Skip to main content

Full text of "Teatro español"

See other formats


Google 


This  is  a  digital  copy  of  a  book  that  was  prcscrvod  for  gcncrations  on  library  shclvcs  bcforc  it  was  carcfully  scannod  by  Google  as  pan  of  a  projcct 

to  make  the  world's  books  discoverablc  onlinc. 

It  has  survived  long  enough  for  the  copyright  to  expire  and  the  book  to  enter  the  public  domain.  A  public  domain  book  is  one  that  was  never  subject 

to  copyright  or  whose  legal  copyright  term  has  expired.  Whether  a  book  is  in  the  public  domain  may  vary  country  to  country.  Public  domain  books 

are  our  gateways  to  the  past,  representing  a  wealth  of  history,  culture  and  knowledge  that's  often  difficult  to  discover. 

Marks,  notations  and  other  maiginalia  present  in  the  original  volume  will  appear  in  this  file  -  a  reminder  of  this  book's  long  journcy  from  the 

publisher  to  a  library  and  finally  to  you. 

Usage  guidelines 

Google  is  proud  to  partner  with  libraries  to  digitize  public  domain  materials  and  make  them  widely  accessible.  Public  domain  books  belong  to  the 
public  and  we  are  merely  their  custodians.  Nevertheless,  this  work  is  expensive,  so  in  order  to  keep  providing  this  resource,  we  have  taken  steps  to 
prcvcnt  abuse  by  commcrcial  parties,  including  placing  technical  restrictions  on  automatcd  qucrying. 
We  also  ask  that  you: 

+  Make  non-commercial  use  of  the  files  We  designed  Google  Book  Search  for  use  by  individuáis,  and  we  request  that  you  use  these  files  for 
personal,  non-commercial  purposes. 

+  Refrainfivm  automated  querying  Do  nol  send  aulomated  queries  of  any  sort  to  Google's  system:  If  you  are  conducting  research  on  machine 
translation,  optical  character  recognition  or  other  áreas  where  access  to  a  laige  amount  of  text  is  helpful,  picase  contact  us.  We  encouragc  the 
use  of  public  domain  materials  for  these  purposes  and  may  be  able  to  help. 

+  A/íJí/iííJí/i  íJíírí&Hííon  The  Google  "watermark"  you  see  on  each  file  is  essential  for  informingpcoplcabout  this  projcct  andhclping  them  find 
additional  materials  through  Google  Book  Search.  Please  do  not  remove  it. 

+  Keep  it  legal  Whatever  your  use,  remember  that  you  are  lesponsible  for  ensuring  that  what  you  are  doing  is  legal.  Do  not  assume  that  just 
because  we  believe  a  book  is  in  the  public  domain  for  users  in  the  United  States,  that  the  work  is  also  in  the  public  domain  for  users  in  other 
countries.  Whether  a  book  is  still  in  copyright  varies  from  country  to  country,  and  we  can'l  offer  guidance  on  whether  any  speciflc  use  of 
any  speciflc  book  is  allowed.  Please  do  not  assume  that  a  book's  appearance  in  Google  Book  Search  means  it  can  be  used  in  any  manner 
anywhere  in  the  world.  Copyright  infringement  liabili^  can  be  quite  seveie. 

About  Google  Book  Search 

Google's  mission  is  to  organizc  the  world's  information  and  to  make  it  univcrsally  accessible  and  uscful.   Google  Book  Search  hclps  rcadcrs 
discover  the  world's  books  while  helping  authors  and  publishers  reach  new  audiences.  You  can  search  through  the  full  icxi  of  this  book  on  the  web 

atjhttp  :  //books  .  google  .  com/| 


Google 


Acerca  de  este  libro 

Esta  es  una  copia  digital  de  un  libro  que,  durante  generaciones,  se  ha  conservado  en  las  estanterías  de  una  biblioteca,  hasta  que  Google  ha  decidido 

cscancarlo  como  parte  de  un  proyecto  que  pretende  que  sea  posible  descubrir  en  línea  libros  de  todo  el  mundo. 

Ha  sobrevivido  tantos  años  como  para  que  los  derechos  de  autor  hayan  expirado  y  el  libro  pase  a  ser  de  dominio  público.  El  que  un  libro  sea  de 

dominio  público  significa  que  nunca  ha  estado  protegido  por  derechos  de  autor,  o  bien  que  el  período  legal  de  estos  derechos  ya  ha  expirado.  Es 

posible  que  una  misma  obra  sea  de  dominio  público  en  unos  países  y,  sin  embaigo,  no  lo  sea  en  otros.  Los  libros  de  dominio  público  son  nuestras 

puertas  hacia  el  pasado,  suponen  un  patrimonio  histórico,  cultural  y  de  conocimientos  que,  a  menudo,  resulta  difícil  de  descubrir 

Todas  las  anotaciones,  marcas  y  otras  señales  en  los  márgenes  que  estén  presentes  en  el  volumen  original  aparecerán  también  en  este  archivo  como 

tesdmonio  del  laigo  viaje  que  el  libro  ha  recorrido  desde  el  editor  hasta  la  biblioteca  y,  finalmente,  hasta  usted. 

Normas  de  uso 

Google  se  enorgullece  de  poder  colaborar  con  distintas  bibliotecas  para  digitalizar  los  materiales  de  dominio  público  a  fin  de  hacerlos  accesibles 
a  todo  el  mundo.  Los  libros  de  dominio  público  son  patrimonio  de  todos,  nosotros  somos  sus  humildes  guardianes.  No  obstante,  se  trata  de  un 
trabajo  caro.  Por  este  motivo,  y  para  poder  ofrecer  este  recurso,  hemos  tomado  medidas  para  evitar  que  se  produzca  un  abuso  por  parte  de  terceros 
con  fines  comerciales,  y  hemos  incluido  restricciones  técnicas  sobre  las  solicitudes  automatizadas. 
Asimismo,  le  pedimos  que: 

+  Haga  un  uso  exclusivamente  no  comercial  de  estos  archivos  Hemos  diseñado  la  Búsqueda  de  libros  de  Google  para  el  uso  de  particulares; 
como  tal,  le  pedimos  que  utilice  estos  archivos  con  fines  personales,  y  no  comerciales. 

+  No  envíe  solicitudes  automatizadas  Por  favor,  no  envíe  solicitudes  automatizadas  de  ningún  tipo  al  sistema  de  Google.  Si  está  llevando  a 
cabo  una  investigación  sobre  traducción  automática,  reconocimiento  óptico  de  caracteres  u  otros  campos  para  los  que  resulte  útil  disfrutar 
de  acceso  a  una  gran  cantidad  de  texto,  por  favor,  envíenos  un  mensaje.  Fomentamos  el  uso  de  materiales  de  dominio  público  con  estos 
propósitos  y  seguro  que  podremos  ayudarle. 

+  Conserve  la  atribución  La  filigrana  de  Google  que  verá  en  todos  los  archivos  es  fundamental  para  informar  a  los  usuarios  sobre  este  proyecto 
y  ayudarles  a  encontrar  materiales  adicionales  en  la  Búsqueda  de  libros  de  Google.  Por  favor,  no  la  elimine. 

+  Manténgase  siempre  dentro  de  la  legalidad  Sea  cual  sea  el  uso  que  haga  de  estos  materiales,  recuerde  que  es  responsable  de  asegurarse  de 
que  todo  lo  que  hace  es  legal.  No  dé  por  sentado  que,  por  el  hecho  de  que  una  obra  se  considere  de  dominio  público  para  los  usuarios  de 
los  Estados  Unidos,  lo  será  también  para  los  usuarios  de  otros  países.  La  l^islación  sobre  derechos  de  autor  varía  de  un  país  a  otro,  y  no 
podemos  facilitar  información  sobre  si  está  permitido  un  uso  específico  de  algún  libro.  Por  favor,  no  suponga  que  la  aparición  de  un  libro  en 
nuestro  programa  significa  que  se  puede  utilizar  de  igual  manera  en  todo  el  mundo.  La  responsabilidad  ante  la  infracción  de  los  derechos  de 
autor  puede  ser  muy  grave. 

Acerca  de  la  Búsqueda  de  libros  de  Google 


El  objetivo  de  Google  consiste  en  organizar  información  procedente  de  todo  el  mundo  y  hacerla  accesible  y  útil  de  forma  universal.  El  programa  de 
Búsqueda  de  libros  de  Google  ayuda  a  los  lectores  a  descubrir  los  libros  de  todo  el  mundo  a  la  vez  que  ayuda  a  autores  y  editores  a  llegar  a  nuevas 
audiencias.  Podrá  realizar  búsquedas  en  el  texto  completo  de  este  libro  en  la  web,  en  la  página|http://books  .google  .comí 


EL  AVARO  DE  SO  AMOR. 


UBRERIADl  CUESTA 
CARRETAS  3  WABRIO 


x^  ^  ^^'¿^    -^  f/=>^  -pf/f/,^ 


EL  AVARO  DE  Sü  AMOR, 


DRAMA  EN  DOS  ACTOS  T  EN  VERSO, 


D.  ■AIDEL  ROHBRO  DB  AgOIlO. 


Eslreoado  con  extnordinarío  éxito  en  al  Teatro  Marün,  «n  la  noche  del  4 

de  NoTiambre  de  1873. 


G.    G. 


M. 


MADRID. 

mKttSNTÁ   DE  JOSÉ   R0DBI6UEZ,   CALVARIO;  U. 


1S7«. 


PERSONAJES.  ACTORES. 


CELIA Srta.  Torrecilla. 

DON  JULIÁN Sres.  Rodríguez  (D.  Franc.)^ 

DON  JUAN • .  RoDRiGüEz(D.  Alberto). 

DIEGO..   Rciz  Cámara. 

DON  LUIS Fraile. 

clarín CalvaCho. 

CEBOLLEDO... Galé. 

LILO . .  Masfbrrer. 


La  escenar  £11.  I¿s  cercanías  de  la  Corte.  Siglo  XYL 
• '  *     Reinado  de  Carlos  V. 


EsUobrft  es  propiedad  de  D.  Carlos  CftWacho,  y  nadie  podrá, 
sin  BU  permiso,  reimprimirla  *  ni  representarla  en  Espafia, 
sus  posesiones  de  ultramar,  ni  en  los  paiset  eon  los  cuales 
haya  celebrados  ó  se  celebren  en  adelante  tratados  internacio- 
nales de  propiedad  literaria. 

El  editor  se  reserva  el  derecho  de  tradueeion. 

Los  comisionados  de  la  Galería  Dramitiea  y  Lírica,  titulada 
el  Teatro,  de  DON  AIX)NSO  GULLON,  son  loa  exelnsWamente 
enearg^ados  del  cobro  de  los  derechos  de  representación  y  de  la 
venta  de  ejemplares. 

Queda  hecho  el<depósitoqne  márcala  ley. 


I 


^!r^ 


EXGMO.  SEÑOR  DON  \NT0NIO  HDRTiVDO. 


Acoji  08ted  bem^M,  nú  ((oerido  maestro,  «ste  primer 
eosayo  dramático,  que  coa  todo  corazoD  le  dedica 


of  olaAo 


Y*. 


\ 


■s 


^       > 


>i 


(i  .    •; 


ACTO   PRIMEKO. 


Sala  en  casa  de  D.  Jalian;  en  el  fondo  iaqaterda  paerta  de/ 
entrada;  ¿  la  dereeha  un  gran  balcón  ó  ^palería  que  se 
snppne  dar  al  huerto;  en  el  centro  an  g^ran  retrato  de 
mujer;  paertas  lateraTet;  la  de  la  izquierda,  habitación  de 
D.  Jalian;  ala  derecha  otras  dos;  la  primera,  habitación 
de  Celia;  la  seg^nnda  deberá  ser  ana  reija.  Grupos  de  ar- 
mas en  las  paredes;  en  primer  término  una  mesa,  al 
lado  an  sillón;  otro  sillón  i  la  derecha;  maebles  al  estilo 
del  si^lo  XVI- 

Al  levantarse  el  telón   sale  Ctftrih  de   la  habitación   de  . 
Celia  y  se  diriges  sigilosftmente  al  fondo,  desde  donde   hace 
señas  llamando  á  D.  Jaan. 


RSGENA  PRIMERA. 


D.   JDAN,  CLARin. 

CuRiN.    Nadie  dos  ha  visto  entrar; 

ahuyentad  vanos  recelos. 
Juan.       Has  visto  á  Celia? 
Clarín.  Más  bella 

la  vi  há  poco  que  un  lucero. 
JcAN.       Y  al  verte?... 
Clarín.  Debió  cegar. 

Juan.       Cómo? 
Clarín.  Pensó  que  era  un  sueño, 

un  fantasma,  ó  un...  . 


—  8  — 

JüAw.  ¡Qué  dices? 

No  quiero  qoe  Toelvas...  necio... 
Clabin.  Clarín  soy  I... 
iuAN.  A  tos  locuras 

ni  gracias. 
Glaiiiii.  Ya  estoy  más  seno 

que  fué  Taliente  Roldan 

y  fué  galán  Gerineldos. 
Juan.      Dudó  al  Terte^  no  te  espantes^ 

que  así  como  suele  el  sueño 

parecer  verdad,  á  veces, 

Glarin^  realidades  vemos     *" 

que  sueños  se  nos  figuran; 

y  así  no  te  espantes  viendo 

sueños  como  realidades,    ^ 

realidades  como  sueños!... 
Clarín.  Cierto  que  no  usaba  en  Flandes 

tan  bellísimos  concetos. 
Juan.       Dijo  (|ue  vendré? 

Clarín.         /  Volando.  j 

Juan.       Viste  á  Diego? 

Clarín.  He  visto  á  Diego.  i 

Juan.       Y  él  t»  vio? 
Clarín.  Pues  si  me  viera... 

Juan.       Bien  dices. 
Clarín.  Adiós  misterio. 

JcjAN.       Y  mi  padre? 
Clarín.  Ohl  vuestro  padre... 

Juan.      Aguarda,  Clarín. 
CuRiN.  Qué  es  ello?, 

Juan.       Celia  Uegt. 

C4AR1N.  ó  (&1  vez  otro...  ¡ 

JVAN.       No;  si  no  estuviera  cierto 

de  que  ella  viene  á  este  sitio 

(!oQde  impaciente  la  espero, 

me  lo  anunciaran  bien  claro  ¿ 

los  latidos  do  mi  pecho!... 


—  9  - 


ESCENA  II. 


1 


iUAN. 

Ceua, 
Juan. 


Celia 

ÍL'AN. 


Ceua. 


JUA^ 


DICHOS,  CELIA. 

Celia! 

Don  Joan! 

Vida  mía! 
Ah!  que  no  es,  hazme  ver, 
quimera  tanto  placer, 
ni  sueño  tanta  alegría. 
Tú  que  luz  prestas  al  día, 
hazme  escuchar  tu  suspiro: 
pienso  al  verte  que  deliro, 
7  antes  que  el  pesar  me  venza, 
haz,  por  Dios,  que  me  convenza 
de  que  te  escucho  y  te  miro!... 
Un  año  lejos  de  aquí!!.. 
un  año  sin  decir  nada!... 
Un  año  que  mi  menguada 
estrella  lejos  de  tí 
ine  ha  tenido!  Un  año,  sí... 
(Aún  tiemblo  cuando  me  acuerdo.) 
pasé  en  loco  desacuerdo 
siempre  esperando  la  muerte, 
sin  mayor  mal  que  no  vfirte, 
ni  más  bien  que  tu  recuerdo! 

(Clarín  en  tonto  va  de  an  lado  á  otro  de  la   esce- 
na Tigilando  como  quien  teme  te  aeerque  il(;rui«n . ) 

Un  año  que  hasta  las  flores 
del  huerto  tristes  estaban; 
mustias^  porque  las  regaban 
los  llantos  de  mis  amores! 
Año  de  pena  y  dolores 
por  el  temor  de  perderte, 
año  que  en  misera  suerte 
las  horas  se  han  sucedido, 
temiendo  en  unas  tu  olvido, 
llorando  en  otras  tu  muerte! 
Olvidarte^  vida  mia! 
Puí3s  si  la  vida  olvidara, 
entonces  qué  reoordárai 


^ 


'^  10  _ 

Celia,  ¿qué  recordaría? 
Tú  eres  toda  mi  alegría, 
y  si  es  mi  vida  adorarle 
¿cómo  pudiefa  olvidarte? 
Muy  mala  elección  tuviera 
si  de  no  amarte  muriera, 
pudiendo  morir  de  amarte; 
Cuando  m¡  suerte  tirana 
me  tuvo  lejos  de  lí^ 
no  vistes  un  ave,  di, 
que  al  despuntar  la  mañaoa 
se  posaba  en  Ju  ventana? 
Yo  te  enviaba  al  cantor 
para  calmar  tu  dolor 
y  aminorar  tus  quebrantos, 
y  eran  sus  sonoros  cantos 
mis  juramenlos  de  amor. 
Celia.     Ah! 

^üAN.  ¿Por  qué  iiulde  inhumana, 

des  que  tuve. que  dejarte^ 
no  corriste  al  levantarte 
anhelosa  á  tu  ventana? 
el  aura  de  la  mañana 
te  aguardaba  allí  impaciente, 
pues  traía  dulcemente 
entre  sus  revueltos  giros, 
á  tu  oido  mis  suspiros 
y  mis  besos  á  tu  frente!... 
¿Cómo  poderte  olvidar? 
cómo  olvidarte,  bien  mío,, 
si  sólo  en  el  mundo  ansio 
el  bien  de  poderte  amar? 
sí  muero  al  dulce  pesar, 
vida  mía,  de  adorarte, 
1     más  muriera  de  olvidarte; 
y  mala  elección  tuviera/ 
si  de  no  amarte  muriera, 
pudiendo  morir  de  amarte. 

Cema.     El  cielo  te  hizo  venir 

para  calmar  mis  dolores!.,. 

Clarín.   Sí,  pero  basta  de  amores,   ^ 
que  si  os  aciertan  á  oír... 


—  ií  ^ 

ivKJi,       (Á  ciarin.)  Nada  tienes  que  decir, 
qué  me  ocaltás?  (A  Ceiia.) 

Celia.  Nada! 

Juan.  No? 

tendré  qae  rlecirte  yo 
lo  que  iiá  un  ano  me  dijiste? 

Celia.      No  acierto!... 

Juan.  ¿No  me  escribí 

an  pliego? 

Celia.  Sí!... 

Juan.  '      A  mi  llegó, 

y  aquí  está.  (Saeáadole.) 

Clarín.  Bien  le  guardaste. 

Juan.       Calla. 

Claihn.  Gallo. 

Juan.       (Leyendo.)'     «A.  mí  dou  Juau.' 
»gaarda  de  que  dos  Julián 
nsepa  que  no  me  olvidaste; 
>que  si  hasta  É^landes  llegaste 
»y  él  partir  te  permitió, 
>fué  porque  no  supe  yo 
•ocultar  cuánto  me  amabas.» 

(Hablado.) 

Ya  ves  que  sí  roe  ocultabas, 
ya  ves  que  olvidabas.*. 
Celia.  Oh! 

qué  extraño  sí  se  mt  olvida, 
al  pesar  acostumbrada, 
por  el  bien  de  tu  llegada 
el  dolor  de  tu  partida? 
Juan.      ¿Celia,  acaso  mí  venida 
calma  nuestro  padfecer? 
Celia.     ¿Viste  á  padre? 
Juan.  No;  hasta  ver 

4^mo  acallar  suis  rigores!... 
,  Celia.     Qué  intentas? 
'  Juan.  Cuando  tus  flore, 

riegues  al  anochecer, 
Celia,  sí  tu  amor  es  cierto, 
en  ello  has  de  consentir... 
Clarín.   Señor^  que  van  á  venir. 

JUASf.        Vive  Díosf  (Eeha  mano  á  la  espada.)  ' 


—  42  — 

Clarw.  Dóime  por  maerto, 

pero  vamos. 
Juan.       (á  Ella.)       En  el  huerto    , 

tengo  de  hablarte! 
Celia.     (Sorprendida.)  Don  Juao!... 

Juan.       Tan  sólo  así  á  naestro  afao 

poner  remedio  podremos... 
Celia.     Mas... 
Juan.  Qaé  dadas? 

Clarín.  Acabemos, 

mirad,  señor,  qu^  vendrán. 
Juan.       Estarás? 
Celia.  Allí  estaré!... 

Juan.  '     Qué  tienes? 
Celia.  No  sé  qué  siento, 

no  sé  qué  presentimiento, 

qué  temores,  no  sé  qué. 
Clarín.    No  sabes?  yo  sí  lo  sé; 

que  se  acercan,  ¡vive  Dios! 

y  aquí  os  cogen  á  los  dos 
^  y  se  nos  agua  la  fiesta. 

Juan.         {'Llevando  á  Celia  hasta  gu  habitaeiou.) 

Que  estarás  fué  tu  respuesta. 
Celia.     Allí  estaré. 
Juan.  Adiós! 

Celia.  Adiós! 

(Salen  D.  Joan  y  Ciarlo  por  el  fondo.) 

ESCENA  III. 

* 

'  D.  JULIÁN. 

Sala  por  la  iiqnierda  con  un  pliega  en  ha  mano. 

Julia:i.    (Leyendo.)  cY  ya  quo  os  digo  quién  soy 
i  y  conocéis  la  pasión 
»que  abrasa  á  mi  corazón 
»)por  ella,  á  pediros  voy 
»por  esposa  á  vuestra  hija, 
»no  dudo  que  á  ello  se  avenga...» 

(Tirando  sobre  la  mesa  el  pliegt>.) 

No  hay  dolor  que  yo  no  tenga 


-  13  - 

ni  pena  que  no  rae  aflija. 

(Mirando  el  retrato.) 

Caro  me  cuesta  el  amor 
que  á  ta  hija  prometí; 
no  tendrás  queja  de  mí, 
desventurada  Leonor! 
Si  donde  quiera  qye  estés 
gozando  de  Dios,  liermana, 
miras  mi  suerte  tirana 
y  mi  sentimiento  ves; 
si  ves  mi  pena  prolija 
y  que  con  mí  tierno  afán 
al  amor  de  mi  don  Juan 
antepuse  el  de  tu  hija,  * 

ruega  al  cielo  desde  ahí 
dé  más  paz  á  mí  existencia, 
que  siento  que  mi  conciencia 
se  revela  contra  mí!... 
Ruega,  hermana,  tantos  son 
tan  grandes,  que  mis  enojos     ' 
roe  hacen  verter  por  los  ojos 
gota  á  gota  el  corazón!!... 

(Viendo  y  tomando  el  pliego.) 

Me  pide  á  Celia!...  ay  de  mí! 

Cierto,  cielos,  que  pequé... 

roas  cielos!  tanto  no  fué 

para  castigarme  así... 

Necio,  he  vivido  engañado 

buscando  á  mi  mal  consuelo 

')K)rque  le  ha  neglado  el  cielo 

tanto  bien  al  desgraciado! 

Que  del  amor  y  el  dolor  4 

bajo  la  fuerte  cadena, 

gozarse  de  la  misma  pena 

es  el  consuelo  mayor!!... 

(Apoya  la  cabera  sobre  las  manos.    Aparece   Diego 
en  el  fondo  y  se  aproxima  lentamente  á  ¿1.)  ^ 

ESCENA  IV. 

D.  JULIÁN,  DIEGO. 
DlE<H).       (bespmes  de  nna  pansa.) 


Julián. 

Diego. 

Julián. 

Diego. 
Julián. 


Diego. 
Julián. 


Diego. 


—  U  — 

Cóipo  os  encontráis,  señor!... 
Yft  lo  ves!...  no  puedo  más!!... 
Don  Julián! 

¿Qué  me  dirás 

que  mitigue  mí  dolor? 

Quién  sabe... 

Diego,  estoy  cierto, 

cierto  que  don  Juan  no  vive; 

quien  en  un  año, no  escribe 

á  su  padre  es  porque  ha  muerto. 

Perdida  veis  vuestra  calma 

por  negaros  á  escuchar.  . 

Diego!  ¿vienes  á  irritar 

las  heridas  de  mi  alma? 

Si  don  Juan  partió  á  la  guerra 

con  isu  obligación  cumplió; 

él  quiso  partir...  y  yo... 

que  abandonase  esta  tierra! 

Si  en  vez  dé  glorias  allí 

4on  Juan  encontró  la  muerte^ 

culpa  á  su  menguada  suerte  ^ 

mas  no  me  culpes  á  mi: 
á  mí  que  voy  con  afán    . 

tristes  las  horas  contando, 
y  van  pasando...  pasando 
sin  noticias  de  don  Juan. 
Servir  á  la  patria  es  ley, 
y  aunque  dejar  de  existir, 
no  es  tanta  muerte  morir 
por  su  patria  y  por  su  rey  I ... 
.La  patria...  el  rey...  vive  Dios! 
perdonad  mí  juramento; 
pero  no  sé  lo  que  siento       ^ 
cuando  tal  síeuto  de  vos. 
Palabras  que  algunos  locos 
no  ven...  en  el  mal  no  duchos, 
que  son  perjuicio  de  muclios 
en  prt)vech()  de  unos  pocos. 
Mientras  en  estrecha  ley 
tantos  valientes  perecen 
por  conquistar  ..  lo  que  ofrecen 
á  la  codicia  del  rey; 


Diego. 


Julián. 


Diego. 

iüUAN. 


Diego. 

Julián. 
Diego. 


Julián. 


Diego. 


—  i»  - 

mientras  que  con  sobrehumano 

esfuerzo  allí  combatiendo, 

van  con  su  sangre  tíñendo 

los  dominios  del  tirano; 

latiendo  sus  peohos  fieles 

al  clamor  de  los  clarines, 

derrochan  aquí  en  fejBtines^ 

el  precio  de  sus  laureles; 

y  á  aquel  que  tanto  merece 

por  su  fe  y  por  su  valor, 

ni  el  rey  le  premia,  señor, 

ni  la  patria  le  agradece! 

Calla! 

También  necio  fui! 

mis  buenos  tiempos  pasé 

en  guerra,  y  lo  que  logré 

á  vos  sólo  lo  debí! 

En  verdad,  Diego,  en  verdad 

que  escuchándote  estoy  viendo 

que  á  la  postre  vas  perdiendo'     ^. 

tu  má^  bella  caalidadl 

Ciego  atropellw.  por  tadov 

y  miro  cuando  te  eseucho, 

que  piensas  que  sabes  mucho 

y  lo  ignoras,  DiegOjí  todo! 

No  he  de  hablar  sí  estoy  deshecho!.. 

tan  valiente!..;  tan  galán!!.., 

I^lego!  hablando  de  don  Juan 

me  estás  desgarrando  el  pecho! 

(Despaes  de  ana  ¡psiua.) 

Y...  Celia! 

La  desgraciada 
siempre  en  su  dolor  sumida. 
Sí!!... 

Flor  apenas  nacida 
ya  por  el  dolor  ajada!... 
Celia  y  don  Juan... 

(Leyantáadote  irritado.)  No  liables  más 

de  ese  amor  ¿o|yes?  ni  en  chanza! 
si  quieres  mi  confianza 
tener  siempre,  Diego;  estás?.-. 
Seguro  de  que  os  inquiete. 


-16-    , 

podeijs  estar! 
iuLiAN.  Eso  quiero; 

díle  á  Celia  qae  la  espero. 
Diego.      Mandáis  más? 
Julián.  Nada  más:  vete. 


ESCENA  V. 

b.  JULIÁN,  pensativo. 

Sí;  me  importa  conocer 
si  Celia  dijo  á  ese  hombre... 
y  si  no...  juro  á  mi  nombre 
que...  sé  lo  que  debo  hacer. 

ESCENA  VI. 

CELIA,   D.  JULIÁN. 

Celia.     Llamáis,  señor? 

Julián.        *  Sí  por  Dios: 

y  ya  que  juntos  nos  vemos, 

ocasión  es  de  que  hablemos 

muy  seriamente  los  dos. 

Y  mal  podremos  hablar 

sí  antes  no  enjugas  tu  llanto... 

Celia!  ¿por  qué  lloras  tanto? 

¿qué  adelantas  con  llorar? 

Ten  al  viejo  compasión, 

porque  aumenta  mis  enojos 

vef  siempre  el  llanto  en  tus  ojos 

y  el  luto  en  tu  corazón! 

Verte  llorar  es  morir; 

no  llores  pues,  hija  mía. 
Celia.     Si  este  llanto  es  de  alegría... 

(Ap.)  (Cielos!  ¿qué  iba  yo  á  decir?) 

Julián.     (Con  extraúeza.) 

Alegre  estás?  (Ap.)  (Ahora  muda! 
(Pensativo.)  Sí  será  Verdad...  qué  es  estdf 
preciso  es  saberlo  presto, 
porque  me  mata  la  duda.) 
D¡^  por  aquí  tiene  amores 


17  — 


cierto  hidalgo... 
Celia.  Yo...  no  creo... 

Julián.     Todaslas  tardes  le  veo 
por  estos  alrededores; 
con  prudencia  tan  escasa 
y  tan  continuo  mirar, 
que  he  llegado  á  sospechar 
que  se  dirige  á  esta  casa. 
Tú...  no  le  conoces? 
Celia.  No! 

JuuAN.    No  le  has  visto  nunca?... 
Celia.  Ahí  aif; 

le  he  visto  una  tarde...  ahí!... 
JtJLi  AN.    D<^nde  suelo  verle  yó, 

verdad,  Celia? 
Gelja.  Aquella  tarde 

estaba  yo  en  mi  ventana. 
JuuuN.    Alguna  frase  galana 

dijo  acaso? 
Cblia.     (Con  discrosto.)  Haciendo  alarde 

de  su  figura! 
Jdlun.  y  qué  hiciste? 

Celia".    .  Cerré  y  vine  aquí! 
Jdlun.  Bien  hecho! 

Cblu.     No  hay  otra  sombra  en  mi  pecho 

que  la  de  don  Juan! 
JüLiAN.  ¿Dijiste 

esa  sola? 
Celia.  No  por  Dios, 

y  si  tal  dije  mentí, 
que  siento  otra  sombra  aquí, 
y  esa  sombra  es  la  de  vos. 
Vos  mí  padre,  él  mí  galán; 
ingrata  y  perjura  fuera 
si  mi  amor  no  repartiera* 
entre  vos  y  entre  don  Juan! 
JuLUN.    Amas  á  don  Juan!... 
Celia.  Señor, 

casi  desde  que  nací; 
me  cupo  la  suerte  á  mí 
de  ser  su  primer  amor!... 
Crecimos  juntos;  hermanos 


-  48  — 

DOS  llamaban,  lo  creímos, 
y  nuestras  vidas  ánimos 
al  enlazar  nuestras  manos. 
Del  campo  naestra  alegría 
gozábamos  la  frescura, 
y  del  bosque  en  la  espesura, 
con  su  dulce  melodía, 
cantaban  los  ruiseñores; 
y  tanto  y  tanto  cantaron, 
que  al  cabo  nos  enseñaron 
á  entender  en  mal  de  amores! 
Pasaron  sin  más  enojos 
los  años,  ni  más  sucesos, 
hasta  una  vez  que  sus  besos 
me  hicieron  bajar  los  ojos! 
Qué  sentí  entonces?  no  sé; 
más  luz,  más  aire,  más  vida, 
no  sé  qué  desconocida 
delicia  experimenté; 
yo  indiferente  miraba 
la  flor,  las  fuentes,  las  aves; 
las  frescas  auras  suaves 
indiferente  aspiraba; 
más  ay!  que  llegó  aquel  dia 
y  eché  de  méoos  mi  calma, 
y  sentí  dentro  del  alma 
tan  dulcísima  armonía, 
tan  nunca  sentido  encanto, 
que  ya  no  vi  indiferente 
ni  el  murmurar  de  la  fuente, 
ni  del  aye  el  dulce  canto, 
ni  el  dulcísimo  lamento 
de  las  perfumadas  flores 
cuando  vierten  sus  olores 
que  airado  les  roba  el  viento; 
todo  dulcemente  hablaba; 
todo  murmuraba  amor: 
el  ave,  el  aura,  la  flor, 
la  fuente',  cuánto  miraba! 
De  entonces  en  loco  afán 
fueron  las  horas  pasando; 
él  en  su  Celia  pensando. 


Celia. 
Julián. 


—  19  — 

yo  soñando  en  mí  doo  Joao!' 
Pintaros  nuestra  pasión 
fuera  inútil  intentarlo; 
que  ni  sé  cómo  explicarlo, 
ni  encuentro  comparación: 
nunca  os  la  podré  hacer  ver, 
que  en  esto  las  fuerzas  ceden  ^. 
todo  cnanto  amarse  puede» 
un  hombre  y  una  mujer!!... 

JuLIAIf .      (Detpves  de  aoft  pansa.) 

De  amor  vencida  en  h  lucha  • 
te  he  visto,  Ceha,  soy  viejo... 
y  quiero  darte  un  consejo... 
Decid... 

(Le  toma  una  mano.) 

Seré  breve;  escucha. . 
Una  rosa  se  mecía 
sobre  su  tallo  galana, 
y  el  aroma  que  esparcía^ 
u&na  la  recogía 
el  aura  de  la  mañana. 
Poco  más  lejos  se  mece 
una  alalia  entre  otras  flores,, 
como  de  aroma  carece 
esa  belleza  que  ofrece, 
debe  sólo  á  sus  colores. 
Es  la  mujer  una  flor, 
rosa,  y  dalia  puede  ser; 
es  su  aroma  su  candor, 
más  ¡ay!  íelíal  qué  dolor 
cuando  lo  llega  á  perder!... . 
Y  qué  me  queréis  decir 
con  esa  comparación! 
Que  dando  con  tu  sentir 
tanta  vida  al  corazón 
pudfera  el  alma  morir. 
Qué  flores  son  tus  amores; 
é  inocente  no  imaginas, 
que  andando  siempre  entre  ñutes, 
pudieran  en  sus  espinas 
enredarse  tus  candores!... 
Celia,  don  Juan...  estoy  cierto 


Celia. 
Julia  ü. 


—  20  — 

I 

casi...  valiente  y  altivo... 
quién  sabe!... 

Celia,     (con  reaoiacion.)  Gaando  yo  vivo!... 
señal  es  de  que  él  no  ha  muerto?... 

JüLUN.    Yo  también  tuve  ilusiones, 
más  con  tan  negral  fortuna, 
que  fui  perdiendo  una  á  una 
las  más  gratas.  Corazones 
que  acariciando  un  engaño 
dulce,  os  miro  dormitar, 
triste  será  eJ  despertar, 
si  os  despierta  el  desengaño!... 

Celia.     Desengaño!  tal  dolor 
no  pudiera  resistir. 

Julián.    (Por  qué  le  dejé  partir? 
hijos  del  alma!!...) 

ESCENA  VII. 


DICHOS,   DIEGO. 

Diego.     (Desde  el  fondo.)        Soñor! 
Julia?!.    Qué  buscas,  buen  Diego  aqui? 
Diego.     Llama  á  la  puerta  un  hidalgo, 

que  quiere  deciros  algo 

que  mucho  interesa. 
Ji^LiAN.  Á  mí? 

.   quién  es? 
Diego.  No  dijo  su  nombre: 

es  un  hidalgo  que  viene 

muchas  tardes... 
Julián.  ¿Y  qué  tiene 

que  decirme  á  mi  ese  hombre? 

(Ap.)  (Ahü  será...  ¿cómo  olvidé? 

dile  que  pase  al  momento... 

retírate  á  tu  aposento... 

sí,  Celia,  retírate!... 

(Sale  Celia  por  la  derecha. ) 


ESCENA  VIH. 


D.  JULIÁN,  Xaégo  D.   LUIS. 

Necio  me  pide  ese  hidalgo 

el  bien  qae  negué  á  mi  hijo... 
^  Celia  á  ese  hidalgo  aborrece 

y  así  me  allana  el  camino!... 
Luis.        (Entrando.)  Díos  OS  gaarde. 
4UL1AN.  Guárdeos  Dios, 

hidalgo,  y  muy  bieq  venido. 

Dicen  que  queréis  tratar, 

no  sé  qué  asunto  conmigo... 

Luis.  Cómo!!   (Sorprendido.) 

Julián.    (Sentándose.)    Sentaos;  ya  os  escucho. 

Luis.        Me  conocéis? 

Julián.  Os  he  visto 

algunas  tardes  rondando 

por  estos  cercanos  sitios; 

más  siendo,  como  vos  sois, 

galán  y  de  porte  altivo, 

presumí  que  os  habría  hecho 

esclavo  de  sus  hechizos 

alguna  dama... 
Luis.  Es  un  ángel 

la  due&a  de  mí  albedrío!... 
JuLiA!i.    Tal  supuse  y  no  pensé 

que  08  fuera  nunca  preciso; 

pero  venís  á  buscarme 

y  que  os  escucho  repito. 
Lvw.       Si  me  veis  todas  las  tardes 

rondando  por  estos  sitios; 

.  si  pensasteis  q\ie  era  esclavo, 

esclavo  de  los  hechizos 

de  una  mujer,  ¿no  pensasteis 

qué  mujer  pudo  haber  sido? 
Julián.    (Ap.)  (No  se  descuida  el  hidalgo.) 
Luis.        Soy  capitán*  noble  y  rico; 

Luís  de  Aguilar  es  mí  nombre, 

honrado  y  esclarecido... 


—  22  — 


Julián. 
Luis} 


JULUÜ. 


Luis. 

JüLlAN. 

Luis. 


Julián. 
Lvis. 

J0LIA!<. 


Luis. 


Julián. 

Luis. 
Julián. 


A  Dombre  honrado  yo  os  juro, 
que  no  le  va  en  zaga  el  mió! 
Tengo  favor  en  la  corte, 
la  corte  de  Carlos  quinto; 
amo  con  toda  mi  alma 
á  un  ángel,  ángel  divino,  ' 

que  presta  amor  al  amor 
y  delirios  al  delirio!... 
ella  es  el  bien  de  mi  vida.., 
•vivir  sin  ella  es  lo  mismo 
que  sufrir  eternamente 
el  más  horrible  suplicio. 
Celia,  en  fin. 

(Levaatindose  como  el  qae  no  paede  resistir   más.) 

Celia?  ¿mi  vida?... 

'  (Conteniéndose.) 

perdonad...  sentaos...  ha  sido... 
yo  no  sé...  no  sé. 

(¿Qué  es  esto?) 
Sabéis  si  de  su  cariño 
sois  el  duefto?... 

(Desconcertado.)       No  lo  sé... 

yo  por  esposa  os  la  pido, 
mas... 

Nunca!  (sin  contenerse.) 

¿Qué  decís? 

Nunaa! 
no  lo  digo,  ya  lo  he  dicho. 
Olvidad  eso,  don  Luis: 
que  ó  me  engaña  á  mi  el  oido, 
ó  pretendéis  imposibles... 
al  cielo  y  á  vos  suplico... 

(interrampiéndole.) 

Expücaos...  Ó  por  el  cielo! 
que  roe  haréis  perder  el  juicio!... 
Don  Luis,  dad  nuestra  vivienda 
y  vuestro  amor  al  olvido. 
Juro  á  Dios!! 

Yo  también  juro, 
mas  ya  que  hablar  es  preciso, 
escuchad:  era  una  noche 
negra  como  un  hondo  abismo; 


-  Í23  — 

soplaba  irritado  el  cierzo,  ' 

y  al  estrellarse  en  los  riscos 

de  esos  montes,  al  tronchar 

de]  bosque  los  carcomidos  ] 

troncos,  que  rodando  bajan 

desde  la  cumbre  al  camino, 

sintiera  miedo,  os  \o  juro, 

el  corazón  más  aUivo 

al  escuchar  solitario 

de  la  ráfaga  el  ahullido. 

«  En  esa  cercana  estancia 

mientras  tanto,  sus  quejidos 

unió  al  quejido  del  viento 

una  mujer;  no  es  preciso 

decir  quién,  ni  á  ros  importa, 

mas  podéis  tener  por  fijo 

que  era  claro  su  linaje 

y  era  noble  su  apellido. 

Aún  me  parece  escucharla!... 

(Ap.)  (jPobre  hermana!)  guarda,  dijo, 

Julián,  un  ángel  que  el  cielo « 

bendice  cual  yo  bendigo: 

al  mismo  tiempo  escuchaba 

el  débil  llanto  de  un  niño, 

que  en  ansia  de  darle  vida 

su  madre,  el  postrer  suspiro 

dióle.  Diez  y  siete  anos 

han  pasado  y  he  vivido 

viviendo  y  amando  á  mi  Celia.  •. 

L.UIS.       Celia? 

JüLiAii.  Ella  es;  con  prolijos 

afanes,  con  mis  cuidados 
la  vida  le  ha  «onreido^ 
y  cual  tierna  florecilla 
crecer  y  crecer  la  he  visto, 
meciendo  sélo  su  tallo 
las  auras  de  mí  cariño! 

Luis.       Mas  no  es  razón... 

ULiAif.  Escuchad, 

hidalgo,  no  he  concluido, 
tenéisme  que  agradecer 
si  es  que  os  digo  lo  que  os  digo; 


-  24  - 


Luis. 
Julián. 


Luis. 

iULIAN. 


Luis. 

JUUAN. 


Luis. 

JUL141f. 


Lois. 


JULlAlf. 

Luis. 
Julián. 


ni  me  afengo  á  dar  razones» 
ni  á  ser  demasiado  explícito 
acostumbro,  pero  importa 
que  sepáis... 

(Ap.)  (Mal  lo  resisto!) 

Jamás  anubla  el  pesar 
mi  existencia,  ni  un  motivo 
tave  de  queja,  basta  el  dia 
en  que  tí  á  Celia  perdido 
su  color,  tristes  sus  ojos, 
con  los  que  bien  claro  dijo 
que  amaba  á  un  hombre;  miré 
que  me  robaba  el  cariño 
de  mi  Celia,  y  ver  no  pude 
que  aquel  hombre  era  mi  hijo... 
Mirad... 

¿Qué  Tais  á  decir?... 
harto  negro  es  el  castigo 
que  por  mi  pecado  sufro... 
Nada  me babets  respondido... 

(interrumpiéiidole.) 

Nunca  un  miserable  avaro 
de  su  riqueza  habéis  TÍsto? 
¿No  habéis  tísIo  relumbrar 
sus  ojos,  mirando  el  brillo 
de  su  dinero  y  contar, 
y  embriagarse  en  el  sonido 
del  oro  á  aquel  miserable; 
decid,  don  Luis,  lo  habéis  Tísto? 

Oh!!  (irritado.) 

Yo  también  soy  avaro, 
ciego  del  tesoro  mío, 
de  mí  Celia,  y  mientras  viva 
Celia  vivirá  conmigo... 
Gracias  dad  á  vuestras  canas 
si  con  paciencia  os  he  oído, 
que  á  ser  otro  el  que... 

Yo  basto, 
á  sostener  cuanto  he  dicho! 
Tenga  prudencia  el  anciano. 
Tenga  el  mozo  mayor  tino, 
y  cuente  que  está  en  mi  casa. 


—  25  — 


y  en  mi  casa  no  resisto 
qae  nadie  insulte  mig  canas 
ni  levante  nadie  el  gnlo. 

Lois.       (BarU.)  Qttisíera  Ter  como  hacéis 
de  qníen  tab  iiaga  el  castigo. 

ioLiAR.    Pensad  que  no  tienen  hma. 
de  cobaMesloe  Carrillos. 

Luis.       Carrillo?  tenéis  en  Flandes 
acaso  en  la  gaerra  an  hijo? 


Lois, 

JoUAff. 

Luis. 

JCLUM. 


Sí. 


Luis. 


JULUII. 

Luis. 


JuiiAN. 

Luis. 

Julián. 

Luis. 


Juman. 


Luis. 


Don  Juan  es  su  nombre. 
Don  Joan?... 

(Con  ansiedad.)  Le  bábeis  conocido? 
decid,  don  Luis,  decid  pronto 
Ib  que  sepáis  de  mi  hijo!... 
ha  muerto  tal  vez?... 

Quién  sabe! 
es  hace  un  año  cautiTo... 
bien  lo  sentí!... 

Lo  sentisteis?... 
Sí  que  lo  sentí;  por  Cristo... 
que  tuvo  en  cierta  ocasión 
que  entendérselas  conmigo. 
Con  vos,  don  Luis! 

Tuvo  suerte... 
Venció  don  Juan?... 

Sólo  ansio 
el  dia  en  que  le  devuelva 
la  ofensa  que  entonces  me  hizo. 

(Con  satisfacción. ) 

Bien,  don  Juan!!  pues  no  temáis 
que.no  está  todo  perdido: 
no  habri  tan  fuertes  cadenas, 
ni  habrá  tan  pesados  grillos, 
ni  habrá  muros  que  no  estén 
lo  -bastante  quebradizos 
para  dar  paso  á  un  don  Juan 
hijo  de  Julián  Carrillo. 
Gracias,  don  Luis! 

No  olvidéis 
que  aborrezeo  á  los  Carrillos.  ^ 


—  126  - 

Velad  por  vuestro  tesoro 

que  pienso  que  está  en  peligro. 
Julián.    Sí  sólo  le  atacáis  vos, 

don  Luis,  puedo  estar  tranquilo. 
Luis.       Cuenta  que  ei  tesoro  vuestro 

hace  tiempo  que  codicio. 
Julián.    Cuenta  que  está  bien  guardado 

por  ser  Celia  y  por  ser  mió! 

Luis.  (Desde  el  fondo.) 

Vive  Cristo,  lo  veremos... 
Julián.    Lo  veremos,  vive  Cristo! 

ESCENA  IX. 

D.   JULIÁN. 

(Llamando.)  Hólal  Diego...  Por  pequeño 
que  pareica  el  enemigo, 
es  bien  estar  preparado 
y  bueno  estar  prevenidos. 

ESCENA  X. 


D.  JULIÁN. 

Diego.     Qué  se  os  ofrece,  señor! 

Julián.    Diego,  vigila  la  casa; 

y  si  algún  hombre  se  acerca 
ó  intenta  saltar  las  tapias 
del  jardín... 

Diego.  Qué  debo  hacer? 

Julián.    Como  á  ladrones  los  tratas; 
quien  por  tales  puertas  entra 
mirar  debe  como  salga. 
No  olvides  nada,  que  hay  cosas 
que  no  son  pfBira  olvidadas; 
me  amenazó  y  es  preciso 
castigar  sus  amenazas. 

Diego.     DescBÍdad;  ah^  si  estuviese 
hoy  don  Juan... 

Julián.  Basta  de  plática. 


—  27  — 


Celia. 
Julián. 


Gblia. 


Julián. 

Cbua. 
Julia  FT. 


ESCENA  XL 

D.   JULIÁN,   CELIA. 
(Saliendo.) 

La  Doche  se  acerca... 

Celia, 
si  vas  á  caidar  tas  plantas 
antes  que  de  la  oración 
se  oiga  el  toque  en  la  cercana 
eórte,  retírate,  Celia, 
á  mi  estancia  6  á  ta  estancia. 
Vino  el  hidalgo  á  pedirte, 
y  al  mirar  que  te  negaba, 
rae  amenazó  con  robarme 
mi  tesoro! 

Dios  le  yalga! 
no  temáis,  señor,  por  mí, 
que  pienso  que  las  palabras 
de  ese  hidalgo,  fueron  bijas 
de  sus  mal  nacidas  ansias!... 
No  olvides  lo  que  te  he  dicho; 
no  tardes,  hija  del  alma! 
Y  vos,  señor? 

No  daré 
hoy  mi  vuelta  acostumbrada, 
que  tengo^ intranquilo  el  pecho 
y  quiero  velar  mi  casa.  (Saie  isquUrda.) 

ESCENA  Xlí. 


CELIA. 

Qué  es  esto.  Dios  mío, 
que  siento  en  el  alma? 
no  sé  si  son  dichas! 
no  sé  si  son  ansias! 
Las  luces  del  dia 
de  la  tarde  en  alas 
se  alejan;  las  sombras 
que  tanto  anhelaba, 


-  28  — 

cobijan  la  tierra... 
don  Jaan  ya  me  aguarda... 
mas  ay!  que  no  acierto 
qué  siento  en  el  alma; 
no  sé  si  son  dichas! 
ni  sé  si  son  ansias! 
Qué  temo?...  qué  espero?... 
si  há  un  instante  ansiaba 
volar  á  sus  brazos?... 
por  qué  esta  mudanza?.., 
qué  temo?  desdichas! 
qué  espero?  desgracias! 
y  á  un  tiempo  me  brindan 
amor  y  esperanza!... 
Decidme,  Dios  santo, 
qué  siento  en  el  alma^ 
si  son  dulces  dichas 
6  son  tristes  ansias! 

(Yendo  hada  el  fondo.) 

Dos  voces  escucho; 
dos  voces  contrarias, 
una  dice— espera! 
otra  grita— anda! 

(Con  resolueíon.) 

SÍ,  voy  á  SU  lado, 
qué  mal  me  amenaza? 
no  sé  por  qué  temo... 
vacila  mí  planta... 
recele...  ¿qué  dudo? 
don  Juan  ya  me  aguarda, 
y  con  sus  amores, 
con  su  dulce  plática, 
colmará  mis  dichas, 
calmará  mis  ansias!.!.  (Se  va.) 

(Quedo  lo  eeeeno  un  instante  desierta:  entran  laeei.) 

'    ESCENA  Xni. 

D.  JVUAlf. 

Me  tiene  intranquilo  ese  hombre 
con  sus  rudas  amenazas: 


—  29  ^ 

¿querrá  robarme  á  mí  Celia! 
sí  á  tanto  llega  la  audacia 
de  ese  hombre,  con  cíen  vidas, 
con  mil  Tídas  no  me  pagal 

(Se  oye  nn  tiro:  rumoret  dentro.) 

Cielos  ¿qué  es  esto?  Dios  santo! 

(Descolgrendo  «laft  espada.) 

Celia!  Celia!!! 

(Al  ir  á  salir  por  el  fondo  trgpifsa  con  Clarín,  que 
entra  preeipitadamente.) 

ESCENA  Xiy. 

D.  JULIAlf,  clarín. 

Clar^.   (Entrando*)     Um  me  Taiga! 
Julián.    Cielos!  Clarín! 
Clarín.  Don  Julián! 

JuuAN.    Y  mí  bqo?  y  don  Juan?  habla... 

habla,  Clarín... 
Clarín.    (Todo  may  Tiro«)  Sí  no  puedo! 

sí  hasta  me  falum  palabras; 

si  tengo  un  nudo  en  el  pecho 

y  un  pesar  en  la  garganta*.. 

si  se  me  saltan  los  ojos        ^ 

porque  el  llanto  me  los  salta. 
JuLUN.    Mira  por  lo  que  en  el  mundo 

quieras  más!  deja  esa  calma; 

me  atormenta  tu  silencio... 

cuenta  mi  pena! 
Clarín.  Escuchadla. 

Ansiottd  por  Vet  á  Celia, 

más  que  cabalgáis  volaba 

don  Juan,  á  encontrar  el  término 

de  sus  amorosas  ansiad!. .. 
J  uLi AN .    No  te  detengas. 
Clarín.  Llegamos, 

y  al  conocer  que  llegaba 

á  las  horas  que  acostumbra 

á  regar  Celia  sus  plantas... 
Julián.    No  resphresü 
Clarín.  Anhelante 


—  30  — 

después  de  auseacia  tan  larga... 
Julián.    Sigue!... 
Clarín.  Acerca  so  caballo, 

sabe  en  él,  monta  en  la  tapia, 

le  imito  yo,  pero  apenas 

sí  la  cabeza  asomaba, 

cuando  un  tiro... 
Julián.    (Cayendo  en  el  sillón.)  Dios  me  asísta!... 

parricida!? 

(Entran  Die§po  y. otros  criados,  que  traen  sin  sentid» 
á  D.  Juan.)  ' 

ESCENA  XV. 

DICHOS,   DIEGO,   CRIADOS. 

Diego.     (Entrando.)  Y  uo  me  matan! 

Mil  rayos!  maldito  sea 

quien  es  de  este  mal  la  causa! 
Julián.    Hijo!  Don  Juan  ¿no  contestas? 

no  me  escuchas? 
Diego.     (Con  Ustima.)       Dios  le  valga! 
Julián.    Aquí  está  Celia!  hija  mia!... 

tal  Vez  tu  voz... 

(Todos  buscan  con  los  Cjjos  i  Celia.) 

Cbboll.  (Dentro.)  Perro!  Á  rastras 

te  he  de  llevar... 
Julián.  Diego  y  Celia? 

ESCENA  ULTIMA. 

DICHOS,  CBBOLLEDO  y  LILO. 

JuLUN.    Celia! 
Cbboll.  Vamos! 

LlLO.         (Temblando.)     VírgeU  SRUta! 

Julián.    Celia!! 

Ceboll.  Razón  has  de  dar 

ó  be  de  aplastarte! 
Julián.  Qué? 

Cbboll.  Nada; 

abierto  está  el  portalón 


—  31  -. 

por  donde  saco  mis  vacas... 

sombras  h«  visto  que  huían... 
Juliana    Y  Celia? 
Ceboll.  Es  vano  buscarlal... 

LiLO.  Yo  juro,  señor!...  (Cme  de  rodiUM.) 

Diego.  Mil  rayos!... 

JULIAIf.      (Cayendo  desmayado  en  el  sillón.) 

Dol  Juan!  Celia!  Hijos  del  alma!!! 

(Cae  el  telón.) 


FIN  DBL   ACTO    PRIMERO. 


ACTO  SEGUNDO. 


La  miima  decoración.  Datante  el  acto  ya  aclarando  el   dia. 


ESCENA  PRIMERA^ 

CBBOLLSDO,  ULO,  detria  de  la  reija. 

LiLO.      Pastor! 

Ceboll.  Otra  vez! 

LiLO.  Pastor! 

no  me  escuchas?... 

í^EBOLi-.  De  hablar  cesa; 

que  tiene  en  menos  la  boca 
quien  tiene  en  más  la  vergüenza!.. 
f  «II.O.       Escucha  lo  qu';  es  del  caso 

y  Tanas  razones  deja... 
CEBOI.L.  Vanas  razones!... 
IsMLo.  Di  á  tu  amo 

don  Julián,  que  bien  pudiera 
la  libertad  otorgarme 
en  premio  de  mis  respuestas: 
díle  que  pues  por  mi  puede 
ver  á  la  triste  doncella, 
vil  traición  que  me  arrancaron 
más  que  el  temer,  sus  promesas; 
dile,  que  ya  que  á  don  Juan 
respetó  la  suerte,  y  fuera 

5 


—  34  -^ 

la  causa  de  su  desmayo 
el  cansando  y  la  sorpresa, 
mejor  que  la  leve  herida 
que  recibió,  en  la  que  entra 
en  mucho  más  su  ignorancia, 
que  entrara  la  culpa  nuestra; 
.  di  que  si  ligero  anduvo, 
no  es  bien  que  su  ligereza 
pague  yo,  y  así,  que  rompa, 
que  ya  es  tiempo,  las  cadenas 
con  que  sin  razón  me  oprime. 
Haz  lo  que  té  digo  y  cuenta 
que  de  no  hacerlo,  te  juro 
qué  es  de  buen  temple  mi  negra, 
y  he  de  hacer  yo  porque  tú  hagas 
conocimiento  con  ella. 

Ceboll.  Si  por  tus  respuestas  son 
mal  esperas  recompensas, 
jque  harto  trabajo  costaron 
y  harto  tiempo  tus  respuestas!... 
Si  por  desdicha  se  agrava 
de  don  Juan  el  «nal,  si  aumentan 
dolores  que  hn  despreciado   . 
por  salvar  á  doña  Celia, 
si  acaso  llegaron  tarde, 
tus  esperanzas  deshecha: 
espera  sólo  un  castigo 
menor  que  la  infamia  vuestra, 
que  nunca  el  castigo  es  grande 
cuando  es  tan  grande  la  afrenta!... 
Deshecha  tus  amenazas 
que  por  ser  tuyas  son  necias, 
que  8i  de  espadas  no  entiendo 
hondas  tengo  y  sobran  piedras!... 

LiLO.       Por  Dios  que  en  el  huerto  anoche 
no  hablabas  de  esa  manera!... 

Ceboll.  En  donde  mandan  traiciones 
callan  honradas  defensas!... 

LiLO.       Haz  lo  qne  te  dije... 

Ceboll.  Calla. 

LiLO.       Oye!... 

Ceboll.  Don  Julián  se  acerca! . . . 


—  36  - 

(Ap.)  (Y  por  Dios  que  estoy  temblando 
y  me  espanta  su  presencia!...) 

(Sale  D.  Julián  y  se  dirige  á  U  galería,  tin  Ter  al 
pastor,  que  te  retira  al  foado  izquierda.) 

ESCENA  II 

D.   IDLlArV,   CEBOLLEDO^ 

luLiAN.     Cuan  lentas  pasan  las  horas?: 
cuánto  tardan >.  ya  comienza 
de  la  aurora- á  clarear  ' 
la  debí]  luz,  y  se  alejan 
las  tinieblas  de  la  noche 
y  &o  se  alejan  mis  penas, 
que  son  tan  negras,  tan  grandes, 
como  esas  mismas  tinieblas. 

(Vini<!ndo  al  proseenio.) 

Conque  era  ilusión  mi  amor,, 
y  mi  cariño  quimera? 
Conque  no  es  Celia  mi  vida 
puesto  que  vivo  sin  ella? 
Conque  tengo  el  corazón     * 
tan  doro  como  las  piedras, 
que  dicen  que  el  dolor  mata 
y  no  me  mata  su  ausencia... 
Ah!  le  plugo  airado  al  cielo 
que  el  desgraciado  no  tenga, 
ni  aun  el  mísero  placer 
de  que  le  mate  su  pena. 

CeBOLL.    (Suspirando.) 

Ay!  Dios! 
Julián.  Qué!  quién  está  ahí? 

qué  buscas? 
Ceboll.  Ay!  Dios! 

-íuLiAN.  Qué  rezas? 

¿Han  muerto  acaso  á  don  Juan? 

Murió  de  mi  amor  la  esencia? 

Murió  Diego?  Se  ha  incendiado 

y  hecho  cenizas  mi  hacienda? 

Habla^  dilo:  qué  te  espanta? 

No  ves  que  me  sobran  fuerzas 


y  que  tengo  el  corazón 

tan  duro  como  las  piedras!! 

¿No  ves  que  su  ausencia  sufro 

sin  que  me  mate  su  ausencia!! 

Aún  callas?  habla. 
Crboll.  Mi  llanto, 

señor,  á  llanto  os  mueva; 

ni  me  separe»  de  vos 

ni  TOS  me  separéis  de  ellas. 
JüLUN.    No  comprendo. 
Ceboll.  De  mis  vacas, 

es  su  establo  mi  vivienda, 

entre  ellas  nací,  señor, 

y  me  he  criado  entre  ellas... 

El  ladrón  vino  á  engañarme. 
JüLiAN.    Qué!!  sigue...  no  te  detengas. 
Ckboll.   Que  viendo  inútil  su  ruego 

é  inútiles  sus  riquezas,  '■ 

puso  una  daga  en  mi  pecho 

y  vi  la  muerte  tan  cerca. . . 

que  al  verme  allí  sin  amparo 

temblé  de  espanto,  y  la  prenda 

dile  que  pidió... 
Julián.  ¿Qué  dices 

infeliz,  qué  prenda  es  esa?... 
Ceboll.   Pidióme  y  dile...  la  llave 

del  portalón... 
JüLiA?r.  Dios  me  tenga 

de  su  mano;  tú,  tú  fuiste, 

y  vienes  y  me  lo  cuentas, 

y  yo  te  escucho  insensato 

sin  arrancarte  la  lengua, 

y  siendo  cómplice  vives... 

vas  á  escuchar  tu  sentencia... 

(Amartillando  un   pistolete:    Cebolledo  cae   de    ro- 
dillas.) 

Ceboll.  Oh!...  señor!!... 

Julián.    (Apuntando.)       Yo  soy  tu  juez... 


—    04     

ESCENA  líl. 

DICHOS,  CELIA   y  DIBGO. 
Celia.       (Corriendo  i  ponerse  delante  de  CebolUdo.) 

Mas  no  su  verdugo!!... 

JCLIAN.     (Tirando  el  pistolete  y  tendiéndole  lot  braxos.) 

>  Celia!!... 
Celia.     ¿Qaé  ibais  á  hacer? 
Diego.     (A  Ceboiiedo.)  Alza  y  vete,  (vásc.) 

ESCENA  IV. 


D.  JULIÁN,   CELIA,  DIEGO. 

JfjLiA!^.    Loco  me  tuvo  tu  ausencia!... 
me  mata,  Celia,  el  placer, 
y  no  me  mató  la  pena! 

Celia.     Yo  soy,  miradme,  yo,  libre 
de  las  horribles  finezas 
de  aquel  hombre! 

Ju«.ufi.  Si  te  escucho 

y  pienso  que  el  alma  sueña, 
si  entre  mis  brazos  te  miro 
y  basta  dudo  que  tú  seas!... 

BrEGO.     No  en  balde  alienta  don  Juas  ' 
aunque  de  milagro  alienta, 
que  á  la  cabeza  apuntaba 
y  hubiérale  en  la  cabeza, 
puesto  el  tiro;  mas  no  en  balde 
pasan  los  años,  las  fuerzas 
se  agotan,  su  vigor  pierden 
los  ojos,  los  brazos  tiemblan; 
bendito  aquel  que  dispuso 
del  tiempo,  si  así  no  fuera 
muerto  estuviera  don  Juan, 
y  vos  loco,  y  loca  Celia... 
cieguen  mil  veces  mis  ojos 
antes  que  tal  dolor  vean! 
JuLiAif.    Bien  dices,  Diego,  bien  dices, 
ha  diez  años  no  se  hubiera 


—  38  — 

contentado  tu  arcabuz 

con  rasgar  un  brazo  apenas... 

pero  y  tú...  por  qué  asi  callas?  (Á  CeUa. ) 
Diego.     Cierto... 

Julián.  ¿Por  qué  no  nos  cuentas..» 

CsLiA.     Valiera  mas  olvidarlo! 
JuLfAif.    Me  mata  la  duda:  piensa 

que  ausente  toda  la  noche 

estuviste,  Celia,  cuenta 

que  en  poder  de  ese  malvado 

pasaste  la  noche  entera, 

y  que  puso  el  miserable 

(Tómeselo  Diosas  cuenta.) 

una  cadena  á  tu  honor, 

un  dogal  á  la  honra  nuestra: 

no  te  olvides  que  murmura 

la  gente^  y  cuando  lo  sepan 

diTáxk  al  verte  en  la  calle... 
Celia.     Dios  lo  quiso!... 
JuLiAif.  Es  esa...  es  esa... 

esa  es...  y  maliciosos 

sonreirán,  y  la  doncella 

pierde  con  cada  sonrisa 

su  más  delicada  esencia! 

que  es  la  materia  de  honras 

tan  delicada  materia, 

que  es  mucho  más  que  una  daga 

terrible  una  mala  lengua!... 

Habla,  pues,  Celia,  no  tardes! 
Cbll\.     Escuchad.  (Dios  me  dé  fuerzas!) 

Pediros  debo  un  perdón; 

ayer  por  la  vez  primera 

guardé  para  vos  secretos, 

esperaba  á  don  Juan! 
JvLiA!t.  Celia!!... 

Celia.      Mi  padre  á  nuestros  amores 

se  resiste,  antes  que  sepa 

que  torne  de  Flandes  quiero, 

porque  á  nuestro  bien  es  Tuerza, 

reparar  nuestros  afanes 

y  vencer  su  resistencia!... 
Juman.    Ah! 


~  39  — 

Celia.  Te  espero  á  la  oración 

en  el  huerto... 

Diego.  ¡Quién  pudiera 

pensar  que  don  Juan... 

Celia.  Y  triste 

y  al  mismo  tiempo  contenta 
de  verle  esperé  la  noche; 
tocó  la  oración,  y  llena 
de  esperanzas  bajé  al  huerto; 
al  poco  sentí  muy  cerca 
un  tiro,  luego  mil  tocos, 
después...  nada,  creíme  muerta!.  . 
Qué  fué  de  mi?  no  lo  sé; 
pero  después,  no  supiera 
decir  si  tarde,  mis  ojos 
ojalá  nunca  se  abrieran, 
al  sentirme  acariciada 
de  la  noche  por  las  frescas 
auras,  se  abrieron  llorosos; 
luz  buscaban,  luz  quisieran, 
tinieblas  sólo  encontraron, 
por  todas  partes  tinieblas!... 
Fui  recobrando  el  sentido, 
y  cual  sí  alguna  centella 
me  arrostrase,  así  sentíme 
con  una  infernal  violencia 
trasportada.—Don  Juan — dije, 
— á  dónde  vamos!  qué  intentas?— 
y  escuché  luego  una  voz 
entre  amorosa  y  severa 
que  dijo: — Ten  esperanzas 
y  los  recuerdos  deshecha, 
que  entre  esperanza  y  recuerdos 
la  esperanza  es  más  risueña! 
No  era  su  voz!!  gritar  quise 
y  aliento  faltóme  y  fuerza!... 
¿asas  pensé  descubrir 
y  calles,  y  estuve  cierta 
cuando  vf  la  santa  imagen 
de  la  Virgen,  de  una  puerta 
sobre  el  arco,  y  á  la  débil 
luz  que  la  alumbraba  viera 


-  40  - 

distintivamente  una  calle 
larga,  solitaria,  negra!... 
Estábamos  en  la  corte; 
paró  al  poco  la  litera 
de  otra  calle  ante  una  casa 
de  miserable  apariencia; 
—Baja  -me  dijo,  y  bajé, 
entré  donde  dijo — entra, 
y  en  una  estancia  sombría, 
entre  bruja  y  entre  dueña, 
me  recibió  una  mujer, 
que  al  verme  exclamó  conténta: 
— No  temáis,  que  de  esta  casa 
sois  desde  luego  la  reina- 
añadiendo  por  lo  bajo: 
— Por  Dios  que  es  linda  pareja!- 
No  sé  cuánto  tiempo  estuve 
con  aquel  hombre,  sujeta 
por  mi  martirio,  á  escuchar 
sus  miserables  finezas... 
Diego.      Pobre  Celia! 
JuLuN.  Sigue. 

Celia.  Luego 

entró  en  la  estancia  la  dueña... 
entregó  un  pliego  y  don  Luis 
leyó— urgente— en  la  cubierta. 
Duda,  da  un  paso,  vacila, 
vuelve  á  vacilar  con  muestras 
de  pesar,  y  al  cabo  exclama: 
— Si  Carlos  quinto  lo  ordena, 
quién  resiste?  y  dirigiéndose 
i  mí: — Niña— nada  temas 
me  dijo,-- me  llama  el  rey 
y  estaré  pronto  de  vuelta. 
Salió  y  la  dueña  siguióle 
cerrando  tras  sí  la  puerta. 
Vime  sola,  una  ventana 
vi  y  respiré!...  mas  sus  rejas 
QO  ablandaron  ni  mis  ayes, 
ni  mi  llanto,  ni  mi  queja! 
Lentas  pasaron  las  horas! 
Julián.    Lentas  pasaron!... 


-41  ~ 

Celia.  '  Muy  léalas!... 

pidiendo  á  la  santa  Madre 
la  Virgen  de  la  Almudena 
amparo;  pasé  una  noche 
como  mis  pesares  negra!... 
Nunca  apartaba  los  ojos 
de  aquella  terrible  puerta, 
temblando  al  ?erla  cerrada, 
temblando  de  que  se  abriera! 

Julián.     Y...  se...  abrió?...  (Con  interés  creciente.) 

c^BLiA.  Guando  la  aurora 

blanca  á  clarear  comienza; 

cuando  respiran  las  flores 

engalanadas  con  perlas. . . 

cuando  deja  el  nido  el  ave 

y  á  cantar  el  alba  empieza, 

se  abrió... 
JuuAfi .  Y  entonces. . .  , 

Celia.     (May  tívo.)  Entonces 

como  una  ilusión  risueña 

YÍ  que  no  en  vano  pasara 

^la  noche  ae  pena  muerta, 

pidiendo  amparo  á  la  Virgen, 

la  Virgen  de  la  Almádena! 

Entró  don  Juan  agitado, 

del  dolor  la  dura  bueUa 

marcada  en  el  rostro;  y  casi  , 

á  un  tiempo,  como  la  fiera 

que  le  arrebatan  sus  hijos, 

ó  que  le  roban  su  presa, 

entró  don  Luís,  y  don  Juan 

dijo: — Partidas  como  ésta, 

á  no  ser  entre  leales 

compañeros,  merecieran 

mucha  sangre;  y  añadió: 

—Habéis  ganado  la  apuesta — 

y  dirigiéndose  á  roí, 

—Vé  con  Diego  y  nada  temas, 

que  don  Luis  es  muy  mi  amigo 

y  fué  una  locura  nuestra 

cuanto  pasó.  Dijo — Cierto*- 

don  Luís,  más  de  una  manera... 


—  42  - 


Julián. 
Diego. 

Celia. 

JULIAIV. 

Diego. 

Julián. 

Celia. 

Julián. 

Diego. 

Julián. 


-Diego. 
Julián. 


Diego. 
Julián. 


que  no  sé  qué  triste  duda... 

Pero  y  don  Juan. 

(Dudando.)  Allá  quoda. . . 

Hablando  alegre  á  don  Luís. 

(Ap.)  (Alegrías  como  esta 

pueden  trocarse  en  desdichas...) 

(Ap.)  (Á  estas  horas  ya  no  alienta 

uno  de  los  dos...) 

(Ap.)  (Ya  tarda!...) 

¿Qué  nuevo  mal  nos  aqueja?... 

Nada!...  Diego!... 

Señor. 
(Ap.  á  él.)  Oye: 

á  estas  horas  nuestra  afrenta 
se  habrá  lavado  con  sangre. 
Tal  pienso! 

Mas  por  si  fuera 
esa  sangre  de  don  Juan, 
no  son  tan  pobres  mis  fuerzas, 
ni  tan  grande  de  una  espada 
el  peso,  que  yo  no  pueda 
•manejarla  como  un  hombre; 
la  tuya  á  tu  cinto  cuelga, 
que  ir  á  la  corte  al  momento 
nos  precisa. 

Al  punto.  (Sale  Pietro.) 

Vuela. 


ESCENA  \. 


CBLIA,  D.   JULIÁN. 

Julián.    Vé  á  tu  estancia,  que  ya  es  hora 
de  que  algún  reposo  tengas. 

Celia.     Vais  á  salir?... 

Julián.  Á  la  corte. 

Celia.      Vos...  á  la  corte? 

Julián.  Me  espera... 

un  grande  amigo...    . 

Celia.  Á  estas  horas? 

Julián.    Pronto  vuelvo.  * 

Celia.  Señor!... 


-.  4S  — 

JoLuw.  Deja, 

que  he  de  ir;  nada  receles. .. 

vuelvo  pronto. 
Celia.  Pero.,. 

JvLiAN.  Celia! 

no  repliques... 
Crlia.  Obedezco?... 

(Vise  á  sa  habitación.) 

Jdliau.    Ahora,  que  Dios  me  proteja. 

(Sale  por  la  ixquierda.  Queda  la  eNena  an  inttant» 
desierta.) 

ESCENA  VI. 

D.   JOAN. 

Cíelos!...  me  mata  el  dolor!... 
adiós  patria,  adiós  hogar, . 
cuna  de  tan  dulce  amar, 
sepultura  de  mí  amor!... 
Casa  que  nos  rió  nacer... 
y  por  mí  suerte  tirana, 
miras  tan  triste  elmañana 
como  dichosa  el  ayer!... 
Fuentes,  cuyas  aguas  puras 
pintaron  su  imagen  bella, 
avecillas,  ay!  que  de  ella 
cantaron  las  donosuras!... 
Campos  que  yo  despojé 
de  tantas  hermosas  flores 
para  ornar  con  sus  calores 
á  la  que  tanto  adoré! 
Dichas,  sueños,  alegrías, 
esperanzas  é  ilusiones, 
que  á  dos  tiernos  corazones 
disteis  tan  dichosos  días! ... 
Adiós  todos!  mí  amargura 
mayor  que  mí  bien  ha  sido; 
ya  será  siempre  el  olvido 
cárcel  de  tanta  ventura!... 


—  44  - 


Diego* 

Juan. 

Diego. 


Juan. 


ESCENA  Vil. 

D.   JUAN,   DIEGb. 

Diego,      (ai  verle.)  Dod  Juan!... 

Juan.  Diego!... 

DiEfco.  Vos  aquí! 

(Llamando.)  Celia!  Señor!... 
Juan.  Calla,  Diego! 

Diego.       Vuelvo  al  puoto!  (Queriendo  salir.) 

Juan.       (Deteniéndole.)      Yo  te  ruego 
que  no  te  muevas  de  ahí. 

(Después  de  ana  pausa.) 

Tiraste  tüü... 

(Triste.)  Yo...  tífé... 

Mucho  erraste!... 

Y  por  la  suerte 

de  00  haberos  dado  muerte 

alemas  gracias  daró.  (Señaifwdo  ai  eieío.) 

Perdiste  mucho;  no  en  vano 

pasa  el  tiempo,  son  despojos 

hoy  ya  la  luz  en  tus  ojos 

7  el  pulso,  Diego,  en  tu  mano!... 

Mal  tiro  diste!... 
Diego.  Don  Juan, 

muévaos  á  piedad  mí  pena!... 
Juan.       Déjasme  una  vida  llena 

de  amarguras  y  de  afán!... 
DiE«o.     Si  hubiera  querido  el  cielo, 

eontra  nosotros  airado, 

que  os  Iiubíera  contemplado 

muerto,  don  Juan,  en  el  suelo, 

y  mi  mente  al  recordar 

vuestra  existencia  de  niño, 

siendo  el  único  cariño 

que  supe  siempre  guardar, 

sin  vida  os  viera  á  mis  pies, 

fuera  tal  mi  desventura, 

que  loco...  es  poco  Ipcura; 

sí,  don  Juan,  poco  después 

entre  rabia  y  aflicción, 


—  45  — 

rompiera  al  alma  los  lazos 
y  arrojara  hecho  pedazos 
á  UD  perro  mi  corazón!! 
Si  hasta  vuestra  leve  herida 
roe  causa  tanto  pesarl... 
Juan.      Más  te  debiera  causar 

verme  un  instante  con  vidal... 
ffo  más,  Diego,  ¿quién  pensara 
cuando  amé  por  vez  primera, 
que  un  amor  vida  me  diera 
y  el  mismo  amor  me  matara!... 
¿Te  acuerdas,  Diego?...  era  niña, 
y  la  vimos  tan  hermosa 
que  daba  envidia  á  la  rosa 
más  pura  de  la  campiña!... 
¿Dónde  están  aquellos  dias! 
DiBGo.     Celia  os  ama.*. 
JuAü .  Qué  se  hicieron? . . . 

voy  á  partir  cual  partieron, 
Diego,  aquellas  alegrías!... 
DO  más. 
Diego.  Partir?!... 

JuAx.  Sí;  mi  suerte 

me  separa  d^  esta  tierra, 
hay  guerra  y  amo  la  guerra 
porque  en  ella  está  la  muerte!... 
Pero...  no  los  quiero  ver, 
que  si  sus  palabras  siento, 
perderé  el  último  aliento 
que  me  resta  que  perder. 
Diego.     Mas... 
JtiAN.  Si  viera,  Diego,  aquí 

del  pobre  anciano  el  quebranto; 
sí  viera  de  GeHa  el  llanto 
no  sé  qué  fuera  de  mí!... 
él,  mi  padre,  y  sus  dolores 
no  podré  con  calma  ver!... 
ella  la  dulce  mujer 
ensueño  de  mis  amores!... 
Diego.     T  vais  á  partir,  señor! 
Juan.       Sí,  y  te  juro  por  mi  vida 
que  llevo  el  alma  transida 


—  46  — 

de  un  insondable  dolor! 

Diseo.  Les  ?a  á  matar  el  pesar: 
si  algo  valiera  mí  ruego, 
no  partáis. 

Juan.  Escucha,  Diego: 

si  aciertan  á  preguntar, 
ni  acertaran  á  decir 
por  qué  tat  suerte  nos  cupo, 
dices  que  Celia  no  supo 
antes  que  ceder,  morir!... 
que  su  merecido,  fuerte 
castigo,  tuvo  el  malvado 
don  Luis;  mas  que  lo  ha  jurado 
y  nadie  miente  en  la  muerte!... 

Diego.      Qué  dices?... 

Juan.  Más  su  aflicción, 

Diego,  para  no  aumentar, 
si  aciertan  á  preguntar 
cómo  llevo  el  corazón, 
niegas  todo  sentimiento, 
dices  que  partir  me  has  visto 
contento... 

Diego.  No;  vive  Cristo! 

JuAif.       Oyes?  que  parto  contento; 
di  que  no  miren  mi  huella 
que  será  huella  de  híel, 
que  llevo  odios  para  él 
y  desprecios  para  ella... 


AiBGO.  Cómo  mentir  tanto? 

antes  me  arranco  la  lengua! 
Juan.       Ah!  ¿no  ves  que  así  se  amengua 

por  el  odio  su  quebranto... 

(Mirando  retpeetivament^  4  las  habitaeionct  da  Ce- 
lia y  don  Jalian.^ 

Adiós!  (Á  Die^o.)  que  parto  con  calma 
adiós!  (id.)  casi  con  placer!...    ^ 

(Apoyándose  en  el  mareo  de  la  pverta   del    fondo.) 

más  cómo  partir  sin  ver. 
esos  pedazos  de  mi  alma?!!... 


—  47  — 


ESCENA  VIH. 


DICHOS,  D.  JDLIAN. 
Juan.  (Sia  ver  4  D.  Jaliao.) 

Para  siempre  adiós! 
Julián.  Don  Juan! 

JuATf.         Ah!...  (Sorprendido.) 

Diego.  (Bien!)  (con  satisfacción.) 

Julián.  Partir  de  esa  suerte! 

Dónde  vas? 

Juan.  Donde  la  muerte 

.    ponga  término  á  mí  afán! 

Julián.    Qué?! 

Juan.  Donde  no  pueda  ver 

esa  encantada  llanura 
testigo  de  mi  ventura, 
de  mis  delicias  de  ayer; 
donde  pueda  suspirar 
sin  que  me  regale  ei  viento 
á  cada  paso  un  tormento, 
ni  me  pueda  recordar 
una  ilusión  cada  flor, 
cada  fuente  una  sonrisa, 
cada  átomo  de  la  brisa 
un  juramento  de  amor!... 
Donde  na  pueda  mirar 
sitios  que  me  han  sonreido, 
adonde  pueda  el  olvido 
tanta  pena  mitigar!... 
adonde. .. 
Julián.  Cesa^  loco  un  día 

permití  que  te  alejaras, 
temiendo  que  me  robaras 
con  Celia  la  vida  mia! 
Harto  mis  penas  después 
mi  pecado  castigaron; 
'  /     harto  náis  ojos  lloraron, 
harto  lloran!...  ya  lo  ves!..« 
Mucho  ha  sido  su  rigor. 


—  48  — 

mas  sabe  el  cíelo  bendito 
que  filé  mi  único  delito 
ser  avaro  de  su  amor! . . . 
Loco  y  ciego  do  encontraba 
depósito  digno  de  ella; 
loco  y  ciego  hasta  á  mi  estrella 
por  ella  desafiaba! 
Ah!  luego  vi  sus  enojos; 
luego  raí  amolr  desoyendo 
cuando  triste  viví  viendo 
continuo  el  llanto  en  sus  ojos, 
busqué  con  afán  prolijo 
un  depósito  á  su  amor...    , 
Loco  estuve;  ¿cuál  mejor 
que  los  brazos  de  mi  hijo!... 

JUA?(.  ¡Cielos!  (Aterrado.) 

Diego,     (w.)       Ah!... 

Julián.  No  partirás; 

todos  nos  perdonaremos 

y  felices  viviremos 

sin  separarnos  jamás!... 

Gallas?... 
Diego.     (Ap.  á  D.  Jaan.)  (Don  Juan,  compasión, 

le  va  á  matar  su  agonía!...) 
Juan.       (Ap.)  (Su  faz  angustiada  y  fría 

me  desgarra  el  corazón!...) 
Julián.    Aún  callas?...  Tan  mal  te  hallas 

aquí...  á  mi  lado... 
Juan.  Señor!... 

Julián.    Era  mentido  tu  amor!! 
Juan.       Padre!... 
Julián.  Entonces  por  qué  callas?... 

Hijo,  tú  no  habrás  dejado 

sin  castigo  nuestra  afrenta... 
Juan.       Padre!  siempre  tuve  en  cuenta 

el  nombre  que  me  habéis  dado!... 
Julián.    Habrá  pagado  bien  cara 

su  infamia. 
JtAN.  Sólo  quisiera 

que  muchas  vidas  tuviera, 

q«e  otras  tantas  le  arrancara! : . . 
Julián.    Entonces  cuál  es  tu  afán? 


-.  49  — 

Hoy  que  vengo  á  Celia  á  darte, 
per  qué  en  lugar  de  alegrarte 
sufres  y  callas,  don  Juan? 
Juan.       Ahí  porque  no  quiere  el  cielo, 
que  de  pesares  me  llena, 
que  tenga  alivio  mi  pena,. 
Di  tenga  mi  mal  consuelo! 
porque  es  mi  estrella  sufrir,, 
vivir  muriendo... 

í""^*»'  -  Qué  di<5es?... 

.  Juan.      Porque  así  como  hay  felices 
que  nacen  para  vivir 
y  con  ellos  va  el  placer, 
hay  también  mil  desgraciados 
que  viven,  desheredados, 
muriendo  desde  el  nacer!... 
Porque  es  muy  negro  el  afán» 
en  que  mi  vida  se  anega... 
porque  Celia... 
•    Diego.     (interromptóndoJie.)  Celia  llega... 

,  (Ap    áD.  Jatn.). 

(Es  vuesto  padre,  don  Juan!) 
JüAK.  Verla  otra  vez  ..  ay  de  mí!.., 
Joman.    (Ap.)  (¿Que  me  ocultan?...) 

i^"^'      ^,  Padre...  Diego... 

Julián.    Oí...  ^ 

Juan.  Que  me  dejéis  os  ruego 

con  Celia... 
JüUAN.    (Ap.)  (Qué  pasa  aquí?) 

Diego.     (Ap.)  (De  fijo  su  vida  acorta 

tal  dolor!) 
^^^^-  Sólo  un  momento. 

Julián,    (ai  «Mr.)  La  causa  de  su  tormento 

mucho  conocer  me  importa!... 

(Sale  D.  Jalian  por  la  izquierda  y  $e  queda  al  pafio. 
DieflTO  por  el  fondo.) 

ESCENA  IX. 

GBUA,  D.  JUAN. 

Juan.      Dadme,  cielos,  valor;  porque  al  mirarla 


-50-      . 

tan  imposible  al  verla, 
DO  sé  si  aborrecerla  ó  adorarla, 
no  sé  si  amarla  más  é  aborrecerlaí..* 
Celia.     Don  Juan!...  (Coa  alexia.) 

JUAIf.         (Apartándola.)  Celia! 

Celia.     (May  sorprendida.)    Qué  tíenes? 

no  te  causa  ya  verme  una  alegría!... 
Juan.       (Cielos!  ¿t[ué  dice?...) 
Celia.  Callas!... 

por  qué  no  me  hablas  ya,  como  aquel  día 

que  amante  en  la  pradera 

me  jurabas  tu  amor  por  vez  primera!... 
Juan.       Cesa,  Celia,  que  siento 

un  martirio  cruel  al  escucharte, 

y  aumenta  mi  agonía 

mucho  más  que  mí  mal  tu  fingimiento, 

masque  el  pecado,  más^  tu  hipocresía!... 
Celia.      (Atardida.)  Don  Juan! . . . 
Juan.  A  qué  cansarte 

recordando  aquel  tiempo  venturoso, 

por  nuestro  mal  pasado!... 

tiempo  feliz  en  que  me  vi  dichoso  / 

siempre  cerca  de  tí,  siempre  á  tu  lado 

gozando  tus  amores, 

ilusiones  perdidas, 

marchitas  ya  como  las  pobres  ñores 

del  sol  al  rayo  ardiente  sometidas!... 

Y  si  perdidas  ves  tan  dulces  horas, 

por  qué  guardas  el  llanto, 

y  en  vez  de  recordarlas  no  las  lloras!... 
Celia.     Ni  tus  quejas  entiendo, 

ni  entiendo  la  razón  de  tu  quebranto!... 

qué  ha  sido  de  tu  amor!  ¿qué  sueño  horrible 

es  este?  ó  qué  maldito 

genio  infernal  contra  nosotros  Io(¡f)a! 

ahí  dímelo,  don  Juan,  ¿c6mo  es  posible 

que  un  amor  que  jurabas  infinito, 

se  apague,  por  mi  mal,  tan  prontol... 
Juan.  Escucha. 

Saliste,  Celia,  á  la  pradera  un  dia 

y  embalsamaste  el  aura  con  tu  aliento!... 

murmuraron  los  campos  su  contento, 


-si- 
tes fuentes  su  alegría!... 

las  encantadas  flores  exhalaron 

sus  alientos  suaves 

cuando  cerca  pasabas,  y  dejaron 

su  pobre  nido  ¡as  canoras  aves, 

y  creyéndote  el  alba  te  cantaron!... 

€n  el  bosque  los  tiernos  ruiseñores 

cantaron  tu  hermosura: 

dióte  el  bosque  su  encanto 

la  flor  su  donosura, 

el  sol  hermoso  su  dorado  manto, 

sus  alientos  las  flores, 

y  el  cielo  mismo  su  dosel  da  amores!... 

Y  yo  que  lo  veía, 

sin  poderme  explicar  lo  que  sentía 

dentro  del  corazón,  lo  preguntafba, 

á  aquellos  mismos  seres,  anhelante, 

mi  pobre  pecho  amante 

logró  sólo  saber...  que  te  adoraba! 

—Dulce  el  tiempo  pasaba,  hasta  que  un  día 

pensé  que  no  bastaba 

nuestro  infantil  placer,  nuestra  alegría, 

que. era  poco  adorarte, 

y  que  ya  el  tiempo  huyera 

áe  recorrer  gozosos  la  pradera, 

y  con  ^us  flores,  Celia,  coronarte; 

quiso  ofrecerte  el  hombre 

fuego  en  su  corazón,  gloría  en  su  nombre! 

Dejé  mi  amada  tierra, 

guerra  en  Flandes  había,  y  deseando 

laureles  para  tí,  partí  á  la  guerra! 

En  alas  de  mi  amor  y  mi  esperanza, 

hasta  Flandes  llegué,  «Celia»  diciendo, 

siempre  tu  nombre  amado  repitiendo!... 

De  abril  era  una  tard«, 

del  sol  hermoso  los  templados  rayos, 

próximos  á  partir  se  reflejaban 

en  los  limpios  aceros; 

contraria  á  nuestras  armas  horrorosa 

la  lidia  comenzó,  y  allí  espiraban 

valientes  peleando 

con  español  valor,  cíen  caballeros,   . 


—  62  — 

su  Dios,  sa  amor,  sa  patria  recordando! 

Nuestras  fuerzas  cedían 

al  cofitemplar  contraria  nuestra  estrella; 

ah!  me  acordé  de  tí!  atodo  por  ella» 

me  gritó  el  corazón,  y  vfme  luego 

por  cuarenta  contrarios  rodeado 

sembrando  moerte  y  respirando  fuego. 

Por  tu  recuerdo  amado 

entonces  luché  altivo, 

era  «Celia»  mí  ensena,  tú  mí  guía; 

y  luego  al  ver  mi  sangre  que  corría 

y  en  infelice  suerte. 

tend«r  los  brazos  hacia  mí  la  muerte. 

«¡jGeliaü»  dije  otra  Tez  en  mí  agonía, 

que  tuyo  el  pensamiento, 

tu  nombre  dije  mientras  tuve  aliento!!... 

Un  año  de  amargura 

pasé  después  muñéndome  de  pena, 

pendiente  á  mi  cintura 

en  l4]gar  de  una  espada,  una  cadena!... 

Sus  negros  eslabones 

rae  entretuve  en  contar;  ¿qué  me  importaba 

cautivo  el  cuerpo,  sí  tu  faz  querida 

amante  al  recordar  me  regalaba 

de  ventura  y  de  amor  toda  una  vida!  I 

Mil  veces  contemplando 

el  pálido  destello  de  la  luna, 

que  dolido  tal  vez  de  mi  fortuna 

entraba  en  mi  prisión,  víme  forjando 

mil  sueños  de  placer  y  bienandanza; 

del  desgraciado  es  siempre 

el  único  consuelo  la  esperanza!... 

La  mía  se  cumplió:  manos  amigas 

me  dieron  libertad;  vuelo  á  tus  brazos, 

llego  cerca  de  tí  y  haces  pedazos 

mi  corazón;  y  encuentro  en  vez  de  aquellas 

dichas  que  imaginé  dulces  y  bellas, 

encuentro  en  vez  de  mi  soñada  calma, 

otro  martirio  más  para  mi  vida! 

un  desengaño  más  para  mi  alma!... 

una  esperanza  m¿s. . .  desvanecida! ! ! . . , 

Perdóname  si  loco 


^  55  - 

el  recuerdo  feliz  de  aquellas  horas 

en  estas  de  «ian  llenas 

última  \etf  por  nuestro  mal,  evoco: 

causa  al  feliz  placer^ 

Celia,  el  recuerdo  de  pasadas  penas 

como  causa  placer  ardesgracíado 

dulce  el  r^uerdo  de  su  bien  pasado!.. 

Vuelvo,  Celia,  á  partir;  los  halagüeños 

ensueños  de  ventura  que  forjaba 

eran  al  cabo  ensueños. 

sueños  tan  sólo  han  sido, 

que  al  despertar  cual  todos,  han  huido!... 

Fuerte  debiste  ser,  y  débil  fuiste; 

tu  honor  viste  asaltado, 

y  ni  guardarlo  ni  morir  supiste; 

y  ya  que  te  he  vengado, 

vengo  á  decirte  de  amargura  lleno, 

que  no  creeré  jamás  que  el  desgraciado 

que  da  su  propio  honor  guarde  el  ajeno!... 

Celia.  ■     (Teniendo  para  no  caer  que  apoyatM  en  el    aíIIoo.) 
Cíelos!*..  (Después  de  uqa  pausa.) 

Partid,  don  Juan,  partid  y  sea 
mayor  vuestra  ventura 
que  mi  horrible  tormento  y  mí  amarc;ufa!... 
También  pensabais  como  yo  que  era 
la  tierra  toda  esa  extensión  florida, 
que  era  toda  la  tierra 
esa  pradera  que  á  lo  lejos  cieña 
enhiesto  Guadarrama;  esa  querida 
pradera  en  que  crecimos 
y  tantas  veces  juntos  recorrimosl... 
Tierras  visteis  después;  y  ya  aquel  día, 
al  comparar,  don  Juan,  os  pareciera 
mísero  estéril  campo  la  pradera 
que  entonces  deliciosa  os  parecía. 
Visteis  después  la  corte, 
>  visteis  aquellas  damas 
de  rostro  hermoso,  de  arrogante  porte; 
conoparada  coj^  ellas, 
Celia,  aquella  que  amabas  otros  días, 
por  doncella  tal  vez  de  sus  doncellas 
aóaso  la  tendrías!... 


—  54- 

qaizá  más  merecieran 

porque  al  hacer,  don  Juan,  comparaciones 

tocábame  perderl  ah!  sí  podieran 

compararse  tamlneo  los  corazones!!... ' 

Engañado  vivías, 

quisiste  deshacer  tan  torpe  engaño 

y  no  encontrabas  modo,  no  sabías 

cómo  causará  Celia  tanto  daño!... 

Una  ocasión  buscabas 

y  con  don  Luis  acaso  concertabas 

esa  misma  ocasión... 
Juan.       (indt^nftdo.)  ¿Cómo  pensaste 

tan  negra  infamia  en  mí?... 
Celia.  Yate  la  ha  dado 

con  su  horrible  calumnia  ese  malvado!... 
Joan.       No  se  míente  al  morir!... 
Celia.      (Con  fae^o  y  altivez.)  Verme  pensabas 

suplicante  á  tus  pies,  ah!  te  engañabas! 

dudando  delia  á  la  virtud  se  ofende, 

la  virtud  es  altiva-, 

sí,  la  virtud  don  Juan,  no  se  defiende!!... 
Juan.       Cielos,  qué  horrible  duda!... 
Celia.  Qué  tormento! 

Juan.       Qué  miserable  vida!... 
Celia  .      Qué  triste  amor  tan  mal  correspondido! . . . 
Juan.       Cuánta  ilusión  perdida! 
Cflia.     Cuánto  sueño  de  amor  desvanecido!... 
Juan.       Adiós!... 

Celia.  (Cielos!)  Partid,'  y  si  en  el  mundo 

otra  infeliz  halláis  que  os  ame  tanto... 
como  os  amaba  yo,  que  no  taladre 
su  pecho  este  quebranto... 

(Cada  Tez  más  angastiada.) 

que  horrible...  siento...  aquí...  en  el  alma... 

(Corriendo  hicia  D.  Jodian,  que  aparece  por  la  iz- 
quierda.) 

Ay!  padre!!... 


—  «8  — 


ESCENA  X. 

DICHOS,  O.  JULIÁN. 

Julián.     (AbruándoU.) 

Hija,  alivia  tu  aflicción, 
las  lágrimas  jugo  son 
del  alma,  llora  tú  agora, 
que  la  mujer  que  no  llora 
tiene  seco  el  corazón! 
Celia  .      Lloro  otro*  llanto .  más  fuerte , 
crudo  llanto;  y  es  de  suerte 
que  ofrece  aparente  calma 
y  seca  sólo  la  muerte, 
padre,  es  el  llanto  del  alma!... 
JvAíi.       Habrá  tormento  mayor! 
habrá  más  grande  dolor 
que  odiar  á  nn  tiempo  y  querer 
y  tener  que  aborrecer 
cuando  se  muere  de  amor!... 
JoLiAfi.    Mientras  tan  dichosa  has  sido 
amada,  Celia,  te  vi; 
hoy  eres  árbol  caido, 
y  hasta  el  mismo  que  ha  vivido 
por  tí,  se  aparta  de  tí!... 
Mira  al  padre  vencedor 
en  ese  ataque  traidor  . 
que  nos  da,  siempre  eneihigo, 
con  su  amistad  el  amigo 
y  el  amante  con  su  amor! 
Mas  tú  siempre  gozarás 
mis  paternales  abraios... 
y  al  estrecharte  sabrás 
cuáles  son,  Celia,  ios  brazos 
que  no  se  cierran  jamás!... 
Tal  vez  la  amistad  te  aliente, 
quizá  alivie  tu  castigo... 
porque  mil  consuelos  miente; 
roas  recuerda  que  el  amigo 
consuela,  pero  no  siente!... 
El  amante  en  su  agonía 


*      —so- 
por no  perdonar  pregona 
que  primero  mortríel-... 
porque  el  aman  te,  hija  mía, 
siente  pero  no  perdona!... 
Hija  siempre,  aunque  taladre 
su  pecho  un  pesar  ardiente 
'y  arrugue  el  dolor  su  frente, 
Celiu,  el  padre,  só)o  el  padre 
consuela,  perdona  y  siente!.. 

ESCENA  ULTIMA. 


DICHOS,  clarín,  luégro  D1F.G0. 

Clarín.    (Entrando.)  Aquí  está  Clarin  que  viene 
con  un  recado  de  un  muerto. 

Juan.       Qué  dices? 

Clarín.  Lo  que  es  muy  cierto, 

mí  señor! 

Juan.  Muy  mal  se  aviene 

con  mi  dolor  el  descaro 
de  tu  locura  sin  fin. 

Clarín.    £s  cierto  que  soy  Clarín 
y  que  suelo  mentir  claro; 
pero  esta  vez  ¡vive  Dios!... 
que  no  miento,  y  es  lo  cierto> 
(;pie  se  le  ha  metido  al  muerto 
que  tiene  que  hablar  con  vos! 

Juan.       Calla,  necio!... 

Clarín.  Eso  os  espanta?... 

Juan.       (irritado.)  Consentirte  más  es  mengua!... 

Clarín.      (Sacando  OQ  pliego  que  entrega  á  D.  Juan.) 

Voy  á  buscarle  la  lengua 

al  diñinto»  pliego  canta. 
Juan.       Bs... 
Clarín.  De  don  Luis;  y  concibo 

que  ya  desto  se  colige 

el  cómo  un  muerto  dirige 

cuatro  palabras  á  an  vivo. 

Juan  MuríÓ!...  (Abriendo  el  plieco*) 

Clarín.  Llególe  sa  día, 

y  ao  alivió  sos  dolores 


—  57  - 

tener  allí  más  dolores 

que  santos  la  letanía! 

Morirá!  con  gran  dolor 

ano  tras  otro  dijeron, 

si  otra  eosa  no  aprendieron 

debiera  yo  ser  dotor. 
r.ELu.     Dios  le  perdone!. .. 
Jluan.  Escachar 

me  agrada  tu  compasión! 

.  May  dulce  satisfacion 

de  la  vida  es  perdonar. 

JuaX.  (Q«e  en  Unto  ha  leido  el  pliego.) 

Ah!  de  confusión  me  llena, 
porque  añade  su  letura 
más  dolor  á  mi  amargura 
y  mayor  pena  á  mi  pena!... 

JüLiAH.    Qué  dices? 

Juan.  Tomad  y  ved      , 

sí  encuentra  á  mi  mal  razón!... 

JcLiAN.'  Que  calme  nuestra  aflicion, 
¿qué  podrá  decir?... 

J.ATv.  Leed!... 

iuuAN.    (Leyendo.)  «Quicu  OS  hizo  tal  afrenta 
«nunca  supo  perdonar; 
»mas  siente  tan  cerca  el  dar 
«delta  al  cielo  estrecha  cuenta; 
«que  implora  ruestro  perdón; 
•y  delante  de  Dios  jura 
«que  es  Celia  inocente  y  pura...» 

Celia.       (Cayendo  de  radillat.) 

Madre  de  mi  corazón!... 
escuchaste,  madre  mía 
sin  duda  mi  ruego  triste! 

Julián.    (A  D.  Juan.)  Que  no  calmaba,  dijiste, 
este  pliego  tu  agonia!... 

JtA.N.       Aumentan  más  el  rigor 
de  su  castigo  los  ciedlos, 
que  si  al  partir  con  mis  celos 
me  asesinaba  el  dolor! 
¿cómo  recobrar  mi  calma 
si  en  lugar  de  mi  despecho , 
llevo  su  amor  en  el  pecho 


-  58  — 

y  su  retrato  en  el  alma!... 
Diego.     (Ap.)  (Diego,  oculta  tu  torpeza 
y  de  dudar  te  arrepiente, 
la  mujer  lleva  en  su  frente 
el  sello  de  su  pureza!...) 
Juan.       Á  pesar  de  mi  aflicíon 
estar  más  aquí  no  debo 
que  ni  á  implorarlo  me  atrevo 
ni  merezco  sa  perdón!... 
Celia.      Ah!... 

Julián.  Lloras!...  y  tú...  Don  Juan... 

sufres! . . .  acércate  á  mi. . . 
acércate,  Celia. . .  así. . . 
tiempo  es  ya  de  que  el  afán 
cese  y  que  cese  el  castigo 
de  nuestra  suerte  enemiga... 
hijos!  que  Dios  os  bendiga 
lo  mismo  que  yo  os  bendigo!... 
JüAi>f.       Celia!... 
Celia.  Donjuán!... 

Juan.  Me  mataba 

de  abandonarte  el  pesar... 
Celia.     Muriendo  estaba  al  pensar 
que  de  tí  me  separaba!...  ^ 

Juan.         Ah!  (Tomándole  una  mano.) 

Celia.  Castigo  merecieras... 

Juan.       Leve  porque  fui  celoso, 

pero  sufriré  dichoso 

el  castigo  que  tú  quieras!... 
Julián.    Gracias,  cielos,  porque  veo 

su  felicidad  cumplida... 
Diego.     Cumplido  está  de  mi  vida 

el  más  ardiente  deseo!... 
Clarín.    Amor,  locura  del  cuerdo; 

aunque  á  veces  el  afán 

cesa  de  dama  á  galán 

y  ái  te  vi  no  rae  acuerdo: 

pero  hay  otras  que  el  demonio 

toma  parte,  y  el  amor 

es  peor,  mucho  peor, 

porque^ acaba  en  matrimonio!... 
Julián.    Don  Juan,  sí  ya  los  enojos 


r 


—  59  - 

quieres  calmar  de  este  viejo, 
mírate  en  el  dulce  espejo 
de  sas  clarísimos  ojos! 
que  será  mi  bien  mayor 
poder  mirar  complacido 
que  eres  tú,  como  yo  he  sido 
Él  avaro  de  sü  aHor. 

(Cae  el  telón.) 


riN   D£L  DRAMA. 


» <% 


X 


CATÁLOGO  DB  LAS  ORRAS 

propiedad  del  Sr.  Galvacho,  administrada$  por  los  señores 

Gullon  é  Hidalgo. 


ACTOS. 


títulos. 


AUTORES. 


Precios . 


i  Al  pie  del  precipicio 

4  Consuelo 

i  Cantones  domiésticos 

2  El  nido  de  la  cigüeña... 
i  El  hijo  de  D.  Damián.  .... 

3  El  collar  de  es^meraldas. 
i  El  festih  de  Baltasar..  . . 

2  El  avaro  de  su  amor.  . . . 
1  La  cruz  roja  en  Alicante. 
1  La  tea  de  la  discordia..  . . 

i  La  novia  ó  la  vida 

i  Llegar  k  tíempo 

1  La  criada  respondona.... 

i  Por  un  descuido 

I  Pía  t  Flora ' 

3  Tapas  t  medias  suélaos...  . 
i  Un  lance  de  carnaval... 
i  Una  tostada 


C.  Calvacbo 4rs. 

J.  Alba. 4 

J.  Alba 4 

J.  Bergaño .' 6 

P.  EscamJlIa 4 

J.  Aranaz 8 

J.  Bergaño 4 

M.  Romero  de  AquÍDO.     6 

J.  Albd 

C.  Calvacbo 

C.  Calvacbo 

E.  Navarro  y  Gouzalvo. 

C.  Calvacbo 

E.  Navarro  y  Gonzalvo. 

J.  Bergaño 

C.  Calvacbo 

J.  Bergaño 

C.  Calvacbo 


LA  AVENTURA  DEL  COCHE 


Eite  obra  es  propiedad  de  bus  aatoies,  y  nadie  po- 
drá, iln  lu  permiso,  reimprimirla  ni  representarla  en 
Sspafia  ni  en  los  países  oon  los  onales  se  hayan  oéle- 
brado,  ó  se  celebren  en  adelante,  tratados  Intemaolo 
nales  de  p^pledad  literaria. 

Los  sQtorea  se  reservan  el  derecho  de  tradnodón. 

Los  comisionados  y  representantes  de  la  SoeMUa  cb 
ÁutoTÉ»  EtpaiioUt  son  los  encargados  exdnslTamenta 
de  iBonceder  ó  negar  el  permiso  de  repiesentadón  y 
del  cobro  de  los  derechos  de  propiedad. 


Diolts  de  representatlon,  de  tradnotlon  et  de  repro 
dnotlon  réservós  ponr  toas  les  pays,  y  eomprls  la  Sné* 
de,  la  Noryége  et  la  HOllande. 


Qneda  hecho  el  depósito  qne  marca  la  ley. 


U  AVENTURA  OEL  COCHE 


COMEDIA  EN  TRES  ACTOS 


OmiOniAL  DK 


ALFREDO   TESTONI 


adaptada  a  la  tacana  aapaAola  por 


ANTONIO  F.  LEPINA  y  ENRIQUE  TEOESCHi 


teitrenada  en  el  TEATRO  CERVANTES  el  28  de  Noviembre 

de  19iT  • 


■^ 


MADBID 

t,  V«lASM«lmpraaor,  Marquóa  da  Santa  Ana,  11,  üup. 

TBLáVOMO,  M^MBXO  S$t 

tOl7 


'Ti 


■r 


REPARTO 


PERSONAJES  ACTORES 

JlLIOIA,  duquesa  de  San  Marcos . . . . ,  Sba.    Plana.  - iJ  t&-  y^u^i^y^ 
DOÑA  ANG£LITA^  Radre  dO. . ...  ABSIKE8. 

^ARÍ  A  TEBESA  y  • Banqueb  (M.) 

NATI , ..*••..*  BanqubbCO.) 

OONCHÁ»  esposa  de  Fernández Boio. 

^EPITA  CORTEJAEENA Obtiz.  - 

^EMEDIOS^  espesa  de  Beltrán Tobbbs. 

ilISS  BROWN Valls. 

AMTOiii A,  doncella Sbta.  Pabdo. 

AMALIA  REPULLÉS 8ba.    Valls. 

ABFONSO  ABANA •  • .  •  8b.       Natabbo. 

EUSEBIO  GUTIÉRREZ ^  Sánchez  Bobt.  .       j  j|  /  j 

Bti'ÁB  FteRNÁNDEZ,  alcalde Rausell.    -  m.    iW^  /  i 

LOBENZO  RIVASi  arquitecto Villabbeal.  ^ 

EMILIO  BELTRÁN  gobernador. ...  Agüibbb. 

JPRDANA,  periodista Llano  (M.) 

ÜRNESTO  BENÍTE¿ Tobbbcilla. 

GASPAR SÁNCHEZ  PabIs. 

^N  CRIADO Febbé. 

Criados,  invitados 


La  aooiÓH  en  ia  capital  de  una  provincia  castellana 


P(0  X  A. 


«afinMMAiwMMi 


Se  ruega  encarecidamente  a  los  directoYes 
de  escena  que  no  hagan  ningún  corte  ni  su-^ 
presión  en  el  diálogo  de  esta  comedia  y  que 
cuiden  extraordinariamente  su  ensayo^  pues, 
la  mayor  parte  de  su  éxito  en  Madrid  fué  debi- 
do a  la  prodigiosa  interpretación  que  obtuvo^ 


a 


ACTO  PRIMERO 


m»m»m0^fmma0m^>0» 


Cd»  lalA  eu  casa  de  la  familia  de  Qutiérres.  Si  mobiliario  ea  moder- 
no 7  decentito,  pero  de  b^iar.  Lai  señoras  de  la  casa  han  acnma- 
lado  en  la  habitación  toda  clase  de  adornos  para  darle  cierto  to99 
•legante. 

Una  puerta  al  foro,  qae  es  la  que  más  directamente  oomanlCMi 
con  la  entrada  de  la  casa,  y  dos  laterales.  La  de  la  derecha  da 
aceeao  a  la  sala,  y  la  de  la  isqoierda  a  las  habitaciones  interiores, 
por  la  tarde. 


Amalia 

▲ng. 

Amalia 


M.  Ter. 
Amalia 


»ATI 

Amalia 


(▲parecen  en  escena  MARÍA  TERRSA,  que  es  ana  se* 
ñora  Joven;  DOÑA  ANOELITA,  sn  madre,  señora  de 
cierta  edad,  pero  con  pretensiones  aún;  Na  TI,  hija 
también  de  doña  Aogellta,  mnchachita  muy  Joven  y 
vivaracha;  AMALIA,  modista  provinciana,  y  ANTO- 
NIA, doncella  de  la  casa,  vestida  de  negro,  con  delan 
tal,  guantes  y  cofia.  Las  señoras  visten  trajes  lujosos» 
pero  algo  más  propios  para  calle  qne  para  cata.  Ro- 
dean a  la  modista,  escuchándola  con  religiosa  atenciÓD.) 

Bl  baile  ya  a  ser  un  acontecimiento. 

¿Y  la  de  Cortejarena,  la  esposa  del  fiscal? 

Beda  liberty  coloi  palo  de  rosa  con  adornos 

de    oro    viejo,    (interrumpiéndose.)    (PerO    pOT 

Dios,  no  me  comprometan  ustedes! 

Mo;  diga,  diga.  ¿Y  la  gobernadora? 

(con  tono  burlón.)  |0h,  esa  no  pnede  encargar 

el  traje  a  una  modista  provinciana!...  Le  ha 

mandado  traer  de  Madrid...  Me  han  asega* 

rado  que  es  de  lance. 

¿Qué  se  ha  encargado  Concha? 

¿La  señora  del  alcalde? 


—  a  — 


V' 

f ,  ■    •     • 

Amalia 
Ang. 


Amalia 

Amg. 


Amalia 

Ant. 

Nati 

Ano. 
Amalia 

Nati 

Ano. 

.Nati 

Ano.  • 
Amalia 

AMGr 


Amalia 


Ang. 


^Ya  ve  usted,  es  Intima  de  casa  y  no  ha 
querido  decirao8,el  traje  que  Va  áUeivar.  /^ 
Ya  saben  ustedes  que  la  viste  la  Catalana. 
I  Asi  saldrá  ellol  Yo  preguntaré  a  las  oficialas. 
Por  Dios  y  por  todos  los  santos,  Amalia,  no 
descuide  usted  el  de  mi  hija.  Es  el  primer 
baile  a  que  asiste  después  de  casada;  la 
gente  sabe  que  ha  pasado  seis  años  en  Ma- 
drid codeándose  con  lo  mejor...  Se  han  de 
fijar  mucho  en  ella. 

Descuide  usted,  doña  Angelita,  resultará  de 
lai^  más  elegante?. 

Conviene  que  tenga  cierta  originalidad.  No 
hay  que  olvidar  que  la  duquesa  es  una  yan- 
que,  y  estas  mujeres  se  desviven  por  lo  ex- 
céntrico. 

La  idea  de  dar  un  baile  por  la  noche  y  en 
el  jardín  ya  es  algo  raro. 
Pero  también  están  adornando  los  salones 
del  Palacio. 

Yo  sí  que  voy  a  hacer  el  ridículo  con  pal 
trajecito  blanco  de  la  primera  comunión. 
¡Quién  va  a  conocerle,  tontinal 
Se  va  a  quedar  monísimo  con  las  fiores  de 
seda  rosa  y  un  pequeño  escote  bordeado  de 
hojitas. 

No,  no;  yo  le  quiero  muy  escotado,  muy  es- 
cotado. 
{Niña,  niñal 

Yo  no  quiero  que  la  duquesa  se  ría  de  mi 
y  me  tome  por  una  paleta. 
Más  que  a  el  traje  ha  de  fijarse  en  tu  edu- 
cación, en  que  la  hables  en  correcto  inglés. 
¿Ha  aprendido  usted  inglés,  señorita  Nati? 
En  cuanto  supe  que  se  iba  a  dar  esta  fiesta 
le  compré  un  manual  de  conversación,  y 
lo  está  estudiando.  Seguramente  será  la  úni. 
ca  de  las  invitadas  que  hable  en  inglés  a  la 
duquesa. 

[Cuidado  que  ha  armado  revuelo  la  recep- 
ción! No  se  habla  de  otra  cosa»  Por  lo  visto 

'    han  repartido  muchas  invitaciones. 
No  tantas,  no  tantas...  Sólo  estamos  invita- 
das las  familias  distinguidas  de  la  capital... 

.  Con  nosotras  tuvo  la  duquesa  una  amabili- 
dad extraordinaria,  invitándonos  el  mismo 
día  que  le  fuimos  presentadas  en  casa  del 
alcalde,  . 


^  9  ^ 


M.  T£R¿ 

•  * 

Ant. 
M.  Ter. 


Ang. 
M.  Ter. 


Amalia 
M.  Ter. 


Ant. 

Amg. 
Ant. 

Amalia 
Ang. 


Amalia 


Sus. 
Amalia 

Amalia 

£us. 


¿Ma. 


Y  no  faS  ieso  dolo;  tíos  preguntó  qué  día  ]?e- 
oibiamos  para  venir  a  visitarnos. 
Le  dijimos  que  los  miércoles,  y  hoy  vendrá. 
¡También  ba  sido  capricbo  elegir  el  día  de 
plancha!     ,  ^  -  .  v  . 

(Seria,)  Antonia,  ¿no  tiene  usted  nada  que 

hacer  en   la  cocina?  (Antonia   haoe.  mati>  por  u 
Isqaierda  mnrmnrando,)  *    *   ^ 

í4o  tiene  n^tia  de  extraño  que  la  duquesa 
las  visite.  Como  su  yerno... 

(Con  una  mneqüiui   de   «negra  desdefidsa.)  Por.  esó^ 

no...  Mi  yerno,  al*fín  y  al  cabo,  no  es  más 
que  un  modesto  médico, 
(picada.)  8iñ  embargo,  es  un  especialista  en 
las  enfermedades  de  los  niños,,  que  gozaba 
de  gran  fama  en  Madrid  y  que  ha  sido  lla- 
mado dos  veces  al  palacio  del  duquesa  per- 
sar  de  haber  tan  famosos  médicos  en  la  ca- 
pital. 

Pero,  ¿tienen  niños  los  duques? 
No;  le  llamaron  para  asistir  al  duque,  que 
es  un  viejo  muy  delicado...  Si  le  llamasen 
de  nuevo,  Alfonso  tiene  decidido  variar  de 
especialidad. 

(con  una  cesta  de  dores.)  fistas  flores  acaban  dé 
traer. 

Las  he  encargado  yo. 

También  han  venido  dos  caballeros  a  infor 
marse  de  la  salud  del  señorito. 
¿Está  malo  don  Alfonso? 
(Qué  ha  de  estar!  Se  habrán  enterado  del 
pequeño  percance  que  le  ocurrió  ayer.  Se 
hizo  una  cortadura,  sin  importancia, .  con 
un  cristal...  Nati,  María  Teresa,  a  ver  los 
jarrones  para  las  flores. 
Con  el  permiso  de  ustedes  me  retiro. 

(Sniri^  BU8EBI0   por  el  foro.  Es  un  hombre  de  unos 
sesenta  años,  pero  fuerte  y  sanóte.) 

Buenas  tardes. 

Muy  buenas,  señor  coronel,  y  enhorabuena. 
¿Por?...  • 

Por  la  presidencia,  del  Tiro  Nacional.      : 
)fiah!  Yo  no  hago  caso  de  esas  cosas;  peque- 
ñas vanidades  de  las  que  soy  enemigo,  (a  bu 
mujer.)  Oye,  al  entrar  me  ha  parecido  ver  en 
el  recibimiento  al  criado  de  Lorenzo  Rivas. 

^Tratando  de  variar  de  conrersaclón.)   Sí...   BuenO, 

Amalia,  en  usted  confiamos»    .^ 


— le  ^ 


Amalia 


Ano. 

£us. 
Ang. 


:eu0. 


M.  TsR. 


Ano, 


Bus. 


Ang. 

£us. 


Ang. 
M.  Ter. 
Gaspar 


Alf. 


No  tiene  usted  riada  que  decirme.  Buenaa 

tardes.  (V«ie  par  el  foro,  despedida  haita  el  umbral 
de  la  paerta  por  Nati  y  Eugeoia.  Antonia  haee  mntia 
acompañándola-) 

Podías  guardar  las  preguntas  para  mejor 

ocasiáii.  f 

¿Qué? 

Lo  del  criado...  Sí,  es  Gaspar*  Lorenzo,  taii 

amable  como  siempre,  nos  lo  ba  cedido  por 

unas  boras, 

]Ab,  ya!,..  Para  cuando  venga  la  duqueaa; 

No  me  gustan«las  vanidades;  pero  es  buena 

idea.  (Mirando  en  derredor  y  riendo.)  {Qué  gracia 

tienel  El  aspecto  de  esta  habitación  haoáidr 
biado  por  completo.  ¿Y  la  mesa  de  despa- 
cho y  la  librería  de  Alfonso? 
Fué  una  idea  que  se  le  ocurrió  a  mamá» 
Como  la  gobernadora  tiene  varios  salones 
para  recibir  y  la  de  Cortejarena  tres,  por  loa 
que  hace  atravesar  invariablemente  a  todas 
las  visitas  .. 

No  tener  más  que  una  sala  es  una  ridícu. 
lez.  (con  énfasie.)  Nosótras  boy  tendremos 
dos. 
No  me  gustan  esas  cosas,  pero  reconozco 

que  es  una  buena  idea.  (Deseurnelve  nn  paqnete 
de  cuadros  que  trajo  eoTueltos  en  un  periódico  y  dej6 
al  entrar  RObre  una  silla.)  No  Creais,  que  yo  ten- 
go también  las  mías,  a  pesar  de  mi  natural 
modestia. 

(con  vivo  interés.)  A  ver,  a  ver,  ¿qué  has  com* 
prado? 

No  he  comprado  nada;  he  mandado  poner 
marco  a  mis  diplomas  y  .a  mis  títulos...  No 
es  vanidad,  es  sencillamente  por  alegrar  un 
poco  las  paredes...  Los  pondremos  aquí, 
(indignsda.)  Pcro,  ¿estás  loco,  EuscbioV? 
¡Pero,  papá,  en  un  salón  de  recibir! 

(De  frac,  aparece  en  el  foro.  Es  viejo  y  tiene  an  gran 
tipo;  es  un  ciiado  decorativo.  Precede  a  Alfonso,  al 
que  recoge  el  bastón  y  el  sombrero.) 
(Eb  un  hombre  que  ha  pasado  de  los  treinta  y  cineo 
añoa,  buen  mozo,  algo  enterado  de  ello;  simpitico, 
alegre  y  naturalmente  elegante,  pues  viste  con  senci- 
lies.  Mira  con  curiosidad  a  Gaspar,  que  hace  usa  re- 
verenda y  desaparece.)  ( Ah,  pero  SÍ  es  Gaspar,  el 
ayuda  de  cámara  del  arquitecto!...  ¿Clné 
significa?... 


-^  II  — 

Amo.   '        (téittrftrikd«.)  Nada...  Ha  venido  para  ayudar 

á  Aatonia. 
M,  Tbr.       ¿Qómb  t»  encuentras,  Alfonso? 
ALr«  rerfectamente;  fué  un  arañazo  sin  impor> 

tanda.  (Mirando  a  sa  alrededor.)  PerO,  ¿qUé  pasa. 

aquí?  (con  extráñese.)  ¿Una  mudanza? 
M»  Ter*       No,  hombre...  como  va  a  venir  la  duquesa..^ 
Ano,  Me  parecía  de  muy  mal  gusto  hacerla  atra^ 

veear  un  despacho  pam  pasar  ala  sala. 
Alf,  Pero  ¿y  mi  mesa? 

Ano*  En  la< cocina. 

Air.  ¡En  lai .. 

Amo  .  Está  cubierta  de  periódioos. 

AlFj.  ¿y  si  viene  un  enfermo? 

Ano*        /|Ya  seria  casualidad! 
Al7.  ¿y  mis  papeles,  mis  libros,  el  carnet  de  la» 

visHas?... 
Ano  [Para  lo  que  te  sirvel... 

Alf.  ¿BId  que  tengo  yo  culpa  de  que  en  esta  po« 

blación  los  niños  se  crien  sanos  y  fuertes? 
M.  Tkr.       Hemos  hecho  esta  modificación  para  recibir 

con  más  decoro  a  esa  gran  señora  que  nos 

honra  con  su  visita.   . 
AiF .  Yo  creo  que  lo  mejor  era  recibirla  con  toda 

Bencillez;  la  sinceridad  ante  todo. 
Eus.  Este  es  de  los  mios.  La  modestia  tambiéa 

tiene  su  buen  tono. 
M.  Tbr.       Es  una  señora  muy  amable;  dinos  si  e& 

cierto,  tú  que  la  conoces  mepr. 
Alf.  Sumamente  amable  y  muy  linda.  Llena  de^ 

vida  y  de  alegría,  con  un  carácter  tan  origi 

nal  como  atrayenta..  Ha  causado  una  ver 

dadera  revolución  en  esta  vetusta  ciudad^ 

Apuesto  a  que  ya  vosotras  habéis  empezada 

ha  pensar  en  los  trajes  para  la  recepción. 
M,  Tbr.       ¡Ya  verás,  ya  verás  qué  elegante  va  tu  mu- 

í'ercita! 
At-Fé    -      {cómica  ioTooaoito.)  jDios  mío,  haz  que  caigáis 

í^'     '  muchos  ciien test 
IfrTáii.       (Riendo)   Hombre,  por  humanidad  pídele 

también  que  te  ayude  a  salvarlosi 
Alf.  Bueno,  que  caigan  muchos  aunque  se  levan^ 

ten  pronto. 
Ano.  Haces  bien  en  pedir  milagros,  porque  de^ 

otro  modo  dudo  de  que  conozcan  tu  letra 

en  las  farmaoias. 
AtF,  •  Greo  conocerme,  y  sé  muy  bien  que  no  soy 

una  emiiiencia,  pero  tampoco  una  nulidad. 


-*  lá  «» 

Lucho  con  el  anónimo,  cosa  horrible  en  oA 
carrera...  pero  paciencia,  con  conHtancia  y 
trabajo  irán  aomentando  los  pocos  cü^fit^s 
de  ahora.i.  O  un  golpe  de  suerte  me  los  á^xék 
•   de  una  vez. 

Elus.  ]Eso,  esol  ¡Si  tuvieses  la  suerte  de  que  le 

ocurriese  una  gran  desgracii^  a  un  todero  es- 
tando tú  de  serviciol 

Nati"    '     {Papá,  por  Dios!  (Rten.) 

Sus.  ¡No  os  riai£>!  Es  que  confio  en  ^ue  Alfonsot 

haría  una  cura  maravillosa»  y  los  periódicos 
le  pondrían  por  las  nubep.  ¿Uixé  enferneiQ 
podía  interesar  en  España  más  que  ua  tOr 
rero?       .         ' 

Alw,  Hay  otro  medio  de  alcanzar  lo  popula^dad 

y  de  acreditarme  como  médico:  dedicándo- 
me a  la  política.  ¡Así  que  no  tendría  yo  fama 
si  hubiese. sido  ministro!  .     * 

Ang.  ¿Es  por  e&o  acaso  por  lo.  que  te  metes  en 

empresas  periodísticas? 

Alf;  (Riendo.)  ¡Tal  VfcZl 

Ant  .  (Entra  con  ona  bandeja.)  Bl  COrrCO. 

M.  Ter.     .    A  ver,  trae.   (Antonia    deja   la    correspondencia   y 

vase.)  {Cuántas  cartas  tienes  hoy!  loma,  El 

Eco  liberal, 
Ang.  Dámele,  que Jeo  el  folletín. 

Eus.  Hombre,  parece  mentira  que  teniendo  tú 

acciones  de  ese  periódico  no  baya  dado  la 

noticia  de  lo  del  Tiro  Nacional...  Y  no  es 
'  que  me  gusten  a  mí  esas  cosas... 

M.  Ter.         (a  AIÍomo,  que  abrió  v^rUs  carta«.)  ¿CÓmO  rCCibeS 

hoy  tanta  correspondencia? 

Alf.  (Riendo.)  Todas  nuestras  amistades  que  se 

interesan  por  mi  salud,  deseando  que  no 
tonga  importancia  la  herida.  ¡No  sé  cómo 
ha  podido  enterarse  toda  la  población,  de 
esta  tontería! 

Eus.  ¿Ves?  Un  arañazo  sin  importancia  b^t^ta 

para  que  la  gence  se  ocupe  de  ti.  ¡Si  viniese 
el  suceso  extraordinario  conquistab^usciá^  Qé4 
lebridadl. 

Oasp  «r        (Anunciando.)  La  señorA  de  Fernández. 

Eus  ¡La  mujer  del  alcalde! 

M.  Ter.         ¡Concbal  (sale  a  bu  encuentro.) 
Concha-       C joven  j  guapa.  LoJoBo  traje  de  visita.  Trata  en  vano 
de  disimular  su  excitación  uexviota.)  No  Se  molcS* 

ten  ustedes  por  mí.  He  venido  demasiado 
temprano,  ¿verdad? 


»  j 


^n-^ 


M.  Ter. 
Alf. 

CONCHA 


Ano. 


Eus. 


Concha 


Alf. 
Concha 


Alf. 
Concha 


Alf.^ 
Concha 

Alf. 


Concha 
Alf. 


(Beiáósoia.)  T<^nta,  tú  no  eree  una  visita;  eres 
cosa  de  la  familia: 

(saludándola)  ¿Y  Duestro  amigo  el  alcalde? 
Está  muy  atareado  estos  dias  a  causa  del 
duque.  El  Ayuntamiento  tiene  que  hacer 
los  honores  a  tan  ilustre  huésped. 
(Mirando  al  reloj.)  {Las  cuatrol  jVamos,  hijas^ 
acabemos  de  arreglar  esto.  Vamos  a  colocar 
las  flores  y  a  ordenar  la  sala.  Tú,  (a  Bnaebio.) 
el  papel  de  Armenia,  (oa  a  Euebio  una*  ^uaa  y»r 

papel  de  Armenia,  que  éste  enciende.) 

Ño  me  tienes  que  decir  Dada,  (vaae»  agiund<h 

el  aahomerlo.) 

(Dofia  Augelita,  Marta  Tereaa  y  Nati  vanee  por  la  de^ 
recita,  llerAndose  las  floree  y  despnée  de  haber  repar- 
tido un  buen  puñado  de  ellas  en  los  búcaros  y  Jarro- 
nes de  los  muebles.) 

(Tan  pronto  como  desaparecen  los  precitadop  perso* 
najes  se  deja  caer  en  ana  bntaca.)  ¡EstamOS  per- 
didos! . 

(volviéndose  sobresaltado.)  ¿Qué  di^e  USted? 
(Que    estamos    perdidos!    (con    desesperación.)' 

{Por  qué  se  nos  ocurriría  ayer  tomar  el  mal 
dito  coche!...  Mi  marido¿.. 

(Dando  un  brinco.)  ¿Lo  ha  deSCUMcrtO? 

No...  aun  oo...  Pero  al  volver  a  casa  lo  pri- 

mero  que  ha  hecho  ha  sido  comunicarpáe  la 

noticia  de  su  herida. 

(sorprendido.)  Pero,  ¿lo  ha  sahido  tamhién  él?^ 

¿Quién  no  lo  sabe  a  estas  horas?  jLo  ha  pu- 

blieado  el  periódico! 

¿El  Eco  Liberalf .(MtLTtañáiMitño,)  ¡Ahora  me^ 

explico  el  por  qué  de  todas  esas  cartas  y 

tarjetas!...  {Por  vida  de!..é  Nunca  lee  nadie 

el  periódico  y  justamente  hoy...  (Bascando). 

{Vaya,  le  ha  cogido  mi  suegra]  Pero,.¿qué- 

dice? 

'Aquí  traigo  yo  un  número^  (saca  ei  pei^dieo- 

del  bolso.) 

( Desdoblé odole  nerviosamente.)  ¿Dónde  e£^?  (Le- 
yendo.) c  Accidente  desgraciado.;  Ayer,  en  la 
ronda  de  San  Antonio,  fuera'  de  las  mura- 
llas, por  haber  resbalado  el  caballo  volpó  up 
coche  de  alquiler  en  que  paseaba  el  doctor 
don  Alfonso  Arana  y  su  distinguida  espo- 
sa... El  famoso  especialista  en  enfernciec^- 
des  de  la  infancia  se  causó  una  ligera  herida, 
en  la  mano  derecha  a  consecuencia  de  la. 


—  u  - 


;  ■  j  : 


Concha 


-Alk. 


OONCHA 

Alf. 

ÜONCHA 

•Gaspar 


^LF. 


Alf^ 

XOR. 

Concha 


fyOlt. 


-Alf. 


rotura  de  xxn  cristal  y  sU  señora  tuvo,  la  9Qdr^ 
te  de  salir  indemne...  Éq  censurable  que  por 
ei  mal  estado  de  los  paseos  de  las  afueras 
ocurran  estos  accidentes...  Debe  el  señot 
alcalde  dar  un  paeeito  por  las  rondas...» 

(Desplomándote  en  una  silla.)    ¡Qué  atrocidad!... 

|Mi  mojerl...  ¡Si  lo  leen  estamos  perdi^psl... 
Vaya  usted  allá  dentro  y  con  cualquier  pre- 
texto  quíteles  el  periódico. 
]Ay,  por  Dios,  no  me  comprometa  usted! 
Cuando  yo  le  decía  que  me  daba  el  cora- 
zón... 

;A  usted?  ¡A  mi  sí  que  me  lo  daba!  Siempre 
be  tenido  un  sagrado  temor  a  los  cocbefl 
para  las  aventuras  amorosas.  [Abj  si  m^ 
hubiese  becbo  usted  caso!  ¿Por  qué  no  qui- 
so usted  ir  al  sitio  que  le  indicaba? 
|No  me  reproche  usted,  Alfonso;  era  lo  úni- 
co que  me  faltaba^  después  de  haber  caldo 
en  sus  brazos!  .  ^ 

|Qué  más  podía  pedir  yo!...  Hasta  la  fecha 
el  único  que  cayó  fué  el  caballo. 
Cierto  que  nada  serio  tengo  qite  reprochar- 
me; pero...  ¡Cuidado,  que  viene  Lorenzo! 

(Lérantando  el  corUnóu  y  anao  ciando  eoD  lolemnida^} 

Pase  usted...  Mi  señorito. 

(Hombre  madoro;  pero  de  baen  ver,  elegante  y  sim- 
pático.) No  hace  falta  anunciarme,  hombre, 

ya  me  conocen.  (Riendo,  da  una  palmadita  en  el 
hombro  a  Gaspar  y  éste  desaparece.)   |Señoral...  (a 

Alfonso.)  Celebro  verte.  ¿Qué  tal  la  herida? 
Acabo  de  leer... 

Perfectamente^  (Levantando  la  vos )  [Perfecta- 
mente! (con  Ira.)  ¡Me  he  curado  ya!  [No  ten- 
go nada!  {Nadal 

(Sorprendido.)  Más  Vale  así;  pero  tu  mujer  se 
habrá  asustado. 

(cada  vez  más  molesto.)  {.Qué  se  ha  de  asustárl 
Enhorabuena. 

Justamente,  también  yo  estaba  felicitando 
al  doctor.  Con  su  permiso,  voy  a  saludar  a 

las  señoras.  (Vase  por  la  derecha.) 

Generalmente,  leo  el  periódico  cuando  Voy 
a  cenar;  pero  hoy  me  encontré  al  repartidor 

en  la  eecalera...  (Snseéa  no  ejemplar.) 

(QaitAodoseío.)  Muy  bien;  pero  no  veo  la  nece- 
sidad de  que  vayas  ondeándole  como  si 
fuese  una  bandera. 


\ 


16  — 

Ex>R.  Pero,  ¿ee  pnéde  saber  lo  que  te  pasa?  Estás 

de  un  humor  iosoportable. 
Alf,  ¿a  mi?  ¡Nada  en  absolutol...  |A1  oontraripl 

(Momento  do  indeeiiión.)   Bueno...  plies  SÍ,  ami. 

:  go  del  alma...  Me  ha  ocurrida  un  percance 
muy  lamentable.  Necesito  el  consejo  de  un 
hombre  como  tú. 
JLoR.  Habla,  habla. 

Aur.  Necesito  hacerte  esta  oonfídeada.  (seoáadoie 

el  fodor.)  Li  dama  que  ha  volcado  conmigo 
no  era  mi  mujer. 
LtOR.  I  Ah!...  Bntonces,  ¿cómo  se  explica  la  noticia 

de  este  periódico? 
Al^.  Ahí  está  el  punto  grave.  Al  ocurrir  el  vaelco 

acudió  gente  de  la  que  tomaba  ^1  sol  por  las 
muriillas,  y  yo,  como  puedes  suponer;  me  di 
mucha  prisa  para  dejar  la  posición  tan  incó- 
moda en  que  me  encontraba  y  me  corté  la 
mano  al  romper  el  cristal  del  lado  opuesto 
para  que  mi  compañera  de  infortunio  pu- 
diera salir  en  seguida  del  coche,  ateiándoee 
a  escape  mientras  yo,  a  unos  conocíaos  que 
se  habían  aproximado,  les  decia  que  iba  a 
dar  un  paseo  por  el  campo  en  compañía  de 
mi  mujer. 
LiOR.  iClaro,  siempre  que  quiere  uno  meterse  a 

dar  explicaciones  en  casos  tan  comprometi- 
dos, dice  una  tontería! 
•  Aur«  (preooapedo.)  Y  el  castigo  no  se  ha  hecho  es- 

perar. Al  volver  a  casa  dije  que  me  había 
cortado  con  un  frasquito  y  nadie  dio  impor- 
tancia al  arañazo;  pero  he  ahí  que  el  dicho- 
so periódico  se  apresura  a  publicar  esa  es- 
tupidez* 

LiOR*  Es  lógico,  hombre,  eres  accionista,  se  inte- 

reHa  por  ti,  te  hace  el  reclama  de  la  especia- 
lidad... y  aprovecha  la  ocasión  para  comba- 
tir  al  alcalde  como  enemigo  político. 

Alp.  (aeioeito  )  Mandaré  recoger  la  edición. 

LoR.  ¿Pero  estás  loco?  jA  buena  hora!  En. todo 

caso,  di  que  la  mformación  está  equivo- 
cada. 

Alp.  Es  que  subsiste  el  hecho;  tampoco  puedo 

negar  lo  evidente. 

LoR.  Pero,  dispensa,  ¿cómo  se  te  ocurrió  ir  en  un 

coche  de  punto? 

Alp.  ¡Eso  es  lo  que  me  pregunto  yo  también!... 

Pero  timic»  ella,  un  poco  cohibido  yo  por- 


que  esto  no  es  Madrid.  Ella  me  dio  yeniíi 
para  que  le  expresara  mi  amor,  siempre 
£0D  la  coDdición  de  que  había  de  ser  plató- 
nico... 

LoR.  Y  a  ti  se  te  ocurrió  que  para  expresársele 

bastaba  un  coche  de  punto. 

Alp.  Si,  era  el  tercer  paseo  que  dábamos. 

LoR.  iHombre,  eso  ya  es  mucho! 

Alf.  Eso  mismo  pensaba  yo...  y  ya  yes,  al  tercer 

paseo,  cuando  iba  ganando  terreno... 

LoR.         .  I  Le  faltó  al  vehículo! 

Alv.  ¿Qué  hago  ahora? 

LoR.  En  efecto;  la  situación  es  comprometida, 

especialmente  en  lo  que  se  refiere  a  tu  mu- 
ier. 

Alf.  No  es  solo  ella  la  que  me  preocupa...  La  fa- 

milia es  la  que  me  da  miedo, 

LoR.  Sin  contar  con  1  >•"  complicaciones  y  conque 

tendrás  que  preocuparte  <le  la  que  ha  vol- 
cado contigu.* 

Alf.  |Ah,  desde  luego!  Ella  no  puede  resultar 

comprometida  en  lo  más  mínimo.  Su  nom. 
bre  permanecerá  en  el  misterio. 

LoR*  A  mí  no  tienes  que  decirme  quién  es. 

Alf.  (Exaltado.)  ¡Ah,  eso  jaociás! 

LoR.  Porque  ya  lo  sé...  Pero,  vamos,  anímate,  es 

tan  imbécil... 

Alf.  ¿Quién? 

XoR.  El  marido,  el  alcalde.  Por  ese  lado  na^a  tíe* 

nes  que  temer. 

Alf.  ¡Es  que  no  hemos  cometido  ningún  de- 

ütol     * 

LoR»  Hombre,  esos  paseos  tan  espirituales... 

Alf.  Pero  no  le  hemos  engañ^dc^.  Lo  único  que 

engañábamos  era  el  tiempo. 

Ant.  Señorito,  un  caballero  pregunta  por  usted. 

Alf.  ¡Otro  que  vendrá  a  interesarsieí  por  mi  sa- 

lud! 

Ant.  Dice  que  es  un  redactor  de  M  Eco  Lih^al, 

Alf.  (Se  leyanta  de  golpe   y    corre  hacia  ui;i  eztremQ  de  la 

habitadóo.)  [Dile  que  dé  gracias  a  mi  suegra 

por  haberse  llevado  de  aq^i  la  mesa  donde 

guardo  el  revólveíl 
JcR.  (Presentándose.)  Perdone  usted,  doctor,  soy  yo 

que  deseaba  saber... 
Alf.  ¡Señor  mío!...  (a  Antonia.)  Puedes  retirarte. 

(Vase  la  doncella.) 

JoR .  Veo  que  está  usted:  bien  y  me  alegro  infini- 


it-. 


Alf. 


Loie. 


JOR. 


Ale. 


LOR. 

Alp 


JOR. 

LoR. 

Alp. 


JOR. 


Alf.  . 

LfOR. 


Gaspak 
Blas 

Gaspar 

Blas 

Qaspar 


to;  asi  en  el  número  de  manatiá  podremod 
decir... 

|Que  me  he  levantado  la  tapa  de  los  sesosl 
Ya  puede  usted  ir  haciendo  la  información, 
le  daré  datos... 

No  haga  usted  caso,  joven.  Lo  que  hace 
falta  es  que  no  vuelvan  ustedes  a  hablar  del 
accidente,  y  si  no  hubiesen  publicado  la 
noticia... 

¿Es  que  no  está  usted  contento  de  la  forma 
cariñosa,  del  pequeño  reclamo  que  le  hace- 
mos y  del  puyacito  al  alcalde?  14o  debe  ha- 
ber leído  bien.  (Saoa   an  ejemplar  del  periódico.) 

|Hágame  usted  el  favor  de  no  sacar  más 
ejemplares!  (se  le  quita  y  le  esconde.)  ¡Parece 
mentira  que  la  tirada  sea  tan  grande  y  que 
nos  siga  costando  dinero  la  publicación! 
La  noticia  que  han  publicado  ustedes  no 
era  exacta. 

¿No?...  |Ah,  pues  rectificaremos! 
(indignado.)  ¿Rectificar?  (a  Lorenzo.)  Pero,  no 
oyes?  ¡Rectificar  ahora!  ík  jordana.)  Pero,  ¿me 
hace  usted  el  favor  de  decirme^  por  qué  se 
mete  en  lo  que  no  le  importa? 
Doctor,  yo  creo... 

(procarando  tranquilizar  a  Alfonso.)  No  hables  tan 

alto. 

(Con  la  misma  indignación,  pero  con  voz  reconcentra- 
da.) Deje  usted  que  los  caballos  se  caigan 
cuando  les  plazca  y  que  las  carreteras  estén 
convertidas  en  lodazales. 

(cada  yes   máfl   confuso.)    ¿ComO    copropietario 

del  periódico  me  aconseja  usted  que  despre- 
cie los  sucesos  y  desaproveche  las  ocasiones 
de  combatir  a  los  enemigos  políticos? 
Lo  que  deseo  es  que  nadie  se  ocupe  de  mis 
percances  personales. 
Procura  que  no  te  oigan,  hombre;  vente  a 

esta  habitación.  (Oe  mala  gana  se  lleva  a  Alfonso 
por  la  izquierda.  Jordaua  se  queda  asombradisimo  en 
el  centro  de  la  habitación.) 

Pase  usted,  señor  alcalde. 

(a  Qaspar,  extrañado.)  Caramba,  ¿está  usted 

aquí  hoy? 

81,  señor;  por  una  tarde. 

¿Cómo  por  una  tarde? 

Como  estuve  la  semana  pasada  en  casa  de 

usted.  Voy  a  avisar  a  las  señoras. 


-18^ 

i^LAS  ^o,  espera,  no  vajas;  yo  hó  hago  visitas 

nunca.  Solo  quiero  ver  al  doctor. 
Gaspar       ¡Ah,  entonces!... 

Sedio  mutit.) 
ola,  Jordana.  Quería  saber  cómo  sigue  el 
doctor.  ¿Es  grave  la  herida? 

Gaspar        (DeteniéDdose.)  ¿Qué,  está  herido? 

JoR.  ¡Ab^  no  lo  sel...  Si  be  tratase  del  mordisco  de 

un  perro,  había  para  creer  que  el  doctor  es- 
taba ya  hidrófobo. 

Blas  Dispense;  pero,  no  entiendo. 

JoR .         .  Figúrese  usted  que  me  ha  armado  un  es- 
cándalo porque  hemos  dicho  que  deseamos 

que  cure   pronto!   (saca  otro  número  del  'Eco».) 

Lea  usted  y  dígame  si  el  suelto  puede  ser 
mas  amistoso. 

Blas  A  propósito;  bueno  me  pondrán  ustedes 

mañana  con  motivo  del  nuevo  presupuesto. 
¿Ha  estado  usted  en  la  sesión? 

JoR.  Si,  señor;  y  diré  que  es  usted  el  alcalde  mo- 

délo,  el  hacendista  más  grande  que  han  co- 
nocido los  tiempos. 

Blas  ¿De  veras? 

Jok  •  {Usted  lo  leerá! 

Ant.  (por  el  foro»  con  mis  cartas.)  Todas  estas  Car- 

tas.. •  (Se  detiene.) 

Blas  (sacando  otro  ejemplar  de  «El  Eco  Liberal.»)  Voy  a 

ver  qué  dice  usted  de  la  herida  del  doc- 

tor. 
Ant.  Ustedes  perdonen.  ¿Dice  el  periódico  que  el 

señorito  está  herido? 
Gaspar       (con  gran  interés.)  ¿Lo  pone  el  papel? 
Ant.  Hace  usted  el  favor  de  enseñármelo? 

JoR.  Aquí  lo  tiene  usted.  (Entregándole  el  periódico.) 

Fué  un  vuelco  sin  importancia,  cuando  pa- 
seaba ayer  en  coche  con  su  esposa. 

Ant.  ¿Con  quiéu?  ¿Con  la  señorita  María  Teresa? 

Ese  es  un  error.  La  señorita  no  salió  ayer  de 
casa  en  todo  el  día. 

Blas  ¿No  salió?...  En  ese  caso... 

Ant.  (Picarescamente.)  Tal  vez  f  uesc  Otra... 

JoR.  ¡Una  incógnita! 

Blas  {Encerrada  en  un  coche  con  él!  ¡Qué  suerte 

tienen  algunos  hombres! 

Ant.  ¡Una  aventura! 

Blas  ¡Así  ee  explica  su  ira! 

JoR.         '    Y  el  temor  a  que  se  lea  el  periódico. 

Ant.  ¡Quién  podía  figurarse!...  Un  señorito  tan 


^  16  -- 

tormalM  que  ni  conmigo  se  ha  atrevi<ío 
nanea. 

Blas  Pues  es  preciso  salvar  a  mi  amigo  a  toda 

costa.  Una  cosa  es  la  política  y  otra  la  amis- 
tad personal. 

JoR»  Claro,  pobre  doctor. 

Ant»  Hay  que  evitar  que  las  señoritas  conozcan 

el  hecho. 

Gaspar  Eso,  porque  si  no  menudo  zipizape  se  ar- 
maría. 

Blas  A  ver,  ustedes^  Antonia,  Gaspar,  ustedes 

pueden  ayudarle  mucho. 

Ant.  No  tenga  usted  cuidado. 

Blas  Que  no  lean  el  periódico. 

Ant.  Descuide  usted.  (Va«e  por  el  foro.) 

Gaspar        Yo  estaré  con  cien  ojos.  Cuidado  que  aquí 

vienen,  (vate.) 
JoR.  Yo  no  sé  si  escurrirme... 

Blvs  Quedamos  en  que  tratará  usted  muy  bien 

con  motivo  del  presupuesto... 
JoR.  ¿Está  usted  loco?  Pedimos  la  destitución. 

Blas  ¿Pero  no  decía  usted?... 

(ALFONSO  entra  por  la  Izquierda,  pero  al  Ter  a  Jor* 
daña  se  precipita  iracondo  hacia  él.  En  aegoida  se  re- 
prime 7  hasta  finge  una  sonrisa.) 

AiF.  ¡Caramba,  Jordana,  usted  por  aquí...   Ven- 

drá por  las  pruebas  de  aquel  articulito  mío 
¿verdad?  Ya  se  las  mandaré,  no  quiero  en- 
tretenerle. (Le  acompaña  hacia  el  foro  y  le  obliga  a 
hacer  mutis.) 

Jott.  Lo  sé  todo,  doctor.  (Moyimiento  de  sorpresa'  de 

Alfonso.)  {Animo!  (Mutis.) 

(doña  ANGBLITA,  MARÍA  TERESA,  NATI  7  des- 
pués EUSEBIO  han  ido  saliendo  por  la  derecha,) 

Ang.  (Aparte  a  Lorenzo.)  Muchas  gracias  por  haber- 

nos enviado  a  Gaspar. 

LoR.  No  vale  la  pena. 

M.  Ter.       Hola,  señor  alcalde,  cuanto  bueno... 

Eus.  Su  esposa  acaba  de  marcharse. 

Ant  •  (Saliendo  por  el  loro.)  Preguntan  por  usted,  se- 

ñorito. 

Alf.  (Preocupado  viendo  que  doña  Angelita  tiene  el  perió- 

dico en  la  mano)  ¿Han  dicho  lo  que  desean? 
Ant.  Saber  como  sigue  usted. 

Alf.  .{^^^  poder  reprimir  un  moyimiento    de  impaciencia.) 

¿Y  qué  les  importa?  ¡Estoy  perfectamente, 
que  me  dejen  en  pazi 
M.  Tbr.       No  sé  por  qué  te  molestas. 


^  áó  ^ 
Alj^.  ¡Voy  a  despacharlos  porque  no  digan  liste- 

des!  (Mutis  por  el  íorp.) 

Ang.  No  te  entretengas  qae  va  a  venir  la  du- 

quesa. 

Blas  Ayer,  en  mi  calidad  de  alcalde,  tuve  el  ho- 

nor de  ir  a  presentar  mis  respetos  al  emba- 
jador. 

Ano.  ¿Si?  Supongo  que  El  Eco  hará  el  relato  de  la 

VÍ&ita.  (Dispóuese  a  desdoblar  el  periódico.  Gran  tur- 
bación por  parte  de  Blas  y  Lorenzo.  Antonia  y  Gas- 
par discuten  visiblemente  detrás  de  una  cortina.) 

Gaspar       (Entiando  muy  resuelto.)  Señora. . 
Ano.  ¿Qué?  ¿La  duquesa? 

Gaspar        Vengo  a  decir  a  la  señora  que  no  ha  llega- 
do todavia.  (Xodos  se  miran  extrañados.) 

Ano.  Bueno,  muchas  gracias,  puede  usted  reti- 

rarse. 

Eus.  Le  acogerían  a  usted  muy  bien. 

Blas]  Sí,  con  mucha  amabilidad. 

M.  Ter.       ¿y  qué  le  dijo  a  Ubted  el  duque? 

Blas  Nada...  no  me  dijo  nada. 

Eus.  Vamos,  usted  es  demasiado  modesto,  segu- 

ramente elogiaría  las  reformas  de  la  pobla. 
ción.  A  ver,  Angelita,  trae  el  periódico. 

Ano  •  Toma.  (bi  mismo  movimiento  de  antes  por  parte  de 

los  demás.) 

Ant.  ¿Ha  llamado  usted,  señorita? 

Ang.  (Oon  sorpresa.)  Yo  nO. 

Ant.  Me  pareció...  Usted  perdone. 

LoR.  (impidiendo  a  Ensebio  desdoblar    el   periódico.)   Es 

hombre  de  pocas  palabras  el  duque. 

M.  Ter.       Pero  la  duquesa,  porque  ella   estaría  pre- 
sente... 

Blas  Sí,  pero  tampoco  me  dijo  nada. 

M.  Ter.       A  ver,  papá,  que  no  lees  ni  dejas  leer. 

LOR.  (Arrancanda  casi  el  periódico  de  manos  de   Busebio,) 

El  Eco  Liberal  no  tratará  del  asunto  por  no 

dedicar  elogios  a  Fernandez. 
Ano.  ¿Pero  esa  dama  es  realmente  inglesa? 

Blas  Norteamericana,  yanque  hasta  la  punta  de 

los  pies. 
Eus.  Creo  que  es  fabulosamente  rica. 

Blas  Enormemente    Me  dijeron  que   estuvo  a 

punto  de  pasarse  con  un  príncipe  real. 
M.  Ter.       Y  ha  acabado  por  casarse  con  un  viejo. 
Blas  Pero  archimillonario. 

LoR.  Creo  que  su  vida  en  América  era  bastante 

original.  Amiga  de  aventuras..^ 


-  21  — 

AsG .   .         Nati,  vé  a  ver  si  Antonia  ha  preparado  el  té.- 

(Vate  Nftti  oon  gesto  de  mal  humor.) 

Blas  Yo  también  he  oído  contar  que  allá  en  su 

tierra  era  ana  mujer  un  tanto  libre. 

Eus.  Vamos,  que  es  una  aventurera  en  toda  regla. 

Todos  ¡Tanto  como  aventurera!... 

Nati  Aquí  está  Ernesto. 

Ang.  ¡Mi  Bobrino! 

Nati  (Aparte  a  Loreoio.)  Gon  que  dígame  usted,  ¿es 

una  aventurera? 

LoR.  ¿Quién? 

Nati  La  duquesa  mamá;  me  ha  mandado  salir 

justamente  para  preguntarlo. 

LoR,  ¡Vamos,  chiquilla! 

(ERNESTO  lallendo  por  el  foro.  Es  el  Petronlo  de  la 
pobl&ción.) 
Ern.  Buenas  tardes,  (con  mucho  interés  a  Maria   Tere 

sa.)  ¿Saliste  realmente  ilesa,  indemne,  como 

dice  el  periódico? 
M.  Ter.       ¿Indemne? 
Ern.  Si,  mujer,  del  percance  de  ayer.  Lo  refiere 

El  Eco  LiberaL  (Le  entrega  un  ejemplar  del  perió* 
dico.) 
Ant.  (Sale  7  se  adelanta   corriendo.)   ¿Ha   llamado   la 

señora? 

Ang*  [No  hemos  Hamado!  ¡Qué  manía! 

Blas  ¿Me  permite  usted  que  eche  una  mirada 

por  el  periódico? 

M.  Ter.  Pero  vamos  a  ver,  ¿qué  pasa  aquí?  Parece 
que  hay  una  conspiración  para  evitar  que 
se  sepa... 

Ang.  Es  verdad,  ya  había  notado  yo  algo...  Lee, 

lee,  vamos  a  ver... 

Brn.  Aquí  lo  tienen  ustedes.  (Leyendo.)  cAccíden- 

te  desgraciado.  Ayer,  fuera  de  las  murallas 
por  haber  resbalado  el  caballo,  volcó  un  co^ 
che  de  alquiler  en  que  paseaba  el  doctor  don 
Alfonso  Arana  y  su  distinguida  esposa.,.» 

Nati  J 

Ang.  [  Pero  ¿diceeso? 

M.  Ter.        (Le  quita  el  periódico  y  sigue  leyendo.)  cEl  famoso 

especialista  en  enfermedades  de  la  infancia 
se  causó  una  ligera  herida  en  la  mano  dere- 
cha a  consecuencia  de  la  rotura  de  un  cris- 
,  tal  y  su  señora  tuvo  la  suerte  de  salir  in- 
demne...» 
Bus.  (a  Maria  Teresa.)  De  manera  ¿que  has  volcado? 


—  22  ^ 

M.  ÍER.       ¡Yo,  no! 

LoR.  Por  lo  visto  68  que  han  conf  andido  a  Alfon- 

'  so  con  otro. 

Nati  ¡Pero  si  Alfonso  está  realmente  herido  en  la 

manol ' 

Ern.  ¿Que  está  herido? 

Akg  .  ror  lo  que  a  él  se  refiere  el  relato  del  perió- 

dico es  exacto. 

M.  Ter.  También  puede  que  sea  exacto  lo  demás... 
solo  que  la  distinguida  esposa  no  era  yo... 

Nati        ,  \8\x  amante  de  fijo! 

Ang.  ¡a  ver  si  te  callas,  Nati! 

Bus.  Nati,  vé  a  ver  si  Antonia  ha  preparado  el  té. 

Nati  jY  dale  con  el  té!...  Debieran  ustedes  haber* 

me  mandado  salir  antes,  porque  ya  me  he 
enterado  de  que  mi  cuñado  tiene  una  aman- 
te. (Vase.) 

LoR.  A  mí  me  parece  que  este  suelto  es  un  solem- 

ne infundio. 

Ang  .  Usted  perdone,  Lorenzo,  pero  ya  es  inútil 

que  intenten  ustedes  burlarse  de  nosotras.  * 

M.  Ter.  (con  energía.)  {De  manera  que  mi  marido  se 
pasea  en  coche  con  una  mujer  mientras  a 
mí  me  hace  creer  que  está  dedicado  a  su 
profesión!  ¡Muy  bien! 

Ern.  (Escandaiiíado.)  \Es  indigno! 

LoR.  Usted  perdone,  María  Teresa,  pero  a  mi  me 

parece... 

M.  Ter.  ¡Tenía  una  amante!...  Pues  bien,  que  la  dis- 
frute a  sus  anchas,  pero  lo  que  es  nosotros 
.  no  hemos  de  permanecer  en  esta  casa  ni  un 
día  más. 

Eus.  ¿lyiarcharnos  nosotros?  No,  hija  mía,  nos. 

otros  somos  cuatro  y  él...  él  es  solo,  por  lo 
tanto  él  es  quién  se  debe  marchar. 

Ern.  ¡Muy  bien  dicho! 

Blas  No  precipitemos  las  cosas,  caballeros. 

LoR.  Lo  primero  es  enterarse  de  lo  ocurrido  por 

el  propio  Alfonso. 

M.  Ter.  Lo  que  más  me  indigna  es  que  haya  inten- 
tado hacer  creer  a  la  gente  que  la  mujerzue* 
la  que  le  acompañaba  era  yo. 

Ang«  Sí,  eso  es  indecente 

M.  Ter.       ¡Ah,  pero  yo  me  enteraré  de  quién  eral 

Ern.  ¡Vaya  si  la  descubriremos,  no  faltaba  másl 

Ang.  a  ver'si  por  el  suelto  del  periódico  podemos 

deducir  algo.  (S^len  a  relucir  todos  los   ejemplares 
de  «El  Eoo.) 


—  28  — 

(ALFONSO    entra  apresoradamente   y  ie   dispone  a   ' 
hablar,  pero   se  qneda  callado  al  obseryar  la  actl- 
tnd  d«  loi  personajes  y  mira  angustiosamente  a  Lo. 
renco.) 
LoR.  (Encogiéndose  de  hombros.)  ¡CbicOÍ... 

Ang.  Por  nuestra  actitud  ya  puede  usted  figurar- 

se que  lo  sabemos  todo,  caballero. 
Eus.  Su  conducta  no  puede  ser  mes  censurable. 

Nati  (Una  amante! 

Ang.  (secamente.)  Nati,  vé  a  ver  si... 

Nati  Si  está  listo  el  té...  |Ya  me  lo  figuraba  yol 

(Mntis.) 

Alf.  No  comprendo... 

M.  Ter.  (Agitando  el  periódico  lo  mismo  que  los  restantes  per- 
sonajes.) Acabamos  de  leer  el  periódico  que 
con  tanto  empeño  nos  ocultabas. 

Alf.  ¿Quién  ha  sido  el  que?... 

Eus.  Nuestro  sobrino  Ernesto  fué  el  que  inocen- 

temente nos  abrió  los  ojos. 

Alf.  jEl  tenia  que  haber  sido! 

Ang.  ¡Comprometerse  en  una  aventura  ridicula, 

propia  de  Madrid,  no  de  una  población  mo- 
ral como  estal 

Alf.  (Recobrando  sn  aplomo.)  Al  fin  y  al  cabo  con  la 

única  persona  con  quien  tengo  que  diecuL 
parme  es  con  mi  mujer,  pues  con  ella  me 
he  casado  y  no  con  ustedes.  Ante  ella  me 
explicaré. 

£u?.  Si,  inventando  alguna  mentira. 

Ano  .  Por  Dios,  no  levantéis  tanto  la  voz  que  están 

a  punto  de  llegar  las  visitas. 

Al  F.  Tiene  usted  razón.  Ya  hablaremos  de  esto. 

Yo  ahora  me  marcho. 

Eus.  A  visitar  a  tus  niños  ¿no  es  eso? 

Alp.  A  veces- mejor  se  puede  tratar  con  niños  que 

con  personas  mayores.  (Mutis,) 

Brk,  Eso  lo  ha  dicho  por  ti,  tio. 

Eus.    .       (indignado.)  ¿No  ha  sido  por  ti? 

Ang.  ]Es  la  primera  vez  que  se  ha  atrevido  a  le- 

vantarnos el  gallo! 

M.  Ter.       jQué  modo  de  sincerarse! 

Ang.  (viendo  entrar  a  Gaspar.)   Gallad    por   Dios   que 

viene  alguien .  (a  María  Teresa.)  Cuidado  con 
perder  la  serenidad  y  que  se  te  conozca  el 
disgusto.  Lo  que  hay  que  hacer  es  tratar  de 
adivinar  quién  era  la  del  coche.  A  lo  mejor 
es  una  amiga  intima 
Gaspar       (Anunciando.)  La  señora  de  Cortejarena. 


-  24  — 

Ano.  (saliendo  r  su  encuentro.)  Paseustod,  Pepita. 

(cambio  de  oumpUdos.) 

(PBPITA,  señora  joven  y  goapai  admirablemente  yea- 

tida,  sale  por  el  foro.) 

P£P.  Siento  no  poder  estar  con  ustedes  más  qne 

unos  minutos. 
Ano.  ¿Tiene  usted  muchas  visitas  que  hdcer? 

Pep.  No,  es  que  el  médico  me  tiene  ordenado  el 

ejercicio,  el  aire  del  campo.  (Todos  hacen  un 

gesto  muy  signiflcatiyo  y  cambian  miradas  como  dicién- 
dose: *¿Será  esta?  IColdado,  exploremos! >  Todo  esto  ha 
de  ser  muy  marcado.) 

Eüs.  Ya,  ya...  ¿Con  que  paseitos  por  el  campo,  eh? 

Pep.  a  diario. 

Ano.  Por  las  murallas,  seguramente. 

Pep.  Sí,  es  lo  más  pintoresco. 

Eüs.  Pero  tenga  usted  cuidado,  señora,  es  muy 

peligroso. 

M.  Ter.         (Fijando  con  insistencia  la  mirada  en  Pepita.)  Ayer, 

al  dar  un  paseo  en  coche  volqué  yo,  yo 
misma. 

Ano.  Sí,  señora,  volcó  ella. 

Pep.  ¿De  veras?  ¡Cuanto  lo  siento!  No  sabía  nada. 

A  mi  no  me  gusta  el  coche,  aparte  de  que 
lo  que  me  ha  recomendado  el  médico  es 
andar  mucho.  Por  eso  siempre  voy  a  pie. 

(Angelita,  María  Teresa,  Busebio,  Ernesto  y  Blas  se 
miran  mutuamente  meneando  la  cabesa  y  como  dicien- 
do: *lNo  es  ellal>) 

Qaspar       (Anunciando.)  La  scñora  gobernadora. 
Ano.  ¡Remedios! 

(sale  REMEDIOS  por  el  foro.  Joven  también  y  muy 
elegante.) 

Rem.  Hola,  amigas  mías.  (Besos  y  saludos.)  He  teni- 

do noticia  del  peicance  que  le  ha  ocurrido. 

Ang  •  ¿  Por  el  periódico? 

Rem.  No,  por  mi  marido,  ya  pueden  ustedes  fígu. 

rarse,  como  él  está  en  todo... 

Eüs.  Es  de  suponer. 

Ern.  Para  eso  es  la  primera  autoridad. 

Rem.  ¿Realmente  fué  usted  la  que  volcó? 

M.  Ter.      §í,  yo  misma. 

Rkm.  ;Ah! 

Ang.  ¿Por  qué  decía  usted  eeo? 

Rem.  Nada...  es  decir,  si  ha  sido  usted  lá  que 

ha  volcado  no  hay  indiscreción  al  decirles 
que  en  el  gobierno  se  creía  que  no  era  usted 
la  que  iba  con  su  marido. 


-*  25  — 


ToDOfl 
RlM. 

Eüs. 
Ano. 
M.  Ter. 

Rem. 

Em. 

Ptp. 
Ang. 

Pep. 
Ant^ 

Ang. 


Eus. 
Nati 
Ang. 


Gaspar 


Eus. 


Ano. 
Nati 


(Se  levatitan  de  golpe  y  pregustan  a  una.)   ¿Quiéo 

era? 

¿Pero?... 

Diga,  diga... 

Estamos  en  el  secreto. 

Sólo  nos  falta  averiguar  el  nombre  de  la 

individua. 

Paea  eso  es  lo  que  tampoco  se  sabe  en  el 

gobierno.  La  policía  no  lo  pudo  averiguar. 

jLo  de  siempre! 

(Todos  se  sientan  con  desilusión.) 

¿De  modo  que  no  fué  usted  la  que  volcó? 
No,  Pepita,  no  fué  ella,, y  lo  que  tratamos  es 
de  averiguar... 

(Entre  ofendida  y  asombrada.)  {{Ahll... 
(Entra  precipitadamente  seguida  de  Mati.)  Ha  para- 
do un  automóvil  en  la  puerta. 
La  duquesa,  seguramente. 

(Este  anuncio  despierta  gran-  interés  en  todos  los 
reunidos.  Los  dueños  de  la  casa  se  muestran  inquietos 
y  echan  una  última  ojeada  a  la  habitación.  Las  otras 
señoras  componen  los  detalles  de  sus  tocados.) 

(a  Nati.)  No  olvides  el  saludo  en  inglés. 

(Aparte  también.)  DeSCUÍda. 

(a  Maria  Teresa.)  Sal  a  SU  encuentro,  hija  mía. 
(Enojada.)  Pero  risueña^  do  con  esa  cara  de 
duelo.  No  es  de  buen  tono. 

(María  Teresa  se  dirige  hacia  el  foro.) 
(Aparece  en  el  umbral  levantando  la  cortina  y  dice 
con  su  acento  más  solemue.)  La  Señora  duquesa 
de  San  Marcos.  (Todos  se  ponen  en  pie.  Aparece  la 
DUQUESA  ALICIA;  es  una  mujer  Joven,  muy  bella, 
muy  elegante.  Su  traje  es  del  último  modelo,  original 
y  atrevido,  pero  no  extravagante.  Es  la  dama  qce  se 
siente  muy  por  encima  de  cuantos  la  rodean,  pero  no 
se  aprovecha  de  ello.  Se  divierte  al  notar  las  preocupa, 
dones  que  suscita  y  observa  en  los  demás  hasta  el 
gesto  más  insignificante,  pero  es  sumamente  afable, 
extremadamente  atenta.  En  faersa  de  amabilidades 
quiere  hacerse  perdonar  su  superioridad.  Al  entrar  se 
detiene,  examinando  con  gran  curiosidad  a  Gaspar,  en 
seguida  avanza  decidida  hacia  los  que  la.  esperan.) 

Señora... 

(rodos  hacen  una  pxofanda  reverencia.) 

Les  ruego  que  no  se  molesten  por  mí. 

Es  un  honor  muy  grande  el  que  usted  nos 

dispensa  al  visitar  esta  casa. 

(pronunciando  trabajosamente.)    Madam,   I  have 


—  26  -. 


LiaA 


M.  Tbr. 
Eus. 
.«««Alicia 
M.Tbr. 

lLICIA 


Ano. 


LICIA 


Bem. 


LICIA 


Pep. 
Alicia 


Blas 
«Alicia 

Blas 

LICIA 

Eus. 

UCIA 


I 


tbe  bocour  (o  wish  you  gcod  day.  (pront&PdeM: 
Mádam,  ai  jav  si  óner  tu  uich  gud  de.) 
Thank  you,  dearl  girl  .(pronúnciefle:  Itasank 
yu.)  (Sonriendo.)  Muy  bien;  basta  en  inglés. 
La  felicito  a  usted,  señorita.  (La  beta.) 

(PresentAndo.)  Mi  padre. 

Duquesa,  permita  usted  que  bese  su  mano. 

Caballero... 

Mi  primo... 

Mucho  gusto.   ¿Y  el  doctor?  (Se  lienta  y  todoi 
la  imitan.) 

Bailó  para  visitar  a  unos  enfermos,  pero  su- 
pongo que  no  ba  de  tardar. 
Celebraré  mucho  verle;  eomos  muy  ami- 
gos... ¡Es  tan  simpático  el  doctorl...  lOb,  la 
señora  gobernadora,  no  me  babia  fijado... 
Perdóneme. 

(Pronandando    trabajosamente.    It    is  realiy   not 

wot  tbe  trouble.  You  thanks.  (It  is  riali  not 
uerz  si  treubl.  Ttzank  yu.) 

(Angelita  y  Ensebio  hacen  nn  gesto  de  sorpresa.) 

¿Usted  también,  señora  de  Cortejarena?  (sa. 

luda  con  eíasión  a  Pepita.) 

¿How  do  you  do?  (¿Au  du  yu  du?) 
(Asombrada.)  ¿Very  wel;  tbank  you,  madam, 
And  bow  areyou?  (Veri  uel,  ttzank  yu  má- 
dam.  And  au  ar  yu?) 

(Pepita  qniere  contestar,  pero  no  acierta.) 

(Aranzando  con  solemnidad.)  Excelentísima  Se- 
ñora... 

|0h,  nuestro  caro  alcalde!  (se  levanu  y  todos  in 
imitan.)  Se  ha  reunido  en  esta  casa  lo  mejor* 
cito  de  la  población. 
Yo  no  hablo  inglés,  pero... 
No  hace  falta,  no  se  apure¿  según  puede 
ver,  ahora  en  España^  prefiero  el  castellano. 

(se  han  sentado.) 

Y  lo  babla  usted  con  rara  perfección. 
No  tiene  gran  mérito^  Mi  facilidad  parftiofi^ 
idiomas  es  ^rande;jtlS*tj^uéñítá  \\xv& una/ 
doncella  fiepañortT' y  luJgo^  al/casarnoe,  me/ 
pareció  aue  el  mejor  bcpienajf  para  mi  noíaV 
ridó  era  pablarle  en  su  jídiomgf.  Y  ahora,  ,ÚU 
tiinamente  no /he  que/ido  vyinir  a/Españá 
basta  Uablar  M  castellano  ¿  la  i^rfe9CÍÓB. 
Jlizguéf  que  esta  era  ]¿,  mej<¿  pru^a  <^  sitp. 

ratia  due  poaia  dar  á  los  españoIes,,parJtMi — 

[ue  t^go  muchas. 


—  27  - 


Lov. 

Eus. 

LlCIi 

Ang. 


->  1  éltl.'l  Mlllt^.  ^.« 


UC'A 


Bu0. 
Nati 

LICIA 


LOM. 
LICIA 


Nati 
Pep. 
RvM. 

ÁNG. 


Ang. 

LICIA 


Amg. 


LOR. 


LICIA 


^^reMDtftDdo.)  Don  Lorenzo  Rivae,  arquitecto. 
(Alargándole  u  mano.)  ¿Pariente  de  ustedee? 
Uomo  8i  lo  fuera,  duquesa;  intimo  de  toda 

la  familia.   (lodlctodo  la  puerta  de  la  itla.)  8i 

quiere  usted  tener  la  bondad  de  pasar  a  la 

§ala... 

(Acomodándole.)  Muohas  gracias. 

(L0s  gefioras  de  la  casa  se  mueitran  un  Unto  oon> 
trariadai.) 

Acaso  se  encontrase  usted  más  a  gusto... 

Aquí  tenemos  otra  salita... 

Me  encuentro  aquí  muy  bien,  y  quien  se 

encuentra  bien  que  no  se  mueva,  según 

reza  un  antiguo  refrán. 

¿Americano? 

x^o,  español.  En  América  se  diría  tal  vez: 

Quien  se  encuentre  bien  que  siga  movién* 

doee  a  ver  si  se  encuentra  mejor. 

(a  on  tiempo.)  |It  is  lovelyl  (fe  quedan  algo  cor- 
tadas.) 

Si  nos  hiciera  usted^el  honor,  querida  du* 
quesa,  de  aceptar  una  taza  de  té. . 
Con  muchísimo  gusto. 

(Angelita  toca  el  timbre  y  aparece  Qaspar.) 
El  té. 

(Gaspar  bace  nna  reverenda  y  desaparece. ) 
(saludando  a  Gaspar  con  nna  sonrisa.)  |Ah,  ya  de- 
cía yol 

¿Qué? 

¿No  lo  saben  ustedes?  Soy  una  admiradora 
suya.  Me  llamó  la  atención  la  primera  vez 
que  le  vi.  E&  Wagner,  la  misma  fisonomía; 
un  poco  más  joven  que  en  los  retratos  que 
vulgarmente  se  conocen.  Wagner  redivivo. 

(Azorada  y  respondiendo  en  seguida.)  Es  raro,  noS* 

otros  le  tenemos  a  nuestro  servicio  desde 
hace  algún  tiempo  y  no  nos  habíamos 
fijado. 

(Disimula  una  sonrisa  e  interviene  en  la  conversación 

para  rarUria.)  Le  parecerá  a  usted  muy  mo- 
nótona la  vida  de  esta  vetusta  población. 
Al  contrario,  me  encantan  estas  poblaciones 
antiguas  y  tranquilas;  al  mismo  tiempo  yo 
hago  una  vidar  muy  activa,  como  habrán 

Eodido  observar.  Doy  largos  paseos  a  caba- 
os hago  excursiones  en  auto,  sola  muchas 


•.28  — 


M.  Ter. 

LICIA 

Naii 
Pbp. 
Rkm. 


Nati 
Ano. 
Todos 


M.  Tkr. 

LICIA 


Rbm. 

LICIA 


M.  Ter. 
Rrm. 
Ano. 
-Alicia 


( 


veces,  porque  como  mi  marido  se  pasa  la 
vida  encerrado  en  sus  habitaciones  cuidan- 
do achaques  imaginarios...  Ayer,  sin  ir  más 
lejos,  di  un  largni6Ímo  paseo  en  coche. 
I  Ahí  ¿Usted  iambiéu  pasea  en  coche? 
Oh^  me  gusta  mucho;  es  más  tranquilo  que 
el  automóvil,  se  goza  más  del  paisaje. 

(Cada  ana  con  ana  tasa  se  diepatan  el  honor  de  ofre- 
.  cérsela  a  la  duquesa,  diciéndole:)  If  you  plcaSC. 
\  (Pronuncíese:  If  yU  plis.) 

(Angellta,  qae  ha  coRldo  ana  tasa,  troplesa  con  la 
qoe  lle^a  Nati  y  sobre  la  falda  del  yestido  de  Alicia 
caen  anas  gotas.  Consternación  general.) 

¡Ay,  Dios  mío;  qué  contrariedad  más  grandel 
\Y  precisamente  en  la  faldal 

(Rodean  a  la  duqaesa  lamentando  el  percance  con  las 

frases:  |Qué  penal  ¡Qué  lástimal  ¡Qué  contra- 
riedad!) 

(Riendo  de  mny  buena  gana.)  {Pero  por  DioS,  nO 

se  preocupen  ustedesl 

Be  va  a  quedar  la  mancha.  A  ver,  trae  en- 
seguida un  vaso  de  agua. 
Nada,  no  ee  apuren  ustedes  por  tan  poca 
cosa.  Volveré  a  mi  casa  con  una  mancha, 
¡qué  más  da!  No  será  la  primera  ni  tampoco 
la  última. 

Pero  si  es  que  tiene  usted  que  hacer  más 
visitas... 

Pues  las  haré  con  el  traje  manchado.  Miren 
ustedes,  ayer  mÍ8i»o,  tal  vez  se  lo  hayan 
contado,  tuve  que  ir  a  visitar  a  la  señora 
de...  de...  no  recuerdo  el  nombre  en  este 
momento...  A  la  señora  del  Rector  del  Semi 
nario. 

Usted  perdone,  el  Rector  del  Seminario  es 
el  padfe  Ranero... 

(Riendo.)  jNo,  no;  tiene  usted  razónl  La  se. 
ñora  del   director   del  Instituto...  Bueno, 
pues  llevaba  en  la  falda  un  desgarrón  de  lo 
menos  una  cuarta  de  largo,  aquí  precisa* 
mente...  {Figúrensel 
¿De  veras? 
¿Es  posible? 
¿Y  cómo  fué  eso,  si  no  es  indiscreción? 

(Divirtiéndose  al  ver   el  interés  qae  ha  despertado  sn 

relato.)  ¿Quién  sabe?  Tal  vez  al  apearme  de- 
prisa del  coche...  ¡Qué  sé  yol  Lo  cierto  es 
que  me  encontré  con  un  desgarrón  tremen- 


Bus. 

LICIA 


LICIA 


M.  Ter. 

.LICIA 


lLICIA 


LOR* 


\ 


do  cuando  aún  tenia  qué  hacer  fuera  de 

casa. 

|Qué  raro! 

fiso  mismo  dijo  nú  marido  al  verme  entrar: 

[Qué  raro!  naturalmente,  le  contesté  con 

una  carcajada.  (Ríe.) 

(Se  miran  nnos  a  otros  j  ríen  también.) 

Y  tal  vez  el  duque  se  enojase... 
iNo!  Rió  conmigo. 

NO  ee  dice  en  vano  que  son  ustedes  un  ma- 
trimonio modelo,  una  pareja  feliz. 
Asi  es  en  efecto;  nos  forjamoH  la  ilusión  de 

[ue  nos  hacemos  felices  el  uno  al  otro, 
imo  que  se  hacen  la  Hüsió'fíf"" 

laro;  en  este  mundo  para  ser  dichoso  basta 
creer  que  lo  somos  en  realidad...  Tal  vez  sea 
la  única  forma  de  serlo...  (Riendo.)  Pero,  por 
DioSj  no  vayamos  a  hacer  filosofía  alrededor 

del    roto   de   una   falda^  (Peapnég  de  echar  nnyy 
ijeada  la  habitaci6n.\^U¿nto  me  gUStan   estOS 

hogares  provincianos!  Me  parece  que  asi  han 
de  vivir  más  cerca  los  unos  de  los  otros,  que 
han  de  sentirse  más  unidos...  ¿Ustedes  viven 
juntos  suegros  y  yerno? 

Y  muy  felices. 

No  me  cuesta  trabajo  creerlo.  De  fijo  que 
el  doctor  es  un  yerno  modelo. 

(subrayando  un  poco  la  frase.)  GomO  yomo. 

¿Y  como  marido  no?  (a  María  Teresa.)  ¿Cdlosa 
pues?  ¿De  veras  tierieueted  celos?  Pero,  ^idg 
quién  ni  de  qué...jfinb  más  algún  aefi^a- 

ISTJOfreSBnSncias.  ^ 

(Riendo.)  Eso  es:  algún  desgarr^ur.T.  copio  el 
de  usted  ayer.  ^'  ' 

(Riendo  también.)  Eso  es.^^xfoien  alguna  que 
'  tra  manchita  sobre^^fe  jur^a,  como  mi  ^^ 
lanchita  de  hoy.  y^"^         ^ ""'  \ 

Angelita  mira  a  Lafeazo*  £aseblb  mira  a  Blas.  María 

yinsí!»  uHUii  vn 


£1  caso  es... 
A  mi  me  parece  que  al  fin  y  al  cabo  debe 
ser  uu  motivo  de  satisfación  para  su  amor 
propio  tener  por  un  marido  un  hombre  que 
les  gusta  también  a  las  demás  mujeres. 

(Nuevas  miradas  entre  los  personajes.)  ¡No    puedo 

yo  decir  tanto! 

Tiene  usted  una  lógica  encantadora,  du- 
quesa. 


LICIA 


m^ 


Eus. 

LiaA 
Rbm. 

IICU 

Pep. 
Rem. 

Pep. 
--«Alkia 


Blas 


Amo. 

LOR. 

Amg. 


LoR. 
Amg. 


LoR. 


Amg. 


Nada,  que  en  el  fondo  esos  célod  fion  üná 
BatíafacciÓD,  Y  que  este  es  an  bogar  feliz 

ibe  dudajija  felicidad  parece  que  flota  en 
las  habitaciones.  Un  detalle,  un  adorno  pa- 
rece decimos  algo  de  la  dicha  de  la  dueña 
de  la  casa  y  en  esta  habitación  todo  es  ale- 

Tenemos  también  otra  salita...  ^ 

Sí,  ya  me  lo  dijeron  ustedes  antes. 
(LeTantándose.)  Duquesa,  he  tenido  un  verda- 
dero placer. 
¿Se  retira  usted  ya? 
I  vo  también. 

I  nave  the  honour  to  wish  you  good  day. 
(Pronuncíese:  ai  jav  SÍ  ÓDcr  tu  uich  yu  gud  de.) 
I  have  the  honour  to  wish  you  good  day. 

(Saludando  amablemente  a  las  dos  señoras.)  Hasta 

el  miércoles  próximo  si  es  que  no  tengo  el 

^usto  de  ver  a  ustedes  antes. 

Yo  también  me   retiro  con    la  venia  de 

usted. 

(Peplta,  Remedios  y  Blas,  salen  por  el  foro,  j  Ensebio 
Inulta  a  Mida  a  pasar  a  la  salita.  Ella  lo  hace  aeom- 
panada  de  María  Teresa,  Ensebio,  Ernesto  y  Matt.  Do* 
fia  A  ngellta  vnelve  de  acompañar  a  Pepita  y  Remedios 
y  llama  a  Lorenzo,  que  se  dispone  a  pasar  también  a 
la  sala.) 

Lorenzo. 

¿Qué  desea  usted,  doña  Angelita? 
(Animada.)  Hay  que  ir  a  buscar  á  Alfonso  a 
escape,  no  hay  más  remedio;  se  ve  clara- 
mente que  la  duquesa  está  prolongando  la 
visita  por  verle. 
¿Lo  cree  usted  asi? 

8e  ve  a  la   legua.   (Animándose  a  cada  palabra.) 

jQué  mujer  más  encantadora!  Qué  distin- 
ción,  qué  elegante  desenfado...  Y  demuestra 
tener  un  interés  vivísimo  por  Alfonso...  Por 
otra  parte,  todas  esas  cosas  raras  que  le  han 
suceoido  ayer,  su  manera  de  pensar...  Creo 
que  también  lo  ha  notado  el  alcalde...^  y  has- 
ta mi  marido,  que  no  es  ningún  lince,  me 
ha  mirado  dos  veces  como  diciéndome... 

(Que  ha  escuchado  con  mucho  Interés.)   De   modo 

3ue  en  concepto  de  usted...  aquella  mujer 
e  ayer,  la  del  coche...  puede  que  fuera  ella... 

(sin  poder  contener  su  satis&ción.)  ¿A  USted.tam* 

bien  se  le  ocurre  suponerlo?  ¿Lo  ve  usted? 


una  duquesa...  una  embajadora..  De  set 
así...  ¿No  le  parece  a  usted?...  De  ser  así  la 
cosa  variaba  bastante...  Y  Alfonso,  hay  que 
reconocerlo,  obraba  perfectamente,  dejando 
adivinar  que  se  trataba  de  su  mujer...  Reco- 
nozco que  siempre  ha  sido  un  caballero. 

I<OR.  iQué  duda  tienel 

Ang  .  Por  Dios,  Lorenzo,  no  deje  usted  de  buscar 

en  seguida  a  Alfonso.  Yo  np  puedo  faltar 

más  tiempo.  (Vase  por  la  derecha.) 
£iOR.  (Sigoe  con  la  mirada  a  Angelita  hasta  qoe  deiaparece 

mostrando  primero  sorpresa  y  después  satisfacción,  Qoe 
se  dibnja  en  nna  sonrisa,  y  cuando  Ta  a  dirigirse  hacia 
el  loro  ve  entrar  a  ALFONSO,  serio  y  preocupado.  Se 
dirige  a   sn  encuentro   con   cara  alegre.)  AlfonSO, 

hijo  mío,  voy  a  salvarte. 

Alf.  ¿Qué  dices? 

LoR.  Elige.  ^Prefieres  la  lucha  terrible  a  todas 

horas,  las  escenas  de  celos,  el  espionaje  y 
por  último  la  t)omba  final  con  el  descubrí, 
miento  de  la  verdadera  dama  del  coche,  o 
quieres  que  todo  se  acabe  pacificamente? 

Alp.  *  ¿Se  puede  saber  qué  quieres  decir  con  eso? 

LoR.  Por  el  pronto  len  presente  que  lo  malo  de 

tu  aventura  estriba  en  que  todos  nosotros 
suponemos  que  se  trata  de  un  cualquiera, 
quiero  decir,  de  una  mujer  de  nuestra  clase, 
de  la  esposa  de... 

Alf.  (Fuerte.)  ¡Lorcnzo,  por  Diosl... 

LoR*  Por  eso  juzgamos  el  escándalo  con  un  ente* 

rio  natural  desde  el  punto  de  vista  de  nues- 
tro medio  ambiente;  pero  una  vez  que  tu 
aventura  se  salga  de  lo  normal,  que  la  veamos 
rodeada  de  una  aureola  de  conquista,  de  or- 
gullo casi  para  la  población,  entonces  la 
opinión  de  todos  nosotros,  personas  todas  de 
una  moralidad  intachable,  se  modifica  con 
arreglo  al  interés  moral  y  hasta  material  que 
tu  aventura  pueda  proporcionarnos,  (oraye  y 
resuelta)  Pues  bien,  para  que  lo  sepas,  la  mu- 
jet  que  ayer  se  hallaba  contigo  en  el  coche 
era  ni  más  ni  menos  que  la  duquesa  de  San 
Marcos. 

Alf.  (Dando  un  brinco.)  ¿Bstás  loCO?  (Riendo.)  ¿Y    tú 

te  figura-^?. .  ¿De  ese  modo  vas  a  salvarmef... 
iGracias,  hombre,  no  sabes  cuánto  te  lo  agra- 
dezco! (Se  dispone  a  marcharse.) 
LiOR.  Ten  cuidado,  que  aquí  está  la  Duquesa. 


LICIA 


Alf. 


Ang. 

LOR. 

Alf, 

..ALICIA 


Eus. 

LICIA 


Alf. 
— Alicia 


(sabiendo.)  Caando  lee  digo  qae  les  envidio  sd 
nido...  (Viendo  a  Alfonso.)  {Ah,  querido  doctor, 
he  preguntado  por  usted  no  sé  cuántas  ve« 
cesl 

(Antonia  y  Qaipar  recogen  el  Juego  de   té   y  ordenan 
las  sillas  con  lentitnd  para  enterarse   de  la  conversa- 
ción. Angellta  observa  atentamente  a  la  Duquesa*) 
(Alorado,  al  ver  que  Lorenso  no  deja  de  mirarle»  besa 
la  mano  a  la  Duquesa.)  £n  CUantO  he  sabido  que 

estaba  usted  aquí  me  he  apresurado  a  venir. 
Anda  siempre  tan  atareado  el  pobre  con  eus 
enfermos. 

Ya  me  lo  ñguro.  Sin  embargo^  espero  que 
aproveche  un  ratito  para  visitarnos  a  nos- 
otros. ^No  saben  ustedes  que  el  doctor  ha 
conquistado  por  completo  a  mi  marido? 
Esta  mañana  me  confió  un  proyecto  que 
acariciaba  desde  que  vino  a  su  ciudad  natal. 
Quería  dejar  una  fundación,  un  recuerdo 
que  le  sobreviviese,  y  como  ha  perdido  ya 
toda  esperanza  de  tener  sucesión  ha  decidí- 
do  construir  un  hospital  para  los  niños  de 
los  demás.  Hospital  y  asilo,  algo  que  sea 
útil.  ¿Qué  les  parece  a  ustedes  la  idea? 
{Oh,  no  puede  ser  más  noblel 
Como  de  un  hombre  como  el  Duque. 
No  tengo  palabras  para... 
(a  Alfonso.)  Excuso  declr  que  el .  Director  del 
hospital  ha  de  ser  usted.  Nadie  más  indica- 
do.  Mi  esposo  quiere  también  que  usted  se 
encargue  de  la  construcción  para  que  sea 
con  arreglo  a  las  exigencias  de  la  ciencia, 
asi  es  que  buscaremos  el  arquitecto  que  crea 
más  conveniente... 

(indicando  a  Lorenso.)  Justamente  tcncmos 
aquí  al  mejor  arquitecto  de  la  capital. 
|Ab,  muy  bienl  Por  mi  parte,  como  yo  no  he 
de  residir  aquí,  dejaré  nombrada  una  junta 
protectora  y  para  ello  cuento  desda  luego 
con  las  damas  aquí  presentes. 

(Las  señoras  a  excepción  de  Haria  Teresa,  dan  las  gra- 
cias efusivamente.) 

Iré  a  dar  las  gracias  al  Duque  en  nombre  de 
mis  pobres  enfermitos. 
Si,  aprovechemos  esta  simpatía  que  tiene 
por  usted  él  siempre  tan  enemigo  de  los  mé- 
dicos, para  qUe  usted  vele  por  su  salud  sin 
que  él  se  aperciba.  Créame  que  me  preoou- 


—  83  — 


Ano, 

JLiOR. 


XICIA 


AlF. 


LICIA 


Ang. 


Amo. 
Nati 


Ano. 

Éü5. 
ANG. 

Eus 

LOR. 


pa  mucho  sa  estado  y  justamente  deseaba 
saber  su  opinión...  Con  el  permiso  de  uste- 
des. 

No  faltaba  más,  señora,  (se  aleja  de  eiios.) 
No,  no  es  ningún  secreto. 
Bien;  pero  ios  médicos  son  algo  asi  como  los 
confesores. 

(Lo8  perflonajes  crasan  expresivas  miradas  ) ' 

(Qae  forma   grupo  con    Alfonso  lejos  de  loa  demás.) 

¿Me  da  usted  su  palabra  de  que  no  ha  men- 
tido piadosamente  al  decirme  que  los  acha- 
ques de  mi  marido  son  más  imaginarios  que 
reales? 
Mi  palabra.  Pura  aprensión;  y  se  comprende 

Jue  se  preocupe  tanto  un  hombre  que  al 
nal  de  su  vida  ha  reunido  todas  las  felici- 
dades. 

Es  usted  muy  galante.  (Le  da  la  mano.)  Y  un 
millón  de  gracias  por  la  tranquilidad  que 
me  da.  (volviéndose  hacia  los  demás.)  Señores, 
ya  es  hora  de  que  dé  por  terminada  mi 
visita. 

Duquesa,  por  nuestro  gusto  la  retendríamos 
aún  muchas  horas. 
Hemos  tenido  un  verdadero  honor... 
Amigos  míes,   nada  de  cumplidos;  no  lo 
consiento. 
Alfonso  la  acompañará  hasta  el  automóvil. 

(Adelantándose.)  Adieu  for  the  presen t.  (Prooún. 

eiese:  Adiú  for  SÍ  piéscnt.) 

Thank  yOU.  (Por  Gaspar  que  esperu  en  el  ambral.) 

Aquí  está  nuestro  estupendo  Wagner. 

I  am  quite  at  your  service.  (Pronúnoiese:  Ai 

am  coátit  at  yuc  ¿rervis.) 

¿También  él  habla  inglés?  ¡Muy  bien»  hom* 

brel 

(Todos  hacen  grandes  reverencias  a  la  D&qvesa  y  esta 
sale  por  el  foro  acompafiada  de  Alfonso.) 

(Con  entusiasmo.)  Es  lo  que  se  díce  una  gran 
dama. 

Parecía  que  era  amiga  nuestra  de  toda  la 
vida. 

Y  el  recibimiento  nos  ha  salido  divinamen- 
te, ¿verdad? 

Lástima  que  por  abusar  tanto  del  inglés 
haya  comprendido  que  todas  las  frases  las 
han  aprendido  en  el  mismo  manual, 
(con  mucho  tacto.)  Pero  ella  las  ha  agradecido 


-.Sa- 
lo mismo  y  tengo  la  seguridad  de  que  ba  de 
repetir  la  visita. 

Eu8.  Nos  ha  demositrado  tanta  simpatía... 

Nati  Particularmente  a  Alfonso. 

■    (Todos  asienten.) 

M.  TttR .       Precisamente. 

Ang  .  (Mirando  a  Lorenzo.)  Nati,  siempre  hás  de  decir 

inconveniencias...  La  simpatía  se  explica 
perfectamente...  Como  ha  salvado  a  su  ma- 
rido... 

LoR.  Claro,  ella  siente  un  impulso  de  gratitud... 

M.  Ter.  y  no  ha  podido  demostrárselo  mejor  que 
yéndose  a  pasear  con  él  en  coche... 

Ang.  ¿Tú  crees  que  ha  sido  ella? 

Ern.  ¡No  lo  ha  de  creer!...  Me  parece  que  la  cosa- 

no  puede  estar  más  clara.  (Mirando  con  lástima  ' 

a  María  Teresa.)  ¡Engañada  u na  Criatura  como 
tú  por  ese  tipo!...  ¡Debes  vengartel 

Ang  .  ¿Quieres  callarte? 

Eüs.  Oye,  Nati;  vé  a  ver  si... 

Nati  El  té  ya  se  ha  servido. 

Ano.  Bueno,  pues  retírate  un  momento. 

Nati  (Entre  dientes   al  hacer    mutis.)  En   CUanto  UUa 

conversación  comienza  a  ser  interesante... 
Ang,  ¿Sabes,  María  Teresa,  que  me  parece  que  tus 

celos  dan  a  Jas  cosas  unas  proporciones 

exageradas? 
M.Ter.       Todo  lo  que  ustedes  quieran,  pero  por  lo 

pronto  todos  ustedes  han  sospechado  como 

yo...  Ayer  precieamenle  paseaba  en  coche... 

liOR.  (Con*uiaña  y  como  si  no  se  diese  cuenta  de  tus  pala- 

bras.) Y  el  desgarrón... 

M.  Ter.       ¡Eso  es,  y  el  desgarrón  del  vestido! 

LoR.  En  efecto,  todas -las  circunstancias... 

M.  Ter  .  Y  sus  excentridades,  sus  originales  ideas 
sobre  la  fidelidad  conyugal,  ese  constante 
mirar  a  Alfonso... 

Ern.  ¡Hasta  quiere  hacerle  un  hospital! 

LoR.  No  precipitemos  las  cosas...  Aun  admitien- 

do que  la  dama  que  iba  en  el  coche  con  Al- 
fonso fuese  ella... 

M.  TfiR.       ¡Que  lo  era! 

Lok.  ...  No  por  eso  se  puede  afirmar  que  sea  sa 

amante. 

M.  Ter,       ;Sea  como  sea;  yo  no  voy  a  la  recepeión! 

Ang.  ¿Cómo  que  no?  ¡Después  de  que  te  has  man- 

dado hacer  expresamente  un  traje!... 

M.  Ter  .       Y  vosotras  tampoco  debéis  ir. 


-    86  — 

Ang  .  Dispeoea,  hija,  pero  estas  son  ridiculeces 

propias  de  una  provinciana. 

Sus.  Sin  contar  que  tendrás  que  hacer  lo  que  te 

mande  tu  oiarido. 

Ang.  Que  es  un  hombre  lleno  de  buen  sentido. 

£us .  Que  sabe  perfectamente  lo  que  9^  hace. 

Alf.  (Entrando.)  La  Duquesa  me  encarga  que  reite- 

re a  ustedes  pus  afectos. 

(Todof ,  «nenos  María  Teresa  y  Brneato,  dicen  moj  sa- 

üafeohos:  Gracias.) 
M.  Ter  .      Por  mi  parte  no  los  acepto. 
J£kn.  Muy  bien  dicho. 

Alf.  (Despaéi  de  haber  interrogado  a  Lorenao  con  la  mira- 

da.) ¿Qué  pasa  ahora?  ¿Qué  les  has  dejado 
.  suponer? 

LOR.  (Sanriendo.)  PerO  8Í  yO  nO...    • 

Ang  .  (Afable.)  No  te  enojes,  Alfonso,  ya  hemos  jus- 

tifícado  tu  proceder. 

Bus.  (Bn  el  mismo  tono.)  Alfonso,  por  Dios,  ¿croes 

que  no  somos  unas  personas  de  mundo  que 
saben  hacerse  cargo  de  las  cosas? 

Alf.  (Detpaés  de  mirar  con  eztra&eza^a  Lorenio.)  En  fin, 

quiero  que  me  digas... 
LiOR.  ¿Qné  he  de  decirte? Nadie  me  impide  supo- 

ner que  la  dama  que  iba  ayer  contigo  no 
fuese  la  Duquesa. 

Alf.  (con  nn  arranque   de   evidente  sinceridad.)  (Eso    68 

mentira! 
Ang  .  iQué  dignidadl 

Kus.  ¡Cómo  se  ve  la  nobleza  del  caballero! 

Alf.  (a  Lorenzo,  enojadísimo.)  (Tú  no  puedes  houia* 

damente  acusar  a  esa  mujer! 

L«OR.  (Dominando  la  toz  de  Alfonso.)    ¿Qué   CS   eSO   de 

acusar?  ¿Quién  iia  de  atreverse  a  suponer 
que  ella  hubiese  ido  en  busca  de  una  aven- 
tura vulgar  como  una  mujer  cualquiera? 
No,  no  es  eso,  tal  vez  al  ir  de  paseo  encuen. 
tra  a  Alfonso,  por  el  que  abriga  una  simpa- 
ti&  vivísima,  irresistible...  «. 

M.  Ter  .      ¿Están  ustedes  oyendo? 

L*oR.  Pero  inocentísima ..  Manda  subir  al  doctor 

en  su  coche...  (Alfonso,  poco  a  poco,  acaba  por 
compartir  las  ideas  de  Lorenzo  a  qnien  signe  con  la 
mirada  7  remeda  con  el  gesto  repitiendo  con  el  moví- 
miento  de  los  labios  las  pslabras  y  acalorándose  cada 
▼es  más  al  Ter  el  gran  efecto  que  en  los  presentes  pro- 
duce el  discurso.)  ¿Quiere  usted  acompañarme? 
— ¿De  veras  no  molesto?—  Al  contrario. — Y 


—  86  - 

entonces  Alfonso  no  se  niega  a  complacerla. 
Alfonso  vive  en  una  familia  donde  foseaba* 
Ueros  son  nobles,  y  una  negativa  por  su 
parte,  tras  no  ser  galante,  podia  parecer  algo 
asi  como  una  cobardía. 

Bus.  ¡Muy  bienl 

LoR.  En  América  un  paseo  en  coche  representa 

el  medio  más  cómodo  para  hablar  entre 
amigos.  Poro  en  España  los  coches  de  alqui. 
1er  vuelcan  con  una  frecuencia  aterradora» 
Alfonso,  que  se  hace  cargo  de  las  cosas,  al 
ver  acudir  gente,  recuerda  que  no  está  en 
América,  que  aquí  no  se  concibe  que  dos 
amigos  den  un  inocente  paseo  por  el  campo^ 
y  como  es  un  caballero,  no  puede  entregar  a 
una  dkma  a  las  bastardas  maledicencias  de 
la  muchedumbre.  Y  es  justamente  en  aquel 
momento  supremo  cuando  su  corazón  le 
sugiere  el  nombre  más  puro,  el  más  amado^ 
y  dice  para  disipar  toda  sospecha  malévola: 
¡Es  mi  esposa! ..  Y  aute  esa  palabra  sagrada 
la  muchedumbre  le  deja  paso  respetuosa-» 
mente;  y  la  dama,  temblorosa,  sí,  pero  ho- 
nesta, dirige  sus  pasos  hacia  el  hogar  do» 
méstico  con  las  ropas  destrozadas,  pero  con 
la  frente  alta  y  serena. 

(Alfonso,  al  terminar  Lorenzo  Ba  diecarso,  se  limpia  e) 
sudor  de  la  frente.  Está  tan  fatigado  como  si  háblese 
hablado  él, mismo.  Angelita  se  ha  conmovido  hasta  la. 
grimear.  Ensebio  y  Katl  estAo  entusiasmados,  y  Anto> 
nia  y  Gaspar  asoman  las  cabezas  por  el  foro  y  signen 
el  relato  sin  parpadear.  Maria  Teresa  y  Ernesto  apare- 
cen  algo  desorientados  y  sin  saber  qué  decir.) 

Eüs.  En  su  caso  no  hubiese  yo  obrado  de  otro 

.  modo. 

Ang.  Alfonso,  tu  conducta  es  magnánima. 

Nati  Parece  cosa  de  una  novela. 

Alf.  (Perplejo.)  Bien;  pero  echemos  un  velo  sobre 

todo  l<a^  ocurrido  y  que  no  se  hable  más  del 
asunto...  En  cuanto  a  ti,  Maria  Teresa... 

M.  Tkr.  No;  vamos  por  partes.  Los  demás  se  haa 
conformado  con  unas  palabras,  muy  elo- 
cuentes por  cierto,  pero  yo,  en  cambio,  exijo 
pruebas...  y  aun  asi...  {quién  sabe!  (oigna,  se 

▼a  por  la  isquierda  ) 

Ern.  Bien  dicho;  pruebas,  pruebas,  fehacientes» 

(Vase.) 
Ang.  (Amable  a  Alfonio,  que  se  ha  quedado  muy  mortiflca* 


^  «7  — 

do.)  No  te  preocupeB,  hijo  mfo...  yo  me  hago 
cargo  de  las  cosas...  No  tiones  tú  la  calpa  de 
tener  esa  finara...  ese  atractivo  tan  especial... 

(MtttlB  por  la  l£4alerdft.) 

Sus.  No  te  preocupes,  hombre;  aquí  estamos  nos- 

otros que  no  somos  unos  suegros  de  saínete. 
jAcimo,  don  Juan!...  Oye,  si  la  duquesa  te 
nabla  de  la  administración  del  asilo,  díle 
que  yo  estoy  dispuesto  a  ayudarle  en  sa 
obra.  (Matff.) 

Nati  (muj  lafaotiimeate.)  |Adiós,  conquístadorl  (mu. 

ti8.) 

(Atontado.)  |Pero  en  qué  enredo  me  has  meti- 
do, df  Bgraciadol 

(satiifecho )  {Si  te  he  salvado!...  |  Animo,  con- 
quistador! (Vaie  por  el  foro.  Alfonio  le  tienta  abro- 
mado. Telón.) 


riN    DKL    ACTO  PRniERO 


ACTO  SEGUNDO 


'0m0mám0^^m0*^»^mmm0^ 


Uu  elegantísimo  salón  en  el   palacio  de  loa   Daques  de  8an    Marcos. 

Al  foro,  nna  serré  con  machas  plantas,  sillones  de  mimbre,  ve- 
lad orcitos,  etc.  Por  los  cristales  del  fondo  se  verá  el  Jardín  pro* 
lasamente  iluminado. 

Eb  el  salón,  paertas  en  los  laterales.  Las  de  la  derecha  comn- 
nicau  con  otros  salones;  las  de  la  izquierda  con  las  habitaciones 
del  Duque. 

Muebles  suntuosos,  cuadros,  tapices,  etc.,  etc.  El  mobiliario  y  el 
decorado  del  salón  han  de  dar  idea  de  la  gran  fortuna  del  Daque 
j  del  buen  gusto  de  la  Duquesa. 

Luz  eléctrica  en  un  aparato  central  y  en  otros  laterales. 


S2rN.  .  (Estrenando  su  primer  frac,  muy  elegante,   muy  rela- 

mido, entra  por  la  serré  dando  el  brazo  a  sn  prima 
NATI,  que  viste  de  blanco.)  AqUÍ  86  piiede  fu- 
mar. 

Nati  Y  yo  podré  admirar  despacio  toda  tu  elegan- 

cia. Hijo,  no  te  falta  detalle. 

Ern  Sin   chanzas,  ¿no  estoy  bien?  ¿no  resulto 

elegante? 

Nati  No,  porque  se  ve  que  te  empeñas  en  apare- 

cerlo.  Todo  tan  nueveciio,  tan  a  propósito... 
Alfonso  es  el  verdadero  elegante;  parece  que 
no  se  cuida  de  su  aliño,  y,  sin  embargo, 
siempre  está  bien.  A  su  lado  me  pareces  un 
alcalde  de  pueblo  en  día  de  gran  fiesta. 

£rn.  £resla  única  que  me  dices  eso...  La  Duque, 

sa,  ya  has  visto,  se  ha  apresurado  a  llamar- 
me y  me  ha  encargado  que  haga  bailar  a  las 
muchachas. 


«  40  •- 

Nati  No  es  para  ufanarse.  Con  el  mismo  fin  hn 

hecho  venir  al  pianista. 

Ekn  •  Caramba,  Nati,  vienes  esta  noche  muy  mor- 

daz. 

Nati  Es  que  boy  luzco  el  primer  escote  y  he  de» 

cidido  dejar  de  ser  ingenua. 

Ern.  a  mí  se  me  figura  que  tienes  ya  demasiada 

experiencia,  primita. 

Nati  Figúrate;  como  que  desde  hace  cuatro  años 

me  hacen  retirar  a  otra  habitación  siempre 
que  se  va  a  hablar  de  algún  lance  escabroso. 

Ern,  Razón  de  más... 

Nati  Era  la  forma  de  indicarme  lo  que  debía  es- 

cuchar detrás  de  las  puertas...  Según  vues- 
tras ideas,  las  muchachas  no  comenzamos  a 
ser  listas  ha&ta  después^e  casadaí>;  así  que, 
siquiera  por  amor  propio,  no  tenemos  má^ 
remedio  que  procurar  enterarnos  de  algo  un 
poco  antes. 

(Durante  el  anterior  diálogo  se  toa  estado  oyendo  den- 
tro noft  orquesta  que  interpreta  un  Tais.  Momentos 
después  de  cesar  la  múnica  van  entrando  en  esoena 
por  la  serré,  y  por  la  derecha,  DOÑA  ANOELITA, 
EÜSEBIO  y  LOKEKZO.  For  la  sene  ercsará,  sin  en- 
trar  en  escena,  alguna  pareja.  Todos  loa  caballeroa 
visten  de  frac  y  las  señoras  han  procurado  riYaUsar  en 
■el  lujo  de  sns  «toilettes».) 

Ano.  Nati,  ¿no  ha  venido  aún  María  Teresa? 

Eus.  (Que  luce  un  buen  golpe  de  condecoraciones.)  Tam* 

poco  he  visto  a  Alfonso. 

Ern.  Ni  yo;  y  ya  falta  poco  para  media  noche. 

LoR.  Algunos  invitados  han  iniciado  el  desfile. 

Ang.  Ernesto,  echa  una  mirada  por  ahí  fuera  a 

ver  si  han  llegado. 

Ern.  Con  mucho  gusto,  (vsse.) 

Ang.  El  Duque  me  ha  preguntado  por  él. 

Eus.  Y  a  mí  me  ha  preguntado  la  duquesa. 

Lok.  No  deja  de  preocuparme  este  retraso. 

Ern.  Seguramente  es  culpa  de  la  modista;  se  em- 

peñó en  ir  a  vestirla  para  corregir  los  defec- 
tillos,  y  cuando  nosotros  nos  vinimos  ya  se 
le  habla  enviado  el  segundo  recado...  Me  da 
mucha  rabia  también  por  la  gobernadora... 
I  Se  da  unos  aires  la  muy  tonta  con  su  traje 
mandado  traer  de  Madrid!...  Si  no  viene  a 
tiempo  María  Teresa,  seguirá  pasando  por 
la  mejor  vestida. 

Ern.  (Entra  corriendo.)  Aquí  viene  Alfonso. 


—  41  -» 

Ano.  ¡Alabado  sea  Dice! 

(Todos  le  dirigen  bada  el  foro.) 

Eüs.  (A  Alfonso.)  ¿Y  María  Teresa? 

A»  F.  No  ha  venido. 

Ang.  ¿Qq©  no  ha  venido? 

Todos         ¿Cómo  es  eso?  ¿Por  qué? 

Alf.  (De  maihnmor.)  Cuando  ustedes  Balieron  de 

casa,  María  Teresa  aun  no  babia  empezado 
a  vestirse. 

Ang.  Por  culpa  de  la  dichosa  modista.  Sigue. 

Alf.  Yo  fui  a  ponerme  el  frac  y  después  volví 

para  rogarle  que  procurase  despachar  pron- 
to. ]N«nca  lo  hubiese  hecho!  Comenzó  por 
decirme  que  me  consumía  la  impaciencia 
por  venir  aquí...  En  fin,  la  consabida  escena 
de  celos  que  con  tanto  éxito  venimos  repre- 
sentando hace  unos  días...  Por  último,  se 
echó  a  llorar  desconsoladamente,  y  cuando 
Dios  quiso  que  mis  juramentos  y  mis  pala- 
bras consiguiesen  tranquilizarla,  tenía  ios 
ojos  rojos  e  hinchados  y  el  vestido  empapa- 
do en  lágrimas.  Nueva  desesperación,  más 
llanto  y  más'  manchas ..  Y  he  tenido  que 
venir  yo  solo  para  que  no  estuviesen  ustedes 
con  cuidado,  pues  no  conseguí  convencerla 
para  que  saliese  de  su  tocador. 

Ang.  ¡Has  hecho  bienl 

Bus.  ¿Y  qué  van  a  decir  los  duques? 

Ang.  ¡B^a  hija  mía  es  tonta  de  capirote! 

Nati  Cuidado,  que  aquí  viene  la  Duquesa. 

LICIA  (May  elegante  y  con  Taliosas  albnjaa.)   iHola,  que- 

rido doctor!  ¡Dichosos  los  ojos!  Usted  llega 
cuando  los  demás  se  marchan. 

Alf.  (Besándole  la  mano.)  Duquesa,  me  ha  sido  im- 

posible venir  antes  a  tan  encantadora  fiesta. 
LICIA         ¿Y  su  esposa? 

Alf.  Me  ha  encargado  que  le  pida  a  usted  mil 

perdones...  Desde  hace  algunos  días  se  halla 
algo  indispuesta,  y  esta  noche,  cuando  ya  iba 
a  salir... 

Ang.  Se  agravó. 

Bus,  Intentó  sobreponerse  a  su  malestar,  pero... 

Alf.  No  me  atreví  a  traerla  con  harto  sentimien- 

to de  los  dos. 

Alici\  (Con  Interés.)  |Lo  lamento  mucho!  Pero  supon- 
go que  no  será  nada  de  cuidado,  ¿verdad?    . 

Alf.  No  tiene  importancia.  Le  agradecemos  a  us- 

ted mucho  su  interés. 


—  42  -« 


\  ICIA 


Brown 

ICIA 


AlF. 


LICIA 


LOR. 

LICIA 


Alf. 


Alf. 
Rem. 

Alf. 


Bem. 


Me  tranquiliza  usted.  Espero  que  mañana 
cuando  venga  u^ted  a  visitar  al  Duque  mt^ 
dirá  que  está  por  completo  restablecida. 
¿Acaso  el  Duque  no  ee  siente  bien? 
Sí^  muy  bien;  pero  esta  noche.se  fatigó  algo 
y  se  ha  retirado  a  sus  habitaciones,  (a  mii» 

Brown,    mujer  de  tipo   marcadlslmamente  inglés,  qn» 
salió  an  momento  antes.)  ^¿^^^¿n^gggggi^JJn^g^f 


r  fortuna  está  de  un  humor  encantador  y 
hasta  le  encuentro  menos  aprensivo  que  de 
ordinario.  (Alegre.)  De  seguir  a^i  las  cosas^ 
querido  doctor,  el  día  que  nos  vayamos  us- 
ted recibirá  el  beso  de  ritual. 
¿El  beso  de  ritual?  ¿Qué  es  ello,  Duquesa? 

(Todos  escuchan  con   interés  el  relato  que  hace  Alicia 
jovialmente.) 

{Ah!  ¿No  saben  ustedes?  En  algunas  locali- 
dades de  mi  país  natal,  el  médico  no  recibe 
honorario  alguno;  su  profesión  se  cons^ldera 
como  «un  sacerdocio,  como  una  misión  cari- 
tativa, y  al  terminar  la  curación  del  enfer^ 
mo,  el  médico  recibe  por  toda  recompensa 
un  beso. 
¿Del  enfermo? 

Y  de  toda  la  familia...jComprend^ri  üsISh"; 

paiij,d*<!Sr  está  mu-/ 

chas  vQ0é^Oiii pilcada  cobt^SscuIos  muy^fu/ 

Decididamente,  América  es  el  país  del  pro» 
greso. 

Y  de  la  economía. 

Perdonen  ustedes,  me  olvidaba  de  mis  de- 
beres de  dueña  de  la  casa.  (Va  hacia  el  foro  para 
despedir  a  algnnaa  personas.  Loa  demás  charlan  etk 
grupos  y  desaparecen.) 

^Bntra  BBMEDI08  por  el  foro,  elegantísima;  no  debe 
olvidarse  que  bu  «toilette»  ha  llamado  la  atención  de 
todos.  Al  Terla  Alfonso  se  dirige  mny  solicito  a  eUa  j 
la  besa  la  mano.) 

Señora  gobernadora... 

¡Por  fín  se  le  vel  ¡Qué  tarde  ha  venido  ustedL 

(solos.) 

k&  cierto,  demasiado  tarde  para  el  deseo  que 

tenia  de  admirarla.  Hasta  las  señoras  me 

habían  ponderado  su  toilette, 

¿Y  la  impaciencia  era  solo  por  admirar  mi 

vestido? 


—  4»  • 


Alf. 
Rhm. 

Aí.F. 

Rem. 

Alf. 

Rem. 


Alf. 

Rem« 

Alf. 
Rem. 

Alf. 
R'íM 


Alf. 


Rem. 
Alf. 

R&M. 

Alf. 
Rem. 

Alf. 

Rem. 

Alf. 
Concha 

Emilio 
Bem. 


Por  admirarle  en  usted. 

¿Y  María  Teresa? 

No  ha  venido;  se  halla  indispuesta. 

Comprendo.  (*^e  sosrie  mallciosameDté.) 

¿Qué  comprende  usted? 

(con  iotención.)  Querl^  decir  que  a  usted  le 

agradará  más  venir  solo  a  esta  casa...  según 

acostumbra. 

Eq  efecto,  señora;  vengo  mío,  pero  en  mi 

calidad  de  médico. 

Del  Duque,   claro,  (siempre  sonriendo.)  Enho- 

rabueua,  querido  doctor. 
¿Por  qué  motivo? 

Vamos,  no  se  haga  usted  de  nuevas.  La  Du-^ 
qutisa  no  perdona  ocasión  para  alabar  su 
ciencia. 

No  deja  de  ser  un  buen  reclamo. 
Tanto,  que  yo  tengo  decidido  llamarle  a  us- 
ted  en  cuanto  me  ponga  enferma...  si  me  lo 
permite  mi  marido.  ¿No  sabe  que  tiene  ce- 
los de  usted? 

Es  muy  lísongero  para  mí,  pero  supongo 
que  no  tendrá  celos  como  médico;  asi  es  qu& 
me  permito  rogar  a  usted  que  tenga  la  bon- 
dad de  ponerse  enferma  muy  pronto,  y  de 
e{>e  modo  tendríamos  ocasión  por  fía  de  co- 
nocernos un  poco  más  de  cerca. 
{Como  si  no  me  conociera  usted  bastante  a 
estas  horas! 

\ho  todo  lo  que  yo  quipieral. .  Sólo  a  la  ca- 
becera de  un  enfernQO  es  donde  un  médico 
puede  formar  su  cabal  juicio... 
|0  perderlel...  Usted  tiene  ya  muchas  enfer- 
mas  a  que  asistir. 

Usted  seria  la  que  más  me  preocupase. 
Iré  estudiando  una  enfermedad  interesante, 
un  padecimiento  chic. 
¿No  siente  u^ted  a'guna  opresión  en  el  pe- 
cho? Será  preciso  reconocerle. 
jPcr  Dios,  eso  es  demadadol  ¿No  le  asombra 
ría  a  usted  encontrarme  de  pronto  tan  malaf 
A  mi  me  parecería  usted  muy  buena. 

(Por  el  foro,  del  braco  de  EMILIO  BELTRAN  )  Aqui 

tiene  u?ted  a  su  esposa,  señor  gobernador. 

(Hablando  a  Remedios,  peio  sin  dejar  de  mirar  a  Alfon- 

•o.)  Hace  un  rato  que  te  estoy  buscando  por 

el  jardín. 

Hacia  demasiado  fresco. 


-     44 


Emilio 


Rfm. 

£miuo 

Rem. 

Emilio 
Concha 

Rem. 

Emilio 

Rem. 

Concha 


Alf. 

CJONCHA 

AlF. 

OONCHA 

Alf. 


Concha 

Alf. 
Concha 


Alf. 
Concha 


AlF. 

Concha 


£q  cambio  aquí  hace  demasiado  calor,  (saia. 

dando  a  Alfonso.)  Buenas  nocheS,  doctor.  (a  Re- 

mcdiot.)  Ya  te  indiqué  que  deseaba  retirarme 

teúQprano.  Vé  a  disculparte  con  la  Duquesa. 

Diré  que  estoy  algo  indispuesta. 

(Én  segaida.)  No;  tú  estás  perfectamente.  Di 

que  yo  soy  el  enfermo. 

Vamos  cuando  gustes. 

(a  Concha.^  ¿Me  da  usted  permiso,  señora? 

¡No  ful  taba  más! 

(Se  saludan  todos.) 

Adiós,  Concha. 

Buenas  noches.  (Sd  dirigen  hada  el  foro.  Reme- 
dios tose  con  faersa.)  ¿Toses? 

Me  parece  que  rae  he  enfriado  en  el  jardin. 

(Mntis.) 

V(0  que  no  pierde  usted  el  tiempo,  doctor. 
Acaba  de  llegar  y  ya  le  sorprendo  muy  en- 
tretenido con  la  gobernadora.... Tenga  cui- 
dado; es  usted  la  preocupación  de  los  ma- 
ridos y  éste  no  es  tan  ciego  como  otros.  (Pau. 
sa.)  ¿Y  María  Teresa? 

Se  ha  quedado  en  casa.  Hemos  tenido  una 
escena  de  celos. 

(como  si  lo  lamentase.)  Pero  no  por  mi...  me  figu- 
ro. 

No;  por  fortuna,  no  ha  hecho  ni  la  más  pe- 
queña alusión  a  usted. 
iClarol 

I Y  pepear  que  sospecha  en  cambio  de  una 
dama  qne  no  tiene  le  menor  culpa!...  Le  doy 
a  usted  mi  palabra  de  que  tengo  un  gran 
cargo  de  conciencia.  {Hasta  pena  me  da! 
Si  he  de  ser  Fincera...  le  confieso  que  a  mí 
también  me  da  pena. 
¿A  usted? 

Eso  de  oir  decir  a  cada  instante  y  a  todo  el 
mundo  que  es  usted  el  amante  de  la  Du- 
quesa... {me  causa  hasta  rabia! 
Eso  sí  que  no  lo  creo. 

Cierto  que  no  se  ve  envuelto  mi  nombre  en 
el  escándalo,  pero  no  es  tampoco  nada  ha- 
lagüeño verse  postergada  por  otra. 
Que  no  existe. 

Pero  todo  el  mundo  lo  cree  asi...  Hasta  mi 
marido  dice  que  el  amor  de  la  Duquesa  le 
ha  trastornado  en  otro  hombre^  le  ha  hecho 
más  aristocí  ático,  le  ha  puesto  de  moda... 


--   46  - 


Alf 

Concha 

Alf 


CONCHA 

Alf. 

CONCH  V 

Alf. 

Concha 

Alf. 
Blas 

Alf. 

Blas 


Alk. 
Bi  AS 


Alf. 
Blas 


Alf. 


LoB. 


Alf. 


Es  humillante  para  mi.  ¡Mi.  marido  y  yo 

siempre  acabamos  riñendo  por  estas  oosas! 

jPor  Dio^»,  para  inspirarle  sospechas! 

A  veces  hasta  lo  preferiria  a  esta  situación.. 

Bien  sabe  usted  que  todo  es  una  mentira^ 

inuy  lamentable,  peí  o  muy  nece¿aria  para 

salvar  su  reputación. 

De  todos  modos,  se  le  envidia  a  usted  por 

ella,  cuando  yo  sola... 

jUuánto  de  amor  propio  hay  en  el  amor  d& 

todas  las  mujeres! 

Parece  que  me  rehuye  usted. 

Hay  que  tener  prudencia;  parece  que  todo 

el  mundo  no  tiene  otra  cosa  que  hacer  que 

vigilar  mis  pasos... 

Cuando  el  hombre  es  prudente  es  que  ha 

dejado  de  querer. 

jQué  injusta  es  usted,  Concha! 

(Sntra  oon  LOkENZO  j  se  para   detrás   de    Alfonso.^ 

jHola,  Alfonso! 

(un  tanto  cohibido.)  {Holu!...  Estaba  charlando 
con  su  señora. 

¡Mujer!  ¿A.  qué  le  haces  perJer  el  tiempo 
despuéa  de  que  ha  venido  tan  tarde?  La 
DuíjUeea  desea  verle.  Va}  a  usted;  con  nos- 
otros  está  cumplido. 
{Y  a  mi  qu6  me  importa  la  Duquesa! 
¿No?...  Puede  que  le  necesite  para  pregun- 
tarle  algo  urgente  con  referencia  a  la  salud 
de  BU  marido. 
jNo  tolero  ciertas  bromas! 
Hombre,  entre  nosotros...  Ande,  ande;  como 
alcalde,  pe  lo  ruego  en  nombre  de  los  inte- 
reses  de   la   población.  (Dando  el  brazo  a  Con- 
cha )  Vamos. 
(Se  van  por  el  loro.) 
(Que  está  a  punto  de  entregarse  a  nn  ataque  de  cóle-^ 

ra )  ¿Estás  viendo  lo  que  ocurre?...  jY  pen- 
sar que  todo  te  lo  debo  a  ti,  estúpido! 
Pero  ¿de  qué   te  quejas,  dichoso  mortal? 
Eres  el  hombre  del  día;  ya  debías  haberlo 
comprendido. 

Lo  único  que  comprendo  es  que  cuanto  má» 
hago  para  destruir  tu  burda  patraña  más  y 
txiás  se  creen  las  gentes  que  soy  yo  su  pre- 
ferido... |Y  pensar  que  jamás  me  he  permi- 
tido dirigirle  una  sola  palabra  que  no  haya 
sido  respetuosa! 


*  45  -^ 

Lop.  Efo  lo  creo  sin  que  te  eefuercep. 

Alf.  Cada  vez  que  me  encuentro  ante  ella,  tiem- 

blo pensando  que  haya  podido  llegar  a  sus 
oídos  algún  rumor. 

LoR.  No,  eso  no  es  fácil.  El  mundo  en  que  vive 

ella  está  demasiado  lejos  del  nue^^tro...  Y 
por  otra  parte,  a  ti  te  ha  proporcionado,  en 
cambio,  unas  ventajas  nada  despreciables... 
;Te  atreves  a  negarlo,  granuja? 

Alv.  (sonriendo  a  pesar  suyo.)  H'  >mbre...  SÍ...  en  efec- 

to, parece  que  el  escándalo  me  ha  abierto 
las  puertas  del  éxito.  En  unos  días  he  an- 
dado más  camino... 

ÍjOr.  Que  la  famosa  tarde  del  coche. 

Alf.  Verdad  es  que  caro  me  cuesta.  Mi  mujer  no 

me  deja  vivir  con  sos  celos... 

LoR.  Pero  tu  suegra,  en  cambio,  es  olra. 

Alf.  Sí,  un  raro  fenómeno.  Ahora  le  ha  dado  por 

admirarme...  Mi  suegro  me  envidia,  mi  cu- 
ñadita  me  abruma  a  cuidador...  Y  para  la 
doncella  soy  una  especie  de  don  Juan  Te- 
norio. 

LoK.  En  cnanto  a  la  dama  del  coche,  también 

parece  que  ha  cambiado...  y  muy  favorable- 
mente. 

Alf.  iCalla,  por  Diot! 

Liou,  Por  otra  parte,  tn  posición  también  ha  cam- 

biado, idijío!  Te  has  puesto  de  moda,  se  te 
llama  a  las  casas  para  admirarte,  para  co- 
nccer  de  cerca  tus  extraordinarias  dotes  de 
seducción.  '1  ú  soñabas  con  ser  el  médico  de 
los  niños;  pero  a  ente  paso  se  te  conocerá 
por  el  médico  de  las  damas...  (subrayando.) 
O  por  ambas  cosas. 

Alf,  Sí,  ya  es  una  popularidad  que  abochorna. 

¿I  ara  qué  negarlo?  Debido  a  tu  calumnia 
contra  esa  pobre  doña  Alicia  marcho  viento 
en  popa  pi.r  todos  conceptos,  y  hasta  creo 
que  soy  dichoso.  ¡Ese  es  mi  remordimien- 
to!... 

LoR.  Tranquilízate.  Der.tro  de  un  mes,  todo  lo 

más,  los  duques  se  habrán  marchado,  y 
aquí  paz  y  después  gloria. 

Alf  (En  un  suspiro.)  ¡8í  (^uc  OS  un  consuelol 

Lop.  Sí;  de^de  luego   pierdes  el   mejor  de  tus 

clientes  y  momios  como  el  asilo... 

Alf.  y  el  encanto  de  ver  a  todas  horas  una  de  las 

mujeres  más  bonitas  y  sugestivas  del  mundo. 


—  47    - 


LOR. 


AlF. 


LoR. 


Alf. 


Ang. 

LOR. 

Eüs. 
Alf. 


Ang. 
Nati 

Ang, 


Nati 
Ang. 


Alf. 
Ang 

Alf. 

Ang. 

LiOR. 


JOR. 

Alf. 


Cuidado,  chico;  según  dicen,  en  América 
hubo  un  caballero  que  perdió  el  juicio  por 
ella. 

Pues  me  parece  que  en  España  está  ocu- 
rriendo algo  peor  todavía;  aquí  toda  una 
población  ee  ha  vuelto  loco  por  esa  mujer. 
Tampoco  es  nuevo  el  caso.  Sabes  que  nos 
han  dicho  personas  del  mayor  crédito  que 
también  sublevó  un  pueblo  durante  una 
propaganda  electoral. 

Verdades  y  mentiras,  son  ya  tantas  las  co- 
sas extraordinarias  que  nos  han  contado  de 
esta  mujer  tan  encantadora,  que  a  mi  me 
parece  una  heroína  de  exótica  película  he- 
cha carne  y  hueso  para  trastornar  el  juicio 
a  unos  pobres  provincianos... 

(seguida  de  KUSEBIO,    NATI  y  ERNESTO.)  No    te 

encontrábamos.  Mira,  nosotros  nos  vamos. 

¿Tan  pronto? 

£étá  desfilando  todo  el  mundo. 

Yo  no  me  he  despedido  aún  de  la  Duquesa 

ni  he  podido  cumplimentarla  por  esta  fies> 

laaa. 

Pues  quédate,  si  quieres. 
Podíamos  quedarnos  también  nosotras  otro 
ratito. 

¿Para  qué?  ¿Para  seguir  admirando  la  toi- 
lette de  la  gobernadora? 

(Poeo  a  poco  van  entrando  en  escena  REMEDIOS, 
PEPITA,  CONCHA  y  BELTRAN.  Rennidos  en  grapoi, 
charlan.) 

Ahí  está. 

Miren  ustedes  qué  pisto  se  da.  (Resaeitamen. 
le.)  Oye,  Alfonso,  es  absolutamente  preciso 
que  hagas  que  trasladen  a  este  gobernador. 
¿Yo? 

{Si  quieres  lo  puedes  hacerl 
(Abnrrido.)  ¡Por  Uios,  mamá,  déjeme  usted 

enpazl  _,^— ■—  — •  - 

v4d--LaM»«T:)-jNo8lSompaña  us^ed? 
\  Con  mucho  gusto. 

\  (Angélita,   Nati,   Lorenzo  y   finarlo  se  >rán   por   el 

y    / 

a  >ifoino)  ja^íganofifí*  doctor,  ¿es 
su  señora.^stá  e^erma? 
,  es  verdad;  csJ^éTmála,  muy  mala; 
ojo  o6n  puolic/rlo  en  ej  pe  rió- 


iforo.^ 
uDetenie^ 

teierto  qi 

j  Furioso.) 

)eTO  mucJ 

iico.  ^Vase.) 


/ 


^  48  * 


JOR. 

Emilio 
Pep. 

Blas 

Bem. 

£milio 
Pep. 

Emilio  j 
JoR.      I 


Blas 
Concha 

JOR. 


Blas 

Pep. 
Blas 


PíP. 

Blas 

Concha 

XICIA 
Bf.AS 


Alf. 

^^  LICIA 


Alf. 

.  .ALICIA 


,'  (mISS  BBOWN  croza  desp2tvttrp5r  el  escenario  inspec- 
'  donando  )  ^ 

;  ¿P^ro  se  puede  saber  qué  tiene  el/doctor 

Arana  para  estar  tan  furioso?  / 
I  ¿Qué  ha  de  tener?  Que  pretendíaytraer  a  su 
mujer  a  la  fiesta,  y  como  no  lo  ba  consegui- 
do está  furioso.)  / 
¡Qué  descOTO,  ponerla  frentona  la  otra!.. 
María  TerepV  es  la  única  que/xiene  vergüen- 
za de  todos  lo^sde  la  casa. 

(poniéndose  en  el Ventro  del  grupo  y  con  mucha  so 

lemnidad.)  jPor  EWos,  scfioreg;  hablen  bajo! 
(suspirando.)  |Pobre  víctim 
¡Hay  cosas  que  clmiau  al /cielo! 
¿Pero  la  mujer  sábalo  dy  Alicia? 
jNolo  ha  de  saber! 

{Después  del  lance  dVl  /coche,  figúrese  us 
ted!  Y 

En  casa  debe  haber  tejido  un  jaleo  gorJa.f 
Cállense  ustedes.  Anda  por  ahí  la  mise. 
No  entiende  una  sola /palabra  de  españo 
Antes  -le  pregunté  var|as  coleas  y  sólo  ohtnv 
unos  cuantos  «yes». 

Aquí  mismo,  ¿se  h^njfijado  \6tedes?  Tod 
resulta  muy  raro. 
El  mismo  dueño  de  ^  casa... 
Ha  dado  una  vuelta  por  los  salones  y  po 
el  parque  y  se  ha  retirado  a  sus  habitLcio-j 
nes.  , 

(Hiendo.)  Es  que  ella  le  ha  mandado  a  acos- 
tar. 

Un  diplomático  tiene  que  ser  discreto. 
¡Que  está  aquí  la  Duquesa^ ^_ 

Tod&B  86  V  útil V  BU  y  HHleiTa^i  eucnentro.) 

Pero  ¿de  veras  quieren  ustedes  marcharse? 
SI,  Duquesa;  es  muy  tarde  y  ya  hemos  abu- 
sado de  tan  amable  hospitalidad. 

(Todos  se  van  despidiendo  muy  ceiemoniosamente  de 

la  Duquesa.) 

(Que  acaba  de  entrar  )  Con  SU  Venia,  Alicia,  yO 

me  retiro  también. 

(Desabridamente.)  No,  usted,  doctor,  hágame  el 

favor  de  quedarse  un  momento.  (Miradas  entre 

los  que  escuchan.)  El  Duque  no  se  Siente  bien 

del  todo.  Luego  le  llevarán  a  usted  a  casa  en 

el  auto. 

(Rxtiañado.)  Como  usted  dispouga. 

Es  cuestión  de  poco  tiempo,  ^a  mis  Brown.) 


)S- 

y 


^40  — 


Brown 

Alf. 

Brown 

Alf. 


LICIA 


Alf. 


LICIA 


Alf. 


.LICIA 


MÍ8B  BrowD,  tenga  la  bondad  de  llevar  al 
doctor  al  cuarto  del  señor  Duque. 

(mIbi  Brown  indica  a  Alfonso  el  camino  por  la  la* 
qntorda  y  vate  acompafiindole.  Todof  han  «egiiido 
con  interés  la  escena,  y  van  saliendo  por  el  foro  des* 
pnés  de  hacer  una  última  reVerencia  a  la  Duquesa. 
Bale  un  criado  que  ya  apagando  sueesiTamente  todaa 
las  luces,  a  excepción  de  alguna  lateral.  La  ilumiaaoión 
del  parque  también  ha  desaparecido,  Bstá  iluminado 
por  la  luna,  que  entra  por  la  cristalería  de  la  serré 
hasta  el  centro  de  la  escena.  Alicia  se  para  en  el  «en- 
tro de  la  escena,  después  abre  los  cristales  de  la  ierre 
para  que  entre  de  Heno  la  lus  de  la  luna  y  por  último 
con  los  bracos  crosados  espera  ante  la  puerta  por 
la  que  salló  Alfonso.) 

(Precediendo  a  ALFONSO.)  Por  aqUÍ,  doctor. 
ÍAcento  inglés.) 

¡Estamos  donde  antesl 

Exactamente. 

Pues  no  comprendo  este  paseo  a  través  de 

los  salones. 

Yo  se  lo  he  ordenado.  Mies  Brown,  puede 

usted  retirarse. 

(mIss  se  Ta  por  la  derecha.) 

(viendo  entonces  a  la   Duquesa.)   Usted  perdone; 

me  he  permitido  hacer  esta  observación; 
como  se  me  dijo  que  vier^  al  Duque... 
El  Duque    está  perfectamente  y  descan- 
sando. 

La  celebro  infinito. 
Soy  yo  la  qne  necesita  de  usted. 
¿Usted?...  Estoy  a  su  disposición. 
Tengo  que  decirle  una  cosa  muy  sencilla. 

(Se  le  aproxima  muy  tranquila,  pero  seria,  y  le  mira 

fijamente.)  ¿Uis  cierto  que  soy  amante  de  us- 
ted? 

(La  mira  un  momento  como  atontado  y  después  se 
desploma  en  una  silla  )  ¡Duquesal...  ]Señora  Du- 

quesa!... 

Por  lo  menos  todo  el  mundo  está  convenci- 
do de  ello.  Miss  Brown  acaba  de  referirme 
lo  que  se  ha  dicho  en  este  salón  hace  pocos 
instantes. 

Duquesa...  señora... 

¿Qué?  ¿Acaso  no  ha  oido  usted  nunca  nin- 
guna alusión? 
Escúcheme  usted;  yo... 
¿Qué  piensa  usted  de  ello?  Para  que  seme- 


—    50  - 

jante  ramor  haya  circulado  hasta  el  punto 
de  ser  ya  el  tema  de  todas  las  conversacio- 
nes, es  preciso  que  tenga  algún  fundanaen- 
to...  ¿Quizás  sus  visitas  a  mi  marido? 

Alf.  (un  poco  animado.)  Eso  es;  quizás  mis  visitas. 

iciA  Sin  embargo,  siempre  he  recibido  en  mi 
casa  a  médicos  de  todos  los  países,  jóvenes 
y  viejos,  sabios  y  necios,  y  nadie,  que  yo 
pepa,  ha  sido  mi  amante...  ¿Tal  vez  mi  afa- 
bilidad para  con  su  familia?... 

Álf.  Eso  es;  tal  vez  su  afabilidad... 

LICIA  Pero  entonces  tenia  yo  que  ser  la  amante 
del  alcalde,  del  gobernador,  del  juez...  por- 
que a  todos  traté  como  a  ustedes...  ¿O  bien 
porque  soy  una  mujer  un  tanto  excéntrica? 
Eso  es...  sus  excentricidades... 
¡No,  señor  mío!  Es  usted  un  caballero...  de- 
masiado como  hay  tantos  para  una  mujer 
tan  excéntrica  como  yo..|  ¿<^fciü  üSUBllMIia*^' 


AlF.  (^^^  ^®'  ^^  confuso.^ ^|B#WBll    (Rectifleándose.) 

LICIA        MíhsQ  Brown  me  ha  indicado  algo  de  cierto 
lance... 

Alf.  (Mirándola  como  pidiendo  compasión.)  No   sé...  No 

podría  decirle  a  usted... 
LICIA  De  cierto  vuelco  de  un  coche,. ,  Y  en  efecto, 
me  acuerdo  de  haber  leído  hace  días  en  un 
periódico...  Sí,  y  hasta  envié  a  preguntar 
por  su  herida  en  una  mano;  ahora  recuerdo 
perfectamente...  ¿De  manera  que  en  el  co- 
che aquel  quieü  iba  con  usted  era  yo?  ¿No? 
Óigame  usted,  señora  Duquesa... 

(Reprimiéndose  con  trabajo)   ¿i  ha  sido  USted  el 

que  ha  hecho  creer  ebo? 

Alf.  (con  evidente  sinceridad.)  jEsO  SÍ  qUC  no! 

LICIA         iTambién  embustero! 
Alf.  Le  repito  a  usted  que  yo  no  he  sido,  que  yo 

no  he  dicho  eso...  jNoI  (secándose  la  frente  y  ain 
atreyerse  a  mirarla.)  Lo  máS,  quizáS...  lo  habré 

dejado  creer  asi... 

LICIA  (Con    impeto,    dejando    desbordar    su    indignación.) 

¡Eso  es  sencillamente  inaudito!...  ¿^  ha  pa- 
dido  hacerlo  un  hombre  que,  a  juzgar  por 
su  aspecto  parece  un  hombre  como  los  de- 

>Qtfó  w  haga  parecer  un  ienóme"no?  Leioftii*^ 


-S\lf, 


.LICIA 


AUF. 


XICIA 


)f  un  hombre  que  tiene  unos  modales  digj 
'nos,  unoj 

Y,  sin  embargo,  ha  continuado 
viniendo  a  mi  casa  tMUcaA^MÍlivtefrfMmio, 
ta&«att|yUfip-  Ha  seguido  asistiendo  a  mi 
mando...  Y ^— ^ymrttSMJote  oibui»  iiiigndo, 

dera  obligado  a  desaparecer  bajo  tierra  en  el 
momento  en  que  yo  descubro  la  verdad  y 
le  juzgo  merecedor  de  todo  mi  desprecio. 
(Radiante.)  [Ah,  muchas  gracias,  señora;  le 
doy  a  usted  las  gracias  con  toda  mi  alma! .. 
No  sabe  usted  bien  la  dicha  que  me  pro- 
porciona al  cubrirme  de  insultos.  ]  Ay,  seño- 
ra Duquesa,  permítame  usted  que  bendiga 
una  y  mil  veces  este  instante  tan  afortuna- 
do para  mí,  que  respire  a  mis  anchas!... 
Por  fín  me  veo  libre  de  una  pesadilla  que 
me  torturaba,  de  un  peso  abrumador  para 
mi  conciencia.  Cada  calificativo  que  usted 
me  arroja  al  lostro  tiene  en  ,mi  alma  un 
eco  dulcísimo.  ; No  sabe  usted  que  siempre 
que  me  encuentro  solo  no  hago  más  que 
dirigirme  toda  clase  de  injurias  para  ded. 
cargar  mi  conciencial 

;,AGaso  se  forja  usted  la  ilusión  de  que  asi 
va  a  quitarse  de  encima  toda  responéabili. 
dad  y  a  librarse!*  de  toda  culpa?  Franca- 
mente, cuanto  más  le  miro  a  usted,  más  y 
más  me  asombro,  sin  saber  exactamente 
cómo  he  de  juzgarle.  Cuando  le  vi  entrar  en 
esta  sala,  de  haber  obedecido  al  primer 
impulso  ie  hubiera  echado,  prohibiéndole 
hasta  despegar  los  labios. 

(aiÍodso  86  dirige  lentamente  hacia  la  pcerta  y  Alicia 
00  ae  vuelve  a  mirarle.  Corto  silencio.) 

Tenia  usted  perfectisimo  derecho  para  ha- 
cerlo así  y  me  retiro  sin  intentar  siquiera 
justificar  mi  conducta. 
[Y  aún  pretendía  justificarse! 
No,  no,  señora;  no  es  eso,  al  contrario.  Lo 
que  yo  quería  era  acusarme  más  duramente 
aún  para  ver  si  de  ese  modo  dábamos  entre 
usted  y  yo  con  el  medio,  para  que  la  verdad 
resplandeciese.* 

Pero,  ¿cómo  va  a  ser  eso  posible  desde  el 
momento  en  que  usted  mismo  ha  consenti- 
do que  se  suponga? 


-  63  — 


Air. 


LICIA 

Alf. 


LICIA 

Air. 

LICIA 

Al»» 

LICIA 

Alf. 

• « 

LICIA 

Alf. 


..  AlIClA 


(con  deae^peracióD.)   ¡EsO   68   lo   giave,   en   eSO 

estriba  mi  culpa  i.  •  Arrastrado  por  las  cir-- 
cunstaücias,  con  mi  maldito  carácter  falto 
de  voluDiad  me  dejo  arrastrar  a  veces  por- 
uñas ideas...  ¿Ve  usted?  Yo  dije  para  mi. 
que  de  habernos  encontrado  usted  y  yo  en 
un  coche  nadie  hubiera  podido  sospechar  ni 
remotamente,  que  se  tratase  de  una  aven- 
tura... Usted  me  'encuentra  y  me  invita  a 
subir.  —¿Sube  usted,  doctor?*— ¿De  veras  no 
molesto? — Wada  de  eso...  Y  luego  el  coche 
vuelca,  no  pasa  nada  y  yo  recobro  la  paz . 
doméstica  y  salvaba  a  una  dama  culpable  a 
medias  y  a  la  vez  evitaba  toda  sospecha  a 
un  marido  sospechado  también  a  medias... 
Ha  sido  una  locura,  ahora  lo  comprendo;L. 
pero  cuando  comencé  a  darme  cuenta  de 
ello  era  demasiado  tarde.  Todo  cuanto  in- 
tentaba hacer   me    comprometía    más   y: 
más. 

¿Comprometerle  a  usted? 
A  los  dos...  Para  mayor  desgracia,  el  Duque 
me  honraba  con  su  simpatía... 
{Bien  empleada,  por  cierto! 

[So  encontrando  palabras  para  replicar,  suipira.)  ¡EjI^n 
verdadl  (y  se  dirige  otra  vez  hacia  la  puerta.) 

¿Y  qué  va  usted  a  hacer  ahora? 
Como  ya  no  «é  de  qué  manera  replicar  a^ 
sus  justas  observaciones...  sigo  retirándome., 
(casi  para  si.)  (Meterme  a  mí  en  una  aventura 
de  lo  más  curei  y  vulgar! ..  ¡En  un  coche!... 
En  un  coche  de  punto  si  a  mano  viene... 

(cabizbajo    y  avergonzado.)   No    poseyendo   nin* 

guno  mío... 

Y  cerrado...  Vamos,  dígalo  usted  todo,  ce-, 
rrado,  ¿verdad? 

(Resuelto.)  Sí,  voy  a  contárselo  todo;  más  vale* 
que  no  le  oculte  nada,  así  mi  remordimien-- 
to  será  más  hondo... 

¿Y  uated  dejó  adivinar  que  yo  iba  dentro > 
de  aquél  coche? 

Sí;  pero  sin  ninguna  mala  intención...  Ya  lo. 
he  dicho.  Nos  encontramos  casualmente.— 
Suba,  doctor. — ¿De  veras  no  molesto,  du- 
quesa?...— ¡La  cosa  no  podía  ser  más  ino- 
cente! ¿fíay  una  distancia  tan  grande  entren 
usted  y  yol 
Pero  bien  podía  suponer  que  había  de  acor-- 


^  5S    ^ 


AUF. 
LICIA 

Alf. 


UCIA 


tarse  bastante  en  un  coche  cerrado...  y  tal 

vez  con  las  cortinillas  echadas. 

También  eso  es  verdad. 

Y  de  fijo  que  se  ha  dado  usted  cuenta  de 

ello...  con  la  otra. 

Bn  efecto,  resultaban  muy  peligrosas  las 

entrevistas  en  coche. 

|No  han  de  resultar  para  un  conquistador 

de  la  categoría  de  ustedl...  No  sé  cómo  no 

alquila  una  gargonniere  para  esas  aventu- 

ra>. 

(ingenaamente.)  Ya  lo  he  hecho, 

¡Era  de  suponerl 

)fa  ve  usted  que  no  le  oculto  nada. 
¡Gracias  pDr  el  favor!  ¿Y  era  a  ese  pisito  al 
que  acudía  yo?  (Sabe  Dios  las  veces  que  nos 
habrán  visto  salir  juntosl  ¿No  es  eso? 
No,  eso  no;  le  doy  mi  palabra. 
Pero  eso  es  lo  que  supone  la  gente.  ¡Claro! 
Toda  vez  que  me  he  prendado  de  usted,  la 
cosa  no  podía  ser  más  lógica...  Porque  yo 
estoy  loca  perdida  por  usted,  así  lo  han 
creído  todos  en  seguida...  Pero  yo  quisiera 
baber  qué  atractivos  tan  excepcionales,  qué 
encantos  tan  seductores,  qué  dotes  tan  pri- 
vilegiadas posee  usted  para  que  a  todo  el 
mundo  le  parezca  tan  natural  y  tan  sencilla 
esta  supuesta  conquista  de  usted...  ¿Sabe 
usted  que  tengo  una  gran  curiosidad  por 
averiguarlo? 

I  ^h!  También  la  tengo  yo...  Pero  no  encuen- 
tro medio  de  satisfacerla. 
¿Atractivos  físicos  acaso?..  No  creo  que  sea 
usted  ningún  Adonie^  fcaisimfcj:  it  ihel 
~^as,  porque  ya  eítá  usted  lejos  de  ser  ej 
lezperto  adolescente  que  cautiva  por  stj 
^nuidad .. 


¿Encantos  morales?...  Tampoco.  1l»dMÉB|]2£e 

iiiiN  iiiii  II  !n  i|mi  nsffíi  hn  Ijfifljinnnnmii " 


n 


lo... 


¿MM  entonces?... 

(Con  triitezA.)  ¡Vaya  usted  a  saberl 

Porque  también  ese  aire  de  timidez  y  azora. 

miento  de  que  hace  usted  alarde,  no  puede 

por  menos  de  ser  en  realidad  algo  asi  como 

un  lazo  más  para  cazar  a  las  esposas  de  las 


ÁLF. 
IICIA 


Alf. 

LICIA 

Criado 

LICIA 


LICIA 


Alf. 

;  BrOWN 
^^^^^^  LICIA 

'    Brown 

LlciX* 


Alf. 


autoridadeB  del  pueblo...  Pues  me  figuro  qu^« 
a  estas  horas  ya  las  habrá  usted  paseado  a; 
todas  en  su  coche. 
¡Señora,  yo!... 

Pero  si  eso  se  ve  claro  por  el  ensañatnient  j^ 
con  que  se  apresuran  a  propalar  el  rumor 
de  su  supuesta  conquista...  ¡Están  celosas- 
las  pobrecillas!..^Las  pone  furiosas  que  hayiL 
venido  yo  a  alterar  su  monótono  trote...  de 
caballo  de  alquiler...  Dígales  de  mi  parte 
que  .se  tranquilicen.  Yo  mis  paseos  los  doy 
en  automóvil...  No  deje  de  decírselo,  {vniatt^ 

un  timbre.) 

(Resignado.)  Se  lo  diré,  descuide.  Todo  lo  que- 
me mande  usted  hacer,  haré. 
Perfectamente. 
¿Ha  llamado  la  señora? 
Diga  al  mecánico  que  tenga  preparado  el 
auto,  y  antes  avise  a  mies  Hrown  para  que 
haga  el  favor  de  venir. 

(bi  criado  se  inclina,  se  ya  por  la  derecha  y  Uego  pasa^ 
y  sale  por  el  foro.) 

Ya  ha  visto  usted  que  nada  le  he  pedido  ni 
nada  tampoco  le  he  aconsejado  para  que  re- 
medie la  mala  acción  que  conmigo  ha  co- 
metido, lo  único  que  deseaba  era  poder^' 
decirle  lodo  lo  que  le  he  dicho. 
Crea  usted.  Duquesa,  «^ue  por  reparar  el  mal,, 
yo  daba  hasta  mi  sangre. 

IB  <mu>bi¿u  ahuiai.:.  ino  se  prfeocí 
)\  ya  ha  vertido  la  de  su  mano  derecha...] 
de  la  izquieji 

lilady... 
»rÍDg  me  thóusand  francs  an  envelope. 

^^  well,  milady.  (Vase  por  la  derecha.)       í 

:síque  iilJtlS  llHtü  el  aatc»i>ptteéhg'  ütíltiO  mar» 
charse.  (irónica )  Si  se  entretiene  aquí  más. 
tiempo.  Dios  sabe  cuánto  arraigo  tomarían 
las  sospechas...  Como  no  sea  que  usted, 
mismo  se  dé  maña  para  fomentarlas  todavía^ 
más... 

(Que  ha  observado   noa  actitud   humilde»  pror rompe- 

con  Tioienda.)  |Eso  SÍ  que  no  se  lo  autorizo).,. 
Bastante  me  ha  dicho  usted  ya,  Duquipsa;. 
esto  es  demasiado...  Ya  habrá  usted  visto^ 
que  he  tolerado  que  me  pusiese  a  la  altura 
de  un  bandido,  de  un  apache,  sin  defender- 
me siquiera  con  una  palabra;  pero  eso  da 


\e: 


ror 


^  56  -^ 

que  usted  sospeche  que  le  preparo  una  ce- 
lada, (eso  no  lo  tolero!...  ¿Para  qué  iba  yo^ 
después  de  todo,  a  tenderle  a  usted  una 
celada,  vamos  a  ver?  ¿Para  aspirar,  acaso,  a 
subir  al  auto  de  usted?...  [Ah,  ligero  sí;  pero 
tonto  no...  Le  juro  a  usted  que  para  mi  ha 
estado  usted  colocada  siempre  tan  arriba 
que  apenas  si  me  he  atrevido  a  mirarla...  Y 
por  lo  mismo,  al  reflexionar  sobre  lo  ocurri- 
do, no  conseguía  acallar  mis  remordimien* 
tos...  Y  ya  ^ue  me  obliga  usted  a  confesar- 
lo ..  (si  supiera  usted!..  Desde  hace  algún 
tiempo  es  usted  mi  pensamiento  fijo.  ¡No 
puede  usted  figurarse  que  de  horas  pasamos 
juntos  al  cabo  del  día  usted  y  yol  En  lo 
Intimo  de  mi  pensamiento,  ¡claro  estát...  [Y 
qué  de  veces  he  invocado  su  perdón  de' ro- 
dillas! (Qué  de  ruegos  le  he  dirigido  a  us- 
ted, temblando  de  emoción!...  Y  por  espacio 
de  días  enteros  he  estado  oyéndola  a  usted 
resignado,  coino  acabo  de  oiría  ahora  aqui, 
cuando  me  hablaba  con  tanta  severidad  y 
me  estremecía  de  júbilo  sin  poder  pronun- 
ciar ni  una  palabra  cuando  decía  usted  que 
me  perdonaba. 

LICI A  (ai  principio  le  ha  esouchado  con  afre  de  gran  fiereza 

7  luego  con  atención  creciente  j  muy  seria;  pero  def 
puéa  sn  mirada  ya  perdiendo  paulatioattiente  ana  des- 
telloa  de  deadéo  y  observa  con  gran  aorpreaa  al  que  la 

habla  con  tanto  calor.)   ¡Oh,  qué  imaginación 
tan  viva  tiene  usted,  amigo  mío!  Bien  se  ve 
que  es  usted  un  meridional. 
Air.  Es  una  prueba  que  da  Dios  a  los  mortales 

de  su  bondad  infinita.  Si  no  tenemos  una 
felicidad,  nos  queda  el  recurso  de  forjarnos 
cuantas  ilusiones  queramos. 
LICIA  ^Y  usted  se  forjaba  la  ilusión  de  que  yo 
iba  a  ser  tan  buena  que  le  perdonase  a 
usted  pasando  por  encima  de  todo?  ¡No, 
hijo  mío,  mi  bondad  no  llega  hasta  ese 
puntol 
I  Yo  soy  entonces  mejor  que  usted! 

¿De  veras?  (Sna  palabraa  y  ana  miradaa  han  dejado 
de  aer  dnraa.) 

Alf.  Porque  yo  la  hubiese  perdonado  a  usted... 

(Ah,  si  yo  pudiese  verla  aunque  no  fuese 
más  que  un  instante  compasiva  y  risueña 
para  conmigo!...   ^La    vida!...  No;    porque 


-¿  66  •<- 


ICIA 

Alf. 


LICIA 

Alf. 

LICIA 


Alf. 

.LICIA 

Alf. 

^^LICIA 

Alf. 


Alicia 

Alf. 

Alicia 
Alf. 


después  ya  no  la  vería...  Y  como  ya  se  han 
matado  otros  por  usted,  tampoco  le  conmo- 
vería el  sacrificio! 

(con  iaterési)  ¡ Ab!  ¿Le  han  contado  ^  usted?*»^ 
tíé  todo  lo  que  a  usted  se  refiere..}  ¡Y  ahora 

revolu- 

uonar  multitudes/como  haya  habido  gente 

jue  haya  preferido  no  tener  vida  a  tenerla 

»n  usted,  y  que  no  hayan  faltado  millona* 

[ríos  que  errujasen  a  su  paso  puñados  de 

jifidrafl  pteojosas. 

¿Y  despuésaó  6816  tto  me  tiene  usted 
miedo? 

¿Miedo?  Por  amor  se  han  hecho  las  mayo, 
res  heroicidades... 

Sin  embargo,  debo  ser  mala,  no  olvide  que 
se  dice  que  he  combatido  como  uua  Juana 
de  Arco. 

Pero  ya  se  ha  puesto  a  Juana  de  Arco  en 
los  altares. 

Que  he  destrozado  la  fortuna  de  algunos 
millonarios... 

También  ante  las  santas  se  quema  in- 
cienso. 

Que  si  a  mano  viene  engaño  a  mi  mari- 
do... 
América  es  el  país  de  las  libertades...  (ponien- 

•do  naeyo  fuego  eo  sus  palabras.)  Y  ahora  que  me 

hago  la  ilusión  d^  que  su  voz  se  ha  tornado 
más  dulce,  hago  un  llamamiento  a  mi  valor 
para  preguntarle  qué  debo  hacer  para  que 
todo  el  mundo  sepa  que  usted  me  ha  escar- 
necido,  me  ha  injuriado,  me  ha  humillado 
y  que  no  le  iospiro  a  usted  más  que  horror 
y  desprecio.jQ^ué  puedo  hacer?  jPodía  hao^ 
[dT05aBerá*que*Tñenst3f  pre  con  otr^ 

iujer  que  se  pareciera  a  usted!...    ¡Pepo 
[uién  se  puede  parecer  a  usted!...  Para  mi- 
[varia  no  sé^  quién  me  resigoaba  a  (X)¿te&- 
tar...  {Por  J>(os,  señora,  déme  ust^  una 
mujerl 

La  única  de  (^  puedo  disponer  les  miss 
Brown.  ¿Le  convine?  y 

Seria  dif icil  enteiniecse  con  Qlla...  I  a  dife- 
rencia de  idioma  no\8  fácil  de  salvj  r. 
Le  daré  a  usted  un  Manual^e  ingle  . 
Ya  le  tenemos  en  casa.  Do/bemos  co  nprado 
por  usted,  y  yo  también  í%^  aprendido  cua- 


—  57  — 


/  f!tr-palahta6L  inglesas...  que  no  sé  de(»r  más 
f  r^  que  en  castelládo  y  gtrerejHto  todos  los  días 
/    cuando  me  hallo  a  s^olas  con  i^sted. 


Alicia  i     £n  el  célebre  pisito/.. 
Alf.      i     |No1...  Allí  na  ha  |dntrado'  uÉted  ni  en  mi- 

ear  lady.i  (como  está  es- 


imaginación.  Mí 

crito.) 

Alicia         ¿^i^'^ 
Alf.  Eso  lo  digo  con  v 

^oiga.  usted  la  m 

Alicia  \      (CorU  paass.  Sila  le 

\     nio,  al  ñn  y  al  c 


Alf. 


AiiciA 

AlF. 

AUCIA 

Alf. 


iUCl\ 


Alf. 


XlClk 


lUCia 


muy  qufda  para  que  no 
ira. 

ra  atentao^Bte.)  |Qué  demo- 

o  no  encpentro  tan  difícil 
\    que  obligue  a  rendirse  a  ijis  fortalezas  loca- 

\   les!  (sonrie.) 

\  ¡Dios  de  bondadjf  ¡Ella  mfe  sonriel  (He  con- 
seguido hacerla  lonreirl...  {Bq  estos  momen- 
tos yo  me  sienp  millonario  también  para 
arrojar  a  sus  plantas  puñados  de  dicha. 
|Ah,  también  ppeta  y  origtnali 

i  Es  mi  única  fortuna. 

{  No  la  derroch( 

I  Es  manantial  \ue  no  se  agdta.  Mientras  baya 

/  una  mujer  habrá  amor  y  mientras   haya 

amor  habrá   poesía.   (Altela   acentúa  la  Boorlaa.) 

|Ay,  cuánto  se  hubiese  perdido  si  Colóu  ng 

-^l«^''^*''Y  Arnt^rir"' -  -^  ■ 

¡Uh,  despacito,  amigo  míol...  Se  está  atre- 
viendo demasiado. 

Perdóneme  usted...  ¿Me  perdona?...  Diga  que 
sí. 

(lo  mira  prolocfadamente  y  «e  aparta  de  él  eo  el  mo- 
mento de  aparecer  mli«  Brown»  qae  entrega  a  la  Da- 
qoesa  no  iobre  cerrado  y  hace  mutis.) 
Gracias.   (iCira  el  fobra  y  deipnéa   de   ana  pansa  le 
deja  sobre  un  velador.)  ¿Cooque?... 

¿Qné? 

Bb  preciso  que  se  vaya  usted. 
Es  cierto;  me  había  olvidado...  ¿Ya  no  vol- 
veré a  verla? 

(Reooge  el  aobre  y  le  desdobla  y  dobla  nerylosam en- 
te.) Es  indispensable...  Aquí  tenía  prepara- 
do... 

¿El  qué? 

8us  honorarios  por  las  visitas.,*, 
(ooa  sincero  pesar.)  ¡Una  despedida  en  toda  re- 
gla! 

El  Duque  se  ha  curado... 
|Y  le  he  curado  yo  mismo! 


f 

\ 


/ 


*'' 


—  6$  -^ 


LICIA 

Alf. 


LICI\ 

Alf. 

LICIA 


LICI\ 
AlF. 

« 

LICIA 


Alf. 
.Alicia 


(Majr  afftbie.)  Por  \o  tanto/ya  no  es  precisa  su. 
presencia  en  esta  casa. 
Lo  comprendo...  Está  bien.   Pero  ya  qua 
quiere  usted  bumillarme  hasta  ese  panto^ 
estoy  esperando... 

Mis  honorarios. 

(con  sorpresa.)  ¿De  veras?...  ¿Y  usted?...  (Tor- 

náodoee  fria.)  Pues  aquí  los  tiene  usted.  Tpme^ 

(Con  un  gesto  de  repugnancia  y  sentimiento  le  alargik 
•  el  sobre  ) 

No,  esto  no...  Usted  es  americana...  Estoja 

esperando  el  beso  de  ritual. 

(Muy  sorprendida )  ¡Ahí  ¿Conque  usted,  despuéa 

de  lo  ocurrido?... 

Pero  ¿me  ha  perdonado  usted  o  no? 

¡De  ninguna  manera! 

Pues  entonces  justo  es  que  me  haga  la  ofen-^ 

sa  de  pagarme. 

¡Ahí  Fero  ¿usted  tomaba  mi  beso  como  una 

ofensa? 

No  sé  cómo  le  tomaría..»  pero  le  tomarla 

porque  se  me  debe. 

(Su  mirada  brille,  toda  ella  aparece  turbada  y  demos* 
trando  una  gran  agiUción.)  ¡No   puede   Ser   má& 

estrambótico  lo  que  aquí  pasal  Yo  que  he 
empezado  insultándole  había  de  acabar  abo. 

ra  dándole  un  beso...   (Riéndose  nerviosamente.) 

Y  usted  por  su  parte,  con  su  astuta  senci- 
llez, con  su  fingida  cortedad,  habría  acabado 
por  vencerme  hasta  el  punto  de  obligarme 
a  confesarle,  supongamos,  que  me  es  usted 
simpático  y  quién  sabe  si  tal  vez  me  lo  ha 
sido  usted  desde  el  primer  día...  |Ba,  basta 
ya!  Que  cada  uno  de  los  dos  vuelva  a  ocu- 
par su  sitio  y  no  se  bable  más  del  asunto.... 

(con    afectuosa   insistencia.)    VamOS,   SCa    UStcd 

como  debe  y  márchese, 
(con  emoción.)  Yo  vuelvo  a  pedir  lo  que  me 
pertenece. 

Pero  ¿otra  vez?...  ¿De  verdad?...  (En  un  repen- 
tino e  inyencible  arranque.^  ¡PueS  tome!  (Le  coge^ 
la  cabeza  con  ambas  manos  y  le  besa.  Después  se  se* 
'  para  rápidamente  de  él  y  llama  al  timbre.  Corta  pansa. 
Aparece  un    Criado  en  el  foro.  Sin  mirar  a  Alfonso.)^ 

Acompañe  al  señor  doctor. 

(Alfonso,  dichoso,  radiante,  se  dirige  hacia  el  foro  sin. 
dejar  de  mirar  a  la  puerta  por  donde  desapareció  AU-^ 


eüu  Al  YoWene  fe  enenéntra  eai«  a  cara  oon  el  Gris» 
do.  Inteota  oonltar  su  Júbilo,  pero  uo  lo  oomigae  t 
YMe  eonfoio  y  aaorado.  AJicia  m  queda  en  el  foro» 
baikada  por  la  lana,  mirando  hacia  el  tltio  por  dond» 
desapareció  Alfonso,  conmorida  y  tntbada.  Paaaa  cor* 
ta.  Telón  rápido.) 


HN  DEL  ACl'O  SEGUNDO 


ACTO  TERCERO 


SBtodlo  o  cuarto  de  trabajo  en  cata  del  arquitecto  LoreoEo  Riraa. 

Una  puerta  en  la  derecha,  Tentanal  en  la  izquierda  y  en  el  foro> 
una  amplia  pneíta  de  criitalea  que  da  al  reatibulo  de  la  casa  que 
•8  amplio.  Sn  el  fondo  un  mirador  o  ventanal. 

La  habitación  tiene  mocha  luz  y  mucha  alegria« 

Cerca  de  la  ventana  de  la  izquierda,  nna  meaa  de  trabajo  y  so^ 
bre  ella,  extendidos  y  sujetos,  unos  planos  y  objetos  de  dibujo. 

Riras  es  algu  artista  y  tieue  arreglado  el  estudio  con  mucho» 
objetos  de  arte,  cuadros,  esculturas,  armas  y  tapices. 

ün  taburete  alto  Junto  a  la  mesa  de  trabajo;  otra  mesita,  anti* 
gua  y  artística,  en  el  centro;  sillones  de  cuero  repujado,  escabe» 
les,  un  dirán  y  ninguna  silla  moderna. 


Gaspar 

LOR, 


Gaspar 


LiOR. 


Qastaú 


(loRBKZO  aparece  dibujando,  sentado  sobre  el  tabu- 
rete alto.  GASPAR  entra  por  el  foro.) 

¿Aun  no  ha  tomado  el  desayuno  el  seño* 
rito? 

í^o  puedo  perder  un  minuto.  Va  a  venir  la 
Duquesa  y  autes  necesito  haber  terminada 
estos  planos.  Luego  van  a  venir  las  demás 
señoras.  ¿Está  todo  listo  ahí  dentro? 
Descuide;  todo  está  arreglado  y  en  el  co- 
medor los  refrescos,  los  fiambres  y  los  vi- 
nos. 

(Timbre  dentro.) 

Vé  a  ver  quién  es;  pero  no  olvides  que  na 
estoy  para  nadie  extraño. 

(Oaspar  Tase  por  el  foro  y  Lorenzo  prosigue  su  tra- 
bajo.) 

Fase  usted. 


(Entra    DOÑA  ANGELITA   muy  preocupada  y  Gaipár 
■e  retira  ) 
LOR.  (Bajando  del  taburete.)  ¿Usted? 

Ang.  No  le  habíamos  visto  en  dos  días  y  estába- 

mos preocupados. 

LoR.  Ya  Sube  usted  que  hoy  es  el  día  fijado  para 

someter  a  la  aprobaciÓD  de  los  Duques  y  de 
las  autoridades  los  planos  del  hospital  de 
niños. 

Ang.  Ya,  ya  lo  sé;  luego  vendremos  todos. 

LoR.  Comprenderá  ustod  mi  prisa.  Quiero  que  la 

Duquesa  lo  vea  todo  terminado  antes  de 
marchflrse,  no  haga  el  diablo  que  luego  se 
arrepienta. 

Ang.  Pero  ¿es  cierto  que  se   marcha?...   )Menos 

malí 

LoR.  ¿Cómo  que  menos  imal? 

Ang.  (f  esueita.)  Lorenzo.,.  he  venido  precisamente 

para  contárselo  todo  y  pedirle  un  consejo... 
Fuera  de  la  familia,  usted  es  el  mejor  ami< 
go  que  tenemos...  y  como  hombre  de  mundo 
sabrá... 

LoR.  Dígam^sted,  dígame  usted.  ¿Qué  pasa? 

Ang.  Esta  mañana,  María  Teresa  ha  llegado  ha 

tener  pruebas  de  que  su  marido  la  engaña. 

LoR.  ¿Cómo?  ¿Qué  es  eso? 

Ang.  Alfonso  ha  alquilado  un  pisito  de  soltero 

para  reunirse  con  su  amante.  Ya  lo  hemos 
descubierto,  en  la  calle  de  San  Carlos,  nú- 
mero 2.  Esta  mañana  le  han  visto  salir  de 
allí. 

LoR.  ¿Quién  lo  Jia  dicho? 

Ang.  Ernesto. 

LoR.  Las  intromisiones  de  ese  inxbécíl  son  ya  in- 

soportables. 

Ang.  Lo  considera  como  un  deber;  al  ñn  y  al  cabo 

es  palíente  y, además,  va  a  casarse  con  Nati. 

LoR.  Pero  bien,  ¿dónde  está  la  prueba  que  us- 

ted dice?  Porque  Alfonso  es  fácil  que  saliese 
de  visitar  a  un  enfermo. 

Ang.  Parece  que  ese  pisito  tiene  ya  historia,  y  en 

la  casa  no  vive  más  que  un  dentista  con  una 
salud  excelente. 

LoR.  ¿Y  por  qué  no  puede  ir  Alfonso  a  casa  del 

dentista? 

Ang.  Hoique  es  el  candidato  que  derrotaron  en 

las  últimas  elecciones,  y  comprenderá  us- 
ted que  no  se  pone  uno  indefenso  en  ma* 


—  «f  — 

nos  de  un  dentista  al  que  se  ha  jugado  una 
trastada. 

iLiOR.  81.».  sí...  puede  usted  tener  razón...  ¿Y  María 

Teresa?... 

Ang.  Ya  puede  usted  imaginarse.  Llantos,  desee- 

peraciones...  Ha  esperado  inútilmente  a  que 
Alfonso  volviese  a  casa,  y  ahora  tiene  deci- 
dido venir  aquí  para  cantarle  les  verda- 
des... 

LiOR.  ¿A  quién? 

Ang.  ¡Toma,  a  la  Duquesa! 

LiOR.  ¡Pero  qué  locura!  ¿Qué  tiene  que  ver  con 

esto  la  Duquesa? 

Ang.  ¿Cómo  que?...  Pero  si  usted  mismo... 

LiOR.  jNo  haga  usted  caso!...  Por  lo  visto,  lo  que 

María  Teresa  quiere  es  dar  un  escándalo. 
¡Seria  el  colmo!...  ¡La  única  forma  para  que 
se  fuese  definitivamente  a  paseo  lo  del  hos- 
pital! 

Ang.  Eso  le  dije  yo  también...  Es  una  locura  eno<* 

jar  a  esa  señora  tan  poderosa...  que  puede 
ser  el  porvenir  de  esta  población...  y  el  de 
todos  nosotros...  Si  ha  tenido  la  desgracia 
de  enamorarse  de  él,  la  debilidad  de .. 

f^OR.  ¡No  es  eso,  no  es  eso!...  Ahí  está  el  equívoco. 

En  fiín,  doña  Angelita,  escúcheme  unted... 
Ha  llegado  la  hora  de  poner  las  cosas  en 
claro...  Usted  que  es  una  mujer  inteligente 
tiene  que  ayudarme  a  salvar  a  Alfonso. 

Ang.  Pero  ¿quién  le  acusa?...  Se  encuentra  en  una 

población  donde  nadie  podía  apreciar  sus 
méiitos  de  hombre  mundano,  su  gran  edu- 
cación... Llega  una  mujer  guapa,  rica,  po- 
derosa, superior  a  todo  lo  que  le  rodea,  se 
enamora  de  él  locamente  por  su  figura  y 
por  su  talento...  Me  pongo  en  todo^  no  iba  a 
ser  tan  tonto  que  escapase  abandonando  su 
capa  como  el  casto  José. 

iLoR.  Perfectamente...  ¿De  modo  que  usted  cree 

que  un  desliz  de  Alfonso  tiene  disculpa? 
Ang.  Mucha. 

XiOR.  Muy  bien;  pero  hay  en  todo  esto  una  peque- 

ña variación. 
Ang.  ¿Variación? 

Li9R.  Que  la  Duquesa  no  tiene  nada  que  ver  en 

este  asunto. 
ABro.  Expliqúese  usted. 

CiOR.  Que  la  supuesta  aventura  entre  la  Duquesa 


•»  «4  ^ 

y  Alíonfio  sólo  ha  existido  en  mi  fantasía,  y 
lo  demás...  lo  que  han  inventado  las  mala» 
lenguas,  que  son  para  estas  cosas  lo  que  el 
viento  para  un  incendio. 

Akg.  Pero  ¿qué  está  usted  diciendo? 

LoR.  í^a  verdad. .  lo  que  puede  que  sea  ahora  la. 

verdad  sospechosa...  Créame  usted,  la  Du- 
quesa es  una  virtud...  por  lo  menos  en  Es^ 
paña. 

Ang.  (Dewocantada.)  Pero  ¿y  el  vuelco  del  coche?.... 

LoR.  Ocurrió  en  efecto.,,  pero  no  fué  la  Duquesa 

la  que  volcó  aquella  vez. 

Ano.  ¿Quién  era? 

LoR.  ¡Ahí  Quiere  usted  saber  demasiado...  La  da- 

ma del  coche  no  estaba  tan  alto  que  enaK 
tezca  tanto  verla  tan  bajo...  El  escándalo 
dejaría  de  ser  el  hecho  que  se  comenta  a 
Imrtariillas  y  con  fruición  para  convertirse 
en  el  escándalo...  que  escandaliza...  Pero» 
usted  lo  decía  antes,  Alfonso  no  iba  a  ser  tan 
tonto  que  dejase  su  capa...  llene  motivoa 
sobrados  para  que  se  le  disculpe. 

Ang.  Vamos  por  partee... 

LoR»  ¿Vamos  por  partes  o  vamos  por  clases?... 

¿Va  usted  a  variar  de  parecer  tan  pronto? 

Ang.  No...  pero... 

LoR.  Déjeme  usted  a  mi  que  lo  arreglaré  todo. 

Por  el  momento  vaya  a  tranquilizar  a  María 
Teresa  y  dígale  la  verdad  para  que  desista 
de  BUS  propósitos... 

Alf.  (Preaentándose  por  el  fojro.)    Ya  me   había  dícho 

Gaspar  que  estaba  usted  aquí,  suegra  feim- 

paticona. 
Ang.  Me  he  querido  adelantar  a  los  demás  para 

ver  los  planos. 
Alf.  Yo  también  tengo  curiosidad  por  conocer^ 

los. 
Ang.  (Acentuando  el  desabrimieoto.)  Esta  níañana  he 

estado  esperándote  en  casa. 
Alf.  Ya  sabéis  que  con  lo3  enfermos  me  falta  el 

tiempo. 

(LoreniOy  con  dnlsara,  ae  llera  a  Angellta  hada  el 
foro.) 

Ano.  ¿Tienes  alguno  grave? 

Alf.  Varios. 

Ang.  £1  de  la  calle  de  San  Garlos,  dos,  debe  ser 

de  mucho  cuidado,  ¿verdad?  * 

Alf.  ¿Cómo? 


-  66  —> 

LoR.  (ueYánáo^e  a  Angeiita.)  Vaya  usted  a  buscar  a 

las  demás  señoras,   que  el  tiempo  corre. 

(OeíaiMireeeDO  • 
Alf.  (a  Lorenzo,  que  Tnelye  en   seguida.)  '¿HaS  oldo  lo 

qoe  ha  dióho?  ¿Qué  significa  esto? 

LoR.  Pnes  sencillamente,  que  en  tu  casa  se  ha 

sabido  que  tienes  un  pisito  de  soltero  en  la 
calle  de  San  Carlos.  Parece  que  te  han  visto 
salir  de  allí  esta  mañana. 

Alf.  ¿Quién  me  ha  visto? 

LoR.  iBruesto! 

Alf.  Qué  imbécil!...  ¿y  la  han  visto  también  a 

eUa? 

LiOR»  No. 

Alf.  |Menos  mal!...  (aeiueito.)  Yo  lo  negaré  todo. 

Además,  de  aquella  casa  no  volverán  a  ver- 
me salir. 

LoR.  ¿No? 

Alf.  fira  una  cosa  que  no  podía  continuar.  Ella 

tan  cautelosa  antes,  se  había  vuelto  tan  exi- 
gente, que  hubiese  acabado  por  coju prome- 
terme. Hoy  accedí  a  verla  por  última  vez... 
Nos  pueden  sorprender  cualquier  día,  y  de 
esta  no  se  sale  tan  fácilmente  como  del 
vuelco  del  coche.  Así  se  lo  he  dicho  rotun«  • 
damente. 

LoR.  ¿Y  ella? 

Alf  .  Ua  gritado,  se  ha  d^  sesperado...  llegó  a  ame- 

nazarme... Pero  yo  la  hice  comprender  que 
podíamos  comprometer  a  su  marido...  que 
mi  remordimiento  se  acentúa  más  cada 
día... 

LoR.  Ya,  ya  comprendo...  El  remordimiento  por 

ei  marido  no  empieza  uno  a  sentirle  hasta 
que  se  ha  cansado  de  la  mujer...  ¡Qué  gran, 
de  es  el  corazón  humano!...  Pero  bien,  ¿en 
definitiva^... 

Alf.  Que  he  terminado  para  siempre.  (Alegre.) 

¡Que  ya  estoy  por  fin  libre!  ;Que  ya  puedo 
respirar  a  mis  anchas! 

LoR.  Ahora  te  aconsejo   que  procures  arreglar 

pronto  ese  asueto  con  tu  familia,  pues  en  tu 
casa  daa  por  seguro  que  la  dama  a  la  que 
recibes  en  el  pisito  es  la  Duqueí»a. 
Alf.  ¿Es  posible? 

liOR.  Pero  yo  acabo  de  jurar  a  tu  suegra  que  la 

aventura  con  la  Duquesa  fué  una  invención 
mía  y  que  ella  es  por  completo  inocente. 

6 


—  66  - 

Alf.  (con  alegría.)  ¿Le  has  dicho  680?  jNo  sabes 

cuánto  te  lo  agradezco!  (Tomándoae  serio.)  Pero 
ella  se  lo  ha  creído?. 

LoR.  Se  ha  marchado  convencida. 

Alf.  (Alegre  de  Buevo.)  Por  lo  menos  asi  la  Duquesa 

no  seguirá  resultando  comprometida.  ¡Gra- 
cias, Lorenzo!  (Le  abraza.) 

LoR.  ¡No  hay  de  quél 

Alf.  ^  Supongo  que  tú  también  te  harás  cargo  de 
todo.  Era  de  todo  punto  necesario  desvane- 
cer aquella  malhadada  Invención.  Yo  Í0  te- 
nía dada  mi  palabra... 

LoR.  ¿A  quién? 

Alf.  ...  a  mí  mismo. 

LoR.  Ah,  ya,  a  ti  mismo;  pues  no  quiero  ni  dudar 

de  que  a  sus  oídos  haya  llegado  ni  el  menor 
rumor. 

Alf.  (cada  vez  más  animado.)  *^sí  lo  espero  yo  tam- 

bién. 

LoR.  Te  hubiese  juzgado  un  embustero,  un  indig- 

no calumniador. 

Alf,  Es  claro...  mientras  que  mi  deber  es  procla- 

mar ante  todo  el  muncio  y  en  primer  lugar 
ante  ti,  que  yo... 

LoR.  Que  tú  no  has  pensado  nunca  en  ella  y  me- 

nos ella  en  ti. 

Alf  .  ¡Eso,  eso  es!  (vuelve  a  abrazarle.)  |Gracias,  Lo- 

renzol 

LoR.  Porque  es  la  pura  verdad. 

Alf.  ;Y  tan  verdad  I  Tú  eres  el  primero  que  debe 

creerlo  así  ¿Verdad  que  estás  convencido  de 
ello? 

LoR.  ¡Qué  duda  tiene! 

Alf.  jAy^  qué  satisf ación  tan  grande   me  das! 

Gracias  de  todo  corazón,  querido  Lorenzo. 

(vuelve  a  abrazarle.) 
LoR.  (Mirándole  un  poco  extrañado  )    Hombre»   ya  SOn 

muchas  gracias.  Yo  no  he  hecho  nada  más 
que  cumplir  con  mi  deber  disipando  toda 
sospecha  sobre  esa  dama;  era  justo,  y  más 
ahora  que  va  a  marcharse... 

Alf.  (Serlo.)  ¿Que  se  va  a  marchar? 

LoR.  8í,  se  dispone  a  dejarnos...  Por  lo  menos  asi 

se  anuncia. 

Alf.  ¿Quién  lo  anuncia? 

LoR.  El  periódico  de  esta  mañana. 

Alf.  f  Serenándose.)  i  a  h,  ya!  M  Eco,  Será  una  filfa 

de  Jordana. 


-*  6?  -^ 

]LiOR.  No  creo,  es  un  telegrama  de  Madrid. 

Alf.  (con  ímpem.)  ¿Y  a  dónde  van? 

XiOR.  A  los  Bstados  Unidos,  según  parece. 

Alf.  Pues  a  mí  nadie  me  ha  dicho  nada  de  eso. 

(Refrenándose.)  Ni  el  Duquo  mismo,  al  que  vi 
ayer,  me  hizo  mención  de  semejante  propó- 
sito. 

IjOR.  (TrabajAndo.)  Ya  se  sabía  que  qo  habían  de 

estar  aquí  mucho  tiempo...  Antes  creí  yo.«. 

Alf*  Sí...  está  bien...  ¡pero  tan  de  repente!  (Bnoja. 

do.)  Ya  comprenderás  que  especialmente 
para  una  mujer  irse  a  los  Eetados-Unidos 
no  es  irse  ahí...  a  seis  leguas... 

LoR.  ¡Puede  que  se  vaya  él  sdío  por  ahora,  ve  tú 

a  saber! 

-Alf.  (Serenándose.)  jAh,  eso  SÍ  puede  ser!...  Tiene 

un  cargo  oficial.,,  el  Gobierno  puede  necesi- 
tar sus  oficios...  Que  se  vaya,  eso  me  parece 
bien... 

LoR.  (Suftpeudiendo  el  trabajo.)  Mi    qUCrido  doctor,  tÚ 

pasas  de  la  alegría  a  la  cólera  de  un  modo 
asombroso. 

Alf.  No...  es  que  razono;  deduzco  la  posibilidad 

de  que  sea  él  solo  el  que  se  marche. 

LoR.  Nada,  hijo,  nada;  lo  que  tú  haces  es  revelar 

claramente  el  temor  de  que  se  marche  ella. 

Alf.  ¡No  digas  tonterías! 

XoR.  Bien  sabes  que  sé  leer  muy  hondo  en  los  es- 

píritus, y  tu  acaloramiento... 

Alf.  ¿Acaso  mi  actitud  te  deja  soapechar?...  No, 

no  lo  creas  así. 

JLíOR.  Es  una  cosa  muy  explicable;  a  fuerza  de  vi- 

sitar al  Duque,  a  fuerza  de  oir  decir  que  era 
tu  amante  has  acabado  por  prendartede  ella. 

Alf  .  (Con  menos  acaloramiento.)  ¡No  eS  verdad! 

JLoR.  ¡Y  qué  manera  de  prendarse  por  lo  visto! 

(paseándose.)  Ahora  me  explico  todo  lo  de- 
más... Las  entrevistas  de  ruptura  de  esta 
mañana,  el  remordimiento  por  el  amigü  en- 
gañado... Espero  que  no  hayas  hecho  la  ton- 
tería de  dejar  adivinar  a  la  Duquesa  tu  exal- 
tación. 

Alf.  Pero,  ¿qué  exaltación  ni  qué...? 

JvOR.  Mejor  dicho,  tu  furioso  enamoramiento.  Lo 

consideraría  una  falta  de  respeto,  llegaría 
poco  a  poco  a  enterarse  de  toda  la  historia... 
y  te  pondría  de  patitas  en  la  calle.  Y  no  se- 
rlas tú  solo  el  perjudicado... 


^  68  — 


Alf.. 

LOR. 


Alf. 

LOR. 

Alf. 

LOR. 


Alf. 

LOR. 

Alf. 

LOK. 

Alf. 
LoR. 


LOR. 
LICIA 


LoR. 

...-*— Alicia 

LoR. 

.Alicia 

LOR. 


Si,  el  proyecto  del  hospital...  ya  me  hago* 

cargo. 

¿Qué  tiene  que  ver  el  hospital  con  esto?  Yo- 

hablo  aei  por  tu  bien,  por  evitar  que  haga» 

el  ridiculo.  ¿Qué  esperanza  puedes  tú  tenesr 

respecto  a  ella,  di? 

¡Pero  si  te  estoy  dando  la  razón  hace  ua 

ríito! 

Pero  eres  tan  impulsivo  que  te  creo  capaz  d& 

venderte  con  un  gesto,  con  una  palabra. 

(Descuida,  eso  no  ocurrirál 

Pues  que  asi  sea.  Ahora  coge  tu  sombrero  y 

lárgate.  Ella  va  a  venir  de  un  momento  a 

otro.  (Fijándose  en  Alfonso.)  ¡PerO  SOy  tontol  TÚ 

has  venido  por  encontrarla  aqui. 

¡Ni  soñarlól...  Es  que  tenía  deseo  de  ver  loa 

planos... 

(Escuchando.)  ¡Uú  automóvil!...  |ClaroI 

(Asomándose  a  la  ventana  y  muy  contento.)  ¡Ella  est 

¡Vete,  vete  en  seguida! 

Me  vería  salir  y  sería  peor. 

Bueno,  quédate;  pero  dame  tu  palabra  de 

que  tendrás  con  ella  una  actitud  respetuosa 

y  correcta,  que  no  has  de  tener  ni  un  gesto 

que  dé  motivo  á  que  ella  sospeche...  Eres  uc^ 

caballero,  ¿eh? 

(La  DUQUESA  aparece  tras  las  vidrieras  del  foro  y  s«* 
luda  con  la  mano.  Gaspar  se  precipita  a  abrir  de  par 
en  par  la  puerta.) 

La  señora  duquesa  de  San  Marcos. 

(Lorenzo  sale  a  su  encuentro.)  ^ 

¿Qué  tal,  amigo  Rivap?  (Mirando  a  Gaspaf.)  Peral 
[quíUUüuetitro  ft  mi  Wfigfaer?  ¿Es 
[ue  este  hombre  tiene  el  don  de  la  ubicui- 
iad?  (I 

)omo  a  usted  le  agrada  tanto  verle...  yo  le  I' 

^he  alquilado.  y 

>-BQ-Uy  amable,  (na. la.  jaa»».>^>^tf5nso.)  ' 

Hola,  doctor. 

Acaba  de  entrar  por  casualidad. 

De  fijo  que  ha  querido  ser  el  primero  en  ad- 

mirar  su  proyecto. 

¿Y  la  salud  del  Duque? 

Muy  bien...  El  también  vendrá  algún  día^ 

aunque  me  ha  dado  a  mi  plenos  poderes. 

(Riendo.)  Ahora  comprendo  por  qué  nuestras 

relaciones  con  América  marchan  tan  admi* 

rablemente. 


—  69  — 


.UCIA 


ÍX>R. 


cía 


LiOR. 

LICIA 

LOR. 
LICIA 


Xqr. 


LICIA 


Alf. 

LICIA 

Alf. 


LICIA 


Por  Dios,  Rivas,  no  me  haga  usted  cumpli- 

it] 

lujeres  ios  casóte  oefi%  serum  cosal 


tica^*^  diploma-  ñ 


que  podía  haber^ 
iticos. 
lEatonces  seria  ¿has  f^il  l^LJ^tenie^í^k^aaif. 

mesft  de'tfabaj'o.)  Pé»,  ¿qué  68  eStO? 

Tenga  la  bondad  de  explicármelo,  porque 
de  dibujos  de  esta  índole  entiendo  muy 

poco,  (se  fieota  en  el  taburete  alto  tomando  ona 
eoqnetona  poatura.) 

Esta  es  la  planta  del  edificio...  Piso  bajo  a  la 
derecha...  este  el  principal .. 
Pero,  bien,  ¿y  el  boceto  completo  del  edifi- 
cio? ¿No  ha  hecho  usted  un  modelo  corpó- 
reo? 

Claro,  sí,  señora.  Le  tengo  en  e^ta  parte  que 
dedico  a  taller. 

81,  ya  veo  que  es  usted  artista  y  que  esto  pa- 
rece más  bien  el  estudio  de  un  pintor...  Lo 
celebro,  porque  si  en  el  arquitecto  no  hay 
un  artista,  sus  edificios  tienen  una  vulgari- 
dad abrumadora. 

Con  su  permiso  voy  a  ver  si  el  proyecto  está 
preparado  y  a  traerle  Unos  dibujos  de  la  la- 
chada. 

Vaya  usted.  (Vase  Lorenso  por  la  derecha,  y  tan 
pronto  como  ha  desaparecido,  Alicia,  de  an  brioco»  se 
sienta  en  la  mesa  para  acariciar  mejor  la  cabeza  de 
Alfonso  que  está  de  pie  a   sa  Itdo.)  ¡Darlingi  ¡Dar- 

lingl  He  sido  puntual,  ¿verdad?  Pero,  ¿qué 

tienes?...  |Di! 

(con  amargara.)  ¿Por  qué  no  me  dijiste  anoche 

que  te  marchas? 

(inste.)  ¿Ya  lo  sabes? 

(Con   gran   pesar   acercándose   a   ella.)  ¿LuegO    eS 

cierto?...  ¿Por  qué  me  lo  ocultaste? 

El  telegrama  llegó  ayer  mismo...  Y  te  vi 

tan  dichoso   que   me  faltó  el  valor  para 

decírtelo,  (lorenzo  entra  precipitadamente  cou  un 
papel  en  la  mano.  A  la  Dnqaesa  no  le  da  tiempo  para 
bajarse  de  la  mesa  y  toma  una  actltnd  de  disimulo  e 
inclinando  la  cabeza  finge  mirar  el  plano.  Alfonso  se 
Inclina  también  y    señala  un  punto  del  dibujo.)   Ve 

usted,  aqui  está. 
Si,  este  es  el  muro. 


( 


70  — 


LICIA 

Alf. 
uaA 

LOR. 

« 

,  ^.  ^UCIA 
LOR. 

Alf. 
LoR. 

LoR. 

.  Alicia 

LoR. 
Alic  ia 


LoR. 

,   Alf. 

Alicia 


Alf. 

AuciA 

Alf. 


LOR. 


Alicia 
.  Avf. 

.  Alicia 


(Lorenzo  le  para  de  golpe,  no  sabe  qaé  pensar  ni  qu4 
actitnd  tomar.  Mira  a  los  dos,  que  sigaen  disimolando^ 
y  laego  se  aproxima  a  la  mesa.) 

£1  muro  de  la  fachada,  claro. 
Estos  entrantes  son  las  ventanas. 

Y  aquí  el  tejado. 

(con  tacto.)  No,  perdone,  Daquesa...  todavía 

no  estamos  ni  en  los  cimientoSc 

Es  que  nosotros  subimos  mucho  con  la  ima^ 

ginación. 

(Mirando  el  asiento  de  Alióla.)  Ya  lo  Veo. 

Hacemos  castillos  en  el  aire. 

Y  a  veces  se  convierten  de  mamposteria. 
Yo  quisiera  saber... 

¿Qué? 

Deseaba  que  fuese  usted  tan  amable  que  me 

explicase  el  dibujo,  porque  no  lo  entiendo. 

(Alorado.)  Le  diré  a  usted...  como  está  usted 

ocupando  toda  el  ala  derecha  del  edificio..*. 

(Desciende  riendo.)  |Tiene  usted  razón  1  Dispen> 

se,  lo  desalojo  en  el  acto...  Empecemos  por 

el  vestíbulo...  Vamos,  ¿cuándo  calcula  usted 

que  podremos  inaugurarlo? 

Yo  creo  que  dentro  de  un  par  de  años. 

(Apesadumbrado.)  ¡Un  par  de  años!  ¡Algo  asi 

como  medio  siglo! 

De  usted  depende  que  se  terminen  antes. 

Los  medios  materiales  no  han  de  faltarle. 

El  Duque  lo  ha  dejado  todo  dispuesto  ea 

vista  de  nuestra  marcha. 

Pero,  ¿es  completamente  cierto? 

No  hay  más  remedio. 

¡No  hay  más  remediol  Comprendo  que  diga 

eso  el  Duque,  el  Gobierno  puede  necesitarle. 

(Levantando  un  poco  la  voz.)   PerO  lo  que  nO  VCO 

es  la  necesidad  de  que... 

(Levantando   la   vos   basta  dominar   la  de   Alfonso.) 

Ocn  que  decíamos  que  esta  es  la  puerta 
principal  y  este  el  chaflán  de  esquina,  (indi- 
ca en  el  plano.)  En  él  pondremos  los  busioe^ 
de  los  generosos  donantes  y  la  lápida  con- 
memorativa,  Iputa  aq44l4SJUtiu  que  debti  "¿leí 
^ararse^  ceremonia  de  la  inauguración^ 
81,  nos  reuniremos  ^otlos  epesta  wííondaj 
'Í)e no  olvidársele  a ustediafecha: 
fcon  duisura.)  ¿Por  qué  se  me  ^de  olvidar! 
ias  fechas  en  que  lyí  de  pQcedernos  alg( 
[radable  nó  se  olvkfan  nunca. 


Alf. 


Aucu 


LOR. 

LICIA 

Alf. 

ICIA 


Alf. 
LoR. 

LICIA 

Alf. 


LOR. 

Au. 

LiOR. 

Alf. 
LoR. 

Alf. 


LiOR. 

Alf. 


;Qué  gé-yolLleva^ustéthuna'vWgtao  agita»  • 
ida  ea  América;  fiestas  a  todas  horss,  gran- 
Ides  acontecimientos... 
KApationada.)  Precisamente  en  esos  momen- 
^tos  de  agitación  y  ballicio  es  cuanda  tñás, 
se  acuerda  PBa~de-,la8  pcjaonflo  amables  y 
cuando  con  más  nostalgia,  j^paigmaia  letér: 
(Cha  que  ha  disf rutado.*. JUa  dulce  trai^quili- 
idad,  los  días  de  invierno  que  nos  parecieron 


/ 


imi 


Desde  aquí  entramos  a  la  enfermería  prin- 
cipal... 

(Reponiéndose.)  En  la  que  los  enfermitos  esta- 
rán tan  bien  asistidos  por  nuestro  doctor. 
(En  nn  arranque.)  {De  ninguna  maneral 
¿Cómo?  ¿No  querrá  usted  asistirlos  a  los  po- 
brecitos? 

(Serenándote.)  Para  cutonces...  ¡vaja  usted  a 
saber  si  habrá  todavía  niños! 
(Qué  ocurrencia,  Alfonso! 
(Riendo.)  ¿Es  que  van  a  nacer  hombres  he- 
chos y  derechos? 

No...  es...  No  estoy  diciendo  niás  qne  tonte' 
rías...|¿Veu  üéléüwi'  IJlii  B«IB  üiómBülujfün 
ni  puertas  ni  ventanas  ni  escaleras...  ¡ 
Me  hace  el  efecto  de  que  no  hay  nada  en  su  i 
sitio  y  (le>gue  todo  va  a  huddirse,  a  desplo-  i 
marse,  a  convertirse  en  ruinas...  \ 

jDispensa,  hrjo,   pero  como   arquitecto  no 
puedo  por  menos  de   protestar   enérgica-     ; 
mente!  \  j 

)Es  que  me  da  una  tristeza  tah  grande  este  * 
proyecto!  \       /  ? 

Caramba,  ni  que  fuera  el  proyecto  de  un  j 
cementerio!  *  ' 

¡Quién  sabel...  ¡Después  de  todo!...  í 

Cotno  médico- director  tienes  unos  propósi-  . 
tos  muy  poco  tranquilizadores  para  tus  fu-  : 
uros  enfermos.  \ 

ú  comienzas  porllenat  el  edificio  de  bus-   ; 
08  y  lápidas...  Nq  tenen\os  tan  mal  corazón 
ue  necesstemos  «de  lápidas  ni  bustos  para 
ecordar  siempre  a  nuestros  bienhechores. 
Mira,  Alfonso... 

(Se  serena  nn   instante   y  en  se^t^ida  vuelve  al   toao     . 

)ae  dejó  )  Hablo  en  nombre  de  la  población,  • 
se  comprende...  Hablo  en  nombre  de  todos  1 
nosotros,    que  no  necesitamos    mármoles     \ 


LOR. 

Alf, 


Alicia 


Alf. 


Alicia 

LoR. 
Alicia 


LoR/ 
Alicia 

LoR. 


ucia 

LOR. 


Alicia 


Alf. 


^^•-AUCÍA 


o  está! 
ueetísL  horri- 
ayatn  dejado 


i 


para  acordarnos  de  aquellos  a  quienes  te. 
niamos  la  gratisioaa  coBtumbre  de  ver  a  dia< 
rio,  de  los  que  nos  babiamos  forjado  la  ilu- 
sión de  que^'y^  formaban  parte  d^  nuestra 
vida  y  que  para,  nuestra  vida  resultaban  ne. 
cesarlos  como  eKaire...  En  ñn,  es  algo  asi 
como  una'|)rotestá^.. 
;En  nomb^  del  veK^indario,  el 
Naturalmente...  Y)¡)iensa  en 
ble  tristeza  ^1  día  en\que  no 
aquí  tan  soAos,  tan  solos... 
(Qae  ya  do  8o|irie.')  Pero\con  /a  esf^eranza  de 
que  han  dejvolver...     \ 

(Lorenzo  miralsuceslyamenteV  ilíonBofy  Alicia  e  in- 
dina laego  la  ¿abeza  sobre  el  mido.   C^rta  pausa.) 
(como  sigoienpo  con   la  menm^  ud  ireDsamiento  pro- 
rrumpe.) ¡O  ie  rebela  y  lo  €^har  todo  a  rodar! 

(LoreDzo  levaáta  la  cabeza /od  sorp/esa.) 
(Hace  un  gestp  enérgico /mira  aN^lfooso  con  severi- 
dad.) ¿Y  qu4  conseg/^a  uste^^^on  eso? 
¡Figúrese! 

(sereoa.)  Si  yb  hablase  a  s^Ias  ^n  la  pobla- 
ción le  aconsejaría  que  se/serena^e,  que  re* 
fiexionara  copo  es  debido^.. 
Eso  es.  \  ! 

Y  otras  cosillás  también  le  diría  yo  a  la  po- 
blación cara  a  cara. 

-í^lra  ti  anabos,  y  compreodleudo  qi;^  ftp  pQ  ASOT^BimP 
cootinuar  la  conyersación  dí  aun  con  alusioDeSi  se  le- 
Tanta  y  dice  con  naturalidad.)  Entre  los  primeros 

dibujos  que  tracé  debo  tener  allá  dentro  una 
rotonda  diferente...   A  ver  si  les  gusta  a  us- 
tedes más* 
¿Sin  lápidas? 

Y  ein  bustos.  Voy  a  buscarla,  con  el  permi- 
so de  ustedes,    (serio  y  correcto  desaparece  por  la 

derecba.) 

(Cariñosa.)  Von  aquí,  Alfonso;  tus  palabras, 
aunque  llenapde  amor  y  de  pasión,  han  ad- 
quirido, ¡qué  se  yo!,  cierto  tonillo  de  repro- 
che, de  amenaza...  ¿Por  qué? 

(CoD  acento  respetuoso  y  tímido  que  es  ao  más  carac- 
terística actitud.)  Perdóname,  Alicia...  ya  es- 
toy arrepentido  de  ello ..  Perdóname... 
No,  no;  ha  sido  la  primera  vez;  pero  me 
temo  mucho  que  no  sea  la  última.  Mas  vale 
que  hablemos  de  esto...  ¿Por  qué  motivo  te 
quejas  de  mi?  Vamos  a  ver. 


—  78  - 


Alf. 

UCIA 
ÁLF. 
UCIA 

Alf. 


Alf. 

r 
i 

J^LICIA 
i 

AaciA 


'Alfí. 


LlflA 
LF. 


UCIA 


í 


|i 


Loa. 


Porque  te  vas.  ¿Te  parece  poca  cosa? 
*¿Efi  que  eso  no  lo  sabías  desde  on  princi- 
pio? 

Lo  que  no  podía  suponer  es  que  las  cosas 
terminaran  como  han  terminado. 
]Muy  bien!  ¿De  modo  que  aquella  noche  jo 
debí  haberte  despedido? 
¡Tal  vez! 

Paia  que  UQUlüHU  vüello  al  día  sigutefile.:. 
tu  sencillez,  tu  acento  de  sinceridad  me  ins. 
piraron  una  confianza  tan  grande,  una  fe 
tan  bonda...  / 

Creo  que  no  sabía  pronunciar  iina  palabra. 
¡Oh!  Hablabas  de  un  modo...  o/por  lo  menos 
tenías  la  elocueiicia  de  la  simtíatía. 
jTe  marchas!...  \  / 

Vuelvo  a  coger  \el  tren  (Doicfemente.)  después 
de  haberme  detenido  en  pna  estacioncita 
del  tránsito,  mují  alegre^  muy  {bonita,  en 
donde  te  encontrAa  ti.  / 
(sonriendo  con  tristesaA  Yo  eétaba  en  la  Sala  de 
espera  de  tercera  cíflee,  i  (ú,  en  caínbio,  en 
lia  de  primera.  \  / 

/y,  sin  embargo,  tú  nqf tardaste;  en  penetrar 
/también.  Y  entonces  j|íA  me  preguntaste  de 
j  dónde  venía.  /   \ 

Ningún  derecho  teaia  para  preguntártelo. 
Bntonces,  ¿por  qué  ^horaVne  echas  en  cara 
reanude  el  viaje  yarque  no\ienee  el  derecho 
adquiera  de  saber  /a  dónde  ^voy?...  ¿Es  que 
prefieres  acaso  q^¿e  esperemos  algún  tren 
para  que  nos  echemos  bajo. sus  ruedas? 
También  podíai^os  esperar  el  tren  para  su- 
bir juntos... 
¿E  ir  a  dónde? 

(Mortificado.)  Ya,  ya  te  comprendo...  es  diñcil 
Mp  j^]ptnfl  fif>n  híllpfPB  de  diferente  clase... 
Tonto,  tontín...  Ño  ágotéñao's  "él  idilio  de 
una  vez...  dejemos  algo  para  soñar  esperan- 
dolo...  que  las  verdaderas  felicidades  tal  vez 
están  más  en  lo  que  se  espera  que  en  lo  que 
se  tiene...  No  nos  despidamos  ahitos...  no 
terminemos  la  novela...  pensemos  que  el  ca-í 
pítulo  mejor  es  el  que  no  está  escrito...  ¿T$ 
crees  que  los  folletines  serían  lo  mismo  de ' 
interesantes  si  se  publicaran  de  una  vez? 

(Eatra   con  un  rollo  de  papelea,,  y  al  yer  a  la  pareja 
tan  abstraída  se  para;  mira  asorado  y  por  flu  se  decide 


^  74  — 


^ 


UCIA 


Alf. 

LICIA 


Alf. 


Alicia 


Gaspar 


AxG. 

LICIA 


LoR. 

LICIA 


M.Ter 


•  • 


••;; .  Ang. 

•  *  ;  !¿LICIA 

M.Ter. 

Alicia 


a  interrumpirlos.] 
«^««■^ntC.  BlSpBÜSeil  UtílüMb.  (tase.) 

(Dulcemente.)  (fAcaso  crees  que  no  voy  a  su- 
frir dejándote?  Pero  me  consaelo  pensando 
en  que  voy  a  volver,  y  entonces  me  acoge- 
rás sonriendo  como  sonriendo  lograste  ena-» 
morarme. 

¡Cuánto  más  fuerte  ereatú  que  yo! 
Máa  razonable  tal  vez..Jpero  no  soy^una  fae-» 
roma  ni  tú  eretí  011  ñ'Sroe;  somoJoos  seres 
normales  queXno  podemos  pres<nndir  de  la 
realidad: de  laV  cosas  aunqq^yvivamos  de 
pasión  y'deilu 

(Kxaitado.)Vrú  puédes  discu/W/lán  tranquila^ 

y  yo  en  cambio...  Sométeme  la  prueba  que 

quieras;  aAora  qu^h^^obado  lo  que  es 

amor  am  anuo  te  a  t\Xffe  siento  tan  tuyo» 

tan  tuyo,  quB  diepueá»  estoy  a  decir  a  todo 

el  mundo  que  te  fW\  dispuesto  estoy  a 

rebelarme,  a  ser  nplg,  muy  malo  para  con 

todos  con  tal  w^ser  muy  bueno  para  ti 

I  ¿Dudas  de  que  sea  sincero? 

y¡Qué  he  de  dudarlo!^.  Pero  te  quiero  bueno, 

l| bueno  piara  todosi.  itenexiona,  y  aigün  día 

me  agraáecerás  que  no  haya  secundado  tus 

locuras. 

(Dentro.)  Sírvanse  ustedes  pasar. 

(Alfonso  y  Alicia  se  separan.  Alicia  cambia  la  expresión 
de  su  rostro,  y  muy  risueña  sale  al  encuentro  de  DOÑA 
AÑGELITA.  EÜSEBIO  y,  por  ultimó,  MARÍA  TERESA, 
que  entra  por  el  foro.) 

(Adelantándose.)  ¡Mi  querida  Duquesa! 
Tengo  que  hacer  yo  Jos  honores  de  la  casa. 
El  señor  Rivas  ha  ido  a  buscar  unos  dibu- 
jos. (Llamando  desde   la  puerta  de  la  derecha.)  |RÍ- 

vasl 

^Que  sale  corriendo.)  ¡HoIa,  qiieridosl  (Saluda.) 
(Que  ya  ha  saludado  a  Angelita  y  Ensebio,  da  la  mana 

a  María  Teresa.)  ¿Qué  tal,  María  Teresa?  Veo 
que  ya  está  usted  por  completo  restablecida. 
Lo  celebro  de  veras. 

(Mirando  con  enojo  a  Alfonso.)  TouaVÍa   nO  CStoy 

repuesta  del  todo. 

(interrumpiéndola.)  SlgUe  Un  pOCO  delicada. 

Justamente  estaba  pidiendo  noticias  de  us- 
ted  el  doctor... 
¡Qué  sabe  de  esol 
¿Cómo  que  no? 


^n^ 


Eüs. 
Alf. 

M.Ter. 

AkG.  'i  :• 
LOR. 

Alicia 
M.Ter. 


Alf. 
M.Ter. 

UCIA 

M.  Ter  . 


/ 


Ano. 

UCIA 


Alf. 


^ 


LICIA 


Alf. 

LICIA 

Alf. 

UCIA 


M.  Te«  . 
Alf. 

LICIA 


Ang. 

LICIA 


Ang.* 


(AdeUntánaose.)  María  TeresR...  vamos... 

(Azorado.)  ¿No?  ¿Y  quién  &i  no  se  ioteresi^ 

por  tu  salad? 

Tiene  usted  demasiado  con  atender  a  su» 

clientes  de  la  calle  de  San  Caries. 

(Rápida  y  enojada )  jA  ver,  María  Teresa!...  No 

es  este  el  momento... 

Si  quisiera  usted,  Duquesa,  pasar  a  mi  taller 

podría  ir  viendo  el  proyecto  en  yeso... 

Con  mucho   gusto,    (sonriendo  a    María  Teresa.) 

Por  lo  visto,  la  dolencia  más  aguda  que  us- 
ted padece  son  los  celos. 
¿Por  qué  dice  usted  eso?  ¿Acaso  por  que  hé^ 
aludido  a  una  casa  de  la  calle  de  San  Car- 
los, de  donde  han  visto  salir  a  mi  marido 
esla  mañana? 

¿Hay  algo  de  malo  en  eso?  ¡Un  médico  tie- 
ne que  ir  a  donde  le  llaman! 
Claro,  y  por  lo  mismo  va  y  vuelve  a  casa  del 
dentista. 

(interesándose.)  ¡Ahí  ¿En  la  casa  hay  un  den-*- 
tiata? 

En  el  piso  inferior.  La  estrategia  es  admira- 
ble. 

En  fio.  MarlaTeresa... 
Déjela  usted  que  hable,  señora,   no  dice 
ninguna  cosa... 

No  dice  nada  malo;  pero  todo  esto  no  pue- 
de ser  más  fastidioso  y  tonto. 
Sin  embarfi;o,  se  la  puede  dispensar  tenien- 
do en  cuenta  sus  celos,  (con  intención.) 

Pero,  ¿celos  de  quién?  [Vamos  a  veri 

Es  que  si  tiene  pruebas... 

¿Qué  pruebas  va  a  tener? 

Sin  embargo^  parece  que  sabe  perfectamen. 

te  que  a  la  calle  de  San  Carlos  no  va  usted 

como  médico... 

;Va  a  ver  a  su  amante! 

¡Protesto  con  toda  mi  almal 

(Con  desabrimiento.)  ¡Ah,  la  del  COChel 

(Todos  quedan  sorprendidos  por  esta  salida  de  la  Du^ 

qaesa.) 

¿Usted  sabe?...  i  ^  ^ 

Yo  no  sé  más  si  no  que  cierta  dama  hufccihjl^ 
de  verse  muy  comprometida  a  consecueh-' " 
cia  del  vuelco  de  un  coche...  Pero,  la  ver- 
dad, ignoro  quién  era. 
Y  nosotros  también,  señora. 


LICIA         Pero  de  empeñarge  en  descubrirlo...    ta« 
vez... 

M.  Ter.       i  Vaya  si  lo  sabré!  \Yb.  lo  creo! 

Alf.  (Cada  vez  más  aEorado.)  Me  permito  rogar  a  us- 

ted, Duquesa, y  a  ustedes  también,  queden 
por  terminada  esta  conversación,  que  no 
tiene  más  fundamento  que  un  lamentable 
equivoco,  (a  Loreozo.)  y  que  tú  nos  enseñes 
ya  de  una  vez  tu  proyecto, 
rerdonen  ustedes,  yo  estaba  esperando. . 

(viendo  entrar  a  Blas.)  ¿Al  SCñor  alcalde  quizá? 

Pues  aquí  le  tienes. 

(Entrando  de  prisa.)  ;,Me  be  hecbo  esperar?  Us- 
tedes  perdonen,  y  usted  particularmente, 
Duquesa... 

No,  be  sido  yo  la  que  me  he  adelantado  a 
la  hora  convenida. 

Mi  esposa  ruega  a  ustedes  que  la  dispensen 
por  no  haber  venido.  No  se  encontraba  bien. 
Lo  siento. 

Estaba  tan  contenta  con  la  idea'  de  esta  re- 
unión para  ver  el  proyecto  del  hospital,  de 
cuya  junta  tiene  el  honor  de  formar  parte... 
No  tendrá  importancia  su  indisposición, 
¿verdad? 

Tal  creo.  ¡Seguramente  es  un  ataque  ner« 
vioso.  Esta  mañana,  sin  duda  debió  experi> 
mentar  alguna  emoción  desagradable,  al- 
gún susto...  Lo  adiviné  en  seguida  al  salir 
del  Ayuntamiento,  y  encontrémela  muy 
agitada  al  cruzar  la  calle  de  San  Garlos... 
Iba  muy  sofocada... 

(Expectación  en  los  oyentes.) 

¿Por  la  calle  de  San  Carlos? 
Sí,  Me  sorprendió  mucho  verla  en  aquél  es- 
tado y  ella  me  dijo  que  salía  de  casa  del  den- 
tista... 

(con  Ímpetu.)  ¿En  el  número  dos? 
£1  número  no  lo  sé...  La  pobre  debía  sufrir 
muchísimo,  daba  pena  verla...  Después  no 
quiso  probar  bocado,.. 

Se  comprende...  le  seguiría  doliendo  mucho 
el  diente... 

O  tal  vez  la  impresión,  el  miedo...  (a  Alfonso.) 
Le  ruego  a  usted  que  vaya  a  verla  cuando 
pueda.  Tengo  miedo  a  estas  crisis  de  mi 
mujer  y  hoy  está  de  lo  más  nerviosa.  (Duran- 
te la  narración  de  Blas  los  personajes  cambian  mlradaí 


LOR. 

Alf. 
Blas 


LICiA 

Blas 

LICIA 

Blas 

Ang. 
Blas  . 


M.Ter. 
Blas 


M.  Ter, 
Blas 


vA  LICIA 


';":B¿As 


—  77  — 


UCIA 


Blas 
M.  Ter. 
Blas 

Alf. 
M.  Ter 

Blas 


Ang. 


LICIA 

Ang. 


J^LICIA 

Ang. 


/ 


UCIA 


LOR» 


mny  sigDiflcatiTas  y  laoian  oportonai  exelamaoionef. 
£1  alcalde  le  aorprende  y  pregunta  extrañado.)  ¿  Aca> 

SO  no  son  ustedes  de  mi  parecer? 

(Fijando  la  mirada  en  Alfonio  y  disfrasando  con  la 
dttlcnra  de  au  voz  su  pensamiento.)   TranquiUcesO 

usted,  señor  alcalde;  quitando  el  diente  se 
quita  el  dolor. 

Pero  lo  malo  es  que  ella  no  quiere  quitár- 
sele. 

(con  violencia.)  1  Ah,  pues  se  le  quitará;  vaya 
si  se  le  quitarál 

Eso  depende  de  Alfonso.  Si  como  médico 
logra  imponeráe,  convencerla... 

(Asoradísimo  y  sin  saber  qué  actitud  tomar.)  Duque» 

ga...  María  Teresa...  Yo... 

¿Qué  has  de  decir  tú?  |  Ahora  se  explica  todo 

perfectamente!...  ;Yyo!...  \Y  yo!...  (aompe  a 

llorar  con  desconsuelo) 

(Que  hablaba  con  Angeilta   y  Lorenso  se  yaelye  hacia. 

María Tereaa.)  Serénese,  María  Teresa.  Lo  de 
mi  mujer  no  será  nada,  no  tiene  importan- 
cia alguna.  ¿No  me  ve  usted  a  mí  tan  tran- 

^ilo?^,||»4¿Jg»lgaa^^  Sww  p]  niiíi. 

és  que  veo  le  mueve  a  usted  hacia  mi  mu- 
jer me  llega  al  alma... 

mea  ijuiwe  tutcmrmpirle,  pero  los  demás  se 
lo  impiden  rodeándola.) 
(Con  emoción,  apaite  a  la  Duquesa  )  Por  DÍ08,  Du- 

quesa,  sólo  usted  puede  arreglar  esto.  Por  la 
Virgen  Santísima,  a  ver  si  con  su  prestigio 
y  su  autoridad  consigue. .  evita... 
¿Qué  puedo  yo  hacer? 

Con  sus  palabras  amistosas  procure  usted 
convencer  a  María  Teresa  de  qne  no  debe 
dar  tanta  importancia...  En  usted  confiamos 
todos. 

(Después  de  mirar  a   Alfonso )   ¿Y  por   qué  no? 

Puedo  intentarlo. 

Dios  se  lo  pague  a  usted...  Mire  que  también 
mi  yerno  ir  a  meterse  en  esas  aventuras... 
Una  aventura  de  lo  más  vulgar  y  cursi .. 
jQué  le  vamos  a  hacer,  señora;  hay  que  re- 
signarse! (a  lc renco.)  Olga  usted,  amigo  Ri- 
vas  ¿Quiere  enseñar  a  estos  señores  el  pro- 
yecto en  yeso? 

Estoy  a  la  disposición  de  ustedes...  Si  quie- 
ren hacer  el  favor  de  pasar.  (Lorenso  indica  1» 
puerta  de  la  derecha  y  hacia  ella, se   dirigen  Angelita» 


78  — 


LICIA 


LICIA 


Alf. 

LICIA 


^' 


Alf. 
M.  Ter. 

^^UCIA 


Alf. 
M.  Ter. 


>AUCIA 

Alf. 


Alicia 
M.  Ter. 
-Alicia 
Ai.f. 


M.  Ter. 

Alicia 
Alf. 


Blft8,  Eaiebio  y  AlfoiMo,  que  es  objeto  de  la  atencióit 
de  todoB.) 

Doctor,  ¿permite  usted  unas  palabras? 

(Todos  hacen  mutis  por  la  derecha  y  quedan  en  eicer 
na  Alicia,  Alfonso  y  María  Teresa.  Esta  se  leranta  dé 
golpe  «ecindose  los  ojos  y  se  ya  a  dirigir  también  hacia 
la  derecha.) 

(Con  duiíura.)  María  Teresa,  no  se  vaya  usted 
tan  seria...  se  lo  ruego...  No  quiero.  Lo  que 
debe  usted  hacer  es  exigir  una  explicación. 
Por  Dios,  Duquesa... 

¿Quiere  usted  justiñcarse  ante  su  esposa? 
Es  muy  justo.  Negar  ya  no  es  del  caso;  re- 
sultarla pueril. 

Por  Dios  se  lo  suplico,  no  me  apure  más  to- 
davía. 

Hasta  ahora  no  ha  dicho  más  que  em- 
bustes. 

(En  tono  Irónico.)  Ya  que  sc  le  había  ofrecido 
una  ocasión  favorable  para  proclamar  la 
verdad  a  voz  en  grito,  ¿por  qué  ha  preferido 
engañar...  a  todo  el  mundo? 
¡Tendré  siquiera  alguna  disculpal 
¿Es  posible  que  pretendas  tener  disculpa 
cuando  has  estado  esta  mañana  con  esa 
mujer? 

(con  lutendón.)  ¿Esta  mañana?  ¡Pues  ya  no 
cabe  duda! 

(Decidido.)  ¿Y  quién  lo  niega  ya?  ¿Quieren 
ustedes  que  me  asome  a  esa  ventana  gri- 
tando: Es  verdad,  señores,  soy  el  autor  de 
ese  escándalo  que  tanto  les  preocupa...  He 
ido  a  esa  casa  porque  no  tenia  más  remedio 
que  ir...  Esa  mujer,  que  había  empezado  la 
aventura  pudiéramos  decir  que  en  broma, 
iba  i!Mr^u¿^<^<>*  por  un  camino  demasiado 
serio. 
¿IbéTtómando  et'caminu?;.. ^ 

ÍYo  creo'"q«e^había"tl'egado  al  finaüj 
ja  ver  Jad  *'dTga  la  verdad  sin  rodeos. 
Decidí  darlo  todo  por  terminado.  jTodol... 
Pero  para  ello  era  preciso  hablar  a  solas  con 
la  señora... 

Y  como  es  de  suponer,  escogieron  ustedes 
para  ello  el  sitio  de  sus  citas  amorosas. 
Eso,  el  sitio  donde  solían  verse  antes. 
Eso  es...  antes...  Fué  una  locura,  una  tonte- 
ría mejor  dicho...  yo  no  pude  medir  el  al. 


-.  7»  - 

canee  de  mi  ligereza...  A  mi  no  me  interesa- 
ba esa  mujer,  repugnaba  a  mi  conciencia  el 
engaño... 

M^  Xer.       ;Y  pensar  que  era  una  amiga  mía!... 

Alf.  Por  eso  no  podía  seguir  así.  •  Cada  palabra 

afectuosa  que  yo  dirigía  a  esa  mujer  parecía 
como  que  quemaba  mis  labios.  Y  cuando 
me  bailaba  solo  experimentaba  toda  la  ver* 
güenza  que  tiene  que  experimentar  un  caba- 
llero al  verse  falto  de  la  fuerza  necesaria 
para  rebelarse  a  semejante  situación  y  con- 
fesarlo todo...  a  la  persona  a  quien  hubiera 
tenido  yo  que  confesárselo.  A  veces  pensaba 
que  diciendo  la  verdad  hubiera  conseguido 
su  perdón,  pero  otras,  en  cambio,  temía  que 
me  despreciase...  Pero  ya  no  podía  seguir 
por  más  tiempo  fingiendo  un  afecto  que  no 
sentía,  y  esta  mañana,  por  fin,  le  he  revela- 
do mis  verdaderos  sentimientos,  mi  remor- 
dimiento constante...  He  sido  duro,  tal  vez 
brutal,  pero  sincero...  Doy  a  ustedes  mi  pa- 
labra, les  juro  que  quería  salir  a  toda  costa 
de  una  situación  que  se  me  había  hecho  in. 
tolerable.  Necesitaba  sentirme  tranquilo,  re- 
cobrar la  seguridad  de  mí  mismo...  He  in- 
currido en  una  falta  muy  grave,  lo  sé,  pero 
no  ha  sido  por  maldad,  sino  por  debilidad 
de  carácter...  He  tenido  la  desgracia  de  que 
se  descubra  cuaodo  todo  estaba  terminado, 
pero  así  y  todo,  bendito  sea  este  momento 
8i  consigo  finalmente  aliviar  mi  alma  del 
peso  que  la  agobiaba  y  si  me  permite  abri- 
gar la  esperanza  de  que  la  persona  ofendida 
ha  de  tener  para  mí,  sino  una  palabra,  por  lo 
menos  un  pensamiento  de  perdón.  (Alfonso 

ha  dicho  toda  la  narración  anterior  pensando  en  el 
perdón  de  Alicia  j  dedicándole  a  ella  todas  las  discal- 
pas.  María  Teresa  ha  escachado  laa  palabras  de  Alfon- 
so al  principio  con  mucha  leyeridad,  pero  poco  a  poco 
la  calurosa  palabra  de  su  marido  la  va  eonyenciendo  y 
su  rostro  toma  un  aspecto  más  suave.  Después  se  tran . 
qoilisa  y  se  convence,  y,  por  último,  al  terminar  de 
hablar  Alfonso,  y  precisamente  cuando  más  intención 
pone  este  en  llegar  el  alma  de  Alicia,  so  arroja  en  sus 
brazos  conmovida.) 

]f «  Ter.       ¡Con  tal  de  que  tu  arrepentimiento  sea  sin- 

.cero!... 

cía  (Mira  a  los  esposos  y  baja  la  oabesa.   Corto  silencio. 


—  80  — 


Después 


M.  Ter. 
Alf. 

UCIA 


M.  Ter. 

Alicia 

M.  Ter. 

Alicia 
LoR. 

Alicia 


LoR. 
M.  Ter. 
LoR. 

Alf. 

^  Alicia 
Alf. 

.A.LICIA 


V  ^  >.  ^ 


(En  una  nator*!  ezpansiÓD.)  ¡Ay,  Duquesa,   y  ya 

que  habla  llegado  a  dudar  de!... 
(seyero.)  ¡María  Teresal... 
Vamos,  no  emplee  usted  ese  tono  tan  des- 
abrido; por  nada  lo  merece  la  pobrecilla... 
Le  quiere  a  usted  mucho  y  seria  una  cruel, 
dad  que  le  hiciese  usted  sufrir...  Vea  cómo 
no  ha  tardado  en  presentarse  la  ocasión  de 
demostrar  que  no  somos  ningunos  héroes..» 

(á  María  Teresa,  con  sa  energía  habitual.)    Y  USted- 

por  su  parte,  si  quiere  ser  dichosa  no  deje 
de  vigilar  a  este  caballero  que  se  excita  y  se 
entusiasma  con  una  peligrosa  facilidad  y  no 
le  consienta  usted  que  pasee  en  coche,  como 
no  sea  en  su  compañía,  y  menos  que  tenga 
clientes  en  la  calle  de  San  Carlos. 
Descuide  usted,  señora,  que  de  hoy  en  ade- 
lante viviré  con  loa  ojos  muy  abiertos  y  no 
dará  paso  que  yo  no  vigile. 
Eso  es  lo  que  hace  falta...  Y  no  se  confíe 
usted  nunca,  nunca... 

¡Y  cuando  ellos  sepan  ahora  que  hemos 
hecho  las  pacesl 
Se  pondrán  muy  contento?. 
(Presentándose.)  Perdone  Uí^ted,  Duquesa;  la  es- 
tamos esperando  con  impaciencia... 
Voy,  voy  en  el  acto.  ¿Sabe  usted,  Lorenzo» 
que  he  logrado  que  estos  señores  se  recon. 
cilien? 

(Sorprendido.)  Pero,  ¿es  Verdad? 
Alfonso  ha  sido  tan  sincero  con  nosotras..  . 

¡Enhorabuena!   (Estrecha  la  mano  a  Maria  Teresa 

y  eon  ella  se  dirige  hacia  la  derecha.) 

(Muy  triste  a  Alicia  cuando  se  quedan  solos.)  [TÚ  ya 

no  me  quieres!... 
[Al  contrario!  ¡Muchísimo! 
¿Y  te  marchas  tan  contenta? 
Contenta,  no,   pero   sí  tranquila..    Ahora 
tengo  la  seguridad  de  que  no  has  de  enga- 
ñarme... Tu  mujer  se  encargará  de  vigilar- 
te... (Se  dirigen  del  brazo  hacia  la  derecha  al  tiempo 
que  cae  el  telón.) 


FIN  DE  LA  COMEDIA 


Obras  de  Antonio  Fornéniiez  Lepina 


Esirdla,  juguete  cómieo  en  un  acto.  (Teatro  Lara.) 

La  mvjer  de  Cartón,  humorada  en  un  acto,  en  colaboración 
con  Antonio  Plafíio],  música  de  los  maestros  Barrera  y 
Qulslant.  (Teatro  de  la  Zarzuela.) 

Hilvanes,  entremés,  en  colaboración  con  Antonio  Plafiiol. 
(Teatro  de  la  Princesa  ) 

La  fea  del  ole,  saínete  en  un  acto,  en  colaboración  eon  Anto- 
nio Plafiiol,  música  del  maestro  Lleó.  (Teatro  Cómico.) 

Den  Gregorio  el  Emplazado,  inocentada,  en  colaboración  con 
Antonio  Plañiol.  (Teatro  de  la  Princesa.) 

Chiquita  y  bonita,  entremés,  en  colaboración  con  Antonio  Pla- 
ñiol, música  del  maestro  Losada.  (Coliseo  del  Noviciado.) 

Las  cuatro  trapos,  sainetej  en  colaboración  con  Antonio  Pla- 
ñid, música  de  los  maestros  Foglietti  y  Escobar.  (Gran 
Teatro.) 

Suspiros  de  fraile,  opereta  bufa,  en  colaboración  con  Antonio 
Plafiiol,  música  de  los  maestros  Quislant  y  Carbonell. 
(Teatro  Martin  ) 

El  mantón  de  la  China,  saínete,  en  colaboración  con  Antonio 
Plafiiol,  música  del  maestro  Torregrosa.  (Teatro  Cómico.) 

£a  corte  de  los  mtío^ros,  zarzuela,  en  colaboración  con  Anto- 
nio Plafiiol,  música  del  maestro  Foglietti.  (Teatro  Martin.) 

Los  envidiosos,  zarzuela,  en  colaboración  con  Antonio  Plafiiol, 
música  del  maestro  Foglietti.  (Teatro  de  la  Zarzuela.) 

La  sefíora  Barba- Azul,  humorada,  en  colaboración  con  Anto- 
nio Plafiiol,  música  de  los  maestros  Quislant  y  Escobar. 
(Teatro  Martín.)  (Segunda  edición.) 

Erhongo  de  Férez,  juguete  cómico  en  tres  actos,  adaptación 
de  una  obra  francesa,  en  colaboración  con  Joaquín  López 
Barbadillo.  (Salón  Nacional.)  (Cuarta  edición.) 

La  loca  fortuna,  humorada,  en  colaboración  con  Antonio 
Pls^iol,  música  del  maestro  Calleja.  (Teatro  de  Novedades.) 

Fathé,  Freres,  apropósito  para  varietés,  en  colaboración  con 
Antonio  Plafiiol,  música  del  maestro  Padilla.  (Príncipe 
Alfonso.) 

El  jipijapa,  juguete  cómico  en  un  prólogo  y  tres  actos,  escri- 
to sobre  el  pensamiento  de  una  obra  francesa,  en  colabo 
ración  con  Antonio  Plafiiol  (Teatro  Martín  ) 

La  perra  gorda,  juguete  cómico  en  tres  actos,  adaptación  de 
una  obra  extranjera,  en  colaboración  con  Joaquín  López 
Barbadillo.  (Teatro  Cómico.) 

La  vocación  de  Pepito,  juguete  cómico  en  tres  actos,  adap* 
tación  de  i  Jean  III  ó  L*irresistible  vocation  du  fíls  du  Mon- 
ducet»,  de  Sacha  Guitry,  en  colaboración  con  Antonio 
Plafiiol*  (Teatro  Cervantes.) 

El  nuevo  testamento,  juguete  cómico,  en  colaboración  con 
Antonio  Plafiiol,  música  del  maestro  Calleja.  (Teatro  de 
Apolo.) 


El  cahallo  de  Espartero^  juguete  cómico  en  dos  actos,  dividi- 
dos en  cinco  cuadros  y  varias  películas,  adaptación  de  un 
vodevil  francés,  en  colaboración  con  Antonio  PlañioL  (Tea- 
tro Infanta  Isabel ) 

El  servicio  doméstico,  juguete  cómico  en  dos  actos,  escrito 
sobre  episodios  de  «Le  truc  d*Arthur>,  de  Chivot  y  Duru^ 
en  colaboración  con  Antonio  Plafiiol.  (Teatro  Lara.) 

Las  sagradas  hay  aderas^  humorada^  en  colaboración  con 
Antonio  Plañioi,  música  de  los  maestros  Quislant  y  Vela. 
(Teatro  Martín.) 

fm  chicos  de  la  Calle,  juguete  cómico  en  tres  actos,  en  cola- 
boración con  Enrique  García  Alvarez  y  Antonio  Plafiiol. 
(Teatro  Español.) 

El  señor  Duque,  juguete  cómico  en  tres  actos.  (Teatro  Eslava.) 
(Tercera  edición.)  (Traducido  al  italiano  y  al  portugués.) 

Una  buena  muchacha,  comedia  en  tres  actos,  adaptación  de 
<  La  buona  fígliola > ,  de  Sabatino  López,  en  colaboración  con 
Enriq[ue  Tedeschi.  (Teatro  Eslava.) 

fea  última  opereta^  zarzuela,  en  colaboración  con  Ricardo 
G.  del  Toro,  música  del  maestro  G.  Giménez.  (Teatro  de 
Apolo ) 

La  Maja  de  los  Madriles,  humorada,  en  colaboración  con 
Antonio  Plafiiol,  música  del  maestro  Calleja,  (Teatro  de 
Novedades.) 

Lulú,  comedia  dramática  en  tres  actos,  original  de  C.  Berto 
lazzi,  adaptada  en  colaboración  con  Enrique  Tedeschi. 
(Teatro  de  la  Zarzuela.) 

La  Bosario,  comedia  en  tres  actos,  original  de  Sabatino  Ló- 
j>ez,  adaptada  en  colaboración  con  Enrique  Tedeschi.  (Tea- 
tro de  la  Zarzuela.) 

El  valiente  capitán,  vodevil  en  tres  actos,  en  colaboración  con 
Ricardo  G.  del  Toro.  (Teatro  Cómico.) 

Mario  y  Maria,  comedia  en  tres  actos  de  Sabatino  López, 
adaptada  en  colaboración  con  Enrique  Tedeschi  (Teatro 
Eslava.) 

La  Eva  ideal,  fantasía,  en  colaboración  con  Ricardo  G.  del 
Toro,  música  del  maestro  Giménez.  ^Teatro  de  Novedades.) 

La  embajadora,  zarzuela  cómica  en  tres  actos,  en  colabora- 
ción con  Ricardo  G.  del  Toro,  música  del  maestro  Giménez. 
(Teatro  de  la  Zarzuela.) 

El  palacio  de  la  marquesa,  comedia  en  tres  actos  de  A  Testo- 
ni,  adaptada  en  colaboración  con  Enrique  Tedeschi.  (Teatro 
Infanta  Isabel.) 

La  aventura  del  coche,  comedia  en  tres  actos  de  A.  Testoni, 
adaptada  en  colaboración  con  Enrique  Tedeschi.  (Teatro 
Cervantes.) 


LAS  AVES  DE  PASO 


*í    - 


«         • 


\  ■<■  \     -  »  •  - 


••-v.¿.v,¿-,.:'-'í 


*-^ 


LAS  AVES  DE  PASO, 


DRAMA  EN  CUATRO  ACTOS  Y  EN  VERSO, 


ORieiNlL 


DE  D.  LUIS  RIVERA. 


Representado  por  vei  primera  en  el  teatro  de 
novedades  el  S  de  noviembre  1858. 


Hadrid,  1958.=Imp.  de  la  Revista  de  caminos  de  hierro,  á  cargo 
de  S.  Bai,  Arco  de  Sta.  María,  39 


PERSONAGES. 


ACTORES. 


Clementina.  .......    Sras.  Rodríguez. 

Dolores Ramos. 

Una  pobre Martin  (1). 

Criada N. 

Fernando Sres.  Zamora. 

D.  Pedro. «'alvo. 

Luis Albalat. 

Principe  D'Ansfelst.  .  .  Bermonet. 

CoRONEii  Herrera.   .  .  .  Méndez. 

Livio. .  ". Cabello. 

Caballero  1." Hernández  (D. 

Caballero  2.** N. 

Ramón,  criado Mur, 

Un  mozo.  .  • N.  N. 

Mascaras. 


E.). 


La  acción  es  contemporánea.  Los  actos  primero  y  coarto  se 
suponen  en  Granada;  los  restantes  en  Roma. 


La  propiedad  de  esta  obra  pertenece  á  sa  autor,  quien  per- 
seguirá ante  la  ley  al  que  sin  su  permiso  la  reimprima ,  varié 
el  título  ó  represente  en  cualquiera  de  los  teatros  de  España  y 
sus  posesiones  de  Ultramar  con  arreglo  á  lo  dispuesto  en  la  ley 
de  propiedad  literaria  y  decreto  orgánico  de  teatros  hoy  vigente. 

Los  corresponsales  de  D.  Prudencio  de  Regoyos,  dueño  de 
la  galería  dramática  El  Museo  Literario  ,  son  los  encargados 
esclnsivos  de  su  venta  y  cobro  de  sus  derechos  de  representación 
en  dichos  puntos. 


(1)    La  seflora  Martin  se  ha  encargado  de  este  papel  por 
obsequio  al  autor  del  drama. 


A  D.  ANTONIO  ZAMORA. 


Me  pediste,  sin  conocerlo ,  este  drama;  y  la  pri- 
mera vez  que  lo  leiste,  celebraste  lo  que  después  el 
público  ha  juzgado. 

Nadie  hacia  caso  de  mí  ni  de  mi  obra,  y  hasta 
consideraba  yo  como  imposible  hacer  que  la  escu- 
chasen con  atención  nuestros  primeros  actores.  ¡Su- 
cede esto  con  tanta  frecuencia!  Me  disponía  ya  á  en- 
cerrarla en  el  fondo  del  baúl  ( porque  creo  que  aun 
me  quedaba  baúl),  cuando  llegó  á  tu  noticia  mi  des- 
gracia. Aquel  dia  fué  mi  drama  al  teatro  de  Noveda- 
des, cuya  empresa  lo  aceptó,  á  pesar  de  las  contra- 
riedades que  pudieran  surgir  de  su  admisión.  Pero 
gracias  á  tus  esfuerzos  y  á  los  de  la  primera  actriz 
señora  Rodriguez,  se  puso  en  escena  cuando  menos 
lo  esperaba  yo:  el  dratnay  pues ,  es  mió ;  el  triunfo 
te  lo  debo. 

Después  de  esta  confesión,  creerás  en  la  sinceri- 
dad de  tu  amigo 


1 


ACTO  PRIMERO. 


Alrededores  de  Granada. — Una  qaintaála  iiquierda  delaetor  con 
un  pabellón,  en  primer  término,  con  ventana  á  la  vista  del  pú- 
blico; en  segundo  término  la  entrada  de  la  quinta. — En  el 
fondo,  veria.— A  la  derecha  la  qniota  de  Clemdntina,  á  la 
que  se  snoe  por  una  escalinata.  Arboles,  asientos,  etc. — En 
el  fondo,  detrás  de  la  verja,  el  camino  real. 


ESCENA  PRIMERA. 

D0LORB8  y  FsEVAif do;  él  segundo  figura  qae  está  retratando 

á  Dolores. 

Dolores.  Ya  debe  faltar  muy  poco.    (Sentados,) 
Fbem.      No  te  impacientes. 
Dolores.  Cuidado 

que,  como  nunca,  te  cuesta 

mucho  sacar  mi  retrato! 

Otras  veces  tu  pincel 

volaba  sin  gran  tran  trabajo , 

y  con  cuatro  toques 

F'ern.  Cierto ; 

boy  tengo  torpe  la  mano. 
Dolores.  Acaso  tu  pensamiento 

en  otra  idea  ocupado 


i 


8  LAg  AVES   DE  PASO. 

Fern.      Otra  id«a? 
Doloues*  Qué  se  yo ! 

FcRif.      Sí  tú  me  distraes 

Dolores.  Ya  callo; 

Pinte  V.  j  punto  en  boca. 
Fern.       Lo  haré.  (Pauia:  Fernando  pinta,) 

{Despueif  arrojando  loi  pinceles,) 
Me  fatigo  en  vano! 
Dolores.  Es  verdad:  yo  bien  decía.    {Levantándote.) 
Fbrn.       Dolores:  debo  estar  malo.  {ídem.) 

Dejemos  por  hoy 

Dolores.  {Enojada),  Dejemos 

(Se  sienta  á  la  izquierda  y  toma  la  labor,) 
Fern.       Te  enojas? 

Dolores.  Por  qué?  No  alcanzo 

Fern.       Dolores,  tü  no  comprendes 

que  hny  momentos  tan  ingratos 

para  el  artista,  que  en  valde 

se  afana  por .  • . . — Bien  estamos! 

A  qué  te  enfadas  conmigo? 
Dolores.  To  engañas,  yo  no  me  enfado. 
Fbrn.       Culpa  á  tu  mucha  belleza, 

si  tan  sin  fruto  me  afano: 

no  hav  tintas  en  mi  paleta 

que  al  lienzo  den  un  traslado 

del  color  de  tus  mejillas, 

nr  del  carmín  de  tus  labios. 

Primero  robar  pudiera 

al  sol  uno  de  sus  rayos, 

quo  á  tus  ojos  andaluces 

el  destello  soberano. 

Mándame  pintar  la  rosa, 

mándame  copiar  el  nardo, 

el  sueño  de  la  inocencia 

ó  la  soledad  del  claustro; 

dime  que  quieres  del  cielo 

el  claro  azul  en  mis  cuadros 

Yo  agotaré  una  por  una 

mis  inspiraciones,  y  arbitro 

de  cielo»  luces  y  flores 

tendrás  la  copia  en  lus  manos. 
Dolores,  Y  quien  á  tanto  se  atreve 

no  |>uede  hacer  un  retrato! 

— Tus  ojos  ya  no  me  miran 

como  un  tiempo  me  miraron*  ••  • » 
Fern,      y  quién  te  dice ..  *  *? 


ACTO   1^    ESCENA   ti. 

DOLOBES.  Quién?  Yo 

que  espío  lodos  tus  pasos, 
que  con  los  ojos  del  alma 
te  sigo  siempre,.  Fernando; 
que  ni  un  instante  siquiera 
me  separo  de  tu  lado, 
j  hasta  cuando  no  te  veo 
mi  ilusión  te  está  mirando. 

Fern.        Ángel  mió! 

Dolores.  Escucha: — Aquí 

los  deslinos  nos  juntaron , 
y  niños  nos  conocimos, 
y  niños  nos  adoramos. 
A  la  fa!da  de  esa  sierra, 
en  estos  cármenes  gratos 
que  dan  á  Granada  nombre, 
7  dan  al  viajero  encanto, 
deslizóse  nuestra  infancia 
al  arrullo  de  los  pájaros, 
al  perfume  de  las  flores , 
al  resplandor  de  los  astros. 
— ((Ama  á  Dios,»— dijo  mi  padre; 
y  á  Dios  desde  entonces  amo. 
—  «Ama  á  Fernando,» — ^y  te  amé. — 
Ya  ves  si  cumplí  el  mandato. 
Y  sí  estos  dos  sentimientos 
á  mi  vi'la  se  enlazaron, 
qué  alegría  sin  tu  amor 

Íiuedo  ambicionar,  Fernando? 
ün  lí  los  recuerdos  lodos 
de  mi  infancia  están  guardados: 

eres  mi  musa,  mi  mundo 

todo 

Dolores.  Te  creo. 

F'eríi.  Te  amo. 


ESCENA  II. 

Dichos  y  Luis. 

Lüis.       Noticia.  (Entra  por  el  fondo,  muy  alegre.) 

Ferio.  Quién  es? 

Luis.  Yo  soy. 

Dolores.  Luis! 

Luis.  Él  mismo.  Estoy  cansado 


J 


40  LAS   AYB8   DB   PASO. 

Caramba!  Vengo  á  galope 

Fer^.       De  Granada  aqal  haj  an  paso. 

Luis.       Ya;  pero  el  calor 

Fern.  Qné  ocurre? 

Dolores.  Antes  descanse  Y.  un  rato. 

(Sentdndoie), 
Luis.       Echando  vengo  el  polmon ..... 

Tengo  que  hablarte.     {A  Femando.) 
Dolores.  En  tal  caso .  • . . . 

les  dejo  solos 

Luis.  Por  qué? 

No  es  secreto 

Dolores.  Sin  embargo 

Luis.       Gomo  V.  quiera 

Dolores.  Hasta  luego 

Luis.       (Saluda  y  la  sigue  con  la  vista.) 

Qué  linda!  la  quiero  tanto  •  •  • . ! 

ESCENA  IIL 

Fernando  y  Luis. 

Luis.       Fernando mírame  bien. 

Fern.      Vamos,  ya  te  estoy  mirando. 

Ldis.        Tengo  un  proyecto,  que  hoy  mismo... 

Fern.      Un  proyecto...?  Cuál?  Sepamos. 

Luis.       Que  hoy  mismo  pongo  en... — te  acuerdas 

de  nuestros  sueños?  De  cuanto 

hemos  forjado  en  la  mente 

sobre  el  porvenir? 
Fern.  Ya  caigo! 

Sueños  de  gloria  qne  en  humo 

han  de  irse,  Luis,  disipando. 
Luis.       No  tal. 
Fern.  Cómo! 

Luis.  Estime  atento. 

Me  faltan  no  mas  dos  años 

para  alcanzar,  Dios  mediante, 

el  grado  de  licenciado 

en  jurisprudencia. 
Fern.  Y  qué...? 

Luis.        Cachaza,  que  pronto  acabo. 

Yo  no  he  saliao  jamás 

de  este  rincón  ignorado,  . 

y  me  canso  de  vivir 


ICTO   I,   ES«NA   Ut. 

«Dlre  flores  j  oartnjos. 
Qaiero  ver  algo  del  mando... 
h  L  la  corte...  j  qué  diablo! 
Nace  DO  tóalo  j  va  i  Madrid 

E0(  decir  que  ha  tÍsIo  algo: 
6  de  ser  meóos  que  nn  looto? 
Aif,  pnes,  sin  mas  preámbulos, 
me  eché  í'los  pies  oe  mi  padre... 
no  sé  si  lloré,  y  cod  bario 
nesar  me  dio  sa  licencia. 
CoDiiae  boy  de  Graaida  salgo, 
qoe  va  se  acerca  el  oloBo, 
j  i  Madrid  sin  mas  reparo...! 
alli  esladiaré  este  curso. 
Dicboso  til! 

O  me  engftfio 
ó  he  de  difertirme  mocbol 
Madrid...  Madrid...!  grao  teatro 
donde  nn  estadiaoie  tiie 
libre,  alegre,  j  áa  dd  caarlo. 
Si  te  Tiníeras  coomigo... 
Yol 

Si,  1&:  es  algQD  milagro? 
Pero  sabes  qae  no  es 
Madrid  mi  sneBo  dorado... 
Aderais,  jo  do  poseo 
Dada,  j  seria  iograto 
con  Dolores  j  sn  padre, 
qae  han  sido  mi  único  amparo. 
Losé. 

Sio  ellos,  qné  bnbiera 
«do  de  mi?  En  suelo  estrago 
ni  padre  ha  muerto  sin  dnda 
lejos  de  sn  pabia,  en  Unto 
gue  mi  reftúio  esta  casa 
ha  sido  por  Taraos  aSos ; 
HL  ella  he  crecido,  en  ella 
dia  por  dia  be  guardado 
ocnllo  bajo  la  sombra 
de  la  gratiind,  el  dardo 
de  1)  ambición  que  mi  pecbo, 


t 


12  LAS   AVES   DE  PASO. 

cojo  el  pincel  con  afán, 
lo  llevo  al  lienzo...  y  desmayo. 
Oh!  Nacer  como  la  rosa 
y  sin  variar  de  estado 
morir  en  el  mismo  sitio... 
lué  destino  tan  infausto! 
^er  siempre  el  mismo  horizonte, 
teniendo  ya  de  antemano 
las  horas  contadas,  es 
para  morir  de  marasmo!— 
Si  á  lo  menos  una  vez,  ' 
como  esas  aves  de  paso 
que  mudan  con  la  estación 
de  clima,  tendiera  ufano 
por  mundos  desconocidos 
de  mi  mente  el  vuelo  raudo, 
quizás  templar  consiguiera 
esta  sed  en  que  me  abraso. 
Has  visto  la  golondrina, 
nuevas  regiones  buscando 
asi  que  viene  el  invierno? 
Viajera  de  los  espacios, 
melancólica  se  aleja, 
y  alegre  vuelve  al  verano. 
Cada  vuelo  suyo,  un  dia; 
cada  estación  es  un  año... 
T  si  un  viaje  es  la  vida, 
oh  Luis!  mas  6  menos  largo, 
infeliz  de  aquel  que  nace 
y  muere  en  el  mismo  campo, 
pegado  siempre  ét  la  tierra 
como  la  piedra  y  el  árbol! 

Luis.        Y  te  sobra  la  razón... 

Tú  tienes  genio...  entusiasmo... 
quién  sabe  lo  que  serias 
fuera  de  aquí? 

Ferx.  Quizás... 

L.Ü1S.  Vamos... 

no  me  conformo. . .  Te  vienesf 

Fern.      Qué  disparate! 

Luis.  Fernando: 

mil  realitos  mensualmente 
me  enviará  mi  padre...  y,  claro, 
si  te  vienes  partiremos. 

Fern.      Gracias,  estrechándole  las  manos,) 

Luis.  uon  el  alma  te  hablo. 


ACTO   I,    ESCENA   IV.  15 


Fern.      Lo  sé:  pero  yo  no  debo.... 

A  mas. . .  un  deber  sagrado 

me  encadena  á  esta  familia. 
Lcbís.        Amas  á  Lola...  T6  ai  cabo 

la  mereces  mas  que  yo... 
Fern.       También  tú...? 
Luis.  Qué!  no  hagas  caso... 

Yo  la  amaba  sin  saberlo, 

como  amigo... 
Ffinif.  No  lo  éslraño. 

Es  tan  bella! 
Lois.  Y  un  ingeniol 

Con  unos  ojos  v  un  garbo! 

En  Madrid  la  olvidaré... 

Sino...  mejor  traza  hallo... 

Ya  tengo  conquista. 
Fer3í.  Cómo? 

jLuis.        Esa  dama  de  alto  rango... 

Clementina...  la  que  vino 

á  pasar  aquí  el  verano. . . . 
F£ii!«.       La  dueña  de  esa  otra  quinta... 

Oh!  Luisillo,  buen  bocado! 
Luis.         Tan  bella,  tan  elegante! 

y  un  talento  que  es  un  pasmo.. 

Hoy  mismo  deja  á  Granada. 
Ferx.       Se  marcha?  (Conmovido.) 
Lüis.  Yo  la  acompaño; 

va  á  Madrid...  Hasta  después. 
Fer:*.       Qué  es  esto?  qué  le  habrá  dado? 

[Entra  en  la  quinta  de  Clementina. ) 

ESCENA  IV. 

Fernaisdo  80lO . 

Se  vá! — Bueno Qué  se  ausente! 

Mas,  por  qué  mi  corazón 
en  su  viva  agitación 
diciendo  está  que  lo  siente? 
— Sentir  yo  su  marcha  puedo? — 
Vaya  en  buen  hora! — qué  afán! 
mis  ilusiones  se  van, 
sin  ilusiones  me  quedo! 
Y  es  esta  la  primavera 
de  la  vida?....  Y  este  amor 


k; 


LAS   AVES  DK  PASO. 
es6  biea  superior 
'     ■  juTCnlnd  esper»? 

1  pecho  allá  en  aa  ceniro 


no  siente  ^bi 

dónde  eslais,  flores  del  al  mi, 

basco  j  ja  do  os  eacoeaUro? 
.mbicioDes  de  amor  Ilenasl.... 

— La  gloria el  mando mugeres! 

— ^Dto  sed  de  otros  placeres 
annqoe  meichdos  con  ponas; 


s; 


Feuunih).  El  CoaONEL.  Dolohks.  {Fernanáo  ha  cogida  ¡e 
pñceleí,  y  te  pone  á  treiajar.) 

CaaoN.     (Coa  arrea»  ie  caza .) 

(Llamando.) 

Lola!  hija  mia.  . . 
DoLOKis.  {Saliendo  .\  Papi . . . 

CoBON.     Dime  el  almaerzo...  no  tardes, 

aue  traigo  na  hambre  canina. .. 
DoLOnES.  ¥i!  Saltando  matorrales 

toda  la  maQana 

CoBon.  Es  fuerza . . . 

La  caía  «s  mieneíto... 
DoLOKBS.  Dale! 

JesDS,  cómo  TÍeoe  usted! 
CoRon.     Hejor!... 
DoLOBES.  Pnes!... 

CoRON.  ¡inda,  v  despáchatel 

Dolores,  liien...  Oué  ba  cazado  V.  bo;T  tyuelve.) 
CoRON.     Hoj?  Nada.  Pero  esta  tarde... 
UoLOHBS.  Esta  tarde  no  babri  caza... 

es  nna  rida  de  cafre. . . 

correr  con  el  arma  al  hombro 

por  montei,  cerros  j  valles; 

j  para  qué,  eí  el  morral 

siempre  vacio  lo  traef 

aqut  quieto...  con  sns  hijos. 
Conoir.     NiQa,  niña!... 
DoLOBES.  No  baif  escape. 

Y  tenga  V.  bien  presente 

qoe  desde  ho;  en  adelante, 

DO  siUri  sin  mi  permiso 


ACTO    I,    UCBAA   VI. 
é  c»ar,  ea! 
Conon.  (Ea  dq  angelí) 

Bien;  haré  lo  qae  la  quieras; 
qué  te  negari  la  padre, 
si  por  ahorrarte  qd  disgnslo 
terliera  toda  su  saogreT 
— Pero...  dame  de  almoraar, 
Dolores,  que  traigo  hambre. 

ESCENA  VI. 

Coronel.  Ferhakdo. 

Coaon.     Se  trabaja  mucho? 

VsM.  Si; 

No  fae  concluido  el  retrato. .. 

Coaon.     Bueno;  do  pases  nal  ralo. .. 

Fern,       Es  empeño. 

COKOH.  Siendo  asi.. . 

A  Tert  fallará  ja  poco,  (Se  áurea .) 
Lo  tienes  casi  acabado!... 
pero  no  es  sujio  el  traslado 
de  ese  lienzo  6  me  equivoco.. 

Finit.       De  Dolores  esl 

CoKON.  Boba da I 

Yo  Id  miro  y  no  lo  creo: 
ni  es  su  semblante  el  aue  Teo, 
ni  se  le  parece  en  nada. 

FEan.       Si  V.  i  negarlo  t&... 
ella  estaba  ahi. .. 

CoBON.  Corriente, 

ella  eslaria  presente; 

Ero  en  el  lienzo  no  esU. 
I  parece,  hablando  en  plata, 
y  de  ofenderle  no  trato, 
qae  un  retrato  no  es  retrato 
sino  cuando  nos  retraía. 
Si  en  medio  de  esos  colores 
no  veo  su  imagen  propia, 
es.  Femando,  qoe  esa  copia 
no  es  la  imagen   de  Dolores. 
Y  estraño,  por  Belceb6, 

cuando  cien  Teces  al  día 


16  LAS  AVBS   DE   PASO. 

{Se  acerca  á  mirar  el  retrato.) 
Y  la  cara  es  peregrina... 
lástima  que  esté  tan  muda... 
mas  se  parece...  no  hay  duda.., 
se  parece  á  Clementina . 
Ferii.       a  Ctementioa! 
-CoRON.      (Con  severidad.)  Qué  es  esto? 

Fernando...  responde. 
Fern.       (Turbado.)  Yo!.„ 

€oRO?í.      Te  comprendo... 
Fern.  Quién  pensó?.., 

Casualidad... 
CoRoif.  Por  supuesto! 

Qué  motivo? .... 
Ferh.  No  lo  sé... 

Dolores  delante  estaba... 
aquí  cerca...  y  yo  pintaba... 
henchido  de  amor  y  fé. 
CoRON.     Fernando,  es  preciso  hablar 
francamente  desde  hoy ; 
y  lo  que  á  decirte  voy 
no  lo  debes  estfañar.  (Se  sientan.) 
Siéntate.  Si  amigo  fui 
de  tu  padre,  tu  sostén 
fui,  como  sabes,  también, 
siendo  un  padre  para  tí. 
Pobre  y  huérfano  primero 
mi  casa  tu  amparo  fué... 
Como  á  un  hijo  te  crié, 
y  como  á  un  hijo  te  quiero. 
Dolores  creció  á  tu  lado, 
su  infancia  á  la  tuya  unida, 
te  amó...  te  ama,  y  su  herida 
,  hoy  contemplo  amedrentado. 
Me  figuro  la  ocasión . . . 
Fern.       Señor... 
CoRON.     (Interrumpiéndole.) 

Qué  vas  á^decirme? 
tu  voluntad  está  firme, 
pero  no  tu  corazón. 
Guando  sin  ver  adelante, 
y  sin  motivado  intento, 
el  humano  pensamiento 
va  buscando  otro  semblante, 
es  que  falta  la  ilusión 
del  amor  que  se  tenia, 


Fern. 

CoROIf. 


Fbrn. 

CORON. 


Fern. 

CORON. 


Fern. 


^CTO  I,  ESCENA  VI. 

es  que  doblan  la  agonía 
para  un  pobre  corazón. 

Y  ese  corazón  creyente 
que  en  la  luz  de  tu  mirada 
vio  su  dicha  retratada, 
que  rie  y  su  mal  no  siente, 
es  mi  hija,  mi  Dolores... 
pobre  flor  sin  compañera 
que  muere  en  su  primavera... 
Cuan  poco  viven  las  flores! 
Señor...  me  esiá  usté  injuriando... 
Yo  la  adoro... 

No  lo  niego; 
pero  ese  amor  no  es  el  Tuego 
que  sienie  por  tí,  Fernando. 
Yo  he  dispuesto  vuestra  unión, 
y  ella  creyéndolo  está... 

Y  esa  unión  se  cumplirá, 
porque  es  una  obligación. 

Y  de  otros  sueños  en  pos, 
no  forjarás  mil  quimeras? 
Responde  cual  si  estuvieras 
en  la  presencia  de  Dios. 
Sueños!  Locura! 

Locura 
que  acaso  infeliz  te  hará: 
tu  pensamiento  podrá 
vivir  en  esta  estrechura? 
Si  á  abrumarte  la  cadena 
de  su  amor  llegase  un  dia 
y  ella  lo  sabe...— hija  mia! 
se  moriría  de  pena! 

Í  Levantándose,) 
^ues  bien,  yo   he  soñado,  si, 
con  la  gloria,  los  laureles, 
y  maldigo  los  pinceles 
si  he  de  vegetar  aquí! 
Soñé  con  la  ardiente  arena 
do  se  conquistan  coronas; 
la  fama  cruzando  zonas, 
un  nombre  que  el  mundo  llena. 
De  la  gloria  al  estandarte, 
tender  arrogante  el  vuelo, 
y  de  Italia  bajo  el  cielo 
robar  el  secreto  al  arte. 
Sin  dudar  en  mi  camino 


17 


2 


18  LAS   AVES   DE  PASO. 

seguir,  adorando  en  ellas, 
de  Migue]  Ángel  las  huellas^ 
de  Veiazquez,  del  de  Urbino, 
Roma! — La  blanca  paloma 
del  arle  me  eslá  llamando, 
y  yo  estoy,  señor,  soñando 
desde  mi  niñez  con  Romaf 
Luchar!— al  rayo  tecundo 
de  la  gloria  alzar  la  vista, 
tener  un  nombre  de  artista» 
ser  conocido  en  el  mundo... 
Decir:  es  mi  voluntad! 

Í  porque  á  todos  asombre, 
egar  ásu  patria  un  nombre 
Svte  honre  á  la  humanidad... 
sto  es  caminar  en  pos 

de  lo  eterno,  en  santa  guerra, 

dejando  un  rayo  en  la  tierra 

de  la  presencia  de  Hios! 
CoRON.     Muy  bien!  Me  das  un  consuela 

que  te  agradezco...  no  es  broma... 

irás  á  estudiar  á  Roma! 
Fkrn.       a  Roma? 
CoRO.x.  Sí,  vive  el  cielo! 

No  soy  rice,  mas  aun  pueda 

sostenerte  allá  dos  años... 

Que  aquellos  usos  estraños 

no  te  aparten... 
Fern.  Oh!  no  hay  miedo! 

CoRON.     En  cuanto  á  Dolores...  pues, 

que  espere...  sí...  y  50  con  ella... 

JÑo  la  olvides!  es  tan  bella! 
Fern.       Posible  olvidarla  es? 

Su  hermosura  y  su  virtud 

juntas  me  darán  valor. 
CoRON.     Aunque  perdamos  su  amor,  (Aparte,) 

salvemos  su  juventud. 


ESCENA  VIL 

Dichos.  Dolores. 

Dolores.  Papá...  (Desde  la  puerta  de  la  quinfa.) 
CoRON.     (Áparíe.) 

Buscaré  un  buen  medio 


1 


ACTO   If   ESCENA  IX.  {3 

de  anunciarla... 
Dolores.  Me  parece 

que  ya  se  ha  olvidado  el  hambre. 
CoRON.      Es  verdad... — Vamos,  Femando? 

Esta  ausencia...  (Entrando.) 
Fer!>«.  Separarme 

de  ella...  Mis  sueños  de  gloria, 

al  fin  van  á  realizarse.  (Entra,) 


ESCENA  VIII. 

Luis,  saliendo  de  la  quinta  de  Ciernen  tina. 

Mujer  mas  encantadora! 
Me  trastorna  la  chaveta... 
Yo  necesito  decirla... 
Pero  me  corto,  y  al  verla   • 
no  soy  dueño  de  espHcarme... 
Mas  de  aquí  á  la  corte  es  ella! 
nic  declaro  en  el  camino. 
Oh,  bendita  diligencia, 
tú  servirás  de  pre testo! 


ESCENA  IX. 

Don  Pedro  y  Luis. 

D.  Ped.    Aquí  debe  ser las  señas {Desde  el  tonda), 

Lüis.        Quién  será  este  personage? 
D.  Ped.    Si  no  sirve  de  molestia 

me  dirá  usted  si  aquí  habita.. . 
Luis.       Quién? 

D.  Ped.  El  coronel- Herrera. 

Luis.        Sí,  señor;  es^  es  su  quinta. 
D.  Ped.  Gracias. 

Luis.  Si  hablarle  desea 

D.  Ped.    Ngl*  mas  si  usted  es  tan  amable, 

saber  noticias  quisiera 

de  un  tal  Fernando  Yalverde 

Luis.        Amigo  mió .....  una  perla! 


1 


20  LAS   AVES  DE   PASO. 

Gran  talento!  Es  un  pintor 

muy  nombrado  en  esta  tierra 

Vive  con  el  coronel 

D.  Ped.   En  esa  quinta? 

Luis.  Sí. — Aquella 

(Señalando  á  ¡a  de  Clementina.) 

la  habita  una  ¡lustre  dama 

de  la  corte.  Forastera , 

que  viene  solo  á  Granada 

por  temporadas.  Y  es  bella! 

Quiere  usté  hablar  á  Fernando  ? 
I).  Ped.    Sí. 
Lüis.  Pues  voy  con  su  licencia 

á  prevenirle (Este  hombre ) 


ESCENA  X, 

Don  Pedro,  boIo. 

Voy  á  verle . .  . . !  No  rae  vendas 
corazón,  y  tu  alegría 
por  un  instante  modera! 

ESCENA  XI. 
FRRKArmo,  Don  Pedro  y  Luis. 

Lois.        Aquel  es! — ^Volveré  luego.    (A  Fernando,) 

(Sevá.) 
D.  Ped.    Su  misma  frente  serena 

(Contemplando  á  Femando), 

su  continente su  andar 

su  mirada  altiva  y  fíera. ..  .'. 

Feriit.       Caballero usted  me  busca? 

D.  Ped.    Vengo  de  lejanas  tierras; 

mi  nombre  es  Pedro  Arellano 

y  deseaba una  muestra     (Titubeando,) 

de  su  talento....  un  retrato 

Fern.       Es  mi  oficio,  y  cuando  q«iera 

D.  Ped.   Gracias. — Tiene  usted  familia? 


ACTO   í,   ESGBNA  XI.  21 

Fesn.       No  quiso  mi  mala  estrella 

concederme  ese  consuelo 

Huérfano  y  niño,  la  ageoa 
caridad  tendió  sus  alas 
y  me  cobijó  con  eJIas. 
Era  mi  padre  marino, 
dio  al  Tiento  un  dia  sus  Telas, 

&dé  entonces  no  he  sabido.... 
abrá  muerto!     (Con  inUncion.) 
Fer!«.       {Con  profundo  sentimiento). 

Tal  vez. 
D.  Ped.  Nuevas 

no  ba  tenido  usted  jamás. ...? 
Febn.      No. 
D.  Ped.        Como  ha  de  ser paciencia! 

(Pausa,)  (Queriendo  distraer  d  Femando.) 

Y  tiene  usted  afición 

á  la  pintura? 
Feríi.  Oh!  inmensa. 

Además,  como  el  trabajo 

es  mi  única  riqueza 

D.  Ped,    Y  qué  porvenir  ofrece 

ese  arte  que  fama  eterna 

dio  á  Murillo  y  á  Velazquez, 

y  á  otros  que  el  mundo  celebra? 
Fern.       El  arte  es  una  nación 

que  hermana  todas  las  lenguas, 

y  tiene  siempre  por  límites 

mil  esperanzas  risueñas « 

envidias  que  nos  combateo , 

ambiciones  turbulentas , 

criticas  que  en  su  altivez 

muy  pocos  triunfos  celebran, 

— y  á  veces  un  hospital 

como  término  en  la  tierra. 

En  esta  nación  entramos 

todos,  pintores,  poetas 

todo  el  que  en  vuelo  atrevido 

levanta  su  inteligencia 

en  busca  de  espacio  y  luz 

con  que  alumbrar  su  carrera. 

Nuestro  enemigo  es  el  mundo 

—  la  lucha  entonces  comienza! 

y  el  mundo  con  el  artista 

traban  horrible  pelea. 

Si  sucumbimos olvido; 


22  LAS   AVES   DE   PASO. 

si  triunfamos gloria  inmensa! 

— Oh!  vale  bien  esta  lucha 

las  mil  víctimas  que  cuesta  i 

— Tener  por  contrario  el  mundo, 

sufrir  su  sarcasmo  y  mengua 

luchar  de  dia  y  de  noche 

y  cuando  el  momento  llega 
del  triunfo,  erguida  la  frente 
y  la  mirada  allanera, 
al  mundo  decirle: — Galla! 

y  póstrate  á  mi  presencia 

Soy  rey  del  talento,  y  tú 
pedestal  de  mi  grandeza! 

D.  Ped.    Ese  fuego ese  entusiasmo..., 

Un  abrazo  en  recompensa! 
Es  en  nombre  de  su  padre....! 

Fern.       Mi  padre....! 

D.  Ped.  Murió  en  América! 

Yo  fui  su  mejor  amigo , 
y  en  mis  brazos  dio  á  la  tierra 
*  su  postrera  despedida, 
rogándome  que  viniera 
en  busca  de  usted  á  lüuropa 
y  le  entregara  la  herencia. 

Ferm.       Padre  mió....! 

D.  Ped,  Sí,  Fernando; 

siempre  su  nombre  recuerda, 
que  mas  honrado  marino 
nunca  afrontó  las  tormentas. 
Su  juventud  borrascosa, 
su  vida  de  escollos  llena , 
no  pudieron  apartarle, 
jamás  de  la  buena  senda. 
Júrame — dijo  al  morir, — 
que  le  hallarás! — Mi  promesa 
cumplo»  ofreciéndole  á  usted 
la  amistad  mas  verdadera 
{Le  estrecha  la  mano.)  . 

Fern.      Ah! 

D.  Ped  .        Llore  usted  sin  temor, 

que  el  llanto  de  un  hijo  llega 
hasta  el  sepulcro  d^  un  padre 
y  su  cadáver  refresca. 
Sígame  usted  á  Granada 
y  le  entregará  la  herencia 
con  las  cartas  que  su  padre 


1 


ACtO  h   ESCENA  XÍII.  25 

encargóme  que  le  diera. 
Feriv.        Enleraré  al  coronel 

primero,  y  luego... 
D.  Ped  .  Pues,  ea, 

no  tarde  usted.  Allá  espero ... 

▼oto  á..!  nada  de  pobreza! 

que  su  fortuna,  Fernando, 

hoy  por  millones  se  cuenta. 

(D.  Pedro  se  vá  por  el  fondo.   Fernando  entra  en  la 

quinta.) 

ESCENA  XIL 

CtEMENTiríA,  sola, 

(Después  de  registrar  la  escena  j  se  dirige  al  retrato  y  le 

examina. 

Amar!  Será  un  bien  ó  malf 

era  su  vida  tan  pura! 

— Y  labra  su  desventura 

esta  belleza  fatal. 

Sus  ojos  ?an  tras  de  mi 

por  donde  quiera  que  voy... 

Fernando!  segura  estoy... 

me  adora,  nne  adora,  sí. 


ESCENA  XIII. 

Glemeiitina.  Luis. 

Luis.        Vamos^  Glementina? 

Glemen.  Vamos. 

Luis.        Llegó  el  dichoso  momento!  (Con  alegría.) 

Glemen.    Qué  eso.  Luís? 

Lois.        (Con  intención  amorosa.) 

£1  contento; 
juntos  á  Madrid  marchamos.... 
Glemen.    Ah  ya  comprendo. 
Luis.  También 

*'  Fernando  la  ruta  toma. 

Glemen.  A  Madrid? 
Lvis.  No  tal:  á  Roma. 

Glemen.   A  pintar? 
L»uis.  Justo. 

Glemen.  Muy  bien. 


1 


24  LAS   AVES   0E  PASO. 

Lms.        (Cm  inteneion.)  Oh  I  Yiage  mas  felizí 
Glemen»   Antes  de  todo  es  preciso 

que  esté  usted  muy  sobreaTise^ 

DO  cometa  algún  desliz. 
Lü^s.        Glementlna,  no  lo  espero* 
CtEMEif.    Soy  amiga  de  su  padre 

y  aun  cuando  á  usted  no  le  cuadre, 

desengañarle  prefiero. 

Juntos  vamos  á  emprender 

un  viage^  y  á  su  edad 

se  ama  eon  facilidad^ 

mas  yo  no  puedo  querer . 
Luis.        Será  verdad  lo  que  escucho? 
Glemen.    Por  esa  rar^on  la  advierto... 

este  corazón  ha  muerto 

á  fuerza  de  sufrir  mucho. 
Luis.        Pues  n^as  me  intereso  ahora . .. 
Gleuen.    Para  convencerle  á  usté 

mi  historia  le  contaré, 

que  es  muy  sencilla. 
Luis.  Señora! 

Glemen.  Mi  alma,  de  sueños  llena, 

se  despertá  de  repente 

al  sol  del  trópico  ardiente 

que  enciende  en  llamas  la  arena. 

En  sus  dichas  incesantes 

creció  mi  niñez  tan  pura, 

como  el  aura  que  murmura 

en  los  árboles  gigantes . 

A  la  sombra  de  una  palma 

el  mar  arrolló  mi  cuna,^ 

y  alli  dejé  una  por  una 

las  ilusiones  del  alma. 

Un  dia  nublóse  el  sol, 

el  mar  agitó  su  lecho, 

y  echó  ¿  mis  playas  deshecho 

un  bergantín  español. 

Lo  trajo  la  furia  insana 

de  la  horrible  tempestad, 

y  fue  mi  fatalidad 

en  la  orilla  americana. 

En  mi  casa  el  capitán 

fida  y  salud  recobró — 

me  habló  de  amor — ^y  mintió — 

era  bizarro  y  galán. 

Yo  en  saz  promesas  fiaba. 


••4 


Luis. 

<'LEM. 


ACTO  I,   ESCENA   XHI. 

y  el  corazón  y  la  mano 
á  don  Pedro  de  Arellano 
loca  de  amor  entregaba. 
Iba  ya,  necia!  al  altar, 
bella  en  mi  traje  de  boda, 
y  era  mi  esperanza  toda 
ayl  ser  amada  y  amar. 
Pero  en  aqnel  mismo  día, 
sin  despedirse  de  mi, 
se  fué  don  Pedro,  y  me  yí 
¿  solas  con  mi  agonía, 
llorando  en  mi  cortos  anos 
á  la  par  de  sus  traiciones^ 
las  torpes  murmuraciones 
de  parientes  y  de  estraños. 
Que  á  los  rayos  de  aquel  sol 
que  escuchó  su  juramento, 
sin  un  adiós!  se  dio  al  yiento 
el  bergantin  español. 
Memorias  de  encanto  llenas...! 
Amor...! — hermosa  mentira! 
— Solo  venganza  respira 
la  sangre  que  arde  en  mis  venas! 

Y  no  habrá  piedad...? 

Por  cierto! 
herida  en  el  corazón, 
de  quién  tuvo  compasión 
la  leona  del  desierto? 
Lloré  en  mi  primera  vi\:\á 
males  que  no  comprendía, 
y  ii  poder,  mrt  vengarla 
en  toda  la  humanidad. 
Por  eso  no  mas  mi  vida 
es  solo  un  viaje  eterno, 
con  la  pena  del  ¡nfi<;rBO 
dentro  del  alma  escondida. 

Y  nunca,  desdicha  humana! 
puedo  anudar  el  placer, 
entre  una  pena  de  ayer 

Íuna  dicha  de  mañana, 
i  juventud  casta  y  pura 
conmigo  segura  va, 
y  el  mundo  trofeos  da 
¿  mi  insolente  hermosura! 
A  ese  coro  de  gemidos 
que  me  sigue  á  donde  voy. 


25 


■A 


26  LAS   AVES   DE   PASO. 

tan  solo  desprecios  doy 
cuando  llega  á  mis  oidos. 
Quiero  en  el  lujo  vivir ! 
quiero  á  todos  deslumhrar! 
y  que  me  lleguen  á  amar 
para  mirarlos  morir ! 
Siga  usted,  Luis,  mis  consejos. 
mi  hermosura  en  «us  enojos 
es  sol  que  ahrasa  los  ojos , 
y  hay  que  mirarla  de  lejos. 

ESCENA  XIV. 

Clemextina,  Luis  ,  Dolores,  Fernando  ,  María,  Ramón. 

Luis.        No  lo  olvidaré  supuesto 

que  ya  voy  adivinando... 
Clem.       Vamos  ya? 

Luis.        {Viendo'á  Fernando  que  sale  con  Dolores,) 

Hola ,  Fernando, 

Hasta  la  vuelta...  Qué  es  esto? 

Llora  Dolores  ?  {Habla  aparte  con  ellos.) 
Clem.       {Llamando  á  la  puerta  de  la  quinta,) 

María !  {Mirando  á  Fernando,) 

El  es! 

{Salen  María  y  Ramón :  la  primera  trae  el  sombrero  y  la 

sombrilla  que  dá  á  CUmentina,) 

Todo  está  arreglado?  (A  Ramón.) 
Ram.        Todo,  señora. 
Gleh.  Cuidado. 

Ram.        y  buen  viaje  ,  ama  mia. 

(Se  queda  á  la  puerta  hasta  que  haya  desaparecido  Cíe- 

mentinu  y  María.) 
f.uis.        Con  qaé  esas  nuevas  tenemos?  (A  Fernando  y  Dolores.) 

Dolores ,  no  que  hay  llorar. 
Cr.EM.      (Aun  no  me  ha  visto.) 
JjUis.  Al  pasar  {A  Femando.) 

Eor  la  corte,  nos  veremos. 
lUis...  {Luis  vuelve  á  donde  está  Clementina.) 
Fern.       {Viendo  á  Clemetitina.) 

Ella...  se  vá... 
Dolores.  Fernando, 

lo  ves  como  ya  no  lloro? 
te  creo  porque  te  adoro... 
No  me  olvidarás?... 
Febn.  y  cuándo? 


Cleh. 
Luis. 
Fern. 

DOLOB. 

Fern. 


ACTO   I,    ESCENA  XV. 

Mientras  ?¡va  mi  razón, 
y  la  juventad  aliente, 
tu  imagen  siempre  presente 
llevaré  en  mi  corazón. 
(Lo  veremos.) 

Vamos  ya?  (A  Clemeníina.) 
Cómo  olvidarte  podré? 
Eterna  será  mi  fé. 
Mi  amor  eterno  será. 


27 


ESCENA  XV. 


Dichos.  Una  pobre. 

Pobre.     (Dirigiéndote  á  la  izquierda  donde  están  Dolores  y  Fer- 
nando.) 

De  la  caridad  en  pos 

vov  siempre  con  planta  incierta, 

pijiendo  de  puerta  en  puerta 

una  limosna  por  Dios. 

Nadie — por  mi  negra  estrella — 

hoy  fíja  en  mi  su  mirada, 

y  he  sido  feliz  y  amada, 

he  sido  joven  y  bella. 
Fern.       (Dándole  una  moneda . ) 

Tome  usted. — La  senectud 

á  quien  mil  penas  acosan, 

es  ia  tumba  en  que  reposan 

el  amor,  la  juventud. 
PoBRi.     (Que  $e  ha  alejado  de  Fernando  y  dirigido  á  la  derecha , 

donde  están  Clementina,  Luis,  María  y  Ramón.) 

De  la  caridad  en  pos 

voy  siempre  con  planta  incierta, 

pidiendo  de  puerta  en  puerta 

una  limosna  por  Dios. 

Doble  pena  mortifica 

á  quien  llora  un  bien  perdido... 

—y  yo  festejada  he  sido, 

noble,  y  opulenta,  y  rica! 
Cleh.       La  esperiencia  es  el  consejo 

que  presta  al  hombre  la  edad... 

—Descuidada  sociedad, 

contémplate  en  ese  espejo! 

(Ddndoh  limosna.) 


^ 


21)  LAS   AVES   DE   PASO. 

Tome  usled. 
PoBBE.  Gracias.  {Se  aleja.) 

Gl&m.      {Aparte  con  tristeza^  mirando  d  la  pobre.) 

Qué  horror! 

Ni  riqnezas,  ni  hermosura! 
Fer.x.       (ídem.) 

Oh,  la  juventud  no  dura! 
Dolores.  (ídem.) 

Ay,  no  es  eterno  el  amor! 

{El  Coronel  aparece  dos  versos  antes  del  final,  Fernando 

le  abraza,  se  arrodilla  ante  Dolores^  dándole  un  beso  en 

la  mano  y  cae  el  teion.) 


Fin  del  aeto  prlmercK 


1 


ACTO  SEGUNDO. 


ROMA. — El  teatro  representa  el  Café  del  GrecOy  en  la  calle  del 
Cor$o, — Decoración  dé  sala  ochavada. — Puerta  de  entrada  á  la 
derecha  del  actor. — Halcones  con  colgaduras  de  seda  encarna- 
da en  el  fondo. — En  el  primer  término  de  la  derecha,  nn  vela- 
dor con  una  butaca  hacia  el  centro  de  la  escena  y  ana  silla  al 
otro  lado. — A  la  izquierda  otro  velador  igual  con  otra  butaca  y 
silla  lo  mismo. — Sobre  este  velador  una  botella  de  cerveza  y 
una  bandeja  con  dos  vasos  ▼  un  periódico. — En  la  misma  iz- 
quierda, un  sofá,  y  delante  de  él  un  velador  con  servicio  db  café 
para  uno. — En  las  dos  ochavas  del  centro  á  derecha  é  izquierda 
déla  puerta  del  foro  dos  divanes,  y  encima  de  cada  uno  un  mag- 
nifico espejo  colgado  en  la  pared. —Una  lámpara  elegante  colgad  a 
en  el  centro  de  la  escena. — Todos  los  muebles  de  tapicería. — 
Alfombra. — Al  alzarse  el  telón  se  oye  música  que  cesará  en  se- 
guida, y  varias  máscaras  miran  por  los  balcones. 


ESCENA  PRIMERA. 

El  pri:vcipe  D'Anfelts.  El  caballero  Livio.   (D.  Pedro   bebe 
un  ponche,  prestanúo  atención  á  todo  el  diálogo.) 

LiYio.      He  perdido  mil  ducados. 

D*Ansf.  Si  lo  decia... 

Livio.  Y  qué  hermosa! 

yegua  de  mejor  estampa 

no  he  visto  jamás  en  Boma. 
D^Ansf.  La  carrera  ha  sido  buena 


5U  LAS   AVES   DE   PASO. 

Livio.      Qué  es  ver  la  turba  curiosa 

siguiendo  con  ojos  ávidos 

las  apuestas  que  se  doblan! 

Allí  el  árabe  corcel, 

bañado  en  su  espuma,  arroja 

su  crin  que  chispea  al  sol 

y  en  remolinos  se  agolpa; 

aquí  la  yegua  brilánica,  ' 

como  un  ave  se  abandona, 

y  su  escape  volador 

no  surca  el  viento,  lo  corta. 
D^Ansf.   Las  corridas  de  caballos 

son  muy  frecuentes  en  Koma? 
Livio.       Solo  por  el  carnaval 

las  tenemos,  como  ahora. 
D'Ansf.  y  qué  animado  está  el  Corso! 

Las  máscaras  afanosas 

lo  invaden  todo,  y  recuerdan    • 

de-Italia  la  antigua  pompa. 
LiYio.      Por  eso  en  pos  de  sus  fiestas 

acuden  aquí  de  todas 

partes,  viajeros  ilustres 

que  el  placer  con  oro  compran. 
D*Ansf.  Gomo  yo,  como  otros  muchos... 
Livio.      Apropósito,  la  hisoria 

de  la  hermosa  viajera...    ■ 
D*Ansf.    Ah!  Clemenliua! 
Livio.  Me  asombra 

ese  séquito  de  amantes 

que  la  cerca  á  todas  horas. 
D*Ansf.   Ya  que  estamos  en  el  Greco,  (Sentándose  á  lu  derecha,) 

tomemos  alguna  cosa. 

Mozo!  (Llamando,) 
Mozo.  Señor! 

D*Ansf.  Gafe. 

Mozo.  Al  punto. 

D*Ansf.    Sí,  sírvenos  sin  demora. 
Livio.      Gonque.. 

D*Ansf.  Quiere  usted  saber..  ? 

Livio.       Pues,  la  comenzada  historia... 
D'Ansf.    Yo  la  conocí  en  Madrid 

hará  dos  años  ahora. 

(£7  mozo  les  sirve  café,) 

Llamaba  allí  la  atención 

de  la  corte  por  hermosa... 

Su  origen  umericano 


N 


ACTO   11.  LSCKNA   T. 


y  su  riqueza  notoria 
unidas  á  la  sltiven 

de  un  cnrácterque  ti 


me  produjeron  tan  hond» 
sensación,  que  desde  entonces 
juré  y  cumplirlo  meinnporla 
seguir  hasta  el  desenlace 

Lmo.       Y  qué  objelo  se  propuso 

el  príncipe  D'Ansfells! 
D'Ansr.   Toma! 

Asislir  como  curioso 

de  esa  estrella  portentosa 

esa  garxa  que  en  la  atmósfera 
del  mundo  civilizado 

que  va  recorriendo  aUica 

las  capitales  de  Europa, 

dejando  en  todas  recuerdos, 

sembrando  la  muerte  en  lodus. 
LiYio.       Raro  capriciio! 
D'AxsF.  No  tal. 

Ohl  lamanomisleriosa 

de  Kos,  sin  duda  me  obliga 

i  proseguir  esla  obra. 

Soy  rico,  noble,  y  no  tengo 

ocupación  que  se  oponga 

á  mi  propósiio.  I*c>r 

distracción,  en  qué  oira  cosa 

roas  inocente  y  honesta, 

y  también  iniís  filosóflca, 

puedo  ocuparme? 
Livio.  Es  vardad; 

mas  la  ocurrencia  es  diabúlica. 
Cab.  1."  Has  leido  la  noticia 

(Ltyenio  un  periódico.) 

que  inserta  <;1  Diario  de  Romát 

Cab.  2.*  A  ver. — Sepamos 

C*B.  1.°  {Leyeniú.) 

tiUn  iócen  do  las  mas  ilustres  familias  de  Inglaterra, 

uLord  Kalmantli,  se  lia  arrojado  anoche  al  Tiber.   Hace 

vpoco  mas  de  un  mes  que  llegó  ú  Itoma,  y  se  cree  que 

•su  muerte  sea  ocasionada  por  ciertos  amares  des- 


32  LAS   AVES   DE   PASO. 


D*Ansf.  No  hay  duda; 

abrigó  UDa  pasión  loca 

fior  Glementína. 
Don  Pedro  se  levanta  después  de  pagar  a)  mozo^  y  sale). 
Livio.  Pero  elta 

no  tiene  misericordia....? 
D*Ansf.    Está  obligada  á  querer 

á  quien  de  ella  se  enamora? 

Los  rayos  de  su  hermosura 

al  alma  consuelo  otorgan; 

el  que  se  acerca  se  quema. 

— Ésta  es  su  vida  y  su  gloria! 

ESCENA  II. 

Dichos,  Glementína  que  entra  del  trazo  de  Luis. 

Gleheiv.  Descansaremos  un  rato. 
Lois.        Gomo  usted  guste,  señora. 

(D*Ansfelts  y  Livio  se  acercan  saludándola,) 
Glehen.   Hola ,  mi  viejo  alemán  ! 

{Dando  ¡a  mano  á  D'^Ansfelts). 
D'Ansf.    Oh,  mi  sublime  criolla....! 
Glehen.  '  Desafio  á  que  por  hoy 

me  haga  usted  perder  la  joya 

de  mi  alegría. 
D'Aksf.  Veremos. 

Glemen.  La  filosofía  es  cosa 

que  me  hace  dormir.  Señores, 

este  buen  principe  adora 

el  análisis  do  quiera 

que  puede  ponerlo  en  obra. 

Greerán  ustedes  que  viene 

siguiéndome  con  fé  heroica, 

por  gusto  de  ver  un  día 

sobre  mi  rostro  la  mofa 

del  amor  en  la  primera 

arruga  que  en  él  asomaf 
Ldis.        (Vaya  un  gusto....!) 
Glemen.  y  do  me  deja 

Nada París,  Londres,  Roma 

En  todas  partes  le  veo 

Pero  su  intento  no  logra: 

cuando  pierda  su  frescura 

mi  semblante,  sin  demora 


I 


ACTO   \,  ESCENA  11.  33 

iré  á  esconderme  de  América 

en  las  selvas  mas  remotas. 
D^Ansf.    y  aun  alii  me  hallará  usted. 
Glehen.   Principe  D^Ansfelts,  no  importa: 

cien  negros  me  guardarán 

de  sus  miradas  curiosas. 

D*AifSF.    Con  que  es  decir 

Clemeii .  Que  ya  empieza 

á  fatigarme  esta  broma,.... 
D^A?fSF.    No,  no  es  broma:  es  ]o  que  haré. 
Luis.         (Este  viejo  me  encocora. j 
D^AivsF.   Usted,  que  vive  arrullada 

por  tanta  y  tanta  lisonja 

usted  que  fuerte  resiste 

en  senda  tan  escabrosa, 

con  tranquilo  corazón, 

con  mirada  mofadora... 

debe  usted  de  estar  sublime 

cuando  la  edad  envidiosa , 

grabe  la  primera  arruga 

en  sus  mejillas  de  rosas 

Quizá  entonces  el  amor.... 

— Y  qué  amor! — envuelto  en  sombras, 

la  claridad  del  crepúsculo, 

la  vida  que  ya  se  Hora....! 

— Oh!  los  últimos  momentos 

de  una  hermosura  orgullosa, 

encierran  todo  un  poema 

escrito  sobre  una  hoja....! 
Glehen.  Pues  no  se  descuide  usted; 

el  tiempo  todo  lo  borra, 

y  también  puede  acabar 

con  tal  manía. 
D'AiiSF.  Señora , 

á  mi  edad  hay  pocos  cambios. 

Yo  no  soy  mas  que  una  sombra 

£1  viento  en  este  yo\c2íü  {Señalando  al  corazón.) 

cenizas  solo  amontona. 
Clemen.   La  falsedad  de  un  francés, 

el  esplin  inglés,  la  loca 

presunción  italiana, 

y  la  lengua  fanfarrona 

de  un  portugués,  se  toleran 

con  mas  placer,  que  esa  estoica 

curiosidad  de  Alemania 

que  en  análisis  se  torna. 

3 


^ 


54  LAS    AY£S   DE   PASO. 

D'AwsF.    Píschl — Caprichos  de  los  pueblos. 

Pero  hablando  de  olra  cosa, 

estaremos  mucho  aquí? 
Clehen.   Tal  vez.  La  eterna  matrona 

de  los  pueblos,  me  entretiene 

con  sus  tumbas  y  sus  momias. 

-^Livio,  perdóneme  usted. 

si  mis  palabras  le  enojan. 
LiYio.       Señora,  es  usted  muy  dueña... 

Reconozco,  aunque  lo  estorba 

el  cariño  de  la  patria, 

que  ya  se  ha  eclipsado  Roma. 

(Se  ope  fuera  la  señal  de  comenzar  las  carreras  de  ca- 
ballos,) (Se  retiran  las  mascaras.) 
D*  A?(SF.  Empiezan  ya  las  jcarreras. 
Clemen.  Me  quedo. 
D'  Ansf.  Vamos.  (A  Líw<?.) Señora . . .  (A  Clementina.) 

(D^  Ansfelts  y  Livio  saludan  y  salen.) 


ESCENA  III. 

Clementina.  Luis. 

Luis.        (Ya  estamos  solos.) 

Clemen.  Ah,  Luís . . . 

No  vá  usted? 

Lüis.  Prefiero  á  solas 

(y  cuidado  si  me  gusta) 
hablarla  de .  • .  (Se  mé  corta 
en  la  garganta  la  lengua .) 

Clemejí.  Hablarme? 

Lois.  Sin  mas  retóricas 

Clemen.   Ya  adivino,  de  Fernando. 

Luis.        De  Fernando? 

Clemen.  Sí. 

Luis.  ÍEsta  es  otra.) 

Fernando  es  un  loco. 

Clemen.  Loco? 

Lüis.        Y  en  ocasiones  no  pocas 
se  lo  he  repetido... 

Clemen.  Y  qué? 

Luis.        No  hace  caso:  con  su  sorna 
acostumbrada ,  de  mi 
se  burla. — Pues  si  me  amosca! 

Clemen.  Y  la  amistad? 


ACTO   U,   ESCENA   III.  55 


Lvis.  Eso  sí: 

le  quiero  como   á  mi  propia 
sangre,  que  por  él  vertiera 
hasta  la  última  gota. 
— Sigúeme,  me  dijo  apenas 
llegó  á  Madrid,  j  tan  pronta 
como  su  mandato,  estuvo 
nuestra  marcha...  y  hasta  ahora. . 
— Hace  de  esto  ya  dos  aSos..« 
mis  estudios  se  prolongan. 

Clemen.  Es  decir  que  su  carrera.. . . 

Lvis.        La  jurisprudencia?  Toma!..« 
detenida  por  las  nieblas. 

Cleme^i.  y  su  padre  de  usted? 

Ldis.  Toda 

la  culpa  es  de  ese  bergante 
que  á  sus  gustos  me  aprisiona. 
Maldita  herencia!  Sin  ella 
se  hubiera  venido  á  Roma 
derechito. ..  Ya  esta  hecho... 
Paciencia,  y  ruede  la  bola! 

Clehen.   Luis,  no  sea  usted  calavera; 
por  su  padre,  por  su  propia 
dignidad,  es  menester. . . . 

Luis.        Ya!  pero  quién  le  abandona? 
Luego. . .  me  fascina,  y  me... 
Cien  veces  estuve  á  corta 
distancia  de  abandonarle... 
y  no  pude. ..  Me  atorlola, 
me  seduce,  é  iré  con  él 
aunque  sea  á  California! 

Clemen.  y  cuál  es  su  vida? 

Luis.  Nada... 

la  qne  nsled  vé...  Sin  lisonja^ 
es  el  dandy  mas  completo, 
que  pasea  por  Europa. 
Ya  no  coge  los  pinceles... 
ni  siquiera  piensa  en  Lola. 
Amor,  jugar  y  gozar..! 
Asi  su  caudal  derrocha. 
Clehen.  y  usted  es  cómplice? 
Luis.  Yo? 

Y  puedo  hacer  otra  cosa? 
Clehen.  Su  padre  de  usted  en  tanto, 

la  ausencia  de  usted  deplora..! 
liUis.        Es  verdad.  Hoy  mismo  quiero... 


5C 


LAS  AVES  DB  PASO. 


— Por  otra  parte,  me  agovia 

con  sa  lujo;  no  hay  majer 

que  no  le  prefiera. 
Glemen.  Todas? 

Lüis.        Hasta  aquí  sin  escepcion  (Con  intención.) 

asi  fué;  mas  si  mejora 

mi  suerte...  Si  una  palabra 

saliera  de  cierta  boca 

que  yo  me  sé... 
Clemen.  Luis,  quisiera 

quedarme  un  instante  sola... 
Luis.        VoWeré  á  buscarla.  (Quiere 

meditarlo.. .  voy  en  popa!) 

ESCENA  IV. 

Glementina,  sola. 

Me  ama:  pero  en  rigor, 
aunque  su  amistad  es  tanta, 
ni  me  alegra,  ni  me  espanta... 
— Luis  no  se  muere  de  amor. 
Si  me  sigue  su  cariño, 
y  en  servirme  se  desvela, 
es  mariposa  que  vuela, 
es  el  capricho  de  un  niño. 
Pasará: — que  de  esta  suerte, 
todo  el  tiempo  lo  subyuga... 
Tras  la  belleza,  la  arruga: 
tras  de  la  vida,  la  muerte. 
Cenizas  solo  se  ven, 
donde  ayer  ardió  un  volcan... 
— Asi  piensa  el  alemán, 
y  á  fé  que  piensa  muy  bien. 
— Dos  años..!  ha  sido  fiero 
el  combale!  mas  qué  idea!.. 
Oh!  mi  corazón  flaquea? 
— Ño  puede  ser...  no  lo  quiero..! 
Antes  que  un  leve  gemido 
lanzar  el  mundo  te  viere, 
corazón  rebelde,  muere 
dentro  del  pecho  escondido..! 


1 


ACTO   It,   ESCENA   V. 


CtEHENTiHA.  Fernando. 


Fern.  (Aquí  está.)  (Aparte  desieel  fondo.) 
Clemn.  Valor!..  Es  él.  {VUndott.) 

Fern.  Cómo  Bsf,  se B ora  mia, 

tan  retirada? 
Clbhen.  Quería... 

Fbrí.  Ah,  es  usted  muj  cruel!.. 

Clueh.  Yo  erad? 
Fehn.  Poes  Dot.. 

Clemen.  Será 

Fern.  Si  usted  se  esquiva 

á  esa  juventud  altiva, 

quién  consolarse  podrá! 
Clemen.  No  lo  dije!.. 
Fer:i.  Antes  j  ahora, 

lo  que  bien  vale  se  esltoa: 

todo  lo  alegra  ;  lo  anima 

su  beldad  deslumbradora. 
Clesen.    a  que  vá  usted  k  caer 

Fer.i.       De  que  nsted  es  el  amor, 

y  sin  usted  no  hay  placer? 

No  son  ilufiiones  locas, 

que  lo  que  yo  digo  aqui, 

en  su  ardiente  frenesí 

lo  dicen  allá  mil  bocas. 
Clemen.   La  moda!.. 
Fekn.  No,  la  hermosura. 

Kn  vano  es  qne  usted  lo  niegue, 

ni  que  pretestos  alegue 

cuando  el  mupdo  lo  asegura. 
Clehen.  El  mundo..!  Sale  una  estrella, 

•¡  admira  sus  rayos  rojos; 

mas  pronto  vuelve  los  ojos, 

;  ya  no  se  acuerda  <te  ella. 
Fern.        No  Taita  alguno  á  quien  hiere 

con  sus  fúlgidos  destellos, 

y  herido  el  parpado  en  ellos 

felii  y  abrasado  moere. 


58  LAS   AVES  DE  PASQ. 

no  ha  amado  usted? 
Ckemen.  Tal  pregunta! 

Ferx.       Hoy  (|ae  el  destino  nos  junta 

quiero 

Clemett.  Id«a  peregrina....! 

Si  el  amor  es  la  ventura , 
ignoro  lo  que  es  amar; 
si  el  amor  es  un  pesar, 
una  vez  mi  inrancia  pura 
entre  sueños  vislun^bró 
una  centella  perdida 
que  del  árbol  de  mi  vida 
quemó  una  hoja,  y  pasó. 
Y  desde  entonces,  por  cso^ 
guardado  en  el  santuario 
de  mi  pecho,  solitario 
mi  corazón  vive  preso. 
Las  asechanzas  son  vanas: 
de  sí  mismo  guardador, 
{Señalando  el  corazón,) 
aquí  no  Mega  el  rumor 
de  las  lisonjas  mundanas. 
Fern.       y  no  puede  usted  hallar 
ese  cariño  indecible, 
grande,  inmenso,  inestinguible, 
como  se  puede  soñar? 
Clemen.  No  existe.  Solo  uu  demente..... 
Ferx.       Ahí  por  qué  lo  niega  usted? 
Cuando  Dios  nos  da  la  sed 
nos  pone  al  lado  la  fuente. 
En  el  bien  y  el  mal  fecundo, 

amor  á  todos  nos  ciega 

Clemen.  Infeliz  del  que  lo  entrega 

á  los  sarcasmos  del  mundo! 
Fer7(.       Es  que  el  amor  es  la  vida 
con  sus  penas  y  placeres: 
cadena  que  ata  los  seres 
v  está  con  el  cielo  unida. 
ho  es  esperanza  ilusoria, 
que  amor,  porque  mas  asombre , 
al  niño  convierte  en  hombre, 
al  hombre  lleva  á  la  gloria. 
Misteriosa  simpatía 
que,  al  flotar  por  el  espacio^ 
la  choza  trueca  en  palacio, 
V  hace  de  la  noche  dia. 


4CT0  1,  ESCENA  V.  39 


Nadie  su  poder  negó, 

f morque  ya,  desde  el  nacer, 
a  mirad  de  nuestro  ser 
ama  á  quien  el  ser  nos  dí6. 
Amor  es  soplo  que  alienta 
en  medio  de  los  dolores, 
que  suspira  con  las  flores, 
que  resiste  á  la  tormenta. 
Es  luz  que  «1  alma  ilumina 
con  fúlgida  claridad, 
es  una  dulce  verdad 
ó  una  mentira  divina . 
Es,  en  fin,  el  fuego  interno 
que  Dios  concedernos  quiso, 
para  ver  un  paraíso 
por  las  puertas  de  un  infierno! 

Clemen.  Oh,  pintura  encantadoral 

Fern.       Quien  bien  siente,  bien  se  esplica. 

Clemen.  Fernando,  me  mortifica 
un  recuerdo. 

Fern.  Cuál,  señora? 

Clemen.   Y  Dolores? 

Fern.  Obi  Dos  años, 

dos,  que  la  hice  un  juramento. . . 

Clemen.   Que  ya  se  ha  llevado  el  viento... 
y  quien  estos  desengaños 
con  ojos  seremos  mira, 
no  juzgará  con  terror 
que  en  el  mundo  es  el  amor 
solamente  una  mentira? 

Ferv.       No  era  amor  aquel  afán 
que  desde  niño  sentía, 
era  una  chispa  que  ardía 
donde  ahora  arde  un  volcan. 
Yo  mismo  juzgaba  eterno 
un  capricho  que  ha  pasado; 
pero  este  amor  despiadado, 
este  torcedor  interno 
que  no  me  deja  un  instante, 
que  me  lleva  á  su  presencia, 
y  que  crece  en  su  violencia 
cuando  la  tengo  delante; 
es  el  amor  verdadero^ 
grande,  sublime,  y  profundo... 
— si  hay  mas  glorias  en  el  mundo 
JO  esas  glorias  no  las  quiero! 


40  LAS   AVES    DE   PASO. 

Clemen.  Amor  como  otros  acaso... 

como  el  primero... 
Fern.  No  á  fé, 

que  este  amor  nacido  fué... 
Clemen.  Para   ser  ave  de  paso. 
Fern.       Olvidar  á  usted  queria 

del  mundo  en  el  torbellino, 

pero  siempre  en  mi  camino 

su  imagen  se  aparecía. 

£1  juego,  la  orgia,  el  vicio! 

llena  la  copa  apure 

de  Jos  goces,  y  dejé 

en  ella  mi  pobre  juicio. 

Y  qué  hacer  cuando  impotente 

es  el  pensamiento  ciego, 

solo  corona  de  fuego 

que  ciñe  y  quema  la  frente? 
Glemgn.  y  mañana...  si...  mañana 

el  olvido...  {Como  consigo  misma.) 
Fern.  Ob,  jamás!... 

Clemen.  La  indiferencia  quizás  .. 

pobre  condición  humana!... 
Fern.       Glementinal  {Con  ternura,) 
Clemen.  (Conmovido    {Aparte.) 

suena  su  acento...  Quimera!) 
Fern.      Ni  una  mirada  siquiera  {Suplicando.) 

á  este  corazón  herido!... 
Clemen.  Fernando!..  {Con  espontaneidad  y  mirándole.) 
Fern.  Dulce  tesoro 

que  parte  de  un  alma  ingrata..! 

Amor  es!.,  porque  amor  mata, 

y  yo,  muriendo,  te  adoro!  {Se  arrodilla.) 
Clemen.  (Y  resistir,  lucha  estraña!. 

— Pero  dudar  puedo  yo?) 
Fern.       Una  palabra!.. 
Clemen.  (Con  sentimiento.)  No... 

{Con  fuerza.)  No! 

ESCENA    VL 

Dichos.  Luis,  que  ha  oido  los  últimos  versos,    colocándose  á  la  de- 
recha de  Clementina. 

Luis.       Qué  veo!  Me  vuelvo  á  España.. .! 
Clemen.  {Cambiando  detono.) 


ACTO     II,    BSCENA  VI.  4 

Por  esto?  — Buena  locara! 
Que  Fernando  esté  á  rnis  pies 
6  nsted,  para  mi  igual  es,.. 
• — un  triunfo  de  la  hermosura! 
Entre  malos  ;  entre  buenos, 
lo  mejor  es  no  escojer; 
JO  tengo,  para  vencer, 
de  aqoi  poco,  de  aqui  menos. 
{Señala  i  \a  frente  v  al  coratcn.  Sateper  e¡  fonda.) 


ACTO  TERCERO, 


•_.'* 


Sala  en  casa  de  ClemenUna. — Dos  puertas  á  la  derecha  j  otra 
á  la  izquUrda. — En  el  fondo  chimenea  encendida.— Muebles 
de  lujo.— Alfombra. — Cortinaje  de  seda. — La  escena  estará  es- 
pléndidamente iluminada. 


ESCENA  PRIMERA. 

Clementi?ia,  Fernando,  Luis,  El  principe  D'Ansfelts,  Livio,  apa- 
recen geniados  cerca  de  la  chimenea  tomando  café, 

Livio.      Escelente  es  el  café! 
Clemen.  Elaborado  en  mi  ingenio 

y  escogido  para  mi. 
Livio.       Ya  se  conoce. 
Clemen.  Tenemos 

en  el  café  las  criollas 

nuestro  orgullo. 
D^Ansf*  Muy  bien  puesto. 

— »De  mi  sé  decir  á  ustedes 

que  cuando  una  taza  bebo 

con  este  aroma,  parece 

que  se  remoza  mi  cuerpo. 

De  su  vapor  á  través 

delicias  nnge  el  deseo, 

y  las  costumbres  de  oriente 


ACTO   111.  KSCENA   1.  45 

me  vienen  al  pensamiento. 
Livio.       (A  Clementina,  después  de  dejar  su  taza.) 

Jamás,  oh  linda  viajera, 

SQ  convite  olvidaremos! 
€lemex.  Comida  de  confianza... 
D*A?isF.    Qae  la  sazona  el  grazejo. 
Livio.       Le  agrada  á  usté  el  carnaval 

en  Roma?  Qué  tal? 
Clemen.  Confleso 

que  me  ha  sorprendido.  -  ^ 

Livio.  Sí?  ^^ 

€lkhbn.  Dicen  que  es  un  cementerio  ^'^V-^ 

Roma;  pero  en  carnaval 

sin  duda  vuelven  los  muertos 

á  la  vida,  y  en  el  Corso  ^ 

se  dispulan  el  imperio  >! 

de  la  locura. 
Luis.  Es  verdad: 

jamás  tanto  movimiento 

he  visto. 
Livio.  Por  las  corridas 

de  caballos  da  comienzo, 

pero  después  se  desborda 

el  populacho. 
Cleuen.  Comprendo  *• 

3ue  sea  Italia  la  reina 
e  la  locura. 
D'AxsF.  En  efecto, 

porque  es  un  país  de  artistas... 
Fbrn.       {Con  intención,) 

Y  el  arte  es  un  loco! 
D'Ansf.  Bueno! 

Fernando  se  enoja. — Ahora 

que  se  habla  de  artistas,  creo 

que  es  usted  un  gran  pintor... 
Luis.       (interrumpiéndole,) 

Era! 
V'ERif.       {Sonriendo,) 

Es  verdad. 
D^Ansf.  Según  eso... 

Luis.        Dos  años  ha  que  Fernando 

no  coje  un  pincel. 
Fern.  Ni  pienso... 

Luis       Es  rico.. 

D*AifSF.  Y  ese  es  motivo...? 

Luis.        En  España,  sí. 


44  LAS  AVES  DE  PASO. 

B'Ansf.  Soberbiol 

Clemen.   y  no  porque  en  ella  falten 
muchos  y  buenos  talentos» 
pero  son  tan  inconstantes 
como  la  pluma  en  el  viento* 

Fern.       (A/  Oído  de  Clementina,) 
Tenemos  que  hablar. 

Clemen.   {Con  frialdad.) 

De  qué? 

Fern.       (Se  levanta  yvaá  sentarse  en  frente,) 
(Oh,  tiene  de  piedra  el  pecho!) 
— Saben  usteaes  la  nueva 
que  corre  por  Roma? 

D'Ansf.  Es  ello...? 

Fern.       Clementina  acaso  sepa 
algo  sobre  este  suceso. 

Clemen.   Qué  suceso? 

Fern.  Arturo... 

Clemen.   (Queriendo  recordar.) 

Arturo? 

Fern.       £1  opulento  banquero 
de  París... 

ClemEn.  Qué  le  sucede? 

Fern.       Nada: — arruinado! 

Clembh.  Lo  siento! 

Y  cuál  ha  sido  el  motivo? 

Fern.  Quiso  olvidar  en  el  juego 
y  el  desorden,  un  amor 
que  concibió... — no  recuerdo... — 

!»or  una  estra ojera,  dicen... 
Aparte  con  tristeza,) 

Siempre! 
D'Ansf.  Qué  le  ayude  el  cielo! 

Amar  es  cosa  muy  buena, 

pero  morirse...  reniego. 
Livio.      (A  Clementina) 

Va  usted  al  teatro? 
Clemen.  Sí. 

Livio.      En  tal  caso  nos  veremos... 
Clemen.   Y  á  las  máscaras  después. 
Livio.      Bravo! 
D^Ansf.  Mientras  dura  el  fuego 

de  la  juventud... 
Luis.  Es  claro. 

Fern.      El  coche  á  la  puerta  tengo. 

La  acompañaré  al  teatro. 


ACTO   111,    ESCENA   II.  45 

Gleüen.   (Aparle  á  Luit.) 
Y  usted  unbieo. 
Luis.        {¡¡¡em.} 

Yo? 
Clemeh.   {ídem.) 

Silencio! 
D'Ansf.    He  Toy  al  Circulo  dq  ralo. 
Livio.       Y  JO. — Señora,  hasta  laego. 

Í Saludan  g  talen  por  la  leguiida  puerta  át  la  derecha.) 
Clemenlina  tira  del  cardan  de  la  campauilla.) 
Lvis.         (Después  de  aquella  plisada... 

— pues  señor,  ni  piíca  enlit'ndo.) 
Clen.       (A  Maria  que  tale.) 

Acompáñame  á  vestir. 
{A  Fernando  y  Late.) 
No  lardo. 
[.oís.  (Qué  será  esloí 


46  LAS  AVES  DE  PASO. 

Febn.      Te  cansa  ya  mi  amisud? 

Luis.       No  es  qne  me  canse,  mas  debo... 

Ferü.      Si,  debes  abandonarme... 

Ldis.        Fernando,  por  Dios,  no  es  eso.  . 
— Hablemos  en  confianza. 
{Se  acerca  á  Femando,) 
Te  acuerdas  de  ]os  consejos 
del  marino?  Aquel  que  trajo 
la  herencia? 

PeHí^.  Que  si  me  acuerdo! 

Le  quiero  como  á  un  hermano  I 
— El  los  suspiros  postreros 
recibió  de  mi  buen  padre. 

Luis.       Está  en  Roma. 

FBBIf.  Si? 

Luis.  Y  me  temo!... 

Fern.      Qué  temes? 

Luis.  Cuando  él  nos  busca... 

algún  presagio  funesto... 

— Te  acuerdas  cuando  en  París 

fuiste  envuelto  en  aquel  duelo? 

El  te  salvó.— Y  otro  dia 

qne  te  arruinaban  al  juego, 

no  vino  y  qoitó  la  máscara 

á  aquel  truhán.^ 
Fern.  *  Sí. 

Lois.     •  Poes  bueno; 

cuando  él  se  aparece  en  Roma... 

— Porque  tú,  siempre  impertérrito... 

no  haces  caso,  y  tu  fortuna 

no  durará  mucho  tiempo. 
Fern.      (Pensativo,) 

Es  verdad  ;  pero  ya  es  tarde. 

De  la  vida  el  mar  revuelco 

cruzo,  Luis,  perdido  el  rumbo.^. 
Luis.       Perdido?  Por  qué?  No  veo... 
Fern.      Ah!  Por  qué?  Tú  desconoces 

las  tormentas  de  mi  pecho. 
Lois.       Vamos,  no  te  desesperes. 

{Momento  de  pausa,) 

Ayer  tuve  carta,  y  quiero... 
Fern.       De  quién? 

IjL'is.  De  quién!  De  mi  padre. 

Fkrn.      Qué  dice? 
Lois.  Lo  que  merezco. 

Que  rae  olvide  de  que  existe... 

4 


'.  i.    m 


ACTO   III,   EflCEt4A   IH. 

que  me  abapdona...  v  laniáeo\ 
Oh! 

Los  qae,  como  noíolros, 
vienen  á  estudiar...  qaé  ejemplo! 

Íqaé  vejei  i  mi  padre 
s  preparo,.. — pobre  viejo! 
(Momtnfo  de  pauta,) 

(Sé  ieranla  y  v\ene  á  doaáe  etíá  LuU.) 

— Has  lodo  quiero  saberlo : 


48  LAS    AVES   DE   PASO. 

Clemen.  Pues  que  vuelva. 

Criado.  Con  empefio 

me  ha  dicho  que  le  entregara 

esta  tarjeta.  {Se  ladá.) 
Clemen.  {Leyéndola^)  Qué  veo! 


ÍAl  criado.) 


Jue  pase  por  esa  puerta.  {Indica  la  de  la  derecha,  pri- 
mer término.  Sale  el  criado,) 
—Dispénseme  ustedes ...  Luego  {A  Fernando  y  Luis.) 
nos  veremos  en  las  máscaras. 

Lcis.        Bien. 

FiíRN.       {Aparte.)  Volveré .  {Saludan  y  se  van.) 

ESCENA  IV. 

Glehentina,  leyendo  la  tarjeta. 

Sí;  don  Pedro 
de  Arellano. .  •  el  mismo. . .  el  mismo  • . . 
Y  en  mi  casa.  Oh!  El  infierno 
sin  duda  le  trae  aquí! 
£1  odio  me  presta  aliento. 
— Risas,  venid  á  mis  labios; 
orgullo,  ven  á  mi  pecho, 
— y  si  los  ojos  hicieren, 
traición  alguna  á  mi  intento, 
en  vez  de  miseras  lágrimas, 
que  lancen  mis  ojos  fuego! 

a 

ESCENA  V. 

Glementina.  Don  Pedro. 

D.  Ped.    {Desde  la  puerta  derecha.) 

Señora! 
Clemen.  {Que  se  ha  serenado.) 

Pase  usted. 
D.  Ped,    (adelantándose)         Vengo... 
Clemen.   Puesto  que  hablarme  procura, 

siéntese  usted. 

{Se  sientan  ambos.) 
D.  Ped.  Muchas  gracias. 

— El  motivo  que  me  impulsa 

á  venir. .. 


•  ACTO   llt,   ESCENA   V. 

Clehiín.  i)ebü  ser  grandi;; 

que  á  no  serasf,  ninguna 

raiún  pudo  autorizarle 

a  desafiar  mi  jnsU 

indignacioD. 
D,  Ped.  Clementina, 

ni  de  qveja»  ni  de  burla» 

es  la  ociílon.  Los  recuerdos 

lodos  In  edad  los  sepaltao 

los  años  truecan  en  hamo, 

esas  memorias  que  puaxao. 

— Vengo  A  cumplir  la  promesa 

hecha  i  una  voz  moribunda. .  , 

lazo  que  me  unió  i  Fernando 

T  no  ha  de  romperse  nnuca. 

£t  juramento  que  hice 

al  pié  de  la  sepallnra 

de  su  padre,  aquí  me  trae, 

y  hombres  romo  jo  no  dudan. 
Clemih.  IRefjrenando  un  movimienl»  de  iUnutlo.) 

¡Oh! 
D.PiD.  {Cúmprtnáléndala.) 

Voj. ^Fernando  ama  i  usted. 

Dos  años  hace  que  lucha. . . 

j  ja  rendido  se  euirega . . . 

j  no  quiero  que  sucumba! 
CLEMEn.   [Lteantándou  can  orgullo.) 

Olvida  usted  á  quien  habla? 

Acaso  tengo  la  culpa 

de  amores  que  no  be  buscado, 

ni  de  pasiones  absordasT 

— Que  me  quiere!  En  horabnena.. .. 

ni  me  alegra  ni  me  asusta. , . 


50  L\S   AVES   DE   TASO. 

D.  Peb.  No  he  de  irme! 

Clemen.   Yo  no  comprendo  esas  suplicas. 
I).  pED.    Por  el  cielo! 
Clemen.  Que  me  esperan.., 

D  pED..  Fernando  se  arruina  en  suma! 
Clemen.  a  él  debe  usted  dirigirse: 

íi  mf,  por  qué? 
D.  Pbi..  Si  iracunda 

conmigo  estás... 
Clehen.  Con  usted? 

D.  Peo.    Solo  yo  lu  enojo  sufra: 

en  nombre  de  aquel  amor 
de  lu  niñez  casta  y  pura! 
CiEíiE».  {Cott  energía.)  ...,„.,.,, 
Ui  amor...  mi  mneil—tJinen  habla 
en  nombre  de  esas  oscuras 
sombras  que  duermen  tranquilas, 
ée  mi  pasado  en  la  tumba? 
—Mi  amor.. .  mi  niñeit— Recuerdo 
que  una  voz  llena  de  angustia 
hiio  sonar  en  mi  oído 
palabras  que  el  alma  turban. 
—Era  un  hombre  que  abrigaba 
itran  coraron  y  alma  ruda, 
y  i  mis  pies  se  echó . . .  —Yo  »i 
de  sus  lágrimas  impuras, 
la  emponzoñada  corrieole, 
y  rodando  una  por  una, 
al  fuego  de  las  miradas, 
me  eníolvieren  en  sus  brumas. 
Y  me  hilo  mil  juramentos, 
promesas  que  Dios  escucha: 
—el  que  á  ellas  falla,  y  aun  vive, 
no  espere  que  oiro  las  cumpla. 

te  acuerdas?— El  bergantín 

que  echó  á  mis  playas  la  faria 

de  la  tormenta,  le  ir.ijo 

por  mi  eterna  desventura. 

_Yo  te  amé!...,— Di.  si  los  hombre! 

de  tu  condición  no  dudan, 

por  qué  dudaste  y  menlisle? 

qué  Te  pide  á  mi  conducta, 

qnién  á  si  propio  se  infama, 

quién  i  la  virtud  iosulla? 


ACTO   III,  KCBNA   V. 

como  adoran,  aborrecen 

las  que  el  Iri^pico  saludan  I 

Por  eso  al  ver  ii  mis  plañías 

de  hinojos  la  amante  turba, 

si  recuerdo  mis  agravios, 

de  ira  mis  ojos  relumbran. 

Y  esta  beilcxa  que  el  manda 

con  soxo  esiápido  adaU, 

es  s^o  la  flor  qne  brota 

al  pie  de  una  sepultara. 
.  Pbd.    Clemeolina,  nomcrezco 

reprobación  Un  injusta 

la  juvealud,  siempre  loca , 

se  eslravia. — Pero  escucba: 

ese  calculado  intento 

de  k  Teng^Dza,  repugna 

á  on  alma  bonrada.. 
i,ehb:(.  La  honra 

es  la  conciencia  j  la  pública 

estimación  de  las  gentes. 
.  Pro.  La  conciencia  no  le  acusa? 

Pues  quél  basta  con  decir: 

— Hoadie  mis  timbres  deslustra?!) — 

— No:  quien,  como  lú,  serena 

y  con  la  pupila  enjuta 

presencia  las  mil  catástrofes 

del  amor  j  la  locura; 

quien  vé  á  su  lado  caer. 


52  LAS    AVES    0E  PASO* 

podrá  ser  una  venganza , 
mas  de  ello  crimen  resulta. 
Qué  caipa  liene  Fernando? 
Sí  tü  en  soledad  profunda 
perdiste  tus  ilusiones, 
y  ese  recu.erdo  le  ofusca, 

^por  aquellas,  cuántas,  di, 

la  humanidad  con  usura 
te  ha  pagado? 

Clemen.   (Después  de  una  pausa,) 

Qué  me  pides? 

D.  Ped.  Solo  te  pido  que  nunca 
á  Ycrte  vuelva  Fernando! 

Mil  esperanzas  lo  arrullan 

los  tesoros  del  talento, 
los  bienes  de  la  fortuna, 
todo  lo  arroja  en  el  golfo 
de  sus  crápulas  nocturnas. 
Consejos  no  le  detienen, 
pues  sus  deseos  le  empujan; 
y  por  ahogar  sus  memorias 
males  sin  cueaio  acumula. 
— iEn  Granada,  donde  todo 
su  inocencia  lo  perfuma  , 
un  corazón  que  le  espera 
ruega  á  Dios  por  su  ventura! 

Clemew.  Dolores!  ,  .,  j  . 

D    Ped.  Y  él  la  ha  olvidadol 

Mucho  es  preciso  que  aturdan 
los  viajes,  el  dinero, 
y  esas  hermosas  que  surcan 
la  vida  como  las  aves, 
dando  al  sol  sus  ricas  plumas , 
hasta  que  el  tiempo  á  sus  pueHa» 
llama  con  voz  importuna. 

CLEmy.    {Como  herida  de  un  recuerdo,) 
Dolores  será  leliz! 
Y  Fernando  aunque  presuma 

D  Ped.   -Tu  alma  es  noble:  lo  sé; 

solo  el  deber  la  subyuga 

Clemen.  Jamás  volverá  ya  á  verme, 
y  si  es  preciso  que  acuda 

D.  Peo.    Alguno  se  acerca. 

Clemen.  .  ^^  ^» 

que  receloso  me  busca. 

D.  Peo.  Adiós! 


Kfé 


54  LAS   AVES  DE  PASO. 

Por  qué  se  marchó  tan  pronto? 

(Vaá  ¡a  puerta  por  donde  salió  D .  Pedro .)  {Fuera  de  si.) 

Oh!  cerrada!  Esto  le  escuda! 

rjementina,  de  mis  celos 

fiera  la  esplosion  se  anuncia!... 

— El  nombre  de  ese  rival 

que  emprende   cobarde  faga!... 

quién  es?  ó  arranco  á  esa  puerta 

(Lanzándose  á  la  puerta .) 

la  mezquina  cerradura! 


ESCENA  VIL 

Glemeittiiia,  Fernaivdo,  D.  Pedro. 

{la  puerta  se  abre  de  pronto:  Fernando  va  á  lanzarse 
par  ella,  cuando  aparece  en  el  dintel  D,  Pedro.) 

D.  PcD.   Airas! 

Fern.  Don  Pedro! 

D.  Peo.  No  soy 

el  rival  que  te  figuras,  {Con  tono  solemne,) 
soy  la  sombra  de  tu  padre 
quede  tus  vicios  te  acusa! 

{Fernando  retrocede  y  D,  Pedro  se  queda  en  actitud  ame- 
nazadora con  el  brazo  estendido  hacia  él.) 


Fin  del  tercer  acto* 


56  LAS   AVBS   DE   PASO. 

de  que  \iese  terminada 
mi  carrera. 

D*Ansf.  Bien. 

Lms.  Mi  padre, 

que  de  mi  desconfiaba, 
esU  loco  de  alegría. 

D'Añsp.    y  la  razón  es  bien  clara: 
á  quien  no  mira  adelante 
triste  porvenir  aguarda. 
No  hay  plazo  que  no  se  cumpla  ^ 
y  toda  deuda  se  paga; 
por  cada  risa  de  joven 
da  la  vejez  muchas  lágrimas. 
Así  vendrá  á  sueederle 
á  su  antiguo  camarada. 

Luis.       A  Fernando? 

D'Ansf.  Sí. 

Clemen.  (Aparte.)^       Fernaador 

D^Ansf.    Imaginación  volcánica , 
para  débil  de  carácter. 

Clemen.  (A  Luis.) 

Qué  sabe  usted  de  el? 

LüJS.  Yo?  Nada. 

Hace  tres  anos  que  en  Roma 
nos  separamos: — filé  vana 

mi  diligencia no  pude 

traerie  coomigo  á  España. 

D'Ansf.  Yo  le  vi  después  en  Ñapóles  ; 
por  cierto  que  me  dié  lástima; 
entregado  á  teda  clase 

de  escesos de  casa  en  casa 

tras  el  juego  y  el  escándalo..... 
vida  mas  desordenada  t 

Luis.       El,  que  todo  lo  tenia,, 
talento^  fortuna  y  alma:: 
hubiera  sido  felis 
aun  sin  salir  de  Granada, 
al  lado  de  los  que  fueron  ^ 
sus  compañeros  de  infancia. 

D'Ansf.  Para  salir  sin  lesión 
de  las  reñidas  batallas 
que  sostiene  contra  el  mundo 
el  alma  mejor  templada, 
es  fuerza  que  la  cabeza 
esté  cubierta  de  canas. 
(A  QementinaJ) 


58  LAS   AVES   DE  PASO. 

y  aquí  siempre aquí  escocdido! 

— El  último  amor  ba  sido 

tan  fatal  como  el  primero! 
Dolores.  (En  el  pabellón;  ha  concluido  de  hacer  el  ramo,) 

Cinco  años  há  que  contando 

los  dias  de  mis  amores, 

vengo  á  colocar  mis  lores 

donde  pintaba  Fernando. 

(Lo  coloca  en  un  jarrón  que  habrá  en  la  mesa.) 

Siempre  le  estoy  esperando 

á  mi  juramento  6eL 

Por  qué  no  vuelve? — Cruel! 

Todos  los  dias  le  llamo; 

mas  vendrá,  porque  le  amo 

y  al  cielo  ruego  por  él! 
Clemen.   Esa  voz!— Es  ella!— Tiene 

el  alma  llena  de  fé, 

y  ama  como  yo  adoré , 

porque  la  fé  la  sostiene. 
Dolores.  (Saliendo  del  pabelhn,)  „ 

Ab!  señora! 
Clemen.  De  esos  ojos 

llanto  de  amor  ha  corrido. 
Dolores.  De  amor  no,  de  pena  ba  sido; 

no  causa  amor  mis  enojos. 
Clemen.  Le  olvidaste? 
Dolores.  To  olvidar? 

Pues  la  oración  q«|%  una  vez 

aprende  nuestra  nine;:, 

se  puedff^  olvido  ecbar? 
Clemen.  Sí:— toío^asa  y  se  olvida  ; 

— amor  hoy mañana  hastio! 

querer  y  hallar  un  vacío, 
Y  morir!.... — esta  es  la  vida ! 
Dolores.  No  es  ese  mi  afán  profundo. 
Clemen.   No  causa  tu  ^ena  amor? 
Dolores.  Pero  mi  pena  es  mejor 

gue  las  dichas  que  da  el  mundo, 
rotan  las  lágrimas  mias 
por  el  bien  que  au^^ente  adoro, 
y  son  fecundo  tesoro 
de  dulces  melancoHas. 
Este  llanto  es  un  consuelo 
que  apenas  turba  mi  calma; 
es  el  rocío  que  al  alma 
envía  un  ángel  del  cielo. 


v:^^ 


ACTO  IV,    ESCBflA    11- 
Dicha  que  á  nacer  empieía 
donde  oira  itiuef^quisis... 
— No  ha  seoüifc  i^ted  jamás 
el  placer  de  la  )«Kieza? 

<lLEl(E^.   Tnsieza! — Hi  corazón 

DO  le  puede  comprender, 
pornne  mi  solo  placer 
fué  la  desesperación. 

Dolores.  Para  eolenaer  mi  ventara 

Clehen.    (Si  yo  supiera  olvidar 

mera  menor  mi  tortura!) 

DOLORIS.  Cuando  en  lánguido  desmajo 
craza  el  sol  los  horizontes, 
y  deja  sobre  los  montes 
la  luz  de  su  último  ravo; 
el  afau  que  entonces  llena 
el  alma  en  ternura  santa 
eala  tristeza  que  encanta, 
es  el  placer  que  da  pena. 
Pues  ese  mismo  dolor, 
pues  esa  misma  alegría, 
produce  en  el  alma  mia 
el  recuerdo  de  mi  amor. 

Clchen.  y  si  olvidado  de  ti 

no  piensa  eu  cclver  acá? 

Dolores.  Tarde  6  temprano  vendrá. 

Clembü.  y  sino  viene? 

Dolores.  (Can  fe.)        Ob,  sí! 

¿No  vuelve  el  prado  á  echar  flores 
después  del  invierno  erado, 
j  el  árbol,  de  hojas  desnudo, 
i  vestirse  de  colores? 


ÜO  LAS   AVES   DE  PASO. 

sa  patria  y  su  religión, 
\uelven,  caál  es  la  razoD        r\ 
de  qae  do  vueha  Fernando?  ; 

ESCENA  m- 

Dichos,  D'Ansfelts,  Luis. 

D*AifSF.   ClementinaT 

Glemen.  Qaién?  Ahí  voy. 

Lcis.        Nos  inquietó  su  tardanza. 

D'Ansf.  Qué  hace  usted?  No  se  me  alcanza..» 

Glemen.   Nada:  conversando  estoy 

con  Dolores. 
D'Ansf.   {Pasando  al  lado  de  Dolores.) 

Qué  gentil! 

Qué  donosa  criatura  I 

No  he  visto  rosa  mas  pura 

en  la  orilla  del  Geoil 
Luis.        {Vendo  también  á  Dolores,) 

Está  usted  triste? 
Dolores.  Por  qué! 

Glemen.   La  futura  de  Fernando! 
D'Ansf.   Mientras  él  anda  viajando, 

usted  le  guarda  su  fe. 
Luis.        Gada  día  está  mas  bella! 
D'Ansf.  La  frescura  de  la  edad...    {Con  intención.) 

la  juventud... 
Lois.  Es  verdad. 

D'Ansf.    Qué  nunca  estampe  su  huella 

la  pena  en  ese  semblante! 
Glemen.   (Aparte,  resentida  de  la  preferencia  que  dafi  á  Dolores.)   . 

Los  dos  á  su  lado!. — Brilla 

su  rostro... — Mi  orgullo  hnmiNa! 

— Vanidad,  sigue  adelante! 

{Alto.) 

Vamos  á  almorzar? 
Luis.  Por  fin! 

— Adiós,  hermosa  Dolores 
D^Ansf.   Niña,  coida  de  tus  flores, 

no  salgas  de  tu  jardin. 
Glement.  {Con  intención,  después  que  los  otros  te  hayan  separado 

de  Dolores.) 

Dolores,  ten  por  muy  cierto, 

pues  la  esperiencia  lo  advierte, 


ACTO  IV,  ESCENA  IV.  61 


^  -que  es  el  olvido  la  maerte 

y  no  vuelve  ningún  muerto. 

ESCENA  IV. 

Dolores. 

Todos — sin  saber  por  qué — 
Tienen  á  aumentar  mi  pena, 
dudando  del  que  se  fue : 
— ellos,  que  viven  sin  fe, 
pueden  comprender  la  agena? 
Aunque  el  amor  mas  profundo 
va  siempre  de  dicha  en  pos, 
nunca,  por  mi  bien,  confundo 
la  dicha  que  nos  da  el  mundo, 
con  la  fe  qne  nos  da  Dios. 
-Olvidar! — No  puede  ser: 
— cómo  olvidar  el  cariño 
tenido  desde  el  nacer? 
Olvida  la  madre  al  niño 
que  víó  á  su  lado  crecer? 
Si  muerte  y  olvido  son 
iguales  ó  parecidos, 
en  un  triste  corazoc 
quedan,  á  muertos  y  á  idos, 
jb\  recuerdo  y  la  oración. 

ESCENA  V, 
Dolores.  Don  Pedro. 

t).  Ped.    (Entra  por  el  foro :  traje  de  camino.) 

Dolores,  muy  buenos  días. 
Dolores.  Don  Pedro!  usted  por  acá? 
D.  Ped.   Qué  quiere  usted,  no  he  podido 

mis  asuntos  arreglar... 
Dolores.  (Con  ansiedad,) 

Qué  noticias  tiene  usted 

de...?  Ha  escrito? 
D.  Ped.  No. 

Dolores.  Será 

que  olvidado  de  nosotros. •• 
D.  Ped.    No  lo  creo. 


62  LAS   AVES   DE   PASO. 

Dolores.  (Pensativa,)  Es  singular! 

Desde  que  Luis  le  dejó 

en  Roma,  tres  años  há, 

no  hemos  sabido... 
D.  Pbd.  Ya  tengo 

sobre  este  asunto  que  hablar 

con  el  coronel  Herrera. 
Dolores.  Voy  á  llamarle.  (Hace  que  se  va  y  vuelve,) 

Y  está 

bueno? 
D.  Ped.  Sí, 

Dolores.  (Volviendo.)  Piensa  en  nosotros 

como  yo  en  él? 
D.  Ped.  Tal  vet. 

Dolores.  Ahf 

Sáqueme  usted,  por  el  cielo, 

De  esta  cruel  ansiedad! 
D.  Ped.    Hasta  no  ver  á  su  padre 

no  puedo  decirla  mas. 


ESCENA  VI. 

Doif  Pedro,  solo,  viendo  salir  á  Dolores 

Ángel  que  de  este  retiro 

perfumas  la  soledad, 

sin  que  la  ausencia  ni  el  tiempo 

puedan  hacerte  cambiar; 

que  nada  al  mundo  le  pides, 

porque  tu  ventura  está 

sentada  de  tu  virtud 

en  el  trono  celestial; 

— ángel,  que  Dios  te  conserve 

porque  puedas  perdonar 

al  que  viene  arrepentida 

de  su  estravio  fatal ! 

ESCENA  VIL 

Don  Pcdro.  Dolores,  Coronel. 

CoRON.     Don  Pedro! 

D.  Ped.  Con  usted  solo 

quisiera  un  instante  hablar. 
Dolores.  (Retirándose  y  aparte.) 


ACTO   IV,  ESCENA  VIH. 

(Re  deTOra  la  ¡mpacJencial) 

¡Alio.) 

En  seguida  salgo...  Ha;  tal! 


ESCENA  VIH. 
Don  Pedro,  el  Cohonel. 

D.  Pbd.    Fernando  viene! 

CoiON.  De  veras? 

D.  Ped.  Poco  taidarí  en  llegar. 

CoROH.     CoDsisaiú  usied  arrancarle 
i  esa  vida?... 

Ü.  PíD.  SI.  en  verdad. 

TaniDS  aOos,  Coronel, 
de  seguirle  j  de  esperac 


C4  LAS   AVES   DE  PASO. 

y  traerle  donde  está 
el  ángel  solo  que  puede 
su  infortunio  consolar. 

CoRo:«.      Si  asi  se  consigue  todo, 
que  venga  ya  donde  están 
para  él  Tas  puertas  de  casa 
abiertas  de  par  en  par . 

D.  f^ED.   El  llega; — que  le  reciba 
Dolores  sola. 

CoRON.  Es  verdad. 

cuando  él  su  perdón  le  pida 
á  recibirle  saldrá. 


ESCENA  X. 

FERifANDO,  par  el  forú. 

Fern,       {Vestido  de  negro ,  con  levitu  y  sombrero  deviage.) 
Nadie! — Sagrado  asilo  de  mi  infancia, 
solo  y  perdido  á  tus  umbrales  llego; 
(5e  arrodilla.) 

sitios  que  tanto  amé,  perdón  si  uo  dia, 
desatentado  y  ciego, 
os  dio  al  olvido  lu  locura  mía. 
{Se  levanta.) 

— Estas  paredes  con   lenguage  mudo 
parece  que  mis  súplicas  rechazan.., 
{Quitándose  el  sombrero. ) 
— mansión  de  paz  y  amor,  yo  te  saludo! 
Aunque  mi  torpe  ingratitud  es  tanta, 
antes  de  entrar, — eu  mi  dolor  profundo — 
he  sacudido  el  polvo  de  mi  planta, 
— cual  penitente  que,  al  dejar  el   mundo, 
clava  sus  ojos  en  el  ara  santal 

Í  Pausa,) 
iloria  y  amor!— Desd€  el  nacer  vinieron 
á  combatirme  y  sobre  mi  pasaron... 
las  alas  de  mi  alma  estremecieron, 
del  corazón  los  sueños  despertaron. 
Y  ciego  las  seguia... — me  perdieron! 
y  loco  las  amaba... — me  engañaron! 
A^r,  por  seguir  tras  un  placer  que  abrasa, 
dejé  la  dicha  y  la  virtud  en  casa. 
(Pausa.) 
Yo  la  fortuna  de  mi  honrado  padre. 


ACTO  IV,  KSCEKA  X.  fiS 

mi  juventud  risueña,  mi  laleiilo, 
mis  dichas  verdaderas, 
al  impulso  Qo  mas  del  pensamienlu 
lie  ga^do  en  inútiles  quimeras. 
— Á\^^:i,  si  el  negro  porvenir  te  asombra, 
espía  tu  Raid  a; 

i|ue  no  haj  un  írbol  que  le  preste  sombra 
at  árido  desierto  de  mi  vida! 
iPtiíai  u  algataTa  en  cata  áe  Cletuettlina.) 
Risas  hacia  alli  sonarnn... 
(.««  rita,.) 
Esos  alegres  rumores 
son  los  ecos  tentadores 
que  al  abismo  me  empujaron. 
— Cíeme  o  lina!  — Siempre  Igual ! 
nada  detiene  >u  planta.,. 
— Corazón  de  mármol,  canta 
en  tu  alegría  inferDa] ! 

iDúlore*  upreteMaea  el  pabellón,  telíenáo  ¡lor  ta  parte 
mierierde  U  quinta,  lin  ver  d  Femando.) 
— Lejos  ,  recuerdos  traidores  I 
Venceros  desde  ho;  podré  , 
que  amparo  le  pedirí 
al  ángel  de  mis  amores  ! 

(Se  acerca  al  pabellón  y  m  d  Doloret,  que  tt  habla  puetta 
á  bardar.) 

Ella  está  en  el  pabellón! 
ISeñálanáo  á  la  áereeha.) 
Allilarísa,  el  placer  I... 
(Señalando  á  ¡a  ixquUrda.) 
Aquí  el  recuerdo  de  ajcr 
que  auD  vive  en  su  corazón  ! 

(Femanáe  te  dirige  al  pabellón ,  cuando  le  llama  Cie- 
rnen tina.) 

ESCENA  X. 


Clbicen.  Fernandol 

Fern.      {petem'éndcte.)  Cielos] 

Clkhen.  (Aparte.)  JNo  bav  duda... 


66  LAS    AVES    DB    PASO. 

Clemen.   (Acercándose  con  ironía.) 

Quien  de  su  amor  se  aconseja, 

puede  ohidar? 
Fern.      (Turbado.)  No  lo  sé, 

{Señalando  á  Dolores.) 

Ella  me  ama!— Podré 

desoír  su  justa  queja? 
Clemen.  (Aparte ^resentida.) 

SY  he  de  mirarme  humillada 
leíanle  de  mi  rival  ? 

La  lucha  es  de  igual  á  igual ! 

Su  amor  anle  lodo  ó  nada ! ) 
Fern.       (Con  amargura.) 

Mi  corazón  abrasaron 

los  recuerdos  que  guardé... 

han  llorado  por  uslé 

ojos  que  nunca  lloraron ! 
Clemen.  (Con  acento  amoroso .) 

Ese  llanlo  que  sin  calma 

viene  un  alma  dolorida, 

es  el  principio  de  vida 

que  amor  siembra  en  otra  alma. 
Fern.       C\emQii\\ri^\  (Conteniéndose.)  No,  jamás! 

Acabe  esia  calentura 

que  mis  sentidos  tortura!. . 
Clemen.   (Con  sentimiento.)  Y etn^viM 
Pjjjjj,  No  puedo  mas! 

Clemen.  (Con  energía,  variando  de  tono.) 

Al  pasado,  eterno  olvido ... 

lejos  ambos. . .  dicha  inmensa! 
Fern.       Esa  infame  recompensa 

Dolores  no  ha  merecido. 

Í Desprendiéndose  de   Clementina.) 
luye  de  la  mente  mía, 
pasajera  tentación; 
no  vuelvas,  blanca  ilusión, 
á  turbar  mi  fantasía! 
Llévese  esa  niebla  el  viento 
á  mi  juventud  funesta! . . . 
— Aun  una  virtud  me  resta! . . . 

Clemen.  Cual?- 

Fern.  El  arrepentimiento! 

(Se  oyen  otra  vez  risas  á  la  izquierda.  Dolores  al  oírlas 
presta  atención,  dejando  la  labor  y  acercándose  á  la  puer- 
ta del  pabellón.) 
Allí  la  embriagez  del  juicio 


ACTO     IV,    ESCEXA    XI.  67 

que  me  arrastró  por  la  vida 

con  la  esperanza  perdida 

de  uncen  olro  preclpieio. 

(Señalando  al  pabellón.) 

Aqui  están  la  religión, 

la  inocencia  y  la  virtud .  . . 

(Llega  á  lapuerta  del  pabellón,  y  esolama    arrodiltán- 

— Paerio  de  mi  juventud, 

dame  auxilio  en  mi  aflicción! 

(Boloret  reconoce  á  Femimitu,  tama  un  grito  y  le  arroja 

en  iu*  braxo»:  momento  de  lilencio.) 

ESCESA  XI. 
DICHOS.  U'A^SFELT.  Luis.  El  Coroxel.  D.  l*i;i>ito. 


LAS    AVES    RE    PASO. 

gratitud  que  no  te  cDadru: 
pues  siempre  perdona  lia  padre, 
cunndo  se  arrepiente  un   liijo. 
Asi  su  dicha  concilia 
quien  sufrió  pesar  interno... 
— el  solo  amor  qae  haj  eterno 
es  el  amor  de  ramilial 
Mi  buena  soerte  me  trajo 
donde,  lejos  de  inquietudes, 
pneda  alcanzar  dos  virtudes: 
— la  espiacion  y  el  trabajo! 

ESCENA  XII. 


De  la  caridad  en  pos 

voy  siempre  con  planta  incierta, 

pidiendo  de  puerta  en  puerta 

una  limosna  por  Rios. 

üsble  pena  mortifica 

&  quien  llora  un  bien  oerdido; 

JO  bella  y  Joven  he  síao, 

amadn,  leliz  y  rica. 

(Ltiüs  D'AHtftít»  le  dan  algunas  moneónt.  1.a  pebre  se 

aleja.  Clemeutina.  aíerrorttada  can  ¡as  úllimas  palabras 

áe  la  pobre,  entra  en  tu  quinta  preeipilada.) 

Si  lodo  pasa  en  la  «ida, 

también  moran  en  el  suelo 

almas  que  bajan  del  cielo 

á  consolar  nuestra  Lérida. 

El  tiempo  todo  lo  trunca  , 

fortuna,  amor,  juventud 

— Solamente  la  virtud, 

que  es  de  Dios,  no  muere  nunca! 


Vln  del  drama. 


Habiendo  examinado  este  drama,  no  hallo 
inconveniente  alguno  en  que  su  representación 
se  autorice.  Madrid  20  de  octubre  de  1858. 

El  censor  de  teatros, 

Antonio  Ferrer  del  Rio. 


m^ 


Á  Mli  PLUm 


«POSICIOI  COMICO-lIftlCÁ  EN  U  ACTO  I  MOS  BOCrTOS 


ORIGINAL,  EN  PROSA  Y  VERSO 


LBTBA  DB 


JULIO  RÜIZ  Y  ENRIQUE  LÓPEZ  MARlN 


MÚSICA  DEL   MAESTRO 


ftepresenlada  por  primen  ?ez  con  extraordíoarío  éxito  en  el  TEATRO  DE 
LOS  JiftDilVBS  DEL  BUEN  RETIRO  la  noche  del  25  de  Agotto  de  1892 


*-»■ 


MADRID 

R.  VELASCO,  IMPRESOR,   RUBIO,   20 


Jirdloet  <lel  Bits  htm 

(t  imtdi  ••  haOi) 


>uerído  Julio:  Hoy,  que 
es  una  costumbre  con 
za  de  ley,  poner  en  la 
lera  página  de  los  li- 
t  una  dedicatoria  á  las 
ionas  que  más  simpa- 
inspiran  ó  más  deferen- 
se  le  guardan,  no  ten(a- 

j  tú  y  yo  más  remedio 

que  hacer  otro  tanto,  siquiera  por  no  romper  contra 
la  costumbre. 

Y  jdónde  está  la  pastora  es  decir,  ¿á  quién  se  la 
dedicamos?... 

Esto  mismo  me  pregunto  yo  ahora,  que  estoy  en 
la  imprenta  corrigiendo  pruebas,  y  que  me  pide  Re- 
^no  la  dedicatoria  para  compojurla. 

Por  eso  se  me  ha  ocurrido  escribirte  esta  carta,  que 
si  va  á  ofender  tu  modestia  viene  á  sacarme  del  paso. 
Entiendo  yo,  que  si  Julio  Ruiz,  AUTOR,  es  justo, 
á  nadie  con  más  motivo  que  á  Julio  Ruiz,  ACTOR, 
debiera  dedicarse  esto,  aunque  te  esté  mal  el  hacerlo. 
Pero  esto  es  inverosímil,  porque  ¡cómo  te  va3  á 
echar  flores  á  tí  mismo? 

Por  eso  prescindo  de  mi  colaborador,  y  en  vez  dfc 


—  6  — 

estar  en  el  sitio  del  menor  padre  de  todoSy  me  siento 
único  para  los  efectos  de  la  dedicatoria,  con  objeto  de 
tener  absoluta  libertad. 

(¡Ah!  Entre  paréntesis.  Esta  carta  te  parecerá  dos 
veces  larg^;  por  larga,  y  por  mal  escrita;  pero...  son 
las  cuatro,  hasta  las  cinco  no  vendrá  Palomero  á  bus- 
carme para  terminar  eso  que  sabes,  yo  no  tengo  nada 
que  hacer,. ^  conque,  si  no  quieres,  no  la  leas.  Y  lo 
mismo  digo  á  ustedes,  señores  lectores.) 

Y  allá  te  va  eso. 

Mira  Julio,  tú  eres  un  bárbaro,  (Con  perdón  sea 
dicho.) 

Eres  el  primer  cómico  de  España  é  islas. 

El  Rey  absoluto  de  la  g^cia,  el  mejor  antídoto 
contra  la  hipocondría.  Sales  á  escena,  todos  los  sem- 
blantes sonríen;  abres  la  boca,  risa  general. 

Las  mayores  candideces  las  conviertes  en  chistes. 

De  la  frase  más  inocente  haces  una  lanceta. 

Un  detalle  tuyo,  vale  un  mundo  de  arte. 
^  Uno  de  tus  movimientos  en  una  situación  cómica» 
es  todo  un  poema. . 

No  conozco  flexibilidad  artística  como  la  tuya. 

Te  pones  una  peluca  y...  ¡vaya  un  viejo^ 

(Hable  el  autor  de  ¡Como  está  la  sociedadt) 

Haces  un  litriy,..  ¡eche  usted  laurelesl... 

Sales  de  frac  y...  ¡ole  los  diplomáticos!... 

Haces  un  borracho...  ¡¡¡el  deliriolü 

Tú  dices  en  escena  (y  fuera  también)  los  mayores 
atrevimientos,  lo  que  nadie  se  atrevería  á  decir.  Y  no 
es  que  te  sirva  de  base  la  autoridad  que  tienes  con  el 
público,  no;  es  que  sabes  decirlos  con  ingenio,  con 
gracia,  con  travesura,  y  naturalmente,  los  morenos  no 
sólo  te  los  toleran,^  sino  que  te  los  aplauden. 


—  7  — 

Luego  sale  diciendo  por  ahí,  en  letras  de  molde, 
un  puritano,  que  si  tal  y  qué  se  yo. 

No  hagas  caso. 

La  pudorosa  espectadora  que  no  debe  entenderlo, 
no  lo  entiende  ó  le  da  otro  sentido,  y  el  socio  que 
lanza  una  carcajada  porque  adivina  la  intención,  ese... 
¡que  no  sea  tan  malicioso!... 

Esto  lo  digo  en  descargo  de  tu  conciencia  por  cier- 
tas coplitas  que  hs^  cantado  en  esta  obra  tuya,  es  de- 
cir, mía,  ó  mejor  dicho,  nuestra;  bueno,  en  A  VUELA 

PLUMA. 

En  fin,  Julio,  considera  á  qué  altura  te  veo,  que  la 
mayor  ambición  de  mi  vida  es  llegar  á  escribir  come- 
dias como  tú  las  representas. 

Aquí  hago  punto.  Dejo  la  pluma  y  enciendo  un 
pitillo  mientras*  pienso  en  lo  que  voy  á  decirte  de  los 
compañeros  que  han  tomado  parte  en  esto. 

Meditemos. 

Verdad  que  todos  han  estado  muy  bien. 

¿Qué  me  dices  de  la  figurilla  de  la  Bustitos  sobre 
el  triciclo? 

¡Qué  bien  vestidita,  qué  serena,  qué  carita  tan  mo- 
na, qué  bien  dice!... 

Esta  chiquilla  tiene  porvenir. 

Se  escucha  un  poco  cuando  habla  ¿sabes?...  y  lue- 
go, ella  sabe  que  es  muy  linda...,  una  falta  de  modes- 
tia imperdonable,  aunque  no  hace  gran  alarde  de  ello. 

Bien  mirado,  no  es  suya  la  culpa. 

¡Se  lo  han  dicho  tantos  en  ese  Jardín,  y  es  un  ve- 
neno tan  sabroso  la  lisonja!... 

(No  me  dirás,  Julio,  que  he  tirado  demasiado  de  la 
manta...) 

G>nsueUto  Badillo  tenía  poco  quehacer,  pero  su 


trabajo  es  filigrana  pura,  María  Tubau  estará  orgu- 
Ilosa  de  su  discípula.  « 

El  Despertador  y  de  primer  orden.  Tiene  mucha  ra- 
zón el  inglés  en  su  comentario.  Rafaela  estaba  muy 
guapa  y  cantó  con  mucho  gusto. 

El  Abate,,  me  gustaba  más  que  elotro^  y  no  añado 
una  palabra  más  porque  el  otro  se  lo  ha  dicho  todo  ya. 

Conchita  Banovio...  jolé  tres  veces!... 

Muy  trabajadora,  muy  elegante  y  muy  resaladísima 
en  todo  y  siempre. 

María  Diez,  muy  distinguida,  y  muy...  actriz. 

Valentina,  muy  risueña.  Poco  es  lo  que  ha  dicho, 
pero  bien. 

Las  chicas  del  coro,  ^hijas  mías!...  ¡con  qué  üé  tra- 
bajan ellas!...  ¡Y  qué  bonitas  casi  todas!... 

Yo  en  tu  nombre  me  atrevo  á  darlas  un  abrazo 
casto  y  puro  en  testimonio  de  gratitud. 

]Ya  ves!  Tocan  timbres,  pitos;  salen  á  escena  con 
la  mar  de  cosas,  se  desnudan  varias  veces,  se  sueltan 
el  cabello;  ¡que  esto  es  lo  más  horrible  para  ellas!... 

En  fin,  pequeñas,  os  debo  dos  de  Montilla. 

Don  José,  nos  ha  hecho  un  señor  municipal  de 
esos...  ique  no  cabe  más!...  Gracias,  don  Pepe, 

Vedia,  muy  guapo,  muy  correcto,  muy  alborota- 
dor, muy  dizno. 

Iglesias...  á  la  altura  del  campanario.  (Lo  único  que 
me  preocupa  de  él  es  ese  color  rubio  mate  subido  que 
no  se  le  vá  ni  con  el  Lozoya.) 

González  (cuarta  parte  de  un  inglés),  demostrando, 
el  hombre,  que  sabe  lo  que  hace. 

Nota.     Queda  recomendado  á  las  empresas. 

Campitos,  Villanova,  Carreras,  Povedano,  etc.  etc., 
creciéndose.  Hay  madera. 


—  9  — 

Y  ahora  un  voto  de  gracias  para  los  caballeros  del 
coro,  que  pocas  veces  habrán  estado  mejor. 

¿Queda  alguien  por  ahí  olvidado? 

jAh,  sí,  hombre!...  D»  que  estuvo  á  punto  de 
volverse  loco  con  las  rectificaciones  del  ejemplar. 
Pero  tú  eres  muy  listo,  Cuadrado,  y  Manolo  Girón 
también. 

Bueno. 

iQué  descansadito  me  he  quedado! 

Pues  ahora,  López  Marín,  que  es  muy  cortés  (histó- 
rico), que  os  está  á  todos  muy  agradecido,  que  cree 
muy  razonable  y  muy  justo  haceros  presente  su  re- 
conocimiento, os  dedica  la  obra  á  vosotros,  á  todos. 

Y  no  os  dedico  los  derechos  porque...  esto  es  hari- 
na de  otro  editor. 

^Lo  ves  tú?...  Son  las  cinco,  ha  llegado  Palomerín, 
te  he  dado  la  lata,  he  salido  del  paso  y  me  he  que- 
dado tan  tranquilo. 

Y  todo,  por  no  atreverse  á  hacer  la  edición  de  la 
obra  sin  dedicatoria.  Claro,  ¡como  que  no  puede  ser!... 

Adiós,  Julio. 
¡Malegrq  de  verte  güenol 

Tu  cariñoso  é  invariable,  al  par  que  bien  parecido 
amigo  y  colaborador. 


LÓPEZ  Marín 


¡Agua,  por  Dios!... 


REPARTO 


AOTOBBS 

Srth.  CouMjelo  Balillo. 
»      Floriuda  BustOü. 


Rafaela  Lasheras. 


PEBSONAJES 

La  Diota  Obele» 

El  pollo  de  la  máquina 

SI  Horario I> 

El  Heraldo j^ 

Blancoy  Negro Pr«.  P."  María IMcx. 

Unaciega a       ^      Concepción  Baaovio. 

La  Época l| 

Madrid  '  ómieo Srta.  Vale  tica  Mao tilla. 

La  Correspondencia .    S  a  D  "  Vicf uta  Ferrándiz. 

El  Autor 

El  Compañero  Capilia 

(1)  Beal  

Apolo 

Comedia 

BslafM 

Lora 

Princesa, . . 

TivoH 

Recoletos 

Jardín  del  Buen  Retiro . 

La  mueapopular  {ciego) 

Si  Caballero  del  programa 

TecOro  Español « 

El  Liberal i 

El  Imparcial 4 


>:>  Sr. 


Joliu  ^uíz. 


Un  espectador .. 

SI  DiúsNeptuno j) 

Mietw  Pain 

Un  guardia  del  Orden  público , 

Un  ídem  municipal 

ün  burgués 

El  Inspector w 

ElPais y 

SI  Dependiente  mayor 

Un  cabo  de  Orden  público 

TealroFeHpe «    „ 

Lazarillo y 

Un  guardia S 

Uff soldado  {no  habla) 


José  \le8ejo. 
Francisco  Iglaaias. 


Evari^ito  Vedia. 

Antonio  QoDxáles. 

Santiago  Carreras. 

Antonio  Povedano. 

Cristóbal  Campos. 

Luía  ViUanova. 
Luis  Portes. 

ño  López. 

tmilio  Stern. 
Victoriano  Riaza. 


«'Horas,  obreros,  farolas,  compradores,  pueblo,  coro  general  y  acompañamiento 

La  acción  en  la  Villa  del  Oso  y  el  Mndro&o.— Época  actual 
Derecha  é  izquierda  las  del  actor 


(x)    Todos  estos  teatros  pueden  rejpartirse  en  diferentes  actrices  y  actores. 


ACTO  ÜNICO 


■<^^^/w%^^»»»v  « 


Pespnés  del  preludio  de  U  ozqueita,   m  arma  una  trifalca  en   Ib» 
butacas  por  una  cueettán  que  tienen  el  AUTOR  y  un  ESPECTADOR 

Este  da  un  gran  silbido 

Autor        ¡Cállese  nstedl... 
Esp.  {No  me  da  la  ganal 

Autor        iMae  valia  que  tuviese  usted  educaciónl 
Esp.  £1  mal  educado  será  usted;  ¡canalla! 

Autor        ¿Canalla  yo?...  ¡Oiga  usted...!  {Ahora  vere- 
mos!... 

(Se  abalansan  uno  á  otro  para  pegarse.— Llegan  los 
guardias  oportunamente,  porque  están  prevenidos  de 
antemano,  eogen  á  los  dOs  caballeros  y  los  llevan  á  la 
prevención,  es  decir,  al  escenario.— En  este  momento 
se  sisa  el  telón.) 


CUADRO  PRIMERO 


La  prevención 


ESCENA  PRIMERA 


£1  INSPECTOR  sale  de  la  primera  derecha.  Detrás  el  CABO 


,*í 


Insp. 
Cabo 


¡Ya  lo  saben  ustedes,  cualquier  cosa  que 
ocurra,  estoy  en  el  café  de  Levante! 
¡A  la  orden  de  ust^dl 


—  12  ~ 


Insp. 


Cabo 
Insp. 


jSi  viepe  el  fiador  de  ese  que  lia  ingresado 
nace  dos  horas,  le  ponen  ustedes  epi  li> 
bertad! 
¡Corriente! 

Hasta  luego.  (Ruido  dentro.) 


ESCENA  II 


DICHOS,  AUTOR,  ESPECTADOR  y  GUARDIAS  1.^  y  2.® 


GUAR.  1." 

Insp. 
GuAR.  1  /» 


Insp. 
Autor 

Insp. 
Autor 


Esp. 

Autor 

Esp. 

Autor 

Insp. 

Esp. 

Autor 
[nsp. 


¡Ahora  se  lo  explicarán  ustedes  al  señor  Ins- 
pector! 

¿Eh?  ¿Qué  ha  ocurrido? 
¡Estos  dos  mocitos,  que  acaban  de  armar 
un  escándalo  en  Jos  Jardines  del  Buen  Re- 
tiro! (1) 

¿Y  qué  ha  sido  ello? 

¡Señor,  si  usted  me  permite,  yo  se  lo  expli- 
caré  todo! 
Hable  usted. 

¡Muchas  gracias!  ¡Pues  yo  soy  uno  de  los 
aut(»*es  de  la  obra  que  debe  estrenarse  esta 
noche  en  aquel  teatro,  ó  mejor  dicho,  que 
8e  estará  representando  á  estas  horas.  Se  me 
ocurrió  salir  al  público  con  objeto  de  ver  las 
caras  de  los  expectadores,  cuando  apenas 
terminada  la  introducción,  este  cabaUerito 
se  permitió  lanzar  un  horroroso  silbido.  Yo 
le  llamé  al  orden  y  el  señor  me  llamó  cana- 
lla, y  en  esto  vinieron  los  del  Orden! 
¡El  señor  se  abalanzó  á  pegarmel 
¡Eso  no  es  cierto,  señor  inspector;  él  fué 
quien  me  quiso  pegar! 
¡Usted! 
¡Usted! 

¡Silencio!  Ya  se  averiguará  eso  después.  En- 
tre tanto,  métalos  usted  allí  dentro. 
¡Pero  no  puedo  yo  mandar  un  recado  á  un 
amigo  para  que  venga  de  fiador! 
¡Yo  estoy  en  el  mismo  caso! 
¿Tiene  usted  también  fiador? 


(l)     El  teatro  donde  se  représente  esta  obra. 


Autor 

Insp. 

Insp. 

Autor 

Insp. 

Autor 


—  13  — 

jPocos  son  los  que  me  fían,  pero  todavía  me 
queda  algUQo! 

]Burlitas  á  mi!...  {Adentro  con  ellos,  y  de 
aquí  no  salen  hastia  que  yo  vuelval 

¡Pero  señor  inspector!... 

¡Adentro  he  dicho! 

¿Quién  me  habrá  metido  á  mí  en  estos  Uos!... 

(Los  guardias  conducen  ¿  los  detenidos  por  Xa  prime- 
ra derec]»a.— Kl  Inspector  mutis  por  el  foro.-'Or- 
qnesta.) 

HVTAClOJff 


CUADRO  SEGUNDO 

Bazar  á  todo  foro  con  grandes  anaquelerías  á  derecha  é  izquierda  y 
otra  divisoria  en  el  centro.— La  escena  forma  varias  secciones  de 
distintos  artículos,  y  en  cada  sección  un  dependiente.— Sobre  las 
estanterías  rótulos,  «Juguetes»  «Objetos  de  caza»  «ídem  de  vii^e» 
«Perfumería»  «Modas»  etc^  etc.  ^n  el  foro  se  lee  sobre  Xa  puerta 
«Paso  á  los  almacenes».— Al  levantar  el  telón,  el  coro  general  pa- 
sea, viendo  los  artículos  del  Basar. 


ESCENA  PRIMERA 


Señoras  y  caballeros.  Dependientes.  A  poco,  Mister  PAIN 


COMPRADS. 


Señoras 


Húsiea 

Tienen  las  boquillas 
gusto  y  perfección, 
son  de  ámbar  y  espuma, 
no  hay  imitación; 
pero  me  parecen 
caras  por  demás, 
y  tan  alto  precio 
no  puedo  pagar. 
Son  los  paquetitos 
de  polvos  de  arroz, 
lo  más  necesario 
para  el  tocador; 


—  u  — 

y  si  usted  los  tiene 
los  quiero  llevar, 
aromatizados 
coa  opoponáx. 


(Formando  grupo  en  )a  Izquierda.) 

Este  es  un  bazar 
pero  superior, 
como  hace  años  mil 
no  se  estableció. 
Nadie  que  entra  aquí 
sale  sin  comprar. 
Porque  cuanto  venden 
tiene  novedad. 

Deps.  (Formando  grapo  á  la  derecha.) 

Este  es  un  bazar 
á  quien  largo  yo 
todos  los  sobrantes 
de  liquidación. 
Nadie  que  entra  aquí 
sale  sin  comprar, 
porque  nuestra  labia 
no  tiene  rival. 

(Mifiter  Pain  lale  por  la  derecha  con  un  periódico  en 
la  mano,  y  se  queda  parado  Junto  á  la  hatería.) 

Pain  Este  debe  ser, 

por  la  explicación, 
el  Bazar  del  Siglo 
que  buscaba  yo. 

(Todos  Re  fijan  en  el  Inglés,   y  retroceden  asustados 
hacia  la  izquierda.) 

Coro  ;iUn  inglés!!  íjSanto  Dios!! 

Pain  ¿Qué  sucede?...  (Admirándose.) 

Coro  .     I  Un  inglésl 

Pain  ¿Cómo  corren  así? 

Coro  Pues,  figúrese  usted. 

Los  ingleses  aquí 

sólo  quieren  cobrar, 

y  el  que  más  y  el  que  menos 

tiene  un  miedo  cerval. 
Pain  |Ah!...  jYal...  No  hay  cuidado. 

(Todos  rodean  al  inglés.) 

Hace  cuatro  días  salí  de  Londón; 


—  46  - 

corriendo,  corriendo  me  vine  en  el  tren, 
y  vengo  encargado  de  tal  comisión, 
que  quiero  cumplirla  muy  pronto  y  muy  bien. 
Coro  Hace  cuatro  dias  salió  de  Londón,  etc. 


Hablado 

(b1  Coro  general  Irá   haciendo  mutis   lentamente,  j 
después  de  comprar  algrunos  artículos  del  Basar.) 

PaIN  (ai  Dependiente  Mayor  ) 

Yo  he  llegado  ayer  de  Londres, 

y  no  traigo  más  objeto 

que  comprar  algunas  cosas 

para  llevarme  recuerdos 

de  Madrid.  En  el  periódico 

dice  que  tienen  bocetos, 

y  quiero  Uevarme  algunos 

de  los  que  tengan  más  mérito. 
Dep.  Si,  señor;  nada  más  fácil; 

precisamente  tenemos 

un  sitio  en  el  almacén 

destinado  á  los  bocetos. 

Los  hay  pintados  al  óleo, 

al  humo,  al  carbón,  al  fresco, 

al  pastel,  al  agua  fuerte, 

gran  variedad  de  modelos. 

Pero  antes,  es  mi  deber 

advertirle,  y  se  lo  advierto, 

que  en  todos  se  representa 

una  escena  ó  un  suceso 

de  Madrid. 
Pain  Mucho  mejor. 

Tengo  impaciencia  por  verlos, 

y  como  después  me  gusten, 

nada  reparo  en  el  precio. 
Dep.  Pues  tenga  usté  este  catálogo, 

(Le  entrega  un  libro.) 

y  por  aquí,  irá  usté  viendo, 

cómo  á  los  lienzos  traslada 

el  arte  su  pensamiento. 
Pain  Lo  veré  con  mucho  gusto.' 

Dep.  Lea  usté. 


—  16  — 

Pain  (Leyendo.)  Cuadro  primero. 

El  pollÜQ  de  la  máquina. 
Dep,  Efitá  de  moda  el  boceto. 

(B1  Dependíanle  hai*.  de  ddo  de  lo»  eaUatei  nn  oas-    ' 
dro  qne  eiimlna  el  iug\it  con  ■lenclAn.  Fot  Ib  puerta 
loqnlerda  aparece   el   Pollo  de   la  máqaloa  «obre  el 
triciclo.) 


DEPENDIENTE,  UIBTER  FAIH,  EL  POLLO  de  le  máquina  ule  por 

la  Iiqnlerda,  btc»  una  evolución  ;  queda  parado  Crenie  A  la  couch*. 

El  triciclo  debe  llevaí  bocina  automátloa  y  farol  eaceodldo 

Pollo  jSaiud,  caballeroel 

Yo  soy  de  la  corte 
lo  más  distinguido, 
la  nata  y  la  flor. 
Yo  Boy  un  pollito 
que  pasa  la  vida 


rodando  esta  máquina 
de  locomoción. 
Ya  tengo  ganadas 
trescientas  a 


—  17  — 

pues  tal  movimiento 
le  doy  á  mis  pies, 
qué  en  cuatro  ó  seis  días 
de  viaje  constante, 
me  doy  por  España 
dos  vueltas  ó  tres. 
Y  ustedes,  de  fijo, 
me  dicen  ahora 
oyéndome  atentos 
mi  modo  de  hablar: 
«Y  diga  usté,  amigo, 
)>¿qué  saca  usté  luego 
»con  ese  milagro 
»de  velocidad? 
»¿Le  vale  el  dinero? 
»¿Le  dan  á  usté  algo 
»por  ese  incesante 
acorrer  y  correr?...» 
No  tal;  no  me  sirve 
de  nada,  señores. 
¿Por  qué  corro  tanto?... 
Pues  velay  usté... 
Porque  es  elegante, 
se  ha  puesto  de  moda, 
y  yo  soy  esclavo 
de  todo  lo  sic. 
Porque  es  delicioso, 
porque  es  muy  bonito, 
pasar  como  un  rayo 
por  todo  Madrid. 
El  traje  es  sencillo: 
gorrita  á  la  inglesa, 
chaqueta  cortita, 
ceñido  el  calzón; 
y  aquí  el  farolito, 
y  aquí  la  trompeta 
que  dice  j¡¡Petróleo!!I... 
jAllá  va  el  ciclón! 

(Marchase  rápido  por  la  dercc'.íR  hadon<lo  nnn  evoJu- 
ción  y  tocando  la  trompeta.) 

Pain  ¿y  no  tiene  otro  quehacer 

este  pollo? 
^^*-^-  No,  señor. 


*• 


(Lerendo  en  el  cetálogo.) 
í  Dm  reUj  despertador.* 
^□señiudDle  un  lelúj.) 
Este  si  tiene  que  ver. 


PAIN,  DEPENDIENTE,  EL  HOBARIO  y  Us  doce  bont 

Húslea 

lAs  Estas  doce  compañeras 

son  las  doce  del  relo^; 
por  nosotras,  de  la  vida 
la  medida  se  encontró. 
El  amor  dice  que  somos 

un  tormento  más, 
porque  somos  un  milagro 

de  velocidad. 
Nadie  aplaude  nuestro 
modo  de  marchar. 

(ddcs  colpes  de  timbre.) 

El  que  espera 

nos  maldice 
porque  lentas  vamos, 
y  porque  martirizamos 

su  felicidad. 

De  esta  manera 

nunca  la  esfera 

siu  dar  disgusto 


-48  — 

puede  luaicftr; 
V  amor  supone 
las  horas  brevee, 
8Í  otros  las  creen 
eternidad. 
Siente  al  dar  las  doce  el  albañil 
una  cariñosa  sensación; 
suelta  la  paleta,  va  á  comer 
y  á  beber  del  rico  peleón. 
Y  cuando  se  escucha 
de  la  campana  el  son, 
al  punto  se  vuelve 
contento  á  bu  labor. 


eonchtt,  ttlcaTesando  por  ex 


Soy  Horario, 
■de  absoluta  precisión. 

Dar  la  hora 
es  mi  constante  niÍBÍón. 

Los  minutos 
respetan  mi  voluntad, 

y  es  mi  vida 
un  incesante  compáa. 
Yo  despierto  al  perezoso 
y  despierto  al  cazador, 
y  mis  cuartos  son  seguros, 
por  ser  cuartos  de  reloj. 


—  20  — 

Horas  El  Despertador 

vale  un  potosí, 
si  lo  duda  usted, 
mire  usted  hacia  aqui. 

(Timbres.  Moyirniento  de  yalls.  £1  resto  de  la  letra 
está  en  la  partitura.  Mnt!8,  tocando  los  timbres  por 
la  derecha  y  en  fila.) 

Pain  Es  un  relé  entretenido. 

Dep.  ¡Ya  lo  creol 

Pain  Sí,  señor. 

Con  este...  despertador 

nadie  se  queda  dormido. 

Dep.  (Enseñándole  otro  cnadro.) 

Este  es  muy  de  actualidad 
y  ya  no  queda  más  que  uno. 
Son  Cibeles  y  Neptuno, 
Dioses  de  la  castidad. 


ESCENA  IV 

DEPENDIENTE,    PAIN,    CIBELES  y  NEPTUNO.  Éste   con  traje   de 
frac  encamado,  peluca  y  tridente.  Acinolla  de  estatua 

Nkp.  ¿Conque  te  van  á  quitar, 

Cibeles? 
CiB.  Creo  que  sí. 

Nep.  y,  ¿dónde  vas  á  parar? 

Cíe.  ¡Sabe  Dios!...  ¡Pobre  de  mí! 

Nep.  Pues  yo,  chica,  francamente, 

al  saber  tan  triste  nueva, 

empuñando  mi  tridente 

vine  á  ver  si  hay  quien  se  atreva 

á  usurparme  el  escondrijo. 
Ctb.  ¡Quién  sabe!...  ¡Podría  ser! 

Nep.  ¡Pues,  le  reviento,  de  fijo! 

10  soy  hombre... 
CiB.  Y  yo  mujer. 

Nep.  Pero  una  mujer  honrada, 

pues  aunque  estés  en  el  Prado 

tu  conducta  está  probada; 

yo  estoy  muy  bien  enterado. 


Pero,  ¿qué  veo?  Ese  traje... 
¡Cómo  te  han  paeeto  el  vestido! 
lAhí  veráfll 

[Y  has  consentido 
que  te  infieran  ese  ultraje! 
Son  conmigo  muy  crueles, 
iqué  le  voy  á  hacer! 

Ahora 
no  eres  la  Diosa  Cibeles; 
eres  una  anunciadora. 
Mis  enemigos  se  esconden 
y  á  defenderme  lenUDciu, 


porque  todos  me  responden 
ícuénteselo  usted  al  nuncio.» 
¡Al  trafiladarme  de  aqut 
se  van  á  llenar  de  glorial 

NiEP..  ¿De  gloria? 

Ci».  El  alcalde  y 

la  academia  de  la  historia. 

Ubi-,  a  tu  marcha  no  me  avengo 

por  la  historia  de  los  dos; 
soy  el  dios  Neptuno  y  tengo 
toda  la  fuerza  de  un  dios. 


—  «  - 

CiB.  Desiste  de  tn  quimera, 

Neptuno;  sé  más  prudente; 
la  calle  de  la  Montera 
también  tenía  su  fuente 
y  la  quitaron  de  allí. 
'  Nep.  Sí;  para  esplendor  del  arte. 

CiB.  Y  aiiora  me  mandan  á  mí 

con  la  música  á  otra  parte. 
Según  dicen,  son  pretextos; 
chismes  de  calumniadoras; 
intrigas  de  ciertos  puestos 
del  prado...  las  aguadoras. 
Además  yo,  como  apunte 
histórico,  nada  pierdo, 
porque  siempre  el  transeúnte 
me  dedicará  un  recuerdo 
al  pasar,  y  habrá  quien  diga, 
si  sus  recuerdos  son  fieles, 
Cibeles,  Dios  te  bendiga, 
¡cómo  te  han  puesto,  CibelesI 

Nrp.  Pues  yo  evitarte  deseo 

que  andes  de  aquí  para  allí, 
y  es  lo  mejor,  según  creo, 
que  busquemos  por  ahí 
recomendación  pudiente. 

Cjb.  Si  ya  me  ha  recomendado 

una  infinidad  de  gente 
y  no  les  han  escuchado. 

Nep.  ¿Que  no  han  querido  escuchar? 

¡Ya  verán  esos  señores! 

CiB.  ¿Qué  piensas  hacer? 

Nep.  Llamar 

á  todos  los  aguadores 
de  la  Plaza  de  Pon  tejos, 
San  Antonio,  Encarnación, 
Mendizábal  y  Consejos, 
y  armar  la  revolución. 

CiB.  ¿Tendrás  coraje? 

Nep.  y  aliento, 

CiB.  ¿Dispuesto  estás  á  la  lid? 

Nep.  Te  ofrezco  un  levantamiento 

de  aguadores  en  Madrid. 

CiB.  Pues  á  buscar  tus  lebreles. 

Nep.  ¿a  tí  pisarte?  ¡Ninguno! 


-^  43  «- 

S'^lé,  la  Diosa  Cibelesl 
uchas  gracias,  don  Neptuno. 

(Mutis  derecha  juntos*) 


ESCENA  V 

iflBTER,  DEPENDIENTE  y  CORO  DE  OBREROS  (l) 

Músiea 

(salen  formados  en  fila  y  llegan  á  dar  trente  al   pú- 
blico, andando  todos  á  compás.) 

Coro  Dicen  que  sube  el  pan, 

y  no  lo  veo  yo, 
que  vivo  en  piso  cuarto, 

y  hasta  mi  casa 

nunca  llegó. 

Pero  al  ir  á  pagar, 
lo  que  ha  subido  he  visto 

que  era  el  pan. 


Y  así,  claro  que  no 
se  puede  resistir, 
porque  al  precio  que  está 
no  se  puede  vivir. 


Sube  un  Ayuntamiento; 
luego  vuelve  á  bajar, 
y  en  tanto  los  obreros 
siempre  lo  mismo  están. 
Pagan  contribuciones, 
impuestos  por  la  sal, 
impuestos  por  la  carne, 
aceite,  vino  y  pan. 
Y  al  que  con  furia  dice 
que  no  quiere  pagar, 
le  largan  cuatro  palos 
y  todo  queda  igual. 


(l)      Mocha  mímica  en  este  número. 


(PauBñ.— AccíAd  de  l(n:ai  la  sutt"».) 

que  nos  canten  el  Eirili 
Eirüi  EirilMn. 

¡Válgame  Dios! 

(V'sD  descendiendo  al  compás  de  la  música  hasta  que- 
darse en  oubllllaa  — En  la  primera  Izquierda  euena 
na  dispara  á  tlempa  de  orquestii.  Loa  abreroa  caen  Rl 
aunlo  sentados.  Sale  un  guardia  de  orden  público  in- 
dlciindules  que  se  rajan,  y  los  obrero»  obedecen  ha- 
ciendo mil  corlesiai  al  guardia,  que  boee  mutis  detrea 
de  elloa,  y  lodo»  í  compiis.) 


Nada,  qiie  la  propiedad 
es  un  robo  manibeeto, 
y  si  no  es  un  día,  es  otro, 
pero  llegará  el  jaleo, 
y  entonces,  |máldita  sea! 
les  va  arder  &  loos  el  pelo. 
Pero,  bueno,  ¿tú  qué  opinas 
de  todo  ese  movimiento 
socialista  que  amenaza 
destrozar  el  universo? 


Cap,  Pues  bien;  hablándote  ahora 

como  un  hombre,  lo  que  pienso 
es  una  barbaridad, 
pero  muy  gorda. 

Obreru  Lo  creo. 

Cap,  Porque  hay  que  desengañarfie; 

tú  erea  burgués,  por  ejemplo; 
pues  tú  me  dices  mañaDa: 
— Oyes,  Capilla,  no  tengo, 
verbo  en  gracia,  que  comer; 
y  yo  Toy  y  digo: — ¡Bueno! 


Cap. 

Obrero 

Cap. 


Voy  á  Ift  obra,  es  un  decir, 

y  ftlU  le  digo  al  maestro: 

— [Eh! .,  Buenoa  diaa,  amigo; 

Tengan  aquí  tooa  loe  perros. 

y  dice,  pongo  por  oaeo: 

— ¡No  pué  ser! — Pues  como  obrero 

que  soy,  me  declaro  en  huelga, 

y  ahi  está,  ni  más  ni  menos, 

el  alimr  del  socialismo. 

Pero,  ¿y  cómo  resolvemos 

el  problema? 

Puesaal. 
¿Cómo? 

¡9Í  lo  estoy  diciendo! 


—  26  -- 


Obrero 
Cap. 


Obrero 
Cap. 


Obrero 

Cap. 

Obrero 

Cap. 

Obrero 

Cap. 


Obrero 


Cap. 

Obrero 
Cap. 

Obrero 

Cap. 

Obrero 

Cap. 


Tú  pides;  bueno,  y  el  otro 
no  quiere»  soltar  los  perros. 
Pues  tú  vas  y  se  los  coges, 
y  de  ese  modo  tenemos 
nivélao  el  socialismo, 
ú  quié  decirse,  resuelto. 
Te  digo  que  estoy  d/m(máa 
que  llegue  el  día,  y  malegro 
na  más  que  por  el  Ulises, 
¿El  üHses? 

Sí,  un  cartero 
cojo  que  va  á  la  taberna. 
¡A  ese  sí  que  lo  reviento! 
¿Es  burgués? 

¿Que  si  es  burgués? 
Ya  ves,  toma  el  vino  negro 
con  seltz,  no  te  digo  más. 
Entonces,  claro. 

jPor  eso! 
Pero,  j  cuando  llegue  el  día 
del  triunfo... 

Que  no  está  leios. 
Bien.  ¿Qué  programa  tenéis? 
Como  tener,  no  tenemos 
ningún  pongrama  aoordao. 
El  panorama  es  lo  de  menos; 
pero  hay  algunas  cabezas 
apuntas  para  el  degüello. 
Yo  soy  hombre,  verbo  en  gracia, 
que  no  iié  muchos  deseos, 
y  con  un  par  de  tendidos 
pa  esa  y  pa  mí,  satisfecho. 
¿De  modo  es  que  tú  supones 
que  el  día  del  gran  jaleo 
será  una  fecha  muy  triste? 
,  Habrá  que  hacer,  por  lo  menos. 
¿Cortaréis  muchas  cabezas? 
Muchas,  pero  yo  prometo 
no  cortar  ninguna. 

.        ¿No? 
Yo  ninguna. 

.  ¿Y  cómo  es  eso? 
¿Es  que  tú  eres  compasiyo? 
Es  que  yo  soy  sombrerero. 


-  t7  - 

y  lo  que  es  á  mi  parroquia, 
francamente,  la  respeto. 

•  (Matis  los  doa  dereisha.) 

Dep.  ¿Qué  le  ha  parecido  á  usted 

este  cuadro? 
Pain  Que  no  es  nuevo. 

Y,  además,  en  mi  país 
esta  clase  de  bocetos 
I  son  más  terribles,  ¿comprende? 

I  Dep.  Si 

I  Pain  Tienen  más  movimiento. 

'  Estas  figuras  de  aquí 

no  hacen  más  que  hablar,  y  luego 
mucho  ruido  y  pocas  nueces, 
poco  hacer  y  mucho  miedo. 
Aquí  no  luce  este  cuadro. 
Dep.  ¿Que  no  luce? 

Pain  /    No  lo  veo. 

Dep.  Se  dará  luz.  Vea  usted, 

.     precisamente  por  eso 
encargué  estas  farolitas 
al  ünstre  Ayuntamiento, 
y  mire  usted  si  han  tenido 
buen  gusto  para  el  modelo. 


ESCENA  VII 

DICHOS  7  LAS  NUEVE  FAROLAS  por  la  UquierdA 

Hnsiea 

Coro  Somos  las  nueve  farolas 

de  la  cidle  de  Alcalá; 
una  invención  peregrina 
de  la  municipalidad, 

{)ara  evitar  que  tropiecen 
os  tranvías  al  cruzar, 
y  alumbramos  4e  un  modo  notable 
con  el  mechero  de  gas. 

¡Pííiíi!  (Tocando  el  pito.) 

Tranvías  por  aquí. 

iPüm  (ídem.) 

Tranvías  por  allá. 


Y  mientras  que  circulan, 
■aolemoB  cantar 

la  canción  que  al  pasar  nos  eiiseñu 
el  mayoral. 


(AccEún  de  realañar  el  láiigo.) 

Esta  noche  ha  llovido, 

mafiana  hay  barro, 

y  en  cualquier  bache  de  estoa. 

[Berranal  ¡morena! 
y  en  cualquier  bache  de  estos. 

jiál  jiál...  (LAtlgo.) 

ee  atranca  el  carro. 


Cuando  veas  que  paeo, 
quita  de  en  medio, 
porque  voy  muy  de  prisa, 

¡serranal  |morenaJ 
porque  voy  muy  de  prisa. 

|iá!  [iál  (uugo.) 
y  te  atropello. 


Si  nos  quieren  ver. 
vayan  y  verán 
todos  en  la  hermosa 
calle  de  Alcalá. 


I     • 

I 


—  ÍO  — 

Y  podrán  decir 
8i  la  obscuridad 
nuestro  Ayuntamiento, 

la  supo  quitar.  (Mutis,  tocando  los  pitos  ) 

Hjiblado 

Pain  Es  una  idea  feliz, 

pero  en  vez  de  esto  pudieron 

hacer  unas  columnitas 

eléctricas,  y  el  efecto 

hubiera  sido  mayor. 
Dep.  No, se  habrá  pensado  en  ello. 

Pain  ¿Tiene  usted  fotografías 

de  los  teatros? 
Dep.  Sí  tengo: 

un  álbum  coleccionado 

por  un  repórter  moderno,  (sacn  un  áibam.) 

Aquí  está,  véalo  usted. 
Pain  jBonito  entretenimiento! 

¿Quién  es  este? 
Dep.  ¡El  Español! 

Pain  ¡Oh,  me  gusta  mucho  el  género! 


ESCENA  VIII 

DICHOS  y  LOS  TEATROS  snceílvamcnte 

^Español      (Por  la  izquierda,  en  traje  de  época.— H^bla  con  mar- 
cado acento  catalán.) 

Todos  los  dramas  que  escribo 

los  escribo  en  catalán, 

y  luego  me  los  traduce 

el  simpático  Gaspar. 

Representé  Mar  y  cielo, 

la  Judit  de  Wecf,,.  y...  tal, 

y  hay  muchos  comisionistas 

que  me  aplauden  á  rabiar; 

pero  debo  confesarles 

con  toda  sinceridad 

que  el  género  que  yo  escribo 

no  es  inglés...  ¡es  catalán! 

Eso  sí,  digo  los  versos 

muy  bien,  ustedes  verán:  (Breve  pausn.) 


¿Por  qué  volvéis  á  la  mentofia  mia 
triatcB  recuerdos  de  pasadas  fechas? 
La  piqueta  del  tiecapa,  poeo  á  poco, 
deja  ea  mis  muros  insondable  huella, 
y  es  un  montón  de  artísticas  ruinas 
el  antiguo  corral  de  la  Pacheca. 
Las  luchas  de  cborisos  y  polacos 
ya  no  presenciaré  desde  mi  escena, 
ni  volverán  jamás  aquellas  obras, 
pues  para  un  Moratln  hay  cien  Cornelias. 


Hoy  vivo  de  mis  glorias  solamente 
y  é,  nadie  le  preocupa  mi  existencia; 
en  vano  Echegaray,  con  noble  .esfuerzo, 
la  lucha  entabla  y  en  vencer  se  empeña; 
en  vano  que  la  critica  fustigue 
el  género  anodino  de  las  piezas, 
habiendo  dramas  con  bastante  tesis 
que  se  merecen  maldición  eterna. 
Pero  ¿á  qué  preocuparme  de  estas  cosas, 
que  mi  vida  acibaran  y  atormentan? 
¿Por  qué  volvéis  á  la  memoria  mía, 
tristes  recuerdos  de  pasadas  fenhas? 
(ei  actor  encargado  de  seta  papel  puede  reelur  enl 
este  pnrlamento  ó  Imitar  í   lo»  scCeres  celebres.) 


-•   34  — 


Pain 
Dep. 


Apolo 


Eslava 


¿Y  los  demás? 

¿Los  demás? 
Ahora  los  irá  usted  viendo. 
{Apolol  Entérese  usted 
de  lo  mejor  que  tenemos. 

(vestido  de  Comendador  del  Tenorio  en  la  escena  del 
cementerio.  Sale  montado  en  nn  borrlqnillo  y  con  nna 
campana  en  la  mano.  Canta  con  música  de  *Los  Apa- 
recidos.*) 

«Yo  no  sé  por  qué  causa  me  tienen 

en  varias  escenas 

un  miedo  feroz; 
cuando  yo  soy  un  pobre  danzante 

que  sale  vestido 

de  Comendador.» 
Hablando  en  secreto  aquí, 
cien  obras  fueron  gritadas 
hasta  que  yo  apared; 
pero  dando  campanadas 
las  gritas  detuve  asi. 
Soy  un  teatro  modelo 
de  buena  administración; 
yo  hago  números  al  pelo 
y  mi  honradez,  sabe  el  cielo 
que  es  de  todo  corazón. 
Como  me  he  portado  asi 
nadie  hablará  mal  de  mi 
porque  mis  puertas  cerré. 
¡Hacia  un  calor  allil... 
Digo,  ya  lo  sabe  usté.  (Mutis.) 

(Un  señorito  chulo.) 

Pues  yo,  ya  sabrán  ustedes 

soy  el  teatro  de  Eslava; 

uno  que  tiene  muy  pocas 

comodidades  en  casa. 

Yo  no  gasto  una  peseta 

en  aneglarme  la  sala. 

¿Que  hace  falta  alfombra  nueva 

y  necesita  butacas, 

ó  arreglar  el  decorado, 

ó  revocar  la  fachada? 

Pues  eso,  á  los  empresarios. 

Yo  soy  asi;  quieto  en  casa; 

con  cobrar  los  alquileres 


de  la  finca,  pues  me  basta. 
Y  el  que  quiera  dibujitos 
que  los  pague  ó  que  no  vaya. 
Lo  que  más  abandonado 
tengo  yo,  es  la  planta  baja, 
.  y  una  radical  reforma 
me  está  haciendo  mucha  falta. 
Pero  quieto,  el  empresario 
se  encargará  de  llevarla 
á  efecto,  pues  mi  persona 
se  está  quietecíta  en  casa 
cobrando  ios  alquileres 
de  la  finca  y  santas  pascuas.  (Mutüi.) 

Cow.  (una  niña  en  traje  corto  y  con  las  trenzas  colgando.) 

Yo  soy  la  niña  Guerrero, 
de  lo  mejorcito  que  hay, 
y  lo  dice  el  mundo  entero 
por  boca  de  Echegaray. 
Hice  Eealidad  y  aún 
ignoro  «i  estuve  mal, 
pues  resultó  que  era  un 
episodio  nacional. 

Real  (De  «GuSllenno  Tell»  cantando.) 

€  Siempre  las  mismas  óperas^ 

lo  cual,  que  es  una  atrocidad  feroz, 

mientras  que  fuera  de  la  corte 

se  va  á  estrenar  Bretón.^ 

(1)  lo  sonno  il  coliseo 

de  tutta  la  elegancia 

donde  se  anida  el  arte 

de  Verdi  y  de  Mozart, 

y  vivo  dd  ricordo 

feliche,  piú  fetiche 

dü  tempore  passatto 

que  ya  no  volverá. 

Aquesta  lemporatta 

lo  mismo  que  las  otras 

daré  Fausto,  Traviata, 

GlOGONDA,  TkOYAUOR, 

daré..,  molíos  disgustis 

y  moltos  desengaños 

y  ceiTaré  la  porta 

si  quiere  entrar  Bretón,  (muiís.) 

(l)     Está  escrito  como  debe  pTOnnncinrse. 


—  ¿ia  — 

« 
Lar  A  (señorita  cursi.) 

Yo  soy  el  teatro  Lara» 
donde  va  la  clase  inedia 
y  donde  hace  cuatro  siglos 
que  les  doy  la  misma  pieza. 
Desde  que  me  he  puesto  al  habla 
con  Jai-Alai,  vá  mi  empresa, 
lo  que  pierde  con  mis  libros 
ganándolo  con  las*  cestas. 

PriNC.  (Revohicioüarlo  de  blasa  con  gorro  frigio  y  antorcha 

encendida  ) 

¡Mire  usted  que  tiene  gracia! 
y  no  se  le  ocurre  á  cuatro, 
estrenarme  en  un  teatro 
donde  va  la  aristocracia. 
Yo  soy  la  Gommune  francesa, 
y  me  llamo  Thérmidoi-^ 
y  este  año  fui  lo  mejor 
que  se  estrenó  en  la  Princesa. 

TÍVOLI  (Vestido  de  majo.)  Yo  SOy  el  Á,ntÍgUO  tC- 

atrito  de  Maravillas, 
que  el  año  pasado,  me 
sacaron  de  mis  casillas. 
Soy  fresco  y  lo  que  me  pesco 
sé  divinamente  yo; 
por  eso  el  público  no 
me  manda  á  tomar  el  fresco. 
Doy  casi  siempre  en  el  quid 
con  lo  que  voy  estrenando, 
y  eso  que  empecé  gritando 
¡Pero  cómo  está  Madrid! 
Rec.  Soy  el  de  Recoletos,  (un  poiio  decentito ) 

buena  persona; 
este  año  tengo  gente 

de  Barcelona. 

Vivo  aquí  arriba, 
en  la  calle  de  Olózaga, 

buñolería. 


Doy  función  en  Apolo, 
si  fc'opla  el  viento, 

8i  aprietan  los  calores 
en  Recoletos. 


3 


Y  yii  está  visto, 

yi)  me  paso  )a  vida, 

dando  Hft]tit()B 


FeL.  {Va  cblco  con  coTlerade  laa  de  eacuflln;  ule  llorandc 

delante  del    Guardln  muDlcip»!,    qne   le   empuja  coii 
malos  modo»    Felipe  lleva  nn  teitrito  ea  la  mEno.) 

¡A  ver  bí  se  está  usted  quieto! 
OuARU.  I.°  ¡Caramba  con  el  chiquillo! 
Fel.  ¿a  quién  estorbaba  yo? 

■GuARD.        A  nadie.  Pero  ea  lo  mismo. 

Lo  digo  yo  y  basta  y  sobra. 
Fel.  Yo  estaba  en  un  linconcito, 

dando  alegría  y  belleza, 

junto  al  Jardín  del  Retiro. 

¿Por  qué  me  quitan  de  allí? 
<iuASD.        Son  cosas  del  Municipio. 

Se  ensanchan  todas  las  calles, 

no  se  está  en  paz  un  ladñllo; 

aquí  hacemos  una  plaza, 

allí  ee  hace  un  hotelito, 

hoy  está  aqni  la  Cibeles, 

mañana  está  en  San  Francisco; 

Ifi  cuestión  ee  hacer  cosas 

y  armar  muchos  laberintos 


—  35  ^ 

que  aunque  no  sirvan  de  nada 

vean  que  somos  aztivo$. 

Con  que  largo,  chiquitín. 
Fel*  jpónde  pongo  el  teatrito? 

tjrUARD.  l.o  En  la  Moncloa. 
Fel.  Eso  es, 

ó  al  lado  del  Obelisco. 
OuAR.  1.®    Donde  no  se  estorbe  el  paso. 

Bueno,  y  hemos  concluido. 
Fel.  ¡a  ver  si  se  está  usted  quietol... 

OüAR.  I,®    rúes  largo  de  aquí,  chiquillo. 

(líutlB  por  la  derecha.) 
Retiro  (De  americana  clara,  pantalón  obscuro,  corbata  chali- 

na, sombrero  de  paja,  etc.  Tipo  de  verano;  se  adelan- 
ta 7  se  dirige  al  público.) 

Soy  el  Jardín  del  Buen  Retiro 
y  en  la  presente  estación, 
lo  más  Undo,  lo  más  fresco 
i    '  para  pasar  el  calor. 

Yo  doy  todas  las  semanas 

dos  conciertos,  solo  dos: 

los  cinco  días  restantes, 

en  el  teatro,  función. 

Tengo  fonda  al  aire  libre 

que  sirve  la  casa  FOR...  (Tose.) 

NOS  con  gusto  y  elegancia; 

tengo  en  las  sillas  amor 

y  en  los  intermedios  toca 

una  gran  banda  en  el  Kios...  (id.) 

ko,  que  está  bien  dirigida 

por  notable  profesor. 

Montaña  Rusa,  aguaduchos, 

Metempsícosis,  Fanto...  (id.) 

CHES,  en  Un  lindo  teatro 

que  hay  por  la  puerta  interior. 

Cultivo  todos  los  gustos 

y  me  tienen  afición, 

pues  como  fresco,  soy  fresco, 

y  en  verano,  lo  mejor. 

Muy  buenas  noches,  señores; 

siempre  á  su  disposición. 

(Mntls.  Atraviesa  la  escena  un  soldado  de  infantería 
en  traje  de  marcha,  tirAndo  al  suelo  «garbanzos*  de 
pega.) 


Dkp. 

¿Le  gusta  á  usté  el  militar? 

Pajn 

j^ulén  es  eete  soldadito? 
El  pRÍNaPE  Alfonso. 

Dep. 

Paih 

[Ah! 

Dep. 

¿Pues  no  ha  «ido  usted  los  tirosi' 
Ya  ve  usted  cómo  está  el  art«. 

Pain 

Hay  de  todo.  Malo  y  bueno. 

Dep. 

Este  cuadro  tiene  gracia. 

Paim 

¿Y  qué  representa? 

Dep. 

üncügo. 

Es  la  musa  popular. 

Pain 

Ya. 

Dkp. 

La  que  divierte  al  pueblo. 

lA,    LAZARILLO    y 


Maslea 

(pptgonando.) 

Vamos  é.  ver,  caballeros, 

quién  por  un  perro  chiquito 


no  quiere  comprar  ahora 
la  canción  del  sombrerito. 

Laz.  ¡Cinco  céntimos  nada  más! 

Ciega  ¿Quién  pido  otra? 


—  37  — 

Ciego  (canuindo.) 

una  vieja  y  un  candil 
no  faltan  en  una  ca«a, 

(ciega  y  Lazarillo  repiten.) 

la  vieja,  gruñe  que  gruñe, 

y  el  candil,  gasta  que  gasta.  (ídem.) 

Con  ese  garbo 

que  tiene  usted, 

el  sombrerito 

le  cae  muy  bien. 

(e1  coro  repite  egte  mismo  estribillo  al  final  de  todas 
las  coplas.) 

Pegada  con  goma  laca 
tiene  una  pipa  Soler 
y  cuando  se  le  despega 
se  la  pega  su  mujer. 


Han  puesto  en  las  plazas  kioscos 
ó  cosas  por  el  estilo, 
donde  por  un  perro  grande 
se  queda  ustea  tan  tranquilo. 


Dicen  que  el  vino  español 
por  la  frontera  no  pasa^ 
me  alegro  por  la  cosecha, 
que  toda  se  queda  en  casa. 


Una  vieja  en  un  jardín 
de  un  palo  mató  tres  peces, 
y  otra  vieja  le  decía: 
«(Caramba  qué  fuerzas  tienes!» 


A  una  niña  en  un  balcón 
le  hacia  señas  el  novio, 
y  la  vecina  de  enfrente 
decía:  (A  mí  que  me  importal 

(e1  actor  encargado  de  este  papel  pnede  cantar  coplaa 
basta  qué  se  canse,  pero  los  autores  de  esta  obra  le 
ruegan  qne  sean  deeentitas  ¿eh?  Y  gracias.) 


—  38  — 

Pain  Me  gusta  la  variedad 

de  tan  distintas  pinturas, 
y  si  mi  estrañeza  es  grande, 
mi  satisfacción  es  mucha. 

Dep.  También  este  es  muy  curioso. 

Pain  ¿Cuál  es? 

Dep.  Sala  de  lectura. 


ESCENA  X 

MISTEB  PAIN,  DEPENDIENTE,   LOS    PERIÓDICOS  sucetivftmente 
EL  IMPARCIAL  y  EL  LIBERAL  correctamente  vestidos  de  frac,. 

sAlen  juntos 

LiB.  Ya  sabes  que  te  distingo. 

Imp.  Ya  sabes  que  yo  te  aprecio. 

LiB.  Pero  no  me  asustas  nunca. 

Imp.  Ni  yo  á  tí  te  tengo  miedo. 

LiB.  Tiro  un  millón  de  ejemplares. 

Imp.  y  yo  tiro  dos,  lo  menos. 

LiB.  Eso  sí  que  no  es  verdad. 

Imp.  ¿Que  no  es  verdad?  Te  lo  pruebo. 

LiB.  Yo  circulo  más  que  tú 

Imp.  ¡Allá  nos  vamos! 

IjIB.  ¡Ah!  {Bueno! 

Imp.  Pero  tengo  casa  propia, 

con  el  busto  de  mi  dueño. 

LiB.  Eso  es  un  alarde... 
Imp.  ¿y  qué? 

Eso  es  que  tengo  dinero. 

LiB.  Yo  hago  política  franca, 

por  eso  me  compra  el  pueblo. 

Imp.  ¡Liberal,  que  no  me  asustas! 

LiB.  ¡Imparcial,  que  no  te  temo!... 

La  Correspondencia. — ^(señora  respetable  con  gorra  dCK  oarte^ 
ro.— Se  coloca  en  el  centro  de  los  anteriores.) 

¡Pero,  señores!  ¿qué  ocurre? 
¡Siempre  lo  mismo!  ¿qué  es  esto? 
Copíenme  ustedes  á  mí. 
Yo  en  todas  partes  me  meto; 


—  39  — 

entro,  salgo,  subo  y  bajo, 
yo  no  descanso  un  momento, 
unos  dicen  que  soy  vieja, 
otros  dicen  que  doy  sueño, 
quién  que  soy  una  veleta 
que  gira  á  todos  los  vientos, 
en  fin,  que  vivo  con  todos, 
y  que  soy,  por  lo  que  veo, 
una  institución  formal 
y  de  un  porvenir  soberbio; 

£l.  País        (De  frac.  Sale  efrcandalixandc.  Se  dirige  al  público.) 

¿Pero  en  qué  país  vivimos? 

¿Qué  es  lo  que  piensa  el  Gobierno? 

¿Cuándo  se  va  á  terminar 

eso  de  los  presupuestos? 

¿Qué  hay  de  los  cinco  millones? 

¿Se  ha  sabido  dónde  fueron? 

Diga  usted,  amigo  mío, 

¿qué  ocurre  en  los  astilleros? 

¡Esto  es  una  indignidad! 

¡Este  es  un  país  de  peiTos! 

¡Aquí  no  hay  más  que  chanchullos, 

y  timos  de  todo  génerol... 

¿Ve  usté?  de  nada  me  sirve 

poner  el  grito  en  el  cielo. 

¡Hasta  que  venga...  Andavales 

esto  ya  no  tiene  arreglo! 

T^A  Época    (vieja  elegante,  apoyada  en  un  báculo.) 

¡Cien  años  hace  que  estoy, 
todos  los  días  diciendo: 
— «Señores,  créanlo  ustedes, 
»que  Don  Antonio  es  un  genio; 
>que  es  la  primera  cabeza; 
»que  aunque  no  mira  derecho, 
>es  un  hombre  que  ve  claro, 
>y  sobre  todo  de  leios; 
»que  es,  según  me  na  dicho  Elisa» 
>un  coloso  haciendo  versos!...» 
¡Pues  si  seré  desgraciada... 
que  á  ninguno  le  convenzo! 


Madrid  Cómico. — (eI  irrOe  <lel  flBurln  que  paedu  vt 

Con  revistas  de  Tabeada, 
con  versitos  de  Sinesio, 
con  coplas  de  Pérez  Zúñiga, 
López  Silva  y  Monasterio, 
hace  diez  años,  la  gente 
conmigo  se  está  riendo, 
por  la  muy  modesta  cuota 
semanal  de  quince  céntimos 
Por  nada  me  preocupo, 
70  Qo  tomo  nada  en  serio, 
cada  dia  gusto  más, 
y  no  salgo  de  mi  puesto 
con  revistas  de  Taboada, 
con  versitos  de  Sineaio, 
y  coplas  de  Pérez  Züñiga, 
López  Silva  y  Monasterio. 

Blanco  y  Negro. — (señonia  restlda  con  esos  dos  - 
Mucho  dibujo  bonito, 
mucho  dibujante  bueno, 
mucho  empaque,  pero  á  veces, 
me  descuidan  mucho  el  texto. 


~  44  - 


Yo  doy  cinco  mil  pesetas 

al  que  pruebe  que  no  es  cierto 

el  número  de  ejemplares 


0t^^*fiptn*'i 


que  tiro,  de  Blanco  y  Negro. 
¿Qué  no  es  verdad  que  los  tiro? 
rúes  ó  los  tiro  ó  los  vendo. 

El  Heraldo. — (Eh  traje  de  Abate.  Acento  cabano.) 

En  el  Heraldo  estoy  yo, 

y  estoy  muy  bien  donde  estoy. 

¡Ahí  señores,  que  yo  soy 

el  Ahate.  ¿Y  cómo  no?  " 

Allí  escribo  mi  revista, 

y  algunos  me  creen  malo, 

porque  igual  le  doy  un  palo 

á  una  empresa  que  á  un  artista. 

«Que  hay  en  mis  frases  crudeza :» 

me  dice  cualquier  amigo; 

pero  ¿por  qué?...  ¿porque  digo 

lo  que  siento  con  franqueza? 

Nada  de  favoritismo, 

mi  juicio  es  siempre  sereno; 


—  tó  — 

lo  que  eB  bueno...  ipuee  eB  buen 

Slo  que  es  malo,  lo  mismo, 
o  me  importan  maldicioneB, 
aunque  vengan  en  tropel. 


Lo  mejor  que  tengo,  es  el 

valor  de  mis  opiniones. 

¡Y  por  nada  he  de  variar! 

Yo  al  que  no  es  bueno  lo  baldo. 

El  Ábate  del  Heredo, 

V  servidor. — Ok  revoir. 


UI9TEB  PAIN,  DKPBMDIXNTB,  LOS  PBBIÓDICOS,  EL  CABALLERO 
DEL  FR0<iBAMA  de  tnis,  con  an  Tollo  de  papeleí 


Cab.  (líaxatAo  Mentó  oatalán.) 

Muy  buenas  tardes,  Eeñort 
¿Me  esperaban?  Ya  lo  veo; 
no  he  podido  venir  antes, 
tuve  en  el  Ayuntamiento 
sesión,  para  terminar 
el  programa  de  festejos. 


—  43  — 

LiB.  ¿Y  qué  tal  es  el  programa? 

Cab.  Es  un  programa  soberbio. 

Día  doce:  diana,  música. 
Imp.  ¿Música? 

Cab.  y  mucho  jaleo. 

Hago  esto  para  abrir  boca. 
LiB.  Sí,  ya  vamos  comprendiendo. 

Cab.  Lu^o,  más  música. 

Periódicos  ¿Más? 

Cab.  ¡Hombre,  claro!  Después...  fuegos 

artificiales. 
Imp.  ¡Caramba! 

¡Bonito  entretenimiento! 
Cab.  Amenizados  con  música. 

Lib.  ¡Qué  gracia! 

Época  ¡Tiene  salero! 

Cab.  ¡y  dos  corridas  de  toros! 

Imp.  Con  música. 

Cab.  ¡Ya  lo  creo! 

Gran  sesión  extraordinaria, 

á  la  que  todos  iremos 

de  gala,  con  uniforme... 

¡y  con  música! 
Periódicos  ¡Soberbio! 

Cab.  Ona  recepción  espléndida; 

un  pabellón,  un  Congreso 

de  Alcaldes,  de  toda  Eq)aña. 
Imp.  ¿Tendrá  que  ver? 

Lib.  Todo  esto, 

S'  mdrá  música  también? 
ombre...  no  sea  usté  sangriento» 
'mi  querido  Liberal/,.. 
A  más,  habrá,  por  supuesto, 
el  día  doce,  banquete; 
el  día  trece,  refresco; 
el  día  catorce,  lunch; 
el  día  quince,  un  refrigerio; 
el  dieciseis,  gaudeamus; 
el  diecisiete,  un  almuerzo; 
el  dieciocho,  un  piscolavis; 
el  diecinueve... 
Lib.  Sí.  Pienso 

que  van  á  pasar  ustedes 
el  centenario  comiendo. 


—  44  — 


Cab. 

LlB. 


Cab. 
Imp. 

• 

Cab. 

Periódicos 

Cab. 

LlB. 

Imp. 

Heraldo 

Cab. 

Lib. 
Cab. 
Lib. 

Imp. 
Heraldo 

Cab. 


é' 


Dep. 


Pain 


Dep. 


Pues,  hombre,  de  eso  se  trata, 
de  comer. 

Sí,  ya  lo  veo. 
jVaya  una  juerga  que  van 
á  correr  los  madrileños! 
{Regular! 

Y  diga  usté, 
qué  va  á  costar  todo  eso? 
cho  millones  de  reales. 
¡Qué  barbaridad! 

Yo  quiero 
que  ustedes  me  ayuden  ¿eh? 
¿Yo? 
¿Yo? 
¿Yo? 

Juntos  haremos 
una  cabalgata  histórica. 
¿También  con  música? 

Bueno. 
Pues,  mire  usté,  por  mi  parte 

no.  (Mutia.) 

Ni  yo.  (Mutis.) 

Tampoco  quiero.  (MaUa.) 

(Matls  los  periódicos.) 

Vayan  ustedes  con  Dios; 

lo  haré  sólo;  ya  lo  creo. 

¿No  me  ayuiíais?  No  me  importa, 

oiré  entonces:  Llamé  al  cielo 

y  no  nte  oyó.  Que  me  digan 

que  todo  es  música,  bueno; 

¿que  son  mucho  ocho  millones? 

^ues  ahora  pongo  ocho  y  medio!  (muiIs.) 

No  tengo  más  que  enseñarle; 

pero  creo  que  ya  ha  visto 

muchas  cosas,  si  le  agradan... 

Hombre,  no  me  determino, 

porque  en  su  bazar,  observo, 

que  hay  bastante  desperdicio. 

Está  usted  equivocado, 

mi  queridísimo  amigo; 

en  mi  bazar,  Mister  Pain, 

guardo  cosas  que  yo  estimo; 

aún  nos  quedan  por  España 

cosas  de  mérito  altísimo, 


—  45  — 

que  á  las  artes  y  á  las  ciencias 
le  dan  esplendor  y  brillo. 
Aún  quedan  muchos  artistas, 
y  grandes  hombres  políticos, 
y  genios  que  allá  en  la  historia 
ocuparán  un  gran  sitio. 
iTodo  se  vende  barato! 
Pero  lo  bueno,  lo  fino, 
¡eso,  qué  se  ha  de  vender!... 
Eso  es  para  damos  pisto. 

(orquesta.) 

HVTACIOM 


CUADRO  TERCERO 


La  misma  decoraolón  del  primer  cuadro 


ESCENA  ULTIMA 


INSPECTOR,  por  el  foro,   á  poco  EL  CABO,   EL  AUTOR  y  EL 

ESPECTADOR 


Insp. 

Cabo 
Insp. 

Cabo 
Insp. 


Cabo 

Insp. 

Autor 
Insp. 


|CaboI...  jCaboI...  * 

(saliendo  por  la  derecha.)   ¡A  la  orden  de  USted! 

Que  salgan  esos  detenidos  por  la  cuestión 
de  los  Jardines. 

En  seguida.  (Mntia  derecha.) 

Mi  deber,  como  autoridad,  es  no  dejarle 
marchar,  si  no  presenta  un  fiador;  pero 
mi  cortesía  de  caballero  me  obliga  á  felici- 
tarle por  la  obra. 

(Sale  con  el  Autor   y   el   Espectador.)  Aqui   están 

estos  caballeros. 
Pasen  ustedes. 

¿Podemos  salir,  señor  Inspector? 
ün  momento.  Vengo  de  enterarme,  y  efec- 
tivamente, he  sabido  que  usted  es  uno  de 
los  padres  de  la  criatura.  La  obra  se  está  ter- 
minando, y  si  quiere  usted  ver  el  final,  va- 
mos juntos;  pero  luego  viene  usted  otra  vea 
aqui. 


Autor 

Insp. 

Autor 


ESPEC. 

Autor 

EsPEC. 
Los  DOS 


—  46  --^ 

¿Cómo?... 

I  Claro!  Hasta  que  tenga  usted  fiador. 
¿Si?...  Pues  con  permiso  de  usted  voy  á  ga- 
nar tiempo.  Ya  tengo  ñador. 

(ibeflriéndoM  al  públieo.) 

Y  yo. 

Aunque  la»  prisión  abruma... 
Tenemos  la  confianza... 
De  que  daréis  la  fianza 
á  los  del  A  vuela  pluma. 


ORQUESTA.— TELÓN 


OBRAS  DE  ENRIQUE  LÓPEZ  MARÍN 

£SN  COLABORACIÓN  CON  VAKIOS  AUTOBBS 


La  casa  del  difunde, 

Bardeaux. 

El  Juicio  de  Fuenterreal, 

Las  Triunviros. 

Tres  tristes  trogloditas . 

Chavea. 

La  Sultana  de  Marruecos, 

Zas  manzanas  del  vecino. 

Los  murciélagos  (tres  actos.) 

Su  majestad  el  Duro. 

La  víspera  de  San  Pedro. 

Charito. 

El  caballo  de  Atíla, 

jMañana...  será  otro  dial 

JSl  sueño  de  anoche, 

A  vuelapluma  (revista.) 


A  ZARA60ZA  POR  L0C08. 

COMEDIA  EN  TRES  ACTOS  Y  EN  VERSO, 

OBIGINAL 

®9i  B^u  érnt^m  ©g  Aa»{BA« 


ReprescDlada  con  grande  aceptación  eo  el  Teatro  de  la  Comedia 
el  14  de  Mayo  de  1851. 


¿yt).'  ijs. 


MADRID— J8S2. 

lUPRINTA  A  CARQO  DE  C-  OONEALBZ :  GAUE  DEL  RDBtO,  N."  14- 


r 


Esta  obra  es  propiedad  del  CIRCULO  LITERARIO  COMER- 
CIAL ,  qne  persegairá  ante  la  ley  al  qae  sin.  su  permiso  la  reim- 
prima,  varié  el  titolo,  ó  represente  en.  algan  teatro  del  reino,  ó 
en  alguna  sociedad  de  las  formadas  por  acciones,  soscnciones, 
ó  cnalqniera  otra  contríbacion  pecuniaria ,  sea  cnal  fnere  sn  de- 
nominación ,  con  arreglo  á  lo  prevenido  en  las  Reales  órdenes 
de  8  de  abril  de  889,  4  de  marxo  de  1844,  y  5  de  mayo  de 
1847,  relativas  á  la  propiedad  de  obras  dramáticas. 

Se  considerarán  reimpresos  furtivamente  todos  los  ejemplares 
que  carezcan  de  la  contraseña  reservada  que  se  estampará  en  cada 
ano  de  los  leg¡(timos. 


PERSOIWAGBS.  ACTORES 


DOÑA  MARGARITA.  ...  Doña  Lorenza  Campos. 

PEPA ,  .  .  .  .  DoüA  Amalia  Gutiérrez. 

LEONOR Doña  Joaquina  Samanieoo. 

SERAFINA Doña  Concepción  Alba. 

DON  LEANDRO. Don    José  María  Dardalla. 

CAYETANO Don    Calisto  Boldün. 

GARLOS f  .  .  Don    Manuel  Pastrana. 

FEDERICO Don    Francisco  Pardo. 

DON  FACUNDO Don    Ramón  Medel. 

DON  LUIS Don    José  Alvalat. 

PEPITO Don    N.    Masgardo. 


La  escena  pasa  en  Madrid,  año  1851. 


ACTO    PRIMERO 


Antesala  de  casa  de  don  Facundo.  MncUes  d«l  día.—- Encima  de 
ana  mesa  nna  caja  de  betan;  unos  zorros  de  limpiar  S3bre  una  si- 
lla. A  la  derecha,  primer  término  ,  pnerta.  En  segundo,  ventana. 
En  la  izquierda,  primero  y  segundo  término,  dos  puertas:  en  nna 
de  ellas  cortínon  azul.  Pnerta  al  foro:  reloj  de    sobremesa. 


f 


'•» 


ESCEHA   PRIMERA. 


Pepa,  arreglando  los  muebles. 

Pbpa.     No  me  ayudará  el  mastuerzo  ! 
Voy  á  abrir  que  bay  poca  luz',. 
y  eso  que  ya  son  las  nueve... 
Cuidado  si  tengo  cruz!... 
{Abre  la  ventana,) 
Dónde  estará  el  mayordomo?. 
Acaso  como  un  atún 
tendido  en  mullida  cama: 
le  tengo  envidia,  ¡gandul  L 
Ya  se  vé,  como  los  amos 


—  6  — 

no  entienden  nunca  el  albur 
que  está  jugando  ese  viejo, 
le  miran  como  á  ningún... 
Pero,  qué  le  hemos  de  hacer?  ^ 
quien  ^n  el  mundo  es  tahúr, 
vive  roas  afortunado 
que  el  que  posee  virtud: 
bien  cerca  tengo  el  ejemplo; 
ese  joven  andaluz 

3ue  es  amigo  del  sefior 
on  Federico,  según 
dicen,  tiene  buenas  onzas 
y  es  en  todo  un  avestruz , 
menos  para  hacer  intrigas, 
y  no  mentirá  el  run  run. 
Pero  arreglemos  los  trastos: 
este  cortinon  azul 
ya  reemplazo  va  pidiendo... 
y  se  ha  dejado  el  betún 
en  la  mesa  ese  vergante  II 
Mayordomo  masmambrúl! 
Pues  á  la  calle  lo  tiro : 
ILo  arroja  por  la  ventana.) 
así  aguzará  el  testuz 
ese  demonio  de  viejo 
que  con  su  genio  y  con  sus 
chocheces ,  va  á  hacer  que  un  dia 
á  mi  me  dé  un  patatús. 
(Sigue  urteglando  Ufs  muSlÜt*) 


ESCENA  II. 


Dicha.   Gayeitano 


Cayet.    Buenos  dias  nos  dé  Dio^ : 
estás  á  solas  rezando? 

Pepa.     Muy  lejos  de  eso,  que  eiátoy 
entregada  á  cien  mil  diablos. 

Gayet.    Pues  estás  acompañada , 

mejor:  me  voy  á  mi  cuarto. 

Pepa,     ¡siempre  socarrón*!  (Me  quemal) 


—  7  — 


Gatet. 


Pbpa. 

Catet. 

Pbpa. 

Catet. 


Pepa. 

Cayet. 

Pepa. 

Catet. 

Pepa. 

Catet. 

Pepa. 

Catet. 

Pepa. 
Catet. 


Pepa. 

Cátet. 

Pepa. 

Catet. 
Pepa. 
Catet. 
Pepa. 


> 


Pues  qué,  la  verdad  no  taMo? 
Soy  socarrón  porque  quiero 
que  no  se  engañe  á  los  amos? 
Señora  Pepa,  yo  sé 
donde  me  aprieta  el  zapato, 
y  por  eso  no  me  engaña 
ni  el  mas  astuto  criado. 
Del  que  me  dá  de  comtr, 
yo  siempre  seré  un  esclavo, 
y  miraré  por  sus  bienes 
con  frenesí,  sin  descanso: 
por  eso  yo  que  conozco 
vuestro  infame  despilfarro, 
nunca  os  de]o  sosegar, 
y  me  desespero  y  rabio; 
mas  no  importa  si  consigo 
que  no  se  engañe  á  quiOD  amo. 

Y  á  mi  me  cojió  en  la  trampt 
alguna  vez? 

Mas  de  cuatro. 
Me  voy  de  aqui  por  no  verle.) 
El  diablo  la  está  llevando.) 
Dices  de  la  vela  dos, 

&dos  de  la  vela,  cuatro, 
e  equivoco... 

Ya  se  vé! 
Todos  nos  equivocamos. 
Conciencia,  Pepa,  concieocial 
Mas... 

Cuándo  te  has  confesado? 
El  domingo. 

Apostaría 
que  absolución  no  te  eobaroBt 
Mentira. 

Quién  era  el  cura? 
Algnn  sargento  de  garbo?... 
ja!  jal  ja! 

Me  voy,  si  no... 
Coje  los  zorros,  mi  encanU>. 
K)ojiéndolo8») 
No  es  usted  mal  zorro. 

Qué? 
Nada,  nada;  que  me  marcbo. 
Bien:  ya  sabes  que  te  quiero.-. 

Y  yo  á  usted...  (Mal  rejonazol) 


Catet.    Adiós...  (Cuándo  vuelve  el  eólera !) 
Pepa.      Abur,  y...  (Párlate  un  rayo! ) 
(Váse.) 


ESCENA   m. 


Cayetano.  A  poco ,  Don  Fagunoo  ,    Doña  Majuiarita. 


Catet.    Bien  vá  la  casal  muy  bien ! 
Ambos  padres  cboctieando » 
y  los  hijos  todos  locos 
estudiando  con  et  diablo. 

Fagund.  Buenos  dias;  fiel  amigo: 

Marg.    Há  mucho  te  has  levantado? 

Catet.    Ya  saben  ustedes  bien 

qu0  á  la  antigua  me  levanto; 
esto  es,  cuando  amanece: 
en  mi  habitación  aguardo 
basta  que  la  puerta  abren, 
y  allí  á  mis  solas  repaso 
las  cuentas  de  aquesta  casa^ 
que  á  pasos  agigantados 
se  vá  hundiendo. 

Facünd.  Cómo?... 

Marg.  Qué? 

Fagund.  Habla. 

Mabg.  Me  has  sobresaltado! 

Catet.    Qué  quieren  ustedes  pase 

con  (an  grandes  despilfarros? 
Tienen  ustedes  cinco  hijos, 
pero  todos  tan  mimados!!! 
(Remedándolos.) 
£1  uno,  «quiero  una  onza , 
que  hoy  convido  del  teatro 
á  dos  artistas:»  el  otro, 
cvengan  mil  reales,  volando, 
que  me  aguarda  un  capitán 
con  cuatro  oficiales,  varaos:»— 
el  otro,  el  hambrón,  Pepito, 


r 


r 


-fi- 
en al  nacer  deslinado 
para  comer  y  dormir , 
también  dice  ((Cayetano, 
veie  á  la  plaza  á  buscarme 
mías  anfl;uila8,  dos  pabos. 
un  par  de  Jamones  buenos» 
que  quiero  buenos  pescados; 
el  salmón  no  te  se  oUlde...» 
Pues  y  las  nifias?  Canario! 
(RtmedándolM.) 
La  una,  cquiero  cien  duros 
para  dos  trajes  de  raso:» 
la  otra,  (dráeme  un  aderezo 
|ue  boy  be  dejado  ajustado.» 

aunque  yo  me  qu^e  á  ustedes, 
vamos  á  ver,  qué  adelanto? 
Nada;  que  gruftan  un  poco, 
y  luego  me  digan ,  hazlo 
todo  lo  que  ellos  te  digan ; 
que  mientras  los  dos  vivamos, 
que  nada  falte  queremos 
a  nuestros  bijos  amados. 
Y  yo  obedezco:  qué  bacer? 
Mas  ecbo  cuentas,  y  al  cabo 
el  pobre  fondo,  en  el  fondo 
mas  cada  vez  va  fondeando. 

Faccnd.  ÍA  doña  Margarita.) 

w  eso  tú  tienes  la  culpa: 
alas  das  á  los  muchacbos ! ... 

IIaig.     y  tú  á  las  nifias;  en  paz. 

Facukd.  Pues  bien,  remedio  pónganos. 

Maig.     Ya  verás  lo  que  les  digo. 

Facund.  Tú  verás  cómo  las  trato. 

ÜAio.     Aquí  se  acercan  las  chicas. 

Facünd.  Pues  ahora  verás. 

€atbt.  Buen  ánimo. 


-^iO  — 


ESCENA    IV. 

Dichos.  Leonor.  Serafina. 

Leonor.  Muy  buenos  dias,  papas. 
Serafín.  (A  su  padre.) 

La  mano... 
Fagund.  No  tengo  gans»; 

que  contigo  y  con  tu  hermana 

estoy  dado  á  Barrabáa. 
Leonor.  Pues  qué  hemos  hecho? 
Serafín.  Yo,  «ada. 

Fagund.  Estropear  nuestra  bacienda; 

la  que  al  fin  haréis  que  venda , 

pues  ya  lo  tengo  empelada. 
Leonor.  {Con  zalameria.) 

Ayll...  Eso  te  pasa?  Oh  Dios! 

antes  venderé  mis  trages. 
Serafín.  Ya  se  vé !  los  equipajes 

véndanse  antes  de  las  dos. 
Leonor.   (ídem.)    • 

Tú  por  nosotras  perdido  II 

jamas  lo  consentiremos. 
Serafín.  Primero  nos  quedaretK» 

con  el  mas  pobre  vestido. 
Leonor.  Anda,  Cayetano :  sal 

á  buscar  una  ^mdeRa. 
Serafín.  Ay !!  ya  tener  no  quinera 

mas  que  un  trage  de  penoaL 
Fagund.  (A  Cayetano.) 

(Lo  ves?  Quién  no.  se  cosmiieve?) 
Gatet.    (A  don  Facundo.) 

(También  vo  me  he  enternecido; 

pero  acordaos  que  han  nacido 

en  el  siglo  diez  y  nueve.) 
Fagund.  No  hijas ,  no  es  menester 

que  vendáis,  mientra  en  el  mundo... 
Marg.      (Aparte  á  él,) 

Y  b  autoridad  ,  Facundo  ? 
Fagund.  (ídem  á  ella.) 

Ay!  Tienes  razón,  mujer. 


—  H  — 

Pensasteis  que  os  be  ereldo? 
Eso  es  treta  I...  (PobretnUas  1) 
sabed...  (si  son  tan  sencflt^s...) 
Como  os  pille...  (me  bao  veneMo.) 
Como  yo  sepa  que  aquí 
abosab  de  vuestro  padre... 
aqui  08  d^o  á  vuestra  sadré. 
(Begáñalas  tú  por  mí.) 
(Vase.) 


ESCEHA  V. 


Dichos,  menos  Don  Facundo. 


Cayet.    (Se  ha  lucido!) 

M  Ato.  (Cayetano , 

y  abora  yo  qué  las  diré?) 
Catet.    (Lo  que  él  hizo  enmiende  usté) 
Mabg.      (Voy  á  sentarlas  la  mano.) 
Niñas,  si  marchó  papá 
tan  de  pronto ,  solo  na  sido 
porque  está  muy  ofendido, 
y  el  furor...  entendéis  ya? 
por  no  propasarse  huyó 
y  en  su  lugar  yo  he  quedado. 
Leonob.  Pero  en  qué  le  hemos  faltado? 
M ABO.      Eso  os  voy  á  esp1íi;ar  yo : 
le  habéis  faltado  pidiendo 
sin  saber  por  qué ,  ni  cómo , 
dinero ,  al  fiel  mayordomo 
que  en  esta  sala  está  oyeiMlo  : 
ya  boy  le  pedís  blonda  una , 
después  para  dos  camais, 
porque  acaso  os  figuráis 
que  tenemos  una  mina. 
Ya  me  cansa  tal  desorden... 
si  no  hay  mudanza  completa , 
os  vestiré  de  bayeta  : 
os  lo  repito,  quiero  orden. 
Y  no  es  derroche  formal 


—  12  — 

el  que  hacéis  con  Unto  trage  r 
qae  aun  queréis  tener  carruaje 
y  palco  en  el  teatro  real? 
Mas  pues  mi  ruina  concibo , 
ni  mas  trages ,  ni  función ; 
Solo  os  darán  diversión 
los  caballos  ^c;/  tio  vivo, 
V  de  que  os  reprenda  asi-, 
malas  bijas,  no  os  asombre... 
(Me  be  portado  como  un  hombre  ^ 
estoy  contenta  de  mi.) 
( ra»e.) 


ESCENA  VI. 


Dichos^  menos  Doña  Margabita. 


Leonor.  ÍA  Cayetano.) 

Tú  tienes  la  culpa,  tú. 

Serafín.  (ídem.) 

Eres  nuestra  pesadilla. 

Catet.     Porque  quiero  el  bien  de  ustedes. 

Leonor.  Tu  bolsillo  es  el  que  estimas. 

Catet.    Llámenme  perro  judio 

si  mas  les  agrada ,  niñas ; 
mas  no  crean  que  por  eso 
de  mi  proyecto   desista^ 
Sé  que  el  caudal  de  papá 
á  paso  veloz  camina , 
y  que  si  yo  no  remedio 
el  desorden ,  vendrá  un  día 
en  que  queden  {pereciendo ; 
con  que  haya  juicio,  hijas  mias. 
Crean  á  un  hombre  de  honor  , 
que  su  placer  solo  cifra 
en  ver  prosperar  la  casa 
de  las  personas  que  estima. 
El  lujo  y  la  vanidad 
son  fantasmas  que  alucinan , 
y  á  la  virtud  ^oco  á  poco 
al  lodazal  precipitan. 


—  13  — 

Lbohor.  (Con  mofa.) 

Jesús ,  qué  predicador  I 

Skiafin.  {ídem,) 

Qué  peroración  tan  mistica ! 

Catkt.    Búrlense  ustedes,  no  importa: 
plegué  á  Dios  np  llegue  un  día 
que  vea  trocarse  en  llanto 
vuestra  mofadora  risa. 

Leonor.  (No  hagamos  caso:  si  es  yie)of) 

Catbt.    (Dejémoslas,  si  son  nlAas!) 
[Vaie ) 


ESCEHA    Vn. 

Leonor.  Serafina* 

Leonor.  Has  visto  viejo  mas  rústico? 

Serafín.  Has  visto  viejo  mas  sátrapa? 

Leonor.  Y  de  los  papas  es  ídolo. 

Serafín.  Es  muy  sagaz  su  gramática: 

y  aunque  no  entiende  de  ipérboles , 
comprende  muy  bien  las  máculas. 

Leonor.  Ayll  Ya  mamá  no  es  benévola. 

Serafín.  Ya  oíste  la  prosa  enfática 

con  que  nos  llamara  indómitas:    ' 
á  mi  me  ba  dejado  estática. 

Leonor.  Cuando  nos  tratan  con  cólera 
quisiera  romperla  más«>'ara, 
y  decir  en  tono  esplícito, 
sin  valerme  de  metáforas , 
que  nos  concedieran  cónyuges. 

Serafín.  Ay  II  á  mi ,  no,  santa  Bárbara  II 

Leonor.  Tienes  un  gusto  estrambótico : 

siempre  en  todo  has  de  ser  clásica. 

Serafín.  Yo  al  hombre  aunque  sea  c^ebre 
y  de  figura  simpática, 
porqué,  no  sé,  pero  odióle 
y  no  aceptara  sus  dádivas. 

Leonor.  Pues  eres  un  ser  insípido , 
y  es  tu  cabeza  fantástica; 
nunca  pensamos  unánhnes: 
á  hombres  con  mentes  misántropas. 


miro  yo  con  gozo  célico, 
y  Un  soto  irierto  lágrimas 
porque  á  tres  ó  cuatro  prójimos 
entregar  no  puedo  el  ánina. 

Serafín.  No  eres  tú  pooo  fosfórica! 

Leonor.  Fosfórica  no,  romántica; 
á  veces  en  sueños  hórridos 
hácenme  cruzar  impávida 
por  selvas  y  bosques  lúgubres 
Y  por  las  sombras  atlánticas.. 

Serafín.  Pues ,  Leonor ,  yo  soy  filósofa ; 
y  antes  me  quede  perlática , 
y  tan  pobre  sea  mi  tálamo 
que  hasta  le  falten  las  sábanas , 
y  cuando  muera  á  mi  féretro 
no  le  resguarde  una  lápida , 
que  corresponda  frenética 
á  ningún  hombre. 

Leonor.  Qué  lástima! 

Para  qué  has  naddo ,  estúpida!! 
A  esas  tus  ideas  mátalas , 
ó  vete  á  desiertos  árabes 
á  asociarte  con  las  águilas. 

Serafín.  No  me  gusta  tu  propósito. 

Leonor.  Ehi  no  seas  sistemática! 

No  te  envidio  el  ser  tan  rígida! 

Serafín.  Pues  yo  rechazo  tu  máxima. 

Leonor.  Adiós,  y  Sigue  tu  régimen. 

Serafín.  Adiós ,  y  sigue  tu  táctica. 
(Vánse.) 


EscEif  A  vm. 


Pepa.  Don  Leandro,  jéveií  andaius ,  con  desembarazó  deganle 
y  acento  sevillano :  hablan  desde  el  foro. 


Leand.  Si  se  habrán  ya  levantado  I 
Déjame  pasar ,  muchacha : 
ya  sabes  que  yo  entro  aquí 
como  Peofo  por  su  casa. 


—  15  — 

Pepa.     Pero ,  y  si  aun  están  durmiendo  t 
Lbaicd.    Aguardaré  en  esta  sala, 

y  tu  me  barás  compaftfa. 

Sabes  que  eres  ona  plata  ? 
Pepa.     Ay!  Cómo  se  burla  usted 

porque  soy  una  criada  I 
Leand.    No;  si  yo  soy  democrático ; 

me  gusta  la  gente  llana. 

Los  bijos  de  Andalucía 

tenemos  el  alma  franca , 

y  en  prueba  de.  lo  que  digo, 

toma  un  abrazo ,  salada. 

(Vá  á  abrazarla,) 
Pepa.      (Levantando  la  mano,) 

Cuidado  con  propasarse... 
Lband.    Gbica ,  si  ba  sido  una  dianza. 
Pepa.     £1  demonio  del  señor ! 
LsAND.    Pocos  gritos :  toma  y  calla. 

{Le  da  media  peseta,) 
Pepa.     (Tomándola.) 

Qué  es  esto  que  me  da  usted  T 
Leand.    £1  qué?  dos  reales  de  plata. 
Pepa.     Y  con  esto... 
Leand.  Beber  puedes 

treinta  y  cuatro  vasos  de  agua. 
Pepa.     Gástelo  usted  en  alfeñique. 

(Se  los  tira  á  los  pies ,  y  va$e.) 


ESCENA  IX. 


Don  Leandro.  A  poco,  Leonor. 


LE4ND.    (Cogiéndolos, ) 

Por  rumboso  esto  me  pasa. 
Leonor.  (Saliendo,) 

Quién  da  voces!  £s usted? 
Leand.    8e  me  figura  que  sí : 

porque  al  ver  esa  hermosura , 

esa  cintura  gentil , 


—  16  — 

esos  labios  de  coral, 
y  esos  dientes  de  rubí , 
ni  sé  si  en  el  mundo  estoy 
ni  si  dejé  de  eústlr. 

LsoNOi.  Qué  adulador  es  usted! 

Leand.    Que  me  coma  un  javalí 
si  digo  lo  que  no  siento ; 
que  me  trague  un  puerco  espín 
que  me  sorba  una  ballena  ^ 
que  me  mate  un  marroquí ; 
déme  un  accidente ,  y  vuelva 
de  él  en  el  año  dos  mil , 
y...  perdone  usted ,  señora , 
ya  no  sé  mas  que  decir. 

Leonor.  Pero  Unto  me  ama  usted? 

Leand.    Aun  mas  que  al  olmo  la  vid : 
desde  que  yo  la  vi  á  usted ,. 
una  cosa  sentí  aqui 
(Señalando al  corazón) 
que  el  corazón  me  pinchaba 
y  me  lo  hacia  bullir : 
desde  entonces  crudos  golpes 
me  rompen  el  pecho ,  sí : 
si  quiere  usted  convencerse , 
con  delicadeza  y  sin 
ninguna  idea  siniestra , 
déjese  usted  conducir 
esa  manita  adorada 
de  transparente  marfil 
hacia  el  corazón  fogoso ; 
no  le  siente  usted  latir? 
Oiga  usted  los  golpes ,  oiga : 
ti ,  pitipi ,  tipiti. 

Leonob.  Vamos,  señor  don  Leandro, 
se  quiere  usted  divertir? 
Si  lo  que  siente  dijera , 
si  fuera  leal  su  fin... 

Leaud.    Ay ,  señorital. . .  lo  juro 
y  la  daré  pruebas  mil  *. 
si  usted  quiere  que  la  traiga 

las  minas  del  Potosí... 
es  decir ,  lo  oue  hay  en  ellas, 
pronto  latenorá  usted  aqui. 
Si  quiere  usted  que  me  tire 
al  rio  Guadalquivir , 


—  17  — 

y  eso  qne  no  sé  nadar... 

vaya ,  exija  usted  de  mi. 

Quiere  usted  que  me  estrangule 

con  mi  propio  corbatin  ? 
LsoNOB.  Yaya ,  es  usted  el  demonio  1 

siempre  lia  de  hacerme  reirl... 
Lband.    y  es  porque  le  bago  á  usted  gracia? 

Digalo  usted ,  serafln :    >. 

corresponderá  á  mi  mano? 

Si  tal  niciera ,  san  l.uisl! 

Cien  mil  mugeres ,  de  rabia 

dejarían  de  existir, 

pues  tengo  prendas  que  me  hacen 

muy  recomendable  á  mi. 

Mire  usted ,  soy  propietario , 

y  mi  ingenio  es  tan  sutil , 

que  el  castellano  poseo 

y  entiendo  bien  el  latín  , 

y  el  francés »  y  el  italiano , 
I  el  hebreo ,  el  marroqui. 

^  #  He  corrido  España  entera , 

f  después  he  cruzado  el  Rhin ; 

he  estado  en  la  gran  Maguncia ; 

en  él  Mogol ,  en  Pekín. 

Desde  Pekin  me  fui  al  moro , 

preso  me  hicieron  allí ; 

mas  de  mi  labia  prendado 

el  Sultán  11  e-metali . 

quiso  casarme  con  su  bija 

la  preciosa  Faniquin. 

Con  que  si  á  un  hombre  de  mundo 
,  como  yo  no  dá  usté  el  si , 

1^  se  va  á  acrediiar  sin  duda 

de  tener  un  gusto  ruin. 
Leonob.  (Pero  si  ya  di  palabra... 

Oh!  que  sociedad  tan  vill... 

Por  qué  habiendo  tantos  hombres 

á  uno  solo  he  de  elegirlll) 
Lband.    Con  que  no  me  dice  usted... 
'   I^EONOR.  Ay  Jesús  II  no  estoy  en  mi  I... 
Leand.    (Bien ,  ya  creo  que  se  ablanda.) 
I.BON0R.  (Cómo  un  nó  habré  de  decirll) 
Lband.    Ayll  Leonorcila! 
Leonor.     *  [Y  suspira!) 

Lea:«d.    Ay  cuánto  sufro  I 


—  18  — 

Leonor.  (Infeltel) 

No  le  digo  á  usted  que  no... 

Lbanv.    Luego  dice  usted  que  si  ?. . . 

Leonob.  Es  decir ,  digo...  y  no  digo... 
Si  yo  no  sé  qué  decir  l!l 
{Voces  de  Carlas  y  Federico.) 
Pero  llegan  mis  bermanos. 
Sepa  me  compadecí , 
(Con  coquetería.) 
y  tras  de  la  compasión 
la  amistad  suele  venir 
y  luego...  Leandro,  adiós : 
acuérdese  usted  de  mí. 
(Váse.) 


ESCENA  X. 


Leaisdro. 

Le  AND.    {Imitándola  burlescamente.) 

Quede  usted  con  Dios ,  Leandro; 

acuérdese  usted :  ji ,  ji...— 

ya  de  la  mina  el  filón 

acabo  de  descubrir : 

(Idetn.) 

ayl  yo  quiero  y  no  quiero...  — 

Si  ya  estás  muerta  por  mi , 

por  qué  haces  la  dengosa 

si  te  hago  mucho  tilín? 

Esto  se  presenta  bien : 

vivamos  sobre  el  pais. 


—  19  — 


ESCENA  XI. 


Dichos.  CARLOS.  Federico. 

Garlos.  (Saliendo.)  Pues  yo  soñé  con  Romea. 
Feder.    V  yo  con  Napoleón. 

Oh!  buenos  dias,  Leandro!... 
Leand.    Fieles  amibos,  adiós. 

La  ntícbe  fue  de  vigilia , 

no  es  verdad  ? 
Carlos.  EsCe  rdó 

marcaba  las  tres  y  media 

cuando  al  entrar  te  vi  yo 

anocbe :  y  tú  que  no  duermes , 

apenas  alumbra  el  sol 

vienes  á  casa  á  buscarnos ; 

no  tengas  mala  intención. 
Lband.    £1  hombre  que  duerme  mttclio 

se  embrutece :  mas  los  dos 

decíais  haber  soñado... 
Carlos.  Este  con  Napoleón , 

y  yo  con  Romea. 
Leand.  Bien. 

Carlos.  Ya  sabes  tú  la  afición 

que  tengo  por  declamar. 
Feder.     y  no  ignoras  el  furor 

con  que  yo  contemplo  todo 

lo  militar... 
Carlos.  Qué  ilusión 

yo  siento  en  mi ,  cuando  escucho 

declamar  á  un  buen  actor! 
Feder.    Cuando  leo  en  un  periódico 

el  general  Audinot , 

ó  Pedro  el  de  los  palotes, 

ha  salido  vencedor 

en  este  ú  otro  paraje , 

en  est^  ó  aquella  acción... 
Carlos.  Cuando  leo  en  un  Diario: 

ayer  el  célebre  actor 

fulano  cogió  laureles , 


—  20  — 

se  me  ensancha  el  corazón. 

Oh!  la  carrera  del  teatro  I... 
Feüei.    La  del  soldado  es  mejor. 
Garlos.  Vaya  una  gloria ,  dar  palos! 
Feder.     Pues  la  del  teatro...  Oblll 

es  muy  buena :  estar  espuesto 
.    á  que  cualquiera  pelón 

criticas  ponga  insolentes... 
Carlos.  A  eso  no  tengo  temor, 

que  la  critica  mal  hecba 

se  yaeUe  contra  su  autor ; 

y  á  pesar  de  las  intrigas 

y  la  torpe  adulación  , 

donde  le  bay  brilla  el  talento 

anonadando  al  traidor. 
Peder.    Vamos  á  ver :  quién ,  Leandro  , 

abora  tiene  mas  razón? 
Lband.    Yo  siempre  soy  justo ,  siempre : 

razón...  la  tenéis  los  dos. 

La  carrera  militar!!! 

La  noble  declamación!!! 

Ob  qué  clases  tan  ilustres!!! 

pertenecí  á  entrambas  yo!! I 
Carlos.  Tú? 

Lband.  Fui  bizarro  soldado... 

Feder.    En  dónde? 
Leand.  En  el  gran  Mogol. 

Como  que  allí  me  llamaban 

el  segundo  Napoleón. 
Carlos.  Y  actor  en  dónde? 
Leand.  En  la  Gbina. 

Feder.    En  la  Cbina?  Qué  embrollón ! 
Leand.    Si  en  lo  que  ahora  os  be  dicho 

be  mentido,  quiera  Dios 

que  á  Carlos  le  den  tercianas, 

y  á  tí  un  fuerte  torozón. 
Carlos.   Gracias:  pues  en  ese  caso 

¥oy  á  llamar  á  un  doctor^ 
Leand.    Mas  dejemos  tonterías: 

nos  aguarda  Encarnación , 

y  Pilarcita  y  Antonia, 

junto  á  la  Puerta  del  Sol , 

meliditas  en  dos  coches . 

Bella  será  la  función  I 

vamos  á  la  Castellana: 


—  21  — 

Ya  encargado  dejé  yo 
una  opípara  comida : 
no  tendréis  oposición 
en  llevar  tres  ó  cuatro  onzas 
asi  que  venda  el  arroz 
que  me  están  almacenando 
yo  lo  pago  todo... 

Carlos.  No. 

Lband.  y  os  daré  cuanto  me  disteis, 
porque  soy  hombre  de  honor 
y  no  me  gusta  abusar... 

Carlos.  Ea,  cállate,  y  alón. 
Cayetano»  Cayetaao! 


ESCEHA  XB. 


Dkhoi»  Gatbvano. 

Catbt.    Qué  me  manda  usted,  señor. 
Carlos.  Que  nos  traigas  cuatro  onzas. 
Gatet.    Abora  no  puedo. 
Fkdbr.  Bribón , 

si  no  las  traes  al  momento... 
Carlos.  Qué  aguardas? 
Fedbr.  Anda ,  ó  por  Dios. . .? 

Catbt.    Señoritos,  que  no  puedo. 
Leañd.    No  sea  usted  remolón. 
Catbt.    Aquí  vela  no  le  dan 

para  este  entierro. 
Carlos.  (Levantando  la  voz.) 

Qué  horror? 

A  nuestro  amigo  te  atreves  ? 
Fedbr.    (Mas  fuerte.) 

Vengan  cuatro  onzas. 
Gatet.    (Con  toda  su  fuerza.) 

Queno. 


S2  — 


ESCEHA  Xm. 

Dichos.   Don  Fagumbo.  Dona  Mabgabita.  Serafina.  Lkonoe. 

Facund.  Pero  qué  voces  ? 

Marg.  Qué  es  esto? 

Garlos.  Que  en  un  compromiso  estamos, 

y  cuatro  onzas  reclamamos 

al  mayordomo  indigesto. 
Facund.  Y  no  las  dio...?  Muy  bien  bizo. 
M ARG.     No,  Facundo,  no  bizo  tal : 

mira  no  los  trates  mal , 

pues  sabes  que  son  mi  becblso. 
Lbonor.  Éso  es:  á  ellos  los  mima. 
Sbrafin.  y  á  nosotras... 
Facund.  [Levantando  la  voz.)    . 

Dicen  bien. 
Marg.     [ídem,) 

Nó. 
Facund.  {Mas  fuerte,) 

Si. 
Marg.     (Mas  flíerte.) 

No. 


ESCENA  XIV. 


Dichos,  Pepito,  que  sale  con  bata  y  gorro,  tomando  el  choco 
late  con  vizcochos  y  servUleta  en  el  ifrazo, 

Pepito.  Qué  Belén  1 1 

Se  nos  cae  el  mundo  encima? 
F«:deric.  Qué  buscas  aqui,  mastuerzo? 
Garlos.   Nos  vienes  á  interrumpir? 
Facund.  Anda,  márcbate  á  dormir. 
Garlos.  Qué  buscas  aqui? 
Pepito.  Mi  almuerzo... 

Facund.  Gomo  tu  almuerzo,  petate? 


0 


—  23  — 

pues  eso  no  es  almorzar? 
Pkpito.  Ño  señor:  esto  es  tomar 

con  vizcocbos  chocolate. 
Fagünd.  y  aun  buscarás.-. 
Pbpho.  Mi  ración 

que  hoy  acortó  el  mayordomo , 

pues  que  no  me  han  dado  el  lomo 

ni  las  lonjas  de  jamón. 
Fagukd.  Márchate  con  un  enjambre 

de  demonios  I 
Pepito.  Bien,  me  iré , 

pero  al  menos  diga  usté 

que  no  me  maten  de  hambre. 

Fro«¿.í  Mamá,  el  dinero. 

Facund.  Buen  par! 

LE0790U.  Papita ,  un  baile  esta  noche. 

Gaalos.  (á  su  madre-) 
Danos... 

Sbkafin.  (A  su  padre.) 

Llévanos  en  coche. 

Pspno.  (A  Cayetano.) 

Me  quieres  dar  de  almorzar? 

Facund.  Para  amigos  con  ahinco 

pedis :  no  hay  rentas  que  basten. 

Leande.  Para  cada  onza  que  gasten 
lo  menos  gasto  yo  cinco : 
y  si  es  á  mi  esa  alusión 
la  rechazo  con  franqueza, 
porque  tengo  gran  riqueza 
y  me  sobra  corazón, 
Yo  desprecio  el  interés 
y  por  nadita  me  atranco ; 
con  los  billetes  de  banco 
suelo  andar  á  puntapiés. 
Sépalo  usted,  don  Facundo : 
cuaikio  busque  usted  dinero 
en  mi  hallará  un  caballero, 
aunque  soy  hombre  de  mundo. 
Aquí  hay  un  neto  español ! ! 
Si  lleváis  onzas,  corriente; 
si  no,  me  es  indiferente ; 
espero  en  la  Puerta  del  Sol. 
Dispongan  de  mi  caudal ; 
por  oro  no  haya  temor » 


—  24  — 


ue  es  mi  tío  el  director 
le  la  hacienda  nacional. 
( Váse.) 


I 


ESCENA    XV. 


IHcliOB,  menoi  Don  Lbanpro. 

Garlas.  Ese  sí  que  es  generoso  I 

Gatet.    Ese  sí  que  es  un  bergante. 

Fedbr.    No. 

Facund.        Dice  bien. 

Gatet.  Y  un  tunante. 

Garlos.  Pues  yo  soy  pundonoroso: 

y  si  no  me  dan  al  punto 

ese  dinero  á  que  aspiro, 

boy,  mamá,  me  pego  un  tiro. 
Fedbr.     Y  yo  detrás  soy  difunto. 
Maro.     [A  su  esposo.) 

Ay!  se  van  á  suicidarl 
Leonor.  [A  su  padre.) 

Si  esta  noche  no  bailamos , 

las  dos  nos  envenenamos. 
Facund.  {A  su  esposa.) 
Marg.      Que  se  van  á  envenenar. 

Mienten  ellas. 
Facund.  Mienten  ellos. 

Marg.     Yo  conozco ,  y  no  me  aflijas , 

á  mis  hijos. 
Facund.  Yo  á  mis  büas. 

Marg.     {Con  iitonia  y  marchándose.) 

Son  muy  beUas. 
Facund.  {ídem,) 

Son  muy  bellos, 
Marg.     Dales  las  cuatro  onzas. 

(Sevá.) 
Gatet.  Oh...  I 

Tacund.  Anda,  y  avisa  á  la  orquesta. 

(Váse.) 
Gatet.    Gasa  de  locos  es  esta. 

ÍVa  á  marchar  amoscado.) 
Cqjiendo  á  Cayetano  por  el  brazo.) 
^ero  cuando  almuerzo  yo  ? 


I 


~25~ 

Catbt.    Voto  ti  diaMo  I 
Gablos.  (A  Canetanc.) 

Vé  al  iostanle. 
Fnn.    Eal  a  la  broma  I 

{Se  ffá*) 

SUAFIN.    í  ^  *»"*f- 

(¿^  MU.) 
Psmo.    Qoé  me  darás  de  almorzar  ? 
Cair.    Voto  á  Moa!  \ünáef<mte. 


FIN  DEL  ACTO  PRIMERO. 


ACTO  SEBUNDO. 


Salón  elegante.  Muebles  de  todo  lajo.  Candelabros  y  aranas  encen- 
didas. Forillo  de  otro  salón  alumbrado  con  arañas:  en  él  muebles 
mny  elegantes.  Dos  puertas  laterales.  Mesa  con  tapete  y  recado 
de  escribir. 


ESCEHA  PRIMERA, 


Cayetano.  Pkpa. 


Gatet.    Está  ya  todo  encendido? 
Pepa.      Pues  no  lo  vé  usted?  (Babieca !) 
Catet.    Digo  las  piezas  de  adentro. . . 
Pepa.     También,  si  señor.     . 
Catet.  Bien,  Pepa, 

no  te  incomodes  por  eso; 

que  cuando  hablas  apedreas. 

Has  ido  al  café  de  enfrente? 
Pepa.      Lo  menos  hace  hora  y  media. 
Catet.    Y  encargastes  los  helados , 

y  de  Cbampai^  las  botellas? 


—  27  — 

Pbpa.     Si  5eilor. 

Gatet.  y  ios  criados 

avisaron  á  la  or^uesla?    • 
Pepa.     Cuanto  Üempo  hacel 
Catet.  Bueno. 

Pues  ya.  estás  demás.  Qué  esperas? 
Pepa.      Y  es  usted  el  que  crítica 

que  tan  mal  genio  yo  tenga, 

cuando  parece  que  un  dia 

de  rabia  vá  á  ecbar  centellas? 
Catet.    Mira,  no  seas  pariancbina. 
Pepro.    (Dentro.) 

Cayetanol... 
Catet.  Sania  Teda! 

Pepito  me  llama  I  Vete. 

(Va$e  Pepa.) 

Me  está  llevando  pateta. 


ESCEIIA  n. 

Gatbtano.  Pepito,  que  sale  leyendo  un  Diario. 

Pepito.  Ando  buscándote,  hombre, 

por  toda  la  casa^  y...  vanos, 

voy  á  darte  una  notida 

que  trasciende  desde  largo: 

aprovecha  la  ocasión : 

oye  el  anuncio: 

(Leyendo.) 

((Han  llegado 

á  la  posada  de  Ocaña 

jamones  de  Candelario...» 
Catet.    Vaya  una  salida  ahora! 
Pepito,   {Leyendo,) 

«Y  en  la  posada  del  Rastra, 

bajo  un  precia  equitativo 

se  bailarán  pabos  cebados.  > — 

Eb?  Gayet;ino,  qué  Ul? 
Catet.    ( Voto  á  bríos!) 
Pepito.  No  me  haces  oaM? 

Bueno,  yo  veré  á  mamá... 

pero  ella  se  acerca,  bravol    ' 


—  38 


ESCENA  m. 


Dichos,  Doña  Margarita  en  irage  de  baile. 


Pepito.   Mamá,  no  sabes  lo  que  hay? 

Maro.     Qué  es  ello?  Di,  qué  ha  pasado? 

Pbpito.   Noticiones  que  interesan. . . 
sigo  leyendo  el  Diario... 
(Continua  leyendo.) 
«Junto  á  San  Juan  de  Dios  renden 
ricos  alunes  salados...  » 

Maro.     Tomal  Y  esa  es  la  noticia? 

Pepito.   Mamá,  que  me  traigan  algo. 

IIarg.      Tú  tienes  hambre  caninafí... 

Pepito.   Mamita,  si  yo  no  bailo, 
ni  voy  en  coche,  ni  fumo, 
ni  me  paseo  á  cabaflot 
ni  me  agradan  las  muchachas, 
ni  rompo  apenas  calzado, 
de  modo,  que  aun  cuando  gaste 
en  comer  tres  duros  diarios, 
no  tengo  vicios,  mamá; 
ya  lo  ves;  soy  buen  muchacho: 
me  voy  á  tender  un  poco. 
Tráeme  un  jamón,:  Gayetsmo: 
diselo,  mamá. 

Marg.  Bien,  hombre  i 

Pepito    Vivan  las  mamásí  de  rango: 
si  vales  días... 
{A  Cayetano.) 

Anda  pronto; 
y  qué  no  tenga  gusanos. 
[A  8U  madre.) 
Vales  mas  plata  que  pesad, 
y  eso  que  estás  de  buen  año. 

Marg.     Qué  dices? 

Pepito  .  No  es  alusión . . . 

Gatet.    (Qué  chicos  tan  mal  criados! 
Merecen  algunos  padres.. ) 

Pepito.  Buenas  cosas  trae  el  Diario  I! 
Adiós,  vieja  mia. 


—  »  — 

(Lee.) 

f  Acaba 
de  llegar  el  bacalao 
de  Escocia,  á  la  yenia  nueva* 
los  chorizos  de  Almagro.» 
Se  vá.) 


i 


ESCEKA  IV. 


Gatetano.  Doña  ÜAiGAinTA. 


Mabg.     Aunque  veo  que  este  chico 
es  un  alcornoque,  bailo 
en  él  tanta  gracia,  tanta... 
Catbt.    a  y,  señoral...  por  los  ciatos 
de  mi  señor  Jesucristo^... 
usted  está  chocheando: 
que  los  padres  á  tos  hQos 
amen,  justo  es;  pero  cautos 
el  cariño  que  les  tienen 
nunca  deben  demostrarlo , 
pues  la  juventud  no  piensa; 
y  prodigándola  halagos, 
abusa,  y  se  precipita 
del  desorden  en  el  fango. 
Maso.     Pero  hombre,  lo  que  nos  pasa 
es  natural:  los  muchachos 
siempre  son  los  predilectos 
de  las  madres;  los  amamos 
mas  que  á  las  chicas:  los  padres 
suelen  pensar  al  contrario; 
quieren  á  las  hijas  mas, 
y  de  aqui  resulta,  es  claro  * 
las  continuas  peloteras 
de  los  matrimonios. 
Catet.  Bravo! 

Y  usted  que  el  error  conoce, 
incurre  en  él  cada  paso. 
Mabg.     Pero  ya  enmendarme  quiero;  . 
hoy  á  los  tres  he  pen^Kio 
reimir  muy  formalmente 


—  se- 
para con  dureza  hablarlos: 
U»  diré  que  van  por  sendas 
muy  malas  eslraviados. 

Gair.    Abl  si  por  fin,  Dios  quisiera 
en  el  coraion  tocark». 

Mam.    D«  bi  broma  aun  no  vinieron? 

Gatet.    y  eso  que  las  diez  ban  dado, 
y  no  ignorarán  que  bay  baile. 

Maro.     Poro  ellos  no  son  los  malos; 
sino  sus  amigos:  ese 
cá^vera  sevillano... 

Catct.  Que  embrolla 

y  miente  mas  que  babla, 
y  eso  que  sienípre  está  bablando. 

Maro.     Si  pudiéramos  un  medio 

bailar  para  escarmealarlo!... 

Catbt.    Déjeme  usted  á  mi,  señora: 
el  medio  queda  á  mi  cargo. 

Maro.     Pero  no  conoces,  hombre, 

que  mis  bijos  le  aman  tanto? 

Catet.    Con  el  tiempo  lograré 

que  buyan  de  él  como  del  diablo. 
Pero,  señora,  firmeza. 
Ellos  aqui  van  llegando. 

Maro.     Siento  que  el  valor  me  deja, 

pero  voy  á  armarme  de  ánimo. 


esceha  V. 

Dichos.  Carlos.  Federico.  Don  Lean:^o.  Don  Luis 

y  Caballeras. 

Carlos.  [Desde  el  foro.) 

Adelante,  caballeros. 

Aqui  tenéis  á  la  madre 

mas  cariñosa  y  mas  tierna... 
Fedbr.    Oh!  nuestra  mamá  és  un  ángel. 

Chicos,  el  Cbampang  ne  ba  puesto 

en  estremo  confortable. 
Leand.    Señora,  saludo  á  usted. 

Seres  en  el  mundo  bay  tales 

que  al  primer  vistazo,  plañí 


—  3t  — 


Hakg. 

Cáelos. 

Fbdee. 

Cáelos. 

Leai«d. 


i 


i 


Marg. 


Carlos. 

Marg. 
Carlos. 


se  introdocen  al  instante 
en  el  corazón.  Usted 
es  uno  de  es6s,  no  eatnifie 
que  la  bable  de  este  modo 
porque  franco  es  mi  lenguaje* 
Reciba  usted  una  memoria 
que  yo  la  guardé  esta  tarde. . 
{Le  dá  un  caramelo*) 
Gracias.  A  que  no  mis  bijos 
asi  se  acordaron? 

(Diantre!) 
(Caramba»  qué  compromisol) 
(Á  don  Leandro.) 

S Sácanos  tú  de  este  lance.) 
lif  los  bijos  son,  sei^ora, 
siempre  ingratos,  siempre  audaces. 
Mas  respire  usted  porqué  estos 
son  escepciones  notables. 
Nos  sentamos  á  la  mesa; 
y  apenas  los  mozos  trae» 
el  primer  plato ,  lo  miran  9 
y  á  uno  le  dicen  parte 
ytráenos  un  papelHo: 
y  al  punto  el  mozo  lo  trae , 
y  ambos  á  la  vez  dijeron 
del  plato  primero  á  madre 
guardemos,  y  asi  pasó» 
y  me  dieron  el  mensaje 
de  que  yo  se  lo  guardara 
por  no  manchar  sus  gabanes. 
{Sacando  un  papel  liado.) 
Con  que  tome  usted ,  señora ; 
un  pepinito  en  vinagre: 
lo  primero  que  sacaron : 
la  memoria  es  lo  que  vale. 
(Lo  guardé  para  mi  cbiea! 
cómo  ha  de  ser?...  adeHuite.») 
(A  Cayetano.) 
Esta^  es  otra  cosa.  Ves 
cómo  me  quieren? 

Pensaste 
que  de  ti  nos  olvidáraiDos  ? 
Sí,  bijos  mios. 

Nos  clavaste 
un  acero  en  las  entrañas ! 


—  32  — 

Peder.    Con  injusUda  penrastel 
Carlos.  Ya  nos  bas  entristecido  I 
Leand.    Cómo  ba  de  ser?  Consolarse... 

(A  doña  Margarita.) 

allre  usted ,  van  á  llorar. 

Esto  es  fuerza  que  se  acabe: 

estos  son  bijos ,  señora : 

Ye  usted  qué  pucheros  baeen? 

no  bay  que  llorar ;  (pobreciUos  fj 

El  corazón  se  me  parte! 

SA  la  madre.) 
leles  usted  un  abrazo:  , 

besarle  la  mano,  andel 
{Lo  hacen.) 

y  ahora  mi  bendición : 
que  Dios  os  haga  unos  ángeles  I 
Maro.      (Aparte  á  Cayetano.) 

(Si  no  puedo  regañarlos  I 

no  ves  qué  humildes...  qué  anubles  I..* 

Yo,  Cayetano,  lo  siento, 

pero  me  falta  carácter.) 

Caballeros,  basta  luego: 

Vamos,  büos,  animarse.    ' 

(Vase.) 


ESCElf  A  VI, 


Dichos,  meno$  Doüa  Margarita. 


Catet.    (Me  está  llevando  el  demonio : 
no  lo  puedo  remediar.) 
Señoritos ,  señoritos , 
y  tienen  valor... 

Leand.  Quizás 

es  usted  el  mayordomo... 

Catet.     Soy  el  mismo  Barrabás. 

Leand.    Ix)  creo :  porque  esa  cara 
en  circulación  no  está: 
y  qué  colorado  I   Vamos, 
sin  duda  bebió  champang... 


—  33  — 


Catbt. 
Carlos. 
Lbanb. 
Gatbt. 


[ 


Eb!  Miserable! 

I  Insolente ! 

Guidadito  en  el  hablar; 

que  este  viejo  miserable 

nace  veinte  alíos  que'  está 

esta  casa  dirigiendo 

con  notoria  probidad; 

y  antes  de  venir  á  ella 

otros  quince  bacía  ya 

que  del  abuelo  de  ustedes 

fué  mayordomo  leal. 

Con  emoción  muy  profunda 

él  me  dijo  al  espirar : 

I  Cuida  de  mi  bijo  y  mis  nietos , 

pues  sé  que  á  aquel  faltará 

carácter  para  su  casa 

rectamente  gobernar; 

es  débil ,  irresoluto ; 

bazle  conocer  el  mal , 

y  á  él  y  á  sus  biios  separa 

de  la  falsa  sociedad : 

sus  impertinencias  sufre : 

te  lo  ruego  con  afán. » 

Por  eso  con  mn  prudencia 

mil  veces  be  dicho  «atrási» , 

cuando  he  visto  que  á  un  abismo 

se  iban  á  precipitar. 

Pero  no  se  me  na  becbo  caso. 

Bien ,  por  última  vez  ya 

les  digo  üue  del  señor 

huyan  cual  de  Satanás , 

porque  es  todo  farsa,  enredos , 

y  nunca  dice  verdad. 

Si  usted  por  eso  se  enoja , 

nada  á  mi  me  importará. 

En  Zaragoza  be  nacido , 

y  allí  todo  es  claridad. 

Sí  señor.  Usté  es  de  aquellos 

que  á  todos  las  manos  dan , 

se  quiebran  á  cortesías , 

y  que  saben  demostrar 

los  afectos  que  no  sienten  ; 

que  ofrecen  k)  que  no  dan : 

1^  se  enfada  usted  porqne 


—  Si- 
te be  bablado  8in  falsedad , 
procure  de  mi  vengarse  , 
aquí  no  volviendo  roas ; 
V  no  estrañe  ouelas  cuentas 
le  haya  querido  ajustar, 
ni  que  del  estilo  serio 
ahora  me  pase  al  jovial, 
para  reírme  de  usted 
sin  rodeos  ni  disfraz . 
porque  no  estoy  en  mi  Juicio ; 
usted  lo  dijo:  jál...  já! 
No  me  hagan  caso ,  señores, 

rorque  he  bebido  Cbaropang. 
Váse.) 


ESCENA  Vn. 


Dichos  f  menos  Gatetaho. 


Luis.      Qué  dices ,  Leandro  ?...  qué?... 
Leand.    Luis  queridísimo ,  nada. 

Quién  hace  caso  de  un  viejo 

y  mayordomo?  Sus  canas 

es  preciso  respetar... 

Porque  la  moral  me  agrada , 

sobre  todo ,  ya  lo  sabes... 

No  conoces  que  le  carga 

al  pobre  viejo  que  yo 

á  sus  señores  distraiga  ? 

Si  eso  es  mas  claro  que  el  dia  I 

( Pasan  por  el  foro^  de  derecha  d  uqukria,  convi- 
dados.) 

La  avaricia!...  Ya  á  esa  sala 

van  llegando  convidados ; 

eso  la  atención  me  llama. 

A  ver,  Garlitos ,  el  brazo. 

Vamos  á  ver  las  muchachas. 
Fbdkr.    ( A  don  Leandro, ) 

N6  estás  ofendido? 
Lband.  No. 

Garlos.  Le  despediremos. 
Lband.  Galla. 


Luis. 

L.EAND. 


—  35  — 

A  un  hombre  cual  yo  de  mundo 
esas  cosas  le  hacea  grada : 
todavía  al  mayordomo 
be  de  entregar  una  carta 
que  trate  de  mis  amores. 
Aun  teniéndote  tal  rabia? 
Si  señor;  y  si  me  empeño , 
dos  besos  me  dá  en  la  cara. 
£a ,  vamos  al  salón 
á  gozar  de  la  abasara. 
( Vdnse. ) 


ESCENA  Vin. 


Dona  Mabgarita.  Don  Facundo.  Cayetano. 
{Se  oye  un  rigodón.) 


Catbt.    Pues  eso  pasó ,  señores. 

llARG.     La  juventud  no  es  prudrate. 

Catet.    y  mas  si  se  la  consiente 
cometer  necios  errores. 
En  fin  ,  el  baile  ha  empezado; 
las  niñas  en  él  están : 
no  obstante ;  criticarán 
porque  ustedes  no  ban  entrado^ 

Maro.     No  tengo  gana  de  ver 
mi  fortuna  destruirse... 

Fagund.  M  á  nuestras  bijas  lucirse  1... 
Qué  genio  de  Lucifer  I 

Maro.      Tengamos  la  fiesta  en  paz  I 
Guando  tú  tienes  la  culpa... 

Facund.  La  tuya  á  mi  me  dis(;ulpa: 
con  que  no  seas  tenaz; 
si  con  afanes  prolijos 
á  mis  bijas  be  mimado , 
también  te  bas  sacrificado 
por  complacer  á  tus  bijos. 

Maro.     Pero  que  le  bemos  de  bacer? 

Facund.  Tú  me  pones  en  un  potro. 

Catet.    Pues !  y  el  uno  por  el  otro 
la  casa  está  sin  barrer. 
El  paso  que  dar  primero 


—  36  — 

es  preciso  en  este  instante , 

es  llamar  á  ese  bergante 

para  pedirle  dinero ; 

á  don  Leandro ;  y  así 

verá  usted  cómo  se  escama , 

logrando  con  esta  trama 

que  no  vuelva  por  aqui. 

Dígale  usted  que  un  apuro 

á  molestarle  le  obliga; 

que  me  emplume  el  que  consiga 

sacarle  siquiera  un  duro. 

De  parte  de  usted  haré 

que  ahora  le  avise  un  criado; 

mas ,  por  Dios ,  lo  qtie  be  pensado 

no  lo  eche  á  perder  usté. 

Buen  ánimo,  voto  á  briosl 

Yo  de  cavilar  no  ceso, 

pues  saben  que  me  intereso 

pur  el  bien  de  ustedes  dos ; 

y  si  consigo  cortar 

á  esos  males  las  raices , 

si  á  ustedes  todos  felices 

los  llego  pronto  á  mirar, 

ya  pueden  á  mi  insultarme 

los  necios  y  escarnecerme , 

y  mil  injurias  hacerme , 

y  aun  con  obras  maltratarme , 

pues  con  un  noble  interés 

al  mirar  mi  afán  logrado , 

podré  decir :  me  he  portado 

(*omo'  honrado  aragonés. 

(Váse.) 


ESCEIIA  JX. 


Dichos ,  menos  Cayetano. 

Facund.  Ese  es  un  hombre  de  bien. 

BIarg.     Ciertamente:  mas  presumo 
que  es  un  poco  exajerado 
al  juzgar  nuestros  disturbios. 


—  37  — 

Son  caprichosos  los  chicos 
y  don  Leandro  es  muy  cuco ; 
s    en  eso  estamos  acordes:  ,. 
pero  á  los  jóvenes  juzgo 
que  <>s  preciso  tolerarlos, 
pues  no  conocen  el  mundo. 
£n  fin ,  de  que  llegue  ese  hombre 
no  te  andes  con  escrúpulos; 
le  pides  dinero...  á  ver... 
por  supuesto ,  ya  barrunta 
que  le  vas  á  sorprender , 
pues  al  decirle  tu  asunto 
tan  de  repente,  sin  duda 
ha  de  quedarse  de  estuco; 
y  si  conocemos  que  es 
de  tantos  bribones,  uno» 
entonces  con  energía, 
sin  ningún  reparo ,  á  dúo , 
le  diremos  que  no  vuelva 
[  jamás  por  aquestos  muros. 

Pídeselo  de  improviso  : 
miremos  el  rostro  suyo , 
y  él  nos  dirá  claramente 
si  le  hemos  puesto  en  apuro. 
Aqui  se  acerca  el  amigo; 
que  no  vaciles ,  Facundo. 


» 


ESCENA    X. 

Dichos,  Don  Lbambro. 

Lband.    Estoy  á  la  orden  de  ustedes: 
que  me  llamaban  me  han  dicho. 

Fagui«d.  Si  señor :  t|uiero  de  usted 
un  favor  especiaiisimo  : 
(dijeron  pronto?... allá  vá.) 
nos  mil  duros  necesito , 
y  espero  que  me  los  preste 
el  amigo  de  mis  hijos. 

Leand.    (Mal  han  hilado  la  intriga.) 

Facund.  {A  8tf  mujer.) 

(Aun  no  se  ha  puesto  amarillo.) 


-88  — 

Marg.     (A  8u  espaso,) 

(Abora  se  pondrá  encarnado.) 

Fagund.  (No  le  quilo  ojo.) 

I«EAND.  Ahora  mismo... 

{Sacando  la  cartera.) 
no  llevo  mas^  que  quinientos 
en  papel  aqoi  escondidos... 
pero  escriba  usted;  al  instante 
le  voy  á  dejar  servido, 
siéntese  usted  abi ,  y  escriba. 

Fagund.  Pero  si... 

Leand.  Vamos. 

Fagund.  {Se  sienta  y  se  dispone  á  eseriMr.) 
Ya  escribo. 

Leand.    {A  doña  Margarita.) 

Ab  I  nos  da  usted  su  licencia? 
porque  vo  soy  muy  político... 
y...  la  dá  usted?^..  • 

Marg.  Claro  está. 

Leand.    Pues  en  ese  caso ,  dicto. 
Madrid  y...  las  generales 
que  usted  saben  son  de  estilo. 
Señor  don  Pedro  Noleay, 
mi  siempre  apreciable  amigo.  » 

Marg.     Nolebayl  apellido  raro! 

Leand.    No  bay  otro  como  él ,  de  fijo. 
(Dictando.) 

Sabe  usted  que  de  dinero 
me  vine  con  lo  preciso 
y  en  este  día  me  encuentro 
en  un  grave  compromiso : 
si  ba  realizado  mis  fondos... 

Facond.  Vamos  por  iHos  despacito, 
que  usted  me  dicta  á  galope , 
y  no  es  mi  mano  un  molino, 

Leand.    Dispense  usted,  prosigamos,  {üicta.) 
En  tal  caso  le  suplico  , 
(Mas  de  prisa.) 
que  venda  las  aceitunas, 
las  mil  fanegas  de  trigo, 
y...  perdone  usted,  señora, 
los  ocbocientos  gorrinos, 
los  mil  quintales  de  arroz  , . 
el  peor  olivar  mío , 
el  déla  legua  de  largo... 


—  30  — 

Pacdnd.  Pero  lefior ,  por  san  CrUpuio , 
para  solos  dos  rail  duros , 
vá  usted  á  venderse  á  sí  mismo? 

Leand.    Es  que  está  mi  pundonor 
con  usted  comprometido. 
Nada  se  me  oculta  á  mi  *. 
porque  soy  alegre  y  vivo » 
usteiles  se  han  figurado 
que  yo  soy  un  libertino ; 
un  pelón  de  mala  muerte 
que  engañando ,  acaso ,  vivo. 
Ño  me  lo  nieguen  que  es  cierto : 
concluya  usted  ese  escrito. 

2 ulero  darles  una  prueba 
i  probidad  y  de  Juicio. 
Sí  tal ;  antes  de  once  días 
voy  á  tener  reunidos 
lo  menos  treinta  mil  duros; 
y  asi  que  lleguen ,  con  brío 
^  y  se  los  presente  á  ustedes 

*  y  pueda  decir  altivo— 

tome  usted  eso  si  lo  quiere  , 
y  si  no  tírelo  al  rio— 
entonces  que  se  convenzan 
de  que  no  soy  ningún  pillo , 
ya  no  volveré  á  esta  casa , 
donde  se  me  ba  escarnecido 
y  calumniado  y...  mas ,  basta ; 
escriba  usted,  se  lo  exijo. 
Fagvhb.  Pero  don  Leandro... 
Leakd.  Escriba, 

Verá  usted  qué  pronto  firmo , 


^ 


y  después  en  el  correo 

la  carta  echará  usted  mismo. 
ÜAio.     No  es  menester. 
Lbahb.  Se  figuran 

une  yo  soy  algún  cbiquillo? 

Por  qué  formaron  de  mí 

un  concepto  tan  Indigno  ? 

Desde  que  conozco  á  ustedes, 

algún  real  les  be  pedido  t 
Faconb.  ÍAiomkrado  de  laperaraeUm  dé  dan  Leandro.) 

No  sefior ! 
Leami).  Cuando  á  una  broma 

á  llevar  íui  mis  amigos, 


—  40  — 

no  me  han  oido  decir  — 
no  bay  que  apurarse,  chiquillos ; 
si  dinero  no  lleváis 
yo  os  ofrezco  mi  bolsillo.— 
Sin  ir  mas  lejos ,  asi 
hablar  boy  no  me  han  oído? 
Facund.  (Cada  vez  mas  admirado.) 

Es  verdad! 
Marg.      (Lo  mkmo.) 

Tiene  razón  I 
Leand.    y  aun  siendo  franco  y  sencillo , 
ustedes  me  han  infamado , 
y  ademas  escarnecido  I  (Con  enfado.) 
Vamos,  no  se  puede  ser 
hombre  honraao  en  este  sigio  I 
Es  mucha  estrella.— Perdón 
si  de  este  modo  me  irrito , 
que  estoy  echando  centellas! 
Tóqueme  usted  los  carrillos ; 
toque  usted,  y  usted,  señora !  I 

Facünd.  (Tocándole.) 
Si  echa  fuego ! 

Marg,  .         Pobrecillo  I 

Leand.    Sofocado  estoy !  (Es  claro, 

como  aue  en  grande  he  bebido.) 
Para  vivir  en  el  mundo, 
lo  mejor  es  ser  un  pillo 
y  presentarse  ante  todos 
naciéndose  el  capuchino. 
Si  es  uno  alegre  y  chancero, 
aun  cuando  no  tenga  vicios , 
le  motejan  de  tronera , 
de  estafador,  libertino. 
Sociedad  injusta  y  ruin!!! 
Me  voy  á  pegar  un  tiro. 

Facünd.    íau 

Marg.      S^ 

Leand.  Se  me  va  la  cabeza. 

Jesús,  y  qué  genio  el  mió! 
Si  cuando  tengo  razón 
me  convierto  en  basilisco... 
Arrímeme  usted  esa  silla 
que  me  está  dando  un  habido. 

Fagdnd.  Cayetano ,  Cayetano. 

Maro.     Ay  Jesús !  buena  la  hicimos ! 


—  41  — 


ESCEHA  XI. 


Dichos.  Gatbtano. 

Catst.  Qué  pasa?  Se  desmayó? 
Fagund;  Si,  de  rubor.  Pobreciilo  I 
Caikt.    Es  de  rubor  ?  No ,  será 

de  los  vapores  del  vino. 
FAGUifi).  Tráeme  pronto  un  vaso  de  agua. 
Mam.      y  de  esencia  algún  pomito. 
Catet.    Para  hacer  volver  á  un  hombre, 

no  hay  cosa  como  un  pelUzco. 

Allá  voy. 

{Le  eoje  unpellUco  en  el  brazo.) 
Lband.  (Verdugo  I) 

Marg.  Aparta : 

no  es  ocasión  de  reimos. 
Catbt.    Ya  vá  volviendo :  ve  usted? 
Faccnd.  No  seas  zumbón  y  maligno. 
Catet.    Pero  creen... 
AIavo.  Si  sehor, 

Catet.  No  hay  quien 

le  rompa  el  bautismo!  I 

Pero  aguantemos,  que  al  fin 

se  logrará  mi  designio. 

iVáse.) 


ESCEHA  Xn. 


Dichos,  menos  Cayetano. 

Facüwd.  Se  le  vá  pasando  á  usted? 
Lband.    Si  señor :  no  mas  ha  sido 

que  un  leve  decaimiento. 

{Con  desenfado,  afectando  formalidad  y  coriesiay) 

Ahora  hablaré  mas  tranquilo. 

La  delicadeza  ha  hecho 


^ 


—  42- 

que  me  saliera  de  quicio : 

hágame  usted  el  obsequio 

de  continuar  el  escrito. 
Facdnd.  Ya  seria  infructuoso.*. 
L^AND.    No  iiijporta :  se  lo  suplico. 
Facund.  [Queriendo  romper  la  carta.) 

Perdone  usted,  es  inútil, 
Lband.    Como  la  rompa,  ahora  mismo 

esta  casa  dejo,  y  nunca 

volveré  á  ver  su  recinto. 
Facund.  Bien,  pero  no  continúo. 
Lband.    En  ese  caso  no  insisto, 

(A  doña  Margarita,) 

Estoy  á  los  piés  de  usted  : 
^  beso  á  usted  la  mano,  amigo ; 

y  dispénseme  si  yo 

en  algo  les  he  ofendido. 

Discúlpenme  con  las  niüas 

é  igualmente  con  los  chicos : 

mauré  mis  ilusiones , 

pero  me  habré  conducido 

como  cumple  á  un  cabaIl3ro 

honrado,  prudente  y  fino. 

ÍHace  una  cortesía  y  va  á  marcharse.) 
<o  señor  ;  venga  la  mano : 

esa  rectitud  admiro. 
IIabg.     Suplico  á  usted  que  se  quede. 

(Qué  rectitud  de  principios  I ) 

Ahora  yo  rompo  la  carta ; 

(Lo  hace.) 

y  si  antes  á  mi  marido 

le  ha  desairado,  yo  creo 

que  no  podrá  hacer  conmigo 

tal  acción,  por  ser  señora. 
Leand.    Soy  galante,  y  me  resigno. 
Facund.  Bien :  quedamos  cual  quería. 

Voy  á  contar  á  mis  hijos 

lo  que  pasó  entre  nosotros. 

(¡  Qué  joven !  me  ha  enternecido ! ) 

[Váse) 


—48  — 


ESCENA  Xm. 


Dona  Margabita.  Don  Lbandro. 


Maro.     Perdone  usted :  cometimos 
una  grande  indiscreocion; 
ya  se  vé,  como  en  el  mundo 
sernos  tanto  estafador. .. 

Lband.    Pensaron  sin  duda  alguna 
que  era  uno  de  tantos^yo : 
pero  en  ñn,  soy  generoso 
y  á  ustedes  doy  mi  perdón ; 
y  en  prueba  de  que  mi  pedio 
ya  no  les  guarda  rencor, 
voy  á  hacer  á  usted,  señora, 
una  honrosa  petición. 

Mabg.     Pida  usted  cuanto  poseo. 

Leand.    Como  soy  hombre  de  honor 
y  me  enseñaron  mis  padres 
á  vivir  con  religión, 
voy  á  dar  con  usté  un  paso 
que  me  remonte  hasta  el  sol. 
Señora,  la  Leooorcita 
es  una  niña  de  pro , 
hermosa  como  un  lucero, 
y  pura  como  una  flor . 
Ya  se  ve,  con  tales. dotes 
abrasóme  el  corazón : 
diversas  veces  he  ido 
á  declararla  mi  amor; 
pero  antes,  decirlo  á  ustedes 
mas  noble  me  pareció: 
si  me  la  dan,  feliz  me  hacen; 
me  resignaré  si  nó. 
Asi  se  porta,  señora, 
un  caballero  español. 

Mabg.    Con  que  usted  antes  de  hablarla 
consulta  nuestra  opinión? 
Eso  se  llama  conciencia. 
Pues  obtenga  usted  su  amor , 


—  44  — 

y  cuente  usted  de  sus  padres 
con  la  honrosa  aprobación. 

Leand.  Qué  me  dice  usted,  señora!.. 
Lograré  tal  dicha  yo? 
Usted  será  mi  mamá  1 ! 
Ya  verá  con  qué  primor 
la  cuidaré :  por  supuesto , 
vivirá  usted  con  los  dos ; 
compraremos  una  casa 
Junto  á  Torrejon  de  Ardoz« 
donde  belfas  y  prusianos 
dieron  la  famosa  acción. 
Alli  iremos  á  menudo 
metidos  en  un  lando , 
y  llevaremos  pifiones 
que  la  mandaré  á  usted  yo ; 
y  en  fin  ,  cuando  tenga  suefio , 
sobre  mis  rodillas...  ob ! 
colocaré  la  cabeza 
de  la  madre  de  mi  amor « 
y  la  arrullaré  cantando 
el  divertido  arroró. 

Mabg.     Vamos ,  vale  usted  un  mundo! 
A  su  grande  estimación 
reúne  un  genio  gracioso... 
Preciso  es  que  á  la  reunión 
vaya  un  momento. 

Lband.  Este  brazo 

está  á  so  disposición. 

Mabg.     (Qué  delicadol  qué  finol ) 

Leand.    (Qué  estúpida!  qué  ababóll) 

Maro.      (Coge  el  brazo.) 

Acepto. 
(Y  es  muy  buen  mozo!) 

Leand.    mU  gracias.  (Qué  cronicónl] 

Aun  mi  mamá  está  muy  fresca. 

Maro.    No  sea  usted  adulador!! 

(Ay  Dios!  quién  tuviera  quince, 
ó  aunque  fueran  veintidós.) 
Varaos? 

Leand.  Cuando  usted  disponga. 

(Esto  marcha  como  il  faut*) 
(Vánse.) 


i 


—  45-. 


ESCEÑA    XIV. 

Pepito  .  leyendo  uh  libro.  Catbtano. 

Pbpito.    (Lee,) 

«Para  cúmponer  las  trufas 

según  los  autores  célebres « 

las  especies  perniciosas 

economizarse  deben ; 

y  según  un  gran  -cientifico , 

para  guisar  bien  las  liebres... 
€atst.    Se  necesita  primero 

que  el  diablo  las  condimente. 
Pepito.    Hombre,  me  alegro  de liailarte.  « 

Quiero  cenar. 
Catet.  Mejor  fuese 

que  en  los  salones  del  bañe 

un  momento  apareciese. 
Pepito.    Pero  hombre ,  tú  te  flguras 

que  yo  soy  algún  pelele? 

Que  bailen  esos  muñecos 

que  por  resorte  se  mueven : 

yo  estoy  por  lo  positivo ; 

nada  seducirme  puede : 

con  bailar  qué  se  adelanta? 

Que  el  cuerpo  se  bambolee , 

y  del  combatido  estómago 

los  alimentos  se  alejen. 

lias  cada  uno  con  su  gusto : 

bailen  y  se  zarandeen, 

y  que  los  babosos  bagan 

el  amor  á  las  mugeres : 

que  yo  en  estando  tendido 

y  leyendo  el  libro  este , 

que  es  de  cocina  un  tratado 

muy  famoso ,  que  se  queme 

el  mundo  poco  me  importa. 

Vamos  á  ver  si  te  mueves ; 

imita  mi  diligencia ; 

anda ,  no  seas  zoquete ; 

di  que  me  sirvan  el  pabo , 


—  46  — 

y  después  los  salmonetes : 
en  cuanto  al  jamón  en  dulce 
cuidado  no  lo  cercenen. 
Al  Ira ,  mientras  traen  los  platos, 

3 ulero  leer  el  saínete 
el  Hambrqn  de  Nochebmna. 
Voy  á  ver  si  puedo  hacerle. 
Anda ,  despacha ,  ó  si  no 
voy  á  pesarte  un  cachete. 
(No  be  visto  viejo  mas  bf uté  I... 
qué  mala  crianza  tiene!) 
[Entra  leyendo.)  ' 

«El  salmón  en  salsa  blanca 
debe  tener  mucbo  aceite...» 


ESCENA    XV. 


Cayetano. 


Jesús ,  qué  casa  de  locos !! 
Cuántos  habrá  en  Zaragoza 
por  menos  causa  enjauladosl... 
Ya  mi  paciencia  se  agota , 
y  si  no  hubiera  jurado... 
Pero,  quién  se  acerca?...  Hola  II 
Leonorcita  y  el  futurol... 
El  que  se  ausenta  no  estorba.   ' 
{ Va$e.) 


ESCENA  XVI, 

Leonor.   Don  Luis. 

Leonor.  Es  usted  muy  fastidiofiol 
Visiones  vé  á  todas  horas. 

Lüis.       Sf ,  que  yo  no  he  reparado 
que  te  hacia  carantoñas 
el  hablador  sevillano 


—  47  — 

que  amigo  mió  se  nombra! 
Cuando  te  hablaba  al  oido , 
te  diría... 

Leonoi.  una  bicoca! 

Solamente  me  decia 
que  era  yo  como  una  rosal... 

LüB.      Neda!.:.  porque  te  adulaba !.,. 

Leonor.  Eso  es...  Virgen  de  Atocha  11! 
Decirme  que  soy  muy  fea , 
cuando  todas  las  personas 
siempre  bella  me  llamaron! 
T  aun  Pepito ,  que  no  nota 
quién  es  linda  ó  es  horrible , 
Unto  mi  belleza  elogia , 
que  ayer  dijo  teres  mas  rica 
que  un  barrillto  de  anchoas.» 

Luis.      Tiene  lances  la  metáfora  : 
mas  siempre  te  desazonas 
por  cualquiera  fruslería ; 
si  eres  para  mi  una  diosa. 

Lbonob.  y  para  otros  no  lo  soy? 

Ay!  Este  hombre  me  encocora! 


ESCENA  XVn. 

IHchoi.  Doña  Maroawta.  Don  Facundo.  Don  Leandro. 

Facünd.  Qué  te  pasa? 

í***®'     /-  .     ,        Qué  pelea... 
Leand.    (A  don  Luis.) 

Dígame... 
Facünd.  Qué  te  ha  pasado?... 

Leonor.  Que  el  señor  se  ha  propasado. 
Todos.     Cómo!... 

Leonor.  Me  ha  llamado  fea. 

Luis.      No  he  dicho  tal ,  señorita. 

Diga  usted  que  ya  mi  amor 

[Por  don  Leandro.) 

le  cansa ,  y  ama  ál  señor. 
Leand.    Cómo? 
Maro.  Qué? 

Facünd.  Habla. 


—  48  — 

Ma«g.      Chiquita... 
Lb.\n]>.    (A  don  Luis.) 

Con  que  la  amabas ! 
tüK.  Si  tal, 

y  ella  á  mi. 
Lbanb.    (A  Leonor.) 

Es  cierto? 
Facund.   )  ní9 

Maro.      }  ^'^  " 

Leonor.  I^e  dije  en  broma  que  sí : 

no  se  lo  dije  formal. 
Lband.    Hé  aqui  los  hombres ,  reniego ! 

primero  se  habla  á  los  padres , 

entiende  usted?...  y  á  las  madres  , 

y  á  las  señoritas  luego. 

Con  esa  lealtad  cumplida 

be  obrado  yo ,  caballero ; 

y  asi  que  respete  espero 

á  mi  esposa  prometida. 
Luis.       Como  estimo  mi  decoro 

y  de  niñadas  no  gusto, 

se  la  cedo  sin  disgusto 

y  no  le  envidio  el  tesoro. 


ESCENA  vm. 

Dichos.  CARLOS.  Federico.  Cayetano. 

Carlos.  Qué  es  esto? 
Lband.    (A  don  Luis.) 

Respete  usté 

á  mi  prometida  esposa. 
Facund.  (Al  mismo.) 

O  esa  lengua  venenosa 

yo,  si  no,  le  cortaré. 
Feder.    (A  Luisa.) 

Se  atreve  usté  á  insultar..: 
Facund.  Que  me  habrá  entendido  infiero. 
Luis.       Basta ,  y  aprenda  primero 

bien  sus  hijos  á  educar. 
Catet.    Dice  bien :  soy  de  su  parle. 


—  49  — 


ESCEHA  XIX. 

Dichos.  Pbpito  ,  que  sale  al  terso  anterior,  coitun  libro. 

Pepito.    Y  yo ,  aunque  no  sé  lo  que  es , 
^  porque  de  cenar  me  des. 

Facünd.  (á  Pepito.) 

A  ver ,  ya  puedes  marcharte. 
(A  Lma.) 

Si  usted  no  teme  mis  fieros , 

y  aunque  en  decirlo  me  afl^a, 

sepa  míe  en  esta  oasion 

me  sobrará  corazón 

para  vengar  á  mi  hija. 
Pepfto.    Bueno ,  aue  va  á  haber  función. 
Luis.      (A  don  Leandro,) 

En  la  calle  espero  á  usté. 
Leand.    Muy  pronto  le  buscaré. 
Pepito.    (A  su  padre.) 

Anda ,  dale  un  coscorrón. 
Maro.     Ay !  que  se  van  á  matar ! 
Luis.      Vamos. 

{Se  va.) 
Lband.  Vamos. 

(ídem.) 
Leonor.  Qué  sofocos! 

FacüND.     ia*   .        , 

Maeg.      (Sigámoslos. 
(ídem.) 

tiATET.  Todos  locos  í 

Pepito.    Pues  señor ,  voy  á  cenar. 


FIN  DEL  ACTO  SEGUNDO. 


4 


ACTO    TERCERO. 


La  misma  decoración  del  primer  acto.  Sobre  la  mesa  nn  bastón. 


ESCEHA  PRIMERA 


Cayetano. 

Pues,  señor»  ya  no  hay  aguante: 
á  mi  buena  fé  se  insulta 
y  de  mis  canas  los  niños 
continuamente  se  burlan. 
Pero  el  necio  sevillano 
se  ba  de  salir  con  la  suya? 
Cómo  á  los  padres  envuelve!! 
Ta  se  vé,  finge  con  una 
maestría  incomparable, 
asi  el  cielo  le  confunda. 
Yo  no  pierdo  la  esperanza... 
me  han  dicho  que  con  bravura 


—  Bl  -- 

se  batió  bace  quince  dias 
é  lüzo  una  herida  profunda 
en  un  brazo  á  su  rival. 
Y  siendo  aklaluz?  Quién  duda 
que  en  Andalucía,  hombres 
hay  de  todas  cataduras? 
Yo  no  soy  preocupado, 
y  no  sigo  á  ios  que  Juzgan 
que  ei  andaluz  de  su  pecho 
nunca  aparta  la  pavura. 
Los  de  aquel  pais  son  hombres 
lo  mismo  que  los  de  Asturias. 
Ah!  Pero  boy  un  pagaré 
se  cumple  y  yo  coyuntura 
no  encuentro  para  pagarlo 
pues  está  la  casa  á  oscuras. 
Ya  se  ve»  tanto  desorden 
y  tan  continuas  trifulcas... 
pero  aquí  los  calaveras 
se  acercan:  Dios  nos  acuda. 


ESCEHAU. 

Dicho.  Don  Leandro.  Gablos.  Fedebigo. 

LsANB.    Caballero  mayordomo, 

buenos  dias  tenga  usted. 
Catet.    No  agradezco  ei  cumplimiento 

y  me  marcho,  por  no  ver... 
Leand.    a  mi?...  Ya  me  lo  figuro. 

MU  gracias. 

(Cayelano  vá  á  marchane.) 
Cáelos.  Aguárdate. 

Necesitamos  que  ahora 

cincuenta  duros  nos  des. 
Catet.    No  puedo  dar  un  ochavo. 

Aquí  dun  Leandro,  que 

ha  dicho  tiene  dinero 

para  sus  amigos,  fiel 

boy  á  su  palabra,  debe 

S restarlo  sin  interés... 
[o  lo  dijo  usté  á  los  amos? 


—  62  — 

EHos  me  lo  han  dicho:  pues 
▼amos,  cumpla  la  oferta 
ó  le  descubro  el  pastel. 

Leand.    Ahora  do  IIcto  dinero: 
pero  muy  pronto  en  Jerez 
se  vá  á  vender  un  cortijo 
de  mi  propiedad,  y... 

Catet.  Bien. 

(Llamando.) 
Señor...  Doña  Margarita! 

Leand.    Por  qué  los  llamas,  lebrel? 

Catkt.    a  ver  cómo  sale  usté  ahora 
del  laberinto. 


escena  m. 

Dichos.  Don  Facundo.  Doña  Maugabita. 


Facciid.  ¿Qué  es? 

Catet.    Aquí  el  señor  don  Leandro... 

Leand.    (Aplomo  y  desfachatez.) 

Nada,  señores,  que  este  hombre, 
hombre  digo?  í^ucífer, 
que  roe  tiene  un  odio  á  muerte, 
me  hace  una  guerra  cruel. 

Catet.    Pero... 

Leand.  Déjeme  usté  hablari 

Sobre  insolente ,  es  soez! 

Catet.    Cómo!... 

Leand.    (A  doña  Margarita.) 

Diga  usted  que  calle. 

Mabo.      Calla! 

Facund.  Chito! 

Cáelos.  Cállate. 

Leand.    Pues,  señor,  vengo  con  estos, 
porque  quisimos  comer 
unas  ostras;  yo  llevaba 
todo  el  dinero  en  papel; 
voy  á  cambiar  un  billete 
y  me  dice  Garlos,  ven 
que  lo  cambiarán  en  casa, 
para  qué  dar  interés?... 

Catet.  Pero... 


—  53  — 

Leanb.    Le  han  dicbo  que  musí» 

no  sea  usted  descortés. 
Catet.    Pero... 
Leand.    {A  don  Facundo ) 

Diga  ustea  que  calle. 
Facund.  Calla! 
Maeg.  Chito! 

Cáelos.  Cállate. 

Leaed.    Pues,  si  se&ores,  subimos, 

y  al  señor  dice  este,  vé 

y  al  punto  saca  mil  reales... 

para  el  cambio,  claro  es. 

V  sin  oir  mas  razones» 

se  acalora  este  Noé 

y  me  pone  como  un  trapo... 
Catet.     Pero  si  eso  no  fué... 
Leaed.    (A  Carlos.) 

No  be  concluido;  que  calle. 
Gaeu».  Calla. 
Maeg.  Chito. 

Facued.  Cállate. 

Caí ET.    Pero  si  hablar  no  me  dejan , 

de  qué  modo  esplicaré?... 

En  fin ,  que  me  dé  el  billete. 
Leaed.    No  quiero  nada  de  usted. 

(lie  pilló!)  Se  me  ha  quitado 

ya  la  gana  de  comer. 

(Voy  á  meterlo  á  barato... 

en  mt  cartera  hay  papel.) 

Seitor...  si  esto  clama  al  cielo! 

Vaya ,  estoy  por  no  volver 

á  esta  casa  y  pero  no, 

que  si  ese  matusalén 

me  juzga  mal .  los  señores 

conocen  bien  mi  honradez. 

Reparo  que  ustedes  todos 

se  han  indignado  con  él ; 

el  caso  no  es  para  menos : 

Sero  todo  eso  es  chochez, 
o  le  despidan  por  mi , 
una  reprensión  buena  es... 
Voy  á  cambiar  un  billete... 
De  cuánto  serán?...  A  ver... 
[Saca  la  cartera ,  volviéndose  de  eipaldas  á  los  inler- 
locutores.) 


—  54  — 

De  dos  mil ,  de  cuatro  mü... 
de  cinco  mil  y  de  seis... 
En  correos  me  los  cambian 
y  os  espero  en  el  café ; 
pero  no ,  será  mejor 
que  en  un  decir  santi-ameiC, 
me  llegue  á  los  andaluces 
á  encargar  para  los  tres... 
y  si  no  para  los  cinco... 
Vendrán  los  señores ,  eh? 
Y...  qué  demonio!...  Convido 
al  mayordomo  también. 
Yo  siempre  soy  generoso. 
(Por  esta  va  me  escapé.) 
Alegriá  y  luera  penas » 
(A  Cayetano,) 
reconciliémonos ,  eb? 
riase :  ya  bace  pucberos. 
Ya  se  va  á  reir  ¡Ole  II 
Viva  la  gracia.  (Me  largo.) 
£a ,  basta  luego.  (Triunfé.) 

"    ^) 


ESCENA  IV. 


DichoSr  menos  Don  Leandbo. 


Fagdnd.  (á  Cayetano.)  Lo  bas  visto? 

Maro.  No  te  convences? 

Carlos.  Ves  eómo  le  bas  calumniado? 

Feder.    Si  tú  recelas  de  todo  I 

Fagund.  y  nos  compromete... 

Garlos.  Es  claro. 

Catet.    Gomo  ustedes  mntuaaiente 

siempre  se  encubren  ,  no  estrano 

tal  conducta ;  mas  sostengo 

que  cuanto  aqui  dijo  es  fateo , 

y  repito  que  por  ét 

y  por  el  lujo  y  boAto 

de  las  niñas ,  por  los  bailes , 

espediciones  al  campo » 


—  66  — 

yel  saqueo  de  losirifiM» 
ya  ustedes  se  han  arrumado. 
Aqui  todo  es  diversiones , 
nadie  conoee  el  trabajo ; 
los  chicos ,  á  lo  m^or 
de  los  estudios  quUáron , 
,  ninguno  tiene  carrera , 

I  de  modo  que  estos  modiadios 

para  diversiones  sirven ; 
y  Pepito ,  ese  vigardo  • 
para  tragarse  aunque  sea 
del  Oriente  el  gran  teatro : 
pero  no ,  que  allí  liay  de  sobra 
gran  número  de  eleogábalos. 

Facoub.  Pero  es  derto?  nuestra  renta?. .. 

Catvt.    Se  la  llevaron  los  diablos. 

C Altos.  No  se  apure  usted;  nosotros 
sabremos  muy  bien  ganarlo. 
No  creo  se  haya  perdido 
1  todo  el  caudal ;  es  engaño.- 

^  Vaya  un  plan  bueool  Oiga  usted ; 

denme  lo  que  haya  quedado : 
á  usted  le  consta  que  yo 
perfectamente  declamo; 
bien^  formo  una  compañía... 
qué  ¿d?  me  meto  á  empresario  , 
pido  el  teatro  de  b  Cruz 
que  esU  muy  acreditado*.. 
y  al  mes..* 

Catet.  Usté  y  los  actores 

Ía  estarán  crudicados. 
;s  mi  plan  mucho  mejor. 
'  Yo  en  o^ico  fuego  ardo. 

Bien  sabe  usted  ^lue  en  Espaiía 
hay  muchos  desesperados. 
En  fin ,  cuando  el  Ecuador. . . 
ya  usted  se  acuerda  de  cuantos... 
pues  en  menos  de  once  dias 
una  partida  levanto 
ñamada  la  de  Jesús. 
Voy  al  campo  mahometano ; 
adquiero  con  mis  proezas 
el  nombre  de  Temerario ; 
soy  otro  Cid  Campeador 
ú  otro  Bernardo  del  Carpió. 


—  56  — 

Déme  usted  lo  que  le  quede 

y  juro  que  antes  de  un  año... 
Gaibt.    Está  usted  y  sus  guerreros 

cuando  menos  empalados. 
Fedei.    Me  quita  las  ilusiones. 
Cáelos.  La  ilusión  me  está  matando. 
Fedei.    No  vales  tú  para  actor. 
CAELas.  No  sirves  para  soldado. 

(Leonor  y  Serafina  se  asoman  por  la  izquierda.) 
Fedbe.    Pues  si  se  acabó  el  dinero, 

yo  de  esta  casa  me  marcfio 

y  me  la  sabré  buscar. 
Cáelos.  Yo  ya  estoy  mal  enseñado , 

y  SI  me  faltan  jaranas 

contra  mamá  me  declaro. 
Maeg.     Cómo? 
Cáelos.  Usted  tiene  la  culpa 

Eorque  nos  ba  tolerado.,, 
o  está  usted  viendo? 
Facum).  Lo  ves? 

Maeo.     Ehl  tú  no  bables,  porque  al  cabo... 

Í Salen  Leonor  y  Serafina.) 
También  nos  mimó  á  nosotras, 

(A  su  padre.) 

dice  bien  mamál 
Seeaf.  y  es  claro , 

nosotras  somos  humildes, 

pero  usted  nos  ba  enseñado... 
Maeo.     Lo  ves? 

Facünd.  Vete  á  los  demoniosl 

Lbonoe.  Con  que  es  decir  (|ue  no  bailo? 
Seeaf.    Pues ,  hermana!  ni  podremos 

gastar  vestidos  de  raso!... 
Cáelos.  Yo  quiero  bromas  I 
Fedee.  y  yo ! 

Seeafin.  Qué  tiranía ! 
Leonoe.  Qué  escándalo! 

Pero  en  fin »  nos  casaremos. 
Seeafin.  Si  los  bombres  me  dan  aseo! 
Leonoe.  Nos  bas  perdido  papá. 
Cáelos.  Tú  nos  haces  desgraciados , 

mamá. 
FAGoriD.  ¿  Qué  es  esto ,  señores?. . • 

Dejadme  que  busque  un  palo. 

Porque  yo  me  hice  de  miel... 


—  57  — 

Aqui está  d  bastón,  gaznápiros. 
(Coge  el  boitan  que  estará  sobre  la  mesa  y  emprende 
con  ellos;  todos  huyen  por  distintos  lados,  á  este 
tiempo  sale  PepUo.) 


ESCENA   V. 

Dichos,  Pepito. 

PBPrro.    Vamos  á  ?er  si  me  dan... 
Fagund.  Qoe  si  te  dan  ?  Toma ,  ganso. 
Pepito.    {Corriendo  á  su  cuarloA 

Papá  II 
Catbt.  Coma  usted  esa  trucha 

mientras  le  traen  el  asado. 


ESCESA    VI. 

Don  Facundo.  Margaiita.  Catktano. 

Catbt.    Ve  usted  si  razón  tenia  ? 
Fagund.  No  quiero  oír  indirectas : 

desde  boy  mas,  quiero  mi  casa 

gobernar  cual  me  parezca ; 

pues  por  hacerme  de  miel 

tanta  mosca  me  atormenta  , 

desde  boy  me  haré  de  veneno 

para  que  todas  se  mueran. 

Ahora  en  cuanto  á  ios  chicos , 

tú  tienes  razón  de  veras ; 

pero  en  cuanto  ai  sevillano, 

que  es  una  persona  rex^ta , 

te  has  equivocado  mucho 

como  en  otras  mil  materias ; 

y  pues  me  has  comprometido 

faltándole  en  mi  presencia , 

te  digo  que  le  respetes ; 

pues  como  á  acontecer  vuelva 

tai  desacato ,  al  momento 

haré  que  tomes  la  puerta. 


-¿58  — 

Gatet.    Cómo !...  A  mi  echarme á  la  calle! ... 
A  mi ,  fiel  á  toda  prueba !... 
á  mí ,  que  serví  á  su  padre 
quince  años  con  nobleza 
como  mayordomo  fiell... 
A  mí ,  que  en  la  casa  esta 
igual  empleo  veinte  años 
desempeñé  y  bov...  ¡qué  afrental... 
ecbarme.á  la  calle  I...  Ob  1... 
Pues  bien  ,  les  daré  mis  cuentas. 
Hoy  se  cumple  un  pagaré 
de  dos  mil  duros :  la  renta 
de  usted,  ya  bace  cuatro  dias 
que  se  ba  disipado  entera. 

Fagunb.  Ños  quieres  hacer  la  ley 
con  esa  desgracia  ?  piensa 
que  aun  cuento  con  non  Leandro 
que  es  hombre  de  buenas  prendas  , 
y  como  es  rico  hacendado , 
yo  le  hablaré  con  franqueza 
y  me  sacará  de  apuros. 
Ya  sabes  donde  se  encuentra , 
ó  en  el  café  de  Correos 
ó  en  la  calle  de  Carretas 
en  la  tienda  de  andaluces : 
haz  aue  le  avisen ;  que  venga. 

Gatet.    Muy  bien  t  y  luego  pondré 
las  cuentas. 

Facumb.  Gomo  tú  quieras. 

Ven  conmigo ,  Margarita. 
Que  mandes  recado  apriesa. 
(Vase.) 


ESCENA  Vn. 

Cayetano. 

Y  estas  insolencias  sufre 
un  hijo  de  Zaragoza  ? 
pero  llegará  la  mia... 
[Sale un  criado.) 
Agustín...  Agustín...  ¡  Hola! 


—  89  — 

Vefe  al  café  de  Correos ; 
rei;orre  las  mesaa  todas , 
y  si  yes  á  don  Leandro 
di  que  venga  sin  demora. 
Está  muy  cerca ;  ?é  pronto. 

tVase  el  diado.) 
loy  se  aclara  la  tramoya. 


ESCENA  Vm. 


Caistaiio.    Liom». 

LioiioR.  Ya  se  marcharon  oapás  ? 

CAm.   Sefiorita,  están  alu. 

LsoNot.  Bueno ;  vengo  á  liablarte  á  ti , 

y  la  verdad  me  dirás. 
Catct.    Escocbo. 
LioiH».  Nuestro  caudal 

es  cierto  que  se  ba  menguado? 
Catet.    Mucho  mas ;  se  ba  disipado , 

y  ya  de  él  no  queda  un  real. 
Leonoi.  Con  que  es  cierto  nuestro  apuro? 
Catct.    Cierto ,  el  papá  se  ha  perdido. 
Leotioi.  No  has  mentido  ? 
Catct.  No  be  mentido. 

LsonoR.  Me  lo  Juras? 
CATir.  Sí ,  lo  Juro. 

Leohoi.  La  miseria  nos  espera. 
C ATET.    Cierto :  y  qué  le  bemos  de  hacer  ? 

se  tendrá  usted  que  poner 

al  instante  á  costurera. 
LsoNOi.  Profanación  11  Suerte  arisca  I! 

Yo  costurera  I...  Qué  horror!!! 

Coser  una  Leonor 

como  cualquiera  Francisca  I! 
Catet.    Pues  con  humos  tan  soberbii^i» , 

usted  en  el  caso  se  halla 

de  coser  ó  guisar... 
LwiWML  CaBa!... 

que  me  destrozas  los  nervios  ! 
Cajct.    No  quería  usted  bailar 


—  60  — 

sin  dejar  ninguna  noche? 
Ir  al  teatro ,  y  en  coche , 
y  ricos  trajes  gastar  ?... 
Pues  bueno  ,  la  suerte  fiera 
de  mimarla  se  ha  cansado 
y  á  la  señorita  ha  dado 
destino  de  costurera. 

Leonor.  Será  vana  tu  ilusión , 

pues  aunque  mucho  te  asombre , 
me  casaré  con  el  hombre 
mas  rico  de  la  nación. 

G AilST.    Con  el  andaluz  ? . . .  Divino ! ! 
Si  hoy  se  enlazan  ante  Dios , 
mañana  estarán  los  dos 
comiendo  en  San  Bernardino. 


ESCENA  IX. 

Dichos.  Don  Leandbo. 

Leonor.  Av!  qué  Incongruencia!... 

Lband.    Gomo... 

Leonor.  Leandro!! 

Lband.  Mi  dulce  amor. 

Leonor.  Hágame  nsted  el  favor 

de  matar  al  mayordomo. 
Lband.    Pero  qué  ha  hecho? 
Leonor.  Óigame. 

Papá  se  encuentra  atrasado, 

y  yo  al  momanto  he  contado 

con  el  tesoro  de  usted. 
Leand.    (¡Demonio!)  No  fué  ilusión» 

prenda  que  entusiasta  adoro. 

Sabe  usted  que  mi  tesoro 

está  á  su  disposición. 
Leonor.  Lo  ves  cómo  te  engañabas? 
Lband.    Podré  á  papá  socorrer 

muy  pronto:  voy  á  vender 

trescientos  quintales  de  babas. 
Leonor.  Castigue  al  calumniador. 
Lband.    Si  aun  voy  á  ser  muy  su  amigo. 
Leonor.  Él  de  usted? 


—61  — 

Leand.  su  lo  consigo: 

86  lo  juro  por  mi  iionor. 

Leonoi.  Voy  á  avisar  á  papá: 

á  decirle  que  no  hay  miedo; 
que  coa  usted  contar  puedo, 
y  en  salir  no  tardará. 
Con  que  muéstrese  usté  ufano 
sabiendo  que  su  Leonor 
si  antes  le  otorgó  su  amor, 
pronto  le  dará  la  mano. 
En  breve  á  esta  habitación 
con  mis  papas  volveré: 
entretanto  con  usté, 
se  queda  mi  corazón. 

Leand.    Oh  prenda  que  el  alma  adoral. . 
Tanto*  me  bace  usted  sentir 
que  ahora  la  quiero  decir... 
Vaya  usted  con  Dios,  señora. 


I 


ESCENA  X. 


Don  Leandro.  Cayetano. 

[Los  dos  se  contemplan.) 
Leand.    Quedamos  el  juez  y  el  reo: 

sublico  á  usted  no  se  vaya; 

quiero  en  amistad  hablarle. 
Catet.    Vayase  usted  noramala. 
Leand.    Pero  no  haremos  las  paces? 

Si  no  le  he  ofendido  en  nada. 
Catet.    Pero  culpa  también  tiene 

en  la  ruma  de  esta  casa. 
Leand.    Pues  bien,  si  la  casa  se  hundel... 

Voy  á  hablarle'á  usted  en  plata. 

Si  al  fin  seremos  amigos!... 
Catet.    Soy  aragonés,  y  basta: 

no  transijo  con... 
Leand.  Bribonesl... 

No  es  esto?  Las  cosas  claras. 

Se  apuesta  usted  medio  duro 

á  que  amoroso  me  abraza 


—  62  — 

dentro  de  cinco  mimitoe? 

Catet.    Media  onza  queda  apostada. 

Leand.    Corriente. 

Catet.  To  transigir 

con  bombre  que  por  su  causa 
estoy  sufriendo  desprecios... 
pues  como  tiene  tal  laliia 
á  mis  señores  embrolla 
con  su  gramática  parda? 

Leand.    Si  señor. 

Catet.  Con  un  tronera 

que  á  mis  señoritos  saca 
de  quicio  con  sus  ardides... 
Y  basta  comete  la  ibfamia 
de  bacerles  sumas  inmensas 
jugar  sobre  su  palabra, 
para  que  luego  se  vean 
en  situaciones  amargas? 

Leand.    Sí,  señor;  usted  transije. 

Catet.    Transijir?...  Con  una  bala. 

Leand.    Y  si  le  pido  perdón 

por  esas  barrabasadas, 
y  me  arrodillo  á  sus  pies 
y  basta  le  beso  las  plantas? 

Catet.    Le  aplasto  á  usted  la  cabeza* 
dándole  treinta  patadas. 

Leand.    Y  si  intereso  á  sus  amos? 

Catet.    Mi  resolución  no  cambian. 

Leand.    Si  los  señoritos  ruegan? 

Catet.    Los  envió  á  escardar  lana. 

Leand.    8i  á  su  confesor  acudo? 

Catet.    Mucbo  peligra  mi  alma. 

Leand.    Y  si  á  mi  casa  lo  llevo? 

Catet.    Le  pego  fuego  á  la  casa. 

Leand.    Y  si  me  voy,  y  aqui  nunca 
vuelven  á  verme  la  cara? 

Catet.    Me  lo  jura  usted? 

Leand.  Lo  juro. 

Catet.    Ay  amigo  de  mi  almal 
{Abrazándole,) 

Leand.    Han  pasado  dos  minutos, 
,  déme  usted  la  media  jara. 


—  63  — 


ESCEHA   XL 


Diekot.  Serafina.  Fsdbrigo.  Caeu».  Looikml  Doña  M  argakita. 

I>ON  FACimDO. 


Lkahd. 

Facund. 

IIarg. 

Carlos. 

Facord. 

Lkamb. 


[Al  verla$  ahrazados.) 
Cielosül 

Me  abrazó,  señores. 
La  ínoeencia  siempre  caiupa. 
Con  que  al  fin,  te  bas  convencido? 
Lo  fes?  Tú  le  calumniabas. 
Ese  gn&on  sempiterno. . . 


Catet. 


Medálástimal... 
I  o  le  defiendo,  seAores. 
(Cúmplame  usted  la  palabra.) 
Todos  nos  equivocamos... 
(Me  marcbaré  sin  tardanza.) 
Somos...  (De  Aragón  un  hijo...) 
amigos...  (por  nada  falta : 
lo  espero  pora  el  billete 
de  la  diligencia...) 

(Basta.) 

{Vau.) 


ESCENA  Xn. 


Dichos,  menos  Gatrtano. 


Leand.    Se  ba  marchado  conmovido. .. 
Pero  á  qué  fue  la  llamada  ? . . . 

Facund.  La  familia  está  enterada 
de  lo  que  me  ha  sucedido ; 
inútil  fuera  ocultar 
el  lance  que  á  usted  confieso 
ya  claramente ;  por  eso 
no  los  mando  retirar. 


—  64  — 

Aun  cuando  mi  renta  fue 
regular ,  se  ha  disipado ; 
y  como  estoy  apurado... 
Leand.    Basta  ya ;  no  siga  usted. 
Esa  confesión  sencilla 
me  ha  llegado  á  interesar : 
le  doy  á  usté  el  olivar 
que  tengo  junto  á  Sevilla 
y  la  viña  de  Jerez , 
y  el  majuelo  de  Chinchón , 
y  una  venta  en  Alcorcon , 
y  una  casa  en  Aranjuez. 

Y  tanto  mi  afecto  escita 
esta  amistad  verdadera , 
que  por  ustedes  vendiera 
reló,  chaleco  y  levita. 

Leonor.  Cuánto  amor!. .. 

Seraf.  Qué  caballero! 

Fagund.  Vo  no  anhelo  tanta  hacienda 

ni  que  la  levita  venda ; 

lo  que  quiero  hoy  es  dinero. 
Leand.    (Dinero ,  voto  á  Luzbel!) 

Y  hace  falta... 

Facund.  Dos  mil  duros. 

Leanu.    (Ay!  ahora  son  los  apuros!) 
Bill  solo  tengo  en  papel. 

Y  urge  mucho?...  Yo  lo  creo... 
Facünb.  Un  pagaré...  no  hay  espera : 

y  hoy  se  cumple,  suerte  fiera! 
Leand.    tn  medio  grande  entreveo. 

Peder.     (  «^í 

Carlos.    J  * 

Leand.  O  ha  de  pagar 

hoy  dinero  que  no  aguarda , 
y  si  un  poco  lo  retarda , 
fe  pueden  á  usté  embargar  : 
un  medio  dB  salvación : 
todos  unidos  huyamos , 
y  en  coche  veloz  vayamos 
á  mi  mejor  posesión. 
Allá  at  punto  haré  vender 
lo  que  preciso  nos  sea. 
Todo  aquello  que  usted  crea. 


para  el  pago  menester. 

Del  apuro  allí  saldremos ; 

con  que  nada  ,  á  viajar. 

Cnanto  vamos  á  gozar ! 

Abl!  Y  allí  nos  casaremos. 
Facdhd.  Pero,  hombre,  sin  pasaporte... 
Maro.     Y  sin  equipaje ,  qu^... 
Leand.    Que  lo  arreglen  baga  usté. 

Luego  dejamos  la  corte : 

cbicos,  llegó  la  ocasión , 

sabéis  que  de  oro  contante , 

no  be  estado  muy  abundante 

por  no  tener  precisión. 

Por  mis  cartas  visto  babeis 

las  posesiones  que  tengo ; 

vuestro  es  todo :  á  ello  me  avengo » 

pronto  los  disfrutareis. 

Pasaporte  no  hace  falta ; 

vamos  adonde  es  alcalde 

mi  tio  Diego  Iturralde , 

barón  de  la  cruz  de  Malta. 
Maig.     Afal  Pues  entonces... 
Facuno.  Es  claro. 

Leand.    No  bay  riesgo ,  mande  arreglar... 
Maig.     Voy  k  bacer  empaquetar. 

{Sale  Cayetano,) 
Caí BT.    Santo  Cristo  del  Amparol 

Con  que  ustedes  se  van? 
Facund.  Si. 

Catet.    (Aparte  á  don  Leandro.) 

Qué  es  aquesto? 
Leand.    (ídem  á  Cayetano,)  . 

Faramalla! 
Catet.    Uparte  dándole  media  orna,) 

Tome. 
Leand.    (Tomándola.)  En  paz. 
Catet.     Y  yo  no? 
Todos.        *  Calla. 

Leonob.  No  te  llevamos  á  tí. 
Fedeb.    Te  creímos  con  bonor , 

pero  aunque  no  eres  malvado , 

de  todo  mal  bas  pensado. 
Cáelos.  Ha  sido  un  calumniador. 
Leand.   Señores ,  no  me  bace  eracia 

que  se  insulte  á  un  pebre  anciano. 


—  66  — 

Esti eche  usted  esa  mano; 
[Se  dan  la  mano.) 
yo  respeto  la  desgracia. 
Ea ,  mamita ,  á  arreglar... 
Vístanse  ustedes  de  viaje  : 
{A  las  niñas.) 
mozos  por  el  equipaje 
voy  al  momento  á  mandar. 
Mis  posesiones  preciosas 
pronto  verán ;  son  verjeles 
alfombrados  de  claveles 
y  circundados  de  rosas. 
bay  en  ellos  tulipán, 
y  se  aspira  en  sus  confínes 
el  olor  de  los  jardines 
de  alelís  y  de  arrayán : 
qué  flores  bay  tan  bonitas! 
pues  y  las  enredaderas?.,, 

Y  luego  las  pajareras , 

y  después  las  palomitas? 
Hay  estanques  cristalinos 
con  mil  peces  de  colores 
que  avergüenzan  á  las  flores 
con  sus  matices  divinos ! 

Y  no  crean  que  es  poesía 
lo  que  digo ,  ni  patraña , 
porque  es  la  perla  de  España 
la  feraz  Andalucía. 

A  un  lado  las  penas  fieras ; 
á  divertirse ,  á  gozar; 
voy  ahora  mismo  á  buscar 
un  buen  coche  de  colleras. 
Pronto  la  voz  poderosa 
del  buen  mayoral  oiremos , 
y  al  par  con  él  gritaremos : 
Polinarial...  Valerosa! 
¡huyl  Cómo  corren!  Olél 
Eso  es  volar!  Qué  carrera! 
Só,  Leona!  Carbonera, 
para  Niña,  pára;jéee!!! 
Lo  ven  ?  me  entusiasmo  ya!... 
{A  las  niñas.) 
pronto ;  á  vestirse  las  dos : 
los  cofres :  ya  vuelvo :  adiós ! 
(Hasta  el  valle  de  Josefa! 


—  67~ 


ESCENA  Xm. 

Dichos,  meaos  Leandro. 
Facund.  Qué  alegre  es  i 
Marg.  Qué  rumboso! 

Leonor.  (A  Cayetano.) 

Lo  ves  cómo  es  el  mas  rico 

de  la  nación  ? 
Catet.  Sí  se&ora. 

Ya  be  quedado  convencido. 
Facund.  Qué  verno  !l  Soy  venturoso. 
Carlos.  Qué  ouen  bermano  político  I 
Leonor.  Cuánto  tono  voy  á  darme  I 

Siempre  en  cocbe... 
Serafín.  Y  yo  contigo. 

Leonor.  A  no  baber  sido  por  mí , 

va  estaban  papas  perdidos. 

Lo  que  vale  la  bei  mosura ! 

Porque  yo  soy  guapa. 
Facund.  Un  pino 

de  oro ;  pero  á  qué  aguardas? 

no  aparezca  ese  judio 

de  la  letra ;  despachaos « 

baced  aprima  los  lios, 

v  tirad  lo  que  no  sirva. 
Marg.     Áb  I  pues  entonces  los  libros. . . 
Facund.  Dalos  al  memorialista 

de  este  portal.  Pobrecillol 
Marg.      Cbicas ,  venid  i  ayudarme; 

id  á  prepararos, cfalcos: 

( me  pondré  la  papalina 

de  encajes  para  el  camino. ) 
Leonor.  Voy  á  buscar  mi  camay. 
Serafín.  Yo  voy  á  buscar  el  dúo. 


—  68  — 


ESCENA  XIV. 


Dichos,  Pepa  can  una  caria. 

Pepa.      Señor,  señor  I.. . 

Maro.     (A  las  niñas.) 

Esperaos. 

Facumd.  Habla  pronto:  qué  ba  ocurrido? 

Pepa.      El  memorialista  Alfonso 

me  dio  esta  carta  y  me  ba  dicbo 
que  un  caballero  elegante 
abajo  Ja  babia  escrito 
encargando  la  subiera 
á  usted. 

Facund.  a  ver... 

(Lee  para  si.) 

Leonor.  Ya  adivino : 

{Váse  Pepa  por  el  foro.) 
alguna  letra  que  manda 
para  los  gastos  precisos. 

Maro.     Sin  duda  le  dio  rubor 

darnos  el  dinero  él  mismo. 

Facund.  Jesús  i  Jesús  I.,  una  silla... 

Maro.     Qué  es  esto?  Qué  ha  sucedido? 

Facund.  ¿Qué  ba  sido?.,  oid  esta  carta 
,  que  me  dejó  paralitico.... 

«Señor  don  Facundo  Robles  > 
»una  carta  abora  me  traen 
»díciendo  quebró  el  comercio 
»dó  estaban  mis  capitales... 
»pero  no  se  apure  usted, 
»naga  el  favor  de  aguardarme 
»que  en  volver  no  tardo  raucbo. 
»voy  á  Pequin  al  instante, 
»y  volveré  con  seis  barcos 
»cargados  de  chocolate. 
»En  tanto  mande  á  su  amigo 
» Leandro  de  Trampa-alante.» 

BIarg.      Con  que  era  farsa !  I 

Leonor.  Traición  1 ! 

Gatbt.    Ya  no  puede,  y  no  se-asombre, 


—  69  — 

casarse  usted  con  el  hombre 
mas  rico  de  la  nación  I 
Carlos.  Voy  á  matarle  I 


ESCEHA  XV. 

IHeho9.  Pkp A  corriendo. 

s 

Pepa.  Dios  mió  I 

IIabo.    Qué  es  eso? 
Facunb.  Di,  qué  ba  pasado? 

Pepa.     Ay  I  que  á  la  puerta  ba  llegado 

el  usurero,  el  judio  I 
Facund.  Aqui  es  el  apuro,  ]  obl 

y  Ya  á  embargarme,  yo  muero  I 

no  puedo  darle  el  dinero. 

Y  añora  quién  nos  salva  ? 
Gatet.    VoI.... 

(Todos  quedan  asombrados  con  los  ojos  bajos  de  rubor.) 
Por  mis  afíos  de  sarvido, 

y  mi  mucha  economía 

puedo  á  ueted  en  este  dia 

nacer  uu  gran  beneficio. 
Facund.  (¡Vergüenza!) 
Maro.  ( ;  Qué  humillación ! } 

Garlos.  Y  le  injuriamos  I 
Leonor.  Y  Hora  I 

{Á  Pepa  que  se  va,) 
Gatet.    Que  vuelva  dentro  de  una  hora 

V  oasaré 

Facund.  (Qué  lección  1) 

Maro.      (A  Cayetano.) 

Perdona... 
Facund.  Si  que  atrevidos... 
Gatet.    Basta ,  que  no  lloro  leal 

porque  me  trataban  mal , 

sí  por  verlos  abatidos : 

mas  que  sirva  de  leccíoii 

esto ,  á  todos,  bástame ; 

mis  injurias  olvidé: 

ahora  vamos  á  Aragón: 

y  si  se  dejan  llevar 

de  razones  de  este  viejo , 


—  70  ^ 

si  se  aliende  mi  consejo, 

yo  les  baré  prosperar. 
Facond.  8í,  iremos. 
Caybt.  Ya  mi  alma  goza. 

Pero,  liijos,  basta  de  maulas, 

porque  os  advierto  que  bay  jautas 

de  locos  en  Zaragoza ; 

y  á  juzgar  por  los  no  pocos 

desaciertos  que  ya  blctsteis , 

que  os  llevaran  merecisteis 

á  Zaragoza  por  locos. 
Facond.  (A  sus  hijos.) 

Sufrid  ese  varapalo. 

(Llamando.) 

Pepe,  Pepe. 
Cayst.  Llamaré. 

Pepito... 


ESCENA  ultima. 

Dichos  y  Pepito,  asomando  la  cabeza,  por  la  puerta. 

Pepito.    {Dentro.) 

Qué? 
Gatet.  Salga  usté. 

Pepito.    Es  para  darme  otro  palo? 
Fagund.  No  tal,  es  para  que  entiendas 

que  me  perdi,  y  que  nos  vamos, 

y  á  tu  estómago  tratamos 

de  ponerle  unas  enmiendas. 
Pepito.    Con  que  me  darán  mal  trato? 

Qué  ingratitud  I  Qué  injusticia ! 

En  fin  vamos  á  Galicia 

que  allí  está  el  jamón  barato. 
Catet.    No,  que  vamos  á  Aragón, 

pais  virgen  de  traiciones ; 

procurando  estas  lecciones 

frabar  en  el  corazón, 
ais  rico  y  soberano, 
sin  bajezas  y  sin  dolo, 
donde  al  amigo  tan  so|o 


—  71  — 

se  le  presenta  la  mano. 
Hijos,  esa  obcecación 
que  desterréis  es  forzoso , 
y  estudiéis  lo  peligroso 
de  la  mala  educación. 
Ah  I  si  consigo  cortar 
ese  error  tan  temerario, 
juro  hacer  un  novenario 
á  la  Virgen  del  Pilar. 


FIN  DE  LA  COMEDIA. 


JUNTA  DE  CENSURA  DE  LOS  TEATROS  DEL  REINO, 

Madrid   n^   de  Marzo  de  i85i. 
Aprobada    y  devuélvase. 

Francisco   de   Hormaeche. 


Artículos  de  los  Reglamentos  orgá^kosée  Teatros ,  sobre 
la  propiedad  de  los  autores  6  de  los  editores  que  la 
han  adquirido» 

«El  autor  de   una  obra  nueva   eu  tres  ó  uau  Mlfl*  pertlbirá  delTeatro      >> 
Bspaftol,   durante  el  tiempo  que  la  ley  de  propiedad  lUecaria  señala,  el   lo 
por  loo  de  la  entrada  total  de  cada  representación,  inclvso   el  abono.  Este 
derecho  será  de  3  por  too  si  la  obra  tuviese  uno  ó  dos  actos*»  járt.xo  del 
Reglamento  del    Teatro   Español  de  7   de  fthrer^  >4»  i840- 

«Las  traducciones  en  verso  devengarán  la  mitad  del  tanto  por  ciento 
señalado  respectivamente  á  las  obras  originales,  y  la  cuarta  parte  lastradnc- 
ciones  en  prosa.»  ídem  art.    ti. 

«Las  refundiciones  de  las  comedias  del  teatro  antiguo  ,  devengarán  un 
tanto  por  ciento  igual  al  señalado  á  las  traducciones  en  prosa,  ó  á  la  mitad 
de  este  ,  según  el  mérito   de  la  refundición.»   ídem  art.  1». 

«En  las  tres  primeras  representaciones  de  una  obra  dramática  nueva, 
percibirá  el  autor,  traductor,  ó  refundidor,  por  derechos  de  estreno ,  el  doble 
del  tanto  por  ciento  que  á  la  misma  corresponda.  ídem  art.  i3. 

«El  autor  de  una  obra  dramática  tendrá  derecho  á  percibir  durante  el 
tiempo  que  la  ley  de  propiedad  literaria  señale,  y  sin  perjuicio  de  Ib  qno 
en  ella  se   establece ,    un   tanto    por   ciento  de  la    entradü   total  de    cada   re-  i 

(Iresentacion ,  incluso  el  abono.  El  máximum  de  este  tanto  por  ciento  será 
el  que  pague  el  Teatro  Español ,  y  el  mínimum  la  mitad.»  ^ri.  Sg  del  deereti 
orgánico    de   Teatros  del  Reino,  de   7   de  febrero  de  1849.  .  . 

«Los    autores  dispondrán   gratis   de  un   pdlco   ó  seis  asientos  de   primer  ^ 

orden  .en   la   noche  del   estreno   de   sus  obras,    y  tendrán   derecho  á   ocupar  | 

también  gratis,  uno  de  los  indicados  asientos  eu  cada  ana  de  las  representa- 
ciones de  aquellas.»    ídem  art  60. 

«Los  empresarios  ó  formadores  de  Compañías  llevarán  libros  de  cuenta 
y  razón,  foliados  y  rubricados  por  el  Gefe  Político,  á  fin  de  hacer  constar 
en  caso  necesario  los  gastos  y  los  ingresos.»  ídem  art    78. 

«Si  la  empresa  careciese  del  permiso  del  autor  ó  dueño  para  poner  en 
escena  la  obra  ,  incurrirá  en  la  pena  que  impone  el  art.  a3  de  la  ley  de  pro- 
piedad literaria  »  ídem  art.  81. 

«Las  empresas  no  podrán  cambiar  ó  alterar  en  los  anuncios  de  teatro  los 
títulos  de  las  obras  dramáticas,  ni  los  nombres  de  sus  autores  ,  ni  hacer  va- 
riaeioncs  ó  atajos  en  el  testo  sin  permiso  de  aquellos  (  todo  bajo  la  p<>na  de 
perder ,  según  los  casos ,  el  ingreso  total  ó  parcial  de  las  representaciones  de 
la  obra,  el  cual  será  adjudicado  al  autor  de  la  misma,  y  sin  perjuicio  de  lo 
que  so  establece  en  el  artículo  antes  citado  de  la  ley  de  propiedad  literaria.» 
¡dem  art.  8a. 

«Respecto  á  la  publicación  de  las  obras  dramáticas  en  los  teatros,  se  ob* 
servarán  las  reglas  siguientes  : 

I. a  ninguna  composición  dramática  podr^  representarse  en  los  teatros  pú- 
blicos sin  el  previo  consentimiento  del  autor. 

a.3  Este  derecho  de  los  autores  dramáticos  durará  toda  su  vidiv,  y  se 
transmitirá  por  veinte  y  cinco  años,  contados  desde  el  dia  dol  fullecitnientn, 
á  sus  herederos  legítimos,  ó  testamentarios,  ó  á  sus  derecho- habientes,  en- 
trando después  las  obras  en  el  dominio  público  respecto  al  derecho  de  repre- 
sentarlas.» Lejr  sobre  la  propiedad  literaria  de  10  de  junio  de   1847  ,  art.  17. 

«El  empresario  de  un  teatro  que  haga  representar  una  composición  dra- 
mática ó  musical,  sin  previo  consentimiento  del  autor  ó  del  dueño,  pagará 
á  los  interesados  por  ria  de  indemnización  una  multa  aue  no  podrá  baj^tr 
de  1 000  reales  ni  cscedcr  de  3ooo.  Si  hubiese  ademas  cambiado  el  título  para 
ocultar  el  fronde,  se  le  impondrá    doble   multa.» /c/em  art.  a3. 


'9"/ 


EL  BAILE  DE  MASCARAS 


ASUmSTBACld»  LÍSIOO-SBAUÁTICA 


EL  BAILE 


DE 


MASCARAS 

SAIMETE 

EN    UN   ACTO   Y   EN   VERSO 

0R10II4AL   DE 

SINESIO   DELGADO 

Representado  por  primera  vez 
en  el  teatro  LAR  A  el  día  34  de  febrero  de  i88á 


MADRID 

SEVILLA,  14,  PRINCIPAL 

1886 


REPARTO 


PERSONAJES  ACTORES 


D."  Lorenza Sras.   Vaherde, 

Inocencia >  *  Romero, 

Cándida Srfa.  Romea  I^Elpás, 

Soledad ' Sra.    Femándtt  Lozano, 

La  Lola .* *  Srtas,  Ceballos, 

La  Paca >      Pardo, 

D .  Ignacio Sres,    Balada, 

Antoñito  ......" . .  >  • .  Romea  VEipás, 

Miranda »     Romea. 

Ricardo ••••..•• >      Galván,    . 

Jesús. .  • »      Ruiz  de  Arana. 

Pedro • »       Tamayo. 

Un  recibidor  de  billetes »     Sema. 

£1  encargado  del  guardarropa  . 


La  acción  en  2£adrid,  1885 


Esta  obra  es  propiedad  de  su  autor  y  nadie  podrá,  sin  su  permi- 
so, reimprimirla  ni  representarla  en  Espafia  y  sus  posesiones  de 
Ultramar,  ni  en  los  países,  con  que  se  hayan  celebrado  ó  se  celebren 
en  adelante  tratados  internacionales  de  propiedad  literaria. 

El  autor  se  reserva  el  derecho  de  traducción. 

Los  comisionados  de  la  Administración  lírico-dramática  de  DON 
EDUARDO  HIDALGO  son  los  encargados  exclusivamente  de  con- 
ceder ó  negar  el  permiso  de  representación  y  del  cobro  de  los 
derechos  de  propiedad. 

Queda  hecho  el  depósito  que  previene  la  ley. 


MADRID,  1886.— Imp.  de  Manuel  G.  Hernández,  Libertad,  16  dup.o 


ACTO  ÚNICO 


Fachada  de  un  teatro.  Puerta  grande  y  portal  practicable.  En  él  se  ve  la  taqui- 
lla del  despacho  de  billetes  y  el  biombo  de  entrada,  á  cuya  puerta  está  el  re- 
cibidor de  billetes. 


ESCENA  PRIMERA 

Pedro  que  llega.  La  Lola  y  la  Paca  d  una  esquina  con 
trajes  elegantes  de  capricho  y  con  antifaz.  El  RECiBrooR 

Ped.         jHolal  Llego  un  poco  tarde. 

Pero  no  importa;  me  meto 

y,  ó  me  divierto  esta  noche 

como  es  debido,  ó  reniego 

de  mi  casta.  Todo  el  mundo 

me  vuelve  loco  diciendo: 

— «¿No  vas'  al  baile,  Perico?» 

— «Anda,  vete  al  baile,  Pedro.» 

— «jSi  vieras  qué  bien  se  pasal...» 

— «]Si  vieras  cómo  está  aquello!» 

— «¡Qué  mujeresl  iQué  habanerasl» 

— «jTú  no  sabes  lo  que  es  buenol» 

Y  aquí  estoy  á  divertirme 

como  los  demás,  dispuesto 

á  bailar  apretadito, 

y  á  beber,  y...  Conque  adentro. 

{Entra  en  el  portal j  y  presenta  su  billete.) 

Buenas  noches. 
Rec.  No  se  puede 

entrar  así. 
Ped.  ¿Cómo  es  eso? 


Rec.        Necesita  usted  billete 

de  guardarropa. 
Ped.  ]Estábuenol 

Pues  si  yo  no  traigo  abrigo. 
Rec.        Pues  tráigalo  usted. 
Ped.  No  quiero. 

^Aquí  no  dice  convite? 

Véalo  usted. 
Rec.  Ya  lo  veo. 

Pero  este  vale  no  vale 

sin  capa  ó  gabán. 
Ped.  Le  tengo; 

pero  le  he  dejado  en  casa 

precisamente  por  eso, 

por  no  pagar  guardarropa. 
Reo.        Pues,  entonces,  yo  no  puedo... 
Ped.         Así  yo  también  convido. 

{Acercándose  al  despacho.) 

Billete  de  caballero. 

{Le  toma  y  entra  majestuosamente.  El  REcrorooR 
se  inclina. ) 


ESCENA  n 
Lola,  Paca,  Ricardo  j^' Jesús,  Recibidor 

Ríe.         Vamos,  hombre,  no  seas  tonto. 

¿Qué  tiene  que  ver  Oviedo? 
Jesús.      Pues  también  allí  dan  bailes. 
Ríe.         Pero  no  serán  como  estos, 

de  chipén.  Ya  verás  tú 

cómo  pasamos  al  pelo 

la  nochecita. 
Jesús.  Tú  sí, 

porque  tú  eres  muy  flamenco 

y  sabes  hablar  con  todas. 

¡Pero  si  yo  no  me  atrevol 
Ríe.         ¿Que,no?  Con  un  pastelillo 

y  cuatro  cañitas  luego. 


—  7  — 

ya  estás  en  disposición 

de  conquistar  al  lucero 

del  alba.  Ya  verás  tú. 
LoLA«      (v4  Paca,)  Hija,  no  vienen  aquélloK 

y  no  vamos  á  hacer  nada. 
Paca.       Pues  yo  no  gasto  el  dinero 

en  el  guardarropa. 
Lola.  Vamos 

á  ver  si  lo  pagan  estos.  {Atraviesan  la  calle,) 
Ríe.         {A  j£SÚ$.;  Aprende  á  buscar  pareja. 

(.í4  Paca.)  jOlé  yai  ¡Viva  el  salero! 

^Tenéis  billetes? 
Paca.  De  sobra. 

Ríe.         ¿Y  compañía? 
Paca.  Veremos. 

Ríe.         Pues  agárrate  á  ese  brazo. 

Anda  tú  con  esa.  (A  Jkííús.) 
Jesús.  Bueno. 

Sefiora...  (^  Lola.) 
Ríe.  Oye,  tú,  no  digas 

sandeces  ni  cumplimientos. 

Vamos  allá,  retrechera.  {A  Paca.; 
JesúSs      Pues  vamos,  retre...  (A  Lola.) 
Lola.       {Interrumpiéndcle y  mirándole  con  sorna,) 

jZopencol  (Entran) 

ESCENA  íll 
Soledad  con  antifaz,  del  brazo  de  Miranda,^  Antoñito 


Sol.         Que  aquí  viene  la  grandeza, 

no  seas  lila. 
Ant.  No  lo  creo. 

Sol.         iVayal  Si  somos  marquesas 

la  que  vsíáa  y  la  que  menos. 

|Me  hacen  gracia  \q%  panolis! 

¡Estarse  tomando  el  fresco 

en  la  esquina  y  no  atreverse 

á  entrar! 
MiR.  Chica,  si  no  es  eso. 


r> 


Sol.         Vamos,  tenéis  compromiso 

con  las  novias:  lo  estoy  viendo. 

Me  oléis  á  tertulia  cursi 
•  á  cien  leguas. 
Ant,  El  consuelo 

que  nos  queda  es  que  no  sabes 

soltamos. 
Sol.  Porque  no  quiero 

entrar  en  el  baile  sola 

y  que  digan  que  no  tengo 

quien  me  acompañe;  ¿te  enteras? 
Ant.        Gracias. ;  Vaya  si  me  entero!  {Entran  en  el  portal?) 
Reo.        Los  billetes.  {A  Soledad,  que  entra,) 

Pase  usted. 

Ustedes  no,  caballeros. 
Ant.        Pero  si  tenemos  vales. 
Reo.        Sí;  pero  se  exige  en  ellos 

el  traje  de  sociedad. 
MiR.        Y  ¿qué?  ¿Son  malos  los  nuestros? 

Toque  usted.  Catorce  duros. 
Ant.        Lanilla  dulce;  está  nuevo, 

vea  usted.- 
Rec.  Pero,  señores, 

lo  digo  por  los  sombreros. 

No  se  puede  entrar  con  hongo 

en  el  salón. 
MiR.  ¡Por  supuestol  • 

|Como  es  de  etiqueta  el  bailel... 
Ant.        ¡Pues,  hombre,  me  gusta  el  fuero! 

jPues  si  eso  es  una  perreral 
Reo.        Vamos,  señores,  silencio. 
MiR.         Déjalo;  no  te  sofoques. 

Verás  qué  pronto  volvemos.  {Salen  á  la  calle.) 
Ant.  .       Oye:  ¿mandaste  billetes 

á  tu  novia? 
MiR.  jYalocreol 

]Como  que  tengo  unas  ganas 

de  bailar  por  lo  ñamenco, 

y  de  no  pasar  apuros 

y  hablar  bajito  y  sin  miedos!... 

Dios  quiera  que  haya  venido. 


—  9  — 


Ant. 

Pero  la  traerá  tu  suegro, 

8Í  lo  ha  de  ser,  ó  tu  suegra. 

MlR. 

No  importa;  aquí  no  los  temo. 

No  me  conocen. 

Ant. 

Pues,  mira, 

que  «i  nos  encuentra  dentro 

con  esa  que  nos  traía... 

MlR, 

Inventaría  algún  cuento. 

Si  ella  es  muy  crédula. 

Ant. 

¿Vamos 

á  ver  si  arreglamos  eso 

de  la«  chisteras? 

MlR. 

A  escape, 

que  estamos  perdiendo  el  tiempo.  ( Vanse.) 

ESCKNAIV 

D.    Ignacio,    Doña  Lokenza,  Inocencia  y   Cándida 

descubiertas 

Ign.  Nada,  no;  vamos  despacio. 

O  salimos  á  laíj  tres 

ó  no  entramos. 
LoR.  Eso  es. 

Inoc.        Pero,  por  Dios  don  Ignacio; 

doña  Ix)renza,  por  Dios... 

eso  es  una  atrocidad, 

porque  el  baile  de  verdad, 

empieza  casi  á  las  dos. 
Ion.         Pues  hija,  usted  lo  verá. 

Ix)  que  es  yo  no  la  tolero 

más  que  hasta  \3a  tres;  no  quiero 

que  me  riña  su  mamá. 

Yo  sé  muy  bien  que  pasada 

esa  hora,  solamente 

queda  en  el  salón  la  gente 

sospechosa  y  deslenguada, 

y  siempre  hay  algün  exceso, 

y  se  pierde  la  vergüenza, 

y...  en  fin...  ^o  es  verdad,  Lorenza? 


—    lO 


LOR. 

Y  tú,  ¿de  qué  sabes  eso? 

Ion. 

Por  lo  que  dicen. 

LOR. 

lAhl  lYal 

Ion. 

Pues  ¿de  qué  lo  he  de  saber? 

LOR. 

¡Demoniol  Podía  ser 

de  haberlo  visto.                 .^ 

Ion. 

(lOjalál) 

Inoc. 

Anímale.  {A  Cándida.) 

CÁND. 

Papá,  ¿entramos. 

ó  nos  vamos,  ó  qué  hacemos? 

Ion. 

¡Que  es  preciso  que  salgamos 

á  las  tres! 

Inoc. 

Bueno;  saldremos. 

(Habrá  que  verlo.) 

CÁND. 

{A  D.^  Lorenza.)  Mamá: 

ha  venido  Manolito 

para  hablarte,  y  estará 

impaciente  el  pobrecito. 

LOR. 

Niñas,  taparse  la  cara 

y  adentro.  (Las  fres  se  ponen  los  antifaces^ 

Ign. 

Y  formalidad. 

(Yo  sabré  escurrirme  para 

divertirme  de  verdad.)  {Entran.) 

II 


CUADRO  TI 


Mutación.  Salón  de  entrada  y  espera  en  un  teatro,  decorado  con  lujo.  A  la  dere- 
cha, en  primer  término,  el  biombo  donde  está  el  recibidor  durante  todo  el  cua- 
dro; en  segundo  término  una  gran  puerta  donde  se  lee  RESTAURANT.  A 
la  izquierda,  en  primer  término,  el  guardarropa,  donde  está  siempre  el  encarga- 
do que  á  su  tiempo  recoge  y  devuelve  los  abrigos.  En  segundo  término,  rom- 
pimiento con  principio  de  escalera,  y  este  letrero^  SUBIDA  A  LOS  PALCOS. 
Xn  el  fondo,  la  puerta  que  comunica  con  el  salón  principal,  cerrada  con  por- 
tiers.  Encima  este  otro  letrero:  BUTACAS.  Divanes  en  el  centro,  al  foro  y  á 
los  costados.  Estatuas  sosteniendo  candelabros.  Mucha  luz. 


ESCENA  V 

Don  Ignacio,  Doña  Lorenza,  Inocencia,  dejando  los 
abrigos  en  el  guardarropa.  Cándida,  asomándose  hacia 
adentro  por  la  puerta  del  foro  hasta  que  la  llaman^  y  se 
acerca  también  á  dejar  su  abrigo.  Los  cuatro  entran  por 
el  foro  cuando  reciben  las  medallas  del  número,  Al  mismo 
tiempo,  Soledad  baja  por  la  escalera  de  la  izquierda,  y 
Pedro  que  sale  del  foro,  se  encuentra  con  ella.  El  Recibidor 

de  billetes 


Ign. 

A  ver,  niñas,  los  abrigos. 

LOR. 

jCándidal... 

Cánd. 

Voy  al  momento. 

{A  Inocencia.) 

Están  bailando  habanera. 

Inoc. 

jSi  vieras  qué  rico  es  eso! 

CÁND. 

Y  no  ha  venido  aquel  tonto. 

Inoc. 

Andará  por  allá  dentro.  {Entran^ 

Ped. 

Oye,  máscara. 

Sol. 

¿Qué  quieres? 

Ped. 

¿A  dónde  vas? 

Sol. 

Donde  quiero. 

12    

Ped.         ¿Tienes  pareja? 

Sol.  La  busco. 

Ped.         Aquí  estoy  yo. 

Sol.  Ya  lo  veo. 

Pero  tú  no  me  convienes. 
Ped.         No  me  hagas  ese  desprecio. 
Sol.         Es  justicia. 
Ped.  Pero  tú 

¿qué  sabes  si  te  convengo? 
Sol.         Me  lo  figuro. 
Ped.  ¿Por  qué? 

Sol.         Por  la  cara  y  por  el  pelo. 
Ped.         ¿Quieres  tomármele? 
Sol.  Acaso. 

Ped.         Eso  será  si  yo  quiero. 

jBonito  soy  yol . 
Sol.  iQuisierasI 

Anda  á  mirarte  al  espejo. 
Ped.         Tú  debes  ser  deliciosa. 
Sol.         Eso  dicen. 
Ped.  y  lo  creo. 

¿Quieres  bailar? 
Sol.  Muchas  gracias. 

Ped.         ¿Chocolate? 
Sol.  Sale  espeso. 

Ped.         ¿Unos  pasteles? 
Sol.  Me  empacho. 

Ped.         ¿Manzanilla? 
Sol.  Me  mareo. 

Ped.         ¿Salchicón? 
Sol.  No  me  conviene. 

Ped.         ¿Vino? 

Sol.  Me  ataca  los  nervios. 

Ped.         Pues,  ¿qué  quieres? 
Sol.  Una  cena 

de  cinco  duros  cubierto. 
Ped.         Esas  son  palabras  gordas. 
Sol.         a  mí  me  gusta  hablar  recio. 
Ped.         Pues  yo  soy  sordo. 
Sol.  Aliviarse. 

Ped.         Eres  cortita  de  genio.    . 


— -  13  — 

Sol.         y  tú  no  tienes  dos  reales, 

y  eres  muy  largo  en  obsequios. 
Ped.         No  hago  el  primo. 
Sol.  No  me  falta 

con  quien  cenar. 
Ped.  •  Buen  provecho, 

marquesa  de  la  gazuza. 
Sol.  Gracias,  señor  Manzanedo.  {Vase foro.) 

Ped.  jOtra  que  se  val  Me  marcho 

allá  arriba  á  ver  si  encuentro 

algo.  jQué  barbaridadl 

jCómo  me  estoy  aburriendol 

\Sube  escalera  izquierda^ 

ESCENA  VI 

jEStjs  y  la  Lola,  sin  antifaz  j  por  el  foro 

Lola.       ¿Lo  ves?  Soy  fea. 

Jesús.  (jDemoniol 

I  Qué  amable  esl  jYa  me  tuteal) 

¡Qué  ha  de  ser  usté...  tú,  fea! 

¡Tentación  de  San  Antoniol 
Lola.       ¿Te  gusto? 
Jesús.  ¡Vaya!  ¿Y  á  quién 

no  le  enamoras?  *Si  vieras 

cuánto  te  quiero... 
Lola.  ¿De  veras? 

Pues  tú  me  gustas  también. 

Porque  como  eres  así, 

tan  alegre,  tan  bromista, 

y...  en  fin,  que  á  primera  vista 

se  nota  que  eres  de  aquí. 

{Se  sientan  d  la  izquierda^ 
Jesús.       Pues  acabo  de  llegar 

.  de  Oviedo. 
Lola.  Precisamente, 

los  asturianos  son  gente 

simpática. 
Jesús.  Regular. 


—  14  -- 

Lola.      Y  hay  algunos,  sobre  todo... 
Jesús.       (Es  por  mí.  Si  yo  pudiera 

echarlas  de  calavera...) 

No  me  mires  de  ese  modo 

porque  me  sofoco. 
Lola.  ^Ya? 

¿A  ver  el  pulso? 
Jesús.       {Besándola).        jAy  qué  manol 
Lola.       (Pues,  sefior,  el  asturiano 

ya  sabe  por  dónde  va.) 
Jesús.      Permíteme  una  expansión.  {Pr€tende  abrazarla!) 
Lola.       ¡Chiquillo!  La  mano  quieta, 

ó  me  pongo  la  careta 

y  me  meto  en  el  salón. 
Jesús.       ¡Ayl  No.  (¡A  que  resulta  ahora 

que  es  una  chica  decente!) 

Bueno;  hablemos  formalmente. 

Tú,  ¿qué  eres? 
Lola.  Ribeteadora. 

Jesús.      Digo  de  estado. 
Lola.  Soltera. 

Jesús.      Pues,  me  alegro  mucho. 
Lola.  Y  yo. 

Jesús.   *  ¿Y  vives  tú  sola? 
Lola.  No; 

vivo  con  mi  compañía. 
Jesíjs.      ¿Tienes  novio? 
Lola.  No  lo  sé. 

¿Qué  te  importa? 
Jesús.  Lo  decía, 

porque  te  visitaría. 
Lola.       Y  aunque  le  tuviera,  ¿qué? 

{Siguen  hablando  bajo,) 

ESCENA  Vn 

Dichos  y  Miranda  y  AsTOÑiTO,  pr  lanera  derecha 

MiR.  A  ver  si  hay  dificultad 
para  que  entremos  así. 
{Entrega  los  billetes  y  entran^ 


—  15  — 

Pasa.  Ya  estamos  aquí 

en  traje  de  sociedad. 

{Entregan  los  abrigos  en  el  guardarropa.) 
Ant.        y  te  está  bien  la  chistera. 
MiR.         ¡  fomal  Que  no  habrá  quien  note 

que  es  de  otro. 
Ant.  y  así,  al  cogote, 

te  da  aire  de  calavera. 
MiR.         No;  si  es  porque  me  conviene. 

Es  más  pequeña  que  el  hongo, 

y  ¿lo  ves?  si  me  la  pongo 

derecha  no  se  sostiene. 

De  modo  que  estoy  vendido. 

En  cambo  tú,  si  la  dejas, 

se  mete  hasta  las  orejas. 
Ant.         No;  si  ya  se  me  ha  metido. 

Y  eso  que,  donde  la  ves, 

tiene  dentro  El  Impar cial^ 

un  trozo  de  El  Liberal 

y  dos  prospectos  ó  tres. 


ESCENA  VIII 
Dichos,  RcARDO  é  Inocencia,  con  antifaz,  por  el  foro 

m 

Inoc.       ¿De  veras? 

Ríe.   ,  Lo  que  te  digo. 

No  me  vengas  con  apuros, 

porque  tengo  veinte  duros 

para  tirarlos  contigo. 

(Inocencia  ve  á  Miranda,  se  separa  de  Ricar- 
do y  se  dirige  hacia  éL) 
Inoc.        JÉII  Voy  á  decirle  aquello. 

¡Chistl...  Oiga  usted... 
Ríe.  ^  (jBuena  está 

la  mocital  ¿Quién  será 

ese  cursi?  ¿A  que  le  estrello?) 
Inoc.        Usté  es  el  señor  Miranda, 

dependiente  de  una  tienda 


k *_ 


—  i6    - 

de  mercería,  Encomienda 

cuarenta  y  seis. 
Ant.        (A  Miranda.)     jAnda,  anda, 

pillín,  que  esta  mascaríta 

creo  que  te  ha  conocido! 
Inoc.        ¡Clarol  Como  que  he  venido 

con  Cándida. 
MiR.  ¡Pobrecital 

¿Me  espera? 
Inoc.  Con  su  mamá. 

MiR.         ]AyI  La  mamá  me  da  miedo. 

Pero  voy  á  ver  si  puedo 

hacer  un  esfuerzo. 
Ríe.  {Deteniéndole^       jCál 

Usted  no  se  va  de  aquí 

sin  darme  una  explicación. 
MiR.         ¿A  usted?  ¿Y  por  qué  razón? 
Ríe.  Porque  se  la  pido. 

MiR.  ¿A  mí? 

Ant.        {A  iNoeENCiA.)  Mientras  disputan  los  dos, 

¿damos  una  vuelta? 
Inoc.        {Cogiéndose  de  su  brazo ^  Vamos 

donde  quieras. 
Ant.  Les  dejamos 

en  paz  y  en  gracia  de  Dios.  {Vanseforo,) 
MiR.         Pero  ¿por  qué?  ¡Usté  está  locol 
Ric.  Porque  traigo  mi  pareja 

y  le  ve  á  usted,  y  me  deja. 
MiR.         ¿Y  qué? 
Ríe.  ¿Le  parece  poco? 

Pues  sepa  usted,  caballero, 

que  en  cuestiones  de  señoras 

yo  me  rompo  á  todas  horas 

el  alma  con  el  lucero. 

Y  esto  conmigo  no  pasa, 

y  nadie  me  tose  á  mí, 

porque  yo  soy... 
MiR.  Vamos,  sí; 

un  chulo  de  buena  casa. 
Ríe.         ¿Cómo  es  eso?  Vamos  fuera. 

Me  lo  voy  á  usté  á  cenar. 


—  17  — 

MiK.         (No  hay  nadie.  Habrá  que  gritar.) 

Sí,  señor;  cuando  usted  quiera. 
Ríe.  Que  si  me  anda  usté  chillando 

le  atizo  una  puñalada. 
Mjr.         a  mí  no  me  importan  nada 

las  puñaladas.  Andando. 
Ríe.         (Me  ha  comido  la  partida.) 
MiR.         (Si  salimos  me  devora.) 
Ríe.  No  alborotemos  ahora. 

Espere  usté  á  la  salida.  {Vasefcro.) 
MiR.         Le  he  achicado.  jMe  lucíl 

jCómo  conozco  á  las  gentes! 

Estos  muchachos  valientes 

acaban  todos  así.  ( Vaseforo.) 

ESCENA  IX 


Lola,  Jesús;  luego  Paca,  sin  antifaz 

Jesús.       Conque  calle  de  la  Bola, 

veinte,  segundo. 
Lola.  Interior. 

Jesús.      Te  llevaré  al  obrador. 

¿Por  quién  pregunto? 
Lola.  Por  Lola. 

Paca.       {Saliendo,)  ¿Habéis  visto  á  mi  pareja?  ^ 

Lola.      ¿Se  ha  perdido? 
Paca.  ¡Por  supuesto! 

Me  parece  que  se  ha  puesto 

á  bailar  con  una  vieja. 
Jesús.      Ese  es  muy  barbián. 
Paca.  Que  sea. 

Pues  á  mí  me  importa  un  pito.  {Aparte  á  Lola.) 

(Oyes:  está  el  Marquesito 

aquí  en  un  palco  platea.) 
Lola.      (¿Tiene  cena?) 
Paca.  (Y  nos  convida.) 

Lola.       (Voy  á  dejar  á  este  tonto.) 

Espérame.  (^  Jesús.) 
Jesús.  ¿Vuelves  pronto? 


—  i8  — 

Lola.      ¿No  he  de  volver?  En  seguida. 

( Vansé  ¡as  dos  por  el  foro.) 
Jesús.       Me  dejaron.  Y  pensar 

que  vuelven  aquí,  jbobadal 

Y  eso  que  me  atrevo.  jNadal... 

Que  no  las  sé  conquistar.  (  Vase,) 


ESCENA  X 
D.  Ignacio  y  Soledad,  con  antifaz 


Ign. 

Déjame  en  paz,  tentación. 

Por  el  santo  de  mi  nombre 

que  no  puedo. 

Sol. 

Vamos,  hombre, 

no  te  hagas  el  remolón. 

Ign. 

Sepamos  por  qué  te  sales 

conmigo . 

Sol. 

Porque  no  quiero 

comprometerte  y  me  muero 

por  las  personas  formales. 

Ign. 

Pero,  hija,  soy  un  vejete 

que  viene  con  su  mujer. 

Sol. 

¿Viejo  tú?...  Debes  tener 

treinta  y  seis  ó  treinta  y  siete. 

Ign. 

Tú  me  adulas,  picarona. 

Sol. 

Para  que  vengas  conmigo 

y  hables  algo. 

Ign. 

¿Y  qué  te  digo? 

(jDiablol  |Y  es  buena  personal) 

Sol. 

Sobre  poco  más  ó  menos, 

que  tengo  como  dos  soles 

los  ojos,  y... 

Ign. 

¡Caracoles! 

1 Y  sí  que  los  tienes  buenosl 

Sol. 

¡Holal  Parece  que  vas 

animándote. 

Ign. 

|Y  qué  piel 

Sol. 

Tengo  otro  igual. 

Ign. 

Ya  lo  sé. 

—  19  — 

¿Y  qué  más  tienes,  qué  más? 
Sol.  Mucho  mimo  para  ti. 

Ion.  ¿De  verdad? 

Sol.  ¡Pues  no  ha  de  serl 

Ign.  (¡Caramba!  ¡Si  mi  mujer 

supiera  que  estoy  asi!...) 

¿No  me  engañas? 
Sol.  No  te  engaño. 

Ign.  Pues  descúbrete. 

Sol.  No;  quita. 

I  Ign.  ¿Cómo  te  llamas? 

I  Sol.  Sólita. 


Ign.  ¿Sólita?  Yo  te  acompaño. 

¿Te  descubrirás  después 

de  cenar? 
Sol.  Si  es  un  capricho... 

Ign.  Pues  andando.  (¡Y  yo  que  he  dicho 

que  nos  vamos  á  las  tres! 

La  cito  para  otro  día, 

y...) 
Sol.  ¿Me  vas  á  esperar  fuera 

al  ñnal? 
Ign.  ¡Ayl  ¡Si  pudiera 

vaya  si  te  esperaría!  (  Vanse  al  ambigú.) 

ESCENA  XI 

Pedro,  por  la  escalera 

¡Nadal  Yo  subo,  yo  bajo, 
y  por  todas  partes...  ¡nada! 
Lo  que  es  como  algún  amigo 
venga  á  decirme  mañana: 
— «Anda,  vete  al  baile,  Pedro.» 
— «Perico,  ¿por  qué  no  bailas?» 
— «Allí  verás  qué  mujeres...» 
le  voy  á  romper  el  alma. 
Por  supuesto,  aquí  no  hay  nadie 
que  se  divierta.  Eso  es  gana 
de  darse  tono.  Lo  que  hay 


20    

es  que  lo  dicen  en  guasa. 

Así  se  lleve  el  demonio 

todos  los  bailes  de  máscaras.  ( Vase  al  ambigú^ 

ESCENA  Xn 

CÁNDIDA,  sin  aníí/aZf  y  Miranda.  Al  fin  déla  escena  Jesús 

y  Ricardo 

CÁND.      Pues,  sí  señor  que  eres  malo. 
MiR.         Hija,  si  soy  una  malva. 
CÁND.      Pues,  ^por  qué  me  aprietas  tanto? 
MiR.         Porque  así  es  como  se  baila. 
CÁND.      Mentira;-  que  cuando  damos 

las  reuniones  en  casa, 

no  bailamos  tan  juntitos, 

y  es  mejor. 
MiR.  Pero,  muchacha, 

aquí  no  puedo  dar  saltos. 

Ya  ves  cómo  está  la  sala 

de  gente.  Como  no  hay  trecho, 

hay  que  acortar  las  distancias. 
CÁND.      Desengáñate,  Manolo, 

tú  no  me  quieres. 
MiR.  jCarambal 

¿Ahora  salimos  con  esas? 
CÁND.      Entonces,  ¿por  qué  me  abrazas 

y  no  levantas  los  pies? 
MiR.        Porque  así  tiene  más  gracia 

y  resulta  más  bonito. 
CÁND.      jClarol  Porque  tienes  malas. 

intenciones. 
MiR.  iDios  me  librel 

Tú  no  me  conoces,  Cándida, 

y  exageras.  ¿Tú  no  has  visto 

aquellos  dos  que  bailaban 

junto  á  nosotros?  jTenían 

tan  pegaditas  las  carasl. . 
CÁND.      Pues  eso  es  escandaloso. 
MiR.        Y  sabe  á  miel  de  la  Alcarria. 


21 


MlR. 

Cand. 


MlR. 
CÁND. 


CÁND,        iPilloI 

MiR.  ¿Me  quieres? 

CÁND.  No  debo. 

MiR.        Pues  haz  un  esfuerzo. 
CÁND.  Vaya; 

pues  has  de  hablar  con  mamá 

esta  misma  noche  ..  ¡nadal... 

No  hagas  muecas. 

No  me  atrevo. 

Pero  si  está  con  un  ansia 

de  conocerte...  |Si  vieras!... 

Dice  que  por  qué  no  la  hablas. 

Porque  no  sé  qué  decirla. 

Mira,  la  diré  que  salga 

aquí  al  pasillo;  te  acercas, 

y  como  viene  de  máscara, 

tú  te  haces  el  distraído, 

ella  lo  sabe,  la  sacas 

á  bailar,  habláis,  y  luego 

ya  puedes  entrar  en  casa. 
MiR.         jMiren  la  niña  si  sabel 
CÁND.      ¡Si  tú  eres  un  papanatas 

que  no  acierta  á  dar  un  pasol 

Pues  si  yo  no  lo  arreglara, 

así  estaríamos  siempre. 
MiR.         Vamos,  ¿y  qué  quieres  que  haga? 
CÁND.       Cuando  venga  mi  mamá 

aquí  al  descanso,  invitarla 

á  dar  una  vuelta,  ¿entiendes? 

Y  después,  en  cuanto  salga 

la  conversación...  Ya  sabes. 

{Siguen  hablando  en  voz  baja?) 
Ríe.  {Saliendo.)  ¿Conque  aquella  buena  alhaja 

se  escapó? 
Jesús.      {ídem.)  Sí;  está  en  un  palco 

con  la  tuya  y  otras  cuantas 

de  la  misma  traza,  y  varios 

caballeritos. 
Ríe.  Pues,  anda, 

vamos  por  ellas. 
Jesús.  jDemonioI 


—   22    . 

¿Y  si  los  otros  se  enfaxlañ? 
Ríe.         ¡No  seas  lilal  Para  un  hombre 

hay  otro,  y  á  bofetadas 

se  las  quitamos. 
Jesús.  ¿Sí,  eh? 

Ríe.         Vamos  á  echar  unas  cañas 

primero,  y  ya  verás  tú 

cómo  armamos  zaragata.  {Entran  en  el  ambigú^ 
MiR.        Bueno;  yo  haré  lo  que  pueda. 
CÁND.      Pues,  mira,  voy  á  avisarla.  {Vase Joro,) 
MiR.         Yo  beberé  anís  del  Mono 

entretanto,  y  pecho  al  agua. 

{Entra  en  el  ambigú^ 

ESCENA  Xiri 

Soledad,  sin  antifaz,  y  D.  Ignacio,  del  ambigú 

Sol.         jOlé,  los  mozos  de  rumbo! 
Ion.  ¡Caracoles  si  eres  guapa! 

(¡Y  cómo  come  esta  chica! 

Si  me  descuido  me  traga.) 
LOR.         {Dentro^  Bien;  puedes  dar  una  vuelta, 

y  aquí  te  espero. 

(D.  iGNAeio  intenta  subir  escalera  arriba?^ 
Sol.  ¿Qué  pasa? 

Ign.  Anda;  vamonos  arriba. 

Sol.         ¿Por  qué? 
Ign.  Porque  viene  el  guarda.  ( Fanse.) 

ESCENA  XIV 

D.*  Lorenza  é  Inocencia,  sin  careta,  D.*  Lorenza 

se  la  quita  á  la  salida 

LoR.         Hija,  yo  me  siento  aquí 

porque  estoy  más  sofocada... 
¡Jesús!  ¡Si  parece  un  horno 
el  salón!...  ¡Qué  gentualla!... 


—  23  — 

|Y  qué  modo  de  bailarl... 

Jesús  otra  vezl 
Inoc.  Hay  tanta 

tropa  menuda... 
LoR.  No  sé 

cómo  hay  mujeres  tan  malas 

que  bailen  así.  ¿Usté  ha  visto, 

hija,  -cómo  las  abrazan, 

y  cómo  charlan  y  gritan, 

y  beben  y  se  emborrachan? 

Jesús  mil  vecesl 
Inoc.  jAy!  Yo 

crea  usté  que  estoy  más  harta 

de  haber  venido...  Hay  algunos 

que  no  distinguen,  y  tratan 

á  todo  el  mundo  lo  mismo. 

Yo  no  he  salido  de  casa 

á  estas  horas  en  mi  vida, 

ya  sabe  usted... 
LoR.  No  sé  nada. 

Inoc.       Pues  no  he  venido  á  estos  bailes 

nunca,  y  así  Dios  me  valga 

como  no  pienso  volver. 
LoR.         Tampoco  vendrá  mi  Cándida 

si  Dios  quiere.  Hoy  nos  mandó 

billetes  ese  Miranda 

de  mis  pecados,  que  nunca 

se  atreve  á  decir  palabra 

de  provecho,  y  dijo  Ignacio: 

— «¿Vamos?» — Y  yo  dije: — «Vaya; 

por  ver  lo  que  es  eso,  iremos.»  — 

Pero  me  pesa  en  el  alma; 

porque  se  ven  unas  cosas... 

Jesúsl 
Inoc.  |Yo  estoy  asombradal 

LoR.        ¿Usted  conoce  á  Manolo? 
Inoc.       Y  le  he  visto  cuando  entraba. 
LoR.        Me  alegro,  porque  le  espero. 

Me  ha  dicho  aquélla  que  salga, 

y  que  él  se  me  acercará. 
Inoc.        {Mirando  al  ambigú^  Allí  está...  ya  se  levanta. 


—    24   — 

LoR.        Vendrá  aquí. 
Inoc.  Yo  dejo  á  usted. 

LoR.         Cuidado  con  quien  se  baila.  {Se  pone  el  antifaz.) 
.  Inoc.        No  hay  cuidado;  no  señora. 

Si  digo  que  estoy  más  harta... 
LoR.        (Vamos  á  ver  si  se  atreve.) 
Rio.  {Dentro j  por  la  escalera^ 

^^y2L  usted  con  Dios,  barbiana. 
Inoc.       ¿Yo? 

Ríe.  {ídem.)  ¿Bebe  usted  manzanilla? 

Inoc.       No. 

Ríe.  {ídem.)  ¿Ni  siquiera  una  caña? 

Inoc.       Si  bajo  pronto... 
Ríe.  £n  seguida. 

Inoc.        (No  se  ha  enterado  de  nada.) 

{Por  D.*  Lorenza.  Sube.) 

ESCENA  XV 
D.*  Lorenza  7  Miranda;  lue^o  Jesús 

MiR.         {A  la  puerta  del  ambigú^ 

Allí  está.  Me  están  temblando 

las  piernas.  ¿Qué  la  diré? 

No  me  atrevo  todavía. 

Tomaré  otra  copa  á  ver... 
Jesús.      ¿Me  permite  usted  pasar? 

Gracias. 
MiR.  Servidor  de  usted. 

(Miranda  se  entra  en  el  ambigú,  Jesús  sale^ 
Jesús.      Me  parece  que  me  duermo. 

jClaroI  Me  han  hecho  beber 

de  ñrme...  y  la  manzanilla 

sienta  mal  y  sabe  bien. 

|Ya  lo  creo  que  estoy  fuerte 

para  atreverme  á  cualquier 

barbaridad!  De  seguro 

me  meto  en  algún  belén 

ahora  mismo.  Soy  capaz 

de  todo. 
LoR.  (Debe  ser  él... 


—  25  — 

no  hay  duda...  Me  mira  mucho 

y  no  se  atreve...  Como  es 

tan  corto  de  genio...)  [Chistl 

Joven... 
Jesús.  (Pues,  señor,  ¿á  quién 

llamará?  Y  aquí  no  hay  nadie. 

Pues  á  mí  debe  de  ser. 

jHola!  ¡Y  tiene,  buena  facha! 

Vamos  allá.) 
LoR.  Venga  usté. 

Jesús.      (jAndal  |Y  se  coge  del  brazol 

¿Qué  me  querrá  esta  mujer?) 
LoR.        Ya  estoy  enterada. 
Jesús.  ¿Sí? 

Pues  me  alegro. 
LoR.  Yo  también. 

Como  es  usted  tan  cobarde 

para  hablarme... 
Jesús.  |Ya  se  vel 

(Pues  señor,  me  he  equivocado. 

Se  conoce  que  esta  vez 

no  me  ha  resultado  el  vino 

como  yo  esperaba.) 
LoR.  ¿Usted 

quiere  á  Cándida  de  veras? 
Jesús.      {Vayal  ¡Pues  no  he  de  quererl 

(Ya  tengo  otra  aventurilla. 

Que  Dios  me  saque  con  bien.) 
LoR.         Pues  por  mí,  si  usted  se  porta 

como  caballero  que  es... 
Jesús.      Gracias. 
LoR.  No  hay  inconveniente 

en  que...  vamos... 
Jesús.  Sí;  ya  sé. 

LoR.        ¿Usted  con  qué  medios  cuenta?... 
Jesús.      ¿Yo? 
LoR.  Sí;  además  de  tener 

el  destino  en  esa  tienda 

de  mercería. 
Jesús.  Eso  es. 

(No  estaba  en  ello.) 


—    26    — 

lx)R.  Lo  digo, 

porque  ya  comprende  usted 

que  cuando  un  hombre  se  casa 

necesita  sostener 

mil  obligaciones... 
Jesús.  Bueno... 

¿y  á  mí  qué  me  importa? 
LoR.  ^Qué? 

Jesús.      Que  yo  no  me  he  de  casar. 
LoR.        |HombreI  ¡Qué  des&chatezl 

¿No  acaba  usted  de  decir 

que  quiere  á  la  niña? 
Jesús.  Bien. 

LoR.        Pues  yo  por  mí,  le  concedo 

su  mano. 
Jesús.  No  puede  ser, 

porque  tengo  hace  dos  años 

una  novia  en  Aviles. 
LoR.        |Otra! 

Jesús.  No,  señora;  ima. 

LoR.        iJesúsl... 

Jesús.  <Qué  tiene  que  ver?... 

LoR.        ¡Pero  usted  es  un  granuja! 
Jesús.      Señora,  repare  usted 

en  que,  aunque  tenga  careta, 

eso  es  insultarme. 
LoR.  Pues 

es  usté  un  pillo. 
Jesús.  jSeñora!... 

'Ya  me  metí  en  el  belén.) 

[Se  separa  poco  á  poco  del  grupo  que  se  forma 
en  seguida,  y  se  sienta  en  un  diván  de  la  iz- 
quierda. Poco  después  se  tumba  en  él.) 

ESCENA    XVI 

DichoSy  CÁNDroA  y  Antoñito,  por  el  foro,  y  Miranda, 

por  el  dmbigtí 

MiR.        Pero,  ¿qué  es  esto? 

CÁND.  |Mamál... 


í: 


í 


—   27    — 

Ant.       ^Quién  es  este  caballero? 
LoR.        Hija,  no  te  casas  ya. 
CÁND.      ¿Por  qué? 
LoR.  Porque  yo  no  quiero. 

ijesúsl  jTu  novio  es  un  pillol 
MiR.        iCómol... 

LoR.  Quite  usted  de  ahí. 

MiR.        Pues  si  soy  un  pobrecillo. 
LoR.        ^Y  á  usted,  quién  le  llama  aquí? 

No  le  vuelvas  á  mirar. 

Viene  con  mal  fin...  jLo  ha  dicho! 
CÁND.      jlnfame!  (A  Miranda  ) 
MiR.  Déjame  hablar. 

CÁND.      Calla. 
MiR.  ¡Señor!  ¡Es  capricho 

el  de  darme  un  puntapié 

sin  tener  culpa  maldita! 
LoR.        Pero,  hombre,  ¿quién  es  usté? 
MiR.        El  flovio  de  Candidita. 
LoR.        ¡Tenías  dos!...  {A  Cándida.) 
CÁND.  No,  señora; 

este  solo. 
LoR.        (/Vr  Jesús.)  Pues,  ¿y  aquél? 
CÁND.      ¿Ese?  ¡Si  le  veo  ahora! 
LoR.         ¡Pero  si  lo  ha  dicho  él! 
MiR.        ¡Infame!  {A  Cándida.) 
Ant.        {a  Jesús.)  Chist...  Caballero, 

diga  usted  algo. 
Jesús.  Pues  digo 

que  la  quiero  y  la  requiero. 
MiR.        Pues  se  verá  usted  conmigo. 
CÁND.      Por  Dios,  Manolo... 
Ix>R.  Es  que  yo 

me  he  equivocado;  y  está 

algo  bebido. 
Jesús.  Eso  no. 

LoR.        Anda;  busca  á  tu  papá 

y  vamonos  en  seguida. 

¿Y  la  Inocencia? 
CÁND.  No  sé. 

LoR.        ¡Y  estaba  tan  aburrida! 


—    28    — 

Antonio,  búsquela  usté. 

ijesúsl  ( Vase  Antoñito.  Todos  buscan  tnirando 
por  todas  las  puertas^ 


ESCENA  XVII 


Dichos^  Lola,  por  el  foro,  y  Pedro,  por  el  ambigú 


Lola. 

^Qué  es  esto? 

Pf.d. 

|Ay!  Al  fin 

veo  una  sola.  Un  favor.  {A  Lola.) 

¿Usted  baila,  serafín? 

Lola. 

Muchas  gracias;  no  señor. 

LOR. 

¿Dónde  estará  mi  marido? 

Lola. 

Pero  ¿á  qué  viene  este  ojeo? 

LOR. 

|AndaI  |Y  también  se  ha  perdido  . 

la  Inocencia! 

Ped. 

|Ya  lo  creol 

¿Y  la  busca  usted  aquí? 

LOR. 

¿Usted  la  conoce? 

Ped. 

No... 

Es  decir,  creo  que  sí. 

pues  para  inocentes  yo. 

LOR. 

¡Ayl  ¡No  sé  lo  que  me  pasal 

, 

jY  ese  Ignacio  no  parecel 

Cuando  yo  me  vea  en  casa 

le  diré  lo  que  merece. 

• 

¡Bribónl...  ¡Dejarnos  asíl... 

(Inocencia  se  ríe  dentro  d  carcajadas.^ 

¿Qué  es  eso? 

CÁND. 

¡Mamá,  mamál... 

LOR. 

¿Qué  pasa? 

CÁND. 

Que  ya  está  aquí. 

Inocencia. 

LOR. 

¡Y  cómo  estál... 

—   29    — 


ESCENA  XVIII 


DichoSy  Inocencia  del  brazo  de  Ricardo  y  riéndose  á 

carcajadas  i  por  la  escalera 


Inoc.        {Bailando?)  Tran  larán,  tran  larán  tran. 
LoR.         Pero  ¿qué  le  pasa  á  usté? 

¿Qué  es  esto? 
Inoc.  jDoña  Lorenza 

de  mi  corazón  I  ¿Qué  hacéis 

aquí?  Vamos  á  bailar. 

Esto  dura  hasta  las  seis 

y  me  ha  dicho  este  gachó 

que  está  mejor  cada  vez. 
LoR.        iJesúsl 

CÁND.  jMuchachal...  ¡Por  Dios!... 

Inoc.        Y  yo  bailo  de  chipén,  {Riendo^ 

¿Te  gustan  las  palabrejas? 

Pues  aquí  donde  le  ves, 

las  dice  este  caballero 

á  cada  paso. 
LoR.  Muy  bien, 

señorita.  Ahora  veremos 

cómo  se  las  dice  usted 

á  su  mamá. 

¿Cómo  es  eso? 

¿Nos  vamos?  No  son  las  tres. 

Yo  no  me  marcho. 

ijesúsl 

Me  gusta  á  mí  este  belén, 

y  yo  me  divierto  mucho, 

tanto  que  pienso  volver, 

y  aquí  tengo  los  billetes 

para  el  día  diez  y  seis. 
CÁND.      \A  Miranda.)  (¡Está  alegre  la  muchachal) 
MiR.        Cándida,  si  hemos  de  ser 

amigos,  no  vuelvas  nunca 

con  Inocencia.  Ya  ves... 


Inoc. 


LOR. 

Inoc 


—  30  — 


CÁKD. 

Descuida. 

Ríe. 

{Procurando  despertar  á  Jf.sús.) 

)No  se  ha  dormido 

este  zánganol  |ChistI...  |£h!... 

Despierta. 

Jesús. 

¿Que  si  la  quiero? 

¡Vayal  ¿No  la  he  de  querer? 

Ric. 

]£hl  Que  no  se  trata  de  eso. 

Que  hay  que  pagar  el  jerez 

y  la  manzanilla. 

Jesús. 

Bueno; 

déjame  en  paz. 

Ríe. 

Está  bien. 

LOR. 

{A  iNOCENeíA.)  Desengáseñe  usted,  niña, 

ha  sido  una  insensatez 

separarse  de  nosotras, 

y  sobre  todo,  beber. 

iNoe. 

¡Si  están  buenas  las  cafíitasl 

LOR. 

¡Jesús,  María  y  José! 

Nada;  á  tomar  los  abrigos 

en  cuanto  parezca  aquel 

- 

malaventurado,  y  luego 

á  no  acordarse  otra  vez 

en  la  vida  de  estas  cosas. 

iNoe. 

Pero... 

LOR. 

¿Me  ha  entendido  usté? 

ESCEXA  XIX 
Dichos,  Antoñito;  después  Paca  del  brazo  de  Don 

iGNAeiO 

Ant.         Doña  Lorenza...  aquí  viene 

don  Ignacio. 
LoR.         {Viéndole^    iCómoI...  iQuél... 

¡Ayl  Yo  me  muero. 
MiR.  Señora... 

{Mucho  alboroto  y  mucha  animación  en  toda  la 
escena.  Inocencia  sigue  riendo  á  carcajadas 
hasta  eljinal.) 


—  31  — 

Ign.    *     Suelta.  {A  Paca.) 

Paca.  No  quiero,  hasta  ver 

por  qué  quieres  escaparte. 
LoR.         ¡Ah,  infamel  ¿Conque  es  usté 

el  que  no  quería  entrar 

si  no  salía  á  las  tres? 
Paca.       ¡Holal  ¿Conque  es  la  señora? 
Lola.       ¡Mira  el  viejol 
LoR.  jTunol  ¡Infiell 

Ign.  Pero  si  ésta  es  una  chica- 

de  un  amigo. 
LoR.  Sí;  eso  es. 

Te  voy  á  arañar  la  cara. 
CÁND.      ¡Mamá!... 
MiR.  jSeñoral... 

Ríe.  {Aparte  d  D.  Ignacio.)  Ande  usté; 

tieiie  usté  la  puerta  abierta... 

puede  usté  echar  á  correr. 
Ign.  ¿y  qué  adelanto,  si  tengo 

que  ir  á  casa? 
LoR.  Dices  bien... 

allí  nos  entenderemos... 

¡Canallal...  jPillo!...  jSoez!... 
Recib,      Señores,  no  armar  escándalo, 

porque  entonces  llamaré 

á  la  pareja. 
LoR.         {Obligando  d  D.  Ignacio  de  un  empujón  á  acer- 
carse al  guardarropa^  En  seguida... 

los  abrigos. 
Pei>.  Yo  también 

me  he  divertido  de  firme. 

¡Cuando  yo  vuelva  otra  vezl... 
Ríe.  {A  Jesús.)  Tü,  ¿te  levantas  ó  no? 

Jesús.       Bueno;  me  levantaré 

para  pedir  un  aplauso 

si  esto  les  parece  bien. 

FIN 


) 


BIBLIOTECA  LÍRICO-DRAMATICA  Y  TEATRO  CÓMICO 


EL  BAICON 

ZARZUELA  CÓMICA 

EN  UN  ACTO  Y  TRES  CUADROS,  EN  PROSA 

origíoal  de 

FÉLIX  LliBNDOUX  Y  lARIAPíO  DE  ROJAS 

MÚSICA  DEL  MAESTRO 


CM  gm  ÁóU  «  d  mm  lAKTÍI  b  M(k  M  8  ^  Imo  4e  1S»2 


-^S# &Ofí^ *^ 


MADRID 

ARREGUI  Y  ARDEJ,  EDITORES 


1892 


Esta  obra  es  propiedad  de  sus  aatores,  y  nadie  po- 
drá, sin  sn  permiso,  reimprimirla  ni  representarla  en 
Espafta  y  sos  posesiones  de  Ultramar,  ni  en  los  paises 
oon  quienes  haya  celebrados  ó  se  celebren  en  ade- 
lante tratados  internacionales  de  propiedad  literaria. 

Los  autores  se  reservan  el  derecho  dA  la  traducción. 

Los  comisionados  de  las  Galerías  Biblioieca  lirico- 
dramáfíea  y  Teatro  cómico^  de  los  Sres.  Arreg^ni  y 
Arucg,  son  los  encargados  exclusivamente  del  cobro 
de  los  derechos  de  propiedad. 

Queda  hecho  el  depósito  que  marca  la  ley. 


rf« 


MADItlD:  1892.— Escuela  Tipográfica  del  Hospicio 

J 


íl  iPUDDiDo  rum  kurn  r  tenor  céuco 


{Te  acuerdas  de  la  lectura  de  esta  obra?  {Te 

acuerdas  de del  ensayo  general}  {Te  acuerdas 

de  la  sexta  representación} 

Bueno pues  olvídalo  y 

Acoge  este  libro  con  el  mismo  cariño  que  te 
lo  dedican 

Los  Autores 


REPARTO 


PERSONAJES 


ACTORES 


SOLEDAD Sha.  Lloréis. 

DOÑA  CARLOTA »    Imperial. 

LA  PORTERA »    Mínguez. 

UNA  SEÑORITA Srta.  Bustos. 

ÁNGEL. Sr.  Mesejo(E.) 

DON  LINO »  BoscH. 

DON  LUCAS I 

EL  SECRETARIO '  »  González  (A.) 

UN  POLLO i 

EL  ALCALDE  DE  UN  PUEBLO »  Tormo  (E.) 

UN  SÍNDICO »  ZORL 

UN  MOZO  DE  CUERDA »  Méndez. 

UN  MOZO  DE  BILLAR,  qae  no  sale....  »  González  (M.) 


Modistas,  Estudiantes,  Viajeros  de  i.*,  2.*  y  3.*  clase.  Vecinos 


La  acción  en  Madñd.  Época  actuaL — Por  derecha  é  izquierda 
las  del  actor. 


ACTO  ÜNICO 


La  escena  representa  una  calle;  al  foro  fachada  de  una  casa;  en  los 
balcones  del  piso  primero  se  verá  una  muestra  con  letras  grandes 

3ue  dice:  Mademoiselle  Olimpia.  Modiste.  En  primer  término 
e  la  derecha  una  casa  con  puerta  y  balcón  practicables;  eo  se- 
gundo término  caja  libre  que  figura  ser  una  bocacalle  lo  mismo 
que  en  segundo  término  de  la  derecha;  en  el  primero  de  la  iz~ 
quierda  puerta  practicable  con  letrero  que  dice:  Café  de  Europa. 
Encima,  balcón  practicable  también  con  una  muestra  que  dice: 
Billares.  Al  levantarse  el  telón  comienza  á  salir  de  la  casa  del 
foro  el  coro  de  mujeres  con  líos  y  cajas;  el  coro  de  hombres  que 
está  dividido  en  grupos  se  acerca  á  ellas.  La  portera  sentada  á 
la  puerta  de  la  casa  izquierda.  Es  de  noche. 

ESCENA  PRIMERA 


MODISTAS  y  ESTUDIANTES 


Música. 


MODIS. 
ESTÜD. 

Moüis. 

ESTUD. 

MODIS. 
EsTÜD. 
MODIS. 
ESTÜP, 


Al  fin  llegó  la  hora 

vamos  á  cenar. 

Si  me  lo  permite 

la  he  de  acompañar. 

No  se  lo  permito 

que  me  dá  rubor. 

Sepa  usted  que  vengo 

con  buena  intención. 
¿Es  que  viene  Vd.  á  darme  la  lata? 

Pues  ¡no  que  no! 
Es  que  yo  no  la  admito  de  nadiQ, 

P»es  sí,  señor. 


Teatro  Cómico.— Galería  DbamíLtioa 


MODIS. 
'  ESTÜD. 

MoDis. 

ESTUD. 

MODlS. 
EsTÜD. 

MoDis. 

EsTüD. 

MODlS. 

EsTüD. 

MoDIS. 

EsTüD. 

MoDis. 

ESTUD. 

MoDis. 

EsTUD. 

MODIS. 

EsTÜD. 

MoDis. 
Todos. 


Si  es  que  tiene  Ud.  gana  de  queda,.. 

Me  quedaré. 
Pues  me  marcho  corriendo  á  mi  casa. 

La  seguiré. 

Es  usted  bonita... 

Basta  de  jabón. 

Es  que  yo  la  quiero. 

Pues  no  quiero  yo. 

jVaya  unos  andares! 

Conozco  el  percal. 

Es  usted  un  ángel. 

Y  usté  un  animal. 
Venga  usted. 

Ya  le  he  dicho  que  no  quiero  ir. 

Oiga  usted. 
{Buen  humor  tengo  yo  para  oir! 

jVenga  acá! 
¡Ay,  Jesús,  que  ya  estoy  sofocál 

¡Sin  chistar! 
Pues  me  tengo  que  sacrificar! 

{Cógense  del  bra^o.) 

Vamonos 

por  ahi 
vamonos  á  cenar  al  Petit, 

y  después 
á  la  Aihambra  á  bailar  un  chotis. 

Y  al  salir, 

unos  churros,  dos  copas  de  anis, 
y  después... 

lo  demás  no  se  puede  decir. 

{Vánse  formando  parejas  alegremente,) 


ESCENA  n 


D.  LUCAS  y  la  PORTERA;  el  primero  sale  segundo  término  de- 
recha y  baj.a  al  proscenio.  La  Portera  ha  de  hablar  siempre  muy 

deprisa. 


D.  Lucas. 


Nada,  nada;  estoy  decidido.  ¿Qué  me 
pegan?  |Qué  me  peguen!  ¿Qué  me  pren- 
den? ¡Qué  me  prendan!  ¡Estoy  in  albis! 
Hace  veinticuatro  horas  que  no  he  trope- 
zado con  la  gracia  de  Dios  ni  con  la 


Eli  Balcón. — Jjihevdovx  t  Rojas 


graci^  de  María  Santísima;  ahora  lo  que 
me  falta  es  tropezar  con  la  gracia  de  la 
Constitucióa;  y  la  gracia  está  en  esta 
carta.  Si  me  da  dinero  este  granuja  de 
D.  Lino,  lo  primero  que  hago  es..,  to- 
marlo y  después  le  insulto.  ¡Mire  usted 
que  echarme  de  la  oficina  por  haber 
puesto  en  un  expediente  hespital  y  probé! 
¡Cómo  si  tratándose  de  hespital  no  estu- 
viera bien  lo  de  probé  y  viceversa!  (Ver- 
me asil  {Yo  que  he  sido  comerciante  en 
paños  al  por  mayor!  Y  ahora  estoy  en 
paños  menores ,  como  quien  dice.  La 
cosa  no  tiene  solución:  el  ministro  me  ha 
dicho  que  me  colocará  en  las  primeras 
vacantes  que  haya.  Y  me  ha  repetido:—» 
«¡Está  Ud.  en  las  primerasl)^  Lo  cual  es 
un  error;  porque  estoy  en  las  últimas! 
(Dentro,)  ¡Doce  y  tres,  quince,  por  diez  y 
siete,  y  tira  el  mingo  con  cuatro! 
¡Portera!  (Yendo  hacia  ella.)  ^ 
Hola,  D.  Lucas,  ^qué  quería  Ud?. .. 
^Sabe  Ud.  si  está  en  casa  D.  Lino?... 
^D.  Lino?  El  der  principal  derecha  sin 
entresuelo  letra  A  bis?  Sí,  señor,  pero 
no  suba  Ud;  hoy  se  van  de  viaje  á  to- 
mar los  baños  de  Panticosa;  la  señora 
está  atroz  de  las  piernas;  la  niña  está  im- 
posible de  los  brazos,  y  el  papá  ya  sabe 
usted  como  tiene  el  hígado. 
Si;  necesita  echarlo. 

¡Ah!  Si  en  esa  casa  padecen  todos  incluso 
persecuciones  por  la  justicia.  Ud.  no  sabe 
los  ingleses  que  vienen. 
¡Caramba! 

Como  lo  oye  Ud.  ¡Y  los  que  no  son  ingle- 
ses! La  chica  está  en  relaciones  con  ese 
D.  Angelito  que  se  pasa  la  vida  dándole 
al  taco  en  el  billar  de  enfrente. 
Ya  lo  he  visto. 

Pues  la  madre  recibe  á  un  señor  que  es 
gimnasta  del  Circo  de  Price  y  trabaja  en 
U  barra  fija.  ^Qué  le  parece  á  Ud?... 


Mozo  BILL. 

D.  Lucas. 
Portera. 
D.  Lucas. 
Portera. 


D.  Lucas. 
Portera. 


D.  Lucas. 
Portera. 


D.  Lucas. 
Portera. 


8 


Teatro  Cómico.— Galería  Dramática 


D.  Lucas. 
Portera. 


D.  Lucas. 

Portera. 

D.  Lucas. 
Portera. 

D.  Lucas. 
Portera. 

D.  Lucas. 
Portera. 
D.  Lucas. 

Portera. 


D.  Lucas. 

Portera. 

D.  Lucas. 
Portera. 
D.  Lucas. 

Portera. 
D.  Lucas. 
Portera. 


Mozo  BILL. 


¡Qué  es  la  fija! 

Además  son  udos  miserables.  Anteayer 
me  mandaron  á  empeñar  un  refajo  en- 
carnado con  vivos  amarillo  si  y  amarillo 
no  y  me  dieron  quince  céntimos  de  pro- 
pina. 

Bueno,  pues  me  va  Ud.  á  hacer  el  favor 
de  darle  esta  carta... 
^Cartitas»  eh?...  ¡Para  la  niña,  como  silo 
viera! 

No,  señora. 

¡Ah,  vamos,  tunantón!  Para  la  madre  en- 
tonces. 
Tampoco. 

Pues  entonces  ^para  quién?...  Porque  no 
creo  que  se  dedique  Ud.  al  padre... 
Si,  señora,  á  ese  precisamente. 
Y  ¿qué  quiere  Ud?... 
Que  se  la  entregue  enseguida,  porque 
yo  no  tengo  valor  para  ponerme  delante 
de  él. 

¿Le  tiene  Ud.  miedo?...  Pues  si  es  un  co- 
barde atrpz;  el  otro  día  vinieron  á  co- 
brarle una  cuenta  del  camisero  y  ¿á  que 
no  sabe  Ud.  dónde  se  metió?... 
Si;  me  lo  6guro.  Bueno,  dele  Ud.  la  carta 
y  yo  me  subo  á  mi  boardilla. 
A  propósito;  el  casero  me  ha  dicho  que  va 
á  venir  á  echarle  á  Ud. 
^A  echarme  de  la  boardilla?... 
Si,  señor;  á  la  calle. 

Señora,  eso  es  un  crimen.  ¡Voy  á  llegar  á 
la  calle  hecho  una  tortilla  á  la  francesa! 
Pues  asi  me  lo  ha  dicho. 
Bueno;  hasta  mañana.  (Entra  en  la  casa.) 
Yo  se  lo  digo   á  Ud.  por  su  bien:   vaya 
Ud.    enhorabuena;   buenas  noches.   ¡Ay 
Jesús!  ¡Si  no  fuera  por  estos  desahogos!... 
¡Se  pasa  una  toda  la  vida  sin  decir  pala- 
bra! (Entra  en  la  casa.) 
(Dentro.)  Veintisiete  al  cuatro  y  >uega  el 
uno  con  catorce. 


Hth  6ALGÓl^.--tilMBNDOUX  Y  ^OMS 


ESCENA    III 


SOLEDAD,  balcón  derecha;  después  ÁNGEL,  balcón  izquierda 

coQ  un  taco  en  la  mano. 


Soledad. 


Ángel. 

Soledad. 

Ángel. 

Soledad. 

Ángel. 

Soledad. 

Ángel. 

Soledad. 

Mozo  bill. 

Ángel. 

Soledad. 


Ángel. 


¡No  le  veol  Si  no  habrá  podido  venir 
hoyl...  Sería  la  primera  vez...  Ah,  si,  alli 
le  veo. 

¡Como  sierppre,  jugando  á  carambolasi 
¡Qué  afición!  SsssI...  SsssI... 
¡Sólita!  (Asomando.) 
(Asomando,)  ¡Angelito!  ¡Estoy  corrida! 
¡Y  yo  volado! 
¿Por  qué? 

Porque  llevo  una  hora  sin  dar  bola. 
¿Pero  asi  estás? 

¿Qué  quieres?   En  acordándome   de  ti 
doy  pifia.  ¿Porqué  no  has  salido  antes? 
Porque  hemos  estado  arreglando  el  equi- 
paje. 

(Dentro.)  ¡Juega  el  dos! 
Espera  que  voy  á  tirar.  (Entra.) 
¡Qué  desgracia!  ¡Marcharme  por  dos  me- 
ses fuera  de  Madrid!  ¡Dos  meses  sin  ver  á 
mi  Angelito! 

Aquí  estoy;  le  he  dicho  al  compañero  que 
tire  por  mi. 


Soledad. 

¿Angelito? 

Ángel. 

¡Soledad! 

¿Me  esperabas? 

Soledad. 

¡Claro  está! 

Ángel. 

¿Y  tu  padre? 

Soledad. 

Va  á  salir. 

Ángel. 

Pues  me  quiero 

despedir. 

2 


10 


Teatbí)  Cómioo. — Galbría  Dramática 


Soledad. 

Anckl. 

Soledad. 

Ángel. 
Soledad. 

ÁNGEL. 

Soledad. 
Ángel. 


Soledad. 


Ángel. 


Soledad. 


Ángel. 


Soledad. 


Ángel. 


Van  á  verte. 
^Que  más  dá? 
Que  te  van 
á  estropear. 
¡Si  te  quiero! 
jYo  también! 
Muchas  gracias. 
No  hay  de  qué. 
Para  verte,  todo  el  día 
me  lo  paso  en  el  billar, 
y  no  puedo  con  el  taco, 
mi  queridad  Soledad. 
Yo  también  por  ti  me  expongo 
asomándome  al  balcón, 
pues  si  mi  papá  me  coge 
se  nos  agua  la  función 
Si  á  mi  me  ve, 
como  es  feroz, 
me  va  á  romper 
el  esternón; 
y  roto  ya, 
mi  dulce  bien, 
no  hay  quien  lo  pueda 
componer. 
Pues  tu  no  debes 
protestar 
si  es  que  te  pega 
mi  papá; 
porque  si  no 
me  pega  á  mi. 
¡Que  me  las  den 
todas  ahi! 
De  fijo  cuando  vuelvas 
te  juro  remonona 
que  aqui  habrás  de  encontrarmt 

Í'ugando  á  carambolas. 
)e  fijo,  cuando  vuelva, 
me  llevas  al  altar, 
y  entonces  no  es  preciso 
que  juegues  al  billar,  etc. 
¡Angelito! 
^Soledad? 


El  Balcón. — Limbndoux  y  Rojas  11 


Hablado 

Ángel.  ^Con  que  te  vas  y  me  dejas? 

Soledad.  No  hay  más  remedio. 

Ángel.  ¿Te  acordarás  de  mi?... 

Soledad.  Mucho. 

Ángel.  ¿Me  escribirás? 

Soledad.  Mucho. 

Ángel.  ¿Corto? 

Soledad.  ¡Largo!  ¿Y  tu? 

Ángel.  Largo  también. 

Soledad.  ¿Me  perdonarás  las  faltas  de  ortograiía^ 

Ángel.  Sí,  rica;  y  tu  á  mi  ¿verdad? 

Soledad.  También. 

Ángel.  Pues  espera  que  voy  á  tirar  un  recodo  limpio. 

{Entra.) 

Soledad.  ¡Pobrecillol  ¡Cómo  me  quiere!  Si  mi  padre  lo 
supiera,  con  seguridad  que  me  dejaba  casar- 
me con  él. 

Ángel.  (Saliendo.)  Aqui  estoy:  tenia  mucha  corbata  y 
se  me  ha  ido  por  un  pelo.  ¡Uf!  ¡Tu  padre  sale. 
(Entra.) 

ESCENA  IV 

SOLEDAD  en  el  balcón  ocultándose;  D.  LINO,  saliendo  de  la  casa; 

después  ÁNGEL  y  luego  DOÑA  CARLOTA  saliendo  también  de 

la  casa. 

D.  Lino.  Aguardiente  del  mono,  cigarros,  cerillas, 

el  asiento  de  goma  y  una  novelita  de  á 
peseta  para  el  camino...  ¡Vuelvo!...  (Váse 
lateral  derecha.) 

Soledad.  ¡Ya  se  fué! 

Ángel.  {Saliendo.)  ¡Ves  qué  desgracia!  Por  querer 

acabar  pronto,  he  querido  tirar  con  fuer- 
za y  me  ha  saltado  una  bola  á  las  narices. 

(Tapándoselas  con  un  pañuelo.) 

Soledad.  ¡Pobrecito! 

Angei..  Bueno;  voy  á  ver  si  termino,  porque  quie- 

ro despedirme  4^  tí.  lUf!  ¡Tu  maclr^l 
(^ntra.) 


12 


Teatro  Cómico.— Galbría.  Drawática 


D.*  Carl. 


Ancbl. 

Soledad. 

Ángel. 

Soledad. 

Ángel. 

Soledad. 

Ángel. 

Soledad. 

Ángel. 

Soledad. 

Ángel. 

Soledad. 

Ángel. 

Mozo  BILL. 

Ángel. 
Soledad. 


La  bandolina»  los  polvos  de  arroz,  el  al- 
godón en  rama  y  una  novelita  para  el 
camino.  ¡VueWo!  (Váse  lateral  izquierda.) 
¿Ves?...  ¡Me  he  quedado  á  huevo! 
Bueno;  déjalo. 
^Estás  sola?... 

Solísima;  es  decir,  con  la  criada. 
¿Subo? 
No. 

Entonces  bajo. 
Tampoco. 

Si  es  para  subir  luego. 
No,  no  quiero;  que  tienes  las  iiñas  largas. 
Pues  me  las  he  cortado  hoy. 
Si,  pero  ayer  me  disté  un  pellizco  en  el 
brazo  que  me  hizo  un  cardenal. 
Bueno;  pues  ahora  me  das  tú  otro  y  es- 
tamos ¡guales. 

{Dentro.)  ¡Los  iguales  pierden! 
¡Verás!  Doy  la  última  tacada  y  subo  á 
despedirme  de  iL  (Entra.) 
No,  no.  ¡Y  será  capaz!  ¡Dios  mío!  ¡Si  le 
cogen  le  revientan!  Porque  es  muy  po- 
quita cosa;  y  además,  mi  papá  es  muy 
bruto.  |Ay,  Dios  mío!  ¡Qué  barbaridad 
he  dicho! 


ESCENA  V 

La  PORTERA  saliendo,  SOLEDAD  eü  el  balcón  y   ANGELITO 

saliendo  del  café,  tarareando. 


Portera. 

Ángel. 
Portera. 

Angbl. 

PORtERA. 

Soledad. 


Esperaré  á  que  entre  D.  Lino  para  darle 

la  carta. 

Hola,  portera. 

¡D.  Angelito!  No  suba   Ud.   porque  está 

ella  sola  con  la  criada. 

Pues  por  eso  subo.  ¡Abre!  (A  Soledad.) 

No  le  abra  usted.  ¡Usted  no  sabe  lo  que 

son  estos  hombres! 

No;  si  mi  Angelito  no  es  de  esos. 


El  Balcón.— LiMÉiNDOux  y  Hojas 


13 


Ángel. 
Soledad. 

PORTEKA 


jSi,   si  soy  de  esos!...  Atida,  ¡ábreme  ia 

puertal  (Entrando  en  la  casa,) 
No,  no.  (Retirándose  del  balcón.) 
¡Bueno!  {Hágase  la  voluntad  del  Señor! 

ESCENA  VI 


La  PORTETRA,  D.  LINO,  luego  ÁNGEL  en  el  balcón. 


D.  Liíio. 


Portera. 
D.  Lino. 
Portera. 

ÁNGkt. 

Soledad. 

ÁNGEL. 

D.*  Carl. 


Portera. 
D.*  Carl. 
Portera. 

A  NOEL. 


¡Ajajál   {El  aguardiente   del  mono  para 
mi!    El   asiento  de  goma   para   mi   y   la 
novelita  de  á   peseta  para   mí  también. 
Pantorrillas  con  trampa,  ¡Estoy  acostum- 
brado á  ellas! 
Oiga  Ud.,  D.  Lino... 
¡Lleyo  prisa!  (Entrando.) 
¡Qué  grosero!  feueno;  le  daré  la   carta 
luego  cuando  baje. 

(Asomándose  por  el  balcón.)   ¿Pero   aquí    me 
voy  á  meter?... 

No  hay  ptás  remedio;  mi  papá  sube. 
Pues  échame  pronto.  ¡Uf!  ¡La  madre! 
(Sale  lateral  i:(quierda,)  Los  poUos  de  arroz 
para   mi;   el  algodón  en   rama  para  mi 
también,  y  esta  novela,  una  cosa  delica- 
dísima para  mí:  Los  siete  niños  de  Ecija, 
Oiga  Ud.,  doña  Carlota... 
¡Llevo  prisa! 
¡Jesús,  qué  grosera! 

¡Están  arreglando  los  bultos!  ¡Y  cerrando 
las  puertas!  ¡María  Santísima! 

ESCENA  Vn 


La  PORTERA,  un  MOZO  de  cuerda  y  ANGÉL  en  el  15alc6n. 


Mozo. 
Portera. 

Mozo. 


¡Portera!  ¡Un  señor  que  se  va  de  ba- 
ños!... 

Aquí  es:  principal  derecha  sin  entre- 
suelo, letra  A  bis;  pero  no  suba  Ud., 
porque  no  le  conviene.  ¿Cuánto  le  dan? 
Dos  pesetas. 


14       Teatro  CÓMICO. — Gaxbbía  Dramática 


Portera. 

Mozo. 
Portera. 


Mozo. 

Portera, 

Mozo. 

Portera. 

Ángel. 


Es  poco:  ^usted  sabe  lo  que  hay  en  el 

mundo?... 

Mucho  pillo,  señora. 

¡Cá!  Mucha  ropa;   mire  Ud.  tires  corsés 

de  la  niña,  tres  corsés  de  la  madre,  tres 

corsés  del  padre... 

^Pero  gasta  corsé?.. 

Si,  señor;  corsé  faja. 

No  importa;  puedo  con  todo.  (Entrando.) 

No.  yo  se  lo  digo  á  Ud.  por  su  bien. 

¡El  papá  se  pone  la  cartera!    ¡La  mamá 

coge  la  jaula!  Ella  coge  la  sombrerera  y 

el  mozo  carga  con  el  cofre.  ¡Virgen  del 

Carmen!  ¡Han  cerrado! 


ESCENA  Vin 


D.  LINO  con  saco  de  noche;  DONA  CARLOTA  con  una  jaula  de 
un  loro;  SOLEDAD  con  una  sombrerera;  el  MOZO  con  un  baúl; 
la  PORTERA,  ÁNGEL  en  el  balcón.  Rapidísimo  hasta  el  final;  gran 

animación. 


D.»  Carl. 
D.  Lino. 
Portera. 
D.  Lino. 
Soledad. 

D,  Lino. 

Portera. 
D.  Lino. 
D.*  Carl. 
Portera. 


Ángel. 


¡Qué  se  hace  tarde! 
{Cuidado  con  el  loro! 
{Buen  viaje!  Ah,  D.  Lino;  esta  carta. 
Venga.  (Guardándosela,) 
(j  Pobre  Angelito!  ¡Cómo   se   las  valdrá 
para  salir!) 

{Reciba  usted  los  recados  y  mucho  ojo 
con  la  casa! 
Descuide  usted. 
{Hasta  dentro  de  dos  meses! 
{Hasta  la  vuelta! 
{Buen  viaje! 

(D.  Lino,  Doña  Carlota^  Soledad  y  el  Mo:(0  de 
cuerda  se  marchan  por  la  segunda  de  la  derecha, 
y  la  Portera  recoge  la  silla  y  entra  en  la  casa;  Án- 
gel en  el  balcón  se  deja  caer  con  desfallecimiento.) 

{María  Santísima!  {Me  seco!  ¡Dos  meses 
haciendo  de  tiesto  en  el  balcón!! 


WTJTACJlOlH 


El  Saloón.  — LimbndoüX  y  Éojás  16 


Telón  corto:  al  foro  puerta  sobre  la  cual  se  lee:  Paso  al  andén. 
Bastidor  derecha  ventanilla  del  despacho  de  billetes.  Los  perso- 
najes entran  por  la  izquierda. 

ESCENA  PBIMEBA 


CORO  DE  VIAJEROS 

Salen  los  de  primera  vestidos  con  elegancia  y  sin  equipajes;  des- 
pués los  de  segunda  muy  cursis  y  con  sombreros,  maletas  y  sacos  de 
noche,  y  por  jíltimo  los  de  tercera  con  alforjas,  botijos,  etc. 

Música 


(Con  gravedad.) 
Los  DE  I.*         Vamos  todos  á  Biarritz, 

vamos  á  San  Sebastiáo, 
y  viajamos  en  primera 
ó  en  slipin,..  lipin  kar. 
Facturamos  nuestros  coches 
los  cocheros  y  demás, 
y  asi  luce  nuestra  fama 
como  sportmant...  sportmant. 

(Se  dirigen  al  despacho  de  billetes.) 
(Alegres») 
Los  DE  2.^        Nos  vamos  á  Chamartín 

Martín, 
Nos  marchamos  á  Chinchón 

Chinchón, 
y  decimos  en  Madrid 
que  nos  vamos  á  Londón. 
Empeñamos  el  gabán 

gabán, 
empeñamos  el  colchón 

colchón, 
y  en  volviendo  de  Londón 

no  tenemos  para  pan. 

(Se  dirigen  al  despacho,) 


lé       1)batbo  CÓbíioo.— Galería  Dramática 

{Con  desgarro,) 
Los  DE  3.^         En  la  perrera  viajamos  siempre  ^ 

pues  sernos  probes  ¡miste  qué  Dios! 
En  el  invierno  muertos  de  frío 
y  en  el  verano  con  la  calor. 
Con  el  botijo,  con  las  alforjas 
no  mus  podemos  ni  menear, 
vamos  cincuenta  drento  de  un  coche. 
Digan  ustedes  si  esto  viajar. 
Todos.  Vamos  al  tren, 

vamos  allá, 
y  para  tin  de  fiesta 
descarrilar!  (Vánse  todos  al  foro.) 

ESCENA  n 

UN  SEÑORITO  y  UNA  SEÑORITA 

El.  ¿Me  adoras? 

Ella.  ¡Te  adoro! 

El.  ¿Me  quieres? 

Ella.  ¡Te  (quiero! 

El.  ¿Mi  bien! 

Ella.  ¡Mi  tesoro! 

El.  ¡Jilguera! 

Ella.  ¡Jilguero! 

Mamá  es  una  fiera. 
El.  Papá  es  un  verdugo. 

Ella.  Por  eso  mi  dueño 

contigo  me  fugo. 
El.  Tomamos  el  mixto 

y  en  un  reservado, 

hacemos  el  viaje 

como  hemos  pensado. 

Yo  llevo  de  todo 

lo  que  es  más  preciso: 

seis  cuello  >  de  goma 

para  un  compromiso, 

pañuelos,  corbatas, 

el  traje  de  invierno, 

agua  de  Colonia 

y  un  peine  de  cuerno. 


£l  Balcón. — LisfBNDoux  y  Eojab  17 


Ella.  Tú  vas  preparado; 

yo  no  llevo  nada 

por  haber  salido, 

tan  precipitada. 
El.  Nos  vamos  juntitos 

de  aquí  á  Barcelona, 

alli  tomaremos 

el  tren  de  Bayona, 

Marsella,  Suiza, 

Berlín,  luego  Prusia, 

y  por  la  Noruega 

bajamos  á  Rusia. 

Oe  Rusia  enseguida 

á  halia  saltamos, 

pasamos  por  Roma 

y  á  Ñapóles  vamos; 

después  á  Sicilia 

y  luego  á  Venecia, 

y  en  un  vaporcito 

nos  vamos  a  Grecia; 

y  de  esta  manera 

sin  parar  un  dia 

pasamos  por  Asia 

y  la  Occeania; 

después  á  la  Habana, 

luego  iqué  se  yó!... 
Los  DOS.  Hasta  que  paremos 

en  F],eraanao  Póo! 

(Vánse  del  bra;(0  precipitadamente,) 

ESCENA  in 

Un  ALCALDE,  un  SÍNDICO  y  un  SECRETARIO.  Los  tres  pa- 
letos y  con  capas  pardas  muy  grandes;  salen  muy   despacio  y   muy 

tristes. 

Música 

¡Al  cambiar  unos  billetes 
mus  andao  los  perdigones, 
y  mus  vamos  sin  un  cuarto 

misk  si  ^sto  tU  bmoM 


18       Teatro  Cómico  .-^Galbrí  A  DramJLtio A 

Y  cuando  lo  sepan 
en  Vitigudíno, 
mus  dirán  que  sernos 
los  tres,  tres  pollinos. 

Si  el  veterinario 
se  llega  á  enterar, 
á  los  tres  de  fíjo 
mus  tiene  que  herrar. 
{Repiten  y  vánse  del  mismo  modo  que  entraron,) 

ESCENA  IV 


D.  LINO,  DOÑA  CARLOTA,  SOLEDAD  y  el  MOZO  de  cuerda. 

Salen  todos  corriendo,  por  este  orden.  Se  oye    dentro   la  campana 

y  una  voz  que  dice:  ¡Señores  viajeros!  ¡Al  tren! 


D.  Lino. 
D.*  Carl. 
Soledad. 
D.  Lino. 

Los   CUAT. 

D.  Lino. 
D.*  Carl. 
Soledad. 
Mozo. 
D.*  Carl. 
D.  Lino. 

Los   TRES. 


¡A  ver  si  no  llegamos! 
¡Date  prisa! 

(^Qué  será  de  Angelito?) 
¡Dios  mió!  ¡El  despacho  cerrado! 
¡Cerrado!  {Dejan  caer  los  bultos  con  desoía-- 
ción,) 

(Nos  hemos  lucido! 
¡Tú  tienes  la  culpa! 
(¡Me  alegro!) 
Menos  mal;  ¡viaje  doble! 
Bueno:  ¿qué  hacemos? 
Nada:  El  público  divertido... 
Se  va  por  donde  ha  venido, 
(Cogen  los  bultos  y  salen:  óyese  dentro  el  pito  de  la 
máquina  y  el  ruido   de  la  marcha  del  tren,  Or~ 
questa',') 


m:utaoic3]v 


El  Balgón.-^Limbnooux  r  Bojtas  19 


La  escena  representa  on  gabinete  con  las  sillas  colocadas  unas 
sobre  otras  y  los  demás  muebles  en  desorden.  Al  levantarse  el 
telón  la  escena  está  á  obscuras;  sobre  una  butaca  ÁNGEL  sen- 
tado; al  foro  un  balcón  abierto.  Los  demás  términos,  puertas 
La  orquesta  ejecuta  muy  piano  un  motivo  delicado.  Se  oye  dar 
las  once  en  todos  los  relojes  de  la  vecindad. 


ESCENA  PBIHEBA 


ANGELITO 

Ángel.  ¡Aaaahl  (Boste:{ando,)   ¡Las  once!   (Dos 

horas  de  encierro!  He  llamado  á  la  por* 
tera,  pero  ¡cómo  sí  no!  No  me  ha  oído. 
En  ñn;  menos  mal  que  estoy  en  acunas, 
lo  cual  es  un  consuelo.  He  registrado 
toda  la  casa  y  no  he  encontrado  más  co- 
mestibles que  cañamones  y  la  cordilla 
del  gato.  ¡Dios  miol  ¡Me  voy  á  pasar  la 
juventud  en  un  piso  principal!  Por  más 
que  busqué  no  he  podido  encontrar  una 
sábana  para  descolgarme  por  el  balcón; 
el  caso  es  que'he  tenido  que  romper  un 
cristal  para  entrar  aqui  y  ahora  sopla  un 
viento  que  yo  sé.  En  fín,  me  acostaré  en 
la  cama  de  mi  novia,  que  si  no  tiene 
colchón,  en  cambio  tiene  unas  almoha- 
das tan  suaves  como  el  papel  de  barba. 
Pero  alli  me  acordaré  de  ella;  no,  no; 
más  vale  que  no  me  acuerde.  ((jiy«sr  ¿/^nfro 
ruido,  como  de  abrir  la  puerta . )  ¿ Eh?. . .  ¡  Ay ! . .  • 

¡Abren  la  puerta!...  ¡Ladro!...  no;  no 
debo  gritar;  porque  si  no  me  matan;  me 
matan;  ¡como  si  lo  viera!  ;Qué  ha^o?... 
{Mirando primera  lateral  Í!^quierda.)   ¡Cielos I 

|Mi  suegro!  ¡Mi  suegra!  ¡Mi  novia!  ¡Ahora 


20       Tbatro  Cómico.— Galería  Dra mítica 

si  que  me  dejan  al  fresco  como  los  besu- 
gos! Nada,  al  balcón  otra  vez.  ¡Dios  mío! 
¿Cuándo  saldré  de  esta?  ¡Digo,  de  éste! 
{Entran  en  el  balcón,  cerrando  desde  dentro  la 
puerta  vidriera  de  éste,) 

ESCENA  n 


D.  LINO,  DOÑA  CARLOTA,  SOLEDAD  por  la  primera  izquier- 
da ,  y  ÁNGEL  en  el  .balcón.  Al  entrar  llegan  al  centro  de  la 
escena  y  dejan  caer  los  bultos  con  desaliento.  D.  LINO  con  una 

-    vela  encendida. 


D.  Lino. 
D.*  Carl. 
Soledad. 
D.  Lino. 
D.*  Carl. 
Soledad. 
D.  Lino. 
Ángel. 

D.  Lino. 

D.*  Carl. 
D.  Lino. 

D.*  Carl. 
D.  Lino. 


SOLBI>AD. 

D.  Lino. 


Soledad. 
D.  Lino. 
Ángel. 

Los  TRES. 

D.  Lino. 
D.*  Carl. 

Soi,Bf>Al). 


¡Ay,  Dios  mío! 
i  A  jajá! 

(^Dónde  estará  mi  Angelito?) 
Y  ¿á  qué  hora  sale  el  mixto? 
A  las  siete  y  cuarenta.  (Sentándose.) 
jA  las  siete  y  cuarenta!  (w.) 
¡A  las  siete  y  cuarenta!  (w.) 
¡Hasta  las  siete  y  cuarenta!  (Por  el  balcón. 
D.  Lino  deja  la  vela  sobre  el  velcuior,) 
Bueno,  pues  nos  dormiremos,  á  ver  si  lle- 
gamos tarde  también. 
Nada  de  dormir. 

Pero,  hija  ¿voy  á  estarme  así  toda  ia 
noche?... 
¿Y  qué?... 

Que  llevo  en  el  pecho  los  siete  cuchillos 
de  plata.  ¡Me  parezco  á  la  Virgen  de  los 
Dolores! 

Pues  los  colchones  están  doblados  y  todo 
está  recogido. 

Bweno;  tiramos  aqui  los  colchones,  deja- 
mos abierto  el  balcón  para  que  la  luz  nos 
despierte,  y  nos  desnudamos. 
¡No!  eso  no!  (Con  decisión.) 
¡Vaya,  manos  á  la  obra! 
¡Achist!...  (Estornudando.) 
¡Jesús! 

Va  te  has  constipado. 
No,  yo  no  he  sido. 

Ni  yo.    ■ 


£l  Baí^cón»— LiMfiNooux  T  Rojas 


21 


D.   L.INQ. 

D.*  Carl. 
D.  Lino. 

Ángel. 


D.  Lino. 
D.*  Carl. 
Soledad. 

Ángel. 
D.  Lino 

.D.*  Carl. 

Soledad. 
D.  Lino. 
D.*  Carl. 
Soledad. 
D.'  Carl. 
D.  Lino. 

D.*  Carl. 

D.  Lino. 
D.*  Carl. 
D.  Lino, 
D.*  Carl. 
D.  Lino. 
D.'  Carl. 
D.  Lino. 
Soledad. 
D.»  Carl. 
£>.  Lino. 


¡Vayal  Estonces  habré  sido  yo. 
Bueno,  vamos. 

Vamos.  {Salen  Carlota  y  Soledad  primera  dere^ 
cha,  Z>.  Lí(io  segunda  ij(quierda,) 
{Asomándose  por  el  balcón.)  ¡Se  van  áacostarl 
¡Y  se  desnudarán  delante  dé  mí!  j Ay,  qué 
vergüenza!  Miraré  al  sereno.  ¡Y  eso  que 
está  nublado!  ¡Uf!  ¡El  padre! 

{Saliendo  con  un  colchón  al  hombro.)  Te    estuve 

esperando  en  la  sastrería...  lAjajál 
{Saliendo  con  sábanas.)  Allá  en  los  mares  mc- 
tido  estuve  bajo  del  agua  cerca  de  un  mes... 

{Saliendo  con  almohadas.)  Qué  fama  tiene  US^ 
ted  de  acá  y  de  aquí...  {Vuelven  á  marcharse 
los  tres.) 

|Dios  mío!  ¡Una  sábana!  Ya  tengo  para 
descolgarme.  {Asoma  y  la  coge.) 
{Con  otro  colchón.)  Dispensa  Manolo,  que  no 
lo  sabia...  Pu^s  señor,  juraría  que  mi  mu- 
jer había  puesto  una  sábana. 
{Saliendo.)  ^Y  la  sábana?  ¡Juraría  que  la 
puse! 

¡Más  almohadas! 
Bueno;  ¡á  desnudarse! 
Vamos  allá... 

No;  ¡no,  por  Dios!  (Con  empeño.) 
Pero  ¿qué  tienes?... 

¡Te  vas  á  avergonzar  porque  nos  desnu- 
demos delante  de  tí!  {Quitándose  la  ameri- 
cana.) \La  Correspondencial 
¡Léenos  la  sesión  del  Congreso  y  los  avi- 
sos útiles!  {Arreglando  las  camas  con  Soledad.) 
¿Qué  es  esto?  ¡Una  carta! 
¡Si,  hombre,  si;  la  que  te  dio  la  portera! 
¡Tienes  razón!  ¿De  quién  será? 
Léela. 

{Leyendo.)  ¿Eh?  ¡Santa  Bárbara! 
¿Truena?... 
¡Ayl  ¡Ay! 
¿El  hígado? 
¿Te  duele  el  hígado? 
¡Y  todo  el  cuerpo!  Mira:  ¡me  amenazan 
de  muerte! 


22  TbaTRO  Comeó.— OaLBRÍA  t>BAÍffi'M<2A 


D.  Lino. 


D.'  Carl. 
D.  Lino. 


Soledad. 
D.'  Carl. 
D.  Lino. 
D.*  Carl. 
D.  Lino. 


D.'  Carl. 

Soledad. 
D.*  Carl. 
D.  Lino. 

Soledad. 
D.*  Carl. 


^A  ti?  ¡Ya  sé  quién  esl  El  carnicero;  dice 
que  le  debemos  un  buey  entero. 
Peor,  peor  que  el  carnicero.  Oye:  (Lee.) 
«Sr.  D.  Liao  de  Luna:  Estoy  en  las  Ahí- 
mas:  ¡mándeme  cuatro  pesetas!.» 
¡Es  un  sablazo  modesto! 
Si  á  las  diez  no  las  tengo,  veré  lo  que 
hago,  me  vengaré  en  su  propio  domi- 
cilio.» 

I  ¡Dios  mlol 

¡Estamos  seguros?... 

No  sé;  pero  ese  hombre  te  mata. 

¡Silencio!...  (Pausa,)  ¡Carlota,  toma  la 

vela  y  á  registrar  la  casa!  ¡Yo  me  quedo 

aquí,  por  si  acaso!  {Pausa,) 

Niña,    registra  la   casa;    yo   no   puedo 

abandonar  á  tu  padre. 

Pero  mamá... 

¡A  obedecer! 

¡Vete  cantando  la  marcha  real,  y  asi  no 

tendrás  mied9! 

¡Qué  venga  mamá! 

Bueno;  vamos,  sea  lo  que  Dios  quiera. 
{Cogen  la  vela  y  salen  ambas  por  la  primera  í;^- 
quierda  tarareando  la  marcha  real.) 

ESCENA  m 


D.  Lino. 


Ángel. 
D.  Lino. 

Ángel. 
D.  Lino. 
Soledad. 


D.   LINO,  luego  ÁNGEL 

{Tatareando.)  ¡Larán,  larán,  larán!  ¡Yo  no 
me  quedo  a^ui  á  obscuras!  ¡Me  voy  al 
balcón  por  si  acaso!  (Va  al  balcón  y  abre.) 

¡Socorro!  ¡Ladrones!  {Tropieza  con  el  col-- 

chón  y  cae  sobre  él,  quedando  de  rodillas  hasta 

que  viene  el  coro.) 

{Saliendo.)  ¡Caballero,  por  Dios! 

¡Luz!  ¡Fuego!  ¡Agua!  ¡Señor  de  Ladrón, 

compasión  de  todo  corazón! 

¡No  grite  usted! 

¡No,  si  íio  grito! 

¡No  hay  nadie!  {Entrando  por  el  foro  Doña 
Carlota  y  Soledad,) 


I  ■  I.       I  I  II      ■iiiii  I  I        ■  I.      ,111 

D.*  Carl.         ¡Un  hombre!  ¡Socorro!  {Vánse  ambas  apenas 

han  asomado,) 

D.  Lino.  ¡Vayase  Ud.  por  Dios! 

Angbl.  (¡Me  teme!  ¡Esta  es  la  mia!)  (Ahuecando  la 

vo^  mucho.)  ¡No  me  estorbe  usted  el  paso! 

D.   Lino.  No:  ¡pase  usted  por  encima  de  mi  cadá- 

ver, si  quiere! 

Ángel.  ¡Gracias!  ¡Adiós! 

D.  Lino.  Beso  á  usted  la  mano. 

Angbl.  {Yendo primera  is^quierda,)  ¡Dios  mió!  ¡Gen- 

te! ¡Me  han  cogido! 

ESCENA  IV 


CORO  DE  VECINOS;  todos  con  palmatorias;  ellas  con  peinadores 
y  ellos  coa  gorros  de  dormir,  otros  en  mangas  de  camisa  y  con  pa- 
los y  armas.  Sale  primera  izquierda  D.  LUCAS  con  una  vela  en  una 
botella  y  en  zapatillas;  saca  una  badila. 

Música 

r 

Todos.  ^Qué  ha  ocurrido? 

^Qiié  pasó? 
¡Qué  manera  de  gritarl 
Diga  usted  ^por  qué  razón 
nos  obliga  á  levantar. 
Durmiendo  tranquilos  estábamos  todos 
cuando  hemos  oido  socorro  pedir, 
y  casi  rodando  por  las  escaleras 
á  ver  lo  que  ocurre  venimos  aquí. 
^Ha  habido  algún  n(kuerto?^Ha  ha- 

(bido  ladrones? 
^Se  quema  la  casa  por  casualidad? 
^Qué  es  lo  que  ha  ocurrido?  ¡Diga 

(lo  enseguida 
para  dar  noticias  á  la  autoridad! 

Hablado 

D.  Lino.  ¡Este  es!  ¡Este! 

Angbl.  ¿Eh?... 


24       TftATKo  Góiciao. — GalbrU  Dramática. 


D.  Lino. 
Ángel. 

D.*  C\BL. 

D.  Lino. 
Soledad. 
Ángel. 


Coro. 
D.  Lino. 

Ángel. 
D  *  Carl. 
D.  Lucas. 
D.  Lino. 
D.  Lucas. 

D.  Lino. 
Ángel. 
D.  Lucas. 
D.  Lino. 

Ángel. 

C0R9. 
D.  Lino. 


Si,  señor;  me  ha  amenazado  con  matarme 
si  no  le  doy  cuatro  pesetas! 
D«  Lino  yo  no  soy  el  que  Ud.  se  figura; 
yo- soy  el  novio  de  Soledad. 

I  El  novio?... 

Si,  papá. 

Entré  á  despedirme  de  ella  cuando  usté* 
des  se  iban  á  marchar  y  me  tuve  que  es- 
conder en  el  balcón  donde  he  estado 
toda  la  noche. 

¡Vaya...   vaya!...  {Queriendo marcharse.) 
Aguarden  Uds.  ^Por  qué  entró  üd.  en  la 
casa  cuando  nosotros  habíamos  salido? 
Por...  por  eso  precisamente. 
Bueno.  ^Y  quien  es  el  de  la  carta?... 

Yo,  D.  Lino.  {Saliendo  de  entre  el  coro.) 
¿Usted?... 

Yo,  si,  que  le  pido  cuatro   pesetas   para 
ayuda  de  un  panecillo... 
¡Vaya  Ud.  enhoramala! 
Tome  Ud.  un  duro! 
Gracias. 

Una   que   sobra  {Pidiendo  una  peseta  á  Don 
Lucas,) 

Yo  mañana  me  marcho  á  Panticosa  con 
ustedes. 
Vaya,  vaya. 

¡Eh!  ¡Señores!  ¡No  se  vayan  ustedes;  te- 
nemos que  pedir  un  aplauso! 


Música 

Ángel.        Te  pedimos  al  final 
un  aplauso  por  favor, 
ya  que  he  estado  cuatro  horas 
encerrado  en  el  balcón. 

{Repite  el  coro.) 


LA  BANDA  DE  CAPITÁN. 


COMEDIA  EN  UN  ACTO 


ORIGINA!.  Y  KN  VEBSO 


B.  ll&cíonso  Antonio  Bermejo. 


af\D.     .i/¡. 


MADRID;  18(<0. 

IMPRENTA  UE  ClílSTOUAL  CONZALlí/, 

CsUe  .it  S.  VkeiilG  iiUii,  iiúm.   5i 


;  t 


*     t 


( .    i" 


1 


■■<> 


AL  APIUXIABLE  Y  DISTINGUIDO  AKTISTA 


SEÑOR  DON  GERÓNIMO  MUÑOZ. 


2\ada  mcuí  jmío  que  dar  esté  público  tributo  ie 
aprecio^  al  primer  amigo  que  conocí  á  los  pocos 
meses  de  haber  llegado  á  la  corte ;  y  si  algo  notable 
encierran  estas  pocas  palabras ,  es  la  sinceridad 
con  que  te  las  espresa  tu  verdadero  amigo 

Ildkfonso  Antonio  Beumkjo. 


Cuando  Sócrates  se  eucole- 


•  »  ' 


^     '  '•'   '  '  lnie»os  y  fcon'mas'dulühfa.  Co- J  »'■ 


t  >  I 


nocíase  claramente  que  se  lia- 
liaba  enfurecido ;  pero  se  veía 
al  mismo  tiempo  que  se  hacía 
dueño  de  su  pasión. 

(  PIdtarco.  ) 


I 

.'V         \        •'     •     •.       ■    ■*.     .      '•   ,^  ».»•%.      ,         •    •,. 
) 

■  ••■■'•''     ^  A  •     ,       .     /.      'V    •  •• 


\  t  .yrt  5  •»/ 


Esiaobíá  és  "propiedad  del  D.  R^BLO  AVECILLA,  quien 
persegiflfá  ánte'4á  '\éy  al  que  sin  su  permiso  la  reimprima, 
varíe  él  tttulo ',  ó  Représente  en  algún  teatro  del  Veino, 
ó  en  alganá'sobfeilad'cíe  la^  formadas  por  acciones,  suscriciónes 
ó  cuáícfuierá  btifá  bóirtribucion  pecuniaria,  sea  cual  fuere  su  de- 
nominación, con  arreglo  á  lo  prevenido  en  las  Reales  órdenes 
de  5  de  Mayo  de  i837,  i8  de  Abril  de  4839,  4  de  Marzo  de 
1844  y  Ley  sobre  la  propiedad  literaria  de  i  O  de  Junio  de 
i  847,  relativas  á  la  propiedad  de  obras  dramáticas. 
I  Se  considerarán j*eimpipesos  furtivaijiente  todos  los  ejempla- 

.  res  que  carezcan  de  la  conlraseña  reservada,  que  distingue  ¿ 

r  los  legítimos. 


PBMONAO».  ACTOB». 

GMPERM)OR.  .  .  •  .  .  ....    Do9  Joaquín  Abjoní. 

IJHBIETA .DoTi  EüKMm  AajONA. 

ANGELA.  «  , •  •  •  .<    DoSa  Juana  Saka^^iego. 

LEGO Do5  Jo9£  Dahdali^a. 

FONSECA ..,-...  ItoN.  Manví;i  Pas^i^a^a., 


,  1 


La  escena  pasa  én  una  cabana  retirada  en  las  inraédíacio- 
nés  del  monasterio  de  Vúsite  en  Extremadura.— heiñado  de 
Felipe  II. 


ACTO  ÜNIGO. 


■•.I 


Sala  de  pobre  apariencia,  perteneciente "á  una  casa  de  pueblo.— Mesa, 
sillas ,  etc. — Sobre  otra  mefeá  ste  ^etái  nn  casco,  una  coraza;  y  un  ar- 
cabuz colgado  de  la  pared. 


ESCENA  PRIMERA. 


ANGELA }  qu«  aparece  sentada  cou  la  laboral  hicto  y  Uytiulo  un  papel. 

Angeía.  ((Angela  de  mi  vida :  después  de  un  mes  de  ausencia, 
tengo  el  placer  de»  anunciarte  que  el  mismo  dia  que 
recibas  la  presente,  estaré  en  él  monasterio  de  Yuste, 
doude  me  llama  el  Emperador.  Cerca  estás  del  santua- 
rio donde  habita  el  monje  que  se  declara  protector 
tuyo  y  mio>  y  en  su  consecuencia,  pronto  pasaré  á 
verte  para  decirte  lo  que  ocurra  relativo  á  nuestra 
unión.  Mientras  tanto  me  lisonjea  la  esperanza  de  ha- 
llarte como  siempre,  amable  y  cariñosa  con  tu  apa- 
sionado—Fonseca.  » 

(Habla.)  »  .  . 

Bien  puedes  lisonjearte  .  .  .  ' 

con  tan  amorosa  idea ; 

pienso  en  tí,  vivo  contigo, 

apaciguas  mi  tristeza ,  . 

y  el  triste  llanto  que  vierto 

con  tu  memoria  se  seca. 

Dulcísimo  dueño  mío, 

ven  que  mis  brazes  te  ¡íspeiraii/ 


8 

las  agudísimas  pena^^ 
íjutí  padezco  noche  y  dis 
durante  tu  cruda  ausoncia. 

(Re^ei  pa[tci,  in  guarda  ^  y  jiare  laWr.) 

Terminemos  ía  íabór  '      •    •    ' 
cou  la  cual  mi  afán  agencia 
el  sustento  de  mañana.     • 
Qué  dasgraciada  es  mi  estrella ! 


'j  '• 


y    t 


I  >t 


;..'.'^ 


;i  •' 


ES€BNA  11^ 

t.    . 

ANGELA. -LEGO. 

Lego.       Alabado  sea  el  Señor 

Y  su  santa  Providencia. 

Angela,    (Se  levanta.)      •    .•   í-'»'*'»      .'.<     !'^' 

El  lego  sordo. 
Lego.       (Acercándose.)  Hermauita, 

cómo  está,  í^h  siente  l)U6na? 

AWGKLA.       (Al7.8ntlo  la  voz.) 

;'  No,  hci-maiió.'  '  * 

Legó.    '      '  ' '     ■ '      Mé  aíegA'  rfiífcíio'. "  •''' 
Angpla.    Qué  oportuna  ei  "la  'rfeépiíesfe! '"' '" 

(Alzando  la  vo7.)        '         '.-■-'■ 

■  ■'"     Venís  ¿or  el  alHa?"       "  "  ^  *"'  '  . 

Lego:-''-'-  "  •■'•••    •*''"'■  •"  Máló;"_   '■'    "   -^    '       '/• ' 
no  me  deja  lá  jaqueca'.  "'    '  '  "■'  ' ' '•   "'"' 
'tís  verdad;  qu6  en  el  bonvélito'"" 
' "  todos  de  ése  mal  se  quejaii.  " 

Y  padre?  =      '       ' 
Angela.    (Airo.)     Medianamente. 

Lego.       Con  su  continua  dureza ,    '  •• 

no  es  verdad?  '  '      *    ' 

Angela,  (auo.)  Siempre  Ib  m¡.«?i'no.  ' 

i^Moüti-ando  la  lalior.} 

Venís  por  esto?      '    '       '  ' '' '''       '  '       ' 
Lego.  Paciencia. 


.    '  ■    .♦  I  ... 


Í.5   '.'■ 


< .  «•.  I 


Con  ella  .se  gana  el  cielo.  ""  * 


P^ro  ,  qut»  es  16  que  me  ensena  ?' 


*•'[' 


•  • ." 


Angel\.  Que  si  viene... 

LrGB.  (Mirando  la  labor.)  Muy  lelilí  lo... 

aunque  ik)co  valedera 

es  mi  opinión.  •  •       •  •• 

Angela,  (impacieote  y  aiio.)  Sí  no  üigo.v<     * 
Lego.       No  soy  voto  en  la  málom.     »  ' 

Angela.  Es  sordo  como  uñábala,  • 

y  en  vano  mi  voe  se  eáfuerfea-   '■ .  mí/' i?  •  •/ 

en  hacerme  oompraideF.<  •.  ::    -^ .  .    . 

Me  aproximaré  á  la  oreja.  •  '"'" 

(Se  aceña  al  oido  y  dice  tn  Vofc  tiu.)       *-  ^  '  f  t      *■     >/-/ 

Venís  por  la  guarnleiotí  ?    *  .1      (i       *  ►^  ' 

Lego.      Sí,  hermana,  vengo  pórtela. -       . .  •   -; 

Su  paternidad  me  envía 

con  premura  á  r^ jefl<^; ;  ^ .  ; 

quiere  estrenarla  mañana... 
Angela,  (aiio.)  Pae9.f]9)|piideiso  que  vuelva../ . 
Lego.      Con  la  tempestad  de  ayer 

se  ha  refrescado  la  hu<erta,'''^        i;.   .u  ./     /..'..^.» 

y  la  verdura  se  esponja.'  .-í:' 

Angela.  Miren  por  dónde  resuelto  ! 

(ai  oído.)  '.    ' 

No  es  eso  lo  que  le  dígDv    •.  •    * 

Lego.      Los  higos?  La  flor  eoípiezft' <'  >    > 

á  asomar  que  es  uri' cmitento'. 

Sobre  todo  las  almendrai,'  •     • . 

el  jugoso  albaricoque,       *        -  ^    -'  

la  buena  guinda  y  la  pera, 

son  los  frutos  que  prometen   '•    •  • 

abundancia  y  excelefida. 
Angela.  Qué  tormento ,  madre^  frta ! '  • 

Lego.      Pero,  por  qué  se  impacienta?  '  =  ^ 

Tal  vez ,  no  respondo  acorde  ? 
Angela,  (Afto.)  ' 

Verdad.  ^ 

Lego.  Si  no  le  mólfe^ta/  •• 

alce  un  poco  más  la  voz  ^'   *     ''  ' 

de  modo  que  yola  edtüenndk.  '        •  ^ " ' 

Angela.  Eso  dice,  y  necesita     *     '   •'        -^     «'^  •"• 


»•  I    í 


'i   ' 


10 

pora  hablaiie  una  trompeta. 

(ai  oíd».) 

'  Dige  ,  que  la  guarDicioiiy 

es  poco  lo  que  le  resta; 

y  repito  que  volcáis 

dentro  de  un  rato.  Se  «utera? 
Lego.      Pues  no  he  de  enterarme?  Bteti. 

Me  pasearé  por  la  imerta 

que  es  mi  grato  pasatiem^,  . 

y  ToWeré. 
Angelí,  (iho.)        Gomo  quiera. 
Lego.      Dios  la  conserve  una  santa,    • 

tan  aplicada  y  tan  Iwena. 

ESCENA  III. 

.  i''       i" 

ANGELA.-^Loegd  mm&fk, 

A?(GBU.  Al  fin  me  ha  dejadoi^. 

Miraré  desde  la  puerta    •  '     *     . 

por  si  diviso  á  mi  amado...  .        ' 

(Ouiere  aoerwrie  y  retrocede.) 

Pero  preciso  es  que  tema, 
que  no  ha  salido  mi  padre.  . 
de  su  estancia,  y  f^i  aoapecha 
viéndome  tan  distraidji... 
No  lo  dígc  ?  Aqui  se  acerca. 

(Se  tienta  y  trihaje.) 

Cogeremos  la  labor. 
—Su  semblante  me  aq^iedrenta. 
Siempre  triste  y  taciturno.  .. 
El  cielo  me  favorezpa. 

UrBIKT.     (sale.) 

Angela. 
Angela.  Señor. 

Urbiet.  La  espada 

y  el  birrete.  ,     . 

Angela.  (oAndoie  amiMi  ooMt.)  MmHfbais,  fuera  ?, 
IIrbirt.    ai  monasterio  de  Yuste,  .....   , 


i  • 


i     I 


■  t . 


.1 


(■     J-.M 


..  •      ••  •  \    '  k 

;  I    .        Mil 


.11 


'I       • 


11 

por  si  consigo  una  audienicia 

con  mi  Emperador. 
Angela.       *  Me  alegro. 

Diz  que  retobe  en  so  cdHia    . 

á  todas  horas...  '   >      i 

Urbiet.    (cod  enojo.)  Mentira !        ^ 

Sabe  Dios  io  que  nie  cuesta  ' 

solo  hablarte  dos^palaftns^f^  <»<. 
*    y  por  Cristo  que  me  pesa 

haberio  solicitado^  .' 

y  haber  en  su  mano  lég^»'!  u!  .i:    <  -    •  h:  ">    .-  \:  *■  ' 

puesto  una  instancia ,  en  qu»  »pido :  •    •  • .  •  -^ 

que  mis  servicios  fleatfenhm!!  ■:>■  i;,.**  ..* 

Su  resolución  ignoro,       .r..-  <  ,.    i 

aun  cuando  ya  la  sosjpechfr;    jr 

mi  desgracia.  •  •       i*    >        .'• 

Angeu.  Qué  sabéis?     "v       >..  '  . 

UrBOBT.     (Coa  enfado.)  .'«'¡t/ '     í--'-.       ;.'í;  *.- 

Mucho  más  de  lo  que  pitnas.f.  .    .  '•<; 

Yo  nací  muy  desgraciada.u  -»,'    ?.  ^  •  íi  • . 

Maldita  mi  suerte  sea!  .    ;•  t-  ^ 

Yo  nací  para  sufrir/,   •  ■  .:  >  ■.'■.  -/  í>f  '^  •>«? 

en  medio  de  la  indigencia;    ).  , 

paca  verte  trabajar. . .        ,  •!  r '  ;r¡ 
Angbu.  Mas  sabedy  que  no  me  pest} 

que  yo  trabajo  con  gusto» 

y  á  mas  porque  me  reerea. . 
Urbiet.    Lo  dices  por  e4)nsolarmei 

para  que  yo  no  padezca;    . 

pero  comprendo  tu  afán,    . 

y  tus  vigilias  eternas: 

todo  para  sustentarme.^^, 

A  mí ,  sin  otra  carrera,.      .    .  .■,;.    .1 ,,  ^ . 

y  sin  otro  matrimonio.  . ,  ,j        -  i  .  .• 

que  esta  espada^  que  suspensa.   . 

de  la  cintura  y  está  ociosa,  , . . 

aun  cuando  existe  una  guerra, 

merced  á  los  intrigante,  ^  .,,.,,  ., 

y  á  mi  malísima  estrella.  v  .  ..,. .  .1 


£:' 


1-- 


i  I 


t  ". 


i    ' 


í  ' 


•     í.-:'- 


12 

Pem  tú  estás  ojerosa, 

hekida  v  amaríDeiKai 

Has  trabajado  esta  noche  ?' 

— Te  encargo  que  no  me  mient^is  ! 

Qué  respondes  ?  '' 

ANGEU.   (Bajando  Ioi  ojos.)  Padre  ^  SÍ. 

Toda  la  he  pasad»  eo^nii^' 
para  rematar...         -•  •    < 

UrBIET.     (con  en&do.)  No  SÍgas. 

Angela.  Perdonad  la  inobediencia;  ^ 

pero  con  esta'  hibor, 

por  la  cual  me  dierón  priesa,    :  •  '•  >: 

agenciaba  de  mañana 

nuestra  frugal  subsistencia; 

Os  acostasteis ;  yo  entonces 

cuando  tuve  la  certeza- '         <  . ' 

de  que  estabais  bien  dormido, 

me  levanté  con  éautetof    » ';»  • '  •»     >  .  • 

y  merced  á  esta  velada  ^     '     '        ^ 

adelanté  mi  tarea.  <  '  ' 

Urbiet.    Me  estás  clavando  un  puñal; 

mi  carácter  no  tolera ■«  •  -M' 

la  excesiva  aplicación 

que  en  el  trabajo  demuestras.  ■  -^  <* 

(Va  eocolftrizándoie  gradúa Iméhtél)      '  >.     ' 

Ya  te  lo  he  dicho  mil  veces/* 
y  quiero  que  me  obedezcas: 
con  tu  afanoso  desvelo 
mi  mal  humor  acrecienta^i: 
No  reparas ,  vive  Cristo, 
/         que  puedes  caer  enferma? 
Que  agotados  los  recursos,' 
será  mayor  mi  tristeza? 
Que  seré  capaz  entonces 
de  lanzarme  á  una  palestra, 
donde  criminal  consiga     '       '   ' 
lo  que  honrado  se  me  ñief;;a?* ' 
ANfíKi.\.  Qué  hicierais  ?  "' 


1 


Ai  •  ••* 


«  .  '    <     t      <■  .  •     "  ti 

S       (  i     t  •         I.  ■       !  I 


•,«     I'    >    ! 


I>  >    I 


í  •       *  •  . 


:13 

UrBIET.     (indediu.)  NO  sé.     .        -:        "      '" 

Angela.  Dius  vml        '*. 

Urbiet.    La  suerte  ine  lo  acouseja;  <  • 

que  tantos  años  detafones»         -  <  ■    ^ 

de  padecimientos^  goarnis^ 

infortunios j  desengaños^ 

de  este  modo  no  se  premian. 

Mi  nombre  conoce  fiítfopa;!-'  '  '  ' 

soy  aquel  Juanes  ée  ürbietii^  ,   -   :> 

que  en  el  sitio  de  Pavía    •• 

lanzó  la  bala  funesta 

que  hirió  el  brioso  alioati 

del  rey  francés:  midestMíM*- 

asió  á  Francisco  primero  .  • 

en  la  terrible  refriegay    .  ' 

y  yo  también  le  conduje    •   •' 

de  mi  jefe  á  la  presencia. 

Abdica  el  Emperador, 

Felipe  su  trono  beveda^  i      *    -      i 

y  olvidan  al  vetenin9>* 

que  bajo  lacoth  férrea/ 

abrigaba  un  corazón    : "        *  / 

ansióse  de  fama  y  guerra:  <<:    *    ' 
Angela.  Pero  w>  desesperéis,  '/• '  '     /     • '  ■   " 

que  acaso  benigna  eüfi'ellu   '  ^  > '  < 

venga  pronto  á  reparar 

iantos  años  de^tiidigencitt.i 

-^Triste  cosa  es  que  una  jóveu 

se  instituya  en  consejér»  '  •      ;     « > 

y  se  propbügi  dotiiar    •  '  ^' 

vuestro  carácter.  .Pues-  sea: 

acepto  con  mucho  gusto, 

aunque  no  tenga  experifucia^      > ' ' 

ai  he  sufrido  como- vos  >•      ;  " 

desengaños  y  miserias, 

el  papel  de  preceptora    > 

de  esa  intranquila  c(Aieieiiüja.'  .>  . ' 
ÜRBiET.    Vanos  serán  tus  esfuerzos^ 

aborrezco  la  existenéia/  ■ 


.,'( 


l  ; 


'.  i 


-  \ •* 


■t  '• 


14 

y  si  lio  fuese  por  ti... 

pardiez!  si  por  tí  no  fuera^ 

la  España  hubiese  sabido  ^     <    . 

quién  erd  Juan  de  ürbieta. 

Los  continuos  sufrimieRtos     ■ 

me  han  transformado.»,  de  veras» 

y  tengo  ya  elcoiíazou  . 

tan  duro  como  unspíedria. 

La  humanidad  j^e  padees 

uí  me  conmueve  ni  altera, 

y  me  parece  una  farsa     .  - 

todo  cuanto  me  rodeftw 
Angela.  Os  hacéis  más  des^aeiado 

con  visiones  tan  funestas*; 

Por  qué  contempláis  al  mundo    ,. 

(>or  su  parte  menos  buena? 

Decidme,  no  existen  seres   , 

benéficos  en  la  tierra^       t>       .  ' 

que  se  apiadan  del  quegiiiie'i.-   « 

sin  ventura,  y  le  consuelan? 
Urbut.    Son  tan  pocos...  — Sojfatee  'tarde.. 
Angela.  Úónde  vais?  Antes  quisiera 

que  marchaseis  más  conteuta<>  . 
Urbiet.    Ya  lo  voy.  .     .  '  *        . 

Angela.  Dadme  una. prueba» 

Urbiet.    Te  abrazaré.  .  .   ,.         *     .:  •    •• 

(iM  coge  de  1»  mano  pini  ^bcatiil»>  y  lepnrt   ijié.'iíeDa  «■    dedo 
^"eadado.) 

Mas  qué  miro?; 

Por  qué  te  has  puesto  esta  veud»?      . 
Angela.  No  es  nada,  no  os  asust^iit...  >) 
Urbiet.    Qué!  >  .n  .   t  , 

Angela.         Me  clavé  las  tijerati/ 

porque  me  estaba  durmiendo^ 

esta  madrugada... 
Urbiet.    (puríoso.)  Cesa! 

Ño  prosigas,  vive  Dios!        ',  ' 

Esto  más?  Quién  Jo  tolera?   »    •!  i  > 

Trabajar  de  madrugada! 


»•  <• 


Í5 

Angcla.  sí  esta  Jabor  corre  prk»', 

sí  los  monjes  me  dijeron.;; 
Urbiet.    Silencio,  que  me  iÉn^eienta^.^ ' 

Y  he  de  verte  trasnochar 
para  que  sufras  y  mueras? 
Para  que  yo  quede  *ai|1ado  : 
y  sin  consuelo  en  la  tierra? 
Eso  no,  nunca;  lo  jur(^ 
por  el  Dios  que  nos  sustenta'. 
Repara  bien  lo  que  hago. 
Porque  otra  tee  no  suceda, 
cojo  esta  labor... 

(Coje  el  bUm  y   la  deipedaza.) 
Angela.    (Uonodo  y  queriéndole  mjetaf.)  '  ^ 

Qué  hacéis?  '" 
El  cielo  rae  favorezcaf 
Me  habéis  perdido...  Dfds  mío! 
Urbiet.    Ahora  que  vengan  por  ella. 
Que  Sie  présete  fimi;: 
yo  les  daré  la  resfuieátá.         * 

(Sc  pasea  con  agitación.) 

ApfGELA.   Virgen  santa  de  mi  vidaí 

Con  qué  pagaré  esta  prenda? 

Qué  recursos  son  los  níioB",  t     ■ 

para  yo  satisfacerla?  '•    • ' 

Y  con  qué  adquiero  el  stfstdnto     * 
de  mañana?  Suerte  adv^i^sa! ' 

(Urbieta  deja  de  pascar  y  míra'tétri«A>  y -cábiifiajo  I  mi  hija.) 

Y  los  monjes  enojados,  •  ,  -•;  •  • 
ayl  me  cerrarán  sus  puertas; 
no  querrán  darme  labory 
y  en  pos  vendrá  bii  nqsarta,  ' 
y  no  habrá  mía  i(unio  aniiga 
que  nos  ampare  y  defienda; 
vos  seréis  más  desgraciadoy 
y  yo  moriré  de  pena.' 

Y  vos  me  amáis?  No,  señor, 
cuando  queréis  que  padezca*. 
Mi  continua  palidez, 


I  •  .«.  t 


"  •'  .*     ••      I      •••- '     '   'i. 


I     »<• 


16 

no  es  hija  de  mi  tar^^ . 
sino  de  vuestro  caráoteTij,;!. 
que  emponzoña  mi  .ejíMitQnQiAj  ., 

(VÉM  llorando.) 


•ti-'      /  j 


' »    -• 


'■  í< 


ESCKNA'  IV. 


,'^' 


.'      r       . « 


ÜRBIETÁ.  ; 

(0e»pue6  de  haber  refleu#wi49i  un .  wovvptQ. )  . .     / ,  {  c 

Es  verdad...  tiene  ra¿on.  .         «  .  < ; 

Soy  un  discolo...  una  fíer^..^    .        :;.   - 
y  *pardie2,  no  sé  qué  biqiera  , 

para  domar  mi  pasión.  .  .  > 
Pronto  á  la  cólera  acced(>., 
me  exalta,  roe4!3^tiiii^ 
me  impacienta,  me  da0|io<i.MPw     m.  ..    >ii.' 
quiero  enmendarme,  y.po,pued^-,  ..„j  >    u<> 
Bien,  pues  voy  á  decidirme  4.  ^   .  :  • 

á  desterrar  mi  dureza,  ,  . 

Corazón^  á  la  cabeza,  ,,   j.    ,!i    i  ■  -   '  ^:-'  / 
que  es  preciso  coür^girimi^iM  f^v.í  .i*-,    i 

(Aherándose  fndaalmeole.)  , 

A  mi  obediencia  estarás,  ^f :         -  >  í-  ' 
corazón,  te  lo  asegmrp »      v  .ü}  .    -  ..;•    ■ 
por  mi  vida;  yo  te  juro  -.      • .  •  - 

que  no  me  dominas  más:  > 

aunque  padezcas  y  giipa»;  <  j 
buscaré  para  tu  fiera .   ;   i.    m  • 
arrogancia,  la  manera.'.. <•  •  -  j, ,.    «j  «  > 

de  hacer  por  que  te  reprimásw  :  .  •       ,  !  • 
Un  precepto  estoy  diotandoi:  i  í  i  ^  !  •  >       •» ;  v 
pardiez,  que  has  de  <S08tenwm6vV>  '^^ 

y  procura  obedecer«ie.  •,..-■■ 
— Corazón,  yo  te  lo  mando!      m       >   » 
Verás  con  cuánto  sigilo 
soportaré  mis  dolores,  :-  \v  -i  .■:  ■ 

mis  amargos  sinsabores...-      ; ;..     '   '     *' 


—     ■■       '    i  > 

I  .'1 


.1.  .1        > 

•  .'    ••      ,        .t  !      '  •  .  ••      ! 


t   •  !.*• 


i     •  1 •>  • 


I  •   '<■ 


17 

siempre  roe  verás  tranquilo! 

(Tarindo  Ai  tono.) 

lias  por  JesuSy  que  he  notado 
que  prosigo  y  no  me  enmiendo, 
porque  cuanto  estoy  diciendo 
lo  digo  encolerizado. 

ESCENA  V. 

URBIEXA.— LEGO. 


t^ 


RBIET. 


Lego.      Alabado  sea  el  Señor. 

Urbibt.    Bien  venido.  Cielos  santos! 
Este  viene  por  el  alba. 

Lego.      Cómo  estáis? 

Urbiet.  Dado  á  los  diablos! 

Lego,      Me  alegro  mucho:  eso  es  bueno. 
Vivir  y  penas  á  un  lado, 
como  dice  fray  Benitez, 
Calla!  Se  estará  burlando? 
Yo  ahora  vengo  de  la  huerta, 
y  en  verdad  llego  pasmado. 

Urbiet.     Venís  tal  vez  por  .el  alba? 

Lego.        (sacando  de  las  alfwjai  un  manojo  de  rAbanos.) 

Contemplad  bien  estos  rábanos. 
Urbiet.    Para  probar  mí  paciencia, 
el  cielo  me  lo  ha  enviado. 
Sostendré  lo  prometido ;. 
dominaré  mí  arrebato. 

Lego.        (Brindando.) 

Probad ,  probad  ^  si  no  pican 
aunque  los  veis  encarnados. 

Urbiet.      (Resignado.) 

Venis  tal  vez  por  el  alba? 
Lego.      No  queréis?  Pues  me  los  guardo. 
—La  avellaiía  ya  está  en  flor. 

Urbiet.      (paseando.) 

Pues ,  señor,  esto  va  malo.  ^ 


.  p  I 


2 


%■' 


18 

(ai  lego.) 

YeDis  tal  vez  por  el  alba? 
Lego.     Pues  si  vierais  loa  garbanzas  : 
abundancia  prodigiosa! 
Parece  cosa  de  encanto. 

(UrbieU  aparenta  impadentarae.) 

Mas ;  por  qué  os  impacientáis? 
Sin  duda  dijisteis  al^o 
que  yo  no  pude  entmider. 

Vos  no  sabéis...  (signe  mamuraado.) 

Urbiet.    (ai  mismo  tiempo.)  Yo  Hie  marcho , 
porque  si  aqui  permanezco, 
á  impulsos  de  un  arrebato 
puedo  hacer  un  desatino. 

(Grita.) 

Vive  Dios!  Qué  estáis  rezando? 
Qué  decis ,  lego  ó  demonio? 

Lego.      Habladme  un  poco  más  alto, 
y  os  entenderé  mejor  ^ 
pues  hace  unos  cuantos  años 
que  de  resultas  de  un  aire... 

Urbiet.    Me  ausento  por  no  escucharos.  (va>^.) 

ESCENA  VF. 


LEGO* — Luego  ANGELA. 

Lego,      {u  tígne.) 

Es  que  vengo  por  el  alba» 
que  ya  se  habró  rematado... — 
Se  vá  sin  decirme...  bueno , 
Dios  le  ayude  y  le  haga  un  santo. 
Bien  me  dijeron...  canastas! 
qué  geiiiecíto  tan  áspero! 

Angela,  (saie.) 

Le  he  visto  salir...  Dios  mió! 
Qué  debo  hacer  en  iaik  caso? 

Lego.      Por  qué  lloráis^  Angelíta? 
Digame ,  qué  le  ha  pasado? 


19 
Angela,  (ai  «ido.) 

Es  muy  largo  de  costar ; 
pero  si  estimáis  en  algo 
la  súplica  de  una  jóTen, 
avisad  al  padre  Carlos; 
decidle  que  yenga  prooto^ 

que  aqui  impaciente  le  afl^iaido;  ' 
necesito  de  su  auxilio^ 
de  su  protección  y  amparo.     >' 
Partid,  que  el  tiempo  es  precioso. 
Por  Jesús,  qué  hacéis  parado? 

Lego.        (oeiiNies  de  bdber  vánát,  á  Angda  mi  nto  «  iPepcio.) 

No  OS  entendí  una  palabra; 
habladme  un  poco  más  dto. . 
AnGELA.  Habrá  mayor  desventura? 

Qué  es  lo  que  me  está  pasando? 

(Apante  o!  ftaperadiv  en  la  pterta  del  faro.) 

ESGRIfA  Til. 

Dichos  . — EMPERADOR. 
Angela.  Pero,  qué  miro? 

EmpER.      (Aaercéndaie.) 

(íuéospasa? 
Angeu.  £1  cielo  me  le  ha  enriado. 
Lego.     (El  Emperador  aquí... 

6  mejor  dicho,  fray  Carlos ! ) 

(El  Emperador  di  á  entender  por  leftac  al  Uga  ^oe  i¿  hmj^,) 

Ya  le  obedezco,  señor. 

(YéDdOM.) 

(Siempre  ceñudo  en  el  mando.) 
ESCENA   VIII. 

EMPERADOR.-ANOELA, 

AfiGBLA.  Qué  amarga  es  mi  situación ! 
Nadie  consolarme  puede ! 


2» 

Emper.    Decidme  lo  que  sucede , 

y  omitid  la  exclamación. 
ANGELA.  De  ocultároslo  no  trato : 

apiadaos  de  esta  mujer. 

(Mostrando  el  alba  rota.) 

Ved  lo  que  acaba  de  hac^ 

mi  padre  en  un  arrebato; 

No  es  fundado  mí  dolor? 

Por  eso  me  veis  llorar.  <     i  .. 

Cómo  puedo  yo  pagar  . ' 

prenda  de  tanto  valor?     .    .. 
Emper.    Bien ,  por  eso  no  se  aflija, 

pues  con  el  padre  CSarranza 

mi  poder  todo  lo  alcanza-...  .     . 

Consolaos;  no  lloréis ,  hija , 

que  el  cielo  viendo  mi  afán  >       • 

vuestra  ventui*a  decreta. 
Angela.  Cómo! 
Emper.  Logré  para.  Urbieta 

la  banda  de  capitán. 

fis  un  militar  bizarro > 

y  le  quiero  distinguir. 

Parta  á  América  á  servir 

en  las  huestes  de  Pízarro. 

— Como  estaba  convenido, 

callasteis  mí  diligencia? 
Angela.  No  me  cegó  la  impaciencia , 

y  en  todo  os  he  obedecido; 

Aunque  intenciones  tenia 

al  mirar  cómo  se  apura , 

para  acallar  su  amargura , 

de  decir  que  os  conoció . 
Emper.     Semejante  inobediencia, 

hubiera  sido  peor,  .  ^  • 

que  es  más  temible  el  furor 

reunido  con  la- impaciencia.  , 

Ademas ,  sabed  que  intento 

cierta  extratagema  urdir> 

por  si  puedo  corregir  i  ^ 


.)  i 


/• 


lí 

esc  carácter  violento.    ; 
Angela.  Laudable  es  vuestra  inteneion -, 

por  el  bien  que  la  dirige... 

— El  genio  no  se  corrige  ;  - 

si  falta  la  educación. 
Kmper.     Negároslo  es  necedad , 

y  asi  no  trato  oponerme ; 

pero  quiero  convencerme 

hoy,  de  esa  triste  verdad.  '■■  ' 

Apigela.  Con  que  mi  padre  es  dichoso? 
Emper.     Recibid  mi  parabién , ' 

que  vos  lo  seréis  también 

al  lado  de  vuestro  esposo. 
Angela.  Qué  decis? 
Empera.  Os  ly  aseguro;  ^ 

no  lo  tenéis  que  dudar, 

porque  le  acabo  de  hablar. 
Angela.  A  quién? 
Emper.  A  vuestro  futuro. 

Angela.  El  gozo,  padre,  me  alienta ,  ^;       ' 

y  experimento  un  placer... 

pero,  cómo  vais  á  hacer?.*. 
EiMPER.    Eso  corre  de  mi  cuenta. 

Ante  todo ,  as  voy  á  dar. . . 

(sacando  an  bols*  con  dnimalo.) 

Angela.  Alguna  nueva?  ' 

Emper.    (Dudoao.)  No...  intento... 

(Pero ,  no;  ya  me  arrepiento^; 

la  voy  á  ruborizar.)  .... 

No  es  tiempo.  ^ . 

Angela.  Por  qué  no  empieza  ?    . 

Emper.     Ved  si  viene  algún  t^stifl;o. 

(Mientrai   Angela  se  asoma  i  la  puerta, del  foro*  el  imperador  p«ie  «1 
bolsillo  encima  de  la  mesa,  j 

De  esta  manera  consigo  . . 
no  herir  su  delicadeza. 

Angela.    (Uega  ai  proscenio.)  ,     .  Ty   * 

Viene  Fons^! 
Emper.  Me  place; 


22 

y  JO  pretOMk»  arreglar... 
knGSLk,  Coa  él  hk  vais  á  dejar? 
Empci*    Quíéo  mejor  os  satisíace  ? 

No  es  más  grata  su  pnaeocia? 
A!<iGELA.  Iguales... 
Empeb.  Me  estáis  mintiendo... 

Lo  contrarío  está  diciendo... 
Ahgela.  Quién  y  padre? 
Empbb.  Voestla  impaciencia. 

Es  justa ,  soy  tolomte, 

y  aplaudo  vuestro  sentir; 

no  puedo  yo  competir 

á  los  ojos  de  un  amante'. 

ESCENA  II. 

Dichos.— FONSECA. 

FoNSEC.    Angela! 

Angela.  Mi  bien !  (se  éí^tt») 

FONSEC.     (cortado  al  Emperador.)^  SeOOr, 

dispensad  mi  atf  e^iorfento, 

si  en  yaestra  |íresetiÍQÍí|. . . 
Empeb.  \r'  Basft. 

Dicen  que  el  amor  es  ciego. 
FoNSEC.    Es  Terdad. 
ExfPER.  Pero  al  entrar 

caminasteis  muy  ^certero. 
FoNSEC.   Pero  el  imán ,  padre  mio^ 

de  esos  ojos  hizo  efecto. 

EmPER.      (god  soma.) 

Qué  diablillo  es  el  imán! 

(Mirando  á  PooMca.) 

y...  qué  sutil  el  acero  ! 

--^n  Dios  08  quedad. 
Akgela.  (AowcAndow.)  Señor. 

'T'ONSEC.   Mi  emperador. . . 
Emper.  Pronto  vuelto. 


\ 


Í3 
ESCENA  X. 

ANGELA.— FONSECA. 

Fo!<SEC.    AI  fio  te  miro  ,  mí  bien: 

cuánto  lo  ansiaba  mí  pecho ! 
y  el  tuyo  ? 

Angela.  Me  lo  preguntas  ? 

Hay  en  la  tierra  un  consuelo 
comparable  á  tu  llegada 
á  este  misero  aposento  ? 
Has  visto  en  la  tempestad 
cómo  se  encapota  el  cielo^ 
y  aquella  mortal  tristura 
que  infunde  el  liorríblc  trueno  ? 
Ño  has  visto  después  la  nube 
que  rasga  su  oscuro  velo^ 
y  aparece  el  sol  radiante, 
puro ,  luciente  y  espléndido, 
y  la  natura  sonríe 
con  jubilosos  extremos? 
Pues  igual  mi  corazón, 
disipando  sus  tormentos, 
se  reanima  y  me  devuelve 
con  tu  vista  mi  contento. 

Fo>SEc.    Hablas  con  el  corazón? 
Sí ,  no  cabe  fingimiento 
en  una  joven  tan  pura 
como  el  azul  de  ese  cielo. 
Yo  también  sufro  en  la  ausencia, 
yo  también  gimo ,  y  padezco 
cuando  los  hados  me  apartan 
de  aquella  imagen  ,  que  veo 
en  todas  partes.  Me  sigue, 
ocupa  mi  pensamiento 
constantemente:  me  guia, 
'  mitiga  mis  sufrimientos, 
alimenta  mi  esperanza 


24 

V  acrecienta  mis  deseos. 

Pero  muy  pronto ,  muy.  pronto, 

van  á  quedar  satisfechos. 
AxcELA.  Cuenta. 
FoNSEC.  Pero. . . 

Angela.  Qué  sucede  ? 

FoNSEC.    Nada  reveJarte  puedo; 

apacigua  tu  impaciencia 

y  respeta  mi  silencio;  i 

sin  embargo  y  nada  malo  ... 

arguyas  de  este  misterio. 

Tu  porvenir  es  dichoso,.  r  •-    i 

es  cuanto  decirte  debo.  .  ,  .   , « 

Ahora,  déjame  partir. .  .        .      » 

A."iGELA.  Dónde  vas ! 
FoNSEC.  Al  monasterio;    . 

el  Emperador  me  aguarda  :-,:,/ 

y  es  preciso  obedecerlo, 

que  al  (In  es  el  protector   ' 

á  quien  todo  lo  debemos. 
Angela.   Yo  no  acierto  á  comprender 

lo  que  me  está  sucediendo... ,  <. 

Pero  parte ,  no  me  opongo, 

y  quiera  benigno  el  cielo, 

que  una  sorpresa  agradable . 

revele  lo  que  no  entiendo.  .. 

FoNSEC.    Adiós ,  mi  bien. 

(lo  besa  la  mano  y  aparece  Urbieta  en  la  puerta  dal  foro.) 

Angela.  {Huyendo.)  Soy  perdida  I      '     , 

FONSEC.      (Mira  al  foro.) 

Quién  es  la  causa  ?         .  .  ^ 

ÜHBIET.     (neide  la  puerta.)       .  »  Qué  VeO  ? 

ESCENA  XI. 

URBIETA.— FONSECA.    • 

(Baja  Urbiela  nuy  despacio  al  proicéiúe.,  iniraiid^  A  F4mfeca  fijamente.) 

Urbiet.    Lo  que  aquí  pasaba  infiero, 


25 

y  por  lo  tanto  yo  exijo 

saber  á  quién  me  dirijo. 

Responded. 
FoxHEc.    (coo  oBiiDft.)  A  un  cabaUero, 
L'bbiet.    Ahora  vais  á  confesar 

la  causa  que  aquí  os  tragera. 
FoxsEc.    Lo  exigís  de  tal  manera 

que  me  obligáis  á  callar. 
Urbiet.    Eso  respondéis?  Oh  !  mengua  ! 
FoKSEC.    Sí  señor,  no  os  diré  nada. 
IxRBiET.    Yo  entonces  con  esta  espada 
-    haré  que  mováis  Fa  lengua. 
FoNSEc,    No  esperéis  que  el  pecho  oh  abw. 

ÜRBiET.    Pues  me  tenéis  que  decir 

FoifSEc.    Antes  me  veréis  morir 

que  soltar  una  palabra. 

t'RBIET.     (SAcaado  la  eipida.) 

Pronto  en  guardia ,  vive  Dm  I 
FüNSEC.    Os  suplico  que  envainéis. 
lifiBiET.    Cómo!  Reñir  np  q^iereís? 
FoNSEC.    No  puedo  reñir  con  vos. 
ÜBBiET.    Y  quién  \o  dispone?     , 
FoífSEC.  Kl  ciólo; 

luchar  con  vos  fuera.  Iiorrjble, 

y  liaré  lodo  lo  posible 

por  evitar  esta  duelo. 
Urbiet.    Pensáis  que  he  de  consentir  ? 

Mirad  lo  que  hacéis. 
Fow^EC.  Insisto. 

Urdiet.    Cobarde  ! 

FohSEC.     (Empulfando  ia  etpada.)  \o!...  ViVjU  CrÍ8l<),.. 

Pero  no  quiero  reñir. 
Urbiet.   Si  no  dais  otras  razones. 

juzgaré  por  lo  que  pasa  .   . 

r{uc  habéis  venido  á.  mi  casí^  > 

con  pérfidas  intenciones. 
FojisEC,  Qué  pensáis? 
Urbiet.  Soy  de  opinión, 

al  veros  tan  atrevido, 


•», 


26 

que  solo  os  ha  conducido 
el  plan  de  la  seducción; 
porque  la  verdad,  me  extraña , 
que  busquen  tales  señores, 
puros  y  honestos  amores 
en  una  triste  cabana. 
FoNSEC.   Y  de  dónde  presumís  ' 

mi  origen?  Quién  os  lo  «spiica? 
Urbiet.   Vuestro  porte  me  lo  indica 
y  esa  banda  que  ceñís. 
En  todo  veis  que  me  fundo; 
amores  la  habréis  fingido, 
y  os  habrá  correspondido 
porque  no  conope  el  mundo. 
Fo>'SEC.   Vuestra  errónea  presunción, 
^  pronto  vendré  á  demostrar,  (váíé.) 

Urbiet.    Como  aquí  volváis  á  entrar, 

os  arranco  el  corazón.  (Envaina.) 


ESCENA  XII. 


URBIET  A. 

Urbiet.   Y  me  ocultó  estos  amores, 
ella,  que  ha  sido  tan  franca 
en  revelármelo  todo... 
Comprendió  que  me  faltaba, 
que  jamás  consentiría... 

(Repara  en  el  bolsillo  que    esU  8ol»re  la  mesa,  vTecojé  c«n  pron- 
titud.) 

Pero,  qué  miro? 

(se  reprime.)  iJlaCnaza, 

ürbieta...  no  te  acalores... 
Mas...  el  aliento  me  falta, 
y  sospecho...  Aquí  hay  dinero; 
dinero,  y  en  abundancia. 

(Colérico.) 

Tal  vez  el  infame  quiso 
comprar  la  honradez!...  cachaza. 


27 

Urbieta^  ten  más  aploma....  ' 

(Registrando  el  bolsillo  coa  «noeíott.)  ' 

Registremos...  Oro...  plata! 
No  puedo  más;  es  pieeiac^ 
que  la  infiel  me  satisfaga. 
Por  qué,  por  qué  le  ha  tomado? 
Pronto  lo  sabremos^..  Angela! 
Aquí  se  acerca...  Dios  mió!... 
viene  temblorosa  ▼  pálida^ 

ESCENA  Xllf. 

URBIETA.— ANGELA. 

Urbiet.   Acercaos. 

Angela,   (con  tímidex.)  Qué  queréis,  padre? 

Urbiet.  (La  preguntaré  con  calma.) 

(colérico.) 

Quién  te  ha  dado  este  dinero? 

No  me  mientas! 
Angela.  Virgen  santa! 

Urbiet.   Quiero  saberlo;  lo  entiendes?  ^ 

Yo  no  tolero  lainiámia... 

Mas  tu  grande  turbación 

me  revela  lo  que  pasa; 

que  aceptas  un  agasajo 

que  te  deshonra?  Sf^  Angela. 

Busquemos  á  ese  sugeto,  ' 

devolvamos  sin  tardanza 

Qste  bolsillo! 
Angeu.  Señor> 

dejadme  hallar. 
Urbiet.   (con  naturalidad.)  Bien,  habla, 

como  yo;  sin  dterarte. 
Angela.  Me  confunde  y  sobresalta 

cuanto  me  decís:  no  acierto... 

Ignoro  lo  que  me  pasa. 

Este  bolsillo...  yo,  padre, 

no  adivino... 


'  1 


3S 

l'ABiET.  TÚ  m&engttías!> 

Ese  joven  que  ha  salido, 

sin  duda... 
Angela.  Sospecha  Tana; 

ni  un  ademan  advertí, 

ni  la  más  leVe  palabra* 

que  condujera  á  ofrecerme  ' 

semejante  cosa.  »      ' 

ÜRBIbT.      (colérico.)  Calla  í 

Aborrezco  la  mentira, 

y  sin  embargo^  tQ  sacias 

con  ella  en  asesinarme. 

Eres  cómplice,  hija  ingrajUí;     • 

le  atreves  en  tu  delirio 

á  deshonrar  estas  canas?  .-•  ' 

No  es  bastante  la  pobrezia 

que  reina  en  nuestra  morada^ 

que  también  quieres,  infiel, 

penetre  en  ella  la  infamia?- 

Mas  yo  cerniré  las  puertas     -     •    •;.  «■ 

á  esa  inclinación  bastarda,  - 

que  llega  con  paso  hipócrita  : 

¿^aumentar  nuestra  desgracia.*  ■. 

La  miseria  se  tolera        ,•.).. 

pero  la  deshonra  mata..»      ., 

y  su  fin  es  bochornoso,  w     '       - 

A>'GeLA.      (Llorando.)  ':        .< 

Por  la  Virgen  soberana] 

(oe  rodillas.) 

Os  suplico  de  rodillas  . 

deis  crédito  á  mis  palabras.!  ... 

(Aparecen  en  el  foro  el  Emperador  y  d  Ligo.) 

Urbiet.    Quién  dio  este  dineyo?  , 

EüPItU.       (ijilrando  y  echándose  la  uapuvhav.)    PÍO.  . 


/-  ■  .  ..•  ' 


I.  í 


>  i 


"     !. ■ : , 


?.      ..  » 


29 

ESCENA  XIV. 

Dichos.— EMPERADOR.— LECO. 

AnGEI^.     (Bcbáadtwe  eo  los  bnzos  d«l  BiñJMwlor.) 

Padre  mió! 
Empeb.  Pobre  Angela! 

(Sin  que  Urbieta  lo  rapare 

partid  con  mi  lego.) 

(Angela  se  retira  y  el  Emperadoc  7<>U«faiet»  k 'fluirán. dfflúli»  en  hito.) 

Urbiet.  (Calla 

V  me  observa  silencioso. 
Cuánto  aterra  su  mirada!) 

(e1  Emperador  se  aproxina  á  VfbÍQta>  y  Angela  pfiie  con  el  Lego.) 
Lego.         (a  Angela:^ 

Que  os  conduzca  al  nionasteiio 
el  Emperador  me  en^^ga. 
Angela.   Partamos  sin  dilación: 

lléveme  el  cielo  en  su  gracia. 

ESCENA  XV. 

EMPERADOR.— URBIf^TA. 

Emper.     Algo  sin  duda  os  espanta. 
De  cierto  modo  observáis... 

(Echándose  abajo  la   capodia.) 

Decid  lo  que  en  mi  uotajs. 

Urbiet.    (se  anodíUa  de  pronto.) 

Es  mi  Emperador! 
Rmper.     (oindoia  la  mano.)       Levanta. 
Urbikt.    Es  imposible:  jamás. 
Emper.    Si^  que  os  apoya  mi  mano.  \        ■ 

No  soy  vuestro  soberano, 

soy  un  monje...  y  nada  más. 

(urbieta  se  levanta  cortado,   y  e!  Ewp*f«dor  %e^a  Uf^a  al  i»rofcenio  y 
le  dii-e  con  nuigest.id:)  ;         ' 

Puesto  que  me  conocéis, 


30 

y  os  encuentro  más  tranquilo, 
escuchadme  con  ^i^lo. 

Urbiet.    Obedezco. 

Empera.  Biqpha^i^.. 

— Urbieta,  da  compasión 
al  mirar  vuestra  dureza , ; 
no  domine  la  cabeza 
ese  altivo  corazón. 
El  hombre  que  es  altoioéro, 
desconfiado,  imprudente , 
reniejajade  su  iiresente 
y  teme  lo  venidero. 
Al  destino  desleal, 
injusto  no  se  le  alcaüza 
qu»  existe  aquí  una  balanza 
para  el  bien  y  para  el  mal. 
Insensato  se  enfurece »  . 
solo  en  su  suerte  repara,- 
y  jamás  vuelve  la  cara 
para  ver  al  que  padece. 
— Sois  bizarro  militar, 
mas  colérico ,  impacienle. . . 
Es  para  mi  mas  valiente 
quien  se  sabe  dominar. . 
Su&ís...?  La  suerte  lo  quiso; 
soportadla  resignado. 
Os  habéis  imaginado 
que  es  la  tierra  un  paraíso? 
Ño  alimentéis  tal  error,      • 
y  empezad  á  conocer, 
que  á  la  sombra  del  piacer 
se  oculta  siempre  el  doldr. 
El  árbol  de  la  paciencia 
que  cobija  al  infeliz , 
tiene  amarga  la  raiz ; 
pero  endulza  la  existencia 
con  su  fruto  sazonado, 
y  este  manjar,  según  siento, 
debe  ser  el  alimento 


Í.S 


f  1 


'.; 


I    !  i 


51 

del  que  nace  desgrocíado,.^ 
Oh!  Uorais  :  no  es  ilttsioD ! 
Os  remuerde  ia  concieneia? 
—Ved  aquí  la  consecuencia 
de  una  mala  educación. 
Pero  cambiáis  de  repente , 
y  esa  lágrima  vertida 
•  os  dá  la  herencia  ofrecida 
á  todo  el  que  se  arrepiente. 
Oid;  no  os  cueste  rubor» 
que  el  hombre  no  desmerece, 
al  contrarío,  se  enaltece 
cuando  conoce  su  error. 
Y  suele  hacerlo  el  más  sabio. 
— Urbieta...  Estáis  conveneido? 

(Con  ansiedad.) 

Responded. 
Urbiet.   (con  resolución.)  Y  arrepentido. 
Emper.    Bendiga  el  cielo  tu  labio. 

(Le  estrecha  la  mano  con  entusiasmo.) 

Ahora  en  premio  de  tu  afán  , 
y  con  arreglo  á  la  ley, 
te  ha  concedido  tu  Rey 
la  banda  de  capitán. 

(sacando  una  banda  y  «n  pliego.) 

ÜRBiET.  (Jué  decís? 
Emper.  No  es  ilusión. 

Umiet.   Oh !  ventura  inesperada  I 
Emper.     Sí,  ya  la  tenéis  ganada... 

mas  con  una  condición. 

Condición  que  observaras 

siempre  animoso  y  constante. 
Urbiet.  Cuál  es^  pues? 
Emper.  Que  en  adelante 

vuestro  genio  moderéis. 
Urbiet.   Cómo  no ! 
Emfer.  Dudoso  escucho. 

Urbiet.    Así  la  duda  os  inquieta? 
Emper.     Reparad,  amigo  Urbíeta, 


f  - 


I 


ff 


que  habéis  prometido  mucho.' ' 

Que  hay  cosas ,  en  raí  opinión    <  '  ' 

muy  fáciles  de  ofrecer;      •  • 

y  luego  suelen  tener;   .  ' 

difícil  la  ejecución. 
Urbiet.   Señor,  si  me  enfurecía 

tan  inswisata  querella , 

la  originaba  la  estreUá   - 

cruel  que  me  perseguía. 

Jamás  de  mí  se  apartaba ; :    • 

pero  ya  el  alma  reposa  , 

y  cesa  la  vida  ociosa 

que  tanto  me  iinportaba; 

Ya  de  mi  existencia;  oscura 

cayó  la  funesta  venda, 

para  enseñarme  una  senda 

llena  de  paz  y  ventura. 
Emper.    No  nos  equivocaremos?  »^  .    •  = 

Urbiet.  Nunca,  señor!  '• 

Emper.    (cogiéndeieía  mano.)  Camarada...  ^^ 

Urbiet.,  Proseguid. 
Emper.  No  digo  nada. 

Urbiet.  Lo  sostendré.  .• 

Emper.  Lo  veremos. 

(caelga  la  banda  en  el  espaldar  de  la  silla  que  está  ai  lado  xle  Urhieu  y 

suelta  el  pliego.) 

(Con  indiferencia.)  :<       ■ 

Con  que  solo  á  la  constancia 

d«  vuestro  esfuerzo  y  bravura, 

se  debió , — tal  se  asegúra- 
la prisión  del  rey  de  Francia? 
Urbiet.    No  cabe  duda,  señor ; 

y  el  hecho  está  bien  probado. 

Solamente  á  este  soldado . 

le  corresponde  ese  honor^ 
Emper.    Fué  memorable  el  suc«so ; 

mas  hay — cosa  singular — 

quien  os  quiere  arrebatar 

la  gloria  de  haberle  preso. 


,'     'T 


35 

UrBIET.    (futíom.) 

Y  habrá  quien  tai  autorice? 

Dónde  está?  Voy  á  buscarle. 
Emper.    Para  qué? 
Urbiet.  (colérico.)  Para  arrancarle 

la  lengua  con  que  lo  dice. 

Quién  me  arrebata  ese  honor? 

quiero  dar  muerte  al  infiel. 
Emper.     Esperad. 
Urbiet.  Nó  doy  cuartel 

jamás  al  calumniador; 

pues  con  viles  artimañas 

el  hecho  á  su  antojo  explica , 

mis  acciones  perjudica 

y  oscurece  mis  hazañas. 

Es  villana  su  intención , 

quo  venga  el  mal  caballero, 

veréis  si  con  este  acero 

le  atravieso  el  corazón. 

\EX  Emperador  se  ríe.) 

Por  qué  os  mofáis,  voto  á  san? 
Emper.     Aun  no  lo  habéis  comprendido? 
Urnet.    Yo,  no. 
Emper.  Porque  habéis  perdido 

la  banda  de  capitán. 

(lift  Goje  el  Emperador,  y  la  pone  en  el  espaldar  de  la  otra  silla  que'  asta 
á  au  lado.  Sonrisa  del  Emperador  y  conrasion  de  Urbieta . )  ' 

Urbiet.    No  eníadarme  prometí. 
Emper.     Cosa  que  no  me  cumplisteis. 

Mirad  qué  pronto  caísteis 

en  el  lazo  qu»  os  tendí. 
Urbiet.    He  conocido  mi  error : 

fué  ingeniosa  estratagema : 

mas  decid ,  quién  tiene  flema 

si  le  tocan  al  honor? 
Emper.     Pero,  me  vais  á  decir... 
Urbiet.   El  qué,  señor? 
Emper.  Más  cachaza. 

El  furor  y  la  amenaza , 


54 

son  medios  de  persuadir? 
Cuánto  más  el  hombre  akanza , 
aunque  no  tenga  talento, 
si  reúne  á  su  argumento 
la  razón  y  la  templanza? 
Este  monje  que  miráis, 
mucho  en  la  tierra  ha  sufrido... 
Si  le  veis  enfurecido, 
pedidle  cuanto  queráis. 
Urbiet.    Tal  vez  si  un  astuto  brazo 
el  fuego  apagado  atiza, 
de  entre  la  misma  ceniza 
logre  arrancar  un  chispazo. 
Emper.   Para  que  el  premio  conceda 

es  necesario  ganarle. 
Urbiet.    Señor,  para  conquistarle, 

-   haré  todo  lo  que  pueda. 
Emper.   Esto  es ,  pues ,  lo  que  sentencio ; 
reprimid  las  tentaciones , 
Urbieta ,  que  en  ocasiones 
se  lucha  con  el  silencio. 
Yo  el  orbe  agitado  vi, 
y  en  silencio  me  animé, 
y  en  silencio  le  humillé. 
Que  el  mundo  en  su  frenesí 
.  me  lanzó  atrevido  reto; 
mas  yo  en  silencio  profundo 
puse  la  mano  en  el  mundo... 
y  el  mundo  se  estuvo  quieto. 
Urbiet.    Del  silencio  partidario 

diz  que  sois  siempre  calmoso, 
y  añaden,  que  sigiloso 
aplanasteis  al  contrario. 
Emper.     Tal  concepto  he  merecido? 
Ese  mundo  ,  que  he  dejado 
afanoso  me  ha  estudiado; 
pero  no  me  ha  comprendido. 
Urbiet.    Pues  suponen  conoceros, 
y  hay  quien  osa  sustentar 


35  ^ 

mandasteis . . .  envenenar. . . 
Emper.     a  quién?  A  quién  ! 
Urbiet.  a  Cisneros. 

Emper.       ( Furioso.) 

Y  hay  quien  villano  lo  crea  ? 
Que  venga  y  le  escucharé, 
vive  Dios ,  y  le  ahorcaré 
can  esta  misma  correa ! 

(Risa  de  Urbieta.) 

Te  ries ,  con  tal  desmán, 
y  yo  te  lo  he  tolerado? 
Urbiet.    Perdonad  ,  mas  he  ganado 
la  banda  de  capitán. 

(Ls  coge  de  la  silla    donde  está  y  Ja  pone  en  la  que  tiene  A  su  lado. 
Confusión  del  Emperador  y  aspecto  satisfactorio  dt  Urbieta.) 

Urbiet.    Conozco  vuestro  embarazo. 

Recomendad  mansedumbre... 

Señor...  aticé  la  lumbre. 

Veis  cómo  salió  el  chispazo? 
Emper.     Este  arrebato  perdona. 

Después  de  tantos  vaivenes 

ana  se  resienten  mis  sienes 

del  peso  de  la  corona. 

(Aparecen  en  la  puerta  derforo  in|^Ia  y   Ponaeca.     Urbiela   los  vé   7 
ecfaa   mano  A  la  espada.) 

ESCENA  XV. 

Dichos.— ANGELA .— FONSECA. 

Urbiet.    Cielos!...  Los  dos  morirán  ! 

Me  han  vendido ! 
Emper.     (se  interpone.)  Atrás ! 
Urbiet.  Qué  hacéis?   . 

Erper.     No  prosigáis ,  que  peixieís 

la  banda  de  capitán. 
Urbiet.    Pero  vengaré  mi  honor 

con  sangre  de  los  Bialvailos ! 
Emper.     Mas  sabed ,  que  están  casados, 


y  que  soy  su  protector. 
Ubbiet.    Seri  posible? 
Ehper.  -      Sí  lal. 

UaBtCT.     (sudla  b  .:ip>d>  V  H  polín.) 

Señor... 
Emfer.  Tranquilo  vivid. 

Urbiet.    Pues  llegad  ,  j  recibid 

mi  bendiiúo»  paternal. 

(Angcb  ;  latua  K  nUa  t  I»  pin  di  UrI 

Angela.   Ya  nuestra  dicha  as  segura, 
pues  que  así  la  coofirmaís. 

FONSEC.     (b«  J.nD».) 

Gracias  porque  al  fm  colmáis 
mi  deseada  ventura. 

(a  Empendor  «gs  i  Iltbieu  de  k  nuao.) 

Earait.      Te  escuchó  la  Providencia; 
ya  tu  estrella  ha  variado, 
que  este  fraile  ha  remediado 
tantos  anos  de  indigencia. 
Asi  le  convencerás 
de  que  aquel  que  desconfía, 
redoblando  su  agonía, 
nada  espera  y  sufre  más, 
ModiHca  tu  rawn,     . 
luz  que  alumbrando  refleja 
en  el  alma  que' se  queja 
con  santa  resignación; 
y  nadie  dude  un  momento 
que  en  este  mundo  ai  entrar. 


la  escuela  del  üufriroiento. 


umm  K6UL 


r  -.. 


ftV 


ílf  CUATRO  ACtI»  t  BN  VtiRSOf 
.      DE 


u 


■  •'^  ^^.    :.,0 


I» 


»v> 


,:.*,•  «.«^    -^  i>  >:v.-  vUEPü'íiT.'k.íí» 


PERSONAS. 


^  DOÑA  ESPERAKZA  DE  HARO.^GÜZMAN. 

-   DOÑA  INÉS.  ^OLMBDILLA 

^  DON  FÉLIX. 

EL  MARQUES  DE  LIGHE. 
BELTRAN. 
DONA  GÓMEZ. 
LIIKÓS. 


UN     ALCALDE     DE     CASA     Y 

CORTE. 
UN  PORTERO. 
ROLANDO. 
^  DOS  EMBOUDOS. 


t 


Damas. — Caballeros. — Ronda  de  jttsticia. — Soldados. 


Año  de  1661. 

La  aeeion  pasa  en  una  sala  de  la  casa  de  D.  Luis  de 
Haro ;  mtniííro  vmvefsal  de  D.  Felipe  IV. 


Este  Drama,  que  pertenece  á  la  Galería  ^ ramalea, J, 
propiedad  del  Editor 'de  los  teatros  moderno,  ««"áT"»  «Vf- 
^ñoTrestrangero,  quien  perseguirá  ante  ¡a  lej  al  q"' ""  "* 
Termisolerlimp'riina,} represante  en  alsun  teatro  delre,no 

'din  alguna  Sociedad  de  ¿a,  formadas  por  acciones,  "^'jr'p- 
eioneelf  cualquiera  otra  contribución  pecuniaria .«««""' 
f^"m  denominación,  con  arreglo  á  lo  preuen.do  en  las 

Teíles  órdenes  de  5  de  Mayo  de  lS37,  8  '?«/*'•'' ^'/^^ 
4  de  Marzo  de  1844,  relativas  d  la  propiedad  de  tas  obras 

dramáticas. 


IV  RAFAEIi  PJBRBE  VJBIWO, 


Acepta,  Rafael  mió,  esta  buena  ó  mala  comedia, 

que  va  á  tí  sin  mas  pretensión  que  la  de  consagrar  un 

jc^Ql^rdo  á.laJ>uena  amistad  qae  te  profesa  ta  apasionado 


TOMÁS  AOBAIOVXZ  Minií. 


.    I 


t 


Salón  alhajado  con  suntuosidad.''^n  el  fondo  una  puer- 
ta grande  por  la  que  se  d^an  ver  otros  salones, — A  la 
derecha  una  puerUi,  y  otra  perfectamente  disimulada: 
á  la  izquierda  otra ,  y  en  el  ángulo  de  este  costado  un 
balcón. 

ESCENA  PRIMERA. 

DO^A  GÓMEZ*  —  Criados. 

R 

I 
t  •        • 

D/  GoHEZ.  Asi  está  muy  bien ,  m: 
ahora  7a  somos  felices. 
{A  los  criados  que  están  dentro.) 
Vosotros  esos  tapices 

Íuitadlos  pronto  de  ahí. 
h !  no  sé  dirá  de  8ii 
que  <!on  prontitud  no  alterno 
ni  acudo  al  servicio  inlerno... 
Si  todo  al  paso  me  sale ; 
Taya «  es  mucho  lo  que  Tale 
un  buen  ama  de  gobierno. 

.ESCENA  II. 

BELTRAN.    DOSa   GOUEl. -^CriadoS, 

Beltbai^.     Todavía  asi  se  están? 

A  que  do|  de  buena  gana 


.•»'- 


6 

con  todos  por  la  ventana?... 

D."  Gómez.  Henos  voces,  seor  Beltran: 
no  vengáis  á  l^torpecer 
nuestra  obUgacion  precisa , 
que  estamos  aquí  de  prisa 
y  es  cerc^  de  anochecer. 

Beltran.    Qmén  ha  mondado  adornar 
'  galerías  y  salones 
con  los  vetustos  sillones... 

D.'  GoHEZ.  Que  nos  vamos  á  enzaftar. 

Beltran.     Eh?...  quién  lo  ha  mandado? 

D."  Gómez.  Yo. 

Beltran.     Pues !...  lindo!  asi  va  la  danza ; 
vos  adornáis  á  la  usanza 
del  rey  aquel  que  rabió. 

D."  Gómez.  Don  Beltran ,  eso  es  decir 
que  yo  soy... 

Beltran.  Honrada  duefia , 

repare  oue  se  despeña... 

D.*  Gómez.  Lostipordos  nos  ha^  de  oir! 
La  rhabeis  tomado  conmigo , 

Íá  fé  que  os  ha  de  pesar, 
h!  largo  de  aquU  a  rezar!' 
D/ Gómez.  He  iré  por... 
Beltran.  Iktm!... 

D/ Gómez.  Enemigo! 

ESCENA  III. 

BELTRAN.  —  CfiüdpS. 

Beltran.     Quién  le  mete  al  vejestorio 
en  tomar  disiiosiciones 
para  aderezar  salones... 

Íqué  sabe  ella  del  jolgorio?... 
ramos  á  ver,  ganapanes « 
id  á  ver  al  maestre  sala 
pa 
cu 
i 


para  que  os  vista  de  gala : 
cuidado  con  los  desmanes. 
Jened  en  beber  reparo» 
honrar ,  como  de  costumbre , 


la  espléndida  servidumbre 
dül  sefior  don  Luis  de  Haro. 
Poned  tiestos  de  jazmines 
en  las  (ñezas  laterales : 
los  fuegos  artificiales 
custodiad  en  los  jardines; 
y  que  nada  se  trabuque  * 
que  luzcan  nuestros  sefióres 
como  dignos  sucesores 
del  famoso  conde-duque. 
Lo  entendéis?  Pues  se  acabó ; 
á  ver  si  hacéis  lo  que  os  mando : 
que  vayan  iluminando^ 
que  ya  la  noche  cerró. 
[Vanstí  lo«  criados, — Entran  luces  en  laescetia,  y  van 
t/tttnftafido poco  apoco  tos  salones  interiores,) 
Qué  diablos!...  estoy  rendido... 
uf!...  qaé  trasiego,  qué  afiín... 
á  pocas  de  estas,  Beltran» 
Yas  á  dar  on  estallido. 
Yo  todo  el  trabajo  tomo... 
ya  se  ve,  como  en  conciencia  ''^  " 

soy  aquí  la  omnipotencia... 
es  decir,  el  mayordomo., 
no  puedo  menos  por  eso , 
de  andar  de  aqui  para  allí, 
y  asi  viene  sobre  mi 
del  trabajo  todo  el  pelo. 
Ello  si ,  entiendo  el  registro 
cuanto  es  posible  entender, 
y  solo  asi  es  fácil  ser 

rordomo  de  un  ministro. 
Genremos  este  balcón, 

Eorque  en  breve  llegarán.*, 
[ola !  hola !  ya  está  el  gakn 
en  la  esquina  de  plantón. 
Enamorar  con  tal  tema... 
el  cielo  nos  dé  su  amparo ! 
á  doña  Esperanza  de  Haro 
de  la  nobleza  suprema : 
'^  del  rey  parienta  cercana : 
de  hermosura  sin  igual : 


8         *  - 

't  del  mioistro  universal 

j  ji^ia ;  de  un  marques  hermana : 

viuda  de  un  conue...  qué  es  esto  ? 
(Bajando  la  voz.) 

Qué  hacéis,  hombre  temerario! 

Quién  sqís  vos?  un  perdulario... 

hidalguillo...  por  supuesto. 

Idos«  don  guardacantón... 

Nada«  no  me  oye*  idos  pues. 

ESCENA  IV, 

DOftA   BáPBBArrZA.   BELTRAU, 

Esperanza.  Bellran «  vino  dofla  Inés? 
Bbltran.     (Sin  reparar  en  ella.) 

Por  el  Cristo  del  Pepdon    . 

mirad  Júen  que  3i  insistís 

os  van  á  dar  unos  paios 

que...  jese  hombre  tiene  los  malos f  ^ 
EsFERANSA.  (Pata  llamarle  la  atención  le  arrojcrel  pa- 
ñuelo  que  de  rechazo  sale  por  el  balcón.)         I 

Qué  es  Jo  que  habláis?  no  me  ois?    I 
Bbltraii.     Ah  I  vos  aquí...  perdonad, 

porúue  como  estaba  ahora... 

ese  hombre,  ese  hombre,  señora  !.... 

Es  mucha  temeridad  ( 
Esperanza,  Qué  hombre  es  ese  que  os  asombra?  I 
Bbltran.     Su  atrevimiento  me  pasma ;  r 

ese  hidalguillo  fantasma 

Iue  os  sigue  como  una  sombr^. 
h!...  ya!...  según  eso,  vos 
su  condición  conocéis  ? 
Bbltran.     Señora !  tal  no  penséis : 
.  conocer?  líbreme  Dios! 
Lo  dije,  por  esa  tema... 
me  parece  un  pobre  hidalgo... 
pero  yo  no. entro  ni  salgo 
en  nada...  este  es  mi  sistema. 
Esperanza.  Eso  mismo  será,  sí; 

tal  vez  algún  desgraciado 


•"<V 


que  por  wejorar  de  eslado 
los  viealds  bebe  por  mí. 

Bbltran.     Yaya !  y  con  fá.tan  ardienle    ,* 
los  bebe«  y  con  tanto  afán  . 
que  mas  parece  g^lan 
que  contrito  pretendiente. 

Esperanza.  Os  mando  que  averigüéis 
las  cuitas  dei  buen  hidalgo 
por  si  podemos  en  algo 
aliviarle...  me  entendéis? 

Beltran.     Me  ocuparé  desde  abora... 

Ía  sabéis  cuánto  me  aftcta... 
e  una  manera  indirecta... 

Beltran.     Por  supuesto «  si  sefiora. 

Esperanza.  Becogedme  aquel  pañuelo. 

Beltran.     Plegué  á  Dios  que  ya  le  baUe... 

Esperanza.  En  el  balcón...  en  el  suelo... 

Beltran.     Si«  en  el  suelo  de  la  calle; 

Esperanza.  Cómo!...  por  fuera  cayó? 

Beltran.     Cabal...  (Asomado  al  balcón,) 

Nada...  no  se  ve; 
calle!...  ya  se  largó.... 

Esperanza.  Qué? 

Beltran.     Que  el  DErancebo  se  afufó. 

Esperanza.  En  buen  hora ;  id  y  mirad .     . 
3Í  ya  mi  padre  ha  llegado^ 
y  si  no «  estad  al  cuidado 
y  en  cuanto  llegue «  avisad. 

Beltran.    En  obedeceros  fiel 

tan  Siolo  Beltran  se  emplea. 

ESCENA  V. 

DOÑA    esperanza. 


Quiero  que  mi  padre  vea 
.    que  boy  visto  galas  por  él , 
\  y  que  le  ofrezco  en  tributo 
,  no  mas  que  por  ser  su  dia 
¡   mi  ya  olvidada  alegría 
V  despojándome,  del  luto. 
\pel  luto...  ay  triste  de  mil 


10         ^_ 

que  uo  afto  entero  he  guardado  * 
recuerdo  bien  desdictodo 

esposo  quepifrdí... 
No  dispertemos  ahora 

Íensamientos  de  afliecion; 
astante  mí  corazón 
por  ellos  lloró  y  aun  llora. 
Y  cuando  hoy  todos  aquí 
se  alegraran...  no  está  bien... 
que  yo  vaya... 


ESCENA  VI. 

.    '         DOf^JL    ESPERANZA.    DOIf  FÉLIX. 

Félix.  (Aqui  está.) 

Esperanza.  Quién? 

Félix.         Señora...  yo. 
Esperanza.  Vos! 

Félix.  To«  si. 

Esperanza.  (A  qué  habrá  entrado  este  hombre..^ 

Oh !  no  lo  alcanzo  por  Diosr) 

Buscáis  á  mi  padre? 
Félix.  A  vos. 

Esperanza.  A  mi»  decis!... 
Félix.  No  os  asombre... 

Esperanza.  He  admira  que  mis  criados 

os  hayan  dejado  entrar. 
Félix.         No  lo  debéis  estrañar» 

porque  estap  muy  ocupados. 

Ademas,  existe  en  mí... 

ya  veis  si  soy  venturoso , 

un  talismán  poderoso 

Eara  llegar  hasta  aaui. 
>ebeis  saber ,  cabaliero , 
que  no  hay  talismanes  hoy 
para  entrar  donde  yo  estoy  , 

sin  anunciarse  primero.  / 

FfiLix.  Señora^  tenéis  razón , 

vuestra  justa  queja  admito; 
mas... -perdonadme  el  delito 
en  gracia  de  la  intención. 


Hallé  este  lienzo ,  seAora ; 
en  él  vuestras  armas  vi « 
y  al  poBio  lo  recogí 

Sara  entregároslo  ahora* 
[e  baceis  on  p^an  beneficio ; 
Ípues  que  reis  que  lo  tomo» 
aré  que...  mi  mayordomo 

os  premie  este  buen  servido* 
Fblix.         Vuestro  mavordomo«  oíf 
Esperanza.  Pues,  eso  dije... 
Fblix.  Por  Bios... 

no  os  comprendo. 
EsPBRAifZA.  Ni  yo  á  tos; 

os  agravio? 
Félix.  lIucbo«  sí. 

Esperanza.  Perdone  vuestra  nobleza 

que  en  este  lance  impensado 

os  baya  calificado... 

y  con  tanta  lijereza » 

caballero,  y  de  los  buenos, 

quedóos  muv  agradecida... 

Ved...  por  allí  es  la  salida... 
Félix.  Ahora  os  comprendo  menos. 
Esperanza.  Que  no  me  entendéis?...  á  fé 

que  en  lo  dicbo.  ó  soy  muy  ruda , 

o  no  admite  mucha  duda 

mí  intención... 
Félix.  Me  esplícaré. 

Esperanza.  Sed  breve  en  lo  de  esplicair, 

que  el  tiempo  se  va  pasando 

Félix.         Ya  os  to  estuviera  esplicando 

si  me  dejarais  hablar. 
Esperanza.  Os  escucho. 
Félix.  Empiezo  pues. 

Vos  >  señora ,  no  ignoráis 

que  por  do  quiera  que  vais 

os  sigo  desde  hace  un  mes. 

Ei  velo  y  vuestros  enojos 

ese  rostro  me  esquivaron; 

pero...  s^iora»  lo  hallaron 

en  todas  partes  mis  ojos. 

Cuando  á  Espafia  me  volví 


11 


12 

ilusiones  nul  soñé... 

y  todas  las  realicé 

en  el  momento  en  que  os  vi. 

Pues  tanta  fascinación 

obró  en  mi  vuestra  hermosura... 

EspER ATIZA.  Ah !...  suprimid  la  pintura 
de  vuestra  ardiente  pasión ; 
porque  no  aeabarcis  hoy 
de  esplicar  lo  que  queréis... 
y  es  fuerza  que  no  olvidéis 
dónde  eslais»  y  quién  yo  soy. 

Félix.         Pues  por  eso  asi  tan  claro 
procuraba  haceros  ver... 
mas...  no  logro  comprender 
á  doña  Esperanza  de  Haro. 
Hay  tanta  contraditseion 
en  cuanto  decís  ahora « 
que  habéis  logrado «  seftorav 
llenarme  de  confusión.        ': 

EspERAKZA.  Pues.ne  os  he  estado  diciendo 
que  por  allí  es  la  salida  ? 
qué  confusión?...  por  mi  vida...- 

Félix.         Pues  eso  es  lo  que  no  entiendo. 

Esperanza.  Os  burláis? 

Félix.  No«  vos  de  mi.    ' 

Esperanza.  Yo  ! 

Félix.  Qué  es  lo  que  debo  pensar 

de  quien  asi  me  hace  entrar 

Íme  hace  salir  asi  ? 
o  haceros  entrar  ? 

Félix.  Pues  no? 

Esperanza.  Sospecho  que  os  falta  ahora 
el  juicio. 

Félix.  En  eso ,  señora , 

estaba  pensando  yo. 
Pues  tan  raro  es  lo  que  toco 
que...  ó  TOS  en  lo  que  decís 
no  espresais  lo  que  sentís « 
ó  yo  debo  de  estar  loco. 
Voy  á  argñiros  sin  malicia ; 
prestadme  vuestra  atención » 
y  en  esia  grave  cuestión 


despnés^haeed  vos  j»8ti€ia. 

Esperanza.  (Donoso  y  original 

es  el  IraDce  en  que  me  veo.) 

Félix.         Un  mes  bará>  á  lo  qiio  creo, 
que  á  una  dama  princíjpal 
en  San  Gerónimo  halle, 
de  rostro  tan  espresivo 
que  Terla  y  qaeaar  cautivo 
obra  de  un  instante  fué. 
No  estrañeis,  señora  mía,  * 
que  asi  perdiera  la  calma 
el  que  grabada  en  el  alma 
aquella  imagen  tenia ; 
pues  aunque  basta  entonces  yo 
no  había  visto  aquel  portento , 
mil  veces  mi  pensamiento 
su  existencia  adivinó. 
A  mis  amantes  instancias 
el  mundo  se  opone  ahora... 
mas  ya  sabéis  vos »  señora , 
que  para  amor  no  hay  distancias, 
por  eso  yo  la,  seguí 
adonde  quiera  que  fué , 
y  porma»  que  supliqué 
nunca  un  favor  conseguí. 
Pero  hoy...  aqui  en  reclamar 
insisto  vuestra  atención « 
delante  de  su  balcón 
estaba  ^  cual  suelo  estar  * 
solicitando  un  suspiro , 
una  sonrisa  ó  mirada 
para  un  alma  enamorada... 
cuando  he  aquí  que  la  miro 
escasamente  salir... 
su  pañuelo  me  arrojó,  ' 

el  cual  á  mis  pies  cayó... 
Esto  qué  quiere  decir? 
Esperanza.  Yo  os  lo  esplicaré  en  verdad «    • 
pues  no  es  justo  que  ignoréis 
ni  que  á  favor  achaquéis 
lo  que:  fué  OísuaMdad. 
Os  diré  que  es  mucha  dama 


13 


14 

la  que  tos  UáDUiis  portento 
para  haber  dado  alímeiito 
á  Yoestra  amorosa  llaaia« 
Que  en  vos  jamas  ha  pensado» 
ni  en  vos  pensará  jamas : 
que  habéis  sido  por  demás 
en  merecer  confiado. 
Que  le  parecris  muy  ducho 
y  muy  audaz  en  amor: 

tero  que  ahora,  señor « 
abéis  presumido  mucho. 
Que  os  aconseja  olvidarla, 
y  03  perdona  lo  que  habláis , 
con  tal  de  ^ue  no  volváis  < 

otra  vez  á  importunarla. 

Félix.         Eso  es. lo  que  no  podré 

cumpliros,  soy  porfiado... 
puedo  haberme  equivocado » 
pero  no  desistiré. 

Esperanza.  Tanto  peor  para  vos. 

Félix.         Qué  queréis,  yo  soy  asi. 

Esperanza.  Os  vuelvo  á  decir  que  aquí 
no  podéis... 

Félix.  Quedad  con  Dios. 

Doña  Esperanziá  de  Haro , 
pronto  á  verme  volvereis. 

Esperanza.  Pues  mirad  cómo  lo  hacéis, 

que  os  puede  costar  muy  caro. 

Félix.         Ño  sera  con  tanto  estremo; 

que  esto  os  dij^a  no  os  asombre, 
pues  yo,  señora,  soy  hombre 
que  os  amo<««  pero  no  os  temo. 

Esperanza.  Reparad  que  os  esponeis: 

3ue  si  aqui  os.  vuelvo  á  encontrar 
e  cierto  os  ha  de  pesar. 
Félix.         Señora,  me  encontrareis : 
á  prueba  pondré  mi  brío. 
Esperanza.  De  mucho  habéis  menester 

ya  que  me  osáis  proponer         \ 
tan  singular  desafio. 
Félix.         No  hay  enemigo  pequeño : 
tal  vez  no  oísteis  decir.  •• 


Esperanza.  Por  Dh>s  qife  me  bareils  reir; 
porque  vuestro  necio  empeño 
mas  que  ofenderme  me  alegra. 
Félix.         Con  que  queréis  guerra  á  muerte?  ' 

Esperanza.  Sea  el  campo  del  mas  fuerle. 
Félix.         (Saludándola.)  Pues  bueno;  bandera  negra. 
(Se  dirige  á  la  puerta  del  fondo  y  al  salir  entra  doña 
Inés ;  tropieza  y  don  Félix  le  da  la  mam.) 

:    ESCENA   VIL 

DOÍIa  llfÉS.   DOf^A  ESPERANZA.  DON  FÉLIX. 

Inés.     *      Ab ! 

Esperanza.        Qué  es  eso? 

Inés.  Tropecé... 

Félix.         (A  Esperania,)  Pero  yo.;. 

Inés.  [A  Félix.)  Gracias  os  doy. 

Félix.         Ay  señora  !  todos  hoy 

a<pri  entramos  con  mal  pie. 
iNis^.  También  tropezasteis  vos? 

Félix»         También»  señora «  ay  de  mi! 

mas  yo  tropecé...  y  caí... 

Que  el  cielo  os  guarde  á  las  dos. 

ESCENA  YIII. 

I 

1 

DOÑA  ESPIERANZA.   DOÑA  INÉS. 

«  •         .  ■'  .  ' 

Inés.  Esperanza»  quién  es  este 

cumplidisimo  galán? 
Esperanza.  Inés  mía »  no  lo  sé. 
Inés.  Cómo,  si  en  tu  casa  está? 

Esperanza.  Pues  con  todo»  Inés»  ignoro  { 

su  nombre  y  su  calidad. 
Inés.  Hola !  secretos  conmigo?  i 

Tú  vas  olvidando  ya 

el  amor  que  en  otro  tiempo 

te  merecí...        *      « 
Esperanza.  No  en  verdad : 

mas...  qué  quieres  que  te  diga   : 


16 

sino  te  sé  contestar? 

Sospecho  que  es  un  hidalgo; 

con  un  pretesto  no  mas 

ha  osado  entrar  hasta  aqui« 

y...  ya  lo  ha»  visto ,  se  ra. 
Tnbs.  Que  con  un  pretesVo  ha  osado... 

aventura  singular ! 

Mira 4  Esperanza,  con  eso 

doblas  ini  curiosidad... 
Esperanza.  Inés!...  presumes  que  yo... 
Inrs.  Ay!  no  lo  pienses  jamas^ 

(jue  sé  yo,  Esperanza  mia^ 

¿e  lo  que  tú  eres  capaz. 

Mas  del  disgusto  en  tu  rostro 

estoy  viendo  la  señal , 

y  en  eso  que  me  has  contado 

hallo  tanta  oscuridad... 

Sue  sospecho  que  me  ocultas 
tguna  otra  cosa  mas. 
EspEnANZA.  Inés«  eres  muy  curiosa. 
lisEs.  Con  que  acerté,  no  es  verdad? 

Esperanza.  Puede  ser;  pero  es  tan  poco, 

que  ahora  á  saberlo  vas*; 

costábame  repugnancia 

en  esta  materia  hablar, 

pero  una  vez  que  te  empeñas 

mi  amor  (e  complacerá. 

Ya  te  he  dicho  que  ignoraba 

el  nombre  y  la  calidad 

de  ese  hombre,  y  no  te  he  mentido; 

solo  sé  qué  es  muy  audaz, 

y  en  empresas  amorosas 

entendido  por  déme». 

Confieso  que  hay  en  él  prendas 

que  no  son  de  hombre  vulgar, 

y  calculo  por  su  porte  ^ 

firmeza  y  serenidad , 

que  es  algún  aventurero 

que  on  Flandes^  é  en  Portugal 

ha  seguido  eon  fortuna 

la  carrera  militar. 

El  se  ha  prendado  de  mi  • 


y,  según  me  lia  dicho «  bará 
un  mes  que  sigue  mis  pasos 
adonde  quiera  que  van.      ^ 
Y  es  cierio ;  porque  recuerdo 
que  ya  delante  ó  detras « 
en  paseo  y  en  la  iglesia 
lo  he  vii^to «  aunque  á  la  verdad 
no  ha  conseguido  de  mí 
el  menor  favor  jamas. 
Pero  hoy  un  pañuelo  mío « 
por  una  casualidad « 
cayó  á  la  calle :  ya  estaba 
de  centinela  el  galán » 
y  creyendo  que  el  pafiuelo 
era  felice  seüal 
de  sus  locas  pretensiones, 
ha  osado  hasta  aquí  llegar 
y  hablarme  de  una  manera 
de  que  solo  él  es  capaz. 
Tal  le  he  contestado  yo, 
Inés ,  que  es  muy  de  esperar 
*       -        que  el  sagrado  de  esta  casa 
otra  vez  no  pisará. 
Has  quedado  satisfecha? 
nada  mas  hay  que  contar. 
Ikes.       .    Por  cierto,  doña  Esperanza» 
que  es  un  amor  muy  tenaz 
el  que  ese  hombre  te  profesa* 
Sabe  quién  eres? 
EspERAPiZA.  Cabal. 

Inés.  Y  no  lo  has  visto  en  pahicío, 

ni  entre  la  corle?... 
EspenAKZA..  .    Jamas. 

Inés.  y  sabe  q^e  tú  lo  puedes 

confundir,  anonadar 
si  te  enojas  y  haces  uso 
de  tu  poder  sin  ig«ial? 
Esperanza.  Tanto,  que  hasta  á  ese  poder 
ha  osado  desafiar, 
y  aqui  volver  me  ha  ofrecido 
muy  en  breve... 
Inés.  Quién  será? 


17 


18 
Esperanza.  Qué  nes  importa? 
¡¡«es.  Oh!  pues  yo... 

solo  por  curiosidad... 

y  para  estar  preTonída 

lo  habia  de  averiguar. 
Espbrauza.  Calla « Inés!  eso  no  es  digno 

de  una  dama  principal... 

Eh!...  olvidemos  este  lance 

y  no  hablemos  de  ello  mas : 

si  es  loco «  de  esa  manía  • 

muy  pronto  se  curará , 

y  no  es  justo  que  le  dennos 

aqoi  una  importancia  tal 

que  llegue  nuestra  atencicm 

toda  la  noche  á  ocupar. 

T  bien,  Inés,  no  me  dices 

cuándo  tus  bodas  serán  ? 

Yo  sé  que  el  marques,  mi  hermano, 

ha  ido  á  solicitar 

esta  mañana  á  tu  casa 

la  aprobación  paternal. 
Inés.  Y  no  lo  has  visto  despues-t.  -  - 

Esperanza.  No  ha  vuelto  á  casa. 
Inés.  Pues  ya 

está  hecho  el  pacto;  mí  padre 

aceptó  sin  vacilar, 

y  de  hoy  en  un  año,  dicen 

que  aquí  se  celebrarán. 
Esperanza.  Con  que  seremos  liermanasf... 

Oh !...  cuánta  felicidad! 

Asi  .los  antiguos  lazos 

de  cariño  fraternal 

entre  nuestras  dos  familias 

se  Tolverán  á  estrechar. 
Inés.  Oh !  plegué  á  Dios! 

Esperanza.  'Qué  !*..  lo  dudas? 

Inés.  No  lo  sé ;  pero  un  fatal 

y  vago  presentimiento 

me  persigue  sin  cesar. 

Mi  padre  pretende  mucho : 

su  ambición  conoces  ya ; 

tu  hermano  también  aspira 


19 

á  la  privanza  real ,        ■         ' 
7  temo  con  fundamento 

3ue  al  faltar  la  autoridad 
e  don  Luis  tu  anciano  padre , 

se  desate  el  huracán 

de  la  ambiciott  que  en  sos  pechos  • 

rugiendo  hace  tiempo  estáé 
Esperanza.  No  mires  tan  lejos  nunca « 

deja  ese  tiempo  llegar : 

aun  vive  don  Luis  de  Haro « 

y  antes  de  morir  sabrá 

dejar  entre  la  noblesa 

restablecida  la  paz. 

Vuestra  unión  es  un  gran  paso } 

y  aunque  eso  fuera  v^dad» 

para  el  conde  de  Castrillo 

y  tu  futuro  >  será 

un  muro  donde  se  estrellen 

sus  planes  y  enemistad* 

Mira...  aqui  viene  mi  hermano... 

él  mismo  te  afirmará.  •• 
\siai  Nada  le  digas... 

EsPERAif ZA.  Me  place. . . 

(Al  marques ,  que  $e  detiene  en  el  diníel  de  la  puerta.) 

Querido  marques #  llegad... 

ESCENA  IX. 

tK>ftA  BSPBRAtfZA.  DOÜA  INÉS.  EL  MARQUES^ 

Marques.     Sefioras... 

Esperanza  .  Cómo  es  que  tanto 

os  hacéis  hoy  desear? 

Ignorabais  que  {ePíSinoa 

á  doña  Inés  por  acá  ? 

si  no«  no  tenéis  4iscálpa 

en  hacernos  espepr*'» 
Marques.     Tenéis  razón ;  torpe  be  sido 

y  descortés  por  dem^s. 

Pero  yo  be  de  mer^c^r 

de  vuestra. mucha  bondad 

que  me  acordeos  el  perdw«    . 


20 

PIspBRAiszA.  Si  empezáis  por  adular       i 

Dueslro  oi'^ollo...  fácil  es;       5  ' 
que  lo  atcáni^eis...  no  €8  vérditd? 

ItsES.  E«  8Í$í>e|iK)  del  marques... 

Marques.     íio». bella  Inés,  me  ultrajáis: 
he  estado  eo  el  Buen-Rctiro 
y  en  la  cámara  real 
ocupado  con  roí  padre 
de  asuntos  de  gravedad. 
E8to.e8  lo  que  me  hra  impedido  • 
á  vuestrolado  ^olar... 
á  vuestro  lado,  porgue  es 
el  favor  qn&  tengo  en  mas. 

Esperanza.  Ami  hemos  de  darle  gracias. 

Inés.  Bravaroenteos  disculpáis. 

Marques.     Mi  padre  en  este  momento     - 
en  casa  acaba  de  entrar,    • 
y  libre  de  los  negocios 
por  hoy  ha  qtiedado  ^á«        .  " 
•Antes  qoe^  ¿I  feslin  im  ^mé 
de  esta  grata-  hbertad ,       ' .  ^  ^ 
queréis  venir,  doTia  Inés,  - 
adonde  mi  padre  está  ? 
disculpadle  por  sus  afios ,      . 
pero  os  quiere  sahjdar. . . 

Inés.  Podéis  dudarlo?...  ya  os  sigo. 

Esperanza.  Oh !...  Sí  ,  si...  Vamos  allá ! 

Marques.     (Bajo.)  Hermana,  espérame  aquiJ 

ESCENA    X. 

ESPERANZA • 

Me  dice  que  aqoi  me  espere... 
algo  consultarme  quiere 
y  necesitado  mi... 
Quién  sabo  sfi  hoy  en  palacio.,. 
y  su  tardamuien  llegar... 
esto  me  hace  sospechar... 
Recelos,  vamos  despacio. 
Estamos  seguros  hoy, 
y  si  osQ  eleKiarse  algiano 


.\ 


21 

derribaré  al  importiHio»'       '    ■ 
ó  no  ii«  de  ser  yo  quien  soy. 

ESCENA   XI. 

I  I 

Dof^A  ESPERANZA.  BBLTBAif.  {Rioaiándoget) 

Beltran.     Señora? 
Espera  ^z a  .  Sois  vos ,  Beltran  ? 

Ueltran.     B1  mismo;  eslais  sola? 
Esperanza.  Pueéi     ' 

Beltran.     Por  nada...  Ya  sé  quién  es 

el  consabido  galán» 
Esperanza.  De  quién  me  habláis?... 
Beltran.  Qué  i...  la  bisloria 

del  hidalgo  se  os  fué  ya  ? 

Lindo!...  señora >  boy. está 

soberbia  vuestra  memoria* 
Esperanza.  Ahí...  si»  ya  recuerdo.. •  y  bien?;.. 

He  es  de  tan  corto  valer 

la  historia  del  rondador 

que  ya  olvidé...  quién  es?... 
Beltran.  Quién? 

Un  valentón  de  Toledo 

y  tan  jugador  de  espada 

que  da  cada  cuelüllada, 

señora ,  que  canta  el  credo. 

Un  mes  hará  que  ha  vebidd 

de  Italia  el  mozo  gentil . 

y  cuentan  que  mas  de  tíiil : 

son  los  duelos  que  ha  tenido. 

Félix  dicen  que  se  nombra , 

y  n^e  aseguran  también 

que  ouattdó  no  halla  con  quién 

se  acuchilla  con  su  sombra : 

galanteador  como  él  solo , 

ai rado ,  de  ^iiki  inquieía « 

algo  músico  y  poeta , 

mucho  Adonis «  mucho  Apolo. 

Tan  franco  como  valiente , 

pero  á  la  vez  tan  perdido 

que  nadie  le  ha  coáocido»    " 


y 


22 

ni  an  amifO'»  ni  un  pariente. 
Esto  e&»  sefiíera^  por  junto 
lo  que  supe  por  ahi  : 
ello  dirá;  en  euanto  á  mi> 
la  verdad  quede  en  su  punto. 
Esperanza.  PiéUso  que  no  os  engafió 

el  que  os  dio  tales  informes: 
Beltran«  estamos  conformes ; 
lo  mismo  he  pensado  yó. 
Solo  08  tengo  que  encargar... 
y  ved  como  lo  hais  de  hacer , 
si  otra  vez  osa  volver 

Íue  no  lo  dejéis  entrar, 
^ues  qué.«.  a  tanto  se  atrevió? 
aciso  ha  estado  ya  aqui? 
Ebpbranza.  Esta  noche  ha  estado «  si, 

y  volver  me  prometió. 
Beltran.     Pues  los  sordos  nos  oirán... 
Esperanza.'  Lo  despedís  en  el  acto.;. 
Beltran.     Me  be  quíedado  estupefacto ! . . . 

.       ESCENA    Xn. 

POftA  B8PBRA1IÍA.  EL  MARQOBS.'  BBLTRAN. 

Marques.     Déjanos  solos ,  Bekran^    ( Vasc'  BeltraUi,) 
Esperanza.  Qué  sbcede,  hermano  mió  ? 

bazme.de  dadas  ^alír. 

Qué  es  lo  que  quiere  decir 

ese  rostro  tan  sombrío? 

Disgustado  estás  ? 
Marqucs.  Si »  hermana « 

no  puedo  óooltar  mí  enfado; 

mía  contrarios  han  llevado 

lo  mejor  esta  macana. 
Esperanza.  Quiéaes^? 
Marqurs.  .    Castrillo,  y  Olmedo... 

Oh!...  al  que  tengo  odio  mortal 

es  al  digno  cardennl 

arzobispo  de  Totedo. 

Con  el  rey  en  conferencia 

casi  ha  estado  todo  el  dia « 


4r    «^l^rw^tf     ^  «M 


y  dio  moetlrat  46  alegría 
cuando  salió  de  la  auaieocia» 
Al  festín  se  le  inTÍtó 
por  mi  en  varias  ocasiones; 
y  con  frivolas  razones 
^  su  eminencia  se  escusó. 
'  La  clase  de  su  destino 
me  dijo  que  le  impedia... 
mas  que  á  la  fiesta  vendría 
y^vi  su  lugar  su  sobrino. 
/  De  asuntos  de  Estado  hablé « 

con  ansia  de  averiguar 
^  su  manera  de  pensar, 
i  y  sin  contestar  se  fué. 

Solo  al  partir  murmuró 
'.  cruzando  las  regias  salas,.. 
\  «Icaro  tendió  sus  alas 
\  Mr  en  medio  del  mar  cayó.  > 
'  j    10  llegaré  á  gobernar « 
[^  también  vos  gobernareis, 
y  y  de  los  dos,  p  veréis 
rquién  sabe  mejor  volar. 
Espbrauza.  1  eso  te  da  sentimiento? 

No  olvides  que  su  eminencia 
suele  ejercer  su  influencia 
DO  mas  que  por  un  momento. 
Vé  desterrando  ese  afán, 
DO  temas  á  tu  adversario... 
porque  es  grande  partidario 
de  nuestro  infante  don  Juan. 
Del  bastardo,  cual  le  llama 
la  reina  nuestra  seüora : 
puedes  pensar  desde  ahora 
en  acrecentar  tu  fama. 

Y  aunque  llegue  á  suceder 

que  avance  aun  mas  desde  hoy , 
la  reina...  segura  estoy... 

Maiioves.     Si?... 

KsPBBANZA.  Le  hará  retroceder. 

Y  en  cuanto  á  <}ue  asista  ó  no , 
eso  ni  nos  da  ni  quita : 

nos  enviará  un  jesuíta 


23 


í    *• 


v^'  ^-^  *— •  *  ^ 


24 

que  escuche  aqui«  y  se  acabó. 
MARQrEs.     Y  podré  contar  contigo 

suceda  lo  que  suceda  ? 
Esperanza.  Hermano^  haré  lo  que  pueda, 

pongo  al  cíelo  por  testigo. 
Marques.     Con  Cuánto  placer  te  escucho  f 

Con  la  reina...  ya  se  ve, 

solo  con  que  quieras,  sé 

que  puedes  conseguir  mucho. 
Esperanza.  Éso  después  lo  verás ; 

yo  espero  que  bien  te  cuadre  ; 

mas  viviendo  nuestro  padre 

no  daré  un  paso  jamas. 
Marques.     Hermana...  de  mí  intención 

conoces  bien  el  objeto , 

y  que  á  mi  padre  rpgpeto  ^ 

Í  adoro  de  corazón, 
ero  me  inspiran  cuidados... 
Esperanza.  Con  el  tiempo  cesarán... 
(Oyese  rumor  l^ano ;  poco  después  cruzan  por  el  fondo 
damas  y  caballeros,) 

Ya  me  parece  que  van  ^    . 

llegando  los  convidados,     .       - 
Marques.     Les  haremos  el  honor 

de  la  recepción. 
Esperanza.  Si,  sí; 

y  á  los  dos,  á  tí  y  á  mi   . 
nos  toca...     (Crece  el  ruido  estén iorj) 
Mas...  qué  rumor... 
Marques.     Oh  !...  sí...  comprender  no  puedo... 
[Aparece  don  Félix  en  la  puerta  del  fondo  y  se  adelanla 

pausadamente,) 
Esperanza.  Ah !  ' 

Marques.  Qué!... 

Esperanza.  (Osadía  sin  igual!...) 

ESCENA  XUf. 

DOÑA  esperanza.    EL  MARQUES.    DON  PEI.IX.    DAMAS  y  CABA« 

jiLEROs  en  los  salones  del  fonda, 
Félix.         En  nombre  del  cardenal 


Marques. 
Fblix. 


Marques. 
Félix. 


Marques. 
Félix. 


Marques. 


arzobispo  4e  Toledo, 

mi  ilustre  lio  y  señor» 

vengo  ¿  haceros  el  euniplido... 

Oh!...  seáis  muy  bien  venido    • 

para  hacernos  tanto  honor. 

A  la  verdad «  no  creí 

al  venir  á  esta  posada 

que  hubiera  desde  la  entrada 

obstáculos  para  mí. 

No  os  comprendo... 

Perdonad 

que  os  haga  mención  del  caso... 

vuestros  lacayos  el  paso 

me  han  negaao... 

Eso  es  verdad  ? 

Pero  conociendo  yo 

qae  eslébais  ves  inocente 

de  aquel  injusto  accidente... 

la  daga  el  paso  me  abrió... 

Oh !...  y  obrando  de  ese  modo 

obrasteis  bien ,  caballero : 

por  qué  lo  hiciesen  no  iutiero; 

mas  yo  haré  que  se  os  dé  en  todo 

cumplida  satisfacción. 
EspRRAifZA.  De  eso  yo  me  encargaré; 
Félix.         (Bajo,)  Lo  mandasteis  vos? 
Esperanza.  Si  á  te... 

Félix.         Pues  ya  veis... 
Esperanza.  Aun  no  hay  razón... 

Marques.     Ya  que  nos  venís  á  honrar 

y  de  mi  no  tenéis  queja « 

podéis  elegir  pareja, 

que  el  festín  va  á  principiar. 

Al  punto*  marques  amigo « 

y  en  fé  de  nuestra  alianza... 

tendrá  á  bien  doña  Esperanza 

romper  el  baile  conmigo? 
Esperanza.  Con  vos...  decís... 
Marques.  Bien  pensado ! 

Esperanza.  No  pecáis  de  negligente... 

representáis  dignamente 

al  arzobispo  privado. 


2S 


Félix. 


26 
Fblix.         No  me  hágate  litonjear... 

(Btyo.) 
(Bandera  oegra,  eli?  condesa?) 
Esperanza.  De  lo  dícLo  uo  me  pesa. 
Marques.     Con  que... 
Esperanza.  A  baibr. 

Félix.         (Preseniáftdole  la  motta.)  A  bailar. 


FIN  DEL  ACTO  PRIMERO. 


$t^mho* 


La  miaña  ieewraeUm. 


ESCENA   PRIMERA. 

QVIEÓ0.  CABALLBBOt.  GCZMAiv^  entrando. 

GuzMAR.      QuirÓ0«  eómo  está  el  ministro? 

QoiEOf .       Gozman » lo  mismo ;  ha  on  momento 
que  de  so  alcoba  ha  Uegadk» 
con  el  amineio  un  portero. 
De  cinco  en  cinco  minutos 
los  oue  aqni  estamos  tenemos 
por  Doca  de  los  doctores 
noticias  del  noble  enfermo. 
Desesperan? 

Si ,  Guzman ; 
en  tomo  están  de  so  leebo 
apurando  los  recursos 
de  la  ciencia  j  del  ingenio 
para  Tol?erle  á  la  vida« 
y  según  lo  que  voy  f  iendo 
está  cada  ?ez  peor. 

GuzMAR .      Y  dofta  Esperanza  7 

Qi^iaos.  Dentro « 

al  lado  del  moribundo 
de  dolor  transida. 


GVZMAII. 

Qvmos* 


28 


Ql'IROS. 


GUZMAN. 


UtIROS. 

GrzMAN. 


Quinos. 


Giizma:<. 

QUIROS. 


GuZMAPf. 

Quinos. 


GrzMArt. 
Quinos. 

GUZNAN. 


Creo 
qne  no  mostrará  á  estas  horas 
tan  acervo  senliiniento 
el  astuto  cardenal 
arzobispo  de  Toledo. 
Seguramente ;  para  él 
será  un  obstáculo  menos 
si  muere  el  primer  ministro... 
Quirés  jT  amigo,  os  eofnprondoj 
pero  eso  aun  está  pói'  ver': 
se  dice  con  fundamento 
que  el  rey  don  FeTfpe  cuarto 
en  gracia  al  cariño  estreino 
que  profesa  á  don  Luis , 
caso  4e  faUeciaiienlQ    >  ,  \ 
le  dará  por  sucesor 
al  marques  su  primogénito. 

Esmj^vef,-,. ;     /  •/  '\\^\\\ 

Es  verdad ; 
pero  es  muy  amigo  nuestro , 
y  emprendedor  tomo^ísólb  ' 
y  muy  tenaz,  muy  enérgico... 
Os  juro,  Guzman,  que^sont^ 
fatales  estos:  momentos.::    .. 
eso  de  estar  indecisos  :  -    > 
sin  sahap  á  qiué  atenernos^..  -     • 
Le  liaré -la  corte  al  marques... 
Pues  mirad .  qué  al^de  Toli^to 
si  se  le  va  de  las  manos 
el  tan  suspirado  empleo , 
no  será  por  falta  de  oro  i  :■ 
de.  travesura  y  talento. 
Oiga!  Qué  tanto  maquina...: 
So  vale  do  cuantos  mccNíos 
os  podéis  imaginar 
para  cumplir  sus  deseos. 
Qué  os  parece?  hasta  el  amor 
su  tributario  lo  ha  hecho... 
Al  amor,  un  arzobis[)o! 
Pues  allí  veréis... 

Bueno  es  eso. 
Y...  á  quién... 


r 


QüIROS. 
GUZMAN. 

Quinos. 


GUZMAN. 


QuiROS. 


GoZMAIf. 

QVIROS. 

GUZHAN. 


QVIROS. 

GCZNAN. 
QuiROS. 

GoZMAIf. 


A  doña  Esperanza. 
De  broma  estáis  ? 

No  por  cierto : 
es  su  sobrino  don  Félix , 
ese  galán  tan  apuesto , 
el  qifc  por  m<indaclo  suyo... 
Ah  !  sí ,  sí «  ya  comprendo^ 
Pues  no  está  tan  mal  hllack». 
Don  Félix  es  un  nianec4)o 
atrevido' como  pocos, 
y  no  escMÍo  «le  talento: 
ella  es  joven ;  al  amor 
aun  no  habrá  cerrado  el  pecho  ¡ 
y  si  llega  á.  dar  oídos 
al  apasionado  acento 
del  galán ,  es  muy  probaMe 
que  su  influjo  venga  al  suelo 
y  cuente  asi  el  arzobispo 
con  un  enemigo  menos. 
Oh  !.,^  no  me  parece  mal. 
Sí,  Guzman ,  pero  ^  el  cuento 
que  don  Félix  de  Mendoza 
por  demás  ha  estado  necio ; 
se  ha  enamorado  de  veras . 
y  al  notar  ella  so  empefio^ 
y  noticiosa  sin  duda 
del  plan  de  sus  galanteos, 
con  desdienes  y  desvíos 
faa  pagado  sus  obsequios. 
Pues  mal  conoce  á  don  Félix. 
Algún  escándalo  temo... 
Tal  vez...  si  supierais  vos 
cuánto  es  don  Félix  travieso!... 
yo  sé  que  él  no  faa  de  ceder 
y  que  intentará... 

Silencio».. 
.Yedle  allí  por  dónde  asoma. 
Sí...'qfié  nos  traerá  de  nuevo ?.,. 
No  viene  á  ver  á  su 'dama  • 
en  buena  ocasión. <.• 

•   Logreo. 


29 


30 


Gdzman. 
Félix. 


GcZMAIf. 


QUIRO». 

Félix. 


ESCENA    II. 

DON    FÉLIX,    GUZNAN.    QUinÓS.    CABALLEROS. 

Félix.         El  cielo  os  guarde «  señores. 
Esos  rostros  macilentos 
me  ÍBClifiiái  á  creer  que  ya 
el  minÍ9tl*o.¿. 

Aun  no  sabemos... 
Oh  !  Pues  nadie  lo  diría « 
señores  míos,  al  veros 
tan  tristes  y  compungidos... 
Qué  queréis?  por  mi«  os  GliDÍieso 
que  me  hallo  tan  afectado 
con  este  acontecimiento... 

Pues,  y  yo?... 

Si,  se  os  conoce... 

la  causa  no  es  para  menos ; 

á  mi  me  trae  sin  cuidado... 

Terdad  es«  que  eso  va  en  genios... 
QciROS.     ,  Callad «  Mendoza «  por  Cristo « 

y  respetad... 
Félix.  Yo  respeto 

la  ley  precisa  que  EKos 

á  todo  mortal  ha  impuesto. 

Todos.por  ese  camino 

tenemos  que  ir  con  el  tiempo, 

Ír  no  hay  que  liacerse  de  nuevas ; 
loy  le  toca  á  él  emprenderlo; 
no  hay  cosa  mas  natural « 
a  mi  mañana «  y  laus  deo. 
GezMAiv.      Des^preoeupado  venís. 
Félix.         Guzmao ,  como  siempre  vengo ; 
yo  ignoro  aun  quiénes  son 
mas  dignos  de  sentimiento , 
.  si  los  que  van  ó  se  quedan ; 
y  en  tanto  que  este  misterio, 
no  se  me  aelare«  señores^ 
he  de  pensar  como  pienso. 
GczNAN.      Mas.  cuando  un  lance  imprevista 
como  el  presente*. • 


Fbmx. 

Gdzman. 

Q01RO8. 
Félix. 


GCZMAIV. 

Qumos. 
Fblix. 

GllZMAIf. 

Félix. 

QVIBOS. 


Félix. 


Gvzuán. 


No  entiendo : 
ifnpreTttlo  le  llamáis  t 
Sí  tal ;  pudiera  no  serlo  7 
dicen  que  una  pulmonía... 
Qué!  no,  un  ataque  apoplético. 
Qué  importa  la  enfermedad , 
si  el  resultado  es  idéntico? 
Ello  será  lo  que  quiera « 
pero  YO  para  mi  ten^o 
que  el  sefior  don  Luis  se  muere... 
De  qué... 

Decidnos... 

De  ?.iejo. 
Oh!  qué  buen  bamor  traéis... 
Si  supierais  vos  qué  bueno!... 
Sí?...  sed  franco  con  nosotros; 
paréceme  que  ese  gesto 
anuncia  que  el  corazón 
no  tenéis  muy  satisfecho... 
Qué  hay  de  palacio «  don  Félix? 
el  cardenal... 

Nada«  ni  esto; 
no  sé  nada,  ni  me  cuido 
de  negocios  palaciegos. 
Preguntad  á  los  que  buscan 
protección  y  Talimiento» 
que  yo  ni  la  necesito , 
ni  me  la  dan ,  ni  la  quiero. 
Desde  Lierma  acá ,  son  cuatro 
ó  cinco  los  ministerios 
que  en  pos  uno  de  otro  se  han 
sucedido,  y  todos  ellos 
en  .punto  á  hacemos  felices 
me  han  parecido  gemelos. 
De  tanta  calamidad 
no  miro  cerca  el  remedio, 
como  harán  los  que  Tengan 
o  que  los  otros  hicieron , 
seAores,  me  da  lo  mismo 

Íoe  eli|an  á  Juan  ó  á  Pedro. 
!st<r  es  todo  lo  qiie  sé...    [Sé  pasea.) 
(Bajo  i  Quirói.)  Qué  reservado ! 


31 


i 


32 

QuiRos.  Qué  neoiot 

(Ábrese  lentamente  la  puerta  de  la  isqnierda  y  sale  un 

portero.) 
GuzHAN.       SefioreSi  qne  ábfeti  la  pqerU. 
QciRos.        Qiití  nuevas  traerá  el  correo. 
Portero.     Et  ae&or  don  Luis  de  Haro , 

ministro  de  España,  ha  maerto. 
(Vago  rumor  entre  eos  caballeros. )f 
Félix.         (Descubriéndose.)  Téngalo  Diosen  su  gloría. 
Qdiros.        Qué  lástima! 
GuzMAN.  Cuánto  duelo 

va  á  ocasionar  está  mtierte 

en  España... 
QuiRos.  Con  efecto... 

Qué  gran  político! 

GUZMAN.  Si. 

Qué  escelente  cabaliero  i 


ESCENA  m. 

DON  FÉLIX.  ÓLHCDILLA.  GCZMArf.  QUÍRÓS.  CABALLEROS. 

(Entra  Olmedilla  preeipiíadamente :  todos  le  rodean 
menos  don  Félix  que  esté  sentado  en  un  sUlon.) 

i 

Olmedilla.  Señores...  grandes  noticias! 
QuiRos.       Yenis  de  palacio? 
Olmedilla.  Vengo. 

Gdzman.       Sacadnos  de  esta  ansiedad. 
QuiRus.       Sepaúios  lo  que  hay  de  nuero. 
Olmedilla.  Oid.  El  rey...  que  Dios  guarde « 

<    (Todes  se  descubren.) 

acaba  en  este  iDomento... 

mis  propios  ojos  lo  han  visto «    ' 

de  elevar  al  miBÍsterio 

al  muy  digno  cardenal 

arzobispo  de  Toledo. 
Todos.         Al  cardenal ! 
QiiRos.       (A  Feli<p.)  .    Vuestro  4io  I 

Señor  don  Félix... 
Félix.  Qué  es  eso?  • 

QuiRos.  -■     Que  le  acaban  de  nombrar  * 
.  ministro... 


Feliz. 

QoiBOft. 
GuZMAIf. 


QCIROS. 

Olmeoilla. 


QUIROS. 

Olmedilla. 

Todos. 

QUIBOS. 


Feux. 

QuiROS. 


33 
Hoy  buen  proyecho... 
Me  lo  daba  el  corazón. 
Oh!...  y  á  mí  también;  confieso 
que  ha  dado  el  rey  una  prueba  < 
de  tacto»  de  buen  acierto. 
No  es  posible  mejorar 
la  elección^  porque  el  gobierno... 
Señores,  toda  la  corte 
allá  en  palacio  ba  dispuesto 
pasar  á  felicitarle 
á  su  posada... 

Bien  hecho. 
Me  parece  que  nosotros 
no  debemos  de  ser  amenos... 
Vamos.  . 

Si»  vamos  allá... 
En  nombre  de  todos  estos    (A  don  Félix.) 
amigos  os  felicito 
por  tan  plausible  suceso. 
Gracias «  se  lo  haré  presente... 
Con  el  alma  os  io  agradezco. 
Vamos  á  ver  si  logramos 
penetrar  de  los  primeros. 
(Vanse  atropelladamettte,) 

ESCENA  IV. 


DON  PBLIX. 

Pues !...  cada  cual  á  su  asunto. 
Miserables  cortesanos ! 
Oh !...  qué  pronto  los  villanos 
han  47lvidado  al  difunto  \^ 
Cómo  se. van  á  lo  cierto! 
hora  al  cardenal  ansian 
y  ha  poco  se  deshacían 
echando  flores  al  muerto. 
Mas  yo  no  sé  cómo  estrafio 
de  esa  gentecilla  el  porte 
cuando  he  llevado  en  la  corte 
tanto  y  tanto  desengaño. 
•  Hacen  bien  en  adular ; 

3 


34 


Bbltran. 
D.*  GouEz. 


eomo  estí  adimtíd¿  el  medio 
no  tieneu  otro  reinedíó 
]o8  pobres  para  medrar*  •.  ' 
Dejadlos  obrar  asi 
con  su  miseria  y  su  dolo,.. 
7  ya  que  me  encuentro  solo 
pensemos  ahora  en  mí.    (Pausa.) 
Nada  en  verdad  se  me  alcanza ! 
Cómo  en  tan  triste  ocasión 
podré  hablar  de  mi  pasión 
á  mi  afligida  Esperanza? 
Cuando  acaba  de  perder 
á  su  padre»  cuando  ufanos 
sus  émulos  de  las  manoa 
le  arrebatan  el  poder... 
cuando  desdeña  el  amor 
que  ha  hecho  brotar  en  mi... 
creerá  que  he  venido  aqui 

fara  insultar  su  dolor, 
ero...  qué  le  hemos  de  hacer? 
ya  que  he  venido  me  quedo... 
ante  esta  muger  no  puedo 
ni  debo  retroceder. 
Nos  juramos  guerra  á  muerta « 
bandera  negra...  pues  bien; 
lo  quiso...  .veremos  quién 
logra  aqui  ser  el  mas  fuerte. 
Oh  I...  y  no  ha  de  quedar  por  mi 
en  punto  á  tenacidad ; 
per  toda  una  eternidad 
la  estaré  esperando  aqui. 
Ya  no  es  fácil  á  mi  ver 
que  su  alastro  se  me  pierda, 
ni  que  por  bajo  de  cuerda 
me  mande  otra  vez  prender. 
Por  San  Francisco  de  Saksl.». 
no  hay  que  temer  ni  dudar « .    . 
que  ahora  para  lidiar 
tenemos,  armas  iguales. 
Mi  sfiOora. la  condesa...  '  i 
Voto  ¿  los  diablos.. .  >  {Deníro.) 
No  jureu    .  I 


35 

MDcníro.) 


Beltran.     Tenga  bien  y  no  mormure. 

D.*  GoMBZ.  Válgame  Dios«  lo  ^ae  pesa ! 

Beltran.     £h!...  n«  servís  para  nada.. 

D.*  Gómez.  Es  que  la  échala  sobre  mi.... 

Félix.         Qué  voces.».  Es  cierto!...  sí... 

(Mirando  á  la  izquierda»}  .    -.. 

La  condesa  desmayada!  •  .. . 

(Por  la  puerta  de  la  itqvieréíi  salen  Beltrmñ  y  doña  Go- 
mez  iosteniendo  i  doña  Esperanza.  Don  Félix  se  apo- 
dera de  ella  y  Ja  fienta  ¡en  úH  sillón.) 


r ! 


ESCENA  V. 


doAa  esperanza  don  reiix.  bbltban.  míIa  gomez. 


Beltran. 

Félix. 

Beltran. 

Félix. 

Beltran. 

¥bux. 


Beltran. 


Félix. 


Beltran. 
Félix. 


Aquí ,  tal  vei  cDn  el  aire... 
Qué  sucede.*    >  . 

T  quién  sois  vos  ? 
Qué  os  importa. 

Vive  Dios ! 

Sie  me  ha  gustado  el  <donaire..; 
h !  qué  carga  tan  preciosa!... 
hora  en  vano  tu  rigor  ' 

podrá  impedirme... 

Seftor... 
sefior...  oídme  una  cosa : 
no  podéis  estar  aqui» 
ya  sabéis... 

Si...  6i«  ya.inCero... 
pero  ella  es  aqiii  primero, 
no  os  cuidéis  ahora  de  nú.    . 

[A  doña  Gomez.) 
Pronto. . .  algún  agva  de  olor . 
un  espíritu  traed ;  >. 
TOS  i  Retiran  >  inarcliAd  y  haced 
que  ai  punto  Tenga  un  doctor. 
Si  no  es  mas  que  una  congqia... 
..Pues  eso;.  9pds)d  diligente... 
tai  Tez  un  nuevo  accidente 
de  pronto  büsobrecojli... 

{A  la  dueña.) 
Y  TOS,  québwei%?íL    . 


i 


36 
D.*  Gómez.'  Aydémi? 

Fblix.         No  08  he  pedido... 
D.'  GouBZ.*  Ya  foy.^ 

'  (Cuidado  que  todos  hoy...) 
(Va se  por  la  derecha,) 
BcLTüif.     Pero  es  que... 
FsLix.  Aun  estáis  ahí  t 

temed  que  en  un  arrebato 
de  cólera... 
Bbltran.  No«yasé... 

calmaos,  voy,  voy,  os  traeré 
todo  el  protomedicato... 
(Santo  Dios  qué  bataola!... 
lo  mejor  será  largarme, 
porque  es  capaz  de  ensartarme 
sí  se  le  pone  en  la  chola.) 
(Yase  por  el  fondo,) 

ESCEÑA  VI. 

DOllA  ESPERinZA.  DON  FÉLIX.  DespueS  0OflA  GÓMEZ. 

Fblix.         T  heme  aqui...  Dios  la  bendiga ! 
por  este  lance  impensado 
pacíficamente  al  lado 
de  mi  cruel  enemiga. 
Ayer  tu  pecho  ofendido 
prenderme  quiso ,  mi  bien; 
mas  hoy...  pese  á  tu  desden 
mis  brazos  te  han  sostenido. 
Percances  del  mundo  son 
harto  gratos  para  mi... 
mas..^  si  he  de  triunfar  asi... 


•     f  t 


renunciare  a  mi  pasión. 
D.*  GoNBZ.  (Sale.)  Volvió  mi  señora  ya? 
Félix.         No:  traéis?... 
D.*  Gómez.       *  Este  pomo 

que  he  encontrado  no  sé  cómo. 

es  éter... 
Félix.  Bien,  dadme  acá. 

D.'  Gómez.  Madre  de  los  afligidos.' 

devuélvele  la  salud... 


Félix.         T  un  poco  de  gralitud 
al  volverla  los  sentidos. 

1)/  Gómez.  Va  ya  respirando... 

Félix.  Nada* 

D/  Gómez.  Mas  si  agravándose  fuere... 

Félix.         Pues  digo «  si  se  nos  muere 
la  broma  será  pesada. 

D.*  Gómez.  Válgame. el  Crucificado! 

Félix.         Válgaos  el  diablo ! . . .  callad  I . 

D.*  Gómez.  Jesiis!... 

£SPERA!<ZA.  Ay ! 

Félix.  Hola!...  en  verdad 

que  de  esta  ya  hemos  triunfado ! 

D.' Gómez.  Señora!... 

Félix.  .  Calláis? 

D.*  Gómez.  Es  que... 

Félix.         Gritarle  de  esa  manera !... 
Vamos  á  ver ;  idos  fuera , 
si  hacéis  falta  os  Uamaré. 

D.*  GoMEZ.  Pero«  reparad,  sefior... 

Félix.         Ya  calimos  del  apuro... 

c^n  vuestros  gritos «  seguro 
la  vais  á  poner  peor. 
Si  su  vida  opreciais  hoy 
idos ;  resultas  fatales 
suelen  tener  estos  males... 
Fuera « fuera!... 

D.^  Gómez.  Ta  me  voy* 

(Qué  he  de  hacer f...  si  este  sefior 
lo  manda  de  una  manera...) 

ESCENA  VIL 

DOJiA   ESPBBANZA.   POK  FEUX. 

FfiLix.         Quién  sabe  si  á  mi  me  espera 
salir  de  un  modo  peor. 
(doña  Esperanza  mueve  un  brazo.) 
Soberbio  efecto  la  hace 
el  éter...  ya  va  volviendo... 
la  erísis  se  va  poniendo 
á  punto  de  desenlace. 


37 


38 

Lo  gracioik»,  á  no  é¥ti^, 

será  que^l  volver  en  «« 

se  asuste  de  verme  aqoi... 

y  se  vuelva  á  desmayar. 

Será  un  golpe  soberano. . . 
Esperanza.  {Con  vos  apagada.) 

Santo  Dios«  y  qué  ajgviria ! 
Félix.         (No  le  va  en  zaga  la  mía.)    {Bajo.) 

Y..Jquétal?«..         •  •> 
Esperanza.  (Sin  mirarle.)  Eres  tú/hermaBo? 
Félix.         (Su  hermano...  diré  que  si.) 
Esperanza.  Marqués...  €uánto  he  padecido; 

hoy  todo  lo  hemos  perdido 

con  nuestro  padre ,  ay  de  mí ! 
(Vuelve  á  caer  en  el  mayor  abatimiento.) 
Félix.         No  me  be  enconlrado  jamas 

en  lancé  4aH  apurado. 

Vuelta  al  éter...  este  esfodo 

es  violento  por  demás. 

Si  yo  de  sfi  afanpudierai 

con  mi  existencia  librarla. i. 

qué  diablos  1.^.  voy  á  animarla  * 

y  venga  lo  que  Pios  quiera. 

Señora.  //  volved  ea  vos « 

ved  que  estáis  muy  abatida^.. 

que  es  preciosa  vuestra  vida ; 

respetadla  mas  por  Dios  i    - 
Esperanza.  Cómo*.,  ese  acento  que  oí... 
•     ,  (Reoonéciéndoíe,) 

Erais  vosK..  Dios  poderoso  !...< 

sois  bien  poco  generoso 

cuando  me  ófenSeis  asi. 

El  verme  tan  desolada , 

elifóbe4r  qué  en  eáte  día 

se  hundió  la  esperanza  mía... 

para  tos ,  todo  fué  nada? 

Por  ventura  babeis^pensadd 

atropeltendo  por  todo , 

que  yo  de  cualquiera  m^do 

os  he  de  ver  mal  mi  grado  ? 

Pues  la  errasteis «  caMlero; 

que  en  mi  desgracia  escesiva.  • 


«> 


3d 


me  eriooBtrareis  mas  altiva 
y  á  mi  corazón  mas  fiero. 
Félix.         Cuando  há  poco  os  prodigaba 
remedios  para  vivir « 
cuanto  acabáis  de  decir 
imaginándolo  estaba. 
Pero  bien  lo  sabe  el  cielo 
que  si  entré «  señora  mia> 
Alé  solo  por  si  podia 
brindaros  algún  consuelo. 
Respeto  vuestro  dolor , 
y  sé  por  vuestros  rigores   * 
que  para  hablaros  de  amores 
no  es  hoy  la  ocasión  mejor. 
Tal  vez ,  nunca  lo  será , 
lo  habéis  jurado ,  Esperanza » 
mas  todo  el  tiempo)  lo  alcanza... 
el  tiempo  decidirá. 
Y  mirad  si  cumplo  fiel; 
los  que. aquí  estaban »  oyeron 
la  nueva  fatal...  y  huyeron 
de  vuestra  casa  en  tropel. 
Qué  í|e  han  hecho  tanto  y  tanto 
adulador  importuno  7 
Ta  v^s..«  ha  quedado  alguno 
para  enjugar  vuestro  llanto? 
Con  esto  vos  no  contabais : 
hoy  todo  08  abandonó... 
y  solo  aquí  se  quedó 
el  que  menos  esperabais* 
En  lance  tan  trabajoso 
tomé  lo  peor...  ahora 
considerad  bien«  señora « 
si  fui  poco  generoso. 
Esperanza.  A  creer  lo  que  decís 

se  os  levantara  un  altar ; 
pero  vos  sabéis  hablar 
de  lo  que  nunca  sentís. 
Pese  á  la  desdicha  mia 
roe  habéis  con  eso  enterado 
del  por  qué  os  habéis  quedado 
para  hacerme  compañía. 


M 

Nada  enciieiitro  en  mestro  abono : 

si  os  quedasteis  diligente , 

fué  para  bacenne  presente 

lo  triste  de  mi  abandono? 

Para  decirme  que  huyeron 

con  proceder  bien  villano 

los  que  un  tiempo  de  mí  roano 

fayores-  mil  recibieron  ? 

Es  este  todo  el  servido 

que  prestarme  pretendéis? 

No  hay  duda>  señor,  que  hacéis 

por  mi  un  grande  sacrificio. 

bejadme  ya ,  vive  el  cielo ! 

de  otra  aventura  id  en  pos, 

que  aqui  no  admiten  de  vos 

ni  compasión  ni  consuelo.  ^ 

Félix.         No  estrafio  vuestros  rigores > 
siempre  cruel  habéis  sido... 
pero  hoy  de  punto  han  subido 
con  vuestros  crudos  dolores. 
Os  dejo...  y  seguro  estoy, 
doña  Esperanza,  al  partir, 
que  08  habéis  de  arrepentir 
de  las  palabras  de  hoy.  - 
Porque...  el  cielo  es  buen  testrgo ! 
que  vos  en  este  momento , 
ni  comprendéis  lo  que  siento, 
ni  oir  queréis  lo  que  os  digo. 
De  tanto  desconfiar 
el  tiempo  os  irá  mostrando... 

Esperanza.  Oh!...  me  estáis  martirizando! 
dejadmf^  á  solas  llorar! 
Cómo  queréis  que  no  dude 
^el  que  mintiendo  pasión 
por  agena  inspiración 
á  empresas  de  amor  acude? 

Félix.         Os  engañaron ,  señora ; 

los  que  eso  de  mi  os  dijeron , 
como  villnnos  mintieron ; 
juzgadios  vos  misma  ahora 
por  lo  que  vais  á  saber... 

EspERAMz.^.  Esplicaos ! . . . 


Félix.  El  cardenal 

es  minislro  universal, 
y  ya  no  os  puede  temer. 

Esperanza.  Al  ministerio  subió! 

Félix.         Señora,  no  lo  dudéis ; 

y  á  pesar  de  eso...  ya  veis 
que  yo  no  he  cambiado,  no. 

Esperanza.  Cuántos  duelos  este  día 

sin  trueques  me  ha  prodigado ! 
Bien  mi  espíritu  agitado 
tan  duro,  golpe  temía  f 

Félix.         Me  alejo  en  fin ,  porque  veo 
que  apesarándoos  estoy 
con  las  noticias  que  os  doy : 
nunca  fué  tal  mi  deseo  !  •  « 
Plegué  á  Dios ,  que  sin  enojos , 
lleguéis  mi  acento  á  escuchar    • 
cuando  ose  otra  vez  llegar, 
señora «  ante  vuestros  ojos! 

ESCENA    VIII. 

DOf^A  ESPShANZA.  DOJ)A  IRÉS.  DON  FÉLIX. 

Inés.  Esperanza!...  f 

Esperanza.  Ven...  '^ 

Félix.  Llegáis  | 

en  tiempo  muy  oportuno ;      | 
tal  vez  vos  lo  que  ninguno      * 
ha  logrado ,  consigáis. 
Denle  consuelos  ahora 
vuestra  amistad  y  ternura , 
y  ved  que  tanta  ventura 
no  es  para  todos ,  señora. 

ESCENA  IX. 

DOÑA   ESPERANZA*   DOÑA  INÉS. 

Inés.  Con  que  es  cierto ! 

Esperanza.  Sí  ,  Inés  mia , 

ciertas  mis  desdichas  son  : 


41 


43 

ya  DO  es  fácil  bailar  penas 
que  no  haya  sentido  yo. 
Mo  te  separes  de  mi » 
que  solo  tu  mucho  amor 
podrá  mitigar  el  duelo 
de  mi  herido  corazón. 
Inés.  Da  libre  curso  á  tus  lagrimas ; 

no  temas «  contigo  estoy, 
y...  ojalá  que  con  mi  vida 
pudiera  volverte  yo 
aquella  paz  venturosa 
de  que  gozamos  las  dos 
un  tiempo...  que  para  siempre 
ay !..»  que  para  siempre  huyó. 
Esperanza.  Si^í  ^para  siempre,  Inés, 

dices  bien,  tienes  razón... 

nada  mas  que  los  recuerdos 

de  la  dicba  nos  d«Jó. 

Hora  tal  vez  nos  separe  , 

la  política  feroz; 

hora  tal  vez  se  realicen 

tus  presentimientos... 
Inés.  .   Ohi;..  : 

deja  que  el  tiempo  nos  muestre 

si  s^  realizan  ó  no ; 

bacantes  penas  te  dan 

laáf realidades  de  hoy , 

f»B  que  nuevas  quimeras 

mlltipliquen  tu  aflicción. 

Qcté  es  de  tu  hermano? 
Esperanza.  LoigiK»^: 

dáme  3»  ausencia  pavor» 

pi|es  sus  pesares,  inés; 
doble  importancia  son. 
[^ste  funesto  día 
perdido  lo  que  yo , 

y  á  mas  se  han  desvanecido 

los  sueños  de  su  ambición. 

Conozco  bien  su  carácter, 

y  temo  que  sü  furor 

adada  nuevos  dolores 

á  nuestra  desobcion. 


IfiES.  T  DO  sabes  dóade  túé  f 

EsPEQANZA.  De  casa  dicen  salió. 

sia  permitir  á  sus  page^ 

que  le  acompañaran... 
Ikbs.  Oh!... 

pues  es  tena  que  en  su  kuNur 

salgan.*. 
EspEEAifZA.  Será  lo  mcjer.^. 

encárgaselo  á  Beltran.., 
Inés.  Voy... 

(Aparece  el  margues  en  el  fondo  de  los  satones  inierio' 
res  muy  pensativo »  y  se  adelanta  con  lentitud.) 

ESCENA  X.     .  ,  \ 

DOftA  ESPBRAKZA.    EOflA  IMÉS.  EL  HABÍ 

Inés.  Él  es ! 

Esperanza.  .    Gracias  á  Dios  I 

Qué  horrible  peso  roe  quita 

de  encima  del  corazoát 
Inés.  Cuan  pronto  el  dolor  acervo 

su  dura  biiekla  estampó 

sobre  esa  frente  inclinada         f. 

en  honda  nseditacion  { 

Ven«  Esperanza »  eu  ei  lecho    - 

tal  vez  estaras  neíor: 

hablar  con  tu  hermano  ahora 

es  redoblar  tu  aflicción.*. 

acaso  en  la  soledad 

su  angustia  será  menor, 

y  tú  has  menester  de  mucho 

consuelo... 
EsPEnAifZA.  Tienes  razmi: 

dame  tu  apoyo...  á  tu  lado 

soy  mas  feliz. 
Inés.  Bueno. 

EspEHAüZA.  AyDíos! 

(Vanse  por  la  derecha,) 


44 


/ 


i 
/ 


/ 

r 


ESCENA  XI. 


EL     MAnQUES.  * 

Hoy«  todos  huyen  de  mí  t 
do  quiera  mis  pasos  llevo 
encuentro  un  ultrage  nuevo 

Sues  ya  no  soy  el  que  fui. 
[es  si  todo  lo  perdí « 
si  todo  en  mi  dafio  fué « 
yo  resarcirme  sabré: 
yo  haré  á  mis  odios  tronar... 
Oh !...  yo  me  sabré  vengar 
fk  la  empresa  moriré, 
que  esa  turba  villana    - 
ba  obrado  conmigo  así . 
no  espere  jamas  de  mi 
una  venganza  liviana. 
El  sol  que  alumbre  mañana 
por  do  quiera  divididos 
y  en  mísero  polvo  hundidos 
sus  despojos  ha  de  ver« 
pues  raí  venganza  ba  de  ser 
asombro  de  los  nacidos. 
Dirán  que  en  esla  ocasión  . 
llevado  por  las  pasiones 
ecbé  sobre  mis  blasones 
ignominioso  borrón. 
Que  solo  por  la  ambición 
hubo  un  noble  tan  osado 
que  del  gefe  del  Estado 

voló  el  alcázar  real 

Qué  importa  ser  oriminal 
\\  hombre  que  Jian  humillado? 
Vo  es  ya  la  privanza «  no : 
no  ocasiona  mis  porfías 
la' ilusión  que  tantos  días 
en  mi  mente  sé  nutrió. 
Es  que  el  monarca  burló 
de  mi  padre  la  esperanza  : 
es  que  rompió  la  alianza 


▼  MI 


45 
re  una  tuoilMi  indeflftiga.... 
y  Sñ  de  quien  es  la  ofensa « 
*taM^  wr  ia  venganza. 
No  hay  remedio «  esto  ha  de  ser : 
sofra  la  ley  de  nn  vasallo , 
que  en  el  trance  en  que  nie  hallo 
no  es  Circil  retroceder.  ^ 

,^  Quiero  i  mis  oómplioes  ver>    ' 
•*  que  el  alma  mía  sedienta 
anhela  oír  la  tormenta... 
Si,  si...  que  en  otra  ocasión 
acása  mt  corazón 
ó  racile,  ó  se  arrepienta. 
(Mira  i  todoi  tadoi.) 
No  hay  nadie. 
,  {Toeh  uu  regiiíro  á  la  derecha  y  se  abre  una  puerta.) 

Rolando!...  á  mí. 

ESCENA    XII. 

EL  HAEQUES.  SOLANDO.   DOS  EMBOZADOS.  DeipueS 

DOn  PELIX. 

Marques.    Está  todo  preparado  ? 
KoLANDO.     Sefior«  como  habéis  mandado. 
Masques.    {Dándole  un  bohillo,) 
La  suma  míe  te  ofrecí. 
Ta  sabéis  10  que  hais  de  hacer; 
dejais  la  mecha  encendida 
'y  en  salvo  poned  la  ñdv. 
RoLAiiDo.     I  cuándo? 
Marques.  Al  amanecer. 

(Lei  hace  eeña  il  marques  para  que  se  retiren. —  Sale 

don  Feliz  por  el  fondo  y  Jos  ve  sin  que  lo  noten.) 
Félix.         (Esos  hombres  por  ahí...) 
Marques.     Vamos  á  ver  á  mi  hermana* 

(Vase  por  la  derecha.) 


4S 


«SCENA  XIII. 


DONFEtíX.       .        • 

Según  SQ  traza  villana... 
[Buscanda  en  la  pared  el  reeorie  de  la  puerta.) 
V  Ah !  con  el  resorte  dL 
Si  ajf^ina  trama  inferna]..;  '■ 
á  mi  tÍ9,,.  corro  al  lance  f 
yo  salvaré  á  todo  trance    . 
la  vida  del  cardenal. 
(Yase  por  la  puerta  secreía.) 


\  * 


FIN  DEL  ÁGTO  OTGüPíDO.' 


*■  •       T 


.        ■ 


.  *  r   ;■':.. 


-IJL»^ 


(^cfo  Utuv0. 


La  misma  deooracion. 


ESCENA     PRIMERA. 


EL  MARQUES  T€cosiado  i  la  izquierda  en  un  sitial,  doñi 
iKÉs  sale  por  la  derecha,  notx  gouei  profundamente  dor- 
mida en  un  rincón. 


IfVBS. 

Marques. 


Inbs. 


Marqurs. 


Ah!  no  os  habéis  acostado? 
Toda  la  noche  he  pasado 
sobre  éste  sillón ,  Inés. 
Pero...  y  vos?... 

No  os  dé  cuidado 
por  mí  descanso ,  marques. 
Gracias,  sean  dadas  á  Dios , 
lo  que  es  basta  este  jnomento 
no  na  desmayado  mi  aliento , 
ni  he  menester  como  vos 
de  reposo^  apartamíeato. 
Pero  si  os  tratáis  asi 
y  al  dolor  no  ponéis  tasa , 
mejor  estaréis  sin  mi ;    . 
marques,  me  vuelco  á mi  casa* 
pues  de.  nada  os  sinro  aqni. 
leneis  razón,  mal  me. trato 
en  esta  liK^ha  afanosa. ; 


48 


Ifies. 

Marques. 


IlSES. 

Marques. 

Inés. 

Marques. 

Inés. 

Marques. 


Inés. 


roas  no  me  acuséis  de  ingrato « 
no  I...  y  sed  con  un  insensato 
como  siempre  generosa. 
Vuestro  cariñoso  celo 
escita  mi  admiración... 
mas,  de  qué  sirve...  ay  cielo! 
si  está  ya  mi  corazón 
cerrado  para  el  consuelo? 
Esto  os  escucho  ?       .     . 

Sí.  sí; 
el  reposo  huyó  de  mi; 
TOS  ignoráis  el  interno 
dolor  que  se  nutre  aqui... 
Y  eterno  ha  de  ser  f 

Eterno. 
Pero ,  qué  es  lo  que  pensáis? 
Naídá,  Inés;  no  os^ molestéis « 
estoy  sereno...  ya  veis... 
Sí,  si;  pero  me  asustáis, 
y  no  «s  justo... 

Qué  queréis? 
esa  es  la  desgracia  mia , 
esa  es  mi  pena  mayor , 
licuar  de  luto  y  pavor 
á  los  que  paz  y  alegría 
me  brindan  en  derredor. 
En  vez  del  pesar  que  os  doy, 
quisiera  mis  duelos  hoy 
olvidar  con  el  placer, 
pero  en  el  trance  en  que  estoy... 
no  puede,  no  puede  ser. 
Marques!...  estáis  delirando, 
y  os  afligís  por  demás ; 
en  vez  de  irlo  atenuando 
vuestro  afán  vais  redoblando  ? 
qué !  no  ha  de  acabar  jamas? 
Dejad ,  dejad  un  camino 
que  os  lleva  á  la  perdición! 
iW  qué  os  sirve  la  razón? 
Para.ir  echando'sín  tino 
veneno  len  el  corazón  ? 
Meditadlo; híen »  maripics » 


Marques. 


IWES' 


Marques. 

Inés. 
Marques. 


bES. 

Marques. 

I?IE8. 

Esperanza. 
Maaoues. 

IrvES. 

Marques. 


Íved  qae  ya  es  demasiado 
o  que  os  habéis  violentado.,. 
Es  qae  no  sabéis «  Inés, 
cuánto  yo  soy  desgraciado. 
No  comprendéis  nu  agonía...    . 
En  breve  amanecerá... 
T  acaso  la  luz  del  dia , 
aun  mas  que  la  noche  bumbria 
entristeceros  podrá  ? 
Algo  nos  puede  traer 
que  haga  cambiar  mi  deslino.  ' 
El  qué!... 

No  os  sé  responder; 
pero  ese  albor  matutino 
muy  fatal  nos  puede  ser. 
Con  la  luz  de  la  maOana, 

Íué  es  lo  que  esperáis «  marques? 
'ese  á  mi  estrella  tirana « 
lo  ignoro  aun... 

Pero... 
[Dentro,]  Inés ! 

Habéis  oidof,..  mi  hermana... 
no  la  abandonéis,  por  Dios! 
Pues  bien,  juradme  ante  vos 
no  atentar  á  vuestra  vida. 
Os  lo  juro,  Inés  querida. 
Porque  atentareis  á  dos. 

ESCENA  II.      , 


49 


^^ 


Marques. 


el  marques.'  doña  GÓMEZ. 

Quién  te  pudiera  pagar 

ese  benéfico  celo, 

y  el  dulcísimo  consuelo 

que  pretendes  derramar 

sobre  un  corazón  de  hielo ! 

Tu,  candida,  pura  Inés, 

de  esta  angustia  horrible,  fiera, 

no  mas  que  una  parte  ves... 

Oh  I...  quién  colocar  pudiera 

una  aureola  á  tus  pies! 

4 


Mas...  cómo  en  ul  coofasion 

en  amoroso  letargo ,         ' 

da  al  olvido  mi  razón 

este  torcedor  amargo 

que  B^e  prensa  él  corazón !  . 

Despídete;  amor»  de  mi «         .; 

y  no  guardes  esperanza 

de  velTer  al  que  hoy  te  lanta,  * 

que  yo  no  alimento  aqui 

roas  pasÍQn.que  la  venganza. 

•    (Se  acerca  al  balcón,) 
Está  la  noche  espirando :    ^ 
VA  á  amanecer...  qué  ansiedad! 
Las  sombras  con  paso  ))lando 
van  de  lá  aurora  esquivando 
la  trémula  claridad. 
Esta  es  la  hora...  despacio... 
echado  está  mi  destino?... 
pronto  he  de  ver.  imagino, 
sobre  aquel  regio  palacio 
devorador  torbellino. 
Mas...  mis  ojos  lo  han  de  ver!... 
Corazón...  tienes  valor?... 
verás  desaparecer 
á  tus  ídolos  de  ayer 
con  sangre  Tria,..  Qué  horror! 
Qué  es  eso?...  Temblando  estás!... 
Y  ahora...  ahora  me  das 
esa  respuesta... 
{Con  la  mayor  agitación,  mirando  afuera,) 

Esa  calma... 
roe  está  desgarrando  el  alma!... 
no  puedo...  no  puedo  mas! 
Cortemos  el  mal  primero  : 
buen  Dios  1  parece  increíble 
cuando  el  crimen  considero... 
Oh  1  tal  venganza  es  horrible, 
no  es  propia  de  un  caballero! 
T  ahora  tal  vez  encienda... 
iré?...  no!...  fiera  contienda! 
Si  aun  es  tiempo,  qué  vacilo? 
Bajo  esa  culpa  tremenda , 


61 

quién  puede  virír  tranquilo?      ; 
(Volviendo  á  mirar  por  el  balcón,) 
Aun  nada  se  alcanza  á  ver..é 
si  llegar  pudiera  yo... 
Volemos  á  deshacer 
lo  que  el  mwo  Lucifer 
sin  duda  me  aconsejó. 
(Vaso  por  la  puerta  seorela.) 

ESCENA    III. 

»0fik  OOMES. 

[Oyense  á  lo  Ugos,  dos  golpes  seguidos  en  el  aldabón 
de  la  puerta  principal.  Después  de  una  breve,  pausa  se 
repiten,  y  despierta  doHa  Gome».) 

Es  acá?...  me  pareció».. 

imposible I...  aun  no  es  de  dia... 

auién  ha  de  ser  á  e^tas  horas?... 

Ay!  me  he  quedado  aterida 

sobre  este  sillón  maldito... 

Válgame  Dío$«  qué  fatiga  !••• 

Telando  toda  la  noche... 
(Vuelven  i  sonar  tres  golpes.) 

Pues  era  acá!...  bien  decia... 

y  ya  hace  rato  que  llaman..* 

quién  vendrá  con  tanta  prisa?... 

Tal  vez  e9tará  Beltr^a 

en  esta  sala  contigua... 
(Se  acerca  á  la  puerta  del  fondo.) 

Beltran!  Beltranl!... 
Beltran.     (Dentro.)  Qué  se  ofrece? 

D.'  Gómez.  Por  las  animas  benditas « 

que  llaman... 
Beltran.  Y  bien,  y  qué? 

D.*  Gómez.  Y  os  estáis  cpo  esa  crisma  ?     • 
BeltraK.     Por  qué  no  bais.  abierto  vo$? 
D.*  GoHEz.  Esa  obligación  no  es  miía; 

soy  yo  portera? 
Beltban.  Lq  sois 

del  tnismo  infierno  hace  diaa* 


53 

D/  Gómez.  Cómo! 

Beltran.  Dueña  de  los  diablos! 

D/  Gómez.  Señor  Beltran!  ya  principia?... 
pues  temprano...  bien,  dejad 
que  dando  á  la  aldaba  sigan «  ^ 
y  que  echen  la  puerta  abajo... 

Beltuah.     (Cruzando  por  el  fondo.) 

Eh  !  qué  han  de  echar...  voto  á  cribas! 

No  habéis  oido  que  Orliz 

ha  abierto  ya?  Estáis  dormida? 

D.*  Gómez.  Pues  acabarais  de  hablar. 

Beltran.     No  empezarais  vos...  qué  dicha ! 

D.'  Gómez.  Qué  genio  de  Lucifer ! 

BELTRAif .     Qué  endiablada  pesadilla ! 

D.'  Gómez.  Idos  ya. 

Beltran.  Sí;  por  no  veros... 

D.'  Gómez.  Cegarais! 

Beltran.  Hum !  estantigua !     (Vase.) 

D.*  Gómez.  Si  lo  he  dicho  una  y  mil  veces ; 
no  puedo  vivir  tranquila 
mientas  Drus  no  haga  pasar 
á  Beltran  á  mejor  vida. 
Qué  lástima  de  epidemia ! 

ESCENA  IV. 

•   •  ■  ■  • 

DOÜA  INÉS.   DOÑA   GÓMEZ. 

Inés.  Qué  pasa ! . . .  qué  gritería  f . . . 

D.*  Gómez.  No  es  nada»  señora «  nada; 

es  Beltran ,  que  siempre  rifa 

apenas  abre  la  boca , 

es  su  pasión  favorita... 
Inbs.  y  si  lo  sabéis ,  por  qué 

os  esponeis  á  que  riña  ? 

Sabéis  también  que  Esperanza 

de  reposo  necesita , 

y  sin  embargo  de  estar 

su  cámara  tan  vecina , 

aqui  os  ponéis  á  dar  gritos 

para  aumentar  su  fatiga... 

Qué  no  se  os  vuelva  á  escuchar... 


6} 

D.*  Gómez.  Mas...  por  Dios!...  señora  mía, 

que  yo  en  to  del  alboroto 

estoy  libre,  pura  y  limpia 

de  .toda  culpa;  escuché 

llamar  en  la  portería , 

^  com^  tan  buena  mafia 

a  ello  se  daban,  solicita 

adonde  estaban  Beltran 

fui  á  llevarla  noticia . 

y  porque  le  disperté    . 

fué  toda  la  tremolina. 
IiNEs.  Está'bien ;  mas  no  olvidéis 

que  es  circunstancia  precisa 

que  baya  silencio. 
D.""  Gómez.  Señora, 

no  diré  esta  boca  es  mía ; 

mas  si  Beltran... 
Inés.  Y  el  marques?  ^ 

D.*  Gómez.  Su  escelencia?...  (Santa  Rita!... 

no  sé  nada...  me  dormí...) 

Aqui  estaba  antes  del  dia... 
Ixss.  Si;  ya  lo  vi ;  pero ,  y  luego? 

D.*  Gómez.  Luego... 
Inés.  Os  quedasteis  dormida ; 

no  ha  sido  asi,  doña  Gómez? 
D.*  Gómez.  Negaros  eso  *  seria 

negar  la  verdad,  señora : 
como  estaba  tan  rendida... 
Inés.  Eslá  bien ;  á  su  aposento 

id  muy  quedo,  de  puntillas; 
á  sus  pages  preguntad 

si  está  alli,  y  de  parte  mia 
encargadles  seriamente 
que  no  le  pierdan  dé  vista. 
D.'  Gómez,  voy,  voy. 

[Al  disponerse  i  marchar ,  sale  Beltran  con  un  pliego 
cerrado.) 


u 


i  • 


Beltran. 

Inés. 

Beltran. 

Inés. 

Beltran. 

Inés. 

BSLTRAN. 


Inés. 
Beltran, 

Inés. 


D.*  Gómez. 
Inés. 


ESCENA   V; 

DOfiA  INÉS.   SELTRAN.   DOÑA  G0IIE2. 

El  señor  marques? 
Habéis  estado  en  su  estaticia? 
Si,  sefiora. 

T  no  está  allif 
Ni  en  lo  demás  de  ia  casa. 
Qué  decís ! 

To  le  he  bascado 
para  entregarle  esta  carta 
que  un  page  del  cardenal 
á  Ortiz  de  dejar  acaba. 
T  lo  habéis  buscado  bien 

por  los  aposentes? 

Vaya! 
Del  edificio «  est«  parte 
es  solo  lo  que  me  falta.. • 
Dios  mió!  qué  ausencia  es  esta? 
qué  es  lo  que  me  añatieía  el  alma  f 
á  estas  horas...  es  difícil::. 
Si  hace  un  momento  aqui  estaba... 

-    (A  la  dueña.) 
Vos  también;  no  recordáis? 
Ya  os  he  dicho...    - 

Sin  tardanza , 
es  preciso  que  yo  sepa 
adonde  el  marques  sé  halla. 
Si  á  pesar  de  haber  jurado 
no  cumplirá  su  palabra  ?. .  ¿ 
Santos  cielos ! . . .  voy  á  yer 
lo  que  dispone  Esperanza'. 

SSÍ¡BNA-  VI. 

BELTRAN.    DOÑA  GÓMEZ. 


D.*  GoMEZ.  Jesús!...  y  qué  confusión !... 
Prolegednos,  Santa  Bárbara! 
Beltran.     Como  siempre ;  cuando  truena 


oft  acordab  de  la  aaata. 
D/  GoMK/.  SeAor  Beltrao!  por  la  Virgm 
no  volvaU  á  las  aodadas ; 
bace  poco  que  he  a ufrído 
ana  reprensión  muy  agria 
de  parte  de  dofta  Inés, 
y  todo  por  Toeatra  causa. 
Bkltra:!.     y  qué  vale  que  os  regaAen* 

ó  que  os  arranquen  las  barbas « 
cuando  á  la  vista  teoenios 
cosas  de  mas  importancia? 
Me  incjnieta  el  sefior  marques 
fuera  a  estas  boras  de  casa... 
la  prisa  con  que  me  ban  dicho 
que  se  le  entregue  esta  carta... 
y  las  noticias  que  Ortiz 
me  ba  dicbo  que  corren... 

D.'  GoM£Z.  Vaya... 

sepamos «  sefiorBeltran» 
qué  nacTas... 

Brltbaii .  Ya  estáis  en  ascuas , 

y  como  siempre  queréis 
ecbar  vuestro  cuarto  á  espadas. 
Maldita  curiosidad !... 
si  á  vos  no  os  importa  nada 
suceda  lo  que  suceda, 
á  qué  es  meteros  en  danza? 

D.*  Gómez.  Con  que  imagináis  que  soy 
tan  desleal,  tan  ingrata, 
que  de  sefjor  no  me  importe 
la  fortuna  ó  la  desgracia? 

Beltraü.     Pero...  y  qué  tiene  que  ver 
el  marques  con  lo  qoe  pasa? 

D.*  Gómez.  Mas...  qué  pasa... 

BetTttAif.  Ta  está  visto 

que  no  bay  resistencia  bonuna 
para  tos...  os  lo  diré , 
dofia  Gómez  de  mi  alma , 
porque  me  dejéis  en  paz. 

{Coninterei.) 
Dicen  que  esta  madrugada 
•e  ba  descubierto  en  palacio 


66 

una  atroz;,  horrible  tr^ma... 
D.' Gómez.  Oiga!...  uQa  trama. 
Beltran.  Espantosa  f 

Solo  eh  ella  se  trataba 

de  hacer  un  auto  de  fe 

con  el  rey... 
D.'  GoHEz.  Santa  Escolástica  ! 

Beltran.     Con  lá  reina  y  los  ministros.,. 
D.'  Gómez.  Hooo  ! 

Beltran.  Con  las  dueñas  y  las  damas. 

1).'  Gómez.  Ave  María  purísima!! 
Beltran.     Es  una  cosa  que  pasma. 

Atrocidad  como  ella !! 

Con  las  duefias...  Tayá  en  gracia; 

pero  á  los  reyes!!... 
D.' Gómez.  Beltran  T... 

Beltran.     Mas  dejadlos^  que  ya  andanr 

los  de  casa  y  corte  haciendo 

prisiones... 
D.*  Gómez.  Su  alma  su  palma ;  ' 

bien  empleado. 
Beltran.  Se  ha  puesto 

la  tropa  sobre  las  armas. 
D/  Gómez.  Aja! 

Beltran.  Ya  á  haber  mucho  palo. 

D."  Gómez.  Bien,  duro,  y  caiga  el  que  caiga. 
Beltran.     Ya  lo  sabéis;  cuidadito 

con  todo  lo  que  se  habla. 
D.'  G091EZ.  Y  eso  á  quién  se  lo  encargáis  f 

Pues  me  gusta!...  en  esa  zambra 

yo  he  conspirado? 
Beltran.  No  «  no ; 

más  sin  embargo...  esa  cara 

es  sospechosa. 
D.*  GÓMEZ.  Jesús ! 

blasfemo ! 
Beltran.  A  marchas  forzadas 

va  entrando  el  día...  estas  luces 

por  hoy  no  nos  hacen  falta.    (Las  apaga.) 


67 
.   ESCENA  VIL 

DOftA  ESPERANZA.  DOÑA  ItlÉS.  BELTRAlf.  DOflA  GÓMEZ. 


Esperanza.  Que  en  xA\  siltd  te  condtiKcan ',  * 
Inés,  al  punto  á  tu  casa «  '  '  ' 
y  á  ver  lo  que  de*  tu  padre  *  ' ; 
consigues  en  mi  demánida.      '' 

Inés.  Voy.  (Vaée.)  ' 

Esperanza.         Aun  no  ha  llegado  el  inarf]ues? 

Beltran.     No  sefiora. 

Esperanza.  Pues  <]«ie  salgan 

en  busca  sttya  al  instante.     ' 
A  palacio  /  a  la  morada 
de  nuestro  hermano  Mnhroy/ 
á  todas  partes  que  vayan     * 
sus  criados,  y  sin  él 
que  no  vuelvan.  (Vase  áxiha  G^mei.) 

Beltran.  Sin  tardanza... 

pero  entre  tanto,  qué  hago, 
seftora ,  con  esta  carta  ? 
tragéronla,  y  con  tal  prisa 
dijeron  que  se  entregara... 

Esperanza.  De  quién  es? 

Beltran.  El  portador 

no  dijo  quién  le  enviaba : 
«tal  señor  marques  de  Liche , 
al  punto,  que  es  de  importancia.» 
Dejóla ,  y  subió  á  la  frente 
el  embozo  de  la  capa... 
pero  Ortiz  reconoció 
por  mucho  que  se  ocultaba 
a  un  page  del  cardenal. 

Esperanza.  Del  ministro  \ 

Beltran.  Pues. 

Esperanza  .  Dejad  mela . 

[La  toma,  y  se  retira  Beltran») 


m 


ESCENA  VIII. 

I 

DOÑA     BSPERANIA. 


Alguna  cosa  notable 
en  este  papel  se  oculta «  : 

Lno  sé  ppr  qué  al  Unirla 
mano  sieoto  convul^ji.       .:  / 
Del  cardenai...  a  est^s  bor^s     i 
con  tanta  prisa...  no  ¿ay  ái^M, 
algún  misterio  fatal 
se  encierra  en  esta  esprítar«. 

Y  no  parece;  mi  hermano. . . 
dicen  que  la  urgencia  es  nHtfcha... 
Suceda  lo  que  supeda 

Ío  debo  en  ausencia  suja 
acer  frente  y  responder 

á  los  que  tanto  le  buscan. 

Si;  si ;  entre  e|  piárque^  y  yo   , 

no  ha  habido  secretos  nunca. 
(Abre  el  pliego.) 

Qué  es  esto?.^,  sin  firma  YÍeoe^.. 

Para  qué  tanta  premura 

en  entregarlo?...  Veamos 

lo  que  el  anónimo  anuncia. 
(Lee.)  «Señor  marques  de  Liche:  quien  bienósquie- 
re,  os  aconseja  que  os  pongáis  en  «alvo  sin  perder  un 
instante.  Vuestros  cómplices  están  á  buen  recaudo,  y  os 
han  comprometido  seriamente  en  sus  declaraciones.  Sin 
saber  lo  que  en  ello  os  iba«.  be  $ido  causa  de  que  vues- 
tro atentado  no  se  realice ;  poi;  eso  os  dc^y  este  aviso, 
con  el  que  podréis  evitar  el  iigor  üq  la  justicia  y  la  jus- 
ta cólera  del  rey.» 

(Recitando.)  ^l  rigor  de  ja  justicia ! 

Del  rey  la  cólera  justa !    =     .    .  . 

Y  al  noble  marques  de  Liche 
dirigcm  estas  injurias?... 

Un  atentado  mi  hermaoo... 
y  cómplices...  qué  calumnia ! 
Bien  los  amaños  comprendo 
de  que  se  vale  esa  turba 
de  envilecidos  contrarios 


'a  hacerle  (yie  «iicumba. 

ferables!...  respetad 
de  mi  hermano  la  amargura^*, 
Acaso  con  so  dolor 
08  hace  sombra «  os  asnsta... 
y  basta  sin  honor  queréis 
gue  para  siempre  «e  h^inda? 
Sin  nonor!...  en  ?ano«  en  vano    '  ' 

pondrá  en  juego  vuestra  asiocia 
intrigas  para  edtpsar 
el  limpio  sol  de  su  ateurnla^ 
porque  es  tal  qoe  no  podréis 
de  frente  mirarle  nunca. 
Cuál  de  las  sierpes  que  iibora 
en  torno  del  rey  circulan , 
este  hipócrita  papel 
habrá  emponzofiado  astuta? 
Don  Félix?...  mi  corason 
capas  de  todo  le  juzga. 
Don  FeKx  vencer  no  pudo 
en  nuestra  empeftada  lucha , 
V  ítCBBO  con  la  violencia 
lograr  el  triunfo  procura. 
On  Dios !  mi  razón  ahora 
con  tu  Ittz  divina  alumbras  !... 
Eso  es ,  aislarme  d^^sea ; 
que  el  marques  de  Liche  buya  • 
y  011  delito  imaginario 
autoriear  con  su  fuga. 
El  miedo  y  el  abandono 
espera  one  me  seduzcan , 
y  ea  todo  caso  alcanzar 
«na  venganza  segura.-*-* 
"To  será,  viven  los  cíelos ! 
qoe  aunque  mi  desgracia  ea  oratha , 
no  tienen  poder  bastante 
para  domar  mi  bravura , 
ni  para  evitar  que  on  día 
llegue  á  tratarlos  mi  ftiria 
lo  mismo  que  á  este  papel 
'  que  mi  enojo  desnfenuza. 
(Rasga  el  pliego,  y  sale  el  marques  p^r  la  puei'4u  ee$f9ia,) 


«o 


ESCENA  IX. 

I 

DOfiA  ESPERAT^ZA.  EL  MARQUES. 


Esperanza.  Marques!...  al  .fin  a^ui  estás?..; 
Marques.     He  salido...  pero  ej»  vano... 
Esperanza.  A  tales  horas  •  hermano , 

no  salgas  de  casa  mas. 
Marques.     Por  qué  esos  consejos?...  di. 
Esperanza.  Porque  ahora  te  convienen:  .  . 

todos  tus  émulos  tienen    ■. 

la  vista  olavada  en  tí. 
Marques.     Ha;  alguna*  novedad  ?    .    .  ' 

Eorque  eso  ya  lo  sabtá».. 
[na  hay«  si«  que  es  ¿  fé  níia 
el  colmo  de  la  maldad. 
Marques.     Esperanza ! ! 
Esperanza.  Me  han  contado     . 

no  sé  qué  negra  traición... 
y  d^  que  están  en  prisión 
tus  cómplices... 

Qué  he  escuchado ! 
pero...  tú... 

No!...  no  he  creido 
tanto  crimen...  me  consuela 
que  eso  será  una  novela 
¡ue  en  la  corte  se  ha  fingido. 
>h!...  pues  si  yo  imaginara 
que  á  tu  rey  eras  traidor,... 
la  luz  del  fraterno  amor 
que  hay  en  mi  seno  apagara.       ^ 
Y  si  te  hallara  culpable 
en  tan  atroz  villanía , 
tu  propia  hermana  sería 
tu  juez  mas  inexorable. 
Pero  tu  nombre  preclaro 
basta  á  ahuyentar  mis  temores... 
que  no  han  nacido  traidores 
en  nuestra  casa  de  Haro. 
Oh  Dios !  lo  que  estoy  sufriendo ! 


Marques. 
Esperanza. 


s 


Marques. 

£sPEaAiiaA«  Marques !...  ^ué  es  eso? 


6t 

Marques.  EBptttíaah.: 

EspEaAKiA.  Ah!...  cpé  súbita  mudanza 
estoy  en  tu  rostro  viendo ! 
Marques.     Si  supieras... 
Esperanza.  [Interrumpiéndole  viifafnenle,) 

Calla ,  hermano ! 
porque  temo  que  tu  lengua 
revele  de  tanta  mengua... 
Marques.     Y  no  lo  temes  en  vano. 
Esperanza.  (Cubriéndose  el  rostro  con  las  manos.) 

Ah! 
Marques.  Sí  !...  yo  te  deshonré  I... 

yo  en  mi  ciego  frenesí  ' 

un  borrón  eterno...  sí!... 

sobro  nuestro  escudo  eché. 

Yo  por  tomar  de  esa  grey 

de  esclavos  viles,  venganza, 

osé  atentar «  Esperanza « 

hasta  á  la  vida  del  rey. 

Si...  y  cuanto  le  ha  sido  dable 

á  mi  irritada  ambición « 

he  puesto  en  ejecución... 

mas  sin  fruto. 
EsPER  AN  z)k .  Miserable ! 

y  lo  confiesas  ufano !... 

quien  fuistes  das  al  olvido  9 

y...  tú  en  mi  casa  has  nacido... 

no,  no!...  tú  no  eres  mi  hermano. 

Oh !  que  ese  crimen  espanta ! 

con  que...  al  rey  tu  señor,  eral 

Quién  á  los  Haros  creyera 

capaces  de  infamia  tanta  I 

Esto  no  mas  te  debía 

de  tu  padre  la  memoria  ? 

Y  tantos  siglos  de  gloria 

destruyes  en  solo  un  dia  I 

Si  te  llegó  á  aconsejar 

esa  inaudita  traición 

tu  desmedida  ambición,     ' 

primero  que  acariciar 

en  esa  fatal  demencia 

pensamiento  taq  ruin« 


por  4IA9;  110;  ppsiste  fin 
a  tu abnifisiadA  fiHüená^l ... 
Ah!...:€iMCii^9  mas  serenos 
viera  entonces  tu  partida : 
si ,  yiératie'  y(^  siü  vida  ^ 

8 ero  c^o  hai^ra.  á  lo  menos. 
ien  mere^l^  tu  rigor ;  ' 

mas...  s.i.  bailó  en  mi  seno  alirigo 
un  crimen  grande...  ti  castigo... 
.   le  juro,  que  no  e»  menor,    x 
Bien  ves  lo  que  me  sofoca... 
y  cuáfito  ineí  s0n  sensibles  : 
esas  palabras  terribles 

!ue  se  e.i$eapsin  de  tu  boca«    : 
dónde...  ay  Dios !...  me  ba  llevado 

mi  funesta  obcecación  I... 

Conilesa  1...  ieneis  razón « 

yo  no  soy  mas  que  un  malvado.  - 

El  paso  que  ciego  di , 

vuestro  eatriHo  tne  veda...  ... 

Ya  sé  que  nada  me  queda;   . 

todo  acabó  para  wil 
EsPERAiüZA.  La  fuga!...  no  tardes^  no!... 

Por  mutbo.que  te  condenes 

no  puedo  olvidar  que  tienes 

la  mi^ma  sikogre  que  yo. 

Huye  t..«  y  á  mis  ojos  tristes  . . . 

deja  que  á  solas  te  lloren...  . 

vete  I...  pero  adonde  ignoreii 

)o  que  eres  y  lo  que  fuiste. 
Marques.     Para  qué  saUr  de  aquí? 

adonde,  bailaré  oottsüelo? 

Deja  que  descargue  el  cíelo 

su  justa  cólera  en  mi. 

Por  do  quiera  perseguido, 

solitario,  deshonrado, 

por  la  coneiencia  abrumado... 

por  ti  también  maldecido!... 

Qué  descanso  podré  hallar  ? 

sufriendo  eoH  tanto  esceso, 

será  la  existencia  un  peso 

que  no  podré  aoportar. 


EsPBRAazA.  No  umtfis  tal  étiirió;  i^.j.    • ' 
y  ojalá  que  e^tó  bsístai^a,  ' 
y  el  motido  te  petrdoúara 
como  le  perdóAo  yo.  . 
TVjostaafliciciüil  deten:  ' 

acaso  el  cielo  dolido 
al  verte  ya  arrepentido  ' 

te  dé  au  perdón  también..         < 
Mas...  buyé  sin  díiácion !  ' 

huye  pronto >  hermano  mió...'  ' 
y  haz  qne  ta  ciego  estratío        ' 
^^^^^vide  con  la  espíacion.        t     • 

Esperanza.  Aun  Tacilairás!... 

y  lo  que  te  aguarda  hoy? 
Marques.     Es  que  temo  si  tne  yóy 

no  f olver  á  verte  mas. 
Esperanza.  A  e^e  precio...  mi  perdón.-       [ 

Si...  pon  en  salvo  tu  vida... 

¡'en  esta  amarga  partida... 
lévate  mi  corazón ! 
{Se  ahraxaní  Esperanza  se  dirige  á  íá  puerta  secreta.) 
Yen!..i  al  jardin...  por  aqni...  . 
ay !...  calma  mi  inquieto  afán! 
yo  haré  que  te  dé  Beltraa 
caballos... 
(Toca  el  resorte,  sé  abre  la  puerta  y  sale  por  eÜá  don 
Félix.)  . 

ESCENA  X. 

DOÑA  ESPERAP^ZA.   DON  FÉLIX.   EL  VARQCES. 

Esperanza.  Ahí  , 

Marques.  Vos  ahí  ? 

Félix.         Y  ves  aqui  todavia? 
Esperanza.  Os  pesa?... 
Félix.  Sí  #  ▼Wé  Dios ! 

Esperanza.  Bien  mi  eofazon  de  vos 

esta  venganza  temia! 
Félix:         Señora!- 
Esperanza.  Pensabais  ya 

que  estaba  en  vuestro -poder? 

Pensasteis  mal  ^  no  ¿lat  de  ser»  ^.  - 


qne  aun  libre  mi  hennaiio  está ! 
Dejadnos,  paso  á  los  dos  p 
pronto  !.«•  y  en  tanta  amargura 
que  lo  ampare  su  ventura 
y  á  mi  que  me  ampare  Dios. 
[Se  adelanta  con  el  marques  hacia  la  puerta  \ecreía,) 
Feux.         Qué  hacéis  !,.^  pese  á  vuestro  afanj 
y  aunque  pensáis  mal  de. mi... 
ved  que  si  vais,  por  ahí 
mas  pronto  lo  apresarán,     . 

Marques.     ) 

Félix.  La  verdad,  sefiol 

vos  ignoráis  lo  que  pasa... 
cercada  está  vuestra  casa 
desde  hace  un  cuarto  de  hora.  < 
Esperanza.  Qué  decís !...  ay  Dios!...  yo  muero... 

ven !...  no  hay  tiempo  que  perder»-* 
Marques.     Hermana. «.  no  puede  ser;  .. 

que  vengan,  ya  los  espero*       / 
[Rumor  lejano  de  pasos  que  van  aprexil^indose.)  > 

EspKiíAiaA.  ,Ese  ruido  que  sonó...  ' 

y  se  acerba. . . . sí  serán !..,... 
(Mirando  par  el  fondo..). 
Ah!...  cíelo  santo...  ahí  están! 
ya  no  hay  esperanza,  no  I 
{Se  d^a,  ciier  en  un  sillón. — Sale  un  alcalde  de  casa  y 
corte;  quédase  la  ronda  y  la  fuerza  armada  en  el 
fondo.) 

ESCENA  XI. 

DOf^A  ESPERANZA.  DON  FÉLIX.  EL  MARQUES.  EL  ALCALDE. 

RONDA.  SOLDADOS. 

Alcalde.     Señor  don  Gaspar  de  Haro , 

daos  preso  en  nombre. del  rey.    .  i 

Marques.     Cúmplase  de  Dios  la  ley... 

Cuánto  es  mi  destino  av^aro!     '  . 

ya  solo  en  el  cie],o  fio... 

os  seguiré...  guiad  vos. 
(Mirando  i  su  hermana.) 

Infeliz!... 
Esperanza.  (Queriendo  levantarse.)  Hermano ! 


Marques.     (Reiirándose  preetpiíadamente.)  A  Dios ! 
Esperanza.  Oh !  qué  vergüenza.  Dios  mió! 

ESCENA  XII. 


65 


DOÑA  ESPERAIfZA.   DON  FÉLIX. 


Félix,    i     (Mal  haya  mí  negra  estrella ! 

autor  me  cree  de  esta  intriga... 

Cada  Tez  mas  enemiga 

cuanto  mas  hago  por  ella !) 
EspERANzlMh !...  si  hoy  el  monarca  da 

oidos  á  la  malicia , 

el  brazo  de  su  justicia 

tremendo  descargará. 

Vuelo  á  arrojarme  á  sus  pies!... 

siempre  con  él  conseguí... 
(Reparando  en  don  Félix.) 

Todavía  vos  aqui  ? 

á  qué  aguardáis?...  idos  pues... 

Y  decidle  al  cardenal 

que  dicte  nuevas  medidas , 

que  las  de  bo^  ya  están  cumplidas « 

que  no  tema  á  su  rival. 

Y  á  don  Félix «  de  igual  suerte 
después  de  tan  vil  venganza , 
decid  que  doña  Esperanza 
boy  le  aborrece  de  muerte. 

Félix.         Señora!...  mirad  despacio... 
Esperanza.  Oh  !...  nada  cambiar  me  hará... 

Beltran...  (Aparece  Beltran  en  el  fondo.) 
Hi  silla ! 
Beltran.  Ya  está... 

Esperanza.  Pues  al  momento «  á  palacio! 

ESCENA   XIII. 


DON  FÉLIX. 


No  sé  por  qué  he  de  querer. •• 
paréceme  todo  un  sueño, 
con  tan  escesivo  empeño 

5 


66 


á  esta  indomable  muger. 
Vive  Dios!  doña  Esperanza « 
que  atrepelláis  bien  por  todo ! 
decidme  vos,  de  qué  modo 
tendréis  en  mí  confianza  f 
JPara  vencer  sus  porfías... 
es  preciso...  bien  se  ve; 
al  cabo  y  al  fin  tendré 
que  hacer  una  de  las  mías. 
Pues  bien:  la  haré^  ya  verás: 
ó  te  devuelvo  la  calma , 
ó  todos  en  cuerpo  y  alma 
nos  vamos  con  Barrabás. 


FIN  DEL  ACTO  TERCERO. 


cmvi0. 


La  misma  decoración. 


ESCENA    PRIMERA. 


DOÜA   GÓMEZ. 


Macho  tarda  don  Beltran , 
y  para  una  escapatoria 
y  Dttsmear  algo ,  me  parece 
aue  hay  bastante  con  dos  horas. 
Qué  enemigo!...  si  su  ausencia 
llega  ¿  notar  la  sefiora^ 
me  vaá  abrumar  con  preguntas.., 
Ay  Cristo  de  Calahorra ! 
y  qué  la  respondo  yo, 
cuando  de  todo  se  asombra  ? 
Pobrecita!...  sufre  tanto 
y  tantas  son  S9ñ  congojas « 
que- cualquiera  fácilmente 
con  un  cabello  la  aboga. 
Pues  digo  >  si  en  este  instante 
el  accidente  la  acosa , 
estamos...  Tap  si  estamos, 
y  como  quien  dice  sokis. 
Jesús!...  hace  quince  días 
que  es  mi  cabeza  una  olla 


68 


de  griOos ,  desqne  prendieron 
á  señor...  Virgen  de  Atocha! 
todo  se  vaelve  gemidos, 
sobresaltos  y  zozobras « 
ir  y  venir,  y...  qué  casa ! 
esto  es  una  Babilonia. 
Abramos  este  balcón , 
porqae  esta  noche  sofoca 
t\  calor...  este  airecilio 
es  consolador,  entona. 

ESCENA  II. 


Bbltraüv.  Voto  á  los  siete  pecados... 
D.*  Gómez.  Yolví$teis  ya?...  gracias... 
Beltrau  •  Oiga ! 

aqui  estabais  ? 
D.'GoMBZ.  No  lo  veis? 

Señor  Beltran ,  sois  nn  posma ; 

marcharse ,  y  por  tanto  tiempo 

dejarme  aquí  aislada ,  sola  , 

á  trueque  de... 
Beltran.  Doña  Gómez, 

qué  no  tengamos  camorra !... 

¿uidadito ,  ya  sabéis 
.     que  mi  genio  es  una  pólvora^ 

y  que  si  empiezo  no  acabo 

hasta  el  sábado  de  gloría. 

Cierto  que  traigo  un  humor 

para  que  os  vengáis  con  roncas.. 

Malditas  las  dueñas  sean ! 

que  no  cargara  con  todas 

el  diablo  que  aquí  las  puso... 
D.'  GoBiBz.  Ay !  válgame  la  Verónica ! 

3ué  cáfila  de  improperios* 
e  insultos  y  palabrotas. 
Beltran.     Sí  no  calláis,  del  moquete... 
D/  Gómez.  Tenga  respeto  á  estas  tocas» 
Beltran.     No  me  toque  á  la  paciencia 
si  no  quiere  que  arda  Troya. 


I 


/  B0LTRAN.    DOflA  OOMBZ. 


D."  Gómez.  Tan  impaciente  vení»? 
Beltrapi.     Mucho,  traigo  mala  mosca. 
Ü/  Gómez.  Ay  !...  habéis  averiguado 

Íor  ahi  fuera  alguna  cosa..» 
luchas  cosas «  muchas «  mucbaí! 
1).'  Gómez.  Qiíé  me  decís! 
Beltran.  Sí  sefiora. 

D/  Gómez.  Y  malas  por  lo  que  yeo... 
Beltran.     Malísimas  I 
V.*  Gómez.  Santa  Mónica ! 

estoy  pendiente  de  un  hilo... 
Beltrah.     Que  no  fuera  de  una  soga... 
D.'  Gómez.  Pues!...  y  luego  no  queréis 

que  nuestra  amistad  se  rompa» 
y  me  estáis  siempre  poniendo 
como  un  trapo...  mala  bomba! 
BELTRAfi.     Tenéis  razón ,  doña  Gómez , 
sí ,  tenéis  razón  que  os  sobra , 
mal  os  trato...  y  no  me  pesa, 
porque  tenso  algunas  horas, 
amiga,  de  humor  tan  negro « 
de  furia  tan  espantosa... 
que  á  no  ser  por  vos ,  en  vano 
pudiera  calmar  mi  cólera. 
D.*  GoMBZ.  No,  pues  hacedme  el  favor 

de  variar  desde  ahora... 
Beltran.     Qué!...  si  estoy  desesperado... 
D.*  GoMEZ.  Desesperado!...  esa  es  otra, 

y  aun  no  me  habéis  dicho  nada; 
08  gusta  tenerme  absorta. •• 
BsLTRAtf.     Ese  don  Félix... 
D.'  Gómez.  Don  Félix  I 

Beltran.    Nos  está  haciendo  una  obra... 

que  ya ! 
D.*  Gómez.  Pues  no  amaba  tanto 

á  dofia  Esperanza... 
Beltbar .  Toma  I 

Íqué  tenemos  con  eso? 
or  ventura ,  la  sefiora 
no  lo  ha  despreciado?...  y  yo* 
por  orden  suya ,  en  la  boca 
no  le  be  dado  con  la  puerta 


69 


70 

Teinte  veces  ? 
D/  Gómez.  Cierto* 

Beltran.  Ahora 

se  esti  vengando  el  maldito, 

y  é  mí  me  ha  dado  las  tornas... 

Me  ha  hecho  salir  de  palacio 

mas  que  á  paso ,  casi  en  posta. 
D/  GovBz.  Esta  noche ! 
Beltran.  Si,  esta  noche ; 

y  me  dijo  con  faz  torva... 

«si  otra,  vez  entrar  aquí , 

señor  Cancervero ,  logra , 

os  juro  que  hais  volver 

con  cabeza  y  piernas  rotas.» 
D."  Gómez.  Jesús  Maria... 
Beltrak.  Ya  veis 

cómo  á  estas  fechas  se  porta 

el  galán...  ay  doña  Gómez... 
D.'  GoHEz.  Qué  ? 
Beltran.  Temo  una  desastrosa, 

una  catástrofe  horrible!... 
D/  Gómez.  Ay!...  horrible!... 
Beltran.     (Con  misterio.)      Una  persona*.. 

que  está  en  autos,  me  ha  contado 

que  los  tres  de  la  tramoya... 

los  cómplices  de  señor 

están  sentenciados  á  horca. 
D."  Gómez.  Pero...  y  el  señor  marques? 
Beltran.     Siendo  el  inventor...  la  cosa 

no  da  lugar  á  dudar... 
D.*  Gómez.  (Llorando.)  Ay  Virgen  de  Covadonga  I 

ay...  pobre  señor!... 
Beltran.  Silencio ! 

D.*  Gómez.  Horir  tan  mozo... 
Beltran.  (Qué  cócora !...) 

Callad!... 
J).'  Gómez.  Ay!...  si  lo  he  criado... 

Beltiian.     Que  si  os  oye  la  señora... 
D."  Gómez.  Ay !... 

Beltran.  Que  sale !...  idos  de  aqui... 

D.*  Gómez.  Pero... 
Beltran.     (Emp^iindola.)  Largo !...  que  no  os  oiga... 


71 


(Va$€  doña  GomeM.) 
Uf  I  daefta  de  Barrabáf, 
7  con  lo  que  sale  ahora... 

ESCENA   m. 

Don  A  ESPBBAlfZA.  BELTBAfl. 

EapRRAüZA.  Qué  sucede... 

BSLTBA5.  Nada ,  nada ; 

señora « tranquilizaos  : 
fué  dofia  Gómez « la  pobre 
como  está  ya  entrada  en  afios... 

EspEBAifZA.  Qué!... 

Beltbaü.  Allí  mismo  dio  un  traspié 

Íen  seguida  un  batacazo... 
se  bizo  mal? 
Bbltbatc.  No  sefiora ; 

.  .mido  rompei:«6  los  cascos... 
pero«  nada;  un  cbíchoucíllo... 
ó  dos^  á  lo  mas  son  cuatro. 
Esperanza.  Pobre  muger ! . . . 
Beltbak.  Qué !  si  es  cosa 

Sne  en  poniéndose  unos  pafios 
esaparece  al  instante. 
Oh!...  cuando  yo  era  muchacho... 
Espebauza.  {Smttándose.)  fio,  no  me  contéis  sucesos 
de  un  interés  tan  escaso. 
Puedo  entre  tanta  inquietud , 
mi  buen  Beltran^  escucharlos? 
Beltbah.     y  por  qué  no?.,,  si  sefkira, 
08  apuráis  tanto  y  tanto, 

?|ne  solo  en  llorar  pensáis.  •• 
^h !...  distraeros  con  algo... 
Pues  qué  va  á  ser  de  la  casa 
si  seguímos  á  este  paso? 
To  no  puedo  consentir 
de  ningún  modo...  roas  áoÚMl 
EspEBA>zA.  T  cómo  podré  tenerlo, 
cuando  la  potente  mano 
del  cielo  asi  me  abandona 
para  arrojarme  en  el  cao§ 


72 

de  eterna  desolación , 
de  eterno  luto  j  quebranto! 
BELTRA?r.     Perdóneme  su  escelencía , 

•  que  eso  es  pensar  lo  mas  oíalo , 
y  sentirlo  desde  ahora 
es  sentirlo  de  antemano. 
Ademas,  que...  por  supuesto « 
quién  sabe  allá  los  arcanos... 

Í'  lo  que  os  puede  tener 
a  suma  bondad  guardado? 
Esperanza.  Lo  sé,  lo  sé...  la  amargura 

y  la  soledad  y  el  llanto... 
Beltran.     o  el  consuelo,  y  la  alegría, 

y  la  compañía... 
Esperanza.  En  vano 

os  molestáis ,  buen  Beltran , 

remedio  á  mi  mal  buscando ; 

ya  sabéis  que  es  imposible... 

ay!...  si,  imposible,  encontrark^. 
Beltran.     Puesilo  son  esas  las  nuevas 

<jue  yo  tengo...  digo...  es  claro... 
Espepanza.  Cuáles!  qué  nuevas... 
Skltran.  Se  dice... 

(qué  aprieto !...  soy  un  gaznápiro..^) 

se  dice  por  muy  de  cierto 

que  está  el  rey  muy  cabizbajo , 

que  habla  solo...  y  que  este  asunto 

le  tiene  muy  afectado. 
Esperanza.  Lo  creo. 
Beltran.  T  hay  quien  añade... 

(lo  que  voy  enjaretando !) 

que  la  otra  noche  esclamó... 

«Pues!  locuras  de  muchacho... 

siempre  me  han  sido  leales 

los  de  la  casa  de  Haro...» 
Esperanza.  Eso  dijo!... 
Beltran.  Exactamente 

como  os  lo  voy  relatando. 
Esperanza.  Santo  cielo!...  pero  adonde 

esas  nuevas  os  han  dado  ? 
Beltran.     To  me  cuelo  en  todas  partes 

asi  á  la  chita  callando... 


y  me  acerco  á  ios  que  hablan 
con  los  oídos  tan  largos... 
(Lo  que  es  esta ,  no  la  pilla 

Íor  mucho  (|ue  corra  un  galgo.) 
^ero,  á  quien  oísteis  decir?... 
Bbltbai«.     a  las  gentes  de  palacio ; 

si  no  se  habla  de  otra  cosa... 
Oh !...  y  lo  que  es  el  pueblo  bajo... 
señora,  lo  que  es  la  plebe... 
EsPERAUZA.  Entiendo!...  rumores  vagos 

Sue  nada  quieren  decir... 
ejadme  sola. 
Beltrah.  (Qué  diablo  1} 

No  era  mejor  que  vuecencia 

bajara  ai  jardin  un  rato  t 

siempre  sola... 
Esperanza.  Siempre ,  sí : 

haced »  Beltran » lo  que.  os  mando. 

A  nadie  recibo «  á  nadie. 
Beltran.     No  tenéis  de  qoé  quejaros ; 

n^irad  vos  si  con  don  Félix 

he  cumplido  bien  mi  encargo. 
Esperanza.  Ha  venido? 
Beltran.  Veinte  veces 

cada  dia. 
Esperanza .  Porfiado ! . . . 

segnid  asi ;  nada  mas 

que  á  dofia  Inés  abrid  paso. 
Beltran.     (No  he  podido  distraerla ! . . . 

no  hay  remedio ,  obedezcamos.) 
{ya$e  cerrando  la  puerta  del  fondo.) 

ESCENA  IV. 

doIIa  esperanza. 

Déjeme  tanto  importuno 
compasivo  por  demás : 
vienen  por  farsa  los  mas 
y  por  carifio^  ninguno. 
Me  encuentro  mocho  mejor 
cuando  solitaria  quedo. 


73 


74 

fmes  sin  testigos  dar  poedo 
ibre  vuelo  á  mi  dolor. 
Oh!...  cuan  rápidas  pasaron 
las  horas  de  mi  ventura... 
y. cuánta...  cuánta  amargura 
en  pos  de  si  me  dejaron !... 
Todo  cuanto  amé  pasó... 

(Ruido  en  el  balcón.) 
Ese  ruido...  qué  será... 
allí!...  y  abierto!...  quién  val 
Quién  en  mi  cámara... 

.  ESCENA  V. 

.   DOÍ^A   ESPERANZA.    DON  FBL1X. 

Félix.  (Saliendo  del  balcón.)  To. 
EspERANZi.  Cielo!...  osasteis  asaltar... 
Feijx.         Como  esta  es  la  sola  pnerta 

que  en  vuestra  casa  hay  abierta , 

Sor  ella  tuve  que  entrar. 
[o  encontrando  otro  camino 
para  llegar  hasta  vos... 

Esperanza.  Llegáis  á  mi,  vive  Dios! 

cual  pudiera  un  asesino?... 

Félix.         Oh!...  vos  calificareis 
esta  singular  entrada 
de  audaz,  de  inconsiderada « 
señora,  ó  como  gustéis; 
pero  de  cualquiera  modo 
que  ahora  penséis  de  mí.,, 
ved  que  el  hombre  que  entra  ¡asi, 
jue^a  el  todo  por  el  todo. 

Esperanza.  Que  escucho ! 

Félix.  Deciros  quiero 

que  fué  esta  entrada  forzosa, 
por  razón  muy  poderosa 
é  interés  muy  verdadero. 
A  no  ser  asi ,  yo  os  juro 
que  jamas  os  sorprendiera, 
ni  escalas  jamas  pusiera 
de  vuestra  casa  en  el  muro. 


75 

Ea^PEnANZA.  No  os  comprendo...  no«  poír  Dios : 
y  aunque  os  mostráis  Un  sereno . 
sé  muy  bien  que  nada  bueno 
yo  puedo  esperar  de  vos. 
Si ,  porque  vos  en  mal  hora 
me  ofrecisteis  vuestra  fé^, 
y  altiva  os  la  desprecié... 
lo  mismo  sucede  abora. 
Entonces  vos  de  Esperanza , 
por  vuestro  orgullo  sujeto  • 
jurasteis  muy  en  secretó 
tomar  segura  venganza.—- 
Bandera  negra ,  dijisteis  > 
no  hay  remedio  de  otra  suerte , 
ó  ser  mia,  ó  guerra  á  muerte... 
Bien  vuestra  oferta  cumplisteis  ¿ 
T  nuestra  guerra  empezó ; 
no  he  cejado,  lo  habéis  visto... 
mas  cuando  un  golpe  imprevisto 
Tentaja  en  la  lid  os  dio , 
yo  creí  que  vos  primero 
que  atender  á  vuestra  llama 
respetaríais  de  una  dama 
el  dolor «  cual  caballero. 
T  no  fué  asi ,  pensé  mal ; 
en  mi  infortunio  constante 
siempre  os  be  visto  delante 
y  en  ooasion  bien  fatal. 
Ya  que  no  os  obligó  el  luto 
ni  el  duelo  de  una  señora « 
á  recoger  vendréis  hora 
.    de  vuestros  planes  el  fruto. 
Nada  tengo  que  temer, 
habréis  dicho  á  no  dudar; 
qué  obstáculos  puedo  bailar 
con  una  débil  muger  ? 
Si  es  tanta  vuestra  osadía 
para  atropeilar  por  todo... 
probadla...  de  cualquier  modo 
no  ba  de  ser  menor  la  mía  : 
por  el  paso  que  habéis  dado  • 
mis  lacayos...  vive  Dios  I 


76 

he  de  hacer  qoe  den  con  vos 
por  donde  mismo  hais  entrado. 
Félix.         Conozco  su  intrepidez , 

y  aunque  el  recuerdo  no  os  cuadre.., 

en  vida  dé  vuestro  padre 

los  acuchillé  una  Tez.  — 

Pero  no  hace  falta  ahora 

que  de  ellos  Tayais  en  pos, 

porque  mejor  que  ellos «  vos 

os  defendierais ,  señora. 

Tranquila  podéis  estar  ; 

no  temáis»  doña  Esperanza... 

que  yo  no  tomo  venganza 

tan  villana  y  tan  vulgar. 

Mil  veces  os  repetí , 

que  á  pesar  de  vuestros  fieros 

no  puedo  vivir  sin  veros ; 

Sor  eso  me  he  entrado  asi. 
>e  mi  os  quejáis ,  y  el  por  qué 

no  es  fácil  que  lo  presuman... 

de  esas  penas  que  os  abruman 

ninguna  os  ocasioné. 

Que  estoy  soñando,  creéis, 

con  mi  jurada  venganza... 

Cuan  poco ,  doña  Esperanza , 

cuan  poco  me  conocéis ! 

No !...  jamas  os  ofendí ! 

De  vuestro  pesar  contino 

culpad  á  vuestro  destino , 

mas  no  me  cuipeis  á  mi. 
EspBBANZA.  Ni  aun  asi  calmáis  mi  afán, 

ni  asi  vencéis  mi  desden , 

que  yo  sé  que  unís  muy  bien 

lo  hipócrita  á  lo  galán. 
Félix.         Y  si  yo  una  prueba  ahora, 

franca,  leal,  verdadera, 

de  vuestra  injusticia  os  diera... 

qué  me  dijerais,  señora? 

Si  supierais  antes  vos 

que  el  que  vino  á  molestaros 

vino  solo  para  daros 

acaso  el  ultimo  á  Dios : 


77 

que  por  tan  locos  amores 

y  vuestra  tenaz  porfia , 

renuncia  desde  este  día 

á  su  fortuna  y  honores : 

que  no  teniendo  interés 

por  su  vida ,  ni  ventura , 

tras  de  una  muerte  segura 

se  va  al  suelo  portugués... 

Pensarais  vos  todavía 

en  mi  soñada  venganza  ? 

Entonces,  doila  ¿peranza 

de  mí  intención...  qué  diría? 
EspEBAüZA.  Dijera  sin  vacilar 

que  ó  vuestro  orgullo  ofendido 

ese  bárbaro  partido 

os  obligaba  a  tomar, 

ó  que  poniendo  esta  vez 

á  la  humildad  por  escudo, 

pretendéis  lo  que  no  pudo 

alcanzar  vuestra  altivez. 

De  todos  modos,  pensad 
"   "  que  jamas  en  vos  creí, 

y  que  es  igual  para  mí 

vuestra  altivez  ó  humildad. 
Félix.         Es  decir,  que  no  podré, 

según  lo  que  declaráis, 

hacer  que  jamas  creáis, 

sefiora ,  en  mi  buena  fé  ? 

Cierto  que  estáis  obstinada : 

con  nada  os  podré,  en  verdad^ 

probar  mi  sinceridad?... 
Esperauza.  Vos  lo  habéis  dicho...  con  nada!  — 
Félix.         Admirable  fortaleza ! 

Bien ,  por  esa  prenda  sola, 

merecéis  que  una  aureola 

se  ostente  en  vuestra  cabeza. 
Esperanza.  No  gusto  de  adulación. 
Félix.         No  os  adulo,  ni  os  engafio; 

digo,  que  aunque  es  en  mí  dafio 

escita  mi  admiración. 

Has  ya  que  no  hallo  razones, 

ni  para  obligaros  arte , 


78 

desde  hoy  cesan  por  mi  parte 

suspiros  y  humillaciones. 

Hice  cuanto  me  dictó 

el  amor  y  la  lealtad ; 

mas  vuestra  tenacidad 

mis  servicios  rechazó. 

Pongo  al  cielo  por  testigo « 

que  hais  de  ver,  mal  vuestro  grado» 

lo  bien  que  ot  hubiera  estado 

el  tenerme  por  amigo. 

Señora,  que  os  guarde  Dios; 

nunca  olvidaros  podré « 

pero  nunca  os  hablaré... 

á  tío  ser  que  roe  habléis  vos. 

Y  ahora ,  doña  Esperanza, 
que  leáis  despacio,  os  ruego, 
este  papel  que  os  entrego... 

Esperanza.  Y  quées  esto? 

Félix.         (Saludándola.)  Bli  venganza. 

ESCENA  VI. 

DO!^A    ESPERANZA. 

Su  venganza  este  papel ! 
y  de  mi  se  aleja...  bueno : 
quiero  apurar  el  veneno 
que  vendrá  encerrado  en  él. 
Mas...  por  qué  tiembla  mi  mano?... 
por  qué  tan  incierta  está?... 
Ab  !  Dios  mió  í...  si  será 
la  sentencia  de  mi  hermano ! 

Y  osó  en  mis  manos  poner... 
su  sententía  será...  si!... 
para  vengarse  de  mí, 
qué-tnas  me  pudo  traer?... 
Lograste  en  mi  corazón 

un  dardo  agudo  clavar... 
mas,  qué  se  puede  esperar 
de  su  torcida  intención  ? 
Oh!  no  he  de  pagar  ni  asi 
á  su  venganza  tributos : 


79 
leeré  con  ojes  enjutos 
cuanto  haya  trazado  aqui ! 
(Abre  el  pliego,  mira  la  firma  y  lee.) 
£«tá  firmado :  a  Yo  el  rey.» 
Bien  fundaba  mí  temor.  —^ 
«Aunque  estoy  cierto  y  seguro 
del  crimen  de  alta  traición 
que  contra  mi  real  persona 
el  marques  de  Licbe...»  (Ay  Dios!) 
«ha  intentado  en  un  momento 
de  frenesí ,  en  atención 
á  que  está  ya  arrepentido , 
y  también  al  mucho  amor 
que  á  su  padre  profesé , 
y  al  nombre  puro«  español « 
de  sus  gloriosos  abuelos, 
vengo  en  darle  mi  perdón.» 
Su  perdón!...  (Cayendo  de  rodillai.) 

Oh !  noble  rey , 
imagen  para  de  Dios ! 
este  rasgo  te  levanta 
Lobre  la  esfera  del  solt    {Se  incorpora.) 
á!...  su  perdón...  aqui  está... 
y  bien  claro...  Loca  estoy!... 
Mas...  quién  en  mis  manos  puso 
papel  tan  consolador? 
Ah!...  don  Félix...  si,  don  Félix... 
Pude  esperar  esto  yo  ? 
Cielos !  cuánto  habrá  sufrido 
con  raí  dura  obstinación ! 
Ciega  con  tantas  desdichas* 
turbada  por  mi  dolor 
no  pude  rasgar  el  velo 
que  hasta  ahora  le  ocultó, 
ni  comprender  la  pureza 
su  noble  corazón. 

[as  yo  á  sos  pies  bajaré 
por  tan  singular  favor, 
y. estoy  segara  que  al  fifi 

[canzaré  su  perdón. 

ií!...  que  á  sostenerme 
sé  niega  la  planta ...    (Se  eienta. ) 


Oh ,  Dios  I 
Qué  contraste  en  un  momento... 
y  cuánta  satisfacción ! 

ESCENA   VII. 

nof^A  ESPERANZA.    DOÑA  INÉS. 

Ines.  (Como  siempre  solitaria.) 

Esperanza.  Quién  !...  eres  tú?...  liega «  liega... 

cómo  tan  tarde  has  venido  ? 

Inés ,  á  mis  brazos  vuela. 
Inés.  Hemos  estado  en  palacio 

esta  tarde «  y  si  la  reina 

no  n\e  hubiera  detenido , 

á  tu  lado  antes  viniera. 
Esperanza.  Con  que  en  palacio  has  estado? 
Inés.  Con  la  duquesa  de  Lerma. 

Esperanza.  Oh!  sí,  si;  ya  comprendo... 

y  me  traerás  grandes  nuevas, 

no  es  asi? 
Inés.  Esperanza  mia..^ 

para  qué  quieres  saberlas ! 
Esperanza.  Cómo!  Inés...  qué  es  lo  que  dices' 

Por  qué  tu  faz  de  tristeza 

y  de  palidez  se  cubre 

al  preguntarte  por  ellas? 
Inés.  No  lo  adivinas  ? 

Esperanza.  Inés! 

al  rey  has  visto?...  contesta  I... 
Inés.  Si ,  sj :  le  he  visto ,  le  he  hablado: 

allá  á  su  cámara  regia 

á  suplicarle  hemos  ido 

las  damas  de  la  nobleza , 

y  á  sus  pies  nos  arrojamos, 

ay !  en  lágrimas  deshechas... 

Salvadle,  señor,  salvadle 

de  esa  dura ,  horrible  pena ! 

ha  sido  error  de  un  momento,.. 
Esperanza.  Y  bien?... 
Inés.  Con  la  faz  sevei^á7 

estas  terribles  palabras 


I  ^t 

!  nos  dijo»  Esperanza...  «Es  fuerza 

que  al  fallo  de  mí  justicia 

Íuien  delinquió »  se  someta. » 
so  el  rey  os  contestó  r 
lo  aseguras  ?  estás  cierta  ? 
Ikes.  Me  parece  que  aun  su  acento 

en  mis  oidos  resuena ! 
Esperanza.  Ira  del  cielo!...  qué  escucho! 
esta  pesadilla  horrenda 
me  Ya  á  matar... 
Inés.  Oye!... 

Esperanza.  Asi 

con  mi  infortunio  se  juega ! 
No  le  bastaba  á  ese  monstruo 
ver  mi  aflicción  y  mis  penas , 
sino  que  quiso  doblándolas, 
cobarde ,  cebarse  en  ellas? 
Venganza  le  juro»  si ! 
pero  venganza  sangrienta ! 
L  Inés.  Esperanza!  qué  delirio!... 

-  Esperanza.. No  deliro...  si  supieras... 

«^í  (Dándole  el  papel,)  Don  Félix  lo  trajo; 
recorre.  Inés»  esas  letras... 
y  dime  si  no  hay  razón 
ara  mis  amareas  quejas ! 
ero...  es  posible  que  el  cielo 
en  su  justicia  consienta 
que  exista  en  la  tierra  un  hombre 
las  entrañas  de  hiena! 
yo  no  puedo  dar  crédito» 
aunque  le  acusan  las  nuevas... 
Inés.  Y  esta  es  la  firma  del  rey! 

Esperanza.  Oh  !  que  era  su  fírma  escelsa» 

yo  también  me  flguré... 
Inés.  Ah  !  quién  sabe?...  qué  sospecha !... 

Esperan^.  Qué  es  lo  que  sospechas?  di... 

eso  te  da  alguna  prueba?... 
Inés.  Tal  vez  después  de  nosotras 

se  habrá  empeñado  la  reina. 
Esperanza.  A  qué  hora  fuiste  á  palacio? 
Inés.  A  las  dos.  Y  qué  hora  era 

cuando  don  Félix  te  puso 

6 


en  las  ufanos  esta  cédula? 
Esperanza.  Las  ocho... 
Inés.  Aun  hay  esperanxa, 

Esperanza.  Qué!...  Inés  mia...  tú.  tú  esperas? 

Ay!...  con  tanta  incertídumbre 

yo  he  de  perder  la  cabeza ! 

ESCENA  VIH. 

DO^A   ESPERANZA.    DO^A  INÉS.    BEKTftAN. 

» 

Beltran.     Dos  caballeros,,  en  nombre 

del  rey,  os  piden  licencia 

para  hablaros  un  instante.^ 

Esperanza.  Del  rey!  Que  vengan  ,  que  vengan. 

(Fflse  Deliran,  volviendo  á  dejar  la  puerta  cerrada.) 

Ahora  saldremos  de  dudas; 

pues  ya ,  felices  ó  ad versas « 

los  emisarios  del  rey 

nos  darán  noticias  ciertas. 

Ay !  no  me  puedo  esplicar  "^^^ 

el  por  qué  mi  seno  tiembhfTrr'^    -»-¿í^ 

(La  puerta  del  fondo  se  abre  poco  i  poco,) 

si  de  temor  ó  alegría 

al  ver  abrirse  esa  puerta.         ^^ 

(Queda  abierta  completamente ,  y  déjanse  íS^on  Félix 

y  el  marques:  ¡en  el  salón  del  fondo  Beltra^^s  pages 

y  toda  la  servidumbre  dando  muestras  dei^^ijo.  El 

marques  se  adelanta  y  abraza  á  su  /¿^ifittM^P  ^  doña 

Inés,  Don  Félix  se  queda  á  alguna  distancí 

ESCENA  ÚLTIMA. 

D05lA    esperanza.     DOÍ^A    INÉS.     el   marques,    don    FÉLIX. 

BELTRAN.    CRIADOS. 

t 

Lnes.  El  marques!... 

Esperanza  .  Hermano  mío ! . . . 

Marql'es.     Sí,  Esperanza;  sí,  Inés  bella... 

Rindamos  gracias  á  Dios . 

que  ha  colocado  en  la  tierra 

un  rey  como  el  Gran  Felipe, 


qae  asi  soá  ultrajes  vengn ! 

Grande  su  bondad  ha  sída% 

grande  también  e^  mi  deuda ; 

y, mañana  ¿aando  el  alba  ^ 

mi  fortuna  á  alumbrar  venga « 

saldré  para  Portugal , 

me  lanzaré  en  la  pelea ,  ^ 

y  pruebas  daré  al  monarca 

de  mi  gratitud  inmensa. 
Esperanza.  Ay!  que  abrazándote  estoy... 

y  aun  duda  mi  vista  trcraula. 
Marqoes.     tu  corazón  desahoga. 
Esperanza.  Qué  de  lágrimas  me  cuestas  \ 
Marques.     Pero,  adonde  está  don  Félix? 

Cómo  tan  lejos  se  queda 

el  que  me  dió  en  la  desgracia 

de  cariño  tantas  pruebas? 

Ese  es  mi  ángel  tutelar ! 
Esperanza.  (Dios  mió,  cuánta  elocuencia 

hay  para  mi  en  su  silencio ! 

Yo  debo  habkr  la  primera.) 
-  — ^tíb0T  don  Félix ,  llegad. 
[Se  acerca  don  Félix;   la  servidumbre  se  agolpa  á  la 
puei^ta  del  fondo,) 

r  Conocéis  mi  fortaleza  : 
mejor  que  nadie  sabéis 
mi  altivez  adonde  llega... 
Mas  ya  que  no  os  conoci 
*-  _  y  ultrajé  vuestra  nobleza 
por  ilusorios  temores , 
pediros  quiero  en  presencia 
de  toda  mi  servidumbre 
perdón  de  tantas  ofensas. 
Félix.         Callad,  señora «  callad! 

escusadme  esa  vergüenza... 
No !...  jamas!...  Lo  que  habéis  diiho 
deja  mi  alma  satisfecha. 
Esperanza.  Tan  satisfecho  os  halláis? 

nada  que  anhelar  os  queda? 
Félix.         Ya  sabéis  que  á  pesar  mió 

habéis  atado  mi  lengua. 
Esperanza.  Y  habrá  si  arrojo  esta  mano 


«4 

quien  á  estrecharla  se  atreva? 

Fglix.         (Tomándola  con  entusiasmo.) 

Oh!  si!...  y  á  adorarla  siempre. 

Esperanza.  Señor  don  Félix,  es  vuestra» 
si.es  que  os  dignáis  admitir 
tan  escasa  recompensa. 

Fei.ix.  Sefiora!  ha  sido  mi  sueno... 

cuanto  ambicioné  en  la  tierra... 
y  cumplidas  por  demás 
mis  esperanzas  se  encuentran... 
Marques!...  mañana  partimos: 
el  Portugal  nos  espera, 
y  juntos  en  las  batallas... 
vos  s  esgrimiréis  la  diestra 
para  haceros  acreedor 
á  las  bondades  supremas , 
y  yo  para  conquistar 
laureles  que  ofrenda  sean 
de  mi  amor  y  gratitud , 
á  las  plantas  de  mi  bella... 
(A  Esperanza.) 

Si!...  Desde  hoy  entre  los  

no  habrá  mas  bandfira  negra. 


V 

Ir 


^^ 


L  * 


\ 


FIN  DBL  DRAMA. 


EL  BANDIDO  INCÓGNITO 


LA  CAVEBMA  IKVISIBbB. 


COMIDIÁ  SU  3  iCTOS  T  BU  FftOSA 


JtJp. 


UPKBitTi  DS  T.  F*rtaH«l ,  abbda  kpv.  7. 


Eita  obra  es  propiedad  del  CIRCULO  LITERARIO  COMERCIAL 
qoe  peneguirá  ante  la  ley  al  que  sin  cu  permiso  la  reimprima,  va- 
rié el  titulo  6  represente  en  algún  teatro  del  reino  ó  en  alguna  so- 
ciedad de  las  formadas  por  acciones,  suscriciones  ó  cualquiera  otra 
contribución  pecuniaria,  sea  cual  fuere  su  denominación,  con  arre- 
glo á  lo  prevenido  en  las  Reales  órdenes  de  8  de  abril  de  4889,  4 
de  marzo  de  4844  y  6  de  mayo  de  4847,  relativas  á  la  propiedad 
de  obras  dramáticas. 

Se  considerarán  reimpresos  furtivamente  todee  los  ejemplares 
que  carezcan  de  la  contrasella  reservada  que  se  estampará  en  cada 
uno  de  los  legftimos. 


EL  DUQUE  ,  gobernador  de  la  ciudad. 

CAMILA,  su  sobrina. 

JACOBO,  bajo  el  nombre  de  Germán. 

EL  MARQUES  DE  VIVALDL 

CUCUFATE. ) 

MORLAG.      [Bandidos. 

RAGOTZ.      ^ 

JUANA ,  criada  de  Gamila. 

DOS  ALDEANOS. 

UN  OFICIAL. 

SALYIATI,  gefe  de  los  esbirros  armados.ssGompar- 
sas  ,  senadores  ,  oficiales ,  soldados  y  esbirros 
uniformados  y  armados,  lacayos»  músicos,  bai- 
larines ,  bandidos  y  pueblo  de  todas  clases. 


La  escena  se  finge  en  una  ciudad  marítima  y  sus  in- 
mediaciones. 


La  acción  empieza  en  el  primer  acto  á  la  caída  de 
la  tarde  y  concluye  antes  de  anochecer. 

En  el  segundo  acto  después  de  medio  dia  y  conclu- 
ye antes  de  anochecer. 

En  el  tercer  acto  á  la  caida  de  la  tarde  y  concluye 
después  de  anochecer. 


1 


ACTO  PRIMERO. 


El  teatro  representa  una  galería  del  palacio  dd  go- 
bernador.  En  d  fondo  un  peristilo.  Al  través  se 
ven  los  jardines  dd  mismo  palacio.  Todo  está  ri- 
camente adornado  y  como  anunciando  un  próa>i- 
mo  festín. 

ESCENA  PRIMERA. 

JoAiiA.  Aldeanos  de  ambos  sexos. 

{L>s  aldeanos  entran  por  d  jardín  con  canas^ 
tiUos  de  flores  y  los  colocan  delante  dd  aposen- 
to de  Camila.  Juana  dirije  á  unos  y  a  otros 
en  ¡os  preparativos  de  la  función). 

Joana.  No  y  no  es  eso,  muchachos;  no  es  eso.  Cui- 
dado con  lo  que  hacéis.  Las  guirnaldas  que 
DO  tengan  rosas  á  un  lado  y  ponérselas», 
■ientras  tanto  no  se  admiten.  Sois  muy  mi-. 


Un  ald. 


Juana. 
Aldeano. 


Juana. 
Aldeano. 


—  6  — 

serables.  [Los  aldeanos  hacen  h  que  les  dice). 
Me  habíais  prometido  traer  las  mejores  flo- 
res, y  habéis  Iraido  cualquier  cosa;  lo  pri- 
mero que  se  os  ha  vcDido  á  ¡ásmanos.  Para 
otra  vez  será  preciso  que  yo  me  valga  de 
mejores  medios,  sopeña  de  quedar  con  poco 
lucimiento. 

Es  verdad ,  señora  Juana ,  las  flores  no  son 
tantas  ni  tan  buenas  como  usted  nos  las  ha- 
bía encargado,  pero,  cespita;  bien  sabe  us- 
ted lo  aue  nos  impide  servirla  cual  quisié- 
ramos. Ño  puede  uno  alejarse  doscientos  pa- 
sos fuera  de  los  muros,  sin  esponerse  á  pagar 
con  la  vida  su  atrevimiento. 
¡Cobardes!  ¿Tenéis  miedo  á  la  cuadrilla  de  los 
invisibles? 

¡Y  mucho  miedo!  Caramba,  no  respetan  á 
nadie.  Al  rico  le  despojan ;  al  pobre  le  des- 
pojan también ,  y  á  mayor  abundamiento  le 
zurran.  Esos  bribones  se  aparecen,  como  por 
encantamento,  en  donde  uno  menos  lo  pien- 
sa» y—  y  vea  usted;  ayer  mismo,  sin  ir  mas 
lejos,  dos  amigos  nuestros  venían  de  una 
feria  {Esto  lo  dice  separándose  de  los  aldeanos 
y  adelantándose  hacia  el  proscenio),  y  á  las 
puertas  de  la  ciudad  fueron  asaltados  y  ro- 
bados como  unos  señores.  Y  no  se  figure  us- 
ted que  era  de  noche.  Nada  de  eso;  asi  en- 
tre dos  luces  y  aun  mas  bien  claro  que  os- 
curo. 

¿De  veras?  {Como  burlándose  del  miedo  del  al- 
deano). 

Como  que  no  se  puede  ya  viajar  sin  escolta. 
Yo  por  mi  parte  no  me  creo  seguro,  ni  aun 
llevando  un  cañón  en  la  faldriquera.  Lo  mas 
maravilloso  es  el  modo  de  conducirse  que 
tienen  los  tales  señoritos.  No  sale  de  aqui 
una  sola  persona,  (Con.  m^isterio  y  mirando  á 
todas  partes)  vaya  donde  quiera,  sin  que  ellos 
sepan  á  dónde  va,  á  qué  negocio  va,  cuánto 
dinero  lleva,  y  hasta  las  monedas  en  aue  lo 
lleva.  Es  horroroso  el  número  de  banaidos. 
Y  no  se  figure  usted  que  son  todos  como  los 


bandidos  de  cualquier  parte  que  general  • 
mente  tienen  las  caras  feas  y  voz  semejante 
al  sonido  de  un  esquilón  quebrado;  no  señora  : 
Hay  hombre  entre  ellos  que  podria  pasar  á 
gusto  en  la  corte  por  un  señorón.  Vea  usted 
la  semana  pasada  lo  que  le  sucedió  á  mi  cu- 
ñado; y  digo  que  es  el  mozo  mas  agudo  que 
hay  en  toda  esta  provincia,  como  que  lee  de 
corrido  ^  Y  á  los  diez  y  siete  años  sabia  ya 
echar  su  nrma  mejor  que  un  escribano.  Pues 
señor,  salió  con  varios  compañeros  á  hacer 
la  poda  en  la  quinta  del  señor  duque,  iban 
cantando  aquellas  coplitas  «En  tanto  que  tu 
duermes»...  ya  sabe  usted... 

JuAiiÁ.  Sí ,  ya  sé.  ¿Y  qué  sucedió? 

Aldbámo.  iQué  habia  de  suceder?  Al  salir  por  el  puente 
largo  se  le  reunieron  hasta  diez  ó  doce  caba- 
lleritos  muy  bien  puestos ,  que  llevaban  al 
parecer  el  mismo  camino...  Empezaron  á 
cantar  con  los  otros,  y  á  enredar  conversa- 
ción, y...  vamos,  por  fin  y  postre,  lo  que  re- 
sultó fue  que  á  la  bajada  del  barranco,  cada 
uno  de  los  caballeritos  echó  mano  á  un  pu- 
ñal, y  mi  pobre  cuñado  y  los  suyos  tuvieron 
que  pedir  misericordia.  ¡Ay,  señora  Juana! 
Todos  eran  ladrones,  y  de  los  invisibles!  Ya 
se  vé,  como  en  la  cuadrilla  de  los  podadores 
iba  también  el  capataz  de  la  quinta,  y  lleva- 
ba seiscientos  escudos  en  oro  para  pagar  á 
los  dependientes  y  lo  necesario  para  las 
obras ;  me  los  desnudaron  de  los  pies  á  la 
cabeza  y  les  dejaron  limpios.  Aguantaron 
muchos  palos,  y  cuando  quisieron  recordar... 
¡Buscadlos!  Ya  nabian  desaparecido  ios  ladro- 
nes como  por  májia ,  cual  si  se  los  hubiera 
tragado  la  tierra. 

Otuo  ald.  Aunque  uno  lleve  escolta  no  sirve  de  nada, 
porque  son  ya  tantos  los  ladrones  que  á  ve- 
ces podrían  hacer  frente  á  un  regimiento 
entero.  Lo  que  nos  consuela  algún  tanto  es 
la  esperanza  de  que  nuestro  bravo  Jacobo, 
tomará  á  su  cargo  este  negocio,  y  nos  librará 
del  feroz  Germán. 


Aldbáro. 


Juana. 
Aldeano. 


Juana. 


ALDEA^O. 

Juana. 


Aldeanos. 

Juana. 

Todos. 


_8  — 

¿Con  que  va  á  casarse  hoy,  y  queréis  vos- 
otros que  salga  mañaua  por  esos  vericuetos 
á  hacerse  romper  la  cabeza?  Ay,  amigo,  para 
los  recien  casados  y  con  una  moza  tan  linda 
como  la  señorita  Camila,  debe  de  ser  eso  un 
poco  duro ;  porque  ya  veis  cuando...  pues... 
Vamos,  no  hagáis  ahora  calendarios. 
¿Qué  calendarios,  ni  qué  niño  muerto?  ¿Le 
parece  á  usted  que  si  me  casara  yo,  con  us- 
ted, por  ejemplo ,  tal  como  hoy ,  estaria  de 
humor  de  echarme  á  perseguidor  de  ladro- 
nes mañana,  y  recibir  tal  vez  un  porrazo 
que  me  enviase  en  posta  al  otro  mundo? 
Pues  yo  os  aseguro,  que  Jacobo  es  un  caba- 
llero intrépido  y  valiente  como  el  quemas; 
y  ninguno  duda  en  esta  casa,  de  que  el  se- 
ñor duque  le  tiene  elegido ,  asi  que  sea   su 
sobrino,  para  que  al  frente  de  un  cuerpo  de 
tropas  respetable,  limpie  la  provincia  de  tan- 
ta sabandija,  y  restablezca  la  seguridad  de 
los  caminos.  Este  servicio  será  de  grande 
importancia  á  los  ojos  del  Soberano ,  quien 
le  recompensará  dignamente. 
Y  hablando  de  cada  cosa  un  poco  ¿á  qué  ho- 
ra es  la  función,  señora  Juana? 
A  las  ocho  el  casamiento.  El  señor  regente, 
los  oficiales  del  ejército,  la  nobleza  de  la  ciu- 
dad ,  y  muchas  gentes  distinguidas  de  los 
pueblos  inmediatos  deben  de  asistir.  El  señor 
duque  ha  convidado  á  todo  el  mundo.  Será 
soberbia  la  función.  Nosotros  tendremos  tam- 
bién nuestro   baile   particular  en  la    plaza 
grande  del  jardin.  El  señor  Jacobo  ha  dispues- 
to por  sí  mismo  cuanto  puede  contribuir  á 
nuestro  obsequio  y  diversión.  Una  orquesta 
aparte,  un  buen  ambigú...  Vamos,  se  nos  tra- 
tará como*  á  los  convidados  del  salón.   Con 
que  hasta  luego.  Cuidado  que  no  faltéis,  ni 
os  hagáis  esperar. 
Estaremos  aqui  antes  de  las  ocho. 
Bueno.  Ah...  si...  oigo  á  mi  ama.  Hasta  luego. 
Hasta  luego.  ( Váme¡  menos  Juana). 


—  9  — 


ESCENA  n. 


JüAKA.  Camila. 


Camila.        Te  andaba  buscando.  ¿Has  visto  á  Jacobo? 

JoANA.  No,  señora ;  pero  sé  que  esta  mañana  ha  ve- 
nido varias  veces;  ba  hablado  largo  rato  con 
el  señor  Duque ,  y  debe  de  volver  muy 
pronto.  ¿Qué  tiene  usted,  señorita?  Me  pa- 
rece... 

Camila.       ¡Ay,  Juana! 

Juana.         ¿Está  usted  llorando? 

Camila.  En  vano  pretendería  ocultar  mi  inquietud. 
Tiemblo  que  se  desvanezcan  mis  esperanzas 
en  el  momento  mismo  en  que  voy  á  unirme 
con  quien  mas  amo.  Presentimientos  sinies- 
tros... un  secreto  terror... 

Juana.  ¿Pero  por  qué  alarmarse  asi?  ¿No  está  usted 

segura  de  que  su  futuro  esposo  la  quiere? 
El  señor  Duque,  tío  de  usted,  consiente  en 
que  se  haga  el  matrimonio.  Yo  no  hallo  ra- 
zón para  entristecerse. 

Camila.        Escucha  y  juzga  si  mi  terror  es  justo.  Ayer 
tarde  cuando  se  retiró  Jacobo,  estaba  yo  en 
mi  aposento;  y  sola,  sentada  á  la  ventana, 
me  abandonaba  á  los  encantos  de  una  dulce 
ilusión.  No  veia  mas  que  á  mi  amante;  mi 
memoria    fiel  me  representaba  los  primeros 
momentos  de   un  amor  por    tanto   tiempo 
combatido,  y  los  obstáculos  de    que  habia 
triunfado   nuestra   constancia.    Mi  espíritu 
consideraba  la  felicidad  que  un  benéfico  por- 
venir parecia  ofrecernos.  Percibo  de  repente 
bajo  mis  pies  un  ruido  lijero  que  se  me  figu- 
ró venia  del  bosquecillo :  siento  claramente 
las  pisadas  de  muchas  personas  que  cami- 
naban con  precaución,  procurando  sin  duda 
no  ser  sentidas:  crece  mi  pavor  con  la  oscu- 
ridad ;  y  ya  iba  á  llamar  cuando   hirió  mis 
oidos  mi  propio  nombre  pronunciado  y  re- 


—  iO  — 

petido  en  voz  baja  por  los  misteriosos  per- 
sonages  del  bosqueciilo.  Escucho  atentamen- 
te, pero  no  puedo  comprender  por  de  pronto 
mas  que  frases  interrumpidas,  que  escitaban 
mas  y  mas  mi  curiosidad.  Por  último:  llegué  á 
entender  estas  palabras ,  pronunciadas  con 
un  acento  terrible.  «Jacobo ,  nada  de  hime- 
«neo  con  Camila;  lo  hemos  jurado. — Yo  sos- 
atendré  mi  juramento  á  costa  de  mi  sangre. 
«—Y  nosotros  también.  Nada  de  himeneo.» 
(Esto  lo  ha  dicho  imitando  dos  voces). 

Juana.  ¡Dios  mió! 

Camila.  ün  grito  que  no  pude  sofocar,  me  descubrió 
y  huyeron.  Escuché  de  nuevo,  llamé,  supli- 
qué á  aquellos  impios  que  me  esplicasen  los 
motivos  de  su  funesta  resolución ,  la  causa 
de  su  terrible  juramento ;  y  no  obtuve  res- 
puesta. 

JuAifA.  ¿Pero  eslá  usted  bien  segura?  La  imagina- 

ción escesivamente  acalorada,  puede  haber 
sido  causa  de  una  visión  como  la  que  aca- 
ba usted  de  pintarme. 

Camila.  Quisiera  persuadirme  también  á  que  este 
suceso  fuese  absolutamente  imaginario;  pero 
aquella  terrible  voz...  aquellas  palabras... 
¡  Yo  las  oigo  aun! 

Juana.  Cálmese  usted  ,  señorita ;  esas  amenazas  no 

deben  de  incomodarnos,  ni  tendrán  efecto 
aun  cuando  lo  que  usted  me  cuenta  hubiese 
pasado  asi.  Y  en  todo  caso  el  valor  de 
Jacobo... 

Camila.  Su  presencia  es  la  que  puede  únicamente 
restituir  á  mi  corazón  la  tranquilidad  que 
ha  perdido.  Yo  confío  en  su  lealtad ,  y  mis 
temores  desaparecerán  cuando  me  halle  á  su 
lado.  Alguien  viene. 

Juana.         £1  señor  Duque. 

Camila*       Silencio. 


—  41  — 


ESCENA  III. 

Dichos,  El  Duque.  Ofigulss. 

DuQus.  Si,  señores ;  las  noticias  que  acabo  de  recibir, 
y  las  disposiciones  que  hemos  tomado,  me 
aseguran  de  que  muy  en  breve  habremos 
librado  nuestro  territorio  del  azote  funesto 
de  los  invisibles ,  y  de  su  malvado  gefe  Ger- 
mán. Dentro  de  una  hora,  reunidos  en  mi 
aposento,  examinaremos  los  medios  que  nue- 
vamente se  proponen  para  lograrlo  con  mas 
prontitud.  {Yánse  los  oficiales  y  Juanay 


ESCENA  IV. 


El  Duque.  Cavila. 


Duque.         Querida  sobrina ,  estaba  impaciente  por  co- 
municarte la  llegada  del  Marques. 

Camila.        ¡El  Marques! 

Duque.  Aun  no  está  en  la  ciudad;  mas  un  criado 
suyo 9  que  le  precede,  acaba  de  anunciarme 
su  regreso.  Se  apeará  en  Palacio.,.  Qué  sig- 
nifica esa  turbación? 

Cavila.        ¡  Querido  tio! 

Duque.         ¿Temes  acaso  sus  reconvenciones? 

Cavila.  ¡  Sus  reconvenciones !  No  señor :  jamás  le  he 
lisonjeado  con  la  mas  pequeña  esperanza. 
Antes  de  conocer  á  JacoDo  había  ya  renun- 
ciado á  la  mano  del  Marques,  y  no  puede 
nunca  acusarme  de  haber  sido  infiel  ni  fal- 
sa. Temo,  sin  embargo,  que  su  presencia  y 
sus  observaciones ,  podrán  aumentar  la  re- 
pugnancia que  manifiesta  usted  hacia  Ja- 
coSo,  y... 


—  42  — 

DuQOB.  Tranquilízate,  Camila.  £1  Marques  tiene  un 
carácter  muy  noble,  y  yo  te  amo  mucho.  Hé 
deseado  ciertamente  con  el  mayor  empeño 
que  te  interesases  por  él;  pero  nunca  tuve 
intención  de  contrariar  tus  inclinaciones.  Te 
decidiste  por  Jacobo;  me  pareció  peligrosa 
esta  elección,  y  creí  deber  oponerme,  en  ra- 
zón del  misterio  que  rodeaba  al  parecer  á  ese 
joven,  y  del  silencio,  misterioso  también,  que 
afectaba  sobre  su  nacimiento ,  educación, 
primeras  ocupaciones  y  demás.  Bien  conoce- 
rás que  todo  esto  debia  escitar  mis  sospe- 
chas; pero  me  equivoqué,  y  tengo  un  placer 
en  confesarlo  sin  rodeos.  Hoy  mismo  he  re- 
cibido las  últimas  pruebas  que  habia  me- 
nester para  desengañarme.  Obran  en  mi 
poder  todos  los  documentos  necesarios  para 
justificar  que  Jacobo  pertenece  á  una  de  las 
mejores  casas  del  mediodia  de  la  Europa» 
de  quien  es  único  heredero.  Su  inmensa 
fortuna  le  ha  proporcionado  medios  de  via-. 
jar  por  todas  partes;  y  solo  el  amor  que  te 
profesa  le  ha  podido  obligar  á  fijar  su  resi- 
dencia aqui  para  siempre.     - 

Gamilí..  No  me  habia  usted  instruido  de  tales  por- 
menores. 

DuQüB.  Pero  he  dado  mi  consentimiento  para  vues- 
tro matrimonio,  creyendo  que  era  este  el 
modo  mejor  de  sincerarme  contigo»  de  hacer- 
te olvidar  mi  error,  y  disculpar  una  dilación 
que  la  prudencia  juzgaba  indispensable. 

Camila.  Querido  tio,  ¡cuan  grande  es  el  beneficio  que 
usted  me  hace!  Usted  aprueba  mi  elección; 
usted  la  confirma ;  he  aqui  lo  que  vo  desea- 
ba oir  de  usted  mismo,  y  lo  que  desvanece 
las  dudas  mortíferas  en  que  naufragaba  mi 
oprimido  corazón. 


—  43  — 


ESCENA  y. 

r 

Dichos.  Un  ofigul. 

Oficial.       El  Señor  Marques. 

Camila.        ¡El  Marques! 

DoQUB.  Que  pase  adelanto.  Vamos,  anímate  un 
poco. 

Civni.  Permítame  usted  que  me  retire,  querido 
tío.  Tiene  usted  que  hablarle  de  asuntos  im- 
portantes. Pronto  volveré  á  saludar  al  se- 
fior  Marques,  y  á  exponerme  á  todo  su 
enojo.    ( Vase). 

ESCENA  VI. 


El  Duqui.  El  Maequbs. 


Maeqdis. 


DUQUB. 


Marqüis. 


DuQUB. 

Maequbs. 

DoQUB. 

Maequbs. 


Disimule  usted,  señor  Duque,  si  me  presen* 
to  tan  repentinamente.  No  he  podido  mode- 
rar mi  impaciencia. 

Celebro  mucho  el  regreso  de  usted.  La  co- 
misión que  se  le  habla  encargado  era  muy 
peligrosa. 

Gracias  al  Todo-poderoso  me  he  librado  por 
esta  vez  de  los  invisibles;  y  el  éxito  de  mi 
viaje  ha  correspondido  á  mis  esperanzas. 
iSe  há  descubierto  la  guarida  de  Germán? 
Creo  que  sí. 

Expliqúese  usted ,  pues. 
Según   convinimos,  he   recorrido  en  estos 
diez  meses  todo  el  territorio,  y  he  visto  en 

general  temblar  las  poblaciones  al  solo  nom- 
>re  dé  los  ladrones  invisibles.  Un  pavor  sin 
ejemplo  se  ha  apoderado  de  los  corazones; 
todos  se  dejan  desnudar  y  robar  en  medio 
de  los  caminos,  sin  proferir  una  sola  queja. 


—  u  — 

porque  creen  que  el  quejarse  seria  bastante 
delito  para  quedar  asesinados  en  el  acto.  Debo 
de  confesarlo.  La  reputación  de  Germán  es 
bastante  para  justificar  los  terrores  que  ins- 

§ira  su  nombre.  Dotado  de  una  fuerza  pro- 
igiosa,  con  una  osadía  que  nada  es  capaz 
de  contener :  conservando  en  su  infame  pro- 
fesión algunas  virtudes  que  son  el  ornamen- 
to de  los  hombres  de  bien ;  disfrazándose  de 
mil  modos  en  sus  criminales  empresas ,  de 
suerte  que  á  veces  ni  aun  de  los  suyos  pue- 
de ser  conocido,  ha  subyugado  enteramen- 
te los  espíritus  de  cuantos  le  acompañan.  Es- 
toy distante  de  dar  crédito  á  las  muchas 
anécdotas  que  se  cuentan  de  ese  hombre  ex- 
traordinario; pero    me  parece  que   en  su 
existencia  hay  algo  de  misterioso.  La  ciega 
obediencia  que  le  prestan  sus  secuaces,  la 
mezcla  de  heroísmo  y  ferocidad  que  se  ob- 
serva en  sus  hechos,  todo  anuncia  un  hom- 
bre no  vulgar ,  y,  de  quien  se  deben  temer 
los  mayores  arrojos. 
Duque.         ¿Y  logró  usted  por  fin  hallar   á  ese  mi- 
serable? 
Marques.     Un  dia  creí  serme  fácil  apoderarme  de  él. 
Me  advirtieron  que  debía  de  acampar  con 
parte  de  su  cuadrilla  en  un  bosque  espeso  que 
podía  cortarse  sin  grande  dificultad.  Con- 
sulté mi  celo  mas  bien  aue  mis  fuerzas ,  y 
decidí  atacarle.  Mis  soldados  quedaron  en 
breve  derrotados:  una  parte  de  ellos  sucum- 
bió en  el  campo  de  batalla :  otros  huyeron 
en  dispersión ;  y  yo  iba  á  ser  víctima  de  mi 
imprudencia.  Un  joven,  á  quien  el  ruido  de 
la  escaramuza  debió  sin  duda  llamar  en  mi 
auxilio,  me  salvó  la  vida.  Estrechado  por  cin- 
co de  los  ladrones,  de  los  cuales  me  cargaron 
mas  particularmente  dos,  rota  mi  espada,  y 
á  punto  de  perecer ,  se  precipita  en  medio 
de  los  tres  aquel  joven  singular ;  deja  tendi- 
dos á  mis  pies  los  dos  asesinos,  hace  huir  á 
los  otros ,  y  desaparece  con  la  velocidad  del 
rayo.  Puede  uste<l  juzgar  cuánto  sentiría  no 


Duque. 
Maeques. 


D0QUS« 


—  16  — 

conocer  á  mi  libertador;  perose  habia  subs- 
traído á  mi  gratitud,  y  todas  mis  pesquisas 
han  sido  inútiles*  Aquella  aventura  ine  hi- 
zo roas  prudente.  Limitándome  desde  entón-> 
ees  á  espiar  con  las  mayores  precauciones 
todos  los  movimientos  de  los  bandidos ,  he 
trabajado  en  descubrir  sus  diferentes  gua- 
ridas y  enterarme  de  todas  las  particulari- 
dades que  pueden  suministrar  alguna  luz 
relativa  á  sus  costumbres,  señas  de  inteli- 
gencia, y  demás  circunstancias.  Por  fin,  des- 
pués Me  muchas  tentativas  malogradas,  la 
casualidad  me  ha  dado  á  conocer  el  pr^i- 
lecto  albergue  de  Germán.  En  él  oculta  sus 
tesoros:  y  lo  que  mas  sorprenderá  á  usted 
es  que  este  albergue,  ignorado  de  todo  el 
mundo,  está  casi  á  las  puertas  de  la  ciudad. 
I Á  las  puertas  de  la  ciudad ! 
Si,  señor.  Tres  leguas  de  aqui  dá  principio 
la  selva  llamada  de  la  Virgen:  á  poco  trecho 
hay  unas  ruinas  de  la  antigua  hospedería  de 
los  Templarios.  Estas  ruinas  son  el  asilo  de 
Germán  y  de  sus  compañeros.  Asilo  formi- 
dable, de  dificil  acceso,  por  las  encadenadas 
rocas  y  profundos  precipicios  que  en  todas 
direcciones  le  defienden.  En  medio  de  las 
ruinas  han  practicado  diferentes  concavida- 
des: han  habilitado  algunas  antiguas  bóve- 
das: han  abierto  varios  caminos  subterrá- 
neos: tienen  minada  una  gran  parte  de  la 
circunferencia  del  edificio,  y  parece  que  á 
favor  de  esta  infernal  caverna ,  se  han  ad- 
auirido  el  renombre  de  invisibles.  Yo  hé 
aescubierto  el  modo  de  penetrar  en  ella.  He 
dejado  en  observación  algunos  soldados  pa- 
ra vigilar  los  movimientos  de  Germán;  y  si 
concertamos  con  todo  sigilo  un  ataque,  me 
atre?o  á  responder  que  sucumbirán  por  fin, 
y  aue  en  adelante  podremos  respirar  tran- 
auilos.  Entonces  ya  no  me  quedará  mas  que 
oesear,  sino  que  Camila  se  decida  á  mirar- 
me con  menos  indiferencia 
He  ejercido  en  favor  de  usted  todo  mi  in- 


Maaquis. 


—  re- 
flujo; pero  mi  sobriaa  apasionada  de  otro, 
me  ha  desairado.  El  enlace  que  usted  pro- 
yectaba, soy  franco,  mereció  desde  luego 
toda  mi  aprobación ;  el  que  proyecta  mi  so- 
brina me  ha  costado  alguna  repugnancia; 
Sero  usted  conoce  que  en  negocios  de  que  ha 
e  depender  la  felicidad  ó  desgracia  de  toda, 
la  vlaa ,  puede  y  debe  de  interponerse  el  in- 
flujo, sin  echar  nunca  mano  de  la  autoridad. 
Usted  tiene  que  disimular  á  mí  sobrina.  Ella 
ama  á  usted ;  reconoce  y  aprecia  las  brillan- 
tes cualidades  que  le  hacen  acreedor  á  la 
estimación  universal;  le  juzga  muy  digno  de 
su  mano  y  de  su  corazón;  pero  sintiendo 
mucho  no  poder  complacerme,  se  decide 
por  otro  esposo. 

Sé  que  Camila  á  pesar  de  mis  ardientes  vo- 
tos, á  pesar  de  los  deseos  de  usted...  Sin 
embargo,  yo  veré,  yo  conoceré  á  ese  afortu- 
nado rival.  Para  consolarme  de  la  pérdida 
de  vuestra  sobrina,  es  necesario  que  yo  sepa 
si  el  esposo  que  elige  es  mas  digno  de  ella. 


ESCENA  Vn. 


Dichos.  Un  Oficial. 


OnciÁt. 
Maiqüis. 


El  señor  Jacobo  pide  permiso  para  presen- 
tarse. 

Que  entre.  (Se  retira  el  oficial).  Va  usted  á 
ver' su  rival.  Cuento  con  la  prudencia  y  cir- 
cunspección que  las  circunstancias  exigen. 
No  se  si  podré  contenerme. 


ESCENA  Vm. 


Jacobo. 


IDichos.  Camüay  con  dos  criados ^  se  coloca  al 
lado  de  su  tio.  Jacobo  nuignlftcamente  vestido 
ocupa  el  centro). 
Señor  Duque,  me  es  permitido  en  fin  9X- 


Máiqovs* 

DfJQOK. 

Jacobo* 
Máiqoes. 

Jacobo* 

MARQOlf. 


Jacobo. 
Marqobs. 

DCQOR. 

Camila* 
Mabqoks. 


Camila. 
Jaoobo* 


ÜAIQUBS* 


playar  libremente  la  alegría  de  mi  corazón* 
Esle  día  feliz,  por  cuya  aparición  he  suspi- 
rado tanto,  va  á  recompensar  con  usura  las 
mortíferas  ansiedades  en  que  mi  pecho 
vacila.  Querida  Camila,  no  mas  dilación; 
que  un  himeneo  venturoso  corone  el  amor 
que  nos  profesamos. 

No  me  enf^año...  estas  facciones...  [Aparte). 
¿Será  posiolc? 

Recuerdo  á  usted,  seftor  Marques...  {Contenién* 
dolé). 

Si;  no  hay  duda;  es  éL  [Mirando á  Jacobo), 
iHabla  usted  por  mí? 

El  ióven  intrépido...  ¿No  se  acuerda  usted 
de  la  selva  de  la  Virgen? 
¡L^  selva  de  la  Virgen!  (Turbado). 
Yo  estaba  acosado  por  los  bandidos,  un  jo- 
ven se  interpone  cerca  del  puente  largo,., 
cuando  yo  ibat  ya  á  sucumbir..*  mi  espada 
rota... 

En  efecto;  me  acuerdo* 
El  es!  El  es  mi  libertador. 
iSu  libertador! 
¿Conoce  usted  á  Jacobo? 
Solo  le  he  visto  una  vez;  pero  sus  facciones 
quedaron  grabadas  en   mi   memoria  para 
siempre.  Si.  señor  Duaoe,  aquel  desconocido 
que  me  defendió  del  furor  de  los  ladrones, 
que  salvó  mi  vida,  que  huyó  al  momento 

2ue  me  vio  libre,  es  el  esposo  que  se  destina 
la  señorita. 
{Cielos!  ¡Qué  felicidad! 

Yo  suplico  á  usted*.*  lo  que  hice  en  aquella 
ocasión  no  merece...  siempre  que  uno  ve  á 
sus  semejantes  en  peligro...  (Como  violento). 
No;  esta  acción  es  digna  de  publicarse,  y 
merece  mi  sincero  reconocimiento.  Usted  me 
salvó:  mi  vida  es  suya.  Mi  brazo  está  pronto 
á  emplearse  en  obsequio  del  que  con  una 
generosidad  y  valor  sin  ejemplo,  arriesgó  sa 
existencia  para  proteger  la  de  un  descono- 
cido con  quien  solo  le  unian  los  vínculos  de 
la  humanidad. 

2 


Jácobo. 
Marques. 


Duque. 


Jágobo. 


—  48  — 

Son  los  mas  respetables. 
Sepa  usted,  caballero,  que  yo  soy  el  rival  con 
quien  ha  tenido  que  competir.  Hace  un  mo- 
mento que  odiaba  el  nombre  de  usted,  lo 
maldecía,  y  hubiera  querido  á  costa  de  toda 
mi  sangre  sacrificarle  á  mi  celoso  furor. 
Ahora,  sin  ser  ingrato^  no  puedo  disputar  á 
usted  un  corazón  que  tiene  bien  merecido, 
y  si  me  costase  la  vida ,  sabría  dominar  una 
pasión  que  pudiera  ofender  ni  en  lo  mínimo 
á  mi  querido  bienhechor.  Sí:  yo  amo  á  Ca- 
mila ,  yo  la  adoro.  Juague  usted  si  es  gran- 
de el  sacrificio  que  me  impongo;  el  único 
capaz  de  recompensar  dignamente  un  be- 
neficio de  que  me  confieso  deudor. 
Señor  Marques,  reconozco  á  usted  en  esa  no- 
ble lenguage,y  me^  felicito  de  tener  amigos 
tan  justos  y  generosos.  (Estrechándole  la 
mano). 

Agradecido  yo  igualmente  á  la  generosidad 
del  señor  Marques,  le  ofrezco  nó  desmentir 
jamás  la  primera  prueba  que  le  di  de  mi  ca- 
riño ,  cuando  no  tenia  aun  la  dicha  de  co- 
nocerle. Entretanto,  si  el  s^or  Duque  se 
digna  permitirlo,  pasarán  adelante  mis  cria- 
dos, y  tendré  el  honor  de  ofrecer  á  mi  ido- 
latrada Camila,  los  primeros  homenages  del 
que  tiene  ya  la  ventura  de  anunciarse  como 
su  esposo ,  y  la  esperanza  de  no  ser  nunca 
indigno  de  este  nombre. 


ESCENA  IX. 


Dichos.  Pajes  j  Lacayos ,  y  después  Juana. 


JUAHA. 


(LospofRS  conducen  los  presentes  para  Camila^ 

Jacwo  se  los  ofrece :  ella  los  recibe ,  y  hace 

pasar  á  manos  de  sus  criados.  Después  sale 

Juana). 

Señor  y  los  oficiales  de  la  guarnición,  infor- 


DüQÜB. 


—  lo- 
mados de  la  llegada  del  señor  Marques,  es- 
tán esperando  á  V.  E.  en  su  aposento. 
Vamos  á  recibirlos,  amigos  raios,  volvere- 
mos al  Instante  para  asistir  á  la  ceremonia 
que  se  prepara.  Mi  palacio  y  mis  jardines 
estarán  abiertos  para  todos  los  habitantes 
de  la  ciudad.  Repartid,  en  nombre  de  Ca- 
mila ,  algunos  socorros  á  ios  necesitados ;  y 
que  todos,  si  es  posible,  participen  déla 
alegría  que  reina  en  nuestros  corazones. 
(El  Marques  presenta  su  mano  á  Jaccéo,  es- 
trecha con  afecto  la  de  este,  saiuda  á  Camila, 
y  sigue  al  Duque,  Todo  él  acompañamiento  $e 
retira  á  una  señal  de  Jacobo), 


ESCENA  X, 


Jacobo.  Camila.  Juana. 


Jacobo. 


JOANA. 


Camila. 

Juana. 

Camila. 

Jacobo. 

Camila. 

Jacobo. 


Camila. 
Jacobo. 


Hermosa  Camila,  por  piedad...  confiésame 
que  tu  impaciencia  era  igual  á  la  mia ;  que 
tu  amor  es  tan  fervoroso  como  éi  que  hierbe 
en  mi  sangre;  que  si  mi  felicidad  depende 
de  unirme  á  ti,  la  tuya  está  cifrada  en  ser 
mi  esposa. 

Dios  mió!  ¡Qué  bordados; qué  riqueza!  ¿Ola, 
una  cartita  también?  Alguna  nueva  galan- 
tería del  señor  Jacobo  [Mirando  las  galas], 
¡Un  papel! 

¡Y  con  sobre  para  mi  señorita! 
Dámele.  [Lo  toma). 
¡Un  papel!  Yo  ignoro... 
Gran    Dios!   ¿Aun  esta  terrible   amenaza? 
aNada  de  himeneo,r> 

Querida  mia;  cuál  puede  ser  la  causa  de  esa 
repentina  inquietud  aue  veo  pintada  en  tu 
semblante?  ¿Qué  puede  contener  ese  papel? 
Lee,  Jacobo,  lee  y  mira  si  soy  desgraciada. 
«Jacobo, Camila, nada  de  himeneo...  (leyendo). 
«Guardaos  bien  de  llegar  al  altar.  La  muerte 


—  20  — 

90S  aguarda  en  aquel  sitio» — ¿Y  quién  es  el 
osado?..  {Ola!  Mis  criados... 

Camila.        ¿Qué  vas  hacer? 

Jaoobo.  Camila,  vuelve  en  tí.  Solo  un  cobarde  pue- 
de valerse  de  esas  armas  vergonzosas.  ¡Ahí 
•  sea  quien  fuere,  se  guardará  muy  bien  de 
llevar  á  cabo  tales  amenazas,  ni  aun  de  pre- 
sentarse en  momenlo  semejante.  Demasiado 
debe  de  comprender  que  nada  podría  liber- 
tarle de  mi  juslo  furor,  y  que  su  muerte  se* 
ría  inevitable  en  el  instante  en  que  se  diese 
á  conocer. 

Camila.  No  me  abandones ,  querido  Jacobo ;  no  te 
apartes  de  mi.  Tal  vez  algún  cobarde  ace- 
cha^ tus  pasos,  y  espia  una  ocasión  favorable 
para...  ¡Oh  Dios!  No  me  abandones;  yo  te  lo 
ruego  por  el  amor  que  me  profesas. 

Jacobo.  No,  Camila,  yo  velaré  por  tí;  pero  en  nombre 
del  cielo,  calma  esa  inquietud  pavorosa.  Sí 
cálmala.  ¿Qué  poder  humano  será  bastante 
para  desunirnos?  Tú  eres  mia  por  tus  jura- 
mentos, por  lu  amor,  por  aquel  amor  que 
me  inspiraste  desde  el  momento  en  que  tus 
ojos  se  encontraron  por  primera  vez  con  los 
mioé.  Entonces  juré  que  nadie  sino  yo  seria 
el  esposo  de  Camila.  ¡Infeliz  del  que  temera- 
riamente intentase  arrancarte  de  mis  brazos! 
(Varias  gentes  erUran  en  el  jardín j  algunos 
hombres  se  adelantan  y  acechan  á  Jacobo). 

Camila.  ¡Silencio!  Los  jardines  empiezan  á  ser  ocu- 
pados. 

JuAMA.  Señorita,  se  va  acercando  la  hora  de  la  ce- 
remonia. Es  preciso  disponerse.  Las  criadas 
están  esperando  en  el  gabinete. 
(Jacobo  dá  la  mano  á  Camila.  Jtíana  entra 
y  no  vuelve  hasta  que  aquel  es  detenido  por 
ííorlac). 


—  21  — 


ESCENA  XL 


Moilág* 

Jágobo* 

Moblác. 

Jágovo. 

MomLAG« 

Jacoio* 
Camila. 
Jacobo. 

MOILAC. 


Jagobo* 

HOBLAC 


Dichos.  HoBLAG.  Ragotz  y  muchos  bandidos 
disfrazados  de  [aldeanos. 

Caballero?  (A  Jacobo). 

En  otro  momeato.  (Sen  mirarle). 

Estas  baenas  gentes...  (Siguiéndde). 

Estoy  muy  agradecido. 

Sois  menos  altanero  {cojiéndole  de  la  mano 

y  deteniéndole)  en  las  peñas  de  la  Yír^en. 

¡Cn  las  peñas!  [Le  mira  y  queda  atomía). 

¿Qué  te  detiene,  Jacobo,  por  qué  no  entras? 

riada ,  querida ,  nada. 

Es  preciso  que  te  hable  sin  (bajó)  testigos. 

Haz  que  se  retiren  esas  mujeres.  Aquí  te 

aguardo.  (Juana  quiere  ¡levarse  á  Camila). 

(Miserable!  ¡Y  te  atreves! 

JNo  hay  que  amenazar!  Si  no  me  oyes,  te 

Í pierdes.  Los  medios  están  en  mi  mano  y  tú 
o  sabes. 

{Jacobo  vuelve  á  tomar  la  mano  de  Camila. 
Esta  repara  en  su  inquietud  y  quiere  pene- 
trar  la  causa.  Jaccbo  ta  tranquiliza^  y  se  eng- 
iran mirando  á  Morlao  que  permanece  con 
los  suyos). 


ESCENA  Xn. 


MOBLAG.  RaGOTZ.  BaHDIDOS. 


Raootz.       ¿y  bien? 

HoBLAa  (Cuidado!  Tu  proyecto  es  demasiado  atre- 
vido. 

VoBLAC.  Esos  son  los  que  suelen  lograrse.  No  os  se- 
paréis de  estas  inmediaciones,  y  no  dejéis 
que  nadie  se  acerque  durante  nuestra  con- 
versación. Pronto  me  reuniré  con  vosotros. 

Eaooti.       ¿Dónde  nos  encontraremos? 


MORLAC. 


Ragotz. 

MOBLAC. 

Ragotz. 

M0RL4G. 


—  22  — 

Ed  la  puerta  chica  del  parque.  Siento  pasos. 

El  es...  Bien  decía  yo  que  no  tardaría  en 

venir,  retírate.  Dejadnos  solos. 

¿Tienes  armas? 

¿Armas?  Con  él  me  serían  inútiles.  Voy 

viendo  que  no  le  conoces  todavía. 

¿Y  cómo  le  obligarás? 

Ese  es  cargo  mió.  No  pondría  yo  sobre  él 

mi   mano   por  cuanto  nay   en  el  mundo: 

Aquí  viene:  retírate. 

{Ragotz  y  los  bandidos  se  alejan  por  el  foro. 

De  tiempo  en  tiempo  se  los  ve  cru^sar  de  un 

lado  á  otro). 


ESCENA  XIII. 


Jagobo. 

MOBLAG. 

Jacobo. 

MORLAG. 


Jagobo. 

MORLAG. 

Jagobo. 

MORLAC. 

Jagobo. 

MoRLAG. 

Jagobo. 

MORLAG. 

Jagobo. 

Morlag« 

Jagobo. 


[Jacobo  muy  turbado  mira  á  todas  partes  y 
viendo  que  Morlac  está  solo,  le  hace  una  seña 
para  aue  se  acerque.  Le  toma  la  mano  y  se  la 

eslreciía). 

•  ,  .  .  •  • 

¿Qué  vienes  á  hacer  aqui?  ^ 

Vengo  á  buscarte. 
¿A  buscarme? 

Y  á  arrancarte  de  los  brazos  seductores  de 
una  mujer.  A   romper  unos   vínculos  que 
nos  perderían ,  y  á  tí  con  nosotros. 
¡Quedo! 

Tengo  que  responderte  en  el  mismo  tono 

en  que  me  hables. 

¡Serias  tú  acaso  el  que  ha  escrito  este  billete? 

(Se  ló  enseña). 

Si ,  yo  he  sido. 

Y  no  has  temido  mi  cólera? 

Mira,  déjale  de  floreos  retóricos  y  sigúeme  al 

momento. 

¿Yo  seguirte? 

Es  preciso. 

Jamás. 

Tus  compañeros  te  necesitan. 

¡Mis  compañeros!  Ya  no  lo  sois  míos.  Nada 

hay  de  común  entre  vosotros  y  yo. 


MOftLAG. 


J  ACOSO. 
MOILAC. 


Jagobo. 

MoiLAC. 


Jagobo. 

llOlLAG. 


Jagobo. 

MoiLAC. 

Jagobo. 

MOBLAC. 


—  23  — 

(Y  por  qué?  Porque  acertaste  un  día  á  ma- 
tar á  un  personage:  porque  te  apoderaste 
de  sus  títulos  y  documentos  de  familia:  por- 

Sue  á  favor  de  nuestro  silencio  y  disimulo 
as  puesto  en  juego  aquellos  resortes  y  has 
engañado  al  Gobernador...  por  esto  ite  crees 
ya  superior  á  nosotros?  Los  lazos  del  crimen 
le  unen  á  los  criminales:  no  es  en  este  pa- 
lacio ni  bajo  los  techos  dorados  de  cual- 
quiera otro  donde  debes  de  concluir  la  car- 
rera en  que  tanto  te  has  distinguido.  Una  onza 
de  plomo  ardiendo,  una  puñalada,  ó  un  su- 
plicio... 

Si  prosigues  [Amenazándole], 
¿Qué  harás?  Infeliz!  Tú  has  olvidado  las 
obligaciones  que  nos  debes:  tú  te  has  que- 
rido asociar  á  la  familia  que  tiene  jurado 
nuestro  esterminío;  tú  puedes  entregarme 
ahora  mismo  á  la  muerte.  Habla...  y  subi- 
remos juntos  al  cadalso. 
{Bárbaro! 

Recuerdo  que  siempre  nos  has  querido  des- 
lumhrar con  palabras  misteriosas  sobre  tu 
nacimiento,  sobre  las  desgracias  que  te  ha- 
bian  obligado  á  buscar  un  asilo  en  los  mon- 
tes y  asociarte  á  nosotros.  Te  dimos  el  man- 
do superior  porque  eres  valiente.  Te  respe- 
tamos como  á  tal,  pero  en  resumen  ¿eres  mas 
Sie  un?., 
ilencio! 
tranquilízate,  hombre;  (friamente)  jamás  se 
debe  uno  de  avergonzar  del  ofício  que  tiene. 
Y,  ademas,  somos  muchos  los  que  ejercemos 
este.  No  hay  otra  diferencia,  sino  que  algu- 
nos lo  ejercen  sin  peligro  y  bien  vistos;  y 
otro%,  menos  venturosos,  tenemos  que  ejer- 
cerlo en  los  caminos  públicos,  esponiendo 
nuestra  cabeza  doce  veces  al  dia  y  aborre- 
cidos de  todo  el  mundo. 
Retírate. 

Tu  matrimonio  no  se  verificará. 
¿Quién  ha  de  impedirlo? 
Yo. 


Jagobo. 
Horlác. 

Jagobo. 

MORLAG. 

JOGOBO. 

MORLAG. 

Jagobo. 

MORLAG. 

Jagobo. 

MoRLAG. 


Jagobo. 

MOBLAG, 

Jagobo. 

MORLAG. 


Jagobo. 

HORLAG. 


—  24  — 

Nada  me  hará  renunciar  á  la  mano  de  Ca- 
mila. Recibió  mis  juramentos. 
Antes  habias  prometido  á  tus  compañeros 
una  eterna  fidelidad.  Huye  de  este  recinto 
funesto.  Créeme. 
Nunca. 

Teme  nuestra  venganza. 
No  me  amedrentas. 

Sé  que  eres  insensible  á  la  muerte,  pero  las 
circunstancias  te  la  harán  horrorosa. 
|Por  última  vez  te  intimo  silenciol 
(Echando  mano  á  la  espada). 
Aunque  me  mataras,  no  te  salvarías.  Mil  bo- 
cas pronunciarian  tu  sentencia  dos  minutos 
después. 

¡Monstruos!  ¿No  estáis  satisfechos? 
Os  lo  he  sacrificado  todo,  hasta  mi  honor, 
para... 

¿Honor  tú?  ¿Es  compatible  el  honor  con  tu 
oficio?  ¿Si  la  sangre  que  circula  por  tus  ve- 
nas fuese  noble,  lo  ejercerías?  Modera  tu  pre- 
sunción y  no  te  hagas  ridículo. 
¿Qué  exiges  de  mí?  ¿Mis  riquezas? 
No. 

Yo  os  abandpno  cuanto  me  perlehece.  Dejad- 
me ser  feliz  al  lado  de  mi  esposa. 
Esa  esposa  no  existe  para  tí.  Está  decretado. 
Dentro  de  una  hora   te  aguardamos  en  las 
peñas  de  la  Virgen. 
¡No!  ¡Antes  la  muerte! 
Irás,  sí,  iras...  yo  telo  digo.  Aquí  era  d<^d<^ 
querías  vendernos:  aqui  se  debía  celebrar 
tu  matrimonio:  La  hora  se  aproxima;  todo 
lo  sabemos.  Estaremos  aquí...  reflexiona  y 
tiembla...  Si  hablamos...  Viene  gente  ,  adiós. 
{Se  presenta  el  Marques,  Marlac  se  cvbre  el 
rostro  y  se  va.  El  Marques  le  examina,  como 
si  le  sorprendiese  su  vista.  Jorobo  está  abis- 
mado en  la  mayor  consternación]. 


—  25  — 


ESCENA  XIV, 


Jácobo.  El  Marques. 


Jagobo. 

MARQCE3, 

Jagobo. 

Marques. 

Jagobo. 
Marques. 


Jagobo. 
Marques 


Jagobo. 
Marques. 


{El  Marques!  {Aparté). 

Las  faccioaes  de  este  hombre  no  me  son  des- 
conocidas. Hablaba  con  usted,  señor  Jacobo? 
Sí:  es  un  desgraciado  que  imploraba  mi  pro- 
tección. 

Sé  que  hace  usted  el  mejor  uso  de  sus  ri-* 
quezas... 
jSeñorf 

Y  deseará  que  este  dia  quede  señalado  en  la 
memoria  de  los  menesterosos,  con  algún  be- 
neficio particular.  El  señor  Duque  me  acaba 
de  informar  en  compendio  de  cuantos  por- 
menores eran  necesarios  para  fijar  de  un 
modo  indeleble  la  ventajosa  idea  que  yo  te- 
nia formada  de  usted.  Sé  que  se  halla  en 
estos  dominios  por  resultas  fatales  de  un 
duelo  que  le  hizo  abandonar  su  pais ;  y  sé 
también  que  ha  guardado  largo  tiempo  el 
incógnito  uias  rigoroso;  pero  no  se  me  ocul- 
ta ya  su  nombre  y  me  doy  el  parabién  de 
que  Camila  logre  un  esposo  no  menos  digno 
de  ella  por,  sus  accionéis  que  por  su  naci- 
miento. El  señor  Duque,  apreciándole  á  us- 
ted como  merece,  para  darle  la  última 
prueba  de  confianza,  le  confiere  el  mando 
de  la  espedicion  que  va  á  salir  contra  los  in- 
visibles. 

¡Contra  los  invisibles! 

Todos  los  oficiales  han  aprobado  la  delibe- 
ración del  señor  Duque,  y  se  creen  ya  vic- 
toriosos llevando  á  su  cabeza    un  hombre 
tan  digno  de  ser  su  gefe. 
¿Yo? 

Sí ,  amigo  mió.  La  nueva  patria  que  usted 
adopta  en  su  desgracia  exige  sacrificios;  pe- 
ro sacrificios  muy  dulces  para  corazones  ge- 


Jagobo. 

M4RQUES. 


Jagobo. 

Mabqubs. 
Jagobo. 


—  ge- 
nerosos. Yo  seré  uno  de  los  aue  combatirán 
á  las  órdenes  de  mi  libertaaor ;  y  me  juz- 
garé muy  feliz  si  al  pagar  una  deuda  sa- 
grada puedo  conservar  vida  tan  preciosa. 
¡A  qué  suplicios  estoy  destinado!  (Aparte). 
Conozco  bien   cuan  natural  es  la  agitación 
en  que  usted  se  halla;  pronto  desaparecerá. 
Todos  están  ya  reunidos.  Los  senadores  van 
á  honrar  con  su  presencia  la  ceremonia. 
¡Yo  espoudré  á  Camila!...  No  huyamos. 
{Yémhse). 

Ya  vienen.  [Deleniéndole). 
{Cielos! 


ESCENA  XV. 


[Cortefi  numeroso  ocupa  d  teatro^  Hay  per- 
sonas de  todas  gerarquías.  Los  trages  lo  de- 
notan. El  Duque  trae  de  la  mano  á  Cami- 
la. Le  preceden  algunos  soldados  de  su 
guardia  que  forman  al  foro.  El  pueblo  en  di- 
ferentes pelotones.  Camila  estará  vestida  de 
boda.  Morlac  y  los  bandidos  interpolados  con  el 
pueblo.  Pages  y  lacayos  de  Jacobo). 
DuQui.  El  Conde  Jacobo  de  Lyden  recibe  hoy  de  la 
mano  de  un  segundo  padre  la  esposa  elejida. 
Yo  confío  á  su  honor  la  suerte  de  mi  que- 
rida sobrina.  Derramen  los  cielos  sus  bendi- 
ciones sobre  vosotros;  y  que  los  votos  fervo- 
rosos que  les  dirijo  por  vuestra  felicidad, 
tengan  el  mas  satisfactorio  cumplimiento. 
El  santuario  de  un  Dios  de  paz  os  abre  sus 
puertas.  Su  ministro  os  aguarda:   venida 

S remeteros    la   eterna   felicidad  que    debe 
e  hacer  las  delicias  de  vuestra  vida  y  el 
consuelo  de  mi  afortunada  vejez. 
(El  acompañamiento  abre  paso  á  los  novios 
hacia  el  parage  donde  se  supone  la  capiÜa  de 

ÍnUacio,  Actitud  de  marcha). 
uro  amar   á    mi  querido  esposo  hasta  la 

muerte... 


Jagobo. 


MORLAC. 

Jacobo. 
Camila. 
Duque. 
Jacobo. 


Jagobo. 

Duque. 

Jacobo. 

Camila. 

Jacobo. 


Camila. 


—  27  — 

(Jacobo  después  de  mirar  con  inquktui  á  to-^ 
das  parteSj  receloso  de  descubrir  á  Morhc,  no 
viéndole  empieza  á  decir  con  la  mayor  solem- 
nidad levantando  la  mano)» 
Juro  también...  (Repara  en  Morlac  que  se  co- 
loca en  frente  y  se  adelanta  con  firmeza  y 
desenvoltura). 
£1  señor  Conde... 

¡Dios  mío!  ¡Toda  'mi  sangre  se  hiela! 
1  Jacobo!  (Sobresaltada). 
¿Qué  puede  detenernos? 
¡Malvados!  ¡Ellos  quieren!...  No:  temblad.  Yo 
desprecio  sus  amenazas...  Aunque   hubiera 
de  i)erecer...  ven  Camila,  ven;  al  pie  de  los 
altares  recibirás  mi  juramento,  apesar... 
(Toma  la  mano  de  Camila  queriendo  llevarla 
consol go.  Todos  los  bandidos  que  están  disemi- 
nados en  la  escena^  lo  mismo  que  los  demás  que 
aparecerán  en  todos  los  actos,  llevan  en  su 
vestuario  algunas  prendas  uniformes,  una  de 
ellas,  á  elección  de  quien  dirija,  mas  repara- 
ble que  las  otras.  Esta  prenda  puede  ser  una 
faja  etc.  Morlac  que  se  ha  adelantado  un  po- 
co  hacia  Jacobo,  le  señala  aquella  parte  de 
su  vestido  que  distingue  á  los  ladrones  pa- 
ra reconocerse  entre  si.  Los  demás  bandidos 
ejecutan  lo  mismo  que  Morlac,  de  manera  que 
Jacobo  se  encuentra  con  los  bandidos  en  to- 
das direcciones.  Se  adelanta  con  Camila  por 
dos  ó  tres  parajes  y  retrocede  viéndose  cer- 
cado de  los  facinerosos.  Por  último,  la  recha- 
za y  se  adelanta  al  proscenio.  Todos  le  siguen. 
Cuadro  de  sorpresa). 
¡Está  hecho!  ¡Oh! 
¡Qué  dolirio! 
¡Dejadme,  dejadme! 
¡Esposo  mió! 

¿Yo  tu  esposo?  No :  yo  no  soy  tu  esposo.  Vos- 
olros  lo  sabéis  que  no  soy  su  esposo  (Vol-^ 
viéndose  al  pueblo).  Un  poder  horrible ,  un 
poder  que  detesto  me  fuerza  á  abandonarte... 
a  huir  de  ti  para  siempre. 
¡Dios  mió! 


—  88  — 

DuQUi.         ¡Miaerablel 

(Bl  Duque  tira  de  la  espada  y  m  á  arrojar- 
se solare  Jacobo.  El  Marques  se  interpone. 
Muchos  personages  siguen  la  idea  dd  mar- 
ques. Ckimila  se  desmaya  en  brazos  de  algu- 
nas damas  del  acompañamiento.  Jacobo  toma  la 
derecha  dd  teatro^  vuelta  la  es  falda  al  cuadro 
general,  y  en  actilud  de  desesperación.  El  ver- 
dadero pueblo  atiende  al  accidente  de  Camila. 
Los  soldados  de  la  guardia  del  Gobernador  se 
unen  al  grupo  de  este,  á  una  señal  que  para 
dio  les  hace.  Morlac  y  los  suyos  desusándose 
sin  pérdida  de  momento  hada  el  lado  donde  está 
Jac€bo^  le  rodean.  El  los  mira,  se  horroriza 
y  €d  fin  sale  de  la  escena  con  precipitación. 
Morlac  hace  señas  para  que  algunos  ladro- 
nes vayan  siguiendo  á  Jacobo,  y  otros  se  que-- 
den  en  la  escena ,  indicándoles  con  miradas 
de  inteligencia  que  no  conviene  abandonar  re-* 
pentinamerUe  el  puesto^  y  todos  se  unen  al  cua- 
dro general  de  sorpresa  y  dolor). 


rm  DiL  ACTO  PftlMBKO. 


ACTO  SEGUNDO. 


£í  Teatro  representa  el  interior  de  una  hospedería 
de  Templarios  arruinada  por  varias  partes.  Dos 
galerías  á  izquierda  y  derecha ,  que  puede  supo^ 
nerse  haber  sido  claustros ,  conducen  d  varias  ha^ 
bitaciones  que  los  ladrones  han  habilitado  para  su 
uso.  Al  frente  una  arcada  gótica:  su  altura  es 
dos  tercios  de  la  del  Teatro  hasta  las  bambalinas. 
Esta  arcada  está  sostenida  por  tres  columnas  del 
mismo  orden ;  una  de  ellas  es  hueca.  Hay  un  sillar 
que  se  mueve  hacia  fuera  por  medio  de  un  resorte. 
Poco  detras  de  la  piedra  que  se  mueve  hay  una 
reja  cerrada  que  conduce  á  un  depósito  de  armas 
y  á  una  pequeña  escalera  practicada  en  las  peñas. 
Sobre  los  arcos,  y  siempre  al  frente,  ventanas  me- 
dio arruinadas.  Al  través  de  estas  mismas  ventar- 
ñas  se  ven  las  rocas  de  la  Virgen.  A  la  izquierda 


—  30  — 

en  tegundo  bastidor  la  boca  de  una  pequeña  bóveda 
que  úrve  de  almacén  de  pólvora.  En  sitio  conve- 
niente ^  otra  entrada  con  puerta  y  grueso  cerrojo, 
practicables  éste  y  aquella porlapartede afuera. 

ESCENA  I. 

GOCCFATK  solo. 

{Se  ocupa  en  poner  ulgunoi  talegos  de  dinero 
en  un  boquerón  abierto  en  el  suelo.  Según  los 
mete  allí^  va  haciendo  apuntación  en  un  libro 
de  caja), 

GocüF.  Dos  mil  y  quinientos  escudos:  mas,  mil  dos- 
cientos cincuenta  que  han  entrado  esta  ma- 
ñana :  mas »  diez  mil  setecientos  de  anoche. 
Es  decir,  que  componen  en  todo  la  cantidad 
de  catorce  mil  y  quinientos  para  la  entra- 
da de  hoy.  fiueno :  catorce  mil  y  quinientos, 
sí...  eso  es.  Hasta  para  hacer  daño  se  nece- 
sita plan  j  orden.  ¡  Ah  I  ¡  Fortuna  capricho- 
sa I  Combinaciones  singulares  me  han  obli- 
gado á  alistarme  en  este  invisible  regi- 
miento; pero  el  señor  Cucufate,  siempre 
honrado  y  pundonoroso,  ha  sabido  hacer 
respetar  su  carácter  y  guardar  la  posición 
ventajosa  que  debe  de  tener  un  ladrón  por 
principios,  respecto  de  los  que  no  los  cono- 
cen. A  mayor  aoundamiento:  nunca  he  que- 
rido entrar  en  servicio  activo,  y  he  sabido 
ceñirme  ásolo  la  parte  administrativa,  que 
no  siendo  la  mas  arriesgada  es  siempre  la 
mas  sustanciosa.  Todo  esCo,  traducido  á  un 
lenguaje  inteligible,  significa  que  yo  no  soy 
un  picaro  redomado,  puesto  que  me  he  co- 
locado desde  luego  en  la  categoría  de  cajero, 
proveedor,  factor,  ele.  Con  que,  vamos  á 
ver...  Catorce  talegas  de  á  mil  para  el  fondo 


~3<  — 

coman...  y  la  medía  talega  del  pico  la  esca- 
motaremos á  beneficio  de  la  caja,  que  es  me- 
nor de  edad.  ( Lleva  esta  úUima  cantidad  á 
otro  agujero  que  habrá  en  otro  sitio).  Este  es  el 
rinconcito  reservado  para  mí.¿Eh?  ¿Quién  an- 
da ahí?  ¡Estos  malditos  compañeros  miosl  ¿Ehf 
Mire  usted  qué  gracia!  Estarle  á  uno  escu- 
chando cuando  se  le  antoja  hacer  un  solilo- 
quio! (Pausa).  Pues  no  hay  nadie.  ¡Maldito 
miedo!  Ni  aun  entre  ladrones  puede  estar 
seguro  otro. ladrón.  Cerremos,  por  si  van 
mal  dadas.  Siempre  es  bueno,  (cierra)  des- 
confiar de  estos  bribones.  Tanto  se  les  daria 
robarme  á  mí,  como  si  robasen  á  un  hom- 
bre de  bien. 


ESCENA  II. 


CUGÜTÁTB.  RáGOTZ. 


Ragotz 

CUCUF. 

Rágotz. 

GOCDF. 


Ragotz. 
GocOf^ 

Ragotz. 

CUCOF. 


¡Ah!.¿Eres  tú,  Cucufate?^ 
Si,  señor,  yo  soy.  Estaba  haciendo  un  ar- 
queo en  nuestra  tesorería. 
La  entradita  de  anoche  no  habrá  venido 
mal. 

Perfectamente.  ¿Fuiste  tú  el  que  tomó  el 
empréstito  forzoso  de  donde  ha  provenido? 
Apropósito ;  antes  que  se  me  olvide.  De  unos 
días  á  esta  parte,  me  mortifican  mucho  los 
remordimientos. 
¡Bribón! 

Naturalmente  pienso  yo  con  un  poco  de  es- 
crupulosidad, y... 
Estaba  por  darte  un  trabucazo.. 
Ya  me  ha  dado  usted  dos,  señor  temerón, 
con  no  dejarme  hablar.  Digo  que  tengo  mis 
escrúpulos  de  que  ese  almacén  de  pólvora, 
que  por  una  diabólica  inspiración  han  co- 
locado á  un  lado  de  la  caja,  nos  ha  de  dar 
un  mal  dia,  haciéndome  volar  con  libros  y 


—  32  — 

dinero.  Y  no  me  causaría  sorpresa ,  si  esto 
sucediese  no  estando  yo ,  que  faltasen  algu- 
ñas  taleguillas ,  por  que...  con  ingenuidad... 
somos  pfiuy  malos  y  á  rio  revuelto...  ¿me  en- 
tiendes? 
Ragotz,  iCabiloso! 
GocoF.         En  fin ,  yo  por  mi  parte  tengo  mis  cuentas 

arregladas.  Con  que...  felices  tardes. 
Ragotz.       ¿a  dónde  bueno?  Cabalmente  vamos  á  ce- 
lebrar el  consejo  que  Morlac  tiene  convo- 
cado. 
GcGOF.         Asi  será ;  pero  yo  tengo  que  atender  á  cierto 
negocio  puramente  personal.   Se   trata  de 
mis  propios  intereses.  Voy  á  hacer  una  co- 
branza. 
Ragotz.       ¿Una  cobranza?  No  entiendo. 
CuGCF.         Cuando  á  uno  le  deben,  hay  que  ir  á  cobrar, 
si  el  deudor  no  es  tan  comedido  que  venga 
á  traer  el  dinero  á  casa.  Tú  sabes  muy  bien 
que   independientemente  de  mi  empleo  de 
cajero  en  esta  .respetafile  co^ipañía ,  soy  co- 
nocido en  la  ciudad  por  un  capitalista  hon- 
rado, que  socorre ,  á  moderado  interés,  las 
urgencias  del  prógimo.  Esta  mañana,  es- 
tando dentro  de   la  población ,  se   me  ha 
presentado  un   pobre  demonio  solicitando 
quinientos  florines  á  cuarenta  por  cieato. 
Esto  es  bastante  razonable;  y  desde  luego  en 
cuanto  al  interés  nada  hay  que  decir. 
Ragotz.       ¿Y  bien? 

GoGUF.  Me  hacia  una  escritura  pública  ó  privada, 
según  me  conviniese;  pero  yo  queria  cier- 
tas garantías.  En  tal  estado  se  le  ocurrió 
presentarme  la  mas  satisfactoria.  Díjoüne  que 
fe  urgia  el  préstamo,  porque  esta  misma 
tarde  tenian  que  llevar  el  dinero  á  esa  casa 
de  campo  qne  está  media  legua  de  aqui.  Al 
momento  que  me  impuse  de  que  mis  florines 
debían  de  visitar  aunque  de  paso  nuestra 
jurisdicción,  me  resolví  á  presentárselos.  Ya 
ves  tú  cuan  fácil  es  cobrar;  pues  eso  es  lo 
que  voy  á  hacer  ahora. 
Ragotz.       Entiendo. 


COCUF. 

Rágotz. 
Cocur. 

Ragotz. 

COCDF» 


KAfion. 


CUCUF. 

Rágotz. 

GOCOF. 

Ragot. 


GOCUF. 

Rágotz. 

COGOF. 

Ragotz. 
Gtouf. 


—  33  — 

No  quiero  perder  la  ocasión.  Situaré  mi 
campo  detrás  do  las  rocas  de  la  Virgen ,  y... 
No  te  aconsejo  que  vayas  allá,  y  mucho 
menos  solo. 

¡Pues  qué?..  Pero  ya  conozco  lo  que  quieres 
decirme.  Deseas  tener  un  interesillo  en  mis 
fondos,  ¿eh? 

Yo  no  trato  de  que  me  cuelguen  por  esa 
miseria.  Escúchame:  las  tropas  disponibles 
que  habia  en  la  ciudad  nos  tienen  cercados. 
¡Y  preste  usted  dinero  sin  contar  con  estas 
vicisitadesl  Por  vida  de  San  Gucufate,  que 
si  vuelvo  á  dejarme  engañar...  ¿quién  te  ha 
dado  esa  noticia? 

Morlac  mismo  que  está  ya  preparando  todos 
los  medios  de  defensa.  Felizmente  ha  caido 
en  nuestro  poder  la  mejor  prenda  de  nues- 
tra salvación. 

¡Qué  prenda?  ¿Esa  muchacha  que  habéis 
traido  á4a  madriguera? 
Es  la  sobrina   del  Duque ,  Gobernador  de 
la  ciudad. 

¡Gómol  ¿La  sobrina  del  Gobernador? 
La  misma.  Yo  ignoro  cuál  habrá  sido  el  de- 
signio de  Morlac  en  robarla.  Tal  tqz  puede 
que  previese  la  tempestad  que  nos  amena- 
zaba; lo  cierto  es  que  Morlac  asegura  que 
solo  este  atrevido  golpe  nos  puede  volver 
nuestro  antiguo  capitán. 
¿Quién? 
Germán. 

¡El  terrible  Germán!  Ese  ladrón... 
¿Gomo? 

Ese  prototipo  de  los  que  se  encuentran  lo 
que  nadie  ha  perdido:  ese  valiente  de  quien 
os  oigo  hablar  con  tanto  respeto  y  venera- 
ción... Todos  están  de  acuerdo  en  que  es  gran 
sugeto,  de  arrojo  sin  ejemplar,  de  intrepidez 
incomparable.  Siento  no  haberle  conocido» 
Guanoo  me  alisté  fallaba  él  ya  de  la  com- 
pañía. Yo  no  soy  muy  valiente,  y,  la  ver- 
dad ,  necesito  unas  caantas  leccioncillas  para 
desarrollarme,  y  que  los  maestros  del  oficio 

3 


IIágotz. 

GUGUF. 


RáG0T7. 

Cuccp. 

Ragotz. 
Gdgup, 


—  Si- 
me saquen  de  aprendiz.  A  otra  cosa.  Quie- 
res ser  de  mi espedicion?  Si,  ó  no. 
No. 

Mira,  tomando  el  subterráneo  pequeño,  no 
leñemos  que  andar  cien  pasos.  Te  doy  la 
cuarta  parte  de  mi  cobranza. 
No. 

Vamos...  Te  doy  la  tercera :  me  parece  que 
si  no  eres  absolutamente  un  judio... 
No.  La  mitad  ó  nada. 

¡Qué  demonio!  Ya  se  ve...  un  terco  semejan- 
te... Encontraremos  {aparte)  otro  compañero 
menos  valiente  pero  mas  barato...  otro... 
como  yo,  que  es  lo  que  necesito. — Una  vez 
{á  él)  que  no  te  conformas,  voy  antes  que 
sea  mas  tarde  á  ver  si  puedo  librar  del 
ataque  los  quinientos  florines. 


ESCENA  III. 


MoKLAG.  Ragotz.  Baubidos. 


MoRLAG.'  Amigos,  el  día  de  hoy  va  á  decidir  de  nues- 
tra suerte.  Todas  las  fuerzas  del  enemigo  nos. 
bloquean.  El  Marques  de  Yivaldi  viene  á  la 
cabeza  de  las  tropas.  Ya  nos  ha  perseguido 
mas  de  una  vez.  ¡Ay  de  él,  si  cae  entre  mis 
manos! 

Ragotz.       No:  yo  soy  el  que  debe  de  sacrificarle. 

MoRLAG.  Tranquilízate.  Le  tengo  reservado  para  mí; 
mas  la  primera  consideración  que  ahora  de- 
be de  ocuparnos  es  la  del  riesgo  que  tan  de 
cerca  nos  amenaza.  Tenemos  que  abandonar 
esta  provincia,  ó  triunfar  de  nuestros  ene- 
migos ;  y  ninguno  de  los  dos  estremos  me 
parece  fácil  sin  la  presencia  de  Germán. 

Todos.         ¡Germán! 

MonLAC.  Yo  prometí  volvéroslo.  En  efecto  le  he  bus- 
cado, le  he  hallado,  le  he  suplicado...  pero 
en  vano.  Se  ha  hecho  sorda  á  mis  ruegos, 


Ragotz. 
Moblác. 


—  35  — 

ha  despreciado  mis  amenazas.  ¡Se  iba  ñ  ca^» 
sari  Este  odioso  enlace,  uniéndole  á  nuestros 
enemigos,  nos  le  robaba  para  siempre.  Ra- 
gotz  y  algunos  otros  valientes  me  acompa*" 
ñaban:  le  sorprendimos  en  el  acto  decisivo: 
estorbamos  que  se  casase,  y  lo  sacamos  del 

f>alacio  del  Duque.  Los  compañeros  que  sa* 
ieron  tras  él  no  pudieron  reducirle  á  que 
los  siguiese  por  entonces;  sin  embargo,  ase^ 
guró  que  en  breve  comparecería  en  estos 
lugares.  Yo  aprovechando  la  oscuridad  de  la 
noche,  me  determiné  á  dar  un  golpe  impor* 
tan  te.  La  sobrina  del  Gobernador  osla  joven 
á  quien  adora  Germán.  Este  habia  abando- 
nado el  campo.  El  apoderarnos  de  aquella 
nos  podia  dar  mucno  ascendiente  sobre 
nuestro  ingrato  caudillo  y  asegurarnos  de 
toda  traición,  si  llegaba  á  su  noticia  que  Ca- 
mila estaba  en  nuestro  poder.  La  roñamos, 
pues,  V  hemos  procurado  que  él  lo  sepa  sin 
pérdida  de  momento.  Tiemble  ahora  si  in- 
tenta sacrificarnos  con  una  cobarde  alevosía! 
Y  bien ,  Morlac  ¿dónde  se  halla  la  prisio- 
nera? 

A  lo  ultimo  de  esa  galería  que  habitaba  Ger- 
mán. Es  el  sitio  mas  seguro  de  todas  estas 
ruinas.  Ignora  los  motivos  de  su  desgracia; 
y  el  espanto  y  fatiga  han  hecho  en  ella  tal 
impresión,  aue  al  llegar  aqui  le  ha  sobreco- 
jido  un  profundo  letargo.  {Qué  diblo!  Tanto 
mejor.  Al  cabo  no  es  uno  de  bronce,  y  mien-^ 
tras  permanezca  asi,  nos  libraremos  de  sus 
gemidos  y  lamentapiones  ¡Cuántos  peligros 
hemos  tenido  que  arrostrar!  La  toma  del  jar- 
din  fué  fácil:  á  las  doce  déla  noche  se  salta 
sin  miedo  un  muro  de  poca  elevación;  pero 
lo  mas  difícil  era  entrar  en  el  pequeño  pa-* 
bellon  donde  estaba  va  recogida.  Una  sola 
ventana  no  muy  alta  fue  tomada  por  dos  de 
nuestros  valientes  á  quienes  no  abandoné 
yo  nunca.  Una  linterna  nos  daba  la  necesa- 
ria luz,  y  nuestros  tres  brillantes  puñales 
se  alzaron  á  un  tiempo  sobre  Camila  y  dos 


GOGUF. 
MORLAG. 


-^36  — 

criadas  que  estaban  recogidas  con  ella,  y 
que  fueron  víctimas  sacrificadas  á  la  garan- 
tía del  silencio.  Camila  cayó  en  un  deliquio 
mortal:  esto  habiamos  menester.  Era  impo- 
sible saltar  con  ella  el  muro  para  retirarnos; 
pero  á  veces  todo  se  ordena  bien  sin  saber 
cómo.  Otros  dos  compañeros ,  que  habiamos 
dejado  apostados  cerca  de  la  casa  del  guar- 
da, por  si  algún  incidente  le  alarmaba  y  ha- 
cia salir,  vinieron  á  buscarnos  y  decirnos 
que  dispertado  por  su  perro,  se  haoia  levan- 
tado y  pretendido  hacer  resistencia;  pero 
que  una  puñalada  bien  dirigida  nos  libraba 
ya  de  este  estorbo  y  nos  franqueaba  la  puer- 
ta. Pasamos  el  resto  de  la  noche  en  casa  de 
uno  de  nuestros  cofrades*  y  por  la  mañana 
salimos  de  la  ciudad  al  amanecer.  Solo  me 
resta  añadir  que  es  forzoso  respetarla,  por 
ser  prenda  de  nuestro  gefe,  pues  no  hemos 
perdido  la  esperanza  de  que  este  vuelva  á 
entrar  en  la  senda  de  su  deber. 
\Dentro).  ¡Socorro!  ¡Socorro! 
¿Seriamos  -sorprendidos? 


ESCENA  IV. 


Dichos.  GUCUFATB. 


CüCüP. 

MOBLAC. 
GUGUF. 
MORLAC. 
GCGOP. 

~M0BI.AG. 
GuGUF. 


¡Socorro,  por  amor  de  Dios! 
¿Qué  es  eso? 

Estamos  perdidos :  lo  que  se  llama  perdidos. 
¿Qué  dices? 

Se  acabó  ya  la  buena  fé;  ya  no  hay  perso- 
nas de  quien  poderse  fiar. 
¿Te  esplicarás? 

Apenaste  dejó,  mí  querido  Ragotz,  cuando 
se  me  presenta  el  hombre  consabido.  Le  ha- 
go' el  corto  cumplimiento  que  tengo  de  cos- 
tumbre, con  todas  las  atenciones  del  caso. 
Luego  os  diré  lo  que  era  [á  los  demos  ban- 
didos). Pues  señor,  mi  hombre  no  se  hizo  mu- 


MOILAC 

CoGur. 


Cocup. 


MORLAG. 
COGDP. 


Todos. 

GUGUF. 


MORLAG. 
GUGUP. 


—  37  — 

cbo  de  rogar;  ^  ya  nie  había  restituido  los 
quinientos  florines. 
Abrevia. 

Pues  ya  se  ve  que  abreviaré  ¡Ahí  Se  me  ol- 
vidaba. Yo  me  entretuve  un  poco,  no  por  des* 
confianza,  á  mirar  si  la  cuenta  se  hallaba  ca- 
bal,  cuando  un  fantasmón  del  demonio  en  el 
cual  fantasmón  no  habia  yo  reparado,  y  que 
sin  duda  estuvo  presenciando  todos  los  por- 
menores déla  cobranza...  se  acerca,  y  con  une 
aspereza  muy  original  me  sacude...  no  se  si 
un  puñetazo  ó  una  patada ,  porque  estaba 
yo  entonces  un  poco  distraído.  Me  derribó 
en  tierra:  me  arrancó  el  bolsillo;  lo  devolvió 
al  pasagero  y  le  dijo  que  se  marchase.  ¡Pica- 
ron semejante! 

Debías  de  habernos  llamado  con  tiempo. 
¡Dios  de  los  hombres  de  bien!  Yo  gritaba 
ladrones,  ladrones,  á  no  poder  mas;  ^ro  na- 
die me  ha  contestado.  ¡Es  una  infamia!  ¡Ver- 
se uno  robado  á  dos  pasos  de  su  casa!...  Si 
ésto  va  así ,  habremos  de  mudar  de  oficio, 
porque  aumenta  terriblemente  el  número  de 
los  oficíales. 

Y  en  resumen,  ¿cómo  te  escapaste  de  las  ma- 
nos de  ese  desconocido? 
Con  unas  fuertes  anginas  porque  me  agar- 
rotó la  garganta  de  tal  manera  que...  pero 
esto  no  es  nada,  comparado  con  lo  que  tengo 

Íue  deciros. 

Dos  de  nuestros  espías,  á  quienes  he  encon- 
trado al  volver  me  han  asegurado  que  nues- 
tra madriguera  ha  sido  descubierta. 
lEs  posible? 

Algunos  corresponsales  de  la  ciudad,  de  lo 
mejorcito  que  tenemos  en  nuestras  relacio- 
nes, han  aicho  que  estábamos  vendidos... 
que  nos  habían  delatado  en  consejo  pleno... 
que  el  Gobernador  tenia  ya  en  su  poder  un 
plan  topográfico,  y  que...  de  todo  lo  cual  yo 
he  venido  á  sacar  en  consecuencia,  bien  sen- 
cilla á  la  verdad  ,  que  necesariamente  deh^ 


—  38  — 

de  haber  entre  nosotros  algunos  picaros. 

Ragotz.        ¡Estamos  vendidosl 

HoRLAG.       Germán...  si...  sí...  Germán  es  el  único  que 
puede  haber  revelado  nuestros  secreto^. 

Ragotz.       ¿Germán? 

MoRLAC.       ¡Esa  maldita  boda!  Ese  amor  fatal  que  hace 
meses  le  tiene  distraído! 

Tobos.  ¡Venganza! 

Cuo^F.  ¡Si  señor  ,  venganza  I  Y  vénguense  ustedes 

también  por  mí  de  paso  ,  que  yo  tengo  que 
arreglar  entre  tanto  nuestros  negocios  eco- 
nómicos y  administrativos.  [Vase], 

MoBLAC.  Solo  su  muerte  puede  ser  digna  expiación 
para  tan  cobarde  perfidia.  Aquel  que  nos 
guió  tantas  veces  por  la  senda  de  la  victo- 
ria... aquel  á  .quien  habíamos  dado  un  po- 
der sin  límites...  aquel,  en  fin,  cuya  suerte 
y  la  nuestra  debian  decidir  uha  de  otra  re- 
cíprocamente, nos  ha  hecho  traición.  ¡Sabrá 
en  breve  si  sus  compañeros  se  dejan  sor- 
prender!... Pero...  escuchadme...  un  suplicio 
mil  veces  mas  cruel  que  la  muerte  misma 
puede  anticipadamente  vengarnos.  La  mu- 
ger  que  ha  tenido  la  desgracia  de  ser  objeto 
de  sus  adoraciones  se  ha  salvado  ya  una 
vez  del  puñal  que  vibraba  sobre  su  cabeza. 
Germán  confía  en  las  fuerzas  del  Goberna- 
dor para  arrebatarnos  un  tesoro  en  que  está 
cifrada  nuestra  ventura.  ¡Que  tiemble  el  Du- 
que y  su  malvado  confidente!  Luego  que 
nos  veamos  estrechados  por  el  enemigo,  ha- 
gámosle entender  que  Camila  será  nuestra 
primera  víctima  ,  sí  persiste  aquel  en  sus 
intentos.  Yo  os  responclo  de  que  en  semejan- 
te alternativa  lograremos  al  menos  el  tiem- 
po necesario  para  salvar  nuestras  personas 
y  nuestras  riquezas.  Si  esta  intimación  no 
desarma  á  los  contrarios,  yo  heriré  sin  pie- 
dad aquel  pérfido  seno  donde  se  albergó  tan 
fatal  pasión,  y  no  se  derramará  nuestra  san- 
gre sm  que  la  de  nuestros  perseguidores  lo 
naya  sido  primero. 

Todos.         Si;  ¡muera  Camila! 


—  39  — 


ESCENA  V. 


Dichos  y  Jágobo  cubierto  el  rostro.  Los  bandidos 
han  dado  un  paso  para  dejar  la  escena.  Al  mis- 
mo tiempo  se  presenta  Jacobo  y  toma  el  centro. 
Todos  quedan  inmówks  luego  que  oyen  su  voz. 


Jacobo. 
Todos. 

MOBLAG. 

Jacobo. 

Todos. 
Jacobo. 

MOBLAG. 


Jacobo. 

MOBLAC. 


Jacobo. 


¡Deteneos!  (Con  acento  terrible). 
¡Cielos!  jGermao! 
¿Eres  tú? 

Temblad ,  si  llega  á  caer  sobre  vosotros  la 
indignación  de  Germán.  (Descubriéndose). 
Tuyos  somos.  (A  sus  pies). 
Levantaos.  Yo  os  creía  mas  valientes. 
Nos  hablan  engañado.  ¡Ah  €rermanl  Tú  eres 
nuestro  amparo  y  defensa.  No  nos  abando- 
nes. Estás  entre  los  tuyos.  Recobra  la  pleni- 
tud de  tus  derechos. 
¡Mis  derechos!  ¡JamasI 
Nosotros  te  lo  suplicamos*  Tu  brazo  solo  es 
el  que  puede  sacarnos  del  abismo  de  la  des- 
gracia. Acuérdate  de  tus  promesas.  No  seas 
ingrato  al  cariño  y  respeto  con  que  siempre 
te  hemos  mirado.  Sal  con  nosotros  de  este  pais 
que  tenemos  aterrado  y  en  el  cual  está  jurada 
ya  nuestra  ruina;  y  vuelve  después  en  buen 
hora  á  gozar  tranauilo  de  una  felicidad  que 
crees  hallar  lejos  de  nuestra  compañía.  Pero 
abandonarnos  en  el  momento  crítico...  entre^ 
garnos  en  manos  de  los  que  se  han  armado 
contra  nosotros!  Un  amor  funesto  ha  estra- 
viado  la  razón  de  nuestro  capitán.  Lo  co- 
nocemos y  lo  lloramos;  pero  este  sentimiento 
deja  siempre  lugar  á  lisonjeras  esperanzas. 
Cesa  de  recordarme  los  odiosos  vínculos  que 
nos  unen.   Mis  primeros  pasos    se  dieron 
en  la  carrera  del  honor,  y  todos  los  demás 
en  la  de  los  delitos.  Yo  fui  á  vuestro  lado  el 
terror  de  estas  comarcas...  estaba  ya  casi, 
reconciliado  conmigo  mismo,  merced  al  amor 


HORLAC. 


JáGOBO. 


MORLAG. 


Jacobo. 


HORLAG. 


Jagobo. 


—  40  — 

que  me  inspiró  uoa  muger  adorable...  Si  por 
un  instante  he  vuelto  á  tomar  el  nombre  de 
Germán ,  ha  sido  para  defenderla,  para  ar- 
rancarla de  estos  sitios  y  castigar  vuestra 
audacia. 

Camila  te  será  devuelta.  Salva  á  tus  compa- 
ñeros; sálvalos  y  no  pondrán  mas  obstácu- 
los á  tu  amor. 

¡Yo  habia  de  comprar  mi  fortuna  con  nue- 
vos atenladosl  Yo  merecer  á  Camila  por  me- 
dio de  los  crímenes!  ¡Jamás! 
Compañeros,  tended  á  vuestro  capitán  la 
mano  de  amigos  {con  voz  de  trueno).  Germán, 
tienes  nuestra  suerte  en  las  tuyas.  Nuestros 
aceros  son  en  tu  apoyo  y  defensa  ;  pero  re- 
flexiona que  no  ignoramos  cual  debe  de  ser 
el  castigo  de  los  traidores,  y  que  sabremos 
ponerlo  por  obra.  {Todos  tienen  las  manos 
tendidas  nácia  Jacúbo), 
Herid,  bárbaros;  traspasad  sin  piedad  mi 
corazón.  Libradme  de  una  vida  odiosa  cuyo 
peso  no  puedo  ya  soportar,  herid...  ¿qué  os 
detiene?  Justo  es  que  manos  como  las  vues- 
tras derramen  una  sangre  tan  criminal  co- 
mo la  mía. 

¿Eres  insensible?  nosotros  seremos  impFa- 
cables.  Camila  sabrá  quien  era  el  esposo 
que  habia  elegido.  Le  será  revelado  el  fatal 
misterio.  Conocerá  tus  delitos.  Sabrá  que 
Germán  y  Jacobo  son  uüa  misma  cosa...  y 
horrorizada  al  comprender  aue  tuviste  la 
osadia  de  ofrecerle  una  mano  ñauada  en  la 
sangre  del  inocente,  dejará  de  existir  tan 
pronto  como  le  sea  hecha  esta  revelación. 
Cuando  un  resto  de  aquella  pasión  infausta 
que  has  sabido  inspirarla  pudiese  conservar 
su  vida,  será  sacriticada  mas  tarde.  Yo  mis- 
mo seré  tu  acusador,  y  el  que  la  inmolará 
después  á  la  justa  venganza  de  mis  valien- 
tes compañeros. 

¡No,  por  piedad!  Su  estimación,  aunque  usur- 
{)ada,  es  el  único  bien  que  me  resta.  Tente, 
yo  te  lo  ruego.  El  dia  en  que  mis  secretos  le 


MORLAG. 


Jacobo. 
MomLAC. 

Jagoio. 

MORLAC. 

Jacobo. 

MORLAC. 

Jacobo. 


MORLAG. 

Todos. 

MORLAG. 


Jagoio. 


—  44  — 

sean  revelados  será  el  último  de  mi  existen- 
cia desgraciada. 

No:  eres  muy  digno  de  su  odio  y  su  despre- 
cio: en  breve  serás  despreciado  y  aborreci- 
do. {Dando  un  paso  hacia  donde  está  Camtia)^ 
iMorlac! 

(Te  espanta  la  idea  del  porvenir  que  te  pre- 
pararnos! Jura  quedarte  con  nosotros. 
¡Quedarme! 
Es  preciso. 
¡Ah!  No  puedo. 
Seguidme.  (A  los  bandidos). 
Esperad...  Si...  Yo  participaré  de  vuestra 
suerte,  y..,  os' salvaré...  ó  moriré...  á  vues- 
tro lado...  ¡Os  lo  juro  por  la  vida  de  mi  es- 
posa! 

Ahora  te  reconozco  ¡Compañeros,  viva  nues- 
tro capitán! 
¡Viva! 

Permítenos  que  exijamos  como  garantia  de 
tu  fidelidad  la  permanencia  de  Camila  en 
este  retiro.  En  tales  momentos...  ¡Discúlpa- 
nos! Somos  también  muy  desgraciados. 
Becibisteis  mi  promesa...  estad  tranquilos; 
sabré  cumplirla. 


ESCENA  VI. 


Dichos.  CUCUPATB. 


COGUF. 


Ragotz. 

CCCDF. 

Ragotz. 

GUGOF. 


MomiAC. 


¿Mi  teniente?  ¿Mi  teniente?  (Viendo  á  Jacobo)* 
¡Dios  miol  ¡Sil  El  es.  A  ver  muchachos,  pren- 
ded á  ese  hombre. 
¿A  quién? 

Al  del  puñetazo.  Prended  á  ese  picaro. 
¡Miserable!  Es  el  capitán. 
¡El  capitán!  ¡Ya...!  ¡Pues!  ¡El  señor  capiiant 
No  lo  habia  distinguido  bien.  Venia  á  de- 
cires... 
Habla  al  capitán. 


—  42  — 

CoGur.         Permitidme Señor    Capitán...    nuestras 

primeras  relaciones  han  sido  poco...  digo... 
un  poco  satisfactorias... 

MoRLAG.  Vamos ,  despacha,  y  no  gastes  ahora  circun- 
loquios. 

CuGUF.  Bien  está ,  señor ,  bien.  Este  diablo  de  hom- 
bre tiene  una  facha  que  no  me  gusta  del 
todo.  {Aparte). 

Jagobo.  ¿Eres  tú  el  que  estaba  poco  ha  en  las  rocas 
de  la  Virgen? 

GuGGF.  Si,  señor...  alli  en...  pues...  alli...  donde  he- 
mos tenido  aquella  corta  conferencia.  No:  no 
lo  digo  yo...  Cabalmente  un  maldito  moscón 
me  andaba  picando  en  la  megilla,  y  á  no 
ser  por  el  abanicazo  con  que  usted  me  lo  es- 
panto;  á  estas  horas  me  hubiera  dejado  ya 
y  sin  gota  de  sangre  en  toda  esta   región  d^ 

mi  humanidad.  ;Ah!  Usted  me  ha  echado,  sin 
embargo,  á  perder  una  especulación  hermosa; 
pero  t.il  vez  se  volverá  á  presentar. 
Guárdate  de  intentarla,  y  acuérdate  que  al 
menor  olvido  en  el  cumplimiento  de  mis 
órdenes,  te  se  hará  saltar  la  tapa  de  los  sesos. 
¡Muchas  gracias!  Pero  señor ,  ¿qué  es  esto? 
Sin  duda  mi  capitán  cree  que  soy  un  picaro 
por  mi  gusto. 
¡Calla! 

Yo  callaré;  pero  es  muy  contrario  al  dere- 
cho civil  que  uno  haya  de  quedarse  sin  co- 
brar el  dinero  que  presta. 
Yo  he  prometido  salvaros  de  las  asechanzas 
de  los  nabitantes  de  este  pais,  conjurados 
para  vuestro  exterminio;  mas  os  prevengo, 
que  no  debéis  aumentar  con  nuevos  robos  y 
asesinatos  el  número  de  vuestros  enemigos. 
Habéis  amontonado  mas  oro  del  que  podéis 
llevaros,  ¿qué  os  falta  pues? 

GucuF.  En  cuanto  á  eso  me  permitirá  el  señor  ca- 
pitán... 

Jágobo.  ¡Silencio!  Al  recobrar  mi  mando  quiero 
ejercer  mi  poder  sin  restricciones.  Os  he 
dado  á  conocer  mi  voluntad  justa  ó  injusta; 
debéis  conformaros  con  ella  sin  murmurar 


Jagobo. 


CUGUF. 


Ragotz. 

CUGUF. 


Jagobo. 


MORLAG* 


Jacobo. 

MOKLAG. 
CUGUF. 

Rago7z. 

COGUP. 

Jacobo. 
CuGur. 


Jagobo. 

MORLAG. 
CUCÜF. 


MORLAG. 

Jacoro. 

CüCüF. 


MORLAG. 
CüCÜF. 

Jagobo. 

MORLAG. 
CUG13F. 


Jagobo. 

MORLAG. 


—  43  — 

ni  hacerme  observaciones,  y  el  primero 
que  tenga  la  osadía... 

Eso  es  muy  justo.  Y  una  vez  que  (levantando 
el  puñal)   se  ha   atrevido  á    replicarte,  sí 
quieres... 
No;  es  inútil. 

Pues  cuando  quieras...  {Soltando  á  Cucufate). 
Asi  me  gusta.  Lo  que  se  difiere  no  está  per- 
dido. 

¿í  sabremos,  por  último,  qué  venias  á  de- 
cirnos? 

Se  cruzan  tantos  acontecimientos...  que... 
Prosigue. 

Pues,  con  permiso  del  señor  capitán,  diró 
que  las  avanzadas  enemigas  se  han  aproxi- 
mado á  nuestras  murallas,  y  según  parece 
se  trata  de  un  bloqueo.  Aseguran  que  él 
Marques  de  Vivaldi  y  algunos  de  sus  sol- 
dados son    dueños  de  varios  de    nuestros 
atrincheramientos. 
;E1  Marques  de  Vivaldil 
Tanto  mejor.  La  retirada  le  será  imposible. 
Eso  mismo  he  pensado  yo,  y  confirma  esta 
opinión  el  movimiento  que  se  advierte  en 
sus  tropas  ,  las  cuales  aparentan  dar  prin- 
cipio al  ataque  por  el  lado  de  la  torrecilla, 
sin  duda  para  libertar  á  su  gefe. 
Corramos  ,  pues. 
¿Cuántos  son? 

Precisamente  no  me  he  detenido  á  contar- 
los, pero...  por  encima...  á  ojo  de  buen  cu- 
bero, como  suele  decirse...   por   un  cálculo 
de  aproximación.,  me  parece  que...   como 
dos  tercios  de  mosqueteros. 
;Cua trocientes  hombres! 
Y  unos  cien  esbirros  armados. 
¿Cuántos  somos  nosotros? 
Sesenta  hombres. 

Cincuenta  y  nueve  para  el  caso,  porque  yo 
soy  corto  de  vista  y  no  peleo  de  media  tar- 
de abajo. 
¿Sesenta  entre  todos? 


Ja€OBO. 
CUGUF. 


Jagobo. 

CUGUF. 
MORLAG. 


jACibBO. 


MOBLAG. 

Jagobo. 


MOBLAG. 

Jagobo. 


CüGÜF. 

Jagobo. 


GUGUF. 

Jagobo. 

CüGÜF. 


Jagobo. 

CuGUF. 
MOBLAG. 

Jagobo. 

MOBLAG. 

Jagobo. 


—  44-  — 

¡Sesenta  contra  qainientos! 
No  es  muy  buen  partido,  que  digamos.  Si 
se  tratase  de  mugeres,  á  lo  menos...  pero 
hay  mucha  diferencia  de  una  muger  aunque 
fuese  una  amazona  á  un  mosquetero. 
¡Combate  desigual!  Somos  muy  pocos,  y  Dios 
ayuda  á  nuestros  enemigos. 
Verdad  es  que  no  podemos  contar  nosotros 
con  ese  aliado. 

Tú  estás  á  nuestra  cabeza.  Mientras  nos 
mande  Germán  no  dudamos  de  la  victoria. 
La  desesperación  nos  dará  mayores  fuerzas. 
(Los  bnnaidos  se  reúnen  cd  foro). 
¡Mas  sangre  todavial  ¿Y  Camila?  jCómo  sal- 
varla) No  puedo  comparecer  en  su  presen- 
cia sin  descubrir  mi  infamia. 
Estamos  preparados. 

El  ataque  no  empezará  hasta  (distraído)  den- 
tro de  una  hora  lo  menos.  Yo  mismo  voy  á 
observar  los  movimientos  del  enemigo.  Mor- 
lac ,  distribuye  las  avanzadas  y  ven  á  reu- 
nirte  conmigo  en  la  primera  torrecilla. 
Basta. 

Esta  tarde  nos  pierde  ó  nos  salva.  Yo  me 
hallaré  en  todas  partes.  ¡Infeliz  del  que  faite 
á  su  deber! 
Por  mi  parte,  señor... 

No  hayas  miedo.  Ya  te  he  perdonado,  y 
quiero  probarte  la  estimación  que  te  profeso 
como  compañeros. 

Por  esta  vez  no  soy  de  los  de  la  batida. 
(Aparle). 

Morlac,  le  darás... 

Enhorabuena.  El  dar  (alarga  la  mano)  es  la 
mejor  manera  de  probar  á  uno  cuanto  se  le 
quiere. 

Le  darás...  la  avanzada  mas  peligrosa,  para 
que  se  distinga. 
¡Malo! 

Está  entendido. 

Otra  orden,  Morlac,  y  será  la  última. 
Manda. 
Sabes  mi   modo  de  pensar.  Puedo  caer  en 


—  45-- 

manos  del  enemigo...  si  mi  brazo  se  hallase 
desarmado...  entonces...  antes  de  que  mis 
facciones  sean  reconocidas...  entiendes? 

MomLAC  Entiendo.  Yo  te  libraré  {puñcd  en  mano)  del 
cadalso,  y  del  oprobio  á  los  ojos  de  Camila. 
Cuenta  con  mi  brazo  y  con  mi  corazón... 
Nadie  sino  Morlac  te  baria  este  relevante 
servicio.  , 

CucuF.  ¡Vaya  un  par  de  amigos!  ¡Vaya  un  servicio 
agradable !  Gracias  á  mi  fortuna  que  no  me 
tiene  bastante  relacionado  con  él  para  que 
me  los. baga  del  mismo  género. 

Jáoobo.        Adios;  ¡Te  espero! 

MonLAC       Adios  y  descuida. 

Todos.         ¡Viva  nuestro  capitán!  ( Jacóbo  se  vá ). 


ESCENA  VIL 


MOHLAG.    CUGÜPATB.    BANDIDOS. 


CUCÜP. 

MORLAG*. 

CuCUF. 

Morlac, 

GüGUF. 

MORLAG. 

CUGUF. 

MORLAG. 
CuGUF. 


MORLAG. 

CucUF. 

« 

MOILAC. 


Estas  ceremonias  son  un  poco  monótonas: 
Seguidme,  compa&eros. 
Gomo  pueaa  escurrir  el  bulto...  La  caja  me 
está  dando  unos  gritos  tan  fuertes...  (Aparte). 
¿Cucufate? 
¿Mi  teniente? 

¿Sabes  lo  que  ha  dicho  el  capitán? 
No  me  acuerdo  ya  de  una  palabra.  Soy  na- 
turalmente un  poco  flaco  de  memoria. 
El  puesto  que  te  confía... 
¡Qué  diantre  de  puesto!  Créame  usted,  se- 
ñor teniente.  El  mundo  está  perdido  por 
meterse  los  unos  en  las  atribuciones  de  los 
otros.  Si  yo  tengo  un  empleo  puramente  ci- 
vil... 

En  momentos  de  crisis  es  preciso  que  todos 
contribuyan  personalmente. 
¡Es  preciso!...  ¡Ya!  Si  se  mezola  un  yó  lo 
manshj  entonces...  ya  no  teneinos  caso. 
Esta  parte  de  nuestra  habitación  es  la  me- 


GUCDP. 

MOELAC. 

CUGOF. 

MomLÁC. 

CUGÜF. 
MO&LAG. 


—  46  — 

jor  fortificada.  Detras  de  esa  columna  hay 
una  salida  que  solo  conoceiDos  nosotros.  Te 
quedarás  aquí...  Si  ei  enemigo  avanza  hasta 
este  sitio,  harás  volar  el  almacén  de  las  mu- 
niciones para  protejer  nuestra  retirada. 
¿Y  volaré  yo  también ,  no  es  esto  ? 
Si. 

Pues  le  digo  á  usted  que  no  me  da  la  gana. 
¡Silencio! 
; Hacerme  volar! 

¡Silencio,  repito!  Á  las  órdenes  del  capitán 
no  hay  réplica.  Sí  faltas  á  la  consigna...  ya 
sabes  cual  será  tu  suerte.  Vamos,  compa- 
ñeros. 


ESCENA  VIII. 


CüCÜFATE   solo. 


COCUF. 


¡Bravísimo!  ¡Bravo!  Tres  veces  bravo!  Si 
uno  replica  le  matan,  y  si  no  también.  ¡Ab! 
Según  el  aspecto  oue  vé  presentando  este 
negocio ,  el  oficio  ae  ladrón  es  un  oficio  de 
satanás.  Y  después...  esa  franqueza  en  man- 
dar... ese  desahogo  para  decir...  prenda  us- 
ted fuego  al  almacén  y#  vaya  usted  á  pre- 
guntar á  la  luna  si  está  buena!...  No  parece 
sino  que  esto  es  una  friolera  que  se  hace 
asi...  jugando.  Por  otro  lado-,  el  darse  uno 
Um  malos  ratos  para  ser  ladrón,  bien  mira- 
do, es  un  desatino.  No  le  costaría  á  uno  mas 
trabajo  el  ser  hombre  de  bien.  Hay  momea- 
tos,  así  como  suena,  que  me  hallo  tentado 
de  tomar  esta  última  carrera,  aunque  no  sea 
masque  por  especulación. — ¿Eh?  ¿Quién 
vá? — Hacia  aquella  parte...  ¿Si  tendrá  el 
enemigo  inteligencias  con  la  plaza?  Cucufa- 
te,  á  tu  puesto,  que  no  te  faltará  ocasión 

Í)ara  distinguirte  y  cumplir  la  consigna.  En 
a  milicia  son  muv  útiles  la  cautela  y  la  ob- 


—  47  — 

aerTacion.  Vamos  lo  primerito,  á  observar 
y  después...  Me  esconao  y  alargo  entrambas 
orejas. 

(Cuácate  abre  la  columna,  se  oculla  y  cier- 
ra. Camila  sale  muy  agitada). 


ESCENA  IX. 


Cavila  sola. 


Camila.  ¿Dónde  estoy,  gran  Dios?  ¿Es  un  sueño? 
¡No!  He  oído  el  odioso  nombre  del  malvado 
Germán.  ¡Germán!  ¡Dios  mió  I  Este  debe  de 
ser  el  monstruo  en  cuyas  cadenas  gimo  es- 
clavizada! ¡Ah!  Por  piedad,  {de  rodillas) 
dignaos,  Señor,  poner  nn  á  tantos  desastres; 
que  no  sea  esta  infelice  criatura  víctima  de 
la  crueldad  de  los  asesinos...  ¡Dios  poderoso! 
Yolvedme  el  esposo  que  lloro  perdido,  y  á 
su  lado  despreciaré  el  peligro  y  la  muerte. 

Voz  DiRT.  ¿Camila?  (Se  oye  la  voz  a  la  derecha  por  en- 
tre las  grietas  del  muro). 

Cahila.        ¿Qué  escucho? 

Voz.  Huye  lejos  de  aquí.  Jacobo  vela  por  tu  se- 

guridad. (Cae  á  los  pies  de  Cnmita  una  llave 
alada  á  un  pedazo  de  papel). 

Cavila.  ¡Jacobo!  ¡Oh  prodigio!  {Ó^jiendo  d  papel). 
¡Jacobo!  ¡Cielos!  ¿Se  hallará  también  en  es* 
tos  sitios?...  ¡Tal  vez  gemirá  como  yo  en 
poder  de  los  facinerosos!  Y  cuando  yo  le 
acusaba...  Veamos*  lo  que  contiene  esle  pa^ 
peí.  ( Ctícufate  se  asoma), 

Cucw.  He  aquí  una  empresa  digna  de  mí.  Apode- 
rémonos de  la  correspon<iencia  y  denuncia- 
remos los  traidores.  Esto  será  lo  mejor... 
( Viendo  salir  al  Marques).  ^ Aquí  hay  mu- 
.  boacadat  Observemos  {Se  oculta). 


—  48  — 


ESCENA  X. 


Camila.  El  Mauqübs,  con  la  espada  desnuda. 


Camila. 
Mauqcbs. 
Camila. 
Marques. 


Camila. 

Marques. 

Camila. 


Marques. 

Camila. 

Marques. 

Camila. 
BUrqubs. 


El  es...  ¡Jacobo!  ¡Jacobo!  {Equivocada). 
¿Señorita?  [Reconociéndola). 
¡Marquésl  ¡Oh  fortupa! 
Hablemos  bajo,  por  Úios ,  ó  somos  perdidos. 
Dos  horas  hace  recorro  estos  oscuros  lugares. 
La  ProvideDcia  es  quien  sin  duda  ha  guia- 
do mis  pasos  en  tan  confuso  laberinto.  Los 
Eocos  soldados  que  me  acompañaban  sucura- 
ieron  al  arrojo  de  los  bandidos.  El  resto  de 
nuestras  tropas  los  ataca  en  este  momento 
con  el  mayor  entusiasmo  per  la  parte  del 
Norte,  y  á  favor  de  esta  repentina  carga  he 
podido  deslizarme  por  sendas  ignoradas  has- 
ta el  sitio  en  que  tengo  la  fortuna  de  hallar 
á  mi  querida  Camila.  Si  yo  pudiese  descu- 
brir una  salida.  Si  fuese  posible  que  nuestros 
valientes  penetrasen  hasta  aqui...  cortaría- 
mos completamente  la  retirada  al   infame 
Germán.  Pero...  recuerdo  que  á  mi  llegada 
pronunciaba  usted  el  nombre  de  Jacobo. 
¡Infeliz)  Está  aqui  también. 
¡Aquí! 

No  puedo  dudarlo.  Este  papel  que  me  indi- 
ca los  medios  de  salir  ael  albergue  de  los 
criminales.. 
A  ver...         - 
Jacobo  me  le  ha  dirigido. 
«Camila ,  huye.  JacobK)  está  tal  vez  tocando 
»su  último  instante.»  . 
¡Gran  Dios! 

«En  el  centro  del  claustro  largo...  en  la  ter- 
«Lcera  columna...  hay  una  reja  cuya  llave  te 
«eñvio.  Está  oculta  con  un  sillar  ^ue  se  mue- 
«ve  fácilmente. .  Detrás  de  la  reja  hay  una 
«escalera...  que  conduce  hasta  la   pequeña 


Camila. 
Marques 


Camila. 


CUGUF. 

Marques 
Cdguf. 


Marques. 

CUCUF. 


Mabqubs. 

CUCUF. 


—  49  — 

«capilla  de  la  Yírgea.v  ¡Qué  felicidad!  ¡La 
capilla  de  La  Virgen!  Alli  están  de  observa- 
ción algunos  mosqueteros.  ¡Ah!  No  se  creen 
tan  inmediatos  al  enemigo.  «Huye  de  aqui, 
«repito.  Adiós:  no  tienes  mas  que  momen- 
«tos.  Concede  una  lágrima  de  compasión  al 
«desgraciado  Jacobo.» 
¡Infeliz! 

Le  salvaremos,  sí...  yo  lo  aseguro.  El  mismo 
nos  proporciona  los  medios.  Le  arrancare- 
mos de  entre  las  garras  del  infame  Germán. 
Venga  usted  conmigo.  Corramos  á  reunimos 
á  los  nuestros.  Una  vez  introducidos  en  estos 

Sarages ,  respondo  del  completo  esterminio 
e  los  malhechores.  ¡Ni  uno  solo  escapará  de 
.  nuestro  furor! 
Sí...  Démonos  prisa...  La  tercera  columna... 
¡Cielos!  Dispensadnos  vuestro  favor  en  tan 
terrible  lance.  [Reconocen  con  ryrecaudon  la 
escena).  Esta  es  la  columna...  [Empujando  el 
síUon  se  encuentran  con  Cucufate).  ¡Dios  miol 
No  hay  que  tener  miedo,  madama. 
Miserable.  Si  profieres  una  palabra  ,  eres 
muerto. 

Aguarde  usted  un  poquito,  caballero,  y  no 
me  confunda  por  el  amor  de  Dios  con  esos 
infames  ladrones.    Yo  soy  de  los  vuestros, 

Eienso  lo  mismo  que  piensan  los  hombres  de 
ien,  y  si  fuera  necesario...  No  tiene  usted 
mas  que  hablar ,  y  aqui  hay  un  hombre. 
¿Con  qué  objeto  has  penetrado  en  estos  lu- 
gares? 

Soy  ermitaño.  Ya  sabrá  usted...  no;  no  crea 
usted  ver  en  mi  un  invisible.  ¡Ojalá  lo  fue- 
ra por  esta  vez!  Con  todo  si  la  fuerza  de  las 
circunstancias...  la  violencia  de  la...  con...  la 
mucha  fama  que  usted  tiene  por  aqui...  reu- 
nido todo  á  ..  ¿Me  quiere  usled  hacer  el  fa- 
vor de  envaynar? 
¿Nos  has  oiao? 

Soy  sordo.  Con  todo ,  hay  momentos  en 
que  tiene  uno  mas  espeditas  las  potencias 
corporales  y  los  sentidos  del  alma...  como 

4 


Marques. 

GUGUF. 


GUGUF, 


Camila. 

CüCÜF. 

Marques. 


CUCÜF. 

Camila 

CUGUF, 

G4MILA. 
"CUCUF. 


—  so- 
por ejemplo...  ahora.  No  estaba  escuchaodo 
por  cierto,  pero  he  percibido  clarameote  al* 
gunas  de  las  palabras  de  usted.  Yervi  gra- 
cia ;  esa  reflexión  luminosa  y  elocuente.  «Ni 
uno  solo  se  escapará.9 
Vendrás  con  nosotros. 

Por  supuesto.  Y  les  instruiré  á  ustedes  de 
todos  los  recursos  de  los  bandidos,  de  su 
plan  de  defensa,  de...  Fuera  miedo,  señora. 
¡Qué  diablos!  Si  no  hubiesen  ustedes  dado 
conmigo...  los  ladrones...  Pero  ahora  no  hay 
nada  que  recelar. 

(El  Marques  y  CamÜQ  abren  la  reja.  Cucufate 
en  tanto  escribe  en  un  libro  de  memoria. 
Tomemos  nuestras  precauciones:   no  sabe 
uno  lo  que  le  puede  suceder. 
[Quitase  un  justillo  encarnado  (jue  llevará  de^ 
hajQ  de  la,  rapa  esterior,  lo  mismo  que  todos 
los  deinas  ladrones,  Envttelve  el  libro  de  me- 
morias en  él  y  lo  qcuíta  todo  bajo  una  piedra). 
Despachemos,  señores ,  porque  tiemblo  que 
ese  demonio  de  Germán...  Ello...  vamos  cla- 
ros... yo  por  una  combinación  fatal  estaba 
aqui  con...  con  ellos...  cuando..,  Si  ustedes  su- 
piesen la  consigna  que  me  hablan  dado!  Na^ 
da  menos  que  pegar  fuego  á  la  santa  Bár- 
bara, luego  que  se  acercase  alguien.  De  mane- 
ra que  si  yo  hubiese  sido  exacto,  á  estas  ho- 
ras estábamos  ya  ios  tres  en  conversación 
con  ías  siete  cabrillas. 
Ya  está  abierto. 
Vamos  pronto. 

Un  momento.  Permítame  usted...  Quiero  exa- 
minar un  poco  estos  lugares.  Nuestra  segu- 
ridad... Tú  [mirando  á  Cucufate)  no  estabas 
solo, infame;  tal  vez  nos  habrán  tendido  al- 
gún lazo.  [Penetra  en  el  subterráneo). 
¡Señor!  ¡Señor! 
Por  Dios  señor  Marques... 
¿Señor  Marques?  ¡Eh!  Ya  no  nos  oye...  si 
yerra  el  camino,  la  hemos  hecho  buena. 
Sígale  usted...  sígale  usted,  yo  se  lo  suplico. 
Pero  si... 


Camila. 

Mauqubs. 

Cqcuf. 


Marqobi. 

GUGUF. 


—  54  — 

Yo  recompensaré  bien  este  servicio). 
A  ver...  baja  tú.  (Dice  esto  desde  abajo). 
Vamos ,  no  hay  mas ,  se  bao  empeñada  en 
hacerme  rabiar,  y...  ya  voy  señor...  ya  voy. 
¿No  tiene  usted  miedo  de  ouedarse  sola? 
¿Bajas,  miserable?  [Desde  abajo]. 
Ahora  me  ensarta,  y  me  quedo  por  esas  bd- 
vedas  hecho  una  momia  hasta  el  dia  del  jui- 
cio. (Entra  y  cierra). 


ESCENA  XI. 


Camila.  Luego   Jagobo. 


Camila. 
Jagobo. 
Camila. 
Jagobo. 
Camila. 

Jagobo. 

Camila* 
Jagobo. 
Camila* 


Jagobo. 


Camua* 


Jagobo. 


Camila. 
Jagobo. 


¡Protegedlos,  Dios  justo! 
(Camilal 

¿Qué  veo?  ¿Eres  tú? 
¡Llegó  á  su  colmo  mi  desgracia! 
No:  no  es  ilusión...  mi  querido  Jacobo...  ¿Por 
qué  misterio?... 

{Cómo  soportar  el  p«|So  de  mis   remordi- 
mientos!.. 

¡Eres,  como  yo,  presa  de  los  malvados! 
¡Ahí  ¡Qué  tormento!  (il/iar^e). 
Al  fin  he  vuelto  á  verte.  Sea  cual  fuere  la 
suerte  que  se  nos  prepara,  no  me  quejaré 
murienao  á  tu  lado. 

¡Apenas  respiro!  No  me  atrevo  á  mirarla... 
Si  llegasen  en  este  momento...  ¡Gran  Dios! 
¡Uga  sola  palabra!.,.  ¡Ese  nombre  terrible! 
¿No  me  respondes,  Jacobo?  Estás  horrible- 
mente agitado.  Mis  fatales  presentimientos 
se  han  cumplido...  ya  lo  ves...  ¡Nada  de  hi- 
meneo... ¿Recuerdas? 

Huye  infeliz.  Huye  de  esta  morada  de  deli- 
tos. La  atmósfera  que  respiras  está  envene- 
nada. No  pretendas  saber  lo  que  yo  no  te 
puedo  descubrir.  Dame  esa  llave. 
No  la  tengo.  [Temblando). 
¿Cómo?  (Desesperado). 


—  52  — 

Camila.        Se  la  he  confiado... 

Jágobo.        Desgraciada  ¿qué  has  hecho? 

Camila.  Tranquilízate.  El  Marques  no  puede  tardar 
en  volver. 

Jacobo.        ¡El  Marques! 

Camila.  Y  nos  salvará.  Es  dueño  de  esta  salida  y 
del  depósito  de  armas  de  los  bandidos.  A  tí, 
mi  querido  Jacobo,  es  á  quien  va  á  deber  la 
Providencia  su  tranquilidad,  con  el  estermi- 
nio  del  infame  Germán  y  sus  compañeros! 

Jacoio.        ¡Qué  escucho!  (Abatido). 

Camila.        ¡Jacobo! 

Jacobo.        Está  decretado :  este  sitio  será  mi  tumba. 

Camila.  No;  mi  adorado  Jacobo.  El  cielo  no  nos 
abandonará.  Nuestro  amor  ha  sido  fecundo 
manantial  de  desgracias,  pero  el  Dios  de 
justicia  que  oye  nuestros  ruegos  incesantes.. . 

Jacobo.  ¡Qué  ibas  á  pronunciar!  Aléjate,  aléjate. 
¿Ignoras  tú  que  ese  lenguaje  no  puede  usar- 
se en  estas  mansiones  horrorosas?  ¿  Qué  se- 
ría de  tí,  si  nos  oyesen?  Aléjate.  Me  haces 
eslremecer.  Tus  palabras  hielan  en  mis  ve- 
nas toda  mi  sangre...  Mira...  Todavía  es 
tiempo...  Sí:  yo  puedo  evitarte  el  horrible 
espectáculo  de  mi  suplicio. 

Camila.  ¡Tu  suplicio!  ¡Yivaldi  vá  á  llegar...  no  des- 
mayes, Jacobo! 

Jacobo.  Llegará  tarde,  [con  toda  la  fuerza  de  la  des- 
esperacion )  Jacobo  ya  no  existirá  cuando  lle- 
gue. Escucha...  Ellos  son...  sí:  ellos  son.  Esta 
es  la  hora  de  la  venganza  de  un  Dios  irrita- 
do... la  hora  de  la  muerte. 

Camila.  ¡Ah!  Yo  estaré  á  tu  lado,  esposo  mío.  Que 
un  solo  golpe  divida  nuestros  cuellos-,  y  sea- 
mos inseparables  hasta  el  momento  en  que 
dejemos  de  existir. 

Jacobo.        Sálvate...  Tú  estás  inocente. 

Camila.  No  te  abandonaré:  [de  rodillas, en  la  mayof 
aflicción),  quiero  vivir  y  morir  contigo.  Con- 
cédeme esta  gracia. 

Jacobo.  Espera...  todavía  me  parece...  Sí...  retírate 
por  esta  parte  {abre  la  puerta  de  la  galeria) 
á  lo  último  de  esa  galería...  Te  doy  palabra 


—  53  — 

de  seguirte  al  momento.  Esos  malvados  se 
acercan...  si  te  hallan  aquí,  nuestro  peligro 
es  mayor.  Retírate.  Voy  á  seguirte  dentro 
de  un  instante.  Es  preciso... 
{Arrcístra  á  Camila  hacia  la  puerta,  la  in- 
troduce en  la  gcderia  y  cierra  de  golpe). 


ESCENA  XII, 


Jágobo.  Moblág.  Rágotz.  Bandidos. 


MOBLAG  T 

Morlág. 

Jagobo. 
Moblag. 


Jagobo. 

Moblag. 

Jagobo. 

Moblag. 

Jagobo. 


Moblag. 
^Jagobo. 


LOS  suTos.    ¡  Armas  I  { Armas  I 
Germán,  el  enemigo  se  ha  adelantado  y  es 
dueño  ya  de  los  primerosatrincheramientos. 
¡Y  yo  soy  quien  los  vendo!  (Aparte). 
Sorprendidos  muchos  de  los  nuestros,  se 
han  visto  precisados  á  abandonar  las  armas, 
para  replegarse  hacia  aquí  con  mayor  segu- 
ridad y  en  diferentes  direcciones.  Danos  ar- 
mas ,  y  ven  á  reparar  este  golpe  desgracia- 
do; llevándote  en  nuestra  compañía,  no  nos 
intimida  la  ventaja  que  ha  conseguido  ya  el 
contrario  sobre  nosotros. 
(Corren  á  la  cdumna,  empujan  el  sillar  y 
hallan  la  reja  cerrada). 
I  Armas  1  No  las  tengo. 
La  llave  que  fb  hemos  entregado... 
No  está  en  mi  poder. 
I  Cómo ! 

He  vendido  vuestros  secretos.  Soy  un  trai- 
dor ,  un  perverso  aue  merece  la  muerte.  No 
pueao  pagar  mi  delito  sino  con  mi  vida:  aqui 
estoy.  Libradme  del  insoportable  peso  que 
me  abruma,  pareciendo  ante  vosotros  cu-^ 
bierto  de  oprooio,  después  de  haber  mere* 
cido  la  execración  general. 
¡Quieres  morir!  [Ingrato!  Morirás,  sí.«. 
Compañeros!... 
¡Dios  miol  (escuchando  á  la  reja).  Nuestros 


—  54  — 

perseguidores  se  acercan...  los  oigo  llegar... 
retiraos. 

M0RLA.G.  No  lograrás  sobrevivir  á  nuestra  derrota.  Si 
pretendes... 

Jágobo.  Retiraos  digo.  Solo  yo  puedo  facilitaros  aun 
los  medios  de  no  ser  completamente  derro- 
tados. Yo  espiaré  mi  crimen  venciendo  ó 
muriendo  con  vosotros.  Por  última  vez,  obe- 
deced á  vuestro  capitán.  Pronto...  Ya  están 
aquí. 

( úis  bandidos  se  ocultan  entre  las  ruinas  á 
un  lado:  y  Jacoho  cubriéndose  el  rostro  con 
una  máscara  se  esconde  tras  de  una  columna. 


ESCENA  XIII. 


Dichos.  SAtVUTI.  CUGUFATE,  T  EsBIRROS. 


SáLVIATI. 
GUGUF. 


Jácobo. 
Gdguf. 


Í  Lentamente  abren  la  reja :  al  frente  de  los  es- 
irros  viene  Salviati:  delante  de  todos  Cucufor- 
te,  que  es  quien  los  guia.  Este  ha  tomado  vor- 
rios  cabos  ad  vesttmrio  de  los  esbirros j  de  suerte 
que  su  traje  se  diferencia  sensiblemente  del  que 
antes  sacaba.  La  parte  de  vestuario  que  aeje 
ChACufate  estará  repartida  entre  dos  ó  mas  es- 
birros). 

Es  por  aquí,  señor  Cucufate?  ( En  voz  baja). 
No  nay  que  tener  %»iedo.  Yo  sé  muy  bien  el 
camino.  Cerrar  y  que  se  queden  abajo  los 
soldados  hasta  que  llegue  el  seoor  Marques. 
Dejarles  la  llave.  Si  hubiese  el  mas  pequeño 
peligro,  .no  les  traería  yo  á  ustedes  por  tal 
paraje.  Guando  haya  que  tomar  alguna  pre- 
caución, avisaré  con  tiempo. 
I  Son  los  esbirros  I 

Ustedes  no  habrán  estado  nunca  en  esta  ca- 
sita. El  paraje  no  es  de  los  mas  concurridos, 
pero  tampoco  se  paga  mucho  de  al(|uil6r. 
Vengan  ustedes  conmigo  y  veremos  quién  ^es 
el  guapo  que  se  atreve... 


Jáoobo. 

TOIKHI. 

Jagoio. 


Saltutl 

CüC»)F. 

Jacobo. 

GUGUF. 

SáLTIATI. 
GOCUF. 


Jágoio. 

CücüP. 

Saltiati. 

GOGIIF* 


Jacobo. 

GCCVF. 


Jacobo. 


MOBLAC. 


—  55  — 
Aquí  está  Germán,  miserables.  Rendid  las 

armas! 
1  Germán ! 

Está  solo.  No  hay  que  tener  pavura,  res- 
póndale usted.  .       ,  . 
Rendid  las  armas,  repito.  Si  tardáis  un  ins- 
tante, pongo  fuego  á  este  almacén  de  pól- 
vora y  quedáis  sepultados  aquí. 
( Se  precipita  con  las  pistolas  en  la  mano  há- 
cía  donde  se  supone  estar  el  ahnacen). 
¿Hay  allí  un  almacén? 
Si  señor,  hay  alH  un  almacén.  ^ 
Por  última  vez  os  lo  mando.  Si  no  obedecéis 
sois  perdidos. 

Señor  Salviati ,  hay  casos  en  que  la  obe- 
diencia es  muy  recomendable. 
I Y  crees  tú?...  .. 

Lo  que  yo  creo  es  que  lo  hará  como  lo  di- 
ce. Se  le  ha  metido  en  la  cabeza  el  hacerme 
volar,  y  hasta  que  lo  consiga..,  (Aparte). 
iDadas  1  ( Adelantándose  mas ). 
Pío  señor,  no  dudamos  nada. 
Ahi  están  las  armas.  (la*  rinden). 
El  demonio  tiene  este  hombre  en  el  cuer- 
po. Ya  se  vé...  ¿Quién  habia  de  adivinar 
su  plan  de  defensa? 

Entrad  ahí.  El  primero  que  se  mueva  que- 
dará tendido  á  mis  pies. 
Aconsejo  á  usted  que  dé  buen  ejemplo  á 
estos  caballeros.  Dentro  hay  algunas  armas 
blancas  desechadas  por  inútiles;  pero  todo 
aprovecha  en  un  apuro.  Sirva  de  gobierno. 
( Entran  todos  los  esbirros  en  un  aposento  de 
la  derecha.  Morlae  y  los  suyos  comparecen 

de  nuevo).  .     ,«     • 

Pedíais  armas...  aquí  las  tenéis.  (Se  descu- 
bre). Pronto  combatiremos  con  enemigos  mas 
terribles  que  los  que  acabo  de  hacer  pri- 
sioneros. ■  .  ^ 
Germán ,  este  primer  triunfo  reanima  nues- 
tra audacia,  y  acelera  la  derrota  de  nues- 
tros perseguidores.  Examinemos ,  si  le  pa- 
rece ,  alguno  de  esos  -cobardes-,  conozcamos 


—  56  — 

sus  designios,  prevengamos  y  desconcer- 
temos su  plan  y  aseguremos  con  un  golpe 
decisivo  la  victoria  y  nuestra  salvación. 

Jacobo.  Dices  bien. .  Conduce  á  mi  presencia  uno 
de  esos  esbirros. 

MoELAC.  ¿Quieres  que  venga  el  Gefe?  Podrá  darnos 
mejor  razón  de  todo. 

Jacobo.  También  será  menos  digna  de  crédito  su 
narración.  No  debemos  fiarnos  del  Gefe. 
Gomo  tal,  tiene  mayor  interés  en  ocultar- 
nos la  verdad.  Cualquier  otro.  Le  intimi- 
daremos, y  declarará  cuanto  sepa. 

Xoblág.  Dices  bien.  [  Entrando  donde  están  los  esbir^ 
ros).  Vamos,  sal  aquí.  ¿Qué?  ¿Te  resistes? 
Tamos...  pronto. 


ESCENA  XV. 


Dichos.  GcGUFATE  conducido  violentamente  por  Morlac. 


GOGUF. 


Jagobo. 

CUGUF. 


Jagobo. 

GUGUF. 

Todos. 
CccuF. 

HORLAG. 
GUGUF. 


Sí  hubiese  algún  santo  en  cuyo  patrocinio 

Sudiese  yo  tener  confianza...  me  encomen- 
aria  á  él  de  buena  gana.  ¡Ayl  ¡Válgame 
el  buen  ladrón! 
Acércate  y  responde. 

¡  Todavía  no  ha  preguntado ,  y  ya  quiere 
que  le  responda!  ¡Vaya  un  (aparte)  hom- 
bre de  Barrabás! 

Tú  sabrás  sin  duda...  acércate.  ¡Cómo!  ¿Qué 
es  esto?  [Mirándole). 
Mi  hora  llegó. 
¡Es  Gucufate!  [Rodeándole). 
¡Chit!  ¡Ghítl 
Cómo...  con  este  trage... 
¡Chit!  No  hay  cjue  decir  quien  soy  yo.  Ha- 
blen ustedes  bajo  por  amor  de  Dios,  y  no 
me  confundan  con  esa  clase  de  gentes...  con 
esos  miserables.  Yo  soy  siempre  de  mi  ca- 
pitán y  de  los   suyos...  y  si  fuese  preciso 
jurarlo...  . 


r» 


Jagobo. 

COCÜF. 


Jagobo. 

CUGUF. 


MOBLAG. 


Todos. 

GOGUF. 
MoBLAG. 

Jacobo. 
yogbs  dbn. 

MOBLAG. 

Jagobo* 


—  67  — 

¡Infame!  Tu  nos  habias  abandonado. 
Distingo.  Relativamente  concedo:  absoluta- 
mente niego. — ^La  echaremos  de  filósofo. 

(Aparté). 
Tu  trage... 

La  guerra  admite  estratagemas  de  todo  gé- 
nero, y  yo  me  he  valido  de  este  para  nues- 
tro mejor  éxito  en  el  presente  apuro.  Ya  os 
habia  prevenido  mi  determinación.  Alli  está 
la  prueba.  Mi  justillo  encarnado  y  mi  libri- 
to  de  memorias  con  el  aviso  oportuno...  de- 
bajo de  esa  piedra...  podéis  verlo.  (Yo  soy 
siempre  consecuente! 

¡Traidor!  [Se  ove  una  descarga).  Somos  sor- 
prendidos... El  enemigo  ha  rechazado  á  los 
nuestros.  ¡A  las  armas! 
¡A  las  armas! 

A  las  armas,  si  señor,  á  las  armas. 
Germán,  he  aqui  el  momento  crítico. 
¡Justo  cielo  ¡Camila! 
¡Germán!  ¡Germán! 

¿Los  oyes?  Tus  compañeros  sucumben  pro- 
nunciando tu  nombre. 
¡Los  salvaré  ó  moriré  con  ellos!  Marchemos 
pues.  (Se  lo  Uetxin  los  bandidos). 


ESCENA  XVI. 


GUGUFATE  solo. 


Bien  va.  Estoy  entre  dos  fuegos.  ¿Qué  haré? 
iSeré  picaro  ú  hombre  de  bien?  Me  parece 
lo  mas  prudente  permanecer  neutral.  ¿Vol- 
veré á  tomar  mi  justillo  encarnado?  Lo  me- 
jor es  echármele  encima  también,  pero  sin 
dejar  estos  arreos.  Asi  haremos  á  pluma  y 
á  pelo  según  la  ocasión.  Mas  vale  en  estos 
casos  ser  de  dos  regimientos  que  de  uno 
solo.  A  donde  la  fortuna  se  incline  alli  estoy 
yo  cantando  victoria.  Esta  batalla  va  á  de-^ 


—  68  — 

cidir  de  los  principios  de  uq  hombre  apu- 
rado. 

{Se  pone  su  justillo  y  guarda  el  libro  de  me- 
morúis). 


ESCENA  XVn. 
Dichos.  El  MÁiiQUBs,.^oIcia¿b^  por  la  columna. 


Makqübs. 

CUCUF. 


CiMaA. 

GUGUP. 


Jagobo. 
Camila. 

Cdguf. 
Jagobo. 

MORLAG. 


Marqubs. 


GoGür. 


fSnde  está  Camila? 
ver...  por  aquella  parte...  A  propósito... 
Esos  miserables  han  pretendido  seducirme; 
pero  yo  me  he  resistido...  (En  tanto  él  Mar- 
ques saca  á  Camila).  Yo  me  he  resistido  con 
un  tesón...  con  una  firmeza... 
¡Marqués!  ¿Y  Jacobo? 
(Se  oye  una  descarga  á  la  derecha). 
¡Ola,  ola!  Parece  que  el  negocio  se  enreda  do 
firme.  Pronto,  señores.  Tenemos  franca  la  sa- 
lida de  las  columnas.  Pongámonos  en  salvo 
antes  aue  venga  una  bedija  de  plomo  á  qui- 
tarme las  pocas  ganas  que  tengo  de  pelear. 
{Jaecbo  aparece  con  máscara  en  laspeña^  del 
fondo). 

¡Amigos,  salvad  á  Camila! 
¡Dios  poderoso!  El  es!  ^s  Jacobo.  Los  bárba- 
ros le  conducen  á  la  muerte. 
Pronto,  señor,  pronto. 
¡Compañeros!  No  hay  que  desmayar.  Yo  res- 
piro todavía. 

¡Gamaradas!  Aquellos  son  los  soldados   de 
Vivaldi.   Cargadlos,  mientras  yo  vuelvo   á 
unirme  al  capitán  con  mi  partida. 
Atendamos  al  peligro  mas  inmediato.  Con- 
viene á  toda  costa  salvar  á  esta  desgraciada. 
Haceos  firmes ,  sostened  la  carga  por  pocos 
minutos  y  vengo  á  reforzaros. 
{Entra  con  Camila  oor  la  reja  y  cierra). 
Puede  venir  cuanao  ya  estemos  en  el  otro 
mundo.  iDios  mió!  Se  va  y  cierra. 
{Los  bandidas  se  presentan). 


—  59  — 

BAifBiDOS.     ¡Mueranl  ¡Mueran! 

GucuF.  (Firme,  muchachos,  firme!...  Ya  sabéis  las 
órdenes  de  nuestro  coroandante.'»{Animo! 
iQué  diablos!  ¡No  hay  para  empezar  con  esta 
gente! — Camaradas,  esta  jornada  inmortali- 
zará vuestro  nombre.  ¿Os  hace  falta  un  re- 
fuerzo? Aqui  le  tenéis. 
{Echa  fuera  las  esbirros.  Estos  y  los  soldados 
vencen  á  los  bandidos» 
Ya  lo  habia  dicho  yo...  iVictoria!  ¡Yictorial 


Wm  DIL  ACTO  SEGUNDO. 


ACTO  TERCERO. 


El  teatro  representa  la  plataforma  superior  de  una 
dudadela.  A  un  lado  y  otro  hay  terraplenes  con 
puertas  de  hierro  que  facilitan  la  salida.  Al  frente 
dos  torres  fortificadas;  se  comunican  por  un  puente 
que  las  une.  Las  torres  dan  al  mar  que  se  dqa 
ver  al  fondo. 

ESCENA  I. 
El  Doqob,  oficiales,  tddados  en  grupo. 

DoQüK.        Que  se  doblen  las  guardias  (á  uu  oficictti  y 

3ue  salgan  patrullas  para  recorrer  ia  ciu- 
ad,  calmar  los  ánimos,  é  inspirar  confian- 
za. Haced  saber  á  los  vecinos  honrados  que 
si  yo  me  he  retirado  á  esta  fortaleza,  ha  sido 
con  solo  el  objeto  de  protegerles  mas  eficaz- 
mente contra  Germán  y  los  suyos.  Me  ha  pa- 
recido que  no  les  seria  difícil  comprometer 


Opigul. 

DüQÜB. 

Oficial. 


—  62  — 

la  tranquilidad  aua  dentro  de  la  población 

misma. 

(Sale  un  oficial,  apresurado). 

Señor  Gobernador,  el  Marques  de  Vivaldi 

acaba  de  entrar  en  la  Giudadela. 

Corramos  á  su  encuentro. 

Aquí  viene  ya. 


ESCENA  11. 


Dichos.  El  Máeqoes. 


DüQUB. 

Maequxs. 


DUQUB. 

Maeques. 

DOQUB. 

MlEQOBS. 

DOQÜE, 

Maeques. 


¿Está  usted  herido? 

Ño  hay  cuidado,  señor  Duque;  una  pequeña 
contusión...   ¡Pluguiera  al  cielo  que  nuestra 
victoria  no  nos  cosíase  mayores  desgracias! 
¿Cómo? 

Sin  embargo,  Camila  está  en  nuestro  poder. 
¡Camila!  [Hace  una  seña  y  se  retiran  los  ofi- 
ciales}. 

Pronto  tendrá  usted  el  coasuelo  de  darla  un 
abrazo.  Era  prisionera  del  infame  Germán. 
¡Cielos!  ¡Qué  fatal  míslerio!... 
En  verdad ,  señor  Duque ,  parece  que  todos 
estos  acontecimientos  presentan  cierta  ilación 
cuyo  principio  no  nos  es  dado  todavía  cono- 
cer. Él  tiempo  nos  revelará  lo  qij^e  ignoramos. 
Yo,  por  lodo  lo  que  he  podido  obsiervar,  in- 
fiero la  existencia  de  una  conspiración  con- 
tra las  autoridades ,  que  con  celo  laudable 
empezaban  á  esgrimir  sobre  los  facinerosos 
^  la  espada  de  la  justicia;  pero  el   triunfo 
*  es  nuestro ,  aunque  no  tan  completo  como 
yo  deseaba.  El  iniame  caudillo  de  los  ladro- 
nes se  nos  ha  escapado :  todas  mis  diligen- 
cias para  capturarlo  han  sido  inútiles;  y  no 
sin  grande  riesgo  y  trabajo  hemos  podido 
conseguir  la  victoria.  Muchos  soldados  que- 
dan muertes  en  aquel  oscuro  campo  de  na- 


Mabqubs. 


Duque* 
Marques. 


—  es- 
talla, y  eatre  los  valientes  que  han  perecido 
á  manos  de  los  enemigos  nemos  tenido  el 
sentimiento  de  contar  al  conde  Jacobo. 

DuQüi.  No  puedo  oir  sin  irritarme  el  nombre  de 
un  seductor  perverso  aue  me  ha  deshonra^ 
do  y  burlado,  haciendo  á  una  familia  que 
con  tanta  generosidad  le  recibía  en  su  seno 
la  afrenta  mas  pública  y  cruel. 
No  es  mi  ánimo  disculpar  faltas  cuya  grave- 
dad reconozco;  pero  sí  sostendré  que  no  en- 
gañaba á  Camila,  que  la  adoraba  con  el  ma* 
Ífor  estremo ,  y  que  instruido  sin  duda  de 
os  funestos  acontecimientos  relativos  á  su 
amada,  corrió  presuroso  á  salvarla  ó  morir 
en  su  defensa.  Yo  hallé  á  la  desventurada 
amante  de  mi  libertador  en  el  antro  espan- 
toso de  los  foragidos,  y  vi  en  sus  manos  un 
billete  de  Jacobo,  á  cuyo  contenido  se  ha  de- 
bido nuestra  salvación  y  la  derrota  de  los 
malvados.  Ansiaba  el  momento  de  reunirme 
con  él;  pero  es  evidente  que  peleaba  al  mis- 
mo tiempo  en  diferente  perage,  y  que  le  han 
sacrificado;  de  lo  contrario,  mas  tarde  ó  mas 
temprano,  hubiera  comparecido.  La  desgra- 
ciada Camila  yace  sumergida  en  el  mas  es- 
pantoso delirio.  El  trastorno  de  su  razón  ,  la 
desesperación  hacen  su  estado  mas  horrible 
que  la  misma  muerte. 

¡Justo  cielo!  Y  qué...  Aquel  que  ha  deshonra-» 
do  mi  nombre... 

En  medio  del  ruido  y  desorden  de  un  com- 
bate tan  singular,  auxiliado  por  un  descono- 
cido que  no  consintió  abandonarme  un  mo- 
mento, y  que  conocía  perfectamente  l^s  ve-* 
redas  y  demás  particularidades  del  terreno, 
be  libertado  á  Camila,  y  la  he  hecho  trasla- 
dar á  la  sala  baja  situada  al  pie  de  esta  tor-* 
re.  AUi  se  le  están  suministrando  ya  los  so- 
corros necesarios. 

DuQUB.  No  quiero  verla,  no.  Aléjese  de  mí  para 
siempre;  y  que  un  retiro  ignorado  del  mun-< 
do  entero  sepulte  sus  afrentosos  pesares.  La 
llamé  mi  hija ,  fui  condescendiente  con  ella, 


6i  — 


y  he  reribído  en 
disnstoSb 


fix<Mp€!iisj  los  myorcs 


A  m. 


Didioi.  CirciTrÁn  dentro  y  sale  á  su  tiempo. 


Cáeof. 


Cocer. 

ÜABQCKt. 

Sale  GocOT* 


Maequbs. 

GOCIJF. 


Mabqobs. 
Gvcuv. 


DUQUB. 

Gucuv. 


DUQUI 


¡Que  soy  de  casa!  iQoé  papdes  ni  qoé  cala- 
bazas?— ¡Sí  acabo  de  ll^r  con  la  señorita! — 
Allí  está  el  señor  Marques  que  puede  decir 
quien  soy  yo. 
iQué  es  eso? 
No  me  dejan  pasar. 
Yo  le  conozco ;  dejadle. 
Perdone  usía  una  y  mil  veces  si  vengo  á 
incomodar.  Nada  se  me  ocurre  por  ahora; 
pero  esos  señores  soldados  son  tan  pregun- 
tones que  todo  se  les  vuelve  indagar  y  mo- 
ler. ¿Qué  hace  usted  aqui?  ¿De  dónde  ha  ve^ 
nido  usted?  ¿Cómo  se  llama  usted?  Trae  us- 
ted pasaporte?  ¿A  quién  quiere  usted  hablar? 
¡Cuidado  que  no  he  visto  gente  mas  curiosa! 
Esto  es  una  falta  muy  grosera  de  urbani- 
dad, y  vo  me  pico  de  atento  para  con  todos. 
Respondo  de  este  hombre ;  no  hay  cuidado. 
El  señor  responde  de  mi.  Ya  lo  oyen  uste- 
des.  ¡  Los  hombres  de  bien   en  cualquier 
farte  encontramos  padrinos! 
ste  es  el  sugeto  de  quien  hablaba  á  usted 
poco  ha. 

Servidor  de  usía...  digo  de  su  excelencia. 
Soy  de  los  de  lá  compañía  del  señor  Salvia- 
ti...  de  los  esbirros  de  la  ciudad. 
No  recuerdo  haberte  visto  nunca. 
Me  he  alistado  hace  poco  tiempo,  señor.  Está 
todo  tan  malo,  que  cada  dia  es  necesario  mu- 
dar de  oficio. 

¿Tú  eres  el  que  ha  auxiliado  al  señor  Mar- 
ques dp  Vivaldi  para  librar  á  mi  sobrina  y 
conducirla  aquir  * 


—  65  — 

Cocup.         Si ,  señor,  Excmo.  señor. 
DuQUB.         Y  quien  le  ha  guiado  ^a  el  campo. 
GüCüF.         Si ,  señor,  Excmo.  Señor. 
DuQUB.        Si  le  parece  á  usted,  Marques,  puede  encar- 
garse á  este  hombre  la  custodia  de  mi  so- 
brina, ínterin  tomo  mis  disposiciones  para 
su  viaje.  Tengo  por  conveniente  que  no  ha- 
ble Camila  con  ninsuno  de  la  familia  hasta, 
averiguar  ciertas  dudas  que... 
Marques.     En  este  momento  solo  hay  motivo  para  ala- 
bar su  celo.  Observo  en  su  carácter  cierta 
estravagancia  original  que  me  asegura  mas 
y  mas  de  su  sencillez ,  y  ademas  es  interés 
suyo  cumplir  las  órdenes  que  se  le  den. 
CucuF.         El  señor  Marques  me  conoce  muy  bien.  Es-^ 
te...  este  es  el  verdadero  modo  ae  tratar  á 
las  gentes. 
DcQjaE.         Desae  ahora  puedas  á  mi  inmediato  servicio, 
destinado  á  vigilar  á  mi  sobrina,  sin  permitir 
que  nadie  absolutamente  la  hable  hasta  que 
yo  disponga  otra  cosa. 
GucuF.         És  decir  que  paso  á  ser  el  hombre  de  con-t 
fianza  de  la  casa.  ¡Ese  es  precisamente  mí 
puesto!  Siempre  para  mí  los  encargos  de 
confianza  y  de  mayor  entidad.  Y  no  me  dis- 
gusta del  todo  la  comisión.  (Aparte). 
Duque.         Pero  es  indispensable  que  procures  no  co^ 
meter  indiscreción  alguna  y  que  me  pro- 
metas ser  fiel  en  el  desempeño  de  tu  cargo, 
sin  dejarte  seducir  por  fas  sugestiones  de 
mi  familia,  ni  por  las  de  ninguna  otra  per- 
sona,  y  piensa  que  tu  cabeza  me  responderá 
en  caso  necesario. 
GücüF.         ¡Excmo  señor!  Por  lo  que  hace  á  prometer 
y  jurar  no  hay  nadie  que  me  ponga  el  pie 
delante.  Yo  prometo  y  juro  cuanto  V.  E.  me 
mande,  y  le  suplico  que  viva  descuidado. 


5 


ESCENA  IV. 


Dichos.  Oficiales. 


DUQUK. 

Mabquks. 


l^fieuL.  Señor,  van  á  ser  conducidos  á  la  presencia 
de  V.  E.  algunos  de  los  bandidos  que  hemos 
hecho  prisioneros,  por  si  V.  E.  quiere  facili- 
tar con  sus  declaraciones  los  medios  de  ase- 
gurarnos del  resto  de  los  facinerosos  y  su 
infame  gefe.  Se  da  por  cierto  que  este  mal- 
vado está  dentro  de  la  ciudad. 

Todos»         ¡Dentro  de  la  ciudad! 

DuQui.         ¿Sería  tal  su  arrojo? 

GucuF.  Ks  muy  capaz  de  todo.  Se  necesita  mucho 
cuidado...  mucha  vigilancia...  Cabalmente 
estamos  cerca  de  un  alniacen  de  pólvora,  y 
Germán  le  haria  volar  por  cualquier  friolera. 
¡Germán  dentro  de  nuestros  muros! 
La  fiereza  orguUosa  de  sus  compañeros  me 
induce  á  creerlo:  nada  temen  mientras  Ger- 
mán esté  libre.  Asi  lo  proclaman  en  alta  voz. 
Tal  esceso  de  audacia  indica  que  cuentan 
con  recursos  que  nosotros  ignoramos. 

I^oOiTK.        Si  se  hubiera  de  dar  crédito  á  los  rumores 

aue  circulan,  muchos  habitantes  de  la  ciu- 
ad,  y  algunos  de  ellos  muy  principales, 
mantienen  relaciones  con  Germán,  y  auxilia- 
lian  las  empresas  de  aquel.  Yo  no  lo  creo, 
pero  por  precaución  he  mandado  que  se  pu- 
Dlique  un  bando  ofreciendo  cinco  mil  duca- 
dos de  plata  al  que  entregue  á  Germán  vivo 
ó  muerto;  pues  con  su  captura  cesará  todo. 
(Aparte),  ¡Canario!  ¡Cinco  mil  ducados  de  pla- 
ta! ¡Qué  buen  golpe!  ¡Esto  doblaría  mi  capital! 
Si  parece  á  .usted  bien,  puede  hacer  condu- 
cir al  segando  gefe  de  la  cuadrilla,  y  los 
otros  que  cayeron  cou  él  prisioneros.  {El  Du- 
que manda  traerlos). 
Cucur.         {Aparte).  ¡Morlac!  Se  me  ocurre  que  debo  de 


Mabquss. 


Mabquis. 


CCCOF. 


Mabqübs. 

CCCUF. 


—  67  — 

evitar  esta  entrevista.  Voy  á  ver  si  paedo 
escarrirme. 

Quédate,  Guculate. — Paede  ser  conveniente 
{cd  Duque)  carearlo  con  ellos.  Le  debo  algu- 
nas noticias  muv  interesantes  sobre  el  asun- 
to y  y  acabará  de  instruirnos. 
Todo  es  verdad,  señor;  pero  no  puedo  disi- 
mular la  repugnancia  que  me  causa  al  ver 
á  esos  hombres  cara  á  cara.  Ademas  si  se  me 
permitiese  evacuar  algunas  diligencias  en 
la  ciudad...  diligencias  muy  conoucentes  al 
mejor  servicio  que  en  mis  circunstancias 
puedo  prestar  á  ia  buena  causa...  Por  otra 
parte  el  puesto  de  confianza  que  el  señor  Du- 
que acaba  de  encargarme...  no  es  justo... 
Te  necesito.  ¡Quédate! 

{Malol  (Vuelve  la  cara  al  entrar  Morlac  para 
no  ser  descubierto). 


■      ESCENA  V. . 

Dichos.  MouLACL  Ragotz.  BiHDmos.  Saltuti  y  esbirros 

armados. 


DoQUB.  La  sociedad  á  quien  por  tanto  tiempo  y  tan 
inhumanamente  habéis  ultrajado,  reclama 
vuestro  castigo.  Yo  sov  el  único  aue  puede 
mitigar  el  rigor  de  la  ley  en  benencio  vues^ 
tro,  si  me  declaráis  los  nombres  de  todos 
los  cómplices,  y  la  guarida  do  vuestro  gefe. 
¿Calláis? 

Y  callaremos.  Creí  que  nos  conocíais  mejor. 
Esa  arrogancia  sentarla  mejor  en  las  rocas 
de  la  Virgen;  pero  ahora  tu  suerte  está  en 
nuestras  manos ,  y  no  debes  olvidar  que  los 
vencidos  han  de  ser  menos  soberbios. 

Morlac.  ¿Vencidos!...  Si...  vencidos  por  traición;  pe- 
ro Germán  no  lo  ha  sido  tod^via.  Temed 
que  la  fortuna  se  os  muestre  algún  dia  con- 
traria, y  recordad  que  acostumbra  mudar 
de  semblante. 


Haeqoes. 

JáORLAC. 

Marqoes. 


Marquks. 

MORLAG. 

Marques. 

MORLAG, 


Marques. 

MORLAC. 


Duque. 

MORLAG. 


Duque. 

MORLAG. 

Marques. 

MORLAG. 
MORLAG. 

Ragotz. 
Marques. 

CüCÜF. 


MORLAC. 


—  68  — 

¿Qué  esperanza  es  la  vuestra?  Tus  compa- 
ñeros de  la  selva  están  en  nuestro  poder. 
Todos  no:  Germán  no  lo  está... 
¿Te  hallaste  á  su  lado  en  la  batalla? 
Sí,  me  hallé  con  él  en  el  sitio  mas  peligro- 
so j  que   ha  sido  siempre  nuestro  común 
puesto. 

¿  y  dónde  le  dejaste? 

Puedo  repetir  todavía  sus  últimas  palabras. 
«Amigos  ( nos  dijo)  yo  soy  la  causa  de  vues  • 
tra  desgracia,  pero  sabré  libraros,  ó  iré  á 
perecer  con  vosotros.»  Contamos  con  eso,  le 
contesté  yo,  y  me  entregué  ai  momento  para 
protejer  su  retirada. 

¿Rehusas,  pues,  el  perdón  que  te  ofrezco? 
I  Perdón !  No  necesito  yo  de  perdón.  Germán 
vive  y  está  en  libertad.  El  sabrá  salvarnos; 
lo  ha  prometido. 

¿Salvaros?  Yo  con  una  palabra  puedo  ha- 
cer aue  perezcáis  en  un  patíbulo. 
Manaadlo.  Germán  nos  liorará  tal  vez  mas 
pronto. 

Nuestras  promesas... 
Ya  he  dicho  cuanto  tenia  que  decir. 
¡Malvado!  Acaso  te  haré  hablar  todavía  á 
pesar  luyo.  Gucufate,  acércate. 
¡Cómo!  ¡Ese  bribón  aquí!  {Aparte  á  Mor^ 
lac), 

¿Tú  has  habitado  en  las  ruinas  de  los  Tem- 
plarios? 

No  puedo  negar  que  he  sido  algún  tiempo 
inquilino  de  estos  señores ;  pero  solo  por  via 
de  interinidad  y  bien  contra  mi  gusto,  por- 
que mis  principios  rechazan  semejante  com- 
pañía. 

Es  falso.  Yo  ignoro  cuáles  pueden  ser  los 
designios  de  ese  bribón;  pero  aseguro  que 
no  debe  figurar  aquí  como  testigo ,  sino  co- 
mo cómplice  nuestro.  Es  de  la  com|)añía,  y 
desempeñaba  entre  nosotros  las  funciones  de 
cajero.  Si  fuese  preciso,  estoy  pronto  á  ju- 
rarlo con  mis  compañeros.  [Con  la  demostrar 
cion  oportuna  de  los  tres  bandidos  y  la  suya). 


CUGCF. 


MáRQUBS. 


CüCüF. 


MORLAG. 

Duque. 
Morlác. 

CüCÜF. 


—  69  — 

íYa!  í  Jurarlo!  También  podría  yo  jurar  si 
quisiera:  pero  sería  tan  en  falso  como  vos- 
otros. En  nn,  yo  ai  señor  Marques  me  remi- 
to; mis  servicios  merecen  que  se  me  dé  mas 
crédito. 

Ciertamente,  señor  Duque,  este  hombre  so 
unió  á  mi  desde  luego  sin  violencia  alguna, 
se  entregó  en  mis  manos ,  y  me  ha  dado 
pruebas  nada  equivocas  de  su  buena  fé,  in- 
dicándome varios  desfiladeros  secretos  y 
guiándoitie  por  ellos. 

Ese  es  mi  delito  para  con  esos  señores.  Yo 
rae  hallaba  entre  ellos  porque  hace  cosa  de 
mes  y  medio...  me  salieron  al  camino  y  me 
robaron,  conduciéndome  en  seguida  á  su 
madriguera ,  por  razones  que  no  han  tenido 
la  atención  de  revelarme.  ¡Ya  se  vé!  ¿Qué 
habia  de  hacer  yo?  Conformarme  con  mi 
suerte,  aparentar  el  mismo  humor  que  rei- 
naba en  la  nueva  sociedad  de  que  yo  era 
individuo,  procurar  ganarme  la  confianza, 
para  no  ser  tan  mal  tratado,  y  rogar  al  To- 
do-poderoso que  apresurase  mi  rescate,  el 
cual,  lo  mismo  que  mi  permanencia  en 
aquellos  sitios,  ha  sido  muy  útil  á  la  buena 
causa  en  esta  ocasión. 

¿Has  visto  nunca  un  picaro  mas  descarado? 
{A  Ragotz,  aparte). 
Ya  lo  escucháis. 

Señor,  es  un  malvado  impostor. 
¿Un  impostor?  Pues  si  llego  á  hablar...  Se- 
ñor Duque,  vá  V.  E.  á  saberlo  todo,  y  para 
que  la  verdad  de  mi  declaración... 


r> 


ESCENA  VI. 


Dichos,  Un  Oficial. 


Oficial.       Señor,  un  pliego  que  acaban  de  traer  pa- 
ra V.  E. 
DuQüB.         Veamos.  {Lo  abre  y  lee  para  si),  ¡Qué  exce- 


Todos. 

DUQUB. 

Haeques. 


MoiaAC. 

CUGUF. 


DoQuv. 


CUGCF. 

Duque. 

GUGUF. 


—  70 — 

80  de  imprudencia  I  ¡Este  pliego  es*de  Ger- 
mán! 

¡De  Germán  1  {Sorpresa  general). 
Puede  usted  leerlo. 

{Lee),  «Disposiciones  crueles  han  producido 
«resultados  lastimosos.  Muchos  de  los  núes* 
«tros  se  hallan  prisioneros;  vuélvales  V.  E. 
«la  libertad  y  le  aseguro  que  antes  de  tres 
«dias,  Germán  y  los  suyos  habrán  abando- 
«nado  la  provincia  para. no  regresar  jamas. 
«Pero  si  se  pronunciase  una  sentencia  con- 
«tra  aquellos...  ¡Ay  de  V.  E.!...  Y  sobre  to- 
ado... ¡Ay  de  los  traidores!  Los  veo...  los  oi- 
«go...  sobre  sus  cabezas  caerán  los  primeros 
«golpes  de  mi  venganza.  —  Germán.» 
Ahora  se  reconocerá  que  yo  decia  la  verdad. 
¡Los  veo!...  ¡Los  oigo!...  ¡Sí!  Yo  los  oigo 
dice...  Sobre  sus  cabezas...  ¡Esto  no  está  muy 
bueno,  que  digamos! 

Increíble  parece.  Ya  no  me  queda  duda  de 
que  Germán  se  halla  dentro  de  la  ciudad... 
pero  si  juzga  intimidarme  con  sos  amena- 
zas, se  equivoca.  Yo  aceleraré  el  castigo  do 
sus  cómplices,  y  no  aguardo  para  pronua- 
ciar  su  sentencia,  sino  las  declaraciones  de 
ese  irrecusable  testigo. 
¡Lo  he  entendido  bien!  Los  veo...  los  oigo... 
Habla ,  pues.  Di  cuanto  sepas. 
No  nos  comprometamos.    (Aparte).  Señor, 
bien  es  verdad  que  yo...  he  vivido,  algún 
tiempo  con  esos  señores...  también  es  ver- 
dad que  no  podría  yo  atreverme  á  asegurar 
que  fuesen  unos  anacoretas...  Igualmente  es 
verdad  que  el  camino  que  habían  elegido... 
Vamos...  el...  el  camino  iba  diciendo,  segu- 
ramente, el  camino  suyo  no  era  el  de  la  vir- 
tud. Pero  puedo  afirmar  con  juramento  que 
es  imposible  ejercer  el  oficio  de  ladrones  con 
mas  miramiento  ni  moderación.  Aquí  no  ha 
habido  nunca  que  yo  haya  visto  ni  viajeros 
asesinados  .   ni  doncellas...   nada.   Ninguna 
de  aquellas  habilidades  de  la    profesión... 
Es  de  advertir,  que  no  pretendo  justificar- 


Mabquis. 

GUCUF. 


Marques. 


M0U.AC. 
Gucüp. 

DOQÜE. 


—  Ti- 
los por  la  elección  qne  han  hecho  de  nna 
carrera  tan...  tan  reprensible.  Has  y  admiti- 
da la  saposicion  de  que...  y  estando  contí- 
naamente  colocados  entre  los  prestigios  do 
la  gloria  y  los  horrores  del  caaalso...  ha  ha- 
bioo  tal  vez  algún  mérito  eo  mantener  aquel 
justo  equilibrio...  Y  en  todo  lo  restante... 
cuando...  en  fin...  ¡Me  parece  que  no  se  pue- 
de decir  mas ! 

¿A  eso  se  reduce  tu  declaración? 
Sería  muy  dificil  decir  mas  cosas  con  menos 
palabras. 

Tú  eres  tan  criminal  como  ellos,  y  estás  in- 
sultando nuestra  paciencia.  Prendedle  al 
momento. 

Señor  Duque,  me  parece  que  alguna  cir- 
cunstancia extraordinaria  puede  *  haberle 
obligado  á  limitar  su  declaración,  y  suplico 
se  me  permita  quedarme  solo  con  éJ.  ¡Infelis 
si  se  costina  en  eludir  mis  preguntas! 
¡Infeliz,  si  se  atreve  á  hablar! 
Los  veo.,  los  oiso...  (Estamos  bien!  (Aparte). 
Retiradlos.  {Se  Uevan  los  bandidos^  y  d  Du- 
que se  \)á). 


ESCENA  VII. 
El  M aeqobs.  Gücufate.  Un  Oficial. 


Opicial. 

Masques* 
Oficial. 


Señor  Marques  ¿cuál  es  la  seña?  Van  á 
levar  las  guardias? 
Justicia  y  valor.  ( A  media  voz). 
Entiendo.  [Yase). 


ESCENA  Vm. 


Maeques. 


El  Haeqües.  Gugufatb. 

Tu  proceder  es  particular.  Blplícame  los 
motivos,  y  ten  entendido  que  «e  U  peadü 
ser  rico  y  feliz. 


CüCÜF.' 

Marques» 

CüCÜF. 


Marques. 
CucuF. 


Marques. 


Cvcup. 


Marques. 

GUGÜF. 


Marques. 


Cücup, 


o  tenga  miedo... 


—  72  — 

¡Dios  mió  de  mi  alma!  ¡No  son  otros  mis 

deseos! 

¿Por  qué  rehusabas  hablar? 

¡Qué  he  de  rehusar  yo,  Señor!  ¡Si  estoy 

Pelándome  las  barbas  por  decir  cuanto  sé! 
ero,  ¡qué  diantre!  No  veia  la  necesidad 
de  que  todos  esos  picaros  y  las  gentes  que 
nos  rodeaban,  se  enterasen  de  mis  decla- 
raciones. 

Ahora  no  hay  quien  nos  oiga. 
Diré  á  V.  S.  No  es  que 
nada  de  eso...  Pero  si  V.  S.  conociese  al  tal 
Germán...  ¡  Ay  Dios  de  los  creyentes!  Está 
en  todas  partes!*..  Jesús  me  valga!  Allí... 
allí...  cerca  de  aquel  parapeto  se  me  ha  fi- 
gurado verle  ahora  mismo. 
Me  pareces  un  poco  pusilánime.  Depon  todo 
temor.  Esta  cindadela  es  inaccesible.  Tres 
caminos  cubiertos  y  cinco  puertas  de  hierro 
nos  separan  de  los  calabozos. 
Vamos  á  calcular...  Cinco  puertas  de  hier- 
ro... Sólidas  por  consiguiente.  {Aparte),  Es- 
cúcheme V.  S. ,  yo  tengo  proporción  de  dar 
al  señor  Duque  las  pruebas  mas  interesan- 
tes y  auténticas.  Permítame  V.  S.  ir  á  bus- 
car una  cartera  que  he  ocultado  en  la  sala 
de  armas.  Contiene  varios  papeles  pertene- 
cientes á  la  compañía  de  Germán,  la  lista 
general  de  los  baodidos,  y  la  de  los  confi- 
dentes y  corresponsales  de  la  ciudad.  Hay 
también  allí  cartas  del  mismo  Germán.  Esto 
debe  de  ser  muy  del  caso. 
Seguramente. 

¡Dios  mió  I  ¡Si  además  de  las  cinco  puertas 
de  hierro  pudiera  yo  interponer  aquí  la 
gran  muralla  de  la  China!  [Aparte). 
Vé,  pues,  busca  tu  cartera,  no  tardes,  y 
piensa  sobre  todo  que  no  te  se  pierde  de 
vista  y  que  no  te  se  dejará  salir  ae  la  for- 
taleza. 

Ya...  en  ese  caso...  Muy  bien,  Señor.*.  Parto 
«como  una  exhalación,  y  vuelvo  con  la  posible 
prontitud.  ( Vase), 


—  73  — 


ESCENA  IX 


El  Maequbs  ,  liíego  Jagobo  sin  máscara. 


Marques. 


Jacobo. 
Marques. 

Jagobo. 

Marques. 
Jagobo. 

Marques. 
Jagobo* 


Marques. 
Jagobo. 


{Al  bastidor).  No  permitáis  que  ese  hombre 
salga  de  la   cíudadela.  ¿Entendéis?  ¡Dios 
míof  ¡Jacobo  en  este  sitio! 
Señor  Marques... 

Creíamos  á  usted  víctima  del  furor  de  los 
asesinos. 

Una  casualidad  feliz...  el  desorden  de  esta 
jornada  fatal  me  ha  salvado  la  vida, 
¿y  cómo  ha  podido  usted  llegar  hasta  aquí? 
Mi  nombre  me  ha  abierto  paso  por  todas 
partes. 

El  Duque  está  implacable. 
Este  es  el  momento  en  que  reclamo  la  re- 
compensa de  los  servicios  que  tuve  la  for- 
tuna de  prestar  á  usted  en  un  lance  apu- 
rado. Secretos  que  no  puedo  ni  debo  ahora 
revelar  me  colocan  hoy  en  una  posición  tan 
dificil,  que  no  hallo  palabras  bastante  espre-^ 
sivas  para  pintarla.  En  tal  estado,  suplico  á 
usted  que  no  me  recuerde  nada  de  cuanto 
pueda  tener  relación  con  el  acontecimiento 
á  que  alude,  y  exijo  que  se  sirva  no  hacer- 
me presunta  de  ningún  género.  Sé  que  he 
merecido  el  odio  y  el  desprecio  del  Duque... 
pero  debia  renunciar  á  Camila ;  y  no  me  era 
posible  aceptar  su  mano  sin  llamar  sobre  mí 
y  sobre  ella  la  venganza  y  la  muerte. 
¡La  muerte! 

Aunque  he  seguido  las  pisadas  de  mi  aman- 
te en  las  peñas  de  la  Virgen,  y  confortado 
su  espíritu  entre  las  fatales  ruinas  de  los 
Templarios,  no  por  esto  puedo  variar  de  re- 
solución. Vengo  á  darle  un  eterno  adiós:  ne- 
cesito verla  por  la  última  vez!  Yo  la  revela- 
ré la  historia  de  una  vida  que  aborrezca, 


Jagoio. 


Marqois. 


—  74  — 

y  obtendré  su  perdón,  por  haber  profanado 
sacrilegamente  los  derechos  de  la  inocencia. 
Creo  muy  difícil  qne  se  permita  á  usted  rea- 
lizar sus  deseos. 

¡Gran  Dios!  ¿Qué  ha  sido,  pues,  de  Camila? 
¿No  está  en  salvo?  ¿Acaso  el  Duque  preten- 
de vengaren  su  inocente  sobrina  la  afrenta 
que  ha  recibido  de  un  amante  infeliz  y  te-< 
mera  rio? 

Jacobo,  tengo  derecho  á  que  se  me  crea 
sincero  y  franco:  el  amante  de  Camila  de- 
be de  abandonar  para  siempre  estos  luga- 
res, huir  de  la  vista  de  un  hombre  justa- 
mente irritado,  y  no  perturbar  por  mas 
tiempo  con  su  presencia  la  paz  y  el  sosie- 
go ,  que  no  es  difícil  recobre  al  fin  una  fa- 
milia desolada ,  si  cesa  el  motivo  que  ha 
ocasionado  sus  inquietudes:  Camila  vive.  El 
tiempo  tranquilizará  su  agitado  espíritu;  pe- 
ro la  autoridad  de  un  segundo  padre  la  se- 
para para  siempre  del  hombre  á  quien  ha- 
bía elegido  por  esposo.  Si  Jacobo  conserva 
un  resto  de  verdadero  amor,  debe  de  evi- 
tar la  repetición  de  tan  desagradables  es- 
cenas y  oejar  á  Camila. 
(Muy  ajííado).  ¡Camila  no  existe  para  mil 
¡Yo  soy  su  verdugo!  ¡Aquí  empieza  mi  su- 
plicio! ¡Ahí  Tú  sola  mitigabas  los  marti- 
rios crueles  á  que  tanto  tiempo  hace  estoy 
condenado,  detenias  mi  planta,  al  borde  de 
un  espantoso  precipicio,  conservabas  algu- 
na tranquilidad  en  mi  espíritu,  en  medio  de 
multitud  de  puñales  alzados  por  todas  par- 
tes sobre  mí  cabeza!  ¡Y  te  pierdo!  [El  Mar-- 
ques  quiere  calmarle),  ¡No  os  3cerqueis  á  mi! 
¡La  desgracia  que  me  persigue  por  todas 
partes  no  os  respetaría!  ¡Dejadme...  dejad- 
me!... 
1 Jacobo ! 

Yo  sabré  substraerme  á  tan  terribles  pa- 
decimientos. Me  queda  un  brazo  acostum- 
brado á  vencer.  ¡Triunfaré  de  mí  mismo! 
lÍAtotís*.     Hagámonos  superiores  á  nuestras  desgra- 


Jaúobo. 


Marques. 
Jácobo. 


Jagobo. 
Marques. 


Jagobo. 


—  75  — 

«ias,  y  apelemos  al  único  recurso  que  nos 
queda  para  aplacar  al  Duque.  Ambos  nos 
hallamos  en  el  caso  de  renunciar  á  nues-^ 
tras  esperanzas,  aunque  por  diversas  ra- 
zones. Emprendamdp,  pues,  los  dos.  una 
hazaña  que  salve  al  uno  y  pueda  hacerle 
feliz.  Nos  hemos  batido  con  los  foragidos 
de  las  ruinas  de  los  Templarios:  muchos  de 
los  ladrones  se  hallan  prisioneros  en  esta 
cindadela :  su  malvado  gefe  ha  burlado  nues- 
tras disposiciones,  y  escapando  de  la  ven- 
ganza de  la  ley,  nos  insulta  todavia;  va- 
mos los  dos  juntos  en  busca  del  perverso 
Germán,  presentémoslo  al'  Duque,  vivo  ó 
muerto,  y  yo  interpondré  en  favor  de  mi 
desolado  amigo  toda  mi  influencia,  todo  el 
rtérito  de  tan  útil  servicio. 
¿Germán?  Yo  podré  conducirle  aquí. 
Uno  de  los  suyos  me  ha  prometido  la  lis- 
ta de  varios  cómplices,  cartas,  y  otros  do- 
cumentos importan  tes« 
¿Uno  de  los  suyos? 


ESCENA  X. 


Dichos,  CüGCFATB. 


CüCÜF. 

Marques. 


GUCUF. 

Jacobo. 

GUGUF. 

Jacobo. 


Sí  está  V.  S.  ocupado... 
No.  Delante  de  este  caballero,  íntimo  amigo 
del  señor  Gobernador,  persona  de  mi  con- 
fianza, puedes  hablar  sm  el  menor  recelo. 
Para  mí  es  igual,  una  vez  que  V.  S.  dice... 
( Pasa  por  detrás  y  se  coloca  en  medio). 
Acércate.  ¿Eres  tú  quien  debe  entregar  á 
Germán? 

I  San  lo  Dios!  ¿Qué  veo?  De  esta  no  escapo. 
Sobre  ellos...  caerán...  los...  primeros  gol- 
pes... [Todo  aparte). 

Ya  te  olmos.  Cuenta  con  lo  que  vas  á  decir. 
Tu  cabeza  responder 


Cocor. 
Jaoomi. 

CUGDP. 

Maiquis. 

Jacoio. 

Cccup. 


MAmQuv. 

GüCDF. 


/ 


Marques. 


GUCUF. 

Marques. 

GUGUF. 


—  76  — 

Si»  señor,  qoe  responde.  Para  mí  ao  hay  re- 
medio. {Aparte), 
I  Los  papeles!  (Imperiosamente). 
Si  padíeran  sus  Seoorias  dispensarme...  ¡Es- 
toy ahora  mismo  con  an  ataqae  de  nervios! 
¿Qué  dices? 

J^or  qné  no  hablas?  iTe  lo  estorba  alguien? 
No  I  señor...  no...  nadie  seguramente,  pero 
coando  no  se  tiene  mas  que  indicios  incier- 
tos... asi...  como...  como  si  digéramos...  sos- 
pechas  vagas...  para...  es  mucho  mejor  en- 
tonces callar. 

Concluyamos  ¿Dónde  están  los  papeles? 
Los  tengo,  si  señor...  hasta  cierto  punto  pue- 
de decirse  que  los  tengo...  Es  decir  los  te- 
nia (á  Jacobo)  pero  por  un  acontecimiento 
imprevisto  que  las  circunstancias».  Quiero 
decir...  que  (al  Marques)  no  me  seria  posi- 
ble encontrarlos  ahora...  En  fin,  Y.  S.  ve  que 
(á  Jacobo)  yo  hago  todo  lo  que  puedo,  y  que 
se  debe  de  agradecer  la  buena  voluntad. 
No  esperes  engañarme ,  si  es  este  el  fin  que 
te  has  propuesto.  jPronto!  los  papeles  que 
jpae  has  prometido,  relativos  á  Germán  y  sus 
cómplices.  Si  no  los  entregas  te  hago  volar 
la  tapa  de  los  sesos. 
¡Dale  con  hacerme  volar!  (Aparte). 
¡Ola!  (Llamando), 

Un  momento,  señor no  confundamos  las 

ideas.  Por  lo  que  hace  á  los  cómplices,  he 

podido  prometer los  cómplices...   ya  se 

ve...  los  cómplices  son  picaros  subalternos, 
y...  no  hay  mas  que  decir.  Pero  Ger mant- 
el Señor  Germán...  jamás  he  hablado  de  él 
si  no  con  aquel  respeto  y  aquellas  restric- 
ciones... y  aun  si  fuese  necesario  en  un  apu- 
ro... (á  Jacobo),  Sin  dejar  yo  por  esto  de 
ser  muy  adicto  (al  Marques)  á  la  buena  cau- 
sa... Pero...  (á  Jacobo)  puedo  jurar...  Y  tam- 
bién (al  Marques)  juro  á  Y.  S....  Que  (á  los 
dos)  me  dedico  absolutamente  á  complacer 
á  entrambos,  que  soy  muy  consecuente,  y 
que  jamas  desmentiré  mis  principios. 


Harqobs. 

CüCÜF. 

Jagobo, 


Marques. 


CüCÜF. 

Ja COBO. 
Harqübs. 


—  77  ~. 

Por  última  vez...  (Amenazándole). 

¿No  ve  usía  como  sudo ,  señor?  ¡Que  diga 

nadie  mas  en  mi  lugar! 

Yo  me  encargo  de  hacerle  hablar*  No  se  me 

escapará respondo  de  él Permítame 

usted... 

Voy  á  tomar  algunas  disposiciones  impor- 
tantes. Vuelvo  dentro  de  pocos  momentos. 
Entre  tanto... 

Señor  Marques...  (Adelantándose). 
Quédate  aquí.  Si  das  un  solo  paso... 
Disponte  á  morir,  ó  á  entregarme  sin  de- 
mora los  documentos  que  me  has  prometido. 


ESCENA  XI. 


Jagobo.  Gugufatb. 


CüCÜF.  Me  tiemblan  las  carnes.  Siento  un  sudor 
frió...  Señor  Capitán...  (Z)eTorfi7/aí). 

Jagobo.  Silencio  ¡Esas  najas  demostraciones  no  te 
salvarán!  (Suena  una  corneta). 

CüGUF.         ¿Es  algún  refuerzo  que  llega? 

Jagobo.  ¡Silencio!  No  te  muevas.  (Haciéndole  volver  la 
cabeza).  Han  pasado  bajo  el  cañón  (mirando 
hacia  el  mar)  del  fuerte...  La  barca  se  ade«« 
lanta  hacia  el  pie  de  estos  terraplenes  ¡Ami- 
gos intrépidos!  ¡Fieles  amigos  de  Germán! 
(Cae  en  la  escena  una  piedra  con  una  cuerda 
á  la  que  viene  atada  una  escala.  Jacobo  tira 
de  ella  y  la  sujeta  oportunamente). 
Sujetemos  la  escala.  No  hay  vigilante  algu- 
no por  esta  parte,  que  juzgan  sin  duda  in- 
accesible. Sunid.  Aqui  estoy  yo!  Nada  temáis. 
(Algunos  bandidos  suben  por  la  escala  y  entran 
en  la  escena), 

GuGUF.  ¡Válgame  Dios!  A  los  desesperados  no  hay 
cosa  capaz  de  infundir  miedo:  á  pique  dé 
romperse  la  nuca  siete  veces...  Pero...  ¡Olal 
Estos  no  eran    (mirando  (furtivamente)  de 


Jagobo. 


Cucur. 
Jácobo. 

CUGUF. 

Jacobo. 
Cocer. 


Jacobo. 


Cucuy. 

jACOBa 


CuGur. 


Jacobo. 


Cociif* 

ikCÚWÚ. 

Cucup. 


—  78  — 

nuestra  división.    ¡Vienen  vestidos  de  es- 
birros! 

Habéis  acudido  á  mi  voz,  y  no  habéis  aban- 
donado á  los  vuestros  en  la  desgracia.  No 
dudo  de  su  libertad,  pues  depende  de  vos- 
otros... Responde. 
En  preguntando.,  (Aparte,) 
¡A  qué  lado  están  los  calabozos! 
Aqui...  á  esta  parte,  señor  Germán. 
Es  preciso  indagar  si  pueden  oponerse  algu- 
nos obstáculos... 

Yo...  yo  estoy  bien  enterado  de  todo,  señor 
Germán.  Y  si  usted  quiere...  Celebro  en  el 
alma  poder  prestar  este  nuevo  servicio.  Con- 
tamos Ires  caminos  cubiertos,  y  cinco  puer- 
tas de  hierro...  Esto  no  es  decir  que... 
Basta...  El  éxito  pudiera  arriesgarse  em- 
pleando la  fuerza ;  pero  á  favor  de  una  as- 
tucia... Ese  disfraz...  Tratemos  de  saber  cuál 
es  la  seña.  Vamos,  pues,  y  obliguemos  al 
primer  centinela,  con  la  espada  al  pecho,  á 
que  nos  la  dé. 

jQué  fortuna!  La  seña  es  jusüda  y  valor:  yo 
la  he  oido  cuando  se  ha  dado. 
Sabéis  mis  órdenes.  El  fuego  en  cuatro  si- 
tios ala  vez.  Empezareis  por  las  salas  bajas 
de  esle  lado;  y  asi  tendremos  tiempo  de  ope- 
rar por  la  parte  de  los  calabozos. 
¡Sopla!  ¡Ya  está  encendida  la  cindadela!  Este 
demonio  es  capaz  de  volver  el  mundo  do 
arriba  abajo.  {Aparte), 
¿Lo  habéis  oido?  ajusticia  y  txi/or.»  Nosotros 
uGerman  y  venganza,'^   (Vánse  los  bandidos). 
¡Infame!  Dentro  de  cinco  minutos  no  podrás 
hacer  traición  á  nadie. 
¿Me  atreveré  á  preguntar  á  usted  qué  .es  lo 
que  quiere  decir  con  esa  espresion? 
Que  á  Germán  no  se  le  ha  engañado  nun- 
ca impunemente;  que  tu  sentencia  está  pro- 
nunciada, y  que  vas  á  morir. 
¡Cinco  minutos  solamente!  ¡Gran  Dios!  Mire 
usted,  señor  capitán,  que  no  tengo  mis  co- 
sas muy  bien  arregladas,  y  que   necesito 


—  To- 
mas tiempo.  ¿  Qutén  cuidará ,  si  yo  llegó  á 
morir ,  de  mi  pobre  prisionera?  ¡Pobre  Gucu- 
fate!  ¡Pobre  Camila! 

JiLCOBO.        ¿Camila?  ¿Qué  nombre  has  pronunciado? 

CucuF.  £l  de  una  presa  cuyo  alcaide  soy,  de  orden 
del  señor  gobernador. 

Jágobo.  ¿Cómo?  ¿Presa?  En  nombre  del  cielo  te 
aseguro  que  mi  vida,  mi  fortuna,  todo  pen- 
de ue  ti  en  este  momento. 

GvcuF.  Pero  entendámonos...  ¿Moriré  dentro  de  cin- 
co minutos? 

Jácobo.  ¡No  morirás!  No:  yo  te  lo  juro  y  Germán  ja- 
mas faltó  á  su  palabra.  Prosigue...  Camila... 

GuGUF.  Es  la  sobrioa  del  Gobernador,  y  este  señor 
la  tiene  encerrada. 

Jagobo.  Ven...  guia  mis  pasos...  condúceme  á  su  pre* 
sencia. 

CuGUF.  ¿No  le  seria  á  usted  mejor  hablar  con  ella 
sin  testigos?  Aquí...  por  este  lado...  en  la 
sala  baja...  Esta  es  la  llave...  todavia  no  ha- 
ce media  hora  que  está  en  mi  poder.. 

Jagobo.  ¡Qué  pronuncias!  ¡La  sala  baja!  ¡Dios  pode- 
roso! Las  órdenes  que  acabo  de  dar...  ¡No 
hay  remedio!  Ya  es  presa  de'  las  llaraa&l 
(Infelix!  ¡Llegaré  tarde!  (Vase). 


ESCENA  XII. 


Cucufátb  soto. 


No  hemos  escapado  de  mala...  Ignoro  si  es- 
toy vivo  ó  muerto.  Apenas  puedo  respirar. 
Esto  es  lo  que  se  llama  poner  á  un  hombre 
honrado  entre  la  espada  y  la  pared.  Y  ¿qué 
debo  de  hacer  ahora? — Claro...  está  claro... 
Voy  á  buscar  al  gobernador,  y  al  Marques 
y...  al  primero  que  se  presente.  Sé  las  con- 
signas de  ambas  partes  beligerantes...  Ger- 
mán está  por  aqui....  los  suyos  alH...  los  con- 
trarios suyos  por  allá...  mi  gente...  mi  gente 


—  so- 
está  en  todas  partes.  Soy  con  justo  titulo  el 
hombre  universal.  La  cárcel  se  halla  forza- 
da,  el  incendio  pronto  á  estallar...  Habrá 
desorden;  tanto  mejor.  Adonde  vaya  la  for- 
tuna alii  iré  yo.  Este  es  el  momento  de  dis- 
tinguirme. 

ESCENA  XIII. 


{Empieza  á  indicar  se  ti  incendio.  Algunos  sol^ 
dados  atraviesan  por  el  fondo,  Ja^gobo  que 
conduce  á  Camila). 
Jagobo.  Sigúeme;  nopermanezcamosaqui  mas  tiempo. 
Cavila.  No...  detente.  Los  maWados  te  asesinarían... 
¿Los  ves?  (Ddiranle). 

Jagobo.  Sus  ojos  inmóviles  se  clavan  en  mi...  (Mi- 
(rándola  con  sobresalto),  parece  (^ue  no  me 
reconoce.  ¡Horrible  sospecna!  Camila...  vuel- 
ve en  tí...  soy  yo...  es  tu  amante...  es  Jaco- 
bo  el  que  te  haola. 

Cavila.  Mas  bajo.  ¿No  le  estas  viendo?  Es  él.,  sí...  es 
él...  es  Germán. 

Jagobo.       ¡Oh  suplicio! 

Cavila.  Germán...  si...  Germán  rodeado  de  sus  fero- 
ces compañeros...  tiene  las  manos  llenas  de 
sangre.  ¡Mírale!  ¡Galla!  Si...  ya  ha  pasado... 
No  nos  ha  visto...  ¡Ah!  te  hubiera  asesina- 
do... como  á  Jacobo! 

JocoBO.  Jacobo  existe  todavía,  y  viene  á  salvarte.  Si 
se  pierde  un  momento,  vamos  á  perecer.  La 
fortaleza  se  desplomará  y  lodos  seremos  se- 
pultados bajo  sus  ruinas  Sigúeme... 

Cavila.  No.  Estoy  bien  aqui...  me  gusta  el  aspecto 
de  estos  lugares! 

Jagobo.  ¡Desventurada!...  Camila  ¿no  oyes  el  ruido 
de  las  armas?  Se  acercan  ya  por  ese  lado... 

Cavila.  ¡Y  va  á  consumarse  mi  venganza!  Ven.... 
Ven...  pidamos  juntos  al  Todo-poderoso  el 
castigo  del  malvado  Germán...  que  el  rayo 
del  Eterno  le  aniquile,  si  la  justicia  huma- 
na no  consigue  alcanzarle!...  Que  su  corazón 
devorado  por  los  mas  crueles  remordi- 
mientos... 


—  84  — 


ESCENA  XIV. 


MOBLAG. 

Jagobo. 

M0RL4C. 


Jacobo. 

MORLAC. 

Jacobo. 

MOBLAG. 

Camila. 


MOBLAC. 

Jacobo. 


Dichos.  Bandidos  y  esbirros  atraviesan  el  tea- 
tro lachando.  Moríac  trae  una  espada. 

¡Herid  sin  piedad,  y  salvemos  nuestras  wh 
dasl 

¿Morlac? 

Somos  perdidos.  Nuestros  fieles  amigos  aca- 
baban ae  romper  nuestras  cadenas,  pero  el 
Gobernador  se  ha  precipitado  sobre  nosotros 
con  su  guardia.  Yo  me  he  abierto  paso ,  no 
sin  dificultad,  por  si  podia  protejer  tu  fuga. 
Muchos  de  nuestros  compaiíeros  son  arras- 
trados en  este  momento  á  la  muerte, 
i  Todo  se  ha  perdido! 

Huyamos.-  no  nos  queda  mas  que  un  ins- 
tante. 

¡  Abandonarla  asi  1 
¡No  hay  remedio!  ¡ Sigúeme  1 
¿Dónde  vas?  no...  quédate  á  mi  lado.  Ger~ 
man  vá  á  perecer  y  preseticiarás  su  casti- 
go. (Se  desmaya}. 
Ven. 

¡Eres  mi  amigo!  ¡Salvarla  ó  morir!  La  es- 
cala está  colgada  sobre  el  puente.  Huyamos. 
Estrechando  primero  la  mano  de  Morlac,  y 
qtierimdo  llevar  en  sus  brazos  á  Camila.  Et 
incendio  ha  ido  aumentándose.  Empiezan  á 
observarse  sobré  la  escena  todas  las  horroro- 
sas particularidades  de  semejantes  desora- 
cias.  Quieren  subir  al  puente  y  se  desploma 
al  mismo  tiempo.  Vuelven  al  proscenio  preci- 
pitadamente.  ¡Estamos  perdidos  I  La  mano  de 
Dios  ha  descargado  soBre  mi  el  golpe  for- 
midable! {Conducen  á  Camila  sobre  un  asien- 
to de  piedra.  Está  sin  sentido.  Jacobo  se  pone 
su  máscara). 


—  SÍ- 


ESCENA  XV. 


MiLRQUES. 
D0QUE¿ 

Jagobo. 


DüQüE. 


Jagóbo. 

MORLAG. 

Marques. 


Todos. 
Jacobo. 

DOQUE. 


Dichos.  El  Duque.  El  Marques.  Se  presentan 

seguidos  de  soldados  y  esbirros  que  cercan  por 

todas  partes  la  escena.  Jacobo  se  arrodiUa  á 

los  pies  de  Camila. 

\  Allí  está !  I  Es  Germán  I 
¡Bárbaro!  Rinde  las  armas. 
Ven  por  ellas. 

(Jacobo  y  Morlac  se  ponen  en  defensa.  Al 
mismo  tiempo  se  oye  una  descarga  de  mos- 
queteria  que  anuncui  la  ejecución  de  los  cóm^ 
plices.  Jacobo  se  inmuta  y  deja  caer  su  es- 
pada. Camila  vuelve  en  si). 
Murieron  vuestros  infames  compañeros.  No 
tardareis  en  recibir  como  ellos  la  recom- 
pensa de  tantos  delitos.  Árrancadle  esa  más-- 
cara  y  conozcámosle  en  fin. 
¡Morlac!  ¡Estoy  sin  armas! 
Te  cumplo  la  palabra.  ( Le  dá  una  puñalada. 
Vá  á  darse  él  otra  y  le  detienen). 
I  Miserable !  (Jacobo  ha  caído  en  brazos  de  los 
soldados  que  están  inmediaíos.   Con  ambas 
manos  sujeta  su  máscara  y  al  fin  $e  la 
quitan). 

\  Jacobo !  ( Camila  dá  un  grande  grito). 
¡No!  ¡Germán! 
¡Dios  midl 


ESCENA  XYI. 


Dichos,  GUGUFAXS. 


CUGUF. 


¡Victoria  por  los  nuestros!  ¡Victoria!  Aquí 
están...  ha  muerto  ese  picaro?  Aquí  están 
los  documentos  que  yo  habia  prometido.  Yo 


—  83  — 

soy  siempre  consecuente.  La  cartera,  las 
cartas...  £sta,  sobre  todo,  es  interesante. 
[M  Marques  toma  lo  que  le  entrega  CucufaH 
y  lee). 
Marquis.  «Compañero,  ya  te  he  dicho  que  estoy  re- 
«suelto  á  no  volver  con  vosotros.  Antes  de 

CoGUF.         Hay  puntos  suspensivos  ¿no  es  verdad? 

Mábqubs.  «Fui  soldado :  reñí  con  mi  gefe  y  le  maté... 
«Busqué  asik)  en  un  país  extranjero  y  me 
«reuní  á  vosotros.  Si  aas  lucar  á  aue  naga 
«contigo  ó  con  cualquiera  de  los  aemas  lo 
«que  hice  con  mi  gefe,  se  hará  y  os  ahor- 
«raré  el  trabajo  de  venir  á  buscarme.  No 
«penséis  que  es  menos  valiente  mi  brazo 
«por  haber  renunciado  ya  á  los  horrores  de 
«una  carrera  desventurada  que  adopté  por 
«fuerza,  y  de  la  cual  me  separo  porque  soy 
«libre  para  hacerlo.  Escusadme  el  disgusto 
«de  poner  por  obra  parte  del  contenido  de 
«esta  carta.9 
^  GucuF.         Se  la  dirigía  sin  duda  á  su  teniente. 

DuQUB.  Retirad  á  esos  miserables.  Veo  claramente 
todo  el  horror  del  precipicio  á  cuyo  borde 
hemos  estado.  ¡Bendito  sea  el  Dios  ae  las  mi- 
sericordias que  no  ha  permitido  se  llegue  á 
estampar  sobre  la  frente  de  un  hombre 
honrado  el  seUo  de  la  infamia! 


FIN. 


I 


LOS  BANDOS  DE  VILLA-FRITA. 


\- 


LOS  BANDOS  DE  VILLA-FRITA, 

CRÓNICA  HAHGHE6A  CÓIICA-LÍRIGI  EN  OH  iCTO 

divid:oa.  ih  trv»  cuadros 

ORIGINAL    Y    EN    VERSO 

LETRA   DE 

EDUARDO  NAVARBO  GONZALVO, 

MÚSICA    OEt    mAISTAO 

ft.  mm  mmm  mmm. 


Estrenaila  con  ^r&n  éxito  en  el  Teatro  do   RECOLETOS   el  dia  6  de 

Agosto  de  1884. 


SEXTA  EDICIÓN. 


MADRID. 

ÍMPBB5NTA  DB  JOSÉ  RODRIGUB2:.- 

Calvario,  iSf  principal, 
1885.. 


PERS0NA4ES. 


ACTOREb. 


PACA  LA  ZURDA. . . , Sra. 

CIRCUNCISIÓN 

MICAELA Srta, 

PATRICIA » 

EL  Tío  ANTÓN ^  Sftiis. 

PEPE  DOMINGO » 

EL  ORGANISTA  VIDAL 

MORETONES 

CASTELLOTE..../.... » 

EL  Tío  APLASTA » 

TOMILLO » 

CRISPINO. » 

UN  FORASTERO... « 

EL  SEÑOR  MANUEL » 

UNMOZO.c... ♦.-.  » 

I 

i  ■ 


D.*  Antonia  García 
Pilar  Aüno"». 
Carmen  Mejía. 
María  Cabello. 

VlDEGAlN. 
SÁNCHEZ. 
SlGLER. 

Morón. 

García  Valero. 

Portillo. 

Campos. 

Caballero. 

Rodríguez. 

Rodríguez. 

Montes. 


La  acción  en  la  Mancha. — Actualidad. 


Esta  obra  es  propiedad  de  bu  autor,  y  nadie  podrá,  sin  su  per- 
miso, reimprimirla  ni  representarla  en  España  y  sus  posesiones  de 
Ultramar,  ni  en  los  paises  con  los  cuales  hkya  celebrados,  ó  se  cele- 
bren en  adelante  tratados  internacionales  de  propiedad  literaria. 

El  autor  se  resetra  el  derecho  de  traducción. 

Los  comisionados  representantes  de  la  Galería  Lírico-Dramática,  titu- 
lada El  Teatro,  de.  DON  FLORENCIO  FISCOWICH,  son  los  «xclusiva- 
roente  encarados  de  eoficeder  ó  neg^ar  el  permiso  de  representación  y 
del   cobro  de  los  derechos  de  propiedad. 

Qaeda  hecho  el  depósito  que. marca  la  ley.  * 


A  SUS  QUERIDOS  AMIGOS 


PEPE  NAKENS  Y  JUAN  VALLE  JO 


Garifioin  reeoerdo  de  si  afectísimo 


St   ¿Lubovr, 


ACTO  ÜNICO- 


CUADRO  PRIMERO 

LAS  ]>08  NOVIAS. 


Plazi  en  el    pueblo  de  Vila-fritm.   En  el  fondo,  la  cata  de 
Ayantamlanto,  con  puerta  praetiealile,  y  un  rótulo  sobre 
la  misma,  donde  se  leo:    CSfff  COfUistoridl,  En  primer 
término,  isioierda,  la  puerta  del  ventorrillo  de  Paca  la 
Zurda;  dos  taburetes  y  un  velador  á  la  puerta  del  ven' 
torrillo;  en  un  ánf^ulo,  y  en  un  tablero  saliente,  pintado 
de  blanco,  se  leo,  en  letras  encarnadas.  Ventorrillo  de 
la  Zurda,   En  primer  termino,  derecha,  la  casa  de  Cir- 
cuncisión y  con  puerta  praetieable. 

ESCENA  PRIMERA 

MORETONES,   DOMiNGO,   VIDAL  y  CORO   DE 

HOMBRES. 

Los  dos  primeros,  bebiendo  á  la  puerta  del  ventorrillo, 
Vidal,  con  el  Coro  de  hombres,  dando  serenata  frente  á  la 
caaa  de  Doña  Circuncisión.  El  Coro  de  hombros  con  traje  de 
aspecto  religioso;  levitones  grandes,  corbatines  altos  negros, 
gorros  negros  de  algodón,  etc.,  etc.,  y  todos  ellos  con  r)'Ocs 

y  fagots. 

MÚSICA . 
VIDAL  y  CORO. 

Vidal,  La  casta  entre  las  casias, 


-  8  — 


la  hermosa  peregrina , 
la  salus  infírmoraniy 
la  estrella  matutina. 
Sal,  ángel  puro, 
por  compasión, 
y  muestra  esa  cara  de  rosa 
preciosa 
por  ese  balcón. 
Coro.  Kyrie  eleisón. 

Christe  eleisón. 
Todos.     ¡Bien  repletos  de  unción  evangélica; 
y  vestidos  con  trazas  exóticas, 
hoy  venimos  en  turbas  famética's 
á  buscarnos  aquí  la  bucólica. 
¡Ten  ¡ay!  piedad 
de  la  bermái^dítdl.  / 
la  qu9ia  escucha    . 

poroaridad: 
mira  qu^  hay m^cha^ 
mucha,  mucha, ,  , 

necesidad. 
Si  hoy  nos  ayuda   . 
tu  protección» 
cantemos  lodos. 
Henos  de  unción: 
¡bendita  seas, 
Circuncisión! 
Laus  tibi  christi, 
kyrie  eieisóp. 


Vidal. 

Coro. 
Vidal. 


HABLADO. 

Cumplimos  nuestro  deber; 

nos  podeinos' retirar; 

qué  ustedes  tcndrá'n  qife  hacer. 

(Con  aira  humilde  y  mojigato.) 

¡Buenas  tardes! 

¡Á  rezar! 

(Vise  el  Coro  con  raaeha  ^eompQC^^ra .  Vidal  llama 
con  fuerza  en  la  puerta  de  la  casa  Cousiatorial  y 
entra  en  ella.) 


—  9  — 

ESCENA   II. 

MORETONES  y  ai  SR.  PEPE  DOMINGO. 

Mor.       ¡No  hay  quien  sufra  con  pacieacía 
taata  audacia! 

DOM.  (Uniforme  de  §ra«rda  jurado.)  ¡VotO  á  tal! 

¡Que  un  escuadrón  de  monagos 

nos  quieran  hacer  tragar 

lo  que  hace  ya  tanto  tiempo 

dimos  de  baja! 
Mor.  Ahí  verás; 

ahora  están  muy  protegidos 

del  organista  Vidal, 

y  toman  fomento. 
DoM.  ¡Es  claro, 

ios  dejamos  fomentar  I... 
Mor.       Está  también  el  alcalde      .  ;  . 

por  ellos. 
Don.  y  hace  muy  mal.' 

¡Querer  casar  al  muchacho,  . 

que  está  en  la  mejor  edad, 

con  esa  antigualla!. ..  (señalando  ai  baleón.) 

Moa.  .    ¡Y  fea) 

DoM.        ¡Y  beata! 
Mor.  ¡No  cabe  más! 

DoM.       El  tío  Aplasta  es  el  culpable 

de  lo  que  pasa. 
Mor.  ¡Verdad! 

Don.        Pero  no  te  eches  tú  fuera; . 

te  faltó  virilidad,' 

energía... 
Mor.  Lo  confieso; 

¡quién  había  de  pensar!... 
DoM.        El  señor  Antón  es  listo, 

tiene  pesqui,  y  siempre  está, 

á  la  que  salta.  .    i 

Mor.  ¡Muy  cierto!... 

Bien  se  supo  aprovechar; 

¡nos  la  dio  con  queso! 
DoH.  ¡Queso, 


—  lo- 
que estaba  pasado  val 
Moa.       ¡Fué  lo  peor! 
DoM.  Pero  ahora 

ya  DO  sabe  administrar 

como  antaño,  y  buena  prueba, 

que  hace  migas  con  Vidal, 

y  permite  serenatas 

á  Circuncisión. 
Mor.  ¡Está 

en  la  decadencia! 
DoM.  ¡Claro! 

Mor.       y  es  muv  natural,  la  edad... 
ÜOM.        Rl  cansancio... 
Mor  La  fatiga... 

pronto  le  ^dominará 

ese  organista... 
Don.  Sin  duda. 

Lo  que  me  da  que  pensar 

es  lo  qué  hará  el  secretario. 
M3a.       ¿Tomillo?... 
DoM.  Él,  tan  barbián, 

tan  audaz,  tan  sobre  sí... 

¿cómo  se  deja  eclipsar?... 
Mor.       ¡Bah!  No  te  fíes...  Ya  sale... 
DoM.        ¡Y  trae  un  gesto  de  agraz!... 

¿Quieres  que  le  sonsaquemos? 
Mor.       Bueno.  ¡No  estai'á  de  más! 

(E1  soeretario  Tomillo,  qo«  ha  aaUdo  de  la  casa 
Ayontamianto  eoa  yariot  legajos  de  papeles  debajo 
del  braco,  va  á  atravesar  la  plaza  sin  haeer  caso  de 
Doming^o  y  Moretones.  Éste  le  llama.) 

ESCENA  III. 

DICHOS  7  Touiao. 


Mor. 

¡Oiga  usted,  señor  Romero! 

ToM. 

¡Tomillo! 

Don. 

Bueno;  es  igual. 

¿Qué  hay  de  cosas?... 

TOM. 

¡No  senada! 

Don. 

¿V  el  señor? 

—  il  — 

ToM.  De  caza  está. 

Mor.       ¿y  el  señor  Anión?... 

ToM.  Ahí  dentro 

con  el  organista. 
I  OH.  ¡YaI 

¡Cuidado  con  él  I 
Ton.  ¿Por  qué? 

Mor.        Tiene  mucha  habilidad, 

mucha  labia  y  mucho  gancho. 
Ton.        {Pero  á  mí  no  me  la  dan 

Di  él,  ni  el  alcalde,  ni  ustedes! 
Mor.       ¿Sí?  pues  le  van  á  nombrar 

fiel  de  fechos. 
ToM.  ¡Que  le  nombren! 

DOM.  (Otra  te  queda.)  (Á  Moretones.) 

MdR.  (Verás.) 

Hace  poco  estuvo  aquí, 
Ton.        ¿Y  á  qué  vino?...  (con  interés.) 
Mor.  Vino  á  dar 

serenata,  con  los  suyos, 

á  esa  necia  apolülá; 

á  doña  Circuncisión. 
DoM.       ¿Á.  la  que  quieren  casar 

con  el  amo?... 
Mor.  ¡Justamente!... 

^Usted  no  consentirá?... 
ToM.       ¡Pschl  Veremos...  ella  es  fea 

y  no  tiene  capital... 

pero  es  honrada,  y  devota. 
DoM.       Eso  es  una  atrocidad. 
Mor.        ¡Justo!  Ahí  está  la  Zurda, 

(SeftaUndo  al  TentorriUo.) 

tan  guapa,  tan  fresca  y  tan... 
ToM.       Bueno,  déla  usté  expresiones. 

¡No  la  puedo  tolerar! 

¡Qué  Zurda  de  mis  pecados! 
DoM.        ¡Bueno,  á  usted  ie  anulará 

ese  organista  muy  pronto!  (Tomtuo  se  ríe.) 
Mor.        ¡Ríase  usted  dé  Vidal! 
ToM.       Yo  serví  en  caballería, 

y  por  si  vienen  mcU  das, 

guardo  intacto  en  la  maleta 


—  12  -- 

todo  el  traje  de  montar. 
¡Uq  uQíforme  de  húsar, 
que  dU  la  hora! 

^^8-  Es  verdad. 

Pero... 

ToM.  No  hay  pero  que  valga; 

si  él  sabe  mucho,  yo  más, 

y  á  uu  toque  de  botasillas, 

como  usted  comprenderá, 

no  es  fácil  que  pueda  ahogarle 

un  piporro  clerical... 

Conque,  «alud,  y  ha§ta  luego, 

que  tengo  que  despachar  .' 

estos  expedienten. : 
Mor-  ,  ¡Vaya 

usted  con  Diojsi 

*^o*'  ¿Hoy  habrá 

sesión  pública? 

Tdm-  ¡í  solemne! 

iHabla  Castellptel 

Mor.  y  DOM.   (Con  admiraeiÓA  y  aprobando.)  [Ahí 
(Váse  TomiUo.) 

ESCENA  IV. 

PEPE  DOMINGO  y  MORETONES;   poco  dei^ée  el 
Mfior  ALCALDE  y  VIDAL. 

DoM.        ¿Acudirás?  .] 

Mor.  ¡No  que  no!,    ; 

Faltar  yo  fuera  un^  meagiji^,      -  :  ^ 
DoM.        ¡Te  van  á  buscar  la  l^pgua!, 
Mor.       ¿Pues  de  qué  presumo  yo?.*. 
Don.        Site  tuerces...  /  ,\ 

^^^*  ¡No. rae  tuorzol....  . 

DoM.        ¡No  t«í  achiques!  ...,.! 

^^^'  ¿Yo?  ¡Por  nadal; ,• 

¡Ya  ver4^  tú  que  charlada!, 
I)OM.        Claro,  ly  mañana: .\ip  almuerzo!  • 
Mor.        Domingo,  ¡no  hagas;,elbú!     « 

¿A  qué  de  sobrio  bte^onasu 


M       ..i;  I 


—  13  — 

si  ea  esto  de  comilonas 
te  llevas  la  palma  tú?... 

(Smlen  al  Alcalde  y  Vidal.) 

Vidal.     |Hola!  ¿Hay  algo  preparado? 
¿Algún  banquete  campestre? 
Mor.       (¡En  todo  el  globo  terrestre 

no  hay  hombre  más  descarado!) 
DoM.        Tengo  yo  muy  malas  pulgas, 
y  si  eso  es  chacota,  amigo... 
Vidal.     No  quiero  nada  contigo 

porque  sé  que  no  comulgas. 
Alc.        (¡No  sea  usted  intemperante, 

que  nos  compromete!)  (Á  Vidal.) 
Vidal.  ¡Gá! 

Alc.  .       ¿Y  la  Zurda,  cómo  está?... 
Mor.        ¡Tan  hermosa! 
DoM.  ¡Tan  campante! 

Alc        ¡Me  alegro! 

Don.  (Yo  estoy  en  ascuas.) 

'  Alc.        Sé  que  andáis  muy  divididos 

sobre  el  moño»  y  los  vestidos 

que  ha  de  estrenar...  por  las  Pascuas. 

Esto  quiere  hacerla  un  peto.  (Por  Moretoue». ) 

Manolo  un  corpino  fmo, 

y  los  chicos  de  Crispino 

quieren  un  traje  completo. 
DoM.        ¡Y  eso  es  lo  mejor! 
Mor.  No  hay  duda. 

Peté  es  precisa-Saber... 
Vidal.     ¡Con  tanto  quererla  hacer 

la  vao  á  dejar  desnuda! 
DoM.        ¡Señor  Vidal! 
Alc.  ¡Cierre  el  pico!  (Á  Vidai.) 

¡Basta!  ¡Yo  sólo  os  diré 

que  por  bonita  que  esté 

no  la  caso  con  el  chico! 
Mor.        ¡Sí,  le  debe  usté  casar 

con  la  que  éste  recomienda! 
Vidal.     ¡La  mía  tiene  trastienda! 

¡Y  una  afición  á  rezar? 

¡Tan  modosa,  tan  decente, 

tan  buena,  tan  recogida!... 


—  14  — 


Alc. 

¡Ella  será  la  elegida! 

Mor. 

¡Bien,  si  el  pueblo  loconsicDtcf 

Vidal. 

¡Oh!  (Eseandáltsado.) 

Alc. 

¡Téagase  á  raya  el  mozo! 

¡Con  quinc&  mil  de  á  caballo! 

¡AI  primero  que  alce  el  gallo 

¡0  zampo  en  un  calabozo! 

¡Y  acabe  aquí  la  cuestión 

porque  me  encrespo  y  me  trritol 

Hoy  escribo  al  señorito.  . 

iNo  faltéis  á  la  sesión! 

(Váge  con  Vidal.) 

Vidal. 

(¡Yéndose,  diee  al  Alealde. ) 

jEls  usté  un  hombre  de  nervio! 

DOM. 

¡Siempre  el  desdén  en  el  labio? 

Mor, 

¡Gomo  tuviera  de  sabio 

lo  que  tiene  de  soberbio! 

DOM. 

Haremos  muy  malas  migas 

con  pretensión  tan  absurda. 

Mor. 

Calla,  que  sale  la  Zurda. 

DOM. 

¿Sola?... 

Mor. 

No.  Con  sus  amigas. 

ESGKNA  V. 

DICHOS,  PACA  u  ZURDA,  PATRICIA  y  cor»  d. 

CAmpesinas.  Despaés  el  tio  APLASTA. 

MÚSICA. 


Coro. 


ZURJ)A. 


Tu  que  te  prometías 
horas  serenas 
y  gustos  y  alegrías 
y  cosas  buenas, 
¿qué  ha  sucedido 
que  ya  no  tienes,  Zurda, 
ni  un  mal  cocido? 
Yo  estaba  loquita  de  amores 
por  los  encantos 
de  un  serafín^ 


—  15  — 

y  andaba  mi  personka 

tras  de  las  humillas  .! 

del  chiquitín. 
Vestíme  de  gala  un  díor 
con  los  trapitos 

do  cristianar,  '  1 

y  fuime  á  la  vicaría 
mis  juramentos 

á  confirmar.  ' 

Coro.  Sus  juramentos'  ] 

á  confirmar. 
Zurda.        Me  acompañaban  ) 

como  testigos 

Manolo  y  t^epe 

y  aquel  Francisco 

que  desde  lejos  • 

fué  mi  padrino, 

y  el  Moretones,  .  i 

y  aquel  Crispino 

que  no  iba  sujeto  } 

por  ir  cogido 

de  los  volantes  ] 

de  mi  vestido, 

y  el  picarón 
por  poco  me  los  arrancar 
con  el  tirón. 
€oRo.  Tiene  ra2Ón, 

tiene  razón, , 
la  Zurda  con  eso  es  franca^ 

que  el  picarón, 
por  poco  se  los  arianca 

con  el  tirón. 
Zurda.        ¡Llegamos  todos 

al  portalón 
y  allí  encontramos 

á  don  Antón! 
Coro.  ¡^Qué  decepción! 

¡Qué  decepción! 
¡Mire  usted,  mire  usted  qué  demonío> 
encontrar  al  señor  don  Antonio 
en  aquella  maldita  ocasión! 
Zurda.        Doa  Antonio  se  puso  muy  seria 


16  -- 


al  vernos  llegar, 
y  nos  dijo:  señores,  lo  siento, 

jno  pueden  entrar! 
Ck)RO.  ¡No  pueden  entrar! 

Zdrda.  ¡Ay,  don  Antón! 

¡ay,  don  Antón! 

Si  un  día  domino 

la  situación, 

ya  subiremos» 

ya  mandaremos, 

ya  nos  daremos 

un  atracón, 
y  aunque  ponga  la  cara  fosca 

no  dejaremos 

.en  el  cajón 
ni  la  miga  de  una  rosca 
ni  los  huesos  de  un  jamón. 
Todos.  Turrón  queremos, 

turrón,  turrón, 

que  tanto  ayuno 

nos  causa  horror. 

Turrón  queremos, 

turrón,  turrón, 

dejadnos  algo 

por  compasión, 

no  se  lo  engullan 

todo,  por  Dios, 
que  si  todo  sé  lo  tragan 
no  nos  queda  otra  misión 
que  comernos  de  patitas 

la'póblíicfión. 


1 


HABLADO. 

Pat.        Suplico  á  usté,  amiga  mía, 
que  la  paciencia  no  pierda; 

ZujiDA.     En  la  esquina  de  la  izquierda 
abri  ventorro  aquel  día; 
adob|á  con  estas  manOs 
ios  guisos  más  exquisitos, 
y  regalé  fosforitos    ■ 
á  todos  mis  parroquianos. 


-  <7- 

Mas  por  mi  desgracia  indina, 
mo  están  liaciemio  el  amor 
el  mozo  del  mostrador 
y  el  pinche  de  la  cocina. 
Me  requiebra  el  cosechero 
que  me  trae  el  mostagán, 
y  me  C[uiercn  con  afán 
todos!...  ¡Hasta  mi  casero! 

Y  me  quieren  mucho,  ¿estamos? 
pero,  ¿sabéis  lo  que  pasa? 
¡Que  es  un  infierno  mi  casa, 
pues  todos  quieren  ser  amos! 
«Ponte  el  vestido  escocés.» 
¡«No  tal!  el  de  azul  de  cielo.» 
«Ponte  un  mantón.»  «¡Un  pañuelo!» 
cSal  á  las  dos,»  «á  las  tres.» 

Y  me  carga,  con  franqueza, 
verlos  en  ruda  poríia, 
tirándose  todo  el  día 

los  trastos  á  la  cabeza. 

Y  unos  gritan  por  acá, 
y  otros  tiran  por  allí, 

y  me  están  dejando  á  mí 

que  no  soy  mi  sombra  ya. 
Pat.        Pues  con  esas  discusiones 

ellos  van  pordiendo,  ¿estás? 
Zurda.     ¡Yo  soy  la  que  pierdo  más, 

que  pierdo  mis  proporcionen! 

(£1  tío  Aplasta,  qoe  ha  salido  haee  an  momento  y 
ha  oído  los  cuatro  últimos  Tersos,  se  acerca  son- 
riendo i  La  Zurda,  U  toea  amistosamente  en  e! 
hombro,  y  la  dice:) 

Aplasta.  ¡Me  alegro  de  la  lección, 

y  el  mundo  ha  de  ser  testigo; 
mientras  no  Vuelvas  conmigo, 
tú  no  pruebas  el  jamón! 

(Vise  lentamente,  l4t  Zurda  quiere  deteníale,,  éste 
la  rechaza  suavemente  y  hace  mutis.) 

Aplasta.  ¡Quita!  (váse.) 
Zurda.  ¡Me  soltó  un  respingo! 

Pat,        ¡Sigúele,  se  ablandará! 
Zurda.    ¡Á  eso  voy!  Mas,  ¿qué  dirá?... 


-  48  — 

Pat,        ¿Crispino?... 
Zurda.  ¡Pepe  DamiogoF 

^at.        ¡El  tío  Aplasta  es  un  barbiázi'f 
Cederá  si  tú  suplicas... 

2UUDA.      (Con  eóuilca  desesp«raeióa.) 

¡Qué  cosas  hacen  las  chicas 
por  UQ  pedazo  de  paiil 

(vise  por  la  derecha  segaida  del  coro.  La  orquesta, 
may  piano,   toca  el  himno  de  Riego  durante  este- 
mitis  y  la  matación.) 


CDADRO  SEOOHDO< 


Z&  rOBASTSBOi 


CALLE  CORTA... 


ESCENA  PRIMERA. 

LA  ZURDA  y  el  tío  APLASTA. 

Zurda.'  ¿Conque  no  me  salva  usté? 
Aplasta.  ¡Yo  bien  quisiera  salvarte, 
pero  no  puedo  ayudarte 
¡por  cosas  que  yo  m^  sé! 
Todos  esos  señoritos 
,^^  que  te  protegen  á  tí, 
'  nié  lían  abandonado  á  mí.  (saea  un  cierre.) 
Zurda.    Pero... 
Aplasta.  Echa  unos  fosforitos-. 

(La  Zurda  le  da  una  caja.) 

Zurda.    ¡Ahí  v^n!  (Resignada.) 
Aplasta.  GraciaSr 


;-   19  — 

Zurda.  No  hay  do  qué. 

Aplasta.  El  buen  señor  don  francisco 
armó  ontre  mi  gente  un  cisco 
que  no  !e  perdonaré, 
foc^  á  rebato  el  aleve 
y  alborotó  á  mis  lie<churas, 
mostrando  unas  eserlliíras 
del  ano  sesenta  y  queve. 
T  allá  so  fueron  resueltos 
dejííndomc,  los  menguados, 
y  unos  se  fueron  atados 
y  otros  so  marcharon  sueltos* 
Y  etilraron  »»n  tu  figón... 

Zurda.     Ya  el  cocido  prevenido... 

Adlasta.  ¡Por  causa  de  aquel  cocido 
entró  de  alcaMe  el  tío  Antón! 
Me  la  dieron;  por  supuesto^ 
yo  no  vislumbré  el. pastel. 
¡Digo,  si  sé  que  entra  él, 
en  seguida  dejo  el  puesto! 

Zurda.    Pero  á  estas  alturas.  . 

Aplasta.  ¡Dasta! 

Zurda.    Si  usté  supiera  el  busilis... 

Aplasta.  ¡No  me  exaltes  más  la  bilis! 

.  ¡Yo  siempre  seré  el  tío  Aplasta! 
¡Si  siguen  mucho  estos  líos, 
ya  tengo  mi  plan  formado! 
Yo  caeré  siempre  del  lado... 

Zurda.    ¿De  quién,  señor? 

Aplasta.  ;De  los  míos! 

Zurda.    Yo  procuro  guisar  bien, 
y  con  equidad  y  aseo, 
pero  es  que  usté,  tío  Mateo... 

Aplasta.  Tu  ventorro  es  un  belén. 
Pudiera  ser,  porque  sí, 
modelo  de  ventorrillos, 
y  es  una  olla  de  grillo»     '        '*" 
quo  no  hay  quien  so  entienda  allí. 

Zurda.    Yo  siempre  he  sido  la  misma. . 

(Aparece  por  la  derecha  Cireaneisióii.  ) 

Aplasta. ¡Ahí  sale  Circuncisión, 
te  dejo;  buena  ocasión 


-  20  _ 
para  que  os  rompáis  la  crisma. 

(8«  tí  .UaUownte  mirando  i  Cireaneitión  y  riéo- 

•) 


ESCENA  II. 

PACA  u  ZURDA  y  CIRCUNCISIÓN. 

Cireuneisióa  TMtlda  rlg^arosaniento  d«  negpro  y  con  notable 
«oneüloz.  Llova  las  manos  cruzadas  on  actitud  beatifica,  baja 
la  Tiste,  etc.,  etc.,  trae  colg^ado  nn  rosario  de  cuentas  gordas 

y  un  doTodonario. 

MÚSICA. 

ZuBDA.       ¡Dios  guarde  á  la  hermana 

Circanciaiónl 
CiR.  ¡Y  á  usted  no  la  falte 

la  paz  de  Dios! 
Zurda.       Viendo  sus  manos 
así  cruzadas 
y  esas  miradas 
llenas  de  fe, 
de  fe, 
nadie,  señora, 
podrá  creer 
que  de  asuntos  mundanos 
se  ocupa  usté! 
CiR.  .  Fija  la  vista 

siempre  eH  el  suelo 
mientras  que  el  alma 
se  eleva  al  cielo, 
pasa  la  vida 
Circuncisión, 
siendo  su  egida 
la  religión. 
ZoRDA.        A  mí  me  gusta  el  aire, 
la  luz  del  día, 
las  flores  de  los  campos 

y  la  alegría, 
las  cosas  que  los  hombres 


—  21  — 


GlK. 


Zurda. 


GlR. 

Zurda. 


GlR. 


nos  dicen  al  pasar,        < 
la  fiera  independencia, 
la  santa  libertad. 
En  nave  solitaria 
de  templo  augusto 
elevo  mí  plegaria 
con  santo  gusto... 
Gloria  in  excelsis  Deo 
mi  voz  modula. 
¡Salve  regina  mater 
misericordiam  tuaml 
Usté  es  una  chulapa 

de  tres  al  cuarto, 
y  todo  eso  es  pamplina 

pa  los  canarios. 

¡Virgen  María! 

¡Vaya  unas  palabrotas! 
iQué  hipocresía! 
¡Á  usté  le  gustan  las  palmas, 
¡as  cañas  de  manganilla, 
los  chulos  que  van  de  corto 
y  los  cantes  de  alegría. 

¿Por  qué  se  viene 

con  esa  cara, 

con  ese  tipo, 

con  esa  facha? 

¡No  haga  usté  el  bú, 

no  haga  usté  el  bú, 

y  hable  clarito 

por  mi  salú; 

que  si  usté  piensa 

que  me  la  da, 

le  arranco  el  muño 

de  dos  trompas! 

¡Ay  qué  tía,  qué  tía, 

su  cara  de  espía 

cargándome  está! 

¡  Ay  qué  tía,  qué  tía, 
qué  tía! 

¡Si  usté  no  se  calla 

la  voy  á  pelar! 
Así  se  pierden  las  almas 


¿^  

y  esláui  iofieroo  llenito, 

porqae  el  áimonio  las  tienta 

T  las  hunde  en  el  abismo. 
Sólo  al  ciria 
yo  estoy  temblaaio, 
que  si  couteslo 
me  rurape  algo; 
yo,  fiaocamente, 
yOy  francamente, 
nunca  la  he  dado 
por  ser  Taliente. 
¡Jesús,  qué  arpía 
tan  descoca; 
ésla  me  atiza 
dos  bofetás! 

¡Ay  qué  impía,  qué  impía, 
su  cara  de  arpía 
no  quiero  mirar! 

¡Ay  qué  impía,  qué  impía, 
qué  impía, 

por  tanta  blasfemia 

se  va  á  condenar! 

Las  dos. 

Zu  RDA.        ¡Ay  qué  tía,  qué  tía!... 
CiR.  ¡Ay  qué  impía,  qué  impíal¿.. 


HABLADO. 

Zurda.     (Oiri^ióndoM  á   CireaneUión  eon   brío   y   muehcv 
arranqae.) 

Quítese  usted  la  careta 

y  vamos  á  hablar  las  dos  ' 

como  quien  somos... 
CiR.  ¡Por  Dios!... 

Zurda.    Es  que... 

CiR.  No  me  comprometa 

Zurda.    Es  qua  de  la  raya  pasa... 

ClR.  (Safiatando  á  la  derecha.) 

Viene  gente... 


—  í23  - 

Zlrda.  Si  es  argucia.., 

€)B.        Es  que  la  ropa  muy  sucia 

se  debe  lavar  en  casa... 

Mateo  y  un  forastero 

se  acercan,  pueden  notar... 
Zurita.     ¿Y  á  mi  qué? 
Cía.  ¿Varaos  i  dar 

dos  cuartos  al  pregonero? 

Con  Dios  quede.  (Yéndose.) 
2URDA.      (D«teni¿o'lala.),¿Y  la  CUestíÓU? 

CiR.        Obligaciones  forzosas... 

Ya  bablaremos  de  estas  cosas 
cuando  salga  del  sermón. 

I  Vise  par  la  derecha.  Aparecen  por  la  izquierda  el 
tío  Aplasia,  el  Forastero  y  el  Coro  general.) 

ESCENA  III. 

DICHOS,  el  FORVSTERO. 


■Este  personaje  irá  Testido   completamente  46  blanco;    está 

«nay  gordo  y  mny  roUizo;  lleva  barba  rabia,  muy  larga,  y 

cartera  de  viaje  y  an  analetía,  muy  <^qae5o,  «n  la  manr. 


•    f ORAST, 
2lTRDA. 

FORAST. 


Aplasta 

^ORAST. 

Aplasta 
>lozol.' 

f*ORAST. 


Jdozo  i  .• 


Muy  buenas  tardes. 

Felices. 
(¡Jesús,  qué  facha  tan  fea!) 
Ustedes  dispensarán, 
señores,  que  me  entrometa 
quizá  en  lo  que  no  me  importa. 
Llegué  hace  poco  á  esta  aldea^  . 
soy  forastero,  y  he  visto 
preparativos  de  Gesta.., 
.Sí,  señor... 

Yo  soy  tristón, 
así,  por  naturaleza... 
,  Ya  se  le  conoce  á  usted. 
(No  hay  más  que  verle  la  jeta-) 
Y  quisiera  merecer 
que  me  hicieran  la  fineza 
de  decirme  lo  que  ocurre. 
Cuéntalo,  á  ver  si  se  alegra. 


■ur_ 


—  24  — 

Aplasta.  Pues  (Mga  usté.  En  dos  palabras 

se  lo  explicaré. 
Mozo  1 ."  Comienza. 

(Todos,  fbrmaado  un  apiñado  grrapo,  rodean  a  Aplas- 
ta 7  al  Forastero,  poaiendo  mucha  atención  á  lo 
que  hablan.) 

Aplasta.  Es  el  santo  titular 

de  la  villa»  ¿usted  se  entera? 

y  hay  dos  corridas  de  toros 

y  una  función  de  comedia, 

y  fuegos  artificiales. 
FoRAST.  ¡Muy  bien!  ¿Y  qué  villa  es  esta? 
Aplasta.  Esta  es  Villa-frita. 
FoRAST.  ¿Frita? 

Aplasta.  Y  estamos  fritos  de  veras. 
FoRAST.  ¿Hay  disensiones  locales? 
Aplasta.  En  una  villa  manchega 

no  hay  que  preguntar. 
FoRAST.  ¡Caramba! 

Pues  la  gente  está  contenta. 
Aplasta.  ¿Ve  usted  que  están  tan  alegres?' 

Pues  no  tienen  dos  pesetas: 

la  procesión  va  por  dentro. 
FoRAST.  Si.  ¡Pues  va  á  quebrar  la  empresa 

de  la  plaza  de  los  toros!... 
Aplasta. Esa  es  la  que  nunca  quiebra.. 

Aquí  para  ir  á  los  toros 

se  vende... 
FoRAST.  Pero...     . 

Aplasta,  Ó  se  empeña^ 

ó  se  roba.  El  caso  es  ir. 

¡La  familia  que  perezca! 
FoRAST.  De  modo  que  en  Villa-frita... 
Aplasta.  Todos  andan  de  cabeza. 

Aqui  la  industria  va  mal, 

el  comercio  no  prospera, 

el  arte  es  cosa  perdida, 

la  agricultura  está  muerta, 

y  todos  nos  dedicamos 

á  administrar  las  haciendas 

de  un  señor  que  está  muy  rico 

y  pag^  Meo.  la  faena.. 


~  26  — 

FoRAST.  ¿Será  millonario? 

Aplasta.  ¡Digo! 

Miste  si  tendrá  riquezas, 
que  casi  tea  Villa-frita 
es  suya. 

FoRAST.  Pues  ya  es  hacienda. 

Aplasta.  C«mo  esa  administración 
produce  buenas  pesetas, 
además  de  la  alta  honra 
que  lleva  en  si  la  prebenda, 
siempre  hay  miles  de  personas 
que  codician  esa  breva; 
murmuran  del  que  la  tiene, 
y  sin  pizca  de  conciencia 
unos  á  otros  se  la  quitan 
valiéndose  de  rail  tretas, 
ó  á  palos,  ó  á  tiros,  vamos, 
según  la  gente,  ó  la  época; 
por  supuesto,  todos  ellos, 
al  solicitar  la  presa, 
invocan  el  bien  del  pueblo, 
las  mejoras  de  las  rentas... 
¡pero  todo  eso  es  camama, 
ya  no  hay  nadie  que  nos  crea! 
¿Sube  un  administrador?... 
¡Pues  ya  está  su  parentela 
en  grande!  Primos,  sobrinos, 
cuñados,  tíos  y  abuelas, 
todos  pescan  su  tajada, 
unos  grande,  otros  pequeña. 

FoRAST.  Y  ios  parientes  del'otro, 
¿qué  hacen  con  ellos? 

Aplasta.  ¡Los  echan 

á  la  calle!  ¡Así  está  el  pueblo! 
Administrador  que  cesa, 
tiene  tras  sí  una  pandilla 
que  anda  con  la  lengua  fuera 
diciéndole:  «Suba  usté.» 
«¿Por  qué  no  armamos  la  gresca?» 
«¡Miste  que  estoy  en  ayunas!...» 
«¡Bastado  benevolencias!» 
«¡Transija  usté!»  «¿I^o  comemos?» 


—  26  — 

«¿Cuándo  voy  por  la  escopeta?» 

¡Y  al  hombre  tanto  lo  apuran, 

claro,  que  un  día  revienta, 

se  va  á  las  eras  del  puebla 

con  tres  ó  cuatro  docenas 

de  amigos,  y  á  tiro  limpio 

pide  que  le  den  la  breva! 

¿Gana?  Se  la  dan,  y  al  pelo; 

hay  comilona,  y  merienda, 

y  bailes  y  regocijos, 

y  se  compran  ropa  n  ueva ... 

¿Que  les  dan  una  paliza? 

— ¡Que  suelen  darlas  muy  buenasl- 

Al  que  no  sale  de  una, 

ó  lo  rompen  la  cabeza, 

ó  le  meten  en  la  cárcel 

hasta  que  se  pudra  en  ella. 

¡Aquí,  toos  hemos  estao 

presos  ya! 

FoRAST.  ¡Jesús,  qué  tierra! 

¿Por  qué  no  turnan  ustedes, 
ya  que  la  cosa  es  tan  buena. 

Aplasta.  ¡Si  por  reclamar  el  turno 

es  por  lo  que  armamos  grescal 
¡Yo  he  sido  administrador 
varias  veces? 

FoRAST.  ¿Y  quisiera 

serlo  otra  vez?.,.. 

Aplasta.  ¡Eso  siempre! 

¡Así  que  la  plaza  es  fea! 

FoRASr.  ¿Mero  el  amo?... 

Aplasta  ¡Pschl  Procura 

ponernos  en  avenencia, 
pero  como  no  hay  pa  toos, 
no  acaba  nunca  la  guerra. 

FoRAST.  El  que  la  administra  ahora, 
¿qué  tal?... 

Aplasta.  ¡Va  por  mala  senda! 

FoRAST.  ¡Hola! 

Aplasta.  Sí,  lleva  los  libros 

por  el  antiguo  sistema;, 
á  mí  ya  me  va  cargando. 


—  27  — 

FoRAST.  ¡Conque  á  usted  lo  sopapea!  .. 
Aplasta. ¡Tengo  yo  mucho  tupé 

para  que  me  dé  en  la  cresta, 

y  lo  cojo  en  un  renuncio 

cuando  menos  se  lo  piensa! 

FORAST.   ¿Sí?... 

Aplasta.  ¡Si  viera  usted  qué  cosas 

nos  decimos!  ¡Qué  pMeas! 

¡Y  cómo  nos  insultamos! 
FoRAST.  ¡Hombre! 
Aplasta.  ¡Y  cuántas  desvergüenzas 

nos  llamamos! 
Forast.  ¿Es  posible?. .. 

Aplasta.  Después  las  cosas  se  arreglan 

y  quedamos  tan  amigos . 
FoKAST.  Pero  usted,  según  me  cuenta, 

ha  sido  administrador. 
ApLASTA.Varias  veces. 
Forast.  ¿Y  lo  deja? 

Aplasta.  ¡Hombre,  yo  qué  he  de  dejar! 

No  señor^  ¡es  que  me  echan! 

Hay  ahora  graves  cuestiones. 

¿Ve  usté  esa  que  está  á  la  ixquierdat 
Forast.  ¡Una  morena  muy  guapa! 
Aplasta.  Bueno,  pues  á  esa  morena 

quieren  casarla... 
Forast.  ¡Comprendo! 

¿Y  la  boda  es  cosa  hecha? 
Aplasta.  No  señor.  ¡El  organista 

tiene  otros  planes!  PrcsTenta 

á  su  amiga,  una  devota... 

y  el  alcalde,  que  chochea, 

protege  á  los  chupa-cirios, 

y  habrá  aquí  una  pelotera... 
Zurda.    ¡Ya  lo  creo  que  h  habrá! 

(Todo  el  toro  prorrampe  en  marínanos  apro'tian  do 
lo  qoe  diee  U  Zarda.) 

Coro.      Sí  señor,  si  señor,  Iahabrá,-etc. ,  ad  li  bUum, 
Aplasta.  ¡Ya  se  anuncia  la  pelea! 

Hoy  habrá  cosas  de  húten, 

y  si  la  cosa  se  enreda, 

será  la  sesión  de  hoy 


—  28  — 

buena,  buena,  pero  buena. 

¡Castellote  está  que  trina! 
FoRAST.  ¿Castellote? 
Aplasta.  ¡Una  caezal 

(Ponderando.) 

I Y  el  hombre  más  benévolo 

de  toa  la  tierra  manchegal 
FoRAST.  ¿Es  benéyolo? 
Aplasta.  ¡Con  todos, 

menos  con  la  genta  esta! 
FoRAST.  Quisiera  ver  la  sesión. 
Aplasta.  Pues  es  pública.  Usted  entra, 

y  toma  asiento... 
f^'^^".  Mil  gracias... 

Aplasta. ¡Y  se  echa  un  nudo  á  la  lengua, 

porque  si  aplaude  usté  á  alguno 

que  no  sea  el  alcalde,  cuenta 

que  le  atizan  á  usté  un  palo 

que  le  rompen  la  mollera! 

¡Hay  gentes  aquí  pato! 
FORAST.  No  olvidaré  la  advertencia, 

y  gracias  por  íius  noticias,* 
Aplasta.  ¡Va  usté  á  v^r  cosas  muy  buenas! 
Zurda.     ¿No  sabía  usté  nada? 

¡Nada; 

ni  una  palabra  siquiera! 

Soy  forastero» 
Aplasta.  Es  verdad... 

Zurda.  Se  le  conoce  á  la  legua. 
Api»asta.¿Y  de  dónde  viene  usté? 
FoRAST.  ¿Yo?  ¡Yo  vengo  de  Marsella! 

(Un  yolpé,  teco  y  fuerte,  en  la  orqaesta.  El  tío 
Aplaata,  La  Zarda  y  «I  Coro,  talen  todos  corriendo 
á  escape,  en  todas  direeciones,  y  sin  mirar  siquiera 
al  Forastero  ni  decirle  una  palabra.  Éste  queda  en 
escena,  lolo,  y  Heno  de  asombro  ) 

¡Demonio!  ¿Qué  es  lo  ^ue  tienen? 
¡Llevan  alas  eú  las  piernas! 
En  fin,  buscaré  un  albergue 
hasta  mañana  siquiera. 

(Váse  lentamente.  Durante  el  mutis  del  Forastero, 
la  orquesta  to<!a,  muy  piano,  anos  eompuses  de  la 


—  29  — 

MarselleM.  Al  mutis  del  Forastero,  sabe  ol  telón  de 
ealle,  y  «parece  el  salón  del  enadro  tareero.) 


CUADRO  TERCERO. 

Uk  ORAN  SSSIÓMr. 

SALÓN     DEL    ATONTAMIENTO. 


En  el  fondo,  una  mesa  blanca,  peqncña,  llena  de  leg^ajos  de 
papeles»  Vná  escribanía  anti^a  de  bronce,  nn  cdncerro, 
un  botijo*  Detrás  do  la  mesa  el  «sillón  del  presidente.  Á 
ambos  lados  de  la  escena,  dos  filas  de  tabnretes,  colocados 
en  semicírculo  que  lle^n  hasta  cerca  del  proscenio»  En 
la  pared  del  fondo,  y  en  el  centro,  una  ventana  practica- 
ble, á  bastante  altura. 


ESGBNA  PRIMERA. 

PATRICIA. 

Aparece  con  un   plumero,   limpiando  el  polvo  de  la  mesa, 
arreglando  los  taburetes,  ete* ' 

Ya  está  sacudido  el  polvo 
de  las  sillas  y  la  mesa. 
El  botijo  con  el  agua, 
el  cencerro,  la  carpeta 
del  señor  Tomillo.  Fósforos 
y  cigarrillos.  La  yesca, 
el  eslabón  y  el  rosario 


-•30  — 

para  el  organista.  Ea, 
ahora  que  todo  está  en  ordon 
pueden  v<!iMr  cuando  quieran. 
Dicen  que  en  esta  sesión 
va  haber  la  marimorena; 
lo  cierto  es  que  todo  el  pueblo 
está  esperando  en  !a  paerta 
que  sea  hora  para  entrar... 

(Se  oyen  tocm  eomo  altercado  ó  riña  faera.)' 

¡Qué  escándalo!  ¿Quién  vocoa? 
¡Calle,  es  el  señor  alcalde 
y  el  que  fué  guarda!...  ¡Qué  jetas 
traen  los  dos!  ¡Pues  yo  me  escurro^ 
y  que  ellos  allá  se  entiendan!  (váse  ) 

ESCENA  II. 

EL  TÍO  ANTÓN  y  f  EPE  DOMINGO. 


Anto?i. 

DOM. 

Akton. 

Don. 

Antoji. 

DOM. 


Antón. 


DOM. 


Le  dipto  a  iistá  que  es  inútil! 

Lo  pediré  en  la  sesión! 

Á  mi  me  importa  un  pepino! 

Señor  alcalde! 

¡Que  no! 
Lo  siento,  no  hablemos  más 
y  ramos  á  otra  cuestión. 
El  organista  Vidal 
creo  que  ayer  se  permitió 
hablar  mal  sobre  una  obra 
de  Rosiní.  ¡Eso  es  atroz! 
Los  músicos  italianos, 
que  adoran  al  profesor, 
reclamarán  de  seguno, 
y  en  esa  reclamación, 
Villa-frita... 

;Villa-frila 
saldrá  bien!  ¡Donde  yo  estoy, 
boca  abajo  todo  el  mundo! 
¡Es  usté  un  monstruo,  tío  Antón* 
¿Y  sostendrá  iisté^en  su-  empleo 
á  Vidcl? 


—  31  — 


A.MOJf. 


DOM. 

ASTOX. 


¡Pues  DO  que  no! 
El  chico  toca  muy  bien, 
y  tiene  muy  buena  voz. 
Pero  en  la  aldea* dirán... 
Y  á  mí  ¿qué  me  importa?  Adios>. 
voy  á  ordenar  los  papeles 
para  empezar  la  sesión. 

(Váse  por  la  lateral  de  la  derecha.) 


ESCENA  III. 


PEPE  DOMINGO. 


¡JNada,  no  hay  poder  humano 
qué  le  saque  de  su  error! 
¡Qué  espantosa  decadencia 
y  qué  orgullo  tan  atroz! 

ESCENA  IV. 


DICHO,  MORETONES  y  PACA  u  ZURDA., 


Mor. 
DoM. 

ZCRD\. 
DOM. 

Zurda. 
Mor. 


Zurda. 

DOM. 

ZUR0A. 

DOM. 

Zurda. 
Mor. 

ZiTRDA. 


¿No  ha  em-pezado  la  sesión? 
No>  no  empezó  todavía. 
Vengo  á  ver  cuál  es  mi  sitio... 
Siempre  á  la  izquierda.  Eáta  fila 

es  la  de  los  nuestros.   (Señalándola.)^ 

Gracias. 
¡Tú  aquí  á  la  punta,  hija  mía, 
rodeada  de  partidarios 
leales! 

¡Vaya!  ¡Tantísimas! 
¿Lo  dudas?... 

¡Qué  he  de  dudarl 
Creí  notar  cierta  ironía... 
Es  que  en  lo  de  partidarios 
tengo  ideas... 

¿Subversivas? 
Un  poquito;  el  mal  ejemplo 
de  los  otros,  contamina, 
y  lie  formado  una  opiniói^ 


—  Si- 
tan rara... 

DoM.  ¿Sí?  Díla. 

Mor.  Dila. 

Zurda.    Oigan  ustedes.  La  cosa 
bien  merece  ser  oida. 


MÚSICA. 

COUPLET. 

Zurda.  Los  azules  y  los  blancos 

y  los  de  color  café, 
los  que  gastan  barba  rubia, 
los  que  aun  usan  el  tupé^ 
todos  van  á  su  negocio, 
todos  suben  á  comer, 
y  el  mancbego,  siempre  tonto, 
les  ayuda  en  el  belén. 
Ya  en  Ids  alturas, 
dan  los  destinos 
á  sus  hechuras  * 
y  á  los  sobrinos 
que  hay  por  allí; 
la  burocracia 
la  desconocen, 
pero  es  la  gracia 
que  no  conocen 
nielquis-vel-qui. 
Y  exclaman  ufanos: 
yo  ya  soy  feliz. 
Ahora  que  el  demonio 
se  lleve  al  país. 
Mor.  y  DoM.      Y  exclaman  ufanos: 

yo  ya  soy  feliz. 
Ahora  que  el  demonio 
se  lleve  al  país. 


HABLADO. 

DoM.       Esa  será  tu  opinión, 


-  33- 
pero  es  muy  descabelladaé 

(Dan  1m  tres.) 

Mor.        Es  la  hora  de  la  sesión. 
Ü(iM.        Procura  estar  muy  callada 
y  tener  mucha  atención. 

(Aparecen  el  tío  Aat¿n,  Vida)  y  Tomillo  por  U  pc^ 
,  mera  deroeha.  Por  la  primera  izquierda  entrao  •! 
Coro  g^eneraly  el  acompafeamiento  da  beatas  y  de- 
votos, Castellote,  Aplasta»  Crispino,  Cireanelsión,  y 
se  eoloean  del  modo  que  indica  la  eteena  sifulante.) 

KSCENÁ.V. 

EL  TfO  AiN TÓX,  TOMILLO,  CASTELLOTE,  VIDAL, 
MORETONES,  PEPE  DOMINGO,  APLASTA,  LA 
ZURDA,   CIRCUNCISIÓN,   CRISPINO  y  CORO  PE 

AMBOS  SEXOS. 

El  tío  Antón,  colocado  detrás  de  la  mesa  en  el  sillón.  Á  sn 
derecha  Vidal,  á  sa  izquierda  Tomillo,  Castellote  y  Aplasta 
sentados  en  los  tabaretes  de  la  derecha*  En  los  de  la  izquier- 
da Pepo  Domingo  y  Moretones.  Én  los  de  los  extremos  Paea 
la  Zarda  y  Circancisión.  Crispinr,  siempre  dando  vaeltas 
alrededor  de  la  izquierda,  y  haciendo  lo  qae  iadlea  el  diálo» 
go,  pero  sin  sentarse.  En  el  fondo,  y  replegados  en  ambos 
ingenios  de  la  sala,  el  Coro  y  les  comparsas;  en  el  ángnlo  de 
la  izquierda  los  Mozos  y  Mozas  del  pueblo  (de  campesinos); 
en  el  de  la  derecha  los  tipos  de  ta  serenata  del  comienso  de 
la  obra  y  alfanas  beatas  con  mantos* 

Antón.      (Agitando  el  cencerro  ) 

;Dá  principio  la  sesión!  (Murmatlos  enel  Coro. 
Llora  un  niño  de  pecho.) 

Vidal.     ¡Á  la  inclusa! 
Moza.  4**  (Que  tiene  el  nifto.)  ¡Bueoo  fuera! 
Antón.     ¡Al  que  estornude  siquiera 
se  le  expulsa  riel  salón! 

(La  ven  lana  del  ^ondo  se  abre,  y  apareee  en  ella  el 
señor  Manuel  asomado.) 
Ton.  (Se  pone  de  pie  en  actitud  de  leer  el<  acta*) 

Amon.    No  lea  uslé  oso  papel, 

y  empecemos  por  lo  grave. 

3 


—  34  ~ 


Todos. 
Vidal. 

A.IITON. 


Gris. 


Apitok. 


(Ed,  tono  eonfideneUl.) 

¿Alguno  de  ustedes,  sabe 
dónde  vive  el  tío  Manuel? 

(La  venUim  se  eierra.) 

¡No  señor!  (Á  media  TOS.) 

'    '  (¡Esc  es  el  coco!) 

¡No  es  extranoy  aunque  !o  siento, 
pues  en  el  Ayuntamiento 
no  lo  sabemos  tampoco! 

(Vaelve  á  aparecer  oa  larentana.  Crispino  da  vuel- 
tas eonstantemente  alrededor  da  la  Zurda  arreglán- 
dola el  mantón,  quitándole  las  motilas  de  eneiraa, 
ete.,  etc.;  el  tío  Aplasta  le  contempla  sonriendo.) 

¡Crispino!  Me  mortifica 

verle  asi.  ¡Siéntese  usté! 

¡Por  aquí  suelto  andaré 

ai.cuidado  de  la  chica...  (Marmaiios.) 

Gomo  usté  guste.  ¡Á  empezar! 

Yo,  como  administrador 

legítimo... 

(Murmullos  fuertes  y  prolong^ados  en  todas  partes.) 

¡Otro  rumor!... 
¿Van  ustedes  á  callar?... 
Soy  Alcalde,  y  no  permito 
tMuy  bien! 

¡Qué  rudo  se  ha  vuelto! 
Aplasta.  AI  grano,  al  grano. 
Antón.  ¡He  resuelto 

que  se  case  el  señorito! 

(Crispino  sacude  con  al  pañuelo  los  zapatos  de  la 
Zurda.  Murmullos.) 

¡Presento  una  candidata! 

(Señalando  á  Circuncisión.) 

(Aprobación  en  el  ángulo  derecha.  Desaprt^lMción 

en  la  izquierda.) 

Hágame  usted  el  favor,  (ai  Alcaide.) 
¡Yo  presento  otra  mejor!  (u  Zurda.) 

(Los  murmullos  al  roTÓs  que  antas.) 

;Uy!  ¡La  2urda! 

¡La  beata  I  (Mormullos.) 

¡Silencio! 

¡Bien! 


GlR. 

Zurda. 


Vidal. 


DOM. 


GlR. 

Zurda. 
Antón. 
Vidal. 


38 


Antón. 


Vidal. 


DoM.  ¡ViveDiosI 

Mor.       {Esta  es  bonita! 
Vidal.  iGsta  es  castal 

Aplasta.  {Chis!  jConsle  que  el  tío  Aplasta 

(Levantándosa.) 

vota  en  contra  de  las  dos! 
{El  amo  está  bien  soltero 
y  así  nuestra  dicha  labra! 
¡No  tiene  usted  la  palabra 
y  hay  que  discutir  primero! 

(Vidal  y  el  gr^'apo  <^«t  fondo  daraeha  aplauden.) 

¡Yo  á  la  niña  presenté: 

si  la  rechaza  algún  tonto,  « 

á  defenderla  estoy  pronto 

per  aoeideiu^  é  per  sel 

Eso  de  tonto,  ¿es  un  mote?   , 

¡Pido  la  palabra! 

¡Y  yo! 

(Bajo  á  Moretones.) 

(¿Voy  por  la  escopeta?) 
(Asustado.)  (¡Oh,  no!) 

¡Hable  el  señor  Gastellotel 

(Castellote  se  loTanta;  marmatloa.  En  sef^aida,  con 
an  chis  proloagado,  sé  restablece  el  sUeaeio. 
El  tío  Manuel  cierra  con  farla  la  Tootana  y  se 
retira.) 

Cast.       El  organista  Vidal, 

qufi  cual  águila  caudal 
se  eleva  basta  el  armamento, 
y  es  músico  de  talento, 
por  más  que  toca  muy  mal,  . 
sueña  con  la  pretensión    ; 
de  hacernos  aquí  tragar        i- 
i  á  una  tal  Circuncisión , 

que  se  trae  la  intención 
de  un  toro  de  Colmenar.  (Mummilot.)      a\ 
No  esperéis  de  mí  un  alarde 
de  erudición  empachosa, 
estoy  cansado  esta  tarde. !,  .    .  i 

(Reanudando  su  discurso.) 

Circuncisión  fué  preciosa 

en  tiempos  de  Calomarde.  . . ,  i   / 


Gast. 
Mor. 

DOM. 

Mor. 
Arton. 


—  36  - 

(Vidal  tona  sotes  con  un  lápls  y  nnat  cuartillas 
de  papel») 

Ya  era  entóneos  mojigata 
y  anabá  con  fanatismo  : 
la  religión,  y  la  plata, 
y  era  ignorante,  y  beata, 
y  hoy  sigue  siendo  lo  mismo, 
¡Ah,  señores  I  ¡Triste  día, 
si  esa  unión  nefasta,  impía, 
se  realizase} 

Vidal.       (LaraaléBdoM  iracaudo.) 

¿Por  qué? 
AifTOfi.    ¡Silencio!  No  tiene  usté 

la  palabra  todavía,  (aiay  amable.) 

(Vidal  hace  pedaxo«  láa  caartiMas  que  tiene  ea  la 
mano,  y  se  siesta.) 

Cast.       Si  Circuncisión  casara, 
permitid  que  no  lo  crea, 
y  por  un  azar  llegara   ••    . 
á  ser  algo  en  esta  aldea, 
la  Mancha  se  avergonzara. 
¡No  digáis  que  üois  creyentes 
los  que  aquí  patrocináis 
á  esa  mujer!  ¡luocentesl 
¿Acaso  no  recordáis  • 
lo  que  hicieron  sus  parientes?  . 
Aferrado  á  mi  creencia 
sigo  de  mi  gloria  en  pos, 
y  os  doy!  mi  benevolencia, 
sirviendo  asi  á  mi  conciencia, 
á  mi  patria,  y  á  mi  Dios. 

(Aplausos  prolongados  ( es  la  isqsierda.  Bl  tio 
Aplasta  le  abrasa;  Marmallos  derecha.  Moretones 
y  Crispino,  estrechan  su-  maso  carifiosanMnte*  L* 
Zurda  le  da  un  caramelo.) 

Aplasta*  iBien  SU  bandera  sostiene! 

Gris.       ¡incomparable! 

Mor.  ¡Qué  artista! 

2uRDA.      (Ofreciéndole  un  caTSmelo.') 

¡Es  de  menta! 
Cast.  ¡Me  conviene! 

Antón.    ¡Silencio,  señores!  Tiene 


—  57     - 


Vidal. 


ANT05. 

Cast. 

Mor. 

Don. 

TOM. 

Antón. 
Vidal. 

A?«TO«, 


la  palabra  el  organista. 

(LevftntándoM   con   <mpetn  y  habjando  eoD 
Tertig^inosa  rápidas-) 

Señores,  cumpliendo 

penoso  deber, 
levanto  mi  acento 

repleto  de  fé 
y  airado  protesto 
con  santo  interés 
contra  esas  palabras 
que  absorto  escucbé. 
¿Qué  liLCisteis  vosotros: 

coa  tanto  saber, 

por  ese  poblacho 
que  está  en  la  escasez? 
Groseras  calumnies 

escucho  á  granel 
contra  una  inocente 

y  hermosa  mujer, 
que  puede  ser,  iris 

dü  paz  y  de  bien. 
En  vez  de  inspltarla, 
cual  hecho  lo  habéis, 
y  hacer  propagandas 

por  otra  mujer, 
aquí,  donde  impunes 

se  pueden  hacer, 

más  digno  sería, 

y  más  noble  es, 

coger  la  escopeta 

con  ruda  altivez, 
y  andar  por  los  montes 
á  tiros... 

(LawanUndofa.)  ^Luzbel! 
¡Protesto!  (Se  Uvanta.) 

¡Protesto!  (id.) 
¡Fuera! 

{mmnáú  y  sentado.)  ¡Jé,  jé,  jéi 
(Graa  raido  y  tamoltot  ) 

¡Al  orden! 

No  quiero. 
iQue  se  calle  usté! 


—  40  — 

▼  antarM.) 

Aplasta. Será  verdad;  pero,  amigo. 

maldito  si  ]o  parece! 
ANToif.     ¡Prosigo!  ¡Circuncisión 

no  se  casará  quizás; 

pero  la  Zurda,  jamás 

cuente  con  mi  protección! 

(Alboroto,  iraidoy  voces,  todo  el  mundo   m  |K)ne  , 
de  pie.) 

ZoRDA.  En  otros  tiempos  decía... 

Amo?i*  Era  un  pian  preconcebido... 

Mor.  Pepe,  nos  hemos  caido...  (Á  Pepo  Domin«ro.) 

DoM.  ¡Jamás! 

GlR.  (Abrazando  á  Vidal.)  ¡La  victoria  CS  mía! 

DoM.  (Poniéndose  de  pie  en  la  silla  ) 

¡Protesto! 
Cast.      (Id.,  id.)    ¡Aquí  tiay  coacción! 
Anto.n.    ¡No  alborotarse,  amiguito, 

va  le  iie  escrito  al  señorito, 

y  espero  contestación! 

(Entra  corriendo  un  mozo  con    nn    pliego   en  lo^ 
mano.) 

KSCKNA  Vh 

DICHOS  y  el  MOZO. 

Mozo.      Este  parte,  que  es  urgente, 
para  el  alcalde.  (Se  lo  da.) 

AlC.  (Abriéndole.)  Del  amO... 

DoM.        ¿A  ver? 

Aplasta.  ¿Qué  dice? 

.Antón.  ¡Reclamo 

vuestra  atención! 
Vidal.     (Con  acento  compasivo.)  (¡Pobro  gente!) 

A  ^TUN.      (Leyendo.) 

(« Vlauclia. — Villa-frita.—  J^lcalde. — 
))M'^  ha  escrito  usté  una  tontuna; 
.  «celebra  sesión  en  balde. 
»No  me  caso  coú  ninguna.» 


-  41  - 

(Tirando  el  tele^ama  sobre  la  me«a.) 

¡Soberbia  resol ucíóq! 
ToM.        ¡CoD  qué  franqueza  la  espeta! 

AplAkST A.  (Frotándose  las  manos.) 

¡Tendré  la  admioistración! 

Vidal.       (Á  circuncisión.) 

¡Habrá  que  hacer  la  maletal 
Antón.    Se  levanta  la  sesión.  (Con  rabia.) 

(En  este  instante  estalla  la  furia  del  público;  todos 
están  de  pie;  los  de  la  dereeba,  con  los  suyos,  á  la 
derecha,  con  Antón,  Vidal,  Tomillo  y  Cfreuneisión. 
En  la  isquierda  La  Zurda  eoa  los  suyos.  Moretones, 
Crispino,  l>omingo.  En  el  centro,  y  procurando  con- 
tener á  entrambos  bandos,  el  tío  Aplasta  y  Caite- 
lióte.) 


MÚSICA. 


Züiuu.  ¡La  cosa  de  este  modo 

no  puede  terminar; 

á  esa  necia  beata 

la  quiero  yo  arañar! 
Moretones,  Crispino,  Domingo  y  Coro,  (izquíerd.!.) 

¡La  cosa  de  este  modo 

no  puede  terminar; 

ú  esos  necios  beatos 

dí^bemos  castigar! 
Circuncisión.  ¡Salvadme,  hermanos  míos, 

salvadme  por  piedad; 

la<,^urda  es  uno  íiera 

que  me  qáiere  arañar! 

VlüAL  y  Coro.  (Derecha.) 

¡No  temas,  vida  mía,    * 
te  puedan  arañar! 
¡Nosotros  desde  antaño 
sabemos  pelear! 
Aplasta  y  Castbllote. 

¡Haya  paz,  haya  paz,  caballeros, 
haya  paz,  haya  paz  I 


—  42  — 

(eI  tío  Haanel  eonUmpia  mU  Mc«na  átém  •« 
T*ot«aa  y  m  tíb.) 

Zurda.  ¡Sí  te  echo  la  mano 

te  arranco  la  piel! 
CiRcu?icisioii.  ¡Veremos  si  puedes, 

mujer  de  Luzbel! 

Coro,   (izquierda.) 

¡Si  Í€  echo  la  mano 
le  arranca  la  piel! 
Vidal  7  Coro.  (Derocha.) 

¡Salvadla,  hijos  míos, 
del  fiero  tropel! 

(S«  mazelaa  ya  para  Teñir  i  las  manoa.^ 
tÜL  Th)  Manuel  desde  la  ventana  y  dando  ana  g^ma  ▼«>• 

¡Caballeros!  ¡Muchas  graciasf 

(Todos  se  TaeWen  eon  terror.) 

Zurda  y  Coro,  (izquierda.)  ¡Es  Manuel! 
CiR.  y  Coro.  (Derecha.)  ¡E)s  Manttel! 
Aplasta  y  Castellote.  ¡Es  Manuel ! 

XODOS.       (May  piano,  y  con  acento  de  horror.) 

¡Es  Manuel! 

(Éste  cierra  la  ventana  y  desaparece.) 

ESCENA  ULTIMA. 

TODOS,  menos  MANUEL. 

Se  confunden  en  estrecho  abraso.  Vidal  abraza  á  Moretones; 
Pepe  Domingo,  al  tío  Antón;  Tomillo,  á  Crispino;  Aplasta^ 
á  Castellote;  la  Zurda,  á  Circuncisión,  y  el  coro  de  derecha 
é  izquierda»  todos  por  parejas  tamlúén  cocidos  del  brazo, 
van  desfilando  de  puntillas,  dando  la  vuelta  por  eompleU. 
al  escenario,  hasta  que  desaparecen,  y  cae  él  telón.) 

Todos.     ¡ChitÓD,  cliitón,  chkónr 
Aquí  no  hay  que  jugar... 
Tengamos  mucha  unión 
y  no  hay  que  regañar, 
porque  ese  puede  dar 
alguna  desazón. 


—  43  — 

|Ghitóhy  chitón  chitón» 
y  lio  hay  que  regañar, 
porque  ese  puede  dar 
alguna  desazón! 

(Con  la  última  jMtUbr»  de  h  ••trofm  e»e  ti  telón.) 


,    FIN. 


/' 


EL  BARÓMETRO. 


EL    BARÓMETRO, 


GOMBblA  EN  UN  ACTO  ARREGLADA  DEL  FRANCÉS 


ron. 


D.    G.    V. 


Entrenada 'con  extraordinario  aplauso  en  el  Teatro  Español,  la  noche  del  28 

de  Setiembre  de  1B7L. 


MADRID. 

IMPRENTA    DE   JOSÉ    RODRICUEZ,    CALVARIO,    1.8i. 

l«9t. 


PERSONAJES.  ACTORES. 


LA  CONDESA Doña  Josefa  Huosa. 

VICTORINA,  doDcella  de  la  Con- 
desa   Doña  Concepción  Altarez. 

UN  DESCONOCIDO Don  Emilio  Mario. 

ANSELMO,  criado Don  José  Alisedo. 


La  escena  en  una  quinta  en  las  inmediaciones  de  Sevilla. 

Época  contemporánea. 


Esta  obra  es  propiedad  del  tradaetor,  y  nadie  podrá,  sin  so 
permiso,  reimprimirla  ni  représenla  ría  en  Espafta,  ni  en  sos  pose- 
siones de  Ultramar. 

Los  Comisionados  de  las  Galerias  Dramáticas  y  Líricas  de  los 
Sret,  Gullon  é  Hidalgo^  son  los  exelusiTamente  encargados  del  co- 
bro de  los  derechos  de  representación  y  de  la  venta  de  ejemplares. 

Queda  beebo  el  depósito  qne  marea  la  ley. 


ACTO  ÚNICO. 


Salón  pequeño  adornado  con  mucha  elegancia.  £n  el  fondo  una 
chimenea  y  sobre  ella  un  espejo  grande.  Á  la  derecha  de  la 
chimenea  un  piano,  y  á  la  izquierda  un  barómetro  grande  colga- 
do de  la  pared.  Puerta  á  la  izquierda  que  conduce  á  las  habita- 
ciones interiores,  y  otra  á  la  derecha  que  da  al  exterior  del  edifi- 
cio. Ventana  grande  á  la  izquierda,  y  delante  de  ella  un  velador 
en  el  que  se  ven  recado  de  escribir,  libros  y  álbums. — Un  sofá 
y  dos  butacas  á  la  derecha. 


ESCENA  PRIMERA. 


La  CONDESA. 


Se  oye  llover  ccn  fuerza.  £1  rutdo  del  agua  irá  poco  á  poco  dUminayenio, 
despaet  de  las  primeraa  palabras  de  la  Condesa,   que  dioe  con  desesperación. 

¡Dios  mío!  ¡Dios  mío!  Esto  es  insoportable!  Hace  tres 
meses  y  medio  que  llegué  á  esta  quinta,  y  ni  un  sólo 
día  ha  dejado  de  llover.  Yo  no  tengo  resignación  para 
sufrir  este  tiempo,  que  me  aburre,  y  me  fastidia,  y  me 
desespera  y  me  mala.  Vamos  á  ver  sí  eá  barómetro  me 
da  alguna  esperanza,  (se  dirige  á  éi.)  ¡Nada!  Ayer  marca- 
ba lluvia  y  hoy  indica  tempestad.  ¡Esto  es  horroroso! 


—  6  -- 
Poe^  bien,  voy  á  acabar  de  una  V32  con  el  cómplice  de 

esta  lluvia  eterna.  (DweQ«l|ra  el  Urómelro  y  U  arroja  al 
ra«lo  haciéndole  peilasos  con  Mtrépito.)  Ya  ÜC  me  mortificará 
más  con  sus  presagios.  (Saha  por  U  paarU  de  la  isqaierda.) 

ESCENA  II. 

ANSBLllO.   VICTORINA. 

AomIom  entra  proeipttadamente  por  la  isqnierda.  V^ctorina    por   la   derecha 

con  nn  periódico  en  la  mano. 

VicT.  ¿Qué  ruido  es  este?  ¡Jesús!  El  barómetro  hecho 
añicos. 

Ans.  ¡Qué  lástima!  Después  que  le  costó  mil  quinientos 
reales  al  señor  conde,  ha  tenido  el  pobre  chisme  un 
fin  muy  desgraciado.  Todavía  me  acuerdo  de  la  tarde 
que  ñií  con  el  amo  á  la  tienda  del  óptico  de  la  calle  de 
la  Montera,  y  después  de  revolver... 

Yict.  Vamos,  no  empiece  usted  ya  con  los  discursos  de 
siempre,  y  recoja  usted  esos  pedazos  antes  que  vuelva 
la  señora. 

Ans.  (á  Victorína,  qne  lee.)  Mejor  seria  que  usted  me  ayudara 
para  acabar  más  pronto.  ¿No  oye  usted?  ¡Y  se  hace  la 
sorda!  ¡Y  sigue  leyendo  sin  hacer  caso!  ¿Trae  alguna 
noticia  interesante  ese  periódico?         ' 

VicT.       Muy  interesante.  Han  preso  á  Vargas. 

Ans.        ¡Eso  es  imposible,  imposible! 

ViCT.       ¿Imposible?  Oiga  usted.  (Lee.)  aAI  fin  se  ha  conseguido 
,  «capturar  al  célebre  bandido,  que  por  espacio  de  un 
waño  ha  sido  el  azote  de  los  pueblos  de  Andalucía.» 

Aks.        ¿y  dónde  han  atrapado  á  ese  tunante? 

VicT.       En  Mairena. 

Ans.        ¡Caramba!  Y  qué  cerca  estaba  de  nosotros. 

VicT.  Á  media  legua  de  esta  casa.  No  he  acabado  de  leer  to- 
davía. Oiga  usted.  «Vargas  es  un  hombre  muy  orígi- 
nnal,  y  podemos  dar  algunos  pormenores  de  su  perso- 
nna.  Su  mirada  es  terrible,  pero  llena  de  inteligencia; 


nsu  boca  perfecta,  aunque  coülraída  por  uaa  sonris 
»irÓDÍca;  de  frente  sombría,  adornada  de  una  magnífica 
«cabellera  negra.  Con  los  hombres  es  implacable,  pero 
»tan  galante  con  las  señoras  que  jamás  las  despoja  de 
«sus  sortijas  sin  besar  caballerosamente  la  mano.» 
Como  que  es  hijo  de  una  buena  familia,  según  dicen. 
Ans.  ¡Ya!  y  le  ha  quedado  esa  costumbre  de  cuando  gastaba 
levita. 

VicT.  ¿Qué  culpa  tenia  esta  pobre  máquina  en  anunciar  hace 
tres  meses  lo  que  luego  ha  sucedido?  Lluvia,  mucha  llu- 
via y  tempestad? 

Ans.  Sin  embargo,  yo  disculpo  en  particular  á  la  señora 
Condesa,  y  comprendo  bien  que  se  haya  encolerizado. 
Vino  al  campo  para  respirar  el  aire  libre,  para  pasear- 
se, para  visitar  las  casas  de  las  inmediaciones,  y  no  ha 
podido  salir  ni  un  solo  dia  en  tanto  tiempo.  ¡Es  tan 
hermosa  esta  quinta!  ¿No  le  dice  á  usled  nada  el  campo*?' 

YicT.       ¿Á  mí?  Absolutamente  nada. 

Ans.        ¿y  los  árboles? 

ViCT.  Tampoco  me  dicen  nada,  y  mucho  menos  si  son  alcor- 
noques. 

Ans.         ¿y  el  cielo? 

VicT.       ¿QuizJs  no  hay  cielo  en  Madrid  lo  mismo  que  este? 

Ans.  Sí,  pero  este  es  más  hermoso.  ¿No  ha  leído  usled  en 
este  tomo  de  poesías  unos  versos  muy  bonitos,  que 
hablan  de  las  delicias  del  campo?  ¡Oiga  usted!  (Lm  en 

tono  acompasado  en  nn  libro  qae  toma  de  la  masa.) 

«Las  rosas  sobre  el  tallo  se  levantan 

«coronadas  de  gotas  de  rocío, 

»las  avecillas  revolando  cantan 

)>al  blando  son  del  murmurar  del  río. 

«Chispas  de  luz...» 
VicT.       (Interrumpiéndole.)  ¡Chíspas!  Csas  sou  las  que  yo  estoy 

echando  por  no  verme  en  Madrid. 
Ans.        (Esta  criatura  no  entiende  de  versos.)  Pues  bien,  le 
diré  á  usted,  en  prosa,  que  la  familia  del  marqués  de 
la  Peña,  que  es  bastante  crecidita  por  cierto,  llega  hoy 


—  8  — 

á  medio  día,  y  que  su  presencia  y  el  barullo  de  lanía 
genle  calmaríín  los  nervios  de  la  señora  Condesa. 
ViCT.       Aíjui  viene;  silencio. 

ESCENA  III. 

U  CONDESA  9   ANSELMO   y   VICTORIA  A. 
La  Condesa  entra  sin  verlos,  y  dice  con  tono  de  mal  humor. 

Co.>D.      Mayo,  lluvia;  Junio,  Iluyía;  Julio,  grandes  lluvias,  y 

AgOSlO,    lempeslades.    (Se   TaeWe   da   repente    y    ve  á  sus 

criados.)  ¿Qué  haceís  aquí? 
Ans.        Señorn,  eslábamos  recogiendo  los  restos  moríales  del 

barómetro  que  fué.  (Sale  por  la  dereelM.  Vietoriaa    va  á  se- 
guíale, pero  ia  detiene  la  Condesa,  queso  sienta  junto  á  la  mesa.) 

CoND.      ¿Qué  papel  es  ese  que  tienes  en  la  mano? 

ViCT.  Es  un  periódico  de  Sevilla,  con  una  noticia  que  de  se- 
guro la  agradará. 

Co.ND.      ¿Qu'í  noticia? 

YicT.  Lu  de  que  el  famoso  bandido  Vargas  ha  sido  preso 
ai  (in. 

OoND.  ¡Olí!  Cuánlo  me  alegro.  Te  aseguro  que  su  recuerdo 
me  hu  hecho  pasar  noches  terribles.  Todavía  le  veo 
eu  mis  sueños. 

ViCT.  Y  además  dice  el  periódico  que  desde  Sevilla  lo  lleva- 
rán ú  Madrid  con  una  cadena  de  hierro  muy  gruesa 
para  que  no.se  escape. 

CoND.  No  tendría  yo  necesidad  de  cadena  para  que  me  lie- 
vurun  allí. 

ViCT-  (Está  lo  mismo  que  ayer.  Sigue  la  tempestad  por  den- 
tro y  por  fuera  de  esta  casa.)  (Sale  por  la  izquierda.) 

ESCENA  IV. 

La  CONDRSA,  sola.  Sin  dejar  su  asiento  mira  á  la  campiña  á  través  de  los 

cristales  de  las  ventanas. 

Nada,  no  escampa.  Esto  es  peor  que  el  diluvio  univer- 


~  9  — 

sal,  que  no  duró  más  que  cuarenta  dias,  y  ahora  hace 
ciento  que  Hueve  sin  descanso  en  este  país  que  dicen 
es  un  rincón  del  cielo;  ¡me  gusta  ei4al  rinconcito! 
V  yo  que  creía  reunir  aquí  una  tertulia  de  más  de 
treinta  personas,  me  veo  sola,  completamente  sola. 
Lo  único  que  me  consuela,  es  que  hoy  llegará  la  fa- 
milia del  marqués  de  la  Peña,  que  es  numerosa  y  de 
excelente  humor  sobre  todo,  especialmente  la  buena 
marquesa,  que  me  ha  pedido  permiso  para  traer  á  su 
sobrino  Garlos,  con  quien  tiene  el  proyecto  de  casar- 
me. Difícil  me  parece  que  lo  consiga.  He  sido  tan  di- 
chosa en  mi  matrimonio,  que  la  segunda  prueba  no 
será  DUDca  como  la  primera.  (Suenan  ia«  <ioee.}  ¡Las  do- 
ce! Ya  debe  estar  el  tren  de  Sevilla  en  la  estación  in- 
mediata. ¡Si  no  hubiese  llegado!  No  quiei;o  pensar- 
lo. ¿Si  pasaré  todavía  un  mes  en  esta  soledad?  ¡Impo- 
sible! Prefiero  morirme.  (Tin  del  cordón  de  I:í   campanilla.) 

ESCENA  V. 

U  CONDESA,  ANSELMO. 

CoND.      ¿Ha  llegado  el  tren  de  Sevilla? 

Ans.  No,  señora  Condesa,  las  aguas  han  destrozado  la  vía, 
y  por  un  milagro  han  podido  salvarse  los  viajeros.  No 
se  sabe  cuándo  podrá  estar  expedito  el  camino. 

Ck>Ni).      Haz  que  enganchen  en  seguida. 

Ans.        ¿Pero  qué  piensa  usted  hacer,  señora? 

Co.ND.  Irme  con  Victorina  y  contigo  á  Sevilla,  aunque  sea 
nadando,  y  desde  allí  á  Madrid. 

Ans.        ¿^  Madrid  á  nado? 

Co.ND.  Sí,  á  Madrid;  ¿y  eso  te  espanta?  Vamos,  ¿qué  esperas? 
Corre. 

A.Ns.  Pero,  señora,  sí  no  se  puede  dar  un  paso,  ni  a  pie  ni 
en  coche,  por  la  campiña,  y  ademas  la  casa  de  Madrid 
está  en  obrtí,  aprovechando  el  verano,  y  luego  tienen 
que  arreglarla  los  pintores  y  los  tapiceros.  De  modo 


-  iO  - 

que  hasta  dentro  de  un  mes  lo  menos... 
CoND.      Tienes  razón,  vete,  yete,  no  quiero  ver  á  nadie,  (váse 

AnseUpo.) 

ESCENA  Vi. 

La  CONDESA. 

Es  deeir,  que  me  veo  obligada  á  permanecer  aquí 
como  un  prisionero.  Dicen  que  los  prisioneros  se  re- 
signan: ;me  resignaré!  Voy  á  leer.  (Toma  un  libro  y  lee. ) 
((El  lago.»  Jesús,  me  horroriza  todo  lo  que  es  agua. 

(Arroja  el    libro  y  se  leTania.)   ¿Eu  qué    mO  OCUparé,   Cie- 

lo  santo?  Voy  á  dibujar.  Sí,  el  dibujo  es  una  gran 
distracción,  y  divierte  ai  mismo  tiempo.  Copiaré  la 
iglesia  de  ese  pueblo  inmediato,  y  el  campanario  gó- 
tico que  también  se  distingue  desde  aquí.  (Toma  un 

álbum  y  se  coloca  frente  á  la  ventana  en  actitud  de  dibujar; 
pocos  momentos  después  se  oye  llover  con  furia.)  ¡OlrO    agUA— 

cero!  Ya  no  veo  ni  el  campanario,  ni  la  iglesia,  ni 
las  casas,  ni  el  horizonte,  ni  nada.  Todo  ha  desapare- 
cido detrás  de  esa  catarata.  (Tira  el  álbum  y  ios  lápices 

con  desesperación   sobre  la  mesa  y  S3  asoma    á  la  ventana.)  ¡QU(^ 

espectáculo  tan  horrible!  Ni  un  ser  viviente  se  ve 
en  el  camino.  Pero,  calla,  me  parece  que  aquel  es 
un  viajero.  Sí,  no  hay  duda.  Ha  ido  á  ampararse  de 
bajo  de  un  árbol.  ¿Por  qué  no  se  refugiará  en  mi  ca- 
sa? ¡Si  supiese  cómo  me  fastidio  de  estar  sola!  ¡Oh, 
qué  idea!  Quizás  venga  de  Madrid.  Traerá  noticias,  y 

frescas,  eso  es  indudable.  (Tira  de  la  campanilla  de  un  modo 
*  convulsivo.) 

ESCENA  Vil. 

La    CONDESA,  AMSELMO,  que   va  á  la   ventana  arrastrado  por    la  Condesa. 

Muoha  rapidez. 

CoND.      ¿Ves  á  un  viajero,  debajo  de  aquel  árbol  tan  corpu- 
lento? 


—  «  - 

Ans.        Sí,  señora. 

Cono.      Corre  á  ól  y  dile  que  venga. 

Ars.        La  señora  Condesa  le  conoce  sin  duda. 

Co.ND.  Corre  le  digo.  (Váse  Anselmo.)  ¡Ah!  Es  atrevido,  es  te- 
merario lo  que  acabo  de  hacer,  pero  lo  primero  es 
vivir,  y  yo  no  puedo  vivir  de  esta  manera.  Sin  embar- 
go, abrir  las  puertas  de  mi  casa  á  un  hombre  que  no 
conozco,  es  más  que  rareza;  es  una  verdadera  locura, 
es...  Victorina!  Victorina! 

ESCENA  VIII. 

la  CONDESA,   VICTORINA. 
La  Condesa  con   macha  agitación. 

CoND.      Llama  en  seguida  á  Anselmo,  que  venga  al  momento. 

ViCT.       Es  imposible,  señora,  ya  va  muy  lejos. 

Cono.      No  importa,  vé  á  buscarle. 

VicT.  Pero,  señora,  ¿cómo  voy  á  hacerlo?  (Va  4  u  ventana.) 
Mire  usted,  ya  vuelve. 

Cono.  (Se  dirige  á  la  ventana.)  ¿Solo  quizás?...  ¡Qué  miro!  Vie- 
ne con  el  otro.  ¿Qué  es  lo  que  he  hecho!...  ¡Ah!...  Ya 
estoy  arrepentida;  oigo  que  suben. 

VhCT.  (¿Quién  será?...  La  señora  no  está  satisfecha  con  nada. 
Continúa  la  tormenta;  me  voy  antes  que  empiecen  los 
truenos.)  (váse.) 

ESCENA  IX. 

La  CONDESA,    el   DESCONOCIDO. 

Entra  sacudiendo  el  sombrero  y  el  gabán,  qiie  se  suponen  moy  mojados.  La 

Condesa  con  embarazo. 

CoND.  Caballero...  dispense  usted  si  le  he  hecho  entrar  casi 
á  la  fuerza,  pero...  pero...  (¿Qué  le  djgo  á  este 
hombre?)  Pero  anoche  hubo  una  tempestad  horrorosa, 
el  viento  soplaba  con  furor,  y  como  se  han  roto  todos 


l-j  -» 

ios  cristales  de  la  casa,  y  el  tiempo  es  tan  ntalo,  liay 
necesidad  absoluta  de  volverlos  á  poner. 

Orsc.  De  modo  qpe  usted  me  ha  tomado  por  un  vidriero? 
(Pues  me  gusta  la  ocurrencia!) 

CoND.  Si,  eso  es,  por  un  vidriero...  (No  sé  lo  que  digo.)  Ya 
comprenderá  usted  que  á  cierta  distancia...  creí  que... 
Ahora  veo  que  me  he  equivocado. 

Desc.       En  efecto;  un  poco,  señora,  porque  soy  militar. 

GoND.      ¡ A li!  ¿Conque  usted?... 

Desc.  Siento  de  todo  corazón  no  ser  vidriero  en  estos  mo- 
mentos. 

CoND.  En  verdad,  caballero,  que  estoy  confusa  y  avergonzada 
de  mi  error...  quisiera  darle  una  satisfacción  completa, 

V  no  sé... 

.1 

Desc.  Ninguna  reparación  me  debe  usted,  señora.  Lo  único 
que  le  suplico,  es  que  tenga  la  bondad  de  prestarme 
un  paraguas,  para  ir  á  la  estación,  y  en  ese  caso,  yo 
seré  el  que  la  dé  un  millón  de  gracias. 

CoND.  (Contrariada.)  (Acüba  de  entrar,  y  ya  piensa  irse.)  ¡Cómo! 
¿No  esperará  usted  siquiera  que  pase  este  aguacero? 
Os  imposible  transitar  por  esos  caminos  llenos  de 
barro. 

Desc  Cuando  se  han  pasado  cuatro  meses  en  los  campos  de 
África,  el  andar  media  hora  sobre  la  tierra  un  poco 
húmeda  de  Andalucía,  es  bien  poca  cosa.  Por  tanto,  si 
tuviera  usted  la  bondad  de  prestarme  un  paraguas... 

CoND.  (Rsle  hombre  se  me  va  de  entre  las  manos.  No,  pues 
no  le  dejaré  marchar.)  |Ah!  ¿Conque  usted  ha  estado 
en  África?  ¡Brillante  campaña! 

Desc.       Un  poquito  penosa. 

CoND.  ¿Usted  sirvió  en  infantería?  Es  un  arma  que  me  gusta 
mucho. 

Desc.      No  señora. 

CoND.      Entonces  seria  en  caballería.  Todavía  me  gusta  más. 

Desc      He  servido  en  ingenieros,  señora. 

CoND.  ¡En  ingenieros!  Á  mí  me  agradan  infinito  los  inge- 
nieros. 


—  lo  - 

Diüsc.  Señora,  tendría  usted  la  bondad  de  mandar  que  roe 
trajesen  un  paraguas? 

CoND.  (Vuelta  al  tema  del  paraguas.  Este  hombre  es  insufri- 
ble.) De  modo  que  ha  tenido  usted  la  gloria  de  encon- 
trarse en  la  famosa  batalla  de  que  tanto  se  habló... 

Desc.  ¿En  la  batalla  del  cuatro  de  febrero,  ó  en  la  de  Vad- 
Ras? 

CoxD.      Eso  es,  en  la  de  Vad-Ras. 

Desc.  Sí  señora;  he  tenido  esa  honra. — Aunque  el  paraguas 
sea  malo,  no  importa. 

Cono.  (¿Cómo  detenerlo?)  ¡Anselmo!  jAnselmo!  (Anselmo  apa- 
rece por  la  derecha. )  Ya  quo  cstc  Caballero  quiere  absolu- 
tamente ponerse  en  camino,  ve  á  buscar  un  paraguas, 
y  tráelo  al  instante.  (Bajo  á  Anaeimo.)  Que  no  haya  ni  un 
solo  paraguas  en  la  casa,  ¿entiendes?  (Anselmo  salada  y 

sale.  Desconocido,  rehnsa  el  asiento  que  le  ofrece  la  Condesa.) 

Desc.  Señora,  tengo  prisa  por  marcharme,  y  agradezco  la 
invitación  de  usted.  Me  esperan  algunos  amigos  en  la 
estación,  y  ademas,  prolongando  mi  presencia  en  esta 
casa,  temo  ser  indiscreto,  cuando  no  me  es  posible  ni 
aun  componer  los  cristales  que  se  han  roto. 

i'oND.  (Desentendiéndose.)  Puede  usted  estar  trauquilo,  porque 
el  tren  no  sale  hasta  dentro  de. tres  horas.  Conque 
decia  usted  que  en  África... 

Desc.  (¡Dale  con  África!  ¿Sí  será  viuda  de  algún  oficial?  Y 
es  guapa  esta  mujer.) 

Cono,      ¿y  fué  usted  herido  en  campaña? 

Desc.  Sí,  señora,  dos  veces,  y  muy  gravemente  pot  cierto, 
mientras  tratábamos  de  establecer  una  paralela. 

CoND.  (Con  alearía.)  ¿Couque  ustcd  ha  tratado  de  establecer 
una  paralela? 

Desc.       (¡Vaya  una  señora  original!  ¿Qué le  habrá  dado  ahora?) 

Cono.  No  sabe  usted  lo  que  yo  he  deseado  siempre  saber  lo 
que  es  una  paralela. 

Desc.  Voy  á  satisfacer  entonces  la  curiosidad  de  usted  mien- 
tras traen  el  paraguas. 

Cono.      Pero  siéntese  usted,  yo  se  lo  ruego.  (Le  acerca  ana  butaca.) 


-  u  - 

Desc.       (Esta  mujer  es  sublime.) 

CoND.      (Creo  que  se  va  á  sentar  al  fin.  Esto  es  lo  priocipaL 
Ya  se  acerca  á  la  butaca,  ya  se  ha  sentado...  ¡gracias 
á  Dios!) 
Desc.       (En  tono  magísirai.)  La  paralela,  señora,  consiste  en  una 
línea  de  ataque  y  de  defensa  trazada  sobre- el  terreno 
que  ocupan  los  sitiadores,  con  objeto  de  avanzar  por 
.  zanjas  ó  caminos  cubiertos  bacía  la  plaza  ó  el  punto 
sitiado. 
CoND.      Comprendo  parfectamente, 

Desc.       Esas  zanjas  se  construyen  en  tres  líneas  unidas  entre 
sí,  por  otras  en  forma  de  zígs,  zngs.  La  profundidad 
de  cada  zanja  es  la  de  un  metro  y  su  longitud  varía 
desde  uno  hasta  tres  metros  pnkim  amenté.  Hay  seis, 
modos  de  construirlas:  de  zapa  sencilla,  de  zapa  vo- 
lante, llena,  medio  llena,  doble  y  semídoble.  ¿Com- 
prende usted? 
CoNix.  #  ¡Vaya  si  comprendo!  Es  muy  interesante  todo  eso.  De- 
cía usted  que  hay  cincuenla  y  seis  maneras  de  cons- 
truir las  zanjas... 
Desc.       ¡Cincuenta  y  seis!  ¡Ave-María  Purísima!  Seis,  señora, 

seis. 
GoND.      (Confusa.)  Es  Verdad,  perdone  usted,  me  he  equivoca- 
do. Como  nosotras  no  tenemos  obligación  de  saber 
esos  trabajos  de  zapa... 
Des6.       ¡Pues  ya  lo  creo!  (Sonriendo.)  ¡Como  que  los  hacemos 
nosotros!...  Vamos  ahora  á  definir  claramente  lo  que 
es  zapa  sencilla. 
CoND.      Vamos  á  ver... 
Des€.       Se  llama  zapa  sencilla... 

ESCENA  X. 

DICHOS,  ANSELMO,  qfie  trae  qd. objeto  m.Qy  abultado  en  ana  funda  de  hule. 

Ans.        Señora,  he  revuelto  toda  la  casa  y  no  he  podido  encon- 
trar mis  que  esto. 


CoND.      (cooiíariada )  (¡Tofpe!  Y  yo  que  le  había  dicho...)  (ah- 

Mimo  saca  de  la  fonda  el  armazón  de  an   paraguas  viejo  y   muy 
grande    y  le  abre.  La   Condesa  y   el   Desconocido    prorumpen    e» 

una  carcajada.)  Ya  Ve  ustcd,  Caballero,  que  no  le  falta  más 
que  la  tela.  Creímos  que  haría  buen  tiempo  y  no  he- 
mos pensado  en  traer  paraguas  de  Madrid. 
A.Ns.        Y  ademas,  será  inútil  dentro  de  pocos  minutos.  La  llu- 
via ha  cesado,  y  cualquiera  diria  que  el  sol  va  á  salir. 

(La   Condesa  y    el  jóvan  Desconocido  se  leyantan  de   repente    al 
oir  las  palabras  de  Anselmo.  La  primera  corre  hacia  la    Tentana.) 

CoND.  ¿Será  posible?  ¡Va  á  salir  el  sol!  ¡Qué  alegría!  Hará 
buen  tiempo  y  vendrán  los  amigos  que  espero  con 
tanta  ansiedad.  Anselmo,  sube  al  momento  á  la  azotea 
y  cada  cinco  minutos  baja  á  decirme  cuál  es  el  estado 
del  cielo. 

Ans.  (Pues  señor,  vamos  arriba  á  desempeñar  las  funciones 
del  barómetro  que  hizo  pedazos  esta  mañana.)  (saie.) 

ESCENA  XI. 

La  CONDESA,  el  D^CONOCIDO. 

Desc.      Gomo  decíamos,  la  s^apa  sencilla... 

CoND.  Caballero...  (Y  tiene  valor  de  hablarme  de  zapas  cuan- 
do va  á  venir  el  buen  tiempo...  Es  menester  hacerle 
comprender...)  Caballero,  usted  me  permitirá  que  le 
diga  que  es  una  imprudencia  por  mi  parte  detenerle 
más  tiempo  y  que  estoy  abusando  de  su  amabilidad. 

Desc.  Al  contrario,  señora,  (Cada  vez  rae  parece  más  boni- 
ta, y  yo  no  me  voy  sin  explicarle  la  zapa.) 

CoND.  Sé  bien  lo  que  es  un  viaje.  Falta  el  tiempo  para  todo; 
los  momentos  son  preciosos. 

Desc  Pero  no  me  ha  dicho  usted  hace  un  momento  que 
tengo  tres  horas  disponibles?  A  hora  soy  yo  el  que  pide 
á  usted  el  favor  de  no  abandonar  tan  pronto  esta  casa. 

CoND.      (De  mal  humor.)  Sí  es  a.sí...  Caballero... 

Desc.  (Sentándose.)  VuelvQ  á  mi  narración...  la  zapa  sen- 
cilla,,. 


~  16  — 

CoriD.        (S«  «enU  deinperaiU.)  ¡DioS  mío!  ¡DiOS  mÍo! 

Desc.       ¿Se  pone  usted  mala? 

Goxo.      No,  no  es  nada. 

Desc.       En  la  zapa  sencilla  sólo  se  emplean  gaviones  y  faginas, 

que  consisten... 
(^0!Hi¥.      (¡Gsto  es  horrible!  Esto  es  la  lluvia  convertida  en 

hombre:  ¡un  chaparrón  dentro  de  mi  cuarto!   ¿Cómo 

haré  para  que  se  vaya  pronto? 

ESCENA  XII. 

niCHOSy  ANSELMO,    qae    ile^a   precipiUdan\ente.   Sa   oye    llover   con    más 

fuerza  qae  nanea* 

Ans.        ¡Señora  Condesa,  señora  Condena! 

CoND.      ¿Qué  ocurre? 

Ans.  El  sol  que  apareció 'un  instante  se  ha  retirado  brus- 
camente. El  cielo  está  cubierto  de  unos  nubarrones 
negros  que  asustan...  y  oiga  usted,  señora,  la  lluvia 
cae  á  torrentes. 

CoND.  ¡Horrible  contrariedad!  La  marquesa  y  su  familia  no 
podrán  venir  y  voy  á  continuar  sola  en  este  infierno. 

Ans.  (¡Se  ha  puesto  furiosa!  Me  voy  á  escape,  porque  como 
ahora  soy  yo  el  barómetro,  no  tendría  nada  de  extraño 
que  hiciera  conmigo  lo  que  hizo  con  mi  antecesor.) 

ESCENA  Xlir. 

La  CONDESA,  el  DESCONOCIDO. 
COM).        (La  Condesa  con  dolznra.)  Cuando  UStcdgUSte,  mi  qUCrído 

amigo,  puede  continuar  esa  deliciosa  descripción  de 
los  trabajos  de  zapa. 

Dbsc.  Al  momento,  señora.  (¡Qué  cambio  tan  repentino! 
Ahora  me  llama  su  querido  amigo.)  Toda  vez  que  us- 
ted lo  desea,  pasaremos  á  la  zapa  volante. 

CoND.      Ya  escucho.  (Y  es  un  buen  mozo.) 

Dksc.       La  zapa  volante  se  comienza  á  practicar  casi  siempre 


--  17  — 

de  Doche^  y  se  hace  salir  de  la  triocliera  ua  destaca- 
mento de  trabajadores;  cada  uno  lleva  una  pala^  una 
espioclia  y  un  fusil. 

CoND.      Una  pala,  una  espiocha  y  uu  fusil.  (Repiíieado.) 

Desc.       La  zapa  llena  ya  es  otra  cosa. 

CoND.      Es  claro.  (Daría  algo  por  saber  si  es  casado.) 

Desc.  Y  no  puede  ejecutarse  sino  por  zapadores  experimen- 
tados que  sepan  colocar  bien  y  hacer  uso  de  los  gavio- 
nes. Vamos  á  colocar  los  zapadores. 

CoND.      (Eso  es,  vamos  á  colocar  los  zapadores.)  (Ap.  coa  tri«- 

teza.) 

Desc.  El  primer  zapador  y  el  segundo  trabajan  de  rodillas, 
el  tercero  inclinado,  v  el  cuarto... 

ESCENA  XIV. 

DICHOS,  ANSELMO,  que  cnlra  gritaniio. 

Aiis.  ¡Vicloria!  ¡Victoria!  El  sol  ha  triunfado  de  la  lluvia,  y 
le  cielo,  casi  despejado,  presenta  un  aspecto  magní- 
fico. ¡Victoria,  señora,  victoria! 

Co.ND.  Oh!  qué  alegría!  Vé  á  prepararlo  todo,  Anselmo,  para 
recibir  á  mis  amigos,  que  vendrán  lioy  fijamente  en  el 
primer  tren. 

Desc       Pues  señor,  no  me  dejaron  colocar  mi  cuarto  zapador. 

ESCENA  XV. 

U  CONDESA,  el  DESCONOCmO. 

CoND.  Caballero,  retener  á  usted  uu  momento  más  en  esta 
quinta  seria  un  abuso,  una  inconveniencia.  Debe  us- 
ted ahora  aprovechar  el  buen  tiempo  para... 
Desc.  (¡Otro  cambio!  Creo  adivinar  ya  el  motivo.) 
CoND.  Y  antes  de  marchar  reciba  usted  un  millón  de  gracias 
por  la  paciencia  y  la  amabilidad  con  que  me  ha  hecho 
compañía  por  espacio  de  una  hora.  Crea  usted  que  ja- 
más olvidaré  su  conduela.  (Va  ai  espejo  de  la  chimenea  f 
arregla  sn  prendido.) 


—  I«  - 

Vesc.       (Guaudo  llovía  se  empeñaba  en  retenerme  á  su  lado,  y 
ahora  que  liaee  buen  tiempo  me  despide.  Es  decir  que 
estaba  llena  de  fastidio,  que  necesitaba  de  un  pasatiem- 
po, de  una  emoción...  y  la  emoción  he  sido  yo.  ¡Bonito 
papel  he  desempeñado!  Merecía  una  buena  lección,  y 
no  sé  de  qué  medio...) 
Co?fD.      (Que  sigra*  delante  del  espejo.)  (Al  pobrecíllo  le  cuesta  tra- 
bajo el  salir.  Es  claro,  no  ha  podido  colocar  el  cuarto 
zapador...) 
Desc.       Adiós,  señora  Condesa,  y  gracias  por  la  hospitalidad 

que  he  encontrado  en  su  casa  de  usted. 
CoND.      Y  yo  ruego  á  usted,  caballero,  que  olvide  la  manera 
especial  y  violenta  que  he  tenido  de  hacerle  entrar  en 
ella. 
Drsc.       Dichosa  violencia,  señoni,  que  me  ha  permitido  cono- 
cerla. (¿Y  no  poder  besarle  las  manos,   ni  llevarme 
esos  ojos  tan  hermosos!) 
CoND.      Tampoco  olvidaré  que  usted  me  ha  hecho  pasar  una 
de  las  horas  más  deliciosas  que  he  disfrutado  en  tres 
meses.  (Este  cumplimiento  nada  importa, y  ademas  es 
la  pura  verdad.) 
Desc.       (Vamos,  un  ratito  de  buena  educación.)  Esa  hora  pa- 
sada cerca  de  usted  va  á  hacer  muy  largas  las  que  fal- 
tan para  que  salga  el  tren.   Adiós,  señora.  (Se  dirige 

á  la  puerta.) 

COND.  ¿Quiere  usted  seguir  mi  consejo?  (EI  Desconocido  se  detie- 
ne.) Ese  tiempo  lo  puede  usted  emplear  en  visitar  los 
alrededores,  que  son  deliciosos.  Ahora  no  hay  peligro 
ninguno  de  caer  en  manos  de  los  bandidos  y  ser  de- 
gollado por  el  famoso  Vargas. 

Desc       ¿Vargas? 

CoND.  Sí,  un  bandido  que  ha  sido  el  terror  de  este  país,  y  que 
me  ha  hecho  pasar  noches  terribles.  Sólo  con  nom- 
brarlo me  echo  á  temblar  como  una  azogada. 

Desc.  (con  vivexa.)  (Voy  á  vengarme  de  tí.)  En  efecto,  ahora 
recuerdo  que  ayer  arrestaron  Á  ese  célebre  bandido  y 
que  hoy  le  he  visto  en  el  camino  de  hierro. 


-'  19  — 

CoND.      ¡Gracias  á  Dios  que  nos  vemos  libres  de  ese  hombre! 

Desc.       No  tan  libres  como  usted  cree. 

CoND.      (con  «obresaitoO  ¡Cómo!  ¿Pues  qué  ha  sucedido? 

Desc  Hombre  de  uoa  destreza  y  de  una  fuerza  increíbles,  ha 
logrado  romper  los  hierros  que  le  aprisionaban;  ha  he- 
rido á  cuatro  guardias  que  le  custodiaban  y  echó  á 
correr  por  esos  campos  sin  que  fuera  posible  darle  al- 
cance. 

Cono.  (Afligida )  ;Eso  es  horrible!  Van  á  empezar  otra  vez  los 
robos  y  los  crímenes  y  yo  vuelvo  á  mis  noches  de  in- 
somnio y  de  angustia.  Dicen  que  ese  hombre  es  un 
monstruo  de  fealdad. 

Desc       Se  exagera  mucho,  señora. 

Co?)D.  ¿Usted,  lo  conoce?  Ahora  recuerdo  que  acaba  usted  de 
decir  que  esta  mañana... 

Desc  No  es  tan  feo  como  se  asegura.  Figúrese  usted  el  co- 
lor de  mis  cabellos. 

CoND.      ¿Es  posible? 

Desc       Frente  igual  á  la  mía. 

CoND.      ¿De  veras? 

Desc  La  nariz,  la  boca  y  la  barba  de  una  semejanza  per- 
fecta. 

CoND.      ¡Pero  eso  es  raro!  ¿Y  su  estatura?  (inqníeu.) 

Dfisc.       Gomo  la  mía;  ni  más  alto  ni  más  bajo. 

GoND.      ¿Y  qué  edad  representa? 

Desc       La  misma  que  yo. 

CoND.      ¡Dios  mío!  Empiezo  á  sospechar...  ¿Pero  qué  hace?  (ei 

joven  cierra  por  dentro  todas  las  puertas  y  se  g^narda  las  llaves  en 

bolsillo.)  ¿Qué  está  usted  haciendo,  caballero? 
Desc.       Señora,  el  famoso  bandido  que  tanto  la  aterra  soy  yo; 

y  empezando  por  donde  empiezan  los  ladrones,  voy  á 

desnudarla  á  usted. 
GoND.      Socor... 
Desc       No  dé  usted  un  solo  grito  si  quiere  usted  conservar  la 

vida. 
GoND.      Estoy  perdida. 
Dgsc       Usted  misma  me  ha  hecho  entrar  en  su  casa  y  por 


-  ÍO  — 

fuena. 
CoND.      ¿Qué  quiere  usted?  ¿Di aero?  (Temblorosa.)  Le  daré  todo 
el  que  me  pida. 

DeSG.         (Sonriendo   eon  ironía.)  ¿POF   quiéo  IDe   tOlim  Hsted?    ¿Por 

UD  Tídriero  al  principio  y  ahora  por  un  cambiante  de 
monedas? 

CoND.      ¿Quiere  usted  mis  alhajas? 

Desc.       Tengo  una  cueva  llena  de  diamantes. 

Go:(D.      ¿Pues  qué  es  lo  que  quiere  usteá?  Sepamos. 

Dbsg.  Casi  nada*  Ese  traje  que  usted  viste,  que  quiero  lle- 
varme como  recuerdo  y  una  poca  de  drstraccíon. 

CoFiD.      ¿Distracción? 

Dbsc.  Sí  señora,  distracción;  yo  necesito  qcre  me  distraigan 
cuando  llueve,  porque  si  no  me  muero  de  fastidio^ 

CoND.      ¿Y  qué  es  preciso  hacer  para  que  usted  se  distraiga? 

Desc.       Una  cosa  muy  sencilla,  amarme. 

Cono.      (Con  espanto.)  ¡Amar  á  usted! 

Desc.       Eso  es  lo  único  que  me  distraerá. 

Cono.  Pero,  caballero...  (U  Condesa  va  bácia  el  fondo  -j  él  la  siga* 
por  1»  escena*) 

Desc.       El  amor  de  usted,  el  amor  de  usted  <^  la  vida. 

CoMD.      ¡Quién  lo  creyera!  ¡Un  hombre  que  me  parecía  de  mo* 

dales  tan  distinguidos! 
Desc.       Es  que  yo  no  soy  bandido  por  instinto,  sino  por  un 

rapto  de  amorosa  desesperación. 

CoflD.        (Un  poeo  más  tranqoila.)  ¡Es  posiblo! 

Desc  Sí,  señora  Condesa.  No  he  hecho  más  que  vengarme^ 
El  amor  únicamente  es  lo  que  me  convirtió  en  un 
un  hombre  criminal. 

CoiHD.      Debe  ser  esa  una  historia  romántica  y  terrible  á  la  vez* 

Desc       Sí  señora,  romántica  y  terrible. 

Copie.  Tengo  miedo  de  estar  sola  con  usted,  y  sin  embargo, 
quisiera  saberla. 

Desc.       Yo  adoraba  con  delirio  en  mí  pais  á  la  hija  de  un  rico 

labrador,    (ta  Condesa  se  sienta  junto  á   la  mesa  y    basca  con 
dislmmlo  papel  y  plama  sia  8«r  lisls  éA  I^eaeonocido.) 

doND.      Que  seria  hermosa  sin  duda. 


-  21  - 

Desc.  Hermosa  como  un  ángel  de  la  gloría.  Diría  que  era  la 
más  bella  de  todas  las  mujeres,  si  no  hubiera  tenido  la 
fortuna  de  conocer  á  usted. 

CoND.  (Esto  es  lo  que  se  llama  un  bandido  bien  educado.  Yo 
liabia  oído  decir  que  había  algunos  muy  fínos,  pero  no 
en  el  campo.) 

Dksc.  Nos  amábamos  con  frenesí!  Pues  bien,  señora,  aquella 
niña,  á  quien  yo  creía  un  modelo  de  pureza,  me  pro- 
porcionó el  más  cruel  de  los  desengaños:  Un  día  en- 
contré en  su  habitación  un  sable  de  caballería.  Con- 
cebí sospechas... 

G05D.  Pero  él...  (Esenbe  casi  sin  mirar  alg-unas  |tal&bras  en  an  peda- 
zo de  papel.) 

Desc.  Estaba  allí  con  ella;  y  loco,  sin  sentido,  me  apoderé 
del  sable  del  oficial,  y  con  aquella  arma  atravesé  al  se- 
ductor y  á  mi  infiel  amante. 

C0>D.  ¡Qué  horror!  (La  Condesa  gucrda  en  la  faltriquora  el  papel 
escrito. ) 

Desc.  Me  formaron  causa  y  luego  fui  condenado  á  presidio... 
¿Me  hubiere  usted  condenado,  señora? 

GoND.      ¿Yo?  Pero  esa  historia  horroriza. 

Dbsc.  Me  enviaron  á  Cartagena,  donde  hice  voto  primero  de 
recobrar  la  libertad  y  luego  hacer  la  guerra  á  todo  el 
que  vista  uniforme.  He  cumplido  mi  promesa  bur- 
lando siempre  á  la  fuerza  armada,  y  esta  mañana  he 
logrado  escapar  de  sus  manos,  y  heme  aquí  dispuesto  á 
continuar  la  guerra  contra  la  sociedad  en  general  y 
contra  la  tropa  en  particular. 

Coro.  tíQué  hombre  y  qué  pasiones  tan  fuertes!  ¡Lástima  que 
sea  un  bandido!) 

Desc  ¿No  tenia  razón  en  decir  á  usted  que  el  amor  ha  sido 
el  origen  de  todos  mis  desórdenes,  de  todas  mis  faltas 
y  de  mis  malas  acciones?  Y  la  prueba  más  irrecusable 
de  ello,  si  todavía  duda  usted,  es  que  |la  pasión  que 
usted  me  inspira  va  á  hacer  que... 

CoND.  (Horrorizada.)  Caballero,  no  será  usted  tan  atrevido. 
Llamaré  á  mis  criados.  ¡Anselmo!  (Gritando.) 


-^  -;<9  

Desc.       SilencíOy  señora,  nada  cooseguirá  usled,  porque  estoy 

armado... 
CoND.      ¡Ah!  Ya  me  callo,  ya  me  callo. 

ESCENA  XVI. 

DICHOS,    ANSELMO,  por  fuera,  lUinando  á  la  paerU  de  la  derecha. 

A?is.        Señora,  señora;  ¿llamaba  usted? 

Desc.  Puede  usled  decir  lo  que  le  plazca.  Ya  sabe  usted  que 
estoy  armado. 

CoND.      (Coa  TOS  conmovida.)  Auseimo,  ¿ha  llegado  el  tren? 

Ars.         Sí,  señora. 

GoRD.      ¿Y  la  familia  que  esperaba? 

Ans.  No  ha  venido.  El  tren  llegó  dos  horas  más  tarde  á 
causa  del  mal  estado  de  los  caminos.  La  tormenta  ha 
descargado  sobre  el  rio  y  ha  convertido  en  un  lago  la 
campiña. 

Desc  (¡Demonio!  Yo  me  marcho.  Ademas,  voy  vengado,  y 
el  susto  ha  sido  de  primera  clase.)  Señora,  con  per- 
miso de  usted,  me  retiro,  y  ahora  estoy  seguro  que  no 
me  detendrá  más  tiempo  á  su  lado. 

Ans.  (Siempre  desde  faera.)  Caballero,  SÍ  usted  piensa  marchar 
debe  hacerlo  pronto,  porque  dicen  las  gentes  del  país 
que  no  se  podrá  salir  de  aquí  en  dos  meses  á  causa  del 

desbordamiento  de  los  ríos.  (La  Condesa,  que  8«  ha  aproxi. 
raado  todo  V*  posible  á  la  paerla,  fin^e  qae  se  le  cae  el  pañuelo  y 
pasa  por  U  rendija  baja  el  papel  donde  escribió.) 

ESCENA  XVÜ. 

La  CONDESA,  el  DESCONOCIDO. 

CoND.  ¡Dos  meses!  ¡Dos  meses!  Caballero,  hábleme  con  fran- 
queza. (¡Oh!  Ahora  es  preciso  detenerle  á  todo  trance. 
No  se  escapará.) 

Desc.       Estoy  dispuesto  á  ello. 

CoND.  Usted  ha  robado  y  saqueado  á  los  viajeros,  ¿no  es  ver- 
dad? 


-23  - 

Dksc.       Sí  señora.  (Á  dónde  irá  á  parar?) 

Co?(D.      Pero  sus  manos  de  usted  no  se  han  teñido  nunca  con 

sangre? 
Drsc.       Sólo  una  vez,  y  ya  sabe  ust<»d  con  qué  motivo. 
Cono.      Es  verdad,  por  celos;  ¡no  aludo  á  esa  sangre! 
Df.sc.       Desde  entonces  jamás  lie  matado  á  nadie. 
CoND.      Entonces  quédese  usted  aquí.  Prefiero  un  ladronea! 

fastidio;  un  bandido,  á  In  soledad;  la  compañía  de  un 

criminal  á  la  de  estas  cuatro  paredes,  después  de  tres 

meses  de  lluvia.  Ya  no  tardarán. 
Oksc.       Pero,  ¿y  la  reputación  de  usted? 
CoND.      Soy  viuda. 
Desc.       ¿Quiere  usted  dejar  de  serlo? 
GoND.      (¡Este  hombre  se  ha  vuelto  loco!)  (Ójqm  mulo  de  grentet 

qae  se  aproximan.) 
DbSC.  Pero,  ¿qué  ruido  es  ese?    Dan  fuertes  grolpes  «>n  la  pnertA  de 

la  derecha.  Anselmo  desde  faera.) 

Ans.  Señora,  valor,  aquí  estamos  para  librarla  de  ese  infame 
bandido;  somos  seis  hombres  y  traemos  cada  uno 

nuestra  escopeta.  (Slgruen  ios  golpes  en  la  pnerta.) 

CoND.  Ese  ruido  significa  que  mis  criados  van  á  acabar,  den- 
tro de  pocos  momentos  con  usted,  sí  se  atreve  á  dar 
un  solo  paso. 

Desc.  (Pues  me  he  metido  en  buen  zipizape.  No  hay  más  re- 
medio que  confesar  la  verdad  y  salir  de  este  atolla- 
dero.) (La  puerta  empieza  i  ceder  á  los  golpes  de   los  criados.) 

.  Sepa  usted,  señora  Condesa,  que  todo  ha  sido  una  far- 
sa. Usted  me  tomó  como  recurso  contra  la  lluvia  y 
contra  el  fastidio;  yo  lo  comprendí,  y  quise  darla  un 
susto  fingiéndome  ese  bandido  que  tanto  la  aterra. 

CoND.      ¡Cómo! 

Drsc.  (Mucha  rapidez.)  Sí;  pertejiczco  á  una  de  las  familias  má 
nobles  de  Andalucía,  y  soy  sobrino  de  la  marquesa  de 
la  Peña,  que  hoy  debía  salir  de  Sevilla  para  ir  á  la 
quinta  de  la  Condesa  de  Alvarado,  con  quien  tiene  el 
proyecto  de  casarme. 

COND.        Conque  usted.... (U  puerta  cede  al  fln,  CM  al   suelo  con    es- 


-  24  - 

trépito   y  entra    Auselmo   con   cinco  criados,    todos   armados   «k 
escopetas.) 

ESCENA  XVIII. 

DICHOSi  ANSELMO,  CRIADOS,  qne  so  dirigían  al  Desconocido.  Anselmo  trata 
de  ag^arrarle  por  el  cuello.  La  Condesa  se  pone  delante  del  Desconocido. 

Ans.  Üate  preso,  tunante;  ahora  las  vas  ó  pagar  todas 
juntas. 

Co.ND.  ¡Eh,  deteneos!  Y  tú,  Anselmo,  respeta  la  persona  do 
este  caballero  como  sí  fuese  la  mía  propia. 

A.NS.  ¿Pero  entonces,  qué  significa  el  papel  que  me  dio  usted 
por  debajo  de  la  puerta? 

CoND.      Calla;  luego  lo  sabrás  todo. 

Desc.      ¿Con  que  us^ed  dio  aviso  sin  que  yo  lo  notara? 

Co.ND.  Creo  que  usted  en  mi  lugar  hubiera  hecho  lo  mismo. 
El  lance  no  ha  sido  para  menos.  Pero  después  he  pro- 
curado enmendar  mí  error. 

Desc.  ;0h,  sí!  Mil  gracias.  Mi  nombre  es  Carlos  Yelazquez,  y 
ofrezco  á  usted  mí  mano  y  mí  corazón,  que  sabrá 
amarla  siempre. 

Ans.  (Me  parece  que  esto  vu  á  acabar  en  tragedia;  es  decir, 
en  boda.) 

CoND.  ¿Pero  y  esa  señora,  con  quien  desea  casarle  la  marque- 
sa de  la  Peña? 

Carlos.   Renuncio  á  ella  para  siempre. 

CoND.  Entonces,  caballero,  siento  no  poder  dar  á  usted  mi 
mano,  porque  Usted  mismo  acaba  de  negarse  á  ello. 

Caklos.  ¿Yo  negarme!...  No  comprendo... 

CoND.      Está  usted  en  casa  de  la  Condesa  de  Alvarado. 

Caiilos.  (Con  alegría.)  ¿Será  posíble!  |Ah!  Soy  feliz,  y  voy  á  obe- 
decer ciegamente  las  órdenes  de  mi  tía. 

Ans.  (Caramba,  esto  va  por  la  posta.  Es  preciso  pbnerse 
bien  con  este  hombre.)  Caballero,  usted  dispense  si 
haco  poco  me  tomé  la  libertad  de  poner  la  mano... 

Carlos.   Estás  perdonado. 


—  25  ~ 


ESCENA  ÚLTIMA. 

DICHOS,  VICTORINA,  qne  entra  aprecaradamente. 

''iCT.       ¿Está  ya  preso? 

\m.        (Á  Vietoriiia.)  Si,  preso,  y  para  toda  su  vida  el  infeliz. 

(La  Condesa  á  los  criados,  y  dan<]o  la  mano  á  Carlos  de  un  modo 
sig^nifleatiTo.) 

ioND.      Retíraos  en  seguida.    (No  es  cosa  de  asustar  más 
tiempo,  al  que  viene  decidido  á  casarse.  (Saicn  todos.) 
(ai  público.)  En  la  pasada  lluvia 

tendí  mis  redes, 
y  pesqué  este  ingeniero 

que  ofrezco  á  ustedes. 

Ya  importa  un  bledo, 
que  el  barómetro  marque 

bueno  ó  mal  tiempo. 
Ayer,  al  verme  sola, 

aquí  moría... 
y  boy  puede  que  me  estorbe 

la  compañía. 

Sí...  yo  soy  franca, 
y  con  franqueza  pido 

una  palmada. 


FIN   DE   LA   COMEDIA. 


BATALLA  DE  AMOR. 


BATALLA  DE  AMOR, 


ZAHZUBLA  m  ÜN  ACTO  T  BN  TBRSO 


DE  DON  LUIS  RIVERA, 


MÚSICA 


DE  DON  JOSÉ  INZENGA. 


Estrenada   en    el   teatro   del  Circo   en   Setiembre  de   1864. 


>>»:oo- 


MADRID, 

IMPRENTA  DE  F.   MARTÍNEZ  GARCÍA, 
calle  del  Oso,  número  31 . 


1864 


La  propiedad  de  esta  obra  pertenece  ¿  su  autor,  y  nadie  podrá ,  sin  su 
permiso,  reimprimirla  ni  representarla  en  los  teatros  de  España  y  sus 
posesiones  de  Ultramar. 

El  autor  se  reserva  asimismo  el  derecho  de  traducción ,  de  impresión  y 
de  representación  en  el  extranjero,  según  los  tratados  vigentes. 

Queda  hecbo  el  depósito  que  exige  la  ley. 

Los  corresponsales  de  DON  FRANCISCO  RUBIO,  dueño  de  la  Admi- 
nistración general  de  obras  dramáticas  y  líricas,  son  los  encargados  es- 
elusivos  de  su  venta  y  del  cobro  de  sus  derechos  de  representación  en  di- 
chos puntos. . 


OBRAS  DRAMÁTICAS  DE  D.  LUIS  RIVERA. 


COMEDIAS. 

Las  aves  de  paso. 
La  profecía. 
El  honor  y  el  trabajo. 
¡  Presente,  mi  general ! 
£1  padre  de  familia. 
Al  borde  del  abismo. 

ZARZUELAS. 

El  secreto  de  una  dama. 

Los  piratas. 

El  Paraíso  en  Madrid. 

Un  viaje  al  rededor  de  mi  suegro. 

Batalla  de  amor. 

Impresiones  de  viaje. 

Julio  César  (monólogo.) 


Todas  estas  obras  son  propiedad  de  su  autor,  y  las  administra  D.  Fran- 
cisco Rubio. 


PERSONAJES.  ACTORES.    • 

ELVIRA SiA.     RivAS. 

LAURA Srta:  Montañés  (Consuelo). 

EL  CORONEL Sa.      Obregon." 

EL  VIZCONDE Fernandez  (Eugenio). 


Siglo  XVill. 


Habiendo  cxamioado  esta  zarzuela,  no  hallo  inconyenienle  en  que  su 
representación  sea  autorizada. 

Madrid  ,  3  de  Setiembre  de  1864. 


£1  Censor  de  Teatros, 
Antoeuid  Fbrrkr  del  Rio. 


ACTO  ÚNICO. 


Sala  elegante.  Paerla»  al  fondo  y  lalcrales.  Sillones,  veladores,  etc. 
En  el  fondo  un  armario  con  vestidos  de  señora. 


ESCENA  PRIMERA. 

Vizconde^  solo. 

MÚSICA. 

£d  vez  de  libro  y  cátedra 
yo  tengo  por  mejor 
venir  tierno  y  solicito 
al  templo  del  amor. 
Y  de  un  hermoso  y  lánguido 
semblante  seductor, 
sentir  los  rayos  fúlgidos 
brindándome  pasión. 


Mariposa 
soy  de  amor, 
salto  de  una 
en  otra  flor. 
Por  devota 
inclinación 
de  las  bellas 
voy  en  pos. 


Dos  conquistas 
tengo  aqoi: 
es  la  una  • 
un  serafín; 
y  la  óira 
más  formal, 
de  SQ  amor 
pruebas  me  da. 


Asi  divido 
mi  adoración 
entre  dos  ídolos 
que  amor  formó. 
Y  es  tan  fogoso 
mi  corazón, 
que  necesita 
lo  menos  dos. 


Por  eso  en  vez  de  cátedra 
yo  tengo  por  mejor 
Jeer  la  alegre  página 
del  libro  del  amor. 
Y  de  un  hermoso  y  lánguido 
semblante  seductor, 
sentir  los  rayos  fúlgidos 
brindándome  pasión. 


HABLADO. 

A  Elvira  mi  pecho  admira 
por  su  gracia  y  su  tálenlo, 
y  cuando  la  escucho,  siento 
que  me  muero  por  Elvira. 
Con  ella  más  decidido 
parece  que  avanzo  más; 
pero  con  Laura  jamas 
he  pecado  de  atrevido. 


9^ 

Elvira  con  su  experiencia 
doble  arrojo  da  á  mi  brio; 
mas  de  Laura,  á  pesar  mió, 
me  detiene  la  inocencia. 
Heme  trocando  los  frenos 
de  amor  con  rudo  compás, 
ya  por  un  poco  de  más, 
ya  por  un  poco  de  menos. 
Y  pues  nada  hay  que  me  valga, 
la  suerte  lo  ha  de  marchar; 
hoy  me  voy  á  declarar 
con  la  primera  que  salga. 
Itfariposa  soy  que  donde 
hay  flores,  saltando  juega; 
mas  si  nada  se  le  niega 
á  mi  amor,  {salta,  Vizconde! 

(El  Vizconde  hace  una  piraeta  al  tiempo  que  sale  Elvira  y  lo  sor' 
prende») 


ESCENA  il. 

Vizconde,  Elvira. 


Elvira. 
Vizc. 


Elvira. 
Vizc. 


Elviba. 
Vizc. 


¿Qué  es  eso;  bailando 
ya  tan  de  mañana? 
(Esta  es  la  primera, 
¿quién  no  se  declara? 
¡Lo  he  jurado!)— Elvira, 
aquí  á- vuestras  plantas 
humilde  os  confieso... 
Alzad. 

(Me  levanta.) 
Dejad  que  rendido 
os  pinte  las  ansias 
y  dulces  recuerdos 
que  siento  en  el  alma. 
¿De  veras.  Vizconde? 
(Al  fin  se  declara.) 
Señora,  si  un  libro 
abria  en  la  cátedra 
y  en  él  un  instante 


Elvira. 


Vizc 


Elvira. 

Vizc. 
Elvira 

Vizc. 


10 

* 

mis  ojos  clavaba, 
Derecho  Romano 
decía  la  página, 
pero  á  TOS  derecha 
mi  mente  volaba. 
Y  del  catedrático 
en  la  oronda  cara 
sólo  á  vos  os  via, 
aérea»  fantástica... 
y  á  cualquiera  cosa 
que  me  preguntaba, 
respondía:  tfiEWiraU 
y  él  ponía  raya. 
Asi  tan  rayado 
mi  nombre  se  halla, 
que  por  vos,  señora, 
me  parezco  al  mapa. 
Pues  tenga  cuidado 
quien  tan  alto  raya, 
que  amor  tiene  rayos 
que  hieren  y  matan. 
Bien  claro  lo  veo 
en  vuestras  miradas, 
que  á  veces  me  animan 
ó  bien  me  acobardan. 
Pues  sois  estudiante 
de  amor,  estudiadlas. 
Las  sé  de  memoria. 
¿De  memoria? 

¡Vayal 

Oíd  lo  que  dicen.    « 
los  ojos  que  hablan... 
los  vuestros,  que  tienen 
tal  ciencia  que  pasma: 
—Cuando  desde  lejos 
y  medio  inclinada 
miráisme  al  soslayo, 
decís  á  mi  alma: 
«Eslúdiame,  obsérvame, 
yo  quiero  que  salgas 
hoy  sobresaliente» . 
Pero  luego  airad» 


11 


• 

volvéis  esos  ojos 

donde  leo  clara 

la  nota  que  dice: 

«Reprobado,  aparta.» 

Elvira. 

(Pobrecillo.) 

Vizc. 

Y  esta 

continaa' batalla  , 

me  tiene  sin  juicio, 

señora  del  alma. 

Elvira. 

Paso,  que  hace  poco 

frecuentáis  mi  easa 

y  nunca  me  hablasteis 

con  tal  confianza. 

Vizc.    , 

•       ¿Poco?  Hace  ocho  dias. 

Elvira. 

¡Pues,  fecha  extremada! 

Vizc. 

Y  sin  ir  más  lejos, 

» 

ayer  contemplaba 

los  muchos  hechizos 

que  en  vos  se  retra)¡an, 

y  con  voz  que  el  miedo 

• 

sin  querer  embarga. 

• 

decia:— iQué  hermosa^ 

qué  hermosa  estáis,  Laural 

Elvira. 

¿Eh? 

Vizc. 

(Se  me  escapó; 

si  también  me  agrada.) 

Elvira. 

;EI  nombre  de  otra! 

Vizc. 

Y  vos  sois  la  causa, 

pues  Laura  aquí  vive 

•y  siempre  estáis  «Laura,» 

« 

y  de  vos  aprendo 

también  á  nombrarla. 

Parece  que  sois 

/ 

su  madre... 

Elvira. 

Su  hermana. 

Laura  es  bella. 

Vizc. 

iPis! 

Es  muy  niña  Laura. 

Elvira. 

Diez  y  seis  abriles. 

Vizc. 

Diez  y  seis...  iCaramba! 

% 

Pues  yo  no  la  hacia... 

De  ella  á  vos  hay  tanta 

Elvira 
Vizc. 


Elvira. 

Vizc. 


12 
diferencia... 

Si, 
diez  años,  mañana... 
iQué  (^asualidad! 
Mas  en  juicio  y  gracia, 
vos  me  parecéis 
su  madre... 

Su  hermana. 
¡Eso!  (Se  ha  enojado, 
¿cómo  contentarla? 
De  una  en  otra  flor 

mariposa,  salta.)  (Hace  ana  iñructa.) 

¡Elvira! 

Os'prohibo  • 

'  mi  nombre. 

¡Inhumana! 
Si  puede  enojaros 
yo  con  mis  palabras, 
ciérresne  la  boca 
esa  mano  blanca^ 
y  de  amor  herido 
caeré  á  vuestras  plañías 

(Se  arrodilla  y  le  toma  la  mano  para  besarla^  cuando  «alo  ol  Co- 
ronel.) 

Coronel.  ¡Apunten  y  fuego! 

¡Siga  la  batalla! 


Elvira. 
Vizc. 


ESCENA  m. 

Dichos:  Coronel. 


milSIGA. 


Coronel. 


Elvira. 


Por  lo  visto  liego  á  tiempo, 
pues  si  tardo  un  poco  más 
se  nos  pasa  al  enemigo 
una  plaza  principal. 
Coronel,  no  os  esperaba 
yo  tan  pronto  por  acá. 


•  13 


Coronel. 

Se  conoce. 

Vizc. 

(Esle  guerrero 

debe  ser  alguo  rival.)  • 

Elvira. 

Al  vizconde  de  la  iQire 

os  presento. 

Vizc. 

Vuestro  soy. 

Elvira. 

Coronel  de  un  regimiento 

de  lanceros.                   ' 

ConONEL.   * 

Servidor. 

Elvira. 

Mas  decidnos  si  la  guerra 

por  fortuna  terminó. 

Coronel. 

Hoy  la  paz  debe  firmarse. 

Vizc. 

(Pues  lo  siento  como  hay  Dios.) 

Coronel. 

Muchos  son  los  que  han  caido 

en  el  campo  del  honor. 

Vizc. 

(Pero  tú  quedas  en  pié 

para  darme  un  sofocón.) 

Elvira. 

Y  venís  corriendo  postas... 

Coronel. 

¡Oh!  Poneos  en  mi  lugar: 

dos  asuntos  de  importancia 

en  la  corte  he  de  zanjar : 

Deseo  á  Laura 

de  cerca  ver 

y  mi  cariño 

mdstrarle  bien. 

Si  está  tan  bella 

cual  la  dejé, 

á  puro  beso 

la  comeré. 

Vizc. 

(lAy  qué  apetito 

\ 

tan  de  cuartel 

del  campamento 

trae  el  coronel! 

Su  amor  á  Laura 

Hos  da  ^  entender, 

y  puede  el  nene 

su  padre  ser.) 

Elvira. 

De  ese  cariño 

la  ardiente  sed 

podéis  muy  pronto 

* 

satisfacer. 

o 


14 1 

Por  este  asunto 

el  coronel 

■ 

albricias  puede 

darme  también. 

Elvira. 

¿El  otro  asunto?... 

GOHONEL. 

Vos  b  sabéis,   (a  Elvira  COI»  intención.) 

Elvira. 

No  lo  adivino. 

Coronel. 

Pensadlo  bien. 

Elvira. 

Dadme  Utt  indicio*.. 

Vizc. 

Si  estorbo  yo... 

.  1 

Va  á  salir: 

el  Coronel  lo  detiene.) 

Coronel. 

No  tal:  es  fácil 
la  explicación,  (a  Eiwra.) 
Hoy  á  casarme  ~    • 
vengo  con  vos. 

Elvira. 

¿Conmigo?  (R:4Rdo.) 

Coronel. 

iSít 

Elvira. 

¡Estáis  de  bumorl 

Vizc. 

(¡Esto  en  mis  barbas 
es  un  insulto  atrozl) 

• 

A  UN  TIEMPO. 

Coronel. 

Elvira. 

Del  rudo  campamento 
el  bélico  clamor 
traia  á  mi  memoria, 
Elvira,  vuestro  amor. 

Por  eso  yo 
ofrezco  á  vuestras  plantas 

mi  corazón. 


¡Jásy  já!  que  sois  chistoso 
tratándose  de  amor; 
si  asá  pasa  en  la  guerra 
jamas  venceréis  vos. 
Por  eso  yo 
I  já,  ját  no  puede  daros 
•  mi  corazón. 


Vizc.     ^  (iQué  pocos  cumplimientos 

que  gasta  el  buen  señor! 
Besar  pretende  á  Laura 
y  á  Elvira  habla  de  aiiior. 

Asi  haré  yo: 
no  he  de  quedarme  corto 

es  la  oca&ion.) 

(Acabado  el  canto,  vase  el  Vizconde  por  el  foro.) 


13 

ESCENA  IV. 

Elvira,  el  Coronel. 


Coronel. 
Elvira. 

Coronel. 


Elvira. 
Coronel. 


Elvira. 

Coronel. 

Elvira. 

Coronel. 


Elvira. 
Coronel. 


Elviba. 

Coronel. 


¿Con  que  ese  jó  ven?... 

.  ¿Quién?  ¿Ese? 
iUn  joven  que  vale  muchol 
Me  asombra  lo  que  os  escucho. 
jlJn  casquivano^  aunque  os  pese! 
¿Y  os  pretende?... 

Con  emp^o. 
Pues  se  quedará  á  la  luna... 
Hoy  va  á  hacerme  la  fortu^ 
de  vuestra  belleza  dueño. 
¿A.  vos?...  Dejad  que  me  ría. 
¡Oh!  Yo  sabré  darme  trazas.. 
Pues  ¿y  aquella»  calabas^s, 
no  curan  vuestra  manía? 
Reid  cuaato  os  dé  la  gana; 
porque  yo,  firme  y  constante, 
continuaré  más  amanté 
cuanto  vos  más  inhumana. 
Hoy  mismo  espero  que  aplaque 
vuestro^  rigor  porfiado: 
para  ello  traigo  estudiado, 
señora,  mi  plan  de  ataque. 
¿Podré  saberlo? 

iPues  no! 
Sentaos  y  os  lo  diré. 

Yo  juego  limpio.  (Se  sientan.) 

Ya  sé. 
Proseguid. 

Elvira,  yo, 
que  soy  un  hombre  de  j^ossk, 
mejor  para  el  campamento 
que  para  tomar  asiento 
en  el  salón  de  una  hermosa, 
envésame,  noséqité, 
porque  en  ves  nada  hay  que  asombre, 


Elyiea 

Coronel. 

Elvira. 


Coronel. 


Elvira. 


Coronel. 


Elvira. 
Coronel. 


Elvira. 


amé...  lo  que  todo  hombre 
ama  sin  saber  por  qué. 
Sois  muy  galante. 

Eq  b\ien  hora. 
¿Habéis  estudiado  bien 
el  desden  con  el  desden 
para  vencerme? 

Señora, 
juego  con  baraja  vista, 
y  hablo  cuanto  se  me  alcanza 
porque  abrigo  la  esperanza 
de  hacer  hoy  vuestra  conquista. 
Cuatro  meses  hace  ya 
que  á  la  guerra  me  partí, 
después  de  negarme  un  sí 
la  que  escuchándome  está. 
Sin  su  madre  dejó  el  cielo 
á  una  hija  que  yo  tenia; 
quedó  en  vuestra  compaüia: 
es  Laura.  ¡Por  verla  anhelo! 
Pronto  vendrá:  es  un  tesoro 
que  me  hace  pasar  las  horas 
más  dulces  y  encantadoras 
de  mi  vida.  lYo  la  adorol 
Con  ese  cariño  gana 
algo  para  si  ya  el  padre. 
Yos  la  amáis  como  una  madre... 
Coronel,  como  una  hermana. 
Es  igual.-- (tNo  hay  que  alterarse, 
dije,  juntas  vivirán, 
y  tanto  al  fin  se  querrán, 
que  no  querrán  separarse. 
Yo  iré  á  verla  de  contino; 
si  no  está  la  esperaré; 
á  Elvira  en  tanto  veré; 
y  ésta  me  allana  el  camino.)) 
Conque  mirad  en  campaña 
á  quien  ya  de  ella  volvió; 
allí  la  fuerza  venció, 
aqui  vencerá  la  maña. 
En  casarme  no  he  pensado» 
mas  si  me  tienta  el  demonio... 


17 


s 

De  mi  primer  matrimonio 

satisfecha  no  he  quedado. 

Soy  viada,  y  si  otra  vez 

pecara,  sábelo  Dios, 

■ 

que  no  os  eligiera  á  vos, 

cuando  acecha  mi  viudez 

más  de  un  joven..., 

Coronel. 

No  me  importa. 

Elvira. 

Pero  no  estoy  todavía 

resuelta. 

Coronel. 

Habéis  de  ser  mía 

á  la  larga  ó  á  corta. 

Elvira. 

¿Es  decir  que  os  empeláis 

en  perseguirme? 

Coronel. 

Me  empello. 

Elvira. 

¿Aspiráis? 

Coronel. 

A  ser  el  duefio 

de  vuestra  mano'. 

Elvira. 

¡Soñáis! 

Coronel. 

Feliz  os  hará  en  verdad 

este  amor  que  os  pone  asedio. 

Elvira. 

¿De  veras?  Es  el  remedio 

peor  que  la  enfermedad. 

Coronel. 

Luego  veremos... 

Elvira,  (se 

1  levanta.)                         Ya  bastd 

de  broma.  Sois,  Coronel , 

muy  presumido. 

Coronel. 

Y  muy  fiel. 

Elvira. 

Muy  fatuo. 

Coronel. 

Viene  de  casta. 

Elvira. 

¡Y  me  haréis  desesperar! 

Coronel. 

Eso  deseo. 

Elvira. 

¿Es  decir?... 

Coronel. 

Yo  siempre  os  hice  reir, 

y  hasta  que  os  haga  llorar 

no  alcanzaré  la  victoria. 

Elvira. 

¿Y  si  hay  ya  quien  con  su  acento 

causa  en  mí  ese  sentimiento? 

Coronel. 

Como  he  de  lograr  tal  gloria, 

le  venceré,  y  al  salir 

airoso,  yo  en  su  lugar 

á  vos  os  haré  llorar 

•1 


Elyiia. 


COIONBL. 


Elvira. 

COROIOL. 

Elyiia. 


Coronel. 
Elvira. 


Coronel. 

Elvira. 

Coronel. 


Elvira. 

Coronel. 

Elvira. 


18 

cuando  él  os  haga  reír. 
Tened,  señora,  por  cierto, 
aunque  os  sorprenda,  este  articulo: 
-*  amante  que  está  en  ridiculo 
y  hace  reir,  hombre  muerto. 
No  extrañareis  que  me  asombre 
vuestra  audacia.  ¿No  os  miráis 
al  espejo?  ¿I  qué  pensáis 
de  vos? 

Que  soy  todo  un  hombre. 
Ni  soy  sabio,  ni  bolonio, 
ni  hermoso,  ni  contracho, 
y  tal  como  Bios  me  ha  heoho 
sirvo  para  el  matrimonio. 
Estoy  gordo  y  estoy  sano, 
con  mis  cuarenta  á  la  cola, 
¡y  siete  de  viudezl 

-  ¡Holal 
¡Digo,  seré  buen  cristianol 
Siento  que  os  emp^eis  vos 
en  que  por  segunda  vez 
desaire  vuestra  viudez... 
iperdone,  hermano,  por  DiosI 
Bueno,  veremos  más  tarde... 
Sabed,  pues  yo  lo  publico, 
que  el  Vizconde  es  joven,  rico, 
y  en  llama  de  amores  arde. 
JEso  corre  á  mi  cuidado. 
¿Intentáis  acaso  un  duelo? 
Elvira,  más  bien  anhelo 
traerle  aquí,  á  vuestro  lado. 
Que  tengáis  á  troche  y  moche, 
de  buena  ó  de  mala  gana. 
Vizconde  por  la  mañana, 
por  la  tarde  y  por  la  noche. 
Que  el  Vizconde  sea  á  quien 
siempre  os  encontréis,  señora,  - 
y  al  dar  el  reloj  la  hora 
suene  á  Vizconde  también. 
¿Y  pretendéis  que  le  deje? 
Y  que  á  mi  me  prefiráis. 
¿Y  con  ese  plan  contais? 


19 


Coronel. 

No  hay  miedo  que  de  él  me  aleje. 

Elvira. 

¿Y  qué  plazo  os  acomoda? 

Coronel. 

Un  día  me  ha  de  bastar. 

Elvira. 

¿Y  cómo  se  ha  de  probar?    . 

Coronel. 

Haciéndose  nuestra  boda. 

Elvira. 

He  da  pena  vuestro  amor; 

segura  estoy  de  vencer. 

Coronel. 

Si  estáis  segura,  es  querer 

que  abrevie  el  plazo. 

Elvira. 

Mejor. 

Coronel. 

Hoy  mismo  será  la  lid; 

si  venzo,  seréis  mi  esposa; 

si  no,  con  alma  afanosa 

me  destierro  de  Madrid. 

Señal  de  mi  triunfo  fiel 

daréis  vos  si  á  mi  partida, 

me  decís  arrepentida: 

— «¡Deteneos,  Coronel  I» 

Elvira. 

Con  que  si  os  digo  al  marchar : 

«lDeteneo8l...)> 

Coronel. 

Es  que.  perdéis, 

ganándome  á  mi,  ¿entendéis? 

Elvira. 

Pues  yo  no  os  quiero  ganar. 

Coronel. 

Mas  si  tal  es  vuestra  estrella... 

Laura,    (d 

sntro.) 

(iMi  padre!  (Corro  á  porfial) 

Elvira. 

Vuestra  hija. 

CORONEt. 

¡Laura  mial 

Elvira. 

Os  dejo  solo  con  ella,  (vase.) 

ESCENA  V. 
Lavra,  Coronel. 


Laura. 

¡Padre  mió! 

Coronel. 

Ven  aquí. 

á  mis  brazos. 

L\URA. 

¡Qué  contenta 

estoy! 

Coronel. 

Y  yo.  Ven  y  te  sienta 

Laura. 

GOHONBL: 

Laura. 


Coronel. 


ámi  lado.  Cerca,  asi. 

(Se  sientan.) 

¡Caramba,  cómo  has  crecido! 
Estás  hecha  una  mujer. 
Diez  y  seis  campli  ya... 

¡A  veri 

Y  en<algo  se  han  invertido. 
Vos  os  habréis  distingaido 
en  la  guerra. 

¡Pife!  Tal  cual. 
Di  la  carga  más  cabal 
que  en  la  campafia  se  ha  dado : 
por  ella,  Laura,  he  logrado 
la  banda  de  general. 

(Se  levantan.) 

Laura.  ¡Ay,  qué  gustol  Ya  os  contemplo 

general...  ¿Quién  os  iguala? 

Y  yo  seré  generala 

ó  poco  menos.  ¡Qué  ejemplo 
de  honorl  De  la  gloria  al  templo 
subís  con  noble  ambición: 
de  besos  dará  un  millón 
a  esa  frente  vencedora 
vuestra  hija,  que  os  adora 
con  todo  su  corazón. 
¡Cuánto  me  halaga  esta  gloria 
que  ha  de  reflejarse  en  ti! 
¿Y  os  han  herido  ¡ay  de  mi! 
ai  alcanzar  la  victoria? 
¿Herido?  No  hago  memoria; 
*sólo  un  rasguño  saqué, 
y  bien  que  milagro  fué, 
pues  nos  vimos  en  aprieto. 
Conládmelo,  y  os  prometo 
que  nunca  lo  olvidaré. 
Oye:  con  mi  regimiento 
bajé  yo  á  ocupar  el  llano, 
puesta  la  irritada  mano 
en  la  lanza,  al  golpe  atento. 
Cruje  el  hierro,  brama  el  viento, 
la  voz  del  canon  retumba, 
$obre  un  cuadro  se  derrumba 


Coronel. 

Laura. 

Coronel. 


Laura. 
Coronel. 


Laura. 


Coronel. 


21 

mi  escuadrón  rompiendo  hileras, 
y  al  primer  choque  cien  fieras 
encuentran  gloriosa  tumba. 
Mas  los  que  detrás  venian 
doblan  el  empuje  fuerte, 
y  los  que  no  hallan  la  muerte 
mi  voz  de  trueno  seguian. 
Furiosos  se  revolvían, 
mas  con  tan  terrible  saña, 
que  sembrada  la  campana 
de  cadáveres  quedó; 
y  sobre  ellos,  firme  yo 
gritando  alli:  ¡viva  España! 
¡Callad,  que  me  da  tal  pena!... 
Padre,  pudiste  morir. 
Mas  Dios'me  dejó  vivir 
para  ti,  que  eres  tan  buena. 
Hoy  no  te  quiero  negar 
ningún  gusto  como  es  justo. 
Pide  á  tu  antojo. 
Laura.    (Transicicn.)  ¡Ay,  qué  gusto! 

¿Con  que  me  vais  á  casar? 
¡Niña,  niña!  ¡Ay,  qué  exceso! 
¿Soy  en  pedir  extremada? 
¿Sin  ponerle  colorada 
pides  marido?  ¿Qué  es  eso? 
Perdón,  padre,  no  pensé 
enojaros  por  mi  vida. 
Para  otra  vez  que  lo  pida, 
colcjrada  me  pondré. 
(jQué  inocente!)  Yo  crei 
que  una  muñeca  querías, 
y  me  pides  gollerías. 
¿Tienes  novio? 

Creo  que  si. 
¡Los  hombres  son  malos! 

iPadrel 
Con  que  pide  otro  regalo. 
¿Pues  cómo,  siendo  vos  malo,  • 
se  casó  con  vos  mi  madre? 
Tu  madre,  que  en  gloria  eslé. 
negó  su  consentimiento; 


Coronel. 

Laura. 

Coronel. 

Laura. 


Coronel. 


Laura. 

Coronel. 

Laura. 

Coronel. 

Laura. 

Coronel. 


Ladra. 

COIONSL. 

Laura. 

Coronel. 
Laura. 

COROlfBt. 


Laura. 


2í 

pero  yo,  airado  y  violento, 
por  casarme,  la  robé. 
Ya  sé  cómo  debo  obrar, 
qoe  el  hombre  es  malo. 

Mejor. 
Negaré  á  todos  mi  amor, 
y  me  dejaré  robar. 
En  lo  qoe  dices  repara. 
¿Puedo  tener  más  prudencia? 
{Ay,  hija,  tanta  inocencia 
puede  costamos  muy  cara  I 
(¿Cómo  Elvira,  ¡esta  es  más  negra! 
mi  mano  aceptar  querrá, 
cuando  ésta  pretende  ya 
hacerla,  no  madre,  suegra?) 
Pero  hablemos  en  razón, 
más  vale  en  tiempo  oportuno... 
Dime:  ¿sientes  por  alguno 
amorosa  inclinación? 
Vos  mismo  vais  á  juzgar. 
Hay  uno  á  quien  yo  deseo 
ver  siempre,  y  cuando  le  veo 
no  le  quisiera  mirar. 
Si  está  muy  cerca  de  mi, 
vuelvo  el  semblante  á  otro  lado; 
mas  con  impulso  doblado 
me  dice  el  alma:  ¡Está  ahil 
Y  si  cesan  mis  enojos, 
vuelven  luego  á  aparecer, 
que  á  un  tiempo  pena  y  placar 
siento  al  encontrar  sus  ojos. 
£1  jamas  rompe  la  valla, 
aunque  viene  á  vernos  mucho; 
yo  tiemblo  cuando  le  escucho, 
y  él,  si  me  escucha,  se  calla. 
Con  Elvira  siempre  aquí 
habla  mucho,  y  yo  le  alabo; 
pues  en  tanto,  por  el  rabo 
del  ojo,  me  mira  á  mi. 
Por  más  que  evitarlo  intento, 
si  se  marcha  de  improviso, 
detras  de  él,  sin  mi  permiso, 


23 


se  me  escapa  el  pensamiento. 

Y  aunque  de  su  vista  kuya, 

le  llevo  en  mi  fantasía; 

parece  que  el  alma  mia 

es  la  mitad  de  la  suya. 

Coronel. 

Dime  con  sinceridad: 

¿anhelas  casarte? 

Laura. 

Sí. 

0 

CORONBL. 

¿Pues  no  te  hallas  bien  aquí 

« 

con  Elvira? 

•  Laura. 

£so  es  verdad. 

,  Coronel. 

Da  el  matrimonio  prolijos 

cuidados. 

Laura. 

Padre,  lo  sé. 

Coronel. 

Casarte  tú...  ¿y  para  qué? 

Laura. 

Toma,  para  tener  hijos. 

Coronel. 

¡Bueno!  ¿Quién  es  el  galán 

• 

que  Dios  de  tu  mente  borre? 

Ladra. 

El  vizconde  de  la  Torre.        • 

Coronel. 

(lAh,  Tenoriol  De  mi  plan 

ya  no  dudo;  mas  es  fuerza 

curar  de  Elvira  el  amor, 

y  el  mismo  galanteador 

haré  que  su  influjo  ejerza.) 

Déjame  solo  te  ruego. 

Laura. 

Luego  os  vendré  á  demostrar, 

9 

padre,  que  ya  sé  bordar. 

iHi  general,  hasta  luego! 

ESCENA  VI. 
Coronel. 


El  Vizconde,  en  conclusión, 
á  las  dos  ama,  y  se  engríe... 
¡Digo,  para  el  que  se  fie!... 
Llego  en  muy  buena  ocasión. 
Sólo  me  falta  cjarar 
de  Elvira  el  capricho  amante. 


S4 

¿Lo  coDseguiré?  i Adelante! 
¿Quién  dijo  miedo?  ]A  lacharl 


MÚSICA. 

PRIHERA  ESTROFA. 

Fui  á  la  guerra  coronel» 

y  volví  de  general; 

á  ninguna  doy  cuartel 

si  es  de  ataque  la  señal. 
jA  vencer! 
lA  triunfar! 
Pero  en  vez  de  hierro  y  plomo 
sólo  aqui  tengo  de  usar 
la  sonrisa  y  la  palabra, 
munición  que  abunda  más. 

SEGUNDA  ESTROFA. 

La  batalla  del  amor 
tiene  mucho  que  estudiar, 
que  el  que  sale  vencedor 
es  quien  suele  perder  más. 
¡A  vencer! 

lA  triunfar! 
Y  sin  miedo  al  enemigo, 
paso  al  frente  y  avanzar: 
la  mujer  es  una  plaza  ' 
que  al  asalto  hay  que  tomar. 


ESCEiNA  Vil. 

Coronel,  Vizconde. 

HABLADO. 

ViZC.         (En Ira  por  el  fondo  muy  «ilegre  y  haciendo  una  [liruela*) 

¡Salta,  mariposa,  taltal 

I  Ahí  Que  está  aqui  el  Coronel. 


25 

Coronel.       (Yo  te  voy  á  hacer  sallar, 

y  no  de  gusto.)  . 
Vizc.  -¿Se  fué 

Elvira? 
Coronel.  No. 

YlZC.         (Mirando  ai  rededor.) 

No  está  aquí. 
Coronel.       Pues  si  no  está,  claro  es 

que  se  ha  marchado. 
Vizc.  lYa! 

Coronel.  lYa! 

YizG.  Enterado. 

Coronel  (sentándose.)      No  hay  de  qué. 


Vizc. 

(Se  sienta...  pues  ya  hace  rato... 

¿Si.se  quedará  á  comer?...) 

Coronel. 

¿Deciais? 

Vizc. 

Nada. 

Coronel. 

Bueno. 

Vizc. 

Malo. 

Coronel. 

¿Qué? 

Vizc. 

Nada.            ^ 

Coronel. 

Muy  bien. 

Vizc. 

(Pues  también  me  siento  yo, 

que  no  soy  menos  que  él.)  (se  «ienu.) 

Coronel. 

(Rompamos  el  fuego.)  Joven, 

no  os  quisiera  detener... 

Vizc. 

Mil  gracias. 

Coronel. 

Yo  espero  á  Elvira. 

Vizc. 

(¡Vaya  una  desfachatez!) 

Coronel. 

Tenemos  que  hablar  á  solas. 

Vizc. 

Me  irrita,  me  carga,  me...  (se  lovauía.) 

Coronel. 

¿Qué  tenéis? 

Vizc. 

Quiero  deciros 

que  aquí,  señor  Coronel, 

antes  de  que  vos  vinierais 

todo  era  paz. 

Coronel. 

Ya  lo  'Sé. 

Vizc, 

Pero  vos  habéis  creído 

que  una  casa  es  un  cuartel, 

el  rival  un  enemigo. 

y  unsoldado  la  mujer. 

Coronel. 

Yo  traigo  mi  plan  de  ataque, 

Viic. 


GORO?IBL 
ViZC. 

Coronel. 

Vizc. 
Coronel. 


Vizc. 
Coronel. 

Vizc. 

Coronel. 

Vizc. 

Coronel. 

Vizc. 

Coronel. 

Vizc. 

Coronel. 


Vizc. 
Coronel. 


Vizc. 


26 

y  lo  pongo  en  plañía. 

¡Pues! 
sin  descansar  un  momento, 
sin  quererse  detener... 
(á  echar  un  pienso.) 

I  Já,  j¿! 
Estáis  haciendo  un  papel... 
Según  el  humor  que  tengo, 
hasta  una  fábrica  haré. 
Joven  incauto,  Ips  celos 
os  ciegan. 

Bien  puede  ser. 
Asi  era  yo  á  vuestra  edad. 
La  juventud  es  cruel. 
Tan  inocente,  y  pazguato. . . 
¿Cómo? 

Os  vais  á  convencer. 
Vos  amáis  á  Elvira... 

Si. 
Mas  bien  no  la  amáis. 

¿Y  qué? 

Yo  también  la  quiero. 

^Yella? 

Ella  me  amará  también. 

¿Y  yo? 

Os  quedareis  bailando 

un  paso  de  minué. 
Y  si  esto  no  os  satisface, 
de  mí  podéis  disponer. 
¿Si?  Dispongo  que  os  vayáis 
á  descansar  al  cuartel. 
Ya  sabéis  mi  empleo;  ahora 
mi  nombre  vais  á  saber. 
Soy  don  Félix  Peñaranda, 
padre  de  Laura. 

¿Qué...  qué?... 
\bon  Félix!  ¿Sois  vos  su  padre? 
-jAhora  lo  comprendo  bien! 

Salla,  Vizconde.  (Hace  una  pirueta.)  ScñOr, 

perdonad  mi  estupidez... 
La  vanidad,  el  orgullo... 
y  los  pocos  alio?,  pues, 


Coronel. 

Vizc. 

Coronel. 

Vizc. 


Coronel. 

Vizc. 

Coronel. 

Vizc. 

Coronel. 

Vizc. 

Coronel. 
Vizc. 


Coronel. 


Vizc. 

Coronel. 

Vizc. 

Coronel. 

Vizc. 


Coronel. 
Vizc. 


Coronel. 

Vizc. 

Coronel. 

Vizc. 

Coronel. 

Vizc. 


n 

me  hicieron  estar  con  vos 
tan  desatento  y  soez. 
Sé  lo  que  vais  ¿  decirme. 
lA  qae  no! 

1 A  qae  si!  Queréis 
pedir  la  mano  de  Laura. 
Eso  ya  es  mucho  saber. 
Mas  supongamos  que  es  cierto. 
Soy  joven... 

Eso  se  ve. 
Hifomilia... 

Principal. 
Rico... 

¿Quién  lo  duda,  quién? 
Laura,  si  los  ojos  hablan 
verdad,  me  debe  querer. 
Quizá. 

Con  mi  matrimonio 
Elvira  se  da  á  Luzbel 
y  luego  á  vos,  y  con  esto 
todo  acaba  en  paz. 

Muy  bien. 
Dé  lodo  cuanto  habéis  dicho, 
Vizconde,  opino  al  revés. 
¿Me  negáis  á  vuestra  hija? 
Si,  señor,  una  vez,  cien... 
Mirad  que  tomo  venganza. 
¿Y  qué  venganza  ha  de  ser? 
A  despecho  de  mi  amor 
tal  escándalo  armaré, 
que  Elvira  me  dé  su  mano 
y  que  rabiemos  los  tres. 
¿Y  si  Elvira  se  resiste? 
Yo  he  de  arrojarme  á  sus  pies, 
y  por  vengarme  de  vos 
tanto  y  tanta  la  diré... 
(Eso  quiero  yo.) 

Que  al  cabo... 
Aun  asi  no  venceréis. 
¿Que  no? 

iQue  no! 

Vais  á  verlo 


28 

al  puuto. 
Coronel.  iQuiá!  ¡Qué  he  de  ver! 

Vizc.  ;Hay!  {Qaé  terco  sois!  Tan  sólo 

por  convenceros  lo  haré. 
C!oRONBL.       Aunque  es  inútil  empefio, 

libre  os  dejo...  ya  podéis..- 

(Aparte  saliendo.) 

(¡Ah,  señora  doña  Elvira, 
ya  no  le  temo  al  doncel: 
vos  le  daréis  calabazas 
ó  muy  poco  he  de  poder.) 


ESCENA  VIII. 

El  Vizconde,  Laura. 


Laura. 

(Con  un  bordado.) 

Padre,  mirad  el  bordado... 

Vizc 

No  está  aquí.                     ,   • 

Laura. 

De  esa  manera...  (Yéndose.) 

Vizc. 

(Si  á  decirla  me  atreviera... 
¡pero  si  ya  estoy  cortado!) 

¿Laura?  (Llamándola:  ella  vuelve.) 

Laura. 

¿Me  llamáis? 

Vizc. 

(¿Por  dónde 
empezaré?  Y  es  el  caso 
que  si  con  la  otra  me  caso...) 

Laura. 

¿Qué  decís? 

Vizc. 

(Haciendo  una  piroela.) 

t 

(Salta,  Vizconde! 
¿Me  tenéis  por  vuestro  amigo? 

Laura. 

¡Oh,  sí! 

Vizc. 

Pues  hablemos  claros. 

(Después  de  un  esfuerzo.) 

No  me  atrevo  á  preguntaros 

si  os  queréis  casar  conmigo. 

Laura. 

(Rápidamente.) 

Tampoco  me  atrevo  yo 

á  responderos  que  sí . 

Pero  ¡qué  he  dicho!  ¡Ay  de  mi! 

29 


Lo  mejor  se  me  olvidó: 

l 

el  ponerme  colorada. 

Vl2C. 

Guando  el  amor  es  honrado... 

Lauda. 

Mi  padre  me  lo  ha  encargado, 

mas  como  estoy  tan  turháda... 

Vizc. 

Vuestro  padre  es  un  tirano. 

Laura. 

¿Y  qué  motivo  tenéis? 

Vizc. 

Uno  y  grande:  ¿no  sabéis 

que  me  niega  vuestra  mano? 

Laura. 

¿Será  verdad?  ¡ínfelice 

de  mil  ¡Ji,  jil  {Ay,  que  lloro! 

Vizc. 

|Y  él  me  niega  ese  tesoro! 

Laura. 

¿Y  por  qué  se  opone? 

Vizc. 

Dice 

que  sois  muy  niña  en  verdad 

para  casaros. 

Laura. 

Por  Dios, 

si  yo  me  atrevo  con  vos, 

¿qué  nos  importa  la  edad? 

Vizc. 

iVaya  si  tiene  talento! 

Laura,  yo  os  quiero  vengar. 

Laura. 

¿Cómo,  me  vais  á  robar? 

Vizc. 

iCáspital 

Laura. 

No  lo  consiento.     . 

ESCENA  IX. 

Dichos:  Coronel,  Elvira. 

Coronel  (a  Elvira.) 

Aqui  le  tenéis,  señora: 

yo  mismo  os  traigo  á  su  lado. 

Vizc.  Laura,  no  tengáis  cuidado, 

que  voy  á  vengarme  ahora. 


MáSICA. 

Vizc.         (Dirigiéndose  á  Clvlra,  qac  se  sentará  á  la  izquierda  del  espec' 
tador.) 

Hermosa  Elvira, 
me  vais  á  oir. 


30 

Elvira.  Hablad,  yizconde. 

Coronel  (a  L«ura.)    Siéntate  aqai. 

(Laura  se  sienta  ¿  la  derecha  y  se  pone  á  bordar.  £1  Coroaal  m 
sienta  á  sa  lado,  dando  casi  la  espalda  á  Elvira  y  al  Vizeonde.) 

¡Lindo  bordado! 
Elvira,  (ai  viuonde.) 

¡Hablad,  decid! 

lite»         (Con  exageración )  y  mareando  las  palabras  con  intención  d«  que 
las  oiga  el  Coronel*) 

I  Yo  os  amo...  os  amo 

con  frenesí! 
Laura.  Padre,  ¿qué  dice? 

Coronel.  Habla  por  ti. 

VizG.  Os  repito  que  os  adoro, 

que  os  adoro  con  pasión, 
y  me  postro  á  vuestras  plantas... 

(Va  á  arrodillarse,  el  Coronel  tose  y  el  Vizconde  le  dtrije  la  pa- 
labra.) 

¿Qué  decís? 
Coronel.  Nada. 

Vizc.  Mejor. 

Coronel  (Aparte  &  Laura,  levantándose  y  retirándose  hacia  el  fondo.) 

Llámale  con  un  pretexto. 

(Laura  deja  caer  el  hilo  con  que  está  bordando.) 

'^      Laura.  ¡Ay,  que  el  hilo  se  cayó... 

VlZG.  (^e  dirige  á  recogerlo.) 

To  me  encargo... 

Elvira.    (Deja  caer  el  pañuelo  con  objeto  de  que  el  Vizconde  no  se  taya.) 

¡Mi  pañuelo! 
Vízc.  Lo  recojo. 

(Sin  halfer  cogido  el  hilo  vuelve  para  recoger  el  pañuelo,  cuando 
oye  á  Laura  y  vuelve  aturdido  de  una  en  otra  sin  recoger  ni  el 
hilo  ni  el  pañuelo.) 

Laura.  i  Vamos! 

Vizc.  Voy. 

Elvira.  ¡Os  espero! 

Laura.  To  también. 

Elvira.  ¡Aquí  pronto! 

Laura.  ¡Aquí! 

Elvira.  ¡Aquí! 

Vizc.  ¡Oh! 


31 

Elvira.  ^Yamosl 

Laura.  iVamos! 

Elvira.  iPrestoI 

Laura.  ¡Prestol 

(si  Coronel  se  adelanta,  coge  el  hilo,  que  entrega  á  Laura  ^  y 
luego  el  pañuelo  á  Elvira.) 

Coronel.      Para  tí.  (a  Laura.) 

(a  Elvira.)  Y  para  vos. 

Las  dos.  Machas  gracias. 

Coronel.  No  hay  de  qué. 

Las  dos.  ¡Qué  cortés  y  qué  galant 

ViZG.         (Aparte  á  Blvim.) 

El  se  lleva  las  lisonjas. 
Elvira.  Porque  sois  un...  (ídem.) 

YlZC.         (Acabando  la  frase.) 

i  Animal  I 
Ya  lo  sé;  pero  señora, 
yo  me  tengo  que  explicar. 

A  UN  TIEMPO. 
CoRONBL.  Elvira. 

(Cogido  en  sus  redes  (Si  no  se  decide 

está,  i  vive  Diosl  aquí  por  mi  amor, 

Con  ambas  á  un  tiempo  no  sé  si  el  Vizconde 

tronar  le  haré  yo.)  será  vencedor.) 

Laura.  Vizconde. 

(iQué  lindo  papel  (En  gran  compromiso 

haciendo  estoy  yo!  se  encuentra  mi  amor; 

Con  otra  mi  novio  me  veo  indeciso 

platica  de  amor.)  aquí  entre  las  dos.) 


(Vadren  todos  á  colocarse  como  al  princijpiar  el  canto.) 

VizG.  ¡Ah,  sefiora,  yo  os  adoro, 

.  yo  os  adoro  con  pasión  I 

Coronel.  .  ¿Otra  vez?  Dadle  el  recibo,  (a  EWira.) 

Vizc.  lY  se  burla! 
Elvira.  Es  de  furor. 

VizG.  Yo  me  postro  á  vuestras  plantas... 


n 

Coronel  (a  EWira.j 

Dadle,  pues,  la  absolacion. 

(a  Laura*) 

Llámale. 
Laura.  ¿Vizconde? 

VlZC.         (Y«ndo  hacia  ella.)  ¿Laura? 

Elvira.         Acercadme  sin  tardar 
á  los  pies  un  taburete. 
Laura.  Otro  á  mí. 

Vizc.  ¡Tomad,  tomad! 

(Yendo  de  ana  á  otra  con  el  taburete.) 

Uno  hay  solo. 
Las  dos.  ¡Para  mil 

Vizc.  ¿Para  quién? 

Las  dos.  ¡Para  mil 

Vizc.  ¡Yal 

Elvira.         ¡Vamos! 
Laura.  ¡Vamosl 

Elvira.  ¡Presto! 

Laura.  ¡Presto! 

Vizc.  Con  las  dos  quedaré  mal. 

Coronel.        (El  pobrete  está  perdido.) 

YlZG.         (Como  quien  toma  una  resolución  extrema  coloca  el  taburete  en 
medio  y  se  sienta  en  él.) 

Yo  me  siento. 

Las  dos.  (Levantándose  indignadas  y  dirigiúndose  á  él:  el  Coronel  pasa  á 
la  derecha.) 

¡Mal  galán! 


A  UN  TIEMPO. 


Elvira. 


Laura. 


Es  en  vano  que  de  amores 
os  vengáis  á  disculpar, 

¡mal  galán! 
Si  á  una  dama  no  servis 
como  manda  la  lealtad, 

¡mal  galán! 


Tal  desairo,  caballero, 
yo  de  vos  nunca  esperé, 

¡descortés! 
Pues  en  vez  de  noble  é  hidalgo, 
sois  muy  tonto,  necio,  infiel, 

¡descortés! 


Vizc. 


Coronel. 


33 

Es  muy  justo  que  yo  trale  (En  medio  de  las  dos.) 

de  explicaros  mí  lealtad, 

pues  las  dos  maníais  á  un  tiempo 

y  ^  las  dos  quiero  agradar. 

Soy  gaian  y  caballero, 

y  más  tarde  explicaré 

el  motivo  que  me  obliga 

tan  ingrato  á  aparecer. 

Ya  se  encuentra  en  un  apuro; 

poco  tiempo  tardar^ 

sin  que  Elvira  aquí  contemple 

en  ridiculo  al  galán. 

¡Qh  experiencia  peregrina, 

tú  proteges  mi  saberl 

Entre  el  viejo  y  entre  el  joven 

el  más  listo  ha  de  vencer. 


HABLADO. 

Coronel 

Cid,  Elvira»  pues  quiero. 

contaros  un  lance  raro. 

(Aparte  al  Vizconde.) 

}ChisI  Voy  á  hablar  mal  de  vos: 

con  que,  Vizconde,  marchaos. 

Vizc. 

¡Y  me  echal 

Laura. 

(Aparte  por  el  Vizconde.) 

¡Ya  ni  me  mira  I 

(Á  Laura.)  ■ 

Vizc. 

¿Laura,  qué  be  de  hacer? 

Laura. 

(Enojada  y  volviéndole  la  espalda.)     jlugratol 

Vizc. 

(¿A  que  quedo  mal  con  ambas?) 

t^ORONBL 

A  propósito  del  caso,  (Pasa  en  medio.) 

- 

me  acuerdo  de  aquella  fábula 

del  Oso... 

Vizc 

¿Qué? 

Coronel 

Desairado. 

Elvira. 

No  la  conozco.  > 

Laura. 

Ni  yo. 

Vizc 

(Yo  si.) 

Coronel  (Aparte  ai  vizconde.) 

Con  vos  va  el  relato. 

31 


BL  OSO  DS8AIRAOO. 

fíbula. 

Ud  oso  joven,  retozón,  bnen  moto, 
á  qaien  apenas  apuntaba  el  bozo, 
por  S9  trato  cortés  y  bizarría 
era  el  Tenorio  de  la  selra*  umbría. 
Pagado  de  si  mismo  y  saltos  dando 
iba  ana  tatde,  nray  galán,  rondando 
la  enmarañada  zona 
de  un  alto  monte  que  el  erial  corona. 
De  pronto  se  detiene, 
pues  su  estómago  ñaco  le  previene 
que  cerca  se  descubre  alguna  cosa 
con  que  saciar  el  hambre  qtte  le  acosa. 
Al  uno  y  otro  lado 

mira,  y  (lalla  dos  liebres  que  en  el  prado 
duermen  sin  reparar 

que  el  buen  Tenorio  se  las  va  á  almorzar. 
El  oso  se  relame  y  va  hacia  una, 
cambia  de  parecer  y  va  hácta  otcii, 
vacila,  elije/cot)  tan  ruin  fortuna 
que  al  fin  se  queda  sin  coger  ninguna. 
Pues  cuando  ya  resoi^lto  se  encontraba, 
llegó  un  raposo  que  emboscado  estaba, 
y  en  tanto  el  oso  mil  proyeétios  funda, 
le  quitó  la  primera  y  la  segunda. 
Desde  ese  día,  lector  pío,  creo, 
apoyado  en  un  hecho  tan  curioso, 
que  á  todo  el  que  malogra  su  deseo 
le  dicen  en  Castilla  que  hace  el  oso. 

iMtiy  bien! 


Elvira.) 

Laura.  ^ 

VizG.  Señor  Coronel... 

Coronel  (Aparte.)  ' 

¡Idos,  ó  lo  digo  clarol 
YizG.  i  Ejen,  ejen  I  (Estoy  frito» 

¿Y  cómo  abandono  el  campo? 

Ah,  desde  aqcri  escucharé... 

(EI  Vizconde  se  ocalta  ea  el  armario,  «in  seír  -visto  mas  que  del 
Goroael,  el  eaal  le  sigue  con  disimnYo,  cierra  el  arhiarlo  v  te 
g-uarda  la  liare.) 


35 


Coronel. 

(Ya  está  el  ratou  eacerrado.) 

Elvira. 

Proseguid  el  cuento: 

Coronel. 

Voy, 

aun  cuando  ya  mi  r^ato             . ' 

no  tiene  objetio:  el  Vizconde 

se  ha  ido. 

Elvira. 

.      ¿Qué? 

Laura. 

¿Se  ba  marchado? 

Coronel. 

Por  no  oir  lo  que  tenia 

mi  lengua  que  rillataros. 

Laura. 

Yo  soy  la  causa,..  Le  he  hecho 

desaires...  Le  be  maltratado. 

y  sin  duda  va  furioso... 

Coronel. 

Tal  creo. 

Laura. 

Voy  á  llamarlo.  (Vii»e.) 

ESCENA  X. 

Coronel,  Elvira. 


Coronel. 

Elvira. 

Coronel. 


Elvira. 

Coronel. 
Elvira. 
Coronel. 
Elvira. 

Coronel. 

Elvira. 


(No  le  encontrará  de  Gjo.) 
Marcharse  asi...  Es  muy  extraño. . 
Y  á  la  francesa,  señora, 
yo  creo  que  se  ha  extraviado. 

(Hace  como  si  llamara  un  perro.} 

¡Vizconde,  pifsl  Si  no  viene 
pongo  un  cartelon  tamaño 
que  diga  así:-4-«Se  ha  perdido 
»uu  galán  hecho  dé  encargó: 
))al  que  lo  encuentre  y  lo  traiga, 
»se  le  dará  un  buen  hallazgo.» 
¿Creéis  que  mofándoos  de  él 
me  vencéis  á  mi? 

Y  es  claro. 
Pues  os  engañáis. 

No  tal. 
No  l&gr^is  más  que  el  ingrato 
placer  de  desesperarme. 
Pues  justamente  por  algo 
se  ha  de  empezar. 

iSois  mas  posma! 


CoftOiNEL. 


Elviba. 

Coronel. 

Elvira. 


Coronel. 


Elvira. 
Coronel. 


36 

Sigo  muy  constante  en  ánimo 
de  triunfar.  Os  dije  que  hoy 
me  habéis  de  dar  vuestra  mano... 
Y  no  os  la  daré... 

¡Si! 
¡No! 
Vuestros  proyectos  alcanzo, 
y  la  ausencia  del  Vizconde 
es  obra  vuestra. 

Trabajo 
en  causa  propia,  y  es  justo... 
¿Os  vais  conmigo  ablandando? 
¡JamasI  ¡Me  irritáis  los  nervios!... 
Señora,  por  aplacaros, 
voy  á  ver  si  hallo  al  Vizconde, 
y  si  le  encuentro,  os  le  traigo,  (vuse.) 


ESCENA  XI. 

Elvira,  soia. 

¡Terquedad  como  la  suya 

no  la  he  vistol  Y  sin  embargo, 

es  tan  noble...  y  tan  galante... 

con  un  talento  tan  claro... 

Mas  se  ha  empeñado  en  que  yo... 

y  en  esto  se  lleva  chasco, 

no  cedo...  ¡Es  cuestión  de  orgullo! 

Daré  al  Vizconde  mi  mano. 

(Sncnau  golpes  eu  el  armario.) 

ESCENA  XII. 

Elvira,  el  Vizconde  ea  ei  anuario. 


Elvira.         ¿Qué  golpes  suenan? 

ViZC.  (Dentro  del  armario.)  ¡Elvira! 

Elvira.         ¿Quién  me  llama? 

Vizc.  Yo,  que  os  amo, 

y  me  ahogo. 
Elvira.  Es  el  Vizconde. 


ai 

Vizc.  Me  he  escondido  en  «sle  armario 

para  oir  al  coronel... 
(Abrid,  que  me  abogo! ' 

(Suena  ruido  dentro  del  armario.) 

Elvira.  jPaso! 

Que  vais  á  romperme  todo. . . 
Vizc.  Cuando  de  moverme  trato, 

se  me  descuelgan  encima 

vestidos,  enaguas...  ¡Vamos, 

abridmel 
Elvira.  No  está  la  llave. 

Vizc.  ¡Abridme  por  Dios...  yo  os  amo! 

Elvira.         ¿Eh?       .. 
Vizc.  i  Ya  os  amo! 

Elvira.  ¡No  gritéis! 

Vizc.  No  puedo  respirar. 

Elvira.  Claro. 

ESCENA  ^Xlll 

Dichos:  Laxtra. 


Laura. 

Mi  padre  me  dio  esta  llave 

diciendo  quCién  el  armario 

está  encerrado  el  Vizconde. 

Elvira. 

Venga.  (Coge  la  llave  y  abre  el  armario.) 

Salid. 

Vizc. 

Con  mil  diablos. 

(  £1  Vizconde  sale  rápidamento  y  lleva  colgados,  ya  de  los  loloncs 

ó  rodeándole  el  eaéllo,  alg-anas  prendas  de  vestir,  como  chales. 

enaguas,  etc.,  lo  cual  le  da  an  aspecto  sumamente  ridículo.) 

lüf!  Ya  respiro  á  mi  gusto. 

• 

(Se  pasea  por  la  sala.) 

Elvira. 

(  Reparando  en  él«) 

iQué.fachal 

Laura. 

(ídem.)               .  ¿Salís  cargado? 

Vizc. 

¿Cómo,  os  burláis?... 

Elvira. 

Quién  resiste... 

ijá,  já! 

Laura. 

Es  verdad,  ijá,  já! 

Vizc. 

¡Bravo! 

Elvira. 

¿Os  disfrazáis  de  mujer? 

38 

YizG.  ¡ffkt  qué  io  decís?  lYa  caigol 

Esta  enagua,  y  este  traje... 

Laura.  Y  ese  vestido  arrastrando... 

Las  dos.         ]Já,  jál 

Vizc.  Ya  basta  de  risa, 

caramba,  qae  j»o  es  el  paso 
para  bromas... 

Elviea.  Perdonad, 

mas... 

Las  dos.  jJá,  jál 

YizG.  {Me  voy  cargando! 

No  quiero  ser  el  jugnete^ 
ni  el  hazme  reir...  ¡Me  marcho! 
¡Salta,  Yizcondel  Ahora  sí 
que  ni  me  rio  n\  salto. 

ESCENA  XIV  Y  ÚLTIMA. 

Dicno^;  sl  Coeonu.. 


Coronel.       Alto,  Vizconde .-^Sefiora,  (Á  Elvira.) 
os  toca  á  vos  decidir 
cuál  de  los  dp^  se  ha  4e  ir. 

Elviea  .         ¿Yo  he  de  decidirlio?. 

CoEONBL.  Ahora. 

Y  si  qaereis  que  yo  elija» 
aprovechad  mi  consejo, 
pues  con  el  Vizconde  os  dejo 
y  yo  me  voy  con  mi  hija. 
Tendréis  marido  sin  hiél 
como  vuestro  amor  desea... 

(ai  Vizconde»  qne  estaci' oyétidolp  con  la  boca  abierta.) 

¡Arrodíllate,  Badea!... 

(E1  Vizconde  se  arredilla  delante  de  EWira.) 
Elvira.    (Deteniendo  al  Coronel,  que  va  á  salir  oo.ú  Lava.)   ' 

¡Deteneos»  Coronel! 

Coronel  (Se  vuelve  muy  contento.) 

¿Que  me  detenga?...  Acabó 
mi  inquietud  por  Belcebú... 

(ai  Vizconde.) 

Ya  no  te  arrodillas  tú; 
quien  se  arrodilla  soy  yo. 


Elvira. 

Coronel. 

Vizc. 

COBONEL. 


39 

Perdisteis,  (a  EWira.) 

o  más  bien  gano. 
Mi  pecho  de  amor  abrasas... 
¿Qué  es  esto? 

Que  tú  te  casas 
con  Laura;  dale  la  mano. 
No  preguntes  él  por  qué, 
y  saldrás  mucho  mejor; 
porque  en  asuntos  de  amor, 
quien  más  mira  menos  ve. 


MÚSICA. 


Coronel. 


Tonos. 


Ea  la  guerra  y  el  amor 
quise  el  premio  conquistar, 
y  he  salido  vencedor 
por  mi  audacia  militar.  . 

lA  vencer! 

]A  triunfar! 
T  sin  miedo  al  enemigo 

pid  ¡    ¡  aqui  sin  vacilar 

como  premio  ^  )  ^*  |  hazafias 
un  aplauso  nada  más. 


vIN. 


LOS  BELENES 


Esta  obra  es  propediid  de  sos  autores,  y  nadie  podrá, 
frin  su  permiso,  reimprimirla  ni  representarla  eu  Es- 
paña y  sos  posesiones  de  Ultramar,  ni  en  los  países 
con  los  cuales  hnya  celebrados  ó  se  celebren  en  ade- 
lante contratos  internacinnales  de  propiedad  literaria. 

Los  autores  se  reservan  el  derecho  de  traducción. 

Los  comisiooados  de  la  Galería  ¡irica-dramcUica  titu- 
lada EL  TEATRO,  de  D.  Florencio  Fiscowich,  son  los 
ezdasivameiite  er;cargados  de  conceder  6  negar  el 
permiso  de  representación  y  del  cobro  de  los  dei eches 
de  propiedad. 

Queda  hecho  el  dep^'Sito  que  marca  la  ley 


LOS  BELENES 


saínete  lírico  en  un  acto 


OBIQINAL  Y   EN  VERSO  DE 

I 


«DiLLERIHO  P£Rilí.\  i  SIIGÜEL  DE  PALACIOS 


MÚSICA  DRL  MAESTRO 


MANUEL    NIETO 


SslreDado  con  citroord icario  éxito  en  el  TEATRO  ESLAVA  la  noche  del  23 

de  Diciembre  de  1890 


-^^^^^m 


MADRID 

R.   VELASCO,   IMPRESOR,   RUBIO,    20 


1  soe 


11 DISTIKGDUO  MIKSTRO  COMPOSITOR 

^on   QÍÍZiaud  ofJlazauh 

Sus  admiradores  y  amigos 


REPARTO 


FEBSONAJBS 


ACTOBES 


PiZ Srta.  Segura. 

MARÍA )  \  ,,  V 

LANOVIA I  AttANA(L.> 

MLLE.  EVA GÓMEZ. 

CELESTIN  A Torres 

FELIPE Sr.      c'arkeras^ 

HIPÓLITO )  ,, 

COLAS i  ^^^"• 

DON  CALIXTO Peña. 

MATEÜ D^LMAU. 

DON  JUSTO Infante. 

D0NM\R50S Fuentes. 

AGUADO. Asensio. 

DOMINGO -. A  RANA. 

PA    O : González.. 

PEPE ) 

EL  CUEVAS I  .    ^^-"'^«^«• 

PEDRO ANDREY. 

EL  ESCALAS Grajera. 

EL  LINTERNAS.. Gutiérbez. 

ALBANIL  1." N.  N. 

EL  DEL  CLARINETE N.  N. 

UN  FAROLERO N.  N. 

Albañiles,  Carboneros,  Criadas,  Convidados,  Niños,  Coro  general 


La  acción  en  Madrid. — Época  actual 


Las  indicaciones  del  lado  del  actor 


ACTO  ÜNICO 


UNA  CALLE.— Todo  el  centro  ocupado  por  una  fachada  de  una  casa 
que  se  pierde  en  las  laterales  derecha  é  izquierda.  Balcones  prac- 
ticables en  el  piso  principal  de  la  citada  fachada.  Tres  de  ellos 
practicables.  Uno  de  los  practicables  hacia  la  derecha  (entiéndase 
la  del  actor),  viéndose  á  través  gabinete  con  piano,  etc.  Los  otros 
dos  balcones  practicables  hacia  la  izquierda  separados  del  de  la 
derecha  por  algún  otro  balcón  figurado.  Por  arriba  se  ven  parte 
de  los  balcones  figurados  del  piso  segundo  de  la  misma  casa.  Por- 
tal grande  practicable  á  la  derecha.  En  esle  portal  hay  máquina 
de  coser,  figurines  y  varias  prendas  de  sastrería.  En  la  izquier- 
da, dos  rejas  de  piso  bajo  practicables,  y  encima  de  ellas  mues- 
tra que  dice:  Colbgio  elemental  de  niños.  Entre  las  dos  rejas 
del  Colegio,  y  eu  lo  que  figure  la  acera  de  la  calle,  entrada  al 
alcantarillado  con  su  chapa  correspondiente,  que  juega  á  su  de- 
bido tiempo.  Toda  la  fachada  de  este  centro  está  llena  de  anda^ 
mios  como  para  el  revoque  de  la  casa.  Uno  de  los  andamies  prin- 
cipales viene  á  parar  precisamente  por  balo  de  los  balcones  del 
piso  principal  practicable.  En  el  andamio  principal  cubos,  artesa 
grande,  con  cal,  cuerdas,  escaleras,  etc.,  etc  ;  todo  lo  que  dé  ca- 
rácter á  la  fachada. 

Lateral  dbbbgh a.— Fachada  de  casa  formando  esquina  que  ocupa 
la  primera  y  segunda  caja.  1.*^.  balcón  practicable  con  una  mues- 
tra que  dice:  Modista  de  Pabis.  Debajo  un  farol  de  gas.  Debajo 
1.^  caja,  una  Taberna  practicable.  2.*"  caja  balcón  figurado.  De- 
bajo portal  practicable. 

Lateral  izquierda.— La  fachada  de  casa  formando  esquina,  que 
ocupa  1.*  y  2.*  caja.  En  la  l.*^  caja  balcón  practicable,  con  papel 
que  indica  casa  de  huéspedes.  Debajo  1.*  caja  Carbonería  prac- 


—  8  — 

ticable:  2.*  caja,  balcón  figurado  y  debido  portal  practicable.  Ks 
de  día.  Laterales  libres  de  calle  á  derecha  é  izquierda.  Toda  esta 
decoración  debe  cuidarse  mucho  en  su  conjunto,  y  los  practica- 
bles deben  ser  seguros,  pues  todos  juegan  á  su  debido  tieini>o.— 
(La  decoración  ha  sido  pintada  y  dirigida  por  los  Sb«s.  Büssato 
y  Fontana.) 


ESCENA  PRIMERA 

ALB AÑILES.  (CorO  de  hombres)  en  los  audamios  trabajando,  etc. 
PACO  de  Albañil  en  el  escenario  ayudando  á  otros  á  subir  y  bajar 
cubos.  Frente  á  la  carbonería.  Carboneros  pesando  seras  de  car- 
bón. DOMINGO,  de  carbonero,  llevando  notas.  Antes  de  empezar  la 
obra  música  en  la  orquesta.  En  -  medio  de  la  escena  una  gran  ba- 
lanza ó  romana  para  el  carbón. 

Hnsiea 

Ales.  Paco,  yeso. 

Paco  Va  en  seguida. 

DoM.  Vamos  listos 

á  pesar. 
Vamos  pronto, 
por  si  acaso 
viene  aquí 
un  municipal. 
Ales.  Anda,  Paco, 

venga  cal. 
Paco  Ya  estoy  hasta  los  pelos 

de  subir  y  bajar. 
Cares.  ¡Ahú,  ahú,  ahú! 

Anda  ya,  anda  ya. 
DoM.  El  peso  está  justo. 

Podéis  descansar. 
Ales.  Dicen  que  el  matute 

se  encuentra  perdido, 
que  le  han  dado  un  tute 
que  lo  han  dividido. 
Pero  no  comprendo 
cómo  explicarán 
que  por  eso  suban 
la  carne  y  el  pan. 

(suena  una  campana.) 


—  9  — 

Paco  A  comer,  albañiles, 

que  dan  las  todas. 
Albs.  Ya  vienen  con  las  cestas 

nuestras  señoras. 


ESCENA  II 

DICHOS  y  Coro  de  mujeres.  Unas    con  pañuelos,   otras  con  mati- 
nes y  delantales,  tipos  populares  de  gente  bnja.  Todas    traen  cestos 
al  brazo  y  el  puchero  en  la  mano.  Por  derecha  é  izquierda. 

Música 

(pasa-cdile.) 

Coro  CJon  la  cesta  y  el  puchero 

por  las  calles  de  Madrid, 
de  Madrid, 

corre  siempre  al  dar  las  doce 

la  mujer  del  albañil. 

Y  al  llegar  donde  él  trabaja 

casi  desde  amanecer, 

nos  sentamos  en  el  suelo 

y  empezamos  á  comer. 

Con  mucha  probeza, 

pero  con  limpieza, 

que  á  la  vista  está. 

No  lo  dude  usté, 

que  á  la  vista  está: 

diga,  caballero, 

mire  usté  el  puchero, 

se  puede  probar. 
Albs.  Vamos,  chicas,  pronto, 

y  á  sentarse  foos 

Vengan  los  garbanzos, 

que  hace  un  hambre  atroz. 

(Se  sientan  en  cl  suelo  formando  grupos  y  empiezan 
á  comer.) 
DOM.  (Saliendo  de  la  carbonería  con  los  demás  carboneros.) 

A  echar  una  tinta 
sus  convido  yo. 
Carbs.  Vamos  á  tomarla, 

y  aunque  sean  dos. 
¡Bien  se  ha  trabajau\ 


—  \{}  -^ 

¡Bien  hemos  sudaul 
Lo  (jue  hemoa  ganau... 
que  se  qiiedu  en  la  tasca 

de  ahí  al    lau.  ^Entran  en  la  taberna  ) 

Mujeres  y  Alb añiles 

|AyI  qué  cociditx) 
tan  amarillito. 
|Ay!  qué  rico  está. 
Con  su  patatita, 
con  su  verdurita 
y  con  su  polvito 
de  rico  azafrán. 

¡Ole,  que  sí! 
Y  es  la  verdá. 
No  hay  en  Madrid 
comida  más  honra 
que  la  del  al  bañil. 

¡Ole,  que  sí! 


ESCENA  III 

DICHOS  y  FELIPE,  por  la  lateral  izquierda  con  ropas  al  brazo 

Tipo  afeminado 

Hablado 

Fel.  jCaramba!  Ya  está  la  acera 

obstruida  por  los  obreros. 
A  estas  horas,  ya  se  sabe, 
hay  que  andar  como  en  los  templos. 

(PaAH  á  saltos  basta  el  proscenio.) 

Paco  (sentado.)  Señor  Felipe,  ¿usted  gusta? 

Fel.  De  salud  sirva,  maestro. 

Paco  ¿Se  viene  de  recoger? 

Fel.  lAy!  sí,  señor;  de  eso  vengo... 

El  ser  sastre  es  un  desastre. 

Paco  (Levantándose  y  liando  un  cigarro  baja  al  proscenio.) 

¿Pues  qué  le  pasa? 
Fel.  ¡Un  mareo! 

Los  picaros  parroquianos 
me  tienen  el  juicio  vuelto. 
Aqui  traigo  esta  levita, 


—  li- 
me la  dio  doña  Loreto, 
la  mujer  de  un  empleado 
que  tiene  muy  poco  sueldo. 

Paco  ¿Para  que  la  vuelva  usté? 

Fel.  Cá,  no,  señor;  ya  la  he  vuelto. 

Es  para  hacerle  á  dos  niños 
que  tiene,  que  son  gemelos, 
y  que  cuentan  doce  años, 
dos  trajecítos  completos. 
Ni  que  fuera  de  cauchut 
la  levita.  . 

Paco  Ya  lo  creo. 

Fel.  Miré  usté  estos  pantalones, 

de  un  señorito,  que  tengo 
que  ponerle  unos  cuchillos 
atrás. 

Paco  ¿Cuchillos?  No  veo 

cómo  va  á  poder  sentarse . 

Fel.  ¡Guasa!  son  unos  remiendos. 

Vaya,  me  voy  al  portal, 
que  ya  es  muy  tarde.  Hasta  luego, 

Paco  ¿Le  va  usté  á  dar  á  la  máquina? 

Fel.  Sí,  hijo  mío,  he  descubierto 

el  movhniento  continuo 

con  este  pie.   (Señalnndo  el  derecho.) 

Paco  Lo  celebro. 

Fel.  Pero,  hablando  de  otra  cosa, 

diga  usté,  señor  maestro, 

¿cuándo  se  acaba  el  revoque? 
Paco  En  seguida. 

Fel.  Lo  deseo. 

Paco  ¿Por  qué? 

Fel.  Porque  con  la  cal 

no  puedo  coser  en  negro. 

Se  pone  el  paño  perdido 

con  el  polvo. 
Paco  Yo  lo  siento. 

Fel.  ¡Caramba!  y  tengo  más  prisas... 

Figúrese  usté  que  tengo 

encima  los  pantalones, 

la  levita  y  el  chaleco 

del  señor  del  principal. 

Además,  tengo  dos  temos 

de  luto,  para  los  niños 


—  42  — 

de  la  viuda  del  tercero. 

Y  un  gabán  de  un  sacerdote, 
que  necesito  volverlo. 
¿Dígame  usté  quién  trabaja, 
quién  trabaja  con  el  yeso? 

Y  vo  no  coso  de  noche. 
jAy!  no,  señor;  yo  no  puedo, 
porque  me  lloran  los  ojos... 

ICste  (señalando  el  ojo  izquierdo.) 

lo  tuve  este  invierno 

muy  malo,  pero  muy  malo ,  i 

tanto,  que  me  dijo  el  médico,  | 

«si  usté  trabaja  de  noche 

el  ojo  va  usté  á  perderlo  » 

En  fin,  me  marcho.  ¡Caramba! 
Paco  Adiós...  ¡Caramba! 

Fel.  Hasta  luego.  I 

(Vaso    al   portal   fondo   derecha,    arregla    la   máqui- 
na, etc.,  y  después  se  sienta  á  coser.) 
Paco  (volviendo  al  grupo  de  aibañiles  sentados  que  acaban 

d«  comer  y  fuman;  las    mujeres,  que  lo  recogen  todo, 
van  marchándose  en  distintas  direcciones.) 

Se  hizo  por  la  vida,  ¿eh?  , 

Ahora  á  beber. 
Alb.  l.o  Sí,  maestro. 

(Se  levantan  todos  y  se  dirigen  á  la  taberna  ) 

Paco  Yo  á  dormir  hasta  las  dos. 

I Y  que  voy  á  echar  un  sueño!... 

(Se  echa  en  el  suelo  cerca  del  portal  derecha.) 

tinos  duermen  en  la  cama 
y  otros  duermen  en  el  suelo ; 
hasta  que  venga  la  gorda... 

(Volviéndobe  hacia  Felipe,  que  estará  cosiendo  á  má- 
quina. ) 

¿Eh?  Don  Felipe,  un  momento. 
.     ¿Va  usté  á  seguir  con  la  música? 
Fel.  ílijo,  no  hay  otro  remedio. 

Paco  (Levantándose.)  Entonces  cambio  de  alcoba. 

(coge  la  esportilla   que  le  servia   de  cabecera  y  vaae 
por  la  izquierda.) 
Fel.  Cosiendo  y  cantando.) 

«Soledad  de  los  toreros, 
Soledad  del  alma  mía, 
no  sabes  lo  que  te  quiero.» 


—  13  - 

ESCENA  IV 

FELIPE  y  DON  JUSTO ,  por  el  portal  del  fondo 

Fel.  Muy  buenas  tardes  don  Justo. 

Justo  Muy  buenas  tardes. 

Fel.  Se  irá 

al  colegio  á  dar  la  clase. 
Justo  Sí;  mi  lección  de  moral. 

Mucho  cuidado  portero ; 

no  me  deje  usté  pasar 

á  nadie  sin  preguntarle 

primero  á  qué  cuarto  va; 

si  es  al  mió,  que  no  suba. 

Se  queda  mi  niña  Paz 

solamente  con  la  chica, 

y  es  preciso  vigilar, 

pues  donde  menos  se  piensa... 
Fel.  ¡Ah!  sí,  señor;  es  verdad, 

salta  un  oso. 
Justo  Buenas  tardes. 

¡Ahí  si  viene  ese  truhán, 

el  profesor  de  la  niña, 

dígale  que  por  acá 

no  parezca,  ó  le  reviento. 

(Sale  á  la  calle,  y  en  el    mismo  quicio  de  la  pnerta 
enciende  nn  cigarro  puro.) 

Fel,  Hasta  después.  (Aparte.) 

(Que  formal 
y  qué  recto  es  este  hombre.) 

ESCENA  V 

DICHOS  é  HIPÓLITO  qne  sale  por  la  izquierda  con  un  violín  me* 

tido  en  su  funda.  Ve  á  don  Justo  y  vase  rápido  por  el  mismo  tér* 

mino.  Don  Justo,  después  de  encender,  se  dirige  hacia  la  derecha 

Hip.  ¡Caracoles,  el  papá!  (vase.) 


—  u  — 


ESCENA  VI 

DICHOS  y  DOK  CALIXTO  por  la  derecha.  Tipo  característico  muy 
compuesto  y  teñido.  Traje  de  lana  blanco  y  sombrero  idem 

Cal.  ¡Justo! 

Justo  ¡Calixto! 

Cal.  jUn  abrazo! 

Justo  (Abracándole.) 

Los  que  tú  quieras,  querido. 

(Bajan  al  proscenio.) 

Cal.  ¡Aprieta!  ¿Qué  es  de  tu  vida? 

¡Estás  conservado,  chico! 
Justo  Más  conservado  estás  tú. 

Cal.  Soy  joven.  Pero  me  tino 

y  me  arreglo;  es  necesario, 

porque  el  sexo  femenino 

se  fija  mucho  en  detalles. 
Justo  Veo  que  sigues  lo  mismo, 

tan  calavera... 
Cal.  Tan  malo... 

¡Ay,  Justo!...  En  cuanto  diviso 

una  falda  de  ])Oi'cal 

que  so  mueve  con  trapío, 

ó  un  traje  de  lana  corto 

que  enseña  un  pié  pequeñito 

con  zapato  de  charol, 

que  va  diciendo  el  muy  pillo: 

«  figúrese  usté  el  final 

cuando  yo  soy  el  principio,» 

ó  un  traje  de  seda  negro, 

de  esa  que  cruje  muchísimo, 

que  va  diciendo:  «Casada, 

cuidado  con  el  marido.  .» 

me  vuelvo  loco  de  gusto 

y  detrás  me  precipito, 

y  sigo  á  todas  las  hembras, 

porque  entonces  no  distingo 

de  telas,  ni  de  colores, 

de  chulas,  ni  señoríos. 

¡Ay,  Justo!  Me  gustan  todas, 

me  gustan  todas  muchísimo. 


-    i5  — 


Justo 

Cal. 
Justo 

Cal. 

Justo 


Cal. 
Justo 
Cal. 
Justo 


Cal. 

Justo 

Cal. 

Justo 

Cal. 

Justo 

Cal. 


Justo 
Cal. 


Siempre  igual.  Dichoso  tú» 
jMe  das  envidia,  Calixto! 
¿Sigues  siendo  profesor? 
En  dos  colegios  explico 
la  cátedra  de  moral. 
Tu  chica  será  un  prodigio, 
una  mujer  .. 

Si,  muy  guapa. 
Mas,  sube  á  vería  Aquí  vivo, 
en  el  principal. 

(señalando  los  balcones  fondo  derecha  ) 

¿Qué  dices? 
¿En  el  principal? 

Sí,  chico; 
en  el  principal  derecha. 
jLo  que  me  alegro!  ¡Dios  mío! 
en  el  de  la  izquierda  vive... 
Una  que  sale  en  el  Circo 
y  sostiene  con  los  dientes 
catorce  arrobas  y  pico. 
Si,  la  mujer  que  yo  adoro. 
¿Qué  dices? 

Lo  que  te  digo. 
jPero  es  casada' 

Por  eso. 
Sí,  casada  con  un  tío 
que  es  un  Hércules. 

¿Sabré 
yó  lo  que  es  ese  borrico? 
Allá,  en  el  Circo  de  Price, 
más  de  cien  noches  le  he  visto. 
¡Qué  fuerzas  tiene!  ¡Qué  bárbaro! 
Hace  varios  ejercicios, 
pero  entre  todos  hay  uno... 
Figúrate,  amigo  mío, 
con  una  barra  de  hierro 
que  pesa  cincuenta  kilos, 
se  da  en  el  pecho  y  la  dobla. 

¿La  dobla?  ..  (Abrazándole.) 

¡Pobre  Calixto! 
Yo  no  podré  con  la  barra 
como  puede  su  marido; 
pero  también  la  gimnasia 
la  practiqué  cuando  chico. 


—  16  — 


Justo 
Cal. 


Justo 
Cal. 


Justo 
Cal. 


Justo 
('al. 

Justo 

Cal. 

Justo 

Cal. 

Justo 

Cal. 

Jusio 

Cal. 

Justo 


Cal. 


¿Y  Tas  á  hacer  nna  plancba? 
j  Yo?  Mi  tíempo  no  ne  perdido. 
Esa  es  segura;  y  si  no, 
otras  hay.  Ayer  he  visto 
á  esa  modista  de  enfrente, 

(SeñalAiido  á  bi  fachada  derecha.) 

que  es  un  bocado  exquisito. 

¿Eh?  ¿Cómo?    (Encamado.) 

¿Qué  te  sucede? 
Ayer  empecé  con  timos, 
y  toma  varas,  las  toma. 
No  puede  ser. 

(Pansa.)  j  Ay,  qué  pillo! 

Tú  la  enseñas  la  moral; 
es  claro,  como  vecino  .. 
¿Yo? 

¡Tuno!  No  haya  secretos. 
Ya  sabrás  que  su  marido... 
Está  en  Buenos  Aires...  Si. 
Entonces  nada  te  digo... 
Vaya,  me  voy  á  la  clase... 
j  A  la  clase  tú?  ¡Perdido! 
Te  ruego  que... 

No  hay  cuidado. 
Adiós,  me  esperan  los  niños. 
Sobre  todo  la  moral... 
¡Adiós,  Justo! 

¡Adiós,  Calixto! 

(Hace  qne  se  va  hacia  la  derecha,  y  en  seguida  vuelve 
y  entra  en  el  portal  lateral  derecha,  disimnladamente.) 

¡Vaj^a  un  encuentro  feliz! 

(volviéndose  hada  los  balcones,  fondo  izquierda.) 

Se  menean  los  visillos? 
Ss  ella  que  sale  á  verme 
¡Caracoles!  ¡El  marido! 

(Vase  hacia  la  izquierda  y  aparece  en  uno  de  los  bal- 
cones fondo  izquierda  Maten,  en  mangas  de  camisa. 
Tipo  exageradamente  grueso,  verdadero  gimnasta. 
Cuelga  una  mslla  en  el  balcón  y  después  se  retira.  Al 
hacer  el  mntis  Calixto,  tropieza  con  Hipólito,  que 
sale  por  la  izquierda  ) 


É 


—  i7  — 

ESCENA  VII 

HIPÓLITO,  con  vio}ín.  Este  personaje  vegtlrá  de  negro 

Hip.  Me  ha  abollado  el  instrumento. 

¡Qué  prisa  lleval  |8o  tipol 

Masica 

Me  llamo  Hipólito 

sin  apellido, 

no  he  conocido 

á  mi  papá. 

Yo  soy  un  músico 

mal  trajeado, 

y  alimentado 

con  el  maná. 

Porque  me  lo  dá 

en  forma  de  histeky 

el  dueño  del  café 

en  donde  toco  yo. 

Con  mi  estradivarios 

puesto  en  posición, 

todo  el  repertorio 

de  la  creación. 

Yo  toco  á  Bellini 

y  toco  á  Rossini, 

á  Arrieta  y  Barbieri, 

á  Chueca  y  á  Brull. 

Yo  toco  á  Marchetti 

y  al  gran  Donicetti; 

y  á  Cbapí  le  he  tocado 
el  riquintrÚTiy 
el  ríquintrún. 
Después  de  todo  esto 
no  me  f aliaba  más, 
que  estar  amelonado 
de  un  modo  excepcional, 
de  una  chica  mona  y  rica 
que  hay  en  ese  principal. 
Por  la  que  ando  siempre  en  brasas 
por  si  atisba  su  papá. 


—  i8  — 

Gracias  que  me  calmo 
este  sufrimiento, 
con  el  instrumento 
de  mi  profesión, 
tocando  de  Luda 
todo  el  rondó. 

Y  un  allegro  vivache 
de  mi  composición. 

Y  plin,  pión,  pión, 
así  se  desahoga 
mi  pobre  corazón. 

Y  plín,  plín,  pión. 
jAy  de  mi,  plín,  plínl 
¡Ay,  Jesús,  pión,  pión! 
Con  tanto  pizzicato 
me  quedo  sin  bordón. 
¡Ay,  Jesús,  sin  bordónl 
¡Ay  de  mi,  pin  bordón, 
plín,  plín,  pión,  pión; 
sin  bordón,  sin  bordón, 
sin  bordón,  plín,  pión! 

(Durante  este  número  de  música  Felipe  se  ha  ido  del 
portal,  y  acabado  que  sea  sale  y  se  pone  á  la  máquina 
otra  ve«.) 


ESCENA  VIII 

HIPÓLITO,  FELIPE  y  después  PAZ  por  el  balcón  #Dndo  derecha 

Halilado 

HiP.  Voy  á  ver  si  se  asoma 

la  prenda  mía; 
ct)mo  no  se  asomase... 

pues...  volvería. 

O  aquí  me  qoedo, 
porque  vivir  sin  verla^ 

vamos...  no  puedo. 
Fel.  Como  todas  las  tardes,  (cosiendo.) 

á  hacer  el  oso, 
ya  ha  venido  ese  tipo... 

¡Qué  pegajoso! 


—  19  — 

*I»P-  Voy  á  llaniaria;  (ai  público.) 

tengo  combinaciones 
para  avisarla. 

(saca  un  cuerno  del  bolsillo  y  toca.  Snle  Felipe  de  la 
portería,  con  el  depósito  del  quinqué,  creyendo  que  es 
el  petrolero;  al  ver  á  Hipólito  se  vuelve  á  la  portería 
con  muestras  de  desagrado  ) 

Así  la  chica  sabe 

que  yo  la  espero, 
y  el  padre  dice:  el  toque 

del  petrolero. 

Y  no  sospecha, 
y  nosotros  hablamos... 

¡Jugada  hecha! 

í^AZ  ¡Hipólito  querido!  (Oesde  el  balcón.) 

Hip.  [Aquí  me  tienes! 

Paz  Te  has  retrasado  mucho; 

qué  tarde  vienes. 
Hip.  Pero,  monina, 

si  he  estado  media  hora 

tras  de  esa  esquina,  (señalando  iaqnierda.) 

Paz  ¿Te  comiste  aquel  dulce 

de  yema  y  coco 
que  te  di  antes  de  anoche? 
Hip.  Me  supo  á  poco. 

Échame  algo, 
que  tengo  un  apetito 

como  el  de  un  galgo. 
Paz  Te  he  guardado  unas  uyas 

que  son  albulo. 
HiP.  Échalas  una  á  una. 

Paz  ¿Cómo? 

Hip.  ¡Es  sencillo! 

Yo  me  coloco, 
abro  la  boca  y  entran 

poquito  á  poco. 
Paz  Nos  va  á  ver  el  portero. 

Yo  te  las  guardo. 
Hii*-  Si  tú  quieres  que  suba, 

yo  poco  tardo. 

Anda,  chiquilla, 
«ubo,  y  me  das  las  uvas 

por  la  mirilla. 


—  20  — 

Paz  Cuando  el  sastre  se  vaya, 

subes  si  quieres. 
Hip.  ¿Vendrá  pronto  tu  padre? 

Paz  Cá;  no  lo  esperes. 

Hip.  Pues,  arreglado. 

En  no  estando  el  portero 

subo  á  tu  lado. 
Voy  á  ensayar,  vidita, 
vuelvo  al  instante. 
Paz  ¿De  qué  tienes  ensayo? 

Hip.  Pues,  de  bastante. 

De  Puritanos, 
que  rae  han  pedido  anoclie 

dos  parroquianos. 
Del  Otello  de  Verdi, 

que  es  muy  bonito, 
y  además,  los  «Calzones 
de  un  señorito.» 
Paz  Pues,  vuelve  pronto. 

Hip.  Pues,  en  seguida,  tonta. 

Paz  Prontito,  tonto. 

Hip.  Adiós,  dulce  consuelo, 

dulce  esperanza, 
dulce  bien  de  mi  vida... 

FeL  (Que  se  habrá  levnnl&do  durante  eala  esceua  y  hade», 

aparecido,  y  antes  do  la  despedida  vuelve  á  sentarse  á 
la  máquina.) 

¡Dulce  alianza! 
Paz  Toma  ese  beso  (Le  echa  uno.) 

Hip.  Muchas  gracias,  preciosa, 

y  allá  va  eso.  (Le  tira  uu  beso.) 
(Vase  por  la  derecha.  Paz  cierra  el  balcón.) 


ESCENA  IX 

PEDRO  y  PEPE,  salen  de  la  taberna;  llevan  sombreros  bongos; 
pañuelo  de  seda  al  cuello  y  americana 

Pepe  ¡Pedro!... 

Pedro  ¡Pepe!.. 

Pepe  ¿El  carbonero? 

Pedko  Está  en  la  tasca,  le  he  visto. 

Pepe  Entre  una  y  dos  se  las  pira. 


—  21  — 


Pedro 

Prpe 

Pedro 

Pepe 

Pedro 

Pepe 


Pedro 
Pepe 

Pedro 
Pepe 


¿Adonde  va? 

Pues,  á  Pinto. 
¿La  carbonería  sola? 
No  se  queda  más  que  el  chico  . . 
¿El  escalo...? 

Se  acabó. 
Con  levantar  dos  ladrillos 
nos  colamos. 

Bien  está. 
En  el  sótano,  á  las  cinco. 
jCon  Dios,  Pedro! 

(Dándose  las  mauos  )  jCon  DiOB,  Pepe! 

La  herramienta  en  el  bolsiUlo. 

(Vanse  uno  por  la  isquierda  j  otro  por  la  derecha.) 


ESCENA  X 


FELIPE,  por  el  portal,  MATEU  y  MARCOS,  asomado  al  balcÓD 

lateral  izquierda 


Marc. 


Mat. 
Fel. 


Mai. 
Fel, 
Mat. 
Peí.. 


Marc. 


Mat. 


Marc. 


(Desde  el  balcón,  mirando  á  la  easft  de  enfrente.") 

Siempre  cerrado  el  balcón, 
y  sin  embargo,  yo  he  visto... 

BonSOVr.  (a  Felipe.) 

Vaya  usté  con  Dios. 
Escuche  usté,.,  con  permiso. 
¿Cuándo  va  usté  á  darme  ua  vale 
para  ir  una  noche  al  Circo? 
Le  sameái 

¿Cómo?  ¿Cuando? 
Le  samedi. 

¿Qué. . .  qué  ha  dicho? 
Le  sanie  ..  ¡no  entiendo  jota! 
}  Jesús,  qué  lengua  de  tío! 

(Maten  se  dirige  hacia  la  izquierda.) 
(Desde  el  balcón.). 

jEs  Mateul...  |Sí...  no  hay  duda!... 

¡Mateul...  (Llamando.) 
(Acento  catalán.) 

¿Quién?  (Me  ha  conocido.) 
¡Uy,  don  Marcos!  (viéndole.) 

(viendo  á  Matea.)     ¿CómO  va, 

Mateu? 


—  44  — 

Mat.  ¡Calle  usté  el  pico! 

Hombre,  baje  usté  la  voz, 

que  soy  arti¿fta  del  Circo, 

y  aqui  paso  por  francés. 

En  esta  tierra  es  preciso 

ser  extranjero;  si  no, 

no  dan  aplausos  ni  trigo, 

y  aioco  que  soc  catalán  .. 
Marc.  Dispénseme  usted,  amigo; 

mas  como  allá  en  Buenos  Aires.» 
Mat.  8i;  pero  yo  me  bautizo 

ei^^n  la  tierra  en  que  estoy. 

En  París  m?  anuncio  chino, 

en  América  andaluz; 

pues  con  el  acento  mío  . . 

en  Rusia  paso  por  belga.  . 
Marc.  Claro,  sí,  ya  he  comprendido; 

en  Portugal  por  inglés  . . 
Mat.  ¡Hombre,  no  sea  usté  primo! 

Ma  dan  una  pateada 

que  me  rompen  el  bautismo. 
Marc.         Pero;  suba  usté 
Mat.  No  puedo. 

Tengo  que  hac^r  en  el  Circo. 
Marc.         Hombre,  hablaremos  ua  rato» 
Mat.  |lmposible! 

Marc.  Sólo  cinco 

minutos. 
Mat.  ¡Qué  pesadezl 

No  ma  dá  la  gana,  he  dicho. 
Marc.  (¡Pero  qué  catalán  es!) 

Mat.  Mas  usté,  ¿cuándo  ha  venido 

de  Buenos  Aires? 
Marc.  El  quince. 

¡Pero  silencio,  por  Cristo! 

Tengo  que  contarle  á  usté  . . 
Mat.  a  la  vuelta.  Me  retiro. 

Luego  subiré. 
Marc.  Le  aguardo. 

Mat.  Faseu  bé. 

FfiL.  (Le  vé  desde  el  portal,  y  sale  á  5U  encuentro.]^ 

¿Cuándo  me  ha  dicho 

2ue  me  dará  los  billetes? 
e  samedi.  (Vase  Isqulerda.) 


-  23  — 

Fel.  ¡Jesucristo! 

jQué  voz  tiene  este  gachó! 

Vaya,  me  ha  sobrecogido,  (vasc  ai  ponai.) 

MarC.  (Hablando  hacia  dentro  del  balcón.) 

¿A  almorzar?  Voy.  Yo  no  sé 
ni  cómo  tengo  apetito. 

(Vase  cerrando  el  balcón.) 


ESCUNA  XI 


Se  oye  música  en  la  orqnesta,  plano  para  que  se  oiga  el  diálogo. 
COLAS,  de  pobre  de  pedir  limosna,  con  su  guitarra.  A  su  lado  MA- 
uIa,  tipo  callejero,  con  una  bandeja  en  la  mano,  y  cuando  sale  á 
escena  por  la  izquierda,  por  diferentes  lados  Vecinos,  Vecinas,  Tran- 
seúntes, Albañiles  que  salen  de  la  taberna,  Chicos  y  Coro  general 


Colas 


María 


¡Chicas,  aquí  está  Colas, 
el  de  las  coplas  alegres! 

Í Varaos;  ande  el  movimiento! 
jas  coplitas,  ¿quién  las  quiere? 
|Muchachas,  que  se  rematan!... 
Ande  usté,  qoe  viene  gente. 

(Todo  el  Coro  rodea,  etc.) 


Coro 


Colas 


María 


Colas 
María 


Música 

A  ver  qtie  coplitas 
nos  canta  Colas. 
A  ver  si  «son  verdes, 
ó  son  coloras. 
De  todos  colores 
las  tiene  el  papel. 
Oido,  señores. 
Arranca,  mujer. 
Allá  vá,  allá  va: 
mucha  oreja, 
que  va  á  escomenzar. 

(tango)    . 

Blasa,  la  pantalonera, 
concluía  un  pantalón  . . 
¿Para  quién? 

Para  don  Ramón, 


—  24  — 


CoíJis 
María 


('OLAS 


Los  DOS 


Coro 


Y  el  «eñor,  que  es  vecino  de  Blasíi, 
al  entrar  aquel  día  en  su  casa... 
¿Qué  la  dijo? 

La  recomendó 
que  le  hiciera  á  su  amigo  Felipe 
otro  pantalón. 
Y  dijo  la  chica, 
con  mucha  razón. 
¿Quién  ni  o  pido  otra  (Hablado.) 
con  la  solución? 
No  me  quiera  usté  dar  más  tral>a](), 
que  me  sobra  con  un  pantalón. 
¡Ehl.  . 
Me  parece  á  mí  que... 

digo  yo... 
que  cualquiera  dice, 

con  razón, 
que  la  cosa...  que  la  cosa... 
no  tiene  malicia 
ni  doble  intención. 
jEh!  .. 
Me  parece  á  mi  que  . . 
eic»,  CuC. 


María 

(  'olas 
María 


Coro 
María 


Colas 


Los  DOS 


Primitivo,  el  zapatero, 
dicen  que  fué  á  confesar. . . 
¿Y  con  quién? 

Con  un  capellán, 
(yonfesóle  que  entró  una  barbiana 
en  su  tienda  por  botas  de  pana  . . 
¿Qué  la  dijo? 

No  la  dijo  ná. 
Y  le  dio  á  la  barbiana  las  botan 
sin  probarla  el  par. 
Y  dijo  el  curita: 
¡no  vi  cosa  igual! 
¿Quién  me  pide  otra 
pá  ver  el  final? 
Sin  probar  se  marchó  la  barbiana... 
no  te  absuelvo  por  ser  animal/ 
¡Ehí 
Me  parece  á  mi  qué 
digo  yo, 


—  25  — 


Coro 

Los  DOS 


Coro 

Los  DOS 

Todos 


qu©  cualquiera  dice 

con  razón 
que  la  cosa...  que  la  cosa 
no  tiene  malicia 
ni  doble  intención. 

¡Sil!  etc.  (Tgrual  quo  el  anterior.) 

Me  parece,  me  parece 
que  no  tiene  malicia 
ni  doble  intención. 
Me  parece,  me  parece 
que  no  tiene  malicia. 

Ni  pizca. 
De  doble  intención. 


Colas 


A  las  coplitas  alegres. 
Muchachas,  ¿quién  quiere  másP 

(Vánae  por  la  derecha,  y  el  coro  por  dii'.lntas  ^ireccto- 
ne«,  otros  le  s^uen.) 


ESCENA  XII 


EL  CUBVAS»  £L  LINT£HNASy  EL  ESCALAS.  DOMINGO  y  AGUADO, 
el  primero  de  los  dos  últimos  (Carbonero,  y  «1  último  tipo  de  taber- 
nero. Los  tras  de  la  ronda  se  sienten  en  el  suelo  y  se  ponen  lá» 
chaquetas  y  botas,  y  encienden  las    liu ternas  para  bajar  por    el  al- 

oantarillado 


CüEV. 


DOM. 

Aguado 


Compañeros,  á  vestirse 
y  deseguida  á  rondar. 
Voy  á  ponerme  las  botas, 
aunque  no  soy  Concejal. 
Si  lo  que  me  estás  diciendo 
lo  sé  de  memoria  ya. 
|Me  enteró  de  lo  que  hablaban 
y  te  he  querido  avisarl 
Porque  en  mi  establecimiento  . 
pasa  esto  y  mucho  más. 
Toda  la  gente  que  viene 
es  decente  y  es  honra,.. 
Pero  vienen  cuatro  ratas, 
tres  tunos  que  tienen  mal 


—  2C  — 


DoM. 
Aglado 


D*jM. 


CüEV. 

Lint. 
El  Esc. 

CüEV. 

Lint. 
El  Esc. 


Aguado 
DoM. 


Aguado 


Carb. 


vivir,  y  imo6  cuatro  ó  dnoo 
que  tienen  por  qoé  callar, 
y  ocho  ó  diez  mal  encarados, 
pero  en  fin,  por  lo  demás 
Li  gente  es  buena. 

Se  vé. 
¡Pero  esa  ya  no  cabrá! 
Les  oí  que  preparaban 
el  escalo,  y  la  verdad, 
tratándose  de  un  amigo 
no  me  he  querido  callar. ' 
Hace  tres  días,  lo  sé; 
y  he  retirado  el  metal; 
y  me  he  comprado  un  vergajo. 
Cuando  suban,  ya  verás, 
la  paliza  que  les  doy. 
Es  preciso  vigilar. 
Bueno',  bajaremos.  Coevas. 
Me  han  dicho... 

No  digas  más.  - 
8i  tenemos  un  olñito... 
Si  olemos... 

Es  la  verdad. 

(Abren  la  trampa  y  van  entrando  uno  á  ano  con  sus 
linternas  encendidas.  El  Cnevas  cierra  la  tram|>a  y 
desaparece  por  la  izquierda.) 

Ahí  tienes  tres  de  la  ronda. 
Diselo. 

¡Quieres  caUar! 
Esos  bajan;  dan  tres  vueltas 
como  los  de  arriba...  Ná. 
E^sos  son  tres  casos,  de 
reuma  municipal. 
Conque  adiós;  voy  á  la  tienda 
porque  tengo  que  Henar 
unas  botas  pá  una  boda. 

Aguado,  gracias.    (Váse  Agnado.) 

Voyá  . 
la  trastienda;  y  como  suban, 
buena  la  van  á  Uevar. 

(Enseñando  el  yergrajo.— Váse  á  la  Carbonería.) 


—  37  — 


ESCE^íA  xrir 


CALIXTO,  izquierda,  FELIPE,  cosiendo 

Cal.  tel  marido  se  fué  al  Circo, 

le  seguí  desde  muy  largo... 

Ensayará,  pues  que  ensaye; 

que  yó  mé  vengo  á  otro  ensayo. 

jSi  el  portero  se  prestase!... 
Fel.  i  Ay,  Jesúsí  El  oso  blanco 

que  le  ronda  á  ^a  gimnasta. 
Cal.  ¡Portero! 

Fel.  ¿Qué?  (saliendo.) 

Cal.  (Yo  me  lanzo.) 

(Saca  un  duro  y  se  lo  pone  como  un  monóculo.) 

¿Usté  me  cohoce? 

Fel,  (Cojiendb  el  duro )    Mucho. 

Caballero,  ¿cómo  vamos?... 
Cal.  Pues  yo  quisiera... 

Fel.  '  ¿Subir 

sin  que  yo  pregunte  el  cuarto 

donde  va  ufeté?  ^  ' 

Cal.  ¡Tunantónl 

Eso  es. 
Fel.  Pero  es  el  caso... 

Cau  ¿Qué? 

Fel.  (Que  falta  otro  cristal 

pá  taparme  el  de  este  lado.) 

(señalando  el  oja  daieeko.) 

10  USO  quevedos  completos 
casi  siempre  en  estos  casos. 

Cal.  ¡Pillo! 

Fel.  (¡Primo!) 

(Le  dá  otro  duro.)  Muchas  gracias. 

(Guardándole  los  dos  duros  en  el  chaleco.) 

(Ya  está  un  chaleco  arregláo.) 
Cal.  (El  duro  todo  lo  allana.) 


ESCENA  XIV 

I>ICHOs<,    MISS    KYA,   «briCMlo  «no   de  los    balcones   del    fondo 

iaquicrd» 

( *AL  Pero  un  balcón  ha  sonado. 

Es  ella.  A  los  pies  de  usted*  (saludando.) 
FcL.  No  puede  estar  más  abajo. 

Eva  ¡Mon  eher  amU 

Cal.  ¿Qué  tal  vá? 

Eva  Tres  bien  ¿et  vausf 

Cal.  ¿Yo?.  .  Chiflado 

por  vati'ejoU  bdleza. 
Eva  Merci  bien. 

Cal.  ¡Es  un  encanto! 

Eva  MonteZt  montez  s-  il  -  vous  pkáe. 

Cal.  (a  TeUpe.) 

(Dice  que  suba,  ¿qué  hago?) 
Fel.  ¡Monté,  monté,  señor  miol 

Cal.  Le  voy  á  comprar  un.  ramo 

antes  de  subir. 
Fkl.  .  Bien  hecho. 

Cal.  (a  Bra.) 

Me  voy  á  hacer  un  encargo 

y  \  olveté  á  saludarla. 
Eva  ¡Quand  vous  voudréz!  (cieña  el  balcón.) 

Cal.  Mío  el  campo. 

(Vase  izquierda.)  •     ^ 

Fel.  (Deipoés  de  un  momento  de  pauía.) 

Voy  á  entregar  el  chaleco 

al  señor  del  piso  cuarto.  (So  dirige  ai  portal.) 


ESCENA  XVI 

FELIPE  7  CELESTINA  eon  caja,  grande  de  nodIaU  at  braso  qno 
dice:  «Modista  de  Paria.»  Sale  por  el  poftal,  eagunde  tórmiao  derecha 

Cel.  Buenas  tardes,  don  Felipe.  .   r  ■ 

Fel.  ¿Adonde  vas,  Celestina? 

¿A  entregar? 
Cel.  Ca,  no  señor, 

vo}^  á  la  pastelería. 


—  29  — 

Fel.  jCómo  vas  con  esa  caja? 

Cel.  Lo  hago  para  que  no  digan; 

son  cosas  de  la  maestra. 

(señalando  b1  principal  derecha.) 

¿Sabe  usté  que  la  visita 

todas  las  tardes  don  Justo? 

Casi  siempre  nos  convida. 
Fel.  Pero,  ¿qué  don  Justo  es  ese? 

Cel.  Ese  señor  de  ahí  arriba, 

el  del  cuarto  principal. 
Fel.  ¡Canario!  No  lo  sabia. 

(3el.  Pues,  para  disimular, 

salgo  yo  con  la  cajita, 

y  piensa  la  vecindad 

con  tanta  entrada  y  salida 

que  la  parroquia  es  atroz. 
Fel.  y  dentro  va  la  b^ía 

y  la  camia..,  ¡Señor!... 

¡Qué  gente.  Virgen  Santísima! 

¡Cómo  está  la  vecindad! 

¿No  es  casada  la  modista? 
(>el.  Si,  pero  está  en  Buenos- Aires 

su  marido... 
Fel.  ¡Pues,  que  siga! 

Cel.  Vaj'^a,  con  Dios,  hasta  luego,  (vase  izquierda.) 

Fel.  Anda  con  Dios,  Celestina. 

¡Quién  pensara  que  don  Justo! 

rero,  en  fin,  me  voy  arriba.  (Entra  en  el  poriai.) 


ESCENA   XVII 

MATEU  por  la  izquierda  é   HIPÓLITO  por  la  derecha 

Mat.  Subiré  á  ver  á  don  Marcos, 

me  revientan  his  visitas. 

(Entra  por  el  portal  «eganc'o  izquierda) 

Hip.  jCaramba!  Estoy  reventado. 


—  30  — 

4 

ESCENA  XVIII 

HIPÓLITO  y  PAZ  desde  el  balcón  derecha 

« 

Paz  '  jHipólitol 

Hip.  ¡Serafín! 

Subo,  ¿eh? 
Paz  Me  dá  reparo... 

No;  no  te  dejo  subir. 
Hip.  ¿Por  tu  papá? 

Paz  Mi  papá 

no  parece  por  aquí 

lo  menos  hasta  las  cinco. 
Hip.  ¡Pues,  entonces,  á  vivir! 

Si  me  cantas  La  Traviatá 

no  desenfundo  el  vioUn. 

Me  siento  al  piano,  y  de  fijo 

nadie  se  ha  de  apercibir. 

¡Anda'...  Tocaré pianísimo... 

Conque,  ¿subo? 
Paz  Siendo  así... 

íjip.  Ya  verás  tú  la  criada 

cómo  se  va  á  divertir. 

(Queda  el   balcón    abierto   é   Hipólito   entra   por    el 
portal.) 

ESCENA  XIX 

DON  MARCOS  y  MATEU,  por  el  balcón  de  encima  de  la  carbonería 

Mat.  Ma  gusta  la  habitación, 

sí,  señor,  es  muy  capaz 
y  tiene  muy  buenas  vistas, 
porque  en  aquel  principal 

(señalando  al  de  enfronte  ) 

hay  una  modista  guapa. 
Marc.  De  eso  le  tengo  que  hablar. 

Para  espiarla  he  venido 

de  Buenos- Aires  no  más. 

La  modista  es  mi  mujer. 
Max.  ¡Hombre! 


—  31  — 

Marc.  Vamos  á  cerrar 

el  balcón,  para  que  hablemos.   . 
¡Soy  una  víctima! 

Mat.  ¡Ya! 

(Vanse  cerrando  el  balcón.) 

(Durante  la  escena  anterior  se  há  visto  á  Hipólito  y 
á  Paz  en  el  balcón  foro  derecha,  «mirando  papeles  de 
música.  Después  el  coro  aparece  por  la  izquierda.) 


ESCENA  XX 

PACA  y  Coro  general.  Ijom  mujeres   con  pañuelos  de  Manila,  y  los 
hombres  con  sombreros  anchos,  etc.,  etc. 

Hnsieft 

€oRo  GENERAL   Dc  la  boda  de  la  Paca 

aquí  están  los  convidaos. 
Ellos  Ellas  vienen  envidiosas. 

Ellas  Y  ellos  vienen  ajumaos. 

Todos  Suenen  las  guitarras 

con  alegre  son. 
Ellos  ¡Aire  en  los  andares! 

Ellas  lAire  en  el  mantón! 

Todos  rorque  son  icos  los  barbianes 

y  barbianas  que  hay  aquí , 

lo  escogido  y  lo  florido, 

lo  mejor  de  Chamberí. 
¡Ole,  porque  sí! 

¡Vivan  los  barbianes 

y  barbianas  de  Madrif  . . 


Declarémonos  en  juerga. 
¡Viva  el  vino  peleón! 
y  á  rezar  en  esta  tasca 
la  cuarta  estación. 

(Entran  todos  en  la  taberna.— Hipólito  y  Paz  desde  la 
habitación. de  don  Jnsto.) 

Hip.  Puesto  que  tu  padre 

,  se  fué  á  su  lección, 
justo  es  que  la  demos 
juntitos  los  dos. 


—  32  — 

Paz  Pero  te  suplico 

que  no  alces  la  voz. 

¡Bajito,  pianito! 

¡muy  bajo,  por  DiosI 
Hip.  Mi  entusiasmo  se  desata 

por  oir  tu  dulce  voz, 

cántame  de  La  Traviata 

el  andante  en  fa  menor. 

Concertante 

(Hipólito  ñgnra  acompañar  al  piano.) 

Paz  a  me  fanciulla  un  candido 

e  trepido  desire 
quest '  efíigio  dolcissimo 
signor  dell'avvenire, 
quando  ne'cieli  il  raggio 
di  sua  belta '  vedea 
e  tutta  me  pascea 
di  quel  divino  error... 
Sentía  che  amore  e  il  palpito, 
dell '  uni  verso  interol 
Misterioso,  altero, 
croce,  delizia  al  cor! 

(Paca  y  el  Coro  general  <m  el  Interior  de  la  taberna.) 

Uno  (Hablado.)  ¡Qué  cante  la  novia! 

T.iDüS         (ídem )  ¡Que  cante! 
Paca  (ídem.)  ¡Pues  oído  y  vengan  palmas! 

(Música.)  A  una  chula  bonita  casaron 
con  un  viejo  marqués  ricachón, 
y  en  la  boda  de  fijo  gastaron 
muy  cerquita  de  medio  millón. 
El,  derretido, 
la  mimaba  sin  cesar, 
y  ella  al  marido 
no  podía  soportar. 
Pero  en  algo  se  fundaba, 
que  á  pesar  de  sus  riquezas 
el  marido  no  la  daba... 
¡ni  aun  lo  que  era  r^ular! 
Y  al  fin  llegó 
un  día  el  esposo 
la  cuenta  á  pagar, 
y  sucedió... 


-  ;^3  - 

¡lo  que  era  forzoso 
debiera  pasar! 


Coro 


Niños 


Basta  mujer.  . 
que  no  es  necesario 
seguir  la  canción, 

para  saber 
el  fin  ordinario 
de  tal  relación. 

(t;ruza  la  escena  un  pobre  ciego  tocando  el  olariuttc  y 
veslido  con  pantalón  encarnado,  una  chaqueiillo  ó 
blnsa  y  gorra  de  cuartel.— Entre  tanto,  y  en  combina- 
ción con  todos,  se  oye  en  el  interior  del  colegio  á  los 
niños.) 

Dos  y  dos  son  cuatro, 

cuatro  y  dos  son  seis, 

seis  y  dos  son  ocho, 

ocho  y  dos  son  diez. 
¡Bendito  y  alabado  sea 
el  Santísimo  Sacramento  del  altar! 
Por  siempre  bendito  y  alabado  sea. 
¡Amén! 


Paca 
Coro 


Aprended,  viejos,  el  cuento 
por  lo  que  pueda  tronar, 
y  que  os  sirva  de  escarmiento 
lo  que  acabo  de  cantar, 

Siga  la  juerga! 

¡No  desmayar! 


ESCENA  XXI 

Don  Justo  asomándose  por  el  balcón  donde  dice  «Modista  de  Páris.» 
teniendo  cuidado  de  colocar  la  persiana  hacia  el  lado  del  principal 

fondo 


Justo 


Hablado 

¿Qué  es  lo  que  ocurre?  Una  boda 
que  ha  parado  en  la  taberna. 


3 


—  34 


ESCENA   XXII 

DICHOS,  y  por  el  balcón  izquierda  (cata  de  huéspedes)  MARCOS    j 

MATSU 

Mar.  (a  Matea  señalando  á  Justo.) 

Aquel,  aquel  es  mi  hombre. 

¡Ya  tengo  la  prueba  plena! 
Mat.  }Es  mi  vecinol  {Carambal 

Justo  Vaya,  adentro...  no  mé  vean,  (cierra  ei  balcón 

y  vase.) 

Mar.  Déjeme  usted. 

Mat.  ¿Dónde  va? 

Mar.  Usted  es  persona  seria; 

me  servirá  de  testigo,  (vase.) 
Mat.  ¡Un  duelo!  ¡Pero  qué  hembras! 

¡Seré  el  paarino!...  Mejor, 

se  romperán  la  cabeza.  (Momentos  antes  de  ter- 
minar esta  escena  sale  un  farolero  por  la  ixqalerda 
oon  la  escalera  al  braso;  llega  debajo  del  balcón  de 
la  'Modista  de  París,»  coloca  la  escalera  para  limpiar 
el  farol,  y  el  Tabernero  sale  á  la  puerta  de  la  taberna 
y  le  Invita  á  beber,  y  enlra  con  él  en  la  taberna,  de- 
jando la  escalera  colocada.) 


ESCENA  XXIII 

DICHO,  en  el  balcón,  FELIPE  por  el  portal  con   nn   chaleco  en  la 
mano,  y  CELESl  INA  por  la  izquierda 

Fel.  El  chaleco  le  está  largo; 

le  meteré  la  tijera. 

Gel.  (pasa  y  saluda  á  Felipej  éste  sale  del  portal  y  entabla 

con  ella  el  diálogo  siguiente  frente  al  poital  derecha.) 

Fel.  jOye,  chica,  ven  acá! 

¿Me  dejas  probar  la  tela? 
Cel.  ¡rero  qué  malo  es  usté! 

Fel.  (Abriendo  la  caja.)  Estc  capricho  de  crema. 

(Hablan  bajo.) 


~3S  — 


ESCENA  XXIV 

DICHOS,  MARCOS  por  el  portal  lateral  izquierda  7  dirigiéndose   al 

purta]  derecba 

MarC.  ]JU>  mato,  ia  mato!  (Tropieza  con  Felipe.) 

Fel.  ¡Horror! 

Maro.         ¡Dispense  usted! 

Fel.  Bueiia  es  esa. 

¿Por  qué  no  lleva  usté  pito, 

como  el  tranvía  lo  lleva? 

MarC.  (FtlÁndose  en  la  caja  que  lleva  CeleatlDa.) 

¡Ehl  ¿Modista  de  París?  (Ablendo  la  caja.) 

¡ Pasteles! ...  ¡Unas  botellas! . . , 
Cel.  ¿a  usté  qué  le  importa?  ¡Vaya! 

Marc.         Soy  el  marido  de  Hortensia, 

de  tu  ama. 
iUel..  ¡Dios  me  asista! 

(neja  caer  la  caja  al  suelo,  y  entra  por  el  portal  la- 
teral derecha.) 

Marc.         Coja  usté  la  caja  esa,  (a  Felipe.) 

que  es  la  prueba  del  delito. 
Fel.  Hombre,  tenga  usté  prudencia. 

Marc.  ¡Vaya  usté  al  infierno! 

(Empujándole.  Eutra  por  el  portal.) 

Fel.  Abur. 

(Co^endo  la  «aja,  7  yéndose  al  portal.) 

Voy  á  comerme  las  pruebas. 

Mat.  (Desde  el  balcón  izquierda.) 

Final  de  El  nudo  gordiano, 
en  el  principal  derecha. 


ESCENA  XXV 

DICHOS  y  DON  JUSTO,  en  el  balcón  lateral  derecha 

Justo  ¡El  marido! . . .  ¡Jesucristo! . . . 

¿Por  dónde  salgo?...  ¡Me  meciial 
¡V  está  muy  alto  . .  canario!. . . 
¡Pero,  calle...  una  escalera!.  . 

(Tirándose  por  el  balcón  hacia  la  escalera.) 


—  36  — 

Max.  Un  profesor  de  moral, 

haciendo  gimnasia  higiénica. 

Justo  (una  vez  ya  en  la  escalera,  ve,  al  Ir  á  bajar  de  espal- 

da! al  público,  á  Paz  é  Hipólito  en  el  balcón  de  la 

casa.) 

¡Caracoles!  ¿Qué  estoy  viendo? 

¡Mi  hija  con  ese  babieca!... 

jCon  su  novio!...  ¡Rilo!...  ¡Infame!... 
Paz  ¡Mi  padre!... 

Hip.  ¡Santa  Teresa! 

Max.  ¡Ay,  su  hija  con  el  novio! 

¡Pero,  Dios  mío,  qué  hembras! 

(Sale  el  farolero  de  la  taberna,  sube,  limpia  el  farol  y 
coge  la  escalera  y  Tase  derecha.  Don  Justo  entra  por 
el  portal  del  fondo.  Todo  rapidísimo.) 

Paz  ¡Que  sube,  vete! 
Hip.  ¿Por  dónde? 

Paz  Métete  en  la  chimenea. 

Hip. .  Si  está  encendida,  mujer. 

(a  los  gritos  de  «iPillol»  «ilnfame!»  Eva  sale  al  balcón.) 


ESCENA  XXVII 

DICHOS  y  CALIXTO,  con  un  ramo,  por  la  izquierda 

Cal.  Aquí  estoy,  mi  linda  Eva. 

¿Subo  á  ofrecerla  este  ramo? 

(Hablan  por  señas.) 

Max.  ¡Voto  va  Deu!  ¡El  y  ella! 

¡El  abonado  del  Circo, 
el  que  le  dio  la  pulsera! 
Ahora  me  toca  á  mí  el  turno. 
¡Que  te  estoy  mirando,  Eva! 

Eva  ¡Mon  Dieuf  (cierra  el  balcón.) 

Cal.  Pero,  ¿qué  le  pasa, 

que  ha  cerrado  la  vidriera? 
¿Y  qué  hago  yo  con  el  ramo? 
jQue  yo  me  decido,  ea! 

¡Arriba,  Calixto!   (Mira  hada  el  portal    izquierda. 

|E1  Héiculesfl 
Yo  me  meto  en  esta  tienda. 

(Entra  en  la  carboneris.) 


—  37  — 

(Matea  sale  por  el  portal.  Mira  á  todos  lados  y  se  di- 
rige al  portal  fondo.) 
Paz  (En  el  balcón.) 

jHuye,  por  Dios! 

HlP.  (Por  el  balcón.)  Por  aqUÍ. 

Aunque  me  rompa  una  pierna. 

(Se  tira  del  balcón  al  andamio  y  recorre  éste.  Maten, 
pega  un  empujón  á  Felipe  al  entrar  en  el  portal.) 

Fel.  ¡Jesúsl  ¡Pero,  hombre!  ¡Dios  mío! 

esto  es  una  vaca  suelta. 


ESCENA  XXVIII 

DICHOS  y  DON  JUSTO,  PAZ,  DOMINGO  y  CALIXTO 
Justo  (Por  el  balcón.) 

¿Dónde  está? 
Paz  ¡Papá,  por  Dios! 

DoM.  (Dentro  de  la  carbonería,  dando  golpes.) 

Caiste  en  la  ratonera; 
toma,  ladrón. 

Cal.  (Dentro  de  la  carbonería.) 

¡Que  me  matan! 

DoM.  (Dentro.) 

¿Buscas  cuartos?  Toma  leña. 

HlP.  (Se  cae  en  una  artesa  de  cal  y  sé  levanta  todo  man- 

chado de  blanco.) 

¡Dios  mío!  ¡Cómo  me  he  puesto! 

Cal.  (saliendo  de  la  carbonería  todo  manchado  de  carbón, 

traje  y  cara  A  Domingo.) 

¡Que  yo  no  soy  un  cualquiera! 
¡Yo  soy  un  joven  decente! 
DoM.  ¡Aguado!  ¡Vecinos!  ¡Vengan! 


ESCENA  FINAL 

DICHOS,  AGUADO,  vecinos,  vecinas,  albañiles,  coro  general,  etc. 
HlP.  (Desde  el  andamio.) 

¡Los  albañiles! 
Fel.  ¿Qué  pasa? 

DoM.  Que  le  di  una  tunda  buena; 

este  es  el  pez  del  escalo. 


—  38  — 

Cal.  ¿Yo  ralla? 

DoM.  Sí. 

Fel.  ¡Ten  prudencia! 

Que  es  un  caballero  fino. 
DoM.  ¿Pero  cómo  entró  en  mi  tienáa? 

Cal.  Iba  hoyando  del  marido,  (a  Wénp9,) 

Fel.  1?^^  razón,  que  es  vnm  fiera!' 

Respondo  por  el:  señor,  (a  todes.) 
Justo         (pot  «i  baits6n.) 

¿Por  dónde  hoyó? 
Hip.  [Santa  Tecla! 

Justo  jEstá  en  el  andamio!  (Todos  vaelTen  la  cabeza  ) 

Hip  ¡Cíelos! 

Paco  Un  señorito. 

Cal.  Me  defan... 

¡Esta  es  la  mía!  (Vase  corriendo  ) 

Justo  ¡Tunante! 

¡Baja!... 
Hip.  iQue  baje  su  abuela!... 

Yo  para  bajar  de  aq,uí 

necesito  una  escalera  > 

como  usté  para  salir 

de  ahí  enfrente,  ¿calaveraf 
Justo  ¡Chito!  ¡Silenciof 

HlP.  ¡No  quierol  (Todo*  ríen.) 

Justo  ¡Calla...  y  te  casas  con  ellat 

IflP.  (Tirándose  del  andamio  al  balcón.) 

¡Allá  voy!...  ¡nica!  ^Papáf  (Abrasándole.) 

Justo  Que  bárbaro;  cómo  aprieta. 

Fel.  (ai  público.) 

¿Me  atrevo?  Público  amigo.... 

Aquí  el  q.ue  no  corre  vuera. 

¿Te  han  gustado  Los  Belenes?.** 

aplaude;  si  no,  dispensa. 

(Música  y  lelón  rápido  ) 


FIN 


COPLAS  PARA  EL  TANGO 


María 

Colas 
María 


Colas 
María 


Colas 


Los  DOS 


María 

Colas 
María 


Colas 
María 


Doña  Rosa  y  su  marido 
han  cenado  bien  los  dos. 

áDe  verdá...? 
igo  yo. 

Han  tenido  lombarda  y  capones 
y  besugos  y  dos  salchichones. 
Y  han  tenido... 
Tu\deron  jamón 
y  tuvieron  chuletas  de  cerdo 

y  rico  salmón. 
jJesúsl  Cuántas  cosas 
tuvieron  los  dos... 
(Quién  me  pide  otra  (Hablado.) 

con  la  solución...) 
Y  tuvieron  la  sopa  de  almendra. 
y  tuvieron  una  indigestión. 

¡Eh! 
¿Me  parece  á  mi  que...?  etc.,  etc- 


II 


Nicanora,  caballero, 
que  es  muchacha  muy  formal... 
¿Dónde  está?... 

Está  en  la  Normal. 
Dijo  ayer  á  su  primo  Juan  Vela, 
que  también  es  maestro  de  escuela. 
¿Qué  le  dijo? 

Pues  dijole  al  tal, 
que  ella  sola  tendría  cien  niñas 

abriendo  un  local. 


Colas 


Los  DOS 


—  40  — 

Y  dijo  el  primito: 

no  vi  cosa  igual. 
(Quién  me  pide  otra  (Hablado.) 

pa  ver  el  final...) 
¡Si  tú  quieres,  nos  asociaremos, 
y  así,  juntos,  tendremos  la  mar! 

|EhI 
¿Me  parece  á  mi  que...?  etc.,  etc. 


iíi 

María  Da  reuniones  doña  Paca, 

y  las  dá  en  el  comedor. 

Colas  ¿Y  quién  va? 

María  Don  Pantaleón. 

Y  una  noche  lluviosa  y  muy  fría 
que  jugaban  á  la  lotnría  .. 

Coi  Ás  ¿Qué  pasaba?... 

María  Pues,  chico,  pasó... 

que  Paquita  tenía  dos  ambos, 
solamente  dos. 

^'oLÁs  Y  dijo  el  amigo: 

Mejor  estoy  yo .. 
(Quién  me  pide  otra  (Hablado.) 
con  la  solución...)   . 

Los  DOS       Doña  Paca,  yo  tengo  tres  cuartas... 
¡Ay!  qué  suerte,  don  Pantaleón. 


María 

CoLÁs 
María 


CoLÁs 
María 


OOLÁS 


IV 

Una  chica  le  contaba 
á  su  prima  encarnación... 
¿Dime  qué? 
Oye  tú,  gachó. 
Que  á  su  novio  Pepito  Badía 
le  enseñó  un  par  de  medias  un  día... 
¿Y  qué  dijo? 
Dijo  Encarnación: 
Pues  la  cosa  no  tiene  malicia 
ni  mala  intención. 
Y  dijo  la  chica: 
Primita,  ¡por  Diosl... 
(Quién  me  pide  otra'  (Hablado.) 
con  la  soaición  ..) 


Los  DOS 


—  41  — 

Es  que  al  verme  Pepito  las  medias... 
las  tenía  yo  puestas  las  dos. 


María 

Colas 
María 


Colas 
María 


Colas 


Los  dos 


V 

Una  chica  que  es  doncella, 
que  es  doncella  de  labor... 
¿Dónde  está? 
Está  en  Badajoz. 
Y  allí  sirve  á  un  señor  que  es  soltero 
y  que  tiene  la  mar  de  dinero... 
¿Y  qué  pasa? 
Pues,  lo  de  cajón. 
Que  ella  sirve  muy  bien  á  su  amo 
y  él  la  habla  de  amor. 

Y  dice  la  gente 
con  mucha  razón... 
(Quién  me  pide  otra  (Hablado.) 

con  la  solución. . .) 
8i  es  que  el  amo  requiebra  á  la  chica.. 
Ella  es  ama  el  día  mejor. 


OBRAS  SRAl^ÁTIGAS 


DE 


EN  UN  ACTO 


Villa...  y  palos. 

¡Qaién  ñiera  ellk!' 

bolteroB  entre  paréntesis. 

La  Pilarica. 

De  caza. 

Miss  Eva. 

Tarjetas  al  minnto. 

El  zaragozano. 

Chin-Chin. 

El  clab  da  los  feos. 

Caralampisi. 

Caerpo  da.1lnlft^  (£) 

El  7  de  Jnlio. 

¡Don  Dinerol  (2.^  edicto). 

Una  señora  en  un  tris.  (Si* 

edición). 
Los  inútiles.  (3.*  tdtMm)* 


MÜEVLES  HÜSADOS. 

Apuntes  del'  uattiraL  (2,^ 
edición). 

Certamen  nacional.  (4.^ 
edición). 

La  Cruz  blanca.  (2.^  edi- 
ción). 

Las  dos  madejas. 

lUqiiidación  general. 

Lo9  Primaveras. 

Lastres<B'BB. 

¡Al  otranmndo! 

La  de  Roma. 

Misa  d»  Beqidem* 

ttmsliaw  sin  valor. 

Las  alforjas. 

Lo*  belenes. 


EN  DOS  ACTOS 


Madrid  en  el  afio  dos  mil. 


£1  diamante  rosa.  (2.^  edi- 
ción). 


(1)    En  colaboración  con  JakMfttjt  PntfUi. 


OBRAS  DE  GUILLERMO  PERRÍN 


«^^^^^^^ 


BN  ÜN  ACTO 

Católicos  y  Hugonotes.  El  faldón  de  la  levita. 

Monomanía  masical.  Kl  gran  turco. 

La  esquina  del  Saizo.  Colgar  el  hábito. 
Cambio  de  habitación. 


EN  DOS  ACTOS 
Mando,  demonio  y  demás.  Los  Empecinados. 


OBRAS  DE  MIGUEL  DE  PALACIOS 


BN  UN  ACTO 

Por  una  equivocación.  Modesto  González. 

Pancho,  Paco  y  Paquito.  Bocetos  Madrileños 

EN  DOS  ACTO  3 
La  esclava  de  su  deber 


]^'^ 


(1)    En  colaboración  con  Alfredo  Lasala. 


I 

L 


LA 


BELTRANEJA 


DBAMA  EN  TRES  ACTOS  EN  VERSO 


C 


(«IGUUl  DI 


11  DE  im 


DON    FRANCISCO    PÉREZ    ECHEVARRÍA. 


SEaUNCA   EDICIÓN, 


MADRID: 

IMPRENTA      DE      GABRIEL      ALRAMBRA 
ABeha  ie  San  Bernardo ,  7S 

1871. 


Jbí  ^«ciuc.  ifi.  9).  Ánto-niO'  T*luirtacl(v> 


Si  la  voz  de  la  amistad  es  grata  al  infortunio j  nwnca  en 
ocasión  mas  oportuna  debemos  acordarnos  del  amante  esposo  y 
del  cariñoso  padre  que  llora  la  pérdida  de  los  seres  mas  que- 
ridos  de  su  corazón. 

El  nombre  de  usted  al  frente  de  estas  páginas  ^  además  del 
recuerdo  de  la  amistad^  es  un  homenaje  rendido  al  insigne  poeta 
que  ha  seguido  con  inquebrantable  f¿  las  huellas  de  nuestros 
mas  esclarecidos  ingenios. 

Quizás  la  elección  no  es  muy  acertada;  quizás  en  vez  de  un 
drama  dedicamos  á  V.  un  fracaso.  En  tiempos  menos  civili- 
zados, cuando  el  públitjo  grave  no  disputaba  palmo  á  palmo  el 
camino  emprendido  por  el  poeta  ^cuando  se  dignaba  aplaudir 
los  conceptos  honrados  y  las  galas  del  lenguaje  y  hubiéramos 
abrigado  una  pequeña  esperanza  de  alcanzar  un  mediano  éxito 
en  la  representación  de  esta  obra. 

Hoy  tememos  verla  desairada  puesto  que  el  gusto  literario 
'  es  tan  easigente  y  esquisilo,  que  solo  la  impudencia,  la  bufo- 
nería y  el  Can'-can  tienen  fácil  acceso  y  seguro  premio  en  la 
patria  escena. 

De  todos  modos;  La  Bcltraneja  será  pata  V.  una  prueba 
mas  del  cariñoso  infecto  que  le  profesan  sus  leales  amigos 

Los  Autores. 


tO  Setiembre  de  1871. 


PERSONAJES.  ACTOBBS. 


D.*  Juana D.'  Elisa  Boldun. 

SEíAnHA D."  Elisa  Mendoza  Tenorio. 

La  Bbima D."  Francisca  Muñoz. 

EoDRiGoCoTA Don  Manuel  Osorio. 

üohLope  de  AJ.BURQVERQUB.  Don  Rafael  Calvo. 

El  Marqués  de  Vulena Don  Antonio  Pizarroso. 

El  Marqués  de  Santillah a..  .  Don  Ricardo  Morales. 

Martin  Roble Don  Benito  Pardiñas. 

El  Conde  de  Benavente Don  Ricardo  Simó. 

Diego  Poncb Don  José  Alisedo. 

Sancho  Gómez Don  Fernando  Altarrlba. 

Un  Ugier Don  Joaquín  Marcóte. 

El  CAPrrAN  de  guardias,  Damas,  Nobles,  Pueblo,  Salda- 
dos, Ballesteros,  Tejedores. 

Iis  aoeion  en  SesoTU.— Siglo  XV. 


La  propiedad  de  eata  obra,  pertenece  á  aus  autores  y  nadie  podr¿ 
alo  permiso  de  uno  de  ellos  reimprimirla  ni  representarla  en  Espaffa 
7  sus  posesiones,  ni  en  los  paises  con  los  que  se  liayan  eeiebrado  ó  en 
adelante  se  celebren  contratos  internacionales. 

Queda  reservado  el  derecho  de  traducción. 

Los  comisionados  de  la  Bolioteca  dramática  por  parte  del  seffoi 
Rbtss  7  los  de  la  Galería  dramática  7  lírica  titulada  El  Tsatao,  por 
parte  del  sefior  Pkrbz  Echbt arría,  8on  los  exclusivos  encargados  de 
la  venta  de  ejemplares  y  del  cobro  de  derechos  de  representación  e» 
lodos  los  puntos. 

Queda  hecho  el  depósito  que  marca  la  Ley. 


ACTO  PRIMERO. 


Valle  amenísimo  en  las  cercanías  de  Segovia.  Al  fundo  montañas 
con  practicables  que  bajan  á  la  escena;  uno  de  ellos  sube  al  monaste- 
rio del  Parral  que  está  situado  ala  derecha  del  actor.  A  la  izquierda  y 
en  segundo  término  casa  de  humilde  apariencia,  pero  de  aspecto  agra« 
dable  y  poétiru;  balcón  cubierto  de  enredadcTas  en  la  parte  que  di 
frente  al  espectador;  portal  y  r^jas  en  la  que  dá  á  la  escena,  muro 
unido  á  \n  casa  qne  se  prolonga  y  forma  esquina  en  cuarto  término. 
Arboles  detrás  del  muro.  A  la  derecha  selva  espesa  é  intrincada  con 
peffas,  brezos  y  arbustos. 


ESCENA  PRIMERA. 

El  marques  de  Villena,  Martin  Roble,  Ballcstekos.  Salen 

embozados, — Es  de  noche, 

Mah.  Aquella  es  su  casa. 

VlLL.  Allí? 

Mar.  Voy  á  llamar. 

ViLL.  (Deteniéndole.)  Mas  despacio.  {Examimndola,) 

Poco  tiene  de  palacio 

mucho  de  zaquizamí. 
Mar.  Siempre  la  fortuna  fué 

poco  propicia  á  Rodrigo. 
ViLL.  Tú  eres  su  amigo? 

Mar.  (Dudoso.)  Su  amigo? 

Parece,  mas  no  lo  sé. 
ViLL.  Ese  hombre  tendrA  ambición? 

Mar.  Quién  no  la  tiene? 

ViLL.  Es  muj  cierto: 


—  10  — 

mío  será. 

Mar.  To  08  advierto 

que  es  hombre  de  corazón: 
de  alma  grande,  apasionada» 
el  deber  solo  le  inspira, 
7  asi  maneja  la  lira, 
como  la  lengua  y  la  espada. 
Nunca  désmiotió  el'  vafi|iv 
hombre  es  de  sinceridad, 
7  como  dice  verdad 
goza  del  pueblo  el  favor. 

ViLL.  Es  hombre  de  fortaleza 

7  de  ingenio!  será  vano: 
sople  el  viento  co^tesi^ip, 
7  perderá  la  cabe^» 

Mab.  Vas  08  qnedaial 

ViLL.  íBí, 

pero  solo.  [A  hs  hal^nterot.) 
Ballesteros, 

á  las  trochas  y  cruceros, 

7  á  la  menor  seña  aquí. 

{Váttse  los  ballesteros.) 

Vive  sqí^ 
Mar.  Una  hechicera 

mujej*,  astro  de  su  vida, 

vive  con  él.     , 
ViLL.  Su  querida! 

Mar.  Su  hermana. 

Yux.  Llama. 

(Detiénese.) 

No,  esper%; 

Juraría  que  hi^n  sanado 

pasos. 
Mar.  y  yo. 

viLL.  v^?  ü;^  h^Uft. 

Mar.  Cierto. 

YiLL.  PojT  la  sombra  oculto. 

Apartémon^  á  ^^  la4Qi 


—  M  - 

ESCENA  II. 

Don  Lope  con  rm»  ü  <^^^  f^  el  fondo  i^uierda. 

Correr  por  anchos  camfno» 

y  por  tortuosog  senderos 

sin  encontríir  bandoleros 

y  sin  dar  con  asesinos, 

es  cuantp  puede  anhelar 

quien  de  noche  y  de  rebozo 

busca  enamorado  y  mozo 

hora,  ocasión  y  lugar, 

y  afirmarán  pesia  mü 

que  caujsa  Castilla  horror.  {S^  detiene.) 

Parecióme  oír  rumor.  {Esplorando  la  escena.} 

Ko;  no  hay  nadi?  aquí ...  ni  aquí. 

(Mirando  al  balcón,) 

Su  balcón!  Habrá  mortal  . 

sin  ten,er  las  énslas  mlas^ 

que  corr^  todos  ios  días 

desde  Sejovia  al  Parral 

por  el  camino  peort 

No  es,  vivé  Diosr  mal  trabajo; 

mas  quiéa  no  tema  el  atajo 

para  llegar  al  amor? 

Corrida  está.  Ta  cortipa, 

y  busco  en  vano  la  mano 

que  la  dei^c^'ra.  {jJon  regocijo.) 

Ah!  no  en  vanp! 
(Ábrese  el  balcón  y  aparece  en.  él  Serafina.) 

ESCENA  III. 

J^^  LopF,  Serafina. 

Ser.  (Asomándi^f^  ^\  Meonk*)  Lof e  miol 

Lope.  Serafina! 

Ser.  (Miran  d)Cí\  infriar  tíon  reeedoír) 

Silemnel 
Lopfi.  Oqxüó  eallar 

cuando  á  fuerei^>  (Íq  tropieaoB  • 

salvando  riscos  y  brezos. 


—  12  — 

aqni  te  Tengo  á  bnscmrt 
Calla  por  Dios! 

liOPc.  En  mi  anhelo 

no  reparo  ni  en  ni  mismo; 
quién  repara  en  el  abismo 
eaando  vá  á  buscar  el  cielo? 
Qaién  repara  en  la  neblina 
que  i  ese  altivo  monte  agovía 
sí  eres  tú  el  sol  de  S^pTia 
que  le  dá  luz,  Serafina? 
Todo«  si  est^s  sin  enojos, 
se  alegra,  to  fó  se  viste 
de  lato  cuando  estás  triste. 

Sbe.  Ah  Lope! 

Lope.  Culpa  á  tus  ojos, 

que  han  robado,  yida  mia, 
para  aumentar  su  hermosura, 
su  sombra  á  la  noche  oscura, 
j  su  luz  al  medio  dia. 

Seb.  Cómo  te  inspira  el  amor! 

Lope.  En  los  hierros  de  tu  reja 

presa  amor  el  alma  deja 
de  tu  amante  tejedor. 

Ser.  Tras  ella  tiene  su  asiento 

feliz  y  tranquilo  un  hombre. . . 

LopK.  Qué  d&  á  la  fama  su  nombre 

al  dar  sus  trovas  al  viento. 

Ser.  Mi  hermano! 

LopK.  Mágica  brota 

de  su  laúd  la  sencilla 
j  tierna  canción;  Castilla 
Teñera  á  Rodrigo  Cota. 

Sek.  Ah  Lope! 

LoPK.  Suelta  la  Tena 

de  su  inspiración  galana, 
deja  atrás  á  Santillana 
y  oscurece  á  Juana  de  Mena. 
Por  eso  al  llegar  aquí , 
si  tu  semblante,  alma  mía» 
no  me  inspirase,  lo  haria 
cuanto  hay  en  torno  de  tí. 
Por  eso  á  tu  alrededor 


-   13  ^ 

baten  las  alas  deshechas 
del  viento,  dulces  endechas 
y  cantinelas  de  amor. 

Ser.  {Con  cariñosa  ansiedad.) 

Prosigue. 

Lope  (Con  amargura.)  Sella  mi  labio 
el  recuerdo  inoportuno 
de  tus  rigores. 

Ser.  (Con  sencillez.)  Ninguno! 

Lope.  Sí,  Serafinn;  un  agravio 

infieres  á  mi  pasión. 

Ser.  No  basta  el  amor  que  siento 

y  este  latido  violento 
de  mi  amante  corazón? 

Lope.  Asi  en  mi  dolor  te  cebas! 

Ser.  Asi  mi  disdicha  labras! 

Lope.  Palabras!  solo  palabras! 

Ser.  Ay  Lope! 

Lope.  Pero  no  pruebas. 

Ser.  Pruebas! 

Lope.  Si,  dos  meses  há 

que  aquí  nos  sorprende  el  dia 

con  una  loca  porfía 

que  hoy  debe  acabarse  ya. 

Tu  rigor  es  obstinado 

y  es  bien  que  venzas  la  duda. 

Ser.  Oh! 

Lope.  Nada  temas;  te  escuda 

el  amor  de  un  hombre  honrado: 

desde  tu  balcón,  veloz 

me  roba  tu  voz  el  viento, 

no  es  fácil  que  en  tu  aposento 

me  robe  el  viento  tu  voz. 

Ser.  Nunca!  (Con  resolución,) 

Lope.  Te  suplico  en  vano? 

Ser.  En  vano;  sí. 

Lope.  Suerte  impía! 

Seb.  No  Lope,  no,  mi  honra  es  mia, 

mas  que  mia,  es  de  mi  hermano; 
de  este  mismo  inmenso  amor 
que  dentro  del  alma  llevo. 
{Con  creciente  euergía^) 


1 

-  U  - 

Oh!  no,  no  puedo,  no  deb(» 

no  quiero  manchar  mi  honor. 

Lope. 

{Ap.)  Jamás  he  visto  en  mujer 
tal  tesón. 

Ser. 

(Sobresaltada.)  Ruido  ha  donado! 

Lopi. 

Qué? 

Ser. 

Mi  hermano  ha  abandonado 
el  lecho. 

Lope. 

Al  amanecerl 

Ser. 

(Escuchando.) 
Vá  á  salir! 

Lope. 

Oh  dicha! 

Ser. 

(Con  temor.)               Vetéf 

Lope. 

Cómo? 

Ser. 

Si  aqui  te  encontrara 
de  fijo  que  sospechara. . . 

Lope. 

Me  voy,  pero  antes  promete 
¿  mi  amor,  que  bajarás 
á  franquear  estas  rejas 
y  á  oír  mis  amantes  quejas. 
Prométemelo. 

Ser. 

(Retirándose  del  bakon  y  óirrúndoie.) 
Jamás! 

ESCKNA   IV. 

* 

1 

Don  Lope. 

Jamás!  Por  Crisfco  que  estoy 

loco!. . .  Desvario. . .  ó  sueno? 

(Con  resolución,) 

He  de  vencer  en  mi  empeño 

ó  dejo  de  ser  quien  soy. 

Firmeza  tal  nunca  vi, 

y  juro  que. . .  cosa  rara? 

ni  yo  mismo  me  explicara 

lo  que  estoy  sintiendo  aqui. 

No  es  un  deseo  liviano, 

es  el  orgullo  ofendido 

y  á  entrar  estoy  decidido. 

Pese  á  quien  pese! ...  Su  herlliafno! 

(Oyendo  abrir  la  puerta  de  la  casa.) 


-  f5  - 
ESCENA  V. 

DoH  Lope  en  acecho,  ItODRiGO  y  Serafuta  en  el  utnbraL 

RoD.  No  salgas. 

Ser*  Me  hace  temer 

esta  ausencia  inesperada. 
BoD.  CoBfla  j  no  temas  nada: 

voy  á  cumplir  un  deber. 
Lope.  (Al  extremo  opuefto,) 

Qué  idea  á  mi  mente  acude! 
Por  el  paredón  del  huerto 
tengo  hasta  ella  el  paso  abierto! 
Audacia!  £1  amor  me  ajude! 
(Saca  precipUadamente  una  escala,  la  arrolla  al  brazo 
y  dósaparecc  detrás  del  muro  que  rodea  la  casa,  en  el 
mismo  momento  en  que  Rodrigo  y  Serafina  se  adelann, 
tan  al  proscenio.) 

ESCENA  YI. 

Rodrigo,  Serafina. 


{Durante  esta  escena  eomienta  é  amanecer.) 

Roo. 

Cese  el  temor  que  te  aterra 

y  vuelva  á  ti  la  alegría. 

Ser. 

Oh! 

RoD. 

Tú  eres  hermana  mia. 

mi  único  bien  en  la  tierra.  (Con  solemnidad.) 

Tú  y  la  sagrada  memoria 

de  nuestros  padres. 

Ser. 

Rodrifol 

Roo. 

Todos  los  dias  bendigo 

su  nombre. 

Ser. 

Y  yo. 

Roo. 

Si  en  la  gloria 

donde  quiso  alzarlos  Dios, 

siguOT  tus  pasos  ansiosos, 

deben  estar  orgullosos 

.    de  tí. 

Ser. 

De  ti. 

RoD. 

De  los  dos. 

—  16  — 

Ambos  logramos  la  palma 
cruzando  errantes  el  suelo, 
con  la  esperan7.a  en  el  cielo 
j  la  virtud  en  el  alma. 
Sin.  Hermano! 

RoD.  Que  esta  aureola 

brille  en  tu  serena  frente. 
Teb.  Siempre,  (con  decisión.) 

RoD.  T  en  tu  alma  inocente. 

Ser.  Oh!  (Turbada,) 

RoD.  (Con  tristeza,) 

Tu  alma!  aun  está  sola. 
Ser.  (Con  sobresalto.) 

Qué  dices? 
RoD.  Oh!  su  inocencia 

algún  dia  volará. 
Skk  .  Cómo?  (Ruborizada. ) 

Roi>.  Algún  dia  querrá 

vivir  con  nueva  existencia. 
Estos  instantes  mejores 
ve  bien  á  quien  los  ofreces, 
piensa  que  esconden  á  veees 
mortal  veneno  las  flores, 
que  es  poderoso  el  arrullo 
de  una  voz  que  finge  que  ama. 
S^"  Más  poderosa  es  tu  fama. 

RoD.  Más  la  traición! 

^^^'  Más  mi  orgullo! 

Rw).  ^s  que  puede  sucumbir 

á  la  astucia  de  un  traidor. 
Ser.  Es  que  aquel  que  tiene  honor 

hermano,  sabe  morir. 
RoD.  (Con  entusiasmo.) 

Al  hablar  de  esa  manera 
me  prestas  nuevos  alientos. 
Ser.  (Abrazándole;) 

Rodrigo! 
^^'  En  estos  momentos 

veo  en  ti  mi  raza  entera. 
Pobre!  muy  pobre!  Es  verdad; 
pero  honrada  y  sin  mancilla 
y  ejemplo  eterüo  en  Castilla 


-  17  - 

de  yalor  y  de  piedad. 

Por  eso  es  bien  que  no  arguya 

tu  timidez  de  mi  ausencia; 

necesita  mi  presencia 

el  pueblo,  y  no  es  bien  que  huya. 

Es  trance  de  vida  é  .'Querte. 

Quién  sabe! 
Seu.  Cielos!  Hermano! 

RoD.  Hoy  del  pueblo  Segoviano 

se  yá  á  decidir  la  suerte. 

Fuerzas  le  sobran  y  brío. 
Ser.  Dios  le  ampare! 

Rop.  Fia  en  Dios  I 

y  en  tanto.  Armes  los  dos, 

tú  en  tu  deber,  yo  en  el  mió: 

Entra. 
Skr-  Rodrigo  te  aguardo.  (En  el  umbral ) 

con  impaciencia  e:x  tremada; 

hoy  es  dia  de  asonada, 

no  tardes  por  Dios. 
RoD.  No  tardo. 

{La  dá  un  beso  en  la  frente,  Skuafima  entra  en 
la  casa,) 

Cierra  por  dentro  el  portón. 

{Oyese  cerrar.) 

Ya  está!  (Mircndo  á  la  casa,) 
Venturoso  el  hombre 

que  al  entregarte  su  nombre 

obtenga  tu  corazón. 

{Embózase  y  al  ir   á  marcharse  sale  MART^^ 

Roble,  también  eynbozado ) 

ESCE?»A   VII.     . 


Rodrigo,  Martin  Rodle. 

Ron.  Quién  vá!  Por  Cristo!  sois  mudo 

6  es  por  acaso  sordera?. . . 

Mar.  Sordo  dejara  á  cualquiera 

vuestro  acento  bronco  y  rudo. 

Roü.  {Reguiriend^i  la  e^ipada,) , 

2 


—  18  - 

Pardiez! 

Mar.  Contra  mi  mandoble? 

Traigo  una  espadilla  rota. 
Dios  guarde  á  Rodrigo  Gota 
y  á  su  amigo, 

RoD.  Martfn  Roble! 

Mar.  El  mismo,  os  pasma? 

RoD.  Al  albor 

del  dia,  y  con  tal  recato? 

Mar.  No  es  que  de  ocultarme  trato* 

RoD.  Estáis  muy  madrugador. 

Mar.  Ya  veis;  el  dia  despunta 

sombrío. 

HoD.  No  entiendo. 

Mar.  El  mar 

se  pudiera  alborotar. 

RoD.  Y  por  qué? 

Mar.  El  pueblo  se  junta. 

EoD.  Y  bien? 

Mar.  Vendrá  en  comitiva 

con  la  cortesana  grey 
por  la  enfermedad  del  Rey 
en  cristiana  rogativa. 

RoD.  Ah,  ya! 

Mar.  Vos,  cuerpo  de  tal! 

sabéis . . . 

RoD.  Hablad  siia  tropiezos. 

Mar.  Que  no  han  de  servir  los  rezos 

para  curar  tanto  mal. 
La  Reina  con  ansia  vana 
amparada  por  la  ley, 
pretende  que  muerto  el  Rey 
suba  al  trono  ¿oña  Juana. 
La  Infanta  alega  derecho, 
y  el  de  Aragón  don  Fernando 
lleva  la  plebe  á  su  bando, 
que  es  mozo  de  gran  provecho. 
Los  nobles  de  Andalucía 
y  los  moros  de  Granada, 
los  unos  en  algarada, 
los  otros  en  correría, 
traen  al  Rey  á  mal  traer; 


~  19  — 

el  Rey  próximo  á  morir 
temllando  del  porvenir, 
lo  vé,  calla,  y  deja  hacer; 
mientras  Castilla  perpleja, 
teiniendo  está  y  esperando, 
en^dos  abismos  fluctuando 
la  Infan;a,  y  la  Beltraneja. 
(Día  claro.) 

RoD.  Tal  nombre! 

Mar.  Yo  me  confundo 

de  esa  estrañeza,  Rodrigo. 
Es  un  secreto?  Yo  digo 
lo  que  dice  todo  el  mundo. 

RoD,  Quizas  la  torpe  ambición. 

Mar.  La  plebe  acojo  propicia. . . 

RoD.  Martin  Roble,  la  malicia 

suele  torcer  la  razón. 

Mar.  Tal  vez. 

RoD.  Fu  mi  porte  rudo 

yo  tengo  miras  mas  altas; 
cuando  se  trata  de  faltas 
miro.— veo.— toco. . .  y  dudo. 
Que  como  nunca  abrigó 
mi  mente  bastarda  idea,  - 
no  creo  que  nadie  sea 
menos  honrado  que  yo. 
La  Princesa  lyi  nombre  lleva 
y  respetarle  es  preciso. 

Mar.  Dicho  sea  con  permiso 

de  don  Beltran  de  la  Cueva. 

RoD.  Viven  los  cielos!  Callad!, 

Siempre  tuve  psr  mejor 
duda  que  engendra  el  honor 
que  infamadora  verdad. 

Mar.  Aunque  ya  está  «arrepentida 

fué  la  Reina  pecadora. 

RoD.  Pero  si  su  hija  lo  ignora 

á  qué  amargarla  la  vida? 
Mar.  (Riéndose  con  sarcasmo,) 

Estáis  en  lín  mundo  á  fé, 
que  no  es  el  vuestro  y  me  apena; 
dicen  que  si  el  rio  suena 


-  20  — 

por  algo  suena 
RoD.  Lo  sé. 

Por  eso  sin  duda  alguna 

repite  del  rio  el  eco 

que  desea  ser  Pacheco 

un  don  Alvaro  de  Luna, 

7  que  para  ello  la  ruina 
'  procura  con  vivo  afán 

del  hijo  de  don  Beltran. 
Mar.  Qué?  del  Duque  de  Molina? 

RoD.  Si,  de  don  Lope,  eso  es. 

Mar.  Vive  Dios!  y  que  mas  suena? 

RoD.  Que  trae  al  Duque  de  Guiena 

y  que  nos  dá  un  Rey  francés. 
Mar.  y  suena  mas?  (Con  ironía,) 

RoD.  Otro  eco, 

otros  rumores. . . 
Mar.  {Con  ironía^)         Por  Dios!. . . 

RoD.  Van  propalando  que  vos 

estáis  vendido  á  Pacheco. 
Mar.  Rodrigo!  Ecos  ment ¡dores,  (con  furor,) 

RoD.  Ese  furor,  geííor  mío, 

calmad,  e.'^o  suena  el  rio; 

mas  no  creo  en  sus  rumores; 

pues  como  nunca  abrigó 

mi  mente  bastarda  idea, 

no  creo  que  na<li(3  sea 

menos  honrado  que  yo. 
{Aléjase:  Martin  é¡ueda  pensalivo,  sale  Villeha  y  le  pone 

la  mano  en  el  hombro,) 

ESCENA  VIIL 
Martin,.  El  Marqués  ds  Villena. 

ViLL.  Qué  dice  Rodrigo  Cota? 

Mar.  Ah  .señor! 

ViLL.  Qué  dice  eso  hombre? 

Mar.  Penetra  en  el  corazón 

de  un  modo  qu3  sobie3Cg3. 

Yin.  Tienes  m'e' o*  ,J 

3i^R.  Miedo!  ^ 


i  . 


—  2i    - 

ViLL. 

Acaba. 

Mar. 

Sabe  vuestras  intenciones. 

ViLL. 

Pero  es  de  la  Beltraneja 

partidario? 

Mar. 

Lo  es.            • 

ViLL. 

Entonces... 

Mar. 

Mas  no  es  partidario  vuestro, 

pienso  se  inclina  tí  don  Lope. 

V^lLl. 

Su  voluntad  será  mia. 

Mar. 

No  liay  ninguno  que  la  doble. 

ViLl. 

Yo. 

Mar. 

Vos? 

ViLL. 

Lo  dudas? 

Mar. 

Dudarlo 

señor! 

Viix. 

TengQ  dos  resortes; 

su  honor  en  aquellas  rejas, 

su  vida  en  estos  renglones. 

(saca  un  papel  que  desarrolla  y  lee.) 

<iCoplas  de  Mingo  Revulgo.» 

Mar. 

Que  es  Rodrigo? 

ViLL. 

El  mismo.  Oye. 

{leyendo.)  <iLa  soldada  que  le  damos 

»y  aun  el  fian  de  los  mastines. 

^y  cómeselo  con  ruines 

»  Guay  de  nos  que  lo  pagamosh 

Asi  Rodrigo,  al  Rey  trata. 

mira  ciiiU  trat^  á  los  nobles. 

idah  el  pliego,) 

M/vR. 

Grave  castigo  merece. 

(Oyese  ruido  lejano.) 

VlLL. 

Es  muy  fácil  que  le  azoten. 

Oiste? 

Mar. 

Rumor  lejano. 

Quizás  Rodrigo  convoque 

su  gente  en  estos  lugares, 

bueno  es  tomar  precauciones. 

VllL. 

Los  ballesteros..? 

Mar. 

Ocultos. 

VaL. 

Muy  bien:  esta  misma  noche 

á  Segovia  llegó  el  Duque 

de  Guiena,  noble  consorte 

—  22  — 

destmado  á  la  Princesa, 

j  hermano  del  Bej  Lois  Once. 
ILui.  Y  el  paeblo/  {coa  duda). 

VsLL.  {con  desprecio.)  El  pueblo. .  - 

Mar.  Presumo 

que  aunque  de  estirpe  tan  noble, 

no  es  Rejr  de  Castilla  el  novio, 

aunque  el  cielo  se  desplome. 
ViLL.  Yo  halagaré  de  la  plebe 

las  rudas  inclinaiiones 

con  engaíios;  todo  es  lícito 

como  el  intento  se  logre. 
Mas.  Hacia  aquí  vienen  los  gremios. 

ViLL.  Los  gremios?  Martin  escóndete. 

{Retiránse  ai  fjndj  derecha.  Sjle/i  por  el  fondo  iz- 
quierda  Rodrigo,  Diego,  Sancho,  y  demás  representan- 
tes de  los  gremios  de  Sjgooa,) 

ESCENA  IX. 

Rodrigo,  Diego,  Sakcho,  y  demás  representantes  de  los 

gremios. 

DiB.  Esta  es  tu  casa,  Rodrigo; 

á  Dios,  {dándole  la  mano.) 
Ko'>-  A  Dios,  Diego  Ponce: 

mañana  en  planta  pondremos 

nuestros  conciertos,  y  entonces 

si  el  Rey  por  enfermo  y  débil 

á  los  planes  no  se  opone 

que  se  fraguan,  juro  á  Cristo 

sobre  la  cruz  de  mi  estoque, 

que  no  ha  de  estar  á  su  antojo 

Segovia  sumisa  y  dócil. 

Dicen  que  el  duque  de  Guiena 

instintos  tiene  feroces, 

Rey  duro  á  pueblo  altanero 

maridaje  desconforme. 

Convoque  el  Rey  los  Prelados, 

llame  los  Procuradores, 

y  si  ese  duque  de  Guiena 

tiene  ui>  voto,  (Jue  me  ahorquen. 


—  25  — 

DiE.  Bien  hablaste:  tengo  á, punto 

el  gremio  di  tejedores. 
Sak.  Yo  tengo  el  de  broqueleros. 

RoD.  Bien  Diego,  bien,  Sancho  Gómez, 

los  demás  gremios  vosotros 

Pero  Nuñez,  Beltran  López    . 

y  delante  del  alcázar 

con  insígíiiafl  y  pendones 

pidamos  al  Eey  que  el  Duque 

como  venga  así  se  tome. 
DiE.  Si  el  pueblo  por  mengua  &uya 

ha  de  sufrir  el  azote  . 

siempre  de  un  tirano,  sea 

tirano  que  le  acomode, 

no  hemos  de  acudir  á  Francia 

para  buscar  opresores 

que  aquí  hay  sobrados. 
Sah.  Sobrados! 

Vive  Cristo! 
j)jg  Por  mi  nombre 

.  bien  claro  lo  has  dicho  tú 
en  esas  coplas  que  corren, 
Mingo  Revulgo. 
j^D  Esas  coplas 

en  grave  riesgo  me  ponen. 
DiB.  No  temas;  Segovia  es  tuya. 

RoD.  Gracias  Diego:  hasta  la  noche. 

(Al  ir  á  marcharse  sale  Mahun  y  se  coloca  en  medio  de 

'  ellos,) 

'ESCENA  X. 

Los  MISMOS,  Martin. 

Mar.  Queréisme  en  vuestra  compaña? 

RoD.  Otra  vez  tú  Martin  Roble? 

Mar.  Yo  quiero  ser  de  los  vuestros 

y  llevar  conmigo  un  hombre 

que  ha  de  legrar  por  sí  solo 

lo  que  los  gremios  no  logren. 

Estáis  conformes?  En  pago 


-  24  - 

será  de  vosotros  eco. 
RoD.  Quién  es? 

ESCENA  XI. 

Los  MISMOS,  El  Marqués  db  Villera. 

ViLL.  Yo!  Don  Juan  Pacheco 

Gran  Maestre  de  Santiago. 

Hoo.  £1  Maestre?     * 

DiK.  (aparte.)      Brava  pieza! 

V:ll.  a  buscaros  he  venido, 

que  me  plmce  ver  unido 
al  pueblo  con  la  nobleza. 
Para  romper  la  cadena 
que  nos  deshonra  y  humilla 
á  una  voz  se  alza  Castilla 
contra  ese  duque  de  Ouiena. 
Es  fuerza  de  cualquier  modo, 
pues  á  ninguno  nos  place 
de  la  Princesa  el  enlace  • 

impedir,  pero  no  es  todo. 

Koi».  Cómo? 

ViLL.  Por  suerte  infeliz 

arrecia  el  mal,  jo  os  lo  digo ; 
y  es  necesario  Rodrigo, 
cortar  el  mal  de  raíz. 
¡Cuántos  años  han  pasado 
de  vileza  y  de  sonrojo, 
sometidos  al  antojo 
de  un  miserable  privado! 
¡Cuántos  en  lucha  incesante 
ha  vivido  la  nación, 
con  odio  en  el  corazón 
con  rubor  en  el  semblante! 
Vuelva  la  vista  hacia  atrás 
la  castellana  hidalguía; 
queréis  volver  á  aquel  día 
de  vilipendio? 

Todos.  Jamás! 

ViLL.  Pues  bien;  á  otra  ruda  prueba 

se  somete  vuestro  honor 


—  25  — 

que  ya  apunta  el  sucesor, 
de  don  Beltran  de  la  Cueva. 

Roo.  Que  os  equivocáis  colijo. 

Cayó  don  Beltran;  quién  puede 
haber  que  su  puesto  herede? 

ViLL.  Siempre  al  pudre,  hereda  el  hijo. 

RoD.  El  de  Molina? 

Vu.L.  Pues! 

RoD.  Ah! 

Os  equivocáis,  señor, 

el  Duque  es  hombre  de  honor. 

VttL.  Hombre  de  honor! 

RoD.  Sí. 

ViLL.  {cofi  intención.)  Quizá! 

RoD.  Perdone  vuestra  nobleza 

si  acaso  mi  lengua  ruda, 
dice  la  verdad  desnuda 
con  lealtad  y  franqueza. 

ViLL.  Decid  lo  que  os  plazca. 

RoD.  Oid. 

•  Emplea  la  noble  grey 
para  dominar  al  Rey, 
el  amaño  y  el  ardid. 
Uno  solo  se  desvia 
de  tan  tortuoso  sendero, 
y  por  eso  el  pueblo  entero 
le  adora. 

ViLL.  Por  vida  mia! 

RoD.  Señor  Maestre,  es  verdad, 

al  pueblo  pruebas  ha  dado 
de  ser  modelo  y  dechado 
de  nobleza  y  lealtad. 

ViLL.  Y  quién  de  tal  modo  al  vulgo 

asi  encadena  y  fascina? 
Quién? 

RoD.  El  Duque  de  Molina. 

VttL.  De  veras?  Mingo  Revulgo? 

RoD.  Gran  Dios! 

DiB.  (aparte.)'    Esto  acaba  mal. 

ViLL.  El  Rey  de  los  trovadores! 

DiB  Yo  voy  por  mis  tejedores!  {vase.) 


-  26  - 


ESCEW  XII. 

Los  «isuos,  fnertoa  Diego. 

BoD.  Todo  lo  sabéis? 

ViLL.  Si  tal. 

RoD.  Yais  á  perderme? 

Vux.  No  á  fé, 

que  aunque  mordaz  y  atreTído 

mi  amistad  os  lie  ofrecido 

j  pruebas  de  ella  os  daré. 
RoD.  Señor  Maestre. 

YuL.  Escuchad! 

Eso  habéis  imaginado! 

Conque  modelo  y  dechado 

el  de  Molina? 
RoD.  Eb  verdad. 

Yo  le  debo  iJefeiider, 

que  el  Duque  es  hombre  de  honor. 
YíLi.  Del  vuestro  cuidad  mejor, 

que  bien  lo  habéis  menester. 
RoD.  Por  Cristo!  {empujando,) 

ViLL.  Tened  la  mauo: 

vos  que  tanto  blasonáis, 

Rodrigo,  por  qué  olvidas 

vuestros  deberes  de  hermano? 
RoD.  Siempre  de  ellos  hice  gala. 

YiLL.  Decislo  en  mala  ocasión. 

RoD.  Por  qué? 

YiLL.  De  aquel  paredón 

está  pendiente  una  escala. 
RoD.        "     Oh!  la  cólera  divina 

me  confunda! 
YiLL.  íPor  mi  nombre! 

por  la  escala  subió  un  hombre. 
RoD.  (Lanzándose  frenético  á  hpíterí»  de  la  casa.) 

Serañna!  Serafina! 

[Llamünd^,) 

Abre! 
(Ábrese  la  puerta  y  aparece  en  el  umbral  Serafina.) 


-  ¿7  — 
ESCENA  XIII. 

Los  MISMOS,  SERAnif A. 

Ser.  Atrás! 

RoD.  Dios  vengativo! 

tú  sin  honra!  y  el  traidor. . . 

Deja  paso! 
Ser.  Sin  honor 

no  hay  vida  hermano,  y  yo  vivo! 
RoD.  No  basta!  Infeliz  de  tí, 

infeliz! 
Ser,  Dolor  profundo! 

Dios  vé  mi  inocencia 
RoD.  El  mundo 

la  escala  pendiente  alü. 
Seb.  Mátame!  {con  arranque). 


ESCENA  XIV- 

Los  MISMOS,  Do.v  Lope. 

Lope. 

Ay  de  quien  la  ofenda! 

ROD. 

Infeliz  de  aquel  que  osare. . . 

Lope. 

Aun  hay  pecho  que  la  ampare 

y  brazo  que  la  defienda! 

ROD. 

Pues  tú  arrojaste  el  baldón 

sobre  mi  honra  inmaculada. 

yo  te  clavaré  mi  espada 

s 

en  mitad  del  corazón. 

Defiéndete. 

Lope. 

(Ernp uñando.)  Ah! 

VlLL. 

(A  Rodiigó.)           Escuchad. 

ROD. 

Nada  escucho! 

VlLL. 

{A  Rodrigo.)    Oid! 

Ser. 

Dios  bueno! 

• 

Dios  de  bondad! 

VllL. 

(A  Rodrigo,)       Yo  os  ordeno. . . 

ROD. 

Señor  Maestre  apartad! 

Bríos  para  todos  juntos 

tengo:  atrás  los  cortesanos! 

dejadnos  á  los  villanos 

arreglar  nuestros  asuntos. 

—  28  — 


LOPK. 

(Aparte.)  VoT  Cristo! 

VlLL. 

(En  medio  de  los  dos,)  Amenazas  vanas! 

qué  osado  á  faltar  se  atreve 

al  respeto  que  ss  debe 

á  mí  nombre  y  á  mis  canas! 

Dad  al  acero  reposo.  {A  Rodrigo.) 

Vos  también;  bajad  la  mano.  (^4  Don  Lope.) 

Vais  ü  matar  á  su  hermano? 

T'ais  á  matará  su  esposo?  (A  Rodrigo.) 

Roí). 

Su  esposo? 

Lope. 

(Aparte.)     Su  esposo  yo? 

VlLL. 

(Apar le  D.  Lope.) 

Salid  de  este  compromiso 

señor  Duque. 

Lope. 

(Asombrado.)  Qué? 

VlLL. 

Es  preciso. 

Lope. 

(A  Vülena.) 

Qué  estáis  diciendo?  Eso  no! 

VlLL. 

Mirad  que  és  gente  villana; 

que  en  gran  riesgo, estáis  aquí, 

« 

hoy  es  hoy;  decid  que  si; 

mañana  será  mañana. 

dejadme  á  mí  (alto.)  Divertido 

fué  el  lance;  gallardo  mozo 

echad  abajo  el  embozo 

y  dadlo  por  concluido. 

Vos,  Cota,  dadme  la  mano 

Serañua;  venid  vos; 

ganancia  tCDeia  los  dos. 

vos  marido,  y  vos  hermano. 

Roo. 

Por  qué  el  embozo  le  esconde? 

Echadle  abajo. 

(D.  Lope  se  desemboza.) 

Por  Cristo! 

% 

Juraría  que  os  he  visto 

no  sé  cuándo,  y  no  sé  dónde. 

Quien  sois  vos? 

VlLL. 

(ínter po7iiéndose.)  Lope  Bermejo 

si  mis  recuerdos  son  fieles; 

tienda  tiene  de  broqueles 

y  armas  en  el  Azoguéjo. 

ROD. 

Yo  nunca  tal  tienda  vi 

—  29  -^ 

ni  de  tal  Bermejo  sé. 
YiLL.  Eso  es  muy  posible!  y  qué? 

Lo  mismo  me  pasa  á  mi  (Aparte.) 

Esa  es  razón?  Importuno  [Alio.) 

sois  pardiez! 
Roo.    (Ap.)  Estoy  perplejo! 

(Cogiendo  de  la  mano  á  Sancho  reperüinamefUe,  aparte.) 

Hay  algún  Lope  Bermejo 

broquelero?. 
San.  (A  Rodrigo.)  No  hay  ninguno. 

RoD.  (A  Serafina.) 

Adentro!  {Entrase  Serafina  en  la  casa.) 


ESGENA    XV. 

m 

Los  MISMOS  menos  Serafina. 

ROD. 

(A  Lope.)                  Vos  qué  decís? 

ViLL. 

Que  SÍ. 

ROD. 

Me  ciega  la  ira! 

Mentira! 

VlLL. 

Mirad! 

ROD. 

Mentira! 

ViLL. 

A  mí  ese  insulto' 

ROD. 

Mentís! 

TlLt. 

(.4  Martin.) 

Prende  á  Rodrigo. 

ROD. 

(En  actitud  de  defensa.)  Ah  traidores! 

Venid. 

ViLL. 

A  mí  tales  fieros! 

Aquí  de  mis  ballesteros! 

(Aparecen  cuatro  ó  seis  ballesteros.) 

ESCENA  XVI. 

Los  MISMOS,  Diego,  Tejedores,  Ballesteros. 

DiE.      (Saliendo  con  un  número  considerable  de  tejedores.) 

Aquí  de  mis  tejedores! 

No  tengas  temor  Rodrigo. 
RoD.  Diego! 

DiF.  Eso  á  ti!  Voto  á  San! 

Me  lo  temía!  Aquí  están 


—  30  — 

mis  tejedores  conmigo. 

Si  se  atreven  esta  vez 

á  desnudar  el  acero 

para  cada  ballestero 

no  hay  un  tejsdor,  hay  diez! 

Lope. 

Vive  Dios! 

ViLL. 

Turba  mezquina! 

Lope. 

La  cólera  me  enagena. 

ViLL. 

Paso  al  Marqués  de  Villena. 

Lope. 

(Arrojando  el  ropón  gue  le  encubre.) 

Paso  al  Duque  de  Molina. 

ROD. 

(Ahombrado,) 

El  Duquel  el  Duque!  Oh  sorpresa! 

(Fuera  de  sí,) 

A  ellos  Diego! 

(Oyese  fuera  gran  rumor.) 

Voces. 

(fuera.)             Viva!  viva! 

ROD. 

Qué  rumor! 

ViLL. 

La  rogativa. 

La  Reina!           ^ 

Lope. 

(.4;?.)  Oh  Dios!  La  Princesa! 

ViLL. 

(Con, autoridad.) 

Descubrios! 

(Todos  se  descubren.) 

ESCENA  XVII. 

Los  MISMOS,  Doi)a  Juana,  la  Reina  ,  el  Marques  de  SAnrri* 
LLANA  ,  EL  OoNDE  DE  Bepíavexte.  Damus,  nobUs,  pueblo. 

Reí.  (A  Benapenie.) 

Ya  llegamos; 
haced  alto  Benaventc 
un  instante,  pues  enfrente 
del  convento  nos  hallamos, 
que  quiero  en  este  momento 
en  que  á  Dios  voy  á  invocar 
mi  alma  reconcentrar 
en  santo  recogimiento. 
Para  implorar  el  favor 
de  la  divina  grandeza, 
por  la  salud  de  su  Alteza 
el  rey,  mi  esposo  y  seílor, 


-  51  - 

venimos  aquí. 
(Oyense  las  campanas  del  convenio*) 

Escuchad! 

Plebeyos,  damas,  sehoresi 

todos  somos  pecadores, 

todos  lo  somos:  orad. 
{Todos  se  descubren  y  oran  mientras  se  oyen  las  canh 
panas) 
San.  (ap,  á  Beneívinte,) 

Que  decís  de  esto? 
Bek.  Quién?  yo? 

San.  Vos!  es  claro!  con  vos^ hablo!' 

Ben.  Yo  nada! 

San.  Yo  si,  que  el  diablo 

á  ermitaño  se  metió. 
Bew.  Me  vais  á  comprometer, 

silencio,  lengua  infernal! 
San.  Estos  frailes  del  Parral 

gran  influjo  han  de  tener 

con  Dios,  si  se  reconcilia 

con  la  reina  doña  Juana. 
Ben.  Estáis  loco  Santillana? 

San.  Nos  espera  brava  homilía! 

Mas  la  oración  terminó. 
Ben.  Escuchad. 

Kw.  El  Rey,  señores 

colmándome  de  favores 

su  real  poder  me  entregó. 

Yo  ]e  acepté  agrad cocida 

de  tLi  augusto  soberano; 

mas  siendo  humo  y  polvo  vano- 

las  grandezas  áe  la  vida, 

huyo  la  pompa^  mundana 

y  mi  poder  abandono 

á  la  heredera  del  trono 

la  princesa  doi^a  Juana. 

Ella  os  ha  de  gobernar 

cuando  por  lae  terna  ley  i 

el  común  tributo  el  rey 

deba  á  la  tierra  pagar. 

Y  quiero  que  en  tal  paraje 

ante  el  solio  del  Eterno 


—  5á  — 

de  la  ciencia  del  gobierno 

comience  el  aprendizaje. 
Rnp.  (Saliendo  a*/'fnU.) 

Nanea  ocasión  mas  propicia 

pndo  ofrecerse,  señora. 
Ra.  Qaién  sois? 

RoD.  Quien  de  tos  implora 

el  poder  de  la  justicia! 

{Vnelüen  á  tocar  las  can  panas.) 
Rci.  £1  toque  de  esa  campana 

me  llama  al  umbral  sagrado. 

mí  poder  he  resignado 

en  mi  hija  doña  Juana. 

Dejad  que  al  Omnipotente 

mi  humilde  oración  dirija. 
RoD.  Señora! 

Rri.  Aqni  está  mi  hija. 

Seguidme  vos,  Benavente. 
(La  Reina,  Beüavextb  y  algunas  damas ,  éntranse  en 

la  iglesia,) 

ESCENA  XVIli. 


Los  MISMOS, 

menos  l.\.  R >:ina,  Benavknts  y  patie  de  la  comi- 

tíva. 

JUA. 

{A  Rodrigo,) 

Vuestra  súplica  escuché; 

hablad,  qué  justicia  es  esa? 

Rod. 

{arrodillan  José.) 

Yo  á  vuestras  plantas,  Princesa, 

mi  desdicha  os  contaré. 

JUA. 

Alzad!  quién  sois? 

ROD. 

Un  villano! 

Sah.    (Ap.) 

Mal  su  aspecto  lo  denota. 

JuA. 

Os  llamáis?... 

ROD. 

Rodrigo  Cota. 

San.    (Ap.)   El  poeta  toledano! 
Jü  \ .  Favor  tenéis  con  el  vulgo, 

sois  de  la  plebeya  grey .  • . 


Rod. 

Amigo! 

JUA. 

lí\s. 

EOD. 

Cómo? 

-  35  - 

JuA.  Itey. 

Bop.  Señora. . . 

San.    (Ap.)  Es  Mingo  Revu^lgo! 

(Adelantándose  y  aparte.) 

Decidp^«,  sois  el  autp;r 

délas  coplas.. , 
RoD.  Quién?  yp?  [Con  ^trranque.)  Si. 

San.    (Ap.)   Por  Cwto!  Ve^M¿  aqjii: 

dadme  la  mano^ 
RoD.  Ab  señ^r! 

San.     (Ap,)    Vos  habláis  «q  castellano 

y  con  váloi?;  (i/¿i?.)  Doña  Jmi^, 

el  marqués  de  Santillana 

os  le  presei^ta;  es  mi  bermapoi 
Todos.  Su  hermano! 

San.  Sí,  vive  Dios! 

nuestra  berix^a^d^d  es  completa. 
RoD.  Qué  decís? 

San.  Vos  «k)í$  poeta, 

poetas  somos  los  dos. 

En  nuestra  saata  heriQandnd 

que  la  inteli^eneia  aduna, 

no  hay  dj^tlnoiopí  de  fortuna 

ni  hay  clases,  ni  calidad. 

Hermanos  souqqs  los  dos 

iguales  hemos  nacido; 

nuestras  filmas  ha  fundido 

con  un  mismo  soplo,  Píos. 
JuA.  Hablad  pues;  no  «era  vana 

CotO',  vuestra  petición, 

pues  ten^s  la  proteccápn 

delMfirquéa d^  Sfintíllanii. 
RoD.  Gracias!  Pero  aunque  w  p^bp 

es  leal  y  8gr94eci4o, 

yo  quiero  estw  protegido 

tan  solo  p(5r  mi  derecho. 
JuA.  P(^  vuestro  derecho? 

RoD.  Sí! 

por  el  mió!  ^sto  ha  de  ser; 

no  quiero  á  nadie  deber 

lo  que  se  me  debe  á  mí. 
Jija.  Ya  os  escucho! 

3 


-  54  - 

LoK.    (Ap,)  Qué  agonía! 

Bo»*  Por  la  noche  ▼  á  traición 

entró  en  mi  casa  un  ladrón 

para  asaltar  la  honra  mia. 

La  liviandad  siempre  alerta 

yencer  obstáculos  sabe. 

el  amor  la  dio  la  llave, . 

la  ocasión  la  abrió  la  puerta; 

A  la  oseundad  fió 

BU  crimen  torpe  y  YíUano, 

tocó  en  mi  honra  su  mano  ' 

j  muerta  mi  honra  quedó. 

Mi  afrenta  para  borrar 

términos  la  ley  concede, 

la  lev  invoco,  ella  puede 

mi  honra  resucitar. 

Eso  os  vengo  aquí  á  pedir 

sed  de  mi  honor  protectora; 

si  no  lo  sois,  ¡ah  señora! 

hay  que  matar  ó  morir. 

Ved  que  si  pierdo  la  fé, 

si  muere  toda  esperanza, 

en  mi  terrible  venganza 

sin  piedad  los  mataré. 

Arbitro  supremo,  vos 

sois  en  la  contienda  mía, 

del  poder  que  Dios  os  fia, 

vos  responderéis  á  Dios. 
JvA.  En  la  regia  potestad 

siempre  el  bien  Rodrigo,  cabe; 

justicia  pedís;  Dios  sabe 

que  os  la  he  de  hacer.  Continuad. 

Quién  el  honor  os  robó? 
RoD.  Crédula,  mas  que  liviana» 

señora,  tengo  una  hermana 

que  mejba  deshonrado. 
{Aparece  Serafina  y  se  arroja  á  los  pies  de  dona 
Juana.) 


—  35  — 

ESCENA  XIX. 

Los  MISMOS,  Serafina. 

Ser.  No! 

Yo  imploro  vuestra  bondad,  (á  doña  Juana,) 

asi  no  sintáis  señora, 

la  fiebre  devoradora 

del  amor. 
JuA.  {aparte.)  Dios  mió!  (aUo,)  Alzad, 

alzad  pobre  niña. 
Ser.  Cuánto 

vuestro  acento  me  consuela! 

hablad  que  mi  alma  se  biela 

de  mudo  terror  y  espanto. 
JüA.  No  temáis!  Venid  aquí, 

qué  os  hizo  perder  la  calnla? 
Ser.  Amor  que  brotó  en  el  alma. 

digno  de  él!  digno  de  mí! 
JuA.  Tan  constante  es  vuestra  fé? 

Ser.  Es  dura  roca  y  diamante, 

JuA.  Y  es  tan  firme  vuestro  amante? 

Ser.  Ay  señora!  no  lo  sé! 

RoD.  Ah!  con  la  duda  batalla! 

Yo  no!  traidor  y  malvado 

de  su  amor  ha  renegado, 

puesto  que  la  escucha  y  calla! 
JuA.  Quién  es?  quién  es?  Acabad, 

acabad  que  por  mi  vida, 

haré  justicia  cumplida. 
ViLL.  {en  alta  vozá  D.  Lope.) 

Señor  Duque.  Contestad. 
JuA.  {apoyándose  desvanecida  en  una  de  sus  damas. 

El  Duque!  Vos!  (aparte,)  Ay  de  mí! 

{Vacilar y  todos  acuden.) 
ViLL.  Señora!  {aparte,)  Tengo  la  61ave! 

le  ama!  si^  duda  no  cabe,  {alto). 

Os  ponéis  mala?  t 

JüA.  No!  Si! 

He  sehtido  una  aflicción 

al  ver  la  ñera  agonía, 

de  esta  joven.  Parecía. . . 


—  36   - 

(aparte,)  se  me  rompe  el  corazón! 

Esto  68  ciertot  Vos  quizás.. .  {á  D.  Lope.) 

sed  vos  mismo  vuestro  jue2í; 

qué  decis? 
Lope.  (con  arranque,)  Que  cada  vez 

seCora,  Ik  adoto  maáí 
Ser.  Ah  Lope! 

RoD.  (ap,)        Me  innttda  el  ^tti\ 

YiLL.  (ap,)  Qué  caballo  desbocado! 

&  f>los  pi^ívanza!  he  triunfado! 

Pofire  mozo,  pobíe  mozo! 
JüA.  (cofí  seveHéfád,)  Qué  decis? 

Lope.  Ah?  ád&h  Juana! 

de  mi  corazón  el  fuego . . . 

(acercándose  á  Serafina,) 
JuA.  (interponiéndose.) 

Qué  vals  á  hacer?  Hstais  ciego? 

(á  RúArigo.)  td  al  alcázar  mañana. 
(moníénlo  de  silehdo,) 
RoD.  Mas  Señora. . . 

.TuA.  Baáta  ya! 

Justicia  de  mí  queréis 

yo  os  juro  que  la  tendreifei, 

yo  os  prometo  que  la  habrá. 

Ah  Duque!  que  mal  se  aduna  (á  D.  Lope  ap,) 

deber  á  aníor;  loco  iFuísteis! 

cuan  pronto  al  olvido  disteis 

los  timbres  de  vucsta  cuna! 
Lope.  Pero... 

JüA.  Callad!  yo  os  lo  digo. 

Lope.  Señora. . .  ved. . .  advertid. . . 

JuA.  (á  Serafina»)   Vos,  pobk*e  nina,  venid, 

qué  oiÉ  quiero  llevar  conmigo. 
RoD.  Tanto  honor! . , . 

JuA.  Tales  favores 

bféfa  tnereiee  vuestra  hermana,  (á  Rodrigo.) 

Vos  al  alcázar  mañana. 

Vamos  al  templo  Señores.  (Póftest  en  marcha  la 

comitiva  en  dirección  del  Monasterio.  Cae  el  telón. 

FIN  DEL  ACTO  PRÍSiteRO. 


?ff^^*=       '  "'i  ^'.".•r:  irryvnr 


ACTO  SEGUNDO. 


El  salón  de  los  fiñym  «n  el  Aleáztr  do  SegftvU.  Galería  al  fondo 
con  gran  ventana.— Mesa  eon  Úpete  enfia^oa^  y  e\  escudo  de  Cas- 
tilla.->Puertas  laterales  en  príi^ero  ;  ^egnp^o  téwifo ;  sitiales  de  la 
época. 


ESCENi  PRIMERA. 

El  conde  de  BsNAyüifTf  £k$Qma^  á  la  ventana.  El  marquÉ3  p^ 
Santillana  sentf^  v^li^e^;£mfinfe  ¡en  m  /^a'^Z.— Nobles. 


Ben. 

Fresco  j  sutil  4MM7e  el  ^1e^>to, 

y  frente  al  aleáaar  real, 

todo  el  pueblo  de  Segovia 

amontonándose  yé,. 

Como -es  la  Jura... 

San. 

lia  jura  ? 

de  quiés^ 

Ben. 

Eso  preguDÍais? 

de  doña  Jciaiia. 

San. 

Aiilorei... 

Ben. 

Qué  creísteis? 

San. 

Perdonad. 

estaba  ,aqui  dando  vueltas. 

Ben. 

Vueltas?  á.quó? 

San. 

A  ttn>mAdsigal. 

Ben. 

Vos  sois  en  la  gayaeieneia 

maestro. 

San. 

Oh!  no,  no  es  verdad: 

mi  padve,  que  de  Dios  goqp, 

en  el  arte  de  trovar 

alcanzó  renombre  y  fama 

—  38  — 

en  la  corte  de  don  Juan; 

JO  he  heredado  aus  blaaonea 

pero  no  he  heredado  más. 
Be5.  Too  su  ingenio,  sn  nobleza 

jsnTalor. 
Ha9.  Me  aduláis. 

{levanténdcu  y  áámieie  ¡a  mMMO.^ 

Crracias  Benayente,  pero 

por  Jesncristo,  cerrad, 

^ne  entra  por  esa  ventana 

nn  Tíenteeillo  glacial, 

j  si  ¿  ella  el  nneTO  príTado 

se  asoma,  se  puede  helar. 

(Bajan  al  proscenio,) 
Beü.  Don  Juan  Pacheco  es  no  hombre 

qne  lo  entiende,  voto  á  San! 
San.  Qué  agudeza! 

Ben.  Qué  talento! 

qué  preTísor! 
Saü.  y  qué  audaz! 

Protege  al  duque  de  Guiena 

j  le  piensa  regalar 

la  corona  de  Castilla. 

Está  loco! 
Beh.  Lo  dudáis? 

Sah.  Qué  es  dudar?  Estoy  seguro 

de  que  ño  lo  logrará. 
Beh.  Le  casa  con  la  Princesa. 

San.  Pues  por  eso. 

Ben.  Deliráis! 

no  reinará  doña  Juana? 
San.  Creo  que  no,  Conde. 

Ben.  Bah! 

pues  la  princesa  no  es  hija ... 
San.  De  su  padre,  á  no  dudar. 

(Con  intención  y  misterio.) 

La  infanta  doña  Isabel 

quiere  ver  á  el  Rey. 
Ben.  .  Hay  tal! 

pero  qué?  Sois  partidario 

de  doña  Isabel? 
San.  Sí. 


—  59  — 


Ben. 

Ah! 

y  lo  decís  de  ese  modo? 

San. 

Como  me  lo  preguntáis. 

Brn. 

Vais  á  luchar  con  Pacheco? 

San. 

Y  le  voy  á  derrotar. 

Bbn. 

(Asombrado,) 

Estáis  loco? 

San. 

Loco  el  rey? 

Ben. 

Cielo! 

San. 

El  privado!  Callad. 

ESCENA  II. 

Los  MISMOS.  El  bcarqués  de  \' i  llena  por  la  izquierda. 

ViLL.  {Con  imperio,) 

Señores! . . .  sola  he  dejado 

la  antecámara  real 

las  cereníonias  se  acercan, 

la  corte  allí  debe  estar, 
i  Todos  los  cortesanos  saludan  humildemente  á  excepción 
del  MARQUÉS  DE  S ANTILLANA  y  vÁMe pOT  lü  izquicrda,) 

ESCENA  III. 

El  MARQUÉS  DB  YlLENA.  El  MARQUÉS  DE  SaUTILLANA. 


San. 

( Volviéndose  á  seittar.) 

Qué  ceremonias? 

Vill. 

IWarqués... 

San. 

Yo  ignoro... 

Vill. 

Vos  lo  ignoráis? 

queréis  que  yo  os  las  recuerde? 

San. 

,  Si  asi  lo  hacéis,  me  he  de  holgar. 

Vill.' 

El  duque  de  Guiena. . . 

San. 

Ah!  si! 

Vili, 

La  jura  después..  . 

S.\N. 

Ah!  ya! 

Conque  hoy  el  duque  de  Guien& 

viene  á  pedir. . .?  voto  á.  San! 

qué  contenta  doña  Juana, 

qué  contenta  debe  estar! 

Vill. 

Por  qué  no? 

—  40  — 

San.  Pues  eso  digo; 

vos  un  marido  la  dais 
de  regla  estirpe.  . 

J'""  í^s  muy  dattof 

San.  y  aunque  un  tanto  oWginal 

y  aunque  un  poco  desabrido, 

y  aunque  un  mucho  montaraz' 

marido  es  al  fin  y  af  cabo, 

y  si  es  marido,  que  más? 
ViLL.  {con  impacünda  al  ver  que  Saktillana  perma  - 

nece  sentado,) 

La  corte  dápera. 
San.  (Con  indiferencia,) 

Que  és^rei 
ViLL.  Vos  señor  Marqués,  no  vais. . .? 

San.  a  las  ceremonias?  Vayal- 

á  ninguna  he  de  faltar. 

(Levantándose  y  acercándose  con  familiaridad  á   Fi- 
llena.) 

Pero  es  que  antes  voy  á  ver.. . 
ViLL.  A  quién? 

San.  a  un  amigo. 

ViLL.  y^j 

San.  Que  puede  mucho. 

J"''"  .  Me  alegro!     , 

San.  Mas  que  vos. 

^*"-  Mucho  lai^ 

A  Dios. 

ViLL.  {jil  verig  entrar  en  la  cámat^i) 

Bl  rey? 

ESCENA  IV. 

B3i  Marqués  de  Villena. 
Porh>TÍsto 
el  Marinea'  de  Santillana 
mé  dééafiá;  y  es  gáíia 
de  perderse  vive  Crii^oF 
'    Tres  contrarios!  el  Máíqüéi*; 
don  Lope  y  Rodrigo,  e^h! 
siendo  su  adversario  yó  ' 


^  41  — 

yo  basto  para  los  ti^es. 

Martin. 

ESCENA.  V. 

El  Marques  de  Yillena,  Martín. 

IvIar. 

(jíor  la  defetha,)  Señar. 

ViLL. 

SoM 

Mar. 

Si. 

ViLL. 

Te  necedito. 

Mar. 

Soy  vuestro. 

ViLL. 

I  ¡res  sagaz,  eres  diestro. 

Mar. 

Y  leal. 

ViLL. 

y  ^1  pW&gi^l 

Mar. 

{sacando'itnpli»po.)  A^i, 

tomad  sefier,  (dasBle^) 

VltL. 

Está  bien; 

esto  para  Cota;  esenclsa; 

terrible  vá.á  ser  la  lucha 

que  me  espera. 

Mar. 

Oorítra  quién? 

ViLL 

Y  es  aegura  mi  dswota 

si  no  be  vencido  msifiana 

al  Marqifés  de  ^antillana. 

don  Lope  y  Rodrigo  Cota. 

Mar. 

El  Marqués?  que  temeas  de  él? 

VlLL. 

El  y  yo,  somos  rivales. 

le  cuenta  entre  i^ns  pardaks 

la  Infanta  doña  Isabel. 

MaIr. 

Don  Lope  es  toas  de  temer, 

que  es  mo¿o  y  tiene  valor. 

ViLL. 

Y  le  protejo  el  amor 

inmenso  de  una  mujer. 

Pero  el  Duqtfe  fle  Molina 

galán,  rico,  altivo  y  vatro, 

tiene  contra  sí  al  hermano 

de  la  infeliz  Serafina. 

Justicia  pidió  en  su  afán. 

Jestióla  le  han  prometido; 

ay!  si  á  su  honor  ofendido 

ccmiplida  no  se  la  dan! 

—  42  — 

Ueno  de  amebsto  ciego 

ecm  el  pueblo  aquí  en  tropel 

Teodri;  jo  respondo  de  él, 

le  Ts  á  traer  este  plieg^. 

Pues  no  le  ha  de  contentar 

ri  es  una  fortuna  inmensa? 
ViLL.  Solo  se  borra  su  ofensa 

con  sangre,  6  ante  el  altar. 
Mar.  No  encontrareis  embarazo 

á  ese  plan? 
Ynx.  Por  Belcebú! 

si  fidta,  no  tienes  tú 

puñal,  j  brio  en  el  brazo? 
Mar.  Si! 

Viix.  Ihies  prepara  el  puñal 

entre  la  plebe  escondido 

i\ne  si  me  veo  perdido 

te  haré  al  punto  una  señal 

desde  esa  ventana. 
Mar.  Esa? 

YiLL.  Esa. 

Mar.  La  espero  de  vos: 

AI>íos(Vase.) 
ViLL.  Martiu  Roble;  á  Dios. 

Cielos!  aqui  la  Princesa! 

ESCENA    VI. 

Dona  Juana,  Villsna. 

{Sale  Doña  Juana  pir  la  izquierda  y  se  dirige 

lentamente  á  la  mesa,) 
Jua.  Ya  no  hay  esperanza,  no; 

en  vano  dia  tras  dia 

mi  amorosa  fantasía 

un  ensueño  acarició. 

Viento  sutil,  leve  espuma; 

maldita  la  soberana 

pompa  y  la  grandeza  vana 

que  me  encadena  y  me  abruma! 
ViLL.  {acocándose.)  Señora! 

•Iva.  .  Pacheco!  vos! 


-  43  ~ 

ViLL.  Cómo  abandonáis  ahora 

la  cámara  real,  señora? 

JüA.  Dejadme  Maestre,  ay  Dios! 

ViLL.  .  Lloráis? 

JuA.  Pues  no  he  de  llorar 

si  es  mi  destino  tirano? 

ViLL.  Tirano  cuando  la  mano 

al  de  Gruiena  vais  á  dar? 

JuA.  Pensáis  que  no  es  tiranía 

sin  piedad  y  sin  razón, 
matar  en  mi  corazón 
la  única  esperanza  mía? 
Ah!  qué  ley  cumplir  me  toca 
que  con  tiranos  antojos, 
cegar  ordena  á  mis  ojos 
y  mentir  manda  ¿.  mi  boca! 

ViLL.  Ved  doña  Juana . . . 

JuA.  Ay  de  mí! 

si  una  palabra  el  Rey  dio, 
por  qué  he  de  cumplirla  yo, 
yo  que  nada  prometí? 

YiLL.  Os  obliga  esa  promesa, 

que  Princesa  sois,  señora. 

JuA.  Mal  haya!  mal  haya  la  hora 

en  que  he  nacido  Princesa! 

ViLL.  Señora! 

JuA.  Qué  triste  suerte, 

el  fausto,  la  ostentación, 
y  dentro  del  corazón 
la  muerte.  Marqués,  la  muerte! 

Viix.  Cuando  os  espera  un  dosel 

y  una  regia  potestad, 
baja  vuestra  voluntad 
del  vasallo  hasta  el  nivel! 
Ah!  tornad  á  la  razón; 
sangre  real  en  vueátras  venas 
corre,  romped  las  cadenas 
de  vuestra  fascinación. 
Dad  ejemplo  singular 
de  que  en  todo  tiempo  y  hora 
habéis  nacidq^señora 
para  regir  y  mandar. 


—  44  — 

JuA.  Ay!  no!  mi  fftusto  me  arsedaral 

Pobre  mujer  coronada» 
constantemente  encerrada, 
en  cuatro  muros  de  piedra! 
Egregios  son  mis  1>Ia»uies 
altos  mis  timbres  doradcM, 
por  eso  están  rodeados 
de  perfidias  j  ambicioneeu 
Por  eso  llega  el  esoeso 
de  la  humana  vanidad» 
á  matar  la  Toluntad 
del  alma.  Marqués,  por  eso. 

Y  no  queréis  que  deplore 
cuando  la  pena  me  embarga, 
mi  tirana  suerte  amarga 

y  que  me  queje,  j  que  lloiei 
Ahí  (llorando':  repentimtmenti,) 

Oid:  todos  los  dias 
lágrimas  vertiendo  i,  mans, 
para  distraer  pesares 
y  ahuyentar  meianeolias. 
Miro  esa  florida  sesma 
y  esa  rísuefia. campaña 
que  con  blando  rumor  baña 
el  agua  del  manso  firesma* 

Y  cuando  el  rojo  arrebol 
declina  lánguidamente, 
y  en  el  oscuro  Poniente 
hunde  sus  rayos  el  sol, 
Yeo  que  por  Las  galanas 
praderas  llenas  de  floras) 
se  vuelven  los  labradores 
de  las  campiñBS  lejanas. 
Brota }«  siegie  eancion 
de  su  lábuD  tosco  y  duKro 

al  dar  visA  ni  pardo  mxxro 
de  su  sesietlia  mansión. 
Al  eco  que  en  ibs  seeronBts 
cumbres  despanmma  el  fíenÉa, 
de^an  su  pobne  aposento 
las  esposas  segoviaoias; 

Y  del  cielo  bajo  el  manto 


-  45  — 

azul»  sosegstdo  y  pitro, 
amboe  comen  un  pan  diaro 
ID  as  Uobos  de  lunor  j  encanto» 
Llenos  de  delicia  y  calma 
sin  que  anublen  aqu^el  eielo, 
ni  las  sombras  del  reeelo 
ni  los  pesares  del  alma. 
Cuántas  veces  mi  dolor 
desde  el  alféizar  dorado 
con  lágríhias  ha  enTidiado 
aquel  pan,  y  aquel  amor! 
ViLL .  Luchad  pues;  ardua  es  la  empresa, 

mas  todo  el  valor  lo  alcan2sa; 
ahogad  los  ayes  que  lanza 
vuestro  coraton.  Princesa. 
Pues  la  suerte  os  es  propicia, 
no  la  hugais  vos  ilusoria. 
JuA.  Ah! 

ViLi.  Traed  á  la  memoria» 

que  os  han  pedido  justicia. 
JuA.  Y  lia  he  de  hacer  {(^mte^  ay  de  mil 

Rodrigo..  • 
ViLL.  fin  ello  peasé: 

JuA.  Y  qué  hicisteis? 

YiLL.  T^o  áb  íé. 

JuA.  Y  cómo? 

YiLL.  .   (dámdaUHpiwff».] 

Miradlo  aquí.     . 
JuA.  Este  pliego... 

YiLL.  (Con  MrcMm^,)  Bi  este  pliego 

la  mancilla  desu  honor 
no  borclt»  lo  hace  mejor. 
JuA.  Mejor? 

Vu.L.  Le^  hace  tico. 

JuA.  Ahí 

ViLL.  *         Y  iufogo 

se  amansaará  su  porña 
si  vé  que  con  suerte  loca 
viene  é.  'taparle  la  boca 
un  titulo  de  hidalguía. 
JvA .  No  X)Bf  "«laiFOeais? 

ViLL.  Por  Dios 


—  46  — 

imagínáisme  tan  ci^^ot 
JuA.  Qnién  le  entregará  este  pliego? 

ViLL.  No  hacéis  tos  justicia?  Vos. 

JuA.  Yo? 

ViLL.  Por  vos  rico  seri: 

▼aestro  partido  le  gana. 
JuA.  Decid  qoe  venga  su  hermana. 

ViLL.  A  ella  no. 

JcA.  Por  qoé? 

ViLL.  ( Viendo  á  Serajbia  gm§  taUpor  Im  izquia-da, 

Aqni  está. 
JuA.  Dejadnos  Marqués. 

( Vase  Vülena  por  la  derecha.) 

ESCKNA  VIL 

Doña  Juana,  SEBAnnA. 

JtA.  Venid. 

Ser.    iAp.)    La  princesa!  oh  Dios!  qae  angustia! 

Qué  ordenáis? 
JuA.  (Con  amabilidad,)  Aquí,  ámi  lado: 

duéleme  vuestra  amaigura. 
Ser.    {Ap,)   Esta  es  mi  rival.  Audacia! 
JuA.  Sentémonos.  Aquí  juntas. 

{Siéntase  dona  Juana  y  obliga  á  hacerlo  á  Seraflm.) 
Ser.  Tanto  honor! 

•li^A.  Honor!  Quitadme 

estas  vanas  vestiduras, 

la  mentira  j  la  soberbia 

de  este  fausto  que  me  abruma, 

y  podréis  leer  en  mi  alma 

sencilla  ingenua  j  desnuda. 
Ser.  Cu&n  buena  sois! 

JüA.  Pobre  niña! 

Apenas  la  flor  despunta 

de  la  adolescencia,  j  ja 

desprende  sus  hojas  mustias 

que  la  larva  la  corroe 

j  su  tallo  el  viento  trunca. 
Ser.  Qué  estáis  diciendo? 

JüA.  Que  extraño, 

desdichada  criatura. 


47   - 


que  á  cegar  lleguen  tus  ojos 

cuando  el  sol  te  los  deslumhra! 
Ser.  Os  engañáis. 

JüA.  '  Q^íén  resiste 

á  la  pasión?  en  lalucha; 

del  honor  la  fortaleza 

desplomada  se  derrumba! 
Ser.  Señora,  vuestras  palabras  [levantándose,) 

no  me  consuelan;  me  insultan! 
JuA.  Estáis  en  vos  Serafina? 

Ser.  Es  una  infame  calumnia. 

Las  flores  de  mi  inocencia 

se  alzan  lozanas  y  puras, 

el  sol  que  alumbró  mi  alma 

en  vez  de  cegar,  fecunda;* 

j  son  envidia  los  rayos 

con  que  mis  ojos  fulguran 

del  águila  poderosa 

que  se  cierne  en  las  alturas. 

JuA.  Me  asombráis! 

gj.j^  Puede  mi  alma 

amar,  deshonrarse,  nunca! 
JuA.  Tan  presto  dais  al  olvido 

del  Parral  las  aventuras? 
Ser.  Limpia  levanto  mi  frente, 

la  conciencia  no  me  acusa. 
JuA.  Amor  Serafina,  es  ciego 

y  niño,  y  tiene  disculpa. 
Ser.  Discúlpenle  en  hora  buena 

los  que  rindió  á  su  coyunda, 

mas  la  pureza,  señora, 

no  necesita  disculpa. 
JuA.  Mas  vos  no  amáis? 

Ser.  Con  el  alma! 

JuA.  Con  esperanza? 

Ser.  Ninguna. 

J¥A.    .  T  qué  intentáis? 

Ser.  Nada  intento; 

mas  dentro  de  la  amargura 

de  mi  corazón,  alienta 

vm  recuerdo  que  la  endulza. 
JuA.  Cuál? 


-  48  — 

Ser,  Que  zqa  adora. 

JuA.    (ip)  Insensata! 

(aUo.)  Y  por  qué  esa  conjetura? 
Skr.  Ño  es  conjetura,  es  certeza; 

si  no  lo  fuera,  quién  duda 

que  muerto  el  amor  del  alma, 

bfgára  el  cuerpo  é.  la  tumba! 

JuA.  Certeza? 

Ser.  Si,  recordadlo; 

qué  contestó  á  la  pregunta 

que  le  hicisteis? 
JüA.  {aparte,)  Dios  me  ampare! 

Ser.  Aquella  respuesta  súbita, 

aquel  arranque  amoroso, 

me  Vim%l 
JüA.  (aparte,)  Dios  te  confunda! 

(alio,)  Es  villana  vuestra  estirpe,  (con  altivez,) 

vuestra  condición  oscura, 

la  pasión  os  arrebata, 

la  vanidad  os  ofusca* 

« 

(Serafina  hace  un  movimiento  para  retirarse,) 

Dónde  vais? 
Ser.  Oh!  permitidme. . . 

JuA.  Dónde  vais? 

Ser.  Donde  no  sufra, 

ofensas  que  me  desdoran, 

altivezas  que  me  injurian. 

Al  alcázar  me  ha  traído 

vuestra  voluntad  augusta, 

si  hallo  en  él  afrenta  y  odio 

en  vez  de  •amparo  y  ternura, 

nunca  al  alcázar  viniera^ 

no  me  trajerais  á  él  nunca. 
JuA.  Amparo!  quién  ha  de  dártele! 

con  un  imposible  luchas; 

si  mi  protección  te  falta 

quién  te  prestará  la  suya? 

ü»  UGiER.       (Anunciando.) 

Rodrigo  Cota. 
Ser.  Ah!  nri  hermano! 

él!  oh!  si,  no  tengáis  duda! 


-  49  - 

ESCENA  VIH. 

Las  mismas,  Kodrigo. 

RoD.  Ayer  aquí  me  llamaron, 

señora,  vuestras  bondades, 

para  afirmar  de  mi  honra 

el  alcázar  vacilante. 

Hoy  por  vez  primera  piso 

estos  egregios  umbrales 

en  alas  de  una  esperanza, 

noble,  generosa^  y  grande. 

{Vá  á  arrodillarse.  Serafina  le  detiene,) 
Ser.  Espera. 

Ron.  Qué? 

Ser.  Tú  de  hinojos? 

Ha  pretendido  humillarme. 
RoD.  Qué  dices?    . 

Ser.  Pero  tú,  hermano, 

no  te  humillas  ante  nadie. 
JuA.  Amor  la  ciega! 

Ser.  Señora, 

que  me  retire  dejadme. 
JuA.  (Con  dulzura.) 

No,  jamás!  Vos  mis  palabras 

con  error  interpretasteis; 

no  es  mi  corazón  soberbio, 

nunca  lo  fué,  Dios  losabe: 

Si  á  Ih.  pasión  quecos  fascina 

con  un  imposible  osasteis, 

hacen  reyes  mediadores 

lo  que  vasallos  no  hacen. 
RoD.  No  entiendo..  . 

JuA.  {Sacando  elpliego.) 

Tomad ,  Rodrigo. 
RoD.  Este  pliego? 

JuA.  Si:  tomadle. 

RoD.  Es...  mi  honor? 

•^UA.  Es  vuestra  dicha 

y  la  de  ella. 
I^OD.  Nq  gg  bastante. 


—  50  — 

JüA.  Ved  lo  que  el  pliego  contiene. 

RoD.  ( Tomando  el  pliego  y  ap,) 

Mi  mano  tiembla  cobarde. 
JuA.  (Á  Serafina, 

Venid  conmigo. 
Ser.  {Dudando.)         Señora. . . ! 

Je  A.  Sois  mi  dama:  acompañadme. 

ESCENA  IX. 

Rodrigo.  Abre  pausadamente  el  sobre  que  contiene  dentro  dos 

pliegos. 

Un  tiiulo  de  hidalguía! 
Hidalgo!  {Con  desprecio,) 

Y  esto  qué  vale? 
{Mirando  el  otro  pliego,) 
Tierras  en  Riaza  y  Sepúlveda.  {Leyendo.) 
Mas  tierras!  mas!  (Sombrío,) 

Dios  me  ampare! 
la  fortuna!  la  riqueza! 
{Buscando  con  avidez,) 
Mas  la  orden  para  el  enlace 
de  Serafina  y  don  Lope 
dónde  está?  Tal  vez  se  halle 
aquí?. . .  Nada! . . .  (Con  amargwra. ) 

Oro!  oro! 
y  esto  es  honor?  esto? 
(Con  energía  creciente,)  Infames! 
Venga  á  mi  mente  la  idea 
de  una  venganza  que  espante; 
con  el  dolor  y  la  ira 
en  agitado  combate 
de  mi  pecho  estremecido 
alma  y  corazón  se  salen, 
•  al  impulso  poderoso 

d^  fuego  de  cien  volcanes. 

ESCENA  X. 

RopRiGO,  Santillana. 

San.    (Ap,)   Yo  he  de  convencer  al  Rey. 
Roí).  Quién? 


—  61  — 

San.  Rodrigo!  Que  me  place! 

RoD.    (Ap,)  Yo  me  vengaré! ...  lo  juío 
pOT  el  alma  de  mi  madre! 
San.  Qué  tenéis? 

RoD.  Honra  agraviada . 

San.  Haced  que  os  la  desagravien. 

RoD.  La  desagravian  con  oro. 

San.  Ah  por  Cristo!  ellos  qué  saben? 

RoD.  Espanto  seré  del  mundo, 

asombro  de  las  edades. 
San.  Vuestro  varonil  arrojo 

templad,  Rodrigo. 
RoD.  '  Templarle! 

Solamente  Dios  podria 
de  mi  venganza  librarles. 
San.  a  quién? 

RoD.  A  ella!  á  don  Lope. 

San.  {Señalando  á  la  cámara,) 

Por  allí  pasa.  Miradle. 
RoD.  Traidor  nfil  veces! 

San.  Teneos! 

á  dónde  vais? 
RoD.  A  matarle! 

San.  Al  duque? 

RoD.  Si. 

San.  Al  favorito.. . 

RoD.  Si! . 

San.  Al  hermano... 

RoD.  Inspiradme 

señor! 
San.  De  la  Beltraneja! 

RoD.  Basta! 

San.  Rodrigo! 

RoD.  Aun  no  es  tarde: 

Salgamos. 
San.  l^or  qué,  y  á  dónde? 

RoD.  Dentro  de  pocos  instantes 

sabrá  el  pueblo  segoviano 
el  misterio  impenetrable 
que  es  la  causa  de  su  afrenta 
y  el  origen  de  sus  males. 
San.  Ved  de  explicaros,  Rodrigo. 


52  — 


ROD. 

Yo  haré  que  el  pueblo  no  alce 

scbre  el  trono  al  vil  retoño 

f 

de  adúlteras  liviandades  (Deteniéndose.) 

Ah: 

San. 

Vaciláis? 

ROD. 

Santillana, 

pretendisteis  fascinarme? 

y  si  no  es  cierto?  Seria 

acción  entonces  infame. 

San. 

Aseguraos. 

ROD. 

Y  cómo? 

San. 

Cómo,  Rodrigo?  Es  muy  fácil. 

Pida  el  pueblo  segoviano 

que  doña  Juana  se  case 

- 

con  don  Lope;  si  él  accede 

si  accede  también  la  madre, 

será  mentira;  si  no 

juzgad. 

ROD. 

Es  cierto.  Al  instante 

tf 

voy  á  proponerlo  a^  pueblo 

y  vendré  con  su  mensage. 

San. 

Y  si  no  acceden? 

ROD. 

Entonces. . . 

San. 

Si  no  acceden.  . .  Escuchadme . 

Infanta  tiene  Castilla 

de  altas  prendas  Cota. 

ROD. 

Sabe 

todo  el  valor  de  la  honra? 

San. 

Qué  estáis  diciendo?  el  esmalte 

que  mas  á  sus  ojos  brilla 

es  el  honor! 

RoD. 

Bien;  dejadme. 

San. 

Dónde  vais? 

ROD. 

A  alzar  al  pueblo 

^ 

por  ella. 

San.  • 

A  precipitarle. 

Amigo  de  confianza 

tenéis? 

ROD. 

Diego  Ponce  vale. 

San. 

Decidle  que  quizá  vea 

por  la  ventana  agitarse 

un  pañuelo. 

—  53  — 

BoD.  {Señalando  la  ventana.) 

Desde  allí? 

San.  Desde  allí. 

RoD.  Y  entonces? 

San.  Álcese 

-  Segovia  y  con  grito  fiero 
á  doña  Isabel  proclaine; 
pero  sin  ver  la  señal 
no  se  mueva  nadie,  nadie. 

RoD.  í  Así  se  hará.  A  Diego  Ponce 

diré  que  en  la  plaza  aguarde. 
Honra  mia!  los  soberbios 
hov  pretenden  mancillarte; 
nada  temas,  yo  te  guardo, 
honra  santa  de  mis  padres!  [Vase.) 

San.  Señor  marqués  de  Yillena 

vais  á  pasar  mala  tarde. 

ESCENA  XI. 


Et  Marques  de  Sa'ntillana.  Dona  Juana  por  el  primer  tér 

mino  izquierda. 

JUA. 

Marqués! 

San. 

(i4p.)                   La  Princesa! 

JuA. 

Os  hallo 

solo,  marqués,  y  me  place. 

San. 

Señora... 

JuA. 

Estoy  rodeada 

de  viles  y  desleales; 

yo  os  tengo  en  mucho,  marqués. 

y  deseo  aconsejarme 

de  vos. 

San. 

De  mi? 

JUA. 

Hanme  dicho 

que  desaprobáis  mi  enlace.                      ^ 

San. 

Como  Segovia  y  Castilla. 

JuA. 

Yo  de  vos  quiero  fiarme. 

San.    {Ap.)  Que  vá  á  hacer? 

JuA.  Decid  marqués, 

es  cierto  que  hay  leyes  tales 
que  hay  conveniencias  de  Estada 
tan  poderosas  y  graves 


—  54  — 

que  sin  codnpaaioa  quebriuito^ 

los  instintos  naturales? 
San.  Las  hay. 

JuA.  Y  contra  asas  leyes 

no  es  posible  rebelarse? 
San.  Señora! 

JuA.  T  si  me  rebelo 

encontraré  quién  me  ampare? 
San.    (Ap,)    Vive  Cristo  que  esta  niña 

me  pone  en  terrible  trance. 
JuA.  No  respondéis? 

San.  Es  el  caao 

señora,  tan  importante 

que  no  debo. . . 
Jija.  Vos  no  sois 

de  ese  cortesano  enjambre; 

quiero  la  verdad  desnud^i, 

no  las  lisonjas  falaces. 
San.    {Ap.)  ó  soy  traidor  á  mi  causa, 

ó  soy  con  ella  un  infame. 
JuA.  Hay  ejemplos  en  Castilla, 

Santillana,  de  esponsales 

entre  príncipes  y  noble»? 
San.  Hay  muclios. 

JuA'.  Y  esos  enlaces 

envilecen? 
San.  No,  señora, 

que  los  reyes  y  los  grandes 

si  en  el  poder  no  «e  igi;Lalan, 

sí  ^e  igualan  en  la  sapgre. 
JuA.  Entonces  dadme  un  consejo. 

San.  Consejo?  (Ap.)  Cuál  debo  dsole? 

(Mirando  á  la  cámara,)  * 

Ab!  El  duque  de  Molina 
^  se  acerca  aquí. 

JuA.  E}  éluqup! 

San.    .  Habladle! 

{Saluda  y  se  retira,) 

Nadie  mejor  que  su  hermano 

podré,  aconsejarla. 
JuA.    (Afi,)  ííadi^ 

mejor  que  el  ItpnibEe  que  adono 


—  55  — 

podrá  en  mi  duelo  ampararme! 

ESCENA  XII. 

Doña  Juana,  Dow  Lope. 

JuA.  Señor  Duque,  llegad. 

Lope.  fíois  vqb,  ^ñora! 

á  buscaros  venia. 

JuA.  Vinisteis  en  buena  hora. 

Duque,  que  yo  también  yeros  quería. 

Lope.  En  la  cámara  real  está  el  de  Qoiena 

esperando,  y  la  reina  vuestra  madre 
por  vuestra  ausencia  está  de  angustia  llena. 

JuA.  Mi  madre!  y  sin  piedad  para  su  hija 

rompe  su  corazón  y  su  honda  pena 
no  quiere  mitigar,  ni  el  triste  Uanto 
á  que  su  suerte  airada  la  condesa! 
Quién  calmará  mi  anhelo, 
y  quién  en  duelo  tanto 
tendrá  piedad  de  mi  angustiq^o  duelo? 

Lope.  Si  mi  vida  bastara! . , . 

porque  fuerais  fóüz. 

JuA.  Duque  I 

LePE.  Señora, 

la  vida  me  arraocara! 

JuA.  Fellzl  esa  palabra  encantadora 

buscadla  en  medio  de  las  toscas  greyes, 
no  en  los  regios  alcázares,  no  i^^ra 
en  las  tristes  mansiones  de  los  ^eyes. 
Ay!  y  en  cuan  poco  la  ventura  estriba! 
Esa  felicidad  tan  envidiada 
tal  vez  es  una  sombra  ugitiv^ 
un  rumor,  uq  suspiro,  una  mirada. 
Pero  el  alma  confusa  divagaxkdo, 
de  la  vida  en  el  piélago  navegai 
que  esa  felicidad  se  vá  acercando, 
se  vá  acercando,  si^^  mas  nupca  llega! 

Lope.  Qué!  vos  no  la  tenéis?  decid! 

JuAs.  TJn  día 

me  d^o  una  comparsa  aduladora: 
«El  poder  á  tu  mano  el  mundo  fia. 


-    50  - 

todo  lo  puedes  tú;  tú  eres  señora.» 

El  insensato  corazón  henchido 

de  la  niña  infeliz,  de  oi^nllo  yano, 

órdenes  quiso  dar  j  ver  cumplido 

un  antojo  infantil,  mas  soberano, 

Pero  una  voz  austera  la  decia. 

ttPara  pedir  y  para  hacer  mercedes 

eres  niña,  muy  niña  todavía; 

luego  podrás  mandar;  ahora  no  puedes.» 

T  la  niña  creció:  la  adolescencia 

dando  yida  k  su  ser  y  á  su  alma  aliento, 

sin  agostar  la  flor  de  la  inocencia 

hizo  brotar  la  flor  del  sentimiento. 

Cuando  la  adolescente  acariciaba 

la  hermosa  flor  que  el  céfiro  meda, 

á  solas  con  suspiros  esclamaba: 

Ay  si  seré  muy  niña  todayía! 

Luego  sobresaltada  oyó  rumores, 

el  alma  dio  un  quejido  doloroso 

y  yió  lleno  de  timbres  y  de  honores 

á  un  hombre  que  la  dijo  aSoy  tu  esposo». 

Quiso  entonces  romper  sus  duras  redes 

el  corazón;  la  voluntad  sin  miedo 

al  querer  ordenar,  oyó.  «No  puedes, 

tienes  que  obedecer.!  Pues  cuándo  puedo! 

LoPK.  Señora! 

JuA.  Ay  Dios!  el  alma  en  su  honda  pena 

no  resiste  á  un  esfuerzo  sobrehumano; 
me  llevan  al  altar  con  el  de  Guiena, 
ante  el  altar  le  negaré  mi  mano! 

Lope.  Qué  decis?  qué  intentáis? 

JuA.  Necia  porña 

basta  ya!  basta  ya!  no  desvario; 
dueño  soy  de  mi  ser  y  mi  alvedrío, 
mia  es  la  voluntad,  el  alma  es  mia. 
f  Llamad  Duque,  llamad. 

Lope.  Ssa  entereza 

es  impropia  de  vos. 

JuA.  Ah  desgraciado! 

Lope.  Lo  ruego  humildamente  á  vuestra  Alteza 

pensad  en  vos  y  en  la  razón  de  Estado. 

JuA.  La  razón!  el  Estado!  qué  locura! 


—  57  - 

Duque,  cuando  mi  bien  asi  prevengo 
qué  me  importa  el  Estado  y  su  ventura? 
la  razón  invocáis!  pues  yo  la  tengo! 

Lope.  El  delirio  os  ofusca. 

JuA.  Ah!  si,  deliro, 

porque  desde  la  altura  de  mi  trono, 
todo  lo  que  en  redor  escucho  y  miro 
es  miseria,  es  ruindad,  es  abandono. 
Volved,  volved  al  fin  por  vuestros  fueros; 
la  prez  os  arrebatan  de  las  manos; 
dónde  están  esos  nobles  caballeros? 
dónde  los  infanzones  castellanos? 
Oís  de  una  mujer  la  triste  queja, 
contempláis  á  una  dama  desolada 
y  el  brazo  altivo  se  desmaya  y  deja 
caer  al  suelo  sin  vigor,  la  espada. 
Y  vosotros  ansiáis  timbres  y  honores! 
no  hagáis  ya  de  virtud  vanos  alardes, 
á  la  patria  vendéis,  pues  sois  traidores! 
al  débil  no  amparáis?  pues  sois  cobardes! 

Lope.  No!  vive  Dios!  aunque  la  suerte  loca 

derribe  de  los  hombros  mi  cab?za, 

soy  vuestro  defensor,  á  mi  me  toca; 

yo  seré  el  campeón  de  vuestra  Alteza. 

Ordenad!  ordenad!  Vuestra  agonía 

cesará,  lo  prometo;  las  cadenas 

con  que  os  enlaza  la  fortuna  impia, 

yo  las  quebrantaré  con  osadía, 

lo  juro  por  la  sangre  de  mis  venas 

lo  juro  por  la  te  del  alma  mia! 

JuA.  Asi  os  quiero! 

Lope.  Mandad. 

JuA.  Id  sin  tardanza, 

id  al  Rey  y  decidle  que  en  provecho 
de  la  Nación,  recuso  esa  alianza 
y  que  dé  ya  mi  enlace  por  deshecho. 

Lope.  Qué  más? 

JuA.  Si  el  Rey  se  niega,  entonces  fío. . . 

Lope.  Cubierto  entonces  con  la  dura  malla, 

Uamaré  al  noble  duque  á  desafio, 
y  os  libraré  en  el  campo  de  batalla. 

JuA.  A  ese  Ímpetu  marcial  nada  hay  que  iguale; 


—  88  - 

mi  suerte  á  vuestro  esfuerzo  sa  iibandona. 
LoPB.  Voy  i  vencer!  vuestra  amistad  me  vale. 

JuA.  }¿á  triunfar!  Os  vale  una  corona. 

Lope.  Ah!  {pálido  y  descompuesto,) 

JuA.  Vaciláis?  qué  es  esto?  (ap,)  Duda  horrible! 

Lope.  Muera  yo!  muera  yo  por  vuestra  mano; 

pero  no  me  pidáis  un  iraposible. 
JuA.  La  ama!  me  odia!  Gran  Dios! 

(cayendo  en  un  süiaL)  Dios  soberano! 

ESCENA  Xni. 

* 
Los  mSMOS,  El  Marqués  de  Vilisha. 


Lope. 

{ajMrte  á  Doña  Juana,)  Pacheco! 

Ja  A. 

Pacheco! 

Lope. 

Si. 

JuA. 

{Ap.)  Oh!  si  encuentra  indicio  alguno! 

VlLL, 

(Ap,)  Secretos?  (a/ío.)  Soy  importuno? 

[Ap,)  Qué  es  lo  que  ha  pasado  aqui? 

JUA. 

No. 

VlLL. 

Don  Lope  sí. 

Lope. 

Esplicaos. 

ViLL. 

Perdisteis  en  un  momento 

el  popular  valimiento. 

JUA. 

Por  que? 

ViLL. 

Segovia  es  un  caos; 

y  os  tiene  la  plebe  inquieta 

por  su  enemigo  mortal. 

desde  el  lance  del  Parral 

con  la  hermana  del  poeta. 

Lope. 

(con  indi/ereficia,)  Y.  bien? 

JUA. 

Dejadla  gritar. 

Don  Lope  no  ha  de  perder. . . 

VlLL. 

M  ^n  vos? 

JUA. 

No. 

VlLL. 

Pue<ie  ser; 

que  no  es  delito  el  amar. 

Por  eso,. . 

Lope. 

(Ap*)  Lengua  inferatí! 

ViLL. 

Buscando  lo  que  le  halaga 

sueña,  corre,  vuela,  vaga 

y  trasnocha  en  el  P&rraL 

—  59  - 

Lope.  {Ap.  á  Villena.)  Ah!  sin  humano  respeto 

sin  compasión,  sin  conciencia; 
jugáis  con  una  existencia 
que  está  á  merced  de  un  secreto. 

ESCENA  XIV. 

Los  MISMOS,  Benavewte.  Noples. 

Bew.  {á'  Villena.)  Marqués? 

Yjj^j^  Turbado  veni«! 

Ben.  Si,  no  os  estrafíe  don  Juan, 

es  que  reflejo  el  afán 

de  la  Reina. 
ViLL.  Qyédecis? 

Ben.  En  vano  con  insistencia 

pretende  llegar  al  lecho 

del  Ray. 
YiLL.  Qué  importa? 

Bg,;  Sospecho... 

ViLL.  Sospecháis!  Brava  ocurrencia! 

Fiad,  Bsnavente  en  mí, 

donde  los  Reyes  respiran 

hay  ojos  siempre  que  miraa 

todo  lo  que  pasa  allí. 

ESCENA  XV. 
Loe  MISMOS,  üN  Ugier. 

Ugu»  .  Al  fin  de  1^  galería 

para  entrar,  del  pueblo  en  nouí^jre, 
demanda  Ticencia  un  hojjibre, 

Jba.  Hacedle  entrar!  Dios  le  envía! 

ESCENA  XVI. 

Los  MISMOS  Rodrigo. 

RoD.  Poco  hace  mi  voz  sedienta 

de  justicia  y  protección 
se  aliaba  en  esta  mansión 
para  reparar  mi  afrenta, 

JuA.  Yo  de  la  ley  guardadora 


—  60  — 

hice  justicia. 
RoD.  Vos! 

JuA.  Si. 

RoD.  (Metiéndose  la  mano  en  el  pecho  por  debajo  de  la 

ropilla. — Sombrio,) 

Aquí  la  conservo.   .  aquí! 

sobre  mi  pecho,  señora! 
JuA.  Vuestra  gratitud  es  tanta! 

RoD.  Tenerla  mayor  no  puedo. 

Ben.    (Ap.)    Este  hombre  me  causa  miedo. 
Lope.    (Ap,)  Su  voz  sombria  me  espanta. 
ViLL.  Ved  de  abreviar! 

RoD.  (con  calma.)         Vive  Dios! 

que  al  mandar  con  tal  rudeza 

en  presencia  de  su  Alteza 

presumo  que  el  Rej  sois  vos. 
ViLL.  El  Rey! 

RoD.  '    Y  me  maravilla! 

VU.L.  Por  Cristo! 

RoD.  La  cosa  es  llana. 

JuA.  Enfermo  el  Rey,  doña  Juana 

es  la  Reina  de  Castilla; 

mi  madre  asi  lo  ordenó 

siendo  la  corte  testigo. 

Estáis  hablando  Rodrigo, 

al  Rey. 
RoD.  .  Acatando  yo 

sus  mandatos  soberanos 

á  vuestras  plantas  hoy  llego 

á  haceros  oir  el  ruego 

de  los  gremios  segovianos. 
JuA.  Cuál  es? 

RoD.  Segovia  apenada 

dice  por  mi  voz,  señora, 

que  la  ofende,  y  la  desdora 

esa  boda  concertada. 
JuA.  Cielos!  (con  alegría.)         v 

ViLL.  Esa  altanería 

vuestra  desdicha  asegura. 

Qué  pretende  en  su  locura 

la  plebe  que  aqui  os  envia? 
Rob.  Acaso  no  se  os  alcanza 


—  Ol- 
io que  ese  pueblo  pretende? 
Rasgar  el  velo  que  tiende 
sobre  su  noble  esperanza 
quien  tiene  sus  ojos  fijos 
no  mas  que  en  su  medro  impuro. 
Pretende  su  bien  futuro  ' 
el  bien  estar  de  sus  hijos. 
Quiere  para  doña  Juana 
un  marido,  cuya  gloria 
esté  ligada  á  la  historia 
de  la  nación  castellana. 
Un  Monarca  mediador 
de  la  Reina  y  sus  vasallos 
que  sepa  acatar  los  fallos 
del  deber  y  del  honor. 
Franco,  leal,  decidido, 
sin  rencor  y  sin  malicia, 
espejo  de  la  justicia, 
amparo  del  desvalido. 
Rey  que  ensalzo  su  realeza 
vestida  la  ruda  malla, 
y  en  los  campos  de  batalla 
muestre  su  ardor  y  fiereza, 
no  con  damas  ni  villanos 
ni  en  mengua  de  nuestro  fuero; 
Rey  noble  arrogante  y  fiero 
como  son  los  castellanos. 

JuA.  Pacheco!  vos  sois  testigo 

de  su  ardimiento. 

VitL.  {A  Rodrigo,)  Esa  grey 

pretende  mas  de  su  Rey 
futuro? 

RoD.  Si. 

JüA.  Hablad,  Rodrigo! 

RoD.  Que  los  primeros  albores 

que  hayan  brillado  en  su  frente 

brotaran  del  sol  ardiente 

que  alumbró  á  nuestros  mayores; 

del  mismo  potente  rayo 

que  la  lucha  fragorosa 

hizo  brillar  victoriosa 

la  espada  del  Rey  Pelayo. 


—  62  — 
ViLL.  Qué  osadía,  vive  Dios! 

JüA.  Sus  palabras  tendrán  eco 

de  fijo  en  el  Rej;  Pacheco 

id,  y  decídselas  vos. 
YiLL.  Antes  le  darán  enojos 

por  ofensivas  y  audaces! 

Asi  se  fraguan  enlaces 

según  plebeyos  antojos! 

Hay  mas  ciego  frenesí! 

Dónde  existe  un  caballero 

mas  ilustre,  mas  guerrero 

que  el  Duque  de  Guiena? 
ROD.  Aquí! 

JuA.  Marqués,  qué  poca  arrogancia! 

Hay  en  Castilla  infanzones 

que  no  envidian  los  blasones 

de  los  Príncipes  de  Francia. 
ViLL.  Feliz  sería  el  mortal 

que  se  viera  tan  honrado. 
Roi>.  Tal  vez  Segovia  ha  pensado 

en  uno. 
ViLL.  Decid. 

JüA.  En  cuál? 

RoD.  En  uno  que  ha  conseguido 

de  leal  y  noble  fama, 

á  quien  Segovia  proclama 

por  caballero  cumplido. 
Pues  bien,  quien  tiene  en  su  abono 

condición  tan  generosa, 

bien  merece  por  esposa 

á  la  heredera  del  trono. 
ViLL..  Por  Dios!  Mi  mente  no  atina, 

quién  hay  que  al  trono  se  acerque, 
RoD.  (Con  sarcasmo.) 

Quién?  Don  Lope  de  Alburquerque, 

noble  Duque  de  Molina! 

Lope.  (Adelantándose  con  rapidez  y  con  voz  espantada.) 

Imposible!  Jamás! 
RoD.    (Áp,)  Oh! 

Es  cierto! 
Ben.  Qué  avilantez! 

JuA.  Jamás!  (Con  doloiosa  ewtraaUza,) 


-  63  — 

Lope. 

(Aj>.] 

1             Dios  mió ! 

ViLL. 

{Ap.) 

1 

Pardiez! 
Bien  la  trama  combinó! 
,  (Se  dirige  á  Benavente.) 

JUA. 

Imposible? 

ROD. 

(A  doña  Juana.)  Si!  imposible! 

JuA. 

Que  queréis  decir? 

ROD. 

Ahora 
nada. 

JuA. 

Mas... 

ROD. 

Después. 

Lope. 

Señora. .. 

(Ap,) 

Pero  esto  es  un  sueño  horrible. 
Yo  al  trono! 

JUA. 

Up.) 

Trono  funesto! 

ViLL. 

{A  Benavente.) 
Conde,  oid. 

Ben. 

Señor  don  Juan. 

Viix. 

Avisad  al  Capitán 

de,  guardia,  que  venga  presto. 

ESCENA  XVII. 

Los  MISMOS  menot  Bbnavehte. 

ViLL.  {A  Rodrigo,) 

Ya  comprendo  vuestro  ardid! 
Mas  ved  que  en  esta  partida 
estáis  jugando  la  vida 
y  vais  á  perderla.  Id 
y  dominad  con  presteza 
á  esa  plebe  inquieta  y  ruda 
mal  avenida  sin  duda 
con  su  dicha  y  su  cabeza. 
Decidla  que  vuestro  falso 
ardimiento  y  fiero  encono 
no  puede  elevar  un  trono, 
mas  puede  alzar  un  cadalso. 

RoD.  Lo  sentiría  por  vos. 

ViLL.  Pese  á  vuestro  alarde  fiero 

cadalso  hallareis  primero, 
y  mañana. . . 

RoD.  Sabe  Dios! 


-  04  — 

ViLL.  Mañana  Castilla  entera 

con  vivas  aclamaciones 

deplegará  sus  pendones 

por  doíia  Juana  Primera; 

solo  un  grito,  un  eco  fiel 

ha  de  escucharnos  mañana. 

Castilla  por  doña  Juana! 
San.  {Apareciendo  en  la  puerta  de  la  cámara.) 

No!  Por  la  Infanta  Isabel! 

ESCENA  XVIII. 

Los  MISMOS  Santrlaw4. 

I 

ViLL.  Quién  con  mengua  de  la  ley. 

qu'én  proclamará  heredera     * 

del  trono  á  Isabel  Primera? 
San.  El  Rey  don  Enrique. 

Vi  LLENA  y  LopR.  -  El  Rey! 

San.  El  Rey. 

Ji'A.  Mi  padre! 

ViLL.  Impostura! 

Lope.  Oh  Dios  mió! 

^'^íLL.  Estáis  en  vos? 

Lope.  Santillana! 

ViLL.  Vive  Dios! 

JüA.  Esto  es  sueño! 

Lope.  Esto  es  locura? 

(Quedan  iodos  anonadados.) 
San.     (Ap.)   Ahora  la  seña,  el  pañuelo; 

que  estalle  Segovia  entera 

y  es  Reina  Isabel  Primera.  . 

(Al  ir  á  sacar  el  pañuelo  preséntase  el  capitán 

con  varios  soldados,) 
VíLL.  {Al  Capitán  señalando  á  Santillana.) 

Capitán! 
Sna.  Oh!  vive  el  cielo!   * 

ViLL.  Su  jetadle! 

RoD.  (Haciendo  ademan  de  defenderle,) 

Por  Luzbel! 
ViLL.  Y  á  ese  hombre! 

í^o»-  .     Amí?  • 

JüA.  (Interpaniéndose,)         No:  Rodrigo, 


-63  - 

es  fuerza  que  hable  conmigo. 
ViLL.  Señora! 

JcA.  Respondo  de  él. 

YiLL.    {Áp.)  Y  este  hombre  se  escapa  al  fin 

y  me  burla!  pesia  tal! 
8an.  {Áp,)    No  puedo  hacer  la  señal. 

Ira  de  Dios! 
ViLL.  (Ap.)  Ah!  Martin! 

Martin  me  librará  de  él; 

si,  la  seña;  es  necesario. 

{Saca  un  pañuelo  y  le  agita  por  la  ventana,) 
Habí.  (Pon  regocijo.) 

Sois  el  mejor  partidario 

que  tiene  doña  Isabel! 
ViLL.  *  Ño  diréis  eso  mañana. 

Sam.  No  obrareis  de  igual  manera. 

VíLL.  Capitán..! 

Ugier.  {Sali^Tido,)  El  Rey  espera 

al  Marqués  de  Santillana. 
{Santillana  saluda  y  vasepor  la  puerta  de  la  izquierda,) 
ViLL.    (Ap,)  Pongo  al  cielo  por  testigo 

que  presa  de  mis  furores 

serás* 
JvA.  Despejad  señores. 

Vos,  quedad  aquí  Rodrigo. 
( VÁnse  todos  menos  Rodrigo,  don  Lope  queda  el  último  y 
se  retira  mirando  con  tristeza  á  doña  Juana.) 

BSGfiNA  XIX. 

Doña  Juana  Roprigo. 

JuA.  Ah!  ya  ^tamo|3, solos!  Qota, 

ha  llegado  la  ocasiÍDn; 

rompe  este.i^fgj'o  crespón, 

que  en  torno  á  mis  (¡jos  ü(^p&. 

Habla!  que  escuche!  que  vea..! 
RoD.  Señora!  queréis  gue  Jbabje! 

JüA.  Qué  misterio  impenetjri|]]le    ^^ 

es  este  que  me  rode^? 

Responde,  por  q^é  él.lM^arq^ujés 

me  humilla  j  alza  á  ia  Infanta? 

5 


-  66  - 

En  esto  hay  algo  que  espanta, 
algo  de  siniestro,  qué  es? 
Si,  vé  Segovia  con  pena 
y  con  Segovia  Castilla 
cuánto  la  ofende  y  mancilla, 
mi  boda  con  el  de  Guiena; 
si  yo  en  su  deseo,  veo 
también  mi  dicha,  ay  de  mí! 
por  qué  es  imposible,  di, 
que  se  cumpla  mi  deseo? 
Responde. 

RoD.  Fatal  porfía! 

Presumís  que  puedo  en  calma 
rasgaros  señora  el  alma 
como  vos  rasgáis  la    mía? 

JuA.  El  alma!  yo?  no  me  esplico. . . 

viendo  tu  desdicha  inmensa 
no  he  reparado  tu  ofensa? 

RoD.  Dios  de  Dios! 

ju^^  No  te  he  hecho  rico? 

RoD.  Callad! 

juA,  Fija  en  su  interés 

no  ordené  que  aquí  viniese 
Serafina? 

RoD.  A  Dios  pluguiese     . 

mirarla  muerta  á  mis  pies 
antes  que  en  afrenta  mia 
y  por  preciado  favor 
la  devolvierais  su  honor 
convertido  en  mercancía. 

JuA.  Tal  desmán! 

RoD.  Mi  ardiente  anhelo 

crece  al  pensar  en  la  afrenta 
que  me  hicisteis. 

ju^^  Ten  en  cuenta 

tu  condición. 

RoD.  Vive  el  cielo!      ^ 

(Sacando  el  pliego,) 
Debo  esto  á  mi  condición? 

juA.  Es  tu  fortuna! 

RoD.  {Rasgando  el  pliego.) 

Ved. 


-^7  - 

JüA.       , 

Ah! 

ROD. 

Rota  mi  fortuna  está 

cual  lo  está  mi  corazón. 

JUA. 

Eso  á  mi! 

ROD. 

A  mi  almu  gigante 

cuando  su  deshonra  venga, 

ni  hay  valla  que  la  contenga. 

ni  grandeza  que  la  espante! 

JUA. 

Villano!     • 

RoD. 

El  amor  profundo 

que  sentís. 

Jda. 

Yo? 

ROD. 

Esa  violenta 

pasión,  que  es  del  mundo  afrenta 

sí  llega  á  saberla  el  mun^o. 

JUA. 

Mi  pasión? 

ROD. 

Fatal!  maldita! 

JUA. 

Oh!  mayor  afrenta  fuera 

que  yo  te  alzase  á  la  esfera 

en  que  don  Lope  se  agital 

ROD. 

Nunca! 

JuA. 

Afrenta  que  se  acerque 

á  don  Lope  una  villana. 

RoD. 

Crimen  que  ame  doña  Juana 

á  don  Lope  de  Alburquerque! 

JuA. 

Por  qué?  (Oyense  gritos  confusos.) 

RoD. 

Escuchad! 

JuA. 

Qué  rumor! 

ROD. 

Al  crecer  con  violencia 

os  dirá  la  diferencia 

que  hay  de  un  amor  á  otro  amor. 

Cid!  oid!  ese  ruido 

confuso  que  el  viento  corta. 

vá  á  deciros  lo  que  importa 

el  honor;  prestad  oido. 

f 

Vuestra  alma  exhale  su  queja 

como  la  mía  su  hiél! 

Voces. 

Viva  la  infanta  Isabel! 

Abajo  la  Beltraneja! 

ROD. 

Por  vos! 

JüA. 

Ah!  por  mí!  Qué  afán! 

La  Beltraneja!  ((7o»  estrañeza.) 

-  w  — 

RoD.  Entendéis? 

Ved  si  es  un  orímen  q«ie' améis 
al  hijo  de  don  Britran! 
{Señalando  á  don  L'>pb   que  pálídoi  f  aeOtado  vi&ne  ¡m 
auwüio  de  (foJla> 'Juana.) 

(DandaiM  grito  y  c9¡fendo^  áésm$^ñda  en  un  si- 
tial.) Ah! 
Lope.  {SosteH^dota,) 

Infeliz!  Qué  habds  iiétíbjb? 
£1  mismo  intlenio  es'ins^ira. 
RoD.  No  tiene  el  infierno  la  ira 

que  rebosa  de  mi  péoko! 
Lo».  Esos  gritos . .  I 

Los  MISMOS,  Di2G0,  Sañóso,  Pugblo  en  tumulto  con  armas  , y 

en  actitud  imponente» 

Voces.  "Muera! 

Lope.  (Deeentainufído.)       Ohl 

DiE.  Vedla  ahí . 

(Se  dirigen  en  tropel  á  doña  Juana.) 
Roo.  (Desenvainando.)    Vais  á'po^r 

la  nlano  én  una  mujer? 

Atrás!  La'deftendo yo? 


ESCENA  XXI. 

• 
Los  MISMOS,  SfiBAFMA. 

Ser. 

Rodrigo! 

ROD. 

Tú!  {:Mnando á'DoTn  Lop«) 

Y  «él  aquí? 

DlE. 

Pague  en  sangre  sú  delito! 

ROD. 

(Deíemiéndole.) 

S  n  san  ^re  1  La  neeésito  . 

toda,  toda  para imi! 

DlE. 

El  te  ha  ofendido  «itaaoro. 

RoD. 

Kadie  ha  de  pedirle  roüeiittts. 

Para  vengar  tais  afréiiiliks 

basta  y  sobra  con  mi  acero! 

FÍN  DEL  ACTO  «BGrtJíWO. 


t      "» '     r 


AOTO  TERGEBO. 


Cámara  de  la  Prjapeva»  Gabinete  octógono:  al  fon^o  el  oratorio  cu- 
yas puertas  se  abrirán  eq  tiempo  oportuno.  Ventana  en  el  chaflán  de 
/a  izquierda;  puerta  en  e|  de  la  derecha,  i^uertas  laterales  en  el  pri- 
mer término. 


ESCANA.  PRIMERA, 

Santil^lana  y  Bopr^go. 

(Al  levantarse  el  telón  se  oye^  fuü^^f espadas  y  las*mues 
de  SJMiTfbfeAMAy  Rodrigo  y  Martin.) 
San.  {D$HtfQé)i  Roetógro^ 

Mar.  Mmers! 

BoD.  .^üeesifio! 

San.  l^Aídbrl' 

Mar.  Bl;  oi»la  me  vaJ^ii!: 

(Salen  Sanhrlaha  y  BoDi^GOi|KMr  ULpuett^  derecha  primer 

'tíiímínq.} 
San.  Coni €ií  pomoi  qua  hk  sangie 

de  cobarde»  bo  se  \9¡v»l 
Estáis  herido? 
Boo.  Un  rasguño 

nada  máQ., 
San.  Buena  estocada 

parasteis!. 
BoD.  Debo  la  vida 

sA  Maarquéa  de  SantíUana. 
San.  Pasa,  deshacer'  tmioioneB 

7  desoitbiiir  emboaeadf|s^ 

siempre,  la.  suerte,  me.  ha.  dada 

golpe  electo  j)tiB|aiG}anu 

Pero  eómo  em  eatoa  aittoa 


—  70  — 


olvidando  la  jornada 

de  ayer? 

ROD. 

En  este  palacio 

tengo  mi  honra  y  mi  hermana 

en  rehenes,  y  aquí  vengo 

porque  quiero  rescatarlas. 

Si  un  dia,  señor  Marqués, 

queda  mi  vida  sin  mancha, 

disponed  de  ella. 

•  San, 

(Abrazándole,)      Rodrigo! 

ROD. 

Hoy  no  me  es  dado  brindarla. 

que  nunca  ofrecerse  debe 

vida  que  está  deshonrada. 

San. 

La  vuestra  es  pura. 

ROD. 

Los  cielos 

me  la  den  hasta  mañana. 

,  San. 

Ay  del  que  contra  ella  atente  1 

juro  á  Dios  que  hace  compaña 

al  que  habéis  tendido  en  tierra. 

Roo. 

Desventurado! 

San. 

Os  dá  lástima! 

ROD. 

Menos  cobarde  es  su  Crimea 

que  el  crimen  de  quien  le  paga. 

San. 

Siempre  igual! 

RoD, 

Siempre  el  castiga 

se  impone  al  brazo  que  mata. 

• 

y  la  intención  que  le  impulsa 

queda  libre  y  hasta  honrada. 

San. 

No  ha  de  cruzar  con  la  mía  , 

y 

mano  traidora  que  empaña 

los  timbres... 

ESCENA  II. 

Los  MISMOS  ViLLENA. 

ViLL.  Marqués,  calmaos, 

y  no  habléis  en  voz  tan  alta» 
que  las  paredes  escuchan 
y  el  eco  á  veces  delata. 

San.  No  tiene  porque  cuidarse 

ni  de  obras  ni  de  palabras 


—  71  — 

el  que  sabe  sostenerlas 
con  la  punta  de  la  espada. 
ViLL.  Ya  sé  que  unís  al  ingenio 

el  valor  y  la  arrogancia. 
Me  place  que  el  de  Villena 
conozca  al  de  Santillana. 

ESCENA    III. 

Rodrigo,  Villfwa. 

ViLL.  Por  cierto  mas  que  la  suya, 

me  dá  asombro  vuestra  audacia. 

No  sabéis  que  hay  en  Castilla 

cuchillos  para  gargantas? 
RoD.  Sé  que  hay  traidores  puñales 

que  hieren  al  que  los  alza. 

(Abriendo  la  jmertd  del  primer  término  derecha.) 

Le  conocéis? 
YiLL,  Martin  Roble! 

RoD.  Rogad  á  Dios  por  su  alma. 

ViLL.  Puedo  perderos  Rodrigo; 

tenedlo  en  cuenta. 
RoD.  Amenazas! 

ViLL.  Habei9  al  Rey  injuriado 

en  esas  coplas  que  andan 

de  boca  en  boca,  y  que  atentan  > 

á  su  prestigio  y  su  fama. 
RoD.  Si  son  falsas  castigadme, 

si  no  lo  son,  respetadlas. 

Bueno  es  que  hasta  el  trono  llegue 

esa  voz  que  al  pueblo  arranca 

la  soberbia  de  los  grandes 

y  la  incuria  del  Monarca. 

Si  el  Rey  al  oirías  siente 

subir  el  fuego  á  la  cara, 

no  olvide  el  Rey  al  oirías 

que  provechosas  por  francas, 

más  que  las  dulces  lisonjas 

son  las  verdades  amargas. 
ViLL.  Amargas!  como  lo  fueron 

cierta  noche  y  cierta  escala 


l*^^ 


—  Ta- 
para algunos. 

Ro».  Áhrpófél&s^ 

vuelYO  aquí  *Á  poner  mi  plalñál 

ViLL.  Queréis  hablar  doii  Lope? 

RoD.  Es  ocasión  de  palabras^ 

Marqués,  con  honra  ó  sin  vidá^ 
he  de  salir  del  Alcázar. 

ViLL.  Aqui  vendrá  el  Duque'. 

Roi>.  Pronto? 

YiLt.  Su  deber  aquí  le  llama;* 

muy  pronto. 

RoD.  BícTQ^  aM  las  hc)i-&' 

dfe  Yer]gffién¿á  fiíon*  muy  largalsl' 

YiLL.  QuMát>s; 

RoBú  Dóttde? 

ViLL.  En  lacia 

En  ella  Tá  Reiha  pásá' 
iii\íchÍBi^  hórftá  éHtfe  cálitó^' 
religiosos  y  plegarias^. 
Mas  tñtdéxéí. 

RoD.  He  áe'títíMe' 

de  vos? 

ViLL.  Me  interésíi. 

Rop.  Basta. 

{vase  RoDáiéó^íW*  lá  át^tUé:) ' 

El  Marqués  dc  VaLENA. 

eói  tíóttík  ó'  M  vida  dice; 
had«'ákÜíd¿ÍÁlcá¿aí,     ' 
con  hofiark;  ntf  es'muy  pl-ó6Sible, 
sm  vida  és''fáfeíl  qtíé'  ¿Mgaí 

ESCEÑA*  V.' 

ViLt.   {Ap.)  Ellaa^ttl!(á/fo.)'6¿iíq!ué'pla6éi^ 

os  veo; . . 
JüA.  GÍfacíaíViiíeiík: 

^iLt.  Repuesta  ya^  déli  ¿eii 


; 


j 


-  íi- 

que  ayer' sentisteis. 

JüA,  Ayer? 

No  recuerdo. 

ViLL.  Turba  aleve 

con  torpe  intención  aviesa 
quiso  ofenderos,  Princesa. 

JuA.  No  recuerdo. 

ViLL.  Fué  la  plebe. 

JuA.  No  sé. 

ViLL.  Todavía  el  eco 

fatídico  se  levanta 
diciendo,  Viva  la  Infanta 
Isabel. . . 

JuA.  CalladjTacheco. 

Guando  ese  grito  me  aterra 
le  Tenis  á  recordar! 
No  veis  que  quiero  olvidar 
hasta  que  existo  en  la  tierra? 
No  miráis  mi  pecho  herido 
por  las  perfidias  del  mundo? 
No  yeis  que  en  mi  afán  profundo 
quiero  olvidar,  y  no  olvido? 

ViLL.  Es  ciertol  Un  alma  traidora' 

os  vendió. 

JüA.  Rodrigo! 

ViiL.  •  Ved 

cómo  pagó  la  merced 

que  vos  le  hicisteis,  señor». 

Si,  miserable,  infamado, 

vino  á  contaros  su  pena 

y  vos  le  disteis..  • 
JuA.  Villena, 

qué  le  he  dado!  qué  le  he  dadoi 
ViLL.  Riquezas. 

JuA.  Ña¿á! 

ViLL.  Un  tesoro. 

JuA.  Ay  Villena,  desvario! 

La  deshonra  és  vat  vado 

que  no  se  llena  con  oro. 
ViLL.  Y  bien  señora? 

JuA.  impelida 

por  vos  y  mi  orgullo  ciego 


—  74  - 

entregué  á  Rodrigo  un  pliego 
que  hizo  mas  honda  su  herida. 

VitL.  j^h  señora!  Por  mi  nombre 

que  ha  sido  en  mi  gran  torpeza, 
no  hidalguía,  no  riqueza, 
se  debió  dar  á  ese  hombre. 

JuA.      '         No! 

ViiL.  Fuera  mayor  merced 

obligar  al  de  Molina, 
á  que  diese  á  Seraüna 
su  nombre. 

JuA.  Su  nombre! 

ViLL.  Ved 

de  qué  sencilla  manera 
se  satisface  su  honor 
y  se  apacigua  el  furor 
de  esa  plebe  adusta  y  fiera, 
asi  cesará  en  su  encono 
encontrando  en  vos  abrigo, 
asi  á  la  voz  de  Rodrigo 
os  alzará  sobre  el  trono. 

JüA.  Ya  qué  me  puede  importar! 

ViLL  No  olvidéis  que  el  Rey  ordena 

que  hoy  partáis  con  el  de  Guiena, 
que  la  Infanta  vá  á  llegar. 

JuA.  Este  lugar  apacible 

donde  aun  siento  la  fragancia 
dulcísima  de  la  infancia 
abandonar!  imposible! 
Aquí  mi  primer  afán, 
aquí  mis  mejores  di  as, 
mis  penas,  mis  alegrías, 
mis  ilusiones  están. 
Prendas  de  mi  corazón, 
c¿mo  puedo  yo  dejaros? 

ESCENA  VI. 

Los  MISMOS,  Don  Lope. 

Lope.  La  Reina  desea  daros 

su  postrera  bendición. 
JuA.  Ah! 


-  75  - 

Lope. 

1 

Se  halla  en  la  regía  estancia 

el  que  vá  á  ser  vuestro  esposo 

JuA. 

No  hay  esperanza! 

Lope. 

Es  forzoso 

que  hoy  mismo  partáis  á  Francia 

JuA. 

{A  Villena,) 

Ya  lo  veis!  Hay  que  partir. 

Ya  está  mi  suerte  trazada, 

ya  nada  me  resta,  nada 

mas  que  callar  y  morir.  (Vas^,) 

ESCENA  VIL 

DoK  Lope  y  Villena. 

Lope. 

Estaréis  muy  satisfecho? 

VlLl. 

Quén?  yo?  no. 

Lope. 

Y  envanecido: 

decid,  qué  habéis  conseguido 

de  todo  el  mal  que  habéis  hecho? 

Al  llenar  su  corazón 

de  eterno  llanto  y  de  luto, 

no  habéis  alcanzado  el  fruto 

de  vuestra  infame  ambición. 
ViLL.  Já!  já!  me  asombra  por  Dios 

que  tanto  penséis  en  mí 

cuando  puede  haber  aquí 

quien  piense  también  en  vos- 

Es  que  el  Duque  de^olina 

no  me  ha  comprendido  ya? 

(Viendo  á  Ser  ajina.) 

Mejor  se  lo  esplicará 

Seraftna. 
Lope.  Serafina! 

ViLL.  (MarcM/liose por  el  segunda  téiimim izquierda.) 

■  Vive  Dios  que  tiene  hiél 

y  es  tenaz  el  enemigo. 

Gracias  que  tengo  á  Rodrigo 

que  me  vá  á  dar  cuenta  de  él. 


~  7«  - 
ESCENA  IX. 

LoPB.  (Ap.)  El  despiadado  rigor 

de  la  suerte  ea  mi  se  ceba,, 
cómo  resisto  á  esta  prueba 
si  luobaiL  deber  j.amor! 
.    Serafina! 

Ssa.  0$  atrevéis? 

bajad  don  iSope  los  ojos 
j  respetad  los  sonrojos 
que  al'vertys  siento. 

LoPB.  Qué  hacais^ 

Ser.  To  vago  aqui  sin  ventara;; 

bajaeste  sombrío-  techo, 
le  falta  espacio  á  nú  pecho 
para  exhalai  su  amacgurab 
Cómo  deseo  romper 
los  lazos  que  aquí  me  opcimeii, 
aqui  donde  amor  es'crimen,. 
donde  impera  esa  mujes! 

LoPB.  Serafina!.  Tú  es&  aceatoZ 

Qué  imposible  deay^ntocav 
ha  secado  en  ta  alma  •  pura 
las  €uente&del  sentímientoZ 

Ser.  Mi  mismo  dolor! 

Lope.  Q^é.  vale 

tu  inmenso  dolor  profundo? 
Ko  hay  Serafina^  en  el  muada 
tormento  que  al  suyo  ig^alA«. 

Ser.  Ayl 

Lope.  ^    Yo  á  tu  rigor  m&  ayonga^ 

mas  vence  hacia  ella  tu  ira 
por  la  compasión  qfte  inspira» 
por  el  amor  que  te  tengo. 

Ser.  Amorf 

Lope.  Dudase 

Ser.  Amor  vos? 

no  cabe  mayor  agravio. 

Lope.  No  te  lo  ha  dicho  mi  labio 


—  77  — 

mil  ispees? 

ggR,  Do»  Lope!  A  Díím. 

Lope.  No  tieiiea  masnio  ri«u  algaaa 

de  tanta  feltcidfid? 
no  recu&rdss? 

Ser.  '  Apartad. 

Lope.  Recuerda  que  de  la:  luna 

al  incierto  resplandor 
oiflsidesde  tus  rejas 
las  apasionadas  quejas 
detim  .táerno  ¡y  jcraiataixte  :ani0r. 
El  vientQ)«iií«ustte(T3esi^tt08 
te  llevaba  embalsamado 
un  acento  .enamoocadoj 
uoDS  Ardientes  suspiros. 
Un  hombre  alU  au  pasión 
te  pinta  iconránaia^loaa, 
y  lo  que  dijo  su  boca 
8e±afiltr6en:tu  corazón. 
Aquelthomfere,  vidafsnaia, 
quiso  un  alma  Itacer  ie  doa; 
aquel  hombre ... 
Ser.  No  ¿jais  vos! 

Lope.  No  eca  yo? 

Ser.  Aquel  no  venia 

de  noche  hasta  mi  cedftto 
orgulloso  y  altanero, 
con  plumage  en  el  sombrero 
y  con  espada  en  el.  cinto. 

Lope.  Oh! 

ggn^  No  ora  el  noble- señor 

don  Lope. 
Lope.  -  Si;  Serafina! 

Ser.  No  era  el  Duqufe  de-  Molina, 

ew  uu  pobre  teijedori 
Lope.  Dluqiw,  ó  tejedor,  mi  llama. 

ardiendo  con  mayor  brio, 

viene  á  dech'te  bien  mió. . . 
Ser.  Lope! 

Lope.  Q^®  te  «mal 

Ser.  Que  me  ama! 

Dios /mió! 


—  78  — 

Lope. 

(Etíreehando  las  manos  de  SERirniA, 
cíente.)      Pluguiera  á  Dios 

jf  balbu 

/ 

que  nuestra  desdicha  fiera 
Serafina,  no  pusiera 
un  abismo  entre  los  dos. 

Ser. 

Abismo! 

Lope. 

Tu  hermano! 

Ser. 

Oh! 

Lope. 

Bien 

mostró  su  genio  indomable, 
mas  castigando  á  un  culpable 
culpable  se  hizo  también. 

Ser. 

Ohi  basta! 

Lope. 

Mi  amor!.. 

Ser. 

Oculto 
queda  aquí  y  avergonzado 
el  que  me  habéis  inspirado. 

Lope. 

Oje! 

Ser. 

El  vuestro  es  un  insulto! 

Lope. 

No  por  Dios!  El  es  testigo. . . 

Ser. 

De  mi  vergüenza. 

Lope. 

(Deteniéíidola .)        No! 

Ser. 

(Con  alticez,)               Acaso 
pretendéis  cerrarme  el  paso? 

t 

Lope. 

Sí. 

RoD.  {Sa 

liendo,)  Lo  veremos! 

Ser. 

Rodrigo! 

LSCENA    X. 

Los  MISMOS,  Rodrigo. 

RoD.  Esa  es  difícil  empresa 

señor  Duque  de  MoLna. 
Retírate,  Serafina. 

Ser.  Oh!  Buscaré  á  la  Princesa. 

'{Váse  segundo  término  izquierda,) 

ESCENA  XL 

Rodrigo,  don  Lope. 

RoD.  Ya  estamos  solos  los  dos; 

rogad  señor  Duque  al  cielo 


—  79  — 

que  tenga  piedad  de  vos, 
pues  ya  no  os  queda  en  el  suelo 
mas  amparo  que  el  de  Dios. 
Lope.  Si  una  afrenta  imaginada 

á  una  venganza  sangrienta 
lleva  vuestra  mano'airada, 
yo  también  tengo  una  afrenta 
por  vos  hecha,  y  no  vengada. 
Mas  para  vengarla,*  Dios 
me  ha  otorgado,  señor  mió, 
la  ventaja  entre  los  dos; 
soy  igual  á  vos  en  brío, 
y  en  nobleza  mas  que  vos. 
Atreverse  á  mi  es  locura. 

RoD.  Si  esa  altura  os  asegura 

contra  mi  honor  ofendido, 
yo  señor  Duque,  yo  os  pido 
que  bajéis  de  vuestra  altura. 
A  poder  tan  soberano 
yo  no  temo,  úi  á  él  me  postro; 
soy  humilde  y  soy  villano, 
pero  aun  pudiera  mi  mano 
alcanzar  á  vuestro  rostro. 

Lope,  (Empuñando.) 

Oh! 

RoD.  Ya  bajai.s!  ya  se  inclina 

el  poderoso  al  mendigo, 
oh  gracias! 

Lope.  (Cotiteniéddo^e.)  Bondad  divina! 

RoD.  Calláis?  calláis? 

Lope.  (Con  esfverzo.)    Sois  Rodrigo 

hermano  de  Serafina: 
ved  si  es  grande  mi  pasión,  ^ 
mi  cariíío  verdadero, 
que  en  mí  arrojáis  el  baldón 
y  no  tenéis  ya  mi  acero 
clavado  en  el  corazón. 

RoD.  Clavadle!  Desenvainad! 

Lope.  Antes  Rodrigo,  escuchad, 

y  haced  después  lo  mejor. 

RoD.  Vais  á  hablar  de  vuestro  amor? 

Lope.  De  mi  amor,  Rodrigo. 


-  80  - 

Ro»-  Habl0. 

Lope.  Bella,  garrida,  lozana, 

como  la  rosa  gentil» 
cual  la  azucena  galana, 
vi  en  el  campo  k  vuestra  hermana 
en  una  tarde  de  Abril. 
Sus  ojos  deslumbradores, 
luz  eran  de.  monte  y  prado, 
para  su  boca  de  amores 
su  perfupie  regalado 
robaba  el  viento  á  las  flores. 
Lleno  de  asombro  quedé; 
quise  hablar  y  enn^udecí; 
á  mirarla  fui  y  cegué. 
Cómo  decirt)s.  podré 
lo  que  en  el  alma  sentí! 
Mi  poderoso,  aJUbedrío, 
ni  venciíjo,  ni  domado, 
sintió  su  arrogante,  brío 
por  el  tierno,  poderío 
del  amor,  aprisionado. 
La  lucha  quiso  emprender, 
intentarlo  fué  locura; 
¿cómo  luchar  y  vencer, 
cuando  pierden  al  poder 
de  su  divina  hermosura, 
de  su  boca  á  los  olores, 
de  su  vista  á  las  centellas, 
trióos,  aroma  y  fulgores, 
los  pájaros  y  las  flores 
y  la  luna  y  las  estrellas! 
RoD.  Sois  veraz. 

^OPB.  Siempre  lo,  fui. 

RoD.  Tanto  la  amais> 

Lope.  T^to!  sí! 

KOD.  Por  qué  amor  tan  aceqdrí^io 

no  le  habéis  legitiípi^do 

ante  Dios? 
Lope.  for  vos. 

^^'  Por  mil 

Lope.  Por  vos,  Rodrigo,. escuchad. 

Oid  de  qué  triste  jnodo 


-81  -^ 

pudo  la  fatalidad, 
/    destruir  mi  encanto  todo, 

toda  mi  felicidad. 
BoD.  Ya  os  escucho. 

Lope.  Si  os  dijera, 

que  al  mirar  correspondida 

mi  pasión  pensé  en  que  fuera 

esposa  mia,  os  mintiera, 

y  no  he  mentido  en  mi  vida. 

Candado  del  corazón, 

remora  de  mi  deseo, 

era  mi  noble  blasón, 

que  hallaba  mezquino  empleo 

en  su  humilde  condición. 

Pero  habló  naturaleza, 

y  la  ar«Uente  juventud, 

digna  halló  de  mi  nobleza, 

su  incomparable  belleza 

y  su  candida  virtud. 

El  amor  y  un  falso  honor 

se  disputaban  la  palma, 

amor  lidió  con  vigor, 

y  en  esta  lucha  del  alma, 

triunfante  quedó  el  amor. 
RoD.  Triunfante  el  amor! 

Lope.  Ahí  sí; 

mas  juzgad  de  mi  sorpresa 

al  punto  que  descubrí 

todo  el  amor  que  hacia  mi 

abrigaba  la  Princesa. 

Qué  hacer  entonces?  qué  hacer? 

Iba  yo  á  despedazar 

el  alma  de  esa  mujer, 

cuya  suerte  es  padecer 

cuyo  destino  es  llorar? 

Esclavizado,  sujeto 

á  una  dura  obligación, 

yo  consagn^é  á  su  pasión 

si  no  el  amor,  el  respeto 

que  merece  la  aflicción. 

Pero  sin  tener  en  cuenta 

su  dolor,  y  el  alma  atenta, 

6 


—  82  — 

• 

fija  solo  en  el  agravio. 

la  descubrió  vuestro  labio 

la  enormidad  de  sa  afrenta. 

Si  fué  acción  villana  ó  no 

consideradlo  vos  mismo. 

vos  lo  qnisisteis,  no  yo. 

Quién  entre  los  dos  abrió 

la  inmensidad  del  abismo? 

ROD. 

Y  es  razón  porque  ese  arcano 

descubrí. ..? 

Lope. 

Ved  que  es  cm  vano 

* 

que  en  ello  insistáis. 

ROD. 

Por  qué? 

Lope. 

Renegara  de  mi  fé 

antes  que  ser  vuestro  hermano. 

ROD. 

{sombrío.)  Asi  lo  ha  querido  Dios, 

{con  ímpetu,)  Pues  afrentados  nos  vemos 

vos  de  mi,  y  yo  de  vos. 

ya  qué  remedio  tenemos 

sino  matamos  los  dos. 

Lope. 

Rodrigo! 

ROD. 

Empuñad  la  espada. 

apelo  á  vuestra  hidalguía, 

yo  veo  una  honra  ultrajada, 

y  mas  alto  que  la  mia. 

señor  don  Lope,  no  hay  nada. 

Lope. 

Esa  decisión  tomáis? 

ROD. 

Esa  tomo  y  otra  no. 

Lope. 

Vuestra  desdicha  labráis. 

ROD. 

Que  queráis  6  no  queráis, 

de  aquí  salgo  honrado  yo.  {desenvainando.) 

Lope. 

{desenvainando,)  Sea! 

ROD. 

Así  quiero  yo  veros! 

Jija,  y  Ser. 

{Apareciendo por  la  puerta  de  la  cámara,) 

Ah! 

Lope. 

Princesa! 

ROD. 

Serafina! 

JUA. 

{con  autoridad,)  Envainad  esos  aceros; 

os  lo  ordena,  caballeros. 

la  Duquesa  de  Molina. 

—  83  — 


ESCENA  Xll. 

Los  MISMOS,  DOHA  JuANA,  SERAFINA. 

RoD.  Y  Lope.  Cielos! 

juAi  (á  don  Lope  dándole  ¿a  mano  de  Serafina,) 

Esta  es  vuestra  esposa; 

anudad  tan  dulces  lazos, 

hoy  la  arroja  en  vuestros  brazos 

una  amiga  cariñosa. 

Temblad  el  fiero  dolor  (á  Serafina.) 

pues  con  próspera  fortuna, 

la  humildad  de  vuestra  cuna 

se  ensalza  por  el  amor. 

(á  Rodrigo.) 

Honra  os  doy  y  á  vuestra  hermana; 

no  hicisteis  eso  conmigo, 

ved  la  distancia  Rodrigo 

que  hay  de  vos  á  doña  Juana. 
RoD.  Oh! 

JuA.    (Ap.)  La  pena  me  devora 

pero  es  fuerza,  valor  pues! 
RoD.  Yo  me  arrojo  á  vuestros  pies, 

yo  os  pido  perdón.  Señora. 
JüA.  Alzad. 

RoD.  Dejad  que  os  demande 

perdón  por  mi  error  profundo, 

no  puede  haber  en  el  mundo 

corazón  mas  noble  y  grande. 
JuA.  Doy,  al  olvido  mi  queja 

y  vuestra  injuria  perdono: 

algo  valdría  en  el  trono 

la  misera  Beltr aneja. 
RoD.  (confundido,)  Oh! 

JuA.  Tal  nombre  no  me  dan? 

no  asegura  vuestra  grey, 

que  no  soy  hija  del  Rey? 

que  es  mi  padre  don  Beltran? 

No  vaga  de  gente  en  gente 

esa  creencia  infamante? 

Ah!  ya  he  sufrido  bastante! 


—  Si- 
miente quien  lo  diga,  miente! 

de  la  Heiua  la  honra  brilla 

sin  una  mancha  liviana, 

hija  es  del  Hev  doña  Juana, 

Princesa  soy  de  Castilla. 

Esos  ecos  mentidores 

contra  mi  honor  levantados, 

esos  han  sido  inventados, 

por  indignos  y  traidores. 
Lope.  Mil  veces  miente  el  impío 

que  á  vuestro  decoro  atente, 

Princesa. 
JuA.  {con  energía,)  Mil  veces  miente! 

(arrojándose  en  los  brazos  de  don  Lope.  Llorando  áap,) 

Ay  hermano  I  hermano  mió! 
Lope.  Señora! 

JuA.  Salid  de  aquí. 

Dios  mió!  Dios  de  bondad! 

Oh!  dejadme,  (vanse  Bodrigo  y  Serafina  dere- 
cha, don  Lope  por  ¡a  cámara,) 

EscÉN\  xm. 

Doña  Juana. 

Qué  ansiedad 
tan  espantosa,  ay  de  mi! 
Pero  esto  es  posible!  es  cierto! 
deshonra!  crimen!  baldón! 
ay  mi  pobre  corazón 
para  las  ventura3  muerto! 
Ahoga  en  llanto  impregnado 
de  amargura  tu  gemido, 
lo  que  á  todos  permitido 
está  para  tí  vedíidol* 
Un  tierno  amor  inocente 
es  en  ti  pasión  culpable; 
ay  corazón  miserable 
que  tan  mal  y  tanto  siente! 
Pero  he  merecido  yo 
tan  duro  y  fiero  castigo? 
puedo  yo  luchar  conmigo? 


-  88  - 

tengo  yo  la  ealpa?  no! 

Pues  si  dobladas  prisiones 

al  deber  cierran  el  paso, 

si  me  quemo,  si  me  abraso 

al  fuego  de  las  pasiones. 

Si  ya  no  puedo  vivir 

sin  un  tormento  profundo; 

qué  me  queda  en  este  mundo 

mas  que  odiar  y  maldecir? 

La  deaventura  vi  en  pos 

de  mí,  y  adelanta,  y  crece 

y'me  arrebata!  Parece 

que  de  mi  se  olvida  Dios. 

{O^ese  el  sonido  del  árgano  en  la  capilla.) 

Ah!  Dios? 
{Corre  rápidamente  y  abre  las  puertas  del  oratorio,  apa- 
rece en  él  de  rodülas,  y  vestida  de  negro  la  Reina. ) 

ESCENA  XIV. 

Doña  Juana.  La  Beína. 

JuA.  Mi  madre! 

Reí.  Dios  mió! 

tu  justicia  me  condena, 

pero  es  terrible  la  pena 

que  impones  á  mi  estravio. 

Dá  castigo  á  mi  locura 

aunque  tu  rigor  me  aflija, 

pero  aparta  de  mi  hija 

el  cáliz  de  la  amargura. 

Si  á  iu  santa  ley  faltó 

mi  flaqueza  miserable, 

sufra  el  castigo  el  culpable 

pero  el  inocente  no. 

Fuente  de  divina  luz 

dá  consuelo  á  la  bija  mia, 

por  la  sangrienta  agonía 

que  padeciste  en  la  cruz,  (cesa  el  órgano.) 
JuA.  (con  arranqtie.)  Dios  al  oir  tu  oraciun 

envia  al  mártir  su  palma, 

Dios  te  ha  oido. , . 


-  86  - 

Reí.  (leoantÁndou  y  abriendo  Un  brazos. ) 

Hija  del  alma! 

JuA.  *  (precipitándose  en  ellos.)  Madre  de  mi  corazón! 

(Quedan  abrazadas  en  el  interior  del  oratorio.  Oyese  ru- 
mor de  vítores,  aclamaciones  y  campanas  que  va  gra- 
duándose hasla el  fiaal  del  acto..) 

ESCENA  XV. 

Las  mismas,  después  Rodrigo  t  Serafina,  luego  Don  Lope 

por  la  cámara. 

• 

Voces.  (fuera.)  Viva  la  Infanta  Isabel! 

(Á  las  acla9nacíones  la  Reina  vuelve  á  caer  de  rodillas 
en  el  reclinatorio.  Dona  Juana  se  yergue  con  altivez 
y  apoyada  primero  en  la  jamba  de  la  puerta  del  oratorio, 
y  después  en  un  mueble,  llega  vadlanie  á  la  ventana,  fija 
la  mano  en  el  alféizar  y  mira  á  la  plaza.  Aparecen  en, 
la  puerta  de  frente  Rodrigo  y  Serafina.) 
RoD.  (con  tristeza,)  La  Infanta  al  alcázar  llega, 

y  al  regocijo  se  entrega 

Segovia  entera  en  tropel. 
JuA.  (en  la  ventana.)  Ayer  á  mis  plantas,  oh! 

serviles  j  aduladores, 

hoy  infames  y  traidores 

todos!  todos! 
RoD.  (adelantándose.)  Todos  no! 

JuA.  (separándose  de  la  ventana  y  poniéndose  en  medij 

de  ellos.) 

Ah  Rodrigo!  Serafina! 

de  dolor  mi  alma  está  llena, 

ved  al  Marqués  de  Villena  • 

entre  esa  turba  mezquina. 
RoD.  (con  ira.) 

Para  los  nobles  no  hay  ley? 

no  pagará  su  traición? 
Lope.  (saliendo  de  la  cámara.) 

Firmad  la  orden  de  prisión 

es  la  voluntad  del  Rey. 
JuA.  No. 

Lope.  Pero... 

JuA.  No  puede  ser. 


-  87  - 

Al  descender  de  mi  trono 

si  no  olvido  ni  perdono 

que  otra  cosa  puedo  hacer? 
RoD.  (con  arranque,) 

Señora,  la  Providencia 

por  su  voluntad  bendita 

hoy  una  corona  os  quita, 

respetemos  su  sentencia. 

Mas  si  el  poder  celestial 

vuestro  solio  ha  derrumbado, 

otro  habéis  vos  levantado 

mas  alto  que  el  trono  real; 

despreciad  la  ingratitud, 

la  traición  y  el  abandono, 

jamás  se  derrumba  el  trono 

que  alza  Dios  á  lá  virtud. 
JuA.  {con  energía  creciente,) 

Tenéis  razón!  Resignada 

sabré  dominar  mis  penas, 

la  sangre  real  de  mis  venas, 

no  ha  de  desmentirse  en  nada. 

Ceder  al  mal  es  mancilla; 

nunca  al  destino  inclemente 

doblan  cobardes  la  frente 

ricas  hembras  de  Castilla.  ■ 

{Aumentan  el  clamoreo  y  repique.) 

Gritad!  de  aqui  partiré 

y  en  las  márgenes  del  Sena, 

alivio  hallará  mi  pena 

en  mi  conciencia,  en  mi  fé! 

Quien  vá  de  la  dicha  en  pos 

qué  importa  si  no  la  alcanza? 

(con  gra.n  sentimiento.) 

donde  muere  una  esperanza 

nace  un  consuelo. . .  el  de  Dios! 
(Señalando  al  oratorio.  Oyense  los  acordes  del  órgano. 
Cae  el  telón.) 


FIN. 


Poparíamos  de  injustos  y  descorteses  si  en  la  edición 
seg^unda  de  la  (iBeÜranejaTs>  no  declarásemos,  como  nos  com- 
placemos en  declarar ,  que  solo  consideraciones  y  beneyo- 
lencias  debemos  al  público  de  Madrid.  Este  con  sus  aplau- 
sos j  la  prensa  española  con  sus  plácemes  ha  recompen- 
sado con  creces  nuestros  esfuerzos  superando  nuestras 
mayores  esperanzas. 

Al  rendir  un  justo  tributo  de  gratitud  á  los  que  tanto 
nos  han  distinguido  debemos  consignar  aquí  el  nombre  de 
nuestro  querido  hermano  de  letras,  Luis  Mariano  de  Larra 
que  con  tanto  carino  y  acierto  ha  puesto  el  drama  en 
escena;  el  de  Elisa  Boldun,  que  ha  interpretado  el  papel  de 
la  protagonista  con  esquisito  sentimiento  y  singular  maes- 
tría, y  recordar  también  el  de  todos  los  actores  que  toma- 
ron parte  en  el  desempeño,  pues  todos  contribuyeron  con 
su  talento  al  éxito  obtenido. 

Francisco  Luis  de  Ketes. 


Francisco  Pérez  Echevarria. 


I 


*l 


LAS   biografías, 


COMEDIA  EN  TRES  UTOS 


DE 


Ü&«  ^UM^^^  W>^  €0@9¡8^il^@« 


Ettrenada  en  el  teatro  del  Circo,  A  16  de  Abril  de  Í858. 


■♦o-o-o-a  íVA/'  c-oK>^«- 


Le  pamphlet,  comedie  en  dcux  actes,  en  prose,  por  Evnesl 

Legouvé  de  Y  Académie  Francaise.—  Représeiitéí)  pour 

la  pn»mi¿re  fois,  á  París  ,  sur  le  Thóatre  Flaneáis, 

par  les  Coinédi'ens  ordinaires  de  V  Empereur. 

le  7  oclobre  1857. 


MADRID: 


IHPRENTA  ,DE  C.   GONZÁLEZ,   CALLE  DE  SAN  ANTÓN,    NIM.   2G. 

1858. 


^ 


> 


PROLOGO 


fían  dioho  algunos  críticos  que  esta  comedia  no  podia  interesar 
al  público  español,  por  no  ser  conocido  en  nuestro  pais  el  tipo  odioso 
deí libelista.  ¡Pluguiera  á  Dios  que  esto  fuese  verdad! 

Frágil  memoria  han  de  tener  por  fuerza  los  que,  asistiendo  á 
la  representación  de  Las  Biografías,  no  recuerden  que  de  veinte 
años  á  estaparte  han  escandalizado  á  la  sociedad  española  innu-^ 
merables  libelos,  abortados  unos  por  prensas  clandestinas  en  épocas 
de  represión ,  y  pregonados  otros  á  grito  herido  en  periodos  revolu- 
cionarios. 
.  Lo  que  puede  sostenerse  con  algún  viso  de  razón,  es  que  el  torpe 

1  oficio  de  libelista  no  se  ha  elevado  en  nuestro  pais  al  rango  de  projC" 

/  sion  literaria;  pero  basta  que  eoíista  el  mal  para  que  sea  conveniente 

presentar  en  el  teatro  un  ejemplo  vivo  de  su  trascendencia. 

El  público,  juez  inapelable  en  estos  casos,  ha  manifestado  una 
opinión  diametralmente  opuesta  á  la  de  los  críticos:  aplaudiendo  to- 
das las  noches  con  insistencia  y  entusiasmo  las  escenas  capitales  de 
los  actos  segundo  y  tercero,  ha  dado  á  entender  claramente  que  co- 
noce y  odia  al  libelista,  y  que  le  interesa  la  obra  dramática. 

Réstame  consignar  aqui  mi  responsabilidad  por  las  alteraciones 
^  que  he  introducido  en  la  comedia  de  Mr.  Legouvé,  distribuyendo  la 

acción  en  tres  actos,  dándole  mayor  ensanche  por  meclio  de  nuevas 
peripecias,  suprimiendo  algunos  detalles,  cambiando  otros,  procu- 
rando en  fin  acomodarla  al  gusto  y  áUis  exigencias  de  la  escena 
castellana.  Creo,  no  obstante,  haber  ejecutado  estas  modificaciones 
sin  menoscabo  de  la  forma  clásica  de  la  obra,  ni  de  su  nobilísimo 
pensamiento. 

Madrid  %^  de  abril  de  i  858. 

E.  de  Cítnerot. 


PERSOGAS.  j^e'iroi&isS' 


DOÑA  ISABEL  DE  AUREIRO.  Do^a  Teodora  Lamadrid. 
LA  MARQUESA  DE  URREA.  .  Doña  Mercedes  Buzón. 

VICENTA Doña  Feupa  Orcaz.,  . 

DON  SANTIAGO  DE  URREA..  Don  Jw^Oüin  Arjona^'v       . 
PEDRO  VILLAR.     ..    ^   v    /.  *Dqm  JosáGARCiA.      ^^^   \ 
DON  ENRIQUE  DE  ÜftHEA.    .  Dotf  Victorino  T^atA.  ^    -* 
N  CRIADO Don  N.  Serrano. 


La  escena  %s  en  Lisboa. — El  teatro  representa  un  gabine- 
te elegante.  Puerta  en  el  fondo ,  y  otras  dos  laterales.  Junto  ^ 
al  primer  bastidor  de  la, izquierda  habrá  una  ventana  ,  y  de-  s 
lante  de  ella  una  niesita  con  escribanía.  Enfrente  una  chime- 
nea, sobre  cuya  repisa  habrá  una  copa  de  bronce ,  y  en  la  pa- 
red de  encima  un  grabado,  que  representará  un  castillo.  Entre 
la  ventana  y  la  puerta  de  la  izquierda  un  cuadro  al  óleo.  En 
el  proscenio ,  á  la  derecha,  un  velador  y  una  butaca. 

•i' 

> 


Pertenece  á  D.  Enrique  de  Cisneros  la  propiedad  de  esta 
obra ;  y  nadie  sin  su  licencia  podrá  representarla  ni  reimpri- 
mirla en  España  y  sus  posesiones.  Llevan  todos  los  ejempla- 
res marcas  secretas. 


Habiendo  examinado  esta  comedia,  no  hallo  inconvenien- 
m  que  su  r 
Abríldel858. 


-__       „ —  _      ___  ^w-    — y . —  —      

te  en  aue  su  representación  sea  autorizada.   Madrid  13  de 


El  Censor  de  Teatros , 
Antonio  Ferrer  del  Rio. 


{ 


i' 


ACTO  PRIMERO. 


Don  Santiago  entra  par  la  puerta  del  fondo,  seguido  de  VicBrcTA . 


Sant.  Nada  de  eso  tiene  que  ver  con  la  cuestión. 

Vic.     Óigame  usted,  caballero! 

Sant.  Óigame  usted  á  mí! 

Vic.     (Procurando  dominar  su  enfado.)  Bueno:  hable  usted...  Ni  la 

paciencia  de  un  santo!... 
Sant.  Punto  en  boca!  Dígame  usted,  no  vive  aquí  una  señora  joven 

y  bella,  que  se  llama  dona  Isabel  de  Aureiro? 
Vic.     Mi  señonta. 
Sant.  No  es  hija  del  difunto  coronel  Aureiro ,  bizarro  defensor  del 

castillo  de  Ponto  en  la  guerra  de  la  Independencia? 
Vic.     Si,  señor;  hija  única. 
Sant.  Y  esta  preciosa  caí»ita,  situada  á  orillas  del  mar,  no  constituye 

todo  su  patrimonio?    . 
Vic.     Sí,  señor;  todo  su  patrimonio. 

Sant.  Y  no  es  cierto  que  doña  Isabel,  por  causa  de  la  larga  enferme- 
dad de  su  madre,  se  vé  precisaoa  á  mudarse  á  otra  casa  mas 

reducida,  alquilando  esta  con  todos  sus  enseres  en  la  cantidad 

de  doscientas  coronas? 
Vic.     Es  verdad;  pero  no  sé,  caballero,  á  donde  vá  usted  á  parar 

con  este  interrogatorio!... 
Sant.  Y  es  posible  que  doña  Isabel  tenga  corazón  para  dejar  una 

casa  y  un  jarrlin,  que  tanto  deben  recordarle  el  puro  y  casto 

amor  que  profesa  al  marcjuesito  de  ürrea? 
Vic.     Harto  le  pesa  á  la  pobrecita  de  mi  alma!...  Pero,  á  usted  qué 

le  importa?  • 
Sant.  Ya  ve  usted,  señora  Vicenta,  qae  estamos  de  acuerdo,  que  nos 


—  6  — 

entendemos  perfectamente.  Con  que,  lo  dicho,  me  quedo  con 

)a  casa. 
Vio.     Pero  no  le  he  dicho  á  usted  veinte  veces  que  está  ya  alquilada? 

Sí,  señor:  alquilada!  alquilada! 
Sant.  Lo  sé,  lo  sé...  lo.sé! 
Vio.     Por  lo  tanto... 

Sant.  Por  lo  tanto,  me  quedo  con  la  casa. 
Yic.     Hase  visto  empeño  mas  singular?  Querer  instalarse  en  una  casa 

contra  la  voluntad  de  los  que  la  habitan! 
Sant.  No  hay  otro  medio,  toda  vez  que  los  que  la  habitan  no  me 

la  ceden  de  buen  grado.  Con  que  decíamos,  señora  Vicenta, 

f|ue  esa  ventana  cae  al  jardín... 
Encolerizada.)  Lo  oue  decíamos  es  que  esta  casa  pertenece 

desde  hoy  á  un  caballero,  que  vive  en  la  inmediata,  y  que  vá 

á  linir  ambas  viviendas  por  medio  de  una  puerta.  El  precio 

del  arrendamiento  está  ya  estipulado,  entregado  y  recibido  en 

dinero  contante  y  sonante.  Lo  oye  usted? 
Sant.  Que  si  lo  oigo!  Qué  duda  cabe?  {Saca  un  bolsillo.)  Con  que,  si 

á  usted  le  parece,  contaremos... 
Vic.     (Este  hombre  se  ha  propuesto  hacerme  perder  el  juicio!)  [En  f^ 

voz  muy  alta.)  El  inquiuno  me  ha  dado  ya  su  dinero! 
Sant.  Se  lo  devuelve  usted. 
-  Vic.     Le  he  dado  palabra  solemne. .. 
Sant.  Se  vuelve  usted  atrás.  Hoy  dia  se  vuelve  atrás  todo  el  mundo. 

{Empieza  á  contar  el  dinero.)  Ochenta,  noventa... 
Vic.     {Muy  irritada.)  Pues  no  se  pone  á  contar  el  dinero!...   Esto 

pasa  de  raya!...  Solo  faltaba  que  tomase  usted  asiento... 
Sant.  Dice  usted  bien:  estaré  mas  cómodo.  {Se  sienta  á  la  derecha,  y 

sigue  contando  sobre  la  mesita.)  w 

vic.    un...  / 

Sant.  Ciento  cincuenta,  ciento  sesenta...  {A  suinterlocutora.)  Ha 
sido  una  fortuna  que  yo  no  haya  perdido  anoche  en  el  juego 
estas  doscientas  coronas. 

Vic.      Y  qué  tengo  yo  que  ver  con  eso? 

Sant.  Nada  absolutamente,  pero  voy  al  decir:,  anoche  me  pelaron  de 
lo  lindo! 

Vic.     Qué  hombre  tan  impertinente!  Salga  usted  de  esta  casa! 

Sant.  La  perdono á  usted,  porque  no  sabe  lo  que  se  dice.  Usted,  sin 
darse  cuenta  de  ello,  uic  quiere  con  toda  su  alma;  y  si  pronun- 
ciase yo  una  palabra,  si  dijese  pbr  qué  tomo  en  arrendamien- 
to esta  vivienda,  me  daria  usted  un  abrazo  y  un  millón  de 
besos...  Yo  los  esquivaría  por  supuesto!  Sin  embargo,  usted 
procuraría  dármelos. 

Vio.     Por  última  vez,  señor  mió:  se  relira  usted ,  sí  ó  no? 

Sant.  {Levantándose.)  Ya  me  voy,  dulce  paloma;  ya  he  acabado  mi 
cuenta. 

Vic.     Gracias  á  Dios! 

Sant.   Sí,  las  doscientas  coronas  están  cabales. 

Vic.  Dale  bola!  No,  pues  no  se  ha  de  burlar  usted  de  mí.  Ahora  ve- 
remos... (Fa^e/Tor /a  tjs^mftda.) 


~  -7  -- 

Sant.  Pobre  Isabelita!  Con  este  dinero  atenderá  á  la  curación  de  su 
madre,  sin  verse  precisada  á  desalojar  su  casa.  Hoy  mismo  le 
escribiré  una  esquela  concebida  en  estos  términos;  «Señorita, 
sírvase  usted  continuar  habitmdo  su  morada  hasta  mi  regreso 
de  un  viaje...»  Por  supuesto  sin  decir  que  me  voy  á  América. 
A  fé  mía,  Santiago,  que  este  es  el  primer  dinero  que  has  em- 

!)leado  bien  en  toda  tu  vida! 
Volviendo  á  entrar.)  Aquí  viene  el  señor  marqués  de  Urrea. 
SobrescUtado:)  Enrique! . . . 
L  esta  hora  hace  su  visita  diaria  á  mi  señorita;  con  que  ve- 
remos si  se  atreve  usted  á  insistir... 
Sant.  (Oh,  no!...  Se  enojaria   mucho!...  No  quiere  que  yo  venga 
aquí...)  Tome  usted,  buena  mujer,  tome  usted  su  dinero. 
(Queriendo  darle  el  que  ha  contado.) 
Vic.     Ya  he  dicho  á  usted  que  no  lo  quiero!  {Retirándose  hacia  la 

derecha.) 
Sant.  Es  preciso  que  usted  lo  tome! 
Vic.     No  lo  quiero,  picaro! 
Sant.  No  lo  auiere  usted?  Peor  para  mí  y  para  doña  Isabel!...  Voy  á 

perderlo  al  treinta  y  cuarenta.  Ahur.  {Vase  por  el  fondo.) 
Vic.     Por  fin  me  veo  libre!..'.  {Dirigiéndose  al  fondo.)  Segura  esta- 
ba yo  de  no  tomar  tu  maldito  dinero! 


ESCENA  II. 
Enrique,  que  entra  por  la  izquierda. — Vicenta. 

Enr.  Dónde  está  Isabel?.. .  Puedo  verla?...  {Reparando  en  la  agita- 
ción de  Vicenta.)  Qué  tiene  usted,  señora  Vicenta? 

Vic.     Nada;  que  ha  estado  aquí  un  loco... 

Enr.     y  qué  qu eria? 

Vic.  Friolera!  Quería  tomar  en  arrendamiento  esta  casa,  que  está 
ya  alquilada. 

Enr.  Cómo!  Se  verificó  ya  el  traspaso?  Tiene  Isabel  valor  para  des- 
prenderse de  estos  muebles ,  para  abandonar  esta  casa,  donde 
nos  vimos  la  vez  primera? 

Vic.  No  hay  remedio!  La  enfermedad  de  su  madre  ha  agotado  todos 
sus  recursos...  Mi  pobre  señorita  no  se  reserva  masque  algu- 
nos objetes,  que  usted  le  ha  regalado,  y  esa  estampa  que  re- 
Í presenta  uno  de  los  mus  heroicos  hechos  de  su  padre,  la  de- 
cusa del  castillo  de  Ponto! 

Enr.    y  por  qué  no  me  permite  rescatar  estos  bienes? 

Vic.  Porquo  le  ama  á  usted,  y  no  puede  ser  su  espo^.a.  {Enrique 
hace  un  movimiento  de  disgusto.)  ¡Oh,  doña  Isabel  lo  sabe  de- 
masiado! .\o  es  únicamente  su  madre  de  usted  quien  se  opone 
á  este  enlace;  lo  reprueba  asimismo  su  tutor  de  usted,  su  res- 
petable tío  don  Agustín  de  Silva...  Sabemos  que  ha  dicho  mil 
veces  que  nunca  se  verificará  semejante  boda. 


—  8  — 

EnR.  Eso  lo  yeremos!  Pero,  dígame  usted,  señora  "Woenta,  quién  es 
ese  liombre  que  ba  ?enido  aquí  á  arrebatarme  todos  mis  re^ 
cuerdos? 

Yic.     No  le  conozco:  be  cerrado  el  trato  con  su  tapicero,  que  es 

guien  ha  visto  )a  casa  y  los  muebles, 
ígame  usted  al  menos  cómo  se  llama  el  nuevo  inquilino. 
Vic.     Ni  yo  he  preguntado  su  nombre,  ni  él  el  de  mi  señorita. 
EüK,    Pero  en  qué  se  ocupa?  Ejerce  alguna  profesión? 
Vic.     No  lo  sé.  Ahí  viene. 
Enr.    Tan  pronto? 

Vic.  Vendrá  á  dar  un  vistazo  á  la  habitación,  porque  á  la^caida  de 
la  tarde  le  hemos  de  entregar  la  casa. 

ESCENA  ni. 


Dichos. — Villar  entra  por  el  fondo  seguido  de  un  tapicero, 

ViLL.  {Al  tapicero.)  Queda  usted  enterado?  (Viendo  á  Enrique.) 
(Ah,  este  debe  ser  el  dueño  de  la  casa!)  Perdone  usted^  caba- 
llero, que  venga  á  molestarle... 

Enr.    No  lo  crea  usted! 

ViLL.  Tengo  que  dejar  colocados  los  muebles  esta  tarde.  Me  permite 
usted  que  conclusa? 

Enr.    Usted  es  muy  dueño!...  ^Me  disgusta. esa  cara.) 

ViLL.  (Al  tapicero.)  Tome  ustea  bien  las  medidas,  y  no  olvide  que 
iiay  que  colocar  aquí,  en  esta  pared,  todas  mis  armas. 

Enr.    (Siis  armas?...  Es  militar.) 
.  ViLL.  (Al  tapicero.)  Allí  uiía  mampara,  que  dé  paso  á  mi  escritorio. 

Enr.    (Su  escritorio?...  Ah!  es  comerciante.) 

ViLL.   A  este  lado  el  piano  y  el  caballete. 

Enr.     (Caballete,  piano?. ...  Es  artista.) 

ViLL.  Y  aquí  mi  estantería  de  ébano...  Ya  he  dicho  á  usted  que  en 
cada  una  de  las  veinte  y  siete  divisiones  ha  de  colocar  una  de 
las  letras  del  alfabeto. 

Enr.  (Veinte  y  siete  divisiones?...)  (A  Villar.)  Caballero...  á  mi 
vez  le  voy  á  parecer  á  usted  inaiscreto.,. 

ViLL.    Indiscreto? 

Enr.  Sí:  yo  no  soy  mas  que  un  amigo  de  la  casa...  Pero  confieso  á 
usted  que...  ese  piano,  esas  armas  y  ese  alfabeto... 

ViLL.  Le  confunden  á  usted,  no  es  cierto? 

Enr.    Caballero^  sentiría... 

ViLL.  (Sonriéndose.)  Sea  usted  franco:  usted  tiene  curiosidad  por 
saber  mi  profesión. 

Enr.    Es  verdad. 

ViLL .  Profesión  bastante  estraña  en  efecto,  y  sobre  todo  muy  nue- 
va!... Profesión  cuya  materia  prima  es  poco  costosa:  se  redu- 
ce á  dos  instrumentos,  una  pluma  y  una  espada.  Profesión 
para  la  cual  se  necesítaa  audacia  y  travesura,  talento  y  valor. 


—  9  — 

EiiB.    Y  se  necesita  también  modestia? 

ViLL.  Modestia?...  Para  qué  sirve  esoj  cuando  tiene  uno  por  colabo- 
radores á  los  principales  soberanos  del  mundo? 

EnR.    Cómo  se  llaman  esos  soberanos? 

ViLL.  Se  llaman  vanidad  y  envidia.  Conoce  usted  otros  mas  podero- 
sos? {Se  dirige  á  la  izquierda  del  fondo.) 

Enr.  Ab,  con  que  esos  son  los  colaboradores?. . .  (Pasa  á  la  derecha,) 
En  fín,  caballero,  por  favor,  qué  es  usted? 

ViLL.  (Bajando  á  la  izquierda  del  proscenio.)  Soy  biógrafo. 

Enr.  Biógrafo!...  Escritore^t  hay  que  han  elevado  la  biografía  á  la 
altura  de  la  historia:  el  arte  de  retratar  á  los  grandes  hom- 
bres en  la  vida  privada,  con  los  detalles  del  carácter  y  de  las 
costumbres,  constituye  una  de  las  glorias  de  nuestro  siglo. 

ViLL.  De  todos  los  siglos!...  Plutarco  era  biógrafo. 
_       Ettr.    Desgraciadamente  todos  los  biógrafos  no  son  Plutarcos.  Desde 
~  hace  algún  tiempo  se  ha  formado  en  Lisboa  una  escuela  de  es- 

critores, que  esplotan  la  biografía  en  grande  escala.  Biografías 
del  ejército,  biografías  del  alto  clero^  bioffrafías  de  la  magis- 
tratura, biografías  del  comercio,  de  la  industria,  de  la  admi- 
ta nistracion,  de  las  bellas  artes...  Oh,  es  una  verdadera  plaga! 

Por  supuesto  que  en  las  tales  biografías  se  embute  todo...  me- 
nos la  verdad. 

YiLL.    Basta,  basta,  caballero! . . .  Pudiera  darme  por  ofendido. 

Enr  .    No  me  refiero  á  usted ! . . . 

ViLL.  Ya  veo  que  usted  alude  á  ciertos  escritorzuelos...  Bah!  todo 
eso  pertenece  al  melodrama,  al  género  falso;  en  cuanto  al  ver- 
dadero, es  decir,  la  comedia. . . 

Enr.    La  comedia?...  También  la  conozco.  Me  permite  usted  que  se 
i  la  refiera? 

YiLL.   Sí,  señur;  diga  usted.  Yo  tomaré  mis  apuntes. 

Enr.  Pues  bien,  esta  es  la  comedía.  Estoy  yo  en  mi  casa  sentado 
junto  á  la  chimenea;  entra  un  hombre  y  me  saluda  con  sua- 
ves maneras  y  modesto  continente.  Toma  asiento  en  la  silla 
que  le  ofrezco,  y  me  dice  que  tiene  á  su  cargo  una  grande 
obra  biográfica,  para  la  cual  necesita  el  resumen  de  la  vida  de 
un  hombre  como  yo;  que  su  trabajo  quedaría  incompleto  sin 
un  artículo  sobre  un  hotñbre  como  yo;  y  que  viene  á  pedirme 
algunas  notas,  poraue  no  hay  derecho  para  ser  inexacto,  tra-. 
tándos^e  de  un  homtre  como  yo!  Comprometido  por  tan  lison- 
jeras atenciones,  le  doy  lo  que  desea;  y  en  efecto,  quince  dias 
después  aparece  mi  biografía.  En  ella  elogia  mi  talento,  elo- 

§ia  mis  virtudes,  elogia  mi  carácter. . .  Qué  libro  (anencanta- 
or!  Apuro  aquel  néctar,  saboreo  aquella  ambrosía;  y,  ai  lle- 
gar á  la  última  página,  tropiezo  con  un  papelito  color  de  rosa, 
modesto  como  su  autor...  Tomo  y  leo  lo  siguiente:  «He  reci- 
bido del  señor  don  Fulano  de  Tal  cien  ducados...»  Mi  biogra- 
fía es  una  carta  de  paffo. 
YiLL.  (Riéndose,)  Algo  hay  de  eso! 

Enr.  No  lo  he  dicho  todoj»  Devuelvo  indignado  el  elogio  y  el  recibo 
á  BU  autor.  Qué  sucede  entonces?  Que  al  c«bo  de  otros  quince 


—  10  — 

dias aparece  una  nueva  biografía  de  mi  humilde  persona...  Pero 
oh  dolor!  la  apoteosis  se  ha  coq vertido  en  libelo. 

ViLi.    {Riéndose.)  Sí,  á  veces!... 

Enr.  El  autor  anónimo  de  mi  segunda  historia  me  llama  torpe,  ig- 
norante, desconceptuado...  Qué  sé  yo? 

ViLL.  {Sin  dejar  de  reírse.)  Famoso,  famoso!...  Hay  en  esa  pintura 
toques  magistrales...  Pero  el  cuadro  no  está  completo:  se  le 
olvida  á  usted  la  mitad. 

Enr.    La  mitad? 

ViLL.  Por  lo  menos!  Verá  usted:  un  biógrafo,  yo  por  ejemplo,  estoy 
en  mi  casa  sentado  junto  á  lá  chimenea;  entra  un  sugeto  de 
noble  fisonomía  y  altivo  continente.  Toma  asiento,  y  me  dice 
que  se  ha  enterado  de  que  estoy  escribiendo  una  grande  obra, 
en  la  cual  tendrá  él  por  fuerza  su  sitio  señalado.  Se  trata  de 
la  biografía  de  ios  hombres  eminentes  de  Portugal.  Mi  inter- 
locutor me  dice  que  él  no  quiere  elogios...  Nada  de  eso!  Que 
únicamente  desea  iluminarme,  facilitándome  algunas  breves 
notas...  algunas  fechas...  Nada  mas!  Yo  acepto,  dándole  las 
gracias;  mi  hombre  se  retira,  y  al  dia  siguiente  me  remite  las 
notitas. . .  Un  cuaderno  de  veinte  y  cinco  páginas  llenas  de  elo- 
gios á  su  carácter,  á  sus  virtudes,  á  su  valor,  etc.,  etc.  Conio 
documento  justificativo  de  todas  esas  alabanzas,  me  envía 
dentro  del  cuaderno  dos  billetes  de  banco,  que  yo  acostumbro 
devolver...  algunas  veces! 

Enr.    Todo  eso  es  increíble! 

ViLL.  Increíble?...  Óigame  usted:  hace  poco  rato  me  hablaba  usted 
de  mis  veinte  y  siete  letras  del  alfabeto.  Pues  bien,  á  cada  le- 
tra corresponde  una  serie  de  nombres...  Debajo  de  cada  nom- 
bre voy  escribiendo  lo  que  averiguo  respecto  á  la  persona 
que  lolleva. 

Enr.    Ah,  para  eso  le  sirve  á  usted  su  estantería! 

ViLL.  Justamente.  Por  este  medio  reúno  gran  porción  de  datos  acer- 
ca de  mucha  gente.  Puede  usted  convencerse  por  sí  mismo: 
yo  no  tengo  el  honor  de  conocer  á  usted,  pero  estoy  seguro 
ae  que  poseo  muchas  noticias  relativas  á  su  [torsona. 

Enr.  {Con  altivez.)  Y  qué  sabe  usted,  caballero,  acerca  del  mar- 
qués de  ürrea? 

ViLL.  Ah!  Conque  ustedes  el  señor  marqués  de  ürrca...  capitán  de 
caballería,  caballero  de  la  orden  de  Cristo,  sobrino  de  don 
Agustín  de  Silva...  Tiene  usted  su  carpeta. 

Enr.    Puedo  preguntar  á  usted  el  contenido  de  e«i  carpeta? 

ViLL.  Que  si  puede  usted  preguntármelo?  Sí,  señor!  Pero  yo  no 
puedo  contestarle. 

Enr.    Porqué? 

ViLL.  Porque  yo  no  hablo...  Escribo!  {Pausa.)  Y  sabe  usted,  caba- 
llero, quién  me  facilita  datos  sobre  todos  mis  personages? 

Enr.     Quién? 

ViLL.  Lo  malo  me  lo  dicen  sus  amigos  íntimos,  y  lo  bueno  ellos 
mismos. 

Enr.    Usted  presta  atención  á  los  mismos  interesados? 


~  14  — 

ViLL.  Hago  mas:  les  interrogo,  les  obligo  á  decir  todo  lo  bueno  que 
piensan  Je  sí  mismos..'.  Después,  cuando  me  dejan  solo,  es- 
cribo precisamente  lo  contrario  de  lo  que  me  han  dicho,  y  re- 
sulta siempre  la  verdad. 

Enr.  Pero  ese  sistema  debe  proporcionarle  á  usted  algunos  ene- 
migos. 

ViLL.  Muchos!  Los  enemigos  constituyen  la  mitad  del  talento. 
Nunca  se  escribe  mas  á  gusto  que  cuando  se  ataca  á  alguna 
persona. 

Enr.    y  si  esa  persona  no  lo  tolera? 

ViLL.  Qué  diablos!...  En  ese  caso...  se  la  mata.  Qué  quiere  usted, 
caballero?  De  alguna  manera  hemos  de  vivir!  (Vicenta  y  el 
tapicero,  que  han  estado  en  el  pasillo  del  fondo,  durante  el 
anterior  diálogo  y  bajan  hasta  el  centro  del  escenario.) 

Vic.     El  tapicero  desea  saber  si  tiene  usted  aue  darle  mas  encargos. 

Vu.L.  (Al  tapicero.)  Están  tomadas  las  medidas?  Véngase  usted  con- 
migo. {Vaá  salir.) 

Vic.  (Deteniéndole.)  Caoallero,  hay  aquí  algunos  muebles,  algunos 
objetos,  que  mi  señorita  desearla  conservar  en  su  poder. 

ViLL.    Sepamos  cuáles  son. 

Vic.     (Sacando  ünpajpel.)  Aquí  tiene  usted  (a  lista. 

ViLL.  Bien,  voy  á  examinarla.  (Al  tapicero.)  Aguárdeme  usted  en  el 
reeibimiento. 

Enr.  (En  voz  baja  á  Vicentay  mientras  que  Villar  recorre- el  papel 
con  la  vista.)  Averigüe  usted  el  nombre  de  este  sujeto. 

Vic.     Asi  lo  haré.  (Vase  con  el  tapicero  por  la  puerta  del  fondo.) 

\iC'll.  (^Leyendo.)  «Una  copa  de  bronce,  modelo  antiguo...»  (Seña*- 
iando  al  vaso  colocado  sobre  la  chimenea.)  Aquí  está.  (Exa- 
minándolo.) Hermosa  forma  en  verdad!  (Sigue  leyendo.)  «Un 
paisage  de  Carlos  Haes.»  (Mirándolo.)  Este  es.  Obra  parece 
de  la  naturaleza!  (Vuelve  á  leer.)  «Un  grabado  que  representa 
la  defensa  del  castillo  de  Ponto!...»  (Dando  un  grito  de  có- 
lera.)  El  castillo  de  Ponto!...  (Que  haya  de  tropezar  en  todas 
partes  con  mi  hombre!...-) 

Enr.  (Señalando  al  grabado.)  Helo  aquí,  caballero...  Parece  que 
tiene  usted  noticia  de  ese  brillante  hecho  de  armas. 

YiLL.  (Con  ironia  y  amargura.)  Ya  lo  creo!...  Quién  no  le  conoce, 
aunaue  no  sea  mas  que  por  este  grabado?...  (Acercándose  al 
cuadro.)  Sí,  la  topografía  es  exacta...  Y  ese  militar...  que  está 
de  pié  junto  á  la  poterna,  semejante  á  un  héroe  de  la  antigüe- 
dad... debe  ser  sm  duda  el  ilustre  defensor  de  la  fortaleza...  el 
coronel  Aureiro! 

Enr.  El  mismo!  No  estrañará  usted,  por  consiguiente,  que  la  seño- 
ra de  esta  casa... 

ViLL.  Estime  el  grabado?...  Cómo  lo  he  de  estrañar!  (Con  énfasis 
irónico.)  La  defensa  de  Ponto!,..  Una  de  las  mas  brillantes  pá- 
ginas de  nuestra  historia!...  El  coronel  Aureiro!...  Uño  de  los 
nombres  mas  gloriosos  de  la  guerra  de  la  Independencia!  Pue- 
de usted  decir  á  la  señora  de  la  casa  que  tiene  á  su  disposición 
todos  los  objetos  apuntados  en  esta  lista ,  inclusa  la  defen- 


dí 


r 


—  «  — 

ndelcastíUo  de  Ponto!  (Saludando,)  Señor  marqués!... 
Enr.    (Devolviéndole  d  saludo.)  Caballero!...  {Vase  Villar  por  d 
fondo.) 

ESCENA  IV. 

Ekriqce. 

Quién  es  este  hombre?....  Qué  fisonomía  tan  ^sera!  Qué  es- 
presión  tan  cínioa!  Al  hablar  del  coronel,  iban  envueltos  sus 
mm^  elogios  en  un  acento  de  ira  sorda,  casi  de  rabia!...  Sería  ene- 
migo det  coronel?  Pensará  deslustrar  su  memoria?. . . .  ¡  Ab! . . . 
La  idea  de  que  semejante  hombre  habitará  la  casa  de  mi  Isa- 
bel... el  templo  de  nuestro  amor...  Oh,  yo  no  puedo  soportar 
esta  ideal 

ESCENA  V. 
Enrique. — Isabel,  por  la  derecha. 

IsAB.    Qué  exactitud! 

Enr.  Ah,  Isabel,  te  vuelvo  á  suplicar  que  no  traspases e.sta  casa, 
que  no  te  despojes  de  estos  muebles,  que  no  vendas  estas  dul- 
ces memorias. 

isAB.    Hago  lo  que  debo,  Enrique...  Todo  por  la  salud  dé  mi  madrt;. 

Enr.  De  tu  madre?  No  la  amo  yo  también?  No  comparto  contigo  su 
asistencia?  Pues  bien,  déjame  obrar  como  hijo  suyo...  Como  si 
fuese  tu  hermano!...  Concédeme  licencia  para  rescatar  estos 
bienes. 

IsAB.    Im|)osible! 

Enr.    Lo  imposible  es  aue  tú  no  aceptes! 

IsAB.    Te  equivocas,  debo  ser  orgullosa  contigo!  Soy  pobre!... 

Enr.    Si  me  amases  de  veras,  no  tendrías  ese  orgullo! 

IsAB,  Ah!  Con  oue  yo  no  le  amo  á  usted?...  Vuelva  usted  á  decír- 
melo, aquí,  mas  cerca,  y  mirándome  de  hito  en  hilo.  Repita 
usted  es^as  palabras! 

Enr.    {Besándole  una  mano.)  Perdona,  Isabel  mia! 

IsAB.    Tú  verás  si  te  amo  de  veras  el  dia  que... 

Enr.    Qué  dia? 

ISAB.    Préstame  atención;  esta  es  la  hora  de  nuestra  plática  diaria. 

Enr.  Sí,  la  única  que  me  concedes.  Una  hora  cada  dia!  Como  si 
bastase  tan  corto  tiempo!...  Qué  nos  hemos  de  decir  en  una 
hora? 

ISAB.  (Sentándose,)  Ea,  siéntate  á  mi  lado,  y  empleemos  la  hora  de 
hoy  en  habter  de  cosas  formales. 

Enr.  Me  conformo  siempre  que  no  me  tomes  en  cuenta  estos  se- 
senta minutos. 

laAB.   Oyéme. 


—  *8  — 

Ehr.  No  te  he  de  oír?  Con  delicia!...  Pero  repdto  que  esta  hora  no 
vale. 

IsAB.   Bien,  no  valdrá!  Cuento  con  que  has  de  estar  grave  y  serio. 

Enr.  Grave  y  serio  estaré,  como  alguacil  en  procesión!  Empe- 
cemos. 

IsAB.  Bien  te  acordarás,  Enrique^  de  la  primera  vez  que  nos  vimos. . . 
hace  tres  años...  Sí,  tres  años  hace  que  nos  amamos!... 

Emr.  Tres  años  que  han  pasado  en  un  soplo!  Tres  años,  durante  los 
cuales  no  he  dejado  ni  un  momento  de  dar  gracias  á  la  Provi- 
dencia!... 

IsAB.    (Sonriéndose.)  Llamas  á  eso  estar  grave  y  serio? 

Enr.  Tú  tienes  la  culpa!....  Te  parece  que  yo  puedo  permanecer 
frío  como  una  estatua,  cuando  tú  me  dices:  ¡nos  amamos! 

IsAB.  Es  verdad!  Confieso  mi  error.  {Con  malicia.)  No  te  lo  diré 
mas!  {Continuando  su  discurso.)  Cuando,  por  muerte  de  tu 
hermano  mayor,  heredaste  el  marquesado  oe  Urrca ,  yo  debí 
romper  nuestras  relaciones,  huir  oe  tí,  Enrique!...  Veía  yo  en 
ese  titulo  un  nuevo  obstáculo,  que  tu  familia  opondría  á  nues- 
tro proyectado  enlace;  pei*o  no  sintiéndome  con  fuerzas  para 
dejar  ae  verte,  busqué  protestos  con  que  encañarme  a  mí 
misma.  Consideré  que  seria  una  ingratitud  prohibirte  la  en- 
trada en  esta  casa,  cuando  tanto  esmero  hablas  puesto  en 
asistir  á  mi  pobre  madre.  También  se  me  ocurrió  que,  si  no 
podia  ser  tu  esposa,  me  seria  per^nitido,  á  lo  menos,  llamarme 
hermana  tuya...  La  verdad  es  que  tú  necesitabas  entonces 
una  hermana  oariñof-a,  que  te  guiase...  y  te  diera  consejos... 

Emi.    y  ahora  no  la  necesito? 

IsAB.    {Sonriéndose.)  Oh,' ahora  no  necesitas  á  nadie!  Eres  perfecto» 

Enr.    Te  burlas? 

IsAB.    En  aquella  época  eras  tan  aturdido,  tan  loco!... 

Enr.  y  tú  tan  juiciosa,  tan  noble,  tan  simpática!...  Qué  efecto  me 
causaron  tus  palabras,  cuando  me  dijiste  que  un  oficial,  que 
llevaba  el  apellido  de  ürrea,  no  debía  contentarse  con  ser  va- 
liente, que  debia  aspirar  á  ser  instruido... 

Irab.  {Con  alegría.)  Y,  de  resultas  de  esa  conversación,  empezamos 
a  leer  juntos  capítulos  enteros  de  los  grandes  historiadores 
mihtares...  Por  supuesto,  sin  comprender  yo  una  palabra!... 
César,  Polibio...  Qué  sé  yo? 

Enr.    y  cuando  pusiste  en  mis  manos  la  vida  de  mi  heroico  abuelo 
don  Alfonso  de  ürrea...  Te  acuerdas?...  Me  dijiste  «procura 
imitarlo!»  Oh,  bien  comprendías  aquel  libro,  porque  habia  en 
tu  voz,  en  tus  miradaft!... 

IsAB.  {Interrumpiéndole.)  No,  uno  que,..  Ya  sabes  tu!...  Algunas 
veces-me  dices  sonriéndote  que  se  conoce  á  leguas  qué  soy 
hija  do  un  coronel...  que  tengo  un  corazón  valiente!...  Quizás 
no  te  equivocas!...  Pues  bien;  he  jurado  dedicar  mi  corazón  á 
engranaecer  el  tuyo...  Este  amor,  que  para  mí  es  xm  tormen- 
mento,  será  para  tí  un  gran  bien,  porque  me  he  propuesto 
hacerte  digno  de  esa  familia  que  me  rechaza...  digno  ae  esa 
sociedad  que  no  ha  de  ser  la  mía... 


—  14  — 

Eim.    Isabel!... 

IsAB.  Oh^  este  pensamieoto  me  ha  arrancado  mudias  y  may  amar- 
gas lágrimas! . . .  Pero,  en  medio  de  mi  dolor^  tengo  on  gran  con- 
suelo... £!  de  saber  que  he  hecho  por  tí...  lo  que  jamás  haría 
ninguna  otra  mujer!..  Asi,  pues,  cuando  te  distingas  en  la  so- 
ciedad, cuando  ilustres  tu  nombre,  te  dirás  á  solas:  «A  Isabel 
se  lo  debo!...»  Y  el  día  en  que...  otra  mujer  mas  didiosa... 

Smipiendo  en  Uanto.).  Ab,  Enrique  mió,  coando  llegue  ese 
...  compadece  á  tu  pobre  Isabel...  que  será  muy  digna  de 
lástima!... 

ESCENA  VI. 

Díc^.-r Vicenta,  por  la  puerta  del  fondo. 

Vic .  Señorita  Isabel! . . . 

IsAB.  Qué  hay? 

Vic.  Diosmio!... 

IsAB.  Habla! 

Vic.  Allí  esta  la  marquesa  de  Urrea! 

Enr.  Mi  madre! 

IsAB.  Qué  oieo! 

Vic.  Viene  detrás  de  mí. 

IsAB.  Enrique,  tu  madreen  mi  casa!... 

Enr.  Nada  temas,  Isabel,  estando  yo  aquí. 

IsAB.  Pero  á  qué  viene?..  Con  qué  objeto?..  Yo  no  la  lie  visto  janras! 

Enr.  Silencio!...  Mira.  {Se  adelanta  á  recibir  á  su  madre,  y  le  be- 
sa la  mano.) 

ESCENA  VII. 

Dichos. — ^La  Marquesa,  por  la  puerta  dd  fondo. 

Marq.  La  señoríta  doña  Isabel  de  Aureiro?... 

IsAB.    (Temblando.)  Servidora  de  usted,  señora  marquesa. 

Mabq.  Está  visible  su  madre  de  usted? 

IsAB .    Mi  madre  está  enferma. . . 

Marq.  Pues  hablaré  con  usted,  que  es  la  persona  mas  interesada  en 

el  asunto,  que  me  trae  á  esta  casa.  Con  que  si  no  le  sirve  á 

u  s  ted  de  molestia ... 
IsAB.    De  ningún  modo!...  (Hace  una  seña  a  Vicenta,  la  cual  da 

una  siüa  á  la  Marquesa,  y  vase.  Isabel  toma  asiento  cerca  de 

su  interlocutor  a.) 
Enr.    (Qué  irá  á  decir?...  Oh,  diga  lo  que  quiera,  mi  determinación 

es  irrevocable!)  (Se  sienta  á  la  izquierda.) 
Marq.  Señoríta,  ustea  ama  á  mi  hijo? 
IsAB.    {Levantándose  y  haciendo  una  breve  pausa.)  Sí,  señora,  hace 

tres  años!  {Vudíveá  sentarse.) 


—  15  — 

MarO'  Mi  hijo  la  ama  á  usted... 

EiiR.    (Con  precipitación.)  Sí,  madre  mia,  y  la  amaré  siempre! 

Marq.  Enrique,  ten  la  bondad  de  do  interrumpirme.  Señorita,  mi 
hijo>  posee  un  rico  patrimonio,  y  usted  carece  de  bienes  de  for- 
tuna. Creo  que  usted  es  hija... 

IsAB.    (Con  arrogancia.)  Del  coronel  Aureiro,  señora! 

Marq.  Sí,  un  valiente  militar^  que  murió  hace  algunos  años;  lo  sa- 
bia... Pero  mi  hijo  es  marqués  de  Urrea  y  grande  de  Portu- 
gal... Señorita,  usted  no  puede  ser  su  esposa. 

Ehr.    (Levantándose  impetuosamente .)  Lo  será! 

Marq.  Enrique! 

Err.  Perdón,  madre  mia!...  Ya  lo  ha  oido  usted,  Isabel  me  ama;  y 
en  cuanto  á  mi,  bien  sabe  usted  que  mi  amor  no  es  un  capri- 
cho pasagero!  Me  ordenó  usted  que  emprendiese  un  largo  via- 
je, la  obedecí...  Por  ventura,  he  vuelto  menos  enamorado? 
Quiso  usted  aturdirme  con  las  fiestas  cortesanas...  Y  qué  ha 
sucedido?  Placeres,  locuras,  todo  se  ha  estrellado  en  la  roca  de 
mi  amor!  Ah  madre  mia,  por  la  memoria  del  amor  que  ins- 
piró á  usted  mi  padre,  tenga  usted  compasión  del  que  arde  en 
el  pecho  de  su  liijo!...  Mas  si  usted  desoye  mis  súplicas,  ya 
le  he  dicho  esta  mañana,  y  le  repito  ahora  que  me  acordaré 
de  que  pronto  cumplo  veinte  y  cinco  años,  y  de  que  á  esa 
edad  seré  dueño  de  mis  .acciones.  (Isabel  se  levanta  con  sor^ 
presa  y  disgusto,) 

Marq.  (Levantándose,)  Sí,  señorita;  así  me  lo  ha  dicho,  y  por  eso 
he  venido  á  verla  á  usted.  Mi  hijo  me  lia  declarado  que,  si  le 
niego  mi  con.^ntimiento,  me  obligará  con  la  ley  en  la  mano  á 
otorgárselo. 

IsAB.    Crea  usted,  señora. . . 

Marq.  Voy  á  hacer  á  usted  una  sola  pregunta :  est<í  usted  decidida  á 
permitir  que  Enrique  me  imponga  el  precepto  de  la  ley?  Dí- 
gamelo usted  con  franqueza,  y  si  su  respuesta  es  afirmativa, 
cuente  usted  con  que,  para  librarme  de  un  insulto  y  para 
evitar  á  mi  hiio  lo  que  considero  como  un  crimen,  al  instante 
consentiré  en  la  boda. 

IsAB.    Cómo,  señora?...  Usted  quiere? 

EiiR.    Madre  mia! 

Marq.  Hable  usted,  señorita.  Quiere  usted  entrar  en  mi  familia,  á 
pesar  mió?  Sí,  ó  no?  Responda  usted  con  entera  libertad* 

IsAB.  (Con  voz  tenMorosa.)  Señora  marquesa,  amo  á  Enrique  con 
toda  mi  alma,  v  fjongo  á  Dios  por  testigo  de  que  no  he  ambi- 
cionado su  título  ni  su  grandeza;  pero  tengo  madre,  y  n^e  es- 
tremece la  idea  de  que  un  hijo  iníiera  un  ultrage  á  su  madre. 
Renuncio,  pues,  al  amor  de  Enrique! 

Eiin.    Isabel! 

Marq.  (Con  alegría.)  Con  que  me  asegura  usted  que  jamás?... 

IsAB.    Jamás,  señora  marquesa! 

Marq.  (Con  efusión  de  júbilo.)  Ah,  ven,  Isabel;  ven  á  mis  brazos, 
hija  mía!  (La  abraza.) 

EffR.    Qué  oigo! 


-16  — 

M ARQ.  {A  m  hijo.)  Ingrato,  segura  estaba  yo  de  que  esta  niña  valía 

masouetú! 
IsAB.    Qué  oice  usted? 
Maro-  Digo...  que  soy  la  mas  dichosa  de  las  madres!...  Digo  que  tu 

subliroe  rasgo  me  ba  desarmado  por  completo! 
IsAB.    Pero  señora?...  Si  parece  un  sueno!...  Qué  be  hecho  yo  para 

conseguir  tanta  ventura? 
M ARQ.  Me  preguntas  qué  has  hecho?  Pues  bien;  yo  te  lo  diré.  Du- 
rante algún  tiempo  he  considerado  como  una  desgraciad 
amor  que  te  profesa  mi  hijo,  y  no  hace  todavía  un  mosquees, 
taba  resuelta  á  oponerme  á  vuestro  enlace;  pero  de  improviso 
comenzó  á  desvanecer  mi  error  un  tesümonio  tan  esirano 
como  irresistible. 
IsAB.    Qué  testimonio? 
Maro-  El  de...  Vais  á  sorprenderos!  El  del  hombre  mas  perdido  de 

Lisboa,  mi  sobrino  áaa  Santiago  de  Urrea. 
Ekr.    Mi  primo! 

Marq.  El  na  sido  quien  ha  abogado  por  Isabel,  pero  de  qué  manera! 
((Usted  desdeña  á  e<a  joven,  me  dijo  con  energía,  usted  la  des- 
))deña,  porque  ignora  que,  sin  el  influjo  de  su  amor,  Enrique 
Mvaldria  hoy  tanto  como  yo.  Sí:  yo  le  pervertía,  ella  le  ba 
»sa1vado!>r 
Enr.    Es  verdad! 

Marq.  )>Quién,  añadió,  ha  movido  á  Enrique  á  seguir  las  hueílas  de  su 
)>padre?  Isabel!  Quién  le  ba  apartado  de  mi  compañía  ?  Isabel! 
«Quisiera  aborrecerla,  y  á  pesar  mió  la  respeto  y  la  venero. 
Ehr.    Pobre  Santiago! 

Marq.  Semejante  elogio  me  causó  una  impresión  profunda.  Procu- 
ré observar  á  Enrique  con  mas  atención,  y  noté  que,  siempre 
que  salía  de  esta  casa,   sus  arranques  eran  mas  nobles,  mas 
levantados  sus  pensamientos.  ,Le  vi  convertirse  á  tu  lado  en 
el  hijo  que  yo  había  pedido  al  cielo!  Desde  entonces  mi  cora- 
zón quedó  subyugado...  te  amé  y  te  bendigo! 
Enr.    Pdr  qué,  basta  ahora,  no  me  ha  revelado  usted  su  pensa- 
miento? 
Marq.  Porque  no  era  yo  el  único  obstáculo  que  había  que  vencer. 
Mi  hermano  don  A^stín  de  Silva,  que  comparte  conmigo  tu 
tutela,  me  está  diciendo  siempre:  «Aguarda,  aguarda;  ya  ve- 
rás en  lo  que  para  esa  decantada  virtud  á  las  primeras  de 
cambio.»  Ahora  ya  puedo  contestarle:  esto  ha  hecho  Isabel!... 
Y  sí  todavía  persiste  en  su  tema,  me  pasaré  á  vuestro  campo, 
y  com báti remos  j  untos . 
Enr.    (Besándde  las  manos.)  Oh,  madre  mia;  cuanta  bondad! 
Marq.  (Sonriéndose.)  Sí,  eso  es;  bésame  ahora  las  manos.. .  (A  Isa- 
bel.) No  has  visto  con  qué  furia  me  hablaba  hace  poco?  (Rién- 
dose.) Estoy  segura  de  que  me  detestaba!  (Enrique  hace  un 
movimiento.'^  Estás  perdonado.  Ea,  hijos  mios,  vamos  á  dar 
un  golpe  decisivo. 


—  17  -. 

Marq.  (A  Isabel.)  Dime:  tu  padre  no  recibió  el  hábito  de  Santiago, 
por  la  defensa  del  castillo  de  Ponto? 

Enr.  Sí,  señora;  y  además  una  carta  del  difunto  rey  don  Juan,  llena 
de  espresiones  afectuosas  y  altamente  honoríficas. 

Marq.  (á  Isabel.)  Pues  bien,  esta  noche  irás  á  mi  casa,  donde  ten- 
aremos  una  pequeña  reunión  de  familia. 

Isa B .    ( Con  temor . )  Yo,  señora? . . . 

Marq.  Nada  temas ;  saldré  yo  á  recibirte  ,  y  te  presentaré  á  mis 
deudos.  Lleva  la  carta  del  Rey:  se  la  daremos  á  leer  á  mi  her- 
mano que  aprecia,  como  es  debido,  esas  honrosas  distinciones. 
Espero  que,  al  ver  tan  ensalzado  el  nombre  de  tu  padre,  que- 
dará satisfecho  el  orgullo  del  comendador. 

Emr.  Qué  me  place!  Esta  noche,  la  presentación:  mañana^  los  es- 
ponsales... 

Marq.  Eh,  despacito!...  Todavía  no  hay  que  cantar  victoria. 

Ekr.  (Con  grande  alegría.)  Esta  noche!....  Oh,  qué  largo  se  me  vá 
á  hacer  el  dia! 

IsAB.    {Poniéndole  la  mano  en  la  boca.)  Quieres  callar? 

Enr.    Tendré  paciencia...  Ah!  voy  á  convidar  á  mi  primo  Santiago. 

Marq.  Nada  mas  justo.  Hace  ocho'dias  que  el  comendador  le  ofrtfció 
pagar  sus  deudas,  siempre  que  renunciase  á  elogiar  á  Isabel. 
No  ciceptó! 

Enr.    Ah,  eso  es  sublime! 

Marq.  {A  Isabel.)  Ea,  no  perdamos  tiempo.  Hija  mia,  hasta  la  no- 
che. Mira  que  te  has  'de  presentar  radiante  de  hermosura... 
Tenemos  que  dar  la  batalla  en  todos  terrenos!...  Hasta  la 
noche.     . 

Enr.  {Estrechando  las  manos  de  su  madre  y  de  Isabel.)  Madre 
mia!...  Isabel!...  No  sé  cómo  deciros... 

Marq.  Calla:  todo  lo  que  nos  digas  valdrá  menos  que  este  apretón  de 
manos!  Ven  conmigo.  {A  Isabel.)  Hasta  luego!  {Vase  con  En- 
rique por  el  fondo  ^ 

ESCENA  VIH. 

Isabel. 

Su  esposa!...  Con  que  voy  á  ser  su  esposa?..  Oh,  ya  no  siento 
las  lágrimas  que  me  ha  costado!...  La  Providencia  ha  retar- 
dado la  hora  de  mi  ventura,  para  que  yo  la  oiga  sonar  con 
mayor  regocijo.  Esposa  de  Enrique!...  Esta  sola  frase  embe- 
llece y  alegra  estas  paredes  con  su  dulce  eco!...  No  te  abando- 
naré, casita  mia!  No,  que  sembrada  estás  de  recuerdos  de  En- 
rique!... Por  delante  de  esta  ventana  pasó  á  caballo  la  prime- 
ra vez  que  le  vi...  Junto  á  este  piano  me  dijo  por  vez  prime- 
ra: ((Te  amo!..»  Oh,  quisiera  abrazaros  á  todos,  queridos  ol)- 
jetos  mirados  y  tocados  por  mi  amante!...  No  Fabeis?  Me  caso 
con  Enrique!...  Voy  á  ser  su  esposa!...  {Riéndose.)  Pues  no 
me  he  puesto  á  hablar  con  los  muebles!...  Voy  á  volverme  loca 

2 


de  alegría!...  Ea,  necesito  sosiego.  {Toma  oHeñio  Junto 4 la 
menta  de  la  izquierda.)  Voy  á  avisar  á  un  antiguo  amigo  de 
mi  padre,  al  general  Pereira.  Vicenta  llevará  la  carta...  (£e- 
vantándou.jm,  mejor  será  que  vaya  vo  misma.  (Se  dirige  al 
fondo  y  vé  á  Enrique,  que  entra  por  ¡a  puerta  de  este  Mdo,) 
muique! 

ESCENA  IX. 
Isabel. — Enrique. 

Emr.    Venffo  á  decirte  que  á  toda  costa  es  preciso  alejar  de  aquí  al 

hombre  que  iba  a  tomar  posesión  de  esta  casa. 
IsAB.   Porqué? 

JSnr.  Porque  acabo  de  saber  su  nombre;  Vicenta  me  lo  lia  dicho. 
Cuando  pienso  que  ese  infame  libelista,  ese  calumniador  pú- 
blico, ese  Villar.'... 

IsAB.  (Sobregaltada.)  Se  llama  Villar? 

Enr.    Le  conoces? 

IsAB.  Creo  que  sil...  No  era  hace  seis  años  archivero  del  Ministerio 
de  la  Guerra? 

Enr.    Si. 

IsAB.  No  fué  echado  de  allí  por  haber  falsificado  algunqs  docu- 
mentos? 

Enr.    Sil 

IsAB.    Y  no  recibió  por  castigo' el  desprecio  universal! 

Enr.  Sí,  durante  dos  años!..  Después  varió  su  situación  por  com- 
pleto. Rabioso  y  desesperado  buscó  por  todas  parles,  y  halló 
en  sí  mi^mo  un  arma  y  un  poder  formidables.  Se  hizo  biógra- 
fo, de  la  ralea  de  los  condottieri,  y  se  lanzó  al  mundo,  pluma 
en  mano,  cubriendo  de  borrones  los  mas  ilustres  nombres 
contemporáneos.  Con  diabólica  sagacidad  escudriña  los  ante- 
cedentes de  los  hombres  notables,  les  pide  cuenta  de  hechos 
que  desfigura,  de  palabras  que  trabuca,  de  proyectos  que  des- 
naturaliza. Acusa  por  los  designios,  cuando  no  puede  acusar 
por  los  actos;  y  como  es  fecundo,  incisivo,  gracioso  y  elocuen- 
te, todo  lo  que  escribe  se  lee,  y  todo  lo  que  dice  se  repite  de 
boca  en  boca.  Villar  es  un  miserable,  qn  bandido,  pero  es  una 
potencia! 

IsAB.    Calla,  Enrique. . .  Tus  palabras  me  dan  miedo. 

Enr.    Miedo,  por  qué? 

IsAB.  Sabes  quién  echó  á  Villar  del  Ministerio?  Sabes  quién  descu- 
brió su  delito?...  Mi  padre! 

Enr.  Tu  padre!...  Y  Villar  no  se  ha  vengado  de  él?...  No  ha  procu- 
rado deshonrarle? 

IsAB.  (Con  indignación.)  Deshonrar  á  mi  padre!  Cómo  puede  ser 
eso? 

Enr.  Cómo  ha  logrado  difamar  al  general  Cglomba?  Cómo  ha  redu- 
cido á  la  desesperación  al  intendente  ^reiro? 


s' 


--  19  -- 

IsAB.    Es  cierto! 

Enr.  Oh.  Villar  cuenta  con  un  auxiliar  muy  poderoso.  La  maligni- 
dad humana!...  Goza  tanto  el  mundo  cuando  vé  derribar  una 
estatua  !  Todos  los  envidiosos  se  cuelgan  de  la  soga  para  ha- 
cerla caer  mas  pronto  y  con  mayor  estrépito.  No  vemos  ago- 
tarse en  pocos  dias  numerosas  ediciones  de  un  infame  libelo, 
en  tanto  que  se  apelillan  en  las  librerías  obras  de  mérito  incon- 
testable? Las  personas  honradas  no  se  convierten,  sin  saberlo, 
en  ecos  del  escándalo  y  en  cómplices  de  la  calumnia?  Oh, 
créeme,  Isabel  mia!...  Aleja  de  aquí  á  e^e  honibre  funesto!... 
Procura  que  ignore  Fiempre  tu  nombre  y  tu  existencia. 

IsAB.  Sí,  tienes  razón!...  Pero  en  vez  de  irritarle  con  el  rompimien- 
to del  compromiso  ya  celebrado,  dejaré  que  se  posesione  de  la 
casa,  y  huiré  de  aquí  dentro  de  dos  horas,  sin  verle  ni  ha- 
blarle. 

Enr.    Dejar  esta  casa? 

IsAB.    Y  qué  nos  importan  ya  esta  casa,  estos  muebles,  ni  estos  re- 
cuerdos?.... Qué  necesidad  tenemos  de  que  esas  paredes  nos 
hablen  de  nuestro  amor,  cuando  nosotros  vamos  á  hablar  de  él 
I  toda  la  vida? 

^  Enh.    Sin  embargo... 

IsAB.  Es  preciso,  Enrique!...  No  con^inrvo  yá  mi  antiguo  valor... 
Desde  que  soy  feliz,  tengo  miedo. 

Enr.    Sea  lo  que  tú  quieres:  me  conformo. 

IsAB.  Lo  celebro.  Vuelve  ah^-ra  al  lado  de  tu  madre,  en  tanto  que  yo 
voy  á' informar  de  lodo  al  general  Pereira.  En  seguida  dispon- 
dré la  mudanza,  y  liaré  los  preparativos  de  la  presentación  de 
esta  noche,  procurando  embellecerme...  {Sonriéndo9e.)  si 
puedo! 
^  Ekr.    Coqueta! 

I?AB.    (Haciendo  una  graciosa  reverencia:)  Adiós,  señor  marqués!.. 

Ekr.    Adiós,  señora  marquesa!. 

{Vánse  Isabel  por  la  derecha  y  Enrique  por  el  fondo,  «o/u- 
dándose  aon  la  mano  al  llegar  á  las  puertas.) 


FIN  DEL  ACTO  PRIMERO. 


► 


ACTO  SEGUNDO. 


ESCENA  PRIMERA. 

IsABSL. — y iCEKT A, ^SfUran  ambas  por  la  puerta  dd  fondo,  Vicenta 
trae  en  la  mano  un  libro  e*icuadernado  en  rústica. 

IsAB.  Qué  me  cuentas?  Con  que  el  general  Pereira  ha  venido  á  ver* 
me  mientras  que  yo  iba  á  su  casa?  Cuánto  lo  siento! 

Vic.     También  ha  sentido  el  general  no  hallarla  á  usted. 

IsAB.    Habia  llegado  á  sus  oídos  la  noticia  de  mi  próximo  enlace? 

Vic.  No:  Tenia  á  traer  este  libro,  y  me  ro^ó  encarecidamente  que 
le  pusiera  en  manos  de  usted  sin  dilación  alguna. 

IsAB.   Qué  libro  es  ese? 

Vio.     No  sé. 

IsAB.  Con  qué  objeto  me  lo  ha  traido  el  general? 

Vic.     No  me  lo  ha  dicho...  Estaba  como  turbado  y  conmovidol... 

IsAB.   Al  darte  el  libro? 

Yic.  Si,  señora:  hablaba  consigo  mismo,  diciendo  en  Voz  baja,  v 
con  los  ojos  llenos  llenos  de  lágrimas.  «Mí  buen  amigo!.. .  Mi 
antiguo  compañero!...» 

IsAB.    Luego  hablaba  de  mi  padre! 

Vic.     Tal  creo. 

IsAB.    Se  ocup  «rá  de» mi  padre  este  libro? 

Vic.  Lo  sospecho,  porque  el  general  añadió:  «Diga  usted  á  la  seño- 
rita Isabel  que  lea  este  libro  atentamente^  y  que  volveré  esta 
noche.» 

IsAB.    Y  dices  que  el  general  tenia  los  ojos  llenos  de  lágrimas? 

Vic.     Sí! 

IsAB.    Lágrimas  de  alegría?... 

Vio.  No  lo  sé  á  punto  fijo...  Estos  militares  viejos  hacen  unos  ges- 
tos tan  raros,  que  no  es  fácil  conocer  si  lloran  ó  ríen. 

IsAB.  Pues  lloraba  de  alegría;  no  lo  dudes!  Mi  feliz  estrella  no  con- 
siente que  reciba  yo  un  pesar  en  este  día!...  Ea,  vé  á  terminar 
nuestros  preparativos,  en  tanto  que  hojeo  este  libro.  {Vase  Vi" 
cenia.) 


—  21  — 

ESCENA  11. 

t 

Isabel. 

{Leyendo  el  tittUodel  libro.)  «Memorias  históricas  de  la  guer- 
ra de  la  Independencia.))  Ah,  sí!  Me  parece  que  he  oido  hablar 
de  este  libro  en  términos  muy  lisonjeros.  {Empieza  á  recorrer 
las  páginas.)  Descripciones  do  batallas....  Consideraciones 
'  políticas...  Biografías  de  los  caudillos....  No  encuentro...  Ah, 
una  hoja  doblada!...  £1  nombre  de  mi  padre!...  {Después  de 
leer  para  si  un  momento.)  Oh,  entiendo!...  Entiendo!...  El 
homenage  debido  á  sur^  gloriosas  hazañas!...  {Lee.)  «Por  todos 
))los  ámbitos  de  Portugal  ha  resonado  el  nombre  del  heroico 
«defensor  del  castillo  de  Ponto...»  Así  es]  {Continúa,)  «To- 
»dos  convienen  en  que  no  se  hubiera  rendido,  si  hubiese  tenido 
))pólvora  con  que  hacer  volar  la  fortaleza...»  Muy  cierto!... 
Oh,  padre  mió!  Moriste  pobre  y  honrado!  Qué  mayor  dicha? 
Vives  en  la  memoria  de  nuestra  patria!  Qué  mayor  gloria?... 
Veamos  quién  es  el  autor  de  esle  libro...  No  está  su  nombre 
en  la  portada...  {Vuelve  una  hoja,)  Aquí  tampoco...  Es  anó- 
nimo!... Cuánto  lo  siento! 

Sant.  (Dentro.)  Tengo  que  hablar  con  la  señorita  Isabel. 

IsAB.   Quién  preffunta  por  mí?...  No  me  dejarán  leer  con  sosiego! 

Vio.     (Deníro»)  No  está  encasa. 

ESCENA  IIL 


Isabel. — Don  Santiago. — Vicenta  por  el  fondo. 

Sant.  {A  Vicenta.)  Sí  está,  mírela  usted! 

Vio.  {A  Isabel.)  No  lo  reciba  usted,  señorita.  Esel  loco  de  esta  ma- 
ñana! 

Sant.  Mas  loca  es  usted,  quo-no  quiso  aceptar  mis  coronas.  Ahora 
écheles  usted  un  galgo! 

IsAB.  Qué  se  le  ofrece  á  usted,  caballero?  Pregunta  usted  por  mi 
madre? 

Sant.  {En  tono  afectuoso.)  No  por  cierto,  señorita.  Vengo  á  hablar 
con  usted,  uada  mas  que  con  usted.  (Vicenta  se  coloca  entre 
ambos.)  Sin  testigos,  ni  pantallas...  {Retira  suavemente  á  Vi- 
centa, pasando  por  delante  de  ella.)  Tranquilícese  usted, 
buena  mujer.  La  señorita  no  me  mira  con  desconfianza. 

ISAB.  Retírate,  Vicenta.  {Santiago  indica  por  señas  á  Vicenta  que 
se  vaya.  Esta  se  retira  de  mal  talante,  y  al  llegar  á  la  puerta 
de  la  izqui^da  vuelve  la  cara.  Santiago  repite  las. señas  y  y 
dá  algunos  pasos  hacia  Vicenta,  que  se  vá  refunfuñando. 
Isabel  pasa  a  la  derecha.) 


ESCENA  IV. 
Isabel. — Santiago. 

IsAi.   Ya  puede  usted  maoifestariDe  el  obieto  de  áu  visita. 

Sant.  {Interrumpiéndola  vivamente.)  Con  que  es  cierto?  Con  que 
esta  nociie  se  verifica  la  presentación?  Al  saberlo  he  tenido  una 
alegría!...  Pero  como  yo  no  podré  asistir  á  la  ceremonia,  me 
he  dicho:  visitemos  á  la  Isabelita  por  primera  y  última  vez!... 
Y  aqui  estoy.  Déme  usted  un  apretón  de  manos! 

IsAB.   Caballero! 

Sant.  Qué  diablos!...  No  niegue  usted  á  un  desgraciado  una  satis- 
facción tan  natiiral  y  sencilla. 

IsAB.    Pero  quién  es  usted,  caballero?...  Cómo  se  llama  usted? 

Sant.  Es  verdad!  No  es  fácil  que  usted  me  recuerde,  porque  no  me 
ha  visto  nunca.  Enrique  tiene  la  culpa  de  que  no  nos  conoz- 
camos! Dice  que  el  aliento  de  un  diablo  como  yo>  empañaría 
la  frente  pura  de  un  ángel  como  usted. 

IsAB.    Enrique?... 

Saut.  Pero  se  equivoca.  Yo  creo  que  el  ángel  hubiera  seducido  al 
diablo! 

IsAB.   Pero  Enrique?...  ¡Ali!  Es  usted?.*. 

Sant.  Justamente!  Soy  el  segundón  de  casa  |[rande,  el  caballero  sin 
caballo,  el  señor  sin  señoría,  y  por  añadidura  soy  un  calave- 
ra, un  pillastre;  en  una  palabra,  Santiago  de  Urrea,  servidor 
de  usted. 

IsAB.  Cuánto  me  alegro  de  conocerle!...  Ab,  me  apresuro  ádar  á 
usted  un  millón  de  gracias! 

Sant.  Por  qué? 

IsAB.  Por  todo  lo  que  ha  dicho  en  mi  favor  á  h  madre  de  Enrique!... 
Por  haber  despreciado  la  oferta  que  hizo  á  usted  su  tío  don 
Agustín  de  Silva! 

Sant.  La  de  pagar  mis  deudas?...  No  lo  crea  usted.  Mi  tio  no  tiene 
pelo  de  tonto,  y  cuando  se  ofreció  á  pagar  mis  deudas,  lo  hizo 
porque  estaba  seguro  de  que  yo  no  aceptaría  suá  condiciones. 

IsAB .    Negará  usted  también  el  alecto  que  me  profesa? 

Sant.  Eso  no!  Confieso  que  la  quiero  á  usted  muchísimo...  Cuando 
mi  primo  Enrique  me  lee  las  cartas  de  usted,  lloro...  á  lágri- 
ma viva!...  Y  siento  un  placer !...  porque  digo  para  mi  sayo: 
no  seré  tan  malo  como  dice  por  ahí  la  gente,  toda  vez  que  me 
hace  llorar  esta  angelical  criatura! 

IsAB .    (Dándole  la  mano.)  Ah,  Santiago! . . . 

Sant.  (Estrechándosela.)  No  le  dije  á  usted  que  nos  habíamos  de  dar  , 
ún  apretón  de  manos?  Ea,  hablemos  del  objeto  de  mi  visita... 
porque  esta  es  probablemente  la  prímera  y  la  última  que  hago 
á  usted,  Isabelita. 

IsAB.    Se  vá  usted  de  Lisboa? 

Sant.  Mañana  me  embarco. 


UkB.  Será  may  larval  TOJ^t 

Sant.  Voy  á  Ultramar. 

IsAB.    Diosmio! 

Sant.  Sí,  señora...  Al  otro  mundo! 

IsAB.    Y  por  qué  se  ha  de  ir  usted  al  otro  mundo? 

Sant.  Porque  este  me  aburre,  hija  mía.  Qué  tiene  que  hacer  aquí 
un  hombre?  Ab,  si  hubiera  yo  nacido  años  atrás!...  Con  solo 
haber  nacido  hace  cuatro  mil  años...  Én  la  época  de  lost  famo- 
sos bandidos  mitológicos...  Hércules,  Tesco...  Qué  vida  aque- 
lla! Andar  todo  el  día  envuelto  en  una  pieVde  león,  matando 
ffigantes,  mi^nstruos,  hidras...  Oh,  una  hidra!.  Quién  po<lria 
decirme  donde  encontraría  yo  una  hidra? 

IsAB>  (Sanriéndose.)  Nuhca  las  he  visto!  Lo  que  sí  puedo  decir  á  us- 
ted es  el  verdadero  motivo  de  su  viaje.  Señor  don  Santiago  de 
Urrea,  cuánto  perdió  usted  anoche  en  el  juego? 

Sant.  Me  pilló!  {Sacando  una  bolsa  vacia,)  Responda  ^ta^  por  mí. 

IsAB.    Con  que  está  usted  arruinado? 

Sant.    Por  completo.  • 

IsAB.    {Con  sencillez.)  Y  gué  le  importa  á  usted? 

Sant.  Pues  no  me  ha  de  importar? 

IsAB.    Nada!  Si  usted  es  pobre,  uasotros  somos  ricos,  y... 

Sant.  {Mirándola  con  gozo  y  ternura.)  Qué  buen  corazón!...  Vale 
mas  oro  que  pesa!..  {Variando  de  tono.)  Lo  agradezco,  Isabe- 
lita,  pero  no  puedo  admitir  dádivas  de  nadie.  Respecto  á  las 
deudas,  pase:  eso  no  deshonra  sino  á  los  tios  que  no  las  pagan. 
Pero  vivu:  de  limosna  don  Santiago  de  Urrea!...  Jamás! 

IsAB.   Qué  disparate!  No  haría  usted  lo  mismo  por  nosotros? 

SÁNT.  Por  usted  daría  yo  alma  y  vida! 

IsAB.  Aceple  usted,  ó  no  creo  etx  su  amistad.  Enrique  me  llamaba 
con  frecuencia  su  ángel  bueno.  Quiero  serlo  de  usted  tam- 
bién!.. Yo  me  he  visto  pobre,  y  gé  lo  que  valjen  el  método  y  la 
economía...  Nómbreme  usted  su  administradora,  y  al  cabo 
de  algunos  años  será  usted  rico  y  feliz. 

Sant.  Cuánta  bondad!..  Pero  no,  no :  ya  es  tarde  para  eso, 

IsAB.  Vaya,  primo;  considere  usted  que  en  ello  me  hará  un  favor 
muy  grande;  porque  hoy  ha  estado  la  felicidad  en  mi  casa,  y 
para  conservarla  necesito  merecerla  por  medio  de  una  buena 
acción.  Sobre  usted  recaerá  mi  buena  acción! 

Sant.  Sirena!...  {Pasaá  la  derecha.)  Eh  ,  d^eme  usled  en  paz! 
Habráse  visto?...  ( Pau«a )  Haolemos  formalmente,  Isabel: 
solo  una  consideración  podría  determinarme  á  permanecer  en 
Lisboa. 

IsAB.    Cuál? 

Sant.  Esta:  puedo  prestar  á  usted  algún  servicio  de  importancia? 
No  tengo  ni  cinco  reis,  mas  soy  dueño  de  mi  vida...  Cierto 

Zue  no  vale  gran  G0sa...'per4)  así  y  todo,  la  quiere  usted? 
a  vida? 
Sant.  Sí,  señora!...  Desea  usted  por  interés,  por  gusto  ó  por  ca- 
priebo  que  busque  á  un  hombre,  sea  miien  fuere,  salga  con 
el  al  campo,  y  nos  rompamos  la  crisiná? 


.> 


-24  — 

ISÁB.    (En  tono  de  represión.)  Señor  de  Urrea! 

Sant.  No  le  acomoda  á  usted  el  trato?  Pues  punto  redondo.  Y  su* 
puesto  que  no  sirvo  para  nada,  me  marcho  tranquilo  y  con- 
tento... No,  loque  es  contento!..  En  fm...  ahur! 

IsAB.    Qué  despedida!  Parece  que  se  vá  usted  para  siempre! 

Sant.  Todo  pudiera  ser!...  Vale  tan  poco  la  vida  para  el  oue,  co- 
mo yo,  ha  desperdiciado  locamente  sus  mejores  anos!...  Para 
el  que,  como  yo,  no  ha  conocido  en  su  mocedad  madre,  ni 
hermana. . .     * 

IsAB.    Yo  lo  seré!... 

Saht.  Ya  es  tarde!...  A h,  si  hubiera  yo  encontrado  tina  criatura 
como  usted,  habria  sido  capaz  de...  (Riéndose.)  Já!  já!.. 
A  qué  pensar  en  eso?  Adiós:  si  no  nos  volvemos  á  ver,  algu- 
nas veces  con  Enrique  haga  usted  conversación  del  pobre 
Santiago...  Adiós,  Isahelita!  (Vase  precipitadamente  por  la 
puerta  del  fondo.) 

ESCENA  V. 

Isabel. 

El  cielo  le  inspire  un  buen  pensamiento!..  Sus  palabras  me 
han  causado  una  profunda  tristeza...  Me  parece  que  la  des- 
gracia de  este  pobre  mozo  ha  de  ser  precursora  de  otras  ma- 
yores... Bah!  Qué  estoy  diciendo?..  Qué  puedo  yo  temer?  (Se 
sienta  á  la  izquierda.)  No  ha  ido  la  marquesa  á  casa  del  tu- 
tor de  Enrique?  No  le  está  hablando  en  favor  mió?  {Toma  el 
libro.)  Y  este  libro,  que  vá  á  despertar  en  todos  los  corazones 
el  recuerdo  del  heroismo  de  mi  padre,  este  libro  iio  intercede- 
rá por  mí  con  mas  eficacia  que  nadie?  Oh,  ciertamente  hay 
dias  en  que  la  Providencia  nos  trata  como  una  madre  cariño- 
sa!.. Enviarme  hoy,  cuando  mas  lo  necesito,  este  inesperado 
defensor,  este  amigo  incógnito!.. 

ESCENA  VI. 
Isabel.— La  Marquesa,  por  la  puerta  del  fondo. 

IsAB.  Ah,  madre  mia!  Nopodia  usted  llegar  mas  á tiempo...  Pero 
qué  hay?  Veo  en  su  pemblante  una  tristeza!.. 

Mar\2.  No  sin'  motivo,  Isabel! 

IsAB.    Pues  qué  tiene  usted?  Alguna  noticia  desagradable?.. 

Marq.  Mas  que  desagradable!.,  dolorosa! 

IsAB.    Oh,  qué  bien  na  hecho  usted  en  venir!  Yo  la  consolaré. 

Maro.  No  digas  eso,  hija  mia...  Si  supieras  el  daño  que  me  haces!.. 

IsÁB.  Nada;  comuníqueme  usted  sus  penas.  Estoy  segura  de  que 
antes  de  media  hora  la  he  de  ver  á  usted  tan  alegre  y  risueña 
como  yo.  Vamos,  hable  usted! 


—  25  — 

M ARQ.  Vengo  ahora  mismo  de  casa  dél  tutor  de  Enrique. 

IsAB.    Sigue  en  sus  trece,  no  es  verdad?  Ya  le  couTenceremosI 

M  ARQ.  Estaba  ya  convencido!..  Acababa  de  otorgar  su  beneplácito, 
cuando  un  golpe  imprevisto  vino  á  echarlo  todo  por  tierra. 

IsAB.    Y  qué  golpe  ha  sido  ese? 

Marq.  Uno,  que  nos  arrebata  toda  esperanza,  porque  ha  lastimado 
lo  que  mas  aprecia  mi  familia...  Un  tiro  asestado  contra  la 
honra  de  tu  padre! 

ISAB.    Contra  la  honra  de  mí  padre!  > 

Marq.  Si:  ha  empezado  á  circular  por  Lisboa  una  especie  afrentosa 
para  tu  padre... 

IsAB.    Quiero  saberla! 

Marq.  Un  temible  acusador,  un  libro  que  ha  recibido  don  Agustin 
de  Silva  en  presencia  mía,  considera  como  criminal  la  acción 
mas  gloriosa  de  tu  padre,  la  defensa  del  castillo  de  Ponto! 

IsAB.    La  defensa  del  castillo?..  Ah,  respiro! 

Marq.  Qué  dices? 

IsAB.  Oh,  si  hay  calumniadores  que  atacan  la  buena  memoria  de  mi 
padre,  también  hay  amigos  que  la  defienden!..  Y  no  es  su  de- 
tensor un  libelo  oscuro  y  despreciado^  sino  un  libro...  {Va  á 
la  mesita  y  h  cqíe,)  Un  libro^  al  cual  todo  el  mundo  dará 
crédito,  porque  dice  la  verdad! 

Marq.  Dame.  {Lo  toma.)  Cielos!..  Cómo,  es  este?..  Desventurada, 
no  lo  has  leido?.. 

IsAB.  {Volviendo  á  tomar  el  libro.)  Que  no  lo  he  leido?..  A  ver: 
«Por  íodo^los  ámbitos  de  Portugal  ha  resonado  el  nombre....» 

Marq.  Mas  adelante. 

IsAB.  (Leyendo.)  ((Todos  convienen  en  que  no  se  hubiera  ren- 
aido...» 

Marq.  Mas  abajo...  Aquí,  aquí! 

IsAB.  {Leyendo.)  a  Será  cierto,  como  nosotros  demostraremos  casi 
evidentemente,  gue  aquella  celebrada  defensa  no  fué  sino  una 
disimulada  traición?»  Una  traición! 

Marq.  Prosigue. 

IsAB.  {Leyendo.)  «Será  cierto  que  el  general  sitiador  ofreció  secre- 
^tamente  doscientos  mil  francos  al  coronel  Aureiro,  v  aue  el 
«castillo  se  rindió  cuarenta  y  ocho  horas  después  de  haber 
«sido  hecha  esta  proposición  al  cefe  de  la  fortaleza?»  {La 
Marquesa  recoje  el  libro.)  Qué  infamia!..  Oh,  padre  mió!.. 
Tu  nombre  pisoteado  como  el  de  un  traidor!.. 

Marq.  Valor,  hija  mía! 

IsAB.  Valor!..  Pero  no  considera  usted  que  millares  de  personas  han 
leido  ya  ese  horrible  libelo? 

Marq.  Isabel! 

IsAB.  Que  es  incalculable  el  número  de  las  que  todavía  lo  han  de 
leer? 

Marq.  Por  Dios! 

ÍSAB.  Y  mi  pobre  madre  tan  abatida  y  enferma!..  Oh;  ese  libro  será 
un  ravo  para  mi  madre!...  Dios  mío,  yo  no  puedo  hacer  nada 
en  defensa  del  honor  de  mi  padre...  Nada  absolutamente... 


Ni  «quien  dedr á  su  cakiaiiiador:  «kts  meotídoK.ii  poifM 
ígBoro  qoiéo  le  ha  calnmniado...  Dónde  se  ocuht  ese  hooi- 
bre?..  Quién  es?..  Cómo  halhrle?..  (Damh  un  grito.)  Ah! 

Maro-  Qoé  tienes? 

IsÁB.    {Con  faror. )  Estamos  perdidos!..  Lo  adivino  todo!..  Sé 

Sien  es. 
íén? 

IsAB.   M,  él  es...  El  liombre  mas  temible  de  Lídioa! 

Makq.  Pero  quién? 

isAB.   Villar! 

Mabq.  (Aterrada,)  Villar!..  Fué  Pedro  Villar  enemigo  de  tu  padre? 

IsAB.  Mi  padre  descubrió  su  villana  condición,  y  le  arrojó  M 
puesto  que  ocupaba. 

Mabq.  Y  esletibro  es  su  venganza!..  Conozco  Man  i  Villar! 

IsAB.   Le  conoce  usted! 

Mabq.  Desde  hace  muchos  anos:  no  había  sido  aun  funcionario  pú- 
blico. Pero  extraño  que  un  hombre  tan  audaz  se  haya  valido 
del  anónimo. 

IsAB.  Lo  ha  hecho  asi  para  beriraos  con  mas  seguridad!..  Para  no 
verse  obK^do  a  retractarse!..  Ah;  to^  lo  comprendo!..  Esta- 
mos perdidos!..  (Co^  Mentada etk una Ma  ala  izquierda  del 
espectador.) 

Mabq.  Serénate,  bija  raía!..  No  hay  que  perder  la  razan  eo  estos 
críticos  momentos.  Reflexionemos  un  poco:  Villar  cita  las  pa- 
labras textuales  del  ^neral  enemigo,  copiando  en  una  nota  la 
carta,  que  este  dirigió  á  tu  padre,  ofreciéndole  una  suma  de 
dinero.  Tienen  algún  valor  esas  pruebas? 

IsAB.  Ninguno!..  Todo  es  falso!..  {Levúuode.)  Pero,  no...  Aguarde 
usted...  Yo  hago  memoria...  Si!  Una  proposición  de  esa  espe- 
cie delMÓ  ser  hecha  á  mi  padre,  toda  vez  que  mi  padre  res- 
pondió... 

Mabq.  Por  escrito! 

IsAB.  Sí,  señora;  respondió  por  escrito  lo  siguiente:  «Quien  preten- 
de comprar  á  un  hombre  honrado,  es  un  misorable capaz  de 
venderse.» 

Mabq.  Soberbio!..  Tienes  esa  carta?... 

IsAB.    No...  pero  sé  donde  se  halla! 

Mabq.  Dónde? 

IsAB.  En  el  archivo  del  Ministerio  de  la  Guerra. 

Mabq.  En  el  archivo? 

IsAB.  Sí,  sí...  Ya  lo  recuerdo  todo!..  Mi  padre  me  refirió  esa  liislo* 
ria...  Allí  está  su  carta  con  la  del  general  enemigo.  Juntas  las 
depositó  allí  mi  padre,  sin  duda  por  inspiración  divinal 

Mabq.  Nos  liemos  salvado!..  Vena  mis  brazos,  hija  de  mi  alma!..  La 
publioacion  de  esa  honrosa  negativa  confundirá  á  Villar,  enal- 
teciendo la  memoria  de  tu  padre.  Ven,  ven,  corramos!  (Fe  á 
Enrique.)  Mi  hijo!..  {Aparte  á  Isabel.)  Ni  una  palabra!.. 

fsAB.  Entiendo. 


% 

ESCENA  VIL 

Dichos. '^EíoisQOE,  que  entra  por  la  puerta  dd  fondo. 

Enr.    (Dando  un  paso  atrás.)  (tti  madre  aquí! . . .  Sabrá»  algo?) 
IsAB.    (Con  fingida  ale ffria.)CémoiSín  pronto,  querido  Enrique?... 

Tu  visita  es  casual? 
Enr.    (Sonnendos^.)  Casual?. . .  Ingrata!...  Llamas  casualidad  á  mi 

amor?  (Se  acerca  á  Isabel.)  Pero  qué  tienes?...  Estás  pálida! 
IsAB.    Yo!... 
Enr.    (Mirando  á  la  marquesa  y  que  no  ha  podido  disimular  un  mo- 

vimiento  de  st^resaUo.)  Y  usted  también,  madre  mia! 
Marq.  Yo!... 

Enr.    (A  su  madre.)  Me  parece  que  ba  llorado  usted. 
Maro.  Llorar?... 

Enr.    (Mirando  á  Isabel.)  Sí:  las  dos. 
IsAB.    Claro  está!  Hemos  llorado...  de  alearía! 
Enr.    Yá!. . .  (Pausa.)  Perdona  mi  curiosidad:  qué  libro  es  ese? 
IsAB .    (Haciendo  un  movimiento  de  asombro.)  Este  libro. . . 
Enr.    Isabel...  lo  sabes  todo! 
IsAB.    Sí,  pero  no  te  alarmes!  Esa  cakinmia  vá  á  ^edar  desirui(k 

por  un  testigo  irrecusable  de  la  lealtad  de  mi  padre. 
Enr.    Sí,  ya  sé...   Las  (tos  cartas,  de  que  me  has  hablado  algunas 

veces,  depositadas  por  tu  padre  en  el  archivo  del  Ministerio. 
IsAB.   Sí. 
ÉÑR.    Pues  han  desaparecido! 

¡^«-  I  Gran  Dios! 

Enr.  Así  que  mi-  tío  don  Agustín  de  Siha  me  enseñdese  libelo, 
fuíme  volando  al  archivo...  Las  cartas  habían  sido  sus- 
traídas! 

IsAB.    Por  quién? 

Enr.    Por  Villar. 

Marq.  Quién  te  lo  ha  dicho? 

Enr.  Nadie...  Pero  estoy  seguro  de  ello!  Villar  preparó  su  venganza 
al  perder  su  destínode  archivero.  Y  qué  ven^nza!...  Publi- 
car una  oferta  que  es  una  acusación,  suprimiendo  la  repulsa 
de  tu  padre,  que  es  una  justificación  completa!  Oh;  no  nos  ha- , 
gamos  ilusiones!  Nuestra  situación  es  horrible!  Porque  al  cabo, 
)a  carta  del  sitíador  del  castillo  es  auténtica?  Sí!  Compromete 
á  tu  padre?  Sí!  Podemos  destruir  su  efecto?  No!....  A  no  ser 
Dor  medio  de  la  contestación,  que  tiene  Villar  en  su  poder. 

Marq.  Pero...  y  nuestras  protestas?  Y  nuestra  indignación? 

Enr.  Nuestra  indignación  no  es  una  prueba:  nuestras  protestas  da- 
rán mayor  importancia  al  libelo.  Villar  redoblará  sus  ataques. 
(Saca  un  periódico.)  Sin  ir  mas  leíos,  aquí  tienen  ustedes  un 
diario,  que  repite  boy  esa  abominable  calumma. 

Marq.  Tan  pronto! 


EiiR.  Dando  á  Villar  un  solemne  mentís,  lograremos  parar  el  primer 
golpe;  pero,  como  carecemos  de  pruebas,  al  poco  tiempo  em- 
pezarán á  dudar  los  escépticos^  al  cabo  de  algunos  días  dirá 
la  gente  por  lo  bajo:  «cuando  el  rio  suena...»  y  dentro  de 
tres  meses  tendrá  la  mentira  toda  la  autoridad  de  cosa  juz- 
gada. 

IsAB.    Y  la  verdad?...  Y  la  verdad? 

Enr.    Nuestra  sociedad  se  contenta  con  la  verosimilitud. 

Marq.  y  las  personas  honradas? 

Enr.  Las  personas  honradas  son  tímidas  y  hablan  en  voz  baja...  Los 
calumniadores  son  audaces  y  gritan  sin  cesar!  (Vá  a  su  tz- 

guierda  y  se  apoya  en  la  repisa  de  la  chimenea.) 
sto  es  espantoso....  Un  desalmado  ha  de  poder  turbar  nues- 
tra felicidad,  encerrarnos  en  un  círculo  de  hierro,  condenar- 
nos á  la  desesperación,  y  nosotros  no  hemos  de  hallar  un  me- 
dio de  defensa? 

Enr.    (Volviendo.)  Hay  uno,  madre mia...  Nada  masque  uno! 

IsAB.    Cuál? 

Marq.  Ah,  tiemblo!... 

Enr.    Isabel,  respóndeme:  si  tu  padre  viviera,  qué  haría? 

IsAB.    (Con  acento  de  ira.)  Qué  haría  mi  padre? 

Marq.  (Yendo  á  taparle  la  boca.)  No  contestes! 

Enr.    ¡Deteniendo  el  brazo  de  su  madre.)  Ya  ha  contestado! 

Marq.  Hijo  mió,  por  piedad! 

Enr.    Ya  he  dicho  á  usted  que  no  hay  otro  arbitrio. 

Enr.  So'o  la  fuerza  puede  arrancar  á  Villar  la  confesiotí  de  sus  iní- 
guidades. 

IsAB.   Vas  á  tirar  de  la  espada  por  causa  mia? 

Enr,  (Estrechándole  ¡as  manos.)  Por  quién  he  de  hacerlo,  si  no  lo 
hago  por  tí? 

Marq.  Ay,  desventurado,  tú  no  conoces  á  ese  hombre!...  Pelea  á 
golpe  seguro!...  Ya  tiene  dos  muertes  sobre  su  conciencia! 

IsAB.    Dos  muertes!...  Enrique,  Enrique,  en  nombre  del  cielo!... 

Enr.  No  lograreis  intimidarme.  Ya  es  necesario  que  un  liombre  de 
corazón  castigue  á  esos  calumniadores  de  oficio!...  Sí,  es  indis- 
pensable hacer  un  ejemplar! 

ESCENA  VHL 

Díc^s.— Vicenta  por  la  puerta  dd  fondo. 

Vic.     Señorita,  don  Pedro  Villar  desea  saber  sí  puede  ya  tomar  po- 
sesión de  estas  habitaciones. 
Isab.   (Aterrada.)  Villar! 

Enr.    (Lanzándose  á  la  puerta.)  El  cielo  me  lo  envia! 
Marq.  Detente! 
Isab.    Enrique,  por  piedad ! . . . 


—  »  — 

Enn.  NO;  yo  no  puedo  tolerar  que  se  ultraje  impunemenfe  la  me- 
moria de  tu  p«idre! 

ISAB.     Un  favor  te  pido,  Enrique! 

Enr.    Cuá]! 

IsAB.  Concédeme  nada  mas  que  media  hora  para  arrancarle  á  ese 
hombre  su  secreto,  é  inducirle  á  que  se  retracte.  Olvidas  que 
el  libro  es  anónimo,  y  que  si  se  obsrina  Villar  en  negar  que  es 
suyo,  serán  inútiles  nuestros  esfuerzos? 

Enr.    y  qué  vas  á  deciile? 

IsAB.  No  lo  sé...  Mi  amor  filial  me  inspirará!  Vete,  Enrique  mió:  te 
lo  pido  por  Dios. 

Enr.    No! 

IsAB.    (A  la  marquesa.)  Aléjele  usted  de  aguí! 

Harq.  Ven,  hijo  mío!  Te  prometo  que  si  la  inspiración  de  Isal)el  y 
otro  recurso,  que  yo  he  de  tentar,  no  dan  fruto,  confiaremos 
á  tu  espada  nuestra  defensa. 

EiiR.    No!... 

IsAB.    Media  hora,  Enrique!...  No  te  pido  mas  que  media  hora! 

Ekr.    He  resigno...  Pero  ni  un  minuto  mas! 

IsAB.  Bien,  bien...  Retírense  ustedes!  Por  aquí...  Aguárdame  en  la 
habitación  de  mi  madre.  {Enrique,  empujado  por  Isabel  y  ar- 
rastrado por  la  marquesa,  se  dirige  hacia  la  izquierda.  Van- 
se  por  la  puerta  de  este  lado  madre  é  hijo.) 

ESCENA  IX. 
Isabel. — Vicenta. 

Vio.     Digo  á  ese  caballero  que  pueds  pasar? 

IsAB.  (Muy  agitada.)  Todavía  no.  (Baja  al  proscenio.)  Qué  le  diré? 
Cómo  le  haré  confesar?...  Dios  mió,  ved  que  soy  una  pobre 
criatura  que  no  conoce  el  fínjimiento,  y  mi  enemigo  es  un 
hombre  astuto  v  disimulado.!..  Ved,  Señor,  también  que  me 
propongo  defenaer  la  honra  de  mi  ¡jadre!...  Tened  piedad  de 
mí!  Dadme  fuerzas  para  ahogar  mis  lágrimas  y  mi  indigna- 
ción! Dadme  ingenio  para  obligar  á  ese  hombre  inicuo  á  que  se 
despoje  de  su  máscara ,  reduciendo  su  ira  á  la  impotencia 
cuando  le  haya  arrancado  la  confesión  de  su  crimen!  (A  Vi-- 
cenia.)  Que  pase.  {Vase  Vicenta.)  Ea,  valor! 

ESCENA  X. 

Isabel. —Vil LAR,  por  la  puerta  del  fondo, 

ViLL.  Señorita,  perdone  usted  mi  estremada  exactitud:  deseaba  tener 

la  honra  ae  conocer  á  usted,  y  ofrecerle  mis  respetos! 
IsAB.    (Temblorosa.)  Caballero. . .  (No  puedo  dirigirle  la  palabra!) 


ViLL.   Está  usted  indispuesta,  señorita?  Ob,  si  mi  presencia  es  im- 

frtuna!... 
recipitadamente.)  No  se  vaya  usted,  caballero;  no,  no!... 
dolencia  no  merece  cuidado...   {Con   amabilidad.)  Ya 
pasó.  En  todo  caso  yo  me  retiraría ,  porque  usted  está  en  su 
ca«a. 

ViLL.  Favor  de  usted!...  (Qué  rostro  tan  bello!) 

IsAB .    (No  sé  por  dónde  empezar !) 

ViLL.  Ahora  bien:  quiere  usted  conyencerme  de  que  estoy  reabnen- 
te  en  mi  casa? 

IsAB.    Convencerle  á  usted?. . .  De  qué  modo? 

YiLL  (C(m  una  silla  en  la  mano.)  Dispensándome  la  honra  de  tomar 
asiento,  aunque  no  sea  mas  que  por  breves  instantes. 

IsAB.    Gracias,  caballero...  (Se  sienta.)  (Qué  suplicio!) 

ViLi..  (Yendo  á  tomar  otra  «t7/a.)(No  he  visto  mujer  mas  bonita!) 
(Se  sienta.)  Aprecio  el  favor  de  usted;  y  me  atrevo  á  pregun- 
tarle si  á  título  de  inquilino  podré  algunas  veces  visitarla  con 
el  objeto  de  ponerme  a  sus  órdenes. 

IsAB.  (Observándole.)  Yo  me  tendré  por  muy  dichosa,  recibiendo 
en  mi  casa  al  hombre  de  mas  talento  que  hay  en  Lisboa. 

ViLt.    (Indinándose  con  fatuidad.)  Señorita!... 

IsAB.    (Es  vanidoso!)  l 

ViLL.  (Me  adula!...  Querrá  pedirme  algún  favor?)  Conque  tengo  la 
honra  de  que  usted  roe  conozca? 

IsAB.    Quién  no  le  conoce  á  usted,  caballero? 

ViLL.  Quisiera  ser  menos  conocido,  con  tal  de  verme  mas  apre- 
ciado. 

IsAB.    Eso  pasa  á  todos  los  hombres  que  tienen  mucho... 

ViLL.  Mérito,  gueria  usted  decir! 

IsAB.    Me  refería  á  otra  cualidad. 

ViLt.  Ah!..  (Me  he  equivocado.) 

IsAB.  Enemigos  tienen  todos  nuestros  historiadores  contemporá- 
neos... Por  ejemplo:  don  Sebastian  de  Castra... 

ViLL.  Don  Sebastian  de  Castro!..  Quite  usted  allá!  Un  nombre  tan 
clasicote  en  una  boca  tan  fresca  y  tan  juvenil! 

IsAB.  En  cambio  pronuncio  el  nombre  de  usted  con  mucha  mas 
frecuencia. 

ViLL.  De  veras?..  Oh,  no  hay  «osa  que  halague  tanto  la  vanidad  de 
un  autor,  como  verse  elogiado  por  una  mujer  joven,  viva  y 
hermosa. 

IsAB.    (Jugueteando  con  el  libro.)  Caballero!.. 

ViLL.  (Reparando  en  el  libro.)  Olí,  veo  que  en  efecto  es  usted  afi- 
cionada á  lecturas  serias!  Ese  libro... 

IsAB.    EsteLft. 

ViLL.  Se  titula,  si  no  me  engaño:  ((Memorias  históricas  de  la  guerra 
de  ia  Indenendencia.» 

IsAD.    Las  ha  leiao  usted? 

ViLL.  Las  he...  hojeado.  Qué  le  han  parecido  á  usted? 

IsAB.  A  roí!..  Había  yo  de  ponerme  ájuzear  en  presencia  de  usted 
una  obra  tan  importante!..  Que  opina  usted  de  ella? 


t' 


ViLL.  Diga  usted  primero  su  opinioD:  yo  se  lo  ruego.  Tengo  algunos 

motÍTOs  para  reservar  la  mía. 
IsAB.    Aby  no  señor. 
YiLL.  Se  lo  suplico  á  usted. 
IS4B.    Si  ustea.se  empeña... 
ViLL.  Sí  señora. 
IsAB.    En  ese  caso  le  confesaré  que  este  libro  me  ba  conmovido  pro* 

fundamente...  Es  decir:  me  ha  encantado! 
ViLL.  De  veras? 

IsAB.    Usted  dirá  <jue  tengo  mal  gusto... 
YiLL.  (Interrumpiéndola.)  No  por  cierto....  Al  contrarío!...  Pero... 

najo  qué  punto  de  vista  le  agrada  á  usted  mas  ese  libro? 
ISAB.    Bajo  todos  aspectos.  La  delicadeza  del  estilo!...  El  interés  de  la 

narración!...  La  sátira  tan  incisiva!...  Por  lo  demás  no  bay  de 

qué  admirarse  conociendo  el  autor. 
ViLL.  Le  conoce  usted,  señorita? 
IsAB.    Síf  señor,  pero  quisiera  conocerle  todavía  mas. 
ViLL.  (€on  satisfacción.)  Bueno!...  Con  que  sabrá  usted  su  nombre? 
IsAB.    Ya  lo  creo! 
ViLL.  Cósanlas  singular!...  Pensaba  yo...  había  oido  decir  que  ese 

libro  era  anónimo. 
IsAB.    Muy  cierto;  pero  no  tiene  el  sello  de  su  autor  en  cada  página? 
YiLL. '  Y  de  quién  es,  señorita? 
IsAB.    De  quién  ba  de  ser,  sino  del  mas  célebre  escritor  de  Porlu^ 

gal?...  Del  ilustre... 
ViLL.    Delilurtre?... 

IsAB.    Sí,  del  famoso  historiador  don  Sebastian  de  Castro. 
YiLL.   {Con  enojo.)  De  Castro?  Se  figura  usted  que  Castro  ba  escrito 

«ea  obra? 
IsAB.    Si  señor:  así  me  lo  han  asegurado.  Y  quién  sí  no  él  sabe  enla- 
zar las  relaciones  trágicas  con  los  episodios  burlescos.^  Quién 

sí  no  él?.. 
YiLL.  Cuidado,  si^ríta...  No  aventure  usted  su  juicio...  porque  yo 

teitgo  motivos  para  asegurar  que  esa  historia  no  es  de  don 

Serastian  de  Castro. 
ISAB.    (Procurando  conservar  el  tono  ligero  de  la  cofUroversia.)?ües 

yo  seguiré  creyendo  que  es  suya,  hasta  que  vea  pruebas  en 

contrarío. 
YiLL.   (Sonriéñdose.)  Con  que  sí  yo  le  doy  á  usted  pruebas  evi- 
dentes?.... 
IsAB.    Usted  mismo?...  (Conteniéndose.)  Yamos,  caballero...  Eso  es 

im[K)sible. 
YiLL.    Y  si  le  digo  á  usted  el  nombre  del  verdadero  autor? 
IsAB.    El  nombre?..  En  ese  caso...  Perono!  Repito  que  es  imposible. 

Pues  qué,  no  están  diciendo  á  voces  este  estilo,'  esta  gracia, 

esta  elocuencia?... 
YiLL.   Por  favor,  señorita!...  Mi  modestia  no  puede  soportar  tantos 

elogios!... 
IsAB.    Su  modestia?. . .  Acaso  el  autor  de  este  libro?. . . 
Yitt.   Soy  yo. 


—  32  — 

ISAB.  {Con  explosión  de  ira.)  Usted?...  Ah,  k>  conQesa!...  (Levan- 
tándose.) Pues  bien,  señor  roio;  supuesto  que  usted  ha  escri- 
to este  libro,  sepa  que  yo  me  llamo  Isabel  de  Aureiro. 

ViLL.  (Aturdido.)  Aureiro!... 

IsAB.    Esa  (palidez  me  revela  que  usted  me  ha  comprendido. 

ViLL.    (Colérico.)  Me  ha  tendido  usted  un  lazo! 

IsAB.    Le  he  arrancado  á  usted  la  máscara! 

YiLL.  Niña,  usted  se  arrepentirá  de  su  atrevimiento;  porque,  al  ar- 
rancarme la  máscara,  se  le  apareoe  á  usted  el  juez...  El  juez 
ofendido  y  vengador! 

IsAB.  No  m^  asusta  su  presencia!...  Caballero,  seque  mi  padre  le 
causó  á  usted  una  herida  mortal;  sé  que  tiene  usted  fama  de 
vengativo  y  cruel;  sé  que  inspira  usted  miedo  á  los  hombres 
mas  animosos.  Yo  no  le  temo.  Confío  en  usted,  solo  porque 
tiene  facciones  humanas;  pues  si  desoyese  usted  mi  súplica, 
no  seria  un  hombre,  sino  un  monstruo! 

ViLL.    Y  qué  especie  de  súplica!...  . 

IsAB.    Confíese  usted  que  le  han  engañado,  y  ofrézcame  retractarse. 

ViLL.  Retractarme?...  Señorita,  yo  no  me  retracto  jamás!  Cuando 
afírmo  un  hecho,  es  porque  me  consta  su  certeza. 

IsAB.    Pues  el  hecho  es  falso! 

YiLL.    Tiene  usted  pruebas  que  lo  cíbntradigan? 

IsAB.    Las  tiene  usted  para  confírmarto? 

YiLL.  Las  tengo. 

IsAB.    Donde  están? 

YiLL.  Señorita,  por  favor,  no  insista  usted...  Harto  penoso  es  mi 
deher!.. 

IsAB.  Llama  usted  deber  al  acto  de  infamar  la  memoria  de  un 
hombre  lionrado? 

YiLL.  De  un  hombre  honrado!..  Yo  respeto  y  defíendo  á  lodos  ios 
que  son  dignos  de  esa  calificación;  pero  los  que  la  usurpan^ 
los  que  se  fínjen  héroes,  siendo  traidores... 

IsAB.     Señor  de  Yillar! . . 

YiLL.  Perdone  usted,  señorita;  pero  usted  me  interroga,  y  debo 
contestarle.  Sí,  á  esos  los  persigo,  los  azoto  sin  piedad!  Cada 
cual  tiene  en  el  mundo  su  misión  ,  y  esta  es  la  mia.  Yer- 
dad  que  me  llaman  libelista...  pero  qué  importa?  Tengo  un 
poder  que  vence  y  domina  todos  los  obstáculos...  Mi  con- 
ciencia. 

IsAB.  La  conciencia  de  usted?..  (Dominándose.)  Pues  bien,  á  su 
conciencia  apelo,  porque  no  nido  una  gracia,  .sino  la  confesión 
de  la  verdad,  nada  mas  que  ac  la  verdad!..  Usted  se  ha  cons- 
tituido juez  de  mi  padre...  Quién  le  acusa?  Hay  pruebas  es- 
critas? Ensémeñelas  usted.  Hay  testigos?  Que  comparezcan. 
Aduzcan  ellos  sus  pruebas,  y  yo  presentaré  las  mías,  que  no 
son  palabras  sin  sentido,  ni  correspondencias  mutiladas...  No 
señor!  Yendrán  aquí  centenares  de  testigos...  Los  veteranos 
que  han  peleado  á  las  órdenes  de  mi  padre,  los  gcfes  á  quie- 
nes ha  obedecido,  los  amigos  que  lloran  todavía  su  muerte!.. 
Si  es  necesario  vendrá  también  mí  madre...  Mi  pobre  madre!.. 


—  53  — 

Ahy  caballero,  no  puedo  mas!..  Míreme  usted  á  8U$  plantas! 
(Se  arrodüla.) 

ViLL.  Señorita!..  (La /wanía.) 

IsAB.  Ya  no  le  hablo  ni  de  derecho,  ni  de  justicia,  no!..  Quiero  d  e- 
berlo  todo  á  su  bondad.  Confieso  que  tuvo  usted  motivos  de; 
queja  contra  mi  padre;  mas  por  lograr  una  venganza  estéril, 
no  sacrificará  usted  la  vida  de  tres  personas,  que  no  le  han 
heclH)  mal  alguno.  No  lo  dude  usted,  caballero;  este  libro  es 
una  triple  sentencia  de  muerte!  Mi  madre  anciana  y  enferma 
será  la  primera  víctima!..  Tres  años  hace  que  el  marqués  de 
Urrea  y  yo  nos  amamos. ..  Si  e.«ta  mancha  no  se  borra,  jamás 
se  verificará  nuestro,  enlace!  Verdad,  caballero,  que  usted  no 
.'  quiere  hacer  derramar  tantasi  lágrimas?  Oh,  no  aparte  usted 
la  vista!..  Atiéndame  usted!.. 

ViLL.  Señorita,  siento  en  el  alma  haber  causado  á  usted  un,  pesar 
tan  ffrande;  pero,  ya  lo  he  dicho:  me  consta  la  certeza  de  lo 
que  he  consignado  en  esas  memorias;  y  en  el  cumplimiento  de 
mis  deberes...  sov  inflexible! 

isAB.    {Muy  indiaruida)   Villano...    maldito   seas!...  Te  atreves 
f^  á  llamar  deberes  á  tus  infamias !  Te  atreves  á.dar  el  nom- 

bre de  misión  á  tu  vil  oficio !  Malditos  seáis  tú  y  todos  los  de 
tu  ralea!..  Vuestro  castigo  no  ha  de  consistir  úmcamente  en  el 
desprecio  con  que- os  miran  los  hombres  honrados...  Caerán 
también  sobre  vuestras  cabezas  la  execración  y  el  anatema 
de  todas  las  mujeres!  Madres,  hijas  y  esposas  ultrajadas  por 
vosotros  en  sus  mas  caras  afecciones,  os  dicen  hoy  por  mi 
boca:  «Invasores  del  hogar  doméstico...  enemigos  de  la  gloria 

I)ública  y  déla  virtud  privada...  destructores  de  la  paz  y  del 
lonor  de  las  familias...  en  nombre  de  las  familias  todas,  mal- 
ditos seáis!...» 

ViLL.   (Con  voz  sorda.)  Vete  de  aquí...  niña!..  Vete  pronto!... 

IsAB.  Sí,  te  dejo  á  solas  con  tu  conciencia,  cuya  voz  te  está  anun- 
ciando que  pronto  hará  el  cielo  contigo  lo  que  yo  baso  con  tu 
infame  libelo!  (Rompe  el  libro  en  dos  pedazos,  y  se  los  tira  á 
Villar,  el  cual  se  dirige  á  ella  con  ademan  amenazador.) 

ViLL.  Insensata!,..  (Conteniéndose.)  Si  no  fuese  una  miserable 
mujer! 


ESCENA  XI. 


Dichos, — Enrique,  que  ha  salido  algunos  momentos  antes,  se 
acerca  á  villar,  y  le  agarra  por  un  brazo. 

Enr.    Figúrese  usted,  caballero,  que  he  sido  yo  quien  le  ha  tirado 

ese  libro  á  la  cara! 
ViLL.    (Con  feroz  alegría.)  Ah,  qué  placer!  Un  duelo!... 

3 


—  M  — 

AmHffttI 

{imbd,q^mhiArádirigiioálaiMqiiieirim  mm  vtráE^ 

fiqtie.  te  vudoe  al  oír  Utspalabrm^mñUrians.) 
Uam.  {¡kmio  tm  grüo  de  tenor,)  Eomnie!.. 
Eba.    {CciiéndoíadeunamamyUecámámlap^lapuertadela 

ÍMínaer4a.)^\encxA{M  á¿a:pareter  d€la€9^^ 

nUrada  amematmdom  á  Vmmr,  d  eaalleetmUstaddmiimo 

m»io.  Ca€  d  tdim.) 


Wm  DBL  ACTO  SEGUNDO. 


\ 


ACTO  TERCERO. 


Es  noebe:  Iqees  en  el  yelador  y  en  la  mesita. 


ESCENA  PRIMERA. 


ViLLAB^  sefUadofurUoalvdadar* 


Cómo  me  late  el  corazón!...  Todavía  resuenan  en  mis  bidos 
las  palabras  de  aquella  niña...  A  punto  estuve  de  decirle: 
«Tome  usted  esta  carta!...»  {Sacaun  papel  del  boMüo.)  Y  qué 
prueba  esta  carta?...  La  inocencia  de  su  padre?...  Qué  sé  yo!.. 
El  que  se  propone  ejecutar  usa  traición,  lo  primero  que  nace 
es  escribir:  «Jamás  seré  traidor!))  Por  otra  parte,  noiué  ene- 
migo mió  el  coronel  Aureiro?  No  me  quitó  mi  empleo,  no  pro- 
curó mi  deshonra?  (í^ausa.)  Cómo  lloraba  la  infeliz!...  Y  luego 
al  maldecirme,  parecía  dotada  de  un  poder  sobrenatural... 
Terrible  cosa  es  verse  de  agüella  manera  execrado!  {Ueván~ 
dose  la  mano  al  corajum.)  Si  al  menos  tuviera  aquí  tranquili- 
dad y  ventura...  Pero  qué  vida  arrastro  tan  miserable!  Cuan- 
do las  personas,  que  me  deben  favores,  me  encuentran  en 
público,  antes  de  darme  la  mano  miran  á  su  alrededor  aver- 
gonssadas.  De  noche  sobre  lodo,  cuando  me  retiro  á  casa,  y 
enmedio  de  este  silencio  y  de  esta  soledad  se  agolpan  á  mi 
memoria  todos  los  desaires  que  he  sufrida  durante  el  dia... 
Ob,  entonces  se  apodera  de  mi  corazón  un  odio  febril;  y  en 
verdad  que,  si  me  vieran,  me  compadecerían  mis  mayores 
enemigos!  (Pauga.)  No  podría  jo  renunciar  á  este  género  de 
vida?  Pasan  con  rapidez  los  anos...  Qué  vejez  tan  triste  me 
espera!  (Pausa.)  Xcñá^  instante  tropiezo  con  uno  de  esos  es- 
critores, hombres  de  bien  á  carta  cabal,  cuya  pluma  ha  sido 
siempre  generosa  y  digna.  Al  verlos  se  apodera  de  mi  alma 


—  56  — 

un  sentimiento  de  vergüenza  y  envidia.  No  hay  quien  deje 
de  saludarles  con  respeto!  La  gente  (¡ja  en  ellos  los  ojos  con 
simpática  espresion!...  Qué  dicha»  la  de  ser  blanco  de  tales 
miradas!...  Si  yo  pudiese  algún  dia...  Y  por  qué  no?...  (Se  le- 
vanta.) Yo  tengo  tanto  talento  como  esos  escritores...  Quién 
Suede  impedir  qu^  una  mañana  publique  yo  en  todos  los  penó- 
icos  la  confesión  de  mis  felonías,  y  pida  perdón  á  Dios  y  á  los 
hombres,  inaugurando  así  mi  vida  nueva?  Qué  acción  tan  su- 
blime! Qué  efecto  causaría  en  Lisboa!...  {Con  desaliento.)  Sí, 
durante  un  dial...  Se  hablaría  del  asunto  en  los  teatros,  en  el 
casino...  v  ¿  la  mañana  siguiente  se  dirían  mis  enemigos  unos 
á  otros:  No  sabe  usted  lo  que  pasa?  Villar  se  ha  vuelto  imbé- 
cil!... {Riéndose  con  amargura.yFJ  arrepentimiento  de  Vi- 
llar I...  Cosa  mas  divertida!...  Con  qué  algazara  todos  los  que 
me  aborrecen  y  por  temor  me  adulan,  acometerían  luego  al  ti- 
gre desdentado,  dándole  puntapiés  como  á  un  cobarde  falderi- 
llo!  Qué  horror!...  Al  fuego  el  sayal  de  la  penitencia!  Tengo  yo 
la  culpa  de  que  Dios  ó  el  diablo  me  hayan  condenado  á  ser  un 
látigo:  Ea,  maldecidme  todos!...  Vuestras  maldiciones  atesti- 
guan mi  poder!  Si,  á  despecho  de  vuestros  anatemas^  lograré  ,^ 
encumbrarme!  Necesito  un  puesto  oficial,  y  lo  ocuparé!... 
Quiero  mas:  quiero  verme  atendido  y  considerado!...  Quiero 
que  los  hombres  mas  ilustres  de  Portugal  vengan  aquí,  á  mi 
casa! . . .  Y  vendrán!  {Coge  una  pluma  y  la  mira  extasiado.)  Oh, 
pluma!...  pluma!...  Con  el  auxilio  de  este  frágil  instrumento 
adquiero  riquezas,  placeres  y  honores;  impongo  silencio  á  Ib 
trompeta  de  la  fama,  desgarro  los  corazones;  triunfo  basta  del 
desprecio  público!...  Oh,  no  reconocen  límites  mi  orgullo  y  mi  v^ 

alegría! 

ESCENA  n. 
Villar. — ^ün  Criado. 

ViLL.    Quién  es?  Quién  me  busca  á  estas  horas? 

Criad.  Han  traido  estas  cartas  para  Usía. 

ViLL.  Dámelas.  {El  criado  setas  entrega  v  vase  en  seguida.  Vülar 
se  sienta  y  abre  una  de  las  cartas.)  Hola!  Del  general  Perei- 
ra,  compañero  de  glorias  y  fatigas  del  coronel  Aureiro...  Qué 
me  querrá  este  buen  señor?  {Lee  para  si.)  Fanfarronadas!... 
Dice  que  me  acusará  ante  el  rey,  si  no  me  retracto.  Ahí  me 
las  den  todas!  (Tira  la  carta  sobre  lamesita  y  abre  otro  papel.) 
Del  comendador  don  Agustín  de  Silva,  hermano  de  la  mar- 
quesa de  Urrea...  {Lee  con  la  vista.)  Vaya,  este  se  contenta 
con  acudir  á  los  tribunales,  si  no  canto  la  palinodia!  (Deja  la 
carta  y  toma  otra.)  Y  esta?...  Ah,  delmarquesitoaeürreal 
La  esperaba.  (Leyendo.)  ((Caballero,  al  amanecer  me  presen- 
taré en  casa  de  usted  con  mis  padrinos:  aguárdeme  usted  con 
los  suyos.»  {Pone  la  carta  sobre  la  mesita  y  se  levanta.)  Cor- 


s 


—  57  ^ 

ríente.  Señm"  general,  roe  rio  de  las  chocheces  de  Vuecencia.. 
Señor  comendador,  me  burlo  de  los  tribunales  de  Usía...  Se- 
ñor marqués,  acepto  el  desafio.  Este  es  mi  terreno!  He  sido 
insultado  y  tengo  que  lavar  esta  mancha  con  una  estocada  de 
mano  maestra.  (Pausa.)  A  fé  mía  que  siento  habérmelas  con 
el  marquesito!  (Pensativo.)  Mis  antiguas  relaciones  con  su  fa- 
milia... He  visto  nacer  á  ese  niño...  No  quiero  matarle!  Nada, 
nada,  voy  á  ser  generoso!  La  herida  no  será  mortal. 

Criad.  (Presentándose  en  la  puerta  dd  fondo-)  Una  señora  desea 
hablar  con  Usía. 

ViLL.    Ha  dicho  su  nombre? 

Gbiad.  No  señor. 

YiLL.    (Sobresaltado.)  Conoces  tú  á  doña  Isabel  de  Aureiro? 

Criad.  No  es  ella. 

YiLL.    (Tranquilo.)  Que  pase.  (Vase  el  criado,) 

ESCENA  m. 
Villar. — La  Marquesa  (por  el  fondo.) 

ViLL.  (Sin  poder  reprimir  un  movimiento  de  sorpresa.)  (¡La  mar- 
quesa!..} 

Marq.  Me  conoce  usted»  caballero? 

ViLL.  No  tengo...  la  honra... 

Marq.  Ah!...  Con  que  no  se  acuerda  usted  de  la  marquesa  de  Urrea? 

Vh.l.   No  hago  memoria...  Pero  dígneseusted  tomar  asiento! 

Marq.  (Sentándose  en  la  siUa  que  le  presenta  Villar.)  Me  maravilla 
que  sea  usted  tan  olvidadizo!..  Tendré  que  despertar  sus  re- 
cuerdos refiriéndole  una  historia. 

YiLL.   (Sentándose  también.)  Oiré  á  usted  con  sumo  gusto. 

Marq.  Hace  mas  de  veinte  y  cuatro  años...  La  historia  es  breve, 
aunque  la  fecha  es  larga.  Ejercía  por  ese  tiempo  las  funciones 
de  ayuda  de  cámara  de  mi  marido  un  mozo  muy  despierto, 
muy  astuto  y  audaz.  Creo  que  se  llamaba  Pedro...  Sí,  ese  era 
su  nombre,  Pedro.  Vá  usted  recordando? 

ViLL.    No  señora. 

Marq.  Prosigo:  el  marqués  de  Urrea  fué  nombrado  embajador  de 
Portugal  en  Inglaterra,  y  al  despedirse  del  ministro  recibió  de 
manos  de  éste  un  pliego  de  instrucciones  muy  importantes  y 
reservadas,  como  que  se  trataba  nada  menos  aue  de  una  cues- 
tión dinástica,  j  el  gobierno  quería  resolverla  en  un  sentido 
contrario  á  los  intereses  que  patrocinaba  la  Rusia.  Volvió  el 
marqués  á  casa  á  las  altas  horas  de  la  noche,  llamó  á  su  ayu- 
da do  cámara  para  aue  le  desnudase,  v  metió  el  pliego  en  una 
cartera,  que  dejó  Fob-e  una  mesita  á  la  cabecera  de  su  cama. 
A  la  mañana  siguiente,  cartera  y  pliego  habian  desaparecido: 
pocas  horas  mas  tarde  el  embajador  de  Rusia  destruía  por 
completo  todos  los  planes  del  gobierno  portugués.  Era  pues, 
evidente  que  las  instrucciones  habian  pasado  de  la  alcoba  de 


mi  marido  á  la  embajada  rusa.  Recayeron  )at  so^padias  de  tan 
infame  acción  sobre  el  ayuda  de  cámara;  y  practicadas  con  si- 
gilo y  perseverancia  las  averiguaciones  oportunas,  resultó 
probado  que  Pedro  había  vendido  el  pliego  al  embajador  de 
Rusia  por  no  sé  cuantos  centenares  de  ruólos.  Recuerda  us- 
ted ya? 

ViLL.    Menos  que  antes,  señora. 

Marq.  Cosa  mas  singular!...  Pues  voy  á  concluir:  ciego  de  ira  el 
marqués,  cogió  por  los  cabellos  á  su  traidor  criaclo,  le  arras- 
tró por  el  suelo,  y  le  hubiera  matado  como  á  un  perro,  si  el 
miserable  no  hubiese  echado  á  correr,  viniendo  á  refugiarse  á 
la  estancia  donde  oslaba  yo  con  mi  hií  o  Enrique  en  los  brazos. 
Todavía  estoy  viendo  á  aquel  hombre!...  (Villar  oculta  el  txM- 
tro  avergonzado.)  Pálido  como  la  muerte,  salpicado  el  rostro 
de  sangre,  liado  á  mis  pies  y  asido  fuertemente  á  mis  ropas, 
tartamudeaba  estas  palabras:  Por  la  vida  de  ese  niño!...  Por 
la  vida  de  ese  niño!... 

YiLL.  Basta,  marquesa!... 

Marq.  Llegó  furioso  mi  marido,  y  cuando  iba  á  descargar  un  golpe 
mortal  sobre  el  infiel  criado,  mi  hijo  y  yo  salvamos  á  éste  la 
vida,  sirviéndole  de  escudo!  Perdonaao  á  ruedos  mios,  salió 
de  casa,  y  al  cabo  de  algunos  años  consiguió  sin  dificultad  un 
empleo  en  el  archivo  del  Ministerio  de  la  Guerra,  porque  el 
marqués  tuvo  la  generosidad  de  callar  siempre  el  nombre  del 
delincuente.  Supongo  c|ue  ya  se  acuerda  usted  de  todo. 

ViLL.   (Con  despecho.)  No  señora! 

Marq.  (Levantándose.)  Esa  obstinación  me  obliga  á  decir  lo  siguien- 
te: el  hombre  que  ejecutó  aquella  infamia,  Pedro  Villar^  eres  tú. 

ViLL.  (De  pié  y  con  ira  reconcentrada.)  Así,  generosa  marquesa, 
así!...  Gócese  usted  en  echarme  en  cara  una  acción,  perdona- 
da hace  veinte  y  cuatro  años!...  Oh,  válgale  á  usted  la  sole- 
dad que  nos  roaea;  pero  líbrela  Dios  de  acusarme  en  público 
de  un  delito,  del  cual  no  existen  pruebas! 

Marq.  Pruebas?..,  Para  qué  las  necesito?...  Yo  no  dirijo  mi  voz  á  los 
tribunales,  sino  á  tu  conciencia!  Óyeme:  has  jesuelto  matar 
en  desafío  á  un  hombre,  cuya  vida  debe  ser  para  tí  sagrada... 
'  Pedro  Villar,  acuérdate  de  que  ese  hombre  es  mi  hijo! 

YiLL.  Está  usted  soñando,  marquesa!..  Yo  no  tengo  duelo  pendiente 
con  su  hijo...  Tranquilícese  usted.... 

Marq.  Quieres  engañarme! 

ViLL.    Repito  que... 

Marq.  (Dirigiendo  á  su  alrededor  una  mirada  escudriñadora,  y 
apoderándose  de  la  carta  de  Enrique,  que  encuentra  abierta 
sobre  el  velador.)  Ah!  y  esta  carta  de  Enrique? 

ViLL.  (Quitándole  violentamente  la  carta.)  Traiga  usted!... 

Marq.  Me  la  arrebatas!...  No  necesito  saber  mas. 

ViLL.  (Con  despecho.)  Ni  yo  quiero  ocultar  lo  que  el  infierno  se  em- 
peña en  defecubrir!...  Sí,  marquesa:  su  nijo  de  usted  y  yo  te- 
nemos concertado  un  duelo...  Pongo' á  Dios  por  testigo  de  que 
no  es  mía  la  culpa!  Yo  marchaba  por  mi  camino,  y  Enrique 


1 


.  —  ro  — 

me  ba  salido  al  paso...  Me  ha  insultado,  me  ha  escarnecido  y 
á  la  vez  me  ha  desafiado!...  Qué  había  yo  de  hacw? 

Marq.  Rehusar  el  combate. 

YiLL.  Ah,  entiendo!...  Usted  viene,  como  doña  Isabel  de  Aureiro,  á 
pedirme  que  me  retracte  de  la  acusación,  que  he  fulminado 
contra  un  coronel  traidor  á  su  patria! 

Maro*  Te  equivocas^  Villar.  Cierto  es  que  me  indigna  verte  profanar 
con  mano  cobarde  las  cenizas  de  un  héroe,  en  cuya  presencia 
temblabas!...  Cierto  es  también  que  el  dolor  de  doña  Isabel 
me  ha  partido  el  alma!...  Pero  desde  el  momento  en  que  peli* 
gra  la  existencia  de  mi  hijo,  todo  lo  demás  me  es  indiferente! 
Calumnia  á  las  personas  honradas,  huella  los  nombres  ilustres, 
esparce  la  desolación  en  el  seno  de  las  familias,  haz  todo  el 
mal  que  quieras...  pero  respeta  la  vida  de  mi  hijo! 

ViLL.  Y  piensa  usted  lograr  jpor  medio  de  esas  injurias  lo  que  no  al- 
canzaría ni  con  súplicas  humildes?  Que  respete  la  vida  de 
su  hijo!...  De  qué  manera?  Rehusando  el  desafio?  8u  hijo  de 
ustea  me  escupiría  ai  rostro!  Combatiendo  sin  defender  mi 
vida?  Su  hijo  de  usted  me  la  quitaría  al  primer  golpe!  En  ver- 
V  dad,  marquesa,  que  si  usted  me  salvé  la  vida  para  disponer 

de  ella  á  su  antojo,  mejor  hubiera  sido  dejar  queme  matasen 
en  la  ocasión  pasada. 

Marq.  Sí,  Villar;  mejor  hubiera  sido!  Por  última  vez:  insistes  en  lle- 
var á  cabo  ese  desafío? 

YiLL.  Es  mi  deber. 

Marq.  No  te  dice  tu  conciencia  que  mientes? 

ViLL.  No  señora. 

Marq.  Pues  yo  te  anuncio  que  esa  vos  del  alma,  hoy  ahogada  en  tu 
-^  pecho,  te  aturdirá  mañana,  cuando  tengas  á  mi  hijo  frente  á 

rrente!  Allí  estaré  yo  también,  visible  solo  para  tí!  Mis  ojos 
clavados  en  los  tuyos  te  traerán  á  la  memoria  el  momento  en 
que  me  pedias  por  la  vida  de  mi  hijo  el  perdón  de  tu  vida! 
Atormentado  por  este  recuerdo,  apartarás  ía  vista,  fijándola 
en  tu  adversario,  cuyas  facciones  llenas  de  fuego  te  harán 

f)ensar  en  las  de  su  padre.  Sí,  creerás  que  se  levanta  contra  tí 
a  airada  sombra  del  viejo  marqués  de  Urrea!...  Sobrecogido 
de  espanto  no  acertarás  a  defenaerte;  temblará  en  tu  mano  la 
espada,  y  la  de  mi  hijo  irá  recta  y  firme  á  tu  corazón!...  Ya 
ves  que  la  ventaja  está  de  nuestra  parte:  tú  fias  en  tu  destre- 
za, y  nosotros  en  un  poder  mas  fuerte...  l¿n  el  de  Dios! 

ESCENA  lY. 

Dic^.— Uif  Criado. 

Criad.  Señor,  un  caballero  pregunta  por  Usía. 
Vil  L .   No  puedo  recibir  á  nadie! . . .  Necesito  quedarme  solo! . . .  Acom- 
paña á  esta  señora  basta  la  puerta. 
Criad.  Dice  ese  caballero  que  Usía  le  recibirá  en  sabiendo  su  nombre. 


—  40  — 

ViLi.   Cómo  se  llama? 

Criad.  El  señor  de  Urrea. 

Marq.  (Como  herida  de  un  rayo.)  Mi  hijo!!...  (Acercándose  á  ViUar 
y  cogiéndole  las  tnanos.)  No  lo  recibas...  Por  Dios  te  lo  me- 
go!... Olvida  mis  locas  amenazas!...  Ten  compasión  de  una 
pobre  madre!  ^ 

Criad.  (Señalando  á  aHk  Bt^tiago  que  se  presenta  en  la  puerta  del 
fondo.)  Aquí  está. 

Maiiq.  (Corriendo  hacia  el  fondo.)  Enrique!... 

ESCENA  V. 

Dichos. — Santiago  . 

Sawt.  Soyyo,  tia! 

Marq.  Ali!...  Santiago! 

Sant.   (Aparte  á  la  Marquesa.)  Nada  tema  usted. 

Marq.  Y  Enrique? 

Sant.  No  se  verificará  su  desafío. 

Marq.  Me  lo  prometes? 

Sant.  Lo  juro. 

Marq.  En  tí  confío! 

Sant.  Aguárdeme  usted  en  las  habitaciones  de  doña  Isabel.  (Condu^- 
ce  de  la  mano  á  la  Xíarquesa,  que  se  retira  por  la  puerta  de 
la  izquierda.  El  criado  vase  por  la  del  fondo .) 

ESCENA  VI. 

Villar. — Santiago,  (i) 

Sant.  Dispense  usted,  caballero.  Tengo  el  honor  de  dirigirme  al  se- 
ñor don  Podro  Villar? 

ViLL.   Servidor...  Tome  usted  asiento. 

Sant..  (Sentándose  en  la  silla  que  le  indica  Villar.)  Mil  gracias. 

ViLL.  (Tomando  asiento  tambten.)  Y  qué  se  le  ofrece  á  usted? 

Sant.  Poca  cosa!...  No  vengo  mas  que  á  lerantarle  á  usted  la  tapa  de 
los. sesos.    ^  ^^^ 

^sViLL.  ^Retirando  un  poco  su  silla.)  Eh!... 

Sant.  Lo  dicho. 

ViLL.  (Mirando  fijamente  á  su  interlocutor  y  soUando'lueao  una 
carcajada.)  Já'^...  já!...  De  veras?...  Já!.^já!...já!...  Chance- 
ro es  usled  como  un  dembnibr.^  Me  alegro  á  fé'lniá!...  Tam- 
bién yo  soy  un  poco  burlón... 

Sant.  No  hay  burla  que  valga!...  Ya  se  convencerá  usted  de  ello, 
con  solo  prestarme  Cinco  minutos  de  atención. 

(1)    On  ne  sanrait  trop  recommaDder  anx  artistes  qiii  joaeront  le  ról€  de  don  Gai* 
lien  («Saatiago.»)  de  joaer  toóte  eette  scene  en  comedie  et  non  en  drane.  (Nota  dbl 

OBWniAL  PJUMCBS*') 


—  41  — 

YiLL.  Cinco  minutos?...  Y  media  hora  también!  Por  la  muestra  se 
conoce  el  paño,  y  la  aue  usted  me  ha  dado  es  deliciosa...  Con 
que  vaya  usted  ecnando  varas!...  Precisamente  estaba  yo  de 
mal  humor,  y  necesitaba  algún  esparcimiento...  Já!já!...  Yaya 
un'modo  de  empezar  su  arenga  un  hombre  á  quien  no  conoz- 
co, ni  he  visto  en  mi  vida! 

Saht.  Tampoco  yo  le  conocia  á  usted. 

ViLL,  Tampoco?  Soberbio!  Prosiga  usted,  caballero. 

Sant.  Prosigo.  Aquí  donde  usted  me  vé,  he  sido  poseedor  de  cua- 
renta mil  escudos,  que  me  he  comido  en  un  santiamén. 

ViLL.  Nos  parecemos  estraordinariamente...  Yo  he  despabilado  ya 
sesenta  mil. 

Sant.  Pues  señor,  decía  yo  para  mi  sayo,  cuando  no  me  queden  mas 
aue  cien  escudos  los  emplearé  en  un  billete  de  pasage,  á  bor- 
do de  un  vapor,  que  me  transporte  á  América,  donoe  volveré 
á  probar  fortuna.  Guando  yo  tengo  un  propósito  entre  ceja  y 
ceja,  lo  ejecuto  sin  remedio.  No  sé  si  he  dicho  á  usted  que 
desciendo  de  aragoneses...  Téngalo  usted  por  sabido.  Para 
abreviar:  ayer  se  tragó  el  juego  mí  última  moneda,  volví  á 
casa,  tomé  los  cien  escudos  que  había  puesto  aparte,  hará  cosa 
de  un  año,  liie  fui  al  puerto,  y  compré  este  billete,  {Enseña 
un  papel.)  que  me  servirá  boy  á  las  seis  de  la  mañana,  para 
lanzarme  al  Occéano,  eñ  un  vaporcito  aue  se  llama  \El  terror 
del  universol  Desde  esa  ventana  podrá  usted  verlo,  así  que 
amanezca. 

ViLL.  Bien;  muy  bren!...  Pero  fué  mejor  aquel  exabrupto!... 

Sant.  Aguarde  usted  hasta  el  ñn:  seguro  estoy  de  aue  le  ha  de  pa- 
recer digno  del  principio.  Esta  noche  he  dado  á  mis  ami- 
gos una  cena  de  despedida,  porque  un  calavera  no  ha  de  to- 
mar las  de  Villadiego,  como  algún  funcionario  público,  que 
anochece  y  no  amanece...  Pues,  señor,  la  conversación  giraba 
sobre  varios  asuntos,  y  por  último  se  habló  de  los  calumnia- 
dores, d^  los  infames  libelistas...  En  una  palabra:  se  habló  de 
usted. 

ViLL.  Esto  marcha!  Ya  veo  que  la  cena  ha.  sido  fuerte. 

Sant.  No  ha  sido  floja,  pero  vamos  al  caso.  En  aquel  momento  entró 
en  el  comedor  un  primo  mío,  hombre  de  corazón  como  pocos, 
el  marquesito  de  Úrrea:  nos  refirió  la  última  fechoría  de  usted, 
el  insulto  que  á  usted  ha  dirigido,  y  el  contenido  de  la  esque- 
la, que  acababa  de  enviarle. 

ViLL.  Sí,  aquí  la  tengo.  (Saca  un  papel  de  un  bolsillo,  y  lo  tira  so- 
bre  el  velador.) 

Sant.  D^  improviso  una  idea  iluminó  como  un  relámpago  mi  meiUe. 
((Voto  al  chápiro,  dije  para  mí,  la  ocasión  es  magnífica!  Mi  vida 
))no  ha  sido  muy  ejemplar,  mi  conciencia  no  está  tranquila... 
))Antes  de  esponerme  á  los  percaijpes  de  la  mar,  me  conviene 
»ejecutar  una  buena  acción...  Vo][  á  matar  áesetunalite!» 

ViLL.  Bravo!  i  Sorprendente!  Y  cómo  piensa  usted  realizar  su  pro- 
yecto? 

Sant.  Pché!...  de  la  manera  mas  natural  y  sencilla. 


x    — o  — 

YiLt.  PomnfUniis  usted  míe  le  baga  una  pregunta.  Está  usted  ena- 
morado de  la  hija  del  coronel  Aureiro? 

Sart.  Qué  disparatel  No,  se  lo  juro  á  usted.  Esto  es  puramente  un 
caso  de  conciencia.  He  pensado  que  allá  arriba  me  tomarán 
esta  acción  en  descurgo  de  mis  culpas.  Mire-usted^  para  los 
asesinos,  existe  el  verdugo;  para  los  pueblos  corrompidos,^ 
la  esclavitud  y  las  epidemias;  para  los  criminales  que  están"^ 
por  cima  de  la  ley,  Dios  inventa  un  icastiffo^  un  azote  espe- 
cial... Pues  bien;  yo  soy  el  que  á  usted  le  na  tocado. 

ViLL.    Me  permitirá  usted  al  mano^  que  tome  algunas  disposiciones? 


(Se  vuelve  kácia  el  vehd^r,)  ^^ 

'.  (ConMbanidad.)Sí,whoT:  n^    —  '    '     '" 
eampmUla.)  Qué  haee  usted? 


Sart.  [Coni^banidad.)Sif  señor:  nada  mas  justo.  {Villar  toca  la 


ViLL.  Llamará  mis  criados  para  que  le  planten  á  usted  en  la  calle. 

Sant.  Ahf  señor  mió,  eso  es  abu{»ar  de  mí  confianza!  (Se  aproxima 
d  ViUary  le  enseña  d  cañón  de  una  pistola,  qne  monta  en 
el  acto.  Preséntase  un  criado  en  la^ptéerta,de  la  derecha.) 
Mande  usted  á  ese  criado^  que  se  vaya,  y  prihíbale  volver,  ó 
le  mato  á  usted  como  á  un  perro.  ^ 

YiLL.  (iáfom6r«(i6.)  Ehl..  Será  usted  capaz?... 

Sart.  Si  señor:  de  hacerlo  como  lo  digo.  Ya  he  dicho  á  usted  que 
desciendo  de  aragoifóses...  Conque  despida  usted  á  ese  hom- 
bre, ó  sino...        t     ^  '  ' 
#       YiLL.  í  (Al  criado  cea  «^< TmMDo^a.)  Yet^fj . . 
*^t  SarIt  Añada  usteí  v  no  vtiíHWs:  '  ^  ^^        ^Jé. 

YiLL    {Al  criado.)  \r\o  vuelvas.  {Vase  d  oriokío.)  (Esto  se  pone 

malo.)  I 

Sart.  Perfectamente!..".  Ah,  no  hay  que  perder  tiempo!  Tiene  us-  i 

ted,  según  me  dijo,  que  temar  algunas  disposiciones?  Aprisa!  ^ 

ÍSaca  el  reló.)  ^n  las  cinco  y  cuarto...  A  las  cuíco  y  veinte 
la  de  quedar  usted  seco  de  un  pistoletazo,  y  yo  he  de  saltar 
por  esa  ventana,  para  llegar  al  vapor  antes  de  las  seis.  Ck)nque 
despáchese  usted...  (He  dado  con  la  hidra  que  buscaba!) 

ViLL.  (Con  terror.)  Pero...  vá  usted  á  asesinarme?.  . 

Sart.  No  señor! 

YiLL.    {Con  alegría.)  Ah! 

Sart.  Aqui  no  se  trata  de  un  asesinato,  sino  de  la  ejecución  de  un 
reo.  {Vülar  hace  un  movimiento  de  espanto.)  Holaf...  Tienes 
miedo!... 

YiLL.  Óigame  usted:  he  estado  en  la  guerra,  he  tenido  veinte  desa- 
fíos, y  nunca  he  temblado...  Pero  morir  así,  sin  defensa,  como 
se  aegüella  á  un  animal...  Lo  confieso:  sí!  me  dá  miedo! 

Sart.  Tanto  mejor! 

YiLL.    (Suplieante.)  Un  desafíol... 

Sart.  Un  desafio?...  Parece  que  les  has  cobrado  afición!...  {Mira  el 
reló.)  Las  cinco  y  veinte. 

YiLL.  {Con  energía.)  Pues  bien,  sea!  Máteme  usted!  Tire  usted  á 
un  enemigo  inerme!  (Titubea!.. «)  Asesine  usted  á  un  hombre 
como  Yillar,  en  vez  de  convertirle... 

Sart.  En  qué  diaUos  quieres  que  te  convierta? 


~4S  — 

ViiL.  Ed  tlgum  eosá  grande  y  úlil! 

Sant.  Tú?.. 

YiLL.  {Tocándose  á  la  frente  )  Esto  vale  mucho! 

Sant.  (Señalándole  al  pecho.)  Pero  eso  no  vale  nadal 

ViLL.  Repito  que  mi  poder  es  grande;  y  viviendo  podría  hacer  eu  un 
año  tanto  bien,  como  mal  be  hecho  en  diez  años;  pero  usted 
no  quiere  que  yo  viva...  Máteme  usted,  máteme  usted! 

Saht.  Eres  hábil!...  Pero  á  mí  no  me  seduces  con  palabras  huecas. 

ViLL.  Nada  de  palabras,  hechos! 

Saht.  Uno  solo  puede  salvarte.  (Apuntándole  eon  la  pistoia  y  seña^ 
lándole  la  mesita  de  la  derecha,)  Siéntate  allí  y  escribe  lo  que 
vo  te  dicte:  luego  me  darás  el  papel  y  yo  te  regalaré  en  cam*- 
DÍo  mi  billete  de  pasagé  para  que  en  lu^ar  mió  te  vayas  á 
América,  donde  puedes  deaicarte  á  calumniar  á  los  cocodrilos 
y  á  difamar  á  las  panteras.  Manos  á  la  obra!  {Dirige  constan^ 
temente '  d  arma  contra  Villar^  el  cual  atravieea  el  pros- 
eenio  Va§o  la  impresión  del  miedo,  y  se  sienta  en  el  lugar  tn« 
dieado.)  Escribe:  «He  calumniado  al  coronel  Aoreiro...)) 

ViLL.    Y  esto  na  de  llevar  mi  firma? 

Saht.  Claro  está! 

YiLL.  {Con  rabia.)  No,  jamás!...  Prefiero  morir  den  veces! 

Sakt.  {Yendo  á  sacar  la  pistola,  que  ha  guardado  momentos  antes 
en  el  bolsillo.)  La  primera  corre  de  mi  cuenta. 

YiLL.  {Con  terror.)  Un  momento  no  mas!...  Si  hubiese  otro  medio  de 
justiGcar  al  coronel... 

Sant.  Cuál? 

YiLL.  {Haciendoun  esfuerzo.)  SI  yo  pudiera  salvar  su  honra  sin  per- 

^  derma... 

Sant.  Mejor  seria  que  te  perdieses  al  mismo  tiempo...  Pero  en  íin, 
qué  medio  es  ese? 

YaL.  {Siempre  con  dijfieultad.)  Cierto  papel,  una  carta... 

Sant.  Una  carta?...  (Ya  pareció  aquello!) 

ViLL.  La  cual,  si  se  publica,  rehabilitará  el  buen  nombre  del  coro* 
nel  Aureíro... 

Sant.  Dónde  está  esa  carta? 

YiLL.  (Haciendo  el  mayor  esfuerxo,  y  llevándose  la  mano  al  6oM* 
¿¿o.)E8táaauí!... 

Enr.    {Dentro.)  No,  madre  mia,  ni  un  minuto  mas! 

Sant.  Quién  viene? 

YiLL.    (Me  he  salvado!) 

ESCENA  YII. 

Dichos. — Enrique. — La  Marquesa. — Isabel. — Los  tres  parla  «js- 

quierda.  Empieza  á  amanecer. 

Enr.  (Furioso.)  Pronto,  Yillar!...  Abajo  nos  esperan. 
IsAB.  {Cogiendo  á  su  amante  de  un  brazo.)  Enrique! 
Marq.  Hijo  mío! 


YiLL.  {Con  apUmo  á  ísabd.)  Conténgale  usted ,  señorita !  De  ello 

depende  la  honra  del  coronel  Aureiro. 
Ere.    Te  atreves  á  iuYOcar?. . .  Gobar . . . 
ViLL.  Silencio! 
Sant.  {Sujetando  á  Enrique.)  Déjale  hablar!...  (Qué  farsa  habrá 

improvisado?) 
YiLL.  Aquí  mismo,  hace  un  instante,  han  pretendido  arrancarme 

una  fírma,  v  para  ello  han  empleado  amenazas  y  violencias, 

?[ue  han  sido  inútiles,  porque  no  hay  poder  humano  que 
uerce  mi  voluntad. 

Sant.  (Qué  descaro!) 

ViLL.  Existe  sin  embargo  un  documento,  una  prueba...  que  yo  no 
poseia,  señorita,  cuando  nos  vimos. 

Sant.  (Mentira!) 

ViLL.  {Sacando  una  carta  dd  bolsiUo.)  Una  prueba,  que  yo  haría 
pedazos,  si  alguno  de  ustedes  quisiera  arrebatármela,  porque 
ya  he  dicho  que  no  cedo  jamás  á  la  fuerza!...  {Santiago  se 
rte.)Perolo  que  no  logran  las  amenazas  de  un  hombre,  lo 
consiguen  las  lágrimas  de  una  mujer,  y  mas  todavía  las  de  una 
mujer  tan  bondadosa  y  tan  bella  comodona  ísabel  de  Aureiro! 
(Ofreciéndole  elpapd  con  galantería.)  Tome  usted,  señorita. 

Isab.  (Apoderándose  de  la  carta.)  Ah,  nos  hemos  salvado!...  Esta 
es  la  contestación  de  mi  padre  al  general  enemigo! 

Sant.   (Aparte  á  Villar.)  Farsante! 

ViLL.  (laemáSantiaoo.)  Calle  usted,  por  Dios! 

Isab.  Enrique!...  Madre  mía!...  Nuestra  felicidad  es  completa!  Y  la 
tuva  también,  Santiago;  porque  ya  no  partirás!... 

Enr.    Haoias  resuelto  marcharte'/ 

YiLL.  Sí,  en  el  vapor  que  dentro  de  media  hora,  se  dá  á  la  mar  con 
dirección  á  Rio  Janeiro;  pero  ya  no  puedo  irme,  porque  el  se- 
ñor Yiliar  me  ha  suplicado  que  le  ceda  mi  billete. 

Isab.    De  veras? 

Sant.  (Aparte  á  ViUar.)  Diga  usted  que  sí.  Este  el  precio  de  mi  si- 
lencio., 

YiLL.  Sí  señores...  Tengo  en  el  Brasil  una  empresa... 

Sant.   Una  colosal  empresa...  biográfica! 

YiLL.  Justamente.  Voy  con  permiso  de  ustedes  á  tomar  mi  equi- 
page... 

Sant.  Vamos  allá! 

Marq.  Tú  también? 

Sant.  Yo  no  me  separo  de  este  caballero  basta  dejarle  en  el  buque. 
Le  lie  cobrado  una  afición!  Además  me  ha  ofrecido  espontá- 
neamente escribir  una  carta,  delarándose  autor  de  las  «Me- 
morias históricas»  y  reconociendo  la  inocencia  del  coronel  Au- 
reiro. 

Enr.    Tanta  generosidad! . . . 

YiLL.  Tengo  la  obligación  de  decir  siempre  la  verdad. 

Sant.  (A  la  Marquesa.)  Es  un  santo! 

YiLL.  (Haciendo  una  profunda  reverencia.)  Señoras,  beso  á  us- 
tedes... 


I 


—  45  — 

Sant.  (Colocándose  delante  de  Villar,  y  poniéndíde  la  pistola  al  pe^ 
cho:)  Pronto,  que  es  tarde!  {Villar  hace  un  movimiento  de 
despecho ,  y  vase  por  la  puerta  de  la  derecha  seguido  de 
Santiago.) 

ESCENA  VIH, 
Enrique. — Isabel. — La  Marquesa.— ^Lu^^  Santiago. 

E  NR .    Cosa  mas  estraña! . . . 

Marq.  Me  parece  haber  adivinado... 

IsAB.    (Interrumpiéndola.)  Madre  mia»  Enrique,  silencio! 

Sant.  {Por  la  puerta  de  la  derecha.)  Isabelita? 

IsAB.    Ah,  Santiago!...  Todo  lo  he  comprendido! 

Marq.  Nuestra  gratitud  será  eterna! 

Sant.  Basta,  basta:  no  puedo  detenerme  ahora.  Mi  hidra  está  ha- 
ciendo la  maleta ,  y  yo  no  he  salido  mas  que  para  preguntar  á 
ustedes  si  se  dan  por  satisfeclios  con  la  deportación  de  Villar. 

Enr.   Mavor  castigo  merecia! 

Sant.  Sí?...  Pues  todavía  estamois  á  tiempo.  Voy  á  expedirle  otro 
pasaporte!  (Saca  la  pistola  y  se  vuelve  hacia  el  fondo.) 

IsAB.  (Cogiendo  de  un  brazo  á  Santiago,)  Detente!  Villar  se  retira 
á  un  pais  remoto:  las  cenizas  de  mi  padre  quedan  honradas: 
nosotros  vamos  á  ser  felices.  Olvido  y  perdón! 


FIN  DE  LA  COMEDIA. 


Los  teatros  de  las  provincias  satisfarán  los  derechos  de  cada  re- 
presentación de  esta  comedia,  con  arreglo  á  la  siguiente  tarifa: 

TEATROS.  Bfl  tb. 


1.*  clase i20 

2.*  Ídem ¿    .    .    •  80 

3.*  Ídem 60 

4.*  ídem 50 

5.*  ídem .40 

6.*  Ídem 30 

7.*  y  8.*  Ídem 20 


] 


•  *