ¿Pero ustedes no lo sabían?
ToL. ¡Ya lo creo! ¡Si nos lo ha leído! (Les guiña á
los demás.) Se titula...
FiD. La paloma herida.
ToL. La paloma herida; eso es. Lo que no sabía-
mos nosotros era que usted fuese la heroína
de ese drama.
FiD. La heroína, justo: la heroína. Sí, señor;
pues 3'o soy.
ToL. ¡Vaya por Dios! ¿Tan desgraciada es usted
como aquella... no recuerdo el nombre ..
como aquella...?
FiD. Alfonsa.
ToL. Alfonsa: cabalmente.
FíD. No ha querido ponerle Fidela, que es mi
gracia, por no echar un borrón sobre mi h-
milia. En el pri^ner ato y en el segundo ato,
pasa todo de la misma manera que me ha
pasado á mí. En el tercer ato ya varía un po-
quito.
Man . ^.Y eso?
FiD. Pues usted imagine: varía en que Alfonsa
muere del pecho... y yo... en buena hora lo
diga... me parece que... Don Abel no quería
matarme: pero dice que luego los críticos, si
no muere alguien en la obra, salen con que
no es di ama...
ToT . Ya.
FiD. Y él quería que lo fuese.
ÜRRUT. Y... y lo probable es que lo sea.
Man. Sobre todo si llega á representarse.
FiD. En eso anda. Aquí le traigo yo una gran no-
ticia: una carta de un señor que tiene mu -
- 32 —
cha mano con los cómi(!OS, que lo cita ma-
ñana en su casa para que le lea el drama á
un pria:er ator, á ver si lo quiere echar en
su teatro. Yo me alegraré mucho de que lo
eche.
ToL. Ah, pues lo echará, lo echará... ¡En cuanto
que lo oiga!
Man, Si no echa el drama, echa á don Abel..
FiD. ¿Cómo?
TüL. (Por don Abel, que vuelve.) AqUÍ está nuestrO
hombre.
ESCENA XIII
DICHOS y DON ABEL. Al final DON MAURICIO
D, Abel Hola, Fidelita. A ver, qué carta es esa...
FiD. Tome, señor. La que usted esperaba.
i). Abel ¿"^l- (Loco de júbilo lee la carta repetidas veces.)
F:d. La señorita Irene se atrevió á abrirla, por-
que conoció la letra del sobre, y nos la leyó
á todos. Figúrese usted qué alegría. Por eso
me mandó al instante con ella.
D. Abel Ya, ya. ¿Y el chico?
FiD. Mejor está. La fiebre ha rimitido.
D Abel Pues vete allá y diles que me quedo saltan-
do de gozo, y que hoy rae marcharé más
temprano.
FiD. Bueno, señor.
D.Abel Ah, mira. Ten ahí. (Dándole dinero.) Compra
unos pasteles.
FiD. ¿De dema?
D. Abel De todos.
FiD. Hasta luego, señor.
D. Abel Adiós, Fidela. (Relee la carta radiante de alegría.)
FiD. (a los empiiados.) ¿Mandan ustedes algo á una
servidora?
ToL. Gracias.
.Man. Muchas gracias.
FíD. Pues con su permiso... Yo he tenido mucho
gusto en conocerlos... (Se encamina hacia la puerta
de la Izquierda.)
ToL. Por ahí no...
- b3 —
FiD. A}', me haV)ía confundido. Es la primera vez
que entro en este local... A cualquiera le
pasa... No es por falta de trate... Servidora
de ustedes... (Encamínase á la ventana.)
ToL. Por ahí tampoco: esa es la ventana.
FiD. Ya, 3'a lo veo. Es que iba á mirar si llovía...
No es por falta de trato...
UrRUT. (Abriéndole la mampara.) Pa... pase USted.
FiD. Muchas gracias. Servidora de ustedes... (sa-
ludando á don Mauricio, que llega á tiempo y la deja
pasar.) Beso á usted la mano.
D. Maur . Adió-.
D. Abel (Frotándose las manos gozoso.) ¡Bien, hombre,
bien! ¡Perfectamente bien!
ESCENA XÍV
DICHOS menos FIDELA. DON MAURICIO
ToL. ¡Vaya una doncellita que gasta usted para
andar por cafa!
D. Abei. Guapa chica es, en efecto.
D.Mauk. ;,Es esta quizás aquella de que tú me ha-
blante?
D. Abel La misnca.
D. Mauk . Sí que tiene buen ver.
D. Abel Lo que yo siento es que un pobre oficial
primero como yo, cargado de familia, no
puede sostener doncellas de tal fuste.
Bar. (Acercándose á don Mauricio.) Don Mauricio, ¿me
permite usted que me llegue un momento
al teatro?
D.Maur. Sí, hombre, sí.
Bar. Muchas gracias.
Toi . ¿Va usted á seguir á la doncellita, eh?
Bar, Ni más ni menos. Muérase usted de envi-
dia. (Se pone el sombrero y la capa, y se va en medio
de las risas de todos.)
¿i —
ESCENA XV
DICHOS menos BARBUDO
(Don Abel no se puede estar quieto. La satisfacción no lo deja. As!,
pues, mientras trabajan los demás, él pasea hablando de lo suyo.)
D. Abel
TOL.
D. Abel
D. Maur.
D. Abel
D. Maur
ToL.
D. Abei.
Man.
D. Abm.
D Maur,
Fidelita, Fidelita... Ha impresionado Fideli-
ta... Ustedes, los jóvenes, claro es, se fijan
más en el rostro hechicero, en los labios de
grana, en el seno turgente... ¿eh? Pero créan-
me á mí: Fidela, con ser tan hermosa, es
mujer, más que para vista por fuera, para
vií^t-i por dentro.
Eso no lo niego yo, don Abel.
Sin mostaza. Su historia, que ya Vs he con-
tado á ustedes á grandes rasgos, es intere-
santísima de veras.
¡Ay infeliz de la que nace hermosa!
¿Nos la vas á contar otra vez?
(Sin atenderle.) Es la historia hermosamente
vulgar y sencilla de la ninjer que cae por
amor. (En sus ojos reluce la llamarada siniestra que
se ha mencionado al principio.) Un hombre le
miente al oído palabras engañosa^: el niño
ciego acecha entre flore.-^: no pidamos á la
carne humana en la tierra, resistencia de
roca en la ])laya.
Pero, Abel, ¿qué dices?
(a Manolo ) Me da el corazón que está pro-
bando una escenita.
Y 3'0 prejlUntO... (non Mauricio lo mira asombrado
por cima de los lentes.) Y ])regunto yo: ¿qué so-
ciedad es esta que tiene vítores y aplausos
para el ladrón de honras ¿eh? y no más que
desdén y lodo para la víctimaV ¿eh? ;.eh?
Eso se pone en un drama y lo aplauden.
¿Lo aplauden, verdad? ¿Qué mundo es este
en que vivimos, tan mezquino, tan misera-
ble, tan pequeño...
(interrumpiéndole en el mismo tono, al oir el timbre
correspondiente á la mesa de don Abel.) ¿En que á
— as-
ió mejor te llama el jefe y tienes que ir á su
despacho?
(Risas aduladoras de los subordinados.)
D. Abel (Un poco corrido.) Pero ¿es á mi?
(vuelve á sonar el timbre.)
D M\UR. A tí: no lo dudes. Ya lo estás oyendo.
D Arel (contrariado.) Nuestro dignísimo superior je-"
rárquico, sobre ser imbécil es inoportuno.
D. Maur. Pa?o, paso, querido Abel: sabes que no rae
cu-ta que se trate así á quien debe merecer
nuestro respeto.
D Abel Pues son dos trabajos, si bien lo miras: es
el uno, que no te guste, y es el otro, que
tienen que aguantarte, (ai timbre, que vuelve á
sonar) ¡Voy, hombre, voy! (Yéndose por el foro.)
¡Qué fastidio!
ESCENA XVI
DICHOS, menos DON ABEL
D.Mauk. Señores, necesito verlo para creerlo. Este
Secano era trabajador, incansable, obedien-
te, respetuoso; y de algún tiempo acá, yo
no sé qué mala hierba habrá pisado, que se
nos ha vuelto» del revés: gandul, charlatán,
alborotador, levantisco... Por las barbas de
• mi abuelo que no sé, no sé...
ToL. (Con júbilo.) ¡Nosotros, feí!
D Maur. ¿Cómo?
Man. (lo mismo.) ¡Hace diez minutos hemos des-
cubierto la clave!
D. Maur. ^iDe veras? ¿Pues qué hay?
ToL. Hay, que don Abel ha escrito un drama con
el argumento de la chica, es decir, que de
la historia de Fidela ha sacado el argumen-
to para un dramn, y ese drama es el que le
ha hecho perder la chabeta.
D. Maur. ¿Qué me cuenta usted?
ToL. ¡Lo que nos ha contado la muchacha!
D. Maur. ¡Pero si hace falta estar loco!
Man . i Pues lo estará!
D. Maur. ¡Cristo, qué desgracia!
— 36 -
Cabra
D. Maur,
TOL.
D Mair,
Uf<RUi.
D. Mair,
ÜRRUT.
D Maur.
Urkut.
D. Maur.
Urkut.
D. Maur.
Cabra
D Maur.
Cabra
D. Maur
D. Abe:,
Tremenda, don Mauricio, tremenda... Y
cueiita que una cosa así le .sucedió á uii
liermano Baldomero, que en )>;iz defcanse.
¡Pobre Abel! ¡Pobre amigo mío! (Manolo y to-
ledo se rfeu.) No, no; no es caso de ri.sa.
Pues ¿de qué ha de ser, don Mauricio?
De láí-tima: créunme ustedes. Conozco ejem-
plos estupendos. El bacülus del autor es más
temible que el del cólera morbo. El hombre
que escribe un drama sin deber escribirlo,
ya no tiene una hora feliz. Y siéntense us-
tedes, no venga y nos coja murmurando de
él. (Reparando en el jinpitre de Urrulia que tiene la
tapa levant.nda y á Uirutia detrás.) Urrutia, ¿USted
qué hace?
(Asomando la cabeza como la otra vez.) Ll... lunán-
dome una uña.
Pues esa operación la deja usted para su
casa. ¿Sumó usted las cantidades que le di?
(Yendo con los papeles á la mesa del jefe.) 8i... SI,
señor; aquí está el resultado.
¿Qué saca usted?
Vein... veintisiete mil quinientas cuarenta
y cinco pesetas... con quin... con quin...
con quince céntimos.
¿Ve usted, hombre? ¡Luego «üce usted que
le tengo ojeriza! ¿Cómo han de dar estas ci-
íras un total de veintisiete mil pesetas, si
una sola de las partidas es de cuarenta mil?
Me... me... me habré equiv( cado.
(Mirándolo con indignación.) ¡Naturalmente! Ca-
bra.
Señor.
Haga el favor de sumar esto.
En seguida.
(suenan sucesivamente y á diversas distancia.s varios
timbres. Uno de ellos es el correspondiente á don Mau-
ricio.)
(Levantándose.) ¡Bueno va! Tenemos reunión
magna, (a don Abel, que llega cuando él va á mar-
charse ) ¿Qué sucede, chico?
Nada, hombre, nada: que las contrarieda-
des domésticas de ese don Botijo las hemos
de pagar aquí.
— 8" -
D. Maur. Mira, Ab^l, no olvides lo que te dije antes.
D. Abel ¡Pnes no olvides tú tampoc>) lo que te re-
pliqué!
(se va don Mauricio.)
ESCENA XVII
DICHOS y DON ABEL
D. Abel (Barajando en la mesa papeles y libros y tomando no-
tas en una cuartilla.) Ganas de pedir datos ridí-
culos para darse tono... ¡Mentecato!... (suena
el timbre correspondiente á él.) Aguarda Un poco,
vida mía... ¿En dónde tendré yo esos pape-
lotes? (vuelve á sonar el timbre.) Aguarda Un
poco, digo, hijo del alma, que es más fá 'il
dar con el dedo en el botón, que dar con
estas sandeces que tú quieres. (Tararea cual-
quier musiquilla.) ¡JeSÚ-f, qué Caramba! (-uena
el timbre de nuevo. j ¿Otra vez? ¡Mira no me
cruce de brazos, si hurgas mucho!
Cabra (inquieto.) ¡Que se juega usted el destino,
don Abel!
D. Abel ¡Y me lo juego á usted al mus, mi querido
amigo! («isas.) ¡Pues hombre! ¡A fe que estoy
yo para templar gaitas!
D. MaUR. (Llegando y encarándose con su amigo.) Abel, ¿qué
es esto? ¿No has oído el timbre del jefe?
D. Abel SI.
D. Maur. ¿y por qué no has ido inmediatamente al
' despacho?
D. Abel Porque... tengo reuma en los tobillos, ¿te
enteras?
D. Maur. Para tener ese reuma es preciso ser accio-
niáta del Banco; ¿te enteras tú? Y por la
amistad particular que nos profesamos, y
por la subordinación que como inferior je-
rárquico me delies, te suplico que mientras
í>irvas a mis óraenes no des espectáciilns
como este que acabas de dar. Conque vé al
despacho del jefe en seguida, y tengamos
en paz la ñesta. Si no basta el ruego del
amigo, valga el mandato del superior. '
— 38 —
.D. Abel
D.
Maur
D.
Abel
D.
Mauk.
0.
Abel
D.
Mauk
D.
Abel
(Un tanto amostazado y nervioso.) Mil'fl, IDÍVP,
Mauricio, no quiero contestarte.
Mejor es.
Para tí, por lo menos,
Y para ti.
Bien está.
Pues bien está. Y silencio, ¿eh?
(Con desdén soberano ) ¡Eies un legajo que ha-
bla! (Se va por el foro de nial temple.)
ESCENA XVIII
DICHOS menos DON ABEL; después BARBUDO
D. Maur.
Cabra
Urru'J'
Cabra
ÜRRU'J
Cabra
Urrut.
D. Maur.
Tul,.
D. Maur.
Man.
D. Malr.
'JOL.
D. Maur.
Tjkrut.
(Paseándose preocupado.) ¡Inaudito! ¡inaudito!
Y lo pongo á raya: esto no; esto no. Ni ami-
go, ni hermano; esto no. Si se ha vuelto
loco que lo encierren. Ante todo, subordi-
nación y respeto.
(Que hasta ahora no ha podido respirar.) AmigO
Urrutia.
Man... mande usted.
¿Qué total era el qne usted sacaba?
Vein. . veintisiete mil quinientas cuarenta y
cinco pesetas, con quin... con cjuin... con
quince céntimos. ¿Y usted, qué gaca?
Catorce millones, trescientas veintidós mil
novecientas ocho pesetas, con quince cén-
timos.
Es... estaban bien los céntimos.
(prestando atención hacia el foro.) ¿Avcr?... ¿Oyen
ustedes?
¿Qué pasa?
(Oyese lejos un violento altercado entre el jefe supe-
rior y don Abel. Todos escuchan.)
Ya se armó: la que yo me temía.
Pero si don Abel está desatado...
Callar.
(siguen escuchando. La tormen-a arrecia allá dentro.)
¡Buena banderilla!
¡Qué bruto!
Va á costarle el des-tino.
I De... demonio de hombrel
— 39 —
Cabra A}', ay, ay... ¡Pobre familia! ¡Tobte don
Abel!
Bar. (Llegando en plena algarabía.) ¡Parece que hay
bronca en el ocho!
D. Maup. ¿Pero han visto ustedes qué insensatez?
¡Estoy horrorizado! ¡Estoy perplejo! ¡Ese
pobre diablo ha perdido el sentido común!
Man. Aquí viene, aquí viene...
D. Mauk. Pues ahora me va á escuchar á mí. Señores,
cada cual á su puesto.
(obedecen todos, en expectativa de nna escena sabro-
sa, Don Mauricio también se va á su sitio.)
ESCENA XIX
DICHOS y DON ABEL
(viene fuera de si: lívido, descompuesto, temblón, el cabello eu des-
orden, los ojos chispeantes.)
D. Abel ¡Pues hombre!... ¡pues vaya!... ¿Es que so-
mos una piara de borregos? (como sí tuviera
delante al jefe.) ¿Qué sc ha tigurado ustcd, se-
ñor vacío? ¿H.h? ¡Lo que le he dicho á us-
ted en su despacho se lo repito con ilustra-
ciones en la Puerta del Sol! (Buscando en sus
interrogaciones el asentimiento de los compañeros.)
¿Eh? ¿eh? ¡Es usted una calabaza con gabá n
de pieles! ¿Eb?
D Mauk. (Levantándose.) [Abel: no puedo consentir que
sigas por ese derrotero!
D. Abel ¡Pues vete, si no quieres oirme! ¡Yo tengo la
lengua para hablar, y nada más que para
hablar! ¡No es mi camino el de la adula-
ción servil y baja, que dijo Cervantes! ¿Eh?
¿eh? ¿eh?
D. Maur. ¡Daré parte al director general y al minis-
tro!
D. Abel ¡Yo me salto al uno y al olro! (Encarándose
con la ventana.) ¡Sí, scñor ministro! ¡me lo salto
á usted, que todo lo que ha hecho en esta
— 40 —
oficina es quitarnos al empleado más útil,
para traernos á un soljrinito imbécil, que
discurre menos que un raspadorl ¿EhV ¡Mi-
nistritos á mí!... ¡Si nadie ignora que entro
vuecencia en el ministerio con un trapo
atrás y otro delante, y ya tiene dos finca-<
en el Escorial y una casa de vacas en los
Cuatro Caminos! ¿Kli? ¿eh? ¿Me muerdo yo
la lengua? ¿Kh?
D, MaUR. (kii tono duro, tratando de imponerse.) ¡ Basta ya!
¡No quieras que apele á la violencia! ¡Bas-
ta ya!
D. Abel ¡Basta, sí, basta, porque yo me voy á la calle!
D. Maur. ¡Si te autorizo para ello!
D. Abel ¿Si me autorizas tú?... ¡Hombre, no suelto
una carcajada volteriana, porque no sabes
quién fué Voltaire! (Mnrnaurando palabras inco-
herentes, saca del cajón de su mesa el cuaderno del
drama, y luego coge su sombrero y su capa dispuesto
á marcharse.) ¡Pues tendría Salero!... |Qué sali-
dital... Ministro.^... jerarquías... autorizacio-
nes... ¡Ja, ja! ¡A mí con esas!... Si, sí...
D. Maur, (Yéndose á las buenas, compadecido de su amigo )
Al)el: no es el jefe, es el amigo quien te su-
plica que te quedes, que te tranquilices.
D. Abel Déjame, déjame... ¡Si es que me ahogo! ¡si
es que necesito aire puro en donde respirar!...
Cabra Pero aguarde usted un ratito, y ya más se-
reno...
D. Abel ¡Nadie me chiste!
Man. ¿No comprende usted que si sale así?...
1). Abel ¡Nadie me conteste! ¡Hay mas horizonte que
el de esta misera covachuela! ¡Hay más luz
que la que entra por esa ventana! ¡.\diós,
compañeros! ¡Quiero, aunque sea un día,
gozar del sol de la libertad! (Blandiendo el dra-
ma.) ¡En la mano tengo la llave de mi cárcel^
¡No me compadezcáis, porque no soy digno
de vuestra com¡)asión, sino de vuestra envi-
dia! ¡Quédese la compasión para vosotros
todo?'; para usted, desdichado Cabra, qu<'
tendrá que seguir por los siglos de los siglos
comiendo y almorzando obleas! ¡Esto dice
el amigo, esto dice el caballero particulari
— 4i -.
¡El empleado grita, para que hasta los sor-
dos lo oigan, que se í-alta al jefe del negocia-
do, y al de la sección, y al director general,
y al ministro del ramo, y al presidente del
consejo, y á la Constitución vigente! ¡Abur!
( Vase por el foro, ante el asombro general.)
ESCENA XX
DICHOS menos DON ABEL
(Hay un momento de estupor. Los empleados se miran en silencio,
como ante una cosa nunca vista. Luego rompen á comentar el lance
y acaban por charlar todos á la vez.)
Man. ¡Qué atrocidad!
Cabra ¡Pobre don Abel! ¡Cesantía segura!
Urkut. Pe... pero ¿han visto ustedes?
ToL. ¡Está más loco que un cencerro!
ÜRRUT. ¡ \... á mi me da pena, la verdadl
Cabra ¡Es otro, es otro!
Bar. ¡y tiene más razón que un santo; esto es
aparte!
D. MauR. (Dando en su mesa un formidable puñetazo, para impo-
ner su au toridad.) ¡Silencio! (Todos lo miran.) ¡Si-
lencio he dicho! Esto se acabó, (con dignidad y
energía.) No piensen ustedeá que vamos ahora
á hacer comidilla de la desgracia de nuestro
compañero, que por desgracia la diputo. El
señor Secano ha sido hasta hoy un fancio.
nario idóneo, un amigo leal, un compañero
intachable. Censuremos en nuestra concien-
cia sus flaquezas, pasajeras sin duJa, pero
sepamos no imitarlas. ¡A trabajar todos!
(Ante algún murmullo que no da la cara.) ¡A traba-
jar he dicho! Ese es nuestro deber, (cada cual
ocupa su puesto.) Manolo: escriba usted lo que
voy á dictarle.
Man. Usted dirá.
D. Maur. Bases... para la organización y reforma de la
Hacienda pública, coma... del Ejército, co-
— 42 —
ma... de la Armada, coma. . de la Agricul-
tura, coma... de la Industria, coma... de...
(Dicta, paseándose, con candorosa solemnidad. Los em
picados lo miran á hurtadillas. Algunos se ríen disi-
muladamente. Por la calle, en sentido contrario que
antes y tocando lo mismo, pasa el ciego del violln-
El telón va cayendo con lentitud.)
FIN DEL ACTO PRIMERO
!^^
..6<^>,.9*?^>«)»i>..
ACTO SEGUNDO
Interior del cuarto de doña Antonia Pacheco, antigua actriz, en uu
teatro de la corte. Al foro, la puerta de entrada. A la derecha
del actor, una cortina abierta por medio, que da al cuartito toca-
dor. Decorado sencillo. Sillas y divanes. Una butaca. Una mesita.
En las paredes, algunos retratos de autores y actores ilustres,
muertos ya. En el techo, un globo de luz. Sobre la puerta, un
timbre. Es de noche.
ESCENA PRIMERA
IRENE y FELISA
(e1 cunrto está á oscuras y cerrado. De pronto se ilumina, ábrese la
puerta y salen Felisa é Irene. Irene es hija de don Abel; viste con po-
breza. Felisa es la doncella de doña Antonia Pacheco, joven y bonita.)
Fel. Pasa, pasa... ¿Ves tú cómo nadie te ha visto?
Estás temblando... ¡Pobrecita!
Irene Si vieras que me da vergüenza... con estos
guiñapos... Y que no quiero que papá se
entere...
Fel Tu papá estará en el saloncillo, í-i es que
ha venido ya. Mi señora está en escena
todavía.
Irene Nunca he entrado en el cuarto de una actriz
hasta ahora... (Fijándose en uno de ios retratos)
¿Quién es este t^eñor?
Fel. Uno que escribía comedias muy bonitas...
- 44 —
no recuerdo &u nombre. A todos estos los co.
noció mi señora.
Irene ¡Ay! ¿Saldremos con bien de nuestro empe-
ño, Felisa?
Fel. ¿Qué duda cabe, tonta? ¿lis posible que sea
para mal nuestio encuentro del lunes, des-
pués de más de un año de no vernos? Ade-
más, mi señora fíoza liaeiendo bien.
Irene ¡Ay, Felisa! ¡Ojalá me atienda y me ampa-
rel Porque si se nos hunde también esta ta-
bla, yo no sé qué va á ser de nosotros.
Fel. ¡Pobrecita! (a un movi"iienlo de Irene.) Calla.
(Se asoma á la puerta.) ¡Oios mío!
Íkene ¿Qué? ¿Viene alguien?
Fel. Sí.
latNE ¿Quién?
Fel. Tu papá.
Irene ¡Mi papá! ¡El señor nos valga!
Fel. No te apures. Escóndete aquí. (Entreabre la
ccrtina del tocador.)
Irene (obedeciéndola.) ¿Ves qué mala suerte?
Fel, Ño le apures, mujer. Está tranquila. Yo te
avisaré cuándo has de salir.
ESCENA II
FELISA y DON ABEL
(Preséntase éste con las huellas de su padecer en el rostro y de su
penuria en las ropas.)
D. Abel Felisa, Dios te guarde.
Fel. Don Abel, buenas noches.
D. Abel (sentándose con abatimiento y soltando un i)rofundo
suspiro, que és e>l primero de una serie.) ¡ Ay!... ¿ i U
señora está en escena aún?
Fel. Si, señor. Y todavía tarda.
D. Abel Me parecen siglos los momentos. Tú sabes
que esta noche va á bacerme la merced de
escuchar mi obra.
Fel. Sí, S3ñor: ayer me enteré. Como sólo traba-
ja en los dos primeros actos de e^ta come-
dia, y quedan otios dos, tiene tiempo.
— 45 —
D. Abel ¡Ayl
Fel. y á propósito, señor don Abel: si usted me
diera su permisOj yo me quedaría á la lec-
tura.
D. Abel Desde ahora lo tienes. Más entiende-^ tú
que algunos zopencos.
Fel. Gracias: es favor.
Y). Abel ¡Ay!
Fel. Pero ¿á qué vienen esos suspiro:? ¿Por qué
está usted triste esta noche?
D. Abel Hija de mi alma, (icómo he de estar si llevo
ya cuarenta y dos lecturas en año y medio?
Me falta la le, me falta el entusiasmen., y
aun temo que me falte la campanilla Per-
míteme este rasgo de humorismo: también
cantan los pájaros en el sauce.
Fel. ¡Pobrecito don Abel: en cualquier tonteií;)
que dice se echa de ver el talento que t'ene!
I). Abel jAyl
Fel. Vayase usted al saloncillo, que estará más
animado que esto.
D. Abel (Levantándose maquiualmente.) Me iré... me iré
al saloncillo... Como me iría á la casa de fie-
ras, si me enviases... Bien es verdad que
tsnto monta. Adiós, Felisa.
Fel Vaya usted con Dios, don Abel.
J). Abel (Marchándose.) ¡Ay!
Fel. ] Pobrecito! \Q,\.\é acabadito y qué derrotadi-
to está! (Acércase á la cortina del tocador y habla
con Irene.) Irenita, pasó el peligro. Ya .?e fué.
Pero bueno es que te quedes ahí, para que
no te vea nadie hasta que mi señora llegue
y yo la prevenga. (Asómase á la puerta del cuarto
y luego vuelve al tocador.) Me parece que ha
acabado ya el acto primero. Hay tiempo de
todo, porque en el segundo sólo toma parte
en una escenita. (va otra vez á la puerta.) Ya
viene, 3'a viene.
- 46 -
ESCENA III
FELISA y DOÑA ANTONIA; luego IRENE
( Mega doña Antonia del escenario. Viste un traje de época.
D.*Ant. ¡Jesús, lo queme fatiga esta picara obra!
Gracias á Dios que acabo pronto, (siéntase en
la butaca.)
Fel. (',ííay gente?
D.a Ant. ¿Quién ha de haber? [Nadie! La familia del
autor en un palco, y el autor entre cortinas
mordiéndose el bigote.
Fel. Pues ya ve usted que los críticos dijeron que
esto era un asombro, y una maravilla, y
qué se yo qué...
D.aANT. Pues ningún crítico de esos ha vuelto otra
noche. De modo que ó tienen mucho que
hacer ó no les gusta tanto como dijeron.
(Pausa. Felisa mira hacia el tocador y luego va á la
puerta del cuarto y la cierra.) ¿Qué haCBS, chlca?
Fel. Perdone usted, pero ahora...
D.a Ant . ¿Qué pasa?
Fel. Esta noche es noche de audiencia. ¡Tiene
usted tan buen corazón!
D.a Ant. ¡Ay, Dios mío! Siempre serán tu? cosas.
¿Quieres decirme?...
Fel. (Entreabriendo de nuevo la cortina del tocador.) bal,
írenita, sal.
D.a Ant. Pero ¿quién está ahí?
Irene (saliendo cohibida y emocionada ) BucnaS nOcheS.
D.a Ant, (Levantándose.) BuenaS UOcheS.
Fel Ksta señorita es bija de don Abel Secano.
D.a Ant. ¡Ah! Celebro mucho...
Ifíene Servidora.
D.a Ant. Sí se le parece.
Irene Usted dispensará mi atrevimiento al pre-
sentarme sin mi papá.
D.aANT. Atrevimiento no hay ninguno. S entesa
Venga aquí.
Irene (obedeciendo.) Con licencia.
— 47 —
JPel. Si no es por mi no viene, le advierto á us-
ted. Le daba vergüenza; le daba miedo.
D.a Ant. ¿Miedo? ¿Es que se asusta usted de las
viejas?
Irene (sonriendo.) No, señora. Temíalo que pudiera
usted pensar de mí.
D.a Ant. Seguramente nada desfavorable.
Fel. Verá usted, doña Antonia; porque si no, to-
dos van á ser cumplimientos... Es el caso
que Irenita y yo fuimos compañeras en el
taller de una modista de sombreros... «Ma-
dame Lulú»: una de Triana. Y hará cosa de
cuatro días, nos encontramos en la calle.
¡Lo que nos alegramos las dos! Irenita m^'
contó sus penitas, yo le conté las mías —
que algunas tengo — y lo demás... usted lo
comprenderá sin que yo se lo explique.
Dice bien: usted ya lo habrá comprendido,
con sólo ver cómo me presento. Vengo á pe-
dir por mi papá. A pedir es poco: á rogar, á
implorar, á llorar, si fuese necesario.
Conmigo no lo es, no se aflija. Usted quiere
hablarme de La paloma herida, ¿no es eso?
Sí, señora.
Pierda usted cuidado, que en mí no influye
poco ni mucho la desventurada leyenda
que ese drama tiene, ni menos aún la con-
dición humilde de su autor. Los viejos so-
mos compasivos. De algo bueno han de ser-
vir los años.
Irene Dios se lo pagará. Todo el mundo se burla
de los autores desconocidos.
D.* Ant. Yo no. En todo caso de los conocidos. A
los otros creo que es un deber escucharlos.
¿Qué sabe nadie lo que hay en un manus-
crito que no ha abierto? Algunas veces, en-
tre el trigo asoman dos orejas; pero ¡caram-
ba! también pueden asomar dos amapolas.
¿No es verdad?
Irene ;Qué buena es usted!
Pel. ¿Lo estás viendo? Tiene mi señora un cora-
zón que es una posada: para todo peregrino
hay albergue. Mira: el otro día vino aquí un
autor, tan mal de ropa el ángel de mi alma...
Irene
D.a Ant.
Irene
D.a Ant.
- 48 —
D.a Ant
Irene
1) li Ant
Fel.
D.ti Anj
Irene
D.a Ant.
Ikene
D.a Ani.
Irene
D.a Ant.
li ene
D.a Ani
Irene
Tú, tú; deja las anécdotas sentimentales.
Por hablar no sabes lo que dices, (a ireno.)
Diga usted, niña: su papá de usted, y pei-
done la indiscreción, ¿no es más que autor
dramático?
Ahora, nada más. Antes era empleado; pero
hace ya cerca de año y medio que quedó ce-
sante. Cuando escribió el drama, el jefe lo
tomó entre ojos.
¿Por qué?
Por envidia, y nada más que por envidia.
Calla, ¿Y son ustedes muchos hermanos?
Siete. Sino que desde la cesantía nos que-
damos con papá sólo dos, porque así lo ha
querido la necesidad. Les otros cinco, uno
aquí, otro allá, están en casa de varios pa-
rientes.
¿Su mamá vive con ustedes, por supuesto? •
No señora: mi mamá nos faltó cuando yo
tenía nueve años. Y soy la mayor.
¿Y cómo nació en su papá de usted la idea
de escribir ese drama á su edad, y de lan-
zarse á estas andanzas? ¿O es que su voca-
ción desde joven le empujó á ello?
¡Ca! no, señora. ¡Si todos en casa nos que-
damos ccn la boca abierta! Le sopló la musa
de pronto.
¿Le sopló la musa?...
Papá sacó el drama de la historia desgracia-
da de una tal Fidela; una doncella que tu-
vimos en casa... cuando podíamos permitir-
nos fsos lujos. Por cierto que hugo hemos
sabido que se casó con un cacharrero de
Pozas, y que son felices, A papá le ha con-
trariado, porque dice que su heroína no
debe acabar de tan prosaica manera; pero
no varía el final de su obra, porijue tam-
bién dice que el arte tiene derecho á modi-
ficar la realidad,
Tiidudal)lemente, Sólo que suele ser la rea-
lidad la que lo modifica todo.
Esa sí que es una gran sentencia. Ahí está
la triste realidad de mi casa. ¡Qué cambio!
¡qué vueltas! ¡qué carecer aun de lo más
— 4'J —
D.a Ant.
Irene
D.a Ant.
Irene
D.a Ant.
Irene
D.a Ant.
Irene
preciso! ¡\y, señora; crea usted que nos van
faltando los alientos! Ya no nos queda más
tabla á que agarrarnos que La jJaloma heri-
da, ni tenemos otra esperanza que la que
usted nos dé. Mi papá espera de su drama
tranquilidad, salií^facción, dinero, alegría;
yo, tal vez casarme: tengo un novio que me
quiere mucho; mi hermano el mayor librar-
se de las quintas; mis hermanitos los pe-
queños, volver á casa... Por eso me he de-
terminado á llegar hasta usted, venciendo
mis escrúpulos, üe usted depende la sal-
vación de esta familia desgraciada. Usted
puede llenar nuestra casa de luz.
^;Qué más quisiera yo, criatura? Yo no pue-
do hacer más que escuchar la obia, y pe-
dirle á Dios que me guíate mucho. Yo no
soy aquí más «)ue uua actriz vieja; respeta-
da y (querida, eso sí, pero á la que no se le
atiende... si no le conviene al empresario.
De todos modos, haré cuanto esté de mi
parte. No lo dude usted.
(Levantándose.) Pues no molesto Hiás. Señora,
le doy á usted intínitas gracias... A mi papá
no le diga usted nada de esto. Adiós, se-
ñora.
Adió?, niña.
Felisa, ¿quieres acompañarme por los pa-
sillos?
Sí, f-í; acompáñala hasta la salida.
Muchas gracias.
Adiós.
Me voy muy contenta, muy contentíi. (se
marchan las dos.)
ESCENA IV
DOÑA ANTONIA, DOÑA ANDREA y MARIQUITA. Al final FELISA
D."Ant. ¡Pobre niña! ¡Qué ilusiones más desatina-
das! Esta locura del teatro la debían estu-
diar los médicos. ¡Una familia que fía su
porvenir, su vida, del drama de don Abel
— 60 -
Secano, hazmerreir de bastidores!... ¡Jesús,
Dios mío! y dice que le sopló la musa...
¡Pobre señor! ¡M.-is valía que le hubiera so-
plado el Guadarrama!
D.* And. (Asomándose con Mariquita á la puerta del cuarto.)
¿Hay permizo?
D.íiAnj. jHola! Adelante.
(Pasan doña Andrea y Mariquita, madreé hija, anda-
luzas las dos. y meritoria esta última en el teatro Vis-
te también un traje de época, en armonía con el de
doña Antonia.)
D.a And. Nos vamos en zegiiía: no molestamos. Veni-
mos na más que á darle á usté las gracias, y
á darle á usté las gracias, y á darle á usté
las gracias. Da las gracias, niña.
Mar. Muchifimas grasias.
D.a And. Esta es mu corta y no ze atreve á habla de-
lante e nadie. Místela ya como una amapo-
la. Y yo le digo que en er teatro )a vergüen-
za no zirve pa na. ¿E^ ó no es?
D.hAnt. Yo creo que no es.
D.^Akd. ¡Ay, qué gracioza ha estao! Po zí, po zí: á
usté ze lo debemos to. Yevaba la pobrecita
mia arrincona zeis mezes de meritoria. Lo
más que hacía era entre bastidores: de mor-
• muyo. Y usté la ha zacao, usté la ha zacao:
usté la ha puesto en las candilejas. Dios ze
lo pague á usté, doña Antonia. En er tea-
tro, ardabas, y ardabas, y ardabas.
D.:i Ant. No, doña Andrea: en el teatro, como en to-
das partes, mérito, afición, estudio...
D.a And. ¡Y ardabas, y ardabas!
D.a Ant. Bueno, y árdalas, si usted quiere.
D.i^ And. ¡Ay, me remea, me remea! ¡Qué gracioza es!
Ahora, un papelito, un papelito. Porque lo
de esta noche no ha zio na: zacá dos velas,
y apaga una. Zoplá, zopla cuarquiera. ¿Es ó
no esV Usté que es tan güeña y tiene tanta
mano con loz autores, á vé zi le conzigue un
papé. Ya zabe usté lo que zon estas cazas:
ze está oscurecía hasta que ze agarra un
papé. ¡Un papé, un papé, doña Antonia Pa-
checo; búsquele usté un papé! Esta lo hace
to, lo hace to. Le da usté una tonta, y la
~ 51 —
hace; le da usté una lista, y la hace; (Acer-
cándose mucho á doña Antonia y bajando ]a voz.) l6
da usté una tunanta, y la hace, — que no zé
dónde lo ha aprendió la chiquiya.
D.a Ant, Descuide, que no he de abandonarla.
(vuelve Felisa.)
D.a And. Ya lo es-tás oyendo. ¡Güeña madrina te has
echao! No la dejes tú á eya. Pínchale, pín-
chale; que en er teatro, ardabas y papeles,
y ardabas y papeles, y ardabas y papeles.
¿Ks ó no es? Y vamonos ya, que no me gus-
ta que incomodes.
D.a Ant. l-a niña no incomoda...
D.aAND. ¿Yo zí, verdá? ¡Me la ha zortao! ¡me la ha
zortao! ¡Con qué zalero me la ha zortao!
¡Quéeze usté con Dios, zo gracioza! Y muchí-
ziiras gracias, muchizimas gracias, muchízi-
mas gracias.
Mar. Muchísimas grasias.
D.a Ant. Vayan con Dios. No las merece.
D.a And. : Volviéndose desde la puerta.) ¡Doña Antonia Pa-
, checo... que zoy una madre... qae zoy una
madre... que zoy una madre!
D.a Ant. Ya, ya lo sé.
(Se retiran la madre y la hija.)
Fel. Pero ¿por fia ha trabajado Mariquita esta
nocheV
D.a Ant. Sí, hija, sí: por no oir á la madre; que es
una madre, como ella dice, pero que habla
por toda una tamilia.
Fel. Pues tengo que darle el parabién á la mu-
chacha. ¡Pobrecita! ¡Es más buenecita y más
pavita! ¿Qué ha hecho?
D.aAsT. b'igúrate: tenía que apagar una vela, y la
apagó diez minutos antes. La Ristori no es.
(Llega Bustamante, autor joven, de aspecto simpáUco.)
ESCENA V
DOÑA ANTONIA y BUSTAMANTE
BusT. Ilustre doña Antonia.
D.a Ant . Hola, Manolillo. ¿Cómo lo pasas?
— 52 —
BusT. Bien, ¿y usted?
D.aANT. No te agradezco la visita. Sé que vienes
aquí porque están cerrados los cuartos de
las jóvenes.
l>r'?T. No sea usted mal pensada.
1) a AnT. No seas tú ilipócrita. (viendo que Felisa se entra
en el tocador.) Y también vieiies porque te
gusta mi doncella.
¡jüST. Me gusta, sí; pero no vengo por eso. Yo,
como autor, seré una desdicha; pero como
particular, soy de lo más formalito que pisa
escenarios.
D.a Ant. Ya, ya te conozco.
BusT. Vengo del saloncillo, doña Antonia; y ven-
go á respirar, le soy á usted franco. ¡Kse se-
ñor Secano es un ciprés! ¡No habla njásque
de asuntos tristes! Me ha entrecogido en un
rincón y me la ha dado buena. Va á limpiar
aquello de gente.
D.aANT. ¡Pobre don Abel!
BusT. Pobre, sí; pero que no se meta en el salonci-
llo á amargarnos la vidaá todos.
D.aANT. Pues tú, y otros como tú, tenéis la culpa.
Porque os divertía le dabais bromas verda-
deramente crueles, haciéndole creer que era
un genio, y entre todos le habéis vuelto el
juicio. Ayer recibió una carta de I'arís, pi-
diéndole su obra para la Comedia France-
sa. ¿Te parece? El otio día le hicieron un
retrato en 3I cuarto de la Peral, diciéndole
que iba á publicarse en un periódico de
Alemania. En fin, horrores.
BusT. Esas son cof-as de Ruíete.
D.íi Ant. Pues bien podía Rufete emplear más inge-
nio en las obras y menos en el saloncillo.
BüST. Más en las obras, lo comprendo; pero menos
en el saloncillo, no puede ser.
(Se ríen los dos.)
— 53 —
ESCENA VI
DICHOS y UN SEÑOR ANÓNIMO; después DON GENARO
y ROMERO
{Este señor Anónimo es uno de esos seres insignificantes y entrome-
tidos que conoceu á todo el mundo, y á quienes no conoce nadie.
Habla de lo suyo como si la humauidad viviera consagrada á pen-
■sar en él. Viste con pulcritud, está siempre contento, y saborea la di-
cha de vivir.)
ÍSeÑOR (Asomándose á la puerta del cuarto.) ¿Se puede?
Da Ant. Aliviante.
Señor ^;(.'óiiio está usted, mi señora doña Antonia?
D.^ Ant. (sin saber cou quién habla.) Bien... ¿y UStcd?
Señor Bien, muchas gracias, ¡üaballero Bustamau-
te! ¿qué tal?
BUST (Lo mismo que doña Antonia.) Bien... ¿y UStcd?
íShÑOR ¡Vamos tirando de esta vida perra! ¡Je! He
llegado hoy. Me voy mañana.
D.a Ant. ¿No se sienta usted?
Señor Con mucho gusto. Estaré un ratillo.
D.^ Ant. (a Bustamante.) (¿Quién es, tú?)
BusT. ( \ doña Antonia.) (No lo sé, doña Antonia.)
Señor Pu^^s sí: he llegado hoy.
Bi;sT ¿Y se va usted mañana?
Señor AJañana, sí; no puedo abandonar aquello.
D a Ant. Claro.
Señor Yo siempre como un meteoro. ¡Je! ¡Xi visto
ni oí lo! ¡ian pronto aparezco como desapa-
rezco! ¡Je! ¿Usted se casó, Bustamante?
BusT. No, señor.
Señor ¿No? Pues ¿quién se ha casado?
BusT ¡Mucha gente! ¡Como que es no parar!
D.a Ant. ¡Lualquiera pesca á este mariposón!
Señor Ya, eso sí; pero yo juraría haber leído... ¡Ah,
doña Antonia! Muy encarecidos afectos de
Julia: ¡pero muy encarecidos!
D.a Ant. ¿De quién?
Señor ¡De Julia!
D.a Ant. Ah... de Julia. Devuélvaselos usted de mi
parte.
Señor Lo agradecerá muy de veras. Está encanta-
64 -
D.a Ani.
Señor
D.a Ant.
Señor
Da Ant.
BUST
D. Gen.
BuST.
D. Gek.
D.a Ak'J
D. Gen.
Señor
D. Gek.
Señor
p. Gen.
Sbñor
D. Gen.
Señor
D Gen.
da con usted: ¡encantada! ¿Se acuerda usted
del día del chocolate?
No. üigo, sí; sí me acuerdo.
¡Yaba llovido! ¿Se lo ha contado usted á
este? Fuede que le saque partido para una
piececilla.
Momentos antes de llegar usted — mire us-
ted qné casualidad— hablábamos precisa-
mente de eso.
¡Lo que nos reimos! ¿Se acuerda usted?
¡C( mo que yo me puse mala!
Y yo, cuando me lo contó, (a doña AuioDia )
(Es que no tengo la menor idea de este ca-
ballero.)
(Se ríen los tres: doña Antonia y Bustamante, del señor
Anónimo, y éste del día del chocolate. Llega do»
Genaro, caballero elegante.)
Fues, señor, a ese don Abel vá á haber que
darle un destino en Caracas. ¡Muy lejos!
¿Otro que huye?
¡Y huirán hasta los retratos de la pared! ¡Si
es tétrico! ¡Si es abrumador! ¡No hay diges-
tión tranquila con ese hombre!
¡.la, ja! Mi cuarto es un refugio esta noche.
¡Qué poco pueden ustedes sufrir al piójimo!
¡A fiiójiuios patibulario?, desde luego! Yo
no, yo no. He comido con la de Vista Ale-
gre: estaba guapísima. Nos ha díido una co-
mida espléndida: vinos y licores exquisito."-...
Yo terminé con pippermmf. ¡Pues pur causa
de ese señor Secant», se me ha puesto la lan-
gosta de pie! ¡Imposible! ¡imposible!
(Sorprendido de que don Genaro no lo salude.^
¡Amigo don Genaro! ¡Desde que no nos ve-
mos no nos conocemos! ¡Je!
(confuso.) Ah... usted dispense... No había
reparado...
¿Cómo está usted?
Bien... ¿y usted?
He llegado hoy. Me voy mañana.
Ya.
Si quiere usted algo para aquella gente... ¡Jel
Nada: expresiones... (a doña >»i)tonia.) '¿Quién
es este señor tan regocijadoVj
' 65
D.» Ant. (a don Genaro.) fPoi' lo vÍ8to se trata de un
anónimo: ha llegado hoy, pero viene sin
firma.)
Señor Vaya, vaya, con don Genaro... ¡Je! ¿Se acuer-
da u.sled del día de las ostrasV ¡Je! ¡Ya h;i
llovido!
D. Gen. Le diré á usted... tomo ostras casi todos los
días; de modo que no es fácil...
Señor ¡.Je! ¡Cómo nos divertimof-!
(Aparece. Romero en la puerta. Viste, como doña .\n-
tonia, de época.)
Rom. ¿Está aquí Bustamente? (vióndoio.) Bueno,
chico, efcto es cosa resuelta: hay que sortear-
se para ver quién mata á Secano.
(Risas.)
D.a Ant. Calle usted, mala sangre.
Rom. ¿Mala sangre? Mire usted, doña Antonia ..
Señor (cortándole la palabra con un abrazo que uo puede
retardar más tiempo.) ¡Roilierillol ^,CÓra0 te Va?
¡Dicho.'^os los ojos, hombre, dichosos los ojos!
¿Qué hay?
Rom, (Perplejo) fiQuc qué hay? Pues... nada... Aquí
repiesentando comedias.
Señor Confiésalo: ¿á que lo que menos esperabas
era verme?
Rom. Sí, si; efectivamente: lo que menos, (a don
Genaro.) (¿Quién esVj
D. Gen. (a Romero.) (8e ha perdido la fe de bautismo.)
Señor Yo las gasto así: cuando menos se pien-a...
¡Jel
D.a Ant. Ha llegado hoy.
Señor Sí: he llegado hoy.
D.a Ani. y se va mañana.
Señor Sí: rae voy mañana. ¿.Qué he de hacer? No
tengo má-< remedio. El ojo del amo... ¡Je!
Al yunque, al yunque. Además, tú sabes lo
que es .Julia.
Rom ¡Oh! No me hables de eso. ¿Está buena, eh?
Señor Sí, ya está buena. Aquello no fué nada. Un
parto doble: lo de todos los días. ¡Je! Ahora
sueña con su automóvil.
BusT Amigo, cómo se conocen los ricos...
Señor ¡El que habla, y escribe cuatro patochadas y
gana un dineral! ¡Je!
- 56 —
BusT ¡Hombre!
Señor No lo niegue usted, porque lo han dicho los
periódicos muchas vece^. Siempre que estre-
na usted le ajustan las cuentas los críticos.
¡El teatro es un filónl lun filón!
D.a Ant. ¡Un filón! ¡Y todos los autores, ricos! Ahí
está don Abel Secano.
(Movimiento en todos como para irse.)
Rom. ¿Dónde?
D.a Ant. Lo cito como ejemplo.
Rom. Ya. Hast^i est;i noche no me ha colmado las
medidas el tal Secano. Antes no era asi. ¡Se
ha puesto de un fúnebre que aterra!
Señor Pero ¿quién es él? ¿Quién es ese?
D.a Ant. Un pubre señor que ha escrito un drama y
no consigue verlo representado. ¿Le parece
á usted floja desdicha?
Señor Si fuese divertido me lo llevaba mañana á
almorzar. ¡Je! Yo me río mucho con esos
ti pos.
Rom. a eso estamos: á reírnos los unos de los
otros. ¿No es verdad?
Señor ¡Je! ¡Qué punto! Romerillo, Romerillo... ¿Te
acuerdas del día del arroz? ¡Je!
Rom. ¡Calcúlate: no pienso en otra cosa!
Señor ¡Ya ha 11 'vido, caramba, ya ha llovido!
D. Gen. Oiga usted, doña Antonia: ¿y hay catástro-
fe en ese drama?
D.a Ant. Yo no lo conozco todavía.
BusT. ¿Que si hay catástrofe? ¡Espantosa!
D. Gen. ¡Por Dios, que no nos pongan eso! ¡Va á ser
imposible venir! ¡Si el teatro no es un sitio
para digerir bien, no sé qué es el teatro!
D.a Ani . Compadezco á ese pot)re hoadire. Son tan-
tos los que se han soltado á escribir come-
dias á la buena de Di< s, que ya va habiendo
más autores que público.
~ 67 —
ESCENA VII
DICHOS y CRRUTIA
UrrUT. (presentándose en la puerta sombrero en mano, azorado
y temblón.) ¿Se... se puede pasar?
D.» Ant, Adelante.
Urrut. (sin oiría.) ¿Se... se puede pasar?
D.a Ant. Adelante.
Urkut. Bu«... buenas noches.
D.a An'i . Buenas noches.
D. Gfn. Buenas noches.
(Urrutia mira á todos, con cuya presencia no contaba,
y no acierta á decir palabra. Pausa angustiosa.)
D.' Ani . ¿A quién busca u^ted?
Ukkut. a... á la señora Pacheco.
D.a Ant. Yo soy.
Urrut. Lo... lo siento mucho.
D.a Ani . ¿Cómo?
ürrut. No., nada... Me... me he equivocado.
(Nueva pausa y nuevas miradas. La reunión se ríe con
disimulo.)
D.a Ant. Usted me dirá lo que quiere.
Ukrut. a... ahora no es ocasión. Está usted ocupa-
da. Vol... volveré.
D.a Ant . Como usted guste.
Ührut. Tra... traía una carlita.
D.a Ant. ¿Para mi?
Ürrut. Pa... para usted.
D.* Ant. Fues démela, y la leeré con permiso de es-
tos sefiores.
Urrut. Sen... sentiría hicomodar.
D.'Ant. No, no señor, no.
Urrut. To... tome usted entonces, (ai adelantarse hacia
doña Antonia para dnrle la carta, pisa á uno, y al re-
troceder para ponerse donde estaba, pisa á otro.) Us...
usted dispense, caballero.
D. Gen. No hay de qué.
Urrut. ¿Le... le he hecho á usted daño?
Señor No, señor.
D.a Ant. (Leyendo la carta para si.) Ah, eS de Rovira.
Perfectamente. (Apartándose á un lado.) Hiiga
usted el favor.
— 58 —
Urrut.
D.a Ant
Urrut.
D.a Ant
Urrut.
D.a Ani
Urrut.
D." Ant.
Urrut.
D.a Ant.
Urrut.
D.a Ant.
Urrut.
D.a Ant.
Urrut.
D.a Ant,
Urrut.
D. Ant.
Urrut.
D.a Ant.
Urrut.
D.a Ant.
Urrut.
D.a Ant.
Urrut.
D.a Ant .
Urrut.
BusT.
Urrui .
Sen... sentiría incomodar.
Siénteee usted.
Gra... gracias: no tengo prisa.
Pueri soy toíía oidí)S.
¿To... toda oído.t?
Quiero decir que ya le escucho.
No... no la entendí á usted. Se... se trata de
un monologuito. escrito para usted expro-
feso
¿De usted?
V... y de tres compañeros de oficina. La idea
es de un servidor,
^/-ómo se titula?
El... El baúl mundo se vende.
¿Es cómico?
Tie... tiene lo suyo.
Bueno; pues yo lo leeré con todo cariño, y
usted se da una vuelta por aquí dentro de
unos días.
¿Co.. como cuando?
¿Hoy qué es, jueves? El lunes próximo.
Mu... muy bien. Me... me alegro de que no
sea el martes. Le suplico á usted benevolen-
cia; y que influya para que lo pongan; que
está todo muy ujalo, y... y un servidor
tiene á su padre, y... y tiene á su madre, y...
y tiene á su novia, y... y tiene cuatro mil
reales de sueldo.
Ya, ya me hago cargo.
Pues... pues muchísimas gracias. Uí. . usted
perdone la libertad... y hasta el lunes.
Pero ¿y el monólogo?
¿El... el monólogo? (Palpándose.) ¡Es pata la
mial ¿Pues no me lo he dejado en casa? Y...
y lo puse adrede con el sombrero.
¡Vaya por Dios!
Yo... yo se lo traeré á usted mañana.
(Reprimiendo la risa.) Cuando usted quiera.
Bue... buenas noches.
Adiós.
(a los contertulios.) Bue... buenas noches.
Buenas noches.
(Dándoles la mano uno por uno de puro aturdido que
está.) Que... que usted siga bueno... Que .. que
- 59 —
UFted siga bueno... Que... que usted siga
bueno... Que... que usted siga bueno.
Señok Vaya usted con Dios.
Urrut. (á doña Antonia.) ¿Me... me he despedido de
usted?
D.a Ant. Sí, señor.
Urrut. Us... usted dispense la pregunta, frisando a
otro al retirarse.) Us... ufcted perdone. ¡Parece
que voy ciego! \Ea pata lamía!
(Todos se ríen de él cuando se va.)
ESCENA VIH
DICHOS menos URRUTIA. DON ABEL
Rom . ¿Quién es ese moscón que tanto tropieza?
D.a Am , Un autor que no viene más que á traerme
un monólogo, y se lo deja en casa. Compa-
dezcámosle también.
BusT. Di(»s le dé mejor suerte que á don Abel Se-
cano.
1). Gen. ¡y una musa más regocijada!
(Sueua el timbre.)
D.^Ant, Me llaman á escena, señores. Ustedes se
quedan en su cuarto, (saludando á don Abel, que
llega á tiempo que ella se ya ) ¡Don Abeli ¡TantO
gusto!...
D. Abel ¿Cómo está usted, mi buena amiga?
Rom. (¡Ufl)
D. Gen. (¡Nos copó!)
BusT. (¡A mí no me pesca!)
D.a Ant. Fase, pase; ahora vuelvo. No tengo más que
cuatro palabr&s. (se va.)
D. Abkl Buenas nochet*, señores.
Señor Buenas iioches. (Á Bustamante.) (¿Es este el
sombran?)
BuST. (ai Anónimo.) (El mismO.)
D. Abel ¿Qué hay de cosas, amigo Bustamante?
BusT. ¡t'sché!...
(Bustamante, Romero, don Genaro y el seiJor Anónimo
se van marchando con toda suavidad y disimulo, suce-
sivamente, huyendo de la quema y tarareando una mis-
ma canción entre todos. Uno la empieza y los demás
la signen al marcharse.)
60 ^
BUST.
Rom .
D. Gen.
Señor
Tara tira tara tarara...
Tiri tirí tirí tiró...
Tora tora tora toriaro...
Turú turú tiirú turó...
ESCENA IX
DON ABEL y FELISA
D Abel (con amargura.) Ciiando no les distraigo me
huyen... jY se figuran que no me doy cuen-
ta!... ¡ Ay, Abel, qué camino más largo y iná i
penoso! (siéntase dando muestras de postración )
Fel. (saliendo del tocador.) ¿Está usted hablando
solo, señor Secano?
]). Abel Sí, hija mía; estoy hablando solo.
Fel. ¡Ay, pobrecito! ¿Y por qué es eso?
D Abel Porque no tenía con quien hablar, y tenía
que hablar necesariamente.
Fel. Pero, dígame usted; ¿no estaban aquí unos
señores?
D. Abel Aquí estaban, sí; pero entré yo... y eso bastó
para que se fueran.
Fel. ¡Pobrecito! Ande usted, que ya le llegará la
suya.
D. Abel ¿Lo crees tú?
Fel. a pies juntillas, don Abel. ¡No faltaba más
sino que se quetlara oscurecido un talento
tan grande! Verá usted cómo mi señora le
da la mano.
D. Abel Dime, Felisita, ¿qué piensa doña Antonia
de mí? ¿Qué dice de la lectura de esta no-
che? ¿Le has oído algo? ¿Sabes algo? ¿Me
puedes contar algo?
Fel. Don Abel... Don Abel... ¿Ve usted? Ya la
tenemos.
D. Abel ¿Qué tenemos?
Fel. Ya voy á decir lo que no debía.
D. Abel ¿Cómo?
Fel. Lo que he prometido callar.
D.Abel ¡Di nielo, por Dios!
Ff.l. ¿Quién piensa usted que ha estado acjuí
hace poco?
- 61 —
D. Abei ¿En dónde?
Fel. Aquí: en este cuarto.
D Abel ¿Quién?
Fel. Irenita.
D Abel ¿Mi hija?
Fel t?í, señor.
D Abel ¿Mi hija? ¿Que ha estado aquí mi hija?
¿Para qué?
Fel, Para pedirle á mi señora protección y am-
paro.
D Abel (conmovido) ¡Hija de mi ahna!
Fel. Yo la traje, yo la presenté, yo la acompañé
luego hasta la puerta... ¡Iba la pobrecita sal-
tando de gozo! ¡Porque no sabe usted cómo
la recibió mi señora!
D. Abel ¡Ay, si esto fuera el principio del fin!
Fel. Lo será, lo será.
ESCENA X
DICHOS y DOÑA ANIONIA
D.a Ant . (saliendo.) ¡Gracias á Dios! Esta noche ya no
vierto más perlas, don Abel.
D. Abei ¿Acabó usted ya?
D.^Ant. Por fortuna. Nádame molesta tanto como
trabajar con el teatro vacío. ¿Tiene usted
ahí la obra?
D. Abel ¡Qué pregunta!
D.ii Ant. Bueno, pues me voy á quitar estas galas y
la leeremos en seguida.
1). Abel ¡Jel... Los malos tragos... ¿No?
D.a Ant. Una advertencia. Creo que debe usted invi-
tar á Carranza. Es el primer actor de la
compañía y le conviene á usted tenerlo de
su parte. Ño vendrá, pero usted lo invita y
queda bien. Dígale que ya estamos de
acuerdo.
D. Abel ¡Cuántas bondades, doña Antonia! ¿Cómo
podré pagar?... Yo también me he permiti-
do invitar á un amigo... ¿Usted no tendía
inconveniente?
— 62 —
D.íi Ani-. ¡Ninguno! Traiga usted á quien quiera.
D. Abel Gracias. ¿Será usted benévola cun este po-
bre autor?
D.aANT. Lo soy con todos. Mi padre fué escritor
también, y sé lo que cuenta producir.
O. Abel E^ usted muy buena, muy buena... Usted
no puede imaginar lo que va á resolverme...
lo que para mí significa... Además, aquí,
entre tantas burlas, entre tanto desprecio,
si viera usted cuánto se eslima esta consi-
deración, esta cortesía... aunque no sea más
que esto... Vaya, vaya, no quiero dar el es-
pectáculo de echarme á llorar como un chi-
quillo.
D.a Ant. Por Dio', don Abel; ¿á qué viene eso ahora?
Ande usted á cumplir con Carranza. Yo sal-
go al instante.
D Abel Allá voy, allá voy...
Fel. ¡Pobrecito! (Entrase con doña Autonia ca ol toca-
dor.)
ESCENA XI
DON ABEL y el SEÑOR ANÓNIMO
D. Abel (Enjugándose los ojos.) Esperaré un momento...
Temo que esas fierecillas me vean llorar.
Porque si hay uno que se ría de estas lágri-
mas, soy capaz de ahogarlo, (pausa.) ¡Quién
sabe! ¡quién sabe! Puede que la victoiiaesté
cerca, y entonces... Yo no guardo rencor
para nadie, pero esos que se mofan de mí
descaradamente, esos que hacen saínete de
mi desgracia... esos... lo que es esos...
oEÑOR (Presentándose risueño y decidor como de costumbre.)
Felices.
D. Abel ¿Quién? (Reconociéndolo.) ¡Ah!
¡Señor ¿Sabe usted si la señora Pacheco está en el
tocador?
JJ. Abel (Después de mirarlo de arriba abajo, marchase tara-
reando la misma caución que antes le tararearon á él.)
Tari tari tari tariaro...
— 63 —
ESCENA XII
EL SEÑOR ANÓNIMO y DOÑA AKTONIA
Señor ¡Ay, qué gracia! ¡Me la ha devuelto! ¡Es el
sombran! ¡el loco! ¡Je! ¿Pero que ese pobrete
quiera escribir comedias? ¡Qué cosas se ven!
(Acercándose al tocador y gritando ) ¡Doña Anto-
nia!
D.a Ant. (Dentro.) ¿Quién?
Señor Yo.
D.a Ant. ¿Quién?
Sen ir Yo.
Da Ant ¿Quién?
Señor Yo.
D.a Ant. ¡Ah!
Señor Un minuto nada más, doña Antonia. Me
voy mañana, y las despedidas á la francesa
no entran en mis costumbres. ¡Je! ¿Qué me
dice usted para Julia?
D.a Ant. ¿Para Julia? Nada... mis afectos... ¡Y que á
ver cuando voy por allá!
Señor ¡Bravo! Otra cosita, y no molesto más por
ahora. Dentro de un mes volveré á verla.
¡Recíbame usted con un trabuco!
D.a Ant. ¿Por qué?
Señor En mis ratos perdidos he escrito una come-
dia de chistes, y deseo que usted la conoz-
ca. ¡Je! ¡Es un mamarracho muy grande!
¡Je!
D.a Ant. ¡ lesús, qué sorpresa! ¿Cómo había yo de
presumir...?
Señor Cuando el diablo no tiene que hacer, escri-
be comedias con el rabo. ¡Jel ¡Ah! Y conste
que si á usted le parece más mala que á
mí, me la echa al corral sin rodeos. ¡Yo no
rae enfado! ¡A otra!
D.a A^T. ¡Eso es! ¡A otra!
Señor Conque hasta pronto. Muchos aplausos, mu-
cha salud... y muchas pesetas. ¡Sin pesetas
no se camina! ¡Je!
D.a Ant. ¡Adiós!
Señor ¡Adiós!
- 64 —
ESCENA XIII
EL SEÑOR ANÓNIMO y DON MAURICIO
Señor (a don Mauricio, que llega cuando él vsi á marchar-
se.) Pase usted.
D. MAU^ . Usted pvin)ero.
Sfñor Hágarre el favor.
D. Mau. Muchas gracias.
Señor ¡Calle! ¡Is'o lo habla conocido! ¿Cómo ef-
tamos?
D. Maur. (sin conocerlo a él.) Bien... ^.y usted, beñor?
8eñür ¡Tan famoso! ¡Je! He llegado hoy. Me voy
mañana. ¿Quiere usíted algo para allá?
D. Maur. Nada: feliz viaje.
Señor Que usted siga bueno.
D. MaI'R. Vaya usted con Dios, (cuando se marcha el
otrol No recuerdo haberlo visto en mi vida.
ESCENA XIV
DON MAURICIO y FELISA; después DOÑA ANTONIA
Feí..
D. Maur
Fel.
D. Maur.
Fel.
D. Maur.
Fel.
D . Maur ,
Fel.
D. Maur
Fel.
D. Maur
Fel.
D. Maur
(saliendo del tocador.) ¿Quién eS?
Buenas noches.
Buena" noches.
¿El cuarto de la señora Pacheco es este?
Este es.
¿Está la señora?
Cambiándose de traje está. ¿Qué se le ofrece
á usted?
Hablar con ella; pero por mí que no se im-
paciente.
(Felisa entra y sale trayendo y llevando recaditos )
Que tenga usted la bondad de decirme su
nombre.
Dígale que no me conoce; que es inútil.
Que haga usted el favor de sentarse.
(obedeciendo.) Muchas gracias
Que no hay de qué. (Quédase en el cuarto. Pausa.
Se miran los dos como queriendo reconocerse.)
Su cara de usted me es conocida.
- 66 —
Fel, y á mí la de uster), señor. Desde que salí
me estoy fijando, y juraría que le he visto
en alguna parte.
D. Maur. Igual me ocurre á mí con upted.
Fel. (Recordando de pronto, y con muestras de complacen-
cia.) ¡Ah, ya caigol... Sí, sí, el mismo; ya se
quién es usted. Y es la tercera vez que le
veo; pero soy muy buena fisonomista.
D. Maur. Vamos á ver: ¿quién soy?
Fei.. Ahora, no sé: antes, era usted el jefe del se-
ñor don Abel Secano.
D. Maur. Cierto. ¿Y usted?
Fel. Yo soy una amiguita de Irene. Y alguna
vez tuve el gusto' de encontrar á usted en su
casa.
D. Mauk . Sí, es verdad; fí.
Fel. ¿y qué le trae por aquí, señor? Por si pue-
do servirle en algo lo pregunto.
D. Mauh . Por aquí me trae precisamente el propio
don Abel.
Fel. ¿Es usted quizás el amigo suyo á quien ha
invita lo á la lectura?
D. Mauk . El mismo soy. Ya veo que tiene usted no-
ticias.
Fel. Me hallaba presente cuando se lo advirtió á
la señora. ¡Es precioso el drama de don Abel!
¿Usted no lo conoce aún?
D. Maur. Lo conozco, sí. No es drama: es tragedia.
Fel. ¿Tragediíi?
D. Maur. Sí: tragedia.
Fel. Usted fué siempre gran amigo suyo.
D. Maur . Y sigo siéndolo. Por eso he venido á la lec-
tura.
(Sale doña Antonia en su traje habitual de calle. Don
Mauricio .se levanta.)
Fel. La señora.
D.* Ant. Muy buenas noches.
D, Maur. Buenas noches. Usted me perdonará la li-
bertad... Y a creo que sabe usted por el se-
ñor Secano...
D.'' Ant. Ah, sí. ¿Es usted su amigo?...
D. Maur. Mauricio Regla y Salazar, para servirla. El
iba á presentarme á usted: me presento yo,
y tanto monta.
— 6« —
D." Ant. Siéntese usted. Ahora vendrá el reo.
D.Maur. ¿Quiere usted hablar cuatro palabra<í con-
migo, antes que venga él?
D.' Ant. Con nail amores. Felisa...
Fel. Yo le he pedido permiso á don Abel para
quedarme á la lectura.
ü.^ Ant. a la lectura, sí; pero á esto, no.
(^Vase Felisa y cierra la puerta tras si.)
ESCENA XV
DOÑA ANTONIA y DON MAURICIO
D,* Ant. Usted me dirá.
D. Maur. Lo primero, que no se figure usted que ven-
go á leerle otro drama.
D." Ant. Mire usted; no dejo de agradecer la adver-
tencia.
D. Maur. Soy moro de paz. Acaso el único español
que no haya escrito un drama. Pero prefie-
ro ser la excepción á ser uno de tantos.
D." Ant. Y yo le felicito.
D. Maur. Mi intención no es otra que hablarle á us-
ted del autor de La paloma herida.
D." Ant. ¡El pobre Secano!
D. Maur. El pobre Secano: usted lo ha dicho. La amis-
tad que me une á él es antigua y desintere-
sada— de esa que nace en las aulas del insti-
tuto— y me duele y me aflige verle como
le veo.
D.' Ant. En efecto: es una compasión. Yo no he sa-
bido negarme á la lectura de esta noche. El
piensa de mí (.\ue soy en esta casa una ins-
titución, que mi autoridad en ella es indis-
cutible... Se engaña. Pero sea lo que quiera,
yo le aseguro á usted que no le faltará mi
apoyo.
D. Maur . Eso ya es bastante. Y aquí entro 3^0 con mis
manos lavadas.
D.í^Ant. Ya adivino loque va usted á hacer: reco-
mendarme el drama de su amigo como si
fuera suyo propio.
D. Maur. ¡No lo permita Dios!
— 67 —
D.*^ Ant. ¿Que sea su\o"?
D. Maur. Ni que sea mío, ni que yo recomiende tal.
D.a Ant. ¿Entonces?...
D. AJaur. Señora Pacheco, aquí se trata de salvar aun
hombre; á una familia entera. Si Secano si-
gue adelante sui más norte de vida que sus
dramas y sus locuras, esa gente perece. Y
sería nn dolor. Yo tengo amigos en la situa-
ción política actual: hoy por hoy, puedo fá-
cilmente reponer á Secano en su antiguo
empleo, y conseguir así que vuelvan las
agua" á su curso. Mañana no sé si podré.
Aquí se levanta uno con una situación y se
acuesta con otra. Pues bien: yo pido á usted
para ese pobre loco...
D.a Ant. (interrumpiéndole.) Chist, silencio.
D. Maur. ¿Qué?
D.a Ant. (Prestando oído hacia la puerta.) Nada: Creí que
llegaba. Siga usted.
f). Maur. Yo pido á usted parae?e desventurado ami-
go nuestro un desengaño tan doloro.so y tan
cruel que le obligue á romper la pluma y á
quemar todos los papeles.
(Pausa.)
D.a Ant. Si u^ted hubiera oído á su hija, que ha es-
tado á verme esta misma noche, y me ha
hecho encargo muy distinto del que usted
me hace, comprendería la pena y el asom-
bro con que le escucho.
D. Mauk. Pues apelo á su conciencia de u-ted: si me
oye á mí, entre los dos salvaremos á esa fa-
milia; si atiende usted á los ruegos y lágri-
mas de Irenita, no hará usted sino alentar
en sus caballerías al infeliz Secano, empuja-
do al despeñadero en que se halla, como
tantos otros, por la ignorancia y por las di-
ficultades de la vida.
D.a Ant. Me hace usted dudar. Pero ¿es que el dra-
ma no tiene pies ni cabeza?
D. Maur. El drama... ¿Usted ve al autor? Pues como
el autor es el drama. ¿Cree usted posible que
un pobre diablo que jamás tuvo e.=as aficio-
nes, á quien nunca le pasaron las letras por
la imaginación, de pronto se siento á la
— 68 —
mesa y escriba un diama bueno, nada más
que porque tiene siete chicos y el sueldo
no le alcanza? Esto es muy doloroso, pero...
D* Ant. Sí, señor, es verdad: el drama no es el que
él ha escrito, sino el que él vive y repre-
senta. ¡Se ha ponderado y voceado tanto, por
lenguas y papeles, la ganancia del autor
dramático en estos tiempos, que ha perdido
la cabeza medio mundo.
D. Maur, Añada usted á eso, señora, los sueños de
gloria, la eterna aspiración á descollar sobre
quien nos rodea, el bnlago de los aplauí^os. .
D.a Ant. ¡Ah, los aplausos!... A ellos, á ellos se debe
principalmente que la escena ten^a dos n.u-
sas, como digo j'o: Talia, que á mí me pare-
ce una gran señora, y una hermanastra
suya tan desatinada y tan loca, que es capaz
de volver tarumba al homl)re más equilibnf-
do y prudente. Imagine usted, con cuaren-
ta años de teatro, lo que pudiera yo contai-
le á usted de eí-tas cosas. Este arte, como
ninguno, apasiona, deslumhra, embona-
cha... No he visto nada igual. Aun aquellos
mismos que públicamente fingen tlesdeñai-
lo, allá en su fuero interno lo esliman, lo
quieren, y envidian sus glorias doradas... No
en vano es un arte capaz de unir á muchos
hombres en un momento... Pero nos aparta-
mos de nuestro asunto, y don Abel va á pre-
sentarse y á dejarnos á, media entrevista.
¿En qué quedamos?
D. Maur. Eso usted lo ha de decir.
D.a An I . Pues quedamos en que, si el drama efecti-
vamente es un disparate, como ya creo, sal-
varemos entre los dos á don Abel Secano.
D. Mauk. De usted depende.
D.a Ant. La primera parte. La segunda, de usted.
Cuente usted con el desahucio del drama-
turgo.
D. Mau.;. Cuente usted con que vuelve á su empleo.
¿Pactado?
D."Ant. Pactado.
D. Maur. Y Dios dirá.
D.a Ant. Y don Abel también. Porque, dejando á un
— (i9 —
lado ya la i'uiiiialidad de nuestro pacto, yo
le aseguro á usted que Secano saldrá de
aquí diciendo que usted es un mal amigo
suyo y q»ie yo soy una vieja loca.
D. Maúr. Con tal que queme el drama...
D.aANT. Antes quema á uno de los chicos; no sea
usted inocente.
ESCENA XVI
DICHOS, DON ABEL y FELISA
I). Abel (Desde dentro.) ¿Hay permiso?
D.aÁNT. Adelante.
(Sale don Abel. Felisa lo sigue.)
1). Maur. ¡Si 68 nuestro hombre!
1). Abel Te he estado buscando por la sala para
presentarte á esta señora... ¡Tonto de mí!
Conociéndote, he debido comprender que te
anticiparías...
¿No viene Carranza?
No, señora, no viene.
Me alegro.
Pero ha agradecido mucho la atención.
¿Ve usted?
(Bajo á doña Antonia.) (Por SUpuestO, yO oigO
1h lectura.)
Sí, mujer; ya estoy.)
(Bajo á don Mauricio.) (¿Le habrás hecho el elo-
gio de la obra?
(a don Abel.) He hecho... lo que he debido
hacer.
(Estrechándole las manos.) ¡Que DioS te lo pu-
lí Ue!)
Cuando usted guste, amigo Secano.
Cuando usted mande, señora mía.
(a Felisa.) Cierra la puerta, tú; que no nos
interrumpan, (a don Abel.) Aquí estará me-
jor. Siéntese.
D. Abel Muchísimas gracias.
(Se sientan todos. Doña Antonia, don Abel y don Mau-
ricio, ante la mesita, formando un grupo. Felisa aparte,
lia poco lejos.)
D,
a Ant.
D
ABfcL
1),
.a Ant.
D.
Abel
I).
,a Ant.
h\
L.
í)
.a Ant.
D.
Abel
I).
Maur.
I).
Abkl
D.
a Ant.
J^.
Abkl
I),
, a Ant.
— 70 —
Fel. (¡y poquito que le va á gustar á mi señora!
Coa esta, ya la he oído yo seis veces )
(Don Abel, temblando de emoción, desabrc'ichase el
chaleco y saca el trágico manuscrito.)
D.a Ani. ¿Querrá usted un poco de agua?
D. Abe'. Ahora no: más tarde, si acaso... (Lee con voz
apagada y balbuciente.) «ia paloma herida, (ira-
ma en tres actos, original de don Abel Se-
cano y Canseco... Personajes... Alfi nsa, die-
cinueve años... Manuela, veinticinco años...
Lolita, quince años...» Bueno, ya iiáii ta-
liendo los personajes... No quiero causar...
D.a An'j. Pero, por Dios, don Abel, que no es noche
de estreno... Está usted temblando...
J). Abei. Si, sí señora... estoy temblando... [Jí-(ed me
perdonará si soy ridículo... Estoy temblan-
do... Y esle temblor no es solo mío... no se
queda aquí... va y viene... Porque ahora
mismo... en este mismo instante... allá en
mi casa tiemblan también todos los míos
esperando el resultado de esta lectura... Y
es que, para ellos y para mí, hay mucho
dolor ó mucha alegría detrae de estos pa-
peles... Este lo sabe... usted acaso lo adivi-
na... yo lo puedo jurar... Perdóneme... per-
dóneme... Ya me iré serenando... (Hace un es-
fuerzo y continúa la lectura con voz cada vez más
turbada.) «Acto primero... £1 teatro lepre-
senta una sala de casa pobre... muy pobre...
en un histórico puel)lo de Castilla... Puertas
al foro y laterales... Muebles... muebKs des-
vencijad* s y rotos... A la izquierda una
ventana... por do: de entra un rayo de ^ol .>
(e1 telón ha caído lentamente. Todavía, sin embargo,
se oyen algunas palabras de don Abel ) «Et^Ceua pri-
mera... Aparecen Alfonsa y Lolita...»
FIN DEL ACTO SEGUNDO
^^^
.^^^^^
^«S,
w*) II a II ■* II «: ll «) il (<* II -V5 II <í II -9) II -^ II -V- II -w- II
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1 «> II .»< i
ACTO TERCE^RO
CUADRO PRIMERO
Comedor muy pequeño en casa de don Abel Secano, en Madrid. Puer-
ta al foro. Mesa vieja y pobre con tapete de hule mas pobre y
viejo que la mesa. Aparador sin platos. Sillas. Es de noche. Pen-
dieüte del techo, sobre la mesa, da su escasa, luz uua bombilla de
cinco bujías enteramente 'á cuerpo».
ESCENA PRIMERA
IRENE, LIBORIA y FOSO
(a Irene ya la conocemos; Liboria e.s la portera de la casa, que por
cierto tiene bigote; Foso es un vecino viejo del cuarto de al lado,
catador teatral y empleado eu consumos. Viste de capa, gorro y ba-
buchas. Fuma en pipa.)
Irene Le aseguro á usted, señor Foso, que ettoy
yerta: de miedo y (Je frío. Si llego á ir al
teatro rae pongo mala y tengo que vol-
verme.
Foso Calma, Irenita, calmartranquilidad. La bora
de la justicia ha llegado. Esta noche mor-
derán el polvo los enemigos de su papá de
ut-ted. No siento más que no presenciarlo;
pero me hace tanto mal salir de noche...
Irene ¡Ay, Dios le oiga!
~ 72 —
LiB. ¡Que se fastidien! Yo, pa mí, como si lo es-
tuviera viendo; porque miste, señorita Ire-
ne, que aquí el señor don Mauro sabe de
cosas de teatro.
Foso (vanidosamente.) ¡Psché!
Irene ¡ v aya si sabe! Papá cree en lo que usted le
dice como en el Evangelio.
Foso Los «fios... la experiencia. . He estrenado
mucho, me han silbado mucho... y perdien-
do se aprende, Irenita. Sin eml)argo, en el
teatro nunca se acaba de aprender: el teatro
es nn arca cerrada.
LiB. ¡Digo!
[rene Por CÍO yo no estoy tranquila...
LiB. ¿'^e acuerda usté, señor don Mauro, de la
última obra que le echaron abajo en Nove-
dades?
Foso ¡Ya lo creo! La deshonra de una madre enfer-
ma ó los crímenes de los jesuítas.
LiB. Cabal.
Foso Bueno; aquel era un drama de pelea, de
lucha: no podía salir bien. Kn el café lo dije
yo por la tarde: «Esta noche me silban.»
Y todos: «¡Ca, hombre, ca!» Y me silbaron.
LlB. (a Irene.) ¿Eh?
Irenk Pero, por Dios, no hablemos ahora de sil-
bas; yo no tengo los nervios para oir hablar
de silbas esta noch*^... ¡Cómo estará el pobre
papá!... ¡Cómo irá la representación!...
Foso ¿Cómo ha de ir, Irenita? lA pedir de boca!
IjIB. |Ay, señorita, qué alegría!
Irene ¡Ay, portera, ay, vecino, yo no quiero creer-
lo! ¡Seria tanta felicidad! Deseo ver entrar á
papá, y á mi hermano, y á la tía Luisita... y
al mismo tiempo estoy temiéndolo... Diga
usted, señor Foso: ¿la escena de Alfonsa y
el sacerdote, no tiene peligro?
Foso ¿Quiere usted callar? ¡Si es la más segura
de la obra!
LiB. ¡Cómo lo ve todo desde casal
Foso (Eugreido ) ¿Kecuerda usted, Irenita, aquella
frase del acto primero que dice: «El sol
alumbra sin preocuparse de que quema, y
quema sin preocuparse de que alumbra»?
— 73 —
Irene
Foso
Irene
Foso
Irene
Foso
Irene
Foso
LlB.
Irene
LlB.
Irene
Foso
Irene
Foso
LlB.
Irene
Lie.
Irene
Foso
Sí, señor.
Pues ahí ha debido ser el primer aplauso de
la noche. Tan seguro tuviera yo mi ascenso
en consumos.
¡Ay, Dios lo quiera! Mire usted que son ya
tres años y medio de padecer constante...
¡Cuánto disgusto! ¡Cuánto sinsabor! ¡Cuanto
desengaño!
¡Ah! En este terreno no hay amigos. Dígalo
el petardo que nos dio á todos aquel don
Mauricio Regla y Salazar, el amigo del alma,
¿eh? el compañero de la escuela, que se fué
á pedirle á la Pacheco que ni á tres tirones
pusiese el drama. Poco le dijo su papá de
usted cuando lo descubrió, para lo que se
merecía.
Es una de las cosas que á mí se me resiste
creer: que aquel señor siempre tau bueno
con nosotros...
Usted es un ángel, Irenita...
Como tampoco entiendo por qué la Pacheco
hizo más caso de él que de papá.
¡La Pacheco está chocheandol Pero, así y
todo, buenas tripas se le pondrán cuando
se entere del triunfo. Lástima que el estreno
sea en un teatrillo de mala muerte.
(prestando oído hacia la puerta.) Calle USté.
¿Qué pasa?
Me parece que llaman al sereno. ¿No oye
usté?
81, efectivamente. ¿Habrá acabado ya la
ol)ra?
¡Es muy pronto!
Yo voy á asomarme al balcón, (vase por ei
foro hacia la izquierda.)
¡Qué alegría va á tener esta pobre niña!
¿Sí, verdá?
(Asomándose llena de inquietud á la puerta.) ¡Es la
tía Luisita! ¡la tía Luisital
¿Sola?
Con don Jovito el del tercero, (vase corriendo
hacia la derecha. )
Pues sí que lo extraño. ¿Qué hora es ya?
(sacando su reloj.) Vaya usted á saber: este re-
loj no anda más que de día...
— 74 —
LiB. Se conoce que se nos han ido las horas
charla que charla.
Foso Eso debe de ser. 'I'engo... tengo... No obstan-
te mi seguridad en la obra, tengo... tengo
cierta emoción.
LiB. ¡Av, Dios mío!
Fes ) Nada, nada: descuide usted, que no ha pa-
sado nada.
ESCENA II
DICHOS, LDISITA y DON JOVITO
(Salen con Irene. Luisita, solterona de buen ver, que usa queve«3os,
viene arrebatarla, sofocadisiina, llena de indiguaelón. Don Jovito, ve-
cino de la casa, ya entrado en años, es hombre apagado y pacífico.)
IrENK (pálida, trémula, asombrada.) PerO, por DIoS, tíil
Luisita, ¿es eso pot^ible?
Luí. ¡Ay, qué rato! ¡ay, qué noche! ¡ay, qué in-
dignación! ¡Sinvergüenzas! ¡canallaí?! ¡ani-
males!
Foso Pero ¿ha terminado ya el drama?
Luí. ¡Ay, qué gente! ¡ay, qué público! ¡ay, qué
picardía! ¡Bandidos! ¡tunantes! ¡borrachones!
Irene ¿Oye usted, señor Foso?
Luí. ¡Asesinos! ¡üestruir así el porvenir de una
familia honrada! ¡Ay! ¡ay! Un abanico...
¿Qué digo un abanico?... ¡Un revólver! Por-
que yo mato á alguno, yo mato á alguno...
¡Ay, Dios mío! ¡ay, qué infanjiu! ¡qué infa-
mia! ¡qué infamia!...
Foso (Atónito.) ¿Pero no hemos tenido un éxito
muy grande"?
Luí. ¿Pero no me está usted oyendo, señor?
D. Jov. Ha sido una desgracia; una mala noche...
Foso A ver, á ver, ¿quiere usted explicarnos?...
Irene Sí, sí; cuente usted, tía Luisita, cuente us-
ted...
LiB. Cuente usté...
Irene ¡Ay, Dios mío de mi alma! ¡Cuántas ilusio-
nes por tierra! ¡Pobrecito papa! ¡Fobrecitos
— 75 -
nosotros todos! (Llorando.) ¡Ay, señor Foso, el
teatro es un arca cerrada: tiene u-ted razón!
JjUI. Yo he pasado primero una angusiia, y lúe
go un gofoco, y después una ral)ieta... ¡Ay!
¡Por supuesto, mi cuñado es un calzonazos,
un viva la Virgen!... ¡Si llego yo á ser hom-
bre esta ncche — que me ha faltado poco —
yo no salgo de allí sin armar una gresca; sin
pegarme con ocho ó diez, sin volar el teatro!
¡Piratas! ¡granujas! Y vengo decidida: tene-
mos que fundar un periódico, cueste lo que
cueste. ¡Esto no queda así! Al concluir el
segundo acto casi me dio un insulto. Gracias
que don Jovito es muy amable, y me subió
un refresco. ¡Ay! ¡ay!
Foso (impaciente.) Pero, ¡por lo? clavos de Cristo!
¿tiene u-ted la bondad de referirnos lo que
ha pasado? ¿Es que ha habido muchas pro-
testas?
Luí. ¿Cómo protestas? ¡Un motín! ¡un escándalo!
¡un terremoto!
D. Jov. Por ahí; por ahí...
Luí. ¡De seguro que ha ¡do gente pagada!
D. Jov. Por ahí...
Luí. Porque la tomaban con todo, señ('r: con el
drama, con los actores, — ¡mala boml)a en
ellos! — con las actrices, — ¡mala peste en
ellas! — con Jos trajes, — ¡ay, qué trajecitos! —
Y venga gritar, y pegar patadas, y dar bas-
tonazos... iQué país este! En Francia no se
silba; ni en Inglaterra... Y en Alemania,
cuando no gusta una obra, se pide cerveza,
y nada más.
Irene ¡Jesús! ¡Jesús!
Foso ¡Jesús mil veces!
Luí. El uno que hacía el gato, el otro que batía
el perro, el otro que hacía el mirlo, diez ó
doce lo menos que hacían el gallo...
Foso (Filosóficamente.) |E1 teatro es un arca cerrada!
[renk ¡Virgen mía de las Angustias! ¿Era esto lo
que nos tenías reservado? Pero ¿ ómo ase-
guraba usted, señor Foso, que iban á sacar á
mi papá en triunfo?
Foso Irenita, ya estoy perplejo: yo estoy frente al
caos.
— T<> —
LiB. Si me dicen á mí que la iiiquilina del en-
tresuelo ha venido una noche sola, no me
asombro más.
D. Jov. ¡Mucho!
Foso \amos á ver, señora, vamos á ver... Porque
yo me pellizco y... ¿Dónde empezó el jaleo?
Luí. Calcule usted: em|>ezó en t^l acto primero:
en aquella frase tan bonita del galán en que
dice que el sol alumbra sin reparar en que
. pica y viceversa.
Irene (Estupefacta.) ¿Está usted oyendo, señor Foso?
FüSO ^ Después de soplar la pii«a.) Me lo temía.
IkENE cMue se lo temía usted?
Foso i Va lo creo! Había callado, porque no me
gusta alarmar; pero esa frase hay que decir-
la muy bien, ó no tiene efecto ninguno.
D. Jov. Ahí le duele.
Luí. Pues aquel perro de cómico — ¡mal ruyo lo
parta!- -la dijo todo lo mal que pudo. Se
equivocó al final. Por decir alumbra, dijo
alambre. Y luego ¡qué galán! Así de estatura.
Y sin voz. Del paraíso le gritaban: «¡Más
alto!» «¡Más alto!»
isENE ¿Por la voz?
Luí. ¡Y por la estatura, sería!
Foso Con elementos así, no hay éxito posible: ya
me voy explicando la catástrofe.
D. Jov. Por ahi...
Ikene Dígame usted, lia: la escena de Alfonsa y el
sacerdote, ¿cómo cayó?
Luí. No aie la nombres, hija. Allí fué Troya: allí
lUé lo grande. (Foso sopla otra vez la pipa por hacer
algo.) ¿No ves que el público la traía empren-
dida desde el principio con el dichoso cura?
Además, el bri bonazo que hacía el papel, en
lugar de afeitarse el bigote — ¡mala tina se lo
consuma! — se lo tapó con pasta. Y á la cuen-
ta lo hizo tan mal, que con el calor del teatro,
y con los gestos de la escena, se le empezó á
salir una guía lo mismo quc una brocha.
¡No quieras oir á los guasones! «¡Que se afei-
te!» «¡Que se afeite!» «¡Ese cura es de pega!»
El hombre se cortó, se azoró, y quiso seguir
la escena de espaldas al público; pero en
- 77 -
esto se le cae el solideo, y cuando vieron que
no tenía corona, fueron tales los gritos y las
voces, que hubo que echar abajo el telón.
¡Ay, Dios mío! ¡Qué corajina tengo! [Estoy
furiosa!
Foso Ya no hay más que oir ni que pensar: ya
está descubierta la incógnita: lo imprevisto.
El tiro que falla, el niño que llora, la estatua
que estornuda... Lo imprevisto. ¡Si me ocu-
rrió á mí en Price cuando estrené La sotana
y la levita ó los crímenes de los masones! Primer
acto: arriba; segundo acto: arriba; tercer acto:
un personaje dice: «El señor obispo ^e acer-
ca.» Y en lugar del obispo sale un perro de
aguas. ¡Se acabó la obra! ¡No recuerdo tu-
multo igual! Tuve que marcharmic á mi casa
con barba postiza.
Irene (Eh súbito arranque de indignación.) Pues si lo han
silbado á usted tantas veces, ¿por qué se la»
echa de entendido?
Foso ¿Eb?
D. Jov. Ahí le duele.
Foso Oiga usted, niña, ya que me sale usted por
peteneras: si su papá de usted hubiera sido
un poco más modesto, y cogiendo su drama
me hubiera dicho: «Amigo Foso, ahí eítá
mi obra: dele usted cuatro toques?, otro ga-
llo le cantaría.
Luí. ¿Otro gallo? ¡Si usted le da esos toques qne
dice, arrastran á mi cuñado esta noche!
Foso ¿Kh?
Lli. ¡Pues, claro, señor! Tiene razón Irene: ya
cansa usted con tanto echárselas de sabio,
y predicar cómo debe hacerse, y esto eí-tá
mal y lo otro está peor... Y luego estrena
usted y hay que avisar á la Cruz Roja.
D- Jov. Por ahí; por ahí...
Foso Señora doña Luisita, el vulgo... etcétera, et-
cétera... y pues lo paga... etcétera... hablarle
en... etcétera, etcétera.
Luí . ¡Señor Foso, está usted en mi casa y me está
usted faltando!
Foso Señora doña Lui.'ita, es que hay cosas...
Luí. ¡Pues si hay cosas, la primera cosa que debe
usted mirar es que habla con una dama!...
— 78 —
Foso Acepto la repulsa, á fuer de prudente.
ÍjUI. Bueno, bueno.
Foso ¡Y tan bueno!
Luí. Bupno.
Irene Han llamado. Ya están ahí. (véndoss.) ¡Qué
noche más distinta de la que soñábamos!
Luí. ¡Pobre Abel! ¡Quería á su drama como á un
hijo!
LiB. Quite usté; si se parte el alma...
Luí. (a Liboria, que §■? asoma á la puerta.) ¿Son elloS?
LiB. Ellos son, sí señora.
Luí. (Yéudose á recibirlos.) ¡.Av, Jesús! Esto parece
una pesadilla.
l^'oso iCnl),arme á mí!... ¡culparme á mí!... ¡"ues
hombre! ¿Sov yo el papa?
D. Jov ¡Tremenda desgracia, señores! Yo he pre-
senciado aquello y todavía no he entrado en
calor.
LiB. Es un espanto, don Jovito. ¡Y en la situa-
ción que les coge!
D. Jov. Paes eso es lo horrible: que aquí no hay pan
para mañana. ¡Deben hasta el aire!
Foso Chito, que llegan ya.
ESCENA III
FOSO, DO:^ JOVITO y LIBORIA; DON ABEL, EDUARDO,
IRENE y LUISITA
(Salen los cuatro últimos por este orden, silenciosos y mustios. Dou
Abel se sienta en una silla, abatido, sin decir palabra. Su hijo
Eduardo permanece un momento abrazado á su hermana y luego
se sienta sin hablar también. Luisita reprime sus nervios. Todos
•contemplan al autor con aire compasivo. Nadie se atreve á romper
el silencio en un rato )
D. Abel
Foso
D. Abel
Foso
I). Abel
(.Mirando á Foso, lleno de aflicción.) Amigo FoSO,
hemos perdido la batalla.
]jO sé, don Abel; y soy el primero en la-
mentarlo. Pero no tengo yo la culpa.
¿Y quién lo culpa á usted, señor?
¡Todos los presentes!
¿Por quéV La culpa no es de nadie. La cul-
- 79 -
Irene
D. Abel
Edu
Irene
Luí.
Foso
Luí.
LlB
Foso
D. Jov.
Luí.
Irene
LlB.
D. Jov.
Luí.
LlB.
1). Jov,
Luí.
Foso
pa es mía: enteramente mía. Y- mucho
me duele mi equivocación, si la hay, en
efecto; pero lo que más me aflige, me in-
digna, es la manera brutal, desconsiderada,
soez, con que se ha rechazado mi trabajo,
que á nadie ofendía; con que se han pisotea-
teado mis ilusiones
Pero la silba ¿ha sido tan grande como di-
cen, papá?
Ha sido tremenda, hija mía.
Tremenda, hermana.
¿Ni aun en el paso de la muerte han aplau-
dido?
(Estallando.") ¿Cómo habían de aplaudir si uno
de la orquesta había pue-to su sombrero
junto á la concha del ai)unt:ulor, y los de
arriba empezaron á tirarle cosas? ¡Qué país!
¡Qué asco!
¿rambién de e-io seré yo responsable?
Lo que debes hacer, Abel, es darle más en-
sayos á la oi)ra, acort:ir algunas escenas y
meterle tres 6 cuatro chistes al principio. Si
á tí no te salen, Castañeda, el sastre del por-
tal, tiene muy buenas ocurrencias.
¡Eso! ¡Y que la traguen!
Yo me reservo mi juicio.
¿Y poniéndole música, gustaría?
¡Qué barbaridad!
Calle u^ted por Dío.-j, don Jovito...
¡Miste que música! ¡Vamos!
Ustedes perdonen.
No hay más que hacer lo que yo he dicho,
y quitar el cura. Al público le ha chocado
el cura. Salió el cura, y todo se lo llevó el
diablo
Como que dice mi marido que las cosas de
la iglesia no se deben sacar á las tablas.
¡Mucho! ¡mucho!
Ya recordará éste que se lo aconsejé: haz de
ese cura un comandante. No esprecií-o que
sea el confesor de la familia. Los militares
tienen mucha autoridad siempre. ¿Qué opi-
na usted. Foso?
Insisto en que me reservo mi juicio. Pero
- 80 -
Irene
D. Abel
Irene
LlB.
D. Jov.
Foso
D. Jov.
Lie.
Irene
Luí.
LlB,
Foso
Luí.
D. Jov
Luí.
D. Abel
Luí.
Foso
D. Jov.
Foso
Luí.
D. Abel
sí diré, que cuando á mí me silbaron La he.
renda fingida ó los crímenes de los jyrotes-
tantes...
Déjese usted de protestantes ahora...
Si, 8Í; no deliremos. Lo ocurrido esta noche
es irremediable.
Irremediable: esa es la verdad.
iQué dolor! ¡Con lo que aquí se ha Jan-
tasiao!...
Mala la hubisteis, ingleses,
en esa de Roncesv alies...
Franceses, hombre.
Yo sé por lo que digo «ingleses».
¿E-tán llamando?
¿Quién podrá ser ahora"?
Castañeda, el de abajo, seguramente.
Deje usté; yo iré. (vase )
Pero, amigo don Abel, no sé qué me da ver-
lo de esa manera. Levante usted el ánimo,
hombre de Dios, que quién más, quién me-
nos, ya cabemos á qué sabe el jarabe de
silba. ¿O cree usted, por ventura, que es el
primero á quien le ponen las oreJMS callen
tesV Han silbado á Lope, á Calderón, á Mo-
reto, á Zorrilla, á Tamayo, á mí... ¡á todos,
honjbre, á todos!
Y, aparte de eso, Abel, que la obra es muy
bonita, di».\n lo que quieran; que en el pú-
blico ha habido gente envidiosa, y gente
pagada...
Y gente que no ha pagado también...
Que los cómicos la han degollado ..
Eso SÍ; no cabe discutirlo.
Que tenemos que fundar un periódico...
¡Bravo! ¡Un periódico!
/^'or ahí...
¡Muy bien! ¡muy bien! Yo me encargo de
la revista de teatros.
Sf, señor; porque es muy triste que haya
que aguantarse en un caso asi.
Calla, Luisita, calla. Callad todos. No dis-
paratemos en nuestro afán de hallar ]>alia-
tivos á lo que no los tiene. Mi desengaño ha
sido tan grande, tan cruel, que me hace
- 81 -
abrir los ojos á la realidad. ¿Qué importa
ahora que el drama sea malo ó sea bueno,
ni' que el cura deba ser militar, ni que yo
tenga quien me envidie, ni que Foso se
equivoque ó acierte, ni que en el pública
haya habido mala fe, ni que al castigarme
haya empleado groserías de taberna ó de
plaza de toros? Lo tremendo aquí, lo pavo-
roso, es mi ruina total, mi ruina abrumado-
ra; es que yo dejé mis medios de vivir por
estas caballerías del teatro, y sacrifiqué ne-
ciamente á mis hijos; es que no veo solu-
ción á este desastre; es que no sé, no sé qué
va á ser de mi ni de los míos, derrumbadas
las esperanzas que puse en mi obra...
ESCENA IV
DICHOS y DON MAURICIO
D. MaUK. (presentándose oportunamente en la puerta.) ¿Se
puede pasar?
(Movimiento en todos.)
D. Abel. ¿Eh? (Avergonzado al verlo.) ¡MaUricio!
Irene (con timidez.) Adelante, señor Regla, adelante.
(Pasa don Mauricio y estrecha las manos á Irenita,
mirando á los demás. Liboria asoma en este momento
y contempla el cuadro. Foso vuelve á soplar la pipa.
Cae rápidamente el telón.)
FIN DEL CUADRO PRIMERO
— 82 —
CUADRO SEGUNDO
Despacho eloíjante y severo de don Araiiricio Regla y Salazar, en un
ministerio. Al foro la mesa de trabajo y una mesita auxiliar. Chi-
menea encendida á la derecha del actor. Mampara á la izquierda.
Es de dia.
ESCENA V
DON MAURICIO y BERMÚDEZ
(Bermúdez poniendo documentos á la firma de don Mauricio.)
D. Maur. ¿Anoche se trabajó de firme?
Berm. Todo el personal estuvo aquí. El señor mi-
nistro quería esosdatos para la sesión de hoy.
D. Maur. ¿Quién ha escrito esto?
Berm. Un sobrinillo mío, que sirve de tenaporero
hace un mes.
D. Maur. Tiene bonita letra,
Berm. Algo recuerda la escuela todavía.
D. Maur. Esta noche lo necesito á usted.
Bebm ¿a qué hora?
D. Mauk. Después de cenar. Nos reunimos en el café
y nos venimos juntos. ¿Hay más?
Berm. No, señor. ¿Manda usted otra cosa?
D. Maur. Nada. No deje usted de comprobar eso en
la Gaceta.
Ber.m. Ahora mismo. Hasta luego.
D. Maur. Adiós, Bermúdez. (Vase óste con todos ios docu-
mentos firmados.)
ESCENA VI
DON MAURICIO y PARRA; luego DON ABEL
(Don Mauricio fuma y hojea papeles. Después oprime el botón de un
timbre, que suena dentro, y aparece 1 arra por la mampara. Parra
es el portero mayor. Frisa con los cincuenta.)
D. .Malr. Oiga, Parra.
Parra Usía me dirá.
— 88 —
D, Maur. Sin usía.
Parra Como es la primera vez que veo á usía esta
mañana...
D. Mauf. ¡Sin usía, hombre! Menos usía y más obe-
diencia. ¿Ha venido alguien?
Parra Precisamente acaba de llegar el caballero de
que ayer me habló usted.
D. Maur. ¿Y cómo no lo ha hecho usted pasar?
Parra Porque acaba de llegar, precisamente,
D. Maur. Pues que pase, que pase.
Parra En seguida, (se va.)
(dou Mauricio se levanta, y de espaldas á la chimenea
espera la visita. De pronto, Parra vuelve á abrir la
mampara y deja pasar á don Abel.)
1) Abel. ¿Hay permiso?
D Maur. Entra, hombre, entra. ¿Cómo te va?
D. Ab6,l. Tirando.
D. M\UR. f^,Y la gente menuda?
D. Abel. Bien todos. ¿Y tu hermana?
D. Maur. Así, así. (Mira á Parra.)
Parra ¿Desea usted algo?
D. Maur. Sí, señor: que se vaya usted, y que no se
quede escuchando detrás de la m-ímpara,
como otras veces.
Parra Entendido.
D. Maur. Lo he dicho bien claro.
(Vase Parra.)
ESCENA VII
DON MAURICIO y DON ABEL
D. Abel Veo que no cambias de carácter. Genio y
figura...
D. Maur. Es que este buen Parra es muy entrometido
y muy hablador, y si no lo pongo á raya
capaz es de acercarse á contarnos un cuen-
to. Pero deja el sombrero, Simple. ¿Vas a
■gastar cumplidos?
D. Abel (obedeciéndolo.) Soy el pobre escribiente del
ilustrísimo señor don Mauricio Regla y Sa-
iazar. ' '
D. Maur. Eso, luego. Ahora eres mi amigo Abel Se-
cano, (lo abraza.) ¿Te has veuido á cuerpo?
T=r /84 "^
D.Abel Sí.
D. MaUr. Puesbac^ vm frío de todos los demonios.
D. Abel (suspirando.) Sí lo hace, fí; pero... me lie ve
nido-á cuerpo. Achaque de eycribientep.
D. Maur. Ya Fe atenderá á todo. ^-Quieres un ciga-
rrillo?
D. Abíl Dámelo. ¡Buen despacho tienes!
D. Maur. No es malo, no.
D.Abel. Telo mereces todo, Mauricio. Mi familia
está que no sabe dónde ponerte. Irenita hi
recortado un retrato tuyo de no sé que pe-
riódico; le ha hecho un marco de pnja de un
sombrero mío, y te ha colgado en 1 1 come-
dor.
D. Mauk. ¡Ja, ja! Dile que lo quite. Yo os mandaré
uno bueno.
D. Abel Te lo cuento para que veas hasta dónde mis
hijos saben agradecer lo que haces }>or su
padre.
D. Maur. Bien está, bien está.
D. Abel A mí me has salvado,
D.Maur. Calla.
D. Abel , Sobre sacarme de la cabeza mis caballerías
literarias, mis locuras, me das un medio de-
coroso para que no me muera de hambre.
Recobro el juicio, tengo pan que llevar á nú
casa, y tengo tu amií-tad, que vale más que
todo ello junto.
D. Maup. Oye una cosa. Tu reposición en tu antiguo
destino va en vías de conseguirse. El minis-
tro está conmigo á qué quieres boca. Allá
veremos. Por de pronto, y por si tarda en
arreglarse la combinación, aquí tienes esto
que yo te doy. Es una á manera de gratifi-
cación por trabajos extraordinarios: sale de
los gastos del material. Yo siento que sea
tan poca cosa, pero, chico, algo es algo...
Menos da una piedra.
D. Abel A mí me parece lo que me das un monte de
oro; pero si te cuesta la menor violencia el
proporcionármelo...
D. Maur. ¡so digas tonterías... Ni se hable más del
particular.
(Breye pausa.)
D. Abel
D. Mauh.
D. Abel
D. Mauk.
D. Abel
D. Mauk.
D. Abel
D. Maur.
D. Abel
D. Mauk.
D. Abel
D. Maur.
I). Abel
D. Maur.
D, Abel
D. Maur.
D. Abel
T>. Maur.
Qué, ¿no trabajamos?
Ahora, hombre, ahora; no tengas prisa. Lo
t)ma8 con ganaa. '
Sí: te aseguro que hí. Creía yo que al volver
á sabir las escaleras de ¡e-ta casa, después
de más de tres años de voluntario olvido,
sentiría tristeza, pesadumbre; él doloí del
retorno á la cárcel... Y ha sido al íevés; he
entrado animoso, contento... ¿Y á que no sa-
bes a quién me he encontrado en la prime-
ra mesetilla?
¿A quién?
A don Jesús,
¡Ah! ICl gran don Jesús...
Y está lo mismo: parece que duerme en
aguardiente. Me ha dicho que sigue hacien-
do sus visitas á nuestro negociado. ¿Querrás
creer, chico, que desde que me dediqué á
dramaturgo nunca volví á poner los pies
allí?
Ya, ya.
¿Se murió Cabra?
No. En el mismo pupitre lo tienesi Por ra-
zón de economías le han rebajado el sueldo
mil reales, pero allí sigue,
Y no es que él se queje, ¿eh? ¡Pobre Cabra!
Vamos á trabajar. (Toca el timbre.)
Cuando quieras. Soy tuyo. Vuelvo á lo que
fui lleno de alegría; de alegría sana... de ale-
gría... de alegría... Yo tenía una facilidad de
palabra que voy perdiendo.
No te importe, (a Parra, que se presenta en la
mampara.) Traiga USted leña, (a don Abel.) \^as
á ponsrte frente á mí; aquí, en mi misma
me*a. (Se sienta en su sillón. Don Abel obedece y se
coloca frente a él.) Primero que nada quiero
que copies esto.
Lo que tú me diga?, ¿Hago letra corriente ó
de adorno?
Corriente. Esmeradita, ¿sabe.'=-?
Descuide usted. Digo, descuida. ¿Te parece?
Yo, mientras, voy a preparar. . Porque, chi-
co, me traen de cabeza. ( Pausa breve. Trabajan
los dos.) . . . . ' . -
— 86 -
ESCENA VIII
DICHOS y BERMÚDEZ
Bfrm. (Desde la mampaia.) ¿Da USted SU permiso?
D. Mauf. Adelante, Bermúdtz. ¿Qué hay?
Bekm. El señor ministro que tenga usted la bon-
dad de ir á su despacho.
D. Mauk. Dígale usted que voy en seguida. ¿Hay al-
jzuien con el?
Berm. Sí, señor; ese diputado andaluz...
D. Maur. ¿Narbona?
Berm. El mismo.
D. Mauk. Ya sé lo que quiere. Voy allá.
(Vase Bermúdez. Don Mauricio busca unos papeles, y
cuando va á marcharse lo llama don Abel.)
I). Abel Mauricio.
D. Maur. ¿Qué pasa?
D. Abel (Mostrándole el original de lo que copia.) AqUÍ Se
te ha escapado un galicismo.
D. Maur. Bueno, pues déjalo; no te preocupes tú de
esos detalles.
D. Abel Dispensa.
\). MAU^. Estás dispensado. K,n ef-ta oficina, ninguna
que tenga menos sueldo que yo, tscribe
mejor que yo. (vase.)
ESCENA IX
DON ABEL y PARRA
D. Abei. ¡Je! Sus genialidades de siempre... í*ero en
esta oficina, como en todas, es un (iisjjarate
escribir desapercibido por inadvertido. Y no
hay que darle vueltas, (vuelve á su labor.)
También este cuyo es sandunguero... En fin,
allá él... Una cesa es la amistad, y el estilo
es otra cosa.
(Llega Parra con leña para la chiraencn, cautaudo
flamenco.)
Parra Tú me dejaste soUto. .
1>. Abel ;E1í?
— 87 —
Parra ¡Ah! Usted perdone. Como vi salir al señor
Regla, y no tenía costumbre de que usted
viniese, creí que el despacho estaba solo.
D. Abel Ya.
(Parra mueve en la chimenea Jos tizones y echa leña
de la que trae.)
Parra Se me liace raro que don Mauricio pida
fuego... ¡Digo! El está siempre echando
lumbre... Vamos, echando lumbre en el
buen sentido... No es esto criticar.
ESCENA X
DICHOS y URKUTI.V
(De improviso ábrese violentamente la mampara, y aparece Urrutia
sombrero en mano.)
Parra ¡Hombre! ¡hombre! ¿qué manera de entrar
en un despacho es esa?
Ukrut. No... no crei que el muelle ettaba tan flojo.
Parra Lo primero es pedir permiso.
Urrut. ¿Sí, verdad"?
Parra ¿Qué se le ofrece á usted?
Urrut. Me... me ha dicho el señor Regla que pase
y que lo espere aquí. Y... y no doy más ex-
plicaciones.
l'íRRA ¡Bueno, hombre, bueno! ¿Tiene usted usía?
Ukrut. To... todo se andará. (Reparando en don Abel,
que lo está mirando sonriente.) ¡Dcn... dou Abel!
D.Abel ¡Amigo Urnitia!
Urrut ¡Tan... tanto tiempo sin verlo! ¿Cómo sigue
usted?
D. Abel Bien, ¿y usted? Está usted más gordo.
Urrut. La... la buena vida. Y... usted está más
alto.
D. Abel ¿Más alto? ¡Ya no tengo edad de crecer!
Urrut Se... serán Jos tacones.
Parra Tai marcharse, por decir algo.) No alcei) mucho
la voz, que luego se oye todo y se enfada el
señor ministro.
Urrut. ¿Ah, sí? Yo... yo creí que el ministro era us-
ted.
— 88 —
Parra^ Pues yo lo tomé á usted por el Presidente
) del Consejo. ¡Mira éste ahora! (se va.)
Urrut. ¡Qué... qué tunante! Se... se fíguran que son
generales porque tienen galone.'-\ Me... me
las traigo yo con los porteritos.
ESCENA XI
DON ABEL y URRUTIA
D. Abel ¡Vaya, vaya con el amigo Urrutia! ¡Si viera
usted lo que yo gozo saludando á mis anti-
guos compañeros de covachuela!
Urrut. ¿Y... y qué hace usted sn\n\, ahora que me
acuerdo?
D. Abel (vergonzosamente.) Pues... nada... que Mauricio
me necesita para un trabajo delicado... y
como yo soy siempre el mismo... el amigo
de mis amigos... ¿Y usted? ¿A. qué debemos
esta visita?
Urrut. Ven... vengo á darle las gracias á don Mau-
ricio.
I). Abel ¿Por qué?
ÜRRUT. Me... me ha ascendido á seis... Me... me ha
hecho hombre. Usted calcule: siete duritos
más...
D. Abel Que sea enhorabuena, querido Urrutia. (se
sienta junto á la chimenea. Urrutia se sienta también,
después de calentarse un poco.)
Urrut. ¿A usted lo ha colocado de nuevo?
D. Abel Tras de ello anda ahora.
Urrut. ¿Pe... pero eso no querrá decir que usted
abandone el teatro?
D. Abel Hombre... el teatro... el teatro...
Urrut ¿^■^■- estrenó usted La cotorra herida?
D. Abkl La paloma...
Urrut. Eso es: La paloma mensajera.
D. Abll Herida, herida.
Urrut. Herida, eso es. ¡Qué cabezota soy!
D. Abel La estrené, sí señor: en mal hora... y por mi
desgracia.
Urrut. ¿Se... se la machacaron á usted?
D. Abel ¿Y cómo no, querido Urrutia? La vida es
— ^80 —
sueño no resiste el embate de aquél público
alborotador, levantisco, para quien la única
diversión era el fracaso. ¡Qué noche! No
quiero acordarme. Ya pasó, ya pasó.
,Urrut. a... á mí, en buena hora lo diga, hasta el
presente no me han machaca'h ninguna.
D.Abel (perplejo.) Pero... ¿cómo? ¿Usted?... ¿usted?...
ÜRRUT ¡Qué... qué cara pone!
D.Abel ¿Usted también se ha dado á las letras?
Urrut. ¿a... á las letras? ¡Un cuerno! ¡Al... al teatro!
He estrenado un par de piececitas... con un
amigo.
D.Abel ¿Dónde?
Ukrut. En... en la Sociedad Carrascosa.
D. Abel ¿Y quién es Carrascosa?
ÜRRUT. Ca... Carrascosa es un fresco que ha hecho
dos sainetitos y que ya tiene Sociedad.
D. Abel ¡Caramba, hombre, caramba! ¡Qué sorpresal
Urrut La... la última la estrené el mes pasado.
D. Abel ¿Cómo se titula?
Urrut. Cas... Castañas al vapor. Es muy gorda.
n. Abel ¿Y gustó?
Urrut. Se... se lieron. A... ahora resulta que tengo
gracia, don Abel...
D. Abel No es mala fortuna.
Urrut. Ver... verdad que no; porque el público no
quiere tristezas.
D. Abel Sí; pero métase usted á torcer el tempera-
mento del artista. Yo no siento lo cómico;
no lo siento. A usted, verbi gracia, le sale
al paso una pelota de mosquitos en el Reti-
ro, y hace un chiste.
Urrut. Se... seguramente.
D. Abel Yo no: yo veo el paludismo que acecha.
Urrut. Pues... pues es una gaita. Y ¿sabe usted lo
que le digo? Que no ganará nunca dinero
con esas cosas.
D. Abel Bien, esto es aparte; yo ya no me ocupo...
Urrut. ¿Có... cómo que no?
D. Abel No, señor, no; estoy desengañado, vencido...
Paso de escritor á escribiente.
Urrut ¡Buen tonto está usledi Pudiendo hacere
rico...
D. Abel Hay mucho de leyenda en eso.
— 90 —
Urrux. Si... si yo, con los argumentos que se me
ocurren, supiera redactar como usted...
D. Abel ¿Qué quiere decir redactar?
ÜRRur. Re... redactar. Mire usted, don Al)el: en lo
que hablan los personajes de mis obra?,
¡anda con Dios! que mal que bien, me apa-
ño, porque si se me va alguna faltilla de or-
tografía, co... come las hache? no ¡ruenan, á
Dios gracias, desde el público no se advier-
te; pero me pongo á redactar, es un ejem-
plo, dónde han de estar las puerta^-, ó si
hay etcalinata en un jardín, ó un ga... ga-
binetito modernista, de estos complicados,
y ya me tiene usted sudando á chorros.
D. Abel Ah, naturalmente. Careciendo de letras, de
cierta cultura... A mí eso no rae importa.
Yo tiro de pluma y me describo á San Frnn-
cisco el Grande sin dejar un santo en el
tintero.
ÜRRUT. E?... es que usted ha leído muchas novelas.
¡Ojalá encontrara yo un colaborador como
usted!
D. Abel Vamos, vamos; ¿quiere usted callar, hom-
bre?...
Urrut. No... no se haga usted el chiíjuito. Oiga us-
ted, oiga usted... Le... le voy á contar á
usted un argumento que se me ha ocurrido
en el tranvía.
D. Abel ¡Ja, ja, jal ¡Este Urrutia!...
Urrut. Ve... verá usted. Ello es un capitán de un
barco mer... mercante, que trae de América
dos loros.
D. Abel ¿Dos loros?
ÜRRUT. tSÍ... sí, señor; si por eso me equivoqué yo
con lo de la cotorra; porque venía reinando
en esto de los ¡oros. Bueno, pues en la tra-
vesía... Pero no; verá uí^ted: uno de los loros
es para la que... queridilla del capitán...
D. Abel ¡.Je!
Urrut. Y el otro para una vieja muy beata. En la
tra... travesía, que es á lo que iba antes, al
loro de su queridilla le enseña muchas pa...
palabrotas, por... porquerías, co... cosas ver-
des, para reírse luego cuando estén almor-
— 91 -
zando; y al de la beata le enseña la letanía'
el gori-gori, y otras pamplinas por el estilo-
Bueno, pues el criado del capitán, al llevar-
los asi que llegan, cam... cambia los loro?.
D. Abel ¡Ja, ja, ja! ¡Ks graciosísimo!
Urrut. ¿Verdad que lo esV
ü. Abel Está, está bien ideado,
ÜRRUT. ¿Quiere usted que hagamos la obra juntoh?
1). Abel ¿,J untos?
Urrut. Sí, señor.
D. Abel Mo... si yo no... Eitoy fuera de juego... Ade-
más, me he prometido á mí mismo .. Apar-
te de que no tengo gracia maldita.
Urrut. ¿,Qué no tiene usied graciay ,Por quintales!
•>. Abel ¿Yo?
Urrut. Natural. El que se cree que no la tiene es el
que la tiene, como me pata a mí.
D Abel Es posible... es posible...
Urrut. Há... bágame usted caso: yo vivo en la calle
Liituneros, cuatro, segundo. ííe va usud por
allí unas cuantas tardes, y pitillo va, piti-
llo viene, nos sorbemos la obra en och.) días.
i). Abel Pero si la cuestión es que yo tengo el com-
promiso moral... Y cuidado que en ese tema
de los loros empiezo á ver cosas... ¿Usted
habrá imaginado la acción en casa de la
vieja?
Urrut. Es... es igual.
I). Abel Pirque á mí se me ocurre que esa vieja
puede tener una criada picanlilla...
Urrut. ¡Sí, señor; ¡con un novio soldado!
D. Abel ¡Muy bien! ¡Y entre los dos le enseñan m¡U
picardihuelas al loro!
Urrut. ¡Y los sorprende la beata 3' tiene que es-
conderte el soldado debajo de la mesa!
D. Abel ¡Ja, ja, ja!
Urrut. ¡Ja, ja, ja!
(' 03 dos se ríen de buena fe, con la llama áo. la ins-
piración en los ojos. Llega don Mauricio eu tal punto,
más cargado de papeles que se marchó, y los observa
estupefacto. Don Abel y Urrutia, engolfados como se
hallan en su creación, no advierten la presencia del
jefe.)
- '.12 —
e;scéna XII
DICHOS y DON MAURICIO
ü. Abel
Urrut.
D. Abel
Urruí .
D. Abel
D. Maur.
ÜRRU'I .
D. iVlAüt.
Urrut.
U. Mauk.
Urrut.
i). Maur.
ürkut.
D. Maur
ÜRRUr.
|Y haremos que esté un poco borracho!
¡Su... superior! ¡Y que diga algunas cosas en
yoz alta!
Y la criada le dirá á la vieja: «¡Es el loro,
es el loro!» ¡Ja, ja, ja!
¡Ja, ja, ja! ¡Tiene usted más gracia que 3'o!
No, hombre... Lo que hay es que en este
asunto veo... veo... reconozco que veo...
(En efecto, ve á dou Mauricio y se queda yerto. Urru-
tia lo ve también después y quisiera que la tierra se lo
tragase. Hay unos momentos en que don Mauricio
acusa con la mirada á los dos y ellos no se atreven ni
á respirar.)
(con entereza ) ¡Salga ustcd de mi despacho,
señor Urrutia!
I'on... Don Mauricio...
¡Salga usted! (Umitia se estremece y se encamina
hacia la mampara tembloroso y desconcertado. A mitad
de camino don Mauricio vuelve á llamarlo.) ¡ülgu
usted!
(volviéndose de un salto.) Man... mande usted.
¡Sirva Uí-ted para algo! (Entregándole unos pocos
papeles de los que trae.) Llévele USted estoS d(>-
cimientos al señor Oortegana.
¿Quién... quién es el señor Cortegana?
¡Tiene usted el deber de saberlo!
Es... es verdad... Yo... yo venía á darle á us-
ted la enhoral)uena... digo, no... á (jue me
diera usted las gracias... digo, no...
¡Silencio! (oice esto tan violentamente que se le
caen los papeles á Urrutia.) ¡Bienl ¡Muy bien!
¡Recoja usted esos docu-jaentos en ¡-eguida,
y ordénelos según estaban, ó lo suspendo á
usted de empleo y sueldo!
Sí... sí, señor. ¿Es pata la mía? (como puede ei
hombre recoge los papeles del suelo, invirtiendo doble
tiempo del que invertirla si estuviera tranquilo, y luu-
— 93 —
go procura ordenarlos sobre la mesita auxiliar. Kiitre
tanto don Abel y don Mauricio hablan lo que sigue.)
D. Maup. Abel, Id que he visto, ni f-iquiera es digno
de ti. Me has engañado: me has traicio-
nado.
D. Abel Perdóname. Es muy difícil en tan pocos
,, ■ días aventar las cenizas de unas ilusiones,
acaso por locas más queridas... Si alguna
vez has tenido ilusiones, sabrás perdonarme.
D. Maur, He tenido ilusiones; y aún las tengo. Pero
cuando han sido desaliñadas, he sabido aho-
garlas en fior. Para eso está el sentido co-
mún. ¿Ks nue tu? promesas nada pueden
contigo? ¿Es que nada valen tampoco mis
consejos? ¿O es que vas á recobrar la razón
cuando te estés muriendo, como don Quijo-
te? Siéntate, que para que le tomes el gusto
al trabajo, vamos á llevarnos acjuí hasta
las tres de la madrugada,
D. Abel Lo que tú ordenes haré yo.
D. Mauk.. Coge cuartillas, que te voy á dictar. (Mientras
don Abel se dispone á ello, dice contemplándolo con
lásiima.) (Es enfermedad incurable. ¡Pobre
amigo mío! Está loco: no tiene atadero.)
D. Abel Cuando gustes.
D. Mauk. (Paseando.) Bases... para la organización y re-
forma de la Hacienda pública, coma... del
Ejército, coma... de la Armada, coma...
(tJrrutia, oyéndole dictar, se esfuerza eu reprimir la
risa.)
D. Abel (sin esperar más comas.) Pero, Mauricio...
D. Mauk. ¿Qué?
D. Abel Me dejas turulato.. . ¿Aun sigues con tu an-
tigua manía de reformar y regenerar á Es-,
paña?
D. Mauk. Aun í-igo, sí... Escribe. De la Agricultura,
coa:a... de la Industria, coma... (suena un tim-
bre.) Aguarda un instante, (se va.)
— 94
D. Abel
Urrut.
D. Abei.
Urrut.
D. Abki,
Urrut.
D, Abel
ÜRRUT.
ü. Abel
ÜRRUT.
D. Abel
Ukkl't.
J'). Abel
Urrut.
ú. Abel
ÜRRUT
D. Abel
ÜRRUT.
1). Abpl
ÜRRUT.
I). Abel
ÜRRUT.
D. Abel
ÜRRUT.
D. Abel
Ukrut.
ESCENA ULTIMA
DON ABEL y URRUTIA
(Apenas desaparece den Mauricio.) ¡Pobre RtuigO
mío! Está loco: no tiene atadero.
No... no, señor, no lo tiene. Ije... le riñe á ns-
ted porque escribe comedias, y está todavía
con la pa... paparrucha de las baíes.
¡Jesús! ¡.Jesús! .. ¡Qué cosas!... Indudable,
amigo Urrntia, indudable... La vi<la es una
gran tragedia con personajes de saínete...
¡Mu... muy bien dicho!
¿Quién había de pensar que ese hombre?...
¡8i hay para soltar la carcajada!
¡Pa... para soltar la carcajada!
Es claro: el público hace bien... Lo que quie-
re es risa y más risa... y risa y más risti...
¿Qué... qué le he dicho á usted yo?
¡Como que en la vida no hay más que tipos
cómicos! Yo soy un tipo cómico...
¡Sí... sí señor!
Usted es un tipo cómico. .
¡Sí... .sí seño:!
Mauricio es otro tipo cómico...
¡Si. . sí señor!
El propio ministro del ramo, ¿no es un tipo
cómico?...
¡Más cómico que todos junto'!
Sí, sí... Como la luz, como la luz... Hay que
escribir una obra cómica. Amigo Urrutia.
A... amigo don Abel. ¿Lo aguardo á usted
mañana?
No, señor: esta noche.
¡Me., mejor que mejor!
¿Latoneros...?
Cua... cuatro, segundo.
Pues ha? ta luego.
Hasta luego,
¡ün abrazo, colaborador!
(Abrazándose á él.) ¡Un... uu abmzo! ¡El porve-
nir es nuestro'.
- 95 —
D. Abel ¡Saldremos á la escena juntos!
Ubrut. ¡Co... como Daoiz y Velarde!
D. Abel ¡Hasta luego!
UrRUT. ¡Has... hasta luego! (Yéndose radiante de júbilo.)
ri... tipos cómicos... ti... tipos cómicos... mu-
chos ti... tipos cómicos...
D. Abel (Echando llamas por los ojos.) TipOS CÓmicOS... ti-
pos cómicos... No hay más que tipos có-
micos...
FIN DE LA COMEDIA
Madrid, Mayo, 1905.
OBRBS OE IiOS MISIVIOS flÜTOHES
Esgrima y amor, juguete cómico. (•2.° edición.)
Belén, I-í, principal, jug-uete cómico.
Cíilito.juo-iiote ci')mico-lírioo. Música del m^aestro Osuna. (2.* edición)
Lia metlia naranja, juguete cóm.ico. (2.^ edición.)
El tío «le la ílanta. juguete cómico. (2.* edición.)
El ojito «lerecho, entrejnés. (3.* edición.)
lia reja, comedia eu un acto. (4." edición.)
lia buena sombra, saínete en tres cuadros, con música del maes-
tro BruU. (6.* edición.)
El peregrrino, zarzuela cómica en un acto. Música del maestro
Gómez Zarzuela.
L.a vicia íntima, comedia en dos actos. (3.* edición.)
liOS borrachos, saínete en cuatro cuadros, con música del maes-
tro Griménez. (2.* edición.)
El chiquillo, entremés. (5." edición.)
Eas ca.<ías de carttfn, juguete cómico.
El traje de luce.s, sainete en tres cuadros, con mrisica de los
maestros Caballero y Hermoso.
El patio, comedia en dos actos. (3.* edición.)
El motete, pasillo con mvisica del maestro .José Serrano. (2.* edi-
ción.)
El estreno, zarzuela cómica en tres cuadros, con música del maes-
tro Chapí.
Eos ©aleotes, comedia en cuatro actos. (3.* edición.)
Ea pena, drama en dos cuadros. (2.» edición.)
Ea azotea, comedia en un acto.
El jféncro ínfimo, pasillo con miisica de los maestros Valverde
(hijo) y Barrera.
El nido, comedia en dos actos. (2." edición.)
Eas flores, comedia en tres actos.
Eos piropos, entremés.
El flechazo, entremés.
El amor en el teatro, capricho literario en cinco cuadros, pró-
logo y epilogo.
Abanicos y panderetas ó ¡1 Sevilla en el botijo! hiimorada
satírica en tres cviadros. con miisica del maestro Chapí.
Ea dicha ajena, comedia en tres actos y un prólogo.
Pepita Reyes, comedia en dos actos.
Eos meritorios, pasillo.
Lia zahori, entremos.
lia reina mora, saínete en tres cuadros, cou música del maestro
Josó Serrano. (2.* edición.)
ZaraK'ntaN, sainóte en dos cuadros.
Lia zaK'nla, comedia en cuatro actos.
Lia contrata, apropósito.
Kl amor <|ue pUMa, comedia en dos actos.
El mal «le amores, sainóte con música del maestro José Serrano.
Kl nuevo servidor, humorada.
Mañana «le sol, paso de comedia.
Fea y oon g'racla, pasillo con música del maestro Tu riña.
íítk aventura «le los g^aleotes, adaptación escénica de un capi-
tulo del Quijote.
lia musa loca, comedia en tres actos.
Lia pitanza, entremés.
£1 amor en solfa, capricho literario en cuatro cuadros y un pró-
logo, con música de los maestros Chapi y Serrano.
SERAFÍN I JOAQUÍN ÁLVAREZ «ÜINTERO
LA PITANZA
E NTR ElVIES
.^í<^$g^
SOCIEDAD DE AUTORES ESPAÑOLES
Núñez de Balboa,. 12
LA PITANZA
Esta obra es propi<)dad de sus autores, y nadie po-
drá, sin su permiso, reimprimirla ni representarla
en España ni en los países con los cnales se hayan
celebrado ó se celebren en adelante tratados interna-
cionales de propiedad literaria.
Los autores se reservan el derecho ie traducción.
Los comisionados y representantes de la Sociedad
de Autores Mpañoles son los encargados exclusivamen-
te de conceder ó negar el permiso de representación
y del cobro de los derechos de propiedad.
Queda hecho el depósito que marca la ley.
LA PITANZA
ENTREIVIES
SERAFÍN y JOAQUÍN ÁLVAREZ QUINTERO
Estrenado en el TEATRO DE LA ZARZUELA el 15 de
Setiembre de 1905
*-
MADRID
B VBLA8CO, IMT., MAEQUfiS UE SANTA ANA, 11 DOP."
Teléfono aiimero 6M _^
1905
ji\ Sr. Don pedro Ruiz h pirana
(Z/Ui/ atHiaoS de óteutji>Le,
QjeiapH u íoacLutu,
REPARTO
PERSONAJES ACTORES
JESUSA Seta. Mendoza.
SES'OR clemente.. . . : . . . . Sr. Ruiz de Akaíía (P.)
ANDRÉS Rviz DE Abana (E.)
-""i^ we-»^í^.-^«-»*i
-nr» —
W5Mt¡»ie¡.MW«mf^>Mfti;5^
■..>i«.tif;.i "■
,^^,^^,„^,,^^^,v^^^^v,,,»„^vv^^^^,^^^^>^^^^^^-^-^'^'"^-^'^'»'^-^-w*«-^— ^
LA PITANZA
Una iilaza eu Sevilla. A la derecha del actor, eu primer término, un
banco de piedra. Es de día
ESCENA PRIMERA
SEÑOR CLEMENTE; luego ANDRÉS
•(eI señor Clemente es uii cochero de punto que tiene la parada allí
cerra y que almuerza y come en aquel banco. Sale por la derecha
del actor y mira hacia la izquierda de muy mal temple. Es que so
retrasa el almuerzo más de lo justo, ^
Sp. Cle. Po.s í^eñó, güeno está: se conose que mi majé
tiene ya la barriga yena. La una er día, y
sin pares¿ con el armuerso. ¿A. que se le ha
orvidao á la mu bruta? ¡Maidita sea la hora
en que un cochero se casó! ¡A.si cayera ur
rayo en mi casa, y la partiera primero á
eya, y luego á mi cuñao, y después á mi
cuña... y aunque queara una chispita pa los
niños no se perdía gran cosa! ¡.Jinojo, como
me tiene la familia!. . (Mirando hacia laderecl; a."!
Hombre, me alegraré que aquer señorito
der caJd me quiea toma por horas; que como
no traiga dos güevos fritos en la cartera, lo
va á yevá su padre. Vamos, me perdona la
vía: pasa e largo... Fué que no yeve suerto.
A lo mejó estos de los pantalones doblaos
sin que yueva, tienen un duro pa to er mes...
Asin se peinan con tanto pelo: pa tenéqiie
pelarse poco. Y mi armuerso sin asoma por
ningún lao... ¡Mardito sea Moión! ¿En qué
estará pensando mi gente? ^;Habrá cogió un
elértrico á mi 6eñoray¿La habrá matao una
leja? ¿Se le habrá calo ensima un baú? No
qnieo forma castiyos en el aire...
(Sale por la derecha Andrés, mocito de! pueblo.)
And. Dios guarde á usté, señó Clemente.
Sr. Cle. Hola.
And. ¿Está usté güeno?
Sr. Cle. Si, hijo, sí.
And. Ya sé (jue la familia está güt-na...
Sr. CiF. Sí, la familia sí. ¡Güeña está la familia!
And. ¿Qué le pasa á usté, señó Clemente?
Sr, Cle. ¡Mah;s digestiones que base imo!
Anc. ¿Sí, verdá? Lo mismo tengo yo á mi madre.
¿Por qué no toma usté una poquita e ser-
vpsa antes de las comías, pa abrirse el ape-
tito?
Sr. Cle. ¡Guasón, si lo que estoy es desmayao!
And. ¡Ay, qué grasia! Siempre de güen humó...
Sr. Cle. ¡Siemprel Santa Lusía te conserve la vista.
And. Pos yo, pasaba por aquí, y como lo vi á usté
desocupao y liase dos ó tres días que le
quiero habla de un asunto...
Sr. Cle. ¿De un asunto tú?
And. Fué usté carculárselo... En er tayé me han
subió er joma... y Jesusa y yo habernos
pensao formalisá lo nuestro.
Sr. Cle. (Mirando á todas partes y escupiéndose en una iiuiiiu.y
¿Ande he puesto yo er látigo, hombre?
And. ¿Er látigo? ¿Pa qué quié usté er látigo?
Sp. Cle. ¡Pa crujírlelo ensima y que sarga-^ corriendo
por ahí hasta que pierdas los tacones! ¡Mar-
dito sea Morón! ¿Pos no me pregunta que
pa qué quieo er látigc ?
And. Pero señó Clemente...
Sr. Cle. ¡Pero señó Jinojo! ¿Qué te has creío tú?
¿Que porque te dejo habla con mi niña, por-
que se me caen los pantalones de güeno, vi
yo á consentí que tú te la yeves lo mismo
(jue me yevé yo á mi mujé? ¡Vamos, quital
- 9 —
¡Vale mi hija como siete veses más que su
madre! |Y vales tú como setenta veses me-
nos que yo!
And. Pero señó Clemente...
8r. Cle. ¡Que te ca3'es, hombre! ¡Toavia no ganas tú
ni pa costearle á mi niña er jabón que gasta!
And. Pero ¿no oye usté que me han subió er
jorná?...
Sr. Cle. ¡Me alegro! Compra una arcansia pa los
ahorros. ¡No nesesitabayo en mi casa más
que un nieto con la cara e tu madre!
And. ¡Con mi madre no se tiene usté quémete,
señó Clemente!
Sr. Cle. ¡Pos no la saques á la caye más que en Car-
navá!
And, ¡o se cava usté ó vamos á tené un dijusto!
Sr . Cle. ¡O te cayas tú ó te sarto un ojo!
And. ¿a mí?
Sr. Cle. ¡A tí!
Ani:>. Si no mirara quién es usté... Pero esto es
asesinarlo á uno, señó Clemente... Yo le diré
á Jesusa lo que ha pasao...
Sr. Cle Pué que se lo diga 30 primero... (Acción de
pegar.)
And. Como le toque usté ar pelo e la ropa. .
Sr. Cle. ¿Qué?
And. ¿Que qué?
Sr. Cle. Sí; que qué.
And . (Reprimiéndose ) Na.
Sr. Cle. Pos na.
And. Le vale á usté... le vale á usté... Quéese usté
con Dios: no quieo perderme, (se va de estam-
pía.)
Sr . Cle. ¡Como si vas y te tiras ar río! ¡Me da lo mis-
mo' ¡Mardito tea Morón! ¿Pos no se quié
casa con mi hija con dos reales tos ios sá-
bados? ¿Qué pensará darle de bebé? ¡Porque
supongo que en come no habrá pensao! ¡.Ji-
nojo con er niño! ¡Si le digo á usté que hoy
por la mañana me está á mí hasiendo farta
un barreno!
— 10 -
ESCENA II
SEÑOR CLEMENTK y JESUSA
Sr . ClE. i a Jesusa, «■jiu' s;ile por la iziiuic-nla con un porta-
viandas y una botella de vino.)
¡Vamos, hombre! ¡Ya quiso Dios! ¿lis que se
ha parao er reló de la Tlasa Nueva, verdá?
¿Y tu madre? ¿Por qné no ha venío tu ma-
dre como loá ios diab? ¡Tenía yo gana de
darle una sopita hoy I
Jes. Yo le diré á usté lo que ha pasao.
8r. Cle. No me digas na si no quiés que de un guau-
taso te esbarate la cara. ¿Te paes^e á tí ni
medio bien que .er cabera e fnmilia yeve
aquí una hora renegando de la familia, 5' de
la cabesa, y der Dios que lo v.ñó, y de la co-
madre que lo trajo ar mundo"?
Jes. Pero, padre, si no me deja usté que le ex-
plique...
Sr. Cle. ¡Como que estoy yo pa escucha discurpitns
con el hambre que tengo! Destapa eso ya, y
vamos d vé lo que me traes; que no fartaba
más sino que fuea bacalao con tomate, que
siempre me base daño. ¡Mardito i=ea Morón!
¿^^a qué estaría ese pueblo en er mapa cuan-
do era yo sortero? ¿Qué delito habré yo co-
metió pa (jue me toque e-a mojé, que es
una ruina? Una mujé fea, una mujé brutr»,
una mujé ari-ca, una nnijé puerca...
Jes. ¿También puerca, padre?
8r. Ci.e. ¡Puerca y retepuerca! ¡Se lava con saliv.i,
como loH gatos!
Jes. Vamos, vamo.«; siéntese usté aquí y coma
usté, que mientras coma usté no hablará lo
que no es presiso.
f~R. Cle. (Principiando á comer.) ¡No, 6Í no vi á tené 6Í-
quiea er derecho dt-r pataleo! ¡Jinojo qué
egoismo! ¡Ya que me baséis la santísima
pascua entre tos, dejurine que chiye! ¿Tú
no ves que .si yo no chivo reviento? Estése
Jes,
Sk.
Cle.
Jes.
Sr.
Clk.
Jes
.Sr.
Cle.
Jes
Sr.
Cle.
- 11 ~
usté lo er día ar só, y al aire, y al agua, y ^ los
rayos enseadíos que les dé la gana e cae, —
porque el arquila atrae la elertrisidá, — y lue-
go vaya usté á su casa y encuentre usté á
su mujé con las greñas corgando y la cara
snsia, y á sa cuñao — sinvergüensa, ladrón,
lisensiao e presidio, mar tiro le den, así lo
ajorquen — borracho perdió jugando á las
cartas, y á su cuña chuleando con los veei-
nos, y á tí charlando con ev jmnhrera e tu
novio...
¿Jambrera.^
¡Jambrera, si! Te lo digo á tí y se lo he di-
cho á é hase dos minutos.
Pero, ¿ha estao aquí ya?
Ya ha estao. ¡Por lo visto se habíais dao sita!
¿Y qué han hablao ustedes?
Casi na, porque no se lo he consentía.
¿De verdá, padre?
¡No, que juego! ¡Que se haga un hombre v
gane los cuartos, aunque sea enseñando á la
madre á perra gorda, y entonses pué que si
viene á hablarme de tí yo no le rompa una
espiniya! Pero mientras eso no suseda y
ande lampando e hambre, ¡qué jini^jo vi yo
á trata con é de casamiento! Échame vino.
(La muchaclia, glmoteaudo, lo obedece.) 1 nO me
hagas pucheros, que es peo. (Bebe.) ¿Esta tor-
tiya la ha gnisao tu madre?
Jes. Como siempre.
Sr. Cle. ¡Te he diclio que no me hagas pucheros! Y
pa que veas tú que soy justo, reconozco que
la tortiya está güeña. Una cosa es que yo no
trague á mi mujé, y otra cosa es haberme
tragao la tortiya. (vuelve á beber.) Er vino no
es er mismo.
Jes. No señó, que es otro.
Sr. Cle. Mejó.
Jes. Mejó. Un rea más caro.
Sr. Cle. ¿Y á qué viene este lujo?
Jes. Si to eso es lo que le iba á usté á explic:^
sino que cuando usté se pone de esa mani-
rá lo que hay que hasé es cayarst .
Sr. Cle. Pos ¿qiié ha su&edío?
- 12 -
.Ikp. Que á tito Julián le han caío diez duros á la
lotería.
Sr. Cle. ¿a uii cuñao?
Jes. En er désimo que el otro día se encontró en
la caye.
Sr. Cle. ¿Le paesfe á usté? Tos los granujas tienen
suerte.
Jks. y de ér salió darle á usté una Por|)resa: com-
prarle mejó vino y traerle meuúo, que sabe
que le gusta á usté.
.Sr. Clk. (coa súbito gozo.) ¿Pero me traes menúo?
Jes. Ahí viene; si, señó.
:^v.. Cle. Es un orsequio que yo estimo: la verdá.
Jes. Madre lo ha guisao: ¡está más güeno'... Por
eso ha eio er vení njás tarde.
Sr. Cle. ¿Ha sío por eso, eh? ¡Sí que güele á gloria!
Como que tu madre pué gui-á en er palasio
tle los reyes en Madrí. La verdá es la verdá.
Y está dicho. Hombre, en Madrí le yaman
¿i esto cayos. ¡Las cosas!... Échame otro va-
sito, que le vi á hasé la cama.
Jks Tome usté.
8r. Clf. (Luego que empina el codo.j ¡Pobresiyo mi CU-
ñaol Ahí tienes nn hombie, (]ue será to lo
que se quiera, pero que no le farta corasón,
y que es agradeSÍO. (Empieza á devorar el menu-
do.) iClar( ! Er no pué orvidá que yo los cogí
de mita e la caye á é y á su hermana, y
partí con eyos er cacho e pan que gano pa
ustedes. Eso, un hombre e bien no lo orvía.
¡Lástima que tome esas monas er iMijolero!
í^orque, eso sí, está domiuao por er vino. —
La arrastra e tu madre ha cargao la mano
en la pimienta, porque sabe que es mi debi-
lidá .. Échame olio vaso. — Y cuidao que yo
se lo he dicho vtse^: «Julián, que tú eres
una persona esente; que eres un cabayero;
c^ue eres un hombre de pundonó... Bebe,
])ero no escandalises...» Y se lo digo porque
lo quiero. ¡Como quiero á Pastora, su her-
maniya! [Me vienen á mí conque si chulea
ó no chulea! Señó, hay que ponerse en las
sircubtansias. La cbicjuiya es una jaca e
pura sangre: e¿ bonita, és bien anda, tiene
- 13 -
mucho fuego, le f;ustan los hombres como á
toas, y quié conosé er mundo, poique le
pica la curiosidá... ¿Y por e?o vamos á raor-
murarln? ¡Ni que estuviéramos aquí entre
frailes y monjas! ¿Ha fartao en argo á la de-
seníia? ¿Se ha extralimitao en taiito asiu"?
Nn; poique yo no se lo hubiera consentío.
Ni yo, ni tu madre, que tú sabes cómo las
gasta, y la palisa que te dio á tí cuando te
vio hasé aqueyo. Acuérdate. Y te arvierto
que á mí me dijustó... Sí, porque yo he te-
nío veinte año-... y sé que á los veinte años
no están las cosus couio á los sincuentü. —
¡Jinojo! Me he tragao un cachiyo e choris-o
que me ha dejao la nuez en carne viva.
(Bebe otra vez.) Coii esto se cura.— Pero lu
madre es intiersible en ese terreno, Hase
bien, ¿eh? Dios me libre de criticarla. Tu
madre es una mujé que tiene sus deferios,
que tiene sus flacos, como ca quisque — por-
que fartas basta las estatuas las tienen; —
pero que puesta á educa sus hijos, como ha
educao á tu hermano y A ti, y a té lo que te
yama una mujé de su caí^a, no hay en Sevi-
ya cuatro que le puean dá Itrsiones, ¡qué
jinojo! La juí^tisia es justisia. Y si no, aquí
estás tú. A n.uchjs señoritas de esas der
pan pringao quisiea yo vé arterná contigo.
Tú sabes salu<in, tú sabes despedirte, tu sa-
bes dá una explicasión, tú sabes ofres^é tu
casa, tú no te cortas delante e nadie... en
fin, tú vas adonde vaya la primera. Asín es-
tamos tu madre y yo: ¡mirándonos los dos
en er pimpoyo que Dios nos ha dao! — Si me
traes más, más me como... ¡Miá que hase un
dia!... Hasta caló tengo.
Jes. Como que ha comió usté por media osena,
Sr. Cle. ¡Je! Cuando pasan rábanos... Oye, .Jesusiya,
¿cómo es aqueyo de...? (cantaiKio.)
Rabanera, rabanera,
véndame usté un labanito...
Jes. (Riéndose.) Ay, padre, cayese usté por Dios,
que va á cambia er viento.
Sr. Cle. ¡Je! iMalamente lo hago. Unsigarriyo ahora...
- 14 —
¡Güeno está'... ¡Que ruede er mundo hasta
(jue se caníJe!
Jes. (Mirando de pronto hacia la derecha.) Padre, que
lo 3'aman á usté
Sr. Cle. No me da la gana de í.
Jes. Miste que es un señorito, padre.
Sr. Cle. ¡Pos por esol ¡Que arquile una burra!
Jes Tira usté er nesíosio por la ventana.
Sr. Cle. ¡Y tiro á un Pléicule de la Alamea! ¡Eso es!
Un día f s un din... Mia quien va ayí.... (Ma-
mando.) ¡Andiés! ¡Andresiyo! ¡Ven acá, hom-
bre, ven acAl
Jes. ¡Ven acá, Andresiyo! (Aparece Andrés por la iz-
quierda, mirando receloso al señor Clemente.) Asér-
cate, que no basemos daño.
ESCENA ULTIMA
DICHOS y ANDRÉS
Sr . Cí.E. Tómate un vaso e vino <á mi salú. (Andrés se
queda estupefacto.) ¡Tómatelo, simple! (Andrés
bebe maquinalmentc.) ¿E-< gÜeno, ehV (Aludiendo á
su hija.) ¡Y no te ye vas na! ¡Podría está la
criatura! Eso es lo que tienes tú, que eres
corto e vif^ta y no has sabio íij:\rtp. Y lo peo
de lacliiquiya es la cara, paque te enteres:
porque en lo mora... en lo mora es un estor-
nudo e su madre, que debía está en la His-
toriíi España. ¡Bendito sea Morón, que la ha
criao!
And. Pero... ¿hybla usté en serio, señó Clemente?
Sr. Cle. ¿Pos á quién mejo que á ti le vi yo á da mi
niñaV ¡A ti, que .sé que eres un hombre tra-
ba jaó y honrao, capaz de saca un duro de
del)ajo una piedra donde lo hava! ¿Qué?
¿Que ahora apenas tienes jorná? ¡Tampoco
vas á ca-arte esta noche! ¡(lué jinf>jo! ¡ A lo
mejó se les píen in'püsibles á argunoá hom-
bres! ¡Y en úrtimo caso, ahí está nii coche
y a(juí estoy yo, |)a que no les farte á ustés
ni agua bendita!
And. Ks usté mu güeno, señó Clemente.
— 16 —
Jes. ¿^6? lú"-* ¿No te lo dije?
Sr. Cle. No ea que yo soy güeno: es que tengv, nie-
moria, y me acuerdo der pobre e tu padre,
y pienso en lo que gosaría si estuviera pre-
sente; y me acuerdo de que yo anduve ena-
moriscaiyo de tu madre — que aquí pa nos-
otros tres puso er mingo en su tiempo, — y
uno no es de piedra... y er bien que uno
haga en esta vía, ya se lo pagaran en la
otra ¡Echa pa elante y subirse ar coohe los
dos, que ahora mismo víinio? á publica las
amoiiestai^iones por toa Seviya!
Jes. ¡Ja, ja, ja!
And. ¿Pero qué le pasa á tu padre que está tan
contento?
Jes. Na: que ha comió.
Sr. Cle. ¡Señó, lo que le pasaría á media E>pañ{>I
¿Pos por qué ha}' dijustos en er mundo y
están yenas las casas e locos? ¡Porcjue nadie
come! ¡Qué jinojo van á contarme a mí!
Con que ar coche, ar coche. Vamos á pa-
jearnos
Jes. Pero, ¿ha perdió usté la chabela, padre?
Sr. Cle. Tú déjate yevá.
Jes. ¡Ea, pos vamos!
And. ¡Vamos! (Se van por la derecha riéndose. Jesusa se
lleva el portaviandas y la botella con que salió.)
Sr. Cle. (Recreándose en la pareja.) ¡Ole! ¡ole! ¡Esa eS
güeña gente! ¡Viva mi casta! ¡La verdá es
que me ha dao Dios una familia pa ponerhi
en un n)arco!
(ai público.)
Bien comió y bien bebió,
pa remate de funsión
sólo un aplauso te pío.
Si me largas un sirbío
me cortas la digestión.
FIN
Mira-Sierra, Agosto, l'Mó.
ADVERTENCIA IMPORTANTE
Las empresas que pongan en escena este
entremés pagarán por derechos de propiedad
la mitad de los correspondientes á una pieza
en un acto.
OBRAS DE liOS laiSfíOS HÜTOfiES
Esgrima y amor, juguete cómico. f2.a edición.)
Belén, 12, principal, juguete cómico.
Gilito, juguete cómico-lírico. (2.a edición.)
La media naranja, juguete cómico. (2.* edición.)
Kl tio de lafinuta, juguete cómico. (2.* edición.)
El ojito derecho, entremés. (8. a edición.)
La reja, comedia en un acto. (3.a edición.)
La buena sombra, saineiQ en tres cuadros, con música. (6 a edi-
ción.)
El perrgrino, zarzuela cómica en un acto.
La vida intima, comedia en dos actos. (3.a edición.)
Los borrachos, sainete en cuatro cuadros, con música. (2.a edi-
ción.)
El chiquillo, entremés. (5.a edición.)
Las casas de cartón, juguete cómico.
El traje de luces, sainete en tres cuadros, con música.
El patio, comedia en dos actos. (3.a edición.)
El motete, entremés con música, (2.a edición.)
El estreno, zarzuela cómica en tres cuadros.
Los Galeotes, comedia en cuatro acios. (:?.a edición.)
La pena, drama en dos cuadros. (2.a edición.)
La azotea, comedia en un acto.
El género ínfimo, pasillo con música.
El nido, comedia en dos actos. (2.^ edición.)
Las flores, comedia en tres actos.
Los piropos, entremés.
El flechazo, entremés.
El amor en el teatro, capricho literario en cinco cuadros, pró-
logo y epílogo.
Abanicos y panderetas ó ¡A Sevilla en el botijo! humorada sa-
tírica en tres cuadros, con música.
La dicha ajena, comedia en tres actos y un prólogo.
Pepita Reyes, comedia en dos actos.
Lus meritorios, pasillo.
y a zahori, entremés.
La reina mora, lainete en tras cuadros, con música. ('¿.'^ edi.
ción.)
Zaragatas, saínete en dos cuadros.
La zagala, comedia en cuatro acto?.
La íontraia, apropósito.
Rl nmor que jiasa, comedia en dos actos.
Ei mal de amores, saínete con música.
El nuei-o servidor, humorada.
Mañana de sol, paso de comedia.
Fea y con gracia, entremés con música.
La aventura de los galeotes, adaptación escénica de un capí-
tulo del Quijote.
La pitatiza, entremés.
SERAFÍN Y JOAQUÍN ÁLVAREZ ftülNTERO
El amor en solfa
(Segunda parle de EL AMOR EN EL TEATRO)
CAPRICHO LITERARIO
en cuatro cuadros y un prólogo,
CON MÚSICA DE
RUPERTO CHAPÍ y JOSÉ SERRANO
SOCIEDAD DE AUTORES ESPAÑOLES
Núñez de Balboa, 12
1©05
EL AMOR EN SOLFA
Esta obra es propiedad de sas antores, y nadie po-
drá, sin su permiso, reimprimirla ni representarla
en España ni en los países con los cuales se hayan
celebrado ó se celebren en adelante tratados interna-
cionales de propiedad literaria.
Los autores se reservan el derecho de traducción.
Los comisionados y representantes de la Sociedad
de Autores Españoles son los encargados exclusivamente
de conceder ó negar el permiso de representación y
del cobro de los derechos de propiedad.
Queda hecho el depósito que marca la ley.
EL AMOR EN SOLFA
(Segunda parle de FL AMOR EX EL TE\TKü)
CAPRICHO LITERARIO
en cuatro cuadros y un prologo,
SERAFÍN Y JOAQUÍN ÁLVAREZ QUINTERO
CON MÚSICA DK
RUPERTO CHAPÍ y JOSÉ SERRANO
Estrenado en el TEATRO DE APOLO el 8 de Noviembre
de 1905
^-
MADRID
a. VELA8C0, IMP., MABQOáa DB SANTA ANA, 11 BlF
Teléfono número 551
1©05
REPARTO
PERSONAJES ACTORES
f=»RÓUOGO
^ EL AUTOR Sr. Mesejo.
CUADRO PRIIVIERO
LA CAUTIVA. Seta. Pino.
'-- ■ ALHAMAR Sr. Reforzó.
Esclavas
CUADRO SEGUNDO
Kj^ carmen Seta. Brú.
5>v^>».*J^^LA SEÑORA ALFONSA Sra. Vidal.
a^wJ-^^dEL SEÑOR TELESFOí?0 Sr. Carreras.
i ■ mTACO...if.,.c'.^.. ..?.. .^. SlRVENT.
jU'^'./xlKD ALECIO ., . . . RiQUELME.
$V»-* EL SEÑOR ATILANO Mihura Alvakejí.
Vecinos, vecinas y transeúntes
CUADRO TERCERO
t^^*^ MAGDALENA Srta. Pmo.
f>r^^ RICARDO Palou.
<V«^<Í« GASPAR Sr. Mesejo.
^Y^ DON DIMAS Manzano.
Marineros y mozas del pueblo
CUADRO CUARTO
^ w-»., PONCIANITA Skta. Brú.
y«>^*Av;eLASA Espinosa.
(I^^Jbrj' C ASILDEO Sr. Riqüelme.
/t^vuuA^EL SEÑOR ROQUE Careión.
t*.' >M*í*MOZO lo... SORIANO,
-Uy ídem 2.'' Picó.
Mfr*-IDEM 3.0 Rodríguez.
cuiJi^EM 4.0 Valverde.
Mozos y mozas del pueblo
s^c
»>^ V^iSIBiG^ ^^
EL AMOR EN SOEFA
PRÓLOGO
EL AUTOR
Inmediatamente detrás del telón aparece la embocadura de uu tea-
tro, con lujosa cortina abierta por la mitad, que se pliega á los
lados. En la parte superior hay un gran letrero que dice: «Teatro
Úrico nacional.»
Sale por la derecha el Autor, de americana y hongo, se dirige al
público, y todo lo mejor que puede le dice lo que sigue:)
Público amigo y señor:
perdona mi atrevioiiento
y oye, si quieres, atento
dos palabras de un autor.
Hace tres años ó cuatro,
humilde te presenté
una obrilla que llamé
El amor en el teatro;
donde, con mano tan buena
,que conseguí tu favor,
pinté cómo es el amor
a través de nuestra escena.
Mas conozco que hice mal
y que no anduve certero
al dejarme en el tintero
todo el «amor musical.»
— 6 —
Enmendando, pues, mi error.
y con más ó menos arte,
hice esta segunda parte
de las escenas de amor.
Y en ópera castellana
te ofrezco en primer lugar
los amores de Alhamar
y una Cautiva cristiana.
Dieran corazón y vida
ella por él y él |ior ella,
mas entre el moro y la bella
hay mucha sangre vertida.
Dejo en sus regios pensiles
al infeliz mahometano,
y te llevo de la mano
á un rincón de los Madriles,
en que verás que te doy
un cuadro de amor chulesco,
sentimental y grotesco,
según la usanza de hoy.
Después, tu recuerdo avivo
de la clá^ica zarzuela,
donde el amor se revela
siempre audaz y siempre altivo;
y con tan nobles anhelos
y tan sencilla ternura,
que hizo antaño la ventura
de nuestros padres y abuelos.
Finalmente, en pocos trazos,
y en un pueblo de Castilla,
bosquejo una zarzuelilla
de aventuras y estacazos.
Sin ninguna presunción,
y con el más sano intento,
los cuatro cuadros presento
á tu consideración.
Si consiguen agradarte,
habré mi gusto logrado;
si no... me iré resignado
con la música á otra parte.
(Se retira por cualquier lado siu tropezar.)
CUADRO PRIMERO
ÓPERA.— Amor imposible
El letrero de la embocadura se trueca por arte de magia ó df bir-
libirloque por el del titulo de este cuadro. La misma variación
se verificará eu los sucesivos.
Li» escena es en Granada y en los jardines del palacio de Alhamar,
príncipe moro.— Es de noche y hay luna
Esclavas
(cantando dentro )
¡ Ay de las pobres cautivas
del poderoso Alhamar!
¡Ay de las tristes que lloran
su perdida libertad!
Nuestras lágrimas ardientes
la luna sale á alumbrar,
y á la mañana, piadoso,
el sol las enjugará.
Distraed nuestra pena
cantando en la espesura, ruiseñores.
Llora, noche serena,
tus lágrimas de amor sobre las flores
Que luego ese llanto
será con el sol
diadema en la rama,
corona en la flor.
(sale la Cautiva.)
Cautiva
El aire del palacio me ahoga y me envenena.
¡Piedad, señor del cielo, tened de mí piedad!
Me afligen esos cantos; me agobia esta cadena;
la zambra me entristece; ¡yo quiero libertad!
Esclavas
(Dentro.)
Vendrá la alegre aurora con sus risueñas galas,
esparcirán las flores su aroma en derredor;
los pájaros cantando desplegarán sus alas;
murmurarán las fuente«; palpitará el amor...
(ííale Alhnmar.)
Alhamar
Cautiva cristiana...
Cautiva
Moro...
¿Otra vez al lado mío?
¿No ves que peno y que lloro
de mirarme presa aquí?
Alhamar
¿Por qué, mi rico tesoro?
¿Por qué es para tí sombrío
este palacio de oro
que arde en fiestas para tí?
Cautiva
Porque su aire me asesina,
porque su esplendor me mata,
porque es triste y mortecina
para mis ojos su luz...
Alhamar
Oye, mi estrella argentina,
oye, mi paloma ingrata,
oye, mi flor granadina,
perla del suelo andaluz:
Cautivo estoy en tí, pues por tí vivo,
cautivo en tu hermosura soberana,
y en tus brazos quisiera estar cautivo,
¡ven á mis brazos tú, bella cristiana!
Me seduce tu realeza,
me hechiza tu dignidad,
me arrastra tu gentileza,
me vence tu majestad.
Cautiva
Yo muero por tu regia gallardía,
yo tiemblo ante tu voz sonora y fuerte,
yo en tus brazos de amor me abrasaría,
pero nunca ha ser: ¡antes la muerte!
Gala de los africanos,
entre tu amor y mi amor
la sangre de mis hermanos
eleva ardiente vapor.
Alhamar
Nazarena,
el amor hace luz la sombra oscura,
la nieve fuego y júbilo la pena.
Cautiva
Príncipe de los príncipes,
todo lo puede amor,
menos borrar la sangre
que la maldad vertió.
Tu padre el rey tirano,
traicionero y feroz,
á muchos de los míos
brutal acuchilló.
Fuimos sus prisioneros,
mis damas, mis amigos, mis hernijano-
y en tu bella Granada,
rendidos y entre burlas penetramos.
Como botín de guerra
— lo-
te me ofrecieron, príncipe valiente:
me elegirte entre todas:
¿por qué primero no me diste muerteV
Alhamar
Porque tus ojos, cristiana,
me encendieron en bu luz;
porque tú eres la sultana
de todo el reino andaluz;
porque tú eres el tesoro
que soñé para mi bien;
porque en tus gracias el moro
vio el Edén.
Para ti mis palacios diamantinos
que edificó el ensueño;
para tí mis poéticos verjeles,
en donde el ocio es dueño.
Sola tú reinaxí^.s en mi morada,
tú sola en mi albedrío:
tendrás joyas, y sedas, y perfumes;
¡tendrás el amor míul
Cautiva
Hijo del Profeta moro,
orgullo del pueblo infiel,
ese tu rico tesoro,
este tu bello vergel,
ese amor que en ti se aviva
al par que se aviva en mi,
no los quiere tu cautiva
para sí.
En tus jardines, donde el ocio es dueño,
sangre mancha las flores;
los pebeteros de tu regia alcoba
lanzan rojos vapores.
Nunca^iniré tu vida con mi vida:
¡jamás he de ser tuya!
¡Ábreme ya las puertas de esta cárcel,
y déjame que huya!
11
Alhamar
Huye, cristiana, huye,
y mátame al huir.
¡Jamás te hubiera vi&to!
¡Ya el sol no sale nunca para ujíI
En cuanto brille el día
á tu castillo irás:
te llevarán, hermosa, mis gómeles...
¡Cautivo queda el priucipe Alhamai!
(Aléjase la Cautiva.)
¡Que no llegue el día!
¡Que no alumbre el solí
Cautiva
(Dentro )
¡Príncipe: te quiero!
¡Maldito mi amorl <*
Esclavas
(neutro)
Vendrá la alegre aurora con sus risueñas galas;
esparcirán las flores su aroma en derredor;
los pájaros cantando desplegarán sus alas;
murmurarán las fuentes; palpitará el amor..
12
CUADRO SEGUNDO
saínete LÍRICO. -Amor Chulesco
Calle en los barrios bajos de Madrid. A la derecha del octor, la casa
del señor Telesforo. A la izquierda, de frente al público, la del se
ñor Atilano. Fs á la caida de la tarde, en el mes de Julio
ESCENA PRIMERA
El SEÑOR TELESFORO; luego PACO
(e1 señor Telesforo está sentado á la puerta de su casa, en mangas
de camisa. Se entretiene en jugar con un boliche.)
*Sr. Tel. Con esto del descanso dominical hay díapa
to lo que se quiera. Mi mujer se ríe; pero yo
me distraigo más así que viendo entarugar
las cayes.
(Sale Paco, chulo 'repudrió» por el querer.)
Paco Dios guarde á usté, señor TeJesforo.
ÍSr. Tel. No me hables ahora.
Paco ¿Qué está usté haciendo?
8r. Tei . Cay a, hombre, cay a; que hablando se me va
la vista.
Taco ¿Cómo?
•Sk. Tel. ¡Rediez, qué pesao vienes! (Dejando ei juego.) Y
vaya una cara pa ser domingo. ¿Te han leído
alguna hoja de almanaque?
Paco Me da usté envidia, hombre; me da usté en-
vidia con ese genio tan festivo. ¿Ha ealío la
Carmen?
•Sr. Tel. ¡Acabáramos! Yaestá aquí elde«Que nos eii-
lierren juntos.» Pero, ven acá, papel de hito:
reíiesiona. ¿No conoces que mientras tú te
achicharras y te haces cieico por la Carmen,
eya está en los toros muy vestía y muy pues-
ta, y que quien la ha osequiao es el Inda-
lecio?
- 13 —
Paco ¡Maldita sea la fiesta nacional! Cayese usté,
señor Telesforo, que me está usté cosiendo ¡l
púnalas el alnoa. Usté sabe lo que esa mujer
ha 8Í0 pa mí, y yo pa eya. Desde asi nos
queremos; usté lo sabe. Eya iba por serrín
pa el gato á la carpintería del señor Sinesio,
donde yo estaba de aprendiz...
Sr. Tel. Sí; si me lo cuentas tos los días. Pero ya te
lo dije ayer: los pobres nos jorobamos siem-
pre. La Carmen te quería — y pa mí que te
sigue queriendo, esto es aparte; — pero id se-
ñor Atilano el papelista, que le gustan las
gordas, se le ocurrió casarse con la señora
Alfonsa, que es una especie de globo cauti-
vo, y se casó; y la señora Alfonsa yevó su
candidato pa la hijastra. Y como la Carmen,
y la Alfonsa y el Atilano, creen que el In-
dalecio está podrió de dinero^ ahí tienes
explicao el negocio. Pero yo sé de lo que el
Indalecio está podrió, y otras cuantas cos;is
que á su tiempo saldrán, y ó poco puedo ó
la Carmen es tuya. Y no hablemos más,
que ahí vienen los interesaos.
Paco Es verdá; que aquí están mis verdugos.
ESCET>jA II
DICHOS, la SEÑORA ALFONSA y el SEÑOR ATILANO
(Salen éstos de tiros largos y en dirección á su casa. La señora Alfou-
sa abulta por cuatro.)
Sr. Tel. ¿De Jos toros, eh?
Sk.íi Alf. Sí, señor, de los toros. Porqye se puede.
Sk. Axil. De ver los toros en tres delanteritas de gra-
das.
Sr. Tel. ¿La señora en las tres?
Sk.í^ Alf. La señora en una, mi señor esposo en otra,
y la Carmen en otra.
Sr. Tel. ¿Y en dónde está la Carmen?
Sr.* Alf. Ahí se ha quedao hablando con una amiga.
¡Rediez lo que pregunta usté!
(Entrase eu la casa. Su marido la sigue.)
- 14 —
Sr. Tet,, Vecino, vecino.
Sr. Atil. ¿Qué hay?
Sr. Tel. ¿Se sabe dónde ha caído el Alcotán?
Sr. Atil. íTrnk'nn<io saliva.) Por duodécima y última vez
le tolero á usté una guasita sobre el volu-
men de mi señora esposa, (vase tras óna.)
Sr. Tei . (Riéndoíie.) ¡Pobre señor Atilano! ¡Le lia tenío
que cortar las patas á la cama porque la ne-
ñora no se podía suliir!
Paco Pero, ¿usté ha oído, señor Telesforo, usté ha
oído?
8r. Tel, Voy por el pianito pa distraerte. (Entrase en
su casa.)
ESCENA líl
PACO y CARMEN
Paco ¿Por qué me pasa á mí esto? ¿Por qué ha
dejao de quererme e=a mujer? Yo voy á ha
cer un disparate. ¡Dios mío! ¡ayí viene! ¡Y
ca vez más bonita!
(í^alc Carmen en dirección á su casa Paco la detiene. )
Música
¿Dónde vas, paloma?
¿Dónde vas, morena?
• ¿Dónde vas, mi vida?
¿D(inde vas, mi reina?
Car. Quítese de enmedio,
yame uslé á otra puerta,
que no es usté nadie
pa pedirme cuentas.
Paco ¿Desde cuándo?
Cap. Desde siempre.
Paco ¡Tié gracia!
— 15 —
•Cap. Yo me alegro.
Paco ¿Que te alegras?
Cak. |La mar!
Paco Pos que coste que tendrás que sentirlo,
y que coste que me vas á escuchar.
■Cab. Si has perdido la cabeza
vete y nándala bus-car,
y la caye deja franca y no estorbes,
pa que pase to el que quiera pasar
Paco Si he perdido la cabeza
tú has perdido la memoria.
¿No te acuerdas de quién soy?
¿No te acuerdas?
€ar. ' ¿Yo? ¡Ni jota!
Paco Pronto has olvidao,
picara mujer,
to lo que te quise,
to lo que juré,
to lo que gozabas
con este querer.
■Car. ¡Ay, Jesús, qué mosca!
¡Ay, qué pesadez!
¡Ni yo sé na de eso
ni lo quieo saber!
Paco Pos si no lo sabes
yo te lo diré.
(Apelando á su retórica chula.)
Yo soy aquel chicuelo
que apenas levantaba
tres cuartas en el suelo
con tu querer soñó:
yo eoy aquel que un día
temblando te miraba,
y amor que en tí dormía
— 16 —
mirando despertó:
yo soy el que primero
te dijo: «¡Yo te quiero!»
Vida mía,
ya sabes quién so^ yo.
Car La no\ia de aquel chico
que á tí te enloquecía,
ya hay más de nn año y pico
que el moño se subió.
Y tanta niñería
y tanta bobería,
vida mía,
no las aguanto yo,
Paco Ahora soy yo el que te dice
que te vayas y me dejes.
Car. Ahora soy yo la que sigue
su camino como siempre.
I'aco (¡y lo malo es que no tengo yo coraje
pa partirle el corazón!)
Car. (¡y lo malo es que le quiero, que le quiero,
que le quiero y se acabó!) (cesa la música.)
(Entrase él en casa del señor Telesforo, más 'repudrió»
que cuando salió, y ella en su casa sofocadlsima, no
sin hacerse antes el clásico mohín de desprecio.)
ESCENA IV
La SEÑORA ALFONSA y el SEÑOR ATILANO; luego el SF.ÑOR
TELESFORO é INDALECIO; después CARMEN
(Los dos primeros salen á su puerta con sillas y se sientan.)
Sr.» Alf. y vé tú á comparar á un carpinteriyo como
ese, con un hombre tan bien plantao como
el Indalecio, que además es de buena fami-
lia y tiene posibles.
Sr. Atil. Pero ¿qué vas á contarme, mujer? La Car-
— 17 —
men se casa con el Indalecio, y al que le
pique que se rasque.
Sr. TeL. (saliendo con un pianiío de cristal y sentáudosc.)
Ese pampli yorando á moco y baba. Voy á
tener que terciar en el asunto. (Empieza á to-
car el pianito.)
Sr.-i Alf. ¡A^iós! Se ha trasladan aquilaFilarmóuici.
Sr. TeL. (Tocando y cantando.)
Pompón usa la...
No.
No.
Pompón usa la...
Pompón usa la...
Na, que no pueo sacar el Pompón, vecina.
Miste que es desgracia.
(Sale Indalecio, chulo repugnante, de los de verruga y
hongo café malo.)
InD. (saludando á sus futuros suegros.) PerO que lUliy
buenas.
Sr. Axil. Felices, Indalecio. Siéntese usté. (Le ofrece
su silla.)
Sr. Tel. (Ya está aquí Mejía. Yo busco camorra esta
tarde.)
Sr.íi Alf. (Llamando.) ¡\iña! ¡Sal, que tienes visita!
Ind. Déjela usté estar; que la pre... la pri... la pri-
cipitación — esta palabra se me ha airavesao
— no la conviene á ninguna joven.
Sr. Axil. ¿Y á qué debemos la satisfación de que usté
haya venido á vernos á estas horas?
Ind. Pues... véase la clase. Como en los toros no
hemos podido hablar, por hayarse ustedes
en el 9 y yo en el 1, se me ha ocurrido pasar
por aquí, á ver si son gustosos de dar esta
noche una vueltecita en la verbena con un
servidor, lo cual que tengo apalabrado para
la Carmen, por un si es caso, un soberbio
mantón de la China.
(ex señor Telesforo toca oportunamente, á manera de
comeutario burlón, aquello de La verhena de la Paloma
que se refiere á los famosos mantones. Los otros tres
lo miran mosqueados.)
Sr. Tel. También ts droga que no sé más que el
principio de toas las piezas.
Car. (saliendo, también con su silla ) Hola, Indalecio.
2
— 18 —
Ind. Venga con Dios la alhahaca virgen ó el 15."i
de las fototipias. Serie B.
Sr . IV,] . (A peseta la línea, ya le costaría un pico ese
piropo.)
Car. (¿Kn dónde estará Paco?) ¿Qué dice usté de
paiticuIarV
Ind . Me acababa de expresar en estos ó parecidos
térojínos: véase la clase. Como en los toros
no hemos podido hablar, por hayarse uste-
dps en el 9 y yo en el 1...
Sr. Tel. (¡Qué pesao es este tío!)
Car. Ya, ya le vi á usté muy ancho, ayí á oriya
del palco del rey...
Ind. Fué casual. Cnidao. Ustedes conocen mis
ideas: soy republicano por la ría láctea. Mi
señor padre usaba en casa gorro frigio y mi
señora madre también. (ei señor -iciesforo toca
la Marsellesa. Las miradas se acentúan.) ¿líS chunga
lo del pianito?
Sr. Atil. Parece que sí; pero no le haga usté caso.
Ind. ¿No, verdá? Me carga-i los jocosos más que
las paradas del tranvía. Al tercer cilindro
que deí^arroye, le ventilo la nuez.
SR.a Atf. ¡Qué bien habla este hombre! ¡Da gusto
oirle!
Car. Siga usté con lo que iba contando.
Ind. Véase la clase. Digo que soy republicano de
los rojos desde que nací, lo cual que no eptA
reñido con la cortesanía, que decimos. Es á
saber: que aun siendo yo republicano, puedo
ver los toros á oriya del palco del rey, y has-
ta saludar al joven monarca cuando se retire.
(ei seüor Telesíoro toca la Marcha Real. Indalecio sal-
ta. Carmen se ríe.) ¡Vaya! (Se pone de iiie decidido a
todo.)
Sr.» Alf. ¿Adonde va usté?
Ind. Voy á celebrar utisl interviú paciñca. con el
ciudadano del pianito, (se dirige con caima :il
señor Telesforo )
Sr.» Alf. ¿Ves tú? Vamos á tener un disgusto.
Car. No yegará la sangre al río, no.
Sr. Atil. Estoy con aquí.
Ind. (Encarándose conel señor Telesforo.) Venerable an-
ciano, (ei señor Telesforo lo mira con sorna, tocando
— 19 —
mientras el famoso «No me mates, uo me mates, di*
La canción de la Lela. Indalecio sonríe con desdén y re
pite las mismas palabras.) Venerable anciano.
Sr. Tel. ¿Qué hay, poyito?
ÍND. ¿Se podría usté tocar las narices?
Sr. Tel. Según con quó... Ses;ún con qué objeto.
ÍND. Con el objeto de que aprecie usté bien la di-
ferencia de espesor que tienen ahora y van
á tener de aquí á muy poco tiempo.
Sr. Tel. (Levantándose.) Hombre, hablando de otra
cosa: ¿me quiere usté prestar esa verruga pa
])intarrae el pecho de yodo, que hasta en
verano padezco catarro.^?
(Indalecio lo mira, escupe, da un paseo blandiendo el
bastón y calmando con un ademán la emoción de los
otros, y luego vuelve al señor Telesforo y sale por don-
de no lo espera nadie.)
Ind. Me alegro de que sea diario el A B C.
Sr. Tel. ¿Pa suscribirse?
Ind. No, señor: pa que mañana vea el barrio en-
tero un fotograbao del juez de este distrito
levantando un cadáver.
Sr. Tel. ¿Me va usté á matar?
Ind . Tal vez.
Sr. Tel. ¡Caramba! ¿Y me permite usté que vea an-
tes este 13.000, por si está premiao saber á
quién le dejo eso?
Ind. Haga usté cuantas disposiciones testamen-
tarias estén á su alcance. Yo no tengo
priwsa.
Sr . Tel . Gracias: no esperaba yo menos. Ahora mi?-
mo voy á escribir un comunicao, pa que
pase conmigo á la posteridá, diciendo entre
otras cosas, lo siguiente. Primero: que es
usté un sinvergüenza...
Ind . (conteniendo su cólera, y com.o si esperase para lueg >
comérselo crudo.) ¡Ay!...
Sr. Tel. Que está engañando á esa pobre familia...
SR.a Alf. (Levantándose.) ¿Eh?
Sr. Atil (lo mismo.) ¿('ómo?
Car. (Lo mismo.) ¿Qué?
Ind. ¿Usté sabe lo que profiere, pobre hombre?
Sr. Tel. ¡La verdal ¡La pura verdá! Y'o sé que tiene
usté tres hijos de otra mujer; que la ha
— 20 —
abandonao; que ee muere de liambre sin
que usté la dé una limosna; que cuando no
estó usté preso le andan buscando...
Ind. ¡Ay!
Cak. Pero, ¿qué dice usté, señor Telesforo?
Swa Alf. ¿Pero eso es así?
Sr. Tel. ¡Ni más ni menos! |Y Jo pruebo si es me-
nester!
Sw. Atil. ¿U.'^té qué contesta, Indalecio?
Ind. ¿Yo? [Que miente ese hombre con toa la
boca!
8h . Tel. ¡li,l que miente y engaña es usté, chulo
aburrió!
Ind. ¿^O? (^'^ ó, abalanzársele á tiempo que sale Paco y se
interpone entre ellos.)
ESCENA V
DICHOS y PACO; luego VECINOS, VECINAS y TRANSEÚNTES
Paco ¡Alto ahí! Como le toque usté á este pobre
viejo, ya pué usté encomendarse á Dios.
Ind. Párvulo: ¿y usté no estaría mejrr dando el
<;atón y la dotrina?
Paco No, señor; que hago aquí más falta.
Ind. ;,Pa qué?
Paco Lo primero pa defender á este hombre.
Sk. Tel. Gracias, Paco, pero no era preciso: tengo
mosquitero.
PrtCo Y lo segundo, pa decirle á usté, ya que nos
vetros cara á cara, que esa mujer no será
mía, pero de usté, menos.
Ind. Hasta ahora no me ha tocao usté en el hue-
so dulce. El cariño de esa joven no se dif-
puta con la lengua, sino de otro modo.
Paco ¡Pues á eyo!
Ind. ;A eyo! (Sacau sendas navajas y se embisten como si
fueran á hacerse picadillo, dando lugar á los gritos y a
la alarma de los circunstantes, que los sujetan, y de los
vecinos y transeúntes que andaban por allí cerca espe-
rando su hora. Luchan unos momentos porque los suel-
ten, y al cabo se impone á todos el señor Telesforo.)
— 21 —
Sr. Tel. ¡Ea¡ ¡quietos ya! ¡Basta de pendencia! Aqni
no ha pasao na.
Car. (Que está junto á Paco, sujetan-Solo aún.) PaCO, Hí»
te pierdas tú por quien no lo merece. Per-
dóname. Han sío malos consejos.
Paco l'ero ¿tú me quieres?
Car. Te quiero, sí; te quiero y te querré toa mi
vida. Lo digo aquí delante de to el mundo
Paco ¡Bendita sea tu bocal
Sr. Tel ( Acercánrlose á Indalecio con sorna.) Mi CODSejO
leal es que tome usté un kilométrico esta
misma tarde.
Ind. Ya lo cogeré yo á usté en un solar desal-
quilao.
Sr. Tel. Será difícil, porque á no ser en caso de apu-
ro, no voy por esos sitios.
Ind. Vaya, buenas tardes. No se ha hecho Im
miel... etc.
S^ . Tel. ¡Adiós, colmena! (Se va Indalecio entre las pullas
y las risas de la multitud.)
ESCENA ULTIMA
DICHOS, menos INDALECIO
Sr.» Alf. ¿y tú qué dices á to esto, Atilano?
Sr. Axil. L-'uts que si los chicos se quieren. .. Dómiíius
vobiscum.
Sr. Tel. Conque, ca uno á su avío y á su quehacei .
Usté, señor Atilano, á espu-xar el puchero;
usté, señora Alfonsa, á apisonar las cayes..,
Sx.a Alf. ¡Oiga usté!
Sr. Tel. Y vosotros, muchachos, á quereros,
que esto se terminó como Dios manda:
que más vale cariño con pobreza
que mal querer con joyas y con galas.
Que pa pasarlo bien en este mundo
basta una guardiyita limpia y clara
con una ventanita frente al cielo
y en el pretil un tiesto de albahacn
(ai público.)
Y aquí termina el cuadro del sainete,
y aquí pido perdón para sus faltas.
— 22 —
CUADRO TERCERO
ZARZUELA CLÁSICA. -Amor audaz
Playa. La acción se supone á fines del siglo XVIII. Es de día
ESCENA PRIMERA
MAGDALENA y GASPAR
(Magdalena es una marquesita joven y huérfana. Gaspar es un ma-
rinero viejo, de pipa y sotabarba.)
Mag. Buen Gai«par... ¡Estoy sin vida!
(tas. Aquí me tenei¿'.
vIag. ¿Le viste?
Gas. Sí, por cierto.
Mag. ¿y no desiste
de su insensata partida?
Gas. ¡Desistir! ¡Bueno es el mozo!
l'ara él todo riesgo es llano:
habla como un veterano
y apenas le apunta el bozo.
Resuelto está ¡vive Dios!
Nada le arredra en su intento:
no teme más que al momento
de despedirse de vos.
Y es tan grande mi cariño
por ese mancebo loco,
que, ya veis, me falta poco
para llorar como un niño.
Mag. Gaspar, mi siervo más fiel,
mi amigo, mi consejero:
dile que venga; que quieio
hablar á solas con él;
repetirle una vez más
lo que el alma sufre y lloia
al verle partir ahora
para no volver quizás.
— 23 —
¡Triste amor! ¡Loca fortuna,
víctima tuya me has hechol
¿Por qué al que eligió mi pecho
has mecido en pobre cuna?
Gas. iS'o os abandonéis asi
al llanto y á los suspiros.
Voy al instante á serviros.
Mag. Aquí aguardo.
Gas. Vendrá aquí.
(Vase por la izquierda, enjugándose una lágrima que
le rueda por el atezado rostro. Magdalena se dispone
a repetir cantando lo mismo que le ha dicho á Gaspar,
poco más ó menos )
ESCENA II
MAGDALENA, después RICARDO. CORO DE MARINEROS dentro
Música
Mag. ¿Por qué, niño Cupido,
por qué me hieresy
Dime por qué.
¿Por qué, niño querido,
mi llanto quieres?
Yo no lo sé.
¿Por qué salió el que adoro
de una cabana?
¿Por qué ealió?
Para causar el lloro
que así me daña,
¿qué te hice yo?
(oyese dentro hacia la izquierda del actor, alegre ru-
mor de marineros que beben y cantan, j
(Jdro J>as olas nos arrullan del ancho mai:
bendice, marinero, tu profesión...
Cantemos y bebamos sin descansar,
cjue el vino es alegría y es ilusión...
Mag. Entre las voces de todos
su voz oí;
y entre mil la conociera
si hubiera mil.
— 24 —
(Sale Ricardo por la izquierda. Es el niarlnerilo que
trne á Magdalena como loca.)
Ríe. ¡Dulce ilusión del alma mía!
Mag. ¡Sueño constante de mi amoil
Kic. ¡Sol e.«plendente de mi día,
abrapadorl
Mag. Juntos lloremos nuestros males.
Ríe. No hay, vida mía, que llorar.
Copien serenos tus cristales
el ancho mar...
Aunque pobre de cuna,
niña del alma,
soy rico de ilusiones
y de esperanzas.
Yo volaré l)UScando
dichas y glorias,
que remedien lo humilde
de mi persona.
Voy á cruzar los mares...
Los vientos protectores
querrán que á estos hogaree
me vuelv'an tus amores.
Mag. No aumentes mis pesares,
no avives mis dolores.
Llorando tus azares
.^e quedan mis amores.
ESCENA III
DICHOS, DON DIMAS. luego MARINEROS, MOZAS DEL PUEBLO y
GASPAR
(Sale Don Dimas por la derecha, apoyado en una muletilla, y al
ver juntos á .Magdalena y á Ricardo quédase con la boca abierta.
Continúa la música.)
D. DiM. ¿Qué es lo que ven mis ojos?
£^j(, ■ I (¡Tutor maldito!)
— 25 —
D. DiM. ¿Quién es este arrapiezo?
^^^^- j (¡Nos ha cogido!)
D. DiM. r Abrazados estaban;
yo los he visto,
y he de darle al mancebo
duro castigo.) (Fuera de sí.)
¡A ver! ¡que vengan todos!
¡que vengan ahora mismo!
¡(jue vengan y me digan
quién es el atrevido!
(saleu por la derecha y por la izquierda, marineros y
mozas cantando á coro.)
Coro ¿Qué es eso que le pasü,
señor Don Dimas?
¿Qué es lo que le sucede
que tanto grita?
(Sale Gaspar.)
D. DiM . iíabiando estoy de cólera;
soy casi un energúmeno;
jamás he visto atónito
lo que hace poco vi.
Este mancebo intiépido
y mi sobrina, candida,
estaban abrazándose
cuando he venido aquí.
Con artes maquiavélica»,
sin duda amor mintiéndole,
á la inocente tórtola
logróla cautivar.
Contad quién es el sátrapa;
contad quién es el mísero;
si lo sabéis contádmelo
y de él me he de vengar.
Ellas (¡Jesús! ¡.Jesús! ¡qué escándalo!)
íCllos (¡Yo encuentro el caso lógico!)
Ríe. (¡Tu tío es un estúpido!)
M/.G. (¡Lo puedo atesüguar!)
D. DiM. Contad quién es el sátrapa;
contad quién es el misero;
si lo sabéis contádmelo
y de él me he de vengar.
CoKO Rabiando está de cólera;
es casi un energúmeno;
— 26 —
jamás ha visto atónito
lo que buce poco vio.
Este mancebo intrépido
y sn sobrini', candida,
estaban abraz!\ndose
cuando él aquí llegó.
Mag . ¡Todo por ti!
¡Qué triste amor!
Ilic. ¡Confia en mí,
candida flor!
((esa la música.)
D. DiM. ¿Qué es e.'-oV ¿No hay quien hable'' ¿lis que
estoy vendido entre mis propios servidores^
¿Se os antoja bonita la hazaña de e^e mozo?
¡Un marinerillo de tres al cuarto alirazado á
la hija de cien nobles!... Es decir, de un no-
ble nada más, pero cuya corona han lleva'lo
cien noble-< sobre su cabeza...
Ric. Señor, yo mismo os contaré...
D. DiiM. ¡liepórtese el audaz! ¿Ignora que se dirige al
hijo de cien duques? Es decir, de un duque
nada más, pero cuya corona...
Ctas. Sí; han llevado cien duques sobre su cabeza.
ü. DiM. Tú me has comprendido, buen Ga.'par.
Gas. l'ues oídme, que por mi boca vais á saber
de este ujozo bueno que así despierta vues
tra cólera, algo que ni siquiera sospecháis.
\J. DiM. Habla, pues, que espero ansioso,
y si no empiezas reviento.
Gas. Tened, señor, más reposo,
y escuchad bien, que es sabroso
el relato. Va de cuento.
(Tose, da una chupada á Ja pipa, los mira a todos de-
mandando atención y dice:)
Entre el clamor general
de una ciudad aterrada,
con aparato infernal
desplomábase incendiada
una mansión señorial.
Por si el voraz elemento
no se bastara á sí mismo
para hundir en un momento
— 27 ~
el palacio en el abismo,
tenia un cómplice: el viento.
La llama viva, prendía;
el aire fuerte, atizaba;
y asi el incendio crecía,
y así á todos parecía
que la ciudad se abrasaba.
De improviso, un ¡ay! de horror
que lanza una madre loca
llena al pueblo de pavor,
y corre de boca en boca
un espantoso rumor.
Y las bóvedas se hundían,
y las paredes temblaban,
y las maderas crujían,
y los herrajes saltaban,
y los escombros crecían,
cuando se vio la figura
de un mancebillo trepar,
presa de extraña locura,
hasta llegarse a ocultar
entre el humo de la altura.
Pasó como una centella;
y la muchedumbre aquella
dijo, cuando del doncel
no quedó rastro ni huella:
«¡La virgen vaya con él!»
;0h! ¡qué angustiosos momentos!
¡qué mezclar los corazones
amenazas y lamentos,
•iollozos y maldiciones,
plegarias y juramentos!...
De pronto, en la balaustrada
de un balcón hecho pedazos,
apareció Humiliada
la figura antes borrada
con una niña en los brazos.
Un grito conmovedor
de alegría y de sorpresa,
saluda al grupo de amor...
La niña era la marquesa
y Ricardo el salvador.
Yo no vi más; que de hinojos
en tierra vine á caer
— 28 —
entre humeantes despojos,
y no me dejaron ver
las lágrimas de mis ojos...
J.a historia, t^eñor, es esa.
Dei?pués de escucharla, espf ro
que me digáis si aún os pepa
que abrazara á la marquesa
el humilde marinero.
l\ DiM. (Despreciando las quintillas.) ¡Bah! ¡bah! ¿Y 68
eso todo? Pues nada nuevo me cuentas,
buen Gaspar: sabia lo del intendio: fué pn
vida de mi pobre hermana. Sólo ignoraba
quién fuera el héroe. La hazañn, después de
todo, es harto baladl.
Ríe . (Adelantándose hacia don Dimas.) Señor: lo que
hice no tiene mérito alguno, decís bien;
pero desde aquel día amo á Magdalena cun
toda mi alma, y ella me corresponde.
D. DiM. ¡Insensato!
Kic. Soy pobre; no conocí á mis ] adres .. Crecí
en la soledad y me hice fuerte. A nada temo.
Preparada tengo esa barquilla que ha de
llevarme ahora mismo hasta aquel ht rmo.-o
bajel que allí veis, presto á zarpar, pues sólo
espera mi llegada. En él partiré ctuí rumbo
á lejanas tierras. Quiero buscar fortuna. De
mi vuelta tendréis noticias: yo os lo asegu-
ro. Dios os guarde. (Lb vuelve la espalda y se
dirige á la barquilla que tiene dispuesta en el foro. El
coro le abre paso. Magdalena lo detiene un punto. Do:i
Dimas lo observa con curiosidad y luego habla solo.)
Música
Mag. . ¡Ricardo mío!
Ric Dentro de un año
serás mi esposa;
seré tu esclavo.
Mag . ¡Luz de mis ojos!
Kic. ¡Dueño adorado!
¡Adiós!
Mag. ¡Adiós!
(Salta Ricardo resuelto y ágil á la barquilla, y desde
ella se despide de todos cantando.)
— 29 --
Ilic. Playa que el alma adora
de tí me alejo:
una niña me llora
y un pobre viejo.
Halle flores ó abrojos
por donde vaya,
siempre tendré mis ojos
en esta playa.
(La barquilla parte con lentitud.)
Coro ¡Vé con Dios, marinero valiente;
líi fortuna te habrá de ayudar!...
¡Que tu nave conduzca y aliente
la Virgen de\ mar!...
(Despídeulo todo», á excepción de don Diruas, natural-
mente, agitando gorras y pañuelos. El tutor y tío de
Magdalena parece preocupado. ¿Luchará tal vez con la
torcedora idea de que el marinerito audaz va á resulUir
al flu de cuentas hijo suyo? Cosas más extrañas se hao
visto.)
— 80 —
CUADRO CUARTO
Zarzuela cómica.— Amor milagroso
<'orralóii en casa del señor Koque, vecino adinerado de Zagalejo de
Arriba, pueblo que bien pudiera ser de Salamanca. Al foio una
tapia con gran puerta en el centro. A la izquierda del actor otra
puerta que da acceso á la casa. Hacia la derecha un barril vacio,
como de diez ó doce arrobas, puesto en pie y cubi ^rto con un
par de tablas. Kn el foro, junto á la tapia, en el rincón de la
iz(juierda, nn gran montón de lana. Es de día.
ESCENA PRIMERA
CASILDEO
(Aparece la escena sola. A poco se entreabre la puerta del foro, y
asoma primero la cabeza de Casildeo y luego todo él. Trae un som-
brero de los que nadie usa, y un traje en armonía con el sombrero.
Mira receloso á todas partes, ve que no hay por allí bicho viviente,
y se adelanta hasta las candilejas como si se fuese á arrojar á las
butacas.)
Casildeo Baldosín y Baldosín, servidor d-
ustedes. Ya es desgracia llamarse Casildeo
y ser hijo de dos Baldosines; pero no es esa
ia mayor (¡ue me toca. La mayor es que so}''
confitero en Zagalejo de Abajo, y mi novia
es de aquí, de Zagalejo de Arriba. Claro es
que yo he podido enamorarme de una
de Zagalejo de Abajo; pero es el caso
que me gustan más las de Zagalejo de Arri-
ba. Zagalejo de Arriba y de Abajo se odian
á muerte ]ior causa de dos Cristos. Dicen
los de Arriba que el Cristo de Arriba es más
milagroso que el de Abajo; y dicen los de
Abajo que el Cristo de Abajo es más mila-
groso que el de Arriba; y en cuanto se en-
cuentran uno de Abajo y uno de Arriba, se
— 31 -
dan una paliza que yo no me quisiera ver
arriba ni abajo. Ni en medio, por supuesto.
Con estos precedentes, calculen ustedes mi
temeridad al venir desde Zagalejo de Abnjo
á hablar con Poncianita, la hija del señor
Roque, dueño de esta casa, que es hombre
de melena en necho, porque decir de pelo
es decir poco. Pero hay que convenir en que
si el amor no tuviera ese picantillo de unos
palos en perspectiva, sería dulce de tomn-
te... antes de pooerle el tomate. Voy á ver
si sale mi tesoro. Casildeo Baldosín y Bal-
dosín, servidor de ustedes, (Acércase á la casa,
y arrostrando todos los peligros, se pone á cantar.)
Música
Sal, dulce batata,
que tu amor me mata;
sal, cara de plata,
y oye la cantata
y el cariño acata
de este polvorón,
que es la flor y nata
de su profesión.
Sal, caramelito,
sal, cuerpo bonito,
sal, que necesito
ver tu real ])almito,
sal, que ya estoy frito
como un chicharrón;
sfil y me derrito
de satisfacción.
ESCENA II
CASILDEO y POXCIAKITA
1 ON. (saliendo al reclamo.)
Casildeo...
Oas. Poncianita...
Poncianita...
Pon. Casildeo...
— 32
Cas.
Cada instante que te veo
rae pareces más bonita.
Pon.
Y tú á mí á cada visita
rae pareces menos feo.
Cas.
Poucianita...
Pon
Casildeo..
Casildeo...
Cas.
Poncianita...
Cuando el cura nos lleve al altar.
Pon. Cuando el cura nos case en latín.
Cas. ¡a. y, qué vida nos varaos á «lar!
Pon. ¡Ay, qué vida la nuestra, monín.
Cas. Nos levantaremos,
alma y vida mía...
VoN. Al cantar del gallo
cuando llegue el día..
C\B. ¡Ki ki ri ki!
Pon. ¡Kikirikí!
En la propia cama
desayunaremos...
Cas Como palomitos
nos arrullaremos...
Pon. 'Uuuu... ruuu...
Cas. Ruuu... ruuu...
Yo tendré un minino
para los ratones...
Pon. Yo tendré un canario
para los balcones...
Cas. ¡Miau!
Pon. ¡Piiiii!
Cas. ¡Miaul...
Pon. ¡Piiiii!...
En la primavera
y á la tardecita...
Cas. Iremos al campo
con una cabrita...
Pon. ¡Beeeee! ¡beeeee!.,.
Cas. ¡Beeeee! ¡beeeee! ..
Y al volver juntiti»s,
ya sin luz el cielo...
— 33 —
Pon. Cantarán las ranas
en el arroyuelo...
Cas. Cuá cuá cuá...
Pon. Cuá cuá cuá..
IjOs dos ¡Oh cuánta ventura!
¡Oh cuánta alegríal
¡Sol de mis amores!
¡Luz del alma mía!
¡Qué felices horas!
¡Qué dichoso el día
que haya entre esos bichos
un ama de cría! (cesa la música.)
Pon. Casildeo de mis ilusiones.
Cas. Almíbar ds mis tarros.
Pon. Tengo que darte una gran noticia.
Cas ¿Que me quieres más que el domingo?
Pon. JSo; sino que seremos felices muy pronto,
porque se van á acabar las rivalidades en-
tre los dos pueblos. El señor obispo va á
venir á arreglarlo. Se hospedará aquí.
Cas. ¿Aquí?
Pon. Como lo oyes. Papá va á echar la casa por
la ventana, á fin de que, en todo caso, si el
señor obispo le da la razón á algún Cristo,
se la dé al nuestro. Esa lana es para hacer-
le un par de colchones magníficos. Aquel
barril tan grande para llenarlo de vino del
tío Toño, y darle una comida á los pobres.
Se está pintando y encalando toda la casa;
se están fregando todos los peroles; se va á
sacar la vajilla nueva; se está regando todo
con unos polvos de Madrid para que no le
pique nada al señor obispo... En fin, Casil-
deo, que se acerca nuestra ventura; que el
mismo señor obispo nos podrá echar las
bendiciones.
Cas. ¡Ay, pimpollo de mi existencia! No son pa-
labras las que salen de tu boquita: ¡son al-
mendras garrapiñadasl (La abraz.n.)
Pon. ¡Casildeo!
— 34 —
Cas ¡Foncianital La dicha es audaz.
(Óyense ladrillos hacia la pasa.)
Pon. ¡Cristo de Zagalejo de Arriba!
Cas. ¿Qué sucede?
Pon. ¡Que viene mi padre!
Cas. ¡Cristo de Zagalejo de Abajo! ¿Pero tu pa-
dre ladra ya?
Pon. ¡No! ¡[.^a que ladra es Blasa, la criada, que
así me avisa de que viene!
(continúan los ladridos.)
Cas. ¡Maldición! ¿Qué hago?
Pon. ¡Huye en seguida, no lo echemos todo á
rodar!
Cas, (obedeciéndola azorado.) ¡Ahora mismo! (Retro-
cediendo asustadísimo después de asomarse á la puer-
ta.) ¡Virgen!
Pon. ¿Q'aé?
Cas ¡El cabo de carabineros, que me odia á
muerte! ¡Yo no salgo! ¡no salgo!
ESCENA III
DICHOS y BLASA
Blasa (saliendo de la casa despavorida.) ¡Señorita! ¡qUC
llega!
Pon. ¡Ay!
Cas (Corriendo desatentado.) ¡DioS mío! ¡los doS
Cristos juntos no me salvan! ¿Dónde me
escondo?
Pon. ¿Dónde lo escondemos?
Blasa ¡En la lana! ¡en la lana!
Pon. Es verdad, ¡en la lana!
Cas. ¿Con el calor que hace?
Pon. ¿y qué remedio? ¿No ves que si te coge
papá te eac.i astillas?
Cas. ¡Me has convencido! ¡a la lana! ¡á la lana!
(Métese eu el montón de lana, y entre Blasa y Pon-
cianita lo tapan bien.)
Pon. Anda, vida mía, que todo se remediará.
Blasa Encoja usted esta rodilla, señorito.
Pon. y la cabeza, la cabeza.
Blasa Así, así.
- 35 —
Pon. Ya no se ve nada: estáte quieto. ¡Ay, Blasa,
qué sustos da el amor! ¡A qué cosas obliga
Blasa Dígamelo usted á mí, que tengo á mi novio
á estas horas metido en carbÓQ hasta los
pelos.
\jAB, (Asomando la cabeza un instante, y cscnpienclo lana.)
¿No viene ese hombre? ¡Porque ya me he
tragado un vellón!
Pon. ¡Escóndete, insensato!
Cas. ¡Haz io posible porque se vaya pronto; mira
que esto no es el Monasterio de Piedra!
Pon. ¡Escóndete!
Blasa ¡Aquí viene!
ESCENA IV
DICHOS y el SEÑOR ROQUE
Sr . ROQ. (saliendo de la casa, cachazudo y tranquilo.) Hola,
Poncianita.
Pon. Hola, papá.
Sr. Roq. Hola, Blasa.
Blasa Buenas tardes, señor.
Sr. Roq. fiQué hay?
Pon. Nada. Ven allá dentro, que te tengo que en-
señar una cosa.
Sr. Roq. Luego iré. Ahora traigo ya mi plan, y de él
no me salgo. No; por()ue se han empeñado
unos y otros en que el señor Roque quede
mal con el señor obispo, y el señor Roque
no queda mal ni con su padre, (a Biasa.) A
lo mío. Llégate á mi cuarto, y tráeme aque-
llos diez cuarterones de tabaco que hay so-
bre la cómoda. Me voy á estar haciendo pi-
tillos hasta que anochezca.
Pon. [Papá!
Sk. Roq. Sí, hija, sí. ¡A ver si va á tener ó no va á
tener que fumar el señor obispo! ¿Qué te
detiene, Blasa?
Blasa Nada; ya voy, señor, (vase.)
Pon. (¡Ay, Dios del cielo! ¡Me quedo viuda antes
de casarme!)
— 36 —
ESCENA V
PONCIANITA, el BEÑOR ROQUE, MOZO I." y MOZO 2." Al final
BLASA
(Suenan dos golpes en la puerta del foro.)
Sr. Roq. Mira á ver quién es.
Pon. (¡Qné alegría si ee llevaran á papá!) (Abre la
puerta y aparecen dos Mozos del pueblo cou dos varas
largas y fuertes.)
Mozo 1.° A la paz de Dios.
Pon. Buenas tardes.
Sr. RcQ. Buenas tardet^^.
Mozo 1 ." Aquí nos manda el señor Isidro.
Pon. ¿El señor Isidro?
Mozo 1 .° ¿No es aquí donde hay que varear dos col-
chones de lana?
Pon. ¡Nol
Sr. Roq. ¿Lomo que no? ¿Qué sabes lo que dices?
¡Hemos hablado esta mañana para lo mis-
mo! (a los M070S.) Esta es la lana: podéis em-
pezar cuando queráis.
Pon. (con el alma en un hilo.) Pcro, papá, 8Í es que
yo... yo me he comprometido con una ami-
ga... que conoce á unos hombres...
Sr. Roq. Déjate de amigas, que hay muchas envi-
dias, y muchas cosas que tú no sabes. A va-
rear, á varear. A ver si me ponéis la lana
como si fuera espuma.
Mozo 2. " No quedará usted descontento.
(Descargan alternativamente los dos primeros varazos
sobre la lana. Ponciauíta se estremece y lanza un grito
agudo á cada varazo. Los Mozos, sorprendidos, sus-
penden su tarea.)
Pon. ¡Ay! ¡Ay!
Sr. RoQ. ¿Qué tienes tú?
Mozol.*' ¿Qué es eso?
Pon. Nada .. sino que... como yo he quedado con
esa amiga...
Sr. Roq. ¡Que te dejes de amigas, mujer! Continuad
vosotros.
(Nuevos varazos y nuevos gritos.)
- 37 —
Pon
Sr. Roo.
Blasa
Sr. Roq.
Blasa
Sr. Roq.
¡Ay! ¡Ay!
¡Dale, machaca!
(siguen los Mozos vareando. Sale Blasa, y al verlos da
uu grito espantoso. Vuelven á suspender su tarea.)
¡Ay!
¿lú también? ¿Y no me traes eso?
No lo encuentro, señor.
Vaya; tendré que ir yo á buscarlo. No servís
para nada, (vase.)
ESCENA VI
DICHOS, menos el SEÑOR ROQUE
Pon.
Mozo 1
Pon.
0
Cas.
Mozo 1
0
Mozo 2
0
Mozo 1 .
0
Cas.
Pon.
Cas.
Blasa
Cas.
Pon.
Cas.
Pon.
Blasa
Pon.
Mozo 1.
0
Mozo 2.
0
¡Por la Virgen Santísima, no peguen uste-
des más varazosl
Pues ¿qué hay?
(Arrimándose ni montón de lana.) Sal, Sal, CaSÍI-
deo; sal.
(saliendo todo lleno de lana, mohino y maltrecho.)
¿Qué sal? ¡Vinagre es lo que necesito!
(Estupefacto.) ¡Anda!
(Lo mismo.) jOigal
¿Tú ves, chico? (Se ríen á carcajadas.)
No reírse... Ay... ay...Hiiiii.
¿Qué te pasaV
Hiiiii...
¿Qué es ello?
¡Que me ha entrado lana hasta el estóma-
go!... (Escupe sin cesar.) Ay... av... No puedo
más .. me entrego.
¡Huye, huye ahora!
Si estoy hecho una breva. El primer varnzo
de uno de estos me cogió en diagonal y no
me dejó fuera ni los tacones.
(Nuevas risas de los Mozos.)
¡No reírse, caramba!
¡Huya usted, por Dios!
Mira que si sale papá y se encuentra aquí
con uno de Zagalejo de Abajo...
¿Cómo?
¿Qué? (Cada uno lo coge por un brazo, blandiendo
la vara.) ¿Pero ustcd 68 de Zagalejo de Abajo?
-^ 38 -
Pon . ¡Cielos!
Cas. ¡Yo no soy ya de ningvina parte.
Mozo 2. o ¿Cómo que no?
Mozo 1.*^ A ver: ¿cuál de los dos Cristos es el más mi-
lagroso?
Cas. El de aquí, el de aquí, sin género de duda.
Junto al de ustedes el mío es una maquini-
11a de afeitar.
Mozo 2 0 ¡Ahí
Mozo 1." Entoncep, márchese usted tranquilo.
Sr. Roo. (Dentro, gritando,) ¡Poncianita!
Cas. ¡Huy!
Pon. ¡Papá que llega!
Blasa ¡Corra usted por Dios!
Cas. ¡Ya lo creo que corro! (Corre unevomente á la
puerta y vuelve atrás con los pelos de punta ) ¡Ho-
rror! ¡El sargento de carabinero-s, que me
odia más que el cabo! ¡Imposible salir! ¡Me
prendel
Sr. Roq. (Más cerca.) ¡Ponciauita!
Pon. ¡Jesiís! ¡Va á pescarte papal
Cas. ¿Qué hacemos?
Pon. (Tirando de él.) jA la lana, á la lana!...
Cas. (Resistiéndose aterrado.) ¡A la lana no!
Blasa (lo mismo que Poucianita.) ¡A la lana, á la
lana!...
Cas. ¡A la lana nooooo!...
Pon. ¡Entonces al barril, que está vacío!
Cas. ¡Eso! ¡eso! ¡al barril! Ayudarme, ayudarme
todos. (Entre los Mozos y ellas lo meten dentro del
barril. Los Mozos no paran de reirse.)
Pon. ¡Qué apuro. Dios de Dios!
Blasa Hoy ganamos el cielo.
Cas. (Ya dentro del barril.) ¡Huy qué fresquita es
esta casa en comparación á esa otra! (se aga-
cha y desaparece.)
Pon . (a los Mozos.) Ustedes á varear de firme; y por
Dios no se rían, no vaya á sospechar el se-
ñor.
Blas\ (De repente.) ¡Ay, Cristo! ¡Y mi uovio en la
carbonera todavía! ¡Voy á ver si lo saco!
(vasc corriendo dentro de la casa. Sale el señor X^Q-
quc.)
— 39 —
ESCENA VII
PONCIANITA, CASILDEO, el SEÑOR ROQUE, MOZOS 1." y 2.°; lue-
go otros dos MOZOS
8r. Roq. ¿Adonde va esa? Cuando más falta hace se
quita de en medio.
Pon. Fues ¿qué pasa ahora?
Sr. Roq. Que ya están ahí los mozos que traen el
vino del tío Toño.
Pon. ¡Ayl
Sr. Roq. ¡Pero, chica, todo te asusta hoy! (a ios Mozos
que se ríen cou estrépito.) ¿Y VOSOtrOS doS de que
OS reís? ¡Pues sí que se me ha puesto á mí
un humorcito como para bromas...! (Abre la
puerta de la tapia En seguida aparecen el Mozo 3. y
el 4." con sendas cubetas de vino.)
Pon. (¡Santo Dios! ¡Hazlo impermeable!)
Sr. Roq. Hola.
Mozo o. o Buenas tardes, señor.
Sr. Roq. ¿Traéis las ocho arrobas?
Mozo 3 o tii, señor; ahí está el carrillo.
Sr. Roq. Pues este es el barril. A volcarlas.
(e1 Mozo 3. quita una de las tablas que tapan el ba-
rril y vuelca dentro con gran resolución la cub.ta que
trae. Poncianitd grita como antes. El otro vuelca en
seguida la suya. Poncianita vuelve a gritar. Los de la
lana ríen. Casildeo no aguanta más vino y con el na-
tural asombro de los Mozos se sale del barril sacu-
diéndose como un perro y salpicando á todos.)
Cas. ¡No puedo más!
Mozo 3 o ¿Eh?
Sr. Roq. ¿Qué hombre es ese?
Cas ¡['refiero morir de un tiro á morir como un
bizcocho borracho!
Sk. Roq. ¿Quién es usted?
Mozo 3.0 ¡Es el confitero del otro pueblo!
Sr. Roq. ¡.Ih, canalla! ¡Ahora verás tú! (Lo persigue ca-
sildeo huye.)
Pon. ¡Perdónalo, papá!
Cas. ¡Perdóneme usted: hace más milagros este
Cristo!
Sr. Roq. ¡No te me escaparás, bribón!
— 40 —
ESCENA VIII
DICHOS, CORO de MOZAS y MOZOS. BLASA al final
(Sale por la puerta de la tapia el Coro, que anda sicm ■
pre oliendo donde guisan.)
Música
Coro ¿Qué ocurre? ¿qué ocurre?
¿Qué pasa? ¿qué pasa?
Sr. Roq. i Recontra! ¿Qué es esto?
¿Por qué sin permiso del amo
se cuela esta gente en mi casa?
Coro Vecino, ¿qué ocurre?
¿Qué ocurre, vecinc?
Sr. Roq. ¡Caramba! ¡qué moscas!
¡Que estaba escondido este pollo
ahí en esa bota de vino!
Coro ¡Ja, ja., ja, ja!
¡Ja, ja, ja, ja!
¿Y á qué vendría?
¿Y quién será?
Cas. Yo mi conducta
quiero explicar.
Coro El su conducta
quiere explicar.
¡la, ja, ja, j*-!
lJ^J«, ja, jí!
fCesa ]a música.)
Sr. Roq. ¡Rediez! ¡Pues no les ha hecho á ustedes
peca gracia el Janee! (a casiideo.) Conque,
vamos á cuentas usted y yo.
Cab. Señor Roque, yo soy Casiideo Baldosín y
Baldosín, confitero en el pueblo que tiene
el peor Cristo; voy á heredar al tío Tragal-
dabas, á quien usted conocerá de seguro;
amo á Poncianita y me quiero casar con
ella.
Sr. Roq. (a su lüja ) ¿Es eso verdad?
— 41 —
Pon. Todo. Y adeicás es muy guapo, como pue-
des ver.
Sr. Roq. ¿De manera que venía usted aquí por lana?
Cas. ¡No, señor; por lana no! ¡Puede usted creer-
mel (Saca el pañuelo para enjugarse un ojo, y cae
lana de él como para una almohadilla.) (¡Huv!)
(Sale Blasa, con señales inequívocas en el rostro de
haber sacado á su novio de la carbonera.)
Blasa. ¡Anda! ¡Pero cuidado que dan que hacer los
novios!
Sr . Roq. Pues ahora se va á ver quién es el señor
Roque. Yo quiero que se acaben las diferen-
cias entre un pueblo y otro, y lo pruebo ca-
sando á mi hija con el confitero de Zagale-
jo de Abajo ..
Pon. ¿De veras?
Sr. Roq. De veras.
Cas. Gracias, señor Roque.
Sr. Roq. ¡Pero el Cristo de Zagalejo de Arriba hace
más milagros que el de Zagalejo de Abajo!
Todos ¡Sí! ¡sí! ¡sí!
Cas. Todo lo acato y lo admito
con alegría infinita:
en teniendo á Poncianita,
lo demás me importa un pito.
(ai público.)
Y si para tí fué grato
el mirarme en más de un brete,
aplaudiendo este juguete
me harás pasar un buen rato.
FIN
Mira Sierra, Julio, 1906.
..-C'.'
OBHRS DE !iOS IWISIVIOS ROTORES
Esgrima y amor, juguete cómico. (2.a edición.)
Belén, 12, prmcipal, juguete cómico.
Güito, juguete cómico-lírico. (2.a edición.)
La media naranja, juguete cómico. (2.* edición.)
El tío de la flauta, juguete cómico. (2.* edición.)
El ojito derecho, entremés. (:^.a edición.)
La reja, comedia en un acto. (3.a edición.)
La buena sombra, sainete en tres cuadros, con música. (6.a edi-
ción.)
El peregrino, zarzuela cómica en un acto.
La vida intima, comedia en dos actos. (3.a edición.)
Los borrachos, sainete en cuatro cuadros, con música. (2.a edi-
ción.)
El chiquillo, entremés. (5.a edición.)
Las casas de cartón, juguete cómico.
El traje de luces, sainete en tres cuadros, con música.
El patio, comedia en dos actos. (3.a edición.)
El motete, entremés con música. (2.a edición.)
El estreno, zarzuela cómica en tres cuadros.
Los Galeotes, comedia en cuatro actos. (3.a edición.)
La pena, drama en dos cuadros. (2.a edición.)
La azotea, comedia en un acto.
El género ínfimo, pasillo con música.
El nido, comedia en dos actos. (2.^ edición.)
Las flores, comedia en tres actos.
Los piropos, entremés.
El flechazo, entremés.
El amor en el teatro, capricho literario en cinco cuadros, pró-
logo y epílogo.
Abanicos y panderetas ó ¡A Sevilla en el botijo! humorada sa-
tírica en tres cuadros, con música.
La dicha ajena, comedia en tres actos y un prólogo.
Pepita Reyes, comedia en dos actos.
Los meritorios, pasillo.
2 a zahori, entremés.
La reina mora, 'íainete en tres cuadros, con música. (2.* edi-
ción.)
Zaragatas, saínete en dos cuadros.
La zagala, comedia en cuatro actos.
La contrata, apropósito.
El amor que pasa, comedia en dos actos.
El mal de amores, saínete con música.
El nuevo servidor, humorada.
Mañana de sol, paso de comedia.
Fea y con gracia, entremés con música.
La aventura de los galeotes, adaptación escénica de un capí-
tulo del Quijote.
La pitanza, entremés.
El amor en solfa, capricho literario en cuatro cuadros y un
prólogo, con música.
SERAFÍN Y JOAQUÍN ÁLVAREZ PNTERO
Los chorros leí oro
entrem:es
■ •«»°S>t«©í<£ÍW*
SOCIEDAD DE AUTORES ESPAÑOLES
Núñez de Balboa, 12
leoe
LOS CHORROS DEL ORO
Ksta obra es propiedad de sns autores, y nadie po-
drá, 8in su permiso, reimprimirla ni representarla
en España ni en los países oon los cuales se hayan
celebrando ó se celebren en adelante tratados interna'
oionales de propiedad literaria.
Los autores se reservan el derecho de traducción.
Los comisionados y representantes de la Sociedad
de Autores Españoles son los encargados exclusivamente
de conceder ó negar el permiso de representación y
del cobro de los derechos de propiedad.
Queda hecho el depósito que marca la ley.
LOS CHORROS DEL ORO
ENTREMÉS
serafín y JOAQUÍN ÁLVAREZ QUINTERO
Estrenado en el TEATRO DE APOLO el 8 de Marzo
de 1906
-*-
MADRID
E. Velasco, impresor, Marqués de Santa Ana, 11
Teletono número 551
1906
j/I Joaquina del pino
gala de la, raza andaluza
(¿Juá aatni'iadó'ieS u atutaoó,
'X.OJ (jyLuhieé.
REPARTO
PERSONAJES ACTORES
MERCEDES Skta. Pino.
JUAN MANUEL Sb. Caeeeras.
JUANITA Paquita Novo.
LOS CHORROS DEL ORO
Habitación baja en casa de Mercedes, mujer del pueblo no mal aco-
modada, en Sevilla. Al foro una ventana que da á la calle. A la
derecha del actor una puerta, y á la izquierda otra. Las paredes
blancas y lucientes. El suelo, de lositas de dos colores, aljofifado
de tal modo, que se pueden comer migas eu él. Muebles modes
tos, pero bien ordenados y muy limpios. Entre ellos una cómoda.
En el centro de la habitación una mesita, sobre la que hay un
costurero. -Fs de día.
(Mercedes está asomada á la ventana. Es una mujer que marea de
guapa y de limpia. Le da el sol y parece que tiene lentejuelas )
Merc. ¡Adiós! Aya va como una palomita .. Se
come la caye, y no levanta der suelo tanto
así. ¡Hija mía, qué presiosa esl Si viviera su
padre, se le caería la baba mirándola. La
puerca e la vesina se ha parao á darle un
beso: á vé si le deja la seña... ¿Otro beso?
¡Vamos, güeno está de cariño, señoral Sí.
hija mía, sí; bases bien en echa á corre. Y
es que no le gusta que la bess nadie. Las
tonterías de las mujeres cuando somos ni-
ñas. Ya dobló la esquina. (Se retira de la venta-
na.) Chala me tiene. Vamos á guardarle er
baberito. (Recoge uno que hay sobre una silla, y con
gran cuidado lo guarda eu un cajón de la cómoda )
¿Esto es una mancha? No. Pensé... lis des-
colorió de lavarlo. [Ajajá! (poniendo bien una
silla que no está en su sitio.) ¡JeSÚs! Por donde
Juan
Merc.
Juan
Merc.
Juan
Merc.
Juan
Mfrc.
Juan
pasa mi madre arma un terremoto. (Fijándose
en la silla.) ¿Le paese á usté? f OrVO. (Coge un
paño y la limpia y la frota ) Así te quiero, pren-
da. Y ahora, k seguí cosiendo estas naguas
blancas, (siéntase á ello jnuto á la mesita.) Se tar-
da Juan Manué... Quisa haya estao esperan-
do á vé salí á mi niña. Como le tengo dicho
que cuando eya esté aquí no entre... fSí, por-
que la niña va á hasé en Agosto los siete
años, pero paese que yeva un viejo en la ba-
rriga, según se fija en to. Y no me agrada
que note na de e^to, mientras yo no me de-
termine. Juan Manué es un buen hom-
bre... y me quiere... Y me hase grasia, esta
es la verdá. Porque Juan Manué tiene gra-
sia. ¡Pero es tan adán! ¡es tan suí-^io er gran-
dísimo condenao! Mi madre se dispara cuan-
do ve que yo yevo las cesas adelante. «¿En
qué estás pensando, hija mía? Acuérdate de
tu marío, que era como los chorros del oro er
pobresito, y fíjate después en ese tipo que
ahora te pretende; que le teme al agua más
que un perro rabioso.» Y es la verdá: es muy
susio. Is'o, y eso no: como Juan Manué no se
corrija... Porque sobre sé muy susio, es muy
desasirao. Yo creo que sí, que se corrige...
Muestras va dando ele eyo... Er rose conmi-
go argo ha de podé .. Lo que me hase más
grasiii es lo que se esfuersa er pobre en pre-
sentárseme arreglaíto.
(Asomándose por la ventana.) ¿Vive aqUÍ la mujé
más bonita der barrio?
¿Quién pregunta por eya?
El hombre más feo de Europa.
¿De Europa na más?
Na más: los chinos son más feos que yo.
Pos esa mujé no vive aquí.
¿Que no vive aquí? A mí se me había fígu-
rao que estaba yo hablando con eya.
Viene usté malo de la vista. O no se habrá
usté lavao bien los ojos.
¿Ya estamos con el agua á pleito? ¡Me los
he lavao con aguarrás, pa darle á usté
gusto!
— 9 -
Merc. ¡Jesús, con aguarrás! Es preferible el agua
clara.
.luAN Güeno; ¿me deja usté que entre á acompa-
ñarla un ratito, ya que ha salió la niña?
Merc. Entre usté.
Juan Abra usté la cánsela.
Merc. No es presiso: mi madre está á la puerta e
la caye.
Juan ¿Y está suerta?
Merc. ¡Oiga usté!
Juan Usté perdone: he querio pregunta si no
muerde.
Merc. No muerde, no; pero ándese usté con cui-
dao.
.Juan Con quien tengo yo que anda con más cui-
dao que un equilibrista, es con la hija, (vase
de la ventana.)
Merc. Na, que me hase grasia este hombre. Señó,
no la tendrá pa nadie, peí o pa mí la tiene.
Y luego, como también es viudo, y con una
niña, como yo... lo que piensa una: paese
que está escrito. Bien dise la copla que to
cae ensima: tanto critica j'o de la gente
desasea... y miste por donde viene er diablo
y lo enreda.
Hadie diga en este mundo
de este agua no he de bebé,
porque er caminito es largo
y puede apretá la sé...
(Sale Juan Manuel por la puerta <le la izijuierdn. Es
cajista de imprenta.)
Juan ¿Sabe usté lo que me ha dicho su madre?
Merc. ¿Qué le ha dicho?
Juan Que si tengo paraguas, que lo tire.
.Merc. ¿Pa (jué?
Juan Fa que me moje siquiera los días que
yueva.
Merc. (Riéndose.) Mi madre tiene güeuos gorpes.
Juan Sí, señora; y la hija también; pero la hija
y la madre se conose que me han tomao a
mí por aseite, que por no está en el agua se
va arriba.
— 10 —
Merc
Juan
Merc
Juan
Mekc
Juan
Merc
Juan
Merc
Juan
Mefc
Juan
Merc
Juan
Merc.
Juan
Merc.
Juan
Mekc
Juan
Merc
Juan
Merc.
¿Y no hay na de eso?
No liay na de eso. Vamos á vé, con impar-
bialidá: ¿qué tar vengo hoy?
Desde aquí, mejó que otros días. Asérquese
usté un poco más. Pero suerte usté antes er
sombrero.
¿Ve usté cómo se ersagera un poquiyf?
(Deja sobre una silla el sombrero. Mercedes, mientras,
ve que trae manchada de yeso la espalda.)
(Levantándose.) ¡Virgen de las Angustias!
¿Qué ocurre?
¿Usté se ha visto por la esparda?
¡No pueo! ¿Qué traigo por la esparda?
¡To er yeso de un tabique!
iMardita sea mi suerte! Ahora sí tiene usté
rasón: es que hoy están en casa de obra, y
antes de sah se me orvidó refregarme con-
tra la cama.
¡Ave María! ¿De esa manera se sepiya usté?
La esparda, eí señora.
Venga usté acá, hombre, venga usté acá...
(Coge un cepillo y lo cepilla con coraje.)
Cuando digo yo que es usté la mu jé que yo
nesesito...
¡Uf! ¡lo que suerta! Meresía usté que le va-
reara la americana sin quitársela.
¡Ay! que me liase usté coí^quiyas, Mersedes.
Y vaya una manchita que tiene usté aquí
en el hombro.
¿,En el hombro? Del hombro pa atrás no
]meo responde, porque no rae fijo; pero por
delante, lo que es hoy no me encuentra usté
á mí ni una mancha.
¿No?
Ño.
(señalándolas.) Una... dos... tres... cuatro .. sin-
co... seis... siete... ocho...
¡Caray, no siga usté! ¡Miste que es lo gran-
de! En mi casa no me veo ni una sola; sar-
go ar só, y me veo dos ó tres, y yego aquí, y
na más que piso er cuarto este, ya estoy
plagaíto.
¿Si, eh? Pos las mismas que tiene usté aquí,
tenía usté en sn caí^a. ¡Que así andará eja!
— 11 -
Y que las hay de tos colores. Dise mi ma
dre que se prensa un traje de usté y sale
un tinte.
Juan No, si ya sabemos que la mamá tiene mu-
cha grasia. Pero comprenda usté, Mersede=,
que un pobre cajista de imprenta, que está
to er día metió en tinta, como los calama-
res, y que está cuidao por una cuña — ¡mar
tiro le peguen! — y por una niña de este arto,
no pué vení aquí como pa ponerlo en un
escaparate. Además, usté no se ocupa más
que de critica, y de f=acarle á uno los colo-
res, y cuando uno hase un esfuerzo pa que
usté lo estime, usté no lo estima. Toavía no
me ha dicho usté na de la corbata.
MerC. (Reparando en que no trae puesta ninguna.) ¿D6
qué corbata?
Juan (Llevándose la mano ai sitio.) ¡Ay, qué grasioí^a!
¡De estal
Merc, ¿De esa, eh?
Juan ¿Le paese á usté, si es sino? Hay días en
que ar salí de casa debía uno pisa una cás-
cnra de melón y estreyars8 contra las pie-
dras. (Saca la corbata del bolsillo.) Miste doude
la traigo.
Merc. riQné más da?
Juan Pero, güeno: ¿la corbata es de gusto ó no es
de gusto, que es aquí lo que se discute?
Merc. Le diré á usté: pa aliñarla, no es fea.
Juan ¿^<^r> que pa aliñarla? ¿No le gusta á usté la
corbatita?
Merc Como escarola, sí.
Juan ¡Se acabó!
Merc ¿Q^é va usté á hasé con eya?
Juan ¡A tirarla á la cayel Yo sé que er que se la
ponga, se luse; pero á usté no le ha agradao,
y eso basta. ¡La tiro! (La tira por la ventana en
efecto.)
Merc ¿Es que piensa usté tira to lo que no me
agrade á mi?
Juan ¡Ni más ni menos!
Merc. Pos entonses suba usté arriba y tírese usté
por er barcón, (vuelve á sentarse.)
Juan Eso no me lo diga usté ni en broma.
— 12 —
Merc Pero ¿cierno vi yo á haserle cara á un hom-
bre que ca día que pasa está más desa«trao
y más susio?
Juan ¡No, que vi á está más limpio ca dial ¡Qué
cosas tiene usté! ¡Si uno no vive en un í'aná,
señora! ¡Miste las estatuas: hasta jaramagos
Jes salen!
Merc. ¿Es desí, que usté hasta que no le sargan ja-
ramagos no está contento?
Juan Yo no estoy conten tu mientras usté no se
desida á quererme. (Se sienta ai ladu de ella.;
Merc. Pos largo le va. El hombre (^ue á mí me
yeve otra vez á la iglesia, ha de havarse en
el agua tan á gusto como á la vera mía.
Juan ¡Por vía e Dios! ¿Su difunto de usté era un
sarmonete?
Merc. Mi difunto era un hombre que daba gloria
de mirarlo: limpio, cdorao, escamondao...
Juan Y engüerto en harina, sí señora; lo esioy
viendo en una freiduiia.
Merc. O se caya usté, ó tenemos un dijusto serio.
Juan No lo tome usté así: er mismo respeto que
le guarde usté á su difunto, le guardo yo,
.^[ERc. Pos mucho ojo con lo que se hf.bla.
Juan Y si se quié usté desquita, métase usté con
mi difunta y yo la acompaño.
Merc. Creo que era pa el avío.
Juan ¡Pa viví con usté!
Merc. Muy mujé de su casa... muy consertaíta...
J UAN ¡Sí!
Merc. A mí me han contao que argunos días se en-
contraba usté las botas en el ¡iparadó.
Juan No tanto, no tanto... No hay que pondera.
La soppra ensima e la cama sí que me la
encontré muchas veses.
Merc. ^,Y su cuña de usté, la hermana de eya, es
lo mismo?
Juan Es peo.
Merc. Disen que le da por la iglesia.
J UAN Demasiao. Pa mí que parará en un convento.
Merc. ¿Que parará?
Juan Que parará, sí; que parará. No creo que haya
errata.
Merc. ¡Vaya una diversión de familia!
— 13 —
J JAN Por eso busco otra, Mersedes... porque pien-
so en mi hija, que ca día nesesita más quien
la acompañe; porque pienso en mi, que estoy-
más solo que un sereno, (viendo que Mercedes
se prende una aguja en el pecho.) CuidaO, nO Se
piíichíe usté cotí esa aguja.
Merc. Descuide usté, que no me pincho.
Juan ¿Hay argodón?
Merc. í^o hay argodón.
.luAN Pos urgo hay.
Miikc. Arg", í-í, pero argodón, no. Siga usté con lo
que iba disiendo.
Juan Si es lo mismo que le he dicho á ueté vein-
tisiiico veses: que yo no vivo uiás que pa
este ratito que los domingos paso con usté;
que me tiene usté que me van á echa de la
imprenta, porque desde que la conozco lo
pongo to con armirasiones: hasta las pregun-
tas; que ni como, ni bebo, ni duermo, ni...
¿('ómo dise aqueya copliya que usté cauta
tanto?
Merc. ¿(.luá?
Juan Aqueya de...
Ni como ni duermo, niña...
Merc. Ah, ya.
Ni como ni duermo, niña,
desde que te conosí...
Juan No, no; pero canta, canta es como yo la
quiero.
Merc. ¡Vamos, hombre!
Juan Ande usté, Mersedes; ya que ha salió la con-
versasión.
Merc. (cantando.)
Ni como ni duermo, niña,
desde que te conosí,
que no me arcansan las horas
más que pa pensar en tí.
Juan (lírando el cigarro contra el suelo, en un arrebato de
admiración.) ¡Ole COU ole!
Merc. ¡Coja usté ese sigarro ahora mismo, so
puerco!
~ 14 —
Juan Perdone usté, Mersedep, no me he dao cuen-
ta de lo que hasía. (Lo recoge, y no sabiendo don-
de echarlo, se lo va á guardar en un bolsillo.)
Merc. ¿Pero va usté á guardármelo, houibre?
Juan ¿Me lo vi á come?
Merc. ¡Tírelo usté á la caye, señó! Mañana compro
un senisero.
Juan ^^ Después de tirar á la calle el cigarro.) ¿Su difuntO
de usté no íuniaba?
Merc. No, señó.
Juan Mi difunta, si. (Se acerca á ella, y le canta muy
mal lo que ella ha cantado muy bien.)
Ni como ni duermo, niña,
desde que te conosi...
Merc. ¡Cayese usté por Dios! ¡Jesú-^ qué oído!
Juan íSÍ que es malo, (vuelve á sentarse.)
Merc. ¿Con que ni come usté ni duerme desde que
la conosió?... ¿Y por quién va eso, Juan Ma-
nué?
Juan ¿Que por quién va eso?... ¿Quiere usté que
le regale el oído?
Merc. ¡No! ¡el oído no! ¡Ni regalao lo quiero! ¡Quée-
ee usté con é!
Juan (cogiéndole una mano entusiasmado ) ¡Bendita
sea!... ¡Tiene usté grasia pa pone un [lUesioi
Merc. ¡Suerte usté, grandísimo adán! ¿Se atreve
usté á coge una mano mía con esas manos?
Juan Las de usté están más limpias; es verdá.
Mañana me pongo unos guantes.
Mek< . Hombre, no; mañana se las Java usté con
jabón, y por argo se empiesa.
Ju^N Mañann, y pasao, 3' toa la vida haré yo lo
que a usté se le antoje, imitaré á mi niña,
que me trae loco con la de usté
Merc. ¿Con la mía?
Juan Sí, señora: como er domingo pasao no vine,
no hemos hablao de esto. Usté sabe que la
he puesto en la misma academia.
Merl. Sí.
Juan Pos güeno: le ha dao á la mía por copia á la
de usté: se ha enamorao de eya. Y no yeva
su niña de u«té unos carsetines,ó unas bota-,
ó un vestío, ó un laso, ó un babero, que no
— 15 -
venga mi Juanita á desirme: «Papá, la niña
de la transa rubia — que es como la yama —
se ha comprao esto y esto: cómpramelo tú
á mí. A
Merc. ¡Angflito!
Juan Y yo ¡claro! ¿qué he de hasé más que com-
plaserla? Y está la chiquiya que es un car-
eo e la otra. Le arvierto á usté que ni que
fuean gemelas: de formalidá.
Merc. Me la tiene usté que trae un día pa que la
conozca.
Juan ¡Ya lo creo! Usté va á sé su madre... Y lo
más grasioso de to esto. .
(Preséntase de improviso Juanita por la pnertd de la
izquierda llamando á su padre. Viene la infeliz que da
pera verla: desgreñada, sucias la cara y las manos, las
medias caídas, el vestidillo manchado y roto.)
JüA. I Papá! ¿Está aquí mi papá?
(e1 papá quisiera que la tierra se lo tragase.)
Merc. (Levantándose.) ¿Qué dises, niña? ¿Quién es tu
papá?
JuA. Este.
Merc. (con asombro é indignación ) ¿Este?
JuA, Sí, señora. Papá, tu compadre Arturo está
en casa esperándote.
Juan (Desconcertado.) ¿Está en casa, eh? ¿No lo ha
cogió un tranvía ni na?
(Mercedes se va derecha á él, decidida á todo, y él le
huye.)
Merc. ¡Sinvergüensa! ¡granuja! ¡charrán! ¡embuste-
ro! ¡Venga usté, que le saque los ojos!
Juan Los ojos no, Mersedes: ¿con qué iba yo á
mirarla á usté entonses?
Merc. ¡A mí no me tiene usté que mira más en su
vida, cara de mico! ¿Con que esta era er
careo? ¿Con que esta era er remeo de mi
niña? ¡Vamos, eche usté á corre ya si no
quiere morí á mis manos! ¡Trapalón! ¡mal
hombrel ¿Y dise usté que me quiere á mí
y tiene de esta manera á su hija? ¡Si estoy
por yamá á un munisipá pa que lo yeve a
usté á la carse! ¡No hable usté! ¡No se de-
fienda usté, que es peo! ¡Esto es un crimen!
¡esto es una infamia! ¡No paga usté ni fri-
16 —
Juan
Merc.
Juan
Mekc
Juan
Merc
Juan
Merc.
Juan
Merc.
Juan
Merc
Juan
to! [Pobrepital Pero ¿upté no ve que le quita
salú, que le quita alegria, que le quita cari-
ño de to er que la mire, porque no tiene un
6Ítio pa darle un beso? Y es bonita la pobre;
que da más lástima toavía... ¡Vayase usté,
vayase usté de mi casa ya, que hasta hoy nd
he visto yo bien claro lo retesusio, lo rete-
puerco, lo retemalo, lo retefeo y lo reteanti-
pático que es usté!
Mersedes... que se me van á sarta las lágri
mas... y no traigo pañuelo.
¡Vayase usté, hombre, vayase usté y no pase
por esta caye como no sea en carnavá, que
yo no lo conozca!
Mersedes...
¡Vayase usté, le digo!
Ya me voy... Niña...
No; esta se queda aquí un ratito.
¿Que se queda aquí?
íSí, señó.
¿Qué va usté á hasé con eya?
A ponerla como su madr?^ la parió; á echar-
le ensima toa el agua que le base farta ar
padre; á fregarla; á dejarle er cuerpesito
como una rosa; á vestirla luego con ropita
limpia de mi hija; á peinarla, á carsarla, á
darle después cuatro besos muy apretaos, y
á mandársela á usté pa que ee entere de lo
que es un careo de mi Carmen; por supues-
to, con orden de que no se aserque á us^té
hasta que no esté limpio. ¡Y ya tiene usté
penitensia!
(Afligido.) Mersedes... yo soy un esclavo de
usté. Dios le pague á usté lo que va á basé
con mi niña. Cuando usté quiera, hase lo
mismo con er padre.
Güeno, güeno: á la caye ahora. Ya sabe us-
té como á mí me gusta la gente.
Ya lo sé; y bien mereslo tengo este castigo
y este bochorno. Mientras que no me saque
briyo, no güervo á vení. Palabra. Cómprese
usté unas gafas negras pa que cuando me
vea no le lastime er resplandó. Y luego nos
casamos; y la luna de mié la vamos á pasa
— 17 —
á la oriya der río. Y ayí coge usté una pie-
dra, y me la tira al agua, y yo me echo al
agua por eya y la paco en la boca. ¡Sí, por-
que estoy convensío de que como no me
güerva perro de agua usté no me hase caso!
Güeñas tarde?, (se va.)
Merc Vaya usté con Dios, (a la niña.) Y tú no te
asustes, hija mía. Yo tengo una niña coa o
tú, y quipro que te parezcas á eya, pa darle
una lersión á tu padre, que es un embuate-
ro. Entra ahí, que pa aya voy yo.
(Vase Juanita por la puerta de la derecha.)
Juan (Asomándose por la ventana.) ¿Sabe USté lo qUe
me ha dicho su mamaíta?
Merc ¿Qué?
Juan Que al amánese pasa er carro e la basura.
¡Por 6Í yevaba poco! ¡Mardita sea!... (vase.)
Merc Si de esta no se enmienda... es hombre al
agua. Que es lo que yo querría.
(ai péblico )
Es pa er cuerpo y pa la cara
el agua clara un tesoro,
der que siempre he sío avara...
¡Dios bendiga el agua clara!
¡Vivan los chorros del oro!
FIN
Madrid, Febrero, 1906
OBHRS DE IiOS IVHSPUOS RÜTOl^ES
Esg'rlnia y amor, juguete cómico. (2.* edición.)
Belén. 13, principal, j üíjuete cómico.
Ollito, jug^uete cómico-lirico. Música del maestro Osuna. (2.* edición
lia media naranja, juguete cómico. (2.* edición.)
El tío de la flauta, juguete cómico. (2.* edición.)
El ojito derecho, entremés. (3.* edición.)
lia reja, comedia en un acto. (4.* edición.)
JLa buena sombra, sainete en tres cuadros, con música del maes-
tro Brull. (6.* edición )
El perejsfrino, zarzuela cómica en un acto. Música del maestro
Gómez Zarzuela.
Ea vida intima, comedia en dos actos. (3." edición.)
Eos borraclioN, sainete en cuatro cuadros, con música del maes-
tro Giménez. (2.* edición.)
El chiquillo, entremés. (5.' edición.)
Eas casas de cartón, juguete cómico.
El traje de luces, sainete en tres cuadros, con música de los
maestros Caballero y Hermoso.
El patio, comedia en dos actos, (3.* edición.)
El motete, pasillo con mvisica del maestro José Serrano. (2." edi-
ción.)
El estreno, zarzuela cómica en tres cuadros, con miisica del maes-
tro Oh api.
Eos CSaleotes, comedia en cuatro actos. (3.* edición.)
Ea pena, drama en dos cuadros. (2.» edición.)
Ea azotea, comedia en un acto.
El g-énero ínfimo, pasillo con miisica de los maestros Valverde
(hijo) y Barrera,
El nido, comedia en dos actos. (2.^ edición.)
Eas flores, comedia en tres actos.
Eos piropos, entremés.
El flechazo, entremés.
El amor en el teatro, capricho literario en cinco cuadros, pró-
logo y ejnlogo.
Abanicos y panderetas <$ ¡ 4 Sevilla en el botijo! humorada
satírica en tres cuadros, con música del maestro Chapi.
Ea dicha ajena, comedia en tres actos y un prólogo.
Pepita Reyes, comedia en dos actos.
Eos meritorios, pasillo.
I^a zahori, entremés.
La reina inora, saínete en tres cuadros, con música del maestro
José Serrano. (2." edición.)
Zarag'ataiit, saincto en dos cuadros.
liB KaK'ala, comedia on cuatro actos.
La casa «le («arefa, comedia on tres actos.
lia contrata, apropósito.
El amor que pasa, comedia en dos actos.
£1 mal de amore.s, sainete con música del maestro José Serrano.
£1 nuevo servidor, humorada.
^lauana de sol, paso de comedia.
Fea y con gracia, pasillo con música del maestro Tu riña.
La aventura de los g^aleotes, adaptación escénica de un capi-
tulo del Quijote.
La musa loca, comedia en tres actos.
La pitanza, entremés.
El amor en .solfa, capricho literario en cuatro cuadros y un pro
logo, con música de los maestros Chapi y Serrano.
Los chorros del oro, entremés.
jVIorritos, entremés.
SERAFÍN Y JOAQUÍN ÁLVARRZ (JL'INTBRO
MORRITOS
Bi N T R E M E S
8001EDAD DE AUTORES E8PAÍÍOLE8
Núñez de Balboa, 12
1 © O e
ikiofSRirrotd
Esta obra es propiedad de sus autores, y nadie po-
drá, sin su permiso, reimprimirla ni representarla
en España ni en los países con los cuales se hayas
celebrado ó se celebren en adelante tratados interna-
cionales de propiedad literaria.
Los autores se reservan el derecho de traducción.
Los comisionados y representantes de la Sociedad
de Autores Españoles son los encargados exclusivamente
de conceder ó negar el permiso de representación y
del cobro de los derechos de propiedad.
Queda hecho el depósito que marca la ley.
MORRITOS
IC N T R E IVL E) S
SERAFÍN Y JOAdülN ÁLVAREZ QUINTERO
Estrenado en el TEATRO LARA el 12 de Marzo de 1006
^'
MADRID
a. VBLA8C0, IMP , UABQaáS DE 8AKTÁ A.SA, 1) GCP '
Telétono número 551
<Jl Boncfíiía ^uiz
encanto de la, escena españo'a
(L/uJ ^ueuóJ amiaóó,
'4.0 J Cííuió>ieó.
REPARTO
PERSONAJES ACTORES
MORRITOS Spa. Ruiz.
GRKGORIA Srta. Alba.
UN DESCONOCIDO Se. Zorrhxa.
M II áfe II ^ II >*) II SS II áS II ^ II ií?: !l ■* II ■* II * II •« II >« II :« II ^ II «i II <!6 II * I
MORRITOS
Portería de Pepita Reyes en Madrid. Es de dia
v^La escena está sola. Por la puerta que da á la escalera sale GREGO-
RIA, coa un lío de ropa en una mano y unos calzoncillos lavados y
rotos en la otra.)
(treg. (Llamando.) ¡Morritos! ¡MoiTitos! ¿Dónde se
habrá metió esa arrastra? ¡Morritos! ¿Le
paece á usté la mona esta? ¡Morritos! Lo
menos está emboba con un folletín. ¡Mala
peste en tos ellos! ¡Morritos!
(Sale Morritos del interior de la portería con la seííu-
ridad de una paliza en los ojos.)
Mor. ¿Qué pasa?
Greg. ¿Dónde estabas metía?
Mor. Pué usté calcúlalo, cuando no he salió al
primer grito. Estaba en el patio encendien-
do el brasero.
Greg. ¡El brasero!... ¡el brasero'... No te salto un
ojo porque hoy es lunes, y no quiero empe-
zar así la semana. (Mostrándole los calzoncillos.)
Mira.
Mor ¡Anda, que siete!
Greg. Como que estas prendas así no las debía
una de acetar pa lavarlas. Paecen de tela de
cebolla. jV se hará la ilusión de que lleva
calzoncillos el amo!
Mor. Pué que se la haga.
Greg . Calla tú y óyeme. Mientras yo voy al ocho,
me coses eso como puedas, ¿sabes? que ten-
go que entree;ar la prenda y no quiero lle-
varla rota. ¿Te has enterao?
Mor. ¡Así que habla usté en chino!
Greg. Pues date prisa, ¿eh? que antes de cinco mi
ñutos estoy aquí por ellos. (Yéndose hacia la
calle.) ¡Maldito sea el demonio!. ¡Miste que
llevo una mañana!...
Mor. (Muy asombrada, cuando se queda sola.) EstO SÍ que
es raro: lo menos que va á iiaber es eclise:
venir mi madre y escápame yo sin que me
sacuda, sí que es un fenómeno. A ver dón-
de hay agujas pa coser esto... Porque, eso sí:
como vuelva y no esté ya cosió, y á su gus-
to, el fenómeno no se rej>ite. (Busca en el costu-
rero de Pepita y hállalo que desea.) Aquí tiene la
Pepita de to. ¡Miá que si se lo zurciera coa
hilo colorao, no era bofetá la que me larga-
ba! Dios me libre. Con el padrón de cédu-
las no se puén gastar brom^ts. (su sienta junto
á la camilla á coser.) ¡Anda! ¡CÓDIO está esto!
¡Qué vergüenza! ¡Si por aquí se puen colar
tomates! Y á lo mejor este homl)re será ca-
sao, y tendrá cutis pa ponerse delante e su
mujer con estos calzoncilios. Los hay des-
ahogaos, (cantando mientras da las primeras pun-
tadas.)
Yo me quería casa
con un mocito barbero,
y mi madre me quería
monjita de un monasterio.
(Gritándole de pronto á un Desconocido que pasa em
hozado hacia el interior de la escalera.) ¿Ande Va
usté? (viendo que no la oye suelta la costura y corre
á la puerta.) ¿Ande va usté? ¡Que si quieres!
Echó el tío escaleras arriba. ^^A qué cuarto
irá'? Luego me riñe á mí el señor JNicasio.
Pues aunque va embozao le he visto bien
la cara; no se crea que se me despinta. Una
tié que fijarse, porque con las cosas que pa-
san en este Madii tus los días, y que train
los papeles, ¿quién le dice á una que ese tío
de la capa no es un tío de estrs nia'os que
llevan un revólver de seis tiros en un bolsillo
de aquí atrás? ¡Miá que si eí-e fuera á mata
á la vieja de arriba, pa róbala! ¡Anda! Por-
que esñ vieja tié dinero: á mí no me la
pega. Lo tendrá metió en un calcetín ó de-
bajo un ladrillo: pero tié dinero. ]Miá que
si la matara ese hombre! ¡Jesús! ¡Un crimen
en la casa esta! ¡Qué envidia en to el barrio!
Yo, de tócale á algún vecino, que le toque
á la vieja. Sí; porque la vieja se va á morir
el día meno.^ pensao como un loro, í-in rui-
do y sin na; y nadie va á compadécela; y
to el mundo dirá que está bien muerta, que
bastante ha vivió, y que por ;dií nos espere
muchos años; mientras que si ese tío euibo-
zao va y la mata, ella, total, no pierde más
que unos cuantos días, y le tendrá lástima
to el barrio, y hasta sacarán los papeles un
retrato suj'o cuando era joven. Porque lo
que es de ahora mejor será que no lo sa-
quen. ¡Vaya si eso está bien! Y no hay que
pensar en otro inquilino: la vieja, la vieja
es la que cai. ¡Qué ovación! ¡Miá que los días
que íbamos á pasarnos charla que charla na
más que de lo mismo! ¡Anda! ¡Se me hace
agu.i en la boca! Y aquí los guardias, y
aquí el juez, y aquí los periodistas, y aquí
los médicos, y aquí los de la curia — al olor
de los cuartos de la vieja, — y tos pa arriba,
y t(js pa abajo, y á declarar los inquilinos, y
el señor Nicasio, y la Pepita, y á declarar la
cacharrera, y el sereno, y el de los faroles, y
á declarar los de la alcantarilla, y la trape-
ra, y mi madre, y las burras de leche... y á
declarar to el mundo. ¡Ay, me vuelvo loca
de alegría! Y á to esto yo calla, pa no meter-
me en líos. Que me preguntan: «Pues yo
no he visto na, señor juez, (jurando.) ¡Míste-
la!» ¡Y á ver quién me saca de ahí! Y de
pronto |zas! que cain sospechas sobre la Pi-
fania, la de doña Irene, que es mu marenca-
rá y mu fea, y tiene un ojo que se quié meter
— 10 —
dentro del otro; y ella que no y que no, y que
es inocente, y se pone en cruz, y to el mundo
que 8Í y que sí, porque le han visto unos pen-
dientes mu güenos, y «¿ríe ilónde han salió
esas misas?» «¿(][uién ee lo» ha comprao?»...
Yo sé quién se los ha comprao — (]ae pa to
hay gustos, ^pero me callo como una muer-
ta pa que siga la bola. ¡Que se fastidiel ¡Esa
me paga á mí la media libra e churros que
me (luitó la otra mañana! Y se la llevan á la
cárcel, y tié que nombrar abogao, 3' toa su
familia viene del pueblo: el padre, la madre,
la hermana casa, la hermana soltera, el her-
mano tonto, el hermano cura.,, Y tos á la
cárcel, y tos á vela: ¡y vaya una ecena, por-
que tos son bizcosl Y los papeles, unos que
pares y otros que nones, y en Madrí no se
habla de otra cosa, y se forman partios, y
llega la vista; y yo calla. Y el fiscal, que es
el que tié mas malas pulgas — porque yo
he estao una tarde en las Salesas y lo he re-
parao — el fiscal pide que la maten y que ln
maten; y el abogao se pone: (subida en una si
lia baja.) «[Es Una iuocente, señores jueces!
¡Este va á ser otro crimen más malol ¡Mi de-
fendida no tiene más defezto que el del ojo,
y ese es de familia!» Y el fiscal que nones,
y dale, y machaca, y que se tié que salir con
la suya: siete penas de muerte, y un día. Y
yo calla. Pero en esto una noche, durmien-
do yo, se me presenta un angelito y me
dice: «Morritos, lo de los churros no es pa
tanto: debes declarar to lo que sabes.» Y yo
me dispierto convencía, y se lo cuento á la
Pepita y al señor Nicasio, y el señor Nicasio
me da un mamporro por haberme callao
t^nto tiempo, y yo comprendo que es. mere-
ció, y va y le escribe un anónimo al pre.'^i-
dente del t^upremo citándolo aquí en la por-
tería. Y viene el presidente, y viene el juez.
y yo me disculpo con que estaba asusta, y
aluego declaro. Y ponen á la Fifania en li-
berta, y ella me da un abrazo conmovía, v
to.-) los bizcos se echan á llorar de agradecí-
- II —
miento, y buscan al tío de la capa, y lo en-
cuentran, y me lo train, y yo digo; «Este e>,
pero que lo indulten el día del rey » Y to el
mundo: «¿Pero quién ha descubierto la ver-
dá?» Y los papeles: «Pues la Morritos, la
Morritos, la Morritos.» Y vienen los perio-
distas á ver á la Morritos. (Fingiendo im diálo-
go.)« — Buenas tardes. — Buenas tardes. — ¿Es
usté la Morritos? — Servidora. ¿Usté es perio-
dista?— Servidor. — Lo be conoció en los len-
tes. ¿Y en qué puedo servirle? — Pues vengo
sobre la vieja del tercero. — Pues verá usté,
señor: yo estaba aquí conforme estoy abora,
cuando de pronto ¿sabe usté? vi pasar á un
tío embozao en una capa, con unos embozos
así como los que usté trai — pué dar esa Cii-
suabdá. Lo mismo fué verlo que le di el
quién vive preguntándole que adonde iba.
¿Usté me ba contest ao? I^ues igual hizo él.»
Y sigo yo charla que diaria, y de una cosa
paso á otra, y al tío se le acaba el papel, y
tié que ajiuntarse cosas hasta en las sue-
las, y se va con dolor de cal)eza de oime, y
al día siguiente fale en el periódico to lo qne
le be contao, y Morritc.s pa acá, y Morritos
pa allá, y me sacan retratos, y me ponen
hasta en los prospetos, y se venden «pañue-
los Morritos», 3'' en la Puerta del Sol un ju-
guete: «¡La vieja y Morritos, diez cénti-
mos! ¿Quién no embroma á un amigo?
¿Quién no le da un susto a la criada?» Y
«papel de fumar Morritos», y «cerillas Mo-
rritos», y «anís e.'^carcliao Morritos», y Mo-
rritos, y Morritos, y Morritos, y no hay mas
que Morritos. (pausa.) Lo malo de to eslo
es que pasa el crimen, porque viene otro
más sonao, que á lo mas la familia de la
Pifania me regala á mí un par de gallinas
que se comen aquí entre tos, y vuelta yo á
la portería, y á trabajar como una perra, y el
señor Kicasio á regáñame, y mi madre á
eslomame á golpes, y to lo mismo. ¡Pa eso
vale más que no asesinen á la vieja! (Nue-
va pausa.) Estaría mejor otra cosa... Que un
«lía entrara mi madre toa sobrecogía, toa
acelera, y sin darme los buenos días, me
<lijera: «Morritos, vente al café económico
• le enfrente, que te convido yo.» Lo cual
<iue yo me quedaría con tanta boca abierta;
|)or(jue mi madre no gapta esas finuras. Y
ya en el café, ca una con un vaso de recuelo,
ella toa temblando, y yo con los ojos como
dos cajns de betún, me biciera esta declara-
ción: «Morritos, tú no eres bija mia.» Y yo
pa mí: «No caira esa breva.» Y ella enton-
ces: «Yo te arrecügi una nocbe mu fría, en
que el viento se llevaba los árboles, á la
misma puerta e mi casa, cu.indo vivía en la
calle de la Ventosa. Estabas lia en pañales
mu finos, y con mucbos encaje«, y muchos
olores de casa rica, y una medalla colgá al
cuello, que tengo yo del)HJo el hule de la
cómoda, y una carta de tres renglones que
decía: «Una madre atribula deja ai^uí á esta
niña inocente, si hay un alma piadosa que
la ampare, no le pesini.» Y una rayita por
debajo. ¡Jesús! Temblando estoy na más que
de pensalo. Y resulta luego (]ue mi madre
es una señorona, que se escurrió una vez —
como se escurren tantas señoronas, — y que
se tuvo que callar por la familia', pero ya se
le lian muerto tos y me han buscao, porque
no pué vivir de remordimientos. Y viene
a(^uí, y quié llévame á su palacio con ella...
¡Qué ovación! <.<¡Hija mía!» «.¡Madie mía!»
«¡Al fin te encontré!» Yo he visto esta ece-
na muchas veces en el teatro, pero siempre
con música, que es lo que me carga. Y tos
á mi alrededor llorando conmovíos, y llora
también el señor Nica-^io, que no ha llorao
en su vida, y la Pepita ¡-e me abraza al cue-
llo toa atribuU, y yo la digo: «¡No te olvida-
ré nunca, Tepital Ves por mi palacio siem
pre que quier.is.» Y en el palacio toas las
})aredes e.-táu de seda, y no hay más que
criaos, y doncellas pa mí, y la una pa lá-
vame, y la otra pa j^einume, y la otra pa rás-
came, y la otra pa vestime, y la otra pa ca-
~ 13 —
zame... Y en esto que la Morritos pe pone
mala. ¡Jesús, qué bomba en el palacifi! Seis
Diédicos á mi cabecera, calvos tos, escuchán-
dome por toas partes, y sin saber ninguno
lo que tié la Morritos Y viene un médico
de mu lejos con muchas barbas y muchas
manchas en la ropa, y dice: «Pues la Morri-
tos lo que tié es que está enamora de un
príncipe.» ¡Anda con esa! Y mi madre se
me abraza llorando: «¡Hija, yo no te quiero
perder tan pronto!» Y yo: «¡Madre!» Y ellp:
«¡Hiia!» Y yo: «¡Madre!» (oyendo de improviso
á Gregoria, que viene hacia la portería chillando,
como siempre.) ¡Cristo! ¡la mía de vfras! ¡Qn--
chasco! ¿Qué me dio que hacer? (Azorada da
vueltas por la escena ) ¿Qué me dÍÓ? ¿qué me
dio? ¡Ah! ¡los calzoncillns! ¡Me la gano! ¡va-
ya si me la gano! (Los agarra nerviosamente por
ambos pemiles, y queriendo ver por donde ha de co-
serlos, en un movimiento involuntario los raja y se
queda con un pernil en cada mano ) ¡Virgen! ¡Bue-
na cosa he hecho! ¡Ksto sí que no tié com-
postura! jMe monda mi madre! ¡me monda!
¡Y ya está aquí! ¡Vi á escóndeme debajo e
la cama! (Xira ios pemiles y se va espantada al in-
terior.)
GreG . (Terminando al llegar á la portería la riña en que
viene enredada, probablemente con una verdulera.)
¿A üií usté? ¡De ganas! ¡Eso sería un pue-
blo! ¡Ka tía pindonga!.. ¡Morritos! ¿Qué ha-
cen, Morritos? Pero ¿qué es esto? ¡Aquí un
pernil!... ¡anda Dios!... ¡y aquí el otro! ¡Mal
tiro la peguen! ¿Pues no me ha roto los cal-
zoncillos la arrastra? ¡Morritos! ¡Morritos!
¡La deshago! ¡Se acabó la Morritos pa siem-
pr^ ! (Entrase furiosa en el interior de la portería, A
poco descubre á Morritos debajo de la cama y comien-
za la paliza del día, no obstante ser lunes. Las voces
de ambas se oyen confundidas allá dentro.)
Mor. ¡Ayl ¡ay! ¡No me haga usté na!
Greg. ¡Grandísima tunanta, sal aquí que te mate!
Mor. ¡Ay! ¡ay! ¡Si ha sío sin querer!
Greg. ¿Sin querer, condena? ¡Toma, toma sin que-
rer!
— 14 —
Mor Ay! ¡ay!
GuEG. ¡Si hasta que no te esbarate no descanso
¡Si eres mu perra!
Mor ¡Ay! ¡ay! ¡Madre, por Dios, madre!
(íREG. ¡De hierro quisiera tener las manos, arras-
tra!
Mor. ¡Ay!¡Hy!
Greg. ¡l^e paece á usté la que me ha jugao! ¡Va-
lijos, hombre' ¡Si hay pa cegarse y hacerla
polvo!... (saiieuJo.) jMaldita sea la...!
( Durante este dulce coloquio, el Desconocido de antes
se ha asomado á la portería y ha Damado á la ]>ortera
varias veces.)
Desc. ¡Portera! ¡Portera! ¿Pero están ahí matando
■> alguien? ¡í^ortera! ¡Portera! (eu este momento
sale Gregoria, que va hacia la calle hecha un basilis-
co.) Diga usted, portera: ¿el vecino del se-
í;undo.. ?
Greg. ¡Se ha tirao por el balcón esta mañana!
¡Miá este ahora! (Le da un empujón á la puerteci-
11a y otro al Desconocido, y se va echando maldicio
nes.)
Desc. (Perplejo y alarmado.) ¿Quc sc ha tirado por el
l)alcÓn? [ÓOrcho! (a Morrltos, que sale deshecha
la pobreeilla, enjugándose las lágrimas y sollozando.)
;Niña! ¡Niña! ¿Kl vecino del segundo.. ?
Mor. Yo... no sé... Yo creí que usté iba á mata á
la vieja...
OeSC. ¡Corcho! (Huye despavorido.)
Mor. ¡Así acaban... toas las fantesías de la Morri-
lOS.... (ai público, entre soUoeos.)
Ya que tan mal me ha ealío
];onerme á fantesiar...
lú... que eres amigo mío. .
no me vayas á dejar
el corazón encogió.
FIN
Madrid, Febrero^ VMf>
OBRñS DE íiOS MÍSMOS ftÜTOl?ES
Csg'rima y amor, juguete cómico. (2.^ edición.)
Belén. 12, principal, juguete cómico.
Oililo, juguete cómico-lírico. Música del maestro Osuna. (2.* edición)
I^a nieUla naranja, juguete cómico. (2. '^ edición.)
El tío «le la flauta, juguete cómico. (2.* edición.)
El ojito ílereolio, entremés. (3.* edición.)
Ea reja, comedia en un acto. (4.* edición.)
Ea buena sombra, saínete en tres cuadros, con música del maes-
tro Brull. (6.* edición )
El peregrino, zarzuela cómica en un acto. Música del maestro
Gómez Zarzuela.
Ea vitla Intima, comedia en dos actos. (-3.* edición.)
Eo.s borrachos, saineto en cuatro cuadros, con música del maes-
tro Giménez. (2.* edición.)
El chiquillo, entremés. (5." edición.)
Eas casas de cart<ín, juguete cómico.
El traje «le luces, sainete en tres cuadros, con música de los
maestros Caballero y Hermoso.
El patio, comedia en dos actos. (3.* edición.)
El motete, pasillo con música del maestro José Serrano. (2.* edi-
ción.)
El estreno, zarzuela cómica en tres cuadres, con música del maes-
tro Chapi.
Eos Oaleotes, comedia en cuatro actos. (3." edición.)
Ea pena, drama en dos cuadros. (2.» edición.)
Ea azotea, comedia en un acto.
El género ínfimo, pasillo con música de los maestros Valverde
(hijo) y Barrera.
El ni«lo, comedia en dos actos. (2.^ edición.)
Eas flores, comedia en tres actos.
Eos piropos, entremés.
El flechazo, entremés.
El amor en el teatro, capricho literario en cinco cuadros, pró-
logo y epilogo.
Abanicos y pan<leretas 6 ¡4 Sevilla en el botijo! humorada
satírica en tres cuadros, con música del maestro Chapi.
Ea «licha ajena, comedía en tres actos y un prólogo.
Pepita Reyes, comedia en dos actos.
Eos meritorios, pasillo.
lia zahori, entremés.
1.a reina mora, saínete en tres cuadros, con música del maestro
José Serrano. ('2.* edición.)
Zarajgratas, sainete en dos cuadros.
l<a zaj^ala, comedia en cuatro actos.
l<a casa ele (> arela, comedia on tres actos.
lia contrata, apropósito.
El amor que pasa, comedia en dos actos.
El mal de amores, sainete con música del maestro José Serrano.
El nuevo servidor, hiimorada.
mañana de sol, paso de comedia.
Fea y con gracia, pasillo con miisica del maestro Turina.
lia aventura de los galeotes, adaptación escénica de un capí-
tulo del Qiiijote.
\a» musa loca, comedía en tres actos.
Ija pitanza, entremés.
El amor en solfa, capricho literario en cuatro cuadros y un pro
logo, con música de los maestros Chapi y Serrano.
lios chorros del oro, entremés.
JMorrltos, entremés.
serafín í joaídín ályarez quintero
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PASO DE COIvIEDIA
'caí^^^rs:^
SOCIEDAD DE AUTORES ESPAÑOLES
Núñez de Balboa, 12
isoe
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Esta obra es propiedad de sns antores, y nadie po-
drá, sin su permiso, reimprimirla ni representarla
en España ni en los paises con los cuales so hayan
celebrado, ó se celebren en adelante, tratados inter-
nacionales de propiedad literaria.
Los antores se reservan el derecho ie traducción.
Los comisionados y representantes de la Sociedad
de Autores kspañoles son los encargados exclusivamen-
te de conceder ó negar el permiso de representación
y del cobro de los derechos de propiedad.
Queda hecho el depósito que marca la ley.
AMOR Á OSCURAS
PASO DE COMEDIA
SERAFJN í JOAQUÍN ÁLYAREZ (¡CINTERO
Estrenado en el TEATRO LARA el 19 de Abril de 1906
-*-
MADRID
B. YKLASOO, lUPBSSOB, UABQUÉS OS SAKTA AMA, 11
Teléfono número 561
I906
cM BíoíiíÓQ íDomus
gentilísima adn'^,
QJuJ adiHhac/ó'ieá u íueuod auitaod
'X^oJ ^^ui
Oleó.
<Jl &¡oíiíée ^omus
gentilísima acfri^,
QJuá aduthaaO'Leá u iueuoá auiiaoá
RKPARTO
PERSONAJES ACTORES
ALICIA Seta. Domus.
RUPERTA Alba.
DON LUIS Sk. Palanca.
MANOLO De Djego.
íb^-
..fPimSr:;^.
*^
m^SMMMMMMMSimsiam^^aM
AMOR A OSCURAS
Gabinete elegante en casa de Alicia, viudita de teatro; esto es, joven
y guapa. Es de noche: profusión de luces.
(Sale Alicia por una puerta, naturalmente. Verla y comprender la
prematura muerte de su marido, todo es uno. Cou mano de rosa
toca un timbre de plata y aparece por otra puerta una doncella,
que es un marroquí, la belleza de la señora y la fealdad de la cria-
d», que encima se llama Ruperta, contrastan duramente. Alicia no
estima en mucho sus encantos; Ruperta tiene pretensiones y frunce
la boca para hablar. La una viste con sencillez y elegancia; la otra
con cierta distinción.)
Rup
Señora.
Alicia
Ven acá, Ruperta.
Rup.
Mande usted.
Alicia
¿Has prevenido ya á Manolo?
Rup
Manolo sabe ya la lección como el Padre
nuestro.
Alicia
¿Y tú?
Rup.
En mí, descanse usted. Otra cosa no seré,
pero lista...
Alicia
Es verdad. A tí se te puede confiar cual-
quier asunto delicado.
Rup
Muchísimas gracias.
Alicia
Es justicia.
Rup.
Es favor. lístá usted nerviosa.
Alicia
No...
Ri'p.
Alicia
Rup.
Alicia
Rup.
Alicia
Alicia
Rup.
Alicia
Sí, señora, sí; otra cosa no tendré, pero
ojo...
También es verdad: no se te oculta nada.
Nada. El cariño que le profeso á usted, hace
que le adivine los pensamientos... las in-
quietudes...
Pues sí que estoy nerviosa: es cierto. E.^-e
caballero va á llegar de un momento á otro...
y no sé, no sé cómo saldremos de este lan-
ce, verdadero paso de comedia.
Diablura le llamaría yo.
Bien dicho está: diablura.
Como que otra cosa no tendré, pero tino
para dar con la palabra propi?... Y si usted
reconoce que es diablura, ¿por qué se mete
en ella?
lAy, Ruperta, mi temprana viudez me ha
abierto los ojos! Yo no conozco al señor de
Salazar, ni el señor de Salazar me conoce
á mí; pero yo sé bien á lo que viene, y él
sabe mejor que yo lo espero.
Pues por eso mismo creo yo que debiera
usted recibirlo de día, á la hora acostum-
brada de las visitas de cumplido, y hablar
con él, y cambiar impresiones... y nadi
más.
No, no; esta prueba la hago. Será capricho
ó tontería, pero la hago. Mi primer marido
se enamoró de mí cuando 30 tenía quince
años: le cautivaban mis ojos negro?, mi
boca fresca, nii cabello abundante, mis ma-
nos finas y bien cuidadas, mis pies menu-
ditos, mi cuerpo juvenil... ¡Ay! Al año de
amores nos casamos... y á los dos meses de
matrimonio ni él podía soportarme á mí,
ni yo á él. Mi cuerpo, mis pies, mis mano-,
mi cabello, mi boca y mis ojos perdieron á
los suyos todo atractivo, todo encanto...
Vino primero la indiferencia, luego la frial-
dad, después el hastío... A a(:;uel homl)re no
le había gustado yo nunca más que por foe-
ra; aquello no era un matrimonio. Se pegó
un tiro. Yo creo que hizo bien. Han trans-
currido ya cinco años, durante los cuales he
pensado más de una vez en volver á casar-
me; porque una mujer sola está tan triste...
Rup. ¡Ay, muy triste, muy triste!
Alicia Tengo muchos adoradores, no sólo en Gua-
dalema, sino también en los pueblos de la
provincia; y todos lo mismo que aquel: que
si la boca, que si los ojos, que si la risa, que
si el pie, que ei el talle...
Rup. ¿y en qué se han de fijar, señora?
Alicia Bien está que se fijen en eso; pero yo quie-
ro que si otro hombre me lleva al altar, an-
tes que por mis hechizos de mujer bonita
guste de mí por mi condición, por mi ca-
rácter, por mis salidas, por mi charla tonta
ó discreta, por mis genialidades, i)or mis
caprichos, por mí entera, en una palabra.
¿Comprendes ahora y disculpas la trampa
en que quiero que caiga ese señor don Luis
de Salazar?
Rup. Sí, señora: lo comprendo, lo disculpo... y
hasta lo río... ¡Ja, ja, ja! Otra cosa no ten-
dré, pero el don de hacerme cargo no me
falta.
(Sale Manolo con una tarjeta en una bandeja de plata.)
Man. Señora.
Alicia ¡Ah! (Después de mirar la tarjeta.) Que pase.
(vase Manolo.) Aquí le tenemos. Sigúeme tú.
(Se marchan las dos rápidamente. A poco vuelve á sa-
lir Manolo con don Luis.)
Man, Pase usted, caballero. Haga el favor de es-
perar sentado, (se va.)
D. Luis ¿Esperar sentado? No me hace gracia el do-
ble sentido de la frase. ¡Bah! ¡qué tontería!
(E&te don Luis es un caballero de buen porte y me-
diana edad, que comprende que se iialla en la de ca-
sarse, para no pasarlo peor andando el tiempo, j La
casa revela buen gusto, bienestar... feminis-
mo... sobre todo feminismo. Aquí hay una
mujer. Es claro que ei no hubiera una mu-
jer no habría venido yo. ¿S'erá bonita ó fea?
Lo natural es que sea bonita. Mi hermana
dice que es preciosa; pero mi hermana no
es voto imparcial: ¡es tan amiga suya! ¿Por
qué no habrá querido enviar un retrato? Es
— 10 ~
alarmante... ¿Le habrá ocurrido algo desde
que mi iiermana no la veV... Si tuviera por
aquí alguno, anticiparía mi impresión y es-
taría seguro de mí cuando ella saliese. Soy
tan impulsivo, tan fuguilla... Porque yo me
quiero casar; comprendo que me ha llegado
la hora; pero según y cómo. Casarme, sí; ca-
sarme, sin duda me conviene... Pasó ya la
juventud alocada... y en la vida hay peli-
gros... hay peligros graves para el soltero:
una criada guapa... una lagartona un poco
lista... ¡Horror! No pensemos en desatinos.
Hay que casarse: estoy en punto de cara-
melo.
(Apáganse todas las luces. E! gabinete queda como
boca de lobo )
Alicia (Dentro.) ¡Ruperta! ¡Manolo! ¡Ruperta! ¡Es
mucho cuerno!
D. Luis ¡Ah!
Alicia (saliendo ) ¿El señor de Salazar está aquí?
D. Luís a los pies de usted.
Alicia í'erdone usted este incidente inoportuno. .
D. Luí 5 Por Dios, señora...
Alicia Cada lunes y cada martes hemos de tener la
misma función. •
1). Luis Je.
Alicia Le digo á usted que la fábrica de luz de
que aquí gozamos es una maravilla.
D. Luis En to ias partes cuecen habas. (¡Qué frase
más ridicula! Y es que estoy azoradísimo
con esto de la luz )
(Alicia toca el timbre.)
Alicia Dichosos criaditos...
D Luis ¡Oh, los criaditos!...
Man. (Presentándose en las tinieblas.) ¿Señora?
Alicia Velas, hombre, velas: ¿en qué estáis pen-
sando?
Man. Señoi-a, no hay velas.
Alicia ¿Que no hay velas? ¡Dios mío, qué sofoca-
ción! Caballero, usted me dispense...
D. Luis ¡No faltaba más!
Alicia ¿Sabéis que ocurre lo mismo un día sí y
otro no, y ahora no hay velas? ¡Que se lle-
gue Juan por doce paquetes!
- 11 —
D. Luis Coa nna vela basta.
Alicia ¿Cómo?
D. Luis Nada: una tontería... Je. La situación están
anormal... Je.
Man. Juan ha ido á casa de su novia.
Alicia ¡Pues llégate tú: pero volando!
Man. Sí, señora, (se va.)
Alicia ¡Cuánto deploro, señor de Salazar, este con-
tratiempo desagradable!
D. Luis Señora, doblerrente lo deploro 3'o, porque
rae priva de contemplarla á usted.
Alicia Muchas gracias. Tenga usted la bondad de
sentarse.
D, Luis ¿En dónde? Temo tirar algo.
Alicia ¡Jesús, es verdad! Encienda usted una ce-
rilla.
D. Luis No puedo: no fumo.
Alicia Ya lo sé.
D. Luis ¿Que lo sabe usted?
Alicia Su hermana me lo ha dicho mil veces. Pero
hay quien sin fumar las lleva. Aguarde: yo
le guiaré.
D. Luís Jamás en la vida tuvo un ciego lazarillo
más encantador.
Alicia Agradezco la galantería, pero ^- usted qué
I-abe?
D. Luis No hace falta la luz para saber eso.
Alicia A<iuí: siéntese aquí. ¡Sin cuidado.
D . Luis (sentándose con todo lujo de precauciones.) ¿oÍn Cui-
dado, eh? Mil gracias.
Alicia Y yo aquí, (se sieuta cerca de él.) Y espere-
mos la luz divina.
D. Luis Pero hablando mientras.
Alicia Es natural. Esto me recuerda un cuento
muy gracioso.
D. Luis ¿Kldel túnel?
Alicia ¿Cuál?
D. Luis Ninguno: estoy yo confundido. dQué bruto!)
Alicia ¿Su hermana de usted buena, señor de Sa-
lazar?
1). Luis Sí, señora, sí. Me encargó mucho que no
dejara de hacer esta visita. Nunca me per-
donaría que yo hubiera estado en Guada-
lema y no hubiera venido á verla á usted.
— 12 —
Alicia
D. Luis
Alicia
D. Luis
Alicia
D. Luis
Alicia
D. Luis
Alicia
D, Luis
Alicia
D. Luis
Alicia
D. Luis
Alicia
D. Luis
Alicia
D. Luis
Alicia
D. Luis
Alicia
¿A verme?
A verla, sí; porque supongo que llegarán las
velas... ó la luz,
¿Y si no llegaran?
¡Aquí me esperaría hasta la salida del sol!
¡Ja, ja, ja!
Le confieso á usted que si mis deseos de
conocerla eran muy vehementes, ahora lo
son más. Tiene usted una voz tan agrada-
ble, tan dulce, tan acariciadora...
¿A que va usted á compararme con un rui-
señor?
Nada más natural, puesto que la oigo en la
sombra y estoy encantado de oiría.
¡Encantadol ¡.Jesús! Derrocha usted galan-
terías... ¡Encantado! ¡encantadol... ¿Cree us-
ted que lo estaría lo mismo si hubiera luz?
¡Oh! seguramente.
¡Con qué decisión lo afirma usted!
Mi hermana se hace lenguas de su hermo-
sura.
No es posible...
¡Vaya si es posible! De su hermosura y de
su discreción. No se le caen de la boca, al
hablar de usted, aquellos versos clásicos:
Era hermosa, era discreta,
que aunque eyiemigas las dos,
en ella hicieron las paces
hermosura y discreción.
(Fingiendo gravedad.) Scñor don Luis, SU hcr
mana de usted habrá podido elogiar mi dis-
creción, porque es muy amable; mi belleza
sospecho que no, porque además de ser tan
amable, es compasiva, y es buena.
(¡Canariol)
(¡Le he oído tragar saliva!)
No, no... pues aun á trueque de lastimar su
modestia... je... yo le respondo... je... (Pausa
angustiosa.) Se tarda el chico de las velas.
Se tarda, sí. A saber hasta dónde habrá te-
nido que alargarse.
(¡Luz! ¡luz. Dios todopoderoso!)
¿Muchos días en Guadalema, señor de Sa-
lazar?
— 13 —
D. Luis
Alicia
D. Luis
Alicia
D. Luis
Alicia
D. Luis
Alicia
D. Luis
Alicia
D. Luis
Alicia
D. Luis
Alicia
D. Luis
Alicia
D. Luis
Alicia
D. Luis
Alicia
D. Luis
Alicia
([Se ha acercado un poqaito!...) No sé .. to-
davía no sé...
¿No sabe?
No; no sé... Según...
¿Según?
(Su aliento es tibio... envenenador... ¡Y qué
perfume exhala de su persona!...)
Se lo preguntaba, no por curiosidad, sino
porque deseo enviarle con usted una futesi-
11a á su hermana.
Je... Lo agradecerá tanto...
Y eso que estoy muy resentida con ella.
¿Por...?
La mu}' picara no fué para ponerme dos
letras siquiera cuando me caí del chhallo.
¿Cel caballo? Le ases uro á usted que lo ig-
nora, que lo ignorábamos completamente.
¿Ks posible? Si hablaron de ello todos los
periódicos... Por hablar, hasta indicaron el
defecto que me quedaría en una pierna. .
(¡Es coja!)
Y en la nariz...
(¡Es chata!) Pues nada... no... ni una pala-
bra, no... Je...
(Ebte hombre se me va á desmayar.)
(¿Por qué no habrá un incendio en la casa?)
Vaya, vaya, con el caballito... ¡Qué diablo de
percance!... Sí que pasaría usted unos ratos
crueles.
¡Ay, don Luis, para mí ningún dolor es cosa
nueva! Estoy harto avezada á ellos. Además,
la belleza exterior, la belleza física, yo no la
estimo.
Es como el heno, á la mañana verde,
seco á la tarde...
ya que le agradan á usted los versos. Hay
en la vida algo de más precio y valnr, algo
más puro, algo más duradero... ¿verdad?
Indudablemente. (¡Esta mujer es fea como
un demonio!)
(suspirando.) ¡Ay!
(¡Canario! Como se ponga tierna va á com-
prometerme.)
¡Ay!
- 14 —
D. Luis (¡Y dale! Estoy nervioso... pero muy ner-
vioso...)
Alicia Si se queilara usted en Guadalema siquiera
ocho días, señor don Luis, yo me honraría
nmcho en sentfuie á mi mesa alguna no-
che...
D. Luis Yo me honraría doblemente en ello, seño-
ra... Agradecidísimo...
Alicia Y una tarde iríamos á Mint al Río.
D. Luis ^.A Mira al Río?
Alicia Una casita (*e recreo que tengo á cuatro le-
guas de distancia.
D. Luis ¿A cuatro leguas?
Alicia Foco más.
I). Luis ¿Que es adonde ha ido ese por las vela«?
Alicia ¡Ja, ja, ja! ¡Por las velas!... ¡Ja, ja, ja! Es us-
ted muy ocurrente... muy gracioso...
D. Luis ¡Oh!...
(Se rieii los dos. ella de puro burlona y él de puio ner-
vioso.)
Alicia La campiña de Guadalema es muy linda;
por más que como usted viene de un país
tan hermoso... ¿Su país de usted es muy pin-
toresco?
D. Luis Muy pintoresco, mucho.
Alicia Pero mal clima, ¿eh?
D. Luis Sí; mal clima: lloviendo siempre.. Mucha
enfermedad: paludismo, viruelas...
Alicia ¿Viruelas? ¿Ha dicho usted viruela;-?
D. Luis Viruelas, sí; pero no se alarme... no son cosa
de siempre. En la actualidad no hay virue-
las. ¿Le teme usted á esa picara enfermedad?
Alicia (cou fingida pena.) Ya no.
D. Luís (¡Atiza!) (Se aparta un palmo.)
Alicia (Está sufriendo todo lo que yo gozo )
I). Luis (Cuando vengan las velas me las pueden
encender á mí en los carrillos.)
Alicia ¡Jesús qué desesperación de luz! Estoy frita:
jjnede usted creerme.
D. Luis Je...
Alicia J^a verdad, voy sintiendo impaciencia de
conocer su cara.
D. Luís Je...
Alicia Un hombre tan culto, tan ocurrente, tan
— 15 —
D. Luis
Alicia
D. Luis
Alicia
D. Luis
Alicia
D. Luis
Alicia
Rup.
Alicia
Rup
Alicia
Rup.
Alicia
D. Luis
Alicia
D. Luis
Rup,
Aucia
D. Luis
amable, tan fino... (sopia sofocado don luís.)
¿Kstá usted soplando?
¡Si... si, señora... es costumbre... Costumbre
muy fea... peio es costumbre.
¿Por qué ha de ser fea? Como estamos á os-
curas, voy á permitirme una libertad.
(¿Qué irá k hacer?)
La de decirle que usted no puede tener
nada feo. (a don Luis se le cae la chistera.) ¿Qué
es eso?
El sombrero, que se me ha caído.
¡V^aya por Dios: Esta oscuridad no favorece
más que á mis confianzas con usted... Por lo
demás, es bien enojosa. Y cuidado que dice
el poeta
que la mvjer amada
oída es más temible que mirada.
Bien es verdad que aquí no hay amor: la
cita es importuna. ¿Digo mal, don Luis?
(¡Yo no respondo sin un arco voltaico!)
(Después de esperar eu vano la respuesta.^ (ComO to-
dos: lo mismo que todos.)
(Saliendo.') Señora...
¿Ruperta?
¿Aún no ha venido Manuel con las bujías?
Aún no: ¿te parece?
¡Dichosa luz! iQiié angustia! Yo le respondo
á usted de que no se verá nunca más en es-
tos compromisos.
Por mi no lo siento: ya sabes que estoy acos-
tnmbiada. Pero hazte cargo: este caballero...
¡Oh, no!
¿Quieres ver si por allá dentro hay un mal
quin()ué de petróleo; aunque sea un velón?
[Aunque sea una pajuela! ¡-Je!
Creo que es inútil, pero iré... (pónese en ei
lugar que ocupaba Alicia, y ésta se esconde tras un
mueble.)
Por má=i que ya parece que vuelve la luz:
he notado una oscilación... ¿Mo, don Luis?
Yo no he notado nada... nadn... (pausa breve.)
¡Ahora sí! (Oe repente iluminase todo como al prin-
cipio estaba. Don L'iis se halla cara á cara con Ru-
perta y ahoga un grito de espanto. Luego quiere son-
16 —
Alicia
D. l^uis
Alicia
Rup.
Alicia
D. Luis
Alicia
D. Luis
Alicia
D. Luis
Alicia
D. Luis
Rup.
D. Luis
reir y hace una mueca horrible. Alicia contiene la risa.
Ruperta mira á don Luis maliciosamente ) ÍjYÍX...
gra... gracias á Dios que nos vemos las ca-
ras... (¡Es un fenómeno!) Je... Bueno, pues...
¿De modo que á cenar una noche?... Je...
Yo me marcho en seguida: no quiero mo-
lestar más tiempo... Ya que he tenido el
gusto de verla... Je... (Alicia suelta una carcajada
que sorprende al par que estremece á don Luis, ante
quien se presenta de improviso sia dejar de reirse.)
¿Eh?
Para broma, ya basta, ¿no es verdad?
¿Esa voz? ¿Usted es Alicia?
Sí, señor; yo soy. Y esta muchacha mi
doncella.
Servidora.
Ue acuerdo con su hermana de usted le he
dado esta broma y ahora le pido mil per-
dones.
Como el fin de la broma ha sido haberla
visto á usted de verdad, bien puede perdo-
narse y hasta agradecerse. Pero lo que no
se me alcanza es el fundamento, la inten-
ción que á usted ha guiado...
De eso ya hablaremos más adelante... en el
supuesto de que usted me favorezca con
nuevas visitas.
El favor, el gusto, la satisfacción, el encan-
to... todo es para mí.
¿Le espero á usted á cenar una noche?
Más bien á almorzar una mañana; con sol,
con mucho sol... Sí, porque ya creo que
hasta el siglo que viene no habrá otro
eclipse.
¡Ja, ja, ja! Adiós, señor de Salazar.
Adiós, Alicia encantadora: la broma, como
de usted, deliciosísima... Me voy á la fonda
con fiebre, pero deliciosísima... Usted... su-
perior á toda ponderación de todo poeta
nacido... (¡La doncella un rifeño!) A los pies
de usted... Buenas noches...
Se deja usted el sombrero, señor.
Es verdad... Estoy un poco aturdido, lo de-
claro... A cualquiera le ocurre... Pero, en fin,
- 17 _
hechizado, complacidísiaio... ¡muy bonita
la broma!... Buenas noches... (vase tropezando.)
Alicia Adiós, don Luis.
Rup. ¿Está usted satisfecha ya, señorita?
Alicia Lo estoy por el buen efecto que me ha he-
cho don Luis, y porque me he convencido
de mi tontería.
Rup. ¿De su tontería?
Alicia Sí, hija, sí; porque yo también, mientras le
oía en la oscuridad, hubiera dado algo por
verle la cara.
Rup. Me lo había figurado: otra cosa no tendré,
pero penetración... ¿Y no cree usted que se
haya dolido de la broma?
Alicia Eso no. Sin la broma, acaso no volviera
más: con la broma, vuelve, (ai público.)
Público amigo y señor:
perdón para mi simpleza.
Ya he visto, aunque con dolor,
que en el mundo la belleza
es la puerta del amor.
FIN
Madrid, Febrero ]906.
OBRAS DE IiOS IVUSMOS AUTORES
£sg:rinia y amor, juguete cómico. (2.^ edición.)
Belén, 13, principal, jusfuete cómico.
Oilito, jungúete cóm^ico-lírico. Música del m.aestro Osuna. (2." edición)
L<a media naranja, jug-uete cómico. (2.* edición.)
m tío «le la flauta, juguete cómico. (2.* edición.)
El ojito «lerecho, entremés. (3.* edición.)
Lia reja, comedia en un acto. (4.* edición.)
lia buena sombra, saínete en tres cuadros, con música del maes-
tro BruU. (6.* edición.)
El peregrrino, zarzuela cómica en un acto. Música del maestro
Gómez Zarzuela.
Lia vida intima, comedia en dos actos. (3.* edición.)
Lios borrachos, saínete en cuatro cuadros, con música del maes-
tro Griménez. (2.* edición.)
El chiquillo, entremés. (5.* edición.)
lia.s casas de cartón, juguete cómico.
El traje de luces, sainete en tres cuadros, con música de los
maestros Caballero y Hermoso.
El patio, comedia en dos actos. (3.* edición.)
El motete, pasillo con música del maestro José Serrano. (2.* edi-
ción.)
El estreno, zarzuela cómica en tres cuadros, con música del maes-
tro Chaiií.
Lios Galeotes, comedia en cuatro actos. (3.* edición.)
Lia pena, drama en dos cuadros. (2.» edición.)
Lia azotea, comedia en un acto.
El gfénero ínfimo, pasillo con música de los maestros Valverde
(hijo) y Barrera.
El nido, comedia en dos actos. (2.* edición.)
Lias flores, comedia en tres actos.
LiOS piropos, entremés.
El flechazo, entremés. (2.* edición.^
El amor en el teatro, capricho literario en cinco cuadros, pró-
logo y epílogo.
Abanicos y panderetas ó ¡ 4 Sevilla en el botijo! liumorada
satírica en tres cuadros, con música del maestro Chapi.
Lia dicha ajena, comedia en tres actos y un prólogo.
Pepita Reyes, comedia en dos actos.
Lios meritorios, pasillo.
I^a zahori, entremés.
L.a reina mora, saínete en tres cuadros, oon música del maestro
José Serrano. ('2." edición.)
Zarajpatas, saínete en dos cuadros.
lia zaK'ala. comedia en cuatro actos
lia casa de <«arcta, comedia on tres actos.
lia contrata, apropósito.
m auior «|ue pasa, comedia en dos actos.
El mal de amores, saínete con música del muestro José Serrano.
El nuevo servidor, liiimorada.
Mañana de .sol, paso de comedia.
Fea y con u'racia, pasillo con música del maestro Tu riña.
lia aventura *le los galeotes, adaptación escénica de un capi-
tulo del Quijote.
lia musa loca, comedía en tres actos.
lia pitanza, entremés.
El amor en solfa, capricho literario en cuatro cuadros y un pro
logo, con música de los maestros Chapi y Serrano.
lios chorros del oro, entremés,
9Iorritos, entremés.
Amor á oscuras, paso de comedía.
serafín í JOAQUÍN ÁLVAREZ QUINTERO
Lo molo somtro
S AIMKXEí
con inúsica del maestro
jos:^ siSRKiVivot
SOCIEDAD DE AUTORES ESPAÑOLES
Núñez de Balboa, 12
i©oe
LA MALA SOMBRA
Esta obra es propiedad de sus autores, y nadie po-
drá, sin BU permiso, reimprimirla ni representarlh
en España ni en los países con los cuales se hayan
celebrado ó se celebren en adelante tratados interna^
cionales de propiedad literaria.
Los autores se reservan el derecho de traducción.
Los comisionados y representantes de la Sociedad
de Autores Españoles son los encargados exclusivamente
de conceder ó negar el permiso de representación
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Queda hecho el depósito que marca la ley.
LA MALA SOMBRA
SAINKTE5
SERAFÍN í JOAQUÍN ÁLVAREZ (¡CINTERO
CON MÚSICA DEL MAESTKO
JOSÉ SERRANO
Estrenado en el TEATRO DE APOLO el 2) de Setiembre
de lOOtí
■*
MADRID
e. rBLisco. lup., uabqdús db sahta ana, 11 otrp.
Teié/ono número ¡fi
I 906
Jl Wfaí Jlza
ftiedíCO u jióeia oLue na cwLaao a Htedta
C^jhaua naciéudóia mo'ii^ ae 'liáa: Suá de-
voióá adtuttado'Leíí u amtaoó
'¿/eia4tu u Loaautu.
RBPARTO
PERSONAJES
ACTORES
PEPA LA GARBOSA Sbta.
LEONOR
LA 'SORDA Sra.
BALDOMERO Se.
ANGELILLO.. .;,. ^^^^ -;*«-.•. \.,^. ¿j.-
TABURETE
PEREGRÍN
JUAN DE DIOS
BADANA .
CURRO MELOJA . .
JOSÉ POTO, POTITO
UN FORASTERO...
MANOLO
LUIS
UN CHIQUILLO Niño
OTRO
Algunos transeúntes
Pino.
Palou.
Vida! .
C aEKKRAS
Manzano.
Ruiz DE Arana.
Mesejo.
Gabcía Valeko.
SOKIANO.
On TI VEROS.
MlHURA ALVABEZ.
gordillo.
Cakbión.
Rodríguez.
CANDELáS.
Alakes.
I^A MÍ
La escena es en un barrio de Sevilla, y en «La Favorita^;, betunería
y tienda de aperitivos y refrescos, que en mal hora abrió Baldo-
mero Meana. Hay dos puertas vidrieras, que dan á la calle: una
en el foro, hacia la izquierda del actor, y otra á la derecha, en
primer término Hay además una puertecilla de escape, con ctír-
tina, situada en el último término de la izquierda, y que comu-
nica con el interior de la casa. A la derecha de la puerta del
foro, el mostrador de la parte de aperitivos y refrescos, y tras él
una anaquelería con todo lo concerniente á este género de esta-
blecimientos. Adosados á la pared de la izquierda la tarima y
el banco del limpiabotas. Hacia la derecha del local tres ó cua-
tro veladores con sillas, uno de ellos entre el mostrador y la
puerta del foro. Todos los enseres y muebles modestísimos, ti-
rando á pobres. Tapando el hueco de un cristal que falta en la
parte inferior de la puerta del foro, hay pegado un papel. Clava-
dos con tachuelas en la pared, singularmente en el lado de la
betunería, carteles de toros, retratos de toreros y cromos de pe-
riódicos taurinos. El sucio de lositas de dos colores. Es una ma-
ñana de Abril, en que tan pronto llueve como sale el sol.
Pepa la Garbosa, encargada y camarera del establecimiento, está
sentada ante un velador echándose las cartas; Baldomcro almuerza
sentado ante otro; Leonor, su hija, linda mocita de diecisiete años
que aún se peina de trenza, bien que doblada y anudada, le sirve el
almuerzo á su padre, sacándolo de una cesta en que lo ha traído; y
Angelillo, por último, limpia con todo esmero unos zapatitos de
Leonor, con quien tiene amores, aunque Baldomero no lo sepa. A
— 8 —
espaldas de este y de la misma encargada, se guiñan y se eutieuden.
Está lloviendo. Por la calle pasan algunas personas cou paraguas
abiertos
Música
Pepa ¡Cómo yueve!
Bald. ¡Joyín y cómo yuevel
Ang. |No para de yové!
Leo. a mar tiempo se pone güeña cara.
Bald. ¡Yo no la sé pone!
Pa los campos disen
que esto es superió:
pa la tienda mía
no pué sé peo.
Ang. Con uno de tus sapatos
vi yo á basé un barco velero,
y el aire de mis suspiros
lo va á yevar á tu puerto.
Míralo di,
míralo ya:
¡vaya un barquito bonito!
¡se va comiendo la má!
Baid. ¡Estoy desconsolao!
¡Estoy acbicbarrao!
¡Estoy desesperao!
Leo. En un capuyo de rosa
que en mi ventana he criao,
vi yo guardando besitos
que tengo ya destinaos.
Tú lo has de vé,
ya yegará,
er día en que e?a rosita
te ponga yo en el ojá.
— 9 —
Bald. Este bacalao tu madre
siempre me lo pone salao,
y ya eátoy hasta las narises
dtj tu madre y der bacalao.
¡Joyín qué pesa!
¡Sabiendo que sabe de sobra
lo mar que me sienta la tá!
Pepa Por un moreniyo agrasiau
estoy yo loquita perdía;
la? horas felises que paso á su lao,
pa mí son las horas mejores <'er día.
¿Por qué no ha venío?
¿Por qué no vendrá?
L/as picaras cartas
no me disen na.
Si no yega pronto
yo rompo á yorá.
Bald. ¡Y sigue yoviendo:
pa sombrita de jiguera negra
esta que yo tengo!
Pasa por la calle del foro, de derecha a i/.cinierda, un
hombre con paraguas abierto.
Ang. Los ojos con que te miro...
Leo. Los ojos con que me miras...
Ang. a tí te disen: rmi arma...»
Leo. y á mí me disen: «mi vía.»
Te quiero á ti,
te quiero yo,
porque no encuentro en Seviya
otro ninguno mejó.
Ang. Te quiero á tí,
te quiero yo,
porque no encuentro en Seviya
otra ninguna mejó.
— lu —
BaLD. Levantiíndpse.
¡Cayarse un momento!
Paese que ha escampao.
Va á la puerta del foro. ■ Por la calle pasa en esto un
cura, abierto el paraguas,
¡Pos sigue yoviendo!
Cesa la música.
¡liO ha tomao la yuvia con ganas! ¿Se que-
jarán toavia los labraores?
Leo. Papá, de cuando en cuando sale er só.
Bald. Sale er só tres minutos y yueve dos horas
¿Y esta es Seviya? ¿Y esto es Abrí florío?
¿Tú qué esperas?
Leo. Mis sapatos.
Bald. Pero ¿no están toavia?
Ang. Sí, señó, que ya están, a Leonor. Aquí los
tienes. Bajo. (¡Bendita sea tu cara!
Leo. Bajo á él. ¡Chiquiyo, cáyate! Dentro e media
hora esto}' en la tienda e Kransisco.
Ang. Ayí iré yo dentro e media hora.)
Vase Leunor por la puerta del foro.
Pepa Dejando las cartas con mal humor y levantándose
nerviosa. ¡Qué martirio, Señó! Contra más
me echo las cartas, peores cosas me disen.
No sé pa qué agarro la baraja.
Bald. ¿Qué es lo que te ha sallo?
Pepa Esaborisiones: que José María no me quie-
re, que me engaña con una rubia, que lo
van á mata...
Bald. Pierde cuidao que no lo matan: bicho
malo...
Pepa Bardomero, echa un punto á la boca. Si er
queré es delito, condena estoy á cadena per-
petua por ese hombre.
Bald. ¡Bendito sea Dios!
Pepa impaciente. Y no viene, no viene... ¿Quién
me lo estará entreteniendo? Asómase á una de
las puertas y luego á la otra.
Bald. Ca loco con su tema. ¿Qué bases tú, Ange-
liyo?
Pasa de derecha á izquierda por la calle del foro
una mujer con paraguas cerrado.
Ano. Inventando una trampa pa los ratones. Yo
siempre inventando.
.— ftl —
,' BalDí Hombre, á vé si discurres argo pa acaba con
las moscas malditas. ¡Joyín con las moscasl
, -•> ¡Cómo lo tienen to!
Ang. Cuando yo estaba en la otra tienda, que era
también de aperitivos y limpiabotas, inven-
té un garbanso malirno. Lo mismo era me-
terle fuego, que salía un jumaso que no de-
: jaba una mosca viva. Pero tenía una cosa
mala: qv-e prinsipiaban los parroquianos á
tose y se eebarataban tosiendo. i
Bald. Pos aquí pues quema tos los garl)an808
que te queden: no hay temó de que tosa
nadie.
Prpa Detrás de estos tiempos vendrán otros.
J3ald. ¡Así venga er carro e la carne y me coja por
Ja mita! ¡Si esto que me pasa ahora no es
de hoy, ni es de ayé; es de toa mi vía! ¡Si es
er pcjolero sino con que nasi; la arrastra
mala eombra que me persigue! Quinse días
yeva abierta etta tienda, que creo que esta
desente; aonde me he gastao los pocos aho-
rriyos que me queaban: pos er día que más
se han hecho tres pesetas.
A.NG. ¡Pa un désimol
Bald. ¡Pa compra una pistola en er Jueves y pe-
garse un tiro!
Ano. ¡Pero, mi amo, si es que no se le ocurre ar
que asó la manteca, en un barrio pobre, en
:_,;,. . que no hay que come, pone una tienda pa
abrí el apetito!
Bald. No, hombre, no: es que yo vine ar mundo
pa toma quina en rama: ni más ni menos.
\La. pata e las criaturas! ¿No estaljlesí base
cuatro }-ños un puestesiyo e fósforos, y salió
la modita de ensendé los cigarros con yesca?
¡Pos lo mismo me pasa en to!
Pepa Lo primerito que debías hasé, era prohibir-
le la entra en la tienda á esos amigos tuer-
tos que vienen aquí á haserte la tertulia.
Bald. ¡Mía por donde resueya!
Ang. ¡Con más rasón que Ig, Pastoral
Baid. ¿Tú también?
(Ang. Un pone que los tuertos no traigan cosa
. ,,.;^ mala: ¿y qué? Basta que la gente lo crea.
— 12 —
Sobre que tres tuertos reunios como vienen
aquí, ar más guapo lo echan pa atrás.
Ha salido el sol iin momento. Por la calle del foro
pasa con paraguas cerrado una pareja de hombre y
mujer, de derecha á izquierda. Luego pasa un chi-
quillo.
Bald. Desesperado. ¿Y tengo yo la curpa, vamos á
vé, de que mis tres amigos de la infansia
hayan perdió un ojo ca uno?
Pepa Tú no tendrás la curpa, pero er que entra
aqui á toma una copa tampoco la tiene. —
Me vi á asoma á la esquina un momento, á
vé si veo veni á José María; porque estoy que
no vivo. Vase por la puerta del foro.
Bald. Después de mirarla marcharse lleno de indignación,
se dirige á Angeiiiio. ¿ le paese? ¿Cuando si
no fuea porque es mi cuña la plantaba en
la caye? ¿No es detgrasia, no es mala estre-
ya lo que me ha susedío con esta mujé?
Abro la tiendo y me pregunto: ¿á quién pon-
go yo ar frente de los aperitivos, pa que yame
golosop? Y al istante pienso en mi cuña.
¿Dónde la hay con más gancho que Pepa
la Garbosa en toa Seviya? ¿No digo bien?
\ng. Si, señó.
Bald. Eya es guapa, eya es limpia, eya tiene agrao,
eya tiene su poquito de educasión... eya
tiene su poquito e vergüensa... — poquito. Y
hablo con eya, y nos convenimos, y viene
aquí. Pero ¿pa qué viene? Pa traert-e consi-
go á ese hombre — ¡mar rayo lo parta! — y da
luga á que pase en el establesimiento lo que
tú ves que pasa tos los días, á cuenta e los
marditos selos.
Ang. ¡Déjelo usté corre! ¡A lo mejó se le apárese
la Virgen á los caminantes! — Vi aya dentro
á pone la cola pa pega esta máquina. Entrase
cantando por la puertecilla de escape.
Bald. ¡Güeno! Y yo vi á ponerme á contá las
moteas.
Pasea melaHCÓlico con las manos atrás, miíando al
techo. Pausa. Por la puerta de la derecha, cuando
Baldomcro va de espaldas á ella, llegan Luis y Mano-
lo, estudiantes. El uno trae paraguas y el otro chan-
— la-
cios de sroma, y ambos libros y cuadernos de apuntes.
Al sentirlos Baldomero da media vuelta, y al verlos se
le ilumina el rostro.
Man . Buenos días.
l>uis Buenos días, amigo.
Hald. jGüenos días!
Man . ^.Nos sentamos, tú?
Luis Un momento, que hoy no quiero fartá á la
clase.
Bald. Donde ustedes gusten.
Man. Aquí mismo. Se sienta ante uno de los veladores.
BaLD. Espera, no haya porvo. Le pasa un paño ai ve-
lador.
Luis sentándose. No señó, no hay porvo. Ya se ve
que está to bien limpio.
Bald. Hombre, otra cosa fartará, pero aseo... ¿Qué
van ustedes á toma?
Man. Yo, casaya.
J.uis Y yo.
Bald. ¿Dos copitas e casaya, eh? ¡Ar vuelo! va por
ellas y se ias sirve, emocionado y jubiloso. Mientras
tanto los estudiantes se dicen en voz baja lo que sigue.
Man . (Aquí sortamos er duro.
Luis Cara de tonto tiene er tío.)
Bald. Presentándoles las copitas. ¡ComO loS ángelcsl
Man . ¿Esta casa es nueva, verdá?
Bald. De hase quinse días.
Luis ¿Usté es el amo?
Bald. Pa servir á ustedes.
Man . Pues vaya por la prosperidá de la casa.
Bald. Muchas grasias, señores.
Beben los muchachos. Baldomero sigue el movimiento
de las copas como si él bebiese también.
Man. ¡Buen aguardiente, amigo!
Luís [Buenol
Bald. Lo mejó que se vende en Seviya.
Man. ¿Quiés otra copa?
Luis No, que va á sé tarde.
Man. Usté hará negosio.
Bald. Dios lo oiga á usté, poyito.
Man. ¡Ya lo creo que hará usté negosio! sacando
del bolsillo un duro falso y dándoselo con naturalidad.
Cuando se sirve bien ar público — cobre usté
las copas, — er público responde siempre.
_ h:— -
BaLB. Atento á la conversación y no al duro, va al mostra-
dor, lo echa en el cajón y coge la vuelt«, que luego le
entrega á Manolo. Eso es-lo que yo quiero, ser-
ví bien ar público. Porque quien pretende
viví der público, justó es que trate ar públi-
co como er ])úb]ico se merese. ¿No hablo'
bien, señores?
Man. Mucho mejó que mi catedrático.
B*LD. ¡Ja, ja, ja!
Luis Bajo ai otro, como antes. (Ya está 611 er cajón.
Man. Puea 3'a tiene un recuerdo pa toa la vía.)
Bald. Dándoles el cambio. Cuatro Sesenta, y cuarenta;
sinco.
MaN; - Ofreciéndole propina. Tome USté. ■ •
Bald. Grasias; no se armite.
Luis Levantándose decidido. Ea, pues que UStésigá'
bueno.
Bald. Espera dos minutos. '•
Man. Con cierta alarma. ¿Qué hay?
Bald. Na; que yo soy gustoso en convida á ustedes. ■
Man. ¿Convidarnos?
Bald, Sí, señó; si ustedes me lo asertan.
Man ¿Por qué no?
Luis a Manolo, mientras Baldomcro les sirve las copas en
el mostrador. (A mí me remuerde la consien -
sia, tú.
Man. ¡Cómo se ve que eres de primer año!)
Bald. Ahí va, señores.
Man. Se agrádese, amigo.
Luis Salú y suerte ]ja convida mucho.
Man. Quéese usté con Dios. ■ ' ■
Bald. V^ayan ustés en horagüena. ¡Y no orvidar?e
de la casa!
Man. No, señó; no nos orvidamos.
Luis a su compañero al tiempo de irse. (¿No te dije que
tenía cara e tonto?) Se van por la puerta de la de-
recha.
Bald. i'úblico así es er que le conviene á mi tien-
da. ]Qué dos muchachos más corrientes y
más simpatiquiyos! ¡Y qué paso yevan!
Como la Úniversidá les piya tan lejos... ¡Ay,
si quisiera Dios que esto se animara!
Vuelve Pepa por la puerta del foro, radiante de ale-
gría.
15 —~
Pepa ¡l'a viene ahí! ¡Ya viene!
Bald. ¿Qné difes?
Pepa ¡Que ya viene José María! No te enfaes con-
migo, Bardomero. ¿Qué mar te hago yo con
quererlo tanto? Si es mi 8Íno; si tiene que
sé; si está escrito ayí arriba; si desde er sielo
lo echaron ar mundo pa mi persona... Aquí
está é.
En efecto, llega por el foro el afortunado José María
alias Taburete. Es mucho irás feo que morderse' las
uñas. Cuando se le ve del brazo de Pepa, se le odia á.''-
muerte. ; •
Tab Salú.
Bald. Dios guarde á usté, amigo. (¡Desde er sielo
dise que lo echaron! Así tiene la narí: ¡der
gorpe!)
Tab ¿Me esperabas?
Pepa ¡Cómo me conoses, gitano! ,
Tab ¿De veras rae esperabas?
Pepa ¡Por tu salú y la mía!
Tab ¡Marnolia!
Pepa Tulipán!
Tab. Convídame.
Pepa ¿Qué se te apetese?
Tab. Tráeme dos copas de ginebra.
Pepa Ahora mismo.
Taburete se sienta ante su velador, que es el que está
junto á la puerta del foro. Pepa le sirve la ginebra y
se sienta á su lado. En amor y compaña saborean la
dicha de vivir... y la ginebra.
Bald. (¡Jinojo! ¡Se ve y no se cree! ¡Con toa la he-
chura de una boca e la Isla que tiene el
hombre!)
Sale por la puerta de la derecha la Sorda, vieja bille-
tera, que pregona y habla desentonadamente, alternan^
do la voz de tiple aguda con !a de contralle;. ■■'
Sorda ¡Er catorse mí... quinientos veintisinco!
Bald. ¡La Sorda! ¡Me pone nervioso!
SoRD . ¡De dose reales! ¿A quién le doy la suerte?
Bald. ¡Dámela á mí, que farta me haee!
Sorda Oye, Bardomero.
Bald. ¿Qué ocurre?
SoRD.A Oye.
Bai.d. Chinándole. ¡Ya oigo! ¡Joyín con la viejal
— 16 —
Sorda
Bald.
SORP-^
Bald.
Sorda
Bald.
Sorda
Bald.
Sorda
Bald.
Sorda
Tab.
Pepa
Tab
Pepa
Tab.
Pepa
Tab
Pepa
Tab.
Pepa
Tab.
Pepa
Tab,
Pepa
Tab
¿Esos dos muchachos que salían de aquí, te
han hecho argún gasto?
Sí.
¿Qué sí?
¡Que eí!
¿Te han paga^ con un duro?
Sí.
¿Que pí? ¡Pos es más farso que el arma e
Júas!
Abalanzándose al cajón. ¡Jinojol
A mí me lo han querío sortá.
¡Rejinojo! Mirando el duro y sonándolo luego. ¿Le
paese á usté? ¡Pero si esto es un cacho e
plomo! ¿Cómo he tomao yo esto? ¡Mardita
sea la má! ¡Vi á vé si los cojo toa vía! ¡Miste
que haberlos COnvidao! Se va corriendo por la
puerta de la derecha.
Sí, sí; ya los arcansaste Pregonando. ¿A quién
le doy la suerte? ¡Er catorse mí... quinientos
veintisinco! ¡De dose reales!... se va por la puer-
ta del foro.
¡Chavó, qué pito tiene esa mujé! Si eya se
oyera pregona, pregonaba por señas.
Llega un Forastero por la puerta de la derecha, se
sienta ante uno de los veladores y toca las palmas.
Vo}'. Se levanta para ir a servirlo.
Receloso del recién llegado. (¡Er de ayé! ¡Ese CS
er de ayé!) ¡Pepa!
Deteniéndose á mitad de camino. ¿Qué quicrCF?
Imperiosamente. V en acá.
Obedeciéndolo.. ¿Qué quieres?
Aparte con ella. (¡Ese cs er de ayé!
¿Er de ayé?
[Er de ayé!
Fíjate, que no es er de ayé.
¡Sí es er de ayé! ¡Er que te mira! ¡er que te
ronda!
¡Que no es er de ayé, José Marín; no te sie-
gues!
¡Que sí es er de ayé!
¡Si er de ayé tenia bigote!
jPoS se ha afeitan! E1 Forastero toca las palmas
nuevamente. Pepa hace ademán de ir allá. ¡QuiCta
aquí!
— 17 -
Pepa ¡Pero, hombre!
Tab. ¡Quieta aquí! ¡Tú no sirves ar gachó ese!
Pepa ¡Que estoy sola en la tienda!
Tab ¡Quieta aquí! ¡Ese es er de ayé! ¡Vaya si es
er de ayé!
PEPy^ ¡Jesús, Dios mío! ¡Qué sof ocasión! ¡Te juro
que no es er de ayé!
Tab ¡vSí es er de ayé! ¡Si te estás vendiendo tú
disma!
Pep\ ¡Que no es er de ayé. Taburete!
Tab ¡Que sí es er de ayé!)
Vuelve á palmetear el Forastero, un si es no es sor-
prendido del lance.
FoR. ¿Pero quién despacha?
Tab a Pepa (¡Échate pa un lao!
Pepa ¡Por Dios, Taburete!
Tab. ¡Silensio!) Va ¿ donde está sentado el Forastero, y
se encara con él. Pepa presencia la escena angustia-
dísima. ¿Preguntaba usté?
FoR. Que quién despacha.
Tab Despacha la señora; pero un servido es el
encargao de sacarle er corasón por la boca á
to er que la mire con segunda. ¿Hase?
FoR. Levantándose asustado. ¿Qué ha de kasé, SeñÓ?
Yo soy un pobre forastero, que ha venío á
SU negosio, y que ha entrao aquí á tomarse
un chiitito e vino; de ninguna manera á ju-
garse la vía. Conque abú, sarsaparriya pa la
.«angie... v otra careta pa carnavá.
Tab ¿Qué?
FoR. ¡Na, hombre, na! ¡Compadre, qué cosas me
suseden á mí en Seviya! se va por donde vino.
Tab. a Pepa. ¿Has visto cómo es er de ayé? ¡ÍSe
ha achica'!
Pepa ¡No es er de ayé, José María! ¡Por la gloria
e mi madre!
Tab. ¡Quítate de ahí!
Pepa ¡Me güerves loca! ¡Me asesinas!
Mirando á Pepa trágicamente, torna el liombre á sa
velador y se dedica á hacer pitillos. Mía, lejos de él,
llora mirándolo á hurtadillas. Angelillo vuelve.
Ang ¿No hay nadie de fuera? ¡Pos si yo pense
que estaba e.^to yene! ¡Eran tantas parmas!
Se sienta en el suelo, junto á la tarima del limpiabo-
— is-
las, á continuar su trabajo. Reparando en la actitud
de los amautéí, dice: (jVaya! Se coiiose que
Don Juan y Doña Inés andan de pelea. ¡No
se jartan nnucal)
Música
Pepa intenta una vez ó dos acercarse al pavoroso Ta-
burete, y éste la detiene con el rayo de su mirada.
Por fin se atreve y llega hasta él suplicante y llorosa.
Pepa ¡Várgame er sielo, José María!
¡Qué injusto eres
con quien la sangre por tí daríal
¡Ay, arma mía!
^;Tú no estás viendo que aunque me hieres
biempre á tu antojo sigo rendía?
Pos ¿qué más quieres,
sielo de Mayo de Andalusía?
Ang. (¡Le yaraa sielo de Mayo,
y está yoviendo en la caye,
y aquí no nos parte un rayo!)
Pepa Ven acá, granuja,
ven acá, moreno;
ven acá, y que rae miren tus ojos,
que tienen armiba, que tienen veneno.
Tab. ¡Güeno!
Se levanta, harto ya de ternezas, y se sienta ante otro
velador.
Pepa Yendo á su lado nuevamente.
¿Por qué tu cariño
me esquiva ó se caya?
¡Ven acá, y que me miren tus ojos,
que tienen asuca, que tienen metraya!
Tai; ¡Vaya!
Se va á otro velador.
Ang. (Er mundo ar revés:
• ¡una golondrina detrás de un mochuelo!
¡Voliente papé!)
^ 19 —
Pepa Apurando los recursos de su ternura.
No seas tirano,
no seas verdugo;
dime lo que quieres
pa yo iiasé tu gusto.
¡Píeme er pan que me gano;
píeme el agua que bebo;
píeme que yore, y y oro;
píeme (jue vuele, y vuelo;
píeme <^ue mate, y mato;
píeme que muera, y muerol
¡Píeme la vía!
Ang. (¡Cávate, mu jé,
mira no te í)ía
pa toma café!)
Pepa a punto de acariciarlo.
¡Gachón!...
¡ Traisionero!...
¡Salao!...
¡Embustero!...
En el adusto semblaute de Taburete se dibuja una
sonrisa indescriptible, que dedica á su amada. Esta
respira al cabo satisfecha.
¡Grasiag á Üio'--, tormento de mi vía!
¡Lo que me ha>es sufrí!
Ang. (¡No era tiro con sá er que yo le daba
á tu novio y á tí!)
Cesa la música.
Pepa ¡Ay, Joseliyo! Ya respiro á gusto. ¡Qué rati-
to he pasao!
Tab. Lo comprendo, Pepa: me atarugo, me siego;
no veo más que traisiunes. Convídame.
Pepa Me has adivinao er pensamiento. ¿Qué
quieres?
Tab í)ame tres copas de ginebra.
Pepa Correndito.
1 asa por la calle del foro, de izquierda á derecha, uu
vendedor ambulante. Vuelve Taburete á sentarse ante
— 20 —
su velador, Pepa vuelve á servirlo, y ambos luego a
conversar amorosamente.
Por la puerta de la derecha sale José Poto, Potito, un
novillero que es una monada. Viste un traje corlo fla-
mante, ceñido y primoroso, y viene á que le limpien
las botas para que no le falte detalle alguno.
PoT. Güenos días.
Ang. Güenos días.
POT. Sentándose en el limpiabotas. A vé PÍ me yeVO de
aqní dos espejos en vez de dos botas. Y
aprisita, que estoy sitao.
Ang Volando va á sé. Con usté me estreno, se en-
trega lleno de entusiasmo á la labor.
PoT. Aprieta y te ganas un puro. ¡Cámara, qué
mañana de agua!
Pepa Aparte con Taburete. (¿Quién es este torero? ¿Lo
conoses?
Tab Desdeñosamente. Er Polito. ¡Na! Un niño quB
presume mucho. ¡Na! Y que se la da de
vivo con las mujeres. ¡Na! Una pnrmita pa
er Domingo e ÜMnios. ¡Na! ¡No lo mirebl
Pepa Si no lo miro, selosiyo.)
Ano. ¿Conque mañana lo aplaudimos á usté?
Por la calle del foro pasa un individuo sin paraguas,
corriendo; después pasa otro eu sentido contrario, con
paraguas abierto.
PoT. Según lo que quiera la suerte. Ganas de
complasé á la afií-ión tiene uno.
Ang . ¿Q>ié vestío piensa usté yevá? Y usté dispen-
se la pregunta.
PoT. Verde y oro, con cabos granas.
Ang. ¡Olf ! Por aquí f=e dise que er segundo toro se
lo va usté á brinda á una güeña mosa de
este barrio.
PoT. Esponjadí-simo. Hombre... cuaudo errío suena ..
Yo, por lo pronto, vi á armorsá en su casa
con eya dentro e media borita...
Ang. ¡.Asín viene usté de pinturero!
PoT. ¡.Je!
Ang. Güeña suerte pa tn.
J'OT. Muchas grasias, hombre.
Ang. (¡Presume más que una titiritera de un sir-
<"©! ¡Y no le cabe en er cnerpD la guasa!)
Llega por la puerta del foro Peregríu, que es el pri-
— 21 —
mer tuerto de la serie. Es tocador de oficio y usa un
paraguas colorado. Lo envuelve, como á los demás,
un velo de tristeza, pero él se cree jocoso y hum j-
rista.
Per. ¿Han visto ustés qué manera de yové agu»?
¡Y toa pa abajo!
PoT. ! ¡Cámara, un tuerto! Podía no habé venío/)
Per Peo fuea no verlo, ¡qué sambomba!
Ang . (Pos tú no lo ves más que á medias.)
Peregrín abre su paraguas y lo pone abierto en un rin-
cón para que se seque.
Fot. Saltando nervioso. ¡Eh, amigo!
Per. ¿Es á mi?
PoT. ¿Usté no sabe que es de mala ^aía abrí así
un paraguas bajo techao?
Pek, Riéndose. Ah, pero ¿usté cree en esas papa-
rruclias? ¡Vamos, hombre! Se sienta auto el pri-
mer velador de la derecha, que es el puesto, por de-
cirlo asi, de los tres compadres.
PoT. Y usté creería también si matara tres novi-
yos mañana.
Per ¡.Je! Eso está güeno. Yo estoy convensio de
que to lo (jue se cuenta de los agüeros son
fantesías der VUrgO. Levantándose y haciendo lo
que dice. ¿Me quié usté a mí desí qué impor-
tará "pa que suseda una desgrasia que yo, es
un pone, le dé güertas á esta siya sobre una
pata?
Po'j. ¿Se quié usté está quieto, cámara?
Per ¡Je! ¿ lambién lo de la siya? Tos los toieros
son lo mismo. ¿Se acuerda usté de la cogía
grande que tuvo er Miserere Chicof
PoT. Le diré á usté: en este momento no me qui-
, siea acordá.
Per. Er día antes de la corríaestuve yo con é, gua-
seándome de estas cosas, y le menté la hicha
qué sé yo las veses.
PoT. ¿Sí, verdá?
Per. Güeno: pos lo cogió er toro porque lo tenía
que coge; pero ¡vaya usté á sacarle de la ca-
besa que lo cogió er toro porque yo le menté
la hichal ¡Berrasioues! vuelve á sentarse.
PoT. Será lo que usté quiera, señó, pero vale más
no mentarla.
— 22 —
Per. ]Je!
Sale Juan de Dios por la puerta de la derecha. Es el
segundo tuerto, tocador también, y peor trajeado que
l'eregrín. Habla con voz lúgubre. No trae paraguas.
Juan Felises.
Ang. Venga usté con Dios.
PoT. Aiarmadisimo. (¿Otro tiierto?) Niño, no te en-
tretengas. Acaba pronto.
.Juan a Peregrin. :Conque er pobre Casimiro estiró
la patal
Per. Parmó. ¿Qué se le va á liase? Arrieri tos somos
y er caminito andamos.
.Juan ¡Pobresiyo!
Ppr Esa es una china que tos tenemos que tra-
ga, Juan de Dios. í'armaré yo, parmarás tú,
parmard er l'otito... [Tos parmnrenws! Ahí
no vale sé rico. ¡Servisio obligatorio, qué
sambomba!
Juan ¡Siempre has de está de humól Pos yo ven-
go de casa e Casimiro. ¡Qué cuadrol ?eÍ8
criaturas deja, tamañas a4. Caben toas de-
bajo un canasto. Y las desgrasias son como
las seresas: nunca vienen solas. La cuña de
Casimiro, loca de remate: ¿te has enterao?
Per. ¿Asunsión?
Juan Asunsión. Le da por seguí á los artiyeros.
Per De esa locura hay muclio. La madre murió
de una palisa que le pegó er padre porque
la cogió con un húsare.
Juan ¿Y er fuego de anoche: lo viste?
Per Si.
Juan ¡Qué barbaridá! ¡Seis familias en la ruina!
PoT. Acaba pronto, niño.
Juan .suspirando ¡\y, av,ay! ¿Tienes ahí un siga-
rro que no te sirva?
Per. Dos me quean: toma uno de los dos.
Llega Badana por la puerta del foro. Es el tercero, can-
tador de oficio, y tan triste como los otros.
Bad. yaiú, señores.
PoT. Botando en el asiento. ¡Cámara!
Bad. ¿Desía usté argoV
PoT. No era con usté, a Angeinio. Acaba ya, por lo
que más quieras.
Per. Vienes pingueando.
— 23 —
Bad. Como que este paraguas mío es espesiá. En
cuanto que piir.sipia á yové se le hincha er
palo y no pué abrirse. Se sienta con Juan de Dios
y Peregiín, se abstrae, y dando golpecitos con el pa-
raguas en el suelo empieza maquinalmente como á
templarse para cantar.
PoT. Aparte con Angeiiiio. (Pero, oye tú, ¿esto 68 una
betunería ó un ten t aero e tuertos?
Ang. ¡Je! Son amigos del amo.
Fot. ¿y á qué canastos vienen?
Ang. ¡a anima la tienda!
Fot. ¡Cámara! Y ¿qué es lo que hasen?
Ang. Pos el uno no hase na, y les otros le ayúan.
Son gente e tablao: cantaores y tocaores.
¡Pero carcule usté quién va á yamarlos pa
una juerga!)
Bad. Cantando.
Seis años de carse,
cuatro de presidio,
cadena perpetua,
tres días en capiíja,
el hipo e la muerte,
entierro paga o,
y luego a la mano der verdugo
tendré yo que entregarme...
Pjt. ¡Güeu hombrel
Bad. Badana me yamo.
Fot. ¿Quié usté varia er cante, por su salú?
Bad. Usté dispense. Esto lo base uno sin darse
cuenta e lo que hase. Se le viene á la boca
una alegría, y la suerta como se le viene.
Ang. Servido de usté.,
PoT, Grasias, hijo. Dios te lo pague.
Vuelve Baldomcro por la puerta de la derecha.
Bald. ¡Cuarquiea da con eyos! ¡Hasta la Alamea
Vieja he yegao! a Potito. Güenos días.
Fot. Güenos días.
Bald. a ios tuertos. Hola.
Per Hola.
Juan Hola.
Bad. Hola.
PoT. Fos señó, he pisao mala yerba.
Ang . ¿Qué le pasa á usté?
— 21 —
PoT. Que me he dejao er portamoneas en el otro
temo. Ni un perro cliico traigo ensitna.
Bald. Por er servisio no lo sienta usté.
Por. tíe agrádese la confiansa; pero e.s que nesesi-
to dinero SUerto. sacando de la cartera un billete.
¿Tiene usté cambio e sinco duroí-?
Bald. Levemente escamado. ¿De... de sillCO durOSV
Sabe usté que como es temprano quisa no
haya, a ios tuertos. ¿Ustedes tienen cambio e
sinco duros?
Juan También son ganas e gasta saliva, Bardo-
mero. Se pone á leer ua periódico ilustrado.
Ano. Traiga usté. Yo iré a cambia en un peri-
quete.
Poi . Date prisa.
AnG. Ya estoy aquí, coge cl billete y echa á correr por
la puerta del foro. (Donde estoy ya es viendo á
mi novia.)
PoT. Mirando el reloj. Tos son Contratiempos. Se me
ha hecho más tarde que la má.
Bald. Er niño gorverá en seguía.
PoT. (¡De güen humó vía encontrarme á aque-
ya!) Tomaré un chato mientras viene, se
sienta ante uno de los veladores, lo más lejos posible
de los tuertos.
Bald, Pepa, un chato aquí.
Pepa se levanta y sirve á Potito.
Juan Los hay que son fieraf--. Un marío en Chi-
piona, que mata á su mujé y cuerga las tri-
pas der barcón. Aquí en er diario viene er
retrato e las tripa?-. ¡Qué decadensia!
Por. (¡Pero vaya unas conversasiones que saca cr
tío ese!)
PeR- ¡y toavía quién argunos que la pena de
muerte se abuelal ¡Sí, si!
Juan Aquí no hay sivilisasióu paeso.
Per. Somos más sanguíneos.
BaD. Cantando otra vez.
Ar simenterio me voy,
yo me voy ar simevíerio,
yo ar simenterio me voy ..
PoT. (¡Camarín, no veo la salía!)
— 25 —
Bald. Tú, Badana, vete ar siinenterio si tienes gua-
to, pero no me cantes en la tienda.
Bad. Dispensa, hijo. Es la pajolera afisión.
PoT. A Pepa, aparte. (Diga usté, güena mosa: ¿estos
tres anaigos frecuentan er loca?
Pepa Más de lo que le conviene al amo,
PoT. Eso creo yo; porque ensima e sé tuertos, que
ar fin y ar cabo es una desgrasia, no son mu
alegres que se diga.
Pepa Gaye usté, por Dios. Si yo pintara argo en la
tienda...
PoT. Pero ¿usté no pinta aquí na, presiosa?
Taburete empieza á agitarse. Baldomero, que está pen-
diente de él, se echa á temblar.
Bald. (¡Ay!...)
Pepa No, señó. Ni aquí ni en parte arguna.
PoT. Será porque no hay gusto en Seviya.
Pepa Será por eso.
PoT. Pos usté bien que lo demuestra pa veí--
tirse...
Bald. (¡Ay!...)
POT. Cogiéndole á Pepa los flecos del pañuelo que tiene
puesto. Porque este pañolito es cosa fina.)
Tab. Alzando la voz. ¡Las manos quietas!
Bald. (¡La jisimos!)
PoT. ¿Cómo?
Tab. ¡Las manos quietas!
Poi. Hombre, yo creo que en coge er ñeco der
pañolito, no hay ofensa pa nadie.
Tab. Es que der ñeco se pué usté corre ar flaco.
PoT. Le diré á usté, amigo: sé trata con señoras.
Tab. Pos lo disimula usté más de lo que con-
viene.
PoT. Levantándose con resolución. Oiga USté, que eSO
ya es habla demasiao. A mí á educasión no
me gana usté, ni toa la parentela de usté.
Tab. Yendo hacia Potito como si fuera á mereudárselo.
¿No, verdá?
Pepa ¡Por Dios, José María!
Tab. ¡Quítate de enmedio!
Bald.- ¡Pero, Taburete, por Dios!
Tab ¿Queréis dejarme?
•luAN ¡Ya está arma, ya está arma!
Tab, ¿Me va usté á repetí lo que ha dicho?
— 26 -
PoT. ¡Sí, señó: pero no va á sé aqni; porque á mí
cuando quieo coge un galápago pa tirarlo ar
poPO, la gente me estorba!
Tab. ¡Mardito sea er café con leche!...
Hace como que va á sacar una navaja; Potito le echa
mano á una silla; Pepa grita incesantemente, y los de-
más se Interporeu entre aquellos y meten á empujonet;
á Taburete por la puertecilla de escape.
PoT. ¡Venga usté pa acá!
Pepa ¡Ay! ¡ay! ¡ay!
Bald. Pero, ¿qué va á fé esto?
Per. ¡Quieto ahí!
Pepa ¡No te pierdas, José!
Juan ¡Vamos, hombre, vamos!...
Tab. ¡Sortarme ya, que me coma á esa careo-
manía!
PoT. ¡Sortario, á vé qué hase!
Bald. ¡Meterlo ahí, que no sarga más! ¡Joydn con
el hombre!
Tab. ¡Ya nos veremos espasito!
PoT. ¡Cuando usté quiera!
Juan de Dios entra con Taburete por la puertecilla.
Pepa ¡Ay, JesúiJ, no hay minuto seguro con é! Y
es que se siega er pobresito; es que se ense-
la hasta de un tirabusón que yo coja. ¡Ay!
¡ay! Vase tras él.
PoT. Pos si se ensela que se quee en su casa me-
tió. ¡Miá también la mu jé! a Baldomcro. ¿Usté
es el amo der negosio?
Bald. Por desgrasia, amigo.
PoT. ¡Sí que tiene usté aquí una lotería! ¡Está
esto yeno de alisiente.-! — ¿Y el arrastrao der
niño, qué hase?
Impaciente se asoma á una y otra puerta. Lluive con
verdadera furia. Sale de nuevo Juan de Dios á comple-
tar el cuadro.
Juan Bardomero, esto no pué sé.
Per. Ko pué sé.
Bad. No pué sé.
Bald. Desesperado. ¡Que no pué sé, ya lo sé yo! Pero,
¿qué queréis que le haga?
Juan. Bien te lo arvertí: no yeves mujeres á la
tienda, que las mujeres no dan más e di-
justos.
— 27 —
Per. Empesando por la propia.
Por la calle del foro pasan dos ó tres personas sin pa-
raguas, corriendo.
PoT. ¡Kse, por lo visto, se ha yegao á Fransia cá
cambia!
Bald. ¡Mala puñalá le den ar niño!
PoT. ¡Y no yueve! ¡Se me vaá orvidá á mí esta
mañanita! ¡Más nervioso estoy que er rabo
de un perro!
Bald. Hombre, Badana, ¿quiés alargarte hasta el
estanco á vé si ves á ese pajolero, y lo echas
pa acá de un puntapié?
Bad. ¡Si, hombre; ya lo creo! ¡No fartaba más!
Se va por la puerta del foro cantando.
Cuando le hisieron la autosia,
cuando la autosia le hisieron...
Juan Escucha, Bardomero. Harme caso una vfz
siquiera, ¡corcho! Si no quiés arruinarte,
despide á esa mujé, y tráete aquí á un hom-
bre e chispa, á un hombre e pico, á un hom-
bre e simpatías; tráete á un Curro Meloja, y
á la semana lo vas á nota, ó me corto yo la
cabesa.
Bald. ¿Un Curro Meloja? ¿Quién es Curro Meloja?
Juan Asombrado. ¡Corcho! ¿No conoses tú á Curro
MeloiaV Oye, tú, Peregrín; no conose á Curro
Meloja.
Per. ¿Que no conoses á Curro Meloja? ¡Sí, hom-
bre! ¿Quién es Curro Meloja?
Juan ¡Ei hijo de Paco Meloja!
Per. ¡Er casao con Rosa lal3onita!
Juan ¡Señó, Curro Meloja! ¡Si en Seviya lo salu-
dan hasta los gatosl
Per. ll^igf^l ¡Curro Meloja!
Juan ¡Josú! ¡Curro Meloja!
Bald. Fos señó, siento en el arma no conosé á
Curro Meloja.
Per. ¿a que aquí el amigo lo conose?
PüT. ¿Eh?
Per. ¿No conose usté á Curro Meloja?
PoT. ]Yo estoy ya que no conozco ni á mi padre!
Juan Pos güeno: Curro Meloja es un hombre que
está sembrao.
-. 28 —
Per. De los castisos, ¿sabes? ¡De los nuestros!
Juan Ahí en er Raratiyo va á lon:á dos copas toas
las lardes á una tienda, y hay bofetás por
entra en la tienda.
Bald. ¡Que venga aquí ese hombre en seguía!
Juan Es un gacholi que se pone á contá cuentos
y te tumbas e risa; que pasa una mujé por
la caye, y le dise un piropo, y güerve la cara
la mujé pa darle las graí^iHs; que coge la
guitarra y es menéete comérselo; que se pone
á canta, y se quea solo. Ese es Curro Meloja.
Per ¿Tú sabes dónde va por las mañanas? A la
tonelería der Bizco.
Juan ¿Quiés que me yegue en cuatro sartos y lo
traiga?
Bald. ¿Pos no he de queré? ¡Si ese hombre debe
sé pa los parroquianos un papé de efcos pa
las moscas! ¡Yégate corriendo por é!
Juan Pa luego es tarde.
Per. Coge mi paraguan.
Juan ¡El agua no moja! Vase á escape por la puerta dfl
foro.
PoT Pero oiga usté, amigo, ¿no será cosa que er
niño haya hecho un viaje con mi biyete?
Bald. No, señó, no; por ese lao no: er chiquiyo es
de confianea. ¡Rejoyín, qué sombra la mía!
Peregrín, honjbre, sar tú también á vé si
das con Angeliyo.
Pul. Y si no encuentra cambio que traiga er bi-
yete. La cuestión es que puea yo irme pron-
to de esta tienda, pa recomendársela en se-
guía á tos los amigos.
Per Aya voy. Coge su paraguas y se va también por la
puerta del foro.
Po 1 . ¡Cámara! ¿Quié usté darme una poca de
agua 6 Sé, que se me han regüerto las tri-
pas? Se sieuta aute un velador,
Bald. Sí, señó. Ahora mismo. Trata de servirlo con la
rQa\or solicitud, pero coge un sifón de «gua de ; eliz
que no funciona normalmente.
PoT. ¡De hacharao he roto á suda!
Bai D. ¿Qué jinojo le pasa á esto que no tira?
PoT. ¿También se ha descompuesto er sifón?
Bald. ¡Tambiéo! ¡Miste quégrasia! Va asé menas-
— 29 —
té di por otro, ai decir esto salta uu chorro de ¡icrua
que pone á Potito como nuevo.
PoT [Me caso con la rná! ¿Por qué no ras echa
usté el aeua ensima?
Bald. Ha eío sin queré... Usté perdone...
PoT. ¡Digo! ¡Y estrenando vestio! ¡Hoy me dan á
mí las viruelasl
Llega Angelillo por la puerta de la derecha, jadeante,
sudoroso y mojado.
Ang. Aquí estoy yo ya.
PoT. ¡Hombre, grasias á Dios! ¡Eres pintao pa
una casa e socorro!
Bald. Ahora te ajustaré yo las cuentas, granuja.
Ang. Mi amo, si es que no había cambio en nin-
gún sitio. He corrió más que er tío e la
lista.
PoT. ¿Quiés darme er dinero?
Ang. Sí, señó: tome usté. De la faja va sacando uno
tras otro cinco paquetes, de otros tantos duros en cal-
derilla. Potito, al ver la faena, llega al rojo. UnO,
dos, tres, cuatro y si neo.
PoT. ¿Pero los tra^s en cuartos, anima?
Ang. ¡No he encontrao otra cosa!
Por ¡Hay pa cogerlo ¿sabe usté? y haserlo asti-
yas pajoleí'as! ¿A qué huele esto?
Ang. Será á pescao; porque he cambiao en la
pescadería.
Pot; ¿Le paese á usté? ¿Y dónde me guardo yo
tanto paquete que no haga feo? ¡Por su-
puesto, mañana viene aquí mi cuadriya y
le mete fuego á la tienda! se va disparado
por la puerta de ln derecha.
Bald. Grandíí^imo ladrón, ¿tú también vas en con-
tra mía? ¿Qué has hecho?
Ang. (Ganarme dos reales en er cambio e los sin-
co duros! ¡Lo que no se gana usté aquí en
tres meses!
Bald. ¿Tú le has cobrao er servisio e las botas?
Ang . Yo no. ¿Y usté?
Bald. ¡Tampoco! ¡Ni er chato que se ha tomao des-
pués!
Ano. ;Pos ha sío un negosio mu bonito!
Vuelve á salir el sol.
Sorda .asomándose á la puerta del foro. Bardomero.
- 30 —
Bald.
Sorda
Bale.
Sorda
Bai.d.
Sorda
Balo.
Sorda
Bald.
Sorda
Bald.
Sorda
Bald.
Sorda
Bald.
Ang.
Bald.
Sorda
Ang.
Sorda
Ang.
¿Otra vez?
^•Tú no esperabas un barrí de vino?
¡Sil
¿De mansaniya?
¡Si!
;De Sanlúca?
¡Sí!
¿Qué pí?
¡Que si!
¿Ha dio por é á la estasión Antonio er ca-
rrero?
¡Sí!
¿Que sí?
¡Que PÜ
¡Pos se le ha roto ar carro una ruea, se ha
caio er barrí, se ha defondao, y está toa la
caye regá de vinol
¡Rejinojo! Da una patada y pisa á Angelillo.
lAyl
¡Hombre, echa una caja e fósforos en un
vaso e agrna, qne me los vi á toma en cuan-
to güerva! Vase por la puerta del foro, despavorido.
¡Miá que tiene una pata tu amo!
Aludiendo al pisotón. Regulá la tiene, comadre.
Yéndose pregonando. ¿A quién le doy la suerte?
¡Er catorse mí... quinientos veintisinco! ¡De
dose reales!
jJosú! ¡Cuando se van de aquí los tuertos, y
la Sorda, y el amo, y Taburete, ¡Josú! paese
que se respira! ¡JosiÍ! ¡Jasta er só ha salió!
Se asoma á la puerta de la derecha. ¡Y mi novia
en la esquina! Llamándola. ¡Leonoriya! ¡Pues
vení sin cuidao!
Llega Leonor.
Música
Ang. Ven aquí, claveyina,
ven acá, pimpoyito.
Leo. ¿y mi padre?
Ang . ¡Salió tragando quina!
¡La tienda lo trae frito!
Leo. Tiene suerte maüna
mi papá er pobresito.
— 31 ~
Ang. No te apures por tu papá,
que yo, uiña, lo sarvare;
yo soy hombre capá,
mientras viva con tu queré,
de yevá la Puerta Rea,
donde está la Puerta e Jeré.
Leo. El arcarde se va á opone
á ese cambio tan radica;
pero es cosa de vé
que sólito por raí na má,
donde está la Puerta e Jeré
yeves tú la Puerta Rea.
Ang.
Leo.
Ang.
¡Eso es poco!
¿Poco?
¡Poco!
¡Es una bicoca!
Leo.
Ano.
¡Chiquiyo, me güerves loca!
¡Yo sí que estoy loco!
En la cabesita
de un arñlerito,
Jago yo un cuartito
mu chiquerretito,
Leo.
pa que vivas tú.
¡Josú!
Ang.
Jurando.
¡Va por tu salú!
Leo.
Pos en la puntita
de ese arfilerito.
te hago yo un laito
Ang.
mu apañaito,
donde quepas tú.
¡Josú!
Leo.
Juraudo.
¡Va por tu salú!
Ang.
Tirándole besos.
Leo.
¡Ten pa tí!
¡Vengan pa acá!
— 32 -
Ang. ¿y pa mi?
Lbo. |Pa tí no hay na!
Tiiinaiido yo los tuyos güeno está.
Ang. ¿y si te cogiera?
Leo. ¡Qué me has de coge!
Ang. ^A'amos á probarlo?
IjEO. ixAnda y prueba á vé!
Juegan corriendo por la escena.
Ang. ¡Moreniyal
Leo. ¡Moreniyo!
Ang. ¡Corre, corre, corre, corre, que te piyo!
Leo. ¡Corro, corro, corro, corro, que me piyal
Asg. ¡Que te cojo, Leonoriya!
Leo. ¡Que me coges, Angeliyo!
Ang. ¡Que te piyo, que te piyo!
Leo. ¡Que me piya, que me piyn!
¡Ay, Angeliyo!
Ang. ¡Ay, Leonoriya!
Leo. ¡Ay, gitauiyo!
Ang. ¡Ay, gitaniya!
Leo. ¡Déjame, que ya estoy causaiyal
Ang. ¡Yo también estoy ya cansaiyo!
Leo. ¡Vaya un modo de corre!
Si nos viera mi papa,
con er genio de é
¡la que me ilia á echa!
|lo que me iba á basé!
¡la que se iba á arma!
Yo me doy ya por vrnsia,
y me entrego de una vé,
que es mejó que tv'i me cojas
¡mtes que nos coja é.
Ang . Abrazándola de pronto.
]Te piyé!
Cesa la música.
¡La? ganas que tenía yo, Leonoriya, de que
pasáramos los dos un rato solos!
— 33 —
Leo. ¿Pos y yo, Angeliyo? ¿Hay na mejó que
verse así, serquita, serquita, y sólitas, sóli-
tas, dos personas que se quieren tanto?
Ang. Ven acá: arrímate á mí, que no te yeno de
betún. Siéntate aquí conmigo.
8e sientan juntos, ella en una silla y él en el suelo,
cerca de la tarima del limpiabotas.
Leo. Aquí me tienes. Dime, Angeliyo: ¿cómo va
er negosio?
Ang. ¡De cabesa!
Leo. ¿De cabesa, eh? Como to lo que emprende
er pobresito de mi papá. ¡No le ha salió
bien má3 que una cosa en esta vía!
Ang. ¡TJna cosa na más! ¡Conformes!
Leo. La primera tienda de ansuelos y lombrises.
Ang. Entcnces le han sallo bien dos cosas: la
tienda e los ansuelos y tú. Lampando estoy
yo porque tu padre se desespere der nego-
sio— que ya le farta un pelo — pa ponerme
delante de é y desirle: «Señó Bardomero,
de argo le ha de serví a usté tené esa hija
tan serrana. Aquí hay un hombre.»
Leo. ¡Ay, qué alegría, Angeliyo! Porque yo sufro
mucho de verlo ar pobresito míi pelea con
su sino perro pa saca la casa adelante. Hora
es ya de que descanse er pobresito. De cua-
tro garbansos que tengamos nosotros, uno
será pa mi madre y otro pa é. En la eegu-
ridá de que si arguno es negro, le toca er
negro ar pobresito mío.
Ang. Pero ¿qué hablas ahí de cuatro garbanso??
¿Tú crees que no vamos á salí de pobres nos-
otros? ¡Pos no tengo yo muchos inventos en
la cabesa! Arguno petará. Yo no me paso la
vía de betunero. ¡Pa eso tenía yo que no ha-
berte conosío á tí! Desde que tú me has mi-
rao con esas dos cajas e betún que tienes
por ojos, me ha entrao una hormiguiya de
sé rico y de vale argo, que ya verás como va
á para en bien.
Leo. ¿Será la tienda nuestra?
Ano. ;Dalo por seguro! ¡Y la muaremos de sitio,
y la pintaremos de coló de rosa, y le cam-
biaremos er nombre, y le prohibiremos la
3
— 34 —
entra á tu padre, y le pondré yo un ventila-
do que cante tangos, que ér sólito va á yamá
ar público!
Leo. ¿y eso será pronto, Angeliyo?
Ano . ;Cuando menos se piense! Porque te preven-
go que ca vez que Taburete arma aquí una
gre-'ca, ó que los tuertos prinsipian á dá rnn-
las notisias y no acaban, me jaí^en á mí asiu
la^ tripas }' me eiitr;ín rranas de pelea.
Leo. ¡Pero qué güeno eres! ¿No te vi á qneré?
Ang. ¿Te parezco yo mu güeno, Leonoriya?
Leo. Mu retegüeno, y mu forma, y mu desent^.
Ang. Dema^iao desente: porque yevamos junto-f
un cuarto de hora, y no te lie cogió ni un
peyizco.
Leo. Con ganas del pellizco. Hombre...
Ang . ^.Qué'?
Leo. Si no es más que un peyizco...
Ang, ¡Un peyizco na más!
Leo Ea... pos anda...
Ang. Lo malo es que como tengo los déos un po-
quiyo susioí, será mejó que te lo coja con
los dientes.
Leo. Peí o eso ya no es un peyizco: eso es otra cosa
más grave...
Ang. ¡Sin apretá, no es grave!
Leo ¿No es grave?...
Llega en esto el Forastero otra vez, por la puerta del
foro.
FoR A la paz e Dio?.
Angelillo y Leonor que estaban tan acaramelados, se
asustan y reniegan de él.
Ang. [¡Mardita sea tu estampa!)
Leo ('¡Mía qué oportuno!)
FoR. (¡Hombre, me he colao en la misma tienda
de antes! Y es que tiene dos puertas. Menos
mar que no está aquí aquer guapo.) se sienta
ante un velador y toca las palmas. Angelillo no le hace
caso. Vuelve á tocar las palmas.
Ang . Levantándose y yéndosí á el con mal modo. ¿Qué SC
le ofrese á usté?
FoR. Algo desconcertado. Yo quisiera un chatito e
montiya. Pero por las güeñas... Cuestiones,
no.
— 35 —
Ang. ¿üu chatito e montiya?
FoR. ¿No hay montiya?
Ang. Le diré á usté: hay montiya, pero franca-
mente, no es un montiya reco nendable.
¿Sabe usté donde tienen un mo itiya pa chu-
parse los déos e gusto? nevándolo á la puerta del
foro. Aquí ar regorvé de la esquina e-ta.
FoR. Muchas grasias, amigo. Me limpiaré las bo-
tas, )'a que estoy aquí.
Ang. Esas botas están limpias, señó.
FoR. Un poco perplejo. ¿Estáu limpias?
Ang. y con er día de yuvia que jase, es ganas e
gasta dinero en limpiarse las botas.
FoR. También es verdá. i'En mi vía me ha pasao
na por el estilo. ¡Compadre, qué S^íviva esta!)
Vase por la puerta del foro, dejándose olvidado el pa-
raguas.
Ang. ¿,blabrá tío mal ange? ¡Paese que había ele
gío er momento pa entra!
Leo. Viendo venir á Baidomero. ¡María Santísima!
Ang. ¿Que?
L'ílo. ¡Eíto sí que es peo! ¡Mi padre!
Ang. ¡Nos caímosl
Por la puerta del foro vuelve el desventurado Baldo-
mero. Leonor se pone tras el mostrador á hacer que
hace algo.
Bald. ¡Marditas sean las asitunas sapateras! Oye,
¿quién era ese que salía?
Ang. Uno. .
Bald. ¡Eso ya lo he visto! ¿Ha bebió argo?
Ang. No señó... Pa mí que es de la polisía.
Leo. (¡Qué lioso!)
Ang. Ya sabe usté lo que quié esa gente.
Bald. ¡De memoria!
Ang. (Se la tragó.)
Bald. Aquí paese que güerve.
Leo. (¡.Josú!)
Vuelve el Forastero por su paraguas.
FoR. Con permiso: se me orvidó er paraguas.
Bald. Dándoselo con solicitud. ¿Es eSte?
FoR. Sí, señó: muchas grasias.
Bald. JNo hay de qué. Yo soy el amo de la tienda.
Poniéndole misteriosamente un duro en la mano. To-
me usté pa unas copas.
— 36 ~
FoR. Sorprendidísimo. ¡Hombre!
Bald. ¡Hílgame usté er favo!
FoR. ¡Pero, hombre!
BxLD , ¡Señó, pa unas copa?! Dándole vueltas sin dejarlo
hablar, lo empuja hacia la puerta del foro.
FoR. ¿\ santo de qué?
Bald, ¡Bébaselas usté á mi salúl
FoR. Es que...
Bald. ¡Es que no se habla más der partícula! ¡Va-
3^a usté con Dios!
FoR. Pero...
Bald. ¡Vaya usté con Dios! Desaparece el Forastero,
Angelillo y Leonor han presenciado la escena muerto»
de risa. ¿Digo, eh? ¿Conozco yo á esos tíos?
Ang. ¡a la legua!
Bald. ¡Y hasía como qne no lo tomaba! De repente.
¡IVIe ca?o con la Torre el Oro!
Ang. ¿Qué?
Leo. ¿Qué?
Bald. ¡Que le he dao er duro de los estudiantes!
lin cuantito vea que es de plomo, se cree
que es pitorreo y me va á barda de una
multa. ¿Es pata ó no espata'^ A Leonor. ¿V tú
por qué estás en la tienda?
Leo. Porque... mamá me dijo... me dijo, dise:
«Yégate aya en un sarto... y que papá te dé
dinero pa compra dos varas de tela que ne-
sesito.»
Bald. ¿Sí, eh? Pos dile á tu madre que con una
vara hay bastante... y que yo la yevaré esta
noche... y que habrá tela pa las dos. ¡Arsa pa
casa ya, que estás tú mu saca de quisio!
Leo No se enfade usté conmigo, papá; que no
he hecho na malo... toavía.
P>ALD. ¿No oyes que te vayas?
Leo. Ya me voy. ¿Por qué no inventas tú una
cosa contra er mar genio?
Bald. ¡Verás!
Vasc Leonor corriendo por la puerta del foro.
Ang. (¡Más bonita es que un puesto e flores!)
Bald. Lleno de aflicción. Angeliyo, estoy á dos dees
de tirarme ar Guadarquiví por el arco de
en medio. ¡Cuatro arrobas de mansaniya
perdían! No yoro... porque disen que los
hombres no yoran; no por farta e ganas.
— 37 —
Ang ¡ Va3'a por Dios, mi amo; vaj'a por Dios!
Sale Taburete por la puertecllla de escape, coge su pa-
raguas y se eucamiua a la del foro.
Tab. Hasta luego.
Balu . Hasta luego.
Ang. Hasta luego.
Tab. Deteniéndose un punto. ¡Ah! Sí viniera Anto-
nio er gitano preguntando por uií, que se
aguarde.
Bald. ¿Pero va á vení á mi casa ese hombre?
Tab. Anda disiendo por ahí que tiene ganas e
matarme, y yo le he mandao cuatro letras
disiéndi>le que aquí lo espero.
Bald. ¡También lo ha podio usté sita en la Cruz
der Campo!
Tab No se me ocurrió. Con esa no cuente usté
hoy. Desde la pendensia de antes, metió la
cabesa deb^ijo un corchón, y no la saca.
Hestérica perdía.
Bald. ¿Qué es eso de hestérica?
Tab. ¡Que no hay quien la aguante! Se va por la
puerta del foro.
Bald. ¡Pos hesférico estás tú desde que nasiste, la-
drón!
Ang. ¡Asín trompiese en er primer adoquín le-
vantao y se esbarate ayí la cara mas e lo
que la tiene!
ChIQ. 1.0 Asomándose á la puerta de la derecha y chillando.
¡Bardomero!... ¡Mucha tienda y poco dinero!
Bald. ¡Vieras si te cojo!
El Chiquillo echa á correr y desaparece. Por el hueco
dal cristal de la puerta del foro asoma la cabeza otro,
rompiendo el papel.
Chiq. 2.0 ¡Bardomeriyol... ¡Mucha tienda y poco bor-
siyo!...
Bald. ¡Mardito sea tu padre!
El Chiquillo huye. Se ve correr á tres ó cuatro más,
que le chillan á Baldomero.
Ang. ¡Qué grasiosos están los niños!
B-vLD. Acuérdame que le avise ar cristalero, por-
que han dao en la grasia de mete la cabesa
por er papelito.
Chiq. 1.'^ Dentro. ¡Bardomero Castañ:is!...
Chiq. 2s^ ¡En er cajón tiene telarañas!... ;
Nuevos gritos y carreras de los Chiquillos.
— 38 —
Bald. ¿Tú oyes? |E8 er cormo ya! ¡Has-ta Ids chi-
quiyos sacan cosas con mi mala sombral
BaD. Presentándose alborozado por la puerta del foro y yén-
dose en seguida. Oye, tÚ.
Bald. , Qué quieres?
Bad. ¡Ahí viene Juan de Dios con Curro Meloja!
Ang. ¿Con Curro Meloja?
Baid. Si; si vienen pa acá.
Bad. ¡Kse hombre si que te conviene en la tien-
da! ¡Voy á paludario!
Bald. ¡Señó, que sea n)i jjrovidensia Curro Me-
loja; que me sarve; que me anime el esta-
lilesimiento; que ya me duele el nrma judía
de verme perseguío por la mala ei-tieyal
Per. Por la puerta de la derecha, no menos alborozado que
Badana. ¡Ya tienes ahí á Curro Melojal
Bald. [Me alegro!
Per |Y lo que te alegrarás!
Ang. lArgunas ganas tengo yo de conosé á ese
homl)re! ¡Uise to er mundo que es un cho-
rro e giasia
Bald. ¡Ojalá lo sea de güeña sombra pa mí!
Per. Aquí está ya.
Por la puerta del foro, que Angelillo ha abierto pre-
viamente de par en par, entre Juan de Dios y Badana,
llega el anhelado y famoso Cuiro Meloja. Ko hay más
que verlo para comprender que la leyenda que lo en-
vuelve carece de base. Hay reputaciones usurpadas.
Bald. ¡Adelante, señores!
Curro Empezando a desplegar su repertorio. ¡iSoluQUíJ
Es de advertir que hasta los bueuos días los da como si
dijera una gracia, y que él celebra con su risa primero
que nadie todo cuanto dice. Está satisfecho de su in-
genio. Sus amigos y admiradores, los tres tuertos, re-
piten también en son de elogio todas sus frases y se
ríen á perecer con ellas.
Bald. Güenos dias.
Curro ¿Cómo está usté, amigo?
Bald. l'a servirle.
Juan Aquí er compadre Bardomero, ¿te enteras,
Curro? tenía ganas ei hombre de toma con-
tigo una copa.
Bald. Si, señó.
Curro Juaniyo, una copa se toma pa hasé un juego
^ 30 —
e manos. ¿Qué menos vamos á toma que
una dosenibüisf
Juan a Baidomero. (¿Has estao en er timo/ ,L'na do-
seyúhüü! Tú d<^jalo á é. Porque es un hombre
á quien no se le pué desí: «Haga usté una
grasia.»
Bald. a Juan de Dios. Ya comprendo que no es
ningún perro amaestrao.) ¡í'ero, cabayeros,
sentarse! Vi yo á di preparando eeas copas.
En efecto, va á ello. Todos los ojos, que son pocos, y
nones, están fijos en el héroe de la jornada, de quien
se espera mucho y bueno. Por la puertecilla de escape
sale en esto Pepa la Garbosa con un mantoncillo al
brazo, que deja sobre una silla al salir.
Pepa Güeuos días.
Curro Güenos días, a Peregrin. ¿Quién es esta mo-
rucha?
Per. Pepa la Garbosa: ¿no la conoses? Cuña de
Bardomero.
Curro contemplándola con admiración. ¡Vaya Cardo!
Per. Ven acá, Pepiya. Este es Curro Meloja.
Pepa Mucho gusto de conoserlo.
Curro Yo no le digo á usté na, porque me ha cor-
tao Uí-té el resortíbilis.
Juan Oye, Pepiya. Tiae pa acá tu guitarra, que
pué que no estorbe.
Per Pué que no.
Pepa ¿Mi guitarra? Me lo ha prohibió Taburete,
pero en ñn... Vase por la puertecilla otra vez.
Curro Mirándola andar. ¡Vaya caló! ¡Pero que vaya
caló!
Por la calle del foro pasan dos ó tres muchachas, acom-
pañada de su novio alguna.
Juan Tú siempre serrando los ojos delante e las
mujeres.
Per Por aquí pasan ahora argunas mu serranas.
a Juan de Dios. (A vé SÍ lo oimOS.)
Bald. Las operarlas de ahí abajo. Dos ó tres hay
que valen er dinero.
Curro ¿Quién se quea sin mirarlas entonset?
Juan ¡Pa argo ha sallo er só!
Se acerca Curro á la puerta del foro. Pasan diversas
muchachas de mantón, solas unas, otras en parejas ó
en grupos de tres, y á cuantas pasan les dedica una
- 40
frase el festejado. Los tuertos rien á mandíbula l)iUicii-
te, como ya se ha dicho, y repiten entusiasmados las
frases
Juan Guiñándole á Baldomcro. ¡Ahora verás Canela!
CukRO A una mocita. ¡Vaya Cardo!
Juan ¡Va\M cardo, distl
Curro a otra. ¡Vaya cardo! a otrns. iVaya caló!
AnG. Desde la puerta de la derecha. ¡Por aqUÍ también
pasan arrimas!
Curro Acudiendo allá presuroso. No se pilé cstá en toas
partes, amigo.
Ang. Miste esa.
Curro viéndola venir. ¡Vaya cardo! ¡Vaya cardo! ai
paso de la mujer. jVaya calÓ!
Juan Desde el foro. [Curri^'o!
Curro ¡Me yamo! Se une á su panegirista, y apenas llega,
le dice de nuevo á otra oficiala: ¡Vaya Cardol
Baldomcro deja mientras sobre un volador una botella
de manzanilla y una bandeja de copas, que llena del
liquido precioso. AngcHUo se le acerca á abrirle su
pecho.
Ang. (¿No le paese á usté mucho cardo, señó Bar-
domero?
Bald. y mucho caló. ¡Como que va á herví er
cardo!)
CURKO .\ las que van pasando por la puerta ¡Lo pequeño!
¡Lo fino!
Ang. ¡Lo gordo!
Curro ,>,KhV
Ang. ¿No es gorda esa?
Curro Niño, tienes tú que come toavía muchas
migas pa arterná con mangue.
Pepa saliendo. Aquí está la guitarra.
(.'uRRO ¡Vaya cardo!
Bald. Y aquí están las copas muertas e risa.
Ang. (¡No será de lo que dise Curro Meloja!)
Per. ¡Siéntate, Curriyo. Vamos á arma una mijita
e juerga.
Curro Vamos á armarla. A eso estamos.
Bald. ofreciéndole una copa. Tome usté, amigo.
Curro 8e estima. Se la bebe de un trago, tapa con la mano
la copa vacía y luego mete en ella la nariz.
Bald. ¿Le gusta?
Curro Sipi.
~~ 41
Bald.
Curro
BaLD.
Curro
Bald.
Curro
Juan
Pepa
Curro
Pepa
Curro
Bald.
Curro
Pepa
Curro
Juan
Bald.
Curro
Juan
Pepa
Bad.
Per.
ÁNG.
Bad.
¿Cómo?
¡Que sipi, hombre, que sipi!
Ah, sipi. Lo desía, porque si no le sirvo otra
marca.
Nopi.
¿Nopi? Yo creo que es una mansaniyita que
se deja bebé.
¡Naturaca!
Baldomero, á cada palabra de Curro Meloja y ante las
risas de los tuertos, mira consternado á Angelillo, dán-
dole á entender que no le encuentra el chiste por nin-
guna parte al tau celebrado gracioso.
¿Tú no bebes, Pepa?
Yo no. Me lo ha prohibió Taburete.
¿Y qué es eso?
Mi novio.
¿Tiene usté novio, hija?
Un cachiyo.
Pero cantará usté cuarquier filigrana.
También me lo tiene prohibió.
¡Várgame Dios! ¿Es un bando ese hombre?
Gran carcajada de los tuertos.
¡Ha estao sélebre! a Baldomero. (Tú déjalo á é.
A Juan de Dios. ¡Si yo lo dejo! ¡Ya se ha to-
mao tres copas!)
Ea, pos aya voy yo, niña, pa meterla á usté
en fatigidrris. a juan de Dios. Témplate por lo
mío.
Vamos aya.
Vamos á vé.
Vamos á vé.
Vamos á vé, vamos á vé.
¡Vamos á vé!
áar por esa copla que á mí me gusta tanto:
Er verduguito apretó,
mi padre sacó la lengua,
mi madre se impresionó.
Curro Eso es mu triste. ¡Ya veremos por donde
pito!
Per. ¡Venga, venga!
— 42 —
lusica
Principia á entonarse Curro Meloja
Curro
Bad.
Juan
Curro
Bald.
Per.
Curro
Bald.
Ang.
Per.
Bad.
Cuero
Pepa
CURR )
Pepa
Ang,
Bald.
Vng.
Bald.
Curro
Pepa
Juan
Curro
Au, au, au, au...
¡Olel
¡Mi niño!
¡Ole la voluntaca, y na máe que la voluntacaf
An, au, au, au...
Maquinalmente. ¡Vaya Cardol
¡Pero que mu güeiio!
Arrancándose al fin, como si la u estuviese más bara-
ta y fuese más graciosa que las otras vocales.
L.au grausiau deu lau persounau
non seu mideu por audarmeus,
queu geu mideu por aurroubaus.
Los tres tuertos estallan en exclamaciones de entusias-
mo, desconociendo sin duda que, además de la u, hay
cuatro vocales.
A Angeiiiio. (¿Qué te parese á tí, Angeliyo?
A Baldomcro Que er der padrón de los pe-
rros está aquí mañana.)
¡Veamos á otra, á otra!
¡A la grande!
Va por usté, niña.
Venga ya.
Tantou teu quierou mujeu
que anteus deu verteu con outrou
maulan puñaulau te deun.
Se reproduce el entusiasmo de los tuertos.
Mu bien cantao está eso, señó.
Aparte con Baldomcro, como antes. (^¿Qué ha dlcho
de tedeunf
¡Cuarquier cosa! Pa mí que Juan de Dios
está en lo firme.
¿Por qué?
Porque dise que este se quea solo cantando.)
¿Y á usté, persona e mérito, no le vamos á
vé la grasia?
Ay, si supiera usté er mieo que tengo. Tan-
to mieo como ganas e canta.
¿Por una vez quién va á saberlo, mujé?
Vamos, vamos aya.
43 —
Pepa Vaya que sea. ¿Qué canto, Juan de Dios?
Juan «Si te di lo que más vale.» ¡Lo tuyo!
Pepa Güeno.
Si te di lo que más vale,
¿qué pueo ya contra tí,
que no quisiera quererte
y te quiero más que á mí?
Moreniyo mío,
vete de mi vera,
que vi á escribirte una carta
en que te pío que vengas.
Oles y aclamaciones generales.
Curro ¡Sircustansias ahí!
Per. Anda, Pepiya, otra; no te enfríes.
Pepa Como sé que me orviaste
por una mala gachí,
me está quemando la boca
aquer beso que te di.
Anda y que te prendan,
vete de mi lao,
y mándame cuarquier día
mi delantá colorao.
Se repiten los aclamaciones y ccsa la música. Momen-
tos antes se ha presentado Taburete por la puerta del
foro, sin ser visto.
Dando un paraguazo en el suelo. ¿Con que de
juerguesita, eh?
Sobrecogida, j José María!
¡(Uieno val
¡''abúrete!
¿Eíte es Taburete?
Yo soy Taburete, si señó, a Pepa. ¿Se pué
sal)é quién ha sío er sinvergüenea que te ha
dao permiso pa canta?
Interviniendo amistosamente, seguro de su labia.
Coiiiparito, usté se haequivocao, y usté dis-
pense. A lo mejó pierde uno er caletrihilis.
Aquí no somos más que unos amigos que
están tomando cuatro copaH, y usté va á sé
uno de eyos, y me va á aserta á mí esta copa
que yo le doy.
Per. ¡Mu bien, mu bien!
Juan a Baldomcro. (¡No hay otro pa arregla cues-
tiones!)
Tab.
Pepa
Bald.
Ang.
Curro
Tab.
Curro
- 44 -
TaB Después de aceptar la copa y de bebérsela, sin pala-
bras, da las gracias con un ademáu y repite: ¿Se
pué eabé quién ha sío er sinvergüensa que
te ha dao permiso pa cantáV
Bald ¡Jinojo!
Curro ¡Vamos, hombre, vamos; que no se diga!
Aquí tos somos unos, y aquí lo que hay son
güenos deseos, y no hay más que habla, y
usté se va á toma ahora mismo otra copirri,
porque con un pie solo no se anda. ¿Es ver-
dá, comparitü?
Juan (¡No hay otro pa arregla cuestiones!)
TaíJ. Se echa al cuerpo solemnemeute la segunda copa, y
vuelve á preguntar: ¿Se pué sabé quién ha SÍO
er sinvergüensa que te ha dao permiso pa
canta?
AnG. Kstallando. ¡Yo he Slol
Tab ¿Cómo?
Movimiento general de sorpresa.
Ang. ¡Aquí no hay más sinvergüensa que usté,
que se está bí^biendo la boteya y no jase las
pases! ¡Se acabó!
Tab. ¡Niño!
Ang. ¡Hombre!
Pepa ¡Por Dios, José María!
Tab. ¿Tú no te has visto nunca la nuez en la par-
ma e la mano?
Ang. ¡No señó; y no saque usté la navaja, porque
no le jase usté sangre á una fresa! ¡Yo soy
quien le ha pedio á Pepa que cante... y yo
soy también er que le va ásortá á usté dos
gofetás en cuanto rechiste, y er que le dise
ahora que por la puerta se va á la caye!
Tab. ¿Quéeee?
Ano. ¡Aquí está usté de más! ¡Se acabó er perjudi-
ca á esta tienda con escándalos y bravatas!
¡Y si su pareja de usté quié seguirlo, tampo-
co vamos perdiendo gran cosa!
Tab. a los demás. ¿Qué hago yo? ¿Me vi á ensaña
con un chiquiyo?
pRPA ¿Pero tti has escuchao, Bardomero?
Bald. ¡Sipil
Pepa ¿Qué?
Bald. ¡Que sipi!
— 45 —
Pep^ ¿y estás conforme?
Bald. ¡Naiuraca!
Pepa ¿Ah, sí? ¡Ea, poa anda y que te enmielenl
¡Vamonos, José María; que tengo vo dos mía-
nos n u hermosas pa trabaja en cuarquier
parte y ganarlo pa ti! ¡Vente, hijo de mi
arma! Coge su mantón y agarra del brazo á Tabu-
rete.
Tab. ¡Vamonos, si; que hay muchos días pa ajus-
ta cuentas! ¡Er que quiera argo con Tabure-
te, en la Placa e Viyasís estoy toas las ma-
ñanas, junto ar puesto e los calentitos! Ar-
gunas veses no se me ve con el humo, pero
ayí estoy.
Pepa ¡Anda y no hagas caso! ¡Lo mismo ér que el
otro, son unos desagradesíos! ¡Pagarte así,
con er carté que tú le dabas á la tienda! ¡Va-
monos, que la caye es mu ancha!
Vase por la puerta del foro, con su queridísimo Ta-
burete.
Mu bien, Angeliyo!
Pero bien de veras!
De lo güeno güeno, lo aguanoso!
Chachipé!
No hay otro pa arregla cuestiones!
¡Pos claro, señó! ¡Yega un momento en que
se jarta una piedra e la caye de que la pi-
sen tantol ¡Y á mí me duele ya el arma de
vé la mala pata de este pobre hombre, y de
que to Dios se amonte en é! ¡b^s como uste-
des, que sobre pasarse aquí la vía sin habla
más que de cosas tristes, espantando á los
parroquianos, por to favo se nos aparesen
hoy con esta vela pa las tormentas!
Curro ¡Oiga usté, criaturita!...
Juan ¡Oye tú!...
Fer. ¡Bardomero!
Bad. ¡Bardomero!
Per. rt,Tú autorisas este sabruto?
Bald. ¡Sipi!
Curro ¿Es que me hase usté burla, amigo?
Bald. Sipi\ á\go nopi. ¡Es que yo también tengo
grasia!
Curro Pos mire usté: lo que me sobran á mí en
Juan
Per.
Curro
Bad.
Bald.
Ang.
— 46 —
Seviya sen tiendas donde un fósforo que yo
tire, lo recogen.
Ang. ¡Irá usté á arguna serería!
Curro Voy á donde me sale de adentro, iiiño. ¡De
verano! Encaminase á la puerta ck-l foro.
Juan No te enfaes, Curro.
Curro ¿No me he de enfada, Juan de Dios?
Per, ¡Haeón tienel
Juan ¡Te acordarás de este desaire, Bardomerol
Per. ¡Te acordarás!
Vanse los tres con Curro, comentando iiuligiiados el
suceso.
BaLD. Abriéndole los brazos a Augelillo. ¡Ven acá, Au-
geliyo, ven acá, que desde ahora te quiero
como si tu hubiera parlo mi mujé! ¡Ven
acá, que en dos minutos me has espatitao
de aquí toas las plagas que me sercaban!
Ang. Después de abrazarlo. PoS mi amO, OtaVÍa SOy
yo capá de sacarlo á usté á Üote.
Bald. ¿Cómo?
Ang. Déjeme usté siquiera un mes encarííao de
la tienda, y si esto cambia e rumbo, usté
me paga con lo que yo le pía.
Bald. ¡Finnao!
Ang. ¿De veras?
Bald . ¡Te digo que firmao, Angeliyo!
Ang. Peñiilando a la puerta del foro, en donde aparece Leo-
nor. ¡Pos ayí está er premio!
Bald. con gran sorpresa. ¿Mi chiquiya?
Ang. Como usté vé, no me queo corto. Entra.
Bald. ¿Te gusta mi chiquiya?
Ang. ¡Vle gusta más que come con los «ieosl
Leo. y yo lo quiero á ér más que á nadie en er
mundo.
Bald. ¡Pos anda y pelea juntos con er sino, que á
mí siempre me ha echao bola n* gra! Pué
que Fea lo único asertao que 3'o haga en
e>ta vía.
Sorda Pasando por la calle del foro de derecha á izquierda.
¡l£r catorse mí... quinientos veintisinco! ¿A
quién le doy la suerte?
Üaldomero huye al oírla.
Ang. i a nosotros va á sé! Con er poco dinero que
liaya en er cajón vi á compra ese desimo.
— 47 —
Leo. [Mu bien pensaol Y luego, lo primero que
hay que hasé es cambiarle á la tienda er
nombre.
Ang. ¿Cómo quieres tú que le pongamos?
Leo. «La güeña sombra». ¿Te párese?
Ang. Me párese.
Leo. Al público
Mi papá la deja;
ya la tienda es otra...
De hoy en adelante será esta la «Tienda
de la güeña sombra».
FIN
Fuenterrabla, Agosto, 1906.
OBRBS DE IiOS MlSiyiOS AUTORES
EMgri*i>iia y amor, juguete cómico. ("2/ edición.)
Rel^n, 12, principal, ja a-uete cómico. (2.^ edición.)
Oilito, juíjuote cómico-lirico. Música del maestro Osuna. (2." edición.)
lia nictlia liaran ja, jug-uete cómico. (2." edición.)
Kl tío «le la flauta, juguete cómico. (2.* edición.)
El ojito «lereeho, entremés. (3.* edición.)
lia reja, comedia en iin acto. (4.* edición.)
lia buena sombra, sainete en tres cuadros, con música del maes-
tro Brull. (6." edición.)
El pereg^rino, zarztiela cómica en un acto. Música del maestro
Gómez Zarzuela. ,
Ea vida intima, comedia en dos actos. (3." edición.)
Eos borrachos, saineto en cuatro cuadros, con miisica del maes-
tro Giménez. (2." edición.)
El chiquillo, entremés. (5.' edición.)
Eas casas ele carttín, juguete cómico.
El traje «le luces, sainete en tres cuadros, con música de los
maestros Caballero y Hermoso.
El patio, comedia en dos actos. (3.* edición.)
El motete, pasillo con música del maestro José Serrano. (2." edi-
ción.)
El estreno, zarzuela cómica en tres cuadros, con miisica del maes-
tro Chapi.
Eos Galeotes, comedia en cuatro actos. (3.* edición.)
Ea pena, drama en dos cuadros. (2.» edición.)
Ea azotea, comedia en un acto.
El género ínfimo, pasillo con música de los maestros Valverde
(hijo) y Barrera.
El nido, comedia en dos actos. (2." edición.)
Ea.s flores, comedia en tres actos. ^2." edición.)
Eos piropos, entremés.
• El flechazo, entremés. (2." edición..^
El amor en el teatro, capricho literario en cinco cuadros, pró-
logo y epilogo.
Abanicos y panderetas 6 ¡4 Sevilla en el botijo! humorada
satírica en tres cuadros, con música del maestro Chapi.
Ea dicha ajena, comedia en tres actos y un prólogo.
Pcpit.t Reyes, comedia en dos actos.
Eos meritorios, pasillo.
laa zaliorf. entremés.
I^a reina inora, saiiieto on tros cuadros, con música del muestro
José Serrano. (2."' edición.)
Zarag'atiis. sainóte en dos cuadros.
Ija za^'nla. comedia en cuatro actos.
I.>a ca^a de Oarcfa, comedia on tres actos.
lia contrata, ai>roiiósito.
El amor «|ue pasa, comedia en dos actos.
El mal «le amores, sainóte con música del maestro José Serrano
El nuevo servidor, humorada.
Mañana de sol. paso de comedia.
Fea y eon ffraeia, pasillo con música del maestro Turina.
I<a aventura de los galeotes, adaptación escénica do un capi-
tulo del Quijote.
lia musa loca, comedia en tres actos.
Ea pitanza, entremés.
£1 amor en solfa, capricho literario en cuatro cuadros y un pró-
logo, con música do los maestros Chapi y Serrano.
Eos chorros del oro. entremés.
9Iorritos, entremés.
Amor á, oscuras, paso de comedia.
Ea mala sombra, saincto con música del maestro Soriano.
SERAFÍN i JOAÍDÍN ÁLVAREZ QUINTERO
EL QEIflO ALEGRE
COMEDIA EN TRES ACTOS
SEaVNDA SDICION
'Nm-»-*'
SOCIEDAD DE AUTORES ESPAÑOLES
Núñez de Balbea, 12
JBI-, OKJNTIO ArvE£OI«K
Esta obra es propiedad de sus autores, y nadie po-
drá, sin su permiso, reimprimirla ni representarla en
España ni en los países con los cuales se hayan cele-
brado, ó se celebren en adelante, tratados intemaeio-
nales de propiedad literaria.
Los autores se reservan el derecho de traducción.
Los comisionados y representantes de la Sociedad de
Autores Españolea son los encargados exclusivamente
de conceder ó negar el permiso de representación y
del cobro de los derechos de propiedad.
Droits de représentation, de traduction et de repro-
duction reserves pourtous les pays, y compris la Sué-
do, la Norvége et la Hollando.
Queda hecho el depósito que marca la ley
EL GENIO ALEGRE
COMEDIA EN TRES ACTOS
serafín y JOAQUÍN ÁLVAREZ QUINTERO
Estrenada en el TEATRO ODEÓN de Buenos Aires, el 29 de
Setiembre de 1906
SEGUNDA EDICIÓN
MADRID
e. TBLA800, Ilir., llABQníB DI BASTA ÁHÁ, 11 DÜP-'
Teléfono número 661
• 908
(5 nuestro l^ermano Pe3ro
(Je>La4tH u loacLuíH.
REPARTO
PERSONAJES ACTORES
CONSOLACIÓN Ska. Gueebkeo.
DOÑA SACRAMENTO Sbta. Cancio.
CORALITO SuÁRHZ.
SALUD Sea. Salvador.
LA CHACHA PEPA Bueno.
FRASQUITA Bofill.
CARMEN Salveeda.
ROSITA Meeceditas Delgado.
JULTO Se. Díaz de Mendoza (F.)
DON ELIGIÓ Caksí.
LUCÍO (1) Santiago.
AMBROSIO DÍAZ.
PANDERETA Sokiano VioscA.
ANTOÑITO Vaegas.
DIEGO Urquijo.
Todos ellos, á excepción de Doña Sacramento, Julio y Don
Eligió, hablan con pronunciación andaluza, más ó menos
acentuada según su clase y condición.
Doña Sacramento habla el castellano con reposo y dulzura,
aunque con cierta afectación señoril; Julio con la suavidad
de un andaluz que ha vivido en Madrid mucho tiempo, y
Don Eligió como si tuviese la lengua de metal y la campa-
nilla de madera.
(1) Se llama la atención sobre el nombre de este personaje, que no
68 Lucio., sino Lucio, con acento sobre la i.
ACTO PRIMERO
í-a escena es en Alminar de la Reina, ciudod andaluza, y en el am-
plio, vetuí^to y sosegado patio del palacio de doña Sacramento
Alcázar, marquesa de los Arrayanes. Al foro, hacia la derecha del
actor, esta la ancha escalera del palacio, y hacia ia izquierda, el
portón y una gran ventana con reja, por la que se ye el zaguán.
A la derecha hay una sola puerta y á la izquierda dos; la del se-
gundo término es más pequeña que las otras y conduce á la casa
de labor. Arcos anchos y airosos, que descansan eu gruesas co-
lumnas de mármol. El suelo, de mátmol también en el centro
del patio, y de ladrillo en los corredores. En medio, una fuente.
Balcones en el piso superior, que corresponden á los corredores
altos. Colgada ante el portón una gran farola. Pocos muebles; en-
tre ellos un arcón, un banco, dos sillones y u^a mesa írailuua.
Decoran las paredes retratos al óleo de los ilustres antepasados
de la familia, dos de los cuales son un fraile y una monja.
Es por la tard3.
Don Eligió, administrador de doña Sacramento hace muchos
años y hombre de uno* sesenta, aparece vestido con traje negro
á la usanza del siglo XVII, y en la actitud que le ha parecido
más propia para que lo retrate Antoñito. Gasta lentes redondos,
lo cual cree él que le da cierto parecido físico á don Francisco-
de Quevedo. Claro que no hay tal cosa. 8e tiñe la mosca y el bi-
gote, y no se tiñe el pelo porque no le queda ninguno.
Antoñito, sentado ante una silla de que se vale á modo de ca-
ballete, retrata al óleo á don Eligió. Es un muchacho paliducho
y enclenque, gran aficionado á la pintura, de genio avinagrado,
y de los que piensan que todo el toque está en pelarse poco y en,
usar una corbata desaforada.
~ 8 ~
D. EuG. Me parece que ya falta luz, Antoñito.
Ant. ¿Se cansa usted?
D. Elig. Yo no mo canso nunca.
Ant. Pues luz hay de sobra.
D. Elig. Cierto que en este mes es cuando oscurece
más tarde. Lo que sí quiero es que desde
mañana nos vayamos á pintar al jardín, ó
al patinillo, ó á la azotea, ó al corral.
Ant. Es que á mí me gusta más este fondo.
D. Elig. Pues pinta el fondo cuando termines la figu-
ra; porque, la verdad, es triste gracia que
todo el que llegue á esa puerta, tenga algo
que mirar ó que decir de mi catadura. Ya
se me alcanza á mí que es extraño capri-
cho este de que tú me retrates de esta gui-
sa; pero no hay por qué darle dos cuartos
al pregonero.
niego, viejo cochero de la casa, asómase por la venta-
na del zaguán eu traje de faena.
Diego Señó arministradó.
D. Elig. Kstremcciéndcíe. ¿Eh? Ah, ¿eres tú? ¿Qué su-
cede?
Diego ¿Engancho ó no engancho?
D. Elig. No enganches. La señora no sale hoy.
Diego ¿Ni er señorito Julio?
D. Elig. Ni el señorito Julio.
Diego Güeno está. Keiírasc.
D. Elig. ¿Ves tú? No gano para sustos, Antoñito.
Ant. Dejémoslo, si le parece á usted.
D. Elig. Sí, sí; dejémoslo.
Ant. Hoy hemos trabajado mucho.
Mientras va recogiendo sus bártulos, echándole miradas
á au obra con los ojos plegados, don Eligió la examina
detenidamente.
D. Elig. A ver, á ver... Lo que te dije ayer, Antoñi-
to: los pies grandes y la cabeza chica.
Ant. Sulfurándose. ¿Sí, eh? Don Eligió, mírese us-
ted al espejo.
D. Eug. Paso, paso; la justa proporción de la figura
humana son siete cabezas, y esta figura tie-
ne más de siete cabezas.
Ant. ¡y usted también!
1). Elig. ¿Que yo tengo más de siete cabezas?
Ant. ¡Sí, señor! Además, usted entenderá de li-
bros antiguos y de administrar bienes aje-
nos, pero no sabe usted una papa de arte.
D. Elig. Primero: la papa no es unidad de medida
para el arte; segundo: entiendo de arte y de
todo más que tú, pintamonas...
Ant. ¡Que lo estoy retratando á usted!
D. Elig. Déjate de chanzas. Y tercero: tienes una va-
nidad que puede ser grave enemiga de tu
talento. Tu padre, humilde servidor de nues-
tra señora la marquesa, hace esfuerzos por
completar tu educación artística, y tú no
corresponderás á ellos como debes, desoyen-
do los consejos de las personas serias. Si
ahora crees que pintas ya como Velázquez...
Ant. ¡No lo permita Dios!
D. Elig. ¡Blasfemo! ¿Qué dices?
Ant. ¡Que tengo á Velázquez por una máquina
de pintar! ¡Por un practicón!
D. Elig. ¡Calla, Antoñito, calla, si no quieres que te
tire la caja de pinturas á la cabeza!
Ant. ¡Abajo idolillos!
D. Elig. ¡Oh! Juventud presuntuosa, juventud necia.
En mi libro sobre las personalidades ilus-
tres de Alminar de la Reina, no te conce-
deré un lugar ni en la fe de erratas. Abre,
que están llamando.
Ant. Ya abrirán las criadas.
D. Elig. Yéndose escaleras arriba. ¡JeSÚí<! ¡JcSÚs! ¡Qué CO-
sas se 03^en! La culpa tiene quien se deja
retratar por un tal mocoso.
Ant. Es idiota. ¡Vamos á pasarnos aquí la vida
entera admirando á Velázquez y al otro cur-
si de Murillo! ¡Bah! Llaman ¡U poit<^n más fuerte.
Pues, señor, me han tomado por el portero.
Va á abrir por fin, y al darse de manos á boca con
Ambrosio, le dice en tono despectivo. ¡Ah! ¿CrCS tUr
Amb. Yo zoy: ¿qué paza?
Ant. ¡Que has podido entrar por el postigo!
Amb. ¿Zí, verdá? Tu padre entra aquí por esta
puerta principa, porque no hay otra más
principa toa^áa.
Ant. ¡Cualquier cosa!
Ambrosio, padre de Antoñito y antiguo mayordomo
de doña Sacramento, es un viejo de blnncus cabellos
y rostro encendido. Un rayo no lo parte. Viene del
campo. Viste sombrero ancho, chaquetón al hombro,
faja y zahones.
Amb. ¿y la zeñora?
Ant. ¿Yo qué sé? ¿Soy yo el perro de la señora?
Amb. ¿y yo, zoy tu eriao, pajolero niño? Te vas á
gana un día una Ijofetá por ezas contesta-
ciones que tienes, que ze te va á (jueá la
corbata chica. Vamos á vé qué lias pintao
hoy.
Ant. Como si miraras la pared. ¡Lo que tú en-
tiendas!
Amb. Contemplando el retrato de don h ligio y meneando la
cabe/a en son de burla. ¡Bendito zea Dios!
Ant. Papá, papá; conten la jaca.
Amb. ¡Bendito zea Dios! Hay en er pueblo ca pa-
tio que ze junde e flores; ca azotea que ma-
rea la vista; ca peazo e campo que ez una
gloria e Dios; ca mocita que ez un amanece
de Mayo: y to lo que ze te ocurre á tí es
pinta este mochuelo.
Ant. ¡Papá!
Amb. Porque esto ez un mochuelo: con eza nariz
y ezas dos reondelas en loz ojos... ¡A vé!
Ant. Yaya, tienes el don de sacarme de quicio.
Coge con vehemencia todos sus trastos y echa a correr
hacia la casa de labor. ¡QuC te alívics!
A.MB. ¡Jozús! ¡Aya va ezo! Paece un cohetito de á
ochavo. ¿A quién zardrá eze pajolero niño
con eze pajolero genio? ¡Mar fin tenga la bilis!
Por la escalera baja en esto pausadamente la señora
Marquesa de los Airayaues. £g una dama de hasta se-
senta hñoH, y de porte grave y majestuoso. Kn su
Abril fué sin duda muy hermosa. Conserva toda la
dentadura y se cuida las manos con primor. Sus ca-
bellos son blancos; sus ropas negras y sencillas. Usa
toca de seda y gafas de oro-
D.a Sac. ¿Qué es eso? ¿qué es eso? ¿Con quién re-
ñías?
Amb. Buenas tardes, zeñora.
D.a Sac. Buenas tardes.
Amb. ¿Con quién había de zé? Con eze hijo que
Dios me ha dao, que me va á zacá er zó de
la cabeza.
— 11 —
D.a SaC. Después de sentarse cu uq sillón. ¿Vienes del
campo?
Amb. Der campo vengo.
D.a Sac. Tengo que ir una de estas tardes.
Amb. Años hace ya que no ze ve er campo tan
bonito. Hasta en la arena y en los chinana-
les han zaHo espigas. Por la vera er Zotiyo,
zeñora, er trigo tapa ya á loz hombres.
Da Sac. El Señor ha oído nuestras preces.
Amb. El año pazao ze hizo er zordo.
D.a Sac. ¿Qué dices? El Señor oye siempre á los pe-
cadores, y puede castigarte porque J dudes
de su bondad infinita para con nosotros.
Amb. La zeñora me perdone. Ze me fué er tapón.
D.a Sac. ¿La gente está buena?
Amb. Buena está toa. Y trabajando mu a gust<j.
Gaspariyo er del aperaó ez er que anda azi
por lo mediano.
D.a Sac. ¿Pues qué le sucede á Gasparillo?
Amb. Zeñora, que es mu bestia, y le gustan loz
higos á perece, y la otra tarde ze lió con
eyos y ze comió tres varas e vayao.
D.a Sac ¡Ave María!
Amb. Loz hay que no escarmientan nunca.
Dentro, hacia la casa de labor, óyese á Lucio, que se
acerca al patio cantando la siguiente copla:
Vente conmii^o ar molino
y zerás mi molinera, [
le echareis trigo á la torva :
mientras ijo pico la piedra.
Durante el canto doña Sacramento y Ambrosio conli-
núan hablando.
D.a Sac. ¿Quién canta así?
Amb. Lucio, que paece una cigarra.
D.a Sac. Bien se conoce que lleva en mi casa pocos
días.
Amb. Er ze irá haciendo á los gustos de acá. No
es malo, zino que ez un chiquiyo, y acos-
tumbrao á la liberta der cortijo, no repara.
a Lucio, que sale en este roomento rematando su
copla ¡Caya, hombre! ¿No estás viendo que
está aquí la zeñora, peazo e bruto?
Lucio Riéndose. ¿Cómo iba á verlo con la puerta. ;
cerra, zeñó Ambrozio?
v^
DaSAC. Lucio.
Lucio ¿Qué manda z\i inercéV
D.a Sac. Ven acá: acércate.
Amb. Me da á mi er corazón que tú vas á vorvé
mu pronto á agarra el arao.
Lucio ¿Yo? ¿Por qué? ¿He Jecho yo arguna coza
mala?
D.a Sac. Callad.
Amb. ¿Estará don Eligió en zu despacho, zeñora?
D.a Sac. Seguramente.
Amb. Con permizo de usté voy á verlo, sube.
l.uclo es un zagal algo tosco, de alma infantil y risa
l>ulliciosa y fresca.
D.a Sac. Oye, Lucio.
Lucio ¿Me va usté á reñi?
D.a Sac. Si que voy á reñirte.
Lucio Afligido. ¡Mardito zea er demonio! ¡Ezo ez ar-
guna mentira que le han contao á usté!
¿Quién ha zio er chivato?
D.a Sac. ¡Schsss! ¿Qué palabrota es esa?
Lucio Chivato quié deci zoplón, con permizo de la
zeñora.
D.a Sac. Bueno, bueno, déjame hablar á mi. Todas
las tardes cuando se descorre la vela, vienen
las golondrinas á los alambres y me cuentan
á mi lo bueno y lo malo que se hace en mi
casa durante el dia.
Lucio ¡Miste las golondrinas también!
D.a Sac. Esta casa, Lucio, no es una casa como las
demás; es una casa seria; no lo olvides nun-
ca. Pasas el dia cantando y riendo; alboro-
tando en la cocina, en las cocheras y en el
corral. Esta mañana, durante la misa en la
capilla, quitaste á todos la devoción aguan-
tando la risa.
Lucio Es que me jicieron gracia dos moscas que
ze iban perziguiendo.
D.a Sac. Pues cuando se oye misa, no se mira más
que al altar.
Lucio Yo iré aprendiendo á poquito á poco.
D.a Sac. Porque confío en que lo harás así no te he
devuelto ya al cortijo.
Lucio Dios ze lo pague á usté. Lloriqueando. Zi USté
me mandara á mí ar cortijo... ¡mardita zea!...
— 13 —
me tiraba ar pozo er día menos penzao, por
no verme ayí.
D.a Sac. No te apures, hombre. Tan pronto lloras
como ríes. Pareces loco.
Lucio Es que er campo no es pa mí, zeñora. Ayí
loz hombres no zon más que unas bestias, y
yo quieo zé un hombre como loz hombres.
No me parió mi madre á mí...
D.a Sac. Reporta tu lenguaje, Lucio.
Lucio ¿También está mar dicho que me parió mi
madre? Po zi no me parió mi madre, ¿qué
jizo entonces? Enzéñamelo usté, doña Za-
cramento, que nadie nacemos zabijondos.
D.a Sac Calla, calla.
Lucio Lo que yo he querío decí, zeñora, zino que
por lo visto me iba exprezando malamente,
es que yo no he venío ar mundo pa destripa
terrones. ¡Ze ma figura á mí! ¡Tengo yo mu-
chas cozas en la cabeza!... Er manijero der
cortijo ze queaba embobao oyéndome habla.
Er manijero y tos. Una noche en la gañanía
me puze á jacé una exphcación de laz es-
treyas, y de cayaos que estaban loz hom-
bres, jasta er viento ze zentía corre por los
trigos.
D.a Sac. Bien, bien. Ya sé que eres listo; aunque está
mal que te alabes de ello; pero si no te en-
miendas pronto, á la gañanía volverás á se-
guir embobando á los gañanes.
Lucio Güeno, vamos á vé: ¿qué es lo peo que he
Jecho: lo de las moscas?
D.a Sac Son muchas cosas juntas: de sobra lo sabes.
Ayer metiste por el postigo á unos amigo-
tes, y hubo en la casa de labor vino y
fiesta.
Lucio ¿Quién habrá zío er chivato? No quiziea más
que cogerlo pa darle azín en mita e la cara.
D.a Sac ¡Lucio!
Lucio Lo que pazo, zeñora, es que vinieron tres
paizanos á verme, con un chava que ze ha
criao conmigo y ya está jecho un hombre, y
yo me alegré muncho y le zaque un verz''.
Le dije digo...
D.a Sac No lo quiero saber.
— 14 —
D.a Sac.
Lucio
D.a Sac.
Lucio
D.a Sac.
Lucio Zi es pa que vea 7A\ merzé que no es ninguna
picardía. Le dije digo...
«Este amigo que está aquí
ze yama Francisco Ozuna;
y por ezo es menesté
que pague er vino y las aoitunas. »
Se ríe escandalosamente.
Mira, mira; no te rías así.
Me río porque tuvo que convidarnos. ¿Tam-
bién está malamente reirze?
Con escándalo, sí. ¿O te piensas que sigues
aún en lo alto de los cerros?
; Yo que vi á penzarme, zeñora'?
Silencio. La oración. Principia á oirse lejos el
toque de Ángelus. Atraídos por él, y según costumbre
de la casa, vienen todos los criados y servidores á rezar
la oración donde está la señora. Lucio le abre el por-
tón á Diego, el cochero; por la puerta de la casa de
labor salen Frasquita y Carmen, criadas viejas, y por
la escalera bajan Ambrosio y don Eligió. Este último
vestido ya con su traje ordinario de americana.
Cuando están todos doña Sacramento pregunta: ¿ i mi
hijo?
I). Elig. Señora, no lo sé. Presumo que se hallará en
sus habitaciones.
D.a Sac con tristeza. Hasta de esto se olvida, comen-
zando á rezar. «El Ángel del Señor anunció á
María, y concibió del Espíritu Santo. Ave
María, Dios te salve, María...» continúa rezando
entre dientes.
Criados «Santa María, Madre de Dios...» siguen ellos
lo mismo.
J).a Sac «He aquí la sierva del Señor. Hágase en mí
según tu palabra. Ave María. Dios te salve,
María...»
Criados «Santa María, Madre de Dios...»
D.a Sac «El Verbo se hizo carne y habitó entre nos-
otros. Ave María, Dios te salve, xMaría...»
Criados «Santa María, Madre de Dios...»
D.a Sac. Después de terminar la oración entre dientes. Amén.
Se santigua. Bucuas noches.
Todos se santiguan también y coutestan á las buenas
noches, aunque claro está que no á coro. Luego, pri-
mero D. Eligió y después los demás, van besando
— 15 —
uno á uuo la mano de la señora. Ambrosio y las cria-
das se entran en la casa de labor; Diego, por el por-
tón, qnc deja entornado, vuelve á las cocheras; Lucio
se va arriba, y D. Eligió se queda en el patio. Hay
una puusa.
D. EliG. Calándose los lentes redondos, como en todos los mo-
mentos solemnes. ¿En qué piensa mi señora la
marquesa?
D.a Sac. Amigo Frías, ¿en qué he de pensar? Usted
lo sabe.
D. Elig. Le ha disgustado á la señora que el señor
marqués no baje á rezar la oración.
D.a Sac. No es eso sólo. Es que parece como que se
goza en mortificarme, desdeñando ó toman-
do á burla todas las severas prácticas de esta
casa.
D. Elig. Sí, señora: es muy cierto.
D.a Sac. Ayer tarde vinieron á verme el señor \áca-
rio, el señor Marqués de la Cava y doña O,
personas las tres graves y sesudas, y él se
pasó toda la visita divirtiéndose cuanto pudo
á costa de ellas. Si no se marchan pronto
tienen que sangrarme.
D. Elig. En ese respecto el señor marqués es incorre-
gible. A mí, según el dicho vulgar, me trae
frito.
D.a Sac. Le consta que es tradición de la familia que
la puerta de esta casa se cierre todas las no-
ches á las diez. Pues bien: una noche que
pase aquí, ha de recogerse lo más temprano
á las diez y media, para que la puerta no se
cierre á las diez, y alterar la costumbre, y
dar que decir á la gente.
D. Elig. Y. lo que es mas grave, mi señora: entra á
las diez y media por el portón y á las once
se va á la calle por el postigo.
D.ít Sac ¿Por el postigo? ¿Qué me cuenta usted? ¿Y
á donde va tan á deshora, señor de Frías?
D. Elig. Señora marquesa, no lo sé; pero sospecho
que no irá á contemplar la ciudad á la luz
de la luna.
D.a Sac. ¿Ve usted? Cada viaje de mi hijo á esta
casa me cuesta á mí un año de vida. ¿Quie^
re usted mayor suplicio para una madre
-lo-
que adora en él? Ayer de mañana llegó, y
ya estoy deseando que se vaya.
D. EuG. Y yo: con todos los respetos.
D." Sac. Sí, sí; que se vaya otra vez á Madrid, ó á
Granada, ó á Sevilla, ó á donde quiera; á
vivir solo como un aventurero; á arrastrar su
título por el Albaicín ó por Triana; á derro-
char su hacienda con mujereK indignas y
con amigos de la peor estofa; á envenenar
su cuerpo, á perder su alma, y á entregarla
al diablo. ¡Ay! ¡Soy muy desgraciada, amigo
Frías! ¿A quién saldrá ese hijo con esa cabe-
za tan loca?
D. Elig. A mí no...
D.a Sac. A usted no tenía por qué salir.
D. Elig. Perdone. A mí no se me alcanza.
D.a Sac. ¡Ah!
D. Elig. Porque el señor marqués, su señor padre,
fué siempre hidalgo de muy caballerosas
costumbres, y mesurado en el hablar.
D.a Sac. ¡Oh, si mi marido levantara la cabeza, y
viera que su único hijo, el actual marqués,
tiene cubiertas las paredes de su dormitorio,
en el palacio solariego de los Arrayanes, con
retratos de cómicas y de bailarinas!... ¡Oh!
D. Elig. Y una Venus de Médicis encin.a de la mesa
de noche.
D.a Sac. ¿Usted la ha visto, señor administrador?
D. EuG. Sí, señora; pero desde el punto de vista ar-
tístico; coiiio un tal hombre como yo puede
ver esas desnuileces.
D.a Sac. Ya. Y dígame usted, querido Frías, puesto
que hay que hablar de ello: ¿Julio habrá
venido por dinero, como siempre?
D. Elig. Nunca viene á otra cosa.
D.a Sac ¿Debe?
D. Elig. Hasta el modo de andar, según otro dicho
del vulgo, que á las veces acierta con lo gra-
neo de la expresión.
D.a Sac. ¿Y cuánto quiere?
1). Elig. ¿Lo digo?
D.a Sag. ¿Pues no lo pregunto?
D. Elig. Basta. Necesita... dice que necesita veinte
mil pesetas.
— 17 —
D.íí Sac. ¡En el nombre del Padre!
D. Elig. Esa fué mi exclamación al oirln, señora
marquesa. Y añadí: y del Hijo, y del Espí-
ritu Santo.
Baja Lucio y enciende las luces de la escalera, del za-
guán y del patio. Luego se va á la casa de labor.
I). a Sac. Niegúeselas usted en redondo. Que hable
conmigo. ¿Se ha propuesto quizás que con-
cluyamos por pedir limosna?
D. Elig. Es literalmente insensato, si la señora mar-
quesa me permite expresarme así.
I). a Sac. Insensato; insensato. Bien claro lo vio us-
ted, mi querido Frías: mi hijo hallaba un
freno en la disciplina militar; pidió su reem-
plazo en Madrid pretextando el deseo de
vivir en mi compañía, y no sólo no vive
conmigo, sino que ha dado á sus vicios rien-
da suelta.
Pausa. Sale por el portón la Chacha Pepa. Es una vie-
jecita del pueblo, que habla A tontas y á locas, chocha
ya por el peso de los años.
Chacha ¿Ze pué pazá?
D. Elig. ¿Otra vez aquí?
D.a Sac. ¿Quién? ¡Ah! La chacha Pepa. ¿Qué quieres?
Chacha Dios guarde á usté, doña Zacramento. ¿No
ha venío la niña toavía?
D.a Sac. Si la niña no viene hasta el domingo,
mujer.
D. Elig. Si ya hemos quedado en avisarte, Pepa.
Chacha No ze incomode usté, don Ramón. Doña
Zacramento, dígale usté que no ze incomo-
de. Hágaze usté cargo que la he tenío en
mis brazos, que le he cantao la nana, que le
he dao mi zangre... y que 3^a va pa veinte
años que no la veo. ¡Niña de mi vía, qué
ganas tengo de comerle á bezos la cara!
¿Vendrá con er marío, no?
D.a Sac. ¿Estás loca, chacha? ¿De dónde sacas que
mi sobrina se ha casado?
Chacha ¡Ay, qué gorpe! Aquí está don Pedro que
me lo dijo.
D. Elig. ¿Dónde está don Pedro?
Chacha ¿Usté no es don Pedro? ¿Pos cómo ze yama
usté, que ziempre me trabuco?
2
- 18 —
D. Elig. Don P]ligio. Y yo no he podido decirte pa-
labra de ese casamiento.
Chacha ^iNoV
D. Euc. Ño.
D.ii 8ac. Es que te has confuníHdo, Pepa.
Chacha ¿ZíV
D.a Sac. Si. K\ que se ha casado es mi pariente don
Alfonso, el señor Conde de la Luz. ¿Tú no
te acuerdas de él?
Chacha ¿No tengo de acordarmeV A mí las cozas de
acá no ze me orvían. Eze don Arfonzo y la
madre de la zeñorita Conzolación eran her-
manos.
D.a Sac. Justamente. Y fué quien se hizo cargo de
la niña cuando murió su padre, mi pobre
hermano Rafael.
Chacha ¡ Ah, don Rafaé! ¡Cómo ze me reprezenta á
mí don Rafaé! Andaba azín: con los brazos
mu meneaos. ¡Miste que cazarze ahora don
Rafaé!
D. EuG. ¿Cómo don Rafael?
Chacha Digo, don Rafaé: pobrecito. ¿Don Alonzo,
no ez er que ze ha cazao?
D. Elig. ¡Don Alfonso!
Chacha ¿Qué más da don Arfonzo que don Alonzo?
¿Y con quién ze ha cazao, á la edá que tie-
ne er güen zeñó?
D.ü Sac. Mujer, ya te lo hemos dicho cien veces: con
una joven de Solar del Rey, donde reside.
Chacha Ay, zí señora, zi. Po zi er motivo de venirze
acá la zeñorita Conzolación es que no ze
yeva bien con la zeñora de don Arfonzo.
¿No es verdá?
D.a Sac. Verdad.
Chacha ¿Ve usté como me acuerdo mu bien? No ze
enfurruñe usté, zeñó, que ya me voy. ¿De
manera que la niña viene aluego?
D. Elig. ¡No!
Chacha Güeno, pos quié decí que usté me mandará
una razón azina (pie yegue. De eza mane-
ra no incomodo. Miste que mi pobrecito
Juan está impedío, 5' no hace más que pin-
charme pa que venga á pregunta por la
niña. Y yo, que necezito poco, pos nos jun-
— la-
tamos el hambre y la gana e come. ¡Zeñó,
zi mis brazos han zio zu cuna, zi la he enze-
ñao á habla, zi le he dao la zangre e mis
venas!... Estará ya hecha una rear moza.
¿Quién me contó á mi que la había visto y
que era mu bonita? Mi comadre, la mvijé de
mi compadre Antonio, que vino aquí por
una promeza. ¡Ay zeñó, cómo vuela er tiem-
po! Ya me voy, ya me voy. Doña Zacramen-
to, que usté ziga güeña. Don Benito, quéeze
usté con Dios.
D.a Sac. Adiós, chacha.
D, EuG. Adiós, mujer, adiós.
Vase por el portón la Chacha Pepa, charlando sola.
D.a'SAC. Esta infehz de Pepa no sabe ya dónde esül.
de pie.
D. Elig. No lo sabe.
D.a Sac. Verdaderamente chochea. Y la noticia de la
llegada de mi sobrina Consolación, á quien
ella ha criado, le ha vuelto el poco juicio
que le cjuedaba.
D. Elig. ¿La señorita Consolación llegará segura-
mente el domingo próximo?
D.a Sac. Con la voluntad de Dios así será. Al menos
tal me dice en su última carta. Deseo verla
aquí. Espero hallar en ella una consoladora
compensación á las amarguras que me pro-
porciona mi hijo.
D. Elig. Améa.
D.a Sac. Es joven; es rica; seguramente es buena.
Gozo yo, amigo Frías, encauzando estas vi-
das juveniles que el azar, ó la mala educa-
ción, ó la falta de sentimientos cristianos
puede malograr ó perder.
D. Elig. Aquí baja el señor marqués de los Arraya-
nes. Con la venia de la señora marquesa, yo
me quito de enmedio.
D.a Sac. Así como así, deseo conversar á solas con
mi hijo.
D. Elig. No lo olvide usted: veinte mil pesetas.
Se va por la puerta de la derecha como gato que teme
una pedrada. Julio que lo ve, baja las escaleras rién
dose. Es un muchacho alegre y decidor, fuerte y sano,
y nada gomoso. Viste un traje sencillo de casa.
— 20 —
D.a Sac. ¿De qué te ríes, Julio?
Julio Del gran don Eligió, que se escabulle en
cuanto me ve. Me teme más que á un tiro
con sal.
D.a Sac. Justifíeadamente, por supuesto: lo mortifi-
cas con tu informalidad y con tus chanzas
de mal gusto.
Julio Eso te cuenta él; pero lo que hay es que le
he descubierto una aventurilla amorosa que
tiene por el barrio de los gitanos.
D.« Sac. Mira, Julio; tus chocarrerías me lastiman á
mí más que á él. Don Eligió es incapaz de-'
lo que le atribuyes. Don Eligió es un hom-
bre serio.
Julio Ay, mamá, perdóname, pero se la tengo
jurada á esos que tú llamas hombres se-
rios.
D.a Sac. Así andas tú, mala cabeza. Tenemos que
hablar, y no poco.
Jl lio ¡Hola! ¿El sermón de todos los viajes? Pensé
que esta vez me escaparía.
D.a Sac. ¿Estás decidido á marcharte mañana?
Julio Decidido.
D.a Sac. ¡Y viniste a3'er! ¿A Granada, naturahnente?
Julio ^('aturalmente.
D.a Sac Ahora sopla el viento de Granada.
Julio Es una tierra hermosa. En ninguna de las
que vo conozco se ama la vida tanto como
allí. ■
D.a Sac ¿Ni en Alminar de la Reina, al lado de tu
madre?
Julio No te enfades, mamá; á tu lado viviría yo
siempre. Cuando no vivo es porque no pue-
do. Somos incompatibles. Vemos la vida de
distinta manera, y desde este momento, al
hacer yo la mía, amargo la tuya sin querer.
Para tí la vida es un martirio: para mí es
un regalo. Para tí el mundo es un valle de
lágrimas: para mí es un campo de ñores.
Tú quieres vivir encerrada en un calabozo:
yo qLiiero que me dé el sol en la cara. Si la
vida es alegre, como creo, ¿por qué entriste-
cerla? Y si es triste, como ])iensas tú, ¿no es
humano alegrarla un poco?
^ 21 —
D.a Sac.
-Julio
D.a Sac.
Julio
D.a Sac.
Julio
D.a Sac.
Julio
D.a Sac.
Julio
D.a Sac.
Julio
D.a Sac.
Julio
D.a Sac.
Julio
¡Alegrar la vida! ¿Y tú le llamas alegrar la
vida á vivir como vives?
¡Claro! ¿No es alegre mi vida?
De puro alegre es loca.
Pues ya ves si la llamo bien.
Bueno, Julio: esto es menester que con-
cluya.
¿Esto? ¿Y qué es esto?
No finjas. Sé á lo que has venido.
Don Eligió, el administrador, me parece que
también sabe algo.
Déjate de burlas. Sé cómo vives. ¿ No te
avergüenza que á todo un marqués de la
ilustre casa de los Arrayanes, en una ciudad
como Granada le señale la gente por derro-
chador y por tramposo?
Con gravedad cómica. ¡Ah, sí! Me avergüenza
que nie señalen por tramposo. Por eso quie-
ro pagar cuanto antes, para evitar una cosa
tan fea.
Y volver á empezar la madeja, ¿verdad? ¿No
te enciende la cara que de una mujerzuela
de mal vivir se diga en todas partes: «Esa
es la... amiga del marquesito?»
Lo primero, mamá, que quien me critique
por eso, es porque deplora que no pueda de-
cirse lo mismo de él; y lo segundo, que eso
no es más que un sueño, hijo de tu cando-
roso prejuicio de cierta vida.
¿Vas á negarme á mí lo que se pregona á
los cuatro vientos? ¿Crees que yo, por des-
gracia, no sé que la afición á las mujeres te
domina, te ciega?
Ni me domina ni me ciega; es simplemente
que me gustan á perecer. Más te digo; creo
que sin ellas no valdría la pena de vivir en
el mundo. Por algo Dios, que es tan sabio,
ha creado siete mujeres para cada uno de
nosotros.
¡Jesús, Dios mío! ¡Qué disparate!
Estoy convencido, mamá. En la vida de
cada hombre, ocultas ó á la luz del sol, hay
siete mujeres. Sólo que yo tengo la fran-
queza de confesarlo, y los hombres serios le
— 22 —
dicen al mundo que van al ca8Íno, ó á una
junta cualquiera... ó ¡i velar á un enfermo...
y yo sé adonde van.
D.a Sac. ¡Silencio, Julio! Cuando te oigo desbarrar de
esa manera, cada día man despeñado hacia
tu perdición, temo y deseo al mismo tiempo
que estos venerables retratos que nos escu-
chan se animen con vida momentánea tan
sólo para acusarte y confundirte.
Julio ¡Mamá, por Dios, mamá! Que aquí estamos
hablando familiarmente y en confianza;
que no estamos ante la historia, que miente
mucho. Si cualquiera de estos varones an-
tepasados míos, á quien yo venero y respeta
como hombres de honor, sintiera de impro-
viso correr por su cuerpo un sojüo de vida,
no dudes que lo aprovecharía para decirme:
«Julio, vamonos á conocer á esa moza.»
D.a Sac. ¿Qué estás diciendo'?
Julio La pura verdad, señalando sncesivamcnte á va-
rios retratos. Mira: el primer marqués de los
Arrayanes, don Gonzalo de Miranda, dejó
al morir siete bastardos nada menos.
D.H Sac. ¡Julio!
Julio Eso que se sepa. El venerable y reverendo
Fray Tomás, modelo de virtudes, dejó ..
D.a Sac. ¡Julio!
Julio Dejó un hospital para leprosos, cuando ya
el buen señor no podía dejar otra cosa. El
diablo harto de carne... Sor Teresa de la Ca-
ridad...
D.a Sac. ¡Calla!
Julio Sor Teresa...
D.a Sac. ¡Te mando que calles! ¿No contento con
prostituir tu presente, osas manchar y es-
carnecer tu pasado'?
Julio Nada de eso, mamá; recuerdo sólo los he-
chos que fueron; declaro la verdad lisa y
llana. Tu mismo abuelo, hombre intacha-
ble, aunque de buen humor, escribió un
libro lleno de gracia, que á escondidas leí
yo cuando niño, y en el cual pude ver im-
presas todas esas hazañas que ahora te es-
candalizan tanto.
— 23 —
D.íi Sac. Ese libro se quemó y no hay que hablar
más de él.
Julio Pues no debe quemarse ningún libro que
diga la verdad.
D.í' Sac. La verdad, la única verdad que aquí existe^
es que eres incapaz de enmienda; es que me
hieres con tus liviandades; es que me ma-
tas con tu falta de seso, con tu ausencia de
moralidad, con tu desdén por cuanto yo
más amo y venero. ¡Oh! No eran como tú
ciertamente aquellos mozos de Alminar de
la Reina, que en la bodega de esta casa se
adiestraron en el manejo de las armas y que
luego se batieron en Bailen.
Julio No, no eran como yo: ciertamente valían
más que yo. Pero tampoco eran como esos
á quien tú llamas ejemplares y con quienes
me das en cara á cada paso. Digo de estos
de ahora, frivolos, hipócritas, calculadores...
á los veinte años; incapaces de apasionarse
ni por una mujer ni por una idea; jóvenes
sin juventud, negros como sotana por den-
tro y por fuera, que no llevan en la cabeza
más que el plan de una buena boda, ajus-
tando á la novia como una finca (') como
una jaca. Créeme, mamá; créame usted,,
señora marquesa de los Arrayanes; segura-
mente se parecían más á mí que á estos
otros aquellos mozos que se batieron en
Bailen. Y doblemos la hoja, que por excep-
ción me he puesto serio, y temo parecerme
á don Eligió, que sería lo peor.
D.ii Sac. ^;Quieres dejar en paz á don Eligió"? Este-
buen hombre, honrado administrador de
nuestros bienes, merece todos mis respetos.
Julio Y los míos. Y aun pienso darle un beso en
cada mejilla, con mucho cuidado para no
desteñirle el bigote, en cuanto me entregue
lo que le he pedido.
D.!i Sac. ¡Oh! En ese particular, ya tiene mis órdenes
más terminantes.
Julio Las quebrantará de seguro.
D.a Sac. ¿Cómo?
Julio De seguro. ¿No ves que lo domino? Tengo-
— 24 -
SU secreto... y el lií^mbre que tiene el secreto
de otru, et; su amo. AdenuiíS, pienso llegar
para ablandarlo hasta la adulación más
baja. El ha escrito un libro de erudición, al
que no hay manera de hincarle el diente.
Tiró mil ejemplares, y hoy tiene en casa
cerca de dos mil. La edición ha crecido, que
es el colmo de no venderse. Pues en cuanto
le diga yo que sé de dos ó tres compradores
entusiastas... no resiste. Se vuelve loco y se
me rinde sin condiciones.
D.^ Sac. Tú si que eres loco de atar.
A la puerta de la calle se supoue que f)ara un coche,
cuyo cascabeleo se ha sentido y se ha ido acercando
momentos antes.
JcLio ¿Qué es eso, un coche?
D.a Sac. Así parece.
Julio Y ha parado aquí.
D.ii Sac. ¿A estas horasV Lo extraño mucho.
Diego Asomándose alborozado por la ventana del zaguán.
¡Doña Sacramento! ¡Doña Sacramento!
D.a Sac. ¿Qué pasaV
Diego ¡Que aquí está ya la señorita Consolasión!
D.a Sac. ¿Mi sobrina? ¿Qué dices, hombre?
Diego ¡La mismita! ¡La mismita en persona! ¡Mís-
tela! Retirase corriendo liacia la puerta.
JiLio ¡Cuánto me alegro! Así la conozco antes de
irme.
D.a Sac. Pero si no puede ser... si no debía llegar
hasta el domingo, a Don Eliglo, que sale por
donde antes se fué. ¿Ustcd Oye estO, amigo
Frías?
D. Elk;. He oído los cascabeles de un vehículo.
D.a Sac. ¡Pues creo que es mi sobrina que ha llegado!
D. Ei.k;. ¿Su sobrina? ueno de asombro. ¿Sin telegrama
previo? Vamos á ver, vamos á ver...
Julio Atisbando por la ventana ¿ílola, liola? ¡La pri-
mita es guapa de veras!
Uirígense todos al portón, á tiempo que por él llegan
Consolación y Coralito, su doncella. Consolación es lo
mejor que ha salido de Alminar de la Reina, con per-
miso del administrador de la casa. Fuerte, ágil, inquie
ta, revoltosa, llena de salud, de alegría, lleva el sol en
el alma y en los ojos. Su doncella, muy linda por cier-
— -Ib .-
to, es más presumida que una mona. 1 a entrada de
ellas es triunfal. Empujando el portón entreabierto, pe
netra Consolación en aquel patio como el sol por las
claraboyas de un castillo en ruinas. Llega, por decirlo
así, á despertar la casa; á sacudir á sus moradores. No
queda gato ni perro que no salga a darle la bienvenida
y no se regocije de verla allí. Viste de blanco, y en la
mano trae un gran ramo de flores.
Coks. ¡Tía!
D.a SaC. Pero ¿eres tú, demonio? Se abrazan y se besan.
CoNS. ¿No me esperaba usted, verdad?
D.a Sac. ¡Ha.sta el domingo!
CoNS. ¡Pero qué bien está usted! ¡Y qué guapa!
¡Parece que no pasan los años!...
D.a Sac. ¡Vaya si pasan! Don Eligió, ¿quién la co-
noce?
CoNS. ¡Ay, don Eligió! No había reparado... ¿Qué
tal, don Eligió?
D. Elig. Defendiéndonos del tiempo implacable. ¿Y
usted, señorita?
CoNs. Ya usted me ve. A usted lo hallo más joven,
si cabe.
Julio Es que se tiñe.
CoNS. ¿Cómo? confundiendo á Julio y saludándolo con grau
efusión. ¡Pacheco! ¿Usted aquí? ¿Cómo le va,
■ Pacheco?
Julio A Pacheco, no sé. A mí no me puede ir
mejor.
CoNs. ¿No es usted Pacheco?
Julio No soy Pacheco. Y lo siento mucho, en vis-
ta del éxito de Pacheco.
CoNS. Pues tiene usted su misma cara.
Julio Pues acompaño á Pacheco en el sentimiento.
D.a Sac. ¡Muchacha, si es tu primo!
CoNs. ¿Julio? ¿Este es Julio?
Julio Sí, prima, sí: Julio soy.
CoNs. ¡Jesús! ¿Quién lo había de pensar? ¡Si hace
ya más de veinte años que no nos vemos!
iPero ¿no me escribió usted, tía, que este no
estaba aquí?
D.a Sac, Y no estaba.
Julio He venido á conocerte nada más. ¿Verdad,
don Eligió?
D. Elig. Nada más.
— 26 —
CoNS. Muchas gracias, hombre. No lo creo, pero
muchas gracias. ¡Mira que hemos corrido y
saltado por este patio! ¿Te acuerdas. .lulio?
¡Pero qué bien los encuentro á todos! Hasta
Diego se conserva como un chiquillo. ¿Qué
vino se bebe en esta casa? ¿Y Cinta, Diego,
y Cinta?
Diego Tan güeña que está.
CoNS. ¡Pobre Cinta! ¡Cuánto la hacía rabiar cortán-
doles las orejas á los gatos! ¡Ja, ja, jal EL
patio es el que me parece más chico. ¡Claro,
como yo soy mayor! Mañana mismo, tia,
hemos de ir á la casa en que yo nací. ¿Quién
vive allí ahora? ¡Le advierto á usted que
traigo en la cabeza un revoltijo de recuerdos
de mi niñez!... ¡Lo que yo voy á gozar an-
dando por las calles de Alminar de la Reina!
En el tren se lo decía á Coralito. Ven acá,
Coralito. Presentándola. Tía, mi doncella.
Cor. Coralito Moreno y Ri vas, para servir á, usté
y á todos.
Julio Gracias, Coralito Moreno y Rivas.
CoNS. Qué guasón es mi primo. Ahí donde usted
la ve, es una gran persona esta muchacha.
Y me quiere á morir. Lo malo es que voy á
perderla pronto, porque saca novios hasta
en el desierto.
D. ElIG. Alarmado. ¿Sí, eh?
Julio Se explica.
Cor. Mirándolo con un carsmelo en cada ojo. Grasias.
CoNS. ¡En el tren nos hemos reído!... Un señor
cura que venía acom])añándonos, y que ma-
ñana pasará á saludar á usted, enseñaba
hasta la última muela. Todo porque esta ha
hecho tres conquistas durante el viaje: una
de primera, otra de segunda, y otra de ter-
cera.
Cor. De segundn, dos.
CoNs. Es verdad, dos; el teniente de Carabineros
y el otro.
Cor. La señorita Consolasión tiene muy buen ge-
nio y le gusta oirme. Todo eso de las con-
quistas es guasa suya. No ha habido más
sino que los hombres la miran á una... y
— 27 —
una no va á taparse la cara con er pañuelo.
Coralito pronuncia las eses como si tuviera ua diente
roto. Principian en este punto á salir de la casa de la-
bor las figuras de seguudo y de tercer orden, algunas
de las cuales ya revelaban su impacieucia y su curio-
sidad asomándose con disimulo á la puerta.
Amb. Con permizo de los zeñores, yo vengo á za-
ludá á la zeñorita.
CoNS. ¡Hola, Ambrosio! ¿Qué tal?
Amb Vamos viviendo. A usté ya la veo como una
roza...
CoNS. ¿Y tu mujerV
Amb. A mi mujé no hay quien le dé una pena.
CoNS. ¿Y Antoñito? ¿No se llama Antoñito?
Amb. Antoñito ze yama. A pintó ze ha metió. Aya,
veremos lo que zale.
Coxs. ¿Y Joaquina?
Amb. .Joaquina, mejorando lo prezente, es la honra
e la caza. ¡.Jozús, qué criatura! No tiene fin
de bonita, zeñorita Conzolación.
CoNS. ¡Digo! ¡Si está aquí Carmen! ¡Y Frasquita!
¡Jesús, .Jesús! ¡Se me figura que no me he
ido de Alminar de la Reina!
Empiezan á repartirse besos que suenan lo mismo <jue
cohetes
Car. Señorita Consolasión, me alegro de verla tan
lusía.
Fras. Que sea usté bien venía, señorita Consola-
sión.
CoNS. Ya me tienen ustedes aquí á darles trabajo.
Car. Señorita Consolasión, usté no da trabajo.
Fras. Y á eso está una, señorita Consolasión.
CoNS. Por Lucio que la mira embobado. Y este, ¿qulén
es? A este no Jo conozco.
Lucio Ni yo á usté, zeñorita.
Julio Ah, pues hay que presentarlos en el acto.
La señorita Consolación y el animalote de
Lucio.
Lucio suelta una carcajada escandalosa, que secundan
todos los que no son personas serias.
D. Elig. En tono reprensivo. ¡LuCÍo!
Lucio ¡Me ha jeclio gracia er zeñorito don Julio!
¡Como me ha yamao animalote! Pos ya zabe
la zeñorita Conzolación que pué manda á
- 28 -
Lucio jasta que ze tire por er barranco, zi
tiene la zeñorita eze gusto.
D.» Sac. Calla, Lucio, calla.
Preséntase de improviso la Chacha I opa, arrebatada y
temblorosa de emoción y de júliilo. Materialmente se
come á besos á Consolación, peí o con 'entreactos» en
que la contempla hechizada.
Chacha ¿Ande está? ¿Ande está? ¡Hija de mi arma!
¡Hija de mi corazón y de mi zano;re!
CoNS. ¡Chacha Pepa!
Chacha ¡Hija de mi vía! ¡Déjame que te coma! ¡Me
traian engaña! ¡Me querían hace creé que no
venías nunca! ¡Pero á mi ze me puzo en er
corazón que iba á verte esta noche!
CoNS. ¿Y Juan, chacha?
Chacha Bardao lo tengo ar pobrecito. ¿Tú vendrás á
verlo, verdá mi arma?
CoNS. ¡Vaya si iré!
Chacha ¡Ay, qué retegüena y qué retehermoza te ha
parió tu madre!
Lucio Zeñora, ¿ze quié usté cayá?
Chacha ¿Yo? ¿Por qué?
Lucio ¡Porque en esta caza no está bien decí que
lo ha parió zu madre á uno!
Jutio ¿Qué dice este salvaje?
Chacha Yo hablo aquí to lo que ze me venga á la
boca. ¡Hija de mi corazón. Dios te bendiga!
¡Qué guapizima estás! ¿No es verdá, doña
Zacramento, que paece la Virgen der Car-
men?
D." Sac. Si, si; pero basta ya, chacha Pepa. Déjala,
<|ue te vas á poner mala de alegría.
1). Ei.iG. Y cada uno á su quehacer y á su puesto,
que t^e hace harto prolijo el capítulo de ex-
pansiones.
D.a Sac. Aguardad un segundo. Mi sobrina, la seño-
rita Consolación, viene á vivir conmigo.
Quiero para ella igual consideración é igual
respeto que para mí. No lo olvidéis. Y tú,
sobrina , ven arriba ahora y te llevaré á
tu departamento. Tenemos que hablar mu-
cho.
Coks. ¡Y tanto, tía! ¡Qué casa aquella! El pobre
de tío Alfonso...
— 20 -
D.a Sac. Calla. A solas me dirás...
CoNS. Ea, pues vamos á donde usted me lleve.
(Jhacha ¡Adiós, niña mía! ¡Adiós, lucero!
CoNS. Adiós, chacha; que vengas.
Chacha ¿Tú no vas á di á vé á mi Juan?
CoNS. ¿No te he dicho que sí?
Chacha Pos mañana mejó que pazao. ¡Adiós, reina
der cielo! ¡Adiós, pimpoyo bonito!
D. Elig. ¡Basta ya! ¡basta ya! ¿Cómo ha de de-
cirse?
Chacha ¡Cáyeze usté, don Dificurtaes, que gruñe usté
más que er carriyo de un pozo!
Doña Sacramento y CoDsolación se encaminan hacia la
escalera. Coralito las sigue. Los otros criados van á re-
tirarse también. En este momento Lucio, que está en
primer término, con la mirada distraída y un dedo en
la boca, sale con la siguiente improvisación:
Lucio «La zeñorita ha yegao
mu gracioza y mu bonita;
parece una íló der campo;
Dios bendiga á la zeñorita.
Y con zu tía, aquí prezente,
y don Julio, mucha zalú les dezea
zu zervidó que lo es
Lucio Fernández y Perea.»
El poeta, eutie satisfecho de su obra y corrido, suelta
otra carcajada que estremece el patio. Doña Sacramen-
to sonríe con cierta benevolencia; don Elisio se pore
más serio que nunca, porque le molesta la incorrec-
ción de los versos, y porque el poeta se ha olvidado
de citarlo á él; los demás ríen y charlan á un tiempo,
comentando la buena ocurrencia de Lucio y la belleza
de la señorita. Tía y sobrina, con la doucellita á la
zaga, siguen subiendo las escaleras. Consolación ríe de
muy buena gana.
CoNS. ¡Ay, qué demonio de muchacho! Ha tenido
sombra de veras.
Cor. Es grasioso ese hombre.
Chacha ¡To ze lo merece el ánger mío! ¡To, to, to!
Amb. Eze chiquiyo no ze paga con oro.
Diego Ha estao mu salao.
Cak. Ha estao mu oportuno.
Amb. ¡y qué bonita está la zeñorita!
Fras. Está presiosa.
— 80 —
Cau. Está hecha un lusero.
Amb. ¡Mujeres azi es lo que debía pinta mi niño!
¡Mardita zea!...
Julio Lucíu, venga esa mano; eres un gran poeta.
D. EliG. Abrumado por tal algarabía. ¡Ay, av, av, ay!...
FIN DEL ACTO PRIMERO
i^^--. ^^t^^^^-^b^ .*J^w
«8 II S IIWIIS II S II SS II ^ II S; II tíü II * II Sfe II ^ II S II ^ II MM]I*I!j^
ACTO SEGUNDO
La misma decoración del acto primero. Es por la mañana.
Doña Sacramento, sentada en uno de los sillones, lee un libro
forrado de pergamino. De pronto, á lo lejos, óyese el voltear do
las campanas de una torre, que repican como si algún suceso fausto
ocurriese en Alminar de la Reina, ó como si los campaneros so
hubieran vuelto locos. A los ojos de la noble dama, que de^a la
lectura, asoma el asombro más grande. Don Eligió sale por la
puerta do la derecha, con una pluma de ave en la oreja, y en un
gesto tal de estupefacción, que no parece sino que le han dicho que
la edición de su libro se agota por puntos.
D. Elig. ¿Oye usted, mi señora?
D.a Sac. Oyendo estoy, querido Frías. ¿Qué repique
es este?
D. Elig. En Dios y en mi ánima que no adivino cuál
pueda ser la razón de tan desatado campa-
neo. Hallábame ordenando los apuntes para
mi conferencia de esta noche, sobre el em-
pleo del la en el dativo femenino —yo soy
laista, — cuando el recio tole tole de las cam-
panas me distrajo de mi tarea.
D.a Sac. ¿Mañana es fiesta de guardar?
D. Elig. Para mi santiguada que no.
D.a. Sac. ¿Las campanas son las de Nuestra Señora
del Carmen?
D. Elig. Ellas me parecen.
— 32 -
D.a Sac. y repican con desusada furia. ¡Bali! Pronto
hemos de saber á qué se debe todo.
D. Elig. Así es la verdad, va á irse y vuelve. Dígame,
doña Sacramento: ^;aún no ha regresado la
señorita Consolación':-*
D.íi Sac. Aún no ha regresado. ¿Tuerce usted el ges-
to, amigo Frías? A ver, á ver...
1). Elig. Si la señora me lo permite le diré que el
paso de hoy no merece mi aprobación.
D.a Sac. ¡Ay, señor don Eligió! Ya lo he podido
comprender. Yo estoy contrariadísima. Pero
vinieron sus amigas por ella, y no supe opo-
nerme á su resolución.
C^sa el repique.
D. Elig. ¿Quiere decirme la señora qué lecciíui seria
ha de sacar la señorita de la boda de unos
gitanos?
D.a Sac. Y menos mal si todo se quedara en la boda;
pero de seguro habrán llegado frente á sus
cuevas, donde tendrán zambra todo el día.
D. EuG ¡Lamentable espectáculo! Las danzas de las
gitanillas son harto deshonestas, y sus can-
tares, chabacanos y libres, pican <iue rabian.
D.a Sac. Cierto es.
1). Elig. La señorita Consolación, señora marquesa,
tiene el diablo en el cuerpo, como suele de-
cirse. Esa alegría suya, desenfrenada, ato-
londradora, febril, entiendo yo que debe ser
combatida por todos los medios. La encuen-
tro peligrosísima á sus años, y desde luego
poco señoril y poco seria.
D.a Sac. Amigo Frías, ha ido usted á poner el dedo
en la llaga. Mi sobrina rae tiene disgustadí-
sima. Diez días lleva aquí y Dios sabe cuán-
tas contrariedades me ha causado ya. Su
genio alegre, como usted ha dicho muy
bien, es realmente perturbador é incontras-
table. Nada le intimida: nada respeta. En
esta casa, donde había el silencio de un
claustro, se oye ahora por todas partes un
loco reir y un charlar sin tregua ni reposo.
D. Elig. Además, señora, ¿qué viene á ser esto de re-
cibir aquí, á cualquier hora del día ó de la
noche, á todo el que llama á esa puerta?
- ;i3 —
Cuando no es el Tío Garando, que la vio
nacer, es la Tía Pilonga, que la vio abrir los
ojos; cuando no es el Tuerto de la Plaza, que
le debe el estanco á su señor padre, es otro
lisiado cualc|uiera que viene á pedirle una
limosna. Y aquí el ama; y aquí el marido
del ama en una silla, porque está baldado; y
aquí los seis hijos del ama; y aquí todos los
criados y criadas que fueron de su casa pa-
terna, y aquí el pueblo entero, ¡qué diablo!
Y una de besar, y una de reir, y una de char-
lar, que no me permiten poner una coma en
su sitio. Esto no, señora marquesa, esto no.
T).-A Sac. Pues ¿y la doncellita, es de oro? No ha de
sacudir una falda si no es cantando; siem-
pre ha de rei^licar á lo que se le dice; con
todos los mozos de la vecindad coquetea;
usa unos vestidos de colorines escandalosos;
se echa encima una de olores que trastor-
na, y se baña, como si fuera una duquesa,
casi todos los días.
D. Elig. ^:Sí?
D.a Sac. Sí, señor.
D. EuG. ¿Dónde...?
D.a Sac. ¿Cómo?
D. Elig. ¿Dónde se ha visto cosa igual?
D.a Sac. Le aseguro á usted que si no se corrige, aun
á riesgo de incurrir en el enojo de mi sobri-
na, la plantaré en la calle.
D. Elig. Y hará usted muy bien. En el bolsillito del
delantal lleva un pedacito de espejo, y ape-
nas se ve sola en un rincón, ya se está arre-
glando los nenes.
D.a Sac. Lo he observado.
D. Elig. Otrosí. Le gusta, ó hace que le gusta, Lucio.
D.a Sac. ¿Lucio? ¿Tan zafio?
D. Elig. Sí, señora, Lucio. Y trata de embaucarlo y
desvanecerlo con todo linaje de coqueterías.
D.a Sac. ¡Oh, no! Pues eso no. En mi casa no.
D. Elig. Y aun hay algo más lamentable. Ayer leía
á hurtadillas un librejo que escondió al ver-
me á mí.
D.a Sac. ¡Hola, hola! A propósito: ¿examinó usted la
biblioteca de mi sobrina?
— 34 —
D. Elig. Sí, señora. ¡Vaya una biblioteca!
D.a Sac. ¿De quién tiene libros?
D. Elig. De Becquer, el poeta nocivo y peligroso; de
Canipoaraor, que llamaba las cosas por su
nom])re; de Valera, que tampoco se mordía
la lengua; de Pérez Galdós... ¡v de Luis
Taboada!
D.» Sac. ¿Y en francés, ha visto usted algo?
D. Elig. Dos ó tres noveluchas de Daudet, (jue pien-
so quemar sin autorización de nadie.
D.ii Sac. Con la mía.
D. Elig. Sospecho (jue la señorita Consolaci(')n tiene
el deplorable hábito de dormirse leyendo.
D.» Sac. ¿Por qué no le da usted su libro, querido
FríasV
D. Elk;. Con mil amores, si lo desea la señora mar-
quesa. Yo no había pensado en cosa tal, por-
que soy naturalmente modesto, i'fisa coralito
desde la primera puerta de la Izquierda hacia la escu-
lera. Su andar menudito de paloma y el ineit.-mte jue
go de sus curvas, sacan de quicio al íidmiuistrador.
¡Niña!
Cor. ¿Es á mí?
D. Elig. A usted. Hágame el favor de acercarse.
Cor. Obedeciéndolo muy sonriente. ¿Qué mC manda
usté?
D. Elig. Ante todo menos sonrisita.
Cor. Si es agrado natura.
D. Elig. Pues menos agrado natural. Y muchísimo
menos guiñarme á mí.
Cor. ¡No es guiño, señó!
D. Elig. ¿Qué es entonces?
Cor. Picardía del ojo izquierdo.
D.a Sac. Bien está ya, sea lo que fuere. Diga usted.
Coralito.
Cor. ¿Señora?
D.a Sac. ¿Qué libro leía usted ayer tarde?
Cor. ¿Me vio usté? No, que fué este cabayero er
que me vio.
D. Elig. ¡Quien la viera á usted es aquí lo de menos!
¡Aténga.se al interrogatorio! ¿Qué libro leía?
Cor. Un hbro grasiosísimo. «Las vcintisinco ma-
neras de que se vale una muje i)ara saca
novio, y un hombre para saca novia.»
— 36 —
D.:» Sac. Pues ese libro se lo entregará usted al señor
administrador.
UoR. ¿Va usté á saca novia?
D. Elig. ¿Eh? ¡^^oy á sacar lo que á usted no le in-
cumbe!
Cor. ¡Hu}^ qué palabra!
D. Elig. ¡Usted es la que está sacando ya los pies del
plato!
D.a Sac. Sí, por cierto. Coralito, si no quiere usted
obligarme á una reprensión dura, replique
menos y obedezca más. Hoy mismo le dará
usted al señor don Eligió el libro que leía,
para que lo queme.
Cor. Pero ¿es que er libro es malo?
D. Elig. ¡Es deleznable!
Cor. ¿Pues qué va una á lee; «Bertordo, Bertordi-
no y Cacaseno?»
D. Elig. ¿Cómo se entiende? ¡Retírese!
Cor. Sí, señó, sigue su camino hacia la e.scalcra.
D. Elig. contemplándola y moviecdo la cabeza con disgusto.
¡Ay qué meneito!... ¡qué meneíto!...
Cok. ¿También está mal er meneíto? ¡Vaya! ¡Esta
casa es la Inquisisión! sub'-
D. Elig. ¡Silencio!
Cor. Señó, si no pío. Desaparece.
D. Elig. ¡La última frase ha de ser de ella! ¡E.sto me
vuelve loco!
Cor. Dentro, cantando.
Yo no sé...
yo no sé lo que le ha dao
este serrano á mi cuerpo...
D. Elig. Yéndose al pie de la escalera á gritar. ¡Corallto!
Cor. Contra más...
contra más quiero orvidarlo
menos conseguirlo jmedo...
D. Elig. ¿Pero ve usted, señora marquesa? ¿No es
esto burlarse de mí abiertamente?
D.a Sac. Estoy callada, porque con la tal mocita no
hay modo de hablar. Luego le diré á mi so-
brina lo c{ue hace al caso. Comprendo ahora
que si la mujer de mi primo Alfonso es una
muchacha seria, como ya me incUno á creer,
hayan saltado de allí Consolación y su don-
celHta.
— 36 —
I). Elig. ^;Sabe mi señora cuál es la que estimo única
suerte de este caso?
ü.íi Sac. Me lo figuro, amigo Frías. 8e refiere usted
á quo no está mi hijo entre nosotros.
D. Elig. Cabalmente.
D.a Sac. ¡Ah, ya lo creo! Mi hijo, dado su natural,,
alentaría y aun aplaudiría todas estas cosas
que á usted y á mí tanto nos desagradan.
l'or eso, señor don Eligió, transigí con él, y
le dije á usted que le diese todo lo que pe-
día, para que levantara el vuelo cuanto an-
tes. Su presencia aquí estaba llena de peli-
gros.
D. Elig. A Dios gracias, se fué al día siguiente de
llegar la señorita Consolación, y no debemos
temer que vuelva por ahora ni en algún
tiempo.
Julio Asomándose por la ventana del zaguán. ¿Hay pOSa-
da para un peregrino"?
D.a Sac. Estupefacta. ¡Julio! ¿TÚ"?
D. Elig. romo si tomara ruibarbo, ¡Doil JuHo! ¿Usted?
Julio Yo mismo. ¿Hay posada ó no? Vengo á mo-
lestar lo menos posible; cuestic^n de un par
de horas.
D. Elig. Habrá usted visto que nos hemos ci[uedada
de una pieza su mamá y yo.
Julio Lo que veo es que no quiere usted abrirme.
Palabra de honor que me iré sin pedir más
dinero.
D.a Sac. Ábrale, clon Eligió, ábrale.
Julio Gracias, mam.á. Don Eligió se fía menos
que tú.
x). Elig. obedeciendo á la señora. ¡Qué cosas tiene el se-
ñor marqués!
Julio Abrazándolo en el mismo portón, qnc queda entre-
abierto ¡Don Eligió! ¡Mi ángel tutelar! ¡Ya
sabe usted que yo lo quiero muy de veras!
Besando á doña Sacramento ¿Qué hay, mamaíta?
D.a Sac. ¿Qué ha de haber? Que me desconciertan
tus salidas de tono. ¿Me quieres explicar qué
es esto?
ThIío viste traje de campo al uso deja tierra.
Julio Esto es que tu hijo el calavera, tu hijo el
pródigo, tu hijo el malo, viene con unos
— 37
amigos á un tentadero en La Temprana, á me-
dia legua de Alminar, y mientras ellos pre-
paran el almuerzo alegremente, él monta en
su jaca y se llega á darle un beso á su ma-
dre. ¿Qué tal, don Eligió? ¿Soy ese aborto del
abismo de que usted habla?
D. Elic. Señor marqués... yo nunca he dudado... Esas
bromas de usted son injustas... Lo cual no
empece...
Julio Sí empece.
D. Elig. No empece...
Julio No empecemos. Y perdone usted este chis-
te. Sé que usted odia el chiste.
D. Elig. Según. Cuando es de buena ley, lo celebro
como el que más.
Julio Pero sin reirse. Yo no lo he visto á usted
reirse nunca. ¿Tú has visto reirse á don
Eligió, mamá"?
D.a Sac. ¡Julio!
D. Elig. Señora...
Julio Don Eligió, no haga usted caso de mis chi-
rigotas. Estoy contento... y no reparo en
que quizás lo moleste á usted.
D. Elig. De ninguna de las maneras.
De la casa de labc^r sale Ambrosio.
Amb. Tengan ustés muy buenos días, sorprendido.
Don Julio, ¿cómo usté por aquí?
Julio Hombre, no es tan raro verme por aquí.
Amb. ¡Pero tampoco es coza que ze vea tos los
días, como er zalí der zó! — Con permizo.
Don Eligió de mis curpas.
D. Elig. ¿Qué hay?
Amb. a mi niño lo tiene usté ya en er jardín con
la paleta y los pinceles, y pregunta zi va
usté á ponerze la ropa con que lo está pin-
tando ó zi hoy también lo deja.
D. Elig. ¡Válgame Dios! Dile que hoy tampoco po-
demos hacer nada. Tengo mucho que tra-
bajar. Mientras no salga de mi conferencia,
no quiero distraer un minuto. Tanto, que
con permiso de todos... ¿La señora marque-
sa me necesita?
D.a Sac. Para nada.
D. Elig. ¿El señor marqués quiere algo?
— 38 —
Julio Que le pase á usted el susto.
D. Elig. Siempre ha de chancear el señor marqués.
Vase por la pueria de la derecha.
Julio ¡Pero no se ríe! Escúchame, Ambrosio.
Amb. Mándeme usté, don Julio.
Julio Te felicito. Sé que tu hijo progresa en la
pintura.
Amb. ¿Que progreza?
Julio Así me dicen todos.
Ame. ¿Zí, verdá? Pué zé que progreze; pero lo
que yo le pío á usté, y á tos los que dicen
í^ue progreza, es que no me mienten ar
niño.
Julio ¿Por qué?
Amb. Conteniendo su mal humor. Por lia. No me micn
te usté ar niño, don Julio; no me miente
usté ar niño. Yo cuando me enfao no zé
habla zin zortá ajos y ceboyas... y me voy á
enfada zi me mienta u.sté ar niño. ¿Esta-
mos, don Julio? Ez un favo que yo le pío á
usté que no me miente ar niño. Y usté ziga
bueno. Vase á la casa do labor
Julio Adiós, hombre. Riéndose. ¿Qué le ocurre á
Ambrosio con el niño?
D.a Sac. No lo sé á ciencia cierta; pero me figuro que
se trata de un gran desacuerdo en materias
de arte.
Julio Ya.
D.a Sac. Dejemos á Ambrosio y vamos á cuentas
nosotros dos. .
Julio ¿Cómo á cuentas? ¿No he jurado (|ue soy
moro de paz?
D.a Sac. Respóndeme: ¿puede creerse lo que me has
dicho del tentadero y de que vienes á ver-
me tan sólo?
Julio ¿Pues á qué he de venir sino á eso? ¿Te he
engañado yo alguna vez?
D.a Sac. Es cierto: nunca.
Julio No lo digas con retintín. ¿Y mi prima?
D.a Sac ¡Tu prima! ¡No me hables de ella! ¿Dónde
creerás que está tu prima?
Julio ¿Dónde?
i).a Sac. Con seis ú ocho amigas en una boda de gi-
tanos.
Julio ¿Ah, sí?
D.a Sac. Como lo oyes.
Julio ¿Es quizás la novia la hija de Chiribiqui?
D.a Sac. ¡Qué sé yo!
Juuo Seguramente. Acabo de encontrarme á Chi-
ribiqui con una borrachera, que si no era
de boda era de bautizo. Me saluden tirando
el sombrero por alto.
D.a Sac. ¿Y de qué te conoce á tí ese hombreV
Julio Somos compadres.
D.a Sac. ¡Julio!
Julio Le bauticé el último chiquillo.
D.a Sac. ¡Jesús! Así te parece cosa natural que tu
prima haya ido á esa boda; sin reparar en
que aquellas cuevas no son ni con mucha
escuela de Inienas costumbres.
Julio Mamá, por Dios, no confundas las cosas.
Ponte alguna vez en la realidad. Precisa-
mente me agradó de mi prima, en lo poco-
que hablé con ella, lo espontáneo de su ca-
rácter; lo franco, lo ingenuo de su corazón,:
su irreflexión simpática, su alegría juvenil,
que nacen de un alma clara, de un cuerpo
saludable... Una mujer así, ni de las cuevas
de gitanos ni de ninguna parte saca nada
que no deba sacar.
D.a Sac. No me sorprende oirte. Harto presumía yo
que tu señora prima había de encontrar en
tí juez bastante benévolo para sus hge-
rezas.
Julio Mamá, me desespera que hayas de verlo
siempre todo á través de los lentes de don
Eligió. Yo apenas conozco á mi prima; ni
tengo para qué ser su abogado; pero vale
mucho más que sea como yo me la figuro,
que no como estas niñas del pueblo, de que
Dios nos libre.
D.a Sac. No midas por un rasero á las niñas del pue-
blo. En el pueblo hay de todo. Y bien sa-
bes tú que sobresale una muchacha entre
las demás, de la que te he hablado mil veces,
con elogio de sus virtudes.
Julio Sí; para que yo tomara estado; para que yo
dejara mis devaneos; para que yo sentara.
40 —
D.a Sac.
Julio
D.u Sac
Julio
D.a Sac.
Julio
D.a Sac.
< lONS.
Julio
D.a Sac.
Julio
CONS.
D.a Sac.
Coxs.
la cabeza... Ya, ya lo sé; pero como lo pri-
mero que se necesita en un inatrimonio es
amor, y yo no siento amor jior esa señorita,
aunque sea una rica heredera, alií tienes
por qué no andamos de acuerdo. Y l)asta ya
de dimes y diretes, mamá, que siempre he-
mos de estar riñendo ó cosa parecida, y yo
me he propuesto no Vf)lver á reñir contigo.
Esa sería buena señal.
No sería mala; pero no por lo que tú pien-
sas. Porque te advierto una vez más, que
yo no he de parecerme nunca á tu adminis-
trador.
¡Y dale con el pobre administrador!
Para eso haría falta, como dice la copla,
otro mundo y otro cielo
y otro Dios que dispusiera.
Oyese en cl zaguán al;íarrtbía de muchachas y mu-
chachos que se despiden.
¿Eh? Ahí está ya Consolación.
¿Mi primaV
Siempre se anuncia asi: con risotadas y bu-
llicio. Sentiré que entre alguien. Esta casa,
desde que ella llegó, es la casa de tócame
Roque.
Dentro todavía. Hasta lucgO, liasta luCgO. No
faltes tú. Mariquita Antonia, saie por ei portón.
Viene de traje claro y mantóa de Manila ó de espuma,
puesto en forma de chai. Lucio la sigue. 1 la, ¿Ve
usted cómo no me han matadoV ¡Hola, pri-
mo! ¿Tú por aquí otra vez? ¿Has venido al
casorio?
¿Cómo te va, primita?
Ha venido al campo, á almorzar con unos
amigos, y se ha llegado ;i vernos. Pero se va
en seguida.
Bien se ve que has andado de fiesta. ¡Bue-
nos colores traes!
¡Y qué fiesta! Me hubiese alegrado <jue la
hubieras visto. ¡Ay, tía, me he reído liasta
ponerme mala!
Para eso necesitas tú poco.
Lucio observa embobado a Consolación.
Es que no hay gente como los gitanos para
— 41 —
pasarlo bien. ¡Me han dicho una de cosas!...
Con lo que á mí me gusta que me digan
cosas los gitanos. Los gitanos y los que no
son gitanos. Mire usted, tía, un hombre del
campo me dijo... Lucio, ¿cómo fué"?
Lucio ¿Er qué? ¿Lo que le dijo á usté Vinagre?
CoNs. ¿Vinagre?
Lucio Aquer de la chaqueta al hombro y la man-
cha en la oreja.
Coks El mismo.
Lucio Eze tiene mu güeña zombra. Le dijo, dice...
Se ríe recordando la ocurrencia Le dl_]0, dlCC...
con permizo de la zeñora... le dijo, dice...
Julio ¡Acaba!
Lucio Don Julio, güenos días.
Julio Buenos días. ¡Acaba!
Lucio Le dijo, dice: «Toavía estaba zu mamá de
usté echando cuentas... y ya era usté bo-
nita. »
Se ríen 61, Coiisolaci6n y Julio.
D.'d. Sac. ¡Qué disparate!
Lucio Poz un gitano mu negrucio, conoció por Ma-
ceta, le dijo otra coza, que usté, zeñorita
Conzolacion, ó no la oyó bien, ó jizo azín
como que no la oía. Le elijo, dice...
CoNs. Calla. Remedándolo. Hice «azín como que no
la oía. »
Lucio torna á reir.
D.a 8ac. Me maravilla que te puedan halagar tales
piropos.
OoNs. Por Dios, tía; ¿pero usted cree que son más
finas las cosas que nos dicen los señoritos?
Yo he pasado un rato que no se me olvida-
rá en mucho tiempo. Había allí una gitani-
11a, ¡que bailaba de una manera!... ¡Qué sa-
lero, qué brío, qué encanto más particular!...
Y era preciosa. No me la traje para que
usted la viera, por miedo á don Eligió.
D.a Sac. ¡Muchacha!
Julio Esa sería la Chamarina, ¿verdad?
CoNS. ¿La conoces tú?
Julio Mucho. Nació bailando.
CoNS. El que nació bailando, por lo vi.sto, es un
zagalillo de este alto, más negro y más feo
— 42 —
que mandado hacer. ¡Lo que se zarande(>
aquel cuerpo, Dios mío!
Julio Ah, sí: Malos Pelos, sin duda.
Coxs. ¡díalos Pelos! Así le llamaban.
Juiío Ese es hijo de Micaela la Bonita y nieto de
Petaca.
Coxs. E.stás metido en el gran mundo, primo.
Jui.io Completamente. Mamá, no te enfades.
1).!' S.-vc. No me enfado, no. Ya estoy acostumbrada
i'i oírte.
Lucio Cuente usté lo der repique, zeñorita Conzo-
lación.
D.a Sac. ¿Lo del repique?
CoNS. Sí. ¿No ha oído usted repicar en el Car-
menr*
D.a Sac. Con gran sorpresa, ciertamente.
('oNs. ¡Pues he sido yo!
ü.a Sac. ¿Tú?
Coks. Yo.
Julio ¿Tú, prima?
CoNS. Yo, yo.
Ludo La zeñorita ha zío.
D.a Sac. ¡Virgen de las Angustias!
Julio ¿Campanera también?
Coxs. ¡Campanera y sacristana y cuanto hay que
ser en el mundo! Verá usted, tía. No arru-
gue el entrecejo: alégrese conmigo, por Dios.
V^olvíamos las muchachas y los muchachos
charlando y riendo del casamiento de los
gitanos, y al pasar por el Carmen dijo una:
«Vamos á entrar á rezarle á la Virgen.» Y
entramos todos á rezar. En esto, yo, que
rezo más á prisa, me levanto y me subo á
la torre, recordando mis siete años. Lo mis-
mo fué verme, que todos á la torre conmi-
go. ¡Qué barullo! ¡qué risa por aquella esca-
lera, oscura como boca de lobo! Cuando lle-
gamos al campanario nos deslumhró la luz.
¡Es gloria del cielo lo que se ve por aquellos
ojos de la torre! Al sentirnos, una bandada
de palomas echó á volar. La mañana era
hermosa: el aire, fresco y saludable. El sol
parecía que pintaba de amarillo el trigo, de
rojo las amapolas, de blanco el pueblo, de
— 4á —
verde los pinares... Temblaba yo, mirando
todo aquello, de emoción, de alegría, de ga-
nas de vivir... Allá lejos, muy lejos, había
unos hombres encorvados, segando la mies...
Quise yo en un momento levantar el vuelo
como las palomas, saltar, gritar, cantar
como un pájaro; quise yo agradecerle á Dios
la vida que me dio, los ojos que me puso
en la cara y la alegría que me puso en el
corazón para ver y sentir todo cuanto veía
y sentía; quise yo llevarles, comunicarles
mi bienestar á aquellos campesinos, alegrar
su trabajo penoso, hacerlos descansar un
instante siquiera... Sentí el impulso de los
momentos buenos, estalló mi corazón en
risa y en lágrimas, y ni visto ni oido: senti-
do y hecho: cogí la cuerda de una de las
campanas y empecé á voltearla como si hu-
biera sido campanera toda mi vida. ¡Talán
tan! ¡Talán tan! Se estremeció el aire. En la
torre se armó un revuelo de risas y gritos
que ensordecía. Lucio se agarró á otra cam-
pana. Un monaguillo, contagiado también
y encantado con la indisciphna, se agarró á
otra. ¡Talán tan! ¡Talán tan! ¡Talán tan! ¡Ta-
lán tan! Parecíamos locos. Las palomas, que
habían vuelto á la torre, echaron á volar
otra vez... Y algunos de aquellos hombres
que trabajaban lejos, levantaron los cuerpos
que tenían inclinados sobre la tierra, y un
buen rato estuvieron mirando hacia arriba:
hacia la torre, hacia el cielo. Ya sabe usted,
tía, por qué ha habido esta mañana repique
en el Carmen.
Lucio ¿Pos no ze me han zartao las lágrimas?
Julio No ha sido á tí solo. Mira tú por dónde la
alegría de la señorita nos ha enternecido á
los dos.
Lucio Es que ha contao la coza que ha zio estarla
viendo. Mejón que estarla viendo.
D.a Sac. Consolación, Consolación, eres buena, pero
eres loca.
Coks. Ay, tía, pues yo me esforzaré en ser un po-
quitito más buena y un poquitito menos
- 41 —
loca, para darle á usted fausto. Poquitito,
¿eh?
Baja Coralito tan pizpireta como siempre.
Cor; Señorita Consolasión. Sonriendo. Hola, Lusío.
Coxs. ¿Qué quieres?
Cor. ¿Se puede habla?
Coks. ¿Por qué no, mujer? ¿Qué hay?
Cor. ¿Sabe usté que están ahí las masetas?
CoNs. ¿Mis macetas? ¿Todas?
(/OR. Todas: hasta la der perejí.
D.ii Sac. Es verdad: no te he diclio... A j^oco de irte
tú llegaron los tres carros.
Coks. ¿Dónde las han puesto?
Cor. En er Jardín en cuatro filas.
CoNS. I^^oy á verlas corriendo! Tía, venga usted.
¡Verá usted qué primores! ¡Mis macetas son
famosas en todo el contorno! Yo las quiero
más que á muchos parientes. Ande usted,
ande usted.
D.it Sac. Mujer, déjame á mí; yo no estoy para nada.
Julio ¿Ni para ir al jardín, mamá? ¿De manera
que llegan las macetas de Consolación y la
dueña de la casa no va á recibirlas como me-
recen?
CoNS. ¡Pues claro! Si no viene, me pico. En serio.
!^.a Sac. Sea como tú quieras. Vamos al jardín.
Se encaminan las dos hacia la puerta de la casa de
labor.
CoNS. Usted se alegrará. Lo que siento es que ya
hay pocos claveles; pero rosas... ¡verá usted
qué rosas!
Cor. Una viene como la cabesa de un niño chico.
Julio Ahora iré yo á verlas también.
CoNs. Te gustarán.
Julio Lo creo. Hay cosas que gustan, más que por
ellas en sí, por la persona que anda en torno
de ellas. Conociéndote á tí, por fuerza han
de encantarme tus macetas.
CoNS. ¡Mira qué galante es mi primo!
D.a Sac. ¡Buen par de taravillas estáis tu primo y tú!
Ríen los mnchnchos. Ellas entran en la cusa de labor y
él subo. Lucio se queda como cuajado mirando á la
puerta. Coralito, que cree que no es á l.i puerta preci
sámente adonde debe mirar Lucio, le dice al cabo:
— 46 -
Cor. Pero, oye: ¿te han embarsamao con estopa?
Lucio Sin oiría. ¡Er zó ze ha metió en esta caza!...
¡Pmtores no la pintan!... ¡Bonita es como la
fló der granao!
Cor. ¿Estás hablando solo?
Lucio ¡Mardita zea la pobreza! ¡A ladrón me vi á
echa pa tené dineros! ¡Zi yo fuea zeñorito!...
Cok. ¡Jesú! Tú no estás bueno de la armendra.
Lucio ¿De dónde?
Cor. i'or la cabeza. De la armendra.
Lucio ¡Déjame á mí ahora! volviendo á sus pensamien-
tos. ¡Qué mira!... ¡Qué habla!... ¡Qué anda pa
arriba y pa abajo como una pluma!... ¡Qué
reí... que paece que entra en la caza un ban-
do e golondrinas!...
Cor. Picada. Lo primero que hay que tené en este
mundo es educasión.
Lucio ¿Qué dices?
Cor. fi^oy yo argún trapo?
Lucio Compara con tu zeñorita eres trapo y medio.
Cor. Grasias. ¿Tú te has fijado en la soga der
poso?
Lucio ¿Por qué?
Cor. Porque asi eres de fino.
Lucio ¿Pero te quiés tú pone con eya?
Cor. Yo no, hijo mío; yo no quiero ponerme con
nadie. Cada una es como Dios la lia hecho.
Lo que si te digo es cpe yo, aunque sea en
er campo, hago así en er suelo con er pie... y
salen siete novios.
Lucio ¡Ziete griyos es lo que zardrán!
Cor. Arguno me canta por las noches. Acostum-
bra estoy yo á que hombre que me ve, hom-
lire que siente la punsá.
Lucio ¿Y á mi á qué me cuentas tú ezo?
Cor. Pa que te enteres con quien tratas.
Lucio ¡Zi ya lo zé de zobra! ¡Que siempre habemos
de está lo mesmo! Quéate con Dios: me voy
á verla entre las flores.
Cor. ¿a quién?
Lucio ¡A doña Zacramento va á zé! ¡Mía esta! jA
tu zeñorita, pamplinoza! ¡Eza, zí que da azín
con er pie en er zuelo, como dices tú, y za-
len ziete claveles reventones!
- 46 —
•Cor. Despechada. ¡Vaya!
Lucio Siguiendo el hilo de su admiración. ¡Nu ZC dicc por
mucho que ze diga lo bonita que es! ¡Bonita
á toaz horas y en toas partes! Ayé ze puzo
toa de negro y ze fué á miza zola conmigo, y
no zé cómo er Pae Ramón no ze equivoc(')
ar decí: «Dominus vobiscum», y le dijo:
«¡Bendita zea tu madre!» Zi yo zoy er Pae
Ram(')n me equivoco. ¿Poz y cuando se en-
casqueta eze zom])rerito tan zerrano, que
debe zé de Parí de Francia, y ze monta en
la jaca baya y echa á corre por er camino e
los Parrales que no hay quien la ziga? ¿Y
cuando está zentá y ze levanta de prontor*
¿Y cuando está de pie y da una carrerita pa
zentarze?
<JoR. ¿Y cuando nase un hombre tonto, tonto,
tonto de la cabesa y no hay quien lo com-
ponga? ¿Qué te párese á ti? ¡Er demonio er
gañán, que debía está tirando de una carre-
ta con otro buey! ¿Sabes tú lo que yo te
digo? ¡Que mar dita la tarta que me hasen á
mi tus piropos! ¡Pos de buena lana es er car-
nero! Volviéndose de pronto y encarándosele. Mira:
er marquesito de la Cruz de la Fuente, que
es un rear moso, que se lava er cuerpo tos los
días, me mandó á mi unos sarsiyos de bri-
yantes, con una cartita en que lo que menos
que me de-sía era surtana: en er baú la tengo;
Periquito Mora, de lo mejó de Sola der Rey,
se ha querido casa conmigo, ¿te enteras tú?
¡casarse conmigo! }' me ha dao su retrato,
firmao por é: en er baú lo tengo; aquí yevo
diez días, y sin salí á la caye, como aquer
que dise, tengo ya cuatro pretendientes...
Lucio ¿En er baú?
OoR. En er baú tengo las cartas; que te coste á tí.
Y va er resto: er boticario de esta caye, que
es más guapo que tú, y más lino que tú, y
que fuma con estenasiyas, está envenenan-
do á medio pueblo, trastornao desde una
noche que fí yo á comprarle sargatona. ¿Lo
sabes? ¿Te enteras? ¿Me has oído? Cuando
menos te piensas tú que se tom*') mi madre
- 47 —
er trabajito de echarme ar mundo pa un
cortijero. ¡Jesú! ¡Jesú! ¡qué ilusiones se hase
la gente! ¡Quítate de ahí, feo to, que hueles
á piara! ¡Úf! ¡qué asco me ha dao de pronto
este mendrugo! ¡pero qué asco! ¿A dónde
iríamos á para? ¡-Por María Hantísima! ¡Es-
taría yo loca! Entrase por la primera puerta de la
izquierda huyendo con repugnancia cómica de Lucio, é
indignada ante la suposición de que ella lo mire con
buenos ojos. El da rienda suelta á sus carcajadas.
Lucio ¡Ju, ju, ju! ¡Ze ha enfadao! ¡Ze ha enfadao
por que yo no le digo na! ¡Ju, ju, ju! ¡Pre-
zume más que un zordao con un puro! ¡Ju,
ju, ju! Ue improviso se queda serio, fijándose en un
retrato que hay colgado sobre la ventana del foro.
Güeno está, hombre; no es mala penzión la
que tengo. Dende que la zeñora me riñó
porque me reía, en cuantito ze me va la
riza ya me está mirando er tío eze. Vallan-
do de puntos de vista. Y zi me pongo aquí
me mira. Y zi me pongo aquí me mira. Y
zi me pongo aquí me mira taijibién. Donde
quiea que me pongo me mira. Encarándosele.
¡Zeñó, pero zi la riza no va con usté... y ezo
que paece que zaca la cabeza de un quezo!
Aludiendo á la gola. ¡Ju, jU, ju! Suelta otra vez
la risa y vuelve á quedarse repentinamente serio anl-!
la mirada del caballero retratado, y á buscar nuevos
puntos de vista para ver si logra esquivarla. En este ir
y venir lo sorprende Doña Sacramento, que sale de la
casa de labor y se encamina á la escalera.
D.a Sac. Lucio.
Lució Zeñora.
D.a Sac. ¿Qué estás haciendo?
Lucio Ganas de armorzá.
D.a Sac. ¿No te has llegado á la botica por lo que te
encargué?
Lucio Como no corría prieza hasta la noche...
Pero iré ahora en un zarto. Zólo que vi á di
á otra botica.
D.a Sac. ¿Por qué?
Lucio Porque er boticario de esta caye está ena-
morao de Coralito, y ze le píe marnezia y
da lamedó. ¡Ju, ju, ju!
— 48 —
D.ft Sac. ¿Qué rií<a es esaV ¿l^o te latengo reprendidaV
Al mismo tiempo que la repircnsióii do la señora lo
atnja en su risa la mirada do marras.
Lucio f^in quitarle ojo al de la gola. Zí, ZeflOra, ZÍ.
I). a 8ac. Pues mal se conoce. Procura no ]ier<ler la
memoria. Y procura, además, cuando sal-
gas á la calle, no detenerte en la ventana
de esa mujer conocida por la Morisca en el
pueblo.
Lucio ¿También ze lo han contao á usté las go-
londrinas?
D.a Sac. También. Ketlrasc por la escalera.
Lucio ¡Ju, JU, ju! Al retratado. A tí te vi Vo á ZOr-
tá una pedrá en un ojo.
1).»- Sac. Desde la escalera. ¿Eh?
Lucio Zeñora, no va con usté. Usté dispenze. Por
tercera vez trata de descubrir nuevos puntos de vista
para burlar la mirada acusadora. Sale luegro Consola-
ción.
CoNS. Lucio.
Lucio Mándeme usté.
OoNS. Escucha: voy á adornar el jiatio con mace-
tas mías.
Lucio ¡Ole!
CoNS. ¿Te gusta la idea? Llégate al jardín, y to-
das aquellas que hay allí separadas junto á
la pila, vémelas trayendo ahí al lado.
Lucio ¡Como zi quié usté que le traiga er jardín
entero, y la pila, y los peces!
CoNS. No; no es menester. Que te ayude Diego.
Lucio Lo que usté me mande, y na más que lo que
usté me mande. Vase el hombre todo alborozado.
Baja Julio, que ha trocado el ti aje de campo por uno
de casa.
CoNS. Sorprendida al verlo. ¡Julío!
Julio Consolación.
CoNS. Pero ¿no vas al campo ya?
Julio No voy.
CoNS. ¿Qué bicho te ha picado?
Julio ¡Venates!
CoNS. Pues ¿sabes que me alegro?
Julio ¿Sí?
CoNs. Sí; porque he pensado adornar el patio con
mis macetas, y tú vas á ayudarme á ello.
— 49 —
Julio ¡Ahora mismo!
Coks. Cuando ese las traiga. He mandado traerlas
á Lucio.
Julio Ya.
CoNS. Oye: ¿te ha pedido tu madre que te quedes?
Julio No.
CoNS. ¿Y de veras te quedas?
Julio Sí.
CoNS. Perdóname.
Julio ¿Por qué?
Coxs. Porque yo me malicié que la reunión del
tentadero no era sólo de amigos; y cuando
no vas...
Julio Cuando no voy...
CoNS. Claro se ve que es sólo de amigos. Ya sé, ya
sé que te gustan un poquillo las faldas.
Julio ¡Un poquillo, no! De aquí á la casa de en-
frente no voy yo si no es por unos ojos.
CoNS. Ya sé también que tienes el genio demasia-
do alegre.
Julio ¿Demasiado alegre? ¿En qué sentido?
CoNS. En los cinco sentidos.
Julio Eso es muy cierto. Soy gran aficionado á
ver, á oir, á oler...
CoNS. Atajándolo. Y á lo otro que falta: no te can-
ses. Y naturalmente, te quedarás en Almi-
nar para ver, para oir, para oler...
Julio Etcétera, etcétera; no te canses tampoco tú.
CoNs. ¡Bueno! Me voy arriba.
Julio contrariado. No te vayas ahora. ¿No vamos
á arreglar las macetas? ¿No hemos quedado
en adornar el patio juntos?
CoNS. Si, pero todavía... Voy á escribir antes.
Julio ¿A escribir? ¿A quién?
CoNS. ¡Qué curiosidad, primo!
Julio ¿Al tío Alfonso?
Coks. No. Y eso que no me olvido de aquella
casa.
Julio ¿A su mujer?
Coks. Tampoco. ¡Dios me libre!
Julio Con cierto asombro. ¿Entonces á quién vas á
escribirle tú?
Coxs. Es claro: si no es al tío Alfonso ó á su mujer,
ya no hay á quien escribirle en el mundo.
— 50 —
Julio ¿A alguna amiga?
Coks. ¡Pero qué curioso!
Julio ¿A algún amigo?
CoNs. Ni amigo ni amiga: ¿tú qué tienes que ver?
Julio Pues, hija, como no le escribas á San Anto-
nio... porque se te haya perdido algo...
CoNS. A San Antonio le escribí hace ya tiempo,
certifiqué la carta, le metí dentro un sello...
y no tuvo más remedio que contestarme.
Julio Ya.
Coxs. ¿Comprendes?
Julio Sí. ¿Tienes novio?
CoNs. Uno.
Julio ¿Querías tener dos?
CoNS. Con uno bueno basta y sobra.
Julio Lo siento en el alma.
Coks. ¡Primo!
Julio oí, hija, sí; te soy franco. Me molesta que
las mujeres bonitas tengan novio. Las (juie-
ro ó libres como el pájaro, ó ya con su ma-
rido al margen. Por lo que no paso es por el
novio. El novio es una figura molestísima.
Coks. Pues, hijo, hay que sufrir. Yo tengo otra
opinión del mío. Voy á escribirle.
Julio Poquito, ¿eh?
CoNS. ¡Ay, qué gracia! Lo de todos los días. Un
pliego tan cruzado que parece una tela me-
tálica.
Julio r;^ es tú? Si no fuera por ese hombre, tú y
yo seguiríamos charlando ahora. ¡Porque
para algo me he quedado yo aquí!
Coxs. Para algo, sí; pero para eso, no. Sé también
que eres muy embustero.
Julio Achaques de la imaginación andaluza. ¿Tú
no mientes?
Coxs. Mejor y más que tú.
Julio ¿Hola?
Coks. Mira: tú acabas de decirme que no te vas
por el gusto de charlar conmigo, y eso es
mentira, y yo no lo creo; y yo te he dicho
que tengo novio, y es mentira también, }'■
tú te lo has creído.
Julio ¿No tienes novio? ¿Hola, hola? ¿Con que no
tienes novio?
— 51 —
OoNS. No, hijo mío; ni me sale. Yo digo lo que
una muchacha de mi pueblo, que es muy
salada: «Con mi media naranja han hecho
por ahí un refresco.»
Julio ¡Esto ya es otra cosa! ¡No tienes no\do! ¿Arre-
glamos las macetas?
CoNS. Asi que las traiga Lucio.
Julio Conformes. Es particular lo que me sucede.
Mi madre se va á quedar con la boca abier-
ta. Porque te prevengo que ahora me voy á
llevar vin mes sin salir de casa.
CoNS. La verdad es c|ue eres un tarambana, pri-
mo. ¿Qué razón hay para que no vivas con
tu madre?
Julio Eso es muy complejo. Diferencias de carac-
teres, de opiniones, de gustos... Claro que
hav algo más...
CoNS. ¡Y tanto! •
Julio No, no va por donde tú imaginas.
CoNs. Pues cerca le andará.
Julio Eso sí.
CoMs. ¿A ver?
Julio Vale más que sigas sin saberlo. Por todo pa-
saría yo, si mi madre pasara por una sola
cosa mía.
€oNS. Con interés. ¿Te gusta alguiia mujer que á ella
no le agrade?
Julio Me gustó... y mucho.
CoNS. ¿De dónde era?
Julio De Málaga.
CoNs. ¿Cómo se llamaba? Dilo.
Julio Antoñita la buñolera.
CoNS. ¡.Julio!
Julio Tú me lo has preguntado.
Coxs. ¿Pero si eso se acabó, según parece...?
Julio Se acabó... cuando se murió ella.
Coxs. Ah, ¿no vive?
Julio No vive; pero dejó rastro.
CoNS. Ya. El aceite de los buñuelos se agarra mu-
cho á la garganta, con soma. ¿No puedes ol-
vidarla, eh?
Julio Tengo un hijo.
(!oNS. ¿De ía de los buñuelos?
Julio De la misma.
— 52 —
CoNS. ¡Vaya por Dios! ¿Y tú qué pretendes de tu
madre?
Julio Que venga mi hijo aquí.
Coks. ¿Y á tu madre... le hace daño la masaV
Julio ¡No eis que le hace daño; es que no consiente-
hablar de ello! ¡Le subleva la conversación!
Co\s. ¿Se parece á tí?
Julio ¿Mi madre?
CoNs. Tu hijo.
Julio Es un retrato mío.
CoNS. Menos mal.
Julio ¿Cómo menos mal?
CoNS. Porque... dichosa la rama que al tronco
sale.
Julio Ya sabes lo que me separa de esta casa. De
esta casa... y de algunas mujeres.
Coxs. ¿De algunas mujeres? ¿Por qué?
Julio Porque sueño yo con que la mujer C{ue lle-
gue á ser mi esposa, acepte ese hijo mío
como primera condición... y lo quiera como
yo lo quiero. Si no, no me caso.
Silencio.
Coks. ¿No tienes más que uno?
Julio No.
CoNS. Alarmada. ¿Eh?
Julio Que no tengo ninguno.
Coks. ¡Mentiroso!
Julio ¡Que no tengo ninguno! Del mismo barro
que hiciste á tu novio hice yo á mi hijo. Y
acaso con la misma intención.
Coks. ¡Pero lo has adornado mucho más! ¡Grandí-
simo cómico; farsante! ¡Si ha habido un mo-
mento en que creí que se te saltaban las lá-
grimas! No seré yo quien se fíe de tí.
Julio Ni yo de tí, primita. Hablemos claro.
Coks. ¡Ja, ja, ja!
Julio Y oye en serio una cosa.
Coks. ¿En serio?
Julio En serio, sí.
Coks. Diine.
Julio Aguarda.
Por la primera puerta de la izquierda sale Coralito c»
dirección á la escalera. Sonríe, mira maliciosamente al
pasar y sube.
^'63 —
CoNS. ¿Qué me ibas á decir?
Jui.io Muy sencillo. A tí te ha preocupado un ins-
tante que yo tuviera un hijo, y á mí me ha
interesado un punto que tú tuvieras novio.
¿Por qué es esto"? ¿Me quieres contestar?
iJoKS. Busca la contestación, uo la encuentra y dice: ¿Va-
mos á arreglar las macetas?
Julio ¡Vamos á arreglarlas! ¡Ya era hora!
CoXS. Llamando. ¡LüCÍo! ¡Lucío!
Julio ¡Lucio!
Lucio Saliendo de la casa de labor, seguido de Diego. ¡AqUl
están ya toas las macetas, zeñorita!
CoNs. ¡Pues vengan todas una á una, que vamos á
poner el patio que va á reírse solo!
Lucio ¡Ole! ¡ole!
En menos que se dice y con presteza y alegría juve-
niles, cubren y rodean de macetas la fuente y ponen
otros al pie de las columnas, de tal suerte que truecan
el patio en un jardín, cambiando su aspecto. Lucio y
Diego les vau entregando las macetas que ellos dis
tribuyen d capricho. Las hay de rosas, de geranios y
de alelíes.
€oNs. Verás tú qué prontito.
Julio ¡Cuántas hay!... ¿Dónde pongo yo esta?
<Joxs. Esa, junto á la fuente. Las pequeñas en
torno de la fuente. Dame acá, Lucio.
Lucio Tome usté.
Coks. Y las grandes rodeando las columnas.
Julio Ajajá. ¡Qué bonita es esta!
Coks. ¿Y esta, vale algo? Esta es mi orgullo.
Julio Esta aquí. Y esta aquí.
Lucio ¡Ju, ju, ju!
Coks. Esta remonona á la fuente.
Julio Otra á la fuente.
Coks. Y otra á la fuente.
Julio ¡Cualquiera va á conocer el patio!
Lucio ¡Ju, ju, ju! ¡Cuando don Eligió lo veal
Coks. ¡Lo que pesa esta, demonio!
Julio Esta aquí.
Coks. Y aquí esta.
Julio Y esta.
Coks. Y esta otra aquí.
Julio ¡No se acaban nunca!
Coks. Y tú aquí.
— 64 —
Julio Y tú con la de antes.
Coks. Y esta chica aquí para que la vean.
Julio Y esta grande aquí para que descuelle.
Coks. Y esta aquí.
Julio Y esta aquí.
CoNS. Y ya no hay más.
Juuo Y ya se acabaron.
Lucio ¡Ju, ju, ju! ¡Qué bonito! ¡Pero qué bonito!
Julio Sí que está bonito de veras.
Kíen satisfechos y se dejan caer fatigados cada uno
en un sillón. Doña Sacramento ha bajado ú tiempo de
ver el fin de la faena, y pregunta llena de estupor
D.a Sac. ¿Qué es esto, Julio"?
CoNS. ¡Tu madre!
Julio ¡Mamá!
D.a Sac. ¿Qué es esto, Julio?
Julio Pregúntaselo á Consolación.
D.a Sac. Consolación, ¿,ciué es esto?
CoNS. Pregúnteselo usted á Lucio.
D.a Sac. ¿Qué es esto, Lucio?
Lucio ¡Pregúntazelo usté á las golondrinas!
Doña Sacramento pasea la vista por el patio, entre se-
vera y sonriente, y los otros la contemplan gozosos,
esperando su aprobación segura.
FIN DEL ACTO SEGUNDO
ACTO TERCERO
El palio os el mismo, pero parece otro. La transformación iniciada
al final del acto segundo es ya completa. Los severos sillones han
sido sustituidos por sillas de paja y mecedoras de rejilla; donde
estaba el arcóu hay un piano; por doquiera hay plantas y flores;
en los arjos macetas colgantes. Corre el surtidor de la fuente,
tliciendo cosas peregrinas. Es por la tarde.
Coralito, á quien ya le consienten en la casa, bien que á rega-
ñadientes de don Eligió, dos deditos de escote, hállase asomada á
la ventana del zaguán, como en acecho de una víctima. En esto
Antoñito baja las escaleras á escape y cruza corriendo hacia la
casa de labor con unos pinceles y un frasco de aguarrás.
Cor. Parando en su carrera al polluelo. ¡Je.'íú! ¿Quiéll
ha tirao er tiro?
AnT. Deteniéndose. ¿Cómo?
Cor. ¿Dónde va usté tan desesperao?
Akt. a seguir retratando al don Eligió ese. A ver
si quiere Dios que acabe hoy. Me dejé arri-
ba el aguarrás...
Cor. Humó se nesesita pa pinta á semejante bi-
cho, y más con esa ropa antigua que se
pone. Paese una sanguijuela. ¿Cuándo va
usté á pintarme á mí?
AnT. Dejando la 'pose, por un momento. Cuaildo USted
quiera, Coralito.
Cor. Por mí... usté carcule. Me puedo pone otra
blusita que tengo toavia más vaporosa, y
— 66 -
con el escote un ]wqnito más l)aji); sin yegá
á lo grave, naturarniente.
Ant. Lo grave... lo grave es lo bonita que es
usted.
Cok. ¡Carambo!
Akt. Coralito...
Cor. ¿Qué hay con Coralito?
Ant. Coralito... usted va á tener la culpa de que
se haga una revolución en mis ideas artís-
ticas.
Cor. ¿Sí?
Ant. Al tiempo. \'oy á ver si concluyo con aque-
lla momia, que por cierto está hoy de un
humor de perros. Entrase en la casa de labor.
Cor. íluaniio Au'.oñito se ha marcharlo. FritO. PcrO fri-
to. Yo debo de tené solimán en los ojos.
Por la primera puerta de la izquierda sale Ambrosio
lleno de alegría y se dirige á Coralito.
Amb. ¡Duro, duro! ¡Dale por ahí to lo que pueas!
Cor. ¿Ha estao usté escuchando la conversasión?
Amb. Zí, hija mía; y Dios te lo premie. No lo de-
jes viví; envenénale el aire; que haga nú-
ineros con los pinceles por tu perzona; que
ze muera por tí... ¡A vé zi me lo cambias,
precioza, y acaba por pinta argo bonito!
Cor. ¿Pero qué le pasa á usté con é, que lo tiene
tan irritao?
Amb. ¿Qué quiés que me paze? ¡Que erpa;oíero
niño no pinta más que dezastres y cozas
feas! jLa caza me ha yenao de cimenterios,
y de ciprezes, y de niños tábiros, y de muje-
res flacas!
Cor. ¡Vaya un gusto que tiene!
Amb. ¡No hay un liziao en er pueblo á quien no
haya copiao! El único hombre cabá que ha
pintao zoy yo, y pa ezo me ha puesto un coló
verde y una tiriya en pie, que paece que
me están ajorcando.
Cor. jAy, qué risa!
Amb. ¡Miá pintarme á mí verde! Poz ahora está
retratando á zu madre, y verde; y á zu her-
mana, y verde. Pajolero niño, ¿zomos pi-
mientos ó zomos tu familia?
■Cor. ¡Ja, ja, ja!
— 67 —
Amb. ¡Zi yo yego á penzá que iba á toma eze rum-
bo, en zeguía lo dejo zé pintó! Dale, Corali-
yo, dale tú, hasta meterle er zó dentro e la
cabeza. Miá que zi conzigues que te pinte
tar como eres, ó que pinte este patio, ó que
pinte una zandía... ¡verde por fuera, zi quié
gasta er verde, pero colora por dentro como
zon las zandías!... te compro un mantón de
Manila de dos mir reales, bordao en tos los
colores que er jyajolero niño tiene en la caja
y que no zé pa qué rejinojo le zirven! se en-
camina ti la casa de labor.
Cor. Kiéndose. Vaya usté con Dios... y prepare usté
los dos mir reales.
Amb. Volviéndose en la misma puerta. ¿De VCrdar
Cor. Cuando yo lo digo...
Amb. ¡Ole! ¡Bendita zean las caras graciozas y los
cuerpos zerranos! ¡La diferencia que va de
esta mujé á la colerción de fieras que tengo
yo corgás por las paredes de mi caza!
Cor. También le gusto ar padre. Una familia
atravesá por mí.
Asómase Salud por la ventana del zaguán. Viene cou
su marido, el gran Pandereta, y con Rosita, su hija.
Son un matrimonio popular, feliz si los hay.
Sai.. Ssss... ssss... Güeñas tardes.
Cor. Güeñas tardes.
Sal. ¿Está la señorita?
Cou. ¿Cuá señorita?
Sal. La señorita Consolasión.
Cor. Sí que está.
Sal. Pos abra usté, que venimos á verla. Nos ha
mandao vení.
Cor. ¡Ah! ¿Ustedes son los jardineros?
Sal. Sí, señora.
Abre Coralito el portón y salen los tres recién llegados.
Quédase entornado el portón.
Pand. Salú, pimpoyo.
Cor. Dios guarde á ustedes. Ayé sintió muchísi-
mo er no está aquí cuando ustedes vinieron.
Dise que á usté no lo conose, pero que con
usté ha jugao en er patio e su casa.
Sal. Miá como eya se acuerda. ¡Es más güeña la
señorita!
— 68 ~
Cor. Vi á avisarle, sube.
Pakd. ¿Tú has reparao, Üíúñ'? ¿Ha cainbiau este
patio? Se conose que la señorita nueva trae
mucha alegría.
Sal. ¡Si anoche me dijo Frasquita, la cosinera,
que hasta va á mete aquí un teatro! ¡Y que
don Eligió, el arministrad('), está con eso
por las nubes!
Pand. Riéndose. ¡.Je, je! ¡Don Eligió! ¡Qué mursiéla-
go es don Eligió!
Sal. Yo tengo muchas ganas de vorvé á vé á la
señorita. Tú carcula: era mi madre lavan-
dera en su casa...
Pakd. Me lo has contao noventa veses; pero sigue.
Sal. ¿.Pa qué? Joseliyo María, ¿te acuerdas tú
de cuando servíamos acá?
Paxd. ¡No que no!
Sal. ¿Y^ de cuando entramos en relasiones? ¿Te
acuerdas?
Pand. señalando á una columna. Ayí te dí er primero.
Sal. Señalando á otra. No, que fué aví.
Paxd. Ayí fué donde nos pescó don EUgio y nos
plantó en la caye.
Se ríen los dos. Consolación b;ija.
CoNS. ¡Salud!
Sal. ¡Señorita! se besan.
Coxs. ¡Qué guapa estás, mujer!
Sal. Este es mi marío.
Paxd. Pa servirla á usté, señorita.
CoNS. Gracias. ¿La niña es tuya?
Pand. Y mía también.
CoNS. Y"a me hago cargo. Tiene buen humor tu
marido.
Sal. Pandereta le yaman.
CoXS. La chiquilla es preciosa. La besa y la acaricia.
¿Cómo te llamas tú?
Rosa Rosita.
Sal. Es la mayó que tengo. Tres más quean en
casa.
Coxs. ¿Tres más?
Pand. Y la imaginasión proyertando.
Coxs. Sentarse. ¿Y"" tú qué haces ahora, Salud?
Sal. Este, que es un poquiyo hortelan(j y otro
poquiyo jardinero.
- 50 —
Pakd. Na: una güertesiya que tenemos ahí á la
salía der pueblo, con cuatro lechugas y cua-
tro flores. Rosa que no se vende en la caye
se la pone mi mujé en er moño; y tomate
que uo se vende en la prasuela, tomate que
se echa en er gazpacho.
Sal. ¿Qué se le va á hasé, señorita? Si sernos pro-
bes, ¿ensima nos vamos á apura?
Paxd. ¡Eso sí que no! En mi casa tengo yo prohi-
bió arruga el entresejo. Yo no he estao tris-
te más que una vez en toa mi vía: cuando
enfermó la madre de esta, y dijo er médi-
co... que no era cosa de cuidao.
Sal. ¡Gaya, sinvergüensa! ¿Será sinvergüensa?
Es mu sinvergüensa. Nos yevamos mu bien.
CoNS. Ya, ya lo veo. Sin embargo. Pandereta, á mi
me han dicho que se le va á usted la mano
con Salud.
Sal. Diga usté que no es verdá, señorita.
Paxd. Diga usté que sí, que es verdá. Cuando
bebo, que es de tarde en tarde... vamos, toas
las tardes, argunas veses me da negra y le
sacudo tres ó cuatro gorpes.
Sal, Güeno, pero luego nos reímos.
Pand. Como que si no nos riyéramos luego, yo no
te ponía un deo ensima.
Sal. Señorita, si una no tiene más tesoro que
está contenta. ¿Qué va una á saca con em-
berrenchinarse? Perdé la salú.
Pand. ¡Eso! Miste, probes semos como las ratas,
pero ni eya ni yo envidiamos á nadie. Yo
voy á casa de don Manuer Tinaja, que de-
bajo e ca ladriyo tiene una onsa e oro, y no
veo más que esaborisiones por toas partes.
Se ponen á armosá, y un niño toma la
emulsión, y el otro el aseite, y el otro una
pírdora en ca plato, y er padre agua de una
boteya asú, y la madre agua de una boteya
con un grifito... ¡Pa eso que se muden á la
botica!
Sal. ¿Pos y en casa de doña Guadalupe, donde
vi yo á hasé los mandaos? Er mario pelea
con la mujé; la mujé pelea con er suegro; er
suegro pelea con la cuña; la cuña pelea con
-.- 60 —
er cuñao; er padre esloma á los chiquiyos;
las crias no paran dos días... ¿Y eso es viví"?
Miste nosotros. De mi vera no se espegan
mis hijos.
Coks. Ea, pues vamos á lo nuestro.
Pand. Usté nos dirá, señorita.
Sal. ¿Es pa argo der jardín pa lo que usté quie-
re á mi maríoV
OoNs. Justamente. Es una lástima de jardín; está
perdido, abandonado. ¿Usted lo conoce'?
Pand. ¿Er jardínV Mejó (jue er genio de mi suegra.
CoNs. ¿No es verdad que se puede poner nmy bo-
nito? Con varios cuadros de rosas y claveles,
alguno de violetas, un par de celindas, un
jazmín en un muro, una enredadera en el
otro... ¿Verdad? El cenador, que es lindísimo,
cjuisiera yo cubrirlo de rosas, á ser posible
de pitiminí. Y como gracias á Dios la tierra
es buena y hay agua abundante, me da pena
que la tierra esté sin dar flores, y el agua
parada, y todo muerto.
Panu. Sí que da pena, señorita.
vSal. Usté verá qué bien lo arregla este. A fante-
sía no le gana ningún jardinero.
Pand. Yo le pongo á usté una enredaera de cam-
paniyas en er muro de frente á la casa, que
en cuanto prinsipie á da fló hasta van á
toca las campaniyas.
C!oNs. Mejor que mejor. ¿Y á qué \an á tocar. Pan-
dereta?
Pand. Según. Cuando entre usté en er jardín, á
gloria; cuando se presente el arministradó,
á las ánimas.
CoNS. ¡Ja, ja, ja! ¿Tu marido también conoce á don
Eligió?
Sai.. ¡Digo! Si nosotros servíamos acá; sino que
nos echaron á la caye á los dos días de no-
vios.
CoNs. ¿Por qué?
Pand. Porque esta se reía de to y yo también, y se
hartaron de tanta risa.
CoNS. Bueno, pues vengan ustedes al jardín. Allí
sobre el terreno veremos lo que puede ha-
cerse. Ande usted. Pandereta.
— 61 —
Pand. veamos donde usté diga.
Se eucamiiian a la casa i.le labor, á tiempo que sale Je
ella don Eligió echando chiribitas, y vestido con la
ropa de dos siglos há que ya le conocemos.
D. Elig. ¡Mamarracho de pintorcillo! ai encontrarse con
el grupo. ¿Eh? Buenas tardes.
El efecto que tamaña aparición les produce á todos es
extiaordinario. La risa se les escapa de los labios y
ellos se esfuerzan en contenerla. Piimcro Consolación,
luego Salud con su niña, después Pandereta, oontcs
tan como pueden á las buenas tarde?-- y uno detrás do
otro se van á soltar la risa allá dentro.
CoNS. Buenas tardes.
Sal. Güeñas tardes.
Paxd. Güeñas tardes. (¿Se ha escapao de un cua-
dro este hombre?)
D. Elig. ¡Ah! ¿También he de servir yo de chacota?
¡Voto va, que se engañan muy mucho! ¡Pues
buen día Uevo para aguantar ancas de na-
die!
Baja doña Sacramento.
ü.a Sac. ¿Qué es eso, señor don Ehgio?
D. Elig. Señora marquesa, perdone usted si llega á
alcanzarle alguna chispa de mi cólera; pero
me hallo fuera de mí.
D.si Sac. ¿De su cólera? ¿Y por qué causa se le ha en-
cendido así, amigo mío?
D. Elig. No es una causa sola; son miles de causas,
que conspiran contra mis ideas, contra mis
hábitos, contra mis nervios. En esta santa
casa ha entrado un vendaval Cjue todo lo ha
desordenado y revuelto.
D.íi Sac. ¿Se refiere usted por ventura á mi sobrina
Consolación?
D. Elig. ¡A ella misma! Hora es ya, señora marque-
sa, de que pongamos freno á sus locuras.
D.!i Sac. ¿A sus locuras?
D. Elig. De alguna manera he de llamarlas.
D.a Sac. ¿Y si yo le dijese á usted, bondadoso ami-
go, que las locuras de mi sobrina van ga-
nando mi ánimo?
D. Elig. Perplejo. ¿Será posible, señora marquesa?
D.a Sac. ¿Por qué no? Aún no hace un mes que vive
conmigo, y }'a ha modificado en algo mis
— 62 —
costumbres, y lia alterado la severidad de
mi casa, llenándola de gritos, y de risas, y
de pájaros, y de llores; y si Iñen esto empe-
zó por desconcertarme y aturdirme, y por
levantar mi protesta —usted es testigo, — hay
una razón que puede más «jue todo... que
me lleva á agradecer esa alegría.
D. Elig. Doblemente perplejo. ¿A agradecerla?
D.ti Sac. ¡y quién sabe si á bendecirla!
D. Ei.iG. ¡Yo voy á perder el juicio!
]).» Sac. Mi hijo Julio, desde aquella misteriosa apa-
rición de hace quince días, no sale de esta
casa; él, que á pesar mío, no paraba jamás
en ella, arrastrado por los atractivos de otra
vida sin disculpa alguna. ¿Es el amor quien
aquí lo retiene? No lo sé. ¡Ojalá lo sea! Por-
que yo sé decirle á usted, excelente Frías,
que mi hijo, llenando con su prima este pa-
tio de flores; planeando la reforma del jar-
dín; ideando la construcción del teatrito en
las habitaciones cerradas; discurriendo so-
bre la comida á los pobres, y la fiesta á los
trabajadores del cortijo, y todas las cien co-
sas que sueñan juntos, es dichoso; es hon-
radamente dichoso. Y así lo quiero.
D, Elig. ¿He oído yo mal, señora marquesa, ó soy
víctima de algún maleficio? ¿Es decir que
usted está pronta á sepultar sus más caras
ideas?
I).!i Sac. Nada de eso; en todo casoá modificarlas, si
á ello me llevaran mis reflexiones. Pero á lo
que sí estoy decidida es á que mis sentimien-
tos más legítimos vivan á la par (]ue ellas.
D. Elig. ¡Bien! ¡Muy bien! ¡Perfectamente Ijien! De
todo lo cual yo colijo que usted autoriza en
el austero palacio de los Arrayanes, la cons-
trucción de ese teatrillo de que antes ha
hecho mérito.
D.» Sac. Teatrillo, no; teatrito. Lo he prometido ya.
D. Elig. Despechado y furioso. ¡Soplan vientos de li-
bertinaje!
D.« Sac. con severidad. Scñor de Frías...
D. Elig. La señora marquesa me disculpe. Y luego
me oiga.
- 63 —
l).a 8ac. Hable usted.
D. Elig Como ya creo percibir claramente que, do
hoy más, cosa que yo refute ó discuta en
esta su casa, será cosa hecha, para darme v-
mí con la badila en los nudillos, tengo el
sentimiento de anunciar á la señora mar-
quesa que en este punto y hora han acabado
mis servicios aquí.
D.a Sac. ¡Querido Frías!
D. Elig. ¡Señora marquesa!
D.a Sac. ¡Me dará usted el mayor disgusto de mi vida!
D. Elig. Xo es menor el que á mí me causa, mi se-
ñora.
Sale Julio por la primera puerta de la izquierda u;i
poco sorprendido é interesado.
Julio ¿Qué ocurre? ¿Qué charlan ustedes? Reparan-
do en la guisa de don Eligió. ¡Hola! ¿Dónde Va
vuesa merced tan galán, señor caballero?
D. Elig. La señora marquesa de los Arrayanes tiene
la palabra. Con todos los respetos.
Hace el hombre un par de cortesías y se va por las
escaleras á cambiar de traje cuando menos.
Julio ¿Qué yerba ha pisado don Eligió, mamá?
D.a Sac. La yerba que ha pisado no sé; pero se nos
^áene encima una gran desgracia.
Julio ¿Qué? ¿Va á dar quizás otra conferencia?
D.a Sac. No es caso de broma. Está contrariadísimo
con todo lo que aquí sucede, y acaba de
participarme que nos deja.
Julio ¡Bah! Creí que era otra cosa. Ya lo conven-
ceremos.
D.a Sac. Mira que está muy enojado.
Julio Mejor.
D.a Sac. ¿Qué ha de ser mejor? ¿Me prometes tú ha-
cer cuanto puedas por retenerlo?
Julio Cuenta con que se queda en casa. Don Eli-
gió es un infeliz. La adulación lo rinde, ya
lo sabes. Como yo le proponga que inaugu-
re el futuro teatrito con una conferencia á
propósito del teatro griego, es hombre al
agua. Y aun lo verás trabajar en algunas
comedias. ¿Qué digo comedias? ¡En el inter-
medio de baile!
D.a Sac. Calla, calla por Dios.
— 64 —
Julio Sobre todo, mamá, tú y yo no reñimos.
¿Hemos vuelto á tener nicas tiquis mionis
desde qne te lo prometíV
D.:i Sao. No en verdad; y así te quiero siempre.
Julio Y así espero seguir mucho tiempo.
D.a Sac. ¿Cuánto?
Julio ¿Cuánto? Pronto lo sabré, a Coralito, que sale
de la casa de labor. Coralito.
Cor. INIande usté.
Julio ¿Y la señorita C'Onsolación?
Cor. Por usté preguntaba ahora. En er jardín
está con Pandereta.
Julio ¡Caramba! ¿Y cómo no me lo ha avisado?
¿Vienes, mamá?
D.íi Sac. ¿También yo he de ir?
Julio Sí; quiero que se haga todo á gusto tuyo.
D.íi Sac. ¿A gusto mío?
Julio A gusto tuyo, sí; no subrayes.
D.a Sac. Pues vamos al jardín.
8e vnn hijo y madre por la puerta de la casa de labor.
Cor. Ya lo creo que se quieren. La señorita jura
que ér no le ha dicho nada todavía; pero ni
de espardas pué negá er señorito que le ha
tomao cariño, suspirando. ¡Ay! saca su espejito
de bolsillo y se da un vistazo.
Lucio, que sale por el portón, se queda contemplándola
burlouamente. Viene del campo. Trae una espiga en el
sombrero,
Lucio ¿Te vas á retrata?
Cor. Volviendo la cara. ¡Hola! ¿Ya yegaste?
Lucio ¿Prezumes tú argo?
Cor. Hombre, el arreglo siempre dise bien de
la persona, con coquetería. Y las que somos
feas... nos tenemos que compone.
Lucio Ezo zí.
Cor. Indignada. ¿Que SÍ?
Lucio Tú mesma lo has dicho.
Cor. Lo que digo yo mesma es que estás más gan-
so ca día.
Lucio Mejón pa mí. Er zé ganzo engorda. Oye: ¿y
la zeñorita Conzolación?
Cor. ¿Yo qué sé? En er jardín con er señorito.
Lucio ¡La zuerte e loz hombres! ¡Miá que zi argún
día me quiziera á mí una mujé como la ze-
ñorita Conzolación! ¡Ah!
— 65 —
Cor. Siempre en la brecha. ¡Quiéii sabe!... Si tú te
sivilisaras un poco...
Lucio ¡Vamos, quita! Lo más que me quié á mí
ez una zurrapastroza der barrio e los gita-
nos. ¡Ju, JU, ju! Mirando de pronto al de Ir gola y
poniéndose serio. ¿Ya empezamos, amigo? a
Coralito. ¿Qué te zucede á tí?
Cor. Quemadísima Nada.
Lucio Poz esto de la zeñorita y der zeñorito, yo
me lo malicié. Y ar principio me jizo er co-
razón azín pa arriba y pa abajo, porque me
había enamorao como una bestia de la zeño-
rita.
Cor. No se biso la mié...
Lucio Pero aluego ze me pazo aqué delirio, ze me
zalló er jumo e la cabeza, ¿zabes? y me en-
tró una alegría mu grande de que pazara lo
que paza. Tanto ez azín que antié, mientras
limpiaba er patiniyo, estuve zacando un
verzo pa los dos. Pero no una aleluya como
otrcs que he zacao, zino un verzo largo, azín
por el estilo de un romance. Conque fí y
agarré y ze lo yevé escrito á don Juan
Martínez er procuraó, cpe es poeta, y tiene
una corona en zu despacho, con intención
de que me lo arreglara. Y me lo ha arre-
glao... pero ahora rezurta que á mí me gus-
ta más como yo lo jice. Y estoy acechando
una ocazión pa echárzelo á eyos. En cuanti-
to los vea juntos á los dos diciéndoze ter-
nuras. Veras tií, Coraliyo, verás tú. Principia
azín:
«Todas las flores der campo
ze han puesto er traje de gala;
y también er zó ze ha puesto
zu corona de oro y plata...»
Cor. ¡Ay, qué bonito!
Lucio ¡Zi zigue toavía! Verás tú.
Cor. ¿Cuándo me sacas á mí un verso!
Lucio ¿A tí?
Cor. Sí.
Lucio Mirándola con cierto orgullo satisfecho. Yo te lo
zacaré; no te apures.
Cor. ¿De veras, Lusío?
— 66 —
Lucio Zí, mujé; de veras.
Cor. a vé cii;intns cosas me dises.
Lucio Zecún me coja. Zi me da por lo lino, por lo
fino; zi me da por lo graciozo, por lo «rracio-
zo; zi me da por lo verde...
Cor. Mira, que te dé por lo fino y así se lo man-
do á mi madre.
Lucio ^-A tu madre?
Cor. Si.
Lucio Po zi ze lo mandas dirle de quién es.
Cor. ¿No tengo de desírselo? Accrcándj.selo con za-
lamería. Le diré: «Mamá, sabrás que te man-
do ese verso que me ha sacao un muehacho
que está aquí en casa, y que tiene esa habi-
lidá. Un muchacho muy guapo... muy lis-
to... muy simpático...*
Lucio ¡Ju, ]u, ju! ¡Pos no te pones tú mu meloza!
Cor. ¡Qué brutísimo eres!
Lucio ¡Ju, ju, ju! Encarándose de nuevo con el de la
gola ¿Güerta á mira, compadre? ¡Ea, pos ya
me jarte yo! ¡Me río jasta que ze me zarten
las muelas!
Cor. ¿Qué dises?
Lucio ¡Y zi á usté también le jace la pascua que
ze haigan traío flores ar patio, y (¿ue corra
la fuente y que tos estemos contentos, ze
güerve usté pa la paré y azín ze ajorra eze
dijUSto! Dando un respingo de repente lleno de
pavor. ¡Lh!
Cor. ¿Qué te pasa, Lusío?
Lucio ¡Que me paece que me ha zacao la lengua!
Cor. Tú estás loco.
Lucio No estoy loco. ¡Es que eze gachó no me deja
viví! ¡Me mira de tos laos!
Cor. ¿y tú no sabes por qué es eso?
Lucio ¿Ze ha enamorao de tí también?
Cor. ¿De mí?
Lucio A tu parece zerá el único que farte en la
caza.
Cok. ¡Vaya! No se puede trata címtigo. Cuando
está una más tranquila suertas una pata.
Lucio ¡Pos nadie te ha yamao á mi vera!
Cor. ¡Otra, hijo, otra!
Lucio ¡Zi no prezumieras como prezumes!... Y des-
— (7 —
pues e to, zi te ze mira espacio, ¿qué tiene's
tú que varga dos pezetas? Un cojunto azíii
que no es repunante, un ojo más chico que
otro, una nariz que ez un peyizco, y pare
usté e contá. ¡Ea! ¡Me \'i adentro á jugá
con la perra, que gasta menos posturitas!
Entrase en la casa de labor.
i[/OR. A punto do nn ataque nervioso. ¡Ay! ¡av! ¡ay, qué
bestia! ¡qué bestia! ¡qué bestia! ¡Y lo malo
es que tiene rasón mi señorita! ¡Es el único
que me gusta! ¡Ay! ¡ay! ¡Bien carito voy yo á
paga to lo que me he divertío con los hom-
bres! Pasea agitadisiaia, haciéndose aire con el de-
lantal y queriendo tranquilizarse.
Salen de la casa de labor Coiisolacióu y doña Saera-
uiento.
•CoNS. Sí, señora. ¡Pues ya lo creo! Cuanto antes
mejor. Escucha, Coralito.
D.a Sac. ¿Qué te ocurre?
€oR. ¿A mi? ¿Pues qué tengo?
C!oNS. Los carrillos como tomates y los ojos echan-
do bombas.
<JoR. Tomaré sarsaparriya.
CoNs. ¡ Ah, ya sé! Esto ha sido una pelotera con Lu-
cio. Siempre andan asi. Acabarán casándose.
Cor. Eso quisiera é.
CoNS. ¿Y tú no?
Cor. ¿Yo? No como telera.
D.a Sac. Bien está. Sube y abásale al señor adminis-
trador que la señorita Consolación quiere
hablarle.
I'OR. Ahora mismo. Sale andando y sube con tal gracia
que hace inverosímil el desdén de Lucio.
D.a vSac. Prefiero que seas tú quien interceda, porque
mi hijo Julio á lo mejor lo echa á perder
todo con una broma.
CoNs. ¡Y yo lo hago encantada! Esté usted tran-
quila. Un pobre señor que tanto quiere á
usted, que lleva tantos años á su servicio,
honrado, bueno...
D.a Sac. ¡Oh! A carta cabal. Su conducta siempre ha
sido intachable.
€oNS. Le digo á usted que no me lo perdonaría.
Déjeme usted sola con él.
D.H Sac. Eso es muy acertado. Aquí aguardo yo.
Kntrase por In puerta de la dereeha.
( 'oKS. ¡Pobre don Eligió! La verdad es que está pa-
sando las de Caín, so sienta. Ahí viene.
Baja, en efecto, vestido ya de americana, y con toda la
lapidcz que exige lo interesante de la eiitrevista, si
bien con cara de pajuoln.
I). Elig ¿Es cierto, señorita, que desea usted hablar
con mi humilde persona?
( "ONS. Es cierto.
1). Elig. Pues aquí me tiene á sus órdenes como ca-
ballero y como servidor.
CoNS. Muchas gracias; pero vamos á hablar sók^
como amigos. Si usted no quiere serlo mío,
yo me empeño en ser amiga de usted. Sién-
tese aquí á mi lado.
D. Elig. ¿Que yo no quiero ser su amigo, señorita?
Coks. No, señor; acaba usted de decirle á mi tía
que se va de esta casa, porque yo estoy loca
como un cencerro y usted no me puede re-
sistir.
D. Elig. Escandalizado. ¡No, no! ¡Así nol ¡No hay que
alterar los textos!
Coks. Bueno; la forma será otra, pero ese es el
zumo del limón. Mi tía ha tenido un verda-
dero sentimiento; yo, no se diga. ¿Cómo no
me ha de doler que por mi causa determine-
marcharse de aquí, donde casi ha nacido, un
servidor leal, un amigo excelente y un con-
sejero bondadoso?... No, no, no. Señor de
Frías, antes que consentir que usted salga
por esa puerta, salgo yo con mi doncella,
con mis flores, con el loro, con el piano,
con la perrita y con toda la balumba que
conmigo ha venido para desesperarlo á us-
ted.
D. Elig. ¡Señorita!
CoNS. Así como suena. Usted no me conoce toda-
vía, don Eligió.
D. Elig. sumido en uu mar de confusiones. Pero, bueilO...
Pero... poco á poco... Entendámonos... Pre-
cisa ordenar la discusión.
Coks. Lo que precisa es que usted y yo nos diga-
mos las verdades claras. Vamos á ver. ¿Qué
— 69 —
motivos tiene usted para irse? ¿Qué ventole-
ra es esa?
D. Elig. El caso es que... hecha así la pregunta...
€oNS. ¿Le ha molestado á usted quizás que llene
el patio de macetas?
D. EuG. ¡Oh! ¡Por Dios!... Eso nunca.., nunca... ¿A
santo de qué?
CoNS. Naturalmente. Las macetas á nadie estor-
ban: alegran la vista, perfuman el aire...
¿Entonces qué le contraría: que la fuente
corra, que suene el surtidor?
D. I]lig. Menos aún... Corra el surtidor en ))uen
hora.
•Coxs. Buscaremos otro pecado. ¿Es quizás la cana-
riera que he puesto arriba lo que subleva á
usted?
D. Elig. ¿La canariera? ¿Me lo pregunta usted en
serio?
Coxs. Ya veo que no es la canariera. A otra cosa.
¿Es el loro?
D. Elig. El loro es harina de otro costal. No por el
ave en sí, sino por las lecciones que aprende.
Coxs. Le advierto á usted, y hasta se lo juro, que
yo no soy quien le ha enseñado á decir:
«Que baile don Eligió.»
D. Elic. ¿Que baile don Eligió? ¿Pero dice el loro tal
cosa? ¡No lo dirá más de una vez en presen-
cia mía! ¡Eso es una burla que no se puede
tolerar! Mas ya comprenderá usted, señorita,
que son razones de mayor entidad las que
me han impulsado á despedirme.
Coxs. ¿Luego las hay?
D. Elig. Confieso que las hay.
OoNS. Seguiremos buscándolas con un candil.
¿Acaso es una que yo reciba en este palacio
á los pobres que vienen á verme? dod Eligió
tuerce un poco el gesto. Eso podrá parcccrle mal
á la gente frivola, á la gente que vive de la
etiqueta y de la farsa; pero un hombre todo
corazón, como usted, no es posible que des-
apruebe que trate yo con bondad y cariño á
los que sufren, á los que necesitan.
D. Elig. No pinta usted más que el lado agradable
de las cosas...
— 70 —
C'oNS. Y si las cosas tienen un lado que es af¿rada-
ble, ¿á qué se han de mirar por ningún (jtro?^
Pero ¡tonta de mi! Ya caigo en lo (jue ha sa-
cado á usted de sus casillas. Lo del teatrito.
D. Elig. Lo del teatrito...
CoNS. Lo del teatrito por fuerza lo lia entendido
usted mal. ¿Usted se fígura que en ese ta-
blado se van á bailar tangos y peteneras?
D. Elig. ¡Presumo que no!
Coks. Y cuidado que á mi las petenera;-' me gus-
tan. Y aun las bailo. Ese teatrito no será
más que un recreo casi inocente... agradable»
culto... Lo primero que he pensado yo es
que comedia ([ue se represente, comedia que
usted ha de elegir.
1). Elig. ¿Ha pensado usted esoV
C'oxs. ¡Pues claro! ¿Quién mejor que usted, que
tanto sabe y tanto ha leídoV Porque yo le
hago la justicia de creer que no será usted
de los que cierran abiertamente contra el
teatro.
D. Elig. No en mis días. El teatro es lugar de hones-
to esparcimiento, á la vez que de provecho-
sa enseñanza.
( •oxs. ¡Muy bien! ¿Ve usted como no peleamos?
Pues usted será el que lleve la voz cantante
en el de casa. Y si quiere, para la ])rimera
función, elige una comedia de un religioso.
Por ejemplo: de Tirso de Molina. ¿No era...
fraile Tirso de Molina?
D. Elig. Sí, sí, pero... Tirso de Mohna... Ya madura-
remos ese asunto. Porque á pesar de (jue era
fraile... es más verde que un apio.
( 'oNS. Quien dice Tirso de Molina dice Lope de
Vega... ¿No era cura?
1). Elig. Sí... sí era cura... pero era un cura muy es-
pecial.
CoNS. ¿Muy especial? ¿Pues qué especialidad tenían
D, Elig. Dejemos ahora esto... Es cosa que debe me-
ditarse muy mucho...
CoNS. Me he fijado en los autores antiguos, por-
que como de estos del día dicen por alií que
no escriben más que cosas que no píxlemos
ver... Pero, en fin, sigamos nuestro pleito.
— 71 —
Explicado lo del teatro, ya veo que no sola
somos amigos, sino amiguísimos.
D. Elig. Indudable.
l'oNs. ¿Quiere usted que escribamos una obra en
colaboraci(')n? Usted pone lo serio y yo los
chistes.
D. Elig Apretando la cara par.i no .soltar la risa. ¡JeSÚs!
CoNS. Don Eligió, si le hace á usted gracia alguna
cosa que 3^0 le diga, ríase sin cuidado, que
yo no se lo cuento á nadie.
D. Elig. Éso temo; que acabará usted por hacerme
reir.
t'oxs. Como que después de tanto hablar, vengo á
sacar en limpio que nada le molesta á usted
de mi persona más que las ganas con que
me río; lo que atolondro, lo que charlo; lo
que voy de aquí para allá, lo que revuelvo...
D. Elig. Le diré á usted...
CoNS. No, no, señor; en este punto no me diga us-
ted nada: no hay discusión posible. Tiene
usted que tragarme así. A mí no me gustan
esos lentes redondos que usa usted, y tam-
poco le he dicho nada hasta ahora. Yo he
hecho siempre, v hago, y haré, todo lo posi-
ble por alegrar mi vida y la de aquellos que
me rodean. Alegrar la vida es quererla, y
quererla es una manera de adorar á Dios,
que nos la ha dado. Convénzase usted, don
Eligió: el que está alegre es más noble, más
bueno, menos egoísta, más fuerte...
D. Elig. ¿Más fuerte también?
CoNs. También. Ayer me decía mi primo hablan-
do de esto, que él vio cuando estuvo en
campaña, que los soldados que mejor resis-
ten la vida dura de la guerra son los más
alegres, los que saben cantar y reir. De
modo que yo tengo razón que me sobra por
la punta del pelo; que usted antes se acalo-
ró; que ahora me da un abrazo...
D. Elig. ¿Un abrazo?
CoNS. O dos, si le parece poco. Y que para tal cul"
pa, tal iDena: usted le proporcionó á mi tía
el disgusto de anunciarle su marcha, y aho-
ra va á entrar en esa habitación, donde ella
.está, á decirle que sigue hoiu'ámlonos con
su compañía.
D. Elig. Señorita Consolación, la lionra... el hon-
rado...
Coxs. Ni una palabra más: el aljrazo y adentro.
Don Eligió la abraza, tarabaleánciose de pura turbación.
D. Elig. En ademán de darle otro abrazo. Repito que...
Coks. No repita usted nada: adentro. Advirtiéndo-
le á usted una cosa: que esta escena es úni-
ca en su género.
1). Eu(.. Entendido, entendido... Obligadísimo á su
bondad...
Hace una cortesía lo mejor que puede y se va eu bus-
ca de doña Sacramento, enjugándose un par de gotas
que asoman á sus ojos, probablemente de tinta china.
Coxs ¡Lo he convencido! ¡Claro! ¡Si no hay comí»
tener razón y no dejar hablar!
Salen de la casa de labor Julio, Pandereta, Salud y su
niña.
Julio Consolación.
Coks. f,Qué hay"?
Julio Pandereta que se va y quiere saber si viene
ya desde mañana.
Coks. Sí, sí, desde mañana.
Sal. Ea, pos muchas grasias, señorita, por ha-
berse acordao de nosotros.
Pand. Yo me pienso trae á tres ó cuatro hombres.
Julio Los que necesites: allá tú.
Pakd. Me traeré al hijo er siego, me traeré á Tor-
niyo, me traeré á Scboya, me traeré á Cara-
lata...
Sal. No te traigas á ninguno que se emborrache.
Pand. Pos entonses vas á tené que vení tú sola
con los retratos e los sinco.
Sal. Conque, vamonos ya, que es tarde. Señori-
ta, quéese usté con Dios. Con Dios, señorito.
CoNs. Adiós, Salud.
Julio Adiós.
CoNS. Niña, dame un beso.
Sal. a vé si va usté una tarde por la gücrta.
Pand. Con Dios, don Julio. Con Dios, señorita.
Que haiga salú, y que muchos años les baile
á ustés la risa en la boca, como ahora.
Sal. ¿Quiés no charla inás^
— 73 —
Pakd. Después e to, dentro e sien años, tos carvos.
Sal. Anda, hombre.
Pand. Ya nos vamos, ya. Yo lo paso tan bien en
este mundo, señoritos, que er día que me
muera, si por casolidá ven ustés mi entierro,
no digan ustés: «¡Hombre, probesiyo Pande-
reta! ¡Lástima e Pandereta! ¡Tan güen jardi-
nero como era Pandereta!» No lo digan us-
tés. Lo que tienen ustés que desí es esto
otro: «¡Más quemao qvie las ánimas va ese!»
Ea, echa pa alante ya. Hasta mañana, seño-
ritos.
Sal. Que ustés sigan güenos.
.CoNS. Vayan con Dios.
Julio Hasta mañana.
Sal. Niña, ¿qué se dise?
Ros. Güeñas tardes.
Se va á la calle el regocijado matrimonio
CoNS. ¡Pobre gente! ¡Bendita su alegría! Hace sonar
distraídamente las teclas del piano.
Julio Oye.
CoNS. ¿Qué quieres?
Julio ¿Para qué te llevó mi madre del jardínV
Ooxs. Porque quería hablarme.
Julio ¿De mí quizás?
Coks. De tí... y de otra cosa. Dice que está sor-
prendida... y contenta; que pareces oiro.
Julio Pues soy el mismo.
Coks. Le llama la atención que pases tanto tiem-
po en la casa.
Julio ¿Y á tí, te llama la atención?
Coxs. Como no sé tus costumbres de antes...
Julio ¿De antes... de qué?
Coxs. De antes... de confundirte yo con Pacheco.
Julio Pues mis costumbres de entonces y de siem-
pre, y hasta mi sistema filosófico, consisten
en vivir contento y en hacer la vida agrada-
ble y risueña. Allí donde puedo lograrlo,
allí me estoy. Ahora le ha tocado á mi casa;
pero es porque mi casa es otra; yo no.
Coxs. ¡Si vieras lo que me gusta oiite hablar así!
Julio ¿De veras?
Coxs. Me enorgullece que por mí quieras á tu casa.
Antes no la querías.
— 74 —
Julio Antes no. Me parecía una Ci'ircel, te soy
franco.
CoNS. Y á mí me encanta que las per.sonas quie-
ran i\ su casa. No te puedes imaginar la rabia
que siento al hablar con cualijuiera que no
hable de su casa nunca. Tú sabes que hay
personas así. Me pasó á mí con un señor,
que después de tratarlo más de tres años, sin
que ni por casualidad sacara á relucir á su
casa, ni á su gente, ni siquiera á su perro,
acabé por encararme con él un día y por
preguntarle: don Fulano, pero ¿usted vive
en una palmera?
Julio ¿Y qué te contestó"?
Coxs. (^ue sí.
Julio Era de esperar.
Coxs. La casa es la mitad de la vida. Yo compa-
dezco á los que no la tienen, y á los que
tiemblan al llegar á la sm'a.
Julio Pues calcula tú lo que sería mi casa, regida
])or el criterio estrecho y antipático de don
Eligió, á ciuien mi pobre madre tiene por el
liombre más sabio de este mundo.
CoNS. ¡Infeliz don Eligió! Lo que te ocurre á tí
con él es que lo has tomado entre ojos, y
no quieres luchar. Enemigo más débil no
he visto. Acabo de tener con él una escena
conmovedora.
Julio ¿Suplicándole que se quede?
CoNS. Sí. Para eso también me llamó tu madre.
Casi ha llorado y casi se ha reído.
Julio ¿Reírse? ¡No lo puedo creer!
CoNS. ¡Pobrecillo! A mí don Eligió me parece un
eclipse de sol.
Julio k ¡endose. Explica eso.
Coxs. I 'orque es la negación de la alegría. Esa luz
pálida, esa sombra triste que proyectan las
cosas, ese frío que se siente, ese temor de
que el sol no vuelva...
Julio Tienes razón; todo eso es don Ehgio.
Coks. En el último eclipse que yo vi, cuando vol-
vió á brillar el sol me eché á llorar como
una tonta. ¡Tengo una lástima de los cie-
rros!...
— 7& —
Julio . El sol, el sol bendito es el que contigo lia
entrado en esta casa. Tú lo has traído de la
mano... ó en los ojos; pero lo has traído. Tu
alegría es la suj-a, prima Consolación: fuer-
te, sana, fecunda, generosa. A todos alcan-
za; á todos llega. Y llegó á esta casa, cerrada
como sepulcro á toda luz, y alumbró con
la suya hasta los últimos rincones. Y puer-
tas y ventanas se abrieron, para que entrase
y sahese el aire de la vida: de la vida alegre,
de la vida buena, de esta vida que se nos
dio para que nosotros le demos digno y sa-
broso empleo.
Coxs. ^igue, sigue hablándome así.
Julio Seguiré... diciéndote lo que nos decimos sin
palabras á todas horas. Te quiero: me cj[uie-
res. Me enamoraste el día aquel en que
contabas que habías volteado la campana
del Carmen, porque tenías el alma llena de
alegría y querías llevársela de alguna ma-
nera á unos campesinos que trabajaban le-
jos. ¡Alegrar el trabajo de los hombresl
¡Bendita tú, que eres capaz de pensarlo y
de hacerlo! En aquel momento debí caer á
tus pies de rodillas y decirte que te quería.
Porque vi claro entonces, que tu alma era
grande, porque era alegre, que era buena,
porque era alegre, y que tu alegría, bienhe-
chora y fecunda, podría recoger toda la de
mi alma, perdida, desparramada, estéril...
Y mira como no me engañé.
CONS. Suspirando con amor satisfecho. ¡Ay! ¡Ya era hora!
Julio ¿Qué dices?
CoNS. ¡ Ya era hora de que te oyera yo decir todo
eso!
Julio Consolación, ¿pero no lo sabías?
Coxs. ¿Sabes tú que te quiero?
Julio Sí.
Coks. Pues no te lo digo, y ya verás qué buen rato
se pasa.
Julio ¡Consolación!
CoNs. Pero sí te lo digo. Te c[uiero... Bueno, pri-
mero, porque te c{uiero.
Julio ¿Y después?
— 76 —
CoNs. Después... porque á tnivéí^de tu buen humor
y de tus ligerezas, he adivinado el corazón
de un hombre capaz de sentir todo eso que
me has dicho, y capaz también de algo más
que de tomar unas copas de vino con Chiri-
biqui ó con Petaca. Y te quiero además —
voy á confesártelo todo — porque no hay
mujer á la que no le halague ser la última
á quien quiera un hombre que ha querido á
muchas.
Jui.io ¡Qué tiene que ver!...
Coxs. Por si tiene... y porque supongo que seré la
última.
Julio ¡La última! ¿Y si yo te dijese que la pri-
mera?
(JoNs. No lo creería.
Julio ¡Pues por eso no te lo digo! Faltaba aquí la
alegría del amor, y ya está entre nosotros.
Somos y seremos felices.
CoNs. Tenemos el deber de serlo.
Jumo Mi casa, será nuestra casa; mi madre, será
nuestra madre; mis hijos, serán nuestros
hijos...
('oxs. ¡No faltaría más!
Julio Diez, doce, catorce, dieciséis...
CoNS. ¿Qué estás contando, loco? ¿Las macetas?
Julio ¡Los hijos que tendremos!
OoNs. ¡Ave María Purísima!
Julio Y todos fuertes, sanos, limpios, alegres,
amando la vida...
CoNS. De eso me encargo yo. Antes de mandar á
ninguno á la escuela le preguntaré: «Niño,
¿qué es lo mejor que hay en la vida?» Y cuan-
do él me responda: «La vida», entonces lo
mandaré á la escuela á que el maestro le en-
señe paparruchas.
Julio ¡Ja, ja, ja!
Coks. Así me educaron á mí: en esta alegría crecí
yo. Recuerdo que mi padre, siempre que le-
vantaba en alto una copa de vino— y esto
era á menudo, porque le gustaba bebérsela
después, — entre l>urlas y veras decía: «¡Ale-
grémonos de haber nacido! »
Julio ¡Alegrémonos, sí! Si en mi vida no hubiera
- 77 —
más que este moniento, por él solo la ben-
deciría. A doña Sacramento, que sale. ¡Mamá!
D.a Sac. ¿Qué quieres?
Julio Ven aquí.
CoNS. Tía, venga usted.
D.a Sac. ¿Qi^é queréis?
Julio Que estamos muy contentos, y hace falta
que tú lo estés con nosotros. ¿Vamonos al
campo los tres?
D.a Sac. ¿Ahora?
JcLio Ahora, sí.
CoNS. Vamonos.
Julio Anda, mamá, daremos un paseo; charlare-
mos de muchas cosa';; te contaremos nues-
tros sueños, nuestra ventura...
D.a Sac. ¿Pero os habéis vuelto locos?
Coks. Sí, tía Sacramento; y queremos que usted
se vuelva también.
D.a Sac. ¿No basta con dos en la casa? ¿Para qué ha
de haber tres?
Julio ¡Para mantear entre todos á don Eligió!
D.a Sac. ¡Calla!
CoNS. No le haga usted caso; este está más loco
que yo. Llamando. ¡Coralito! ¡Coralito! Suba
usted, tía; suba usted á arreglarse. Coralito
le ayudará.
Baja Coralito.
D.a Sac. ¿Corahto?
CoNS. Coralito, sí. Anda, Coralito, acompaña á la
señora á su cuarto.
Cor. a la disposisión de usté.
D.a Sac. Entre confundida y gozosa. ¡JeSÚS, JeSÚS, DioS
mío!... ¡Yo con Coralito de doncella!... ¡Este
es el fin del mundo!
Kncamínase hacia la escalera. Coralito la sigue. Con-
solación y Julio se ríen de la in(»ccnte tribulación de
la marquesa
Cor. Viendo lo esponjada que está su .señorita, le dirige al
pasar á su lado esta breve pregunta: ¿ xa.'^
CoNS. Ya.
Cor. ¡Ay!... En este momento sale Lucio de la casa de la-
bor. Coralito lo ve y suelta uu suspiro muy distinto
del otro. ¡Ay!... Únese á doña Sacramento y sube la
escalera con ella.
— 78 —
Lucio Bamboleando ligeramente el cuerpo, y en la seguridad
de su triunfo, se arrnnea á decir su romance sin enco-
mendarse á Dios ni al diablo.
«Todas las flores der campo
ze han puesto er traje de gala...»
Julio ¿Qué dices tú?
Lucio ¡Cayarze ahora!
Consolación y .lulio lo escuchan sonrii^ndo compla-
cidos.
«Todas las llores der campo
ze han puesto er traje de gala.,
y también c zó ze ha puesto
zu corona de oro y plata.
En er cielo está la luna
y laz estreyas más claras,
y una alondra por loz aires
va cantando estas palabras:
A la puerta de un })alacio
3'egó una roza lunaria,
y er zeñorito don Julio
ze enamoró de mirarla.
Le dijo que la quería
por hermoza y por cristiana,
y eya ze quitó una perla;
le mandó que la guardara.
Zalió... zali(')...»
Deteniéndose perplejo y ocongojadísimo.
]Ze me ha orvidao!
Recordando de pronto y prosiguiendo lleno de ale-
gría.
«Zalió de la perla luego
una maripoza blanca,
y azín le dijo á don Julio
volando por la armohada:
Conzolación zerá tuya
zi fne cumples la palabra
de que ziempre has de quererla
como á la Virgen zagrada.
Y er zó ze vistió de oro,
y la luna de oro y naca,
y todos los ruinzeñores
cantaron en la enramada.»
Esto de la enramada me lo ba puesto er
procuraó.
— 79 —
i.os enamorados sueltan francamente la risa. Lucio'
animado, «e ríe también.
Julio Poeta, vé por tu sombrero, que vas ;i acom-
pañarnos al campo, donde te coronaremos
de espigas.
Lucio ¡Ju, ]U, ]U! Vaso corriendo y riéndose.
Coks. ¿Y á dónde iremos, tú?
Julio A donde tú quieras.
CoNS. Pues déjate guiar, que acaso no conozcas el
sitio donde voy á llevarte. f;Has subido al-
guna vez al cerro de las AguilasV
Julio Nunca.
CoNs. Desde él se ve toda la vega- los huertos, los
prados, los valles, la cinta del río, los pue-
blecillos del contorno. Dejaremos á tu ma-
dre descansar á su falda y treparemos nos-
otros de la mano monte arriba. Y ya en lo
más alto, mirando al cielo, vamos á repetir
gritando, para que tu madre desde abajo lo
oiga, aquello que mi padre decía: «¡Alegré-
monos de haber nacido!»
fin de la comedia
Madrid, JuniO; J906.
OBRAS DE LOS MISMOS AUTORES
Esg'rlina y amor, juguete cómico. (2.* edición.)
Belén. 12, principal, juguete cómico. (2.* edición.)
Ciilito, juguete cómico lírico. Música del maestro Osuna. (2. •edición.)
lia media naranja, juguete cómico. (2." edición.)
El tío <le la flauta, juguete cómico. (3.* edición.)
El ojito derecho, entremés. (3." edición.)
laa reja, comedia en un acto. ("4.* edición.)
lia buena sombra, saínete en tres cuadros, con música del maes-
tro Brall. (6.* edición )
El pereg:rlno, zarzuela cómica en un acto. Música del maestro
Gómez Zarzuela. (2.* edición.)
fia vida íntima, comedia en dos actos. (3." edición.)
liOS borrachos, saínete en cuatro cuadros, con música del nlaes-
tro Giménez. (3." edición.)
El chiquillo, entremés. (5.* edición.)
lias casas de cartón, juguete cómico. (2." edición.)
El traje de luces, saínete en tres cuadros, con música de lo
maestros Caballero y Hermoso.
El patio, comedia en dos actos. (4.* edición.)
El motete, pasillo con música del maestro José Serrano. (2.* edi-
ción.)
El estreno, zarzuela cómica en tres cuadros, con mvisica del maes-
tro Chapi.
lios Oaleotes, comedia en cuatro actos. (3.' edición.) Traducida al
italiano con el titulo de I Galeoti por Giuseppe Paolo Pacchierotti.
Ija pena, drama en dos cuadros. (2.» edición.) Traducida al italiano
con el mismo título por Giuseppe Paolo Pacchierotti.
Ija azotea, comedia en un acto.
El género ínfimo, pasillo con música de los maestros Valverde
(hijo) y Barrera.
El nido, comedia en dos actos. (2.* edición.) Traducida al catalán con
el titulo de Un niu por Joaquín María de Xadal.
lias flores, comedia en tres actos. (2.* edición.) Traducida al italiano
con el título de I fiori por Giuseppe Paolo Pacchierotti.
IjOS piropos, entremés.
El flechazo, entremés. (2* edición.^
El amor en el teatro, capricho literario en cinco c\iadros, pro
logo y epílogo.
Abanicos y panderetas ó ¡A Sevilla en el botijo! humorada
satírica en tres cuadros, con música del maestro Chapi.
La dicha ajena, comedia en tres actos > uu prólogo. (2/ edición.;
Traducida al alemán con el titulo de Das fremde Gl'úck por J. Gusta-
vo Ruhde.
Popita Reyes, comedia en dos actos. (2.* edición).
Lio.s meritorios, pasillo.
£.a zahori, entremés.
Lia reina inora, saínete en tres cuadros, con música del maestro
José Serrano. (2." edición.)
Zarag'atas, sainete en dos cuadros.
Lia za;;ala. comedia en cuatro actos
lia casa de Uarcía, comedia en tres actos.
Ija contrata, apropósito.
El amor «jue pasa, comedia en dos actos. Traducida al italiano
con el titulo de Vamore che passa por Griuseppe Paolo Pacchiorotti.
El mal de amores, sainete con música del maestro José Serrano.
El nuevo servidor, humorada.
Mañana de sol, paso de comedia. Traducido al alemán con el titu-
lo de Ein sonniger Margen por Mary v. Haken.
Fea y con g:racia, pasillo con música del maestro Turina.
La aventura de los g^aleotes, adaptación escénica de un capí-
tulo del Quijote.
La musa loca, comedia en tres actos.
La pitanza, entremés.
El am<»r en solfa, capricho literario en cuatro cuadros y un pró-
logo, con música de los maestros Chapi y Serrano.
Los chorros «leí oro, entremés.
Blorritos. entremés.
Amor á «>scuras, paso de comedia.
La mala sombra, sainete con música del maestro José Serrano.
El genio alegre, comedia en tres actos. (2.* edición).
£1 niiío prodigio, comedia en dos actos.
Nanita, nana... entremés con música del maestro José Serrano.
La zancadilla, entremés.
La bella Luccrito, entremés con música del maestro Saco del
Valle.
La patria chica, zarzuela en un acto, con música del maestro
Chapi.
La vida que vuelve, comedia en dos actos.
A la luz «le la luna, paso Je comedia.
La escondida senda, comedia en dos actos.
El agua milagrosa, paso de comedia.
Las buñoleras, entremés.
Voiiipas y honores, capricho literario en verso por El diablo oo-
jiieXo.
La madrecita. novela publicada en El cuento semanal.
SERAFÍN í JOÁftüÍN ÁLVAHEZ (jUINTERO
1 niño prodigio
COMEDIA EN DOS ACTOS
SOCIEDAD DE AUTORES ESPAÑOLES
NúAez de Balboa, 12
1©06
EL NIÑO PRODIGIO
A^,
A
Esta obra es propiedad de sus autores, y nadie po-
drá, sin su permiso, reimprimirla ni representarla
en España ni en los países con los cuales se hayan
celebrado ó se celebren en adelante tratados interna-
cionales de propiedad literaria.
Los autores se reservan el derecho de traducción.
Los comisionados y representantes de la Sociedad
de Autores Españoles son los encargados exclusivamente
de conceder ó negar el permiso de representación
del robro de los derechos de propiedad.
Queda hecho el depósito que marca la ley.
EL NIÑO PRODIGIO
COMEDIA EN DOS ACTOS
serafín i JOAQUÍN ÁLVAREZ QUINTERO
Estrenada en el TEATRO LAR A el 13 de Noviembre de 1006
-*•
MADRID
«. TBL.4800. lUP., UABQUÉB OB BAHTA AMA, íl DVP."
TeU/ono número jf/
I906
fil 5r. D. Franeiseo Rodríguez JVíarin
y al Baehillep F^aneiseo de Osuna,
yarec/aros //z^e/z/os se¿////a/íos, ^¿/e ¿v? //?-
////^a ^ J^cu/íc/a co/aforac/d/^, ^a/í e/za/^
/ec/c/o /as /¿/ras es/fa/ío/ás ^ aí^a/brac/c
efr/co /esoro c/e //¿/es/ra /loes/a />op¿//ár.
S^¿/s f¿/e/zos am/^os ¿/ ac/zn/rac/ores.
RKPARTO
PERSONAJES
ACTORES
DOÑA MANUELA Sea. Rodríguez.
DOÑA GUILLERMINA Valyerde.
CLARA Ruiz.
ROSAURA Seta. Tosca: o.
FERNANDA PEÑAFLOR Alba.
NIEVES Latobre.
MANOLÍN Niño Pepito López.
QUIJANO Se. Rubio.
ROSALES Palanca.
LISONJERO Simó-Raso.
DON ELÍAS La Riva.
JORGE Calle.
BONIFACIO Baubaycoa.
DON VICENTE DE LA SOSA . Romka.
VILLACORNEJO Zoekilla.
CASTILLO Mata.
DON ANDRÉS Pacheco.
ISIDORO García Oeejoela.
ACTO PRIMERO
La escena es en Guadalema, capital de Castilla, y en la trastienda
de la sastrería de Quijano, uno de los más acreditados sastres de
la localidad.— A la derecha del actor, puerta con cortina japonesa
de varillas, que da á la tienda. A la izquierda, dos puertas: la del
primer término, más chica que la otra, y tapada por una cortinilla
de yute, comunica con el taller de la sastrería; la del segun-
do, con el interior de la casa del sastre. Al foro, bHlcón de
antepecho, con vidrieras, al través de las cuales se ve la calle. Es
piso bajo. Eu el rincón de la derecha del foro, y de frente á la
pared de la izquierda, mesa y sillón de Doña Guillermina, admi-
nistradora de la sastrería y cuñada del dueño. A la altura de la
mano, en la pared, vanos portapapeles con facturas, y un alma-
naque. Junto al sillón un cesto de papeles. Hacia el centro de la
habitación una camilla, A la izquierda del foro, una anaquelería,
en la que se ven piezas de tela, cajas de muestrarios, etc. En un
rincón un maniquí con una prenda concluida. Sillas y butacas.
Estera de cordelillo. En las paredes, cubiertas de papel modesto,
algur.os cuadros de figurines masculinos.
Es por la mañana, en un día templado de invierno.
Quijano el sastre, padre de Manolín, está sentado á la
camilla leyendo un periódico. Doña Guillermina, su
cuñada, hace cuentas en su rincón. Quijano es un viejo
bonachón y simpático; Doña Guillermina una vieja do
pies y de cabeza firmes, y de ojos sagaces é inquietos:
está en todo. Usa gafas, manguitos y delantal.
D.a Gui. Sumando. Doí-, ccho, diez, diez y nueve, vein-
ticinco, treinta y cuatro, cuarenta y una, cin-
cuenta y dos, y llevo cinco. Cinco, eiete, ca-
torce, veintiuna, veintiocho, treinta y cua-
tro, y de treinta, tres. Tres mil cuatrocientas
_ s -
Nieves
Quij.
Nieves
Quij.
D.a Gui.
Nieves
Quij.
D.a Gui.
Nieves
Quij.
D.a Gui.
Nieves
BoN.
NlE^ ES
BoN.
Nieves
BUN.
Nieves
BoN.
D.a Gui.
BOM.
Nieves
BoN.
venticinco pesetas, justas y cabales, (^omo
trampa, ya es trampa. ¡Está buena la sangre
azul!
Del taller sale Nieves, oficiala tan linda (lue linn imanas
de rediniiilii del dedal y la aguja. Trae una americana
en la rnauo.
Maestro.
¿Qué hay?
¡Otra vez la americana de Don Antonio!
¿Otra vez?
¿Otra vez? ¿Pues qué se le ofrece de nuevo?
Lo de siempre: que le saque de donde mis-
mo le metí. 8e conoce que engorda un día sí
y otro no, y nunca le caen bien las prendas.
Es pesadito el buen señor.
Y paga á plazo?. Y hay que arrancarle los
plazos con sacacorchos. Y no se le sacan. Y
el mes pasado dio un duro filipino. Compos-
tura de percha.
Esa le iba 3^0 á dar, pero como luego don
Ventura se enfada...
No me gusta engañar á nadie.
¡Cuidado si eres infeliz! Ya lo sabes, Nieves.
De mi cuenta corre, Doña Guillermina.
Sale Bonifacio de la sastrería, cuando Nieves va á
irse. Es un joven ingenuo y pálido, futuro sucesor de
Quijano. Sobre los hombros trae un metro que parece
que le ha nacido allí.
¡Jesús, qué posiual a la otiuiaia. Vaya usted
con Dio?, Nievecitas. Ya era hora de que
me diese usted los buenos díaá.
Si no le he visto á usted hasta ahora...
¿No? Pues yo la he visto á usted esta maña-
na muy tempranito.
¿A mí?
En la fotografía de la calle Nueva. ¡Je! Como
está usted allí retratada...
¡Ay, qué pillo!
Heu'ular. Oiga usted.
¿Qué es eso? Nieves, al taller. Bonifacio, á la
tienda.
No se incomode usted. Doña Guillermina.
Hasta luego. Se entra eu el taller.
Hasta luego. Aunque no sea más que por
— 9 —
que hay oficialas así, vale la pena de ser
sastre. Bajaudo la voz. ¡Permítanme ustedes
este respirillo! ¡Me trae frito ese liombre!
Quij- (j,Quién?
BoN . Machuca: el de la fábrica de sardinas.
D.a Gui. ¡Otro que tal baila:
Quij Pues es buen pagador; no critiquéis.
D.a Gui. 8í, pero t'do su dinero trae un tufillo que
trasciende á sardinas desde una legua.
Bo>. ¡Dígamelo usted a mí: El día que liquida se
me llena la tienda de gatos. ¡.Je!
Quij Anda, anda, no míenlas, ()Ue te pereces por
charlar. Y, sobre todo, que va á enterarse el
hombre.
BoN. No se entera. Coge un muestrario. Un mes lle-
va eligiendo un chaleco. Va el muestrario á
su casa; lo examinan todos allá; da su dic-
tamen la mujer — bueno, la... mujer; — torna
aquí el muestrario; manda corriendo á la
criada otra vez i)ara que se lo lleve... ¡Jesús,
qué ir y venir! ¡Como si fuera cosa tan difí-
cil elegir un chaleco!
Qu.j A la titnda y chitón, ó me enfado.
BoN. Ya, ya voy a la tienda. Marchase, en efecto, em-
pezando una frase en tono complaciente. Le decía á
usted, querido Machuca...
Quij Es bueno de veras este muchacho.
D.a Gui. Y fiel como un perro.
Quij Y no tiene hiél para nadie. ¡Que parece men-
tira, datlos sus principios! ¿Verdad, Guiller-
ininar Deja el periódico y se asoma á los cristales dil
balcón Manolín se tai da.
D.fiGui. Como hace tan l)uen sol, y de estos días
caen pocos en el invierno de Guadalema,
andará paseándose con el maestriv
Quij Bien puede ser así. Me alegraría... Que res-
pire aire puro, que se fortalezca ese cuerpe-
cito. No todo se ha de volver estudio y tra-
bajo, ¿verdad? Yo celebro que dé la lec-
ción en casa del maestro, porque así, quie-
ras que no, todos los días sale á la calle.
BoN. Apareciendo nuevamente. Don Ventura.
Quij. ¿Que ocurreV
BoN. El señor Machuca, que desea que le diga
— 10 "
xisted mismo, v^^i pe lleva más la lista que < \
cuadro .. y si va mejor el botón de pasta, ó
el de tela... ¡ó el de cuerno!
Quij Con mil amores; sí. vase.
D.» Gur. Sumando. Ocho, diez y seis, veinticinco...
BoN. ¡Ije digo á usted que iiay que tener una pa-
ciencia!...
D aGui. Cállese usted ahora. — Veintisiete, treinta y
cuatro...
BoN. Doña Guillerujina, es que ciertas cosas...
D.aGui. ¡Que se calle usted, hombre! Cuarenta y dos,
cuarenta y nueve...
BoN. Ah, 3'a. Se marcha también.
D.aGui. Cincuenta y cuatro, cincuenta y ocho, y
llevo cinco, y siete doce. Mil doscientas
ochenta y nueve pesetas con treinta cénti-
mos. Tampoco es mala trampa. lEstá buena
la clase media! Distribuyendo las facturas en los
portapapeies. ¡Vayfi! Pondremos estas, entre las
que puede que se cobren; estas entre la.s
que puede que no se cobren, y estas otras
entre las que no se cobran ni yendo á Lour-
des á pedirlo. ¡Bah! ¡Cómo abusión de mi
pobre cuñado! Conmigo habían de dar. A
son de tambores publicaba yo por las ca-
lles á los tiam posos. Escribe.
Por la puerta de la sastrería salen de la mano Don
Klías y Manolín, y se van por la que conduce á la casa.
Don Elias, antiguo violinista de café y actual profesor
de Manolín, es un viejecillo infantil y tembloroso. Vis
te modestamente. Kn la mano trae la caja del violin
del chico. Manolín, el niño prodigio, es un pequeñuclo
de seis años de edad, bonito y despierto. Usa gabán -
cito de esclavina y sombrcrito flexible.
D. Eli'ns Buenos días. Doña Guillermina.
D.aGui. Sin dejar de escribir. ¿Se viene de dar un pa-
seo, cli?
D. Eií*s Sí, señora; hasta los Alamillos llegamos;
pero después de dar la lección. Vamos á ver
á la hermanita.
J^.a Gui. Levantando los ojos y contemplando á Manolín mien-
tras se retira. jQué gloria de criatura! ¡\ qué
suerte de padre?! signe escribiendo. En el ta-
ller canturrea una oficiala. Doña Guillermina, á poco
— 11 —
de oiría, grita. |SÍlenCÍo! La oficiala párete no ente-
rarse. ¡Silencio he dicho, Nieves!
Nieves Desde dentro. ¿Me hablaba usted, Doña Gui-
llermina?
D.a Gui. ¡Dale más á la aguja y menos al canto!
Nieves ¡Si es Aurora!
D.aQui ¡Quien sea! ¡Parecéis grillos todo el día!
Continúa escribiendo. En el taller se oyen risas conteni-
das, que luego cesan.
Desde la calle, se asoma Lisonjero á los cristales del
balcón y llama con los nudillos.
'--' Lis. ¡Ahora vengo!
ü.aGui. Levantándose. ¿Eh? ¿Quién? Alborozada al verle.
¡Ahí ¡Señor Don Jacobd! Abre las vidrieras.
¿Cómo está usted? ¿Por qué no pasa?
— Lis. No puedo en este instante. Volveré dentro
de diez minutos. Me están e^perandc en
ocho sitios Pero dígale usted al señor Quija-
no que vuelvo, que tenemos mucho que ha-
blar.
D.í'Ciui. Perfectamente: así se lo diré. Antes pasó
Uf-ted hacia arriba.
^ — L:s. Hacia arriba y hacia abajo qué sé yo las ve-
ces: toda Guadalema he andado ya. ¡Y hay
que ver los pasos que tiene esta humilde
capital de provincia! ¡Caray, caray! Conque
hasta luego.
O.» líui. Vaya usted con Dios, Don Jacobo; que us-
ted siga bien, cierra las vidrieras y torna á su sitio.
Por la puerta de la casa sale nuevamente don Elias,
acompeñado ahora de Doña Manuela, madre del prodi-
gio. Esta señora es física y moralmeute la media na-
ranja de Quijano. Se vieron y se entendieron hace vein
te años. Estaba escrito-, tenía que nacer Manolín.
D. Ei.iA. Aprovechándome de que hoy tenemos sol...
D.aGui. Oye, Manuela: acaba de hablar conmigo
por el balcón el señor Don Jacobo.
D.a Man. ¿y cómo no ha entrado?
D.a Gui. Porque iba muy deprisa: con^o siempre.
Pero me ha dicho que luego volverá.
D.a Man. ¡Cuánto me alegro! ¡Qué persona más finae.^í
D. ElÍas Pues decía ()ue aprovechándome de que hoy
tenemos sol, me alargué con él hasta los
Alamillos. Me gusta oirlo hablar... Dice a
— 12 —
veces cosas que me dejan atónito. Ks un
privilegio de criatura.
D.aMAN. Unted habrá vípIo, Don Elias, que á mí se
me está cayendo la baba. tSiéntt'se usted un
ratito. A Quijano, que vuelve de la sastrería. ¿TÚ
oyes esto, Quijano?
Quij. ¿Qué?
D.a Man. Don Elias, chocho con nuestro hijo.
Quij Como tú y como yo.
D.a (titl. ¡Y como yo! Se levanta y se acerca al grupo forma-
do por los otros tres. ¿Adelanta mucho, maes-
tro?
D. El ÍAS ¡Adelantar! ¡adelantar!... ¿Qué es adelantar
para él? No es ya que corre; es (jue salta, que
vueln...
()UIJ. Maquinalmente. QuC VUCla...
1). Elí\s Que no hay quien lo siga, señor Quijano;
doña Manuela, que no hay quien lo siga...
Es menester rendirse á la realidad y recono-
cerlo: no estamos ante un niño habilidoso y
listo, que muestra vocación decidida por un
arte cualquiera: estamos en frente <ie un
prodigio; de un fenómeno de la Naturaleza.
Qnij. De un fenómeno, tú.
D.a Man Ya ves: de un fenómeno. Tan bonito como
es Manolin... y es un fenómeno.
D.a Gui. Lo dije, lo dije. ¿Verdad que lo dije, Ventu-
ra? No me quitéis la gloria de haberlo di-
cho. Lo dije: «Este muchacho se sale del
montón; se destaca. Hay que ponerle un
n)aestro en seguida.» Lo dije, lo dije. Vuel-
ve á su tarea, sin perjuicio de ir y venir siempre que
mete cucharada.
(iu j. Lo dijo, lo dijo.
D.a Man Y lo sigue diciendo. ¡.Je!
1). Elias ¡Bueno está el maestro de Manolin! ¡Maes-
tro! ¡Maestro! Yo, cuando se pone á tocar,
me cruzo de brazos y pienso entre mí: «Aquí
no hay maestro y discípulo; de haberlos es
tan trocados lo.^ papeles: él es (piien pue-
de enseñar algo; yo no. Aquí no hay más
que un pobre músico de cafe, mandado reti-
rar como guitarra vieja, que tiembla de emo-
ción y llora viendo y oyendo lo que nunca
-is-
ba visto ni oído, [Es mucho Manolínl se en-
juga Qiia lágrima con el pañuelo.
QuiJ . Repitiendo frase y ademán de don Elias. ¡Es mucbo
Manolín!
D.a Man. lo mismo. ¡Es mucho Manolín!
Quij- A üjí, de cuando en cuando, me asalta el
temor de que las telarañas del cariño nos
cambien los colores de las cosas.
D.a Gui. ¡Cal
Quij. ¿Ca?
D.a Gui. ¡Ca!
D.a Man ¡Pues naturalmente, Quijano! Te pasas de
modesto. Has tenido siempre esa falta. Y así
como veo las tuyas, vería también bis de
Clarita, las de Manolín.
D. Elias Amigo don Ventura, pronto, muy pronto^
será la primera exhibición pública de esa
maravilla del cielo que ha caído en esta
casa: usted verá si Guadalema entera tiene
ti^nbién las telarañas qne usted dice.
D.í^ Gur. Maestro, ¿y componer? ¿No le dará el naipe
por componer?
D. Elías Cal aja, calma... Deje usted que muela el
molino
D.a Gui ¡Mire usted que si hiciera una ópera! Eso
deja muchísimo dinero.
D.* Man ¿Quieres callar, hermana? ¿Quién piensa en
el dinero?
Quij. ¿Quién piensa en tales porquerías?
D.a Gui. Yo, yo. Yo pienso, porque debo pensar; por-
que ahí está el porvenir del niño. Hazte
cargo: Puccini, con sólo La Bohémc...
Quij. Vamos, calla; que.no me gusta oirte desba-
rrar. Nosotros, gracias á Dios, tenemos un
pasar que muchos quisieran: para eso he tra-
bajado yo toda mi vida. A mí no me hace
falta dinero: á mí lo único que me importa
ya, lo que me ilusiona, lo que me hace so-
ñar dormido y despierto, es que se sepa en
Guadalema, en España, en el mundo todo,
que Quijano eksastre tiene ese hijo.
D.a Man ¡Que Quijano y su mujer tienen ese hijo!
Dices bien, Quijano. Guillermina es una
.- . ' roñosa. . ;
— 14 —
D> Gci. Sí, sí, roñosa. Lo que hago es mirar lejos.
D^ Man ^:Qné mayor satisfacción, qué mayor gloria
puede cabernos á nosotros (\\\e la de haber
parido á Manolín? Tu apellido inmortali-
zado, el niño recibiendo íivaciones aquí y
allá, asombrando á las gentes en Madrid, en
el extranjero... Esta noche he soñado que
tocaba delante del Kaiser. Tengo al Kaiser
aquí. Montado en las narices.
D. Elias ¡Je, je! Oiga usted, doña Manuela, sueños
más difíciles se han vuelto realidades. Con
Manolín irán ustedes donde quieran.
D.a Gui Lo que no sabéis es lo mejor. Por supuesto,
descendemos 'del mono en línea recta: tenía
razón David.
D. Elias ¿David?
D.a Gui 8í. No hacemos más que imitarnos los unos
á los otros. ¿Pues no sale la panfila de la
droguera queriendo tener ella también otro
niño prodigio?
D.a Man. ¿La droguera? ¡.Jesús!
Quij. ¡Qué disparate!
D.a ]\Ian Veamos, ahora...
Quij Ahora cada uno va á descubrir en su casa
un fenómeno. ¡Lo que son las envidias!
D.a Man La droguera sí tiene un fenómeno en su
casa: pero no es el niño; es el marido.
Quij Para murmurar baja la voz.
D.a M^N ¿Y cuál es la habilidad del angelito ese?
D.a Gui Dicen que pinta.
D.a Man ¡Bah! ¡I^a de todos los chicos: pintarrajear
por la pared!
DaGui. ¡Cualquier cosa!
D. Ei.ÍAs Levantándose. Y en Último extremo, señor:
pongamos que ese niño vnl^a todo lo que se
le antoje á su madre: pero, ¿es lo mismo
nintnr en un lienzo cu:itro monigotes que
.arrancar de las cuerdas secas de un violín
las más sublimes melodías? El arte de la
música es el arte de los elegidos: donde ter-
mina el poder -y el alcance de la palabra
humana, allí empieza la música. Que no
me hablen, que no me digan: Manolín es
único, único. Dios ha (juerido que lo sea.
— 16 —
Su gloria es mi gloria. Porque rodíirá el
tiempo; Manolín llenará los siglos con su
nombre; ¿y quién me quita á mí, oscuro
músico de cate, pobre viejo que soñó con la
gloria sin encontrarla nunca, quién me qui-
ta á uií haber sido el primero que le enseñó
al prodigio á mover los deditos 'iernos en
un violín de juguete? Nadie, nadie: he sido
yo. Esa gloria es mía; mía. Y ya no charlo
más. Hasta mañana, padres felices.
D.a Gui. Adiós, maestro.
D.a Man. Vaya usted con Dios; hasta mañana.
D. Elias Páselo bien, Doña Guillermina. Hasta ma-
ñana.
D.a Gui Hasta mañana.
Vase Don Elias, dojáudolos á todos enternecidos.
Quij. ¡Está hechizado el pobre viejo!
D.a Man ¿Y tú?
Quij. ¿Yo? Dame un abrazo, Manolilla. se abrazan.
En el taller vuelven á oírse risas.
D.a Gui, Bueno, bueno; bien están los abrazos y las
ternuras, pero no olvidéis lo que he dicho:
una ópera: que escriba Manolín una ópera.
(^avalleria Rusticana produjo el primer año...
Q'Jij. ¡Un dineral; todo lo que tú quieras; pero no
nos hables ahora de ochavos, Guillermina!
Las risas del taller se acentúan.
D.a Guí. ¡Vaya! Esa es otra. Hoy tenemos revuelto el
taller. Cuando viene la bizca, tiemblo. Esta-
ré un ratito de centinela. Entrase en el taller.
Cesan las risas.
Hale Clara del interior de la casa. Trae una cestilla de
labor. Es una rnuchachita muy mona, todo modestia y
serenidad. ,
Clara Mamá.
Da Man. ¿Qué quieres?
Clara .Manolín, desde que es prodigio, ¡da unas
contestaciones!... Vé ala cocina, porque está
poniendo á Teodosia como un trapo.
D.a M \N. ¡Diablo de chico!
Quij. ¡Es gracioso de veras!
Clara Sí; muy gracioso, y muy artista, y toca muy
bien el violín, pero yo, si fuera hijo mío, le
crirtaba un poquito las alas. Le ha dicho una
16 —
desvergüenza á la mujer que no se le puede
pasar ni á Sara^ate.
D.a Man Ya me figuro la que es; porque no sabe
Olra... Voy allá, voy allá... Vase ai interior de la
casa.
Qüij A reírle la gracia, por supuesto... Nos tiene
bobos Manolín, No hay modo de reñirle
nunca.
Sale Bonifacio de la sastrería.
BoN. Maestro.
Quij Discípulo. ¡Je!
BoN. Haga usted el favor un instante, que el se-
ñor Machuca...
Quij. ^.t ero está ahí todavía?
BoN. ¡Todavía! A raí me va á dar fiebre. El señor
Machuca quiere saber á punto fijo, y bajo pa-
lal)ra de honor de usted, ei la trencilla viste
en los chalecos ó no viste.
Quij. ¡El demonio del hombre! Habrá que sacar-
lo de dudas... Vase á la sastrería.
BoN . Yo me quedo un ratito aquí. ¡Valiente cata-
plasnial
Clara ¿Quién es?
BoN. Machuca: el de las sardinas. Boquerón, co-
mo le dicen los chiquillos.
Clara Ya. Se sienta á hacer labor.
BüN . Encaminándose a! taller y volviéndose de repente.
Oiga usted, Clara.
Clara Diga usted, Bonifacio.
BcN. No le cuente usted á
que entro en el taller.
Clara Vo no le contaré nada,
BoN. ¿Cómo?
Clara Porque está en ej taller,
BoN. iAh, canario! Entonces no entro.
Clara Ya sé que le gusta á usted Nievecitas.
BoN. ¿No me ha de gustar? ¡Si es de lo mejor que
se fabrica en su clase!
<,Yara . Bi que es muy monina esa muchach?.
BoN. ¿Le agrada á usted?
Clara No tanto como á usted; pero me es muy
.'simpática. ¿Y usted va con buen fin, Boni-
facio?
BoN. Yo voy con el fin de casarme; ¡lo que no sé
Doña Guillermina
pero va á enterarse.
— i: —
8Í ese fin será bueno! Hay tantas opinio-
nes... |Jel ¿Y usted, cuándo nos da un gran
día?
Clara ¡tíuy!... ¡Largo le va!
BoN . ¿Y eso?
Clara Mire usted, Bonifacio: que Jorge y yo no
nos entendemos del todo. Y bien sabe Dios
que me duele; porque, al íin y al cabo, co-
mo es el primer novio que he tenido... esas
cosas echan raices... Pero de alyún tiempo
á esta parte salimos á pelotera fiiaria.
BoN. ¿A pelotera diaria? Para novios, es mucho.
Clara Pues así andamos.
BoN. Ya, ya. Yo no me precio de zahori, pero
bien podría escribir ce por be lo que á usted
le sucede con Jorge. |Si lo oigo respirar en
la cervecería de las camareras! Usted es una
mujer de su casa, muy prudente, muy dis-
creta, muy tranquila, muy enamorada de su
rincón, y él. ..él... ¿lo Higo?
Clara Dígalo u.«ted.
BoN. No me atrevería, si no la estimase á usted
tanto. El es indigno de usted, Clara: él es
un ambicioso vulgar. ¿Estamos conformes?
Clara hace un gesto para no contestar. PerO en el
pecado lleva la penitencia. Yo sé bien en
lo que paran todas esas bambollas. ¿No ve
usted que yo he sido genio antes de ser
sastre? ciara lo mira. Genio, genio: asi como
suena.
Clara Sí, si lo sé.
BoN. Por eso dudo entre reirme ó indignarme,
cuando escucho las baladronadas de su
novio de usted, y por eso me indigno sin
reirme cuando veo lo que aquí se hace con
Manolin. Opóngase utted, Clara; opóngase
usted á cuanto se trama con su heimanito.
Clar.\ Esa ya es harina de otro costal. Yo pienso
como usted, y como Rosales: creo que Ma-
nolin debiera jugar con los otros chicos al
esconder ó al marro, y estudiar su violín y
acostarse á las oraciones; pero cuando niis
padres no lo entienden así, tendrán razón
ellos. Ahora, que si fuera hijo mío, á las
2
— 18 -
ocho lo metía en l;i cama; y si los socios del
Casino y los vagos de Guadalema querían
divertirse, que bailaran un minué.
BoN. Por usted habla la voz de la razóu: yo, que
he sido genio, puelo asegurarlo. ¡Ay! A mí
me dio por la poesía: yo era poeta. A los cin-
co años cantaba al sol, y á la luna, y al Ve-
subio —sin liaberlo visto, — porcjue el sol y
la luna, menos mal, — y á Napoleón prime-
ro, y al moro Muza. ¡Con decirle á usted que
llegué á mirar con lástima á Kspronceda!
Veinte presas
hemos hecho,
á despecho
del inglés...
I A mí esto me parecía malísimo! Y yo tam-
bién tuve veladas en el Centro Republicano
de mi pueblo, d(in<le canté á í'orrijos, yá
los Comuneros de Castilla... ¡Todos los cro-
mos de mi caFa! Y hubf) para mí flores, y
palomas, y aun coronitas de laurel... ¡Ay!
Cuando se acabaron las gracias del niño, y
me vi en la necesidad de hacer algo capa/
deque lo admiraran los hombrts, tuve con-
ciencia de todo lo falso de mi aureola in-
fantil, y pasé las horas mas negras de mi
vida. Pero el sentido común me salvó. Por-
qne ya empezaba á torcerme, y á envene-
narme, y á mfirder á diestro y niniestro, 3' á
negarlo todo, «¡('a, homl)re, cal* — me dije
un día en que tuve que purgarme dos ve-
ces.— «jEsto no va copmigd! ¡Que sea genio
otro tonto cualquiera! Yo me dedico á sas-
tre.» Y aquí me tiene usted. Soy vulgar,
pero soy feliz: en vez de cantar el caos —que
también lo canté— canto el cuerpo de .Nie-
vecitas. Y ella me lo agradece. Y no hay
quien me tosa.
Claua Hizo usted bien. Hubiera usted sido un ge-
nio de pega, y así es usted un hombre de
})rovecho.
BoN. Usted me ha comprendido Soy un pobre
hombre que en breve podrá poner al frente
de esta noble casa un letrero que diga;
- 19 —
«Bermejo, sucesor de Quijano». Y no falta-
rár. g<^i)io3 que rae lo envidien.
Sale Doña Guillermina del taller.
D.a Gui. Pero, señor, ;,que no se halla usted más que
fuera de la tienda?
BoN. \J^, je! ¡Doña Guillermina! Es que hablába-
mos Clarita y yo, y decía Ciarita...
D.a Gui. Lo que decía Clarita no me im')orta: lo que
digo yo es que se vaya usted al mostrador
ahora mismo.
BoN. Y yo la obedezco á UFted como un ángel.
Cuando era genio, me fasti<li>ib i obedecer;
per» ahora que sov una vulgaridad. . ¡en-
cantado! Se va á la sastrería.
D.a Gui. ¡^anto Dios, lo que goza en pegar la hebra
ese bendito!
BoN. Asomando la cabeza un instante por entre las varillas
de la cortina, le dice con acento misterioso á Clara.
Allí viene su novio de usted.
D.a Gui. ¿Qué ha dicbo?
C'.ARA Que ahí viene Jorge.
D.aGui. Va.
Hay una pausa. Doña Guillermina trabaja en su mesa;
Clara hace labor. Llega Jorge, con cara de pocos ami-
gos. Es un muchacho que era muy simpático y se ma-
lea por puntos, porque ha acabado la carrera de leyes
y cree que el mundo no le hace justicia.
Jorge Hila.
Cl'Ra V<-n con Dios.
Jorge Felices, Doña Guillermina.
D.a Gui. Dios te guarde.
Clara Buf^n día, ¿verdad?
JoKGE Calor al eol y fresco á la sombra: lo mejor
para coger una pulmonía, se sienta.
Ci.ARA ¿Estás enfadado?
Jorge N >.
Clara Pues, hijo, las señas son mortales.
JoinGE Si opinar lo contrario que tú es indicio de
enfado, avipa.
Clara Cuando digo (lue hay mar de fondo... ¿Vie-
nes del bufete?
Jorge No.
Clara ¿No?
Jorge ¡No!
— 20 -
D.a Gui. Del bnff^te, no; pero bufando, sí.
Jorge ¡Qué bonito juego de palabras! a su uovíh.
Ni vengo del bufete, ni vuelvo m^^.
( "lara ¿Por qué?
.'üRGE Porque no ha nacido el hijo de mi madre
para echar alU el quilo trabajando, y que se
hiere un caballero i)articular, ipie debiera
t star tirando de un tranvía. Ya lo sabes
¿Tienes otra cosa que objetar?
Sale Quijano de la sastrería, y al observar la actitud
de los novios se va al interior de la casa moviendo la
cabeza con disgusto.
CALARA Dulcemente. ¿Por qué eres apí, Jorge? Digo,,
¿por qué te has vuelto así? ¿Es que ya nó
me quieres?
Jorge Lagoterías, no.
Clara ¿Ves como has pisado mala yerba? ¿Qué te
pasa? Si yo no soy tu novia para saber lo-
que te pasa, y tú mi novio para cont írme-
lo, riñamos de una vez.
Jorge se levanta y da un par de resoplido."? iiaseaudo.
l\a Gui. Hombre, hombre, que van á volar estas
cuentas, y están por cobrar.
Jorge Déjese usted de bromas, señora mía.
Claka Jorge. Jorge, ven aquí. Ven a(]uí, le ruego.
Jorge vuelve al lado de ella como á remolque. No-
te mereces el cariño con que te trato, a una
mirada de 61. No; no te lo mereces. ¿Qué te
ocurre? Di meló.
JokGE Nervioso. ¡Me ocurre... me ocurre... que la bu-
manidad se ha propuesto freirme la sangre!
(■LARA ¡La humanidad no se ocupa de til No seas
presuntuo.-o,
JORGK Sintiendo la herida. ¿No Se OCUpa (le mi? ¡PueS
ya se ocupará con el tiempo!
Clara Con el tiempo yo no lo dudo; pero lo que es
ahora.,. De tí sólo nos ocupamos tu madre
y yo. ¿Y quién mejor, después de todo?
Jorge Mira, nena, queriendo consolarme me está-*
diciendo lo que más me puede ninitificar.
¡No parece sino que no te enteras ó que }'(»
hablo en chino! ¿De modo (jue me oyes re-
petir á diario que quiero luchar, que quitro
subir, que quiero ser alguien, que no quiera
— 2] —
morirme oscurecido en Guadalema, y to-
davía me sales con frasecitas de eomediit
cursi? Las mujeres á lo mejor perdéis el
sentido de las cosas, por no decirlo deotrn
modo más crudo.
Clara Creéis los hombres que lo perdemos, cuando
no halaga-nos vuestra vanidad ó vuestro ca-
pricho. ¡Dices til que quieres luchar!...
Jorge ¡Y quieto lunhar!
Clara No, Jor-íe; lo que tú quieres no es luchar.
Ks a'go más cómodo: es no lucli.ir, precisa
mente: ee plantarte tle un salto donde Cbté
el que esté más arrilia; donde ee llega, si .st;
llega... dt^spués de luchar.
Jorge ¡Bah, l)ah! No sahes loque dices, ni entien-
des una p'tlal)ra de esto. Estás muy atraca-
da de noticias. Vives con las ideas de tu-;
abuelos, y gracias. Antiguamente se anda-
ban los caminos en galeras aceli-radas, y :i.
fuerza de tiempo; ahora ea en el tren, y ya
el tren nos va [»areciendo un carromato.
Hay que ahorrarle molestias y panoramas.
El camino importa un pitoche: la cuestión
es llegar.
Clara ¡Llegar! No se te cae de la boca esa palabra.
¿Qué es lo que tú entiendes por llegar?
Jorge ¡Está bien claro, hija de mi vida! Pasar de
no ser nada, á ser algo; de que i adié me
vea, á que todo el mundo me mire. ¿Cómo?
¿En qué esfera? ¡Me es indiferente! Lo mis-
mo se me da llegar de una manera que de
otra: estrenando un drama ó publicando un
libro dn cocina; pronunciando un discurso
elocuente ó ensartando á un ministro en
desafio.
Clara Calla, calla.
JoKGE |La cuestión es llegar!
Ciara Te ruego que calles. Me entristece oirte. No
eres el que era?. ¿Con qué amigotes te re-
unes que así te han vuelto?
Jorge No son amigotes los que me abren loa ojos:
es la vida, que dice verdades muy amargas.
Esta vida febril, inquieta, complicada, ver-
tiginosa, que vivimos los hombres de este
22 —
Clara
Jorge
Clara
Jorge
Clara
Jorge
Clara
Jorge
Clara
Jorge
Clara
Jorge
('lar A
• loRGE
Clara
siglo. jAy del qne se cruce de brazos y se-
poi ga á niiriir la luna! ¡Lucido tstái
'J ú í-í (^ue estíis ho}' fuera de quicio, Jorgre.
¿No acal)aráH de deciruje lo que t'enesr* Por-
que hay al^o más que esta uianía de llegar
y llegar que te ha entrado ahora como un.
sarampión.
¡Como un sarampión!... ¡Como una enfer-
n)e(lad incurabU !
¿Ee quizás el viaje á Madrid lo que así te
revuelve la hilis?
¡Ni más ni menos! Acertaste ef-ta vez. El
viaj*- á \ladrid, que no se me cuaja como-
qui.-iera.
¡Dichoi-o viaje á Madrid!
¡E'O es: dichoso viaje! Lo primero es el «me
quieres^» «te quiero» del novio y la novia.
¡Mi porvenir que se lo lleve Pateta! jQré
egoÍMuo niás refinado y más si-icida!
No disi arates, Joige Si yo viese en tu viaje
á Madrid un propósito noble y seno, yo se-
ría la primera a an'maite; p» lo s' veo que
vana ir ala | ara tu ahsilnta i erdición; para
la coiiipleta ruina del Jorge de lü'ce cuatro
añiifi... del uiío... del bueno .. ¿cómo quieres
que vea con buenos ojos ese viaje?
¿I.agriruitas ahora? ¡Era lo único que me
faltaba! ¡Delicias del hogar! De mi casa he
Sil ido huyendo, por no escuchar á mi fami-
lia, que también toca de cuando en cuando
la nota sensible. Llego aqui. y más sensible-
ría. ¡Esti'y mejor que quiero! ¿Por uué no
me habré quedado yo en la canja?
¿Luchando?
Mira, Clf-ra; lo único que no sufro, es que-
ni de cerca ni de lejos, mis afanes te sirvan
de burla.
Perdona, hombre: ha sido una broma ino-
cente.
I'nes no lo olvides.
No lo olvidaré. Y hablemos de otra cosa.
O no hablemos, que será preferible.
Hoy, sin duda alguna.
Jorge se levanta y empieza á pasearse para dar sali-
— 23 —
da al fluido nervioso Quiere liar uu cigarrillo, se le
enredan los dedos, y acaba por tirar tabaco y papel.
Clara lo mira con tristeza Doña Guillermina canturrea
zumbonamente al cabo de un rato.
D.a Gui Dos y dos son cuatro, cuatro y dos son seis,
seis y dos sen ocho y ocho diez y seis ..
Jorge la mira á punto de soltarle una fresca, pero se
contiene, traga saliva y sigue sus paseos. Sale Bonifa-
cio con una pieza de tela que le muestra á Doña Oui-
llermina.
Diga usted: ¿se puede dar este pantalón en
cinco durosV
Sf; pero pida usted ocho.
Había pedido diez.
Así me gustí'.
¿Quién eí-tá en la tienda?
Paco Uodríguez, hace ya un ratillo. Y el se-
ñor Kosales, que acaba de llegar se retira.
¡Caranibh! ¡ya tenemos ahí al ir evitable se-
ñor Koí-ale.-! Entre los contertulios de la
tienda y de la trastienda, el que más me
molesta ts él, ¿Y tus papas, andan por allá
dentro?
Allá estarán con iManoIín.
Pues alia voy yo ú coniarles un cuento, ca-
balmente del tal Rosales y de Manolín.
Pues ¿qué ocurre?
Ocurre que es-e Galeno de Cinco Villas, va-
lido de su autoridad de médico, y haciendo
alarde de f-u ingenio baturro, en la trastien-
da de la botica de Quiroga, y en el estanco,
y donde viene á pelo, hace chacota del niño
pro'ligio, y del padre del niño prodigio,
y de..
Clar\ No lo creo.
Jorge Pues ciéelo, poique lo digo yo. Estás hoy
levantisca, paloma. Voy allá dentro.
D.a Gui l'ejaudo el trabajo y yéndose tras él. A ver, á ver...
Esto me interesa.
Clara ¿Usted también? ¡Bah!
Se marchan al interior de la casa Jorge y Doña Gui-
llermina. De la sastieria sale Rosales, Este Rosales,
de nombie Don Pascual, es uno de los médicos más
queridos de la población. Hombre fuerte y robusto.
BON.
D.a Gui.
BoN.
DaGui
Clara
BON.
Jorge
Clara
•lORGE
Clara
.Jorge
~ 24 —
aragonés de raza, habla con el acento de su país y uo
tiene pelos en la lengua, usa capa y sombrero flexible.
Ros. Aquí eótoy yo.
Clara Don Pascual, buenos días.
Ros. ¿Qué hay?
Clara Lo de siempre.
Ros. Pues lo de siempre es que lo mejor de Gua-
dalema es la Plaza de los Soportales, y lo
mi-jor de los Soportales la casa de Quijano.
¿Dónde se ha metido ese hombre?
Clara Con mi novio e^tá por allá dentro.
Ros. ¿Con tu novio?
Clara tíi. .Siéntese ut-ted, que no tardarán en salir.
Ros. Lo que es tu novio, con perdón, aun(]ue no
salya no me importa. ¡Leña! ¡ijué antipá-
tico ei-!
Clara Será para usted, Don l'ascual.
Ros. Pues para mí habió. Anoche por poco le
abro la cabeza en el casino.
Clara ¡Ay, Jesú>!
Ros. Luejío I-e la hubiera tenido que cerrar, por
ser el médico que pillal>a mas cerca, pero
nunca habría perdido el tiempo con más
íiusto.
Clara Bueno, sí; dejemos á mi novio. Ya sé que
no se quieren ustedes bien. ¿Hay muchos
enfermos?
Ros. Menos h ibría, si hubiera menos médicos.
Clara Basta que usted lo diga. ¿Ha ido usted 3'a á
casa de don Acisclo?
Ros. Dh allá vengo. ¡Bien tristecico lo he dejado!
Cl^ra ¿Está peor su sefiora?
Ros. Al revés: de esta no se le muere, no.
Clara ¿Y por eso está triste? ¡Vamos! ¡Dice usted
unas herejías! ¿Tan mala persona es doña
Prudencia?
Ros. R-gularica es. Y su marido no me puede
ver a mí ni en pintura.
Clara ¿Porque?
Ros. Porque dos años antes que él fui yo novio
de ella.
Clara ¿Y eso qué importa? ¿Ahora va á acor-
darse...?
Ros. Sí se acuerda, sí. ¡Floja señalica le ha que-
— 25 —
dado! Pude yo cargar con ella y cargó é!:
tiene, tiene motivos para m;il quf-rerme.
Clara ¡Ja, Ja, ja! Pero si usted también se casó
luego.
Ros. ¡Diferencia va! Algo daría él por encerrarse
en casa con mi mujer en vez de con la suya.
Clara ¡Ya lo creo! Es que con:o Posario hay pocas.
Ros. No hay más que ella: se rompió el molde.
Pero alguna falta había de tener: e.^ arrima-
dica á la cola. Como yo: lo mismo que yo.
Así nos han salido los hijos, poiirecicos míos:
que clavan los clavos con la cal)eza.
Clara ¡Jesús, por Dios! í^e divierte usted hasta de
su sombra.
Ros Digo la verdad .siempre.
Clara Pues niegue usted que es guapísimo Pas-
cualín.
Ros. No lo niego, no: es igual á su madre. Pero
tiene seis años, y le preguntas quién ha he-
cho el mundo y se encoge de h^mibros. En
fin, con tal que sean buenos, y bu^no.? lo son,
¡adelante con el iLclona!! Todos lo.s hombres
sirven para algo en el mundo: no han de ser
ellos menos. AJédico soy yo, y nadie se ha
opuesto á que lo zea. ¡Los que pudieran vo-
tar en contra se mueren!...
Clara Cual(|uiera que lo oyese á usted, creería que
era usted un matasanos.
Ros Aún los hay ppores.
Por la puerta del interior de la casa van saliendo su
cesivameute doña Guillermina, doña Manuela y Quiji-
no. Saludan muy serios á Rosales, se sientan, y no le
dirigen la palabra. El los mita un poco perplejo.
D.a Gui. Buenos días.
Ros Buenos días, Doña Guillermina.
D.a Ma^'. Buenos días.
Ros. Salud, Doña Manuela.
Quij. Buenos día.'^.
Ros ¡Hola, hombre, hola! ¡Ya pareciste!
Quij. Ya parecí.
Ros. ¿Qué es eso? ¿Vienes disgustado?
Quij. No.
Ros. ¿Cómo que no? Pues esa no es tu cara. ¿Te-
nemos alguna novedad, doña Manuela?
D.a
Man.
Ros
D.a
Gui
Ros
Clara
Da
Man.
- 26 —
No.
¿No hay ninguno malucho?
Eso qnifiera usted.
¿Yo? ¿A qué panto, señora? ¡Si aquí no co-
l)ro las visitas!
¿Y Jorge?
Poniendo en sus palabras toda la ironía de que es
capaz. Se ha quediido con Mancjlin; con el
pobrecito Manolii»; con ese de.«dichado de
iManulín. Porque ahora resu'ta, ¿stibe usted,
Don Pascual? (|ue Manolín es un pollino y
nosotros unos mentecatos.
Ros. ¿Qué dice usted?
QuiJ. En el mismo tono que su esposa. Y OtrO mente-
cato el novio de Clara, que ahora mismo
ePtá con la boca aldt-rta oyéndole tocar el
vinlín.
Ros Del novio de esta va bien todo cuanto se
diga. ¡Luía! ¡qué antipático e^!
Clara Más antipátifo es usted, ¡caramba! y lo de-
JHu jjasar. Ya nje canfé yo.
Hos. No te enojes por él conmigo, que no lo vale.
D.a Gui No lo valdrá, pero cuando njeuos es un hom-
l)ie que no tieiie dos caras.
Ros Pues es un dolor; porque le van á romper la
que tiene el día menos pensado. Y á ver qué
8e liHCe.
D.a Man. ¿Quién ge la va á romper?
Ros Puede que sea yo, ¡leña! Porque me estoy
oliendo qué ese ha venido aquí con algún
chisme, y los chismes no van conmigo, ¡A
nií se me habla claro! ¡Caras tiesas y medias
] alttbras no se las aguanté ni a nii padre!
¿Qué tienen que decirme, leña? ¿Quieren us-
le les reventar de una vez?
Se desborda la iudignapión en lorma de improperios,
que oye Rosales sin contestar palabra.
Quij. ¡.Si, señor; tenemos que decirte...!
Da Max. j llenemos que decirle á u=ted que es un mal
amigo!
D.a Gui ¡Un infame!
Qi ij. ¡Un traidor!
Da Man. ¡Kso; un traidor!
Quij ¡Nunca pude esperarlo de tí, i'ascual! ¡Sé
— 27 —
que te vas á la botica de Quiroga, y al es-
tanco, y allí te ríes de mi mujer y de mí, y
de las ilusiones que nos forjamos con nues-
tro hijo!
D.a MvN. ¡Con nuestro hijo, que es un fenómeno, aun-
que usted no quiera!
D.a Gui. ¡Eso no pe hace: eso es una porquería en
Li da tierra de garbanzo?!
Clara Por Dios, tía; por Dio?, mamá; que parecéis
gnllos inglesen.
Hos. No doy media vuelta ahora mismo y sacu.
do los zapatos al salir de la casa, porque se-
ría tan majadero como ustedes. Y tan mal
amigo. ¡Ksii» sí que me e-^cuece, leña! ¿Es
decir que el primer zascandil que llegue con
una invención, tira por tierra una amistad
de treinta años? Pues si es así, di tú que no
ha debido s»rlo ni de un día. sulfurándose.
^,Quién ha trüído ese cuento? ¿A que delan-
te de mí no dice palabra?
Clara No se sufoque Ut*ted, Don Pascual.
Ros. Trndría qui- taparme los oídos, muñeca.
D.« Gui. ¡"^í; si ya contábamos con los puñetazos y
¡as bravata:-!
Ros l'ero ¿es que insiste usted, señora? ¿Voy yo
á tener que d»fenderme aquí de una calum-
nia? ¿No basta ser quien soy, y que lo nie
gue encima? silencio general. ¡Bucno, hombre,
bueno! Ya veo f]ue no basta. Este si que es
un desengaño. Lo que yo he dicho de Ma-
nolín y de ustedes, en la botica y en el es-
tanco y en todas paites donde me piden
opinión, es lo mismo que digo aquí siempre
que viene á cuento: que protesto con toda
mi alma de lo que hacen con él.
D.a Man. ¡Manolín es un artista eminente; lo dice su
ujaestro; lo dice todo el que lo oye!
Ros. Por lo mismo que quizá sea un artista, es-
más doloroso que se le mate en flor.
D.íi Man. ¿Pero tú oye«, (iuij.nno?
Ros. Tuviera yo en lugar de los cuatro zoquetes
que he traído al mundo un hijo como él, y
puede que rascara el violín una hora del
día, pero ya cuidaría yo de que triscara por
— 28 ~
los montes lo menos ocho, como un cor-
derico.
Quij. ¡Y dale! ¡Si es que este niño es especial!
D.:' Man. ¡Si ijuitarle el violin es matarlo!
D.í* Gui. ¡Si no le gusta jugar como á los otros chi-
cos!
Rus. ¡i.eña! ¿Pues no dice que no le gur-ta jugar
y tiene seis años? J^o que es que le han me-
tido ustedes en la cabera que es un hombre-
cico, y que es un fenómeno. ¡I^eña, qué ma-
nía esta de anticipar la vida, de coger el
fruto a destiempo! Tienen un niño, y ya
quieren tener un homlue. Por supuesto: no
es de ustedes toda la culpa: ustedes marchan
empujados. E.ste mal es dfl siglo. Todo el
niimdo tiend^^ á estrellarse. No sé en (\ué
consiste. Puede que lo hayan traído los auto-
nióviles.
Clara (oh cierta vehemencia. Sí, señor; sí, seüor: tiene
u>ted mas razón que un santo.
D íi Man. Tú te calla?, mocosa.
Clara Yo me callo, porque tú m^ lo mandas, pero
estoy conforme con Rosales. No hay nada
en sus quicios.
Ros. ¡Bien dice-, leña! Aquí se siega ya, sin que
grane la espiga. En M-molín lo ves. Echa
á un lado el estrujar su cuerpecico — que
ya es echar; — ; ero si alK.ra se le empieza á
exhibir y á deslumhrar con la gloria tem-
prana, ^,qué aplausos le van á halagarandan-
do el tiempo? ¿Qué le dejan usteiies paia
esa edail en que más se sueña que se vive;
para esa edad— acuérdate, Ventura en que
charlábamos tú y yo como locos f)or las ca-
lles de Zaragoza, yo de mi Kosario, (pie en-
tonces era Hosarico, y tú <ie doña Manuela
aquí presente, que f arece mentiraí
D.a M/ N ¡Oiga usted!
Ros. Ahora le toca á usted, señora. Hemos de
oir por turno. Este es mi pensar, y así lo
soltaré donde quiera mondo y lirondo, me
pongan buena ó mala cara. Y si ustedes no
lo quieren oir, tendrán que atrancar la puer-
ta de la calle y no dejarme entrar; porque
— 20 —
como entre y se hable del caso [leña, que lo
digo! ¡De buena raza vengo! Mi ]iadre se
llamaba Andrés, dijo un día por una dispu-
ta que se llamaba Antonio, y Antonio se lla-
mó ya toda su vida. La esquela de defun-
ción nos dejó escrita llarasindose Antonio.
Y Antonio le pusimos en la lápida, porque
sabíamos que si no Fe llevaba un disgusto.
D.a Gli. ¿y todavía, después de decir eso, quiere us-
ted que a.juí se le tome en cuenta cuando
(la en una testarudez?
D a Man. En este caso se fastidia usted, señor mío.
¡No faltaría más, sino que porque usted hava
dicho que se llama Pedro, le hayamos de lla-
mar Pedro nosotros, sabiendo que se llama
Pascual Bailón! Ya cono* emos bien el puño.
Quii. Sí, sí; tenemos en esta cuef-tión criterio muy
distinto. Tú ves negro lo que nosotros rosa.
Acaso estemos engañados; pero déjanos con
nuestra ilusión. Y perdona si un poco cie-
gos por el cariño á Manolín, pusimos en tela
de juicio tu amistad.
Ros Calla, Ventura, calla, que yo soy siempre
el misnif). La pruel)a es que discuto. Y oye
un instante ese cornetín que suena lejos.
Ni de encargo viene.
En efecto, óyese á lo lejos un cornetín, que toca una
jota. Todos escuchan.
Quij. ¿Y eso qué es?
Ros, tise es el cornetín de unos titiriteros, que
van rodando por el mundo. Ahora les ha to-
cado caer en Guadalem^. Al son de esa jota,
bailan dos chiquitines, niño y niña, de la
edad de tu Manolín. Esta mañana me los
encontré en la Plaza Grande, cansadicos ya
de bailar, y me dieron pena. Pensé en mis
hijos, y pensé también en el tuyo.
QuTj. ,;Ves tú?
D.a Man . ¿Ves tii? ¡PJsto es lo que exalta!
D.í' Gui. ¡listo es lo que no puede oir.=e!
Quij. ¿^^as á atreverte á comparar?...
Ros. No, no comparo: tú no tienes la disculpa
que esos padres. El hambre puede mucho,
¡leña!
— 30 —
Quij ¿F,'^ que tú piensas fjue nosotros...?
D.a Max, ¿Es que usted ^e figura. .?
Ros ¡No me figuro nada: no hago icás que de-
^ cir lo que veo!
Quij. ¡Pups nos ofendes, atribuyéndonos ideas de
explotación!
D.a M'N. ¡Sí, señor: nos ofende!
Ros. ¿Pero quién ha pensado tal cosa?
D.a Gui. ¡ü-ted!
D.a Man. ¡Usted!
Quij. ¡Tú!
Eos. ¿Y..?
Quij . ¡Tú!
Ci.ARA Calma, por la virgen bendita. Y si quieren
ustedes hacerme cüso, quede esto aquí. Ni
[■{opales ba tenido la intención (]ue vosotros
pensáis, ni vosotros sois ca|iaces «le nada feo.
Pero cuando se ponen las personas así no se
entienden nunca.
Ros. Hablas como un libro, muñeca Siempre he
dicho que eres tú lo mejor de la <asa. — V03'
al taller á que me cosan estft l)otón de la
americana, que está un poco flojo.
D.a Gui. ¡Todos los dias ba de traer usted un botón
flojo!
Ros. Si las oficialas tuvieran la cara como usted,
ya vendrían bien seguros, ya
Entrase en el taller. El cornetín de los titiriteros deja
de oirse. Quijano, Doña Manuela y Doña Guillermina, se
agrupan indignados, y á media voz truenan contra el
baturro.
D.a Gui. A este lo planto yo el mejor día. No soy yo
quien le sufre todas las barliaiidades que
quiera decirme, poique sea de Aragón.
Quij. Pero ¿habéis visto igual terquedad?
D.a Man. ¡Oh! ¡Es una cabeza de bronce!
D.a Gui. Pues por más vueltas que le deis, en el fon-
do no hay más que envidia, y envidia, y en-
vidia. ¡Como que en su casa en vez de cua-
tro ó cinco chicos tiene un juego de bolos!
Clara Callad, por los clavos de Cristo; (jue viene
ahí Jorge, y está con Rosales á tres pullas,
y va á haber aquí toros y cañas.
.-jale Jorge haciendo demostraciones de entusiasmo.
31 -
Jorge ¡Oh! ¡oh!
Quij. f!,Qu(^?
D.a Man ¿Qué?
JoKGE ¡Oh! ¡una maravilla! ¡Un asombro!
D.sA Gui. ¿Manolín, verdad?
Jorge ¡Espanta! ¡Kptremecel ¡Da fritt!
Quij. (íOye?, Clarita? ¿Oyes á Jorge?
D.a Man ¡Para que nos vengan con dimes y diret'-;-!...
Jorge ¡Vamos! ¡hJI que niegue eso, que es coim»
negar la hiz del sol, ó es ciego del todo, ó es
un animal de bellotas... ó es algo más malo!
Clara Bueno, bueno; no chilles.
Bonifacio se asoma á la puerta de la sastrería.
BoN . El señor Lisonjero pregunta por usted, don
Ventura.
La Boticia le produce á la familia gran regocijo y
cierta turbación.
<qiuij. ¡Hombre, • 1 señor Lisonjero!
D.a M \N. ¡El señor Lisonjero!
D.R (iui. ¡Que pase! ¿Verdad?
Quij . ¡Si, si, que pase!
D.a .Man ¡Que pase en seguida!
Se retira Bonifacio. Quijano, Doña Guillermina y Doña
Manuela, se retocan ligeramente.
Jorge Yo me voy.
(^LARA ¿Te vas?
Jorge Sí. A ese señor de Lisonjero lo masco, pero
no lo trago.
Clara ¿Vendrás á la tarde?
JokOE No sé. Según esté de pulgas.
Clara Tranquilízate, hombre.
Jorge ¡Ojalá pudiera! Hasta luego, ó hasta mañana.
Clara Adiós, coge su labor y se va al interior de la casa.
Jorge Ala familia. Buenos días.
Quij. Adiós, Jorge.
D.a Man. Ha.-ta luego.
D.a Gui. Adiós.
A tiempo de irse Jorge llega Lisonjero.
Jorge Pase usted.
Lis. Usted.
Jorge Muchas gracias, se va.
Jacobo I isonjero es hombre joven, despierto, activí-
simo, bullidor, inquieto, de fácil palabra y persuasi-
vos ademanes: capaz de emprenderlo todo y de llegar
— 32 —
á todos lados. Viste con elegancia personal. Los pii-
iTieros botines que se vieron en Guadaleiua los llevó él.
Li?. ¡Famili?. dichosa!... ^:Qné tal?
Quij. ¡Señor Lis^oniero! ¡Tniito gusto!
Lis. Doña Manuelfi, Doña Guillermina — nosotros
ya nos hemos visto, — querido Quijano... ¿Y
el monstruo de la casa?
Quij. Kn su estudio. ¡No deja el violín!
Lis. ¡Eetupenda criatura!
D.a Man Je.
Lis. <;Y esa mariposilla blanca que á veces veo
revolotear por este balcón?
D.H Man. Allá dentro. Llámala, Guillermina.
I^is. ¡Nunca! Prohibido que por mi se moleste á
nadie.
D.a Gui. ¡Pero siéntese usted!
Quij. ¡Es verdad; que estamos aquí como bobos!
Siéntese usted.
IjIs. No puedo; muchas gracias. Tengo veintisie-
te cosas que hacer todavía antes tie las doce,
y son las doce menos cuarto.
Quij. Pues ya que no se siente, deje el sombrero
y el gabán.
Jvis. Eso sí.
Quij. Muy arrugadillo está el forro. Enviémelo
mañana y lo i)lancharemos.
Lis. Se hará como usted quiere. Antes que se
me olvide. Dando voces hacia la tienda. ¡Boni-
facio! ¡Bonifacio!
Quij- ¡Bonifacio!
D.a Man. ¡Bonifacio! .
. Bo^'. Asomándose. Ser»'idor.
Lis. ¿Usted conoce á Paco Rivera?
BoN. ¡Ya lo creo!
Lis. Si pasa por la calle, llámelo usted y avíse-
me en seguida.
BoN. Perfectamente. Me fíguro que no pasará.
Lis, ¿Por qué?
BoN. Porque... porque... Doña Guillermina lo
sabe. Se marcha.
D.a Gu!. No pasa, no.
Lis. ¡ Ah,yal ¡Es un perdis incorregible! Otra cosa.
Quij. ¡Bonifacio!
Lis. Ño; no es con Bonifacio.
— 33 —
BON . Asomándose otra vez. ¿Qué hay?
Quij. Nada, nada. Vete.
Bonifacio se va.
I^is. ^Tienen ustedes aquí teléfono?
D.a Man. Lo vamos á poner á primero de año.
=:^ Lis. ¡Kntonces no me sirve ahora! ¡.Je! Ii)a á ha-
blar con la redacción de El Débate... Luego
me llegaré. A lo nuef^tro.
Quij. ¡Cuánto tenemos que agradecerle!
D.a Man ¡Cuánto se molesta por nosotros!
Lis. ¿Quiere usted callar? Para nal es un honor
y un gusto. Y primero que nada es un de-
ber: el deber en que está todo ciudadano
que ama á su país de contribuir á que sus
glorias más legítimas redplandezcan á la luz
del sol.
Quij. ¿Usted fuma?
— IjIS. No, señor; me falta esa virtud. ¡.Jamás he
incurrido en la vulgaridad de llamarle vi-
cio! Aquí del cuento: «Si fuera vicio, lo ten-'
drías.» Dando de improviso una carrera y asomándo-
se al balcón. Aguarde usted un minuto. No,
no es Perales. Me pareció Perales: un ciuda-
dano á quien necesito para catorce cosas.
Por cierto que hoy es el santo de la herma-
na y no le he mandado tarjeta. Escribiendo en
un cuadernillo de apuntos. Felicitar á María
Luisa. A })ropósito: ¿ustedes tratan al alcal-
de de Valladolid?
QuiJ. Consternado. No...
— Lis. Yo tampoco. Y me hace falta echarle un pe-
rro de presa. Ya lo buscaré. A lo nuestro.
D.a Gui. ¡Jesús, Don Jacobo! me aturde usted con
esa actividad. Y lo admiro, lo admiro con
toda mi alma.
— Lis. ¡Señora, qué remedio! Los hombres de este
siglo ni podemos callar, ni podemos comer,
ni podemos dormir, ni podemos estarnos
quietos. ¡En la brecha siempre! Al asunto.
r)ecididamente, el veinticuatro.
Quij. ¿,E1 qué?
— Lis. La velada: la presentación de Manolín.
Quij. ¡Ah!
D.a Man. ¿El veinticuatro?
- 34 —
D.aGui. El veiniiciiatro ee marte?, Don Jacobo.
Lis. Mejor. Así de un día que todos tienen por
aciago, haremos un día memorable en los
fastos de Guadalemít. Íbamos n darla el
Véintitrfs, pero lU)Siiura, la marquesita, ha
organizado para ese día no sé qué ]ira en
automóvil y me ha escrito dos letrns supli-
cándome que traslademos la fiesta al día si-
guiente. Porque de ninguna manera quiere
faltar. Está encantada con el pequeño. ¡Sólo
de oirme!
D.a Man. ¿Es decir que irá la señora marquesa?
Lis. ¿No oye usted? ¡Si tiene más empeño que
yol Ella es muy entusiasta, muy amante
del arte, y sueña ya materialmente con epa
noche El marido también irá: el señor mar-
qués Pero ese es lo mismo (lue si no fuera,
porque no se enteía de nada. Y más vale.
Digo, no es lo mismo: al fin y al cabo es un
nombre en la lista: le da lustre, le da esplen-
dor... Por supuesto, exijo traje de etiqueta.
Quij. ¿De etiqueta?
Lis. ¡Ah, ya lo creo! Es lo primero que me ha
preguntado Rosaura; la marquesita. Ento-
nan mucho los escotes y las pecheras blan-
cas. Y nos quitamos de encima una porción
de cursis. Cuidado que el casino • s un cen-
tro eminentemente liberal; pero yo sé con
qué bueyes aro, y sé también que la alta
clase es la que da la patente, la <|ue impri-
me el sello. No en balde es la espuma, señor.
D."'i Man. Justo, justo.
D.!' Gui. Muy bien pensado, señor Lisonjero.
Quij. Dice usted muy bien.
Lis. ¿De modo que estamos conformes?
Quij. Y verdaderamente reconocidos.
Lis. El reconocimiento es de mí para ustedes,
ya que me proporcionan el éxito mayor
que ha podido soñar un secretario de casi-
no de provincia de segunda clase. Entre pa-
réntesis, y que no salga de nosotros: sospe-
cho que Rosaura, la marquesita, algo trama
con motivo de Manolín en aquella monísi-
ma cabecita de pájaro. Sea lo que sea, no
— 35 —
les pesará á ustedes. ¡Ah! Invitaciones de
señora, las que quieran; ustedes primero
que nadie, ¡claro es! pero les rue^o que sean
parcos, porque estoy abrumado de compro-
misos. ¡Señores, qué nul)e! ¡Y no se ha anun-
ciado todavía! iDial)lo! Se me olvidaba lo
mejor. Mañana, en El Debite, saldrá una
nota artística, una impresión, cuatro letras,
consagradas á Manolin }' haciendo atmósfe-
ra nara la velada. Aquí tengo las pruebas.
Tomen ustedes: léanlas á su sabor.
<iu'j. ¡Señor Lisonjero, qué bueno es usted con
nosotros!
D:^ Man. ¡Qné amable! ¡qué atento!
Lis. Repito que cumplo un deber. Buscando en la
cartera el artículo. EstO UO eS; ni estO. ¡Dios
mío de mi vida! Necesito dos días lo menos
para contestar tantas cartas. ¿Saben ustedes
que me ha tocado la lotería? Qn premio
chico: diez duretes. Menos da una piedra.
Aquí está.
D.a Gur. A ver, á ver.
■Qüij. Trae.
Lis Les suplico qne no lo lean basta que yo me
vaya. Que va á ser ahora mi^mri, porque si
no voy á quedar mal con siete personas.
Compadézcanme: estoy convidado á ahiior-
zar en tres casas: ó se me pican dos fami-
lias ó he de almorzar tres veces. ¡El delirio!
Despidiéudose. Doña Manuela, Doña Guiller-
mina, querido Q.iijano... Un bes > en la fren-
te al prodigio, y dos en los diminutos pies
de la señorita de la casa, Y mandar cuanto
gusten. Suyísimo. corriendo hacia el balcón nue-
vamente. No, no es Perales. Suyísimo.
•Quij. ¡Adiós, señor Lisonjero!
Da Max. ¡Vaya usted con Dios!
D.a Gui. ¡Que usted lo pase bien, señor Lisonjero!
El señor Lisonjero hace una reverencia exquisita, y se
va á la calle como alma que lleva el diablo.
■Quij. ¡Qué hombre! ¿eh? ¡'^ué hombre!
D.a Man. A ver, á ver eso que va á salir en el perió-
dico.
D.a Gui. ¡Vaya un confite para algunos!
— 36 —
D.a Man. Ya tragará quina la droguera. Anda, Quija-
no, léelo.
Quij. Aguarda que me ponga lo.s lente?, mujer.
Palé Rosales del taller y eruza decidido hacia la tienda.
Quijano oculta las cuartillas ndeiitras pasa.
Ros. ¡Ea, ya voy listo! Hasta luego, que me e?pe-
ra mi gente para volcar la olla. V no me
guarden rencor por lo del pequeño, que ha-
blo de buena voluntad.
Quij. Adióp.
D.a Man. Vaya usted con Dios, a Quijano, apcna.s desapa-
rece Rosales. Anda, lee efo.
l).a GuT. Lee, lee.
QuiJ. Empezando á leer con voz temblorosa de emoción y
alegría. v<El niño prodigio 9
D.a Man. ^.E1 niño prodigio lo titula?
Quij. «Kl niño prodigio.» Ya ves: no le llamairios
otra cosa nosotros, y sin embargo, el verlo
puesto en letras de molde, nos sorprende,
nos impresiona...
I). a Man. Sigue, sigue. A mí se me saltan las lágri-
mas.
D.a Gui. Sigue.
Quijano lee. En la calle, más cerca que antes, vuelve
á sonar el cornetín de los titiriteros tocando la jota
Abstraídas en la lectura, ninguna de las tres personas
de la casa presta atención á la miisica callejera.
(iüij. «En el hogar de los señores de Quijano^
honrados y antiguos comerciantes de eí-ta
localidad, ha entrado un rayo de sol de
primavera, que con su luz ilumina los más
apartados rincones, y alegra, con la más pu-
ra de las alesrias, aquellos corazones senci-
llos. Hace tieujpo que se viene hablando en
los círculos artísticos de Guadalema...»
Cae el telón, cortando la palabra de Quijano.
KIN DEL ACTO PRIMERO
rrwTtinnifiriiirinninfirirw^
ACTO SEGUNDO
Ante escenario en el Teatro del casino de Guadalema. Una puerta á
la derecha del actor y á la izquierda otra. Al foro, y á convenien-
te altura, se supone que está el escenario, cuya entrada oculta a
los ojos del público un telón de forillo visto del revés Entre este
y la pared del foro hay una gradilla que por la derecha y por la
izquierda da acceso al escenario. Un par de butacas, algunas sillas
y una mesa con servicio de agua. El suelo alfombrado. Es de
noche. Luces.
Estamos en la noche de la presentación de Manolín
ante el público. Lisonjero, de coi recto frac, vuela por
el casino: es el alma de la velada y, como üios, está
on todas partes. Los demás personajes visten también
Je etiqueta, pero es claro que con arreglo á su clase y
condición.
Sale Lisonjero por la puerta de la izquierda, sube co-
rriendo por la gradilla, habla algunas palabras en el
escenario, detrás del forillo, baja por la derecha y se va
á escape por la puerta del mismo lado.
Lis:. tía inútil anunciai- á las nueve: hasta las
diez no viene nadie. ¿No digo? ¡Nadie toda-
vía! Cuatro gatos en el salón. Así como asi
la velada es corta. Voy á prevenir... Llaman-
do. ¡Isidoro! Por luás (^ue antes... Pero, no;
bien está prevenir... ¡Isidoro! saie en esto por la
puerta de la derecha Don Vicente de la Sosa, el presi-
dente del Casino, y casi se tropieza con él. Es un señor
atildado y correcto, que gasta en cosmético más que
en pan. ¡Olí, señor presidente!
D. Vic. ¡Querido Lil^onjero!
- 38 -
" Lis. ¿Aún hay escaso público, verdad?
D. Vic. Ya irán llegando todop: no tema usted, ce-
losíí-inic secretario. El snlón del teatrito del
casino de Giiadalenia lucirá esta noolíeromo
en las ocasiones más solemnes.
'^- Lis. Asi lo espero yo. MeL'.tiria hi dijera otra cosa.
Habrá que señalar la fecha de hoy con pie-
dra blanca. Sobre todo, los que somos aman-
tes del a¡te...
D. Vic. ¿Del ¡irte por e! arte, amisro Jacobo?
Lis. N(» alcanzo la intención de usted, señor de
la Sosa.
D. Vic. ¿^o, verdad? Es raro, en tan sutil injenio.
¿Me va usted á persuadir á mi, joven amigo,,
de que en esta velada, organizada con tanta
ardimiento por la marquesita «le Villacor-
nejo y por usted, para presentar al niño
prodigio, es amor al arle todo lo que reluce?
Lis. Sí, señor, sí; amor al arte.
D. Vic. En ritíor, no esta mal. Como obra de arte,
la marquesita me gusta más que todo lo del
Greco.
■ — Lis. Sintiéndose haiflgado. Vaya, vaya, quede usted
con Dios, señor presidente.
D. Vic. El le proteja á usted, señor secretario. ¡Je,
"¡e! Ríen los dos. Lisonjero se va por la puerta de la
derecha, corriendo.
...Y déjale al amor sus glorias ciertun ..
Voy a ofrecerle mi.« respetos á la familia de
JVJanolín. Vase por la puerta de la izquierda, con-
trastando su parsimonia con Ja agitación del secretario.
Sale don EUa.s por la puerta de la derecha.
1). Elías ¡Qué noche!... ¡qué nocbe'... Y ahora empie-
za. Yo tiemble de cabeza á pies. Tengo la
boca más amarga... Bien han hecho en po-
ner aquí agua abundante. Se sitve agun y bebe.
¡Qué orgullo el mío! Todo el mundo me fe-
licita: todo el mundo.
Vuelve Lisonjero por donde se fué, y después de ha-
blar con don Elías, se va por la puerta de la izquierda.
""" Lis. Ese Ramírez no está en nada: va á haber
que darle pasaporte. ¡Qué brutísimo es! Ah,
maestro: que no se le olvide el retratito; que
Jo necesito mañana; que quieto que salga
— 39 -
con el de Manolín en el suplementD de El
Debate.
D. Em'as Señor Lisonjero, pí ya le he dicho á usted
que no tengo más que un retrato, y ese es
del tiempo de Maricastaña. Figúrese usted:
de cuando se usaban aquellos cuellos que
parecían balcones.
Lis. No importa: eso mismo será una nota muy
bonita. ¡Y ahora que me acuerdo!... Vaseá es-
cape dejando á don Kiías estupefacto. ¡Perico! ¡Pe-
rico!
D. Elías Es admirable este don Jacobo. ¡Qué hom-
bre! Y quiere bien al niño... lo quiere bieii.
Sale Don Andrés por la puerta de la derecha. Es un
señor que pasa por poeta en la localidad, pero que no
lo es ni tiene facha de ello. Es tan sordo, que ni en
el tiro de pichón oye nada. Todo el mundo le habla
por señas, en vista de que es inútil levantarle la voz.
Viene abstraído, mouologueando, y no ve á don Elías.
Este le toca con la mano en un hombro.
D. An. Volviéndose. Hola. ¿Qué hay?
D ElÍ\S Ayudándose con la mímica para hacerse entender.
\luy dÍ!-traido va usted, señor den Andrés...
¿Y eso.s versos? iMe han dicho que son muy
bonitos.
D. An. ¿Mis versos? Ya veremos lo que resultan.
Sentidos. Oí al chico en casa de Férez, y me
conniovió.
Es un fenómeno.
Muchas gracias.
Digo que el chico es un fenómeno.
Repito las gracias. Y felicito á usted cordia-
lísiniamenle. Hasta luego.
D Elías Es usted muy amable, don Andrés... Hasta
luego. Y muy sordo, ¿i'ues no dice que n\ó
al niño en casa de Pérez?.. ¿Qué habí > de
oir, si es como una tapia?
Don Andrés le vuelve la espalda, y abstraído como sa-
lió, y hablando solo, se va por la puc-rta de la izquier
da. Don Ellas va a seguirlo, pero se ve obligado á de-
tenerse y á echarse á un lado para dejar que pase Li-
sonjero, el cual sale como una bala en dirección á la
puerta de la derecha.
— Lis. Perdone usted, maestro.
D
Elías
D.
Ak.
ü
Elí^s
D.
An.
— 40 -
D. Elías No hay de qué... ¡Jesús! ¿dónde irá? Ac.iso
huya llegado la marquesita... Voy yo con
mi nene. Vase por la puerta de la izquierda.
Saleu por la de la derecha Rosaura, que viene del bra-
zo de Lisonjero, y Villacornejo, que viene detrás pa-
pando moscas. Rosaura es guapa, insiiniante, vanido-
sa, coqueta; Villacornejo, su marido, lo dol)la la caad
y no se entera de nada.
RoSAU. Hace un siglo que yo no entro por aqni,
querido Jacobo.
Lis. Para desdicha de estas cuatro paredes, bellí-
sima Rosaura.
Vil. Yo también hace mucho que no vengo. La
última vez que estuve, fué cuando habló
aquel mantenedor de los juegos florales qun
echó un discurso de dos horas hirgas. ^Se
acuerda usted? Se desc mch»"! el techo del
salón 3' se desafinó el piano de cola. ¡Qué pe-
sado!
RosAU. Calla, Gorito.
Lis. El marqués FÍempre tan ocurrente.
RosAu. ¿Y ustf^d cree oportuno, Jacol)n, presentar-
me ahora á los padres de Manolín?
Lis. ¡Oportunísimo! Les halagará como una ca-
ricia. Por mi parte le ¡uiuncio á usted que
la velada ya, mal que pese á los que no sa-
ben poner sino faltas, es un éxito enorme,
envidiable: sobre todo para usted, insigne
marquesita. Para mí. como no podía men"S,
es á la par que un éxito un semillero de ene-
mistades. Con las invitaciones se me ha pi-
cado media Guadalema.
RosAU. ¿Sí?
ÍjIS. cicada la de Robledal; picada Teie.gita Ca-
lero; picada la hermana de don Justo; pica-
da la de Sánchez; picada la de Pérez; picado
su marido... ¡Qué Fé yo! Es el cuento de nun-
ca acabar. Diez y sei.s disgustos llevo hasta
ahora, y uno que voy á tener dentro de un
rato, diez y siete. Pero todo lo doy por bien
empleado con tal que esté usted satisfe.-.iii.
Ros.au. Lo estoy; si, señor: ¿á «^ué negarlo'^
V^ii.. Mande usted áfreir monas á la gente. Esto
es un poblacho ridículo.
- 41 —
RosAU. Me lisonjea el considerar que por mi inter-
vención directa en este asunto, surgirá aquí
esta noche una futura gloria de Guadalemn.
¿Se va á telegrafiar á Madrid?
-^— Lis. ¿Cómo no, Rosaura? De eso me encargo y» .
RosAL'. ;?í, sí; encargúese usted, Jacobo, pira que
salgan los telegramas como es debido.
Vil. y, diga usted; el niño ese, ¿toc.i tan bien
Corno todos dicen, ó es una castaña de las
que usamos por acá?
— Lis. No, no, no: castaña no es castaña. Para la
edad que tiene es muy de estimar lo que
hace. Ahora, que más adelante resulte un
artista ó se quede en agua de borrajas, eso
yo no lo sé.
Vil. Lo que le pido á usted, Jacobito, ya que
aquí mangonea, es que esta noche toque el
pay-pay, ó el pon-pon, ó los raías... Cosas así
alegre.^. Porque si la toma con Beyerber ó con
Metoven, nos vamos á aburrir como ostras.
Rosal. Gorito, no seas cafre. Si no entiendes una
palabra de música, ¿para qué hablara de e¡-oV
Vil. ¿Que no entiendo de música? Mire usted,
Jacobo: de lo único que entiendo yo en esta
vida es de música. Bueno, y de perros tam-
bién.
Lis ¡Hombre!
Vil. La música, es probado: cuanto más sueño
me da, más sublime; y los perros, cuanto
más feos y más asquerosos, más mérito. No
falla.
RosAU. ¡.Jesús, Dios mío!
Lis. ¡Este marqués!... ¡este marqués!...
Vil. Si todos fueran francos, dirían lo que yo de
las dos cosas. V03' á asomarme por el telón
á ver qué gente hay.
— Lis. Ya estará el saló:i casi lleno.
Sube Villacornejo por la derecha de la gradilla. Ro-
saura y Lisonjero aprovechan la ocasión para hablar
más intimamente.
RoSAU. ¡Qué salidas tiene Goro! ¿verdad?
Lis. Da pena, Rosaura, pensíir que toda la vida
haya usted de {¡asarla con ese hombre.
RosAu. ¡Siltnciol Baje usted la voz.
— .2 —
Lis. Con ese hombre vnlsíar, adocenado, ^'rosero,
incapaz de apreciar el aroma fínisimo de
e.^íta flor que le ha tocado en puert^.
RosAU. Calle, calle; le pido que calle.
Lis. No puedo, Rosaura: cuando me veo solo con
usted no me sé dominar.
RosaI". Si no estamos solos, Jacobo... Se le acerca com»
si lo estuvieran.
Lis. Se le manda á la amistad, á la cortesía: á lu
pasión, no. Y pasión es esto, Rosaura: pa-
sión que ya ha echado raíces, que no se re-
signa, que busca su premio.
Vil. Desde dentro. ¿Dónde está el agujero del
telón?
Lis ¿KhV
RosAu. ¿Qué?
Lis. Ahí á la derecha, marqués. Está un poco
'^^^.lo» y por eso no lo liabrá visto.
Vil. Ah, si: ya lo veo. ¡Demonio, qué incómodo
e-tá!
RosAU. Por poco nos sorprende, .Jacf)bo: sea usted
más prudente... y más disitiiulado.
Lis. No se entera. Sobre que la culpa es de usted.
RosAU. ^;Mía?
Lis. ¿Por qué es usted tan linda? ¿Por qué sus
ojos tienen esa misteriosa atracción que de
todo me habla, de todo, menos de su ma-
rido?
Vil. Siempre dentro. ¡Te VCO, besugo!
Rosal-. ¿Cómo?
Lis. Sobresaltado. ¿Di(^e usted, marqués?
Vil. ¡Era al teniente Ilios, que está amelonado
con la novia, y no cueuta con que yo lo miro
desde aquí!
Rosaura y Lisonjero, se ríen.
Lis. ¿Usted ve como vive en el limbo?
RosAu. Calle usted ahora.
Lis. a don Elias, que sale por la puerta de la izquierda.
¡Insigne don Elias! Venga usted acá, que
voy á presentarlo á la señora manjutsa de
Villacornejo.
I). Elí\s Honradísimo...
Lis. A Rosaura. Aquí tiene usted al gran maestro
de nuetitro Manolín.
_ 43 —
D. Elías Señora...
RosAU. Déme usted esa mano; para mí es vm placer
muy grande estrecharla.
D. Elías Señora, yo recibo un honor... Esta noche es-
toy gozando como nunca en mi vida. Yo no
soy maestro de ese niño: la casualidad ha
unido mi suerte á la suya, y un rayito de su
gloria temprana, llega ha^ta mi.
Vil. Apareciendo nuevamente. Esta de bote en bote
el salón Ahí nos vamos á ahogar como no
abran los boquetes del ttciio. Estas fiestas
las prefiero en la Plaza de Toros.
RosAU. ¡Por Oíos, Gorito! ¿ün concierto de violín en
la Plíiza de Toros?
Vil. Ya tú me entiendes: aquí lo de menos es el
violín. La cuestión es lucir los trapos.
RoSAU. No digas tonteras. Presentándole á don Elias. El
señor es el maestro de Maiiolín. a don Eiías.
Mi marido.
D. Elias ¡Oh! ¡Tanto gusto!...
Vil. Me alegro conocedo á usted. Encargúele us-
ted al chico que nos toque cosas ligeritas: el
pay-pay, los ratas, los lunares... Cosas aí-í.
RoSAU. Volada. Anda, vamos á saludar á los padres
del niño; que tengo en ello un gran interés.
Hasta luego, maestro,
D. El ÍAS A los pies de usted, señora marquesa.
RosAu. ¿Quiere usted guiarnos, Jacobo?
iiis. Con mil amores Por aquí; por aquí. Entrase
por la puerta de la izquierda, dando el brazo á Rosaura.
Villacornejo los sigue tarareando alguno de sus cantos
favoritos.
D. Elias Mirándolo ir, con desdeñosa indignación. ¡(JCU''ren-
cia es!... ¡Los rafas!... \e\ pay-pay!... ¿Se figu-
ra que es ManoWn el ciego que toca en los
soportales de la Plaza?
Por la puerta de la derecha llegan Rosales, Bonifacio y
Castillo, á tiempo que por ella se va don Elías. Casti-
llo es un muchacho simpático, de hablar apasionado y
vehemente.
Ros. ¡Felices, maestrico!
Cas. Maestro, que sea enhorabuena.
BoN. Que sea enhorabuena, don Elías.
J). Elías Gracias, señores, gracias; muchísimas gra-
— 44 —
cias. La recibo de todo corazón. Alucliísimas
gracias... se va.
Cas, ¡Pobre viejol En el café me pone nervioso,
porque el desdichado es un rascatripas, y
toca unas cosas muy cursis; pero aquí me
conmueve su emoción.
Ros. Como chiquillo con zapatos nuevos está el
hombre esta noche.
BoN. Esta noche se quita de encima treinta años.
Ros En cuanto se quite el frac, que tenibá esa
fecha.
BúN. ¡Je, je! Hombre, Castillito, cuéntale á Rosa-
les la jugada que le has pre[)arado á don
Andrés. Anda; que va á reirse.
Cas. Ni á Rósale.*!, ni á tí, que estás rabia ndopor
saberla. Si la pulilico, pierde toda la gracia.
Ros. Pero, chico, ¿tii no eras los )>ies y las manos
de don Andrés? ¿Pues qué mudanza es esta?
BoN. Está furioso, porque le ha quitado la novia.
Ros. ¿La noviaV
Cas. ¿Q^^é me ha de quitar á mí ese gaznápiro?
En primer lugar, yo no tengo novia. Lo que
hay es que ningún espíritu delicado puede
ver en paciencia que venga un cerdo car-
gado de millones á meter las patas y el ho-
cico donde hny una flor.
BoN. ¿Eh, qué tal?
Ros Muchacho, no t3 entiendo. Explícame esa
indignación.
Cas. ¿No sabe usted que se quiere casar con la
Venus de Nieve?
Ros. ¿I^on Andrés Ramales?
Cas. ¡El n)ismo! ¡Con la V^enus de Nieve! ¡Con
esa idealidad, que recuerda la monja de las
Tres fechas! ¡Cou la única mujer á qu-en yo
he querido!
Ros. Me dejas turulato, Pepe. Esto es peor que
lo de la Torre Nueva de Zaragoza. Yo no !o
tolero.
Cas. ]í\i yo!
BoN. ¡Ni yo, qué diablo!
Cas. ¡Si los padres son unos mercachifles indig-
nob, aquí está Castillo el poeta, p;ira opo-
nerse á esa profanación, en nombre de la
— 45 -
belleza y del arte. A mí no me querrá nun
ca ella, porque soy un perdis y un bohe-
mio, pero ¡vive Dios que menos que mía
sera de Don Andrés Ramales! Esta noche lo
desacredito; lo hundo; lo poníro en el ri-
dículo mas espantoso. Va á tener que irse
de Guadalema. Porque usted lo sabe, y tú
también, y toda la provincia: la mitad de
los versos que publica ese mentecato, son
míos. Se los escribo yo, y él los firma; ¡pero
f-on míos! Y me los pa^a bien, e?o es aparte.
Tengo, pues, en mi mano su reputación, su
aureola de poeta escultural: está perdido.
¡Esta noche acabo con ella!
BoN. Tú has comido fuerte.
(Jas. He comido fuerte, y he bebido fuerte, y
traigo un frac que me han prestado. Las tres
cosas me honran.
BoN. ¿Y qué has hecho? ¿Darle quizás unos ver-
sos muy malos para que los lea y decir lue-
go que son tuyos?
Cas. ¡Hombre, no! ¡Vaya una venganza!
Ros. Eso no se le ocurre más que á un genio que
ha acabado en tonto, como tú.
BoN. ¡Je!
Cas. Lo mío es diabólico; refinado; felino: pare-
ce que lo ha discurrido una mujer. No sien-
to más sino que cualquier casualidad pue-
de dar al traste con ello. Pero, en fin, si me
protege la fortuna y llega á realizarse, esta
noche hay que sangrar á Don Andrés.
BoN. ¡Hu}! Aquí viene.
En efecto sale Don Andrés por donde se marchó y
pasa hacia la puerta de la derecha. Seguros de que no
los oye, lo saludan con los siguientes insultos, á los
que él contesta coif gestos de agrado y de cortesía.
Cas. ¡víala bestia!
P>oN. ¡Melón!
(Jas. ¡Elefante!
Ros ¡Anda á tirar de un carro!
BoN. ¡Pavo real; que no sabes hacer una aleluya!
Cas. ¡Adoquín!
BoN. ¡Estafador!
Ros. ¡Bandido!
— 46 —
Cas. ¡Te casarás con el ama de llavea!
Ros ¡Leña, no, que esa me gusta á mí!
Sueltan la risa al desaparecer Don Andrés.
BoN. Si, hoaibre, sí; bien empleado le e.stá. Si
quiere t-er genio, que lo sude.
Ros ¿Y de qué cabeza ha salido que en la vela-
da de esta noche haya lectura de versitos á
Manolíu, como ni fuese pnco la velada?
Ca?. ¡Qué sé yo! De la de Lisonjero, probal)le-
raente; que eso no es cabeza: eso es un cor-
cho de champagne. Con todo, 3^0 le agradez-
co en el alma la inicialiva.
Boa. ¿También lee versos Fernanda Peñaflor?
Vas. ¡También!
BoN. ¿L'f^s conoces tú?
O.AS. Sí: anoche me los dio para que los llevara al
periódico. Como todo lo suyo: una narta de
incongruencias y de vulgaridades. Pero no
suenan mal. Se irá á su casa con ovación y
oreja.
BoN. ¿De íjué te ríes?
Cas. De nada.
Ros. ¡Pobre Manolín! A los seis años apenas cura-
püdos, lo emptijan ya á esta vida de hala-
gos, y de vanidades, y de mentiras... ¿Qué
prisa tenían, leña? Van á destrozarlo. ¿No
pif^nsas tú lo mismo que yo?
Cas. Lo mismo. La vida del arte, amiao Rosales,
no es para niños. Parece tranquila y dioho-
sa; pero es vista por fuera. Dentro de tila se
lucha con todo el odio y con toda la pasión
de que son capaces los hombres.
Lisonjero pasa otra vez como una bala desde la puerta
de la izquierda á la de la derecha, dando al aire los
faldones del frac.
Ros. ¡Allá va eso!
BoN. Este, este saltamontes, es el que más ha in-
fernado en casa de mi principal.
Cas. Amigo, está en turno. La marquesita es un
poder en Guadalema, y Don .Jacotio es el
que aspira ahora al Uavin de la puerta falsa.
BoN. ¿ \spirar? Yo creo que ya tiene el llavín
Cas. Allá ellos. Rosaura no perdona medio de
liallarse siempre de actualidad. Y ahora el
pretexto es el niño prodigio.
- 47 -
Ros ¡Leña! eso es lo que más me irrita y me sa-
ca de tino: que no hay en todo este belén,
ni un asomo de cariño á la criatura, ni de
amor al arte, ni de cosa que valga la pena;
sino vanidad y vanidad, cuando no algo
peor.
Cas. Usted pone el dedo en la llaga; pero no es
cosa de tomar el asunto a)uy á i)echos. ¿Va-
mos á dar una vuelta por el salón?
Ros. Vamos á dalla.
BoN. Yo no acompaño á ustedes.
Cas. ¿Por qué?
HoN. Está Doña Guillermina en la última fila de
butacas, y á todo el que llega que no ha pa-
gado el frac, le echa los gemelo?. Y á mí me
da vergüenza. Les debía dar vergüenza á
los que no han pagado, pero me la da á mí.
No voy; no voy.
Cas. l'ues vamos nosotros. Antes nos tom:treinoH
dos copitas, .:no?
Ros ¿Otras dos copitas? Castillo, Castillo, que
torres más altas han caído. Pero, fin fin, sea.
BoN. Hasta luego.
rosales y Castillo se van por la puerta de la derecha.
Por la de la izquierda sale Clara.
Clara Hola, Bonifacio.
BoN. ('larita.
Clara ¿Hay mucha gente ya?
BoN. Mucha: no cabe un alfiler en el snlón. Pero
á quien usted viene buscando no ha venido.
Clara No... yo no vengo bascando á nadie. Ya sa-
be usted que no. He salido aquí con un pre-
texto, porque, la verdad, la charla de la
marquesita me fastidia.
BoN. ¿Está allá dentro la marquesita?
Clara Sí. Ha entrado á conocer á mis padre?. Y
me choca que no ha hecho más que saludar-
los y ya parece que los quiere entrañahle-
mente. Como usted comprende, no puede
ser verdad. ¿Ha visto usted á Jorge?
BoN. ¡Ejem!
Clara No tosa usted, no...
EoN. ¿Es cierto que se va mañana á Madrid?
Clara En eso anda.
— 48 --
B )N. \Y es cierto que han terminado ustedes?
Clara No...
lioN, r;N'o? Me han engañado. Pero ..
Clara Pero ¿qué?
üoN. Nada, nada; no me gusta ser inoportuno.
^;Quiere usted que salga por alií fuera y ei
'o encuentro le diga que estA u&ted aquí?
Clara El debe saberlo.
BoN. Con todo, yo lo hago de muy buena gana.
Clara Si se em¡)eña usted...
Bonifacio echa á andar hacia la puerta de la derecha,
pero antes de irse, se vuelve con resolución para de-
cirlo á Clara algo que le bulle en el cuerpo.
HoN. ¡Me lo va usted á oir, aunque se enfade! ¡Se
merece usted un hombre cabal, y no ese
majadero forrado de lo mismo, que tiene
usted por novio! He dicho. Vase.
Clara ¡Qué ingenuidad mas graciosa! Cosa que se
le ocurre, la suelta. Mirando hacia la puerta déla
izquierda. ¡Vaya! Aquí viene toda la comitiva.
Salen Rosaura, Doña Manuela, Quijano y el afable Vi-
llaeoniejo.
RüSAi'. Por Dios, no se molesten más: vuélvanse
con el niño.
Quij. Es una satisfacción y un deber...
D.a Man. Ha sido usted tan buena con nosotros...
Vil. No les choque á ustedes: esta es así con todo
el mundo Favor (jue ella puede hacer, lo
hace sin mirar nada.
Clara Pues ojalá se lo agradezcan todos como mis
padres.
D.a Man. ^íe lo has quitado de la boca. Estoy aturdi-
da, temblando; se me ocurren las cosas y no
atino con las palabras para decirlas. Usted
me disculpará si he cometido aliruna falta.
RosAU, Ninguna, señora;¿quién habla de faltas aqui?
Quij. Pues se lo dice á u.-ted de buena fe: y yo se
lo repito con ella. Somos dos infelices: us-
ted no tiene más que vernos.
D.a Man. Dos pedazos de pan...
Quij . Dos padres dichosos, que han tenido la ven-
tura de... de...
Clara Más vale que no sigas, papá, si no quieres
soltar el trapo.
— 49 —
RoSAU. Se ve que son muy buenos sus papas de us-
ted, señorita. Pero esta no es uoche de ge-
mir, sino de estar todos muy contentos.
^,Verdad, Jacobo? Ah, que no está Jacobo.
Ellos, por padres del niño prodigio; usted,
por hermana; yo, por iniciadora de esta
fiesta, que es mi orgullo.
Da Man. Dice que es su orgullo, Quijano.
QtJj. Ya, ya.
RosAu. Mi orgullo, sí. ¿Quién no lo siente, al dar la
mano á un genio que nace? Apreciar lo que
vale ese niño, ya es algo...
Vil. Sobie todo sin halierlo oído.
RosAU. Calla, Pero contribuir á que se dé á luz,
allanarle el camino de la gloria, eso es mo-
tivo para lisonjear el amor propio de la per-
sona más modesta.
D.a Man. ¡Oh!...
Qv]. ¡Oh!...
Vil. Hombre, ¿y á cuál de ustedes .'■ale el chico
con esa afición? Porque esas facultades sue-
len ser heredadas.
Ql'ij. Ahí verá usted, señor marqués. Lo grande
es que en Jas dos familias no ha habido uno
solo que sepa tocar ni la zambomba. ¡Y to-
dos un oído infernal! ¡.Je!
Vil. Fues sí que es cosa extraordinaria. Porque
lo frecuente es salir á lo:^ antepasados. Yo he
sacado todo lo de mi (ladre. Mire u.>-ted: mi
afición á la caza: de mi padre; el quedar-
me dormido leyendo el Quijote: de mi pa-
dre; á los treinta años le empezaron á salir
canas á él: á mí lo mismo; él se casó á los
cuarenta: yo también; él no tuvo hijos: yo
tampoco...
Ros .u ¿Que tu padre no tuvo hijos, Gorito?
Vil . Bueno, me tuvo á mi; pero yo no me cuento.
RosAU. íáiempre con este humcjr. Es incorregible.
Vamonos al salón; ¿te parece?
Vil. Pues desde que me casé, todo igual que mi
padre: somos dos gotas.
RosAU, Vamonos, vamonos. Despidiéndose. Hasta lue-
go, señora; hasta luego, s^ñor Quijano.
Adiós, señorita. Ya. sé yopoi nuestro amigo
— 60 -
Lisonjero que usted completa el tesoro de
aquel honrar. Seretuos amigas.
CL'^RA Será una honra para mi.
J).a Man. Adiós, señora marquesa...
Quij. Señora marquesa, mil gracias... Adiós, señor
marqués...
Vil. Yo si me aburro daré una vuelta por acá.
UoSAU. (iQi^ié has de aburrirte, hombre? Hasta luego.
D.^ Man. Hasta luego.
ROSAU. Cogiéndose del brazo de su marido, como si estuviera
en la luna de miel. ¿No los envidias? Tener uu
hijo... y un hijo como Manolín. jAy! Hace una
monería de despedida y se va sonriéndoles á todos.
Quij. ¿Tú hns visto, Manuela? ¡Qué finura! ¡qué
amabilidad!
D.«' Man. ¡Qué don de gentes! ¡qué distinción ¡qué bo-
nitos modales!
Clara ¡Pero cómo se perfuma! Yo al principio creí
que me daba algo
Qi'ij. ¡Y hay quien critique de una señora tan se-
ñora!
D.a Man. Critican porque vale, porque es la primera
donde va, porque pone el mingo.
Qüij. Ni más ni menos.
D ^ Man. Si criticaran del marqués, que aquí inter nos
se me figura algo arrimado á U cola...
Qv¡]. ¿Qué sabes tú, infeliz? El marqués lo que es
un hombre de mundo, un hombre corrido,
que habla siempre con buen humor.
Clara Pues ha tenido dos ó tres caiditas...
D.^ Man. Anda, vamos allá; que Manolín está sólito
con el maestro.
Quij. Vamos, vamos con él.
D.a Ma^í. ¿y la droguera? ¿Qué dirá esta noche la dro-
guera?
Quij. Olvida á la droguera, mujer: al'á cada uno
con sus ])asiones.
D.a Man. ¿'1 u te quedas, Clara?
Clara Sí. Viene aquí Jorge, y quiero hablar con él.
D.a Man. No te entretengas mucho.
Quij. ¡Como que esto irá á empezar de un mo-
mento á otro!
Se van Doña Manuela y Quijano por la puerta de la
Izquierda. Por la de la derecha llega Jorge.
— 51 —
Clara
Jorge
Clara
Jorge
Clara
Jorge
Clara
Jorge
Clara
Jorge
Clara
Jorge
Hola, hombre. Dichosos los ojos. Hoy no te
he visto en todo el día.
¿Tú sabes? No he dispuesto de dos minutos
Despidiéndome de este, visitando á aquel,
cumpliendo con una porción de mamarra-
chos por no disgustar á mi familia, y sobre
todo, consolando á mi madre, que imagina
la pobre que irse á Madrid es irse á ios in-
fiernos.
¿Y te vas mañana, por fin?
¡Mañana! ¡Gracias á Dios! Se me hacen si-
glos los momentos.
Calma, hombre, calma; que ya estás á la
puerta de la felicidad. En veinticuatro ho-
ras no ha de ocurrir nada que te lo eche
todo por el suelo,
¡Oh! Es que en estos últimos días se me ha
exacerbado la fiebre de salir de aquí, y el
odio á esta tierra antipática.
¿Pero no hay nada en Guadalema que te
baga dejarla con sentimiento?
|Bah! Ya pitaste por donde pitfis siempre.
De modo que me lleva á Madrid la sola
idea de trabajar, de luchar por un p >rvenii'
para ofrecértelo, de llegar, en una palabra,
y te me sales echando de menos un suspi-
rito dedicado á tí al silbar la locomotora.
¡Vamos, hombre! Tenéis las mujeres el don
ridículo de empequeñecerlo todo en la vida;
de no ver irás campo de acci(^n para el
hombre qu*^ el círculo que podéis trazar ex-
tendiendo los brazos.
No te enfades; no grites. Lo que nos pasa á
las mujeres es que cnando nos dice el no-
vio que rabia ptu* marchíirse de donde esta-
mos... pues... francamente... en nuestra pe-
quenez... no nos hace gracia.
Bueno, bueno. .A. otra cosa. No quiero entrar
contigo en discusiones que siempre acaban
de mala manera. ¿Y Manolín?
Con mis padres, esperando su hora el po-
brecito. Ya ves tú: á ese, sin querer, lo ha-
cen llegar ú. los seis años.
¡No; si eso está muy mal; si lo deben meter
— 62 -
en alcanfor para que no se pique, como pro
pone el sabio de Kosales!
Clara Ro'^ales no propone eso. Pero dejemos tam-
l)ién al niño. Óyeme.
Jorge Qué.
t.'LARA Sé, aun(jue no por ti, que has recibido una
credencial.
JoRGK ¡Contento me tiene la credencial!
Clara ¡Kspantaiame yo! ¿Xo es la (jue habías pe-
dido?
Jorge ¿Qué ha de ser? ¡He de darle un millón de
gracias á mi tío Paco! ¡Nos ha matado mi
tío Paco! |Ya ves tú mi tío Paco! ¡el brazo
derecho del ministro! Pues por todo favor
se me desoielga soltándome un destino en
que hay que ir á la oñcina todos lo- días.
Clara ¿Los domingos también?
Jorge Ah, ¿te hurlat^?
v'lap.a Pero, Jor^íe, ¿qué destino esperabas?
Jürge ¡Ay, qué inocente! ¡Uno como hay iiiUcho^»
para no parecer por la oficina má> que á
firmar la nómina, si es que no te la llevan
á casa!
Clara J£;-o no lo sabía yo.
Jorge ¡Tú no sabes nada de nada! Mira: Evaristo
Rey, un amigo de ayer, como (luien dice,
me ha ofrecido una plaza de l)arrendero.
Clara ¿De barrendero?
Jorge ¡Hay que agarrarse á todo! No es <iue yo
vayaáoarrer las calles, como comprende-
rás; ¡pero cobro lo mismo que si las barrie-
se! [Y siempre es una ayuda!
Clara ^Ave María purisima! Te confieso, Jorge,,
que nunca sospeché que en tu afán de lle-
gar, como dices tú, llegaras á eso.
Jorge ¡No, que me voy á andar con aquí la puse y
con remilgos de empanada! ¡Ya le acusaré
yo las cuarenta á mi tío Paco! Con.'^idera
que voy á Madrid á jugarme el todo por el
todo: pues lo prin.ero que necesito es tener
el estómago lleno: fuego en la caldera. Poi-
que yo no me bago ilusiones, niña. Sé cómo
está Madrid: sé lo dura y lo difícil c^ue es
allí la pelea. Todos los puestos están toma-
— 53 —
dos. Vas á un periódico á eolicitar, y no hay
periódico que no tens;a íu director y sus re-
dactores; vas í^ un teatro con una c<jmedia,
y en cada teatro hay sesenta comedias de
loá paniaguados y amigos; abres un bufete,
y no sut'ñe.s que nadie vaya á encomendar-
te un asunto: han de ir á casa de Fulano,
de Zutano ó de Perengano. Los conocidos
¿sabes? ios de fama. [A los demás que nos
coja un tranvía! ¡Este es un país desprecia-
ble! Si yo hubiera nacido en Francia. .
Clara Por lo menos sabrías francés ahora, que lo
sabes muy mal.
Jorge ¡Caramba!
(JLARA Jorge, es que te escucho con verdadero
asombro. Tú no e«iás bueno de la cabeza.
¿Qué quieres? ¿Que los periódicos no tengan
redactores hasta que tú elija^i redacción, ni
los teatros comedias hasta ver si tú escrilips
una, y que los abogados de nombre se va-
yan á su pueblo á arar y te dejen á tí el
bufete?
Jorge ¡No es eso!
Clara ¡Sí es eso! Eso, al menos, es lo que tú dice-.
JoRGK ¡Lo (.\ne yo quiero es que se mueran los vie-
jos, que obstruyen el camino de la juvenlui!
Clara Ya saltaste con el tema de los viejos. Cuan-
do tocas á él, no puedo escucharte con
calma.
Jorge Pero ¿no es una ley natural que se mueran?
¡Pues que se mueran ya, que se mueran to-
dos y nos dejen lil)res los puestos!
Clara Qué duda cabe en que se morirán: hoy uno,
mañana otro... ¿Qué remedio les quedaV
¡Pobrecitos! Pero reflexiona que fueron jóve-
nes como tú, y que lucharon para descan-
sar cuando fueran viii-jos; sin sospechar que
vendrían al mundo otros jóvenes de tan poco
valer que necesitan que haya una epidemia
para (^ue se sepa que ellos viven.
Jorge jCstás agresiva.
Clara Lo estoy. Me duele que triunfe en tu alma
ese odio á los viejos. ¿No llegarás tú á serlo
alguna vez?
— 61 —
Jorge ¡(-liando yo sea viejo que me tiren á la ba-
sura!
Clara Y que te barra un compañero de escoba,¿no?
Jorge ¿Eh? Pues tómalo como quieras tomarlo;,
pero lo que es una campañita rabiosa en
un periódico de esos de escándalo, de esos
que muerden por morder, contra tanto ve-
jestorio inútil como está infestándolo todo,
¡esa la hace el bijo de mi ujacbe! ¡Y si me
denuncian, encantado; y si voy á la cárcel^
mejor; y ?i ten>:o que batirme con cuatro ó
sein, miel sobre iiojnelas!
(^f.AP.A Bien, bien, Jorge. Haz enhorabuena esa
cam|»aña, y mata á quien se deje, y vé á la
cárcel, ya que eso parece balagavte, y chi-
lla, y vocifera, y muerde, y escupe; pero to-
das las victorias que logres, f^i logras alguna»
sea con la plun a, ó con la espada, ó con la
escoba, ofréceselas á otra mujer.
•loRGE ¿Qué dices?
Clara Que no quiero seguir engañándome. Hay
entre nosotros ahora mismo mucha más
distancia que la que el tren va á poner ma-
ñana. Vete, y vive, y triunfa; pero no te
íicuerdes de mí.
•Jorge Ah, ¿es que intentas amargarme el viaje?
Clara Al contrario: necesitas mucha inde|ienden-
cia; mucha libertad. Mi cariño podría pe-
sarte: vete sin él.
Jorge Y a tí, ¿no ))odría pesarte de otra manera
este paso que das?
Clara Nunca. P]n todo caso, si tú fueras capaz de
volver á eer el de antes. Pero entonces... tú
me buscarías.
.íokOE ¿iiloras?
Clara No.
Jorge Mira que no estoy en el caso de suplicar.
Clara Ni yo en el de escuchar tu^^ súplicas.
Jorge ¿Quiere decir que esto acabó?
Claka Quiere decir que tú no eres Jorge; que tú
eres ot:o... y que ese no es el mío.
Jorge Más claro, agua. Bien está. No lo esperaba,
pero bien está. Después de todo, razón te
Eobra: ¡menos peso para el cauíinol
— 5i —
Clara Poco ujeno?, pero menos al fin.
JuRGE Adiós^ Clara.
Clara Adió?, Jorge. Te deseo fortuna.
Jorge Y á tí yo. Vase por la puerta de la derecha miran,
dola. Ella se va por la de la izquierda.
Sale por la de la derecha Fernanda Peñaflor, soltero-
na y poetisa, del tarazo de Don Vicente de la Sosa.
Lisonjero sale tras ellos.
Fek. Usted siempre, señor de la Sosa, pródigo de
galantería.
D. Vic. Traer á usted de mi brazo y no elogiarla,
fuera incultura manifiesta.
Lis. Con la venia de usted, señor presidente, ya
creo que debemos comenzar.
D. Vic Ah, si, sí: u-jted manda, querido Lisonjero.
¿No falta nadie?
Lis. Nadie.
D. Vic Pues á comenzar en seguida.
Fer ¿y mi colega don Andrés, ha venido?
Lis. ¿Cómo no, si es uno de los números del pro-
gramar Voy corriendo por Manolín y su
familia. Pero no... Pero sí... Antes es conve-
niente.. Llamando. Isidoro! ¡Isidoro!
IsiD Presentándose en la puerta de la derecha. Señor Se-
cretario.
Liis. Va á empezar la fiesta. Mucho ojo: aquí no
entra nadie más que las personas de la casa.
ísiD. Entendido, señor secretario.
Lis. ¿Los del telón están arriba?
Isio. Hace media hora, f-eñor secretario.
Lis. Af^í me gusta Pueiles retirarte.
IsiD. Con permiso de usted, señor secretario.
Lis. ¡Ah!
IsiD. Señor secretario,
i^is. Prevenidos muchos vasos de agua.
IsiD. Doce tengo dispuestos, señor secretario.
Lis. Está bien. Pued'-s retirarte.
IsiD. Servir á usted, señor secretario.
Lis. ¿Qué más? ¿Qué más, señor secretario? ¡Ah!
La otra puerta. Vasc por la de la izquierda, lla-
mando. ¡Perico! ¡Perico!
J^'er. ¿Va usted á hablar largo tiempo, señor pre-
sidente?
D. Vic Oh, no: sólo cuatro palabras.
— 58 —
Fer. ¿Cuatro palabras? Cuatro perlas.
D. Vic. ¡Oh! Perlas, las que usted verterá en correc-
tos endecasílabos.
Fer ¡Ohl
D. Vic. Precisamente he de hablar yo poco, para no
dilatar el momento de su lectura.
Fek. ¡Oh! Hay dos Lisonjeros en el casino: el se-
cretario y el presidente.
D. Vic. ¡Oh! No son lisonjas mis palabras, si bien
celebro el juego del vocablo. Contadas es-
trofas conozco yo en el lenguaje de Zorrilla
que puedan igualarse al primoroso soneto
(jue va usted á leer.
Fer. ¡Oh! Se aventaja usted en amabilidad cada
día. Pero aunc^ue fuera, como usted dice, un
primor mi pol)re soneto, ¿qué valdrá com-
parado con el discurso que le ha de prece-
der? Yo no soy más que modesta artífice de
la rima: usted es soberano artista de la pa-
labra. Yo bebo en mi vaso, como Mu^set;
usted bebe en el rio.
D. Vic. ¡Oh!
Fer. ¿Q"é digo en el río? ¡En el mar!
D. Vic. lOh!
Fek De ahí las sales de su prodigiosa elocuencia.
D. Vic. ¡Abrumado, Fernandita, abrumado!
Fek. ¡Porque el genio abrumal
D. Vic. ¿Pues cómo puede usted vivir?
Fer. ¡Abrumada yo!
D. Vic. ¡Oh!
Fer. ¡Ohl
D. Vic. (E:íta señorita y yo nos damos unos honibcs
interminables.)
Sale Rosales por la puerta de la flerecha. Lo sigue Isi-
doro. A poco, por la misma puerta, sale ñon Andrés.
Ros. Fernandita, señor presidente, buenas um-
ches.
D. Vic. Bien venido, señor Rosales.
Ros. Isidoro no quiere dejarme pasar; pero ¡leña!
yo le he curado al chico la escarlatina, el
sarampión y unas gástricas: tengo más de-
recho que nadie á estar aquí.
J). Vic. Y nosotros recibimos en ello una gran
merced.
— 57 —
Ros. Se agradece, a Isidoro. Ya lo oyes, tú.
Is!D. Señor Rosales, usted me ha de dispensar;
pero á mí me mandan...
Ros. Sí, hombre, sí.
IsiD, Y como me mandan... no puedo hacer más
que lo que me mandan. Usted me ha de dis
pensar, señor Rosales. Con permiso, se va.
Ros Además, amigo don Vicente, hay otra razón
para que yo esté aquí. Va á leer unos ver-
sos don Andrés Ramalea; puede ocurrir un
cataclismo... 3' siempre es bueno que haya
un médico cerca.
FtR Por Dios, Rosales, que ahí llega don An
drés...
Ros ¡Que llegue! ¡No se enterará, no! ¡Leña, qué
sordo está el infeliz! Hay que hablarle con
banderitas como á los barcoí.
D. An. Fernandita, acaban de decirme que la com
posición de usted es una joya. No me ha
8orprendid(\
FeR. Apelando, naturalmeute, á la mímica. ¡Oh I La de
usted, la de usted es la que creo que es ad-
mirable.
D. An. Alia veremos.
Ros Como no es suya, no sabe qué decir.
Fer jDon Pascual!
Ros. ¡Si no oye un cañonazo!
F'er. Pero ¿usted cree en esas calumnias?
Ros. Desde que usted me lo dijo,
Ker, Este Rosales es terrible.
D. Vic. ¡Oh!
Lis. ¡Ajajá! Ya viene todo el mundo. Son las diez
menos dos. Vamos á empezar al momento.
A mí se me ocurre, salvo mejor opinión de
cualquiera...
Sale don Elias por la puerta de la izquierda. En la
mano trae el violín del niño.
D. Elías Ligo, señor Lisonjero, que yo estoy á la dis-
posición de usted y de todos,., que mi papel
aquí se reduce á servirlos á todos...
Lis. Gracias mil en nombre de todos, querido
don Elías Pues á mí se me ocurre, salvo
mejor opinión de cualquiera. .
Llega Bonifacio por la puerta de la derecha. Lo sigue
Isidoro,
— 58 —
BoN. Don Jacobo, tájietiie upted la boca y los
oídos, si teme (]ue sea inconveniente ó mo-
lesto; áteme usted á la pata de una silla,
pero déjeme usted que me quede aquí con
los padres del niño. Yo he vislo á esa cria-
tura nacer; yo avipé al médico cuando se
puso mala doña Manuela— y aquí está el
médico, que no rae dejarn mentir; — yo...
Lis. Ni una palabra más, Bonifacio. Complaci-
dísimo yo en complacerlo.
BoN. Dios se lo pague, a Isidoro. Tú, ya lo oyes.
IsiD. Don Bonifacio, usted me ha de dispensar;
pero á raí me mandan... y como me man-
dan... no puedo hacer más que lo que me
mandan. Usted me ha de dispensar, don
Bonifacio.
Lis Estás dispensado: retírate.
IsiD Obedeciendo. (¡Qué ptiís! ¡No se cumple una
ordenl)
Lis. Pues... á mí se me ocurre, salvo mejor opi-
nión de cualquiera...
Por la puerta de la izquierda salen en esto doña Ma-
nuela, Clara, Qnijaiio y Mauolín, á quien han vestido
de rantalón corto y smoking.
Quij. Víiraos, varaos allá, valiente.
I). Vil. ¡Oh!
Fer. ¡Oh!
D. Vic. ¡A(]uí está el héroe de la jornada!
Fer. ¡A<]UÍ está el prodi.sio! ¡Qué preciosidad de
criatura! ¡qué encanto! ¡(pié ra^'o de inteli-
gencia en su mirailn! Permítanme ios felices
padres que estampe un ósculo en la frente
del genio. Lo hace como lo dice.
D.» Man. Gracias, señora.
I). VlC. Besando también a Manolín. ¿Esta nOChe tOCarás
mejor que nunca, veriiadV
Man. Encogiéndose de hombros, oí.
Quij. ¡Dice (lue si!
D.a Man. ¡Dice que sí! No se corta, no; no se corta.
D. Vic. la seguridad del genio prematuro. Todos
los genios han dicho (pie sí.
Fer. ¡."^í! Divina palabra. ¿Quién no aspira á de-
cir que sí alguna vez?
D.!i Man. ¡Hijo de mi corazón bonito! Lo besa.
— 50 —
QuiJ. iHijO de mi alma! Lo besa también.
1). Elias ¿Y para el maestrilio viejo, no ha quedado
ninguno? ¡Jel Lo besa.
Lis. Vaya, vaya, no me lo imnresionen más, que
pudieran perjudicarle. Decía yo, que salvo
la mejor opinión de cualquiera, veo la ve-
lada en la forma siguiente: Ya está arriba
el telón. El escenario íiparece solo. Allí no
quiero nunca más que dos per^onap. Acto
seguido, usted, señor presidente, sube con
Manolin. Aplauso. Cuatro palabras presen-
tando al chico. Aplauso. Deja á Manolin y
baja por Fernandita. Aplauso. Lee Fernan-
dila. Aplauso. Baja Fernandita y sube don
Andrés. Aplauso. Lee don Andrés. Aplauso.
Baja don Andrés y sube don Elíab. Aplauso.
Pone los papeles sobre el atril y empieza á
tocar el niño el programa impreso. ¿Es así?
D. Vic, Menos los aplausos a mi discurro ..
Fer. Meiíos los aplausos á mi poesía...
Lis. Bueno, bueno; ya veo que es a-í. Prevenidos
todos, que voy á levantar el telón.
Emoción general. Los padres dan tooueeitos á Mano-
lia en la cabellera y en el traje; don Elias parece
aturdido; la muchacha tiembla; Bonifacio va de aquí
para allá; Rosales se sienta, y observa el curso de la
velada cou creciente disgusto; Fernanda repasa sus ver-
sos; don Andrés parece que rumia los suyos, y el pre-
sidente, un tanto azorado, se estira los puños, se afila
el bigote y como que ordena en la imaginación sus
ideas, isonjero sube por la izquierda un escalón de la
gradilla y toca dos veces un timbre aue hay en la
pared del foro.
D.a Man. Animo, hijo mío,
Quij. No le (ligas nada, mujer.
BoN. ¿Tiene usted miedo, Clara?
Clara Alucho: mire usted cómo tiemblo. No sé
cómo mi tía Guillermina puede estar en el
público.
Lis. Prevención, suena el timbre. Ejecución. Vuelvo
á sonar el timbre. Oyese el ruido que el telón al le-
vantarse produce. Por ambos lados del forillo, entra
alguna luz del salón. Oyese luego el rumor del públicO'
y un largo siseo que impone silencio general.
— 60 —
Ros. Ya no tiene remedio.
Lis. Bajando la voz. Cuando usted guste, señor pre-
.<i(lente. Yo me voy al |)úblico á romper el
primer aplauso. Vaso precipitadamente por la
puerta de la derecha.
D, Vil. Vamos allá. Dame la mano, Manolín.
La emoción aumenta. Doña Manuela se santigua. El
presidente, llevando de la mano á Manolln, sube al
escenario. Estalla un aplauso, que se mantiene unos
instantes, y que ya sabemos que rompe Lisonjero.
BoN. (¡Como á mí: lo u)ií-mo que á mí!)
Por el hueco de la izquierda miran con ansiedad los pa-
dres del niño, y por el de la derecha Clara y Don Elias.
Inútil es decir que toda la atención está en el escenario.
Don Andrés, no obstante, como es sordo, no vive más
que para sus versos.
D. Vic. L'na vez que cesa el aplauso. «Señor.is: Señoritas:
iseñoreF. No creáis que voy á hacer un dis-
curso.»
Ros. (¿No lo han de creer ¡leña! si siempre em-
piezas así, y siemftre lo hacesV)
D. Vic. «Nada máá lejos de mi ánimo, ni más ino-
portuno en estos momentos. Ks mi inten-
ción sólo, es mi deber, es mi obligación, ñ
queréis, haceros la presentación ofí'-ial por
así decirlo, de este niño artista, verdadera
maravilla de la naturaleza, que ya, á buen
seguro, lia cautivado vueslro.s corazones y
vuestros ojos con los encantos indudables
de.'-u presencia de ángel de Murillo.»
BuN. (Como á mí )
Fer. |Es una palabra de oro! ¡de oro!
D. An. ,Qné bien habla ese hombre!
Ros ¿Usted qué sabe?
Quij. ¡Ssssch!
Silencio largo.
Fer. ¿Por qué no sigue?
Clara Porque está bebiendo.
Fer ¿Ya?
D. Vic. ^< Pronto, cuando escuchéis embelesados las
melodías f-uaves, las melodías valientes, las
melodías sublimes que arran<)ue el niño de
las cuerdas de su violin, comprenderéis que
no es hiperbólica mi palabra al calificar
— 61 —
como califico á nuestro pequeño conterrá-
neo.»
D.a Man. a Quijano. (¿Conté qué ha dicho?
Quij. Conterráneo.
D.a Man ¿Y qué es eso?
Quij. Será vioHnista.)
D. Vic. «¿Os acordáis de la niñez de Mozart? Pues
aquí tenéis el segundo tomo.»
D. Elías Muy bien, muy bien...
Quij. ¡Sssschl
D. Vic. «Pudiera yo extenderme ahora, abusando
de vuestra tenevolencia, en altas considera-
ciones á propósito de la influencia educatriz
que la música ejerce en el espíritu de los
hombres que forman las naciones que se
dicen cultas. I'ero os hago gra'ia de esta
digresión erudita, por iuh ya vfi- en vues-
tros ojos la impaciencia legítima de que yo
abandone este sitial que inmerecidamente
ocupo, para deleitaros en escucbar al niño
prodijiio.^o, y antes que á él, las inspiradísi-
mas poesías á él dedicadas por nuestra ilus-
tre conterránea Fernanda Peñaflor, y por el
inspirado literato Don André-i Ramales»
también nuestro querido conteriáneo.»
D.a Man. a Quijano. (Hay que averiguar lo que es eso.)
D. Vic. «Dejo, pues, de molesta i- vnesira atención
y os doy las gracias por vuestra condescen-
dencia y cortesía: y al marcha; me de aquí,
fija la mirada en la frente del niño, me atre-
vo á exclamar: Honra y prez á quien ha po-
<íido á los seis años y tres meses de bu edad,
por la magia de su mérito indiscutible, reu-
nir en el modesto salón de esta modestísi-
ma casa á la sociedad de Guadnlema en su
representación más culta y esjmmosa. He
dicho.»
Estalla dentro un nuevo aplauso prolongado. Baja
nuestro hombre con las mejillas como tomates. Todos
lo felicitan.
D.a Man ¡Muy bien, señor, muy bien!
Q ij. ¡Admirable, admirable!
Fer. ¡Oh! ¡De oro! ¡De oro y muchas piedras!
BoN. ¡Enhorabuena, Don Vicente!
- fi2 —
Ros ¡Enhorab'iena!
D. K' t»s ¡Muy bonitol
D. Vic. Nada... cuatro palabras.. Presentar al chi-
co... salir del ])aS0. . A Clara, que no le ha dicho
nada ¿Verdad?
Clara Maquinaimente. Muy bien, muy bien...
Por la puerta de la derecha sale Isidoro á reponer el
agua. Por la misma puerta llega Lisonjero como una
exhalación, y estrecha entre sus brazos á Don Vicente.
Lis. ¡Bravo, maestro, bravo! ¡Cumo de usted!
D. Vic. ¡Oh!...
Lis. Quedamos en que ahora sube usted del bra-
zo á Fernandita y vuelve aquí.
D. \'ic. De acuerdo.
Lis. Yo me voyá romper el aplauso, Vase corriendo.
D. Vic . ¿Fernandita?
Fer. Cogiéndose de él, Con mil amores. Cada día
hay mayor belleza en su palabra, de la
Sosa,
D. Vic. ¡Oh! Las bellezas de la velada, ])rincipian
con usted.
Fer. ¡Oh!
Suben al escenario. Aplauso caluroso. Durante él vuelve
Don Vicente.
D. Vic. Escuchemos, porque tiene que oír.
Fer. Sacando, no se sabe de donde, una voz que no es la
que usa á diario,
«AL NIÑO PRODIGIO. — SONETO
¡Salvo, niño genial, sol de tu casa!
¡Salve, gloria de España venidera,
clavel de anticipada primavera,
cuyo aroma los ámbitos traspasa!
En los comi^'nzo^^ de tu edad escafa,
alumbras ya cual fúlgida lumbrera,
y ven absortas tu veloz carrera
aristocracia, clase media y masa.
De tu fama los límpidos alliores
el cielo d9 las glorias ya han teñido
de vivos é irisados resplandores.
¡Surge, y eleva al cielo tu sonido!
¡Callen todos los pájaros cantores!
¡Música celestial, ya te han vencido!»
— 63 —
Nuevo aplauso dentro, más caluroso aún que el ante-
rior, porque el soneto ha durado menos tiempo que el
discurso. Don Vicente va á recoger á Fernanda, con
quien vuelve en seguida.
R(S (Y si Manolín tuviera mi edad, ¿qué pensa-
ría de todo esto, leña?)
D. Vic. ¿Y era usted quien hablaba de piedras, Fer-
nandita?
Ffr. ¡Oh!
D.» Man. ¡Precioso, señora, precioso!
Quij. Nuestro hijo no merece tanto.
D. Ei.ÍAS A mí me ha hecho llorar.
Fer [Oh!
ü. Elías Eh verdad que no haeo más que llorar esta
noche.
líos, íSon muy sentidos; mucho.
BoN. ¡Mucho! •-
Fer. Eso sí; corazón he puesto,
Clar\ Suenan muy bien, muy bien...
D. An. Enhorabuena, maestra.
-=5^ Lis. Llegando com(^ antes. ¡Princorosísimo! ¡Primoro-
sísimo! ¡Es la perla de la velada!
Fer ¡Oh, cuantísima amabilidad!
D.* Ma.n'. Ya nos dará usted una copia de su puño y
Jetra.
Fer. ¡Ya lo creo! Una á cada uno. ¿Y ha visto
usted, Jacobo, con cuánta seriedad lo escu-
cha todo Manolín?
— - Lis. ¡Como que tiene muchísimo talento! a dou
Andrés, que sigue abstraído con su poesía. Señor Ra-
males, ha llegado su turno.
D. An. ¿Eh?
— Lis. Usted, usted ya.
D. An. ¿Yo?
— Lis. Sí.
D. Ak. Allá voy. Se dispone á subir, después de cerciorarse
de que lleva los versos en el bolsillo.
Lis. Yo me salgo á romper el aplauso. Es inútil,
porque no ha de oirlo; pero no importa.
Se va. .
BoN. a Rosales. (¿Qué Ic pasa á usted, Don Pascual?
Ros. ¡Que me está entrando la calentura! ¡leña!
¡Que esto es contra mis nervios!)
Tibio aplauso dentro, á la presentación de Don Andrés.
— 64 —
Sale Castillo por la puerta de la derecha y habla rá-
pida y misteriosamente eoii Bonifacio. Trae el gabán
i\l hombro.
Cas. Bonifacio.
BoN. ¡Hola!
Cas . lo me voy al Suizo. Si Don Andrés nombra
padrinos, allí te espero.
Boa. ¿Q'ié dicesí'
Cas. Ahora lo verás: es de lo que no tiene solu-
ción; porque te advierto que la V'enus de
Nieve está en el público.
Quij. ¡Ssssch!
D. An, Comenzando á leer.
«AL NIÑO PRODIGIO 7— SONETO.»
Fer. ¡Oiffa! .¡Hemos coincidido en la combina-
cióo!
Don Andrés empieza á leer á grandes voces, para que
no quede duda de que uo es suyo, aunque él lo hace
para lo coulrario, el mismo soneto que acaba de leer
la poetisa. La cara de esta en primer término, su in-
dignación, el asombro de todos los presentes y el re-
vuelo que se arma en el público con rumores, comen-
tarios y carcajadas, son indescriptibles. Al llegar á lo
de la masa, Don Andrés nota que algo extraño sucede
allí, y á las señas que el presidente, llamándolo, le
hace, baja á enterarse de lo que ocurre sin acabar de
leer el soneto. Castillo, que so frotaba las manos de
gusto, se va de estampía. Bonifacio, durante todo el
lance, se ve acometido de una risa nerviosa, que no
puede el hombre contener. El diálogo que va escrito á
continuación, -es el que se habla durante la lectura de
los. dos euiirteto.s.
Fer. ¡Ese verso es mío!
D. Vic. ¿Qué e.-) esto?
Fer. |Y ese también!
Bov. ¡Atiza!
Quij. ¡Es igual!
D.a Man. ¡Es lo mismo!
Clara ¿Por qué lee lo mismo?
Fer, ¿Usted se explica este despojo?
Ros. ¡La Ijroma es de ursulinas! ¡leña!
D. Vio. ¡Qué escándalo!
Fer ¡Qué abuso!
D. Elíab Pero ¿cómo ha ocurrido esto?
— 65 —
Quij. ¡Y el público lo está tomando á burla!
Ros, ¡Naturalmente!
D.a Man. ¡Ay, Dios mío! ¡Pobre Manolínl
D. Vic. ¡Calma; silencio; calma!
Clar^ ¡Que le digan á ese señor que ebtá haciendo
el ridiculo!
Fer. ¡y que lo metan preso!
D. Elías ¡Jesús! ¡Jesús!
D. Vic. Llamando al poeta. [íScñor Ramales! ¡señor
Ramales!
Cas. Satisfecho del efecto de sti jugada. jHasta maña-
na, si Dios quiere! ¡Buenas noches! se va.
BoN. ¡Es el deuionio que anda suelto!
D. Vic . ¡beñor Ramales, baje usted!
D. Elías Ya parece que se ha enterado.
D. An. Desde dentro aun. ¿Qué pasa? ¿Qué paí-a?
D. Vic. ¡Baje ustedl
D. An. lEh?
D. Vic . ¡Baje usledi
D. An. Apareciendo por la izquierda de la gradilla, ftsiista-
dísimo. Pero ¿qué sucede? ¿Es que hay fuego?
Feh ¡Lo que hay es que el soneto es mío!
D. An. ¿Eh?
Fer. ¡Que el soneto es mío!
D. Vic. ¡No se entera!
D.íi Man. ¡Ha estropeado usted la función!
D. An . ¿Eh?
Fer. Mostrándole su manuscrito, indignada. ¡Mire US-
ted: para que lo entienda de algún modo!
D. An. ¿Eh? Fijándose en el manuscrito. ¿Cómo? ¿Es
posible? ¿Dónde etlá L astillo?
Fer. ¡Qué sé yo!
Res. ¡Hay paia irse de Eí-pañfi!
D. An. ¿L(''nde está Castillo?
Al tiempo que va á marcharse "n bi;sca de Castillo,
echando venablos, llega Lisonjero y se encara con él.
Lis. ¡Cuando se es tan sordo como usted, señor
mío, se escriben versos originales! ¡Es Uhted
un zampatortas!
D. An. ¡No tolero que me grite nadie!
— • Lis. ¡Pues le griía á usted todo el mundo!
D. An. Pero ¿dónde esta ese Castillo? ¡Se va. á acor-
dar de mí! ¡Lo descalabro! ¡Lo reviento!
Vase el homlac como perro con lata.
— 66 —
Lis. ¡Valiente escándalo!
D. Vic. ¡Valiente cinismo!
Fer. ¡Es una broma estúpiíla!
Lis. ¡Ha sido un borrón en la fiesta!
Quij- ¿Y Manolír.P^Qué ha hecho Manolín?
Lis. ¡Reirse, como todo el mundo! Por Dios,
maestro, suba usted, A ver si con su presen-
cia se normaliza el curso de esto y se acalla
esa marejada al comprender que el chico
va á tocar.
D. Elias Si, señor; sí, señor. Voy corriendo.
D.ii Man. Ande, sí, querido don Elias.
D. Elias Tropczanrlo al subir la grada. ¡Dcmonches!
Ls. (íQué ha sido?
Clara ¿Se ha hecho usted daño?
D. ElÍaS Nada, nada; no ha sido na^a.
D.a Man. ¡Ay, Virfíen María!
Quij. Tranquilízate tú: no te excites.
Lis. ¿Ve usted? Está la gente distraída. No aplau-
den al maestro, como á los demás, porque
yo no he roto el aplauso. Voy á escape fuera.
¡Qué trajín! ¡Qué noche! ¡Bien mere7-co el
premio soñado! Vnse como siempre.
D. Vic. Ya se vuelve á hacer el silencio.
Clara Sí, sí: ya se calman.
Quij. Callemos todos, por el amor de Dios.
D.!i Man. Callemos; callemos todos.
D. Vic. Todos. Va á empezar á sonar el lenguaje
divino, como celeste voz ante la cual se rin-
den todas nuestras paciones.
Ros. ¡Silencio!
En efecto, en este momento hay silencio absoluto den-
tro y fuera. Principia á oírse el violín del niño, acom-
pañado por don Elias al piano. Los padres están abra-
zados. Clara escucha con emoción profunda. Los de-
más personajes oyen también silenciosos y quietos.
Al acabar la pieza musical, una verdadera ovación
resuena allá dentro, en la que se mezclan voces de
¡bravo: ¡bravo! También aplauden don Vicente, Boni-
facio y Fernanda. Quijano y doña Manuela se besan
y se abrazan llorosos de alegría.
D.a Man. ¡Hijo de mi vida!
Qujj . ¿Tú oyes, Manuela? ¡Cómo aplauden!
Ü.a i\1an. ¡Cómo lo vitorean!
Quij. ¡Con entusiasmo! ;con frenesí!
D.aMAN. ¡Dios lo bendiga!
Fkr. ¡Portentoso! ¡portentoso!
D. Vic. Usted lo ha dicho: ¡portentoso! Es la pala-
bra justa.
£1 corazón de Clara, vencido por sentimientos nuevos
y complejos, estalla en llanto. Los padres acuden ¡í
ella.
D.a Man . Clara, hija raía, ¿qué es eso?
Quij. ¿Qi^ié tienes, niña?
D.a Man . ¿Qué tienes?
Qui.i . ¿Por qué lloras?
Clara Entre lágrimas. No sé explicármelo... pero los
aplausos á Manolín... me han dado de pron-
to muclia pena.
Quij. Vamos, no seas niña: serénate...
D.a Man. Estás muy nerviosa; mny emocionada..
Haz un esfuerzo sobie ti...
Quij. Vamos, vamo^...
D VlC. A Fernanda, con quien entusiasmado comenta el
éxito. Dice usted bien: ¡asi salen los grandes
artistas!
Ros. ¡No, señor, no: así se matan!
Quij. ¿Kh^
D.!* Man . ¿Qué?
1). Vio. ¿Así se matan?
Ros. ¡Así se matan!
Fer. ¡Silencio! Vuelve á hablar otra vez el niño
prodigio.
1). Vic. ¡Silencio!
Reina otra vez silencio absoluto y todos atienden
como antes. Oyese de nuevo el violín.
BoN. A Rosales. (¿Asombrará al mundo con su ge-
nio, ó acabará lo mismo que yo?
Ros. A Bonifacio. ¡Sea lo que quiera y llegue á
donde llegue, yo te digo que esto es inhu-
mano!)
Qijii. ¡Silencio!
El telón cae con lentitud.
FIN DE LA C0MP:DIA
Fueuterrabía. -Madrid, Agosto y Octubre, 190(5.
El siguiente nocturno de Chopin, abre-
viado según las exigencias escénicas, es el
que ha de tocarse en el momento indicado
en la obra. El otro número, cuvo comienzo
debe oirse al final del segundo acto, queda al
arbitrio del director de escena.
0>ií'''ií.ii
OBHBS DE íiOS MISMOS RÜTOfiES
Esgrima y amor, juguete cómico. (2." edición.)
Bel^n, 13, principal, ju^aete cómico. (2.* edición.)
trilito, juguete cómico-lírico. Música del maestro Osuna. (2.* edición.;
láH media naranja, juguete cómico. (2.* edición.)
El tío de la flauta, juguete cómico. (2.* edición.)
El ojito derecho, entremés. (3." edición.)
Ea reja, comedia en un acto. (4.* edición.)
Ea buena sombra, saínete en tres cuadros, con música del maes-
tro Brnll. (6.* edición.)
El pereg'rino, zarzuela cómica en un acto. Música del maestro
Gómez Zarzuela.
Ea vida intima, comedia en dos actos. (3.' edición.)
Eos borracho.s, sainóte en cuatro cuadros, con música del maes-
tro Giménez. '2.* edición.)
El chiquillo, entremés. (5.* edición.)
Eas casas de cartdn, juguete cómico.
El traje de luces, saínete en tres cuadros, con música de los
maestros Caballero y Hermoso.
El patio, comedia en dos actos. (3." edición.)
El motete, pasillo con música del maestro José Serrano. (2.* edi-
ción.)
El estreno, zarzuela cómica en tres cuadros, con música del maes-
tro Chapí.
Eos Oaleotes, comedia en cuatro actos. (3." edición.) Traducida al
italiano con el título de I Galeoti por Giuseppe Paolo Pacchierotti.
Ea pena, drama en dos cuadros. (2.» edición.) Traducida al italiano
con el mismo título por Giuseppe Paolo Pacchierotti.
Ea azotea, comedía en un acto.
£1 género ínfimo, pasillo con música de los maestros Valverde
(hijo) y Barrera.
El nido, comedia en dos actos. (2.* edición.) Traducida al catalán con
el titulo de Un niu por Joaquín María de Nadal.
Eas flores, comedia en tres actos. ^2.* edición.) Traducida al italiano
con el titulo de I fiori por Giuseppe Paolo Pacchierotti.
Eos piropos, entremés.
El flechazo, entremés. (2.* edición.^
£1 amor en el teatro, capricho literario en cinco cuadros, pró-
logo y epílogo.
Abanicos y panderetas <$ \\. íievilla en el botijo! humorada
satírica en tres cuadros, con música del maestro Chapí.
lia «lidia ajcaa, comertiH on tres actos y un prólogro. Traducida al
aleinán con el lítalo de Dan fremdn Olück por .1. Gustavo Rolide.
Pepita Il«»ye.s. comedia en dos actos. (2.* edición).
Ei4»s iiieritorio.s, pasillo.
La Katiorf, entremés.
La reina mora, sainete en tres cuadros, con música del maestro
José Serrano. (2." edición.)
Xara$;ata<«, sainóte en dos cuadros.
La zag'ala. comedia en cuatro actos.
La ca.sa «lo <>arcfa, comedia en tres actos.
La contrata, apropósito.
El amor «|ue pa.sa, comedia en dos actos. Traducida al italiano
con el título de Vamure che passa ])or fíiuseppe Paolo Pacchiorotti.
El mal «le aiii«>re.s, sainete con música del maestro José Serrano.
El nuevo servitlor, humorada.
.Vañana «le sol, paso de comedia. Traducido al alemán con ol titu-
lo de Ein sonniger Margen por Mary v. Haken.
Fea y con gracia, pasillo con música del maestro Turina.
La aventura «le los (galeotes, adaptación escénica de un capí-
tulo del Quijote.
La musa l«>ca, comedia en tres actos.
La pitanza, entremés.
El amor en solfa, capricho literario en cuatro cuadros y un pró-
logo, con música de los maestros Chapi y Serrano.
Los chorros «leí oro, entremés.
9Iorritos. entremés.
Amor á «tscuras, paso de comedia.
La mala s«>mbra, sainete con música del maestro Serrano.
El niiio pro«lig'io, comedia en dos actos.
serafín y JOAQUÍN ÁLYAREZ QUINTERO
Nanita, nana...
ENTREIvIKS
con música del tnaestro
JOS:^ «ERfRAJVO
^^^<^^^
SOCIEDAD DE AÜTOREe ESPAÑOLES
Núftez de Balboa, 12
1S07
Copyriglh by the authors, 19C7
JVAIVITA, IV^^JVA,
Esta obra es propiedad de sus autores, y nadie po-
drá, sin su permiso, reimprimirla ni representarla en
España ni en los países con los cuales se hayan cele-
brado, ó se celebren en adelante, tratados internacio-
nales de propiedad literaria.
Los autores se reservan el derecho de traducción.
Los comisionados y representantes de la Sociedad de
Autores Españoles son los encaríjados exclusivamente
de conceder ó negar el permiso de representación y
del cobro de los derechos de propiedad.
Queda hecho el depósito que marca la ley.
Droits de représentation, de traduction et de repro-
daction reserves pour tous les pays, y compris la Sui-
da, la Norvége et la Hollande.
NANITA, NANA...
ENTRE rvIES
SERAFÍN I JOAQUÍN ÁLVAREZ ftülNTERO
con música del maestro
JOSÉ SERRANO
Estrenado en el TEATRO DE APOLO el 27 de Febrero
de 1907
■*
MADRID
R, Velasco, impresor, Marqués de Santa Ana, 11
Teiefono número 55J
1»07
RKPARTO
PERSONAJES ACTORES
MAGDALENA Srta. Del Pino.
MARÍA LUISA Goeita Novo.
SEÑOR LEANDRO Se. Meskjo.
JOSÉ ... Caehekas.
EL SERENO Ruiz de Akana.
NANITA, NANA...
Alcoba blanca y pobre, en casa de Magdalena, en Sevilla. Una puer*
ta á la derecha y otra a la izquierda. Al foro, hacia la derecha,
una ventana que da á la calle, y cuyas vidrieras están cerradas.
Junto á la ventana una cunita, donde duerme María Lu''sa. Varias
sillas, una cómoda y una mesa. Sobre la cómoda un cuadro con
alguna imagen de la Virgen, ante la cual arde una lamparilla.
Es de noche. Cerca de la ventana, en la calle, un farol encen-
dido.
MaG. Acabando de cantarle la nana a María Luisa, que
duerme.
Nanita, nana,
duénijete tú, rosita
ds mi ventana.
La arropa con mimo y cuidado. Hija de Vai arma:
ya se quedó otra vez dormidita... ¡Qué
presiosa eres! Dio.s te bendiga y te dé más
suerte que á tu madre, ánger mío. La besa.
Con la cansión de la niña que se vuerve
rosH, se queda siempre cuajaíta... La es-
cucha embelesa. Oomo no se la cante, no
se duerme á gusto. Se sienta junto á la ventana
y suspira. ¡Ea! ¡A esperá á esos bigardones
ahora! Es mucho sino er m1o: mi padre,
borracho; por er vino se pierde: se pierde,
y no párese en ocho días; mi madre, que
no lo despresia tampoco; mi cuñao... qU'-
jvamos aya!... y mi marío... que ve una caña
— 6 —
y es capaz de cantarle una eaeta. Y cnidao
que es bueno. Poique JoBé ew bueno... Qui-
tándole la bebía... quitándole er juego...
quitándole er tabaco... y quitándole que pa
di á los toros empeña hasta la voz... es más
bueno que er pan er pobreí^ito. Lo que se
dise en otras mujeres, no piensa é: eso lo
tengo á orgujo. l'a mi José no iiay más que
su Madalena. Fué que sea porque no tiene
tiempo... Mirando por los cristales á la calle. ¿A
vé?... ¿Viene ahí?... Se ve pasar al señor Leandro
daudo tumbos. No, no es José... ¡Ks er gandu-
laso de mi papá!... Y me paese que vif^ne
como paatravesá er río por sima un alambre.
Se va por la puerta de la derecha del actor, y á poco
se la oye discutir dentro con el señor Leandro, que trae
una borrachera como para tres ó cuatro personas, y
sobra vino.
Sr. IjEAN. Saliendo con Magdalena y hablando á gritos. ¡Qué
monserga de que me caye ni que me caye!
iToas las noches hemos de tené la misma
historia!
.Mag. ¡Chssf-s!
Sr. Lean. ¡No quiero! ¿No estoy en mi casa? ¿eh? ¿No
soy er jefe de la casa? ¿eh? ¿No soy yo er
que suerla la guita pa paga la casa? ¿eh?
Mag. vSí, sí...
Sb. Lean. Entonses, ¿á qué canastos me dises que me
caye?
Mag. Porque está dormida la niña... y se va á des-
perta el angelito...
Sr. Lean. ¡Que se despierte! ¡Soy su abuelo!
Mag. Pos paese mentira.
Sr. Lean. ¡Pos es verdá!. . ¡Y esa niña es tuya porque
yo he querío!... ¿te enteras?... porque yo
me casé con tu madre... Y yo me casé con
tu madre exchisivatnente pa (jue tú vinie-
ras ar mundo... porque si no yega á té pa
eso... ¡qué canastos me había yo de casa con
tu madre!
Mag. Bueno, f-í; tienes mucha rasón... Cava y
vete á la cama.
Sr. Lean. ;Ahora sí me cayo! chinando más que nunca. ¡Me
cayo, porque se me pide por las buenas! Si
no, ¡qué canastos había yo de cayarmel
¡Pero por las buenas me cayo! ¡me cayo! ¡ya
lo creo que me cayo! ¡Leandro, á vé si te
cayas!
M. Luisa ¡Mamá! ¡noamá!
Mag. ¿Ves? ¡Ya se ha despertao la pobresita!
Sr. Lean. ¡Que se despierte! ¡Soy su abuelo!
Mag. Vas á dá luga á que venga er sereno á los
gritos.
Sr. Lean. ¡Que venga! ¡Soy su abuelo!
Mag. ¿Der sereno también?
Sr. Lean. ¡Y de lo^^ Hércules de la Alamea! ¡Soy su
abuelo! Y sobre to, ¿no estoy en mi casa?
¿eh?
Mag. Anda, anda pa dentro...
Sk. Lean. ¿No soy el amo de mi casa? ¿eh?
Mag, Anda, condenasión, anda ya... Lo mete á em-
pujones por la puerta de la izquierda.
M. Luis^ ¡Mamá! ¡man.aital
Mag. Aya voy, hija mía, aya voy.
M. Luisa ¡Mamá!
Mag . Acercándosele y acariciándola. Si CStoy aqUÍ, ton-
tiya: no te asustes tú. Anda, duérmete, glo-
ria. Vaya, á serrá los ojitos... Er que gritaba
era el abuelo, que venia... con un amigo de
confiansa. No te asustes. Ea, ea, á serrá los
ojitos y á dormí: hasta mañana si Dios quie-
re. ¿Se va á dormí mi niña, verdá? — Está
asustaíta, la pobre. — ¿Qué quieres tú, reina,
qué quieres tú? ¿Te canto otra vez la can-
sión de la niña que convirtió la Virgen en
rosa porque le pegaba su madre? ¿Te la can-
to? ¿Se la canto á mi nena? La niña asiente con
la cabecita. ¿Que SÍ? Pos vaya que sea: se la
voy á canta mejó que nunca. Le da muchos
besos. ¡Si no te tengo más que á tí en er
mundo!...
Música
A una niña bonita
como una estreya,
le pegaba su madre:
¡mardita eya!
— 8 —
Ar saberlo la Virgen,
madre cristiana,
vorvió a la niña rcsa
de la ventana.
Nana, nanita,
¿en dónde esta la pobre
niña bonita?
La buscaba su madre
con desconsuelo:
«¿Quién se yevó á mi niña,
Virgen der sieloV»
Y regando sus flores
una mañana,
le dio un beso á la roea
de la ventana.
Y er beso dando,
de la rosa la r)iña
salió cantando.
La madre ar vé que un beso
se la vorvia,
besándole la cara
se yevó er dia.
Y no vorvió á pegarle,
¡bendita eya!
á la niña bonita
como una estreya.
Nanita, nana,
duérmete tú, rosita
de mi ventana.
Cesa la música.
Contemplando á María Luisa. Ya está dormidita.
¡Ay.ánger mío, lo que rae base canta toas las
noches! Voy A toma una poquita e agua. Bebe
de un vaso que hay encima de la cómoda. Dentro, eu
la calle, óyese poco después ruido de cristales rotos.
¡JesÚBJ Ya está ahí ese. Un faro menos.
¡Misto que la manera de yamá! Y mañana,
— 9 —
naturarmente, vorverá er guindiija *ler Juz-
gao. ¡Ay, qué pasensia base farta, Dios mío,
qué pa^ensia! Vase por la puerta de la derecha. En
seguida vuelve cou José, que no digamos que trae ud-i
borrachera como la de su señor suegro, pero que no
le faltan tres copas para igualarla.
José Con voz llorosa y triste. ¿Vle perdonas, raujé?
¿me perdonas?
Mag. Habla bajo, que duernae la niña.
José ¿Me perdonas?
Mag. Sí, te perdi)iio, sí; pero ¿de ande vienes de
esa manera?
José De infurta ar río, que está cresiendo nna
barbaridá. El agua en Seviya es la perdisión
de los pobres.
Mag. ¡Miá si er vino que bebes se te vorvieía sá,
pa que te yevaras un año seguío pidiendo
agua!
José ¡Agua no!
Mag. Agua, agua.
José ¡Auua no, Madalena, agua no! ¡To lo que
tú quieras menos agua!
Mag . Estás que te caes... Anda á dormirla pronto.
¿Va. qué demonios belierás?
José Mujé, porque al agua le tengo tirria; y des-
cartando el agua, si no bebo vino, ¿qué vi á
bebé? ¿aseite?
Mag. Pero ¿no me dijiste ayé que te matara si
cogías otra borr^cbera, bribón?
José Sí, Madalena, pero acuérdate di-r sordao der
cuento: e«ta no es otra; es la misma de ayé.
Mag . Tienes rasón, José, tienes rasóu: anda pa
dentro... anda... anda á acostarte.
José Pero ¿tú estás enfada conmigo?
Mag. ¡Qué disparate, lioml)re!
José Muy afligido. ¡Sí! ¡sí estás enfada! ¡Si yo soy
un mal esposo! ¡si soy un sinvergüensal ¿Pa
qué bebo yo, teniendo una mujé que es una
santa?
Mag. Bueno, déjame á mí. Y caya, que se va á
despertá la niña.
José ¿Pa qué bebo yo, teniendo ahí ese cacho e
gloria?
Mag. ¿Quiés ca,yarte, José?
— 10 —
José Llorando. ¡No! ¡SÍ yo me porto mu malamente
con ustedes! Sladalena, déjame que te con-
vide esta noche.
Mag. No, no; muchas grasias.
José Anda; que á tí tamhién te gusta toma una
copíta de vez en cuando.
Mag. ¿Quiés cayarle? Si á mí también me gustara
bebé... esa criatura en vez de sé una niña
sería una uva en aguardiente. ¡Anda á la
cama, pirandón!
JüSÉ I\)s consiénteme que primero le dé un besi-
to á mi pimpoyo.
Mag. ¡En seguía! ¡Pa que la despiertes!
José No la despierto, no. ¡Soy su padre!
Mag. ¡Vamos, hombre!
José ¡DéJHme, Madalena, déjame!
Mag. ¡Jesús!
J OSÉ Logrando al fin acercarse á María Luisa. ¡Hija G mi
sangre, qué desgrasiá has nasio, con este
padre que es un pirata! ¡que es un crimina!
.Mag. ¡Jesús, Dios mió!
José ¡Kr patíbulo es poco pa el hombre que pisa
una taberna! ¡Dios te libre, hija de mi arma,
de un bebedó! Madalena, píele tú á la Vir-
gen que le dé un marío boticario.
Mag , ¿Boticario?
José ¡Boticario! ¡Pa que lo arregle to con agua
der poso!
Mag. ¿Quiés acostarte ya? ¡No pararás hasta des-
pertarla!
José Voy á darle er beso y me voy. ¡Adiós, pim-
poyo mío! Al agacharse para besarla está a punto de
caerse al suelo. La niña se despierta. ¡lüUJa, hija
tnía, toma!
Mag. Bueno está, José: vamos á la cama.
M. Lti';^ ,Mamá!
Mag. ¿Ves tú? Ya la has despertao.
M. Luisa ¡Mamá!
José ¿Pa qué bebo yo? ¿Pa qué bebo? , Permita
Dios que una copa de vino que tome se me
güervari dos en er cuerpo, pa que me hagan
daño! ¿Pa qué bebo yo? ^
Mag. Arsa, arsa pa dentro. Lo empuja y lo mete por i
puerta de la izquierda, como al otro.
— 11 —
M. Luis ¡Mamá!
Mag. Aquí estoy, corasón, aquí estoy. No tengas
tú miedo. Era papá... que ha venio también
con el amigo de toas las noches. Suspirando.
¡Es que ya me fartan las fuersas, Dios mío!
Ahora mismo sierro er portón, y le digo ar
sereno que como venga mi cuñao borracho
lo yeve á la Casiya. Asomándose á la ventana y
llamando. ¡Juan! ¡Juan! ¡Sereno! a la niña. Es-
pérate un momentito, arma mía: ya vuervo
á tu lao. Al sereno, que aparece tras la ventana.
Oiga usté, sereno.
Ser. Dejando chicos á los otros. ¡Benditas sean las
mujeres (jue pelan la pava con er sereno!
Mag. ¿Eh?
Ser. ¿Quiere usté que le cante la hora, reina de
la caye?
Mag. ¡Jesús! ¡Pero si está más borracho que los
otros dos juntos!
Ser. Es una vez al año, IVIardalena. Onse de Fe-
brero: proclamasión de la república. ¿Le
canto á usté La Marseyesa?
Mag . Cerrando las puertas de la ventana de un golpe.
¡Cántesela usté á su niujé, si no se la está
cantando otro! ¿Habráse visto? ¡Ay, Virgen
mía, tú que lo puedes to, haz que este año,
en vez de uvas nazcan dátiles en las viñas,
pa que ni á martiyasos suerten jugo! volvien-
do al lado de la niña. AqUÍ estoy otra VeZ, CO-
rasón. Siempre á tu cabesera. Esos borra-
chones á despertarte, y yo á cantarte cuan-
tas veses lo quieras tú la cansión de la niña
que se VOrviÓ rO?a. suspira y principia á cantar.
Música
A una niña bonita,
como una estreya,
le pegaba su madre:
¡mardita eya!
Ar saberlo la Virgen,
madre cristiana,
vorvió á la niña rosa
de la ventana
— J2 —
Nana, nanita,
¿en dónde está la pobre
niña bonita?...
Ei telón lia ido cayendo lentamente.
FIN
Madrid, Diciembre, 1902.— Febrero, 1907.
ADVERTENCIA IMPORTANTE
Las empresas que pongan en escena este
entremés, pagarán por derechos de propiedad
la mitad de los correspondientes á una zar-
zuela en un acto.
OBRAS DE IiOS WISIVIOS RÜTORES
Esgrima y amor, juguete cómico, (á.* edición.)
Belén, 12, principal, jug-aete cómico. (2.* edición.)
Crlllto, juguete cómico-lirico. Música del maestro Osuna. (2.* edición.)
JLa media naranja, juguete cómico. (2.* edición.)
El tío <le la flauta, juguete cómico. (2.* edición.)
El ojito «lerecho, entremés. (3.* edición.) •
Ea reja, comedia en un acto. (4.' edición.)
Ea buena sombra, sainete en tres cuadros, con música del maes-
tro BruU. (6.* edición )
El peregrino, zarzuela cómica en un acto. Música del maestro
Gómez Zarzuela.
Ea vida intima, comedia en dos actos. (3.* edición.)
Eo.s borrachos, sainete en cuatro cuadros, con música del maes-
tro Giménez. (2.* edición.)
El chiquillo, entremés. (5.* edición.)
Eas casas «le cartón, juguete cómico.
El traje de luces, sainete en tres cuadros, con música de lo«
maestros Caballero y Hermoso.
El patio, comedia en dos actos. (3.* edición.)
£1 motete, pasillo con música del maestro José Serrano. (2.* edi-
ción.)
El estreno, zarzuela cómica en tres cuadros, con música del maes-
tro Chapi.
Eos Galeotes, comedia en cuatro actos. (3.* edición.) Traducida al
italiano con el titulo de I GaleoH por Giuseppe Paolo Pacchierotti.
Ea pena, drama en dos cuadros. (2.* edición.) Traducida al italiano
con el mismo titulo por Giuseppe Paolo Pacchierotti.
Ea azotea, comedia en un acto.
El g-énero Ínfimo, pasillo con música de los maestros Valverde
(hijo) y Barrera,
El nido, comedia en dos actos. (2.* edición.) Traducida al catalán con
el título de Un niu por Joaquín María de Nadal.
Eas flores, comedia en tres actos. (^2.* edición.) Traducida al italiano
con el titulo de 7 fíori por Giuseppe Paolo Pacchierotti.
Eos piropos, entremés.
El flechazo, entremés. f2.* edición.^
El amor en el teatro, capricho literario en cinco cuadros, pró-
logo y epilogo.
Abanicos y panderetas ó ¡4 Sevilla en el botijo! humorada
satírica en tres cuadros, con música del maestro Chapí.
lia dicha ajena, comedia en tres actos y uu prólogo. Traducida al
alemán con el titulo de Das frenide Glüclc por J. Gustavo Robde.
l*ci>ita Reyes, comedia eu dos actos. (2." e<licióii).
I^ON meritorios, pasillo.
LiH zahori, entremés.
lia reina mora, saínete en tres cuadros, con música del maestro
José Serrano. (2." edición.)
Zarag'atas, sainete en dos cuadros.
lia zag'ala, comedia on cuatro actos.
l^a casa <le <iiarcfa, comedia on tres actos.
lia contrata, apropósito.
Kl amor que pasa, comedia en dos actos. Traducida al italiano
con el titiilo de L'amore che passa por Giuseppe Paolo Pacchiorotti.
El mal «le amores, sainete con música del maestro José Serrano*
El nuevo servidor, humorada.
jMañana «le sol, paso de comedia. Traducido al alemán con el titu-
lo de Ein sonniger Morgen por Mary v. Haken.
Fea y con g'racia, pasillo con música del maestro Tu riña.
lia aventura «le los jcaleotes, adaptación escénica de un capi-
tulo del Quijote.
lia musa loca, comedia en tres actos.
lia pitanza, entreraés.
El amor en solfa, capricho literario eu cuatro cuadros y un pró-
logo, con música de los maestros Chapi y Serrano.
lios chorros del oro, entremés.
Morritos, entremés.
Amor & oscuras, paso de comedia.
lia mala sombra, sainete con música del maestro José Serrano.
El g'enio aleare, comedia en tres actos.
El niño prodij^io, comedia en dos actos.
Nanita, nana... entremés con música del maestro José Serrano.
lia zancadilla, entremés.
SERAFÍN I JOAQUÍN ÁLVAREZ QUINTERO
Lfl ZANCADILLA
e)ntrbm:bs
SOCIEDAD DE'AÜTOREB ESPAÑOLES
Núñez de Baiboa. 12
Copyrlgth by the authors, 1907
J^A. ^AJVO^\r>II^I^A
Esta obra es propiedad de sas autores, y nadie po-
drá, sin su permiso, reimprimirla ni representarla en
España ni en los países con los cuales se hayan cele-
brado, ó se celebren en adelante, tratados internacio-
nales de propiedad literaria.
Los autores se reservan el derecho de traducción.
Los comisionados y representantes de la Sociedad de
Autores Españoles son los encarofados exclusivamente
de conceder ó negar el permiso de representación y
del cobro de los derechos de propiedad.
Queda hecho el depósito que marca la ley.
Droits de représentation, de traduction et de repro-
duction reserves pour tous les pays, y compris la Sué-
de, la Norvege et la Hollande.
LA ZANCADILLA
ENTRE rvIES
SERAFÍN I JOAQUÍN ÁLVAREZ QUINTERO
Estrenado en el TEATRO ESPAÑOL el 23 de Marzo
de 1907
■*■
MADRID
R, Velasco, impresor. Marqués de Santa Ana, 11
Teiefono número ¿iiJ
1907
vJÜCMc,'^
REPARTO
PERSONAJES ACTORES
REFUGIO Ska. Pino» 'V^/¿/
ANTONIA Caeo. „ -J%^^
ILDEFONSO Sr. Ramíbez. /*-^/¿3
JUAN Aguibbe . =5 j^Í22
LA 2ÍANCADILLA
Calle solitaria, en Sevilla. Puerta de la casa de Refugio. Junto á ella,
arrimada á la pared, una silla basta. Es una noche clara del mes
de Julio. Un farol próximo alumbra la escena.
Salea por la derecha del actor Ildefonso y Juan. Son dos mo-
citos del pueblo, jactancioso y presumido el uno, y modesto y
guas6n el otro.
ÍLD. ¿Lo estás viendo, tú? Miá la ziya.
Juan La eiya sí la veo; pero no veo más que la
siya.
Ild. Hombre... déjate di... Lo primeio que nece-
zita una reina, ez er trono. Con eza ziya en
zemejante zitio, quié decirme que zale.
Ju ^N Tar vé, tar vé; pero mientras no te diga otra
cosa...
Ild. También me la dirá. Tiempo ar tiempo.
Juan ¡Límpiate!
Ild. ¿Va la cena pa tos?
Juan Va la sena pa tos.
Ild. Pos ya pues di juntando, porque tú tienes
que pagarla.
Juan ¡Qué ilusiones te hasesl Tú no sabes con
quién te juegas er dinero. Esa niña no sabe
ciesí que sí; no se lo han enseñao.
Ild. ¿Va la cena pa tos?
Juan Esa niña tiene la cabesa yena e muñecos.
— 6 —
Esa niña está esperando un Rey Mago...
Esa niña...
Ild. ¿Va la cena pa tos?
Juan Va.
Ild. Pos no hables más 5' quítate de enraedio,
que me paece que zale ahí. De aquí á doz
horas estoy yo en er café...
Juan ¿Quiés que te mande un carriyo e mano?
Ild. ¿Pa qué?
Juan Pa que te yeves en é las calabasaa.
Ild. Pespués de mirar el reloj con mucha sorna. La Con-
testación á las doce y diez.
Juan ¡Y que nos vamos á reí poco!
Ild. ¡Zí, ar contrario!
Juan Hasta luego. Vase por la izquierda.
Ild. Hasta luego. Esta gente ze ha creío que yo
no tengo idea; que me veni;o aquí cruzao de
brazos... Zeis ó ziete noches na más yevo ha-
blando con la mocita y está ya más zuave
qne razo der güeno. Y por zi ezo fuea poco...
Pe quita con mucha precaución el sombrero y saca una
rosa de él. ¡Na! ¡No le traigo na! To er día la ije
tenío en agua: azín ze ha puesto. No hay otra
más pompoza en toa Zpviya. Y lueL'o la ma-
licia pa preztntarla... Clava la ílor en el asiento
de la silla. ¿Qué tá?... Como zi hubiea nació en
las neas... Prestando oído. Me paece (pie zale la
niña. Yo de espardas, zin darle á la coza
ValÓ... Se vuelve de espaldas, en efecto, y se pone
presuntuosamente á encender un puro. Mientras tanto
sale Antonia, abuela de Refugio, muy vieja y muy fea,
repara en él y se sienta con mal modo en la silla sin
fijarse en la rosa. Ya está allí, ya está ahi... Ya
me ha visto... Ya ha visto la fló... Ya la ha
cogió. . Ya la güele .. Me vi á gorvé de pron-
to con er puro encendió, y le vi á paecé un
faro. Anda, irdefonzo. Da la vuelta y se le corta
la respiración al ver á Antonia. ¡Agüela!
Ant. Dios guarde á usté, Irdefonso.
Ild. (¿I.e paece á Ubté?... ¡Y están to.s los días
cayendo rayos en er campo!) ¿Y Refugio?
Ant. Güeña.
Ii D. ¿Y... zeñó Manué?
Ant. Güeno.
Ild. ¿y... usté, güeña?
Ant. Güeña.
Ild. La noche está güeña.
Ant. Güeña.
Ilü. ¡Güeno, hombre, güeno!...
Ant. ¿Qué lo trae á usté por aquí?
Ild. Na; zino que pazaba y dije: zi está Refugio
ahí, la zaludaremos.
Ant. Fué que tarae en bajá.
Ild. Daré una güerteciya, porque ya que he ve-
nío me paece feo no zaludarla...
Ant. Aya usté.
Ild. (¡Demonio e vieja! ¡Me ha espachurrao la
roza y to er principio e la converzación!)
Se aleja lentamente por la derecha canturreando.
Ant, Para si, viéndolo marcharse. Anda ya, esaborío,
que te la das de alegre y eres un fnnerá...
Sale de la casa Refugio hecha un clavel. Trae otra
silla.
Ref. ¿Corre aquí aire?
Ant. Ér que había se lo acaba e yevá Irdefonso
con er meneo e los brasos. Miálo como va.
Ref. ¡A}', Jesús, si no cal)e en la caye! ¿Se ha ido
pa gorvé?
Ant. No que no. Si tú no le dieras palique...
Ref. ¡Pero bi es la única diversión (¡ne tengo este
verano! ¿No ve usté que no hay sirco?
Ant. Pos mira lo que liases... y no juegues coa
las cosas der queré, que es jugá con fuego.
Rsf. Agüela, por Dios, no le yame usté fuego á
ese hombre, que hasta los sigarros se le apa-
gan de soso que es.
Ant. Yo lo que te digo es que muchas veses se
empiesa riendo y se acaba yorando.
Ref. Pos miste que estará presioso aÜigío.
Ant. ¿y si á quien le toca yorá es á ti?
Ref. Como no me entre un mosquito en un ojo
no yoro yo por es^e perina. Pierda usté cui-
dao.
Ant. Güeno, güeno.
Ref Miste, agüela; es que son tos los hombres á
juuá con una, porque una ar prinsipio no
mira más que si le petan y no pué carcnlá
las intensiones; y cuando se ofrese por ca-
sualidá que un fachendoso de estos yeve un
revor<óu y se vaya chafao, no va una á defi-
perdisiá la vez... Porque son mu malos: miste
Jo que le ha pasao á Mariquiya Ja Pelusa...
Y mu traisioneros: miste er chasco de Isahé
Molina... Y mu vengativos: miste lo de
xAsunsión la guapa... Y mu perros; niu pe-
rros... ¡Ay, yo Jes tengo un coraje, agüela...
que si no fuea porque quiero casarme y ca-
sartue prontito, tos estaban de más pa mil
Usté no sal)e Jo que yo gosaría con trae ar
retortero á seis ó siete ..
Ant. ¡Chiquiya!
Kef. i"^í, agüela, sí: y toavía he dicho pocos. Pero
haliían de está siegos, trastornaos, sin ga-
nas e come, sin ganas e dormí, sin ganas de
afeitarse, sin ganas e na... El uno que se pe-
gara un tiro; el otro que se tiraia de la Girar-
da; el otro que se gorviera loco y le diera por
escribí mi nombre por las paredes; dos que
se rebanaran er peí-cueso por causa mía; uno
que se fthorcara de un árbo... ¡Ay, qué gusto,
qué gusto!
Ant. Levantándose. [Jesús, Jesús, Jesús!
tÍEF. ¿Adonde va usté?
Ant. A desirle á tu padre que busque un médico
en seguía, porque tú no estás güeña.
PtEF. ¡.Ja, ja, ja!
Ant. Kieie, nete.
Ref. Ayí viene ya don Juan Tenorio,
Ant. Si por eso me c^uito de aquí... Plántale Ja
boleta, niña: fíirmá te lo aconsejo; que he
sabio que se está dando tono á costa tuya, y
que toas las noches apuesta una sena á que
tú le dises que sí.
Ref. Mejó: asi traga luego más guita... y le sargo
más cara.
Ant.. Espántalo de una vez y no seas tonta.
Ref. Esté Usté tran()uila, que esta noche yeva su
meresii'. Calabazas de Rota, que son las
que más gusto le dan á la bersa.
\nt.. Me alegraré como si me cayera er |)remio
gordo. Entrase en la casa.
Reí. "Viendo acercarse á Ildefonso en actitud de pavo real
— 9 •—
y burlándose de él. Ya está aquí mi hombre...
¡Ole los brasos bien movíosl Paese que está
nadando. ¿A que da un resbalón en esa
hojita de lechuga?
Sale Ildefonso contoneándose, y apenas sale, se resbala
en efecto. Refugio se tapa la cara con el abanico,
riéndose.
Ild. (¡Mardito zea el Ayuntamiento, que no lim-
pia estas cayes!)
Rek. fiQué fué?
Ild. Una broma, pa que usté ze riyera.
Ref. Muchas grasias. Pos sí que me he reío.
Ild. Tenga usté güeñas noches, á to esto.
Ref. Güeñas noches.
Ild. Ya la veo á ueté tan zuperió...
Kef. No estoy mala, á Dios grasias. ¿Y usté, cómo
está?
Ild. Ar prezente, mejó que usté.
REt ¿Por qué"?
Ild. Porque á usté le toca verme á mí, y á mí me
toca verla á u-té, que ya iiay diíeriencia.
Ref. Fingiendo que la cautiva la galantería. A}', qué
bien está eso... .se queda mirándolo como encan-
tada.
Ild. (i<'arciná. Y no ze acuerda de que le dije lo
mismo la otra noche.)
Ref. ¡Tiene usté unas ocurrensias más bonitas,
Irdefoneo!... •
Ild. ¿Le ha gustao á usté eza?
Ref Mucho... ¿La aprendió usté en viernes,
verdá'?
Ild. Desconcertado por el golpe. No... en zábado... ¡Je!
(¡Pos zí que ze acordaba!)
Silencio. Los dos se miran sonriéndose.
Ref. (jVa usté á cresé?
I;.d. Zi á usté le paece que zny chico...
Ref. ¡Qué disparate! Miste: tanto así de más, ya
sobraba; y tanto así de menos, ya no estaba
bien. ÍSe ha quedao usté en er tamaño
justo.
Ild. ¿De veras? ¡Ez usté más gracioza que la mál
Ref. Siéntese usté, si no tiene prisa: aquí á mi
lao, que yo no me como á la gente.
Ild. ¿No, eh? ¿Qué más quiziea la gente?
— 10 —
Ref. lAy, qué fino está er tiempo!... Vaya, hom-
bre, eiénte-^e usté.
Ild. Jactancioso. (¡Digo!)
Ref. Fijiliidosti en la flor cuando Ildefonso va á sentarse.
A vé, espérese usié: ¿qué es esto?
Ild. Una roza paece.
Ref. ¿Quién la habrá puesto aquí?
Ild. Argún amigo que iiaiga pazao.
Ref. Tirela usté... ¡Sabe Dios en qué moño se
habrá visto!...
Ild. Obedeciéndola con oculto dolor. (|Y pa esto la he
tenío yo en agua to er día!..,) Se sienta, se quita
el sombrero y se atusa los tufos con intención de que
ella le vea uua sortija.
Ref ¡Jesús! ¿Hay relámpagos?
Ild . ¿Relá m pagos?
Ref. Me ha clao un resplandó así en los ojo?...
Ild. ¿No zerá er briyante? Mostrándoselo candorosa-
mente.
Ref. Pos miste, es verdá: er briyante es; no había
yo caío.
Ild. Tiene mu güeñas luces.
Ref. ¡Pa pare.-erme á mí relámpagos!
Ild. Pero ¿quién ha visto relámpagos con er zó
fuera? .
Ref. ¿Con er só fuera, si es de noche?
Ild. ros por ezo está fuera.
Ref. Ah, vamos; usté quié desí que está de viaje.
Ild. No zea usté burlona. Lo que yo quieo decí
es que como usté zale de noche á la puerta
e zu caza... por ezo está er zó fuera.
Ref. ¡Ay, vaya un dicho presioso que me ha di-
cho u.?té! Levantándose. Se lo ví á referí á mi
agüela.
Ild. ¡No ze vaya usté ahora!...
Uef. ¿Usté no quiere? Pos ya no hay más que
habla. Se sienta.
Ild. Como antes. (¡Digo!)
Callan de nuevo.
Ref. Irdefonso...
Ild. Me yamo.
Ref. Oiga usté una cosa, con extremada zalamería.
Güeno, pero prométame usté no engañarme.
Ild. ¿Engañarla yo á usté? ¡Vamos! ¿Qué zucede?
— 11 —
Ref Anoche... Ei* caso es que me da cortedá.*..
Ild . Le arvierto á usté que yo tampoco me como
á nadie. (¡Ez una tortolitaO
Ref. Pos anoche... ¿Pero de veras no me va usté
á engaña?...
Ild. ¡Primero me lastimen las botasl
Ref. Pos anoche...
Ild. ¿Qué?
Ref. Estaba yo acostá... ¿sabe usté?... y de la par-
te afuera de mi ventana... oí unaguitaria
de pronto...
Ild. (¡Ejem! ¡ejem!)
Ref. Una guitarra... que sonaba á gloria bendi-
ta... Las cosas hay que decirlas como son.
Ild. (¡Qué bien vi yo á cena esta noche!)
Ref. y acompañándose de la guitarra... oí á un
mosito que cantaba esta copla:
liiitonáiidola.
«No sé como no floresen
las tejas de tu tejao,
estando tú ebajn de eyas,
prima veri ta de Mayo.»
Ild. ¿Zí, verdá? Tierno. ¡Qué cozitas pazan á ezas
horas, mi arma!...
Ref. Güeno, Irdefonso, pos no me engañe usté:
¿era usté, por casualidá, er que cantaba
y er que tocaba?
Ild. Yo mismito. Y zintiendo no zé un canario
y no tené por istrumento un larpa.
Ref. Es que me lo dio er corasón... Y si usté su-
piera una cosa...
Ild . ¿Qué?
Ref. Que estuvo en tanto así...
Ild. ¿Que usté ze azomara?
Ref. Dejando la zalamería y turbando con la salida al galán.
To lo contrario: que se asomara mi papá á
tirarle una bota.
Ild. ¡.Jel... ¡Ez usté más guazona que la má!
¿No le agrada á zu papá de usté que á usté
la ronden?
Ref. Le gusta más que lo dejen dormí.
Ild. ;.Y á usté... princeza?
Ref. Yo sargo á mi papá.
Ild . ¿Es decí que no debo gorvé con la guitarra?
— 12 ~
Ref. Cou súbita tristeza. [Ay, eso 110, lidefoiiso!. .
¿Pero le va usté á dá ese való á una broma
mía? ¿No somos nniigos?... Vaya, que ya me
pesa habértjela gystao.
ÍLD. Refugio, no lo tome usté azi tampoco. . Por
lo mismo que zemos amigos, en mí estaba
no molestarla á usté.
Ref. Suspirando. ¡Ay!,..
Ild. ¿Qué quié decí eze zuspirito?
Ref. Que usté debía sabe de memoria... que á mí
no me molesta nunca.
Ild. Mirando su reloj. (¡Y no zon más que laz once
y cinco!)
Rek. Después de desahogar la risa detris del abanico. ¿liiS*
tuvo usté ayé de mañana en la bañóla de
la ('hielan era?
Ild. (¡Hola! ¡Celitos ya!) Estuve.
Kef Fingiéndose celosa. Espautárame yo.
Ild. Me gustan mucho los buñuelos.
Ref. ¡y quien los hii>e!
Ild. Quien loz hace me tiene zin cuidao.
Ref. Con vehemencia y satisfacción. ¿OÍ?
Lld. Zí, mi arma.
Ref ¿De verdá?
Ild. De verdá.
Rek. Por más que, después de to, ¿á mí qué se
me daba?... Claro que, como amiga de
usté, me intereso...
Ild. Dios ze lo pague...
Ref, Porque la Chiclanera no será, pero á mí me
han dicho que anda usté que bebe los vien-
tos por una mujé.
Ild. Pos cuando er río zuena...
Ref. ¡Ah!... ¿De manera que no me han en-
gañao?
Ild. No zeñora.
Ref. ¿y... es der barrio este, Irdefonso?
Ild. Que ze quema usté.
Ref. No me diga iií-té quién es, á vé si la asierto.
¿Es Anita la Rubia?
Ild . Frío.
Ref. ¿María Juana, la der Serero?
liD, Frío.
Ref ¿Mi amiguiya Clotirde?
— 13 —
Ild. Ya ze va usté templando.
Ref. ¿Me voy templando ya?
Ild. Un poco, un poco...
Ref. ¿Mi primiya Remedios?
Ild. ¡Que ze quema usté!
Rkf. c mo emocionada. Oiga usté: ¿vive en esta
caye?
Ild. ¡Que ze quema usté! Enciende una cerilla para el
cigarro y se queda con ella en la mano sin tomar lum
bre subyugado enteramente por el interrogatorio de
Kefugio.
Ref. ;En esta caye?...
Ild. Zí.
Ref. ¿Será quisa... Milagritos la de ahí enfrente?
Ild. Oámbieze usté de cera.
FCef ¿Pero es en esta sera, Ildefonso?
Ild. En esta, Refugio.
Ref ¡Que se quema usté!
Ilp. . Tirando la cerilla. ¡Que ya me he quemao!
Rkf. ¡Ay, pobresilo!... ¿Quiere usté que vaya por
una telaraña?
Ild. Estimíuido, niña; pero esta quemaura, no
vale pa que usté ze mueva. Quemaura la
que yevo aquí dentro.
Ref. ¿En dónde?
Ild. ¡En medio er corazón!
Ref ¿y quién la ha causao?
Ild. ¡Usté cüü ezoz ojos! Basta de dizimulosya.
Ref. ¿Yo?
Ild. Usté, que es más bonita que la má, y más
zimpática que la má... y á quien yo quiero
más que la má.
Ref. ¡Irdefonso!
Ild. Ya lo zabe usté con toas zus letras, zerrana.
Ahora déme usté la arzolución... ó er pun-
tiyazo. Lo que usté quiera. En ubté está que
yo no me cambie por nadie ó que me deje
coge de un tranvía.
Ref. Ay, por Dio.-', Irdefonso, no haga usté eso.
Ild. ¿Ufcté no quiere que lo haga?
Ref Yo no.
Ild. Esponjado. ¿Eutonces... es que no le paezco á
usté ningún zaco e papas?
Ref. No señó; ni machísimo menos.
— J4 -
Ii.D. ¡Olel
Ref. Ssssfi.,. SP8S8... no se entuBinsme usté tan
pronto; pare usté er cohete... que le vi á dá
á nsté unas calabasae... que la má.
Ii.D. ¡Graciozal
Ref. ^.Grasiosa, eh?
Ild. ¡Zi no pué usté dizitnulá la alegría que tie-
ne en er cuerpo!
Ref. Ni la pueo disimula ni quieo disimularla
tampoco; que pa disimulo basta con lo
pasao.
Ild. Receloso. ¿Qué?
Ref. Tenía yo muchas ganas de ponerle er pie pa.
que se cayera de boca, á uno de estos mosi-
tos jacarandosos que apuestan en la taberna
con los amigos si logran ó no logran er ca-
riño de una mujé.
Ild. Azoradisimo. Pero, oiga usté, Refugio, ¿y quién
ha apostao?
Ref. Usté, so mal auge... Y ha debió usté mira
antes de esponé su dinero, que con ese coló
de argarroba y ese labio de arriba, que pae-
86 un tordo der de abajo, ninguna mujé que
se presie lo pué mira á la cara...
Ild. Niña, niña...
Ref. No, si yo no vargo dos cuartos: no es que yo
me alabe; pero, hijo mió, ar lao de usté soy
una pintura. Además, usté se cree que tiene
mucha grasia, y dise usté un chiste y se
apagan las luses; usté se la da de que toca, y
coge la guitarra y paese que están rayando
pan; usté presuuie de que canta, y f^e arran-
ca usté y se j^aran tos los relojes; y sobre to,
usté se figura que tiene solimán en los ojos
y armiba en la boca y mucha malisia y mu-
cha escuela pa las mujeres, y una, niña de
nueve años le da á usté quinse güertas. Con-
que aire, aire, pa que se le pase á usté er
sofoco; y si no basta el aire, una sangría. A
la taberna ó ar café, donde estén los ami-
gos; á paga la senita aposta; á habla mala-
mente de las mujeres; á contá cosas (pie no
han pasao pa darse tono.,, y á comprarse
unos ¡entes pa otra vez, que tiene usté me-
— 16 —
nos vista que un gato viejo. Hace ademán de
irse.
Ild. ¡Pero escuche UFtél...
Ref. Ya he escuchao bastante.
Ild. Es que no está ni medio bien...
Ref. ¿Erque?
Itr. Tratarlo á uno con tanta finura... pa zortar-
le después eza rocia...
Ref. Hijo mío, yo estoy por lo moderno. Y ahora,
hasta las muelas se sacan sin doló. ¡De ve-
rano. Éntrase en su casa riéndose.
Ild. Furioso. ¡Mardita zea la má!... ¡Me cazo con la
má!... ¡Y que una arma mía, que después e
to ez una loir.brí con moño, le haiga hecho
este dezaire a Irdefonzo Crezpo! ¡Mardita
zea la má!... ¡Me cazo con la má'... ¡Y no es
que á mí me importe pngá la cena! ¡Lo malo
es que tengo que aguanta las guazas de toz
eyos... y que encima no pueo proba ni una
pescaiya; porque cuando tengo este humó
to me hace daño! ¡Mardita zea la má!... ¡Me
cazo con la mii! .. ¡Hay pa pegarle fuegc... á
la má!... Va?e de estampía maldiciendo de todo li>
existente. ♦
Refugio y Antonia salen de la casa muertas de risa.
Ref. Místelo, agüt^la, místelo; miste qué paso
yeva.
Ant. Er demonio eres.
Ref. Le digo á usté que se las he dao á mi satis-
fasión. Esta noche vi á dormí mucho mejó
que é, que de seguro no pega un ojo. can-
tando y bailando con alegría.
«Tengo unas calabasas
puesta^ al humo;
ar primero que pase
se las emplumo.»
Ant. ¡ íesús, Jesús, qué loca estás, chiquiya!
Rff. Lo que estoy es deseando que venga otro.
Ant. ¿Pa qué?
Rf.f. Pa lo mismo, si no es de mi agrado. Goso
yo lo que u.'-té no sabe echándoles la sanca-
diya á los hombres.
— 16 -
Al público.
Si le gusto á argún presente,
que me lo venga á desí,
que seré mu complaf=iente, .
Yo no trato malamente
más que á los tipos asi.
FIN
Madrid, Febrero 1904.
ADVERTENCIA IMPORTANTE
Las empresas que pongan en escena este
entremés, pagarán por derechos de propiedad
la mitad de los correspondientes á una pieza
en un acto.
OBRBS DE ÜOS WISIVIOS ROTORES
Esgprlma y amor, juguete cómico. (2.* edición.)
Belén, 12, principal, jus^aete cómico. (2.* edición.)
Güito, jug'uote cómico lírico. Música del maestro Osuna. (2.* edición )
lia media naranja, ju»Tiete cómico. (2." edición.)
El tío de la flauta, juguete cómico. (2.* edición.)
El ojito derecho, entremos. (3.* edición.)
Ea reja, comfdia en un acto. (4.* edición.)
Ea buena sombra, saínete en tres cuadros, con música del maes-
tro Brull. (6.* edición )
El pereg^riiio, zarzuela cómica en un acto. Música del maestro
Gómez Zarzuela.
Ea vida intima, comedia en dos actos. (.5.* edición.)
Eos borrachos, saínete en cuatro cuadros, con música del maes-
tro Giménez. [2.^ edición.)
El chiquillo, entremés. (.5.* edición.)
Eas casas de cartdn, juguete cómico.
El traje de luces, saínete en tres cuadros, con música de los
maestros Caballero y Hermoso.
El patio, comedía en dos actos. (3.* edición.)
El motete, pasillo con música del maestro José Serrano (2.* edi-
ción.)
El estreno, zarzuela cómica en tres cuadros, con música del maes-
tro Chapí.
Eos Oaleotes, comedia en cuatro actos. (3.* edición.) Traducida al
italiano con el titulo de I Galeoti por Giuseppe Paolo Pacchierotti.
Ea pena, drama en dos cuadros. (2.» edición.) Traducida al italiano
con el mismo titulo por Giuseppe Paolo Pacchierotti.
Ea azotea, comedia en un acto.
El género ínfimo, pasillo con música de los maestros Valverde
(hijo) y Barrera,
El nido, comedia en dos actos. (2." edición.') Traducida al catalán con
el titulo de Vn niu por Joaquín Maria de Nadal.
Eas flores, comedia en tres actos. (2.* edición.) Traducida al italiano
con i;l título de I fiori por Giuseppe Paolo Pacchierotti.
Eos piropos, entremés.
El flechazo, entremés. (2.* edición.^
El amor en el teatro, capricho literario en cinco cuadros, pro
logo y epílogo.
Abanicos y panderetas 6 ¡ k. Sevilla en el botijo! humarada
satírica en tres cuadros, con música del maestro Chapí.
lia dicha ajena, comedia en tres actos y un prólogo. Traducida al
aleináii con el titulo de Das fremde Glück por J. Gustavo Rolide.
Pepita Reyes, comedia en dos actos. (■2.* edición).
LiOS meritorios, pasillo.
lia zahori, entremés.
I^a reina inora, sainete en tres cuadros, con música del maestro
José Serrano. (2." edición.)
Zaras^atas, sainete en dos cuadros.
La za;;ala, comedia en cuatro actos.
La casa «le <iarcia, comedia en tres actos.
La contrata, apropósito.
El amor que pasa, comedia en dos actos. Traducida al italiauo
con el titulo de Vamore che passa por Giuseppe Paolo Pacchiorotti.
El mal ele amores, sainete con música del maestro José Serrano*
El nuevo servidor, humorada.
Mañana de sol, jiaso de comedia. Traducido alalejuán con el titu-
lo de Ein sonniger Margen por Mary v. Haken.
Fea y con ;;racia, pasillo con música del maestro Turina.
La aventura de los galeotes, adaptación escénica de un cajii-
tulo del Quijote.
La musa loca, comedia en tres actos.
La pitanza, entremés.
El amor en solfa, capricho literario en cuatro cuadros y un pró-
logo, con música de los maestros Chapi y Serrano.
Los chorros del oro, entremés.
]IIorrit4»s, entremés.
Amor i& oscuras, paso de comedia.
La mala sombra, saínete con música del maestro José Serrano.
El g'enio ale$;re, comedia en tres actos.
El niño prodijj^io, comedia en dos actos.
Nanita, nana... entremés can música del maestro José Serrano.
La zancadilla, entremés.
La bella Lucerlto, entremés con música del maestro Saco del
Valle.
SERAFÍN Y JOAQUÍN ÁLVAREZ QUINTERO
La bella Lucerito
E NTREMES
CON MOSICA DRL MAESTRO
SACO T^UJ^ ^STA^J^I^l^
^^i^>^<^^
m"**'
SOCIEDAD DE AUTORES ESPAÑOLES
Núñez dtt Balboa, 12
Copyriglh, by the authors, 1907
LA BE[XA LUCERITO
Ksta obra es propiedad de sus autores, y nadie po-
drá, sin su permiso, reimprimirla ni representarla en
España ni on los países con los cuales se hayan cele-
brado, ó se celebren en adelante, tratados internacio-
nales de j)ropiedad literaria.
Los autores se reservan ei dereclio de traducción.
Los comisionados y representantes de la fiociedad de
Autores Españoles son los encarofados exclusivamente
de conceder ó negar el permiso de representación y
del cobro de los derechos de propiedad.
. Queda hecho el depósito que m.arca la ley.
Drolts de représentation, de traduction et de repro-
iluction reserves pour tous les pays, y compris la Sue-
de, la Norvége et la HoUande.
LA BELLA LUCERITO
ENTRENIES
SERAFÍN Y JOÁPN ÁLVAREZ QUINTERO
con iiiúsicd del maestfo
SJCO DEIi VAI.L.E
Estrenado en el TEATRO DE APOLO el 10 de Abril de 1907
*-
MADRID
VELASCO, IMP., MABQÜÉS DE SANTA ANA, H DUP."
Teléíono número líl
1907
Jl Jyfariquita palou
teína del c^a^i^o h dei óaieío.
'4.0 á CH^uiúieá.
REPARTO
PERSONAJES ACTORES
GLORIA. Seta. Palou.
DOÑA FELISA Sea. Vidal.
EL SEÑOR BAENA Se. Careekas.
EL MAESTRO DE BAILE Mihura Ai.vaeez;
PEPE EL PIANISTA Rodrigue/.
L\ BELLA. LUCERITO
Gabinete en casa de Gloria, calle de Jacometrezo, en Madrid. Uua
puerta al foro, otra á la izquierda riel actor y un balcón en frente
de osla. Muebles de diversas clases y categorías, como pagados por
distintos bolsillos. Eii el rincón de la derecha un piano, adornado
con un gran mantón de Manila. Sobre todas las sillas y butacas hay
algo que impide sentarse: una caja de sombreros, dos ó tres pares
de zapatos de raso, unas medias de seda, varios trajes de «cuple-
tista», un capote de torero y una montera, un sombrero de ala an-
ch;i, un corsé, etc., etc. Se ve que en la casa reina el orden mis
absoluto. Es de día, á Dios gracias.
Aparecen Doña Felisa, el Maestro de baile y Pepe el pianista.
Doña Felisa, madre de Gloria, era conocida en su pueblo— San
Juan de Aznalfaraehe— por la tía Gañote, pero ha mejorado de po-
sición, gracias á la niña, y se ha plautado un doña como una casa,
que le sienta lo mismo que á un Santo Cristo dos pistolas. No obs-
tante el doña, viste á lo popular y tiene voz de hombre El Maes-
tro de baile, individuo ya entrado en años, y andaluz también,
es una pirueta humana. Jamás adopta una postuia que no esté
pidiendo á voces la fotografía. Pepe, el pianista, no es más qne
una prolongación del asiento del piano. Cuando se le llama asoma
la cabeza por detrás de este, y entonces se le ve. Si no se le lla-
ma, sólo se sabe de él porque el piano suena.
Dentro, hacia el foro, se oye ladrar á un perro con faria.
D.fi Fel. ¿Oj'e usté, maestro? Ya está ahí. Ya está la-
drando rito. Ya está ahí. Pero miste que ez
orí'aio er de eze anima: yaman á la puerta
unas fardas, y no ladra nunca; yaman unos
calzones, y ze jace porvo ladrando.
Maes. Pos sí que tiene trabajo el aniraalito.
D.a FüL. Verdá que lo tiene: desde que mi niña zeha
noetío h estreya... Asomándose á la puerta del foro.
¡Gáyate, condenao! ¡Marina! ¡abre er portón,
mujé, y yévate á Hito! Asomándose á la puerta
de la izquierda. ¡Gloria! ¡bija mia! ¡menéate un
poco, que ya está aquí eze cabayero! \'amo6
á vé qué ])inta trae.
El perro ha dejado de ladrar. El Sr. Baena se presenta
cu la puerta del foro. Ks un hombre de cierta edad^
retocadito y no mal trajeado.
Sb. B. ¿Se puede pasar?
D.íi Fel. Paze usté adelante, zeñó. Está usté en zu
caza.
Sk. B. Mucbas gracias, señora. ¿Hal)rán ustedes re-
cibido \ina caita mia...?
D.a Fel. Zí, zeñó, que la hemos recibido. Y lo espe-
rábamos á usté: como ya es la hora que usté
dice en la carta... Este zeñó ez er maestro de
baile.
Maes Servido de usté. Franeisco Macluica, San
Marcos veintiséis, segundo...
Sr. B. Muchas gracias.
Maes. Lersiqnes á domisilio...
Sr. B. Muchas gracias.
Maes. Presios módicos; academia en casa por las
noches, menos los domingos...
Sr. B. Repito las gracias. Yo no pienso aprenderá
bailar. Vengo aquí, á tratar con ustedes, por
complacer á un amigo mío, á quien nada
puedo negarle. Ha debido buscar persona
más apta, porque 3-0, francamente, no en-
tiendo palabra de estas cosas. Ni fé lo que
es contratar á una artista del género ínfimo,
ni distingo las peteneras del tango; pero, en
fin, la amistad obliga...
D.a Fei Ziénteze usté, zeñó.
Sr. B. Buscando con la vista un asiento vacío. ¿Dónde?
D.a Fel. Es verdá, que está to ocupao. Como anda-
mos ya de preparativos... Quita de una silIa unos
zapatos de raso y los pone sobre el piano. Zlénteze
usté aquí.
Sr. B. Gracias. ¿Y está la Bella Lucerito?
D.a Fei . Pa zervirle.
— 9
Sr.
B.
D.a
Fel,
.«R.
B.
D.a
Fel.
8r.
B.
D.a
Fel.
Gloria
Sr. B.
Gloria
Sr. B.
Sr. 6.
Gloria
Sr. B.
Gloria
Sk. B.
Gloria
Sr. B.
Gloria
Sr. B.
D.a Fel.
Gloria
Levantándose del susto. ^^Es USted?
¡Zeñó, qué disparate! Quieo decí que la niña
está pa zervirle. ¿Yo cómo vi á zé la Lu-
cerito?
([En todo caso la Osa Mayor!)
Yo zoy zu madre de eya.
(¡Pues por la voz parece su padre lo menos!)
Aquí zale ya.
En efecto, por la puerta de la izquierda llega Gloria,
á quien hay que mirar con lentes. Parece mentira que
sea hija de su madre. Viste un caprichoso traje de
•cupletista», y basta verla andar para compiender que
será una estrella en su género. En honor de la verdad,
al amigo Baena se le corta la respiración.
Güeñas tardes. ¿Cómo sigue usté?
Bien ¿y usted?
Me esiaba probando este vestío, y por no ha-
serlo á usté espera no he querío quitármelo.
Ha hecho usted admirablemente. El vesti-
do es precioso.
¿Le agrada á usté? Pos toavía le fartan dos
gorpes: un laso aquí, y otro aquí, que van á
quita er flato. Y luego, miste, miste si tiene
gasa... La modista se ha queao sola echando
fru-fru...
Yo t-imbién me quedaría solo, no crea
usted...
Le iba á dá á usté miedo. Pero ba tenío usté
ange.
Me alegro mucho. (¡Qué mujer, Dios de las
alturas!)
Como habrá usté reparao, vi á salí encueros.
Un ojo me he gastao en ropa.
Pues ya vale el dinero un ojo de usted.
Así está la casa; que por toas partes hay
vestios, ^evo ensima más gasa que una de-
corasión de ópera. Pero, siéntese usté.
Con permiso. ¿Y usted, no se sienta?
¡Digo! Y á su vera de usté.
Dios se lo pague, Lucerito.
Enzéñale las postales á este zeñó.
¡Ya las habrá visto de sobra! Si no se ve
otra cosa por to Madrí. Hasta en las sa-
cristías.
— 10 —
Sr. B. Es cierto. Y hay una de gitana que me
tiene usted que firmar.
GLf)RiA Si, señó: en cuantito venga mi hermaniyo
se la firmo á usté.
Sr. B. ^,Las guarda su hermanillo?
Gloria No; pero es el único que sal)e firma en toa
la casa.
Sr. B. Ah, ya. Bueno, pues... como le indicaba á
usted en mi cartita, mi amigo Don l^ruden-
cio Martorell, propietario de Barcelona, ha
edificado un teatrito para explotar única-
mente el género que u.sted cultiva.
Glori.-\ Que pienso curtivá; porque toavia no he sa-
cudió er porvo de ningún tablao.
Sr. B. Cabalmente eso es lo que pretende mi ami-
go: que empiece usted allí. Ha visto las pos-
tales de usted, que son estupenda?, se ha
vuelto loco... y me ha encargado á mí q;ie
la contrate sin pérdida de tiempo.
Gloria ¿Usté cómo se yama?
Sr. B. Ezequiel Baena.
Glcki \ Pos miste, señó Baena, vi á hablarle á usté
clarito: como á mí me gusta er chocolate. Yo
estoy metiendo mucha buya antes de debu-
ta; y yo, puesta en este camino, no sargo á
un tablao á b'agá viruta, sino á darle ar pú-
blico lo suyo: Er j)úb]ico de Barselona disen
que tiene guasa; vamos, que tiene arate; que
se las trae con las artistas (^ue yegan de Ma-
drí; ¿usté me comprende? Y á mí aquer pú-
blico, por er carté que ya me he formao, uie
va á resibi con lo suyo; y yo, naturarmente,
voy con lo mío. Escuclie usté: yevo una dan-
sa mora, que tiene lo suyo; y una farruca,
que tiene lo suyo; y un cake-vá... que tiene lo
suyo; y cuatro tangos... que tienen lo suyo; y
un bolero, que tiene lo suyo. Y \o, á tos esos
bailes, ¿usté me comprende? les doy lo mío;
porque á los bailes — y aquí está er maestro
— una tiene que darles lo suyo; y la cosa es-
tá en tené auge ó en no tené ange. Y á mí me
párese que yo tengo ange, y que por eso á
los bailes les doy lo mío. Y la (|ue no tenga
lo suyo pa los bailes, que no sarga á baila,
— 11 —
pori^ue va á traga mncha viruta. Por eso yo,
ó pargo á darle ar público lo suyo, pa que er
púi)lico rae dé lo mío, ó me qneo en mi casa
con lo mío, pa que er público no me dé lo
suyo. ¿Qué le párese á usté?
Sr. B. ¡Que efto}' encantado con lo suyo y lo mío!
D.a Fei.. |Hija de mi arma!
Maes. Aquí la señorita se ha explicao perfeta-
mente.
Sr. B. ¡Perfetamente!
Maes. ¡O como se digal A los bailes, la artista ne-
sesita darles...
Sr. B . ¡Lo suyo: lo suyo! ¡Si no hay otra palabra!
M.AEs . Eso es; .sí, señó.
Gloria Levantándose. Un poné, pa que usté se entere.
Rosa la C'laveyina, que me paese que tiene
carté, base así la salía der tango. Da unos pa-
sos imitando á la otra. Pa mí eso llene guasa.
Sr. B. Tiene guasa.
Gloria Elisa Campo, la Torrente, sile así... La imita.
Sr. B. ¡Pues también tiene guasa!
Gloria ^;Verdá que tiene guasa? Atienda usté ahora
á mi salla. Tacatac, tacatac, tacatac...
Maes. ¡No, no! Marcándolo él con verdadero lujo de taco-
nes. Tacatac, tac tac, tacatac, tac tac...
Gloria Es verdá: me había yo confundió. ¡Yeva una
tantos pasos en la cabesa! ¿Usté ve? Tacatac,
tac tac, tacatac, tac tac...
Sr. B. «¡Vaya cardo!» ¡Eso es salir de tango y lo
demás es música!
Gloria ¿De veras le ha gustao á usté?
D.^Fel. ¡Déjame que te beze, hija mía! ¡Lo que go-
zaría tu primer padre, z' viviera!
Sr. B. ¿Cómo su primer padre'? ¿Tiene dos?
D.fi Fel. ¡Mi primer marío, he querío decí!
Sr. B. ¿Ks hija de su primer marido?
D.a Fel. No, zeñó; ez hija der zegundo; pero ai pri-
mero le gustaba mucho er baile.
Sr. B. Ya.
Gloria Pos güeno, señó... ¿Cómo ha dicho usté que
se y ama?
Sr. B. Baena.
Gloria Po-» güeno, Baena: lo mismo me pasa con
to. ¿Usté ve er garrotín? Ar garrotín también
le doy lo mío.
Sr. B. ¿Quién es el Garrotín?
Gloria Kr garrotín es otro baile.
Sr. B. ¡Ah! Me había parecido un banderillero.
Gloria Riéndose. Hombre, eso tiene ange. ¿Verdá que
ha tenío ange, mamái' ai Maestro. Ha tenio
ange.
Maes. 8í que ha tenío ange.
Sr. B. Muchas gracias.
Gloria Sin grasias: la pura. Ha tenío usté nvge.
Hay quien tiene ange y quien no tiene aw^e,
como hay quien ÚGwe pata y quien no tiene
pata. Y usté tiene ange.
Sci. B. Pues nunca me lo han dicho en la oficina.
Maes. Aquí la señorita se ha explicao perfeta-
mente. Eya ha querío desí que usté... va-
mos, que usté tiene ange.
Sr. B. Eso es lo que ha querido decir y lo que ha
dicho.
D-a Fei.. a mí ze me figura, niña, que pa que este
zeñó ze haga una idea de to tu trabajo, le
debes canta arguna coza y le debes baila ar-
guna coza.
Gloria Ahora mismo. ¿Usté trae mucha prisa?
Sr. B. ¡Ninguna!
Glori \ Pos verá usté: le vi á canta A usté unos
cuplés que me han dedicao, que pa mí que
tienen lo suyo; y le vi á baila á usté uno de
mis bailes, er porvorín, que me gusta mu-
cho bailarlo, porque le doy lo mío.
Ss. B. ¡Vamos allá!
Gloria Vi á basé salía, pa que la ilusión sea com-
pleta. Se pone un mantón de Manila y un sombrero
ancho. Pepe.
Pepe Asomando la cabeza por cima del piano. ¿Eh.''
Sr. B. (¡Corcho! ¡Había ahí detrás un hombre! ;Me
luzco si hablo mal de los pianií-tai-!)
Gloria Toca primero er paso doble de la Canela y
luego mis cuplés.
Sr. B. ¡Vamos, vamos allá!
Música
La bella Lucerito, al son del indicado ptiso doble, da
varias vueltas por la escena, arrogante y graciosa. Al
señor Baeua se le van los pies detrás de ella.
— 13 —
Maes. ¿Eh? ¿Hay trapío? ¿Hay clase?
D.íi Fel. ¡Hija de mi armal
Sr. B. (¡Yo voy á Barcelona al debut!)
Deja Gloria mantón y sombrero y canta los siguientes
«couplets»:
Gloria Entérese U8lé, señó Baena.
Sr. B. Ya, ya me voy enterando, Lucerito.
Gloria cantando.
En un pitio que no es para dicho,
tengo yo mu rebién señala
una fre^a que fué de un capricho...
de un capricho que tuvo mamá.
Y un paisano vino ayé
y rae dijo en andalú:
— Que la fresa me enseñe usté;
¡se lo pío por su salú!
Y le dije yo
ar paisano cansada de oirlo:
— Ño le enseño la fresa yo ..
poique no...
porque no...
porque no...
¡Lo demás no puedo desirlo,
que rae murta er gol)ernadó!
D.aFEL. ¿Qué ta?¿Qiiétá?
Sr. B, ¡Que la contrato en blanco, señoral
Gloria volviendo á cantar.
En un ))ueblo rabiaban dos novios
por casarse cuanto antes raejó,
y á un San Roque abogao de bodas
Je cfresieron yevarle un faro.
Lo corgaron con gran fé
ensendido ante el arta,
y jnnlitos delante de é
se abrasaban para rogá.
Y' ya tanto dio
la pareja rogando to er día,
que er San Roque se sufocó,
se indi riló,
se quemó,
se atufó,
¡y en cuantito á los novios vía
le pegaba un so])lo ar faro!
Cesa la música.
— J1 —
Sk, B. ¡Bravo! ]l)ravü! ¡\'ii usted á causar una revo-
lución donde quiera que llegue! ¡Contrata-
da deí^de este Diouientol
Gloria ¡Pos toa vía no me ha visto usté baila!
Sr, B, iNoim¡)orta! ¡Contratada! ¡Vengan las con-
diciones!
D.a Fkl ¿Tú estás oyendo, niñ:i?
Maes. ¡Como que es una arquisisiónl
Sr. B. ¡Pero una arquisisión!
Maes. ¡O como se diga!
8«. B. ¡Condiciones, vengan Ins condiciones!
Gloria Contrato por un mes; dos mir reales de an-
tisipo; viaje de ida y güerta en primera y
con lipin |ia mi madre y pa mí; peñera pa
er perro, y quinse machacantes diarios.
Sk. B. ¿Quince machacantesf
Gloria Si, señó; ni uno menos.
ü.a Fel ¿Ks mucho, quizá?
íSr. B. ¡No, señora!
I). a Fel. ¡Como ze extraña usté!
Sr. B. ¡Porque no sé lo que son quince machacantes!
Maes. Pos quinse machacantes, señó Baena, son
quinse chulés.
Sr. B. Ahora ya está más claro.
Gloria ¡Quinse duros, hablando en españó!
Sr. B. ¡Ah! ¿Quince duros son quince machacantesf
Es machacará un empresario, ¡caramba!
Gloria La Be^a Luserito no se mueve de su casa
por menos.
Sr. B. y está en su derecho la Bella Lucerito.
D.a Fel. ¡Que te vea, que te vea bailí»!
Sr. B. ¡Sí, sí, baile usted! ¡Desde luego queda us-
ted contratada, pero baile u^ted! (¡ilí'o me
gasto con esla mujer todos mis ahorros!)
Coge entusiasmado el corsé que hay sol)re una silla y
lo oprime contra su pecho, ¡.^y. Bella Lucerito!
Gloria ¡.Josú! ¿Que hase usté?
Su. B. ¡Demostrarle á usted todos los machacantes
que vale!
Hisas,
Gloria Mamá, por Dios, yévate tu corsé, que siem-
pre está rodando.
Sr. B. Peri.icjo. Ah, ¿pero el corsé es de usted, se-
ñora?
— 16 —
D.a Fel. y de usté.
Sr. B. ¡Yo no Jo quiero para nada! ¡Venga, venga
ese baile!
Gloria Ahora mismo. Pepe.
Pepe ¿Eh?
Sh. B. (¡Corcho! ¡qué sustos me da Pepe! ¡Siempre
se me olvida que está ahí!) ai Maestro. (Oiga
usted: ¿es de cuerpo entero el pianista?)
CLORn Toca er porvorín. Haserse tos pa un lao, pa
dejarme sitio.
Sr. B. ¡Lo que usted quiera, salerosa! Vamos á vél-
ese polvorín.
Bail,i Gloria al son del piano entre los comentarios del
señor Baena y de su madre, }• las indicaciones profe-
sionales del Maestro.
Maes. Salida. Grasis. Sonrisa.
Sr. B. Le da, le da lo suyo.
Maes. Caderita.
S><. B. Eí^o; caderita.
Maes, Más caderita.
Sp, B. ¡Más caderita!
D.a Fei.. ¡Ay qué cuerpo! ¡qué cuerpo!
Mae?. Sortura. Su mijita de aqué.
Sr. B. ¡Ole! ¡ole!
Maes. Grasia. Alegría. Saracatepeque. Su gorpesito-
de gurugú.
Sr. B. ¡No respondo de las butacas de orquesta!
D.a Í'el. ¡Hija de mi arma!
Acaba el baile.
Sf.B. Aplaudiendo con frenesí. ¡BraVo! ¡bravísimo!
¡Permítame usted que la abrace! ¡Es usted
una estrella! ¡Quince machaca)) tes es ))OCo!
Maes. ¿Ha visto usté? ¿Ha visto usté qué brasos?
Sr. B. Me he fijado más en las pierna?; pero en
fin... he visto los brazo«. He visto los brazos..^
y he visto un porvenir de rosa... y he visto
también... Cantando.
Lo demás no jmedo desirlo,
que me mmia er gobernado-
Gloria ¡Ja, ja, ja! Este hombre tiene aiíge.
Da Fei . Tiene ange.
Sr. B. ¿y quien no tiene a)ige al lado de usted? Se-
ñora, la felicito á usted por este pimpollo.
D.a Fel. Muchas gracias.
— 16 -
í?R. B. Maestro, lo felicito á ii?ted por esta diecí-
pula.
Maes. Se alerta con fausto.
Sr. B. y á usted... ¡Bueno, á u^ted la acompaño yo
á Barcelona! ¡Yo veo el debut! Hasta luego.
Despídanme ustedes del piauifrta.
<jlobia Pero ¿se va usté ya?
Sk. B. Sí, señora.
Gloria ¿A dónde?
Sb. B. a teléfonos. A ponerle un telefonema al em-
presario, que va á decir poco más ó menos:
«Vista Lucerito. Adquisición. Contrato fir-
mado. Tien3 lo suyo. Tengo lo mío. Quince
machacantes. Lleva un pobwrín. Díguili qui
vingui. Baena.» Buenas tardes. Vase por u
puerta del foro.
<jrLORiA ¡Vaya usté con Dios!
D.íi Fel. ]Ya nos traerá usté la razón que haya!
Gloria ¡Ya sabe usté dónde tiene su cat^a y una
amiga!
ü.a Fel. ¡Hija de mi corazón! ¡Hija de mi zangre!
¡Ven aquí, que te achuche!
Glorl-^ ¡Josú! ¡Josúl ¡Qué alegría! ¡Miste que quinee
duros!
Maes. Hay pa está contenta.
Gloría ¿Pero gustaré? ¿gustaré?
D.a Fel. ¿No has vibto como va eze hombre?
Gloria ¿Me entenderán los catalaneí-?
Maes. ¿Pos no la han de entendé, criatura, si usté
con las piernas habla er volopukt?
D.»Fei. y zi quiés zalí más pronto de dudas, pre-
gúntazelo á estos st ñores.
Gloria Es verdá. ai público.
¿Tengo yo grasia y trapío?
¿Canto y bailo con sentío?
¿Atcrruyo ó no atorruyo?
¿Le doy al arte lo mío?
I Pos denme ustedes lo suyo\
FIN
Madrid, Marzo 1)07.
ADVERTENCIA IMPORTANTE
Las empresas que pongan en escena este
entremés, pagarán por derechos de propiedad
la mitad de los correspondientes á una zar-
zuela en un acto.
OBRAS DE líOS IVIISMOS AUTORES
K.s;rriiiia y amor, juguete cómico. (2." edición.)
ttelén, 12, priaioipal, juguete cómico. (2.* edición.)
■<íilito,juí,'uetc cómif",) lírico. Música del maestro Osuna. (2." edición >
I^a iiieclia naranja, juo-uete cómico. (2.* edición.)
Kl tío «le la flauta, juguete cómico. (2.* edición.)
Kl ojito «lereolK», entremés. (3." edición.)
lia reja, comedi;i en un acto, (i." edición.)
1.a buena .soiiiltra, s;i¡neto en tres cuadros, con música del maes-
tro BruU. (6.* cdici(Jn )
Kl perejjrino, zarzuela cómica en un acto. Música del maestro
Gómez Zarzuela.
I^a vUla fntíina, comedia en dos actos. (3." edición.)
Ii0.s borrachos, saineto en cuatro cuadros, con música del maes-
tro Giménez. '^2.* edición.)
Kl cbiquillo, entremés. (5.* edición.)
lias rasas de eartón, juguete cómico.
Kl traje «le lucos, saínete en tres cuadros, con música de los
maestros Caballero y Hermoso.
Kl patio, comedia en dos actos. (3.' edición.)
Kl motete, pasillo con música del maestro José Serrano (2.* edi-
ción.)
Kl estreno, zarzuela cómica en tres cuadres, con música del maes-
tro Ohapi.
Kos <j!alcotes, comedia en cuatro actos. (3.* edición.) Traducida al
italiano con el titulo de I Galeoti por Giuseppe Paolo Pacchierotti.
Ka pena, drama en dos cuadros. (2.» edición.) Traducida al italiano
con el mismo titulo por Giuseppe Paolo Pacchierotti.
I.ia azotea, comedia en un acto.
Kl género ínfimo, pasillo con miísica de los maestros Valverde
(hijo) y Barrera,
Kl nido, comedia en dos actos. (2.' edición.) Traducida al catalán con
ol titulo de Vn niu por Joaquín María de Nada!.
Kas flores, comedia en tres actos. (,2.* edición.) Traducida al italiano
con el título de I fio r i por Giuseppe Paolo Pacchierotti.
Kos piropos, entremés.
Kl flechazo, entremés. (2." edición.^
Kl amor en el teatro, capricho literario en cinco cuadros, pro
logo y epilogo.
Abanicos y pantleretas «$ ¡ k Sevilla en el botijo! humorada
satírica en tres cuadros, con música del maestro Chapí.
I^a «lidia ajena, comedia eu tres actos y un i)rc'>lQn:o. Traducida al
aleim'in con el titalo do Das fremde Glück por J. Gustavo Rulide.
Pepita Keycs, comedia en dos actos. (í." edición).
IjOS iiieritori«>.s, pasillo.
I^a zaliori, entremés.
La reina mora, sainóte en tres cuadros, con música del maestro
José Serrano. ("2." edición.)
Zaraj^'atas, saínete en dos cuadros.
I^a zaj^ala, comedia en cuatro actos
I^a easa <le <íarcia. comedia en tres actos.
L.a contrata, apropósito.
Kl amor «|uc i>a.*ia, comedia on dos actos. Traducida al italiano
con el titulo de Vamore che passa por Giuseppe Paolo Pacchiorotti.
Kl mal de amores, saínete con música del maestro José .Serrano.
Kl nuevo .servidor, humorada.
Stauana «le .sol, paso de comedia. Traducido al alemán con el titu-
lo de Ein sonniger Morgcn por Mary v. Haken.
Fea y con g^racia, pasillo con música del maestro Turiua.
La aventura de los g-aleotes, adaptación escénica de un capi-
tulo del Quijote.
L.a musa loca, comedia en tres actos.
1.a pitanza, entremés.
El amor en solía, capricho literario en cuatro cuadros y un pró-
logo, con música de los maestros Chapi y Serrano.
liOS chorros del oro, entremés.
Klorrltos, entremés.
Amor á oscuras, paso de comedía.
La mala sombra, saiuote con música del maestro José Serrano.
Kl g'enio ale;;re, comedia en tres actos.
JEl I1ÍU4» pro4lijSrio, comedia en dos actos.
Nanita, nana... entremés con música del maestro José Serrano.
La zancadilla, entremés.
La bella I^ucerito. entremés cou música del maestro Saco del
Valle.
serafín í JOAftüÍN ÁLVAREZ (JülNTERO
Ixa paíria ehica
ZAEZUELA EN UN ACTO
MÚSICA DB
rui»:bi«to ohaf»!
SEaUMDA EDICIÓN
SOCIEDAD DE AUTORES ESPAÑOLES
Núftez fl« Balboai 12
lexo
Copyriglit, 1907,
by 8. y J. Álvarez Quintero,
LA PATRIA CHICA
Esta obra es propiedad de sus autores, y nadie po-
drá., sin su permiso, reimprimirla ni representarla en
España ni en los países con los caales se hayan cele-
brado, ó se celebren en adelante, tratados internacio-
nales de propiedad literaria.
Los autores se reservan el derecho de tradacción.
Los comisionados y representantes de la Sociedad dt
Autores Españoles son los encargados exclusivamente
de conceder ó negar el permiso de repressntación y
del cobro da los derechos de propiedad.
Droits de represen tation, de traduction et de repro-
daction reserves pour tous les pays, y compris la Sni-
de, la Norvegre et la HóUande.
Queda hecho el depósito que marca la ley
LA PATRIA CHICA
ZARZUELA EN UN ACTO
SERAFÍN f JOA()ülN ÁLVAREZ QUINTERO
MÜSICA DE
RUPERTO CHAPÍ
Estrenada en el TEATRO DE LA ZARZUELA el 15 de
Octubre de 1907
SEGUNDA EDICIÓN
MADRID
«. TBLASOO, IMP., MARQUÍS DB SANTA ANA, 11 DOr.°
Teléfono n amero 551
1910
AL INSIGNE PINTOR
íDon %3osé Pilleó as
deV-iuauo ualó u eáfiaüoi ueio, a
muía d (JH jiaitia.
ue
REPARTO
PERSONAJES ACTORES
PASTORA Joaquina del Pino^
MARÍA PILAR Pilar Pérez.
SEÑA MANUELA Irene Alba.
CONCHITA Paz Calzado.
JOSÉ LUIS Juan Gil Rey.
MARIANO Francisco Meana.
MISTER BLAY. . . Carlos Rufart.
ESPAÑITA Antonio González.
CARRANQUE ,.. Felipe Agulló.
GREGORIO Ricardo Güell.
ANSÚREZ Rafael Díaz.
MEDINA Carlos Tojedo.
El canto de José Luis con que principiaba esta zarzuela, y
que fué escrito fóIo en atención á circunstancias especiales
dereparto, queda suprimido. — N. dk los AA.
^3,>.BIBIBIBIBIBIBlBIBiaiBIBI5IBi¿iaigiBiiJj!^
IB^
LA PATRIA CHICA
Estudio en París de José Luis Romero, piutor español. A la dere-
cha del actor la puerta de entrada. Ante ella un biombo desplegado.
A la izquierda una puertecilla con cortina que da á una habitación.
Al loro dos ventanas grandes, sin reja, por las cuales se ve un jar-
dincillo alegre.— Como el estudio es pobre no hay nada en él que
valga dinero. La mayor riqueza está en los cuadros y bocetos de
José Luis y de algunos colegas que hay por todas partes, colgados
unos, y otros arrimados á la pared en el suelo. Dos ó tres figuras y
bustos de yeso, varias armas, una tarima, y sobie ella aii maniquí
con una chaquetilla de luces, etc , etc. Diversidad de bancos y sillas.
JOSÉ I.ÜIS, mozo simpático, pinta entusiasmado en nu gran lien-
zo que representa una figura de mujer andaluza, de tamaño natural,
envuelto el cuerpo en vistoso mantón de Manila. Colocado en un
maniquí análogo al que hay en la tarima, esta el mantón que le
ha servido de modelo.
Preséntase en ia puerta de entrada ESPAÑITA, viejecülo andaluz
alegie y animoso.
Españita. ¿Se puede?
José Luis. ¿Quién? ¡Adelante, Españita!
Españita. Dios guarde á usté, don José Luis.
José Luis. Ven acá. A ver qué te parece esto.
Españita. ¿Lo acabó usté ya?
José Luis. Ahora mismo.
— b —
Españita. Admirando el cuadro. ¡Presíoso! ¡presiosol
José Luis. ¿De veras tegu^staV
Españita. ihté va á haserse rico en París. Se lo dise
á usté un modelo viejo. Ese ñeco está pintao de mano
maestra.
José Luis. ¿Y la cara? ¿Qué dices de la cara?
Españita. Que yo no he conosío A esta mu Jé, pero
que debe de está hal)lando.
José Luis. ¡Hablando está! No es pasión de artista.
Es que Dios ha dicho vas á acertar, y he acertado en
ñrme. Te aseguro, Españita, que nunca soñé que pin-
tando á esta mujer de memoria pudiera salirme tan pa-
recida.
Españita. Sí que es milagroso de veras. ¿Lo ha visto
mister BlayV
José Luis. Todavía no. Luego he quedado en ir por
él para que venga á verlo. ¡No te digo nada cuando lo
vea! ¡El está que sueña con el cuadro!...
Españita. ¿Se lo pagará á usté á peso de oro?
José Luis. Según lo encuentre. A mí me ha dicho
que si acierto con lo que él lleva en la imaginación, me
entierra en libras esterlinas de pie.
Españita. ¡Ja, ja! Y es nmy capaz de haserlo.
Asoma CARK.'^NQUE en la ventana de la derecha del foro. Es un
joven pálido y triste, que iuma en pipa. Habla con afectado desdén
de las cosas. Viste con desaliño.
Carranque. Hola, José Luis.
José Luis. Hola, Carranque. Pasa.
Carranque. No estoy de humor.
Españita. Espantárame yo, don Manué.
Carranque. Adiós, líspañita.
José Luis. ¿Tra))ajas mucho?
Carranque. Nada. ¿Para qué? No creo en el trabajo.
José Luis. ¿Has heredado á alguien?
Carranque. Tampoco creo en las herencias, mu-
chaclio. Me meto en mi estudio, á zambullirme estúpi-
- 9 —
damente en mi pereza. Huyo de ese nauseabundo Pa-
rís, que me ataca los nervios, con asco. ¡Bah!
José Luis. Te compadezco, chico. Lo que es así vas
á entregarla pronto.
Carranque. Sería una soluci('>n. Pero tampoco creo
en la muerte.
Españita. Ah, pues no tenga usté duda: se muere la
gente por ahí.
Carranque. Oye una cosa, tú, flor de optimismo.
José Luis. ¿Qué quieres?
Carranque. Mira cómo estudias una parada.
José Luis. ¿Es que vas á pedirme dinero?
Carranque. ¡Nunca! No creo en el dinero. ¡Bah!
Españita. ¡Claro! Pa creé en siertas cosas hay que
conoserlas.
Carranque. Te decía lo de la parada, porque ahí fuera
disputan con madame la concierge tres españoles que se
me figura que quieren saludarte de modo expresivo.
José Luis. Con sorpresa. ¿Tres españoles?
Carranque. Un español y dos españolas. El viste de
baturro. En ellas no he parado mientes. Porque son
guapas, ¿sabes? pero con aquella belleza tosca, ordina-
ria, de nuestras pobrecitas compatriotas.
Españita. n. José Luis. (¡Tírele usté argo!)
José Luis. Pero hombre, ¿cómo no te has detenido
á ver qué querían? Estoy por salir yo.
Carranque. Haz lo que te plazca. Yo me he venido
huyendo. ¡Bah! Les españoles me molestan en casa y
fuera de casa.
Españita. ¿De qué pueblo es usté, don Manué?
Carranque. De un pueblo de cuyo nombre no quiero
acordarme. Y siento haber citado el Quijote; ese libraco
soporífero. Un pueblo de la España negra, triste, inqui-
sitorial... ¡Qué país! ¡No se come más que cocido! ¡Bah!
Hasta luego. Me voy á mi torre de marfil. Hasta luego.
Vase.
— 10 —
José Luis. Adiós, hombre, adió.s. a Españita. ¿Qué te
parece?
Españita. (¿ue no le vendría mal argunos días, en lii
torresita de marfí, un po({UÍto de cosido do ese que se
come en España.
José Luis. Es un majadero forrado de lo mismo. ¿Y
quiénes serán esos compatriotas?... Dos mujeres... im
aragonés... Me sorprende mucho.
Españita. Pues va usté á salí muy pronto de dudas.
Porque ir('(> que ya están ahí. ¿No oye usté?
José Luis. En efecto; aquí llegan.
Pastora. Dentro, llamando á la puerta. ¿Se pué pasá?
José Luis. Adelante,
Pastora. Después de abrir la puerta, sin asomar aún. ¿Hay
permiso?
José Luis. ¡Adelante, adelante!
Salen PASTORA, MARlA PILAR y MARIANO. Pastora es anda-
luza y Maria Pilar y Mariano aragoneses. Visten pobremente los tra-
jes peculiares del pueblo en sus respectivas regiones.
José Luis. Sorprendidísimo. ¡Pastora! ¿TÚ?
Pastora. Yo misma, don José. Dichosos los ojos que
lo están viendo.
Se estrechan Ins manos con efusión.
José Luis. Pero, muchacha, ¿tú en París?
Pastora. Suspirando. Yo en Parí, por mi mala for-
tuna.
Mariano. Güenos días á to esto, siñor artista.
María Pilar. Güenos días.
José Luis. Felices. Siéntense ustedes donde quieran.
Esta es su casa. Basta que vengan con Pastora y que
sean españoles.
Mariano. Se estima.
María Pilar. Falta que nos hace. Yo estoy rindida.
Se sienta.
Pastora, i.o mismo Yo también, ¡Ay, qué tres días
yevamosl
-li-
jóse Luís. Sentándoselo jimio. Aliora me coiitarás, mu-
jer. Porque te aseguro que lo que menos esperaba era
verte aquí. ¡Vaya, vaya con mi primer modelo! Estás-
más guapa cada día. a Mariano. ¿Usted no se sienta?
Mariano. Sí, siñor; pero antes va usté á consentime
que le dé un abrazo.
José Luis. Levantándose á ello ¡Ahora mismo!
Mariano. Dios se lo pague: y apriete usté como si
fuera de la familia.
José Luis. ¡Compadre, usted es el que aprieta conio
si yo no fuera de la suya!
Mariano. Perdóneme usté. Es que lo hi cogido con
ganas. ¡Gracias á Dios que nos pone en sitio donde nos
entiendan lo que hablemos!
Se sientan los dos.
María Pilar. Sí que es antipática esta tierra: ¡hasta
los letreros de las calles están en francés!
Mariano. Si eso sucediera en España, ya nos critica-
rían, ya.
José Luis. Yo, cuando vine, pasé también los gran-
des apuros.
Pastora. Don José de mi arma, ¡qué angustia de
idioma! ¿Querrá usté creé que á mí ni los loros me en-
tienden? ¡Miste que enseñarles fransés á los loros!
José Luis. Bueno, bueno, vamos á ver: ¿qué viento
te ha traído por París?
María Pilar. Viento de tronada, siñor. Xunca hu-
biera soplao.
Pastora. A Parí me ha traío mi mala fortuna, coma
ya le he dicho á usté antes, y los consejos de miás de
cuatro que me yenaron de humo la cabesa. Usté sabe
que yo, viendo que de modelo no se come, me metí á
cantaora. Armé un arboroto, eso sí; pero el arboroto fué
mi perdisión. Porque empesó to er mundo á desirme:
«No seas tonta y vete á Parí. Tu suerte está en Parí.»
Y dale con Parí. Y torna con Parí. Y tanto hablaron»-
— 12 —
•que me vine á Parí. Y ya estoy en Parí... y mardita la
íírapia que me hase á mí Parí.
María Pilar. Ni á ti ni á nadie.
Mariano. ¡Condenao París! ¡Qué malamente nos ha
recibiilol
María Pilar. ¡Cuándo lo perderemos de vista!
Pastora. ¡Cuándo querrá Dios! ¡Ay, er día (\ne yo
r-arga de Parí, vi á sortá un suspiro como pa hincha un
gloho!
Mariano. ¡Malhaya París! a Espafüta. ¿TTsté no será
de París^
Españita. No, señó; no soy de París.
Mariano. ¡Porque se había lucido!
Españita. con júbilo. Yo soy españó, como ustedes.
Paisano de esta señorita tan guapa.
Pastora. ¡Ole! En la manera de escucharme había
yo conosío que era usté andaluz ¿Es usté der Puerto?
Españita. No, señora, que soy der mismo Cadi. Der
barrio e la Viña.
Pastora. Y^o soy de Málaga: perchelera.
José Luis. Pues nos juntamos aquí tres andaluces;
<iue yo, aunque no lo parezca, también nací por allá
atrajo.
Pastora. Ya lo sé.
Españita. Me casé con una fransesa, y por eso me
he quedao aquí. Las mujeres tiran más que uno.
Mariana. Entonces... disimule usté lo que se ha ha-
iilao. Aunque de las mujeres francesas na malo himos
-dicho.
Españita. De la mía puén ustés desí lo que se les
^mtoje.
Mariano. ¿Está usté separao?
Españita ¡Ojalá!
María Pilar. ¿Es también de las que al recogérselas
£ayas enseñan las piernas?
Españita. ¡También! ¡Pero más valía que no las en-
— 13 —
señara! Risas. Por desgrasia, mi mujé no podría serví de
modelo, como yo sirvo.
Pastora. ¿Sirve usté de modelo?
Españita. Sí, señora. Elegí este ofisio, porque tan
pronto me veo de rey, como de fraile, como de torero^
como de majo... ¡y to sin moverme! ¿Se pué duda de
que yo sea españó?
Nuevas risas.
José Luis. Bueno, Pastorilla, cuéntame ya cuál es tu
desgracia y la de tus amigos, por si de algo puedo yo-
servir.
Pastora. Cuéntalo tú, María Pila.
María Pilar. Lo que nos ocurre, siñor, es que un im-
presario sinvergüenza nos sacó de España con engaños,
y nos trajo á París en compañía de unos cuantos artis-
tas más. Mi hermano aquí presente y yo, cantamos
jotas. En vez de llevarnos al teatro que habíamos con-
vinido, nos llevó á una barraca que está allí donde
Cristo dio las tres voces y no lo oyeron. Fracasó el ne-
gocio— claro es,— y lo pior de to es que el muy granuja
se escapó con una bailadora, se llevó mucha de nuestra
ropa, y nos dejó en esta Babel sin más amparo que el
que nos quiera llover de allá arriba. Pero se conoce que
los santos aquí también son franceses, y por más que
les pidimos cosas, como se las pidimos en español no-
nos entienden y no nos hacen caso. ¡Ya podían tener
un interpretico allá arriba, ya!
Pastora. Van dos ó tres días que de milagro dormi-
mos bajo techao y comemos caliente. En er Consulao
de España, como son tantos á pedí, no sabemos lo
que podrán hasé. Y nuestra situasión no armite C'^-
pera. Anoche vagábamos desesperaos por esas cayes, y *
quiso la casualidá que me encontrara á aquer mucha-
cho seviyano, también pintó, que usté me presentó-
en Madrí.
José Luis. Ah, sí: Molina.
— H -
Pastora. Molina. Pero er poljre Molina está tan pe-
ralto á la paré que no lo despegan ni con agua caliente.
No pudo darme na. Me dijo que usté vivía aquí y que
usté quisa pudiera socorrernos. Y apenas salió er S()
echamos pa acá. Ahí en un banco de esa plasa que hay
á la güerta, se han quedao esperándonos los compañe-
ros. Por lo que usté más quiera, don José, si usté no
tiene, discurra usté argo: mándenos usté á España Yo
le dejo á usté que me dé un beso, y si usté me deja á
mí, se lo yevo a su madre. ¡Mándenos usté á España!
Sileucio.
José Luis. ¿Dónde dices que se han quedado los
otros compañeros?
Pastjra. Ahí... en la plasa esa... derpalasio ese... de
la estatua esa.
Nuevo silencio. La andaluza y los aragoneses esperan con gran
ansiedad á que hable José Luis.
José Luis. Pues, hija, si valieran deseos, esta misma
tarde se iban ustedes para España. Pero, la verdad, aun
que he venido aquí á hacerme rico... todavía no he con-
seguido sino mal comer, trabajando mucho. Ando por
ol estilo de Molina. Españita lo sabe. Y tú me conoces
■de sobra. Lo que yo tuviera sería tuyo; de u.stedes; pero
no tengo un cuarto.
Gran aljatimiento.
Pastora. ¡Ay, madresita mía der Carmen!
Mariano. ¡Toas las puertas se cierran!
María Pilar. ¿Qué ti hemos hecho, Virgen del Pilar?
José Luis. Abriendo camino á la esperanza. Ahora...
Pastora. ¿Ahora, qué?
José Luis. Hay un rayo de luz todavía.
Españita. ¡Hay más que un rayo: ya sé yo por don-
de va usté!
Pastora. ¿Por d(tnde?
José Luis. Vuelve la cara y mira el cuadro ese.
Se levantan todos.
— 15 -
Pastora. Asombrada, mirándolo. ¡JeSÚS, DioS mío! ¡Qué
retebién está!
José Luis. ¿La conoces?
Pastora. ¡Digo! ¿No la he de conosé? ¡Esta es Mer-
seditas la Caramela!
José Luis. Loco de alegría. ¡La Caramela! ¡-Justamente!
Pastora. ¡Si se sale! ¡Si es estarla viendo! ¡Qué mujé
más bonita ha sio siempre!
José Luis. ¡Déjame que te abrace, Pastora! ¡No nece-
sito escuchar más! ¡Déjame que te abrace! ¡Vengan
esas manos, simpáticos aragoneses! ¡Choca, Españita,
choca tú también!
Pastora. Pero ¿qué le susede á usté?
Mariano. Pero ¿qué le pasa?
José Luis. Lo más grande, lo mejor que puede pa-
sarle á un artista. ¡Que soy creador: que le doy alma á
una criatura con mis pinceles! Oigan ustedes la historia
de este cuadro.
Pastora. Hable usté, por los ojos de su cara.
José Luis. Hay en París un extranjero, mister Blay,
hombre extraordinario, rarísimo, con más oro que pesa
y que tiene gran pasión por las cosas de nuestra tierra.
En prueba de ello, el castellano lo habla como tú y
como yo. Bueno, pues este mister Blay— estoy nervioso
de alegría, estoy fuera de mí, — conoció en Granada
una noche á la Caramela. El es hombre de pasiones
ardientes, y se enamoró de ella como un mahometano.
La chiquilla por supuesto lo merecía: estaba hecha un
capullo de rosa. Al día siguiente de conocerla, desaten-
tado, ciego, la buscó para ofrecerle su fortuna, su mano,
su vida entera... ¡qué sé yo! Pero Mercedes había des-
íiparecido no sabemos con quién, y esta es la hora en
que nuestro hombre no ha vuelto á encontrarla viva ni
muerta.
Pastora. En Méjico disen que está, con Paco er mc-
lonero.
— 16 —
José Luis. Eso dicen, pero vaya usted á averiguarlo.
El hecho es que mister Blay, charlando conmigo una
tarde, se enteró con asombro de que yo fui gran amigo
de Mercedes, y me dijo así: «Yo lo entierro á usted de
pie en libras esterlinas — que son monedas de cinco du-
ros,—si rae pinta un buen retrato de aquella mujer. »
i Y aquí está el retrato! ¡Y tú la has reconocido apenas
has vuelto los ojos! Excuso decirte que se me figura
estar ya tocando las libras esterlinas, Y excuso decirte
también que las primeras que coja en mis manos irán
á las de ustedes para que se vuelvan á España y dejen
de sufrir.
La alegría del artista se ha ido comuuicaudo á sus oyentes.
Pastora. ¡Ay, don José de mi corasón! ¡Lo que acaba
usté de desirnos! ¡Vaya usté corriendo por ese inglés!
José Luis. Sí que voy á ir, no te creas.
Mariano. Y risulte lo que risulte. Dios le pague á
usté su intinción.
María Pilar. Y permítame usté á mí que le bese la
mano con que ha hecho esa pintura.
José Luis. ¡Mujer!
María Pilar. Tengo en España un hijico que se me
está muriendo; y si gracias á usté llego á tiempo de
verlo vivo, pa mí que se me salva, siñor artista; que de
otros males plores lo. ha sacao su madre. Permítame
usté que le bese la mano.
José Luis. ¡Bah! ¡bah! ¡No hay que pensar en cosas
tristes! ¡Hoy ya es todo de color de rosa!
Mariano. ¡Sí, siñor; dice usté muy bien! ¡Paice que
sernos otros!
María Pilar. ¡Y sernos otros! ¡Y ahora mismo voy :v
llévales la noticia á los compañeros!
José Luis. |Y que con usted se vengan aquí!
Españita. ¡Eso! ¡eso! ¡Que se vengan aquí!
Pastora. ¡Bendita sea la madre que lo trajo á usté
ar mundo, don José Luis! ¡Pinta usté mejó que Muriyo
- 17 —
y et? usté más güeno que tos los santos que pint() jMu-
riyd! ¿i 'os no estoy yorando de alegría?
Españita. ¡Si estoy yorando yo, señora! ¡Viva la Re-
pública!
Mariano. ¡A ver si vamos á la cárcel!
Españita. ¡Ca, hombre! ¡Aquí se pué grita eso á toas
lloras! Por gritarlo una vez na más en España yevo yo
en Fransia cuarenta y sinco años.
Muchas risas.
José Luis. Españita, el momento lo merect; y lo
pide: ¡cántanos tu canción española!
IVIariano. ¿Qué canción es esa?
Españita. Una que yo he sacao pa consolarme der
destierro y der matrimonio, y que canto tos los días
cuando me levanto y cuando me acuesto... y cuando
peleo con mi mujé. Van ustés á oiría.
Mariano. ¡Venga, venga!
Se sientan todos á escuchar á Españita.
Música
£spañita, poseído de gran entusiasmo, y con todo el aire gallardo
y calavera que sus flojas piernas le permiten, da un par de pasees,
admirado por todos. Luego rompe á cantar.
Españita. Yo soy españó:
yo soy de la tierra dichosa
der vino y der só.
Para haser en el aire castiyos
me basta un guitarro;
para estarme tendido en la cama
me basta un catarro;
para vé como pasan las hora.s
me basta un sigarro;
para darle mir güertas ar mundo
me basta una copa de vino y un jarro.
— 2
— 18 —
¡Chitón! ¡Chitón!
¡Me carga la Costitusion!
Paladín soy que no caya
en defensa de su fe;
soy ministro que no haya
ni un escoyo en cuanto ve;
general soy que avasaya,
y sin tropas ni metraya,
yo no pierdo una bataya
en la mesa der café.
Yo tengo tesoros
de supertisión;
un naipe de oros
es un fortunen.
Me encantan los moros
y la Inquisisión,
y voy á los toros
y luego ar sermón.
Dándose golpes de pecho.
— ¡Santo, santo, santo,
Señor, yo pequé!
<Jritanc1o, como si estuviera en los toros.
- ¡Señor presidente,
no lo entiende usté!
- ¡Santo, santo, santo,
misero mortá!
- ¡Vayase usté ar toro!
¡Granuja! ¡morra!
Yo nunca estoy triste:
yo soy españó.
— 19 —
A todo infortunio mi patria resiste.
Es la única tierra que ersiste
que vendo y revende la sombra y er só.
Yo soy españó:
yo soy de la tierra dichosa
der vino y der só.
<,'esa la música entre aplausos y aclamaciones á Españita.
María Pilar. ¡Mira qué bonica es!
Mariano. ¡Bonica de veras!
Españita. Cuando estoy enfadao con mi mujé y se
la canto, le sienta peo que unas banderiyas e fuego.
¡Ja, ja!
María Pilar. ¡Conque, yo me voy á llegar por los
otros!
Españita. ¡Y yo la acompaño, que me gusta mucho
dá güeñas notisias!
José Luis. ¡Pues yo estoy aquí con mister Blay antes
de media hora!
María Pilar. ¡Pues andando!
José Luis. ¡Andando!
Se van anhelantes por la puerta <le la derecha. María Pilar delan-
te, y Españita y José Luis abrazados detrás entonando la canción de
Españita. Pastora va con ellos hasta la puerta, y luego, con orgullo
atisfecho, se dirige á Mariano.
Pastora. ¿No se lo dije á usté? ¿Hisimos malamente
en vení aquí? Ahí tiene usté lo que son las cosas: un
andaluz es er que va á sarvarnos. ¡Un andaluz! Pa que
usté se entere: ¡un andaluz! ¡Métase usté ahora con los
andaluses! ¡Eso, eso es un andaluz!
Mariano. Ya ha dicho él que no lo parecía.
Pastora. ¿Sí, verdá? Con que no lo parezca y lo sea.,.
Usté tampoco paese bruto... y pué dá lersiones.
— 20 —
Mariano. ¿Ya empezamos'? ¡Que siempre liimos de
estar riñendo!
Pastora. No ge meta usté con mi tierra.
Mariano. Si es usté la que se mete con la mía.
Pastora. Porque usté la quié compara.
Mariano. ¿Comparala yo? ¡Dios me libre! ¿Qué com-
ytaración ha de haber entre un país que no da más que
embusteros y otro que dice las verdades claras?
Pastora. ¡De boquiya! Mucha palabra gorda, mucho
puñetaso en er pecho, mucho maño pa arriba, mucha
maña pa abajo... y eso es lo que tienen ustés: mucha
maña... pa engaña á to er mundo.
Mariano. ¡Usté quié oíme!
Pastora. Poro conmigo se la lía usté ar deo, compa-
dre; que ya ha querío usté varias veses entra por uvas...
y se ha encontrao usté con un perro en la viña.
Mariano. Siempre le hará usté caso á algún flamen-
co escucliimizao, de esos que vienen con no.sotros.
Pastora. A cuarquiera, menos á un liombre que se
ensiende los fósforos en la cabesa.
Mariano. Dándose en ella un puñelazo. ¡Es que hav qUO
ver bien la caecica!
Pastora. Der país. Tienen ustedes que usa pañuelo
en vez de sombrero, porque los sombreros se lastiman...
Mariano. Gracia me hace usté á veces: la verdá sea
dicha.
Pastora. ¡Pos es raro; porque nasi no me acuerdo
dónde!...
Mariano. ¡Anda con Dios! No se le pué echar á usté
un piropo: en siguida se engríe. ¡Cristo, qué humos con
la gracia! ¡Estoy ya de la tierra e la gracia hasta los
mismos pelos! Y dispués de to, si va usté á míralo, por
cada andaluz que sale gracioso, já cuánto pelmazo hay
que aguantar! ¡Por aquello de que son de la tierra e la
gracia!
Pastora. No, no, si eso es sabio: pa grasia, los arago-
— 21 —
neses. imitáudoio con exageración. «¡Chiquio! ¿Cómo has
podio comerte un cabrito tú solo? ¡Ahi tiés tú: entró á
juerza e pan!» Vaya grasia... y va3'a finura.
Mariano. ¡De la finura no se ha hablao! ¡Usté quié
oime!
Pastora. Ni de la finura ni de na debía hablarse.
Yo no sé pa qué discuto con usté. ¿Dónde se va á pone
tierra con tierra? Er día que va3-a usté á Seviya, y oiga
usté repica las veintisinco campanas de la Girarda...
Mariano. ¡Joroba con las veinticinco campanas, si-
ñora! ¡La Campana de Huesca no es más que una, y es
más soná que toas las veinticinco de usté! ¡Y no se la
refriego á usté tanto por los hocicos!
Pastora. Che, che, che; que yo no tengo hosicos;
que me confunde usté con la burra, como en toas las
•coplas de amores que canta usté.
Mariano. ¿También se va usté á meter con las coplas?
Pastora. Volvleudo á imitarlo.
La burrica de mi suegra
y el burrico de mi suegro,
tuvieron una burrica
y yo les hice el cuarteto.
Eso es una fió y lo demá es un cardo.
Mariano. ¡Usté quié oíme!
Pastora. Siempre cambian ustés á la novia por la
burrica. Por argo será.
Mariano. ¡Repaño, esas son gromas! ¡Y cuando uno
está de groma... dice lo que siente! ¡Dispués de to, pre-
feribles son esas salidas á los yorigoris del cante jondo
que usan ustés por Andalucía!
Pastora. ¿Cómo gorigoris?
Mariano. Remedando los ademanes de los cantadores de fla-
menco. Que entré en el cimenterio y pisé un güeso; que
mi madrecita se me muere; que á mi padrecito le dan
garrote; que si el presidio, que si el hespital... ¿Eso es
■estar de jota ó es estar de iideum?
— 22 —
Pastora. Lo que hay en mi tierra son unos cantares^
(le cariño que ni soñando los ha escuchao usté nunca.
Mariano. ¡Pues anda que en la mía!
Pastora Lo primero que farta en la de usté es quien.
sejia (jueré de ley.
Mariano. ¡También es inorancia! Siñora, vaya usté
á Teruel, y vea usté las momias de los amantes. ¡Toa-
vía se están mirando!
Pastora. En Andalusía nos aprovechamos antes de-
yegá á momias. Oiga usté esta coplita:
Dies años después de nmerta
y á la vera de mi hoyo,
has de encontrar unas ñores
con er coló de tus ojos.
Mariano. ¡Está bien! ¡Pero no salimos del cimente-
rio y de sus alredores!
Pastora. Pos oiga usté esta de otro estilo.
He visto una marvaloca
en un campito andaluz,
tan gayarda y tan bonita
que me paresiste U'i.
Mariano. ¿Eso es á mí?
Pastora. ¡No, hombre! ¡No sea usté anima! Eso es de
un enamorao á su novia: en luga de desirle que no va
á verla porque está en er pesebre trabao, que es lo que
usté diría.
Mariano. ¿Ah, sí? Ya que me pica usté el amor pro-^
pió, a ver si entre tos sus cantares saca usté uno de su
tierra como este que canto yo de la mía.
Pastora. Vamos á verlo.
Música
Mariano. Apoyando un pie en un banquillo y simulando que
toca la guitarra.
En Aragón hi nació
porque así lo quiso Dios:
— 23 —
si me consultan mi gusto
también nazco en Aragón.
Pastora. Esa es mu bonita,
varga la verdá;
pero oiga usté una
que le va á gana.
Aquer pueblesito blanco
(¡ue está entre los olivares,
vale más que er mundo entero
porque ayí tengo á mi madre.
Mariano- A eso de la madre
le hi de contestar;
que la madre es cosa
para tos igual.
Viejecica, viejecica,
á tu Virgen que es tan suena,
dile tú que me perdone
que te quiera más que á ella.
Pastora. De Virgen sé yo una
que es un portento.
No hay en otra ninguna
más sentimiento.
Los ojos con que lo miro
te ofrezco yo, Virgen mía,
porque no miren á otra
los ojos conque ér me mira.
— 24 —
Mariano. ¡Pues allá va esta de carino!
Es tanto lo que la quiero,
que cuando la])ro la tierra,
mi arado escribe en el surco
su nombre letra por letra.
Pastora. ¡Pos aya va esta otra!
Lo yevo tan en el arma,
que cuando yoran mis ojos,
en cada lágrima mía
va una imagen <lerque adoro.
Mariano. De cariño una rosa
planté en mi pecho,
y los celos me espinan:
¡malditos celos!
Pastora. Kr cariño es un niño
que yora y ríe:
er cariño sin yanto
no echa raíses.
Mariano. Vo bendigo á todas horas
la tierra donde nací...
Pastora. interrumpiéndole.
¡Eso es de mi tierra!
Mariano. ¡No, que es de la mía!
Pastora. ¡Siempre se ha cantao
por Andalusía!
Mariano. ¡Pues en Zaragoza
ya lo escucharía!
Pastora. ¡Eso es de mi tierra!
Mariano. ¡No, que es de la mía!
— 25 —
Yo bendigo á todas horas...
Pastora. Yo bendigo á todas horas..,
Mariano. La tierra donde nací...
Pastora. La tierra donde nasí...
Mariano. Porque por algo mi madre.,
Pastora. Porque por argo mi madre.
Mariano. Hizo que naciera alH...
Pastora. Hiso que nasiera ayi.
Mariano
¡Siempre se ha cantao
por Andalusía!
¡Pues en Zaragoza
va lo escucharla!
Cesa la música.
¡Bien ha estao de copUcas!
Pastora. ¡Bien ha estao!
Mariano. Pero no himos dicho ninguna contra la-s
suegras.
Pastora Como ni usté ni yo nos hemos casao, toavia
no ha}' motivo.
Mariano.
muy sabida:
Miste esta que me ricuerdo ahora y que es
Aquel que quiera mandar
mmiorias á los infiernos,
la ocasión la jñntan calva:
mi suegra se está muriendo.
Pastora. Pos atienda usté á esta, que oí yo en un
bautiso en Seviyp:
Guando se muera mi suegra
que la entierren boca abajo,
por si escarba pa salirse
que se vaya más pa abajo.
Mariano. ¡Cristo qué ideíca!
— 26 —
PSStora. Mirando por una de las veutanus. ¡Ahí está nues-
tra gente! Tendrá que oí la seña Manuela. Encaminase
bacía la puerto.
Mariano. Escuehe usté, Pastora.
Pastora. Deteniéndose. ¿Qué hay, Mariano?
Mariano. Que lo pior de to será que le toque á usté
una suegra de mi tierra.
Pastora. Lo pior será que me toque un marido,
¡(i üerva usté por otra! vase,
Mariano. Se mi está metiendo en el seso esta mujer.
Y mientras más riñimos, más me gusta. ¡Y riñimos tos
los días veinticuatro veces! Pero ¡anda! que hasta que
no me diga que Aragón vale más que su tierra, no li he
de decir yo lo que estoy pasando.
Capitaneados por ESPAÑITA, PASTORA y MARÍA PILAR, llegan
auimosos y alegres la SEÑA MANUELA, CONCHITA, xMEDlNA,
ANSÚREZ y GREGORIO, andaluces todos menos este último. La será
Manuela, madre de Conchita, es una vieja agitanada; Conchita, es
bailadora; Ansúrez, cantador, y Medina, tocador. Lleva consigo una
guitarra enfundada. Es l:omV)re entrndo eu años y habla siempre en-
tre lágrimas y sollozos. Gregorio es un mozo b.iilador aragonés.
Españita. Por aquí; vengan por aquí. Llevándolos ante
el cuadro de José Luis. Este cs cr rctratito que va á hasé er
milagro.
Todos lo contemplan con admiración. Algunos materialmente em"
bobados. Pausa,
Conchita. ¡Ay, qué cosa más presiosa!
Seña Manuela. ¡Ay, qué manos de hombre!
Ansúrez. ¡Vaya asúcar cande! No le farta más que
er parpagueo.
Medina. Yo no pueo vé estas cosas sin echarme á
3'orá. ¡Seviya e mi arma!
Seña Manuela. Er mantón está hablando.
Pastora. f-;La conoseis?
Ansúrez. ¡Pos ya lo creo!
Conchita. ¿No la tenemos de conosé?
— 27 —
Gregorio. Que no ha pestañtíado hasta ahora. ¿Es la RipÚ-
blica?
Todos se ríen.
Espafiita. ¡Ja, ja! La República, dise.
Mariano. ¡Qué bruto eres, Grigorio!
Gregorio. ¡Del roce con tú!
Ansúrez. ¡Es Merseditas la Caramela!
Medina. ¡Si es verla en persona!
Conchita. ¡Como que paese que nos va á habla!
Seña Manuela. Ganas me dan de preguntarle qué
ha hecho de unos pendientes que le presté.
María Pilar. ¡Güen respiro ha tenido la seña Ma-
nuela!
Seña Manuela. Respiro cuando nos veamos en er
ferrocarrí. ¡Ay!
Pastora. No me hable usté de eso, que me paese-
mentira
María Pilar. Y á mí también. Lo veo y no lo creo.
Ansúrez. Yo, ¡mardito sea er mundo! como faye la
combinasión me tiro ar Sena.
Seña Manuela. ^;A qué sena? ¿Quién habla de senas
ahora, si toavía está en el aire el armuerso?
Españita. ¡Ja, ja!
Gregorio. ¡Lo pior será que nos den billete de ida y
güelta! ¿Qué hacemos 3ntonces?
Mariano. ¡Amontarnos en tú, paque nos lleves uno
á uno!
Medina. Compañeros, yo estoy entregao. Me acuerdo
e mi casa, me acuerdo e mi gente, y como ya soy
viejo...
Seña Manuela. ¡Puñales! ¡no nos meta usté er cora-
sen en un puño!
Vuelve JOSÉ LUIS en esto. Los recién llegados se deshacen en.
cumplimientos y bendiciones.
José Luis. ¡Paisanos, salud!
Españita. ¡Este cabayero es er padrino!
— 28 -
Seña Manuela. ¡Ay, señó padrino! ¡Bendita sea la
iiiiulrc ([Ue lo parió á usté!
Ansúrez. ¡Dios le premie á usté lo que va á hasé con
•estos pobres desterraos!
José Luis. Vaya, vaya..
Medina. ¡Crea er señorito que es una ohra i; ca-
ri, lá I
Conchita. ¡xVrgún día se la pagaremos, ca uno como
puea!
José Luis. No se hable de e.so, por amor de Dios.
Seña Manuela. ¡Esta hija mosita tengo: si la quié
usté, se pué casa con eya esta tarde!
Conchita. ¡Y lo mismo le digo yo á usté de mi
■mamá!
Medina. ¡Yo no tengo más que esta guitarra, hereda
de mi padre, y es de usté!
Ansúrez. ¡Yo no tengo más que un corasón pa agra-
-deserle su servisio!
María Pilar. ¡Grigorio, di tú algo!
Gregorio. ¡Si no me dejan estos, que hablan tos á la
vez!
José Luis. Bueno, bueno, basta de gratitudes ya...
No me emocionen más de lo que estoy. El extranjero
■que va á pagar el cuadro se ha detenido á la puerta del
estudio con un amigo... Apártense ustedes á un lado
para no llamarle la atención cuando entre.
Obedecen todos con gran solicitiid.
Españita. Yo me voy ahí junto, al estudio der señó
i )urand; que es mi hora. Si nesesita usté argo, ya sabe
<l<')nde estoy.
José Luis. Gracias, Españita.
Españita. Paisanos, hasta luego.
Pastora. ¡Hasta luego!
María Pilar. Vaya usté con Dios.
Mariano. Que le veamos, ¿eh? »
Medina. ¡Que le demos á usté un abraso!
— 29 —
Se va Españita por ¡a puerta de la derecha. A poco se lo ve cru-
zar hacia la izquierda por el jardín.
José Luis. Moviendo un poco el caballete que sostiene el cua-
dro. Así parece que le da mejor luz. ¿Verdad, Pastora'?
Pastora. Xo tenga usté cuidao ninguno, que le va á,
encanta, Conchita y Ansúrez y Medina y tos se han
quedao con la boca abierta.
Ansúrez. Verdá que sí: es un cuadro presioso.
Medina. A mí se me sartan las lágrimas na más e
lo miro.
Gregorio. ¡Y aguarde usté que le pongan el marco!
José Luis. Mister Blay viene ilusionadísimo, soñan-
do con la primera impresión. .Al fin y al cabo es ui>
enamorado. Aquí llega. Adelantándose á recibirlo. Pase el
ilustre mister Blay á honrar una vez más mi modesto
estudio.
El grupo de los españoles está al lado opuesto del cuadro. Pastora,
delante de todos ellos, en primer término. Llega MISTER BLAY. Sis-
figura es noble y simpática; su rostro encendido. Es hombre de me-
diana edad, y no es rubio ni tiene patillas. Usa monoclo. Viste ele-
gantemente de americana. Habla con calma inalterable y con leve
acento extranjero.
Mister Blay. Buenos días.
Todos contestan á su saludo con la misma frase, aunque no á la
vez, naturalmente.
José Luis. Mister Blay, he acjuí mi humilde obra,-.
esperando su aprobación.
IVIister Blay. Vamos á verla En este momento, cuando se
cala el monoclo ¡tara mirar el cuadro, tropiezan sus ojos con la figu-
ra de Pastora, que le subyuga y que le atrae. No puede contener nna
ligera exclamación de asombro: ¡Ah! Permanece un rato admiran-
dola. La inquietud del pintor aumenta por segundos. No sabe qué
hacer para llamarle la atención hacia el lienzo.
José Luis. ¡Ejem!... Mister Blay...
Mister Blay. Absorto. Peregrina hermosura... Tipo de
espaüola perfecto...
— 30 —
José Luis. Mistcr lilay...
Pastora se retira un tanto, esquivando la pertinaz mirado del ex-
tranjero. Este la sigue con los ojcs.
Misten Blay. Tiene aquella noble bizarría de las an-
daluzas. J.o que los españoles llaman garbo.
José Luis. Cada vez más desconcertado. ¡Ejem! ¡ejem!.
Mister Blay... mister Blay...
Misten Blay. ¿Qué pasa?
José Luis. El cuadro...
Mister Blay. Ah, el cuadro. Es verdad, que he veni-
do á verlo. Aparta su vista de Pastora y se encara fríamente con
cl lienzo. Está un minuto contemplándolo. Nadie respiía. .losé Luis
tiembla. Al cabo, volviéndole la espalda, dice: No me gUSta. Y se
encamina hacia Pastora.
José Luis. ¿Eh?
Misten Blay. Que no me gusta.
Consternación general. Ninguno puede reprimir una exclamación,
y casi simultáneamente salen todas ellas de sus labios.
Manía Pilan. ¿Que no le gustaV
Conchita. ¿Que no le gusta?
Seña Manuela. ¡No le gusta!
Medina. ¡No le gusta!
Ansúnez. ¡La jisimos! ¡No le gusta!
Gregonio ¿No le gusta?
Misten Blay. volviéndose hacia ellos, algo sorprendido. No,
señores , no; no me gusta.
Maniano. (¡Como que ya estoy viendo yo lo que le
gusta!)
Misten Blay. a Pastora. ¿Es usted española, .señorita?
Pastona. Si, señó: soy de Málaga.
Misten Blay. ¡Oh, de Málaga! Honra usted á su
tierra.
Pastona. Grasias: es favo.
Misten Blay. Yo no hago favores.
Gnegonio. ¡Ya lo estamos viendo!
Misten Blay. ¿Eh?
— al-
iviaría Pilar. ¡Calla, borrico!
José Luis. De modo... mister Blay .. querido mister
Hlay...
Mister Blay. ¿Qué es eso? ¿Qué le sucede á usted,
que está tan triste, teniendo aquí tan buena compañíaV
José Luis. Como me ha dicho usted c[ue no le gusta
«1 cuadro...
Mister Blay. ¡El cuadro! ¡el cuadro!... No tome nada
tan á pechos... Abrazándolo cariñosamente. La Culpa de lo
sucedido es de usted... La belleza real es siempre supe-
rior á la pintada; aunque se llamara usted Velázquez.
El cuadro de usted puede que me guste, que me entu-
siasme, mañana ó pasado: hoy es imposible, vuelve junto
ú Pastora. ¿Couquc malagueña, verdad?
José Luis. (¡Vaya! ¡Por ahora lleva las de perder el
cuadrito!)
Pastora. Sí, señó; malagueña. Recriá en Seviya,
Mister Blay. ¿Y" su papá de usted?
Pastora. Mi papá era de Córdoba.
Mister Blay. ¿Y su mamá?
Pastora. Mi mamá de Cadi.
Seña Manuela (¿Le va á hasé er padrón?)
Mister Blay. Sangre de toda Andalucía corre por
sus venas de usted.
Pastora. Así párese.
Mister Blay. ¿Y qué hace usted aquí?
Seña Manuela. ¡Esperando er santo arvenimiento!
Mister Blay. ¿Quién es esa señora que habla?
Conchita. Mi mamá.
Mister Blay. ¿Y usted quién es?
Conchita. Yo soy la hija de esa señora.
Mister Blay. Eso tiene gracia.
En vista de esta favorable opinión, se ríen todos para halagar á
Mister B!ay.
AnSÚreZ. Animándose, seguro de su ingenio. MosiÚ, ya que
no__ha visto usté bien el otro cuadro, miste er cuadro
— 32 -
este, de unos cuantos artistas de tablao (jue están aquí
pasando las moras.
Nlister Blay. Eso no tiene gracia.
María Pilar. Güen hombre, con licencia de usté, le
diré yo que semos unos infilices desterraos de España,
que suspiramos por golver á ella. El que más y el que
menos tiene allí de quien acordarse, y siente unos tiro-
nes en el corazón que le hacen mucho daño.
Mariano. ^,A qué le cuentas al siñor lo que no le
importa?
Misten Blay. ¿Quién le ha dicho á usted que no me
importaV
Pastora. A. mi se me ocurre, que en luga de yoraríe
plagas á este cabayero, lo que debemos es bailarle y
cantarle una mijita, pa que apresie nuestro trabajo. ¿No
opina usté, don José Luis?
La iniciativa de Pastora aiiiiDa y rei?ocija á todos.
José Luis. ¡Claro! Mister Blay gusta mucho de todas
las cosas de España.
Mister Blay. Sobre todo, de lo que lleva aroma po-
pular. Acepto esa fiesta, señorita. Ya presumía yo que
usted diría lo mejor de cuanto se hablase. ¿Usted
canta?
Pastora. Maliy amenté, pero canto.
Maria Pilar. Yo también canto: cot.as de mi tierra.
Ansúrez. Y yo.
Medina. Y yo toco.
Conchita. Y yo bailo.
Gregorio. Y yo bailaba jotas, pero se mi ha fugao
la pareja con el impresario. ¡Ajolá discarrilen!
Mister Blay. a Mamno. ¿Y usted?
Mariano. Yo hago lo que se tercie.
Mister Blay. a la seña Manuela. ¿Y usted, señora?
Seña Manuela. Yo no hago mas que tené cuidao
con mi niña; que no es poco trabajo.
Mister Blay. Eso tiene gracia, vuelven á reírse todo?.
— 33 -
como antes. Dígame algún chiste de su país. Algún golpe,
como ustedes les llaman.
Seña Manuela. ¿No se va usté á enfada?
Mistar Blay. No, señora; aunque se meta u.sted con-
migo.
Seña Manuela. Pos entonses le vi á desi una cosa:
([Ue se quite usté ese crista que yeva en el ojo, porque
paese que va usté asomao á un camarote.
Fíe de bueua gana el extranjero y todos lo acompañan.
Mister Blay. ¡Muy bien; muy justa observaciónl
Diga usted todo cuanto se le ocurra.
Conchita. (Este no sabe lo que píe.)
Mister Blay. Y vamos á ver esa fiestecita.
Pastora. \^amos aya, vamos aya,
Gran animación y alegría. En un decir Jesús, quedan todos colo-
cados convenientemente, sin duda por la fuerza de la costumbre.
Ansúrez y Medina se sientan en dos sillas que colocan sobre la ta
rima, y los demás se agrupan eii torno de ellos, unos de pie y otros
sentados en la propia tarima. Mister Blay no le quita ojo á i'astora.
ni Mariano á Mister Blay. Durante todn la fiesta Mariano permanece
callado.
Música
Seña Manuela. Ande usté, Paco: tóquele usté argo á
mi Conchiya, pa que eya baile.
Ansúrez. Deje usté, seña Manuela. Haré yo boca
con unas soleares. ¡La copita e casaya!
Medina. Eso está más propio. A vé si sacas lo me-
jorsito der baú.
Principia á tocar con verdadero lujo de dedos,
Ansúrez. cantando al son de la guitarra.
Un dolorsito que tengo
no lo curan melesinas;
lo curan tus ojos negros.
— 34 -
Los compañeros lo jalean.
Mister Blay. Xo me gusta.
Ansúrez. ¿No le gusta?
Pastora. Es que ha cantao con un poquiyo e mieo.
Seña Manuela. Baila tú, Conchiya, baila tú.
Ansúrez. Aguarde usté, agüela. ¡Cambiaremos hi
bebía! a Medina. Pásate ar moyate.
Medina. ¿Un tanguiyo?
Ansúrez. Un tanguiyo.
Conchita. ¡Vamos á verlo!
Ansúrez. volviendo á cantar.
La estreyitas que hay en er sielo
me dan consuelo de cuando en cuando,
y las estreyas que hay en tu cara
me tienen siempre desconsolao.
Mándame un besibitibito
de la tu boquibitil)ita,
que estoy enfermibitibito
de calenturibitibita.
Los compañeros se entusiasman á ver fi contagian á Mister Blay.
Mister Blay. No me gusta.
Ansúrez. como quien se traga una pildora sin agua. ¿Tauí-
pocoV
Seña Manuela. ¡Que baile mi Conchiya, ó .-^e va á
cansa este señó!
José Luis. Sí, sí; que baile, que baile.
Pastora. Anda, Conchiya, baila cuarquier cosa.
Conchita. Volandito. Toque usté Las Pamplinas.
La seña Manuela coge el manlóu de Manila que hay en el mani-
quí y se lo ooloc.i á su hija.
Ansúrez. a Medina, mientras Conchila se prepara. (Estaba
por desirle ar tío ese que se pusiera er crista en la oreja.
Medina, a Ansúrez, Cármatc, por tu salú, que nos va
er viaje.) Conchiya, Las Pamplinas. ¡Vamos aya!
- 35 -
'Conchita. ¡Vamos aya!
AnSÚreZ. olvidando todo resentimiento. ¿HagO parmitas?
Mister Blay. Mejor será que no liaga usted nada.
Ansúrez. Güeno está. (¡La ha tomao conmigo el in-
glés!)
Seña Manuela. Verá usté, verá usté mi niña. Y eso
■que con este traje no luse.
Baila Conchita 'Las Pamplinas», jaleada por todos, pero ptiuci-
pálmente por Pastora, por la seña Manuela y aun por el propio An-
súreí, á quien la situación y el temperamento le impiden callar.
Mister Blay AsI que termina Conchita. Esto ha estado
mejor.
Conchita. Muchas grasias.
Seña Manuela. Lo ha bailao demasiao desente.
¡Como no trae las medias güeñas!
María Pilar. Vaya, Grigorio, coge tú la guitarra aho-
ra, y cantaré yo alguna cósica de nuestra tierra.
Gregorio. ¡Ni visto ni oído! lo hace.
Los demás secundan la iniciativa con todo calor en vista de que
■el extranjero parece ablandarse.
María Pilar. El Baturrico; ¿sabes, maño? .
Gregorio. Ya estoy.
María Pilar. cantando.
Oiga usté lo que le dijo
una baturra al llevar
á preséntale su hijo
á la Virgen del Pilar.
Como si tuviera un niño en brazos y \i hablara á la Virgen.
Ampara á este retoño
que mi ha nacido
de unas conversaciones
con mi marido.
Quiero que saque el genio
como su madre.
— 36 —
y la cabeza dura
como su padre.
Quiero que cuando sienta
la sangre moza
se lo rifen las chicas
de Zaragoza.
Quiero qvie nunca pase
la pena negra:
quiero que si se casa
no tenga suegra.
Quiero que sea alegre
para el trabajo,
y español y baturro
de arriba abujo.
Esto fué lo que le dijo
una l^aturra al llevar
á preséntale su hijo
á la Virgen del Pilar.
Gran entusiasmo.
Mister Blay. Es muy bonita la canción.
María Pilar. Hi hecho lo que sé.
Pastora. ¿Le ha gustao á usté de veras?
MiSter Blay. Yo no miento nunca si no hace falta;
y aquí no hace falta Lo que deseo es que cante usted.
José Luis. Anímate, Pastora; anímate.
Pastora. ¡Pos ya lo creo! Nunca me hago yo de rogá.
Coge la guitarra, Medina.
Gregorio. Vaya.
Medina. Venga.
Seña Manuela. (El inglés con Pastora tiene los ojos
encandilaos: er der crista y el otro.)
Medina. ¿Qué toco?
Pastora. Acompáñame er Te quiero y me quiere^i.
Medina. ;01e! ¡La alegría e la casal
-- 37 —
Pastora Ctinlaudo
Te quiero
cuando por mi caye arriba
vienes vendiendo salero.
Me quieres
cuando me asomo á mi puerta
de veintisinco arfileres.
Te quiero
porque teniéndote ar lao
me orvío der mundo entero.
Me quieres
porque en estando á mi vera
se acabaron las mujeres.
Te quiero
porque mirando me hieres:
me quieres
porque mirando te hiero.
Por lo grasioso que eres,
por mi charla salamero,
porque entre sien me prefieres,
. porque entre mil te prefiero;
¡ay, compañero
de mis quereres!
por eso tanto me quieres;
por eso tanto te quiero.
Se repiten las muestras de entusiasmo y cesa la música.
Mlster Blay. ¡Bravo! ¡bravo! También es muy linda
canción.
Pastora. Yo me alegro de haber asertao.
MJSter Blay. Levantándose y llamando aparte al pintor. José
Luis.
José Luis. Mister Blav.
— 38 —
Misten Blay. ¿Es usted mi amigo?
José Luis ¿Y usted lo duda?
Mister Blay. Pues bien: venga la prueba. Necesito-
lialilar ahora mismo, y á solas, con esta mujer.
José Luis. Es lo más sencillo del mundo.
IVIister Blay. Perfectamente.
Se dedica á ver las pocas curiosidades del estudio. Los demás lo
observan todo con extrañeza, sin explicarse bien lo que ocurre.
José Luis. (¡Qué hombre más raro! Me parece que-
se ha salvado esta pobre gente.) a Ansárez, con resolución..
Amigo, ¿me hace usted el favor?
Ansurez. ¿Habla usté cormigo?
José Luis. Sí, señor: y con su compañero. Tengan la
bondad. Éntrase por la puerta de la izquierda, seguido de Ansu-
rez y de Medina.
Pastora, a Matia piíar. (¿Qué pasará, tú?
María Pilar, a Pastera. No sé, chica.)
AnSÚreZ. Asomándose a la puerta. Gregorio.
Gregorio. Mande usté.
Ansúrez. Venga usté también.
Gregorio. Allá voy. ¡Ridiez, qué misterio! Éntrase ea;
la haliitacióu tras Ansúrez.
Conchita, a la seña Manuela. (¿Has visto, mamá?
Seña Manuela, a Conchita. Viendo estoy.
Conchita. Pa mí que el inglés se ha chiflao por Pas-
tora.
Seña Manuela. Pos como eya no se ponga román-
tica, me veo en er tren.)
Gregorio. Asomándose como Ansúrez. Seña Manuela. Con-
chita. Entren u.stés aquí, que tinemos una disputa.
Conchita. (Digo, ¿eh?
Seña Manuela. Mariano está como las sopas de las
estasioncs: que echa humo.)
Siguen á Gregorio las dos.
Mariano. (¡Güeno, hombre, güeno! ¡Se conoce que
ahí dentro dan algo!)
— 39 —
S6ñá M&nU6la. Asomándose también, como los anteriores.
Mariano. María Pila. Don José Luis los y ama á us-
tedes.
Mariano. ¿Nos llama don José Luis?
María Pilar. Vamos, tú.
Mariano. (Está visto: quié hablar con ella el extran-
jero. Allá veremos lo que sale de aquí.) Éntrase en la ha-
l'itaeión.
Mana Pilar. Deteniéndose un punto con Pastora, autes de
seguirlo. (Escucha, Pastora.
Pastora. ¿Qué quieres?
María Pilar. Ese hombre se ha prendao de tú.
Pastora ¡Vamos!
María Pilar. Ya lo verás. En tu mano está nuestra
suerte: ya lo verás. Na te digo, sino que te acuerdes del
hijo e mi alma. Mia que tengo en la caeza que si lo
veo lo salvo.)
Mariano. Dentro. ¡María Pilar!
María Pilar. ¡Allá voy! Éutrase con todos.
Mister Blay. Después de una pausa, La han dejado á
usted sola conmigo.
Pastora. Ahora me yaraarán á mí.
Mister Blay. ¿Y usted irá?
Pastora. Según. Si es pa arguna urgensia... Porque
carcule usté que hay fuego en ese cuarto...
Mister Blay. El fuego no está en ese cuarto. Pastora
se ríe. ¿De qué se ríe usted?
Pastora. De una cosa que me ha hecho grasia.
Mister Blay. Le suplico á usted que no se pitonee
conmigo. Me haría mucho daño.
Pastora. Descuide usté, que no me pitoneo. Esté usté
seguro.
Mister Blay. Escamado. ¿No es pitoneo como ustedes
dicen?
Pastora. No, señó; desimos pitoryeo. Pitoneo me
suena más bien á otra cosa.
-^ 40 —
Mister Blay Lamento la equivocación. ¿Quiere us-
ted decirme de lo que se reía? ¿Era de mi lente quizás,
como la vieja?
Pastora. Vamos á que fuera der lente, sc sienta.
Mister Blay. Las andaluzas y los andaluces son
muy salados.
Pastora. Menos er que sale jyatoso.
Mister Blay. ¿Patoso... patoso?... ¿Qué es patoso? ¿Pa-
toso, por ejemplo, es ese flamenco aburrido que cant(')
imtes?
Pastora. No me gusta habla malamente de mis com-
liañeros, pero sí, señó: ese flamenco es un patoso. Tiene
pato.
Mister Blay. ¿Se dice tiene pato ó tiene pata?
Pastora. Las dos cosas Y lo que es ese, tiene pato y
pata y han hecho cría.
Mister Blay. ¡Ja, ja, ja! Con permiso de usted voy á
sentarme al lado suyo.
Pastora. ¿Por qué no?
Mister Blay. Gracias. Sc sientn, y In mira atentamente en
silencio, acorcáudose mucho á ella.
Pastora. ¿Es usté moípe?
Mister Blay. ¿Moípe?
Pastora. Corto e vista; segato.
Mister Blay. Ah, vamos; miope.
Pastora. Eso. ¡Como me miraba usté tan serca!...
Mister Blay. Mucho más cerca quisiera 3^0 mirarla
todavía.
Pastora. ¿Pa qué?
Mister Blay. conteniendo un suspiro. Permita usted que
me reserve la contestación. Pausa. Señorita: ¿qué cree
usted que es lo más triste que hay en este mundo?
Pastora. ¿Lo más triste? suspirando. ¡Ay! ¡Verse lejos
<lc la tierra de una!
Mister Blay. Hay algo más triste. Un caballero ena-
morado y no correspondido.
-- 4J -
Pastora. Eso es otra cosa. Ya me ha contao don
José Luis que anda usté chalaíto por la der cuadro.
Mister Blay. Anduve. Pero, como Romeo, he cono-
cido á JuHeta y he olvidado el otro amor.
Pastora. ¿Quién es Julieta?
Mister Blay. Julieta es usted.
Pastora. Yo me yamo Pastora.
Mister Blay. Pues bien: yo estoy enamorado de Pas-
tora.
Pastora. ¿Usté?
Mister Blay Yo.
Pastora. ¡Ave María Purísima! Pausa. Mister Blay espera
cou cierta ansiedad. MlSte...
Mister Blay. Guillermo es mi nombre.
Pastora. Si no lo yamo á usté
Mister Blay. Como dijo usted mister...
Pastora. No, señó, no; dije miste. En mi tierra de-
simos: miste esto, miste lo otro... Y yo iba á desí: ¡misto
que me suseden á mí unas cosas!
Mister Blay. ¿Se refiere usted á mi enamoramiento?
¿Hay nada más natural, atendiendo á todas las cir-
cunstancias? Yo no tengo patria: yo soy de todo el
mundo. Pero mi amor por España es grande. Mi cora-
Z('»n está siempre pronto á sentir cuanto le hable de Es-
paña. Yo siempre he dicho, que si España es una mu-
jer hermosa, sus ojos son Andalucía. Usted, para mí,
es toda Andalucía. Ahora me parece que España entera
me mira con sus ojos.
Pastora. ¡Qué salidas tiene usté, mister Blny! i Y qué
cosas tan bonitas inventa!
Mister Blay. Hablo con absoluta sinceridad. Prefe-
riría que se me hubiera ocurrido lo áoípato y \?ípata.
Pastora. Vamos, ¿quié usté cayarse?
Mister Blay. Si usted ha de hablar me callaré con
mucho gusto. ¿Qué me responde á mi declaración?
Pastora. Mister Bla}', ¿qué quié usté que yo le res-
— 42 -
ponda? EbO es nna locura de usté. Mentira párese que
ponga los ojos en mí, cansao como estará de vé mujeres
l)onitas en toas partes der mundo.
Mister Blay. Por lo mismo.
Pastora. Piénselo usté un poco y se convenserá de
que eso no es más que un arrechucho de usté,
Mister Blay. Yo no pienso nunca las cosas» del amor^
las siento solamente. Levántase. Veo que no le inspiro á
usted ninguna simpatía.
Pastora. ¿Qué tiene que vé?... Póngase usté en m^
caso, don Guiyermo. se levanta también. Yo soy una pobre
mujé que suspira por verse en España. Suspiro yo, y
suspiran tos los que están ahí dentro. Ya se lo refirií) á
usté María Pila. El empresario que nos trajo á Parí nos^
ha abandonao, y nos vemos aquí sin amparo de nadie.
Esa pobre mujé tiene en su tierra un chiquiyo enfer-
mo... y está que no vive.
Mister Blay. Basta. Yo les daré lo necesario para
la vuelta
Pastora. Resistiéndose á creerlo de pura alegría. ¿De verdá?"
Mister Blay. Le repito á usted que nunca miento, á
no ser preciso.
Pastora. ¡Se van á gorvé locos cuando se enteren!
¡Lo van ;i harta á usté de Dendisiones!
Mister Blay. Pues esta misma tarde podrán partir^
Pastora. ¿Todos?
Mister Blay. Todos, con una sola excepción.
Pastora. Temerosa. ¿Cuál?
Mister Blay. ¿No la adivina?
Pastora, comprendiendo. ¿La mía, quisas? ¿He de que-
darme yo en Parí?
Mister Blay. ¿A qué menos puede aspirar un enamo-
rado que al placer de verla á usted y de tratarla algúi-^
tiempo?
Pastora, con angustia. Mister Blay...
Mister Blay. No signiñca esto que usted haya de
— 43 ~
quererme por fuerza: esto no es más que un poco de-
egoísmo de mi parte. El amor es absolutamente egoísta.
¿Qué tiene usted?
Pastora. serenándose. Nada.
Mister Blay. ¿Está llorando?
Pastora. No, señó, no.
Mister Blay Me había parecido. ¿Por qué vacila ^
entonces? París es muy hermoso, muy hermoso... ¿En
qué piensa usted?
Pastora. En el hijo de María Pila.
Mister Blay. ¿Qué quiere decirme con eso?
Pastora. Que sí: que aserto. Que me quedo en Parí-
Entrase decidida en la habitación de la izquierda. ¡María Pila!
Mister Blay. Estas andaluzas son todo corazón. Yo-
tal vez haya sido un poco bellaco: pero el amor lo dis-
culpa todo. Y un poeta español lo ha dicho:
En guerra y en amor, es lo })> imero
el dinero, el dinero y el dinero.
Sale José Luis. Luego salea los demás uno detrás de otro, con
gran emoci5n y algazara.
José Luis. Mister Blay, ¿qué dice Pastora? ¿Manda
usted á España á mis paisanos?
Mister Blay. ¡Oh, sí!
José Luis. ¡Siempre el mismo! Noble y generoso.
Mister Blay. Y un poco bellaco.
José Luis. ¿Bellaco, por qué?
Mister Blay. Yo me entiendo.
María Pilar. ¡Siñor inglés, la Virgen del Pilar le pa-
gue su obra! ¡Esto que hace usté no se olvida nuncal
¡A mi hijico le hi de enseñar á bendecir su nombre!
Seña Manuela. ¡Ay, mcsiv, mosiú, la Virgen de Regla
lo acompañe á usté siempre!
Conchita. ¡La Virgen de la Esperansa le ha tocao á
á usté en er corasón, señorito!
Ansúrez. ¡Eso es sé güeno! ¡Er Señó der Gran Podé
no lo deje á usté nunca!
— 41 —
Medina. ¡Dichosos los ricos, que puén sacíi de apuros
:'i l(is ])iil)res!
Gregorio. ¡Viva usté mil años, siñor! ¡Y yo que lo
vea!
Mariano. ¡Usté nos salva, caballero! ¡Usté nos da la
vida! ¡Si hay Dios en el cielo, satisfecho estará de ver lo
que usté hace!
Gregorio. ¡Y si no lo hay, El se lo pierde!
Pastora. ¿Estáis contentos?
Mariano. ¡Qué preguntas tiene usté, Pastora! ¿No lo
hinios de estar? ¿Es poca dicha encontrar en el mundo
un tal caballero y pitar tos pa España esta tarde?
Pastora. Fingiendo tranquilidad. No, no: todoS, UO. Yo
me quedo en Parí.
Mariano. ¿Que usté se queda?
María Pilar. ¿Que tú te quedas?
Seña Wanuela. ¿Que se queda usté?
Jo^é Luis. ¿Que tú te quedas, dices?
Pastora. Si, sí: me quedo.
Mister Blay. ¡Oh, si! Se queda.
Silencio. Todos se mirau consultándose.
Mariano, sauando con resolución. Me paice á mí que no
se queda.
M'ster Blay. ¿Cómo?
Mariano. No, siñor,. no: á no ser muy á gusto suyo,
no se queda. Y la cara que tiene, no es de quedarse
muy á gusto.
Pastora. Yo le diré á usté, Mariano...
Mariano. No me diga u.sté na, que aunque liruto, ya
estoy al cabo de la calle.
Ansúrez. Güeno, pero...
Mariano. Usté se calla ahora.
María Pilar. No te precipites, hermano.
Mariano. Tú también te callas. Y se calla to el mun-
do. '^' lialilo yo solo.
Misten Blay. Vamos á ver lo que usted dice.
— 46 —
Mariano. Con usté va. V me alegro que entienda
usté el español, porque sería una lástima que no me
comprendiera bien. Hay un murmullo cotao de censura y temor
en los compañeros ¡Ya he dicho que se calle to el mundo'
A Mister Biay. Esta mujer se queda en París haciendo un
sacrificio, por salvarnos á los demás.
Misier Blay. Sí, señor; es muy cierto.
Mariano. Pues si es tan cierto, yo le juro á usté por
mi madre, que no va por ahí el agua á la fuente. Mar-
charnos tos á España contentos y dejala á ella aquí
llorando, eso no pué ser. O ella se viene á España con'
nosotros, ó tos nos quedamos aquí con ella. Y cuenta
que ella y yo andamos siempre de pelea: que si tu tierra»
que si la mía; que si mi gente vale más que tu gente;
que si las campanas de mi pueblo suenan mejor que
las del tuyo. Pero ahora ¿quién se acuerda de esas niñe-
rías? Ahora es otra cosa. Vamos, yo no me sé expresar,,
pero pa algo himos pasao las mismas penas, y pa algo
himos nacido en la misma tierra, aunque ella sea de un
barrio y yo del de enfrente. ¡Aquí no hay más barrio-
que España, contra! ¡O ella se viene á España con nos- .
otros, ó tos nos quedamos aquí!
Mister Blay. Debo advertirle á usted...
Mariano. ¡O tos nos quedamos aquí, ij ella se viene á
España con nosotros!
José Luis. Pero, comprenda usted, Mariano...
Mariano. ¡O ella se viene á España con nosotros, (V
tos nos quedamos aquí! a un movimiento de algúu compañero.
! Y el que no esté conforme que lo diga, que ese sí que
se queda en Francia pa siempre! Enseñando ei paño cerrado.
¡Yo me encargo de ello!
Gregorio, imitándolo. ¡Y yo con tú!
Seña Manuela. ¡Y nosotros también! ¿Qué se han
figurao ustés con los puños? ¡Tos tenemos puños!
En el grupo de los desterrados estalla repentinamente gran algara-
bía, producida por las más vivas protestas de patriotismo.
~ 48 —
Míster Blay. Silencio. ¡Silencio! caiian todos y escuchan.
Acepto la lección que me ha dado este homltre, que es
un hombre de corazón, y un patriota. Todos ustedes
sin excepción alguna, partirán esta tarde para su país.
Pastora. Mister Blay .. Dios se lo pague á usté.
Misten Blay Todos, ¿eh? Ya está dicho. Todos. Y
yo, i)ür supuesto, detrás. Siguiendo á esta mujer, que
me ha cautivado, a Mariano. Esto no me lo impide á mí,
ni usted, ni Falafox.
Mariano. Nc, siñor; ni yu lo pretendo. Ese es otro
cantar Loque vale tiene muchos golosos... Y si le falté
■en algo...
Mister Blay. En nada. Tanto es así, que le ruego á
usted que me consienta estrechar su mano.
Mariano. ¡Ahí ^a!
Mister Blay. Muchas gracias.
Se estrechan las manos.
Mariano. ¡Es usté fuerte!
Mister Blay. ¡Oh, pues usted no es ílojo! —José Luis,
pase luego por el Hotel, y recogerá cuanto les sea pre-
ciso á sus compatriotas. Me ha conmovido el arran-
■que de este hombre.
José Luis. ¿De veras, mister Blay? ¿Qué es esoV
Mister Blay. Eniugándose una Ingrima. ¡Oh! Cada día que
■pasa me cuesta una lágrima. La de hoy ha sido para
los españoles. Salud, vase
Mariano. ¡Vaya usté con Dios!
María Pilar. ¡Dios le dé to el bien que merece!
José Luis ¡Viva mister Blay!
Todos. ¡Vivaaan!
Pastora. ¡Viva también don José Luis!
Todos. ¡Vivaaaa!
I'I.stalla la alegría general: los unos cantan y bailan jotas, los otros
tangos, y todos chillan q\io se las pelan.
Pastora. Usté nos ha sarvao. l'sté ha sío nuestra
Providensia.
— 47 -
José Luis. No sabes tú la satisfacción que 3^0 tengo,
Pastorilla.
María Pilar. Y ese hombre le compra á usté el cua-
dro: ese hombre es muy güeno. ¡Ay, siñor, me paice
mentira!
Cruza Espaüiía cantando por el jardín, en sentido contrario que
antes.
José Luis. ¡Españita! ¡Ahí vuelve Españita!
María Pilar. ¡Lo que \'a á alegrarse cuando lo sepa!
Mariano, a Pastora, aparte. ¿Cuál es mejor tierra, Pas-
tora: la tuya ó la mía?
Pastora. Dándole la mano. Las dos juiítas, ¿no te párese?
Mariano. ¡Me paice!
Llega ESPAÑITA,
José Luis. ¡Españita!
Seña Manuela. ¡Señó Españita, nos vamos á España!
Pastora. ¡Mister Blay nos paga er viaje!
Españita. ¡Pues que sea enhoragüena! ¡Van ustés á
«ogé la vía poco á gusto!
Medina. ¡Como si to er camino fuea cuesta abajo!
¡Mi Girarda!
Españita. Yo no les encargo más sino que arguna
que otra vez se acuerden de Españita, y que á tos los
cursilones que les digan á ustés que nuestra tierra es la
peo der mundo, les contesten que se vayan á otra cuar-
•quiera, y que se casen ayí, como yo me he casao. ¡Y ya
tienen bastante!
Mariano. No, siñor, no: á esos lo mejor será cantales
esta coplica, que aunque paezca mentira la hi sacao yo.
No sé si de la caeza ó de dónde, pero la hi sacao.
— 18 —
Música
Cantando.
Aquel que hable mal de España
un castigo ha de tener:
echarlo á una tierra extraña
y no dejarlo volver.
FIN
Fnenlerrabía, Agesto, 1CC7.
OBRAS DE LOS HUSMOS AUTORES
K^ig^riiua y amor, juguete cómico. (2.* edición.)
Belén, 13, principal, j aguate cómico. (2.* edición.)
Olllto, juguete cómico-Úrico. Música del maestro Osuua. (2.* edición.)
lia media naranja, juguete cómico. (3.* edición.)
El tío «le la llanta, juguete cómico. (3.* edición.)
El ojito derecho, entremés. (3.* edición.)
lia reja, comedia en un acto. ('•4.* edición.)
lia buena sombra, sainóte en tres cuadros, con música del maes-
tro Brull. (6." edición )
El perejfrino, zarzuela cómica en un acto. Música del naaestro
Gómez Zarzuela. (2.* edición.)
lia vida intima, comedia en dos actos. (3.^ edición.)
f^os borrachos, saínete en cuatro cuadros, con música del maes-
tro Giménez. ;,3.* edición.)
El chiquillo, entremés. (6.* edición.)
Eas casas «le carttín, juguete cómico. (2." edición.)
El traje «le luces, saínete en tres cuadros, con música de loe
maestros Caballero y Hermoso. (2." edición.)
El patio, comedia en dos actos. (4.* edición.)
El motete, pasillo con música del maestro José Serrano. (2.* edi-
ción.)
El estreno, zarzuela cómica en tres cuadros. Música del maestro
Chapi.
ItOS Cíaleotes, comedia en cuatro actos. (.3." edición.) Traducida al
italiano con el titulo de I Galeoti por Giusoppe Paolo Pacchierotti.
Ea pena, drama en dos cuadros. (2." edición.) Traducido al italiano
con el mismo titalo por Giuseppe Paolo Pacchierotti.
Ea azotea, comedia en un acto. (2.* edición.)
El granero ínfimo, pasillo con música de los maestros Valverde
(hijo) y Barrera,
El nido, comedía en dos actos. (8.' edición.) Traducida al catalán con
el titulo de Un niu por Joaquín María de Nadal.
Eas flores, comedía en tres actos. (2." edición.) Traducida al italiano
con el titulo de I fiori por Giuseppe Paolo Pacchierotti.
Eos piropos, entremés.
El flechazo, entremés. (2* edición.)
El amor en el teatro, capricho literario en cinco cuadros, pró-
logo y epilogo. (2.* edición.)
Abanicos y panderetas 6 ¡ i Sevilla en el botijo! humorada
satirica en tres cuadros, con música del maestro Chapi.
Ea dicha ajena, comedia en tres actos y un prólogo. (2.* edición.;
Traducida ai alemán con el titulo de Das fremde Glück por J. Gusta-
vo Kohde.
Pepita Reyes, comedia en dos actos. (2.* edición.)
Eos meritorios, pasillo.
Ea zahori, entremés.
Ea reina mora, sainete en tres cuadros, con música del maestro
José Serrano. (2.* edición )
Zaragratas, sainete en dos cuadros.
Ea zangala, comedia en cuatro actos.
l.í\ casa «le García, comedia on tres actos.
I. a contrata, apropósito.
I'.l aiii«»r que pasa, comedia en dos actos. (2." edición.) Traducida
al italiano con el titulo de L'amort che paasa por Giuseppe Paolo
Pacchiorotti.
Kl mal (le aiiiore.4, sainete con mvisica del maestro José Serrano.
Kl lluevo servidor, humorada.
.ffañana de sol, paso de comedia. Traducido al alemán con el títu-
lo do Ein sonniger Margen por Mary v. Haken.
Fea y coi» gracia, pasillo con mixsica del maestro Turina.
lia aventura de los galeotes, adaptación escénica de un capí-
tulo del Quijote.
I^a musa loca, comedia en tres actos.
I<a pitanza, entremés.
El amor en solfa, capricho literario en cuatro cuadros y un pró-
logo, coa música de los maestros Chapi y Serrano.
liOS chorros del oro. entremés.
Morrltos, entremés.
Amor á oscuras, paso de comedia.
I^a mala sombra, sainete con música del maestro José Serrano.
(i' edición.)
El g'enlo alegrre, comedia en tres actos. (2.* edición.) Traducida al
italiano con el titulo de Anima allegro por Juan Fabré y Oliver
y Lui<íi Motta.
El niño pr<»dlsrio, comedia en dos actos.
Nanita, nana... entremés con música del maestro José Serrano.
I<a zancadilla, entremés.
La bella Lucerito. entremés con música del maestro Saco del
Valle.
La patria chica, zarzuela en un acto. Música del maestro Chapi.
Ci.* eiliciini.)
La vida que vuelve, comedia en dos actos.
A la luz de la luna, paso Je comedia.
La escondida senda, comedia en dos actos.
El ag'ua mila«;rosa, paso de comedia.
Las bnuolera.s, entremés.
Las de Caín, comedia en tres actos.
lias mil maravillas, zarzaela cómica en cuatro actos y un pró-
losro. Música del mnestro '. hapi.
Sanu're ^orda. entremés.
Amores y amorfo.s, comedia en ciiatro actos.
El patinillo, sainóte con música del maestro Gerónimo Giménez.
lloiía Clarines, comedia e" dos actos. Traducida al italiano con el
titulo do Siora Chiareta por Giulio de Krenzi.
El centenario, comedia en tres actos.
La muela «leí Key FarfAn. zarzuel.'i infantil. cómico-lanti'i«tica.
Música del maestro Amadeo Vives.
Herida de muerte, paso de comedia.
El últiiiio capítulo, paso de comedia.
Pompas y honores, capricho literario en verso por Kl diablo co-
¡uelo.
La inadrecita, novela putilicad.i en Kl mentó semanal. \
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