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Full text of "Noticias historiales de las conquistas de Tierra Firme en las Indias occidentales"

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NOTICIAS  HISTORIALES 


DE 


LAS  CONQUISTAS 


DE 


TIERRA  FIRME 

EN  LAS 

INDIAS  OCCIDENTALES 

POR  FR.  PEDRO  SIMÓN 

^^J^^EN    DE   SAN    FRANCISCO    DEL   NUEVO    REINO    DE    GRANADA 

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ÓF 

PARTES  SEGUNDA  Y  TERCERA 

PUBLÍCASE  POR  VEZ  PRIMERA   SOBRE    LOS  MANUSCRITOS   DE    LA    BIBLIOTECA  NACIONAL 
Y  CON  INTERVENCIÓN  Y  AUXILIO  DEL  MINISTERIO  DE  INSTRUCCIÓN  PUBLICA 


BOGOTÁ 

CASA  EDITORIAL  DE  MEDARDO  RIVAS 
1892 


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SEXTA  NOTICIA  HISTORIAL 

DE 

LAS  CONQUISTAS 

DE  TIERRA  FIRME 


CAPÍTULO  I 

Contenido  :  1.®  Muerto  Don  Pedro  Fernández  de  Lugo,  trata  bu  hiio  Don  Alonso  de 
volver  á  las  Indias  á  sucederle  en  el  (Jobierno,  compuestas  las  cosas  en  la  Corte.— 2.» 
Hócese  á  la  vela  y  llega  á  la  ranchería  de  las  Perlas  del  Río  de  la  Hacha  ó  cabo  de 
la  Vela — 3»°  Hacen  una  entrada  en  la  ranchería  de  las  Perlas  al  castigo  de  los  indios 
que  les  contradecían  tomar  agua  para  el  pueblo — i."  Saca  Don  Alonso  con  alguna 
violencia  de  la  Caj  a  Real  el  dozavo  de  perlas  que  decía  pertenecerle. 


Y 


A  dimos  noticia  á  los  principios  de  este  libro  de  lo  que  hizo  coa 
su  padre  ^n  Santa  Marta  Don  Alonso  Luis  de  Lugo,  con  que  le 
obligó  escribiese  al  Emperador  mandase  cortar  á  su  hijo  la  cabeza,  en  que 
tomó  la  voz  el  Fiscal  del  Real  Consejo,  yendo  siguiendo  el  auto  hasta  ponerlo 
en  estado  de  ejecución  en  el  cual  estaba,  y  el  Don  Alonso  bien  afligido  cnando 
llegó  á  la  Corte  la  nueva  de  la  muerte  de  su  padre,  con  que  se  aplacó  el  rigor 
y  se  fué  procediendo  con  más  blandura  en  el  caso,  á  que  ayudó  mucho  al  Don 
Alonso  el  Secretario  del  Rey,  Don  Diego  de  los  Cobos,  Marqués  de  Cámara  y 
Comendador  Mayor  de  León,  su  cuñado,  porque  el  Don  Alonso  en  éstos  tiem- 
pos había  casado  con  Doña  Beatriz  de  Noroño,  hermana  de  Doña  María  de 
Mendoza,  mujer  del  dicho  Secretario.  Conclusa, .  pues^  esta  causa,  trató  luego 
el  Don  Alonso  de  que  el  Eey  le  diera  la  sucesión  de  su  padre  en  el  gobierno 
de  Santa  Marta,  y  lo  nuevamente  descubierto,  á  bu  oosta,  como  lo  fué  este 


4  FKAY   PEDRO   SIMÓN  (6.*  NOTICIA 

Nuevo   Reino,  según   estaba   capitulado   con   su    padre.  Djasv.achósele  como  le 
pedía,  con  lo  cual  trató   luego   de  diaponerse  para  hacer  ,'viaje,  á  cuya  fama  se 
le  fué  allegando   mucha  gente   noble,  caballeros   é  hijosdalgo,  cebados  de  las 
ricas  esperanzas  que  les  prometían  las  nuevas  de  la  grosedad  de  estas  tierras, 
sin  reparar,  como  gente  poco   experimentada,  en  los  riesgos  que  han  de  pasar 
primero  que  lleguen  al  fin  de  sus  deseos,  que  suele  muchas  veces  quedar  ane- 
gados en  las  aguas   de   infinitas   desgracias;  pero   á   la   noble   sangre   todo  lo 
posible  es  poco.  Hizo  su  Teniente  General  á  Juan  Pérez  de  Cabrera,  caballero 
natural  de  la  ciudad   de    Cuenca,  á   quien  acompañaba  Rodrigo  de  Anaya,  su 
hermano.  Determinaron   también   á   venir  Fernando  Montero,  Lorenzo  Mejía, 
Figueroa  y  tres  hermanos,  naturales  de  la  ciudad  de  Bonda,  Don  Pedro,  Don 
Cristóbal   y   Don    Gutiérrez  do   Ovalle,  que   después    pobló  la  ciudad  de  La 
Palma  en  este  Keino,  Francisco  Ramón  de  Lugo,    primo   hermano  de   Don 
Alonso,'  que  era  muy  mozo,  y  después  fué   Gobernador  de  Cartagena,  y  Juan 
de  Chaves,  que  venía  por  su  paje,  aunque  yá  buen  mozo,  que  después  vivió  en 
este  Reino  con  larga  generación,  que  hoy  vive  en  esta  ciudad  de  Santafé,  üonde 
fué  casado;  Francisco  Manrique  de  Yelandia,  que  tuvo  después  larga  genera- 
ción en   la   ciudad   de   Tunja,  donde    fué   casado;  Juan    Benitez   Pereda,  que 
viniendo  ya   navegando  por  el   Río   Grande,  cuando   subían  al  principio  del 
'viaje,  murió  de  unas  calenturas  en  el  pueblo  del  Cacique  Meló,  de  quien  yá 
hablamos;  un   Juan  Riquelme,  Juan  de  Sandoval,  Fernando  Suárez  Villalobos, 
hijo  del  Licenciado   Villalobos,  que  después  fué  Fiscal  en  el  Real  Consejo  de 
Indias ;   Martín   de   Vergara,  que   dejó   después  hijos   é    hijas  en  la  ciudad  de 
Vélez,  donde  se   casó  ;  Antonio   Fernández,  Francisco  de  Barajas,  Cabrera  de 
Sosa  y  otros   muchos   nobles  y   gente  común  de  quien  irá  haciendo  relación  la 
historia  en  las  ocasiones  que  se  ofreciere. 

2.®  Hízose  á  la  vela  Don  Alonso  Luis  de  Lugo,  dispuesto  yá  todo  á  la 
jornada,  á  los  postreros  d©  Junio  del  año  de  mil  quinientos  cuarenta,  y  con 
próspero  viaje  llegó  á  las  islas  de  Canarias,  donde  tenía  su  casa  y  haciendas 
de  su  padre  como  el  Adelantado  de  Canaria,  el  tercero  que  fué  de  este  títu- 
lo. Júntase  allí  de  los  Canarios  más  gente  noble  y  común,  donde  también  sacó 
la  copia  que  le  pareció  bastante  de  yeguas  y  caballos  y  otras  bestias  que  con- 
sideró ser  necesarias  al  viaje,  metiéndolas  en  bajeles  que  fletó  para  esto,  con 
los  cuales  y  con  tres  navios  grandes  en  que  venía  la  gente,  se  dio  á  la  vela  la 
vuelta  y  ciudad  de  Santo  Domingo,  donde  también  se  le^afíimaron  algunos  sol- 
dados y  Capitanes  baquianos  y  rompidos  en  entradas  y  conquistas  de  indios^ 
6ntre  los  cuales  fué  un  Juan  de  Mayorga,  soldado  antiguo  y  de  los  principales 
de  la  isla  de  Cubagua,  que  después  fué  de  los  principales  vecinos  de  Vélez,  don- 
de casó  y  tuvo  gran  generación,  en  especial  de  hijas  virtuosas. 


CAP.    l)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA    FIRME  5 

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No  salieron  uis  la  ciudad  de  Santo  Domingo  en  prosecución    de   este   viajo 
los  tres  hermanos .d'choB,   naturales  de  Bonda,  ni  los  dos  de  Cuenca,  por  haber 
e  ntendido  allí  el  Don  Alonso  de  Lugo   que  todos  cinco   tenían  entre  sí   jurada 
cierta  confederación,  que  en  toda  ocasión  urgente  xnorirían  todos  por  uno,  y  una 
por  todos,  de  que  no  gustando  mucho  el  Adelantado,  se  los  dejó  en  la   ciudad, 
desde  donde  con  demás  gente  menos  sospechosa,  haciéndose  á  la  vela  con  buen 
tiempo,  llegó  á  la  costa  del  cabo  de  la  Vela,  principio  ya  de  su  Gobierno,  donde 
tenían  poblada  ranchería  los  de  la  granjeria  de  las  perlas  que  allí  se  pescan,  con 
oficiales  de  la  Caja  Real,  puestos  por  el  Rey.  Tesorero  Francisco  de  Castellanos; 
Contador  Pedro  Díaz  de  Castro;  y  el  de  Factor  tenía  un  Alonso  Díaz  de  Gibra- 
león.   Recibieron  con  gusto  los  vecinos  al  Adelantado,   usando  con  él   y  con  su 
gente,  según  la  calidad  de  cada  uno,  de  generosa  mano,  honrados  y    cortesanos 
cumplimientos,  como  siempre  acostumbraban  con  cuantos  pasaban  por   la    ran- 
chería. Luego  que  surgió  en  este  pueblo,  despachó  á  Juan  Benítez  Perea,    nom- 
brándolo por  su  Teniente,  y  Alonso  Suárez  su  Alguacil  Mayor,    con   otros,    al 
pueblo  de  Santa  Marta,  para  que  desde  allí  se  avisasen   desde    el   Río    Grande, 
y  subiesen  al  Reino  con  sus  recados  para  que  el  Juan    Benítez   tomase  en  él  la 
posesión,  y  gobernase  en  su  lugar  mientras  él  llegaba.  Murió  en  el  río  el  Juan 
Benítez  y  tomóle  los  papeles  y  despachos  el  Alonso  Suárez,    y  prosiguió  su  via-  : 
je,  pretendiendo  con  ellos  gobernar  en  su  lugar  del  muerto,  aunque  le   sucedió 
al  contrario,  pues  no  siendo  bastantes  para  él,  no  lo  quisieron  recibir,  que  costó 
después  bien  caro  en  haciendas  y  pesadumbres,  no  obstante  que  teniendo   esta 
nueva,  despachó  luego  el  Gonzalo  Suárez,  que   á  la  sazón   gobernaba   en    este 
Nuevo  Reino  por  ausencia  de  Fernán  Pérez  de  Quesada,    algunos    Capitanes   y 
soldados,  entre  los  cuales  fué  Ortán  Velasco,  que  lo  recibieron  en  Santa  Marta 
ó  en  otra  parte  de  la  Costa  como   lo   hicieron  y  le  acompañaron  hasta  el  Reino. 
3.°  Cuando  yá  habían  descansado  los  de  la  mar  algunos  días,  ti'ataron  los 
del  pueblo  con  el  Adelantado   se   hiciese   alguna   entrada    la    tierra  adentro  al 
castigo  y  pacificación  de   los   indios   Guanebucanes   y   Cozinas,  gente  brava  y 
rebelada,  de  quien  se  seguían  grandes  inconvenientes  al  pueblo,  defendiéndoles 
las  aguadas  para  que  no  la  trajesen  y  cogiesen  al  pueblo  de  unos  pozos  que 
acá   llaman   Xaqueses,  donde   se    proveían  por  no  haber  otra  en  toda  la  tierra 
que  hay  desde  el  Cabo  de  la  Vela  hasta  donde  ahora  está  el  Río  de  la  Hacha, 
como  dejamos  dicho  en  nuestra  primera  parte.  Era  tanta  la  pertinacia  con  que 
los  indios   defendían   estas   aguadas  por  haber  conocido  la  necesidad  que  tenían 
de  ellas  en  el  pueblo,  que  pocas  veces  la  traían  á  él,  sin  que  hubiese  costado 
sangre  con  los  indios.  Determinó  el  Dou  Alonso  acudir  á  esta  necesidad,  seña- 
lando soldados  que  hiciesen   la   entradi  y  por  caudillos  al  Juan  de  Mayorga  y 
Martín  López,  que  haciendo  algunas  buenas   suertes  de  ►  muertes  y  prisiones, 


6  TRAY   PEDRO   SIMÓN  (6.»  NOTICIA 

quedaron  los  bárbaros  tan  'Castigados,  que  después  con  seguro  podían  el. agua  y 
bebería  sin  mezcla,  como  dicen,  de  sangre. 

4.°  En  este  tiempo  que  se  detuvo  Don  Alonso  en  las  rancherías,  presentó 
la  cédula  que  traía  del  dozavo,  pidiendo  se  cumpliera  y  se  le  pagara  de  las 
perlas  que  estaban  de  los  quintos  metidas  en  la  Caja  Real  ;  viei^On  los  Oficiales 
la  cédula  y  no  hallándola  algunos  tan  clara  que  sin  recurso  al  Consejo  que  la 
dio  se  pudiera  poner  en  ejecución,  por  algunas  condiciones  que  hallaban  en  la 
sustancia  de  ella,  rehusó  el  Tesorero  (aunque  los  otros  dos  Oficiales  llanamente 
vinieron  en  que  se  le  diera)  de  dársele,  ni  consentir  se  sacara  de  la  Caja  la 
cantidad  hasta  la  declaración  de  las  dudas.  Gastaron  sobre  esto  muchos  días 
y  pliegos  de  papel  en  peticiones,  hasta  que  viendo  el  Don  Alonso  que  no  bas- 
taban  ruegos  fieros,  ni  tercerías  de  gente  buena  para  ganar  la.  voluntad  al 
Tesorero,  estando  un  día  muchos  en  la  aduana  altercando  sobre  el  mismo  caso 
apechugó  con  él  delante  "de  todos,  y  metiéndole  la  mano  con  violencia  por  la 
abertura  delantera  de  las  calzas,  donde  había  metido  el  Tesorero*,  para  más  seguró' 
la  llave  de  la  Caja  Real,  se  la  sacó  y  la  abrió  con  asistencia  del  Factor  y  Con- 
tador, Justicia  y  Regimiento  y  otros  muchos  de  los  nobles  que  él  llevaba ,  y  ^ 
sacó  con  cuenta  y  razón  lo  que  dejas  perlas  vido  le  pertenecía  de  todos' los  pa- 
peles y  recados  que  le  pareció  ser  bastantes.  Quéjase  el  Tesorero  al  Real 
Corisejo  de  Indias  con  relación  larga  de  esta  violencia,  de  que  resultó  lo  que 
diremos  cuando  la  historia  trate  de  la  vuelta  por  allí  de  Don  Alonso  Luis  de 
Lugo. 


CAPÍTULO  II  ' 

■Contenido  :  1.°  Determina  el  Adelantado  Don  Alonso,  sin  tocar  en  Santa  Marta,  llegar 
al  Río  Grande  para  subir  al  Nuevo  Reino — 2.^  Despacha  con  este  intento  algunos 
bergantines  con  mercancías,  y  gente  que  vayan  subiendo  el  río — S.*»  Trátase  del  paso 
del  Adelantado  y  del  mucho  ganado  mayor  que  tiene — á.»  Prosigue  el  Adelantado 
conquistando  algunos  indios  hasta  Tamalameque, 


L' 


OS  deseos  que  traía  el  Adelantado  Don  Alonso  Luis  de  llegar  á  ex- 
perimentar las  grandazas  que  publicaba  la  fama  da  esté  Reino,  le 
hacían  investigar  caminos  por  si  los  podía  hallar  para  con  más  brevedad  llegar 
á  ver  el  fin  de  sus  deseos,  y  así  comunicándolos  con  los  nTás  autigiios  y  experi- 
mentados de  la  ranchería  de  las  Perlas,  vinieron  á  resolver  era  la  mayor  como- 
didad, sin  llegar  á  Santa  Marta,  cortar  por  las  llanadas  del  Valle  de  Upar  hasta 
dar  vista  al  Río  Grande  y  desde  él  ir  siguiendo  los  parajes  y  trochas  que  los 
demás  habían  traído*  en  su  subida.  Admitió  el  parecer  el  Don  Alonso,  y  deter- 


CAP.  Il)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA  FIRME     "  7 

minándose  tomar  aquella  derrota,  sin  bajar  á  la  ciudad  de  Santa  Marta,  que 
está  de  allí  las  leguas  que  hemos  dicko  en  la  primera  parte,  mandó  venir  allí 
algunos  de  la  ciudad  de  los  baquianos  y  experimentados,  en  especial  de  aque- 
llos que  habían  ya  bajado  de  este  Eeino,  de  los  que  habían  subido  con  Jerónimo 
Lebrón,  Gonzalo  Jiménez  de  Quesada,  Fedremán  y  Belalcázar,  porque  ya  de 
todos  habían  bajado  algunos  á  Santa  Marta,  disgustados  del  gobierno  de  Gon- 
zalo Suárez  Rondón  en  ausencia  del  Fernán  Pérez,  por  los  imposibles  que  tenga 
dar  el  que  gobierna  gusto  á  todos.     . 

2.^  Los  que  vinieron  de  la  ciudad  á  la  ranchería  donde  estaba  el  Gober- 
nador por  su  mandado,  fueron:  Alonso  Martín,  por  cuya  traza  dijimos  había 
salido  de  paz  el  Ocavita,  y  sujetádose  la  gente  de  su  Peñol,  porque  á  poco.de 
como  quedó  esto  llano,  se  echó  el  río  abajo  de  la  Magdalena,  y  llegó  á  tiempo 
á  Santa  Marta,  que  ya  en  esto  lo  cogió  allí  la  vez  del  Don  Alonso ;  vino  tam- 
bién Juan  Euiz  de  Orejuela,  el  Capitán  Jerónimo  de  Insa,  que  lo  fué  de  ma- 
cheteros á  la  subida  de  Gonzalo  Jiménez  de  Quesada,  y  Mateo  Sánchez  Rey, 
de  nación  Genovés,  que  entró  en  el  Reino,  como  sabemos,  con  Nicolás  de  Fe- 
dremán. Llegaron  con  éstos  otros  algunos  baquianos  y  cursados  al  Cabo  de  la 
Vela,  ó  ranchería  de  las  Perlas,  en  bergantines,  donde  disponiendo  el  viaje  con 
ellos  y  los  Capitanes  que  traía  de  España,  determinó  despachar  cinco  buenos 
bergantines  cargadas  de  diversas  mercancías  de  las  que  había  traído  en  las 
naves :  pertrechos  de  tiros  de  fruslera,  y  bercetes  con  muchas  y  buenas  esco- 
petas, bastantes  municiones  y  cosas  necesarias  á  la  defensa  de  tantos  enemigos 
como  entonces  había  en  las  islas  y  márgenes  del  Río  Grande,  por  donde  había 
de  ser  forzoso  el  camino  principal  de  la  subida.  Hizo  General  de  estos  cinco 
bergantines  y  de  otros  dos  que  fueron  con.  ellos  de  particulares  Capitanes  y  de 
otras  ocho  canoas  grandes  y  de  buen  porte,  que  habían  de  llevar  para  servicio 
do  los  bergantines,  á  Juan  Ruiz  de  Orejuela,  Maese  de  campo,  hombre  capaz 
y  de  sustancias  para  cosas  muy  mayores.  Entraron  en  ellos  el  número  de  los 
soldados  que  pareció  bastaba,  y  así  partieron  de  la  ranchería  con  orden  de  ir  su- 
biendo por  el  Río  Grande,  mientras  el  Don  Alonso  con  las  demás  gentes  caminaba 
por  tierra,  y'que  aguardasen  los  primeros  que  llegasen  ó  los  otros  en  las  barran- 
cas de  Sompallón,  para  desde  allí  caminar  juntos  y  socorrer  los  de  la  tierra  en 
las  necesidades  que  se  ofreciesen,  en  especial  del  pasaje  por  las  bocas  de  otros 
que  entran  en  el  Grande,  como  los  dispusieron  los  del  primero  y  segundo  viaje.' 

3.**  El  mismo  día  que  se  partieron  de  la  ranchería  los  bergantines,  tomó  su 
rumbo  por  donde  había  determinado  Don  Alonso,  con  doscientos  soldados  y 
otros  tantos  caballos  y  otras  bestias  para  carga,  y  treinta  y  cinco  vacas  con  sus 
toros,  que  fueron  las  primeras  que  hallaron  las  fértiles  dehesas  de  este  I^eino,  y 
se  yendieroft  á  tan  subidos  precios,  que  se  daba  por  .cada  una  doscientos  j  tres- 


S  Í'RAY   PEDRO   SlMdN  (6.*  NOTICIA 

cientos  castellanos,  de  que  tomó  parte  el  Capitán  Valdes,  de  qnien  ya  dejamos 
dicho,  hombre  de  gran  efierte,  que  después  fué  vecino  de  Ibagué,  que  está  en 
los  principios  de  la  tierra  de  los  Fijaos.  Vino  caminando  el  Adelantado  con 
buenas  guías  de  los  soldados  que  le  acompañaban  de  Santa  Marta,  bien  cursados 
j  baquianos  de  aquella  tierra,  pasando  aquellas  anchísimas  sabanas  á  la  banda 
.del  Sur  la  vuelta  de  la  Sierra  de  Herrera,  que  la  atravesó  casi  por  el  remate 
bajando  el  Jagüey  que  llaman  Hediondo,  y  á  la  quebradíi  de  Agua-Blanca,  á 
cuya  derrota  hasta  hoy  se  llama,  por  haber  pasado  por  allí  ahora  Don  Alonso, 
el  Paso  del  Adelantado,  donde  hay  en  estos  tiempos  tan  gran  suma  de  ganado 
vacuno,  que  tiene  de  aumento  cada  año  de  setenta  ú  ochenta  mil  crías, 
que  tuvo  au  principio  en  algunas  vacas  y  toros  que  se  quedaron  olvidados  en 
aquellos  ancones  y  sabanas,  pasando  algunos  por  allí  de  este  ganado  á  este 
Eeíno,  de  que  fué  el  crecimiento  á  tanto,  que  echándose  los  Oficiales  Eeales 
sobre  todo  como  cosa  mostrenca  y  que  pertenecía  al  patrimonio  Real  por  no 
hallarse  dueños  legítimos,  salió  un  Bartolomé  de  Aníbal,  vecino  de  la  villa  de 
Mompox,  alegando  no  sé  qué  acción  que  tenía  al  ganado,  por  algunas  vacas 
que  había  metido  allí,  y  se  concertó  la  diferencia  el  año  de  mil  seiscientos  cinco, 
dándole  el  Aníbal  al  Eey  por  toda  la  acción  de  aquel  gan  ado  once  mil  ducados. 
Sácanlo  en  manadas  de  á  dos  á  tres  mil,  y  pasan  lo  por  el  valiente  Kío  de  la 
Magdalena,  el  Cauca,  hasta  las  sabanas  de  la  Villa  de  Tolú,  términos  de  Cartage- 
na, donde  se  gasta  todo. 

4.<>  Pasó  el  Adelantado  desde  Agua-Blanca  á  dar  donde  llaman  los  ojos, 
por  unos  velentucones  que  hay  de  agua  clara  aunque  gruesa,  desde  donde  se 
ve  la  serranía  de  los  indios  que  llaman  Coronudos,  cuyas  faldas  se  dicen  las 
acequias  por  las  que  tenían  hechas  Sus  moradores,  que  les  servían  de  conductos 
para  traer  el  agua  con  que  regaban  sus  sementeras  con  fines  al  empinado  cerre- 
jón que  llaman  de  los  negros  cimarrones,  por  haber  sido  fortaleza  en  algú  n 
tiempo  de  algunos  que  anduvieron  fugitivos  muchos  años,  hasta  que  en  el 
de  ochenta  y  seis  (1586)  el  Gobernador  de  la  Grita,  Francisco  de  Cazares, 
haciendo  una  entrada  á  los  indios  Orotanos,  los  desbarató.  Desde  aquí  comien- 
zan las  extendidas  sabanas  y  llanos  del  gran  Valle  de  Upar,  de  quien  tan  largo 
hemos  tratado  en  nuestra  primera  parte,  por  donde  pasaba  Don  Alonso  conquis- 
tando ambas  cordilleras,  así  la  banda  de  los  indios  Ambacos  y  Aruacos,  como 
de  los  Itotos,  Tupez,  Bubures  y  .Guanacs,  con  quien  tuvo  reñidas  guasábaras 
y  encuentros  en  que  le  tomaron  vivos  á  mano  dos  soldados  que  no  les  quitaron 
la  vida  (cosa  rara  entre  estos  bárbaros  y  que  pocas  veces  se  ha  visto),  pero 
hiciéronlo  ahora  con  intentos  de  recobrar  en  precio  de  ellos  una  india,  princi- 
pal señora  que  cautivaron  los  nuestros  en  una  de  las  ocasiones  de  guerra,  y  así 
los  di.eron  ambos   libres  y  sanos  en  su  rescate.  No  les  faltaron  desde  allí  difi- 


CAP.  IIl)  NOTICIAS    DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA   FIRME  9 

cnltades  que  atrepellar  hasta  Tamalameque  y  Sompallón,  donde  llegaron  algu- 
nos días  antes  que  los  bergantines,  por  haberse  tardado  muchos  más  de  los  que 
pensaban  á  cansa  de  ordinarias  guazabaras  qne  tenían  cada  día  con  aquellos 
bárbaros  de  las  costas  del  río,  incitadas  por  un  indio  llamado  Francisquillo,  que 
parece  lo  había  dejado .  en  su*"  lugar-Teniente  para  aquellas  inquietudes  el 
Alonso  Xeque,  de  quien  ya  hablamos.  Éste  se  había  criado  desde  niño  en  San- 
ta Marta,  sirviendo  á  Francisco  de  Murcia,  escribano,  y  con  ser  ahora  de  edad 
de  diez  y  seis  años  aun  no  cabales,  mandaba  con  gran  potestad  los  vecinos  de 
este  río,  incitándolos  á  perpetuas  inquietudes  contra  los  españoles,  en  que  per- 
dieron muchos  la  vida  en  varias  ocasiones. 


CAPÍTULO  III 

Contenido  :  I  y  Prosiguen  los  bergantines  la  navegación  del  río  con  algunas  desgracias 
y  muertes— 2."  Llegan  á  Sompallón,  donde  se  vende  la  ropa  y  empleo  de  los  muertos 
en  el  río — 3.®  Suben  con  tánt,os  trabajos  que  les  hace  dudar  en  pasar  adelante — 
4.0  Adelántase  una  tropa  de  soldados  á  descubrir  el  camino,  y  lo  que  les  sucedió. 


N' 


O  sucedió  menos  en  esta  de  la  subida  de  los  bergantines,  pues  que- 
daron en  diversos  encuentros  que  tuvieron  con  estos  bárbaros,  algunos 
fíoldados  maertotí  y  heridos  con  la  fuerza  del  veneno  que  llevaban  las  flechas  y  era 
de  ver  la  traza  cavilosa  «on  que  embestían,  porque  viniendo  con  sus  canoas  con 
muestras  de  paz  á  los  bergantines  y  trayéndoles  abundancias  de  comidas  y  ya 
que  se  las  habían  dado  y  se  apartaban  despedidos  de  los  barcos,  comenzaban  la 
guerra  con  rociadas  de  flechas,  tan  espesas,  que  los  ponían  en  harto  peligro, 
pues  llegaba  á  sacar  algunas  veces  de  esta  vida  algunos  soldados.  Queriendo  en. 
cierta  ocasión  saber  del  Francisquillo  la  causa  por  qué  hacían  la  guerra  des- 
pués de  haberles  dado  la  comida,  respondió  :  por  ser  cobardía  pelear  con  gente 
hambrienta,  pues  se  puede  decir,  si  quedan  vencidos,  los  venció  la  hambre  y 
no  las  fuerzas  de  sus  enemigos.  No  sólo  los  fueron  siguiendo  estas  desgracias 
con  los  naturales  del  río,  pero  también  se  les  aumentaron  con  las  muertes  de 
los  Capitanes  Alonso  Martín  y  Juan  Núñez,  que  en  el  paraje  de  Tamalameque, 
de  unas  fuertes  calenturas,  perdieron  las  vidas  y  caudales  harto  crecidos  que 
traían,  pues  eran  de  más  de  cien  mil  ducados  de  empleo  para  este  Eeino,  en  dos 
bergantines  propios  de  cada  uno  el  suyo. 

2.°  Al  fin  después  de  algunos  días  que  estuvo  aguardando  Don  Alonso  los 
barcos  en  Sompallón,  llegaron  contando  mil  desgracias,  pero  no  le  causaron  poco 
fientimiento,   ea  especial  por  estos  dos  muertos  y  los  de  las  guazabaras.  Hizo 


10  FRAY  PEDRO  SIMÓN  (6."  NOTíCíA 

luego  se  abriesen  y  viesen  los  testamentos  de  los  dos  y  se  vendiese  la  ropa  del 
empleo  con  la  de  Juan  Benítez  do  Perea,  que  murió  de  calenturas  en  el  pueblo 
del  Cacique  Meló,  donde  tomaron  su  ropa  y  la  subían  en  los  bergantines.  Yen- 
dióse  toda  á  los  precios  que  al  Gobernador  le  pareció,  que  no  fueron  muy  su- 
bidos. De  otra  suerte  sucedió  con  los  bienes  del  Capitán  Jerónimo  de  Inza? 
pues  muriendo  en  Santa  Marta  cuando  ya  estaba  á  pique  para  comenzar  esta 
jornada,  se  cumplieron  enteramente  sus  legados  gastando  todos  sus  bienes  en 
limosnas  y  obras  pías,  como  dejó  ordenado  en  su  testamento. 

3.°  Conclusa  ya  la  almoneda  y  dispuestas  las  cosas  al  viaje,  lo  fueron  pro- 
siguiendo por  los  mismos  rumbos  que  los  primeros  y  segundos,  imitándolos  tam- 
bién en  los  trabajos  y  hambres  insufribles,  que  detenernos  á  contarlos  por 
menudo  sería  hacer  inacabables  discursos  y  también  nos  ahorrara  de  esto  el 
que  quisiere  advertir  en  los  defectos  de  ellos,  pues  al  cabo  de  tres  á  cuatro 
meses  faltaron  más  de  cien  hombres,  y  de  cuatro  partes  las  tres  de  las  bestias, 
con  que  se  vido  en  tantas  angustias  Don  Alonso,  que  ya  dudaba  poder  pasar 
adelante  con  los  que  quedaban  para  llegar  á  la  tierra  limpia  de  montañas,  y 
así  titubeando  en  la  prosecución,  trastornando  pensamientos  con  que  más  se 
inclinaba  que  á  pasar  adelante  á  volverse  al  lugar  donde  habían  dejado  surtos 
los  bergantines  para  tomar  con  ellos  otra  vez  la  vuelta  de  Santa  Marta.  Casi 
resuelto  en  esto  y  toda  la  gente  en  la  misma  aflicción,  estaban  cuando  «m  soldado 
de  buen  brío,  llamado  Juan  de  Castellanos,  llegó  al  Don  Alonso  y  dijo:  ''Yo, 
señor,  soy  de  los  primeros  que  pasaron  estas  trochas  con  el  Teniente  General 
Quesada  y  así  con  24  compañeros  que  se  me  den,  de  buenos  alientos,  y  con  el 
favor  divino,  saldremos  con  brevedad  á  la  ciudad  de  Vélez,  de  donde  daremos 
traza  se  envíe  el  sustento  para  todo  el  campo,  con  que  se  podrán  ver  los  desea- 
dos fines  de  la  llegada  allá  y  se  atajará  lo  que  cada  uno  quisiere  decir,  viendo 
qué  cobardía  de  ánimos  hemos  vuelto  las  espaldas  á  las  dificultades,  porque 
caso  que  sea  justificada  nuestra  vuelta,  quedará  á  cortesía  de  todos  el  creer 
la  verdad  que  tengan." 

4.°  Fué  notable  el  gusto  que  recibió  do  esto  el  Adelantado,  pareciéndole 
ya  habían  hallado  salida  sus  desconsuelos  con  aquello,  y  así  agradeciéndole  el 
ofrecimiento,  le  dijo:  que  señalara  él  mismo  los  que  á  su  gusto  más  le  agra- 
daran para  llevar  en  su  compañía,  ofreciéndole,  si  salía  bien  con  sus  in- 
tentos, tener  muy  á  su  cuidado  aquel  serrioio  para  gratificarlo  en  cualquiera 
ocasión,  y  que  pues  aquélla  no  admitía  tardanza,  no  la  tupiese  en  su  partida, 
encomendándola  primero  á  Dios.  Viendo  el  Juan  Castellanos  que  dejaban  á  su 
gusto  el  nombrar  compañeros,  hízolo  así  y  bien  prevenidos  de  armas,  aunque 
faltos  de  comidas,  dieron  principio,  despidiéndose  de  Don  Alonso,  á  su  trabajoso 
camino,  no  sustentándose  en  todo  él,  por  espacio  de  ocho  días,  más  que  con  con' 


OAP.  II )  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIBBRA  FIBME.  11 

tar  los  de  viaje  hasta  que  llegaron  á  las  faldas  de  las  sierras  de  Atún,  donde  un 
negro  que  iba  en  su  compañía,  llamado  Manga  Lengua,  sintiéndose  con  mayore» 
alientos  que  los  otros  que  venían  ya  casi  traspillados  y  en  un  paso  hacían  tres 
ó  cuatro  paradas,  siguió  cierta  senda,  donde  halló  unos  rastros  que  prometían 
buhíos,  labranzas,  donde  esperaba  hallar  con  qué  socorrer  su  hambre  y  la  de 
BUS  compañeros.  A  pocos  pasos  de  como  se  apartó  de  ellos  dio  de  repente  con 
un  pueblo  donde  vido  tantos  indios  juntos,  que  revolviendo  por  donde  había 
ido,  á  grandes  voces  daba  arma  á  bus  compañeros,  porque  los  bárbaros,  alboro- 
tados de  ver  el  negro  huésped  por  sus  tierras,  partieron  de  carrera  en  sus 
alcances,  y  el  pobre  negro,  porque  no  se  los  dieran,  aunque  llegó  á  sus  compañe- 
ros, no  le  dejó  el  miedo  detenerse  aun  á -dar  lugar  que  le  preguntaran  lo  que 
le  había  sucedido  y  de  quién  venía  huyendo,  aunque  las  muestras  eran  bastan- 
tes á  conocerlo  j  aparejarse  ellos  también  para  lo  mismo,  como  lo  hicieron, 
aunque  con  tardos  pasos,  escondiéndose  cada  cual  en  el  arcabuco  por  donde 
pudo,  de  la  furia  con  que  imaginaban  venían  loa  indios,  fuera  de  un  Juan  de 
Carvajal,  cuya  flaqueza  era  tanta  que  no  le  dejaba  dar  paso  adelante,  con  que 
fué  preso  de  ellos,  que  como  cuervos  sobre  carne  muerta  cargaron  todos  sobre 
él  sin  pasar  más  adelante  tras  los  otros,  que  sin  duda  los  hubiera  también  con 
facilidad  á  las  manos  á  cuatro  pasos  que  siguieran  sus  rastros,  porque  no  tenían 
alientos  para  dar  muchos  ni  defenderse  cuando  los  hallaran;  pero  como  gente 
vil,  baja  y  de  ánimos  cobardes  se  contentaron  con  esta  primera  presa  y  volvie- 
ron á  sus  casas,  donde  sin  duda  le  dieron  cruelísimos  tormentos,  como  lo  suelea 
hacer  en  casos  semejantes.  ' 


CAPITULO  IV 

Contenido:  1.*  Júntanse  dos  soldados  y  échanse  el  río  abajo  en  una  balsa — 2í*  En- 
cuéntranse  con  el  Capitán  Mateo  Sáncbez  Rey,  que  los  alienta  con  algunas  comidaB. 
3.*  Despacha  el  Adelantado  una  tropa  de  Koldados  á  buscar  los  derramados  por  el 
bosque,  y  hallan  á  los  que  quedaron  vivos— 4.0  Determinan  volver  al  pueblo  de  los 
indios  que  los  desbarataron  y  hállanlo  abrasado. 


E 


NTRE  tanto  que  estaban  los  bárbaros  ocupados  con  la  presa,  la  grita 
L-J  que  daban  sobre  ella  hacía  á  los  demás  soldados  se  entrasen  de  miedo 
á  lugares  más  secretos  por  la  montaña,  cada  uno  por  la  parte  por  donde  lo  guiaban 
sus  temores,  aunque  después  otro  día  vinieron  hallarse  juntos  un  Francisco  de 
Barajas  y  un  Ótelo  á  las  márgenes  de  un  río  que  corría  á  la  parte  por  donde 
iba  subiendo  el  Adelantado  con  la  gente,  para   donde  determinaron  de  oomúu 


12  FRAY  PEDRO    SIMÓN  (6.»  NOTICIA 

parecer  los  dos  tomar  la  vuelta;  pero  siéndoles  imposible  poderlo  hacer  por  sus 
pies  por  la  mucha  flaqueza,  determinaron  hacerlo  por  el  río,  para  lo  cual  sacan- 
do fuerzas  de  áaqueza,  hicieron  una  balsa  de  maderos  livianos,  bien  trabada  de 
bejucos,  en  que  se  metieron  y  dejaron  correr  el  río  abajo  sin  remedio  de  cosa 
con  que  poder  socorrer  la  necesidad  que  llevaban,  hasta  que  la  socorrió  Dios,  que 
jamás  falta  en  las  necesidades  á  ninguna  de  sus  menudas  criaturas,  cuánto  más 
a  las  que  son  tan  excelentes  como  el  hombre,  en  especial  si  toman  por  interceso- 
ra  á  la  Virgen  Santísima  su  Madre,  como  estos  dos  lo  hicieron,  con  que  cami- 
nando, ya  en  los  extremos  de  la  vida,  toparon  á  la  margen  del  río  ciertos  árboles 
silvestres  con  una  frutilla  muy  semejante  á  los  nísperos,  que  aunque  ninguno 
de  los  dos  la  conocía  ni  sabía  comer,  diéronsela  á  conocer  los  monos  que  por 
allí  se  crían  á  manadas,  que  estaban  en  los  árboles  comiendo  de  ella,  cosa  que 
sucede  muy.  de  ordinario  en  los  descubrimientos  que  se  hacen  en  estas  tierras, 
pues  cuando  los  soldados  se  ven  en  necesidad  ó  sin  ella  y  quieren  comer  de  las 
frutas  que  hallan  silvestren  en  los  arcabucos,  se  aseguran  no  ser  nocivas  vién- 
"dolas  primero  comer  á  estos  animalejos,  que  nunca  comen  cosa  que  no  sea  ali- 
mento seguro  y  sin  sospecha  de  veneno. 

2.«  Salieron  del  río  asegurados  con  esto  que  la  podían  comer,  en  que  se 
entregaron  y  socorrieron  su  necesidad,  aunque  si  comen  muchas  turban  la  ca- 
beza al  modo  de  los  madroños.  Hicieron  allí  asiento  no  sabiendo  dónde  irse  que 
hallasen  mayor  socorro  que  el  ^que  les  daban  aquellos  árboles,  y  así  permane- 
cieron por  algunos  días  con  notable  desconsuelo,  hasta  que  en  uno  de  ellos  vie- 
ron al  Capitán  Mateo  Sánchez  Eey  que  venía  con  ciertos  macheteros  por  entre 
un  cañaveral,  haciendo  paso  por  donde  caminasen  los  del  campo,  con  que  parece 
se  les  volvió  el  alma  al  cuerpo.  Solemnizaron  su  vista  los  hambrientos  más  con 
lágrimas  que  razones,  puesno  les  dejaba  para  éstas  la  flaqueza  sacar  palabras 
del  pecho,  y  así  el  llorar  lo  suplía  todo.  Enternecióse  el  piadoso  genovés  á  la 
vista  tan  macilenta  de  los  dos  soldados  tan  chupados  y  consumidos,  que  más 
parecía  el  pellejo  costal  lleno  de  huesos  que  cubierta  de  carne  humana.  Acu- 
dióles luego  al  socorro  sacando  de  sus  alforjas  dos  tazajos  de  carne  de  caballo 
mortecino  y  algunos  granos  de  maíz  tostado,  regalo  de  harta  estima  y  principal 
en  aquel  tiempo,  que  traía  reservado  para  sí  el  Capitán,  con  que  se  reformaron 
algún  tanto  y  dieron  cuenta  de  su  ventura  y  de  la  de  sus  compañeros. 

3.**  Este  Capitán  Mateo  Sánchez  fué  uno  de  los  quince  soldados  que  dijimos 
«n  nuestra  primera  parte  se  habían  sentado  á  almorzar  en  una  jornada  que 
hicieron  en  la  provincia  de  Coro  sobre  una  culebra  boba,  pensando  que  era  viga 
rolliza.  Quedaba  una  jornada  atrás  el  Adelantado,  á  quien  avisó  luego  el  Mateo 
Sánchez  de  lo  que  pasaba  y  la  necesidad  que  tenían  de  socorro  los  que  que- 
daban desperdigados,  á  que  acudió  luego  el  Don  Alonso,  despachando  una  trop^ 


CA?.  IV)  NOTICIAS  1>K  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA  FIRME  13 

de  soldados  con  el  Capitán   Lorenzo  Martín,  j   orden  que  llegasen  con  la  dili- 
gencia posible  al  paraje  donde  eran  los  dos  soldados,  haciendo  en  él  señas  con 
voces  y  tiros  de  escopetas  para  que  acudiesen  si  algunos  habían  quedado  vivos* 
Dio  de  ración  á  cada  uno,  para  siete  días  que  había  de  durar  su  viaje,  dos  velas 
de  sebo  j  un  pedazo  de  queso  bien  pequeño  de  Canaria,  y  uno  de  ellos^  que  se 
llamaba  Fernán   Suárez,  al   punto    que  le  dieron  su  ración  de  velas  delante  de 
Don  Alonso,  hizo  prueba  en  la  una  con  los  dientes,  saboreándose  en  el  sebo  como 
si  fuera  de  acitrón   y   dando   mil   castañetas  de  gusto  con  la  lengua,  la  dejó  en 
«olo  el  pabilo,  que  después  mascujando  la  iba  recorriendo  otra  vez  y  chupando 
las  reliquias  del   sebo  q'je  le  Jiabían  quedado  pegadas,  de  que  el  Don  Alonso 
con  todas  sus  aflicciones  y   fatigas,  no  pudo  «n  gran  rato  detener  la  risa.  Partió 
del  Real  Lorenzo  Martín  con  doce  compañeros  que  le  señalaron  de  los  más  sufri- 
dores de  hambres  y  trabajos  que  entre  los  demás  se  habían  experimentado,  por 
ser  menester   hombres  tales  para  la  Balida  que  iban  á  hacer,  como  se  experi- 
mentó sufriendo   lo    uno  y  lo  otro  por  tanto  extremo,   que  si  los  escribiéramos 
por  mentido  espantaran  loa  siglos  venideros,  si  acaso  hubiera  palabras  con  qué 
poderlo  significar.  Fueron  caminando  con  la  brevedad  que  sus  fuerzas  pudieron 
alentarlos   hasta   llegar   al   puesto  de  la  huida,  donde  disparando  algunos  arca- 
buces, acudieron  á  la  seña  luego   el  caudillo    Juan  de  Castellanos  y  otros  doce 
que  ya  se  habían  juntado,  y  con   ellos  el  negro  Mangalonga,  todos  tan  flacos  y 
transidos  que   representaban   bien   las   necesidades  de  comida  y  otros  trabajos 
que  habían  pasado  por  ellos,  pues  su  retrato  era  más  de  una  notoraía  de  huesos 
■ó  figura  de  la  muerte  que   de   hombres  vivos  :   habíanlo    quedado  éstos  solos 
-casi  de  milagro,  porque  á  los  demás   había   consumido   la   hambre.  Fué  tanto 
«1  contento  que  recibieron  con  la  vista  de  los  recién  llegados,  como  si  vieran  en 
ellos  su  resurrección,  pues  ya  se  contaban  con  los  muertos,  por    faltarles,  demás 
de  los  intolerables  trabajos,  la   confianza  de  todo  socorro  humano,  por  entender 
no  había   puerta   abierta   para   esto,    por  no    haber  habido  á  su  parecer  quien 
hubiera  llevado  la   nueva  al  Real  de  su  desgraciada  suerte,  y  así  teniendo  esto 
por  maravilloso,  se  consolaban  con  sus  compañeros  con  menores  demostraciones 
de  palabras  que  de  lágrimas,  de  que  también  hubo  correspondencia  en  los  recién 
llegados,  ya  de  alegría  por  haber  hallado  algunos  vivos,  ya  de  compasión  por 
verlos  en  el  estado  en  que  estaban,  si  bien  no  les  podían  reparar  su  hambre  y 
su  flaqueza  por  llevarlas  ellos  poco  menos. 

4.°  El  Capitán  Lorenzo  Martín,  _^r;ue  era  uno  de  los  singulares  poetas  de 
repente  y  de  pensado  de  aquellos  tiempos,  ya  que  no  podía  consolar  con  otra 
cosa  la  hambre  y  melancolía  de  los  afligidos,  arrojóles  media  docena  de  quin- 
tillas con  buen  donaire,  en  que  los  esforzaba  á  sufrir  un  poco  más  sus  trabajos 
j  caminar  hasta  donde  pudiesen   hallar  algún  rancheo  con  qué  darles  alivio^ 


14  yRAT  PEDRO  SI3iÓ2(  (S.**  NOTICIA 

pues  la  ocasión  en  que  se  hallaban  no  daba  otra  salida  para  darle  funda  y  fuerzas 
al  estómago,  pero  como  las  coplas  no  bastaron  á  eso,  si  bien  se  alegraron  un 
poco  mientras  las  decía,  trataron  sin  detenerse  de  remediarse  por  otro  camino  im- 
portante, que  fué  tomando  el  que  llevó  Mangalonga  cuando  encontró  las  casas 
é  indios  que  les  dieron  el  asalto,  y  pretendiendo  ah,ora  dárselo  á  ellos,  dispu- 
sieron el  tiempo  de  manera  que  llegaron  al  sitio  á  la  alborada,  como  lo  hicieron» 
6¡  bien  les  salieron  en  vano  sus  confianzas,  por  haber  hallado  todo  el  pueblo  con- 
vertido en  ceniza,  y  á  los  vecinos  remontados,  sin  rastro  de  ellos  :  costumbre 
ordinaria  de  estas  gentes,  que  cuando  ven  las  extranjeras  en  sus  tierras,,  pegan 
oon  facilidad  fuego  á  sus  ranchos,  y  se  retiran  en  lo  más  escondido  de  loa 
bosques,  temiendo  los  malos  sucesos  que  de  ordinario  caen  sobre  ellos,  sin  tener 
otro  remedio-  de  que  no  les  vengan,  sino  estos  retiros  y  escondrijos. 


CAPÍTULO  V 

Contenido  :  l.«  Trastornan  por  todas  partes  estos  soldados  la  tierra,,  donde  hallan 
algunas  comidas,  trabajo  del  campo — 2.*>  Hace  el  Adelantado  matar  algunas  vacas 
para  el  remedio  de  la  hambre,  y  determínase  á  volver  á  Santa  Marta — 3."*  Ofrece 
un  negro  esclavo  allegar  con  brevedad  á  la  ciudad  de  Vélez  y  nueve  soldados  á 
acompañarle — 4.»  Salen  éstos  á  esto,  y  tiénese  noticia  en  la  ciudad  de  Vélez,  antes, 
que  lleguen,  del  viaje  del  Adelantado, 

DE  manera  que  nuestros  peregrinos  no  tuvieron  más  alivio  en  aquel 
paraje  que  en  el  que  habían  traído  hasta  allí  en  la  dificultosa  y 
penosísima  montaña,  y  así  la  hambre  ventora,  solícita,  de  traza,  se  salió  para  ir 
escudriñando  por  todas  partes,  y  trastornando  los  cóncavos  de  peñas  y  árboles 
con  diligencias  que  no  cayeron  en  vano  en  algunos  lugares  montañosos  y  cuevas 
solapadas  en  breñas,  hallaron  algunos  alimentos  escondidos,  con  que  reformar 
ron  sus  fuerzas  y  tuvieron  entretenimiento  razonable  el  tiempo  que  se  detuvo 
el  campo  en  llegar  á  aquel  paraje,  donde  se  detuvieron  aguardando,  sin  divertir- 
se á  otro,  m  que  traía  el  Don  Alonso  en  esta  ocasión  era  tan  terrible  de  dificul- 
tades y  inconvenientes,  no  sólo  de  la  hambre  que  traía  todo  su  campo,  sino  de 
las  aguas  que  no  dejaban  enjuagar  el  vestido,  por  ser  tan  continuas,  anegadizas, 
pantanos,  malezas  de  montaña,  mosquitos,  culebras,  gusanos  que  se  les  criaban 
en  la  carne  y  otras  infinitas  incomodidades,  sin  ser  parte  su** «buena  diligencia 
para  librarles  de  ellas,  que  les  afligía  notablemente,  en  especial  el  estrago  de 
muertes  que  había  hecho  en  sus  compañeros  cada  una  de  estas  incomodidades  y 
de  las  que  hasta  allí  habían  ido  sufriendo,  y  d©  las  que  habían  ido  sobreviniendo 
cada  hora, 


CAP.  V)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA  FIRME  15 

2.«  Determinó,  con  intentos  de  reparar  algunos  de  estos  daños,  se  aólidieso 
al  do  la  hambre,  para  que  los  que  habían  quedado  vivos  no  acabasen  de  perecer 
viéndose  sin  remedio  de  comidas^  y  así  mandó  se  las  diesen  de  las  Vacas,  ha- 
ciéndolas matar  y  repartir  entre  todos  con  limitadas  raciones  í  lo  que  ful  causa, 
pensando  reparar  aquellos  daños,  de  otros  muy  mayores,  porque  como  los  estó- 
magos venían  debilitados  y  no  enseñados  á  comidas  tan  fuertes,  no  obstante 
que  la  cantidad  era  bien  tasada,  causó  en  todos  corrupción  y  mortales  disen- 
terias, con  gravísimos  dolores,  de  suerte  que  ya  todos  aborrecían  más  la  carne 
de  vaca  que  la  hambre  cebada  con  las  chucherías  que  comían,  como  eran  tallos 
de  bihao  y  otras  hierbas  y  frutillas  á  que.  venían  yá  acostumbrados  los  estó- 
magos. Acrecentaban  tanto  estos  trabajos  de  su  gente  los  de  Don  Alonso,  y 
BUS  congojas,  que  se  determinó  á  decir  en  público  los  intentos  que  tenía  de 
bajarse  al  puerto  donde  quedaban  los  bergantines  y  volverse  en  ellos  á  Santa 
Marta,  pues  no  hallaba  otro  camino  para  conservar  las  vidas  de  los  que  le 
habían  quedada. 

3.°  No  pienso  estaba  de  contrarios  intentos  ninguno  de  los  demás,  as^ 
nobles  como  gente  ordinaria,  pues  que  todos  corrían  igual  fortuna  y  deseos  da 
conservar  sus  vidas  por  otro  camino  del  que  llevaban  ;  pero  entre  estas  comunes 
determinaciones  levantó  Dios  el  ánimo  de  un  negro  esclavo  llamado  Gasparillo, 
pues  lo  tuvo  de  llegar  al  Adelantado  y  decirle  :  "Si  Vuestra  Señoría  se  sirviese 
de  darme  carta  de  libertad,  yo  me  atrevo  dentro  de  quince  días  llevar  la  nueva 
.  al  Nuevo  Reinp  de  nuestro,  porque  en  el  que  hizo  mi  amo  Jerónimo  Lebrón 
con  quien  vine,  apercibí  bien  estas  trochas  y  serranías,  que  aunque  son  difi- 
cultosas en  sí,  para  mí  no  serán  tanto,  por  saber  los  parajes  donde  tengo  de 
hallar  comida  con  qué,  y  por  ir  solo  podré  entrar  por  doquiera,  y  en  el  tiempo 
dicho  en  la  ciudad  de  Vélez.'*  No  dieron  poco  aliento  al  Don  Alonso  las  pa- 
labras del  esclavo  y  prometiéndole  que  le  daría  no  sólo  una  carta  de  horro,  sino 
que  cuarenta  si  fu.esen  menester,  y  con  letras  de  oro  si  cumplía  la  palabra  y 
le  hacía  enviar  algún  socorro  á  tiempo,  le  concedió  la  licencia  que  pedía,  pero 
con  protestación  que  si  no  salía  con  sus  intentos,  le  agarraría  de  orejas  y  narices 
y  por  ventura  de  la  vida  en  una  horca.  Halláronse  á  esto  presentes  un  Antonio 
de  Berrío,  natural  de  Granada,  mozo  suelto  y  de  gallardos  bríos,  con  otros  ocho 
mancebos  que  no  los  tenían  menores,  y  el  Berrío  terciando  de  bueno  por  el 
negro,  por  ventura  habiendo  sido  concierto  entre  ellos  y  haberlo  echado  de 
manga  para  los  intentos,  dijo  al  Adelr.ntado  :  "  No  le  ponga  Vuestra  Señoría 
inconvenientes  al  moreno,  pues  él  no  los  halla  en  lo  que  promete,  por  tener  tan- 
teado el  camino  y  dificultades,  y  cuando  algunas  haya  en  ir  solo,  los  nueve  que 
estamos  presentes  üos  ofrecemos  á  hacerle  compañía,  confiados  en  Dios  nos  ha  de 
dar  buena  suerte,  para  sin  riesgo  llegar  en  el  tiempo  que  dice  á  donde  podamoa 


16  2*RAY  PEDRO  SlMÓlf  (6»  NOTICIA 

dar  aviso  del  viaje,  que  se  envíe  socorro  para  que  se  pueda  concluir,  pues  de 
otra  suerte  estamos  todos  tales,  que  se  acabaran  antes  nuestras  vidas  que  él.'' 
En  cuanto  á  mi  voluntad,  respondió  el  Adelantado,  en  su  mano  la  tiene  Antonio 
de  Berrío  y  los  demás  á  lo  que  se  determinan,  pues  confío  en  el  que  confían, 
de  cuja  mano  nos  viene  á  todos  la  vida  y  su  conservación  ;  en  el  moreno  no 
confío  tanto,  pero  fío  que  suplirán  sus  faltas  los  bríos  y  honra  de  sus  com- 
pañeros, y  así,  pues  estáis  determinados  á  eso,  sea  con  brevedad  la  partida,  en 
que  quisiera  socorreros  con  buen  matalotaje  ;  pero  tened  seguro  de  mí  que 
sabré  satisfacer  el  trabajo  con  honrosa  paga,  en  especial  si  de  él  conseguimos 
los  fines  que  todos  pretendemos. 

4.0  Hizo  les  con  esto  dar  de  su  despensa,  que  estaba  harto  más  llena  que 
vacía,  á  cada  coal  la  cuarta  parte  de  un  pequeño  queso  y  hasta  dos  ó  tres  cabe- 
zas de  ajos,  y  no  más  porque  no  les  estorbase  el  ir  ligeros  la  carga,  con  que  se 
pusieron  en  camino,  comenzando  desde  luego  á  atropellar  innumerables  tra- 
bajos, siguiendo  las  pisadas  del  esclavo  que  los  guió  maravillosamente  por  las 
ásperas  y  encumbradas  montañas  de  las  Sierras  de  Opón,  inaccesibles  por  mil 
partes,  lluviosas,  pantanosas  ciénegas  tristes  y  sepulturas  abiertas  de  españoles, 
pues  no  tiene  consumidos  pocos  en  el  espacio  de'los  muchos  tiempos  que  duró 
por  aquellas  tierras  el  camino  para  este  Keino,  hasta  que  se  hallaron  otros 
menos  molestos  y  trabajosos  que  éste.  Al  tiempo  que  iban  estos  diez  compa- 
ñeros pasando  dificultades  en  demanda  de  la  ciudad  de  Yélez,  llegó  la  noticia 
á  sus  vecinos  de  los  que  iban  prosiguiendo  la  jornada,  porque  según  pareció, 
.los  naturales  que  vivían  en  el  valle  del  Alférez,  que  contrataban  con  los  yá 
pacíficos  de  junto  á  la  ciudad,  les  dieron  relación  que  venían  por  las  montañas 
otros  españoles,  y  los  indios  de  paz  á  los  vecinos  sus  encomenderos,  que  tenien- 
do las  nuevas  por  dudosas,  enviaron,  ordenando  así  los  Alcaldes  por  la  derrota 
que  señalaban  los  indios  para  asegurarse  de  la  verdad,  diez  peones,  hombres 
de  satisfacción  y  confianza  para  toda  ocasión  de  riesgo  y  trabajos,  pues  en 
muchos  que  se  habían  hallado  habían  quedado  vencedores  con  hechos  heroi- 
cos ;  los  cuatro  de  ellos  se  llamaban  Diego  Jiménez,  Pedro  Gutiérrez,  Gabriel 
Hernández  y  un  Martín  Fernández  de  las  Islas,  con  orden  de  que  volviesen 
todos  á  yélez,  en  teniendo  certidumbre  de  las  noticias, para  salir  luego  si  fuesen 
así  en  socorro  de  comidas,  como  aquellos  que  sabían  de  cierto  las  necesidades 
que  traerían  de  ellas.  Hízoles  hacer  estas  diligencias  á  los  del  pueblo  la  noticia 
que  ya  tenían  de  que  era  Gobernador  también  de  este  Reino  él«Don  Alonso  Luis 
de  Lugo,  por  los  despachos  que  había  traído  y  presentado  de'su  Gobierno  Alonso 
Suárez,  su  Alguacil  Mayor,  que  pretendió  gobernar  con  ellos  eu  el  ínterin  en 
lugar  de  Juan  Benitez,  que  murió  en  el  río,  como  yá  dijimos. 


CAP.  vi)  noticias  de  las  conquistas  de  tierra  firme  17 

CAPÍTULO  YI 

Contenido  :  1.*  Sale  la  tropa  de  soldados  de  la  ciudad  de  Vélez  y  encaéntranse  con  los 
que  venían  del  Adelantado— 2.»  Sale  el  Capitán  Suárez  con  algunos  de  la  ciudad  de 
Tunja  á  recibir  al  Adelantado,  que  tercera  vez  se  había  determinado  á  dar  la  vuelta 
á  Santa  Marta— 3.°  Lleg-an  los  del  Nuevo  Reino  al  campo  del  Don  Alonso  y  pro- 
siguen su  viaje  hasta  encontrar  en  tierra  limpia  con  el  Capitán  Suárez— 4:.»  Desde 
donde  llegan  todos  á  la  ciudad  de  Vélez— 5.»  Descúbrense  caminos  menos  dificulto- 
8(w  para  meter  las  mercancías  de  Castilla  en  el  Nuevo  Reino. 

SALIERON  estos  diez  de  la  oindad  y  camlaando  por  las  troclias  que 
sabíaa  de  cierto  habían  de  venir  los  que  subían,  por  no  haber  otras, 
al  comenzar  á  bajar  una  loma  de  sabana  les  dieron  vista  desde  otra  los  otros 
diez  que  venían  con  Berrío,  saliendo  ya  á  tierra  limpia  de  montañas,  los  cuales, 
entendiendo  desde  lejos  que  por  ser  mucha  la  distancia  no  pudieron  conocer 
con  distinción  si  eran  españoles  ó  indios  contratantes,  se  pusieron  en  embos- 
cada viendo  que  llegaban  para  ellos  su  derrota,  con  intención  de  haberlos  á 
las  manos  coando  llegase  ocasión  de  eso,  y  valerse  de  lo  que  llevaban  para  el 
remedio  de  su  necesidad.  Estando  así  en  acecho,  cuando  se  fueron  allegando 
los  de  Vélez  y  conocieron  ya  con  distinción  en  los  vestidos,  armas,  meneos  y 
plática;  cuando  pudieron  apercibir  los  vocablos  castellanos,  salieron  de  entre  la 
espesura  á  recibirlos  con  los  brazos  abiertos  y  otras  demostraciones  de  gozo 
y  cumplidas  cortesías,  correspondiendo  con  las  mismas  los  del  Keino,  no  te- 
niendo menos  gusto  en  haberlos  encontrado,  el  cual  se  les  acrecentó  cuando 
supieron  era  ©1  Adelantado  el  que  venía,  y  habiéndose  informado  largamente 
de  los  trabajos,  sucesos  del  camino  y  cosas  de  España,  determinó  el  Martín 
Fernández  de  las  Islas,  y  otros  cuatro,  pasar  adelante  en  demanda  del  Gober- 
nador, á  quien  conocía  mucho  el  Martín  Fernández  desde  que  vino  con  Don 
Pedro,  su  padre,  de  Santa  Marta,  dfesde  las  islas  de  donde  también  él  era;  vol- 
vieron los  demás  con  los  diez  á  la  ciudad,  desde  donde  dieron  aviso  los  Alcaldes 
y  Cabildo  de  la  nueva  cierta  que  tenía  del  Gobernador  al  Capitán  Gonzalo 
Suárez,  que  era,  como  hemos  dicho,  del  Eeino,  y  á  la  sazón  estaba  en  la  ciudad 
de  Tunja. 

2.°  Luego  que  recibió  la  carta  con  la  razón  muy  por  extenso,  con  sus  amigos 
y  otros  de  los  más  honrados  de  la  ciudad,  como  García,  Arias,  Maldonado,  el 
Capitán  Pineda,  Pedro  de  Colmenares  con  otros  hijosdalgo,  salió  de  Tunja 
para  la  ciudad  de  Vélez  y  desde  allí  con  otros  del  Cabildo  y  Regimiento,  en 
demanda  del  Gobernador  nuevo,  llevando  muchos  indios  con  abundancia  de 
mantenimientos  y  para  hacer  buhíos  donde  se  ranchase  él  y  toda  su  gente  al 


18  rRAY  PEDRO  S1M{5n  (6.»  NOTICIA 

fia  de  todos  las  iotnadas  desde  que  saliese  de  la  montana  y  caminase  por  tierra 
de  la  sabana,  porque  como  los  más  habían  subido  por  aquellos  dificultosos  esta- 
lajes, sabrían  las  necesidades  que  habrían  tenido  en  ellos,  demás  de  las  relaciones 
ciertas  que  dio  de  esto  el  Berrío  y  sus  compañeros,  que  hacía  ya  treinta  días 
se  habían  apartado  del  Eeal,  sin  haber  sabido  rastro  de  ellos,  con  que  estaba 
el  Gobernador  y  los  demás  llenos  de  malas  sospechas  por  las  peligrosas  ooasio- 
aes  qv.Q  á  cada  paso  se  habían  de  ofrecer  en  los  muchos  malos  que  había,  y  el 
riesgo  con  indios,  desde  donde  los  habían  dejado  hasta  el  pueblo  de  Vélez  : 
apretaron  tanto  otra  vez  estos  pensamientos  al  Don  Alonso,  que  le  hicieron 
revolverse  otra  vez  á  dar  la  vuelta  con  su  gente  á  los  bergantines  y  desde  allí 
en  demanda  de  Santa  Marta;  fué  esto  con  tanta  determinación  que  ya  estaba 
todo  dispuesto  aquel  día,  que  era  domingo,  para  tomar  la  vuelta  el  lunes  luego 
al  amanecer. 

3.°  Ninguno  había  de  sus  compañeros  que  fuese  de  otro  parecer,  cuando 
aquel  mismo  domingo,  sobre  tarde,  vieron  llegar  cerca  del  campo  al  Martín 
Fernández  con  sus  cuatro  compañeros,  que  no  fueron  pequeña  ocasión  de 
alivio  á  los  afligidos,  y  así  luego  que  fueron  conocidos  de  los  primeros,  llegaron 
aprisa  á  la  tienda  del  Adelantado,  pidiéndole  albricias  de  que  yá  llegaba  al  Eeal 
gente  del  Nuevo  Reino,  y  que  era  conocida,  por  ser  algunos  de  los  antiguos  de 
Santa  Marta;  apenas  habían  acabado  estas  razones,  cuando  llegó  Martín  Fer- 
nández delante  de  Don  Alonso,  pidiéndole  las  manos,  á  quien  abrazó  con  rostro^ 
así  por  el  conocimiento  antiguo  que  tenían,  como  por  bajar  del  !Reino,  con  que 
sedaban  muestras  estar  ya  cerca  de  él.  Hablóle  diciendo:  "Martín,  en  esta 
sierra  no  pudiera  ser  otro  sino  hombres  de  mi  tierra  el  que  me  había  de  traer 
las  primeras  nuevas  de  alegría,  entre  tantas  ocasiones  de  tristeza  como  nos  han 
dado  los  trabajos  y  dificultades  del  camino  con  que  ya  el  que  resta  pasaremos  con 
mayor  alivio."  Saliéronse  sus  compañeros  de  la  tienda  en  compañía  de  los  Capi- 
tanes, quedando  á  solas  con  el  Adelantado  Fernández,  de  quien  se  informó  en 
largas  horas  que  estuvieron  juntos,  acerca  de  todas  las  cosas  del  Reino,  el  modo 
que  se  tenía  de  Gobierno  en  él,  de  la  fundación  de  las  ciudades,  la  grosedad  de 
las  tierras,  de  los  vecinos  más  granados  y  ricos,  encaminando  todas  sus  palabras 
al  aprovechamiento  de  sus  cofres,  de  que  daba  muestras  en  toda  ocasión  por  la 
notable  inclinación  que  traía  á  esto.  Alentáronse  todos  con  los  recién  llegados 
para  comenzar  otro  día  el  resto  del  viaje,  que  con  los  nuevos  adalides  parece 
les  fué  menos  molesto,  si  bien  no  pudieron  librarse  de  ttte  trabajos  inexorables 
que  tenía  el  camino  de  aquella  serranía  de  Opón,  donde  rindieron  enmedio 
BUS  dificultades  no  pocos  la  vida.  Los  que  quedaron  con  ella  limpia,  y  demás 
clemencias,  hallaron  al  Capitán  Suárez  y  los  de  su  compañía,  que  le  tenía  yá 
hechos  aposentos  al  Adelantado,  bien  capaces  y  con  el  ornato  posible  á  aquello» 


OAP.  ti)  noticias  de  las  conquistas  de  q^IERRA   FIRME  19 

desiertos,  y  para  todos  los  demás  acomodados  ranchos  ;  blanda  y  enjuta  paja 
para  camas,  las  alosas  (?)  -proveídas  con  abundancia,  algún  bizcocho  para  los 
magnates,  y  para'  los  soldados  menos  graves,  tortillas  de  maíz,  que  no  era  para 
el  hambre  con  que  allí  llegaron. 

•i.^  Estaban  prevenidos  de  venados,  de  que  la  tierra  estaba  abundantísima ; 
conejos,  curies,  tórtolas,  palomas,  perdicillas,  que  son  eomo  las  codornices  de 
España,  con  un  penachillo  de  pluma  que  se  les  levanta  en  el  cogote.  Llevan 
proveída  la  despensa  de  jamones,  porque  vino  Sebastián  do  Belalcázar,  que  fué 
como  dijimos,  el  primero  que  trajo  al  Reino  este  ganado  de  cerda ;  había  sido 
tanto  lo  que  multiplicó,  que  había  grandes  manadas  en  la  tierra,  como  también 
había  abundancia  de  gallinas,  desde  que  trajo  las  primeras,  por  el  mismo  tieüi- 
.po,  Nicolás  de  Fedremán,  que  lo  uno  y  lo  otro  comenzó  á  darse  tan  bien  en 
todos  estos  templados  países,  que  en  pocos  días  se  llenaron  de  ellos.  Con  esto 
fué  fácil  en  este  recibimiento  tener  muchas  gallinas  y  capones,  con  que  se 
vinieron  regalando  hasta  que  llegó  el  Don  Alonso  á  la  ciudad  4©  Vélez,  á  tres 
días  de  Mayo,  que  celebra  la  Iglesia  la  Invención  de  la  Santa  Cruz,  el  año  de 
mil  quinientos  cuarenta  y  tres  (1543),  y  con  sólo  setenta  y  cinco  compañeros 
que  le  habían  quedado  del  camino  de  casi  trescientos  que  había  saca<3o  del 
Cabo  de  la  Vela  y  Santa  Marta  y  veintinueve  ó  treinta  caballos  y  otras  bestias 
de  casi  otras  trescientas  que  también  sacó  de  las  vacas  y  toros,  llegaron  tam- 
bién muy  pocas,  pero  al  fin  fueron  las  primeras  que  vinieron  á  estas  dehesas 
del  Reino, 

5.®  Eran  estos  caminos  tan  dificultosos  y  ocasionados  á  destruir  vidas  y 
haciendas,  como  hemos  visto,  lo  cual  advirtiendo  los  moradores  de  este  Eeino, 
y  las  necesidades  que  en  él  habían  de  padecer  si  no  buscaban  otras  entradas 
por  dónde  se  subieran  las  cosas  necesarias,  luego  que  entró  el  Don  Alonso  die- 
ron ordenólas  tres  ciudades  á  que  se  buscara  menos  dificultoso  camino,  y  viendo 
los  que  se  encargaron  de  esto  era  lo  más  acomodado  subir  desde  la  boca  del 
río  de  Carare,  por  donde  entra  en  el  Grande,  hicieron  bodegas  sobre  las  barran- 
cas del  mismo  río  Carare,  seis  ó  siete  leguas  arriba  de  su  boca,  que  era  hasta 
donde  podían  llegar  los  barcos  y  canoas  que  subían  por  el  río  cargados  de  ropa, 
desde  donde,  con  ahorro  de  muchas  leguas  y  dificultades  de  camino,  si  bien  mu- 
cha parte  de  él  era  por  montañas,  se  traían  hasta  la  ciudad  de  Vélez  y  de  allí  á 
las  demás  del  Reioo.  Estas  mercancías  se  traginaban  en  hombros  de  indios, 
ocasión  bastante  para  su  ruina  que  luego  ee  fué  siguiendo  en  ellos,  porque 
suplían  la  falta  de  bestias  que  había  entonces,  y  así  como  si  ellos  lo  fueran,  los 
alquilaban  los  encomenderos  de  ciento  en  ciento  como  recuas  de  muías,  con 
tratamientos  más  inhumanos  que  les  hacen  á  las  tales  bestias,  porque  á  ellas  al  fin 
les  dan  grano  porque  na  desfallezcan  y  se  pierdan  ellas  y  las  cargas  por  falta  de 


20  FKAY  PEDRO  SIMÓN  (6.»  NOTICIA 

alimentos,  pero  de  los  miserables  indios  no  se  acordaban  más  que  de  enviarlos  á 
que  les  ganasen  sus  alquileres,  sin  más  socorro  d-e  comidas  que  la  que  los  mise- 
rables sacaban  de  su  casa  para  ida  y  vuelta,  que  habiéndola  de  cargar  junta- 
mente con  la  carga  que  traían  á  cuestas,  por  fuerza  había  de  ser  poca,  como 
también  su  vida  acosada  de  tan  insufribles  trabajos,  de  que  también  han  parti- 
cipado por  Providencia  divina,'en  castigo  suyo,  los  encomenderos  que  teniéur 
dolos  á  su  cargo  hacían  esto,  pues  vemos  que  ni  ellos  medraron  con  los  trabajos 
y  tributos  de  estos  miserables,  ni  sus  herederos  tienen  hoy  con  qué  sustentarse, 
pues  son  la  gente  más  adeudada  y  arrastrada  de  las  repúblicas,  si  bien  esta 
plaga  se  va  continuando  á  vista  de  ojos  en  todos  cuantos  han  tenido  y  tienen 
á  su  cargo  encomiendas  de  indios,  que  no  da  poco  que  pensar  á  la  gente  docta 
y  piadosa.  Cesó  esto  después  que  hubo  muías  y  caballos  en  el  Reino,  pues  con 
ellos  se  traginaba,  sin  que  la  Real  Audiencia  consintiese  cargasen  los  indioá.' 
Duró  este  camino  hasta  que  después  se  abrió  el  que  ahora  se  anda  desde  esta 
ciudad  de  Santafé  al  embarcadero  de  Honda  en  el  Río  Grande,  donde  llegó  toda 
la  descarga  que  sube  á  este  Reino  en  canoas,  que  fué  otra  penitencia  que  vino 
sobre  los  indios  del  Eío  Grande,  pues  ellos  la  bogaban  el  tiempo  que  se  con- 
servaron en  alguna  cantidad,  hasta  que  este  trabajo  y  otros  inconvenientes  los 
consumieron  hasta  dejarlos  en  el  número  que  hay  ahora  en  todo  el  río,  que  debe 
de  ser  de  quinientos  escasos,  siendo  más  de  millón  y  medio  los  que  había  en 
sus  márgenes  cuando  entraron  los  españoles,  como  dejamos  dicho  en  la  primera 
parte. 


CAPÍTULO  VII 

Contenido:  !.•  Admiten  al  Adelantado  en  el  Gobierno,  que  comenzó  luego  con  algún 
vigor,  dando  por  nulas  las  encomiendas  de  Guano— 2.°  En  la  encomienda  de  Chian- 
chqp.  matan  los  indios  á  tres  españoles— S.*»  Alteró  la  tierra  el  Chianchón,  que  después 
la  volvieron  á  pacificar  los  nuestros— á."  Prende  el  Adelantado  á  Gonzalo  Suárez  y 
á  otros  vecinos  de  Tunja. 

PRESENTÓ,  luego  que  llegó  el  Adelantado  á  la  ciudad  de  Vélez,  en 
el  Cabildo  sus  recaudos,  hallándose  presente  el  Gonzalo  Suárez 
Rondón,  como  Gobernador  que  era  del  Reino,  y  dándose  por  buenos,  admitié- 
ronse á  que  desde  luego  gobernase;  lo  comenzó  luego  háUer  con  tanta  soberanía, 
que  á  los  primeros  pasos  se  echó  de  ver  cuáles  habían  de  ser  los  que  había  de 
llevar  en  su  gobierno,  porque  luego  se  d¡ó  á  trastornar  oficios  y  ponerlos  de  su 
mano  en  personas  menos  idóneas  y  sin  tener  experiencia  de  la  tierra,  ni  adver- 
tir eu  los  fines  é  inconvenientes  que  se  pudieran  seguir  en  no  ser  á  propósito 


CAP.  Vil)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA  FIRME.  21 

las  personas.  Hizo  su  Teniente  General  al  Alonso  Suárez,  que  dijimos  había 
subido  primero  con  los  papeks  de  Juan  Benitez  Perea,  á  tomar  la  posesión  del 
Gobierno  por  él  y  gobernad  en  el  Ínterin,  que  de  no  haberlo  admitido  como  lo 
enviaba,  ordenado  á  que  gobernara  ;  hizo  luego  el  Don-  Alonso  demostraciones 
de  sentimientos  y  comenzaron  las  asedias  contra  el  Gonzalo  Suárez,  de  donde  se 
siguieron  las  pesadumbres  que  luego  diremos.  No  le  pareció  al  Adelantado 
pasar  por  los  repartimientos  que  estaban  hechos  de  los  indios  de  Guane  por  el  Ca- 
pitán Martín  Galiano,  que  los  había  conquistado,  por  ser  él,  como  lo  era,  el  legi- 
timo Gobernador  de  la  tierra  y  perteuecerle  á  él  el  repartirla  y  no  á  otro  ;  y  así 
envió  con  el  que  Jos  hiciera  de.  nuevo  á  su  Teniente  Alonso  Suárez,  que  fué  la 
piedra  de  escándalo  para  la  alteración  y  rebelión  que  después  tuvieron  aquellos 
indios  con  muertes  de  españoles,  porque  todo  el  tiempo  qne  hubo  desde  que  el 
Capitán  Gáliano  los  conquistó  y  hizo  los  repartimientos  en  los  que  le  ayudaron 
en  la  conquista,  vivieron  con  sosiego,  porque' los  amos -no  les  apretaban  en  los 
tributos  ni  otros  trabajos  más  de  aquello  que  voluntariamente  ellos  querían 
acudir  á  su  paso;  pero  rompieron  las  coyundas  en  sacándolos  de" éste,  que  tuvo, 
su  principio  en  Jerónimo  de  Aguayo,  á  quien  en  esta  ocasión  encomendó  el 
Gobernador,  el  Cacique  de  Chianchón  y  todos  sus  vasallos  que  le  acudían  con 
sus  tributos  según  lo  que  podían,  aunque  nunca  llegaron  á  ajustarse  con  la 
hambre  de  su  encomendero,  hombre  poco  quieto  y  qUe  siempre  anduvo  en  este 
Eeino  mudando  hitos  y  trastrocando  encomiendas  con  importunaciones  enfa- 
dosas con  los  Gobernadores. 

2.°  Envió,  pues,  el  Aguayo,  en  cierta  ocasión,  tres  soldados  de  su  casa  (que 
así  llaman  en  estas  tierras  á  los  españoles  que  no  son  encomenderos  ni  se  les 
conocen  tratos  de  mercancías  ni  oficio.^),  que  se  llamaban  Francisco  de  Segovia, 
Pedro  de  Trujillo  y  Juan  de  la  Calle,  mancebos  menos  cuerdos  que  valientes, 
para  que  por  faz  ó  nefas  cobrasen"  oro  del  Chianchón,  á  donde  llegaron,  y  en 
cumplimiento  de  lo  que  iban  hacer,  como  gente  matante,  fueron  tan  importu- 
nos y  aun  descorteses  con  el  indio,  que  le  ocasionaron  á  determinarse  darles 
la  paga  en  las  puntas  de  las  lanzas,  y  que  le  pagaran  á  él  con  las  vidas  los 
agravios  que  le  habían  hecho,  y  así  para  cumplir  sus  intentos,  trazó  en  secreto 
se  juntaran  cuatrocientos  indios,  y  una  noche,  cuando  más  seguros  estaban  los 
tres  españoles,  les  acometieron  con  tantos  bríos,  que  no  bastaron  los  muchos 
que  mostraron  en  su  defensa  para  que  no  perdieran  todos  la  vida,  aunque  se 
alargó  un  poco  más  que  á  los  dos  al  Francisco  de  Segovia,  que  quedando  solo 
entre  tantos,  hizo  cosas  de  tan  gran  valor,  que  quedaban  admirados  y  teme- 
rosos los  indios,  paes  vendió  su  vida  por  la  de  más  de  ciento  que  quedaron  pri- 
mero que  él  muertos  á  sus  pies. 

3.°  Era  hombre  tan  poderoso  .el  Chianchón  en  aquella  provincia,  que  lo 


22  FRAT   PEDRO   SIMÓN  (6.*  NOTICIA 

fué  para  alterarla  toda;  luego,  después  de  esto,  inteutando  con  el  relDelión  (á 
que  todos  se  pusieron)  desechar  de  sí  el  yugo  de  la  servidumbre;  avisaron 
luego  de  esto  y  del  suceso*  de  los  tres  soldados  los  indios  y  anaconas  que  iban 
de  su  bcrvicio,  porque  escapándose  algunos,  tomaron  la  vuelta  de  Vélez,  donde 
contaron  lo  que  pasaba,  que  les  causó  poca  alteración,  por  ver  la  necesidad  que 
de  allí  se  seguía  de  nuevas  guerras  y  encuentros  "con  ellos  para  el  castigo 
y  atajo  de  mil  inconvenientes,  y  así  previnieron  luego  buena  gente  y  bien 
apercibida,  y  por  Capitán  Juan  de  Ribera,  para  que  los  tornaran  allanar.  El 
c^al  con  su  acostumbrado  valor  hizo  la  guerra  lo  mejor  que  supo,  aunque  con 
más  exceso  de  rigor  que  blandura,  con  que  si  bien  por  miedo  por  entonces 
asentaron  una  mala  paz,  siembre  di|eron  muestras  de  pertinaces  disgustos,  hasta 
que  de  allí  á  cuatro  ó  cinco  años  que  vino  á  gobernar  este  Reino  el  Licenciado 
Miguel  Díaz  de  Almendaris,  envió  á  su  sobrino  Pedro  de  Ursúa  (de  cuyo  valor 
después  trataremos  más  largo  do  lo  que  hornos  tratado  en  la  primera  parte), 
que  los  conquistó  como  de  nuevo,  y  redujo  luego  de  la  servidumbre  que  pen- 
saban ya  haber  sacudido  de  sus  cervices.  Volviéronse  ^las  encomiendas  á  los 
más  de  los  que  las  habían  tenido  al  principio  que  se  acabaron  de  con'quistar  la 
primera  vez,  en  especial  la  de  Chianchón  al  Bartolomé  Hernández  de  León,  que 
la  tenía,  como  dijimos,  en  confianza,  por  parte  de  Martín  Galiano.  Para  ver  de 
acertar  esto,  precedieron  muchos  encuentros  en  que  se  (?xtrajo  la  tierra  de 
muchos  naturales,  como  también  lo  hicieron  por  la  posta  las  otras  de  todos  los 
términos  de  Vélez,  ya  por  guerras,  ya  por  tra})ajos  y  enfermedades  de  saram^. 
pión  y  viruelas,  con  que  han  venido  á  quedar  en  todas  sus  provincias  solos  mil 
y  seiscientos  escasos  en  encomiendas,  do  más  de  cien  mil  que  había  cuando 
entraron  los  españoles,  como  queda  dicho,  en  Gruane  y  las  demás  provincias. 
Nadie  hay  que  no  reconozca  las  buenas  partes  en  cuanto  á  lo  natural  que  tenía 
el  Adelantado  Don  Alonso  Luis  de  Lugo,  porque  en  nobleza  de  sangre  era  biznie- 
to de  Alvaro  de  Lugo,  señor  de  la  casa  de  Bahamonde  y  del  solar  de  Lugo  en  el 
Reino  de  Galicia,  nieta  de  Alonso  Luis  Fernández  do  Lugo,  primer  Adelantado 
de  Canaria  y  Marqués  de  la  Telu,  que  conquistó  la  isla  de  Tenerife,  la  Palma  y* 
la  de  Hierro  en  las  Canarias  y  casó  con  Doña  .María  Pereita,  hija  del  Conde  de 
Tierra  de*  Portugal,  y  hijo  de  Don  Pedro  Fernández  de  Lugo,  segundo  Adelan- 
tado de  Canaria,  Gobernador  de  Santa  Marta,  y  el  que  conquistó  este  Nuevo 
Reino,  pues  desde  allí  envió  á  su  costa  por  su  caudillo  al  Licenciado  Gonzalo  Ji- 
ménez de  Quesada,  con  Capitanes  y  soldados,  á  nueva^  aventuras  de  descubri- 
mientos cuando  la  tuvieron  en  descubrir  este  Reino,  como  largamente  hemos  di- 
cho. Casó  con  Doña  Juana  de  Castilla  y  Ayala,  hija  del  Conde  de  la  Goñera.  En 
cuanto  á  su  persona,  fué  de  los  hombres  más  galanes  y  de  gentil  cuerpo,  dispo- 
sición y  talle,  que  han  pasado  á  las  Indias,  de  muy  lindo  rostro,  discreto,  bien 


CAP.  Vil)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA   FIRME  2S 

hablado,  y  que  parece  se  hallaba  razones  hechas  para  toda  ocasión  y  negocio;  era 
prudente,  de  donde  le  venía  sei;  sagaz  y  cauteloso,  honesto  y  de  grande  ánimo, 
y  muy  valiente,  y  de  otras  muy  buenas  partes  que  lucieron  mucho  más  en  él, 
si  no  las  anublara  la  codicia  de  que  se  dejaba  vencer;  de  ésta  comenzó  hacer 
demostraciones  luego  á  los  primeros  paseos  que  dio  en  esto  su  Gobierno,  corres- 
pondiendo á  lo  mismo  que  había  hecho  con  su  mismo  padre  en  Santa  Marta, 
como  queda  dicho. 

4.0  Pues  teniendo  ya  tomado  nombre  de  los  más  hacendados  de  éste  Eeino, 
y  que  era  uno  de  ellos  el  Capitán  Gonzalo  Suárez  Eondón  (aunque  pienso  era 
más,  el  ruido  que  las  nueces,  por  ser  ésta  la  condición  natural  del  vulgo)  á  la  pri- 
mera ocasión  que  luego  se  ofreció  de  .quejas  contra  él*(que  no  pudo  ser  menos 
por  haber  gobernado),  lo  hizo  prender  y  poner  grillos  y  cadena,  donde  lo  tuvo 
nueve  meses  con  catorce  hombrea  de  guarda  con  su  Capitán,  que  le  hacían  de 
costa  cada  día  treinta  pesos  de  buen  oro.  Prendió  también  con  el  á  Pedro  Vás- 
quéz,  su  cuñado,  y  á  otros  hombres  de  lustre,  que  sabía  eran  sus  íntimos  amigos, 
coQio  fueron  Arias,  Maldonado,  Fernando  de  Rojas,  Juan  de  Beteta,  y  otros 
contra  los  cuales  comenzó  luego  á  fulminar  procesos,  siendo  los  motores  prin- 
cipales, por  habérsele  puesto  al  lado  con  ruines  intenciones  desde  luego  que 
entró,  un  Antonio,  de  Lujan  y  Ftancisco  Arias,  hombres  inquietos  y  desalmados, 
por  cuyo  parecer  y  dti  otros  tales  sé  dejó  por  ventui'a  el  de  Don  Alonso  deter- 
minar á  cosas  que  no  se  determinara  si  no  so  dejara  envenenar  con  la  pe^sti- 
lencia  do  estos  susurrones,  polilla  ordinaria  de  la  honra  y  fama  de  los  que 
gobiernan,  y  aun  de  este  Francisco  Frias,  es  público  ruido  haber  sido  la  prin- 
cipal .causa  de  lo  que  -hubo  con  tan  grandes  disensiones  entre  Almagro  y 
Pizarro  en  el  Pirú,  y  como  según  esto  parece  tenía  tomado  por  oficio  sembrar 
discordias,  ejercitábalo  en  toda  ocasión,  aunque  todo  lo  vino  á  pagar  en  una  que 
se  le  ofreció,  de  que  se  le  siguió  su  miserable  y  desastrada  muerte  en  un  nau- 
fragio cerca  de  la  costa  de  España. 


24:  TRAT   PEDRO   SIMÓN  (6.*  NOTICIA 

CAPÍTULO   VIII 

Contenido  :  l.«  Da  á  entender  el  Adelantado  á  los  encomenderos  ser  acertado  renun- 
cien sus  encomiendas  para  encomendárselas  de  nuevo— 2.°  Hace  de  heclio  vacar 
todas  las  encomiendas  y  llévase  el  oro  de  los  tributos  de  todas— 3."  Vuelve  de 
nuevo  á  repartir  las  tierras,  aunque  no  á  satisfacción  de  todos— 4.°  Presenta  el 
Capitán  Gonzalo  Suárez  una  Cédula  Real,  para  que  no  se  quiten  las  encomiendas 
á  los  conquistadores. 

lOR  arbitrio  de  estos  dos,  que  ambos  eran  grandes  papelistas,  desbu- 
.bría  el  Adelantado  nuevos  modos  de  allegar  dinero,  y  entre  los 
demás  no  fué  el  de  menos  consideración  persuadir  á  las  tres  ciudades,  Santafé» 
Vélez  y  TuRJa,  que  eran  todas  las  pobladas  en  este  Eeino,  que  pidiesen  ante 
él  diese  por  vacos  todos  los  repartimientos  de  encomiendas  y  que  los  hiciese 
de  nuevo,  asegurando  á  todos  por  sus  agentes  no  tener  intentos  de  hacer  á  nadie 
agravio  defraudándolos  de  sus  suertes,  sino  de  confirmárselas,  y  con  mejora  ; 
pero  no  se  les  pudo  esconder  á  los  encomenderos  ser  muy  otra  la  intención  que 
llevaba  en  estar  traza,  si  bien  algunos  vecinos,  atemorizados  de  ver  tantas  pri- 
siones y  molestias  como  á  tantos  hacía,  calificaban  .  sus  intentos  y  daban  por 
buenas  sus  inteligencias  en  cuanto  á  lo  público  intentado  con  aquello,  redimir 
las  vejaciones  que  se  les  podían  seguir  oponiéndose  á  su  voluntad,  no  obstante 
que  en  secreto  sentían  otra  cosa;  pero  otros  muy  briosos,  libres  y  desabagados 
vecinos  de  la  ciudad  de  Vélez,  donde  fueron  estos  primeros  lances,  antes  que 
saliera  de  ella,  cuando  lo  recibieron  en  el  Gobierno,  le  dieron  á  entender  no 
gustaban  de  aquella  su  determinación,  contradiciéndosela  determinadamente  los 
que  más  bríos  tuvieron  para  esto,  como  fueron  el  Capitán  Alonso  de  Poveda, 
Gonzalo  de  Vega  y  un  Alonso  Fernández  de  Inyesta,  regidores  que  á  la  sazón 
eran  de  la  ciudad. 

2.°  No  se  halló  con  esta  contradicción  el  Adelantado  muy  embarazado  en 
sus  determinaciones,  pues  luego  la  tuvo  de  hacer  él  de  oficio,  sin  atender  á 
contradicciones,  que  vacasen  todas  Jas  encomiendas  de  toda  la  tierra  conquis- 
tada, coloreando  esto  con  decir  que  nunca  su  padre  Don  Pedro  había  dado 
licencia  á  su  Teniente  Gonzalo  Jiménez  de  Quesada  para  poder  encomendar 
la  tierra  que  descubriera.  Y  comenzó  desde  luego  á  cobrar  para  sí,  con  gran 
diligencia  por  sus  agentes,  de  todos  los  Caciques,  los  ?i»ibutos  y  demoras  que 
pagaban  á  sus  Encomenderos,  si  no  más,  nada  menos,  con  que  quedaron  los 
Encomenderos  por  todo  el  tiempo  que  las  tuvo  así  vacas,  sin  que  so  les  pagase 
un  grano  de  demora,  con  que  juntó  el  Don  Alonso  gran  suma  de  oro,  por  serlo 
la  de  los  indios,  y  la  que  entonces  se  trataba  de  este  metal  entre  ellos,  si  bien 


CAP.  Vill)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA  FIRME.  25 

es  verdad  que  cuando  le  venían  Ins  indios  á  pagar  los  tributos,  ya  fuese  por  su 
iudustiia  ó  de  los  Encomonderos,  no  traían  el  oro  de  los  quilates  que  pesaban, 
pues  lo  más  era  bajo  y  casi  todo  cobre,  dado  un  lustre  y  color  por  encima,  con 
que  parecía  oro  subido,  y  so  engañaban  los  que  lo  recibían,  como  se  echó  de 
ver  en  España  cuando'  en  la  fundición  mostró  los  pocos  quilates  que  tenía,  con 
que  se  halló  en  mucha  cantidad  el  Don  Alonso  frustrado. 

o.^  No  sé  si  por  escrúpulo  de  conciencia,  ad virtiendo  que  no  había  razón 
bastante  que  le  asegurase  el  hecho  de  cobrar  para  sí  todas  las  demoras  de  los 
indios,  y  que  nada  se  pagase  de  ellas  á  los  Encomenderos,  de  que  gozaban  en 
nombre  del  Eey,  ú  título  de  haber  conquistado  la  tierra,  determinó  después  de 
muchos  días,  cuando  ya  tenía  junta  buena  pello  de  eso  y  las  demás  inteligen- 
cias, volver  á  repartir  de  nuevo  á  su  albedrío  toda  la  tierra  y  términos  de  las 
tres  ciudades  Santafé,  Vélez  y  Tunja,  tomando  para  si  las  encomiendas  de  los 
indios  más  ricos  de  las  tres  provincias,  y  en  segundas  suertes,  mejorando  á  sus 
deudos,  que  tenía  algunos,  como  fué  Baharaón  de  Lugo,  su  primo  hermano,  que 
después  fué  Gobernador  de  Cartagena,  á  quien  encomendó  los  indios  de  Tunja 
y  Suata  y  á  otros  aliados  suyos,  á  quien  les  había  costado  harto  poco  las  con- 
quistas, pues  yá,  como  dijimos,  lo  hallaron  todo  conquistado  y  pacífico.  Fueron 
notables  los  desabrimientos  con  que  andaban  los  conquistadores  de  esto,  sin-  • 
tiendo  los  notables  y  conocidos  agravios  que  se  les  hacían  en  la  repartición,  de 
que  hacían  públicas  demostraciones,  murmurando  muy  á  lo  descubierto  de  él 
y  su  codicia,  con  que  daba  ocasión  á  mil  desgraciados  sucesos  que  sin  duda 
acaecerían  si  no  las  hubiera  con  gente  tan  cuerda  y  leal  á  su  Rey  como  siem- 
pre ha  sido  la  de  este  Reino,  y  así  procuraron  atajar  estos  agravios  primero  que 
*  con  armas,  que  al  Capitán  Suárez  le  había  venido  de  secreto  con  los  mismos 
que  vinieron  con  el  Adelantado,  sin  saberlo,  que  había  sacado  Gonzalo  Jiménez 
de  Qüeeada  en  el  Consejo,  sospechando  lo  que  podía  suceder,  en  que  precisa- 
mente se  les  mandaba  á  todos  los  Gobernadores  de  estas  Indias,  y  en  especial 
al  de  este  Reino,  no  desposeyesen  en  ninguna  manera  á  los  Encomenderos  de 
los  repartimientos  que  tenían,  sino  que  si  hubiese  causas  por  donde  pareciese 
habérseles  de  quitar  las  encomiendas,  se  remitiesen  al  Real  Consejo,  á  quien 
tocaba  la  decisión  de  casos  semejantes. 

4.0  Retardó  el  Suárez  hacer  demostración  de  esta  cédula  por  no  avispar 
más  al  Adelantado  en  la  violencia  coa  que  lo  trataba ;  pero  viendo  después 
que  cada  día  procedía  con  mayores  rigores  en  la  prisión  con  él  y  sus  amigo  s 
que  tenía  en  ella,  hubo  de  manifestarla,  pu5s  no  podía  yá,  como  dicen,  ser  más 
negro  el  cuerpo  que  las  alas,  y  así  se  le  notificó  de  parte  de  los  Cabildos,  quó  no 
le  causó  poco  desabrimiento  por  haber  sido  una  oposición,  con  que  dio  muchos 
pasos  atrás  de  sus  intentos,  si  bien  ya  lo  que  tenía  recogido  y  encomiendas  que 


26  FRAT  PEDRO  SIM(5n     ,  (().« NOTICIA 

tenía  yá  hechas  de  nuevo,  se  quedaron  así  como  hoy  vemos  algunas  de  su  mano 
en  todas  tres  ciudades,  aunque  no  con  eso  se  le  cerraron  todos  los  caminos  de 
sus  intentos,  por  andar  siempre  descubriéndolos  de  nuevo,  y  en  lo  que  más 
puso  cuidado  después  de  las  cosas  dichas,  fué  en  rastrear  y  sacar  santuarios  y 
las  minas  de  donde  se  sacaba  tanto  oro  como  se  hallaba  entre  los  indios  moscas, 
supuesto  que  en  su  tierra  no  lo  había,  de  donde  se  conjeturaba  que  aunque 
viniese  por  modo  de  rescates  y  contratos  de  otras  provincias,  no  podía  ser  de 
las  muy  distantes,  y  que  donde  quiera  que  se  cogía,  era  mucha  la  grosedad  de 
los  minerales,  por  haberse  hallado  entre  los  indios  muchos  granos  gruesos, 
á  que  no  había  llegado  la  fundación  que  por  acá  se  llaman  puntas^  sino  que 
así  se  habíaq  hallado  en  el  venero  ó  aveñtadero  de  oro  y  se  habían  traído  en 
rescates  de  mantas  ó  sal,  que  eran,  como  hemos  dicho,  los  géneros  que  se  saca- 
ban de  estas  provincias  frías  para  las  calientes. 


CAPÍTULO   IX 

Contenido  :  I."  Noticia  que  tiene  el  Adelantado  de  minas  de  oro  en  los  Panches,  en 
cuya  demanda  y  descubrimiento  sale  el  Capitán  Fernán  Vanegas~2.'>  Los  perros 
ayudan  mucho  á  los  nuestros  en  una  guazabara  y  envía  el  Capitán  Vanegas  á  con- 
vidar con  paz  el  Síquima — 3.«*  Lo  que  el  tííquima  responde  con  un  mensajero  que 
envió  á  los  nuestros— -4.°  Aficiónase  á  ellos  el  mismo  mensajero  y  queda  en  su  com- 
pañía, que  no  les  fué  de  poca  importancia— 5.<»  Prosiguen  su  viaje  y  descubren  las 
minas. 


E' 


INTRE  otras  muchas  ocasiones  en  que  trataba  de  estos  sus  deseos  el 
pon  Alonso,' lo  comunicó  en  una,  estando  en  esta  ciudad  de  Santafé, 
con  algunos  caudillos  y  Capitanes  de  los  más  principales  y  baquianos  de  la  tierra, 
entre  los  cuales  era  uno  el  Capitán  Baltasar  Maldonado,  que  dijo  luego  al  Go- 
bernador :  *^  No  tenga  duda  Vuestra  Señoría  en  que  podremos  con  facilidad 
descubrir  las  minas,  pues  dentro  de  mi  casa  tengo  yo  un  indio  que  me  ha  dado 
muchas  veces  noticias  ciertas  de  ellas,  y  echo  de  ver  ser  así  lo  que  dice,  pues 
habiéndoselo  preguntado  en  varias  ocasiones  y  tiempos,  siempre  conforma  en 
las  respuestas,  dándolas  de  una  manera,  y  así  tengo  por  cierto  saldrán  como  lo 
dice,  y  no  se  pierde  nada  en  enviar  gente  á  quien  él  g^uíe  á  ellas  para  que  sal- 
gamos de  esta  duda,  aunque  para  mí  es  cierto,  no  la  tengo."  Alegróse  el  Ade- 
lantado con  la  nueva,  y  más  con  la  satisfacción  con  que  hablaba  el  Baltasar 
Maldonado  de  que  era  cierto,  confirmándose  con  las  senas  que  daba  el  indio, 
y  diciendo  muy  por  menudo  el  orden  que  se  tenía  en  labrarlas,  como  el  que 
muchas  vecea  las  había  visto,  y  así  ahorrando  dilaciones,  señaló  luego  el  Ade- 


CAP.  IX)  N^W^  DÉjpll^^UISTAS  DE  TIERRA  FIRME.  27 

lantado  cincuenta  soldados  de  los  más  baquianos,  y  por  su  Capitán  á  Fernán 
Vanegas,  para  que  fuesen  por  donde  el  indio  los  guiase,  con  orden  de  que  se 
diesen  cartas  y  certificados,  volviesen  con  la  brevedad  posible  trayendo  mues- 
tra, para  que  con  ella  se  diese  la  orden  más  conveniente  á  la  continuación  de 
sus  labores,  dispuestas  ya  las  cosas  al  viaje,  y  con  suficientes  instrumentos  de 
herramientas  de  barras,  piquetas  y  azadones  para  las  catas,  algunos  caballos' 
armas  y  pertrechos  necesarios,  pues  para  llegar  á  la  provincia  de  los  Marqui- 
tones,  que  eran,  según  decía  el  indio,  y  era  así,  los  que  tenían,  aquella  graje- 
ría  de  las  minas,  habían  de  pasar  el  Río  Grande  de  la  Magdalena,  y  atravesar  en 
una  parte  y  otra  de  él  por  tierras  de  los  Panches,  gente  belicosísima,  robusta, 
carnicera,  feroz,  determinada,  como  tenían  ya  experimentado  los  españoles, 
salieron  de  esta  ciudad  de  Santafé  el  mismo  año  de  mil  quinientos  cuarenta  y 
tres  (1543),  á  los  primeros  de  Octubre,  y  caminando  con  la  guía  y  lenguas  del 
pueblo  de  Cipacón  llegaron  al  de  Síquima,  tierras  ya  de  estos  crueles  bárbaros 
Panches,  que  es  el  paraje  donde  hoy  se  llaman  las  Juntas,  por  dos  ríos  que  allí 
mezclan  sus  aguas,  donde  luego  salieron  al  encuentro  de  los  españoles  sobro 
veinte  mil  feroces  indios,  bien  armados  de  lanzas,  flechas  y  macanas,  altos, 
robustos,  sueltos  y  alentados,  que  con  impetuosísimo  denuedo  y  grita  que  atro- 
naban los  valles,  cercaron  á  los  nuestros,  y  les  acometieron  con  tan  rabiosa 
furia  por  todas  partes,  que  fué  menester  se  conocieran  los  bravos  ánimos  espa- 
ñoles, y  aun  sobre  todo  el  favor  divino,  sin  el  cual  fuera  imposible  quedar  con 
vida,  siendo  embestidos  de  tan  inmensa  multitud,  si  bien  las  cosas  que  lucieron 
de  ánimos  peregrinos,  peones,  caballeros  y  caballos,  fueron  tan  superiores  á  las 
ordinarias,  como  lo  era  la  ocasión  con  tanta  disparidad  como  había  en  número 
de  los  unos  á  los  otros. 

2.°  Pero  después  del  divino  socorro,  quien  más  ayudó  á  salir  con  victoria 
en  este  terrible  encuentro  fueron  los  muchos  lebreles  que  llevaban  cebados  en 
otras  ocasiones  en  carne  de  indios,  y  así  en  éstos  hicieron  tal  estrago,  que  vista 
la  ferocidad,  tomaron  acuerdo  de  retirarse  huyendo  de  sus  dientes  más  que  á  las 
armas  españolas,  aunque  hacían  en  ellos  terrible  estrago,  sin  que  de  los  nues- 
tros quedasen  más  que  dos  soldados  mal  heridos  y  un  caballo  que  íuégo  cayó 
muerto,  habiendo  caído  de  ellos  innumerable  co[>ia,  con  otros  que  escaparon  de 
miserables  heridas.  Veláronse  con  el  cuidado  que  el  sitio  pedía  aquella  noche, 
y  á  los  primeros  rayos  del  sol  por  la  mañana  vieron  llenar  las  cumbres  y  lade- 
ras de  aquelloi  bárbaros  guerreros,  no  tan  apartados  de  sus  ranchos  que  no  se 
pudiesen  oír  y  entender  las  voces  de  una  parte  á  otra,  y  así  el  Capitán  Vanegas 
hizo  las  dieran  los  intéirpretes  Cipacones,  persuadiéndolos  con  instancia  dejasen 
las  armas  y  competencias  con  los  cristianos  y  viniesen 'á  dar  la  paz,  de  que  les 
aseguraban  se  la  guardarían,  donde  no  tuviesen  por  cierto  su   total  ruina,  pues 

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28  TRAY  PEDRO  SIMÓN  (6.»  NOTICIA 

de  los  rompimientos  atrasados  podían  colegir  la  poca  honra  que  podían  ganar  en 
todos  los  que  tuviesen  con  ellos. 

S.**  Oyeron  todos  con  atención  las  razones,  y  para  dar  la  respuesta  envió 
el  Cacique  un  mozo  de  buen  brío,  reportado  y  de  buen  juicio,  á  lo  que  pareció, 
pues  en  llegando  á  las  tiendas  de  los  españoles  pasó  la  diestra  mano  sobre  el 
pecho,  muestra  entre  ellos  de  amistad  y  caricia,  y  afirmado  con  la  otra  en  la 
macana,  comenzó  su  embajada  diciendo  ;  *'  Valiente  Capitán,  mi  Rey  me  envió 
que  sepa  de  raíz  tres  pretensiones,  si  son  de  hacer  resistencia  en  estas  tierras, 
ó  de  pasar  adelante,  porque  según  tu  determinación  la  tomará  él  con  el  Consejo 
de  sus  principales  de  cómo  deba  proceder  contigo,  y  así  será  bien  me  des  luego 
la  respuesta  para  que  con  la  brevedad  que  se  me  encargó,  yo  vuelva  á  darla." 
*' Dile  que  mis  intenciones,  respondió  el  Vanegas,  y  las  de  todos  los  que  me 
acompañan,  no  son  de  darle  desabrimiento  en  cosa  alguna,  sino  de  que  asente- 
mos unas  perpetuas  paces,  si  él  gusta  de  venir  en  ello,  ni  por  ahora  son  nuestros 
intentos  de  hacer  asiento  en  su  tierra,  pues  los  llevamos  á  otras  más  adelante, 
guárdenos  entre  tanto  la  paz,  que  desde  luego  prometemos  y  de  seguro  de 
ella  en  nombre  del  Rey  de  España,  y  de  ampararse  en  toda  ocasión  que  se  qui- 
siese servir  de  nosotros  ". 

4.0  Aficionóse   el   mancebo    á   los   españoles,  de  manera  que  apenas  hubo 
dado  la  respuesta  á  su  Cacique,    cuando    se   volvió  á  ellos,  diciendo  al  Capitán 
venía  con  sano  pecho,  y  que   le   enviaba   á   rogar  el  Cacique  con  los  encareci- 
mientos posibles,  no  le  molestase  su  tierra  y  gente,  pues  decía  no  traía  intentos 
de  pasar  entre  ellos,  y  que  por  entonces  no  se  determinaba  á  lo  que  le  pedía,  por 
ser  negocio  grave  admitir   en   sus  tierras  gente  de  otras  y  tan  extrañas  de  su 
nación,  que  se  vería  en  ello,   y   no  faltarían  ocasiones  en  que  poder  tratar  del 
caso,  y  más  te  digo,  Capitán,  de  mi  parte,  añadió  el  indio,  que  me  he  aficionado 
á  vosotros;  de  suerte   que    si   te   quieres   servir  de  admitirme  en  tu  compañía, 
jamás  me  apartaré  de  ella,  y  podrá  ser  te  sea  de  inaportancia  para  con  los  Caci- 
ques y  señores  de  la  tierra  por  donde  vas  y  has  de  llegar,  para  que  se  excusen 
guerras  con  tus  soldados.    Agradecióle  el  "Vanegas  su  comedimiento  y  admitién- 
dole en  su  compañía,  le  comenzó   luego   aficionar  más,  dándole  algunas  cosillas 
de  Castilla  que  se  halló  á  mano,   como   sartas   de   vidrio,  un  espejuelo  y  otras, 
con  que  se  le  acrecentó  la  afición,  y  aun   la   de  los  soldados  á  él,  pues  luego  le 
comenzaron  á  hacer  mil  caricias  y  regalos,  que    no    fueron  mal  empleados,  pues 
en  lo  que  duró  el  viaje  y  otras  ocasiones  que   diremos,  cSijiplió  con  fidelidad  lo 
prometido,  sin  apartarse  un  punto  de  los  españoles,  que  le  llamaban  el  negrito , 
á  causa  de  traer  siempre  el  rostro  entintado  con  tagua . 

5.°  Aquel  día  salieron  de  Síquima,  y  en  la  prosecución  de  su  viaje  fuero^i 
entrando  en  otras  poblaciones  nada  menores   que  aquéllas,  donde  el  negrito  fué 


CAP.  X)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA  FIRME.  29 

de  importancia,  por  ser  conocido  en  todas,  para  templar  la  dureza  de  aquellos 
bárbaros  Caciques,  que  siempre  los  iban  rodeando  con  su  inmensa  gente,  con 
hartos  disgustos  de  la  nuestra,  pues  un  momento  que  se  descuidasen  les  cogían 
los  indios  Moscas  que  llevaban  de  servicio,  despedazaban,  bebían  la  sangre  y  se 
los  comían;  pero  al  fin,  atrepellando  estas  dificultades,  sin  que  se  les  ofreciera 
otra  como  la  pasada,  llegaron  á  las  playas  del  Río  Grande,  sobre  cuyas  barran- 
cas estaba  un  pueblo  que  también  lo  era,  á  quien  llamaron  de  las  canoas,  por 
las  muchas  que  tenían,  de  que  usaban  los  vecinos.  Tomaron  las  que  hubieron 
menester  para  el.  pasaje,  y  cuando  ya  estuvo  acabado,  y  todos  á  la  otra  banda, 
hablaron  desde  allí  á  la  guía  que  de  nuevo  mirase  el  rumbo  que  habían 
de  tomar  para  las  minas,  el  cual  cargándose  hacia  el  oeste,  fué  guiando 
á  donde  las  hallaron,  cumpliendo  todo  Quanto  había  prometido  el  indio  y 
mucho  más,  porque  les  enseñó  las  minas,  que  estos  soldados  llamaron  del  pueblo 
del  Cacique  y  otras  de  los  nueve  buhíos,  porque  en  ellas  hallaron  este  número 
de  casas,  y  otras  que  llamaron  de  los  Bledos,  á  las  cuales  después  mudaron 
estos  nombres  llamando  á  las  del  pueblo  del  Cacique  las  de  la  Sabandija,  por 
una  culebrilla  que  hallaron  los  que  después  llegaron  á  'estas  minas,  cerca  d^ 
un  río  que  pasa  por  ellas;  y  las  de  los  buhíos  se  llamaron  después  del  Venadi- 
Uo,  por  uno  que  hadllaron  en  un  buhío,  que  lo  criaba  manso  un  indio;  y  á  las 
de  los  Bledos  se  les  puso  después  de  Mariquita,  que  son  los  que  ho7  llaman  de 
Herbé,  encima  la  ciudad. 


CAPITULO  X 

Contenido:  1.°  Toma  el  Capitán  Vanegas  la  .vuelta  de  Santafé  por  los  indios  Colimas 

que  le" atajan  el  paso— 2.°  Llega  á  ella  por  otra  parte  y  hácense  fiestas  por  el  descu- 

•  brimiento  de  las  Alinas— 3.°  Vuelve  á  salir  por  el  mismo  paraje  desde -Santafé  á  la 

conquista  de  los  Panches — i°  Pénese  en  arma  la   tierra,   en  especial  el  Síquima, 

para  hacer  resistencia  á  los  nuestros.   Caso  que  sucedió  entre  dos  indios  Panches. 

DE  todas  estas  partes  sacó  Vanegas  ricas  muestras  de. oro  sin  muoho 
trabajo,  que  no  fué  de  poco  gusto  para  todos,  por  ver  los  efectos  de 
sus  deseos  tan  cumplidos,  con  que  determinó  el  Capitán  tomar  la  vuelta  del 
Reino,  desde  estas  postreras  minas  de  Mariquita,  y  pareciéndole,  según  la  demar- 
cación ,  abreviaría  el  camino  para  dar  más  presto  las  buenas  nuevas  viniendo 
por  los  indios  Colimas,  gente  feroz  y  do  mayor  braveza  que  los  Panches,  donde 
ahora  está  fundada  la  ciudad  de  la  Palma.  No  le  salió  como  deseaban,  pues  ha- 
biendo pasado  él  gran  río,  á  las  primeras  jornadas  se  encontró  con  tan  infinito 
número  de  estos  Colimas,  que  aunque  el  negrito  siempre  hacía  oficio  de  buen 


so  ÍRAY  PEDRO  S1M(5n  (6.»  NÓWCÍA 

tercero,  no  fué  con  éstos  parte  para  no  tener  continuas  y  sangrientas  refriegas, 
noolies  y  días,  con  que  pareciéndqles  imposible  romper  tan  poca  gente  por  tan 
innumerables  y  belicosos  indios,  volvieron  á  tomar  el  camino  que  sabían,  calien- 
do de  estas  refriegas  algunos  españoles  lastimados  de  venenosas  flechas  y  enve- 
nenadas puyas,  con  que  siembran  estos  indios  sus  caminos  y  trochas  en  tales 
ocasiones. 

2.^  Después  de  tres  á  cuatro  meses  que  se  gastaron  en  este  viaje  y  diligen- 
cias, volvieron  á  e¡»ta  ciudad  de  Santafé,  donde  por  horas  los  estaba  esperando 
el  Gobernador  con  esperanzas  de  las  nuevas  y  muestras  que  le  trajeron  de  oro, 
con  que  recibió  el  Vanegas  haciendo  demostraciones  agradables,  y  para  que 
fuesen  mayores  y  alegrasen  toda  la  tierra,  ordenó  so  festejasen  los  descubrimien- 
tos de  las  minas  con  juegos  de  sortija  y  cañas,  á  que  acudieron  todos  con  sumo 
gusto  en  ver  con  certidumbre  muestras  de  las  riquezas  que  tenían  á  sus  puertas, 
tan  fundadas  y  de  asiento  que,  según  decían  los  descubridores,  pocos  ríos  y 
quebradas  había  donde  no  se  hallasen  muestras  más  ó  menos  abundantes  de 
este  inestimable  metal.  Tras  éstos  se  ofreció  luego  la  dificultad  que  tpnía  el 
labrar  las  minas  y  g02far  de  ellas,  por  estar  entre  gente  tan  belicosa  que  los  de- 
fendía, si  no  se  allanaban  primero,  y  en  aquella  sazón  pareció  esto  imposible  por 
ser  ellos  tántop  y  los  nuestros  tan  pocos,  si  no  fuese  haciendo  una  población 
cercando  sus  confines  y  comarc/is,  pues  se  tenía  ya  por  experiencia  que  ningu- 
na cosa  sujeta  más  el  orgullo  y  arrogancia  de  esta  gente  que  tener  á  sus  puer- 
tas de  asiento  la  nación  española,  y  así  sin  aguardar  dilaciones,  determinó  el 
Adelantado  se  fundase  una  ciudad  en  tierra  do  los  Panches,  así  para  allanarlos 
con  eso,  como  para  que  sirviese  de  escala  para  las  conquistas  de  las  provincias 
de  delante,  en  especial  de  las  que  tenían  las  minas  descubiertas. 

3.<*  Señaló  para  esto  al  mismo  Capitán  Fernán  Vanegas,  que  con  setenta 
y  dos  compañeros  que  se  lo  dieron  de  los  de  Santa  Marta  y  Venezuela,  todos 
hombres  de  distinción,  sin  aguardar  dilaciones  ni  despachos  en  escrito,  se  par- 
tió de  esta  ciudad  de  Santafé,  y  llegó  otra  vez  á  la  provincia  y  pueblo  de  Sí- 
quima,  donde  tomaron  todos  ceniza  el  año  yá  de  mil  quinientos  cuarenta  y 
cuatro  .(1544),  que  se  la  dio  el  Padre  lUanes,  clérigo  que  iba  por  Capellán  del 
ejército,  y  después  fué  el  primer  cura  que  tuvo  la  ciudad  de  Tocaima.  Aquí  le 
alcanzaron  este  día  al  Capitán  Vanegas  los  despachos  de  su  conducción  y  po- 
blación, porque  luego  que  partió  de  la  ciudad  de  Santafé,  despachó  con  ellos  el 
Adelantado  al  Capitán  Juan  de  Céspedes  y  á,  Lope  IVÍbntalvo  de  Lugo,  su  pa- 
riente, con  escolta  de  algunos  soldados  con  quienes  tomaron  la  vuelta  para  esta 
misma  ciudad,  después  de  haberlos  entregado  al  Vanegas  y  dádole  algunos  avi- 
sos amigables  de  su  parte  y  de  la  de  Don  Alonso.  Pasó  adelante  en  demanda 
de  sus  intentos,  sin  dejar   paraje  que  no  tanteara,  buscando  uno  acomodado 


CAP.  x)  NOTICIAS  DE  LAS  C0NQUISTA3  DE  TIERRA    FIRME.  ,  SI 

donde  se  pudiese  dar  fundamento  y  principio  á  la  ciudad  que  pretendía. 

4.^  Bien  sabían  loa  Panches  tenían  yá  fundadas  los  españoles  las  tres 
ciudades  de  Santafé,  Tunja  y  Vélez  y  que  iban  determinados  de  bacer  lo  mismo 
en  sus  tierras  y  sujetarlos  á  la  servidumbre  en  que  tenían  puestos  los  de  aqué- 
llos, y  entendiendo  se  les  habían  de  seguir  por  allí  notables  daños,  procurando 
repararlos  poniéndose  con  armas  á  la  resistencia  y  defensa  de  sus  tierras  y  pue* 
blos,  no  quedando  en  la  tierra  provincia  ni  Cacique  que  .no  tuviese  estas  deter- 
minaciones,-de  que  fué  el  primer  motor  el  de  Síquima,  á  cuyos  avisos  acudieron 
luego  todos  los  principales  sus  comarcanos,  y  se  juntaron  cerca  de  las  Juntas 
que  dijimos  de  una  quebrada  con  el  río  que  baja  de  estas  sabanas  de  Bogotá, 
donde  los  nuestros  estaban  alojados.  Los  deseos  que  llevaba  el  Capitán  Vanegas 
de  hallar  sitio  acomodado  para  la  población  que  pretendía,  le  hicieron  despa- 
char una  tropa  de  cuarenta  spldados  con  su  caudillo  llamado  Juan  de  Salinas, 
hombre  valiente  y  diestro  en  toda  ocasión,  á  buscarlos  y  algunas  comidas.  Des- 
pidióse este  Capitán  de  los  demás  un  día"  por  la  mañana  y  á  cuarto  de  legua 
escaso  que  había  caminado,  se  encontraron  entre  las  espesuras  de  un  monte  con 
una  innumerable  y  furiosa  caterva  de  indios  prevenidos  para  todo  trance  de 
guerra,  con  todas  sus  armas,  penachos  y  pertrechos  que  acostumbran.  Apenas 
hubieron  descubierto  el  rostro  á  la  ocasión,  cuando  juzgaron  serles  á  propódto 
de  sus  intentos,  y  los  comenzaron  á  ejecutar,  embistiendo  á  los  cuarenta  con 
tan  rabiosa  furia,  como  si  fueran  tigres  ú  otras  bestias  carnixieras,  cuyas  cos- 
tumbres imitaban  estos  salvajes,  pues,  como  hemos  dicho,  no  perdonaban  padres 
a  hijos  y  mujeres  á  quien  con  leves  ocasiones  no  solían  sepultar  en  sus  eritra- 
ñas  ;  y  aun  era  ley  entre  ellos  solemnizar  el  nacimiento  triste  del  primer  hijo 
ó  hija  que  tenían,  haciendo  plato  á  los  parientes  que  convidaban  de  sus  mismas 
carnes  el  día  que  le  quitaban  el  pecho,  bestial  condición  y  de  ninguna  nación 
hasta  entonces  conocida,  y  que  con  tanta  facilidad,  y  tan  sin  asco,  matasen  para 
comer  sus  propios  hijos,  y  aun  para  darles  de  comer  con  ellos  á  otros.  Encon- 
tráronse cierto  día  dos  de  estos  Panches  tocaimas  en  un  camino,  donde  uno 
llevaba  un  hijo  pequeñuelo  de  la  mano,  y  otro  una  madeja  de  chaquira,  que 
son  cuentezuelas  de  hueso  de  colores  al  cuello,  y  después  de  haberse  saludado, 
dijo  el  otro  al  de  las  cuentezuelas  :  Deseo  mucho  tener  ésas  en  mi  cuello,  á 
quien  le  respondió :  y  yo  ese  muchacho  en  mi  barriga ;  pues  no  repararemos 
en  eso,  dijo  el  padre,  tómale  allá  y  dame  las  cuentas;  hacerlo  hé,  dijo  el  otro, 
pero  hámele  de  dar  muerto,  en  que  no  reparó  mucho  el  fiero  indio,  pues  en  un 
instante  le  quitó  la  vida  é  hizo  cuartos,' y  se  lo  entregó  al  otro,  y  él  la  madeja, 
con  que  prosiguió  cada  cual  su  camino. 


32  FRAY    PEDRO     SIMÓN  (6.^  NOTICIA 

CAPÍTULO  X[ 

Contenido:  1  .<>  Comiénzase  la  guazabara  y  cog-en  los  indios  á  dos  jinetep,  que  preten- 
den llevarse  vivos  encima  de  los  caballos— 2."  Demostraciones  íjue  hace  un  soldado 
de  BU  valentía  en  esta  guazabara— 3.»  Socórrenle  otros  soldados,  con  que  recobra 
nuevos  bríos — 4.*'  Prosigúese  la  "guazabara  más  sangrienta,  y  trátase  si  se  pueda 
curjir  con  ensalmos — 5.«  Curan  los  soldados  heridos  y  vuelve  el  negrito  á  ellos,  por 
6uyos  medios  intenta  Vanegas  los  de  paz  con  ciertos  indios. 


N' 


O  estaban ^menos  hambrieptos  que  de  las  de  su.s  hijoK,  de  las  carnes 
de  nuestros  españoles  en  esta  ocasión,  pues  no  era  eso  lo  menos 
en  que  estaban  cebados,  cuando  meneaban  las  armas  con  tantos  bríos,  que  eran 
bien  menester  los  que  tenían  los  españoles  en  defenderse,  empleando,  sin  dar 
golpe  en  rano,  por  eer  tantos  los  indios,  las  espadas  y  lanzas,  á  quien  parecía 
temer  poco  los  bárbaros,  pues  se  llegaban  á  medir  con  ellas  sus  macanas,  y  auu 
de  muchos  llegaba  su  temeridad  \i  tanto,  que  embestían,  si  les  faltaban  las 
armas,  y  se  asían  a  brazos  con  los  soldados  de  á  pié,  porque  los  de  á  caballo 
pudieron  mostrar  poco  sus  bríos  en  este  lugar,  por  ser  fragoso  y  de  reventones, 
donde  no  podían  correr  ni  revolverse,  que  no  fué  poca  causa  para  que  los  bár- 
baros tomasen  mayores  atrevimientos,  pues  llegaron  á  tantos,  que  juntándose 
muchos  y  cercando  á  dos  jinetes,  el  uno  llamado  Hinostrosa  y  el  otro  Saya- 
vedra,  llevaban  á  ellos  y  á  los  caballos  tan  en  volandas  que  no  les  dejaban 
toca^r  aun  con  las  uñas  en  el  suelo,  porque  á  cada  pierna  ó  mano  llevaban  asidos 
cinco  ó  seis,  por  las  barrigas  ayudaban  otros,  y  así  sin  poderse  librar  ni  tener 
remedio,  esperaban  el  fin  de  su  vida  entre  aquella  gente  fiera,  como  también 
le  sucedió  á  un  Iñiguez,  .vizcaíno,  que  cogieron  de  esta  suerte  á  mano.  Echa- 
ron de  ver  esto  cinco  ó  seis  peones  de  los  que  estaban  más  cerca,  y  rompiendo 
con  valor  más  que  de  hombre  por  toda  la  canalla,  llegaron  donde  llegaban  los 
presos,  y  cercenando  manos,  molledos,  cabezas,  se  los  quitaron,  que  iban  ya 
harto  mal  parados,  no  sólo  de  heridas,  pues  no  eran  pocas,  pero  con  el  espanto 
de  la  muerte,  que  ya  llevaban  tragada  por  haber  perdido  las  esperanzas  de 
socorro. 

2.°  No  andaban  los  demás  con  menores  recelos,  por  los  bríos  cou  que  cada 
hora  se  mostraban  más  esforzados  los  indios,  y  verse  divididos  los  soldados,  sin 
poderse  dar  socorro  unos  á  otros,  por  no  darles  lugar  á  ifiejor  orden  la  fragosi- 
dad y  recuestos  del  sitio,  y  así  cada  cual  peleaba  on  el  que  le  tomó  la  voz  y 
sobresalto  cuando  iban  subiendo,  que  cuando  mucho  se  hallaban  juntos  aquí 
dos,  allí  tres,  acullá  cuatro,  y  alguno  se  halló  á  solas  el  mayor  tiempo  de  la 
batalla,  como  fué  un  Alonso  Flórez,  valenciano  y   señalado  soldado  entre  los 


CIF*  XI)  NOTICIAS  DE  LIS  CONQUISTAíS  DE  TIERRA  FIRME.  33 

demás,  como  sé  echó  de  ver  en  esta  ocasión,  pues  como  rabiosos  perros  alen- 
tados de  sns  amos,  lo  tenían  cercado  gran  número  de  bárbaros,  como  á  tigre, 
que  de  tal  eran  sus  fuerzas  y  bríos,  pues  después  de  haber  muerto  increíble 
multitud  de  indios,  los  tenía  más  acrecentados  á  cada  hora,  y  cuantos  más  se  le 
iban  juntando  á  la  redonda,  iba  creciendo  su  vigor  y  fuerza  ;  pues  para  quedar 
sin  ella,  á  quien  daba  el  primer  golpe,  no  era  menester  acudir  con  el  segundo^ 
si  bien  le  hicieron  pedazos  la  rodela  y  le  lastimaron  en  muchas  partes  por  los 
terribles  golpes  de  macana  que  descargaban  sobre  él,  con  que  ya  le  dejaron 
desarmada  la  cabeza,  de  donde  salía  tanta  sangre,  y  caía  sobre  los  ojos  impi- 
diéndole la  vista,  que  no  le  era  poco  estorbo  para  no  hacer  mayor  estrago. 

3.°  En  este  tiempo,  advirtiendo  de  lejos  un  Diego  de  Espinosa,  Juan  de 
Salinas,  Francisco  de  Barajas  y  otros  que  estaban  más  cerca,  la  grita  y  multi- 
tud de  lanzas  y  macanas  que  cargaban  sobre  un  o  solo,  guiaron  allá  con  ligeros 
■pasos,  teniendo  por  cierto  la  necesidad  del  socorro,  y  cuando  llegaren  y  vieron  el 
estrago  y  muertos  que  tenía  á  sus  pies  y  admirados  del  brío  tan  entero  con  que 
estaba,  esforzaron  el  suyo  alentándose  unos  á  otros  con  el  ejemplo  de  su  valentía, 
que  ninguno  pudiera  persuadirse  si  no  vieran  los  efectos  tan  á  los  ojos,  y  así 
dijo  el  Salinas  :  Aquí  más  necesidad  tenemos  de  imitarle  que  el  de  nuestro 
favor — Téngola,  respondió  el  Flórez,  ya  que  Dios  os  ha  traído  á  tan  buen  tiempo 
de  que  me  limpie  esta  sangre  que  me  ciega,  con  que  echaréis  de  ver  luego  los 
bríos  con  que  me  estoy  para  hacer  mortales  estragos  en  estos  indios,  antes  que 
llegue  mi  muerte.  Si  se  llegó  yá  su  hora,  cuánto  más  que  las  confianzas  que 
Dios  me  ha  dado  son  de  que  no  ha  de  llegar  en  esta  refriega,  y  habie'ndole  lim- 
piado la  sangre,  haciendo  y  diciendo,  comenzó  de  nuevo  con  tan  grandes  bríos 
de  pies  y  manos  á  combatir  en  una  parte  y  otra,  como  si  comenzara  de  nuevo 
y  no  hubiera  hecho  suertes  que  bastaban  á  cansar  brazos  de  hierro,  como 
parecía  tenerlos  con  el  favor  de  los  amigos  que  se  le  puso  á  las  espaldas. 

4.®  A  las  de  todos  sonaban  ya  las  voces  del  caudillo  con  que  les  llamaba  se 
viniesen  retirando  á  él  cada  uno  como  mejor  pudiese.  Hízose  así,  juntándose 
casi  todos  en  el  sitio  donde  estaba  el  Flórez,  donde  advirtiendo  se  iban  por 
momentos  aumentando  nuevas  haces  de  la  bárbara  caterva,  fueron  de  parecer 
ir.ié,  con  aviso,  retirando  al  campo,  donde  quedaron  los  restantes,  y  fué  el 
acuerdo  bien  á  propósito  y  á  tiempo,  pues  en  el  que  llegaron  á  ellos,  yéndoles 
siempre  el  enemigo  dando  caza  á  las  espaldas,  los  hallaron  en  mayores  aprietos 
con  otros  que  les  habían  acometido  de  los  que  estaban  más  vecinos  y  fronteros 
al  Real,  que  con  ímpetu  de  hambrientos  lobos,  y  multitud  innumerable,  los 
tenían  puestos  en  conocido  riesgo  de  las  vidas,  de  que  fuera  cosa  milagrosa 
esca,parse  si  no  llegaran  tan  á  buen  tiempo,  y  el  lugar  no  fuera  muy  acomo- 
dado para  poderse  valer  de  los  caballos,  y  así  ellos  y  los  perros  dieron  tanta 


34:  FRAY  PEDRO  SIM(5lí  (f)^  NOTICIA 

aprisa  á  los  indios,  atropelláudolos  y  abriéndoles  las  entrañas,  qué  yá  á  puestas 
del  sol,  habiendo  durado  desde  la  mañana  la  guazabara,  se  fueron  retirando  los 
indios  con  pérdida  tan  grande,  que  llegaron  á  más  de  mil  y  quinientos  los  que 
quedaron  sin  vida  en  ambas  partes,  quedando  diez  de  los  nuestros  heridos,  los 
cuatro  muy  mal,  aunque  ninguno  perdió  la  vida  por  la  diligente  cura  que  se 
les  hizo  á  todos  con  el  santo  ensalmo,  que  llamaban  de  Lanchero,  por  sor  el 
Capitán  Lanchero  el  que  lo  había  metido  y  usado  en  estas  refriegas  y  jornadas, 
con  que  se  hicieron  curas  tan  admirables  que  dicen  no  haberse  dicho  sobre 
ningún  herido,  aunque  de  mucho  riesgo,  que  no  hubiese  quedado  sano  con  per- 
fecta salud.  Leyendo  los  años  pasados  á  mis  discípulos  los  sacramentos  in 
genere,  viendo  las  maravillosas  curas  que  se  hacen  entre  cristianos  con  hic: 
palabras  de  estos  ensalmos,  me  pareció  disputar  esta  materia,  y  después  de 
haberle  tratado  lo  mejor  que  pude  por  ambas  partes  me  la  dejé  problemática 
no  atreviéndome  á  reprobar  este  modo  de  cura  por  ensalmos,  aunque  parece 
espantosa  la  salud,  la  que  se  consigue  por  ella,  por  ver  que  San  Pablo  en  la 
primera  á  los  corintios,  entre  las  demás  gracias  gratis  datas,  que  dice  hay 
siempre  y  ha  de  haber  en  la  iglesia,  es  una  la  de  sanidad,  y  puede  ser  que  él, 
que  cura  y  sana  con  estas  palabras  y  ensalmos,  tenga  esta  gracia  de  sanidad, 
pues  no  nos  consta  de  lo  contrario. 

5.°  Cinco  días  se  detuvieron  en  el  mismo  sitio  curando  los  soldados  y 
caballos  heridos,  y  con  deseos  que  se  .determinase  el  Cacique  á  dar  la  paz,  que 
pretendían  para  mejores  suertes  en  la  población;  pero  no  viendo  el  efecto,  y 
estando  con  continuas  sospechas  y  sobresaltos  por  no  darse  á  una  hora  de  segu- 
ro de  que  no  viniera  el  Síquima  y  los  demás  sobre  ellos,  determinaron  pasar 
adelante,  hasta  entrar  en  la  provincia  que  llamaban  de  la  Sabana,  gente  enemiga 
del  Síquima,  con  quien  traía  perpetuas  guerras,  ocasionadas  de  leves  y  comu- 
nes encuentros,  aunque  muy  fundadas  en  graves  ocasiones  antiguas  con  que 
unos  bastecían  las  carnicerías  de  los  otros,  para  lo  cual  se  andaban  levantando 
alzapiés,  y  buscando  ocasiones;  en  éstas  salían  también  con  tanto  brío  á  los 
nuestros,  tan  innumerables  y  bien  armados,  que  los  pusieron  en  mucha  dificul- 
tad de  poder  conservar  las  vidas,  si  el  que  es  sí  de  todas,  con  su  particular 
providencia  primero  que  llegaran  á  las  manos,  no  convirtiera  en  mansedumbre 
los  furores  por  medio  del  indio  negrito  que  dijimos  se  les  había  apegado  con 
amistad  á  los  nuestros  cuando  pasaron  por  los  Síquimas  en  descubrimiento  de 
las  minas,  que  volviéndose  á  ellos  después  de  esta**guazabara  con  la  misma 
amistad  y  ofreeimientos  que  antes  lo  acariciaron,  viendo  ser  de  importancia 
tenerlo  por  amigo,  mostrándole  todos  rostro  alegre  en  su  llegada  y  aficionándo- 
se más  con  regalos  y  caricias  acompañadas  de  algunos  donecillos  de  cosas  de 
Castilla  que  traían  para  el  efecto,  de  menos  costas,  agradables  para  ellos.  Cono* 


CAP.   XIl)  líOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA  FIRME.  35 

ciendo  el  Vanegas  la  ocasión  que '  tenía  á  los  ojos,  y  que  sería  bien  intentar  el 
camino  de  paz,  conociendo  si  era  verdadera  la  que  el  negrito  daba,  tentando 
por  su  medio  reparar  el  torbellino  de  armas  que  se  descubría,  le  habló  de  esta 
manera  :  ''Ocasión  es  ésta  que  echa  de  ver  el  valor  de  tu  pecho  y  la  amistad 
qne  nos  haces,  la  cual  conoceremos,  si  antes  que  vengamos  á  rompimiento  con 
estos  tus  vecinos  de  quien  serás  su  total  ruina,  si  llegamos  á  esos  hicieres  que 
aplaquen  su  furor  y  dejen  las  armas,  pues  pueden  tener  seguro  no  venimos  á 
emplear  en  ellos  las  nuestras,  sino  con  deseos  de  que  sean  nuestros  amigos  y 
parientes,  reconociendo  á  nuestro  Rey  por  suyo,  pues  es  el  mayor  del  mundo,  y 
á  quien  otros  Reyes  y  Príncipes  dan  vasallaje,  como  lo  han  hecho  los  grandes 
Reyes  de  Bogotá  y  Tunja,  de  que  se  les  ha  seguido  la  paz  y  quietud  de  sus 
haciendas  y  casas,  y  sobre  todo  el  enseñarles  á  tener  amistad  con  todos,  apar- 
tarse de  los  engaños  en  que  estaban  y  reconocer  á  Dios  y  otras  cosas,  que  con 
la  amistad  irían  sabiendo,  y  que  de  no  quererla  admitir  se  les  seguirían  mil 
inquietudes,  merecidas  por  su  dureza,  porque  la  mano  de  los  españoles  la  tienen 
con  quien  les  contradice  en  cosas  tan  justas  como  ésta  que  se  pretende  con  ellos." 


CAPÍTULO   XII 

Contenido  ;  I.*  Plática  que  hace  el  indio  negrito  á  los  indios  Lachimíes,  que  venían 
á  dar  guerra  á  los  nuestros— 2.»  Paces  que  se  hacen  por  medio  de  esta  plática  entre 
los  soldados  y  el  Lachimí— 3.°  Ofrece  el  Lachimí  indios  de  guerra  contra  Lutaima, 
y  no  los  quiere  recibir— 4.»  Embajada  que  envía  Vanegas  ¿  Lutaima. 


N' 


O  le  faltaba  al  indio  talento  para  comprender  la  sustancia  de  estas  ra- 
zones y  así  en  cumplimiento  de  lo  que  en  ellas  se  le  rogaba,  salió  luego 
al  encuentro  de  aquella  infinita  caterva  impetuosa  y  feroz  que  venía  á  pasos 
¡argos  en  buen  orden,  ya  no  lejos  de  los  soldados,  que  también  estaban  puestos 
en  él,  con  recelo  de  rompimiento,  si  no  quería  el  Cacique  Lachimí,  que  así  se 
llamaba  el  de  aquella  provincia,  dar  oído  á  las  razones  del  ami^o  que  le  fué 
con  fidelidad,  pues  llegando  á  la  distancia  de  los  que  lo  podían  oír,  haciendo  él 
con  la  mano  señal  de  silencio  á  los  que  venían  á  la  vanguardia  gobernando  á 
los  demás,  se  le  ^ercn,  y  alzando  la  voz  dijo  :  "  Bien  conocidas  son  por  todas 
estas  tierras  vuestras  fuerzas ;  con  la  lanza  y  dardo  en  vuestras  manos  han 
hecho  y  hacen  las  hazañas  que  todos  tenemos  en  memoria,  por  haber  pasado 
a  nuestra  vista,  pero  la  gente  que  tenéis  ahora  á  la  vuestra,  es  muy  otra  de  lo  que 
pensáis,  pues  á  su  belicosa  mano  no  hay  dificultad  que  no  se  rinda,  y  así  la 
guerra  que  se  les  ha  de  hacer  para  vencerlos,  es  la  que  ellos  nos  piden  y  mejor 


36  FRAY  PEDRO  SIMÓN  .     (6.*  NOTICIA 

que  nos  está  que  es  el  sosiego  y  paz  de  nuestras  casas,  de  que  gozaremos  como^ 
lo  prometen,  pues  tienen  ya  hecha  demostración  en  otras  naciones  nuestras 
convecinas  de  la  buena  amistad  que  guardan  á  quien  una  vez  se  la  prometen; 
ésta  os  piden,  y  convidan  con  la  suya  para  que  la  tengáis  con  su  Rey  y  Señor, 
que  dicen  lo  es  de  muy  grandes  reyes,  y  á  quien  hace  amistad  sabe  guardarlo 
•  y  defenderlo  de  sus  enemigos,  de  donde  podéis  entender  lo  bien  que  os  está 
dar  la  obediencia  á  quien  la  dan  tanto»  buenos,  con  que  ahora  veis  tantas 
muertes,  si  no  son  más,  como  las  hubo  en  los  que  habrá  diez  días  les  quisieron 
hacer  resistencia  en  la  tierra  del  Síquima." 

2°  No  fué  solo  á  cortar  el  aire  deeir  §stas  bien  intencionadas  razones, 
pues  hicieron  tal  impresión  en  todos  los  que  las  oyeron,  que  juzgando  por 
bueno  el  consejo,  y  dado  por  hombre  á  quien  ellos  conocían,  y  que  lo  era  para 
defender  su  persona  en  toda  ocasión,  desistieron  de  su  primer  intento,  mudán- 
dolo en  venirse  á  los  nuestros  sin  armas  ofensivas  y  con  abundancia  de  man- 
tenimientos, á  celelDrar  la  paz  que  se  les  prometía,  fiándose  del  buen  tercero  y  de 
la  verdad  con  que  les  parecía  les  procuraba,  en  cuya  confirmación  los  recibió  el 
Capitán  y  soldados  con  palabras  y  muestras  que  diesen  á  entender  el  gusto  que 
tenían,  habiendo  hallado  en  ellos  la  paz  que  tanto  deseaban.  Dándoles  á  vueltas 
de  buenas  palab^ras  algunas  cosillas  de  Castilla  que  traían  para  el  efecto,  que  lo 
hicieron  bueno  en  esta  ocasión,  pues  quedaron  con  ellas  satisfechos  desde  luego, 
ser  así  lo  que  les  habían  prometido,  para  cuya  firmeza  de  su  part^,  el  Lachimí 
habló  al  Capitán  Fernán  Vanegas,  diciendo  :  "  Jamás  en  mi  palabra  hallarás 
engaño  de  amistad,  si  yo  no  le  hallare  en  la  tuya,  y  así  te  podrás  fiar  como  de 
buen  amigo,  y  en  demostración  de  esto  ofrezco  seguir  tu  bandera,  y  si  gusta- 
res de  tomar  venganza  del  Síquima  en  los  agravios  que  te  ha  hecho,  acompañará 
á  tu  gente  toda  la  que  quisieres  de  la  n;iía,  pues  es  de  razón  quede  castigado  quien 
sin  hacerle  tú  ninguna  ofensa  te  hizo  los  agravios  que  hemos  visto." — "Estimo 
tus  ofrecimientos,  respondió  el  Vanegas,  en  que  has  mostrado  la  grandeza  de 
tu  sangre;  sabrélo  conocer  en  toda  ocasión,  como  lo  echarás  de  versen  las  que 
me  quisieres  emplear,  pues  es  bien  no  faltar  de  mi  parte  esta  correspondencia 
á  la  que  tuvieres  con  nosotros." 

3.°  <tNo  estoy  olvidado  del  castigo  que  merece  la  soltura  y  atrevimiento  del 
Cacique  Síquima,  pero  esto  ha  de  ser  en  tiempo  que  más  convenga,  porque  en 
esto  sólo  pretendo  dar  vista  á  la  tierra  de  este  otro  lado  de  la  serranía  y  saber 
qué  gente  sea,  para  lo  cual  sólo  he  menester  me  des  aJgunas  guías  que  sepan 
los  rincones  de  ella». — ccNo  sólo  esos  te  ofrezco, respondió  Lachimí,  sino  dos  mil 
combatientes  bien  armados  y  valiente  gente  que  sabrá  defender  tu  persona,  si 
los  de  esa  tierra,  en  cuya  demanda  llevas  los  intentos,  quisieren  molestaros, 
pues  tengo  por  sin  duda  los  tendrán   también  ellos   en   defender   sus   casas  de 


CAP.  XIl)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA  FIEME.  37 

gente  peregrina  como  sois  ». — a  No  pienses,  Lachimí,  respondió  Vanegas,  preten- 
do destruir  la  tierra  que  veilgo  á  conservar  y  defender  si  fuere  necesario,  y  así 
no  lo  es  que  lleve  yo  más  gente,  aunque  se  ofrezcan  los  encuentros  de  guerra 
que  tú  imaginares,  pues  para  ellos  y  toda  rebeldía  basta  la  gente  que  llevo,  y 
podría  suceder'  contra  estos  deseos,  si  me  acompaña'  la  tuya  destruyendo  la 
tierra  con  las  enemistades  antiguas  que  hay  entre  vosotros^).  Con  esta  resolución 
y  tres  indios  qué  le  dio  de  guías,  después  de  haberle  dado  largas  noticias  de  las 
tierras  en  cuya  demanda  iba,*  se  despidió  el  Capitán  de  Lachimí,  grande  enemi- 
o-o  de  Lutaima',  que  era  la  provincia  inmediata,  y  primera  donde  había  de  en- 
trar el  Vanegas,'y  así  reconoció  ser  las  intenciones  de  Lachimí  en  ofrecerle  gen- 
te de  guerra,  tomar  venganza  del  Lutaima  al  abrigo  de  los  españoles,*  que  como 
antes  venían  á  confederar  las  pasiones  que  tenían  unas  provincias  con  otras,  en 
aliando  los  intentos  de  Lachimí,  procuraron  atajarlos,  no  recibiendo  su  gente 
contra  el  de  Lutaima,  aunque  los  paliaba  con  buen  comedimiento,  y  de  no 
haber  recibido  lo  que  ofrecía,  .quedó  con  algunos  sentimientos,  conjo  después  se 
vido. 

4.^  A  los  primeros  pasos  que  dio  el  Capitán  Vanegas  en  la  provincia  de 
Lutaima,  halló  su  gente  armada  y  puesta  en  buen  orden  á  la  defensa  de  su  tierra, 
que  serían  sobre  seis  mil  lucidos  combatientes,  hombres  corpulentos,  briosos, 
con  ricos  y  encrespados  penachos,  de  aspecto  y  apariencia  feroz,  que  no  dejó  de 
poner  en  cuidado  al  número-  pequeño  de  españoles,  por  ser  manifiesto  el  ries- 
go en  intentar  por  armas  la  entrada,  en  la  provincia  de  gente  tan  prevenida  y 
determinada  á  todo  rigor  y  sucesos,  y  así  el  Capitán  Vanegas,  deseando  que 
le  sucediese  como  con  Lachimí,  tomó  por  tercero  al  mesmo  indio  negrito,  y  le 
habló  en  sustancia  las  mismas  razones  que  cuando  lo  envió  en  la  ocasión  pasada, 
añadiendo  para  más  obligarlos  el  no  haber  querido  admitir  cuatro  mil  hombres 
de  guerra  que  le  diera  el  Lachimí,.con  que  destruyera  aquella  provincia,  á  quien 
venía  con  pensamientos  de  hacerles  amistad,  y  que  si  no  tenía  éstos  el  Lutaima, 
pretendiendo  liacerles  'resistencia,  advirtiese  la  fáerza  que  había  oído  decir 
tenían  los  brazos  de  los  españoles,,  ayudada  de  la  de»  los  caballos  y  fiereza  de  los 
perros,  a  cuya  velocidad  no  hace  impedimento  más  la  cuesta  que  los  llanos,  y  si 
ellos  lo  quisieren  estar  á  nuestra  amistad,  verán  cómo  se  la  guardamos  y  defen- 
demos en  toda  ocasión  de  quien  los  ofendiese,  y  para  que  se  entiendan  mejor 
será  si  lo  que  les  dice,  darán  esta  sarta  de  cuentas  al  Lutaima  y  estos  botones 
colorados  de  que  nosotros  hacemos  estimación,  con  que  también  entenderá  la 
hacemos  de  su  persona. 


S8  FRAY  PEr)RO  SIMÓN  (6.*  KOTICIA 

CAPÍTULO  XIII 


Contenido  :  1,^  Embajada  de  Vanegas  dada  al  Lufcaima  por  el  indio  negrito  y  la  respuesta 
que  dio. — 2.°  Sale  de  amistad  el  Lutaima  y  da  paso  franco  á  los  nuestros  para  las 
tierras  del  Tocaima,  su  capital  enemigo — 3.°  Embajada  que  envía  con  el  negrito  al 
Tocaima  el  Capitán  Vanegas. 


P 


ARTIÓ  con  el  presente  y  razones  el  negrito,  confiando  volver  bien 
despacbado,  como  lo  dio  á  entender  al  despedirse,  y  acercándose  en 
pocos  pasos  al  Lutaima,  que  ya  había  hecho  alto  con  su  gente  en  im  lugar  á  su 
propósito  para  la  batalla,  le  habló  de  esta  manera:  "  Los  intentos  que  me  han 
traído  á  tu  presencia,  oh  gran  Lutaima,  son  apartarte  de  los  que  tienes  en  la  re- 
sistencia que  pretendes  hacer  á  los  españoles  en  la  entrada  por  tus  tierras,  gente  á 
quien  si  conocieras  sus  bríos,  bajas  los  tuyos,  y  tratarás  luego  de  lo  que  te  envían 
á  rogar,  pueg  es  de  concierto  de  paz  antes  que  vengan  con  guerra  á  perder  mu- 
chos la  vida,  y  después  de  hacer  por  fuerza  lo  que  ahora  de  grado  y  á  poca 
costa  podéis  admitir  y  estar  ciertos  ser  así  lo  que  os  digo,  pues  pudiendo  traer  con- 
sigo cuatro  mil  hombres  en  su  ayuda  que  le  daba  el  Lutaima,  vuestro  enemigo, 
entendiendo  habían  de  ser  de  algunos  daños  para  vuestras  tierras  el  traerlos,  de- 
terminó el  dejarlos,  con  que  se  aseguran  más  sus  intenciones,  que  lo  son  de 
haceros  amistad,  en  cuya  demostración  te  envía  el  Capitán  este  pequeño  servi- 
cio de  estas  cuentas  y  botones  (de  que  por  .entonces  sólo  hizo  demostración  sin 
dárselos),  y  advierte  ser  su  fortaleza,  que  cualquiera  resistencia  la  estiman  en 
poco,  pues  no  hay  para  ellos,  de  que  son  testigos  muchos  que  habiéndolo  queri- 
do hacer,  han  salido  desbaratados  con  pérdida  de  mucha  gente.  Ya  conoces  el 
desatino  que  hace  el  que  huyendo  la  paz,  busca  la  guerra".  Oyó  Lutaima  con 
atención  al  indio  hasta  acabar  sus  razones,  aunque  sin  intención  de  venir  en  lo 
que  le  decía  en  ellas,  antes  el  írselas  diciendo  fué  encenderle  en  cólera,  pues  á 
la  última  con  mucha  y  espantable  voz  le, respondió:  "  Tengo  por  desvergüenza 
que  un  mozo  loco  como  tú  vengas  á  dar  consejo  á  un  hombre  de  mis  canas, 
pues  eso  no  se  puede  atribuir,  sino  que  intentas  desestimarme,  con  que  te  has 
hecho  merecedor  de  un  gran  castigo,  como  lo  tendrá  de  mis  manos  el  Lachimí, 
que  sabe  ya  á  qué  saben,  por  el  ofrecimiento  que  hizo  á  los  cristianos  de  la 
gente  de  su  tierra  para  destruir  la  mía;  atrevimiento  qwe  no  se  apartará  de  mi 
memoria  hasta  que  borre  la  suya  de  la  de  todos,  con  venganza  que  espante 
al  mundo,  y  aunque  esos  cristianos  piensen  que  todo  él  les  teme,  no  me  metan 
esa  cuenta,  pues  los  tengo  por  burladores,  y  pienso,  como  presto  verán,  si  no 
Balen   con  brevedad  y  dejan  libre  mi  tierra,  que  se  cebarán  los  míos  en  la  san- 


CAP.  XIIl)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA   FIRME  39 

gre  de  sus  venas,  haciendo  fiestas  de  sus  carnes,  pesándoles  de  que  no  sean  más 
para  que  más  se  conozcan  quiénes  son  los  Lutaimas  y  quién  los  gobierna; 
esto  dirás  á  quien  te  envía,  j  que  si  algo  quisieren  granjear,  ha  de  ser  por  las 
puntas  do  las  lanzas  ".  Era  la  prudencia  del  mensajero  tal,  que  reprimiendo  la 
alteración  á  que  le  incitaron  las  palabras  y  dureza  del  Lutairaa,  con  deseos  de 
salir  adelante  con  sus  intentos,  y  venir  con  buen  despacho  á  quien  lo  envió, 
volvió  con  mansedumbre  y  palabras  blandas  á  tentar  sus  determinaciones,  y 
así  teniendo  en  las  manos  la  sarta  y  los  botones,  replicó  de  esta  manera:  «Haré 
como  es  razón  lo  que  me  ordenas,  pero  con  palabras  más  modestas,  pues  no  me- 
recen se  les  responda  de  esa  suerte  á  quien  sólo  te  pretende  agradar,  no  sólo  con 
razones,  sino  con  esto  quo  te  envían,  cosa  de  tanta  estima,  que  los  grandes  prín- 
cipes la  hacen  de  ello,  adornando  su  cabeza  y  cuello,  con  lo  que  tanto  agrada  á  la 
vista»;  y  haciendo  y  diciendo, llegó  á  ponerle  el  un  bonete  en  la  cabeza  y  púsose 
él  el  otro,  para  que  echase  de  ver  en  otra  cabeza  cuan  bien  parecería  en  la  suya, 
y  dioiéndole  á  vueltas  de  esto  algunas  lisonjas,  concluyó  diciendo:  «Pero  si  toda- 
vía gustares  de  que  se  dé  la  respuesta  que  dijisteis,  volveré  luego  á  darla,  aun- 
que no  querría  dudaseis  en  cumplir  sus  ruegos». 

2.®  Las  blandas  palabras  del  mensaj«íro  bastaron  para  ablandar  las  del 
Lutaima  y  su  dureza,  á  que  ayudó  mucho  el  presente  de  la  sarta  de  corales 
y  botones,  que  cosa  extraordinaria  para  ellos,  y.  por  la  condición  aniñada  que 
todos  tienen,  le  llevó  los  ojos  aquella  niñería,  y  así  mudó  sus  primeras  demos- 
traciones en  venir  desarmado  con  algunos  de  sus  nobles  y  hablar  al  Capitán 
Vanegas,  con  quien  asentó  la  paz  con  tanta  firmeza,  que  jamás  la  quebrantó, 
y  dio  paso  libre  por  sus  tierras  para  las  de  Tocaima,  no  por  ventura  sin  in- 
tentos de  verlas  por  aquel  camino  destruidas,  ya  que  no  podía  por  otro  para 
quedar  vengado  de  asedias  antiguas  y  agravios  nuevos  que  el  Tocaima  le  tenía 
hechos,  con  que  estaban  cebadas  entre  ellos  sangrientas  enemistades.  Pasaron 
con  esto  los  soldados  sin  encuentro  á  las  tierras  de  Tocaima,  dichas  así  de  un 
Cacique  antiquísimo  que  tuvieron,  porque  el  que  ahora  tenían  se  llamaba  Gua- 
cana,  qué  representaba  bien  su  grandeza  y  la  sangre  hidalga  de  sus  venas  en 
la  nobleza  de  su  condición,  disposición,  gentileza,  valor  y  autoridad  de  su  per- 
sona, no  sólo  en  el  trato  común  con  todos,  pero  en  la  majestad  con  que  se  hacía 
servir  de  sus  vasallos,  con  respeto,  prontitud  y  cuidadosa  diligencia,  en  que 
excedía  con  ventajas  conocidas  y  sin  comparación  á  todas  las  provincias  sus 
convecinas;  á  la  lucida  traza  y  gallarda  disposición  y  adornos  de  todos  los 
hombres  y  mujeres  en  común  de  esta  provincia,  no  igualaban  con  muchas  rentas 
los  de  las  otras;  pues  aunque  el  común  vestido  de  todos  era  el  que  les  dio  natu- 
raleza, y  á  medio  tapar  las  honestas  partes,  el  cuello,  frente,  brazos,  molledos  y 
pantorrillas,  traían  siempre  de  gala  con  piezas  de  oro  fino  y  sartas  de  cuentas  de 


40  FRAY   PEDRO    SIMÓN  .  (G.^  NOTICIA 

diversos  colores;  en  especial  se  señalaban  en  estas  joyas  los  que  lo  estaban  para, 
el  servicio  del  Cacique,  cosa  que  entre  los  de  las  otr/as  provincias  aun  no  pu- 
dieron los  nuestros  rastrear,  con  que  hasta  allí  no  acababan  do  sufrir  con  gusto 
los  trabajos  de  aquellas  provincias,  por  no  haberse  alentado  con  este  estimado 
metal,-  piedra  imán  de  los  ojos  del  inundo. 

S.*'  Con  esto  se  conoció  en  los  Tocaimas  mejor  discurso  y  más  despabilado 
entendimiento,  de  cuyos  rastros,  que  en  entrando  entre  ellos  comenzaron  a 
advertir,  se  llenaron  los  nuestros  de  esperanzas,  en  que  había  de  ser  fácil  de 
entablar  la  paz  y  amistad,  pues  con  la  mayor  luz  que  tenían,  conocerían  que 
lo  era  de  admitir  la  doctrina  de  la  Éeligión  cristiana  que  iban  á  proponerles, 
como  sucedió  y  dieron  á  entender  los  efectos  no  ser  vanas  estas  esperanzas, 
pues  aunque  los  hallaron  bien  prevenidos  en  campo  formado  de  numerosa 
hueste,  do  gente  fornida,  brava,  bien  armada  y  muy  á  punto,  con  determina- 
ción de  rompimiento  y  rigorosa  pelea,  hicieron  alto  en  dando  vista  á  los  nues- 
tros, para  con  atentada  mano  conocer  primero  los  intentos  de  los  cristianos  que 
ejecutar  los  suyos.  Intentaban  lo  mismo  los  nuestros,  pues  en  viendo  se  habían 
detenido',  llamó  Vanegas  á  su  negrito  y  dispúsolo  para  la  embajada,  diciendo  : 
''  Aunque  en  las  ocasiones  pasadas  he  conocido  tu  buen  talento,  en  ésta  querría 
acabarlo  de  conocer,  por  ser  de  más  consideración  la  persona  del  Tocaima  con 
quien  has  de  ir  á  negociar  la  paz,  que  con  los  demás  también  has  acabado,  y 
así  irás  á  decirle  lo  mismo  que  al  Lachimí  y  Lutaima,  poniendo  delante  lo  bien 
que  á  éstos  les  ha  sucedido  por  haberla  dado,  'pues  quedan  con  sosiego  en  sus 
tierras,  gozando  sus  Estados,  haciifendas,  hijos  y  mujeres,  y  que  lo  mismo  les 
sucederá  viniendo  en  esto^  y  aun  cosas  muy  mayores,  pues  pretendemos  hacer 
asiento  en  su  tierra,  para'  cod  mayor  amistad  y  parentesco  más  estrecho,  nos 
tenga  más  á  la  mano,  para  que  le  sirvamos  en  lo  que  nos  quisiere  emplear,  de 
donde  se  seguirán  inestimables  bienes  á  su  alma  y  la  de  todos  sus  vasallos,  por 
el  conocimiento  que  se  les  dará  del  verdadero  Dios,  y  de  una  vida  eterna,  que 
■durara  sin  fin."  Púsolo  con  esto  á  sus  razones,  de  que  el  negrito  se  hízo  capaz, 
y  partiéndose  luego,  llegó  al  Guacana,  y  con  gran  reverencia,  puesto  delante, 
se  las  supo  decir  tan  bien,  que  haciendo  en  ellas  impresión  el. Guacana,  le  hicie- 
ron-estar  meditando"  la  respuesta  buen  espacio  de  tiempo,  después  del  cual  las 
dio  con  muchas  y  cortesanas  palabras,  que  en  resolución  contenían  haber  tomado 
ejemplo  en  las  amistades  y  paces  que  habían  asentado  Eachimi  y  Lutaima  con 
gente  de  tan  altas  prendas,  para  no  tenerse  él  por  menores  en  hacer  lo  mismo, 
y  que  para  dar  mejor  asiento  á  todo,  se  determinaba  ir  en  persona  otro  día  á 
verse  con  el  Capitán  Vanegas,  de  que  no  recibió  poco  gusto  él  y  toda  su  gente 
cuando  el  negrito  llegó  con  la  respuesta. 


CAP,  XIV)  NOTICIAS  DE  LA*S  CONQUISTAS  DE  TIERRA  FIRME.  41 

CAPÍTULO  XIV 

Contenido  :  !.•  Determina  el  Tocaima  hablar  por  su  persona  á  los  españoles— 2.'»  Pónelo 
en  efecto  y  vense  los  unos  j  los  otros— 3."  Presenta  á  los  nuestros  abundancia  de 
frutos  de  su  tierra— 4."*  Asiéntanse  de  propósito  las  amistades,  y  fundan  los  españo- 
les la  ciudad  de  Tocaima  en  su  tierra. 


O 


RDENÓ  con  esta  determinación  volviesen  todos  los  guerreros  á  sus 
casas,  y  llegando  él  á  las  suyas,  comunicó  con  sus  Acaimas, 
que  eran  los  caballeros  principales,  su  determinación  do  confederarse  en  estre- 
cha amistad  con  los  cristianos,  y  dando  las  razones  en  que  fundaba  esto,  que 
eran  las  comodidades  que  se  lea  podían  seguir  de  la  paz  y  sosiego  en  sus  casas, 
les  persuadía  viniesen  también  en  eso,  pues  del  interés  de  ellas  habían  todos  de 
llevar  su  parte,  y  ahora  de  la  suya  les  rogaba  estuviesen  dispuestos  para  la 
visita  que  se  les  había  de  hacer  á  los  españoles  á  las  primeras  luces  de  otro  día. 
Ocupó  sus  cuidados  aquella  noche  en  prevenciones  de  regalo  y  comidas  con 
que  hacer  demostración  delante  de  los  españoles,  así  de  su  grandeza  como  de 
la  amistad  que  pretendía  hacer  con  ellos,  intentando  también  de  camino- ga- 
narles con  esto  más  las  voluntades.  Llegó  la  alborada,  y  á  dársela,  él,  los  Acai- 
mas y  gente  más  ilustre,  dispuesto  ya  á  acompañarle  en  el  viaje  y  visita  de  los 
Xuaes  (que  así  llaman  en  aquell^  lengua  á  los  españoles).  Estaban  también  yá 
estas  horas  la  copia  de  indios  señalados  y  que  eran  menester  para  llevar  las 
cargas  del  presente,  con  que  partió  luego  llevando  á  su  modo  la  gravedad  que 
á  un  tan  gran  príncipe  convenía. 

2.^  No  estaban  los  nuestros  en  este  tiempo  con  nífenor  cuidado,  esperán- 
dolo con  alborozo,  y  aun  haciéndoseles  cada  hora  diez,  advirtiendo  lo  mucho,  que 
les  importaba  su  amistad,  pues  con  ella  pensaban  asentarla  con  todos  sus  con- 
vecinos, de  quien  él  era  el  más  poderoso,  con  que  si  hacían  ellos  lo  mismo 
contra  los  que  se  quisiesen  rebelar  de  e^tar  rebeldes  en  la  amistad  que  preten- 
dían con  todos,  y  también  porque  no  se  malograsen  los  deseos  que  tenían  de 
fundar  la  ciudad  en  su  provincia,  á  la  vera  del  río  que  baja  de  este  Reino,  y 
la  baña  en  un  alegre  escombrado  y  llano,  sino  á  las  márgenes  del  que  ya  tenían 
tanteado  los  españoles,  donde  estaban  alojados,  cuando  vieron  venir  al  Guacana, 
desarmado,  compuesto  el  cuello,  cabeza,  muñecas  y  ,molledos  con  muchas  sartas 
de  cuentas  y  piezas  de  fino  oro,  en  que  le  imitaban  sus  acompañados,  todos  con 
indicios  pacíficos  y  de  amistad.  A  quien  siilió  el  Vanegas  acompañado  de  los 
más  principales  sus  compañeros  para  recibirlo  cuando  llegaba  cerca,  con  el 
aplauso  y  muestras  de  cortesía  desengañada  que  se  dio  á  entender  más  con 
afectos  y  señales  exteriores  de   abrazos,  con  que  significaban  sus  intenciones, 


42  FRAY  PEDRO  SIMÓN  (Q.^  NOTICIA 

que  con  palabras,  por  no  entenderse  con  ellas  los  unos  á  los  otros.  Con  este 
aplauso  y  muestras  de  alegría  lo  trajeron  hasta  meterlo  en  la  tienda  del  Capi- 
tán, dándole  á  entender  con  las  lenguas  la  que  habían  tenido  con  su  llegada, 
y  confianza  que  tenían  de  que  pasaría  muy  adelante  tomando  de  asiento  el  serle 
vecinos  y  amigos. 

3."  Eespondió  el  indio  bien  á  propósito,  no  con  razoi\£s  de  bárbaro  juicio, 
sino  acertadas  y  bien  compuestas,  prometiendo  de  su  parte  honradas  corres- 
pondencias de  amor  y  buena  amistad,  que  jamás  quebró  este  indio,  ni  sus  vasallos, 
desde  este  día  que  la  dieron  á  los  españoles,  y  porque  las  obras  corre.r-pondiesen 
á  las  palabras,  en  confirmación  de  las  amistades  que  de  ambas  partes  se  inten- 
taban, hizo  seña  el  Cacique,  al  disimulo,  que  entrara  la  gente  con  el  recado  que 
traía  de  mantenimientos,  que  no  fue  pequeño  socorro  á  los  soldados,  pues  en 
él  venía  gran  suma  de  maíz,  frutas,  baquiras  (quo  son  puercos  de  monte  que 
tienen  el  ombligo  en  el  espinazo,  correspondiente  á  la  parte  de  los  riñónos), 
venados,  conejos,  curies,  perdices,  palomas,  tórtolas  y  otras  aves,  de  que  tenían 
suma  destreza  estos  indios  en  cazarlas,  muchos  calabazos  de  miel,  que  crían  en 
abundancia  aquellos  países  en  huecos  y  concavidades  de  árboles  y  peñas,  de 
donde  también  se  saca  alguna  cera  que,  aunque  negra,  suele  suplir  la  falta  de 
la  de  España.  Acrecentó  con  vebtajas  el  gusto  de  los  españoles  las  que  á  todo 
esto  hacían  muchas  piezas  y  joyas  de  oro  fino  (jue  repartió  á  todos,  las  mejores 
á  los  más  principales,  que  luego  conoció  con  intuición  la  diferencia,  por  verlos 
más  elegantes  y  de  mejor  traza. 

4.*'  No  íaltó  correspondencia  de  parte  del  Capitán  Vanegas;  en  las  cosas 
quo  echó  de  ver  más  agmdarían  al  Cacique,  fueron  dos  bonetes  de  grana  fina, 
dos  camisas  de  labrados  cuellos  y  puños  de  seda  azul  y  colorada  con  otr^s  me- 
nudencias, á  quien  sólo  daba  valor  la  apariencia,  cOn  que  quedó  el  Guacan  a 
con  demostraciones  de  gusto  en  verse  tan  galán  con  una  camisa  que  le  puso 
luego  sobre  la  natural  librea  de  que  todos  se  visten  en  aquellas  tierras,  por  no 
ponerlos  el  ordinario  color  de  ella  en  necesidad  de  buscar  otro  vestido.  Al  fin 
estas  alternativas  dádivas  fueron  bastantes  principios  para  tenerlos  la  amis- 
tad que  se  pretendió  con  el  Cacique,  y  la  ciudad  que  intentaban  poblar,  de  que 
se  trató  luego  sin  dar  lugar  á  dilaciones,  porque  de  ellas  no  se  siguiese  variedad 
do  intenciones,  cosa  ordinaria  en  las  condiciones  mudables  y  aniñadas  de  estos 
indios.  Habló  el  Vanegas  luego  sobre  esto,  y  las  amistades  que  venía  hacer  con 
él  de  parte  del  Rey,  y  según  la  capacidad  que  halló  en  érde  los  bienes  espiri- 
tuales que  se  le  seguirían,  á  que  no  atendió  mucho  por  entonces  el  indio,  por 
ser  lenguaje  tan  otro  del  que  en  su  gentilidad  tenían;  pero  á  esas  otras  dos 
cosas  de  la  amistad  del  Rey  y  fundación,  mostró  tener  gusto  y  de  acudir  con  su 
gente  á  la  edificación  de  las  casas   en  el  sitio  que  escogiesen  de  sus  tierras,  ad- 


CAP.  XV)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA  FIRME  áZ 

virtiendo  que  de  las  de  los  otros,  con  quien  tenían  asentadas  paces,  acudiese 
también  alguna  gente,  para  que  á  la  suya  no  se  le  cargase  todo;  pues  el  que 
gobierna,  decía  el  indio,  todo  lo  debe  advertir.  Admiró  el  Capitán  y  soldados 
el  avisado  discurso  con  que  hablaba  el  indio,  y  aun  los  términos  cortesanos  en 
su  barbarismo,  por  donde  vinieron  á  concebir  de  él  un  gran  respeto  que  todos 
le  tenían,  fundados  también  en  la  largueza  con  que  había  comenzado  á  ofre- 
cerles riquezas  de  su  tierra  y  sitio  para  la  población,  que  dispusieron  luego  eu 
una  hermosa  y  agradable  llanada  á  las  riberas  del  río  que  dijimos  baja  de  este 
valle  de  Bogotá  por  el  salto  de  Tequendama,  que  es  doscientos  y  veinte  estados 
de  alto,  y  en  esta  provincia  de  Tocaima  llaman  de  Pati;  aquí,  pues,  se  determi- 
naron situarla,  á  los  últimos  del  mes  de  Abril,  el  mismo  año  de  mil  quinientos 
cuarenta  y  cuatro  (1544),  en  nombre  del  Key  Carlos  Quinto,  haciendo  todas 
las  diligencias  y  ceremonias  que  suelen  en  tales  poblaciones.  Nombróse  luego 
Justicia  y  Regimiento;  Alcaldes,  al  Capitán  Juan  de  Salinas  y  un  Hines- 
trosa;  Miguel  de  Gamboa  Sayavedra,  Juan  Ortiz  y  Juan  de  Porras,  Regidores; 
Alguacil  Mayor,  Miguel  de  Oviedo,  y  Miguel  de  Morales,  Escribano;  por  cuya 
traza  le  dispusieron  las  cuadras  y  solares,  que  se  repartieron  según  la  cantidad 
de  los  vecinos  que  se  hallaron  en  aquella  sazón,  para  que  cada  cual  á  su  gusto 
edificase  sa  casa  pajiza,  como  se  hizo  con  ayuda  de  los  vasallos  del  Tocaima  y 
otros,  hasta  que  después  se  fundaron  más  de  intento  de  piedra,  tapia  y  teja,  y 
aun  Juan  Díaz  edificó  algunos  años  después  una  tan  suntuosa  y  bien  acabada, 
que  podía  competir  con  la  de  un  gran  príncipe,  aunque  ya  el  río,  su  convecino, 
va  concluyendo  con  ella. 


CAPÍTULO  XV 

Contenido:  !.•  Avisa  Vanegas  á  Lachimí  que  venga  á  ayudarle  en  los  edificios  de  la 
ciudad  y  hállanlo  rebelado — 2*  Determina  el  Capitán  Vanegas  castigar  de  su  rebe- 
lión al  Lachimí — 3.«»  Ofrécesele  para  esto  el  Tocaima,  aunque  el  Vanegas  procura 
estorbarlo— 4.<>  Dispónese  el  Tocaima  y  los  nuestros  para  el  castigo  del  Lachimí. 

LO  que  habían  hecho  hasta  allí  los  españoles  no  había  dado  fin  á  sus 
cuidados,  por  no  haberse  acabado  con  aquello  el  pacificar  la  tierra, 
antes  habían  crecido,  pues  la  necesidad  le«  forzaba  no  sólo  á  pasar  más  adelan- 
te en  su  conquista,  sino  en  defender  la  ciudad  recién  cimentada,  con  que  nece- 
sariamente se  seguían  más  dificultades,  á  causa  de  haberse  de  dividir  los  solda- 
dos para  lo  uno  y  lo  otro;  y  aun  no  fué  de  poco  estorbo  hallarse  necesitados  á 
tomar  de  nuevo  la  pacificación  de  Lachimí,  que  con  la  misma  facilidad  qne 

5 


44  iraAT  pedro  sim(5k  (6.*  noticia 

liabía  dado  la  paz  la  quebrantó,  de  que  hizo  demostraciones  no  queriendo 
acudir  al  llamamiento  que  le  hizo  el  Capitán  Vanegas,  para  que  con  su  gente 
ayudara  á  los  edificios  de  la  nueva  ciudad,  y  respondiendo  al  que  de  su  parte  le 
dio  el  recado :  «  Díle  que  yo  soy  Eey  en  mi  provincia,  y  á  donde  yo  estuviere 
gobernando,  no  consentiré  á  otro  lo  haga,  pues  sería  eso  faltar  de  mi  grandeza, 
y  no  ser  hombre  para  conservar  lo  que  heredé  de  mis  mayores;  en  esta  deter- 
minación me  hallasen  siempre  los  cristianos,  porque  si  ellos  se"  precian  de  tener 
brazos  valientes,  no  tengo  yo  menos  confianza  en  los  míos  j>, 

2.°  Dio  cuidado  á  los  españoles  la  respuesta  arrogante  del  Lachimí,  consi- 
derando el  barranco  que  se  les  había  abierto,  que  pensaban  tener  ya  llano  y  ein 
dificultad,  y  que  de  no  allanarlo,  luego  se  harían  con  su  mal  ejemplo  otros,  y 
por  ventura  mayores,  de  rebeliones;  así,  determinaron  luego  atajar  este  pasmo 
con  el  fuego  de  la  guerra  y  deshacer  la  arrogancia  con  castigos,  dándole  á 
entender  cuan  pocas  eran  sus  manos  para  las  del  español,  y  para  los  pies  y 
dientes  de  sus  caballos  y  perros.  No  pudo  ser  tan  oculta  esta  determinación  del 
Capitán  y -su  gente,  que  no  llegara  á  los  oídos  del  Lachimí,  ó  por  haberlo  plati- 
cado con  descuido  algún  soldado  delante  de  algunos  indezuelos  del  servicio, 
que,  como  vivos  en  malicias,  coligieron  de  pocas  palabras  la  intención  y  modo 
con  que  trataban  los  españoles  de  hacer  el  castigo,  y  le  avisaron;  por  ventura 
lo  supo  por  algunos  espías  dobles,  bien  pagados,  que  tenía  para  esto  de  los 
mismos  tocaimas;  al  fin,  hubiese  sido  por  éste  ó  por  otro  camino,  el  Lachimí  so 
previno  para  la  guerra  con  todos  los  pertrechos  de  ella,  como  con  evidencia  se 
aupo  en  el  campo  de  los  españoles  por  espías  vasallos  del  Guacana,  que  con  la 
fundada  amistad  qu^  habían  hecho  con  ellos  acudían  á  su  favor  en  toda  ocasión. 
3.°  En  ésta  no  tuvo  intención  el  Capitán  de  valerse  del  Guacana  y  su 
gente,  por  evitar  crueldades  sangrientas  que  usan  estos  bárbaros  en  venganza 
de  sus  enemigos.  No  se  le  escondieron  estos  intentos  al  Guacana,  y  alterado,  ó 
á  lo  menos  con  sentimiento  amoroso  y  fundado  en  amif?tad,  hizo  demostración 
de  sus  sentimientos,  diciendo  á  los  soldados:  (C  He  entendido  yo  que  en  la  deter- 
minación que  tenéis  de  castigar  su  rebeldía  al  Lachimí,  no  queréis  aprovecha- 
ros del  seguro  que  os  he  dado  de  favor  en  toda  ocasidn,  pues  en  ésta  me  excluís, 
pienso  que  por  una  de  dos  cosas  :  ó  que  tengo  de  faltar  en  amistad  ó  en  la 
fortaleza  de  mis  brazos;  y  si  cato  es  así,  en  ambas  me  hacéis  agravio  de  que  me 
quejo,  y  ruego  se  me  guarde  el  decoro  y  honra  que  en  ambas  cosas,  desde  que 
nací,  he  sustentado  no  faltando  á  nadie  en  mis  palabras,  ni  mi  poderoso  brazo 
ha  vuelto  atrás  jamás  en  la  guerra.  Conozco  las  ventajas  que  vuestro  valor  nos 
tienen,  pero  también  quiero  conozcáis  que  para  con  mis  vecinos  y  parientes  no 
es  pequeño  el  mío,  en  especial  al  abrigo  del  vuestro;  y  así,  si  veis  que  os  im- 
porta, dispuesto  estoy  á  serviros,  y  si  no  mi  voluntad  se  ha  de  regular  siempre 


CAP.  XV)  NOTIOIAB  DE  LAS  CONQTHSTAS  DE  TIERRA    FIRME  45 

por 'la  vuestra  ».  Oyó  Vanegas  la  admirable  querella  y  sentimiento  del  Gaaca- 
na,  y  procurando  satisfacerle  con  señas  y  demostraciones  amigables,  le  respon- 
dió así  por  el  intérprete:  «  Yo  te  prometo,  amigo,  que  el  no  haberte  hablado 
acerca  de  lo  que  pretendemos  contra  Lachimí,  no  ha  •  sido  por  tener  de  ti 
opinión  contraria  y  de  poca  satisfacción  en  ambas  cosas  que  has  propuesto,  de 
la  que  siempre  mis  compañeros  y  yo  hemos  tenido  en  el  valor  de  tu  persona, 
bíi^o  antes  por  tenerlo  respecto,  y  que  no  pienses  comenzamos  luego  á  hacerte 
pedazos  fatigando  tu  gente  en  nuestra  defensa;  pero  si  acompañaros  en 
nuestra  jornada  gustas,  desde  luego  te  podrás  apercibir,  con  que  echarás 
más  fundamentos  á  tu  fideliáad,  y  á  mí  en  mayores  obligaciones,  pues  tengo  á 
buena  suerte  ser  socorridos  en  mis  necesidades  de  la  ayuda  *de  un  príncipe  de 
tanto  valor  como  he  conocido  en  ti,  con  que  quería  desechases  toda  sospecha  en 
la  confianza  que  tenemos  de  tu  valor  y  amistad  í.   .  * 

4-.0  No  hallaba  palabras  el  Guacana  en  agradecimiento  de  las  que  le  dijo  el 
Capitán  Vanegas  y  el  haber  admitido  su  voluntad;  y  así,  con  la  misma  que  se 
ofreció,  despidiéndose  de  los  españoles  y  llamando  á  sus  Capitanes  y  gente 
noble,  mandó  apercibiesen  su  gente  con  todos  los  pertrechos  de  guerra  de  bu 
usanza,  que  eran  macanas,  dardos,  ondas,  «lanzas,  flechas  bien  apercibidas  de 
mortal  veneno,  y  que  estuviesen  á  pique  para  salir  con  los  españoles  cuando  le 
ordenasen.  Cumplióse  con  puntualidad  su  mandado,  y  para  el  día  que  les  seña- 
laron, estuvieron  en  la  nueva  ciudad  .Naco  por  General  de  toda!la  gente,  Ibiata, 
Chipo,  Ibipaen,  Ibiacha,  Nane,  Quicha  y  otros  Capitanes  comuneros  de  gente, 
que  llegaba  á  más  de  una  legión,  á  quien  Guacana  hizo  una  arenga,  en  especial 
á  los  caudillos  que  la  pudieron  oír  mejor,  más  llena  de  autoridad  que  de  pala- 
bras, pues  fueron  solas  éstas:  «  A  pelear  venís  al  lado  de  una  gente  de  las  más 
valerosas  del  mundo,  procurad  serlo  también  vosotros  y  sacadme  la  barba  de 
vergüenza,  advirtiendo  que  tengo  de  estar  presente  y  quedaré  corrido  en  que 
no  sustentéis  el  nombre  que  habéis  heredado  de  vuestros  antepasados,  dándolo 
á  entender  á  los  cristianos  con  hechos  valientes,  y  que  lo  sois  para  las  ocasiones 
en  que  os  quisieren  emplear  en  su  favor,  poniendo  por  delante  la  coneideracióa 
de  quién  soy  yo  y  quiénes  vosotros ».  A  las  palabras  graves  del  Cacique 
correspondieron  las  animosas  respuestas  de  los  oyentes  con  fieros  degarros 
fanfarronerías,  como  de  multitud  tumultosa,  de  que  quedó  pagado  y  alegre  el 
Cacique,  lleno  de  mil  esperanzas  en  los  fines  que  se  deseaba  de  vengarse  de  su 
enemigo,  y  hacer  demostración  de  la  valentía  de  feu  gente  á  vista  de  los  espa- 
ñoles, que  ya  en  este  tiempo  estaban  apercibidos  para  la  salida  diez  de  á  caballo 
y  treinta  y  seis  peones,  quedando  los  demás  en  guarda  de  la  nueva  ciudad  y 
dando  prisa  al  edificio  de  las  casas,  no  se  olvidaron  de  llevar  algunos  perros,  que 
fueron  siempre  los  nervios  más  necesarios  en  estas  conquistas. 


46  FRAY  PEDRO   SIMÓW  (6.*  NOTICIA 

CAPÍTULO  XVI 

Contenido  :  !•  Toman  la  vuelta  los  nuestros  y  los  tocaimas  de  la  tierra  del  Lachimí, 

que  los  estaba  aguardando  con  prevención  de  guerra — 2*  Llegan  á  darse  la  batalla 

y  prosíguenla  con  mucha  braveza  de  ambas  partes — 3.*  Pasan  adelante  en  ella,  sin 

.  conocerse  ventajas  de  consideración  de  una  y  otra  parte — 4.*  Muerte  de  un  valiente 

indio  por  mancT  del  Guacana. 

DISPUESTO  así  todo,  j  los  indios  con  sus  gallardos  penachos,  en- 
vijado  el  cuerpo  j  puestos  en  escuadrón,  el  aviso  que  le  dieron  á 
Guacana  los  nuestros  dio  él  á  su  gente  y  banderas  haciendo  señas  con  ojos  y 
manos  á  su  General  Naco,  que  comenzaran  á  marchar,  como  lo  hicieron,  sin 
faltar  en  el  concierto  importante  que  era  menester,  pasando  por  tierras  de 
enemigos  y  en  su  demanda,  en  especial  teniendo  certidumbre  qne  los  esperaba 
con  cuidado  j  no  menos  gente  ni  pertrechos,  antes  con  bien  pensadas  prevención 
nes,  sin  un  punto  de  descuido  de  parte  del  Rachimi  y  sus  Capitanes,  que  los  más 
principales  se  llamaban  :  Ibicora,  Chires,  Tupa,  Tartapo,  Imibi,  Antar,  hom- 
bres de  monstruosa  estatura,  miembros  y  fuerzas  ;  tuvieron  aviso  de  sus  atalayas 
cómo  llegaban  cerca  los  contrarios,  y  poniéndose  en  orden  de  batalla  para  reci- 
birlos, ocuparon  el  sitio  que  ya  tenían  bien  premeditado  en  las  alturas  de  un 
monte,  donde  sin  riesgo  suyo  y  mucho  de  sus  contrarios  se  diese  la  batalla, 
teniendo  cierta  confianza  de  muchas  piedras  que  tenían  arriba  para  dejar  caer 
al  tiempo  de  subir  sus  contrarios,  por  los  reventones  que  había  para  llegar 
á  ellos. 

2.*  Los  últimos  de  Junio  del  año  que  hemos  dicho  de  mil  quinientos 
cuarenta  y  cuatro,  se  iban  ya  llegando  cuando  el  Capitán  Vanegas,  con  sus 
españoles  y  compañía  de  los  tocaimas,  llegó  á  vista  del  enemigo,  y  al  pié  de  las 
dificultades  del  puesto  que  tenía,  que  no  eran  pocas,  por  los  empinados  y  aspe- 
rísimos reventones  que  se  habían  de  gatear  para  llegar  á  los  contrarios,  que 
estaban  en  buenas  disposiciones  en  lo  alto  y  laderas,  con  que  tenían  las  piedras 
^  y  las  cuestas,  bien  dispuesto  todo  á  la  resistencia  de  los  que  lo  habían  de  ir 
subiendo  á  pié  forzosamente,  por  ser  inaccesible  á  los  caballos,  si  no  se  iba  da 
una  vuelta  y  otra  con  más  flema  y  tardanza  que  pedía  la  guerra  buscándoles 
camino,  y  solía  muchas  veces  que  en  el  que  traían  las  galgas  topaban  otras 
piedras  y  arrancándolas  con  la  violencia,  sucedía  que  despidiendo  de  arriba 
una,  llegaban  tres  ó  cuatro  abajo,  y  á  veces  más,'*por  haberse  quebrado  en  el 
camino,  y  dividiéndose  por  muchas  partes,  con  que  muchas  hacían  terrible 
estrago  en  sus  contrarios.  Para  librarse  del  arbitrio  en  una  buena  traza  ej 
Capitán  Vanegas  dispuso  fuesen  subiendo  todos  prevenidos  de  sus  armas  por 
las  cuchillas  de  los  reventones,  pues  era  cosa  cierta  el  imposible  que  tenía 


CAP.  XVl)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA   FIRME  4:7 

venir  derechas  las  galgas  por  el  lomo  de  la  cuchilla,  pues  naturalmentese  se 
habían  de  cargar  con  facilidad  á  un  lado  y  otro,  como  lugares  más  bajos, 
dejando  libres  estos  pasos,  y  que  cuando  ya  estuviesen  arriba  en  la  refriega 
con  los  enemigos,  cuando  por  la  prisa  que  les  diesen  ellos  y  los  alanos  no 
tuvieran  tiempo  para  despedir  galgas,  subiesen  sin  riesgo  de  ellas  los  caballos 
por  las  trochas  que  les  pudieron  hallar  acomodadas,  pues  cogido  el  alto,  lo 
estaba  el  sitio  con  su  llanura  para  poderse  servir  de  ellos;  pareció  bien  la  traza 
á  todos,  y  comenzando  luego  sin  dilación  á  subirla,  los  españoles  por  una  cu- 
chilla con  sus  ballestas  y  arpones,  los  que  las  llevaban,  rodelas  y  espadas  otros, 
con  diez  ó  doce  perros  de  trabilla  y  bien  industriados  en  derramar  sangre  in- 
diana ;  y  el  Cacique  Guacaua  cari  los  suyos,  á  imitación  de  los  nuestros,  por 
otra,  que  con  emperrada  furia  y  porfía  acrecentada  sobre  su  natural,  con  el 
abrigo  de  los  españoles,  procuraban  ganar  el  alto,  como  lo  hicieron  antes  que 
los  nuestros  por  ir  menos  impedidos  de  ropas  y  armas  defensivas,  con  que 
sucedió  que  la  mayor  parte  de  la  gente  enemiga  cargó  sobre  ellos,  con  el  furor, 
grita  y  alboroto  que  sigue  en  tales  trances  la  guerra.  Rompían  los  aires  de 
ambas  haces  con  gritos  y  clamores  de  gruesos  caracoles,  trompetas  y  otros 
instrumentos  á  su  modo.  Corre  la  confusión  por  todas  partes,  silban  las  flechas 
por  los  vagos  aires  despedidas  del  arco  y  poderosa  mano,  vuelan  las  galgas  por 
aquellas  cuestas  con  horribles  estruendos  y  ruidos,  aunque  éstos  fueron  más 
que  otros  efectos,  por  el  cuidado  que  se  tuvo  en  el  aviso  de  tomar  por  las  cu- 
chillas las  trochas,  si  bien  no  pudieron  escapar  algunos  de  los  tocaimas  sin 
heridas  peligrosas  de  flechas  á  la  subida,  en  que  tenían  ventaja  conocida  los 
de  arriba,  hasta  que  todos  llegaron  á  las  manos  y  los  nuestros  soltaron  de  las 
suyas  los  lebreles,  que  con  rabiosos  dientes  hacían  tal  estrago  en  el  rudo  bar- 
barismo,  que  á  dos  calcadas,  sin  ser  menester  más,  quedaban  descubiertas  las 
entrañas  de  aquellos  á  quien  asían  por  las  barrigas ;  tanta  era  la  fiereza,  de  que 
quedaban  más  espantados  y  temerosos  los  indios  que  de  la  de  los  españoles, 
en  ver  que  animales  brutos  fuesen  de  tanta  ayuda  á  los  hombres,  y  esto  con 
un  natural  instinto,  tan  admirable,  que  aunque  andaban  revueltos  los  indios 
amigos  con  los  otros  y  todos  vestidos  de  una  misma  desnudez,  no  tocaban  á  los 
indios  amigos,  haciendo  tales  estragos  y  dando  tanta  prisa  á  los  contrarios,  que 
andaban  ya  descompuestos  y  confusos  por  la  parte  que  se  había  comenzado  la 
pelea,  la  cual  confusión  pasó  muy  adelante  con  la  llegada  de  los  espafioles,  que 
fué  luego  tras  los  perros;  cuyas  espadas,  lanzas  y  ballestas  comenzaron  luego 
i  mostrar  quiénes  eran  loa  qua  las  traían,  con  el  estrago  que  se  hacían  tan 
grande,  que  se  conocía  en  los  contrarios  el  desmayo  y  mano  floja  con  qu6 
peleaban. 

3í°  Conociendo  esto  Lachimí,  que  como  un  rayo  se  aparecía  en  todas  partea 


'       43  FRAT  PEDRO  RIMÓIT  (6.*  NOTICIA 

esforzando  á  todos,  llegó  á  aquélla  con  gente  de  refresco,  j  animándolos  con 
altas  voces,  decía  :  " ;  Qué  es  de  vuestra  fortaleza,  Lachimíes,  el  ánimo,  destreza 
y  valentía  con  que  cada  cual  ha  peleado  hasta  aquí  ahora  ?  Ahora  es  el  tiempo 
que  más  importa  que  conozca  el  enemigo  nuestra  fortaleza,  defendiendo  la 
libertad  y  vidas  que  procuran  quitarnos,  y  si  ésta  se  perdiese  defendiendo  aquélla^ 
será  mayor  blazón  de  nuestra  nobleza,  pues  vivir  cautivos  es  evstar  tragando  la 
muerte  por  horas."  Fueron  estas  palabras,  aunque  sucintas,  tan  persuasivas  y 
eficaces  para  cobrar  los  tímidos  esfuerzos,  que  los  que  ya  se  encendían  lo  tenían 
perdido  del  todo,  revolvieron  como  principiantes  con  brío,  terrible  ímpetu  y 
determinado  denuedo  sobre  los  enemigos,  que  derriban  muertos  de  aquella 
primera  furia  no  pocos,  y  á  los  nuestros  metieron  tan  en  pretina  y  ocasión  de 
mostrar  quiénes  eran,  que  fué  menester  renovar  los  bríos  á  las  voces  que  tam- 
bién daba  el  Vanegas  esforzando  á  los  sujos,  y  el  Guacana  á  sus  guerreros, 
que  revistió  con  tanto  valor  la  tempestad  desesperada  de  su  enemigo,  que  con 
suma  entereza,  sin  que  le  hiciesen  dar  paso  atrás  á  él  ni  á  su  gente,  defendió 
el  lugar  que  al  principio  le  cupo  en  la  batalla,  con  ser  en  él  sus  mayores  ardores 
y  el  blanco  donde  la  mayor  tropa  de  la  gente  apuntaba. 

4:.^  Viendo  uno  de  los  Acairaas",  sus  enemigos,  llamado  Ibiantor,  los  bríos 
del  Guacana,  que  habían  sido  bastantes  para  defenderse,  de  s\ierte  que  habiendo 
él  sacado  á  muchos  de  esta  vida,  no  le  hubiesen  herido  por  ninguna  parte,  se 
le  llegó  cerca,  con  pies  ligeros  y  una  disforme  y  valiente  macana,  que  corres- 
pondía á  la  altura  y  fortaleza  de  sus  miembros,  y  le  dijo  levantando  la  macana: 
"  Grande  ha  sido  mi  ventura  y  suerte,  pues  me  ha  traído  á  emplear  mi  bastón 
sobre  Guacana,  con  golpe  tan  acertado  que  salga  de  esta  vida,  sin  ser  parte  las 
manos  españolas  para  librarse  de  las  mías  ; "  y  con  más  brevedad  que  las 
palabras,  descargó  sobre  él  la  poderosa  macana,  cuyo  golpe  sobrara  para  hacer 
lo  que  decía,  si  con  un  salto  ligero  no  se  librara  el  Guacana,  dejando  caer  el 
golpe  sobre  la  tierra,  que  quedó  bien  señalada  en  testimonio  de  la  notable 
fuerza  que  traía,  y  acudiendo  en  un  instante  con  la  suya,  lo  dio  i^u  valiente 
golpe  en  un  hombro,  que  él  y  la  espadilla  desampararon  lo  damas  del  cuerpo, 
y  asegundando  con  otro  al  punto  nada  más  blando,  le  dividió  la  cabeza  hasta  el 
cuello,  quedando  la  boca,  dientes  y  quijadas  colgando  sobre  el  pecho,  con  que 
en  silencio  salió  de  esta  vida,  ocasionando  al  Guacana  no  lo  tuviera,  pues  al 
caer  le  dijo:  ^^ Trocadas  sean  las  suertes,  Ibiantor,  pues  poco  há  decías  ser  el 
valor  de  tus  brazos  tan  mayor  que  el  de  los  míos,  cfue  bastarían  hacer  \o  que 
yo  he  hecho  contigo,  quedando  los  míos  y  mis  hombros  sanos,  en  que  habrás 
conocido,  mal  de  tu  grado,  la  vanidad  que  suelen  tener  los  locos  pensamientos^^ 
y  que  donde  hay  grandes  bríos,  se  suelen  hallar  otros  mayores.'* 


CAÍ.  XVIl)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA  FIRMA  49 

CAPÍTULO  XYII 

Contenido:  1.°  Huyen  los  Lachimíes,  y  siguen  el  alcance  los  Tocaimas,  haciendo  en 
ellos  crueles  estragos — 2.<*  Vuelven  los  españoles  con  victoria  á  la  piudad,  y  deter- 
minan salir  otra  vez  í.  reducir  al  Cacique  Calandaima — 3/  Llegan  á  bu  pueblo 
de  noche  y  dase  la  batalla  con  muertes  y  prisión  de  algunos  indios,  y  victoria  de 
los  nuestros — 4.'  Los  cuales  procuran  la  paz  con  Calandaima  por  medio  ^de  los 
presos, 

YA  en  este  tiempo  los  jinetes,  viendo  el  tropel  que  tr^ía  arriba  la  ba- 
talla, procurando  con  la  brevedad  que  les  daba  logar  la  dificultad 
de  la  subida  tomar  el  alto,  dando  mil  vueltas  de  una  parte  á  otra,  al  fin  se 
pusieron  arriba,  en  parte  acomodada  para  valerse  de  ellos,  y  atrepellando  por 
entre  los  duros  escuadrones^  hacían  estragos  tan  terribles  con  muertes  y  heridas 
crueles,  que  viendo  el  Lachimí  y  sus  Acalmas,  con  los  demás  sus  vasallos,  que 
yá  para  el  ímpetu  de  los  caballos  no  les  aprovechaban  las  armas,  tomaron,  como 
dicen,  las  del  conejo,  huyendo  desconfiados  de  sus  vidas  á  salvarlas  cada  cual 
como  pudiese.  En  cuyo  alcance  iban  los  tocaimas  con  la  velocidad  j  rabia  que 
loa  mismos  lebreles  que  iban  entre  ellos  á  la  misma  demanda,  con  que  sucedie- 
ron muchas  muertes  de  los  que  por  no  ser  tan  ligeros  para  huir,  caían  en  sus 
manos,  y  de  ellas  en  sentencia  de  ocupar  sus  dientes  y  vientres,  sin  grados  de 
apelación.  Llegaron,  siguiendo  el  alcance,  á  la  población  enemiga,  que  entonces 
era  de  notable  grandeza,  donde  aquella  tempestad  tumultuosa,  con  crueldades 
sobradas,  derramaban  arroyos  de  sangre  de  toda  suerte  de  gente  que  encontra- 
ban en  los  buhíos,  sin  perdonar  dueñas,  doncellas,  vejez,  ni  la  inocente  simpli- 
cidad, que  no  entregasen  á  pedazos  á  las  brasas  y  ollas  y  de  ellas  á  sus  estómagos, 
sin  poder  reparar  cómo  eran  tantos  estos  fieros  hambrientos  el  poco  número  do 
los  españoles,  tan  atroces  y  abominables  hechos,  aunque  no  insolencias,  pues  era . 
éste  el  modo  ordinario  entre  ellos  cuando  quedaban  vencedores.  Esta  era  la  ra- 
zón por  qué  excusaban  los  nuestros  de-  llevar  á  estos  indios  por  acompañados  en 
ninguna  ocasión,  de  que  en  ésta  le  dijese  el  Capitán  Vanegas  á  Guacana,  que 
mandase  luego  hacer  seña  á  recoger  su  gente,  si  bien  reservó  para,  cuando 
estuviesen  en  la  ciudad  el  decirle  la  razón  que  le  movía  á  eso;  hízolo  así  el  Gua- 
cana por  haber  conocido  en  las  razones  del  Capitán  ser  sus  intentos  que  no  se 
procediese  adelante  en  el  castigo,  y  así  á  la  señal  de  sus  caracoles  roncos  y 
trompetas  de  palo,  á  gran  prisa  se  recogieron  todos,  á  quien  mandó  el  Fernán 
Vanegas  con  pregón  ninguno  quedara  en  el  pueblo,  pues  bastaba  el  estrago 
de  hasta  allí,  que  no  había  sido  poco,  así  de  hacienda  como  de  personas, 

2.*^  Tomaron  con  esto  todos  la  vuelta  de  la  nueva  ciudad,  dejando  algunos 


50  FRAY   PEDRO    SIMÓN  (6.»  NOTICIA 

Tocaimas  muertos  y  dos  perros  j  un  caballo,  dos  españoles  mal  heridos  y  otros 
indios,  aunque  no  de  muerte,  á  donde  de  allí  á  pocos  días  vino  Lutaima,  que 
también  se  había  hecho  algo  reacio  cuando  lo  envió  á  llamar  el  Capitán  Vane- 
gas  y  Lachimí,  ya  con  mansedumbre  y  intentos  ambos  de  servir  á  los  españoles, 
asegurándoles  de  su  amistad,  viendo  que  sólo  había  aquel  camino  para  vivir  sin 
recelo  y  gozar  en  paz  de  sus  tierras,  casas  y  haciendas;  y  así,  después  que  dieron 
en  nombre  del  Rey  de  España  estos  dos  la  sujeción  y  obediencia,  y  fueron  ins- 
truidos en  el  modo  que  habían  de  guardar  en  pagar  los  tributos  al  encomende- 
ro que  se  les  diese,  volvieron  contentos  á  sus  casas.  Paitábales  á  los  nuestros, 
para  estar  seguros  en  las  suyas,  allanar  algunas  otras  provincias  que  habían 
hecho  rebeldes  demostraciones,  habiéndoles  enviado  á  llamar  y  convidar  con  la 
paz  el  Capitán  Vanegas,  como  fué  el  Cacique  de  la  provincia  Anapuima, 
llamado  Calundaima,  que  poj|  experimentar  si  hacía  correspondencia  con  sus 
obras  á  las  bravas  y  arrogantes  palabras  que  dio  en  respuesta  al  mensajero,  que 
con  blandas  y  amorosas  le  convidaba  con  la  paz,  determinaron  acometerle  de 
noche,  cubiertos  con  el  oscuro  manto  de  la  mitad  de  ella,  juzgando  ser  aquella 
hora  la  de  menos  riesgo  para  los  españoles  y  asaltados  por  el  secreto  con  que 
podían  hacer  su  faena  á  oscuras  de  los  bárbaros  Tocaimas,  de  quien  no  se  pudie- 
ron excusar  en  otras  horas,  por  estar  encarnizados,  desde  la  de  Lachimí, 
por  parecerles  llenaban  asaz  sus  vientres  de  carne  humana  con  las  victorias 
que  tenían  y  esperaban  alcanzar  al  abrigo  de  los  nuestros,  á  quien  todo  esto  les 
era  á  pan  de  muerte,  y  así  por  evitarlo  con  el  recato  y  secreto  posible,  procura- 
ron ocultarles  estas  sus  intenciones,  y  salir  á  las  primeras  sombras  de  la  noche 
cuarenta  compañeros  con  el  Capitán  Vanegas,  con  todos  los  pertrechos  de  guerra 
y  alguna  cantidad  de  perros,  tan  diestros  en  toda  ocasión,  que  cuando  alguno 
pedía  silencio  lo  guardaban  mejor  que  los  amos,  aunque  se  les  ofreciera  ocasión 
de  ladrar,  hasta  que  era  con  señas   incitadas. 

3.®  Fueles  guiando  en  esta  ocasión  por  caminos  excusados  el  indio  negrito 
hasta  llegar  cerca  de  la  más  principal  población  de  Oalandaima,  que  fué  al  que- 
rer reír  el  alba,  y  metiéndose  en  una  montuosa  rambla  entre  las  espesuras  de 
los  árboles,  estuvieron  ocultos  aquel  día  y  parte  de  la  siguiente  noche,  descan- 
eando, hasta  que  poco  antes  do  la  mitad  de  ella,  por  huir  de  los  rayos  de 
la  luna,  que  salía  por  aquellas  horas,  llegaron  con  atentados  pasos  á  las  primeras 
casas  del  pueblo,  donde  puestos  en  buen  orden,  oeroaron  las  que  tenían  aparien- 
cia de  ser  más  principales,  y  haciendo  seña  de  acometei;  la  trompeta  con  ímpe- 
tu terrible,  se  arrojaron  dentro  de  los  aposentos  pajizos,  sin  hallar  resistencia  en 
las  portezuelas  fáciles  de  cañas  que  usaban  tener  en  todas.  Bramó  luego  la  gri- 
ta y  alboroto  de  los  asaltados,  corriendo  la  confusión,  estruendo,  ruido  y  clamo- 
rea de  niños,   doncellas  y   casadas  por  todas  partes,  sin  atinar  á  ninguna  por 


OIP.  XVIl)    .        NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA  FIRME.  51 

donde  pudieran  escaparse  del  daño  que  tenían  presente,  y  así  los  de  las  casas  em- 
bestidas, sin  que  les  favoreciesen  sus  armas  á  la  defensa,  pues  sólo  la  procuraban 
hallar  en  gritos  y  clamores  confusos,  fueron  presos  y  entregados  á  guardas  tí- 
gilantes  dentro  de  una  casa  que  parecía  más  fuerte  y  acomodada  para  asegurar- 
los. Entre  tanto  los  de  las  otras  que  habían  hasta  allí  quedado  reservadas,  por 
Eer  los  soldados  pocos  y  haberse  ocupado  sólo  en  los  mayores,  salieron  á  la  grita 
con  sus  armas,  convocando  á  ella  con  voces  y  cornetas  á  los  más  apartados  arraba- 
les del  pueblo,  que  en  un  instante  se  juntaron  en  tanta  copia  de  gente  bien  arma- 
da, que  pusieron  en  confusión  la  nuestra,  de  manera  que  forzándoles  la  necesi- 
dad hubieron  de  dar  larga  á  los  sagueros,  que  con  ímpetu  rabioso  mandó  de  su 
natural  fiereza  acometieran  á  deshacer  la  de  los  indios,  que  sin  temor  de  aquel 
inconveniente  iban  á  más  andar  ganando  tierra,  y  ya  casi  contando  la  victoria, 
que  á  su  parecer  les  iba  dando  la  fuerza  de  sus  brazos  y  multitud  de  guerreros, 
como  sin  duda  la  consiguieran,  si  el  cruel  estrago  de  los  perros  no  fuera  tan 
adelante  que  les  hizo  perder  el  ánimo  y  concierto,  volviendo  en  desconcierto 
y  confusiones,  con  que  sin  resguardarse  unos  á  otros  dieron  lugar  á  los  rigurosos 
golpes  de  las  espadas  y  lanzas,  que  bien  á  su  salvo  herían  sin  hallar  resistencia,  y 
así  poniendo  el  remedio  en  mostrar  á  los  nuestros  las  espaldas,  lo  hicieron  así 
cada  cual  por  donde  pudo,  de  manera  que  á  la  alborada,  que  fué  hasta  cuando 
duró  la  refriega,  se  hallaron  los  nuestros  en  la  plaza  del  pueblo  con  solos  los 
cautivos  y  cuerpos  muertos,  con  otros  dos  lebreles  y  dos  españoles  mal  heridos. 
4.^  Deseando  el  Capitán  Vanegas,  como  siempre,  allanar  aquella  provincia^ 
más  por  amistad  que  sangre,  habló  á  los  prisioneros  por  medio  del  negrito,  que 
ya  con  el  trato  común  de  los  soldados  entendían  razonablemente  nuestro  len- 
guaje ó  castellano,  diciéndoles  que  no  se  afligiesen  de  verse  en  poder  de  los 
cristianos,  pues  no  pretendían  sus  muertes  con  aquello,  sino  que  fuesen  medio 
para  que  no  sucediesen  otras,  oomo  las  que  veían  á  los  ojos,  de  que  habían  sido 
ocasión  sus  parientes  mismos  y  ciudadanos,  por  no  haber  querido  desde  luego 
dar  la  paz  que  se  les  pedía,  sino  con  rebeldes  y  pertinaces  razones  enviar  en 
lugar  de  ellas  temerarias  amenazas,  con  que  nos  hicieron  perder  la  paciencia, 
y  probar  si  era  así  lo  que  blasonaban  de  sus  fuerzas,  en  que  han  venido  á 
conocer  tan  á  su  costa  las  nuestras,  con  que  podrán  bien  entender  serles  partido 
no  volverlas  á  probar  otra  vez,  sino  admitir  los  conciertos  de  paz,  como  lo  ha 
gido  para  el  Gran  Tocaima,  Lutaima  y  Lachimí,  aunque  esto  algo  á  su  costa, 
por  haber  tenido  la  rebeldía  que  vuestro  Cacique  Calandaima,  á  quien  no  será 
bien  contado,  no  haga  lo  mismo  con  nosotros,  que  los  referidos  con  que  estará 
seguro  y  pacífico  en  su  casa  gozando  de  sus  bienes,  mujeres  y  hijas  con  el 
fiervicio  y  tributos  de  sus  vasallos. 


52  FEAT  PEDRO    6IMÓN  (6.*  NOTICIA 

CAPÍTULO  XVIII 

Contenido  :  !.♦  Salen  de  paz  el  Cacique  Calandaima  y  Conchima— 2.o  El  cual,  habida 
licencia  de  los  españoles,  tomó  la  vuelta  de  sus  tierras — 3.*  Sale  el  Capitán  Vanegas 
á  la  pacificación  del  Cacique  Iqueima,  consigúese  el  efecto  y  después  en  otros  Ca- 
ciques hasta  dejar  de  paz  la  tierra — 4.<*  Trátase  de  las  cualidades  y  disposición  de  la» 
tierra  de  Tocaima. 

APERCIBIÓ  el  negocio  y  bien  por  entero  estas  razones  y  añadién- 
doles en  su  lengua  mayor  energía,  fueron  bastantes  para  hacerles 
prometer  á  los  presos  harían  venir  al  ^Calandaima  en  aquello  que  el  Capitán 
decía,  ad virtiendo  que  era  lo  que  les  estaba  bien,  y  así  les  hizo  soltar  á  todos, 
para  que  los  gandules  hiciesen  la  embajada,  dejando  en  rehenes  á  las  mujeres 
y  chusma.  Cumplieron   con   puntualidad   su   palabra,  pues  aquel  mismo  día  lo 
trajeron,   acompañándolo   muchos  de  los  Acalmas,  con  cantidad  de  miel  y  otros 
regalos  de  aves,  animales  de  caza  y  frutas.  Eecibiólos  el  Capitán  Vanegas  con 
aplauso  y  cortesía  de  todos,  y  en  muestras  de  amistad  le  dio  algunas  camisas 
bien  hechas  y  labradas,  bonetes,  espejos  y  cascabeles,  que  estimó  el  Calandaima 
en  mucho,  aunque  en  mucho  más  algunos  pedazos  de  sal,  estimada  entre  ellos, 
por  no  hacerse  en  toda   aquella   tierra,  y  ser  siempre  la  que  gastan  de  esta  del 
Reino,  de  que   por   entonces   carecían   totalmente,  por   impedir  el  contrato  las 
ordinarias  guerras  que  tenían  con  los  Moscas.  Hiciéronse  con  esto  firmes  con- 
ciertos de  paz  con  apretadas  fijezas  de  ambas  partes  y  demostraciones  de  la  del 
Cacique,  ofreciendo  luego  ciento  de  sus  vasallos  para  que  ayudasen  en  la  fábrica 
de  las  casas,  y  de  acudir  con  el  tributo  moderado  que  les  señalase  el  encomen- 
dero que  les  cupiese  en  el  repartimiento.   Partieron  con  esto  los  nuestros,  lle- 
vándole en  su  compañía,  tomando   la   vuelta  á  la  nueva   ciudad,  á  donde  en 
llegando    tuvieron    mensajeros   del    Gran    Cacique   Conchima,  cuya  tierra  era 
frontera  de  los  Panchos   contra  los  Moscas,  pues  confinaba  con  la  del  Tíbacuy, 
que  ya  era  de  los  del  Reino.  Pedía  en  la   embajada   encarecidamente  amistad 
por  la  experiencia  que   tenía   desde  cuando  le  desbarataron  á  costa  suya  el  Ca- 
pitán Juan  de  Céspedes  y  sus  soldados,  recién  entrados  en  Bogotá  los  españoles, 
de  que  ya  tratamos.  Daba  por  excusa  en  Ja  embajada  de  no  haber  venido  antes 
á  tratgr  de  paces,  al  ver  que  estaba  en  la  tierra  del  Guacana,  mortal  enemigo 
suyo,  pero  que  su  voluntad  había   sido   siempre   buena^y   ajustada  á  lo  que  le 
ordenasen,  como   lo   echarían  de  ver  por  experiencia   en   el   tiempo  que  le 
quedase  de  vida.    Agradecieron   los   nuestros  «1   comedimiento,  y  asegurando 
buena  amistad  y  favor  en  toda  ocasión,  le  mandaron  se  viera  con  ellos,  como 
lo  hizo  iuégo  que  llegó  el   mensajero  con  el  seguro,  tomando  la  vuelta  de  To- 


CAP.  XYIIl)  NOTICIAS    DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA    FIRME  53 

caima  acompañado  de  muchos  de  sus  Acaimas,  donde  fué  recibido  de  los  nues- 
tros con  agradable  comedimienta  y  regalos  en  demostración  de  la  amistad  qne 
querían  asentar  con  él,  como  con  los  demás,  y  que  se  desterrasen  de  entre  ellos 
las  enemistades  y  guerras  ordinarias  con  que  vivían,  ó  por  mejor  decir,  morían 
cada  día  amillarados. 

2.°  Gustóse  del  trato  que  le  habían  hecho  los  nuestros,  y  con  algunas 
cosas  que  también  le  dieron,  de  que  habían  llevado  buena  cantidad  para  él 
efecto,  pidió  licencia,  como  se  la  dieron,  y  volvió  con  el  aparato  que  entonces 
trajo  de  gente  de  guerra  para  su  defensa,  por  no  estar  seguro,  como  hemos 
dicho,  del  Tocaima.  No  se  olvidaba  de  reconocer  esta  amistad  desde  su  tierra 
con  algunos  regalos  que  enviaba  á  los  españoles,  juzgando  serle  más  sano  par" 
tido  conservando  la  amistad,  como  lo  hizo  todo  el  resto  de  su  vida,  rendirle» 
vasallaje  de  los  tributos,  que  estar  siempre  las  armas  en  la  mano,  y  riesgo  cada 
día  de  perder  la  vida,  de  que  también  los  nuóstros  quedaron  con  mucho,  como 
quien  lo  tenía  puesto  en  traer  á  todos  á  su  amistad,  más  con  blanda  que  rigorosa 
mano,  si  bien  fué  menester  de  todo,  pues  no  todos  admitían  este  camino  de 
blandura  para  allanarse,  fiados  en  su  fortaleza  y  la  del  sitio  de  sus  tierras,  por 
ser  algunas  tan  ásperas  que  les  parecía  poder  confiar  de  ellas  su  libertad. 

3.**  Fué  de  éstos  uno  el  Cacique  Iqueima,  pues  con  ser  de  los  más  cercanos 
á  la  nueva  ciudad  donde  estaba  poblado,  solas  cinco  leguas  al  Sur,  estuvo  rebelde 
7  pertinaz  en  mil  ocasiones  que  le  enviaron  á  llamar  por  bien  de  paz,  no  que- 
riéndola admitir  en  ninguna,  antes  responder  con  arrogantes  palabras,  con  que 
obligó  á  los  nuestros  á  darle  una  trasnochada,  como  lo  hicieron,  pues  señalando 
el  Capitán  Vanegas  para  llevar  en  su  compañía  cuarenta  soldados,  los  seis  ó 
siete  á  caballo,  todos  veteranos  y  curtidos  en  riesgos  y  ocasiones  semejantes, 
y  algunos  lebreles,  salió  del  pueblo  á  las  primeras  sombras  de  la  noche,  con  todo 
silencio,  por  excusar  no  se  le  apegaran  los  tocaimas,  por  los  inconvenientes 
dichos,  y  caminando  por  entre  la  oscuridad,  que  sobrevino  mayor  aquella  noche 
que  otras  con  algunos  aguaceros,  fueron  caminando  hasta  llegar  al  río  que  dicen 
Fusagasugá,  cuyas  corrientes  venían  tan  rápidas  por  venir  crecido,  y  ser  sa 
madre  la  piadosa  que  los  hizo  separ  y  aun  entender  no  les  había  de  dar  vado 
para  pasarlo  viéndole  por  todas  partes  con  riesgos  tan  conocidos,  que  al  más 
diestro  y  animoso  soldado  hacía  retardar  los  pasos  en  su  determinación  para 
arrojarse  al  agua.  Pero  viendo  cuan  á  propósito  les -era  la  noche  para  los  in- 
tentos, y  que  si  la  dejaban  pasar  sin  llegar  á  ella  á  dar  el  asalto,  podían  cpn  la 
luz  suceder  rigorosas  competencias  de  arabas  partes,  se  determinó  un  Alonso 
de  Aguilar,  atrepellando  temores,  pasar  á  la  otra  orilla  del  río,  y  así  tomando 
la  espada  en  los  dientes  y  la  rodela  y  hatillo  en  las  espaldas,  se  arrojó  á  la  oo- 
yriente,  por  donde  fué  entrando  hasta  donde  iba  tan  impetuosa,  que  faltándote 


54  FRAY   PEDRO   SIM(5n  (6.*  NOTICIA 

las  fuerzas  para  poderla  romper,  se  dejó  llevar  del  agua  con  harto  riesgo  de  la 
vida,  hasta  un  remanso,  donde  pudó  sosegarse  y  tomar  resuello  y  tierra  á  la 
otra  banda,  todo  con  harto  peligro,  aunque  no  lo  detuvieron  las  armas  y  el 
vestido,  pues  todo  le  sacó  libre,  dándole  mil  voces  los  compañeros,  á  que  no  res- 
pondía, por  no  dejárselas  oír  el  gran  ruido  del  agua,  con  que  les  parecía  se  lo 
había  llevado  y  ahogado,  hasta  que  subiendo  el  río  arriba,  se  puso  en  frente  de 
ellos  y  les  dio  voces,  con  que  salieron  de  las  sospechas,  y  dio  razón  del  riesgo 
en  que  había  estado,  y  así  no  querían  verse  en  el  mismo,  buscasen  otro  paso 
más  seguro.  Dábale  cuidado  esto  al  Capitán  Vanegas,  ver  que  se  le  pasaba  la 
noche,  y  con  ella  los  buenos  efectos  que  pretendía  hacer,  y  así  esforzando  á 
BUS  compañeros  soldados,  tentó  vado  en  ellos,  por  si  hallaba  alguno  tan  esforzado 
que  tentase  el  del  río,  sin  reparar  en  las  dificultades  que  tenían  á  los  ojos  y 
decía  el  Aguilar.  Callaron  todos,  hasta  que  un  Francisco  de  Barajas,  con  otro 
compañero,  dijo  que  él  lo  pasaba  y  tantearía  por  la  otra  banda  si  hallaba  algún 
paso  menos  dificultoso  por  donde  todos  pasaran.  Hízolo  así  y  con  menos 
riesgo  que  el  Aguilar,  se  vido  á  la  otra  banda  con  otro  compañero,  y  advir- 
tiendo que  más  abajo  era  menos  caudaloso  el  raudal,  avisó  y  pasaron  todos,  y 
siguiendo  su  derrota,  guiándolos  el  negrito,  llegaron  casi  al  quebrar  el  alba  al 
pueblo  de  Iqueima,  á  quien  acometieron  luego,  y  después  de  haber  tenido 
algunas  refriegas  en  que  prendieron  algunos,  se  tomaron  medios  cómo  viniera 
de  paz  el  Cacique,  con'  quien  también  la  asentaron,  y  guardó  después  con 
fidelidad.  Volvieron  con  esto  á  la  ciudad,  cuyos  edificios  se  fueron  siguiendo,  y 
después  en  discurso  de  algún  tiempo  pacificando  las  demás  provincias  que  no 
lo  estaban  en  éste,  y  haciendo  los  repartimientos  de  los  que  ya  lo  estaban  po^ 
mano  del  Adelantado  Don  Alonso  Luis  de  Lugo,  á  quien  enviaron  la  copia  á 
esta  ciudad  de  Santafé  de  los  Caciques  y  sus  vasallos  que  tenían  conquistados 
y  pacíficos. 

4.<*  Quedóse  esta  ciudad  con  el  nombre  de  la  provincia  donde  se  pobló  al 
modo  de  la  de  Tunja;  está  al  Oeste  de  esta  de  Santafé,  quince  leguas  algo 
inclinada  al  Noroeste,  tres  grados  y  treinta  y  cinco  minutos  de  latitud  ai  Norte, 
y  sesenta  y  ocho  grados  y  treinta  minutos  de  longitud  al  Oeste,  á  cuya  banda 
está  también  ésta  del  Río  Grande  de  la  Magdalena,  seis  leguas  á  la  margen 
del  río  Pesti  que  entra  en  el  grande,  ocho  ó  diez  del  pueblo.  Fundóse  en  una 
llana,  agradable  y  limpia  sabana,  degosa  poco,  pues  metiendo  allí  cabras,  comían 
de  una  frutilla  de  espinos  que  había  algo  apartados,  y  -«iniendo  al  pueblo,  de 
8U  estiércol  vinieron  á  nacer  tantos  y  tan  fuertes,  que  entretejían  las  casas  y 
ahogaban  el  pueblo  con  espesa  montaña.  Tuvo  esto  mayor  crecimiento  cuando 
tuvieron  mayor  diminución  los  naturales,  que  fueron  acabándose  por  la  posta, 
de  manera  que  siendo  más  de  seis  mil  los  que  había  cuando  entraron  á  sus  con- 


CAP.  xviii)  noticias.de  las  conquistas  de  tierra  firme  55 

quistas  los  españoles,  han  quedado  hoy  trescientos  escasos,  ó  por  juicios  secretos 
de  Dios,  que  se   cansaba  de  sus  abominables  costumbres,  ó  por  enfermedades 
graves  que  les  han  sobrevenido   de   virueles  y  sarampiones,  que  no  ha  sido  la 
menor  causa  de  su  consumo,  á  que  se  añadió  la  prisa  que  se  les  dio  en  trabajos 
de  minas,  porque  aunque  en  toda  la  tierra  de  los  Panchos  se  hallaron  pocas,  loa 
sacaban  de  ella  á  trabajar  en  otra,  que  se  hallaron  mucha  grosedad,  como  fueron 
las  que  dijimos  de  la  Sabandija  y  Venadillo,  de  donde  se  sacó  gran  suma  de  oro, 
que    hoy  es  muy    poco.    El  temple,    aunque  es   calidísimo  todo   el   año,    es 
saludable  á  causa  de   ser  tierra  tan  seca  que  ni  aun  las  noches  la  humedecen 
con  el  sereno,  pues  si  ponen  á  él  un  pliego  de  papel,  á  la  mañana  lo  hallan  tan 
seco  como  se   puso.  Esta  y  otias  causas  la  fueron  para  que  por  muchos  tiempos 
desde  su  fundación  fuese  la  ciudad  de  recreación  y  donde  iban  á  cobrar  salnd 
los  de  esta  de  Santafé  y  otras  partes  de  esta  tierra  fría,  que  no  son  tan  acomo- 
dadas para  esto,  ni  se  halla  el   regalo  de  las  frutas  que  allí  se  dan,  como  son 
todas  suertes  de  naranjas,  cidras,  limones,  higos,  limas,  uvas,  melones,  granadas 
con  todas  las  de  la  tierra,  todo  el  año.  El  pasado  de  mil   quinientos  veintiuno 
(1521)  creció  tanto  el  río  su  vecino  que   anegó  del  todo  las  pocas  casas  que  ya 
tenía,  con  el  convento  de  Nuestro  Padre  Santo  Domingo,  que  desde  sus  prin- 
cipios estaba  allí  fuudado,  con  cuya  ocasión  la  tomaban  los  vecinos  y  irse  á 
poblar  á  otra  parte  donde  hallaban  más  comodidad  para  sacar  oro  de  ciertas 
minas,  como  lo  hicieran,  á  no  estorbarlo  el  Presidente  que  es  hoy  de  este  Reino, 
Don  Juan  de  Borja,  caballero  de  la  Orden  de  Santiago,  que  no  vino  en  eso  por  ser 
el  postarer  pueblo  de  españoles  que  hay  en  este  Eeino  para  el  camino  del  Pirú, 
pues  cerca  de  él  comienza  el  gran  valle  de  Neiva,  por  donde  se  camina  al  Sur, 
llevando  el  Río  Grande  á  la  mano  derecha,  sin  topar  pueblo  hasta  el  de  Timaná, 
qne  es  el  primero  de  la  primera  tierra  del  Pirú,  y  así  ordenó  al  Capitán  Martín 
de  Ocampo,  Corregidor  de  la  ciudad  de  Mariquita  y  su  partido,  por  entrar  en 
ésta   el   de   Tocaima,   la  volviese  á  fundar  cerca  de  donde   estaba,   en   una 
mesa  algo  alta,  y  libre  de  las  inundaciones  del  río,  de  donde  sacó  una  acequia  «? 
que  corriese  por  los  cimientos  de  la  mesa  para  el  servicio  del  pueblo,  como  hoy 
lo  está.  Las  frutos  de  esta  tierra  han  sido  ganado  mayor,  por  los  buenos  pastos 
y  sabanas  que  tiene,  cosechas  de  caña  dulce,  de  cuyo  beneficio  sale  buena  can* 
tidad  de  miel,  azúcar  y  colaciones  para  esta  tierra  fría. 


56  FRAY   PEDRO   SIMÓN  (5.*  NOTICIA 

CAPÍTULO  XÍX 

OoNTENiDO  :  1.0  Historia  es  lo  mismo  que  pintura— 2.«  Traza  ocn  que  descubre  Don 
Alonso  la  hacienda  del  Capitán  Gonzalo  Suárez— 3.*  Pretendiendo  Don  Alonso  sacar 
el  dozavo  de  la  Caja  Real,  prende  y  huyen  los  oficiales  que  se  lo  contradecían — 4.** 
Provéese  por  Juez  de  Residencia  á  Miguel  Díaz  de  Almendaris— 5.*  Hácense  tam- 
bién diligencias  contra  el  Adelantado  en  la  Audiencia  de  Santo  Domingo,  y  él  las 
hace  para  salir  del  Reino— 6.*  Hace  el  Adelantado  á  Lope  Monta]  vo  de  Lugo  bu 
Teniente  General. 

OCO  sabe  de  historia  qiiien  no  sabe  que  es  lo  mismo  que  la  pintura, 
pues  la  una  y  la  otra  presenta  á  los  ojos  cosas  pasadas,  aunque  con 
alguna  diferencia,  pues  la  historia  hace  cosas  á  lo  hablado,  y  la  pintura  á  lo 
mudo,  de  donde  viene  hacer  que  la  pintura  es  una  historia  muda,  y  la  historia 
una  pintura  parlera  ;  con  otra  sustancial  diferencia:  que  la  pintura  representa 
de  una  vez  todo  lo  que  significa,  lo  que  no  puede  hacer  la  historia,  pues  han 
de  irse  dando  sucesivamente  lugar  unas  cosas  á  otras,  por  el  imposible  que 
tiene  de  decirlas  todas  juntas,  y  así  lo  ha  hecho  y  ha  de  hacer  esta  nuestra 
historia,  como  se  ve  en  esta  ocasión,  que  habiendo  tratado  de  la  conquista  de 
los  Panches  y  población  de  Tocaima,  vuelve  ahora  á  tomar  el  hilo  de  lo  que 
pasaba  entre  tanto  en  las  ciudades  de  tierra  fría  con  el  Adelantado  y  Goberna- 
dor Don  Alonso  Luis  de  Lugo. 

2.^  El  cual,  procediendo  en  la  prisión  y  causas  del  Capitán  Gonzalo  Suárez 
Rondón,  vino  á  rastrear  tenía  escondida  su  hacienda,  oro,  vajilla  y  esmeraldas, 
donde  no  lo  sabía  más  que  un  Pedro  Vásquez  de  los  do  Aíza,  cuñado  suyo, 
casado  con  una  sobrina  ó  hermana,  Doña  Catalina  Suárez.  A  éste  dio  en  ame- 
nazar el  Gobernador  por  sí  y  por  personas  interpuestas,  con  tormentos,  cárceles 
y  prisiones,  si  no  declaraba  dónde  estaba  la  hacienda  del  Suárez,  que  no  le 
salieron  en  balde  al  Don  Alonso,  pues  estos  temores  le  hicieron  descubrirlos  ; 
de  donde  sacó  tan  buena  cantidad  de  oro,  plata  y  esmeraldas,  y  entre  ellas  una 
tan  gruesa  como  un  pomo  de  una  espada,  limpia,  verde  y  de  rica  calidad,  que 
con  esto  y  las  costas  que  le  hizo,  vino  á  minorarle  de  su  hacienda  al  Suárez 
el  importe  de  más  de  cincuenta  mil  ducados.  El  gusto  que  cobró  el  Don  Alonso 
con  el  amarillo  y  verde  del  oro  y  esmeraldas,  le  hizo  hacer  demostraciones  de 
más  blandura  con  el  preso  en  palabras  y  obras,  pues  sacándolo  de  las  prisiones 
y  cárcel,  le  comenzó  á  tratar  sin  ningunas  otras  vejaciones,  con  afables  y  blan- 
das palabras,  de  que  tenía  tan  buen  caudal  como  el  Suárez  de  riquezas,  procu- 
rando con  ellas  curarle  la  llaga  con  que  quedaba  del  despojo. 

3.®  Trató,  concluida  esta  partida,  do  solicitar  otras,  pidiendo  su  dozavo, 


Cap.  xix)  noticias  de  las  conquistas  de  tierra  riRMS  57 

de  los  Reales  Quintos,  á  los  oficiales  Reales  Pedro  Briceño,  que  era  el  Tesorero, 
y  Juan  Ortiz  de  Zarate,  que  era  el  Factor,  los  cuales,  reparando  en  la  cédula 
que  para  esto  presentaba,  en  lo  mismo  que  repararon  los  oficiales  Reales  del 
Cabo  de  la  Vela,  no  les  pareció  ser  suficiente  ni  quo  tuviera  ejecución  hasta 
declaradas  las  dudas  por  el  Real  Consejo,  por  cuya  ocasión  los  hizo  echar 
presos,  teniéndolos  con  prisiones  y  guardas  á  su  costa  muchos  días,  hasta  que 
cierta  noche  ellos  y  los  guardas  determinaron  huirse  juntas  de  la  cárcel  para 
ir  en  demanda  de  su  justicia  y  agravios  á  la  Audiencia  de  la  Isla  Española  ó  al 
Real  Consejo  de  Castilla.  Lo  que  procuró  atajar  el  Don  Alonso  luego  que 
llegó  á  su  noticia  la  fuga,  despachando  ciertos  soldados  bien  armados  y  á  su 
parecer  confidentes  suyos,  para  que  los  prendiesen  ó  matasen  en  caso  que  les 
quisiesen  hacer  resistencia.  Hízoles  salir  al  efecto  con  la  brevedad  posible  y 
buen  matalotaje,  porque  no  se  detuvieran  á  buscarlo  en  el  camino,  que  les  dio 
la  vida  y  sirvió  de  socorro  á  los  huidos,  pues  lúégo  que  les  dieron  alcance  junto 
al  Río  Grande,  cerca  del  pueblo  de  Tocaima,  les  mostraron  los  recados  que 
llevaban,  diciendo  á  lo  que  iban  y  aun  los  intentos  que  llevaban  de  acompañar- 
les hasta  donde  ellos  llevaban  los  suyos,  diciendo  que  no  estaba  la  tierra  para 
vivir  en  ella  gente  honrada  como  ellos  eran,  hasta  que  Dios  mudase  los  tiempos 
y  el  Gobierno,  y  haciendo  pedazos  el  mandamiento  de  Su  Señoría,  trataron  de 
hacer  balsas,  y  en  ellas  y  dos  ó  tres  canoas  que  hubieron  á  las  manos,  se  echa- 
ron el  Kío  Grande  abajo  todos  y  atrepellando  mil  riesgos  y  dificultades,  así 
por  el  mal  avío  que  llevaban  como  por  los  muchos  indios  de  guerra  que  á  cada 
paso  se  les  oponían  en  el  río,  al  fin  llegaron  á  la  Costa,  desde  donde  los  demáa 
fueron  á  la  Real  Audiencia  de  Santo  Domingo  en  la  Española,  y  Domingo  de 
Aguirre  guió  su  derrota  á  Castilla,  y  en  el  Real  Consejo  de  las  Indias- dio  con 
sagacidad  y  prudencia,  por  estar  dotado  de  ambas  dos  cosas,  larga  relación  de 
todas  éstas  y  muchas  que  dejo  por  no  alargarme  ni   ser  de  tanta  importancia. 

4.°  De  donde  resultó  proveer  luego  por  Juez  de  Residencia  al  Licenciado 
Miguel  Díaz  de  Almendaris,  natural  de  Pamplona,  ea  el  Reino  de  Navarra, 
colegial  que  había  sido  del  Colegio  viejo  de  Salamanca,  hombre  muy  docto, 
caballero  de  muchas  y  muy  buenas  partes,  y  de  tanta  satisfacción,  que  la  tuvo 
el  Real  Consejo  para  encargarle  las  residencias  no  sólo  del  pueblo  del  Cabo 
de  la  Vela,  sino  también  de  cuatro  Adelantamientos  y  Gobernaciones,  que 
fueron  la  de  Santa  Marta  con  este  Reino  que  se  comprendía  en  ella,  la  de 
Cartagena,  la  del  Río  de  San  Juan  en  la  costa  del  mar  del  Sur  y  la  de  Popayán, 
que  todas  cuatro  eran  también  Adelantamientos  en  aquel  tiempo,  aunque  hoy 
sólo  son  Gobernaciones  las  tres,  y  la  del  Río  de  San  Juan,  ni  uno  ni  otro. 

5.^  No  se  hicieron  en  la  Real  Audiencia  de  Santo  Domingo  menos  nego- 
ciaciones contra  el  Don  Alonso,  por  parte  del  Tesorero  Pedro  Briceño  y  del 


58  I-RAY   PEDIÍO   SIMÓN  (6.*  KOTIOIA 

Factor  Juan  Ortiz  de  Zarate,  con  otros  enemigos  que  se  aliaron  á  éstos  y  apor- 
taron allí  de  intento  para  el  efecto,  pues  por  las  quejas  que  supieron  dar  de  bus 
agravios,  se  despacharon  provisiones  á  todos  los  puertos  de  la  mar,  para  que  lo 
prendiesen  si  acaso  llegase  á  ellos,  sospechando  sería  breve  el  bajarse  del  Eeino 
con  recelo  de  los  enemigos  que  se  habían  escapado  de  él,  de  quien  podía  enten- 
der con  claridad  la  habían  de  haber  dado  al  Real  Consejo  á  otra  parte,  buscan- 
do su  defensa  y  desagravio;  y  no  se  engañaron  en  sospechar  esto  del  Adelanta- 
do, pues  desde  que  estos  sus  enemigos  silieron  del  Reino,  lo  hicieron  andar 
luego  estas  sospechas  de  leva  para  salir  también  él  á  su  salvo,  y  sin  aguardar 
rayo  de  visita  ó  residencia:  ésta  era  la  causa  de  hacer  más  apretadas  diligencias 
para  acrecentar  sus  caudales,  que  él  decía  de  ordinario  en  toda  ocasión  quería 
juntarlo  en  esta  tierra  para  irlo  á  gastar  en  otra  mejor;  andaba  de  ordinario 
rastreando  y  sacando  santuarios  y  abriendo  sepulturas  de  indios  antiguos,  de 
donde  no  allegó  poca  suma  de  oro  y  esmeraldas,  pues,  como  dijimos,  todos  lleva- 
ban de  esto  consigo  cuando  se  enterraban. 

6.<*  Ya  en  este  tiempo  había  vuelto  al  Reino,  de  su  jornada  del  fingido 
Dorado,  en  que  gastó  quince  ó  diez  y  seis  meses,  con  los  trabajos  que  ya 
apuntamos,  Fernán  Pérez  de  Quesada  y  su  hermano  menor,  Jiménez  de 
Quesada,  uno  de  los  primeros  soldados  que  llevó  Diego  de  Almaguer  á  Chile, 
hombre  de  muy  buenas  partes,  y  mucho  más  brioso  que  los  hermanos,  aunque 
algo  trejo.  También  vino  Lope  Montalvo  de  Lugo,  deudo  del  Adelantado  Don 
Alonso,  que  como  dijimos  entró  en  este  Eeino  con  Nicolás  de  Fedremán,  hom- 
bre valiente  y  de  los  caudillos  más  señalados  en  la  Gobernación  de  Venezuela, 
honrado  caballero  y  tan  apacible,  que  en  toda  su  vida  sapo  contradecir  razón 
ajena,  fuese  de  la  manera  que  quisiese,  que  á  no  ser  tan  flexible  en  esto  pudiera 
templar  en  mil  ocasiones  de  disgusto  para  él  y  otros  al  Don  Alonso,  pues  le 
hacía  tanta  amistad  por  el  parentesco  y  afición  que  le  tenía,  que  le  hizo  su 
Teniente  general  á  poco  de  como  llegó  á  la  jornada,  con  intentos,  como  lo  hizo, 
de  dejarle  su  Lugar  Teniente  cuando  saliese  del  Reino  para  España. 


OAP.  XX)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DK  TIERRA  FIRME.  59 

CAPÍTULO  XX 

Contenido:  !.•  Temiendo  el  Adelantado  se  hiciese  la  gente  del  Reino  á  la  parte  de 
los  Quesadas  contra  él,  los  prendió— 2. <>  Comete  la  causa  á  un  Alcalde  villano  que 
dio  garrote  con  aceleración  á  un  escribano— 3.°  Sentencia  Don  Alonso  á  los  Quesa- 
das  á  destierro  de  todas  las  Indias  Occidentales— 4.°  Despachó  el  Adelantado  una 
tropa  de  soldados  hacer  la  primera  entrada  á  los  indios  Muzos. 

"yT^STABA  el  Fernán  Pérez  de  Quesada  en  tan  buena  opinión  con  todos 
jPj  los  vecinos  y  soldados  del  Reino,  ya  por  ser  hombre  de  condición 
blanda  y  partido  con  todos,  como  se  echó  de  ver  en  su  Gobierno,  pues  no  tenía 
cosa  que  no  fuese  de  todos,  ya  por  su  hermano  Gonzalo  Jiménez  de  Quesada, 
que  había  sido  su  caudillo  en  el  descubrimiento,  á  quien  todos  estaban  aficiona- 
dísimos, y  porque  no  tenían  poco  desabrimiento  con  el  Gobierno  del  Don 
Alonso,  que  se  descuidaban  de  él  conocidamente  todos  los  soldados  viejos  y 
encomenderos,  y  se  llegaban  á  los  Qaesadas  visitándolos  á  menudo  y  no  apar- 
tándoseles del  lado,  de  que  el  Adelantado  comenzó  luego  á  llenarse  de  malas 
sospechas,  y  á  no  tenerlas  todas,  como  dicen,  fundándose  también  en  haber 
conocido  desde  luego  estaba  mal  quisto  y  poco  admitido  de  su  modo  de  Gobier- 
no; y  así,  como  hombre  sagaz,  valeroso  y  de  resueltas  determinaciones,  las  tuvo 
de  prender  á  los  Quesadas,  y  arbitrando  como  para  que  se  hiciese  sin  ruido- 
Estando  en  la  ciudad  de  Tunja,  en  las  casas  del  Capitán  Gonzalo  Suárez,  donde 
vivía,  por  tenerlas  ya  por  suyas,  habiéndoselas  adjudicado  a  sí  entre  las  demás 
cosas  que  le  quitó,  metió  gente  de  secreto,  bien  armada  y  apercibida  para  todo 
suceso,  todos  de  los  compañeros  que  vinieron  con  él  de  las  islas,  y  enviando  á 
llamar  á  los  Quesadas,  que  luego  vinieron  sin  sospecha  del  engaño  que  les  tenía 
armado,  el  mismo  Don  Alonso  por  su  mano  les  quitó  las  espadas  y  dagas,  y 
hizo  poner  presos  con  grillos  y  en  un  cepo  y  con  guardas  á  su  costa. 

2.°  Acompañóles  en  la  prisión  un  Bartolomé  Sánchez,  escribano  y  enco- 
mendero del  repartimiento  de  Sáchica,  que  lo  hizo  también  prender,  porque  había 
dado  ciertos  testimonios  á  algunos  que  le  pedían  para  su  defensa  de  agravios  que 
les  había  hecho  el  Adelantado,  pretendiendo  pedirlos  arste  el  Emperador  ó  su 
Real  Consejo.  Llevaron  esta  prisión,  aunque  con  notables  sentimientos,  con  mucha 
prudencia,  los  aficionados  de  los  Quesadas,  sin  demostraciones  de  alborotos, 
remitiendo  para  otros  tiempos  la  satisfacción  de  aquellos  agravios.  Era  á  la 
sazón  Alcalde  Ordinario  en  la  ciudad  de  Tun|f\  un  Diego  Sánchez  de  Saníana, 
hombre  de  los  que  dicen  testarudos,  fieros,  arrojadizos,  tercos  y  obstinados,  á 
quien  cometió  las  causas  de  los  presos,  mandándole  les  hiciese  cargos  y  admi- 
tiese sus  descargos,  guardándoles  en  todo  justicia.  Trató  de  esto  tan  acelerada- 

6 


60  FRAY  PEDRO  SIM(5n  (6.*  KOTIOIA 

mente  el  buen  villano,  que  pretendiendo  con  prisa  ganar  gracias  y  amistad  con 
el  Don  Alonso,  se  la  dio  tanta  al  Bartolomé  Sánchez,  que  aquella  misma  noche 
de  como  le  entregaron  la  causa,  le  hizo  dar  garrote  en  la  cárcel,  y  que  después 
lo  colgasen  en  el  rollo,  de  que  el  Don  Alonso,,  sabiéndolo,  quedó  como  pasmado 
por  la  aceleración  de  la  sentencia,  aunque  si  se  holgó,  le  pesó  en  que  también 
y  á  la  sanda  sé  ejecutase,  él  se  lo  sabe  y  su  conciencia;  pero  al  fin  el  miserable 
quedó  muerto,  y  el  que  lo  sentenció  hueco  y  ufano,  como  si  sumerced  hubiera 
hecho  alguna  señalada  valentía. 

Z.^  La  causa  más  principal,  entre  otras  que  la   proligidad  no  me  da  licen- 
cia para  escribirlas,    que   les   hicieron   á   los    Quesadas    para  la  prisión,  fué  la 
muerte  que  habían  dado,  á  lo  menos   el   Fernán   Pérez,  al   Caoiqueí^vTunja  con 
los  leves  indicios  que  dijimos,  ó  por  ventura   falsos,   había   declarado  contra  él 
un  indio  de  rebeliones  y  alzamientos  de  la  provincia.  Esto,  y  ver  la  aceleración 
con  que  había  procedido  el  Alcalde  contra   el  Escribano,  hacía  de  estar  llenos 
de  temores  á  los  Quesadas   no   les   sucediera   otro   tanto,  si  bien  sus  prisiones, 
aunque  eran  seguras,  no  tan  apretadas  que   no   les    visitasen  todos  los  que  que- 
rían delante  de  las  guardas;  y  así,  estando   entre  temores,  entrando  á  visitarlos 
un  Cabrera  de  l^osa,  continuo  del  Adelantado,  le  preguntó  el  Jiménez  de  Quesa- 
da  qué  sentía   del    fin    que  hubiesen  de  tener  sus  causas,  porqre  sin  en  lias  lo 
habían   de   tener   sus    vidas,    como  lo  tuvo  la  del  Bartolomé  Sánchez,  querían 
disponerse  luego  para  ello  con   diligencia  y  prevenciones    cristianas  y  que  estu- 
viesen hechas  en  la  notificación  de  la  sentencia,  á  quien    el   Cabrera   respondió 
consolándolos,  que  aunque  el  negocio  era  ya  tan  público  acerca  de  todos,  á  él  no 
le  era  lícito  descubrir  lo  que  se  trataba  allá  detrás  de  paredes,  pues  la  confianza 
que  de  mi  se  hace,  pide  la  fidelidad    que   es   razón   se   tenga  á  los  mayores,  en 
especial  en  cosas  graves,  aunque  con  todo  esto  podré  decir  que  no  es  tanto  ésta 
que  haya  de  darse  por  ella  sentencia  de  muerte,  pues  hasta  la  de  destierro  sólo 
pienso  llegarán  sus  rigores,  con  que  quedaron  consolados,  y  mucho  más  cuando 
sucedió  así,  pues  á  pocos  días  se  la  notificaron  de  preciso  destierro  de  todas  las 
Indias  Occidentales,  que  para  los  miedos  que  tenían  de  que  había  de  ser  de  este 
mundo    ( aunque   lo   fué   presto,   como   presto  diremos ),    fué   de   mucho   á 
ellos  y  á  sus  amigos,   en   especial   habiéndoseles  otorgado   la  apelación  para  la 
Real  Audiencia   de   Santo   Domingo,   donde  les  estuviese  mejor  alegar  de  su 
justicia,  como  lo  hicieron,  transando  luego   su   viaje  gpr   el   río  á  la  ciudad  de 
Santa  Marta,  á  donde  llegaron   en   canoas,  y  desde  allí  *ea  una  fragata  é  la  de 
Santo  Domingo,  en  cuya  Audiencia  trataron  de  sus  causas. 

4.0  Viendo  el  Adelantado  en  el  discurso  de  este  tiempo  los  estragos  que 
hacían  los  indios  de  la  Provincia  de  los  Muzos  en  los  Moscas,  que  confinan  con 
ellos  en  la  parte  del  Norte,  pues  entraban  en  sus  tierras  cuando  podían  y  los 


CAP.  XXI )  NOTICIAS  DE  XAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA  FIRME.  61 

sacaban  y  comían,  como  quien  saca  carneros  para  eso  de  una  manada,  envió  una 
tropa  de  buenos  soldados  con  el  Capitán  Diego  Martínez,  para  que  conquistase 
y  poblase  aquella  tierra  el  mismo  año  de  cuarenta  y  cuatro  (1544).  Salió 
al  efecto  de  esta  ciudad  de  Santafé  con  buenas  armas  y  municiones,  y 
entrando  por  la  parte  de  Suratena  que  cae  á  las  vertientes  del  Eío  Grande 
respecto  de  la  provincia  de  los  Muzos,  tuvo  con  ellos  encuentros  tan  rigurosos' 
luego  á  los  primeros-  pasos  que  comenzó  á  dar  en  la  provincia,  que  estuvieron 
todos  los  soldados  á  pique  de  perderse,  por  ser  tan  pocos  y  la  gente  tanta,  y  así 
le  pareció  mejor  acuerdo  que  pasar  adelante,  dejar  por  entonces  la  empresa, 
hasta  que  con  más  fuerza  de  gente  se  emprendiera,  como  era  menester  para  la 
mucha  que  eran  los  Muzos.  No  fué  con  todo  eso  en  balde  la  entrada,  pues  ha- 
llando algunas  gallinas  de  las  nuestras  que  habían  habido  en  rescates  ó  trueques 
de  los  Moscas,  les  hallaban  en  los  buches  algunas  esmeraldas  y  maíz,  aunque 
pequeñas,  de  donde  se  tomó  muestra  y  rastro  de  que  en  aquella  provincia  las 
había,  que  hasta  entonces  no  se  había  sabido,  pues  cuantas  habían  hallado  los 
españoles  hasta  allí  entre  los  indios  Moscas,  había  sido  de  las  minas  de  So- 
mondoco,  aunque  no  me  puedo  persuadir  á  que  muchas  de  ellas  no  fuesen  de 
los  Muzos,  pues  no  eran  causa  sus  enemistades  de  que  no  se  comunicasen  unos 
con  otros  en  mercados  y  rescates,  como  dejamos  dicho,  desde  cuando  eran 
señores  los  Moscas  de  la  tierra  de  los  Muzos,  antes  que  éstos  subieran  de  las 
partes  occidentales  y  márgenes  del  Kío  Grande  y  se  apoderaran  de  las  cordilleras 
donde  viven  y  están  las  minas  y  cerro  de  Itoco  de  las  esmeraldas. 


CAPÍTULO  XXI 

Contenido:  !.•  Pretende  el  Adelantado  Don  Alonso  que  la  población  del  valle  de 
Neiva  caiga  dentro  de  su  Gobierno,  y  no  en  el  del  Adelantado  Belalcázar— 2.»  El 
cual  se  lo  contradice  con  ásperas  razones  en  una  carta — 3.^  Dispone  Don  Alonso  su 
partida  á  España  y  deja  por  su  Teniente  á  Lope  Montalvo  de  Lugo— 4.'»  Embárcase 
el  Adelantado  en  el  Río  Grande  y  llega  á  Santa  Murta  con  los  que  le  acompañaban. 
5.0  Ordena  el  Capitán  Lorenzo  Martín  pueble  una  Ciudad  en  la  provincia  de  Tama- 
lameque— 6.0  Hácese  á  la  vela  el  Adelantado  en  Santa  Marta,  y  tocando  en  la  ran- 
chería del  Cabo  de  la  Vela,  le  hacen  vuelva  las  perlas  que  había  tomado  de  la  Caja 
Real. 


Y 


A  dijimos  cómo  Sebastián  de  Belalcázar,  á  poco  de  como  llegó  á  esta 
ciudad  de  Santafé  y  se  vido  con  el  Teniente  General  Gonzalo  Ji- 
ménez de  Quesada,  despachó  con  gente  al  Capitán  Cabrera  para  que  poblara  en 
las  sabanas  del  valle  de  Neiva,  por  donde  él  había  entrado  descubriendo  en  este 


62  FRAY  PEDRO     SIMÓN  (6.^  NOTICIA 

Reino.  Quiso  atajar  esta  población  el  Adelantado  Don  Alonso,  pretendiendo 
pertenecer  á  su  Gobierno  la  tierra  donde  se  poblaba  y  que  por  su  mano  había 
de  correr  si  se  hubiese  de  hacer  allí  población,  y  si  estaba  hecha,  que  le  había 
de  estar  sujeta.  Escribió  esto  al  Adelantado  Belalcázar,  y  enviando  el  despacho, 
para  que  tuviera  mejor  efecto,  según  él  disimulaba,  con  el  Capitán  Baltasar 
Maldonado,  acompañado  de  algunos  soldados,  intentó  dos  cosas  :  la  una  ver  si 
podía  adjudicar  á  su  Gobierno  aquella  población,  y  esto  fué  lo  menos  principal 
que  pretendía  en  esta  diligencia,  porque  á  lo  que  principalmente  atinaba  en 
ella  era  á  lo  segundo,  que  fué  apartar  de  junto  á  sí,  aun  de  todo  su  Gobierno,  al 
mensajero,  por  ser  hombre  de  valor  y  quien  podía  hacerle  punta  en  sus  deter- 
minaciones, y  esto  hacía  con  todos  los  que  conocía  de  iguales  prendas,  buscándo- 
les y  aun  inventando  ocasiones  de  ausencias. 

2.*'  Tomó  el  Adelantado  Belalcázar  con  desabrimiento  el  recaudo  y  carta 
y  con  el  mismo  dio  la  respuesta,  bien  amostazada,  con  que  lo  quedó  también  el 
Don  Alonso,  pues  le  hizo  hacer  demostraciones  con  .palabras  de  que  deseaba 
verse  con  él,  hombre  á  hombre,  para  librar  en  la  espada  la  determinación  del 
caso,  aunque  la  de  Belalcázar  era  también  de  muy  gran  satisfacción,  como  lo 
tiene  bien  conocido  el  mundo  en  los  valerosos  hechos  de  sus  manos,  que  todos 
saben  hizo  en  las  conquistas  que  le  vinieron  á  ellas,  y  no  tuvo  menores  deseos  de 
verse  con  el  Don  Alonso,  no  tanto  para  la  determinación  del  caso,  sobre  que  se 
engendraron  asedias,  cuanto  por  haber  cabido  las  que  traían  con  él  por  su  modo 
de  Gobierno  todos  los  vecinos  de  este  Nuevo  Reino,  á  quien  él  conocía  por 
amigos  desde  que  estuvo  en  él  ;  pero  pasados  estos  primeros  movimientos,  pudo 
más  la  prudencia  que  el  enojo,  y  así  vino  á  parar  en  escribir  la  carta,  aunque 
bien  ocasionada  para  provocar  al  Don  Alonso  á  lo  dicho. 

3.°  Ibanse  ya  llegando  los  últimos  meses  del  año  de  mil  quinientos  cua- 
renta y  cuatro  (1544)  y  dándole  prisa  los  deseos  que  tenía  de  salir  del  Reino? 
porque  no  se  los  privase  algún  visitador,  la  dio  el  Adelantado  en  su  partida' 
enviando  gente  que  hiciesen  barcos  en  la  costa  del  Río  Grande,  donde  sol/an, 
en  el  paraje  de  la  nueva  ciudad  de  Tocaima.  Dispuso  entre  tanto  las  cesas  que 
le  parecieron  importantes  dejar  ordenadas  para  el  buen  Gobierno  en  su  ausencia 
y  dando  poderes  para  que  'quedara  en  su  Lugar  Teniente  á  su  deudo  Lope 
Montalvo  de  Lugo,  en  teniendo  aviso  de  que  ya  estaban  á  pique  los  barcos, 
hizo  avisar  la  gente  quo  le  pareció  á  propósito  para  JJevar  consigo  en  guarda 
del  tesoro  que  llevaba,  así  de  los  Reales  Quintos,  como  suyo,  unos  hasta  llegar 
al  Mar  del  Norte,  como  fueron  los  Capitanes  Juan  de  Céspedes,  Martín  Galiano, 
Lorenzo  Martín,  Francisco  Salguero,coa  otras  más  de  veinte  personas,  todas  acre- 
ditadas en  estimación  y  bienes  ;  otros  hasta  Tocaima  ó  Río  Grande,  con  quien 
mandó  fuese  el   Capitán   Gonzalo   Suárez,  so  color  de  caudillo  de  los  soldados 


CAP.  XXl)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA    FIRME.  63 

que  iban  eu  guarda  de  la  Real  Hacienda,  que  llevaba  hasta  el  embarcadero, 
habiéndolo  asegurado  que  se  volvería  juntamente  con  los  demás  desde  allí  á 
esta  ciudad  de  Santafé. 

4.0  Desde  donde  salió  con  todo  este  acompañamiento  y  llegando  á  la  vera 
del  río,  donde  ya  estaban  dispuestos  los  bergantines  y  otras  canoas  al  viaje, 
despidiendo  los  demás  que  iban  sólo  hasta  allí,  mandó  meter  dentro,  con  prisio- 
nes, al  Gonzalo  Suárez,  y  así  aprisionado  lo  llevó  consigo  hasta  llegar  á  la  ciudad 
de  Santa  Marta,  que  fué  yá  á  los  postreros  días  del  año  dicho  de  mil  quinien- 
tos cuarenta  y  cuatro  (1544),  donde  hizo  poner  á  buen  recaudo,  como  lo  estuvo 
en  la  ciudad,  que  no  fué  mucho,  hasta  disponer  su  viaje  para  Castilla,  que  era 
el  tiempo  que  lo  traía  inquieto,  de  manera  que  en  cualquiera  tardanza  hallaba 
peligro,  con  que  no  la  hizo  allí  mayor  de  lo  que  fué  menester  para  comprar  una 
muy  buena  nave  y  bien  aparejada  al  viaje,  como  quien  llevaba  dinero  para  todo. 
Despachó  también  en  aquellos  días  desde  allí  al  Capitán  Francisco  Salguero, 
que  poblara  una  ciudad  en  el  Valle  de  Upar,  por  haberle  parecido,  cuando  pasó 
por  él  al  Reino,  tierra  bien  á  propósito  para  eso,  como  hemos  dicho,  aunque 
esta  población  pienso  que  por  entonces  no  tuvo  efecto,  por  haber  sido  el  que 
la  pobló  después,  con  la  permanencia  que  tiene  hoy,  el  Capitán  Santana, 
por  mandado  del  Licenciado  Miguel  Díaz  de  Almendaris. 

0.'^  Dejó  también  ordenado  al  Capitán  Lorenzo  Martín,  y  aun  lo  más 
cierto  es  lo  despachó  por  su  mano,  que  poblase  otra  en  la  provincia  de  Tamala- 
meque,  como  lo  hizo  luego  á  los  principios  del  año  de  mil  quinientos  cuarenta 
y  cinco  (1545)  en  el  mismo  pueblo  del  Cacique  Tamalameque  ó  Tamalaguataca, 
desde  donde  se  mudó  después  una  legua  más  arriba  á  la  provincia  de  Sompallón, 
sobre  las  barrancas  del  mismo  Río  Grande,  y  le  llamaron  Santiago  de  Sompa- 
llón, desde  donde  se  volvió  á  bajar  cuatro  leguas  á  otro  sitio  sobre  las  mismas 
barrancas  del  río,  por  orden  del  Capitán  Bartolomé  Dalvo,  y  le  llamaron  San 
Miguel  de  Las  Palmas  de  Tamalameque,  por  unas  que  había  en  el  sitio  donde  le 
plantaron.  Y  últimamente  lo  bajaron  once  leguas  por  el  mismo  río  y  barrancas, 
poniéndole  en  frente  de  la  villa  de  Mompox,  donde  ahora  está  yá  tan  á  lo 
último  de  dejar  de  ser,  que  está  dando  las  postreras  boqueadas  con  seis  ú  ocho 
vecinos  solos  que  le  han  quedado. 

6.0  Yá  dijimos  cómo  Francisco  de  Castellanos,  Tesorero  de  la  Hacienda  Eeal 
del  Cabo  del  pueblo  de  la  Vela,  envió  á  hacer  relación  y  quejarse  al  Real  Con- 
sejo de  las  Indias  de  la  violencia  con  que  le  había  quitado  el  Adelantado  Don 
Alonso  Luis  de  Lugo,  cuando  pasaba  al  Reino,  la  llave  de  la  Caja  Real,  y  había 
sacado  la  cantidad  de  perlas  que  decía  pertenecerle  del  dozavo,  de  la  cual  rela- 
ción resultó  el  despachar  recaudos  á  los  de  aquel  pueblo,  para  que  tuviesen 
exenta  jurisdicción  de  siete  leguas  á  la  redonda,  y  se  gobernasen  por  los  Alcal' 


64  FRAY   PEDRO   S1M(5n  (6.*  NOTICIA ' 

des  del  pueblo  y  sin  dependencia  de  ningún  Gobernador,  en  cualquiera  parte 
de  gobierno  que  hallasen  y  pescasen  perlas,  y  que  las  que  había  tomado  con 
aquella  violencia  el  Don  Alonso  Luis  de  Lugo,  se  las  hiciesen  volver  por  entero, 
de  que  el  Don  Alonso  no  sabía  nada,  y  así  dispuesto  ya  todo  en  Santa  Marta 
para  su  viaje,  y  embarcándose  en  su  nave  con  toda  la  gente  que  bajó  del 
Reino,  y  el  Capitán  Suárez  con  sus  prisiones,  que  ya  no  hacía  cuenta  de  su 
vida,  por  no  tener  más  que  la  que  su  enemigo  le  quisiera  dar  ó  quitar  por 
muchos  caminos,  porque  no  le  pidiese  ante  Su  Majestad  ó  Consejo  los  agravios 
y  hacienda  que  le  había  tomado,  en  cuyas  sospechas  corrían  con  él  parejas  los 
demás  que  llevaba  del  Reino,  fué  costeando  con  la  misma  nave  hasta  llegar  al 
mismo  pueblo  del  Cabo  de  la  Vela,  donde  los  vecinos  no  le  tuvieron  aquel  respeto 
que  cuando  pasó  por  allí  ala  venida,  pues  al  punto  que  tomó  puerto,  fueron  y  en- 
traron en  su  navio  el  Alcalde  Bartolomé  Carroño  y  el  Alguacil  Mayor  Pedro  de 
Cádiz,  con  número  de  gente  bien  armada,  y  haciendo  presentación  de  los  recaudos 
que  tenían,  le  quitaron  ante  todas  cosas  las  velas,  timón  y  marineros  del  navio, 
dejándolo  totalmente  inútil  para  la  navegación,  y  al  Capitán  Gonzalo  Suárez 
dándole  libertad  y  cortesano  hospicio  en  el  pueblo,  pues  le  llevó  á  su  casa  el 
Obispo  Don  Fray  Martín  de  Calatayud,  fraile  Jerónimo,  que,  como  ya  hemos 
dicho  en  la  primera  parte,  había  venido  entre  tanto  que  el  Don  Alonso  acá 
arriba,  por  cuarto  Obispo  de  Santa  Marta.  Notificándole  luego  al  Adelantado 
volviese  á  la  Caja  Real,  sin  faltar  cosa,  lo  que  había  sacado  de  ella;  y  hízolo  así 
sin  replicar  en  nada,  acomodándose  con  el  tiempo,  por  ser  otro  del  que  corría 
cuando  lo  sacó  de  la  Caja.  Rogó  con  palabras  dulces,  que  se  las  hallaba  hechas 
cuando  quería,  le  volviesen  sus  marineros  y  aparejos  del  navio,  porque  las 
prisas  que  llevaba  (si  no  le  llamamos  miedo)  no  daban  lugar  á  dilaciones. 


CAP.  XXIt)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRÍ  FIRME.  65 

CAPÍTULO  XXII 

Contenido  :  1.*  Sale  del  Cabo  de  la  Vela  el  Adelantado,  llega  á  la  Habana,  donde  le 
prendieron,  y  después  á  España— 2.°  Desde  allí  lo  proveyó  el  Rey  por  General  de  dos 
ó  tres  mil  hombres  de  á  caballo  en  la  Isla  de  Córcega,  donde  tuvo  una  prodigiosa 
muerte— 3.°  Pleito  del  dozavo  por  parte  de  Don  Alonso  Luis  de  Lugo  y  en  lo  que  se 
compuso— 4.»  Llega  el  Licenciado  Miguel  Díaz  de  Almendaris  á  la  ciudad  de  Carta- 
gena; Remítensele  de  Santo  Domingo  las  causas  de  los  Quesadas. 

QUEDANDO  en  el  pueblo  del  Cabo  de  la  Vela  la  gente  que  llevaba 
del  Keino  sólo  para  acompañarle,  y  aparejado  de  nuevo  el  navio, 
se  dio  á  la  vela  y  con  buen  tiempo  llegó  al  puerto  de  la  Habana,  donde  gobernaba 
cierto  Licenciado  llamado  Juanes  Davilla,  que  por  la  provisión  real  que  tenía 
de  la  Audiencia  de  Santo  Domingo,  le  prendió  y  le  embargó  su  persona,  bienes 
j  navio;  pero  se  supo  dar  tan  bien  buena  maña,  que  con  cuatro  mil  ducados  qae 
le  metió  de  manga,  redimió  su  vejación  sin  que  le  costase  un  maravedi,  porque 
lo  hizo  con  tal  astucia,  que  pudo  después  cobrar  por  entero  los  cuatro  mil  por 
tela  de  juicio,  por  haber  visto  los  testigos  por  tela  de  cedazo  el  cohecho.  Salió 
del  puerto  de  la  Habana  y  llegó  sin  peligro  en  España  y  la  Corte,  donde  á  pocos 
días  se  le  pusieron  mil  pleitos  y  demandas  de  haciendas,  agravios,  en  especial 
por  parte  de  los  agentes  del  Capitán  Gonzalo  Suárez,  que  demás  de  la  satisfac- 
ción que  se  le  pedía,  instaban  mucho  volviera  al  Reino  á  dar  residencia,  de  que 
había  ido  hurtando  el  cuerpo,  pues  estaba  el  juez  proveído  para  ello,  que  era 
el  Miguel  Díaz  de  Almendaris;  esto  no  tuvo  efecto,  aunque  lo  tuvo  eso  otro  de 
restituir  algo  de  lo  que  se  le  pedia,  pues  por  jueces  arbitros  que  señalaron 
de  ambas  partes  se  compuso  la  diferencia,  haciendo  alguna  satisfacción  al  Gon- 
zalo Suárez. 

2.^  Lo  cual  concluso  y  habiendo  gastado  algunos  años  en  la  Corte,  le  hizo 
Su  Majestad  Capitán  general  de  dos  ó  tres  mil  hombres  de  la  caballería  espa- 
ñola, nombrada  á  la  sazón  para  la  expedición  de  Córcega,  para  donde  se  embar- 
caron en  la  misma  ciudad  de  Málaga  en  las  galeras,  y  en  su  compañía,  D.  García 
de  Mendoza,  que  después  fué  Virrey  del  Pirú,  y  cuarto  Marqués  de  Cañete,  y  con 
próspero  viaje  llegando  á  Genova,  les  torció  la  fortuna  el  rostro,  hallando  toda 
su  tierra  infecta  de  una  contagiosa  peste,  con  que  les  fué  forzoso,  dando  de 
mano  á  tierra  tan  liciada,  enderezar  las  proas  á  Córcega,  en  que  se  siguió  libra- 
se de  estos  males  y  á  Córcega  de  los  que  le  apretaban  con  cerco  de  franceses* 
Desembarcada  la  gente  y  incorporada  con  la  que  de  parte  de  la  Señoría  militaba, 
se  comenzó  luego  á  dar  traza  entre  las  cabezas,  que  no  fué  la  de  menos  importan- 
cia la  de  Don  Alonso  Luis  de  Lugo,  para  hacerse  con  presteza  alguna  importan- 


66  FRAY  PEDRO  SIMÓN  ^6.»  NOTICIA 

te  facción,  de  que  resultó,  poniendo  Dios  la  mano  en  todo,  tener  buenos  efectos 
acerca   de   los   nuestros,  pues  se  sosegó  Córcega  por  entonces,  con  poca  pérdida 
de  sangre  y  dineros,  porque  tomados  con  poca  mortandad  y  resistencia  San  Flo- 
rencio, Bonifacio  y  Labastida,  sin  otras  plazas  de  menos  importancia,  convino  cá 
los   franceses    (reliquias    de    varios   reencuentros).  Bmbárcanse  con  su  natural 
furia,    los  cuales   faltando,    trataron  los  isleños  de  apaciguarse,  rindiéndose  con 
honrosas    condiciones  los  más  obstinados.  Descargóse  la  isla  con  esto  de  gente, 
pasando  el  Adelantado    con  la  suya  á  Milán,  donde  se  entretuvo  hasta  que  vino 
orden   del  César  para  que  se  juntase  con  la  de  la  jornada  decena,  como  se  hizo 
incorporándose  con  el  ejército  imperial  que  sitiaba  á  esta  ciudad;  por  haber  inten- 
tado remitir  al  César  en  este  cerco  y  ocasiones  que  se  ofrecieron  en  él,  se  hubo  el 
■Adelantado,  como  hijo  de  sus  padres  y  la  nobleza  de  sus  venas,  haciendo  hechos 
maravillosos,  hasta  que  viendo  los  cercados  la  importunidad  del  cerco  y  mal  estado 
de   sus   cosas   por  la  mortal  hambre  y  asomos  que  le  picaban  do  peste,  se  halló 
forzado   á   sujetar  al  yugo  del  César  que  tanto  rehusaba,  y  el  Adelantado  al  de 
la  muerte,  que  no  fué  poco  considerable,  pues  fué  aquella  misma  noche  que  mu- 
rió,  se   levantó  algunas   horas   antes  en  su  casa  un  torbellino  y  estruendo  tal 
que   parecía   no    sólo   la  casa   sino  el  mundo    venirse  abajo;  de  manera  que  lo 
desampararon  los  criados,   fuera   de   un  ayuda  de  cámara,  á  quien  el  Adelanta- 
do, viendo  junto  á  sí  y  que  los  demás  se  habían  huido,  le  preguntó  que  cómo  no 
se  había  ido  también;  respondióle  que  por  morir  á  su  lado.    Pidióle  le  llamase  á 
su  primo  Francisco  Bahamón  de  Lugo;  hízolo  así  el  criado,  bien  lleno  de  temo- 
res, y  vinifendo  el  Bahamón  de  Lugo  y  Cristóbal  Vásquez  de  Davilla,  que  era  Ca- 
pitán de  á  caballo,  y  otros  caballeros  y  gente  en  su  compañía,  hallaron  al  Ade- 
lantado  Don    Alonso    sentado  sobre  su  cama  y  el  estoque  desnudo  en  la  mano 
derecha,  y  en  el  brazo   izquierdo  envuelta  la  sábana  de  la  cama ;  oyeron  al  en- 
trar en  el  aposento  ruido  de  armas,  como  si  peleara  mucha  gente,  y  entrando  el 
Bahamón   de  Lugo  el  primero,  y  los  demás  tras  él,  diciendo:  qué  es  esto,  señor 
Adelantado  ?  qué   es  esto  ?  respondió :  no  estar  loco,  sino  haber  habido  menester 
todo   el  valor  que  Dios  me  dio  como  caballero  para  saber  morir  como  cristiano, 
pues   ha   permitido    que    muchos  demonios  en  forma    de  hombres   me   aflijan 
con  armas  y  espantos,  y  yo  me  muero,  y  así  me  traigan  mi  confesor.  Trajéron- 
selo,  y  médicos   que  dijeron  se  iba  acabando  á  toda  prisa,  á  causa  del  gran  mo- 
limiento  con    que  había  quedado  del  combate.  Confesóse,  y  hizo  muchos  actos 
de    contrición,  con  un  Cristo  en  la  mano,  y  habiendo  ordenado  con  mucha  prisa 
las  cosas  de  su  alma  y  hacienda  en  un  breve  testamento,  y  diciendo  últimamen- 
te el   credo,  hizo   una  protesta  de  la  fé  católica,  y  al  acabar  severamente  y  con 
sosiego,   se   cargó  sobre  el  brazo  del  Capitán  Cristóbal  Vásquez  Davilla  y  dijo: 
"  Vamos  á  ver  este  gran  secreto  ",  y  espiró.  Debió  de  acordarse  en  este  paso  que 


CAP.  XXll)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA  FIRME.  67 

en  el  semejante  dijo  Don  Carlos  las  mismas  palabras,  diciendo:  ''Dadme  esa 
vela  de  bien  morir  y  vamos  á  ver  aquel  gran  secreto  ".  Dejó  por  su  hijo  legí- 
timo d  Don  Alonso  Luis  de  Lugo,  cuarto  Adelantado  de  Canaria,  que  murió 
sin  sucesión,  y  ú  Doña  Luisa  de  Lugo,  que  casó  con  Nicolás  Marín,  Duque  pri- 
mero de  Terranova,  de  quien  hubo  á  Porcia  Marín  de  Lugo,  que  entró  por  más 
cercana  al  último  poseedor  en  el  adelantamiento  de  Canaria  y  Marquesado  do 
la  Tela,  y  casó  con  Don  Juan  de  Leiva,  Príncipe  de  Asculi,  que  viven  hoy. 

3.^  Antes  de  la  muerte  del  Adelantado  Don  Alonso  y  después  de  muchos 
afios,  se  trató  por  su  parte  en  el  Real  Consejo  de  las  Indias  del  dozavo  que  le 
pertenecía  de  los  derechos  Reales  de  la  Gobernación  de  Santa  Marta  y  este 
Reino,  por  las  capitulaciones  de  las  conquistas  que  se  habían  hecho  con  su  pa- 
dre; defendíase  el  Fiscal  con  informaciones  hechas  por  el  de  esta  Real  Audien- 
cia de  Santafé,  en  que  probaban  los  testigos  haber  sacado  de  este  Reino  el  Don 
Alonso,  cuando  se  fué  á  España,  en  oro  y  esmeraldas,  trescientos  mil  ducados,  y 
aun  hubo  quien  se  alargara  á  decir  eran  cuatrocientos  mil.  A  que  respondía  el 
Don  Alonso  haber  sido  sacados  de  santuarios  y  sepulturas  y  otras  inteligencias 
suyas,  y  no  dozavos  de  los  quintos  Reales.  Finalmente,  habiéndose  entregado 
la  conclusión  del  pleito  á  Jueces  arbitros  y  componedores,  que  fueron  el  maes- 
tro Mardones,  que  á  la  sazón  era  confesor  de  la  Majestad  de  Philipo  tercero,  y 
después  Obispo  de  Córdoba,  y  los  Presidentes  del  Real  Consejo  de  Indias  y 
Hacienda,  se  concluyó  y  compuso  el  año  de  mil  seiscientos  cinco  (1605)  por 
mandado  de  Su  Majestad,  en  cinco  mil  ducados  perpetuos  de  rentas  agregadas 
al  mayorazgo  de  los  Adelantados  de  Canaria,  con  las  mismas  cláusulas  y  grava,-- 
menes  que  tiene  el  mayorazgo,  y  por  los  réditos  corridos  hasta  allí  se  aplicaron 
á  Porcia  Marín  de  Lugo,  Duquesa  de  Terranova,  Princesa  de  Asculi  y  Señora 
del  Adelantamiento  de  Canaria,  veinticinco  mil  ducados  en  dinero. 

4.0  A  pocos  días  que  Don  Alonso  Luis  de  Lugo  salió  del  puerto  de  la  Ha- 
bana, entró  en  Cartagena,  que  le  venía  á  tomar  residencia  el  Licenciado  Miguel 
Díaz  de  Almendaris,  á  quien  le  acompañaba  Domingo  de  Aguirre,  que  fué  el 
que  negoció  en  el  Consejo  su  venida.  Súpose  esta  llegada  á  pocos  días  en  la  Real 
Audiencia  de  Santo  Domingo,  y  así  remitieron  luego  al  Miguel  Díaz  todas  las 
causas  particulares  de  este  Nuevo  Reino  de  Granada  que  pendían  en  aquella 
Audiencia,  en  especial  la  de  los  hermanos  Quesadas,  que  con  este  despacho  hi- 
cieron con  brevedad  el  suyo  de  la  ciudad  de  Santo  Domingo,  y  en  busca  de  su 
juez,  tocaron  en  la  ranchería  del  Cabo  de  la  Yela,  donde  hallaron  al  Capitán 
Gonzalo  Suárez,  Martín  Galiano,  Juan  de  Céspedes  y  los  demás  que  habían  ba- 
jado con  el  Don  Alonso,  que  se  alegraron  con'sumo  gusto  en  &u  llegada,  por  la 
amistad  tan  antigua  y  afición  que  unos  á  otros  se  tenían  y  eaber  había  pasa- 
do el  Miguel  Díaz  para  lo  dicho  á  la  ciudad  de  Cartagena.  7 


€8  I'RAY  PEDRO  SIMÓN  (6.»  NOTICIA 

CAPÍTULO  XXIII 


Contenido  :  !.•  Desastrada  muerte  de  los  Quesadas,  y  llegan  los  demás  á  Cartagena  á 
verse  con  el  Licenciado  Miguel  Díaz— 2.<>  Procuran  los  del  Reino  la  brevedad  de  la 
subida  á  él  del  Miguel  Díaz,  ó  que  envíe  á  su  sobrino  por  su  Teniente— 3.°  Al  fin  lo 
envía  con  los  dei  Reino  y  el  Obispo  Calatayud,  á  donde  llegaron  con  brevedad  y  fué 
recibido  el  Ursúa  en  Vélez— 4.°  Llega  después  á  Tunja  y  á  la  ciudad  de  Santafé  y  lo 
que  en  ella  hizo. 


D 


^ETERMINARON  luego  partirse  todos  juntos  á  Cartagena  á  vei^ 
el  nuevo  juez  y  comenzar  desde  allí  la  vuelta  de  su  viaje  al  Reino, 
y  estando  allí  una  nave  ya  cargada  y  de  camino  para  el  misimo  puerto  de  Carta- 
gena, de  un  Capitán  Anchuleta,  se  embarcaron  todos  con  el  Obispo  Fr.  Martín  de 
Calatayud,  que  iba  alo  mismo,  para  en  soplando  el  tiempo  hacerse  á  la  vela;  pues- 
tas ya  escotas,  y  las  vergas  en  el  alto,  estando  así,  aguardó  tiempo  se  pusieran 
en  la  mesa  de  guarnición  el  Obispo  y  el  Capitán  Suárez  con  los  dos  hermanos 
Quesadas,  por  entretenimiento,  á  jugar  á  los  naipes  un  triunfo  llano;  comenzó 
en  este  tiempo  á  enmarañarse  el  cielo,  y  repentinamente  turbarse  y  oscurecerse  el 
aire  de  espesas  nubes,  amenazaban  aguacero  con  truenos,  relámpagos,  y  entre 
uno  de  ellos  cayó  un  rayo  y  dio  en  la  mesa  de  los  jugadores,  quedando  muertos 
los  dos  hermanos  Quesadas,  que  estaban  por  compañeros  en  las  cabezas  de  ella; 
quedó  el  Obispo  mal  herido  en  una  pierna  y  el  Suárez  en  nn  brazo,  tullido  por 
muchos  días,  y  el  Anchuleta  murió  otro  día  sin  poder  hablar  palabra  del  sobre- 
salto que  sucedió;  todos  los  demás  quedaron  tan  asombrados  y  descompuestos, 
tendidos  por  el  combel  del  navio,  que  aun  no  podían  santiguarse  ni  acabar  sin 
razón  entera.  Volvieron  en  sí  después  de  algunas  horas  todos  los  aturdidos  y 
sacando  á  los  muertos  del  navio  les  hicieron  un  solemne  entierro,  como  lo 
merecían  sus  personas;  volvieron  á  embarcar  los  restantes  y  en  prosecución  de 
BUS  intentos  llegaron  á  la  ciudad  de  Cartagena,  donde  se  vieron  con  el  Miguel 
Díaz  y  comenzaron  á  tratar  de  sus  causas  y  agravios,  cada  uno  según  el  menos- 
cabo de  su  bolsa,  á  quien  oía  y  admitía  sus  quejas  con  cautela  y  prudencial 
aviso,  con  que  consolaba  á  todos,  prometiendo  guardarles  su  justicia  en  llegando 
al  Nuevo  Reino,  aunque  esto  no  podía  dejar  de  tener  dilación,  pues  en  las 
residencias  que  había  de  tomar  en  Cartagena  y  las  demás  partes  que  traía,  no 
podía  dejar  de  gastar  mucho   tiempo,   como   sucedió. 

2.°  Atormentaban  estas  dilaciones  á  los  agraviados,  por  tener  en  él  libra- 
dos sus  desagravios  cuando  subiese  al  Reino,  á  donde  no  le  estaba  bien 
subir  primero  que  él,  por  ser  todavía  quien  lo  gobernaba  el  Don  Alonso 
Luis  de  Lugo.  Y  así  insistían  en  la  brevedad  que  deseaban  subiese  el  Miguel 


CAP.  XXIÍl)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA  FIRME.  69 

Díaz  ea  su  llegada  al  Eeino,  para  venirse  en  sü  amparo.  Poníales  el  Licen- 
ciado mil  imposibles  delante,  por  las  obligaciones  que  tenía  de  despachar 
primero  negocios  importantísimos  y  prolijos  en  las  tres  Gobernaciones  di- 
chas, que  por  fuerza  en  su  determinación  se  había  de  gastar  gran  tiempo; 
pero  como  su  aflicción  les  apretaba  y  no  cargaban  el  juicio  en  otra  cosa  que 
en  la  brevedad  de  sus  desagravios,  tentaron  facilitar  estos  imposibles  por  otro 
camino,  y  fué  que  trayendo  en  su  compañía  el  Miguel  Díaz  un  sobrino  suyo 
llamado  Pedro  de  Ursúa,  aunque  mozo  de  buen  entendimiento,  brioso  y  otras 
muy  buenas  partes,  de  quien  ya  tratamos  algo  en  nuestra  primera,  le  rogaron 
lo  despachase  con  recaudos  de  su  Teniente  general  á  este  Nuevo  Eeino,  y  que 
lo  gobernase,  entre  tanto  que  él  se  ocupaba  en  las  demás  residencias. 

3.0  No  venía  en  esto  el  Miguel  Díaz,  á  causa  de  ser  tan  mozo  su  sobrino,  y 
de  menos  experiencia  que  era  menester  para  tomar  cargo  de  negocios  como  se 
ofrecerían  en  una  tierra  nueva,  y  que  tenía  ya  fundadas  cuatro  ciudades  de 
españoles;  no  les  parecía  dificultad  de  consideración  ésta  á  los  negociantes,  como 
hombres  diestros,  y  así  las  facilitaban  por  mil  caminos,  en  especial  el  Capitán 
Suárez,  cuya  instancia  y  persuasión  fué  poderosa  para  que  se  le  concediera  lo 
que  pedía,  y  hechos  los  despachos  á  su  gusto,  partieron  con  él  y  con  el  nuevo 
juez,  y  en  compañía  del  Obispo  D.  Fray  Martín  d©  Calatayud,  de  la  Costa,  y 
fletando  canoas  en  el  Río  Grande  en  la  Barranca  y  puerto  del  Cacique  Malam- 
bo, amigo  antiguo  de  los  españoles,  esquepadas  de  bogas  amigos  y  ayudándose 
para  los  peligros  del  río  de  la  experiencia  larga  que  tenían,  lo  pasaron  en  pocos 
días  hasta  desembarcar  en  la  montaña  y  paraje  donde  habían  desembarcado  en  el 
primero  y  los  demás  viajes,  con  destreza,  y  por  estar  ya  el  camino  más  abierto,  por 
los  muchos  que  habían  atravesado  la  montaña,  la  pasaron  con  mucha  brevedad  y 
sin  los  enfados  que  otras,  y  llegaron  á  la  ciudad  de  Vélez,  donde  el  Ursúa  hizo 
luego  presentación  de  sus  despachos  ante  los  del  Cabildo  y  Teniente,  que  era 
Jerónimo^  de  Aguayo,    que  los   recibieron  llanamente,  y  á  él  para  lo  que  venía. 

é.^  Partieron  luego  á  la  de  Tunja,  á  donde  llegaron  primero  que  la  noticia 
de  venida,  y  así  los  cogieron  descuidados  y  sin  saber  nada  hasta  que  ya  los 
vieron  á  todos  en  la  plaza,  y  apearse  en  la  puerta  de  la  iglesia,  donde  trataron 
hacer  oración  antes  que  llegara  nadie  de  la  ciudad  á  ella  á  dar  la  bienvenida, 
porque  esto  se  hizo  después  de  salidos  de  la  iglesia,  con  salutaciones  amigables 
y  aplauso  increíble,  por  ver  otra  cosa  de  lo  que  tenían  imaginado  en  la  ciudad  y 
Reino  les  había  de  haber  sucedido,  en  especial  al  Capitán  Suárez,  por  la  vio- 
lenta cautela  con  que  los  había  sacado  de  él.  Acrecentó  este  gusto  el  que 
tuvieron  con  la  noticia  y  buenas  partes  del  juez  que  venía  proveído,  y  del 
suplido  que  tenían  presente,  á  quien  hablaron  con  mil  cortesías  y  sumisiones, 
yéndose  todos  juntos  sin  divertidos  en  otra  cosa  á  las  casas  del  Cabildo,  donde 


70  FRAY  PEDRO  S1M(5n  ( 6. «•  NOTICIA 

admitieron  sus  recaudos  y  recibieron  al  Pedro  de  Ursúa  con  esperanzas  de 
verse  por  su  mano  desagraviados  los  que  se  sentían  estarlo,  si  bien  no  faltaban 
pareceres  contrarios  de  aquéllos,  que  eran  de  las  partes  de  los  Lugos.  Dos  días 
solos  se  retardaron  en  la  ciudad  do  Tunja  Pedro  de  Ursúa  y  sus  compañeros' 
con  otros  de  la  ciudad,  hasta  tomar  la  vuelta  de  la  de  Santafé,  donde  á  la  sazón 
estaba  el  Teniente  Lope  Montalvo  disponiendo  el  salir  él  por  su  persona  otra 
vez  ai  mismo  descubrimiento  de  donde  habían  salido  desbaratados  él  y  el 
Fernán  Pérez  de  Quesada.  Tomaba  esta  jornada  tan  de  propósito  que  ya 
estaba  el  pié  en  el  estribo  para  irse  á  ver  con  el  Capitán  Cabrera,  que  estaba  en 
su  nueva  ciudad,  poblada  en  las  cabeceras  del  valle  de  Neiva  por  el  Adelantado 
Belalcázar,  como  dejamos  tocado,  y  había  de  salir  á  la  loma  que  llaman  de  la 
Yuca,  para  concertar  el  modo  que  habían  de  tener  ambos  en  la  jornada,  porque 
juntos  estaban  determinados  hacerla;  supo  todo  esto  el  Capitán  Pedro  de 
Ursúa  á  las  dos  jornadas  que  salió  de  Tunja  para  Santafé,  por  el  Capitán 
Pedrozo,  que  encontraron  allí  de  camino  para  la  misma  ciudad,  en  compañía  de 
otros  y  de  Pedro  Vásquez  de  Loiza,  cuñado  del  Capitán  Suárez,  con  cuyo 
encuentro  se  recibió  gran  gusto  de  ambas  partes;  juntos  caminaron  acompa- 
ñando al  nuevo  Teniente  general  para  esta  ciudad  de  Santafé,  aunque  el  Capi- 
tán Pedrozo,  con  prisa  adelante,  para  atajar  los  que  tenía  el  Montalvo  de  Lugo 
en  su  viaje,  dándole  la  nueva  de  la  llegada  del  Ursúa,  que  tampoco  se  descuidaba 
de  caminar  á  pasos  largos,  por  la  prisa  que  le  daban  los  apasionados,  nacida  del 
deseo  que  tenían  de  ver  sin  mando  al  Montalvo  de  Lugo,  y  quo  antes  hoy  que 
mañana,  se  le  tomase  residencia  con  los  demás  que  tuvieron  y  tenían  cargos 
por  mano  del  Adelantado  Don  Alonso,  á  que  no  ayudaban  poco  los  encendidos 
deseos  que  comenzaron'  á  calentar  desde  que  puso  los  primeros  pies  en' el  Nuevo 
Eeino  el  Ursúa,  de  salir  por  su  persona  á  buscar  la  provincia  del  fingido  Dora- 
do, y  probar  también  él  ventura  en  este  encantamiento  buscado  por  tantos  y  de 
nadie  descubierto,  ni  aun  señal  dorada  de  él,  con  el  cual  deseo  aborrecía  se  le 
anticipara  otro.  Dos  días  antes  que  los  demás  llegó  á  Santafé  Pedrozo,  donde 
no  hizo  poco  ruido  el  sospechar  su  vuelta,  por  entender  no  era  sin  algún  miste- 
rio, que  él  calló  por  entonces,  aunque  era  huésped  en  su  misma  casa  del  Mon- 
talvo de  Lugo  y  habérsele  siempre  vendido  por  amigo,  porque  como  su  vuelta 
era  por  hacerle  detener,  si  lo  veía  ya  en  términos  de  salir,  dándole  la  nueva 
de  la  venida  del  Ursúa,  como  no  le  vio  tan  de  próximo*  ponerse  en  camino  para 
su  jornada,  no  quiso  alborotar  la  ciudad  con  nuevas  que  se  habían  de  recibir 
con  diferentes  gustos,  por  sor  imposible  ser  uno  el  del  vulgo,  y  que  cuando 
unos,  como  era  así,  estuvieran  desaficionados  al  Gobierno  presente,  otros  le 
tendrían  afición.  Entró  al  fin  el  Ursúa  en  la  ciudad  de  Santafé,  día  de  la 
Ascensión,  el  año  de  mil  quinientos  cuarenta  y  cinco  (1545),  á  hora  que  pasea- 


OAP.  XXIV)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA    FIRME.  71 

ban  muchos  en  la  plaza,  y  entre  ellos  los  Alcaldes  ordinarios,  que  eran  el  Capi- 
tán Gonzalo  Garito  de  Zorro  y  el  Capitán  Luis  Lanchero,  que  como  vieron  de 
lejos  ir  entrando  por  la  calle  principal  de  la  ciudad  gran  número  de  gente  de 
á  caballo,  les  hizo  reparar  con  advertencia  y  confusión,  hasta  que  llegando  más 
cerca  conocieron  al  Capitán  Suarez  y  los  demás  que  bajaron  con  el  Adelantado, 
y  viendo  que  entre  los  más  principales  de  las  ciudades  de  Yélez  y  Tunja  venía 
un  mancebo  bien  compuesto,  algunos  de  los  que  estaban  mirando  dieron  luego 
en  la  pinta,  á  lo  menos  e!  Capitán  Lanchero,  como  hombre  más  versado  en 
trances  de  guerra  y  sucesos  del  mundo,  pues  había  estado  en  el  saco  de  Eoma, 
y  después  en  otros  muchos,  y  tenía  estrecha  amistad  con  el  Lope  Montalvo,  el 
cual  no  la  estimaba  en  poco,  por  tener  bien  conocido  el  valor  del  Lanchero,  con 
que  sabía  poner  el  pecho,  y  á  riesgo  persona,  vida  y  hacienda,  por  los  que  se  le 
daban  por  amigos,  de  que  venía  ya  bien  informado  de  sus  émulos  el  Pedro  de 
Ursúa,  y  con  determinación,  según  se  vido  luego  por  la  obra,  de  quitar  aquel 
estropiezo  de  por  medio,  antes  que  presentara  sus  recaudos;  aunque  esta  consi- 
deración y  la  diligencia  que  en  razón  de  ello  hizo  luego  era  bien  pensado,  pues 
ninguno  más  llanamente  les  obedeciera,  porque  dado  caso  que  le  conocían  por 
hombre  sacudido  y  arriscado,  era  de  lucido  entendimiento  y  en  las  cosas  de 
sustancia  y  peso  circunspecto,  y  mirado  principalmente  en  las  que  tocaban  al 
Real  servicio. 


CAPITULO  XXIV 

Contenido  :  1."  Recibe  á  Pedro  de  Xlrsiía  el  Cabildo  de  Santafé  y  hace  una  plática— 
2.0  Prende  al  Teniente  Montalvo  de  Lugo  y  al  Capitán  Lanchero— 3 .•  Enciéndese 
la  casa  del  Teniente  Pedro  de  Ursúa  una  noche,  por  lo  cual  prendió  algunos  indica- 
dos de  la  devoción  de  los  Lugos— 4.<>  Entra  el  Obispo  Don  Fray  Martín  de  Calatayud 
en  la  ciudad  de  Santafé,  donde  era  Provisor  por  su  antecesor  el  Padre  Pedro  García 
Matamoros— 5.<»  Determina  irse  á  consagrar  á  la  ciudad  de  Lima,  desde  donde  con- 
sagrado, se  entiende,  bajó  á  Santa  Marta,  donde  dicen  murió. 

LEGÓ  la  tropa  de  los  de  á  caballo  á  la  puerta  de  la  iglesia,  á  donde 
se  apearon  y  entraron  á  hacer  oración,  que  debió  de  ser  más  breve 
que  devota,  por  los  muchos  que  luego  les  cercaron  con  deseo  de  dar  la  bien- 
venida á  todos  y  saber  novedades.  Yá  sah'endo  con  brevedad  de  la  iglesia, 
habló  con  los  Alcaldes  el  Ursúa,  quien  de  ellos  era  el  Capitán  Luis  Lanchero, 
el  cual  respondió  :  ^*  Señor,  así  me  llamo,  mande  Vuestra  Majestad  en  que  yo 
sirva."  Llegóse  á  él  disimuladamente  Ursúa  y  quitóle  la  vara  de  la  mano,  cosa 
que  admiró  á  todos,  y  ocasionó  al  Lanchero  á  conocer  la  malicia,  y  decirle  : 
^  Harto  confuso,  caballero,  por  quién,  ó  cómo  me  quita  la  vara  del  Rey  aquí  en 


72  FRAY   PEDRO     SIMÓN  (6.*^  NOTICIA 

público  y  sin  ocasión  ;  "  á  quien  ürsúa  respondió  :  "  Presto  se  sabrá  la  causa 
de  manifiesto*^;  fueron  con  esto,  las  espuelas  calzadas,  á  las  casas  del  Cabildo, 
donde  se  presentaron  los  recaudos,  y  después  de  algunos  dares'y  tomares,  de- 
mandas y  respuestas  que  hubo  acerca  de  ellos  á  los  principios,  al  fin  se  admi- 
tieron y  le  dieron  por  buenos,  en  conformidad  de  todo,  haciendo  las  diligencias 
necesarias  que  se  suelen  en  tales  ocasiones.  Pedro  de  Ursúa,  con  razones  cor- 
tesanas, usando  de  los  comunes  ofrecimientos  que  los  Gobernadores  a  los  prin- 
cipios acostumbraban,  dijo  estas  palabras  :  *'  Ya  por  los  recaudos  que  he  pre- 
sentado y  se  han  visto,  es  manifiesto  á  qué  vengo  y  quién  me  envía,  no  me 
admiraré  se  diga  que  para  cargo  semejante  á  éste  había  de  peinar  más  canas 
y  ser  hombre  de  más  largas  experiencias  ;  pero  bien  sé  que  favoreciéndome 
el  cielo,  suplirán  mis  buenos  intentos  la  falta  de  los  años,  aun  pienso  pasarán 
muy  adelante  en  dar  gusto  á  todos  con  caridad  cristiana,  sin  que  la  malicia,  en 
cuanto  fuere  de  mi  parte,  sea  bastante  á  torcer  la  bondad  de  la  justicia  que 
pretendo  guardar ;  bien  sé  no  puede  el  Juez  dar  lo  que  pide  á  cada  parte  de  las 
que  litigan  contrarios  intentos,  pero  la  que  no  saliere  con  los  suyos,  podrá  tener 
recursos  á  mayores  tribunales,  donde  se  podrá  ver  su  derecho  con  mayor  inte- 
ligencia. Los  provechos  comunes  y  estabilidad  de  las  Repúblicas  son  los  que 
más  traigo  á  los  ojos  por  saber  de  cierto;  consiste  la  conservación  y  aumento  de 
ellas  en  lo  uno  y  lo  otro,  y  en  la  de  los  particulares,  que  siempre  me  halla- 
rán grato  para  todos,  como  me  remito  á  lo  que  publicará  la  experiencia  en  los 
favores  que  se  irán  dando  á  toda  esta  tierra  nueva,  cuyos  acrecentamientos 
consisten  por  la  mayor  parte  en  las  diligencias  délas  cabezas,  porque  no  querría 
llenar  las  de  todos  tanto  de  palabras  que  no  diesen  lugar  á  las  obras,  aquellas 
pongo  silencio,  remitiéndome  esto  en  lo  demás». 

2.°  Salieron  con  esto  todos  de'^la  sala  del  Cabildo,  corespondiendó  los  de  él 
con  palabras  de  cortesía  á  las  de  sus  ofrecimientos,  de  que  quedaron  llenos  de 
esperanzas  de  buenos  sucesos.  Fuéronle  acompañando  hasta  su  posada,  que  era 
en  las  casas  del  Capitán  Fernán  Vanegas,  donde  se  hospedó  aquella  noche,  con 
el  regalo  que  dio  lugar  la  brevedad  del  tiempo.  Otro  día  hizo  prender  al  Te- 
niente Montalvo  de  Lugo  y  á  Luis  Lanchero,  y  poner  con  el  seguro  posible 
en  diferentes  partes.  Tenía  labrada  una  casa  el  Montalvo  de  Lugo  para  su 
morada,  curiosa,  aunque  de  paja,  por  no  haberse  aún  comenzado  en  este  tiempo 
á  labrar  teja  por  falta  de  oficiales  ;  estaba  ya  del  todo  labrada  la  obra,  y  sin 
estrenar  la  casa,  aunque  enjuta,  y  así  se  pasó  luego  otro  día  el  Pedro  de  Ursúa. 
Comenzaron  luego  á  encender  los  negocios  de  ambas  partes  con  demandas  y 
respuestas,  con  que  no  era  poca  la  inquietud  de  toda  la  ciudad,  por  estar  divi- 
didos en  estas  dos  partes  el  Juez  que  venía  de  nuevo  y  el  que  estaba. 

3.^  Entre  estos   disturbios  sucedió  una  noche  á  la  mitad  de  ella,  ó  fuese 


CAP.  XXIV)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA  FIRME.  73 

descuido  de  los  criados  de  Pedro  de  ürsúa,  ó  por  malicia  de  los  de  su  parte 
contraria,  que  lo  primero  tengo  por  más  cierto,  que  comenzó  á  encenderse  la 
casa  del  Ursúa,  de  suerte  que  no  se  tuvo  á  poco  poderse  él  y  sus  criados  esca- 
par del  incendio,  ya  que  sus  bienes  quedaron  convertidos  en  ceniza,  por  ser 
la  casa,  como  dijimos,  de  paja  y  con  ñxcilidad  consumida.  La  ocasión  era  fuerte 
y  que  la  daba  {>ara  concebir  sospechas  había  sucedido  el  incendio  de  parte  de 
los  presos,  contra  quien  iba  procediendo  el  Ursúa  con  el  modo  que  se  usa  en 
el  mundo,  de  ser  el  Juez  aficionado  á  aquellos  por  cuya  parte  ha  sido  pedido  y 
lo  traen  obligándolo  con  regalos  y  servicios  de  su  amistad  y  inclinación,  incli- 
nándolo para  contra  sus  enemigos  ;  sin  otros  indicios  más  que  estas  sospechas, 
hizo  prender  el  Ursúa  á  todos  los  que  se  conocían  eran  de  la  parte  de  los  Lugos, 
y  los  tuvo  en  recaudo,  sin  proceder  sobre  el  caso,  aguardando  la  venida  de  sn 
tío  Miguel  Díaz;  por  haber  sido  tan  poco  el  tiempo  que  gobernó  el  Lope  Mon- 
talvo  de  Lugo,  pues  fueron  sólo  ocho  ó  nueve  meses  escasos,  no  sucedieron  en 
ellos  cosas  que  no  obligue  á  detener  la  pluma  más  que  en  una  rebelión  que  tuvo 
el  Guatavita,  intentando,  como  lo  tenía  de  costumbre,  con  el  Bogotá  probar  la 
mano  si  podía  también  quebrar  la  coyunda  de  la  sujeción  de  los  españoles,  los 
cuales  en  sabiéndolo,  se  pusieron  á  la  defensa  y  castigo,  yendo  el  mismo  Montalvo 
de  Lugo  con  buena  compañía  de  soldados  y  Capitanes  á  sus  tierras,  donde  lo 
hallaron  puesto  en  armas  á  la  resistencia  que  pudo  hacerles,  poca,  pues  a  los 
primeros  encuentros  quedó  vencido  y  sujeto  con  muertes  de  algunos  indios 
y  heridas  de  algunos  españoles.  También  intentó  otra  vez  la  entrada  que  había 
hecho  con  Jiménez  de  Quesada,  pero  estorbósele  en  la  venida  de  Ursúa,  como 
hemos  dicho. 

4.0  Cuando  Pedro  de  Ursúa  partió  de  la  ciudad  de  Vélez  para  la  de  Tunja, 
partió  también  el  Obispo  Don  Fray  Martín  de  Calatayud  para  estos  de  Santafé, 
á  donde  llegó  cinco  días  antes  que  el  Ursúa  y  presentó  su  cédula  y  recaudos  de 
su  elección  ante  el  Teniente  Montalvo  de  Lugo  y  el  Cabildo  en  dos  de  Mayo  de 
mil  quinientos  cuarenta  y  cinco  (1545),  sin  dar  noticias  de  la  venida  de  Ursúa, 
por  habérsele  pedido,  pidiendo  lo  recibiesen  por  prelado,  no  obstante  que  aún 
no  estaba  consagrado  ;  no  respondiendo  por  entonces  á  esto  el  Cabildo,  por  lo 
cual  hubo  de  presentar  nuevos  recaudos,  ó  un  tanto  de  los  mismos,  y  luego  tras 
ellos  pidió  al  mismo  Cabildo,  en  treinta  del  mismo  mes,  facultad  para  poder 
crear  y  tener  un  Alguacil  Eclesiástico,  á  lo  cual  respondió  el  Teniente  General, 
que  ya  lo  era  Pedro  de  Ursúa,  y  el  Cabildo,  que  estando  consagrado  lo  podía 
tener  y  no  de  otra  suerte,  sobre  que  se  fueron  determinando  demandas  y  res- 
puestas de  ambas  partes,  que  se  vinieron  á  rematar  que  por  fin  crió  por  su 
Fiscal  á  un  Bartolomé  de  Torres,  vecino  de  la  misma  ciudad  de  Santafé,  y  los 
demás  sus  oficiales,  y  formó  su  Tribunal,  y  hizo  á  éstos  jurídicos  en  las  causas 


74  FRAY  PEDRO   SIM(5n  (6.*  NOTICIA 

que  se  le  ofrecieron,  por  pertenecer  esta  tierra  á  su  obispado,  de  la  misma 
suerte  que  la  de  Santa  Marta,  como  también  lo  entendió  así  su  antecesor  Don 
Juan  Fernández  de  Ángulo,  pues  envió  desde  Santa  Marta  con  Jerónimo 
Lebrón  ul  l*adre  Pedro  García  de  Matamoros,  su  Maestre-escuela,  para  que  en 
esta  ciudad  de  Santafé  tomara  posesión  por  él  y  hiciera  oficio  de  Provisor, 
como  lo  hizo  no  sólo  hasta  que  se  supo  la  muerte  del  Obispe,  que  fué  á  los 
primeros  de  Julio  del  año  de  cuarenta  y  dos,  sino  aun  pasó  adelante  con  el 
oficio  de  Provisor  para  todos  Jos  casos  que  se  ofreciesen  eu  este  Reino,  por 
nombramiento  que  hicieron  de  nuevo  en  los  Cabildos  para  el  efecto  en  nombre 
de  Su  Majestad,  de  quien  tenía  cédula  para  estas  tales  decisiones  en  casos  que 
faltasen  los  nombrados,  para  que  no  hubiese  falta  en  el  Gobierno. 

5.°  Fué  poca  la  asistencia  que  hizo  en  la  ciudad  el  Obispo  Calatayud' 
porque  como  no  estaba  consagrado,  trató  luego  de  irse  á  consagrar  á  la  ciudad 
de  Lima;  dispuso  su  camino  para  estos  intentos,  pero  luego  que  se  supieron, 
trató  el  Procurador  de  esta  ciudad,  Fernán  Pérez  Malaver,  de  contradecir  el 
viaje,  atento  á  los  daños  que  se  seguían  á  todas  las  ciudades  en  ausencia  tan 
larga  como  por  fuerza  había  de  ser,  habiendo  de  caminar  á  quinientas  leguas 
que  hay  hasta  la  de  Lima,  y  que  en  caso  que  hubiese  de  hacer  ausencia  para  su 
consagración,  sería  más  á  propósito  ir  á  España,  donde  podría  también  tratar 
con  Su  Majestad  como  con  quien  les  había  visto  las  cosas  tocantes  á  esta  ciudad 
y  á  todo  el  Eeino  ;  esta  contradicción  hizo  el  Procurador  por  petición  que  hizo 
en  el  Cabildo  en  treinta  de  Julio  del  mismo  año,  á  que  se  respondió  se  le  hiciese 
requerimiento  al  Obispo  en  aquella  conformidad,  el  cual  respondió  haría  lo  que 
le  pareciese  y  mejor  le  estuviese,  pues  el  Cabildo^  no  era  para  hacerle  aquel 
requerimiento  ni  estorbarle  su  viaje.  Trató  luego  con  veras  el  Cabildo  de  que 
lo  hiciese  á  España  para  lo  dicho,  y  las  más  que  puso  fué  en  bu.icar  algún 
dinero  para  acomodarle  su  viaje,  el  cual  según  esto,  no  rehusaba  hacer  el 
Obispo,  y  así  escribió  el  Cabildo  á  las  ciudades  de  Tunja,  Véiez  y  Tocaima  los 
intentos  y  determinaciones  que  se  tenían,  según  ya  ellos  antes  tenían  tratado' 
y  que  así  enviasen  los  poderes  y  recaudos  necesarios,  y  orden  para  que  se  aco- 
modase el  dinero,  que  eran  dos  mil  pesos  de  buen  oro  por  todas  cuatro  ciuda- 
des para  la  negociación  y  ayuda  de  costo  del  viaje.  Con  brevedad  vinieron  á  la 
de  Santafé  loa  Procuradores  de  todas  :  por  la  de  Vélez  y  de  Tunja,  Hernando 
Suárez  de  Villalobos,  y  por  la  de  los  Panches  y  Tocaima  Cristóbal  de  Zamora, 
y  conferidas  entre  todas  las  cosas  pertenecientes  al  viaje,  y  las^que  eu  España 
se  habían  de  procurar  en  algunos  días  y  autos,  entradíft^y  salidas  en  el  Cabildo> 
ni  se  pudo  tomar  asiento  en  nada,  ni  se  juntaba  el  dinero,  por  lo  cual  el  Obispo 
se  resolvió  hacer  su  "viaje  á  Lima,  no  obstante  otro  requerimiento  que  en  diez 
y  nueve  de  Noviembre  de  dicho  año  se  hizo  para  que  no  lo  hiciera,  y  la  razón 


OÁP.  XXV)  '    NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA  FIRME.     '  75 

principal  que  le  hizo  poner  en  efecto  este  viaje,  el  deseo  que  tenía  de  atajas, 
8Í  pudiera,  las  llamas  con  que  á  la  sazón  se  ardía  el  Pirú,  entendidas  de  los 
alzamientos  de  Gonzalo  Pizarro,  que  había  llegado  á  tanto,  que  tenía  arrinconado 
en  Quito  al  Virrey  Vasco  Núñez  Vela  con  el  ejército  del  Eey,  á  quien  al  fin 
vino  á  matar  y  desbaratar  sus  soldados;  pero  esta  ejecución  del  Obispo  con 
la  ocasión  que  tenía  presente  de  que  el  Maese  de  Campo,  Melchor  Valdés,  tenía 
ya  juntos  sesenta  hombres,  como  luego  diremos,  y  á  pique  todo  para  hacer 
viaje  en  socorro  del  Virrey,  como  en  efecto  se  hizo,  yéndose  el  Obispo  con  él 
hasta  la  Gobernación  de  Popayán.  Agustín  de  Zarate  en  su  Historia  del  Pini 
dice  que  el  año  siguiente  de  mil  quinientos  cuarenta  y  seis  (1546)  se  halló  nues- 
tro Obispo  en  el  Pirú,  cuando  corrían  las  alteraciones  del  Gonzalo  Pizarro 
el  cual  le  rogó  fuese  por  su  Procurador  á  España.  Esto  no  sabemos  en  qué  se 
resolvió,  pero  sabemos  que  después  de  haberse  convsagrado  en  Lima,  bajó  con  el 
Arzobispo  de  aquella  ciudad,  Don  Jerónimo  de  Loaiza,  á  Panamá,  donde  halla- 
ron al  de  la  Gasea,  que  iba  á  la  pacificación  de  los  disturbios  del  Pirú.  No 
dejaría  desde  allí  de  bajar  á  su  obispado  de  Santa  Marta,  donde  debiera  de 
morir  por  el  dicho  tiempo,  porque  no  hallamos  más  noticia  de  él . 


CAPÍTULO  XXV 

• 

Contenido  :  1.°  Envía  á  pedir  socorro  al  Nuevo  Reino  el  Virrey  Vasco  Núñez  Vela 
para  contra  Gonzalo  Pizarro— -2.° 'Hace  leva  de  gente  en  el  Reino  para  enviar  al 
socorro,  que  lleg"ando  á  la  Gobernación  de  Popayán,  tuvieron  nueva  de  la  muerte 
del  Virrey — 3.°  Toma  la  vuelta  del  Reino  el  Capitán  Valdés  por  estas  nuevas,  de- 
iándose  la  gente  que  llevaba  en  la  Gobernación  de  Popayán — 4.°  Entretiénense  estos 
soldados  hasta  que  llegó  al  Pirú  el  de  la  Gasea  por  parte'  del  Emperador,  con  quien 
se  juntaron  para  contra  Gonzalo  Pizarro. 

EN  este  año  de  mil  quinientos  cuarenta  y  cinco  (1545),  en  que  estuvo 
dividido  el  Gobierno  de  este  Nuevo  Reino,  como  hemos  visto,  en  el 
Capitán  Lope  Montalvo  y  Pedro  de  ürsúa,  llegaron  cartas  al  que  gobernaba  el 
Reino,  y  á  cada  Cabildo  en  particular  de  las  ciudades  que  estaban  pobladas  en 
él,  del  Vasco  Núñez  Vela,  Virrey  del  Pirú,  pidiendo  socorro  contra  el  tirano  Gon-, 
zalo  Pizarro,  contra  quien  andaba  en  campo  el  dicho  Virrey  por  parte  del  Em- 
perador, procurando  reducir  al  servicio  de  Su  Majestad  al  Pizarro.  Hubo  alguna 
remisión  en  acudir  á  esto,  así  de  parte  de  los  Cabildos  en  particular,  como  de 
los  que  en  común  la  gobernábala,  de  que  no  hay  que  admirar  andando  todas  las 
Repúblicas  de  las  tres  ó  cuatro  ciudades,  que  solas  entonces  estaban  fundadas 

en  el  Reino,  por  lo  que  dejamos  dicho,  y  la  variedad  de  los  Gobernadores  que 

8 


76  FRAY  PEDRO  SIMÓN  (6.^  NOTICIA 

en  aquella  sazón  hubo,  divididos  los  Capitanes  y  gente  más  grande  de  las  Ee- 
públicas,  siendo  unos  de  la  devouióa  del  primer  Gobernador  Montalvo  de  Lugo, 
y  estar  los  otros  a  la  de  su  sucesor  Ur.súa.  Demás  que  si  estos  avisos  vinieron 
en  tiempo  de  Montalvo  de  Lugo,  parece  tener  la  remisión  excusa,  por  estar  el  en 
este  tiempo  actualmente  haciendo  leva  de  gente  para  la  jornada  que  puso  á 
pique  de  hacer  en  demanda  de  las  mismas  noticias  del  fingido  Dorado  que  él 
había  hecho  en  compañía  de  Jiménez  de  Quesada,  como  dejamos  dicho,  y  vién- 
dose necesitado  de  toda  la  gente  que  pudo  juntar  pira  estos  intentos  en  el  Reino, 
y  quisiera  tener  mucha  más  excusa  de  la  que  parece  tenía  para  no  desmem- 
brar por  otras  ocasiones ,  la  que  tenía  dispuesta  para  ésta,  que  no  era  de  pe- 
queña importancia,  y  si  el  aviso  de  esto  tuvo  el  Pedro  de  Ursúa,  no  tuvo  menor 
excusa  en  la  remisión,  pues  si  la  tuvo  fué  recién  llegado  al  Gobierno,  cuando 
aún  no  había  abierto  los  ojos  en  la  disposición  de  la  tierra,  en  especial  habiendo 
comenzado  luego  que  puso  el  pié  en  ella  á  tener  mil  enfados  con  las  prisiones 
que  comenzó  á  hacer  de  los  Capitanes  Lanchero  y  otros,  la  quema  de  su  casa 
y  hacienda,  como  dejamos  dicho. 

2.°  Con  todo  eso,  multiplicando  el  Virrey  hasta  tres  ó  cuatro  veces  los 
avisos  de  la  apretura  en  que  estaba  la  guerra,  y  en  la  que  le  tenía  el  tirano  que 
le  hizo  venirse  retirando  hasta  la  Gobernación  de  Popayán,  dio  orden  el  Pedro 
.  de  Ursúa,  entre  el  tropel  de  todos  estos  disturbios,  para  que  se  le  enviase  soco- 
rro, á  que  acudieron  todos  los  Capitanes  y  gente  más  principal  de  este  Reino, 
coijaetiendo  esta  facción,  por  haberse  ofrecido  á  hacerla  á  su  costa,  al  Capitán  Mel- 
chor de  Valdés,  hombre  de  mucho  valor  y  gran  servidor  de  Su  Majestad,  el  cual, 
tomando  con  veras  el  disponer  y  acabar  con  buenos  efectos  lo  necesario|á  ella* 
lo  primero  que  hizo  fué  despachar  á  su  primo  hermano,  hombre  de  buena 
suerte,  llamado  Alonso  de  Hoyos,  con  otros  dos  soldados,  que  le  llevase  al  Virrey 
un  caballo  bayo,  que  debiera  de  ser  de  buenas  obras,  avisándole  que  yá  él  quedaba 
haciendo  aprisa  leva  de  gente  para  salir  luego  en  su  socorro  tras  los  que  lleva- 
ban el  caballo,  que  recibió  el  Virrey  con  mucho  contento,  por  haberle  llegado 
á  buen  tiempo,  aunque  mayor  le  tuviera  si  con  él  le  llegaran  los  soldados,  los 
cuales  comenzó  luego  á  levantar  hasta  que  llegaron  al  número  de  sesenta  de  á 
pié  y  de  ú  caballo,  aviando  á  su  costa  de  todo  lo  necesario  de  armas,  caballos 
y  matalotajes  casi  á  todos,  porque  algunos  quisieron  ir  á  la  suya  propia,  como 
fué  Juan  de  Chaves, Francisco  de  Lugo  Bahamonde  y  algunos  otros.  Comenzaron 
luego,  estando  dispuesto  todo  á  la  jornada,  ú  caminar  con  el  Obispo  Don  Fray 
Martín  de  Calatayud  la  vuelta  de  la  Gobernación  do  Popayán,  que  es  el  camino 
por  donde  se  va  á  la  de  Quito  y  de  donde  se  tenía  nueva  estaba  el  Virrey  Vasco 
Núñez,  y  después  de  haber  andado  todos  juntos  rompiendo  en  el  camino  no  pe- 
queñas dificultades,  que  no  pudieron  excusar  más  de  cien  leguas,  llegaron  á  la 


CAP.  XXV)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA  FIRME.  77 

Gobernación  de  Popayán  á  los  postreros  de  Enero  del  año  siguiente  de  mil 
quinientos  cuarenta  y  seis  (1546),  donde  hallaron  luego,  á  los  primeros  pasos 
que  dieron  en  ella,  que  habían  muerto  al  Virrey  los  tiranos  aquel  mismo  mes 
y  año,  en  la  batalla  que  habían  tenido  unos  contra  otros,  que  no  fué  de  poca 
pena  para  nuestro  Capitán  Valdés,  que  iba  con  todos  sus  soldados. 

3."  El  cual  determinó,  supuesto  que  ya  no  era  de  importancia  el  socorro 
para  nada,  por  estar  sin  ningunas  fuerzas  importantes  los  de  la  parte  del  Em- 
perador, por  haber  sido  más  de  doscientos  los  que  murieron  de  esta  parte  en 
esta  batalla,  y  los  de  Pizarro  victoriosos,  y  no  haberle  faltado  más  en  ella  que 
siete,  como  dice  Apolonio,  volverse  al  Eeino  con  algunos  seis  á  ocho  soldados, 
quedándose  en  aquella  Gobernación  y  la  de  Quito  los  demás,  y  entre  ellos  los 
dos  que  nombramos,  Bahamonde  y  Juan  de  Chaves.  Este,  siendo  mozo  de  gallar- 
dos bríos,  ofreciéndose  una  jornada  desde  Popayán,  en  que  se  dispuso  venir  á 
poblar  al  valle  y  provincia  de  Neiva,  otro  pueblo  allende  del  que  estaba,  vino 
á  esta  facción  entre  los  demás  con  el  Capitán  Hernando  de  Benavente,  en  que 
se  ocuparon  algún  tiempo,  de  manera  que  en  esto  y  en  volver  á  la  Goberna- 
ción desde  el  valle  de  Neiva,  se  llegó  el  año  de  mil  quinientos  cuarenta  y  ocho 
(1548),  en  que  entró  por  Panamá  en  el  Pirú  el  de  la  Gasea,  por  parte  del  Em- 
perador, contra  Gonzalo  Pizarro,  y  habiéndose  dado  batalla,  ó  á  lo  menos  dis- 
puesto ja  todo  de  ambas  partes  para  ella  en  el  Valle  de  Xaquixaguana,  quedó 
pi'eso  el  Gonzalo  Pizarro,  el  mismo  año  de  mil  quinientos  cuarenta  y  ocho,  á  los 
primeros  de  Abril,  en  la  cual  facción  se  hallaron  de  parte  del  Emperador  casi 
todos  los  soldados  que  se  quedaron  de  la  compañía  de  Melchor  de  Valdés,  en 
especial  los  dos  que  hemos  nombrado,  Lugo  y  Chaves,  Miguel  Dávila,  Juan 
Fernández  Boquina  y  otros.  Volvió  Juan  de  Chaves  á  este  Reino,  donde  se 
casó  y  tuvo  larga  generación,  de  quien  vive  su  hijo  Juan  Clemente  de  Chaves, 
Alférez  Eeal  de  esta  ciudad  de  Santafé;  el  Francisco  Bahamonde  volvió  después 
en  España,  y  desde  allí  á  ser  Gobernador  de  Puerto  Rico,  desde"  donde  fué 
promovido  á  serlo  de  Cartagena,  de  quien  en  la  tercera  parte  hablaremos  largo. 
Fué  esta  de  enviar  este  socorro,  una  de  las  más  lucidas  facciones  que  en  ser- 
vicio de  su  Rey  ha  hecho  este  Nuevo  Reino,  después  que  se  descubrió,  con 
haber  sido  muchas  las  que  en  esta  razón  ha  hecho. 


78  FRAY  PEDRO  SIMÓN  (6.»  NOtPiOlA 

CAPÍTULO  XXVI    . 

Contenido:  l.«  Las  leyes  que  comunmente  se  llaman  nuevas,  que  se  hicieron  en  el  año 
de  mil  quinientos  cuarenta  y  tres,  para  el  mejor  Gobierno  de  las  Indias.  Cuando 
se  vido  el  Licenciado  Gasea  con  el  Licenciado  Miguel  Díaz  de  Almendaris  en  Carta- 
gena, le  dio  en  nombre  del  Rey  las  nuevas  leyes  que  con  tanto  acuerdo,  con  juntas 
de  gente  de  todos  estados,  se  hicieron  el  año  de  mil  quinientos  cuarenta  y  tres  para 
todas  las  Indias  Occidentales,  que  las  trajera  y  hiciera  publicar  y  guardar  en  este 
Nuevo  Reino,  que  son  éstas  : 

PRIMERAMENTE  que  los  del  Consejo  de  las  Indias,  que  así  en  jun- 
tarse tres  horas  en  la  mañana,  y  á  las  tardes  las  veces  que  fuere 
necesario,  lo  hiciesen  como  antes  se  había  hecho. 

2.^  Y  porque  en  el  Consejo  hay  número  de  Jueces,  ordenamos  que  el  nego- 
cio que  todos  ellos  vieren,  siendo  de  valor  de  quinientos  pesos  de  oro,  ó  donde 
arriba  en  la  determinación  haya  tres  votos  conformes,  pero  si  la  causa  fuere, de 
menos  cantidad,  dos  votos  conformes  de  toda  conformidad,  siendo  los  otros 
votos  en  sí  diferentes,  lo  puedan  determinar,  y  que  hasta  la  dicha  cantidad  de 
quinientos  pesos,  para  más  breve  determinación  de  los  negocios,  puedan  conocer 
dos  del  Consejo,  siendo  conforme. 

3.<*  Que  las  ordenanzas  mandadas  hacer  para  el  buen  Gobierno  de  las 
Audiencias  de  las  Indias,  para  que  los  del  Consejo  tengan  más  presente  lo  en 
ellas  proveído,  se  mandan  incorporar  aquí  para  que  los  del  Consejo  de  las  Indias 
las  guarden  y  cumplan. 

é°  Que  ningún  criado  familiar,  ni  allegado  al  Presidente  y  á  los  del  Con- 
sejo y  Oficiales  de  él,  no  sea  Procurador,  ni  solicitador  de  ningún  negocio  de 
Indias. 

5.^  Que  los  del  Consejo  guarden  todas  las  leyes  y  ordenanzas  de  estos 
Reinos,  eápecialmente  las  hechas  por  el  Consejo  Real,  Audiencias  y  Oidores 
de  estos  Reinos,  acercado  no  recibir  dado  presentado  de  litigantes  y  negociantes» 
ni  escriban  cartas  de  recomendación  á  las  Indias. 

Q.^  Que  el  Presidente  y  Oidores  del  Consejo  se  abstengan  de  entender 
en  negocios  particulares  para  que  estén  más  desocupados  para  entender  en  las 
cosas  de  la  Gobernación;  solamente  se  han  de  traer  al  Consejo  las  residencias 
y  visitas  quo  fueren  tomadas  á  los  Oidores  y  personan  de  las  Audiencias,  y  que 
las  que  se  tomaren  á  los  Gobernadores  se  vean  y  sentencien  en  las  Audiencias' 
cada  una  en  su  distrito. 

7.^  Que  el  Consejo  tenga  siempre  muy  gran  atención  sobre  todo  lo  de  la 
conservación,  buen  gobierno   y  tratamiento  de  los  indios  y  de  saber  cómo  se 


CAP.  XXVl)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA  FIRME  79 

cumple  y  se  ejecuta  lo  que  está  ordenado  para  la  buena  gobernación  de  las 
Indias  y  administración  de  justicia,  porque  los  indios  han  de  ser  tratados  como 
personas  libres  y  vasallos  reales. 

8.*^  Que  los  del  Consejo  platiquen  algunas  veces  sobre  saber  en  qué  puede 
la  Corona  ser  aprovechada  en  cosas  de  las  Indias. 

9.°  Que  importa  mucho  el  cumplimiento  de  lo  que  está  mandado  y  se 
ordenare  al  descargo  de  la  Keal  conciencia,  para  lo  cual  ha  de  tener  el  Pro- 
curador Fiscal  cuidado  de  inquirir  y  saber  cómo  se  cumple,  y  avisar  de  ello 
al  Consejo  para  pedir  ejecución  en  los  que  no  los  cumplieren,  y  avise  al  Rey 
cuando  no  se  hiciere. 

10.  Que  en  las  provincias  del  Pirú  resida  un  Visorrey  y  una  Audiencia 
Real  de  cuatro  Oidores  letrados,  y  sea  la  j-esidencia  en  la  ciudad  de  los  Reyes, 
por  ser  la  parte  más  convenible,  porque  de  aquí  adelante  no  ha  de  haber  Au- 
diencia en  Panamá. 

11.  Que  se  ponga  otra  Audiencia  en  los  confines  de  Guatemala  y  Nicara- 
gua, en  que  haya  cuatro  Letrados  Oidores,  y  uno  de  ellos  Presidente,  y  que  sea 
Presidente  el  Licenciado  Maldonado,  Oidor  de  México,  y  que  esta  Audiencia 
tenga  á  su  cargo  la  gobernación  de  las  dichas  provincias  y  sus  adherentes,  en 
las  cuales  no  ha  de  haber  Gobernadores,  si  otra  cosa  el  Rey  no  mandare. 

12.  Que  de  todas  las  causas  criminales  que  penden  y  pendieren  en  las 
cuatro  Audiencias  de  las  Indias  conozcan  y  sentencien  las  dichas  Audiencias 
en  grado  de  vista  y  revista,  y  la  sentencia  sea  ejecutada,  sin  que  haya  más 
grado  de  apelación,  ni  suplicación,  ni  otro  remedio. 

13.  Y  para  excusar  gastos  á  los  que  hubieren  de  venir  en  seguimientos 
de  pleitos  civiles  al  Consejo  por  apelación  de  las  Audiencias,  el  Presidente  y 
Oidores  de  ellas  conozcan  de  ellas  y  las  determinen  en  vista  y  revista,  y  que 
la  sentencia  que  por  ellos  fuere  dada  en  revista,  sea  ejecutada,  sin  que  haya 
grado  de  apelación,  excepto  cuando  la  causa  sea  de  valor  de  diez  mil  pesos,  y 
dende  arriba,  en  tal  caso  se  pueda  suplicar   segunda  vez  ante  la  persona  Real. 

lé.  Que  los  Jueces  á  quien  se  cometiere  la  causa  de  segunda  suplicación 
la  determinen  por  el  mismo  proceso,  sin  admitir  más  probanzas  ni  nuevas  ale- 
gaciones. 

15.  Que  las  cartas  provisiones  y  otras  cosas  que  despachasen  en  las  Au- 
diencias, se  libren  por  título  y  Sello  Real,  para  que  sean  cumplidas  y  obedecidas 
como  cartas  firmadas  del  nombre  Real. 

16.  Que  en  todo  lo  que  aquí  no  va  declarado,  se  guarden  las  ordenanzas 
que  están  dadas  y  son  de  las  Audiencias  de  Granada  y  Valladolid,  y  los  Ca- 
pítulos de  Corregidores  y  Jueces  de  Presidencia,  y  las  leyes  pragmáticas  y 
erdenanzas  de  estos  Reinos. 


80  FRAY   PEDRO   SIMÓN  (6.^  NOTICIA 

17.  Que  las  apelaciones  que  se  interpusieren  de  los  Gobernadores  á  donde 
no  haj  Audiencia  de  aquel  Distrito,  y  que  se  guarden  en  este  caso  las  leyes  de 
estos  Eeiuos  que  no  permiten  que  haya  suplicación. 

18.  Qae  las  Audiencias  puedan  enviar  á  tomar  residencia  á  los  Goberna- 
dores y  cualesquiera  justicias  de  su  Distrito,  y  que  á  la  brevedad  las  envíen  al 
Consejo  para  que  en  él  se  determinen,  porque  todas  las  otras  residencias  que 
se  tomaren  á  las  justicias  ordinarias,  se  sentencien  en  las  dichas  Audiencias,  y 
que  por  esto  no  se  entienda  que  los  del  Consejo  no  puedan  enviar  á  tomar 
residencia  á  los  dichos  Gobernadores  cuando  les  pareciese  que  convenga. 

19.  Que  las  Audiencias  tengan  particular  cuidado  del  buen  tratamiento  de 
los  indios,  y  cómo  se  guardan  las  ordenanzas  hechas  en  su  favor,  y  castiguen  jos 
culpados,  y  que  no  se  dé  lugar  los  pleitos  entre  indios  y  con  ellos  se  hagan 
pleitos  ordinarios,  sino  que  sumariamente  se  determinen,  guardando  sus  usos 
y  costumbres. 

20.  Que  por  ninguna  causa  de  guerra,  ú  otra,  ni  solicitud  de  rebelión,  ni 
rescate  ni  otra  manera,  no  se  pueda  hacer  esclavo  indio  alguno,  sino  que  sean 
tratados  como  vasallos  reales  de  la  Corona  de  Castilla,  pues  lo  son. 

21.  Que  ninguna  persona  se  pueda  servir  de  los  indios  por  vía  de  nabo- 
rías, ni  de  otro  modo  alguno  contra  su  voluntad. 

22.  Que  las  Audiencias  llamadas  las  partes,  sin  tela  de  juicio,  ó  la 
verdad  sabida,  pongan  en  libertad  á  los  indios  que  fueren  esclavos,  si  las  per- 
sonas que  los  tuvieren  no  mostraren  título  cómo  lo  poseen  legítimamente,  y  que 
las  Audiencias  poDgan  personas  de  diligencia  que* hagan  la  parte  de  los  indios, 
y  los  paguen  de  penas  de  cámara. 

23.  Que  los  indios  no  se  carguen,  y  si  en  alguna  parte  no  se  pudiese 
excusar,  sea  la  carga  moderada,  sin  peligro  de  su  vida  y  salud,  y  que  se  les 
pague  su  trabajo,  y  lo  hagan  voluntariamente. 

24.  Que  ningún  indio  libre  se  lleve  á  las  pesquerías  de  las  perlas,  so  pena 
de  muerte,  contra  su  voluntad,  y  que  el  Obispo  y  Juez  do  Venezuela  ordene 
que  los  esclavos  y  negros  que  andan  en  las  pesquerías,  se  conserven  sin  peligro 
de  muerte,  y  que  si  le  hubiese,  cese  la  pesquería, 

25.  Que  los  Virreyes  Gobernadores,  sus  Tenientes,  Oficiales  Keales,  Pre- 
lados, monasterios  religiosos,  hospitales  y  cofradías,  casas  de  Real  Hacienda, 
no  tengan  indios  encomendados,  y  que  les  que  tuvieran,  luego  sean  puestos  en 
la  Corona  Real  y  que  aunque  digan  que  quieren  dejar  Tos  oficios  y  quedarse  en 
los  indios  no  les  valga. 

26.  Que  á  todas  las  personas  que  tuvieron  sin  tener  títulos,  sino  que  por  su 
autoridad  se  han  entrado  en  ellos,  se  los  quiten  y  pongan  en  la  Corona  Real.  , 

27.  Y  porque  sea  entendido  ^que  los  repartimientos  dados  algunos  son 


CAP.  XSVi)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA  FIRME.  81 

excesivos,  las  Audiencias  lo  reduzgan  á  una  honesta  y  moderada  cantidad  y 
los  demás  se  pongan  en  la  Corona,  sin  embargo  de  cualquiera  apelación,  y  que 
en  particular  se  reformen  en  Nueva  España  los  muchos  indios  que  algunos 
tienen,  y  á  los  primeros  conquistadores  que  no  tienen  repartimientos,  se  les 
den  entretenimientos  on  los  tributos  de  los  indios  que  se  quitaren. 

28.  Que  mereciendo  los  encomenderos  ser  privados  de  sus  repartimientos, 
por  los  malos  tratamientos  hechos  á  los  indios,  se  pongan  en  la  Corona  Eeal  ; 
y  en  los  del  Pirú,  amén  de  lo  susodicho,  el  Visorrey  y  Audiencia  se  informen  de 
los  sucesos  hechos  en  las  cosas  sucedidas  entre  los  Gobernadores  Pizarro  y 
Almagro,  para  enviar  al  Rey  relación  de  ello,  de  las  personas  principales  que 
notablemente  se  hallaren  culpadas  en  aquellas  rebeliones  y  los  quiten  lüégo 
los  indios  y  las  pongan  luego  en  la  Corona  Real. 

29.  Que  por  ninguna  vía  ni  causa,  ningún  Visorrey,  Audiencia  ni  otra  per- 
sona pueda  comendar  indios,  por  ninguna  vía  ni  en  ninguna  manera,  sino  que  en 
muriendo  la  persona  que  tuviere  los  dichos  indios,  sean  puestos  en  la  Corona 
Real,  y  que  las  Audiencias  envíen  relación  de  la  calidad  de  los  indios,  y  de  los 
servicios  del  muerto,  para  proveer  lo  que  convenga,  y  que  si  entre  tanto  parecie- 
re que  convenía  dar  á  la  mujer  y  hijos  algún  sustentamiento,  lo  puedan  ha- 
cer las  Audiencias  de  los  tributos  que  pagasen  los  indios. 

30.  Que  las  Audiencias  tengan  mucha  cuenta  que  los  indios  que  se  que- 
daren y  vacaren  sean  bien  tratados  y  doctrinados  en  las  cosas  de  nuestra  Santa 
£é  Católica. 

31.  Qae  los  Visorreyes  y  Audiencias  prefieran  en  las  provisiones  de  regi- 
mientos y  aprovechamientos  á  los  primeros  conquistadores  y  después  á  los  po- 
bladores casados. 

32.  Que  no  se  oigan  pleitos  sobre  los  indios,  ni  con  indios  que  están  en  la 
Corona,  sino  que  cualquiera  cosa  que  sobre  esto  se  pidiere,  se  remita  al  Rey. 

33.  Que  para  que  en  los  descubrimientos  no  haya  más  desórdenes,  no  se 
pueda  ir  sin  licencia  ni  por  mar  ni  por  tierra,  y  que  de  la  tierra  que  descubriere 
no  lleve  indios  esclavos,  sino  tres  ó  cuatro  para  intérpretes,  yendo  de  su  volun- 
tad, so  pena  de  muerte,  y  que  no  tome  nada  de  los  indios  si  no  fuere  por  resca- 
te, y  á  vista  de  la  persona  que  la  Audiencia  nombrare,  y  que  se  guarde  la*  ins- 
trucción que  la  Audiencia  diere,  y  que  en  todas  las  partes  tome  posesión  y  las 
alturas. 

34.  Que  el  descubridor  dé  á  la  Audiencia  relación  de  lo  que  hubiere  hecho, 
para  que  la  envíe  al  Consejo,  y  se  le  encargué  la  población,  si  fuere  para  ello, 
y  lleve  en  cada  descubrimiento  dos  religiosos  que  si  quieren  quedarse  en  lo  des- 
cubierto lo  puedan  hacer. 

35.  Que  ningún  Visorrey  ni  Gobernador  se  entrometa  en  descubrimientos. 


82  FRAY  PEDRO  SIM(5n  '  (6.*  NOTICIA 

36.  Que  las  personas  con  quien  se  han  tomado  asientos,  guarden  lo  conte- 
nido en  estas  ordenanzas,  so  pena  de  suspensión  de  sus  cargos  y  perdimento  de 
las  mercedes  hechas,  y  que  las  Audiencias  den  á  los  descubridores  las  instruc- 
ciones que  les  parecieren  convenientes  para  que  más  justamente  hagan  los  des- 
cubrimientos, y  los  indios  sean  bien  tratados. 

37.  Que  los  que  están  descubriendo  hagan  la  tasación  moderada  de  los 
tributos  que  han  de  pagar  los  indios,  teniendo  atención  á  su  conservación,  y  con 
el  tal  tributo  se  acuda  al  Encomendero,  de  manera  que  los  castellanos  no  tengan 
manó  ni  entradas,  ni  poder  con  los  indios,  ni  mando  alguno,  ni  se  sirvan  de 
ellos  por  vía  de  naborías,  ni  de  otra  manera  alguna  en  poca  ó  mucha  cantidad, 
ni  haya  más  de  gozar  de  su  tributo,  y  que  entre  otras  cosas,  esto  se  ponga  en 
la  Capitulación  de  los  descubridores. 

38.  Que  los  pretendientes  de  mercedes  por  servicios  hechos  á  la  Corona, 
manifiesten  en  las  Audiencias  lo  que  entienden  suplicar  al  Rey  para  que  la  Au- 
diencia se  informe  de  la  calidad  de  la  persona  y  de  lo  que  pretende,  y  envíen  la 
información  cerrada  al  Consejo,  con  su  parecer,  para  que  se  tenga  luz  de  lo  que 
conviene  proveer. 

39.  Que  los  indios  de  las  islas  de  San  Juan,  Cuba  y  la  Española,  no  pa- 
guen tributos  reales  ni  personales,  ni  mixtos,  durante  la  Real  Voluntad,  y  que 
se  les  den  personas  religiosas  que  los  instruyan  en  las  cosas  de  nuestra  Santa 
fé  Cat(51ica. 


CAPÍTULO  :^xvii      , 

CONTEifiDO  :  1.^  Llega  el  Licenciado  Miguel  Díaz  á  la  ciudad  de  Santafé,  hace  publicar 
las  nuevas  leyes,  y  toma  con  rigor  la  causa  del  incendio  de  la  casa  de  Pedro  de  Ur- 
Biía — 2.°  Ahorca  el  Licenciado  Miguel  Díaz  á  uno  por  la  causa,  y  da  tormento  á  otros 
que  haciendo  fuga  después  de  la  cárcel,  llegaron  á  la  ciudad  de  Santo  Domingo— 3. • 
Deponen  del  Miguel  Díaz  sus  contrarios  en  la  Audiencia  de  Santo  Domingo  y  Real 
Consejo — 4."  Envían  procuradores  á  la  Corte  que  supliquen  de  las  nuevas  leyes  é 
informen  de  lo  mucho  que  conviene  se  ponga  Audiencia  Real  en  el  Nuevo  Reino. 

CON  más  brevedad  de  la  que  se  pensaba  concluyó  el  Licenciado  Miguel 
Díaz  de  Almendaris  los  negocios  de  la  residencia  en  la  ciudad  de 
Cartagena,  y  vino  á  esta  de  Santafé  á  la  mitad  del  año  de  mil  quinientos  cua- 
renta y  seis,  dejando  el  tomar  las  otras  dos  residencias  del  río  de  San  Juan  y 
Popayán,  por  habérselo  ordenado  así  el  de  la  Gasea  en  la  ciudad  de  Cartagena, 
donde  se  vieron   cuando  el   Gasea  subía  al  Pirú  á  las  sediciones  del  Gonzalo 


CAP.   XXVIl)  NOTICIAS   DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA  FIRME,  83 

Plzari'o   porque  no  se  alborotase   en  Popayán   el   Adelantado  Belalcázar  con  la 
residencia,  por  la  muerte  que  había  dado  al  Jorge   Robledo,  y  haberlo  menester 
el  de  la  Q-Asca  para  lo  que  iba  hacer  al  Pirú ;  y  en  llegando  á  la  ciudad,  después 
de  haber  hecho  publicar   con  mucha  solemnidad  las   nuevas  leyes,  que  fueron 
recibidas  con  el  sentimiento   que  en  las  demás  partes,    tomó  luego  la  causa  del 
incendio   con   muchos  más  rigores  que  su  sobrino,  procurando  á  fuerza  de  tor- 
mentos sacar  la  verdad  en  limpio,  de  quién  fueron  los  agresores.  Estaba  por  él 
preso,  entre  los  demás,  un  Francisco  Palomo,  quien  á  los  rigores  del  tormento  se 
confesó   por  culpado,  y  por  sus  cómplices  á  Francisco  Manrique  de  Velandia  y 
al  Capitán  Luis  Lanchero,  con  que  fueron  los  dos  de  nuevo  aprisionados,  y  el 
miserable  confesante  condenado  á  ahorcar;  como  se  supo  luego  su  ejecución,  ya 
que  le  querían  echar  de  la  escalera,  dijo  á  grandes  voces  estas  palabras:  **  A  dar 
cuenta   voy   al   Juez  Universal  de  vivos  y  muertos,  que  conoce  bien  todos  mis 
pecados,  y  que  no  cometí  este  por  que  me  han  condenado  á  muerte  tan  afrento- 
sa, y  que  tampoco  lo  han   cometido    ios   dos  á  quien  dejo  por  mi  dicho-  conde- 
nados  ni   tal  se  les  haya  pasado  por  el  pensamiento,  por  lo  cual,  y  satisfacción. 
de   mi   Conciencia,   les  pido  perdón   por  la  gran  ofensa  que  les  he  hecho,  y  lea 
dejo    libres  en  cuanto  toca  de  mi  parte,  y  ruego  al  Juez  los  tenga  por  absueltos 
de  lá  culpa  que  les  he  impuesto,   pues  como  flaco  y  miserable,  por  la  fuerza  del 
tormento  lo  dije,  sin  que  en  ellos  la  haya  *\ 

2,^  No  fué  esta  declaración  bastante  á  que  no  quedase  colgado  y  á  los  dos 
se  les  diese  tormento,  y  á  un  Pedro  Rodríguez,  de  Salamanca,  y  al  Contador 
Vergara,  que,  como  gente  de  mejores  sujetos,  pasaron  con  más  fortaleza  los 
rigores  del  tormento  sin  confesar  el  delito,  al  fin  como  quien  no  lo  había 
hecho,  según  voz  común  del  pueblo;  pero  temiendo  mayores  rigores  del  juez, 
que  le  tenían  por  su  apasionado,  quebrantaron  las  cadenas  y  grillos  en  que 
estaban,  y  con  otros  muchos  mal  afectos  al  Gobierno  del  Miguel  Díaz,  hicieron 
fuga,  y  tan  larga  los  más  de  ellos,  que  fué  hasta  la  Isla  Española,  para  pedir  en 
8u  Real  Audiencia  juez  contra  el  Miguel  Díaz,  entre  los  cuales  fué  uno  y  el 
principal,  el  Capitán  Luis  Lanchero,  á  quien  acompañó  desde  la  Costa  hasta  la  Isla 
Española,  con  la  sentencia  ya  dada  de  su  residencia,  el  Lope  Montalvo  de  Lugo, 
que  con  ser  un  caballero  modesto,  bien  hablado,  amigo  de  dar  gusto  á  todos, 
como  lo  hizo  sin  queja  de  ninguno,  fué  tanto  lo  que  so  realzó  y  ponderó  su 
residencia  con  haber  sido  de  solos  ocho  meses  el  Gobierno,  que  sin  otra  culpa 
de  consideración,  más  que  ser  pariente  del  Adelantado  Lugo,  anduvo  algunos 
años  inquieto,  por  lo  mucho  que  lo  persiguieron  sus  émulos. 

3.°  Llegados  todos  á  la  Española  y  ciudad  de  Santo  Domingo,  le  pusie- 
ron al  Miguel  Díaz  cargos  muy  feos,  en  especial  en  materias  de  sensualidad,  y 
no  contentos  con  haberlos  propuesto  en  aquella  Real  Audiencia,  lo  enviaron 

9 


84  í'RAY   PEDRO   SIMÓN  (6.*  NOTICIA 

también  al  Eeal  Consejo,  que  fueron  causa  de  desacreditar  notablemente  su 
opinión,  que  hasta  allí  era  muy  otra.  Instaban  juntamente  pidiendo  juez  de 
residencia  contra  él,  á  que  ayudaban  mucho  los  que  iban  de  nuevo  en  toda 
ocasión  de  este  Keino  á  las  manos  de  sus  émulos,  de  las  de  aquellos  que  se  le 
iban  acrecentando  cada  día  por  querer  bajar  las  crestas  de  muchos  que  se 
engrifaban  en  el  Keino,  pareciéndole  al  Miguel  Díaz  convenir,  porque  no  suce- 
diera otro  tanto  como  entonces  pasaba  en  el  Pirú  con  los  disturbios  y  aberracio- 
nes de  Gonzalo  Pizarro,  y  así  quería,  á  trueco  de  poner  en  riesgo  su  honra, 
cortar  raíces  de  alteraciones  y  asegurar  la  paz  y  rebeliones  de  la  tierra  de  su 
Rey,  lo  que  era  imposible  hacer  sin  rigores  contra  los  ánimos  altivos,  de  que 
ya  iban  dando  muestras;  y  en  realidad  fué  importantísimo  este  modo  de  proce- 
der en  aquella  sazón,  que  se  habían  desgajado  muchos  de  los  alterados  del 
Pirú  y  habían  entrado  en  este  Reino  con  los  mismos  resabios  con  que  procura- 
ban hacer  á  otros  de  su  pelaje,  de  que  no  hay  que  poner  dudas  salieran  con 
ello,  si  no  pusiera  el  pié  á  estas  centellas  y  las  apagara  el  rigor  del  juez;  pero  en 
lo  demás  era  discreto,  llano,  vivo,  agradable,  jovial  y  de  graciosa  conversación 
con  todos  los  que  se  le  daban  por  amigos  y  veía  proceder  con  bondad  y  llaneza, 
favoreciéndolos  no  sólo  con  palabras,  pero  con  interés  de  obras,  sin  reparar  en 
gastos  de  su  hacienda,  de  que  era  más  pródigo  que  avariento,  lo  que  le  trajo  á 
tiempo,  que  aun  para  sustentarse  tenía  necesidad  le  ayudasen  sus  amigos  y 
aficionados  y  no  lastimándose  del  estado  en  que  vino,  por  no  saber  guardar,  le 
socorrieron  tal  vez  sus  contrarios,  como  diremos;  tal  fué  el  extremo  á  que  lo 
trajeron  ocasiones,  y  también  por  haberse  fiado  más  en  lo  que  se  debe  en  favo- 
res humanos,  que  á  vueltas  de  cabeza  faltan  y  se  desvanecen  como  humo,  como 
á  él  le  sucedió,  hallándose  muy  atrás  de  sus  pensamientos,  pues  se  halló  presto 
sin  los  valedores  en  quien  confiaba,  por  haberse  muerto,  y  mal  puesta  su  per- 
sona en  el  Real  Consejo. 

4.0  Por  no  haber  tenido  efecto,  como  vimos,  lo  que  se  intentaba  de  que 
el  Obispo  Calatayud,  que  yendo  á  consagrarse  á  España,  tratara  en  el  Real 
Consejo  de  las  causas  de  este  Reino,  se  determinaron  las  ciudades  de  él  á 
enviar  Procuradores  para  que  las  trataran  por  parte  de  todas,  y  muy  en  par- 
ticular la  súplica  que  enviaban  hacer  al  Rey,  de  la  ejecución  de  las  leyes  nue- 
vas, por  los  inconvenientes  que  del  ejecutarlas  se  seguían  á  la  conservación  del 
Nuevo  Reino  de  sus  tierras  y  conquistas;  tuvo  esto  efecto  á  los  postreros  del 
año  de  cuarenta  y  seis  (1646),  señalando  personas  á  propósito,  que  fueron  los 
Capitanes  Pedro  de  Colmenares  y  Alonso  Tellez,  con  quien  también  informó 
el  Juez  de  Residencia,  Miguel  Díaz,  al  Emperador  y  á  su  Real  Consejo  de 
Indias,  lo  mucho  que  convenía  que  en  este  Nuevo  Reino  se  fundase  Audiencia 
Keal,  por  la  mucha  grandeza,  grosedad  y  dilatación  de  las  tierras  conquistadas 


CAP.    XXVIl)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA  FIRME 


85 


y  que  cada  día  se  iban  aumentando.  Hiciéronle  diligenciar  esto  las  esperanzas 
que  tenía  como  persona  tan  calificada  de  que  le  nombrarían  por  Presidente  de 
ella,  que  le  salió  bien  al  revés,  como  se  verá,  por  estar  yá,  cuando  llegó  esta 
información,  desdorada  su  persona,  como  hemos  dicho,  por  no  haberse  descui- 
dado sus  émulos.  Y  así  sólo  fué  de  efecto  con  la  información  que  dieron  los 
Procuradores  del  Nuevo  Reino,  y  otras  que  se  hallaron  en  la  Corte  á  esta 
sazón  con  Gonzalo  Jiménez  de  Quesada,  para  que  se  resolviera  el  Bey  de  que 
se  fundara  la  Audiencia  que  se  pedía,  nombrando  para  ello  Oidores,  que  fueron 
el  Licenciado  Gutiérrez  de  Mercado,  el  más  antiguo,  y  que  presidiera  en  ella, 
nó  con  título  de  Presidente,  sino  de  mayor  antigüedad,  el  Licenciado  Juan 
López  de  Galarza,  á  quien  se  le  despachó  recado  á  treinta  y  uno  de  Mayo  del  año 
de  mil  quinientos  cuarenta  y  siete  (1547),  y  al  Licenciado  Beltrán  de  Góngora 
á  veinticuatro  de  Julio  de  mil  quinientos  cuarenta  y  ocho  (1548).  Diósele  orden 
y  despacho  al  Licenciado  Mercado^  para  que  tomara  residencia  al  Miguel  Díaz, 
coma  se  había  pedido  en  el  Real  Consejo,  aunque  no  la  pudo  tomar  por  lo  que 
diremos.  Entre  las  demás  mercedes  que  hizo  el  Emperador  á  esta  ciudad  de 
Santafé  por  la  industria  de  los  dos  Procuradores  que  estaban  en  la  Corte,  de 
las  más  crecidas  fueron  haberle  dado  en  tres  de  Diciembre  del  año  de  mil 
quinientos  cuarenta  y  ocho  (1548),  por  armas  la  Águila  imperial  en  Campo 
Rojo,  y  por  orla  nueve  granadas,  de  qu§  hoy  goza,  y  haberles  concedido  la 
súplica  que  se  hizo  acerca  de  la  exención  de  las  nuevas  leyes  en  cuanto  al  suce- 
der los  hijos  y  mujeres  en  las  encomiendas  de  los  padres  y  maridos,  que  era 
en  lo  que  más  se  reparaba,  y  así  siempre  han  ido  sucediendo  con  el  orden  y 
condiciones  que  á  los  principios  se  usó. 


86  3PRAY   PEDRO   SIMÓN  (6.»  NOTICIA 

CAPÍTULO  XXVIIl 

Contenido:  1.*  Trátase  de  descubrir  las  provincias  de  Sierras  Nevadas,  habiendo  des» 
cubierto  primero  el  Río  del  Oro  desde  la  ciudad  de  Tunja — 2.*  Salen  Pedro  de  Ursúa 
y  Ortún  Velasco  de  la  ciudad  de  Tunja  en  demanda  de  Sierras  Nevadas  y  llegan  á 
los  indios  Cbitaíreros,  donde  poblafon  la  ciudad  de  Pamplona — 3.*  No  pasaron  por 
entonces  de  la  ciudad  de  Pamplona  en  prosecución  de  la  jornada,  por  haber  bailado 
en  aquellas  provincias  tanto  en  qué  entender — 4."  Descúbrense  muchas  minas  á  la 
parte  del  Sur,  de  oro,  plata  y  otros  metales— 5.»  Propiedades  de  la  provincia  donde 
está  fundada  la  ciudad. 

NO  permitía  el  lucido  talento,  ánimo  y  gallardos  bríos  del  generoso 
mancebo  Pedro  de  tJrsúa,  con  que  aficionaba  á  todos,  estar  escon- 
dido entre  paredes,  sin  emprender  cosas  grandiosas  y  dignas  de  .sus  altos  pen- 
samientos, y  así  los  traía  siempre  ocupados,  dando  trazas  en  jornadas  y  con- 
quistas donde  pudiera  celebrar  su  nombre  y  ensanchar  los  términos  de  la 
iglesia  y  de  la  corona  de  su  Rey.  Solicitado  de  estos  deseos,  trataba  con  su  tío 
Miguel  Díaz,  de  quien  era  Teniente  General,  se  emprendiera  la  misma  jornada 
que  liabía  hecho  Fernán  Pérez  de  Quesada  y  estaba  á  pique  de  hacer  cuando 
entró  en  el  íleino  Lope  Montalvo  de  Lugo.  No  se  pudo  por  entonces  tomar 
asiento  en  esta  derrota,  pero  tomóse  en  la  de  las  conquistas  de  las  provincias 
de  las  Sierras  Nevadas,  de  quien,  como  dejamos  dicho  largamente  en  la  primera 
parte,  se  tenían  valientes  noticias,  por  haberlas  visto  los  tres  alemanes  que  pa- 
saron por,  sus  faldas  á  la  parte  del  Sur  y  por  la  vista  que  les  dio  Alonso  Pérez 
de  Tolosa,  cuando  de  intento  salió  del  Tocuyo  en  su  demanda.  Ayudó  á  dis- 
poner esta  jornada  el  haber  hecho  otra,  el  año  pasado  de  mil  quinientos  cua- 
renta y  siete  (1547),  desde  la  ciudad  de  Tunja,  por  orden  de  Ortún  Velasco, 
que  á  la  sazón  había  hecho  Teniente  de  la  ciudad  el  Miguel  Diaz  Almendaris. 
El  cual  Ortún  Velasco,  con  orden  del  Miguel  Díaz,  habiendo  tenido  noticias^ 
aunque  ciegas,  por  las  que  habían  tenido  los  vecinos  de  la  ciudad  de  Véle¡z 
cuando  conquistaron  las  provincias  de  la  ciudad  de  Guane,  de  las  riquezas  de 
oro  que  había  en  un  río,  cerca  de  la  misma  provincia  de  Guane,  al  Norte,  des- 
pachó desde  la  misma  ciudad  de  Tanja  por  caudillo  á  Gregorio  Suárez  de  Deza 
con  más  de  veinte  soldados,  vecinos  de  la  ciudad,  la  vuelta  de  la  parte  del  Norte, 
en  demanda  de  este  río  rico,  los  cuales  se  dieron  tan  buena  traza  ó  diligencia  con 
las  buenas  guías  que  llevaban,  que  dieron  con  este  río*  y  experimentando  sü 
gran  riqueza  de  oro  que  tienen  sus  arenas,  que  hasta  hoy  dura  y  durará  en 
infinitos  años,  con  las  muestras  que  sacaron,  dejándole  puesto  por  nombre  el 
WiÍQ  del  Oro  por  ^antonomasia,  tomaron  la  vuelta  de  la  ciudad  de  Tunja,  que 


CAP.  XXVIll)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DS  TIERRA   FIRME  87 

se  alborotó  con  las  demás  del  Nuevo  Eeino,  de  manera  que  la  mayor  parte  de 
sus  vecinos  quedó  engolosinada  á  la  saca  del  oro  de  este  río,  y  no  quedando 
menos  que  los  demás  el  Teniente  Ortún  Velasco,  por  haber  descubierto  por 
su  orden,  haciendo  días  que  traía  entre  ojos  el  descubrimiento  de  las  Sierras 
Nevadas,  que  demoran  al  mismo  rumbo,  de  este  río,  aunque  muchas  leguas  más 
adelante,  trató  luego  con  veras,  con  intentos  de  hacer,  como  dicen,  de  un 
camino  dos  mandados  y  pedir  al  Miguel  Díaz  esta  conquista  con  título  de  des- 
cubrimiento de  las  Sierras  Nevadas. 

2.°  Concediósele  con  las  condiciones  que  suelen  poner  en  tales  descubri- 
mientos, para  lo  cual  comenzó  luego  el  Ortún  Velasco  hacer  leva  de  gente  de 
la  ciudad  de  Tunja,  Santafé  y  la  demás,  y  juntándose  yátoda  la  que  pareció 
bastar  á  la  jornada,  que  fueron  algo  más  de  ciento  cuarenta  soldados,  como  no 
hallaba  la  disposición  que  era  menester  Pedro  de  ürsúa  para  las  que  siempre 
pretendió  hacer  á  las  provincias  de  los  Llanos  en  demanda  de  la  del  fingido 
hombre  dorado,  se  determinó  ir  á  ésta,  á  que  acudió  el  Miguel  Díaz  de  Almen- 
daris,  por  ver  los  buenos  bríos  y  mejores  deseos  con  que  estaba  su  sobrino  de 
hacer  algún  descubrimiento  que  luciese,  y  así  diapuso  lo  necesario  á  ella  de 
armas  y  caballos,  indios,  canoas  y  chontales  de  servicio ;  salieron  de  la  ciudad 
de  Tunja  el  Pedro  de  Ursúa  y  Ortún  Velasco,  yá  entrados  algunos  meses  del 
año  mil  quinientos  cuarenta  y  ocho  (1548),  y  habiendo  pasado  el  río  de  Soga^ 
moso  y  entrando  en  la  provincia  de  los  Laches  y  quebradas  de  Tequia,  á  donde, 
como  yá  dijimos,  había  enviado  á  poblar  desde  la  misma  ciudad  de  Tunja  la  de 
Málaga  el  Capitán  Gonzalo  Suárez  Rondón,  se  dividieron  cada  cual  con  una 
parte  de  la  gente,  el  Capitán  Ortún  Velasco  y  el  Teniente  General  Pedro  de 
ürsúa,  y  conquistando  cada  cual,  por  lo  que  le  cupo,  las  provincias  de  indios 
que  iban  encontrando,  en  que  padecieron  no  pocos  trabajos  de  fríos  por  ser 
las  más  de  ellas  tierras  de  páramo,  y  guazabaras  que  tuvieron  en  el  camino, 
fueron  á  juntarse  ambos  con  su  gente  en  la  provincia  de  los  indios  Chitareros, 
también  tierra  fría,  y  dando  cada  cual  relación  de  los  muchos  naturales  que 
por  8u  derrota  había  enconfei*ado,  bastantes  para  sustentar  un  pueblo  de  espa- 
ñoles' que  los  fueran  doctrinando  y  reduciendo  á  la  Pe  católica  y  obedienoia 
de  su  Rey  de  Castilla,  se  determinó  que  en  un  pequeña  valle  á  quien  llamaron 
del  Espíritu  Santo,  coronado  á  la  redonda  de  altas  sierras,  llano  y  de  buenas 
aguas  y  estalaje,  se  poblase  una  ciudad,  como  se  hizo,  á  quien  llamó  la  ciudad  de 
Pamplona  el  Pedro  de  ürsúa,  que  era  la  cabeza  del  ejército,  á  devoción  de  la 
otra  ciudad  de  Pamplona  de  Navarra,  por  ser  el  pueblo  de  ürsúa  en  el  mismo 
Reino  de  donde  él  era  natural,  muy  vecino  á  la  de  Pamplona  ;  sesenta  leguas 
está  apartado  de  la  ciudad  de  Santafé,  y  cinco  grados  y  cincuenta  minutos  da 
iatitud  al  Norte.  Fué  esta  fundacióji,  entrado  yá,  el  año  4e  mil  quinientoa  cua- 


88  FRAY  PEDRO   SIM()N  (6.*  NOTICIA 

renta  y  nueve.  Nombró  por  Alcaldes  á  Alonso  de  Escobar  y  á  Juan  Vásquez, 
Begidores  Juan  de  Albear  y  Acevedo,  Hernando  de  Mescua,  Juan  de  Tolosa, 
Sancho  de  Villanueva,  Juan  Andrés,  Juan  Rodríguez,  Pedro  Alonso,  Juan  de 
Torres  y  Beltrán  de  Unsueta.  Hízose  una  planta  en  lo  mejor  del  valle,  de 
treinta  y  oclio  cuadras  divididas  en  ciento  y  treinta  solares,  que  se  repartieron 
en  ciento  treinta  y  seis  personas,  que  fueron  los  primeros  conquistadores  y 
pobladores  de  la  ciudad,  que  ha  permanecido  en  el  mismo  sitio  que  se  fundó 
hasta  hoy.  Pretendió  luego  la  Justicia  y  Regimiento  pedir  privilegios  para  ella, 
pero  por  no  tener  de  su  permanencia,  por  no  estar  aún  del  todo  conquistada  la 
tierra,  presentó  en  el  camino  el  Pedro  de  Ürsúa,  en  cinco  de  Noviembre  del 
mismo  año,  una  provisión  de  que  iba  prevenido  para  lo  que  pudiera  suce- 
der, en  que  no  se  pidiesen  exenciones  hasta  dar  asiento  á  la  ciudad  y  pacifi- 
cación délas  provincias  circunvecinas  que  tenían  más  de  cincuenta  mil  indios  de 
macana  en  sólo  los  valles  de  Condarmenda,  Babicha,  Mires  Ambrosio,  que  fué 
en  el  que  dijimos  en  la  primera  parte  habían  muerto  al  Ambrosio  de  Alfinger, 
que  por  otro  se  llama  el  Valle  de  Chinácota,  Chitagá,  desde  donde  comienza 
á  correr,  á  la  parte  de  Nordeste,  el  valle  que  llaman  de  los  Locos,  por  los  di- 
versos gestos  y  figuras  que  hacían  ios  indios  de  aquella  provincia  cuando 
peleaban  con  los  españoles,  pensando  con  aquello  espantarlos;  Alonso,  Esteban 
y  Balegra,  sin  otros  muchos  que  había  en  otras  partes,  como  lo  escribe  toda 
la  ciudad  de  Pamplona  en  una  relación  hecha  en  tres  de  Febrero  del  año  si- 
guiente de  mil  quinientos  cincuenta,  haciéndola  muy  larga  al  Miguel  Díaz  de 
Almendaris  de  todo  esto  y  otras  muchas  cosas  tocantes  á  la  conquista  y  funda- 
ción de  la  ciudad  y  del  buen  gobierno  del  Teniente  General  Pedro  de  Ursúa, 
y  ciudado  que  había  tenido  de  su  población,  y  cómo  él  mismo  había  señalado 
en  treinta  de  Diciembre  del  año  de  antes,  por  sus  términos  los  pueblos  que 
servían  la  ciudad  de  Málaga  en  las  provincias  de  Tequia,  desde  los  bados  y 
pasos  de  Chicamocha,  corriendo  el  río  de  Sogaraoso  abajo  hasta  la  ciénega  que 
llamaron  del  Bachiller,  atravesando  á  las  sierras  de  Nacuniste  á  los  brazos  de 
Orma,  hasta  la  laguna  de  Maracaibo  y  por  Sierras  Nevadas  cuarenta  leguas 
delante  hasta  el  pueblo  de  Maracaibo,  y  hasta  dar  en  el  nacimiento  del  Apure. 
3.°  De  manera  que  por  entonces  nadie  de  los  que  salieron  á  esta  jornada 
de  las  Sierras  Nevadas  pasó  adelante  de  esta  ciudad  de  Pamplona,  por  haber 
hallado  bien  en  qué  emplear  en  aquellas  provincias  toda  la  gente  que  iba  y 
mucha  más  los  briosos  deseos  que  llevaban  de  descubrimientos  y  conquistas, 
y  aun  de  meter  las  manos  en  riquezas,  por  las  muchas  que  cerca  de  la 
ciudad,  á  la  parte  del  Sureste,  se  fueron  luego  descubriendo,  la  cual  gobernó 
el  Pedro  de  Ursúa,  dando  asiento  á  la  disposición  de  las  cosas  que  se  iban  ofre- 
ciendo en  la  nueva  población  y  apeando  dificultades  en  las  conquistas  qu«  &m 


OAP.  XXVIIl)  NOTICIAS    DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA   FIRME  89 

ce  sar  se  fueron  prosiguiendo  hasta  los  últimos  del  mes  de  Junio  del  mismo  ano 
de  mil  quinientos  cincuenta,  que  le  fué  forzoso  dejar  la  ciudad  en  el  Gobierno 
ordinario  de  los  Alcaldes,  á  quien  nombró  en  su  lugar  para  esto,  por  haberlo 
enviado  á  llamar  desde  la  de  Santa fé  los  dos  Oidores  y  Licenciados  Góngora  y 
Galarza,  que  había  poco  habían  llegado  á  la  dicha  ciudad,  y  dado  principio  á  la 
Real  Audiencia,  que  en  ella  se  asentó  en  el  mismo  año,  como  luego  diremos,  por 
el  deseo  que  tenían  de  conocer  su  persona  y  buenas  partes  de  que  estaban 
informados,  y  para  que  la  boca  informase  de  lo  sucedido  en  la  fundación  de  la 
nueva  ciudad  de  Pamplona  y  sus  conquistas.  Quedó  el  gobierno  de  la  ciudad 
por  algunos  días,  como  lo  dejó  el  Pedro  de  Ursúa,  en  los  Alcaldes,  hasta  que 
se  le  dio  al  Capitán  Ortún  Velasco,  por  haber  trabajado  tanto  en  las  conquistas 
y  fundación,  y  haber  sido  el  primero,  como  hemos  visto,  que  emprendió  la 
jornada,  y  ser  capaz  de  otras  muy  mayores  cosas,  así  en  razón  de  su  persona 
como  de  ser  hijo  de  sus  padres,  por  todo  lo  cual  tuvo  el  Gobierno  de  Justicia 
Mayor  de  esta  ciudad  desde  este  tiempo  por  más  de  veinte  años  continuos,  en 
los  cuales  se  fueron  descubriendo  otras  nuevas  provincias  circunvecinas,  y  po- 
blando en  ellas  villas  y  ciudades,  como  fué  la  de  Mérida  en  las  Sierras  Nevadas, 
el  año  de  mil  quinientos  cincuenta  y  ocho  (1558),  y  la  villa  de  San  Cristóbal 
el  de  sesenta,  y  la  ciudad  de  Santa  Ana  de  Ocaña  el  de  mil  quinientos  sesenta 
y  uno  (1561),  como  iremos  diciendo  en  sus  lugares. 

4.°  Entre  los  demás  cuidados  que  se  pusieron  después  de  fundada  la  ciudad 
de  Pamplona,  no  fué  el  menor,  por  no  ser  de  los  que  menos  importaban  para  su 
conservación,  y  más  veraz  en  las  conquistas  de  los  naturales,  el  que  se  puso  en 
acabar  por  aquella  parte  de  hacer  descubrimientos  que  había  comenzado  hacer 
por  las  de  Tunja  el  Capitán  Daza,  del  Río  del  Oro;  y  no  salieron  en  vano  las 
apretadas  diligencias  que  se  pusieron  en  esto,  pues  descubrieron  algunas  leguas 
del  río  y  experimentaron  sus  arenas  de  oro,  con  otras  muchas  minas  que  se 
fueron  descubriendo  en  toda  aquella  provincia  que  llaman  de  Suratá,  que  es  la 
que  está  entro  este  río  y  la  ciudad  :  tierra  tan  rica,  que  toda  ella  es  una  parte 
de  oro  y  plata  y  otros  metales,  en  especial  en  una  parte  que  llaman  la  Montosa, 
donde  comenzaron  luego  á  tomar  de  asiento  el  ir  descubriendo  sus  riquezas  de 
plata,  haciendo,  para  moler  sus  metales,  diversos  ingenios,  con  que  se  fué  cada 
día  facilitando  más  el  beneficio  de  sacarla.  Descubrióse  un  pedazo  de  tierra 
alta  y  llana,  á  quien  llamaron  el  Páramo  Rico  de  Suratá,  que  lo  fué  tanto,  que 
en  toda  su  superficie,  hasta  poco  más  de  una  tercia  ó  media  vara  de  hondo,  era 
tanto  el  oro  que  sacaban,  que  arrancando  com  la  mano  el  espartillo  que  se 
criaba  en  él,  la  arena  que  salía  en  ellos  pegada  á  las  raíces  era  más  de  la  mitad 
oro  fino  de  más  de  veinte  quilates,  que  éstos  y  más  tiene  en  común  todo  el  que 
pe  saca  en  aquellas  minas,  en  especial  el  que  lavan  en  el  Rio  del  Oro,  aunque 


90  FBAY   PEDRO    SIMÓN  ^  6.»  NOTICIA 

es  un  oro  volador  y  dificultoso  de  recoger,  porque  es  tan  liviano,  que  huyendo 
del  suelo  de  la  batea  donde  lo  lavan,  anda  rolando  por  el  agua,  que  si  no  es 
con  mucha  destreza  de  los  lavadores,  se  recoge  con  mucha  dificultad,  pero  es 
el  más  subido  de  cuanto  se  ha  descubierto  en  su  comarca.  Sobre  el  oro  que  se 
halló  sobre  este  Páramo  Rico,  por  ser  corrido  que  llaman  los  mineros,  que  es 
decir  lo  mismo  que  no  tener  veta  fundada,  por  otro  nombre  aventadores,  ni 
entrar  en  él  por  ser  tierra  alta,  ni  río,  ni  quebrada,  se  han  movido  varias  opi- 
niones por  dónde  pudo  venir  allí,  y  al  fin  han  tenido  por  la  más  acertada  la 
que  dice  haberlo  recogido  allí  de  otras  partes  la  inundación  de  las  aguas  del 
Diluvio. 

5.°  Toda  la  comarca  del  término  de  esta  ciudad  en  su  circunferencia,  que 
goza  de  tierras  muy    frías,  muy    calientes  y  í»tras  bien  templadas,  es  doblada  y 
acomodada  para  toda  suerte  de  frutos  de  Castilla  y  de  la  tierra,  si  á  cada  cual 
le  buscan  el  que  pide,  en   que  no  se  han  descuidado  sus  vecinos,  pues  en  las 
partes  acomodadas  á  esto  han  sembrado  mucha  caña  dulce,  de  donde  se  hace 
miel  y  azúcar,  mucha   cantidad    de   tabaco,  mucho   trigo   y   cebada  que  se  da 
maravillosamente  en  tierras  frías  y  templadas;  cógese   mucho  y  muy  buen  lino, 
de  que  haoen  buenas  telas  ;  el  cáñamo  aún  no  ha  tenido  suerte  de  entrar  en 
estas  tierras.  Todas  las  hortalizas  de  Castilla  han  hallado  el  suelo  que  se  de- 
seaban, pues   todo  el  año   es  tiempo  de  ellas  ;  hay  grandes  crías  de  ganados 
mayores  y  menores,  de   cuya    fertilidad   se   hace   grande  abundancia  de  quesos 
y  manteca.  Los  caballos  son  de  muy   buena  raza  y  buenos  hechores,  los  cuales 
los  han  menester  los  vecinos  de  la  ciudad,  por  ser  tan   inclinados  á  la  jineta,  de 
que  se  precian  mucho.  Es  en  común  toda  gente  que  se  cría  en  ella  bien  dis- 
puesta y  de  buen  parecer,  hombres  y  mujeres  de  buenos  y  agudos  ingenios  ; 
hay  en   la  ciudad   un    Convento  de   Nuestro   Padre    Santo   Domingo,  otro  de 
Nuestro  Padre  San  Francisco,  y  otro  de  San  Agustín,  y  uno  de  religiosas  del 
Orden  de  Nuestra  Madre  Santa  Clara,  cuyo  principio  tuvieron  de  las  doctrinas 
de  nuestros  religiosos  moradores  de  aquel  convento,  aunque  después  los  tomó 
á  su  cargo  el  ordinario,  como  hoy  lo  están  con  mucho  gusto  y  agradecimiento 
de  nuestra  Religión,  por  verse  libres  de  la  carga  que  consigo  trae  el  cuidado  del 
gobierno  de  monjas.  Solíanle  venir  las  cosas  de  Castilla  á  esta  ciudad  por  la 
laguna  de  Maracaibo  y  río  de  Zulia,  que  baña  sus  cimientos  desde  sus  princi- 
pios, que  no  le  era  de  poco  útil  el   tiempo  que   duró  hasta  que  atajaron  esta 
navegación  los  indios  Quiriquíes,  que  habiéndose  alzado,  infestaban  las  costas 
de  la  laguna.  Los  indios  Chitareras  de  esta  provincia*  donde  e&tá  fundada  esta 
ciudad,  han  sido  siempre  de  buena  masa  y  condición,  como  se  echó  de  ver  en 
la  pacificación  que  siempre  ha  tenido,  sin  ningún  alzamiento,  por  haber  tenido 
harto  mal  ejemplo  y  ocasión  para  haberlos  hecho  en  los  indios  que  les  demora^x 


CAP.  XXrx)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA  FIRME. 


91 


aI  Sur  en  las  provincias  del  Río  del  Oro,  Montuosa  y  otras  que  en  algunos,  tiem- 
pos los  han  intentado,  si  bien  yá  en  éstos,  por  haber  quedado  ten  pocos,  están 
del  todo  pacíficos. 


CAPÍTULO  XXIX 

Contenido:  1.»  Llegan  los  tres  Oidores  á  Cartagena,  y  quedando  muerto  e!  un  a  en  lia 
villa  de  Mompox,  suben  los  dos,  Góngora  y  Galarza,  y  llegan  á  la  ciudad  de  Santafé. 
2.»  Cédula  Real  en  que  se  dice  el  modo  que  se  ha  de  tener  para  meter  el  Real  Sello 
en  la  ciudad  de  Santafé,  donde  se  funda  la  Audiencia— 3.o  Proveen  en  el  Consejo  y 
en  la  Real  Audiencia  de  Santo  Domingo  .Tuez  de  Residencia  para  el  Licenciado 
Miguel  Díaz.  Reducen  después  ésta  al  Licenciado  Surita,  Oidor  de  Santo  Domingo. 
4.»  Lope  Montalvo  de  Lugo,  libre  de  sus  cargos  por  la  Real  Audiencia  de  Santo 
Domingo  ;  desde  allí  se  va  á  España  el  Licenciado  Surita,  y  viene  á  la  ciudad  de 
Santafé  á  la  residencia  del  Miguel  Día». 

LOS  tres  Oidores  dichos  partieron  de  Castilla  para  este  Reino  á  fundar 
de  nuevo  la  Audiencia  en  esta  ciudad  de  Santafé,  á  Igs  postreros 
del  año  de  cuarenta  y  nueve  (1549^,  llegaron  con  buen  viaje  á  Cartagena, 
dispusieron  allí  el  del  río  y  subida  á  este  Reino.  Llegaron  á  la  villa  de  Mompox, 
que  había  ya  días  estaba  poblada,  como  diremos  en  la  tercera  parte,  el  año  de 
mil  quinientos  cincuenta  (1550),  á  los  primeros  de  Febrero,  á  donde  le  dio  el 
mal  de  la  muerte  al  Licenciado  Gutiérrez  de  Mercado,  y  pasó  de  esta  vida  á 
pocos  días  de  como  enfermó,  dicen  que  ayudándole  la  mano  de  un  boticario 
llamado  Vera,  en  una  purga.  Prosiguieron  su  viaje  los  dos  compañeros,  y 
teniéndole  bueno  en  todo  el  resto  del  río  hasta  llegar  á  esta  ciudad  de  Santafé, 
presentaron  el  primer  día  del  mes  de  Abril  del  año  dicho  en  el  Cabildo  la 
Cédula  de  Su  Majestad  en  que  daba  el  orden  que  se  había  de  tener  en  el  re- 
cibimiento de  su  Real  Sello  con  que  había  de  despachar  la  Audiencia,  que  por 
ser  digna  de  que  todos  la  lean,  quise  ponerla  aquí,  ouyo  tenor  es : 

Eli  REY 

2.0  Nuestro  Presidente  é  Oidores  de  la  Audiencia  del  Nuevo  Reino  de 
Granada  con  ésta  os  mandamos  enviar  nuestro  Sello  Real,  para  que  con  él  se 
eellen  las  provisiones  que  en  esa  Audiencia  se  despacharen,  y  porque  sabéis 
cuándo  el  dicho  nuestro  Sello  Real  entra  en  cualquier  de  las  nuestras  Audien- 
cias Reales  de  estos  Reinos  entre  con  la  autoridad  que  si  nuestra  persona  Real 
entrase,  y  así  es  justo  y  conviene  se  haga  en  esa  tierra,  por  ende  yo  vos  mando 
que  llegando  el  dicho  Sello  Real  á  esa  tierra,  vosotros,  ó  Injusticia  ó  Regidorea 


92  FBAT   PEDRO    SIMÓN  (6.»  NOTICIA 

del  pueblo  donde  residiéredes,  salgáis  un  buen  trecho  fuera  de  la  recibir  el 
dicho  nuestro  Sello,  y  de  donde  estuviere  hasta  el  dicho  pueblo,  vaya  encima 
de  una  muía  ó  de  un  caballo  bien  aderezado,  con  su  palio  encima,  cuyas  varas 
lleven  los  Regidores,  é  vos  el  Licenciado  Mercado,  que  como  Oidor  más  antiguo 
habéis  de  presidir  é  otro  Oidor  de  los  más  antiguos  le  llevad  en  medio,  con  toda 
la  veneración  que  se  requiere  según  y  como  se  acostumbra  hacer  en  las  Au- 
diencias Beales  de  estos  Reinos,  é  así  por  esta  orden  vais  hasta  le  poner  en  la 
casa  de  la  Audiencia,  donde  el  dicho  Sello  Real  esté,  para  que  en  ella  tenga  á 
cargo  la  persona  que  hobiere  de  tener  el  dicho  oficio  de  sellar  provisiones  que 
en  esa  Audiencia  se  despacharan,  que  fuere  nombrado  por  Don  Diego  de  los 
Cobos,  Marqués  de  Camaraza,  Encomendador  Mayor  de  León,  que  de  nos  tiene 
merced  del  dicho  oficio,  é  si  cuando  llegare  á  esa  tierra  el  dicho  nuestro  Sello 
Real,  el  dicho  Marqués  no  hobiere  nombrado  persona  que  sirva  el  dicho  oficio 
entre  tanto  que  la  nombra  vosotros,  la  nombraréis  cual  convenga.  Fecha  en  la 
villa  de  Valladolid,  á  diez  y  siete  del  mes  de  Julio  de  mil  quinientos  cuarenta 
y  nueve  años  (1549).  Maximiliano— La  Reina — Por  mandado  de  Su  Majestad  y 
sus  Altezas  en  su  nombre,  Juan  de  Sámano — Dispúsose  lo  necesario  para  meter 
el  Sello  con  la  autoridad  y  majestad  que  aquí  se  manda  dentro  de  seis  días, 
pues  á  siete  del  mes  de  Abril  se  recibieron,  y  á  los  dos  Oidores,  desde  el  cual 
día  comenzó  la  Audiencia  á  decir  causas  con  la  autoridad  Real,  teniendo  por 
Secretario  á  Alonso  Tellez,  Receptor  Lope  de  Rioja,  que  poco  después  fué 
nombrado  por  Relator,  que  lo  ejercitó  muchos  años,  como  también  el  de 
Portero  Gonzalo  Velásquez  de  Porras. 

3.^  Como  las  causas  y  quejas  del  Juez  de  Residencia,  Miguel  Díaz,  las 
pusieron  sus  émulos,  no  sólo  en  la  Real  Audiencia  de  Santo  Domingo,  sino 
también  en  el  Real  Consejo,  como  dijimos,  de  ambas  partes,  juntamente  se 
proveyó  el  remedio  y  nombró  Juez  que  le  tomase  residencia  en  el  Consejo  al 
Licenciado  Gutiérrez  de  Mercado,  Oidor,  como  hemos  dicho,  en  la  Real  Au-. 
diencia  de  Santo  Domingo,  á  otro  Oidor  de  ella,  llamado  el  Licenciado  Alonso 
de  Corita;  pero  sabiendo  el  Consejo  Real  de  Indias  la  asignación  que  estaba 
hecha  para  esto  por  la  Audiencia  de  Santo  Domingo  en  el  Corita,  le  confirmó 
y  dio  recaudos  de  nuevo  para  que  él,  y  nó  el  Licenciado  Gutiérrez  de  Mercado, 
tomaia  la  residencia  al  Licenciado  Miguel  Díaz,  y  que  si  acaso  llegare  primero 
el  Oidor  Mercado,  por  estar  yá  embarcado  cuando  se  le  despachó  este  recaudo 
á  Corita,  á  este  Nuevo  Reino  y  hubiera  comenzado  á  tomar  la  residencia  al  dicho 
Miguel  Díaz,  en  el  estado  que  la  tuviera  se  la  tomará  al  Mercado  el  Corita, 
y  si  no  estuviera  comenzada,  la  comenzara  y  prosiguiera  hasta  el  fin,  sin  que 
tuviera  más  que  ver  con  ella  el  Gutiérrez  de  Mercado,  ni  ninguno  de  sus  com ' 
pañeros  los  Oidores, 


CAP.  XXX)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA   FIRME  93 

4.°  Luego  que  llegaron  estas  provisiones  á  manos  del  Licenciado  Surita,  á 
la  ciudad  de  Santo  Domingo,  partió  de  ella  con  la  brevedad  posible,  por  lo 
mucho  que  instaban  los  quejosos  del  Miguel  Díaz,  que  vinieron  acompañando* 
le.  Eran  los  más  principales  Lázaro  Lopes;  de  Salazar,  el  Capitán  Luis  Lan» 
chero,  Francisco  Arias,  Diego  Gómez  y  un  Jiménez,  con  otros;  pero  la  cordura 
y  ánimo  pacífico  de  Lope  Montalvo  de  Lugo  bien  adivinó  en  lo  que  había  de 
venir  á  parar  todo,  á  que  se  allegó  verse  enfado  de  pleito,  jornadas,  contien- 
das y  navegaciones;  y  así,  dado  por  libre  en  la  Real  Audiencia  de  la  Isla  Espa- 
ñola de  loa  cargos  que  le  hizo  el  Miguel  Díaz,  por  no  haber  sido  ninguno  de 
consideración,  tomó  desde  Santo  Domingo  la  vuelta  de  Castilla,  bien  necesitado 
y  pobre,  y  murió  de  esta  manera  en  Salamanca,  pasando  el  resto  de  su  vida 
con  un  divivito  de  renta  de  un  mayorazgo  que  tenía  allí.  El  Licenciado  Alonso 
de  Surita  y  los  litigantes  atravesaron  con  buen  viento  desde  la  Isla  Española  á 
tierra  firme,  y  tocando  en  el  pueblo  del  río  del  Hacha,  á  donde  ya  se  habían 
mudado  las  rancherías  del  Cabo  de  la  Vela,  pasó  á  Santa  Marta,  desde  donde 
habiendo  presentado  sus  recaudos,  y  recibídole  por  tal  Juez  de  Kesidencia, 
tomó  su  derrota  el  Río  Grande  arriba,  para  el  Reino  y  ciudad  de  Santafé,  á  los 
alcances  de  los  Oidores,  pues  llegó  y  se  presentó  en  la  ciudad  dicha  un  mes 
que  se  sentó  después  la  Audiencia,  á  ocho  del  mes  de  Mayo  del  mismo  año  de 
mil  quinientos  cincuenta  (1550),  donde  publicó  luego  la  residencia  que  venía  á 
tomar,  y  dejaremos  tomándola  hasta  _^que  vuelva  la  historia  de  los  sucesos  y  fin 
que  tuvo. 


CAPITULO  XXX 

Contenido:  1.<»  Por  las  noticias  que  se  tenían  de  los  indios  Muzos,  despachó  el  Liceti* 
ciado  Miguel  Díaz  de  Almendaris  al  Capitán  Melchor  de  Valdés  en  su  descubrimien" 
to  y  conquista — 2.»  Deja  Pedro  de  Ursúa  la  nueva  ciudad  de  Pamplona  j  viénese  á 
la  de  Santafé  á  verse  con  los  Oidores — 3.<*  Entra  Pedro  de  Ursúa  los  Muzos  por  Sa- 
boyá,  donde  cog-e  á  ciertos  Caciques — 4.°  Dificultades  y  riesgos  que  pasa  Ursúa  con 
sus  soldados  la  tierra  adentro. 

EL  reparo  que  habían  menester  los  graves  daños  que  hacían  los  indios 
de  las  provincias  de  los  Muzos  en.  los  Moscas,  sus  convecinos,  y  los 
rastros  que  dijimos  había  hallado  el  famoso  Capitán  Diego  de  Martínez  de 
esmeraldas  en  los  buches  de  las  gallinas  cuando  entró  en  esta  provincia,  solici^ 
taban  los  ánimos  de  los  que  gobernaban  para  enviar  gente  á  sus  conquistas,  y 
así,  con  este  cuidado,  lo  tuvo  el  Miguel  Díaz  de  Almendaris  á  los  primeros  del 
año  mil  quinientos  cincuenta  (1550)  de  enviar  al  Capitán  Melchor  de  Valdés 


94  FRAY  PEDRO  SIMÓN  (6.*  NOTICIA 

con  una  buena  compañía,  donde  iba  el  famoso  Martín  de  Oñate,  vizcaíno,  de 
quien  ya  hablamos  en  la  primara  parte,  con  mucha  copia  de  indios  amigos,  que 
entrase  en  la  provincia  de  los  Muzos  á  sus  conquistas  y  pacificación  y  castigo 
de  los  indios,  que  mataban  y  comían  de  nuestros  amigos  los  Moscas  cada  día 
á  montones.  Entró  el  Capitán  en  la  provincia  poco  antes  que  los  primeros  Oido- 
res en  "Santafé,  y  después  de  haber  hecho  algunos  razonables  efectos  entre 
aquellos  belicosísimos  indios,  los  tuvo  tan  desgraciados,  qae  habiéndolos  creído 
en  una  fingida  paz  con  que  le  salieron,  le  mataron  á  traición  más  de  veinte 
españoles,  y  entre  ellos  al  Oñate,  con  mucha  cantidad  de  los  indios  amigos  que 
llevaban,  y  pereciera  todo  el  resto  de  unos  y  otros,  si  con  cautelas  no  se  retiran 
hasta  salir  fuera  de  la  provincia. 

2.*'  Plailaron  esta  desgracia  tan  corriendo  sangre  los  dos  Oidores,  cuan- 
do entraron  en  el  Reino,  que  lo  que  más  cuidado  les  puso  en  los  primeros  pa- 
sos que  dieron  en  su  gobierno  fué  el  de  castigar  este  desgraciado  suceso  y  sujetar 
los  cuellos  tan  indómitos  de  aquellos  indios,  que  con  esta  victoria  sobre  su  natu- 
ral fiereza,  habían  quedado  con  tanto  atrevimiento,  que  lo  tenían  no  sólo  para  lo 
que  hasta  allí  hacían  de  ordinario,  que  era  llevarse  indios  Moscas  á  sus  tierras 
para  comer  y  servirse  de  ellos  como  esc^vos,  sino  también  para  salir  á  los  ca- 
minos á  saltear  y  matar  los.  españoles.  Estaba  en  este  tiernpo  Pedro  de  Ursúa  en 
su  recién  poblada  ciudad  de  Pamplona,  cada  día  con  más  alentados  deseos  de  la 
Jornada  y  descubrimiento  del  Dorado,  porque  ya  tenía  licencia  de  su  tío  Miguel 
Díaz,  sin  haberla  podido  poner  en  ejecución  por  no  haberse  dado  asiento  de  todo 
punto  á  las  cosas  de  su  nueva  población  con  los  sucesos  de  su  tío,  con  que  quedó 
frustrada  la  licencia  que  tenía  para  la  jornada;  perdió  las  esperanzas  de  loa, 
buenos  fines  que  pretendía  hacer  en  ella,  por  haberse  del  todo  atajado  los  pasos 
y  cerrado  los  caminos  á  sus  deseos,  el  Pedro  de  ürsua;  pero  la  buena  suerte 
que  le  cupo  en  tener  un  natural  tan  afable  con  que  aficionaba  á  todos  y  adqui- 
ría amigos,  algunos  de  los  que  tenía  en  Santafé  juntamente  con  su  tío,  tratáron- 
le con  los  Oidores,  representándoles  bus  buenas  partes,  le  diesen  nueva  licencia, 
ó  le  confirmasen  la  que  tenía  para  hacer  la  jornada  del  Dorado,  de  que  tenía 
ya  mucha  parte  dispuesta;  dieron  buenas  esperanzas  de  que  se  le  concedería  si 
viniese  á  la  ciudad  de  Santafé,  donde  le  deseaban  ver  y  conocer  su  persona; 
avisáronle  de  esto  sus  amigos,  y  de  lo  mucho  que  convenía  llegar  á  esta  ciudad, 
8Í  quería  salir  con  sus  intentos.  Alegróse  de  la  nueva  y  sin  dilaciones,  á  jornadas 
largas,  llegó  á  pocos  días  á  verse  con  los  Oidores  en  la  oiudad  de  Santafé,  que 
halló  cuidadosos  de  tener  persona  á  propósito  para  la  jornada  de  la  provincia  de 
los  Muzos,  y  reparo  de  tantos  inconvenientes,  como  cada  hora  iban  creciendo  con 
ellos.  A  pocas  de  como  los  dos  Oidores  trataron  al  Pedro  do  Ursúa,  le  comen- 
zaron á  conocer  el  talento,  y  ser  capa^  para  la  jornada,  con  que  les  pareció  des- 


CAP.  XXX)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA  FIRSÍE  95 

de  luego  tener  hombre  de  la  satisfacción  qne  era  menester  á  quién  encargárBela, 
Tratáronle  luego  del  caso,  y  para  que  con  más  gusto  lo  admitiera,  entráronle 
por  el  que  le  tenía  en  hacer  la  entrada  del  Dorado,  prometiéndole  para  ella  largas 
licencias  y  socorros  en  el  gasto  y  gente,  después  que  hubiese  pacificado  y  casti- 
gado la  de  los  Muzos,  y  poblado  entre  ellos  una  ciudad  de  españoles,  como  se 
pretendía.  Con  esto  y  los  ruegos  que  terciaron  de  los  amigos,  no  pudo  excusar 
el  XJrsúa  tomar  á  su  cargo  esta  jornada;  así  tratando  luego  do  levantar  gente  ea 
las  tres  ciudades,  Santafé,  Vélezy  Tunja,  donde  juntó  ciento  y  veinticinco  hombres 
de  á  pié  y  de  á  caballo,  y  casi  quinientos  indios  amigos  que  le  dieron,  mar- 
chó luego  á  hacer  la  entrada  á  los  principios  del  año  de  mil  quinientos  cincuenta 
j  uno  (1551)  por  la  parte  de  los  Muzos  que  corresponde  á  los  términos  de  la  ciu- 
dad de  Vélez,  donde  estaba  un  pedazo  de  tierras  pobladas  de  gente  Mosca,  beli- 
cosísima y  indómita,  llamada  el  rion  de  Saboyá,  de  quien  hicimos  menciones  en 
las  conquistas  de  Vélez.  Tratando  en  castigo,  que  en  ocasiones  les  hizo,  por 
muertes  qne  habían  dado  á  los  españoles  en  rebeliones  que  tuvieron,  de  que  no 
están  aún  escarmentados,  cada  día  iban  creciendo  tanto  sus  atrevimientos,  que 
no  les  tenían  los  de  aquella  ciudad  para  salir  de  sus  casas  á  sus  estancias,  labran- 
zas y  crianzas,  por  los  peligros  de  muerte  que  estaban  siempre  amenazando  por 
las  cuadrillas  de  quinientos  en  quinientos  que  entraban  en  la  tierra  hasta  bien 
cerca  del  pueblo. 

B.^  A  esta  provincia  entró  Pedro  de  Ursúa  con  su  gente  por  el  valle  de 
Tuninga,  y  la  comenzó  á  correr  con  tropas  y  diestros  caudillos  por  unas  y 
otras  partes,  más  con  ánimo  de  traer  los  indios  de  paz  que  de  castigarlos,  á  lo 
menos  con  la  severidad  que  merecían  por  los  daños  y  muertes  de  españoles  que 
habían  hecho,  de  que  se  preciaban  con  tanta  arrogancia,  que  traían  consigo, 
para  -más  vituperio  y  desprecio  de  los  españoles,  los  rastros  de  los  que  habían 
muerto  desollados  y  curado  de  suerte  que  no  se  les  caía  pelo  de  la  barba,  ce- 
jas ni  pestañas,  con  que  representaban  en  sus  borracheras  y  cantaban  en  sus 
corros  la  ferocidad  de  los  españoles,  diciendo  ser  mayor  la  suya,  pues  la  habían 
habido  á  las  manos,  vencido  y  muerto.  Hubo  á  las  suyas  en  estas  correrías  Pedro 
de  .Ursúa  algunos  Caciques  de  los  más  culpados  en  esto,  con  quien  procedió  más 
con  amistad  que  con  rigores,  pretendiendo  asentar  ésta  y  con  ella  sirvieran  á  los 
españoles,  pues  de  quitarles  la  vida  á  nadie  se  le  seguía  provecho;  y  así  sólo  se 
la  quitó  á  uno  que,  según  se  informó,  era  de  ánimo  más  sedicioso  y  desasosegado, 
y  que  con  su  presencia  jamás  tendrían  quietud  los  indios,  ni  guardarían  perfecta 
amistad  á  los  españoles. 

4.0  Este  modo  le  salió  tan  bien  al  Pedro  de  Ursúa,  que  con  él  redujo  los 
mdios  de  aquella  provincia  por  entonces  á  la  amistad  y  servicio  pacífico  de  sus 
■Encomenderos,  y   aseguró  de  los  peligros  y  trabajos  en  que  hasta  allí  estaban, 


96  FRAY  PEDRO   SIMÓN  (6.»  NOTICIA 

costándole  infinitos  el  conseguir  esto  á  él  y  á  sus  soliados,  gastando  muchos  días 
y  noches  en  trastornar  subiendo  inaccesibles  sierras,  atravesando  espesos  arca- 
bucos y  balsares,  donde  se  les  rompían  los  vestidos  y  carnes;  pasando  ríos  y 
quebradas,  con  las  armas  y  comidas,  que  eran  bien  pocas^  á  cuesta  por  cuestas 
y  reventones,  donde  más  iban  gateando  que  andando;  púsolos  á  todos  en  conocido 
riesgo  de  perder  las  vidas  en  ocasiones  de  guazabaras  que  se  les  ofrecían,  la  falta 
de  municiones  de  plomo,  por  ser  tan  poco  el  que  hasta  entonces  había  en  este 
Reino,  á  causa  de  no  haberse  descubierto  en  él  minas  de  donde  se  sacara,  como 
en  después  se  hallaron  y  los  mercaderes  traer  poco  de  ello,  por  ser  carga  pesada 
y  de  poco  provecho,  aunque  la  cosa  más  necesaria  que  por  entonces  tenía  la  tie- 
rra, por  ser  tanto  lo  que  se  gastaba  en  ordinarias  jornadas  y  guerras  que  se  te- 
nían con  los  indios;  para  ésta  redimieron  algo  de  esta  falta  los  Oidores  haciendo 
que  lo  diesen  todos  los  que  tenían  tinteros  de  plomo  para  hacerlos  balas,  coa 
que  se  acudió  algo  á  la  necesidad,  aunque  no  tan  del  todo,  que  por  ser  poca  la 
munición  que  llevaban  en  algunas  ocasiones,  no  osando  gastar  los  soldados  la 
que  era  menester,  por  si  se  ofrecían  otras  de  mayor  riesgo,  se  ponían  en  el  de  la 
vida,  porque  no  viendo  los  indios  el  fuego  de  las  escopetas,  á  quien  tanto  temían, 
de  las  demás  armas  do  hacían  tanto  caso. 


CAPÍTULO  XXXI 

Contenido:  1.°  Váse  entrando  TJrsiía  la  tierra  adentro  de  los  Muzos  y  ranchase  en  una 
parte  de  ella — 2*  Convócase  toda  la  tierra  contra  los  españoles,  si  bien  no  les  osaron 
acometer — 3.*^  Sale  Pedro  de  Ursúa  con  otros  compañeros  de  sus  ranchos  y  echan 
una  emboscada  á  los  indios — 4.°  Sale  Ursúa  con  sesenta  compañeros  la  vuelta  del 
Valle  de  Paima^ 

QUEDANDO  yá  pacíficos  los  indios  de  Saboyá,  que  lo  estuvieron  por 
algunos  años,  levantó  ranchos  Pedro  de  ürsúa  de  aquella  provincia 
y  con  gente  se  entró  por  entre  la  de  los  Muzos  bien  dentro  de  la  tierra,  con 
hartos  estropiezos  que  tuvo  en  el  camino  de  guazabaras  que  le  salían  á  dar 
tras  cada  paso,  é  intentando  impedirlo  los  suyos,  grandes  catervas  de  indios 
bien  armados  con  inficionadas  flechas  y  otras  armas  con  que  salieron  donde 
menos  se  pensaba,  y  con  braveza  nunca  vista  en  inTüos,  acometían  á  los  nues- 
tros, dando  desatinadas  voces  y  haciendo  mil  meneos  y  visajes  con  el  cuerpo  y 
rostro,  poniendo  en  aquello  demasiada  eficacia,  pareciéndoles  que  era  en  lo  que 
consistía  la  representación  de  sus  bríos  y  deshacer  los  de  sus  contrarios,  y  que 
con  estas  estratajemas  los  llenaban  de  temores,  dando  á  entender  con  aquella 


CAP.  XXXl)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA    FIRME  97 

representación,  ser  ellos  doblado  número  de  gente  do  lo  que  eran  en  la  realidad. 
Quedaron  en  estos  encuentros  no  poco  número  de  indios  muertos,  y  algunos 
soldados  con  heridas  tan  penetrantes  de  envenenadas  flechas,  que  dieron  el 
alma  coa  crueles  tormentos,  y  de  rabiosas  bascas.  Cuando  el  General  Ursúa, 
habiendo  atropellado  mil  dificultades  de  éstas  y  las  que  ofrecícv  la  fragosidad 
de  la  tierra  tan  doblada,  se  vido  bien  dentro  de  ella,  determinó  rancharse  en 
la  parte  más  acomodada  para  defenderse,  intentando  desde  allí^  por  no  andarse 
cada  día  mudándose  con  tanto  volumen  de  carruaje  y  gente  como  llevaba, 
hacer  salidas  á  todas  paites  con  menos  trabajo  de  los  soldados.  No  les  pareció 
á  los  indios  ser  á  propósito  que  los  españoles  tomasen  tan  de  asiento  el  estar 
en  sus  tierras,  en  especial  cuando  comenzaron  á  experimentar  los  daños  que  se 
les  seguían  de  los  soldados  que  iban  saliendo  en  tropas  á  todas  partes,  y  así  de  los 
de  todas  las  más  vecinas  al  nuevo  alojamiento  se  juntaron  innumerable  canti- 
dad con  intentos  de  hacer  zafar  ranchos  á  los  nuestros,  no  sólo  de  allí,  pero  de 
todas  sus  provincias,  caso  que  no  pudiesen  acabar  con  ellos,  que  era  lo  que 
principalmente  intentaban. 

2.°  Poniendo  en  ejecución  estos  deseos,  ya  junta  toda  la  provincia,  co- 
menzaron á  marchar  la  vuelta  de  los  ranchos  de  nuestra  gente,  á  quien  dieron 
vista  desde  una  loma,  que  la  cubrían  por  ser  tantos,  donde  se  pararon  viendo 
que  eran  los  nuestros  más  de  los  que  pensaban,  bien  armados  y  cuidadosos  y 
que  tenían  en  su  ayuda  caballos,  arcabuces  y  perros,  de  quien  tenían  expe- 
riencia desde  los  demás  Capitanes  que  habían  entrado  en  sus  tierras  :  eran  las 
tres  armas  que  más  les  ofendían  y  hacían  estrago  en  todos,  y  así  no  atrevién- 
dose á  llegar  más  cerca,  se  estuvieron  todo  aquel  día  en  la  loma  á  la  mira  de 
los  nuestros,  hasta  que  al  cubrir  la  noche  se  retiraron  sin  hacer  más  que  esto; 
volvieron  otro  día  al  quebrar  la  luz,  y  con  el  mismo  orden  que  el  pasado 
ocuparon  el  mismo  puesto,  sin  quererle  dejar  ni  bajar  á  pelear  con  los  nuestros, 
que  les  incitaban  á  eso,  llamándolos  que  bajasen  á  los  ranchos,  donde  por  ser 
llano,  podían  servirse  de  los  caballos,  que  era  la  razón  por  qué  no  acometían  4 
los  indios  en  el  puesto  que  estaban,  que  por  ser  tan  fragoso  no  les  habían  de 
ser  de  provecho.  Duróles  algunos  días  continuos  estos  modos  de  dar  vista,  y 
cerca  á  los  españoles  desde  aquella  loma  y  otras,  sin  quererse  acercar  más  una 
vez  que  otra,  hasta  que  enfadado  el  Ursúa,  determinó  echarles  una  em- 
boscada en  la  parte  que  cargaba  más  gente,  para  amedrentarlos  con  algún  daño  y 
frenar  el  atrevimiento  que  tenían  de  ponérseles  cada  día  á  la  vista,  y  así  tomando 
dos  compañeros  de  satisfacción,  que  fueron  Gurcía  de  Arce,  que  después  ma- 
taron en  el  Marañen,  como  dejamos  dicho  en  nuestra  primera  parte,  y  un 
Villanueva,  todos  tres  con  sus  arcabuces,  en  que  eran  diestrísimos,  se  puso 
escondido  en   cierta  parte  que  le  pareció  más  á  propósito,  enviando  por  otro 


98  FBAT  PECRO  SlMí^K  (6.*  NOTICIA 

tíeinta   soldadoís   que   se   emboscasen   también  en  la  más  acomodada  para  dar 
sobre  los  indios  á   una  en    volviendo  por  la  mañana  á  la  hora   y  puesto  que 
solían.  Puestos  ya  en  los  dos  sitios  que  lea  pareció  mejores,  no    pudo  ser  con 
tanto  cuidado  que  no  los  sacasen  dB  rastro  el  mucho  con  que  vivían  loa  natu- 
rales, y  así  siendo  descubiertos  de  las  tropas  que  venían  al  mismo  puesto,  vol- 
vieron las  espaldas,  entendiendo   eran  más  los  emboscados,  dando  mil  voces  y 
arma  á  los  que  venían  detrás,  con  que  les  fué  forzoso  á  los  soldados  salir  de 
donde  estaban  y  irlos  siguiendo  y  alebrestando,  con  que  fueron  calendo  algunos 
indios,  en  especial  con  los  tiros  del  Ursúay  sus  dos  compañeros,  que  se  averigua 
no  haber  tirado  ninguno  que  no  hubiese  muerto  con  cada  tiro  dos  y  aun  tres 
indios,  que  por  no  hallar  las  balas  más  resistencia  que  la  carne,  pasaban-  de  uno 
en  otro   con  fuerza  de  poderlos  matar;  no  les  sucedió  así   á   los   treinta  que 
fueron  siguiendo   la   banda  de  los  que  acertaron  á  ir  por  la  suya,  pues  advir- 
táendo  que   no   llevaban   escopetas,   se   volvían   hacerles  rostro,  y  aun    retirar 
diciendo  á  voces  que  á  los  tres  españoles  de  los  arcabuces  tenían  más  temoí 
que  á  todos  ellos  juntos,  aunque  fueran  veinte,  tanto  porque  aquel  relámpago 
de  fuego  y  trueno   que  daban   sin  ver  con  qué,  dejaban  rnuertos  los  indios,  y 
tan  mal  heridos  otros,  que   pocos   se  escapaban  de  los  que  así  quedaban  lasti- 
mados; fútrense  retirando  TJrpúa  y  sus  compañeros  á  los  ranchos,  y  volviéndose 
los  indios  á  su  puesto  como  haciendo    gallardía  de  que  no  les  habían  estorbado 
de  que  viniesen  á  él,  estuvieron   hasta   que  llegó  la   noche,  que  tomaron  como 
solían  la  vuelta   de   sus   pueblos,  no   pareciendo  más  por  muchos  días  en  aquel 
puesto,  ni  en  otros,  ni  inquietando  al  Eeal  con  voces,  como  solían  de  ordinario. 
á.°  Visto  por  el  General  Ursúa  el  silencio  de  los  indios  y  que  no  venfen 
yá  á  buscarlos,  determinó  fuesen  treinta  soldados  al  valle  de  Paima,  y  hiciesen 
de  una  vía   dos   mandados,   buscando   comidas   de    que   estaban  bien  faltos,  y 
procurando  reducir  á  paz  los  pueblos  de  aquel  valle.  Apenas  vieron  los  treinta 
con  su  caudillo  salir  del  alojamiento,  cuando    tuvo  el  General  aviso  de  nn  indio 
de  los  de  aquel  valle,  amigo  de  los  nuestros,  que  se  había  reducido  á  andar  con 
ellos  por  la  afición  que  les  había  cobrado,  de  que  si  tan  pocos  españoles  como 
allí  veía  iban   al   valle   de   Paima,  serían   sin   duda  muertos  todos,  porque  loa 
indios   de   aquella   comarca,  que   eran   innumerables,  estaban   juntos  en  aquel 
valle  con  intentos   de   dar   sobre   los   españoles  en  viéndolos  divididos,  ya  quQ 
cuando   estaban   juntos,  el   temor  que  les  tenían  les  quitaba  el  atrevimiento  de 
hacerlo.  No  dijeron   esto  á  sordo   ni  á  perezoso,  c©^o  dicen,   y  como  suelen 
hacer  algunos   Capitanes  de   estas   entradas,  no   haciendo  caso  de  estos  avisos, 
por  parecerles  no  ser  de  importancia  los  indios  que  los  dan,  por  donde  se  han 
venido  á  perder  muchas   veces   buenos  lances,  sucediendo  en  su  lugar  buenas 
¿anzadas  y  casos  lastimosos,  como   ahora  sucedieran  si  el  recatado  Ursúa  no 


CAP.  XXXIl)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA  FIRME  99 

hiciera  detener,  por  el  aviso,  la  poca  gente  que  enviaba,  y  quo  se  acrecentara 
hasta  número  de  sesenta  de  los  mejores  que  tenía  en  su  compañía,  á  quien 
quiso  acompañar  tomando  la  vanguardia  y  saliendo  á  prima  noche  de  los 
ranchos  con  bríos  é  intentos  de  dar  al  cuarto  de  la  alba  sobre  los  de  los  indios 
que  estaban  juntos  en  el  valle,  teniendo  para  esto  seguras  y  confidentes  guías. 


CAPÍTULO  XXXII 

Contenido:  I.*"  Llega  el  General  Ursúa  al  valle  de  Palma  á  hora  que  no  lo  era  de  acome- 
ter á  los  indios— 2.»  Guazabara  que  allí  le  dan,  de  donde  se  retiran  los  nuestros  con 
muertes  de  tres  ó  cuatro— 3.°  Modo  con  que  se  libran  en  la  retirada  del  peligro  de 
los  indios— 4.<>  Tiro  acertado  de  Pedro  de  Ursúa,  con  que  libra  de  la  muerte  á  uno 
de  sus  soldados. 

COMENZARON  á  caminar  desde  prima  noche  á  pasos  largos,  pero 
como  era ,  tanta  la  distancia,  y  de  tierra  doblada  y  montañosa,  no 
f né  bastante  su  prisa  y  bríos  para  llegar  al  valle  de  Paima  primero  que  la 
mañana,  aunque  gastaron  toda  la  noche  sin  sueño  en  el  camino,  que  lo  acabaron 
y  se  j^usieron  á  vieta  de  sus  enemigos  yá  muy  de  día,  con  que  le  fué  forzoso  al 
Ursúa  hacer  alto  á  descansar  á  donde  le  pareció  sitio  más  acomodado,  conside- 
rando se  había  ya  pasado  la  hora  de  poder  dar  sobre  ellos,  pues  ninguna  lo  es 
acomodada  sino  la  de  la  noche,  que  turba  más  los  salteados  y  ataja  los  pasos 
más  á  la  defensa,  pues  muchas  veces  pensando  tenerla  con  la  huida,  se  vipnen 
á  encontrar  mayores  peligros  de  los  que  se  van  huyendo.  La  experiencia  que 
tenía  Ursúa  en  las  guerras  de  estos  naturales,  le  hizo  no  acometer  tan  á  des- 
horas como  era  la  que  les  había  cogido  en  aquel  puesto,  y  fortificarse  en  él, 
pues  era  ya  perdida  la  ocasión  que  llevaban  para  el  buen  suceso  delante  de  los 
ojos,  y  habían  quedado  á  los  de  tan  gran  número  de  gente  guerrera  como  tenían 
delante,  todos  con  sus  armas,  y  que  venían  con  tan  briosas  determinaciones  y 
grita,  que  atronaban  la  tierra  acometerles,  asegurando  sus  esperanzas  con  el 
inmenso  número  de  gente  que  ellos  eran  y  el  poco  que  veían  en  los  nuestros. 
2.°  Esta  loca  confianza  les  hacía  venir  diciendo  á  voces  que  unos  fuesen 
á  tomar  los  pasos  por  donde  era  forzoso  retirarse  los  españoles  para  sus  ranchos, 
si  acaso  algunos  se  escapaban  de  la  batalla  que  les  pensaban  dar  con  tanto  es- 
fuerzo que  pocos  se  escaparían  ;  pero  si  acaso,  por  su  buena  suerte,  pudiesen 
retirarse  algunos,  los  cogiesen  vivos  á  manó  en  los  pasos  forzosos.  Con  estas 
voces  y  orden  que  iban  poniendo  tan  en  público  por  espantar  más  á  los  nues- 
tros, se  les  iban  allegando  aprisa,  en  tropa,  y  sin  ningún  orden  militar,  pare- 
ciéndoles  no  era  menester,  por  el  seguro  con  que  se  prometían  la  victoria.  No 

10 


100  FRAY  PEDRO  SIM(5n  (6.»  NOTICIA 

fueron  bastantes  toda  esta  canalla,  su  grita  y  traza,  para  atemorizar  á  los  nues- 
tros, porque  eran  sesenta  españoles  ;  sólo  les  ordenó  con  rigor  el  Pedro  de 
Ursúa  se  hiciesen  todos  un  cuerpo  y  sin  apartarse  un  solo  paso  se  conservasen 
juntos,  viendo  lo  que  importaba  este  modo  en  ocasión  que  lo  pedía  el  buen 
orden  militar.  Puestos  ya  todos  á  tiro  de  flecha  y  escopeta,  embistieron  los 
indios  con  tanto  brío,  aunque  muy  a  lo  bárbaro  y  sin  concierto,  pensando  que 
no  había  más  que  llegar  y  coger  a  los  nuestros  como  quisiesen,  que  fué  menes- 
ter los  que  los  soldados  tenían  para  tan  numerosa  hueste;  pero  supiéronse  dar 
tan  buena  mana  con  ellos,  que  dejando  muchos  muertos  y  mal  heridos  con  las 
escopetas,  espadas  y  lanzas,  en  poco  tiempo  les  hicieron  retirar  con  el  mismo 
ímpetu  que  les  embistieron,  aunque,  según  se  echó  de  ver,  sólo  hicieron  esto 
para  formarse  en  escuadrones,  viendo  lo  mal  que  les  había  sucedido  no  aco- 
meter con  ellos  formados,  y  así  luego  que  se  pusieron  en  orden  de  escua- 
drones, sin  haber  aflojado  de  sus  intentos,  volvieron  á  acercarse  y  cercar 
á  los  soldados,  prometiéndose  con  aquel  modo  conseguir  lo  que  no  habían  po- 
dido conseguir  con  el  otro.  No  dejó  de  poner  á  los  soldados  en  algún  cuidado 
ver  el  mucho  con  que  se  habían  uñado  estos  indios  y  se  les  iban  acercando,  que 
serían  más  de  dos  mil ;  pero  esforzando  sus  bríos  y  los  arcabuceros  su  destreza 
en  disparar  aprisa,  eran  tantos  los  que  iban  cayendo  con  ayuda  de  algunas 
ballestas  y  de  los  perros,  que  tuvieron  por  bien  los  escuadrones  retirarse, 
aunque  no  mucho,  pero  bastante  para  desahogar  á  los  soldados  y  poderse  ir 
saliendo  de  entre  ellos,  y  retirándose  á  las  vertientes  de  una  loma  por  donde 
habían  de  tomar  la  trocha  para  la  vuelta,  desalojamiento  á  que  les  forzaba  la 
necesidad  de  ser  tan  pocos  y  haberles  muerto  tres  ó  cuatro  soldados  de  crueles 
y  rabiosas  heridas,  y  algunos  indios  amigos,  y  ir  creciendo  el  número  de  los 
enemigos,  cada  hora  más  briosos  por  los  cuatro  que  habían  muerto. 

3.®  Pero  siéndoles  forzoso  haber  de  bajar  una  ladera  hasta  un  valle  ó  cal- 
dera que  se  hacía  abajo,  que  también  habían  de  pasar  por  fuerza,  todos  pasos 
peligrosos,  y  donde  los  indios  estaban  con  cuidado  y  tenían  la  piedra  y  cuesta, 
como  dicen,  para  poderlos  ofender  cuando  fuesen  bajando  ó  subiendo  por  la 
otra  banda,  sin  rastrar  un  punto  de  flaqueza  en  ocasión  tan  apretada,  y  de  la 
muerte  á  los  ojos,  antes  añidiendo  fuerza  á  fuerza  y  acrecentando  su  brío,  y 
animando  con  acrecentado  valor  el  Ursúa  á  sus  soldados,  mandó  al  Capitán 
Villanueva  que,  tomando  la  vanguardia,  comenzase  con  la  gente  hasta  lo  hondo 
del  valle,  quedándose  él  con  ocho  compañeros  en  la  cumbre  de  la  loma  haciendo 
resistencia  á  los  indios,  que  no  llegasen  á  dar  vista,  ni  ofender  á  los  que 
iban  bajando,  que  fué  maravillosa  advertencia,  pues  era  .  cierto  que  si  todos 
bajaran  juntos,  se  pusieran  en  notable  riesgo  de  perecer,  pues  los  indios,  sin 
duda,  comenzaron  luego  á  su  salvo  á  despedir  galgas,  de  que  tenían  abundan- 


CAP.  XSXIl)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA  FIRME.  },  01 

cía  arriba,  y  la  cuesta  era  bien  á  propósito  y  peligrosa  para  ellos;  pero  cesó  todo 
con  la  resistencia  que  los  de  arriba  estuvieron  haciendo  hasta  que  los  demás 
estuvieron  abajo  con  seguro,  y  en  lugar  sin  riesgo. 

é.°  Para  que  no  lo  tuviera  tampoco  el  Ursúa,  le  rogaron  los  ocho  soldados 
sus  compañeros  bajase  primero  que  ellos,  pues  sería  también  acertado  le  hi- 
ciesen el  mismo  resguardo  que  á  los  demás,  pues  de  poner  en  tan  conocido 
riesgo  su  persona  y  suceder  alguna  desgraciada  suerte,  redundaría  en  todos. 
Excusábase  el  Ursúa  de  recibir  este  seguro  á  los  principios ;  pero  advirtiendo 
lo  que  importaba  el  de  su  persona  para  el  bien  de  todos,  hubo  de  hacerlo  así, 
bajando  solo  y  seguro  por  el  resguardo  hasta  que  se  juntó  con  los  de  abajo, 
desde  donde  él  con  otros  arcabuceros  ojeaban  los  indios  que  se  venían  desgal- 
gando tras  los  otros,  luego  que  comenzaron  á  bajar  la  ladera,  á  quien  sin  duda 
pusieran  en  notable  riesgo,  si  desde  abajo  las  escopetas  no  les  fueran  enfrenando, 
más  con  el  temoí  que  les  tenían  que  con  el  daño  que  les  hicieran,  pues  sólo  se 
vido  morir  uno  con  un  acertadísimo  tiro  que  disparó  el  Ursúa  en  ocasión  que 
libró  de  la  muerte  á  uno  de  los  ocho  que  iban  bajando,  el  cual  con  la  prisa 
que  traían  todos^  tropezó  y  cayó,  sobre  quien  los  indios  estuvieron  en  un  punto, 
antes  que  se  levantara,  porque  debió  de  ser  de  los  postreros,  y  cuando  los 
delanteros  advirtieron,  ya  estaban  buena  distancia  de  él,  con  que  tuvieron 
lugar  los  indios  de  llegarse  con  intentos  de  llevarlo  vivo  á  mano,  pero  como 
los  del  Ursúa,  que  lo  estaban  mirando  todo,  estuviesen  valientes  en  la  defensa 
de  sus  soldados,  viendo  el  peligro  en  que  estaba  aquél,  apuntó  con  la  escopeta 
al  indio  que  tenía  más  cerca  y  andaba  más  orgulloso,  y  hizo  en  él  un  tiro  tan 
acertado,  que  quitándole  la  vida,  se  la  dio  al  láoldado  ;  pues  los  demás,  con 
miedo  y  espanto  del  suceso,  se  retiraron,  y  dieron  lugar  al  español  que  se  levan- 
tara, y  juntándose  con  los  demás,  caminaron  todos  el  resto  de  la  ladera,  sin 
peligro,  hasta  lo  llano. 


102  TRAY  PEDEO  SIMÓN  (6.^  NOTICIA 

CAPÍTULO  XXXIII 

Contenido:  !.•  Con  buena  traza  suben  y  ganan  los  españoles  una  cumbre  que  tenían 
ocupada  los  indios — 2.°  Retíranse  los  indios,  y  los  nuestros  á  sus  ranchos,  estimando 
los  unos  en  mucho  la  braveza  de  los  otros— 3.°  Engaño  que  trazan  los  indios  para 
♦    dar  fin  á  los  españoles  de  Ursúa. 

YA  que  estaban  todos  los  soldados  de  servicio  juntos  en  el  valle  haciendo 
demostraciones  de  los  pocos  temores  que  tenían,  aunque  tenían  á  la 
vista  tanta  inmensidad  de  indios,  se  sentaron  todos  despacio  á  comer  j  descansar  en 
contorno  de  una  fuentezuela  clara  y  dulce  que  acertaron  ú  encontrar  en  el  sitio, 
de  que  quedaron  los  indios  admirados  y  sin  atreverse  á  disparar  flecha,  si  bien 
no  se  les  osaban  á  llegar  á  tiro  de  ellos  por  miedo  á  las  escopetas.  Los  más, 
viendo  sentados  á  los  españoles,  se  sentaron  también  en  el  puesto  donde  se 
hallaban  ;  habiendo  tomado  refresco  de  agua  y  comidas  los  soldados,  comen- 
zaron á  trepar  la  subida  de  la  otra  ladera,  de  donde  no  podían  excusar  un  pe- 
ligroso paso  de  peña  tajada  que  se  les  atravesaba  antes  de  tomar  el  alto.  Tenían 
en  él  los  indios  libradas  las  esperanzas  que  tenían  de  acabar  con  los  españoles, 
y  así  estaba  ya  tomada  su  cumbre  (viendo  era  imposible  pasasen  por  otra  parte) 
de  muchos  y  valientes  indios,  bien  apercibidos  de  armas,  por  no  haber  tenido 
en  qué  gastarlas,  desde  que  se  pusieron  allí  con  el  orden  que  les  dieron  los 
demás  cuando  iban  á  embestir  á  la  loma  con  los  españoles:  advirtiendo  en  esta 
dificultad  Pedro  de  Ursúa,  encargó  la  vanguardia  á  los  más  sueltos  y  briosos 
soldados,  para  que  con  buen  orden  lo  fueran  ganando  más  por  maña  que  fuerza, 
pues  era  tal  la  que  tenían  puesta  allí  los  indios,  que  si  fueran  muchas  las  de 
los  españoles,  bastara  á  hacerles  resistencia;  fuéronse  los  soldados  allegando  al 
Peñol,  reparándose  con  las  rodelas,  hasta  que  llegando  al  pié  de  ella  alcanzaban 
á  lo  alto  las  escopetas,  con  que  comenzaron  á  ojear  los  indios  que  estaban  más 
á  los  labios  de  la  peña,  con  que  se  dio  lugar  á  que  los  demás  subiesen  trepando 
el  peñasco,  como  lo  hicieron  con  los  ligeros  bríos  que  fué  menester,  hasta  que 
ganando  el  alto,  echaron  de  él  á  los  indios  y  dieron  lugar  á  que  fuesen  subiendo 
los  de  las  escopetas,  y  tras  ellos  la  demás  gente  que  iba  ya  á  sus  espaldas,  con 
que  en  breve  rato  se  vieron  todos  encima. 

2.^  Tomaron  desde  allí  la  cumbre  de  la  loma,  por  donde  fueron  caminando 
la  vuelta  de  su  alojamiento,  sin  darles  un  punto  de  raposo  los  indios,  que  siem- 
pre les  iban  picando  á  las  espaldas  con  algazara  y  flechas  que  no  fueran  de 
poco  daño,  si  las  escopetas  no  les  fueran  haciendo  rostro  y  refrenando  la  furia 
que  llevaban  contra  los  nuestros,  tan  entera  como  á  los  principios;  aunque  vien- 
do (^ue  tampoco  había  faltado  en  los  soldados,  y  se  volvían  acrecentados  sus 


CAP.  XXXIIÍ)  NOTICIAS  DE  LA3  CONQUISTAS  DE  TIERRA   FIRME  103 

primeros  bríos,  comenzaron  á  dar  f  oces  diciendo  cesasen  en  los  tiros  de  las 
escopetas,  porque  tenían  que  hablar  con  el  Capitán.  Hicieron  alto  los  soldados 
á  estas  voces,  y  estando  así,  salió  de  entre  los  demás  un  indio  valiente,  bien 
dispuesto  y  sin  armas,  con  seis  muy  grandes  y  bien  sazonadas  pinas,  de  las 
que  se  crían  con  extremo  buenas  en  aquella  tierra,  y  llegando  al  General  Ursúa, 
se  las  presentó,  diciendo  se  las  enviaba  para  que  las  comiese,  por  las  muestras 
que  había  dado  de  valiente  Capitán  y  que  con  tan  pocos  soldados  se  había 
defendido  y  escapado  de  tan  innumerable  multitud  de  indios  valientes.  Volvió- 
se con  esto  el  indio  á  sus  compañeros,  que  luego  tomaron  las  vueltas  de  sus 
ranchos,  sin  seguir  más  á  los  españoles  por  entonces,  que  también  fueron  si- 
guiendo el  camino  de  los  suyos,  admirados  de  la  braveza  y  bríos  que  habían 
conocido  en  los  indios  y  de  haber  podido  salir  de  entre  ellos  con  tan  poco 
peligro,  por  haberles  parecido  no  peleaban  con  hombres  sino  con  demonios. 
3.°  Llevados  del  deseo  el  General  Ursúa  y  soldados  de  no  avispar  dema- 
siado los  ánimos  de  los  indios  con  tan  ordinarias  salidas,  excusaron  por  algunos 
días  hacerlas,  desde  que  á  la  vuelta  de  éstas  llegaron  á  sus  ranchos,  preten- 
diendo con  esto  el  allanarlos  y  reducirlos  á  paz  sin  tanta  violencia  de  armas, 
aunque  conocían  ser  gente  que  nunca  venían  aquello  sin  que  hubieran  prece- 
dido éstas,  sin  hacer  caso  de  requerimientos,  amonestaciones  ni  exhortaciones 
pacíficas  con  que  de  ordinario  los  procuraban  reducir;  por  este  sosiego  que 
veían  los  indios  en  los  españoles  y  que  no  se  dividían,  que  era  en  lo  que  ellos 
tenían  puestas  sus  mayores  confianzas  de  acabarlos,  acordaron  de  urdir  caute- 
losamente una  traición  cubierta  con  capa  de  paz,  para  con  ella  ver  el  fin  de  sus 
deseos,  y  el  de  los  españoles  á  lo  menos  minorarlos,  matando  á  los  que  pudie- 
ran (como  sin  duda  sucediera  si  no  la  atajara  Dios  con  su  poderosa  mano)  con 
la  traza  que  tenían  dada,  si  no  fuera  descubierta,  no  la  habían  dispuesto  mal. 
Y  fué  que  habiéndose  juntado  todos,  y  tratando  el  modo  que  se  había  de  tener 
para  embestir  á  su  salvo  á  los  españoles,  les  enviaron  seis  indios  que  dijeron  al 
General  lo  cansados  que  estaban  ya  de  sufrir  las  inclemencias  de  la  guerra,  y 
cuánto  deseaban  vivir  en  paz  y  quietud,  y  que  como  esto  veían  de  cierto  no 
poderla  conseguir,  sino  era  sirviéndoles  amigablemente,  querían  hacerlo  así,  si 
se  sirviesen  de  admitirlos  y  olvidar  cosas  pasadas,  y  para  mayores  demostra- 
ciones de  que  ofrecían  esto,  con  fundamentos  seguros  lo  estuviesen  todos  de 
que  se  habían  conformado  todos  los  indios  de  la  tierra  en  hacerles  una  gran 
sementera  de  maíz,  yucas  y  otras  raíces,  con  que  tuviesen  todos  los  soldados  é 
indios  de  su  servicio  largamente  que  comer  con  abundancia,  para  que  así  se 
excusase  el  trabajo  que  tenían  de  irlo^á  buscar  á  sus  casas  y  el  enfado  que  ellos 
recibían  en  que  se  le  tomasen.  Pedían  también  que  se  les  señalase  el  sitio  que 
les  pareciese  más  á  propósito  para  esto,  pues  dentro  de  seis  días  sin  duda  so 


104  FRAY   PEDRO    SIMÓN  (6.»  NOTICIA 

hallarían  todos  con  sus  instrumentos  de  rozar  y  cavar  en  el  puesto  que  les  dije- 
sen se  había  de  hacer.  El  General,  no  imaginando  la  malicia  de  los  bárbaros, 
los  recibió  con  demostraciones  alegres,  pareciéndole  ser  así  lo  qae  decían,  y 
que  según  ellos,  se  podían  ya  prometer  toda  la  tierra  de  paz  y  ánimos  blandos, 
y  para  que  lo  fuese  más  dio  á  los  mensajeros  bonetes  colorados,  dos  camisas 
labradas  y  otros  rescates  de  Castilla,  con  que  dando  muestras  de  alegría  los  seis 
indios,  los  tornó  á  enviar,  habiéndoles  señalado  primero  para  la  labranza  un 
pedazo  de  tierra  de  labores  antiguas  cerca  del  alojamiento,  limpio  de  arcabuco, 
si  bien  en  un  lado  estaba  un  pedazo  de  él  algo  cercado;  despidiéronse  con  esto 
los  mensajeros,  dejando  á  todos  los  del  Real  contentos,  sin  imaginarse  otra  cosa, 
antes  de  irse  con  llaneza  el  día  señalado,  y  metiéndose  entre  los  indios  de  la 
labor  con  demostraciones  de  amistad,  asegurarlos  del  todo  en  ella  y  desarraigar 
de  sus  ánimos  si  tenían  algunos  recelosos  temores.  Hízoles  trazar  esto  así  la 
sabrosa  mano  que  les  había  quedado  y  encarnizados  bríos,  cuando  con  otra 
traza  semejante  á  ésta  le  mataron,  como  hemos  dicho,  tantos  españoles  al  Capi- 
tán Valdés. 


CAPITULO  XXXIV 

Contenido:  I.*'  Descubre  una  india  la  traición  trazada  por  los  Muzos  contra  nuestros 
soldados— 2.®  Castígala  Ursiía  ahorcando  á  los  más  principales  y  culpados  en  ella. 
3.*  Determina  Ursúa'  fundar  una  ciudad, en  estos  Muzos  y  fúndala  con  el  nombre  de 
Tudela  de  Navarra— 4.°  Viene  Pedro  de  Ursúa  á  Santafé  á  dar  cuenta  de  lo  hecho 
en  su  ciudad  de  Tudela  á  la  Real  Audiencia ,  que  le  ordena  vuelva  otra  vez  á  dar  del 
todo  asiento  á  la  población. 


E' 


STE  estado  tenía  la  traición  cuando  fué  el  Señor  servido  se  descu- 
briera por  medio  de  una  india  Mosca,  que  estando  captiva  entre 
estos  indios,  se  escapo  y  vino*  á  los  ranchos  do  los  españoles,  á  quien  dijo  la 
traición  que  les  tenían  armada  para  embestirles  con  traza  que  no  se  pudiera 
escapar  uno  de  sus  manos,  y  era  que  emboscándose  la  mayor  parte  de  ellos  en 
el  arcabuco  de  junto  á  la  sementera,  los  demás  que  hicieran  demostración  que 
la  querían  labrar  como  habían  prometido,  donde  fiados  en  la  amistad  que  se 
había  tratado  estarían  también  los  españoles  con  descuido  de  inconvenientes' 
y  cuando  mayor  lo  tuviesen  dando  trazas  en  el  rozfft*  á  los  indios,  saliesen  á  la 
ejecución  de  la  suya  los  del  arcabuco,  y  cogiendo  á  los  españoles  todo  medio, 
quitarles  las  vidas,  lo  que  tuviera  sin  duda  efecto  si  no  llegara  primero  el  aviso 
de  la  traza;  y  así  con  él,  la  dio  contra  él  la  mejor  el  Ursúa,  enviándoles  á  decir 
gustaría  mucho  que  primero  que  á  la  sementera  se  juntasen  todos  cerca  de  su 


CAP.  XXXIV)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA  FIRME.  105 

alojamiento  á  hacer  mercado,  como  lo  acostumbraban  en  sus    tierras,  en  que  co- 
nocería ser  verdadera  la  amistad  que  le  habían  prometido. 

2.0  No  reparando  los  indios  en  esto  que  les  ordenaban,  pareciéndoles  no 
ser  traza  que  desbaratase  la  suya,  se  juntaron  el  día  que  les  señalaron,  los  más 
y  más  principales  de  toda  la  comarca  con  sus  mujeres  y  chusma,  en  un  sitio 
cerca  de  las  tiendas,  cada  cual  con  lo  que  traía  para  sus  rescates,  entre  quie- 
nes se  metieron  luego  los  soldados  con  sus  armas  y  pacíficas  apariencias  de 
amistad,  á  título  de  ver  y  comprar  de  lo  que  habían  traído  al  mercado,  por  ser 
así  el  concierto  que  estaba  hecho  entre  ellos,  y  que  desde  allí  fuesen  enviando 
al  rancho  del  Capitán  Ursúa  los  indios  más  principales,  diciéndoles  de  su  parte 
los  quería  ver  y  regalar,  pues  ya  todos  eran  amigos.  Hízose  así,  y  cuando  los 
más  principales  estaban  adentro  del  rancho,  los  hizo  prender,  diciéndoles  toda 
la  traición  que  tenían  urdida,  de  que  siendo  ser  así  y  que  toda  la  traza  y  la 
traición  que  tenían  dada  se  la  refería,  quedaron  cortados,  confusos  y  con- 
vencidos, y  así,  haciendo  averiguación  de  los  más  culpados  en  ella,  los 
mandó  ahorcar  en  árboles  á  la  redonda  del  alojamiento,  dando  á  los  demás 
licencia  se  fuesen  á  sus  pueblos  con  sus  chusmas,  certificándoles  harían  lo 
propio  si  no  les  hacían  amistad  y'guardaban  la  paz  prometida,  de  que  se  guar- 
daron bien,  pues  aunque  quedaron  con  esto  en  algo  castigados,  en  nada,  como 
se  vio  después,  escarmentados  ni  enmendados. 

3.°  Pareciendo  á  Pedro  de  ürsúa  la  importancia  que  tendría  en  fundar 
una  ciudad  en  aquella  provincia  para  que  los  españoles  se  alentasen  de  los 
trabajos  pasados,  y  á  sufrir  los  que  necesariamente  se  habían  de  seguir  con  las 
esperanzas  de  los  premios  que  se  pudieran  prometer,  viendo  que  se  fundaban 
de  propósito,  tomó  con  muchos  el  que  se  poblara  en  un  sitio  que  le  pareció  más 
acomodado  á  la  salud  y  otras  conveniencias  importantes  á  las  comodidades  de 
una  ciudad  bien  fundada;  comunicó  este  pensamiento  con  algunos  de  sus  Capi- 
tanes y  soldados,  que  por  tener  el  mismo,  se  conformaron  con  facilidad  con  él, 
y  para  que  mejor  se  pusiera  en  efecto,  y  con  más  seguro,  se  dio  traza  que  los 
mismos  Capitanes  y  soldados  le  hicieran  requerimiento  de  esto,  como  lo  hicie- 
ron, alegando  en  él  mil  importantes  razones,  con  que  la  tierra  se  pacificara, 
teniendo  allí  colonia  de  donde  se  pudieran  hacer  salidas  á  todas  partes  de  la 
provincia.  Admitió  la  petición  Ursúa,  y  tratando  luego  de  poner  lo  que  se  le 
pedía  en  efecto,  señalado  el  sitio,  hizo  las  ceremonias  que  en  estas  tierras 
nuevas  se  acostumbran  en  la  fundación  de  las  nuevas  ciudades,  que  es  subir  el 
que  la  funda  á  caballo,  armado  de  todas  arüías,  y  decir  á  voces  cómo  él  pre- 
tende en  aquel  sitio,  en  nombre  de  su  Eey,  fundar  una  ciudad  de  españoles,  y 
que  si  alguno  hubiere  de  parecer  contrario,  y  se  lo  quisiere  contradecir,  salga 
luego,  que  allí  está  aparejado  á  la  defensa.    Si  nadie  sale  á  hacerlo,  después  de 


106  FRAY  PEDRO  SIMÓN  (6.'»  NOTICIA 

un  rato  que  ha  dicho  esto,  apeándose  del  caballo,  juega  por  muchas  partes  la 
espada,  cortando  yerbas  y  ramas  y  árboles  si  los  hay,  diciendo  toma  posesión  de 
aquella  tierra  en  nombre  de  su  Eey,  para  fundar  en  su  mismo  nombre  una 
ciudad  ó  pueblo,  hacen  de  esto  público  instrumento,  y  juntándose  todos,  se 
eligen  dos  Alcaldes,  cuatro  ó  más  Regidores,  Alguacil  May®r,  Procurador  de 
la  ciudad,  y  otro  de  la  iglesia  y  escribano;  sientan  luego  el  palo  de  la  justicia, 
señalan  las  calles,  cuadras  y  solares  del  pueblo,  y  á  cada  uno  donde  haga  casas. 
Hízolo  todo  de  esta  suerte  el  Pedro  de  Ursúa,  nombrando  á  la  ciudad  Tudela 
de  Navarra,  por  ser  él,  como  hemos  dicho,  de  aquel  Reino,  que  tiene  una  ciu- 
dad del  mismo  nombre,  de  las  mejores  do  él.  Celebraron  la  fundación  con 
juegos  de  cañas  y  otros  regocijos»,  en  cuanto   la  poca  gente  y  ocasión  dio  Ingar. 

4.°  Yá  en  esta  sazón  habían  entrado  los  primeros  del  año  de  mil  qui- 
nientos cincuenta  y  uno  (1551),  y  pareciéndole  al  Pedro  de  Ursúa  sería  acertado 
dar  cuenta  á  los  Oidores  que  lo  habían  enviado,  personalmente,  del  estado  que 
tenía  la  guerra  y  nueva  ciudad,  dando  asiento  á  las  cosas  de  ella,  y  la  orden 
que  le  pareció  más  necesaria  para  que  se  defendiera  do  los  indios  que  cada  día 
estaban  más  atrevidos  y  con  mayores  bríos  de  echar  de  su  tierra  los  huéspedes 
que  tan  de  asiento  habían  tomado  el  estar  en  ellas,  tomando  treinta  compañe- 
ros consigo,  y  la  vuelta  de  la  ciudad  de  Santafé,  hizo  relación  de  lo  que  había 
hecho  y  pasado  en  la  jornada  á  los  dos  Oidores,  que  les  fué  de  mucho  gusto  el 
saber  el  estado  en  que  dejaba  la  conquista  de  que  hicieron  demostración,  con- 
firmando en  nombre  del  Rey  la  fundación  de  la  nueva  ciudad  y  lo  demás  hecho 
ea  ella;  pero  viendo  la  importancia  que  tenía  para  que  aquello  pasara  adelante 
y  no  quedara  tan  informe  como  estaba,  que  el  Pedro  de  Ursúa  no  lo  dejara  de 
la  mano  hasta  que  quedara  quebrantada  la  orguUosa  soberbia  de  los  Muzos,  le 
volvieron  á  rogar  se  volviese  á  su  ciudad  recién  poblada,  y  prosiguiese  desde 
ella  la  conquista  de  la  provincia  con  la  gente  que  tenía  y  la  que  le  envia- 
rían de  socorro. 

Parecióles  también  sería  acertado  entrase  bajando  la  provincia  con  los  tér- 
minos que  confina  con  los  de  los  Moscas,  para  que  de  un  camino  se  hiciesen  dos 
mandados,  atemorizando  á  los  Muzos  y  dando  vista  á  los  secretos  de  su  tierra, 
haciéndole  seguro  los  Oidores  al  Pedro  de  Ursúa,  que  en  estándolo  aquella  tierra 
por  su  mano,  lo  podían  estar  que  por  la  de  ellos  tendría  cierta  la  jornada  del 
hombre  dorado,  por  quien  había  tantos  días  andaba  cuidadoso.  Este  seguro  y 
verse  obligado  á  los  dos  Oidores  por  el  favor  que.habían  hecho  á  su  tío,  el 
Licenciado  Miguel  Díaz,  en  su  residencia,  como  después  diremos  y  por  los 
ruegos  del  mismo  Licenciado  su  tío,  no  pudo  huir  el  cuerpo  á  la  dificultad  en 
que  le  mandaban  volver  á  entrar. 


CAP,  XXXV)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA  FIRKE.  107 

CAPÍTULO   XXXV 

Contenido  :  1."  Vuelve  segunda  vez  á  entrar  en  los  Muzos  Pedro  de  Ursúa— 2.°  Trazan 
los  soldados  una  emboscada  y  ceban  los  indios  para  que  entren  en  ella  con  unos 
puercos  jarretados — 3."  Sienten  los  indios  la  emboscada,  pero  al  fin  caen  en  ella  por 
coger  los  puercos — 4."  Salen  los  soldados  de  la  emboscada  y  matan  á  muchos  de 
los  indios— -5.»  Llegan  á  la  ciudad  de  Tudela,  hállaula  necesitada  de  favor,  envíaselo 
á  pedir  á  la  Audiencia  ydispónese  el  enviarlo. 

JÜNTARONSELE  de  nuevo  otros  á  los  treinta  compañeros  que  había 
sacado  de  la  provincia  de  los  Muzos,  y  prevenidos  de  nuevas  municiones, 
bastimentos  y  cosas  necesarias  al  camino  y  nueva  ciudad,  entrando  por  la  provin- 
cia de  los  Panches  Moscas,  que  co  nfinan  con  los  Colimas,  volvió  sobre  la  mano 
derecha  bajando  la  tierra  de  los  Muzos,  como  se  le  había  ordenado,  por  la  parto 
que  confinan  con  los  Moscas,  haciendo  un  semicírculo,  yendo  á  entrar  por  la  parte 
que  confinan  con  los  téneainos  del  Tunja.  Sucediéronle  en  este  camino  no  pe- 
queños encuentros  con  estos  fieros  y  caribes  bárbaros,  que  siguiendo  la  natural 
inclinación  de  sus  belicosos  ánimos,  les  salían  de  ordinario  al  encuentro  inten- 
tando de  atajarle  los  pasos,  fiados  en  su  ligereza,  numerosidad  de  gente  y  enve- 
nenadas flechas,  sin  dejar  tampoco  de  seguirle  y  picar  la  retaguardia,  no  siendo 
bastantes  á  ojearlos  las  ordinarias  emboscadas  que  les  iba  echando  Pedro  de 
Ursúa  y  otras  estratajemas  que  hacía,  eñ  que  de  ordinario  morían  muchos  de 
los  que  con  más  obstinación  le  seguían,  porque  la  falta  de  los  muertos  suplían 
entre  tantas  ventajas  los  que  iban  viniendo  de  nuevo,  á  que  no  les  ayudaba 
poco  la  fragosidad  de  la  tierra,  en  cuyas  dificultades,  subidas  y  bajadas  se  vie- 
ron con  ellos  en  harto  aprieto  los  soldados,  pero  el  que  en  mayor  los  ponía  era 
las  puyas  envenenadas  que  hallaban  puestas  en  los  más  forzosos  pasos,  de  don- 
de no  escapaban  sin  riesgo  de  las  vidas  de  muchos . 

2.^  No  cesaban  de  intentar  trazas  para  hallar  unas  con  qué  poderlos  ha- 
ber á  las  manos  y  darles  un  castigo  que  les  escociera  y  quedaran  escarmentados 
los  indios,  y  así  un  día,  llegando  temprano  á  ranchearse  en  un  pedazo  de  tierra 
llana,  de  la  poca  que  tiene  aquella  provincia,  dispusieron  cómo  salir  con  estos 
intentos;  plantaron  aquí  las  tiendas  á  la  vista  de  los  indios,  de  quien  estaban 
as  lomas  y  laderas  de  la  redonda  cubiertas,  y  todos  á  la  mira,  contándoles  los 
pasos  y  acciones  á  los  soldados;  pareció  á  Pedro  de  Ursúa  que  antes  de  amane- 
cer, si  emboscara  su  gente  de  á  pié  y  de  á  caballo  en  distintos  lugares,  para  que 
á  la  mañana,  cuando  los  indios,  como  ellos  acostumbraban  en  todas  partes, 
acudiesen   al   sitio  de  los  ranchos  á  mirar  si  se  les  había  olvidado  algo  en  él,  ó 

por  otros  respectos,  saliesen  do  las  emboscadas  sobro  ellos,  y  para  que  tuviesen 

n 


108  FRAY  PEDRO   SIM(5n  (6.*  NOTICIA 

en  qué  entretenerse  los  que  fuesen  llegando  al  sitio  y  se  fuesen  juntando  más  á 
la  novedad,  por  traza  de  un  soldado  llamado  Farfán,  cortaron  las  piernas  á  dos 
puercos  de  los  que  llevaban  consigo  y  los  dejaron  en  el  mismo  sitio  entre  los 
ranchos. 

3.*^  A  los  primeros  rayos  del  sol  comenzó  á  marcliar  el  carruaje  y  gente  de 
servicio  con  solos  quince  soldados  que  les  ]iici:eron  cuerpo  de  guardia.  Los 
Muzos,  que  ya  á  esta  hora  tenían  ocupadas  las  cumbres,  espiando  la  partida  de 
los  españoles  para  bajar  luego  á  trastornar  los  ranchos  y  pegarles  fuego,  porque 
los  hacían  cada  noche  de  paja,  echaron  de  ver  en  la  gente  que  iba  marchando, 
no  llevaban  un  caballo  blanco  que  les  habían  visto  traer  los  días  atrás;  sospecha- 
ron con  esto  algún  engaño  que  les  dejaban  cerca  del  sitio  del  alojamiento,  y  co- 
menzando los  primeros  que  lo  advirtieron  á  dar  avisos  á  voces  á  los  demás,  y 
aquéllos  á  los  otros  de  mano  en  mano,  se  iban  diciendo  u»os  á  otros:  no  bajéis, 
porque  estos  bellacos  quedan  ahí  escondidos  para  matarnos,  porque  ayer  iban 
con  un  caballo  blanco  que  no  llevan  ahora  los  que  van  geminando;  fueron  estas 
voces  tan  eficaces,  que  bastaron  á  retardar  á  todos  sin  moverse  de  sus  sitios, 
hasta  que  ya  era  bien  dentro  el  día,  y  aunque  habían  estado  con  atención  y 
buscando  con  cuidado  los  rastros  de  la  emboscada,  no  habían  podido  dar  con 
ella,  y  era  que  los  españoles  estaban  tan  encubiertos  en  lo  hondo  de  un  mon- 
tuoso arroyo,  cerca  de  la  ranchería,  que  no  se  podía  ver  ni  rastrear  sin  entrar 
dentro  de  la  misma  quebrada,  á  que  nó  debieron  de  atreverse  los  indios  por  el 
recelo  con  que  estaban;  éste  también  les  hacía  vencer  la  codicia  que  tenían  de 
llegar  al  sitio  por  haber  á  las  manos  los  puercos,  que  veían  desde  sus  puestos 
andar  entre  los  ranchos,  y  oían  grañir;  pero  al  fin,  ya  que  había  pasado 
gran  parte  del  día  y  no  habían  sentido  ruidos  de  lo  que  sospechaban,  dando 
rienda  al  deseo  que  tenían  de  los  puercos,  enviaron  dos  indios  de  poca  estima- 
ción que  acá  llaman  Chingamanas,  que  se  acercasen  al  sitio  del  alojamiento  y 
reconociendo  si  había  rastro  de  lo  que  sospechaban,  diesen  aviso,  y  también  si 
no  lo  había.  Determinaron  enviar  estos  dos  indios  y  no  otros  valientes  y  de 
consideración,  por  si  acaso  sucedía  que  los  matasen  los  españoles,  consiguiesen 
de  la  muerte  poco  honor,  por  no  tenerla  los  muertos  en  linaje,  fuerzas  ni  bríos- 
Llegaron  los  dos  al  sitio,  y  no  hallando  gente,  después  de  haberlo  trastornado 
todo,  ni  otra  cosa  que  los  puercos  jarretados,  comenzaron  á  llamar  á  grandes 
voces  y  prisas  sus  compañeros,  que  podían  bajar  sin -.recelo;  hiciéronlo  así  a^ 
punto  que  los  aseguraron  las  voces,  arrojándose  por  aquellas  laderas,  ligeros 
como  venadosj  á  ruin  el  postrero,  como  dicen,  deseando  cada  uno  ser  el  primero 
que  pusiese  las  manos  sobre  la  presa  de  los  puercos. 

4.°  A  todo  estaba  el  General  Ursúa  atento  con  sus  corapañeros,  hasta  que 
habiéndose  ya  juntado   gran  número  de  bárbaros,  saltaron  de  repente  sobre 


CAP.  XXXV)  NOTICIAS  De"lAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA  FIRME.  .  109 

ellos,  y  siendo  el  lugar  acomodado  parados  caballos,    fué  tanta  la  fuerza  y  bríos 
con  que  les  embistieron,  que  dejando  en  poco    rato    muchos  muertos  y  heridoB, 
fueron  retirando  los  demás  á  la  parte   donde   estaba   la   otra   emboscada  de  los 
otros  soldados,  que  saliendo  con  la  misma  furia,  mataron,  hirieron  y  descalabra- 
ron tan  gran  suma    de    ellos,    que   pocos   de   los  que  bajaron  pudieron  escapar 
huyendo,  con  que  quedaron  bien  pagadas  las  inquietudes  y  algunas  heridas  que 
habían   dado   el   día   antes  á  los  nuestros,  de  que  ninguno  q\iedó  en  peligro  de 
muerte,  ni  aun  notable  daño  en  esta  ocasión,    quedando    los   indios  que  escapa- 
ron de  ella  y  los  que  la  tuvieron  á  la  mira,  tan  escarmentados  con  la  burla,  que 
en  todo  el  resto  del  camino,  hasta  la  nueva   ciudad  de  Tudela,  no  se  atrevieron 
á  lo  que  antes,  ni  aun  ponerse  á  vista   de    los  españoles.  Llegó  con  esto  Ursúa 
al  pueblo  sin  otros  peligros,  hallando   metidos  en  hartos  la  gente  de  él,  con  que 
le  fué  forzoso  ocupar  muchos   días    por    su    persona  y  caudillos  confidentes  en 
salidas,  armas  y  otras  partes  de  noche  y  do  día,  para  en  todas  ocasiones  y  tierras 
probar   la    mano   con   blanduras   y    rigores  en  la  paz  que   pretendía  hacer  con 
aquella  gente  belicosa  y  fiera.  Consiguióse  algo  de  esto  con  los  más  convecinos 
al  pueblo,  con  menoa  amor  que  violencia,  pues  otros  medios  para  conseguir  esto 
eran  de  ninguna  importancia,  por   el    mortal    odio  quo  tenían  á  los    españoles; 
pero  los  mcás  apartados  de  la  ciudad,   haciendo  cada  día  mayores  demostraciones 
de  rebeldía  contra  ellos,  los  pusieron    en  tan  estrechos  peligros,  que  le  fué  for- 
zoso al  Pedro  de  Ursúa,  después   de   cuatro  meses  que  había  estado  allí  en  esta 
segunda  entrada,  avisar  á  los  Oidores  de  la  Eeal  Audiencia  le  enviasen  crecido 
socorro  y  fuerza  de  gente  española  y  naturales  de  los  Moscas,  para  poderse  con- 
servar  la   ciudad   y    hacerse   algunos   buenos   efectos  en  la  pacificación  de  las 
tierras,  á  que  accedió  luego  la  xipdiencia  considerando   la   importancia  que  esto 
tenía,  despachando   provisiones   al    INIaese   de    Campo    Joan  Ruiz  de  Orejuela, 
Alcalde  Mayor   que  á   la    sazón   era  de  la  ciudad  de  Tunja  y  su  partido;  y  á 
Pedro  Escudero,  que  lo  era  en  la  de  Yélez,  para  que  en  ambas  partes  avisasen  á 
los  Encomenderos  (como   á    quien   tenía   obligación    por  la  encomienda,  según 
leyes  comunes  del  Rey,  á  defender  y  pacificar   la   tierra)  se  previniesen  dentro 
de  seis  días  con  sus  armas  y  caballos  y  la  cantidad   de   indios,    sus  encomenda- 
dos, que  60  la  señalase  hasta  dos  mil  entre  todos,  para  que  juntos  con  los  demás 
que  el  Capitán  Juan    de  Rivera,  que  estaba  asignado  para  que  lo  fuese  en  esto 
socorro,  tuviese  juntos   en  esta  ciudad   de    Santafé,  fuesen  á  la  de    Tudela  en 
los  Muzos,  donde  los  aguardaba  por  horas  el  Ursúa. 


lio  FRAY   PEDRO     SIMÓN  (6.^  NOTICIA 

CAPÍTULO  XXXVI 

Contenido:  1.»  Trata  Pedro  de  Ursúa  de  salirse  otra  vez  de  su  ciudad  de  Tudela,  con  el 
hipo  que  tiene  de  buscar  el  Dorado — 2.<*  Ea  poniendo  esto  en  efecto,  á  los  demás 
vecinos  les  fué  forzoso  desamparar  la  ciudad— 3.°  Socorro  que  da  García  de  Pa- 
redes á  un  soldado  al  salir  de  la  tierra  de  los  Muzos.  Puéblase  la  villa  de  San  Miguel. 
i°  Toman  de  este  desamparo  mayor  avilantez  los  Muzos  contra  los  Moscas,  de  que  se 
siguieron  mayores  estragos  y  muertes. 

NO  me  ha  sido  posible  sacar  en  limpio  si  tuvo  efecto  esta  conducción 
para  este  socorro,  sólo  sabemos  las  prisas  con  que  andaba  el  Ursúa 
en  su  ciudad,  procurando  trastornar  las  tierras  de  los  naturales  para  reducirlos 
á  paz  y  amistad,  haciéndosele  en  esto  cada  hora  mil,  por  el  hipo  que  traía  de 
dejar  aquella  provincia,  estrecha  para  la  grandeza  de  su  corazón,  y  ir  á  buscar 
aquellas  del  hombre  dorado,  donde  se  prometía  lo  que  á  muchos  ha  salido  tan 
en  vano:  grandes  riquezas  y  majestades  en  tierras,  que  de  todo  esto  sólo  se  ha 
hallado  eco,  que  sólo  es  un  sonido  de  aire  mal  formado.  Determinóse  al  fin,  des- 
pués de  haber  salido  con  algunos  razonables  efectos  de  castigos  y  violentas 
amistades  de  los  indios  para  con  los  de  la  ciudad,  dejarla,  pareciéndole  tenía  ya 
cumplido  con  lo  que  había  prometido  á  la  Real  Audiencia,  y  que  no  le 
podrían  negar  lo  que  le  habían  asegurado  los  Oidores;  en  comenzando  á  sem- 
brar por  la  ciudad  de  Tudela  estas  sus  determinaciones,  comenzaron  á  querér- 
selas atajar  los  vecinos  y  encomenderos  de  ella,  ya  por  amigables  ruegos,  ya 
por  autos  y  requerimientos  jurídicos,  poniéndole  delante  el  servicio  de  Dios  y 
del  Eey,  y  la  conservación  de  aquel  pueblo,  pues  sin  duda  no  la  podía  tener 
(como  sucedió)  en  su  ausencia,  porque  la  violenta  paz  que  tenían  dada  algunos 
indios  más  cercanos  encomendados  en  los  vecinos,  no  podía  ser  perfecta,  y 
cuando  ésta  lo  fuera,  era  en  tan  pocos,  que  no  bastantes  á  sustentarse  de  solos 
sus  servicios  ;  y  era  cosa  cierta  que  los  demás  rebeldes  de  la  provincia  habían 
de  hacer  lo  fueran  también  éstos  dentro  de  pocos  días,  y  con  esto  haber  sido 
en  balde  todo  lo  que  muchos  hasta  allí  habían  trabajado.  Fuéronle  también  para 
con  el  Ursúa  estas  y  otras  muchas  razones  que  le  pusieron  delante  para  retar- 
darle en  las  determinaciones  que  ya  tenííi,  y  así  encargando  el  gobierno  de  la 
ciudad  á  la  justicia  ordinaria,  se  vino  á  la  de  Santafé  con  los  más  lucidos  sol- 
dados, sus  antiguos  que  tenía  allí  movidos  de  los  ntismos  intentos,  que  aun  si 
éstos  quedaran  no  faltara  tan  del  todo  el  amparo  y  conservación  de  la  ciudad, 
pero  con  la  salida  de  tantos,  quedó  como  un  cuerpo  sin  alma,  pues  estos  que 
quedaron  eran  nadie  respecto  de  los  muchos  y  fragosos  indios  entre  quien 
estaban,  que  parece   los  criaban  aquellas  tierras  con  las  condiciones  que  ellas 


CAP.  XXXVl)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA  FIRME.  111 

tienen,  que  son  fragosísimas,  sin  que  se  halle  en  ellas  por  maravilla  un  pedazo 
de  llanura. 

2.°  Conocieron  los  naturales  al  punto  que  Ursúa  y  sus  soldados  salieron  de 
la  ciudad,  esta  flaqueza  con  que  quedaba  la  gente,  y  aprovechándose  de  la  oca- 
sión, sin  dar  lugar  á  dilaciones,  por  si  acaso  volvían  los  nuestros  en  su 
defensa,  hicieron  luego  demostración,  los  que  tenían  dada  mala  paz,  de  la  vio- 
lencia con  que  la  guardaban,  y  juntándose  con  los  que  no  habían  aún  arros- 
trado á  ella,  venían  en  copiosas  tropas  desvergonzadamente,  y  poniéndose  sobre 
las  lomas  que  cercaban  el  pueblo,  daban  grita  diciendo  oprobios  á  los  que  es- 
taban en  él,  sin  darles  un  punto  de  sosiego,  ni  seguro  á  ellos  ni  á  los  indios 
Moscas  de  su  servicio,  con  quien  tenían  tan  sangrientas  enemistades  como  con 
los  mismos  españoles,  los  cuales,  por  ser  tan  pocos  y  mal  proveídos  de  pólvora 
y  plomo  y  otros  pertrechos  de  guerra,  no  osaban  ni  podían  salir  hacerle  resis- 
tencia, y  aun  lo  peor  era  que  apretándoles  la  necesidad  de  las  comidas,  no  tenían 
recurso  do  socorro  en  alguna  parte,  por  haberse  ya  del  todo  alzado  los  indios, 
que  aunque  forzados  se  las  daban  y  les  hacían  labranzas.  Vinieron  con  esto  á 
tales  apreturas  de  hambre,  que  si  no  se  sustentaran  con  los  puercos  y  vacas  que 
les  habían  quedado,  hubieran  tardado  menos  días  en  desamparar  la  población, 
aunque  no  fueron  muchos,  pues  viéndose  en  tan  peligrosas  ocasiones  cada  hora 
por  la  multitud  de  enemigos  que  tenían  sobre  sí,  conocieron  con  evidencia  no 
poderse  sustentar  ellos  ni  lo  poblado,  sino  era  que  temerariamente  querían 
entregarse  en  las  manos  de  la  muerte  que  tenían  tan  á  los  ojos ;  de  donde  por 
ventura  se  seguiría  mayor  fama  de  su  temeridad  y  ignorancia  que  de  los  es- 
clarecidos hechos  de  hasta  allí  en  haber  por  fuerzas  de  armas  entre  tan  frago- 
sos enemigos  plantado  españoles  cimientos,  y  así  tomando  por  último  la 
acertada  resolución  de  ser  más  importante  conservar  la  vida  que  el  pueblo,  pu- 
sieron en  efecto  el  salirse  de  él  una  noche  con  el  silencio  y  oscuridad  de  ella, 
atajando  con  esto  los  inconvenientes  que  le  podían  seguir  saliendo  de  día,  á 
vista  de  tantos  enemigos,  que  sin  duda  se  determinaran  á  atajarles  los  pasos, 
procurando  tenerlos  allí  encerrados,  conjeturando,  aunque  bárbaros,  que  an- 
dando días,  la  hambre  les  había  de  enflaquecer  las  fuerzas  y  hacer  con  esto 
inferiores  á  las  suyas,  con  que  prevaleciendo  sobre  ellos  los  habían  de  tener 
por  su  manjar  á  todos. 

3.^  Fueles  posible  con  el  silencio  y  manto  de  la  noche  salir  del  pueblo, 
sacando  de  él  lo  que  pudieron  de  5us  haciendas,  que  aunque  fué  poco  lo  que 
sacaron,  no  dejaron  en  él  nada,  pero  no  les  filé  posible  caminar  muchas  leguas 
primero  que  los  indios  viniesen  al  pueblo  y  le  pegasen  fuego,  y  después  tras 
ellos  muchas  y  copiosas  tropas,  siguiendo  á  su  parecer  el  alcance  de  la  vic- 
toria que  les  dejaban  en  las  manos,  pues  dejando  el  pueblo  que  tenían  fundado, 


112  FRAY   PEDRO    S1M(5n  (6.^  NOTICIA 

se  salían  amedrentados  de  ellos.  Entre  los  españoles  que  salían  de  este  des- 
amparo, fué  uno  aquel  Don  García  de  Paredes,  natural  de  Placencia,  que,  como 
dijimos,  fué  Maese  de  Campo  del  Key  contra  el  amotinado  Aguirre  y  le  cortó 
la  cabeza.  Este  hizo  en  esta  salida,  en  favor  do  un  pobre  hombre  viejo,  un 
hecho  tan  animoso  como  generoso,  y  fué  que  sacando  este  viejo  unas  vaquillas 
que  tenía  en  el  nuevo  pueblo,  de  que  vivía  por  no  tener  otro  posible,  y  en 
aquel  tiempo  no  eran  de  poca  importancia  y  valor  para  vivir  también  de  ellas 
en  las  sabanas  de  tierrafría,  donde  su  suerte  se  la  diera  do  asentar  ranchos  entre 
gente  pacífico,  venía  el  pobre  expuesto  á  conocidos  peligros  de  muerte  por 
conservar  y  sacar  sus  vaquitas,  pues  los  indios  ya  venían  cargando  con  des- 
enfrenada furia  sobre  él  y  ellas;  no  hallando  el  socorro  que  había  menester 
entre  los  demás  soldados,  se  llegó  á  este  García  de  Paredes,  y  con  los  encareci- 
mientos posibles  pidió  le  ayudara  en  necesidad  de  tanto  aprieto,  á  que  acudió 
el  Paredes  tan  de  veras,  que  llamando  algunos  amigos  que  le  acompañaran, 
dejando  la  vanguardia,  se  pasaron  á  la  retaguardia,  donde  estaba  el  mayor  golpe 
y  fuerza  de  los  indios,  que  ya  iban  haciendo  algún  daño  en  los  atrasados.  Te- 
miéndose el  Don  García  no  fuese  el  llevar  el  caballo  que  llevaba,  que  era  por 
extremo  bueno,  causa  de  hacer  alguna  cosa  indigna  de  su  valor  y  nombre, 
porque  pudiera  ser  que  fiado  en  su  ligereza  volviera  las  espaldas  al  enemigo 
viéndose  en  algún  aprieto,  le  cortó  las  piernas  y  dejó  en  el  camino  desjarretado 
y  se  fué  á  pié  poco  á  poco  con  sus  armas  á  cuestas,  deteniendo  con  singular 
valor  él  y  sus  compañeros  la  furia  de  los  bárbaros,  que  con  muchos  y  acrecen- 
tados bríos  pretendían  haberlos  á  todos  á  las  manos,  aunque  fué  el  Señor  servido 
saliesen  en  vano  sus  deseos  y  los  de  estos  Capitanes  se  cumpliesen  y  saliesen  con 
seguro  y  poco  daño  de  todos  los  términos  y  provincias  de  los  Muzos,  deján- 
dolos con  mayores  bríos  y  soberbia,  por  haber  sido  bastantes  á  echar  ya  con 
ésta  tres  veces  los  españoles  de  ella  :  era  ya  esto  á  los  últimos  del  año  de  cin- 
cuenta y  dos  (1552);  los  Alcaldes  de  la  ciudad  vinieron  á  Santafé  á  dar  cuenta 
del  suceso  y  causas  que  lo  habían  sido  para  no  |!oderse  conservar  más  tiempo  en 
la  población,  que  advertidos  por  los  Oidores,  y  que  por  entonces  no  les  había 
sido  posible  acudir  con  socorro,  las  dieron  por  bastantes  y  á  todos  licencia  para 
que  se  acomodasen  donde  pudiesen  por  entonces  hasta  que  los  tiempos  se  me- 
jorasen, en  especial  los  que  por  entonces  corrían  de  visitas.  En  este  año  se  dio 
comisión,  á  petición  del  Cabildo  de  la  ciudad  de  Santafé,  al  Capitán  Juan  Tafur, 
que  á  la  sazón  era  Alcalde  Ordinario,  para  que  fundase  una  villeta  sujeta  á 
Santafé,  en  la  tierra  de  los  Panches,  á  la  mitad  del  camino  que  había  poco  se 
había  abierto,  y  se  andaba  desde  la  misma  ciudad  al  puerto  de  Honda,  y  se 
encomendaron  los  indios  de  su  distrito  en  sus  moradores;  púsose  esto  en  ejecu- 
ción el  año  siguiente,  en  el  sitio  que  ahora  llaman  la  Venta  de  la  Villeta,  en  el 


OAP.  XXXVl)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  r>E  TIERRA  FIRME.  113 

mismo  camino,  un  poco  más  el  río  abajo  que  está  la  venta,  llamándola  la  Villa 
de  San  Miguel,  en  quien  sólo  se  conserva  hoy  el  nombre,  porque  aunque  duró 
esta  población  algunos  años,  al  fin  vino  á  despoblarse  por  el  consumo  que  hubo 
de  los  indios,  si  bien  en  estos  tiempos  dieron  en  elegir  todos  los  años  en  esta 
ciudad  de  5iantafé,  cuando  los  demás,  un  Alcalde  con  título  de  la  Villeta,  que 
tiene  no  sé  qué  jurisdicción  sobro  los  vecinos  y  estancieros  de  su  distrito,  y  no 
falta  quien  lo  apetezca  ser. 

á.^  Desde  la  salida  de  los  españoles  y  desamparo  que  hicieron  de  la  ciudad 
de  Tudela,  comenzaron  los  naturales  de  esta  tierra,  como  de  nuevo,  hacer  tan 
grandes  asaltos,  robos,  muertes  y  crueldades  en  los  indios  Moscas,  sus  conve- 
cinos, y  aun  españoles  que  podían  haber  á  las  manos,  que  pusieron  en  peligro 
toda  la  tierra  de  los  Moscas  de  que  se  alzara  viendo  no  les  era  de  provecho 
para  su  defensa  el  amparo  do  los  españoles,  debajo  del  cual  habían  dado  la  paz 
y  seguro  tantos  años.  Desvelaba  mucho  el  reparo  de  esto  á  los  Oidores  de  la 
Keal  Audiencia  de  Santafé,  y  sin  acabar  de  dar  asiento  á  él,  por  estar  ocupados 
en  otras  cosas  también  importantes  al  Gobierno  y  Residencias,  pasaron  cuatro 
ó  cinco  años  en  estos  peligros  y  desgraciados  sucesos,  que  cada  día  venían  sobre 
muchos,  hasta  que  en  el  de  cincuenta  y  ocho  (1558)  determinó  dar  la  conducta 
y  conquista  de  esta  tierra  de  los  Muzos  al  Capitán  Luis  Lanchero,  ya  que  se 
había  quietado  de  los  embarazos  que  tuvo  en  la  residencia  de  Miguel  Díaz. 


lié  FRAY   PEDRO  SIMÓN  (6.»  NOTICIA 

CAPÍTULO  XXXVII 

Contenido:  1.«  Da  licencia  Miguel  Díaz  de  Almendaris  al  Capitón  Pedrozo  para  la 
conquista  de  los  Panches— 2.<>  Dase  también  al  Capitán  Galarza  para  la  conquista  de 
Ibagué — 3.°  Fúndase  la  primera  vez  la  ciudad  de  Ibagaé — i.°  Trasládanla  de  allí,  á 
pocos  días  ó  tiempo,  á  otra  parte  y  eligen  Cabildo  en  ella. 


L 


AS  grandes  noticias  y  ricas  muestras  de  oro  que  trajo  el  Capitán 
Fernán  Vanegas,  como  dejamos  dicho,  á  esta  ciudad  de  Santafé  cuan- 
do desde  ella  lo  envió  el  Adelantado  D.  Alonso  Luis  de  Lugo  á  descubrir  las 
minas  de  donde  venía  el  oro  á  esta  tierra  fría,  que  fueron  las  tres  que  halló  de 
los  buhíos  del  Cacique,  y  de  los  Bledos  que  después  le  pusieron  do  la  Sabandi- 
ja, Venadillo  y  Mariquita,  pusieron  en  tanta  codicia  á  los  que  entraban  luego  á 
gobernar  el  Reino,  que  ninguno  so  descuidó  de  hacer  diligencia  en  la  pacifica- 
ción do  los  indios  Panches  donde  estaban,  y  así  aunque  Lope  Montalvo  de  Lugo 
no  pudo  poner  en  ejecución  sus  deseos  de  hacer  esto,  por  haber  sido  su  Gobier- 
no de  solos  ocho  meses,  no  dejaran  de  tener  efecto  según  diligencias  y  disposi- 
ción que  tenía  ya  para  ello,  si  la  entrada  en  el  Reino  de  Pedro  do  Ursúa  á  tomar 
la  posesión  del  Gobierno  por  su  tío  el  Licenciado  Miguel  Díaz,  no  lo  atajara, 
pero  aunque  se  suspendió  por  entonces  y  algunos  días  después  por  las  inquietudes 
que  hubo  en  las  Residencias  y  otras  causas  el  año  mil  quinientos  cuarenta  y 
nueve,  á  veintinueve  de  Octubre,  despachó  conducto  el  mismo  Licenciado  Mi- 
guel Díaz  de  Almendaris  al  Capitán  Francisco  Núñez  de  Pedrozo,  hombre  no- 
ble, natural  de  la  ciudad  de  Granada  en  España,  y  á  la  sazón  vecino  de  la 
de  Tunja  en  este  Nuevo  Reino,  para  que  saliera  á  la  conquista  y  pacificación  de 
los  indios  Panches  que  habitaban  desde  la  otra  banda  del  Río  Grande  al  po- 
niente hasta  los  fines  de  sus  tierras,  que  rematan  en  los  principios  y  ásperas 
serranías  de  los  indios  pijaos.  Retardóse  la  ejecución  de  esta  conducta  ó  si  se 
supo  en  efecto  no  fué  en  cosa  considerable,  hasta  que  ya  habían  entrado  los 
primeros  Oidores  Góngora  y  Galarza  en  esta  ciudad  de  Santafé,  y  fundado  la 
Real  Audiencia,  y  así  fué  necesario,  por  haber  espirado  ya  la  jurisdicción  de 
Miguel  Díaz,  le  despacharan  n.uevos  recados  para  esta  conquista  al  Capitán  Pe- 
drozo, como  lo  hicieron  los  dos  Oidores  por  una  Peal  provisión,  librada  en  quin- 
ce de  Febrero  del  año  mil  quinientos  cincuenta  y  uno  (1551)  en  que  confirma- 
ban la  conducta  que  tenía  del  Licenciado  Miguel  Díaz,  y  se  la  daban  de  nuevo 
para  la  conquista,  y  licencia  para  poblar,  en  nombre  del  Rey,  una  ciudad  en  la 
parte  más  acomodada  de  las  tierras  que  fuese  conquistando;  pero  antes  que  die- 
ran esta  confirmación  y  licencia,  habían  dado  otra  en  dos  de  Junio  del  año  de 
mil  quinientos  cincuenta  (1550)  los  mismos  Oidores  al  Capitán   Andrés   López 


CAP.  XXXVIl)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA  FIRME.  115 

de  Galarza,  para  quo  entrase  por  otra  parte  á  la  misma  conquista  de  los  Pan- 
ches,  pues  las  provincias  eran  dilatadas  y  capaces  para  que  por  muchas  pudie- 
sen entrar  diversas  tropas  de  soldados  para  diversas  conquistas.  A  ésta  salió  el 
Andrés  López  de  Galarza  de  esta  ciudad  de  Santafé,  con  razonable  copia  de 
soldados  y  la  brevedad  que  pudo,  tomando  su  derrota  al  Occidente,  y  pasando 
por  los  indios  conquistados  en  las  provincias  vecinas  al  Tocaima,  y  nueva  ciu- 
dad que  estaba  ya  poblada,  pasó  el  Río  Grande  de  la  Magdalena,  desde  donde, 
por  comenzar  allí  su  conquista,  la  fué  haciendo  con  hartas  dificuldadcs,  pues 
compraban  cada  palmo  de  tierra  que  iban  ganando,  con  sangre  y  vida  de  solda- 
dos y  indios  amigos  que  llevaban  de  servicio,  de  cuyas  carnes  no  se  veían  har- 
tos, por  la  bestial  costumbre  que  tenían  no  sólo  de  comer  la  de  sus  enemigos 
que  vencían  en  guerras,  sino  aun  también  las  de  sus  padres,  hijos  y  mujeres , 
como  dejamos  dicho  en  otras  partes. 

2.°  Pero  al  fin  los  bríos  españoles,  como  superiores  á  tantas  naciones  del 
mundo,  lo  fueron  también  á  las  de  estos  carniceros  indios,  y  con  muertos  y  he- 
ridos de  machos,  ganaron  diez  y  ocho  leguas,  hasta  la  cabeza  de  un  valle  que 
remataba  en  las  faldas  de  la  serranía,  siguiendo  siempre  al  Oeste,  en  cuyo  re- 
mate se  encontraron  con  un  escuadrón  de  indios  bien  dispuestos  y  briosos,  que 
les  salían  á  resistir  el  paso,  no  con  flechas,  como  los  de  hasta  allí,  sino  con  va- 
lientes lanzas,  de  donde  tomaron  ocasión  los  soldados  de  llamarle  el  Valle  de 
las  Lanzas.  Subieron  á  una  mesa  que  hacía  en  este  sitio,  donde  estaba  un  razo- 
nable pueblo  con  su  Cacique,  que  se  llamaba  Ibagué,  de  donde  tomaban  nom- 
bre las  tierras  circunvecinas  que  habitaban  sus  vasallos,  porque,  como  hemos 
dicho,  este  modo  de  poner  nombres  de  sus  Caciques  á  las  tierras,  hallaron  todas 
estas  Indias  los  españoles.  Los  que  llegaron  á  ésta  advirtieron  ser  pitio  acomo- 
dado para  poblar  la  ciudad  que  llevaban  en  intentos,  y  así  echándole  el  ojo 
para  esto,  pasaron  siete  ú  ocho  leguas  las  faldas  de  la  sierra  arriba,  donde  no 
hallaron  tanta  fuerza  de  naturales  ;  pareoiéndoles  lo  más  acertado,  para  más  ase- 
gurar la  tierra  y  estarlo  también  ellos,  teniendo  pueblo  que  les  sirviese  de  es  car 
la  para  todas  partes,  determinaron  bajarse  á  lo  llano  de  la  mesa  de  Ibagué,  por 
parecerles  era  aquel  puesto  el  centro  de  lo  que  tocaba  á  su  conquista,  y  poblar 
allí,  como  lo  hicieron,  á  catorce  del  mes  de  Octubre  del  año  mil  quinientos  cin^ 
cuenta  (1550)  con  todas  ceremonias  que  suelen,  poniéndole  por  nombre  el  del 
Cacique  de  la  Mesa,  y  el  que  le  habían  puesto  al  valle,  que  juntos  le  llamaron 
la  ciudad  de  Ibagué  del  Valle  de  las  Lanzas,  que  es  el  que  hoy  tiene,  donde 
permaneció  cuatro  meses  y  cuatro  días. 

4.*^  Porque  habiendo  advertido  en  este  tiempo  algunas  descomodidades  de 
sitio  para  la  vivienda  humana,  no  obstante  que  era   vastísimo  su  suelo,  temple, 
cielo  y  aguas,  por  no  tener  la  templanza  tan  caliente  como  lo  requería  el  maíz, 

12 


116  FRAY  PEDRO  SIMÓN  (6.*  NOTICIA 

que  es  el  común  mantenimiento  de  aquellas  tierras,  y  no  ser  tan  extendidas, 
limpias  ni  llanas  como  las  pide  la  necesidad  para  crías  de  ganados  mayores,  antes 
ser  á  lo  menos  por  la  parte  del  Oeste  todas  sus  convecinas  ariscas  y  fragosas,  la 
mudó  el  mismo  fundador  ocho  leguas  atrás  de  este  sitio,  por  donde  fueron  en- 
trando en  el  valle  donde  hoy  permanece,  diez  y  ocho  leguas  de  la  ciudad  de 
Tocaima  al  Este  y  treinta  y  cinco  de  la  de  Santafé.  Hízose  esta  traslación  en 
siete  días  de  Febrero  del  año  siguiente  de  mil  quinientos  cincuenta  y  uno  ( 1551) 
cuando  tenía  el  mismo  poblador  título  por  la  Audiencia  de  Justicia  Mayor. 
Eligió  por  Alcaldes  al  Capitán  Juan  Bretón  y  Francisco  de  Trexo,  Alguacil 
Mayor  Pedro  Gallego,  Regidores  Juan  de  Mendoza  de  Arteaga,  Pedro  de  Sal- 
cedo, Diego  López,  Domingo  Cuello,  el  Capitán  Gaspar  Taberna,  Miguel  de 
Oviedo,  Procurador  General  Bartolomé  Talaverano,  Mayordomo  Marcos  García, 
y  de  la  Iglesia  Miguel  de  Espinosa,  siendo  Escribano  del  mismo  Juzgado  Fran- 
cisco Iñiguez;  el  mismo  Andrés  López  de  Galarza  volvió  después  de  dado 
asiento  á  esta  ciudad,  á  la  de  Santafé,  donde  fué  Tesorero  de  la  Caja  Beal. 


CAP,  XXXVIIl)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA  FIRME.  117 

CAPÍTULO  XXXVIII 

Contenido  :  1.°  Disposición  de  la  tierra  de  Ibagué,  y  abundancia  que  tiene  de  ganado. 
2.°  Términos  de  la  ciudad  de  Ibagué— S.*'  Desmémbrase  esta  ciudad  del  corregimien- 
to de  Mariquita.  Vuélvese  después  á  él— 4."  Minas  que  se  han  descubierto  de  todos 
metaleo  en  los  términos  de  esta  ciudad. 


E^ 


L  sitio  donde  está  plantada  es  de  una  región  apacible  y  serena,  e^ 
un  valle  ameno  y  deleitoso  ;  toda  la  vida  una  primavera  de  Eu- 
ropa ;  tierra  llana,  á  la  margen  de  un  caudaloso  rio  llamado  Cuello,  como  diji- 
mos, de  extremada  agua  dulce  y  clara,  encerrada  entre  márgenes  de  arena  de 
oro,  por  ser  muchas  las  minas  de  este  metal  que  hay  en  sus  nacimientos,  de  que 
también  está  enriquecida  por  otras  partos  de  su  circunferencia,  á  que  le  acudan 
otros  metales  de  plata,  plomo,  estaño,  fierro  y  azogue,  si  bien  con  todo  esto,  le 
sucede  á  sus  moradores  lo  que  á  Tántalo,  que  teniendo  el  agua  de  tanta  riqueza 
á  la  boca,  ninguna  le  entra  dentro,  y  perece  de  sed  por  la  falta  que  tienen  de 
quien  desentrañe  la  tierra  y  sangre  la  rica  vena  de  estos  metales.  Su  tempera- 
mento es  tal,  que  andan  parece  á  porfía,  la  serenidad  del  cielo,  grato  y  benévolo 
resplandor  de  las  estrellas,  templanza  de  los  aires,  frescura  de  jardines  y  huer- 
tas, pues  en  él  se  dan  todas  las  frutas  de  Castilla  y  naturales  de  aquellos  países. 
Está  en  sesenta  y  nueve  grados  y  diez  minutos  de  latitud,  tres  y  cincuenta  de 
longitud  de  la  línea  á  la  parte  del  Norte;  á  la  del  Sudeste,  inclinada  al  Sur.  Tiene 
valientes  llanuras,  que  van  subiendo  por  la  margen  del  lado  derecho  del  gran  Eío 
de  la  Magdalena,  donde  ha  crecido  en  tan  gran  número,  por  ser  tan  abundantes 
de  pasto  todo  el  año  sus  dehesas,  el  ganado  vacuno,  que  no  teniendo  quien  lo  ad- 
ministre, ni  donde  se  gaste,  sino  es  alguno  que  se  saca  para  esta  ciudad  de  Santafé, 
que  sólo  se  sirve  de  él  quien  lo  ha  menester,  para  sacarle  el  sebo  para  velas  y 
jabón  que  hacen  con  ceniza  de  unos  árboles  que  llaman  guacimos,  y  todo  lo 
demás  de  la  res  se  pierde.  De  manera  que  salen  en  caballos  y  jarretan  las 
reses  que  quieren  dándoles  alcance  en  la  sabana  y  sacándoles  sólo  el  sebo, 
y  cuando  mucho  las  lenguas  para  comer;  lo  demás  dejan  á  los  gallinazos, 
de  que  hay,  por  estar  cebados  en  esto,  abundancia  en  aquellas  llanadas. 
Sus  términos,  que  por  donde  más  cortos  son  ocho  leguas,  y  por  donde 
más  largos  veinticinco,  confinan  por  la  banda  del  Este  con  la  ciudad  de 
Tocaima,  diez  y  ocho  leguas,  con  quien  parte  términos  á  las  nuevo ;  por 
la  del  Sur,  con  la  ciudad  de  Timaná,  con  quien  parte  términos  en  el 
valle  de  Neiva  á  las  veinticinco  leguas  ;  por  la  del  Oeste,  con  la  de  Car- 
tago  á  las  quince  leguas  ;  por  el  Norte  parte  términos  con  las  de  Mariquita 
por  el  Páramo  ;  sin  embargo  que  por  camino  derecho  están  entre  los  de  las  dos 


118  FRAY   PEDRO    SIMÓN  (6.»  NOTICIA 

los  de  Tocaima;  había  cuando  la  poblaron  los  españoles  diez  y  ocho  mil  in- 
dios y  más,  cuyo  consumo  ha  sido  tal  hasta  estos  tiempos,  que  hay  escasos  en 
los  que  han  quedado  en  quince  encomiendas  y  tres  doctrinas,  seiscientos  ;  de 
que  han  sido  causa  grandes  mortandades  de  viruelas  que  han  venido  sobre 
ellos,  haberse  muerto  en  guerras  y  comido  unos  á  otros,  haber  tomado  las 
mujeres  yerbas  para  no  engendrar  ni  parir,  y  haberlas  dado  á  sus  hijos  para 
vivir  poco,  á  que  se  han  apegado,  y  no  ha  sido  su  menor  polilla,  los  trabajos  en 
que  los  han  puesto  los  españoles,  y  los  que  sus  sangrientos  enemigos  los  Fijaos 
han  hecho  menos,  pues  no  sólo  han  sido  su  pestilencia,  sino  también  de  los  es- 
pañoles, habiendo  embestido  á  la  ciudad  algunas  veces  con  harto  daño,  de  que 
después  diremos  cuando  tratemos  de  ellos  en  la  tercera  parte. 

3.0  Casi  desde  sus  primeros  fundamentos  fué  esta  ciudad  de  Ibagué  inclu- 
sa en  el  Corregimiento  de  Mariquita,  como  ahora-  lo  es,  si  bien  por  los  años  mil 
quinientos  noventa  la  desmembró  de  este  Corregimiento  la  Real  Audiencia  de 
Santafé,  dándolo  en  Gobernación  juntamente  con  la  de  Timaná,  que  está  al  Sur 
de  ésta  á  la  cabeza  del  Río  Grande,  á  Bernardino  de  Mujica  y  Guevara,  vecino 
de  la  ciudad  de  Tunja,  en  este  Reino,  con  cargo  de  que  hiciera  la  conquista  y 
pacificación  de  los  indios  y  provincia  de  los  Fijaos,  donde  poblase  otro  pueblo, 
con  que  su  Gobernación  tuviese  tres,  y  aunque  lo  puso  por  obra,  salieron  los 
fines  de  sus  intentos  y  de  la  Real  Audiencia  muy  otros  de  lo  que  pensaban, 
pues  al  gasto  de  mucho  tiempo,  dinero,  salud  y  vida  de  los  que  entraron  á  la 
jornada,  se  siguió  lo  postrero  del  nombre,  que  fué  nada,  y  así  se  volvió  otra  vez 
incorporando  en  el  mismo  Corregimiento  de  Mariquita  como  hoy  está.  Tendrá 
sesenta  casas,  una  razonable  Iglesia  de  teja,  de  la  advocación  de  Nuestra  Señora 
de  la  Concepción,  un  convento  de  Nuestro  Fadre  Santo  Domingo,  que  es  el 
consuelo  de  toda  la  ciudad,  por  lo  mucho  que  los  religiosos  moradores  de  él 
trabajan  en  la  doctrina  de  ella  y  de  sus  naturales,  que  se  fundó  bien  á  los 
principios  de  la  ciudad,  la  cual  sólo  tiene  de  granjerias  las  que  hemos  dicho  del 
ganado  vacuno  que  sacan  para  esta  tierra  fría,  porque  ganado  menor,  como  car- 
neros, ovejas  y  cabras,  no  lo  apetece  la  incomodidad  de  la  tierra,  por  ser  ca- 
liente, aunque  esto  ayuda  á  buena  cosecha  de  caña  dulce  de  que  se  hace  miel  y 
azúcar,  aunque  no  en  cantidad  que  les  acrecenté  caudales,  porque  es  poca  la 
gente  que  tienen  para  la  administración  de  los  trapiches,  como  para  sacar  y 
hilar  pita  que  también  han  picado  en  esta  granjeria,  *si  bien  de  ambas  cosas 
sacan  frutos  poco  más  que  para  sus  casas.  Cuando  tuvieron  con  quién,  siguie- 
ron las  minas  de  plata  que  llaman  del  cerro  de  San  Antón,  cinco  ó  seis  leguas 
de  la  ciudad,  tan  fundadas  que  tuvieron  por  entonces  mejor  opinión  .que  las  de 
Mariquita,  de  que  da  buen  testimonio  una  grande  y  hermosa  lámpara  que  tienen 
en  la  Iglesia  Mayor,  hecha  de  las  primicias  de  la  plata  que  se  sacó  de  estas  mi- 


CAP.  XXXVIIl)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA  FIRME  119 

nf\s,  donde  la  hallaban  en  algunas  partes  en  pedazos  macizos;  las  de  oro  han 
sido  de  mucha  grosedad,  pues  en  las  que  llaman  de  Miraflores  hubo  Real  de 
mineas  con  más  que  ordinario  aprovechamiento,  hasta  que  sus  malos  vecinos,  los 
indios  Fijaos,  impidieron  su  labor,  luego  que  el  Capitán  Hernando  de  Lorenza- 
na  dejó  la  asistencia  de  ollas,  que  era  quien  la  defendía  con  armas,  con  los  es- 
torbos que  en  su  falta  pusieron  estos  indios  ;  aunque  estando  ya  todos  consumi- 
dos por  la  industria  y  vigilante  diligencia  de  D.  Juan  de  Borja,  Caballero  de  la 
Orden  de  Santiago,  y  Presidente  que  hoy  es  de  esta  Real  Audiencia  de  Santa- 
fé,  seguro  hay  para  que  se  pueda  revolver  sobre  estas  minas  ;  pero  las  princi- 
pales que  hubo  y  se  tiene  por  cierto  están  hoy  con  la  misma  grosedad,  son  á 
una  legua  del  pueblo  á  la  falda  del  cerro  y  nacimientos  del  Eío  Chípalo,  que  se 
descubrieron  habrá  treinta  años  por  un  Juan  de  Leuro,  que  heredaron  su  nom- 
bre hasta  hoy.  Descubriéronlas  tan  en  la  superficie  de  la  tierra  (que  en 
lenguaje  de  minero  se  llaman  mantas,  aventadores  ó  vosaderos  de  vetas)  que 
entre  las  raíces  de  los  árboles  y  de  la  yerba  que  arrancaban  cogían  el  oro,  como 
dicen,  á  puños,  pues  la  tierra  que  sacudían  y  salía  asida  cuando  arrancaban  las 
yerbas,  era  más  oro  que  tierra  (al  modo  que  dijimos  del  páramo  rico  de  Pam- 
plona), con  que  no  tenían  por  grandes  jornales  cuando  no  sacaban  diez  piezas 
de  esclavos  ó  indios  más  que  mil  pesos  cada  semana  ;  pues  había  muchos  días 
que  sacaba  cada  pieza  cien  pesos,  y  día  hubo  que  un  solo  negro  sacó  quinientas, 
á  que  llaman  venturones ;  pero  al  fin,  en  los  ordinarios  jornales  fueron  muy 
más  aventajados  que  en  las  minas  de  la  ciudad  de  Zaragoza  y  los  Remedios. 
Despobláronse  las  tierras  para  poblar  estas  minas  mientras  duró  su  grosedad, 
hasta  que  fueron  minorando  y  persiguiendo  los  indios  Fijaos  las  cuadrillas  que 
^as  bacaban,  que  fué  ocasión  para  que  cesara  esta  labor  y  las  pasaran  hacia  un 
río  que  llaman  Yenadillo,  de  donde  también  se  sacó  gran  riqueza  de  oro  fino, 
como  hoy  lo  sacara  en  todas  estas  partes  con  abundancia  quien  entrase  con  es- 
clavos á  ello  ;  del  azogue  que  se  halla  en  el  término  de  esta  ciudad  á  la  parte  del 
Oeste,  han  hecho  evidencia  algunos  ensayos  que  se  han  hecho  en  esta  ciudad 
de  Santafé,  pues  se  ha  sacado  de  metales  que  se  han  traído  de  allá,  si  bien  hasta 
hoy  no  han  sido  bastantes  las  diligencias  que  se  han  hecho  para  descubrir  la 
mina  fundada. 


120  FRAY   PEDRO    SIMÓN  (6.»  NOTICIA 

CAPÍTULO  XXXIX 

Contenido:  1.<^  Vienen  alg-unos  vecinos  de  la  ciudad  de  Cartagena  y  otras  á  esta  de 
Santafó  á  pedir  j  usticia  contra  el  Licenciado  Miguel  Díaz — 2.^  Publica  Surita  su 
residencia,  y  lo  que  en  ésta  sucedió— 8."  Deja  la  residencia  comenzada  y  vuélvese 
á  su  Audiencia  de  Santo  Domingo— 4.''  Entendiendo  el  Miguel  Díaz  quedaba  yá 
libre  de  residencia,  tomo  la  vuelta  de  Santo  Domingo,  habiéndosele  alzado  un  piloto 
con  peis  mil  pesos. 

UEGO  que  se  supo  en  Ja  ciudad  de  Cartagena  que  subía  yá  ú  esta 
de  Santafé  el  Oidor  Alonso  de  Surita  á  tomar  residencia  al  Licen- 
ciado Miguel  Díaz  de  Almendaris,  todos  los  que  se  sentían  agraviados  de  él  en 
aquella  ciudad,  y  los  demás  vecinos  de  la  Costa  donde  había  estado  el  mismo 
Miguel  Díaz  tomando  residencia  y  gobernando,  subieron  á  esta  ciutlad,  confia- 
dos hallar  cumplida  justicia  y  desagravios  en  el  Surita  contra  el  Miguel  Díaz, 
aunque  todo  le  salió  en  vano  á  éstos  y  á  los  demás  que  en  el  Eeino  pretendían 
lo  mismo,  pues  luego  que  puso  los  pies  en  el  y  en  esta  ciudad  de  Santafé  el 
Oidor  Surita,  halló  con  tantos  amparos  y  defensa  de  parto  de  los  dos  Oidores 
de  la  Audiencia  y  de  las  justicias  ordinarias  de  la  ciudad  al  Miguel  Díaz» 
que  aunque  traía  el  Surita  bonísimos  intentos  de  desagraviar  á  todo  por 
ser  hombre  de  bonísimos  intentos  ó  deseos  limpios  de  manos  y  lleno  de 
letras  y  experiencia,  no  le  fué  posible  ponerlos  en  ejecución,  pues  luego 
que  se  presentó  con  sus  recaudos,  hallaron  de  dónde  repararlos  y  ponerles 
achaques  para  defender  al  Miguel  Díaz  uno  solo  y  haoer  demostraciones  de  la 
amistad  que  le  tenían,  y  otros  temiéndose  de  la  residencia  que  habían  de  dar, 
por  haber  sido  sus  oficiales  y  justicias  ordinarias  de  las  tres  ciudades  en  su 
tiempo. 

'2.°  Fué  menester  el  valor  del  Oidor  Surita  para  oponerse  á  los  muchos 
valedores  que  tenía  el  Miguel  Díaz,  y  así  atrepellando  dificultades  y  derechos 
que  le  alegaban  en  la  contraposición,  traídos  los  más  de  los  cabellos,  hizo  pre- 
gonar la  residencia,  dio  las  varas  á  sus  oficiales,  señaló  Tribunal  donde  acu- 
diesen alegar  los  agravios  ;  de  todo  lo  cual  y  otras  cosas  hizo  poner  edictos  en 
las  puertas  de  las  iglesias,  y  fué  la  insolencia  tal  de  los  que  se  juntaron  á  la 
resistencia  de  Surita,  que  sin  respeto  á  las  letras  ni  lugar  sagrado  donde  es- 
taban, amanecieron  borrados  con  asquerosas  suciedades,  á  cuyo  agravio  se 
juntaron  otros  infinitos  que  le  hacían  cada  hora  al  Surita,  sin  querer  responder 
á  los  cargos  que  hacía  á  los  culpados,  por  tener  publicado,  y  por  oosa  cierta,  no 
era  su  juez,  por  los  achaques  que  le  habían  puesto.  Llegábase  á  esto  el  poco  ó 
ningún  respeto  que  le  tenían,  y  algunas  otras  acciones  que  llegaban  á  ser  des- 


CAP.  XXXIX)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA  FIEME.  111 

caradas  de  vergüenzas,  y  tantas,  que  sería  torcer  un  hilo  infinito  quererlas  ex- 
plicar todas,  de  que  según  común  opinión  era  el  principal  tizón  para  encender- 
las Alonso  Téllez,  que,  como  dijimos,  era  el  Secretario  de  la  Audiencia. 

3.°  Viendo  los  que  andaban  en  seguimiento  de  su  justicia  que  con  estos 
disturbios  no  sólo  no  le  podían  dar  alcance,  pero  ni  aun  desechar  los  temores 
de  las  amenazas  que  cada  hora  lio  rían  sobre  ellos  por  parte  de  los  valedores 
del  Miguel  Díaz,  y  que  su  juez  Surita  tenía  limitadas  fuerzas,  aunque  las  ponía 
todas  en  su  defensa,  acordaron  de  irla  á  buscar  á  otra  parte,  y  poniendo  en 
ejecución  sus  intentos  el  Luis  Lanchero  con  otros,  cubiertos  una  noche  de  sus 
oscuras  tinieblas,  se  ausentaron  de  esta  ciudad  de  Santafé,  tomando  la  vuelta 
de  la  Costa  y  ciudad  de  Santa  Marta,  y  desde  ella  la  de  Santo  Domingo,  donde 
hicieron  la  relación  del  estado  en  que  dejaban  la  residencia  y  al  Oidor  que  la 
tomaba,  el  cual  determinando  hacer  lo  mismo  y  volverse  á  su  Audiencia,  viendo 
no  ser  bastantes  sus  diligencias  para  salir  con  nada,  hizo  las  que  le  pareció 
convenían  y  bastaban  para  dar  cuenta  de  lo  sucedido  ante  el  Emperador  y  su 
Consejo,  y  que  teniendo  ya  papeles  de  todo  y  lo  que  había  podido  actuar  en 
orden  á  la  residencia,  dio  traza  contra  lo  que  por  ventura  daban  los  valedores 
del  Miguel  Díaz  para  quitárselos:  que  un  su  Escribano  de  su  residencia,  llamado 
Bartolomé  González  de  la  Peña,  anocheciese  y  no  amaneciese  en  esta  ciudad  de 
Santafé  con  ellos,  como  lo  hizo,  tomando  también  la  vuelta  de  Santa  Marta  por 
el  Eío  Grande,  á  quien  siguió  á  pocos  días  el  mismo  Oidor  Surita  :  no  obstante 
los  requerimientos  que  le  hicieron,  á  los  últimos  del  mes  de  Septiembre  del 
mismo  año  de  mil  quinientos  cincuenta,  para  que  no  saliera  de  la  ciudad  sin 
dejar  fianzas  de  la  residencia  que  pretendían  los  valedores  del  Miguel,  se  la 
tomase  al  mismo  Surita  de  lo  poco  ó  nada  que  le  habían  dejado  actuar  en  la 
que  había  él  intentado  tomar.  Al  fin  á  los  últimos  de  Octubre  salió  de  esta 
ciudad  de  Santafé  el  Oidor  Surita,  y  llegando  con  buen  viaje  el  Surita  á  su 
Audiencia  de  Santo  Domingo,  desde  donde  remitió  los  papeles  de  su  visita  al 
Real  Consejo,  que  sonaron  harto  mal  contra  el  Miguel  Díaz  y  sus  valedores, 
á  pocos  días  lo  promovieron  de  aquella  Audiencia  de  Santo  Domingo  á  la  de 
la  ciudad   de    México,  donde  vido  sus   postreros  días. 

4.0  Bien  entendió  con  esto  el  Miguel  Díaz  de  Almendaris  había  ya  pasado 
sobre  él  la  tempestad,  habiéndolo  dejado,  y  fué  que  se  guardaba  para  más  mal, 
pues  le  sucedió  lo  que  los  naturales  cuentan  de  la  eriza,  que  cuando  llega  el  día 
y  hora  natural  de  su  parto,  y  los  hijos  á  salir  del  vientre,  sintiendo  que  la  lasti- 
man con  aquellas  blandas  puntas  con  que  naturalmente  están  cubiertas  aun  den- 
tro del  vientre  de  la  madre,  aprieta  con  temores  la  boca  por  donde  van  á  salir 
pensando  con  aquello  excusar  los  dolores  que  le  comienzan  á  lastimar,  de  donde 
sucede  que  teniéndolos  más  días  en  el  vientre,  vienen  las  puntas  de  los  hijuelos 


122  FRAY  PEDRO  SIM(5n  (6.*  NOTICIA 

hacerse  más  largas  y  duras,  con  que  siendo  forzoso  haberlas  de  parir  tarde  que 
temprano,  cuando  a  más  tarde  aguarda,  tanto  son  más  crecidos  los  dolores  del  parto. 
Bien  cierto  es  que  fueron  moderados  los  sucesos  de  la  residencia  del  Miguel  Díaz, 
si  la  tomara  el  Licenciado  Surita,  pues  en  aquel  tiempo  sus  valedores  eran  más, 
sus  enemigos  menos  avispados,  su  posible  no  tan  corto  como  cuando  después 
lo  hubo  de  dar,  como  veremos,  en  peor  ocasión  ;  pero  al  fin  no  advirtiendo  en 
esto,  en  pasando  éstas,  determinó  salir  de  esta  ciudad  de  Santafé,  y  con  inten- 
tos de  pasar  en  España  para  tratar  de  sus  acrecentamientos,  entendiendo  no 
le  habían  de  ser  estorbo  ninguno  las  cosas  de  por  acá,  llegó  por  el  Río 
Grande  á  la  Costa  y  ciudad  de  Santa  IVlarta,  donde  antes  que  partiera  á  la  de 
Santo  Domingo,  debajo  de  la  amistad  que  cobró  con  un  piloto  de  la  carrera 
que  llaman  de  Indias,  bien  acreditado  por  entonces  con  todos  los  de  aquellos 
puertos,  llamado  Thome  de  Latesla,  le  entregó  debajo  de  confianza  seis  mil 
pesos  de  buen  oro,  ó  seis  mil  castellanos,  que  es  lo  mismo,  para  que  se  los 
pasara  debajo  de  esta  confianza  en  España,  donde  los  pensaba  hallar  seguros, 
por  no  ponerlos  en  riesgo  si  los  llevaba  él  mismo  consigo,  habiendo  de  dete- 
nerse en  la  ciudad  de  Santo  Domingo  y  otras  partes  donde  podían  correr  riesgo, 
y  así  quedándose  con  lo  que  le  restaba,  que  era  bien  poco  de  lo  que  había  sacado 
de  este  Nuevo  Reino,  siguió  su  viaje  la  vuelta  de  la  ciudad  de  Santo  Domingo, 
y  el  piloto  la  de  Castilla,  donde  apretó  tanto  la  confianza  y  el  dinero,  que  nunca 
más  lo  vido  el  confiado  Miguel  Díaz,  por  haberlo  gastado  el  piloto  con  prodi- 
galidad en  viciosos  entretenimientos,  hasta  que  les  vido  el  fin.  Después  del  cual, 
viendo  el  piloto  que  el  Miguel  Díaz  ayunaba,  se  metió  fraile  en  cierto  con- 
vento de  la  ciudad  de  Granada,  para  pagar  con  oraciones  y  disciplinas  lo  que 
no  tenía  remedio  pagar  por  otro  camino,  aunque  si  éste  fué  como  había  de  ser, 
bien  podían  no  quedar  mal  satisfechos.  Bien  pudiera  ser  no  tuviera  en  esto 
el  Miguel  Díaz  tan  desgraciado  suceso,  si  no  lo  fuera  también  el  que  tuvo  en 
retardarse  tanto  en  la  Isla  Española,  por  ventura  defendiendo  allí  algunas  de 
sus  causas,  que  sus  émulos  le  habían  puesto,  con  que  le  sucedió  retardarse  más 
de  lo  que  debiera  por  dar  lugar  á  que  pudiera  llegar  mandado  del  Real  Consejo 
de  las  Indias,  antes  que  él  partiera  de  allí  para  que  lo  volvieran  de  donde  quiera 
que  lo  hallasen  á  ser  residenciado  en  este  Nuevo  Reino  de  Granada  y  en  la 
Gobernación  de  Cartagena,  donde  él  había  tomado  residencia,  como  dijimos,  la 
cual  habían  cometido  yá  los  del  Consejo  al  Licenciado  Juan  de  Montano,  Oidor 
nombrado  también  para  esta  misma  Audiencia  del  Rey,  como  diremos. 


CAP.  xl)  noticias  de  las  conquistas  de  tierra  firme.  123 

CAPÍTULO    XL 

Contenido:  !.•  Sale  el  Capitán  Francisco  Núñez  Pedroiso  de  Santafé  á  la  población  de 
Mariquita — 2P  Puéblase  y  dase  la  razón  por  qué  le  dijo  Mariquita  por  vocablo  co- 
rrupto— 3.°  Múdase  la  ciudad  del  primero  á  otro  sitio — 4.*  La  natural  fiereza  de  los 
naturales  de  aquella  tierra,  y  cómo  en  el  mismo  tiempo  se  salió  á  poblar  la  ciudad 
de  Victoria. 


N' 


O  podemos  excusar   el   darle   lugar  á  la  población  de  la  ciudad  de 
San  Sebastián   de   Mariquita,  por  deberse  á  su  antigüedad,  ya  que 
no  en  la  fundación,  por  haber  sido  algún  tiempo  después,  como  veremos,  á  lo 
menos  á   los   principios   que   tuvo    la    conquista  de  sus  tierras,  pues  la  dio  el 
Licenciado  Miguel   Díaz  de  Almeñdaris  al  Capitán  Francisco  Núñez  Pedrozo, 
natural   de   Granada  en  Castilla,  y  vecino  -en  este  Keino  de  la  de  Tunja,  en 
veintinueve   de   Octubre  del  año  de  mil  quinientos  cuarenta  y  n\ueve,  con  que 
se  comenzó  hacer,  si  bien  para  que  se  acabara,  por  haber  sido  prolija  y  dificul- 
tosa, y  se  poblara  la  ciudad  con  las  solemnidades  y  licencia  que  convenía,  fué 
necesario   la   confirmasen   los   dos   primeros   Oidores,   por   haber   ya  espirado 
el  gobierno  del  Miguel  Díaz,  como  lo   hicieron,  por  una  Real  Provisión  librada 
en  quince  de  Febrero  del  año  de  mil  quinientos  cincuenta  "y  uno,  con  que  salió 
de  la  ciudad  de  Tuúja  y  de  esta  de  Santafé,  yaque  tenía  dispuesto  lo  necesario, 
y  soldados  para  la   población   que  pretendía,  tomando  la  vuelta  del  Poniente  y 
pasando  el  Río  Grande  de  la  Magdalena,  caminando  por  donde  ya  había  andado 
conquistando,  cargándose  diez  y  ocho  leguas  de  la  ciudad  de  Ibagué  al  Noroaste, 
todo  en  la  tierra  de  los  Panchos,  de  manera  que  estas  dos  ciudades,  Ibagu"?   y 
Mariquita,  se>  poblaron  en  los  términos  y   sobras  de  la  ciuda  d  de  Tocaima,  que 
por  otro  nombre  llamaron  de  los  Panches,  á  quien  le  dieron  en  sus  primQíPS  ci- 
mientos por  términos  toda  la  tierra  que  poblaban  los  indios  de  este  nombre,  aun- 
que era  dilatadísima  pop  una  banda  y  otra  del  Río  Grande,  y  dentjo  de  sí  com- 
prendía muchas  y  varias  provincias  debajo  de  este  nombre  de  Panches,  si  bien  en 
^tos  tiempos  más  se  extiende  su  grandeza  con  nombre  de  lá  provincia  de  tierra 
oalienjte,  á  diferencia  de  la  de  tierra  fría,  que  con  lasque  propiamente  se  llaman, 
y  se  les  puso  de  primer  intención  el  Nuevo  Reino  de  Granada,  que  con  el  nom 
bre  universal  de  Panchos,  de   aquí  también  se  tomó  para  que  se  quede  dicho 
que  cierto  pescado  que  se  coge  en  el  Rio  Grande  (que  por  otro  nombre  llaman 
bagfe)  en  más  común   vocablo  se  llama  Pancho,  que  es  el  que  llesja  y  abunda 
toda  la  tierra  fría  y  caliente,  por  ser  grande  suma  de  ello  lo  que  se  recoge  ea 
esto  río,  en  especial  en   las   pesquerías   que  llaman  de   Purnio,  términos  de  la 
ciudad  de  Mariquita  (de   que   después   hablaremos,  y  dejamos  dicho  algo,  ti-a- 

13 


124  FüAY   PEDRO   BIMÓ2Í  (6.»  NOTICIA 

tando  del  Río  Grande  de  la  Magdalena),  que  salánc^lo  y  sacándolo  al  sol,  se 
lleva  á  todas  partes,  al  modo  de  Abadejo  ó  Cecial  de  España,  y  aun  casi  tam- 
bién como  él. 

2.°  Prosiguiendo  su  viaje  y  intentos  el  Capitán  Pedrozo,  llegó,  pasada  la 
tierra  llana,  á  las  faldas  de  ijnas  lomas,  por  donde  fué  subiendo  y  entrando  en 
tierra  templada,  más  fría  que  caliente,  tres  leguas  y  en  un  sitio  limpio  y  aco- 
modado de  leña,  madera,  agua  y  piedra,  que  son  las  cuatro  cosas,  después  áe 
la  sanidad,  que  se  requieren  para  las  bien  consideradas  poblaciones,  haciendo 
primero  las  acostumbradas  diligencias  en  la  posesión  que  so  tomaba  de  parte 
del  Iley#para  la  fundación  de  la  ciudad,  la  que  comenzó  á  fundar  en  su  Real 
Nombre  un  viernes  á  veintiocbo  días  del  mes  de  Agosto  del  año  de  mil  qui- 
nientos cincuenta  y  uno  (1551),  poniéndole  por  nombre  la  ciudad  de  San 
Sebastián,  pienso  que  tomándolo  en  esto  por  abogado  contra  las  venenosas 
flecbas  con  que  peleaban  aquellos  fieros  indios  Panchos,  de  quien  tantos  que- 
daron muertos  y  heridos  por  el  veneno  con  que  las  tiraban.  Este  fué  el  primer 
nombre  y  título,  sin  otra  adición,  que  tuvo  de  su  primer  fundador  esta  ciudad, 
pero  como  el  sitio  donde  se  pobló  era  provincia  y  tierra  del  mayor  Cacique  de 
aquella  comarca  y  distrito  que  la  habitaba,  llamado  Marqueta,  él  asentó  en  la 
última,  de  donde  tomaba  nombre  la  provincia,  y  el  llamarse  loa  naturales  de 
ella  Mariquitanes  ;  tomó  la  misma  denominación  el  asiento  y  loma  donde  es- 
taba el  pueblo,  llamándole  la  loma  de  Mariquita ;  los  españoles  Mariquitanes, 
aunque  según  su  propia  denominación,  se  habían  de  llamar  Marquitones,  y 
junto  esto  con  su  primer  nombre,  fueron  llamando  poco  á  poco  á  la  ciudad  San 
Sebastián  de  Mariquita,  y  creciendo  los  días  vinieron  á  olvidarse  del  nombre 
primero  y  llamarse  sólo  Mariquita,  y  andando  el  tiempo  pasos  más  adelante,  le 
llamaron  Marquita,  el  acento  en  la  i,  hasta  que  después  vinieron  á  confirmar 
este  vocablo  añidiéndole  una  i,  con  el  nuestro  eí^¡  ;;:lol,  y  le  llamaron  Mariquita, 
cosa  no  nueva  en  el  mundo,  pues  en  España  y  otros  Reinos  sucede  lo  mismo  en 
nombres  de  ciudades  y  otras  cosas  :  la  ciudad  de  Lima,  cabeza  del  Pirú,  á 
quien  los  nuestros  pusieron  la  ciudad  de  los  Reyes,  so  había  de  llamar  Rimac, 
porque  así  se  llamaba  el  pueblo  de  los  naturales  donde  ella  se  fundó,  que 
quiere  decir  en  su  lengua  el  que  habla,  por  ser  participio  de  este  verbo  Rimani, 
Rimaniqui,  que  es  lo  mismo  que  hablar,  y  viciando  la  propiedad  del  vocablo 
se  ha  venido  á  quedar  con  el  nombre  Lima,  yéndose  los  nuestros  antes  al  vo- 
cablo materno,  que  procurando  conservar  el  natural  de  la  tierra,  otros  creen 
que  se  haya  corrompido  este  nombre  Lima  de  él,  y  lo  mismo  es  este  nombre 
Baeza,  ciudad  de  Castilla,  que  en  la  antigüedad  se  llamaba  Civitas  Beata,  y 
en  latín  se  llama  hoy  Beasia  y  en  castellano  Buesa.  Y  como  también  dijimos 
había  sucedido  en  esta  tierra  fría,  donde  por  llamar  en  su  lengua  Muexca  aj 


CAP.  xl)  noticias  de  las  conquistas  de  tierra  firme  125 

hombre,  los  llamaron  los  españoles  á  todos  los  indios  Moscas,  acomodándola  á 
su  idioma.  Eligió  luego  de  Su  Majestad,  por  tener  autoridad  para  todo  el 
mismo  PedrozOj  Cabildo,  Justicia  y  Regimiento,  por  Alcaldes  á  Gonzalo  Díaz 
y  Alonso  de  V,era,  Regidores  Pedro  de  Salcedo,  Pedro  de  Barrios,  Antonio  de 
Silva,  Melchor  de  Soto,  Mayor  y  Administrador  Antonio  de  Toledo,  Procurador 
General  Antonio  López  de  Yivar,  Mayordomo  Francisco  de  Carvajeda,  Escri- 
bano Martín  Alvarez  y  Mayordomo  de  la  iglesia  á  Miguel  de  Otañez;  dividié- 
ronse las  cuadras,  y  distribuyendo  á  cada  uno  de  los  vecinos  solares,  donde 
comenzaron  luego  hacer  casas,  á  que  ayudaron  los  indios  de  la  provincia  Mar- 
quita  y  circunvecinas,  en  que  habitaron  los  españoles  el  poco  tiempo  que  es- 
tuvieron en  aquel  tiempo,  que  fué  só!o  de  un  año  y  cuatro  meses  y  once  días, 
porque  advirtiendo  en  este  tiempo  no  ser  el  sitio  de  la  comodidad  que  otros 
que  habían  hallado,  mirando  con  más  acuerdo  la  tierra,  le  pareció  al  mismo  Ca- 
pitán Pedrozo  bajar  su  pueblo  de  lo  alto  tres  leguas  á  la  parte  del  Eío  Grande  y 
del  Este,  y  una  tierra  llana  á  las  mismas  faldas  de  la  serranía,  plantarle  de  nuevo, 
coaao  lo  hizo  á  ocho  de  Enero  de  mil  quinientos  cincuenta  y  tres,  que  es  á  donde 
ahora  permanece,  tres  leguas  de  tierra  Ikna  del  Río  Grande  de  la  Magdalena 
al  Oeste. 

4.°  Aunque  con  nombre  universal  sólo  se  llama,  como  dijimos,  esta  pro- 
vincia la  tierra  caliente,  á  diferencia  de  la  del  Reino  propiamente,  que  es  la 
fría,  y  este  nombre  cayó  sobre  el  de  los  naturales  que  comunmente  se  lla- 
man Ranches,  alargando  el  nombre,  con  todo  eso  tiene  sus  diferentes  provin- 
cias, como  son  los  Marquitanes,  que  es  donde  está  la  ciudad,  Ranches,  Panchi- 
guas,  Lumbies,  Chapaimas,  Calamoimas,  Hondas,  Bocamenes,  Oritaes,  Guata- 
quíes,  Pantágoras  y  Gualíes,  aunque  de  todos  éstos  no  había  señor  universal, 
sino  que  cada  pueblo  ó  parcialidad  tenía  su  Cacique  ó  Capitanejo,  y  muchas 
veces  lo  era  el  que  más  los  hartaba  de  chicha,  y  lo  ordinario  el  más  valiente: 
todos  tan  voraces  de  carne  humana,  y  que  aun  entre  los  pocos  que  han  quedado, 
si  algún  indio,  aunque  sea  de  ellos  mismos  ó  español,  que  vaya  á  contratar 
entre  ellos,  se  descuida  un  poco,  se  halla  metido  en  un  asador  ó  echado  á 
cocer  en  ollas  y  á  falta  de  esto,  si  pueden  haber  á  las  manos  algunos  perros 
de  los  que  han  procreado,  que  metieron  los  españoles,  les  son  sus  cabritos. 

Había  en  estas  provincias  cuando  se  conquistaron  más  de  treinta  mil  indios, 
que  se  han  venido  á  resolver  en  cosa  de  dos  mil  y  quinientos,  poco  más  ó  menos, 
por  las  razones  que  dijimos  de  los  Ibagué,  que  todos  han  corrido  igual  fortuna, 
repartidos  en  treinta  encomenderos,  que  algunos  ya  sólo  conservan  este  título 
por  haberse  totalmente  acabado  sus  indios.  No  son  todos  estos  encomenderos  de 
los  que  desde  sus  principios  lo  fueron  en  esta  ciudad  de  Mariquita,  sino  de  otras 
dos  que  por  haberse  despoblado  se  redujeron  á  ella  con  los  demás  vecinos  de 


126  FRAY   PEDRO   SIMÓN  (6.*  NOTICIA 

ellas.  Estas  fueron  la  ciudad  de  Victoria,  que  salió  á  poblarla  de  esta  de  Santafé 
y  la  pobló  por  el  mismo  tiempo  que  se  fundó  esta  de  Mariquita  el  Capitán 
Asencio  de  Salmar  y  Loyola,  en  un  sitio  apartado  doce  leguas  de  ésta,  máa  al 
Norte,  en  la  provincia  de  los  Pantágoras,  tierra  lastrada  de  oro  y  que  hervía 
de  gente  ;  pero  habiéndose  acabado  ésta,  que  fué  en  pocos  años,  faltó  la  saca  de 
oro,  y  no  pudiéndose  por  esta  falta  sustentar  en  el  sitio,  determinaron  mudarse  á 
otro,  y  después  á  la  boca  del  río  Guarinó,  por  donde  entra  en  el  de  la  Magda- 
lena, plantándose  á  las  márgenes  de  ambos,  donde  estuvieron  los  vecinos  poco 
tiempo,  porque  incomodidades  les  forzaron  á  reducir  á  esta  ciudad  de  Mari- 
quita, donde  perseveran  hasta  hoy.  En  estas  trasmigraciones  vino  también 
mudándose  un  convento  de  nuestra  sagrada  religión,  que  á  los  principios  de 
su  fundación  se  fundó  en  esta  ciudad  de  Victoria,  y  permanece  hoy  en  la  de 
Mariquitaj  como  diremos.  Del  primer  sitio  de  esta  ciudad  de  Victoria  salió  el  Capi- 
tán Francisco  de  Ospina,  uno  de  sus  vecinos  y  encomenderos,  en  demanda  de  unas 
provincias  de  indios  de  quien  se  tuvo  noticia,  más  á  la  banda  del  Norte,  y  hallán- 
dolas á  doce  leguas  de  esta  de  donde  salió,  pobló  la  ciudad  de  los  Remedios,  un 
domingo,  á  quince  de  Diciembre  del  ano  de  mil  quinientos  sesenta,  de  quien  á 
su  tiempo  hablaremos  largo,  ya  que  de  esta  Victoria,  por  haberse  despoblado, 
no  hay  para  qué  gastemos  más  del  que  se  ha  gastado  en  dar  noticia  de  lo  dicho. 
La  otra  ciudad  de  dorfáe  se  redujeron  vecinos  y  encomenderos  á  esta  de  Ma- 
riquita se  llamó  §anta  Águeda,  que  poblaron  seis  ó  siete  leguas  arriba  de  éstas 
al  Oeste,  para  salir  desde  ella  á  la  conquista  y  pacificación  del  rebelión  de  los 
indios  Gualíes,  que  fué  por  los  años  de  sesenta  y  cuatro,  de  que  después  también 
hablaremos  largo, 


CiP.  XLl)  NOTICIAS  DE  LA3  CONQUISTAS  DE  tiEEBA    FIRME  127 

CAPÍTULO  XLI 

Ck)XTENiDO:  1.»  Propiedades  del  país  de  la  ciudad  de  Mariquita— 2. «>  Propiedades  del 
volcán  de  Mariquita  y  de  lo  que  sucedió  cuando  reventó— S.®  De  la  nieve  que  siem- 
pre tiene  este  volcán  y  los  animales  que  se  crían  arriba  en  su  cumbre. 

~y7\L  temple  natural  del  sitio  de  esta  ciudad  es  tan  caliente  toda  la  vida 
JLi  como  el  de  España  por  el  mes  de  Julio,  aunque  como  se  va  subiendo 
desde  él  á  la  parte  del  Sureste  Oeste  en  la  serranía,  se  van  hallando  tierras  bien 
templadas  y  donde  se  da  trigo,  como  se  ha  experimentado,  y  las  demás  cosechas 
de  granos  y  legumbres  de  tierra  fría.  Es  malsano  el  sitio  respecto  de  añadírsele 
á  él  mucho  calor,  mucha  humedad,  principio  de  corrupción.  Es  perseguido  de  in- 
finitos mosquitos,  con  que  se  hace  desabrido  el  estalaje  de  día,  que  es  cuando 
ellos  andan,  en  especial  los  meses  de  Julio,  xlgostoy  Septiembre.  Las  noches  son 
apacibles,  aunque  el  sereno  malsano,  por  la  misma  razón  de  la  humedad.  Dos  airea 
opuestos  son  los  ordinarios  de  esta  región:  Sur  y  Norte,  de  tan  peregrinos  efec- 
tos en  esta  tierra,  que  el  Norte  enfría  ó  refresca  los  cuerpos  y  calienta  el  agua 
que  se  tiene  en  tinajas  para  beber,  y  el  Sur,  que  de  ordinario  corre  tan  fuerte 
que  quiere  trastornar  las  casas,  hace  lo  contrario.  Dánse  en  el  sitio  mal  casi  to- 
das las  legumbres  de  España,  fuera  de  berengenas,  que  de  una  vez  que  las 
siembran  duran  todo  el  año  con  abundancia,  y  frisóles  muy  bien,  todos  los 
árboles  agrios  y  de  la  tierra,  en  especial  anones,  aguacates,  guamas,  caimitos  y 
guayabas.  Goza  de  maravillosas  aguas  que  se  descuelgan  de  la  serranía,  en  es- 
pecial las  del  famoso  río  Gualí,  que  por  ser  mucha  agua,  y  rápidas  corrientes, 
con  los  estorbos  que  tiene  de  grandes  piedras,  pocas  veces  se  puede  vadear. 
Está  plantado  el  pueblo  sobre  su  margen  á  la  banda  del  Sur,  subiendo  por  sus 
corrientes,  á  que  bajan  á  entrar  tres  leguas  de  esta  ciudad  en  el  Río  Grande 
desde  las  sierras  de  la  ciudad  de  Oartago,  que  están  á  la  banda  del  Oeste,  que 
por  ser  las  más  de  sus  aguas  derretidas  de  nieve,  y  venir  por  madre  honda  y 
cubierta  de  valientes  árboles,  llega  fría  al  paraje  de  esta  ciudad,  que  no  le  es 
de  poco  regalo  contra  tan  enfadosos  calores,  y  porque  hemos  tocado  en  los  naci- 
mientos de  este  río,  las  sierras  nevadas  y  volcán  que  llaman  de  Cartago, 
aunque  está  en  los  términos  de  Mariquita,  será  bien  no  senos  passe  la  ocasión 
sin  que  tratemos  aquí  algo  de  él,  pues  rjo  lo  podremos  excusar,  remitiendo  lo 
demás  para  la  tercera  parte,  cuando  llegue  á  tratar  de  Cartago. 

2.*^  Entre  esta  ciudad  y  el  poniente,  á  diez  y  seis  leguas  de  distancia,  á 
donde  parte  términos  con  la  de  Cartago  por  partes  montuosas  y  partes  rasas, 
está  un  volcán,  el  más  notable  de  este  Reino,  el  cual  es  un  cerro  redondo  nevado, 
altísimo,  IMG  de  pocas  partes  del  Reino  se  deja  de  ver  en  tiempo  sereno,  por  la 


128  rRAY  TEDEO  smdN  (6. &  NOTICIA 

nieve  de  que  está  cubierto  toda  la  vida;  por  cuja  cumbre,  y  entre  aquella  enve- 
jecida nieve,  está  siempre  saliendo  una  pirámide  de  hamo,  que  se  ve  algo  en- 
cendida en  las  más  oscuras  noches.  Los  rastros  do  piedra  pómez,  azufre  y  are- 
na menuda  negra  que  hay  á  muchas  leguas  de  sus  contornos,  en  especial  á  la 
parte  de  esta  ciudad  de  Mariquita  hasta  el  Río  Grande,  dan  claras  muestras  de 
haber  en  otros  tiempos  reventado  este  volcán  por  cumbre  y  sembrado  todas 
estas  cosas;  pero  la  reventazón  que  con  evidencia  vieron  y  oyeron  los  de  este  Rei- 
no fué  á  doce  de  Marzo,  domingo  de  Lázaro  del  año  de  mil  quinientos  noventa 
y  cinco  (1595),  como  á  las  once  del  día,  cuando  dio  tres  truenos  sordos  como  de 
bombarda,  tan  grandes  que  se  oyeron  más  de  treinta  leguas  por  toda  su  circun- 
ferencia, causados  de  haber  reventado  esto  cerro  por  bajo  de  la  nieve  por  el  lado 
que  mira  al  Este  y  nace  este  río  Gualí.  Abrió  de  boca  más  de  media  legua, en  que 
quedó  descubierta  mucha  piedra  azufre,  y  debió  sin  duda  hacerse  la  reventazón 
por  el  lado  y  faldas  que  siempre  las  tenía  abiertas  por  muchas  partes,  á  causa  de 
que  debe  de  tener  fuego  muy  profundo,  y  la  boca  de  la  cumbre  angosta,  y  po- 
der por  allí  vomitar  tanta  maleza  como  arrojó  en  esta  ocasión.  En  la  parte  por 
donde  reventó  ahora  tienen  su  principio  dos  famosos  ríos,  el  que  hemos  dicho  de 
Gualí,  vecino  á  esta  ciudad,  y  otro  mayor  que  él,  á  cinco  leguas  camino  de  la 
de  Ibagué,  que  llaman  el  de  la  Lagunilla,  ambos,  como  hemos  dicho,  déla  nieve 
que  se  derrite  de  lo  alto.  Estos  debieron  de  atajarse  con  la  tierra  que  arrojó 
la  reventazón,  y  rebalsando  algún  tiempo  sus  corrientes,  salieron  después  con 
tanto  ímpetu,  ayudado  por  ventura  de  nuevas  fuentes  que  se  abrieron  en  esta 
ocasión,  que  fué  cosa  de  asombro  sus  crecientes,  y  el  color  del  agua  que  traían, 
que  más  parecía  que  agua,  masa  de  ceniza  y  tierra,  con  tan  pestilencial  olor  de 
piedra  azufre  que  no  se  podía  tolerar  de  muy  lejos.  Abrasaba  la  tierra  por 
donde  se  extendía  el  agua  y  no  quedó  pescado  en  ninguno  de  los  dos  que  no 
muriese.  Fué  más  notable  esta  creciente  que  en  el  río  de  Gualí,  en  el  Lagunilla, 
cuya  faria  fué  tal  que  desde  donde  desemboca  por  entro  dos  sienas  para  salir  al 
llano,  arrojó  por  media  legua  muchos  peñascos  cuadrados,  en  que  so  echó  de 
ver  su  furia  más  que  si  fueran  redondos,  y  entre  ellos  uno  mayor  que  un 
cuarto  de  casa.  Ensanchóse  por  la  sabana  más  de  media  legua  de  distancia 
por  una  parte  y  otra,  mudando  por  la  una  de  nuevo  la  madre,  y  anegando  la 
nundación  todo  el  ganado  vacuno  que  pudo  antecoger  en  cuatro  ó  cinco  leguas, 
que  fué  así  extendido  hasta  entrar  en  el  de  la  Magdalena,  abrasando  de  tal  ma- 
nera las  tierras  por  donde  iba  pasando,  que  hasta  hoy  no  han  vuelto  á  rebrotar 
sino  cual  y  cual  espartillo.  No  se  sabe  haber  hecho  otros  daños. 

3.*  A  las  faldas  de  este  páramo  y  nieve,  y  en  la  cumbre  de  él,  que  con  el 
calor  no  deja  se  baje  buen  trecho  de  los  labios  del  respiradero,  se  crían  muy 
bnenos  conejos,  venados  y  algunas  dantas,   como  los  han  liallado  los  que  han 


OAP.  XLl)  NCÍICIAS    DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA   FIRMB  129 

subido  arriba,  donde  corre  un  viento  norte  delgadísimo,  que  rebosando  en  la 
misma  nieve  penetra  las  entrañas  y  aprieta  el  pecho,  de  manera  que  estorbando 
la  respiración,  suelen  de  emparamados  morirlos  que  suben  arriba  y  aun  los  que 
caminan  por  sus  faldas.  En  contorno  tiene  este  cerro  otros  más  rasos,  cubiertos 
de  la  misma  librea  de  nieve,  que  todo  es  evidencia  de  que  su  altura  llega  á  la 
media  región  del  aire,  donde  se  hacen  estas  impresiones  meteorológicas ;  granizo 
y  nieves  qne  de  ordinario  están  cayendo  á  todas  horas  sobre  aquellas  encumbra- 
das sierras;  y  cuan  engañados  estuvieron  loa  antiguos  filósofos  con  Aristóteles, 
diciendo  ser  estas  tierras  inhabitables  por  el  mucho  calor,  á  causa  de  estar 
debajo  la  zona  tórrida,  como  largamente  dejamos  dicho  en  nuestra  primera 
parte.  Ocasión  teníamos  á  los  ojos  de  tratar  en  ésta  la  causa  de  estos  volcanes  y 
de  estar  siempre  vomitando  humo  ó  fuego,  como  lo  hiciéramos  si  no  hubiera 
tantos  antiguos  y  modernos  tratando  de  ello,  en  especial  el  Padre  Acosta  en  su 
Historia  natural  de  estas  Indias.  A  pocos  días  que  pasó  esta  avenida,  volvió  á 
suplirse  la  falta  de  pescado  con  que  habían  quedado  estos  dos  ríos,  subiendo 
del  Grande  de  los  mismos  que  antes  tenían,  que  son  los  de  más  consideración,  á 
la  traza  de  barbos  y  sábalos,  que  llaman  sardinatas,  á  quien  cogen  de  ordinario 
con  anzuelos;  y  otros  tan  grandes  y  mayores  y  de  más  estima,  por  ser  mejores, 
que  llaman  patalees,  que  nunca  pican  ni  hacen  caso  de  anzuelos,  por  ser  pescado 
hocicón  y  que  siempre  anda  chupando  lama  de  que  se  sustenta,  y  así  no  se 
coge  sino  en  redes;  otros  también  hay  menudos  de  menos  cuenta»  No  hay  cai- 
manes en  ellos,  por  ser  el  agua  fría. 


130  TEAY   PEDRO   SIMÓN  ^6.*  NOTICIA 

CAPÍTULO  XLIl 

Ck)NTENlDO:  1.0  Los  términos  de  la  ciudad  de  Mariquita— 2.°  El  Rio  Grande  de  la  Mag- 
dalena pasa  por  gran  parte  de  ellos  y  de  su  puerto  de  Honda  y  Pesquería  de  Purnio. 
3.°  Es  cabeza  de  gobierno  sobre  otros  pueblos— 4.»  Trátase  largamente  de  sus  minas 
de  oro  y  plata. 


L 


AS  ciudades  circunvecinas,  y  por  donde  reparte  términog  la  da 
Mariquita,  son  caminando  arEste,  pasando  á  tres  leguas  del  Río 
Grande  por  el  paso  de  los  indios  y  provincia  de  Honda.  A  quince  leguas  está 
la  ciudad  de  la  Palma,  Gobernación  de  Muzo,  con  quien  parte  términos  á  las 
ocho,  y  volviendo  algo  al  Sueste,  por  este  mismo  paso  y  camino  hasta  salir  á 
un  estalaje  que  llaman  Kío  Seco,  veinte  leguas  se  camina  á  esta  ciudad  de 
Santaf  é,  con  quien  parte  términos  á  las  siete  leguas.  Nueve  al  Sur,  se  pasa 
este  mismo  río,  y  diez  de  esta  otra  banda  se  va  la  ciudad  de  Tocaima,  por  tierra 
llana  de  ambas  partes,  con  quien  parte  términos,  que  son  los  más  cortos;  á  las 
tres  leguas  al  Sureste  se  caminan  otras  diez  y  seis  leguas,  vadeando  en  ella 
cinco  grandes  ríos,  por  tierra  llana,  hasta  la  de  Ibagué,  con  quien  parte  térmi- 
nos por  el  Páramo,  porque  por  lo  derecho  está  interpuesto  el  de  Tocaima. 
Al  Oeste,  á  cuarenta  leguas,  las  cuatro  llanas  y  las  demás  serranías  y  montes, 
con  algunos  pedazos  de  sabanas,  está  la  ciudad  de  Gartago,  Gobernación  de 
Popayán.  Al  Norueste,  otras  cuarenta  leguas,  están  las  ciudades  de  Arma, 
Anserma  y  Antioquia.  Otras  cuarenta  por  el  aire  distará  de  ésta  la  ciudad  de 
ios  Remedios,  aunque  por  donde  se  va  á  ella  desde  ésta,  es  por  el  Río  Gran- 
de, treinta  y  seis  leguas;  y  después,  por  el  del  Norte,  con  otras  vueltas  de 
camino,  son  poco  menos  de  ochenta. 

2.°  Corre  por  los  términos  de  esta  ciudad,  al  Este,  el  Río  Grande  de  la 
Magdalena  de  Sur  al  Norte,  más  de  veinte  leguas,  y  en  la  mitad  de  ellas  está  el 
puerto  de  Honda,  dicho  así  por  los  indios  que  habitaban  aquella  tierra,  á  donde 
hoy  llega  toda  la  descarga  que  sube  de  las  mercaderías  de  Castilla  para  todo 
este  Reino,  Gobernación  do  Popayán  y  provincias  de  Quito,  desde  donde  se 
llevan  por  tierra,  y  aquí  también  se  embarcan  todas  las  cargazones  y  mercade- 
áis que  van  á  la  ciudad  de  Cartagena  y  otras  costas  del  mar  del  Norte,  de  todas 
estas  partes  dichas.  Hay  bodegas  y  casas  de  vivienda  en  ambas  partes  del  río 
para  el  despacho  do  las  canoas  que  suben  y  bajan,  y  un  juez  puesto  por  el 
Presidente,  que  tiene  á  su  cargo  el  despacharlas.  Pofte  un  Alcalde  el  Cabildo 
de  esta  ciudad  en  estas  rancherías  ó  bodegas,  que  es  como  de  Aldea,  para  pren- 
der tres  leguas;  por  bajo  de  este  puerto  están  las  rancherías  de  los  pescadores 
eu  un  sitio  que  llaman  Purnio,   donde  ha  tiempos,   más  que  en  otra  parte  del 


CAP.  XLIl)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA  FIRME.  181 

río,  se  pescan  tantos  bagres,  que  los  más  años  pasan  de  yeinte  mil  arrobas, 
salado  y  seco,  de  que  se  sustenta  toda  la  tierra  fría  y  caliente,  aunque  ésta  de 
ordinario  tiene  pescado  fresco  de  muchas  suertes,  por  los  muebos  ríos,  que  hay 
en  todas  partes  abundancia  de  ello. 

3.^  Esta  ciudad  es  cabeza  de  Corregimiento,  á  cuyo  gobierno  están  las 
ciudades  de  Tocaima,  Ibagué  y  de  los  liemedios,  donde  por  Cédula  Real  está 
obligado  el  Corregidor  á  repartir  el  tiempo  del  año,  tres  meses  en  cada  una^ 
aunque  de  ordinario  suple  esto  poniendo  Tenientes  en  las  demás,  con  que  está 
lo  más  del  tiempo  en  e'sta,  por  ser  la  mejor.  Está  sujeta  á  esta  Real  Audiencia 
de  Santa  fé,  ó  donde  se  viene  con  las  apelaciones.  Los  ordinarios  frutos  son 
maíz,  que  se  siembra  y  coge  al  modo  de  las  demás  tierras  calientes,  con  abun- 
dancia; arroz,  que  se  da  maravillosamente  y  sin  los  trabajos  que  cuesta  de 
criarlo  en  el  Reino  de  Murcia  y  Valencia  en  España,  pues  sólo  lo  siembran 
como  el  trigo,  y  sin  más  beneficio  ni  riego  crece  y  se  sazona  hasta  cogerlo 
Dase  muy  bien  el  ganado  vacuno  en  todas  sus  tierras  llanas,  que  es  la  cuarta 
parte  de  sus  términos,  por  ser  abundantísima  todo  el  año  de  hervajes  ;  ganado 
menudo  se  da  poco,  en  especial  de  lana,  por  no  hacer  los  calores  de  las  tierras  á 
8u  propósito,  aunque  en  las  más  altas,  por  ser  de  maravilloso  temple,  se  diera 
de  todo  si  se  dieran  á  eso,  y  el  cuidado  de  las  minas  de  oro  y  plata  no  se  llevara 
el  principal  y  la  más  de  la  gente.  Tienen  también  granjerias  de  caña  dulce^ 
que  se  da  tan  fértil,  por  haber  topado  la  tierra  tan  á  propósito,  en  especial  la 
que  se  siembra  á  las  playas  del  Río  Grande,  que  al  año  de  como  se  siembra  la 
cogen  con  maravillosa  abundancia.  Háoese  de  ella  la  miel  y  azúcar  y  colacio- 
nes que  ha  menester  el  gasto  de  la  provincia,  y  á  veces  con  eso  socorre  á  otras 
partes. 

4:.^  Parece  repugna  á  toda  razón  la  suma  pobreza  que  tiene  esta  ciudad, 
siendo  su  suelo  por  naturaleza  de  los  más  ricos  de  oro  y  plata  que  se  han  descu- 
bierto en  el  mundo,  pues  á  más  de  sus  leguas  en  contorno,  á  la  parte  que  mira 
al  Oeste,  que  es  su  serranía,  está  lastrada,  y  rebotando  por  mil  partes  que  parece 
no  las  puede  ya  sufrir  en  sus  entrañas,  las  vetas  fundadas  de  estos  dos  riquísi- 
mos metales,  tan  ricos,  que  cada  uno  en  su  especie  son  de  los  más  subidos  qui- 
lates que  han  hallado  hasta  aquí  los  hombres,  y  así  muchos  la  llaman  á  esta 
tierra  pasta  mezclada  de  oro  y  plata,  porque  lo  están  las  minas  de  ambos  á  dos 
entretejiéndose  unas  con  otras,  cercan  las  dos  cordilleras  de  serranía,  aunque 
corre  del  Este  á  Oeste,  y  la  otra  Norte  Sur,  eu  cuyo  ángulo  recto  está  plantada 
la  ciudad  en  lo  llano.  La  que  corre  al  Levante  es  toda  cerros  y  minas  de 
finísimo  oro,  á  cuyo  título,  después  de  la  predicación  evangélica,  se  han  poblado 
y  conquistado  las  tierras  de  Indias.  De  donde  vino  que  los  indios  de  esta  co- 
marca eran  tan  ricos,  que  cambiaban  el  oro  que  sacaban  de  estas  minas,  labran- 


132  ÍRAt  PEDEO   SIMÓN  (6.»  NOTICIA 

dolas  corno  hoy  se  labran  con  los  Moscas  de  tierra  fría,  eu  trueque  de  mantas, 
sal  y  otras  cosas  que  con  ellos  contrataban.  La  otra  cordillera  contraria,  veta 
alta  de  veneros  de  plata,  cuya  grosedad  y  fineza  excede  con  ventajas  á  la  que  se 
ha  hallado  en  estas  provincias  de  las  Indias,  y  rindiera  mucho  más  de  lo  que  se 
saca,  si  la  hubiera  tomado  entre  manos  aurifico  que  hubiera  acertado  á  sacarlas 
por  fundición  y  apeado  la  dificultad  que  esto  tiene,  por  la  ceguedad  de  los  me- 
tales con  que  está  mezclada,  porque  en  sacándose  hoy  como  se  ha  sacado  siem- 
pre, por  solos  beneficios  de  azogues,  es  mucha  la  que  se  pierde,  que  no  fuera  así 
por  fundición.  Todas  las  minas  de  plata  que  hasta  hoy  se  han  descubierto  en 
aquella  cordillera,  están  á  tres  leguas  de  distancia  de  la  ciudad  á  la  parte  del  Sur- 
este, que  se  va  encrespando  á  la  del  Poniente,  de  donde  bajan  las  aguas  por  en- 
cima y  por  debajo  de  la  tierra,  con  que  es  forzoso  que  la  mitad  de  la  gente  que 
anda  en  su  labor  trabaje  noche  y  día  en  su  desagüe,  con  que  no  es  poco  lo  que 
se  acreceuta  la  costa,  si  bien  la  riqueza  de  los  metales  que  se  sacan  lo  suple 
todo,  pues  es  tanta,  que  de  un  quintal  de  metales  se  sacan  dos  y  tres  marcos  de 
plata,  en  especial  de  una  mina  que  llaman  de  la  Manta,  cuya  veta  tiene  de 
grueso  más  de  seis  palmos,  y  de  metales  tan  ricos,  que  rinden  á  más  de  cuatro 
marcos  por  quintal,  y  do  ahí  para  abajo  hasta  marco,  que  es  lo  menos  que  dan. 
Y  aunque  tienen  esta  diferencia  en  el  rendir  más  ó  menos,  no  la  tienen  en  la 
fineza  de  la  plata,  pues  toda  la  que  de  todas  se  saca,  es  do  unos  mismos  quila- 
tes, y  de  los  más  subidos  que  hasta  hoy  han  hallado  los  hombres  en  cuantas 
minas  se  han  descubierto  en  el  mundo.  Benefícianse  hoy  con  indios  que  se 
llevan  conducidos  de  los  repartimientos  de  estas  tierras  frías  y  con  algunos  ne- 
gros, porque  el  temple  de  la  tierra  es  tan  á  propósito  para  toda  nación  de  gen- 
tes, que  los  negros  hallan  allí  el  propio  de  las  suyas  donde  nacieron,  y  así  se 
conservan  con  salud,  crecen  y  aumentan,  que  es  cosa  maravillosa.  En  que  exce- 
de esta  tierra,  con  notables  ventajas,  á  la  de  Potosí,  donde  no  pueden  vivir  ne- 
gros, ni  se  crían  las  comidas  que  han  menester  los  que  habitan  y  benefician 
aquella  tierra,  como  se  crían  en  esta  de  Mariquita  con  grande  abundancia,  á 
que  ayudan  con  otra  mayor  estas  provincias  de  tierra  fría  con  harinas,  cecinas 
de  puerco  y  vacas,  quesos,  manteca,  habas,  garbanzos,  ajos  y  otras  menestras 
de  los  frutos  de  semillas  que  se  dan  en  esta  tierra  fría  de  las  que  han  traído  de 
Castilla,  porque  está  la  ciudad  de  Mariquita  solas  veinticinco  leguas  de  esta  de 
San  tafo  y  ser  acomodado  el  camino,  se  le  llevan  con  facilidad.  Anda  hoy  en  buen 
estado  y  frecuencia  la  labor  de  estas  minas  por  la  industria  y  cuidado  que  ha 
puesto  en  ello  el  Presidente  de  la  Beal  Audiencia  de  Saiítafé  D.  Juan  de  Borja, 
que  las  ha  resucitado  del  sepulcro  en  que  las  halló,  ya  casi  dado  de  mano  á  todas, 
viendo  la  riqueza  é  importancia  que  tenían  para  los  Reales  Quintos  y  socorro  de 
Eíjpaña  y  todo  este  Nuevo  Eeino  y  otros  muchos,  pues  la  plata  que  en  él  y  otras 


CAP.  XLIII)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA   FIRME  133 

partes  de  estas  Indias  corre,  se  saca  de  estas  abundantes  minas,  que  lo  serán 
con  mayor  grosedad  que  las  del  Potosí,  si  meten  en  ellas  la  gente  que  podrá  la- 
brarlas, que,  según  so  descubren  cada  día  minas  nuevas,  y  la  tierra  que  está 
lastrada  de  ella,  así  de  plata  cerno  de  oro,  que  com.o  dijimos  es  de  mé,s  de  diez 
leguas,  darán  manos  á  obrar  á  más'  de  veinte  mil  hombres,  que  es  imposi- 
ble sean  todos  éstos  indios  de  tierra  fría,  que  ya  no  han  quedado  otros.  El  r&- 
paro  de  todo  consiste  en  que  se  metan  en  ella  negros  esclavos,  con  que  serán 
inmensas  las  riquezas  que  se  sacarán  do  aquí. 


CAPITULO  XLIII 

CJONTENIDO  :  I.»  Intenta  Bartolomé  Hernández  entrar  desde  el  pueblo  de  Chianchón  por 
las  noticias  que  tuvo  de  ellas  en  las  provincias  de  los  Yariguíes  y  pon  elo  en  efecto — 
2.'*  Confedera  Bartolomé  Hernández  las  provincias  de  los  Yariguíes  de  las  guerras 
civiles  antiguas  que  traían  entre  ellos— 3.»  Fúndase  la  ciudad  de  León  y  elígese  en 
ella  Cabildo  y  Regimiento— 4.°  Dase  noticia  á  la  Real  Audiencia  de  esta  población, 
y  lo  que  de  esto  resultó  la  muerte  de  un  Capitán  que  entró  hacer  un  castigo  á  ciertos 
indios  rebelados. 

YA  dijimos  cómo  Bartolomé  Hernández  de  León  tenía  puestos  en  su 
cabeza  (aunque  en  realidad  era  la  encomienda  del  Capitán  Martín 
Galiano)  los  indios  del  pueblo  de  Chianchón,  en  la  provincia  de  Guane,  que 
hace  frente  por  aquella  parte  á  la  de  los  Yariguíes,  que  frecuentaban  los  contratos 
con  los  Chianchones,  y  el  Bartolomé  Hernández  y  otros  Castellanos  que  acudían 
al  pueblo ;  cebados  estos  Yariguíes  con  los  rescates  que  les  daban  nuestros  solda- 
dos, en  especial  de  la  sal,  de  que  se  mostraban  aficionadísimos  por  carecer  to- 
talmente de  ella  en  sus  tierras,  fué  esta  ocasión  y  otras  dádivas  graciosas  con 
que  los  acariciaba  el  Bartolomé  Hernández  para  tener  noticias  ciertas  de  la  fer- 
tilidad de  las  tierras  que  habitaban  estos  Yariguíes,  que  eran  entre  el  río  de  So- 
gamoso  y  de  Opón,  y  que  pasarían  los  gandules  de  más  de  cuatro  mil  y  otros 
tantos,  de  otras  tres  ó  cuatro  provincias  sus  convecinas,  que  eran  de  las  de  los 
Guamacaes,  Arayas,  Tholomeos  y  Topoyos,  que  aunque  diferentes  en  nombres 
y  voluntades,  pues  traían  antiguas,  perpetuas  y  sangrientas  guerras  civiles 
entre  ellos  á  causa  de  haberse  usurpado  unos  á  otros  algunas  tierras  de  labor  y 
pesquerías,  eran  de  una  nación,  traje,  costumbres  y  lengua.  Ocasión  bastante  le 
fué  todo  esto  al  Bartolomé  Hernández  para  emprender  desde  su  encomienda  la 
conquista  de  estas  provincias,  presumiendo  en  ellas  hallar  otro  río  del  Oro, 
como  el  que  ya  dijimos  estaba  descubierto  y  se  iba  labrando,  ó  por  ventura 
mejor,  porque  aunque  de  esto,  ni  si  había  otras  riquezas  en  la  tierra,  no   tenía 


134  '  FRAY   PEDRO   SIIEON  (6.»  NOTICIA 

claras  noticias,  pero  sólo  con  éstas  y  cargando  de  esperanzas  de  esto  otras,  de- 
terminó poner  en  ejecución  sus  intentos,  aunque  no  bien  fundados  desde  los  pri- 
meros pasos,  pues  fueron  sólo  por  su  capricho  y  sin  licencia  de  la  Real  Audien- 
cia de  Santafé,  que  ya  estaba  fundada  por  el  año  de  cincuenta  y  uno,  por  el  mea 
de  Julio,  cuando  salip  del  pueblo  de  Chianclión  con  veintiocho  ó  treinta  soldados, 
los  más  de  ellos  gente  advenediza  y  que  andaba  vagando  por  aquella  comarca,  y 
entrándose  por  la  tierra  de  los  Yariguíes,  pudo  con  facilidad  hallarse  dentro 
algunas  leguas,  apeando  las  dificultades  que  podía  haber  las  dádivas  con  que 
iba  obligando  á  los  indios,  de  cascabeles,  cuentas,  cuchillos,  espejuelos  y  otras 
buhonerías  que  por  entonces  juzgaban  los  indios  por  los  rescates  más  preciosos 
que  se  les  podían  dar. 

2,^  Habiendo  conocido  á  pocos  días  las  diferencias  que  traían  entre  sí  ciertas 
naciones,  procuró  acariciarlas,  y  que  se  confederasen,  viendo  la  importancia 
que  tenía  esto  para  el  buen  fin  de  sus  intentos  y  poblaciones  de  españoles  que 
pretendía  hacer  en  aquella  tierra,  y  habiendo  sacado  de  paz  á  los  más  principa- 
les de  estas  provincias  á  fuerzas  de  dádivas,  y  propuéstoles  lo  mucho  que  les 
importaba  se  volviesen  á  conformar  en  su  antiguo  deudo  y  amistad,  habiendo 
dado  gratos  oídos  á  los  que  les  proponía,  y  conferido  con  sus  jeques  y  adivinos, 
y  usado  de  las  supersticiones  y  ceremonias  que  en  casos  tan  importantes  acos- 
tumbraban, tomaron  resolución  de  asentar  sus  alianzas  y  amistades  de  nuevo, 
y  para  que  fuesen  firmes  y  durables,  trataron  primero  se  hiciese  satisfacción,  á 
cada  una  de  las  partes,  de  las  cosas  de  que  se  hallaban  defraudados,  para  lo 
cual  y  su  mayor  justificación  y  fidelidad,  nombraron  de  conformidad  sus  jue- 
ces arbitros,  entresacando  seis  de  cada  parcialidad,  tres  que  la  una  era  de  los 
Yariguíes,  y  la  otra  con  otras  cuatro  provincias  que  hemos  dicho,  y  por  terce- 
ro, en  caso  de  discordia,  pidieron  al  Capitán  nombrase  tres  de  sus  soldados  de  su 
compañía,  para  que  lo  que  éstos  resolviesen  se  ejecutase  por  todos,  como  se 
hizo,  en  que  se  echó  de  ver  que  también  estos  indios  conocían  la  razón  política, 
y  usaban  de  ella  como  del  derecho  natural  y  común  de  las  gentes,  en  que  ad- 
virtieron los  nuestros  ser  éstas  bien  capaces  de  razón  y  justicia.  Para  asentar 
estas  paces  con  todos  los  vínculos  perpetuos  que  su  antigüedad  y  barbarismo 
tenían  por  sagrados,  se  franquearon  sus  dehesas  y  sus  ríos,  para  que  por  tiempo 
de  una  creciente  de  luna  todo  viniese  á  ser  común  de  los  unos  y  los  otros,  aun 
hasta  el  uso  de  sus  propias  mujeres,  hijas  y  hermanas;  toda  la  casa  y  pesca  que 
se  recogió  en  esta  creciente  se  guardó  para  la  siguientejnenguante,  en  que  por 
toda  ella  le  tuvieron  continuo  y  celebrar  banquet  es  comunes  con  sus  instru- 
mentos, galas  de  plumería  y  colores  de  vija,  de  que  usan  también  las  mujeres 
como  loe  hombres,  no  faltando  de  estas  fiestas  sus  je  ques  y  agoreros,  que  usa- 
ban de  vanas  j  notables  sapersticiones  y  agüeros.  Entre  las  cuales   fiestas,   por 


CAP.  XLlIl)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA    FIRME  135 

ilnsión  del  Demonio,  embriagados  de  sus  brevajes,  trataran  de  matar  á  loa  nues- 
tros (muestra  de  su  poca  constancia  en  las  amistades),  que  no  siéndoles  encu- 
bierto al  Capitán  y  soldados  por  los  indios  amigos  y  de  servicios  que  se  junta^ 
ban  con  los  demás,  comenzaron  á  vivir  con  más  recato,  doblando  centinelas  para 
mayor  seguro  de  lo  que  intentaban  los  indios,  que  todo  vino  á  acabarse  con 
las  fiestas. 

3."  Después  de  las  cuales  les  trató  luego  el  Capitán  Hernández,  con 
consejo  de  sus  soldados  y  consentimiento  de  los  naturales,  de  fundar  una  ciu- 
dad en  nombre  del  Rey,  como  lo  hizo,  en  valle  que  por  entonces  llamaron  de 
la  Paz,  y  á  la  población  ciudad  de  León,  á  los  veinte  de  Octubre  del  año  si- 
guiente de  mil  quinientos  cincuenta  y  dos  ;  púsole  este  nombre  por  ser  él  na- 
tural de  la  de  León  en  España,  costumbre  ordinaria  en  estas  tierras  poner  los 
nombres  de  sus  ciudades  ó  linajes  los  conquistadores  á  los  qué  poblan.  Eligió 
por  Alcaldes  á  Juan  Vizcaíno  y  Francisco  Franco ;  Regidores,  Manuel  de  Olar- 
te,  Bartolomé  Hernández  de  Cepeda  y  Diego  Moreno  ;■•  E^ribano,  Pedro  Díaz, 
que  eran  las  personas  más  lucidas  de  esta  facción,  y  encomenderos  de  la  ciudad 
de  Vélez  ;  éstos  eligieron  luego  por  su  Capitán  y  Justicia  Mayor  al  mismo 
Bartolomé  Hernández,  que  mostrando  algún  seistlmiento  (aunque  según  se  en- 
tendió afectado)  del  nombramiento,  fué  necesario,  para  que  lo  aceptase,  usar  con 
él  de  alguna  compulsión,  si  bien  lo  sintiera  más  sil  lo  dejaran  de  hacer,  piíes 
eran  "aquéllos  los  fines  de  si^  deseos. 

4.0  Sabida  esta  población  por  el  Capitán  Martín  Galianó  en  la  ciudad  de 
Vélez,  le  despachó  una  carta  en  que  le  representaba  los  grandes  inconvenientes 
que  necesariamente  se  habían  de  seguir  del  hecho,  que  había  sido  sin  licen- 
cia de  la  Real  Audiencia  do  Santafé,  á  que  el  Bartolomé  Hernández  respondió 
algo  libre  y  licenciosamente,  de  que  no  recibió  poco  gusto  el  Galiano,  por  serle 
á  propósito  para  limpiarse  de  la  sospecha  y  calumnia  que  había  ya  comenzado  á 
tomar  vuelo,  de  que  por  su  orden  se  había  hecho  la  población,  y  así  despachó 
luego  la  carta  del  Bartolomé  Hernández,  original,  á'  la  Real  Audiencia,  de  que 
resultó,  por  haber  parecido  el  exceso  grave,  despacharse  una  provisión  para  que 
pareciera  personalmente  el  Bartolomé  Hernández  en  ella,  y  otra  al  Capitán 
Galiano,  para  que  con  secreto  se  informase  si  era  ó  no  conveniente  aquella  po- 
blación ;  y  otra  para  que  entretanto  se  tomaba  relación  en  todo  al  Capitán 
Juan  de  Ángulo,  vecino,  y  á  la  sazón  Justicia  Mayor  de  la  ciudad  de  Vélez,  go- 
bernase la  nueva  ciudad  de  León,  y  hiciese  descripción  délos  naturales  de  aque- 
llas provincias,  sus  convecinos,  y  los  repartiese  con  justificación  entre  Tos  veci- 
nos, y  de  todo  se  remitiesen  los  recaudos  á  la  Audiencia  que  los  confirmase, 
como  se  hizo,  y  manado  al  Bartolomé  Hernández  no  volviese  á  su  nueva  ciudad 
sin  orden  de  la  misma  Audiencia.  No  fué  pequeño  el  trabajo  que  tuvo  el  Capí- 


136  FRAY   PEDRO    BIMÓIT  (6.*  NOTICIA 

tan  Juan  de  Ángulo  en  la  ejecución  de  lo  que  lo  encargó  la  Real  Audiencia, 
pues  pareciéndole  muchos  los  indios  de  aquellas  provincias  que,  acudiendo  al  ser- 
vicio de  los  españoles,  se  privaban  de  la  libertad  con  que  ellos  vivían  en  ociosi- 
dad de  pesca  y  caza,  vivían  tan  neutrales,  y  acudían  tan  desganados  á  lo  que  les 
ooupaban  los  nuestros,  que  yéndose  poco  á  poco  retirando  cada  día  más,  fué 
necesario  que  tomasen  los  nuestros  las  armas  para  reducirloa  á  servidumbre, 
que  no  pudiendo  ser  este  modo  con  tanta  suavidad,  se  juntaron  con  facilidad  los 
neutrales  con  otros  que  declaradamente  se  babían  rebelado,  y  trataron  do  hacer 
guerra  al  descubierto  á  los  españoles,  que  llegó  á  ser  no  sólo  defensiva,  sino  ofen- 
Biva,  pues  mataron  á  dos  ó  tres  soldados  que  en  ocasión  hallaron  desapercibidos, 
y  algunos  indios  amigos,  con  que  por  los  unos  y  por  los  otros  se  declaró  guerra, 
y  no  con  pequeño  riesgo  de  toda  la  provincia,  que  no  bastó  á  aplacarla  la  mano 
del  Capitán  Juan  de  Ángulo,  que  con  halagos  y  regalos  procuró  reducirlos  á 
paz,  porque  viéndose  muchos  gravemente  culpados  en  los  danos  y  muertes  di- 
chas, se  retiraron  á  la  comarca  de  Paic.%  que  son  los  últimos  términos  de  la 
provincia  de  los  Yariguíes,  donde  en  un  sitio  y  peñol  levantado  y  bien  dispues- 
to á  su  defensa,  fabricaron  una  casa  fuerte,  de  admirable  y  extraña  grandeza,  de 
más  de  cuatrocientos  pies  de  larga,  con  proporcionada  anchura,  como  tenían  de 
costumbre  cuando  se  encendían  sangrientas  guerras :  era  compuesta  de  maderos 
gruesísimos  y  incorruptibles,  toda  ella  rodeada  de  una  ancha  y  extendida  bar- 
bacana  para  impedir  los  incendios  que  los  enemigos  intentasen  ;  por  ser  techos 
pajizos,  por  muchas  partes  había  troneras,  desde  donde  sin  ser  vistos  délos  con- 
trarios, flechaban  ;  y  en  lo  superior,  desdo  donde  se  divisaba  la  campaña,  ha- 
bía á  trechos  garitas,  de  donde  con  seguridad  tiraban  flechas,  piedras  y  dardos ; 
había  en  la  casa  muchas  puertas  eótrechas  y  sin  correspondencia,  porque  luego 
que  se  entraba  por  ellas,  daban  con  unos  grandes  paredones,  compuestos  de 
maderos  muy  elevados,  entretejidos  en  ellos  otros  menores,  ligados  con  sogas 
de  esparto,  que  formaban  un  grueso  muro,  y  entre  él  y  el  de  la  casa  se  hacía 
un  estrecho  callejón,  que  el  que  entraba  por  la  puerta  y  no  sabía  su  correspon- 
dencia, se  hallaba  confuso  y  aun  tenía  allí  más  evidente  peligro,  porque  en  el 
paredón  también  había  sus  troneras,  desde  donde,  sin  poderse  defender,  eran 
heridos.  Había  dentro  de  la  casa  almacenes  de  armas  y  bastiiaentos,  y  en  algunas 
partes  de  ellas  minas  debajo  de  tierra,  muy  profundas,  que  tenían  su  correspon- 
dencia en  larga  distancia,  pues  en  una  casa  de  las  de  esta  traza  y  fortaleza  kg 
habían  retirado  estos  indios  rebeldes,  desde  donde  hao#^n  continuas  molestias, 
no  sólo  á  los  españoles,  pero  también  á  los  demás  indios,  y  con  esto  crecía  más 
cada  día.  Determinó  el  Capitán  Juan  de  Ángulo  poner  remedio  eficaz,  y  para 
ello  nombró  por  caudillo  á  Antonio  Sarmiento,  que  era  vecino  de  la  ciudad  de 
Vélez,  y  en  ella  Encomendero  del  pueblo  de  Lenguaruoo,  y  uno  de  los  primeros 


CAP.  XLIIl)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA    FIEME  137 

que  la  conquistaron  y  fundaron,  hombre  tan  honrado  como  valiente  y  alentado, 
y  que  por  ser  persona  de  estas  partea  y  calidades,  también  era  vecino  Encomen- 
dero de  esta  ciudad  de  León;  habíanle  quebrado  un  ojo  en  las  guerras  pasadas  de 
las  conquistas  del  Reino.  Este  fué  elegido  por  caudillo,  para  que  con  reinte  sol- 
dados fuese  á  la  casa  fuerte  de  Paica,  y  la  disipase  y  castigase  y  redujese  á  los  in- 
dios enemigos  que  la  habitaban,  el  cual  aceptó  esta  empresa,  y  habiendo  ido  con  la 
prevención  de  armas,  municiones  y  bastimentos,  y  indios  amigos  necesarios,  la 
sitió  por  algunos  días,  donde  hubo  grandes  encuentros  y  peleas,  muertes  y  heri- 
dos de  ambas  partes,  y  últimamente  se  dio  el  asalto,  precediendo  para  ello  muchas 
consideraciones  que  lo  hicieron  fácil,  y  así  se  ganó  por  los  nuestros  la  mayor 
parte  de  la  casa,  y  acudiendo  el  Sarmiento  á  una  de  las  puertas  donde  había 
parado  todo  el  poso  de  la  guerra,  con  valor  y  esfuerzo  entró  por  ella,  animando 
á  sus  soldados,  diciéndoles  que  con  lo  poco  que  les  quedaba  por  hacer  habían 
vencido  á  sus  enemigos.  No  hubo  bien  acabado  de  pronunciarlo,  cuando  con  ima 
flecha  fué  herido  en  el  ojo  sano,  de  que  luego  cayó,  sin  que  se  le  oyese  decir 
más  de  buenas  noches  caballeros,  adelante  (siendo  esto  de  día),  y  luego  inníe- 
diatamente  murió.  No  fué  pequeña  dicha  que  esto  suceso  acaeciese,  teniendo  tan 
adelante  la  victoria,  y  así  la  consiguieron  prendiendo  á  los  indios  más  princi- 
pales, de  algunos  de  los  cuales  se  hizo  luego  justicia  y  otros  fueron  llevados  á  la 
ciudad  de  León,  donde  el  Capitán  les  perdonó,  y  así  con  este  medio  fué  fácil- 
mente reducida  la  tierra  á  paz  y  quietud. 


138  FRAY  PEDRO  SIMÓN  (6.*  NOTICIA 

CAPÍTULO  XLIV 

Contenido:  1.^  Muerte  desastrosa  del  Capitán  Miguel  Seco  Móyano  y  otros  dos  españoles, 
por  haber  muerto  él  otros  indios— 2.»  Por  ser  inútiles  las  tierras  de  los  Yariguíes,  man- 
da la  Real  Audiencia  de  Santafé  se  despoblé — 3.*  Pónese  en  efecto,  y  sus  vecinos  se 
reducen  á  la  ciudad  de  Vélez,  fuera  de  un  Juan  Vizcaíno. 

FIN  tuvo  el  suceso  referido,  con  otra  novedad  no  de  menos  cuidado, 
que  fué  la  muerte  de  Miguel  Seco  Moyano,  vecino  de  Li  ciudad  d© 
Vélez,  sobrino  del  Capitán  Martín  Galiano,  persona  de  gallarda  disposición,  bien 
entendido  y  que  con  el  favor  y  aliento  del  tío  no  se  contentaba  con  lo  mucho 
que  poseía,  que  quiso  si  no  lo  fuera,  tuviera  por  dichosa  su  vida  y  estado  :  era, 
pues.  Encomendero  del  pueblo  de  Ágata,  uno  de  los  más  principales  y  numeroso 
de  indios,  pro  j  aprovechamientos  que  había  en  la  provincia  de  Véíez,  y  como 
hombre  de  altivoa-'^nsamientos,  y  que  aspiraba  á  mayores  riquezas,  tuvo  traza 
y  orden  con  el  Licenciado  Miguel  Díaz  de  Almendaris,  Juez  de  Eesidencia,  y 
que  también  gobernaba  todo  lo  descub^.erto  del  Nuevo  Eeino,  como  dejamos 
dicho,  le  encomendara,  como  lo  hizo,  la  parcialidad  de  los  indios  Chinácotas  y 
Sapos,  que  ahora  se  comprendían  eu  la  dema^rcación  de  la  ciudad  de  León, 
aunque  la  vecindad  y  cercanía  que  tenían  con  los  indios  de  Ágata  era  más  con 
ellos  su  trato  y  comercio,  y  así  pretendió,  como  también  lo  consiguió,  en  sen- 
tarlos de  aquella  jurisdicción;  pero  antes  de  estos  tiempos  tuvo  noticia,  por 
medio  de  los  indios  de  Ágata,  su  principal  encomienda,  que  los  de  Sapo  y  Chi- 
nácota  tenían  y  gozaban  mucho  oro,  y  así  por  tantas  vías  le  fué  posible  pro- 
curar haber  todo  lo  que  pudiese,  y  últimamente  con  dos  ó  tres  compañeros 
espai^oles  fué  á  vivir  entre  ellos,  los  cuales  le  prometieron  mucha  cantidad, 
pero  nunca  le  daban  nada,  entreteniéndole  con  vanas  esperanzas;  mas  como  su 
principal  intento  se  encaminaba  á  gozar  de  riqueza,  aceleró  cuanto  pudo  los 
medios  que  le  pareció  se  lo  impedíaUj  y  los  indios,  viéndose  apretados  de  su 
codicia,  buscaron  una  pequeia  cantidad,  adquirida,  según  después  se  entendió^ 
de  los  indios  de  la  isla  de  Carare,  sus  vecinos;  pero  ellos  jamás  tuvieron  mine- 
rales en  su  tierra  ni  trato  de  oro  ;  fueron  con  ella  al  Miguel  Seco,  que  por  lo 
menos  esperaba  una  crecida  partida,  y  la  que  llevaban  apenas  llegaría  á  dog 
marcos  de  oro,  y  eso  mezclados  con  cobre;  diéronselo  ^en  unas  monedas  que 
comunmente  llaman  tejuelos,  que  son  como  unas  "ítalas  de  arcabuz  chatas. 
Sintió  sumamente  el  Miguel  Seco  esta  engañosa  dádiva,  y  llevado  de  una  im^ 
petuosa  ira,  ordenó  á  los  encomenderos  que  trajesen  los  arcabuces,  y  traídos, 
hizo  cargarles  con  él  oro,  que  sirvió  de  munición,  y  estándolo,  dijo  á  los  indios 
más  principales  que  abrieran  |aa  bocas,  y  ellos  con  macha  simplicidad  lo  hicie"* 


CAP.  XLIV)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERBA  FIRKE.  139 

ron,  muy  ajenos  de  pensar  que  de  aquello  les  podría  venir  tan  grave  daño,  y 
disparando  las  escopetas,  fueron  muertos  tres  ó  cuatro,  los  más  principales,  y 
los  demás  huyeron,  y  habiendo  convocado  la  tierra,  se  juntaron  todos,  y  dando 
una  noche  en  el  alojamiento  del  Miguel  Seco,  lo  mataron  con  dos  españoles  que 
consigo  tenía  y  algunos  indios  de  servicio  y  otros  que  oyeron.  Se  entendió 
luego  el  suceso  en  Vélez,  de  donde  salió  al  castigo  Pedro  Gómez  Orosco  con 
una  compañía  de  veinte  soldados,  y  aunque  lo  hizo,  no  fué  enteramente,  porque 
muchos  de  los  culpados  se  retiraron  á  la  nueva  población;  pero  habiendo  noti- 
cia de  ellos  Juan  de  Ángulo,  castigó  á  unos  con  rigor,  y  á  otros  menos  cul- 
pados más  levemente,  con  lo  cual  de  todo  punto  quedó  la  provincia  en  paz  y 
sosiego. 

2.0  Tiempo  fué  bastante  el  de  un  año,  poco  más  ó  menos,  que  estuvo  go- 
bernando esta  ciudad  de  León  el  Capitán  Juan  de  Ángulo,  para  penetrar  todas 
las  provincias  de  los  naturales  circunvecinos,  y  experimentaron  el  poco  pro- 
vecho que  se  podía  conseguir  de  su  habitación,  pues  ni  se  descubrían  minas 
de  oro  ni  otros  metales,  ni  la  montuosidad  de  todas  ellas,  por  no  tener  campiñas 
ni  sabanas  limpias,  era  útil  para  crías  de  ganados  mayores  ni  menores,  y  así  cuando 
mucho  se  granjeaban  con  ellas  las  comidas  tasadas  de  maíz,  raíces  y  algunas  fru- 
tas y  cosechas  de  algodón.  De  todo  lo  cual  dio  aviso  á  la  Real  Audiencia  de  San- 
tafé  el  Capitán  Ángulo,  con  que  se  determinó  se  demoliese  la  ciudad  y  trasladase 
á  la  de  Vélez,  no  desamparando  desde  allí  la  administración  de  las  encomien- 
das, como  se  hizo,  con  harto  gusto  de  los  naturales,  que  ya  comenzaban  á 
sentir  ser  pesada  su  compañía  y  asistencia  en  sus  tierras,  así  por  los  trabajos 
en  que  se  ocupaban  y  malos  tratamientos  que  iban  recibiendo,  como  por  ser 
privados  de  aquella  su  costumbre  y  natural  condición  ociosa,  y  sólo  dada  así 
entre  mujeres,  como  entre  hombres,  á  la  pesquería  y  caza,  á  que  se  volvieron 
con  la  misma  libertad  y  aun  mayor,  pues  se  alargaban  á  esto  hasta  el  Eío  Grande 
de  la  Magdalena  luego  que  se  vieron   libres  de  la  asistencia  de  los  españoles. 

3."  Que  luego  que  se  les  ordenó  por  la  Eeal  Audiencia  la  desampararon 
los  más  y  redujeron  á  la  ciudad  de  Vélez,  si  bien  con  algún  sentimiento  y 
dificultad,  por  alejarse  de  los  indios  sus  encomenderos,  con  quien  ya  tenían 
tomado  cariño;  pero  al  fin  apretándoles  el  mandato,  sólo  quedaron  para  la 
administración  de  las  encomiendas  cuatro  ó  seis  españoles,  quo  poco  á  poco 
fueron  también  desamparando  el  puesto,  fuera  de  un  Juan  Vizcaíno,  que  como 
persona  de  edad,  y  que  para  ella  será  á  propósito  el  temple,  por  ser  muy  ca- 
liente, y  á  quien  generalmente  querían  bien  los  indios,  le  pareció  quedarse 
entre  ellos,  donde  permaneció  por  más  de  veiníe  años  con  dos  criados  espa- 
ñoles y  algunos  indios  de  la  provincia  de  Guane,  que  no  fué  de  poca  impor- 
tancia esta   asistencia,  pues  procuraba  conservar  en  paz  á  los  naturales,  y  in- 

14 


140  FRAY  PEDRO  SIM(5n  (6.*  KOTIOIA 

diñarlos  al  comercio  do  la  ciudad  de  Vélez,  á  donde  llevaban  de  las  pescas 
que  hacían  cargas  de  algodón  de  lo  mucho  que  de  ordinario  cogían,  en  cuyos  res- 
cates daban  sus  encomenderos  y  los  demás  vecinos  de  la  ciudad  sal,  carne 
salada  y  otras  cosillas  de  Castilla,  en  que  perseveraron  los  años  que  hemos 
dicho,  yendo  y  viniendo  á  la  ciudad,  y  los  españoles  á  sus  provincias,  hasta 
que  sucedió  lo  que  diremos  en  nuestra  tercera  parte  con  los  Caciques  Guamaca, 
que  era  el  más  principal  de  la  provincia  de  los  Yariguíes  y  Conveto,  Cacique 
de  los  Guamacaes,  que  fueron  los  principales  y  piedras  de  escándalo  de  tantas 
guerras,  muertes  y  desgracias  de  indios  y  españoles  en  aquella  tierra  y  en  las 
demás  de  Vélez,  y  en  la  subida  del  Río  Grande  de  la  Magdalena,  como  veremos. 


FIN  DE  LA  SEXTA  NOTICIA 


SÉPTIMA  NOTICIA  HISTORIAL 

DE 

LAS  CONQUISTAS 

DE  TIERRA  FIRME 


CAPÍTULO  I 

Contenido  :  I.»  Han  ido  las  dos  Religiones  sagradas  de  Santo  Domingo  y  San  Francis- 
co desde  que  se  fundaron,  dilatándose  y  caminando  al  paso  de  la  Iglesia — 2.»  Elige 
el  General  de  la  orden  de  San  Francisco  Comisario  para  que  traiga  Frailes  y  funde 
custodia  en  el  Nuevo  Reino — 3.®  Llegan  las  dos  Religiones  á  la  ciudad  de  Santafé 
y  tratan  de  fundar  conventos— 4.»  Fúndanse  de  hecho  y  también  en  la  ciudad  de 
Tunja  de  Nuestra  Orden. 


B 


lEN  saben  los  hijos  de  la  Iglesia  cuan  hijas  hayan  sido  de  ella  las 
dos  apostólicas  Religiones  de  nuestros  Santos  Padres  Domingo  y 
Francisco,  pues  en  común  lenguaje  de  católicos  se  les  puede  decir  son  sus  dos 
pechos,  que  como  dos  mellizos  cabritillos,  que  naciendo  á  una  de  su  católico 
vientre,  como  dijo  la  esposa,  y  mamando  los  pechos  de  Dios,  que  son  su  Divina 
Escriptura,  católicas  doctrinas  las  distribuyen  como  blanquísima,  purificada  y 
verdadera  leche,  como  la  daba  el  Apóstol  San  Pablo  entre  todos  sus  hijos  los 
fieles,  para  que  creciendo  en  ella  consigan  su  fin  los  crecidos  deseos  que  su  espo* 
80  Cristo  tuvo  en  fundarla  sobre  los  méritos  de  su  sagrada  pasión.  Habiendo, 
pues,  estas  dos  tan  católicas  Religiones,  desde  sus  primeros  pasos,  crecido  á  una 
para  estos  efectos,  ú  una  se  han  ido  siempre  dilatando,  al  paso  que  se  han  en- 
sanchado los  te'rminos  de  su  Madre  la  Iglesia,  de  donde  con  admirable  propiedad 


142  •  FRAY   PEDRO     SIMÓN  (7.^  NOTICIA 

podemos  decir  son  aquellos  dos  querubines  que  puso  Salomón  en  medio  de  las 
lomas  interiores  de  su  templo,  con  tal  artificio  que  tocándose  con  las  dos  alas 
en  la  mitad  del  templo,  con  las  puntas  de  las  otras  dos  tocaban  á  las  paredes 
colaterales  de  él,  y  no  pareciéndole  quedasen  desnudos  en  sola  la  madera,  los 
cubrió  con  planchas  de  finísimo  oro,  que  en  las  Divinas  Letras  es  símbolo  de 
la  caridad:  propiedades  que  vienen  todas  como  nacidas  á  estas  dos  sagradas 
Religiones;  pues  encendidas  con  el  oro  de  ellas,  y  lleno  de  ciencia,  que  eso  es  lo 
que  significan  los  querubines,  sin  dejar  vacíos  los  medios  donde  habita  la  mayor 
fuerza  de  los  católicos,  extienden  sus  alas  hasta  topar  en  las  postreras  paredes 
de  les  términos  de  la  Iglesia  Católica,  caminando  tras  ella,  al  paso  que  se  va 
dilatando,  de  que  se  han  dado  claras  evidencias  ya  por  otras  partes  del  mundo, 
y  yá  en  ésta  de  este  Nuevo  Reino,  pues  apenas  llegó  á  las  orejas  de  España,  y 
de  estas  dos  Religiones  su  descubrimiento,  cuando  se  alentaron  ambos  á  una  á 
volar  desde  aquellos  reinos,  y  como  veloces  querubines  pasar  sobre  las  aguas  del 
anchísimo  Océano  para  venir  á  tocar  con  ellas  á  estas  últimas  paredes  de  su 
madre,  donde  haciendo  asiento,  fuesen  con  su  doctrina  sacando  de  entre  las  garras 
de  Satanás,  á  los  que  en  oscurísimas  tinieblas  de  idolatría  tenía  ciegos  tanta 
inmensidad  de  infieles,  reduciéndolos  á  las  luces  de  la  Ley  Evangélica. 

2.<^  Y  así,  el  mismo  año  que  determinó  el  Emperador  Carlos  Quinto  vinie- 
sen de  España  Oidores,  y  se  plantara  Audiencia  en  este  Nuevo  Eeino,  para  el 
mejor  gobierno  de  estas  dilatadas  y  anchísinfas  tierras  recién  descubiertas  y 
que  de  nuevo  se  iban  descubriendo,  que  fué  el  año  de  mil  quinientos  y  cincuen- 
ta (1550),  ordenó  también  pasasen  en  compañía  de  los  Oidores  buena  copia  de 
religiosos  de  ambos  estados  y  órdenes,  para  que  en  el  gobierno  espiritual  y  tem- 
poral tuviesen  con  estos  medios  el  crecimiento  que  en  todo  se  deseaba  en  estas 
dilatadas  provincias.  Sabiendo  estos  deseos  el  Generalísimo  de  nuestra  sa- 
grada Religión  que  era  el  Padre  Fray  Andrés  Insijlano,  ó  de  la  ínsula,  y  que 
eran  los  mismos  que  él  y  otros  muchos  religiosos  de  la  orden  tenían  de  pasar 
en  estas  nuevas  tierras  á  estas  espirituales  conquistas,  señaló  para  el  efecto  al 
Padre  Fray  Francisco  de  Victoria,  hijo  de  la  santa  provincia  do  Santiago  en 
España,  varón  docto  y  de  conocidísimas  virtudes,  correspondiente  á  hijo  de  tal 
madre  que  lo  ha  sido  y  es  de  varones  tan  santos  y  doctos,  para  que  siendo  co- 
misario, como  lo  nombró,  pasase  con  gran  número  de  frailes  á  estas  provincias 
del  Nuevo  Reino,  y  distribuyéndolos  por  todas  ellas  y  otras  sus  convecinas  para 
la  predicación  evangélica,  plantase  una  custodia  con  tít*ilo  de  San  Juan  Bautista, 
sujeta  inmediata  y  totalmente  al  Ministro  General,  y  no  á  ningún  provincial  de 
ninguna  provincia  de  las  de  estas  partes  de  las  Indias  ni  España.  Aunque  no  me 
ha  sido  posible  sacar  en  limpio  el  número  de  los  frailes  que  vinieron  á  la  fun- 
dación  de   esta   custodia,   bien  he   sacado  que  entre  los  demás  fueron  el  Padre 


CAP.  XLv)  NOTICIAS  DE  LAS  CONOUISTAS  DE  TIERRA  FIRME.  143 

Fray  Josept  Maz,  predicítdor  de  la  provincia  de  Valencia;  el  Padre  Fray  Juan 
de  Yelmes,  predicador  de  la  provincia  de  los  Angeles;  el  Padre  Fray  Ricardo 
de  Santamaría,  francés,  gran  teólogo  y  jurista;  el  Padre  Fray  Pedro  de  Areni- 
llas, predicador;  el  Padre  Fray  Esteban  Asencio,  predicador;  Fray  Gaspar  Sar- 
miento, predicador;  el  Padre  Fray  Miguel  de  los  Angeles,  confesor  de  la  pro- 
vincia de  Cartagena;  Fray  Jerónimo  de  Sanmiguel  y  Fray  Antonio  de  Paredes. 
Los  términos  de  esta  custodia  comprendían :  este  Nuevo  Reino  de  Granada,  y 
desde  él  mirando  á  las  partes  occidentales,  la  mayor  parte  de  la  Gobernación  y 
provincias  de  Popayán;  por  las  del  Septentrión,  los  dos  gobiernos  con  sus  ente- 
ras provincias  de  Cartagena  y  Santa  Marta;  por  la  parte  del  Nordeste,  hasta  la 
demarcación  del  Este,  todas  las  provincias  de  la  Gobernación  de  Venezuela;  en 
cuanto  al  Oeste,  el  puerto  de  la  Burburata,  por  las  provincias  de  Barquisimeto  y 
Tocuyo,  con  todo  los  demás  que  corre  á  este  Reino,  y  por  la  parte  del  Este  y 
Sur  todo  lo  que  se  fuera  de  nuevo  conquistando,  sin  límites  ni  términos  traza- 
dos, como  no  los  tienen  hoy  las  conquistas  por  aquellas  partes. 

3.^  El  sobredicho  Padre  Custodio  Fray  Francisco  de  Victoria,  con  los  des- 
pachos del  Generalísmo  y  del  Emperador,  y  religiosos  que  so  habían  hecho  de 
algunas  provincias  de  España,  porque  no  eran  todos  de  una,  se  embarcó  en 
la  ciudad  de  Cádiz,  en  les  mismos  navios  que  los  tres  primeros  Oidores  dichos, 
que  venían  á  fundar  esta  Real  Audiencia  de  Santafé,  á  los  primeros  del  año  de 
mil  quinientos  cuarenta  y  nueve  (1549),  y  con  buen  viaje  y  sucesos  surgieron 
en  el  puerto  y  ciudad  de  Cartagena  á  los  primeros  del  cincuenta,  en  compañía 
de  los  Padres  de  Santo  Domingo,  cuyo  comisario  era  el  Padre  Fray  José  de 
Robles,  desde  donde  trataron  luego  de  su  avío  los  de  ambas  religiones  para  su- 
bir s'i  este  Reino  en  compañía  de  los  Oidores,  como  lo  hicieron,  y  llegaron  á 
esta  ciudad  de  Santafé  juntos,  si  bien  en  la  de  Cartagena  y  Gobernación  de 
Santa  Marta,  para  comenzar  luego  la  predicación  evangélica,  quedaron  algunos. 
Trataron  luego  ambas  Religiones  de  pedir  sitios,  y  que  se  les  señalasen  en  par- 
tes acomodadas  de  la  misma  ciudad  de  Santafé,  para  fundar  conventos  y  tomar 
con  esto  de  asiento  la  predicación  del  Evangelio;  y  así,  trece  días  después  que  se 
recibió  y  fundó  la  Audiencia  en  la  ciudad,  á  veinte  del  mismo  mes  de  Abril,-  el 
Padre  Fray  Francisco  de  la  Resurreccióu,  de  la  Orden  de* Nuestro  Padre  Santo 
Domingo,  presentó  en  el  Cabildo  de  la  ciudad  una  petición  en  que  pedía  le 
admitiesen  fundar  convento  de  su  religión  en  ella,  por  cuanto  para  ello  tenía 
poder  del  dicho  Padre  Fray  José  de  Robles,  que  por  cédulas  de  Su  Majestad  lo 
venía  hacer.  El  Custodio  de  nuestra  Religión,  tenía  ya  hechas  las  mismas  diligen- 
cias con  todos  los  del  Cabildo,  el  cual  por  entonces  no  tomó  resolución  en  la 
petición  del  dicho  Padre  Fray  Francisco  de  la  Resurrección,  hasta  que  pasaron 
los  días  que  hay  desde  los  veinte  de  Abril  hasta   veintiocho  de  Julio  del  mismo 


láé  FRAY   PEDRO   S1M(5n  (7.*  NOTICIA 

año,  en  que  resolvió  el  Cabildo  qne  habiéndose  de  fundar  en  la  ciudad  conven- 
tos de  religiosos,  fuese  sólo  la  Orden  de  San  Francisco  y  no  de  Santo  Domingo, 
sobre  lo  cual  hubo  muchos  dares  y  tomares,  pretendiendo  siempre  su  funda- 
ción los  Padres  de  Santo  Domingo,  como  después  de  estas  controversias  se  vino 
a  conceder  licencia  que  ambas  Religiones  se  fundasen.  Tratóse  luego  de  este 
beneplácito  y  seiíalándose  sitios  para  el  efecto  á  los  Padres  de  Santo  Domingo, 
se  les  asignó  hacia  la  parto  de  arriba  de  la  plaza  que  llaman  del  Mercado,  y 
hoy  se  dice  de  San  Francisco,  y  á  nuestros  religiosos  más  fuera  de  la  ciudad, 
junto  al  camino  que  salía  de  ella  para  la  de  Tunja,  cerca  de  donde  ahora  está 
fundada  la  Iglesia  y  parroquia  de  Nuestra  Señora  de  las  Nieves.  No  pareció  ser 
á  propósito  para  la  ciudad  estas  asignaciones,  por  ser  ambas  de  á  la  una  parte 
de  ella,  y  así  en  veintiséis  de  Agosto  del  mismo  año  proveyó  auto  el  mismo 
Cabildo,  que  el  un  convento  en  el  sitio  que  tenía  asignado,  y  el  otro  á  otra  par- 
te de  la  ciudad,  que  es  á  la  de  Sueste,  para  que  así  estuviese  mejor  dispuesto 
el  poder  acudir  la  gente  de  ella  á  los  conventos;  advirtiendo  los  religiosos  ser 
esto  puesto  en  razón,  viendo  que  era  acomodar  la  República  con  facilidad,  so 
conformaron  y  vinieron  en  que  el  convento  de  Santo  Domingo  se  fundara  en  el 
sitio  que  se  le  había  señalado,  y  los  nuestros  se  pasaran  á  fundar  á  la  otra  parte 
de  la  ciudad,  en  una  cuadra  y  solares  que  para  ello  dio,  por  su  mucha  devo- 
ción, Isabel  Romero  (la  primera  mujer  española  que  dijimos  había  entrado  en 
este  Nuevo  Reino),  que  fué  en  la  que  se  pobló  y  ahora  lo  está  el  convento  de 
San  Agustín. 

4.^  En  este  tiempo  el  Padre  Custodio  Fray  Francisco  de  Victoria,  ó  })or 
haberse  cumplido  el  tiempo  de  su  oficio  ó  quererse  desocupar  de  e'l,  para  sin 
estorbos  darse  mejor  á  la  predicación  y  conversión  de  los  indios,  juntó  con- 
gregación y  eligieron  en  Custodio  al  Padre  Fray  Jerónimo  de  Sanmiguel,  el 
cual  con  los  demás  comenzó  luego  á  edificar  su  convento  con  título  de  la  Puri- 
ficación de  Nuestra  Señora,  en  la  parto  dicha,  con  la  ayuda  que  para  ello  le 
dieron  los  conquistadores  con  sus  indios  trayendo  las  maderas,  paja  y  demás 
materiales,  como  también  lo  hicieron  los  Padres  de  Santo  Domingo,  en  cuyas 
fábricas  se  gastó  hasta  los  postreros  de  Enero  del  nño  siguiente  de  mil  quinientos 
uno,  pues  luego  á  los  primeros  de  Febrero,  estando  ambas  iglesias  acomodadas,  se 
puso  el  Santísimo  Sacramento  en  ambas,  y  se  les  dio  aceite  para  las  lámparas, 
á  los  catorce  del  mismo  mes  de  Febrero,  á  costa  de  la  Real  Hacienda,  por  cédu- 
las que  para  ello  habían  traído  del  Rey  ambas  religiones,  y  para  que  se  les 
diese  el  vino  necesario  para  el  Santo  Sacrificio  de  la  misa,  como  se  lo  habían 
comenzado  á  dar  algunos  meses  antes  de  esto,  en  el  año  de  mil  quinientos 
cincuenta,  luego  que  se  dio  asiento  á  la  fundación  de  este  convento  de  Santafe 
y  se  asignaron  los  religiosos  que  habían  de  quedar  en  él,  pasaron  los  demás  á 


CAP.  Il)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRI  FIRME.  145 

la  ciudad  do  Tunja,  donde  comenzaron  luego  el  mismo  año  de  mil  quinientos 
cincuenta  á  fundar  otro  convento  con  título  de  Santa  María  Magdalena,  en  el 
sitio  y  lugar  quo  hoy  permanece,  y  con  la  buena  ayuda  que  dieron  los  con- 
quistadores y  encomenderos  con  sus  indios,  se  pudo  disponer  y  acomodar  la 
iglesia,  de  manera  quo  a  los  primeros  de  Febrero  del  año  siguiente  de  cin- 
cuenta y  uno  se  pudo  colocar  el  Santísimo  Sacramento  y  poner  lámpara  con  el 
aceite  de  la  merced  que  había  hecho  Su  Majestad  para  todos  los  conventos  que 
se  fueran  fundacdo. 


CAPITULO  II 

Contenido:  1.°  Edificados  los  conventos  de  San  Francisco  y  Santo  Domingo,  por  causas 
que  sobrevinieron,  se  mudaron  á  otros  sitios— 2.°  Segundo  y  tercer  Custodio  de  la 
custodia  del  Reino,  y  comiénzase  á  tratar  la  vida  del  Padre  Fray  Miguel  de  los 
Angeles — 3.°  Apariciones  del  Demonio  en  forma  visible  á  esfce  santo  espíritu  d  e 
profecía  que  tuvo — 4.'^  Váse  de  esta  provincia  á  la  de  México,  y  muere  en  la  Puebla 
de  los  Angeles. 

As  dificultades  que  tengan  las  cosas  en  sus  principios,  da  bien  á  en- 
tender la  experiencia  de  tantos  sucesos  como  cada  día  tenemos  á 
los  ojos  en  las  cosas  que  de  nuevo  se  emprenden,  á  que  suele  ayudar  no  poco 
la  astucia  de  Satanás,  en  especial  cuando  barrunta  que  de  ellas  se  ha  de  seguir 
rñayor  tormento  suyo  y  servicio  de  Dios.  Experimentóse  esto  en  estas  nuevas 
fundaciones,  en  que  cada  día  se  levantaban  á  sus  principios  nuevos  disturbios,  por 
ventura  solicitados  de  este  enemigo,  advirtiendo  en  el  provecho  que  habían  de 
hacer  estas  dos  santas  Keligiones  en  la  dilatación  de  las  paredes  y  términos  de 
la  santa  Iglesia  Católica,  y  así  entre  los  demás  enfados  que  por  entonces  suce- 
dieron, que  no  fueron  pocos,  se  ofreció  uno  al  Vicario  General  de  la  sagrada 
Orden  de  Nuestro  Padre  Santo  Domingo,  y  fué  que  yendo  prosiguiendo  la 
fábrica  de  su  convento,  por  parecerle  estrecho  el  sitio  que  le  habían  asignado, 
sacó  los  cimientos  de  una  portada  que  pretendía  hacer  un  poco  más  á  la  plaza 
de  Mercado,  de  que  sucedieron  tales  alborotos  y  desabrimientos  en  algunos, 
que  en  veinte  de  Mayo  del  año  de  cincuenta  y  uno  (1551)  proveyó  el  Cabildo 
de  la  ciudad  un  auto  en  que  se  le  notificase  á  dicho  Vicario  General  alzase  la 
mano  en  la  edificación  de  la  portada,  como  se  Lizo  y  aun  se  deshizo  lo  fabricado 
hasta  allí,  con  que  cesaron  los  enfados  que  por  esto  se  habían  levantado,  y  la 
ocasión  de  ellos,  dando  la  ciudad,  en  veintiséis  de  dicho  mes  de  Mayo,  más  tie- 
rras á  las  espaldas  de  las  que  le  habían  señalado,  con  quo  no  estuviera  tan  es- 


146  FRAY   PEDRO   SIMÓN  (7.»  NOTICIA 

trecho  el  sitio  del  convento,  que  era  la  razón  que  le  alegaba  en  su  favor  el  dicho 
Vicario  General  para  lo  que  había  intentado  en  la  portada.  No  pararon  én  esto 
las  inquietudes  que  les  dieron  á  estos  benditos  Padres  (y  quedarse,  ha  dicho, 
porque  después  no  nos  estorbemos),  pues  prosiguiendo  con  la  obra  de  su  con- 
vento, en  el  sitio  que  hemos  dicho,  por  algunas  razones  que  concurrieron 
después  en  tres  años,  que  fué  el  de  cincuenta  y  cuatro,  ú  veintisiete  de  No- 
viembre, se  les  hizo  notificar  á  los  dichos  religiosos,  de  parte  del  Cabildo,  que 
no  edificasen  su  convento  en  aquel  sitio  y  plaza  del  Mercado,  de  que  so  vinie- 
ron á  suceder  y  levantar  tales  llamas  de  contradicciones,  que  yéndose  oada 
día  cebando  más  hasta  el  año  de  mil  quinientos  cincuenta  y  seis  en  él,  á  once 
de  Julio,  determinó  el  Cabildo  de  la  ciudad  que  se  deshiciese  el  dicho  convento 
de  Santo  Domingo,  por  cuanto  la  cortedad  de  la  tierra  no  podía  sustentar  tantos 
religiosos,  bastándoles  los  de  San  Francisco,  como  ya  tenían  otra  vez  ordenado. 
Tomaron  por  ventura  esta  razón  por  achaque  los  más  apasionados  en  este  caso, 
para  con  ella  cubrir  sus  pocos  acertados  deseos,  si  bien  es  verdad  que  también 
determinaron  las  condiciones  con  que  se  había  de  edificar  si  después  se  hiciese. 
Esto  se  quedó  así,  corrieron  los  tiempos,  y  los  hombres  tras  ellos,  mudándose 
unos  con  la  muerte,  y  otros,  en  las  voluntades,  con  que  se  mudaron  las  cosas, 
y  los  Padres  de  Santo  Domingo  su  sitio  y  convento  á  donde  ahora  está, 
enmedio  la  ciudad  y  Calle  Eeal,  comprando  para  ello  unas  casas  del  Capitán 
Antón  de  Olalla  y  del  Factor  Bartolomé  González  de  la  Peña,  y  nuestros 
religiosos  dejando  el  sitio  y  convento  primero,  se  pasaron  al  que  tiene  ahora  en 
la  misma  plaza  del  Mercado,  en  frente  del  que  tenían  los  Padres  dominicos, 
comprando  para  esto  las  casas  del  Juan  Muñoz  de  Collantes,  y  volviendo  á 
entregar  los  sitios  y  solares  del  primer  convento  al  Capitán  Juan  de  Céspedes, 
como  marido  que  era  ya  de  Isabel  Romero,  que  les  había  hecho  donación  de 
ellos,  como  dijimos. 

2.*  A  los  postreros  de  Abril  del  año  dicho  de  mil  quinientos  cincuenta  y 
uno  (1551)  acabó  su  oficio  de  Custodio  el  Padre  Fray  Jerónimo  de  Sanmiguel, 
y  fué  electo  en  su  lugar  el  Padre  Fray  Miguel  de  los  Angeles,  y  el  primer 
guardián  que  tuvo  este  convento,  el  Padre  Fray  Antonio  de  Paredes,  y  .señalado 
por  primer  Síndico  del  mismo  convento  el  Capitán  Juan  de  Montalvo,  uno  do 
los  primeros  y  más  señalados  conquistadores  que  entraron  al  descubrimiento 
de  estas  provincias.  Fué  este  Padre  Custodio  Fray  Miguel  de  los  Angeles  uno 
de  los  singulares  hombres  en  santidad  y  conocidas  viPtudes  que  sabemos  han 
pasado  á  estas  Indias  Occidentales,  hijo  de  la  santa  Provincia  de  Cartagena 
natural  de  la  ciudad  de  Orihuela  en  el  Reino  de  Valencia  ;  tomó  el  hábito  en 
el  convento  de  la  ciudad  de  Murcia,  no  he  podido  averiguar  si  en  el  convento 
grande  que  está  dentro  en  la  ciudad,  ó  en*el  de  Santa  Catalina,  que  está  tres 


CAP.  Il)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA  FIRME.  Iá7 

cuartos  de  legua  de  ella  al  Sudeste,  cabeza  de  la  Recolección  de  aquella  santa 
Provincia  y  Seminario  de  santos,  de  que  dan  testimonio  los  muchos  que  allí 
han  muerto  ;  pero  sea  hijo  del  uno  ó  del  otro  convento,  en  ambos  hallaría  bien 
á  quien  imitasen  las  virtudes  que  florecieron  en  su  alma.  Entre  las  cuales  no 
fué  la  menor  el  haber  conservado  toda  su  vida,  que  fué  de  casi  ochenta  años, 
la  inestimable  margarita  de  Li  virginidad,  como  afirman  los  que  muchas  veces 
le  confesaron  generalmente  ;  era  tan  observante  de  su  regla,  que  ninguno  de 
cuantos  con  él  trataron  le  vieron  quebrantar  algunos  de  sus  votos;  con  el  de 
la  pobreza  tenía  tan  particular  amistad,  que  no  admitía  para  su  uso  más  que  el 
hábito,  el  breviario  y  una  frezadilla  que  llevaba  para  dormir  cuando  andaba 
entre  los  indios  doctrinándolos,  y  cuando  ellos  ó  los  españoles  le  ofrecían  cosas 
de  comida  con  abundancia,  jamás  quería  tomar  más  de  lo  que  tasadamente  le 
bastaba  para  una  pobre  comida  á  él  y  su  compañero,  cuando  le  llevaba ;  con  ésta  se 
pasaba  todo  el  día  sin  comer,  más  en  especial  si  era  ayuno,  que  para  él  casi  era 
toda  la  vida,  y  los  ayunos  de  la  Iglesia  obligatorios  y  el  consejo  con  mayor 
apretura  que  los  voluntarios.  Era  tanta  su  sencillez  en  juzgar  las  cosas,  que 
aunque  con  evidencia  las  viese  ser  malas,  las  juzgaba  á  la  mejor  parte,  en 
especial  si  tocaban  en  materias  de  sensualidad;  llegaba  á  tanto  esto,  que  sobre- 
viniéndole algunas  veces  dolores  de  estómago,  le  daba  alguno  á  entender  ser 
mal  de  madre,  que  suele  dar  á  las  mujeres,  y  creyendo  ser  así,  admitía  los 
remedios  conque  esto  se  cura;  tenía  tan  particular  don  de  lágrimas,  que  traía 
de  ordinario  mojado  el  hábito  con  ellas  por  los  pechos,  y  cuando  decía  misa, 
mojaba  los  manteles  y  palia  del  altar;  acrecentábanse  éstas  cuando  en  los  Evan- 
gelios leía  los  milagros  y  obras  piadosas  de  Cristo,  y  así  cuando  rezaba  ó  can- 
taba el  Evangelio  de  la  resurrección  de  Lázaro,  desde  la  primera  palabra  hasta 
la  última,  eran  sus  ojos  dos  fuentes.  La  caridad  y  compasión  que  tenía  con  loa 
pobres  y  necesitados  era  tan  maravillosa,  que  cuando  salía  del  convento  á  la 
ciudad,  procuraba  llevar  las  mangas  llenas  de  pan,  para  ir  dando  por  las  calles  á 
los  indios  que  encontraba,  y  en  teniéndolas  vacías,  pedía  más  en  las  tiendas 
donde  se  vendía,  que  se  le  daba  con  mucha  abundancia  y  devoción,  por  la  mucha 
que  todos  le  tenían,  y  lo  gastaba  en  lo  mismo  y  en  el  hospital,  que  frecuentaba 
muy  de  ordinario,  consolando  con  ellos  y  otros  regalos  á  los  pobres  enfermos, 
y  cuando  esto  le  faltaba,  les  daba  en  limosna  suaves  y  amorosas  palabras, 
acompañadas  de  sus  abundantísimas  lágrimas,  y  ayudándoles  con  esto  á  llevar 
sus  miserias,  como  también  hacía  en  los  caminos,  que  lo  más  ordinario  eran 
á  pié;  pero  si  alguna  vez,  por  su  enfermedad  y  vejez,  se  rendía  del  camino,  iba 
en  pobre  caballo.  En  encontrando  algún  indio  cargado  con  leña  ú  otra  cosa,  en 
especial  siendo  viejo,  se  apeaba  y  lo  hacía  subir  en  su  cabalgadura  y  se  la  llevaba 
del  cabestro,  y  alguna  vez  él  las  da  leña  á  cuesta  mientras  descansaba  el  indio 


148  FRAY  PEDRO  SIM(5n  (7.»  NOTICIA 

con  aquel  socorro  de  llevarlo  cá  caballo. 

3.°  Era  tanta  la  ojeriza  que  le  tenía  el  Demonio  por  su  mucha  simplicidad, 
caridad  y  ferviente  oración,  en  que  gastaba  lo  mas  de  la  noche,  que  visiblemen- 
te se  le  aparecía,  unas  veces  en  figuras  ridiculas,  para  distraerlo  de  sus  ejercicios 
santos  con  estas  figuras  con  que  lo  veía.   Le  tenía  puesto  el  virtuoso  religioso  el 
hombre  calcillas,  y  con    éste   lo   nombraba   de   él  en  sus  conversaciones;  otras 
veces  le  embestía  con  tanta  furia,  que  lo  arrastraba  y  hería,  como  lo  veían  mu- 
chas veces  los  religiosos,  en  la  cabeza  y  rostro,  y  lo  molía  y  hacía  un  cardenal  todo 
el  cuerpo,  de  manera  que  algunas  veces  en  muchos  días  no  se  podía  levantar  de  la 
cama,  de  lastimado  que  quedaba,    de   donde  también  lo  sacaba  y  arrastraba  por 
la  celda,  para  lo  cual  los  prelados  no  lo  dejaban  estar  sin  compañía  en  ella  ni  en 
ninguna  otra  parte.  Siendo  maestro  de  novicios  en  el  convento  de  la  ciudad  de 
Tunja,  y  teniendo  en  su  celda   un   mancebo   profeso  y  un  novicio,  una  noche, 
casi  á  la  mitad  de  ella,  despertaron  los  compañeros  á  un  gran  golpe  que  oyeron 
en  ella,  y  hallándola  oscura  por  haberse  apagado    la   vela   que    toda  la    noche 
estaba  encendida  por  la  razón  dicha,  y  un  brasero  para   encenderla  si  se  apaga- 
ra, cuando  el  santo  los  sintió  despiertos,  les  dijo  que  la  encendieran  en  el  brase- 
ro, como  lo  hicieron  con  harto  temor,  y  llegando  á  él  con  la  lumbre,  lo  hallaron 
muy   lastimado  en  un  dedo  y  señalada   la   pared  á  la   cabecera   de   la  cama  y 
rodado  el  candelero,  porque  lo  había  tomado  el  Demonio  y  se  lo  había  tirado  y 
lastimádole  el  dedo,  y  hecho  la  señal  en  la  pared;  preguntáronle  viéndolo  así^  que 
qué  había  sido  aquello,  y  respondió:    ini  mimtcus  homo,  ini  mimicus  homo,  aquel 
calcilla.  Otra  vez,   estando  los  dos  mismos  compañeros  ya  acostados,  lo  oyeron 
reír,  estando   el   santo   religioso   incado  de  rodillas  y  de  pechos  en  su  cama,  y 
preguntándole  de  qué  se  reía,   que   había  pasado  por  delante  el  calcillas  hecho 
danzante,  con  unos  cascabeles  de  nueces;  cuando  estaba  en   estas  luchas  con  el 
Demonio,  los  oprobios  que  le  decía,  que  se  fuese  a  las  letrinas,  como  lo  oyeron 
muchos  religiosos   en   muchas   ocasiones,   y   preguntándole  en  algunas  la  que 
había  para  decirle  aquellas  palabras  al   Demonio,  respondió   que   se   afrentaba 
mucho  que  lo  enviase  aquel  lugar  tan  sucio  y  asqueroso,  habiendo   sido   criado 
en  uno  tan  limpio  y  excelente  como  es  el  cielo  empíreo,   Tuvo  don  de  profecía, 
como  se  vio  en  algunas  cosas  que   dijo   habían  de  acaecer  antes  que  sucedieran, 
como  fué  que  á  un  Juan   de  Monsalve  y  su  mujer,  ordenándose   unas  fiestas  y 
juego   de   cañas,   en  la   ciudad  de  Tunja,  les  dijo  no  saliesen  al  juego  de  cañas 
que   se   disponía,  porque   les   había   de  suceder    m?!l.     No   hicieron   los  dos 
caso  de  esto   y   entrando   el   Monsalve   en    el   juego,   corriendo  parejas   con 
otro  vecino  de  la  ciudad  en  sus  caballos,   se   torció   el  del  Monsalve  á  la  mitad 
de  la  carrera  sin  poderlo  detener  y  embistió  contra  una  pared   con  tanta   furia, 
que  caballo  y  caballero  quedaron  muertos.  A  un  Jorge  Voto,  que  vivía  en  la 


OAP.  Il)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA  FIRME.  149 

misma  ciudad,  le  dijo  no  saliese  de  su  casa  en  algunos  días  más  que  para  oír 
misa;  no  hizo  cuenta  de  las  palabras  del  santo,  y  saliendo  una  noche,  se  armó 
muy  acaso  en  una  calle  un  tropel  de  cuchilladas,  de  que  quedó  muerto  el  Jorge 
Voto;  otras  cosas  profetizó  al  modo  de  éstas,  en  que  después  de  sucedidas 
echaban  de  ver  hablaba  con  espíritu  profético. 

4.^  Afligíase  sobre  manera  y  lloraba  infinitas  lágrimas  en  ver  que  los 
indios  de  este  Nuevo  Reino  y  sus  provincias  convecinas,  después  de  tantos 
trabajos  y  cuidados  como  se  ponían  en  su  conversión,  aprovechaban  tan  poco 
en  ella,  y  diciéndoles  que  los  de  la  Nueva  España  eran  dóciles  y  que  tomaban 
bien  las  cosas  de  Dios,  pidió  licencia  al  Prelado  de  esta  provincia,  que  se  llama- 
ba Fray  Pedro  Kangel,  para  ir  á  la  ciudad  de  México  y  sus  tierras  por  tiempo 
limitado,  para  ver  aquellos  indios  y  la  capacidad  qne  tenían,  si  era  como  se  la 
habían  pintado  ;  diósela  el  Prelado,  acudiendo  más  á  su  devoción  y  santo  celo 
que  á  la  gana  que  tenía  de  dársela  ni  á  la  que  mostraron  los  religiosos  que  se 
la  diera,  pues  cuando  lo  supieron,  le  hacían  contradicciones  en  ello,  y  hubo 
alguno  que  lastimándose  de  esta  provincia  por  la  ida  del  Padre  Fray  Miguel, 
dijo  que  habían  de  suceder  en  ella  algunas  desgracias  por  el  desamparo  en  que 
quedaba  por  su  ausencia,  como  sucedió  luego  que  lo  hizo,  porque  con  el  ejem- 
plo y  amparo  de  oraciones  que  él  hacía,  tenía  enfrenadas  las  costumbres  á  los 
hombres  y  fuerzas  al  Demonio,  y  parece  faltó  todo  esto  en  el  punto  que  se 
ausentó.  Llegó  con  la  licencia  de  su  Prelado  á  la  Puebla  de  los  Angeles  en  la 
Nueva  España,  donde  acabó  sus  dichosos  días,  y  está  enterrado  en  su  convento 
con  la  opinión  de  santo  que  había  cobrado  en  todos  ellos  con  su  santa  vida, 
que  anda  escrita  más  larga  que  aquí  en  un  librito  particular. 


160  FRAY  PEDRO  SIMÓN  (7.*^  NOTICIA 

CAPÍTULO  III 

Contenido:  l.«  Repártese  la  tierra  conquistada  á  los  religiosos  de  las  Órdenes  de  Santo 
Domingo  y  San  Francisco,  para  doctrinar  los  indios— 2.*'  Familiaridad  grande  del 
Demonio  con  el  Jeque  Popón,  el  cual  declara  al  Bogotá  lo  que  le  había  de  suceder  y 
sucedió  con  los  españoles  acerca  de  su  muerte— 3. "^  Aconsejó  el  Jeque  Popón  á  sus 
indios  de  Ubaque  contra  la  Ley  Evangélica  que  predican  los  religiosos— 4.°  Traza 
que  da  el  Padre  Fray  Gaspar  Sarmiento  y  un  Francisco  Lorenzo  con  que  prender  á 
Popón. 

HABIÉNDOSE  dado  asiento  á  los  dos  conventos  y  casas  de  estas  dos  tan 
hermanas  religiones  á  los  principios  del  año  de  mil  quinientos  cin- 
cuenta y  uno  (1551)  en  esta  ciudad  de  Santafé,  se  trató  luego  de  tomar  el  pro- 
pósito de  la  predicación  del  Evangelio  y  conversión  de  los  naturales  en  todo  lo 
conquistado  en  este  Nuevo  Keino,  lo  que  hasta  allí  no  había  sido  posible  tomar 
de  asiento  por  la  falta  de  ministros,  que  siendo  tan  pocos  como  habían  entrado 
hasta  entonces,  sólo  bastaban  administrar  los  sacramentos  en  los  pueblos  de  los 
españoles.  Eepartióse  la  tierra,  señalando  á  pocas  más  que  á  cada  religión  de 
las  dos,  por  parte  de  la  Audiencia,  en  nombre  del  Rey,  las  provincias  de  la 
tierra  donde  se  habían  de  ocupar  para  el  catecismo  y  conversión  de  los  indios» 
por  donde  se  fueron  luego  dividiendo  los  religiosos.  Entre  las  principales  que 
á  la  nuestra  le  cupo,  fué  todo  el  valle  de  Evaqne  ó  Ubaque,  de  la  banda 
del  Sur  de  esta  ciudad,  tierra  doblada  y  tan  llena  de  naturales,  que  solos  los 
indios  mayores,  gandules,  eran  más  de  diez  ó  doce  mil  y  la  chusma  innumera- 
ble, que  era  la  que  más  daban  en  qué  entender,  y  mayor  ocupación  á  los  doc- 
trineros, pues  demás  de  las  dificultades  que  fueron  consigo  todos  los  principios, 
en  especial  de  una  cosa  tan  ardua  como  es  la  introducción  de  la  Ley  Evangélica 
en  unos  pechos  tan  de  bronce  y  connaturalizados  en  idolatrías,  hacía  la  gente 
de  este  valle  mayor  resistencia  á  la  predicación,  por  los  consejos  del  famoso 
Jeque  que  había  en  toda  la  tierra  y  Reino  del  Bogotá,  llamado  Popón,  tan 
familiar  y  aliado  del  Demonio,  que  tenía  más  ordinarias  hablas  y  conversaciones 
con  él  que  todos  los  demás  juntos  Jeques  del  Reino,  como  dejamos  dicho  en 
esta  segunda  parte,  nota  segunda,  capítulo  once. 

2.^  Mostrábasele  tan  amigo  el  Demonio,  que  no  sólo  en  su  casa  y  ,  en  los 
santuarios  se  le  aparecía  y  hablaba,  sino  también  lo  llevaba  por  los  aires  donde 
le  parecía,  donde  después  de  convertido  á  la  fé  católica*lo  decía  el  mismo  Popón 
y  que  una  noche  lo  llevó  á  Santa  Marta,  que  hay  de  distancia  casi  doscientas  le- 
guas, y  le  mostró  los  españoles  que  había  pocos  días  habían  llegado  aquel  sitio 
y  poblado  la  ciudad,  volviéndolo  en  aquella  misma  noche  á  su  casa  de  Ubaque, 
y  contaba  el  indio  que  cuando  lo  llevaba  el  Demonio  por  los  aires,  ninguna  cosa 


CAP.  IIl)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA  FIRME  151 

le  daba  más  temor  que  ver  la  luna  tan  grande  que  le  parecía  cinco  veces  mayor 
que  desde  la  tierra,  cuando  levantado  en  el  aire  se  acercaba  más  á  ella  ;  esto 
pudo  ser  por  demostración  imaginaria,  que  el  Demonio  le  pudo  representar  en  la 
fantasía,  para  que  tiene  poder,  ó  pudo  ser  que  fuese  corporalmente  y  viese  todo 
esto  y  lo  demás  que  se  cuenta  de  este  Popón,  por  lo  que  el  Demonio  le  había  di- 
cho cuando  le  mostró  los  españolea  en  Santa  Marta  y  barruntaba  que  había  de 
suceder  en  este  Reino  lo  que  en  otras  partes  de  las  tierras  que  habían  descubier- 
to y  poblado  ;  le  pronosticó  la  muerte  al  Bogotá  algunos  años  antes  que  entra- 
ran en  el  Reino  los  españoles,  declarándole  un  sueño  que  el  Bogotá  había  tenido 
en  esta  manera:  que  le  parecía  al  Bogotá  en  sueños  se  estaba  bañando  en  los 
baños  que  tenía  en  su  casa  de  placer  en  Tena,  de  que  ya  hablamos  largo,  y  que 
toda  el  agua  se  le  convirtió  en  sangre  ;  hizo  llamar  el  Bogotá,  para  la  soltura 
de  este  sueño,  á  todos  los  principales  Jeques  do  su  tierra,  y  siendo  éste  uno  de 
los  más  principales,  no  se  pudo  excusar,  aunque  lo  intentó.  Venido  ante  el  Bo- 
gotá y  dicho  ser  el  sueño,  algunos  que  por  ser  más  viejos  que  el  Popón  dieron 
primero  su  parecer  y  declaraban  el  sueño  en  su  favor  diciendo  significaba 
aquello  que  se  había  de  bañar  en  la  sangre  del  Tunja,  contra  quien  estaba  dis- 
pon! e'ndose  para  darle  cruel  guerra,  en  venganza  de  la  muerte  que  había  dado 
á  su  tío,  en  que  le  hallaron  ocupado  los  españoles  cuando  entraron,  como  deja- 
mos dicho.  A  todos  los  Jeques  que  declaraban  el  sueño  á  este  modo,  como  era 
á  la  medida  del  gusto  y  en  favor  del  Bogotá,  premiaba  con  mantas,  joyas  y  fa- 
vores. No  le  pareció  al  Popón  ser  ésta  la  verdadera  interpretación  del. 
sueño,  por  ventura  aconsejado  del  Demonio,  y  así  habiendo  otro  día  de  parecer 
ante  el  Bogotá  á  declarar  el  sueño,  se  desapareció  aquella  noche  de  las  casas  de 
Bogotá,  y  caminando  para  las  suyas,  encontró  en  el  camino  dos  ó  tres  indios, 
principales  vasallos  del  Bogotá,  y  les  dijo  :  vuélvorae  á  mi  tierra,  sin  haberle  de- 
clarado á  vuestro  Zipa  el  sueño,  por  ser  muy  diferente  lo  que  le  había  de  suceder 
de  lo  que  le  han  declarado  los  otros  Jeques,  y  si  yo  se  lo  dijera  en  su  presencia 
me  había  de  matar,  por  ser,  como  es,  tan  cruel  ;  pero  decidle  que  lo  que  soñó 
que  le  parecía  se  bañaba  en  sangre,  no  quiere  decir  que  se  ha  de  bañar  en  la 
sangre  del  Tunja,  sino  en  la  suya  propia,  porque  unos  hombres  de  otras  tierras, 
que  van  llegándose  ya  á  ésta,  lo  han  de  matar,  y  si  quiere  saber  ser  esto  así,  le 
doy  por  señal  qne  envíe  A  ver  la  laguna  de  Guatavita,  y  la  hallarán  que  de  no- 
che echa  el  agua  llamas  de  fuego.  Dijo  esto  á  los  indios,  y  pasando  adelante, 
trató  de  poner  en  cobro  su  persona,  teniendo  por  cierto  había  de  hacer  apre- 
tadas diligencias  el  Bogotá  para  haberlo  á  las  manos  y  despacharlo  de  esta  vida 
por  las  malas  nuevas  que  le  daba,  como  sucedió,  pues  habiéndoselas  dado  los 
indios  al  Bogotá,  despachó  luego  á  muchos  á  su  rastro  para  que  se  le  trajera,  si 
bien  no  fué  posible,  por  apretadas  diligencias  que  se  hicieron,  y   juntamente  á 


152  FRAY    PEDRO    SIMÓN  (7.*  NOTICIA 

otros,  que  viesen  si  ardía  la  laguna  de  Guatavita,  que  habiéndole  enviado  des- 
pués que  llegaron  á  ella  A  decir  que  no  ardía,  ardió  él  en  mayores  llamas  de 
cólera  contra  Popón;  pero  ordenando  aguardasen  en  la  laguna  la  noche  siguien- 
te, vieron  que  en  lo  más  oscuro  de  ella  salían  del  agua  unas  llamas  no  muy 
altas,  con  que  volvieron  los  exploradores  á  decirle  al  Bogotá  lo  que  pasaba,  de 
que  quedó  atemorizado  éste  y  más  acreditado  en  su  oficio  el  Popón,  por 
haberle  declarado  antes  que  sucediera  una  cosa  tan  peregrina,  como  fué  arder 
el  agua,  de  que  se  dio  también  el  Bogotá  luego  por  condenado  en  el  otro  suceso 
que  le  había  pronosticado,  de  que  había  de  revolverse  en  su  propia  sangre  por 
mano  de  los  hombres  peregrinos  que  habían  de  entrar  en  sus  tierras,  y  ésta  fué 
la  razón  por  qué,  como  hemos  dicho,  cuando  vido  á  los  españoles  en  ellas,  no  les 
quiso  ver  la  cara  ni  que  se  la  vieran,  y  con  este  tesón  murió,  como  largamente 
dejamos  dicho.  De  este  arder  el  agua  de  esta  laguna,  tan  famoso  santuario  como 
hemos  dicho.  Podemos  decir  que  tampoco  faltaron  presagios  y  señales  de  la  en- 
trada de  los  españoles  en  este  Nuevo  Eeino,  como  los  hubo  á  la  entrada  en  la 
Nueva  España,  y  las  trae  Herrera,  y  mucho  mejor  Torquemada  y  lo  que  hubo 
en  el  Pira  y  otras  partes  de  estas  tierras. 

3.^  Pues  este  Jeque  Popón  no  sólo  predicaba  á  los  de  su  valle  de    übaque 
contra  la  doctrina  de  nuestros  religiosos,  pero  aun  les  persuadía  escondiesen  sus 
hijos  en  espesuras  altas  y  encumbradas  montañas,  porque  veía  que  los  religiosos, 
atropellando  todas  estas  dificultades  con  inmensos  trabajos,  trastornaban  la  tierra 
para  buscar  los  indios  y  su  chusma  y  traerlos  á  los  pueblos  y  iglesia,  que  luego 
se  comenzaron  hacer,  donde  fuesen  doctrinados.  Crecían  estas  dificultades  y  tra- 
bajos en  los  religiosos  cada  día  más,  por  las  mayores  fuerzas  que  ponía  el   Jeque 
cada  día  en  decir  y  hacer  esto,  sin  ser  posibles  las  apretadas  diligencias  que    so 
hacían  por  parte  de  los  religiosos  y  otros  sus  amigos  seglares  para  haberlo  á  las 
manos,  que  sin  esto  parecía  imposible  la  conversión  de  aquel  valle,  mientras    él 
viviera,  por  el  crédito  que  tenía  acerca  de  todos  los  naturales.  Aunque  el  cuida- 
do de  un  Custodio  llamado  Fray  Gaspar  Sarmiento  que  tuvo  en  rastrearlo,  ven- 
ció al  que  el  Jeque  tenía  en  esconderse,  pues  con  dádivas  y  promesas  halló    un 
indio  que  le  prometió  llevarlo  donde  él  estaba,    pero   que   diese   traza  cómo    lo 
podía  prender,  sin  que  él  pudiese  socorrerse  del  favor  de  los  indios.  Esta    trató 
el  Padre  Custodio  cómo  pudiera  ser  de  manera  que  tuviera  efecto,  con  un  mozo 
mestizo  llamado  Francisco  Lorenzo,  gran  lenguaraz  de  los    Moscas,  y  confirien- 
do el  modo  entre  los  dos  que  se  podría  tener  para  habefie  á  las  manos  sin  albo- 
roto, se  resolvieron  fuese  da  esta  manera  :  salió  el   Francisco    Lorenzo   con    la 
guía  una  noche,  y  habiendo  pasado  mil   riscos,  espesuras   y    dificultosos  pasos, 
llegaron  á  una  maleza  á  poco  de  donde  estaba  el  Jeque  en  su  buhío,  que  según 
él  decía  después,  era  recién  llegado  de  cerca  de  la  ciudad  de  Vélez,  donde  lo 


OAP.  lll)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA  FIRME.  153 

había  llevado'  el  Demonio    por  el   airo,  para  que  quitara    de    cierto   santuario 
gran  cantidad  de  ídolos  do  oro  y  ofrecimientos  de   lo   mismo,  quo  estaba    ya   á 
pique  ciertos  españoles  do  la  misma  ciudad  para  irlo  á  sacar  con  noticia  que  te- 
nían de  él,  y  llevando  el  Demonio  á  este  Jeque,  y  sacándolo,  con  que  dejó  burla- 
dos y  sin  él  á  los  de  Vélez,  pues  no  lo  hallai'on  cuando  llegaion  al    puesto.  Lo 
volvió  el  Demonio  á  este  Popón  también  por  el  aire    cargado  con    este   tesoro, 
hasta  volverlo  á  dejar  en  su  buhío  de  Ubaque,  de  donde  lo  sacó  para  el  efecto. 
4.0  Al  tiempo  que  estaba  Popón  descansando  en  el    camino  y  ocupado    en 
mirar  el  oro  que  había  traído  del  santuario,  llegó  sutilmente,  sin  ser  sentido,  el 
Francisco  Lorenzo  al  bahareque  del  buhío  de    Popón,    dejando    su   guía  que  lo 
aguardara  algo  apartado,  insistiendo  que  estaba  el  Jeque  dentro   si    tronaba    la 
voz,  y  la  adelgazó  cuanto  pudo,  para  imitar  de  aquella  manera,  en  cuanto  pudo, 
el  modo  que  tiene  el  Demonio  de  hablar  á  los  Jeques,  con  voz    delicadísima,  y 
le  dijo  en  la  lengua  mosca  ó  chibcha  :  Popón,   mañana    en    la   noche   espérame 
en  el  buhío  Iteacha,  que  era  una  casa  cuatro  leguas  de  alh',  donde  sabía  el  Fran- 
cisco Lorenzo  era  santuario  y  le  solía  hablar  el  Demonio  al  Jeque,  el  cual  como 
atónito  á  la  voz  que  oía,  respondió:  es  verdad  esto  que    oigo,  ó  es  sueño  ? — res- 
pondió el  Francisco  Lorenzo  con  palabras  graves  :  yo  soy,  haz  lo  quo    te  digo  ; 
y  respondió  el  Jeque  :  sí  haré.  Volvió  el  Lorenzo  las  espaldas,  sin  más   hablar 
palabra,  y  apartándose  con  sutiles  pasos,    los   enderezó  al    pueblo   á   buscar  su 
guía  donde  lo  había  dejado,  que  ya  no  halló,  porque  al  punto  que    lo  dejó,  des- 
amparó el  puesto  y  se  huyó,  con  que  se  halló  tan  atajado  el  Francisco  Lorenzo, 
que  le  pareció  lo  estaba  también  el  efecto  de  su  buena  traza,  por    parecerle    no 
la  había  de  tener  para  salir  de  aquellas  malezas  por  entre  tantas  oscuridades,  y 
volver  sin  ser  sentido  de  los  indios  al  puesto   donde   lo   quedaba  aguardando  el 
Padre  Custodio.  Pero  al  fin  el  Señor,  que  dio  luz  para  la  traza  y  modo   que  se 
había  de  tener  para  que  aquel  indio    se    convirtiera,   y    por   su  ocasión    tantas 
almas,  la  dio  también  para  que  pudiera  salir  hasta  donde  estaba   el   Padre   Fr. 
Gaspar  Sarmiento,  á  quien  dio  cuenta  de  lo  bien  que  lo  había   salido   la    traza 
y  la  traía  imaginada  habían  de  tener  para  prenderle  en  el  buhío,  donde  le  había 
dicho  fuese,  y  así  en  ejecución  de  ellas,  á  la  hora  que  les  pareció  convenía,  sin 
ser  sentidos  llegaron  al  buhío    Iteacha,  y  entrándose  dentro  ambos,  se  puso  el 
Francisco  Lorenzo  detrás  de  la  puerta  del  primer  aposento  sobre  una  barbacoa) 
y  el  P.  Custodio  detrás  de  la  del  segundo,  porque  el  buhío  tenía  dos  divisiones 
encima  de  otra;  llegó  Popón  á  la  mitad  de  la  noche,  y  entrando  en  el  buhío  con  un 
muchachón  hijo  suyo,  y  en  medio  del  primer  aposento,  sacaron  lumbre  y  encendie- 
ron un  hacho  de  paja,    mandándole  á  su  hijo  el  Jeque  que  entrara   con  él   en- 
cendido al  segundo  aposento,  para  ver  si  había  en  él  alguien.  Luego  que   el   P. 
Custodio  vio  el  muchacho  dentro,  saltó  de  la  barbacoa  y  lo  asió,  y  haciendo   lo 


154  FRAY  PEDRO   SIMÓN  (7.^  NOTIClzV 

mismo  á  un  mismo  tiempo  con  el  Jeque  el  Francisco  Lorenzo,  quedaron  presos 
padre  é  hijo,  diciendo  el  Jeque  en  su  lengua  al  Lorenzo  :  tú  habías  de  ser  el 
que  me  habías  de  prender,  y  el  que  me  hablaste  con  engaño  en  nombre  do  mi 
Dio^  la  noche  pasada.  Ya  el  tuyo  quiere  que  dejando  el  mío,  lo  siga,  y  la  ley 
que  vosotros  enseñáis,  porque  me  ha  hablado  en  el  corazón,  y  así  lo  tengo  bueno 
para  con  vosotros,  con  quien  nos  iremos  de  buena  gana  yo  y  mi  hijo,  y  si  hasta 
aquí  he  dicho  á  mis  indios  no  os  crean,  ahora  diré  lo  contrario,  y  seré  cansa  de 
que  todos  os  sigan. 

5.°  Viniéronse  con  esto  todos  cuatro,  mano  á  mano,  al  pueblo  y  casa  del 
Padre,  y  desde  allí  otro  día  á  esta  ciudad  de  Santafé,  que  hizo  toda  ella  gran- 
des demostraciones  de  alegría,  por  lo  mucho  que  deseaban  este  suceso,  y  quitar 
el  estorbo  que  era  este  Jeque  á  la  conversión  de  tan  infinitas  almas  como  tenía 
aquel  valle:  catequizólo  y  baptizólo  á  él  y  á  toda  su  casa  el  Padre  Sarmiento  y 
púsole  por  nombre  Antón  ;  fuó  desde  luego  tomando  con  tantas  veras  la  reli- 
gión cristiana,  con  cuantas  había  tomado  el  serle  contrario,  imitando  con  esto  al 
Apóstol  San  Pablo,  pues  sirvió  después  de  predicador  de  la  Ley  Evangélica, 
ocupándose  todo  el  resto  de  su  vida  en  oficio  de  sacristán,  con  grande  edificación 
en  nuestros  religiosos  y  de  todos  sus  naturales,  pues  fué  causa  de  la  conversión 
de  tantos  con  su  ejemjplo.  Repartió  entre  el  Padre  y  el  Francisco  Lorenzo  el 
tesoro  del  santuario  que  había  traído  de  Vélez,  y  dióles  noticia  de  otros,  con 
que  hubieron  á  las  manos  gran  suma  de  riqueza,  que  gastó  el  Custodio  en  orna- 
mentos, en  doctrinas  y  edificación  del  convento  de  esta  ciudad  de  Santafé  y  con 
buena  parte  de  ello  se  fué  en  España. 


CAP.  IV)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA  FIRME.  155 

CAPÍTULO  IV 

Contenido  :  1 .»  No  han  podido  los  indios  de  estas  tierras  darse  jamás  razón  de  la  Ley  Evan- 
gélica que  se  les  predica — 2.®  Trabajos  que  se  padecían  en  el  principio  en  el  doctri- 
nar á  los  naturales— 3. <*  Modo  con  que  se  doctrinan  los  indios  de  este  Nuevo  Reino— 
4.*  Lus  muchas  almas  que  han  baptizado  los  religiosos  de  San  Francisco  en  toda  la 
provincia  del  Nuevo  Reino — 5."  Reducen  á  nuestra  té  católica  el  valle  de  Sogamoso 
Religiosos  de  San  Francisco  y  fundan  convento  en  la  ciudad  de  Vélez. 


D 


EMAS  de  este  valle  de  Ubaque  entero,  que  tomaron  á  su  cargo  los 
religiosos  de  nuestra  Orden  en  su  primer  repartición,  que  por  la 
mucha  multitud  que  había  de  naturales  doctrinaba  cada  religioso  cinco  y  seis 
grandes  pueblos,  con  inmensos  trabajos  de  fragosidades  de  caminos  que  andabau 
á  pié  y  de  contradicciones  y  peligros  que  á  cada  paso  se  les  ofrecían,  tomaron 
también  á  su  cargo  algunos  otros  pueblos  en  la  sabana  y  valle  de  Bogotá,  porque 
la  necesidad  de  obreros  en  tantas,  tan  dilatadas  y  sazonadas  mieses  pedía  acre- 
centadas fuerzas  y  deseos  para  que  los  que  tenían  los  naturales  de  su  conver- 
sión no  se  defraudasen.  INo  ha  estado  la  dificultad  déla  conversión  de  estos  indios, 
hablando  en  común  de  todas  estas  Indias  Occidentales,  y  más  en  particular  de 
las  provincias  de  este  Nuevo  Keino,  en  haberse  puesto  á  pedir  razones  los  natu- 
rales de  nuestra  Ley  EvangéHca  por  donde  la  deban  recibir  contra  los  ritos  y 
ceremonias  que  ellos  guardan  en  la  suya,  porque  esto  jamás  les  ha  dado  cuida- 
do á  ningunos,  ni  su  discurso  ha  llegado  á  topar  con  estas  sutilezas,  así  de 
parte  de  los  Jeques,  que  son  sus  predicadores,  y  en  quien  consiste  la  observan- 
cia de  sus  sacrificios  y  enseñar  al  pueblo  el  modo  que  habían  de  tener  en  ellos, 
como  de  parte  de  los  Caciques  y  más  principales,  como  sabemos  sucede  entre  los 
Japones  y  Chinos,  que  lo  primero  que  se  ponen  á  disputar  con  los  predicadores 
del  Evangelio  es  de  estas  materias,  y  conferir  si  es  mejor  lo  que  les  enseñan  de 
nuestra  ley,  que  lo  que  ellos  saben  de  la  suya,  no  admitiendo  á  la  que  de  nuevo 
les  enseñan,  hasta  que  quedan  convencidos  por  la  ley  natural,  contra  quien  va 
en  mnchas  cosas  suyas,  y  con  quien  se  conforma  tanto  la  Evangélica  en  todas, 
que  es  el  modo  que  pone  Santo  Tomás  se  ha  de  guardar  á  convencer  los  genti- 
les que  no  tienen  noticia  de  la  Sagrada  Escritura. 

2.®  Pero  no  han  faltado  dificultades  que  se  han  ofrecido  por  otros  mil  ca- 
minos, fundadas  las  más  en  la  conservación  de  sus  tierras,  que  por  derecho  na-» 
tu  ral  y  de  las  gentes  les  convienen,  y  en  conservar  con  protervia  el  culto  de 
sus  ídolos,  por  el  cual,  ya  que  en  público  no  les  consentían  los  ministros  del 
Evangelio  el  guardar  sus  abominables  ritos,  se  ocultaban  en  malezas  de  arcabu- 
cos y  breñas,  donde  de  noche,  que  era  la  ordinaria  hora  de  sus  sacrificios,   ó  de 

i6 


156  FRAY   PEDRO  SIMÓN  (7.'^  NOTICIA 

día  amparados  con  el  seguro  de  la  maleza  del  lugar  y  á  hurtadillas,  lo  celebraban. 
Esto  fué  de  notables  trabajos  para  los  ministros  del  Evangelio,  en  especial  á 
los  principios  en  estas  tierras,  por  no  haber  cabalgaduras  para  poder  andar  por 
las  partes  que  se  podía  con  ellas,  á  caza  de  estas  almas  que  andaban  huyendo  de 
entrar  en  el  gremio  de  la  iglesia,  y  porque  el  andar  á  pié  en  estas  temples  tan 
peregrinos,  que  en  una  legua  se  suelen  hallar  dos  ó  tres  diferentes,  ocasiona  á 
riesgos  de  muerte,  pues  habiendo  pasado  un  temple  caliente,  donde  es  forzoso 
sudar  con  el  ejercicio  del  camino,  se  llega  á  otro  frígidísimo,  con  cuyos  delica- 
dísimos aires,  que  lo  son  por  extremo  en  estas  tierras,  se  pasman  los  hombres 
y  muchos  quedan  muertos,  como  se  experimenta  hoy,  aun  en  los  que  caminan  á 
caballo,  á  que  ayudaba  entonces  la  poca  ayuda  qua  tenían  de  comidas  y  bebi- 
das para  el  reparo  de  esto,  puos  con  un  puño  de  maíz,  no  todas  veces  tostado, 
emprendían  estas  dificultosas  facciones,  en  que  no  reparaban  los  religiosos, 
antes  las  tomaban  con  gusto  por  conseguir  el  fin  que  pretendían  de  cargar 
sobre  sus  hombros  estas  ovejas  perdidas  en  las  redes  de  la  Iglesia  Católica.  El 
modo  que  tomaron  nuestros  religiosos  en  doctrinar  los  indios  que  se  iban  redu- 
ciendo á  pueblo  y  doctrinas,  y  el  que  faeron  siguiendo  todos  los  demás  doctri- 
nantes y  hoy  se  sigue  en  todas  las  provincias  do  este  Nuevo  Reino,  en  especial 
en  las  frías,  es  que  todos  los  muchachos  y  muchachas,  desde  que  comienzan  á  ha- 
blar hasta  que  se  casan,  se  juntan  on  la  plazay  puerta  déla  iglesia,  ó  en  el  pasto  de  la 
casa  del  Padre,  una  vez  por  la  mariana,  á  hora  de  misa  mayor,  y  otra  por  la  tar- 
de todosp'los  días,  y  allí  en  alta  voz  se  les  reza  y  enseña  toda  la  doctrina  do  me- 
moria, haciendo  que  la  digan  y  enseñen,  cuando  ya  la  saben,  algunos  de  los  mu- 
chachos mayores  en  presencia  de  los  Padres,  que  los  están  enmendando  y  guian- 
do; si  en  alguna  cosa  faltan,  enséñanles  también  el  Catecismo  por  preguntas 
y  todo  lo  perteneciente  todos  los  días  de  fiesta,  en  especial  los  que  tienen  obli- 
gación de  guardar  los  indios,  que  son  los  do  Nuestro  Señor  y  Nuestra  Señora, 
de  los  Apóstoles  y  algunos  otros  de  los  santos  más  celebrados  en  la  iglesia,  por- 
que ella  hasta  hoy  no  les  obliga  guardarlos  todos,  como  también  los  releva 
de  otras  obligaciones  que  nosotros  tenemos.  Han  de  acudir  todos  los  demás  indios 
é  indias  del  pueblo  por  la  mañana  al  mismo  puesto,  donde  se  les  reza  de  la  mis- 
ma suerte  y  enseña  las  oraciones  y  Catecismo  hasta  que  es  hora  de  entrar  á  la  misa, 
que  les  comienza  á  decir  el  Padre,  ya  que  están  todos  dentro  de  la  iglesia,  y  en 
llegando  al  Prefacio,  se  salen  de  ella  los  catecúlnenos  y  que  no  están  baptizados, 
y  no  vuelven  á  entrar  hasta  que  no  está  consumido  e^Santísimo  Sacramento,  y 
acabada  la  misa,  sentándose  todos,  les  predica  declarándoles  los  misterios  de  la  f  é ; 
no  puede  á  esto  faltar  ninguno,  porque  los  van  llamando  por  matrícula,  si  no  tiene 
algún  legítimo  impedimento  ó  pide  licencia  al  Padre,  por  causas  que  ha  de  juz- 
gar ser  bastantes  ó  nó;  cumplen  esto  con  puntualidad  por  medio  del  castigo  que 


OAP,  IV)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA  FIRME.  157 

se  les  da  en  faltando  algunas  veces,  de  azotes,  aunque  sean  los  más  principales, 
por  mano  del  indio  Fiscal  que  está  señalado  para  eso,  y  que  haga  venir  á  todos 
á  la  doctrina  y  misa  por  mandado  del  Padre  Doctrinero;  otras  veces  cortándoles 
los  cabellos,  que  les  es  mayor  pena. 

4.^  Ha  sido  este  cuidado  causa  de  tantos  y  tan  colmados  frutos  y  acrecen- 
tamientos en  la  iglesia,  que  con  él  se  han  convertido  la  infinita  muchedumbre 
que  vemos  hechos  cristianos  en  todas  estas  tierras,  pues  desde  que  se  descubrie- 
ron hasta  hoy,  sólo  los  religiosos  de  nuestra  Orden  hallamos  por  cuenta  han 
convertido  y  baptizado,  en  todo  el  distrito  de  esta  provincia,  que  es  el  que  tiene 
esta  Keal  Audiencia  de  Santa  fe,  más  de  ochenta  mil  almas,  de  donde  se  puede 
sacar  la  cuenta  de  lo  que  habrá  sucedido  en  las  demás  religiones  de  Nuestro 
Padre  Santo  Domingo,  San  Agustín,  la  Compañía  de  Jesús  y  gran  muchedum- 
bre de  clérigos  que  se  han  ocupado  en  lo  mismo  todos  estos  tiempos.  La  va- 
riedad de  años,  que  todo  lo  varía  y  trastorna,  ha  trastornado  el  orden  que  á  los 
principios  se  tuvo  en  la  repartición  de  tierras  para  las  doctrinas,  de  tal  manera 
qaela  que  ha  habido  desdo  ellos  hasta  los  presentes,  ha  tenido  á  su  cuidado  en  dife- 
rentes tiempos  nuestra  reh'gión  casi  todos  los  pueblos  de  doctrinas  que  hay  y  ha 
habido  en  los  términos  de  la  ciudad  de  Sautafé,  hasta  que  últimamente  le  han 
quedado  hoy  á  su  cuidado  doce  casas  de  doctrinas,  y  entre  ellas  los  tres  con- 
ventos con  sus  guardianes,  á  quien  están  sujetas  las  demás  doctrinas,  fuera  de 
una  que  lo  está  al  Este  de  la  ciudad.  Ocúpanse  en  ella  catorce  ó  diez  y  seis  re- 
ligiosos, ó  más  cuando  son  menester.  En  la  gran  provincia  y  términos  de  Tunja, 
donde,  como  dijimos,  se  fundó  en  la  nueva  ciudad,  el  mismo  año  de  cincuenta, 
UQ  convento  de  nuestra  Apostólica  Religión,  entre  las  demás  tierras  que  se  re- 
partieron á  su  ciudad  fueron  las  del  gran  valle  de  Sogamoso,  que  hasta  hoy 
permanecían  así  de  principal  y  más  principales  pueblos  de  todo  él,  en  donde  co- 
menzando luego  la  conversión  de  los  indios,  les  fué  dificultosísimo  y  de  incompa- 
rables trabajos  la  reducción  á  la  fé,  por  ser,  como  dijimos,  aquel  valle,  en  reputa- 
ción de  todas  estas  provincias  de  los  Moscas,  tierra  santa  y  que  no  osaban  pasarla 
sino  con  gran  reverencia,  por  la  que  le  tenían  al  famoso  templo  donde  adoraban  al 
Dios  Eemichinchagagua,  y  al  Cacique,  que  con  los  embustes  que  dejamos  dicho 
hacía,  daba  á  entender  estar  en  su  mano  los  buenos  y  malos  sucesos  de  las  cosas, 
así  en  los  tiempos  como  en  las  personas.  Estas  causas  lo  eran  para  que  toda  la 
tierra  tomase  por  suya  la  defensa  de  que  no  se  les  quitasen  y  destruyesen  las 
costumbres  de  religión  y  veneración  que  tenían  aquella  tierra,  que  fué  lo  pri- 
mero que  intentaron  con  mayor  cuidado  nuestros  religiosos,  por  ser  lo  que  más 
importaba  para  plantar  la  fé  católica  y  santas  costumbres  de  ella,  destruir  las 
que  la  gentilidad  tiene,  como  se  lo  ordenó  Dios  al  profeta  Jeremías  cuando  lo 
envió  entre  la  gentilidad  al  mismo  oficio  que  estos  religiosos  traían. 


158  FRAY   PEDRO   SlMON  (7.''  NOTICIA 

5.0  Las  cuales  ciudades  de  la  divina  gracia,  que  es  la  que  todo  esto  dis- 
pone, como  maestra  de  todo  buen  suceso,  caminando  por  todas  estas  dificulta- 
des, redujeron  en  poco  tiempo  todo  aquel  valle  á  la  obediencia  de  la  Iglesia, 
perdiendo  algunos  de  ellos,  entre  estos  ejercicios,  la  vida,  como  nos  consta  en 
especial  le  sucedió  á  aquel  varón  santo,  que  así  le  llama  la  crónica  de  Gonzaga, 
Fray  Francisco  de  Victoria,  primer  Comisario  y  Custodio  de  esta  provincia, 
y  que  metió,  como  dijimos,  los  primeros  religiosos  en  ella,  el  cual,  dejando  el 
oficio  de  Custodio  por  darse  más  libre  y  desocupadamente  á  la  conversión  de 
estos  indios,  ejecutando  en  esto  el  espíritu  qae  le  había  movido  á  salir  de 
España,  andaba  cuidadosísimo  noche  y  día,  hasta  que  se  llegó  el  postrero,  des- 
pués de  haber  convertido  millares  de  los  naturales  de  aquel  valle,  donde  fué 
enterrado,  y  lo  está  hoy  en  la  iglesia  del  convento  que  allí  tenemos  edificado, 
á  quien  están  sujetos  los  doctrineros  -  de  los  demás  pueblos  del  valle  que 
tiene  á  su  cuidado  nuestra  Orden,  que  con  ellos  y  las  demás  doctrinas 
que  están  sujetas  al  convento  de  la  ciudad  de  Tunja,  hacen  en  número  de  ocho, 
en  que  están  ocupados  ocho  religiosos  de  ordinario,  y  algunos  otros  cuando  son 
menester  en  tiempo  de  enfermedades.  A  los  últimos  del  año  de  cincuenta  y 
uno  se  fundó  convento  de  nuestra  Orden  en  la  ciudad  de  Vélez,  con  título  de 
San  Luis,  en  un  sitio  que  dio  para  ello  el  Capitán  Juan  de  xingulo,  por  su 
mucha  devoción  de  que  se  han  siempre  preciado  sus  hijos  y  nietos  y  muy  ser- 
vidores del  Key,  como  actualmente  lo  está  haciendo  en  oficio  de  Secretario  de 
esta  Eeal  Audiencia  de  Santafé  un  hijo  suyo,  Hernando  Ángulo.  Fueron  á  los 
principios  los  religiosos  que  fué  posible,  aunque  se  quitaron  de  otras  partes, 
por  pedir  la  necesidad  y  caridad  se  acudiese  á  todas  y  más  en  ésta,  donde  por 
haber  menos  ministros  del  Evangelio,  nuestros  religiosos  acudían  casi  á  todo 
lo  conquistado  en  sus,  términos,  en  especial  á  la  provincia  de  Guane,  porque 
hasta  hoy  no  han  entrado  en  toda  aquélla  otros  religiosos  á  doctrinar,  sino  han 
sido  clérigos.  Gozó  desde  sus  primeros  principios  este  convento  de  la  limosna 
del  vino  y  aceite  para  misas  y  lámparas,  que  Su  Majestad  hizo  merced  á  todos 
los  conventos  que  se  fuesen  edificando.  Hoy  tiene  el  convento  de  la  ciudad  á 
su  cargo  tres  doctrinas,  en  que  se  ocupan  tres  religiosos,  doctrinando  cada  uno 
tres  ó  cuatro  pueblos,  porque  el  poco  número  de  indios  que  ha  quedado  en  ellos 
da  lugar  á  que  se  pueda  hacer  esto  con  comodidad. 


OAP.  V)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA  FIRME.  159 

CAPÍTULO  V 

Contenido  :  I.»  Comiénzase  á  escribir  las  cosas  de  esta  provincia  que  tocan  á  la  religión  de 
San  Francisco  hasta  el  cuarto  Custodio— 2.°  Fúndase  el  convento  de  Nuestra  Orden 
en  la  ciudad  de  Cartagena,  en  la  isla  de  Getsemaní,  y  por  quién  se  le  puso  este  nombre. 
3.»  Pretende  la  provincia  de  Lima  se  le  adjudique  á  ella  este  convento — á.*>  Deter- 
mínase pertenecerle  la  provincia  al  Reino,  y  pónese  perpetuo  silencio  á  la  de  Lima 
en  su  pretensión. 

NO  me  ha  parecido  fuera  de  propósito  ni  injusta  la  peticióa  de  algunos 
padres  y  amigos  á  quien  yo  estimo  en  el  Señor,  que  me  han  instado 
ponga  con  discurso  seguido,  y  sin  interpolar  lo  que  resta  de  otras  historias  que 
pertenecen  á  este  segundo  tomo,  todas  las  cosas  que  tocan  á  nuestra  religión 
pertenecientes  á  esta  provincia,  y  así  acudiendo  á  estos  piadosos  deseos,  y  su- 
puesto que  ya  se  llega  á  escribir  esta  historia,  después  de  tantos  años  de 
sus  principios,  cuando  ya  están  todas  las  ciudades  y  conventos  tan  fundados 
y  de  asiento,  irémosla  siguiendo  con  la  cuenta  de  los  años  que  han  ido 
pasando  hasta  el  presente,  volviendo  después  á  anudar  el  hilo  con  este  de 
mil  quinientos  cincuenta  y  uno,  que  hemos  tratado  hasta  aquí.  A  pocos  días 
de  como  entraron  y  fundaron  los  primeros  religiosos,  que  tenemos  dicho, 
la  Custodia  de  este  Nuevo  Reino,  fueron  viniendo  otros  á  ella  de  España 
y  otras  partes,  con  que  hubo  mayor  copia,  para  las  que  era  menester  se  acu- 
diese á  la  conversión  de  los  indios.  Fueron  los  principales  de  esto  el  Padre 
Fray  Pedro  Vallejo,  Fray  Hernando  Calzadilla,  Fray  García  Fernández,  Fray 
Diego  de  Castillo,  Fray  Juan  Revenga  y  Fray  Pedro  de  Santa  Catalina.  Entró 
el  año  de  cincuenta  y  dos,  y  á  la  mitad  del  que  acabó  su  oficio  de  Custodio  el 
santo  proíeta  !Fray  Miguel  de  los  Ángeles,  se  eligió  en  su  lugar  al  Padre  Fray 
José  Maz,  hijo  de  la  santa  provincia  de  Valencia,  insigne  predicador,  y  qü§ 
hacía  su  oficio  con  libertad  cristiana,  por  donde  le  sucedieron  tales  persecucio- 
nes, que  hubo  de  dejar  la  tierra  y  huir  á  las  de  España,  usando  de  la  doctrina 
que  daba  Cristo  á  sus  discípulos,  que  cuando  los  persiguiesen  en  una  ciudad 
huyesen  á  otra,  como  lo  hizo  el  año  de  cincuenta  y  cuatro,  sucediendo  en  su 
lugar  el  cuarto  Custodio,  que  se  llamaba  el  Padre  Fray  Juan  de  Velraes. 

2.0  En  cuyo  tiempo,  á  los  primeros  del  año  de  mil  quinientos  cincuenta 
y  cinco  (1555),  y  á  los  veintidós  de  la  fundación  de  la  ciudad  de  Cartagena, 
pues  se  había  fundado  el  de  mil  quinientos  treinta  y  tres,  como  largamente 
diremos  en  nuestra  tercera  parte,  se  fundó  un  convento  de  nuestra  sagrada 
religión,  con  título  de  Nuestra  Señora  de  Loreto,  con  que  hoy  permanece,  cuya 
fundacidn  hizo  el  Padre  Fray  Pedro  de  la  Iglesia  con  otro  compañero  (|ue 


160  FRAY   PEDRO     SIMÓN  (7.^  NOTICIA 

para  esto  se  le  asignó  por  el  Padre  Cnstodio  que  entonces  gobernaba  esta  Custo- 
dia, y  con  licencia  suja,  en  el  mismo  sitio  que  hoy  permanece,  que  es  el  principio 
de  la  isleta  viendo  desde  la  ciudad  al  Este,  que  hoy  llaman  Getsemaní.  El  cual 
sitio  dio  Doña  Beatriz  de  Cogollos  de  limosna  para  la  fundación  y  el  título  que 
se  le  puso  por  la  devoción  que  tenía  á  la  santa  casa  de  Nuestra  Señora  de 
Loreto  y  á  nuestra  religión.  Era  esta  señora  viuda  de  un  Juan  Duran,  Conta- 
dor que  había  feido  de  la  Real  Hacienda  en  aquella  ciudad  desde  sus  principios, 
á  quien  se  le  repartió,  entre  las  demás  tierras  que  le  dieron  para  cultivar,  aque- 
lla isleta,  y  heredándola  Doña  Beatriz  por  su  muerte,  permitió  se  fundase  allí 
el  convento,  donde  perngianeció  con  mayor  número  de  religiosos  que  le  fueron 
viniendo  hasta  los  principios  del  año  de  mil  quinientos  cincuenta  y  nueve,  en 
el  cual  entraron  en  la  ciudad  aquellos  dos  famosos  piratas  franceses  Don  Juan  y 
Martín  Cote,  con  siete  gruesas  naves,  y  abrasándola  casi  toda  (como  también 
diremos  en  la  tercera  parte),  á  vueltas  de  lo  demás  abrasaron  el  convento,  coa 
que  se  ocasionaron  los  religiosos  á  desamparar  el  puerto  y  ciudad  y  pasarse  á 
fundar  convento,  como  lo  hicieron,  á  la  villa  de  Tolú,  que  está  fundada  en  la 
marina  á  la  parte  de  Occidente  de  la  ciudad  de  Cartagena,  donde  estuvieron 
poblados  algún  tiempo,  hasta  quo  á  instancia  de  la  misma  ciudad,  y  viendo 
importaba  más  tener  convento  en  ella  que  en  Tolú,  supuesto  no  los  podía  haber 
en  ambas  partes,  volvió  el  año  de  mil  quinientos  sesenta,  á  sus  últimos  días,  á 
reedificarse  por  el  Padre  Fray  Francisco  de  Molina,  en  el  mismo  sitio,  aunque 
yá  había  pasado  la  posesión  de  la  isla  (por  haberla  comprado)  en  el  Deán  que 
era  de  aquella  iglesia,  Don  Juan  Pérez  Mantezano,  si  bien  el  sitio  que  antes 
había  tenido  el  convento,  no  entró  en  la  venta,  con  que  libremente,  sin  nueva 
donación,  pudo  reedificarse  en  el  mismo  sitio  de  la  isla.  A  la  cual  este  Deán, 
cuando  la  tuvo  en  su  poder,  le  puso  por  nombre  Getsemaní,  por  estar  aj)artada 
de  la  ciudad  al  modo  que  lo  estaba  Getsemaní  de  la  de  Jerusalén,  con  cuyo  nom- 
bre se  ha  quedado  hasta  hoy,  aunque  bien  diferente  de  como  entonces  estaba 
en  poblaciones,  pues  hoy  tiene  tantas  que  ocupan  toda  la  isleta,  de  manera 
que  se  puede  llamar  con  buen  título  otra  ciudad^  á  quien  sirve  este  convento 
en  todo  lo  espiritual,  por  no  haber  en  ella  otra  iglesia;  es  el  mejor  y  más  aca- 
bado que  tiene  la  ciudad,  capaz  de  cuarenta  ó  cincuenta  religiosoSj  si  bien  los 
ordinarios  que  hay  en  él  son  hasta  treinta  escasos. 

3.*>  No  ha  sido  pequeño  el  hipo  que  ha  tenido  la  santa  provincia  de  los 
Doce  Apóstoles  de  Lima  en  el  Pirú,  porque  se  le  agregue  á  eVA  este  convento 
de  Cartagena  muchos  años  há,  pareciéndole  que  como  la  ciudad  de  Cartagena  es 
el  más  importante  puerto  que  el  Eey  tiene  en  estas  marinas  aguas  de  las  Indias^ 
así  lo  era  este  convento  para  aquella  provincia,  por  ser  el  primero  que  se  encuen- 
tra en  tierra  firme  cuando  bq  viene  de  España  y  escala  del  Pirú  y  de  las  más 


CAP.  V)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  'TIERRA  FIRKE.  ICÍ 

principales  de  esta  tierra  firme.  Llegaron  estos  deseos  y  negociaciones  que  con 
ellos  hizo,  á  tanto,  que  de  hecho, aunque  no  de  derecho,  el  Padre  Fray  Jerónimo 
de  Villa  Carrillo,  hijo  de  la  santa  provincia  de  Cartagena,  que  fué  muchos  años 
Comisario  General  del  Pirú  y  todas  sus  provincias,  adjudicó  al  de  Lima  el  dicho 
convento  de  Cartagena,  hasta  que  replicando  ésta  del  Reino,  mandaron  los  Pre- 
lados Generales  se  le  volviese  á  incorporar.  No  quedaron  con  esto  los  deseos 
de  la  de  Lima  satisfechos,  y  así  negociaron  con  el  sucesor  de  dicho  Padre  Villa 
Carrillo,  Fray  Diego  Malo  de  Molina,  que  se  le  volviese  á  adjudicar,  como  de 
hecho  lo  hizo  y  estuvo  algunos  días,  hasta  que  enviando  esta  provincia  sobre 
el  negocio  al  Padre  Fray  Antonio  do  Mesa,  hijo  de  ella,  á  España,  en  tiempo 
que  era  General  do  toda  la  Orden  el  Reverendísimo  Padre  Fray  Francisco  de 
Tolosa,  proponiéndole  el  caso  con  las  informaciones  que  en  él  se  llevaban,  lo 
remitió  su  Reverendísimo,  para  que  las  viesen  y  diesen  en  él  su  parecer,  á  los 
Padres  Fray  Francisco  de  Guzmán,  confesor  que  á  la  sazón  era  de  la  Empera- 
triz, y  Comisarlo  General  y  el  primero  que  había  sido  de  todas  las  Indias,  y  al 
Padre  Fray  Jerónimo  de  Guzmán,  que  actualmente  lo  era. 

4.0  Los  dichos  Padres,  visto  los  papeles  y  razón  que  esta  provincia  del 
Reino  tenía,  juzgaron  deberse  adjudicar  á  ella,  y  así  lo  determinaron  por  un 
parecer  suyo,  en  el  convento  de  Madrid,  á  diez  y  siete  de  Marzo  del  año  de  mil 
quinientos  ochenta  y  ocho,  con  lo  cual  el  Reverendísimo  despachó  patentes  ea 
el  mismo  convento  y  año,  á  veinte  del  mismo  mes,  para  que  cesando  toda  contro- 
versia y  poniendo  perpetuo  silencio  á  la  provincia  de  Lima  en  lo  que  pretendía, 
quedase  con  perpetua  posesión  del  dicto  convento  de  Cartagena  ésta  del  Reino, 
como  á  quien  de  derecho  le  pertenecía  y  pertenece  desde  sus  primeros  funda- 
mentos y  fundación,  pues  se  hizo  por  frailes  de  ella.  Tiene  hoy  á  su  cargo  el 
conveí^.to  solas  dos  doctrinas,  por  haberse  ido  descargando  del  cuidado  de  las 
d-Gmás,  que  han  sido  muchas  las  que  ha  tenido,  por  acudir  con  menos  estorbos 
al  servicio  de  la  ciudad,  que  cada  día  lleva  mayores  crecimientos,  y  los  indios 
muy  menores,  con  que  también  lo  es  la  necesidad  que  hay  de  acudir  á  ellos, 
y  por  la  abundancia  que  ya  hay  de  ministros  del  Evangelio,  clérigos  y  de  todas 
religiones  ;  desde  el  año  de  mil  seiscientos  catorce,  á  sus  principios,  se  comenzó 
hacer  en  el  convento  un  curso  de  artes  á  los  religiosos  y  seglares  que  acudían, 
y  acabado,  se  comenzó  hacer  Teología. 


162  FRAY  PEDRO  SIM(5íí  (7.*  NOTICIA 

CAPÍTULO  VI 

Contenido:  1."  Elígese  primer  Provincial  en  esta  Provincia  del.  Reino,  y  ella  se  elige 
y  confirma  en  Provincia— 2.»  Fúndanse  conventos  de  la  religión  de  San  Francisco 
en  la  ciudad  de  los  Muzos  y  Palma— 3.^  Por  causas  que  se  ofrecieron,  enviaron  en 
una  comisión  treinta  y  dos  religiosos  de  la  Orden  de  San  Francisco  á  la  Provincia 
del  Reino— 4."  Eligen  el  segundo  Provincial  de  esta  Provincia,  y  quítanle  el  oficio 
vielentamente. 


F 


iüÉ  corriendo  el  tiempo  y  años  en  que  á  sus  tiempos  establecidos  por 
la  religión  fueron  eligiendo  Custodios  al  Padre  Fray  Gaspar  Sar- 
miento, á  quien  siguió  el  Padre  Fray  Estevan  Asencio,  y  al  Padre  Fray  Pedro 
de  Arenillas,  y  últimamente  eligieron  al  Padre  Fray  Francisco  Pedroche,  que 
en  su  gobierno  llegaron  los  postreros  días  del  ano  de  mil  quinientos  sesenta  y 
tres,  y  habiéndose  juntado  á  Capítulo  los  Padres  de  la  Custodia  para  darle 
sucesor  en  este  convento  de  Santafé,  se  determinaron,  por  la  muchedumbre 
que  había  ya  de  religiosos  en  la  Custodia,  con  que  podían  ser  erigidos  en  Pro- 
vincia, de  elegir  en  Provincial,  con  intentos  de  enviar  luego  al  Capítulo  General 
que  de  allí  á  año  y  medio  se  había  de  celebrar,  como  so  celebró,  á  dar  cuenta 
de  lo  hecho  y  suplicar  se  ratificase  por  autoridad  de  toda  la  Orden.  Hiciéronlo 
así,  y  á  diez  y  ocho  de  Febrero  de  dicho  año  do  mil  quinientos  sesenta  y  tres 
eligieron  en  primer  Provincial  de  esta  Provincia  al  Padre  Fray  Diego  Jiménez, 
hijo  de  la  provincia  de  San  Miguel,  hombre  de  muy  buenas  partidas  para  el 
oficio.  Despachóse  luego  por  Custodio  de  la  provincia  al  Padre  Fray  Estevan 
Asencio,  para  el  Capítulo  General  que  se  celebró  en  el  convento  de  la  ciudad 
de  Valladolid  el  año  de  mil  quinientos  sesenta  y  cinco  (1565),  en  que  fué 
electo  en  Generalísimo  de  la  Orden  el  Reverendísimo  Padre  Fray  Aloi^^20 
Pister.  Tratóse  en  él,  por  los  poderes  que  llevaba  el  Padre  Asencio,  de  la  erec- 
ción que  se  había  hecho  en  Provincia.  La  cual,  aunque  tomaron  mal  los 
Padres  de  la  Orden,  por  haberse  hecho  sin  su  autoridad,  al  fin  se  confirmó,  y 
la  elección  de  Provincial,  y  se  le  dio  su  autoridad  que  la  gozase  desde  el  primer 
día  que  se  erigió,  y  porque  había  otras  provincias  y  Custodias  en  la  Orden 
con  título  de  San  Juan  Baptista,  se  dejó  este  nombre,  que  hasta  entonces  había 
tenido  esta  Custodia,  y  se  le  puso  nombre  de  nuevo,  llamándola  la  Provincia 
de  Santafé  del  Nuevo  Reino  de  Granada,  por  la  ciudad  ¡principal  del  que  es 
esta  de  Santafé.  Diásele  el  Sello  Mayor  do  que  había  de  usar,  en  que  est4  una 
imagen  de  la  Fe  en  figura  de  una  hermosa  doncella,  con  el  Demonio  á  los  piés' 
y  en  la  mano  derecha  un  cáliz,  y  la  izquierda  asida  á  la  uña  de  una  áncora,  y 
eobre  la  cabeza  F,  Y,  D,  F.  S.,  con  el  título  de  la  Provincia  en  su  circunfereu- 


CAP.  vi)  noticias  de  las  conquistas  de  tierra  firme  163 

cia,  y  do  esta  manera  había  de  estar  para  bien  estampado  en  la  crónica  de 
Gonzaga.  Volvió  de  España  con  estos  recaudos  del  Capítulo  General  el  Padre 
Fray  Estevan  Asencio  á  la  Provincia,  con  que  quedó  asentado  que  lo  fuese,  y 
el  Provincial  que  estaba  electo  en  ella  pasó  adelante  con  su  oficio,  sin  elegir 
otio  de  nuevo,  basta  el  año  de  mil  quinientos  sesenta  y  nueve,  como  después 
diremos. 

2.^  Luego  que  el  Padre  Fray  Estevan  de  Asencio  llegó  á  esta  ciudad  de 
Santafé  de  vuelta  de  España,  que  fué  el  año  de  mil  quinientos  sesenta  y  seis, 
solicitó  se  fundase  convento  de  nuestra  religión  en  la  ciudad  de  la  Trinidad  de 
los  Muzos,  como  se  hizo  en  el  mismo  año,  con  título  de  San  Sebastián,  y  po- 
niendo en  él  los  religiosos  que  se  pudo  por  entonces  para  su  doctrina  y  predi- 
cación del  santo  Evangelio  entre  aquellos  fieros  indios,  con  barto  peligro  de 
sus  vidas,  comenzaron  luego  á  doctrinarlos  en  las  partes  que  se  les  señaló.  Háse 
pasado  esta  santa  ocupación  adelante,  de  manera  que  permanecen  boy  al  cui- 
dado de  nuestra  religión  cuatro  doctrinas  sujetas  al  convento  de  la  ciudad, 
donde  con  grande  ejemplo  y  edificación  de  ella  está  el  Guardián  con  algunos 
compañeros.  El  año  de  mil  quinientos  sesenta  y  siete  se  fundó  otro  convento 
de  nuestra  Orden,  con  título  de  Nuestro  Padre  San  Francisco,  en  la  ciudad  de 
Nuestra  Señora  de  la  Palma,  en  la  provincia  de  los  indios  Colimas,  que  son  de 
una  misma  lengua  ó  con  poca  diferencia,  y  de  una  misma  nación  y  fiereza  con 
los  Muzos.  Acudieron  con  mucha  devoción  los  vecinos  de  la  ciudad  á  la  edifi- 
cación del  convento,  desde  donde  salían  los  religiosos  á  los  pueblos  de  naturales 
que  les  cupo  en  suerte  para  doctrinar,  para  lo  cual  se  ha  ido  prosiguiendo 
hasta  hoy,  que  permanecen  cuatro  doctrinas  de  los  pocos  indios  que  han  que- 
dado en  aquella  provincia  á  cargo  de  nuestra  religión,  que  hasta  hoy  ha  per- 
manecido sola  en  la  ciudad. 

3.°  Entre  los  demás  trabajos  que  padecieron  los  religiosos  plantando  la 
fé  católica  en  estas  nuevas  tierras,  no  fué  el  menor  el  peligro  en  que  estaban 
de  que  sus  cosas  fuesen  mal  admitidas  por  industria  del  Demonio,  aun  de 
algunos  españoles,  en  especial  de  aquellos  que  tenían  encomiendas  de  indios, 
siéndoles  penosa  la  defensa  y  amparo  que  tenían  los  pobres  naturales  en  los 
religiosos,  de  los  agravios  que  recibían  de  sus  encomenderos,  que  no  eran  pocos. 
Experimentóse  esto  en  una  relación  que  hicieron  algunos  al  Key  contra  los 
frailes,  cou  que  lo  incitaron  á  que  avisase  al  Generalísimo  de  la  Orden  pusieie 
remedio  en  lo  que  le  advertían.  Con  lo  cual  determinó  el  Padre  Fray  Francisco 
de  Guzmán,  Comisario  General  Siamoutuno  que  entonces  era  de  la  Orden, 
enviar  un  Coií?isario  á  esta  provincia,  con  religiosos,  de  que  tenía  necesidad, 
y  que  visitando,  la  ordenase  lo  que  más  conviniese  al  servicio  de  Dios,  de 
nuestra  religión  y  del  Bey,  Tuvo   esto   efecto   asignando   por  ComisaTÍo  al 


164:  FRAY  PEDRO   SIMÓlT  (7.*  NOTICIA 

Padre  Fray  Francisco  de  Olea,  Guardián  que  era  á  la  sazón  del  convento  de 
San  Francisco  de  Valladolid  de  la  santa  Provincia  de  la  Concepción,  hombre 
muy  grave  por  su  mucha  virtud,  religión  y  letras,  cuyas  partes  lo  habían  sido 
para  haberlo  hecho  Comisario  de  Jerusalén  ;  sabía  la  lengua  tosoana  con  macha 
erudición,  por  haber  sido  Secretario  de  la  Orden  en  tiempo  del  Generalísimo 
Insulano,  entendía  y  hablaba  medianamente  la  arábiga,  por  haberla  aprendido 
de  propósito,  pero  sobre  todo  era  insigne  predicador,  yá  de  crecida  edad,  pues 
era  de  sesenta  años  cuando  llegó  á  esta  provincia  con  treinta  y  dos  religiosos 
de  su  comisión,  que  se  habían  hecho  en  varios  de  España  el  año  dicho  de  mil 
quinientos  sesenta  y  nueve,  á  los  postreros  de  Marzo. 

4.°  Visitóla  con  facilidad,  habiendo  subido  á  este  Nuevo  Reino,  por  haber 
aún  en  ella  solos  los  conventos  que  hemos  dicho,  aunque  muchos  religiosos 
ocupados  en  estas  doctrinas.  Habiendo  conocido  el  estado  de  la  provincia,  y 
que  eran  falsas  las  relaciones  que  se  habían  enviado  al  Rey  acerca  de  los  re- 
ligiosos, avisó  de  ello  y  al  dicho  Padre  General  que  le  había  enviado,  y  jun- 
tando á  Capítulo  la  Provincia  en  este  convento  de  Santafé,  lo  eligieron  en 
segundo  Provincial  de  ella,  á  la  mitad  del  año  dicho  de  mil  quinientos  sesenta 
y  nueve,  que  le  fué  causa  de  hartas  inquietudes,  pues  algunos  frailes,  inquietos 
de  lo  que  él  había  traído  y  puesto  en  oficios,  intentaron  quitarle  el  suyo,  qui- 
tándole para  esto  con  cierta  maña  los  sellos  de  la  Provincia,  y  juntándose  á 
Capítulo  con  violencia  de  los  que  sentían  mal  de  aquello,  eligieron  en  Pro- 
vincial al  Padre  Fray  Juan  de  Belmes,  grande  amigo  y  de  la  devoción  del 
mismo  Padre  Olea,  el  cual,  por  su  mucha  humildad,  por  excusar  mayores  es- 
cándalos, hizo  renunciación  por  escrito  de  su  oficio  del  Provincialato,  que  no 
le  habían  podido  quitar  los  que  se  lo  quitaron,  porque  con  esta  diligencia  lo 
pudiera  obtener  con  buena  conciencia  el  dicho  Padre  Fray  Juan  de  Belmes,  á 
quien  entregó  el  papel  de  la  renunciación  y  guardó  con  cuidado  para  su  resguar- 
do, que  lo  fué  después  cuando  se  envió  de  España  á  la  averiguación  de  esta  vio- 
lencia, por  aviso  que  tuvo  de  ella  el  Generalísimo,  y  noticia  del  Key,  como 
Inégo  diremos. 


CAr.  Til)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA    FIRME  165 

CAPÍTULO  VII 


Contenido:  l.°  En  tiempo  del  Padre  Fray  Juan  de  Belmes  se  funda  el  convento  de 
Anserma  j  Santa  Clara  de  Tunja — 2°  Viene  por  primer  Arzobispo  de  Santafé  Don 
Fray  Luis  Zapata  de  Cárdenas,  trae  comisión  para  averiguar  el  caso  del  Padre  Olea 
y  hace  Provincial  al  Padre  Aguado — S."  Demuélese  un  convento  de  Carmelitas  que 
estaba  fundado  en  la  misma  ciudad.  Pasa  en  España  el  Padre  Fray  Pedro  Aginado. 
4.«  Elígense  Comisarios  en  su  ausencia. 


IBA  procediendo  en  su  oficio  el  Padre  Fray  Juan  de  Belmes  con  la 
providencia  que  el  Señor  le  había  comunicado,  que  no  era  poca, 
procurando  con  ella  pisar  las  llamas  que  se  habían  levantado  y  encendido  de 
nuevo,  en  que  tuvo  buena  mano  ayudado  de  sus  buenas  trazas,  que  las  tuvo 
también  para  que  el  año  de  setenta  y  dos  se  fundase  un  convento  de  nue&tra 
sagrada  religión  en  la  ciudad  de  Santa  Ana  de  los  Caballeros,  Gobernación  y 
Obispado  de  Popayán,  que  hoy  comunmente  se  llama  de  Anserma.  Y  porque 
sé  que  dicho  es  de  saber  que  los  españoles  le  pusieron  este  nombre  de  Anserma 
á  esta  provincia,  porque  en  lenguaje  de  ella,  á  la  sal  llaman  Auserm,  y  mos- 
trándoles los  primeros  españoles  que  entraron  en  ella^  con  el  Capitán  Belalcázar 
alguna  sal  que  llevaban,  de  que  es  falta  la  provincia,  repetían  los  naturales 
Angerm,  anserm.  De  este  convento  (que  se  edificó  con  las  limosnas  que 
dieron  los  vecinos  de  la  ciudad)  salían  los  religiosos  á  doctrinar  á  los  indios  con 
harto  riesgo  de  sus  vidas,  por  ser  tan  caribes  y  carniceros,  en  que  no  reparan 
los  religiosos,  estimándolas  en  menos  que  el  plantar  la  Ley  Evangélica,  en  que 
permanecen  hoy  con  cristiana  vigilancia,  pues  solos  los  religiosos  de  nuestra 
Orden  y  algunos  clérigos  se  han  ocupado  hasta  hoy  en  aquel  ministerio  y 
doctrinas.  Tres  están  á  la  sazón  al  cuidado  de  tres  religiosos,  sujetos  al  Guar- 
dián del  convento,  que  es  razonable  en  su  fábrica  y  sustento,  si  bien  la  tierra 
está  con  harta  pobreza,  por  el  consumo  que  le  ha  sobrevenido  de  los  naturales. 
En  este  año  de  setenta  y  dos,  en  la  ciudad  de  Tunja,  iban  trazando  las  casas 
de  su  morada,  á  modo  de  convento,  el  Capitán  Francisco  de  Salguero,  con- 
quistador, y  Doña  Juana  Maclas,  su  mujer;  y  fué  de  común  pláceme  de  los  dos 
encerrarse  ella  en  el  convento,  como  lo  hizo  luego,  al  principio  del  año  de  setenta 
y  tres,  con  una  niña  expuesta  que  ella  había  criado,  que  á  pocos  años  murió» 
estuvo  allí  recogida,  con  intentos  de  dar  principios  á  un  convento  de  Santa 
Clara,  cuyo  hábito  tomó,  y  comenzó  á  pocos  días  de  como  entró  á  tener  su  año 
de  noviciado,  con  licencia  que  dio  el  Ordinario  para  la  dicha  fundación.  En  este 
año  le  declaraban  la  regla  de  Santa  Clara,  y  industriaban  en  el  modo,  forma» 
costumbres  de  esta  religión,  la  confesaban  y  decían  misa  los  frailes  de  la  nuestra, 


166  FRAT   PEDRO    SIMÓN  (7.*  NOTICIA 

en  especial  el  Padre  Fray  Miguel  de  los  Angeles,  de  quien  ya  hemos  tratado,  al 
fin  del  año  del  noviciado  ;  hizo  profesión  de  la  regla  de  Santa  Clara  en  manos 
del  Guardián  del  convento,  que  era  Fray  Sebastián  de  Ocando,  después  Obispo 
de  Santa  Marta,  y  dio  la  obediencia  á  nuestra  Orden  como  lo  manda  la  regla 
de  Santa  Clara,  á  cuyo  gobierno  estuvo  ella  y  todo  el  convento,  que  luego  se 
fué  aumentando  con  tres  que  entraron  hasta  el  año  de  setenta  y  ocho,  que 
alzaron  la  obediencia  por  antojos  mal  fundados,  con  harto  riesgo  de  sus  con- 
ciencias, por  ser  contra  precepto  de  su  regla,  si  bien  después  volvieron  á  darla, 
y  sucedió  lo  que  á  su  tiempo  diremos.  No  trato  aquí  del  convento  que  por  estos 
años  se  fundó  en  la  ciudad  de  Victoria,  de  nuestra  Orden,  quince  leguas  de 
Mariquita  al  Poniente,  por  haberse  despoblado  y  trasladádose  también  el  con- 
vento con  los  vecinos  de  ella  á  la  de  Mariquita,  como  yá  dijimos  y  volve- 
remos á  tratar  á  su  tiempo. 

2.^  En  el  que  llegó  á,  España  el  aviso  de  lo  que  sucedió  con  el  venerable 
Padre  Olea,  estaba  de  camino  para  embarcarse  y  venir  al  arzobispado  de  este 
Eeiuo  Don  Fray  Luis  Zapata  de  Cárdenas,  por  muerte  de  Don  Fray  Juan  de  los 
Barrios,  ambos  de  nuestra  sagrada  religión,  y  aunque  estaba  ya  fuera  de  ella  y 
ser  cosa  desusada  en  nuestra  Orden,  por  ser  mucha  la  estimación  que  el  Rey  y  el 
Generalísimo  tenían  de  la  persona  del  Padre  Olea,  se  determinó  por  comunicación 
que  para  ello  se  tuvo  por  el  Rey  y  el  Generalísimo,  se  le  cometiera  al  dicho  Ar- 
zobispo la  visita  de  esta  Provincia  en  averiguación  del  caso,  castigo  de  los  culpados 
y  restitución  en  su  oficio  del  dicho  Padre;  llegó  trayendo  recados  del  Generalísimo 
y  cédulas  del  Hay  para  el  caso  el  Arzobispo  á  Cartagena,  el  año  de  rail  qui- 
nientos setenta  y  tres,  á  los  primeros  de  Enero,  ya  comenzada  la  visita  de  la 
provincia  en  aquel  convento  ;  á  pocos  días  de  como  llegó  á  esta  ciudad  de 
Santafé,  que  fué  á  los  postreros  de  Marzo  del  mismo  año,  envió  religiosos 
Comisarios  que  visitasen  el  resto  de  ella,  y  hallándola  sin  tener  en  qué  tropezar 
en  el  caso  del  Padre  Olea,  que  ya  era  muerto,  por  no  haberse  el  Padre  descui- 
dado en  castigar  algunos  de  los  más  culpados  con  destierros  de  la  provincia, 
juntó  á  los  Padres  de  ella  en  esta  ciudad  de  Santafé  á  Capítulo,  donde  sacaron 
el  mismo  año  de  setenta  y  tres,  primer  día  de  Agosto,  por  cuarto  Provincial 
al  Padre  Fray  Pedro  Aguado,  hombre  docto  en  teología,  matemáticas  y  gran 
historiador,  y  que  compuso  dos  grandes  libros  de  los  descubrimientos  de  este 
Reino  y  tierra  firme,  si  bien  no  han  tenido  suerte  de  salir  á  luz,  de  cuyos  pa- 
peles, que  hallé  escritos  de  su  segunda  parte,  y  autorizados  del  Secretario  del  Eey, 
por  habérsele  concedido  licencia  para  imprimirlos,  me  he  aprovechado  mucho 
para  estas  que  escribo,  aunque  la  primera,  por  descuido,  se  deseó,  y  no  se  puede 
hallar, 

3,'^  Puso  también  en  ejecución  el  Arzobispo  unas  cédulas  del   Bey  que 


CAP.  Vil)  NOTICIAS    DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA   FIRME  167 

traía  para  embarcar  á  Espaan  dos  frailes  Carmelitas,  que  sin  licencia  habían 
pasado  á  estas  partes  y  fundado  convento  en  esta  ciudad  de  Santafé  ;  en  el  sitio 
que  nuestros  religiosos  habían  tenido  fundado  su  convento,  fundaron  el  suyo 
estos  dos  religiosos  á  los  postreros  del  año  de  mil  quinientos  setenta  :  llamábase 
el  uno  Fray  Bernabé  Cabrera,  y  no  fué  bien  admitida  su  fundación  por  los  más 
vecinos  del  pueblo,  en  especial  del  Cabildo  Eclesiástico,  que  hizo  harta  contra- 
dicción, 6Í  bien  no  fué  posible  estorbarlo,  por  la  mucha  autoridad  y  respeto  que 
se  le  tenía  al  Capitán  Juan  de  Céspedes,  á  cuya  devoción  y  en  cuyos  solares  se 
había  fundado.  Con  todo  eso  se  avisó  al  Eey  de  todo,  con  que  envió  á  mandar 
le  demoliesen  el  convento  y  enviasen  los  religiosos  á  España,  como  lo  hizo  el 
Arzobispo,  no  obstante  que  halló  algunas  noticias  que  ya  en  él  habían  tomado 
el  hábito  criollos  y  encomenderos  de  esta  ciudad  de  Santafé.  Fué  procediendo 
en  su  oficio  el  Padre  Fray  Pedro  Aguado,  y  habiendo  visitado  los  conventos 
del  Reino,  bajó  hacer  lo  mismo  á  la  Costa,  y  viéndose  en  el  de  Cartagena,  se 
determinó  en  el  año  de  mil  quinientos  setenta  y  cinco,  á  sus  principios,  de  em- 
barcarse y  pasar  en  España,  á  título  de  hallarse  en  el  Capítulo  General  próximo 
venidero  :  no  obstante  que  tiene  dispuesto  la  religión  no  estén  obligados  á  ir 
á  ellos  los  ministros  Provinciales  de  estas  provincias  de  las  Indias,  y  que  baste 
enviar  un  Custodio  de  cada  uno,  si  bien  habrá  seis  años  se  ordenó  fuese  también 
al  Capítulo  General  otro  religioso  con  el  voto  del  Provincial,  como  efectiva- 
mente se  hizo,  yendo  dos  al  Capítulo  pasado,  que  se  celebró  en  Salamanca,  don- 
de se  eligió  el  Reverendísimo  Padre  Fray  Benigno  de  Genova,  que  hoy  gobier- 
na la  Orden  por  los  grandes  inconvenientes  que  se  siguen  por  la  ausencia  de 
los  Provinciales,  como  sucedió  en  la  de  este  Padre  Fray  Pedro  Aguado,  pues 
dejando  por  su  Comisario  al  Padre  Fray  Estovan,  Guardián  que  á  la  sazón  era 
de  este  convento  de  Santafé,  luego  que  supo  su  ausencia,  los  Definidores  y  Pa- 
dres de  la  Provincia,  fundados  en  una  Constitución  General  y  de  ella  que  había 
para  esto,  se  juntaron  á  la  convocación  que  hizo  para  ello  el  Padre  Fray  Fran- 
cisco Calzada,  Definidor  más  antiguo,  por  ordenarlo  así  la  Constitución,  le  qui- 
taron la  Comisión  á  dicho  Padre  Asencio  y  eligieron  por  Comisario  Provincial, 
á  catorce  de  Agosto  del  mismo  año,  al  Padre  Fray  Gabriel  de  Balderrama. 

4.0  El  cual  iba  procediendo  en  su  oficio  con  el  cuidado  y  diligencia  que  su 
poca  salud  le  daba  lugar,  cuando  á  los  postreros  de  Diciembre  del  mismo  año 
llegó  á  la  Provincia  el  Padre  Fray  Marcos  Jofre,  que  fué  el  primer  Comisario 
Visitador  que  vino  á  esta  Provincia,  después  que  se  erigió  en  tal,  enviado  de 
la  de  Lima  por  el  Padre  Fray  Jerónimo  de  Villa  Carrillo,  que  residía  allí 
por  Comisario  General  de  toda  la  tierra  firme,  el  cual,  luego  que  supo  la 
Audiendia  de  dicho  Padre  Provincial,  como  quien  tenía  á  su  cuidado  los  bue- 
nos sucesos  y  cosas  de  las  Provincias,  envió  al  dicho  Padre  Jofre  á  visitar  y 


168  FRAY    PEDEO   SIM(5n  (7.*  NOTICIA 

saber  de  ésta,  no  para  tener  Capítulo,  pues  entonces  aun  en  nuestra  Orden  no 
usaban  lo  que  ahora,  que  el  Visitador  tonga  Capítulo,  y  se  elija  Provincial  y  los 
demás  oficios  en  él,  sino  sólo  para  que  como  Comisario  la  visitase.  Hízolo  así,  y  re- 
nunciando su  oficio  el  Padre  Fray  Pedro  de  Balderrama,  por  no  darle  lugar  á 
cumplir  con  las  obligaciones  de  él  su  poca  salud,  eligieron  de  nuevo  porOomisario 
Provincial  á  un  Fray  Pedro  Rangel,  hombre  docto  y  muy  gran  predicador,  el 
cual  pocos  tiempos  antes  se  había  reducido  al  hábito  de  nuestra  Religión,  fuera 
de  la  cual  había  estado  algunos  años  en  hábito  de  clérigo  con  licencia  del  Sumo 
Pontífice,  á  título  de  sustentar  por  aquel  camino  su  madre  y  hermanos  pobres 
que  tenía,  en  el  cual  tiempo  fué  Cura  y  Vicario  4e  la  ciudad  de  Victoria,  y  de 
la  entrada  que  hizo  el  Adelantado  Gonzalo  Jiménez  de  Quesada  á  las  provincias 
de  Pauto  y  Papamene,  de  quien  después  hablaremos  largo.  Hallándole  pues  ya 
reducido  al  hábito,  por  habérsele  cumplido  el  tiempo  que  el  Pontífice  le  dio 
para  lo  dicho  á  este  Padre  Rangel,  el  dicho  Padre  Fray  Alonso  Jofre,  y  ha- 
biendo visitado  la  Provincia  y  sabido  el  estado  que  tenía  y  elegido  Comisario 
Provincial,  tomó  la  vuelta  de  la  de  Lima,  en  cuya  ausencia  y  primeros  pasos 
que  comenzó  á  dar  en  la  visita  de  la  Provincia  el  Padre  Rangel,  comenzaron 
nuevos  disturbios,  pretendiendo  el  Padre  Fray  Estevan  Asencio  (que  ya  estaba 
muy  viejo)  que  se  le  volviesen  los  sellos  y  gobierno  de  ella,  por  cuanto  se  tenía 
por  Comisario  legítimo,  por  haberlo  nombrado  el  Provincial  cuando  hizo  ausen- 
cia ;  pasó  esto  más  adelante  de  lo  que  era  menester  y  quisieran  los  cuerdos  y 
bien  intencionados  religiosos,  pero  como  lo  era  tanto  el  Padre  Fray  Pedro  Ran- 
gel, fué  bastante  su  prudencia  y  traza  para  que  todo  se  aplacara  y  gobernar 
con  quietud,  hasta  cumplirse  el  tiempo  del  Provincialato  del  Padre  Fray  Pedro 
Aguado,  que  tomó  muy  despacio  el  estarse  en  España,  pienso  que  con  intentos  de 
imprimir  sus  libros,  aunque,  como  hemos  dicho,  no  tuvo  efecto,  si  bien  se  le  dio 
licencia  para  la  impresión. 


CAP.    VIIl)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA    FIRME  169 

CAPÍTULO  VIH 

Contenido  :  1.»  Viene  el  Padre  Fray  Pedro  del  Monte  á  la  ciudad  de  Santafé  y  un  caso 
que  en  ella  le  sucedió — 2°  Funda  Frailes  Descalzos  en  el  sitio  que  antes  estuvieron 
los  nuestros  de  la  observancia  y  hoy  están  loa  de  San  Agustín — 3.**  Provincial  se 
elige  al  Padre  Fray  Francisco  Cerón.  Fúndase  el  convento  de  Cartago — 4.*  Vienen 
Religiosos  de  la  España  y  poblase  la  provincia  de  la  Grita— 5.»  Elígese  Provincial 
del  Reino  al  Padre  Azuaga,  y  incorpórase  la  provincia  de  la  Grita  á  la  del  Nuevo 
Reino, 

EN  este  mismo  año  de  mil  quinientos  setenta  y  cinco  vino  de  España 
h  esta  provincia  un  religioso  de  la  de  San  José,  hombre  docto,  ejem- 
plarísimo,  buen  predicador  y  gran  penitente,  llamado  Fray  Pedro  del  Monte.  Co- 
menzó á  predicar  eu  esta  ciudad  de  Santafé  con  gran  aceptación  de  todos,  en  que 
le  sucedió  lo  que  le  suele  suceder  á  los  predicadores  de  su  celo,  que  reprendiendo 
un  pecado  público  y  escandaloso,  mandó  cierto  Juez  de  los  que  á  la  sazón  esta- 
ban en  la  Audiencia  (que  había  sido  la  piedra  del  escándalo)  al  Guardián  del 
convento  que  echase  de  él  al  dicho  Fray  Pedro  del  Monte  y  aun  lo  embarcase 
para  España.  Tratóle  esto  el  Padre  Guardián,  y  obedeciendo  con  puntualidad, 
salió  del  convento  en  ejecución  de  lo  que  le  ordenaban,  desnudándose  eu  car- 
nes desde  la  cintura  para  arriba  y  yéndose  dando  crueles  azotes,  comenzó  á  pasar 
así  la  calle  más  principal  de  la  ciudad,  diciendo  :  esta  és  la  justicia  que  manda 
hacer  á  este  mal  religioso  porque  predica  verdades  y  cosas  necesarias  de  reme- 
dio para  darlo.  A  la  conmoción  que  se  iba  causando  en  la  calle  y  ciudad  de  esta 
espectáculo,  salieron  al  dicho  Padre  algunos  de  los  honrados  ciudadanos  que  se 
hallaron  presentes,  y  rogándole  diese  de  mano  á  aquello,  le  volvieron  al  convento, 
y  sabiendo  el  caso  el  que  había  sido  la  causa  de  ello,  mostró  haberle  pesado  de 
la  determinación  atropellada  que  tuvo  para  ordenar  echasen  de  aquí  al  dicho 
Padre,  y  el  escándalo  que  había  sucedido  en  la  ciudad,  de  que  hubo  conocida 
enmienda,  y  el  dicho  Padre  prosiguió  en  sus  predicaciones,  sin  que  se  tratase 
más  de  su  ida,  por  ser  su  vida  tan  ejemplar  á  todos. 

2.^  De  donde  salió  que  estando  ya  desocupado  el  sitio  del  convento  que 
tenían  los  Padres  Carmelitas  y  ser  mucho  el  deseo  quo  tenía  el  Capitán  Juan 
de  Céspedes,  que  en  él  permaneciese  coQvento  de  Religiosos  que  tratase  con  el 
dicho  Padre  Fray  Pedro  del  Monte,  ei  mismo  Capitán  con  otros  nobles  de  la  ciu- 
dad ordenó  se  fundase  convento  de  Descalzos  do  nuestra  Orden.  Tratóse  la  deter- 
minación con  el  Padre  Comisario  Provincial  Fray  Pedro  de  Balderrama,  que  aun- 
que bien  contra  su  gusto,  por  los  pocos  religiosos  que  tenía  la  Provincia,  al  fin 
hubo  de  condescender  con  el  gusto  de  la  gente  noble  que  lo  pedía  y  deseos  que 


170  FRAY   PEDRO   SIMÓN  (7/    NOTICIA 

mostraba  el  Padre  Fray  Pedro  del  Monte,  á  quien  hizo  Presidente,  y  dándole 
por  compañeros  al  Padre  Fray  Francisco  de  Santo  Domingo,  Fray  Juan  de  la 
Concepción,  Fray  Diego  de  Salas,  Fray  Francisco  Bernardes,  que  fué  el  primo- 
génito de  esta  Provincia,  por  haber  sido  el  primero  que  tomó  el  hábito  y  profe- 
só en  ella  en  este  convento  de  Santafé ;  Fray  Melchor  de  Almarcha,  corista,  y 
un  lego,  fundaron  de  nuevo  el  convento  en  el  mismo  sitio  que  hemos  dicho 
(donde  hoy  tienen  el  suyo  los  Padres  de  San  Agustín),  con  título  de  San  Feli- 
pe y  institutos  de  recoletos  de  esta  Provincia  ;  pero  como  las  licencias  que  se 
sacan  de  los  Prelados  con  demasiados  ruegos,  y  que  las  conceden  por  librarse 
del  enfado  de  ellos,  más  que  por  voluntad  que  tengan  de  concederlas,  tengan 
más  de  violencia  que  de  voluntaria  suavidad,  así  fué  violenta  la  fundación  de 
este  nuevo  convento,  y  como  tal,  no  duró  sino  poco  más  que  un  mes,  por  los 
inconvenientes  que  luego  se  fueron  ofreciendo,  de  los  cuales  excusándose  el 
dicho  Padre  Fray  Pedro  del  Monte  á  título  de  traer  Frailes  Descalzos,  para 
fundarlo  más  de  propósito,  dejó  el  convento  y  se  fué  á  España,  y  tras  él  lo 
dejaron  también  del  todo  sus  compañeros,  volviéndose  á  esto  de  donie  habían 
salido. 

^.^  Prosiguiendo  en  su  Gobierno  de  Comisario  Provincial  el  Padre  Fray 
Pedro  Eangel,  se  llegó  el  año  de  mil  quinientos  setenta  y  siete  (1577),  y  en  el 
cumplimiento  del  tiempo  del  Provincialato  del  Padre  Fray  Pedro  Aguado,  y 
no  viniendo  á  tiempo  ni  aun  después  en  algunos  años,  se  juntaron  á  Capítulo, 
y  el  primero  de  Agosto,  en  este  convento  de  Santafé,  eligieron  Provincial  al 
Padre  Fray  Francisco  Cerón,  de  la  Santa  Provincia  de  Andalucía,  en  cuyo  tiem- 
po, luego  el  año  de  mil  quinientos  setenta  y  ocho  (1578),  por  su  industria  y  celo 
que  tenía  de  la  conversidn  de  los  indios,  negoció  se  edificase  un  convento  de 
nuestra  Orden,  con  título  de  nuestro  Seráfico  Padre  San  Francisco,  en  la  ciudad 
de  Cartago,  al  Oeste  de  esta  de  Santafé,  Gobernación  y  Obispado  de  Popayán; 
pusiéronse  los  edificios  de  él  en  buen  estado,  aunque  humildes,  en  pocos  días, 
por  la  mucha  devoción  con  que  recibieron  y  ayudaron  los  vecinos  á  la  obra, 
de  donde  salían  y  han  salido  hasta  hoy  los  religiosos,  que  permanecen  allí  solos 
sin  otros  ministros  del  Evangelio,  fuera  de  algunos  clérigos,  á  doctrinar  los  na- 
turales, con  tanto  riesgo  de  sus  vidas,  que  casi  nunca  podían  dejar  la  escopeta 
del  hombro  los  doctrineros  ;  aun  cuando  decían  misa,  la  tenían  cargada  y  arri- 
mada al  altar,  por  el  poco  seguro  qne  había  en  todas  horas  de  las  dos  naciones 
y  fieros  y  carniceros  indios  Fijaos  y  Putimaes,  mortalog  enemigos  de  los  espa- 
ñoles, y  indios  domésticos  y  de  paz  que  se  estaban  doctrinando.  Duraron  estos 
riesgos  desde  que  se  fundó  hasta  ahora  tres  años,  que  por  la  industria,  trabajos 
y  buenas  trazas  de  D.  Juan  de  Borja,  caballero  de  la  Orden  de  Santiago,  que 
hoy  es  Presidente  de  esta  Audiencia,  quedaron  llanas  estas  dificultades,  destru- 


CAP.  VIII)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA   FIRME  171 

yendo  totalmente  estas  dos  carniceras  naciones.  Permanecen  hoy  dos  doctrinas 
á  cuenta  de  nuestra  Orden,  sujetas  al  Guardián  del  convento  de  la  ciudad,  que 
ya  está  á  los  últimos  pasos  de  consumirse,  por  estarlo  casi  del  todo  los  indios 
de  la  provincia,  de  quien  tratará  esta  historia  más  largo  en  su  tercera  parte. 
4.0  A  los  primeros  del  mismo  año  de  setenta  y  ocho  vino  á  esta  provincia 
Comisario  de  veintidós  frailes  que  traía  á  ella  de  España  el  Padre  Fray  Pedro  de 
Azuaga,  de  quien  luego  hablaremos;  en  el  de  setenta  y  nueve  pidió  en  España  el 
Capitán  Francisco  de  Cazares,  conquistador  y  Gobernador  de  la  ciudad  del  Espíritu 
Santo  de  la  Grita  y  sus  provincias  á  nuestra  Orden,  le  diesen  religiosos  para  fun- 
dar conventos  y  una  provincia  en  aquellas  que  él  había  conquistado  y  las  demás 
que  en  sus  contornos  pretendía  conquistar.  Levantaba  con  tantas  ponderaciones 
de  palabras  la  grandeza  de  aquellas  tierras,  que  hacía  pareciese  ser  así  y  mucho 
más  lo  que  de  ellas  decía  (costumbre  ordinaria  de  los  que  en  España  y  otras 
tierras  tratan  de  esto),  para  aficionar  los  oyentes  á  que  dejando  las  suyas,  ven- 
gan á  poblarlas,  como  sucedió  en  esta  ocasión ;  pues  entendiendo  los  Reverendí- 
simos de  nuestra  CG&en  qué  era  lo  que  el  Gobernador  decía  y  otra  cosa  lo  qne 
son  aquellas  tierral  de  la  Grita,  dicha  así  por  los  españoles,  por  la  mucha  que 
daban  los  indios  en  las  guazabaras  cuando  los  conquistaron,  se  puso  en  prácti- 
ca en  el  Capítulo  General  que  se  celebró  en  París  aquel  mismo  año  de  1579,  en 
que  salió  por  Generalísimo  el  Reverendísimo  Padre  Fray  Francisco  de  Gonzaga 
y  por  Comisario  General  de  las  Indias  el  Padre  Fray  Francisco  de  Guzmán, 
la  erección  de  una  nueva  provincia  en  aquellas  partes  de  la  Grita,  de  que  se 
tomó  resolución  se  erigiese  y  ordenó  que  viniese  por  Comisario  de  ocho  religio- 
sos para  el  intento,  un  Padre  llamado  Fray  Francisco  de  Maqueda.  Pasó  desde 
España  el  mismo  año  el  dicho  Padre  con  los  de  su  comisión,  con  licencia  de 
dicho  Padre  Comisario  General  de  las  Indias,  y  llegó  al  puerto  y  ciudad  de 
Cartagena,  desde  donde  subió  á  la  de  la  Grita  con  ellos,  y  á  los  fines  de  dicho  año, 
y  dando  luego  principio  á  la  fundación  de  un  convento  en  la  ciudad  del  Espí- 
ritu Santo  de  la  Grita,  quedando  en  él  algunos  religiosos,  p^só  el  resto  de  los 
demás  á  fundar  otro  en  otra  población  que  había  más  adelante  á  la  paj-te  del 
Este,  inclinada  al  Norte  de  Este,  llamada  la  villa  de  Barinas,  uno  de  los  famo- 
sos pueblos  en  todas  las  naciones  que  hoy  tiene  el  mundo,  por  el  mucho  y  fino 
tabaco  que  se  coge  en  él,  donde  estuvieron  doctrinando  los  pocos  indios  caque- 
tíos,  que  por  entonces  estaban  de  mala  paz,  hasta  el  tiempo  que  luego  diremos. 
5.°  Cumplióse  en  esta  sazón  el  del  Provincialato  del  Padre  Fray  Francisco 
Cerón,  y  juntándose  á  Capítulo  la  Provincia  en  este  convento  de  Santafé,  á  la 
mitad  del  año  de  ochenta,  eligieron  en  Provincial  al  dicho  Padre  Fray  Pedro  de 
Azuaga,  hijo  de  la  santa  Provincia  de  Toledo,  hombre  muy  docto  y  que  escribió 
un  muy  docto  libro  de  la  Abominación  del  pecado,  si  bien  no  salió  á  luz  por  haber 

17 


172  FRAY  PEDRO  SIMÓN  (7.*  NOTICIA 

muerto  el  autor  antes  que  pudiera  esto  tener  efecto,  á  pocos  meses  de  su  Pro- 
vincialato.  Echando  de  ver  el  Padro  Fray  Francisco  de  Maqueda  en  la  ciudad 
y  convento  do  la  Grita,  cuan  de  poca  sustancia  era  toda  aquella  tierra  y  ser  cosa 
excusada  aguardar  á  que  lo  fuese,  por  los  pocos  fundamentos  que  había  para 
esto  y  tan  poca  tierra  conquistada  y  los  indios  que  lo  estaban  de  tan  poca  segu- 
ridad, pues  aun  hoy  no  la  tiene  del  todo,  intentó  dejar  la  tierra  y  convento  y 
venirse  á  esta  Provincia  del  Reino  con  todos  sus  religiosos,  de  que  se  siguió  no 
siendo  todos  de  unos  intentos,  en  especial  los  del  Gobernador  Cazares,  que 
habiéndoselos  conocido  lo  detuvieron  con  violencia,  si  bien  no  fué  bastante 
para  que  después  de  algunos  días  que  la  sufrió  del  Gobernador  no  tuviese 
efecto  sn  venida  y  diese  la  obediencia  por  él  y  por  los  demás  á  dicho  Provincial 
de  ésta,  Azuaga,  en  este  convento  de  Santafé,  donde  se  vido  con  él.  Admitió 
el  Provincial,  vistas  las  razones  que  para  ello  propuso,  y  dio  por  incorporado  al 
dicho  Padre  Maqueda,  conventos  y  frailes  de  su  comisión:  j)ero  los  que  se  que- 
daron en  los  conventos  mientras  el  Maqueda  vino  hacer  esto,  no  pudiendo 
resistir  á  la  fuerza  que  les  hacía  el  Gobernador  por  salir  con  sus  intentos  de 
que  aquélla  fuese  Provincia,  se  j untaron  los  pocos  que  había  y  eligieron  en 
Provincial  á  un  Fray  Juan  de  Porras  Mallorqui,  que  había  venido  desgari- 
tado de  la  isla  de  Santo  Domingo  y  lo  habían  recibido  y  incorporado  en  aquella 
Provincia  de  la  Grita;  cuando  supo  la  elección  de  Provincial  el  de  ésta,  envió 
algunos  religiosos  con  recados  para  que  trajeran  á  ella  al  dicho  nuevo  Provin- 
cial, el  cual,  cuando  supo  llegaban  á  la  ciudad  de  la  Grita,  procuró  poner  en 
cobro  su  persona,  volviéndose  á  la  Provincia  de  Santo  Domingo,  de  donde  había 
venido;  y  así,  no  pudiéndolo  haber  á  las  manos,  trajeron  algunos  de  los  demás 
religiosos,  quedando  otros  en  los  dos  conventos,  que  vinieron  después  y  tuvie- 
ron voto  en  el  Capítulo  que  se  siguió  en  esta  Provincia,  como  hijos,  y  incorpo- 
rados en  ella  con  los  dos  conventos,  con  que  se  apaciguó  todo,  y  permanece  hasta 
hoy  el  de  la  ciudad  de  la  Grita  (porque  el  otro  despobló  por  inconvenientes 
que  hubo)  incorporado  en  esta  Provincia  del  Nuevo  Reino;  tiene  á  su  cuidado 
dos  doctrinas  sujetas  al  Guardián  de  él,  que  por  los  pocos  naturales  que  han 
ido  quedando  en  aquellas  tierras  no  tiene  más,  pues  si  más  indios  tuviera,  más 
se  acudiera,  como  lo  ha  hecho  siempre  desde  estos  tiempos  que  decimos,  sin 
que  hayan  entrado  religiosos  de  otras  órdenes,  ni  aun  cle'rigos,  á  hacer  esto 
desde  que  se  conquistaron,  que  fué  el  año  de  setenta  y  dos,  como  después  dire- 
mos largamente.  •*, 


CAP.  IX)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQtJlSTAS  DE  TIERRA  FIRME.  173 


CAPITULO  IX 

CONTENIDO:  I.»  Don  Fray  Sebastián  de  Ocando,  Obispo  de  Santa  Marta,  goza  su  Obis- 
pado cuarenta  años.  Fúndase  convento  en  Mompox— 2.»  Elígese  en  Provincial  el 
Padre  Fray  Francisco  de  Gaviria.  Fúndanse  los  conventos  de  Ocafia  y  Mariquita. 
8.0  Cédula  de  Su  Majestad  en  favor  de  la  Orden  de  San  Francisco— é.»  Elígese  en 
Provincial  del  Reino  al  Padre  Fray  Francisco  Cerón  y  funda  el  convento  de  la  ciu- 
dad de  la  Palma— 5.0  Elígense  en  Provinciales  al  Padre  Fray  Antonio  de  Santa 
María,  y  el  Padre  Fray  Juan  Baquero,  y  en  Obispo  de  Chile  al  Padre  Fray  Pedro  de 
Azuaga. 


E^ 


N  este  mismo  año  de  mil  quinientos  ochenta  (1580),  á  veintidós  del 
mes  de  Junio,  llegó  á  la  ciudad  de  Cartagena,  en  la  flota,  Don  Fray 
Sebastián  de  Ociando,  Obispo  de  Santa  Marta,  que  el  año  antes  había  ido  en  Es- 
paña de  esta  Provincia,  donde  había  estado  algunos  añcs  y  sido  Guardián  del 
convento  de  Tunja  y  Definidor,  porque  fué  de  los  religiosos  que  trajo  en  su 
comisión  el  Padre  Olea;  había  sido  de  los  Padres  conventuales  de  España,  en 
que  so  mandaron  reducir  á  la  observancia  el  año  de  mil  quinientos  diez  y  siete 
(1517J,  por  Bula  que  despachó  la  Santidad  de  León  Décimo  para  esto  en  el 
mismo  año,  á  veintinueve  de  Marzo.  Fué  este  Padre,  el  año  de  mil  quinientos 
setenta  y  nueve  (1579),  en  la  flota  que  salió  de  Cartagena,  y  llegando  á  la  ciu- 
dad de  Sevilla,  donde  halló  la  cédula  de  su  elección,  se  consagró,  y  sin  pasar 
adelante  se  volvió  en  la  flota,  y  año  siguiente  á  Cartagena  y  de  allí  á  su  obis-' 
pado  de  Santa  Marta,  que  está  escasas  treinta  leguas  por  la  costa  del  Este,  del 
cual  gozó  cuarenta  años,  pues  murió,  sin  salir  de  él,  el  de  mil  seiscientos  veinte 
(1620),  como  queda  dicho.  El'  de  mil  quinientos  ochenta  y  dos  (1582),  por 
industria  del  mismo  Padre  Fray  Pedro  de  Azuaga,  bajando  de  este  Reino  á  la 
costa  de  Cartagena  por  el  Río  Grande,  en  la  villa  de  Mompox,  que  está  á  la 
margen  y  barrancas  de  él,  á  la  banda  del  Poniente,  fundó  un  convento  de 
nuestra  sagrada  Religióti,  con  título  de  San  Antonio  de  Padua,  y  se  fué  prosi- 
guiendo su  fábrica  con  las  limosnas  que  ofrecieron  los  del  pueblo  con  su  mucha 
devoción:  permanece  hasta  hoy  un  buen  edificio  y  dos  doctrinas,  que  están  al 
gobierno  del  Guardian  de  él,  á  las  márgenes  del  Kío  Grande,  en  que  se  doctri- 
nan cuatro  ó  cincc  pueblos  de  los  naturales. 

2."^  Acabó  su  oficio  el  Padre  Azuaga  el  año  de  mil  quinientos  ochenta  y 
cuatro  (1584),  á  veintisiete  de  IMayo;  habiéndose  los  vocales  de  la  Provincia 
juntado  á  Capítulo  en  este  convento  do  Santafé,  eligieron  en  Provincial  al 
Padre  Fray  Francisco  de  Gaviria,  de  la  Provincia  de  Lima,  el  cual  en  el  mismo 
año  industrió  se  faudase  un  convento  de  nuestra  sagrada  Religión,  como  se  hizo 
con  título  del  Seráfico  Padre  San  Francisco,  en  la  ciudad  de  Ocaña,  Obispado  y 


174  FRAY  PEDRO  SIMÓN  (7.^  NOTICIA 

GobernaGÍón  de  Santa  Marta,  desde  donde  salían  los  religiosos  á  doctrinar  los 
indios  con  gran  cuidado,  trabajos  y  riesgo  de  su  vida,  por  ser  las  tierras  fragosas 
desacomodadas,  y  no  estar  poblados  los  indios  tras  quien  andaban  como  á  caza 
por  los  montes  par-i  convertirlos  y  reducirlos  á  la  fé  católica.  Por  los  pocos 
qae  ya  han  quedado,  no  tiene  el  convento  á  su  cargo  más  que  una  doctrina,  que 
se  administra  con  grandes  trabajos  por  las  incomodidades  diclias,  que  tampoco 
le  faltan  al  Guardian  del  convento,  por  estarse  hasta  hoy  sin  fabricar,  respecto 
de  la  pobreza  de  la  tierra  y  ciudad.  En  la  de  Mariquita  so  fundó  el  año  si- 
. guíente  de  mil  quinientos  ochenta  y  cinco  (1585)  ó  por  mejor  decir,  se  trasla- 
dó de  la  ciudad  de  Victoria  (como  ya  hemos  tocado  en  otras  partes)  el  conven- 
to de  nuestra  sagrada  Religión,  dedicado  a  nuestro  Seráfico  Padre  San  Francisco. 
Tiene  razonable  fábrica,  así  en  la  iglesia  como  en  la  vivienda  de  los  religiosos» 
que  pueden  vivir  en  ella  (como  los  hay  muchas  veces)  ocho  y  tiene  á  su  cargo 
sola  una  doctrina,  que  se  administra  con  harto  trabajo  por  la  incomodidad  do 
la  tierra  donde  están  los  indios,  porque  como  llegó  este  convento  tarde  á  fun- 
darse en  esta  ciudad,  ya  estaban  los  indios  de  su  comarca  al  cuidado  de  algu- 
nos clérigos  y  de  los  religiosos  de  nuestro  Padre  Santo  Domingo,  do  quienes 
hay  en  la  ciudad  un  convento  muy  antiguo. 

3.^  Hasta  el  año  de  mil  quinientos  ochenta  y  siete  (1587)  no  sucedió  en 
la  Provincia  cosa  que  no  haya  de  ocupar  la  historia,  y  así  sólo  será  bien  la 
ocupe  una  cédula  del  Eey  que  so  despachó  este  año  en  favor  de  nuestra  sagrada 
Religión,  acerca  de  las  doctrinas,  que  dice  así:  "  El  Rey,  Presidente  y  Oidores 
de  mi  Real  Audiencia  que  residen  en  la  ciudad  de  Santafé  del  Nuevo  Reino  de 
Granada,  yo  he  sido  informado  que  por  hacer  mucho  fruto  los  frailes  de  la 
Orden  de  San  Francisco  en  la  conversión  de  los  indios  de  esta  Provincia,  y 
tener  mucho  cuidado  de  volver  y  mirar  por  ellos,  y  defenderlos  de  los  que 
procuraban  agraviar  y  molestar,  los  desean  los  encomenderos  en  sus  pueblos  y 
que  convenía  se  pusiesen  en  los  que  están  en  mi  Real  Corona,  como  lo  han 
pedido  algunas  veces  los  oficiales  de  mi  Real  Hacienda,  ordenando  que  los 
dichos  religiosos,  ni  otros  ningunos  que  estuviesen  en  doctrinas  no  puedan 
pedir  á  los  dichos  indios  gallinas,  huevos,  maíz  ni  una  raíz  de  que  se  susten- 
tan, sino  que  libre  y  desinteresadamente  los  enseñen  y  adminisfren  los  Santos 
Sacramentos,  sin  querer  de  ellos  dádiva  alguna,  porque  demás  de  ser  esto  lo 
que  deban  hacer,  los  dichos  indios  son  tan  pobres  y  miserables  y  tienen  tan 
poca  defensa  que  con  lo  que  les  piden  sin  resistencia-iy  dándolo  reciben  mucho 
daño,  y  porque  ambas  cosas  parecen  de  consideración,  os  mando  que  lo  veáis  y 
ordenéis  lo  que  más  convenga  á  la  buena  doctrina  y  conversión  de  los  dichos 
indios  y  á  que  no  sean  vejados  ni  molestados.  Fecha  en  Madrid,  á  veinte  de 
Eaero  de  mil  quinientos  ochenta  y  siete  años.  Yo  el  Rey.  Por  mandado  del  Bey 


CAP.  IX)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA   FIRME  175 

Nuestro  Señor,  Juan  de  Ibarra." 

4.°  Acabó  su  oficio  el  Padre  Francisco  de  Gaviria  á  los  primeros  del  año 
mil  quinientos  ochenta  y  ocho,  en  la  vigiha  de  la  Epifanía,  y  en  su  lugar  eli- 
gieron aquel  mismo  día,  por  estar  ya  juntos  en  Capítulo  los  Padres  de  la  Provin- 
cia en  este  convento  de  San  Francisco  de  Santafé,  al  Padre  Fray  Francisco  Ce- 
rón, hijo  de  la  Provincia  de  Santiago.  En  este  año,  como  ya  dijimos,  se  conclu- 
yeron las  diferencias  que  había  sobre  el  convento  de  Cartagena  entre  esta 
Provincia  y  la  de  Lima,  por  los  recados  que  trajo  para  ella  de  España  el  Padre 
Fray  Antonio  de  Mesa,  do  donde  también  trajo  ocho  Eeligiosos  para  esta  Pro- 
vincia ;  el  siguiente  de  mil  quinientos  noventa  despachó  con  parte  suya,  dada 
á  quince  de  Enero,  el  dicho  Padre  Provincial  al  Padre  Fray  Antonio  Jiménez, 
desde  este  convento  de  Santafé,  para  que  fundase  otro  en  la  ciudad  de  Pam- 
plona, como  se  hizo  á  cinco  días  del  mes  de  Febrero  del  mismo  año  de  mil  qui- 
nientos noventa,  de  la  advocación  de  San  Sebastián,  por  llamarse  así  la  ermita 
donde  se  fundó  por  el  dicho  Padre  Jiménez.  Asignáronseles  luego  doctrinas 
donde  los  Eeligiosos  ejercitasen  el  santo  celo  que  tenían  de  la  conversión  de  los 
naturales,  que  comenzaron  luego  á  ejercitar  algunos,  y  otros  á  edificar  el  con" 
vento,  en  especial  la  iglesia,  que  es  muy  buena;  tiene  el  Guardián  de  él  á  su 
cuidado  tres  doctrinas,  donde  están  siempre  tres  Religiosos,  y  más  cuando  se 
ofrece  necesidad,  que  con  los  compañeros  que  tiene  en  el  convento,  hacen  en 
número  de  seis  ú  ocho  á  las  veces. 

5.^  El  año  lie  mil  quinientos  noventa  y  uno,  á  diez  y  nueve  de  Enero,  se 
tuvo  Capítulo  en  este  convento  de  Santafé;  habiendo  acabado  su  oficio  el  dicho 
Padre  Fray  Francisco  Cerón,  eligieron  en  su  lugar  al  Padre  Fray  Antonio  de 
Santamaría,  habiendo  visitado  primero  la  Provincia  y  presidido  en  el  Capítulo  por 
haber  venido  para  eso  de  la  de  Lima,  como  ya  lo  mandaban  las  constituciones  ge- 
nerales hechas  el  año  de  mil  quinientos  ochenta  y  tres,  el  Padre  Fray  Bernar- 
do de  Gamarra.  Vivió  este  Provincial  desde  su  elección  sólo  nueve  meses,  y  así 
eligió  por  Comisario  General  al  Padre  Fray  Antonio  de  Alcántara,  uno  de  los 
Definidores  actuales  en  este  Capítulo.  Despacharon  á  España  al  Padre  Fray 
Bartolomé  Rivera  por  Procurador  de  la  Provincia,  que  volvió  á  ella  después 
del  año  de  mil  quinientos  noventa  y  cuatro  con  veinte  Religiosos.  El  año  de 
mil  quinientos  noventa  y  tres,  á  veintitrés  de  Junio,  se  juntó  Capítulo  en  este 
convento  de  Santafé,  en  que  se  eligió  por  Provincial  al  Padre  Fray  Juan  Saque- 
ro, hijo  de  la  Provincia  de  San  Miguel,  y  en  el  mismo  año,  á  seis  de  Julio,  se 
despachó  provisión  de  esta  Real  Audiencia  en  que  so  daba  licencia  para  que  se 
fundase  un  convento  en  la  Villa  de  Tenerife,  que  está  fundada  sobre  las  ba- 
rrancas del  Río  Grande,  como  ya  tenemos  dicho  en  nuestra  primera  parte.  Co- 
menzóse esto  k  poner  en  ejecución,   aunque   no   tuvo   efecto  hasta  el  año  que 


176  FRAY   PEDRO   SIMÓN  '  (7.»  NOTICIA 

después  diremos.  En  el  siguiente  de  mil  quinientos  noventa  y  cuatro,  siendo 
Guardián  de  este  convento  de  Santafé  el  Padre  Fray  Pedro  de  Azuaga,  le  vino 
cédula  de  Obispo  de  la  Concepción  de  Chile,  y  Orden  del  Rey,  para  que  aunque 
no  estuviese  consagrado,  fuese  y  gobernase  su  Obispado  ;  hízole  así  partiendo 
luego  á  eso  desde  este  convento  de  Santafé,  y  llegando  á  su  obispado  por  el 
largo  viaje  que    hay   hasta  él,  ú  pocos  días  pasó    de    esta    vida  sin  consagrarse. 


CAPITULO  X 

Contenido  :  1.°  Elígense  en  Provinciales  al  Padre  Fray  Alonso  de  Vilclies  y  al  Padre 
Fray  Martín  de  Sande.  Sujétanse  á  Nuestra  Orden  los  conventos  de  Monjas  del 
Reino  y  álzanle  después  la  obediencia.  Elígese  Provincial  al  Padre  Fray  Juan  Ma- 
nuel— 2.»  Queda  por  Vicecomisario  de  esta  Provincia  el  Padre  Fray  Mateo  de  Molina, 
trae  á  ella  frailes  de  España  el  Padre  Fray  Luis  de  Mejorada,  fúndase  convento  en 
Tenerife — 3.'^  Elígese  en  Provincial  el  Padre  Fray  Luis  de  Mejorada,  y  dase  princi- 
pio á  los  estudios  de  artes  y  teología  en  las  provincias  del  Reino. 

A  LOS  últimos  días  de  los  tres  años  de  su  Provinoialato  y  de  los  del 
año  de  noventa  y  cinco,  había  llegado  el  Padre  Fray  Juan  Baquero, 
cuando  llegó  á  esta  Provincia,  que  venía  por  Comisario  General  del  Pirú  y  todas 
las  Provincias  de  tierra  firme,  el  Padre  Fray  Juan  del  Monte  Mayor,  que  fué  el 
primer  Comisario  General  que  pasó  por  este  Peino  á  la  ciudad  de  .Lima,  y  ha- 
biéndola visitado,  y  juntando  los  vocales  á  Capítulo  en  esta,  ciudad  de  Santafé 
á  veinticuatro  de  Julio  del  año  de  noventa  y  seis  (1596),  eligieron  en  Provin- 
cial al  Padre  Fray  Alonso  de  Vilchcs,  de  la  Provincia  de  la  Andalucía,  que 
prosiguió  su  oficio  los  tres  años  de.su  Provinoialato,  sin  suceder  cosa  en  ellos  que 
nos  ocupe  esta  historia,  porque  ya  dejamos  dicho  en  la  primera  parte,  tratando 
las  cosas  de  Santa  Marta,  cómo  el  año  de  mil  quinientos  ochenta  y  uno  vinieron 
á  aquella  ciudad  Religiosos  de  Nuestra  Orden  y  fundaron  una  Custodia  que  des- 
pués se  redujo  á  esta  Provincia  cuando  diremos,  hasta  que  el  año  de  noventa  y  nue- 
ve, á  los  veinticuatro  de  Julio,  se  volvió  á  juntar  la  Provincia  á  Capítulo  en  este 
convento  de  Santafé,  donde  eligieron  en  Provincial  al  Padre  Fray  Martín  de 
Sande,  hijo  de  la  Provincia  de  México  y  hermano  del  Presidente  que  á  la  sazón 
ora  eu  esta  Peal  Audiencia  de  Santafé,  el  Dr.  Francisco  de  Sande  ;  fué  prosi- 
guiendo en  su  gobierno  sin  que  se  ofreciera  negocio  de  consideración  que  nos 
obligue  á  referirlo,  hasta  que  á  los  primeros  días  del  año  de  mil  seiscientos 
(1600),  que  ya  estaba  fundado,  y  desde  el  año  de  mil  quinientos  noventa  y 
cinco  en  esta  ciudad  de  Santafé',  el  convento  de  Monjas  de  la  Concepción  (que 
hoy  permanece  sujeto  al  ordinario),  no   sé    quién   alborotó  la  casa   y   removió 


CAP.  X)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA   FIRME  177 

una  dificultad  sobre   si    estaban    en    buena  conciencia  las  Religiosaa    de  dicho 
convento  y  los  demás  del  Arzobispado,    que  están  fundados  en  las  ciudades  de 
TuDJa  y  Pamplona,  por  no  estar    á  la    sazón    sujetas  á  los  Prelados  de  nuestra 
Religión,    como    lo    manda    precisamente    un    Capítulo    de    la    regla  de  Santa 
Clara  y  de  la  Concepción  que  profesaban,  y  hasta    entonces  no  estaban    dispen- 
sados estos  Capítulos  por  el  Sumo  Pontífice,  que  es  quien  sólo  lo    puede   hacer 
si  hay  causas  para  ello.  Tratándose  de  dar  asiento  seguro  de  las  conciencias   de 
las  Religiosas,  por  ver  que  por  la  fuerza  que  se  había  hecho  á  los  fundadores  de 
ellos,  en  no  querer  dar  licenci.i    para    que  se  fundaran  si  no  estaban    sujetos  al 
ordinario,  no  se  habían  fundado   sujetos  á  su  legítimo  Prelado.  Se  trató  la  cau- 
sa por  vía  de  Gobierno  ante  el  Presidente,  que  entonces    era    el    Dr.  Francisco 
de  Sande,  el  cual  conferido  el  negocio  con  personas  de  ciencia  y  conciencia,  de- 
terminó lo  más  seguro  para  las    de  las    Religiosas    de   los   dichos  conventos,  y 
fué  que  se  redujeran  al  Gobierno  de  nuestra  Orden,  pues  sus  reglas  así  lo  manda- 
ban, apretando  la  ejecución  de  ello  todo  cuanto  pudo,  con  pena  de  las  tempora- 
lidades, lo  cual  se  hubo  de  comenzar    á   poner  en  ejecución  en  el    convento  de 
las  Religiosas  de  esta  ciudad    de    Santafé,    por    la    resistencia  que  comenzaron 
hacer  en  lo  que  se  les  ordenaba.  Aunque    cuando   vieron  que  el  negocio  iba  de 
veras  y  que  efectivamente  les  comenzaban    á   vedar  que  nadie  les  diese  el  sus- 
tento necesario  (que  es  parte  de  la  pena  de  las   temporalidades),  poniendo   gra- 
ves penas  á  quien  en  ello    contraviniese,    volvieron  en  mansedumbre    los  muje- 
riles bríos,  en  especial  viendo  que  todo  se  ordenaba    para  el  mayor    seguro    de 
sus  almas  y  conciencias,  y  así  dieron   la    obediencia  como  debieron  á  los  Prela- 
dos de  nuestra  Orden.  A  cuya  imitación  hicieron  luego  lo  mismo  los  dos  conventos 
de  Tunja  y  de  Pamplona,  que  por   todos    corría   igual  fortuna.  Permanecieron 
en  esta  segura  obediencia   poco  más  de  un  año,  que  fué  lo  que  duró  la  vida  del 
Presidente  Francisco    de    Sande,    porque  luego    que   murió,  se  volvieron  á  sus 
trece,  y  dar  la  obediencia  al  Ordinario,    que  entonces  era  el  Arzobispo  D.  Bar- 
tolomé Lobo  Guerrero,  que  las  recibió  y  amparó  con    tanto  gusto,  como  lo  tuvo 
la  Provincia  en  verse  libre  y  zafa  de  tales  y  tan  penosos  cuidados  de    que   aun 
hoy  no  ha  acabado  de  resollar  de  la  penosa  carga  que  le  fueron  sólo  en  aquel  año. 
Procuraron  después  todos  estos  conventos^  traer  dispensación  de  aquel  artículo  de 
su  reglas  acerca  de  estar  sujetas  á  los  Prelados  de  nuestra  Orden,  con  que   ase- 
guraron sus  conciencias.  Prosiguió  el  Padre  Sande    en.  su  Provincialato  hasta 
que  se  cumplieron  dos  años  y  medio,  que  fueron  hasta  la  vigilia  de-  la  Epifanía, 
el  ano  de  seiscientos  dos,  porque  en  este  tiempo  ya  había  llegado  á  esta  Provin- 
cia y  visitado  el  Reverendísimo  Padre   Fray  Juan  Venido,  que  hoy  es  Comisa 
rio  General  de  todas  las  Indias,  y  el  año  pasado  acabó  de  ser  Comisario  General 
de  toda  España,  que  venía  por  Comisario  General  del  Pirú,  y  juntando  los  vo- 


178  FRAY   PEDRO   SIM(5n  (7.^  NOTICIA 

cales  á  Capítulo  en  este  convento  de  Santafé    el    día  dicho,  eligieron    en  tercio 
décimo  Ministro  Provincial  al  Padre   Fray    Juan,  de  la  Provincia  de  Santiago. 

2.°  Celebrado  el  Capítulo,  pasó  el  Padro  Comisario  General  á  la  Provincia 
de  Quito  y  Lima,  dejando  por  Vicecomisavio  de  ésta  y  de  la  de  Caracas  al 
Padre  Fray  Mateo  de  Molina,  que  fué  la  primera  vez  qne  se  oyó  en  estas  partes 
y  puso  en  ejecución  este  oficio  de  Vicecoraisario,  aunque  siempre  estuvo  subor- 
dinado al  Comisario  General  del  Pirú  hasta  que  sucedió  lo  que  luego  diremos. 
Fué  desde  aquí  á  visitar  la  Provincia  de  Caracas  dos  veces  el  dicho  Vicecomisa- 
rio,  como  quien  la  tenía  á  su  cuidado.  En  este  Capítulo  se  envió  á  España  por 
Procurador  de  la  Provincia  y  para  que  trajese  frailes  á  ella,  al  Padre  Fray 
Lui£  de  Mejorada,  Definidor  quG  salió  en  el  Capítulo,  el  cual,  llegando  con 
buen  viaje,  negoció  en  el  Consejo  Real  de  Indias  hiciese  merced  el  Rey  á  todos 
los  conventos  de  esta  Provincia  de  darles  sagrarios  para  encerrar  el  Santísimo 
Sacramento,  como  efectivamente  se  hizo,  y  que  le  dieran  licencia  para  traer 
algunos  Religiosos.  Diéronsela  para  doce  y  habiéndolos  hecho  en  la  Provincia 
de  Cartagena  y  contándome  ansí  entre  ellos,  nos  dimos  á  la  vela  en  SanLucar, 
último  de  Abril,  el  ano  de  mil  seiscientos  y  cuatro  y  con  buen  viaje  llegamos  á 
Cartagena,  víspera  de  San  Pedro  y  San  Pablo,  por  habernos  detenido  en  la  isla 
de  la  Margarita,  á  donde  tocó  el  Galeón  San  Cristóbal  que  nos  traía,  para  co- 
brar los  quintos  de  las  perlas  en  el  cuarto  viaje  que  hizo  con  los  galeones  D. 
Luis  de  Córdoba.  Bajando  este  mismo  año  á  visitar  la  Costa  por  tener  Capítulo 
el  Vicecomisario  dicho,  fundó  de  camino  en  la  ciudad  de  Tenerife  un  convento 
de  nuestra  Religión,  con  la  advocación  de  San  Buenaventura,  por  haberlo  fun- 
dado en  su  día  á  catorce  de  Julio,  porque  la  primera  vez  que  se  comenzó  á  fun- 
dar no  pasó  adelante,  como  hemos  dicho.  La  fundación  do  ahora  sí,  aunque  no 
permanece  hoy  en  el  mismo  sitio  que  se  fundó,  porque  se  mejoró  en  otro, 
tiene  razonable  casa  y  iglesia  y  á  su  cargo  una  doctrina,  en  la  misma  margen 
del  Río  Grande  á  la  parte  contraria  del  pueblo. 

3.°  Visitada  la  Provincia  y  nosotros  ya  en  esta  ciudad  de  Santafé  con 
nuestra  comisión  y  el  Padre  Fray  Luis  de  Mejorada,  se  juntaron  los  vocales  á 
Capítulo,  víspera  de  la  Epifanía  del  año  siguiente  de  mil  seiscientos  cinco 
(1605^,  en  que  eligieron  en  cuarto  décimo  Provincial  al  dicho  Padre  Fray  Luis 
de  Mejorada,  el  cual  lo  primero  en  que  puso  la  mira  después  de  su  elección  fué 
en  que  se  entablaran  estudios  de  artes  y  teología  que  se  prosiguieran,  porque  has- 
ta entonces  no  los  había  habido  en  la  Provincia  desdq^que  lo  era,  pues  aunque 
es  verdad  que  uno  de  los  años  que  fué  Provincial  el  Padre  Fray  Alonso  de  Vil- 
ches,  viniendo  á  la  Provincia,  del  remanente  de  la  desgraciada  jornada  que  tuvo 
Domingo  do  Vera  á  la  Isla  de  la  Trinidad,  como  ya  dejamos  dicho,  el  Padre 
Fray   Luis  de  Mieses,  hombre  muy  docto,  leyó  algunas  lecciones  de  las  súmulas 


CAP.   X)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA  FIRME.  179 

á  algunos  religiosos;  esto  no  tuvo  asiento,  porque  no  lo  hizo  en  esta  Provincia  el 
dicho  Padre,  sino  de  muy  pocos  días,  hasta  que  tomó  la  vuelta  de  España,  á 
donde  llegó.  Y  así,  poniendo  la  proa  el  dicho  Padre  Mejorada  en  una  cosa  tan 
heroica  y  importante,  y  que  uno  de  los  principales  intentos  con  que  lo  había 
enviado  la  Provincia  á  España  era  que  trajeran  de  allá  quien  pudiera  dar  prin- 
cipios á  los  estadios,  á  cuyo  título  mo  sacó  á  mí  de  mi  Provincia  de  Cartagena  y 
persuadió  á  que  me  viniera  á  ésta,  me  ordenó  luego  que  salió  Provincial,  comen- 
zara á  hacer  el  curso  de  artes,  como  lo  comencé  luego  á  diez  y  siete  días  del  mes 
de  Mayo  siguiente  en  este  convento  de  Santafé,  habiendo  señalado  para  eso  nueve 
Religiosos  que  le  oyeran,  á  que  acudieron  también  más  de  treinta  estudiantes  se- 
glares de  la  misma  ciudad  de  Santafé,  por  el  deseo  que  tenían  de  estudios,  por 
no  haberlos  habido  hasta  allí  de  propósito  en  ninguna  parte  de  ella.  Fui  prosi- 
guiendo hasta  acabarse  el  curso  de  artes  y  teología,  después  de  lo  cual  salieron 
tres  religiosos  predicadores,  porque  los  demás  fué  necesario  acudiesen  á  las 
doctrinas,  que  fueron  los  primogénitos  predicadores  de  la  Provincia,  llamado 
el  uno  el  Padre  Fray  Juan  de  Moya,  que  vino  conmigo  de  España,  el  Padre 
Fray  Alonso  dePoveda  y  el  Padre  Fray  Sebastian  de  Ocampo,  y  éste  comenzó  á 
leer  y  acabó  un  curso  de  artes  y  teología  con  mucha  erudición,  de  donde  han 
ido  aumentándose  lectores  y  predicadores,  que  son  todos  los  que  hoy  tiene  la 
Provincia,  que  se  han  criado  en  ella,  que  no  son  pocos. 


180  FRAY  PEDRO  SIMÓN  (7.«*  NOTICIA 

CAPÍTULO  XI 

Contenido:  1.°  Incorpórase  la  Custodia  de  Santa  Marta  en  la  Provincia  del  Reino  y 
dase  principio  á  la  resolución  con  un  convento  de  San  Diego  en  la  ciudad  de  Santa- 
fé  y  otro  en  la  de  Cartagena — 2.°  Elígese  Comisario  para  las  tres  Provincias  Santafé, 
Quito  y  Caracas,  y  introdúcese  Comisario  General.  Viénele  sucesor — 3.°  Elígese 
en  Provinciales  el  Padre  Fray  Tomás  de  Morales  y  el  Padre  Francisco  Sileceo— 4.*^ 
Fúndase  convento  de  Recolección  con  título  de  Nuestra  Señora  de  los  Ángeles  en  el 
sitio  que  llaman  de  Guaduas. 


A 


QUEL  mismo  año  de  mil  seiscientos  cinco  (1605)  se  incorporó  en  esta 
Provincia  la  Onstodia  de  Santa  Marta  con  todos  los  religiosos  que  á 
la  sazón  se  hallaron  en  ella  en  los  dos  conventos  de  la  ciudad  de  Santa  Marta  j 
del  Eío  de  la  Hacha,  de  quien  era  aún  Custodio  el  mismo  que  la  había  fundado, 
Fray  Francisco  Gruño,  si  bien  es  verdad  que  en  este  Capítulo  pasado  se  eligió 
Custodio  para  ella  lo  que  se  tardó  el  dicho  Padre  Provincial  en  bajar  á  la  Costa 
á  hacerla  en  corporación,  por  patentes  que  trajo  él  mismo  para  esto,  cuando  vino 
de   España,   de   los  Prelados  Generales,  y  así  permanecer  incorporados  aquellos 
dos    conventos   en    esta  Provincia,  de  que  en  todas  las  doctrinas,  en  especial  las 
más   acomodadas   para    esto,  ningún  doctrinero  estuviese  sin  compañero  en  ella 
para  las  comodidades  que  de  esto  se  siguen,  y  incomodidades  de  lo  contrario.  No 
fueron   de   menos  los  desvelos  con  que  andaba  el  Padre  Fray  Luis  de  Mejorada 
el   primer   año   de    su   elección,   trazando  el  modo  que  había  de  tener  para  una 
cosa  tan  grandiosa  como  era  fundar  conventos  de  Recolección  en  esta  Provincia, 
que   por   no   haber  aún  entonces  ninguno,  cada  hora  crecían  los  deseos  á  todos 
los   Padres  de  ella  de  que  se  fundara;  pero  el  Señor,  que  dio  principio  á  esta 
obra   poniendo   estos  deseos  en  los  corazones  de  todos,  en  especial  en  el  del  Pa- 
dre Provincial,  abrió  las  puertas  para  los  medios  necesarios  para  la  ejecución  de 
estos  fines,  y  dándole  caudal  con  qué  comprar  solares  para  la  fundación  de  uno 
en  esta  ciudad  de  Santafé,  el  año  siguiente  de  seiscientos  seis  los  compró  en  mil 
y  cien  pesos,  á  la  entrada  de  la  ciudad  por  la  parte  del  Norte,  que  hoy  esta  donde 
comenzó    luego   la   fábrica,    acomodando   á   modo   de    convento  unas  casas  de 
recreación    que  en  ellos  había,  que  llamaban  la  Burburata,  sin  dejar  esto  de  la 
mano  hasta  que  á  los  principios  del  año  siguiente  de  seiscientos  y  siete,  entraron 
de  propósito   religiosos  en  él,  si  bien  porque  estuviera  <nás  acomodada  la  Iglesia 
para  colocar  al  Santísimo    Sacramento,  no  se  hizo  esto  hasta  el  año  de  mil  seis- 
cientos y  diez  (1610),  á  veintidós  de  Noviembre.  Hase   tomado  con  tantas  veras 
el  edificio  de  la  Iglesia  y  casa,  que  hoy  está  lo  uno  y  lo  otro  acabado  con  mucha 
perfección,  donde  moran  de  ordinario  doce  ó  catorce  religiosos  siervos  del  Señor, 


OAP.  Xl)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA  FIRME.  181 

qne  con  su  poderosa  mano  los  sustenta  con  abundancia  por  mano  de  los  vecinos 
de  la  ciudad,  que  le  son  devotísimos  por  quien  lo  habita  y  el  título  que  tiene, 
qae  es  el  de  San  Diego;  no  so  acortó  la  poderosa  mano  de  Dios,  como  nunca  se 
acorta  en  obras  tales,  en  acrecentar  esta  tan  heroica,  pues  el  mismo  año  de  seis- 
cientos y  seis  se  fundó  otra  del  mismo  nombre  é  instituto  recoleto  en  la  ciudad 
de  Cartagena,  no  con  menos  devoción  de  todo  el  pueblo  que  la  tuvo  la  de  Santa- 
fé  en  este  otro,  como  se  ha  echado  de  ver,  pues  con  las  limosnas  que  para  esto 
han  dado  sus  vecinos,  y  en  especial  el  Capitán  Jorge  Gramajo,  á  quien  se  le  debe 
la  mayor  parte  de  toda  esta  fábrica  por  haberla  tomado  tan  de  intento  á  su 
cargo,  sin  perdonar  por  esto  personal  asistencia,  gastos  de  su  hacienda  y  trabajo 
de  sus  esclavos,  está  hoy  un  convento  con  su  Iglesia,  de  los  más  bien  acabados 
que  tiene  toda  nuestra  Religión,  en  cuya  perfección  de  obra  y  cuidado  en  las 
limosnas  para  que  ha  llegado  al  estado  que  tiene,  no  ha  tenido  poca  parte  el 
Padre  Fray  Sebastian  de  Humillas,  en  dos  veces  que  ha  sido  Guardian  de  él 
desde  sus  principios;  viven  en  él  otros  trece  ó  catorce  religiosos,  á  quienes  acu- 
de la  ciudad  con  abundantes  limosnas,  por  la  gran  devoción  que  le  tienen  y  la 
bondad  y  mucha  religión  que  hallan  en  sus  moradores. 

2.°  El  año  mismo  de  mil  seiscientos  seis  (1606),  á  doce  de  Junio,  se  le 
despachó  patente  por  el  Reverendísimo  Padre  Fray  Archagelo  de  Mesina  al 
Padre  Fray  Diego  Altamirano,  hijo  de  la  santa  Provincia  de  Granada,  que 
después  fué  Obispo  de  Cartagena,  donde  murió  este  año  de  mil  seiscientos 
veintidós  en  su  obispado  de  Comisario  General  del  Pirú  y  todas  estas  pro- 
vincias de  Tierra  firme,  como  sus  antecesores  lo  habían  sido;  pero  por  parecer 
convenir  así,  después  de  dada  esta  comisión,  se  le  dio  otra  al  Padre  Fray  Ga- 
briel Ramírez,  de  Comisario  de  estas  tres  Provincias  Santafé,  Quito  y  Caracas, 
y  no  estando  tan  claros  los  recados  que  se  le  dieron  para  esto,  se  nombraba  el 
dicho  Padre  también  Comisario  General  de  estas  tres  Provincias,  de  lo  cual 
viniendo  á  su  noticia,  el  dicho  Padre  Altamirano  pidió  declaración  al  mismo 
Reverendísimo,  para  con  ella  proceder  con  más  suavidad  y  sin  estropiezos  de 
inconvenientes.  A  que  acudió  luego  el  Reverendísimo  Mesina  con  una  Patente 
declaratoria,  su  fecha  en  Alcalá  á  veinticuatro  de  Junio  del  mismo  año  de 
seiscientos  y  seis,  en  que  decía  no  haber  sido  su  intención  innovar  cosa  alguna 
del  modo  que  se  había  tenido  hasta  allí  en  el  gobierno  del  Comisario  General 
del  Pirú,  y  que  así  estuviese  el  dicho  Padre  Ramírez  subordinado  en  todo  á  él, 
como  lo  estuvo  el  tiempo  que  le  duró  la  comisión  en  el  Gobierno  de  estas  pro- 
vincias, porque  por  inconvenientes  que  se  ofrecieron  en  su  gobierno  antes  que  lo 
acabara,  dio  comisión  el  mismo  Reverendísimo  al  Padre  Fray  Francisco  de 
Herrera,  Lector  Jubilado  de  la  santa  Provincia  de  Santiago,  el  año  de  seis- 
cientos once,  para  que  le  sucediera  en  el  oficio,  de  quien  luego  diremos. 


182  FRAY   PEDRO    SIMÓN  (7.»  KOTIOIA 

S.'^  Llegó  el  año  de  mil  seiscientos  siete  el  dicho  Padre  Fray  Gabriel 
Eamírez,  y  habiendo  visitado  la  Provincia  y  parecido  acortar  el  tiempo  del 
Capítulo  (pues  no  se  cumplía  'Jiasta  el  de  seiscientos  y  ocho,  á  los  primeros  de 
Enero),  á  los  siete  del  mes  de  Septiembre  del  de  mil  seiscientos  siete,  juntó 
los  vocales  á  Capítulo  en  este  convento  de  Santafé,  donde  eligieron  en  Pro- 
vincial al  Padre  Fray  Tomás  Morales,  hijo  de  la  santa  Provincia  de  los  An- 
geles y  uno  de  los  que  se  incorporaron  en  esta  de  la  Custodia  de  Santa  Marta; 
gobernó  su  tiempo  con  mucha  mansedumbre,  por  sor  de  condición  pacífica,  hasta 
el  año  de  seiscientos  y  diez,  sin  que  en  este  tiempo  sucediese  cosa  notable  en  la 
provincia  que  nos  pueda  detener,  en  el  cual  año,  á  primero  de  Julio,  juntó  á 
Capítulo  el  dicho  Padre  Fray  Gabriel  Ramírez,  después  de  haber  visitado  la 
Provincia  en  la  doctrina  y  convento  del  pueblo  de  indios  llamado  Ubaté,  donde 
eligieron  el  Provincial  décimo  sexto  al  Padre  Fray  Francisco  Sileceo,  que  por 
sus  muchas  enfermedades,  no  pudiendo  acudir  á  la  visita  de  la  Provincia,  la 
hizo  por  Comisarios. 

4.^  El  mismo  año  de  su  elección,  por  cuidado  y  negociación  de  su  ante- 
cesor, el  Padre  Fray  Tomás  Morales,  se  dispuso  la  fundación  de  un  convento 
de  Eecolección,  para  que  con  él  hubiera  tres  en  la  Provincia,  en  un  sitio  que 
llaman  las  Guaduas,  á  la  mitad  del  camino,  poco  más  ó  menos,  que  hay  desde 
esta  ciudad  de  Santafé  al  puerto  desembarcadero  de  Honda  del  Río  Grande, 
Súpose  esto  disponer  tan  bien  y  ganar  la  voluntad  del  dueño  de  aquellas  tierras, 
que  se  llamaba  Benito  Sánchez,  que  no  sólo  dio  la  licencia  para  que  se  fundara 
en  ellas,  sino  también  una  muy  devota  imagen  de  Nuestra  Señora,  que  él  tenía, 
y  otros  adornos  del  altar  y  capilla,  y  muy  buena  ayuda  de  costa  con  dineros 
y  esclavos  para  la  fábrica  del  convento,  como  lo  cumplió  todo.  Y  así  con 
licencias  de  dicho  Padre  Provincial  y  las  demás  que  fueron  necesarias  á  esto, 
salió  de  esta  ciudad  el  dicho  Padre  Tomás  de  Morales  con  algunos  compañeros, 
y  llegando  al  puesto,  tomó  la  posesión  de  él  en  la  parto  que  les  pareció  más 
acomodada,  día  de  Santa  Lucía,  á  trece  de  Diciembre,  con  título  de  Nuestra 
Señora  de  los  Angeles,  donde  comenzaron  luego  á  dar  prisa  á  la  Iglesia  y  casas 
que  se  hicieron  para  el  efecto  de  prestado;  ha  ido  tan  adelante  su  obra,  que 
ha  parecido  cosa  milagrosa  que  en  aquel  desierto  haya  podido  llegar  una  obra 
tan  fundada  al  estado  que  hoy  tiene  una  muy  buena  Iglesia  de  cal  y  canto  y 
lo  demás  de  la  casa,  casi  acabado,  con  cuartos  altos  de  la  misma  fábrica,  en 
que  se  ha  echado  de  ver  bien  la  devoción  y  celo  (iu  su  fundador;  aunque  el 
primer  motivo  que  se  tuvo  para  fundar  este  convento  salió  del  celo  que  tiene 
nuestra  sagrada  religión  do  aprovechar  á  todos  los  hijos  de  la  Iglesia,  nunca 
se  entendió  á  los  principios  sería  de  tan  grande  importancia  como  lo  fué  mos- 
trando la  experiencia  desde  luego  que  se  empezó  á  fundar,  con  la  mucha  gente 


CAP.  XIl)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA'  FIRME  183 

qne  acude  de  toda  su  comarca  á  confesar,  oír  misa  y  al  consuelo  espiritual  que 
hallan  en  los  religiosos  de  aquel  convento,  en  que  cada  día  se  ven  mayores 
acrecentamientos  y  frecuencias  de  gente,  en  especial  de  toda  la  que  baja  de 
este  Eei no  para  la  ciudad  de  Cartagena  y  las  demás  partes  de  la  Costa  del 
Norte,  y  que  de  allá  suben,  porque  como  por  allí  es  el  paso  inexcusable  para  estas 
y  otras  muchas  partes,  y  el  temple  es  toda  la  vida  de  una  primavera  alegre, 
de  cielo  despejado,  buenas  aguas  y  mantenimientos,  de  toda  suerte  de  carnes, 
pescados  y  frutas  de  la  tierra  y  algunas  de  las  de  España,  con  la  compañía  y 
buen  agazajo  del  convento,  convida  á  todos  á  descansar  allí  de  los  trabajos  que 
causan  los  penosos  caminos  de  estas  tierras,  con  el  consuelo  del  alma  y  el 
cuerpo  que  todos  hallau  en  aquel  paraje. 


CAPÍTULO  XII 

Contenido:  1.*  Viene  por  Comisario  General  de  las  tres  Provincias  de  Tierra  firme  el 
Padre  Fray  Francisco  de  Herrera,  y  elige  Provincial  al  Padre  Fray  Alonso  Delgado, 
y  viene  por  Comisario  el  Padre  Fray  Juan  de  Salinas— 2.*  Fúndase  convento  de 
Nuestra  Orden  en  la  Villa  de  Leiva,  reúnese  el  Gobierno  de  estas  tres  provincias 
al  Comisario  General  del  Pirú  y  elígese  en  Provincial  al  Padre  Fray  Juan  de  Fuen- 
tes—3."  Fúndase  convento  de  monjas  de  Santa  Clara  en  la  ciudad  de  Cartagena. 

POR  causas  que  para  ello  se  ofrecieron  antes  de  tiempo,  se  le  dio 
sucesor  al  dicho  Padre  Fray  Gabriel  Ramírez,  que  fué  el  Padre 
Fray  Francisco  de  Herrera,  Lector  Jubilado  de  la  santa  Provincia  de  Santiago 
y  Guardián  que  era  á  la  sazón  del  convento  de  la  ciudad  de  León.  Despachóle 
el  mismo  Reverendísimo  Fray  Archagelo  de  Mesina,  el  año  de  mil  seiscientos 
y  once,  con  título  de  Comisario  General  de  estas  tres  Provincias,  Santafé,  Quito 
y  Caracas,  sin  subordinación  al  Comisario  General  del  Pirú,  porque  sólo  lo 
estaba  al  de  todas  las  Indias,  que  reside  en  la  Corte,  y  fué  en  quien  tuvieron 
estas  tres  Provincias  la  primera  separación  del  Gobierno  del  Pirú.  Llegó  á 
esta  Provincia  el  año  siguiente  de  seiscientos  y  doce,  y  habiéndola  visitado,  y 
el  dicho  Padre  Fray  Francisco  renunciado  su  oficio  á  los  dos  años  de  él,  por 
gus  muchas  enfermedades,  juntó  á  Capítulo  el  dicho  Padre  Herrera  en  este 
convento  de  Santafé,  á  doce  de  Julio  del  mismo  año  de  mil  seiscientos  y  doce, 
y  eligieron  en  Provincial  al  Padre  Fray  Alonso  Delgado,  hijo  de  la  misma 
Provincia,  que  fué  el  primer  Provincial  su  hijo  que  tuvo,'  hombre  de  grande 
experiencia  en  todas  las  cosas,  cDmo  de  quien  muchos  años  las  tenía  conocidas, 
de  que  dio  buenas  muestras  el  buen  gobierno  que  tuvo  en  cuatro  años  y  medio 


184  FRAY   PEDRO   SIMÓN  (7.^  NOTICIA 

que  le  duró  su  oficio,  por  las  razones  que  diremos.  Hecha  esta  elección >  pasó 
el  dicho  Comisario  General  á  la  santa  Provincia  de  Quito,  y  mientras  se  detuvo 
en  ella,  el  año  siguiente  de  mil  seiscientos  y  trece,  habiendo  acabado  su  oficio  de 
Comisario  General  del  Pira  el  Padre  Fray  Diego  Altamirano,  fué  subrogado 
en  BU  lugar  el  dicho  Padre  Herrera,  y  en  lugar  suyo,  por  el  Gobierno  de  estas 
tres  Provincias,  Santafé,  Quito  y  Caracas,  el  Padre  Fray  Juan  de  Salinas,  hijo 
y  Padre  de  la  santa  Provincia  de  Cantabria,  el  cual  llegando  á  ésta  el  mismo 
año  de  seiscientos  y  trece,  y  hallándose  en  la  Congregación  intermedia  del  dicho 
Padre  Provincial,  á  siete  de  Diciembre  del  mismo  año,  pasó  á  la  Provincia  de 
Quito,  donde  murió  á  pocos  meses  de  como  llegó,  por  lo  cual  y  haber  pasado 
yá  á  la  Provincia  de  Lima  el  dicho  Padre  Herrera,  fué  ocasión  que  se  dilatara 
el  enviar  á  la  visita  de  esta  Provincia  hasta  el  tiempo  que  diremos. 

2.®  Entró  el  año  de  mil  seiscientos  y  catorce  en  el  Gobierno  el  dicho  Padre 
Provincial  Fray  Alonso  Delgado,  á  quien  el  Capitán  Juan  Pérez  de  Salazar, 
vecino  de  la  Villa  de  Leiva  y  encomendero  de  los  indios  del  pueblo  de  Sá- 
chica,  pidió  con  encarecimiento,  por  la  mucha  devoción  que  tenía  á  nuestro 
hábito,  se  sirviese  fundar  un  convento  do  nuestra  Orden  en  la  dicha  Villa  de 
Leiva,  para  lo  cual  ofrecía  unas  buenas  casas  de  su  morada,  bajas,  con  cuatro 
cuartos,  hechas  de  tapias  y  teja  ;  admitióse  su  devoción  y  ofrecimiento,  y  en 
quince  del  mes  de  Junio,  dispuestas  las  demás  cosas  y  acomodada  la  casa  en 
modo  de  convento,  se  tomó  la  posesión  con  título  de  la  Concepción,  y  luego 
el  mes  siguiente,  en  el  mismo  año,  día  de  nuestro  Padre  San  Buenaventura, 
se  colocó  el  Santísimo  Sacramento  por  estar  ya  acomodada  la  Iglesia;  mas  la 
podemos  llamar  á  ésta  reedificación  que  nueva  fundación  de  convento,  pues 
el  año  de  setenta  y  cinco,  dos  ó  tres  después  de  la  fundación  del  pueblo,  la  tuvo 
también  el  convento  con  dos  ó  tres  religiosos  (aunque  en  otro  sitio  del  mismo 
pueblo),  que  por  haber  enfermádose  y  salido  á  curar  á  otros  conventos,  y  ver  que 
la  tierra  y  pueblo  estaba  aún  con  pocos  moradores,  y  de  poca  sustancia  por 
sustentar  convento,  lo  dejaron  por  entonces.  No  tiene  ahora  á  su  cargo  doc- 
trina ninguna,  por  haber  sido  su  fundación  tan  tarde,  y  tener  los  indios  de  su 
comarca  asignados  doctrineros.  Tiene  de  ordinario  seis  religiosos  moradores, 
y  á  veces  ocho,  que  con  las  limosnas  que  los  vecinos,  por  su  mucha  devoción,  les 
ofrecen,  tienen  congrua  sustentación.  Sabida  en  España  la  muerte  del  Padre 
Fray  Juan  de  Salinas,  determinó  el  Reverendísimo  Padre  Fray  Antonio  do 
Trejo,  hoy  Obispo  de  Cartagena  del  Levante  y  ei^tonces  Vicario  General  do 
toda  la  Orden,  por  muerte  del  Peverendísimo  Padre  Fray  Juan  de  Hierro 
volver  á  reunir  el  Gobierno  de  estas  tres  Provincias  á  la  del  Comisario  Ge_ 
neral  del  Pirú,  que  á  la  sazón  era  el  dicho  Padre  Herrera,  para  lo  cual  des- 
pachó sus  patentes  en  la  ciudad  de  Jaca,  á  diez  días  del  mes  de  Diciembre  del 


CAP.  XIl)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA  FIRME.  185 

año  de  mil  seiscientos  trece.  Con  lo  cual  despachó  luego  el  dicho  Padre  Herrera 
por  Comisario  Visitador  do  esta  Provincia,  desde  la  de  Lima,  al  Padre  Fray 
Francisco  de  Otálora,  Padre  de  ella,  el  cual  habiendo  visitado  ésta,  juntó  á  Ca- 
pítulo los  vocales  en  este  convento  de  Santafé,  á  cinco  de  Enero  del  año  de 
mil  seiscientos  diez  y  siete,  y  eligieron  en  Provincial  al  Padre  Fray  Juan  de 
Fuentes,  hijo  de  esta  santa  Provincia. 

3."  Bien  pensaba  esta  Provincia  que  había  ya  quedado  zafa  y  del  todo 
libre  del  gobierno  de  Monjas,  por  lo  que  ya  dijimos  que  sucedió  ;  pero  este 
año  le  fué  lance  forzoso  haber  de  admitir  un  convento  de  Santa  Clara  que  de 
nuevo  se  fundó  en  la  ciudad  de  Cartagena,  con  la  renta  que  para  ello  había 
dejado  Catalina  de  Cabrera,  que  murió  en  la  misma  ciudad,  años  había,  en  los 
cuales  se  había  aumentado  la  renta  con  los  réditos,  y  viendo  la  ciudad  la  impor- 
tancia que  tenía  el  fundar  allí  convento,  se  dispuso  con  los  Prelados  de  la  Pro- 
vincia pasase  en  España  por  Procurador  del  caso  y  otras  cosas  el  Padre  Fray 
Guillen  de  Peraza,  que  á  la  sazón  era  morador  en  el  convento  de  San  Diego 
de  la  misma  ciudad.  Pusiéronse  en  ejecución  estos  intentos,  y  habiendo  ido  el 
dicho  Padre  á  España  y  comunicado  el  caso  con  los  Prelados  Generales  y  el 
l^ejj  y  pasando  á  Roma  á  tratarlo  también  con  el  Sumo  Pontífice,  ganó  de  Su 
Santidad  breve  y  sacó  patentes  de  los  Prelados  Generales  y  cédula  de  Su  Ma- 
jestad para  traer  religiosas  que  lo  fundasen,  como  se  hizo  sacando  para  el 
efecto  tres  del  reverendísimo  convento  de  Santa  Inés  de  Sevilla,  llamada  la 
una  Catalina  María  de  la  Concepcción,  para  Abadesa,  la  otra  Inés  de  la  Encar- 
nación, y  otra  Leonor  de  los  Angeles,  las  cuales,  acompañadas  de  otras  niñas 
y  criadas  que  las  venían  sirviendo,  se  embarcaron  en  una  buena  nave  mer- 
cante, y  llegaron  á  la  ciudad  de  Cartagena  con  buen  viaje,  este  año  de  mil 
seiscientos  diez  y  siete,  donde  desembarcaron  juntamente  con  el  dicho  Padre 
Fray  Guillen  y  otros  dos  religiosos  de  nuestro  hábito  que  las  confesaban.  En- 
cerráronse en  una  casa  bien  acomodada,  hasta  que  la  suya  del  convento  lo 
estuvo  para  poder  entrar  en  él,  como  lo  hicieron  el  año  pasado  de  mil  seiscien- 
tos veintiuno,  donde  están  yd  en  tan  crecido  número  de  religiosas,  que  llegan 
casi  á  cuarenta,  sujetas  al  gobierno  de  nuestra  Orden,  por  ser  de  la  de  Santa 
Clara,  como  hemos  dicho. 


186  FRAY  PEDKO  SIMÓN  (T.^Í^OTICIA 

CAPÍTULO  XIII 

CONTENTDO:  1."  Muere  el  Padre  Fray  Juan  de  Fuentes  y  después  se  elige  Fray  Juan  de 
Núñez,  y  por  muerte  de  ambos  se  eligen  Comisarios  Provinciales  Fray  Felipe  Arias 
y  Fray  Francisco  de  Aldana,  vigésimo  Maestro  Provincial.  Eligen  al  Padre  Fray 
Pedro  Simón — 2.°  Recapitúianse  en  suma  las  cosas  de  esta  Provincia  del  Nuevo 
Reino. 

ASO  de  esta  vida  el  Padre  Provincial  Fray  Juan  de  Fuentes  antes 
de  acabar  su  trienio,  á  veintioclio  de  Marzo  de  mil  seiscientos  diez 
y  nueve,  en  cuyo  lugar  fué  electo  por  Comisajio  Provincial  el  Padre  Fray 
Felipe  Arias,  hijo  también  de  esta  Provincia,  que  cumpliendo  el  trienio  del 
difunto,  y  visitada  la  Provincia  por  ol  Padre  Fray  Diego  de  Pineda,  Padre 
perpetuo  de  la  de  Lima,  que  fué  enviado  para  eso,  juntó  los  vocales  á  Capítulo 
el  año  siguiente  de  mil  seiscientos  veinte,  en  este  convento  de  Santafé,  doude 
eligieron  en  Provincial  al  Padre  Fray  Juan  Núñez,  hijo  de  la  Provincia  de 
Sevilla,  que  murió  subiendo  la  Costa  de  visitar  el  convento  de  la  ciudad  de 
Pamplona,  á  poco  más  de  un  año  de  su  oficio,  en  cuyo  lugar  eligió  el  Defini- 
torio  el  de  veintiuno  por  Comisario  Provincial  al  Padre  Fray  Francisco  de 
Aldana,  hijo  de  la  santa  Provincia  de  Granada.  En  este  año  de  mil  seiscientos 
veintiuno  comenzó  en  esta  ciudad  a  levantarse  la  Orden  de  los  Terceros,  pues 
á  siete  de  Mayo  tomó  el  primero  de  ellos  el  hábito,  José'  de  Eojas,  Encomen- 
dero del  pueblo  de  Cucuuubá,  á  quien  fueron  siguiendo  tantos  hombres  y  mu- 
jeres, que  hoy  son  más  de  ciento  :  vino  á  su  tiempo  de  la  Provincia  del  Quito  el 
Padre  Fray  Pedro  Becerra,  Padre  perpetuo  de  ella,  á  visitar  ésta,  y  habiendo 
concluido  con  la  visita  y  juntado  á  Capítulo  los  Padres  de  ella  en  este  convento, 
en  tres  de  Junio  de  mil  seiscientos  veintitrés  (1623),  me  eligieron  por  Pro- 
vincial con  todos  los  votos  del  Capítulo,  aunque  bien  sin  méritos,  que  se  sirva 
el  Señor  dármelos  y  fuerzas  para  que  pueda  cumplir  con  mis  obligaciones. 

2.°  Y  porque  se  hallen  por  mayor  juntas  todas  estas  cosas  de  esta  Pro- 
vincia, recopilando  lo  que  hay  que  tratar,  y  tratando  de  ella,  digo  que  todos  los 
conventos  que  tiene  de  religiosos,  en  después  los  de  españoles,  como  hemos 
dicho,  son  veinte  de  monjas  unos,  los  tres  de  buenas  y  grandes  comodidades,- 
donde  con  grandísima  puntualidad  se  sigue  el  coro  de  día  y  de  noche.  El 
principal  de  ellos  es  este  de  Santafé,  como  cabeza  quedes  de  la  Provincia  :  con- 
vento bien  acabado  en  lo  que  tiene  hecho,  aunque  no  tan  capaz  como  lo  han 
menester  sus  muchos  moradores,  que  son  de  ordinario  sesenta,  y  así  se  va  prosi- 
guiendo con  la  obra  de  otro  segundo  claustro,  que  el  primero  ya  está  acabado, 
con  una  pila  enmedio,  muy  bien  fabricada,  de  ocho  caños,  de  mucha,  muy 


CAP.  XIII )  NOTIOÍAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA  FIRME.  187 

dulce  y  saludable  agua,  de  quo  también  están  proveídas  las  más  importantes 
oficinas  del  convento,  como  lo  está  también  acabada  una  muy  buena  Iglesia, 
toda  de  manipostería,  con  un  buen  retablo  en  la  Capilla  Mayor  y  una  muy  buena 
obra  do  sillería,  toda  de  nogal,  en  el  coro,  que  es  muy  capaz.  Es  la  sacristía 
una  pieza  muy  capaz  y  bien  obrado  de  bóveda  y  muy  llena  de  ornamentos  para 
el  culto  divino;  leénse  sieiripre  en  el  convento,  sin  faltar  gramática,  artes  y  teo- 
logía, escoLástica  y  moral.  El  segundo  convento  de  comunidad,  pues  tiene  de 
ordinario  de  veinticinco  á  treinta  frailes  (sin  contar  otros  diez  que  le  pertene- 
cen, que  están  de  ordinario  en  las  doctriuns),  es  el  de  la  ciudad  de  Tunja,  que 
aunque  hasta  aquí  ha  sido  pequeñOj  como  á  sus  principios  se  fundó,  ya  se 
*      t   •.  -i.    -A.,,/1   „  nnsííflo  á  otra  Darte,  donde  se  va  fabricando  más  de  füada- 

ua  aejauu   n^^^.^.   j    ^ 

mentó  grande    y  cnpaz,  como  también  lo  es  la  Iglesia,  que  há  muchos  años  está 
acabada,  de  muy  buena  fábrica  ;  leénse  en  el  convento  de  ordinario  cursos  do 
artes  y   teología    moral ;  tiene  el  sustento  suficiente  que  ha  menester,  por  ser  la 
tierra   abundante   de  eso.  El  tercero  es  el  de  la  ciudad  de  Cartagena,  que  de 
ordinario    tiene    más    moradores   que  el  de  Tunja,  y  con  los  huéspedes  que  de 
ordinario  hay,  por  ser  escala  de   todo   el  Piru  y    puerto  para  toda  esta  tierra 
firme,  suele  haber  siempre  muy  crecido  número  de  religiosos,  con  que  se  acude 
con  gran  puntualidad    de   noche  y  día  al  culto  divino.  Es  también  acabado  el 
convento,  aunque  no  tan  capaz  como   lo  han   menester  sus  muchos  moradores, 
que  tienen  la  congrua  sustentación  por  la  mucha  piedad  del  pueblo,  y  frecuen- 
tado puerto,  en  especial   con  las  flotas  y  armadas  que  cada  año  llegan  allí  de 
España.  líánse   en   él  leído  cursos  de  artes  y  teología,  porque  la  casa  lo  puede 
sufrir  todo,  si   bien   no  ayudan  los  excesivos   calores  de  la  tierra.  A  estos  tres 
conventos  siguen  los  tres  de  la  Recolección,  en  especial  este  de  Santafé  y  Car- 
tagena, que  por  el  número  da  catorce  religiosos  que  hay  en  cada  uno,  como  ya 
dijimos,  están  acabados  del  todo;  se  sigue  el  oficio  y  culto  divino  con  gran  pun- 
tualidad, lo  cual,  aunque  no   puede  haber  en  el  convento  de  Nuestra  Señora  de 
los  Angeles  en  las  Guaduas,  por  irse  fabricando  y  haber  menor  número  de  religio- 
sos, con  todo  nunca  se  falta  en  esto,  y  irá  creciendo  cada  día  en  estando  acabada 
I  a  casa,  que  será  presto  con  el  favor  del  Señor;  en  todo  el  resto  de  los  demás  con- 
ventos se  acude  á  esto  según  los  más  ó  menos  moradores  que  tienen,  porque  en 
esto  consiste  la  mayor  puntualidad  que  en  eso  puede  haber,  pues  donde  hay  pocos, 
su  ordinaria  ocupación  es  en  la  doctrina  de  los  indios.  El  número  de  los  cuale;s, 
en  toda  esta  Provincia,  es  de  cuarenta  y  cinco,  y  en  ellas  cuatro  conventos,  tres 
en  el  Distrito  de  este  de  Santafé,  que  son  en  el  pueblo  de  Suacha,  en  el  de 
Zipaquirá.  en  el  de  Ubaté  y  uno  en  el  de  Tunja,  que  es  Sogamoso;  en  todo  este 
número  de  doctrinas  será  el  de  los  indios  que  están  á  cargo  de  los  religiosos  de 
nuestra  Orden  en  esta  Provincia,  más  de  treinta  mil  con  grandes  y  pequeños,  en 


188  FRAY  PEDRO  SIM(5n  (7.* NOTICIA 

cuya  conversión  y  manutenencia  están  ocupados  más  de  cincuenta  religiosos,  que 
con  ellos  y  los  qne  hay  en  los  conventos,  vienen  a  sor  número  de  doscientos 
y  diez,  qne  son  todos  los  que  hay  ea  toda  la  Provincia  de  ella.  Han  salido, 
como  hemos  visto,  dos  Obispos  :  Don  Fray  Sebastián  de  Ocando,  Obispo  do 
Santa  Marta,  y  Don  Fray  Pedro  Amaga,  Obispo  de  la  Concepción  de  Chile,  y 
podemos  añadir  que  fué  Don  Fray  Fray  Diego  de  Borja,  pues  saliendo  de  esta 
Provincia  después  de  haber  sido  Guardián  en  este  convento  de  Santafé,  á  poco 
de  como  llegó  en  España,  le  hicieron  Obispo  del  Rio  de  la  Plata. 


CAPITULO  XIV 

Contenido  :  1."  Hechos  de  Gonzalo  Jiménez  de  Quesada  y  su  vuelta  á  Santafé  de  Es- 
paña— 2.*"  Viene  el  Oidor  Montano  á  Santafé  con  comisiones  pura  tomar  residencia 
al  Licenciado  Miguel  Díaz  y  los  Oidores  Góng-ofa  y  Galarza— 3."  Traen  preso  á  Mi- 
guel Díaz  y  tómasele  residencia— 1.'  Llévanlo  preso  á  la  ciudad  de  Cartagena  á  lo 
mismo . 


H 


'ABIENDO  concluido  con  lo  que  toca  á  nuestra  Orden  y  Provincia 
hasta  aquí,  nos  es  forzoso  volver  á  anudar  la  hebra  de  la  historia 
para  ir  concluyendo  con  las  demás  cosas  que  á  ella  pertenecen  desde  el  año  de 
mil  quinientos  cincuenta  y  uno,  donde  pienso  la  dejamos,  en  el  cual  volvió  de 
España  á  esta  ciudad  de  Santafé,  después  de  haber  doce  años  que  se  ausentó  de 
ella,  pues  fué  el  año  de  treinta  y  nueve,  el  Licenciado  Gonzalo  Jiménez  de 
Quesada,  que  llevando  intentos,  cuando  salió  de  aquí,  de  volverse  el  año 
siguiente,  tardó  lo  que  hemos  dicho,  por  no  haber  acertado  á  disponer  bien 
sus  pretensiones,  ni  á  gastar  con  provecho  la  mucha  hacienda  que  llevó, 
pues  de  dos  cosas  que  le  sucedieron  en  España  se  echará  de  ver  cómo  lo 
disponía  en  lo  demás,  por  las  tierras  que  anduvo,  pues  no  dejó  Francia  ni 
Italia  que  no  pisase  muy  á  lo  verde,  como  lo  eran  sus  años  ;  al  primero 
que  llegó  cuando  iba  de  estas  tierras,  fué  ala  ciudad  de  Lisboa,  deteniéndose  allí 
algunos  días  con  sobradas  galas;  en  una  de  ellas  se  puso  una  de  contrabando, 
por  ser  toda  ella  recamada,  por  donde  le  vinieron  á  prender  y  meter  en  la 
cárcel,  y  habiéndose  compuesto  el  caso  á  fuerza  de  dinero,  al  salir  de  ella 
le  pidió  la  carcelera  el  carcelaje,  con  esperanzas  que  le  daría  cuando  más 
un  real  de  á  cuatro;  pero  él,  haciendo  vana  ostentación,  T«  mandó  dar  cien  duca- 
dos, con  que  la  mujercilla  juró  el  no  estar  más  en  el  oficio,  ni  ser  carcelera  de 
Otro,  porque  no  le  volviera  el  rostro  la  fortuna.  Jugaba  otro  día  con  don  Fran- 
cisco Hernando  Pizarro,  Pedro  Almiris  y  otros  peruleros  que  estaban  negocian- 


CAP.  XIV)     ,  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA  FIRME.  189 

do  ea  la  Corte,  y  pasando  por  junto  á  los  jugadores  una  criada  de  la  casa  donde 
jugaban}  al  tiempo  que  el  Pizarro  ganó  un  resto,  le  dio  un  doblón  de  barato,  á 
que  los  compañeros,  por  no  quedar  cortos,  acudieron  también  cada  uno  con  el 
suyo;  pero  el  Gonzalo  Jiménez,  qiieriéndose  señalar  más,  de  muchos  doblones 
que  tenía  delante,  tomó  con  ambas  manos  los  que  pudo  coger  y  dándoselos  á 
la  mozuela,  que  los  recogió  enlafal^a  de  la  ropa,  la  dijo:  no  he  tenido  suerte  de 
ganar  mano  á  estos  caballeros,  pero  hago  cuenta  que  la  gano  ahora  en  daios  á 
vos  también  de  mi  dinero.  Hizo  tantas  de  éstas  en  otras  ocasiones,  que  vino 
á  concluir  con  su  grueso  caudal  y  á  forzarle  la  necesidad  de  procurar  con  el 
Rey  le  diese  alguna  ayuda  de  costa  para  volverse  á  esta  ciudad  de  Santafé  que 
había  poblado;  no  pudo  por  entonces  negociar  otra  cosa  que  ser  Regidor  y  Maris- 
cal, que  como  dijo  un  sátiro,  picándole  en  esto,  como  no  pudo  pescar  peje  grande, 
se  contentó  con  marisco.  Con  estos  dos  oficios,  deudas  y  suma  pobreza  llegó  á  esta 
ciudad  el  año  dicho,  aunque  el  Rey,  como  quien  también  paga  á  los  que  le  sir- 
ven, luego  le  fué  librando  ayudas  de  costa  en  su  Real  Caja,  y  indios  vacos,  y 
últimamente  le  dio  título  de  Adelantado  de  ese  Reino  y  la  Gobernación  de  la 
tierra  de  Pauto  y  Papamene,  que  es  al  E-ste  y  á  espaldas  de  este  Reino,  que  co- 
munmente y  con  falso  nombre  llaman  el  Dorado,  á  cuya  conquista  hizo  después 
jornada  el  año  que  veremos. 

2.°  El  siguiente  do  cincuenta  y  dos,  a  sus  postreros  días,  entró  por  Oidor 
tercero  en  esta  Real  Audiencia  de  Santafé  el  Licenciado  Francisco  Briceño,  y 
el  siguiente,  á  dos  del  mes  de  Junio,  el  Licenciado  Juan  Montano,  que  traía  co- 
misión para  tomar  residencia  á  los  dos  Oidores  Góngora  y  Galarza,  porque  los 
enemigos  del  Miguel  Díaz,  habían  puesto  las  cosas  de  ambos  en  el  Real  Consejo 
de  Indias,  donde  habían  sido  mal  administradas,  por  los  encuentros  que  habían 
tenido  con  el  Oidor  Alonso  de  Surita  en  defensa  de  las  del  mismo  Miguel  Díaz, 
como  hemos  dicho,  porque  fuera  de  esta  culpa  no  se  le  hallaba  otra  que  se  le 
pudiera  imputar,  porque  en  lo  demás  eran  aclamados  de  todos  por  Padres  de  la 
Patria,  como  lo  fueron,  más  que  Jueces,  para  todos;  comenzó  luego  el  Oidor 
Juan  Montano  (que  en  sus  necesidades  se  llamaba  Juan  Labado,  por  ser  alcuña 
de  sus  abolengos)  á  proceder  contra  los  Oidores,  que  habiéndoles  suspendido 
"  oficios,  quedó  por  Presidente  de  la  Audiencia  el  Francisco  Briceño,  na- 
iral  del  Corral  do  Almaguer  en  la  Mancha.  Entre  tanto  que  esto  pasaba  en 
Santaféj  habiendo  llegado  á  la  ciudad  de  Santo  Domingo  las  provisiones  que  di- 
jimos se  habían  despachado  del  Real  Consejo  de-Indias  para  prender  al  Miguel 
Díaz  y  traerlo  á  esta  Audiencia,  fué  preso  en  la  misma  ciudad,  y  como  tal, 
metido  en  un  navio,  en  que  también  se  embarcó  su  contrario  el  Capitán  Lan- 
chero (que  siempre  le  andaba  á  los  zancajos  hasta  ver  el  remedio  que  buscaba 
en  sus  agravios)  y  vinieron  juntos  por  la  mar,  Río  Grande  y  tierra,  teniéndole 


190  FRAY  PEDRO  SIMÓN  (7.»  NOTICIA 

siempre  el  Lanchero  al  Miguel  Díaz  el  mismo  respeto  y  reverencia  quo  cuando 
gobernaba,  y  haciéndole  el  mismo  regalo  que  si  fueran  grandes  amigos,  por- 
que la  nobleza  de  su  pecho  llegaba  á  todo  esto,  si  bien  en  guerra  y  otras  oca- 
siones lo  tenían  por  hombre  desgarrado  y  sacudido.  Llegaron  al  fin  ambos  á 
esta  ciudad,  donde  luego  el  Montano  usó  de  sus  poderes  contra  el  Miguel  Díaz, 
poniéndole  preso  y  hecho  en  todo  un  espectáculo  de  las  tragedias  de  este  mun- 
do, pues  el  que  pocos  meses  antes  hacía  temblar  las  comarcas  de  sus  gobiernos, 
se  veía  ya  encarcelado,  pobre  y  miserable,  sin  tener  un  amigo  de  los  que  había 
adquirido  cuando  la  fortuna  le  hacía  amigable  rostro,  que  si  le  hiciese  ahora 
bueno  en  manos  de  un  Juez  desabrido,  que  aunque  de  bucDa  disposición  de  ros- 
tro y  compostura,  de  ásperas  costumbres,  como  lo  declara  el  fin  quo  tuvo.  Fué 
procediendo  el  Montano  con  los  rigores  posibles  en  esta  causa,  y  habiendo  dado 
al  Miguel  Díaz  los  cargos  y  hechos  sus  descargos,  oída  la  sentencia  y  apelado  de 
ella  en  Audiencia  pública,  los  oficiales  le  pedían  las  costas  al  Miguel  Díaz» 
quien  dio  por  respuesta  que  no  saldrían  con  la  paga  de  ellas  de  laceria,  por  la 
mucha  que  él  tenía,  pues  no  le  había  quedado  más  caudal  del  que  le  veían  á 
cuestas.  Y  fué  tan  vil  y  bajo  el  Ministro  que  se  las  pedía,  que  para  pagarse  de 
algo  y  no  perderlo  todo,  le  quitó  de  sobre  los  hombros  la  sobre  ropa  que  traía, 
dejándolo  en  calzas  y  jubón  con  las  prisiones. 

á.^  Hallóse  con  la  demás  gente  el  Capitán  Luis  Lanchero  en  esta  sazón  á 
las  espaldas  del  Miguel  Díaz,  y  viéndolo  en  tal  miseria  y  el  descomedimiento 
del  Ministro  al  mismo  tiempo,  se  quitó  una  capa  fanfarrona  que  traía  de  grana 
y  le  cubrió  con  ella,  con  admiración  de  los  circunstantes,  y  más  del  Miguel  Díaz, 
que  volviendo  el  rostro  atrás,  preguntó  quién  era  el  que  le  había  hecho  aquel 
tan  gran  beneficio,  á  quien  respondió  el  Capitán  Lauchero:  ¿dónde  están,  señor 
Licenciado,  los  amigos  antiguos  que  solían  en  tiempos  dichosos  acompañar  sus 
lados  ?  No  los  veo  ni  los  espero,  respondió,  porque  en  tiempo  do  tomar  amigos, 
escogí  lo  peor.  Y  no  fué  esto  sólo  con  que  le  socoitíó  el  Capitán  Lanchero,  sino 
con  dinero,  que  no  le  fué  de  poca  ayuda  de  costo  para  el  camino  que  hizo 
luego,  acabadas  estas  borrascas,  á  la  ciudad  de  Cartagena,  donde  lo  bajaron  preso 
á  comenzar  los  de  aquella  residencia,  donde  bajó  también  á  tomársela,  no  con 
menos  rigores,  el  mismo  Montano. 


CAP.  XV)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA  FIRME  191 

CAPÍTULO  XV 

Contenido  :  !.•  Acabada  su  residencia,  se  embarca  Miguel  Díaz  en  España,  donde  murió 
canónigo  de  Sigüenza.  El  fin  que  tuvieron  los  dos  Oidores  Góngora  y  Galarza — 2.» 
Llega  á  este  Nuevo  Reino  el  Obispo  D.  Fray  Juan  de  los  Barrios  y  muere — 3.<»  Trá- 
tase de  hacer  entrada  á  descubrir  ciertas  noticias  de  minas  á  la  parte  del  Sur  de  la 
ciudad  de  Santafé,  y  va  á  ella  el  Capitán  Juan  de  Avellaneda— 4.°  Y  habiéndolas 
descubierto,  pobla  una  ciudad  con  nombré  de  San  Juan  de  los  Llanos. 

ACxiBADA  la  residencia  que  se  le  tomó  en  Cartagena,  donde  llegó  á 
su  punto  la  miseria  del  Miguel  Díaz,  pues  fué  tal,  que  obligó  á  sus 
contrarios  á  socorrerle  también  en  aquel  puesto,  como  lo  hizo  un  Nnño  de  Cas- 
tro, aunque  se  sentía  un  poco  agraviado  del  Miguel  Díaz,  embarcóse  la  vuelta 
de  España,  concedida  la  apelación  de  las  dos  sentencias  que  le  dieron  en  ambas 
partes,  y  llegando  á  la  Corte  con  buen  viaje,  aunque  sin  maravedís  de  moneda, 
porque  no  la  sacó  de  las  Indias,  ni  halló  rastro  de  los  siete  mil  pesos  que  había 
confiado  del  piloto,  como  dijimos,  estuvo  en  ella  mucho  tiempo  viviendo  en  la 
angostura  que  vive  el  que  no  lleva  recurso  á  la  bolsa,  perdido  el  favor  y  crédito, 
de  manera  que  nunca  más  se  acordaron  de  él  los  del  Real  Consejo  para  le  pro- 
veer eu  algún  entretenimiento  siquiera  con  que  poder  sustentar  el  resto  de  la 
vida,  y  así  agotado  de  estas  esperanzas  secularCvS,  la  buscó  por  otro  más  alto 
camino,  que  fué  ordenarse  de  sacerdote,  y  oponiéndose  á  un  canonicato  de  la 
Santa  Iglesia  de  Sigiienza,  se  le  dieron,  donde  acabó  su  vida  con  mucha  opinión 
de  virtud.  Peores  fueron,  al  parecer,  los  fines  que  tnvieron  los  dos  Licenciados 
y  Oidores  Góngora  y  Galarza  sus  valedores,  pues  privándolos  el  Juan  Monta- 
no de  su  oficio  y  embarcándolos  para  España  casi  á  la  vista  de  ella,  en  una  gran 
tormenta  que  padeció  la  flota  en  que  iban,  quedaron  ahogados  ellos  y  sus  cau- 
dales, y  el  Secretario  Alonso  Tellez.  De  los  cuales  y  de  la  tormenta  en  que  se 
ahogaron,  hablaremos  en  la  tercera  parta,  tratando  de  otros  que  corrieron  con 
ellos   igual   fortuna,  y  me  ha  parecido  más  de  ¡propósito  exponerlo  allí. 

2."  En  este  mismo  año  de 'mil  quinientos  cincuenta  y  tres,  á  los  primeros 
de  Julio,  Ik-gó  á  este  Reino  y  ciudad  de  Santafé  Don  Fray  Juan  de  los  Barrios, 
fraile  de  nuestra  Orden,  Obispo  do  Santa  Marta,  para  donde  fué  promovido  el 
año  de  mil  quinientos  cuarenta  y  siete,  estando  electo  primero  para  el  Obispa- 
do del  Río  de  la  Plata;  llegó  el  año  de  mil  quinientos  cincuenta  y  dos,  á  los 
últimos  de  Diciembre,  á  su  Obispado,  y  hallando  orden  y  cédula  del  Rey  para 
que  desde  allí  subiese  á  este  Nuevo  Reino  y  visitase  las  iglesias  de  él,  conforme  á 
su  obligación,  residiendo  en  ellas  por  algún  tiempo,  pues  era  parte  tan  princi- 
pal de  su  Obispado,  en  cumplimiento   de  esto  subió  el  año  dicho  á  esta  ciudad, 


192  FRAY    PEDRO    SIMÓN  (7.^  NOTICIA 

de  donde  no  bajó  más  á  Santa  Marta,  gobernando  aquello  por  Provisores,  como 
parte  ya  menos  principal  del  Obispado.  De  manera  que  estuvo  gobernando 
estas  iglesias  del  Reino  hasta  los  once  de  Febrero  del  año  de  sesenta  y  nueve, 
que  murió,  habiéndose  erigido  antes  que  muriera  en  Arzobispado  todo  lo  que 
tocaba  y  hoy  toca  al  distrito  de  este  Reino,  si  bien  nuestro  Obispo  no  gozó  del 
Palio,  porque  trayéndoselo  el  Dean,  Don  Francisco  Adame,  que  fué  el  primer 
Dean  de  esta  iglesia  de  Santafé,  en  Cartagena,  cuando  desembarcó  con  él, 
á  nueve  do  Mayo  del  mismo  año  de  sesenta  y  nuevo,  halló  la  nueva  de  la 
muerte  del  Arzobispo. 

8.°  Con  el  cuidado  que  están  los  españoles  en  alguna  proyincia,  recién 
poblados,  de  saber  las  cosas  particulares  de  toda  ella  y  sus  circunvecinas,  no 
pierden  tiempo  en  andarse  informando,  por  los  camin(ís  q\ío  pueden,  de  todo  esto, 
procurando  tener  cada  día  nuevas  noticias,  y  así  habiéndolas  en  la  ciudad  de 
Santafé  en  estos  tiempos  de  unas  minas  de  oro,  plata  y  otros  metales  en  las 
vertientes  al  Sur  del  valle  de  Ubaque,  que  demora  al  mismo  rumbo  de  la  ciu 
dad,  con  el  Cabildo  de  ella  se  propuso,  en  siete  días  del  mes  de  Febrero  del  año 
de  mil  quinientos  cincuenta  y  cuatro  (1554),  la  importancia  que  podía  ser  tu- 
viese el  descubrimiento  de  las  minas  de  estas  noticias,  para  lo  cual  señalase 
persona  tal  que  fuese  á  descubrir  la  verdad  que  tenían,  y  pareciendo  ser  á  pro- 
pósito para  ello  el  Capitán  Juan  de  Avellaneda,  le  señalaron  para  que  con  la 
gente  que  pareciese  ser  menester,  así  do  soldados  para  resguardo  de  los  indios 
como  de  negros  mineros  y  otra  gento  de  servicio,  con  lo  demás  necesario  á  la 
facción,  saliera  á  esto  descubrimiento,  como  efectivamonte  io  hizo,  llevan- 
do por  instrucción,  entre  otras  cosas,  que  íl^menudo  fuese  enviando  relación  y 
aviso  de  lo  que  fuera  descubriendo  á  la  Real  Audiencia,  de  quien  también  lle- 
vaba comisión,  y  al  Cabildo  de  la  ciudad.  Habiendo  llegado  Avellaneda  á  las 
Provincias  dichas  y  otras  más  adelante  al  Sur  y  dado  muchas  catas  en  muchas 
partes  de  amagamiento,  quebradas,  barrancas,  mor.te  y  playas  de  ríos,  donde 
halló  grandes  muestras  de  oro  de  seguir  y  algunos  otros  metales  y  buena  dispo- 
sición en  el  país  y  estalaje  de  la  tierra  para  la  vivienda  humana,  despachó  lue- 
go á  dar  aviso  de  todo  á  la  Real  Audiencia,  y  del  gran  acierto  y  útil  quo  sería 
para  toda  la  tierra  y  Quintos  Reales  se  tomase  d<^  asunto  el  labrar  líis  muchas 
minas  que  había  hallado  ;  lo  cual  como  no  pudiese  tenei-  el  fin  que  en  aquélla 
se  podía  desear,  si  no  se  hiciese  un  pueblo  de  esp:iuci4es,  en  quienes  so  enco- 
mendasen los  indios  de  aquellas  Provincias,  quo  no  eran  pocos,  con  quien  se 
pudieran  labrar  las  minas,  sería  acertado  le  diesen  licencia  para  que  él  lo  pobla- 
se en  la  parte  más  acomodada  que  para  el  efecto  le  pareciese,  con  los  soldados  que 
tenía  en  su  compañía  y  algunos  otros  que  les  podían  enviar. 

é.o  Llegó  este  aviso  del  Avellaneda   á  la  ciudad  de  Santafé^  ya  entrados 


AP.  XV)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA  FIRME.  193 

algunos  meses  del  o.ño  siguiente  do  mil  quinientos  cincuenta  y  cinco,  donde 
aunque  les  dio  contento  la  nueva  de  las  minas  y  riqueza  do  la  tierra,  no  pare- 
ció al  C:ibildo  do  la  ciudad  admitir  la  población,  antes  le  hizo  gran  contradic- 
ción p)r  un  decreto  que  determinó  el  mismo  año,  primer  día  de  Abril,  fun- 
dado en  que  aquella  tierra  de  quien  se  daba  noticia  eran  términos  de  la  ciudad,  á 
quien  so  le  seguirían  grandes  inconvenientes  do  la  nueva  población,  si  no  fuese 
que  estuviese  sujeta  con  todos,  vecinos  y  términos  en  todos  y  por  todo  á  ella. 
Hubo  acerca  de  esto  algunas  demandas  y  respuestas  ;  pero  viendo  que  los  in- 
di es  y  riquezas  de  las  tierras  eran  mucíEs,  al  fin  se  vino  á  fundar  un  pueblo 
por  el  mismo  Capitán  Juan  do  Avellaneda,  do-ipaé.s  do  haber  conquistado  y 
allanado  aquellas  Provincias,  á  quien  llamó  San  Juan  de  los  Llanos,  el  mismo 
año  de  mil  quinientos  cincuenta  y  cinco,  en  el  sitio  que  Jorge  de  Spira  llamó 
el  pueblo  do  Nuestra  Señora,  y  Nicolás  de  Fedr.emán  el  de  la  Fragua,  como  de- 
jamos dicho  en  la  primera  parto.  Permanece  hoy  en  el  mismo  sitio,  que  está 
cuarenta  leguas  al  Sur  de  la  ciudad  de  Santafé,  en  sesenta  y  ocho  grados  de 
longitud  del  meridiano  de  Toledo,  y  dos  y  diez  minutos  de  latitud  á  la  ban- 
da del  Norte  ;  es  el  postrer  puebl-j  de  este  Nuevo  Reino  por  aquella  parte,  si 
bien  los  años  pasados  algo  más  adelante,  inclinado  al  Snrdcste,  en  una  Provin- 
cia que  llaman  del  Caguán,  dio  principio  á  otras  poblaciones  el  Capitán*  Anto- 
nio de  Olalla,  por  su  Gobernador  de  este  pueblo  de  San  Jufin  de  los  Llanos  y 
de  lo  demás  que  se  fuere  descubriendo  más  adelante  al  Sur,  por  haber  tomado  á 
su  cargo"  estas  conquistas;  es  esta  tierra  caliente  por  la  mayor  parte  y  ya  de  muy 
pocos  indios,  cou  que  han  venido,  por  no  haber  quien  saque  el  oro,  á  mucha  po- 
breza. Tiene  todas  las  cualidades  que  hemos  dicho  de  los  llanos  de  Venezuela, 
con  quien  están  continuadas,  en  animales  y  árboles,  algunos  muy  provechosos  á 
la  vida  humana,  como  son  el  canime,  do  donde  se  saca  aquel  milagroso  aceite,  y 
otros  de  cacao,  que  aunque  es  menudo  y  morado,  es  graso  y  de  muy  buen 
frusto. 


194:  FRAY  PEDRO  SIMÓN  (7.*^  NOTICIA 

CAPÍTULO  XVI 

Contenido  :  1."  Trátase  de  ir  en  descubrimiento  de  las  Sierras  Nevadas  y  pónese  en 
efecto— 2.»  Sucesos  varios  que  tuvieron  en  el  camino— S.*'  Muerta  cruel  que  se  dio  á 
un  indio  que  lo  despedazaron  los  perros— é.<^  Fúndase  la  ciudad  de  Mérida  y  repár- 
tense  sus  indios  en  los  conquistadores. 

CASI   diez    años    detuvo  la  grosedad  que  cada  día  se  iba  bailando  de 
minas  en  la  ciudad  de  Pamplona,  á  todos  sus  vecinos,  cebados  con  los 
acreceutamientos  de  caudales  que  bailaban  en  ellas,  sin  que  se  quisiesen  desba- 

cer  de  lo  que  tenían  presente  y  cierto  para  alargarse  á  nuevas  y  dudosas  con- 
quistas, basta  que  ya  el  año  de  mil  quinientos  cincuenta  y  ocbo,  no  á  título  de 
conquistas,  sino  á  descubrir  nuevas  minas,  para  lo  cual  tenía  el  Cabildo  una  real 
provisión  de  ganado,  se  determinó  el  que  á  la  sazón  la  gobernaba,  que  era  el 
Capitán  Ortún  Velasco,  con  parecer  de  la  demás  justicia  y  Regimiento  de  la 
ciudad,  á  que  saliese  el  Capitán  Juan  Rodríguez  Suárez  (natural  de  Mérida  en 
Extremadura),  Alcalde  ordinario  que  á  la  sazón  era,  en  demanda  de  descubri- 
mientos de  otras  minas  á  la  banda  del  Norte  y  rumbo  de  las  Sierras  Nevadas 
(que  por  entonces  no  tenían  otro  nombre),  para  donde,  como  dijimos,  se  habían 
guiado  los  principales  intentos  de  la  jornada,  que  se  comenzó  desde  la  ciudad  de 
Tunja,  cuando  se  pobló  esta  de  Pamplona.  Determinado  esto,  que  tomó  el  Juan 
Rodríguez  Suárez  con  mucho  gusto,  por  andarlo  él  procurando  días  había,  se 
comenzó  luego  hacer  leva  de  gente  y  prevenir  caballos  y  armas  y  otras  cosas 
tocantes  al  avío  de  la  jornada,  por  haber  de  hacerse  por  entre  indios  de  guerra. 
Fué  el  número  de  soldados  que  se  juntaron  hasta  de  ciento  escasos,  entre  los  cuales 
iban  un  Capitán  llamado  San  Eemo,  Marcos  de  Heredia,  Francisco  de  Montoya, 
Juan  Estevan,  Juan  López,  Agustín  Delgado,  Alonso  Vásquez,  Martín  Zurbidán, 
que  iba  por  escribano  de  la  jornada,  Juan  Corso,  Pedro  Estevan,  Pedro  de  Cas- 
tro, Juan  Andrés  Várela,  Diego  de  Luna,  Juan  de  Morales,  Luis  de  Malcienda, 
Juan  Lorenzo  y  otros,  que  para  haberse  de  juntar  y  disponerse  á  punto  de  salir 
ae  gastó  desde  siete  de  Marzo,  que  se  determinó  la  jornada,  hasta  los  primeros 
de  Junio  del  mismo  año  de  mil  quinientos  cincuenta  y  ocho,  en  los  que  les 
dieron  principio  y  fueron  marchando  la  vuelta  del  Valle  de  Cuenta,  y  habiéndolo 
pasado,  y  después  de  los  demás  del  viento,  llegaron  í¿  Valle  donde  después  se 
pobló  la  villa  de  San  Cristóbal,  á  quien  llamaron  el  valle  de  Santiago,  por  haber 
entrado  en  el  día  de  este  sagrado  Apóstol. 

'2.°  Habiendo  descansado  allí  algunos  días  y  pasando  adelante,  siempre  la 
frente  al  Norte,  dieron  con  una  población  de  indios,  más  belicosos  al  parecer 
que  los  de  hasta  allí,  á  quien  llamaron  la  de  la  goazabara,   por  una  que  les  die- 


CAP.    XVl)  NOTICIAS    DE  LA.S  CONQUISTAS  DE  TIERRA  FIRME.  195 

ron  tan  reñida,  pretendiendo  defender  la  entrada  en  su  pueblo,  por  la  noticia 
que  tenían  de  ios  tratamientos  que  aquella  gente  les  hacía.  Desde  que  pisó  aque- 
llas tierras  el  Capitán  Tolosa,  como  dijimos  en  la  primera  parte,  hubieron 
menester  los  nuestros  apretar  bien  los  puños,  para  no  salir  más  heridos  de  lo 
que  salieron,  que  fueron  dos  y  dos  caballos,  y  el  uno  de  éstos  tan  mal  herido, 
que  luego  murió  de  los  flechazos,  que  son  las  armas  qne  usan;  meneáronlas  tan 
bien  en  esta  ocasión  y  con  tan  gallardos  bríos,  que  por  esto  y  la  multitud  que 
había  de  indios,  no  les  fué  posible  á  los  soldados  entrar  en  sus  casas,  ni  llevar 
de  aquel  encuentro  otra  cosa  que  lo  dicho,  con  que  quedaron  los  naturales 
tan  briosos,  que  diciendo  á  voces  mil  oprobios  á  los  soldados  desde  las  cumbres, 
les  mostraban  las  ollas  en  que  decían  los  habían  de  cocer  para  comérselos,  si 
dejando  sus  tierras  no  pasaban  adelante,  como  les  fué  forzoso  hacerlo,  siguien- 
do los  indios,  aunque  de  lejos,  hasta  que  salieron  de  ellas.  No  les  sucedió  otro  en- 
cuentro de  consideración  hasta  cinco  ó  seis  leguas  más  adelante,  cerca  de  las 
cabeceras  de  otro  valle  á  quien  llamaron  de  San  Bartolomé,  por  haberle  dado  tam- 
bién vista  su  mismo  día,  donde  después  se  hallaron  aquellas  famosas  minas  de 
cobre  purificado  en  pedazos  de  á  diez  y  catorce  arrobas,  dé  ahí  para  abajo. 
Alojándose  el  caudillo  con  toda  la  gente  en  un  puesto  acomodado,  junto  á  una 
población  de  naturales  que  llamaron  el  Arcabuco,  despachó  por  caudillo  á  Jnau 
Estevan,  con  una  tropa  de  diez  y  siete  soldados,  todos  de  á  pié,  con  solas  sus  es- 
padas y  rodelas,  que  fueran  descubriendo  tierra,  y  el  mejor  camiíio  por  donde 
después  pasasen  todos  adelante.  Llevaban  los  diez  y  siete  por  guía  un  indio 
viejo  de  los  que  habían  sacado  para  el  efecto,  con  otros  que  hubieron  á  las  manos 
del  pueblo  del  Arcabuco,  donde  quedaban  los  demás  rancheados,  y  llegando  á 
las  cabeceras  del  valle  de  San  Bartolomé,  les  fué  metiendo  la  guía  por  un  arca- 
buquillo,  y  algunos  quisieron  decir  que  no  sin  malicia,  porque  en  él  salieron  de 
repente  de  emboscada  por  dos  ó  tres  partes  gran  cantidad  de  indios  que  los 
comenzaron  á  flechar  con  tanta  fuerza  y  bríos,  que  sin  bastar  los  que  ponían 
en  su  defensa,  quedó  muerto  á  los  primeros  encuentros  un  soldado  llamado  Barto- 
lomé de  Jimeros,  por  haberle  atravesado  el  corazón  una  flecha,  y  otros  tres  ó  cua- 
tro heridos,  y  entre  ellos  el  caudillo  Juan  Estevan,  tan  mal,  que  con  ser  hombro 
de  muy  buenos  bríos,  quedó  al  punto  tan  decaído,  que  no  pudiendo  caminar 
por  sus  pies,  lo  hubieron  de  cargar  los  demás  en  una  hamaca,  con  ayuda  de  los 
indios  Yanaconas,  para  volver  todos  á  tomar  la  vuelta  de  los  ranchos  donde 
quedó  el  Capitán. 

3.**  No  fué  poca  la  aflicción  con  que  caminaban  esta  vuelta,  por  ser  tan 
pocos  y  tener  necesidad  de  ir  haciendo  rostro  á  los  indios  como  victoriosos; 
fueron  siguiendo  el  alcance  y  pisándoles  más  de  una  legua,  que  á  no  ser  de  tan 

valientes  ánimos  los  soldados,  así  ganos  como  heridos,  perecieran  sin  duda  todos 

20 


196  FRAT  PEDRO   SIMÓN  ^7.*  NOTICIA 

en  la  ocasión.  Ya  que  los  indios  hubieron  tomido  la  vuelta  de  sus  tierras  por 
haber  hecho  salir  á  los  nuestros  de  ellas,  después  de  haberlos  seguido  la  distan- 
cia dicha,  viéndose  el  Juan  Estevan  imposibilitado  de  poder  caminar  por  su 
pié  y  la  aflicción  que  llevaban  sos  soldados  é  indios  en  llevarlo  cargado,  despa- 
chó tres  ó  cuatro  de  los  de  más  bríos,  que  fueron  Alonso  Gouzález,  Pedro  de  Cas- 
tro y  un  Martín  Garnica,  que  fué  uno  de  los  que  salieron  heridos  de  la  guazabara, 
y  otro,  que  diesen  el  aviso  al  Juan  Rodríguez  Suárez  de  lo  que  había  sucedido, 
y  que  enviase  socorro  de  indios  que  lo  pudiesen  llevar  cargado  hasta  donde  él 
estaba.  Fuese  también  con  éstos  (ó  por  mejor  decir  lo  envió  el  Juan  Estevan 
para  lo  que  después  sucedió,  como  algunos  dicen)  el  indio  viejo  que  les  había 
servido  de  guía,  porque  era  el  que  llevaba  la  comida  y  mochila  al  Alonso  Gouzález 
A  pocos  pasos  que  dieron  estos  soldados,  después  de  haberse  apartado  del  Juan 
Estevan,  dijo  el  Garnica  á  los  demás  :  bien  será  matemos  este  indio  viejo,  por- 
que no  suceda  escapársenos  de  las  manos,  y  dando  aviso  á  sus  parientes  del 
suceso  de  esta  guazabara,  y  cómo  nos  hemos  retirado,  por  habernos  muerto  en 
ella  al  soldado  y  flechado  á  los  otros,  tomen  mayor  avilantez  y  sucedan  mayores 
males,  que  se  evitarán  con  hacer  lo  que  yo  digo.  Defendía  esto  el  Alonso  Gon- 
zález, ó  por  piedad  ó  porque  lo  había  menester  para  que  cargara  la  mochila. 
Lo  cual  no  obstante,  por  llevar,  como  algunos  dicen,  orden  de  esto,  arremetió  el 
Garnica  con  el  indio,  y  asiéndolo  de  los  cabellos  y  dándole  cuatro  remesones, 
llamó  á  los  perros  que  llevaban,  diciendo  :  carga !  carga  !  que  no  fuoron  perezo- 
sos en  hacerlo,  y  les  entregó  al  pobre  indio,  que  allí  lo  comenzaron  luego  á 
despedazar  y  dejándolos  cebados  en  él,  con  que  les  pareció  quedaba  bien  casti- 
gado el  indio  de  la  malicia  que  tuvo  en  meterlos  por  el  arcabuco,  donde  por 
poco  perecen  todos  los  soldados.  Pasaron  adelante  hasta  que  llegaron  á  los 
que  estaban  rancheados  con  el  Juan  Rodríguez,  que  dándole  el  recado  del  Juan 
Estevan,  les  despachó  luego  otros  soldados  y  algunos  indios  para  que  con  máa 
seguro  lo  cargaran  y  trajeran  al  Real,  como  lo  hicieron,  donde  estuvieron  hasta 
los  primeros  de  Septiembre,  en  que  fueron  mejorando  los  heridos. 

4-."  Levantaron  de  aquí  ranchos  y  pasando  el  valle  de  San  Bartolomé  y 
una  bien  levantada  loma  que  está  más  adelante,  porque  esta  tierra  es  toda  muy 
doblada,  llegaron  á  otro  pequeño  que  corre  el  Este  ó  Oeste,  á  quien  llamaron 
el  de  la  Grita,  por  la  mucha  que  les  daban  desde  las  cumbres  los  muchos  indios 
que  estaban  poblados  en  él  y  retirados.  Aquí  se  pobló  la  ciudad  del  Espíritu 
Santo  de  la  Grita,  que  hoy  permanece,  de  quien  luego  diremos;  de  aquí  pasaron 
adelante  por  el  valle  que  después  le  pusieron  el  de  lo*s  Bailadores,  porque  sus 
naturales,  cuando  peleaban  con  los  españoles,  andaban  saltando  de  una  parte  á 
otra,  sin  detenerse  en  ningún  punto,  y  habiendo  pasado  el  Río  de  Chama,  cuya 
mayor  parte  de  sus  aguas  Be  recoge  de  la  que  se  derrite  de  la  nieve  de  las  sie- 


CAP.  XVl)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA   FIRME  397 

rras,  que  después  llamaron  el  Río  de  los  Estanques,  por  un  pueblo  que  había  en 
una  media  ladera  cerca  de  él,  por  este  paso  á  la  parte  del  Norte,  que  por  tener 
agua  de  pié   la  recogían  cuando  llovía  en  estanque  para  el  servicio  y  regar  sua 
labranzas,  llegaron  tres  leguas  más  adelante  á  las  Lagunillas,  de  donde  sacan  el 
jurao,  que  hoy  llaman  deEeinoso,  y  allí  se  sentaron   ranchados,  y  habiendo  sali- 
do algunas  tropas  á  devolver  las  tierras  hasta  llegar  á  las  Sierras  Nevadas,  que 
están  cinco  ó  seis  leguas  más  adelante,  volvieron  con  brevedad,  ya  que  le  hubie- 
ron dado  vista  y  trajeron   el    conocimiento   de   ella,    que  le  pareció  bastaba  por 
entonces,  con  que  el  Capitán,  de  parecer   de   todos   los    más  bien  entendidos  de 
sus  soldados,  viendo  la  infinidad  de  indios  de  buena  masa  que  habitaban    todas 
aquellas  provincias,  determiuó  fundar   allí  nn  pueblo    de    españoles,  si  bien  no 
llevaba  para  esto  licencia;  pero  on  efecto  lo  puso  por  obra  en  el  mismo  sitio  que 
estaban  ranchados,  que  es  el  primero  de  la  legaa  de    aquella    tierra   por  donde 
iban  entrando  y  bueuísimo  para  el  intento,  por  ser  mesa  alta,   limpia,  de  lindas 
aguas,  vista,  aires  y  temple.  Señalóle  cuadras    y    solares  que  repartió  entre  to- 
dos y  púsole  por  nombre  la  ciudad  de  Mérida,  á  imitación  de  la  otra  en  España, 
de  donde  dijimos  era  él  natural.  Fué  esto  á  los  principios  de  Octubre  del  mis- 
mo año  de  mil   quioi&ntos   cincuenta   y    ocho  ;  nombró  luego  Justicia  y  E,egi- 
miento,  y  envió  á  dar  aviso  á  la  ciudad  de  Pamplona,  con  una  carta  que    escri- 
bió á  los  catorce  del  mismo  mes,  en  que  demás    de    dar  cuenta  de  la    población 
que  había  hecho  á  instancia  de  los  soldados,  la  daba  también  de  las  Sierras  Ne- 
vadas, y  de  la  disposición  y  innumerable   gente   y   población  de  las  Sierras,  y 
que  había  tantos  edificios  como    en    Roma    (salvo    que  no  serían   tales,  porque  • 
todos  eran  buhíos  de  paja),  y  que  había  hallado  las  mayores  esteras  de  esparto 
que  se  habían  visto  en  el  Reino,  y  después   de    todo    esto    pide    en    la  carta  le 
envíe  de  socorro  treinta  ó  cuarenta  soldados,  pues  serían  bien  menester   para  la 
pacificación  de  tanta  gente.  Y  cierto  en  los  rastros  que  yo  vi  cuando    pasé    por 
estas  tierras,  me  parece  aún  corta  esta  relación,  pues  se  da  bien  á  entender  ser 
así,  al  ver  que  con  ser  tierras  dobladas  todas  y  de  que  estando  tan  encrespadas  y 
inaccesibles  que  parece  ser  imposible  poder  subir  por  ellas  hombres  aun  gatean- 
do, están  todas  labradas  y  hechas  poyos  á  trechos,  donde  sembraban  sus  raíces  y 
maíz  para  su  sustento,  porque  la  muchedumbre  de  la  gente  no  dejaba  que  hol- 
gase un  palmo  de  tierra,  aunque  fuese  de  muy  fríos  páramos.  Apuntó  y  repartió 
en  los  soldados  los  pueblos  de  los  naturales  á  que  habían  dado  vista  en  todas  las 
Provincias  que  habían  entrado  desde  el  valle  de  Cúcuta  hasta  cerca  de  los  pára- 
mos que  llaman  de  Serrada,  que  es  camino  derecho  de  Sur  al  Norte,  y  lo  que  al- 
canzaron á  descubrir  por  un  lado  y  otro  en  el  poco  tiempo  que  hubo  desde  que 
entraron,  hasta  tres  días  de  Noviembre,  que  comenzaron  hacer  los  apuntamien- 
tos, que  se  acabaron  á  diez  del  mes  do  Febrero  del  año  siguiente   de   1559. 


198  FRAY    PEDRO    SIMÓN  (7.*  NOTICIA 

CAPÍTULO  XVII 


Contenido  :  l.*>  Emulación  que  se  levanta  contra  Juan  Rodríguez  Suárez,  y  despáchase 
contra  él  al  Capitán  Maldonado,  que  lo  envió  preso  á  la  ciudad  de  Símtafé— 2."  Muda 
el  Capitán  Maldonado  la  ciudad  de  Mérida  á  otro  sitio  y  procura  con  nuevas  conquis- 
tas ensancharle  sus  términos — 3.»  Fúndase  la  Villa  de  San  Cristóbal  por  el  Capitán 
Maldonado — á."  Casos  que  suceden  á  Juan  Rodríguez  Suárez,  y  cómo  lo  sentencian 
á  muerte — 5.*^  Juan  Rodríguez  Suárez  sale  del  Río  del  Oro  y  llega  á  la  ciudad  de  Tru 
jillo,  donde  le  amparan  y  defienden  que  no  lo  prenda  un  Juez  de  la  Audiencia. 


N' 


O  le  faltaron  ¿mulos  á  esta  jornada  y  fundación,  por  tener  algunos  el 
Juan  Rodríguez  Suárez,  así  en  Pamplona  (porque  le  tenían  por  hom- 
bre demasiado    azogado  y  bullicioso),    como  de  los  soldados    que    llevaba  en  su 
Compañía,  de    los  cuales  no  faltó    quien    calumniándole  el  modo  que  había  teni- 
do en  la  jornada,  y  que  se  había  portado   con   mucha   crueldad    y   muertes  de 
indios,  con  muchos  robos  y  incendios  de  casas,   avisase  de  tcdo  á  la  ciudad    de 
Pamplona  y  aun  á  la  de  Santafé,    donde   á   la   sazón   estaba  un  muy  grande  y 
conocido  enemigo  suyo,  vecino  do  Pamplona,   llamado  el  Capitán    Juan    Maldo- 
nado, yerno  del  Gobernador   Ortún   Velasco,    que   supo  ponderar  y  realzar  las 
cosas  que  le  escribían  contra   el   Juan    Eodríguez  Suárez  en  la  Real  Audiencia 
de  Santafé,  de  manera  que  se  despachó   provisión   en   veintiocho  de  Enero  del 
año  siguiente  de  cincuenta  y  nueve,  de  reprensión  al  Cabildo  de  Pamplona  por 
la  jornada  y  población  que  hizo  el  Juan  Rodríguez  sin  su  licencia  y  autoridad, 
y  otra  al  Juan  Maldonado,  para  que  entrase  en  las  Provincias  de  Sierras  Neva- 
das y  prendiese  donde  quiera  que  hallase,  y  enviase   preso  á  la  ciudad  de  San- 
tafé, al  Juan  Rodríguez,  y  si  le  pareciese  era  á  propósito  la  fundación  de  Méri- 
da, la  dejase  poblada  en  aquel  sitio,  ó  en  otro  donde  mejor  arbitrase,  y  si  no  la 
despoblase,  y  para  que  pudiera  poblarla  en  otra  parte.  Con   estos   despachos  y 
la  brevedad  que   pudo  salió  el  Capitán  Juan  Maldonado  de  la  ciudad   de   San- 
tafé, de  donde  sacó  algunos  soldados,  y  llegando  á  la  de  Pamplona,  donde  juntó 
otros,  que  por  todos  llegaron  á  más  de  ochenta,  con   muchas  armas  y  caballos, 
contra  el  orden  que  se  le   había   dado  en   su  provisión,   de  que  no  entrara  con 
gente  para  que  no  se  alborotara  la  tierra,  llegó  á  la  nueva  población  de  Mérida 
á  mediados  del  mes  de  Marzo  del  mismo  año  de  mil  quinientos  cincuenta  y  nue- 
ve, á  sazón  que  no  estaba  en  ella  el  Juan  Rodríguez  Suárez,   por   haber  ido  á 
una  salida  á  la  parte  de  la  Laguna  de  Maracaibo  ;  pero  luego  que   supo   de  la 
llegada  del  Capitán  Maldonado,  tomó  la  vuelta  de  la  ciudad,  donde  sin   alboro- 
tos, vistos  los  recados  de  la  Audiencia,  y  pareciéndole  su  negocio  no  estaba  tan 
enconado  y  de  riesgo,  antes  que  se  le  había  de  premiar  lo  hecho,  se  dejó  pren- 


CAP.  XVIl)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA  FIRME,  199 

der  y  traer  preso,  juntamente  con  Juan  Estevan,  que  también  mandaron 
prender  por  haberle  calumniado  era  parcial  en  los  mismos  delitos,  á  la  ciudad 
de  Santafé,  hasta  donde  le  acompañaron  algunos  de  sus  amigos,  en  especial  el 
X^edro  de  Gaviria,  que  vino  también  Procurador  de  la  nueva  ciudad  ó  población 
para  defenderlo,  y  que  no  se  mudasen  los  apuntamientos  que  había  hecho  el 
Juan  Rodríguez  Suárez  en  los  ve'cinos,  pues  ellos  eran  los  que  la  habían  pobla- 
do y  descubierto  la  tierra  y  casi  pacificádola. 

2.0  La  pasión  con  que  estaba  el  Capitán  Maldonado  contra  el  Juan  Rodrí- 
guez (cuya  gente  tomó  luego  en  sí)  no  le  dejaba  parecer  bien  cosa  de  cuantas 
había  hecho,  y  así  no  obstante  el  maravilloso  sitio  que  tenía  Ja  ciudad,  la  mudó 
cinco  ó  seis  leguas  más  delante  al  Norte,  y  en  un  ancho  y  espacioso  valle, 
también  de  muy  buen  sitio  y  bien  templado,  al  pié  de  la  Sierra  Nevada  á  la 
parte  del  Oeste,  en  lo  más  bajo  del  valle,  la  volvió  á  fundar  de  nuevo,  ponién- 
dole por  nombre  Santiago  de  los  Caballeros,  y  habiéndole  nombrado  Justicia  y 
Regimiento  nuevo  y  dando  asiento  á  las  demás  cosas  que  le  pareció  para  la 
nueva  población,  salió  con  buena  fuerza  de  gente  á  la  parte  del  Norte,  que  son 
los  páramos  que  después  llamaron  de  Serrada,  hacer  nuevos  descubrimientos  y 
ensancharle  sus  términos,  y  habiendo  pasado  los  páramos,  y  bajando  dando 
vista  y  conquistando  los  valles  do  los  Timotes,  llegó  algunas  leguas  más  ade- 
lante hasta  darla  al  de  Bocono,  principio  de  los  indios  Cuitas,  donde  se  encon- 
tró con  el  Capitán  Francisco  Ruiz,  que  había  salido  á  conquistar  las  mismas 
Provincias  por  la  parte  de  la  Gobernación  de  Venezuela,  desde  la  ciudad  de 
Tocuyo,  con  orden  de  Gutierre  de  la  Peña,  Gobernador  que  á  la  sazón  era 
de  aquel  partido,  como  dejamos  dicho  en  nuestra  primera  parte,  quinta  noticia, 
capítulo  24,  de  cuyas  vistas  resultó,  como  ya  dijimos,  después  de  los  desafíos 
que  tuvieron  sobre  las  jurisdicciones  de  las  conquistas,  volviese  el  Capitán  Malr 
donado  á  su  ciudad  de  Santiago,  dejándole  por  términos  por  aquella  parte  la 
Provincia  de  los  Timotes,  que  hasta  hoy  permanece  hasta  allí  y  los  de  la  Real 
Audiencia  de  Santafé,  y  comienzan  los  de  la  de  Santo  Domingo  de  la  Isla  Es- 
pañola. 

3.''  En  estas  y  otras  conquistas  y  pacificaciones  de  la  tierra  gastó  el  Ca- 
pitán Maldonado  el  resto  del  año  mil  quinientos  cincuenta  y  nueve  y  parte  del 
de  sesenta,  hasta  que  algunos  meses  entrados  de  éste  llego  á  la  misma  ciudad 
de  Santiago  el  Capitán  Pedro  Bravo  de  Molina,  vecino  de  la  de  Tunja,  enviado 
de  la  Real  Audiencia  de  Santafé  por  Gobernador  de  la  nueva  ciudad  y  toda 
su  tierra,  con  que  el  Maldonado  hubo  de  dejar  aquello  y  venirse  con  alguna  gen- 
te al  valle  que  el  Juan  Rodríguez  Suárez  había  llamado  de  Santiago,  con  fin  de 
poblar  en  él  una  villeta,  en  virtud  de  una  provisión  que  había  despachado  para 
esto  la  Eeal  Audiencia  de   Santafé,  á  instancia  de  la  ciudad  de  Pamplona,  por 


200  FHAY   PEDRO   SlSfólí  (7.*  NOTICIA 

los  muchos  indios  que  había  en  todos  aquellos  vallen,  como  la  pobló  a  los  últi- 
mos del  mismo  año  de  sesenta,  sujeta  á  la  ciudad  de  Pamplona,  que  fué  el 
intento  que  siempre  esta  ciudad  tuvo  al  emprender  esta  población:  llamóle  la 
Villa  de  San  Cristóbal,  repartió  solares  y  estancias  á  sus  moradores,  y  estuvo 
eri  ella  algún  tiempo  gobernándola,  hasta  dar  asiento  á  las  cosas  que  se  ibM.n 
ofreciendo  de  la  población.  Algún  tiempo  después  que  se  hizo,  se  le  señalaron 
términos  y  repartición  á  los  indios  que  caían  en  ellos  en  sas  moradores,  como 
también  se  hizo  en  los  de  la  ciudad  de  Santiago,  no  pasando  por  los  apunta- 
mientos que  había  hecho  el  Juan  Rodríguez,  si  bien  cuando  estos  segundos  se 
hicieron,  á  cuya  facción  acudió  desde  la  ciudad  de  Pamplona,  por  ser  hombre 
baquiano  y  experto  en  estas  cosas,  el  Capitán  Ortún  Velasco,  no  se  olvidaron 
de  mejorar  á  los  primeros  conquistadores  y  pobladores  de  la  ciudad  de  Mérida, 
que  con  este  nombre  ha  permanecido  siempre  hasta  hoy,  habiéndose  perdido 
del  todo  el  otro  de  Santiago  de  los  Caballeros  que  se  le  puso  en  su  trasmigra- 
ción por  el  Capitán  Maldonado,  y  en  la  que  después  que  llegó  se  hizo,  á  donde 
hoy  permanece  de  Gobernador  Pedro  Bravo. 

4.°  Mientras  pasaba  esto  en  la  ciudad  de  Mérida,  no  lo  pasaba  mejor  en  la 
de  Santafé  el  Juan  Rodríguez  Suárez  en  su  persona  y  calumnias,  porque  ha- 
biendo dado  de  ellas  la  vista  el  Fiscal,  que  era  á  la  sazón  el  Licenciado  Val- 
verde,  se  iba  cada  hora  empeorando  el  pleito  y  cargos  que  le  hacían  de  muerte 
de  indios,  robos  de  sus  haciendas,  incendios  de  sus  casas  y  talas  en  sus  semen- 
teras: pecado  original  en  todos  los  conquistadores  de  estas  tierras  de  las  Indias, 
desde  los  primeros  que  pusieron  el  pié  en  ellas,  por  no  haberse  escapado  nin- 
guno en  quien  este  pecado  (que  por  eso  lo  llamo  original)  no  se  le  haya  em- 
bestido en  las  entrañas,  si  bien  en  algunos  se  ha  disimulado,  y  por  ventura  en 
los  que  ha  sido  más  grave,  porque  quiere  Dios  por  ventura  castigarlos  en  la 
otra  vida,  pues  pocas  veces  tales  pecados  quedan  con  la  satisfactoria  pena  que 
merecen.  En  el  Juan  Rodríguez  Suárez  se  iban  éstos  levantando  tan  de  punto, 
y  no  menos  en  el  Juan  Estevan,  que  pareciéndole  había  de  parar  en  mal  y 
correr  riesgo  su  persona  por  la  mucha  fuerza  de  sus  enemigos,  hallando  ocasión 
un  día,  se  salió  de  la  cárcel,  y  entró  á  retraerse  en  las  casas  obispales  de  Don 
Fray  Juan  do  los  Barrios,  que  á  la  sazón  estaba  en  la  ciudad,  de  donde  con 
mano  armada  lo  sacó  .el  Oidor  Melchor  Pérez  de  Arteaga  y  lo  volvió  á  la 
cárcel,  no  obstante  los  requerimientos  que  para  esto  hizo  el  Obispo,  alegando 
tener  sus  casas  por  derecho  para  esto  las  mismas  inmunidades  que  la  Iglesia» 
Agraváronsele  por  el  suceso  las  prisiones  y  cuidado  c5n  el  Juan  Rodríguez,  todo 
en  vano,  pues  viéndose  apretado  de  esta  suerte,  apretó  él  con  las  trazas  que 
siempre  andaba  dando  para  hacer  ^fuga,  y  hallándolas  una  noche,  á  veintidós 
de  Marzo  del  mismo  año  de  mil   quinientos  sesenta   (1560),    quebrantando  la 


CAP.  XVIl)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA   FIRME  201 

cárcel  y  prisiones,  la  hizo  de  ella,  juntamente  con  el  Juan  Estevan  y  otros,  por 
lo  cual  sustanciada  ya  la  causa,  se  le  dio  sentencia  de  muerte  á  veinte  de 
Marzo  del  mismo  año,  habiendo  despachado  primero  provisiones  al  Cabildo 
de  la  ciudad  de  Pamplona  para  que  le  prendieran,  por  haber  sabido  estaba  en 
el  Río  del  Oro  favorecido  de  algunos  de  sus  amigos,  con  cuya  ayuda  se  podía 
temer  alguna  rebelión  ó  alzamiento. 

5.*'  Sabiendo   el   Juan    Rodríguez,  en  el  Río  del  Oro,  su  sentencia  y  el 
cuidado  que  se  traía  para  haberlo  á  las  manos,  con  cinco  ó  seis  amigos  suyos  y 
algunos  indios  y  indias  de  la  encomienda  que  le  habían  quitado,  tomó  la  vuelta 
do  su  ciudad  de   Mérida  ó  Santiago  de  los  Caballeros,  y  pasando  por  ella  á  me- 
diados de  Octubre  del  mismo  año,  una  noche,  sin  ser  casi  sentido,  pasó  adelante 
y  se  entró  en  la  Gobernación   de   Venezuela   y   ciudad   de   Trujillo,  donde  ya 
estaba  haciendo    su    tercer   reedificación   el    Capitán  Diego  García  de  Paredes. 
Los  pobladores  de  ella,  sabiendo  que  iba  el  Juan  Rodríguez,  le  salieron  á  recibir 
con  aplauso,  y  con   el   mismo    le   admitieron    en    la   ciudad,   lastimándoles  sus 
desgracias,   después   de   haber   trabajado    tanto  en  servicio  del  Rey  en  las  con- 
quistas y  población   de   Mérida,  y  así  el  Diego  García  de  Paredes  lo  hizo  Juego 
su  Teniente,  y  á  otro  día  de  como  se  metif5  en   posesión  de  esto,  supieron  que 
llegaba  cerca  de   la   misma   ciudad   de    Trujillo   un   Juez   llamado  Alonso  de 
Esperanza,  con  provisiones   de   la  Real    Audiencia  de   Santafé  para  prender  al 
Juan  Rodríguez,  y  haciéndose  todo  el  pueblo  dos  escuadrones,  uno  de  los  cuales 
gobernaba  el  Juan   Rodríguez,  armado   sobre   un    caballo  y  con  una  buena  es- 
copeta, esperaron   al  Juez   un  pequeño  trecho  fuera  de  la  ciudad,  el  cual  vién- 
dolos en  esta  postura   de   guerra   y   que   él  llevaba  sólo  ocho  ó  diez  soldados, 
envió  á  decir  con  uno  que  saliese  el  Alcalde  de  la  ciudad  y  un  escribano  para 
notificar   ciertas   provisiones    que   llevaba,  á  lo  cual  salió  de  un  escuadrón  un 
Alcalde  llamado  Diego  de  la  Peña,  sobre  un  caballo,  puesta  una  cota  y  un  casco, 
con  una  lanza  en  la  mano,  y  cuatro  que  le  acompañaban  de  la  misma  librea,  y  lle- 
gándo^e  unos  á  otros  á  distancia  de  un  tiro  de  arcabuz,  dijo  el  Esperanza,  desple- 
gando la  provisión  que  llevaba,  que  la  hiciese  leer,  porque  era  del  Presidente  y 
Oidores  de  la  Real  Audiencia  de  Santafé  para  prender   al   Juan   Rodríguez  por 
delitos   que   había   cometido,  á    lo   cual   respondió   el   Alcalde  que  ya  sabían 
venían  á  eso,  y  que  allí  no  sabía  nadie  leer,  sino  era  el  Ave  María,  y  que  el 
Juan  Rodríguez,  por  hombre  que  hubiese  cometido  delitos,  ningunos  contra  el 
Rey,  sino  que  muy  leal  vasallo  y  servidor  suyo,  con  que  volvió  las  espaldas  á 
meterse  con  sus  compañeros  en  el  escuadrón,  dejando  al  Esperanza  sin  ninguna 
de  que  hubiese  efecto  á   lo   que  iba,  con  lo  cual  hubo  él  de  volver  las  espaldas 
y  venirse   con   sus  compañeros  a  la  ciudad  de   Santiago  y  4e  allí  á  la  de  Pam- 
plona, desde  donde  despachó  á  la  de  Santafé  dando  aviso  del  suceso. 


202  FRAY   PEDRO   SIMÓN  (7.*  NOTICIA 

CAPÍTULO  XVIII 


Contenido:  1."  Nueva  provisión  de  la  Audiencia  de  Santafé  para  prender  al  Juan 
Rodríg-uez  y  tampoco  tiene  efecto — 2.»  Muerte  de  Juan  Rodríg'uez  Suárez  y  cómo 
le  temen  los  indios  aun  después  de  muerto— 3.  Calidades  de  la  tierra  y  términos  de 
la  ciudad  de  Mérida. 


í^ 


ABIDO  en  la  Real  Audiencia  de  Santafé  qne^  por  no  estar  á  la 
K_^  sazón  cerca  de  aquella  ciudad  de  Trojillo,  por  haber  ido  al  Cabo  de 
la  Vela,  el  Gobernador  de  Venezuela,  Pablo  Collado,  no  h'ibía  tenido  efecto  la 
provisión  del  Juan  Rodrigue?,  pidió  el  mismo  Fiscal  Valverde  se  despachara 
provisión  con  el  mismo  Alonso  de  Esperanza  al  Gobernador  Pablo  Collado  para 
que  prendiese  y  entregara  al  Juan  Rodríguez,  y  le  trajera  preso  el  Esperanza, 
teniendo  la  de  que  había  de  suceder  como  lo  disponía,  para  lo  cual  en  ocho 
de  Enero  del  año  siguiente  de  mil  quinientos  sesenta  y  uuo  (1561)  se  despa- 
chó la  provisión,  hablando  con  el  L'cenciado  Pablo  Collado,  con  lo  cual  tomó 
otra  vez  la  vuelta  de  la  Gobernación  de  Venezuela  el  mismo  Alonso  de  Espe- 
ranza, y  llegando  á  la  ciudad  de  Tocuyo,  donde  halló  yá  al  Gobernador  de 
vuelta  del  Cabo  de  la  Vela,  en  veintisiete  de  Abril  del-  mismo  año,  se  la  noti- 
ficó delante  de  testigos.  El  Gobernador,  cuando  se  la  iba  leyendo  un  escribano, 
en  llegando  á  unas  palabras  que  decian  :  '*  A  vos  el  Licenciado  Pablo  Collado» 
nuestro  Gobernador  ;'^  sin  que  pasase  el  lector  más  adelante,  le  dijo  que  mirase 
la  firma  de  la  provisión,  y  de  dónde  era  su  despacho,  y  respondiéndole  que  de 
la  Real  Audiencia  y  ciudad  de  S=intafé,  dijo  el  Collado  que  no  hablaba  con  éh 
porque  aunque  él  era  Ministro  del  Jlej,  y  su  Gobernador  por  el  Real  Consejo 
de  Indias,  nadie  en  ellas  le  podía  enviar  provisiones,  sino  era  la  Real  Audiencia 
de  Santo  Domingo,  en  cuyo  Distrito  estaba  su  Gobierno,  con  que  quedó  tam- 
bién frustrado  el  trabajo  del  Esperanza,  si  bien  volvió  luego  á  replicar  al 
Gobernador,  que  pues  por  eu  mandado  estaba  el  Jnan  Rodríguez  Suárez  en  la 
Provincia  de  los  Mirsens,  Distrito  de  la  Vülarica,  haciendo  un  castigo  á  aquellos 
indios,  mandase  se  le  entregasen  á  él  veinte  piezas  entre  indios  é  indias  que 
había  llevado  el  Juan  Rodríguez  del  valle  de  Tona  en  el  Distrito  de  Pamj)Iona, 
de  la  encomienda  que  el  Suárez  tenía,  porque  ya  se  la  hibían  confiscado  y 
puesto  en  cabeza  del  Rey,  por  sus  delitos,  con  que  no  tenía  acción  á  sacar 
indios  de  ella,  y  que  juntamente  se  le  entregase  pp^so.  Pidióle  de  todo  esto 
información  el  Gobernador,  con  que  viendo  el  Esperanza  el  mal  remedio  que 
hallaba  para  la  prisión  del  Suárez  y  el  recobrar  los  indios  que  había  llevado  do 
BU  encomienda,   tomando   testimonio  de  todo,  se  volvió  á  Pamplona  y  de  aUí  á 


CAP.  XVIIl)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA   FIRME  203 

Santafé,  donde   dio   cuenta   de   todo,  y  del  imposible  que  había  en  prender  al 
Juan  Kodríguez. 

2.*^  En  especial  con  lo  que  de  allí  á  poco  le  sucedió  en  las  provincias  de 
Caracas,  donde  babía  entrado  con  los  demás  soldados  que  había  enviado  á  sus 
conquistas  el  mismo  Gobernador  Collado,  porque  habiendo  enviado  á  llamar 
algunos  soldados  de  los  que  andaban  en  ellas  para  que  bajaran  al  socorro  de  los 
dos  pueblos  Barquisimeto  y  Tocuyo  contra  el  tirano  Lope  de  Aguirre,  que  iba  en 
aquella  sazón  entrando  por  el  puerto  de  la  Burburata  en  aquella  Gobirnaciónr 
viniendo  este  Juan  Roglríguez  á  esto,  con  otros  cuatro  compañeros  en  cierto 
paso  estrecho,  salieron  de  emboscada  una  multitud  de  indios  que  estaban  allí 
para  el  intento,  por  temerle  mucho  al  Juan  Rodríguez  (si  bien  hay  quien  diga 
que  esta  traza  fué  dada  á  estos  indios  por  unos  dos  hermanos  mestizos,  llamados 
los  Fajardos,  que  fueron  los  primeros  conquistadores  de  aquellas  provincias) 
y  aunque  todos  cinco  se  defendieron  valerosamente,  al  fin  quedaron  muertos^ 
y  aun  estándolo  yá  el  Juan  Rodríguez  arrimado  á  un  peñasco  que  había  tomado 
por  seguridad  en  la  pelea,  no  creyendo  los  indios  que  estaba  muerto  (tanto  era 
el  temor  que  le  tenían),  en  más  de  dos  horas  no  se  atrevieron  á  llegar  á  él 
entendiendo  los  bárbaros  hacía  de  industria  el  no  pelear,  porque  pensanda 
ellos  que  estaba  muerto,  se  llegasen  á  él,  y  cogerlos  de  cerca  y  matarlos. 

3.°  El  sitio  donde  hoy  permanece  la  ciudad  de  Mérida  con  este  nombre, 
por  habérsele  perdido,  como  dijimos,  el  otro,  es  un  valle  que  corre  algo  pen- 
diente Norte  Sur,  á  sesenta  y  dos  grados  y  dos  minutos  de  longitud  del  me- 
ridiano de  Toledo,  y  seis  de  latitud  al  Norte,  entre  dos  quebradas,  la  una  lla- 
mada Alberregas  y  la  otra  Chanta,  que  mejor  se  le  dirá  caudaloso  río  que  se 
origina  desde  los  páramos  de  Serrada,  iba  recogiendo  las  más  de  sus  aguas  de 
las  Sierras  Nevadas,  á  cuyo  pié  está  este  valle,  de  la  ciudad,  con  que,  aunque 
es  algo  hondo,  la  frialdad  de  la  nieve  no  le  deja  ser  demasiado  caliente,  antes 
le  da  un  temple  tan  templado,  que  se  crían  en  él  las  frutas  que  en  otros  países 
no  se  dan  sino  en  tierras  muy  frías  ó  muy  calientes,  según  su  naturaleza.  La 
gente  que  nace  en  este  pueblo  tiene  excelencia  sobre  las  demás  de  estas  Pro- 
vincias, en  ser  todas  en  común,  hombres  y  mujeres,  d  e  crecidos  cuerpos;  ciíanse 
con  mucha  salud  los  niños  por  la  templanza  de  1  país,  y  salen  de  buenos  ingenios; 
hay  en  la  ciudad  dos  conventos  de  Santo  Domin  go  y  San  Agustín ;  la  mayor 
parte  de  la  tierra  de  sus  términos  es  más  fría  que  caliente,  y  toda  ella  muy 
doblada,  con  que  no  es  tan  acomodada  como  otras  á  granden  crías  de  ganados 
mayores;  es  muy  pobre  de  minas,  y  así  sus  granjerias  son  de  cacaos,  en  que  han 
empleado  mucha  parte  de  sus  tierras  calientes,  y  algunas  cosechas  de  tabaco  > 
pero  sobre  todo  lo  que  más  lea  hace,  son  las  del  trigo,  que  se  da  mucho  y  muy 
bueno  en  las  tierras  templadas,  de  cuyas  harinas  tienen  saca  para  la  ciudad  da 


204  FRAY   PEDRO   SIMÓN  (7/   NOTICIA 

Cartagena,  por  las  fragatas  que  llegan  dos  ocasiones  al  ano  por  la  laguna  de  Ma- 
racaibo  á  un  puerto  que  llaman  de  Gibraltar,  donde  para  esta  ocasión  se  hicie- 
ron á  los  principios  ciertas  bodegas,  que  yéndose  multiplicando,  se  convirtieron 
en  ciudad,  como  hoy  lo  está,  de  quien  ya  hablamos  en  la  primera  parte.  Hoy 
es  de  los  más  famosos  puertos  de  estas  Indias,  por  la  gran  suma  de  fino  tabaco 
que  se  embarca  en  el  de  la  ciudad  de  Barinas.  En  esta  ciudad  de  Mérida,  yá 
cabeza  de  Gobierno,  aunque  hasta  aquí  lo  había  sido  de  Corregimiento,  porque 
el  año  pasado  de  mil  quinientos  veintidós,  atendiendo  el  Rey  á  otras  razones,  y 
á  los  muchos  servicios  que  le  había  hecho  en  muchas  ocasiones  el  Capitán 
Juan  Pacheco  Maldonado,  como  dejamos  dicho  en  la  primera  parte,  le  hizo 
Gobernador  por  ocho  años  de  aquel  partido,  y  lo  que  antes  era  Corregimiento 
fuese  Gobierno. 


CAPITULO   XIX 

Contenido:  1."  Sale  á  la  conquista  de  los  Muzos  de  la  ciudad  de  Santafé  el  Capitán 
Lanchero— 2."  Guazabara  que  dan  los  indios  á  los  españoles,  con  muerte  de  algunos 
soldados  y  pérdida  de  municiones— 3."  Fúndase  la  ciudad  de  la  Trinidad  de  los 
Muzos,  en  que  se  padecieron  muchos  trabajos — 4.<»  Reparte  Lanchero  la  tierra  en 
los  conquistadores,  y  hallándose  algunos  agraviados,  envía  la  Real  Audiencia  á 
Don  Lope  de  Orosco  para  que  haga  la  partición. 


E 


RAN  tan  lastimosos  los  daiíosy  los  crecimientos  que  por  horas  tenían 
quehacer  los  indios  Muzos  en  los  Moscas  sus  vecinos,  desde  que 
se  despobló  la  ciudad  de  Tudela  que  había  poblado  Pedro  de  Ursúa,  como  ya 
dijimos,  que  era  necesario  poner  grandes  bríos  aun  mucho  antes  que  se  pu- 
sieron en  el  reparo  de  eUos,  á  quien  dieron  lugar  las  turbaciones  que  hemos 
dicho  andaban  en  el  Reino  con  las  venidas  de  los  dos  segundos  Oidores,  y  de 
las  residencias  que  se  les  tomaron  á  los  primeros  y  al  Miguel  Díaz,  en  especial 
siendo  el  principal  motor,  como  más  agraviado,  el  Capitán  Luis  Lanchero,  que 
era  á  quien  tocaban  más  en  lleno  loa  agravios  que  hacían  los  indios  Muzos  á  los 
Moscas,  por  estar  su  repartimiento  y  pueblo  de  Susa  en  frontera  de  ellas  :  pero 
acabadas  las  residencias  y  disturbios  con  el  modo  que  hemos  dicho,  con  que 
quedó  más  desocupado  el  Capitán  Lanchero,  se  ofreció  luego  á  la  pacificación 
de  los  Muzos;  y  concediéndola  la  Real  Audiencia,  salió  con  ochenta  soldados 
españoles  y  los  indios  de  servicio  que  le  pareció  eran  rflenester,  el  año  de  mil 
quinientos  cincuenta  y  ocho,  á  los  primeros  de  Septiembre,  por  ser  el  verano  en 
estas  tierras.  Parecióle  entrar  por  las  de  Vélez,  por  donde  no  hacían  menos 
daño  los  Muzos  juntándose  con  los  Saboyaes,  y  así  llegando  á  aquella  ciudadi 


CAP.    XIX)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA    FIRME  205 

donde  deteniéndose  unos  pocos  días  se  le  juntaron  otros  soldados  y  entre  ellos 
el  Capitán  Benito  Lrópez  de  Poveda,  manchego,  comenzó  su  entrada  con  hartas 
dificultades  que  se  ofrecieron  de  guazabaras  desde  los  primeros  pasos  que  dio 
en  la  Provincia  de  los  Muzos,  y  no  eran  las  menores  el  hallar  empujados  los 
pasos  por  donde  les  era  forzoso  pasar,  con  puntas  de  maderas  de  palmas  muy 
secas,  untadas  de  un  fortísimo  veneno,  tan  ocultas  entre  la  maleza  y  yerbales 
del  paso,  que  por  mucho  cuidado  que  llevasen,  nunca  dejaban  de  empujarse 
algunos,  que  por  poco  que  qlíedasen  picados,  morían  rabiando  dentro  de  las 
veinticuatro  horas^  Hallaban  también  (de  más  de  muchas  galgas  de  valientes 
piedras  que  dejaban  caer  de  las  cumbres,  y  muchas  envenenadas  flechas  que 
arrojaban)  puestas  en  lo  alto,  en  trecho,  ramas  y  maleza  de  arcabuco  en  los 
pasos  más  estrechos,  unas  valientes  vigas,  puestas  con  tan  buen  artificio,  que 
en  un  solo  bejuco  que  ataban  á  ellas  y  descendía  ai  camino  por  donde  habían 
de  pasar  los  soldados,  con  solo  pisarlo  caía  la  viga  y  mataba  ó  hería  á  los 
que  cogía  debajo,  que  en  ocasiones  no  fué  poco  el  daño  que  hacían. 

2.*^  Atrepellando  con  estos  y  otros  inconvenientes,  llegaron  á  la  loma  que  lia* 
marón  de  San  Sebastián,  donde  les  dieron  una  tan  terrible  guazabara,  que  murie- 
ren en  ella  algunos  españoles  y  la  mujer  de  un  soldado  llamado  Juan  González  de 
Mentóla,  y  pudieron  los    indios  haber  á  las  manos  toda  la  munición  de  pólvora 
y  balas,  que  fué   uno  de  los  mayores   daños   que  recibieron,  por  donde  le  fué 
forzoso  al  Capitán  Lanchero  despachar  con  escolta  algunos  soldados  al  Capitán 
Benito  de  Poveda,  como  á  hombre  de  los  de  mayor  satisfacción  que  tenía,  para 
que  de  la  ciudad   de    Tunja   trajera   socorro   de   municiones.  Partió  luego  al 
efecto,  con  harto  riesgo  de  su  persona  y  la  de  sus  compañeros,  por  las  muchas 
gnazabaras  que  les  dieron  en  el  camino,  en   una  de  las  cuales  le  mataron  á  unoj 
y  llegando  á  la  ciudad  de  Tunja  y  tomando  las  municiones  que  hubo  menester, 
volvió  con    las  mismas   dificultades   hasta   el    puesto  de  la  misma  loma  de  San 
Sebastián,  donde  se  estuvieron   aguardando  el   resto  de  los  españoles  reparados, 
sin  atreverse  á  salir  de  allí  hasta  que  les  viniera  el  socorro.  Antes  hubo  pare- 
ceres de  poblarse  allí,  por  ser  loma  alta  f  limpia  de  montaña,  pero  no  teniendo 
esto  efecto,  luego   que   llegó   el    Capitán   Poveda,  pasaron  dos  leguas  adelante, 
á  la  parte  del  Poniente,  á  otra  loma  que  llamaron  de  la  Trinidad,  donde  tam- 
bién trataron  de  poblarse,  por  las  razones  que  en  la  otra. 

3 .°  No  tuvieron  tampoco  efecto  estos  intentos,  por  la  prisa  que  les  daba 
la  fuerza  de  los  indios  con  guazabaras,  sin  cesar  día  ni  noche,  que  no  forzase 
los  soldados  á  pasar  más  adelante  tres  leguas;  y  en  un  sitio  algo  llano,  á  ma- 
nera de  caldera,  entre  cuatro  encrespados  cerros,  pusieron  en  efecto  los  intentos 
que  llevaban  de  poblar,  no  obstante  enfadosas  contradicciones  que  hacían  los 
indios  poblados  en  el  sitio,  que  eran  tantos,  que  hervía  la  tierra  de  ellos.  Tomó 


206  FRAY   PEDRO   SlM{5n  (7.*  NOTICIA 

posesión  en  nombre  del  Rey,  coh  las  acostumbradas  diligencias,  para  fundar 
allí  la  ciudad,  que  hoy  permanece  con  título  de  la  Santísima  Trinidad  de  los 
Muzos,  el  Capitán  Francisco  Morcillo,  Teniente  General  del  Capitán  Lanchero, 
habiéndole  dado  comisión  para  ello  á  los  primeros  del  año  siguiente  de  mil 
quinientos  cincuenta  y  nueve.  Era  este  Capitán  Morcillo  valentísimo  soldado, 
como  lo  mostraba  en  toda  ocasión  de  guazabara  y  otras  facciones  que  se  ofre- 
cían en  la  guerra.  No  hicieron  luego  elección  de  O.ibildo,  hasta  tomar  primero 
el  tiento  al  sitio  y  inconvenientes  que  podían  ofrecerse  de  estar  en  él,  hasta  pa- 
sados algunos  días,  que  viéndose  era  razonable,  la  hicieron  sacando  Alcaldes 
á  Alonso  Ramírez  y  Hernán  García  Patino;  Regidores,  Benito  de  Poveda,  An- 
tonio Castilbón  de  Naila,  Alonso  de  Salinas,  Francisco  Pérez  y  Juan  Alonso. 
No  fueron  menores  los  trabajos  que  los  de  hasta  allí  los  que  se  les  siguieron 
á  los  españoles,  fundada  ya  su  ciudad,  pues  embraveciéndose  cada  hora  más  los 
indios,  era  forzoso  á  los  nuestros  sacarles  por  punta  de  lanza  el  sustento,  y 
siendo  lo  que  podían  haber  á  las  manos  poco  y  las  necesidades  muchas,  les  for' 
zaban  á  salir  á  otras  provincias  comarcanas  y  aun  á  las  de  los  Moscas,  á  pro- 
veerlos con  notables  riesgos,  pues  andándole  siempre  estos  indios  á  los  soldados 
a  los  alcances,  con  acechanzas,  jamás  hacían  salida  de  que  no  muriesen  algunos, 
ya  con  flechas,  ya  empuyándose  en  las  trochas  que  pasaban  y  ya  en  las  frutas 
que  comían,  porque  la  malicia  de  estos  indios  s?  extendía  á  todo,  envenenán- 
dolas con  mucha  sutileza,  de  manera  que  sucedió  á  veces,  comiendo  con  des- 
cuido algunos  soldados  de  las  frutas  que  hallaban  en  las  poblaciones,^  morir 
rabiando  por  el  veneno  que  tenían  puesto  en  ellas. 

4.<*  Pero  la  constancia  española,  ayudada  de  algunos  bravos  perros,  que 
fueron  los  de  más  importancia  para  la  guerra  de  estas  provincias,  venció  la  de 
los  indios  en  querer  echar  á  los  nuestros  de  sus  tierras,  y  así  viendo  lo  poco 
que  aprovechaban  en  estos  intentos,  y  cuan  de  asiento  tomaron  los  españoles 
el  estar  en  ellas,  los  mudaron  y  se  fueron  reduciendo  poco  á  poco  á  nuestra 
amistad,  con  que  el  Capitán,  si  bien  no  tenía  autoridad  para  ello,  iba  repar- 
tiendo entre  los  conquistadores,  y  eneomendando  los  que  se  iban  reduciendo, 
aunque  por  no  haber  sido  esto  al  parecer  de  algunos  con  la  igualdad  que  con- 
venía, haciendo  pleito  de  agravios,  remitieron  la  averiguación  de  él  á  esta  Real 
Audiencia,  la  cual  proveyó  que  fuese  hacerla  el  Capitán  Don  Lope  de  Orosco, 
vecino  á  la  sazón  de  la  ciudad  de  Tunja,  natural  de  la  de  Córdoba  en  España, 
que  después  fué  Gobernador  de  Cartagena  y  de  Santa  Marta.  Llegó  á  la  ciudad 
de  los  Muzos  el  Don  Lope  de  Orosco,  con  provisión  áe%.  Audiencia,  por  Ca- 
pitán y  Justicia  Mayor,  con  que  le  fué  forzoso  al  Capitán  Lanchero  dejar  el 
Gobierno  de  la  ciudad,  y  irse  en  paz  á  la  de  Tunja  á  descansar  de  los  muchos 
trabajos  que  había  padecido  en  la  población.  Estuvo  gobernando  algunos  días 


CAP.  XX)  NOTICIAS    DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA   FIRME  207 


• 


el  Orosco,  en  cuyo  Ingar  sucedió  por  Corregidor,  con  provisión  de  la  misma 
Audiencia,  Alvaro  de  Cepeda  de  Aya) a,  con  orden  particular  de  que  echase  y 
dividiese  los  términos  entre  los  Muzos  y  Colimas  ó  ciudad  de  la  Palma,  quo 
ya  en  este  tiempo  estaba  fundada,  á  quien  le  dieron  en  compañía  para  esto  de  los 
términos  al  Capitán  Juan  de  Peuagos,  y  que  después  de  echadus  y  divididos 
á  puntas  todos  los  indios  pacíficos  de  sus  términos  en  los  vecinos  que  los 
habían  pacificado,  para  que  después  el  Presidente  de  la  Audiencia,  que  era  ya 
el  Doctor  Venero  de  Lciva,como  quien  tenía  poder  para  eso,  los  encomendara. 


CAPITULO  XX 

Contenido:  I*  Los  términos  de  la  ciudad  de  Muzo  en  división  de  los  de  la  Palma  se 
hicieron  y  los  apuntamientos  de  la  tierra  en  los  vecinos — 2."  Comiénzase  á  dar 
noticia  de  las  esmeraldas  de  Muzo — 3.**  Muchas  y  varias  especies  que  había  de  es- 
meraldas—4.°  Modo  con  que  se  labran  las  esmeraldas.  Sacáronse  dos  muy  gruesas, 
y  número  que  hasta  hoy  se  ha  sacado  de  ellas — o."  Propiedad  de  la  tierra  de 
Muzo  de  minerales,  aves,  árboles  y  animales — 6.»  Número  de  Gobernadores  y  Co^ 
rregfidores  que  ha  habido  en  esta  ciudad. 

SEÑALÁRONSE  los  términos  de  la  ciudad  por  los  dos  que  fueron 
asignados  para  eÜo,  en  cuyas  facciones  hubo  hartos  peligros  de 
muerte  en  guazabaras  que  se  ofrecieron  con  los  indios,  en  especial  en  el  pueblo 
de  Notepí,  donde  salieron  tantos  naturales,  .y  tan  bravos,  que  los  hicieron 
mudar  tres  veces  rancho  á  los^^  españoles^  hasta  ganar  un  alto  donde  tuvieron 
algún  sosiego,  aunque  con  necesaria  vigilancia.  Viéronse  en  otro  gran  peligro 
en  las  Tetas  que  llaman  de  Ibama,  que  son  unas  encumbradas  puntas  de  unos 
cerros,  por  hallarlas  cubiertas  de  indios,  que  muy  á  lo  valiente  les  hacían  re»- 
sistencia  en  el  pasaje.  Hiciéronlo  al  fin,  y  llegando  á  la  ciudad,  se  hicieron  los 
apuntamientos,  llegado  ya  el  año  de  mil  quinientos  sesenta  y  seis,  en  sesenta  y 
un  vecinos  que  habían  quedado  de  los  primeros  que  entraron  á  su  población, 
y  d'©  los  segundos  que  después  fueron  de  socorro,  que  no  los  nombramos  aquí 
por  evitar  proligidad :  á  quien  le  importare  podrá  verlos  en  el  archivo  de  la 
ciudad,  como  tampoco  me  puedo  detener  en  contar  por  menudo  otras  muchas  y 
peligrosas  conquistas  que  hubo  en  estas  provincias,  hasta  que  quedaron  del 
todo  pacíficas. 

2.0  Pero  no  podremos  excusar  de  escribir  algo  más  largo  de  las  riquísimas 
minas  de  esmeraldas  que  en  tiempo  de  este  Gobernador  Cepeda,  el  año  de  mil 
quinientos  sesenta  y  cuatro,   á   nueve  de  Agosto,   se  descubrieron  á  legua  y 


208  FRAY   PEDRO    SIMÓN  (7.a  NOTICIA 

media  de  -la  ciudad  del  Noroeste,  en  un  cerro  que  llaman  de  Itoco,  donde  estaba 
plantado  un  pueblo  de  indios  llamado  así,  que  le  había  cabido  en  suerte  en 
encomienda  á  uno  de  los  conquistadores  llamado  Alonso  Ramírez  Gaseo  Man- 
chego,  natural  del  Corral  de  Almaguer,  jas  cuales  minas  han  sido  tan  ricas  de 
muchas  y  lucidas  piedras,  que  se  ha  llenado  el  mundo  de  ellas  y  aun  hecho 
bajar  de  la  cumbre  en  que  estaban,  á  pequeños  precios,  las  que  antes  de  estos 
descubrimientos  eran  de  estimable  valor,  como  sucedió  en  un  caso  que  cuenta 
Acosta,  *  que  llegando  un  español  en  Italia  al  principio  que  se  hallaron  estas 
minas,  á  un  lapidario,  mostrándole  una  esmeralda  y  preguntándole  qué  valdría, 
respondió  el  italiano  que  cien  escudos;  mostrándole  otra  algo  mayor,  aunque 
de  la  misma  laya  y  brillante,  dijo  valdría  trescientos,  de  lo  cual  engolosinado 
el  español,  llevó  á  su  posada  al  italiano  y  mostrándole  un  cajón  lleno  de  ellas, 
que  pesaría  cuatro  arrobas,  viendo  tantas,  dijo  el  lapidario:  éstas,  señor,  valen 
á  escudo,  que  al  paso  de  como  aprecio  las  primeras,  valdrían  algo  menos  de 
cincuenta  escudos  cada  una,  que  los  bajó  hasta  uno  la  abundancia;  pero  no 
por  eso,  como  dice  Plinio,  deja  de  tener  el  tercer  grado  entre  las  piedras  pre- 
ciosas, pues  so  estima  después  del  diamante  y  rubí  fino,  por  ser  tan  saludable  y 
agradable  á  la  vista,  como  dice  él  mismo,  por  aquel  tan  encendido  verde  que 
tiene,  pues  no  hay  cosa  criada  en  el  mundo  tan  verde  como  ella,  ni  que  más 
recree  y  deleite  la  vista. 

3.*'  Doce  especies  pone  Pliuio  de  ellas,  según  dice  Pineda,  y  algunas  tan 
grandes,  que  aleg.iüdo  el  mismo  Piinio  á  Teofastro,  dice  que  un  Rey  de  Babi- 
lonia envió  á  otro  de  Egipto  un  pedazo  de  una  esmeralda  de  cuatro  cobdos  de 
largo  y  tres  de  ancho,  con  que  no  se  admirarán  los  que  oyeren  decir  era  de  una 
esmeralda  el  plato  en  qup  Cristo  Nuestro  Redentor  comió  el  cordero  la  noche 
de  la  cena,  como  es  común  opinión  y  cosa  muy  cierta  que  hoy  se  guarda  en  la 
ciudad  de  Genova  por  una  de  las  supremas  reliquias,  la  cual  visitó  el  Papa 
Adriano  sexto,  cuando  pasaba  de  España  en  Roma,  recién  electo  en  su  Pontifi- 
cado, y  que  el  Emperador  Nerón,  por  una  vidriera  hecha  de  una  esmeralda,  veía 
las  fiestas  que  se  hacían  en  Roma;  y  añade  más  Plinio  con  Teofastro:  que  los 
egipcios  en  el  templo  de  Júpiter  tenían  un  obelisco  de  cuarenta  cobdos  de  largo 
y  cuatro  de  ancho  por  una  parte,  y  dos  de  otra,  de  cuatro  piedras  de  esmeralda, 
y  que  en  el  templo  de  Hércules,  en  Tiro,  estaba  una  columna  de  una  esmeralda, 
y  que  una  estatua  del  Dios  Serapio  estaba  en  un  laberinto  de  Egipto,  que  tenía 
nueve  cobdos  de  largo,  hecha  de  una  esmeralda.  Aunque  estas  piedras  más  de- 
bieran ser  alguna  especie  de  piedra  verde  que  llaman  esmeralda  falsa,  toman dp  de 
nombre  extensivamente;   pero  las  nuestras  de  Muzo,  si   bien  no  son  en  común 

*  Acosta,  Lib,  i,  Hist.  nat,  Ind, 


CAP.  XX)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA   FIRME  209 

tan  finas  como  Ihs  orientales,  que  respecto  de  éstas  las  llaman  esmeraldas  viejas, 
suelen  las  más  salir  finísimas  y  de  lucida  j  limpia  laja,  y  muchas  tan  gruesas 
y  de  tanto  valor  como  luego  diremos. 

4.^  Ya  dijimos  cómo  el  Capitán  Diego  Martínez,  habiendo  entrado  por 
la  parte  de  Suratena  á  estas  provincias  de  Muzo  el  año  de  cuarenta  y  cuatro, 
había  hallado  algunos  rastros  de  esmeraldas  en  los  buches  de  las  gallinas; 
pero  no  se  habían  sabido  las  minas  de  donde  salían  hasta  este  año  de  sesenta 
y  cuatro,  que  hemos  dicho,  porque  entonces,  corriendo  uu  día  en  la  plaza 
de  la  nueva  ciudad  de  Muzo  un  caballo,  descubrió  con  la  uña  un  engaste  de 
una  esmeraldina,  que  tomándola  y  preguntando  á  los  indios  cómo  se  llamaba, 
respondieron  que  tap  y  acar,  que  en  su  lengua  quiere  decir  piedra  verde,  de 
donde  infirieron  luego  los  españoles  que  pues  le  tenían  puesto  nombre,  la  cono- 
cían y  las  había  en  la  tierra,  con  que  intentaron  luego  el  buscarlas,  en  que 
tomó  la  demanda  con  más  bríos  el  Capitán  Benito  de  Poveda,  y  con  halagos  y 
amenazas  que  hicieron  á  algunos  indios,  los  guiaron  á  este  cerro  del  Itoeo, 
donde  comeuzaron  luego  los  españoles  á  catear  y  sacaron  algunos  engastes  pe- 
queños que  sirvieron  de  muestra  y  golosina  para  intentar  luego  el  descubrir 
aquella  riqueza  más  de  propósito,  como  lo  hicieron,  haciendo  compañía  entre 
algunos  para  la  labor,  porque  como  los  indios  se  estaban  aún  rebeldes  y  defen- 
dían sus  tierras,  era  menester,  mientras  unos  labraban  las  minas,  estar  otros 
haciendo  rostro  á  los  indios,  que  parece  hizo  la  naturaleza  más  valientes  á  los 
de  esta  provincia  que  á  los  de  otras,  para  guardar  aquella  inmensa  riqueza  de 
esmeraldas  y  que  no  costase  poco  lo  que  tanto  vale.  Estos  intolerables  trabajos 
con  que  las  empezaron  á  labrar  se  pagaron  en  pocos  días  con  algunas  que  saca- 
ron, y  entre  ellas  dos  tan  limpias,  verdes,  finas  y  brillantes,  que  juzgando  no  ser 
dignas  de  otra  mano  y  tesoro  que  el  de  su  Rey,  las  llevaron  para  el  efecto  á  la 
Corte  y  tasaron  los  que  bien  lo  entendían  en  veinticuatro  mil  pesos  de  buen 
oro  castellano,  de  que  dio  el  Rey  equivalente  satisfacción  á  todos  los  de  la 
compañía  que  las  habían  hallado  en  esta  su  Real  Caja  de  Santafé.  Facilitaron 
estos  primeros  trabajos  en  sacarlas  los  de  la  ciudad,  trayendo  de  otras  partes 
acequias  de  agua  á  la  cumbre  de  este  cerro,  donde  rebalsándose  en  unos  que 
llaman  tambres,  no  sé  si  es  lengua  de  los  naturales,  la  sueltan  á  sus  tiempos, 
y  le  lleva  el  desmonte  de  tierra  y  piedras  que  van  cortando  á  tajo  abierto  desde 
lo  alto,  con  que  se^an  descubriendo  las  vetas  y  crías  de  las  esmeraldas,  que 
algunas  veces  son  de  tierra  bermeja,  parda,  negra,  y  otras  se  hallan  en  unas 
vetas  de  piedra  al  modo  de  alabastro,  que  los  mineros  llaman  calidonia,  donde 
están  encajadas  las  esmeraldas,  de  que  yo  tengo  algunas  hoy  en  mi  celda,  meti- 
das en  8u  mismo  encaje  como  se  sacaron  de  la  mina.  Todo  este  desmonte  va  á 
parar  á  una  quebrada  ó  rambla  de  agua  que  crece  tanto   muy   de   ordinario, 


210  FRAY   PEDRO    SIMÓN  (7.*  NOTICIA 

por  ser  la  tieira  ordinaria,  que  de  ella  lo  llevan  las  avenidas  á  un  gran  río, 
donde  luego  entra,  con  que  no  se  estorba  de  ninguna  suerte  la  labor  de  las 
minas,  sino  que  las  deja  libres  y  acomodadas  para  poderse  labrar  infinitos  años 
las  muchas  y  ricas  vetas  que  cada  día  de  nuevo  se  van  descubriendo.  Fágansele 
al  Eey  por  peso  de  cinco  uno,  por  no  haber  pedido  á  Su  Majestad  hasta  hoy  les 
haga  merced  le  paguen  al  quinzavo  ó  de  veinte  uno,  como  la  tiene  hecha  mu- 
chos años  há  en  el  oro  de  la  ciudad  de  Zaragoza  y  los  Remedios,  y  la  plata  de 
la  de  Mariquita.  Ha  sido  tan  grande  la  saca  que  hasta  hoy  ha  habido  de  ellas, 
que  de  solos  quintos  se  han  metido  en  la  Beal  Caja  más  de  trescientos  mil 
pesos.  Hase  puesto  en  dificultad  (como  ya  lo  toqué  tratando  de  las  minas  de 
Somondoco)  si  el  fundamento  de  estas  esmeraldas  es  cristal  claro  de  diferentes 
cualidades,  cristal  común  y  que  el  sol  les  va  mudando  en  aquel  color  verde,  y 
la  razón  es  porque  se  hallan  unas  con  el  verde  muy  claro,  otras  más  oscuras, 
oscurísimas  y  muy  finas,  en  que  fundan  su  razón  los  que  tienen  la  parto 
afirmativa;  si  bien  otros  no  quieren  ser  esto  así,  sino  que  se  crían  como  se 
hallan  en  las  vetas,  y  que  la  que  tiene  verde  claro  jamás  lo  tendría  obscuro: 
siempre  fué  así  en  su  creación  caso  á  mi  ver  bien  dificultoso  de  absolver,  pues 
no  se  puede  sacar  más  razón  de  lo  que  á  posteriori,  como  dice  el  lógico,  y 
según  la  vista  se  infiere  podrá  (jada  uno  arrimarse  á  lo  que  más  le  cuadrare. 
5.^  Hállanse  también  muchos  y  muy  buenos  cristales  entre  estas  vetas  y 
otras,  que  las  hay  muy  fundadas  en  otras  partes  cerca  de  allí,  y  otras  piedras  que 
llaman  biriles,  minas  abundantes  de  alumbre  y  caparrosa.  También  se  descu- 
brieron á  sus  principios  otras  muy  buenas  de  oro  cerca  de  un  río  que  llaman 
Guaguagüi,  que  entra  en  el  de  la  Magdalena  diez  y  ocho  leguas  de  la  ciudad; 
háilas  también  cerca  de  ellas  y  de  las  de  esmeraldas,  de  plomo,  cobre,  alcohol,  de 
que  cuidan  poco,  por  llevarse  todo  el  cuidado  el  saque  de  las  esmeraldas,  como 
cosa  más  importante.  Es  toda  la  provincia  tierra  muy  doblada,  caliente  y  mon- 
tañosa de  árboles  frutales,  aunque  silvestres  y  provechosos,  como  son  cacaos, 
cedros,  raices  de  china,  guayacanes  de  muchas  suertes,  y  algunos  de  ellos  de  un 
nacimiento  admirable,  pues  nacen  de  unos  gusanos  dorados,  poco  menos  gruesos 
y  tan  largos  como  el  último  tercio  del  dedo  menor  de  la  mano;  éstos,  á  su  tiem- 
po, hocican  en  la  tierra,  y  envueltos  en  ella,  comienzan  luego  á  tallecer  un 
arbolito  de  la  juntura  que  hace  su  cabeza  con  el  cuerpo  del  gusano  y  echan 
sus  raíces  (de  que  yo  tengo  hoy  uno  en  la  celda  y  he  visto  otros  muchos),  y 
yendo  creciendo  el  árbol,  viene  hacerse  tan  grande  y  grueso  en  proporción, 
que  dos  hombres  asidos  de  las  manos  no  pueden  ceñirle  el  tronco,  y  su  madera 
tan  fuerte,  que  lo  ha  de  ser  mucho  el  acero  de  la  hacha  que  lo  cortare  sin  me- 
llarse, por  donde  los  indios  le  vienen  á  llamar  istapa,  que  quiere  decir  en  su 
lengua  madera  de  piedra.    Críanse  otros  muchos  árboles^  de  quien  por  cisuras  se 


CAP.  XX)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA   FIRME  íll 

les  saca  mucha  canticlatl  do  resinas,  anime,    caraña  y  cierta  especio  de  estoraque 
de   buen  olor:  críanse  muchas  suertes  de  monos  y  papagayos,  y  unos  pajarillos 
del  tamaño  de  tordos,  á  quien  desamparan  los  padres  recién  salidos  del  cascarón 
por  no  ser  de  su  color,  y  provee  la  naturalez  a,  que  se  llenan  entre  cuero  y  carne 
de  unos   gusanillos  de   que   ellos,  ccn   la   comezón  que  les  causan,  se  limpian 
con   los   piquillos  y  se  sustentan,  hasta  que  mudando  el  color  y  poniéndose  del 
de  los  padres,  los  vuelven  ú  visitar  y  acaban  de  sustentar  hasta  que  se  crían  del 
todo.  Críaso   un    pájaro    poco   mayor   que  un  tordo,  de  varios  colores,  aunque 
muertos,    que   es    maravillosísimo  y  peregrino  por  el  pico  que  tiene,  pues  es  de 
cinco  ó  seis  dedos  de  largo,    rayado  desde  su  principio   hasta  la  punta  do  vetas 
amarillas  y  negras;  cuando  coge  la  comida  con  la  punta  del  pico,  la  levanta  luego, 
para   que   ella   se   vaya   al  tragadero  con  el  peso.  Llámanles  guiátaros,  porque 
esto  sólo  pronuncian  cuando  cantan,  y  suelen  servir  los  picos,  por  ser  gruesos,  de 
echar  tabaco  en  polvo  para  tomar  por  las  narices  los  que  lo  usan;  críase  tam- 
bién cierta   especie   de    monos  (entre  las  demás)  que  llaman  cubaimes,    peque- 
ñuelos   de    cuerpo    pero  de  una  cola    larga,  y  el  pelo  tan  espeso,  largo  y  blando 
en   ella   y   en   el    cuerpo,  que  compite  con  las  finas  martas  y  todobellinas;  son 
animales    nocturnos   como    la   liebre  y  otros,  y  así  todo  el  día  están  durmiendo 
pegados   á  la  rama  de  un  árbol,  revuelta  á  ella  la  cola  para  más  asegurarse;  de 
noche  buscan  su  comida,  porque  de  día  les  ofende  la  luz,  por  tener  los  ojos  muy 
grandes,  al  modo  do  la  lechuza;  hácense  con  facilidad  muy  domésticos,  y  no  son 
demasiados  los  que  hay.  Del  origen  que  tuvieron  estos  indios  en  estas  tierras,  á 
donde  llegaron  de  las  del  Río  Grande,  que  es  la  parte  del  Poniente,  y  de  algunas 
cosas  particulares  de  sus  costumbres,  vendrá  más  á  proposito  cuando  llegue  la 
historia   á   hacer  esto  de  los  indios  Colimas  ó  de  la  Palma,  por  ser  todos  de  una 
nación,  origen  y  lengua. 

Q.^  Al  Corregidor  que  hemos  dicho,  Alvaro  de  Cepeda  de  Ayala,  sucedió 
en  esta  ciudad  Juan  Suárez  de  Cepeda,  puesto  por  el  Presidente  de  la  Audien- 
cia, Venero,  á  quien  sucedió,  puesto  por  la  Real  Audiencia,  Carlos  de  Molina,  y 
á  éste  Gonzalo  de  León,  y  después  Alvaro  Mejía  Serrano  por  el  Presidente 
Bricefio;  después  volvió  á  gobernar,  con  título  de  Gobernador  que  trajo  de  Es- 
paña, el  Alvaro  Cepeda,  en  que  duró  sólo  seis  meses,  porque  no  cumplió  ciertas 
capitulaciones  que  había  hecho  con  el  Rey;  volvió  después  á  sucederle  el  Juan 
Suárez  de  Cepeda.  En  este  tiempo,  que  era  ya  el  de  mil  quinientos  ochenta  (1580), 
quiso  Dios  se  descubriera  por  una  india  un  general  alzamiento  que  tenían  con- 
certado los  Muzos  para  matar  á  todos  los  vecinos  el  Jueves  Santo  en  la  noche, 
mientras  la  procesión,  á  cuyo  castigo  algunos  días  antes  del  que  tenían  deter- 
minado á  cometer  la  maldad,  salió  el  Capitán  Rafael  de  Pina,  y  haciendo  justicia 

de  más  de  cien  indios»  se  apaciguó  la  tierra  del  alzamiento,  en  que  no  86  halla- 

21 


212  FRAY  PEDRO  SIMí^N  (7.*  NOTICIA 

ron  los  Colimas.  A  este  Gobernador  sucedió  Luis  Carrillo  do  Obando,  que 
acabado  su  oficio  de  seis  anos,  so  intentó  no  hubiese  más  GobeiTiador  en  esta 
Provincia,  lo  cual  duró  siete  ú  ocho,  en  los  cuales  nombrados  en  Corregidores 
por  esta  Eeal  Audiencia  el  Licenciado  Sebastián  de  Trnjillo  y  después  el  Li- 
cenciado Cuba,  y  volviéndose  hacer  Gobierno,  por  causas  que  ocurrieron,  vino 
por  Gobernador  D.  ^uño  de  Solís,  á  quien  sucedió  el  Capitán  Domingo  de 
Erazo  y  el  Capit'án  Juan  Pacheco  Maldonado,  criollo  natural  de  Trujillo  en  la 
Gobernación  de  Venezuela,  y  últimamente  está  á  la  sazón  el  Capitán  Alonso 
Carrillo  de  Orosco.  De  la  inmensidad  de  indios  que  había  cuando  se  entró  á 
conquistar  esta  tierra,  que  parecía  los  brotaba  ella  á  vuelta  de  los  espesos  árbo- 
les y  maleza  de  que  estaba  cubierta,  han  venido  á  quedar  en  mil  quinientos 
escasos,  que  se  ocupan  los  más  de  ellos  en  las  minas  de  las  esmeraldas,  porque 
hasta  hoy  casi  sólo  ellos  son  los  que  las  sacan,  y  en  algunos  obrajes  de  sayales 
y  telas  de  algodón,  y  en  las  labranzas  para  las  cosechas  de  maíz  y  algún  cacao 
y  gengibre,  que  de  todo  esto  se  da  en  esta  tierra,  por  ser  el  temple  caliente  y 
acomodado  á  estos  frutos.  Si  bien  no  les  es  la  disposición  de  ella,  por  ser  toda 
de  montañas  para  crías  de  ganados,  y  así  hay  pocos  de  los  mayores,  y  de  los  me- 
nores ningunos,  aunque  no  por  eso  dejan  de  tener  abundancia  en  la  ciudad  de 
estas  carnes  y  harinas,  que  tampoco  se  cría  trigo  en  este  país,  por  estar  solas 
seis  leguas  de  la  ciudad  las  sabanas  y  tierra  fría  de  los  Moscas,  donde  con  tanta 
abundancia  se  cría  todo  esto,  con  que  se  provee  esta  ciudad.  Tiene  la  ciudad 
más  de  doscientos  juegos  con  encomenderos  y  otros  vecinos,  y  demás  de  nues- 
tro convento,  otro  de  nuestro  Padre  Santo  Domingo  ;  ambos  de  edificios  po- 
bres. Antes  que  los  Colimas  y  Muzos  subiesen  de  los  llanos  de  Kío  Grande  y 
ocupasen  las  asperezas  de  los  montes  y  tierra  fragosa  que  habitaban  (como  lar- 
gamente diremos  en  la  fundación  de  la  Palma),  poseían  y  tenían  por  suya  toda 
aquella  tierra  los  Moscas,  que  por  ser  caliente,  la  estimaban  para  las  cosechas  de 
frutos,  que  no  se  daban  en  la  fría,  como  algodón  para  mantas  y  vestidos,  yucas, 
batatas  y  maíz,  cuando  los  años  eran  estériles  en  la  fría.  Llegando  é  pisar  esta 
tierra  los  Colimas  y  Muzos,  como  más  valerosos,  los  fueron  echando  de  allí  y 
arrollando  á  las  primeras  tierras  de  las  frías,  de  donde  se  siguió  aquella  multi- 
tud amontonada  que  había  cuando  entraron  al  Eeino  los  españoles  en  los  pue- 
blos de  Simijaca  y  Chiquinquirá,  fronterizos  de  los  Muzos.  A  la  parte  del  Norte 
de  la  ciudad  de  Muzo  algunas  seis  ú  ocho  leguas,  se  levanta,  con  vistosa  emi- 
nencia sobre  las  demás,  una  valiente  punta  de  un  cerp^y  á  un  lado  do  él,  como 
que  se  le  desgaja,  hay  otro  muy  más  bajo,  pero  también  muy  á  la  vista  á  este 
cerro,  que  los  Moscas  llaman  la  Furatena,  que  quiere  decir  mujer  encumbrada 
en  su  lengua;  y  el  cerro  más  pequeño  decían  era  su  hijo.  Estos  dos  cerros  eran 
los  adoratorios  más  famosos  de  los  Moscas  que  ocupaban  aquellas  tierras,  y  esto 


OAP.  XXI)  NOTICIAS  DE  LAS  CON'QUISTAS  DE  TIERRA  FIRKE.  213 

con  tanta  devoción,  que  cuando  los  Muzos  los  ahuyentaron  de  ellas,  de  noche  y 
ocultándose  lo  mejor  que  podíau,  iban  á  adorar  y  ofrecer  á  su  Furatena  y  su  hijo 
(porque  nunca  estos  Moscas,  y  pienso  es  plaga  de  todas  estas  Indias,  tuvieron 
ídolo  que  no  fuese  macho  y  hembra);  pero  esto  no  lo  hacían  con  tanto  secreto 
que  no  viniesen  á  caer  muchas  veces  en  manos  de  los  Muzos  y  so  los  comían 
como  carneros,  con  que  se  hizo  notable  estrago  en  los  Moscas,  y  aun  han  perdi- 
do el  cariño  de  la  adoración  de  este  santuario,  que  muchos  españoles  han,  in- 
tentado sacar,  aunque  con  trabajos  en  balde,  por  ser  el  lugar  inaccesible. 


CAPITULO  XXI       ' 

C02í TENIDO  :  1.*  Sale  el  Capitán  Ospina  de  la  ciudad  de  Victoria  en  demanda  de  ciertas 
noticias,  y  funda  la  de  los  Remedios— 2.''  Múdanse  á  diversas  partes,  obligados  áello, 
sus  vecinos  por  causas  que  sobrevenían. 

YA  dejamos  dicho  cuando  tratamos  de  la  fundación  de  Mariquita, 
cómo  en  aquellos  tiempos,  que  fué  el  año  de  mil  quinientos  cin- 
cuenta y  ocho,  fundó  otra,  llamada  la  ciudad  de  Victoria,  el  Capitán  Asencio  de 
Salinas,  quince  leguas  á  la  banda  del  Norte  de  la  de  Mariquita,  y  que  los  balances 
del  tiempo,  de  allí  algunos  anos,  fueron  ocasión  de  que  se  despoblaran  ;  pero 
antes  de  esto,  pues  fué  íuégo  á  los  principios  de  como  se  pobló,  después  de 
haber  repartido  los  indios  á  los  conquistadores  y  pobladores,  quedaron  hasta 
soldados  a  quienes  no  cupo  parte  de  las  encomiendas  ó  que  vendieron  las  que 
les  cupieron,  comq  de  ordinario  acontece  en  las  nuevas  poblaciones  y  reparti- 
mientos. Entre  ellos  era  uno  el  Capitán  Francisco  Ospina,  hombre  de  gallardo 
ánimo  y  bríos,  y  que  los  había  mostrado  en  servicio  del  Rey,  militando  muchas 
ocasiones  en  conquistas  y  descubrimientos  de  este  Reino,  natural  de  los  de  Es- 
paña, montafíez  de  la  Villa  de  Salinas  de  Anana,  conocido  hijodalgo.  Las  noti- 
cias que  había  llevado  allí  á  los  que  habían  fundado  la  ciudad,  pasaban  muy 
adelante,  donde  certificaban  había  la  tierra  más  dentro  gentes  naturales  más 
numerosas,  de  donde  se  siguic  con  acrecentados  bríos  acrecentarse  los  deseos  de 
todos  para  dar  vista  á  las  noticias  que  les  daban ;  en  especial  hirvieron  estos  de- 
seos en  los  pechos  de  aquellos  que  se  veían  libres  ó  desacomodados  de  las  enco- 
miendas do  la  nueva  ciudad,  cuyo  Gobernador  Salinas  no  Lns  tenía  menores  por 
acrecentarle  los  términos  á  su  nueva  población.  Juntó  estos  intentos  con  los 
que  halló  ser  los  mismos  del  Capitán  Francisco  de  Ospina,  y  así  le  despachó  á 
éste  por  caudillo  de  los  cuarenta  españoles,  y  tomando  la  vuelta  y  rumbo  de 
hacia  el  Norte,  habiendo  caminado  por  espesas  y  fragosas   montañas,  y  atrope- 


214  FRAY   PEDRO     SIMÓN  (7.»  NOTICIA 

liando  algunas  no  pequeñas' dificultades  de  resistencia  que  les  hacían  los  indios 
que  encontraban  en  defensa  de  sus  tierras,  a  menos  de  quince  leguas  de  la 
nueva  población  dio  con  muchas  de  indios  Pantágoras  de  la  misma  lengua,  cos- 
tumbres y  naturaleza  de  los  ya  conquistados  atrás.  Ocasionóle  esto  á  tratar  con 
sus  compañeros  en  ello,  en  el  mismo  sitio  donde  esto  se  trató,  que  se  llamaba  la 
Provincia  de  Ortaña,  pobló  (aunque  sin  orden  de  su  Capitán  ni  de  la  Real  Au- 
diencia) una  ciudad  en  nombre  del  Rey,  á  quien  le  puso  por  nombre  Nuestra 
Señora  de  los  Remedios.  No  era  este  sitio  tan  acomodado,  por  ser  de  una  mon- 
taña muy  cerrada  y  alta,  que  no  pareciese  haber  sido  la  determinación  más  para 
tomar  descanso,  presuponiendo  mejoraría  de  sitio,  como  de  ordinario  lo  hacen  los 
nuevos  pobladores  de  estas  tierras,  que  para  permanecer  en  él ;  pero  ai  fin,  para 
que  esto  ya  se  estuviera,  echó  por  allí  para  otra  parte  luego  este  mismo  día, 
que  fué  domingo,  á  quince  de  Diciembre  del  año  de  mil  quinientos  sesenta,  hizo; 
plantar  un  palo  que  sirviese  de  rollo,  que  es  de  las  primeras  ceremonias  que  suelen 
usar  en  las  poblaciones,  señaló  y  repartió  solares  entre  sus  soldados,  y  de  ellos 
Justicia  y  Regimiento,  que  en  nombre  de  Su  Majestad  diesen  forma  ala  ciudad: 
por  Alcaldes  Ordinarios  Miguel  Baquero  y  Juan  de  Olivares ;  Regidores,  Gar- 
cía de  Valero,  Podro  de  Velasco,  Francisco  de  Alcalá,  Vicente  Correa,  Alonso 
de  Llano  y  Juan  Romero  de  Acosta  ;  Alguacil  Mayor,  Andrés  de  Loria  ;  Pro- 
curador General,  Guillermo  Sierra  ;  Mayordomo  de  la  ciudad,  Alonso  Martín,  y 
de  la  iglesia  Pedro  Maldonado ;  Escribano  del  Cabildo,  Juan  de  la  Pedrada- 
2.®  Y  por  cuanto  la  tierra  era  rica  de  oro,  como  ya  lo  habían  conocido  por 
lo  que  se  sacase  y  perteneciese  á  Su  Majestad,  nombró  también  Oficiales  Reales  : 
Tesorero,  á  Juan  Valero  ;  Factor,  á  Francisco  Sotomayor,  y  Contador  á  Ga- 
briel de  Lerma  ;  Tenedor  de  bienes  de  difuntos,  á  Miguel  Baquero  y  Pedro 
Velasco.  Hecho  esto  para  mejor  Gobierno  y  orden  de  Justicia,  se  conformaron 
todos,  y  hasta  que  la  Real  Audiencia  ordenase  otra  cosa,  nombraron  por  Justi- 
cia Mayor  al  dicho  Capitán  Francisco  de  Ospina.  No  estuvieron  un  punto  ocio- 
sos los  nuevos  pobladores,  sin  que  saliesen  hiégo  á  ensanchar  los  términos  de  su 
ciudad,  y  encontrando  en  ellos,  más  á  la  parte  del  Norte,  una  loma  alta,  á  quien  le 
pusieron  por  nombro  de  la  Buenavista,  les  pareció  más  acomodado  sitio  para 
mudar  allí  la  ciudad,  como  lo  hicieron  veinticinco  días  de  como  la  habían  fun- 
dado, y  volviéndola  á  poblar  de  nuevo  en  esta  loma  á  los  veintisiete  de  Abril 
del  año  siguiente  de  mil  quinientos  sesenta  y  uno,  que  todo  este  tiempo  gasta- 
ron, por  estorbos  que  se  les  ofrecieron  en  las  conquista.s,  hasta  darle  e.ste  segundo 
asiento  desde  el  primero  donde  la  levantaron.  Aquí  se  repartieron  do  nuevo 
solares,  é  hicieron  casas,  donde  también  duró  poco  tiempo,  pues  fué  sólo  de  un 
año  y  cuatro  meses  escasos.  En  este  tiempo  llegó  á  esta  Real  Audiencia  la  noti- 
cia de  esta  población,  y  por  haber  sido  su  orden,  despachó  al  Capitán  Rodrigo 


CAP.  XXl)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA  FIRME.  215 

Pardo  quo  trajera  preso  al  Francisco  Ospina,  como  lo  hizo  trayendo  juntamente 
con  él  á  uno  de  los  Alcaldes,  aunque  todo  se  dispuso  bien  en  esta  Real  Audiencia, 
sin  resultar  daños  para  ningunos;  pero  despachóse  segunda  vez  al  Capitán  Lope 
de  Salcedo,  vecino  de  la  ciudad  de  Tocaima,  para  que  en  esta  de  los  Kemedios 
contase  los  indios  conquistados  y  pacíficos  y  los  repartiese  á  los  soldados  que 
los  habían  conquistado  y  poblado  la  ciudad,  dando  la  Audiencia  por  buena  su 
población  después  de  haber  oído  las  razones  que  dio  el  Capitán  Ospina  para  ha- 
berse fundado,  y  lo  mucho  que  importaba  se  pasase  con  ella  adelante.  Llegó  el 
Salcedo  á  la  nueva  ciudad  con  las  comisiones  que  llevaba,  y  habiendo  reparti- 
do los  indios  como  se  le  ordenó,  se  tomó  otro  nuevo  acuerdo  pnr  él  y  el  Cabildo 
de  la  ciudad  de  mudarla  á  otra  parte,  advirtiendo  que  estaban  poblados  lejos  de 
ella  la  mayor  fuerza  de  los  indios  y  por  consiguiente  desacomodados  para  doc- 
trinarlos y  servirse  de  ellos.  Pusieron  en  efecto  esta  nueva  determinación  y 
mudándose  seis  leguas  más  adelante  al  Occidente,  se  poblaron  en  un  sitio  que 
llamaron  el  Valle  de  San  Blas,  á  diez  y  seis  de  Septiembre  del  año  siguiente 
do  rail  quinientos  sesenta  y  dos  (1562),  donde  permaneció  veintiséis  años  y 
siete  meses  y  algunos  días,  hasta  que  so  mudó  donde  luego  diremos.  Llegó  en 
este  tiempo  y  sitio  á  ser  buena  ciudad,  comparada  con  otras  de  estas  Indias, 
porque  tuvo  buen  sitio,  temple,  buenas  aguas  y  tierras  para  maíz,  y  muchos  na- 
turales que  la  servían;  los  vecinos  gente  principal  y  por  lo  general  hijosdalgo 
de  aventajados  entendimientos,  muy  sociables  y  conformes,  buena  iglesia,  ermi- 
tas, hospital  y  cofradías,  y  lo  demás  que  ha  menester  una  ciudad  para  hacer 
urbanidad  ;  sacábase  medianamente  oro  con  alguna  parte  de  los  indios,  y  la 
otra  se  ocupaba  en  cultivar  la  tierra  para  maíces,  con-que  vivían  sus  moradores 
contentos  y  abastecidos,  porque  luego  acudieron  mercaderes  que  les  llevaban  lo 
necesario  de  comidas  y  vestidos  á  la  golosina  de  oro,  que  después  vino  á  faltar, 
y  con  él  lo  demás,  porque  ya  no  lo  hallaban  sino  muy  lejos,  en  unas  sabanas 
que  llamaban  de  San  Bartolomé,  y  juntamente  con  esta  falta  la  hubo  de  tan 
gran  cantidad  do  indios,  por  unas  viruelas  que  les  sobrevinieron,  que  no  que- 
daron de  todos  sino  tasadamente  para  las  sementeras,  que  era  la  principal  á  que 
ya  atendían,  pues  con  la  falta  de  oro  faltaron  los  mercaderes  que  les  llevaban 
el  sustento  :  obligóles  esto,  para  tener  los  puestos  de  donde  se  sacaba  el  oro  más 
cerca  de  la  ciudad,  á  mudarla  veinte  leguas  más  al  Norte,  como  lo  hicieron,  á 
las  sabanas  do  San  Bartolomé,  en  diez  y  ocho  de  Marzo  de  mil  quinientos  ochen- 
ta y  nueve  (1589),  donde  duró  hasta  el  tiempo  que  diremos,  pareciendo  á  los  veci- 
nos que  demás  de  tener  la  comodidad  de  tener  las  minas  cerca,  la  tenían  de  poder 
criar  ganado  para  sustentarse,  y  no  estarlo  siempre  esperando  de  fuera,  como  lo 
habían  hecho  hasta  entonces.  Minoróse  tanto  la  ciudad  así  en  los  vecinos  que  fue- 
ron muriendo  como  en  los  naturales  en  este  penúltimo  asiento  que  tomó,   que 


216  FRAY    PEDRO    SlMON  {7.^  NOTICIA 

por  no  acordarse  ya  mercader  en  entrar  en  ella,  y  tener  por  esta  ocasión  muy 
tasada  la  comida,  casi  quedó  totalmente  arruinada ,  á  cuyas  inclemencias 
se  añadían  la  mala  salud  del  sitio,  destemplados  aires,  infectado  de  mil  abis- 
mos de  mosquitos,  que  noche  y  día  los  atormentaban. 


CAPITULO  XXII 

Contenido  :  l.<>  Salen  del  pueblo  algunos  á  buscar  nuevas  minas,  y  hállanlas— 2."  Mú- 
dase la  última  vez  la  ciudad,  y  enriquece  con  el  mucho  oro  que  sacan — '¿.^  Falta  esta 
grosedad  de  oro,  con  que  vino  la  ciudad  muy  á  menos— 4.°  Descríbese  la  disposición 
de  la  tierra. 

IjlSTAS  necesidades,  madres  de  trazas  y  fomentos  de  buenas  diligen- 
J  cias  y  arbitrios,  hicieron  buscar  noticias  de  los  indios  más  viejos 
y  de  algunos  españoles  que  habían  atravesado  eu  otros  tiempos  aquellas 
Provincias  eu  las  conquistas  de  la  ciudad  do  Zaragoza  (cuyas  riquezas  ya 
en  éstos  lucían  mucho)  y  hallándolas  de  que  adelante  había  algunas  que- 
bradas y  ríos  con  abundancia  de  oro,  so  dispusieron  á  darles  vista  algunos 
de  los  vecinos,  en  particular  el  Capitán  Baltasar  de  Burgos  Antolines,  de  los 
primeros  conquistadores,  y  el  Capitán  Diego  de  Ospina,  hijo  de  Francisco 
de  Ospina,  grandes  ventores  é  inteligentes  de  minas,  y  entrándose  por  la 
montaña  con  algunos  esclavos  negros,  indios  y  otros  compañeros,  y  yendo 
trastornando  montes,  quebradas,  cerros  y  barrancas,  hasta  alargarse  diez  y 
ocho  leguas  de  la  ciudad,  descubrieron  el  sitio  donde  des^Dués  se  fundó  y 
ahora  lo  está,  que  llaman  de  las  quebradas,  uno  de  les  más  ricos  suelos  que 
han  descubierto  los  hombres  en  el  mundo,  donde  los  indios,  en  las  madres  de 
los  arroyos  y  quebradas,  sacaban  en  el  arena  ol  oro  á  puñadas  como  granos  de 
trigo  y  garbanzos,  y  muchos  granos  mayores  que  avellanas,  qtio  los  mineros 
llaman  puntas. 

2.^  Voló  en  breves  días  la  fama  do  estas  riquezas  por  todos  los  pueblos  y 
ciudades  de  su  comarca,  y  llegando  á  la  de  Mariquita,  donde  á  la  sazón  era  Co- 
rregidor y  estaba  Alonso  de  Andújar,  se  dispuso  luego  y  fue  á  esta  ciudad  y 
viendo  ser  la  grosedad  mayor  que  la  fama  para  acomodar  mejor  la  ciudad  y 
acudir  á  los  deseos  de  sus  vecinos,  que  eran  de  mejoraTííe  en  sitio,  á  diez  y  seis 
de  Noviembre  del  año  de  mil  quinientos  noventa  y  cuatro  (159-i)  hizo  se  mu- 
dase de  donde  estaba  y  plantase  donde  ahora  está,  que  llaman,  como  dijimos,  las 
quebradas,  en  una  loma  alta,  eumedio  de  un  espeso  arcabuco,  habiendo  cortado 
primero   gólo   la   cantidad  de  árboles  que  bastaban  para  edificar   en  él  sesenta 


CAP.  XXIl)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA  FIRME.  217 

casas  de  morada  y  tiendas  que  luego  so  edificaron,  todas  de  maderas,  cubiertas 
de  hojas  de  palmas  sin  clavo,  soga  (porque  do  esto  sirven  los  bejucos),  teja, 
piedra  ni  golpe  de  martillo  para  su  fábrica,  con  que  queda  absnelta  toda  duda 
que  alguno  podía  tenor  en  la  facilidad  con  que  se  mudó  esta  ciudad  tantas  ve- 
ces, y  es  que,  como  sus  casas  fueron  en  todas  partes  que  se  plantó  de  este  pela- 
je, con  facilidad  las  hacían  donde  quiera  que  llegaban,  por  los  muchos  materiales 
que  hallabadi  en  cada  parte  de  estas  montañosas  tierras.  Este  sitio  estaba  tan 
cerca  de  la  grosedad  de  las  minas,  que  con  facilidad  todos  se  empleaban  en  sa- 
car oro,  con  que  fué  tanta  la  suma  que  en  pocos  días  fueron  descubriendo  y  ha- 
biendo á  las  manos,  que  no  se  las  daban  á  cogerlo,  con  que  fueron  luego  comprando 
negros  esclavos,  que  subían  en  cuadrillas,  mercaderes  déla  ciudad  de  Cartagena, 
y  ocupando  indios  sólo  en  las  labranzas  y  cosechas  de  maíz;  llegó  esto  á  tanto, 
que  en  dos  años  vino  á  ser  el  pueblo  más  rico  de  su  tamaño  que  había  en  estas 
Indias,  pues  en  veinte  españoles  que  constituían  la  nata  del  pueblo,  tenían  ya 
más  de  dos  mil  negros  esclavos,  que  lo  menos  que  cada  uno  daba  de  jornal 
cada  semana  eran  diez  pesos  de  oro,  y  muchos  daban  esta  cantidad  en  un  día  y 
algunos  treinta  y  cuarenta  y  ciento  ;  y  tal  día  hubo  que  un  solo  esclavo  sacó 
quinientos  pesos,  y  muchas  semanas  tuvo  de  saca  el  Capitán  Diego  de  Ospina 
dos  mil  quinientos  pesos,  de  donde  me  vino  él  mismo  á  decir  los  días  pasados, 
que  había  dado  él  solo  de  quintos  al  Rey,  de  lo  que  había  sacado  en  esto  puesto 
á  razón  del  quinzavo,  que  es  la  merced  que  le  tiene  hecha  á  este  pueblo,  más 
de  sesenta  mil  pesos.  Hallaban  este  oro  los  esclavos  y  algunos  indios  que  lo  sa- 
caban, de  dos  maneras:  á  los  principios  era  oro  que  llaman  corrido  ó  bosado; 
las  vetas  que  fué  muestra  de  que  las  había,  de  donde  él  había  corrido,  con  que 
se  ofrecieron  á  buscarlas  subiendo  por  los  amagamientos  de  las  quebradas,  y 
dando  con  ellas  cu  sus  nacimientos  y  quebrurones,  hallaban  las  vetas  y  criade- 
ros; en  quedando  socavones  y  pozos,  se  dio  con  la  grosedad  que  decimos  en 
muchas  partes  ;  yo  estuve  en  algunas  de  éstas  el  año  de  seiscientos  y  trece,  en 
especial  en  la  que  llaman  la  loma  Rica,  y  vi  que  con  sólo  dos  dedos  que  es- 
carbasen los  negros  en  el  portal  de  la  casa,  lababan  aquella  tierra,  y  sacaban 
dos  y  tres  reales  de  oro,  de  que  todos  estaban  cargados,  desde  el  más  niño  hasta 
el  mayor,  que  parecía  había  hecho  testamento  la  tierra,  como  ellos  decían,  y 
había  repartido  con  todos  ellos  ?us  grandes  riquezas. 

3.^  Pero  al  fia  como  riquezas  de  ella,  que  por  muchas  que  se  tienen  pocas 
quedan,  siempre  la  mano  corta  y  tasada  se  le  echó  de  ver  á  pocos  años,  que 
agotándose  esto  con  la  prisa  que  le  dieron,  yjsaiiendo  de  ella  misma  algunas  en- 
fermedades, con  que  vino  aquel  gran  número  de  esclavos  á  quedaren  menos  de 
quinientos,  y  habiendo  sido  los  gastos  de  sus  amos  excesivos  y  sin  considera- 
ción, ha  llegado  todo  en  estos  tiempos  á  ser  de  harto  poca,  por  la  gran  baja  que 


218  FRAY   PEDRO   SIMÓN  (T .^  NOTICIA 

en  todo  ha  habido,  y  no  ha  sido  menor  en  los  indios,  pues  de  aquel  gran  número 
que  dijimos  había,  hoy  han  quedado  poco  más  de  doscientos  y  cincuenta,  que 
aunque  la  tierra  la  trastornasen  toda,  daría  las  mismas  riquezas  que  antes,  y 
por  ventura  mayores,  pues  las  que  tiene  la  flaqueza  de  la  gente  so  las  deja  tener 
en  paz. 

4."  No  tiene  esta  ciudad  otras  granjerias  que  las  que  hemos  dicho  del  oro 
y  algún  maíz  que  se  coge  sembrando  entre  los  montes,  d  -nde  hay  algunos  ár- 
boles de  frutas  silvestres,  algunas  no  malas,  cuya  proligidad  do  escribirlas  fuera 
mayor  que  el  provecho  de  su  conocimiento.  Toda  la  carne  de  puerco  y  vaca  y  ha- 
rinas con  lo  demás  de  comida  y  vestido  le  entra  de  acarreto  más  ó  menos  según 
sale  la  fama  de  la  saca  del  oro,  y  según  ella  publica,  se  han  dado  de  quintos  á  la 
Caja  Real,  después  que  se  comenzó  á  sacar  esta  última  vez,  más  de  cuatrocien- 
tos mil  pesos,  todos  á  razón  del  quinzavo.  No  tiene  la  ciudad  convenio  do  Re- 
ligiosos alguno,  si  bien  nunca  le  fiUtan  Religiosos  de  todas,  que  acuden  á  las 
predicaciones  y  confesiones  y  al  socorro  para  sus  conventos,  que  han  sabido 
siempre  dar  sus  vecinos,  en  que  han  tenido  en  esta  ocasión  generosos  ánimos 
para  estas  y  otras  muchas  obras  pías.  Su  temple  es  caliente,  sus  aires  humedí- 
simos por  la  mucha  montaña,  tanto,  que  colgado  un  jamón  ó  pemil,  dentro 
de  ocho  días  se  consume  toda  la  carne,  sin  quedar  más  que  los  huesos 
mondos,  y  otros  tantos  se  pudre  del  todo  el  colchón  si  no  lo  menean,  de  que 
soy  testigo  de  vista,  que  es  todo  ocasión  de  no  ser  bien  sana  la  tierra;  pero  no 
es  esto  tanto  que  estorbe  la  creación  de  los  niños.  Hállanse  en  sus  arcabucos 
mucha  suerte  de  animales  comestibles,  como  son  sabinos,  guáquiras  y  algunos 
venados,  y  de  los  bravos  muchos  más,  pequeños  y  grandes,  en  especial  tigres  de 
los  más  feroces  que  se  han  hallado  en  estas  Indias. 


CAP.  XXIir)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIEBRA  HEME.  219 

CAPÍTULO  XXIII 

Contenido  :  1.°  Comiénzase  á  tratar  de  los  indios  Colimas,  en  cuyas  tierras  se  fundó  la  ciu- 
dad de  la  Palma — 2.°  El  modo  que  tuvieron  los  Colimas  en  poner  nombres  á  sus  tie- 
rras, y  denominación  y  origen  de  este  vocablo  Colima— 3.*  Costumbres  de  los  Coli- 
mas en  sus  Mohanes,  guerras  y  mujeres  rameras— 4.o  En  lo  que  se  ocupaban  éstas 
el  tiempo  que  les  sobraba  de  sus  amores,  y  el  nombre  que  les  tenían  puesto. 

A  VEINTE  leguas  escasas  de  la  ciudad  de  Santafé,  en  este  Nuevo  Reino 
de  Granada,  está  fundada  la  de  Nuestra  Señora  de  la  Palma,  en  una 
Provincia  de  indios  llamados  en  común  lenguaje  los  Colimas,  por  haber  hallado 
los  españoles,  cuando  entraron  en  las  tierras  de  los  Panches,  que  ellos  le  llama- 
ban así  por  la  ocasión  que  después  diremos,  sin  que  esto  fuese  su  alcuña  y  de- 
nominación, pues  la  que  ellos  tenían  propia,  era  llamarse  Tapases,  que  quiere 
decir  en  su  lengua  piedra  ardiente  ó  encendida,  porque  tapa  significa  piedra  y 
as,  encendido  ó  ardiente.  Son  estos  Colimas  de  una  misma  nación,  costumbres, 
fragosidad,  ferocidad  y  lengua  que  los  indios  Muzos,  porque  según  su  tradición, 
todos  subieron  en  cuadrillas  de  las  márgenes  del  Eío  Grande  de  la  Magdalena 
que  les  demora  al  Poniente  de  las  cordilleras  y  encumbradas  sierras,  donde  vi- 
nieron á  parar  los  unos  y  los  otros  en  tiempos  atrasados,  echando  de  ella,  á 
fuerza  de  lanza,  por  haber  sido  siempre  muy  valientes,  á  los  indios  Moscas  que 
las  poseían  y  tenían  en  ellas  sus  sementeras  y  cosechas  de  maíz,  raíces  y  algo- 
dón, que  por  ser  tierras  calientes,  se  da  de  todo  con  maravillosa  fertilidad.  Que- 
daron con  esto  señores  de  unas  grandes  provincias,  aunque  en  tierras  fragosas 
de  una  cordillera  que  corre  Norte  Sur  más  de  cincuenta  ó  sesenta  leguas,  que 
es  un  ramo  de  la  que  viene  corriendo  por  los  Andes,  desde  el  estrecho  de  Ma- 
gallanes y  mar  del  Sur  hasta  el  del  Norte,  de  que  ya  en  otras  ocasiones  hemos 
tratado. 

2.°  Estas  cuadrillas  y  parcialidades  de  gente  iban  tomando  su  denomina- 
ción particular  según  el  estalaje  donde  tomaban  asiento  para  la  vivienda  en 
estas  tierras,  poniéndoles  nombres  según  sus  calidades ;  de  manera  que  los  que 
llegaban  y  sentaban  ranchos  en  un  puesto  donde  había  árboles  (que  nosotros 
llamamos,  no  sé  con  qué  lengua,  guamos,  que  son  los  que  tenemos  dicho  en 
nuestro  vocabulario),  que  en  su  lengua  llaman  curí,  juntando  esto  vocablo  con 
otro  que  es  paes,  que  quiere  decir  morador  ó  vecino,  le  nombraban  los  Curipaes, 
aquellos  que  habían  tomado  por  habitación  la  tierra  donde  había  estos  árboles; 
otros  que  acertaron  á  llegar  y  poblarse  en  país  donde  había  hormigas,  á  quien  ellos 
llaman  marpas,  se  nombraron  Marpapíes;  los  que  hicieron  asiento  y  se  poblaron  en 
tierras  de  barrancos,  que  en  su  tierra  llaman  caparra,  se  nombraron  Caparrapíes, 


220  FRAY  PEDRO  8IMÓN  (7.*  NOTICIA 

y  á  este  modo  se  fueron  distinguiendo  todas  las  familias  qne  fueron   subiendo  y 
poblándose  on  estas  tierras,  así  de  Muzos  como  de  Colimas.  La  tierra  y  provin- 
cias donde  se  sentaron  éstos,  que  con  esta  distinción  se  llaman  Colimas,  tiene  su 
asiento  entre  los  Muzos  que  les  caen   a   la   banda   del   Norte,  y  algunos  de  los 
Panches  á  la  banda  del  Sur,  como  son  los  de  Calamoimas,  Calaimas,  y  otros  sus 
convecinos,  con  quien  estos  Colimas  (que,  como    dijimos,    su  propio  nombre  es 
Tapases)  tenían  reñidas  y  sangrientas  guerras  de  ordinario,  siendo  unos    carni- 
cerías ó  carneros  de  los  otros,  porque   ios   que   más   cogían  más  comían,  por  la 
fiera  costumbre  q^e  los  unos  y  los  otros  tenían  de  comer  carne  humana,  aunque 
fuera  de  sus  mismas  naciones.  Hacían  en  estos  encuentros   belicosos   conocidas 
ventajas  los  Tapases  á  los  Panches,  y  más  por  las  terribles,  crueles   y    espanto- 
sas muertes  que  les  daban   cuando   los   podían   haber   vivos  á  las  manos,  pues 
para  significar  esta  crueldad  que   usaban    con   ellos,    les   pusieron  los  Panches 
Tapases  por  nombre  Colimas,  que  en  lengua  Pancho  quiere  decir   cruel   mata- 
dor, como  poniéndoles  este  nombre  por  oprobio.  Habiéndose  pues  conquistado 
por   los   españoles    primero  los  Panches,  pues  estaba  ya  fundada  la  ciudad  de 
Mariquita  y  otras,  como  hemos  dicho,  habían  apercibido    este    vocablo    Colima 
antes  que  entraran  en  esta  Provincia  de  los  Tapases,  de  más  que  quejándose  á  los 
españoles  los  Panches,  do  que  los  Colimas  ios  agraviaban,    manifestaban  la  na- 
ción de  q'dien  se  sentían  agraviados  con  este  vocablo  de  Colima,  y    así    cuando 
los  españoles  entraron  en  sus   provincias   y   los   conquistaron,  los  dejaron  con 
esto  nombre,  como  los  llamaban  los  Panches  en  su  lengua.  De  manera  que   por 
no  haberse  hallado  jamás  en  estas  guerras  de  Panches  los  Muzos,  por  estar  en- 
tre ellos  y  los  Panches  los  Tapases,  no  se  les  puso  el  nombre   de  Colimas  y  así 
se  quedara  sólo  con  el  de  Muzos,  con  que  distinguimos  los  unos  de  los    otros,  y 
el  Gobierno  que  se  extiende  de  ambas  provincias  se  llama  de  Muzos  y  Colimas. 
3.**  La  lengua  de  todos  es  una  y  general,  llana  y  de  buena  pronunciación, 
por  no  tener  ivada  de  gutural,  y  así  se  puede  muy  bien  escribir  ;  en  toda  ella 
no  se  pronuncia  la  L.  No  se  les  ha  conocido    que   adorasen   ídolo,  ni  al  sol  ni 
á  otra  cosa,  aunque   tenían   Mohanes   que   hablaban    con  el  Demonio,  á  quien 
tenían  por  cosa  mala,  y  de  quien  con  facilidad  se  dejaban  engañar,  ahorcándose 
por  su  consejo  y  tomando  yerbas  para  matarse,  teniéndoles  persuadido  que  con 
morir  se  acababan   los   trabajos,  si  bien  en  todas  las  demás  ocasiones  temían 
naturalmente,  como   se   echaba  de  ver  en  los  eclipses  de  la  luna,  pues  cuando 
sucedían,  entendían   que   ya   tenían  la   muerte  en  casa»  de  que  hacían  grandes 
llantos  y  tocaban  tristes  instrumentos,  despidiéndose  los  unos  de  los  otros  como 
para  morir.  Tuvieron  conocimiento  de  la  inmortalidad  del  alma,  pues  decían 
que  cuando  salla  del  cuerpo,  iba  á  la  Sierra  Nevada  del  Páramo  de  Cartago 
ó  Mariquita,  que,  como  ya  dijimos,  se  ve  desde  estas  provincias,  donde  decían 


CAP.  XXIIl)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA  FIRME.  221 

tenía  grandes  descansos,  j  para  que  no  volviera  á  los  trabajos  de  esta  vida,  ocho 
ó  diez  días  con  sus  noches  después  de  uno   muarto,  los  vecinos  y  parientes,  sin 
cesar,  daban  voces  j  hacían  ruido  con  sus  instrumentos,  ahuyentando  la  alma  del 
difunto  para  que   no    volviera   al   cuerpo.  Eran  grandes   agoreros,  en  especial 
los  Mohanes,  creyendo    en    canto  de   aves,  en   el  temblar    el    párpado  del  ojo 
y  otras  vanidades  que  tenían  en  esto,  como  también  las  usaban  en  el  curar,  pues 
cuando  uno  se  sentía  enfermo,  llamaba  á  uno  de  estos  Mohanes,  y  pagándoselo 
muy  bien   le   chupaba   en    el   ombligo  ó   en  la  parte  donde  sentía  más  crecido 
dolor,  y  aplicando  por  arte  del  Demonio   algunas  yerbas   saludables,  quedaban 
algunos  sanos  ;  otras  veces,  llevando   el  Mohán  un  gusano  en  la  boca,  después 
de  haber  chupado  lo  escupía,  y  decía  habérselo  sacado  del  cuerpo  y  ser  aquélla 
su  enfermedad,  con    que   los    traían    engañados.  Traían  entre  ellos  ordinarias 
guerras  civiles,  si  bien  los  do   una  parcialidad  se  querían  mucho  unos  á  otros; 
iban  á  ellas  con    mucha   bizarría   de   plumas,  y  las  mujeres  tras  ellos,  en  la  re- 
taguardia, con  mochilas  de  red  en  que  traían  para  comer  la  carne  de  los  vencidos 
que  les  era  muy    de   gusto,  lo    que   también   usaban  con  los  españoles ;  nunca 
pelearon   con  emboscadas,  sino  muy  á   lo  descubierto  y  gallardo,  puntuales  en 
salir  á  la  guerra  el  día  que  señalaban,  pero  en  lugar  de  emboscadas  usaban  de 
las  envenenadas   puyas  que  hemos   dicho,  y  de  secretos  hoyos  por  donde  no  se 
pensaba,  cubiertos  muy  á  lo   sutil  por  encima,  teniendo  dentro  agudas  estacas, 
donde  sucedieron  muertes  miserables  á  algunos  españoles;  nunca  se  gobernaron 
éstos  ni  los  Muzos  por  cabezass  universales,  sino  por  parcialidades,  tomando  por 
superior  al  más  valiente  para   las  guerras,  y  fuera  de   esto  todo  era  behetría  ; 
su  vestido  era  el  que  les  dio  naturaleza,  sin   cubrir  aun  la  parte  de  la  hones- 
tidad, diciendo  que  consistía  en  una  pequeña  cuerda  que  traían  por  la  cintura, 
la  cual  si  alguna  vez  se  quebraba,  se    sentaban   donde  les  cogía  la  desgracia  y 
tapaban  con  lo  que  topaban   ó  con  la  mano  las  partes  honestas,  sin  levantarse 
de  allí  hasta  que  habííin   anudado   y   aderezado   el   cinto,  y  esto  era  común  en 
hombres  y  mujeres,  fuera   de  las  que  tenían  por  trato  la  deshonestidad,  como 
las  había  en  estas  dos  provincias,  porque  éstas  andaban  vestidas  con  luia  manta 
que  les  cogía  desde  los  pechos  hasta  la  espinilla  y  cubiertas  con  otra,  bien  peina- 
do el  cabello  y  enerizado  con  muchas  sartas  de  cuentas  de  huesos  do  diversos  co- 
lores, de  que  también  traían  adornados  los  brazos  á  tercios,  pantorrillas  y  gar- 
ganta de  la  pierna,  con  que  parecían   muy   bien,  demás  de  ser  ellas  de  muy 
buen  rostro  sobre  las  demás  mujeres  que  no  tenían  este  trato,  si  bien  todas  las 
de  estas  provincias   en   común  son  de  buen  parecer.  Eran    limpísimas  sobre 
manera  en    su   cuerpo  y  casas,   que  las  tenían  apartadas  de  las  poblaciones  un 
cuarto  de  legua. 

4:.^  Nunca  estaban  holgando  sino  hilando  (el  rato  que  tenían  desocupado 


222  FRAY  PEDRO   SIMÓN  (7.*  NOTICIA 

de  sus  amores)  pita,  de  qne  en  estas  tierras  se  ha  dado  siempre  mucha,  y  algo- 
dón por  tan  extremo  delgado  que  no  se  puede  encarecer,  de  que  hacían  las 
mantas  con  que  se  cubrían.  Hacíanles  compañía  sus  madres  ó  parientes  viejas, 
las  cuales  llevaban  á  vender  las  cosas  que  les  daban  los  que"  acudían,  como  era 
pita  y  algodón  en  rama,  maíz,  aves,  papagayos,  guacharacas,  pavas  y  otras  aves 
de  comer:  llamábanles  en  su  lengua  cocoximai,  que  es  lo  mismo  que  mono,  por- 
que decían  imitaban  á  estos  animales  en  la  lujuria.  Nunca  éstas  se  casaban, 
pero  teníanles  tanto  respeto,  que  ellas  eran  las  que  componían  las  disensiones 
que  se  ofrecían  en  los  pueblos.  Había  muchas  de  éstas  en  cada  ano,  con  que  se 
evitaba  el  pecado  nefando,  que  nunca  se  sintió  entre  ellos,  lo  que  también  hemos 
dicho  haber  sucedido  en  los  Moscas,  á  que  no  ayudaba  poco  el  poder  tener  cada 
uno  las  mujeres  que  podía  sustentar,  con  quien  se  casaban  con  diversas  cere- 
monias, pues  cada  parcialidad  tenía  las  suyas  y  su  modo  diferente  de  casa- 
miento, que  sería  largo  escribirlos  todos.  No  reparaban  mucho  en  que  la  mujer 
del  uno  se  juntara  con  otro,  si  se  lo  pagaban. 


CAP.  XXiv)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA  FIRME  223 

CAPÍTULO  XXIV 

Contenido  :  1.*'  Costumbres  de  estos  indios  en  su  comer  y  beber,  y  algunas  propiedades 
de  lo  que  se  cría  en  sus  tierras— 2."  Caso  notable  que  sucede  en  el  baptismo  de  un 
niño — 3.**  Términos  de  las  tierras  de  los  indios  Moscas  y  lo  que  afligían  á  los  Pan- 
ches  nuestros  amigos— 4.<»  Salen  de  la  ciudad  de  Mariquita  á  hacer  entrada  en  los 
Colimas  y  puéblase  una  Villeta. 


S' 


ON  estos  indios  desarregladísimos  en  beber  de  su  vino:  enfer- 
medad común  de  todas  estas  Indias,  y  en  el  comer  sucios,  pues 
comen  ratones,  sapos  y  unas  culebras  que  llaman  ipechiamai,  de  color  verde  y 
rayadas  de  pardo,  cuyo  veneno  os  sólo  de  veinticuatro  horas,  porque  en  ellas 
muere  á  quien  pica,  y  unos  gusanos  gruesos  como  el  dedo,  que  llaman  chitopes» 
que  guisando  en  sus  mazamorras,  en  que  también  suelen  echar,  si  los  hallan  á 
mano,  pedazos  de  cuero  de  vaca  ó  caballo,  sin  dárseles  mucho  por  quitarles  el 
pelo  y  lavarlo,  de  que  van  sacando  lo  que  pueden  con  los  dientes,  y  lo  que  que- 
da lo  vuelven  á  echar  otra  vez  en  el  mismo  guisado,  porque  dicen  le  da  sabor. 
Sus  entierros  son  en  cuevas,  al  modo  que  hemos  dicho  de  otras  naciones,  donde 
también  les  meten  matalotajes  de  comidas  y  bebidas,  porque  dicen  las  han  me- 
nester para  el  camino,  si  bien  algunos  huntejuelos  meten  en  las  bóvedas;  tienen 
secando  los  cuerpos  al  humo  dos  ó  tres  meses,  recogiendo  el  graso  que  sale 
de  ellos,  que  después  lo  beben  en  sus  borracheras  revuelto  con  chicha.  Es,  como 
hemos  dicho,  toda  la  tierra  caliente  y  montañosa,  con  mucha  variedad  de  árbo- 
les frutales  y  aromáticos,  de  muy  buenas  resinas;  unos  hay  que  cortándolos, 
echan  una  leche  mny  blanca,  que  cuajada  puede  servir  de  cola  para  pegar  j  de 
otros  sale  al  corte  un  humor  tan  sangriento  que  parece  degüellan  una  res,  que 
según  dicen  es  la  sangre  de  Drago.  Críanse  muchas  suertes  de  animales  entre 
estos  montes,  en  especial  puercos  espinos  del  tamaño  de  unos  grandes  gatos, 
que  arrojan  las  puyas,  largas  de  un  dedo,  con  que  clavándolas  en  los  perros,  se 
defienden  de  ellos;  curies,  liebrecillas,  raposas,  venados,  dantas,  osos,  leones,, 
tigres  ferocísimos  y  tan  carniceros,  que  suelen,  si  se  descuidan  en  cerrar 
Jas  Iglesias  de  los  indios,  desenterrárselos  y  comérselos.  Hay  osos  hormigueros, 
pericos  ligeros,  puercos  de  monte  y  otros  muchos  animales;  de  aves  son  innu- 
merables las  especies  que  hay,  como  son  pavas,  guacharacas,  paugíes,  tórtolas, 
perdices,  gallinas  silvestres  y  otras  que  llarar.n  sabos,  que  son  del  tamaño  de 
una  gallina  de  las  nuestras,  y  de  tan  buen  comer;  son  negras,  sino  es  de  pecho; 
hay  guacamayas,  muchas  suertes  de  papagayos,  periquitos,  tordos,  urracas, 
águilas  reales,  gavilanes  y  algunas  aves  de  cetrería  y  otros  que  llaman  guiátaras, 
que   son  tamaños   como   un   tordo,  y  el  pico  monstruoso,  y  por  su  nacimiento 


224  FRAY   PEDRO   SIMÓN  (7.^  NOTICIA 

más  grueso  que  cuatro  dedos  juntos,  rayado  de  muy  hermosos  colores  á  lo  largo, 
como  dejamos   dicho   tratando  de  las  cosas  de  Muzo, 

2.®  No  es  falta  en  muchas  partes  esta  tierra  de  minas  de  oro  y  plata,  pero 
de  las  de  fierro  y  cobre  es  tan  abundante,  que  las  piedras  de  los  edificios  de  la 
ciudad  y  otras  partes  son  de  estos  metales.  Hay  fuentes  de  agua  tan  salada, 
que  les  servían  á  los  indios  de  sal  en  sus  guisados,  si  bien  nunca  advirtieron  el 
cuajarla  con  fuego,  como  se  hace  en  la  de  esta  Sabana  de  Bogotá,  de  que  se 
sustenta  todo  este  Nuevo  Eeino  de  Granada  y  otras  provincias.  Es  abun- 
dante de  todas  frutas  de  la  tierra,  y  aun  algunas  de  las  de  Castilla  se  dan 
muy  bien,  y  con  abundancia  de  maíz  en  todas  partes;  pero  en  algunos  es  tan 
venenoso  y  nocivo,  que  el  que  lo  come  se  pela  y  muda  las  uñas  si  es  hombre,  ave 
ú  otro  animal,  y  si  moran  indios  en  partes  donde  se  da  este  maíz,  nacen  de  las 
mujeres  y  do  algunos  animales  muchos  monstruos,  que  luego  los  matan  los 
indios,  y  echan  de  sí  como  cosa  abominable,  como  lo  querían  hacer  sus  padres 
el  año  de  mil  seiscientos  en  un  pueblo  de  indios  llamado  Nauma,  en  encomienda 
de  Francisco  Gómez  de  Feria,  con  una  niña  que  les  nació  cubierta  toda  de  pelo, 
tan  largo  como  de  un  mico,  y  sabiéndolo  el  padre  que  lo  doctrinaba,  que  se 
llamaba  el  Padre  Andrés  González  Farfán,  clérigo  que  hoy  vive  y  da  testimo- 
nio de  ello,  no  reparando  en  el  pelo,  sino  advirtiendo  que  todo  lo  demás  »íra 
persona,  la  baptizó,  y  sucedió,  cosa  admirable,  que  luego  que  la  bañó  aquella 
santa  agua  del  baptismo,  se  le  cayó  todo  el  pelo  y  quedó  limpia  como  las  demás 
personas,  con  que  sus  padres  mudaron  de  intento,  y  todos  los  que  vieron  el 
caso  dieron  mil  gracias  al  Señor  por  el  suceso,  que  quiso  no  sólo  limpiar  el 
alma  con  aquella  agua  baptismal,  sino  también  el  cuerpo  de  aquella  mons- 
truosidad. 

8."  Estos  indios  Colimas,  cuando  entraron  los  españoles  en  este  Nuevo 
Reino  y  tuvieron  conquistados  los  Panchos,  y  pobladas  las  ciudades  de  Tocai- 
ma,  Ibagué  y  Mariquita,  no  habían  ensanchado  los  términos  de  sus  tierras 
para  la  de  los  Moscas  á  la  joarte  del  Oriente  más  que  hasta  el  río  de  Pacho, 
porque  hasta  entonces  les  habían  hecho  tan  buena  resistencia  los  Moscas,  que 
no  les  había  dejado  dar  un  paso  más  adelante,  y  por  la  parte  del  Sur,  tierra  de 
los  Panches,  sólo  habían  llegado  hasta  el  Río  Negro,  pero  desde  allí  los  acosa- 
ban tanto  con  ordinarias  guerras  (si  bien  en  contra  los  Moscas  no  andaban  tan 
briosos),  que  los  Panches  de  aquellas  provincias  que  ^a  estaban  repartidos  y  en- 
comendados en  los  conquistadores  vecinos  do  Mariquita,  ocurrían  á  sus  amos  á 
buscar  defensa,  con  quejas  de  los  agravios  continuos  que  recibían  de  los  Coli- 
mas. Estas  admitió  el  Capitán  Francisco  Núñez  Pedrozo,  poblador  de  Mari- 
quita, y  trató  de  castigos  y  conquista  de  los  Colimas,  aunque  con  tibieza,  pues 
informándose  en  esta  ciudad  de  Santafé   del   Capitán  Pedro  de  Ursúa  (que, 


CAP.  XXIV)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA  FIEME.  225 

como  hemos  dicho,  había  ya  hecho  entradas  en  ellos  por  los  Muzos)  de  la  cua- 
lidad de  la  gente  y  riquezas  do  la  tierra,  luego  que  supo  ser  poca  la  gente  tan 
fiera,  se  enfrió  en  los  intentos  y  se  desganó  de  hacer  la  entrada.  Y  acumulán- 
dolos, y  pidiendo  la  de  entre  los  dos  ríos  de  Cauca  y  la  Magdalena,  que  son  las 
tierras  donde  después  se  pobló  la  ciudad  de  Zaragoza,  diósele  conducta  y  co- 
misiones por  la  "Real  Audiencia  para  ella,  con  que  levantó  en  la  ciudad  de 
Tunja,  Santafé,  Mariquita  y  otras  partes  buena  cantidad  de  gente,  por  la 
mayor  parte  muy  lucida,  caballeros  hijosdalgo,  y  cuando  menos  muy  gallardos 
soldados,  y  experimentados  en  todo  trance  de  estas  guerras,  y  teniendo  ya  en 
Mariquita  toda  la  gente  y  la  jornada  á  pique,  y  hecho  su  Maese  de  Campo  á 
Don  Gutierre  de  Oval  le,  natural  de  la  ciudad  de  Bonda  en  España,  aquel 
que  ya  dijimos  se  había  quedado  en  la  ciudad  de  Santo  Domingo  con  otros 
caballeros  cuando  venía  con  el  Adelantado  Don  Alonso  Luis  de  Lugo  á  este 
Nuevo  Reino  á  la  primera  jornada  que  salió  de  la  ciudad  de  Mariquita,  y  aun 
según  otro  día  el  mismo  día  que  habían  de  partir,  partió  de  esta  vida  el  Pe. 
drozo,  quedando  la  gente  al  orden  de  Gutierre  de  O  valle  y  cortados  los  intentos 
de  todos,  sin  determinarse  qué  se  dispondría  de  la  jornada. 

4.°  No  cesaban  en  estos  tiempos  las  continuas  quejas  de  los  Panches  contra 
los  Colimas,  porque  éstos  no  cesaban  de  inquietarlos,  y  así  viendo  el  Cabildo  y 
ciudad  de  Mariquita  la  ocasión  en  las  manos  de  tantos  nobles  y  valientes  sol- 
dados, y  deseosos  se  ofreciese  ocasión  para  mostrar  el  valor  de  sus  bríos,  y  que 
era  importante  acudir  al  remedio  de  las  quejas  de  los  Panches,  y  resistir  los 
atrevimientos  de  Colimas,  pues  si  á  eso  no  se  acudía,  se  seguirían  alzamientos 
en  los  Panches,  y  en  los  otros  atrevimiento  hasta  llegar  á  la  Provincia  de  los 
Hondas,  y  aun  á  las  goteras  do  la  misma  ciudad  de  Mariquita,  trataron  con 
el  Don  Gutierre  de  Ovalle,  los  más  interesados  en  esto,  como  eran  Jerónimo 
Maldonado,  el  Factor  Rodrigo  Pardo  y  otros  caballeros  y  gente  principal  de 
los  que  iban  con  Francisco  Pedrozo,  que  pues  no  había  donde  ocuparse  la  gente, 
y  andaban  vagueando  de  una  parte  á  otra,  fuesen  con  uno  de  los  Alcaldes  de 
la  ciudad  por  caudillo  á  correr  las  provincias  de  los  Colimas  castigándolos, 
conquistándolos  y  sujetándolos.  No  hubo  en  esta  determinación  contradicción 
de  importancia,  en  especial  siéndolo  de  tanta  por  su  persona  y  sangre  Don 
Antonio  de  Toledo,  que  fué  el  Alcalde  que  tomó  esto  á  su  cargo,  y  así  poniendo 
en  efecto  estos  intentos  el  año  de  mil  quinientos  sesenta  y  uno  (1561),  miér- 
coles once  de  Noviembre,  salieron  de  la  ciudad  de  Mariquita  el  Don  Antonio 
de  Toledo  y  el  Maese  de  Campo  Don  Gutierre  de  Ovalle,  Jerónimo  Maldonado 
el  Factor  Rodrigo  Pardo,  Andrés  Maldonado,  Juan  Rodríguez,  Lucas  Mejía, 
Juan  de  Olmos,  Pedro  do  Rivera,  Luis  Estovan,  Pedro  González  con  otros 
muchos,  y  habiendo   pasado   el  Río   Grande  de  la  Magdalena  y    el  Negro, 


226  FRAY  PEDRO   SIM(5n  (7.*  NOTICIA 

entraron  en  la  Provincia  de  los  Colimas,  que  desde  los  primeros  pasos  les 
resistieron  con  valerosos  bríos  y  tan  sangrientas  guazabaras,  que  de  ambas 
partes  comenzaron  luego  á  caer  muertos  y  heridos,  y  el  primero  que  hirieron 
en  un  brazo  fué  al  Don  Francisco  de  un  flechazo,  el  cual  para  informarse  mejor 
de  la  tierra  y  curarse,  sentó  su  real  luego,  al  principio  de  los  Colimas,  en  el 
valle  de  Parriparrí,  desde  donde  ú  pocos  días,  habiendo  mejorado  la  heridn, 
salió  por  una  parte,  y  Don  Gutierre  de  Ovalle  por  otra,  con  dos  tropas  de 
soldados,  dejando  el  resto  en  guarda  de  las  tierras  y  carruaje,  y  comenzaron 
á  correr  toda  la  Provincia  de  los  Colimas,  hasta  llegar  á  la  de  los  Muzos,  en 
que  les  sucedieron  valientes  guazabaras,  por  serlo  tanto  y  tantos  los  indios  en 
que  hubo  muertes  y  heridas  de  ambas  partes,  y  habiendo  visto  casi  todos  los 
de  la  Provincia,  y  echado  tanteo  de  los  gandules  y  indios  de  guerra  que  tenía, 
que  serían  hasta  doce  mil,  sin  la  innumerable  chusma,  tomaron  la  vuelta  del 
Real,  y  llegando  á  él,  determinaron  de  poblar  en  el  mismo  asiento  una  villa, 
sujeta  á  la  ciudad  de  Mariquita,  y  púsola  por  nombre  Nuestra  Señora  de  la 
Palma,  por  algunas  que  había  en  el  sitio,  nombrando  Cabildo  que  la  gobernase. 


CAP.  XXV)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA  FIRME,  227 

CAPÍTULO  XXV 


Contenido:  I.**  Traen  preso  á  Don  Antonio  de  Toledo  á  Santafé  porque  pobló  sin  licen- 

o 
cía,  y  en  su  lug-ar  va  el  Contador  Otálora  á  gobernarla — 2.°  Caso  que  sucedió  á  un 

español  y  aviso  que  dio  á  sus  compañeros,  con  que  se  despobló  la  villa — 3.°  Mánda- 
sele á  Don  Antonio  de  Toledo,  por  sentencia,  que  vuelva  á  reedificar  la  villa  de  La 
Palma — 4:.^  Vuélvese  á  poblar  segunda  vez  por  Don  Antonio,  y  dásele  el  Gobierno 
á  Don  Gutierre  de  Ovalle  y  vuélvese  á  Mariquita —S.^  Sale  Don  Gutierre  de  Ovalle 
a  correr  y  conquistar  la  tierra  de  los  Colimas,  y  lo  que  sucedió  á  tres  españoles  con 
un  indio  valiente. 


N 


O  fué  perezosa  la  fama  en  traer  á  esta  Real  Audiencia  de  Santafé 
la  nueva  de  la  nueva  población,  que  sin  su  autoridad  se  había 
hecho,  con  que  se  despachó  lu?go  un  juez  que  prendiera  al  Don  Antonio,  á 
petición  del  Fiscal,  que  á  la  sazón  era  el  Licenciado  García  de  Valverde,  po- 
niéndole acusación  de  haber  entrado  en  aquella  Provincia  dando  guerra  á  los 
indios,  matando  algunos  y  talándoles  las  comidas,  y  haber  poblado  una  villa, 
todo  sin  orden  de  la  Real  Audiencia.  Trajeron  preso  con  esto  al  Don  Antonio, 
contra  quien  fué  prosiguiendo  la  causa  el  Fiscal  ante  los  Oidores,  que  á  la  sazón 
eran  Melchor  Pérez  de  Arteaga,  y  los  Licenciados  Alonso  de  Grajeda  y  Diego 
de  Villafaña,  que  no  había  Presidente,  pidiendo  se  nombrase  persona  para  ir  á 
la  nueva  villa  de  La  Palma  por  Capitán  y  Justicia  Mayor  y  hacer  informacio- 
nes contra  el  Don  Antonio  y  los  que  con  él  habían  sido  parciales  en  el  hecho  ; 
señalóse  para  esto  y  diósele  comisión  al  Contador  Juan  de  Otálora,  que  yendo 
con  algunos  soldados,  cuando  llegó  á  la  villa,  halló  á  los  indios  más  avispados 
que  nunca  habían  estado,  y  á  Don  Gutierre  de  Ovalle  ausente  de  ella  por  haber 
ido  á  la  ciudad  de  Mariquita  á  traer  socorro  de  municiones  y  los  soldados  que 
se  habían  quedado  allí.  Hizo  el  Juan  de  Otálora  las  informaciones,  y  parecién- 
dole  sería  acertado,  entre  tanto  que  venía  Ovalle,  entrase  una  tropa  de  soldados 
en  las  Provincias  de  Murca,  que  eran  las  que  más  señaladamente  se  habían  re- 
belado y  venido  con  intentos  de  saquear  la  villa,  quedándose  él  en  ella  con  el 
resto  de  los  soldados,  envió  á  los  demás  al  efecto,  y  por  caudillo  á  un  valiente 
soldado  llamado  Pedro  Hernández,  que  comenzando  á  marchar  la  vuelta  de  las 
Provincias  de  los  Muzos,  á  legua  y  media  de  la  villa,  en  una  loma  que  hoy 
dicen  de  la  Guazabara,  se  la  dieron  tal  y  tan  porfiada  más  de  dos  mil  indios 
que  le  salieron  al  encuentro,  que  duró  desde  la  mañana  hasta  la  noche,  que- 
dando en  ella  el  caudillo  y  algunos  soldados  muertos,  y  más  de  veinte  mal 
heridos  de  flechas  con  yerbas  venenosísimas,  que  son  las  armas  ordinarias  de 
estos  indios,  y  un  soldado  que  llamaban  Alegría,  que  tomaron   vivo  á  mano,  sin 

23 


S28  FBAY   PEDRO   SIMÓK  (7.*  NOTICIA 

ser    posible,   por  grandes  diligencias   que   hicieron,    sacarlo  de  entre   las   de 
'  ¡os  indios. 

2.°  Fuéles  forzoso,  viéndose  desbaratado?  y  sin  caudillo,  caminar  con  el 
secreto  de  la  noche  la  vuelta  á  la  villa,  donde  llegaron  bien  afligidos  y  aun 
fatigados  de  eficuentros  que  no  pudieron  excusar  en  el  camino,  aun  de  noche, 
porque  no  dormían  los  indios  en  defensa  de  sus  casas.  No  fué  pequeña  la 
aflicción  que  tuvo  el  Otálora  del  suceso,  y  el  cuidado  en  que  le  puso  el  temor 
de  otros  tales  y  peores,  considerando  á  los  indios  encarnizados  con  la  avilan- 
tez de  la  victoria,  y  que  ellos  eran  pocos,  y  que  el  socorro  que  podía  traer 
Don  Gutierre  era  forzoso  se  retardase  más  de  quince,  y  hallarse  todos  sin  más 
defensa  ni  muros  que  sus  espadas  y  rodelas.  Acrecentó  estos  temores  lo  que 
oyeron  los  postas  que  velaban  sobre  la  villa  aquella  noche,  luego  que  llegaron 
á  ella  los  soldados  desbaratados,  porque  estando  con  vigilante  guarda,  como 
la  necesidad  pedía,  oyeron  que  desde  la  cumbre  de  una  loma  que  estaba  sobre 
la  nueva  villa,  daban  voces  en  lengua  española,  y  decían  :  "Compañeros  míos, 
rogad  á  Dios  por  mí,  que  yo  soy  Alegría,  y  estos  indios  me  llevan  amarrado  para 
hacer  una  borrachera  y  en  ella  irme  comiendo  á  pedazos;  vivid  con  cuidado, 
que  al  amanecer  tienen  determinado  dar  sobre  vosotros  y  mataros." 

3.°  Este  aviso  fué  causa  de  determinarse  del  todo  el  Otálora  y  sus  soldados 
de  desamparar  la  villa  y  puesto,  y  saliéndose  lo  mejor  y  más  secretamente  que 
pudieron,  pasaron  al  Eío  Negro,  y  caminando  más  aprisa  que  la  mañana, 
cuando  ella  llegó,  ya  los  halló  á  ellos  que  habían  llegado,  y  rancheándose  entre 
los  Panches  amigos,  donde  descansaron  y  curaron  los  heridos  y  donde  los  halló 
Don  Gutierre  de  Ovalle,  que  venía  ya  con  el  socorro,  que  aunque  era  razo- 
nable de  hombres  y  municiones,  no  le  pareció  bastante  al  Otálora  para  volver 
a  la  villa  y  hacer  resistencia  á  tanta  braveza  como  mostraban  los  indios,  hasta 
que  con  más  fuerza  de  gente  se  tomase  más  de  propósito  la  conquista.  Con 
esta  resolución  tomó  el  Ovalle  la  vuelta  de  la  ciudad  de  Mariquita  con  algunos 
soldados,  y  el  Otálora,  con  el  resto  de  los  demás,  la  de  esta  ciudad  de  Santafé,  á 
dar  cuenta  á  la  Real  Audiencia  de  lo  sucedido,  y  de  las  informaciones  quo  traía 
contra  el  Don  Antonio  de  Toledo,  que  lo  halló  ya  fuera  de  la  cárcel  y  mejora- 
das sus  causas  por  haberse  casado  con  una  cuñada  del  Oidor  Diego  de  Villa- 
faña,  llamada  Doña  María  de  Acevedo,  que  también  fué  causa  de  que  tu- 
vieran mejor  despacho  sus  negocios,  aun  después  de  haber  visto  las  informa- 
ciones, pues  aunque  le  sentenciaron  en  algunas  otras  penas,  la  más  grave  fué 
que  el  Don  Antonio,  á  su  costa,  reedificara  la  misma  ^illa  de  La  Palma,  con  el 
número  de  gente  que  había  llevado  primero  y  la  que  más  fuese  menester,  y 
habiéndola  reedificado  otro  día,  se  saliera  de  ella,  y  dejase  el  cargo  de  Capitán 
Justicia  Mayor,  para  que  prosiguiese  en  las  conquistas  el  Maese  de  Campo  Don 


CAP.  XXV)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA   FIRME  229 

Gutierre  de  O  valle,  á  quien  también  se  le  despacharon  recados  para  esto,  en 
siete  del  mes  de  Septiembre  del  año  siguiente  de  mil  quinientos  sesenta  y  dos 
(1562). 

4.0  Llegó  el  D.  Antonio  con  estos  recados  á  la  ciudad  de  Mariquita,  donde 
hizo  luego  pregonar  la  jornada  de  los  Colimas  y  reedificación  de  la  villa,  avi- 
sando se  dispusiesen  todos  para  cierto  día,  en  el  cual  estando  todo  á  pique,  salió 
de  la  ciudad  con  la  misma  nobleza  y  bizarría  de  soldados  que  la  primera  vez,  y 
tomando  la  vuelta  de  los  Colimas,  en  cuatro  á  seis  días  se  hallaron  en  el  mismo 
puesto  antiguo  de  Parriparrí,  un  viernes  á  trece  del  mes  de  Noviembre  del 
mismo  año,  y  luego  sin  buscar  mejora  de  su  sitio,  aunque  aquél  era  harto  desa- 
comodado por  ser  tierra  muy  caliente,  sin  aguas,  madera  ni  leña  y  muy  anulado, 
pues  era  á  sus  principios  de  la  Provincia,  reedificó  la  nueva  villa,  sólo  para  cum- 
plir con  la  sentencia  y  salir  ya  de  tantos  enfados  como  le  había  causado  su  prime- 
ra población  ;  la  cual  hecha  con  el  mismo  nombre  que  antes  tenía,  le  volvió  al 
punto  las  espaldas,  á  que  no  le  ayudó  poco  el  estar  recién  casado. 

Luego  que  D.  Gutierre  de  Ovalle  quedó  con  el  cargo  de  Capitán  y  Justicia 
Mayor  de  la  villa,  conquistador  y  poblador  de  la  Provincia  de  los  Colimas,  se- 
gún lo  determinado  por  la  Real  Audiencia,  eligió  Alcaldes,  Regidores  y  los 
demás  Oficiales  de  República.  Considerando  con  los  demás  Capitanes  y  solda- 
dos cuerdos  las  iucomodidades  que  hemos  dicho  del  sitio,  determinó  salir  en 
persona  á  correr  la  Provincia  con  la  gente  necesaria,  como  lo  hizo,  sacando  la 
más  gallarda  de  toda  la  que  tenía,  que  no  era  poca,  y  dando  vuelta  á  toda  la 
tierra  hasta  llegar  á  la  de  los  Muzos,  con  advertencia  de  considerar  algún  buen 
estalaje  donde  pudiera  mudar  de  aquel  malo  su  nueva  villa.  Sucediéronle  en 
esta  entrada  grandes,  prolijas  y  sangrientas  guazabaras,  y  casos  en  ellas  tan 
notables,  que  sólo  era  también  proligidad  si  los  contáramos  todos ;  aunque  por- 
que no  se  quede  del  todo,  y  por  el  dedo  se  conoce  la  grandeza  del  gigante,  sólo 
diré  uno  ó  dos. 

5.°  Habiendo  caminado  el  Ovalle  algunos  días  en  esta  entrada,  á  la  que 
iba  haciendo  en  una  cordillera,  le  salió  hacer  resistencia  un  ejército  de  más  de 
seis  mil  indios,  bien  prevenidos  de  sus  venenosas  flechas  y  macanas,  con  bizarría 
de  penachos  de  rica  y  vistosa  plumería,  con  tantos  ademanes  briosos  que  pare- 
cía se  prometían  victoria  de  todos  los  tercios  de  Flandes.  Pusiéronse  en  buenas 
los  españoles,  viendo  que  habían  menester  &us  españolas  manos  para  las  de  tan- 
tos salvajes,  y  ordenando  el  Capitán  sus  escuadras,  ordenó  entre  lo  demás  que 
ocho  soldados  quedasen  en  un  recuesto  en  guarda,  de  un  Religioso  que  llevaban 
de  la  Orden  del  Carmen,  llamado  Fray  Antón,  Capellán  del  Ejército;  los  cuatro 
de  éstos  eran  rodeleros,  y  los  cuatro  escopeteros.  Comenzóse  la  refriega  y  es- 
tándola  mirando  estos  ocho,  vieron  que   un   valiente   indio   llamado  Apidama, 


230  FRAY   PEDRO    SIMÓN  (7.*  NOTICIA 

caudillo  de  un  escuadrón  de  más  de  doscientos  indios,  disparó  más  de  una 
docena  de  flechas,  hiriendo  con  ellas,  sin  que  se  le  perdiese  alguna,  otros  tan- 
tos españoles,  y  que  con  la  última  había  herido  á  un  valiente  soldado  vizcaíno 
llamado  Martín  de  Garnica,  en  el  brazo  izquierdo,  no  pudiendo  defenderle  el 
sayo  de  armas  de  una  herida  tan  penetrante,  que  no  podía  sustentar  la  escopeta, 
y  conociendo  esta  flaqueza  el  indio  que  se  hallaba  cerca,  soltando  el  arco  y 
arrebatando  una  macana,  se  vino  para  él  con  bríos  de  un  león.  Viéndolos  qne  lo 
estaban  mirando  la  necesidad  que  tenía  el  Garnica  de  socorro,  salieron  los  tres 
de  entre  los  otros  á  dárselo,  á  tiempo  que  ya  iba  el  indio  tan  ciego  á  descargar 
el  golpe  sobre  el  soldado,  que  no  advirtiendo  en  los  tres  que  iban,  tuvieron  lugar 
todos  tres  juntos  de  asirle  y  tener  el  indio,  á  quien  no  habían  querido  disparar 
desde  lejos  porque  no  sucediera  alguna  desgracia  al  soldado.  Viéndose  asido  de 
tantos,  comenzó  á  forcejear  el  indio  por  despedirse  de  ellos,  y  entre  las  demás 
diligencias  fué  meterle  al  uno,  llamado  Alonso  Mejía,  el  dedo  por  el  un  ojo,  con 
que  se  lo  echó  fuera,  y  al  otro  soldado,  Pedro  de  Oastiblanco,  le  asió  tan  fuerte- 
mente de  los  testículos,  que  tuvo  por  bien  con  el  dolor  aflojar  los  brazos  y  dejar- 
lo, y  quedando  ya  á  solas  con  el  tercero,  que  era  un  isleño  llamado  Bartolomé  de 
Míreles,  se  hubo  tan  valerosamente  con  él,  que  aunque  el  Míreles,  sacando  un 
cuchillo  carnicero  y  dándole  una  cuchillada,  le  cegó  los  ojos,  no  fué  tan  á  sU 
salvo  que  no  le  asiese  de  un  dedo  el  indio  con  la  boca,  y  lo  cortase  por  la  pri- 
mera coyuntura,  que  con  el  dolor  volvió  sobre  él,  dándole  tantas  puñaladas  que 
lo  acabó,  quedando  todos  tres  señakdos  de  ojo,  manos  y  boca,  pues  el  Oasti- 
blanco anduvo  el  resto  de  su  vida  liciado  de  la  parte  donde  le  asió. 


CAP.  XXVl)  NOTICIAS    DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA   FIRME  231 

CAPÍTULO  XXVI 

Contenido  :  1.*»  Caso  notable  que  sucedió  á  Juan  Guerrero  con  un  valiente  indio— 2 .• 
Puéblase  la  Villa  de  la  Palma  en  el  sitio  que  hoy  permanece,  y  dase  noticia  de  los 
que  entonces  había  y  los  que  le  han  quedado— 3."  Granjeria  de  la  ciudad  de  la  Pal- 
ma, y  ábrese  camino  desde  ella  para  el  Río  Grande. 

EN  otra  guazabara  que  les  dieron  en  esta  misma  entrada,  sucedió  al 
Capitán  Juan  Guerrero  que  viendo  apretados  tres  españoles  de 
veinte  indios,  les  llegó  de  socorro  en  un  caballo,  y  dándole  una  lanzada  al  más 
brioso  que  le  pareció  de  los  veinte,  le  metió  por  una  tetilla,  á  sesgo,  la  lanza, 
por  donde  el  indio  al  punto  comenzó  á  caerse,  y  metiéndose  por  ella  con  dos 
flechas  en  las  manos,  intentaba  con  ella  herir  al  caballo  y  al  caballero  mante- 
niente, como  lo  hiciera  sin  duda  si  el  Guerrero,  viendo  el  conocido  peligro,  no 
se  apeara  del  caballo  á  reparar  el  daño,  y  entre  tanto  el  indio,  visto  que  le  de- 
fraudaban su  intento,  lo  puso  en  sacarse  la  lanza,  para  estar  desocupado  á  la 
defensa,  de  manera  que  la  iba  metiendo  y  sacando  en  sus  propias  carnes  como 
si  fuera  en  un  montón  de  arena  ó  en  un  ojo  de  una  tapia,  y  esto  con  tan  luci- 
dos bríos  y  sin  mudar  el  color  del  rostro,  que  si  los  del  Guerrero  no  llegaran  á 
darle  cuatro  puñaladas  con  la  daga,  se  sacara  la  lanza,  y  por  ventura  se  escapa- 
ra, cuando  menos,  libre  de  la  guazabara. 

2.^  Los  que  de  los  españoles  escaparon  de  éstas  y  otras  fueron  con  su  Ca- 
pitán caminando  y  dando  vista  al  resto  de  la  Provincia,  y  hallando  en  cierta 
parte  un  pedazo  de  suelo  limpio  de  arcabuco,  aunque  cercado,  del  que  podían 
sacar  leña  y  maderab,  de  buen  suelo,  aire  y  aguas,  con  maravilloso  temple, 
sin  frío  ni  calor,  juzgaron  ser  á  propósito  y  acomodado  sitio  para  mudar  allí 
el  pueblo,  que  era  lo  que  más  deseaba  el  O  valle,  por  sacar  la  nueva  población  de 
la  jurisdicción  de  la  ciudad  de  Mariquita,  también  por  mejorarla  en  temple,  y 
lo  demás  que  dijimos  le  faltaba  donde  estaba  poblada,  en  especial  que  en  este 
sitio  demarcaban  los  que  le  hallaron  que  estaba  en  la  mitad  de  la  Provincia,  y 
acomodado  para  doctrinarlos  y  servirse  de  los  indios.  Hecha  información  de  lo 
uno  y  de  lo  otro,  y  el  apuntamiento  de  los  pueblos  que  habían  pacificado  los 
conquistadores  en  nombre  de  Su  Majestad  por  las  acostumbradas  diligencias  y 
ceremonias  que  en  las  demás  poblaciones  se  usan,  á  siete  del  mes  de  Junio 
del  año  siguiente  de  mil  quinientos  sesenta  y  tres  (1563)  pobló  de  nuevo 
la  ciudad,  dejándola  con  el  mismo  nombre  de  Nuestra  Señora  de  la  Pal- 
ma y  Bonda,  añidiéndole  con  este  postrero  el  nombre  de  su  patria  ;  no  he  sa- 
bido si  eligió  de  nuevo  el  fundador,  Cabildo,  ó  se  quedó  el  mismo  que  estaba 
en  la  villa.  Señaláronse   luego   y   repartieron  solares  á  los  vecinos,  dejando  el 


232  FRAY   PEDRO   BIM€K  (7.*  NOTICIA 

mejor  y  en  mejor  pnesto  para  la  Iglesia,  y  á  na  lado  del  pueblo  otro  para  con- 
vento de  Nuestra  Orden,  que  es  el  que  ahora  sustenta,  como  dejamos  dicho  en 
la  primera  parte. 

3.*^  Porque  el  lector  halle  consecutiva  la  sucesión  que  ha  habido  de 
todos  los  Arzobispos  de  este  Nuevo  Eeino,  los  pondremos  juntos  con  el 
orden  que  han  ido  sucediendo;  que  el  año  de  mil  quinientos,  setenta,  estando 
ya  para  partir  de  España  á  su  Obispado  de  Cartagena,  de  donde  había  sido 
electo  el  mes  do  Febrero  del  año  antecedente,  Don  Fr.  Luis  Zapata  de 
Cárdenas,  de  Nuestra  Sagrada  Religión,  hijo  de  la  Santa  Provincia  de  San 
Miguel,  le  eligieron  por  Arzobispo  de  ecte  Nuevo  Reino,  á  donde  llegó  y 
entró  á  Santafé  á  los  últimos  del  mes  de  Marzo  del  año  de  mil  quinientos 
setenta  y  cuatro  (1574).  Trajo  entre  otras  muy  buenas  cosas  muchas  reliquias 
á  su  Iglesia,  y  entre  otras,  una  famosísima,  que  fué  la  cabeza  de  Santa 
Isabel,  de  la  Tercera  Orden  de  Nuestro  Seráfico  Padre  San  Francisco,  hija 
del  Eey  de  Hungría,  que  se  la  dio,  siendo  Provincial  de  su  Provincia,  la 
Eeina  Doña  Isabel,  que  en  la  España  llamaron  de  la  Paz  ;  tercera  mujer 
del  Rey  Católico  Filipo  Segundo,  y  hija  del  Rey  Henrico  Segundo  de  Francia. 
Colocóse  dentro  de  una  muy  bien  labrada  cabeza  de  plata  hasta  los  pechos,  y 
hácese  la  estimación  de  ella  que  es  razón  en  la  santa  Iglesia,  aunque  mayor  la 
hizo  de  la  plata  un  mozuelo,  los  años  pasados  de  mil  seiscientos  diez  y  nueve, 
pues  por  hurtarla,  le  quebrantó  el  relicario  donde  estaba,  quedándose  secreta- 
mente para  esto  una  noche  en  la  Iglesia,  y  habiéndola  sacado  con  otras  muchas 
reliquias  que  no  se  pudieron  volver  á  haber  á  las  manos  por  el  Oidor  de  esta 
Real  Audiencia,  D.  Francisco  de  Herrera,  á  quien  se  le  dio  la  voz  de  esto,  lue- 
go que  se  echó  de  ver,  se  halló  la  plata  toda  abollada  y  partida,  y  parte  de  las 
reliquias  de  la  santa  cabeza,  que  se  volvieron  á  colocar  en  su  lugar  con  mucha 
reverencia,  y  al  mozo  pusieron  en  el  suyo,  que  fué  la  horca,  cortándole  también 
la  mano.  Vivió  el  Arzobispo  hasta  el  año  de  mil  quinientos  noventa,  en  que 
murió,  á  los  veinticuatro  de  Enero. 

4.*^  Fué  en  su  lugar  electo  Don  Alonso  López  Dávila  Arzobispo  de  Sauto- 
to  Domingo,  y  atajándole  la  muerte  los  pasos  por  venir  á  este  su  Arzobispado 
de  Santafé,  en  su  lugar  fué  electo  Don  Bartolomé  Martínez,  Obispo  de  Panamá, 
á  primero  de  Mayo  de  noventa  y  tres,  que  también  murió  en  la  ciudad  de  Car- 
tagena, viniendo  á  su  Arzobispado,  á  diez  y  siete  de  Agosto  del  año  noventa  y 
cuatro;  fué  electo  en  su  lugar  en  España  el  Maestro  jFray  Andrés  de  Ocaso,  de 
la  Orden  de  Santo  Domingo,  que  á  haberlo  renunciado  y  no  pasado  á  estas  par- 
tes, fué  electo  en  su  lugar  Don  Bartolomé  Lobo  Guerrero,  Inquisidor  que  á  la 
sazón  era  de  México  el  año  de  mil  quinientos  noventa  y  cinco  (1595),  y  se 
detuvo  hasta  venir  y  entrar  en  él  en  esta  ciudad  de  Santafé,  hasta  el  de  noven- 


CAP.    XXVl)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA   FIRME  233 

ta  y  nueve,  á  ocho  de  Marzo.  Puso  cuidado  en  su  tiempo  que  se  fundase  en 
esta  ciudad  de  Santafé  un  Colegio  Seminario,  con  título  de  San  Bartolomé, 
como  se  hizo  el  año  de  mil  seiscientos  y  siete  (1607),  que  está  á  cargo  de  los 
Padres  de  la  Compañía  de  Jesús,  donde  se  sustenta  buen  numero  de  estudian- 
tes con  los  estipendios  de  las  doctrinas,  y  otros  con  asignadas  porciones  que 
pagan  para  ello,  que  por  todos  suele  haber  hasta  sesenta  ó  setenta;  traen  ropas 
pardas  y  becas  coloradas;  salió  de  esta  ciudad  de  Santafé  el  dicho  Arzobispo, 
promovido  al  Arzobispado  de  Lima,  á  siete  de  Enero  de  mil  seiscientos  y 
nueve.  En  su  lugar  fué  electo  en  España  Fray  Juan  de  Castro,  de  la  Orden  de 
San  Agustín,  y  habiéndolo  renunciado  sin  pasar  á  las  Indias,  fué  electo  en  eu 
lugar  Don  Pedro  Ordóñez  y  Flórcz,  de  la  Orden  de  Calatrava,  *  Inquisidor 
que  á  la  sazón  era  en  la  ciudad  de  Lima;  eligiéronle  el  mes  de  Diciembre,  el 
mismo  año  de  seiscientos  y  nueve,  y  el  de  seiscientos  y  trece,  á  veinticinco  de 
Marzo,  entró  á  tomar  la  posesión  de  él  en  esta  ciudad  de  Santafé,  donde  murió 
á  once  de  Junio  del  año  siguiente,  en  cuyo  lugar  fué  electo  Don  Fernando 
Arias  de  ligarte,  Obispo  de  la  ciudad  de  S&n  Francisco  de  Quito,  en  veintitrés 
de  Junio  de  mil  seiscientos  quince  (1615)  y  confirmado  en  catorce  de  Marzo 
de  seiscientos  diez  y  seis;  entró  á  siete  de  Enero  de  seiscientos  diez  y  ocho  á 
tomar  la  posesión  de  su  Arzobispado  en  esta  ciudad  de  Santafé,  de  donde  es 
natural:  suerte  inestimable  que  haya  venido  á  ser  bu  esposa  la  misma  Iglesia 
donde  el  cielo  le  dio  la  vida  espiritual  de  la  gracia,  en  el  santo  bautismo, 
si  bien  con  esto  se  le  han  seguido  mayores  obligaciones,  pues  concurren  con 
las  comunes  de  la  dignidad  de  Arzobispado  las  particulares  de  la  patria,  á  que 
hoy  procura  acudir  con  infatigables  trabajos  en  las  cuidadosas  visitas  de  su 
Arzobispado. 


Alcántara. 


234:  FRAY   PEDRO    SIMÓN  (7.'    NOTIOIA 

CAPÍTULO  XXVII 

Contenido:  !.•  Pretende  el  Mariscal  Quesada  la  jornada  del  Dorado  en  la  Real  Audien- 
cia y'en  el  Real  Consejo  y  concédesele,  y  título  de  Adelantado— 2, »  Capitulaciones  y 
asiento  que  se  toma  con  el  Adelantado  para  esta  jomada — S."  Gente  que  va  á  la 
jornada  del  Dorado — 4.o  Ganado  que  llevaban  en  ella  y  algunos  casos  desastra- 
dos que  comenzaron  á  sucederles,  y  el  uno  de  ellos  con  una  culebra  monstruosa. 


N 


O  se  quitaban  los  valientes  deseos  que  tenía  el  Mariscal  Don  Gonza- 
lo Jiménez  de  Quesada  de  acrecentar  nuevos  descubrimientos  á  los 
que  había  hecho  en  el  Nuevo  Reino  de  Granada,  engolosinados  con  los  buenos 
sucesos  que  había  tenido  en  ellos,  y  así  el  año  de  mil  quinientos  y  sesenta  se 
determinó  pedir  en  la  Real  Audiencia  de  Santafé  licencia,  por  la  que  había 
enviado  el  Rey,  para  que  las  Audiencias  tuvieran  facultad  para  enviar  Capita- 
nes á  nuevos  descubrimientos,  se  la  diesen  para  hacerlos  en  las  provincias  que 
inoran  al  Sur,  y  inclinadas  al  Este  á  las  espaldas  del  Nuevo  Reino,  con  título 
de  provincias  del  Dorado,  que  es  el  nombre  que  ha  traído  y  trae  á  muchas  cabe- 
zas desvanecidas,  como  dejamos  visto  en  la  primera  parte  y  en  otras  de  éstas 
Alentó  estos  deseos  del  Mariscal  las  grandes  noticias  que  sobre  las  que  de  esa 
tierra  se  tenían^  salieron  acrecentando,  cuando  entraron  en  este  Reino  desbara- 
tados de  su  jornada,  Don  Pedro  de  Silva  y  el  Capitán  Diego  Sobeto,  dándolas 
de  grandes  poblaciones  de  indios  políticos,  con  curiosas  huertas  y  semeuteras  y 
árboles  fructíferos  y  peregrinos,  temples  saludables,  y  sobre  todo,  de  grande 
abundancia  de  oro  y  plata;  todo  lo  cual  no  sólo  al  Mariscal,  sino  á  otros  muchos 
Capitanes,  alzó  los  pensamientos  á  ir  en  su  demanda,  como  de  hecho  lo  intentó 
el  Capitán  Pedro  Rodríguez  de  Salamanca,  aunque  la  pretendió  á  título  de 
entrar  á  buscar  no  sé  qué  españoles  que  echó  á  volar  la  fama  había  en  aquella 
tierra  de  los  que  se  habían  perdido  del  Gobernador  Don  Diego  de  Ordaz,  que 
también  sirvió  esta  pretensión  de  emulación  para  que  intentara  lo  mismo  el 
Mariscal  Quesada,  el  cual  con  los  deseos  que  traía  de  esto,  no  sólo  lo  procuró 
en  la  Real  Audiencia,  pero  también  despachó  la  negociación,  pretendiendo  se  le 
hiciese  merced  que  fuese  gobierno  lo  que  descubriese,  al  Real  Consejo  y  al  Rey 
en  su  persona,  el  cual,  mirando  con  otros  ojos  que  hasta  allí  los  grandes  servi- 
cios que  le  había  hecho  el  Mariscal  Quesada,  no  sólo  le  concedió  la  conquista 
que  pedía  por  una  Real  Cédula  que  se  le  despachó  en  el  Escorial,  á  diez  y 
ocho  de  Noviembre  de  mil  quinientos  sesenta  y  ocho**^1568),  pero  también  le 
hizo  merced  de  despacharle  otra  justamente,  en  que  le  daba  título  de  Adelan- 
tado del  Nuevo  Reino  por  toda  su  vida,  como  lo  gozó  hasta  su  muerte. 

2.*^  Ya   cuando  le  llegaron  estos  recados  al  Mariscal,  le  tenía  concedida  la 


CAP.  XXVIl)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA   FIRME  235 

jornada,  como  lo  había  pedido,  la  Real  Audiencia  de  Santafé,  pero  mandando  la 
Cédula  Real  en  que  se  le  concedía,  y  por  gobierno  la  tierra  que  descubriese  y 
conquistase,  que  la  misma  Audiencia  hiciese  asiento  y  capitulaciones  con  él, 
como  quien  tenía  la  cosa  presente,  acerca  de  lo  que  había  de  obligar  en  el 
descubrimiento  y  las  mercedes  que  se  le  habían  de  conceder,  guiándose  en  el 
asiento  por  el  que  el  mismo  Rey  había  tomado  con  el  Gobernador  Don  Pedro 
de  Silva  y  Diego  de  Hernández  de  Cerpa,  por  ser  confines  las  gobernaciones 
de  estos  dos  á  que  se  le  daba  de  Adelantado.  Trató  luego  la  Real  Audiencia, 
á  veintiuno  del  mes  de  Julio  del  año  siguiente  de  mil  quinientos  sesenta  y 
nueve,  de  tomar  el  dicho  asiento  y  capitulaciones,  que  fueron,  que  había  de  me- 
ter en  la  jornada  quinientos  hombres,  ó  á  lo  menos  cuatrocientos,  bien  preveni- 
dos de  todas  armas,  defensivas  y  ofensivas,  y  ocho  clérigos  religiosos,  y  basti- 
mentos necesarios'  para  todos,  y  los  más  caballos,  yeguas,  vacas  y  otros  ganados 
mayores  y  menores  que  pudiese  llevar;  todo  á  su  costa  y  misión,  con  quien 
había  de  ir  personalmente  para  el  buen  gobierno,  y  que  no  había  de  llevar  indios 
chontales,  so  pena  de  muerte,  y  había  de  ir  tomando  posesión  en  nombre  del 
Rey,  desdo  el  río  de  Pauto,  desde  donde  comenzaba  su  Gobierno;  que  había  de 
hacer  las  más  poblaciones  de  españoles  que  pudiese,  y  en  ellas  fuertes  para  sus 
resguardos,  dentro  de  cuatro  años,  y  en  el  mismo  tiempo  meter  otros  quinientos 
hombres,  los  más  que  pudiere  casados,  oficiales  y  labradores;  y  otras  quinientas 
vacas,  trescientas  yeguas,  cuatrocientos  caballos,  mil  puercos  y  tres  mil  ovejas 
y  cabras,  y  quinientos  negros  esclavos,  machos  y  hembras.  Hízosele  merced,  con- 
formándose con  la  Cédula  Real  que  se  le  había  despachado,  de  cuatrocientas 
leguas  en  cuadro  del  término  de  su  Gobierno  entre  los  ríos  de  Pauto  y  Papa- 
mene,  comenzando  á  contarse  desde  la  espalda  del  •  Nuevo  Reino,  sin  que 
entrasen  en  las  Gobernaciones  de  Don  Pedro  de  Silva  y  Diego  Hernández  de 
Cerpa;  que  de  esto  fuese  Gobernador  por  toda  su  vida  y  la  de  un  hijo  ó  here- 
dero suyo  que  él  nombrase,  con  mil  ducados  de  quitación,  pagados  de  las  reatas 
que  perteneciesen  á  Su  Majestad  en  lo  que  se  conquistase,  y  que  si  cumpliese 
con  lo  capitulado,  se  le  daría  el  título  de  Marqués  de  la  misma  tierra  de  su 
conquista  para  él  y  su  hijo  ó  heredero,  pero  sin  ninguna  quitación.  Concedié- 
ronsele  veinticinco  leguas  en  cuadro,  pobladas  de  indios,  en  una  ó  dos  partes 
donde  él  las  escogiese  para  él  y  sus  sucesores  perpetuamente,  y  que  poniéndose 
Audiencia  Real,  fuese  suya  perpetui  i>i  vara  Je  Alguacil  Mayor.  Que  pudiera 
encomendar  repartimientos  de  indios  á  los  conquistadores  que  le  ayudasen, 
repartirles  tierras  y  estancias  de  labor  y  ganado,  proveerlos  de  molinos  y  aguas 
para  ingenios  de  azúcar,  ú  otras  cosas;  que  por  diez  años  no  paguen  los  descu- 
bridores y  pobladores  más  que  el  diezmo  de  las  minas  que  hallaren  de  oro  y  pie- 
dras preciosas,  y  por  el  mismo  tiempo  no  paguen  almojarifazgos  ni  derechos  de  las 


236  PRAY   iPEDRO   SIMÓN  (7.*  NOTICIA 

cosas  de  Castilla  que  trajeren  para  sus  casas;  acerca  de  las  tenencias  y  alcaldías  y 
de  señalar  términos  á  las  ciudades,  se  proveería  de  lo  que  conviniese  como  fuese 
avisando  de  los  descubrimientos,  concediéndosele  quinientas  licencias  de  escla- 
vos para  su  servicio  y  de  los  demás  españoles,  y  pueda  nombrar  en  su  lugar  á 
quien  quisiere  para  proseguir  la  jornada,  estando  él  impedido  ó  muriendo;  que 
por  cinco  años  pueda  con  dos  navios  traer  de  España  lo  necesario  á  su  pobla- 
ci(Sn,  concediéndosele  dos  pesquerías  perpetuas:  una  de  perlas  y  otra  de  pesca- 
do; qué  pueda  nombrar  Curas  y  otros  ministros  con  salarios  competentes,  Kegi- 
dores  y  otros  oficiales,  para  el  Gobierno  de  las  ciudades;  que  á  él  y  á  los  enco- 
menderos que  le  acompañaren  en  la  conquista  se  le  conserven  los  indios  por 
tres  ó  cuatro  años. 

3.®  Hechas  estas  capitulaciones  y  asientos,  publicó  el  Adelantado  esta 
jornada  j^or  este  Nuevo  Reino  el  año  de  mil  quinientos  sesenta  y  nueve,  á  que 
se  movió  gran  parte  de  la  buena  gente  de  la  tierra,  pnes  llegaron  en  número 
de  trescientos  soldados  españoles,  cuyo  Maese  de  Campo  fué  el  Capitán  Juan 
Maldonado,  vecino  de  la  ciudad  de  Pamplona,  de  los  conquistadores  antiguos; 
Sargento  Mayor,  Luis  Pérez;  Capitanes,  Gonzalo  Macías,  Melcbor  Eamírez,  veci- 
no do  la  ciudad  de  Yélez;  Juan  Ortiz  de  Olmos,  Jerónimo  de  Hurtado  de  Men- 
doza, sobrino  del  mismo  Adelantado  Quesada;  Martín  Caballero,  Francisco  do 
Aguilar,  vecino  de  la  ciudad  de  San  Juan  de  los  Llanos;  poblada  aquella  tierra 
por  el  Capitán  Juan  de  Avellaneda,  como  dejamos  dicho,  séptima  noticia,  capí- 
tulo XV  de  este  tomo.  El  Capitán  Francisco  de  Aguilar  fué  de  los  que  más  se 
señalaron  en  aquella  jornada  en  los  gastos  que  en  ella  se  hicieron,  por  tener 
posibles  para  eso;  otro  Capitán  se  llamaba  Juan  Nieto;  Alguacil  Mayor,  Pedro 
de  "Mora;  de  los  demás  oficiales  fueron  Don  Jerónimo  de  Rojas,  Don  Juan  de 
Vargas,  Don  Diego  de  Vargas,  su  hijo,  de  la  ciudad  de  Tunja,  Luis  Armas 
Vetancor,  Rodrigo  Pérez,  Iñigo  de  Arrichaga,  Ambrosio  Boca,  Diego  de  Perei- 
ra,  Antón  Pardo  y  Cristóbal  Tinoco,  y  otros  hasta  el  número  dicho  de  tres- 
cientos. Sacerdotes  iban  de  la  Orden  de  N.  P.  Santo  Domingo:  el  Padre  Fray 
Bartolomé  de  Ojeda,  el  Padre  Fray  Gonzalo  Méndez;  de  la  nuestra:  el  Padre 
Fray  Antonio  Medrano,  que  fué  el  que  comenzó  á  escribir  la  historia  de  este 
Nuevo  Reino,  y  por  ver  esta  jornada  y  las  tierras  de  ellas,  y  escribirlas  por 
vista  de  ojos,  emprendió  el  viaje,  y  si  en  él  no  le  atajara  la  muerte  los  pasos, 
sacara  á  luz  muchas  y  muy  buenas  cosas.  Acompañábale  el  Padre  Fray  Alonso 
de  Miruoña,  también  de  nuestra  Orden,  y  también  lo  era  un  clérigo  llamado 
Don  Pedro  Rangel,  pues  sólo  tenía  aquel  hábito  por  al^ún  tiempo  ó  por  disposi- 
ción del  Pontífice,  para  sustentar  á  una  madre  y  hermana  pobres  que  tenía, 
que  acabado  el  tiempo,  volvió  á  tomar  en  esta  provincia  su  hábito.  Iban  otros 
dos  clérigos:  el  Licenciado  Maldonado  y  el  Licenciado  Guisado. 


CAP.  XXVIl)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA    FIRME  237 

4.0  Apercibiéronse  también  para  la  jornada  más  de  mil  y  quinientos  indios 
de  servicio,  hombres  y  mujeres,  con  otras  muchas  mujeres  españolas  y  mesti- 
zas, casadas  y  con  sus  maridos,  y  otras  aventureras,  porque  como  iban  con  intento 
de  hacer  poblaciones,  iba  de  todo,  con  mucha  cantidad  de  negros  y  negras  es- 
clavas, más  de  mil  y  cien  caballos  y  otras  bestias  de  carga;  más  de  seiscientas 
reses  vacunas,  machos  y  hembras;  más  de  ochocientos  puercos,  con  innu- 
merables pertrechos  de  guerra.  Salió  el  Adelantado  con  todo  este  aparato  de 
esta  ciudad  de  Santafé,  y  tomando  la  vuelta  de  San  Juan  de  los  Llanos,  por 
consejos  del  Capitán  Soleto,  que  guiaba  toda  esta  máquina,  si  bien  el  Adelan- 
tado siempre  había  tenido  intentos  de  entrar  por  sus  pueblos  y  encomiendas  de 
Chita,  llegaron  al  Eío  de  Arlare,  donde  labran  las  minas  de  oro  los  del  dicho 
pueblo  de  San  Juan,  y  donde  comenzaron  á  descubrir  la  cabeza  las  desgracias  de 
la  jornada,  matando  por  leve  acción  un  soldado  llamado  Pedro  de  Fuentes  á 
otro  que  se  llamaba  Francisco  Bravo.  Después  de  haber  llegado  ai  pueblo  y  estan- 
do en  él  reformándose  el  ejército  veinte  días,  pasaron  adelante  con  su  guía  el  Capi- 
tán Soleto,  y  ranchándose  cerca  del  Río  Quejar,  en  un  pajonal,  sin  saber  cómo  se 
encendió  la  paja  y  se  abrasó,  sin  poderlo  reparar,  la  tienda  del  Adelantado,  y  lo 
que  había  en  ella  :  un  barril  de  pólvora  y  otras  municiones.  Levantando  el 
Real  á  tres  jornadas,  entre  sabana  rasa,  hallaron  una  monstruosa  culebra,  tan 
gruesa  como  un  hombre,  de  veintisiete  pies  de  largo,  con  un  venado  dentro  de 
la  boca  que  lo  iba  chupando.  Era  de  las  que  llaman  bobas,  pero  no  son  tan  del 
iodo  que  no  tengan  al  fin,  como  serpientes,  su  malioia,  como  se  echó  de  veí  en  otr» 
que  encontraron  más  adelante,  tamaña  como  ésta  :  viendo  los  indios  no  se  me- 
neaba de  harta,  le  echaron  por  la  cabeza  un  lazo,  y  trayéndola  arrastrando  y 
tomándola  como  quien  trae  una  viga,  para  que  la  vieran  en  el  Real  los  solda- 
dos, un  mozo  mestizo,  hijo  del  Capitán  Alonso  de  Olalla,  con  poca  considera- 
ción quiso  subir  sobre  ella  como  si  subiera  sobre  algún  madero,  y  apenas  hubo 
levantado  el  pié  para  el  efecto,  cuando  lo  halló  metido  en  la  boca  de  la  culebra 
y  clavado  tan  fuertemente,  que  aun  después  de  haberla  muerto  fué  menester 
meterle  una  barra  de  fierro  entre  los  dientes  para  que  soltara  la  presa,  que  aun- 
que salió  lastimada,  no  peligró  por  la  diligente  cura. 


238  FRAY   PEDRO   SIMÓN  (7.^  NOTICIA 

CAPÍTULO  XXYIII 

Contenido  :  !.•  Los  muclios  trabajos  que  sobrevenían  hicieron  intentar  tuga  á  mucbos 
y  aun  matar  al  Adelantado — 2.<*  Por  los  que  se  huyeron  y  los  que  salieron  con  su  li- 
cencia, vino  á  quedar  el  Adelantado  con  tan  poca  gente  que  se  hubo  de  salir  de  la 
tierra  con  grande  pérdida — 3,<>  Cuéntanse  algunas  cosas  de  aquellas  provincias. 

ROSIGÜIENDO  su  jornada  sin  hallar  poblaciones  de  indios,  no  sólo 
como  las  pintaba  el  Capitán  Soleto,  pero  ni  aun  por  donde  poder 
reparar  las  intolerables  hambres  que  ya  á  todos  picaban  por  la  falta  de  comidas, 
les  sobrevino  tan  grandes  enfermedades  á  ellos  y  á  las  bestias,  de  hinchazones, 
gusanos  y  otras,  por  los  malos  y  enfermos  países  qne  topaban,  que  los  caballos  y 
vacas  se  pelaban  y  caían  muertos,  la  gente  perecía  sin  remedio,  con  que  todos 
andaban  con  determinación  de  hallar  ocasión  para  huirse,  sin  que  lo  pudiera 
impedir  el  Adelantado,  á  quien  también  trataron  de  matar  por  haberlos  metido 
en  aquellos  trabajos,  el  cual  por  lo  uno  y  por  lo  otro  ahorcó  algunos,  y  viendo 
la  razón  que  tenían  para  desear  volver  atrás,  pues  no  hacía  ningún  buen  efec- 
to y  se  seguían  muchos  males,  dio  licencia  para  ello  á  otros,  como  fue'  á  su 
Maese  de  Campo  Juan  Maldonado,  con  quien  salieron  el  Padre  Mirueña  y  el 
Padre  Guisado,  encargándole  que  trajera  seis  mujeres  casadas  cuyos  maridos 
se  habían  huido.  Tomó  con  esto  el  Maldonado  la  vuelta  de  San  Juan  de  los 
Llanos,  en  cuya  llegada  gastó  seis  meses,  habiéndosele  juntado  en  el  camino 
algunos  de  los  que  en  secreto  se  habían  huido. 

2.°  En  los  que  quedaron,  que  casi  no  eran  ya  más  que  ciento.  Comenzaron 
á  cargar  tan  de  asiento  los  trabajos  y  enfermedades,  que  vino  á  resolverse  el 
Adelantado  en  dar  licencia  á  todos  los  que  se  quisieran  salir  de  la  jornada,  en 
que  no  fueron  perezosos  casi  cincuenta,  á  quien  les  dio  un  sacerdote,  y  por 
Capitán  á  Martín  Caballero,  y  tomando  la  vuelta  de  San  Juan  de  los  Llanos? 
desde  el  Kío  Gu-iyo,  de  donde  salieron,  gastaron  hasta  el  pueblo  siete  meses, 
muriendo  en  el  camino  diez  y  siete  de  ellos  y  algunas  bestias  de  las  que  traían, 
dos  de  los  cuales  fueron  Juan  Bautista  de  Loaysa  y  Juan  de  Porras,  vecinos  de 
Tunja.  Quedó  el  xidelantado  en  esta  ocasión  con  solos  cuarenta  y  cinco  hom- 
bres, con  muy  pocos  caballos  y  vacas,  sin  ningún  puerco,  porquií  todos  habían 
perecido  en  una  montaña,  xinduvo  con  estos  cortos  compafxeros  con  hartas  des- 
gracias de  una  vuelta  y  otra  por  aquellas  tierras  entr^  el  Río  Guayare  y  Gua- 
nacare,  donde  vinieron  á  minorarse  tanto  sus  compañeros,  por  muertes  y  haber 
dado  á  siete  de  ellos  licencia  para  que  se  volvieran,  de  los  cuales  sólo  uno  llegó 
á  San  Juan  de  los  Llanos,  que  sólo  le  vinieron  á  quedar  veinticinco,  con  los  cuales, 
viendo  ya  ser  temeridad  é  imposible  poder  asistir  en  aquellas  tierras  y  resistir 


CAP.  XXVlIl)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA  FIRME.  230 

á  tantas  dificultades,  vencido  de  los  ruegos  de  estos  pocos,  determinó  volverse 
á  este  Keino,  donde  llegó  el  año  de  mil  quinientos  setenta  y  uno  (1571),  consu- 
mida la  salud  y  hacienda,  después  de  tres  años  que  gastó  en  la  jornada,  sin  que 
escaparan  de  ella,  por  una  parte  ni  otra,  de  los  trescientos  españoles,  más  que 
sesenta  y  cuatro,  de  los  cuales  murieron  casi  todos  de  las  enfermedades  que  co- 
braron ;  de  los  mil  quinientos  indios  sólo  llegaron  vivos  cuatro  :  tres  mujeres 
y  un  hombre  ;  de  los  mil  y  cien  caballos,  diez  y  ocho  ;  de  manera  que  echada 
la  cuenta,  hizo  de  daño  la  jornada  sobre  trescientos  mil  pesos  de  oro,  ó  caste- 
llanos, sin  las  vidas  de  tantos  hombres  y  mujeres  como  perecieron.  Este  mismo 
año  de  mil  quinientos  setenta  y  uno,  á  once  de  Abril,  atento  á  los  muchos  ser- 
vicios que  le  había  hecho,  como  d'üjamos  dicho,  y  de  su  nobleza,  le  despachó 
título  que  tengo  en  mi  poder,  de  Mariscal  de  este  Reino  el  Rey,  al  Capitán 
Fernán  Yánegas,  y  no  el  año  de  cuarenta  y  seis,  como  dice  Herrera,  en  que  se 
engañó,  como  en  decir  que  en  aquel  año  estaba  Vanegas  en  España  por  Procu- 
rador de  este  Reino,  de  donde  no  salió  desde  que  entró  con  el  Quesada  á  su 
descubrimiento  en  este  Nuevo  Reino. 

3.*'  Las  incomodidades  que  estas  tierras  de  los  Llanos  tienen  para 
conservar  la  vida  humana,  son  innumerables,  pues  de  más  de  ser  húmedas 
y  calientes  por  los  extremos,  que  arabas  cosas  juntas,  como  sabe  Filósofo, 
son  causa  de  corrupción  ;  son  las  más  de  ellas  anegadizas  en  tiempo  de 
invierno,  que  lo  es  casi  todo  el  año,  y  por  la  misma  ocasión  estériles,  y  por 
la  misma  se  engendran  muchas  suertes  de  animales  ponzoñosos,  porque 
hay  culebras  venenosísimas  de  mil  diferencias,  y  llega  á  tanto  la  malicia  de  la 
tierra  con  la  influencia  de  los  astros,  que  dé  ordinario  sucede  cuando  viene 
algún  aguacero  sobre  la  tierra  seca,  que  como  en  otras  se  engendran  á  las  pri- 
meras gotas  sapillos,  ranas  y  gusanos  por  las  impresiones  meteóricas,  como  lo 
dijo  Aristóteles,  en  éstas  se  engendran  caimanes,  y  se  ven  luego  nadar  en  los 
charcos  y  abrir  las  bocas  para  hacer  presa  con  su  natural  fiereza,  y  así  los 
echan  donde  no  les  falte  agua  ;  crecen  hasta  hacerse  tan  grandes  como  los  de 
los  ríos,  de  que  están  bien  llenos  los  muchos  y  caudalosos  que  hay  en  estas 
tierras,  con  gran  suma  de  pescado  ;  cría  también  la  tierra  mil  diferencias  de 
animales  fieros,  como  son  osos,  leones,  tigres;  y  de  los  más  pequeños,  sinnúmero. 
Cierta  Provincia  de  estos  indios,  llamada  de  los  Chiguanos,  viéndose  tan  perse- 
guida de  un  tigre  que  la  iba  consumiendo  del  todo,  determinó  con  los 
pocos  que  habían  quedado,  huyendo  la  furia  de  esta  bestia,  dejar  su 
Provincia  y  otras  entremedias  y  pasarse  á  otras,  distancia  de  más  de  cuarenta 
leguas,  á  donde  no  reparó  los  daños,  pues  por  el  rastro  los  fué  siguiendo  ^l 
mismo  tigre,  y  sin  detenerse  en  las  provincias  interpuestas,  llegó  al  sitio  donde 
estas  de  Su  cebo  estaban,  y  poco  á  poco  los  fué  comiendo  y  consumiendo  á  todos, 


240  FRAY   PEDRO   8IM(5n  (7.*  NOTICIA 

y  respecto  de  esto  son  rarísimas  las  poblaciones  de  indios,  aunque  no  de  mal  pa- 
recer hombres  y  mujeres,  pues  se  han  hallado  en  provincias  tan  blancos  y  ru- 
bios, que  casi  no  ven  por  la  flaqueza  de  los  ojos,  causada  de  su  mucha  blancura, 
de  que  hoy  vemos  algunos  en  esta  ciudad  de  Santafé,  tan  blancos  y  rubios 
como  si  hubieran  nacido  y  criádose  en  medio  las  Provincias  de  Flandes.  Y 
aun  no  son  de  mal  ingenio,  pues  le  tienen  para  hacer  cosas  curiosas,  como  las 
que  hacen  con  las  colas,  que  cuando  son  pequeñas,  ahora  sean  de  nuestras  galli- 
nas, ahora  de  las  suyas  naturales,  les  van  quitando  los  cañones  tiernos,  y  el 
mismo  lugar  de  donde  los  sacan,  llenan  de  una  masilla  que  tienen  hecha  de  di- 
ferentes colores,  algo  venenosa,  porque  la  hacen  de  lo  mismo  casi  que  la  yerba 
para  las  flechas,  y  dejando  así  por  algunos  días,  procurando  no  se  le  quite 
aquella  masilla,  después  de  veinte  ó  un  mes,  van  apuntando  los  cañoncillos  en  el 
ave  del  color  que  le  pusieron  la  masa,  que  si  es  de  muchos,  sale  de  muchos  co-, 
lores  y  muy    vistosa,  si  bien  no  se  puede   comer   por   el    veneno  de  las  masas. 


CAP.  XXIX)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA    FIRME  241 

CAPÍTULO  XXIX 

Contenido  :  1.°  Conspiración  que  teme  la  ciudad  de  Tunja  con  los  soldados  de  Cerpa  y 
D.  Pedro  de  Silva,  y  el  remedio  que  se  procura — 2.'^  Que  fué  determinarse  á 
que  se  poblase  una  villa  que  llama  de  Leiva,  donde  pudiesen  ocuparse  estos  solda- 
dos—S."  Después  de  habérsele  poblado  una  vez,  se  dio  por  nula,  y  se  pobló  la  segun- 
da que  hoy  permanece.  Trátase  de  su  término,  cualidades  y  conventos  que  hay  en 
él — i°  Fundación  de  la  ciudad  de  Ocaña,  y  el  temple  de  sus  países. 


Y 


A  corrían  los  años  de  titíttíxíba  y  uno  (1S71),  cuando  llegaron  á  la 
ciudad  de  Tanja,  en  este  Reino,  algunos  soldados  de  los  que  se  ha- 
bían desgaritado  de  la  jornada  que  dijimos  en  la  primera  parte  se  desbarataron  de 
D.  Pedro  de  Silva  y  de  Cerpa,  loscualesconsugente  vagabunda,  y  sin  tener  donde 
sentar  para  ganar  la  comida,  andaban  tan  inquietos,  que  daban  ocasión  a  que  se 
temiese  alguna  conspiración.  Deseando  atajar  la  ciudad,  como  tan  leal  al  servicio 
de  su  Eey,  las  llamas  que  se  podían  encender  de  estas  centellas,  dio  aviso  al 
Presidente  de  esta  Real  Audiencia  de  Santafé,  que  lo  era  el  Dr.  Venero  de  Leiva, 
el  cualj  por  parecerle  negocio  grave,  según  las  ponderaciones  con  que  se  lo  avisa- 
ban, fué  en  persona  á  la  dicha  ciudad  á  tratar  del  caso,  y  hallando,  después  de 
haber  hecho  algunas  diligencias,  haber  sido  todo  embuste  de  algunos  mal  inten- 
cionados, se  le  pidió  con  veras  que  el  Cabildo  de  la  ciudad  mandase  poblar  una 
villa  ó  dos  en  los  términos  de  la  dicha  ciudad,  sujetas  á  ella,  donde  se  avecinda- 
een  algunos  de  los  dichos  soldados,  porque  se  quejaban  andar  vagabundos  por 
no  tener  en  qué  ocuparse  ni  ganar  por  la  industria  el  sustento,  y  otros  labra- 
dores y  naturales,  hijos  de  conquistadores  y  pobladores,  que  tampoco  tenían 
oficio  ni  en  qué  emplearse,  donde  labrasen,  criasen  y  cultivasen  y  ganasen  su 
vida  virtuosamente. 

2.°  Habiendo  el  dicho  Presidente  conferido  acerca  de  esto  y  juzgado 
convenir  así,  despachó  recados,  á  doce  de  Junio  del  siguiente  año  de  mil  qui- 
nientos setenta  y  dos  (1572),  desde  Santafé,  á  donde  ya  estaba  á  vnelta  do 
Tunja,  al  Capitán  Fernando  Jiménez  de  Villalobos,  Corregidor  que  á  la  sazón 
era  de  la  misma  ciudad  y  su  partido,  para  que  él  en  persona,  con  uno  de  los  AL 
caldos  del  Cabildo  y  algunos  Regidores,  saliese,  y  dentro  del  término  de  la 
ciudad,  en  la  parte  que  más  conviniere  y  fuese  á  propósito  de  los  intentos, 
fundase  una  villa  con  las  condiciones  que  para  ello  se  puso.  Hízolo  así  el  Co- 
rregidor luego  que  recibió  los  despachos,  y  tomando  la  vuelta  del  Poniente 
respecto  de  la  ciudad  en  compañía  de  Miguel  Sánchez,  Alcalde  ordinario,  y  de 
Francisco  Rodríguez  y  Diego  Montañés,  Regidores,  llegaron  al  valle  que  llaman 
Saquencipa,  por  un  pueblo  de  indios  de  este  nombre,  que  estaba  poblado  en  él 


242  FRAY   PEDRO    SIMÓN  ^,7.*  NOTICIA 

cuatro  leguas  de  la  ciudad  á  la  parte  dicha,  tierra  más  llana  que  doblada,  de 
lucido  migajón,  buen  cielo  y  temple  ;  y  pareciéndoles  a  propósito  para  la  po- 
blación, escogieron  en  él  un  sitio  llano  al  Oeste  y  casi  al  pié  de  unas  escarpa- 
das y  peladas  breñas,  cerca  de  la  boca  de  una  famosa  montaña  que  corre  al  Nor- 
te, sin  contarse  más  de  veinte  leguas,  de  abundantes,  dulces,  claras  y  saludables 
aguas  y  todo  lo  de  más  importante  á  los  edificios  del  pueblo;  y  así  lo  fundaron, 
poniéndole  por  nombre  la  Villa  de  Nuestra  Señora  de  Leiva,  con  las  acostum- 
bradas ceremonias  que  se  suelen  hacer  en  tales  poblaciones. 

3.^  Siguióse  á  esto  la  contradicción  por  un  Juan  de  Barrera,  interesado  en 
el  sitio,  por  tener  en  él  sus  sementeras  de  trigo  y  encomendados  los  indios  del 
pueblo  Saquencipa.  Fué  bastante  ésta  y  otros  inconvenientes  que  se  propu- 
sieron y  aun  agravios  de  algunos  que  juzgaron  habérseles  hecho  en  la  repar- 
tición de  los  solares,  para  que  el  mismo  Presidente  ante  quien  se  propuso 
mandase  sobreseer  y  que  no  pasase  adelante  la  dicha  población,  como  se  hizo, 
aunque  fué  la  suspensión  del  efecto  por  poco  tiempo,  pues  luego  el  mismo  año 
de  mil  quinientos  setenta  y  dos,  á  doce  de  Agosto,  se  le  despachó  provisión  al 
Contador  Juan  de  Otálora,  que  iba  á  tomar  residencia  y  gobernar  en  su  lugar, 
por  haber  acabado  su  oficio  el  -í'ernando  Jiménez  de  Villalobos,  para  que  vistos 
los  inconvenientes  que  se  oponían  a  la  población  de  la  Villa,  juzgase  si  eran 
bastantes  para  que  cesase,  y  si  no  dispusiese  cómo  pasase  adelante  y  repartiese 
de  nuevo,  sin  agravio  de  nadie,  y  á  satisfacción  de  todos  los  que  allí  se  pudiesen 
avecindar,  solares  para  sus  casas  y  huertas.  Llegó  el  Otálora  cqn  estos  recados 
al  sitio,  y  pareoiéndole  no  ser  de  consideración  lo  que  alegaba  el  Barrera,  y  que 
era  razonante  poner  el  bien  común  al  particular  suyo,  habiendo  dado  por  nulas 
las  reparticiones  primero  de  tierras  y  solares,  hechas  por  su  antecest)r,  por  los 
inconvenientes  que  halló,  á  quince  de  Diciembre  del  mismo  año  confirmó  la 
población  de  la  villa  con  el  mismo  nombre  y  sitio,  aunque  un  poco  más  arri- 
mado á  la  singla,  señalando  de  nuevo  solares,  así  para  la  Iglesia,  hospital  y  un 
convento  para  nuestra  Orden,  como  para  los  vecinos  que  ya  estaban  asignados 
para  comenzar  á  poblarla,  entrando  también  en  esta  cuenta  y  como  más  princi- 
pales loa  vecinos  de  la  ciudad  de  Tunja  y  Vélez  que  tuviesen  indios  encomen- 
dados en  su  comarca  y  quisiesen  edificar  casas  en  la  misma  villa  en  qué  vivir 
el  tiempo  que  les  pareciese,  con  que  se  comenzó  á  poblar  luego  de  tres  suertes 
de  españoles  solteros,  que  fueron  nn  Juan  García  Machado,  Andrés  de  León,  An- 
tonio Cabrera  de  Sosa,  Hernando  de  Rojas,  Joanes  da,  Arpeitia,  Antón  de  Lope, 
Diego  Agudelo,  Diego  Hernández  y  otros  que  se  pueden  ver  en  los  libros  de 
BU  fundación ;  casados,  Juan  García  de  Casa  Sola,  Jerónimo  Maldonado,  Juan 
Alemán,  Pedro  Ibáñez,  Cristóbal  de  Estrada  y  otros  encomenderos ;  el  Padre 
Fray  Vicente  de  Requesada,  de  la  Orden  de  San  Agustín,  conquistador,  que  era 


CAP.   XXIX)  NOTICIAS   DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA  FIRME.  243 

encomendero   de  Moniquirá  ;  el  Capitán    Gregorio  Suárez  de  Deza,  Pedro  Eo- 
dríguez  Garrión,  Juan    Barrera,  Antón   de    Santana,    Diego   García  de  Zarate, 
encomendero   de    Sáchica,  y   Diego   Alfonso.  Por   el   buen   temple  que,  como 
hemos   dicho,  tiene   este   sitio   y   todo  su  país,  que  ea  algunas  partes  es  más 
caliente  que  frío,  se  dan  algunas  frutas  de  la  tierra  y  de  Castilla,  como  granados» 
membrillos,  higos  ;  y  de   las  s^illas    garbanzos,    habas   y   mucho  anís  ;  pero 
sobre  todo,  con  ventajas  de  otras  muchas  tierras,   por  ser  éstas  de  tan  buen 
migajón,  mucho  y  muy  buen  trigo,  de  donde  ha  venido  á  cobrar  fama  de  bueno 
el  pan  que  se  hace  de  él  en  todo  el  Nuevo   Reino.   En  cierto  paraje  de  su  Dis- 
trito, á  una  legua   del  pueblo  al   Poniente,  se  solía  dar  un  trigo  muy  medrado 
y  más  aventajado  que  en  otras  partes  en  fertilidad  y  crecido  grano,  pero  de 
tan  malas  cualidades,  que  quien   lo  comía  se  pelaba,  y  aun   los  animales,  por 
donde   se   vinieron   á  llamar   estas  tierras  los  Peladeros,  si  ya  esto  se  ha  me- 
jorado, por  las  buenas  labranzas   que  se  les  han  hecho  á  las  tierras,  por  serlo 
las  de  todo  este  Distrito   tan   abundantes   de  esta  cosecha.  Se  han  dado  á  solo 
esta  granjeria  en  esta  villa  sus  vecinos,  si  bien  algunos  las  tienen  en  ser  también 
arrieros,  con  grandes    recuas   ó   arrias  de   muías  que  tienen.  Kemedió  la  natu- 
raleza la  necesidad  que  había  de  tener  estas  tierras  de  molinos,  con  una  can- 
tera donde  se  sacan   piedras  para  ellos,  tan  famosas,  que  lo  es  en  todo  el  Reino, 
pues  todo  él  se  provee  de  allí  para  sus  molinos,  trayéndolas  los  indios  hasta  esta 
ciudad  do  Santafé,  de   distancia  de  más  de   treinta  leguas,  por  los  rodeos  que 
las  traen  rodando,  por  no  dar  lugar  la  fragosidad  de  la  tierra  que  vengan  en 
carros,  que  es  cosa  de  admiración  verlas  traer  y  llevarse  á  otras  partes  subién- 
dolas y  bajándolas  por  cerros  y  montañas  inaccesibles,  y  lo  que  más  es,  pasán- 
dolas por  muchos   ríos    sin    puentes  ni  otro  socorro  que  unas  balsas  de  eneas, 
unas  piedras  de  más  de  doscientos   quintales   de  peso.  Esta  cantera  es  de  los 
propios  de  la  villa,  á  quien   se  da  por  cada  una  que  se  saca  para  fuera  de  sus 
términos  dos  pesos,  y  para  dentro  de  ella,  uno.  En  esta  sierra  que  hemos   dicho 
tiene  á  sus  espaldas,  se    han   hallado   buenas    minas   de    plata,  cobre  y  mucho 
fierro  ;  pero  sus  vecinos,  hallando  mayor  granjeria  en  lo  dicho,  dejan  la  que 
de  esto  se  puede  seguir,  aunque  todas  no  han  bastado  para  que  el  pueblo  haya 
crecido  en  mayor  número  que  de  cuarenta  vecinos  tasados,  si  bien  sus  ánimos 
son  tales,  que  el  de  cada  uno   parece  tiene  los  de  todos,  pues  sustentan  en  tan 
pequeño  número,  por  su  mucha   devoción,  dos  conventos   dentro  del  pueblo  : 
el  nuestro  y  otro  de  San   Agustín,  y  de  la  misma  Orden,  á  distancia  de  dos  ó 
tres  leguas,  otro  de  Recolección   que   llaman    la    Candelaria,  fundado  en  un  es- 
trecho valle  de  apacible  temple,  ala  margen  de  un  mediano  y  agradable  río,  que 
todo  convida  á  la  santidad   y   gloriosa   fama    que   el   convento  tiene,  por  cuya 
devoción  es  frecuentadísimo  de  todo  este  Nuevo  Reino,  pero  quien  más  le  acude 

24 


244  FRAY  PEDRO  SIM(5n  (7.*  NOTICIA 

al  sustento  es  la  de  este  pueblo  de  la  Villa,  como  también  socorre  á  otro  de 
recoletos  que  á  una  legua  de  ella  al  Poniente  se  comenzó  á  fundnr  los  años 
pasados,  de  la  Orden  de  Nuestro  Padre  Santo  Domingo,  en  un  desierto,  ha- 
biendo tenido  por  principal  fundador  una  santísima  y  milagrosa  imagen  de  un 
Ecce  Homo  (de  quien  ha  tomado  nombre  este  convento),  que  tenían  allí  de 
muy  antiguo  los  señores  de  unas  casas  que  estaban  pobladas  en  el  sitio  y  las 
dieron  para  el  efecto. 

4-.'>  Por  el  año  de  mil  quinientos  sesenta  y  seis  salió  de  la  ciudad  de 
Pamplona  el  Capitán  Francisco  Hernández  con  algunos  soldados  á  la  parte  del 
Poniente,  en  demanda  de  los  brazos  de  Herinas,  que  entran,  como  dejamos 
dicho,  en  la  laguna  de  Maracaibo,  por  la  misma  parte  donde  se  hallaron  en  sus 
primeros  descubrimientos  grandes  muestras  de  oro  de  Seguín,  dio  vista,  con 
harto  riesgo  suyo  y  muerte  de  algunos  compañeros,  á  las  naciones  más  principa- 
les de  aquellas  larguísimas  provincias,  que  son  de  Orotomos,  Oarates  y  á  otras  que 
nombraron  de  los  Palenques,  por  tener  de  éstos  cercados  sus  pueblos  en  defensa 
de  las  continuas  guerras  que  traían  con  los  Motilones,  gente  belicosa,  en  la 
culata  de  la  laguna  de  Maracaibo,  á  la  boca  del  río  Zulia,  que  hoy  están  sin  con- 
quistar. Tomó  con  esto  otra  vez  la  vuelta  de  la  ciudad  de  Pamplona,  de  donde 
volvió  á  salir  el  año  de  mil  quinientos  setenta  y  dos,  tomando  el  mismo  rumbo, 
y  habiendo  atropellado  él  y  los  compañeros  que  llevaba  cien  mil  dificultades 
y  peligros,  conquistando  los  indios  belicosos  que  encontraban,  llegó  á  la  Pro- 
vincia de  los  Caratos  el  mismo  año,  y  pareciéndole  tierra  bien  templada,  como 
lo  es,  y  la  importancia  que  tenía  para  las  conquistas  de  los  demás  naturales 
circunvecinos,  que  serían  más  de  catorce  mil,  dispuso  se  fundase  una  ciudad  de 
españoles.  La  fundó  el  mismo  año,  á  veintiséis  de  Julio,  día  de  Santa  Ana,  po- 
niéndole este  nombre,  que  le  duró  algunos  años,  hasta  que  después,  no  sé  por 
qué  respecto,  le  pusieron  la  ciudad  de  Ocaña;  es  toda  tierra  doblada;  los  indios 
Carates,  gente  miserable;  otros  que  llaman  de  los  Llanos,  que  están  al  Po- 
niente, entre  la  ciudad  y  el  Kío  Grande,  han  sido  de  más  consideración,  y  de 
todos  han  quedado  ya  muy  pocos;  es  maríivilloso  el  temple  donde  está  fundada; 
cógese  en  sus  países  mucho  y  buen  trigo,  y  á  las  márgenes  del  Río  Grande  de 
la  Magdalena,  de  quien  está  la  ciudad  nueve  leguas,  mucha  caña  dulce,  que 
viene  á  los  diez  y  doce  meses  que  la  siembran,  cosa  monstruosa,  según  dicen 
los  que  saben  de  esto.  Es  de  mucha  importancia  el  puerto  del  río  por  donde  se 
sacan  todos  sus  frutos,  que  son  miel,  azúcar,  colaciones^y  bizcocho  para  Cartage- 
na y  Zaragoza.  Adjudicó  esta  ciudad  el  Doctor  Venero,  Presidente  de  la  Real 
Audiencia  de  Santafé,  á  la  Gobernación  de  Santa  Marta,  de  cuyo  obispado  tam- 
bién es. 


OAP.  XXX)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA  FIBMK.  245 

CAPÍTULO  XXX 

Contenido:  !.•  Metiendo  g-anado  en  el  Nuevo  Reino  un  Villarroel,  lo  mataron  con  todos 
BUS  compañeros — 2."  Dan  aviso  del  suceso  dos  soldados  en  la  villa  de  San  Cristóbal, 
de  donde  salieron  españoles  al  castigo— 3. <*  Llega  el  Capitán  Cazares  al  Nuevo  Reino 
de  Granada,  donde  se  ocupa  en  algunas  pacificaciones  de  indios — é."  Entra  Cazares 
en  demanda  de  minas  á  las  espaldas  de  Guatavita  y  puebla  una  ciudad. 


D 


ESDE  que  publicó  la  fama  el  nuevo  descubrimiento  y  poblaciones 
de  estas  provincias  y  Nuevo  Reino,  luego  sus  convecinos,  á  la  co- 
dicia del  nombre  de  sus  riquezas,  comenzaron  por  muchas  partes  á  traerles  las 
cosas  necesarias  á  la  vida  humana,  pues  le  bajaban  del  Pirú  y  le  subían  de  las 
costas  del  mar  del  Norte,  por  el  Río  Grande  de  la  Magdalena  ;  pero  de  donde 
más  esto  se  frecuentó,  fué  de  la  Gobernación  de  Venezuela,  trayéndole  ganados 
mayores  y  menores,  do  que  ya  abundaban  aquellas  provincias,  por  haber  días, 
desde  los  primeros  pasos  de  sus  conquistas,  que  los  habían  traído  á  ella  de  Cas- 
tilla sus  conquistadores.  Fué  teniendo  mayor  frecuencia  esta  entrada  de  gana- 
dos por  esta  parte,  al  paso  que  se  fueron  asegurando  más  las  tierras  que  hay 
entre  este  Nuevo  Reino  y  aquéllas,  como  sucedió  después  de  haberse  poblado 
la  ciudad  de  Trujillo  y  la  de  Mérida  al  pié  de  las  Sierras  Nevadas  y  la  villa  de 
San  Cristóbal  y  ciudad  de  Pamplona,  como  dejamos  dicho.  Entre  los  demás 
que  frecuentaban  estos  caminos  con  estos  tratos  antes  y  el  año  de  mil  quinien- 
tos setenta,  fué  un  Pedro  de  Villarroel,  que  tenía  por  granjeria  el  meter  de 
estos  ganados;  pero  sucedióle  en  este  año  que  viniendo  á  esta  ciudad  de  Santafé 
con  una  partida  de  ellos  y  diez  y  seis  soldados  españoles  en  su  resguardo, 
de  los  que  se  habían  desbaratado  de  las  jornadas  de  Don  Pedro  de  Silva  y  del 
Gobernador  Cerpa,  habiendo  ya  pasado,  no  sin  peligros,  el  valle  que  llaman  de 
los  Bailadores,  y  el  que  después  escogieron  para  poblar  la  ciudad  de  la  Grita 
donde  ahora  está,  al  bajar  de  una  encumbrada  cuesta  que  llamaban  de  Pernia, 
por  haber  muerto  antes  los  indios  allí  un  valeroso  Capitán  español  de  este 
nombre,  en  un  pequeño  llano  que  se  hace  junto  á  una  quebrada  de  agua,  ya 
casi  á  los  principios  por  la  parte  de  abajo  del  valle  que  llaman  de  San  Barto- 
lomé, salió  tanta  multitud  de  indios  de  repente,  bravos,  feroces  y  bien  armados 
de  sus  dardos,  flechas  y  macanas,  que  asaltando  al  Villarroel  y  sus  compañeros 
fué  tanta  la  prisa  que  les  dieron,  por  ser  innumerables  los  indios,  que  no  fueron 
posibles  los  bríos  españoles,  con  haber  muerto  gtan  multitud  de  los  bárbaros, 
para  no  caer  todos  en  manos  de  la  muerte,  fuera  de  dos  soldados  mozos,  el  uno 
vizcaíno  llamado  Garaarra,  que  viendo  era  imposible  ser  poderosas  sus  manos 
para  escaparse  de  las  de  los  indios,  pues  no  lo  habían  sido  las  increíbles  valen- 


246  FRAY  PEDRO  SIMÓN  (7.*^  NOTICIA 

tías  que  ellos  y  sus  compañeros  habían  hecho  para  no  estar  ya  en  la  otra  vida, 
tuvieron  traza  y  buena  suerte,  para  escapar  la  suya,  de  meterse  ambos  por  la 
quebrada  arriba  entre  unos  árboles,  y  llegando  á  un  salto  que  hacía  el  agua,  se 
metieron  entre  ella  y  la  barranca  en  aquella  arca  que  hacía  como  una  tela 
extendida,  con  que  quedaron  encubiertos,  sin  que  imaginaran  los  indios  que 
pudieran  estar  allí,  que  á  poco   rato  de  como  se  escondieron  los  fueron  á  buscar. 

2.^  Fué  favorable  el  socorro  del  cielo  amparando  á  estos  dos  de  la  furia 
de  los  indios,  hasta  que  llegando  la  noche  con  los  mismos  favores  que  en  otros  no 
fueron  bastantes,  así  al  tino,  como  pudieron,  fueron  tomando  el  valle  arriba  de 
San  Bartolomé  y  ganando  sus  cumbres,  hasta  que  bajándolas  por  la  cuesta  que 
llaman  del  Aura,  llegaron  á  la  villa  de  San  Cristóbal  y  avisaron  del  suceso 
donde  los  Alcaldes;  siendo  uno  de  ellos  caudillo,  levantaron  luego  alguna  gente 
para  ir  al  castigo  de  los  indios  agresores.  Entretanto  que  se  pasaron  más  de 
quince  días,  viniendo  otra  tropa  de  soldados  de  los  do  las  minas  dos  jornadas 
de  Silva  y  Cerpa  y  entre  ellos  un  Capitán  Francisco  do  Cazares  que  lo  había 
sido  en  la  de  Cerpa,  de  quien  después  hablaremos  largo,  llegaron  al  puesto 
donde  había  sido  la  matanza  y  hallaron  los  cuerpos  de  los  españoles,  que  aún  no 
.  estaban  del  todo  consumidos,  tan  clavados  de  flechas  y  dardos,  que  sólo  el  de 
Pedro  de  Villarroel,  sobre  quien,  como  más  valeroso,  cargó  la  mayor  parte  y 
fiereza  de  los  indios,  tenía  más  de  ciento  que  le  pasaban  de  una  parte  á  otra,  y 
tenía  muchos  menos  una  mujer  española  que  también  mataron  en  la  refriega- 
Quedaron  lastimadísimos  del  suceso  por  haber  conocido  ser  muchos  de  sus  com- 
pañeros de  la£^  dos  jornadas,  y  habiéndolos  enterrado  y  pasando  adelante  con 
los  cuidados  que  importaban,  por  ir  expuestos  al  mismo  peligro,  llegando  á  las 
sabanas  del  valle  de  San  Bartolomé  encontraron  al  Alcalde  de  la  villa  de  San 
Cristóbal  que  iba  ya  con  treinta  soldados  al  castigo,  el  cual  con  caricias  y  pro- 
mesas concertó  con  veinte  de  los  que  encontró,  poniéndoles  también  por  delante 
el  lastimoso  caso  de  tantos  españoles,  que  volviesen  con  él,  como  lo  hicieron, 
y  entre  ellos  el  Capitán  Francisco  de  Cazares,  que  siendo  ya  cincuenta  de  com- 
pañía, hicieron  muy  buenos  efectos  en  el  castigo  de  los  indios,  en  que  se  ocupa- 
ron treinta  ó  cuarenta  días. 

3.°  Volvieron  después  de  ellos  á  la  villa  de  San  Cristóbal,  desde  donde  el 
Francisco  de  Cazares  prosiguió  su  viaje  al  Nuevo  Reino  y  ciudad  de  Santafé,  á 
donde  llegó  ya  el  año  de  setenta  y  uno.  Este  era  de  quien  dijimos  en  la  prime- 
ra parte  había  pasado  á  éstas  con  el  Capitán  Diego  Hernández  de  Cerpa  y 
socorrido  la  gente  que  quedó  viva  de  aquella  jor'rfada,  con  cuatro  piraguas. 
Traía  cartas  de  creencia,  por  ser  hermano  de  un  secretario  de  la  Cifra  del  Eey 
para  el  Presidente,  que  á  la  sazón  era  el  Doctor  Venero  de  Leiva,  con  que,  y 
el  valor  de  su  persona,  fué  bien  recibido,  aunque  por  entonces  no  hubo  en  qué 


CAP.  XXX)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA  FIRME  247 

ocuparle,  y  r.sí  se  fué  á  la  ciudad  de  la  Trinidad  de  los  Muzos  con  algunos 
amigos  suyos  que  también  se  desgaritaron  de  la  misma  jornada  de  Cerpa,  donde 
so  ocupó  con  ellos  en  el  descubrimiento  de  unas  minas  de  oro  á  las  vertien- 
tes del  Kío  Grande,  y  después  en  pacificar  la  Provincia  de  Acupí  y  sus  comarca- 
nas, que  por  aquel  tiempo  se  rebelaron,  y  después  de  haber  salido  con  buen  efec- 
to de  esto,  pasó  hacer  lo  mismo  en  la  de  los  Chaquipaes,  que  por  haberse  tam- 
bién rebelado,  hacían  también  grandes  robos  y  daños  en  sus  comarcas,  en  que 
no  pasó  pequeños  trabajos,  por  ser  los  indios  belicosos  y  de  flechas  de  yerba, 
como  dejamos  dicho  en  las  conquistas  de  Muzo;  pero  no  le  retardaron  estos 
cansancios  á  no  acudir  luego  con  los  mismos  sus  compañeros  y  otros  que  juntó 
á  reparar  los  daños  que  pudieron  hacer  dos  mil  indios  de  nación  Pantágora,  que 
se  huyeron  por  aquel  tiempo  de  la  ciudad  de  "Victoria,  por  los  intolerables 
trabajos  que  traían  en  h  saca  de  oro  en  las  minas,  y  hallándolos  retirados  tn 
los  llanos  de  Río  Grande,  los  recogieron  y  redujeron  á  sus  encomenderos. 

4:°  Habiendo  dado  fin  á  estas  facciones  y  teniéndose  noticia  de  la  ciudad 
de  Santafé  y  su  comarca,  desde  el  año  de  rail  quinientos  cincuenta  y  tres,  que 
á  las  espaldas  de  la  cordillera  de  Guatavita  había  hasta  diez  ó  doce  mil  indios 
que  no  estaban  conquistados,  para  cuya  doctrina  se  había  ofrecido  entrarse 
entre  ellos,  el  año  de  mil  quinientos  sesenta  y  seis,  un  clérigo  llamado  Francis- 
co Lorenzo,  de  quien  ya  dijimos  había  sido  causa,  siendo  seglar,  por  ser  tan 
gran  lenguaraz,  de  que  hubiesen  á  las  manos  los  españoles  al  famoso  Jeque 
Popón  del  valle  de  Ubaque  ;  saliendo  por  él  Francisco  de  C<ázares  con  los 
mismos  compañeros  y  amigos  suyos,  y  en  especial  con  un  Francisco  de  Cueto, 
á  título  de  buscar  minas  j^or  aquel  rumbo,  sin  licencia  de  la  Real  Audiencia  ni 
de  ningún  Cabildo,  entraron  en  demanda  de  aquella  tierra,  á  los  principios  del 
año  de  mil  quinientos  setenta  y  tres  (1573),  y  pareciéndoles  ser  las  tierras 
razonables,  de  hecho  y  de  su  propia  autoridad  fundaren  un  pueblo  á  quien 
llamaron  la  ciudad  del  Espíritu  Santo,  y  pareciéndoles  habían  hecho  un  gran 
servicio  á  Su  Majestad,  enviaron  á  dar  aviso  de  ello  á  la  Real  Audiencia  de  San- 
tafé en  tres  de  Junio  del  mismo  año,  que  por  haber  entrado  sin  su  licencia,  y 
haberse  quejado  el  Adelantado  Don  Gonzalo  Jiménez  de  Quesada  que  aquellos 
indios  estaban  dentro  de  la  demarcación  de  su  gobierno,  no  sólo  no  se  le  dio  la 
licencia  que  pedía  el  Cazares,  pero  aun  se  le  despachó  quien  le  prendiera  y 
trajera  preso,  que  no  tuvo  efecto,  porque  tuvo  traza  de  escaparse  y  pasar  en 
España  al  Real  Consejo  de  Indias,  donde  por  haber  enviado  al  principio  del 
mismo  año  sus  informaciones  de  servicios  y  suplicado  le  hiciesen  Gobernador  de 
aquella  tierra  que  él  le  había  nombrado  del  Espíritu  Santo,  halló  que  se  había 
despachado  cédula  de  este  gobierno,  á  dos  de  Noviembre  del  mismo  año  de  mil 
quinientos  setenta   y   tres,  y  con  ella  y  otra  despachada  á  cuatro  de  Agosto  de 


248  FRAY    PEDRO    SIMÓN  (7.^  NOTICIA 

mil  quinientos  setenta  y  cuatro,  en  que  le  absolvía  el  Rey  de  la  que  pedían 
criminarle  por  haber  entrado  sin  licencia  y  hecbo  la  población,  y  que  se  toma- 
se asiento  con  él  para  conquistar  aquella  tierra  de  quien  ya  era  Gobernador, 
se  embarcó  en  San  Lucar,  y  con  alguna  gente  volvió  á  esta  ciudad  de  Santafé 
el  mismo  año,  cuando  ya  halló  despoblada  la  suya  del  Espíritu  Santo,  porque 
aunque  pasó  allí  la  Audiencia  un  Capitán  con  algunos  soldados  para  conservar- 
la, no  se  pudo,  por  ser  mala  la  tierra  y  los  indios  belicosos. 


CAPÍTULO  XXXI 

Contenido  :  1.°  Álzanse  los  Gualíes  y  la  principal  razón  por  qué— 2."  Entran  á  su  paci- 
ficación los  soldados,  talándoles  sus  sementeras— 3.**  Entra  Juan  Estovan  por  cau- 
dillo en  demanda  del  indio  principal  del  alzamiento.  Vése  con  él  y  mátalo.  Dispóne- 
se  otra  entrada  y  salen  ciertos  indios  de  paz  fingida — 4.°  Matan  los  indios  á  la 
mayor  parte  de  los  españoles  de  esta  entrada  y  al  fin  se  pacifican  primera  y  segunda 


A 


LOS  últimos]del  año  de  mil  quinientos  setenta  y  tres  y  primeros  de 
los  del  siguiente,  cuando  ya  gobernaba  este  Nuevo  Reino  de  Gra- 
nada, como  Presidente  que  era  de  su  Real  Audiencia,  el  Licenciado  Francisco 
Briceño,  se  levantó  una  rebelión  en  los  indios  Gualíes,  dichos  así  porque  habi- 
taban las  provincias  de  una  parte  y  otra  del  río  así  llamado,  que  baja  por  entre 
ellas  de  las  espaldas  y  cordilleras  que  tiene  al  Oeste  la  ciudad  de  Mariquita. 
Fué  de  él  la  principal  causa  un  Cacique  de  los  indios  Herbes  llamado  Yulda- 
ma,  bien  ladino  y  que  sabía  un  poco  de  leer  y  escribir:  aficionóse  éste  á  una  hija 
mestiza  de  su  encomendero,  que  se  llamaba  Francisco  Jiménez,  y  por  haber- 
la á  su  salvo,  lo  mató  con  dos  sobrinos  suyos,  Hernán  Jiménez  y  Diego  Jiménez. 
Sucedidas  estas  muertes,  en  defensa  de  la  que  por  ellas  merecía  y  de  la  libertad 
de  su  tierra,  inquietó  á  los  demás  Caciques  sus  convecinos,  que  se  llamaban  los 
más  principales:  Hondama,  Umatepa,  Unicoa,  Sitirque,  Cimara,  Poro,  Pompor- 
ca,  Abea,  Ujiate,  Totor  y  Niquiatepa:  poseían  éstos  una  tierra  primorosísima 
de  oro  y  fértil  de  labranzas,  templadísima,  sin  fi-ío  ni  calor  en  todo  el  año, 
doblada,  áspera,  fragosa  y  montuosa,  que  la  fiereza  de  ella  ayudaba  á  la  mucha 
que  ellos  tenían  en  sus  costumbres,  porque  eran  de  If^  misma  suerte  grandes 
carniceros  de  carne  humana,  belicosos,  de  flechas  con  yerbas,  macanas  y  dardos 
2,^  Iban  de  manera  creciendo  cada  hora  los  inconvenientes  que  se  seguían 
de  estas  rebeliones,  que  no  se  acaban  de  llorar  unas  desgracias  do  robos  y  muer- 
tes que  hacían  entre  los  españoles  á  traición  y  en  público,  cuando  ya  se  comen- 


CAP.  XXXI)  NOTICIAS  DE  lAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA  FIRME.  249 

zaban  á  llorar  otras^  con  que  fué  forzoso  repararlas  con  la  brevedad  posible, 
para  lo  cual  el  Presidente,  viendo  ser  la  persona  á  propósito,  encargó  la  pacificación 
de  estos  indios  al  Adelantado  Don  Gonzalo  Jiménez  de  Quesada,  que  aunque  ya 
viejo  y  cansado,  la  admitió  con  gusto,  por  poner  tasa  y  término  á  los  disgustos 
que  cada  día  sucedían  en  la  ciudad  y  tierras  do  Mariquita,  donde  había  toma- 
do asiento  de  propósito  para  su  vivienda,  por  ser  tierras  calientes;  estábanlo 
también  los  corazones  de  muchos  en  las  ciudades  de  esto  Reino,  con  los  mis- 
mos deseos,  y  así  publicada  la  jornada,  se  ofrecieron  á  ella  muchos,  cadi  de  todas 
las  ciudades,  de  que  no  fué  poca  causa  el  Capitán  Jerónimo  Hurtado  de  Men- 
doza, sobrino  del  Adelantado,  que  en  otras  ocasiones  había  sabido  ganar  los 
corazones  de  muchos  por  sus  muchas  y  buenas  partes.  Y  así  de  las  de  Santafé, 
Tunja,  Vélez,  Muzo  y  Mariquita,  se  juntaron  con  brevedad  en  esta  postrera 
ciudad  hasta  setenta  soldados  españoles,  todos  de  gallardos  alientos  y  bien 
experimentados  en  todo  trance  de  guerra.  Entre  los  demás,  después  del  Capitán 
Mendoza,  eran  el  Capitán  Juan  Ortiz  de  Olmos,  el  Capitán  Juan  López,  el  Capitón 
Antonio  de  Herrera,  que  por  ser  hombre  valiente  lo  llamaban  el  Bravo  Español; 
el  Capitán  Juan  de  Chaves,  Juan  Estevan,  Francisco  Machado,  Ambrosio  Roca 
Rangel,  Juan  de  Tinoco,  Juan  de  Vega,  Cristóbal  Tinoco  y  Juan  Montero. 
Juntos  todos  y  á  pique  lo  necesario  á  la  jornada,  salieron  de  la  ciudad  de  Mari- 
quita á  los  primeros  de  Septiembre  del  año  de  setenta  y  cuatro,  y  viéndose  á 
poco  dentro  de  la  tierra  de  los  rebelados,  comenzaron  el  castigo  talándoles  las 
labranzas  y  sementeras  y  abrasándoles  las  casas  y  pueblos,  que  hallaban  ya 
vacíos  por  hífberse  retirado  sus  moradores  á  las  breñas  con  el  aviso  y  miedos 
que  tuvieron  de  la  entrada  de  los  nuestros. 

3.^  Los  cuales,  habiendo  descubierto  de  nuevo  unos  indios  en  una  provin- 
cia rica  de  vetas  de  oro,  determinaron  poblar  entre  ellos  una  ciudad  para 
gozar  de  asiento  de  aquella  riqueza  y  tener  sala  de  armas  de  donde  salir  á  la 
pacificación  de  los  rebeldes;  hízolo  así  el  Adelantado,  fundando  una  ciudad,  á 
tres  ó  cuatro  leguas  de  la  de  Mariquita,  con  nombre  de  Santa  Águeda,  por  el 
mes  de  Octubre  siguiente  del  mismo  año  de  mil  quinientos  setenta  y  cuatro 
(1574),  y  habiendo  nombrado  para  Justicia  y  Regimiento  y  dado  asiento  á  las 
demás  cosas  de  la  población,  trató  luego  se  hiciesen  entradas  para  la  consecución 
de  los  intentos,  y  que  la  primera  fuera  en  rastro  del  Yuldama,  de  quien  ya  se 
tenía  noticia,  por  indios  amigos,  del  puesto  donde  estaba,  y  así  por  el  peligro 
que  podía  haber  en  las  dilaciones,  ordenó  el  Adelantado  que  con  catorce  com- 
pañeros saliese  por  Cabo  Juan  Estevan  luégc  aquella  noche  que  tuvieron  el 
aviso,  como  lo  hizo  á  los  primeros  pasos  de  ella,  guiando  los  suyos  y  los  de  sus 
compañeros  con  tanto  secreto  á  las  rancherías  donde  estaba  el  Yuldama,  que 
sin   Eer  sentidos  dieron  sobre  ellas,  haciéndoles  despertar  con  las  llaraas  de  las 


250  FRAY  5PEDR0  SIMÓN  (T.'"*  NOTICIA 

casas,  á  cuyas  primeras  luces  y  ruidos  de  la  gente  salió  de  la  suya  el  Yuldama 
y  dejando  en  la  cama  la  mestiza,  apellidando  arma  á  grandes  voces,  tomó  las 
suyas,  con  que  acertándose  á  topar  luego  con  el  Juan  Estevan,  se  hubo  tan 
valerosamente  que  á  pocos  golpes  do  macana  le  hizo  pedazos  la  rodela,  y  fuera 
lo  mismo  de  todo  el  cuerpo,  si  con  destreza  y  gallardos  bríos  no  se  metiera  el 
Juan  Estevan  debajo  de  los  brazos  del  Yuldama,  y  le  embebiera  por  la  tetilla 
izquierda  la  espada,  con  que  le  hizo  al  gandul  dar  luego  mortal  caida,  envuel- 
ta en  una  tan  terrible  voz,  que  pudieron  con  ella  bien  los  demás  indios  enten- 
der el  desgraciado  suceso  de  su  Cacique,  y  por  no  tenerle  ellos  semejante,  se 
aprovecharon  de  sus  pies,  pareciéndoles  no  ser  bastantes  sus  manos,  con  que 
dejaron  en  las  de  los  españoles  las  casas,  chusma  y  rancheo,  que  no  lo  tuvieron 
malo  de  oro  y  prisioneros,  con  que  tomaron  la  vuelta  del  Real  ó  ciudad  con 
la  prisa  que  les  fué  posible,  por  la  que  podían  dar  los  indios  en  juntarse  para 
venir  sobre  ellos.  Paladeados  los  españoles  con  el  gusto  de  este  buen  suceso,  y  co 
brando  esperanzas  de  otros  mejores,  trataron  de  poner  luego  en  ejecución  sus 
deseos  con  otra  entrada,  señalando  por  caudillo  el  Adelantado  á  su  sobrino  Men- 
doza, con  treinta  soldados  diestros  y  hombres  de  importancia,  y  viendo  la  que  tenía 
la  brevedad,  con  ella  se  dispusieron;  estando  ya  para  salir  otro  día,  llegaron  los 
indios  de  Guartia  á  dar  una  fingida  paz  á  los  españoles,  los  cuales,  aunque  esto, 
se  la  admitieron  y  las  comidas  que  en  señal  de  ella  traían,  si  bien  aquella  noche 
mandó  el  Adelantado  se  velasen  con  mayor  cuidado  que  otras,  como  se  hizo 
hasta  que  llegó  la  mañana,  á  cuyas  primeras  luces  se  dispusieron  los  sol- 
dados señalados  para  la  salida  con  el  Mendoza,  no  advirtiendo,  como  cristianos, 
en  algunas  señales  de  ladrar  mucho  los  perros  aquella  noche  y  otras,  que  pare- 
cían presagios  del  mal  suceso  que  tuvieron  todos  en  la  entrada . 

4:.°  Hiciéronla  al  fin,  á  los  primeros  rayos  del  sol,  llevando  consigo 
los  indios  de  Guartia  que  habían  venido  á  dar  la  paz,  y  atropellando  desde 
luego  mil  dificultades  que  se  les  ofrecían  á  cada  paso  que  daban  con  sus  alpar- 
gatas, porque  no  llevaban  otras  cabalgaduras  por  la  aspereza  de  la  tierra,  se 
fueron  metiendo  en  ella,  y  dejando  atrás  indios  de  guerras,  como  eran  los  do 
Abed  y  Usiate,  llegaron  á  dar  vista  al  rápido  y  claro  río  Guarinó,  donde  les 
salieron  también  otros  indios  de  fingida  paz,  aunque  no  tan  disimulada  que 
no  conociesen  serlo  por  algunas  señales,  si  bien  las  procuraban  encubrir  con 
algunas  comidas  que  traían.  Era  esto  en  la  cumbre  de  una  loma  alta  y  limpia, 
donde  por  parecerles  buen  sitio,  lo  tomaron  para  rantíhearse  aquella  noche  los 
soldados,  á  cuyas  primeras  sombras  se  desparecieron  los  indios  de  Guartia, 
quedando  los  españoles  con  sospechas  de  lo  que  al  primer  tercio  de  ella  les 
sucedió,  porque  aunque  los  indios  comunmente  en  estas  tierras  suelen  dar  sus 
asaltos  al  amanecer,   en  esta  ocasión  mudaron  de  intentos  por  deslumhrar  el 


CAP.  XXXl)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA  FIRME,  2^1 

pensamiento  de  los  españoles,  que  á  todo  se  extiende  la  astucia  de  estos  indios. 
Y  así  sucedió  que  estando  rancheados  y  con  vigilantes  centinelas,  de  esta  hora  no 
pensada,  vinieron  de  repente  sobre  los  españoles  más  de  tres  ó  cuatro  mil  indios 
y  embistiéndoles  con  una  furia  de  leones,  aunque  como  tales  los  nuestros  les 
hicieron  rostro  con  muertes  de  innumerables,  no  fué  posible  no  hallar  las 
suyas  los  más  de  ellos,  en  especial  el  Mendoza  y  el  Bravo  Español,  que  siempre 
estaba  á  su  lado,  que  quedaron  muertos  con  otros  sus  compañeros,  si  bien  algu- 
nos tuvieron  lugar  de  escaparse  y  dar  la  nueva  en  el  campo  de  lo  que  había 
pasado.  Fué  de  gran  sentimiento  para  todos  el  lastimoso  suceso,  y  en  especial 
para  el  Adelantado,  el  cual  tomando  mayores  y  nuevos  bríos  para  el  castigo  de 
tan  nuevas  insolencias,  fué  prosiguiendo  las  entradas,  hasta  que  al  fin  vino  á  suje- 
tar y  pacificar  la  tierra,  que  lo  estuvo  poco  tiempo,  pues  volviéndose  á  rebelar  y 
á  poner  á  los  españoles  en  iguales  y  mayores  peligros,  fué  necesario  trastornarse 
otra  vez  el  Reino  con  armas,  para  acabarlos  de  quietar,  en  cuyas  facciones  fué 
caudillo  el  Gobernador  Gaspar  de  Rodas:  quedaron  de  esta  vez  quietos  hasta 
hoy,  que  ya  han  quedado  pocos  ó  ningunos  de  aquellos  indios.  Permaneció  la 
ciudad  de  Santa  Águeda  en  el  puesto  los  años  que  pareció  á  los  vecinos  fueron 
menester  para  desnatar  las  gruesas  minas  de  oro  que  tenían,  después  de  lo 
cual  y  muy  por  la  posta  minorando  los  indios  de  sus  encomiendas,  desamparan- 
do el  puesto,  86  bajaron  á  vivir  á  la  ciudad  de  Mariquita. 


25 


252  FRAY    PEDRO   SIMÓN  (7.*  NOTICIA 


CAPITULO  XXXII 

Contenido  :  1."  Asiento  que  toma  el  Gobernador  Cazares  con  la  Real  Audiencia  de  San- 
tafé— 2.»  Puebla  la  ciudad  del  Espíritu  Santo  de  la  Crita».  donde  hoy  permanece. 
Cualidades  j  minas  de  aquella  tierra— 3.^  Cosa  admirable  que  sucedió  en  las  minas 
de  cobre,  habiéndose  el  Rey  echado  sobre  ellas — 4.°  Puéblase  por  orden  del  Gober- 
nador Cazares  la  ciudad  de  Barinas,  quince  leguas  de  la  Mérida  ai  Este.  Mucho 
ganado  cimarrón  que  hay  en  los  llanos  cerca  de  esta  ciudad — 5.°  Otras  conquistas 
que  hizo  el  Gobernador,  su  muerte  y  los  que  le  han  sucedido  en  el  Gobierno, 


P 


OR  las  Reales  Cédulas  que  dijimos  trajo  de  España  el  Gübernador 
Francisco  de  Cazares  para  su  Gobierno  de  la  Provincia  del  Espíritu 
Santo,  que  había  de  ser  de  doscientas  leguas  desde  las  espaldas  y  deretcra  (?)  de 
los  pueblos  de  Guatavita y. Gacheta  en  circunferencia  de  la  mano  derecha  y  iz- 
quierda, tomo  la  Real  Audiencia  asiento  con  el  nombre  del  Rey,  á  dos  do  Marzo 
del  año  de  mil  quinientos  setenta  y  cinco  (157r»),  y  lo  primero,  lo  que  su  provi- 
sión dice,  que  r.o  entrase  ni  se  metiese  en  jurisdicción  de  otro  Goberna-dor;  que 
metiese  á  lo  menos  cien  soldados  con  buenas  armas,  y  los  bastimentos  necesarios 
y  los  sacerdotes  que  fueran  menester  para  doctrinar  los  indios  ;  que  ])udicse 
llevar  indios  ladinos  de  servicio,  pero  ninguno  que  fuese  chontal ;  que  fuese  él 
personalmente,  y  no  lo  pndiese  cometer  á  otro  para  el  mejor  Gobierno;  que 
entrase  por  la  parte  que  comenzó  á  poblar  la  ciudad  del  Espíritu  Santo,  y  todo 
lo  que  fuese  conquistando  habia  de  ser  en  nombre  de  Su  Majestad  y  sujeto  á  la 
Real  Audiencia  de  Santafé  ;  que  en  los  pueblos  que  fuera  poblando,  pudiera 
nombrar  Justicia  para  que  los  gobernara  por  la  primera  vez,  y  en  cada  uno 
hacer  un  fuerte  para  defensa  de  los  vecinos  de  tlunde  él  fuese  Alcaide,  y  sus 
herederos  con  los  salarios  que  él  les  señalara ;  que  después  de  poblados  pudiera 
meter  gente  de  nuevo  ;  que  fueran  entre  ella  algunos  hombres  casados;  que  si 
algunos  encomenderos  estaban  con  él,  se  les  sustentaran  los  indios  por  dusaños, 
dejando  en  ellos  mayordomos  de  satisfacción  ;  qun  se  llamara  la  Gobernación 
del  Espíritu  Santo,  de  donde  había  de  ser  Gobernador  por  toda  su  vida  y  la  de 
BU  heredero  ó  quien  él  nombrara.  Diósele  facultad  para  poder  repartir  los  in- 
dios por  tres  vidas,  y  tomar  para  sí  el  mejor  repartimiento,  dar  tierras,  estan- 
cias, huertas,  piedras  de  molinos,  todo  sin  perjuicio  de  ios  indios;  que  todos  los 
que  entraran  con  él  á  la  conquista,  gozaran  de  los  jsjjivilegios  concedidos  en  la 
instrucción  noventa  y  nueve  que  para  esto  tiene  heclia  Su  Majestad,  que  dice 
de  esta  manera  :  ''  A  los  que  se  obligaren  de  hacer  la  dicha  población  y  la  hu- 
bieren poblado  y  cumplido  con  su  asiento  para  honrar  sus  personas  y  de  sus 
descendientes,  y  que  de  ellos,  como   de  primeros  pobladores,  que  ^de   memoria 


OAP.  XXXri)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA  TIRME.  253 

loable  los  hacemos  hijosdalgo  de  solar  conocido  á  ellos  y  sus  descendientes  le- 
gítimos, para  que  en  el  pueblo  que  poblaren,  y  en  otras  cualesquiera  partes  dB 
las  Indias,  sean  hijosdalgo  y  personas  nobles  de  linaje  y  solar  conocido,  y  por 
tales  sean  habidos  y  tenidos,  y  gocen  de  todas  las  honras  y  preeminencias  y  pue- 
dan hacer  todas  las  cosas  que  todos  los  hombres  hijosdalgo  y  caballeros  de  estos 
Keinos  de  Castilla,  según  fuero,  leyes  y  costumbres  de  España  pueden  y  deben 
hacer  y  gozar.  Que  ninguna  Justicia  estorbe  á  quien  quisiere  ir  á  la  jornada, 
indios  y  españoles,  aunque  sean  delincuentes,  como  no  haya  satisfacción  de  par- 
tes; que  no  paguen  de  todas  las  minas  que  hallaren  diezmos  ni  quintos  por  diez 
años  y  que  por  el  mismo  tiempo  no  paguen  almojarifazgos  de  las  mercancías 
que  trajeren  de  España.  Que  si  acaso  muriere  el  dicho  Francisco  de  Cazares 
entrando  ó  teniendo  comenzadas  las  conquistas,  pudiera  nombrar  á  quien  qui* 
siera   en  su  lugar,  que  con  él  mismo  modo  y  autoridad  las  hiciera  ". 

2."  Hecho  este  asiento  y  algunas  gentes  en  las  ciudades  de  este  Eeino,  en- 
tró en  su  Gobierno  y  tomó  la  posesión  de  él  en  quince  de  Agosto  del  mismo 
ano  de  mil  quinientos  setenta  y  cinco,  poblando  ima  ciudad  á  las  mismas  espal- 
das de  Guíitavita,  con  nombre  de  la  Asunción  de  Nuestra  Señora,  que  después 
se  despobló,  y  pasando  adelante  con  su  gente,  halló  por  todas  partes  tan  malos 
países,  tierra  tan  despoblada  y  toda  de  tan  ruin  gente,  que  cargándose  á  la  del 
Norte,  prosiguiendo  la  conquista,  se  vido  en  la  necesidad  de  volver  sobre  la 
mano  izquierda  y  entrarse  en  el  valle  de  la  Grita,  que  está  á  la  mitad  del  cami- 
no, poco  más  ó  menos,  de  la  villa  de  San  Cristóbal  y  la  ciudad  de  Mérida,  tierra 
que  era  ya  bien  conocida  de  muchos,  donde  á  persuasión  de  algunos  de  sus  Ca- 
pitanes y  soldados,  en  especial  del  Capitán  Pedro  de  Zapata  y  Alejandro  de 
Castilla,  aunque  caía  aquello  fuera  de  su  demarcación,  pobló  una  ciudad  que 
le  llamó  del  mismo  nombre  que  la  primera,  antes  de  ser  Gobernador,  como  di- 
jimos, del  Espíritu  Santo,  ya  entrando  el  año  de  mil  quinientos  setenta  y  seis 
(1576),  que  hoy  permanece,  donde  se  reformaron  los  soldados,  apuntó  la  tierra 
en  los  conquistadores,  y  aunque  no  muy  rica,  la  tuvieron  por  lo  menos  mala 
que  habían  hallado  hasta  allí.  Fuéronla  luego  pacificando  más,  aunque  todavía 
permanecen  hoy  algunas  provincias  circunvecinas  de  mala  paz.  El  sitio  donde 
está  poblada  esta  ciudad  es  un  vallo  llano  templadísimo,  sin  frío  ni  calor  en 
todo  el  año,  no  muy  extendida  su  llanura,  por  ser  el  valle  estrecho  que  corre  el 
Este  Oeste,  por  cuyos  lados  corren  dos  ó  tres  ríos  pequeños,  de  agua  clarísima 
y  saludable,  tan  templada  la  tierra  que  se  dan  casi  todas  las  frutas  y  hortalizas 
de  España  y  naturales  de  la  tierra,  y  esto  con  tan  grande  abundancia,  que  me 
certificó  un  Padre  Guardián,  que  lo  era  de  nuestro  convento  que  tenemos  allí, 
el  año  de  mil  seiscientos  y  diez,  que  se  había  dado  en  el  claustro  de  él  una  caña 
de  maíz  con  más  de  treinta  mazorcas,  Dánse  por   excelencia   higos   de   los   de 


254  FRAY   PEDRO   S1M(5n  (7.*  NOTICIA 

Castilla,  y  las  higueras  valentísimas,  granados,  merabrillos,  plátanos,  papayas  y 
toda  suerte  de  raíces,  legumbres  y  granos,  en  especial  el  trigOj  que  parece  ha 
hallado  su  propia  tierra,  aunque  no  en  toda  la  de  aquel  país  se  da,  sino  en  loa 
valles,  donde  también  se  cría  algdu  ganado  mayor,  aunque  por  ser  estrechos  no 
tanto  como  en  las  tierras  más  extendidas,  si  bien  hay  la  que  basta  para  sUvStentaria; 
tiene  minas  en  todo  su  circuito  de  finísimo  oro;  de  plata,  hasta  hoy  no  sé  que  se 
hayan  hallado;  pero  de  cobre  se  hallaron  unas  en  las  cabeceras  del  valle  de  S  in 
Bartolomé,  tan  maravillosas,  que  estaba  el  cobre  fundido  como  si  saliera  del  hor- 
co de  la  fundición,  y  esto  en  tan  grandes  planchas  y  pedazos,  que  fe  tenía  por 
más  dichoso  el  que  lo  hallaba  en  menores,  porque  no  les  estaba  el  partirlo  lo 
qne  á  los  que  lo  llevaban  en  pedazos  de  diez  y  quince  quintales,  que  fué  una 
grosedad  nunca  vista,  en  especial  de  la  suavidad  que  tiene,  pues  sin  otra  liga  se 
labra.  Hállase  también  cerca  de  la  ciudad  una  mina  de  azul,  abundante,  bien 
fino  y  á  propósito  para  pintores,  de  qne  ha  abundado  este  Reino  tanto  como 
de  las  minas  de  cobre.  En  harta  dificultad  ha  puesto  el  sacar  en  limpio  la  potí- 
sima y  principal  razón  de  haberse  hallado  aquí  tanto  y  tan  purificado  cobre 
debajo  de  la  tierra,  en  que  yo  no  me  enfrasco  mucho,  advirtiendo  los  incendios 
que  hay  debajo  de  la  tierra,  como  sé  en  los  volcanes,  porque  de  esta  suerte  pudo 
haberse  encendido  en  aquella  parte,  habiendo  materia  para  ello  y  habiendo  to- 
pado el  fuego  con  metales  de  cobre  haberlos  derretido,  y  así  quedar  aquel  cobre 
tan  purificado. 

3."  Y  no  será  bien  se  quede  sin  advertir  lo  que  sucedió  con  estas  minas 
el  año  de  seiscientos  y  trece,  por  ser  de  admiración  y  que  confirma  los  mismos 
sucesos  que  ha  habido  con  otras  en  otras  partes,  y  fué  que  habiendo  sacado  de 
ésta  unos  pedazos  de  este  cobre  y  llevádose  á  Castilla,  según  se  dijo,  y  habien- 
do sacado  del  uno  increíble  cantidad  de  plata,  fué  bastante  esta  muestra  y  la 
certificación  que  se  dio  que  era  de  estas  minas,  para  que  se  le  despachara  cédu- 
la real  al  Gobernador  de  la  Guayana,  Sancho  de  Alquiza,  para  que  viniendo  á 
esta  ciudad  de  la  Grita  en  nombre  del  Rey,  se  echara  sobre  todas  sus  minasi 
en  especial  sobro  las  de  cobre,  y  labrándolas  por  la  cuenta  y  gastos  reales,  toda 
la  grosedad  que  se  prometía  había  de  salir  de  ellas,  según  la  muestra  que  había 
dado  lo  que  se  había  fundido  en  la  Corte,  se  metiese  en  la  Real  Caja;  púsose  esto 
en  ejecución  el  ano  que  hemos  dicho  de  seiscientos  y  trece,  con  hartos  gastos  de 
negros  y  herramientas,  con  que  abrió  la  mina  del  cobre  diez  estados  en  ancho 
y  otros  tantos  en  hondo  ;  pero  fué  cosa  maravillosa^  que  hallándose  el  año  an- 
terior en  la  superficie  de  la  tierra  los  pedazos  de  metal  apurado  que  hemos  di- 
cho entonces,  parece  que  se  despareció  de  manera  que  en  todo  el  ancho  y  pro- 
fundidad que  decimos  no  se  hallaron  ocho  arrobas  en  pedacitos  pequeños  y  oa 
fruslera,  y  la  misma  fortuna  corrió  en  las  demás   minas   de   azul  y  oro  j  cosa 


CAP.  XXXII)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA  FIRME.  255 

que  puso  en  admiración  al  Sancho  de  Alquiza  y  toda  aquella  tierra,  y  aun  á  mi 
no  me  puso  en  poca,  que  llegué  á  ella  en  este  tiempo,  y  por  vista  de  ojos  cono- 
cí la  verdad  que  esto  tenía,  y  la  que  han  tenido  siempre  casos  semejantes,  de 
haberse  querido  echar  el  Rey  sobre  gruesas  minas,  ó  haberse  armado  pleitos  de 
particulares  sobre  ellas,  que  de  la  noche  á  la  mañana  se  han  desaparecido,  que 
parece  quiere  Dios  que  aquello  que  él  descubre  y  da  de  gracia  no  aleguen  los 
hombres  ser  suyo  de  justicia,  y  que  los  Reyes  las  dejen  labrar  y  enriquecer  con 
ellas  á  sus  vasallos,  pues  son  mayores  sus  riquezas  cuando  sus  vasallos  las  tienen 
que  cuando  ellos  solos  las  poseen. 

4.0  Pasó  adelante  el  Capitán  Francisco  de  Cazares,  poblada  ya  esta  ciudad, 
á  conquistar  los  indios  del  valle,  que  ya  habían  llamado  los  bailadores  otros  es- 
pañoles que  habían  atravesado  la  tierra,  porque  en  sus  guazabaras  y  peleas  an- 
daban tan  inquietos  de  una  parte  á  otra,  y  con  tantas  mudanzas  de  pies,  que 
parecía  andaban  bailando.  Comienzan  las  cabeceras  de  esté  valle  cuatro  ó  cinco 
leguas  de  esta  ciudad  de  la  Grita  al  Nordeste,  que  son  á  las  caídas  de  unas 
tierras  de  páramos,  donde  se  coge  buen  trigo,  y  corre  metiéndose  en  tierra  muy 
caliente,  por  el  mismo  rumbo,  otras  tantas  leguas  hasta  cerca  de  la  quebrada 
de  los  Mocotíes,  y  habiendo  pacificado  éstos,  volvió  á  la  conquista  sobre  la 
mano  derecha  al  Este,  y  habiendo  hecho  lo  mismo  en  otros  belicosos  indios 
llamados  Cachetíos,  Girabaras,  y  algunos  de  los  Timotíes,  dio  comisión  al 
Capitán  Valeía,  vecino  conquistador  y  encomendero  de  la  ciudad  de  Mérida, 
para  que  en  nombre  del  Rey,  y  en  orden  á  lo  que  él  tenía  capitulado,  poblase 
otra  ciudad,  como  lo  hizo  el  Valera  á  los  últimos  del  año  de  mil  quinientos  se- 
tenta y  siete,  llamándole  Altamira  de  Cazares,  si  bien  después  se  perdió  este 
nombre  y  quedó  el  de  Barinas,  como  hoy  se  llama,  por  llamarse  así  la  provin- 
cia de  los  indios  donde  se  fundó  diez  y  seis  leguas  de  la  ciudad  de  Mérida  á  la 
parte  del  Et^te,  donde  también  se  fundó  un  convento  de  nuestra  Orden,  como 
hemos  dicho,  el  año  de  setenta  y  nueve.  Es  este  pueblo  (que  no  tiene  más  que 
ocho  vecinos)  de  los  más  célebres  y  nombrados  del  mundo  por  su  fino  tabaco, 
en  especial  en  las  naciones  extrañas,  Inglaterra,  Francia,  Flandes,  Alemania, 
Hungría  y  muchas  partes  del  Asia.  Es  tierra  muy  caliente,  hánle  quedado  has- 
ta doscientos  y  cincuenta  indios  en  ocho  encomenderos,  que  con  otros  tantos 
vecinos,  son  por  todos  los  del  pueblo  diez  y  seis,  que  viven  con  trato  de  tabaco 
beneficiado  con  negros,  de  que  sacan  un  año  con  otro  más  de  tres  mil  arrobas, 
que  en  el  puerto  de  Gibraltar,  que  es  en  la  laguna  de  Maracaibo,  les  vale  cada 
una  cinco  ó  seis  reales  de  ocho.  A  la  parte  del  Este,  que  son  llanos  y  márge- 
nes de  los  ríos  de  Casanare  y  Apure,  andan  alzadas  mág  de  cuatrocientas  mil 
cabezas  de  ganado  mayor,  que  sólo  sirven  de  cebo  á  los  tigres  que  cría  aquella 
tierra,  con  otros  muchos  animales  bravos  y  culebras  ponzoñosas.  Se  ven  de 


256  TRAT   PEDRO     BlMÓN  (7.^  NOTICIA 

este  ganado  muchos  novillos  capados,  y  preguntando  á  los  indios  quién  loa 
capa,  dicen  que  unos  pescados  como  grandes  bejucos,  á  quien  llaman  caribes) 
les  toman  de  aquella  parte  cuando  entran  á  beber  y  refrescarse  en  los  ríos  y 
se  la  arrancan. 

5.°  Prosiguió  sus  conquistas  el  Cazares  por  muchas  partes  convecinas  á 
la  ciudad  de  la  Grita,  en  especial  la  de  loa  indios  Orotomos  que  caen  á  la  parte 
del  Norte  y  espaldas  de  la  cordillera  del  Eío  de  la  Hacha,  la  cual  tomó  con 
muchas  veras  y  gastos,  que  auoqne  no  fueron  de  provecho  para  la  conquista  y 
pacificación  de  los  indios,  no  fueron  de  poco,  pues  desbarató  ciertas  cuadrillas 
de  negros  cimarrones  que  estaban  retirados  y  poblados  de  intento  en  los  para- 
jes de  aquellas  montañas,  de  donde  matando  y  prendiendo  algunos,  volvió  á 
tomar  la  vuelta  de  la  Grita,  desde  donde  haciendo  otras  entradas,  pobló  otros 
pueblos,  que  fueron  San  José  de  Alcantar  y  el  Escorial,  que  después  se  despo- 
blaron. También  dio  poder  al  Capitán  Pedro  Daza,  para  que  en  nombre  suyo 
poblara,  como  lo  hizo  el  año  de  mil  quinientos  ochenta  y  cinco,  á  once  de  Mar- 
zo, á  Medina  de  las  Torres,  que  después  se  mudó  en  Santiago  de  la  Alataya 
cuando  diremos  y  lo  mataron  los  indios.  Murió  el  Francisco  de  Cazares  sin  legí- 
timo heredero  y  nombró  lo  fuese  Andrés  Calvo  de  Cazares,  su  sobrino,  sobre  lo 
cual  por  habérsele  puesto  algunos  pleitos,  fué  al  Consejo,  donde  murió,  con  que 
quedó  el  Gobierno  vaco,  y  en  su  lugar  fué  proveído  por  el  Rey  Fernán  Barran- 
tes Maldonado,  el  cual  pobló  á  San  Agustín  de  Cazares,  una  ciudad  á  las  espaldas 
de  la  de  Tunja,  al  Este  ocho  ó  diez  leguas,  y  la  mudó  del  primer  sitio  á  donde 
ahora  está,  el  año  de  mil  seiscientos  y  tres.  Dio  poder  el  año  de  mil  quinientos 
noventa  y  cinco  al  Capitán  Juan  Garzón  y  pobló  la  ciudad  de  la  Nueva  Toledo, 
que  luego  se  despobló.  Dejó  su  Gobierno  antes  de  tiempo,  y  en  su  lugar  ,  el 
año  de  mil  seiscientos  y  siete  (1607),  el  Presidente  que  hoy  es  de  esta  Real 
Audiencia,  Don  Juan  de  Borja,  puso  para  el  Gobierno  de  esta  tierra  al  Capitán 
Pedro  Vanegas,  que  la  gobernó  hasta  el  de  mil  seiscientos  nueve  (1609)  que 
vino  al  Gobierno  D.  Juan  de  Aguilar  de  hábito  de  Cristo,  proveído  por  el 
Consejo,  y  hecho  ya  Corregimiento  lo  que  tocaba  al  Gobierno  del  Cazares,  jun- 
tamente con  la  ciudad  de  Mérida,  y  por  cabeza  de  él  en  que  hoy  permanece, 
habiendo  sucedido  también  por  Corregidores  tras  de  D.  Juan  de  Aguilar,  D. 
Fernando  de  Arríete  y  Juan  Pacheco  Velasco,  que  al  presente  lo  es.  Y  ya  pro- 
veído en  sucesor  suyo  el  Capitán  Juan  Pacheco  Maldonado  por  Gobernador, 
por  haber  hecho  ahora  el  "Rey  aquel  Corregimiento  Gobierno  y  dádolo  al  dicho 
por  ocho  añosj  con  ciertas  capitulaciones.  **• 


CAP.  XXXin)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA  FIRKE.  257 

CAPÍTULO  XXXIII 

Contenido  :  !.•  Terremoto  que  sucedió  en  la  ciudad  de  la  Grita,  señales  que  les  suelen 
preceder  y  algunos  de  sus  efectos— 2.»  Prosíguense  los  sucesos  del  terremoto— 3.* 
Vuela  un  cerro  de  una  parte  á  otra  con  el  terremoto  en  el  valle  de  los  Bailadores — 
i.'  Efectos  que  hizo  en  este  cerro  y  un  alzamiento  qne  intentaron  los  indios. 


L 


UGAR  es  este  á  propósito  de  la  historia,  por  no  dividir  las  materias 
en  muchas  partes,  y  no  hacerlas  desabridas,  para  tratar  en  ella, 
aunque  anticipemos  algo  el  tiempo,  de  un  extraordinario  terremoto  que  sucedió 
en  esta  ciudad  de  la  Grita  y  á  algunas  leguas  de  £u  circuito,  el  año  de  mil 
seiscientos  y  diez,  (*)  en  que  concurrieron  no  sólo  las  cosas  que  de  ordinario 
suelen  en  tantos  terremotos  como  lo  vemoa  han  sucedido  en  el  mundo,  en  cuya 
narración  ni  en  las  causas  de  donde  proceden  no  quiero  detenerme,  pues  ha 
habido  tantos  los  hayan  escrito,  pero  aun  algunas  extraordinarias,  como  iremos 
diciendo.  Son  todas  estas  Provincias  de  la  Grita  y  sus  circunvecinas  tierras  muy 
dobladas  y  ametaladas,  y  por  consiguiente,  como  dijo  Aristóteles  en  sus  Me- 
teoros, de  más  de  haberlo  mostrado  la  experiencia,  muy  sujetas  á  terremotos,  y 
lo  confirmó  Plinio,  dando  remedios  contra  ellos,  diciendo  que  para  mayor  seguro 
lo  era  morar  en  casas  büjas  plantadas  en  tierras  llanas  que  no  están  tan  sujetas  á 
temblores.  No  sé  si  á  este  que  sucedió,  como  diremos,  precedieron  aquellas 
siete  señales  que  pone  el  mismo  Aristóteles  en  el  lugar  dicho,  ó  traen  diez 
más  que  suelen  poner  otras  ó  algunas  de  ellas,  que  suelen  ser  prenuncios  de 
tales  sucesos,  que  son  estar  con  miedo  y  inquietas  las  aves  sentadas  aobre  la 
tierra,  y  aun  casi  no  poder  sustentarse  volando  por  la  sutileza  del  aire,  turbar^- 
se  y  salarse  las  aguas  de  los  pozos,  ruidos  sordos  debajo  de  la  tierra,  frialdad 
extraordinaria  antes  que  salga  el  sol,  y  otras  así,  porque  de  estas  ni  otras  seña- 
les pienso  nadie  las  advirtió  en  esta  ciudad,  y  así  la  cogió  tan  de  repente  y  sin 
niúguna  prevención  el  año  dicho  de  seiscientos  y  diez,  (**)  á  tres  de  Febre- 
ro, día  de  San  Blas,  y  como  á  las  tres  de  la  tarde,  que  casi  ninguna  persona  pudo 
dar  paso  adelante  ni  atrás  del  lugar  donde  se  halló,  cuando  comenzó  con  tanta 
fuerza  á  moverse  la  tierra  en  todas  partes,  que  hacía  olajes  como  las  aguas 
del  mar  cuando-están  inquietas,  y  haciendo  vaivenes  á  una  parte  y  otra,  que- 
daron las  casas,  convento  de  nuestra  Orden  y  iglesia  de  la  ciudad  todas 
asoladas,  sin  que   quedaran   en    pié   más   que   solas   diez  que  había  de   tapia, 


(*)  Este  terremoto  sucedió  el  5  de  Febrero  de  1599  y  no  el  aSo  de  1610.  (Nota  anó- 
nima). 

.  (**)  Año  de  1559. 


258  FRAY   PEDRO   SIM(5n  (7.*  NOTICIA 

en  que  se  libró  la  más  de  la  gente,  en  especial  mujeres,  por  haberlo  ordenado 
así  Dios,  que  en  la  una  estaban  Tisitando  algunas  á  una  mujer  de  las  honradas, 
recién  parida,  y  en  la  otra  á  la  madre  del  Cura,  recién  venida  de  la  ciudad  de 
Mérida,  y  como  el  pueblo  era  pequeño,  casi  todas  las  mujeres  estaban  reparti- 
das en  estas  dos  ocupaciones  en  estas  dos  casas;  todas  las  demás,  que  sin  quedar 
ninguna,  como  dijimos,  vinieron  al  suelo,  enterraban  lo  que  hallaban  dentro 
con  su  caída,  de  manera  que  si  no  fué  lo  que  las  personas  que  quedaron  vivas 
tenían  en  su  cuerpo,  no  reservaron  sin  peligros  otra  cosa. 

2,^  Un  Benito  Rosal,  que  á  la  sazón  era  Alcalde  y  estaba  en  la  cama  enfermo 
y  aquel  día  purgado,  oyendo  el  ruido  y  grita  del  pueblo,  levantándose  de  la 
cama  como  pudo,  cogió  en  los  brazos  á  dos  niñas  de  hasta  ocho  años,  hija  y 
sobrina  suyas,  pretendiendo  salir  con  ellas  fuera  de  la  casa,  aunque  no  les  fué 
posible,  porque  les  cayó  toda  á  cuestas  antes  de  poderlo  hacer  y  los  dejó  en- 
terrados á  todos  tres  y  á  una  negrilla  más  pequeña  que  las  dos,  que  se  le  entró 
entre  las  dos  piernas  al  Rosal,  á  quien  yendo  á  socorrer  los  demás  vecinos 
por  haberse  acordado  de  él  luego  que  pasó  la  fuerza  del  terremoto,  habiendo 
cavado  con  barras  y  azadones  para  sólo  desenterrarlo,  por  entender  todos  esta- 
ban muertos,  lo  hallaron  vivo  á  él  y  á  la  negrilla,  y  á  las  otras  dos  niñas  he- 
chas pedazos  en  sfis  brazos.  Llegaron  á  desenvolver  las  ruinas  de  las  dos  igle- 
sias, las  de  la  ciudad  y  nuestro  convento,  y  hallando  hechos  pedazos  los  sagra- 
rios, las  cajas  donde  estaba  el  Santísimo  Sacramento  estaban  sanas  y  sin  haberles 
caído  encima  ni  un  pequeño  polvo,  lo  que  también  sucedió  con  una  Santísima 
Imagen  de  la  Concepción,  muy  devota,  que  estaba  sobre  el  Sagrario  de  nuestro 
convento,  pues  la  hallaron  en  la  mitad  de  la  Iglesia,  donde  cayó  la  mayor  par- 
te de  la  máquina  de  la  ruina,  sin  que  le  hubiese  tocado  madero  ni  paja  de  que 
estaba  cubierta  la  Iglesia,  ni  un  pequeño  polvo  le  hallaron  en  el  manto  azul  de 
que  estaba  cubierta,  y  algunos  dicen  la  hallaron  sudando.  Pusieron  el  Santísimo 
Sacramento  fuera  de  las  ruinas,  en  el  campo,  debajo  de  unos  toldos  que  se  hi- 
cieron de  sábanas,  donde  estuvo  algunos  días,  hasta  que  hicieron  una  pequeña 
capilla  acomodada,  donde  lo  pusieron.  Allí  iban  todos  á  pedir  misericordia  y 
llorar  sus  pecados,  trabajos  y  miserias,  que  no  eran  pocas,  pues  demás  de  las 
personas  que  habían  quedado  muertas  en  las  ruinas,  y  haciendas  que  se  habían 
perdido,  no  les  había  quedado  en  la  ciudad  que  comer,  porque  los  molinos  se 
hundieron,  los  ríos  y  quebradas  se  secaron  casi  del  todo  por  toda  la  jurisdicción, 
embebiéndose  el  agua  en  las  aberturas  de  la  tierra  que  se  hicieron  con  el  tem- 
blor en  sus  madrea,  aunque  sólo  duró  aquel  día,  porqug  el  siguiente  crecieron 
tanto,  con  agua  tan  turbia  como  si  les  hubieran  sobrevenido  grandes  avenidas 
do  aguaceros  ;  la  gente  andaba  despavorida,  amarilla  y  medio  pasmada,  sin  sa- 
ber lo  que  les  había  sucedido  j  los  niños  y   muchachos   dando   mil  gritos,  8ia 


CAP.  XXXIIl)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA    FIRME  259 

poderlos  acallar ;  bramaban  los  toros  y  vacas,  que  se  venían  acercando  al  pue- 
blo ;  los  perros  daban  tristísimos  aullidos,  y  todo  al  fin  parecía  nn  espectáculo  del 
amargo  día  del  juicio. 

3.°  En  este  mismo  y  á  la  misma  hora  se  acrecentó  otra  cosa  de  las  más 
notables  que  hemos  oído  hayan  sucedido  en  el  mundo,  y  fué  que  en  el  valle  de 
los  Bailadores,  que  corre,  como  dijimos,  Norte  Sur,  á  la  mitad  de  él,  á  seis  leguas 
de  la  ciudad,  de  la  cordillera  que  demora  á  la  mano  izquierda,  voló  la  mitad  de 
un  valentísimo  cerro,  como  si  fuera  de  pluma,  y  casi  á  la  mano  derecha  qued<5 
plantado  en  la  mitad  del  valle,  haciendo  con  el  golpe  que  dio  en  la  cordillera 
contraria  una  notable  abertura,  como  también  lo  era  la  que  quedó  en  el  asiento 
de  donde  se  levantó  el  cerro,  por  donde  comenzó  luego  á  salir  un  buen  golpe 
de  agua,  que  permaneció  en  sus  corrientes  algunos  días,  con  que  se  acrecentó  el 
rebalso  que  hizo  el  río  del  valle  con  el  asiento  del  cerro,  quedando  rebalsadas 
y  haciendo  una  tan  valiente  y  fondable  laguna,  que  podían  nadar  en  ella  muy 
gruesos  navios,  pues  estuvo  rebalsando  sin  que  saliera  gota  de  la  mucha  que 
entraba  (por  ser  el  río  do  más  de  dos  bueyes  de  agua)  desde  este  día  hasta  el 
de  San  Juan  del  mismo  año,  que  rompiendo  por  un  lado,  sa'ió  tan  impetuosa- 
mente, que  con  dispendio  de  mucho  ganado  mayor  que  andaba  seguro  á  la  par- 
te de  abajo,  y  de  algunos  sembrados  de  maíz  y  tabaco,  se  extendió  por  todo  el 
valle,  que  junta  esta  pérdida  con  la  que  sucedió  de  otras  más  de  quinientas 
cabezas  del  mismo  ganado,  que  cogió  el  cerro  debajo  cuando  se  asentó  en  el 
valle,  no  fué  pequeña,  aunque  muy  mayor  la  de  haber  cogido  debajo  tres  mu- 
chachos españoles  de  hasta  diez  ó  doce  años,  y  un  indio  gandul  que  estaba  con 
ellos  á  la  sazón  á  la  mitad  del  sitio  donde  quedó  plantado,  que  con  éstos  y  otros 
dos  hijos  y  un  sobrino  de  Francisco  de  Escalante,  que  quedaron  enterrados  en- 
tre unas  ruinas  de  una  casa,  que  también  cayó  en  el  mismo  valle,  y  los  muchos 
que  murieron,  españoles  y  indios,  hombres  y  mujeret»,  en  la  ciudad  y  otras  par- 
tes, pasaron  de  sesenta  personas,  que  por  las  pocas  que  tiene  aquella  tierra  fué 
muy  gran  cantidad. 

á.^  A  un  liid)  del  mismo  valle,  en  un  ancón  que  llaman  de  Suárez,  se  ha- 
cía un  salebroso  pantano,  que  era  el  lamedero  de  todo  el  ganado  del  valle,  á 
cuyos  lados  tenía  dos  frondosos  y  valientes  árboles,  los  cuales  con  todo  el  pan- 
tano volaren  más  de  media  legua  con  la  fuerza  del  terremoto,  y  quedaroa 
plantados  donde  cayeron  como  antes  estaban  ;  á  los  dos  años  de  este  suceso, 
que  fué  el  de  seiscientos  y  doce,  p  -r  el  mes  de  Septiembre,  pasé  por  estas  tie- 
rras, y  el  siguiente,  casi  al  mismo  tiempo,  pasé  por  ellas,  y  á  la  ida  y  vuelta 
pude  con  atención  considerar  eí^tos  sucesos,  aunque  no  con  la  advertencia  q*ue 
ahora  lo  hiciera,  por  no  tener  entonces  intentos  de  escribir  esta  historia  ;  pero 
ao  pasé  tan  del  todo  á  ciegas  que  no  advirtiese   por  curiosidad  algunas  cosas^  j 


260  PRAT   PEDTIO   SIMÓN  1 7.*  NOTICIA 

entre  ellas  fué  el  parecerme  que  la  causa  de  haber  Yolado  aquel  cerro,  supuesto 
que  tras  él  salió  de  la  caverna  muclia  agua,    había    sido    que    ésta,    traída  por 
alguna  caverna  ó  conducto  que  debe  de  venir  corriendo  la  cordillera  abajo,  han 
recogido  algún  gran  viento,  j  que  éste,  no  pudiendo  volver  atrás  con    el  impe- 
dimento del  agua,  rompió  por  su  gran  fuerza  por  lo  más  flaco,    que    fué  aquel 
cerro,  y  lo  hizo  volar.  Parecióme  caminaríamos  por  encima  de  él,  por  ser  el  ca- 
mino real  la  ciudad  de  Mérida  casi  media  legua,  y  á  los  lados  de  donde  se  sentó 
vi  estaban  rehuidos  del  lugar  donde  se  asentó  el  cerro,  unos  pequeños  cerrillos, 
con  sus  matas  y  árboles,  pues  parecían  haberse  retirado  para  dar  lugar  al  asien- 
to del  que  voló,  que  como  había  caído  de  alto,  estaba  todo  él  esponjoso,  la  tierra 
muelle  y  llena  de  aberturas  ;  vi  también  la  que  hizo  en  el  contrario   cerro,  con 
el  golpe  que  le  dio,  que  era  harto  crecida,  si  bien  ya  estaba  algo  derrumbado  de 
una  parte  y  otra.  Otros  pedazos  del  mismo  camino  y  cuestas  vi  que  estaban  de 
la  misma  suerte  de  tierra  muelle   y    abierta    que   el    cerro    volado,  por  cuyas 
aberturas  salía  mucho  viento,  como  también  me  dicen  sale  hoy  por  la  que  dejó 
el  asiento   de   donde   voló.    No   sucedieran   solas   estas   desgracias   si    tuviera 
efecto,  aprovechándose  de  ellas  y  de  la  ocasión,  un  alzamiento  general  que  luego 
intentaron  y  concertaron  los  indios  de  la  comarca,  sabiendo  que   sin    armas    ni 
otro  socorro  de  comidas  habían  quedado  los  españoles  con   el   suceso;    pero   sa- 
biéndose esto  luego,  se  procuró  el  remedio  lo  mejor  que  se  pudo,    saliendo    con 
las  armas  que  pudieron  reservar  de  las  ruinas  el  Capitán  Benito  Ruiz  de   Migo- 
11a  con  algunos  soldados  á  la  parte  donde  se  supo  tenían  hecha  la  junta  para   el 
alzamiento,  con  el  cual  y  con  el  cuidado  que  velaban  al  pueblo,  no    sobrevinie- 
ron mayores  desgracias;  pero  bastaron  aquéllas  para  que  hoy   no    les   haya  cu- 
bierto pelo  las  señales. 


CAP.  XXXIV)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA   FIRME  261 

CAPÍTULO  XXXIV 

Contenido  :  l.<*  Capitula  el  Adelantado  Gonzalo  Jiménez  de  Quesada  con  el  Capitán 
Alonso  de  Olalla  para  que  entre  á  la  conquista  de  Pauto  y  Papamene — 2.*  Trátase 
de  la  vida  y  muerte  del  Adelantado. 

APACIGUADA  la  guerra  de  los  Gualíes  por  industria  del  Adelanta* 
do  D.  Gonzalo  Jiménez  de  Quesada,  como  dejamos  dicho,  y  estan- 
do ya  á  los  últimos  tercios  de  su  vida,  escogió  la  ciudad  de  Mariquita,  por  tem- 
ple más  caliente  y  á  su  propósito,  para  acabar  allí  el  período  que  le  restaba  de 
©Ha;  pero  no  habiéndosele  acabado  los  bríos  que  tuvo  siempre  de  conquistas? 
aunque  experimentó  en  ellas  varias  fortunas,  sucediéndole  en  unas  bien  y  en 
otras  no,  así  como  hemos  visto,  y  aprovechándose  de  una  de  las  capitulaciones 
qne  asentó  para  su  Gobierno,  en  que  pudiese  nombrar  persona  que  prosiguiese 
en  él  las  conquistas,  no  pudiendo  él  por  la  suya  proseguirlas,  el  año  de  setenta 
y  siete  (1577)  nombró  para  el  efecto  á  un  Capitán  llamado  Pedro  Sánchez  Mo- 
yano,  con  quien  tomó  asiento  para  que  entrase  en  su  Lugar  Teniente  á  su  Go- 
bernación de  Pauto  y  Papamene,  y  hiciese  en  las  conquistas  lo  demás  que  él 
hiciera  y  ya  no  estaba  para  hacer  por  su  gran  edad  y  enfermedad,  si  bien  esto 
no  tuvo  efecto  por  algunos  inconvenientes  que  luego  se  atravesaron,  en  especial 
por  ser  poca  la  sustancia  del  Moyano  para  emprender  un  negocio  tan  superior, 
y  que  habían  venido  las  valientes  fuerzas  de  tan  grueso  ejército  y  aparato  como 
dijimos  había  metido  en  él  el  Adelantado,  y  así  dejando  este  camino,  el  año  si- 
guiente de  setenta  y  ocho  (1578),  á  ocho  de  Diciembre,  intentó  otro,  al  parecer 
do  máa  fundamento,  para  salir  con  su  pretensión  de  que  no  quedase  la  vista  y 
conquistas  de  aquellas  provincias  tan  informes  como  él  las  había  dejado.  To- 
mando nuevo  asiento  con  el  Capitán  Alonso  de  Olalla,  uno  de  los  valerosos 
conquistadores  que  poblaron  el  Nuevo  Eeino,  de  quien  dejamos  dicho  en  muchas 
partes  de  ésta  y  de  nuestra  primera,  capituló  lo  primero  con  él,  que  como  su 
Teniente  de  Gobernador  y  Capitán  General  pudiese  hacer  la  gente  que  le  pa- 
reciese convenir  para  que  surtiesen  los  efectos  que  se  deseaban  en  las  conquis- 
tas y  jornadas,  á  la  cual  estuviese  obligado  á  salir  con  todos  los  pertrechos  de 
guerra  necesarios,  todos  á  su  costa,  dentro  del  año  siguiente  de  setenta  y  nueve 
(1579);  que  si  en  ese  tiempo  no  salía,  la  capitulación  fuese  nula  ;  habían  de 
durar  los  descubrimientos  y  conquistas,  lo  que  de  ello  había  de  gozar,  por  tiem- 
po de  cinco  años,  dentro  de  loh  cuales  aun  para  su  heredero  no  había  de  po- 
derle quitar  esta  jurisdicción  el  Adelantado,  si  no  fuese  que  él  mismo  en  perso- 
na quisiese  entrar  á  las  dichas   conquistas.  Dábale  también   la  mitad   de  las 


262  FRAY   PEDRO    6IM(JN  (?.•  NOTICIA 

veinticinco  leguas  de  término  que  el  Rey  le  concedía  en  sus  capitulaciones  al 
Adelantado,  para  que  las  escogiese  en  la  parte  que  mejor  le  pareciese  de  la 
Gobernación,  por  los  mejores  repartimientos  de  indios  ó  por  otras  comodidades 
que  mejor  le  pareciesen  ;  que  pudiese  repartir  y  apuntar  pueblos  de  indios  en 
los  españoles  que  entrasen  ayudarlo  en  las  conquistas,  y  darles  estancias,  tie- 
rras, aguas  para  molinos  y  ingenios  de  azúcar  ;  que  fuese  Gobernador  y  Justi- 
cia Mayor  durante  el  dicho  tiempo,  de  la  misma  suerte  que  lo  era  el  Adelanta- 
do, y  gobernara  si  entrara  en  persona.  Otras  muchas  capitulaciones  al  modo 
de  éstas  se  asentaron  entre  los  dos,  que  presentadas  en  la  Real  Audiencia,  con 
intentos  de  que  las  confirmara,  el  año  de  setenta  y  nueve  (1579),  á  primero  de 
Marzo,  se  les  respondió  se  le  consultaría  á  Su  Majestad  en  persona  sobre  ellas, 
y  en  la  dilación  que  hubo  en  esto,  no  la  hubo  la  mueite  de  quitar  la  vida  al 
Adelantado  este  mismo  año,  á  la  mitad  de  él  ;  con  que  nada  de  estos  asien- 
tos surtió  efecto,  y  así  tomó  el  Olalla  la  que  luego  diremos  en  el  mismo  año. 
2.®  Y  porque  la  vida  de  un  hombre  de  tanta  importancia  como  fué  el 
Adelantado,  y  á  quien  tanto  debe  este  Reino,  como  á  su  primer  descubridor  y 
poblador,  no  se  quede  sin  saber,  no  podrá  excusar  la  historia  el  decirla  en  este 
lugar,  aunque  en  suma.  Nació  el  Licenciado  Don  Gonzalo  Jiménez  de  Quesada, 
Adelantado  de  este  Nuevo  Reino  de  Granada,  en  los  Reinos  de  España,  en  la 
ciudad  de  Córdoba,  insigne  por  tantos  títulos  ;  llamábase  su  padre  el  Licenciado 
Jiménez,  jurista,  y  su  madre  Isabel  de  Quesada,  ambos  de  sangre  noble  y  na- 
turales de  la  misma  ciudad,  donde  hubieron  durante  su  matrimonio,  entre  otros 
hijos,  e'ste,  y  donde  se  crió  en  su  niñez  en  el  barrio  y  colación  de  Nuestra 
Señora  de  la  Fuen  Santa,  hasta  que  sus  padres,  siendo  él  bien  niño,  se  fueron 
avecindar  á  la  ciudad  insigne  de  Granada,  ya  después  de  diez  ó  doce  años  en 
ella,  donde  su  padre  era  abogado,  el  cual  le  inclinó,  ya  que  era  de  edad,  y  con- 
sumado en  la  gramática,  á  que  estudiase  como  él  leyes,  en  que  se  graduó  el  Li- 
cenciado, y  comenzó  á  abogar  en  la  misma  Cancillería,  en  que  habiéndose  ocu- 
pado algunos  años,  el  de  mil  quinientos  treinta  y  cinco  (1535),  habiéndose  di- 
vulgado aquella  famosa  jornada  que  el  Adelantado  Don  Pedro  Fernández  de 
Lugo  hacía  á  estas  ludias  á  gobernar  y  acrecentar  las  pacificaciones  de  las  pro- 
vincias de  Santa  Marta,  entre  la  demás  gente  noble  que  pasó  con  el  Don  Pedro, 
pasó  también  el  Licenciado  Jiménez,  que  sólo  se  llamaba  así  como  su  padre, 
por  su  Auditor  General.  Habiendo  llegado  todos  á  Santa  Marta,  después  de  al- 
gunos días  y  entradas  que  se  hicieron  la  tierra  dentro  en  aquella  Provincia, 
determinó  el  Don  Pedro  de  Lugo  enviar  al  dicho  Licenciado  Jiménez  á  nue- 
vos descubrimientos  por  caudillo  y  su  Teniente  General  de  más  de  quinientos 
hombres  por  tierra,  sin  otros  más  de  doscientos  cincuenta,  con  más  otros  doa- 
tíieutofi   de  segundo  refuerzo   en  berganljines   de   üío   Grande   arriba   de  1a 


CAP.  XXXIV)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  flERRA  FIRME.  263 

Magdalena, en  prosecución  do  estos  intentos,  donde  padecieron  innumerables  tra- 
bajos (como  queda  dicho  en  la  historia),  que  no  fueron  parte  para  dar  un  paso 
atrás,  aunque  muchos  de  sus  Capitanes  y  soldados  lo  pretendieron,  por  el  vale- 
roso ánimo  del  Licenciado  Jiménez;  fué  el  Señor  servido  que  esta  perseverancia 
fuese  causa  do  hallar  unas  provincias  tan  dilatadas  y  ricas  como  fueron  estas 
de  tierra  fría,  que  prosiguieron  luego  conquistando,  á  quien  les  puso  luego  el 
Nuevo  Reino,  por  haber  salido  de  aquella  tan  insigne  ciudad  á  estas  tierras  de  las 
Indias,  y  por  la  misma  razón  la  llamó  de  Santafé  á  la  primera  ciudad  que  pobló 
en  la  vega  y  tierra  de  Bogotá,  á  imitación  de  la  otra  ciudad  de  Santafé  que  está 
en  la  Vega  de  Granada.  Después  de  esta  población  dio  comisión  para  que  se  hicie- 
ran otras  dos  en  las  tierras  que  había  conquistado,  que  fueron  de  la  ciudad  do 
Tun  ja  y  Vélez,  si  bien  no  quedaron  fundadas  cuando  el  Adelantado,  desde  su  nueva 
ciudad  de  Santafé,  con  los  Tenientes  Generales  Sebastián  de  Belulcázar  y  Nicolás 
de  Fedremán,  que  se  juntaron  con  él  habiendo  entrado  á este  Nuevo  Reino  por  di- 
versas partes,  tomó  la  vuelta  de  España  el  año  de  mil  quinientos  treinta  y  nueve 
(1539),  á  dar  cuenta  al  Rey  de  lo  que  había  descubierto  y  pretender  de  ello  el  Go^ 
bierno,  por  ser  ya  muerto  en  Santa  Marta  el  Adelantado  Don  Pedro  Fernández  de 
Lugo.  Gastó  en  estas  pretensiones  y  otras,  la  gran  suma  de  hacienda  que  llevó  del 
Reino  y  los  años  que  hay  desde  el  dicho  hasta  el  de  mil  quinientos  cincuenta  y 
uno  (1551),  en  que  volvió  á  él  y  á  su  ciudad  de  Santafé,  donde  halló  ya  todas  las 
cosas  trocadas,  pues  la  gobernaba  ya,  y  á  todo  el  Reino,  la  Real  Audiencia,  y 
.  juntándose  á  esto  la  poca  renta  que  él  traía  en  oficios,pnes  sólo  traía  el  de  Ma- 
riscal y  Regidor  de  la  misma  ciudad,  con  muchas  deudas  y  pobroza,  vivió  con 
ella  en  el  Nuevo  Reino  hasta  que  algunos  años  después,  que  fué  el  de  mil  qui- 
nientos sesenta  y  ocho  (1568)^  le  dio  el  Rey  título  de  Adelantado  de  todo  él, 
de  por  vida,  con  dos  mil  ducados  de  renta  cada  año,  situados  en  la  Real  Caja 
de  la  misma  ciudad,  que  hizo  hasta  que  se  conmutaron  en  tres  mil  pesos  de  ren- 
ta cada  año  en  indios  vacos,  con  que  se  le  fueron  encomendando  los  primeros 
que  fueron  sacando,  que  fué  del  pueblo  de  Chita  y  sus  anexos  en  el  distrito  de 
Tunja,  los  de  Tunjuelo  junto  á  Santafé  y  los  de  Herbé  que  dijimos  había  paci- 
ficado, junto  á  la  ciudad  de  Mariquita.  Diéronsele  los  del  pueblo  do  Honda,  y 
no  sé  si  otros,  hasta  cumplimiento  de  los  tres  mil  ducados.  Hízosele  también 
merced  por  Su  Majestad,  los  años  adelante,  que  fué  el  mismo  de  mil  quinien- 
tos sesenta  y  ocho  (1568),  de  las  conquistas  y  Gobernación  de  la  tierra  que  hay 
entre  los  dos  ríos  de  Pauto  y  Papamene  en  la  Provincia  de  los  Llanos  que  lla- 
man d^  Venezuela  ó  Dorado,  á  donde  entró  con  la  gente  que  ya  dejamos  dicho, 
y  le  sucedió  la  suerte  tan  desgraciada  que  vimos.  Hízole  Su  Majestad  merced 
de  esto  para  él  y  sus  herederos  por  dos  vidas,  como  lo  gozó,  por  haberlos  deja- 
do por  sus  herederos,  Antonio  de  Berrío,  su  cuñado,  casado  con  una  su   sobrina 


264  FRAT  PEDRO   SIMÓN  (7.*  NOTICIA 

suya,  Doña  María  de  Gruño,  y  después  por  nuevo  asiento  ccn  el  Rey,  Don  Fer- 
nando de  BeiTÍo,  hijo  del  Antonio  de  Berrío,  que  pocos  há  murió  captivo  en 
Argel,  de  quien  tan  largo  dejamos  tratado  en  lo  último  de  nuestra  primera  par- 
te. Era  hombre  que  sabía  bien  su  facultad  de  Derecho,  y  aunque  pudo  escribir 
en  ellos,  no  lo  hizo  por  sus  ocupaciones,  si.  bien  éstas  do  fueron  bastantes  á  es- 
torbarle el  componer  tres  libros  de  las  conquistas  de  este  Reino,  que  les  intitu- 
ló los  Ratos  de  Suesca,  aunque  no  llegaron  á  ver  la  imprenta,  y  así  han  sido 
hasta  ahora  de  ningún  provecho.  Escribió  también,  y  quedaron  de  su  mano,  unos 
sermones  de  las  festividades  de  Nuestra  Señora,  para  que  se  predicaran  los  sá- 
bados de  Cuaresma  á  la  misa  que  se  ordenó  so  dijera  en  todos  elles  de  la  capella- 
nía de  los  conquistadores,  como  dejamos  dicho.  Era  hombre  de  buena  estatura, 
buen  rostro,  grave,  cortesano  con  todos  y  bien  acomplexionado,  pues  llegó  á 
vivir  más  de  ochenta  años,  hasta  que  el  de  rail  quinientos  setenta  y  nueve  pasó 
de  esta  vida  en  la  ciudad  de  IMariquita,  donde  estuvo  depositado  su  cuerpo 
hasta  el  año  de  mil  quinientos  noventa  y  nueve,  que  se  trasladaron  sus  huesos 
por  el  Dean  Don  Lope  de  Clavijo,  su  albacea,  á  esta  ciudad  de  Santafé,  en 
cuya  Iglesia  Catedral  so  enterraron  junto  al  Altar  Mayor,  sobre  las  últimas 
gradas.  No  dejó  hijos  legítimos,  pues  nunca  fué  casado;  dejó  toda  su  librería  al 
convento  de  Santo  Domingo  de  la  misma  ciudad  de  Santafé. 


CAP.  XXXV)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA    FIRME  265 

CAPÍTULO  XXXV 

• 

Contenido  -.  !.•  Capitula  y  toma  asiento  el  Gobernador  Alonso  de  Olalla  con  el  Presi- 
dente álmendaris  para  el  Gobierno  y  conquistas  del  Valle  de  La  Plata— S.*'  Entra  á 
su  conquista  y  muere,  y  deja  por  sucesor  á  su  bijo  el  Capitán  Juan  López  de  Herre- 
ra, que  también  murió— 3.°  Asiento  que  tomó  Alonso  Eetevan  Rangel  para  pacificar 
los  indios  Motilones  de  la  Boca  del  Zulia  y  puebla  la  ciudad  de  Salazar  de  las 
Palmas. 

"XTlÉNDOSE  el  Capitán  Alonso  de  Olalla  defraudado  de  sus  intentos, 
Y  y  que  la  muerte  del  Adelantado  Qnesada  había  cortado  los  pasos  á 
la  entrada  que  pretendía  hacer  á  su  Gobernación,  según  el  concierto  de  ambos, 
trató  luego  de  tomar  asiento  con  el  Doctor  Don  Lope  de  Almendaris,  Guberna- 
dor  Capitán  General  del  'Nuevo  Reino  de  Granada  y  Presidente,  de  su  Real  Au- 
diencia, para  hacer  otra  entrada  en  otras  provincias  más  al  Sur  de  las  del  Go- 
bierno del  Adelantado,  en  que  se  comprendían  las  provincias  de  los  Moquiguas, 
Ajes  y  Valle  de  La  Plata,  nombre  éste  con  que  se  llamaban,  aunque  se  com- 
prendían otras  muchas,  obligándose  á  pacificar  estas  tierras,  que  tienen  aguas 
vertientes  sobro  el  Río  Grande  de  la  Magdalena  por  la  parte  de  la  cordillera 
que  mira  al  Poniente,  y  aguas  vertientes  al  Este  por  toda  la  cordille- 
ra qno  comienza  desde  el  pueblo  de  Pasca  y  corre  al  Sur  hacia  la  Villa  de  La 
Plata  y  Timaná,  cien  leguas  de  longitud  y  otras  tantas  de  latitud  ;  obligándose 
á  laa  comunes  condiciones  que  se  le  suelen  capitular  en  tales  asientos,  como 
son :  llevar  gente  y  sacerdotes  la  que  fuere  bastante,  armas,  caballos,  ganados 
y  instrumentos  de  labranza  y  crianzas,  todo  á  su  costa,  y  que  descubriría,  apa- 
ciguaría y  poblaría  la  tierra  dentro  de  seis  años,  con  que  Su  Majestad  le  diese 
estas  tierras  en  gobernación  por  su  vida  y  la  de  un  sucesor  suyo,  y  que  le  po- 
blase tres  ciudades  de  españoles,  le  diese  título  de  Adelantado  perpetuo  para  él 
y  sus  herederos,  y  que  le  concediese  todas  las  exenciones,  mercedes,  franquezas 
y  libertades  que  se  suelen  conceder  á  los  demás  conquistadores  y  pobladores,  eu 
especial  como  se  le  concedieron  al  Gobernador  Gaspar  de  Rodas  con  el  Gobier- 
no que  le  dieron  de  Autioquia. 

2.°  Tomado  este  asiento,  que  fué  á  veintisiete  días  del  mes  de  Noviembre 
del  mismo  año  de  mil  quinientos  setenta  y  nueve  (1579),  hizo  leva  do  gente, 
y  con  la  más  que  pudo  dio  principio  á  su  jornada  pasando  por  los  indios, 
desde  cuyos  fines  al  Sur  tiene  sus  principios  esta  Gobernación  del  valle  de  la 
Plata,  y  habiendo  comenzado  la  conquista  y  pacificación  atrepellando  por 
algunas  dificultades  que  se  le  iban  ofreciendo  á  cada  paso,  le  cortó  los  suyos  la 
muertCj  dando  fin  á  sus  días  antes  que  acabase  los  suyos  el  mismo  año,  estando 


266  FRAY   PEDRO   SIMÓN  (7 .•  NOTICIA 

en  la  conquista  de  los  Moquiguas,  á  donde  un  hijo  suyo,  que  le  acompañó  desda 
el  principio,  llamado  el  Capitán  Juan  López  de  Herrera,  desecó  el  cuerpo 
muerto  al  oreo  del  fuego  para  poderle  traer  desde  tan  lejos  á  enterrar  á  la 
ciudad  de  Santafé,  como  de  hecho  lo  hizo  y  lo  enterró  en  este  nuestro  convento 
de  San  Francisco,  con  que  le  pareció  le  había  pagado  algo  de  lo  que  le  quedaba 
debiendo,  de  más  de  ser  su  hijo,  por  haberle  dejado  su  sucesor  en  el  Gobierno,  y 
obligaciones  de  las  capitulaciones  hechas  por  su  padre,  que  comenzó  luego  á 
cumplirlas  metiendo  soldados  de  nuevo  para  el  efecto,  á  su  costa,  que  aunque 
fué  más  despacio  que  él  quisiera  el  allanar  la  tierra,  al  fin  la  llegó  á  estado  que 
pudo  poblar  en  ella  y  en  la  provincia  de  los  indios  Ajes,  en  el  valle  que  llaman 
del  Caguán,  una  ciudad  que  le  nombró  del  Espíritu  Santo  del  Caguán,  en 
veinticuatro  de  Marzo  del  año  rail  quinientos  noventa  (1590),  que  hoy  perma- 
nece, aunque  ya  de  tan  poca  gente,  por  la  pobreza,  aspereza  y  enfermedades  de 
la  tierra,  que  está  dando  las  últimas  boqueadas  para  acabarse  de  despoblar.  Y  el 
año  de  noventa  y  dos,  á  los  nueve  de  Marzo,  pobló  otra  en  la  provincia  da 
Yeima,  que  hoy  están  reducidos  sus  moradores  por  no  haberse  podido  conser- 
var (en  una  loma  alta,  rasa  y  limpia  que  le  llamaban  Muyandé,  y  á  la  ciudad 
puso  por  nombre  San  Juan  de  Yeima)  en  aquel  sitio  á  la  ciudad  de  San  Juan 
de  los  Llanos  por  el  Gobernador  Antonio  de  Olalla,  su  hermano,  que  le  sucedió 
en  el  Gobierno  por  haber  muerto  el  año  de  mil  seiscientos  y  diez  (1610), 
porque  aunque  no  le  pudo  suceder  por  el  primer  asiento  que  su  padre  Alonso 
de  Olalla  había  tomado,  por  haber  sido  sólo  por  su  vida  y  la  de  un  hijo  suyo, 
sucedióle  por  haberle  dado  la  misma  Gobernación  del  valle  de  la  Plata,  con 
agregación  de  la  ciudad  de  San  Juan  de  los  Llanos,  su  convecina,  que  antes  no 
caía  dentro  de  la  demarcación  de  la  dicha  Gobernación,  Don  Juan  de  Borja, 
Presidente  y  Capitán  General  que  al  presente  lo  es  de  la  Real  Audiencia  de 
Santafé,  la  cual  merced  le  hizo  á  doce  de  Diciembre  del  mismo  año  de  mil 
seiscientos  y  seis,  con  que  dentro  de  tres  años  trajese  el  Antonio  de  Olalla  con- 
firmación de  ella  del  Real  Consejo,  como  la  trajo  despachada  en  Madrid,  á  vein- 
tinueve de  Marzo  de  mil  seiscientos  y  veinte  (1620).  Es  la  tierra  de  esta  Gober- 
nación de  temples  diferentes,  si  bien  los  más  ordinarios  son  calientes  y  malsanos, 
por  allegarse  al  calor  mucha  humedad;  tierra  fragosa  por  la  mayor  parte  y  da 
los  mismos  animales,  culebras  valentísimas  de  las  que  llaman  bobas;  árboles  j 
plantas  de  las  que  hemos  dicho  de  las  provincias  de  los  Llanos  y  tierras  calien- 
tes; hállase  mucho  eacao  silvestre,  que  aunque  menudj^  y  morado,  es  bien  graso 
y  de  buen  gusto;  mucho  aceite  de  canime^  anime,  copal^  caraña  y  otras  drogas 
saludables;  no  es  falta  de  oro  de  seguir,  sino  que  la  tierra  es  tan  malsana,  como 
6e  echó  de  ver  en  los  sucesos  que '  en  ella  tuvo  el  Adelantado  Don  Gonzalo 
Jiménez  do  Quesada;  casi  ella  sola  fué  la  que  pisó  cuando  le  sucedió  la  ruinft 


CAP.  XXXV)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA   FIRME  267 

que  hemos  visto,  y  hoy  es  peor,  por  estar  casi  acabados  del  todo  los  naturales 
de  ellas,  y  sólo  permanecen  con  las  mismas  enfermedades  y  incomodidadesj  que 
antes. 

3.°  Aunque  dejamos  tratado  largo  en  muchas  partes  de  nuestra  primera 
de  la  laguna  de  Maraca  i  bo,  y  cómo  se  navegó  algún  tiempo  hasta  la  boca  del 
río  Zulia,  mientras  los  indios  Quiriquíes  no  la  infestaron  y  estorbaron  la  boga 
y  otras  cosas  que  dejamos  dichas  de  estas  conquistas,  con  todo  eso  falta  por 
decir  (que  pertenece  á  este  lugar)  cómo  se  pretendió  por  el  de  Pamplona,  que 
no  era  á  quien  le  cabía  la  menor  parte  de  estos  daños,  se  atajaran  pretendiendo 
allanar  ios  Quiriquíes  y  Motilones  que  de  la  parte  del  Poniente  no  eran  de 
menor  inconveniente;  y  así,  entre  los  demás  vecinos  de  aquella  ciudad  á  quien 
le  solicitaban  éstos,  el  que  mejor  diligencia  se  dio  para  ponerlos  en  ejecución} 
fué  el  Capitán  Alonso  Este  van  R  ángel,  que  era  Maese  de  Campo  del  Goberna- 
dor  de  la  .Grita,  Francisco  do  Cazares,  y  así  el  año  de  mil  quinientos  ochenta  y 
dos  (1582)  se  ofreció  á  conquistar  y  pacificar  las  bocas  de  esta  laguna,  prin- 
cipalmente contra  los  indios  Motilones,  y  allanar  el  paso  para  las  minas  de  oro 
de  las  bocas  de  Güira,  de  quien  en  tantas  partes  se  ha  hecho  mención.  Pro- 
puso sus  intentos  en  la  Real  Audiencia  de  Santafé,  que  habiendo  admitido  y 
tomado  asiento  y  condiciones  con  que  se  había  de  hacer  la  conquista,  que  casi 
fueron  las  que  de  ordinario  se  tomaron  en  tales  descubrimientos,  con  que  no 
nos  detendremos  ú  declararlos  en  particular,  se  le  despacharon  recados  en  veinti- 
siete de  Febrero  del  año  siguiente  de  mil  quinientos  ochenta  y  tres,  con  los  cuales 
y  buena  copia  de  soldados  y  otra  gente  de  servicio,  caballos  y  pertrecTios  de  gue- 
rra, todo  á  su  costa,  que  fué  una  de  las  capitulaciones,  entró  ese  mismo  año  á  la 
jornada  y  habiendo  hecho  algunos  buenos  efectos,  pobló  una  ciudad  (que  fué 
también  una  de  las  capitulaciones)  en  el  mejor  sitio  y  paraje  que  le  pareció,  para 
frenar  desde  ella  los  indios  que  hacían  el  daño  dicho,  y  había  comenzado  á  con- 
quistar á  la  banda  del  Norte  de  la  de  Pamplona,  á  quien  llamó  Salazar  de  las 
Palmas  por  las  muchas  que  había  en  el  sitio  donde  se  pobló.  Fué  de  ella  Alcal- 
de Mayor  todo  el  resto  de  su  vida,  á  quien  le  sucedió  un  hijo  suyo  del  mismo 
nombre,  que  hoy  goza  de  lo  mismo  por  haberse  hecho  la  merced  por  dos  vidas. 
Has©  mudado  la  ciudad,  con  deseo  de  mejorarse  en  sitio,  en  otras  dos  ó  más  par- 
tes. Los  frutos  de  su  país  son  crías  de  ganados  mayores,  pero  el  mayor  es  de 
tabaco,  por  ser  tierras  calientes,  caña  dulce,  algodón,  maíz.  Está  á  diez  ó  doce 
leguas  de  la  ciudad  de  Pamplona  al  Noroeste. 


26 


268  FRAY   PEDRO  SIMÓN  (7.*  NOTICIA 

Cx\PÍTüLO  XXXYI 

Contenido  :  1."  Antonio  de  Berrío  viene  de  España  al  Nuevo  Reino  á  heredar  al  Ade- 
lantado Qiiesada,  intenta  proseguir  las  conquistas  de  Pautó,  Papamene  y  la  Guaya- 
na— 2/  Casos  que  suceden  á  los  primeros  pasos  de  la  conquista,,  pasado  el  río  Barra- 
guán — 3.*  Sale  el  Gobernador  Berrío  de  la  conquista  y  se  vuelve  después  sobre  ella, 
y  puebla  la  ciudad  de  Santo  Thome  en  Guayana. 


L" 


LEGANDO  la  nueva  del  Adelantado  Don  Gonzalo  Jiménez  de  Que- 
sada  á  la  cindad  de  Granada  en  Es|)aña,  donde  residía  Antonio  de 
Berrío,  y  cómo  le  dejaba  el  Adelantado  por  su  heredero  y  sucesor  en  su  Gobier- 
no de  Pauto  y  Paj^amene,  haciendas,  encomiendas,  por  estar  casado  con  Doña 
María  de  Oruña,  su  sobrina,  hija  de  su  hermana  Doña  Andrea,  dispúsose  lue- 
go el  Antonio  de  Berrío  el  pasar"  á  las  Indias  con  toda  su  casa,  mujer  é  hijos» 
y  habiendo  llegado  al  Nuevo  Reino  el  año  de  ochenta  y  tres  (1583),  y  toman- 
do posesión  en  encomiendas  y  haciendas,  trató  luego  de  proseguir  las  conquistas 
y  pacificación  de  la  Gobernación  de  Pauto  y  Papamene  con  algunos  asientos 
que  tomó  con  la  Real  Audiencia  para  poder  inclinar  sus  conquistas  y  descubri- 
mientos á  la  parte  del  Norte  que  Uamaban  Guayana  y  la  gran  Manoa,  supuesto 
que  ya  no  había  impedimentos  por  aquella  parte  hasta  el  mar  del  Norte  y  bocas 
del  río  de  Orinoco,  por  haberse  deshecho  la  Gobernación  que  el  Rey  le  había 
dado  á  Diego  de  Hernández  deCerpa,  por  haberle  sucedid.;lo  que  dejamos  dicho 
en  nuestra  primera  parte,  que  en  la  tierra  de  los  Ciimanagotos  lo  mataron  á  él 
y  casi  toda  su  gente,  con  que  se  desbarató  la  jornada  y  ciudad  de  Santiago  de 
los  caballeros  que  pobló  en  esta    provincia. 

2.*  Habiendo  hecho  y  conducido  en  esta  del  Reino  el  Antonio  de  Berrío 
la  más  gente  de  soldados  y  servicio  que  pudo,  tomó  el  año  de  mil  quinientos 
ochenta  y  cuatro  (1584)  la  vuelta  del  pueblo  de  Chita,  una  desús  encomiendas 
cercana  yá  á  las  entradas  do  las  provincias  de  su  conquista;  y  habiendo  refor- 
mado allí  de  vituallas,  pasó  los  grandes  ríos  de  Pauto  y  Oasanare  y  el  valiente 
del  Meta,  que  le  puso  de  la  Candelaria,  el  de  Dudabo,  Daume  y  Babiare;  se 
encontró  con  el  valiente  río  llamado  Barraguán  por  aquella  parte,  que  de  allí 
para  adelante  se  llama  del  Orinoco,  como  dejamos  dicho  en  la  primera  parte, 
cuando  ha  bebido  todas  sus  aguas  de  las  referidas  y  otras  muchas.  Este  pasó 
el  Gobernador  en  barcos  y  canoas  que  para  ello  se  kicieron,  y  estando  toda  su 
gente  á  la  otra  banda,  la  mayor  parte  de  ella  enferma  por  los  malos  países  quo 
habían  hallado  entre  los  ríos  de  hasta  allí,  sentaron  Real  en  las  márgenes  de. 
aquéUy  descubriéndose  enfrente  al  Este,  donde  llevaron  siempre  la  proa  á  unas 
altas   y  encrespadas  serranías,  distantes  al  parecer  seis  ó  siete  leguas,  determi- 


CAP.    XXXYl)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA   TIRME  269 

nó  el  Berrío  salir  a  darles  vista  con  hasta  veinticuatro  soldados  de  los  menos 
enfermos,  habiendo  llegado  á  pisar  y  hallado  caminos  anchos  y  muchas 
poblaciones  de  naturales,  prolongadas  de  á  media  legua,  y  algunas  mucho  más, 
en  cuyas  vistas  y  caminos  de  más  de  treinta  leguas  gastaron  hasta  veinte  días. 
Las  muchas  enfermedades  que  iban  recargando  aprisa  sobre  los  soldados,  les 
obligaron  otra  vez  á  tomar  la  vuelta  del  río,  sin  otro  provecho  que  haber  dádoles 
vista  y  habido  á  las  manos  algunos  naturales,  hombres  y  mujeres,  en  algunos  en- 
cuentros que  tuvieron  con  ellos,  donde  se  habían  los  naturales  con  tanto  valor 
como  se  ochará  de  ver  en  lo  que  sucedió  á  un  soldado,  que  por  su  honra  no 
lo  nombramos,  con  uno  de  estos  bárbaros,  que  apretando  las  piernas  al  caballo 
para  alcanzarlo,  porque  so  iba  alargando  por  pies,  cuando  le  hubo  dado  alcan- 
ce, se  abrazó  el  indio  tan  fuertemente  con  el  caballo  por  el  pescuezo,  que  lo  hizo 
detener  y  dio  con  el  caballero  en  tierra,  y  aun  lo  sacara  de  esta  vida  si  no 
llegan  otros  peones  de  socorro,  á  quien  les  hacía  rostro  con  tan  gallardo  brío, 
que  habiéndole  uno  de  ellos  dado  al  indio  una  tan  fuerta  estocada  por  la  barri- 
ga que  se  le  salían  las  tripas,  con  la  una  mano  se  las  metía,  y  con  la  otra  jugaba 
déla  macana  con  tanta  destreza,  que  se  defendía  de  tres,  y  aun  los  ofendía,  con 
que  estaban  bien  embebidos  todos  cuatro,  cuando  llegó  un  Capitán  portugués 
llamado  Alvaro  Jorge,  en  su  caballo,  que  viendo  cuan  bien  vendía  su  vida  el 
gandul,  se  pegó  á  él  y  defendió  quo  no  le  matasen  los  españoles,  y  llevándolo 
consigo,  le  dio,  con  la  diligencia  que  puso  en  ello,  sano  dentro  de  ocho  días, 
y  el  indio  en  pago  de  este  buen  servicio  al  Capitán,  grandes  noticias  á  todos, 
como  también  otros  do  los  que  presidieron  las  daban  de  grandes  y  ricas  tierras 
de  las  de  la  gran  laguna  Manoa,  que  demoraban  pasada  otra  gran  cordillera  de 
serranía  que  se  veía  á  una  vista  más  adelante. 

3.°  Con  estas  noticias,  que  cada  día  iban  refrescando  y  encendiendo  el 
ánimo  y  bríos  de  los  soldados,  si  bien  so  los  quitaban  las  enfermedades  y  innu- 
merables trabajos  que  padecían,  gastó  algunos  dos  ó  tres  años  él  Gobernador 
Berrío  perseverando  en  el  descubrimiento  y  pacificación  do  eistas  tierras;  en- 
trándole á  tiempo  algunos  socorros  de  gente  y  comidas,  determinó,  para  mejor 
conseguir  sus  intentos  el  Gobernador,  pasar  su  campo  de  las  márgenes  del  río 
á  otro  sitio,  limpio  de  arcabuco,  á  la  parte  de  la  sierra  más  acomodada  para  los 
caballos,  vacas  y  otros  ganados  que  estaban,  donde  se  hicieron  treinta  buhíos 
bien  capaces  para  toda  la  gente.  Un  día,  dado  fin  á  "  la  ranchería,  forzándoles 
la  hambre  á  cuatro  soldados,  se  atrevieron  apartarse  del  Keal  hasta  media  legua 
á  coger  algún  maíz  á  una  labranza,  y  viendo  que  no  venían  aquel  día,  pues  podían 
por  estar  tan  cerca,  sospechando  lo  que  sucedía,  despachó  otro  día  el  Gobernador 
otros  siete  soldadc-s  á  buscarlos,  que  buscaron  también  su  muerte  algunos  de  ellos, 
porque  los  indios  que  mataron  á  los  cuatro  primeros,  salieron  de   emboscada  á 


270  FRAY  PEDRO  SIM(5n  .    (7.*  NOTICU 

los  segundos,  que  estaban  á  la  margen  de  un  río,  y  matando  algunos,  flecharon 
de  muerte  á  los  que  pudieron  con  dificultad  volver  á  dar  noticia  de  lo  que  pa- 
saba al  Gobernador,  que  determinando  salir  al  castigo  de  esto,  le  retardó  la  eje- 
cución una  india  de  las  que  escaparon  con  los  heridos,  diciéndole  que  había  visto 
en  cierta  parte  de  un  arcabuco  espeso  á  todos  los  indios  de  la  tierra  embijados, 
y  con  sus  penachos  y  otros  instrumentos  de  guerra,  señales  ciertas  que  venían  á 
dar  sobre  ellos,  con  que  le  pareció  al  Gobernador  y  á  los  soldados  de  más  cuen- 
ta^  ser  mayor  acierto  el  retirarse  todos  á  las  márgenes  del  río,  como  se  hizo. 
Estando  ya  en  este  tiempo  tan  minorado  el  número  de  soldados  por  muertes  y 
otros  innumerables  trabajos  que  habían  pasado,  que  no  sólo  no  se  atrevían  á 
pasar  adelante  con  la  conquista,  pero  ni  aun  hacerles  rostro  en  aquel  sitio,  ya 
en  este  tiempo,  que  era  entrado  el  año  de  mil  quinientos  ochenta  y  ocho,  por 
haber  enviado  el  Gobernador  Berrío  á  pedir  socorro  á  la  Eeal  Audiencia  al  Ca- 
pitán Hernando  de  la  Parra,  vecino  de  Pamplona,  con  ocho  soldados,  le  des- 
pachó la  misma  Audiencia  á  Don  Fulgencio  de  Meneses,  haciéndole  Maese  de 
Campo  de  la  jornada  con  cuarenta  soldados  á  su  costa,  con  los  cuales  y  buenos 
pertrechos  de  guerra,  tomó  la  vuelta  del  pueblo  de  Chita,  donde  se  le  juntaron 
algunos  soldados  que  había  allí  y  de  otros  que  hubo  á  las  manos,  de  los  que  sa- 
lían huyendo  del  Real  del  Gobernador  Berrío,  otros  cuarenta,  y  así  con  ochenta 
fué  atravesando  aquellos  raudalosos  crecidos  ríos  que  hemos  dicho,  y  atrepellando 
muchas  dificultades  y  trabajos,  por  caminos  desiertos  y  inaccesibles  de  monta- 
ñas, breñas  y  pantanos,  en  demanda  del  Gobernador  Antonio  de  Berrío,  que  lo 
hallaron  sobre  el  Río  Casanare  ya  con  tan  poca  gente  y  enferma,  y  tan  deter- 
minado á  salirse  á  Chita  y  tomar  la  vuelta  del  Reino,  que  no  fué  bastante  á 
persuadirle  otra  cosa  el  Don  Fulgencio  con  el  socorro  que  llevó,  y  así  lo  puso 
en  efecto,  y  se  salieron  por  entonces  todos,  dejando  la  jornada,  de  que  daba 
por  causa  principal  el  Gobernador  Berrío  el  haberla  alterado  los  soldados,  y 
irritado  á  que  se  huyera  el  Capitán  Gonzalo  de  Pino  Ludeña,  do  que  luego  le 
puso  demanda  criminal  en  la  Real  Audiencia,  que  no  sé  qué  fin  tuvo.  Pasados 
algunos  años,  resolvió  sobre  la  conquista  y  descubrimiento  el  mismo  Goberna- 
dor Berrío,  y  bajando  el  gran  Río  de  Orinoco,  en  sus  márgenes,  treinta  leguas 
de  sus  bocas,  pobló  la  ciudad  de  Santo  Thome  de  Guayana  y  la  de  San  José  de 
Oruño  en  la  Isla  de  la  Trinidad,  de  quien  tan  largamente  dejamos  tratado  en  lo 
último  de  nuestra  primera  parte  ;  á  las  conquistas  do  estas  de  Guayana  movió 
los  ánimos  dichos  las  valientes  noticias  de  la  gran  U^una  Manoa,  en  la  cual,  se- 
gún algunos  dicen,  entraba  á  sacrificar  aquel  gran  Cacique,  todo  planchado  de 
oro,  por  donde  vino  á  nombrarse  la  Provincia  del  Dorado,  aunque  yo  por  más 
cierto  tengo,  si  es  que  le  hubo,  que  fué  en  la  laguna  de  Guatavita,  como  deja- 
mos dicho. 


CAP.  XXXVIl)  NOTICIAS  DE  LAS  CONOUISTAS  DE  TIERRA  FIRME  271 

CAPÍTULO   XXXVIl 


Contenido:  1.*  Enfermedad  de  viruelas  que  da  en  estas  tierras  del  Nuevo  Reino  y  el 
estrag-o  que  hizo— 2."  Llevan  á  Nuestra  Señora  de  Chiquinquirá  á  la  ciudad  de 
Tunja,  por  devoción,  con  que  cesaron  las  viruelas— 3.°  Puebla  el  Capitán  Pedro 
Daza  la  ciudad  de  Santiag-o  de  Atalaya  y  mátanlo  en  ella  los  indios  Cusianas. 


F 


lüÉ  este  año  de  ochenta  y  ocho  (1588)  uno  de  los  más  desgraciados 
de  qne  tienen  noticia  los  naturales  habido  en  estas  tierras  y  el  más 
que  han  conocido  ni  experimentado  los  españoles  después  que  entraron  en  ellas, 
por  una  enfermedad  qne  dio  de  viruelas,  tan  universal  para  toda  suerte  de  gen- 
tes, naturales  y  españoles,  que  habiendo  comenzado  en  la  ciudad  de  Mariquita, 
en  este  Nuevo  Keino,  en  solo  una  negra  que  entro  infestada  de  esta  enfermedad 
en  la  ciudad,  trayéndola  de  Guinea,  sin  haber  advertido  en  ella  las  Justicias 
para  no  dejarla  entrar,  se  infestó  todo  el  Nuevo  Reino  y  corrió  por  la  posta  á 
la  banda  del  Pirú  hasta  Chile  y  á  la  parte  del  Norte  hasta  Caracas,  que  des- 
truyó, así  naturales  como  españoles,  más  de  la  tercera  parte  de  la  gente;  sólo  se 
libró  en  este  Nuevo  Reino  la  ciudad  de  Pamplona,  por  el  vigilante  cuidado  que 
tuvo  el  Corregidor  de  Tunja  y  su  partido,  Antonio  José,  que  á  la  sazón  se  halló 
en  aquella  ciudad  guardando  con  rigor  no  entrasen  en  ella  los  de  fuera.  Fué 
tan  grande  la  mortandad  de  este  contagio  pestilente,  que  no  se  daban  manos  los 
sacerdotes,  clérigos  y  de  todas  Ordenes,  en  especial  entonces,  que  eran  pocos  á 
entrar,  pues  solían  en  una  fosa  meter  ciento  y  aun  doscientos  cuerpos,  y  era 
cosa  maravillosa' los  que  de  los  infieles  pedían  el  santo  Bautismo,  buscando  la 
vida  eterna,  incitados  de  los  temores  de  la  muerte.  Estas  presas  fueron  causa, 
como  lo  cuenta  el  Padre  Fray  Luis  López,  de  la  Orden  de  Nuestro  Padre  Santo 
Domingo  en  su  Suma,  que  un  labrador  ignorante  que  se  hallaba  en  una  esta- 
ción cerca  de  algunos  pueblos  de  indios  en  este  Nuevo  Reino,  viendo  la  falta 
que  había  de  ministros,  se  dispusiese  á  baptizar  por  su  mano  á  los  que  de  los 
infieles  le  pedían  el  santo  Sacramento  del  Baptismo;  pero  su  ignorancia  tanta, 
que  decía,  echándoles  agua  :  '<  Yo  te  baptizo  en  el  nombre  del  Padre  y  del 
Hijo  y  del  Espíritu  Santo."  Hízose  después  escrúpulo,  si  por  haber  dicho 
yo  te  baptizo,  era  válido  aquel  sacramento,  y  trayendo  el  caso  el  mismo  Padre 
Fray  Luis  López,  como  él  lo  dice,  que  estaba  cu  este  Nuevo  Reino,  tuvo  por  no 
válidos  aquellos  sacramentos,  por  parecerle  era  mutación  substancial  aquel  de- 
cir :  "  Yo  te  baptizo",  si  bien  otros  han  sentido  bien  al  contrario. 

2. o  No  bastaban,  tanta  era  la   fuerza  de  la  enfermedad,  las  diligencias  de 
médicos  y  medicinas  humanas,  y  así  se  acudió  á  las  diligencias  en  todas  partes 


272  FRAY    PEDRO    6IMÓN  (7.*  NOTICIA 

de  este  Nuevo  Reino,  en  especial  la  ciudad  do  Tunja,  que  determinó  llevar  á 
811  iglesia  aquella  Santísima  imagen  de  Nu'estra  Señora  de  Chiqninquirá  que, 
como  dejamos  dicho,  es  famosísima  en  milagros  para  toda  esta  tierra  firme, 
á  cuya  causa  han  acudido  á  ella  tantas  limosnas  de  todas  partes,  que  so  ha 
podido  acabar  un  famoso  templo,  en  que  está  con  grande  frecuencia  el  devoto 
haciéndolo,  pues  la  ciudad  tuvo  á  dicha  de  llevar  esta  divina  imagen,  que  estará  á 
distancia  hasta  siete  ú  ocho  leguas.  Se  puso  en  efecto  con  tanta  devoción  do 
los  pueblos  de  los  naturales  por  donde  iban  pasando  con  ella^  que  salían  á  reci- 
birla dos  ó  tres  leguas  con  mucha  cantidad  de  cera,  y  tanta  piedad,  que  las  gotas 
de  la  que  ardía,  que  caían  en  el  suelo  por  haber  hervido  delante  de  esta  divina 
imagen,  cogían  y  guardaban  por  reliquias,  liecibióla  la  ciudad  con  gran  aplauso, 
y  colocándola  en  una  capilla  buena  do  la  Iglesia  Mayor,  concurría  toda  la  tierra 
á  olla,  así  españoles  como  naturales,  pidiéndole  socorro  en  angustias  tan  do 
muerte,  que  como  Princesa  de  la  vida  se  sirvió  darlo,  y  fin  á  la  enfermedad, 
que  no  duró  más  que  seis  meses  en  toda  suerte  de  gente,  y  advierto  esto,  porque 
suelen  dar  algunas  en  estas  tierras,  que  sólo  las  padecen  los  indios;  otras  que 
sólo  los  negros  ;  otras  dan  á  sólo  los  españoles  criollos,  que  es  los  nacidos  de 
españoles  acá  en  las  Indias,  como  sucedió  el  año  de  seiscientos  y  diez  y  siete 
en  unn  enfermedad  que  vino  de  sarampión,  de  que  murieron  más  de  la  quinta 
parte  de  los  naturales  en  todo  este  Nuevo  Eeino,  y  de  los  españoles  criollos  algu- 
nos, pero  ninguno  de  los  nacidos  de  España,  y  era  esto  do  tal  suerte,  que  siendo, 
yo  Guardián  en  este  convento  de  Santafé  aquel  año,  á  los  primeros  de  Noviem- 
bre, seis  días  antes  que  se  apareciesen  en  este  hemisferio  del  Reino  aquellos 
dos  tan  famosos  cometas  de  figuras  de  palmas  que  se  vieron,  presagios  de  la 
muerte  de  nuestro  Felipe  tercero,  cayeron  enfermos  en  el  convento,  de  esta 
enfermedad,  en  dos  días,  veintidós  religiosos,  mancebos  todos  criollos,  y  aunque 
andaban  sirviéndoles  otros  nacidos  en  España,  á  ninguno  se  le  pegó  ;  otras 
enfermedades  ha  habido  ordinarias  de  viruelas  en  estas  tierras,  porque  es  en- 
fermedad propia  de  ellas,  como  la  sarna,  sarampión  y  otras,  demás  de  las  que 
han  metido  de  nuevo  los  españoles;  pero  ninguna  ha  sido  de  tanto  estrago  como 
las  dichas. 

Este  mismo  año  de  mil  quinientos  ochenta  y  ocho  (1588),  á  los  veinti- 
nueve de  Septiembre,  habiendo  tomado  el  Capitán  Pedro  Daza,  natural  de 
Tunja,  no  sé  qué  asiento  con  el  Gobernador  de  la  Grita,  Cazares,  para  pacificar 
ciertas  provincias  de  indios  llamados  los  Cnsianas  y  ^taguas,  pobló  entre  ellos 
una  ciudad  que  llamó  Santiago  de  Atalaya,  pocas  leguas  de  la  de  Tunja  al 
Sur,  y  estando  en  ella  gobernándola,  por  haber  sido  así  el  asiento,  á  los  |  ri- 
meros de  Febrero  del  año  de  mil  quinientos  noventa  y  uno  (1591)  le  mataroi> 
los  mismos  indios   Ousianas,  por  ocasión,  según  se  dijo,  de  un  bofetón  que  dio 


CAP.X  XXVIl)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA   FIRME  273 

á  un  indio  principal,  porque  defendía  una  muchachuela,  hija  suya,  que  el  Daza 
le  quería  sacar  de  su  casa  y  llevarla  á  su  mujer  para  lavandera,  de  que  quedó 
tan  afrentado  el  indio,  que  alteró  toda  aquella  Provincia  para  un  general 
alzamiento  contra  los  españoles,  habiendo  propuesto  de  matar  primero  al  que 
le  había  agraviado,  para  lo  cual,  juntando  consigo  otros  cuatro  de  sus  parientes, 
y  acercándose  de  secreto  á  la  ciudad,  se  emboscaron  entre  los  árboles  de  una 
quebradilla  y  estuvieron  aguardando  ocasión  para  hacer  su  hecho,  que  se  les 
vino  tan  á  las  manos  como  deseaban,  pues  saliendo  el  Daza  vsolo  y  descuidado 
á  la  quebradilla,  lo  embistieron  tan  inopinada  y  furiosan\ente  los  cinco  indios, 
que  tuvieron  lugar,  ún  dárselo  á  él  á  su  defensa,  de  pasarle  con  más  de  veinti- 
siete flechas,  con  que,  y  con  dos  ó  tres  macanazos  que  le  sobrevinieron,  quedó  allí 
muerto,  sin  que  pudiesen  ser  sentidos,  ni  él  socorrido  de  la  ciudad,  con  estar 
veinte  pasos  de  las  últimas  casas  do  ella  ;  hicieron  otras  demostraciones  de 
alzamiento  matando  á  otro  niozo  que  encontraron  en  el  campo,  y  cuanto  ganado 
mayor  y  menor  pudieron  haber  á  las  manos,  hasta  venir  y  pegar  fuego  á  la 
ciudad,  que  la  hicieron  paveza,  si  bien  no  pudieron  haber  á  las  manos  la  gente 
de  ella,  por  haberse  huido  con  tiempo.  Dióse  aviso  por  la  posta  de  la  desgracia 
á  la  ciudad  de  Tunja,  donde  se  despachó  al  Don  Alonso  Carrillo,  vecino  de  ella, 
para  el  castigo,  que  habiéndolo  hecho  en  los  que  halló  más  culpados,  se  volvió 
á  reedificar  la  ciudad,  con  el  mismo  nombre,  donde  hoy  está ;  ya  cuando  esto 
sucedió,  estaban  reducidos  á  esta  ciudad  los  vecinos  de  otra  que  el  mismo  Ca- 
pitán Pedro  Daza  había  fundado  el  a^o  de  mil  quinientos  ochenta  y  cinco 
(1585)  cerca  de  allí,  llamada  Medina  de  las  Torres,  que  por  inconvenientes  se 
despobló  y  redujo  á  ésta.  Por  este  año  se  pobló  otra  ciudad  en  la  Provincia  do 
los  Sutagaos,  no  lejos  de  esta  ciudad  de  Santa fé  al  Sur,  llamada  Nuestra  Señora 
de  Altagraoia,  para  más  pacificación  de  los  indios  de  aquella  Provincia  que 
andaban  de  mala  paz,  y  atajar  los  pasos  á  los  indios  Pijaos,  que  por  estos  Su- 
tñgaos  pasaban  á  infestar  otras  provincias  ;  pero  esta  población  duró  poco,  poí- 
no ser  la  tierra  acomodada  para  sustentarse. 


274  FRAY  PEDRO  SIMÓN  {7  ^  NOTICIA 

CAPÍTULO  XXXVIII 

Contenido  :  1.»  Trátase  de  la  fundación  do  la  ciudad  de  Gibraltar  y  Pedraza— 2.0  Prin- 
cipios que  tuvieron  los  conventos  de  monjas  de  la  Concepción  y  Descalzas  Carme, 
litas  de  la  ciudad  de  Santafé— 3.°  Capitulaciones  y  asiento  que  toma  el  Capitán  Die- 
go de  Ospina,  Alguacil  Mayor  de  la  Eeal  Audiencia  de  Santafé,  por  el  Gobierno  del 
Valle  de  Neiva. 

HABIÉNDOME  ofrecido  la  ocasión  que  tuve  en  mi  primera  parte, 
noticia  séptima,  de  tratar  de  los  indios  Quiriquíes  que  infestaban 
toda  la  laguna  de  Maracaibo  y  saquearon  muchas  veces  la  ciudad  de  Gibraltar^ 
tratar  también  de  esta  ciudad,  su  fundación  y  de  la  de  Pedraza,  términos  y 
jurisdicción  de  la  de  Mérida,  diciendo  que  habían  sido  ambas  á  dos,  Gibraltar 
y  Pedraza,  fundadas  por  el  mes  de  Diciembre  de  este  año  de  mil  quinientos  no- 
venta y  uno  (1591),  quedo  excusado  remitiendo  al  lector  al  lugar  dicho.  Al  vol- 
ver á  tratar  aquí  de  ellas  tan  de  intento  como  lo  hice  allí,  sólo  añadiré,  por  no 
contar  en  tantas  partes  la  materia  que  toca  á  la  de  Pedraza,  cómo  por  los  mil 
seiscientos  diez  y  siete  y  diez  y  ocho  (1617-1618),  los  indios  Girabaras,  gente 
belicosísima,  valiente  y  inquieta,  arruinaron  muchos  valles  convecinos  h  esta 
ciudad,  destruyendo  muchos  pueblos  de  indios  pacíficos  y  matando  muchos 
españoles,  sobre  quien  daban  de  repente  en  sus  estancias  y  labranzas  donde 
estaban.  Lo  que  en  especial  hicieron  en  el  valle  de  Miricao,  dando  de  repente 
sobre  el  pueblo  de  naturales  con  tanta  furia,  que  no  dejando  de  ellos  alma  viva, 
entraron  en  el  aposento  donde  dormía  el  Padre  que  los  doctrinaba,  llamado  Fray 
Andrés  de  Arrúfate,  de  la  Orden  de  San  Agustín,  y  sin  darle  lugar  á  poderse 
levantar  de  la  cama,  lo  cocieron  con  ella  á  puñaladas  y  acabaron  de  matar  á 
macanazos,  dejándoselo  allí,  aunque  se  llevaron  otros  cuerpos  de  otros  que 
mataron,  como  se  echó  de  ver  el  año  pasado  de  mil  seiscientos  veintidós,  que 
enviando  el  Corregidor  de  Mérida,  Juan  Pacheco  de  Velasco,  cierta  tropa  de 
soldados  hacer  un  castigo  á  ciertos  indios  de  los  de  Gniraras,  que  cerca  de  la 
misma  ciudad  de  Pedraza  habían  muerto  aun  Cacique  amigo,  llegaron  á  este 
valle  y  pueblo  de  Miricao,  y  acordándose  de  la  muerte  del  religioso,  desvol- 
vieron por  entre  el  espeso  monte  en  que  estaba  ya  convertido  el  sitio  del  pueblo, 
dieron  con  el  de  la  casa  donde  mataron  al  Padre,  y  hallaron  los  huesos  entero^ 
asidos  unos  con  otros  sobre  la  barbacoa  donde  lo  habían  muerto,  y  buscando 
luego  el  sitio  donde  estaba  puesto  el  altar,  en  él  hicieron  un  hoyo  y  enterraron 
los  huesos  los  soldados,  unos  rezando  y  otros  cantando,  como  sabían,  á  la 
usanza  cristiana,  desde  donde  pasaron  adelante  hacer  el  castigo,  que  les  suce- 
dió tan  bien,  que  dando  con  los  indios  culpados  de  repente  en  una  casa  donde 


CAP.  XXXVIII )  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA  FIRJIE,  275 

estaban  haciendo  grandes  bailes  y  danzas,  quedaron  muertos  trece  de  los  más 
valientes  y  culpados,  pues  habían  sido  los  principales  que  habían  quemado  la 
ciudad  de  Pedraza,  destruido  sus  valles  convecinos,  y  muerto  al  Padre  Arrú- 
fate, como  lo  decían  los  indios  que  hubieron  á  las  manos  vivos  en  esta  refriega. 
2  °  Los  principios  que  tuvo  el  convento  do  la  Concepción  de  la  ciudad 
de  Santafé  fueron  de  un  mercader  de  la  misma  ciudad  llamado  Luis  López 
Ortiz,  el  cual,  viéndose  con  hacienda  gruesa  y  sin  herederos,  deseando  se  em- 
pleasen sus  bienes  en  causas  del  servicio  de  Dios,  trató  con  los  Prelados  de 
nuestra  religión,  en  esta  Provincia,  los  intentos  que  tenía  de  hacer  un  colegio 
para  que  nuestros  frailes  estudiasen  en  él,  sacando  dispensación  del  Pontífice 
para  poderle  asignar  rentas  suficientes  al  sustento  de  los  colegiales,  como  lo 
tenemos  por  este  mismo  modo  en  otras  partes.  Hizo  de  esto  escripturas  bas- 
tantes; pero  advirtiendo,  antes  que  se  pusiera  mano  á  la  obra,  ser  de  mayor 
importancia  fundar  un  convento  de  monjas,  rogó  á  los  religiosos  le  diesen  el 
derecho  de  la  escriptura  que  les  tenía  hecha  para  el  colegio,  que  lo  hicieron 
con  buena  satisfacción,  que  él  hizo  con  una  buena  cantidad  de  plata,  con  que  se 
hizo  la  custodia  antigua  que  hoy  tiene  el  convento  y  otros  vasos  para  el  servicio 
del  altar.  Trató  luego,  libre  de  esto,  el  Luis  López,  de  edificar  la  Iglesia  y  el 
convento  en  la  parte  que  está  ahora  acabada,  el  año  de  mil  quinientos  noventa 
y  cinco,  á  veintinueve  de  Septiembre;  el  Maestre-Escuela  de  la  Catedral,  sede 
vacante,  que  era  el  Licenciado  Don  Francisco  de  Porras  Mejía,  dio  el  hábito 
para  religiosas  públicamente  en  la  Iglesia  del  mismo  convento,  hallándose 
presente  toda  la  Real  Audiencia  con  el  Doctor  Antonio  González,  su  Presi- 
dente, á  Úrsula  de  Villa  Gómez  y  á  su  hermana  Doña  Isabel  Campuzano, 
naturales  de  la  ciudad  de  León  en  España,  y  á  Doña  Catalina  de  Ce'spedes 
natural  de  Almodabar  de  Campo,  y  después  de  habérsele  dado,  se  encerraron 
en  el  dicho  convento,  y  aquél  fué  el  día  de  su  fundación,  si  bien  luego,  echando 
de  ver  la  necesidad  que  tenían  las  encerradas  de  maestras  que  las  enseñaran, 
trajeron  del  convento  de  Santa  Clara  de  la  ciudad  de  Tunja,  que  hacía  días 
estaba  fundado,  como  dejamos  dicho,  á  Juana  de  la  Cruz  y  Ana  de  Santacruz, 
en  el  mismo  año,  á  once  de  Noviembre,  y  nombrando  el  mismo  Maestre-Escuela 
por  Abadesa  á  la  Juana  de  la  Cruz  para  que  lo  fuera  en  él,  entre  tanto  que  el 
convento  tuviese  número  de  religiosas  para  elegir  canónicamente  Abadesa,  y  á 
la  Ana  de  Santacruz  Maestra  de  novicias,  dieron  principio  á  aquel  convento, 
que  luego  se  fué  acrecentando  hasta  el  gran  número  que  hoy  tiene,  al  fia 
como  obra  de  la  mano  de  Dios.  Como  también  lo  fué  el  convento  de  las  Des- 
calzas Carmelitas  de  la  misma  ciudad  el  año  de  mil  seiscientos  y  seis,  día  de 
San  Lorenzo,  en  una  casa  de  su  morada  que  dio  para  esto  Doña  Elvira  de 
Padilla,  viuda,  entrándose  ella,  con  dos  hijas  suyas,  monja  en  el  mismo  con- 

27 


276  FRAY   PEDRO   SIMÓN  (7.^  NOTICIA 

vento,  á  quien  también  dio  de  renta  cuatrocientos  pesos  que  el  Eej  le  tenía 
hecha  merced  cada  año,  por  su  vida,  en  su  Real  Caja ;  tiene  hoy  el  número  de 
religiosas  que  manda  su  regla,  que  florecen  en  virtud  y  santidad. 

3.^  Uno  de  los  efectos   de  mayor  substancia  que  ha  surtido  la  guerra,  pa- 
cificación y  castigo  de  los  indios  Fijaos,  hecha  por  Don  Juan  de  Borja,  Presi- 
dente en  la  Eeal  Audiencia   y    Capitán   General  de  este  Nuevo  Reino,  después 
de  haberse  excusado  grandes  robos,  salteamientos  de   caminos,  muertes,  incen- 
dios de  pueblos  enteros,  ha  sido  haber  dejado  aquellas  anchísimas  provincias 
vacías  y  desocupadas  de  aquellos  salvajes  tan  carniceros  y  enemigos  de  espa- 
ñoles y  de  la  ley    que   les   predicaban,  para    qne    se    pudiera  entrar  en  ellas  á 
descubrir  la  verdad  que  tengan   las  grapdes  ^noticias  que  grandes   tiempos  hace 
tienen    de   minerales  de  oro,  plata  y  azogue  qlie  hay  en  ellas,  y  así  acabada  la 
guerra  de  estoH  enemigos,  se  trató  por  parte  de  la  ciudad  de  Santafé,  con  el  dicho 
Presidente,  se  entrase  al  descubrimiento  de  estas  minas,  y  pareciendo  ser  persona 
de  las  más  á  propósito  del  Reino  para  el  efecto  el  Capitán  Diego  de  Ospina,  Algua- 
cil Mayor  de  la  misma  Audiencia  y  gran  descubridor  de  las  minas  de  oro  de  los 
Remedios  y  no  menos  ejercitado  en  conquistas,  pues  fué  Gobernador  y  Capitán 
en  la  pacificación  de  los  indios  de  la  Cimitarra  que    infestaban  la  boga  y  pasaje 
del  Río  de  la  Magdalena,  se  le  dio  comisión  por  el  dicho  Presidente,  con  ciertos 
asientos  y  capitulaciones  que  se  tomaron  para  los  mejores  efectos,  que  pudiera 
entrar  al  dicho  descubrimiento  y  noticias  de  minas  por  la  parte  que  entra  en 
el  Grande  de  la  Magdalena  el  río  de  Saldaña,  que   baja  del  centro  de  las  tierras 
de  los  Fijaos,  y    habiendo    tenido  efecto    este   descubrimiento    con   los  negros 
mineros  que   me  dio  Diego   de   Ospina  y  que  era  de  seguir  y  de  no  pequeña 
riqueza,  y  habiendo  poblado  un  pueblo  ó  Real  de  Minas,  que  le  puso  el  Pueblo 
Nuevo  ó  Ciudad  de  la   Concepción,  en   la   mitvd  de  las  sesenta  y  cinco  leguas 
que  hay  por  el  valle  de  Neiva,  desde  la   ciudad  de  Tocaima  á  la  de  Timaná,  de 
que  fué  Justicia  Mayor  dos  ó  tres  años,  que  era  una  de  las  capitulaciones  por 
su  vida  y  la  de  un  sucesor   suyo;  para   que   surtiera   mejor  efecto  lo  entablado 
en  el  dicho  beneficio,  volvió  á  pedir   de   nuevo   al   dicho   Presidente  le  hiciese 
merced  de  darle    título   de    Gobernador    de   aquella    ciudad  de  La  Concepcióu, 
agregándole  la  de  Timaná  y   todos  sus  términos  y  los  de  las  tierras  de  los  indios 
Paeces,  y  todo  aquello  que  había  tenido  los  años  antes  por  gobierno  el  Gober- 
nador Don  Bernardino    Mojica,  con   las   mismas  capitulaciones  y  gracias  que  á 
él  le  estaban  concedidas,  todo  lo  que  se  le  concedió   con  ciertas  limitaciones  por 
el  mismo  Don  Juan   de   Borja,  en  nombre  del  Rey,*á  ocho  de  Febrero  del  año 
de  mil  seiscientos  catorce,  de   que   hoy  goza  Diego  de  Ospina  beneficiando  las 
minas, 


CAP.  XXXIX)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA  FIRME.  277 

CAPITULO   XXXIX 

Contenido:  Trátase  de  las  cosas  del  Nuevo  Reino  por  modo  de  recapitulación. 

AUNQUE  hemos  tratado  en  muclias  de  nuestras  dos  partes  de  las 
cosas  de  esto  Nuevo  Reino,  ó  por  mejor  decir,  todo  lo  que  en  ellas 
se  ha  tratado  y  lo  que  trataremos  en  la  tercera  ha  sido  dirigido,  por  princi- 
pal asunto,  á  tratar  de  esto,  en  ninguna  lo  hemos  dicho  tan  por  menudo  como 
aquí  lo  haremos  con  relación  á  lo  tratado  y  á  lo  que  está  por  escribir,  por  modo 
de  recapitulación,  para  más  ciaras  noticias  de  toda  la  obra. 

Si  del  Nuevo  Reino  de  Nueva  Granada  se  trata  sólo  de  la  primera  imposición 
que  tuvo,  no  comprende  más  en  sí  que  las  dos  provincias  de  tierra  fría,  que  ense- 
ñoreaban los  dos  famosos  Caciques  ó  Reyes  el  Bogotá  y  el  Tunja  y  lo  que  se  dio 
por  término  á  estas  dos  ciudades  y  á  la  de  Vélez,  porque  sólo  esto  estaba  conquis- 
tado y  descubierto  cuando  se  le  puso  este  nombre  por  el  Licenciado  Don  Gon- 
zalo  Jiménez    de    Quesada,    como    largamente    dejamos    dicho  tratando  de  sus 
primereas   conquistas;  pero   luc'go    que    éstas   se    fueron    dilatando   en  toda  su 
circunferencia,  se  fueron   llevando  tras  sí  este  nombre,  así  en  tierras  frías  como 
calientes,  y  aun  después  que  se  puso  Audiencia  Real  en  esta  ciudad  de  Santafé, 
que  fué  el  año   de   mil    quinientos    cincuenta,  se   le   asignó  la  jurisdicción  que 
había  de  tener,  que  fué   aun   hasti  las  tierras   que  están  descubiertas  antes  de 
las  de  este  Nuevo  Rjino,  como   fueron  la   Gobernación  de  Popayán,  la  de  Car- 
tagena y   Santa  Marta,  se  comprendieron    debajo    de   este  nombre  del  Nuevo 
Reino,  ó  de  la  jurisdicción    del    Nuevo   Reino,  por   llamarse  la   Audiencia  del 
Nuevo  Reino  de  Granada,  y  así  con  este  nombre  extendido  á  toda  esta  jurisdic- 
ción iremos  tratando  de  ella  y  do  sus  cosas  particulares  y  comunes  ;  el  cual 
Nuevo  Reino,   tomado  así  extensivamente,  tiene  doscientas  y  cincuenta  leguas 
pocas  más  ó  menos  de  los  fines  de  la  Gobernación  de  Venezuela,  que  le  demoran 
á  la  parte  del  Este,  algo  inclinada  al  Norte  de  éste  por  una  línea  recta  que  se  ha 
de  imaginar  desde   la  ciudad   del  Río  de  la  Hacha,  cortando  por  la  mitad  de  la 
laguna  de  Maracaibo,  valle  de  los  Timotes,  y   otras  grandes  tierras  hasta  Mara- 
oapana.  Bocas  del  Drago  y  Orinoco,  hasta  la  Gobernación  de  Popayán,  que  le 
demora   al   Poniente,   porque    ambas  estas   dos    Gobernaciones  tienen  por  co- 
laterales por  estos  rumbos,  y  por  los  del  Norte  y  Sur;  llega  su  jurisdicción  hasta  la 
ciudad  de  Cartagena,  que  le  demora  al  Norte,  con  distinción  de  ciento  y  ochen- 
ta leguas  que  hay  á  ella  desde  la   de   Santafé,  que  es  el  punto  fijo  del  Nuevo 
Reino  ;  y  á  la  parte   Sur   y    Sudeste   no   tiene    términos   hasta   ahora,  por  no 
haber  otras  ciudades   ni   Reinos   conquistados   con  quien  partirlos  y  así  corren 
hasta  el  Mar  del  Norte  y  Bocas  del  Río  Marañón  y  tierras  del  Brasil  por  in- 


278  FRAY    PEDRO    SIMÓN  (7.*  NOTICIA 

numerables  leguas,  en  especial  si  toma  hasta  el  Paraguay  y  Río  de  la  Plata. 
Tiene  cosas  tan  excelentes  este  Nuevo  Reino,  que  parece  que  habiendo  puesto 
Dios  en  diversas  partes  cosas  de  mayor  eminencia  y  perfección,  las  quiso  agre- 
gar y  poner  juntas  en  este  Nuevo  Reino,  pues  en  él  se  hallan  tantas  y  tan  ricas 
y  finísimas  esmeraldas  como  se  han  sacado  y  hoy  se  sacan  con  mayor  grosedad 
en  las  minas  que  á  cada  paso  se  van  descubriendo  de  nuevo  -^n  la  ciudad  de  los 
Muzos,  en  cuya  cuenta  y  estima  pueden  entrar  las  de  Somondoco,  doce  ó  ca- 
torce leguas  de  éstas  en  el  Distrito  de  Tunja.  Én  la  Gobernación  del  Chocó, 
que  son  las  cabeceras  del  gran  Río  Darién,  cerca  del  Peñol  de  Turra,  se  han 
hallado  finísimos  rubíes,  y  aun  piedras  tan  duras  y  finas  como  diamante  ;  del 
Distrito  del  Río  de  la  Hacha,  que  también  en  cierta  manera  pertenece  á  este 
Nuevo  Reino,  se  sacan  finas  y  abundantes  perlas  ;  en  Santa  Marta,  finas  piedras 
de  ijada,  riñones,  uniña,  leche,  sangre,  y  otras  para  otros  efectos  maravi- 
llosos ;  minas  de  cobre  y  fierro  son  innumerables  y  abundantísimas  en  mu- 
chas partes,  como  en  otras  las  viriles,  calcedonias  y  cristales  ;  de  las  de  plata 
y  oro  son  buenos  testigos  tan  innumerables  riquezas  como  han  salido  y  salen 
de  las  de  Mariquita,  pues  exceden  con  tantas  ventajas,  en  grosedad  y  ley,  á  las 
de  Potosí  y  cuantas  se  han  hallado  en  este  Nuevo  y  en  el  Viejo  Mundo  ;  y  el 
oro  de  Zaragoza,  los  Remedios,  Gobernación  de  Antioquia,  los  Panches  y  toda 
la  tierra  que  hay  entre  los  tres  valientes  ríos  que  hay  de  la  Magdalena,  Cauca 
y  Darién,  que  toda  ella  parece  una  pasta  de  oro?  con  el  que  sacan  de  San  Juan 
de  los  Llanos  y  toda  su  tierra,  bien  se  sabe  á  cuántos  ha  enriquecido.  No  dejó 
la  naturaleza  desproveída  esta  tierra  de  minas  de  sal,  como  cosa  tan  importante, 
pues  demás  de  la  mucha  que  se  hace  en  la  costa  del  Mar  del  Norte,  que  per- 
tenece á  este  Nuevo  Reino,  como  las  tierras  de  Santa  Marta  y  Cartagena,  ai 
principio  de  los  Llanos,  en  el  paraje  de  la  ciudad  de  Tunja,  hay  un  valen- 
tísimo cerro,  ó  por  mejor  decir,  una  cordillera  de  sal  pedrés,  blanca  y  muy 
fuerte,  que  llaman  las  Salinas  de  Chita  ó  el  Vijúa,  que  sólo  ella  puede  dar 
sal  á  todas  estas  Indias  y  Europa,  y  en  especial  maravillosa  para  el  beneficio 
de  la  plata,  por  ser  más  fuerte  que  la  que  se  cuaja  del  agua  de  las  fuentes  de 
Nemocón  y  Zipaquirá,  que  son  otras  dos  salinas,  fuentes  del  agua  salada  quo 
nacen  en  estos  dos  pueblos,  el  uno  á  la  una  cordillera  y  el  otro  á  la  otra  de  este 
gran  valle  de  Bogotá,  que  hervida  al  fuego  se  cuaja  en  grandes  panes,  de  qne 
abunda  toda  esta  tierra  fría  y  parte  de  la  caliente.  Ayudadas  estas  dos  salinas 
con  otra  que  hay  en  el  pueblo  de  Tausa,  aunque  ño  tan  abundante  como  las 
dos,  tres  leguas  al  Norte  de  la  de  Zipaquirá:  de  Sirtes,  para  el  beneficio  de  la 
plata  de  Mariquita,  sólo  aprovecha  la  de  Enemocón,  por  ser  muy  fuerte,  y  así 
se  gasta  toda  en  eso  ;  háilas  también  de  agua  en  la  ciudad  de  Muzo  y  La 
Palma,  Cartago  y  Anserma,  si  bien  no  han  dado  los  indios  en  cuajarla  en  todas 


CAP.  XXXIx)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA   FIRME  279 

estas  partes,  pareciéndoles  basta  usar  de  aquella  agua  salada  en  sus  necesidades. 
Las  aguas  de  todo  este  Reino,  así  en  tierra  caliente  como  frías,  son  por  lo 
general  tan  buenas,  que  es  dificultoso  hallar  una  agua  mala,  y  tan  abundantes 
que  á  cada  paso  se  encuentran,  y  aun  esto  dan  algunos  por  razón  de  no  rabiar 
jíimás  los  perros  en  estas  Indias,  con  haber  tantos,  aunque  yo  á  otras  causas  lo 
atribuyo,  y  teniendo  el  primer  lugar  en  buenas  aguas  el  famoso  Eío  de  la  Mag- 
dalena y  Cauca,  que  recoge  las  más  de  ellas  atravesando  todo  el  Reino  de  Sur 
á  Norte  con  corrientes  de  trescientas  leguas  ;  las  demás  no  son  de  menos  esti- 
ma. Hay  en  muchas  partes  aguas  calientes  y  aun  calidísimas  y  muy  saludables 
para  baños,  como  son  las  de  Iza  en  el  Valle  de  Sogamoso  ;  las  de  Chuachí,  dos 
leguas  de  esta  ciudad  de  Santafé,  y  otras  en  el  pueblo  de  Nemocón,  donde  es 
cosa  admirable  que  hay  tres  fuentes  en  triáugulo,  poco  más  de  un  tiro  de  pie- 
dra una  de  otra,  la  una  caliente  y  la  otra  la  de  la  salina,  y  la  otra  dulcísima, 
fría  y  delgada,  de  que  bebe  el  pueblo.  Todas  las  aguas  de  este  gran  valle  de 
Bogotá  que  se  descuelgan  de  sus  cordilleras,  y  aun  otras  dos  que  le  entran  de 
otros  valles,  se  juntan  en  uno,  y  tiene  sólo  un  desaguadero,  que  muchas  veces 
siendo  tantas,  y  la  booa  del  desagüe  angosta,  aguardando  vez  para  desaguarse, 
rebalsan  para  atrás  y  empantanan  y  anegan  gran  parte  del  valle,  que  en  los 
veranos  su  sequedad  no  deja  de  ser  de  importancia,  pues  no  hallando  en  otras 
partes  yerba  ni  agua,  se  socorren  allí  los  ganados  mayores  y  menores.  El  desa- 
güe de  este  río  hace  un  salto  á  tres  ó  cuatro  leguas  de  Santafé  al  Occidente, 
que  llaman  de  Tequendama,  por  donde  se  descuelga  el  agua  doscientos  ochen- 
ta y  dos  estados  hasta  abajo,  haciendo  arco  al  modo  del  agua  que  sale  por  el 
pico  de  un  aguamanil,  que  como  baja  de  tanta  altura,'  cae  toda  como  cernida  y 
con  espantoso  ruido  ;  á  los  lados  donde  se  despeña,  que  son  breñas  de  la  altura 
dicha,  y  muchas  más,  hay  grandes  cuevas  y  cavernas,  entretejidas  las  bocas  con 
algunas  palmas  y  otras  malezas  de  monte,  donde  crían  y  duermen  innumerables 
aves  diurnas  y  nocturnas,  como  lechuzas,  buhos,  bencejos,  aviones,  golondrinas 
y  otras  aves  de  rapiña,  entre  las  cuales  hay  unos  pajarillos  verdes,  del  cuerpo 
de  gorriones,  con  los  picos  algo  largos,  que  como  una  zaeta  pasan  volando  por 
medio  de  aquel  cuerpo  de  agua  cernida,  y  cogiendo  de  las  coquillas  y  guzarapas 
que  bajan  por  el  agua,  se  sustentan  de  ellas.  Hay  otras  aves,  deben  de  ser  do 
rapiña,  tamañas  como  avejorucos,  que  so  ven  juntarse  á  las  veces  de  en  dos,  y 
persiguen  una  águila  real,  haciéndole  puntas  y  peinándola  con  las  uñas  hasta 
que  la  hacen  vaciar  el  vientre,  y  comiendo  de  aquel  estiércol  en  el  aire  antes 
que  llegue  al  suelo,  les  sirve  de  purga,  como  lo  hace  otro  pájaro  marino  que 
llaman  rabo  de  junco,  con  el  aloatrás,  de  cuyo  estiércol,  cogiéndolo  en  el  aire» 
se  sustentan.  Todas  las  aves  que  duerman  en  estas  cavernas  salen  á  grandes 
bandadas  tod^s  las  mauanas  4   sustentarse  á  las  sabanas  de  Ibagué  y  márgenes 


280  FRAY   PEDRO   smÓH  (7**  NOTICIA 

del  Río  Grande,  de   mosquitos,  de  que  hay  muchos,  j   á   la  uoche  se  vuelven 
á  su  puesto. 


CAPÍTULO  XL 

Contenido:  Trátase  de  las  cosas  de  la  ciudad  de  Sant^é, 

AS  tierras  pobladas  en  el  distrito  de  este  Eeino  son  muy  abundan- 
tes de  ganados  mayores  y  menores  donde  no  lo  impide  la  mucha 
maleza  de  los  arcabucos,  con  que  en  lu.s  tioiraa  frías  son  abundantes  de 
manteca  y  quesos  de  vaca  que  se  hacen  todos  los  días  del  año  sin  cesar,  por  no 
faltarles  en  todo  él  la  abundancia  de  yerbales  maravillosos,  y  así  lo  son  tam- 
bién los  quesos ;  de  ovejas  nunca  se  hacen,  con  ser  innumerables,  ni  se  hace 
cuenta  de  sacarles  la  leche,  y  cuando  algunas  veces  prueban  hacer  quesos  de 
ella  por  curiosidad,  no  salen  buenos;  á  las  cabras  que  en  tierras  templadas  sue- 
len parir  de  ordinario  dos  ó  tres  cabritos,  se  las  sacan  para  comer  á  las  veces  ; 
pero  las  vacas  son  las  que  lo  suplen  todo.  No  hay  en  las  tierras  frías  lobo, 
zorra  ni  otro  animal  feroz  que  infeste  ni  minore  estos  ganados,  lo  que  suelen 
hacer  los  tigres  y  algunos  leoncillos  pardos  en  tierra  caliente,  en  las  cuales  hay 
gran  abundancia  y  hermosas  y  famosas  maderas  para  edificios,  pues  sólo  en  la 
ciudad  de  Cartagena  se  usa  de  diez  y  seis  ó  diez  y  siete  especies  de  madera, 
una  mejor  que  otra,  y  tan  abundantes  que  cada  una  puede  proveer  una  gran 
ciudad,  y  entre  éstas  no  se  cuenta  el  nogal,  porque  les  falta,  de  lo  que  con  gran 
abundancia  y  muy  bueno  hay  en  otras  tierras  calientes,  y  las  mismas  especies  y 
muchas  más  de  madera,  en  que  se  cuenta  el  granadiilo,  ébano,  brasil,  caoba, 
moradillo,  bálsamo  drago,  cuyos  licores  salen  por  cisuras,  y  otros  muchos. 
Hay  gran  abundancia  de  anime,  copal,  caraña,  tacaraachaca,  otova,  cani- 
me  y  otras  saludables  resinas  ;  frutas  admirables  algunas,  y  que  si  las  hiciesen 
hortenses  serían  mejores.  Hay  drogas  admirables,  como  tamarindos,  piñoncillos 
y  otras  seis  ú  ocho  yerbas  y  raíces  de  que  se  usa  para  purgas,  que  toman  el 
nombre  del  primero  que  las  experimentó  ;  pero  sobre  todo  hay  en  esta  sabana 
de  Santafé  finísimo  y  muy  abundante  mechoacán,  y  en  especialices  eldeCucu- 
nubá;  mucha  raíz  de  China,  que  hay  en  Fucha, cerca  de  esta  ciudad,  aunque  su 
mayor  abundancia  es  en  la  ciudad  de  Muzo,  y  en  San  Juan  de  los  Llanos  mu- 
cha y  muy  buena  zarzaparrilla.  % 

Nueve  Gobiernos  comprende  entre  sí  esfte  Nuevo  Keino,  ó  jurisdicción  de 
esta  Eeal  Audiencia,  y  dos  Corregimientos,  sin  lo  que  ella  inmediatamente  go- 
bierna sin  Corregidor,  que  es  el  término  de  la  ciudad  de  Santafé,  los  cuales  son 


CAP.  Xr.)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA  FIEME.  281 

la  Gobernación  de  Cartagena,  la  de  Santa  Marta,  la  de  Zaragoza  o  Antioquia, 
la  mitad  de  la  Gobernación  de  Popayán,  la  de  Mérida,  Guayana,  la  de  los  Muzos, 
la  del  Valle  de  La  Plata  ó  Caguán,  la  de  Timaná  ó  Valle  de  Neiva;  y  los  Co- 
rregimientos son:  el  de  Tima  y  el  de  Tocaima,  Mariquita;  y  la  ciudad  de  Santafé  de 
Bogotá,  llamada  así  por  lo  que  dejamos  dicho  en  muchas  partes  y  á  diferencia  de 
otras  ciudades  de  Santafé  que  hay  fundadas  en  estas  Indias,  fundada  por  el  Ade- 
lantado Don  Gonzalo  Jiménez  de  Quesada,  no  siéndolo  aún,  sino  sólo  conduc- 
tario  de  Don  Pedro  Fernández  de  Lugo,  Adelantado  de  Canaria  y  Gobernadof 
de  Santa  Marta  el  año  de  mil  quinientos  treinta  y  ocho  (1538),  como  queda 
dicho,  es  la  Metropolitana  ó  Diócesis  y  cabeza  de  todo  el  Nuevo  Reino  de  Gra- 
nada y  sus  Gobernaciones,  situada  en  sesenta  y  siete  grados  y  treinta  minutos 
de  longitud  del  Meridiano  de  Toledo,  y  cuatro  grados  y  cuarenta  minutos  de 
latitud  á  la  banda  <3el  Norte.  Tiene  Chancillería  Keal  con  un  Presidente,  Go- 
bernador y  Capitán  General,  que  á  la  presente  es  Don  Juan  de  Borja,  caballe- 
ro de  la  Orden  de  Santiago,  con  seis  mil  ducados  de  salario  ;  seis  Oidores, 
cada  uno  con  ochocientos  mil  maravedís,  y  un  Fiscal  con  otros  tantos ;  Algua- 
cil Mayor,  dos  Escribanos  de  Cámara  y  Gobernación  ;  dos  Relatores,  sello  y 
Registro  en  uno  ;  dos  Porteros,  Arzobispo  y  Iglesia  Catedral  de  la  invocación 
de  Nuestra  Señora  de  la  Concepción,  con  cumplido  número  de  dignidades,  ca- 
nónigos y  racioneros,  cuyos  sufragáneos  son  :  el  Obispado  de  Cartagena,  San- 
ta Marta  y  Popayán ;  tiene  Tribunal  de  la  Santa  Cruzada  con  un  Comisario 
General,  y  por  Acesor  el  Oidor  más  antiguo  ;  Fiscal  el  de  la  misma  Audiencia; 
Contador  el  más  antiguo  dt,l  Tribunal  Mayor  de  Cuentas,  que  también  lo  hay 
en  esta  ciudad,  con  tres  Contadores  de  mil  y  quinientos  ducados  de  salarios, 
que  se  sientan  debajo  del  docel  y  despachan  por  Don  Felipe  con  la  Real 
Audiencia.  Tiene  dos  Contadores  Ordenadores,  cada  uno  con  ochocientos  duca- 
dos de  salario,  y  un  Portero.  Hay  fundición  y  Caja  Real  con  un  Contador 
con  cuatrocientos  mil  maravedís  de  salario,  y  un  Tesorero  con  otros  tantos. 
El  año  pasado  de  mil  seiscientos  veintidós  se  fundó  en  ella  Casa  de  Mone- 
da, donde  se  comenzó  á  labrar  la  de  oro,  plata  y  vellón,  y  ésta  con  cinco  partes 
de  plata  ;  pero  por  graves  inconvenientes  que  se  ofrecieron  á  poca  cantidad 
que  se  labró  de  todo,  se  alzó  la  mano  de  la  otra  por  un  Alonso  Turrillo  de 
Hiebra,  que  trajo  esto  á  su  cargo,  y  se  recurrió  al  Real  Consejo,  con  que  volvió 
á  correr  como  de  antes,  en  lugar  de  moneda,  aunque  en  realidad  no  lo  es,  plata 
marcada  de  trece  quilates,  que  llanvan  corriente,  en  pedazos  grandes  y  pequeños 
upuados  por  pesos  de  marco  y  torno,  la  cual  es  la  más  manual  que  traen  los  ne- 
gociantes a  la  Corte,  y  los  mercaderes  que  sacan  mantenimientos  de  la  tierra,  de 
que  superabunda,  y  en  las  mercaderías  gruesas  corre  oro  marcado  de  veinte 
quilates  en  barras  y  tejos.  Hay  en  la  ciudad  dos  Alcaldes  ordinarios,  y  dos  de 


282  FRAY   PEDRO   SIM(5n  (7.*  NOTICIA 

la  Hermandad,  Alguacil  Mayor  y  otros  oficios  públicos,  Protector  General  de 
los  indios,  con  trescientos  cincuenta  ducados  de  salario. 

Tiene  para  mejor  gobierno  de  los  indios  de  su  distrito,  que  lo  provee  el 
Presidente  de  la  Audiencia  como  cosa  que  pertenece  al  Gobierno,  algunos  Co- 
rregidores, cuyos  salarios  pagan  los  indios  tributarios,  dándole  cada  uno  un  to- 
mín de  plata,  que  vale  cuarenta  maravedís,  que  por  todos  son  siete  :  uno  la 
Provincia  de  Bogotá,  con  los  pueblos  que  tiene  adjudicados;  la  Provincia  de 
Ubaté,  la  Provincia  de  Cajicá,  la  de  Guatavita,  la  de  Bosa,  la  do  Ubaque  y  la 
de  los  Panches  en  tierra  caliente. 

Está  plantada  la  ciudad  de  Santafé  al  remate  y  casi  en  lo  llano  de  las  es- 
paldas de  las  sierras  de  Bogotá,  que  es  la  cordillera  de  la  parte  del  Este  que 
hacen  el  gran  Valle  de  Bogotá,  que  corre  Norte  Sur  un  poco  inclinado  al  Su- 
rueste,  doce  ó  catorce  leguas,  y  de  ancho  hasta  ocho.  Esta  cordillera  donde 
está  plantada  la  ciudad  es  tan  prolongada,  que  comenzando  desde  el  Mar  del 
Norte,  cerca  de  la  gran  Laguna  de  Maracaibo,  y  pasando  por  la  Gobernación 
de  Venezuela  y  por  este  Nuevo  Reino,  inclinándose  un  poco  al  Poniente,  pasa 
por  la  Gobernación  de  Popayán  y  va  á  descabezar  en  el  mar  del  Sur  en  la  cos- 
ta de  Chile,  ó  como  algunos  quieren,  en  el  estrecho  ó  Canal  de  Magallanes,  más 
de  mil  y  doscientas  leguas;  la  cual  hasta  que  llega  cerca  la  ciudad  de  San  Fran- 
cisco del  Quito,  que  está  bien  cerca  de  la  línea  equinoccial,  se  llama  la  Cordille- 
ra del  Nuevo  Reino,  y  de  allí  para  arriba  á  la  parte  del  Pirú,  se  llama  los 
Andes. 

El  temple  de  esta  ciudad  de  Santafé  es  moderadamente  frío,  en  especial  de 
noche  y  por  la  mañana  ;  graniza  muy  raras  veces,  y  muy  más  raras  cuaja  el 
cielo  el  agua,  y  esto  de  una  tela  muy  delgada^  y  cuando  sucede  es  por  el  mes 
de  Enero. 

Está  plantada  la  ciudad  á  la  parte  de  la  sierra  que  mira  al  Norte,  de  suerte 
que  mirando  á  él,  y  teniendo  á  sus  espaldas  al  Este,  la  cordillera  le  demora  al 
hombro  derecho  ;  y  enfrente  el  Mar  del  Norte,  y  al  izquierdo  el  del  Sur  y  el 
gran  Eeino  del  Pirú. 

Es  de  agradable  vista,  porque  con  la  eminencia  que  tiene  sobre  la  sabana 
que  tiene  enfrente,  en  forma  de  medio  círculo,  la  enseñorea  toda  hasta 
pasar  la  vista  siete  ú  ocho  leguas  en  los  celajes  de  las  sierras  opuestas,  y  por  la 
misma  razón  del  de  eminencia  del  sitio  hace  la  ciudad  agradable  vista  desde  la 
primera  que  se  le  da  cuando  se  van  acercando  á  ella,  por  el  blanqueo  de  sos 
edificios  y  torres,  á  que  no  ayuda  poco  tener  siempre %is  contornos  hechos  una 
primavera,  así  prados  como  montes  cortados  y  abiertos  por  mil  partes  de  clarí- 
simos ríos  y  arroyos  de  dilatadas  aguas.  El  monte  de  sus  espaldas  es  bajo,  y 
BUS  ordinarias  matas  son  arrayanes,  alisos,  con  otras  peregrinas,  sólo  conocidas  ea 


CAP.    Ll)  NOT^TICIAS    DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA  FIRME.  283 

estas  tierras,  c^tjti  también  lo  son   sus   yerbas,  fuera   de    envidias,  caragatona, 
mastranzos,  polv  gy  aunque  muy  menudo. 


CAPÍTULO  XLI 

C02ÍTENID0  :  Prosíguenáe  las  cosas  que  se  comprenden  en  los  términos  de  la  míam» 

ciudad. 


E 


N  el  término  de  dos  leguas  de  sus  contornos  por  la  parte  de  la  saba- 
na, tiene  hasta  doce  pueblos  de  indios,  plantados  en  forma  de  ciuda- 
des, con  sus  calles,  plaza  y  Iglesia  de  piedras  y  tapias,  tan  bien  hechas,  que  pa- 
recieran bien  en  pueblos  de  españoles,  con  que  no  se  hermosea  poco  la  campiña  ; 
tiene  en  esta  misma  distancia  muchos  molinos,  estancias  ó  cortijos  de  labrado- 
res, donde  se  hacen  las  sementeras  de  trigo,  cebada,  maíces  y  legumbres  de  la 
tierra  y  de  las  de  Castilla,  que  se  dan  todo  el  año  sin  cesar  un  día,  con  que  hay 
todo  el  año  muy  buenas  huertas  y  tan  abundantes  de  toda  suerte  de  hortalizas, 
en  especial  repollos,  lechugas,  escarolas,  habas,  zanahorias,  espinas,  acelgas,  que 
es  cosa  admirable  ;  los  navos  y  mostaza  parece  han  hallado  su  centro  y  propia 
tierra,  pues  crecen  en  partes  en  tan  gran  suma  y  grandeza  que  si  no  tienen 
cuidado  de  escardar,  ahogan  los  trigos,  y  de  la  semilla  de  los  navos  se  saca  mu- 
cho aceite  con  prensas,  con  que  arden  muchas  lámparas  en  las  Iglesias,  por  ser 
para  esto  y  para  alumbrarse  de  noche,  aunque  esto  lo  más  de  ordinario  es  con 
velas  de  sebo,  por  la  gran  abundancia  que  hay  de  ellas  respecto  de  los  muchos 
ganados,  de  los  cuales,  mayores  y  menores,  comen  gran  suma  de  ellos  en  las  gran- 
des dehesas  que  hemos  dicho  están  á  la  vista  de  la  ciudad,  desde  la  cual  hasta  la 
puente  y  río  de  Bogotá,  que  en  nombre  de  la  tierra  se  llama  Hunza,  estará  hae- 
ta  dos  leguas  por  el  camino  real,  que  es  más  frecuentado,  que  es  el  que  va  al 
puerto  de  Honda,  va  un  camellón  ó  calzada,  de  medio  estado  en  alto  y  por  á 
trechos  de  un  todo  de  tierra  ancho  de  dos  carretas  para  poder  andar  aquel  cami- 
no sin  impedimento  de  los  anegadizos  y  aguas  represadas,  que  por  ser  tierra 
llana  no  tiene  corriente.  Abúndanla  principalmente  de  aguas  dos  ríos,  que  se 
descuelgan  de  la  serranía  de  sus  espaldas,  el  uno  llamado  el  San  Francisco,  por- 
que pasa  por  cerca  de  su  convento,  y  en  lengua  de  la  tierra  Yicachá,  y  el  otro 
llamado  San  Agustín  por  lo  mismo,  que  cogcu  enmedio  la  principal  parte  de  la 
ciudad.  En  el  de  San  Francisco  están  las  moliendas  de  trigo,  por  ser  capaz 
para  eso,  porque  el  otro  más  es  de  pluvias  que  de  natural  origen.  La  mitad  de 
la  ciudad,  á  la  parte  de  la  sierra,  es  de  suelo  más  enjuto  que  la  otra  mitad, 
por  tener  ésta  algunas  fuentes,  manantiales  de  muy   buenaa  aguas,  que  naceui 


284  PRAY   PEDRO    SIMÓN  S  (7.»  NOTICIA 

dentro  de  mucliaa  casas  ;  otra  hay  en  la  plaza  tnayot  u  otnOiectraena  fábrica, 
que  viene  encañada  de  las  cabeceras  del  Río  de  San  Agustí  eoi  aspecto  de  esta 
humedad,  hay  muchas  y  muy  buenas  huertas  dentro  del  pueblo,  con  la  abun- 
dancia de  hortalizas  que  hemos  dicho,  y  en  especial  se  da  en  ellas  y  en  los 
campos  la  manzanilla  y  yerbabuena,  que  sirven  de  juncia  (?)  para  echar  por  los 
suelos  en  todas  ocasiones.  Dánse  higos  de  Castilla,  niembrillos,  uvas,  aunque  de 
esto  poco,  manzanas  muchas,  camuesas,  ciruelas,  almendras  y  ann  sermeñas,  y 
tanta  cantidad  de  duraznos  todo  el  año,  si  bien  en  algunos  tiempos  más  que 
apenas  los  pueden  sustentar  los  árboles,  y  muchas  veces  los  vemos  con  más  frutas 
que  hojas.  Los  ríos  del  valle  son  abundantísimos  de  ciertos  pescados  muy  buenos, 
desnudos,  que  me  parece  son  especie  de  anguilas,  y  los  más  gruesos  y  grandes 
son  pintados  como  un  lagarto.  A  pocas  leguas  de  la  ciudad  hay  mucha  caza  de 
agua  y  infinitos  venados,  porque  este  mismo  sitio  fué  el  bosque  del  Rey  de  Bo- 
gotá, señor  de  toda  esta  tierra.  Los  caballos  son  de  lucida  raza  y  traza  y  mejores 
hechos,  con  que  se  dan  los  hombres  mucho  á  la  jineta  y  brida,  de  que  hay  mu- 
chos destrísimos  y  curiosos. 

En  las  lagunas  de  Ubaté  se  hace  una  ca^a  de  patos  de  mucho  gusto,  á 
vueltas  de  Navidad,  porque  en  este  tiempo  quedan  todos  sin  pluma,  y  entrando 
muchos  indios  en  la  laguna  por  unas  balsillas  de  eneas,  van  recogiendo  innu- 
merables patos  á  una  punta  de  la  laguna,  hasta  hacerlos  salir  á  tierra,  con  que 
por  no  tener  con  qué  volar,  y  ellos  correr  poco,  se  cogen  á  montones.  Son  todos 
los  países  circunvecinos  á  esta  ciudad  limpísimos  de  todo  animal  nocido  y  enfa- 
doso, paes  ni  se  cría  culebra,  ni  alacrán,  pulgas,  hormigas  ni  sapos,  ni 
aun  ratones  se  habían  visto  en  esta  ciudad  hasta  seis  años  há,  que  vinieron  de 
tierra  caliente  los  primeros  entre  la  paja  de  ciertas  mercaderías,  que  han  pro- 
ci*eado  más  que  quisiéramos.  Las  gallinas  procrían  maravillosamente  y  los  pavos 
se  crían  mal,  pero  hacen  poca  falta.  Gran  abundancia  tiene  la  tierra  de 
mantenimientos  de  pan,  carne,  cazas,  aves,  pescado  fresco  y  seco  y  en  rollo;  de 
carne  de  vaca  y  puerco  hay  tan  grande  abundancia,  que  la  de  vaca  vale  un  tomín, 
que  son  cuarenta  maravedís  la  arroba,  y  de  la  de  puerco,  entrando  ayer  acaso 
en  cierta  casa  de  la  ciudad,  hallé  que  acababan  de  matar  ciento  cincuenta  va- 
lentísimos puercos,  y  á  este  modo  hay  otros  muchos  en  el  pueblo,  por  tener  el 
mismo  trato.  Las  carnes  muertas  duran  desde  el  viernes  que  se  matan,  hasta  el 
jueves,  sin  corromperse. 

No  es  menor  la  abundancia  de  caza,  pues  se  dan  tres  ó  cuatro  conejos  por 
un  real,  y  de  frutas  y  conservas  de  la  tierra  y  de  CastilfSk  de  que  goza  esta  ciudad, 
en  especial  la  que  hacen  de  guayaba  en  la  de  Vélez,  azúcar,  miel,  lienzo  de  al- 
godón, sayales,  jerguetas  harto  buenas,  aunque  paños  nunca  se  han  hecho  en 
ellas  ni  en  sus  ciudades  circunvecinas,  porque  esto  se  le  trae  de  Castilla  ó  de  la  de 


CAP.  XLi)  NOTICIAS  t)E  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA  FIRJJE.  285 

Quito,  j  finalmente,  á  ella  vienen  á  parar  todas  las  riquezas  del  Reino,  de  oro, 
plata,  aunque  en  sus  términos  no  se  han  hallado  hasta  hoy  minerales  de  estos 
metales,  esmeraldas,  cobre,  ropa  y  los  demás  frutos ;  nunca  se  ha  hecho  en 
ella  vino,  ni  en  todo  el  Reino,  pienso  que  por  flojedad  de  los  que  habitan,  que 
si  hubieran  buscado  los  temples,  pues  hay  hartos  y  bien  diferentes,  los  hubieran 
hallado  á  toda  suerte  de  plantas  de  que  carecen  por  este  descuido,  como  olivos, 
viñas,  nogales,  porque  aunque  los  hay  en  los  montes,  no  vale  nada  la  fruto,  por 
no  estar  cultivados.  Cógese  dos  veces  en  el  año  trigo,  por  mejor  decir^  todo  el 
año  están  cogiendo  y  sembrando,  porque  como  son  dos  los  inviernos  y  veranos 
que  tiene  el  año,  y  éstos  poco  rigorosos,  porque  no  se  diferencian  más  que  en 
llover  en  el  invierno,  que  es  en  el  raes  de  Octubre,  Noviembre  y  Diciembre, 
Marzo,  Abril  y  Ma^o,  y  no  llover  en  verano  los  demás  meses,  se  puede  en  todo 
tiempo  sembrar  y  coger.  Los  días  son  iguales,  pues  cuando  mucho  hacen  de  dife- 
rencia en  el  tiempo  que  toca  el  sol  en  el  trópico  de  Capricornio,  que  es  cuando  más 
se  le  aparta,  que  tomada  la  media  á  la  mañana,  y  tomada  la  ncche,  bien  da  á  co- 
nocerse esta  diferencia  de  días  en  este  tiempo  á  los  demás.  Su  cielo  no  es  tan  ale- 
gre como  en  regiones  de  tierra  caliente;  no  hay  día  en  el  año  que  le  falten  tres 
cosas:  sol,  aire  y  nubes;  las  noches  son  muy  serenas  y  claras,  en  especial  en 
los  llenos  de  la  luna;  cuando  el  Oriente  está  limpio,  se  alcanzan  á  ver  los  dos 
polos  ártico  y  antartico,  aunque  el  antartico  mejor.  Está  la  ciudad  á  la  traza 
de  un  lugar  de  tres  mil  vecinos,  aunque  no  tiene  tantos ;  las  calles  muy  anchas, 
largas  y  empedradas;  muy  buenos  edificios,  por  ser  tanta  la  abundancia  que 
hay  de  materiales,  así  de  maderas  como  de  los  demás;  curiosamente  aderezadas 
de  mucha  seda,  tapicerías  y  cuadros  de  extremadas  pinturas,  porque  los  vecinos 
en  común  son  muy  curiosos  y  dados  á  esto,  llevados  de  sus  buenos  y  sutiles 
ingenios,  como  se  han  conocido  y  conocen  cada  día  en  letras,  y  otras  ocasiones, 
de  que  también  participan  las  mujeres,  como  de  hermosura  y  buenos  cuerpos, 
de  donde  sale  el  vestirse  con  bizarría,  bien  á  costa  de  las  haciendas,  que  no  lo 
sienten  ¡^oco. 

La  Iglesia  Catedral  que  hemos  dicho  tiene  con  su  Arzobispo,  que  hoy  es 
Don  Fernando  Arias  de  Ugarte,  criollo  de  la  misma  ciudad  y  baptizado  en  la 
misma  iglesia,  su  esposa,  tiene  la  gran  reliquia  de  la  cabeza  de  Santa  Isabel, 
Beina  de  Hungría,  de  la  tercera  Orden  de  Nuestro  Padre  San  Francisco,  que 
le  trajo  su  primer  i\rzobis]>o,  Don  Fray  Luis  Zapata  de  Cárdenas,  cuando  vino 
á  su  Arzobispado,  que  se  la  dio  la  Reina  de  Castilla,  Doña  L^sabel  de  la  Paz, 
siendo  él  Provincial  de  la  Provincia  de  San  Miguel  en  Castilla  ;  y  Nuestra 
Señora  que  llaman  del  Topo,  de  frecuentada  devoción  por  todo  el  pueblo,  desde 
que  estando  esta  santa  imagen  en  el  suyo  de  indios,  llamado  así,  sudó  una  ó 
dos  veces  \m  sudor  milagroso,   como   se  supo,  según  las  informaciones  que  se 


286  FRAY   PEDRO   SIMÓN  (7.*  NOTICIA 

hicieron.  Es  la  Iglesia  de  muy  buena  fábrica,  de  iros  naves,  un  muy  bien  aca- 
bado y  suntuoso  retablo,  y  una  extremada  sillería  en  el  Coro.  Hay  en  la 
ciudad  tres  parroquias:  la  mayor  de  Santa  María  de  las  Nieves;  otra  de  Santa 
Bárbara  y  otra  de  San  Victorino,  en  las  cuales  hay  siempí^  el  Santísimo  Sa- 
cramento. Tiene  también  cuatro  conventos:  de  Santo  Domingo,  uno;  otro  de 
San  Agustín,  y  de  nuestra  Orden  el  convento  de  San  Diego,  muy  bien  acabado 
y  devotísimo,  á  la  entrada  do  la  ciudad,  y  el  de  San  Francisco,  casa  grande  y 
bien  acabada,  y  en  todos  los  tres  muchos  religiosos  y  hombres  muy  doctos, 
donde  se  leen  artes  y  teología  y  casos  de  conciencia,  como  también  se  leen  en 
el  colegio  que  tiene  la  Compañía  de  Jesús,  que  se  fundó  el  año  de  mil  seiscien- 
tos cuatro  (1604),  donde  se  gradúan  como  en  Universidad  hasta  de  doctores, 
por  cédula  particular  y  breve  de  Su  Santidad  que  para  esto  tiene  el  Colegio, 
que  se  puso  en  ejecución  en  este  año  de  mil  seiscientos  veinte  y  tres  (1623j, 
en  que  también  se  demolió  otro  convento  de  I^ecolección  de  la  Orden  de  Nues- 
tro Padre  Santo  Domingo,  llamado  de  San  Vicente,  que  estaba  fundado  en  la 
ciudad  pocos  años  había.  Tiene  dos  conventos  de  monjas:  uno  de  la  Concep- 
ción y  otro  de  Santa  Teresa,  Carmelitas;  un  hospital  bueno  y  capaz,  donde  se 
curan  muchos  enfermos,  que  visitan  cada  sábado  dos  Oidores,  inquiriendo  de 
su  cura,  regalo  y  buen  tratamiento.  Hay  un  Colegio  Seminario,  á  cargo  de  los 
Phdres  de  la  Compañía,  donde  estudian  gramática  y  artes  más  de  ochenta  co- 
legiales, entre  seminarios  y  porcionistas.  Tiene  muchos  letrados  abogados, 
muchos  encomenderos,  muchos  mercaderes  y  muy  ricos;  grandes  labradores 
que  crían  ganados  mayores  y  menores;  maestros  de  música,  armas,  jineta; 
grandes  romancistas  toscanos,  hombres  eminentes  en  poesía  y  en  música  de 
instrumentos,  y  quien  los  haga  y  la  compongan;  infinidad  de  oficiales  de  todos 
los  oficios;  muchos  plateros  de  oro  y  plata,  bordadores,  pintores,  entalladores, 
ensambladores,  armeros,  espaderos,  doradores,  pabonadores  y  todos  los  oficios 
convenientes  á  República  tnn  ilustre.  Hay  imprenta  de  naipes,  donde  se  hacen 
muy  buenos  por  cuenta  del  Rey,  y  se  vende  cada  baraja  por  nueve  reales  cas- 
tellanos. Es  gente  muy  lucida  en  su  vestir,  así  hombres  como  mujeres;  y 
aunque  suelen  haber  muertes  repentinas,  no  hay  enfermedades  contagiosas  en 
esta  ciudad,  salvo  cuando  pican  las  viruelas ;  las  más  ordinarias  son  reumas, 
romadizos  y  dolores  de  costado,  causados  de  las  aguas  llovedizas  que  se  beben 
de  los  ríos  en  los  inviernos,  y  de  los  aires  fuertes,  que  corren  de  ordinario  muy 
furiosos  en  tiempos  de  verano.  Tiene  en  su  comarca  de  veinticinco  á  treinta 
mil  indios  tributarios,  con  todo  lo  cual  y  otras  mucháfe  cosas  que  pudiéramos 
decir  de  esta  ciudad  si  la  brevedad  nos  diera  licencia,  es  de  las  mejores  y 
más  ilustres  repúblicas  de  estas  Indias,  pues  después  de  las  ciudades  de  Lima 
y  México,  á  ninguna   otra   reconoce   ventajas,  ni  aun  igualdad.  No  tiene  otra 


CAr.  XLll)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA    FIRME  287 

ciudad  ni  villa  de  españoles  debajo  de  su  Gobierno  inmediato,  porque  todas 
las  demás  del  Distrito  del  Nuevo  Keino  y  de  la  Audiencia  tienen  particulares 
Gobernadores  y  Corregidores. 


CAPÍTULO  XLII 

Contenido  :  Pro&ígue  la  recapitulación  de  los  Gobiernos  de  la  Audiencia  del  NuevO 
Reino. 

LA  ciudad  de  Tunja,  veintitrés  leguas  al  Norte  de  esta  de  Santa- 
fé,  en  sesenta  y  seis  grados  y  diez  minutos  en  longitud,  y  en  cinco 
de  latitud  al  Norte,  que  la  edificó,  por  mandado  del  Licenciado  Gonzalo 
Jiménez  de  Quesada,  el  Capitán  Gonzalo  Suárez  Kondón  el  año  de  mil  qui- 
nientos treinta  y  nueve,  se  gobierna  por  un  Corregidor,  con  mil  pesos  de  sala- 
rio, que  al  presente  es  el  Capitán 'Alejandrino  Ramírez  de  Arellano.  Tiene 
por  Justicia  ordinaria  dos  Alcald'és  ordinarios,  y  de  la  Hermandad  otros  dos, 
y  los  demás  oficios  públicos  y  por  subordinados  al  Corregimiento. 

La  ciudad  de  yélez  en  sesenta  y  seis  grados  y  seis  minutos  de  longitud,  y 
cinco  y  cuarenta  minutos  de  latitud  al  Norte,  poblada  por  el  Capitán  Martín 
Galiano  el  mismo  año  que  la  de  Tunja.  Y  la  ciudad  de  Pamplona  en  sesenta  y 
cuatro  grados  de  longitud,  cinco  y  cincuenta  minutos  de  latitud,  poblada  por 
Pedro  de  Ürsúa  y  el  Capitán  Ortún  Velasco,  y  la  villa  de  Nuestra  Señora  de 
Leiva,  que  todas  se  corrigen,  como  la  dé  Tunja,  por  Alcaldes  ordinarios  y  de 
la  Hermandad;  para  mejor  Gobierno  tiene  Corregidores  en  los  pueblos  y  Pro- 
vincias de  los  naturales,  que  son  en  la  Provincia  de  Turmequé  la  Provincia  y 
Corregimiento  de  Sáchica,  en  cuyo  distrito  el  pueblo  de  indios  de  Chiquinqui- 
rá  y  en  él  la  Iglesia  y  imagen  pintada  milagrosa  de  Nuestra  Señora  de  este 
mismo  nombre,  tan  célebre  en  todas  estas  Indias,  y  de  quien  tantas  veces  he- 
mos hablado;  la  Provincia  y  Corregimiento  de  Chivata,  el  Corregimientojde 
Paipa,  el  de  Icabuco,  el  de  Duitama,  el  Corregimiento  y  provincia  de  Gámeza 
y  el  de  Chita.  Las  cosas  de  esta  ciudad  de  Tunja,  de  quien  ya  en  otras*partes 
hemos  hablado,  corren  parejas  en  temple,  labranzas  y  crianzas  de  frutos  da  la 
tierra  con  la  de  Santafé;  pero  en  su  sitio,  agua  del  uso  de  la  ciudad  y  canti- 
dad de  ve^éinos,  es  muy  menor,  si  bien  le  iguala  en  los  conventos  de  frailes  y 
monjas,  pues  tiene  las  mismas  tres  de  Santo  Domingo,  San  Francisco  y  San 
Agustín,  colegio  de  la  Compañía,  y  dos  de  monjas  de  Santa  Clara  y  la  Concep- 
ción, y  porque  dejamos  en  otras  partes  escritas  más  á  lo  largo  las  cosas  de  esta 
ciudad,  no  nos  alargaremos  aquí. 


288  FRAY   PEDRO    SUídlí  (7.*^  NOTICIA 

El  Gobierno  délos  Muzos  y  Colimas,  cuyo  Gobernador  tiene  seiscientos 
mil  maravedís  de  salario,  comprende  en  sí  la  ciudad  de  la  Trinidad  de  los 
Muzos,  fundada  en  la  Provincia  de  indios  llamados  así,  en  sesenta  y  siete  gra- 
dos de  longitud,  cinco  y  cincuenta  minutos  de  latitud  al  Norte,  veinte  leguas 
de  Santftfé  al  mismo  rumbo  donde  tiene  aquellas  famosas  minas  de  esmeraldas 
del  cerro  de  Itoco,  legua  y  media  de  la  ciudad  al  Poniente,  de  quien  largamen_ 
te  dejamos  tratado  en  su  lugar,  y  la  ciudad  de  Nuestra  Señora  de  la  Palma, 
poblada  en  la  Provincia  de  los  indios  Colimas,  en  sesenta  y  cebo  grados  y  diez 
minutos  de  longitud,  y  cinco  y  diez  minutos  de  latitud  al  Norte;  lo  demás 
que  toca  á  estas  ciudades  se  ve  en  la  bistoria  acerca  de  sus  fundaciones. 

El  Corregimiento  de  la  ciudad  de  Mariquita,  ó  por  mejor  decir,  de  Tocaima 
porque  de  ésta  le  da  su  título  el  Key,-  comprendo  en  su  Gobierno  la  dicha  ciu- 
dad de  Mariquita,  poblada  en  la  Provincia  de  los  indios  Mariquitones,  de  que 
han  quedado  pocos  ó  ningunos,  en  sesenta  y  ocho  grados  y  cuarenta  minutos 
de  longitud,  y  cuatro  de  latitud.  Tiene  en  su  término  las  famosas  minas  de 
plata,  en  las  lajas  de  quien  tanto  hemos  tratado.  Fundóse  el  año  de  mil  quinien- 
tos cincuenta  y  uno  la  ciudad  de  Tocaima,  en  sesenta  y  ocho  grados  y  treinta 
minutos  de  longitud,  y  tres  y  treinta  y  cinco  minutos  de  latitud,  debajo  de  cuyo 
término  se  comprenden  las  grandes  Provincias  de  los  indios  Pijaos  por  una 
parte,  porque  la  ciudad  de  Ibaguó,  que  también  es  de  este  Corregimiento,  en 
sesenta  y  nueve  grados  y  diez  minutos  de  longitud,  tres  y  cincuenta  minutos 
de  latitud,  comprende  en  un  término  la  otra  parte  de  la  Provincia  de  estos 
indios.  La  ciudad  de  Nuestra  Señora  de  los  Remedios,  poblada  en  los  indios 
Pantágoras,  en  sesenta  grados  y  cuarenta  minutos  de  longitud,  y  tres  y  cinco 
minutos  de  latitud  al  Norte,  se  comprende  también  debajo  de  este  Corregimien- 
to, cuyo  Corregidor  tiene  de  salario  mil  pesos  ensayados. 

La  Gobernación  ■  de  Antioquia,  que  cae  entre  los  dos  grandes  ríos  de  la 
Magdalena  y  Cauca,  que  por  otro  nombre  se  llama  la  Gobernación  de  Zarago- 
za, cuyo  Gobernador  y  Capitán  General  tiene  dos  mil  ducados  de  salario;  com- 
prende su  distrito  la  ciudad  de  Zaragoza,  poblada  por  el  Gobernador  Gaspar 
de  Rodas,  en  la  Provincia  de  los  indios  Yamesíes,  en  sesenta  y  un  grados  de  lon- 
gitud, seis  y  diez  minutos  de  latitud  al  Norte,  donde  hay  Caja  Real,  Contador 
y  Tesorero,  cada  uno  con  mil  ducados  de  salario:  la  cual  Provincia  de  Yame- 
síes, por  haberse  acabado  sus  naturales,  está  poblada  de  negros  en  las  labores 
de  estas  minas  de  oro;  á  Santafé  de  Antioquia,  la  ciudad  de  Cáceres,  en  sesenta  y 
un  grados  quince  minutos  de  longitud,  cinco  y  treinta  minutos  de  latitud;  la  villa 
de  San  Jerónimo  del  Monte,  y  la  ciudad  de  San  Francisco  de  Guamoco,  de  la 
cual  Gobernación  trataremos  más  largo  en  nuestra  tercera  parte,  por  ser  propia 
de  aquel  lugar. 


CAP.  XLIl)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA  FIRME.  289 

El  Gobierno  da  Popayán  comprende  en  sí  diez  ciudades,  que  son:  Popayáo, 
Pasto,  Almagaer,  Caloto,  Buga,  Cali,  Toro,  Oartago,  Tiaianá,  Anserma,  Arma; 
las  cinco  de  éstas,  que  son:  Toro,  Cartago,  Timaná,  Anserma  y  Arma,  pertene- 
cen ú  la  Heal  Audiencia  de  Santafé,  y  las  demás  á  San  Francisco  de  Quito,  on 
cuyo  distrito  está  la  ciudad  de  Popayán,  en  sesenta  y  dos  grados  y  treinta  y 
cinco  minutos  de  longitud,  dos  y  treinta  minutos  de  latitud  al  Norte,  de  quien 
también  hablaremos  en  la  tercera  parte. 

El  Gobierno  de  la  ciudad  de  Mérida,  que  bastjfv  el  año  pasado,  que  el  Rey 
lo  hizo  Gobierno,  había  sido  Corregimiento,  comprende  en  sí  la  dicha  ciudad  de 
Mérida,  con  su  provincia  de  indios,  en  sesenta  y  dos  grados  y  diez  minutos  de 
longitud,  y  seis  de  latitud  al  Norte,  y  la  villa  de  San  Cristóbal  con  su  provin- 
cia de  indios;  y  la  de  San  Antonio  de  Gibraltar,  puerto  de  la  Guayana  de  Ma- 
racaibo,  donde  hay  Caja  Real  con  Tenientes,  Contador  y  Tesorero;  y  la 
ciudad  de  Barinas  con  su  provincia  de  indios:  y  la  de  Pedraza  con  la  suya,  de 
quien  ya  dejamos  tratado  en  nuestra  primera  y  segunda  parte;  tiene  de  salario 
el  Gobernador,  que  al  presente  es  Juan  Pacheco  Maído  nado,  cuatro'cientos  y 
cincuenta  mil  maravedís.  Hay  también,  para  mejor  Gobierno  de  los  indios  de 
esta  provincia,  Corregidores  de  solos  ellos. 

Ya  dejamos  dicho  en  nuestra  primera  y  segunda  parte,  que  en  la  margen  del 
río  Orinoco,  á  la  parte  del  Poniente,  y  á  treinta  leguas  de  sus  bocas,  pobló  el 
Gobernador  Antonio  de  Berrío  la  ciudad  de  Santo  Thome,  en  la  provincia  de  la 
Guayana,  y  el  Rey  se  la  dio  en  Gobierno  por  dos  vidas,  que  hoy  está  vaco  por 
haber  muerto  su  hijo  Don  Fernando  de  Barrio.  No  tiene  otra  ciudad  de  espa- 
ñoles que  comprenda  en  sí,  porque  la  de  San  José  de  Gruño,  de  la  isla  de  la 
Trinidad,  que  pobló  el  mismo  Gobernador,  no  está  aún  determinado  si  perte- 
nezca á  aquel  Gobierno,  por  no  estarlo  si  pertenezca  al  Gobierno  de  la  Audien- 
cia de  Santo  Domingo  ó  la  de  Santafé. 

El  Gobierno  de  la  Provincia  de  Hierma,  ó  valle  de  La  Plata,  cuyo  Gober- 
nador, que  al  presente  es  el  Capitán  Antonio  de  Olalla,  tiene  mil  y  doscientos 
ducados  de  salario,  comprende  en  sí  la  ciudad  del  Espíritu  Santo  del  Caguán, 
que  pobló  el  Capitán  Juan  López  de  Herrera  su  hermano,  y  la  ciudad  de  San 
Juan  de  los  Llanos,  á  sesenta  y  ocho  grados  y  diez  minutos  de  longitud,  y  doce 
grados  y  ocho  minutos  de  latitud,  á  quien  están  reducidos  los  indios  de  San 
Juan  de  Yeima,  que  también  pobló  el  mismo  Capitán  Herrera. 

El  Gobierno  de  la  Provincia  de  Timaná,  cuyo  Gobernador,  que  al  pre- 
sente es  el  Capitán  Diego  de  Ospina,  comprende  en  sí  la  villa  de  Timaná  por 
sus  provincias  de  indios,  en  sesenta  grados  y  cincuenta  minutos  de  longitud, 
dos  y  treinta  minutos  de  latitud  al  Norte,  y  la  ciudad  de  la  Concepción  de 
Neiva,  nuevamente  poblada  con  los  indios  que  le  adjudicaron  á  su  destino. 


290  FRAY   PEDRO    S1M(5n  (7.*  NOTICIA 

El  Capitán  Alonso  Eangel,  vecino  de  la  ciudad  de  Pamplona,  en  este 
Reino,  tomó  por  asiento  de  la  Real  Audiencia  las  conquistas  de  las  bocas  del 
río  Zulia,  7  pobló  la  ciudad  de  Salazar  de  Las  Palmas,  con  merced  de  la  Jus- 
ticia Mayor,  por  dos  vidas  en  ella,  como  hoy  la  goza  su  hijo.  El  mismo  asiento 
tomó  el  Capitán  Pedro  Daza  para  poblar  la  ciudad  de  Santiago  do  Alataya; 
habiéndolo  muerto  los  indios  Custanas,  le  sucedió  su  hijo  en  Justicia  Mayor 
de  ella,  que  hoy  lo  goza. 

La  Gobernación  de  *  Santa  Marta  comprende  en  sí  esta  ciudad,  que  es 
cabeza  del  Gobierno,  en  que  hay  Obispo,  Iglesia  Catedral  con  título  de  Nuestra 
Señora  de  la  Concepción;  tiene  Gobernador  con  dos  mil  ducados  de  salario, 
Caja  Real,  Contador  y  Tesorero  ;  compréndese  en  el  Gobierno  la  ciudad  de 
Ocaña  con  los  indios  de  su  Provincia.  La  de  Tamalameque  con  los  de  la  suya, 
á  la  margen  del  Río  Grande  de  la  Magdalena  ;  la  villa  de  Tenerife  en  la  misma 
margen  más  abajo  ;  la  ciudad  de  la  Nueva  Córdoba  con  los  indios  de  su  Pro- 
vincia; la  ciudad  de  Sevilla  con  sus  indios  y  minas  de  oro;  la  ciudad  de  los 
Reyes  en  el  Valle  de  Upar;  la  ciudad  del  Nombre  de  Cerros  con  los  indios  de 
su  Distrito,  que  habiéndola  mudado  á  la  sabana  de  Nerripí,  le  mudaron  tam- 
bién el  nombre,  llamándola  la  Nueva  Valencia;  y  la  ciudad  del  Río  de  la 
Hacha,  con  sus  pesquerías  de  perlas,  y  la  de  la  Ramada  ó  Nueva  Salamanca,  y 
estas  dos  pertenecen  al  distrito  de  Santo  Domingo.' 

El  Gobierno  de  la  ciudad  de  Cartagena  comprende  en  sí  aquella  ciudad, 
cabeza  de  Gobierno,  obispado  sufragáneo  al  arzobispado  de  este  Nuevo  Reino ; 
tiene  Iglesia  Catedral  con  título  de  Santa  Catalina,  con  canónigos  y  prebendados. 
El  Gobernador  y  Capitán  General  tiene  de  salario  dos  mil  pesos  ensayados  ; 
presidio  de  guerra,  Caja  Real,  Contador  y  Tesorero,  cada  uno  con  trescientos 
mil  maravedís  de  salario  ;  Tribunal  de  la  Santa  Inquisición,  con  dos  Inqui- 
sidores y  un  Fiscal.  Está  en  setenta  grados  y  treinta  minutos  de  longitud,  y 
once  de  latitud  Norte.  Comprende  la  villa  de  Santiago  de  Mompox,  en  sesenta 
y  nueve  grados  y  treinta  minutos  de  longitud,  siete  y  cuarenta  minutos  de 
latitud,  con  los  indios  de  su  distrito,  que  son  bien  pocos  ;  y  villa  de  Santiago 
de  Tolú  en  setenta  y  un  grados  y  diez  minutos  de  longitud,  y  diez  grados  de  la- 
titud; y  el  pueblo  de  San  Antonio  de  Toro,  de  la  cuarGobernación  y  ciudad 
hablaremos  más  largo  en  nuestra  tercera  parte. 


CAP.  XLIII)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA  FIRME.  291 

CAPÍTULO  XLIII 

Contenido:  1."  Comiénzase  á  tratar  de  los  dos  ríos  de  la  Magdalena  y  Cauca-— 2.«» 
Nacimiento  de  ambos  y  su  corriente  hasta  el  Mar  del  Norte — S."  Riqueza  del  río  del 
Cauca  y  grados  de  altura  en  que  entran  ambos  juntos  en  el  mar — 4.»  Navegación 
del  Río  Grande  de  la  Magdalena. 

AS  varias   cosas   que,  con   difusión  varia,  hemos  tratado  en  nuestra 
primera   y    segunda    parte  y  tocaremos  en  la  tercera,  del  famoso  y 
celebrado  Río  de  la  Magdalena,  nos  obliga   á  reducirlas  á  particulares  capítulos, 
para  que  aquellas   y   otras,  que  será   bien  no  se  callen,  se  hallen  juntas  á  los 
remates  de  este  libro,  que  como  segunda  parte   está  dando  sus  dos  manos  á  la 
primera  y  tercera,  enlazando    la  historia  de  todas  tres,  al  modo  que  dijo  el  otro 
filósofo  ser  el  hombre  un  árbol   plantado  al   revés  ;  las  raíces,  que  son  los  ca- 
bellos, voladas   al   cielo  ;  pies   y   brazos,  que  son  como  ramas,  asidas  al  tronco 
del  cuerpo,  vueltas  á  la  tierra  ;  podemos   poner  la  misma  semejanza  de  árbol  á 
este  gran  río,  como  á  todos,  pues  si  los  pintaran  como  él  es,  sería  sacar  una  estampa 
perfecta  de  un  árbol  sin  hojas  ni  fruta,  cuyas   dilatadas   raíces,  de  más  de  diez 
leguas   de   circunferencia,  por  ser  cinco  y  seis  las  que  entra,  por  línea  recta,  en 
el  anchísimo  Mar  del  Norte,  se  entretejen  con  las  saladas  aguas,  que  como  plan- 
tado en  ellas,  va   cortando   su   tronco  la  seca  tierra  al  rumbo  del  Sur,  distancia 
de  trescientas   leguas,  hasta  rematar   sus  últimas   y   delgadas  puntas,  primero 
origen  de  sus  valientes  aguas,  en  los  Páramos  de  las  Papas  (Papallatas,  dice  el 
original)  á  espaldas  vueltas  de  la  villa  de  Timaná,  extendiendo  en  toda  esta 
larga  distancia   sus   ramos   de   otros   valientes   ríos  y  quebradas,  que  á  las  dos 
márgenes  se  le  ingieren  tan  muchas  que  pasan  el  número  de  quinientos.  Alzase 
con  el  primero   de   todos   estos   ramos   el   crecido   río   Cauca,  que  siendo  poco 
menor,  se  junta  con  este  de  la  Magdalena  á  treinta  leguas  de  sus  bocas,  ofre- 
ciéndole  sus  aguas,  para   que   entrando    juntas  en  tan  gran  montón,  les  den 
mayor  lugar  y  guarden  mayor  respeto  las  inquietas  del   mar,  como  sucede  des- 
pués, pues  las  dulces  y  blancas  de  este  gran  río  hacen  retirar  á  raya  á  las  verdi- 
negras saladas  á  las  diez  leguas  en  contorno  que  hemos   dicho,  como  yo  las  he 
navegado  cinco   6  seis  leguas   el   mar   adentro,  con  la  conocida  diferencia  que 
hacen,  no  sólo  en  el  color  distinto  que  tienen  de  las  unas  las  otras,  sino  tam- 
bién con  un  cerco  de  resaca  de  todas  surtas  que  bajan  por  las  del  río,  que  per- 
manece hasta  que  por  los  embates  del   mar  se  deshace  el  cerco.  Para  conoci- 
miento más  fundado  de  los  principios  y  fines  de  este  río,  será  forzoso  advertir 
que  treinta   leguas  al  Occidente  de  la  cordillera,  donde  dijimos  está  poblada  la 
ciudad  de  Santafé  eu  esto  Nuevo  Reino,  corre  otra  cordillera,  también  Norte 

28 


292  FRAY  PEDRO   SIMÓN  (7.*  NOTICIA 

Sur,  y  otras  veinte  leguas  más  al  Occidente,  otra  casi  paralela  con  las  dos,  con 
una  inclinación    del   Norte   al    Sueste.  Estas    tres   cordilleras   se   desgajan  de 
aquella  muy   grande,  que    corre   mil   y    quinientas  leguas,  desde  el  EstrecLo  ó 
Canal  de  Magallanes,  por  todo  el  Pirú  y   Quito,  y  dividiéndose  en  la  Goberna- 
ción de  Popayán,  cerca  de  donde    está    poblada   la    ciudad    de    Almaguer,  cien 
leguas  de  la  de  Sautafé,  con  alguna  inclinación  al  Este,  haciendo  grandes  valles, 
con  aguas  vertientes  á  ellos  de  las  cumbres  de  las  cordilleras  del  principio  de 
la  de  enmedio,  que  lo  tiene  en  el  Páramo  de  las  Papallatas,  como  hemos  dicho, 
y  donde    también    lo    tienen    ambos    valles,  á  dos  grades  y  veinte  minutos  de 
latitud  á  la  banda  del  Norte,  y   sesenta  y  nueve  y  treinta  minutos  de  longitud. 
Tienen    sus   principios   los   dos  caudalosos  ríos  de  la  Magdalena,  dicho  así  por 
lo  que  dejamos    dicho,  y    Cauca,  así   nombrado,    no  sé   por   qué,  pues  aunque 
Cieza  llama  este  río  de  Santa  Marta,  debió  de  ser  puesto  sin  raa's  fundamento 
que  porque   son  tan   hermanos,  ya   que  del   uno  se  decía  de  la  Magdalena,  se 
nombrase  el  otro  de  Santa   Marta  :  este  nombre  se  le  ha  caído  del  todo  y  le  ha 
quedado  el  de   Cauca.  Nacen  ambos   tan   cerca,  que  sólo  escasa  media  legua  de 
una  loma  del  páramo  divide  sus   nacimientos,   porque  aunque  no  falta  opinión 
nacer  á  mayor   distancia,   debe  de  ser  porque   se   les   van   juntando    arroyos 
de   varias  partes,    unos  en    gus   principios  en    los   más    apartados   y  otros  en 
los  más  cercanos;  pero  lo  verdadero  es  el  ser  su  distancia  media  legua,  que  luego 
comienza  á  ser  mayor  con  sus  aguas,  cogiendo  esta  cordillera  enmedio  á  modo  de 
isla,  no  dejándola  de  ceñir  cada  cual  por  el  valle  que  le  cabe  ;  el  de  la  Magda- 
lena al  Este,  y  Cauca  al  Oeste,  hasta  que  habiendo   caminado  cada  uno  por  su 
país  casi  trescientas   leguas,  recogiendo   las   aguas   claras,  suaves  y  frescas,  se 
juntan  treinta  leguas  antes  de  entrar  en  el  mar,  habiendo  enturbiado  cada  cual 
las  aguas  que  recibe  claras,  por   la  mucha  arena  de  sus  márgene^,  y  calentá- 
dolas  por  el  calor  los  valles  que  les  dan   paso  ;  de  esta  isla  ó  cordillera,  que  los 
divide  de  este  su  nacimiento   hasta   sus   juntas,  ha  de  tratar  á  su  tiempo  larga- 
mente la  tercera  parte,  por  ser  la  que  tienen  por  su  asiento  los  indios  Pijaos  y 
parte  de  la  Gobernación  de  Popayán. 

3.0  Materia  administra  el  abundante  Cauca  para  ejercitar  plumas  é  in- 
genios en  alabanzas  de  sus  arenas  de  oro,  pues  tiene  el  más  y  de  más  aven- 
tajados quilates  que  han  oído  los  siglos,  pues  si  en  muchos  de  ellos  se  hubiera 
ocupado  gran  gente  en  su  labor  y  relabe,  le  hubieran  minorado  poco,  y  en 
otras  excelencias  que  de  sus  aguas,  y  de  las  que  le  entran,  la  experiencia  ha 
sacado  en  limpio,  pero  por  haber  sido  aquellos  países  y  ciudades  que  se  han 
fundado  cerca  de  sus  márgenes,  menos  constantes  y  frecuentadas,  por  su  menor 
número  de  naturales  que  las  de  este  Nuevo  Reino,  por  donde  es  escala  el  de  la 
Magdalena,  ha  sido  más  celebrado  éste   que   Cauca,   aunque  iguales  casi  en 


CAP.X  XLIIl)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA   FIRME  293 

aguas,  salidas  de  las  entrañas  de  la  tierra  y  entradas  en  las  del  mar;  pues  como 
hemos  dicho,  desde  treinta  leguas  antes  entran  juntos  en  once  grados  y  treinta 
minutos  de  latitud  al  Norte,  y  en  setenta  y  uno  y  cincuenta  minutos  de  longitud 
del  meridiano  de  Toledo;  hácelos  otra  vez  dividir,  y  como  se  parte  de  nuevo  otra 
-^sla,  de  cinco  leguas  de  largo,  á  la  misma  boca  del  mar,  con  que  parece  entrar 
Cauca  con  su  menor  agua  por  la  boca  que  llaman  de  Camacho,  á  la  parte  del 
Poniente,  y  el  de  la  Magdalena  al  Occidente,  con  mayor  abundancia. 

á.°  De  las  trescientas  leguas  que  tiene  de  cuerpo  este  Río  de  la  Magda- 
lena, más  de  las  doscientas  y  cuarenta  es  navegable  seguido;  sólo  lo  ataja  el  que 
llaman  de  Honda,  á  la  mitad  de  las  trescientas,  que  es  un  raudal  forzoso,  cau- 
sado de  grandes  peñas  encubiertas  que  hacen  inquietar  las  aguas  y  impedir 
el  pasaje  á  la  navegación  para  arriba,  aunque  el  atrevimiento  de  algunos  se  le 
da  para  con  peligro  pasar  hacia  abajo  con  canoas  vacías.  Esta  ha  sido  la  principal 
razón  para  haberse  hecho  puerto  aquí  en  Honda  para  la  carga  y  descarga  de 
las  mercancías  de  la  Costa  para  el  Nuevo  Eeino,  y  de  las  de  él  para  la  Costa 
y  otros  pueblos  de  la  margen  del  río  y  la  Gobernación  de  Eodas  ó  Zaragoza  y 
Antioquia.  Está  este  puerto  bien  proveído  de  bodegas  y  canoas  que  bajan  y 
suben  desde  la  villa  de  Mompox  y  Barranca  de  Cartagena,  que  llaman  la  de 
Mateo.  Serán  las  que  andan  en  este  trato  en  toda  esta  distancia,  y  hasta  Santa 
Marta,  que  serán  ciento  y  sesenta  leguas,  más  de  mil  canoas,  entre  pequeñas  y 
grandes,  y  más  si  se  cuentan  las  que  por  Cauca  y  Nechí  suben  á  la  ciudad  de 
Zaragoza  ;  desde  Honda  para  arriba  es  poco  el  trato,  por  no  haber  pueblos  á  su 
margen,  y  ser  la  gruesa  del  trajín  para  esta  ciudad  de  Santafé  y  las  demás  de 
tierra  fría,  por  ser  mayores  sus  aguas  y  el  río  más  fondable,  llegar  fragatas  y 
barcos  de  gran  porte  por  el  arribo,  hasta  la  villa  de  Mompox,  yá  navegando  con 
velambre,  y  yá  á  la  sirga  ;  pero  todas  las  canoas  de  mayor  y  menor  porte  se 
bogan  con  canaletes,  más  ó  menos  como  lo  pide  su  grandeza,  aunque  lo  ordi- 
nario lleva  cada  una  catorce  bogas,  que  á  sus  principios  eran  todos  indios,  por 
los  muchas  que  tenía  el  río  en  sus  márgenes  y  islas,  como  deja  dicho  la  his- 
toria, hasta  que  habiéndose  ellos  minorado  á  los  que  están  ahora,  que  no  tiene 
mil  y  seiscientos  indios  de  los  infinitos  que  hallaron  los  españoles,  la  bogan 
negros  esclavos  y  muy  pocos  indios,  y  esos  de  ordinario  son  vagabundos,  que 
habiendo  dejado  sus  tierras,  se  van  á  éstas  y  se  alquilan  á  la  boga,  haciéndose 
vagabundos,  sin  advertir  los  pobres  que  esta  es  la  que  ha  consumido  por  la 
mayor  parte  á  todos  los  del  río,  el  cual  en  toda  su  distancia  tiene  más  de  dos- 
cientas islas,  y  algunas  de  más  de  diez  leguas,  como  es  la  que  hace  el  brazuelo 
de  Caballos,  cerca  del  puerto  de  Ocaña,  que  teniendo  éstas  de  largo,  tiene  cinco 
de  ancho,  y  las  míís  estaban  pobladas  de  indios  al  tiempo  que  le  dieron  vista 
los  nuestros. 


294  FRAY  PEDRO  SIMÓN  (7.*  NOTICIA 

CAPÍTULO  XLIV 

Contenido:  1.»  Abundancia  de  pescado  que  tiene  el  río  de  la  Magdalena — 2.<'  Propie- 
dades de  las  tortugas  y  manatíes— 3."  Caimanes,  y  cómo  crían  sus  hijos— 4.°  Su 
pesquería  y  modo  que  se  tiene  en  matarlos  —5."  Peleas  que  tienen  unos  con  otros 
y  con  tigres,  y  cómo  se  ceban  en  matar  gente — 6.^  Lagartos  que  se  crían  entre  los 
nidos  del  comején. 

SON  innumerables  las  especies  de  pescados  que  abriga  en  sus  turbias 
aguas  este  río,  que  por  ser  turbias  les  dan  menor  defensa,  pues  río 
turbio,  ganancia  de  pescadores;  de  los  menudos  son  menos  conocidos,  pero  de 
los  mayores  se  alzan  con  la  excelencia  los  que  llaman  doncellas,  que  pocos  se 
hallan  fuera  del  término  de  Mompox;  pienso  son  los  mejores,  más  sanos  y 
sabrosos  que  se  han  hallado  en  estas  Indias,  en  especial  salpresa  de  un  día 
para  otro;  sécanlos  con  sal  y  al  sol,  y  no  es  pequeña  la  cantidad  que  así  goza  la 
ciudad  de  Cartagena  y  Santafé;  cógense  en  raudales  con  anzuelos.  Las  ordina- 
rias son  muchas  y  buenas  y  bien  defendidas  de  espinas,  como  también  los 
bocachicos,  dichos  así^por  sus  chicas  bocas;  patalees  tiene  pocos,  aunque  tienen 
muchos  los  ríos  que  le  entran,  por  ser  estos  pescados  de  aguas  claras;  pero  de 
lo  que  abunda  es  de  bagres,  que  son  los  nicas  crecidos,  así  los  blancos  como  los 
rayados  de  negro,  por  haber  de  ésta  dos  diferencias  de  éstos;  seco,  abunda  todo 
este  Eeino  en  tiempos  de  cuaresma,  por  cogerse  en  las  pesquerías  de  Purnio, 
tres  leguas  abajo  de  Honda,  cada  año  veinte  mil  arrobas  castellanas:  es  pescado 
entre-aguado,  porque  ni  se  llega  al  suelo  del  río  ni  á  la  superficie  de  la  agua,- 
aunque  vea  cebo,  que  fué  la  razón  que  dieron  los  pescadores  de  él  para  que  no  se 
vedara  el  comerlo  el  año  de  mil  seiscientos  diez  y  seis,  en  que  por  haber  por  toda 
la  región  del  río  innumerable  langosta,  iba  mucha  muerta  por  las  aguas,  de  que 
comiendo  otros  muchos  peces  estos  bagres,  no  le  tocaban,  por  ser  medrosos  y 
andar  siempre  en  el  centro  de  la  agua. 

2.°  Críanse  en  las  partes  de  más  sosegadas  aguas  innumerables  tortugas, 
bien  crecidas,  y  fueran  infinitas  más,  y  que  pudieran  ser  estorbaran  la  boga,  si 
no  les  destruyeran  los  indios  y  negros  de  ella  los  huevos  que  paren  en  la  arena 
de  sus  playas,  que  son  el  principal  sustento  de  esta  gente  al  subir  y  bajar  del 
río;  63  en  tan  gran  número  los  huevos  que  les  quitan,  que  el  año  pasado,  su- 
biendo yo  el  río  por  el  mes  de  Julio,  que  es  el  de»  verano,  en  flotilla  de  diez 
canoas,  haciendo  por  curioso  entretenimiento  número  por  mayor  de  los  huevos 
que  se  sacarían  y  comercian  todos  los  bogas,  pareció  serían  de  doscientos  y 
cincuenta  mil,  porque  haciendo  contar  solos  los  de  mi  canoa  las  más  de  las 
noches,  que  fueron  trece,  pasaban  de  setecientos  cada  noche:  son  menores  que 


CAP.  XLIV)  NOTICIAS   DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA   FIRME  295 

de  gallina,  y  la  cascara  correosa  y  blanda.  Pónenlos  á  un  tercio  de  arena,  con 
que  los  cubren,  y  no  los  vuelven  más  á  ver  las  madres,  porque  ellos  á  su  tiempo 
rompen  el  huevo  y  la  cubierta  y  se  acogen  al  agua  con  tal  proporción,  que 
aunque  les  atajen  el  camino  vuelven  á  la  tierra,  sino  que  porfían  á  la  entrada 
de  las  aguas ;  ponen  hasta  veintisiete  de  una  vez.  Con  el  conocimiento  que 
tienen  ya  de  los  indios  y  los  negros,  aprietan  con  el  calcañal,  que  siempre  va 
descalzo,  la  arena,  y  en  lo  muelle  conocen  la  nidada.  También  los  persigue 
cierta  ave  de  rapiña  que  llaman  guaragaes,  que  en  sintiendo  el  indio  lo  ojean, 
van  y  sacan  loa  huevos,  y  aun  suelen  seguir  á  éstos  los  gallinazos  y  participan 
de  Ja  presa,  cuando  los  han  sacado  los  guaragaes,  porque  ellos  no  saben  escar- 
bar y  sacarlos.  Las  ciénegas  y  lagunas  que  por  bocas  tiene  este  río  á  sus  mar- 
genes,  llenas  en  sus  crecientes,  crían  gran  suma  de  manatíes,  pescados  de  agua 
y  tierra,  que  parece  quiso  Dios  enlazar  estos  dos  elementos  y  aun  el  del  aire 
(pues  respiran  con  él  cuando  están  fuera  de  la  agua)  con  estos  pescados  y  con 
otros  de  la  misma  naturaleza,  de  gozar  de  estos  tres  elementos,  como  son  los 
caguanes,  de  que  luego  hablaremos,  y  los  peces  voladores,  que  como  Dios  cuando 
crió  el  mundo  sacó  todas  las  aves  del  agua,  convirtiéndolas  de  pescados  en 
aves,  quedaron  algunas  con  parte  de  aves  y  parte  de  pescado,  como  los  peces 
voladores  y  otros  de  agua  y  tierra,  como  los  patos  y  ánades,  que  se  sustentan 
en  las  aguas  y  tierra;  otros  que  viven  en  las  aguas  y  se  sustentan  sólo  de 
tierra  (cosa  admirable  en  Dios),  como  estos  manatíes,  que  sólo  comen  y  susten- 
tan del  carrizo,".gramalote  y  yerbas  que  se  crían  á  las  márgenes  de  las  ciénegas  ó 
ríos  donde  habitan;  de  éstas  pastean  como  vacas  por  asimilarse  en  mucho  á  estos 
ganados  en  la  cabeza,  hocico  y  dientes,  que  los  tienen  como  de  vacas  y  en  sólo  la 
parte  de  abajo  como  ellas,  y  en  las  tetas,  salvo  que  las  tienen  en  los  pechos,  deba- 
jo de  ciertas  aletas  que  tienen  en  aquella  parte.  Con  estas  tetas  y  su  leche  sus- 
tentan sus  hijuelos,  que  los  paren  vivos,  porque  así  como  los  caimanes  son  ovípa- 
ros, esto  es,  que  ponen  los  hijos  en  huevos,  estos  manatíes  son  vivíparos,  que  es 
decir  los  paren  vivos;  en  otras  cosas  se  asimilan  á  la  mujer,  hasta  ene  el  menstruo, 
echando  á  tiempos  sangre  supérflua  de  la  abundancia  que  les  dio  naturaleza 
para  sustentar  sus  hijos  en  el  vientre;  lloran  casi  como  niños,  tienen  cuerpo  muy 
crecido  como  de  un  becerro  de  un  año,  redondo  de  cuerpo,  los  ojos  muy  peque- 
ños, la  cola  es  como  una  pala  de  jugar  pelota,  con  que  hacen  valiente  fuerza 
para  nadar.  Los  machos  persiguen  en  su  sazón  á  la  hembra,  muchos  á  una,  co- 
brados celos  y  guerra  entre  ellos,  hasta  que  la  hacen  parar  en  tierra,  donde  se 
juntan  con  ella,  y  no  en  la  agua  jamás;  pare  dos,  y  uno  á  veces,  á  la  lengua  de 
la  agua,  por  tener  necesidad  de  suelo  fijo  para  la  fuerza  del  parto,  como  para 
la  generación.  Poséanlos  con  arpones  desde  las  cancillas  ó  curianas,  dándoles 
sirga  hasta  que  se  desangran.   Cuando  se  ven  perseguidos,  arrojan   con  la   cola 


296  FRAY   PEDRO   S1M(5n  (7.*  NOTICIA 

tal  espadaña  de  agua,  que  echan  á  pique  una  canoa.  Hácense  de  esta  suerte 
grandes  pesquerías,  por  lo  provechosa  que  es  bu  manteca  como  aceite  para 
comer  y  lucir,  que  se  saca  del  medio  para  la  cola.  También  se  aprovecha  la 
carne  en  tasajos,  que  se  sacan  tantos  como  de  un  ternero;  echan  también  la 
carne  en  adobo,  que  no  es  de  mal  gusto;  es  la  manteca  nociva  á  los  tocados  de 
humores  gruesos,  por  sacárselos  afuera.  Es  pescado  desnudo,  de  color  pardo, 
pero  tan  fuerte  su  cuero,  que  suelen  hacer  de  él  los  indios  rodelas  que  no  las 
pasa  uua  flecha;  son  sus  huesos  medicinales,  de  que  se  hacen  sortijas  para  el 
dedo  anular  contra  la  enfermedad  de  almorranas;  en  otras  partes  le  llaman 
peje-buey,  por  la  cabeza.  Son  tan  familiares  al  hombre,  que  suelen  amansarse 
criándolos  en  estanques,  como  tenía  uno  cierto  Cacique  de  la  provincia  de 
Nicaragua,  que  se  deja  ver  subiesen  los  muchachos  en  él,  y  los  pasaba  el 
estanque  de  uua  á  otra  parte. 

3.°  Los  cocodrilos  ó  caimanes  son  feroces  bestias  y  sinnúmero  en  todo 
este  río  y  los  que  le  entran,  como  sean  de  aguas  templadas,  porque  en  las 
frías  jamás  se  hallan,  y  pocas  veces  en  saladas  del  mar,  aunque  yo  los  he  visto 
en  ellas,  y  nunca  en  las  frías;  son  ovíparos,  como  hemos  dicho,  y  ponen  de 
una  vez,  y  es  sola  ésta  en  el  año,  por  el  verano  de  Navidad,  de  treinta  hasta 
cuarenta  huevos,  que  son  tan  largos  como  el  mayor  dedo  de  la  mano  de  un 
hombre,  agudos  por  ambas  partes,  las  cascaras  algo  más  duras  que  los  de  galli- 
na, y  de  dos  ó  tres  capas  de  grueso;  para  ponerlos  hacen  un  hoyo  en  la  arena 
de  las  playas,  de  una  vara  de  hondo,  y  cubiertos  con  la  arena  que  sacaron  los 
dejan  por  tiempo¿de  un  mes,  no  apartándose  la  madre  de  cerca  del  nido,  hasta 
que  al  tiempo  que  ella  ya  sabe  llega  á  él,  y  en  oyéndolos  chillar  dentro,  vuelve 
á  cavar  l:i  misma  arena  y  á  irlos  sacando,  que  serán  de  casi  un  jeme,  y  mino" 
rando  muchos  de  ellos,  providencia  de  la  naturaleza,  con  aquellas  fuertes 
y  torpes  uñas  con  que  entre  el  arena  los  mata,  antecoge  luego  la  manada  de 
aquellos  fieros  pollos,  que  aún  tan  ¡pequeños,  si  los  tocan,  abren  aquellas  fieras 
bocas  y  tenacean  y  hacen  daño  si  llegan  á  algo,  y  llevándolos  hacia  el  agua  los 
ampara  á  la  lengua  do  ella,  poniéndole  la  madre  á  la  parte  del  raudal  del  río 
para  que  los  hijuelos  no  entren  muy  dentro  con  peligro  de  que  los  coman  otros 
peces,  y  aun  suelen,  donde  hay  barrancas  del  río,  tener  hechas  covezuelas 
donde  los  ampara;  sácalos  á  tierra  y  dales  de  comer  de  lo  que  ella  ha  comido, 
vomitándolo  para  que  lo  coman,  al  modo  de  la  paloma  cuando  cría  sus  hijos; 
susténtalos  de  esta  suerte  hasta  que  ellos  son  de  eda(^  de  poder  buscar  por  sí 
su  vida.  Suelen  sacar  y  comerse  estos  huevos,  como  los  de  las  tortugas,  los 
^ndios  y  negros  bogas,  por  donde  también  se  minoran  muchos,  aunque  lo  que 
más  los  destruye  son  las  grandes  pesquerías  que  se  hacen  de  ellos,  pues  en  sólo 
el  término  de  la  villa  de  Mompox  se  matan  cada  año  más  de  treinta  mil  caima- 


CAP.    XLlv)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA  FIRME  297 

nes  para  sacarles  la  manteca,  de  que  mucli08  tienen  granjeria,  friendo  su  carne 
en  grandes  pailones;  gástase  ésta  para  dar  carena  á  los  navios,  y  en  sus  vitáco- 
ras,  porque  da  una  luz,  aunque  enfadosa  en  su  olor,  muy  clara,  por  lo  cual 
también  se  gasta  en  los  socavones  de  las  minas  de  oro,  y  tienen  por  mayor 
granjeria  los  dueños  de  las  cuadrillas  de  los  negros  sacar  el  oro  con 
este  aceite  de  caimán  que  con  la  manteca  de  manatí,  porque  ésta  se  la  comen 
los  negros,  y  la  de  caimán  no  solo  ellos  no  la  osan  tocar,  pero  ninguna  cosa 
viviente  le  toca,  ni  cucaracha,  ni  ratón,  tanta  es  la  oposición  que  este  fiero 
animal  tiene  con  todos  los  vivientes,  que  á  un  momento  le  huyen,  y  con  el 
perro  es  tanta  la  antipatía  que  se  tienen,  que  si  acaso  el  perro  con  descuido 
come  algo  de  esta  manteca,  ni  en  cuatro  meses  se  le  quita  la  tos  y  carraspera 
que  le  da. 

4.^  Es  su  pesquería  de  gusto,  por  ser  animal   que,   como  dijo  Eduardo  * 

hablando   de  esta   fiera   bestia,    es  "  contra   f  lígaces   sequax   contra    secuaces 

fuga ",  contra  los  que  le  huyen  es  valiente,  y  contra  los  que  le  hacen  rostro 

es  cobarde,  y  huye,  como  se  ve  muchas  veces  que   queriendo  acometer  á  un 

perro  que  va  nadando,  si  el  perro  se  vuelve  á  él  y  le  muestra  los  dientes,  no  le 

osa  acometer,  con  ser  el  perro  de  los  animales  con  quien  más  antipatiza  este 

lagarto,  y  así  para  matarlo   con   escopetas,  azotan  un  perro  á  la  haz  de  la  agua, 

á  cuyos  latidos  sacan  muchos  las  cabezas,  á   donde  les  tiran  con  las  escopetas, 

y  los  matan  si  les  aciertan  á  dar  por  ojo,  porque  lo  demás  del  cuerpo  resiste  con 

SU8  fuertes  escamas  á  la  mejor   bala   de    mosquete  ;  pero  en   fin,  conociéndoles 

esta  su  cobardía  los  que  los  quieren   pescar,  atajan    con   maderos  fuertes  las 

bocas  de  las  ciénegas  ó  la  laguna  cuando  van  bajando  ellas  y  los  ríos,  se  ceban, 

que  es  donde  ellos  están  más  de  ordinario,  y  todas  la  noches  que  ha  de  durar  la 

pesquería  hacen  grandes  fuegos  á  las  márgenes  de  las  lagunas  y  andan  entre 

ellas  velando  los  indios  y  dando  grandes  voces,  para  que  con  miedo  de  ellas  y 

del  fuego,  no  se  salgan    los    caimanes,   porque   suelen  hacerlo,  conociendo  con 

instinto  natural  lo  que  les  ha  de   suceder,  por   haber   hallado   atajada  la  boca 

del  río,  y  acogiéndose   á   él   por  tierra  ;  entran  á  la  mañana  otros  indios  con 

canoas  y  barquetas,  y   con  arpones  y  lanzas  los  rinden,  si  bien  tal  vez  sucede 

que  andando  muchos  huyendo  en  confusión  por  una  parte  y  otra,  vuelcan  las 

canoas  y  los  que  van  en  ellas  á  la  agua,  á  quien  nunca  acometen,  porque  á  la 

sazón  más  atienden   á   librar    sus   vidas    que  á  quitarlas  á  otros.  Tienen  todos 

estos  animales  cuatro  ojos,  los  dos  cerca  de  la.  frente,  que  son  los  que  traen 

bien  manifiestos  ;  y   otros   dos,  muy    pequeños,  á   los    lados,  sobre    los   cuales 

tienen   una   sobreceja,  á   modo  de   berruga,  con   que   en   saliendo  de  la  agua 


Eduard— Diferentisi  animali. 


FRAY  tEDRO  SIMÓN  (7.*  NOTICIA 

quedan  tan  tapados,  en  especial  después  de  muertos,  que  si  no  es  buscándolos 
con  grandísimo  cuidado  por  los  yá  experimentados,  no  los  hallan  ;  con  éstos, 
dicen  los  indios,  ven  debajo  de  la  agua  y  los  pescados  que  están  á  sus  lados  y 
debajo  de  ellos,  porque  los  grandes  sólo  le  sirven  de  ver  lo  que  está  arrriba,  y 
cuando  están  fuera  del  agua.  Suelen  cogerse  con  un  palo  de  dos  puntas,  otado 
en  la  punta  de  una  soga  con  algún  cebo,  que  yéndolo  á  comer,  se  hincan  ambas 
puntas  y  lo  sacan  á  tierra,  aunque  sean  de  veinte  y  veinticuatro  pies,  como  hay 
algunos  de  largo.  Los  indios  de  Cumaná  son  tau  diestros  y  ligeros  buzos,  en- 
señados en  las  pesquerías  de  las  perlas,  que  en  viendo  el  caimán,  se  arrojan 
á  él  á  la  agua,  y  metiéndosele  debajo  con  destreza,  le  abren  por  la  barriga  con 
un  cuchillo  que  llevan  para  eso  en  la  cinta.  En  el  río  de  Luisa,  tierra  de  los 
Fijaos,  los  matan  sus  indios  naturales  ciñéndose  en  la  frente  con  U  mitad  de 
una  hoja  de  palma  del  cogollo,  que  haciendo  aquellos  rayos  con  que  s  ex- 
tienden las  hojas,  se  arrojan  á  la  agua  donde  está  el  caimán,  el  cual,  viendo 
aquella  novedad  de  rayos,  se  está  quedo  y  medio  abierta  la  boca,  y  tan  embe- 
lesado, que  se  deja  echar  ün  lazo  á  la  mandíbula  de  abajo,  y  saliéndose  el 
indio  con  la  otra  punta  del  lazo,  lo  tira  y  saca  fuera  del  agua. 

5.°  En  ella  tienen  también  otro  fuerte  enemigo,  que  mañosamente  los 
mata,  que  es  un  pescadillo  que  en  la  Barra  de  Maracaibo  y  por  aquellas  dos 
costas,  desde  Mompox  y  Tenerife  hasta  el  mar,  le  llaman  Oacarracacá,  largo, 
de  menos  de  un  jeme,  de  cuyas  agallas  le  salen  de  cada  lado  ciertos  huesudos, 
que  hacen  como  arcos  de  ballesta,  hechos  á  modo  de  sierra  por  la  parte  de 
fuera,  los  cuales  encoge  y  extiende  cuando  quiere,  como  lo  hace  cuando  se  lo 
va  á  tragar  el  caimán,  y  encogiéndolos  cuando  entra  en  la  boca,  los  extiende 
con  natural  instinto  cuando  se  los  va  á  tragar,  y  no  pudiendo  ir  atrás  ni  ade- 
lante, por  haberse  asido  con  aquellas  si^errezuelas,  ni  el  caimán  despedirlo 
queda  con  la  boca  y  el  gaznate  abierto,  por  donde  sin  remedio  se  le  entra  tanta 
agua.  Son  celosísimos  los  caimanes  machos,  causa  de  que  pocas  veces  estén 
juntos,  porque  cuando  lo  están,  son  perpetuas  sus  guerras,  y  así  se  hallan 
algunos  sin  colas,  y  otros  mordiscados  de  las  tenazadas  que  se  dan,  por  tener 
poderosísima  irascible.  Cuando  dos  que  están  opuestos  se  encuentran,  primero 
que  se  embistan,  andan  un  rato  dando  vueltas  á  la  redonda  el  uno  y  el  otro, 
procurando  cada  cual  ocasión  para  cogerle  la  boca  dentro  de  la  suya  al  con- 
trario, que  son  las  mayores  ventajas  que  pueden  tener,  porque  el  que  acierta 
á  cogérsela  al  otro,  le  da  tales  tenazadas  y  con  tanta  cuenta,  que  hasta  que  le 
ha  quitado  la  vida  no  lo  suelta.  Suelen  también  los  tigres,  acosados  de  la 
hambre,  llegarse  á  las  márgenes  del  río,  y  subidos  en  un  árbol,  á  la  parte  donde 
ellos  conocen  que  salen  los  caimanes  á  tierra,  y  cuando  están  en  ella  y  más 
descuidados,  saltan  sobre  el  caimán,  que  arrojándose  luego  á  la  agua  en  ella,  es 


CA?.  XLIV)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA   FIRME  299 

de  ver  la  lucha  y  contienda   que    se    traba    entre  ellos,    hasta  que  queda  el  uno 
vencedor  y  cebado  en  la  carne  del    otro.  Estálo  tanto  el  caimán  en  los  puestos 
del  río,  que  cada  hora  suceden  mil  desgracias  con  los  que  con  descuido  llegan 
á  coger  agua  y  otros  menesteres,  pues  su-ele  llevarse  enteras  las  indias  y  negras^ 
que  cogiéndolas  en  una  banda  del  río  las  lleva  á  la  otra,  y  se  engulle  una  persona» 
aunque  á  pedazos,  de  una  vez,  y  no  se  tiene   por  mucho  que  haga  esto  quien 
acomete  á  un  toro  que  está   bebiendo,  y  asiéndolo   del   hocico  lo  mete  y  ahoga 
en  el  agua,  lo  que  hacen    con    más    frecuencia  con  caballos,  yeguas,  potrancas 
becerros  y  terneros,  y  tal  vez  suele  el  toro,  si  el  caimán  no  es  corpulento,  sacarlo 
del  agua,  agarrado  del  hocico,  y  matar  en  tierra  al  caimán  con  cuernos  y  patadas* 
6.°  Críanse  á  las  márgenes   de   este  grande  río  ciertos  lagartillos  pequeños, 
que  aunque  no  son   del   agua,   pasan  el  río  cuando  les  parece  por  la  tez  de  la 
corriente,  con   tanta  velocidad    que    apenas   parece  que  awentan  los  pedecillos 
en  los  aguas  ;  no  sé  si  son  éstos  los  que  se  crían  en  los  comejenes  con  un  modo 
maravilloso,  y  es  que  casi  en  todas  las   tierras   calientes   de  este  Nuevo  Mundo 
se  cría  cierta  casta    de   hormigas    pardas   que    llaman   comején,  dañosas  sobre- 
manera cuando   dan    en    las   casas,  porque   muelen    tanto   como  la  carcoma  la 
madera  de  ellas,  haciendo    aUí    sus   nidos    de   barro,  con   calles  atravesadas  por 
medio,  por  donde  andan  estos  animalejos,  que  también  los  hacen  en  las  sabanas, 
levantando  un  montón  de  tierra  ó  barro,  lodo  callejado  por  de  dentro  en  forma 
de  pan  de  azúcar,  aunque  de   la  altura  á  veces  de  una  persona;  hacen  también 
estos  nidos   en   tierras  húmedas,  asidos  á  los  árboles,  del  mismo  barro  y  modo; 
aquí  llegan    algunos   lagartos   y    escarbando  con  las  manos  y  hocico,  hacen  uno 
como  nido  hasta  el   m^dio    de  la  habitación    del   comején,  y  poniendo  allí  sus 
huevos,  los  dejan  para  que   el    comején    vuelva   á   tapar  del  mismo  barro  del 
nido,  como  lo  hace  dejando  los  huevos  dentro,  de  los  cuales  saliendo  á  su  tiem- 
po los   lagartillos,  se    sustentan    con    el    comején    que   hay   dentro,  hasta  que 
siendo  grandes,  y  rompiendo  la  casa  al  comején,  se  salen  ;  suelen  quebrar  estas 
casas  del  comején  ¡Dará  con  él  criar  pollos,  y  al  quebrarlas  salir  estos  lagartillos 
antes  de  tiempo.  Cuanto  se  ha  dicho  del  Río  de  la  Magdalena  se  puede  tam- 
bién entender  del  de  Cauca,   añadiendo   las   arenas  de  oro,  en  que  le  excede  al 
del  Magdalena,  el  cual  tiene  en  su  valle  y  márgenes   fundadas  algunas  ciudades 
y  villas,  á  veinticinco  leguas  de  su  boca  á  la  mar;  está  á  la  parte  del  Poniente 
la  barranca  de  Mateo,  bodegas  de  la  carga  y  descarga  de  la  ciudad  de  Cartagena ; 
á  veintidós,  á  la  banda  del  Este,  está  poblada  la  ciudad  de  Tenerife;  y  á  cincuen- 
ta, á  la  misma  banda,  la  de  Tamalameque ;  y  en  frente,  á  la  banda  contraria,  la 
villa  de  Mompox,  de  gran  trato  de  canoas:  estas  tres,  sobre  las  barrancas;  cuarenta 
leguas  de  Mompox  á  su  misma  banda,  algunas  apartadas  del  río,  está  la  ciudad  de 
San  Antonio  de  Toro,  y  más  adelante  el  fuerte  de  Carare;  á  las  ciento  y  cincnen- 

29 


300  FRAY  PEDRO  SIMÓN  (7.^  NOTICIA 

ta  de  la  boca  del  mar,  á  la  misma  parte,  tres  leguas  apartadas  del  río,  está  la 
ciudad  de  Mariquita  y  las  Bodegas  de  Honda,  sobre  las  barrancas,  y  veinte 
más  adelante  la  de  Ibagué  ;  y  más  arriba,  al  Este,  seis  leguas  del  río,  la  de 
Tocairaa ;  y  muy  más  arriba,  la  ciudad  de  la  Concepción,  y  últimamente  la 
villa  de  Panamá:  todas  en  el  valle  de  este  gran  río.  Y  grandes  sumas  de  ganado 
vacuno  desde  Purnio  para  arriba,  y  en  algunas  partes  pueblos  pequeños  de 
indios.  Mete  este  solo  río  más  agua  cuando  entra  en  el  mar  que  la  mitad  de 
todos  los  ríos  de  España,  porque  los  que  más  de  los  que  le  entran  son  mayores 
que  el  Tajo,  Guadalquivir,  Guadiana,  Jucar  y  otros  cuando  entran  en  el  mar; 
por  donde  lleva  la  mayor  fuerza  de  sus  corrientes  son  pocas  las  aves  que  se 
sustentan,  y  éstas  por  la  mayor  parte  son  garzas  blancas  y  pardas,  pero  en  las 
ciénegas  que  llena,  por  ser  aguas  mansas,  crían  gran  suma  de  patos  y  otras 
aves  extraordinarias  no  conocidas  en  Europa.  No  se  espantan  algunas  de  estas 
aves  de  los  caioaanes,  pues  suelen  sentárseles  encima  cuando  están  fuera  del 
agua,  y  algunas  hay  pequen uelas,  que  cuando  oí  caimán  tiene  la  boca  abierta, 
que  es  siempre  que  está  en  seco,  llega  á  picarle  y  comer  de  lo  que  le  ha  que- 
dado de  la  comida  entre  los  dientes,  porque  no  se  los  pueda  limpiar  él  por  no 
tener  lengua  suelta,  si  bien  tiene  una  forma  de  lengua  eminente  de  la  demás 
carne,  y  como  pegada  entre  las  mandíbulas  de  abajo ;  es  de  tiernísima  boca 
y  de  muy  agudos  dientes,  manos  y  pies  muy  pequeños,  y  debajo  de  ellas  suelen 
sacarles  á  algunos  unas  pelotillas  que  tienen  un  olor  como  de  almizcle.  Por  la 
cortedad  de  pies  y  manos  sólo  dan  un  apretón  de  hasta  veinte  pasos,  con  poca 
velocidad,  aun  los  que  lo  dan  con  mucha.  Su  cola  remata  en  punta  y  como  de 
pescado  ;  no  puede  volver  la  cabeza  si  no  vuelve  todo  el  cuerpo,  y  finalmente, 
en  todo  es  como  un  lagarto  de  huerto,  que  podemos  decir  que  el  caimán  es 
lagarto  grande,  y  el  lagarto,  caimán  chico,  al  modo  que  se  dice  de  nuestros 
gatos  ser  tigres  chicos,  y  los  tigres,  gatos  grandes,  por  no  diferenciarse  más 
que  en  ser  mayores  ó  menores,  y  lo  mayor  y  menor,  como  sabe  el  filósofo,  no 
basta  para  variar  la  especie  ;  es  infectadísimo  todo  este  río  de  gran  suma  de 
mosquitos,  penosos  sobremanera,  y  de  mucha  diferencia,  pues  en  parte  de  61 
son  los  mosquitos  de  zancas  largas,  y  que  vienen  zumbando  ó  cantando,  y 
como  avisando  que  quieren  picar,  de  los  que  hay  en  España  los  veranos  ;  son 
de  una  trompa  tan  aguda  que  pasan  una  media  de  seda  y  otra  de  hilo,  y  aun 
á  mí  me  pasaban  una  de  sayal.  En  otras  partes  hay  otras  castas  que  llaman 
jejenes;  son  menuditos  y  de  cortas  zancas  y  trompas,  pero  tan  fuertes,  que 
después  de  haberse  llenado  bien  de  sangre,  dejaí5«una  gota  á  la  puerta  de  la 
picadura,  que  en  más  de  un  mes  no  se  quita  de  allí,  con  una  extraña  comezón  : 
tiempos  hay  que  son  estos  mosquitos  como  llovidos  y  más  que  arenas  del  río, 
Y  tiempos  que  no  los  hay,  como  son  por  los  tiempos  de  verano,  por  faltar  la  hu- 


CAP.  XLV)  NOTICIAS  DS  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA  FIRME.  301 

medad  de  que  ellos  se  engendran.  Los  nombres  de  los  indios  que  se  han  hallado 
á  las  márgenes  de  este  río  son  innumerables,  por  ser  tanta  su  distancia  de  algunos , 
como  ha  hablado  la  historia. 


CAPITULO  XLV 

Contenido:  1.*  Pide  el  Cacique  de  los  Gruamacaes  al  Cacique  Suamacá  una  bija  que 
tenía,  para  mujer,  y  concéiesela — 2."»  Castigo  que  hace  el  Cacique  de  los  Gruama- 
caes en  su  mujer— S."  Plática  que  baca  el  Cacique  Suamacá  á  unos  indioá,  incitán- 
dolos contra  los  españoles — 1.°  Mata  el  Suamacá  á  Alonso  Romero  y  otras  personas 
que  están  con  él. 

OR  ser  á  propósito,  tras  la  descripción  del  Río  Grande,  tratar  las 
desgracias  que  han  sucedido  á  los  españoles  y  otra  suerte  de  gente, 
subiendo  pf)r  él  á  este  Nuevo  Reino,  causadas  de  algunos  indios  venidos  de 
otras  partes,  y  naturales  de  sus  mArgenes,  á  la  parte  del  Levante,  que  es  la  de 
este  Reino,  las  trataremos  aquí  consecutivamente,  con  los  principios  y  primeras 
ocasiones  que  hubo  para  seguirse  estos  inconvenientes,  coa  que  también  se 
dará  fin  á  lo  sucedido  hasta  nuestros  tiempos  en  las  conquistas  que  tocan  a 
esta  parte  del  río;  pues  nuestra  tercera  todo  lo  que  trata  es  de  la  otra  al  Po- 
niente, y  será  esto  que  aquí  diremos  como  un  apéndice  ó  adición  á  lo  último  de 
la  sexta  noticia  de  este  tomo. 

I.*'  Yá  dijimos  allí  cómo  despoblada  la  ciudad  de  León  y  reducidos  todos 
los  vecinos  á  la  ciudad  de  Vélez,  sólo  se  quedó  en  aquel  pueblo  Juan  Vizcaíno, 
Encomendero,  y  de  posibles,  con  casa  llena  de  criados  y  indios  y  españoles,  y 
entre  ellos  un  Alonso  Romero,  que  era,  como  acá  se  dice,  su  mayordomo,  el 
cual  tenía  por  criado  un  indio  de  la  Provincia  de  Guane,  llamado  Montecinos 
porque  en  estos  tiempos  comenzaron  los  indios  á  aficionarse  de  esta  Provincia 
de  los  Yariguíes  y  otros  á  los  mismos  de  los  españoles,  de  quien  más  beneficio 
recibían,  y  le  nombraban  con  ellos;  ya  hubo  algunos  llamados  Maldonados, 
Campos,  Escarregas,  y  el  que  hemos  dicho  en  esta  sazón  era  Cacique  y  Supe- 
rior de  la  Provincia  de  los  Yariguíes,  donde  había  estado  poblada  la  ciudad  de 
León  y  estaba  el  Juan  Vizcaíno,  un  indio  llamado  Suamacá,  que  se  había 
introducido  en  esta  mayoría  por  su  valentía  y  destreza  en  el  manejo  del  arco 
y  flechas.  Entre  los  hijos  y  hijas  que  tenía,  pe  llamaba  una  Doña  Francisca, 
de  tan  buen  parecer  y  disposición,  que  aficionado  de  ella  el  Cacique  de  ios 
Guamacaes,  fronterizos  á  los  Yariguíes,  llamado  Beto,  se  la  pidió  por  mujer, 
á  que  acudió  Suamacá  con  facilidad,  y  se  concertó  el  casamiento,  pretendiendo 


302  FEAY    PEDRO     SIMÓN  (T.*"'  NOTICIA 

poi"  aquí  fundar  amistades  entre  los  dos;  pero  por  ser  niña  la  Doña  Francisca, 
se  determinó,  con  buen  parecer  de  ambos  Caciques,  que  se  acabara  de  criar  hasta 
su  tiempo  en  la  casa  de  Juan  Vizcaíno,  con  las  demás  chinas  labranderas  y  mu- 
jeres españolas  que  babía  en  ella,  para  que  demás  de  la  buena  crianza,  eriseñán- 
dose  á  labrar,  fuese  afecta  á  su  marido.  Efectuóse  esto,  y  estando  allí  casi  año  y 
medio  (porque  esto  era  al  principio  del  de  mil  quinientos  setenta  y  ocho),  se 
aficionaron  ella  y  el  indio  Montecinos,  criado  del  Alonso  Homero,  por  ser  mozo 
de  buena  disposición  y  partes,  de  suerte  que  se  veían  los  dos  no  pocas  veces  á 
solas ;  llegado  el  tiempo  del  x?asamiento,  por  parecer  sería  de  edad  la  Doña 
Francisca,  vino  desde  la  Provincia  de  Guane,  donde  estaba  doctrinando  en 
Chianchión,  un  religioso  de  nuestra  Orden,  llameado  Fray  Pedro  Ordóñez,  y 
habiéndolos  casado,  se  volvió  á  su  doctrina,  porque  en  aquellos  tiempos  estaban 
faltísimas  estas  provincias  de  ministros,  ó  por  la  fulta  que  de  ellos  había,  ó 
por  estar  los  indios  de  mala  paz,  y  poco  seguro  para  andar  entre  ellos. 

2.°  Hecho  el  casamiento  c(  n  las  solemnidades  que  entre  ellos  se  usaban 
llevóse  Beto  su  esposa  á  su  tierra  sin  consumar  matrimonio  fuera  de  ella,  usanza 
antigua  de  aquella  gentilidad  cuando  casaban  con  extranjeras;  pero  no  hallán- 
dola con  la  integridad  que  era  razón,  fué  tan  feroz  la  alteración  y  indignación 
que  tomó,  que  comunicando  el  caso  con  sus  más  principales,  resolvieron  que^ 
según  sus  costumbres,  aquella  misma  noche  quedase,  no  sólo  cruelmente  azotada, 
como  lo  ejecutó  sin  rastro  de  piedad,  sino  que  entrasen  á  cohabitar  con  ella  diez 
indios  de  los  más  viles  y  asquerosos  de  sus  vasallos,  y  arbitrando  otro  mayor 
castigo,  por  parecerles  no  ser  éste  bastante  á  un  agravio  tamaño,  entre  otros 
dares  y  tomares  que  hubo  sobre  el  caso-,  se  determinó  otro  día  que  le  refres- 
casen los  azotes  pasados  con  otra  solemne  vuelta  de  ellos,  y  que  con  la  gente 
de  su  padre  que  la  había  venido  á  acompañar,  se  la  volviesen  á  enviar,  como 
se  hizo  todo  aquel  mismo  día  ;  y  llegando  en  pocos  á  la  presencia  de  su  jpadre, 
que  se  estaba  disponiendo  para  ir  á  casa  de  Beto  á  renovar  la  fiesta  de  los  despo- 
sorios, fué  tal  la  cólera  y  bríos  en  que  se  encendió,  que  propuso  luego  tomar 
venganza  de  un  caso  tan  afrentosísimo,  y  -que  le  pareció  á  él,  según  el  recato 
con  que  había  criado  su  hija,  no  se  le  había  dado  ocasión  al  Beto  para  el  hecho, 
aunque  con  la  prudencia  de  que  no  carecía  su  amaca,  quiso  saber  primero  de 
su  hija  la  justificación  del  caso,  y  hallando  haberla  tenido,  le  persuadió  tambie'n 
á  la  Doña  Francisca  le  descubriese  quién  había  sido  el  autor  del  agravio,  la 
cual,  por  lo  mucho  que  quería  al  indio  Montecinos,  temerariamente  y  como 
mujer  bárbara,  se  la  echó  á  lo  mejor  parado  á  su  paréWer,  que  fué  á  Alonso  Ro- 
mero, amo  de  Montecinos,  con  que  el  Cacique,  dejada  la  indignación  y  bríos 
de  venganza  que  tenía  contra  Beto,  los  convirtió  contra  el  Komero,  y  convo- 
cando sus  vasallos  para   estos  intentos,  se   los  propuso   dieiendo  con  palabras 


CAP.  XLV)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA  FIRKE.  303 

graves  éstas  y  otras  semejantes  razones: 

3.°  ''Bien  pensaba  yo,  amigos  y  compañeros  míos,  que  como  se  nos  aven- 
tajan los  españoles  en  el  color  y  otros  clones  naturales,  también  nos  fueran 
superiores  en  fidelidad  y  verdad,  en  la  cual  confianza  la  hice  de  ellos,  para  fiar 
con  más  seguro  la  crianza  de  mi  hija,  qne  tanto  amaba,  de  que  quedo  bien 
desengañado,  y  bien  á  mi  costa,  pues  salió  de  su  poder  merecedora  de  que  fuese 
repudiada  de  quien,  cuando  estaba  en  el  mío,  lo  tuvo  por  buena  suerte  mere- 
cerla por  esposa;  perdióse  donde  pensábamos  saliera  mejorada,  pues  salió  digna 
de  tan  afrentosos  azotes,  que  á  no  ser  justificada  la  causa  de  Beto,  no  vengara 
yo  menos  estos  agravios  que  con  beberle  la  sangre  y  la  de  todos  los  suyos  ; 
pero  cuanto  el  justo  enojo  de  Beto  excusa  la  crueldad  que  usó  con  mi  hija, 
tanto  menor  excusa  tiene  la  alevosía  de  los  españoles,  indigna  de  que  se  quede 
sin  un  tan  famoso  ejemplar  castigo  que  no  lo  borren  los  tiempos  ;  y  siendo  la 
cosa  de  disimular  de  suyo,  se  llegara  en  que  á  satisfacción  volvamos  por  nuestra 
honra,  qué  si  en  esta  ocasión  la  dejamos  perder,  pasará  su  atrevimiento  á  qui  _ 
tárnosla  á  cada  paso  con  la  vida,  mujeres  é  hijas  y  hacienda,  y  así  no  es  razón  j 
no  que  seamos  tan  necios  que  podamos  á  satisfacción  darles  la  muerte  tan 
merecida,  se  la  perdonemos,  sino  que  mueran  los  alevosos  y  traidores,  mueran 
con  todo  cuanto  pertenece  á  gente  tan  pérfida;  pues  agravios  tan  calificados 
no  quedan  bien  satisfechos  con  sola  la  muerte  de  quien  los  cometió,  si  no  muere 
toda  su  familia,  criados,  animales,  plantas,  y  aun  la  tierra  y  el  aire  que  los  sus- 
tenta, si  fueran  capaces  de  esto,  habían  de  morir."  Con  lo  cual  cesando  Sua- 
macá,  quedaron  los  oyentes  tan  irritados  á  la  venganza,  cuanto  lastimadísimos, 
de  la  afrenta  que  les  había  sucedido,  resolviéndose  todos  dar  luego  la  muerte, 
sin  muchas  dilaciones,  al  xVlonso  Romero  y  á  cuantos  se  hallasen  en  su  compañía. 
4:.^  Como  lo  hicieron,  pues  entrado  ya  el  año  siguiente  de  mil  quinientos 
setenta  y  nueve,  jueves  veinte  de  Mayo,  habiéndose  acercado  con  gran  recato 
á  la  casa  del  Juan  Vizcaíno,  que  á  la  sazón  estaba  en  la  ciudad  de  Vélez,  es- 
tando en  ella  el  Alonso  Romero,  al  amanecer,  levantándose  él  de  la  cama,  le 
cargaron  tanto  sobre  él  y  con  tanta  furia,  que  con  brevedad  le  quitaron  la  vida, 
y  con  espacio  le  trajeron  arrastrando  por  el  patio  de  la  casa  con  mil  ignominias, 
y  no  contentos  con  ellas,  mataron  también  á  otro  español  llamado  B  oíanos  y 
á  tres  indios  y  seis  indias  de  servicio  de  la  Provincia  de  Guane,  y  no  fué  poco 
el  cuidado  con  que  buscaron  al  indio  Montecinos,  aunque  en  vano,  por  haber 
ido  á  la  sazóu,  tres  leguas  de  allí,  á  solicitar  el  cuidado  de  ciertas  labranzas. 
Mataron  también  todos  los  perros,  gatos,  aves,  ganado  de  cerda,  sin  dejar  cosa 
viva  en  la  casa,  ni  aun  de  lo  vegetativo,  cortando  los  árboles  frutales,  talando 
las  sementeras  y  asolando  al  fiu  cuanto  les  era  útil :  muestras  todas  del  gran 
sentimiento  suyo  y  de  sus  vasallos.  Nunca  entendió  la  Pona  Francisca  que  de 


S04  FRAY  PEDRO   SIMÓN  (7.*  NOTICIA 

la  disposición  se  siguieran  tan  graves  daños,  ó  por  lo  menos  no  se  ejecutarían 
tan  temprano  y  sin  saberlo  ella,  y  así  luego  qtie  llegaron  á  su  noticia,  así  como 
bárbara  y  mal  instruida  en  la  ley  cristiana,  sabiendo  que  el  indio  Montecinos 
se  había  huido,  con  que  quedaban  defraudados  los  intentos  que  tenía  de 
casarse  con  él,  rabiosamente  acrecentando  males  sobre  males,  determinó  decla- 
rar á  su  padre  lo  que  hasta  entonces  no  había  descubierto,  diciéndole  cómo  el 
Montecinos,  y  nó  el  Homero,  había  sido  el  autor  de  todas  aquellas  desgracias, 
con  que  renovándose  el  sentimiento  de  SuamacA,  con  una  tropa  de  más  de 
trescientos  indios  entró  en  la  Provincia  de  Guane,  á  grandes  jornadas,  rastreando 
al  indio  Montecinos,  que  se  libró  del  Cacique  por  haber  hecho  mayor  diligencia 
en  guardarse  que  en  buscarlo  el  Suamacá,  que  pareciéndole  ser  imposible  haberlo 
á  las  manos,  volvió  á  su  casa,  donde  halló  muerta  á  su  hija;  algunos  creyeron 
fué  de  pena  de  la  ausencia  del  Montecinos,  pero  túvose  por  más  cierto,  por  las 
señales  que  vieron  en  la  difunta,  que  el  Cacique  Beto  le  hizo  dar  veneno  en 
secreto,  por  parecerle  no  estaba  del  todo  vengada  su  injuria,  hasta  ponerla  en 
este  trance  de  muerte.  Temiendo  la  que  le  podía  venir  el  Suamacá  por  el  hecho 
de  parte  de  los  españoles,  dejando  por  entonces  la  guerra,  sólo  trataba  de  tener 
industriada  su  gente  para  su  defensa,  y  así  en  más  de  un  año  no  trataron  otra 
cosa  los  Yariguíes  que  de  prevenciones  de  armas,  desde  el  muchacho  que  las 
podía  manejar  hasta  el  flaco  viejo  Espanta-Monos,  que  ya  no  podía  servir  sino 
de  echar  á  éstos  y  á  los  papagayos  de  los  sembrados,  haciendo  alianzas  Suamacá, 
para  su  inayor  defensa,  con  los  Topocoros  y  otras  naciones.  Lo  que  le  hacía 
también  andar  con  cuidado  al  Cacique  Beto,  oyendo  estos  ruidos  y  tropeles  de 
armas  de  Suamacá,  entendiendo  era  todo  prevenciones  contra  él,  por  no  tene- 
llas  todas,  como  dicen,  por  el  castigo  hecho  á  la  Doña  Francisca,  y  así  se  con- 
federó para  engrosar  sus  fuerzas  con  los  Chiracotas,  Arayas  y  Tholomeos,  ¿us 
fronterizos,  llamados  así  por  los  Caciques  que  á  la  sazón  tenían,  por  ser  éste  el 
modo  con  que  lisonjeaban  á  sus  superiores,  poniendo  á  la  provincia  el  nombre 
de  ellos,  mientras  duraba  su  vida,  aunque  después  que  entraron  los  españoles 
han  permanecido  las  provincias  con  el  nombre  que  las  hallaron,  como  hemo^ 
tocado  en  otras  partes. 


CAP.  XLVl)  ,  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA   FIRME  805 

CAPÍTULO  XLVI 

Contenido:  1."*  Alzamiento  genetal  de  los  Yariguíes — 2.'*  Nombra  el  caudillo  de  Vélez 
al  Capitán  Benito  Franco  para  la  pacificación  de  estos  indios  y  sale  al  efecto — 
Reediñca  la  ciudad  de  León  y  sale  al  castigo  de  algunos  indios  rebelados. 

ARGOS  tiempos  se  pasaron  sin  que  los  españoles  de  Vélez  empren- 
dieran el  castigo  de  un  caso  tan  atroz,  ó  por  no  tener  la  ciudad 
fuerza  do  gente,  ó  por  ver  que  el  daño  había  sido  en  sólo  dos  españoles  y  pocos 
indios,  con  que  también  los  dos  Caciques  se  estuvieron  á  la  mira  de  lo  que 
pasaba  con  los  nuestros,  no  atreviéndose  Suamacá  á  embestir  á  Beto,  para  que 
no  sucediese  que  andando  ocupado  en  aquella  guerra,  se  la  diesen  los  nuestros 
por  las  espaldas,  de  donde  sucedió  caer  la  reputación  de  los  españoles  acerca  de 
estos  dos  indios  ó  sus  vasallos,  ó  por  lo  menos  juzgarlos  por  poco  vengativos,  ó 
demasiadamente  sufridos,  pues  pasaban  con  tanta  tolerancia  por  un  caso  taa 
grave  y  de  consecuencias  peligrosas  para  los  demás  indios  de  aquellas  provin* 
cias,  lo  que  fué  causa  de  que  el  Suamacá  enviase  á  pedir  seguro  al  Juan  Viz- 
caíno, para  poder  entrar  otra  vez  en  su  tierra  y  renovar  los  tratos  de  paz  y 
amistad  con  los  españoles,  que  antes  habían  tenido,  lo  cual  se  le  concedió,  y  lo 
mismo  á  Beto,  mediando  en  esto  el  Capitán  Benito  Franco,  hijo  de  Francisco 
Franco,  que  á  la  sazón  era  Encomendero  del  pueblo  de  Suamacá  en  los  Yari- 
güíes,  y  de  Beto  en  los  Guamacaes;  y  no  fué  tan  de  paso  esta  amistad  que  se  hizo 
entre  estos  indios  y  los  españoles,  que  no  llegase  desde  el  año  de  mil  quinientos 
ochenta  hasta  el  de  ochenta  y  tres,  en  que  hubo  un  tan  general  alzamiento  de 
todas  estas  provincias  contra  españoles,  que  hasta  hoy  no  se  ha  podido  aplacar 
del  todo,  ni  hay  que  esperarlo  ya  por  el  consumo  de  estos  indios  hasta  que  lo 
hayan  tenido  del  todo.  Tuvo  esto  principio  en  que  queriendo  un  Juan  Fernán- 
dez de  León,  Encomendero  de  cierto  pueblo  de  los  Yariguíes,  traer  á  su  casa 
para  que  sirviera  á  su  mujer  y  doctrinarla  mejor  en  las  cosas  de  la  fé,  una 
hija  de  un  principal  que  llamaban  el  Caciquillo,  dio  orden  á  un  criado  ó  ma- 
yordomo suyo,  llamado  Juan  García,  que  fuera  por  ella  y  la  trajera;  causó  esto 
tan  gran  sentimiento  en  el  Caciquillo  y  su  parentela,  que  viendo  ofrecía  en 
lugar  de  su  hija  seis  indias  para  que  sirviesen  al  Encomendero,  y  que  no  apro- 
vechaba, yéndolo  acompañando  con  grandes  llantos  y  sentimientos  de  ella  y  sus 
parientes,  en  especial  su  hermano  llamado  Maldonado  (que  ha  sido  el  más  per- 
nicioso de  cuantos  ha  habido  en  las  márgenes  del  Río  Grande),  llegaron  á  cier- 
to paraje  hacer  noche  todos  juntos,  donde  volviendo  á  querer  persuadir  con 
más  ahínco  los  ruegos  que  nunca  el  Caciquillo  al  Juan  García  le  dejara  su  hija, 
j  que  él  se  estaba   en  sus   trece  de  llevarla,   haciendo  esto  en  ocasión  que  el 


306   ^  FRAY   PEDRO   SIMÓN  (7.*  NOTICIA 

Juan  García  so  levantaba  de  la  cama,  alzó  el  Oaciquillo  una  fuerte  macana  y 
de  un  golpe  que  le  dio  en  la  cabeza  lo  dejó  muerto,  ejecutando  otro  tanto  en 
los  demás  indios  amigos  que  iban  en  la  compañía,  fuera  de  uno  que  pudo  esca- 
parse y  dio  la  nueva  del  suceso,  por  el  cual  el  CaciquiUo,  huyendo  del  castigo, 
á  grandes  jornadas  llegó  á  su  tierra,  y  no  deteniéndose  más  tiempo  del  que  fué 
menester  para  recoger  su  gente  de  macana  y  flecha  y  la  chusma,  se  retiró  al 
sitio  que  llaman  de  las  Playas  y  Paipa,  muy  vecino  á  las  márgenes  del  Río 
Grande  de  la  Magdalena,  á  donde  estuvo  y  dio  principio  á  los  salteamientos  y 
desgracias  que  han  sucedido  á  los  españoles  en  él,  en  la  distancia  que  hay  de  la 
boca  del  río  Carare  hasta  los  térmiuos  de  Simití,  que  es  poco  más  abajo  de 
donde  desagua  el  río  del  Oro.  Escogió  este  lugar,  pareciéndolc  que  para  irle  á 
buscar  los  españoles  allí,  habían  de  hacer  guerra  prim.ero  á  todas  las  naciones 
que  quedaban  atrás,  no  entendiendo  se  la  podrían  hacer  por  las  playas  del  Río 
Grande,  donde  vivió  dos  ó  tres  años,  no  sin  peligro  de  los  nuestros,  hasta  que 
por  su  muerte  le  sucedió  el  indio  Maldonado;  en  esta  sazón,  por  la  muerte  de 
Suamacá,  y  quedar  sin  cabeza  la  provincia  de  los  Yariguíes,  andaba  con  mayo- 
res disturbios,  como  también  la  de  los  Guamacaos,  por  muerte  del  Cacique 
Beto,  en  cuyo  Gobierno  sucedió  Itupeque  su  pariente,  indio  belicoso,  porque  el 
valiente  y  feroz  Pi patón,  hijo  de  Beto,  fué  á  se*  Cacique  de  los  Arayas,  por 
pertenecerle  por  derecho  de  la  madre. 

2.^  Bien  ha  dado  la  experiencia  á  conocer  que  así  como  las  guerras  y 
diferencias  que  de  ordinario  hay  entre  las  parcialidades  de  estos  indios,  de 
ordinario  nacen  de  cosas  ligeras,  irritados  por  el  demonio,  enemigo  de  la  paz, 
así  con  facilidad  se  componen,  en  especial  si  son  en  orden  a  conjuración  contra 
españoles,  como  en  esta  sazón  sucedió  en  todas  las  naciones  que  hemos  dicho 
de  estas  provincias,  las  cuales  trayendo  entre  sí  miserables  y  sangrientas  gue- 
rras, como  vieron  que  ahora  habían  quedado  todas  estas  tierras  limpias  total- 
mente, sucedidas  por  los  casos  sucedidos,  y  haberse  quedado  á  sus  anchas  y 
sin  estorbos,  hicieron  una  junta  de  todas  las  parcialidades,  fuera  de  la  de  Maldo- 
nado, que  estaba  donde  hemos  dicho,  tratando  lo  primero  en  ella  de  alzar  la 
obediencia  á  sus  encomenderos,  y  por  seguir  los  fines  hasta  quitarles  la  vida 
con  todos  los  demás  españoles  que  les  cayesen  á  las  manos.  Dióles  á  esto  atre- 
vimiento el  no  haber  empleado  las  suyas  los  nuestros  en  el  castigo  de  las  muer- 
tes dichas  y  de  otras  que  se  hicieron,  por  lo  cual  determinaron  los  vecinos  de 
Vélez,  sabiendo  de  esta  junta  y  temiendo  no  sucediesen  mayores  daños  que 
hasta  allí,  de  que  no  se  dilatase  más  el  remedio  de  rejjararlos,  entrando  solda- 
dos á  esta  resistencia,  con  Capitán,  persona  de  satisfacción,  á  quien  acompaña- 
sen también  personalmente,  no  otros  por  ellos,  los  que  habían  tenido  reparti- 
mientos en  los  indios  Yariguíes,   por   lo  cual  entrado  el  año  de  mil  quinientos 


CAP.  XLVl)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA    FIRME  307 

ochenta  y  cuatro  (1584),  el  Cabildo  de  la  ciudad  de  Vélez,  pareciendo  persona 
a  propósito  para  las  razones  dichas,  señaló  al  Capitán  Benito  Franco,  que  á 
la  sazón  sería  de  edad  de  veinte  años,  en  quien  suplía  la  falta  de  edad  el  respeto 
y  amor  que  le  tenían  los  indios,  por  haberse  casi  criado  entre  ellos;  no  fué  con 
la  brevedad  que  la  necesidad  pedía  de  acudir  á  esta  facción,  pues  no  se  dispuso 
la  entrada  hasta  el  año  de  mil  quinientos  ochenta  y  seis  (1586),  en  el  cual, 
confirmada  esta  jornada  por  la  Real  Audiencia  de  Santafé,  la  comenzó  hacer  el 
dicho  Capitán  con  buena  copia  de  gente,  entrando  por  la  provincia  de  Guano, 
y  habiéndose  detenido  en  el  pueblo  de  Chianchión  el  tiempo  necesario  para 
de  más  cerca  prevenir  lo  más  conveniente,  pasó  desde  allí,  vía  recta,  sin  incon- 
veniente ningimo  de  los  indios  que  le  iban  contando  los  pasos,  estando  en  tropas 
armadas  sobre  las  breñas  oteando  algún  descuido,  hasta  meterse  en  el  centro 
de  la  provincia  de  los  Yarigníes  y  plantarse  en  el  sitio  que  le  pareció  más 
capaz  y  seguro  para  sus  intentos,  desde  donde  derramó  algunas  tropas  de  los 
Guanes,  nuestros  amigos,  por  toda  la  provincia  de  los  Yariguíes,  con  orden  do 
que  los  llamasen  y  asegurasen  la  paz  que  les  pretendía  dar,  lo  que  tuvo  buen 
efecto,  pues  todos  fueron  viniendo,  fuera  del  Maldonado  (por  estar  en  el  retiro 
que  hemos  dicho),  proveyendo  el  Real  de  todo  lo  necesario  para  su  sustento, 
o.^  No  pareció  podría  perseverar  esta  paz  y  servidumbre  de  estos  indios 
sin  asistencia  de  asiento  de  los  españoles  en  la  tierra,  con  que  después  de  largas 
conferencias  que  tuvo  el  Capitán  con  sus  compañeros,  se  resolvió  en  volver  á 
reedificar  en  aquel  mismo  sitio  la  despoblada  ciudad  de  Le6n,  como  lo  hizo  á 
los  postreros  del  mismo  año  de  mil  quinientos  ochenta  y  seis  (1586),  poniéndo- 
le por  nombre  la  ciudad  Franca  de  León,  nombrándoles  Alcaldes  y  Regidores 
y  encomendando  las  parcialidades  á  los  Encomenderos  que  antes  habían  tenido^ 
que  se  hallaban  presentes,  dejando  sin  repartimiento  á  los  demás,  de  que  des.- 
pues  se  siguieron  no  pequeñas  discordias  á  los  unos  y  á  los  otros;  perseveraron 
los  indios  así  repartidos  en  el  servicio  y  tributos  de  sus  Eacomeuderos,  hasta 
el  año  de  ochenta  y  nueve,  en  que  ya  por  la  apretura  de  los  demasiados  trabajos 
en  que  los  ponían,  comenzaron  á  recejar  y  querer  quebrar  las  riendas,  acor- 
dándose de  la  libertad  con  que  vivían  los  años  atrasados,  y  en  especial  hicieron 
de  esto  mayores  demostraciones  los  Arayas  con  su  Cacique  ó  principal  llamado 
Martinillo,  á  quien  respetaban  con  gran  veneración,  porque  sobre  ser  hombre 
de  buen  consejo,  diestro  y  alentado  en  las  fosr.s  de  la  guerra,  era  mohán,  ago- 
rero y  sortílego  de  ordinaria  comunicación  con  el  Demonio.  Ocasionó  este 
retiro  y  principio  de  alzamiento  de  Martinillo  al  Capitán  Francisco  á  que  se 
fuera  metiendo  en  sus  tierras  con  una  razonable  tropa  de  gente,  con  intentos 
de  haber  á  las  manos  á  este  Cacique,  que  sabiendo  la  ida  del  Capitán,  por  esca- 
parse de  él,  se  hizo  á  lo  largo  á  ciertos  retiros,  en  un  caballo  que  le  había  dado 


308  .      FRAY  PEDRO   SIMÓN  (7.^  NOTICIA 

SU  Encomendera  Isabel  Gómez,  mujer  de  Alonso  Domínguez,  que  fué  su  total 
perdición,  pues  por  el  rastro  del  caballo  lo  fueron  siguiendo  y  lo  hubieron  á 
las  mauos;  al  cual  por  este  alzamiento  y  otras  causas  que  se  le  acumularon,  se 
le  concluyó  una  causa  y  pasó  en  estado  de  sentencia,  y  pareciéndole  al  Benito 
Franco  que  con  la  muerte  de  éste  se  quietarían  loa  demás  de  la  provincia  (cosa 
que  sucedió  bien  al  contrario),  se  resolvió  en  sentenciarle  á  colgar,  con  cuya 
notificación  se  alteró  notablemente  el  Martinillo,  y  mucho  más  con  la  presta 
ejecución  que  le  dijeron  había  de  tener,  como  sucedió,  pues  otro  día,  acompa- 
ñándolo todos  sus  vasallos  y  otros  indios  de  provincias  circunvecinas,  Je  sacaron 
de  la  prisión  para  la  ejecución  de  la  sentencia,  desde  el  cual  punto  hasta  el 
último  de  su  vida  en  nada  ponía  más  veras  que  en  persuadir  á  los  suyos  la 
venganza  de  su  mueite,  y  que  mientras  durase  el  mundo  se  mostrasen  enemigos 
de  los  españoles  y  de  los  indios  sus  aliados,  y  sobre  todo  de  un  Juan  Corso, 
mayordomo  de  su  Encomendero,  por  haberle  sido  mal  intercesor  en  aquel  tran- 
ce, y  como  esta  persuasión  de  Martinillo  era  en  su  lengua,  que  ningún  español 
á  la  sazón  entendía,  y  con  algunos  afectos  dolorosos  y  afeminados,  creyendo 
nuestros  soldados  eran  ternuras  nacidas  del  natural  sentimiento  de  su  tan  veci- 
na muerte,  la  fueron  dilatando  más  de  lo  que  en  semejantes  ocasiones  se  suele; 
pero  al  fin  llegó  al  punto  del  suplicio,  en  que  mostró  gallardo  y  generoso 
ánimo,  porque  demás  de  hallarse  con  muy  desembarazadas  acciones,  procuró 
le  diesen  sus  vasallos  un  desengaño  de  la  fidelidad  que  habían  de  guardar  de  la 
venganza  que  les  había  pedido,  como  lo  hicieron  asegurándole  con  levantar 
todos  á  una  un  extraordinario,  inopinado  y  furioso  alarido,  que  no  causó  pe- 
queña admiración  á  los  nuestros,»  y  por  lo  menos  deseo  de  escudriñar  el  secreto 
que  encerraba  en  sí  este  repentino  alarido;  pero  como  murió  al  mismo  instante, 
fcodos  se  olvidaron  de  inquirir  el  caso. 


CAP.  xlvit)  noticias  de  las  conquistas  de  tierra  firme.  809 

CAPÍTULO  XLVII 

CiONTENiDO:  1.'  Habiendo  muerto  el  Capitán  Benito  Franco  al  Cacique  Martinillo, 
nombra  en  su  lug-ar  al  Labog-acbe — 2°  Salen  cuatro  soldados  por  mando  del  Capitán 
á  buscar  á  unos  indios  y  hállanlos — 3.°  Conjúranse  estos  indios  contra  los  nuestros 
y  dánles  algunas  heridas — 4."  Vuélvense  los  soldados  al  Real  con  muchos  trabajos. 

TEATA  luego    el  Capitán  de  saber  quién   sucedía  en  este  Cacicazgo,  y 
habiendo   entendido    que  pertenecía  á  un  indio  llamado  Labogachej 
le   dio  posesión  de  él,  haciéndole  muchas  ofertas,  porque  conoció  en  su  persona 
valor   y   talento  para  administrarle;  hecho  esto,  y  estando  juntos  todos,  les  per- 
suadió que  se  quietasen,  conservando  la  amistad  de  los  españoles,  pues  con  esto 
vivirían    contentos  y  sin  molestias   de  nadie;  todos  se  lo  prometieron  aquel  día, 
pero  el  siguiente  no  pareció   indio  ninguno  de  la  parcialidad  de  Labogache  en  el 
Eeal,    que   todos  se   ausentaron,    sino   fué  el  Cacique   Pipatón  y  la  suya,  que 
industriosamente  se  había  quedado.  Sintió  mucho  el  Capitán  la  fuga  de  Laboga- 
che, y  sintiérala  mucho  más  si  supiera  el  intento  con  que  la  había  hecho.  Des- 
de   el    mismo  instante  que  murió  Martinillo  propusieron  todos  los  indios  de  su 
parcialidad   poner  en  ejecución  las  muertes  j  venganzas  á  que  les  había  persua- 
dido, y  para   dar    principio  á  esto  se  juntaron  el  Cacique  Labogache  y  Pipatón, 
que  también    lo  era  de  una  parcialidad  de  e'stos  y  Arayas,  y  trataron  de  matar 
al  Capitán  y  sus   soldados,  y  para  hacerlo  más  á  su  salvo,  ordoDaron  la  fuga  de 
Labogache,    y   que   el   Pipatón,  que  siempre  fué  astuto  y  sagaz,  le  acusase  de 
infiel,  como    lo    hizo    luego    que  lo  echaron  menos  en  el  Real,  y  qne  sería  bien 
enviar  en  su  alcance   algunos  soldados;  todo  esto  con  fin  que  la  corta  tropa  que 
el   Capitán    tenía,    se   derramase    por   muchas   partes,  y  estándolo,   acabarlo  y 
consumirlo  más  á  su  salvo,  como  entre  ambos  Caciques  estaba  ordenado  y  asen- 
tado;   díjole    que   cerca  de  allí  tenía  Labogache  dos  ó  tres  indios  que  le  podían 
dar   noticia   de    los   designios  con  que  el  Labogache  iba,  y  que  en  otro  pueblo 
más  adelante  hallaría  otros  tantos,  que  habidos  á  las  manos  á  un  mismo  tiempo, 
declararían    con   verdad   lo  que   se  pretendía,  y  que  para  esta  facción  bastaría 
mandar  un  caudillo    con    cinco  ó  seis  hombres,   porque  demás  de  ser  los  indios 
menos  y  divididos,  los  hallarían  descuidados.  Era  el  concierto  entre  estos  Caci- 
ques,   que    los  indios  que  en  ambos  sitios  estuviesen  fuesen  de  ánimo  y  valor,  y 
que  juntamente  con  esto  supieran  encubrir  el  trato  presentándose  á  los  españoles 
muy    joviales  y  disimulados,  y  que  sin  ruido  ni  resistencia  se  dejasen  prender 
y  aprisionar,   y   estándolo,   buscasen   traza  de  matarlos,  y  hecho  esto,  avisasen 
á  Pipatón  para  que  en  el  Heal  hiciesen  lo  mismo. 

2.0  Al  Capitán  le  pareció  bien   la  proposición  que  le  fué  hecha,  y  luego 


310  FRAY   PEDRO   SIMÓN  (7.*  NOTICIA 

apercibió  cuatro  soldados  de  la  mayor  confianza  que  en  la  tropa  había,  y  por 
RU  caudillo  á  Juan  de  Esoarrega,  de  nación  vizcaíno,  y  los  despachó  que  fuesen 
á  ejecutar  puntualmente  la  advertencia  de  Pipatóu,  que  a  todos  había  pareci- 
do bien;  el  caudillo  con  su  gonte  llegó  el  día  sigiiiente  al  primer  puesto,  donde 
halló  los  dos  indios  con  un  muchacho  de  quince  á  diez  y  seis  años,  muy  disi- 
mulados, sin  armns  ni  otra  alguna  prevención,  mostrando  alegría  y  contento 
de  la  llegada  de  los  españoles,  y  así  los  agazajaron  mucho,  aparejándoles  comi- 
da y  las  otras  cosas  necesarias  para  su  albergue;  visto  por  el  caudillo  la  quie- 
tud y  sosiego  de  estos  indios,  pareciéndole  que  con  la  misma  estarían  los  demáti, 
ordenó  que  Andrés  Alias,  con  otro  compañero  Alonso  Naranjo,  fuese  aprender- 
los y  volviese  con  ellos  al  mismo  sitio,  y  por  quedar  con  más  seguro,  acordaron 
todos  que  estos  dos  indios  estuviesen  en  prisión,  como  se  hizo,  poniéndoles  una 
cadena  de  hierro  por  el  cuello  y  remachándola  en  un  grueso  poste  de  madera 
en  la  casa,  y  que  uno  de  los  tres  compañeros,  por  sus  cuartos,  sirviese  de  centi- 
nela; luego  que  los  indios  se  vieron  aprisionados,  disimularon  con  más  traza  y 
cuidado  su  intento,  preguntando  al  caudillo  que  cuándo  harían  viaje  para  que 
se  previniesen  de  vituallas,  y  que  ya  se  deseaban  ir  á  ver  á  Benito,  que  así 
llamaban  al  Capitán;  pero  como  el  muchacho  quedó  libre,  andábase  entre  los 
unos  y  los  otros,  haciendo  lo  que  cada  uno  le  mandaba;  los  indios  le  dijeron 
en  su  lengua  que  trajera  en  su  mano  una  macana  pequeña  y  pasease  con  ella, 
y  llegándose  á  ellos  con  mucha  disimulación,  la  dejase  caer  en  el  suelo;  con  esta 
traza  pudo  fácilmente  poner  allí  dos. 

3.^  Tocóle  la  primera  centinela  al  caudillo  Juan  de  Esoarrega,  que  la  hizo 
con  vigilancia,  de  que  k-s  indios  se  entristecieron  sumamente,  resolviéndose 
en  ejecutar  su  intento  en  cualquier  ocasión  que  se  descubriese;  ésta  se  le  ofreció 
con  que  junto  al  poste  había  una  vasija  de  agua  de  que  bebían  españoles  y 
indios;  el  caudillo  llegó  á  satisfacer  la  sed  que  tenía,  y  en  el  pequeño  movimien- 
to que  hizo  uno  de  los  dos  indios  aprisionados,  con  una  de  lus  macanas  dio 
al  Juan  de  Escarrega  un  golpe  en  la  cabeza  que  le  dejó  herido  y  aturdido,  y 
si  el  techo  no  fuera  tan  bajo,  y  que  por  serlo  no  dio  lugar  de  poder  tomar  la 
arma  más  vuelo,  con  aquel  sólo  bastara  para  matarlo;  asegundó  luego  con  otros, 
y  al  ruido  acudió  uno  de  los  compañeros,  llamado  Diego  de  Zea,  á  quien  aco- 
metió el  otro  indio  por  hallarse  muy  cerca,  y  también  le  dio  una  gran  herida 
en  la  cabeza;  el  caudillo  se  hallaba  con  cuatro  ó  cinco,  y  sobre  todo  desatentado 
de  los  golpes;  pero  de  la  manera  que  pudo  se  acercó  á  la  cadena  y  sacando  de 
la  cinta  un  cuchillo  gifero,  dio  con  él  á  los  indios  lafls  heridas  que  bastaron 
para  matarlos,  y  saliéndose  ambos  fuei'a  de  la  casa,  encontraron  ai  muchacho 
que  á  gran  prisa  venía  con  una  espada  desnuda  que  había  hallado  en  el  aloja- 
miento de  los  soldados,  y  con  ella  dio  una  penetrante  herida  al  Gregorio  Delga- 


CAP.  XLVIl)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA  PIRMK.  311 

do,  que  después  vino  á  morir,  y  revolviendo  luego  con  el  mismo  denuedo  con- 
tra el  caudillo,  le  dio  otra  herida,  ati  avesándole  de  una  estocada  la  espalda,  que 
la  punta  le  salió  por  el  pecho  derecho,  y  aunque  el  tercer  compañero  acudió 
¿il  ruido,  y  con  los  demás  procuraron  aprisionar  el  muchacho,  no  fué  po- 
sible, porque  él  los  ofendió  y  so  defendió  con  tanto  ánimo  y  destreza 
que  se  les  fué  de  las  manos  :yá  se  ha  referido  este  suceso  con  tanta  especialidad, 
porque  de  él  tuvo  principio  llarrarse  este  muchacho  Escarrega,  que  fué  uno 
de  los  más  valerosos  indios  que  hubo,  y  que  se  hallo  por  espacio  do  más  de 
veinte  años  en  los  mayores  asaltos  que  se  hicieron  en  el  Río  Grande  de  la 
Magdalena  y  Provincia  de  Vélez,  y  en  tantas  muertes  de  españoles,  negros  y 
indios  como  hubo  y  pérdidas  de  haciendas  y  mercaderías. 

4.°  Los  tres  compañeros,  hallándose  heridos  y  creyendo  que  toda  h  tierra 
estaba  junta  contra  ellos,  huyeron  dividiéndcse  por  la  parte  que  á  cada  uno 
le  pareció:  el  Gregorio  Delgado  murió  dentro  de  ]^ocos  días,  y  el  caudillo, 
hallándose  atravesado  de  tan  penetrante  herida,  no  desfalleció,  antes  con  ánimo 
y  valor  prosiguió  su  viaje,  sin  armas  ni  alimento,  sustentándose  por  más  de 
quince  días  que  tardó  en  volver  al  Real,  con  yerbas  silvestres  y  unos  grandes 
caracoles  que  comía  crudos,  y  lo  que  más  causa  admiración,  y  que  es  digno  de 
ponderación,  fué  que  la  herida  penetrante  sólo  la  curó  con  poner  en  ella  unas 
mechas  de  lienzo,  rasgando  para  esto  la  camisa  que  traía  puesta,  y  con  la  die- 
ta que  tuvo.  Andrés  Arias  y  su  compañero  no  hallaron  indios  ningunos  en  el 
sitio  que  se  les  señaló,  y  así  volvieron  al  puesto  donde  dejaron  á  Escarrega;  otro 
día,  después  del  suceso  referido,  vieron  muertos  los  indios  y  justamente  pensa- 
ron que  había  sucedido  lo  mismo  de  sus  compañeros,  pero  no  les  faltó  aliento 
para  conferir  lo  que  debían  hacer,  y  al  fin  se  resolvieron  en  volver  al  Realj 
aunque  por  diferente  trocha  de  la  que  habían  traído,  en  que  tardaron  algo  más 
de  lo  ordinario;  por  los  rodeos  que  tomaron,  hallaron  toda  la  gente  puesta  en 
armas  y  dobladas  las  centinelas,  á  causa  de  que  habiendo  sabido  Pipatón  el  mal 
logro  que  tuvo  la  traición,  no  se  atrevió  á  esperar  la  nueva  de  ella,  recelando  la 
pena  y  castigo  que  por  esto  merecía,  y  así  se  ausentó  con  toda  su  familia  el  día 
antes  que  Andrés  Arias  llegara,  que  refirió  el  suceso  délos  compañeros,  á  quien 
j  uzgaron  por  muertos  todo  el  tiempo  que  tardaron  en  llegar  al  Eeal. 


312  I-RAY   PEDRO   SIMÓN  (7.»  NOTICIA 

CAPÍTULO  XLVÍII 

Contenido  :  1."  Quiébrase  el  Capitán  una  pierna,  y  cesa  por  esta  causa  la  guerra  contra 
los  indios — 2P  La  ciudad  de  Vélez  ha  sido  la  más  perseguida  de  indios  de  este 
Reino — 3.°  El  Capitán  Martín  G-ómez  hace  gente  para  ir  contra  los  Yariguíes  y 
entra  en  sus  tierras — 4.®  Prende  las  mujeres  del  Cacique  Itupeque. 

QUEDARON  con  esto  aquellas  provincias  y  las  cosas  de  la  guerra  en 
peor  estado  que  habían  tenido  hasta  allí,  de  que  aunque  se  hallaba 
confuso  el  Capitán  Benito  Franco,  como  hombre  de  valiente  corazón  y  que 
consideraba  no  era  bien  le  ahogasen  varios  sucesos,  se  determinó  dejar  aquella 
provincia,  retirándose  á  su  nueva  ciudad,  y  hacer  desde  allí  rostro  á  toJos  los 
enemigos,  no  descuidando  en  poner  todos  los  medios  oportunos  para  reducirlos 
de  paz  como  en  las  ocasiones  pasadas;  y  para  tomar  esto  más  de  asiento,  se  re- 
cogió con  alguna  gente  á  su  encomienda  de  Chimana,  comarcana  á  los  Yariguíes, 
y  comenzó  hacer  nuevas  prevenciones  de  municiones  y  bastimentos,  que  todas 
cesaron  en  breve  por  haberse  quebrado  una  pierna  de  la  caída  de  un  caballo, 
con  que  las  cosas  de  la  guerra  totalmente  durmieron  por  más  de  dos  años,  y  la 
nueva  ciudad  se  despobló  á  todo  punto,  derramándose  sus  vecinos  por  varias 
partes,  sin  que  en  ninguna  de  toda  la  provincia  hubiese  español  que  hiciese 
rostro  á  las  insolencias  de  todos  los  indios  de  estas  provincias,  que  iban  cada 
día  en  mayores  crecimientos  por  la  avilantez  que  tomaban  de  sus  victorias, 
tanto  que  no  sólo  se  resolvieron  (visto  que  no  había  español  que  les  hiciese 
resistencia)  á  desamparar  las  antiguas  poblaciones,  para  con  este  retiro  quitar 
la  ocasión  á  los  nuestros  que  no  se  volviese  á  reedificar  la  ciudad,  sino  que 
haciendo  junta  general  (á  que  también  se  halló  Maldonado  con  su  gente) 
para  hacernos  más  cruel  guerra,  se  dividieron  en  tres  parcialidades:  la  una  de 
Arayas,  Guamacaes  y  Tholomeos,  que  eran  las  más  vecinas  á  la  ciudad  de 
Vélez,  y  que  ésta  saliese  por  toda  su  comarca  robando  y  matando  cuanto  hallasen 
hasta  las  goteras  de  la  ciudad,  comenzando  por  el  pueblo  de  Zaque,  que  tenían 
por  fronterizo,  y  también  por  comenzar  desde  allí  la  venganza  prometida  á 
Martinillo,  procurando  matar  á  Isabel  Gómez  la  Encomendera,  y  á  Juan  Corso 
su  mayordomo;  la  segunda  escuadra  ó  parcialidad  era  de  Topocoros  y  Yari- 
guíes, que  había  de  salir  á  saltear  los  pueblos  de  Ohianchión  y  todo  lo  restante 
de  la  Provincia  de  Guane,  como  lu  hacían  alargándose  hasta  el  río  del  Oro  y 
Cachiras,  distrito  de  la  ciudad  de  Pamplona;  la  Wcera  fué  de  Maldonado 
y  su  gente,  que,  como  versado  ya  días  había  en  saltar  las  canoas  de  los  que 
subían  por  el  Río  Grande  á  este  Reino,  tomó  á  su  cargo  el  hacerlo  con  más 
cuidado  de  allí  adelante,  como  lo  hacían,  sin  perder  ocasión,  de  los  que  navega- 


ÜNfVERSITY 

OF 
CAP.  XrA'IIl)  NOTICIAS^N^y^RpRÍÉ^tf^  DE  TIERRA  FIRME.  313 

baii  á  solas  con  una  o  dos  canoas  y  con  poco  recato,  teniendo  cuidado  el  Maldo- 
nado  y  dispuesto  entre  toda  su  gente  que  de  lo  que  se  robase  en  este  modo,  no 
sólo  entrasen  en  partija  los  suyos,  pero  también  los  de  las  otras  dos  parcialidades, 
que  tampoco  se  descuidaban  en  lo  que  habían  tomado  á  su  cargo,  pues  viendo 
dormían  tanto  los  españoles  quQ  no  había  quien  se  les  opusiese,  hicieron  á  ua 
mismo  tiempo  declarada  guerra  d  todos  sus  fronterizos,  amigos  de  los  españoles, 
aventajándose  en  mayores  daños  los  de  los  Arayas,  pues  no  teniéndose  por  sa- 
tisfechos en  las  muertes  y  robos  que  hacían  en  los  pueblos  de  Zaque  y  Simacota, 
se  atrevían  á  los  de  Chipatá  y  Guabatá,  menos  de  una  legua  de  la  ciudad  de 
Vélez,  matando  con  extraordinarias  crueldades,  sin  perdonar  aun  hasta  los  niños 
que  colgaban  de  los  pechos  de  sus  madres. 

2,^  La  ciudad  más  perseguida  de  alzamiento  de  indios,  y  que  en  mayores 
angustias  la  hayan  puesto,  de  todo  este  Nuevo  Eeino  y  distrito  de  esta  Real 
Audiencia,  ha  sido  esta  de  Vélez,  porque  si  á  la  villa  de  Timaná  la  han  inquie- 
tado loa  Paeces,  á  la  ciudad  de  Cartago  los  Putimaes,  á  la  de  Ibagué  han  robado 
los  Pijaos,  á  la  de  Mariquita  loa  Gualíes,  á  la  de  La  Palma  los  Colimas,  á  la 
de  Muzo  los  Babures,  á  la  de  Gibraltar  los  Quiriquíes,  á  la  de  Pamplona,  en 
su  puesto  de  Zulia,  los  Motilones,  á  la  Pedrosa  los  Giraras,  á  la  de  Guayana 
de  Maracaibo  los  Saparas,  á  la  del  Río  de  la  Hacha  los  Guagiros,  á  la  de 
Santa  Marta  los  Bondas,  á  esta  de  Vélez  la  han  puesto  de  ordinario  en  amar- 
gas angustias  todos  sus  indios  circunvecinos:  por  la  píirte  del  Mediodía  y  Po- 
niente los  Agataes  y  Saboyaes,  junto  con  los  de  Muzo,  Suratenas  ;  por  la  parte 
del  Norte  y  Levante,  Arayas,  Guamacaes,  Yariguíes  y  los  demás  que  hemos 
dicho  de  estas  tres  parcialidades;  las  cuales  anduvieron  a  sus  anchas  por  el 
año  de  ochenta  y  nueve  y  de  noventa,  y  noventa  y  uno,  y  noventa  y  dos,  hasta 
que  la  ciudad,  viéndose  ya  con  el  agua  á  la  garganta,  como  dicen,  y  el  poco 
socorro  que  tenían  de  los  que  gobernaban  el  Reino,  para  defensa  de  insolencias 
tamañas,  determinaron  de  nombrar  á  Martín  Gómez,  vecino  de  la  misma 
ciudad,  á  quien  suplía  la  experiencia  de  la  guerra  los  buenos  y  alentados 
bríos  naturales  que  tenía,  para  que  tomase  á  su  cargo  el  enfrenar,  en  cuanto 
pudiese,  estos  atrevimientos  y  daños. 

3.°  Habiéndosele  dado  por  el  Presidente  de  esta  Real  Audiencia,  que  á  la 
sazón  era  el  Doctor  Antonio  González,  licencia  para  esta  jornada,  y  levantando 
una  buena  compañía  de  soldados  en  la  ciudad  de  Vélez  y  Tanja,  le  dio  princi- 
pio por  el  año  de  mil  quinientos  noventa  y  cinco,  entrándose  por  la  tierra  de 
los  Arayas  para  atemorizar  á  éstos  los  primeros,  por  ser  los  más  nocivos.  Pisó 
la  mayor  parte  de  esta  Provincia,  sin  que  le  saliese  nadie  hablar,  cosa  extraor- 
dinaria para  estos  indios,  y  ordinaria  señal  de  estar  totalmente  rebelados  ;  sentó 
sus  Reales  eu  el  centro  de  la  Provincia,  y  habiéndose  fortaltcido,  despachó  al» 


314  FRAY    PEDRO    SIM(5n  (7.*^  NOTICIA 

gimas  tropas  á  recoger  bastimentos  y  otras  á  devolver  y  rastrear  la  tierra,  de 
que  le  trajeron  poca  noticia,  por  el  recato  con  que  andaban  los  indios,  sembrada 
la  tierra  de  centinelas  por  los  árboles  y  cumbres  más  altas,  desde  donde  atala- 
yaban á  los  nuestros,  coutáudoles  los  pasos  y  más  menudas  acciones,  habiendo 
antes  de  esto  retirado  sus  mujeres  y  chusma  á  las  más  olvidadas  asperezas  de 
los  montes,  si  bien  les  seguían  algunas  mujeres  mozas  y  alentadas,  tan  diestras 
en  el  manejo  del  arco  y  flecha  como  los  más  aventajados  indios  que  seguían 
esta  milicia,   por  haberse  ellas  enseñado  desde  su  niñez. 

4.°  Seis  meses  se  detuvo  el  Capitán  en  este  sitio,  oon  facciones  poco  con- 
siderables, pues  no  eran  de  más  fruto  que  aliviar  la  comarca  de  la  ciudad  de 
Vélez  de  las  ordinarias  muertes  y  robos  qne  hacían  en  ellas  estos  indios  xirayas; 
así  pareciéndole  que  este  modo  de  guerra  no  se  proporcionaba  con  su  intento > 
ni  la  reputación  qne  de  ella  pretendía,  se  pasó  á  la  Provincia  de  los  Guamacaes, 
por  haber  sabido  de  los  pocos  indios  que  habían  habido  á  las  manos,  que  Itupe- 
que,  su  Cacique,  se  estaba  en  ella,  y  que  tenía  también  retirada  su  gente.  Entró- 
se con  la  suya  el  Capitán  al  centro  de  esta  Provincia,  y  habiendo  elegido  sitio  á 
propósito,  y  sentado  Keal,  á  los  quince  días  qne  estaba  en  él  dieron  aviso  ciertos 
indios  de  los  que  llevaban  de  servicio,  qne  se  apartaron  más  de  lo  ordinario  de 
los  soldados,  de  cómo  habían  visto  dos  ó  tres  indios  que  sospechaban  ser  centi- 
nelas; dio  orden  el  Capitán  cómo  fuesen  al  sitio  con  recato,  donde  los  habían 
visto,  y  con  razonable  suceso  murió  el  uno  de  un  arcabuzaso,  y  el  otro  se  huyó 
con  demostraciones  de  herido  ;  hubieron  el  otro  á  las  manos  bueno  y  sano,  de 
quien  se  supieron  los  intentos  de  Itupeque,  y  que  muy  cerca  de  allí,  en  un  sitio 
muy  dificultoso,  tenía  sus  mujeres  é  hijas  con  otras  familias,  y  que  con  breve- 
dad y  con  facilidad  los  podían  prender  á  todos,  si  marchaban  con  recato  por 
donde  él  los  guiase.  No  fué  poco  el  gusto  que  mostró  el  Capitán  por  este  aviso, 
y  sin  retardar  la  partida,  guiados  por  el  indio,  llegaron  al  sitio  donde  estaban 
las  mujeres  de  Itupeque:  eran  diez  mozas  con  sus  hijos,  y  algunos  indios  tan 
viejos,  que  no  estaban  ya  para  el  ministerio  de  la  guerra.  liízose  la  prisión  de 
todos,  fuera  de  dos  ó  tres  indios  de  los  viejos  más  alentados,  que  sitiendo  la  en- 
trada de  los  españoles,  se  arrojaron  por  unos  grandes  y  profundos  despeñaderos 
y  fueron  á  dar  cuenta  del  suceso  á  Itupeque,  que  quedó  fuera  de  sí,  por  ver  lle- 
gaba la  industria  de  los  españoles  á  no  poder  tener  de  allí  segura  su  gente  ; 
y  la  nuestra  halló  en  el  sitio  tanto  regalo  de  vituallas  de  toda  suerte,  en  espe- 
cial de  frutas  y  maíz,  por  ser  fértilísima  la  tierra  de  esto,  y  de  muchas  suertes 
de  pescado  y  raíces,  con  lindas  aguas  que  cercaban  el  sitio,  demás  de  su  gran 
fortaleza,  que  se  juzgaba  por  conveniente  trasladar  allí  el  Real  de  donde  lo 
tenían* 


CAP.  XCilx)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA  FIRME.  315 

CAPÍTULO  XLIX 


Contenido  :  1.»  Trata  la  Cacica  de  llevar  á  los  nuestros  donde  ebtaba  Itupeque,  caute- 
losamente—2.»  Salen  en  efecto  y  échanles  los  indios  una  emboscada— 3.»  Dánles  la 
guazabara,  en  que  liieren  y  matan  algunos  soldados— I.»  Prosiguen  los  indios  la 
guazabara  y  matan  al  Capitán — 5°  Escapan  con  la  vida  sólo  siete  soldados,  encuen- 
tran al  caudillo  Tamaris  y  vuelven  con  ellos. 


E' 


ÍL  tiempo  que  estuvieron  en  esto  sitio  nuestros  soldados,  y  convidados 
del  buen  temple  y  regalo  que  hemos  dicho,  lo  tuvo  el  Itupeque  y 
modo  para  venir  encubierto  algunas  veces,  trepando  por  cierta  barranca  peina- 
da, por  donde  les  pareció  á  los  nuestros  no  era  necesaria  ronda,  por  su  mucha 
fragosidad  y  manifiesto  seguro  que  por  allí  se  prometían.  Desde  allí  poniéndo- 
se á  distancia  de  tiro  de  piedra,  se  comenzó  á  comunicar  el  Cacique  con  sus 
mujeres  y  los  demás  prisioneros^  por  no  darles  lugar  las  rondas  á  que  fuese  de 
Otro  modo,  fingiendo  á  las  veces  cantos  do  aves  y  otros  silbos  y  aullidos  de  ani- 
males, costumbre  muy  usada  entre  estos  indios,  y  en  que  ponen  extraordinario 
cuidado  para  entenderse:  esto  hacían  con  tanta  propiedad,  que  parecían  al  vivo 
los  animales  que  representaban,  sin  que  jamás  español  ni  indio  amigo  pudiese 
entender;  tan  artificiosa  es  la  necesidad,  que  aun  entre  bárbaros  sabe  introducir 
semejantes  estratagemas  y  sutilezas  :  con  ellas  muchas  veces  frecuentadas  dio  á 
entender  el  Itupeque  á  su  gente  sus  intentos  y  traza  que  se  había  de  tener  para 
que  ellos  saliesen  de  captiverio,  y  los  españoles  de  esta'  vida.  Esta  la  encargó  á 
una  de  las  mujeres  prisioneras  (aunque  á  pocos  días  andaban  ya  casi  todas  sin 
prisiones),  de  mejor  talento,  y  que  más  bien  sabía  apercibir  la  traza,  y  con 
quien  el  Capitán  tenía  más  cariño,  y  á  quien  por  este  respeto  obedecían  las 
demás,  como  ella  declaró  á  Itupeque.  Estaba  viendo  que  todo  estaba  á  pique 
dispuesto  por  el  Capitáu  para  salir  del  sitio;  le  habló  con  mucha  disimulación, 
diciendo  le  parecía  mejor  traza  que  fuesen  á  demanda  de  Itupeque,  que  e.staba 
de  allí  solos  dos  soles  de  camino,  enfermo  de  pena  del  sentimiento  de  la  pri- 
sión de  sus  mujeres,  y  que  poco  antes  que  llegasen  al  paraje  que  ellas  señala- 
rían, soltara  á  una  de  ellas,  la  que  el  Capitán  quisiera  (porque  todas  estaban  indus- 
triadas en  el  hecho)  y  que  yendo  á  su  casa  le  persuadiría  ala  amistad  de  los  espa- 
ñoles, que  sería  bien  fácil,  en  especial  diciéndole  la  afabilidad  con  que  1  as  ha- 
bía tratado.  No  pareció  mal  el  consejo  á  los  españoles  (aunque  con  ser  de  mujer 
y  enemiga,  fuera  muy  acertado  tenerlo  por  sospechoso)  y  así  á  los  treinta  días 
que  habían  asistido,  comenzaron  á  marchar  por  donde  la  india  les  dijo  que  era 
el  camino  que  el  Cacique  Itupeque  tenía  provenido  para  su   hecho  ;  guiábalos 

30 


316  FRAY  PEDRO  SIMÓN  (7.*  NOTICIA 

un  indio  anciano  de  los  que  hallaron  allí,   pero  ágil  y  bien   alentado,   que   con 
anciana  disimulación   encubrió  los  engaños  por  do  los  llevaba. 

2.°  Hallábase  el  Capitán  en  esta  facción  con  veinte  soldados,    bien   pertre- 
chados de  armas  y  municiones  ;  y  antes  de  partir   del  sitio   ordenó    á   Juan  de 
Tamaris  que  fuera  al  Real  por  las  mismas  trochas  donde  habían  venido,  y  que 
en  llegando  cogiese  con  los  diez  soldados  que  había  en  el  Keal,  y  todo  el  bagaje, 
y  él  por  caudillo,  y  viniese  en  su  seguimiento  á  la  Provincia  de  los  Guamacaes, 
como  lo  hizo,  siguiendo  el  Capitán  su  viaje  por  donde  el  viejo  los  guiaba,    mar- 
chando y  alojándose  con  buen  orden  y  recato,   reconociendo  y  limpiando   siem- 
pre con  las  escopetas  los  pasos  dificultosos.  En  el  batallón,  entre  la  vanguardia 
y  retaguardia,  iban  quince  mujeres  con  sus  hijos  pequeñuelos  y  con   los  demás 
prisioneros  y  bagaje  y  algunos  indios  amigos,  y  dos  soldados  que  requerían    las 
colleras  de  los  presos.  De  esta  suerte  marcharon  á  dos    casas,  sin  que  de  ningu- 
na suerte  se  sintiese  ruido  ni  huella  de  enemigo,  por  haberles  asegurado   así   la 
india,  diciendo  estar  todo  en  la  enfermedad  del  Cacique,  hasta  que  el   día   ter- 
cero se  descubrieron  muchos  humos,  en  distancia  de  menos  de  media  de  legua, 
de  que  las  indias  dieron  grandes  muestras  de  la  alegría,  diciendo  ser  aquellas 
casas  de  It'ipeque,  y  preguntándole   á   la   india    si    era  ya  tiempo  de  enviar  el 
aviso  al  Cacique,  se  determinó  por  su  parecer  de  ella  que  pasase  cierta  quebra- 
dilla  que  estaba  cerca,  y  era  donde  los  indios  tenían  puesta  la  emboscada,  y  que 
allí  se  hiciese  alto  para  saber  la  resolución  de   Itupeque.  Marcharon    con    esta 
determinación  la  quebrada  abajo,  y  habiendo    caminado   por    ella   distancia  de 
cien  pasos,  el  agua  á  la  rodilla,    se  estrecha  entre  dos   barrancas   de    altura  de 
más  de  una  pica  y  de  ahí  para  abajo  hasta  braza  y  media,    formándose   un  ca- 
llejón de  ciento  cincuenta  pasos  á  lo  largo,  tan  angosto   que  no  les  daba    lugar 
á  marchar  más  que  dos  en  hilera;  fuéles  forzoso  entrar  por  aquí,  marchando  con 
el  orden  y  cuidado  qué  daban  lugar  las  angustias  del  estrecho,  en  el  cual  habien- 
do llegado  al  puesto  donde  á  los  emboscados  pareció  más  á  su  acomodo,  súbitamen- 
te levantaron  un  extraordinario  alarido  entre  una  inmensidad  de  flechas  mortífe- 
ras por  la  yerba,  de  que  fueron  al  instante  heridos  siete  soldados  en  las  cabezas, 
donde  no  tenían  la  defensa  que  en  el  cuerpo,  que  les  defendían  los  escaupiles  de 
algodón  y  lienzo,  que  con  facilidad  resiste  la  flecha. 

3.^  Fué  notable  la  aflicción  en  que  se  vieron  nuestros  soldados  en  esta 
apretura,  pues  ninguno  podía  favorecer  á  otro,  ni  pasar  adelante,  ni  retirarse 
atrás,  ni  herir  al  enemigo,  y  así  recibían  de  mampuesto  las  cargas  de  fechas 
que  como  llovidas  les  tiraban;  la  palabra  y  órdenes  militares  no  podían  obrar, 
Iporque  todo  se  confundía  con  la  grita  de  los  unos  y  los  otros,  con  que  no  podía 
haber  correspondencia  entre  la  retaguardia  y  la  vanguardia  ;  los  indios  amigos 
que  llevaban  los  prisioneros  fueron  luego  heridos  por  ir  desarmados,  si  bien 


CAP.    XLIX)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA   FIRME  317 

otros  hallaron  seguridad  con  abrazarse  con  las  indias,  pues  estando  tan  cerca 
no  podían  tirar  á  ellos  sin  herirlas  ú  ellas;  al  fin  hubo  lugar  de  pasar  la  pa- 
labra que  la  vanguardia  volviese  por  donde  había  entrado,  sufriendo  siempre 
la  carga  que  no  se  descuidaban  los  indios  de  irles  dando,  que  como  eran  tantos 
y  tan  prevenidos,  y  tan  á  su  salvo,  permanecían  incansables  en  afligir  á  los 
nuestros;  pero  tomando  algún  aliento,  comenzaron  á  marchar  con  tan  gran 
sentimiento  de  las  indias  prisioneras,  que  convirtieron  en  esto  el  gozo  que  tenían 
de  ver  herir  los  soldados,  y  arrojándose  al  suelo,  para  impedir  que  no  saliesen 
tan  presto  los  españoles,  los  iban  retardando,  hasta  que  el  Capitán  mandó  las 
degollasen  á  todas,  como  se  comenzó  hacer  ú  vista  de  Itupaque,  sus  padres  y 
hermanos,  que  para  estorbarlo  se  arrojaban  muchos  de  la  barranca  á  la  agua, 
donde  también  fueron  degollados  algunos,  con  cinco  ó  seis  mujeres,  que  fueron 
las  que  dieron  el  arbitrio;  quedaron  también  muertos  casi  todos  los  indios 
amigos  y  ocho  soldados,  y  cinco  tan  mal  heridos,  que  aquel  mismo  día  murieron 
á  manos  de  los  enemigos,  sin  poderse  ni  poderlos  defender. 

3.0  El  Capitán  Martín  Gómez  mostró  bien  el  valor  y  esfuerzo  de  su  per- 
sona, pues  ella  sólo  bastó  á  resistir  los  enemigos  y  poner  en  ejecución  la  reti- 
rada, en  que  fué  tan  desgraciado  que  al  último  paso  que  dio  para  salir  de  la  que- 
brada, siéadole  forzoso  levantar  el  sayo  de  armas  de  encima  la  rodilla,  al  mismo 
instante  que  la  descubrió,  le  dieron  en  ella  un  flechazo  que  se  la  atravesaron, 
y  de  la  manera  que  pudo,  y  con  el  dolor  que  se  deja  considerar,  habiendo  salido 
del  estrecho,  hizo  alto,  procurando  detener  los  soldados,  que  sin  orden  ni  con- 
cierto andaban  derramados  por  el  campo;  ninguno  le  quiso  obedecer,  parecién- 
doles  que  en  la  breve  y  presta  retirada  estaba  el  salvar  las  vidas.  Los  indios 
reconocieron  la  gravo  herida  del  Capitán,  por  verlo  solo  y  con  el  poco  aliento 
que  marchaba,  con  lo  cual  dejaron  de  seguir  á  los  demás  españoles,  atendien- 
do á  la  libertad  de  las  mujeres  y  á  saquear  el  bagaje,  que  lo  uno  y  lo  otro 
estaba  desamparado;  acabado  esto,  fueron  siguiendo  los  siete  españoles  que  ya 
se  habían  juntado,  y  aunque  con  temor  y  recelo,  marchaban  con  buena  orden, 
la  cual  obligó  á  los  indios  á  no  seguirlos  y  dar  la  vuelta  en  demanda  de  los 
cinco  heridos,  que  algunos  de  ellos,  hallándose  desfallecidos,  se  habían  encu- 
bierto en  las  asperezas  del  monte,  procurando  por  esta  vía  dilatar  algo  más  la 
vida;  pero  salióles  vano  su  intento,  porque  luego  fueron  hallados  y  muerfos, 
con  que  todo  el  furor  de  los  indios  vino  á  recaer  contra  el  Capitán  Martín 
Gome?-;  él,  luego  que  se  vio  herido  tan  gravemente  y  desamparado  de  su  com- 
pañía, se  llegó  como  pudo  al  bagaje,  y  de  él  tomó  algún  alimento,  con  el  cual, 
y  embrazada  su  espada  y  rodela,  fué  marchando  con  la  pena  y  sentimiento  que 
se  puede  juzgar  de  herida  tan  penosa  y  penetrante,  y  á  muy  corta  distancia  no 
debió  de  poder  proseguir  su  viaje,  y  así  fué  forzoso  arrimarse  á  un  grueso  árbol, 


318  FRAY  3PEDR0  SIM(5n  (7.»  NOTICIA 

donde  estuvo  solo  más  de  tres  horas,^porque  en  este  tiempo  los  indios  se  ocu- 
paron en  recoger  las  indias  presas  y  en  seguir  los  soldados  que  iban  desbara- 
tados y  acabar  de  matar  los  cinco  heridos  ;  hallaron  los  indios  al  Capitán  on  el 
puesto  dicho,  acometiéronle  con  gran  grita  y  algazara,  y  él  se  resistió  con  el  valor 
acostumbrado;  pero  como  eran  muchos,  juntaron  gran  cantidad  de  piedras,  con 
las  cuales  y  unos  palos  largos  y  delgados  con  que  desde  lejos  le  daban,  lo  ma- 
taron; sucedió  este  caso  al  segundo  día,  después  de  Pascua  de  Navidad  del  año 
mil  quinientos  noventa  y  cinco  (1595). 

6.°  Los  siete  soldados  que  iban  encaminados  al  Real,  en  el  mismo  punto 
que  los  indios  los  dejaron,  encontraron  al  caudillo  Tamaris,  que  con  sus  diez 
soldados  venía  doblando  jornadas  para  alcanzar  al  Capitán;  diéronle  nuevas  del 
suceso,  y  cómo  por  verle  tan  mal  herido  y  no  perecer  todos,  le  habían  desampa- 
rado: algunos  hubo  á  quien  pareció  indigna  cosa  esta  retirada,  diciendo  que 
no  podía  tener  disculpa  sino  era  volviendo  á  recobrar  su  Capitán  vivo  ó  muerto» 
y  que  para  esto  se  partiesen  con  presteza  á  buscarlo,  y  es  sin  duda  que  si  lo 
hicieran  lo  hallaran  vivo,  porque  los  indios  les  llevaban  poca  ventaja,  y  des- 
pués de  llegar  se  divirtieron  en  buscar  y  matar  los  cinco  heridos;  los  que  tuvie- 
ron tan  honrado  parecer  era  la  menor  parte;  pero  todos  se  sometieron  á  lo  que 
el  caudillo  Tamaris  ordenase,  que  como  hombre  vil  y  cobarde,  dijo  que  era 
exponerse  en  manifiesto  peligro  el  ir  á  buscar  á  quien  juzgaban  por  muerto,  y 
que  hallándose  los  indios  con  una  victoria  tan  grande,  era  fuerza  seguirlo  y 
matar  los  pocos  que  iban,  y  así  les  requería  y  mandaba  que  todos  le  siguiesen, 
porque  pensaba  vía  recta  irse  á  la  ciudad  de  Vélez,  para  de  allí  volver  con  más 
fuerza  al  castigo  do  estos  indios,  con  lo  cual  venció  á  los  de  contrario  parecer,  y 
al  instante  comenzó  á  marchar  en  prosecución  de  su  viaje,  y  aunque  las  jorna- 
das eran  de  gente  que  huía,  llegaron  primero  algunos  indios  amigos  que  dieron  la 
noticia  de  este  desbarate  á  la  justicia,  la  cual  salió  de  mano  armada  y  prendió 
á  los  soldados,  y  fuera  bien  haberlos  castigado  como  manifiestos  desertores; 
pero  esto  no  se  hizo  por  ruegos  y  respetos  particulares,  que  son  les  que  de 
ordinario  dejan  las  cosas  graves  sin  castigo.  También  se  extendió  luego  por 
las  Provincias  de  los  Yíiriguíes,  á  cuya  congratulación  y  festejo  se  juntaron 
todas  las  parcialidades  de  ella  en  el  sitio  de  los  Guacamaes,  presidiéndoles  á 
todos  el  Cacique  Itupeque  y  el  Cacique  Pipatón,  dueños  y  ejecutores  de  esta 
acción;  celebráronla  con  extraordinarios  juegos,  y  sobre  todo  con  bailes  y  la 
bebida  común  del  brevaje  de  chicha,  que,  como  está  dicho,  los  enajena  de  su 
juicio.  En  esta  junta,  que  fué  general  y  duró  mucho  días,  tuvo  principio  la  reso- 
lución que  estos  indios  tomaron  de  saltear  descubiertamente  en  el  Río  Grande  de 
la  Magdalena,  porque  hasta  entonces  no  lo  hacían,  sino  era  cuando  algún  bajel, 
quo  comunmente  llaman  canoa,  navegaba  desarmado  y  sin  escolta  que  salían 


OAP.  l)  noticias  de  las  conquistas  de  tierra  firme  319 

á  flechar  la  gente,  y  mostrándoles  cualesquiera  resistencias  lo  dejaban,  si  bien 
había  ya  muchos  que  con  el  continuo  ejercicio  de  robar  estaban  ricos.  Turbó 
esta  nueva  á  la  ciudad  de  Vélez,  como  aquella  que  se  hallaba  mcás  expuesta  por 
vecindad  y  cercanía  á  los  peligres  de  la  guerra,  que  ya  estaba  tan  declarada? 
y  como  quien  tenía  experiencia  que  luego  habían  de  ser  acometidos,  ó  por  lo 
menos  las  fronteras  de  indios  amigos.  Trataron  luego  de  fortificarse  para  resis- 
tir los  enemigos,  que  ya  con  la  victoria  pasada  se  tuvo  por  cierto  que  no  deja- 
rían de  intentar  muchas  novedades,  como  sucedió  y  iremos  diciendo. 


CAPÍTULO    L 

Contenido:  1.°  Parajes  del  Río  de  la  Magdalena  donde  los  indios  han  hecho  daño  más 
de  ordinario— 2.0  Modo  que  tienen  para  vencer  las  canoas  y  gente  de  ellas.  Trazas 
con  que  engañan  los  españoles  para  hacer  presa  en  ellos. 


S^ 


ERA,  pienso,  á  propósito,  antes  que  digamos  los  desgraciados  su- 
cesos que  ha  habido  con  los  españoles  en  el  Río  Grande,  diga- 
mos los  parajes  donde  más  de  ordinario  han  sucedido,  que  han  sido  en  dis- 
tancia de  treinta  y  una  ó  treinta  y  dos  leguas,  que  es  la  frente  de  tierra  que 
llega  al  río  que  llaman  les  españoles  la  Isla  de  Carare,  y  es  la  distancia  que  se 
comprende  y  ciñe  entre  los  dos  ríos,  el  Negro,  dicho  así,  porque  casi  siempre 
trae  negras  sus  aguas,  que  nace,  por  mejor  decir  se  junta,  de  diversas  partes  de 
las  aguas  vertientes  ni  Poniente  de  las  cordilleras  de  este  Valle  de  Bogotá, 
desdo  la  í-ierra  que  llaman  de  la  Agua,  camino  de  Honda,  desde  Santafé  hasta 
los  arcabucos  de  Pacho,  que  juntas  todas,  siendo,  como  son,  muchas,  hacen  un 
gran  río,  y  por  tierras  avolcanadas  se  tiñen;  y  así  juntas  las  recoge  el  Río  de 
la  Magdalena,  y  entra  el  otro  río  que  llaman  de  Carare,  con  cuyo  nombre  se 
ha  alzado  toda  esta  isla,  el  cual  nace  á  las  espaldas  de  la  cordillera  de  las  ciu- 
dades de  los  Muzos  y  Vélez  al  Poniente,  que  también  lo  recoge  el  de  la  Mag- 
dalena, cuyas  bocas  de  éste  y  del  Negro  están  de  distancia  lo  que  hemos 
dicho,  en  l-i  cual  habitan  cuatro  naciones  de  indios  Carare,  que  debajo  de  este 
nouibre  se  cotnprenden  las  demás:  Nauras,  Nauracotas  y  Colimas,  aunque  esta 
postrera  la  podemos  decir  con  más  propiedad  Tapaces,  por  ser  los  del  distrito  de 
la  ciudad  de  La  Palma,  á  quien,  como  dejamos  dicho  en  su  lugar,  los  Ranches 
les  llamaron  Colimas,  por  la  razón  que  allí  damos,  que  si  es  verdad  lo  que  ellos 
y  los  Muzos  dicen,  que  sus  antepasados  subieron  á  las  encrespadas  lomas  y 
tierras  fragosas  que  hoy  habitan  de  los  llanos  de  las  márgedes  del  Río  Grande, 
fué  sin  duda  do  la  del  llano  de  esta  isla  de  Carare,  por  caerles  al  frente,  mirando 


320  FRAY    PEDRO    SIMÓN  (7.*  NOTICIA 

al  Oeste,  la  cual  no  carece  de  buenos  minerales  de  oro  fino,  como  lo  dan  á  en- 
tender sus  moradores,  hombres  y  mujeres,  en  las  muchas  joyas  que  traen  do 
este  metal,  así  chagualas  al  cuello,  como  caracuríes  en  las  narices  y  labio  su- 
perior y  en  las  orejas;  nunca  han  comido  sal  sus  moradores,  porque  no  saben 
que  la  hay  en  parte  alguna  de  esta  isla,  ni  ellos  la  procuran  por  uo  saber  qué 
cosa  es,  ni  tener  comercio  con  ninguna  otra  nación,  ni  aun  entro  ellas  mismas 
estas  cuatro  le  tienen,  que  tanta  ha  sido  su  fiereza,  lo  que  no  ha  sido  de  pe- 
queña suerte  para  los  navegantes  de  este  río,  pues  con  esta  división  que  entre 
BÍ  tienen,  sin  querer  en  sus  facciones  ayudarse  unos  á  otros,  sino  que  cada  cual 
acomete  hacer  el  mal  que  puede,  pocas  veces  se  ha  extendido  el  daño  á  mfís  de 
una  canoa  descuidada  y  de  menos  recato,  á  la  cual  embisten  siempre  de  día,  y 
tan  de  repente,  que  apenas  se  han  sentido  cuando  ya  tienen  ejecutado  su  in- 
tento, porque  como  la  navegación  del  río  es  tan  penosa  y  prolija,  al  fin  como 
de  agua  arriba,  y  sin  ningún  viento,  y  de  bogas  tan  flacas,  como  son  canaletes, 
por  lo  cual  se  van  apartando  de  las  corrientes  y  allegándose  cuanto  pueden  á 
tierra,  buscando  el  remanso  del  río,  pueden  defender  los  enemigos  muy  á  su 
salvo,  poniéndose  á  la  orilla,  en  pasos  más  estrechos,  por  donde  van  en  hiladas, 
y  no  pueden  ser  ayudadas  unas  de  otras,  aquí  se  esconden  y  cubiertos  de  yerba 
ó  de  la  maleza  del  monte  (que  toda  la  vida  la  hay),  á  buen  tiempo  arrojan  un 
garabato,  y  aun  esto  suelen  haoer  las  mujeres  para  detener  la  canoa,  que  ú  no 
ser  esto  al  instante  que  son  sentidos,  las  desamparan  los  negros  ó  indios  de 
boga,  y  la  corriente  del  río  la  aparta  con  mucha  presteza  del  peligro,  sin  que 
los  enemigos  tengan  remedio  de  ella,  y  así  asida  con  el  garabato  es  flechada 
y  ganado  todo  en  un  instante. 

2.^  Los  españoles  mercaderes  y  pasajeros  son  los  que  comunmente  peli- 
gran, porque  van  dentro  de  la  canoa  toldada  con  hojas  de  bihao,  para  reparo  de 
las  personas  y  mercadurías  contra  los  excesivos  calores,  aguaceros  y  huracanes 
ordinarios  que  hay  en  este  río,  y  cuando  al  ruido  de  los  enemigos  sale  la  gente 
de  abajo  de  estos  toldos,  es  á  recibir  las  flechas  y  lanzadas,  porque  los  bogas  son 
los  que  menos  peligran,  desamparando  la  canoa  con  gran  ligereza,  arrojándose 
y  sabulléndose  en  el  agua,  y  lo  que  peor  es,  que  no  ignorando  ninguno  el  evi- 
dente riesgo  con  que  navega,  no  piensan  en  su  defensa  y  en  ir  armados,  y  llevar 
estas  prevenciones  que  les  podían  librar  de  estos  riesgos,  al  amparo  que  buscan  del 
sol,  y  defensa  contra  los  inmensos  calores,  pues  casi  todos  van  dentro  del  es- 
trecho bajel  desnudos,  si  bien  ya  en  estos  tiempos,  escarmentados  en  c  ibezas 
ajenas,  que  es  dicho  escarmiento,  pocas  canoas  sulfl&n  que  no  traigan  un  es- 
pañol sobre  el  toldo  de  la  canoa  con  una  escopeta,  con  que  viene  limpiando  los 
pasos,  á  lo  menos  en  los  peligros  y  de  riesgo,  y  donde  más  de  ordinario  han 
sucedido  las  desgracias,  como  en  el  sitio  que  llaman  de  las  Barbacoas,  dos  leguas 


CAP.  L)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA  FIRME  321 

el  río  arriba,  de  donde  al  presente  está  el   presidio  de  Carare  en  una  vuelta  que 
hace  del  Eío    Viejo,  donde  suelen  echar  garabatos,  y  en  distancia  que  hay  de 
cuatro  leguas   que  hay  de  un  puesto   á  otro,  tienen  trochas  y  caminos  por  el 
monte,  y  muchos  atajos  en  seguimiento  de  las  canoas  que  suben;  las  que  bajan 
pocas  veces  peligran, sino  es  cuando  se  ranchean,  por  ir  por  la  mitad  del  río,  aun-i 
que  las  suelen  seguir  con  las  canoíllas  ó  curianas  que  olios  tienen  de  su  servicio, 
aunque  otros  dicen  que  no  usan  de  canoas   estos    Carares.  También  suelen  salir 
enfrente  del  río  de   San   Bartolomé  que  baja  de  las   cordilleras  de  la  ciudad  de 
los  Remedios  y  en  la  playa  de  Sarate  dos  leguas  arriba,  y  en  el  Remolino  grande 
arriba  cinco  leguas,  donde  por  ser  extendida  la  playa  y  estar  por  eso  apartado 
del  río  el  monte,  hacen  hoyos  en  la  arena    capaces   de   esconderse  una  persona 
cerca  de  la  legua  de  la  Agua  y  dejando    sola    cabeza  afuera    están  acechando  á 
los  que   suben,  que   siendo   siempre    sin    cuidado,  por  no   ver  enemigos  en  la 
playa,  los  asaltan   con    ñicilidad.  Siete   leguas  más  arriba,  en   la    playa  de  Ma- 
cuango,  hacen   lo   mismo,  y  otras  seis  más  arriba,  en  el  sitio  que  llaman  el  Cas- 
cajal, acostumbran   estos  indios  á  derramar  por  la  playa  algunos  muchachos  sus 
hijos,  á  los  cuales  queriendo  coger   los  navegantes,  salen  de  las  canoas  con  des- 
cuido, y  son   embestidos  con  cuidado  de  las  emboscadas  que  les  tienen  echadas, 
y  casi  siempre  en  todas  ocasiones    perecen   los    navegantes.  Y  el  último  puesto 
donde  salen,  dos  leguas   arriba   del    Cascajal,  dcnde    llaman  la  Angostura,  siete 
leguas  antes  de  la  boca   del   Río   Negro,  término,   como   hemos   dicho,  de  sus 
tierras,  y  lo  que  es  más  de  advertir  con  sentimiento,  que  en  las  presas  que  hacen 
jamás  perdonan   la   vida   á   ningún  género  de  personas,  matando  todas  las  que 
han  á  las  manos,  con  emboscadas  flechas,  que  son  las  armas  ordinarias,  haciendo 
vasos  de  las  calaveras   para   beber   en   sus  fiestas,  si  bien  nunca  han  comido 
carne   humana   estas   fiaras   naciones,   pienso  que   por  tener  la  abundancia  de 
pescado  que  cogen  en    tantos   ríos.  Conociendo  esta  su  fiereza,  se  tuvo  por  caso 
extraño  el  no  haberle   quitado   la    vida,  los   años  pasados,  á  una  mujer  natural 
de  la  ciudad   de    La   Palma  que,  entre   las  demás   presas,  cogieron  cercana  al 
parto,  antes  le  dieron  ayuda  en  él,  á  quien  después   sacó  sana  y  salva  en  una 
entrada  que  hizo  el  Capitán  Juan  de  Campos.  Es  esta  gente  de  una  fiereza  tal, 
que  no  sólo  no  ha  querido  admitir  trato  ni  comunicación  con  los  españoles  ni 
otros  indios  sus  vecinos;  pero   aun   habiéndose,  en    muchas    jornadas  que  han 
hecho  los  nuestros,  habido  á  las  manos  muchas  grandes  y  pequeñas,  hombres  y 
mujeres,  se  entristecen  (  ?)  entre  nosotros,  de  manera  que  les  dura  poco  la  vida, 
de  que  tengo  experiencia  por  vista  de  ojos,  con  que  no  hay  quien  hasta  hoy  sepa 
de  los  nuestros   su   idioma.  Tienen   las   mismas   supersticiones  que  los  indios 
Yariguíes  y  de  las  demás   naciones   sus    convecinas,  y  las  de  Vélez,  que  hemos 
dicho.  Hay  entre  ellos  muchos  sortilegios,  agoreros  que  nunca  van  á  la  guerra, 
por  quedar  ocupados  eu  sus  hechicerías. 


322  FRAY  PEDRO   SIMÓN  (7/  NOTICIA 

CAPÍTULO  LI 

Contenido:  1.«  Dan  principio  los  indios  Carares  á  los  robos  grandes— 2.»  Matan  dos 
religiosos  de  San  Francisco.  Envían  soldados  al  castigo— 3.»  Repártese  entre  los 
Caciques  la  tierra  donde  cada  uno  de  ellos  habita,  para  hacer  guerra  á  los  nuestros— 
4.0  Roban  y  matan  los  indios  á  Pedro  Jiménez  de  Bohórquez— o."  Otros  daños  que 
hicieron  en  este  río. 

DESDE  las  primeras  navegaciones  que  hicieron  los  españoles  por  el 
Río  Grande   á   este   Nuevo    Reino  de   Granada,  ya  después  de  po- 
blado, tomaron  atrevimiento  estos  indios  Carares  á  acometer  á  las  canoas,  y  como 
lo  hicieron  el  año  de  mil  quinientos    cincuenta,    acometiendo  la    primera  vez  íi 
una   que  bogaban  los  indios  Malibúes  de  la  villa  de  Mompox,  en  que  venía  la 
recámara  del  Licenciado  Beltrán  de  Góngora,  primer  Oidor  de  esta  Audiencia, 
y  el  que  la  fundó    con    su    compañero   el    Licenciado    Galarza,  como    dejamos 
dicho,  tuvo  buena  suerte  en  poder    ser  socorrido  de  otras  que  lo  acompañaban, 
con  que  quedó   libre,  aunque    con    muerte   de   dos  ó  tres  indios  bogas  y  de  un 
criado  del  Oidor.  Fuéronse  frecuentando  estos   salteamientos  en  el  Río  Grande 
y  puestos  que  hemos  dicho;  pero  más  en  el  río  del  Carare,  que  por  aquellos  tiem- 
pos era  de  mayor   concurso   su   navegación  por    la   ciudad  de  Vélez,  entrando 
por  la  boca  de  este  río  y  navegando   por  él  arriba  catorce  leguas,   hasta  una 
barranca,  donde  se  hacía  la  descarga  en  ciertas  bodegas  que  llamaban  el  Puerto, 
donde  residía  un  Alcaide  que  recibía  las  mercaderías,  y  desde  allí  las  llevaban 
á  la  ciudad  de  Vélez  en  muías,  por  cuestas  y  caminos  inaccesibles,  que  por  serlo 
tanto,  y  otras  incomodidades,  ha  cesado  de  todo  puato  aquel  comercio.  De  esta 
navegación   resultan   al  Rey   muy    crecidos    derechos,    porque    demás    de  co- 
brarse los  de  almojarifazgo   del   mar,  á  más  y    mayor  crecimiento  de  las  mer- 
caderías de  unas  provincias  á  otras,   aunque   no   se   enumeran,    ya  la  costum- 
bre y  largo  uso   respetan   esta   navegación    por   sujeta   á   este  derecho;  otros, 
que  son  los  más  numerosos   y   crecidos,   se   cobran  á  modo  de  portazgos,  cuya 
introducción  tuvo  principio  de  que  como   la  navegación  es  tan  larga  y  penosa, 
ordenó  la  Audiencia  y    Oficiales  Reales  que  en  el  puerto  de  Carare  que  hemos 
dicho,  y  en  otro  que  estuvo  en  la  boca  del  Río   Negro,  que  después  se  trasladó 
más  arriba  al  sitio  que  llaman   de   Honda,  hubiese  una  persona  que  con  título 
y  nombre  de  Alcaide,    en   una   atarazana  que  allí  so  hacía,  recibiese  las  merca- 
derías que  se  navegan,  así  las  que  suben  de  la  ciudafl  de  Cartagena,  como  las 
que  bajan  de  este  Reino,  y  de  cada  arroba  de  peso  cobrase  un  tomín  de  oro  de 
veinte  quilates,  que  valen  sesenta  y  cinco  maravedises ;  esto  se  fué  engrosando, 
de  manera  que  hoy  se  arriendan  por  cuenta  de  Su  Majestad  estos  derechos  y 


CAP.  Ll)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIEERA  FIRME.  323 

valen  cada  año  cinco  ó  seis  mil  ducados;  se  consumen  en  las  expensas  y  gastos 
que  se  hacen  en  el  presidio  que  continuamente  hay  poco  más  abajo  de  la  boca 
de  Carare. 

2.''  La  primera  desgracia  que  subiendo  este  río  sucedió,  fué  el  año  de  mil 
quinientos  setenta  y  cuatro,  á  un  mercader  llamado  Gonzalo  del  Castillo,  á 
quitín  mataron  y  robaron  la  mayor  parte  de  sus  mercancías;  á  ésta  accrapañó 
otra  mayor  el  año  siguiente,  pues  acoreietiendo  estos  Carares  á  otra  canoa  en 
que  venían  dos  religiosos  de  nuestra  Orden,  los  mataron,  cuyos  hábitos  y  ca- 
pillas se  hallaron  después  en  sus  ranchos,  sin  olvidarse  estos  Caribes  indios  de 
dar  vista  también  á  las  márgenes  del  Río  Grande.  Iban  creciendo  de  tal  suerte 
los  daños,  que  fué  forzoso  enviar  soldados  á  su  castigo,  como  efectivamente  entró 
el  Capitán  Martín  de  Olarte,  por  orden  del  Licenciado  Francisco  Bricéño,  Presi- 
dente que  á  la  sazón  era  de  la  Real  Audiencia.  Hicieron  estos  soldados  algunos 
castigos,  aunque  no  tales  que  escarmentasen  los  indios  para  no  continuar  sus 
robos,  y  así  fué  forzoso  entrase  otro  Capitán  con  cincuenta  soldados,  llamado 
Juan  de  Arbieto,  que  tampoco  hizo  cosa  considerable,  más  que  prender  algunos 
indios,  de  quien  por  entero  se  supo  el  mucho  oro  de  la  isla,  á  cuya  golosina  se 
fué  el  Capitán  Jerónimo  Pérez,  vecino  de  la  misma  ciudad,  á  quien  por  su  poco 
recato  mataron  los  indios.  Sucedióle  mejor  que  á  éstos,  el  año  de  mil  quinien- 
tos noventa  y  di>s,  al  Capitán  Don  Bernardino  Vargas  Machuca,  que  entrando  á 
esta  isla  por  la  parte  de  la  ciudad  de  los  Muzos,  prendió  algunos  de  los  saltea- 
dores, y  los  colgó  en  las  riberas  del  Río  Grande,  con  que  por  algún  tiempo 
dejaron  de  saltear,  aunque   después    lo   prosiguieron. 

3.0  En  la  junta  general  que  hicieron  á  celebrar  la  victoria  que  tuvo  Itupeque 
del  Capitán  Martín  Gómez,  en  que  todos  los  Yariguíes,  Guamacaesy  los  demás  sus 
parciales  y  aun  hasta  Maldonado  se  juntaron,  resultó  tratar  de  nuevo  y  esforzar 
el  hacer  cruel  guerra  por  todos  los  caminos  que  pudiesen  á  los  españoles,  y  siendo 
los  oráculos  de  esta  determinación  los  Caciques  Itupeque  y  Pipatón,  á  quien  todos 
los  demás  dieron  sus  veces,  y  ellos,  con  no  pequeña  vanidad  y  arrogancia,  lo  acep- 
taron para  disponerlo   todo,  pues  de  varios  pareceres  que  entre  los  dos  hubo 
se  resolvieron  en  que  se  señalasen  los  sitios  y  provincias  de  la  comarca  por  don- 
de cada  cuadrilla  había  de  ir  destruyendo  cuanto  encontrasen:  estancias,  ingenios 
de  azúcar,  hatos   de   ganado,  hasta  embestir  á  la  misma  ciudad ;  pero  que  ante 
todas  cosas  dieran  principio   á  esta  guerra  por  el  Río  Grande,  acaudillándolas  el 
Cacique  Maldonado,  como  experto  de  muchos  días  en  aquellas  márgenes  y  más 
seguros  puertos,  donde  con  ma^  or  seguridad  podían  acometer  á  los  navegantes, 
de  que  se  prometían   gran    pillaje   de   hachas,  machetes,  lanzas  y  otras  herra- 
mientas y  instrumentos   de   guerra,  con   que    pertrechados   de   éstas  podrían 
hacer  con  más  seguro  lo  que  tenían  determinado  en  las  provincias  restantes; 

31 


824  FRAY  PEDEO  S1M(5n  (7.»  NOTICIA 

resueltos  en  esto,  en  que  todos  convinieron,  se  juntaron  cuantos  podían  tomar 
armas,  con  sus  Caciques  y  Capitanes,  y  en  particular  Itupeque  y  Pipatón  y 
el  muchacho  Escarrega  que  dijimos  había  muerto  con  la  espada  los  otros  dos 
soldados,  y  puestos  por  industria  de  Maldonado  en  parte  acomodada  entre  los 
ríos  del  Oro  y  Sogamoso,  que  están  mas  abajo  de  la  isla  de  Carare,  iba  subiendo 
una  escuadra  de  canoas  (porque  ya  no  se  atrevían  á  subir  con  una  sola,  ni  con 
menos  de  ocho  en  compañía,  por  orden  de  la  Real  Audiencia),  en  las  cuales 
subía  de  Cartagena  Pedro  Jiménez  de  Bt  hórquez.  Alguacil  Mayor  do  la  misma 
Audiencia,  con  grueso  empleo  de  mercancías,  y  otros  mercaderes  con  las  suyas; 
de  suerte  que  por  todos  vendrían  hasta  veinticinco  españoles,  y  más  de  ciento 
y  cuarenta  negros  y  indios  de  boga  y  servicio,  los  cuales  habiendo  llegado  al 
paraje  donde  los  indios  esperaban  emboscados  en  una  ancha  y  extendida  playa 
(que  hasta  hoy  se  llama  por  el  suceso  la  de  Bohórquez),  y  habiéndose  sentado 
toldas  y  veládose  con  cuidado  por  sus  cuartos,  hasta  el  de  la  alba,  en  que  se 
descuidaron  y  durmieron  todos,  en  él  acometieron  los  emboscados  con  tanto 
ánimo  y  bríos,  que  en  un  instante  mataron  el  primero  al  Alguacil  Mayor  y  á 
todos  los  demás  españoles  y  negros,  sin  que  se  escapasen  más  que  algunos 
pocos  que  pudieron  embarcarse,  y  cortando  las  amarras  con  que  estaban  vara- 
das las  canoas,  dejarse  ir  el  río  abajo  hasta  arribar  á  la  villa  de  Mompox  con 
Jas  vidas  y  dos  ó  tres  canoas  cargadas  de  buena  suma  de  ricas  mercaderías, 
quedando  los  demás  muertos  en  la  playa  y  algunos  ahogados,  como  se  en- 
tiende fué  el  Alguacil  Mayor,  por  no  haberse  podido  hallar  sus  cuerpos,  como 
se  hallaron  los  de  otros  en  la  playa,  pues  como  hemos  dicho,  estos  indios  no 
pretenden  más  que  matar,  cuando  mucho  llevarse  las  cabezas  para  beber  en 
ellas,  en  la  celebración  de  sus  mayores  fiestas. 

4.*^  Eran  más  de  mil  indios  de  guerra  los  que  se  hallaron  en  esta  empresa, 
sin  las  mujeres  y  muchachos,  couque  ejecutáronla  victoria  con  tanta  presteza  y 
diligencia,  que  antes  de  acometer  estaban  ya  apoderados  de  todo  el  alojamien- 
to, donde  se  detuvieron  un  día  saqueando,  robando  y  desperdiciando  y 
echando  á  mal  las  mercaderías,  pues  se  hallaban  después  los  brocados  y  ricas 
telas  esparcidas  por  la  playa,  quebradas  muchas  botijas  de  vino  y  aceite,  ba- 
rriles y  cajones  de  jabón  y  cera,  de  suerte  que  á  lo  que  más  se  inclinaron  fué  á 
cuentas  de  vidrio,  cascabeles,  cuchillas,  hachas  y  machetes,  camisas,  sombreros 
y  cosas  semejantes,  que  todo  fué  en  gran  cantidad,  por  ser  muchos  en  quien  se 
repartieron.  Hecho  esto,  y  quebradas  algunas  canoas,  sin  quedarles  por  hacer 
ningún  daño  de  los  que  pudieron,  otro  día  siguiente^se  entraron  la  tierra  aden- 
tro, dejando  toda  la  de  este  Reino  y  los  navegantes  con  este  suceso  tan  atemori- 
zados, que  nadie  se  atrevía  á  navegar  ni  á  estar  seguro  de  ellos,  en  especial  los 
pueblos  que  están  sentados  á  las  márgenes  de  este  río  ;  esto    fué  el  año  de  mil 


CAP.  Ll)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA    FIRME  325 

quinientos  noventa  y  seis  (1596),  en  el  cual  también  sucedió  que  entrándose 
cada  cual  a  la  provincia  que  le  había  tocado  para  destruir  la  tierra  de  Vélez,  no 
olvidándose  de  la  venganza  que  habían  prometido  de  su  muerte  á  Martinillo^ 
en  especial  Pipatón,  tomó  consigo  á  Escarrega  y  otros  ocho  compañeros,  y  sa- 
biendo que  Juan  Corso  estaba  en  el  pueblodeZaque,  yendo  y  viniendo  á  él  desde 
cierta  labranza  de  maíz,  se  emboscaron  en  el  camino  y  embistiéndole  al  des- 
cuido, le  clavaron  tantas  flechas  (por  haberlo  dejado  sin  snyo  de  armas  un 
criado  suyo,  indio  llamado  Chamorro,  que  se  lo  puso  él),  que  aunque  vino  á  la 
ciudad  de  Vélez,  llego  tan  herido,  que  murió  dentro  de '  tres  días.  También 
murieron  otros  muchos  por  las  provincias  circunvecinas  á  manos  de  éstos  y  de 
los  demás  indios. 

5.°  Fué  cebando  el  atrevimiento  de  todos  los  indios  que  moraban  las  tie- 
rras del  Río  Grande,  con  las  victorias  que  tenían  y  pillajes  con  que  se  hallaban 
ricos,  que  ya  no  sólo  lo  tenían  para  acometer  á  las  canoas  que  subían,  pero  aun 
también  con  sus  barquetas  á  las  que  bajaban,  como  sucedió  á  Don  Alvaro  de 
Leiva  y  á  Don  Diego  Ponce,  que  bajando  con  una  canoa  bien  equipada,  los 
tuvo  á  pique  de  rendir  una  escuadra  de  indios  que,  en  sus  cancillas,  les 
fueron  siguiendo  gran  distancia,  el  año  de  mil  quinientos  noventa  y  siete  (1597). 
En  el  cual  también  mataron  á  Diego  Lomelín,  que  subía  el  rio  arriba  en  otra 
escuadra  de  canoas,  y  tomándole  también  sus  mercaderías,  mataron  un  hijo 
suyo  y  otros  seis  ó  siete  españoles,  y  algunos  indios  y  negros  de  boga. 


S20  FRAY  PEDRO  SIM(5n  (7.^  NOTICIA 

CAPÍTULO  LII 

Contenido  :  1."  Viene  por  Presidente  á  esta  Audiencia  el  Doctor  Sande,  á  quien  piden 
remedie  los  daños  que  los  indios  liacen  en  el  Río  de  la  Mag-dalena — 2.«  Envía  el 
Presidente  al  Licenciado  Luis  Enriquez  á  este  efecto— 3.°  Salen  algunas  compañías 
de  soldados  á  correr  la  tierra  y  liaceu  algunos  buenos  efectos  ~4.°  El  Capitán  Benito 
Franco  desgarrona  al  Cacique  Pipatón  y  otros  indios  que  hubo  á  las  manos. 


E' 


[NSTE  era  el  estado  que  tenía  el  Eío  Grande  y  las  provincias  de  Vélez, 
cuando  por  haberse  eximido  de  la  Presidencia    de    la    Audiencia  el 
Doctor  Antonio  González,  fué  proveído  en  plaza  el  Doctor  Francisco  de  Sande, 
caballero  de  la  Orden  de  Santiago,  desde  la  misma  plaza  que  tenía  de  Presidente, 
Gobernador  y  Capitán  General  en  la  Audiencia  de  Guatemala  ;  llegó  á  ésta  por 
fin  el  mes  de  Agosto  del  ano  de  mil  quinientos  noventa  y  siete  (1597),  habien-  • 
do  venido  á  la  sabida  considerando  el  río  y  sitios    peligrosos   donde    se   hacían 
los  daños  á  los  navegantes,  con  que  se  le  acrecentaron  los  bríos    que    traía  aun 
antes  que  entrase  á  Cartagena,  por  haber  oído  la  fima  de  estos  grandes  asaltos, 
de  remediarlos  por  los  caminos  posibles,  lo  cual  se  le  acrecentó  aún  más    cuan- 
do ya  en  su  plaza  oyó  los  Procuradores  de  Vélez  cou   justa   razón  y  sentimien- 
to ;  por  escrito  y  de  palabra  le  refirieron  el  miserable  estado  en  que    se    halla- 
ban con  el  levantamiento  de  estos  indios;  acudieron  á  lo  mismo  de  la  ciudad  de 
Pamplona,  de  la  de  Mariquita,  y  los  dueños  de  canoas  del   puerto  de  Honda,  en 
cuyos  daños  todos  eran   interesados,  con   que  se  iban    acrecentando    cada    hora 
más  de  propósito  de  ponerlo  en  ejecución,  y  así  el  año  siguiente  de  mil  quinientos 
noventa  y  ocho  (1598)  hizo  junta  de  los  más  experimentados  y  interesados  de 
todas  las  ciudades  dichas,  para  conferir  y  tratar  con  ellos  la  mejor  forma  que  so 
había  de  tomar,  y  á  cuyas  expensas,  para    allanar    la  tierra.    Cortóse  este  buen 
liilo  por  haberse  ofrecido  un  caso    tan  urgente  de  la  muerte  del  Capitán    Tris- 
tán  de  Oribe  de  Salazar,  Tesorero  del  Rey,  en  la  ciudad  de  Caitagena,  que    fué 
necesario  bajarse  á  ella  á  su  averiguación   el    mismo    Presidente,  por  estar  á  la 
sazón  impedidos  dos  ó  tres  Oidores  que  se  hallaban    en    la    Audiencia.  Dejó  el 
negocio  de  la  guerra  encargado  á  las  personas  de  más  cuenta  de  la  ciudad  referi- 
da; que  no  les  fué  posible,  habiendo  faltado  la  fuerza  de  la  cabeza,  hacer  cosa  de 
importfmcia  en  la  defensa  de  tierra  ni  del  río,  con  que  iban  en  prosecución   los 
atrevimientos,  como  se  vido  en  lo  que  sucedió  habiendo  bajado  el   dichu  Presi- 
dente á  Cartagena,  pues  partiendo  de  allí  ciertos  perureros  que  habían  empleado 
en  perlas,  y  pareciéndoles  hacer  su  viaje  por  este  Reino,    en   el  río  fué    acome- 
tida la  escuadra  de  canoas  en  que  navegaban,    del    Cacique  Maldonado,   el  cual 
con  sus  indios  mató  en  un  instante  a  estos  peruleros,  que  fueron   los  primeros 


CAP.   LIl)  NOTICIAS   DE  LA«  COÍíQüISTAS  DE  TIERRA  FIRME.  827 

que  saltaron  en  tierra,  y  se  apoderó  de  sus  canoas  y  bienes,  si  bien  se  escapa- 
ron y  arribaron  á  la  Villa  de  Morapox  los  que  se  retardaron  en  salir  de  ellas  y 
saltar  en  tierra.  Robó  el  Maldonado  todas  las  perlas,  por  estimarlas  en  tanto, 
que  no  era  pequeña  cantidad,  y  destruyó  lo  demás  que  babía.  A  la  misma  sazón 
Pipatón  no  bolgaba  con  sus  confederados,  pues  por  la  parte  de  Vélez,  acome- 
tiendo á  los  pueblos  de  Zaque,  Simacota  y  Chianchión,  mató  algunos  españoles 
y  mucha  cantidad  de  indios  amigos  ;  salió  hacerles  resistencia  de  la  ciudad  de 
Vélez  el  Capitán  Juan  de  Campo,  con  diez  soldados,  aunque  más  fué  para  re- 
conocer la  tierra  y  saber  los  designios  del  enemigo  mientras  se  despachaba  con 
mayor  fuerza  de  gente  el  Capitán  Francisco  de  Poveda ;  pero  no  le  fué  posible 
hacer  cosa  considerable,  pues  á  los  primeros  días  y  pasos  que  dio  en  la  tierra, 
cargaron  sobre  los  once  tanta  multitud  de  indios,  que  fué  menester,  para  que 
no  perecieran  todos,  el  valor  del  Capitán,  y  así  le  fué  forzoso  retirarse  á  la  ciu- 
dad de  Vélez,  herido  en  una  mano  gravemente  de  un  flechazo. 

2."  Al  paso  de  estas  victorias  se  acrecentaban  la  arrogancia   y    temeridad 
de  los  indios,  pues  llegó  á  tanto,  que  después  de  haber   muerto   algunos    indios 
del  pueblo  de  Chipatá,  media  legua  de  la  ciudad  de  Vélez,    casi    á    vista  de  ella 
acometieron  al  de  Guabatá,  y  hirieron  por  lo  menos  catorce  ó  quince  personas.  De- 
terminó Pipatón  desde  allí  y  los  suyos  emplear  las  fuerzas    en    la    Provincia  de 
Guano,  y  posando  por  ella  llegaron  al  pitio  de  una  estancia  de  un  Juan  Gamboa, 
donde  estivba  con  su  mujer,  hijos  y  criados  y  un  cuñado  suyo;  éstos,  no  haciendo 
caso,  aunque  les  avisiron,  de  lo  que  les  podría  suceder,  cuando  ya  vieron    sobre 
la  estancia  á  los  indios,  se  fortilecíó  el  Ju  ni  de  Gamboa  en  la  casa  donde    vivía, 
la  cual,  por  haberle    puesto    fuego    Pipatón,  hubo   de    desamparar,    saliéndose 
de  ella.  Escudóse  con  un  colchón  y  la  espada  desnuda,  que  todo  le  fué  de  poca 
defensa,  pues  en  breve   murieron  con  mil   orueldad-^s  él  y  toda  la  gente  de  su 
casa.  No  eran  para  menos  estos  sucesos  que  para  encender  los  bríos  del   Doctor 
Sande,  que  ya  era  de  vuelta  en  Santaf?,  para  proseguir  la  guerra  que  había  co- 
menzado, antes  de  su  bajada  á  Cartagena,  contra  la  ferocidad  y  atrevimiento  de 
estos  indios,  y  así  estando  juntos  en  esta  ciudad  de  Santafé  los  Procuradores  de 
las  del  Reino  y  los  Capitanes  Benito  Franco,  Juan   de   Campos  y  Francisco  de 
Triana  y  otros  soldados  y  Capitanes  experimentados   de   esta    guerra,  envió   á 
llamar  al  Licenciado  Luis  Enriquez,  Oidor  de  la  Audiencia,  que  á  la  sazón  esta- 
ba visitando  las  provincias  de  Tunja  y  Vélez,  y  habiendo  hecho  junta  de  todos 
sobre  el  caso,  el  año  de  mil  seiscientos  (1600),  después  de  muchas  conferencias, 
quedó  resuelto  que  dicho  Licenciado  Luis  Enriquez,  persona  á  propósito,  saliese 
personalmente  á  esta  guerra  y  se  plantase  en  el  centro  de  estas  provincias,  don- 
de más  conveniente  pareciese,  y  desde  allí  las  corriese,  y  que  por    la   ciudad  de 
Vélez  entrase  el  Capitán  Benito  Franco  con  una  compañía  de  sesenta  soldados  ; 


828  FRAY   PEDRO   SIM(5n  (7.»  NOTICIA 

por  el  Río  Grande  el  Capitán  Juan  de  Campos  con  otros  ochenta  ;  y  de  la  ciu- 
dad de  Pamplona  saliese  el  Capitán  Pedro  de  Arévalo  con  otra  de  treinta  ;  j 
que  por  la  parte  de  la  ciudad  de  Muzo,  por  la  Isla  de  Carare,  enviase  el  Gober- 
nador de  aquella  ciudad,  Ñuño  de  Solís  Enriquez,  otra  de  cincuenta  soldados. 
3.°  Púsose  todo  con  brevedad  en  efecto,  entrando  ya  el  año  de  mil  seis- 
cientos uno  (1601),  en  que  partió  el  Licenciado  Luis  Enriquez,  á  tres  de  Enero, 
de  esta  ciudad  de  Santafé,  llevando  en  su  compañía  á  Fray  Alonso  Ovalle  de 
Escobar,  Provincial  de  la  Orden  de  San  Agustín  ;  á  Don  Luis  Manriquez  de 
Monroy,  que  fué  nombrado  por  Muese  de  Campo  de  esta  jornada;  don  Bernar- 
dino  de  Mujica,  vecino  de  la  ciudad  de  Tunja  ;  el  Capitán  Francisco  de  Triana, 
Rodrigo  Zapata,  el  Capitán  Juan  de  Franco  con  su  compañía,  y  otras  perso- 
nas, que  sin  sueldo  y  con  nombre  de  aventureros  fueron  á  servir  al  Rey  en  esta 
empresa.  Llegaron  al  puerto  de  Honda,  y  habiendo  enviado  adelante,  con  órde- 
nes de  ciertas  prevenciones,  al  Capitán  Juan  de  Campos,  so  embarcó  el  dicho 
Licenciado  Luis  Enriquez,  y  navegando  el  río  con  buenos  sucesos,  se  desembar- 
có sobre  las  Barrancas  Bermejas,  donde  en  un  sitio  más  eminente,  sobre  el  mis- 
mo río,  hizo  un  fuerte  de  palizada,  fabricando  también  Iglesia,  casas  de  vivien- 
da y  almacenes  de  armas,  bastimentos  y  municiones.  Despachó  luego,  al  cuidado 
del  Capitán  Juan  de  Campos,  por  las  provincias  de  los  Yariguíes,  algunas  tropas 
de  soldados,  que  trastornasen  por  todas  partes  la  tierra,  como  tambiéu  lo  iban 
haciendo  los  Capitanes  que  hemos  dicho  por  las  partes  donde  les  estaba  señala- 
do que  entrasen  ;  en  tres  partes  dividió  el  Capitán  Juan  de  Campos  su  compa- 
ñía en  la  Provincia  de  los  Yariguíes,  que  en  los  caminos  por  donde  fueron  ha- 
llaron grandes  labranzas  de  maíces,  raíces,  frisóles  y  otras  legumbres,  y  árboles 
fructíferos,  casas  de  vivienda,  y  en  ellas  gran  cantidad  de  armas  délas  suyas,  fle- 
chas y  á  medio  hacer,  muchas  cosas  de  las  que  habían  robado  á  los  nuestros, 
como  plata  labrada,  diversos  géneros  de  mercaderías,  espadas,  dagas,  arcabuces, 
cuchillos,  hachas,,  machetes  y  otras  cosas  de  valor,  aunque  para  los  indios  de 
poco,  pues  no  haciendo  caso  de  ellas,  las  dejaron  de  manifiesto,  huyendo  todos 
por  los  montes  á  la  voz  de  la  venida  de  los  españoles,  los  cuales  acudieron  pri- 
mero á  recoger  el  pillaje  y  a  la  tala  de  los  sembrados  ;  y  después  á  los  Ríos  de 
Opón  y  Tanda,  á  donde  en  las  puertas  de  sus  poblaciones  hallaron  y  tomaron 
diez  y  siete  canoas  y  barquetas,  algunas  de  ellas. conocidas  del  trato  y  navega- 
ción del  Río  Grande;  tomando,  hecho  esto,  el  rastro  de  las  retiradas,  hubieron  á 
las  manos  más  de  cien  personas  de  todas  edades,  que  pregas  trajeron  al  fuerte 
donde  asistía  el  Oidor.  No  fueron  menores  los  sucesos  del  Capitán  Arévalo  des- 
de Pamplona,  ni  los  del  Capitán  Benito  Franco,  pues  éste  tuvo  tan  buena  suer- 
te, que  hubo  á  las  manos  al  Cacique  Pipatón  con  algunas  de  bus  mujeres  é 
hijos,  que  halló  retirado  en  su  casa,  lejos  de  los  demás  indios  de  su  parcialidad, 


CAP.  Ill)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  BE  TIERRA   FIRME  829 

donde  tenía  gran  cantidad  de   armas  y  mercaderías   españolas,   en    especial  no 
pequeña  suma  de  perlas,  todo  habido  en  los  robos  del  Río  Grande. 

4.^  De  donde,  vistas  las  buenas  facciones  que  se  habían  hecho,  se  partió  el 
Oidor  para  la  ciudad  de  Santafé,  á  treinta  de  Abril  del  año  de  mil  seiscientos 
uno  (1601),  dejando  en  el  fuerte  al  Capitán  Juan  de  Campos  con  veinticinco 
soldados  de  presidio,  que  trató  luego  por  consideraciones  que  le  movieron  á 
mudar  el  ¡Dresidio  á  donde  ahora  está,  enfrente  de  la  boca  del  Río  Carare,  que 
no  tuvo  pequeño  sentimiento  el  dicho  Licenciado.  El  Capitán  Benito  Franco, 
habiendo  repartido  las  gentes  que  sacó  en  la  ciudad  de  Sautafé,  Tunja  y  otras, 
á  lo  menos  la  gente  menuda,  se  resolvió  en  desgarronar  de  los  pies  á  los  de  ma- 
cana, juntamente  con  el  indio  Pipatón,  que  tan  justificada  era  la  muerte, 
por  las  muchas  que  él  había  quitado;  pero  usando  con  él  de  cierta  piedad, 
así  desgarronado  lo  envió  á  la  ciudad  de  Pamplona,  por  apai'tarlo  de  la  de  Vé- 
lez  y  su  tierra  treinta  leguas.  Hicieron  allí  de  él  más  confianza  de  la  que  debie- 
ran, paieciéndoles  que  desgarronado  no  se  huiría;  pero  fuéle  de  poco  estorbo 
para  ausentarse,  porque  era  este  Cacique,  como  yo  lo  vi  y  aun  experimenté, 
de  muy  buena  presencia  y  cuerpo  membrudo,  de  grande  estatura,  rostro  feroz, 
de  sutil  y  delgado  ingenio,  caviloso  y  astuto,  lo  cual  empleó  bien  trazando  su 
libertad,  conjeturando  (como  él  decía  después)  que  todas  las  aguas  del  Distrito 
de  la  Palma  iban  vertientes  á  parar  á  las  del  Río  Grande,  y  con  esta  considera- 
ción imaginó  que  yéndolas  siguiendo,  habia  de  ir  á  parar  á  su  tierra,  puso  en 
ejecución  como  lo  pensó,  y  llegó  con  harta  brev^edad  á  ella,  con  asombro  y  es- 
panto general  de  todos  los  suyos,  que  con  facilidad  se  volvieron  á  poner  debajo 
de  su  mano  y  gobierno,  donde  estuvo  sin  saber  de  los  de  la  Palma  y  Vélez»  antes 
entendieron  estaba  ahogado,  hasta  que  después  de  año  y  medio  volvió  á  descu- 
brirse por  aquellas  provincias,  haciendo  las  mismas  y  mayores  insolencias  que 
las  pasadas. 


830  FRAT  1>EDR0   SIMÓN  (7,^  NOTICIA 

CAPÍTULO  LUÍ 

Contenido  :  l.«  Prevenciones  que  se  hacen  contra  los  Fijaos  y  Carares — 2*  Nombra  el 
Rey  por  Presidente  de  la  Real  Audiencia  de  este  Reino  á  Don  Juan  de  Borja — 3."^ 
Cédula  del  Rey  en  que  le  encarga  la  pacificación  de  los  indios  Pijaos  y  Carares. 

MURIÓ  en  este  tiempo  el  Doctor  Francisco  de  Sande,    quedando    el 
Gobierno  á  la  Real  Audiencia,  como  es  costumbre,  y  con  no    me- 
nores cuidados,  por  irse  acrecentando  ácada  hora  la  razón  de  ellos,  no  sólo  por  las 
inquietudes  que  cada  día  estos  indios  de  Pipatón  y  sus  comarcanos   iban    acre- 
centando, sino  por  las  solturas  y  atrevimientos  de  los    indios  Pijaos,  que  por  la 
banda  del  Poniente  y  Sur  andaban  tan  atrevidos  contra  las    ciudades  de  Baga, 
Cartago  y  Ibagué,  que  tenían  por  fronteras,  matando  muchos  indios  y  españoles, 
y  entre  ellos  á  Don  Pedro  de  Silva,  hijo  de  Don  Vasco    de    Silva,    Gobernador 
de  Popayán,  acercándose  tanto  á  la  ciudad  de  S^ntafé,  que  ya  no  había    seguri- 
dad en  la  Provincia  de  los  Sutagaos,  que  está  ocho   leguas  al  Occidente,    y    sin 
esto  con  una  continua  guerra  y  asistencia  ;  tenían  cercados  los    caminos    reales 
de  Timaná  y  Quindío,  por  donde  es  el  trato  y  comercio    de    este    Reino    en  las 
Provincias  del  Pirú,  de  manera  que  sin  grandes  escoltas  no  se  podía  trajinar,  y 
así  ordenó  la  Audiencia  que  con  última  resolución  se  diese  cuenta    al   Rey   del 
peligro  en  que  por  la  una  y  la  otra  parte  se  hallaba,  para  que  en  la  futura  pro- 
visión de  Presidente  se  librase  el  remedio  de  tantos   daños,  y  juntamente    con 
esto  envió  relación  de  las  defensas  y  prevenciones  que  había  parecido  se  debían 
hacer  en  él,  entre  tanto  se  proveía  de  la  mano  poderosa  del  Rey,    y   lo    que  en 
suma  quedaba  asentado  por  este  Ínterin,  era  que  para  la  seguridad  de    la    na- 
vegación del  Río  de  la  Magdalena  se  había  encargado  el  Presidio  de    Carare  al 
Capitán  Juan  de  Campos,  y  por  parte  de  la  ciudad  de  Vélez  á  Benito  Franco,  á 
quien  la  Audiencia  proveyó  en  la   misma  sazón  una  Encomienda  de  indios  con 
cargo  de  esta  pacificación.  Lo  de  los  Pijaos  encargaron  á  los  Corregidores  y  Gober- 
nadores de  las  fronteras,  enviándoles  orden  de  lo  que  habían  de  hacer ;  y  lo  tocante 
á  la  Provincia  de  los  Sutagaes,  lo  cometieron  al  Licenciado  Luis   Enriquez,    su 
Oidor  que  la  andaba  visitando,  que  luégó  inmediatamente  despachó    una   tropa 
de  gente  en  demanda  de  los  enemigos;  todo  esto,  dijo  la  Audiencia,  con  protesta 
de  que  si  no  fuese  eficaz,  no  se  hallaba   con   fuerzas   mayores    para  hacer  otra 
cosaj  pero  por  entonces,  y  hasta  la  venida  del  nuevo  PrCvsidente,    bastaron  para 
ser  reprimidos  los  enemigos,  que  en  este  tiempo  hacían  unos  leves  acometimien- 
tos en  las  fronteras,  y  otras  veces,  apareciéndose   en   algunos  puertos  del  Río 
Grande  de  la  Magdalena,  por  lo  que  en  la  una  y  la  otra  parte  se  vivía  con  cuidado. 
2.*^  No  le  puso  en  poco  al  Real  Consejo  esta  relación,  que  c^ía,  sobre   otras 


CAP.  Lin)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA  FIRME.  331 

antes  de  ahora  propuestas,  y  así  juzgando  el  negocio  por  grave  y  que  pedía  breve 
y  eficaz  remedio,  se  trató  de  los  medios  más  convenientes  para  que  se  diese  fin 
á  esta  guerra  y  tantos  inconvenientes  en  materia  tan  grave  ;  sobro  lo  cual, 
después  de  varios  pareceres  en  si  el  Presidente  que  se  babía  de  elegir  había  de 
ser  persona  de  letras  y  garnacha,  ó  de  capa  y  espada,  ó  si  sería  lo  más  acertado 
fuese  uno  de  los  del  mismo  Consejo,  se  admitió  por  más  conveniente  el  voto 
del  Presidente,  Don  Pedro  Fernández  de  Castro,  Conde  de  Lerma,  varón  de 
raza  y  singular  prudencia,  que  juzgaba  ser  más  á  propósito  se  enviase  un  ca- 
ballero de  capa  y  espada,  por  ser  persona  más  desocupada  para  la  asistencia  á 
regocios  militares,  á  cuya  determinación  del  Consejo  acudieron  gran  suma  de 
pretendientes,  personas  graves  y  de  estima,  por  ser  de  tantas  la  plaza  en  au- 
toridad, pues  es  la  tercera  que  el  Rey  provee  en  estas  partes  inmediatas  al  Real 
Consejo  ;  pero  entre  todas  fué  nombrado  Don  Juan  de  Borja,  hijo  de  Don  Fer- 
nando de  Borja  y  nieto  del  Padre  Francisco  de  Borja,  Duque  de  Gandía,  y 
General  que  fue  de  la  Compañía  de  Jesús,  que  aunque  á  la  sazón  no  era  del 
hábito  de  Santiago,  súpole  bien  merecer  (y  otras  cosas  muy  mayores)  que  el 
Rey  se  le  diera  á  los  dos  ó  tres  años  qu^  llegó  á  este  Reino,  donde  comenzó  á 
emplear  su  conocido  talento,  virtud  y  letras,  en  que  había  gastado  los  años  de 
su  juventud  en  las  Universidades  de  Salamanca  y  Alcalá,  con  grande  experien- 
cia de  negocios,  adquirida  en  la  asistencia  que  hizo  en  Alemania  acerca  de  l^ 
persona  de  Don  Juan  de  Borja,  su  tío.  Embajador  del  Rey  en  aquellas  provin- 
cias. Despacháronsele  recados  á  once  de  Agosto  de  mil  seiscientos  cuatro 
(1604),  prometiéndose  todo  el  Consejo  de  tal  persona  y  prendas  los  efectos  que 
han  resultado,  así  en  su  Gobierno,  que  ha  sido  hasta  hoy  de  veinte  años  conti- 
nuados, como  en  allanar  las  dos  tan  prolijas  guerras  que  tanto  afligían  este 
Reino,  para  las  cuales  se  le  despachó  particular  cédula,  que  nos  ha  parecido  po- 
ner aquí  para  excusar  mayores  relaciones,  y  que  se  vea  el  cuidado  que  el  Rey  y 
el  Consejo  ponen  en  favorecer  las  ciudades  de  estas  provincias. 

EL  REY 

3.^  Don  Juan  de  Borja,  á  quien  he  proveído  por  mi  Gobernador  y  Capitán 
General  del  Nuevo  Reino  de  Granada  y  Presidente  de  mi  Audiencia  Real  de  él  : 
entre  el  Distrito  de  la  Provincia  de  Popayán  de  dicho  Nuevo  Reino  hay  ¿unos'^ 
indios  de  guerra  que  llaman  Fijaos,  que  de  mucho  tiempo  á  esÚ  parte  han  he- 
cho y  hacen  muchos  daños,  muertes  y  robos,  así  en  las  ciudades  circunvecinas 
como  en  los  caminos  que  van  á  la.  dicha  Provincia  de  Popayán  y  la  de  Quito,  á 
ios  pasajeros  viandantes,  de  manera  que  siempre  ha  habido  muchos  peligros  y 
malos  sucesos  en  aquel  paso,  sin  qne  se  atrevan  á  ir  por  allí,  aino    es   tropas  de 

gente,  y  aunque  en  diferentes  ocasiones  y  tiempos  diversas  personas  han  hecho 

82 


332  FRAY   PEDRO   SIMÓN  (7-*  NOTICIA 

algunas  entradas  al  castigo  de  estos  indios  con  la  gente  que  se  ha  podido   reco- 
ger ;  y  últimamente  me  escribe  la  dicha  mi  Audiencia,  en  carta   de  cuatro  de 
Junio  del  año  pasado  de  seiscientos  cuatro,  que  dos  Capitanes,  con  el  mayor  nú- 
mero de  gente  que  pudieron  juntar,  entraron  á  la  tierra  adentro   á   talarles  los 
sembrados  y  demás  comidas,  y  que  dio  orden  para   que  el  Gobernador  de  Popa- 
yán  y  otros  pueblos  de  su  distrito  hiciesen  ólra  entrada  por  su  parte,   y  por   la 
de  aquella  ciudad  entró   también  el  Capitán  Pedro   de   Herrera   con   ochenta 
hombres,  nunca  se  ha  hecho  cosa  de  consideración,  y  los  daños   van   creciendo, 
y  las  ciudades  de  sus  frontel'as  y  comarcas  despobláo  dose  y   acabándose,    y   los 
indios  tomando  cada  día  más  atrevimiento  y  osadía;  y  porque   conviene   acudir 
al  remedio  de  esto  y  al  castigo  y  pacificación  de  aquellos  indios,  he  acordado  el 
cometéroslo,  y  encargaros  y  mandaros,  como  lo  hago,  que   habiendo   llegado  al 
dicho  Nuevo  Reino  de  Granada,  os  intereséis  y  informéis  muy  particularmente 
de  las  personas  prácticas  y  entendidas  de  él,  del  estado  de  la  guerra   de  los  in- 
dios Fijaos,  y  de  la  orden  que  se  podría  tener  p'ara  hacerla,   reducirlos,    pacifi- 
carlos y  sujetarlos,  sacándolos  de  las  montañas  donde  se  acogen  para  hacer  á  su 
salvo  los  dichos  daños  ;  y  que  por  los  medios  que  os  parecieren  más  convenien- 
tes y  necesarios,  ordenéis  y  proveáis  lo  que  fuere- menester  en  cualquier   distri- 
to, aunque  sea  de  la  Audiencia  de  QuitJ,  y  gastando  todo  lo  que  para  esto  fue- 
re necesario,  excusando  por  los  caminos  fáciles  y  convenientes  que  pudiéredes 
que  no  se  toque  en  mi  Real  Hacienda,  pero  tomando  de  ella  lo  que  no  se  pudie- 
re excusar  ;  y  porque  también  me  ha  escrito  la   misma   Audiencia   que   otros 
indios  Carares,  que  están  alzados  al  Eío  Grande  de  la  Magdalena,   inquietan  y 
impiden  aquel  paso,  salteando  y  haciendo  muchas  muertes  y  robos,  os  cometo  así 
mismo  la  pacificación  de  estos  indios,  para  que  la  hagan  como  la  de  los  Pijaos,  y 
de  lo  que  en  ello  se  hiciere,  me  avisaréis  y   daréis   cuenta   particular  en  todas 
ocasiones.  Fecha  en  Yentocilla  á  veinticinco  de  Abril  de  mil   seiscientos  y  cin- 
co años — Yo  gL  Rey— Por  mandado  del  Rey  Nuestro  Señor,  Gabriel  de  Hoa. 


CAP.  LTV)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIEREA   FIRME  333 

CAPÍTULO  LIV 

Contenido:  1.*  Viene  el  Presidente  4  su  plaza,  y  da  principio  á  la  pacificación  de  los 
Carares — 2.°  Envía  algunas  tropas  la  tierra  adentro,  sacan  los  indios  de  mala  paz 
y  vuélvanse  á  rebelar— S.**  Muere  Pipatón  y  cesa  de  todo  punto  la  guerra, 

CON  estjs  despachos,  el  mismo  año  de  mil  seiscientos  cinco  (1605)  en 
los  galeones  que  venía  por  General  su  último  viaje,  pues  á  la  vuelta 
ahogó  con  tormenta  Don  Luis  Fernández  de  Córdoba,  llegó  á  Cartagena  Don 
Juan  de  Borja,  primera  ciudad  de  su  distrito,  donde  comenzando  á  informarse 
del  estado  de  esta  guerra  del  río,  se  embarcó  en  la  Barranca  y  lo  vino  consi- 
derando, así  el  fuerte  de  Carare  como  las  demás  disposiciones  de  él;  y  así  lle- 
gado á  la  ciudad  de  Santafé  el  mismo  año,  á  dos  de  Octubre,  tratando  luego 
de  reforzar  el  presidio  de  Carare  por  el  seguro  del  río,  encargándolo  al  Capitám 
Juan  de  Campos,  con  bastantes  provisiones  de  soldados,  armas,  municiones  y 
bastimentos,  y  que  por  la  ciudad  de  Vélez  entrase  á  los  Topocoros,  Arayas  y 
los  demás  sus  convecinos  el  Capitán  Francisco  de  Poveda  (que  murió  entre 
ellos  de  un  letargo),  con  que  el  año  de  seiscientos  y  seis  y  de  seiscientos  y 
siete  no  hubo  más  suceso  considerable  en  ambas  partes;  puso  la  frente  de  los 
Fijaos  como  más  necesaria  de  qne  se  refrenara  á  la  sazón  que  llegó  al  Reino, 
hasta  ir  en  persona  dos  veces  á  aquellas  provincias,  que  fué  de  total  impor- 
tancia para  destruir  la  fuerza  de  aquellos  bárbaros  con  las  diligencias  que  en 
su  presencia  hicieron,  como  en  su  lugar  diré. 

2.^  No  se  olvidó  entre  estos  cuidados  el  que  debía  tener  de  las  nuevas 
inquietudes  que  ya  iba  causando  Pipatón  con  su  inclinación  inquieta  y  belicosa 
en  las  Provincias  de  Vélez,  y  así  volvió  la  rienda  á  aquella  ciudad  al  fin  del  año 
de  seiscientos  y  ocho  (1608),  donde  trató  con  las  posibles  veras  de  entablar 
esta  guerra,  procurando  se  le  diese  fin.  Envió  tropas  por  aquella  parte  y  con- 
tinuos avisos  al  Fuerte  de  Carare,  desde  donde,  por  las  diligencias  del  que  lo 
tenía  á  su  cargo,  sacaron,  aunque  de  mala  y  fingida  paz,  á  los  Carares,  y  po- 
blaron en  una  isla  del  río,  enfrente  de  la  suya,  donde  estuvieron  algunos  me- 
ses asegurando  el  río  y  rescatando  con  los  que  lo  navegaban,  hasta  que  pare- 
ciéndoles  era  aquélla  menos  libertad  de  la  que  gozaban  en  sus  tierras  á  sus 
anchas,  volvieron  á  tomarlos  en  ella,  sin  dejar  ocasión  que  no  tentasen  de 
embestir  á  los  que  navegaban,  con  algunos  daños,  hasta  que  hicieron  uno  no 
pequeño  el  año  de  mil  seiscientos  doce  (1612),  porque  al  subir  del  río,  con 
más  seguro  del  que  debieran  tener,  una  tropa  de  canoas  en  que  venía  un  mer- 
cader llamado  Francisco  Montero,  vecino  de  esta  ciudad  de  Santafé,  le  embis- 
tieron y  mataron  con  algunos  otros  españoles,  indios  y  negros  de  boga,  y  hu- 
bieron á  las  manos  viva  una  española,  natural  de  la  ciudad  de  La  Palma,  que 


834  TRAT   PEDRO    SIMÓN  (7.*  NOTICIA 

por  estar  cercana  al  parto  no  la  mataron  (cosa  nueva  para  ellos),  antes  le 
ayudaron  en  la  necesidad  de  parir  y  hubieron  consigo,  hasta  que  después  la 
sacó  con  algunos  naturales  el  Capitán  Juan  de  Campos,  de  cu)?o  cuidado  y  del 
que  después  ha  tenido  el  Capitán  Bernal,  que  le  sucedió  en  el  presidio  con 
entradas  que  han  hecho>  parece  dieron  remate  estos  indios  con  esta  presa  á 
los  salteamientos  del  río,  pues  ni  en  este  paraje  de  los  Oarares,  ni  más  abajo 
en  lo  que  tenía  á  su  cuidado  el  Cacique  Maldonado,  han  sucedido  después  acá 
más  desgracias. 

3.^  No  fué  así  en  la  tierra  que  inquietaba  Pipatón,  pues  cada  día  sucedían 
muchas  de  nuevo,  sin  bastar  á  reprimirlas  el  Capitán  Benito  Franco,  cuya 
ordinaria  asistencia  era  entre  ellos,  si  bien  bastó  su  cuidado  y  mañosa  industria 
para  traer  de  paz  á  Pipatón  y  su  familia,  al  Capitán  Montero  y  la  suya,  con 
siete  ú  ocho  hijos  suyos,  y  otros  Capitanes,  á  la  presencia  del  Presidente  de  la 
ciudad  de  Vélez,  donde  yo  vi  y  traté  mucho  á  este  Cacique  Pipatón.  No  siendo 
la  inclinación  del  Presidente  y  Capitán  General  Don  Juan  de  Borja,  hacer 
estas  guerras  y  pacificaciones  con  derramamientos  de  sangre,  sino  con  suavidad 
y  medios  de  paz,  se  trató  en  ella  en  esta  ocasión,  no  obstante  la  que  habían 
dado  estos  indios  de  severos  castigos,  y  así  se  tomó  por  asiento  con  Pipatón  y 
los  demás,  se  poblasen,  por  ser  ya  pocos,  en  la  parte  que  señaló,  como  efectiva- 
mente se  hizo,  dándoles  Cura  y  doctrinero  que  les  asistiese  y  administrase  los 
sacramentos,  que  fué  el  Padre  Bartolomé  Hernández,  clérigo  que  duró  poco, 
pues  no  pudiendo  reprimir  las  inclinaciones  naturales,  y  estar  acorralados  en 
un  pueblo  quienes  tenían  de  costumbre  andar  sueltos  y  libres  por  tantas  pro- 
vincias, quebrando  las  coyundas,  como  dicen,  del  yugo,  aunque  no  era  más 
pesado  que  de  amistad,  se  despoblaron  echando  cada  parcialidad  por  su  parte, 
andando  con  cuidado  de  no  caer  otra  vez  en  manos  de  los  españoles,  que  no  les 
fué  posible,  pues  el  que  los  nuestros  traían,  y  gran  diligencia,  llegó  á  poder 
prender  á  Pipatón  y  algunos  de  su  familia,  que  trayéndole  á  esta  ciudad  de 
Santafé,  murió  con  ellos  en  la  cárcel,  dicen  que  ayudados  de  las  unas  y  otras 
diligencias  y  enfermedades  generales  que  han  tenido;  son  ya  muy  pocos  ó 
ningunos  los  que  han  quedado,  así  de  la  parte  del  río  como  de  las  de  estas 
provincias,  con  que  ha  quedado  lo  uno  y  lo  otro  ya  quieto,  si  bien  la  vela  y 
cuidado  del  río,  así  del  Fuerte  como  de  los  pasajeros,  no  se  ha  dejado  de  la  mano, 
que  sólo  un  indio  que  haya  quedado,  basta  para  inquietarlo  todo,  y  aun  sola  una 
mujer:  tal  es  el  peligro  y  miedo  que  se  les  tiene  cobrado,  que  lo  podrá  quitar 
gólo  Dios,  á  quien  se  le  ofrece  todo  lo  escrito  en  ©eta  segunda  parte,  debajo 
de  la  corrección  de  la  Iglesia  Romana. 

riN  DE  lA  SÉPTIMA  NOTICIA  Y  DE  LA  SEGUNDA  PARTEi 


TERCERA  PARTE 


DÉLAS 


NOTICIAS  HISTORIALES 


DÉLAS 


CONQUISTAS  DE  TIERRA  FIRME 


EN  LAS 


INDIAS  OCCIDENTALES 


QUE  HA  COMPUESTO  UN  FRAILE  DE  SAN  PEANCISCO 

HIJO  DE  LA  PROVINCIA  DE  CARTAGENA  Y  PROVINCIAL  DE  LA  DEL  NUEVO  REINO  DE 

GRANADA  EN  LAS  INDIAS,  LECTOR  JUBILADO  Y  CALIFICADOR  DEL  SANTO  OFICIO,  LLAMADO 


FRAY  PEDRO  SIMÓN 

NATURAL  DE  LA  PARRILLA,  OBISPADO  DE  CUENCA 
ABO  de  1625 


A  DON  JIJAN  HURTADO  DE  MENDOZA, 

Marqués  de  Cañete,  Guarda  Mayor  de  la  ciudad  de  Cuenca,  Gentil-hombre  de  la  Cámara 
de  la  Majestad  de  Felipe  IV,  Señor  de  las  Villas  de  Argote,  Pesadilla  y  Valdeolmos 

y  otros  vasallos. 


Dos  ó  tres  son,  Señor  Ilustrísimo,  las  que  descuellan  y  levantan  la  cabeza 
entre  otras  inferiores  razones,  y  las  que  han  sido  la  piedra  imán  que  han  tirado 
de  mis  desvelos  y  de  los  renglones  que  han  salido  de  ellos  y  llenado  esta  mi 
tercera  parte  para  ofrecerla  al  ingenio  de  Vuestra  Señoría.  La  primera,  el  ser 
fruta  nueva  y  cosa  tan  inopinada  que  besaba  casi  los  términos  de  un  imposible, 
que  del  pueblo  de  San  Lorenzo  de  La  Parrilla  (si  bien  el  mayor  y  más  estimado 
de  Vuestra  Señoría  entre  los  de  aquel  tan  ilustre  Estado)  saliese  jamás  á  la 
plaza  del  mundo  cosa  que  publicase  su  nombre,  si  bien  no  por  esto  me  pasa  por 
el  pensamiento  sacar  tanto  los  pies  del  plato,  como  dicen,  que  quedasen  por 
eso  anublados  gallardos  ingenios  que  hoy  florecen  en  pulpitos  y  cátedras,  hijos 
del  mismo  pueblo,  así  en  religiones  como  de  la  clerecía,  de  que  son  testigos  de 
abono  tantos  curatos  pingües  obtenidos  hoy  por  oposiciones  de  insignes  teólogos, 
nacidos  y  crecidos  en  él,  y  mis  condiscípulos  desde  el  a  b  c;  sujetos  tales,  que  si 
hubieran  tenido  menor  ocasión  que  yo  de  emplear  sus  delgadas  plumas  en  igua- 
les historias  á  ésta  ó  en  otras  más  altas  materias,  hubieran  lucido  al  paso  de 
una  inmensidad  de  siglos. 

Pero  ya  que  se  ha  servido  el  cielo  de  dar  principio  en  estas  mis  obras  á 
que  salgan  á  luz  los  hijos  de  esta  patria,  no  lo  permita  se  empleen  en  otra 
(después  de  haber  ofrecido  las  otras  dos  partes  á  los  pies  del  Eey  mi  Señor)  que 
con  Vuestra  Señoría,  que  tanto  se  ha  dignado  de  acrecentar  con  favores  que  se 
han  ido  dando  las  manos  en  todos  los  progenitores  de  Vuestra  Señoría,  si  bien 
con  mayores  acrecentamientos  en  estos  dichosos  tiempos  en  que  se  halla  tan 
ilustrado  del  pueblo,  no  sólo  con  los  acrecentamientos  de  los  antiguos  palacios 
de  Estado  que  tenía  de  esa  ilustre  casa  y  con  un  famoso  hospital  de  San  Alejo, 
que  con  muy  crecida  renta  ha  fundado  la  señora  Marquesa,  tercera  mujer  de 
Vuestra  Señoría,  ni  con  haber  dispuesto  se  tengan  en  aquel  insigne  convento 
de  nuestra  religión,  á  costa  de  Vuestra  Señoría,  todas  las  congregaciones  pro- 
vinciales de  aquella  santa  Provincia  de  Cartagena,  mi  madre,  sino  que  hasta  un 
abundante  pozo  de  nieve  que  Vuestra  Señoría  ha  mandado  hacer  en  el  regalo 
inestimable  contra  los  rigurosos  calores  caniculares. 


338  .        DEDICATORIA 

No  pienso  es  inferior  razón  á  ésta  (porque  no  nos  olvidemos  del  orden  que 
enseña  la  Eetórica,  de  que  vayan  sucediendo  las  más  fuertes  razones  en  la 
prueba  del  argumento)  la  segunda,  que  justifica  mi  intento,  que  es  el  ser  Vues- 
tra Señoría  tan  interesado  en  las  glorias  y  blasones  que  ha  conseguido  la  Na- 
ción Española  en  los  descubrimientos,  conquistas  y  gobiernos  de  este  Nuevo 
Mundo  (en  cuyas  grandes  partes  se  emplean  las  tres  que  he  escrito,  pues  no 
ciñen  menos  que  cuatro  ó  cinco  mil  leguas  la  tierra  de  que  en  ellas  se  trata), 
pjjes  á  Don  Andrés  Hurtado  de  Mendoza,  segundo  Marqués  de  Cañete  y  abuelo 
de  Vuestra  Señoría,  por  la  satisfacción  y  confianza  que  tuvo  el  César  de  su 
valiente  talento  en  el  manejo  del  gobierno  popular  y  de  guerra,  le  encargó  lo 
uno  y  lo  otro  en  estos  remotísimos  y  soberbios  Eeiuos  del  Perú,  con  título  y 
autoridad  de  Virrey,  en  tiempos  que  no  pedían  menor  sujeto,  por  estarse  ai'm 
babeando  la  sangre  de  los  leales  derramada  á  puntas  de  espadas  tiranas,  de 
quien  aún  parecía  estar  temblando  los  montes,  por  no  estar  del  todo  apagadas 
las  centellas  de  la  tiranía,  hasta  que  las  pisó  y  ahogó  el  miedo  del  nuevo  Go- 
bernador, y  si  alguno  todavía  pretendió  salir  adelante  con  sus  ruines  intentos, 
le  fué  forzoso  salir  del  Perú,  por  hallar  allí  cerradas  las  puertas,  como  le  su- 
cedió al  tirano  Lope  de  Aguirre,  cuya  larga  historia  tengo  tratada  en  mi  primera 
parte. 

Y  no  estrechándose  á  sólo  estos  efectos  (si  bien  de  tanta  estima)  el  valiente 
brío  de  este  glorioso  Príncipe  (en  especial  con  el  aliento  que  le  pudo  dar  eu 
satisfacción  de  cuanto  le  emplease  lu  amado  hijo  y  padre  de  Vuestra  Señoría, 
Don  García  Hurtado  de  Mendoza,  que  con  la  generosa  inclinación  de  su  sangre 
y  padres  le  había  venido  acompañando  con  iguales  fortunas  á  estos  dilatados 
Reinos  del  Perú),  puso  la  mira  en  que  lo  fuesen  más  en  honra  de  su  Rey  y 
ley  con  nuevas  conquistas,  poniendo  la  frente  en  aquellos  hasta  entonces  iudo- 
mables  chilenos  Araucos  (piedra  de  toque  de  la  sangre  y  valor  de  España),  y 
conociendo  el  de  su  hijo,  en  quien  parecía  estar  cifrado  todo  el  do  sus  antece- 
sores, y  que  para  acciones  tales  no  satisfaciera  menor  sujeto,  le  encíirgó,  con 
título  de  Capitán  General,  aquellas  conquistas  y  pacificaciones  de  naturales 
y  españoles,  en  que  satisfizo  á  las  esperanzas  de  su  padre  el  Virrey  y  á  las  que 
el  mundo  concibió  luego,  con  tan  lucidos  y  calmados  efectos  como  se  vieron  en 
componer  luego,  á  los  primeros  paso.?  que  dio  en  aquellas  provincias,  las  dife- 
rencias de  los  españoles  y  rebeliones  de  los  Araucos,  saliendo  victorioso  de 
innumerables  de  ellos  en  siete  batallas  campales,  con  que  no  sólo  se  repararon 
los  cimientos  españoles  de  muchas  ciudades  destruidas  á  fuerza  de  este  bar- 
barismo,  sino  que  se  les  dio  principio,  y  vecinos  do  Esparia,  á  otras  nueve,  que 
fueron:  La  Concepción  (hoy  cabeza  de  Obispado),  Villarica^  San  Juan  del  Oro 
Cañete,   Córdoba,  Los  Infantes,  Osorno,  Los  Juris  y  la  ciudad  de  Mendozaj 


DEDICATOBIA  339 

nueve  frenos  que  se  les  pusieron  á  los  bárbaros  y  quietud  á  toda  la  tierra,  con 
que  pasó  á  la  última  que  ciñe  el  estrecho  ó  canal  de  Magallanes,  punta  extrema 
al  Sur  de  esta  Tierra  firme  del  Perú,  desde  donde  habiendo  vuelto  á  dar  vida 
á  las  hazañas  de  Hércules  con  insignes  victorias,  revolvió  á  la  ciudad  de  los 
Reyes,  desde  donde  muriendo  su  padre  el  Marqués,  después  de  haber  ilustrado 
con  obras  heroicas  aquella  ciudad  y  Eeinos,  tomó  la  vuelta  de  los  de  España, 
trayendo  en  su  compañía  los  huesos  de  su  difunto  padre,  hasta  colocarlos,  con 
las  honras  que  por  tantos  títulos  se  les  debían,  en  la  insigne  Iglesia  Catedral 
de  la  ciudad  de  Cuenca,  donde  son  los  antiguos  sepulcros  de  todos  sus  mayores. 
No  fué  mucho  (pues  el  olvido  no  tendrá  poder  sobre  estas  hazañus  del  padre 
de  Vuestra  Señoría)  el  no  olvidarse  de  ellas  el  prudentísimo  Rey  mi  Señor 
Felipe  segundo,  después  de  treinta  años,  y  así  al  fin  de  ellos  volvió  á  poner 
los  ojos  en  su  persona  (no  siendo  aún  Marqués),  para  que  ccn  el  mismo  título 
de  Virrey  y  Capitán  General  que  su  padre,  resuc  itase  los  célebres  hechos  de 
ambos  en  los  mismos  Eeinos  Peruvianos,  á  donde  pasó  llevando  en  su  com- 
pañía á  la  señora  Doña  Teresa  de  Castro,  madre  de  Vuestra  Señoría,  y  ha- 
biendo cumplido  el  ejercicio  de  sus  oficios  tan  á  satisfacción  del  mundo,  como 
lo  dicen  los  dos  autores  que  tomaron  á  su  cuenta  el  escribir  sus  hazañas  (el 
Doctor  Cristóbal  Suárez  de  Figueroa  y  Pedro  de  Oua  ),  causa  de  no  alargarme 
yo  aquí  en  ellos,  y  habiendo  ya  allí  heredado  el  Estado  y  casa  al  Marqués  so 
hermano,  Don  Diego  Hurtado  de  Mendoza,  tomó  la  vuelta  de  su  patria,  España, 
donde  había  dejado  una  tan  querida  prenda  como  Vuestra  Señoría,  quitándole 
el  cielo  de  camino,  en  la  ciudad  de  Cartagena  de  estas  Indias,  otra  tan  amada, 
que  fué  la  madre  de  Vuestra  Señoría,  con  una  muerte  tan  ejemplar  como  fué 
la  vida,  para  experimentado  conocimiento  en  Su  Señoría  do  la  mezcla  con 
que  se  portan  las  cosas  de  este  mundo,  dando  las  manos  las  prósperas  á  las 
adversas,  y  para  en  esta  ocasión  apagar  algo  del  aplauso  y  gloria  con  que  lleg6 
á  aquel  puesto  y  de  él  á  los  de  España,  con  diez  y  ocho  millones  para  su  B.ej, 
socoiTo  bien  á  tiempo,  por  el  que  era  de  sangrientas  guerras  con  sus  naciones 
fronterizas  Inglaterra  y  Francia;  en  todo  lo  cual  se  conoce  con  evidencia  lo 
mucho  que  Vuestra  Señoría  participa  de  las  victorias  y  tragedias  que  han  su- 
cedido en  estos  dilatados  y  dorados  Reinos  de  las  Indias  del  Poniente,  pues 
entre  los  acrecentamientos  que  les  ha  dado  la  sangre  de  Vuestra  Señoría  se 
cuentan  las  muertes  de  abuelo  y  madre  que  le  sobrevinieron  en  servicio  de 
Dios  y  de  sus  Reyes. 

La  tercera  razón  del  intento  no  pienso  da  pasos  atrás  de  las  dichas,  pues 
es  haberlos  dado  Vuestra  Señoría  tan  adelante  en  ilustrar  la  nobilísima  y  anti- 
quísima sangre  de  su  casa  con  haber  ofrecido  el  ser  patrono,  con  gloria  célebre' 
no  sólo  de  las  Congregaciones  Capitulares   de   nuestra  Provincia  de  Cartagena^ 


340  DEDICATORIA 

que  están  nsignadas  en  aquel  tan  ilustre  convento  que  Vuestra  Señoría  tanto 
honra  y  acrecienta  en  su  pueblo  de  San  Lorenzo  de  La  Parrilla,  como  di j irnos j . 
ni  sólo  de  las  Congregaciones  que  nuestra  religión  hace  en  España,  sino  tam- 
bién de  todos  los  Capítulos  generales  que  hiciere  en  la  parte  ultramontana, 
que  es  la  que  cae  de  la  otra  parte  de  los  Alpes,  donde  se  junta  cada  doce  años 
lo  más  granado  de  toda  la  Eeligión  apostólica  franciscana  de  todas  las  partea 
donde  raya  y  baña  el  sol  y  hay  luz  evangélica;  habiendo  asegurado  Vuestra 
Señoría  sobre  su.  Estado,  con  duración  perpetua  para  las  expensas  de  la  Con- 
gregación de  la  Provincia,  trescientos  ducados  por  cada  vez:  para  la  general 
todo  lo  necesario,  y  para  el  Capítulo  general  cuatro  mil  ochocientos  ducados, 
que  fué  como  prudente  negociante  evangélico  acrecentar  sus  rentas  á  razón 
de  ciento  por  uno  en  esta  vida  y  en  sucesión  la  eterna  (hablo  palabras  bauti- 
zadas), que  es  la  más  noble  granjeria  hacerla  con  Dios,  á  quien  jamás  se  le 
minoran  sus  caudales  ni  trampea  lo  prometido :  antes  toma  á  su  cuenta  lo  que 
se  hace  por  cualquier  pobrecillo,  pues  ¿  qué  será  por  tantos  y  tan  perfectos 
profesores  de  la  pobreza  evangélica? 

Los  cuales  admitiendo,  ó  por  hablar  más  al  propio,  dando  el  título  del 
patronato  los  años  pasados  de  mil  y  seiscientos  y  veintiuno  en  la  Congregación 
general  que  se  hizo  en  Segovia,  donde  hizo  Vuestra  Señoría  el  gasto  primicias 
de  los  que  pretendía  hacer,  se  confirmó  el  año  de  mil  y  seiscientos  y  veinticinco 
por  toda  la  apostólica  Orden  junta  al  Capítulo  general  en  el  santuario  del 
mundo,  Roma,  suplicando  se  confirmase  con  bula  á  la  Santidad  de  Urbano 
sexto,  como  se  hizo  con  aplauso  de  toda  nuestra  religión,  la  cual,  sin  escrúpulo 
en  la  ejecución,  la  tendrá  de  eternas  alabanzas,  oraciones  y  sacrificios  (moneda 
de  pobres,  pero  inestimable)  por  su  tan  bienhechor,  aunque  más  y  más  cuide 
se  hagan  estos  beneficios  á  puerta  cerrada,  porque  la  mano  siniestra,  que  siem- 
pre es  picuda  y  demasiada  (al  fin  como  cosa  hecha  á  izquierdas)  no  malogre  lo 
que  á  derechas  hace  la  derecha,  pues  corriendo  por  cuenta  de  Vuestra  Señoría 
el  ejecutar  tales  limosnas,  corre  por  la  nuestra  el  satisfacerlas  y  loarlas,  que  es 
lo  que  le  sucedió  á  Josef  con  sus  hermanos,  que  habiéndoles  llenado  de  trigo 
los  costales,  les  puso  el  precio  en  las  bocas. 

Habiendo,  pues,  echado  el  sello  á  mis  obligaciones  esto  último  y  calificado 
mi  intento,  ofrezco  á  Vuestra  Señoría  esta  mi  mal  limada  historia  de  esta  ter- 
cera parte,  no  para  obligar  á  Vuestra  Señoría  á  su  amparo  por  no  ser  notado 
de  atrevido  y  por  lo  que  digo  en  el  prólogo  de  mi  primera  parte  (ampárese  ella 
si  tuviere  prendas  para  ello,  y  si  no,  perdone  y  sufra  lo-Que  le  viniere),  sino  en 
reconocimientos  comunes  de  religioso  de  San  Francisco  y  particulares  de  ser 
hijo  de  vasallos  de  Vuestra  Señoría,  cuya  persona  y  Estados  acreciente  el  cielo. 
Santafé  de  Bogotá,  en  el  Nuevo  Reino  de  Granada,  Indias  Occidentales, 


PROLOGO  AL  LECTOR 


Censor  y  no  lector,  y  llamóte  así,  porque  nadie  tatóát  el   libro   para  leerlo, 
aun  desde  que  comienza  á  leer  en  libro,  que  no  lo  censure:   á   bien  ó  á  mal  van 
ambas  cosas,  ó  parte  á  bien,  ó  parte  á  mal,  según  el  gusto  que  le  da  lo  que  baila 
escrito,  ó  según  la  templanza  de  humores  con  que  se  baila  cu  ando   le  lee,   pues 
muchas  veces  lo  que  ahora  le  parece  mal,  en  otra  ocasión    le    parece   bien   con 
otro  temple  de  humores  :  acortárame  en  el  prólogo  de  esta  tercera  parte   (como 
lo  hice  en  la  segunda),  por  haberme  alargado  tanto  en  la  primera,  á  no  habérse- 
me ofrecido  después  estropiezos  y  ocasiones  de  alargarme  en  ésta  algo   más   del 
primer  intento,  á  que  si  no  se  da  alguna  satisfacción,  se  podrá  atribuir  á  no   sa- 
ber de  honra  historial,  como  lo  debiera  advertir  quien  ha  publicado  (pienso  fué 
el  grito  del  dolor  que  le  dio  á  cierto   autor    moderno   de  haberle  reprobado  un 
religioso  de  mi  hábito,  harto  bien  circunspecto  en  costumbres  y  historia,    no  sé 
qué  narraciones  historiales  no  tan  miradas  como  debieran,  culpas  ordinarias  de 
memoriales  viciados,  de  quien  por  fuerza  los  autores  se  han  de  fiar),  que  no  es 
de   religiosos   escribir  historias   ni  monarquías   indianas,    sino   cuando  mucho 
casos  que  les  hayan  sucedido  en  la  conversión  de  estos  indios,    como  si  los   me* 
jores  ingenios  del  mundo  y  los  más  acendrados  no  estuviesen  encerrados  en  los 
claustros  y  paredes  de  los  conventos,  donde,  por  estar  desocupados  de  los  bulli- 
cios y  cencerrajes  del  mundo,  tienen  mayor  y  más  bien  ocupado  el  tiempo  para 
poderse  dar  del  todo  á  todas   las   facultades   y   ciencias   teológicas,   filosóficas, 
históricas,  políticas,  jurídicas,  con  todo  el  resto   de   las   del  trato  de  todos  los 
hombres  del  mundo ;  por  donde  ha  venido  á  reducirse  á  los   Religiosos   el   fiar 
de  ellos  las  conciencias  de  los  Eeyes  y  mayores  monarcas  del  mundo,   á  desma- 
rañarlos de  todos  los  príncipes  y  inferiores  á  éstos,   la   predicación    común  y  la 
particular,  disputas  y  confutaciones   de    herejes    y   herejías,    el  escribir  contra 
ellos  llenando  el  mundo  de  admirables   libros  de  esto  y  en  declaración  de  la  Sa- 
grada Escritura;  á  seguir  las  guerras  y  cristianas  Repúblicas,  para  las  adminis- 
traciones espirituales,  laxonversión  de  tantos  infieles  como   á  millaradas  cada 


342  PRÓLOGO  AL  LECTOE 

día  bautizan  en  estas  nuevas  tierras  y  en  otras,  en  que  se  conoce  á  mil  leguas 
ser  superior  todo  esto  á  escribir  historias  de  hechos  ajenos,  pues  las  pueden  es- 
cribir de  los  propios,  como  lo  hizo  Julio  César  tomándose  así  por  coronista  de 
sus  hazañas,  y  el  ínclito  Eey  Don  Jaime,  á  quien  imitó  Don  Pedro  su  hijo,  que 
escribió  sus  hechos,  y  otros  innumerables  que  se  han  ocupado  en  lo  propio. 

En  cuya  razón  fundados  y  aun  en  la  gravedad  que  debe  tener  la  historia, 
los  más  famosos  historiadores  que  tuvo  la  ancianidad  de  los  tiempos  no  eran 
seglares  sino  Religiosos,  Papas  y  Obispos.  San  Lino  en  tiempo  de  los  Apóstoles 
escribió  la  vida  de  su  cabeza,  y  del  mundo  San  Pedro,  y  desde  estos  tiempos 
hasta  los  nuestros  han  sido  sólo  de  nuestra  nación  (y  las  otras  no  han  dado 
pasos  atrás)  sobre  ochenta  ó  cien  Obispos  los  que  han  escrito  historias,  y  entre 
ellos  muchos  santos,  pues  Religiosos  no  tienen  número  los  escritores  de  histo- 
rias, como  lo  dicen  todos  los  catálogos  de  varones  ilustres  de  todas  las  religio- 
nes ;  no  habiendo  ninguna  antigua  ni  moderna  que  no  se  haya  empleado  en 
mucho  de  este  género  ;  y  en  realidad,  hablando  sin  turbados  ojos,  de  afición 
son  los  Religiosos  los  más  seguros  y  á  propósito  para  historiadores,  pues  hallándose 
en  ellos  las  partes  personales  que  la  historia  pide,  las  comunes  tienen  con  eminen- 
cia, porque  la  verdad  sin  lisonja  ni  silencio  de  lo  que  conviene  (tan  madre  de  la  his- 
toria) está  en  su  puesto  en  el  Religioso,  por  estar  cercenados  en  él  todos  los  inte- 
reses que  le  pueden  torcer  y  estorbar  el  decirla  ó  callarla,  lo  que  de  ordinario 
padece  en  el  seglar  ó  por  éste  ó  por  el  otro  respecto,  por  vivir  tan  en  el  centro 
de  esta  Babilonia  del  mundo,  donde  tantas  ocasiones  hacen  torcer  ó  bambolear 
la  rectitud  (hablo  por  lo  general,  que  en  especial  otra  cosa  será).  Yo  conocí  á 
cierto  autor  seglar,  que  habiendo  sacado  á  luz  dos  malogrados  tomos,  andando 
buscando  memorias  para  hacer  otro,  decía  levantaría  al  paso  de  lo  que  le  paga- 
sen los  hechos  de  cada  uno,  vendiéndole  la  gloria  del  mundo  al  peso  del  oro 
que  le  diese. 

A  que  podemos  añadir  que  si  se  ofrece  (como  es  ordinario)  haber  de 
tratar  en  la  historia  una  materia  moral,  filosófica  ó  teológica  (á  que  no  se  pue- 
de huir  el  cuerpo),  pocos  ó  ningún  seglar  hay  que  las  sepan  conocidamente,  y  si 
las  comunican  con  quien  las  sabe,  aun  no  entienden  los  términos,  como  se  ve 
en  muchos,  que  queriendo  picar  de  agudos  y  meter  la  hoz  en  mies  ajena  por 
dar  á  entender  en  el  corro  saben  latín,  por  decir  mare  magniim,  dicen  mari-manOj 
y  por  decir  murió  áb  tntestato,  dicen  murió  abentestate,  y  á  las  veces  introducen 
autoridades  de  la  Escritura  y  aun  de  Curcio  y  Libio,  tan  á  por  pelo  que  hacen 
dar  arcadas  aun  al  medianamente  docto  ;  y  así,  quédense  las  historias  para 
quien  las  entiende,  que  son  los  hombres  llenos  de  todo  lo  que  en  ellas  se  puede 
ofrecer,  y  sin  estropiezos  y  desinteresados  de  otra  cosa  que  de  la  verdad. 

y  para  decirla  más  clara  y  más  sin  rebozo,  segura  y  con  más  propiedad,  no 


t^RÓLOGO  AL  LECTOR  343 

fuera  jpoco  á  propósito  que  las  historias  de  estas  Indias  no  las  escribiera  sino 
quien  ha  estado  en  ellas  y  ha  visto  y  enterádose  á  lo  menos  do  las  más  princi- 
pales partes  de  que  tratare,  porque  de  otra  suerte  tendrá  mil  estropiezos  y  im- 
propiedades, como  yo  las  hallo  á  cada  paso  en  los  autores  que  han  escrito  sin 
verlas,  porque  al  fin  éste  es  un  mundo  nuevo,  que  lo  es  en  tantas  cosas,  que  las 
más  no  tienen  cotejo  en  tratos,  costumbres,  temples,  disposiciones  de  tierras,  ni 
aun  en  vocablos,  con  las  del  muudo  viejo,  como  digo  al  principio  de  mi  primera 
parte,  ni  hay  que  fiar  para  el  seguro  de  la  verdad  de  todos  memoriales,  y  menos 
de  los  que  envían  personas  interesadas  al  Real  Consc^jo,  y  están  en  los  Archi- 
vos Reales,  pues  suelen  estos  tales  llevar  mayores  engaños,  porque  como  se 
hacen  enviar  en  orden  á  pedir  mercedes  por  ellos,  aprietan  este  intento  para 
salir  con  él,  atribuyendo  hazañas  á  quien  no  sólo  no  las  ha  hecho,  pero  ni 
aun  saludado  desde  los  umbrales;  quitándoselas  á  cuyas  son  Reales  Cédulas  he 
visto  yo  en  este  Reino  de  mercedes  hechas  á  personas  con  relaciones  harto  fal- 
sas, como  me  consta  de  la  verdad  contraria  :  á  estas  dificultades  é  inconvenien- 
tes responde  Herrera  (que  deben  de  haberle  arañado  en  esto)  que  Libio  escri- 
bió ks  cosas  de  África,  donde  no  puso  sus  pies,  sino  sólo  por  relaciones,  y  que 
así  puede  ser  acá  ;  pero  á  esto  respondo  :  que  si  Libio  hubiera  visto  el  África 
y  sus  cosas,  las  hubiera  escrito  sin  duda  muy  mejores  ;  pero  como  no  hallamos 
otra  historia  que  le  contradiga,  más  auténtica,  pasamos  con  lo  que  él  escribió, 
bien  ó  mal  escrito  ;  lo  que  no  corre  en  estas  Indias,  donde  hay  tantos  testigos 
oculares  que  entienden  lo  malo  y  lo  bueno  que  se  escribe:  como  yo  he  visto 
autores  que  tocan  en  las  cosas  de  este  Nuevo  Reino  y  otras  que  yo  he  visto  fuera 
de  él,  diciendo  mil  impropiedades,  así  en  la  sustancia  de  la  historia  como  en  las 
Cosmografías,  Geografías  y  Corografías  ;  todo  por  haberse  fiado  de  memoriales 
de  toda  broza. 

No  quiero  se  me  quede  sin  advertir  en  este  prólogo  lo  que  en  todas  tres 
partes  hago,  acerca  de  las  graduaciones  de  los  pueblos  de  españoles,  puertos  y 
ríos  más  notables  y  algunas  provincias  que  se  comprenden  en  toda  la  historia, 
que  las  pongo  con  la  mayor  precisión  y  verdad  que  he  p  odido  alcanzar  en  cosa 
tan  dificultosa  y  no  sé  si  con  la  puntualidad  qué  tengan  y  yo  quisiera  ;  porque 
como  saben  bien  los  que  saben  vi  esta  materia  de  Cosmografía  y  mapas,  son  di- 
ficultosísimas las  graduaciones  que  salen  por  fantasía  de  leguas,  aunque  se  ori- 
ginen de  un  punto  fijo  y  verdadero,  por  no  ir  las  leguas  por  líneas  rectas,  en 
especial  las  graduaciones  de  longitud,  que  siempre  se  fundan  en  los  eclipses  do 
la  luna ;  por  no  haberse  hallado  hasta  hoy  (ni  pienso  se  hallará  aunque 
se  ha  intentado  y  intenta  por  muchos)  punto  fijo  para  graduar  el  Este 
Oeste  y  las  observaciones  de  estos  eclipses  ;  cuando  mucho  se  hacen  en 
una  ciudad   cabeza  de  Reino  ó  puerto  famoso  donde  muy   acaso  hay   quien 


844  PEÓLOGO  AL  LECTOR 

sepa  de  esto  en  estas  tierras  nuevas  ;  de  qtie  no  hay  que  admirar,  pues 
según  dice  Rooamora  en  el  prólogo  de  sus  Tablas,  pocas  ó  ningunas  gra- 
duaciones de  las  ciudades  de  España  son  puntuales,  con  sobrar  tantos  maestros 
de  estas  ciencias,  y  ser  en  ellas  y  en  otras  muchas  la  cabeza  de  todas  las  pro- 
vincias del  mundo  ;  por  cuya  razón  (como  otros  muchos  lo  han  hecho),  no  he 
tomado  la  graduación  de  longitud  desde  las  Islas  de  las  Azores  ó  Flamencas, 
como  lo  hacen  comunmente  los  mapas,  yendo  graduando  hacia  atrás  del  movi- 
miento rg.pto  que  vemos  del  sol,  sino  desde  el  Meridiano  de  Toledo,  la  más 
principal  ciudad  de  Castilla  ;  yendo  contando  hacia  el  ocaso  hasta  volver  al 
mismo  punto  de  la  misma  ciudad,  /por  ir  siguiendo  el  más  evidente  movimiento 
del  sol,  aunque  violento.  Suplan  las  faltas  mis  buenos  deseos,  si  bien  puedo 
decir  no  han  salido  á  luz  hasta  hoy  las  graduaciones  de  las  partes  que  pongo 
en  la  historia  ;  y  con  la  luz  que  doy  de  ellas  ¡se  podrán  ir  afinando  por  ti,  si 
eres  curioso  y  bien  entendido  en  estas  cosas,  ó  por  otros,  que  para  ello  doy  des- 
de luego  licencia  y  largas  patentes. 

Con  lo  que  escribimos  en  esta  tercera  parte  damos  fin  á  todo  lo  que  hay 
que  tratar  hasta  estos  tiempos  y  qué  ocasione  oponer  ^n  historia  de  todo  el  dis- 
trito y  jurisdicción  que  tiene  esta  Real  Cancillería  de  Santafé,  que  fué  el  asun- 
to y  intención  que  me  movió  á  escribir  estas  tres  partes  historiales,  que  por  el 
cuidado  que  en  hacerlo  se  ha  tenido,  pienso  no  queda  que  desear  saber  otra  cosa 
considerable  de  todas  estas  dilatadas  provincias  de  mi  intento,  y  así  el  que  lo 
tuviere  corriendo  los  tiempos  describir  lo  que  fuere  sucediendo,  podrá  en  el  fin 
de  este  mi  postrer  tomo  tomar  y  anudar  la  hebra  de  su  prosecución. 


PRIMERA  NOTICIA  HISTORIAL 

DE 

LAS  CONQUISTAS 

DE  TIERRA  FIRME 

b:n  las  indias  occidentales 


CAPÍTULO  I 

1.*  Arma  Rodrigo  de  Bastidas  en  Sevilla  dos  navios  y  llega  con  ellos  al  puerto  de  Carta- 
tagena — 2.»  Sigue  Alonso  de  Ojeda  sus  mismos  pasos  con  otros  dos  navios  y  desem- 
barca en  la  costa  de  Urabá — S.»  Hace  algunos  rescatas  con  los  indios,  y  vuelven  á  la 
isla  Española. 

DAMOS  principio  á  esta  nuestra  tercera  parte,  en  la  que  nos  resta  del 
término  del  mar  del  Norte  que  dimos  á  todas  tres,  que  viene  á  ser 
más  al  Occidente,  dentro  de  los  términos  de  la  Gobernación  de  Cartagena,  ceñi- 
da entre  las  dos  bocas  de  los  dos  más  famosos  ríos  de  estas  Indias  Occidentales, 
y  de  mayores  aguas  que  el  Danubio:  el  de  la  Magdalena  (en  quien  tanto  tiem- 
po y  papel  hemos  ocupado  en  nuestra  segunda  parte)  y  el  Darién,  que  mezcla 
las  dulcísimas  suyas  con  las  saladas  de  la  ensenada  Acia.  No  antecedió  castella- 
no alguno  en  dar  vista  y  pisar  la  tierra  de  este  distrito  á  Rodrigo  de  Bastidas, 
pues  (como  dejamos  dicho  en  algunas  de  nuestras  dos  partes)  el  año  de  1501, 
llevado  del  gran  ruido,  que  yá  sonaba  en  todos  los  rincones  de  España,  de  las 
sumas  riquezas  qu©  se  iban  descubriendo  en  las  Indias,  empleó  las  suyas,  habi- 
da licencia  en  armar  en  Sevilla  dos  buenos  navios,  y  pertrechados  de  lo  necesa- 


346  í'EAY    PEDRO    SIM(5n  (1.*  NOTICIA 

rio  á  tan  larga  y  mal  conocida  (que  lo  era  entonces)  navegación,  con  la  mejor 
gente  que  pudo,  entre  quien  se  contaba  Vasco  Núñez  de  Balboa  (que  despuéi 
fué  uno  de  los  singulares  y  valerosos  Capitanes  que  han  dado  vista  á  estas 
Indias,  siendo  el  primero  que  la  dio  y  descubrió  el  mar  del  Sur)  y  por  piloto  á 
Juan  de  la  Cosa,  yá  diestro  en  la  carrera,  por  haberla  pasado  en  todas  las  oca- 
siones, desde  la  primera  en  que  vino  Don  Cristóbal  Colón  al  descubrimiento,  se 
dio  á  la  vela  con  dos  navios,  que  sin  zozobra  llegó  al  Cabo  de  la  Vela,  hasta 
donde  sólo  había  ya  llegado  y  puéstole  este  nombre  Alonso  de  Ojeda,  y  pasando  á 
probar  ventura  mas  al  Occidente,  á  vista  de  Tierra  firme  que  le  demora  al 
Sur  y  su  mano  izquierda,  ya  habiendo  atropellado  los  embates  de  oleajes  en 
tres  aguas  saladas  y  dulces  del  río  de  la  Magdalena  y  mar,  sin  hallar  desde  esta 
boca  (porque  no  lo  hay)  puerto  seguro  donde  surgir,  y  por  ojear  los  de  sus 
costas  la  innumerable  multitud  de  naturales  con  que  hervían,  llegó  á  un  famo- 
so puerto  en  once  grados  de  latitud  y  setenta  y  tres  y  treinta  minutos  de  longi- 
tud, que  por  dar  entrada  á  las  naves,  por  dos  bocas,  á  causa  de  dividirlas  una 
prolongada  isla  al  Sur,  que  los  naturales  llamaban  Codego^  le  j)uso  por  nombre 
el  puerto  de  Cartagena,  por  ser  esta  entrada  al  modo  de  la  del  puerto  de  nues- 
tra Cartagena  de  España;  si  bien  no  es  poca  la  diferencia  de  la  isla  que  los 
divide  y  el  puerto,  como  he  advertido,  habiéndolos  visto  ambos;  no  hallo  con- 
formes los  autores  en  el  que  haya  sido  de  cierto  que  impuso  este  nombre  á  este 
puerto,  atribuyéndolo  unos  al  que  hemos  dicho,  otros  á  Alonso  de  Ojeda  cuan- 
do después  llegó  á  él,  como  presto  veremos;  otros  á  Don  Pedro  de  Heredia  cuan- 
do vino  por  Gobernador  y  pobló  la  ciudad  que  hoy  permanece  en  él:  no  me 
detengo  con  su  averiguación,  por  no  hallar  más  fundamentos  para  lo  uno  que 
lo  otro.  Aquí  surgió  el  Capitán  Bastidas,  y  habiendo  tenido  algunas  refriegas 
con  sus  naturales  más  cercanos  al  puerto,  que  no  eran  pocos,  ni  poco  valientes 
hombres  y  mujeres  (com,o  veremos),  y  haberles  repelado  el  oro  que  pudo  en 
rescates  y  por  los  modos  que  pudo,  sin  detenerse  muchos  días,  aunque  bajó  otra 
buena  distancia  de  costa  al  Poniente  y  entró  en  la  ensenada  Acia,  tomó  la 
vuelta  de  Santo  Domingo,  donde  hizo  asiento  con  su  casa,  por  ir  aquello  en 
nuestro  crecimiento,  hasta  que  después  se  le  dio  el  Gobierno  de  Santa  Marta, 
como  vimos  en  la  segunda  parte. 

No  se  detuvo  mucho  Alonso  de  Ojeda  el  mismo  año  en  salir  de  la  bahía  de 
Cádiz,  donde  á  la  sazón  se  hallaba  por  los  mismos  pasos  que  Bastidas  (aunque 
sin  saber  llevaba  aquéllos),  y  con  dos  navios  en  que  iba,  entre  la  demás  gente, 
por  mercader  Américo  Vespucio,  habiendo  dado  segtliida  vista  al  Cabo  de  la 
Vela,  se  dejó  correr,  no  sé  si  habiendo  surgido  de  paso  en  el  puerto  de  Cartagena 
hasta  entrar  por  la  costa  de  Urabá,  que  está  hasta  cincuenta  leguas  de  la  ciu*- 
dad  de  Cartagena  al  Oeste,  donde  intentó   hacer  un   fuerte  para  amparo  y  sala 


CAÍ».  l)  NOTICrAS  bE  tAS  CON<^ürgTAS  DE  TIERRA  f IRME  S47 

de  armas  de  su  gente,  que  la  pensaba  emplear  en  conquistas  de  tantos  indios 
como  había  venido  notando  hervían  aquellas  costas.  A  este  golfo  de  Urabá  (que 
es  una  ensenada  grande  que  ae  mete  hasta  veintiséis  leguas  al  Sur,  parece  que 
a  recibir  con  tiempo  las  grandes  aguas  del  Darién  que  entran  por  su  culata)  se 
le  puso  en  esta  ocasión  este  nombre  por  un  famoso  Cacique  llamado  Urabá,  que 
enseñoreándose  de  grandes  pueblos  que  ocupaban  y  hoy  ocupan  las  márgenes, 
del  Este  de  este  golfo,  se  hacía  temer  de  sus  convecinos.  Tomaban  los  términos 
de  su  tierra  desde  los  bajos  que  llaman  de  Caribana  (que  era  do  otro  Cacique 
llamado  así)  hasta  acercarse  á  la  boca  del  Darién,  dicho  así  por  otro  famoso 
Cacique  que  tenía  el  mismo  nombre  y  su  Estado  á  la  boca  de  este  gran  río,  que 
teniendo  sus  principios  en  la  laguna  del  Dabaibe,  on  la  Gobernación  de  Antio- 
quia,  y  más  al  Sur  recoge  las  aguas  que  se  le  acercan  á  dos  manos  y  las  trae  á 
esta  ensenada  que  también  se  llama  Acia,  porque  á  la  banda  del  Poniente, 
cerca  de  su  boca,  que  tendrá  de  distancia  de  una  á  otra  punta  tres  ó  cuatro 
leguas,  cuando  entraron  en  ella  los  nuestros  hallaron  sus  sabanas  y  campos 
cubiertos  de  huesos  de  hombres  que  habían  muerto  en  batallas  que  estos  bárba- 
ros habían  tenido,  antiguas,  y  preguntando  los  soldados  la  causa  de  tantos 
huesos,  no  respondían  los  indios  sino  Ada,  que  en  su  lengua  quiere  decir  hueso 
de  "hombre. 

Dividió  Ojeda  su  gente  (aunque  no  era  mucha),  enviando  la  mitad  con  un 
navio  que  diesen  vista  á  la  costa  al  Poniente,  quedándose  él  con  el  resto  entre  los 
Urabaes  ocupados  en  el  fuerte,  que  aunque  no  se  saca  (oro  ?)  en  estas  tierras,  sino 
que  viene  del  Dabaibe  el  río  abajo  del  Darién,  por  rescates,  y  de  los  Cinúes, 
que  uno  de  ellos  era  el  que  ahora  llaman  Guamoco,  pasando  el  gran  Eío  Cauca 
(como  se  advirtió^on  las  puentes  que  le  hallaron  los  nuestros,  en  que  pasaban  á 
sus  rescates),  con  todo  se  halló  mucho  entre  los  Urabaes,  de  que  no  dejó  de 
sacar  buen  repelón  Ojeda  y  su  gente  mientras  la  nave  corrió  hasta  el  puerto 
del  Retrete  (límite  que  también  tuvo  Bastidas  habiendo  corrido  la  misma  costa) 
y  dio  la  vuelta  á  Urabá,  desde  donde  con  la  gente  que  le  había  quedado  de 
otros  que  se  le  habían  muerto,  pareciéndole  no  era  la  que  había  menester  para 
sustentarse  allí  por  entonces,  y  con  el  oro  y  algunos  indios  esclavos,  atrepellan- 
do mil  encuentros  de  olajes  y  tierra,  surgió  en  la  Isla  Española  y  ciudad  de 
Santo  Domingo  el  mismo  año  de  1501,  dejando  bien  avispados  los  Urabaes  y 
otros  donde  hizo  lo  mismo  que  con  ellos,  que  juntándose  estos  desabrimientos 
con  los  que  les  fueron  acrecentando  Juan  Guerra  y  otros  que  á  la  deshilada  y 
sin  licencia  llegaron  después  á  las  mismas  costas  al  usmeo  del  oro  y  esclavos, 
quedaron  acedísimos,  como  los  hallaron  los  que  después  vinieron  á  poblar  la 
tierra,  oomo  veremos. 

33 


348  T-RAY  PEDEO  SIMÓl?  (1.^  NOIICU 


CAPITULO  II 

1.»  Da  el  Rey  en  Gobierno  á  Alonso  de  o jeda  la  tierra,  desde  el  Cabo  de  la  Vela  hasta 
Urabá--2.°  Asiento  y  capitulaciones  que  toma  con  el  Rey— S.''  Dale  orden  del  modo 
que  ha  de  tener  en  requerir  á  los  indios  den  la  obediencia  y  se  conviertan  á  nues- 
tra f  é. 


Q 


UEDAEON  por  algunos  años  todas  estas  costas  sin  que  acudiese  á 
F  ellas  castellano  de  consideración,  y  si  alguno  las  visitaba,  sólo  era 
llevado  de  sus  intereses  de  rescates  de  oro  y  prisioneros  indios,  de  que  se  seguían 
dos  ó  tres  notables  inconvenientes  :  uno  de  acedar  los  más,  y  otro,  el  avilantez  con 
que  estaban  pensando  que  la  resistencia  que  hacían  á  los  nuestros  en  pisar  sus 
tierras,  era  causa  de  no  venir  á  tomar  asiento  en  ellas  ;  y  aun  otro  mayor  que 
ambos  :  el  retardarse  rayar  el  sol  de  la  gracia  en  estos  naturales  con  la  publi- 
cación del  Evangelio,  comenzada  en  solas  las  Indias,  en  especial  la  Española, 
donde  hacía  pié  la  fuerza  de  los  españoles,  por  irse  á  priesa  engrosando  allí  los 
caudales  con  la  saca  del  oro  y  otras  inteligencias  de  indios  esclavos  y  entables 
de  haciendas  de  campo. 

Pero   el   cuidado   de   los  Reyes,  á  cuya  cuenta  está  el  socorro  de  inconve- 
nientes tamaños,  y  en  esta  necesidad  el  proveer  de  obreros  á  estas  almas,  que, 
cual   sazonadas   mieses,  se  les   podía   yá  arrimar  la  hoz  de  la  divina  palabra, 
llegando  á  sus  católicos  oídos  estos  descubrimientos  de  Tierra  firme  y  lo  mucho 
que   se   podía  interesar  en  la  razón  de  estado  y  servicio  del  cielo  si  se  poblasen 
ciudades   católicas   en   ella,  mostraban   en   toda   ocasión   deseos   de  esto,  que 
traídos  á  las  orejas  del  Capitán   Alonso  de  Ojeda,  persona  bien  á  propósito  para 
ello,   por  ser   el   primero  que  pisó  estas  tierras  después  de  Colón,  y  ser  de  áni- 
mos y  bríos  valientes,  ti-ató  de  pedir  en  Gobierno,  para  conquistarlo  y  poblar,  lo 
que   hay   del   Cabo  de  la  Vela  hasta  los  Urabaes,  que  serán  de  costa  hasta  dos- 
cientas  sesenta   ó  trescientas   leguas,   y   animándole  de  este  pensamiento  los 
amigos   con   quien   lo   comunicaba   en   la   ciudad   de   Santo   Domingo,  y  en 
especial   Juan  de  la  Cosa,  de  sus  más  íntimos,  se  ofreció  éste  á  irlo  á  negociar  á 
Castilla,  fiado  en  el  buen  caudal   que  yá  tenía  (que  bien  lo  hubo  menester  para 
socorrer   el   poco   de   Ojeda,    que   era  lo  que  hacía  retardar  sus  pensamientos) 
y   en   Don  Juan   Rodríguez  de  Eonseca,  Obispo  de  Falencia,  que  era  por  cuya 
mano   corrían  las  cosas  de  las  Indias  (singular  ampai;p  de  las  de  Ojeda),  fué  á 
la  Corte  con  sus  poderes  á  lo  último  del  año  de  1508,  que  proponiendo  el  inten- 
to, como   se  juntaba  con  el  del  Bey,  con  facilidad  le  concedieron  por  Gobierno 
toda  la  tierra  dicha  que  hay  desde  el  Cabo  de  la  Vela  hasta  la  mitad  del  golfo 
de  Urabá,  y  la  tierra  adentro  al  Sur  todo  lo  que  conquistase,  y  que  se  llamase 


CAP.  Il)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA  FIRME.  349 

la  Nueva  Andalucía.  Negoció  también  Juan  de  la  Cosa  ser  Teniente  General 
de  Ojeda,  y  más  se  le  hizo  merced  del  oficio  de  Alguacil  Mayor  en  toda  la  Go- 
bernación, con  sucesión  en  un  hijo  suyo. 

2.0  Hiciéronse  las  capitulaciones  con  que  so  había  de  asentar  el  Gobierno, 
que  las  mcás  principales  fueron:  que  se  le  diese  pasaje  franco  en  Castilla  para 
doscientos  hombres,  y  desde  la  Isla  Española  para  seiscientos,  y  para  los  navios 
que  quisiese  en  aquella  isla;  que  las  minas  de  cualquier  metal  que  descubriese 
pudiese  gozar  por  diez  años,  pagando  al  Eey  el  primero  la  décima  parte,  el 
segundo  la  novena,  el  tercero  la  octava,  el  cuarto  la  séptima,  el  quinto  la  sexta, 
y  los  otros  cinco  la  quinta;  y  que  todo  el  oro  de  rescates  ó  de  otra  suerte  habido, 
se  manifestase  ante  los  oficiales  Reales;  que  no  pagase  alcabala  él  ni  su  gente 
ni  otros  algunos  derechos  por  cuatro  años;  con  que  pagasen  el  primer  año  el 
quinto  de  todo  lo  que  en  cualquier  modo  se  ganase,  y  los  tres  siguientes  el 
cuarto ;  quo  pudiese  sacar  de  la  Isla  Española  cuarenta  indios  maestros  de  sacar 
oro,  para  que  llevándolos  consigo,  enseñasen  á  otros;  prohibíanle  que  pudiese 
llevar  á  su  Gobernación  ningún  extranjero.  Díosele  licencia  para  que  habiendo 
poblado  algunas  ciudades  en  su  distrito,  se  pudiesen  volver  los  que  quisiesen 
á  Castilla,  y  vender  sus  haciendas;  y  que  pudiesen  tomar  de  la  Española  los 
navios  que  hubiesen  menester,  como  no  fuesen  más  que  dos  para  cada  asiento; 
y  que  se  obligase  á  fabricar  dos  fortalezas  en  su  distrito,  de  cuyas  tenencias  se 
le  hacía  merced;  y  últimamente,  que  diese  fianzas  ante  el  Obispo  de  Falencia, 
Don  Juan  Rodríguez  de  Fonseca,  de  cumplir  lo  capitulado,  como  también 
prometió  el  Rey  cumplirle  todas  las  condiciones  puestas.  Diósele  también 
ordenado  un  requerimiento  que  se  les  había  de  hacer  á  los  indios  antes  que  se 
pusiese  mano  a  las  armas  contra  ellos;  que  si  venían  en  él,  no  se  les  había  de 
hacer  guerra,  que  es  éste:  ''.Yo,  Alonso  de  Ojeda,  criado  de  los  muy  altos  y 
muy  poderosos  Reyes  dé  Castilla  y  de  León,  domadores  de  las  gentes  bárbaras, 
su  mensajero  y  Capitán,  vos  notifico  y  hago  saber,  como  mejor  puedo,  que 
Dios  Nuestro  Señor,  uno  y  eterno,  crió  el  cielo  y  la  tierra  y  un  hombre  y  una 
mujer,  de  quien  vosotros  y  nosotros  y  todos  los  hombres  del  mundo  fueron  y 
son  descendientes  procreados,  y  todos  los  que  después  de  nosotros  vinieren, 
mas  por  la  muchedumbre  de  generación  que  de  éstos  ha  procedido  desde  cinco 
mil  y  más  años  que  ha  que  el  mundo  fué  criado,  fué  necesario  que  los  unos 
hombres  fuesen  por  una  parte  y  los  otros  por  otra,  y  se  dividiesen  por  muchos 
Reinos  y  Provincias,  porque  en  una  sola  no  se  podían  sustentar  y  conservar. 
De  todas  estas  gentes  Dios  Nuestro  Señor  dio  cargo  á  uno,  que  fué  llamado 
San  Pedro,  para  que  de  todos  los  hombres  del  mundo  fuese  Señor  y  Superior 
á  quien  todos  obedeciesen,  y  fuese  cabeza  de  todo  el  linaje  humano,  doquier 
que  los  hombres  tuviesen  y   viniesen  y  en  cualquier  ley,  secta  ó  creencia;  y 


850  FRAY  PEDRO  smÓN  (1.^  NOTICIA 

dióle  á  todo  el  mundo  por  su  servicio  y  jurisdicción,  y  como  quiera  que  le 
mandó  que  pusiese  su  silla  en  Roma  como  en  lugar  más  aparejado  para  regir 
el  mundo;  también  le  prometió  que  podía  estar  y  poner  su  silla  en  cualquiera 
otra  parte  del  mundo,  y  juzgar  y  gobernar  todas  las  gentes  cristianas,  moros, 
judíos,  gentiles  y  de  cualquiera  otra  secta  ó  creencia  que  fuesen.  A  este  llama- 
ron Papa,  que  quiere  decir  Admirable,  Mayor  Padre  y  Guardador,  porque  es 
Padre  y  Gobernador  de  todos  los  hombres.  A  este  Santo  Padre  obedecieron  y 
tomaron  por  Señor,  Rey  y  Superior  del  Universo  los  que  en  aquel  tiempo 
vivían;  y  asimismo  han  tenido  á  todos  los  otros  que  después  de  él  fueron  al 
Pontificado  elegidos;  y  así  se  ha  continuado  hasta  ahora  y  se  continuará  hasta 
que  el  mundo  se  acabe. 

3.0  "  Uno  de  los  Pontífices  pasados  que  he  dicho,  como  Señor  del  mundo, 
hizo  donación  de  estas  islas  y  Tierra  firme  del  mar  océano  á  los  católicos 
Reyes  de  Castilla,  que  entonces  eran  Don  Fernando  y  Doña  Isabel,  de  gloriosa 
memoria,  y  á  sus  sucesores  nuestros  Señores,  con  todo  lo  que  en  ellas  hay, 
según  se  contiene  en  ciertas  escrituras  que  sobre  ello  pasaron,  según  dicho  es 
(que  podéis  ver  si  quisiéredes).  Así  que  S.  M.  es  Rey  y  Señor  de  estas  islas  y 
Tierra  firme  por  virtud  de  la  dicha  donación,  y  como  á  tal  Rey  y  Señor,  algu- 
nas islas  y  casi  todos  á  quien  esto  ha  sido  notificado,  han  recibido  a  Su  Majes- 
tad y  le  han  obedecido  y  servido  y  sirven  como  subditos  le  deben  hacer  y  con 
buena  voluntad  y  sin  ninguna  resistencia;  luego  sin  ninguna  dilación,  como 
fueron  informados  de  lo  susodicho,  obedecieron  á  los  varones  religiosos  que  les 
enviaba  para  que  les  predicasen  y  enseñasen  nuestra  santa  fé;  y  todos  ellos,  de 
su  libre  y  agradable  voluntad,  sin  premio  ni  condición  alguna,  se  tornaron 
cristianos  y  lo  son;  y  Su  Majestad  los  recibió  alegre  y  benignamente,  y  así  los 
mandó  tratar  como  á  los  otros  sus  subditos  y  vasallos;  y  vosotros  sois  tenidos  y 
obligados  á  hacer  lo  mismo.  Por  ende,  como  mejor  puedo,  vos  ruego  y  requie- 
ro que  entendáis  bien  esto  que  os  he  dicho  y  toméis  para  entendello  y  delibe- 
rar sobre  ello  el  tiempo  que  fuere  justo,  y  reconozcáis  á  la  Iglesia  por  Señora 
y  Superiora  del  universo  mundo,  y  al  Sumo  Pontífice,  llamado  Papa,  en  su 
nombre,  y  á  Su  Majestad  en  su  lugar,  como  Superior  y  Señor  Rey  de  las  islas 
y  Tierra  firme,  por  virtud  de  la  dicha  donación;  y  consintáis  que  estos  Padres 
religiosos  os  declaren  y  prediquen  lo  susodicho;  y  si  ansí  lo  hiciéredes,  haréis 
bien,  y  aquello  que  sois  tenidos  y  obligados;  y  Su  Majestad,  y  yo  en  su  nom- 
bre, vos  recibirán  con  todo  amor  y  caridad,  y  vos  dejarán  vuestras  mujeres  é 
hijos  libres,  sin  servidumbre,  para  que  de  ellos  y  de  V)sotros  hagáis  libremen- 
te todo  lo  que  quisiéredes  y  por  bien  tuviéredes,  como  lo  han  hecho  casi  todos  los 
vecinos  de  las  otras  islas;  y  allende  de  esto  Su  Majestad  vos  dará  muchos  privi- 
legios y  exenciones  y  vos  hará  muclias  mercedes;  si  uo  lo  hiciéredes  ó  en  ello 


CAP.  Il)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA   FIRME  351 

dilación  maliciosamente  pusiéredes,  certifíceos  que  con  el  ayuda  de  Dios  yo 
entraré  poderosamente  contra  -vosotros  y  vos  haré  guerra  por  todas  las  partes  y 
manera  que  yo  pudiere,  y  vos  sujetaré  al  yugo  y  obediencia  de  la  Iglesia  y  de 
Su  Majestad;  y  tomaré  vuestras  mujeres  é  hijos  y  los  haré  esclavos,  y  como 
tales  los  venderé  y  dispondré  de  ellos  como  Su  Majestad  mandare;  y  vos  tomaré 
vuestros  bienes  y  vos  haré  todos  los  males  y  daños  que  pudiere  como  á  vasallos 
que  no  obedecen  ni  quieren  recibir  á  su  Señor  y  le  resisten  y  contradicen,  y 
protesto  que  las  muertes  y  danos  que  de  ello  se  recrecieren,  sea  á  vuestra  culpa 
y  no  de  Su  Majestad,  ni  nuestra  ni  de  los  caballeros  que  conmigo  vinieron,  y 
de  como  os  lo  digo  y  requiero  pido  al  presente  escribano  que  me  lo  dé  por  tes- 
timonio signado". 


352  FRAY   PEDRO   SIMÓN  (1.^  NOTICIA 

CAPÍTULO  III 

1.°  Viene  de  España  Juan  de  la  Cosa  con  los  despachos  de  Ojeda,  y  Diego  de  Nicuesa  por 
Gobernador  de  Castilla  del  Oro— 2.»  Sale  de  Santo  Domingo  Alonso  de  Ojeda  á  su 
Gobierno — 3.°  Trae  en  su  compañía  dos  religiosos  de  San  Francisco — 4.«  Llega  á 
Cartagena  y  hace  á  los  indios  de  aquella  Provincia  algunos  requerimientos. 

ALA  sazón  que  Juan  de  la  Cosa  negociaba  en  la  Corte  este  Gobierno 
de  Ojeda,  se  halló  también  en  ella  Diego  de  Nicuesa,  que  había  ido 
de  la  Isla  Española  (á  donde  había  venido  años  antes  con  el  Comendador  Nico- 
lás de  Obando)  por  Procurador  de  la  isla  en  compañía  de  Sebastián  de  Altodo 
á  negociar  se  diesen  por  tres  vidas  las  encomiendas  de  indios;  había  síd®  Nicue- 
sa trinchante  de  Don  Enrique  Enríquez,  tío  del  Eey  católico,  gran  cortesano, 
músico  y  de  á  caballo,  el  cual  sabiendo  se  negociaba  para  Ojeda  aquella  Gober- 
nación, pidió  desde  los  términos  de  ésta  la  costa  adelante  al  Poniente  ctra  tanta 
tierra  en  gobierno,  que  por  ser  quien  era  y  no  de  poco  caudal  y  los  deseos  que 
hemos  dicho  tenía  el  Rey  se  poblara  aquello,  con  facilidad  se  le  concedió  como 
lo  pedía,  con  las- mismas  capitulaciones  que  á  Ojeda,  y  que  se  llamase  Castilla 
del  Oro,  como  hoy  se  nombra.  Hechos  ambos  despachos  y  desocupado  Juan  de 
la  Cosa  de  la  Corte,  antes  que  Nicuesa,  se  dio  á  la  vela  en  una  nave  y  dos  ber- 
gantines que  fletó  con  doscientos  hombres,  por  no' llegar  el  caudal  á  may®r 
aparato,  como  por  tener  más  dinero  lo  acrecentó  Nicuesa  trayendo  mucha  más 
gente  en  cuatro  navios  grandes  y  dos  bergantines,  con  que  salió  de  Castilla  y 
llegó  á  la  Española  algunos  días  después  que  Juan  de  la  Cosa,  ayudando  á  esta 
tardanza  la  que  hizo  en  la  isla  de  Santa  Cruz,  que  es  una  de  las  que  llaman  de 
Barlovento,  quince  leguas  de  Puerto  Rico,  procurando  haber  á  las  manos  algu- 
nos indios  esclavo.s,  como  lo  hizo  en  ciento  y  tantos,  que  los  vendió  en  la  Espa- 
ñola con  unos  que  traía  licencia  para  ello.  Apenas  habían  puesto  estos  dos  el 
pié  en  la  ciudad  de  Santo  Domingo,  cuando  se  ofrecieron  mil  mohínas  entre 
los  dos  Gobernadores  sobre  los  términos  de  sus  distritos,  pretendiendo  cada  uno 
cayese  dentro  del  suyo  la  provincia  del  Dariéu,  lo  que  con  facilidad  se  compuso 
mediando  Juan  de  la  Cosa  y  otros  honrados,  en  que  el  río  dividiese  los  tér- 
minos. La  mayor  dificultad  estuvo  en  el  sentimiento  del  Almirante  Don  Diego 
Colón,  por  habérseles  dado  licencia  á  los  dos  Gobernadores  que  fuese  de  su  dis 
trito  tierra  común  á  ambos  la  isla  de  Jamaica,  de  donde  se  pudiesen  aprovechar 
de  lo  que  les  importase;  y  como  esta  isla  y  la  tierra  de  Veraguas,  que  caía  en  el 
distrito  de  Nicuesa,  las  hubiese  descubierto  personalmente  su  padre  Don  Cris- 
tóbal Colón,  sentía  se  diese  á  otros,  y  así,  llevado  de  este  sentimiento  y  ponien- 
do el  derecbo  en  la  defensa  para  que  la  hallaran  en  Jamaica  al  quererse  servir 


OAP,  Ilt)  NOTICIAS  DE  lAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA  FIRME.  353 

de  ella  los  dos  Gobernadores,  envió  á  Juan  de  Esquivel  á  poblarla,  no  obstante 
que  Alonso  de  Ojeda  (que  todo  lo  llevaba  por  la  valentona)  amenazaba  á  Es- 
quivel le  había  de  cortar  la  cabeza  si  hacía  la  población. 

2.0  Al  fin  Ojeda,  atrepellando  éstos  y  otros  inconvenientes,  con  trescientos 
hombres  de  los  que  habían  venido  de  Castilla  y  se  le  habían  allegado  en  la  isla 
en  dos  navios  y  dos  bergantines  en  que  iban  doce  yeguas  y  algunos  caballos, 
se  dio  á  la  vela  en  la  isla  de  la  Beata,  algunas  diez  ó  doce  leguas  abajo  de  la 
ciudad  de  Santo  Domingo,  ú  diez  de  Noviembre  del  año  de  1509,  dejando 
concertado  con  el  bachiller  Martín  Fernández  de  Enciso,  Letrado  de  aquella 
ciudad,  que  tenía  razonable  caudal  á  su  oficio  y  le  había  querido  ayudar  con  él 
á  Ojeda,  que  fué  la  razón  porque  le  hizo  su  Alcalde  Mayor  en  toda  su  Goberna- 
ción, que  le  siguiese  con  la  brevedad  posible  con  socorro  de  mantenimientos, 
temiéndose  que  los  pocos  que  por  su  corto  caudal  llevaba  se  le  acabarían  presto 
si  no  eran  socorridos  (que  era  contingente)  de  los  indios,  como  sucedió,  y  hartos 
trabajos  por  esto,  y  la  demasiada  tardanza  de  Enciso,  como  presto  veremos. 
Entre  la  demás  gente  de  valor  que  acompañó  en  el  viaje  á  Ojeda,  fueron  Don 
Diego  de  Ordás,  cuyo  valeroso  ánimo  le  dio  el  que  tuvo  en  las  conquistas 
de  la  Nueva  España  con  Fernando  Cortés  (que  también  siguiera  esta  jornada 
por  hallarse  en  Santo  Domingo,  á  no  estorbárselo  una  apostema  en  una  corva, 
que  le  afligía)  y  las  del  Río  Orinoco,  como  dejamos  dicho  largo  en  nuestra 
primera  parte;  y  el  no  menos  valeroso  mancebo  Francisco  Pizarro,  cuyo  va- 
liente corazón  le  hizo  descubrir  la  inmensa  grandeza  del  Perú  y  el  valor  de 
su  persona,  y  que  se  le  diese  título  de  Marqués  (véanse  las  historias  del  Perú). 
Por  ser  la  Gobernación  de  Nicuesa  de  la  otra  banda  del  Darién,  fuera  de  los 
términos  de  mi  asunto  en  esta  mi  historia,  no  gastaré  más  tiempo  en  la  suya, 
y  por  haberla  tratado  Herrera  y  otros. 

3.°  No  era  lo  que  menos  estimaba  Ojeda,  como  era  de  estimar  de  su  viaje, 
el  traer  en  sus  navios  dos  religiosos  de  nuestra  sagrada  religión,  que  eran  de 
los  que  tan  solamente  estaban  en  aquel  tiempo  en  aquella  isla  ni  en  otra  parte 
de  las  Indias  ;  porque,  como  dijimos  en  nuestra  segunda,  Fray  Juan  Pérez  de 
Marchena  y  otros  compañeros,  á  los  primeros  viajes  de  Don  Cristóbal  Colón, 
pasaron  con  él,  como  lo  dice  Gonzaga  en  su  Crónica,  tratando  de  la  Provincia 
de  Santo  Domingo  ó  Caracas  en  el  Prólogo;  porque  como  hijos  del  Serafín 
Francisco,  volaron  con  más  ligero  vuelo  que  las  demás  religiones,  no  sólo  á  esta 
Isla  Española,  pero  á  esta  Tierra  firme,  aun  á  las  demás  conquistas  de  estas 
tierras  nuevas,  y  aun  el  primer  Obispo  que  hubo  en  la  Española  y  en  esta 
Tierra  firme  en  la  segunda  ciudad  que  hubo  en  ella,  Nuestra  Señora  de  la 
Antigua  en  el  Darién,  fué  Don  Fray  Juan  de  Quevedo,  de  nuestra  religión,  que 
lo  trajo  Pedro  Arias  de  Avila  cuando  vino  á  ser  Gobernador  de  Castilla  ^I  Oro 


354  FRAÍ  PEDRO  SIMÓN  (1.^  NOTICIA 

el  año  de  1514,  en  que  partió  de  Castilla  á  diez  y  siete  de  Mayo  y  llegó  á  su  Go- 
bierno á  veintiuno  de  Junio;  de  donde  sacamos  que  aunque  en  esta  jornada  Ojeda 
quisiera  traer  otros  religiosos,  que  de  nuestra  Orden  no  los  había,  porque  los  de 
Nuestro  Padre  Santo  Domingo,  que  fueron  los  que  primero  los  siguieron  este 
año  de  1509,  no  habían  aún  entrado  en  las  Indias;  pues,  como  dice  Herrera,  * 
entraron  el  siguiente  de  1510,  viniendo  por  Comisario  el  Padre  Maestro  Fray 
Domingo  de  Mendoza,  hermano  del  Padre  Fray  García  de  Loaiza,  confesor  del 
Emperador,  y  en  su  compañía  el  Padre  Fray  Antonio  Montecinos  y  el  Padre 
Fray  Bernardo  de  Santo  Domingo;  que  los  nuestros  entraron  (dice  el  mismo 
Herrera)  para  asentar  de  propósito  en  las  Indias  el  año  de  1502,  que  los  llevó 
en  su  compañía  el  Comendador  Nicolás  de  Obando,  que  pasó  á  gobernar  la  isla  de 
Santo  Domingo  y  lo  demás  descubierto.  Pasaron  diez  frailes,  y  por  su  Prelado 
Fray  Alonso  de  Espinar,  hombre  muy  venerable  y  religioso;  y  en  decir  He- 
rrera que  pasaron  para  asentar  entonces  de  propósito  nuestros  frailes  en  las 
Indias,  se  colige  claro  que  había  días  estaban  en  ellas  ayudando  á  los  descu- 
bridores, aunque  no  habían  fundado  convento,  por  ser  tan  á  los  principios  los 
descubrimientos. 

4.'^  Por  ser  la  travesía  de  la  Española  á  Cartagena  de  infalibles  brisas,  con 
que  se  la  dan  á  popa  los  navios,  no  gastó  en  ella  mucho  tiempo  Ojeda  hasta 
hallarse  en  el  puerto  de  Cartagena  y  cerca  del  pueblo  Calamar,  cuyos  indios 
y  de  los  demás  de  aquellas  islas  y  márgenes  del  puerto  halló  tan  avispados  y 
alerta  por  lo  que  les  había  sucedido  con  los  Castellanos  que  habían  aportado  á 
aquellas  costas,  que  daban  á  entender  con  las  arma*  en  las  manos  estimaban 
en  menos  sus  vidas  que  el  seguro  de  sus  tierras  y  el  no  dejar  asentar  en  ellas 
el  pié  hispano.  No  fueron  parte  estos  aparentes  bríos  de  estos  indios  para  que 
Ojeda  minorase  un  punto  la  confianza  concebida  de  allanar  la  tierra,  y  lo 
primero  ésta,  por  ser  tan  en  el  puerto,  donde  era  forzoso  haber  de  abrigarse 
las  naves,  y  así  alentado  él  y  su  gente  con  los  indios  ladinos  de  la  lengua  de 
esta  costa  que  traían  de  Santo  Domingo,  á  donde  de  esta  misma  tierra  habían 
llevado  en  otras  ocasiones  cautivos,  hizo  llamar  á  los  de  Calamar  y  á  otros  que 
de  otros  pueblos  se  habían  juntado  á  la  resistencia,  y  por  medio  de  nuestros 
frailes  y  las  lenguas  les  hizo  la  amonestación  ó  requerimiento  referido,  exhor- 
tándoles de  más  que  dejasen  sus  idolatrías,  supersticiones,  pecados  nefandos  y 
otras  ofensas  de  Dios,  á  que  respondieron  los  indios  como  á  quien  no  se  lo 
decían  ni  lo  entendían,  ni  atendían  á  más  que  á  defqpder  sus  tierras  con  nubes 
de  envenenadas  flechas,  pretendiendo  hacer  retirar  1  los  nuestros  á  sus  barcas 
en  que  saltaron  en  tierra. 


*  Dec,  LíIj.  7,  Cap.  I  y  3. 


OAP.  XV)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIEERA  FIRME.  S55 


CAPÍTULO  IV 

l.»  Envía  el  Gobernador  algunos  soldados  á  correr  la  tierra— 2.*  Dánles  los  indios  una 
guazabara  en  que  mataron  algunos  españoles— 3.®  Matan  á  Juan  de  la  Cosa  y  á. 
todos  los  soldados  que  se  hallaron  en  su  compañía. 


B 


lEN  bastó  la  frente  que  los  Calamares  hicieron  á  los  nuestros,  para 
conocer  que  les  era  necesario  apretar  la  mano  á  la  espada  si  que- 
rían asegurar  el  pié  en  las  tierras  peregrinas,  y  aunque  Ojeda  llevaba  orden  del 
Rey,  resuelta  por  acuerdo  de  hombres  doctos,  teólogos  y  canonistas,  que  pu- 
diese tomar  las  armas  contra  los  que  no  quisiesen  admitir  la  santa  fé  católica 
y  tomarlos  para  esclavos,  evitó  todavía,  no  obstante  la  resistencia  hecha  y 
tentar  otra  vez  el  vado  por  halagos  dándoles  algunas  cosillas  de  Castilla,  ya 
en  rescates  de  oro  y  ya  graciosos,  poniendo  más  la  mira  en  la  granjeria  de  las 
almas  que  en  la  vileza  de  él,  y  así  determinó  que  quedándose  él  en  los  pueblos 
de  la  Costa  en  contorno  del  puerto,  procurando  reducirlos  por  bien  ó  por  mal 
con  la  mayor  fuerza  de  la  gente,  para  que  hubiese  quien  también  guardase  los 
navios,  Juan  de  la  Cosa,  con  hasta  veinte  hombres  escasos  y  algunos  indios 
lenguas,  entrase  la  tierra  dentro  al  Levante  á  dar  un  tiento  á  los  ánimos 
y  fuerzas  con  que  estaban  de  resistirlos  ó  admitirlos,  porque  yá  la  voz  de  su 
llegada  había  corrido  grandes  leguas  por  unas  y  otras  partes,  á  cuyo  parecer 
no  acudía  muy  de  gusto  Juan  de  la  Cesa  (por  ventura  siendo  presagio  de  lo 
que  le  sucedió),  por  tenerle  de  que  dejando  por  entonces  para  mejor  ocasión 
estos  tan  valientes  indios  y  que  peleaban  con  tan  venejaosa  yerba,  pasasen  á 
poblar  al  golfo  de  ürabá,  donde  no  eran  tan  caribes  los  naturales,  desde  donde 
podrían  revolver  sobre  lo§  Calamares  y  los  demás  del  puerto;  pero  los  bríos 
y  determinaciones  de  Ojeda,  que  eran  de  casta  de  rayo,  no  sujetos  á  dilaciones, 
no  consintieron  las  hubiera  en  la  ejecución. 

2*  Y  así,  con  casi  doscientos  soldados,  los  más  de  los  chapetones  que  trajo 
de  Castilla,  y  entre  ellos  Diego  de  Ordás,  tomó  Juan  de  la  Cosa  la  vuelta  del 
pueblo  de  Turbaco,  de  innumerables  vecino?,  y  bien  alentados  y  avisados  ya 
por  sus  espías  ellos  y  otros  convecinos  de  la  ida  de  los  nuestros,  que  por  esto 
cuando  llegaron  al  pueblo,  que  está  cinco  leguas  de  Cartagena  al  Levante,  lo 
hallaron  tan  en  arma  y  escuadrones  briosos  (si  bien  á  lo  bárbaro)  que  adelan- 
tándose á  los  requerimientos  que  llevaban  de  intento  hacerles  los  nuestros 
como  á  los  demás,  las  primeras  salutaciones  fueron  rociadas  de  valientes  y 
venenosas  flechas,  esto  tan  aprisa,  que  obligaron  á  los  nuestros  á  que  con  ella  se 
pusiesen  á  la  defensa  y  á  la  ofensa   de   quien  así  lo  hacía  con  ellos.  Fueron  los 

24 


356  FRAT  PEDRO   SIMÓN  (l.'^  NOTICIA 

primeros  ímpetus  de  esta  guazabfira  tan  furiosos  de  ambas  partes,  que  de  ambas 
comenzó  luego  á  despacharse  gente    para  la  otra  vida,  si  bien  de  los  indios  era 
diez  tantos  la  que  caía,  con  que  á  no  ser  tanta  la  fuerza  de  bárbaros   con  que 
por  instantes  se  iban    fortificando,  aunque   en    tropel   confuso,  presto  se  diera 
por  los  nuestros  fm  á  la  contienda,  en  que  no  se  mostraban  de  menos  valor  que 
los  hombres  las  mujeres,   administrándoles  á  ellos  armas  unas  y  otras,  jugando 
de  ellas  mejor  que  el  más  valiente  gandul,  pues  de   una  se  afirma  que  sin  más 
ayuda  que  de  sus  fuerzas,  dio  fin  á  las  de  ocho  españoles  antes  que  lo  diera  á 
las  flechas  de  su  carcax;  al    modo  de  la  otra  bárbara   de  estas  riberas  que 
cuenta  el  Licenciado  Enciso  que  teniendo  escasos  veinte  años,  mató  en  su  pre- 
sencia diez  españoles,  tales  eran  sus  bríos  y  alientos;  iba  recargando  sobre  los 
nuestros  tanta  infinidad  de  salvajes  (de  que  hervía  la  tierra),  que  tuvieron  por 
partido  algunos  de  los  chapetones,    juzgando    ser   imposible   escapar  las  vidas 
de  otra  suerte,  ampararlas   entre   la   maleza   del   monte,  sin  ser  bastantes  á  re- 
parar esto  (que  pasaba  á  sus  ojos),  ni  á  avivar  el  decaimiento  y  mano  floja  que 
veía  en  su  gente,  las    voces   y   bríos   de   Juan  de  la  Cosa,  por  lo  cual  acordó, 
viendo  la  cierta   perdición   de   todos,  enviar  á  dar  aviso  á  Ojeda,  como  lo  hizo 
con  Diego    de  Ordás,  que  vido  solo  junto  á  sí,  haciendo  la  riza  en  los  indios  que 
un  león  en  ovejas,  no  obstante  que  traía  pasada   una   pierna    de    un   flechazo, 
venturoso   por  haber  acertado  á  ser  sin  veneno.  Despachóse  Ordás,  y  con  más 
brevedad  que   daba   lugar  la  herida,  llegó  á  ver  y  á  dar  la  nueva  á  Ojeda  en  el 
puerto. 

3.^  No  fueron  así  los  bríos  de  Juan  de  la  Cosa,  despachado  Ordás,  pues 
recogiendo  sólo  ocho  compañeros  que  detuvieron  sus  voces  y  reprensiones 
hacían  crueles  matanzas  en  los  bárbaros,  desnudos,  derribando  brazos  á  cercén 
piernas,  y  destripando  á  su  gusto,  hasta  que  cargó  tal  fuerza  de  salvajes  sobre 
ellos,  que  les  obligó  á  arrimarse  todos  á  un  buhío  que  descubrieron  para  que  no 
lo  pudiesen  encender,  donde  pelearon  valerosísimamente,  hasta  que  vido  á  sus 
ojos  Juan  de  la  Cosa  caer  muertos  sus  compañeros,  y  que  á  él  le  iba  prendiendo 
de  muerte  la  yerba  de  más  de  veinte  venenosas  y  penetrantes  flechas  que  le 
tenían  como  erizo,  de  que  también  rindió  la  vida,  retirándose  con  esto  los 
indios,  viendo  acabada  la  guazabara,  con  muerte  de  más  de  setenta  españoles, 
sin  otros  ocho  que  se  llevaron  á  manos  y  amarraron  de  las  suyas  y  pies  en  un 
buhío,  que  fueron  los  más  venturosos. 


CAP.  V)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA   FIRME  357 

CAPÍTULO  V 

1.»  Sale  el  Gobernador  Ojeda  al  castigo  de  estos  indios  y  mata  muclios  de  ellos— 2.°  Em- 
bárcase para  Urabá,  donde  funda  una  ciudad,  y  envía  por  socorro  á  Santo  Domingo. 

iLUTARCO  en  sus  Apotecmas  refiere  im  dicho  de  un  Capitán  ateniense 
llamado  Cabrias,  á  quien  la  experiencia  militar  le  hizo  advertir  y  decir 
que  es  más  valiente  un  ejército  de  ciervos  cobardes  si  llevan  por  Capitán  un 
león,  que  uno  de  leones  si  tiene  por  cabeza  un  ciervo  ;  sentencia  que  agradó 
tanto  á  Filipo,  Eey  de  Macedonia,  que  no  se  le  apartaba  de  la  boca,  atribuyen- 
do la  fortaleza  significada  por  el  león  ó  la  cobardía  por  el  ciervo  al  Capitán,  de 
donde  se  siguen  los  malos  ó  buenos  y  valerosos  hechos.  Mucho  tuvo  Ojeda  de 
Capitán  león  y  de  Capitán  de  leones  (fuerzas  y  fortaleza  más  que  dobladas), 
pues  cada  uno  de  sus  soldados  podía  ser  cabeza  de  ejércitos  de  ciervos  y  hacer- 
los leones ;  pero  como  no  sea  sólo  esto  lo  que  asegura  los  buenos  sucesos,  si  no 
da  también  la  mano  la  buena  suerte,  ocasión  y  ventura,  lo  será  muy  crecida  si 
éstas  faltan  ;  salir  sola  la  fortaleza  con  el  colmo  de  sus  pretensiones,  y  así  fal- 
tándole éstas  en  algunas  ocasiones,  tuvo  de  buenos  y  malos  sucesos  en  las  que 
iba  emprendiendo  Ojeda,  á  quien  halló  Ordás,  cuando  le  llegó  con  la  nueva, 
bien  ocupado  con  los  Calamares  y  otros  convecinos,  á  quien  viendo  que  á  las 
veces  eran  de  poco  provecho  blanduras,  embestía  con  rigores,  matando  ú  unos  y 
prendiendo  á  otros,  en  que  halló  también  algún  pillaje  de  chagualas  de  oro  bajo; 
á  todo  lo  cual  dio  de  mano  al  punto  que  supo  en  el  de  la  necesidad  que  queda- 
ba Juan  de  la  Cosa ;  y  tomando  cien  hombres  de  los  mejores  que  tenía  y  algu- 
nos caballos  y  yeguas,  á  paso  largo  tenían  caminadas  las  cinco  leguas  á  tiempo 
que  pudieron  dar  sobre  los  indios  Turbacos,  descuidados  por  haber  vencido  la 
guazabara  y  parecerles  haber  acabado  ya  con  los  hispanos,  y  así  llegando  al 
pueblo  al  cuarto  del  alba  y  hallándole  desapercibido  (no  obstante  el  aviso  que 
les  dieron  con  sus  acostumbrados  gritos  los  guacamayos  de  los  árboles  y  de  Jas 
casas),  se  hicieron  los  nuestros  dos  mangas  y  les  embistieron  con  tal  traza,  pe- 
gando fuego  á  los  buhíos,  que  huyendo  de  ellos  por  no  abrasarse,  daban  en  ma- 
nos de  los  soldados,  de  quien  escapaban  todos  muertos,  por  haberse  echado  ban- 
do que  no  se  tomase  indio  á  vida,  de  que  vinieron  á  concebir  tales  temores,  que 
tenían  ya  por  menor  mal  abrasarse  dentro  de  sus  casas  que  morir  á  manos  de 
los  nuestros  ;  con  que  unos  no  osaban  salir  de  ellas  con  sus  mujeres  é  hijos,  y 
otros,  habiendo  salido  y  visto  lo  que  pasaba  afuera,  so  volvían  á  entregar  dentro 
de  las  llamas,  de  que  se  siguió  un  cruel  estrago.  A  ocho  indios  que  se  hicieron 
fuertes  y  con  valor  de  sus  brazos  y  flechas  se  defendían  en   un   buhío,  después 


358  FRAY  PEDRO  SIM(5n  (1.»  NOTICIA 

de  haber  muerto  un  soldado,  pasados  los  pechos  con  una  flecha,  que  como  más 
atrevido  se  les  llegó  más,  les  mandó  pegar  fuego  Ojeda,  donde  perecieron.  Dié- 
ronse  luego  á  ranchear  el  pueblo  ya  vacío  del  todo  de  sus  vecinos  por  muertos 
ó  huidos,  y  andando  trastornándolo  hallaron  los  ocho  soldados  vivos  amarrados, 
y  los  cuerpos  muertos,  y  entre  ellos  á  Juan  de  la  Cosa,  feísimo  y  espantable  por 
el  mucho  veneno  de  las  muchas  flechas  de  que  murió,  que  no  cansó  poco  temor 
en  los  soldados  y  fué  causa  para  no  detenerse  mucho  en  el  rancheo  (que  al  fin 
fué  de  más  de  doce  ó  catorce  rail  pesos  de  buen  oro),  porque  no  sucediera,  dán- 
dose aviso  los  indios,  ponerlos  los  muchos  que  se  pudieran  juntar  en  aprieto  de 
la  vida,  y  así  tomaron  la  vuelta  del  puerto,  donde  con  brevedad  alzó  velas  para 
entrar  en  Urabá,  fines  de  su  Gobierno.  Bien  diferente  se  refieren  por  otros  estas 
guazabaras  de  Turbaco,  pero  esta  relación  tengo  por  la  más  cierta.  Duró  la 
brisa  con  que  Ojeda  fué  navegando  desde  el  puerto  hasta  las  Islas  que  llaman 
de  San  Bernardo,  treinta  leguas  de  él  al  Poniente,  donde  habiéndoles  marrado, 
les  obligó  á  saltar  en  una  no  de  las  menos  pobladas  de  naturales,  porque  lo  es- 
taban todas,  de  donde  habiendo  habido  á  las  manos  algunos  y  algún  buen  pilla- 
je do  oro,  se  dio  á  la  vela,  y  entrando  en  la  ensenada  de  Urabá,  aunque  la  fué 
bogando  y  dejando  por  popa  el  gran  Río  de  Damaquiel,  donde  saltando  en  tie- 
rra y  pasándolo  á  caballo  tanteando  dónde  se  podía  poblar,  un  caimán  asió  una 
yegua  y  la  ahogó  y  el  sitio  de  él  fué  Suertezuelo,  que  antes  había  poblado  y  des- 
amparado;  pasó  pretendiendo  dar  con  las  bocas  del  Darién,  que  son  siete,  y 
cansándose  de  buscar  tan  á  la  larga  (como  son  27  leguas  que  hay  desde  la  boca 
de  la  ensenada  á  ellas),  tres  ó  cuatro  leguas  antes  de  darles  vista,  determinó 
hacer  una  población  al  Oriente,  en  sitio  limpio  y  bañado  al  viento  por  su 
altura,  como  lo  hizo  en  nombre  de  San  Sebastián,  que  hoy  permanece  en 
un  pueblo  de  indios  que  hay  en  el  mismo  sitio,  donde  van  á  rescatar  con 
ellos  gallinas  algunos  españoles  de  Cartagena :  pienso  le  llamaron  así  por  ha- 
berle tomado  por  su  abogado  contra  el  veneno  de  las  flechas  de  los  indios.  Fué 
ésta  la  segunda  población  de  cristianos  en  Tierra  firme,  tras  la  primera  que  se 
comenzó  á  poblar  de  Belén  en  Veraguas  por  el  Almirante  Colón,  cuando  dio  las 
primeras  vistas  á  aquella  tierra.  Para  maj'-or  seguro  de  su  población  le  hizo 
Ojeda  un  palenque  á  la  redonda,  de  maderos  gruesos,  que  no  le  fué  de  poca  im- 
portancia, como  veremos,  contra  los  briosos  alientos  de  los  Urabaes,  que  llegan 
hasta  allí  desde  la  boca  de  la  ensenada.  Lo  que  más  cuidadoso  traía  á  Ojeda,  he- 
cho esto,  era  la  tardanza  del  Bachiller  Enciso  en  llegar  con  socorro  de  basti- 
mentos y  gente,  que  fué  lo  que  dejaron  tratado  había  3^  sacar  de  la  Española^ 
siguiendo  á  los  alcances  á  Ojeda  ;  que  previniéndolo  todo,  despachó  á  la  Espa- 
ñola una  nave,  para  que  con  lo  procedido  de  los  esclavos  que  habían  habido  á 
las  manos  y  el  oro  (quo  todo  lo  llevaba  la  nave),  le  trajesen  eocorro  de  comida 


CAP.  vi)  noticias  de  las  conquistas  de  tierra  firme.  859 

y  gente,  por  ser  poca  la  que  había  quedado  con  el  suceso  de  Turbaco  y  otras 
muertes,  y  mucho  el  consumo  de  las  vituallas  y  no  poderse  reparar  con  las  que 
tenían  los  indios  en  sus  taras,  por  saberlos  bien  defender  y  guardar. 


CAPITULO  VI 

l."  Hace  el  Gobernador  una  entrada  la  tierra  dentro  con  copia  de  soldados — 2.<*  Mátalos 
á  todos  en  una  guazabara  que  les  dan  los  indios— 3. •»  Matan  también  al  Capitán 
Francisco  Becerra  con  toda  la  gente  que  llevaba— 4.»  Apriétales  el  hambre  á  los  del 
pueblo  fundado  por  Ojeda,  de  que  mueren  muchos. 


P 


ARA  lanzar  de  £í  la  polilla  de  las  fuerzas  y  el  nido  de  los  más  famosos 
vicios,  que  es  la  ociosidad,  y  aun  porque  la  necesidad  Áe  apretar  los 
puños  á  su  defensa  y  rastrear  la  cernida  no  se  la  consentía  tener  Ojeda,  y  así 
trataron  luego  de  hacer  salidas  del  fuerte  ó  población  á  las  de  los  indios,  que 
avispados  ya  con  su  primer  estada  los  años  antes  ó  con  el  nombre  de  traviesos 
que  habían  de  mano  en  mano  adquirido  los  nuestros,  estaban  bien  alerta  con  las 
armas  á  punto,  sin  un  descuido,  con  que  en  las  más  ocasiones,  por  ser  los  solda- 
dos pocos,  llevaban  lo  peor  de  la  innumerable  multitud  que  acometían,  con  que 
les  forzaban  á  tomar  la  vuelta'del  pueblo  y  amparo  de  la  empalizada,  sin  más 
provecho  que  muertes  y  heridas  de  algunos. 

Quiso  Ojeda,  en  compañía  de  buen  número  de  soldados  de  los  más  alentados, 
alargarse  más  que  hasta  allí  á  probar  ventura  entre  indios  que  á  su  parecer  no  ha- 
brían aún  oído,  por  su  mucha  distancia  la  tierra  adentro,  el  nombre  de  españoles, 
ó  por  ventura  llevado  de  la  fama  que  días  había  llegaba  á  los  oídos  de  todos  de  las 
innumerables  riquezas  de  las  provincias  del  Ciuú,  y  así  con  buenas  guías  y  siem- 
pre el  pico  al  Oriente,  fué  trastornando  provincias,  hasta  que  dio  con  el  río  que 
hoy  llaman  del  Cinú,  que  entra  por  dos  bocas  al  mar,  cuatro  6  seis  leguas  al 
Poniente  de  la  Villa  de  Tolú. 

2.^  Pareciendo  á  propósito  el  río  para  subir  por  él  á  la  Provincia,  se  me- 
tieron en  ciertas  canoas  que  hubieron  á  las  manos  en  él,  de  donde  salieron,  ha- 
biendo llegado  al  paraje  del  pueblo,  como  lo  disponía  la  guía,  donde  saltearon 
algunos  indios  que  andaban  á  la  margen  pescando  y  en  sus  labranzas,  y  habién- 
dose escapado  otros,  fueron  como  al  vuelo  cuatro  leguas  que  estaba  de  allí  el 
pueblo  de  innumerable  gente,  á  dar  aviso  al  s3fíor  llamado  Marabiis,  que  no 
turbándolo  la  ocasión,  dispuso  luego  que  fuese  una  buena  tropa  á  hacer  rostro  á 
los  nuestros,  sin  hacer  más  que  entretenerlos  apartándolos  del  río,  mientras  el 
golpe  de  los  guerreros,  que  eran  infinitos,  por  atajos  y  rodeos  bien  sabidos,  los 


860  FRAY   PEDRO   SIMÓN  (1.*  NOTICIA 

cogiesen  en  medio  y  principalmente  las  canoas,  como  se  hizo,  pues  de  repente  y 
antes  que  se  devolvieran  los  nuestros,  se  hallaron  tan  embarazados  con  tanto 
tropel  de  indios  innumerables,  que  después  de  haber  sacado  á  muchos  de  esta 
vida,  les  fué  forzoso  acudir  al  socorro  del  río  y  canoas,  que  hallándoselas  ya 
ocupadas  de  indios,  volvieron  como  leones  ó  como  españoles  sobre  los  bárbaros, 
que  habiendo  muerto  infinitos  en  pago  de  las  vidas  que  fueron  poco  á  poco  rin- 
diendo, al  fin  acabaron  todos  con  su  Capitán  y  Gobernador  Ojeda  ;  que  éste  es 
el  fin  que  le  -da  el  Padre  Aguado  en  sus  papeles  aprobados  por  el  Consejo  y  que 
esto  le  contaron  más  de  veinte  años  después  los  indios  de  este  pueblo  al  Gober- 
nador de  Cartagena,  Don  Pedro  de  Heredia,  llegando  á  él  y  hablándole  de  solas 
treinta  casas,  reliquias  de  innumerables  ruinas  que  hallaba  en  él,  que  pregun- 
tando el  Heredia  la  causa  de  aquel  consumo  del  pueblo,  le  respondían  haberlo 
sido  desde  que  mataron  á  Ojeda  y  sus  compañeros  en  castigo  de  aquel  atroz 
hecho  ;  después  hablaremos  más  largo  de  esto. 

d.°  Que  si  esto  fuese  avSÍ,  más  razón  hay  (supuesto  que  tengo  por  más  cier- 
to fué  la  muerte  de  Ojeda,  como  luego  diremos,  y  no  aquí)  que  esta  ruina  fué 
por  la  muerte  que  dieron  el  año  de  1515  al  Capitán  Francisco  Becerra  y  á 
ciento  ochenta  que  llevaba  consigo,  enviados  de  Pedro  Arias  Dáviia,  Gobernador 
de  Nuestra  Señora  la  Antigua  del  Darién,  desde  la  misma  ciudad,  para  descu- 
brir y  conquistar  esta  Provincia  del  Cinú,  por  la  memorable  fama  que  la  ilus- 
traba de  mucho  oro.  Este  Capitán,  con  el  número  dicho  de  soldados,  en  un  na- 
vio bien  pertrechado  de  piezas,  ballestas  para  cuarenta  y  para  dos  docenas  esco- 
petas, pretendió  descubrir  esta  tierra  haciendo  lo  que  no  había  podido  Enciso 
en  otra  entrada,  y  haciéndola  él  sin  mucho  orden,  por  caminos  nunca  vistos  de 
los  nuestros ;  desde  donde  saltó  en  tierra  fué  pasando  por  los  filos  de  las  espa- 
das cuantos  encontraba,  por  llevar  de  su  Gobernador  esta  orden,  y  como  esto 
hacía  con  pocos,  dividiendo  la  fuerza  de  su  gente  por  diversas  partes,  en  cada 
una  les  iba  peor,  por  las  ventajas  que  les  tenían  los  indios  en  saber  los  lugares 
y  trochas  que  les  atajaban  á  los  soldados,  impidiendo  los  pasos  forzosos  con  árbo- 
les que  derribaban,  corf  cuyos  embarazos  y  la  ligereza  de  los  indios  desnudos, 
que  sin  estorbo  cruzaban  y  se  ponían  donde  les  era  más  á  propósito,  y  la  espe- 
sura de  los  montes  de  gruesos  árboles,  desde  cuyos  troncos  los  flechaban,  queda- 
ron tan  minorados,  que  á  los  pocos  que  fueron  quedando  les  fué  forzoso  pasar 
más  huyendo  que  despacio,  hasta  dar  con  el  río  del  Cinú,  que  fué  su  total  perdi- 
ción, porque  hallando  sin  ruido  de  indios  sus  márgenes  y  canoas  de  industria 
para  poder  ir  pasando,  supieron  los  indios  aprovecnarse  de  la  ocasión  en  que 
estaban  los  nuestros  divididos  por  mitad  á  la  una  y  otra  banda,  pues  entonces 
embistieron  de  ambas  los  que  estaban  emboscados,  con  tanta  multitud  y  bríos, 
que  los  de  los  españoles  sólo  sirvieron   de   vender  bien  sus  muertes  con  las  de 


CÍAP.  vi)  noticias  de  las  conquistas  DIS  TIERIIA  FIEME  361 

muchos  indios,  hasta  qno  llegó  la  de  todos,  sin  escapar  más  que  unos  dos  indios 
de  servicio,  que  á  la  gruesa  ventura,  amparados  de  la  espesura  de  los  montes, 
fueron  á  dar  la  nueva  á  Pedro  Arias  al  Darién,  ya  traspillados  de  hambre,  por 
no  darles  la  priesa  y  miedo  licencia  á  detenerse  en  buscar  comidas. 

4,^  Volviendo,  pues,  a  nuestro  Ojeda,  diremos  que  después  de  aquel  viaje  al 
Cinú  (donde  suponemos  que  no  murió)  les  embistió  en  su  pueblo  la  hambre,  nada 
menor  enemigo  que  los  indios  fronterizos.  Fué  ésta  tan  por  extremo  y  sin  re- 
medio, por  no  atreverse  ^  ningún  soldado  solo,  temeroso  del  veneno  de  las 
flechas,  á  apartarse  dos  pasos  del  fuerte  á  buscar  comidas,  que  con  escoltas  salían 
á  coger  yerbas  y  raíces  de  toda  broza  con  que  no  morir,  por  donde  hallaron 
muchos  la  muerte  más  temprana  comiendo  yerbas  nocivas  por  comer  algo . 
Otros  de  hambres,  sin  más  frío  ni  calentura,  tendidos  se  quedaban  muertos,  y 
aun  á  éstos  los  tenían  otros  por  mejor  librados  que  á  ellos,  que  tan  cruel  ham- 
bre los  atormentaba  ;  iban  así  por  la  posta  pereciendo  todos,  cuando  el  Padre 
de  las  Misericordias  les  socorrió  con  un  navio  bien  inopinado  que  llegó  con 
bastimentos  de  la  Española.  Este  llevaba  un  Bernardino  de  Talavera,  que  an- 
dando á  monte  por  deudas  en  la  Isla  Española  con  temores  de  no  verse  en  la 
cárcel,  se  concertó  con  otros  setenta  hombres  del  mismo  pelaje  y  pasos,  y  hur- 
tando un  navio  de  genoveses  que  estaba  en  la  punta  de  Tiburón  cargando  ca- 
zabe y  tocinos  para  la  ciudad  de  Santo  Domingo,  se  dio  á  la  vela  y  llegó  á  esta 
población  de  Alonso  de  Ojeda,  si  bien  algunos  dicen  que  quedó  con  él  concer- 
tado para  hacer  esto  antes  que  Ojeda  saliese  de  la  isla,  ó  porque  había  dado 
bramo  de  ser  esta  tierra  rica  la  nave  que  el  Ojeda  había   despachado  á  esta  isla. 

Bien  se  podrá  entender  la  inestimable  alegría  y  consuelo  que  recibirían 
los  de  San  Sebastián  con  la  llegada  de  los  bastimentos,  que  luego  se  pagaron  á 
los  precios  que  ponían  los  que  los  trajeron,  con  muy  buen  oro,  de  que  no  estaban 
faltos;  pero  aunque  se  repartieron  entre  todos,  según  la  calidad  de  cada  uno,  no 
faltaron  quejas  de  los  que  se  sentían  agraviados  de  la  repartición,  por  la  mano 
escasa  con  que  lo  hizo  el  Ojeda,  de  que  era  notado  en  toda  ocasión,  aunque  en 
ésta  había  de  hacerlo  así  por  lo  que  podía  suceder  con  la  tardanza  del  Bachiller 
Enciso,  como  en  efecto  sucedió,  pues  por  ella  volvieron  otra  vez  á  hambrear 
con  tanta  necesidad  que  atormentaban  á  Ojeda  con  mil  voces  todos  sus  soldados, 
pidiendo  los  sacase  de  aquella  tierra  donde  tan  á  los  ojos  tenían  la  muerte,  á 
quien  entretenía  con  buenas  esperanzas  de  la  cierta  y  breve  venida  del  Ba- 
chiller Enciso,  y  con  algunas  salidas  que,  como  ya  más  adelantados  con  la  co- 
mida, se  atrevían  á  hacer  entre  los  indios,  en  ima  de  las  cuales  le  pasaron  con 
una  flecha  de  yerba  á  Ojeda  el  muslo,  de  que  se  vido  tan  afligido  por  no  ha- 
berle sacado  gota  de  sangre  en  toda  su  vida  en  innumerables  pendencias  que 
habían  tenido  (atribuyes©  á  la  gran  devoción   que  tenía  á  una  devota  imagen 


362  FRAY  I»BDRO  S1M(5n  (l.*^  NOTICIA 

de  la  Concepción  que  siempre  traía  y  le  había  dado  el  Obispo  Don  Juan  de 
Fonseca),  que  se  la  hizo  caldear  con  una  plancha  de  hierro  ardiendo  á  un 
cirujano,  teniendo  atención  á  que  el  veneno  de  la  yerba  era  de  frío,  con  que  en 
realidad  sanó,  si  bien  fué  menester  gastar  después  mucho  vinagre  en  aplacar 
el  demasiado  calor  en  que  le  puso  la  cura. 


CAPÍTULO  VII 

l.<»  Embárcase  Ojeda  para  Santo  Domingo,  donde  muere— 2,°  Viéndose  los  del  pueblo 
que  fundó  apretados  del  hambre,  se  embarcan  la  vuelta  de  Santo  Domingo— 3.° 
Hácelos  volver  el  Bachiller  Enciso,  que  les  traía  socorro — i,"  Determinan  ir  al 
Darién  y  pueblan  en  él  una  villa,  llamada  Nuestra  Señora  de  la  Antigua. 

CRECÍAN  al  paso  de  la  hambre  y  enfermedades  los  alborotos  de  ios 
soldados  hasta  tratar  de  hurtar  las  carabelas  y  huirse  todos,  con 
que  Ojeda  tuvo  necesidad  de  su  valiente  ánimo  y  de  considerar  que  con  los 
fuertes  y  atrevidos  minoraba  sus  fuerzas  la  fortuna  y  de  tal  suerte  á  las  veces, 
que  si  algunas  le  quedan,  las  emplea  en  favorecerlos,  y  como  aquella  población 
era  el  fin  de  sus  hazañas  y  conquistas  y  el  escudo  de  sus  armas,  determinó 
poner  los  medios  posibles  en  su  permanencia ;  y  pareciéudole  no  ser  por  en- 
tonces otro  más  á  propósito  que  ir  él  en  persona  á  buscar  mantenimientos, 
nombrando  por  su  Teniente  á  Francisco  Pizarro,  hasta  que  llegase  el  Bachiller 
Enciso,  á  quien,  como  dijimos,  había  nombrado  por  su  Alcalde  Mayor  en  la 
Española,  se  embarcó  con  Bernardino  de  Talavera  en  su  navio  y  con  casi  todos 
los  setenta  que  vinieron  con  él,  por  parecerles  era  menor  mal  cualquiera  que 
les  pudiera  suceder  en  la  Isla  Española,  que  los  que  padecían  en  San  Sebastián, 
y  se  dieron  á  la  vela  la  vueKa  de  Santo  Domingo.  Apenas  hubieron  comenzado 
la  navegación,  cuando  se  levantaron  diferencias  en  el  navio  entre  Ojeda  y  Ta- 
lavera sobre  quién  había  de  mandar,  que  siguiendo  todos  la  parte  de  Talavera 
llegó  la  cosa  á  ver  de  prender  á  Ojeda  y  llevarle  allí  no  sólo  en  el  navio,  sino 
aun  después  que  por  no  haber  podido  tomar  la  Española,  fueron  á  dar  á  la  de 
Cuba,  en  la  Provincia  de  Xagua,  si  bien  les  fué  necesario  soltarlo  por  los  mu 
chos  encuentros  que  á  cada  paso  se  les  ofrecían  con  los  indios,  contra  quien 
valía  él  más  solo  que  cuantos  iban  con  él.  Sucediéj^onles  en  este  camino  tan 
innumerables  trabajos  de  guerras,  hambres,  enfermedades,  larguísimas  cié- 
negas que  pasaban  de  agua  á  la  cintura  y  pechos,  que  aunque  han  sido  los 
Innumerables  trabajes  que  han  padecido  los  españoles  en  estas  Indias  los  más 
duros  y  escabrosos  que  jamás  hombres  de  ninguna  nación  han  padecido,  los 


CAP.  Vil)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIEBRA  FIRME.  363 

que  ésttjs  sufrieron  en  esta   larga   jornada  fueron,  á  mi  parecer,  los  mayores  y 
de  más  consideración  y  que  dejan   atrás •  cuantos  he  visto  ni  oído  jamás,  de  que 
los  libró  (á  parecer   de   todos)  la   santísima  imagen  que  llevaba  Ojeda,  á  quien 
con  devoción  se  encomendaban,  poniéndola   de  cuando  en  cuando,  en  sus  ma- 
yores aflicciones   de  pasajes   de   ciénegas,  en  los  troncos  de  los  mangles,  x)f re- 
ciéndole   sus    trabajos.  Al  fin  con  ellos   vinieron  á   aportar  á  la  Española  y  á 
un  pueblo  de  indios   dicho    Cuyba,  á   donde  cuando  entraron,  como  los  vieron 
los  naturales  tan  flacos,  secos   y   decaídos,  los   juzgaban  por  estantiguas;  pero 
refeccionándolos   con   amor   por  algunos  días  con  todos  los  géneros  de  comidas 
con  que  se  hallaba  el  Cacique,    á   quien  le  dio  en  pago  del  hospedaje    Ojeda  su 
imagen,  que  no  estimó   en    poco   el    Cacique,   haciéndole  los  indios  una  capilla 
y  altar  muy  limpios  y  coplas  que   le   cantaban  en  su  alabanza,  cuando  estuvie- 
ron reformados  de  fuerzas   los   pocos   soldados  que  habían  quedado,  tomaron  la 
vuelta  de  la  ciudad  de  Santo   Domingo,  donde   habiendo  gastado  Ojeda  algunos 
meses  en  el  despacho  que   pretendían  hacer   del   socorro  que  venía  á  disponer, 
para  volver  á  los  de  su  población  de  San  Sebastián,  le  tasó  los  pasos  la  muerte 
en  estado  tan  pobre,  que  si  los  pobres  frailes   de   nuestro  convento,  de  quien  él 
había  sido  tan  aficionado  que  siempre  procuraba  llevar  algunos  en  sus  navios, 
DO  le  enterraran  de  limosna  en   la  portería   de   nuestro   convento  (como  él  lo 
dejó  ordenado),  no  tenía  con  qué  enterrarse.  Perdió   su  patria  y  ciudad  Cuenca 
en  su  muerte  uno  de  los  valientes   hombres   que   han  salido  de  ella,  con  haber 
sido  muchos  en  que   ha   tenido   excelencia   como   en   hombres  doctos  y  lo  qu^ 
más  es,  en  santos.  Talavera  y  sus  compañeros  tuvieron   trazas  en  este  viaje  de 
quedarse  en  la  isla  de  Jamaica   con    temores  de  lo  que  les  sucedió  por  el  hurto 
del  navio,  que  no  le  fué  de  provecho   á  Talavera  la  traza,  pues  enviado  el  Al- 
mirante por  él,  lo  ahorcó  en  Santo  Domingo. 

2.^  De  donde  partió  el  Bachiller  Enciso  lo  antes  que  pudo  (aunque  tardo 
para  los  de  San  Sebastián)  la  vuelta  del  puerto  de  Cartagena,  con  ciento  cin- 
cuenta hombres,  muchos  bastimentos  y  puercos  con  sus  padres  para  criar 
yeguas  y  caballos,  algunos  buenos  tiros  gruesos,  lanzas,  espadas  y  otros  pertre- 
chos de  guerra,  y  llevara  mucho  más  de  esto  y  soldados,  con  quien  se  concertó 
en  la  ciudad  do  Santo  Domingo  que  los  iría  tomando  en  los  puertos,  con  que 
huirían  do  sus  deudos  si  los  acreedores  de  éstos,  habiéndolo  entendido,  no  dieran 
aviso  al  Almirante,  suplicándole  le  acompañara  una  nave  armada  hasta  dejarle 
muy  enmarado  de  la  islaj  si  bien  toda  esta  diligencia  no  bastó  (según  algunos 
quieren)  para  que  no  se  embarcase  Vasco  Núñez  de  Balboa,  que  era  uno  de  los 
más  adeudados,  metido  en  una  pipa  por  ocultarse  más,  hasta  que  después  á 
buen  tiempo  se  descubrió;  si  no  es  que  prevalece  la  opinión  de  los  que  dicen  que 
vino   con   Ojeda  cuando   fundó  á  San  Sebastián,  donde  el  Teniente  Francisco 

35 


S64  FRAT   PEDRO   SIM(5n  (1.»  NOTICIA 

Pizarro,  después  de  cansado  de  aguardar  los  cincuenta  días  que  les  había  dado 
de  término  Ojeda  para  volver  con  bastimentos  y  haber  padecido  en  ellos  in- 
creíbles trabajos  de  hambres,  enfermedades  y  muertes,  determinó  embarcarse 
con  todos  en  los  bergantines,  porque  ya  la  gente  había  llegado  á  tan  poco  núme- 
ro, por  tantas  desventuras  que  cabían  bien  en  ellos,  y  habiendo  hecho  tasajos 
cuatro  yeguas  que  habían  reservado  para  defenderse  de  los  indios  fronterizos, 
se  embarcaron  todos  los  del  pueblo,  yendo  Francisco  Pizarro  por  Capitán 
del  un  bergantín,  y  del  otro  un  Valenzuela,  y  haciéndose  á  la  vela  el  mismo 
año  de  mil  quinientos  diez,  á  los  seis  meses  que  habían  entrado  en  la  ensenada, 
un  valiente  golpe  de  mar  sumió  con  toda  la  gente  el  bergantín  de  Yalenzuela, 
de  suerte  que  ni  el  barco  ni  persona  de  él  pareció  más.  Algunos  dicen  que 
fué  corcobo  de  alguna  ballena  ó  de  otro  gran  pescado  que  pasó  por  debajo. 
8.^  Con  los  mismos  temores  de  igual  suceso  pasó  adelante  Francisco 
Pizarro  hasta  llegar  á  embocar  por  el  puerto  de  Cartagena,  por  donde  entrara 
sin  detenerse,  á  no  descubrir  que  venía  también  llegando  á  la  boca  una  nave 
y  un  bergantín,  que  esperándolos,  conoció  era  el  Bachiller  Enciso,  el  cual 
habiendo  también  reconocido  á  Pizarro  y  la  gente  que  traía  de  Ojeda,  enten- 
diendo lo  dejaban  desamparado,  los  intentó  prender  y  castigar,  no  dando  oído 
á  los  principios  á  lo  que  decían  de  la  ausencia  de  Ojeda  y  de  los  inmensos 
trabajos  que  les  había  obligado  á  desamparar  el  pueblo;  al  fin  se  comenzó 
luego  á  ablandar  viendo  los  recaudos  que  había  dejado  de  su  Teniente  Ojeda 
á  Francisco  Pizarro,  á  quien  no  dejó  de  decirle,  como  reprendiéndole,  que  debie- 
ra no  haber  desamparado  tan  presto  el  sitio  y  que  estaba  obligado  á  volver 
á  él,  cosa  que  Pizarro  y  sus  compañeros  aborrecieran  de  muerte,  por  haberlos 
puesto  en  sus  garras  muchas  veces  las  miserias  y  necesidades,  mejor  padecidas 
que   dichas. 

Con  todo  eso,  las  buenas  palabras  y  halngos  de  Enciso,  mezcladas  con 
algún  imperio  y  amenazas,  los  hizo  volver  consigo  en  el  mismo  bergantín  de 
Francisco  Pizarro,  y  saliendo  del  puerto  de  Cartagena  la  vuelta  de  Urabá 
con  tiempo  fresco,  á  la  entrada  de  la  ensenada  dio  la  nave  de  Enciso  en  los 
bajos  de  Caribana,  con  tanta  fuerza,  que  á  no  darse  buena  maña  en  coger  toda 
la  gente  desnuda  y  algunas  armas,  bizcocho,  harina  y  quesos,  todo  se  perdiera, 
como  lo  hizo  la  nave,  con  las  yeguas,  caballos  y  puercos.  Aquí  fueron  los 
clamores  y  requerimientos  que  todos  hicieron  al  Bachiller  Enciso  para  salir 
de  aquella  tierra  enemiga  de  sus  vidas  por  tantos  caminos,  pues  ninguno  halla- 
ban qne  no  les  fuese  su  polilla;  por  una  parte,  indias  valentísimos  con  flechas 
de  yerba  que  los  acometían  y  flechaban;  por  otra  la  hambre,  pues  apenas  les 
cabía  eu  dos  días  á  cada  uno  un  tasajo  de  algunos  puercos  zahínos  que  mata- 
ban ;   por   otra  el  mal  país,  y  por  mil  las  enfermedades;  con  que  los  clamores 


CAP.  Vil)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA  PISME.  365 

crecían  por  instantes,  hasta  que  Vasco  Núñez  de  Balboa  dijo  que  se  acordaba 
que  yendo  los  años  pasados  con  Eodrigo  de  Bastidas  por  la  costa  que  tenían 
enfrente  al  Occidente  de  la  ensenada  de  Urabá,  habían  bailado,  pasando  un  gran 
río,  una  tierra  amena  y  de  buen  país,  bien  poblada  de  indios  más  pacíficos  y  que 
no  ponían  yerba  en  las  flechas,  y  abundante  de  comidas. 

4.°  Cuadró  á  todos  tanto  esto,  que  luego  alzaron  vela,  y  con  buen  viaje 
pasaron  las  bocas  del  río  Darién;  pero  llegando  á  la  otra  banda,  hallaron  á  los 
indios  tan  prevenidos  y  puestos  en  defensa  de  sus  tierras  sobre  un  cerrillo, 
que  temiendo  las  flechas,  hicieron  voto,  por  que  Dios  les  librase  de  ellas,  de  enviar 
un  romero  á  Nuestra  Señora  de  la  Antigua  de  Sevilla,  y  de  ponerle  el  mismo 
nombre  de  Nuestra  Señora  á  la  viUa  que  poblasen,  obligándose  todos  á  esto 
con  juramento,  que  lo  cumplieron  todo,  pues  habiéndoles  dado  Dios  victoria 
contra  aquellos  indios  que  tenían  enfrente,  matando  algunos,  hiriendo  á  otros 
y  ahuyentándolos  á  todos,  hallaron  en  sus  casas  buen  pillaje  de  algodón  en 
rama  é  hilado,  joyas  de  oro  muy  fino  de  diversas  hechuras,  que  se  ponían  en  las 
orejas  y  otras  partes,  ni  tan  pocas  que  no  pasasen  de  diez  mil  pesos  de  buen 
oro.  Poblaron  á  la  lengua  del  agua  una  villa  que  llamaron  Santa  María  de 
la  Antigua  del  Darién;  por  haberles  salido  tan  bien  este  consejo,  Vasco  Núñez 
de  Balboa  cobró  buena  opinión  y  crédito,  y  él  tan  grande  presunción  y  altivez, 
que  trabajaba  con  sus  amigos  se  le  quitase  la  obediencia  al  Bachiller  Enciso 
y  se  le  diese  á  él,  diciendo  que  pues  ya  había  salido  de  los  límites  de  la 
Gobernación  de  Ojeda,  que  sólo  llegaba  (como  dejamos  dicho)  al  río  del  Darién, 
desde  el  Oabo  de  la  Vela,  con  título  de  la  Nueva  Andalucía,  yá  no  tenía 
alguna  jurisdicción  Enciso  ni  la  gente  obligación  de  obedecerle,  como  ni  yo 
la  tengo  á  pasar  de  aquí  con  mi  historia,  pues  como  tengo  dicho  muchas  veces, 
sólo  llegan  sus  términos  por  esta  parte  del  Occidente  hasta  el  río  del  Darién. 
Y  así,  quien  quisiere  ver  los  sucesos  y  fines  que  tuvo  esta  villa  de  Nuestra 
Señora  de  la  Antigua  del  Darién  y  cómo  el  Vasco  Nuñez  de  Balboa,  saliendo 
de  esta  villa,  descubrió  el  mar  del  Sur  el  año  de  1518,  y  cómo  el  siguiente 
vino  por  Gobernador  de  ella  y  provincia  del  Darién  Pedro  Arias  de  Avila  y 
trajo  al  primer  Obispo  que  hubo  de  Tierra ^firm^,  Don  Fray  Juan  de  Quevedo, 
fraile  de  nuestra  Orden,  con  otros  muchos  religiosos  de  la  misma,  y  cómo  la 
desampararon  siguiendo  pleitos  é  intereses,  lea  á  los  autores  que  han  escrito  do 
esto,  en  especial  á  Herrera,  en  sus  Décadas  1,  2,  3  y  4,  y  á  Gomara  en  su  His- 
toria general,  y  al  mismo  Enciso,  que  también  escribió  de  esto  y  mejor  que 
nadie,  por  haber  pasado  por  él. 


366  FRAY  PEDRO   SIMÓN  (1.*  NOTICIA 

CAPÍTULO  VIlI 

1.*  Poca  noticia  que  han  tenido  estos  indios  de  su  origen— 2.»  Gigantes  que  liabíá  en 
estas  tierras— 3.°  Ignorancia  de  estos  indios  y  supersticiones — 4.*  Pacto  que  tenía 
con  el  Demonio  un  mestizo  Luis  Andrea. 

A  misma  igual  y  ciega  fortuna  han  corrido  toda  la  ciega  gentilidad 
de  los  indios  de  estas  tierras  de  este  Nuevo  Mundo  en  rastrear  su 
origen  y  principios  de  donde  descienden,  de  qué  nos  ha  sido  maestra  la  larga 
experiencia  que  de  las  muchas  provincias  que  hemos  pasado  hemos  conocido,  y 
de  las  demás  que  hemos  visto  en  las  largas  historias  que  hay  de  estas  materias; 
y  así,  no  siendo  de  mayores  talentos  las  de  estas  provincias  de  que  vamos  tra- 
tando, de  entre  los  dos  ríos  del  Darién  y  el  de  la  Magdalena,  que  la  de  los 
demás  descubiertos  (porque  quien  ve  un  indio  ve  á  todos  los  de  este  Nuevo 
tóundo,  con  bien  poca  ó  ninguna  diferencia  de  costumbres  y  habilidades),  cou 
la  misma  ceguera  y  tinieblas  que  los  demás  sienten  de  su  origen,  pues  los  Ura- 
báes  decían  que  los  principios  de  sus  mayores  habían  sido  de  la  otra  parte  del 
gran  rio  Darién,  sin  saber  otro  origen  ni  tener  habilidad  para  investigarlo. 
Los  de  la  costa  Tolú  de  la  boca  de  la  ensenada  de  Acia  hasta  los  Calamares, 
que  hoy  es  la  ciudad  de  Cartagena,  decían  que  su  origen  había  sido  de  un 
hombre  llamado  Mechión  y  de  una  mujer  llamada  Maneca,  y  que  ésta  tenía 
sólo  una  teta,  donde  se  recogía  la  leche  de  ambas  y  la  daba  con  más  fuerza  y 
abundancia  á  sus  hijos,  razón  bastante  por  donde  salían  tan  valientes.  También 
tienen  por  tradición,  6  por  saberlo  por  noticias  ó  por  haber  descubierto  huesos 
de  más  de  marca,  que  hubo  gigantes  en  toda  aquella  provincia,  gente  que  tenía 
tres  cuerpos  de  los  hombres  ordinarios,  y  con  el  mismo  exceso  eran  sus  fuerzas 
y  comidas,  y  aun  sus  ruines  costumbres,  pues  las  tenían  de  usar  el  pecado 
nefando  á  que  se  entregaban  con  tanta  bestialidad  unos  con  otros,  que  aborre- 
cían de  muerte  á  las  mujeres,  con  quien  sólo  se  juntaban  para  sólo  la  genera- 
ción, y  cuando  nacían  hembras,  las  ahogaban  entre  las  manos  (como  dicen)  de 
la  comadre;  pero  no  quedaron  sin  castigo  estas  abominaciones,  siéndoles  verdu- 
go el  cielo  con  rayos  que  les  arrojó  y  consumió  hasta  el  último. 

2,°  No  parece  esta  tradición  increíble,  si  se  advierte  lo  que  dejo  tan  proba- 
do de  ésta  materia  á  los  principios  de  mi  primera  parte,  y  lo  que  dice  Saa 
Agustín  en  su  Tomo  de  la  Ciudad  de  Dios,  libro  15,  donde  trata  con  autoridad 
de  otros  autores  en  muchas  partes  del  mundo  haberHi^  habido,  y  que  el  mismo 
santo  y  otros  muchos  con  él  vido  en  la  costa  de  Utica  ó  Biserta  un  diente 
molar  de  un  hombre,  tan  grande,  que  si  le  partieran  por  medio  é  hicieran  otros 
del  tamaño  de  los  nuestros,  se  pudieran   hacer  ciento,  y  que  cree  el  santo  quo 


CAP.  VIll)  NOTICIAS  DE  LA3  CONQUISTAS  DE  TIERRA    FIRME  367 

aquél  fué  de  algún  gigante  en  cuerpo  y  fuerzas.  Atestigua  también  de  estas 
cosas  Virgilio,  que  dice  en  su  Eneida  haber  habido  en  cierta  batalla  un  hombre 
tan  valiente  que  arrebató  una  piedra  que  estaba  puesta  por  mojonera  de  un 
término,  y  corriendo  la  arrojó  á  otro,  cuya  grandeza  era  de  suerte  que  doce 
hombres  de  nuestro  tiempo  apenas  le  hicieran  perder  tierra;  y  concluyendo  el 
capítulo  el  santo,  dice:  ¿  por  ventura  no  es  creíble  que  en  alguna  parte  haya 
ahora  lo  que  aquí  no  hay  ?  ¿  y  que  en  algún  tiempo  hubo  lo  que  ahora  no  hay  ? 
Dando  á  entender  que  muchas  cosas  de  las  que  no  vemos  ni  hay  en  las 
tierras  que  pisamos,  las  hay  y  puede  haber  en  otras  muchas,  y  de  sus 
muertes  con  rayos  puede  ser  que  sobre  merecerlas  sus  abominables  pecados, 
fuesen  de  aquellos  que  trata  el  Profeta  Baruch,  que  en  ciertas  tierras 
fueron  aquellos  gigantes  tau  nombrados  desde  el  principio,  de  grande  esta- 
tura y  belicosos.  No  escogió  el  Señor  á  éstos  ni  les  comunicó  el  camino  de 
la  ciencia,  sino  que  perecieron,  y  porque  les  faltó  la  sabiduría  se  perdieron  por 
su  inconsideración,  que  también  la  refiere  el  mismo  San  Agustín  en  el  mismo 
libro.  Cap.  XXIIL 

3.<>  Era  también  su  ignorancia  en  conocer  el  primer  principio  de  todas  las 
cosas  tal,  que  en  ninguno  de  los  de  esta  tierra  se  halló  este  conocimiento,  aun- 
que lo  tenían  de  las  diferencias  de  tiempos  para  sus  labranzas,  sementeras  y 
cosechas  de  maíz,  yucas,  batatas  y  otras  raíces  de  su  comida  ordinaria,  y  así 
con  esta  ceguera  de  no  atinar  á  rastrear  esto,  seguían  las  persuasiones  del  De- 
monio que  les  daba,  y  que  ésta  era  la  suya,  y  como  su  talento  no  se  extendía 
á  pedir  razón  de  aquello,  como  jamás  se  ha  extendido  á  pedirla  á  los  españoles 
de  la  ley  que  les  predican  (la  más  valiente  señal  de  la  ignorancia  que  se  ha 
hallado  entre  ellos),  con  facilidad  determinaron  adorarle  haciéndole  partioulai'es 
templos  y  casas,  donde  se  les  aparecía  á  los  Mohanes  y  á  los  más  viejos  en  dife- 
rentes y  espantables  figuras,  y  haciéndoles  pasar  adelante  con  tales  disparates, 
les  perí»uadía  que  adorasen  á  vueltas  muchas  suertes  de  animales  de  diversas 
materias;  pero  en  especial  y  mes  comunmente  los  hacían  de  oro,  de  que  pudo 
dar  buen  testimonio  Don  Pedro  de  Heredia  con  su  gente,  pues  llegando  á  con- 
quistar (poblada  yá  la  ciudad  de  Cartagena)  los  pueblos  de  la  costa  del  mar  á 
la  parte  del  Kío  Grande  de  la  Magdalena,  que  es  del  Levante,  halló  en  la 
gran  ciudad  de  Cipacua  un  valiente  templo  de  su  adoración,  en  que  adoraban 
un  puerco  espín  de  oro  fino,  que,  como  le  manifestó  la  romana,  pesaba  cinco 
arrobas  y  media,  y  en  el  templo  de  otro  pueblo  llamado  Carnapacua  se  encon- 
traron que  tenían  por  sus  dioses  ocho  patos  de  oro  fino  en  un  valiente  templo, 
que  pesaron  cuarenta  mil  ducado?,  y  á,  este  modo  más  ó  menos  con  ningún 
templo  encontraban  que  no  les  enriqueciese. 

4.°  Dedicados  al  culto  de  estos  templos  tenían  sus  Mohanes,  que  daban  al 


368  FRAY  PEDRO   SIMÓ Jí  (1.»  NOTICIA 

pueblo  sus  respuestas  de  lo  que  consultaban  al  Demonio,  con  gl'andea  supersti- 
ciones y  hechicerías,  en  que  estaban  tan  aferrados  que  no  ha  sido  bastante 
la  doctrina  evangélica  y  maestros  de  la  fe  que  los  han  enseñado,  para  desarrai- 
gárselas hasta  hoy,  como  se  echó  de  ver  los  años  pasados  en  la  confesión  que 
hizo  en  la  Santa  Inquisición  y  se  leyó  en  un  acto  público  que  se  tuvo  en  esta 
ciudad  de  Cartagena  el  año  de  1613,  de  un  mestizo  hijo  de  español  é  india^ 
llamado  Luis  Andrea,  natural  del  pueblo  de  Tubaxa,  donde  estuvo  doctrinando 
cuatro  ó  cinco  años  aquel  santísimo  varón,  fray  Luis  Beltrán,  de  la  Orden  de 
nuestro  Padre  Santo  Domingo 'j'circunstancia  que  se  debe  advertir  por  la  gran 
solicitud  que  tuvo  el  santo  (como  en  su  lugar  diremos)  para  estirpar  las  moha- 
nerías  é  idolatrías  en  que  los  halló. 

Decía,  pues,  el  mestizo  que  viniéndole  d  él  por  herencia  el  ser  Mohán 
de  aquel  pueblo  y  no  pudiendo  ejercer  el  oficio  por  su  poca  edad,  suplió  esta 
falta  un  tío  suyo  hasta  que  61  la  vino  á  tener,  y  habiéndole  industriado  el  tío 
y  él  tomádolo  bien  de  memoria  en  el  modo  con  que  había  de  invocar  al  De- 
monio, le  dio  la  investidura  del  oficio,  entregándole  en  uíias  ollas  de  barro 
ciertas  piedrezuelas  al  modo  y  cantidad  de  habas,  y  diciéndole  el  que  había 
de  guardar  para  invocarle;  apenas  comenzó  á  menearlas  en  la  olla,  dentro  del 
templo,  cuando  se  le  apareció  en  figura  humana  y  le  habló  dándole  las  gracias 
de  haber  recibido  el  oficio  y  ofreciéndole  todo  su  favor  en  la  prosecución  de 
él,  con  que  se  despareció  por  esta  vez.  Llamábase  el  Demonio  Buziraco  y  decía 
había  muchos  años  era  su  particular  asistencia  en  la  popa  que  la  llama  esta  ciudad 
de  La  Galera,  que  es  un  promontorio  ó  cerro  dilatado  que  corre  de  Sur  á  Norte, 
xm  cuarto  escaso  de  legua  de  la  ciudad  al  Levante,  que  por  tener  forma  de 
galera  cubierta,  la  llaman  así,  y  que  desde  allí  corría  muchas  partes  de  estas 
provincias  solicitando  las  almas  de  los  indios  á  las  ignominias  y  disparates  en 
que  los  traía;  pero  que  después  que  poblaron  allí  (como  hoy  lo  está)  un  con- 
vento de  Descalzos  de  la  Orden  de  San  Agustín,  desamparó  aquel  lugar  y  se 
fué  á  una  punta  que  entra  en  la  mar,  dos  leguas  de  allí,  que  llaman  de  los 
Icacos;  con  que  podrá  desengañarse  el  hereje  y  conocer  la  importancia  que 
tenga  el  fundar  templos  y  conventos,  pues  son  tan  poderosos  que  no  pudiéndolos 
resistir  el  Demonio  ni  sufrir  la  santidad  de  ellos,  desampara  los  lugares  y 
huyendo  muy  lejos  busca  otros  donde  no  halle  esta  contradicción,  como  lo  hizo 
á  aquel  santo  convento  los  seis  primeros  meses  que  se  comenzó  á  fundar,  ca- 
yendo allí  extraordinarias  tempestades  de  rayos  y  aguaceros,  pretendiendo  con 
esto  estorbar  la  obra.  <^ 


CAP.  IX)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERBA  FIRME.  360 

CAPÍTULO  IX 

1.°  Aparecimientos  del  Demonio  al  mestizo  Luis  Andrea— 2.°  Ofrecimientos  que  le  ha- 
cían por  medio  del  mestizo  los  indios — S.®  Modo  que  tenían  en  sus  casamientos. 


P 


HOCUEÓ  luego  el  Buziraco  acreditar  su  Moban  cou  todos  los  indios 
del  pueblo  y  convecinos,  dándole  y  mostrándole  yerbas  con  que  les 
curaba  de  todas  suertes  de  enfermedades  y  advirtiéndole  que  nunca  curase  á 
españoles,  porque  no  viniese  á  ser  descubierto.  Dábales  estas  yerbas  el  Mobán 
á  los  ÍLdios,  molidas,  para  que  no  viniesen  á  conocerlas  los  indios  y  á  hacerse 
comunes  y  su  ciencia  de  menos  estima,  con  que  TÍno  á  cobrarla  tan  grande? 
que  en  toda  la  comarca  de  Tubará,  que  no  son  pocos  pueblos,  era  de  los  más 
famosos  Mohanes  de  su  tiempo  y  á  quien  más  frecuentaban  en  las  consultas  de 
sus  "enfermedades,  porque  Buziraco  le  era  tan  familiar  como  lo  es  un  grande 
amigo  de  otro,  sin  faltarle  en  ocasión  de  aparecérsele  cuando  le  invocaba.  En 
una  se  le  apareció  en  un  caballo  y  una  lanza  en  la  mano  y  un  gran  sombrero 
de  paja  en  la  cabeza,  al  encuentro  de  una  senda  por  donde  iba  el  Mohán,  y  con 
airado  rostro  le  comenzó  á  reprender  cou  palabras  severas  porque  trataba  de 
confesarse;  quejábase  de  él  que  le  quería  dejar  confesando  sus  culpas  después 
de  haberle  hecho  tantos  favores  y  famoso  en  acreditarle  en  toda  la  comarca, 
y  amenazándole  con  graves  castigos  si  pasaba  adelante  con  sus  intentos,  se 
desapareció.  Pero  los  aparecimientos  más  famosos  que  le  hacía  en  todo  el  año 
eran  dos:  la  noche  de  San  Juan  y  la  de  la  Natividad  de  Cristo,  queriendo  en 
estos  días  tan  célebres  hacerse  estimar  y  que  los  pobres  indios  dejasen  de  acudir 
á  lo  que  la  santa  madre  Iglesia  les  ordenaba  en  noches  y  días  tan  festivos. 

2.**  Aparecíase  de  esta  manera:  mandaba  que  en  su  buhío  (que  siempre 
so  le  tenían  dedicado  ó  en  el  pueblo  ó  la  montaña,  á  oscuras  de  los  españoles, 
y  en  especial  del  Padre  doctrinero)  le  tuviesen  prevenido  un  vaso  grande  como 
media  tinaja  de  á  seis  arrobas  (que  en  el  Nuevo  Reino  llamaban  moya), 
llena  de  agua,  y  que  á  la  media  noche  estuviesen'  dentro  del  buhío  el  Mohán 
y  los  indios  é  indias  más  viejos  del  pueblo,  y  de  ninguna  manera  mozos  (rece- 
lando el  descubrirse  por  los  mozos  el  secreto)  y  como  iban  entrando  las  mu- 
jeres se  iban  quitando  sus  collarejas,  manillas  y  otras  piezas  de  oro  y  echando 
dentro  de  la  moya,  y  el  Mohán  tenía  echada  en  la  misma  agua  unas  hojas  de 
tabaco  y  preparado  mucho  en  polvo  para  lo  que  luego  hacía.  El  estar  todo  esto 
dispuesto  y  la  gente  en  el  buhío,  era  la  hora  que  ^e  había  de  invocar  el  jeque, 
como  lo  hacía  meneando  sus  piedrezuelas,  á  cuyo  son  le  veían  y  oían  con  bre- 
vedad dentro  del  agua  de  la  vioya^  porque  lumbre  era  excusada  en  fiesta  del 
padre  de  tinieblas.  Desde   allí,  haciendo   ruido  en  el  agua,  que  era  seña  de  que 


370  TRAY  PEDRO  SIMÓN  (1.»  NOTICIA 

lo  tenían  presente,  les  hacía  una  breve  arenga  á  todos,  dándoles  las  gracias  de 
lo  bien  que  le  servían  y  de  que  le  hubiesen  querido  venir  á  honrar  en  aquella 
noche  que  tanto  los  cristianos  honraban  el  nacimiento  de  Cristo  y  San  Juan. 
Estaban  los  oyentes  á  todo  con  profundo  silencio,  con  que  oían  bien  el  ruido 
que  Buziraco  hacía  en  el  agua,  dando  á  entender  que  se  lavaba  y  restregaba 
á  priesa  con  las  hojas  de  tabaco  todo  su  cuerpo ;  haciendo  en  esto  pausa  de  cuando 
cuando,  tomaba  on  la  boca  del  tabaco  en  polvo  y  polvorizaba  con  él  á  todos, 
y  todos  hacían  lo  mismo  á  él  con  el  que  cada  cual  tenía;  volvíales  á  hablar. 
Hecho  esto,  diciendo  á  las  mujeres  que  él  no  era  interesable,  antes  deseaba 
darles  muchas  cosas,  y  que  así  tomasen  sus  collarejos,  zarcillos  y  piezas  de  oro 
y  se  las  llevasen,  que  él  sólo  quería  de  la  fiesta  el  tabaco  en  hoja  y  polvo ^  porque 
era  manjar  muy  de  su  gusto;  y  que  llevasen  aquel  agua  donde  él  se  había 
lavado,  y  rodándoles  con  ella,  santificasen  sus  casas,  como  los  hispanos  lo  hacían 
en  las  suyas  con  el  agua  bendita,  con  que  se  desaparecía  y  acababa  la  fiesta ;  y 
éste,  han  advertido  los  cristianos,  es  el  común  modo  de  invocar  al  Demonio  en 
estas  tierras,  por  haber  hallado  su  buhío  con  esta  disposición  de  vasos  en  di- 
versas partes. 

3.°  Seguían  en  sus  casamientos  los  de  estas  provincias  casi  el  mismo  modo 
que  los  de  todas,  con  pocas  ceremonias  y  de  ordinario  vanas,  porque  la  dote  de 
ambos  era  poco  más  que  el  entrego  de  sus  personas,  con  que  se  gastaba  poco 
tiempo  en  el  concierto.  Esto  lo  hacían  los  mayores  de  novio  y  novia,  y  la  señal 
de  quedar  efectuado  era  enviar  él  á  ella  una  hamaca  y  ella  á  él  dos,  tejidas  de 
algodón,  y  según  la  mayor  ó  menor  nobleza  de  los  novios  (porque  ésta  siempre 
se  ha  reconocido  entre  todas  estas  naciones  como  en  las  demás  del  mundo)  era 
la  fineza  de  las  telas  de  las  hamacas,  porque  las  del  vestido  de  ambos  era  las 
que  les  dio  naturaleza,  toda  descubierta  ;  sólo  se  ponían  en  las  partes  honestas, 
ellos,  canutillos  de  oro  fino  con  que  las  cubrían,  y  en  las  plantas  unos  pedazos 
de  cuero  de  venado,  á  tnodo  de  las  abarcas  de  los  labradores  de  tierra  de  Cuenca, 
atados  por  arriba  con  unos  cordelejos,  por  el  gran  fuego  de  la  tierra,  que  llaman 
Camharcos.  Procedíase  luego  ^  la  borrachera  en  la  casa  del  novio  (habiéndole 
ya  entregado  la  esposa),  á  que  acudían  todos  los  de  la  parentela  de  ambas  partes 
y  los  que  querían  del  pueblo,  estando  prevenidas  muchas  mucuras  de  chicha  y 
totumas  en  qué  bebería,  que  es  el  vaso  más  á  propósito  que  se  ha  hallado  para 
este  brevaje,  porque  así  como  el  vino  es  su  propio  vaso  el  del  oro  ó  la  plata, 
para  la  aloja,  cerveza  y  sidra  el  de  vidrio,  para  el  agua  el  de  la  tierra  sin  vi- 
driar, para  el  chocolate,  atole  y  pinole,  el  coco,  así  para  la  chicha,  guarapo  y 
mazato  son  vasos  acomodados  las  totumas.  En  una  de  ellas  había  de  poner  el 
novio  en  la  borrachera  algunos  granos  ó  puntas  de  oro  hasta  valor  de  una  do- 
cena de  castellanos,  que  acabada  de  llenar  de  chicha,   daba   al  suegro.  Esto   se 


CAP.  X)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DETIERRA    FIRME  371 

hacía  tres  veces,  con  intervalo  de  quince  días,  con  que  acababa  el  brindis  hasta 
haber  parido  la  novia,  porque  entonces  volvía  á  resucitar,  en  alegría  del  primer 
hijo.  Esto  era  con  todas  las  que  se  casaban,  aunque  fuesen  muchas. 


CAPÍTULO  X 

l.<*  No  reparaban  estos  indios  en  hallar  á  sus  mujeres  doncellas— 2.»  Guerras  que  tenían 
unos  con  otros  y  animales  que  se  crían  en  estas  tierras— 3.''  Dos  maravillosas  fuen- 
tes, y  las  propiedades  del  perico  ligero. 


N' 


O  se  reparaba  mucho  en  que  la  novia  estuviese  doncella  ;  antes  los 
casamientos  de  más  estima  eran  los  que  se  hacían  con  mozas  que 
habían  sido  públicas,  porque  de  este  trato  se  usaba  mucho,  en  que  se  ejercitaban 
casi  todas  las  doncellas,  como  lo  supieron  los  españoles  en  lo  que  le  sucedió  á 
Don  Pedro  de  Heredia  y  sus  soldados  en  el  pueblo  de  Oipacuá,  donde  estando 
alojados  en  cierta  labranza  no  lejos  del  pueblo,  después  de  haberles  enviado  el 
Cacique  cnatrocientas  viejas  cargadas  de  diferentes  comidas,  le  envió  más  de 
cien  mozas,  todas  de  tan  buen  parecer,  graciosas,  hermosas  y  risueñas,  que  fueron 
ocasión  á  que  le  pusiesen  los  nuestros  por  nombre  el  pueblo  de  las  Hermosas. 
No  traían  otra  cosa  cubierta  de  su  cuerpo  más  que  lo  que  podían  cubrir  mu- 
chas vueltas  de  cuentas  de  chaquira  entremetidas  con  granillos  de  oro  en  las 
gargantas  de  los  pies,  brazos  y  cuello;  pero  después  de  casadas  se  advertía  tanto 
en  el  adulterio,  que  no  pagaban  menos  que  con  la  vida  ambos  adúlteros.  Tam- 
poco se  reparaba  en  los  grados  prohibidos  por  naturaleza,  pues  el  padre  se  jun- 
taba con  su  hija  y  aun  con  su  madre  :  nunca  usaron  el  pecado  nefando,  ni 
comer  carne  humana,  á  lo  menos  los  que  alcanzaban  costa  de  mar  y  ciénegas 
donde  podían  haber  pescado,  á  cuyo  rescate  y  de  las  hamacas  que  hacían  de  algo- 
dón, venía  gran  suma  de  indios  de  la  tierra  adentro  con  buenas  sumas  de  oro, 
que  era  el  que  tenían  en  estas  provincias,  porque  en  ellas  no  se  han  hallado 
hasta  hoy  minerales  de  él. 

2.0  Sus  guerras  eran  sin  cesar,  unas  provincias  y  pueblos  con  otros,  por- 
que el  enemigo  de  la  paz  á  quien  servían  no  les  dejaba  descansar  un  punto  sin 
que  anduviesen  derramando  sangre  humana,  si  bion  esto  los  hacía  más  valien- 
tes, aun  hasta  las  mujeres,  que  lo  eran,  como  dejamos  dicho,  pues  al  lado  de  sus 
padres  y  maridos  solían  hacer  mayor  riza  que  ellos  en  sus  enemigos.  Salían  á 
las  guazabaras  con  valientes  crestas  y  penachos  de  ricas  y  varias  plumas  entre" 
talladas,  las  de  la  nobleza,  en  cintas  de  oro  fino,  con  que  ceñían  sus  cabezas  ;  em- 
bijados los  cuerpos  por  parecer  más  horribles  j  las  armas  eran  flechas  de  yerba, 


372  FEA  Y   PEDRO    SIMÓN  (1.*  NOTICIA 

porque  como  no  comían  la  carne  de  los  que  mataban,  no  les  importaba  quedase 
infecta  ;  usaban  de  macanas,  lanzas  y  hondas  y  de  algunos  pabeses  de  tabla. 
Eran  diestrísimos  en  el  manejo  de  todas  ;  sus  comidas  eran  las  ordinarias  de 
esta  tierra  :  maíz,  yuca,  batatas,  frisóles  y  otros,  que  todo  seda  con  abundancia, 
por  ser  tierras  calientes.  También  comían  aves,  de  que  son  las  tierras  abun- 
dantísimas de  varias  especies,  y  hermosa  plumería,  con  que  hacían  sus  galas 
para  sus  guerras  y  fiestas,  que  era  para  lo  que  más  se  aprovechaban  de  ellas, 
que  de  ordinario  para  comer  son  durísimas,  como  son  los  papagayos,  de  qne 
hay  innumerables  y  de  muchas  diferencias,  periquitos  que  son  papagayos  como 
tordos,  guacamayas,  catarnicas,  perdices,  que  si  su  dureza  no  las  defendiera  en 
el  plato,  son  de  razonable  carne,  pavas,  paugíes.  También  comían  de  los  anima- 
les, como  iguanas,  que  son  de  figura  de  sierpes,  que  á  no  enmendar  con  su  buen 
gusto  su  mala  catadura,  más  fueran  de  aborrecer  que  de  estimar  ;  puercos  zahí- 
nos  con  el  ombligo  en  la  parte  de  los  ríñones,  y  otros  que  llaman  de  manada, 
que  parecen  á  los  nuestros,  guaquiras,  guardatinajas,  hicoteas,  morrocoyes, 
tortugas,  muchas  suertes  de  frutas,  que  aunque  algunas  son  desabridas,  otras  se 
enmiendan.  En  las  aves  he  advertido  que  aunque  son  más  hermosas  en  común 
que  las  de  nuestra  Europa,  todas  son  de  muy  ruines  cantos,  pues  ninguna  hay 
que  agrade  hasta  poderla  enjaular.  Las  aguas  en  común  en  todas  estas 
provincias,  desde  la  Villa  de  Tolú  hasta  el  Eío  de  Ja  Magdalena,  son  muy 
gordas  y  desabridas,  de  que  goza  su  parte  la  ciudad  de  Cartagena.  Los  arroyos 
se  esconden  los  veranos,  corriendo  una  cuarta  parte  por  debajo  de  la  arena,  como 
yo  la  he  hallado  y  he  bebido  á  las  veces.  Sus  muertos  enterraban  al  modo  que 
hemos  dicho  de  otras  provincias,  enterrando  con  el  cuerpo  del  Cacique  y  otros 
principales,  viva  la  mujer  que  más  querían  (que  cada  cual  podía  tener  todas 
las  que  podía  sustentar),  porque  aunque  se  preciaban  de  hermosas,  sus  galas 
eran  poco  costosas,  por  ser  lo  que  hemos  dicho,  y  cuando  mucho  las  más  honra- 
das se  ceñían  hasta  los  pies  una  manta  de  algodón  desde  la  cintura,  y  con  otra 
se  cubrían  de  allí  para  arriba.  En  lengua  de  estas  provincias  se  llama  el  viento 
huracán,  de  donde  se  dice,  pienso,  tomaron  nuestros  castellanos  mejorando  el 
vocablo,  para  llamar  á  la  revuelta  de  varios  vientos  huracán  ;  porque  como 
ésta  fué  la  primera  Tierra  firme  que  pisaron  con  intentos  de  poblarla,  hicieron 
también  en  ella  principio  á  aprender  vocablos  de  indios  con  quien  habían  de 
tratar,  y  mandando  á  la  memoria  entre  los  demás  este  vocablo  hiirac  y  lo  que 
significaba,  lo  aplicasen  á  llamar  huracán  á  las  revueltas  de  Tientos. 

S.'*  Cerca  de  la  Villa  de  Tolú  nacen  dos  maravillosa*»,  fuentes,  la  una  á  las 
raíces  de  un  árbol,  cuyas  hojas  en  cayendo  en  el  agua  se  convierten  en  piedras, 
siendo  ella  de  suyo  dulce,  clara  y  saludable  para  los  que  la  beben  ;  otra  arroja 
el  agua  muy  azul,  y  á  veinte  pasos  que  corre  queda  tan  blanca  como  las  comu- 


CAP.  x)  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA  FIRME.  373 

nes  y  también  es  saludable.  Críanse  en  este  país  muchos  pericos  ligeros,  llama- 
dos así  por  su  muclia  torpeza,  por  contraposición,  al  modo  que  al  negro  le  sue- 
len llamar  Juan  Blanco.  Es  animal  feo,  pero  con  su  naturaleza  es  como  lunar  que 
hermosea  la  grandeza  de  las  obras  de  Dios  en  este  mundo.  Consideré  en  él  mil 
cosas  estos  días  que  me  le  trajeron  á  la  celda,  aquí  en  Cartagena,  porque  acertó 
á  ser  hembra  j  venir  preñada,  y  habiendo  parido  un  solo  hijuelo  bien  parecido 
á  la  madre^  advertí  no  tenía  tetas  con  qué  criarlo,  siguiendo  en  esto  la  natura- 
leza de  los  micos  (de  que  hay  también  innumerables  y  de  muchas  suertes  en 
estos  países)  ;  dábale  de  comer  con  la  boca  frutas  y  de  lo  que  ella  comía,  á 
cuyo  cuello  estaba  asido  el  melendrillo  yá  por  la  parte  del  pecho,  yá  de  las  es- 
paldas, con  tanta  fuerza  que  parecía  exceder  á  su  edad  la  que  en  esto  ponía. 
Sube  á  los  árboles  frutales,  donde  es  su  ordinaria  estancia,  por  ser  de  que  se 
mantiene,  y  nunca  baja  por  donde  subió,  sino  se  deja  caer  á  peso  para  pasar  á 
otro  árbol,  porque  no  es  de  su  naturaleza  bajar  sino  subir,  que  esto  hace  muy 
bien  con  su  paso  flemático  y  doce  fuertes  uñas  que  tiene,  tres  en  cada  pié  y 
mano.  Advertí  en  lo  que  algunos  dicen,  que  tiene  pelada  la  parte  sobre  el  co- 
razón, á  causa  de  apretarse  allí  mucho  las  uñas,  por  ser  enferma  de  este  mal,  y 
que  por  eso  son  saludables  estas  uñas  para  la  pasión  de  este  mal  de  corazón  en 
las  personas  ;  pero  no  experiméntelo  uno  ni  lo  otro.  Dase  en  estos  países  ca- 
lientes, en  especial  á  la  boca  del  Río  Grande  de  la  Magdalena,  mucha  y  muy 
medrada  yerba  de  que  se  hace  la  piedra  de  Sosa  y  de  que  se  ha  hecho  vidrio  en 
esta  ciudad  de  Cartagena  y  en  la  de  Santafé,  y  mucho  jabón.  Es  la  gente  tan 
buena  como  la  que  vi  en  el  Eeino  de  Murcia. 


S74:  FRAY  PEDRO  SIMÓN  (1.**  NOTICIA 

CAPÍTULO  XI 


1,*  Dale  el  Rey  en  Gobierno  á  Rodrigo  de  Bastidas  la  tierra  desde  el  Cabo  de  la  Vela  al 
Río  Grande,  y  puebla  á  Santa  M£j:ta— 2.»  Pasan  á  las  Indias  Don  Pedro  de  Heredia 
y  Alonso  de  Heredia,  su  hermano— 3.»  Viene  Pedro  de  Vadillo  por  Gobernador  de 
Santa  Marta,  y  Don  Pedro  de  Heredia  por  su  Teniente  -4."  Capitula  Don  Pedro  de 
Heredia  con  el  Rey  y  dale  el  Gobierno  de  Cartagena, 


I OR  la  muerte  del  Capitán  Alonso  de  Ojeda  y  la  pasada  do  su  gent  e 
con  el  Bachiller  Enciso  desde  la  parte  Oriental  de  la  ensenada  de 
Acia  que  pertenecía  á  la  Gobernación  de  Ojeda,  á  la  Oriental,  que  era  ya  de  la 
de  Diego  de  Nicuesa  (como  dejamos  dicho),  quedó  totalmente  desamparada  y  sin 
dueño  i)ropietario  la  Gobernación  llamada  Nueva  Andalucía,  de  Alonso  de  Ojeda, 
comprendida  desde  el  Cabo  de  la  Vela  hasta  las  bocas  del  Darién,  si  bien  como 
á  cosa  sin  dueño  cuantos  pasaban  por  estas  costas,  que  no  fueron  poco  frecuen- 
tadas mientras  duró  la  gavilla  del  oro  y  población  de  Nuestra  Señora  de  la 
Antigua  del  Darién,  que  fué  alganos  años,  saltaban  en  tierra  donde  mejor  les 
parecía  y  se  aprovechaban  de  buenos  pillajes  de  oro  y  esclavos,  hasta  que 
viendo  defraudados  los  deseos  del  Rey  de  que  se  poblase  esta  Tierra  firme,  tra- 
tándose de  ello  en  el  Consejo,  se  ofreció  el  Capitán  Eodrigo  de  Bastidas  (como 
dejamos  dicho  en  nuestra  segunda  parte),  que  á  la  sazón  vivía  en  la  ciudad  de 
Santo  Domingo,  á  conquistar  y  poblar  la  tierra  que  hay  desde  el  Cabo  de  la 
Vela  hasta  la  boca  del  Bío  Grande,  y  lo  que  fuese  conquistando  la  tierra  aden- 
tro, lo  cual  se  le  concedió  sin  darle  nuevo  título  de  Gobernador  á  la  tierra,  sino 
quedándose  con  el  que  tenía  desde  el  tiempo  de  Ojeda,  de  Nueva  Andalucía  ;  y 
se  tomó  asiento  con  él  á  quince  de  Diciembre  del  año  de  1521,  aunque  vino  á 
BU  Gobierno  hasta  los  primeros  del  de  veinticinco,  como  dejamos  dicho  en  nues- 
tra segunda  parte  que  vino  y  pobló  la  ciudad  de  Santa  Marta  cerca  del  Río  de 
Gaira,  desde  donde,  como  no  había  quien  lo  impidiese,  alargaba  su  jurisdicción 
cuando  lo  parecía  hasta  el  Puerto  de  Cartagena  ;  por  donde  han  venido  algunos 
A  decir  que  la  Gobernación  de  Cartagena  fué  en  algún  tiempo  de  la  jurisdicción 
de  Santa  Marta,  así  como  en  tiempo  de  Ojeda  la  de  Santa  Marta  se  comprendía 
en  la  de  Cartagena. 

2.^  De  esta  suerte  se  portaron  estas  tierras  y  costas  del  Cabo  de  la  Vela  á 
las  bocas  del  Darién  hasta  los  años  de  mil  quinientos  trettota  y  dos  ó  treinta  y 
tres,  en  que  pobló  la  ciudad  de  Cartagena  ó  Calamar  Don  Pedro  de  Heredia. 
Este  fué  un  hidalgo  nacido  de  padres  nobles  y  parentela  bien  conocida  en  la 
Villa  de  Madrid,  hombre  tan  valiente  y  atrevido,  que  jamás  volvió  la  frente  á 


CAP.  XI )  NOTICIAS  DE  LAS  CONQUISTAS  DE  TIERRA   FIRME  375 

dificultosas  ocasiones  de  pendencias  qne  se  le  ofrecieron,  como  se  echó  de  ver  en 
una  que  sólo  acometió  á  seis  valientes,  de  donde  salió  con  las  narices  menos,  cuya 
falta  reparó  un  ñxmoso  médico  que  á  la  sazón  se  halló  en  la  Corte,  el  cual  que- 
riéndole pegar  las  propias  á  sangre  caliente,  recién  cortadas,  y  hallando    ser  im- 
posible por  estar  ya  frías,  le  arrimó  el  corte  y  rostro  al  molledo  del  brazo  dere- 
cho, y  estando  así  sesenta  días,    le   fué    formando   otras  narices,  que  por  ser  el 
remedio  del  mismo  paño,  diferenciaban    poco   de  las   primeras  ;  con  que  pasó 
todo  su  tiempo  en  alguno  que  se  detuvo  en  su  vida  de  Madrid  buscando  ocasión 
de  vengar  su  agravio  (cosa  gustosa  á  la  carne,  enemiga  del  espíritu)  ;  la  hubo  á 
las  manos,  en  qué  mató  los  tres  de  sus  agresores,  con  que  le  pareció,  para   ase- 
gurarse más,  declinar  jurisdicción,   y   así,    ofreciéndose   ocasión  de  pasajo  á  la 
Isla  Española,  se  vino  á  ella  en  compañía  de  un  hermano  mayor   suyo    llamado 
Alonso  de  Heredia,  nada  menos  en    valentía  y  cordura  que  él,  el  cual,  después 
de  bascar  mejor  ventura,  pasó  á  las    conquistas   de   Guatemala,   quedándose  el 
Pedro  de  Heredia  en  la  ciudad  de  Santo  Domingo  con   un   razonable   caudal  y 
en  qué  entretenerse  en  un  ingenio  de  azúcar  y  una  estancia  que  había  heredado 
de  un  amigo  suyo. 

3.°  En  esto  estaba  entretenido  Pedro  de  íleredia,  cuando  llegó  á^la  Éeal 
Audiencia  de  Santo    Domingo   la  nueva  de  la  desgraciada  muerte  del  Adelan- 
tado Den  Rodrigo   de  Bastidas,  por  donde  fué  necesario  despachar  Gobernador 
á  Santa  Marta  en  el  Ínterin  que   el   Consejo   ordenaba  otra  cosa,  como  se  hizo 
nombrando   para  ello   á  un  Pedro   de   Vadillo  y  por  su  Teniente  al  Pedro  de 
Heredia,  que,  dándose  ambos  á  la  vela  en  tres  navios,  con  doscientos  soldados,  en 
el  puerto  de  la  ciudad,  llegaron  con  brevedad  al  de  Santa  Marta  el  año  de  1525, 
donde  compuestas   ciertas   disensiones  sobre  si  había  de  gobernar  el  Pedro  Va- 
dillo ó  un  Rodrigo  Alvarez    Palomino,  por  haberse  éste  ahogado  en  cierto  río  á 
pocos  días   de   haberse   compuesto   los   dos,  quedó  el   Vadillo,  sin  oposición  de 
nadie,  gobernando  con   su  Teniente  Heredia,  y  no  siendo  esto  por  poco  tiempo, 
pues  fué  hasta  el  año  de  1528,  lo  hubo  para  poder  el  Heredia  (que  de  su  natural 
era  inclinado  á  conquistas  y  refriegas)  para  informarse  bien  por  sü  persona  y  las 
de  otros  de  todas  las  costas  de  la  Gobernación  de  Santa  Marta  y  de  los  útiles  que 
de  sus  conquistas  se  podrían  seguir,  en  especial  á  la  parte  del  puerto  de  Carta- 
gena; con  que  se  aficionó  á  ella  y  determinó  á  procurarla  en  Gobierno  en  quedando 
libre  de  la  residencia  de  su  Tenientazgo,  la  cual  dio,  no  libre  de  querellas,  como 
de  ordinario  sucede  á  los  Jueces,   principalmente   habiendo   hecho  con  rectitud 
su  oficio,  pues  los  castigados,  aunque  sea  con  justicia,  siempre  hallan  razón  de 
vocear  el  dolor  que  les  causó  el  castigo;  pero  cómelos  casos  que  le  pusieron  no 
fueron  feos  ni  de  cosas   infames   que  hubiese  hecho  contra  nadie,  ellos  mismos 
le  defendieron,  por  ser  ésta  la  naturaleza  de  la  justicia,  que  se  defiende  á  ella  y 


376  PRAT  PEDRO   SIMÓN  (1.a  NOTICIA 

á  quien  la  hizo,  como  de  la  injusticia,  que  ella  misma  se  destruye  y  á  quien  la 
hizo,  Al  fin  libre  de  ella  y  con  razonable  caudal  de  rancheos,  rescates  y  sala- 
rios, salió  de  Santa  Marta  Pedro  de  Ileredia  (habiendo  salido  muchos  tiempos 
antes  sin  darla  su  Gobernador  Pedro  do  Vadillo)  y  tomó  la  vuelta  de  Santo 
Domingo,  solicitado  siempre  de  los  deseos  que  llevaba  de  pedir  en  Gobierno  la 
comarca  del  puerto  de  Cartagena. 

4.^  Este  río  no  le  dejó  hacer  mucho  asiento  en  esta  ciudad,  en  especial 
teniendo  yá  por  cierto  estaban  compuestas  las  tres  muertes,  por  haber  enviado 
desde  acá  con  qué  á  vueltas  de  lo  que  remitía  á  su  mujer  é  hijos  que  tenía  en  la 
villa  de  Madrid,  para  donde  se  embarcó  lo  antes  que  pudo  y  llegó  á  la  Corte 
donde  sus  amigos  le  recibieron  con  notable  gusto  y  ayudaron  con  él  mismo  á 
sus  pretensiones,  que  luego  se  las  dio  á  entender,  contra  las  cuales  no  faltaron 
emulaciones  fundadas  en  enemistades  antiguas,  que  por  ventura  faeran  bastan- 
tes á  contrastarle  los  intentos  (que  para  enemigo  basta  un  mosquito),  si  pre- 
sentados sus  papeles  é  informaciones  de  servicios  que  había  hecho  al  Eey  así 
en  fronteras,  siendo  hombre  de  armas,  como  en  estas  Indias,  no  se  determinara 
el  Real  Consejo  de  ellas  á  concederle,  sin  embargo,  lo  que  pedía;  y  habiendo 
capitulado  con  el  Rey  al  modo  del  asiento  que  so  hizo  con  Rodrigo  de  Bastidas, 
su  convecino,  y  dádole  licencia  para  sacar  de  Castilla  ciento  cincuenta  hombres 
de  los  de  pelear,  solteros  y  otros  casados,  con  sus  mujeres  y  casas,  y  por  Te- 
sorero de  la  Real  Hacienda  á  Saavedra,  por  Veedor  Juan  Velásquez,  y  que  en 
la  isla  de  Santo  Domingo  pudiese  engrosar  el  número  de  su  gente  y  traer  ca- 
ballos, yeguas,  toros  y  otros  animales  de  cría.  Se  le  entregaron  sus  despachos 
á  los  últimos  del  año  do  1532.  No  le  dieron  título  nuevo  á  la  tierra  que  le 
señalaron  de  su  gobierno,  porque  este  nombre  de  la  Gobernación  de  Cartagena 
se  ha  ido  poco  á  poco  él  mismo  introduciendo,  sin  que  en  sus  principios  se 
llamase  así,  mas  de  que  fuese  en  la  Nueva  Andalucía  y  Gobernación  que  había 
tenido  Alonso  de  Ojeda  en  la  distancia  que  hay  por  la  costa  del  mar,  desde  la 
boca  del  Río  Grande  de  la  Magdalena  hasta  la  del  Darién,  y  la  tierra  adentro 
que  corre  al  Sur  hasta  la  línea  equinoccial  por  línea  recta ;  que  estando  la 
ciudad  de  Cartagena  en  once  grados,  y:  dándole  á  cada  grado  diez  y  siete  leguas 
y  media,  que  es  la  medida  más  cierta,  se  le  vinieron  á  conceder  casi  doscientas 
leguas  la  tierra  adentro;  que  fué  en  lo  que  se  fundó  cuando,  poblada  la  ciudad 
de  Calamar  ó  Cartagena,  subió  á  la  Gobernación  de  Popayán,  pretendiendo  tam- 
bién caer  aquello  en  la  demarcación  de  su  Gobierno,  de  que  hubo  algunos 
encuentros  con  el  Adelantado  Belalcázar,  que  lo  era  de  aíií,  de  que  á  su  tiempo 
tratará  la  historia. 

FIN  DEL  TOMO  TERCERO. 


IlíTIDIOE 


SEGUNDA   PARTE 


SEXTA  NOTICIA  HISTORIAL 


CAPITULO  I 

I.*"  Muerto  Don  Pedro  Fernández  de  Lugo,  trota  su  hijo  Don  Alonso  de  volver  á 
las  Indias  á  sucederle  en  el  Gobierno,  compuestas  las  co3as  en  líf  Corte — 
2 .•  Hácese  á  la  vela  y  llega  á  la  ranchería  da  las  Perlas  del  Río  de  la  Hacha 
ó  Cabo  de  la  Vela — 3.»  Hacen  una  entrada  en  la  ranchería  de  las  Perlas  al 
castigo  de  los  indios  que  les  contradecían  tomar  agua  para  el  pueblo — 4,0  Saca 
Don  Alonso  con  alguna  violencia  de  la  Caja  Real  el  dozavo  de  perlas  que 
decía  pert«necerle ^ 3 

CAPÍTULO  It 

l.«  Determina  el  Adelantado  Don  Alonso,  sin  tocar  en  Santa  Marta,  llegar  al  Río 
Grande  para  subir  al  Nuevo  Reino— 2  .«*  Despacha  con  este  intento  algunos 
bergantines  con  mercancías  y  gente,  que  vayan  subiendo  el  río— 3.®  Trátase 
del  paso  del  Adelantado  y  del  mucho  ganado  mayor  que  tiene— 4.*>  Prosigue 
el  Adelantado  conquistando  algunos  indios  hasta  Tamalameque íJ 

CAPÍTULO  III 

1  °  Prosiguen  los  bergantines  la  navegación  del  río  con  alganas  desgracias  y 
muertes — 2°  Llegan  á  Sompallón,  donde  se  vende  la  ropa  y  empleo  de  le/.? 
muertos  en  el  río— 3.°  Suben  con  tantos  trabajos  que  les  hace  dudar  en  pasar 
adelante — 4.*^  Adelántase  una  tropa  de  soldados  á  descubrir  el  camino,  y  lo 
que  les  sucedió i> 

CAPÍTULO  IV 

1  °  Júntanse  dos  soldados  y  échanse  el  río  abajo  en  una  balsa — 2."  Encuéntranse 
con  el  Capitán  Mateo  Sánchez  Rey,  que  los  alienta  con  algunas  comidas — , 
3."  Despacha  el  Adelantado  una  tropa  de  soldados  á  buscar  los  derramados 
por  el  bosque,  y  hallan  á  los  que  quedaron  vivos— 4.°  Determinan  volver  al 
pueblo  de  los  indios  que  los  desbarataron  y  há.llanlo  abrasado 11 


lí  ÍNDICE 


CAPITULO  V 


I.»  Trastornan  por  todas  partes  estos  soldados  la  tierra,  donde  hallan  algunas  co- 
midas, trabajo  del  campo — 2."  Hace  el  Adelantado  matar  algunas  vacas 
para  el  remedio  de  la  hambre,  y  determínase  á  volver  á  Santa  Marta — 3.°  Ofre- 
ce un  negro  esclavo  allegar  con  brevedad  á  la  ciudad  de  Vélez  y  nueve  solda- 
dos á  acompañarle — 4.°  Salen  éstos  á  esto,  y  tiénese  noticia  en  la  ciudad  de 
Vólez,  antes  que  lleguen,  del  viaje  del  Adelantado 14 

CAPÍTULO  VI 

1 .0  Sale  la  tropa  de  soldados  de  la  ciudad  de  Vélez  y  encuéntranse  con  los  que 
venían  del  Adelantado— 2."  Sale  el  Capitán  Suárez  con  algunos  de  la  ciudad 
de  Tunja  á  recibir  al  Adelantado,  que  tercera  vez  se  había  determinado  á  dar 
la  vuelta  á  Santa  Marta— 3.°  Llegan  los  del  Nuevo  Reino  al  campo  del  Don 
Alonso  y  prosiguen  su  viaje  hasta  encontrar  en  tierra  limpia  con  el  Capitán 
Suárez— 4.0  Desde  donde  llegan  todos  á  la  ciudad  de  Vélez--5.«»  Desctíbrense 
caminos  me^oa  dificultosos  para  meter  las  mercancías  de  Castilla  en  el  Nuevo 
Reino 17 

CAPÍTULO  VII 

1.»  Admiten  al  Adelantado  en  el  Gobierno,  que  comenzó  luego  con  algún  vigor, 
dando  por  nulas  las  encomiendas  de  Guane — 2,°  En  la  encomienda  de  Chian- 
chión  matan  los  indios  á  tres  españoles—  3.»  Alteró  la  tierra  el  Chianchión, 
que  después  la  volvieron  á  pacificar  los  nuestros— 4.»  Prende  el  Adelantado  á 
Gonzalo  Suárez  y  á  otros  vecinos  de  Tunja 20 

CAPÍTULO  VIII 

].°  Da  á  entender  el  Adelantado  á  los  encomenderos  ser  acertado  renuncien  sus 
encomiendas  para  encoiíiendárselas  de  nuevo — 2.°  Hace  de  hecho  vacar  todas 
las  encomiendas  y  llévase  el  oro  de  los  tributos  de  todas — 3.°  Vuelve  de  nuevo 
á  repartir  las  tierras,  aunque  no  á  satisfacción  de  todos — 4.<*  Presenta  el  Capi- 
tán Gonzalo  Suárez  una  Cédula  Real,  para  que  no  se  quiten  las  encomiendas 
á  les  conquistadores 24 

CAPÍTULO  IX 

l.o  Noticia  que  tiene  el  Adelantado  de  minas  de  oro  en  los  Panches,  en  cuya  de- 
manda  y  descubrimiento  sale  el  Capitán  Fernán  Vanegas— 2.o  Los  perros 
ayudan  mucho  á  los  nuestros  en  una  guazabara  y  envía  el  Qipitán  Vanegas  á 
convidar  con  paz  el  Síquima— 3.<*  Lo  que  el  Síquima  responde  con  un  mensa- 
jero que  envió  á  los  nuestros — 4.'*  Aficiónase  á  ellos  el  mismo  mensajero  y 
queda  en  bu  compañía,  que  no  les  fué  de  poca  importancia— 5."  Prosiguen  su 
viaje  y  descubren  las  minas 26 


ÍNDICE  III 


CAPITULO  X 


1.'^  Toma  el  Capitán  Vanegas  la  vuelta  de  San tafé  por  los  indios  Colimas  que  le 
atajan  el  paso— 2.'^  Llega  á  ella  por  otra  parte  y  hácense  fiestas  por  el  descu- 
brimiento de  las  minas— 3.»  Vuelve  á  salir  por  el  mismo  paraje  desde  Santafé 
á  la  conquista  de  los  Panches— 4  •  Pónese  en  arma  la  tierra,  en  especial  el 
Síquima,  para  hacer  resistencia  á  los  nuestros.  Caso  que  suoedió  entre  dos 
indios  Panches 2y 

CAPÍTULO  XI 

l.«  Comiénzase  la  guazabara  y  cogen  los  indios  á  dos  jinetes,  que  pretenden  lle- 
varse vivos  encima  de  los  caballos— 2.^  Demostraciones  que  hace  un  soldado 
de  su  valentía  en  esta  guazabara— 3.^  Socórrenle  otros  soldados,  con  que  re- 
cobra nuevos  bríos —4.°  Prosigúese  la  guazabara  más  sangrienta,  y  trátase  si 
se  pueda  curar  con  ensalmos — 5."  Curan  los  soldados  heridos  y  vuelve  el  ne- 
grito á  ellos,  por  cuyos  medios  intenta  Vanegas  los  de  paz  con  ciertos  indios,        32 

CAPÍTULO  XII 

1/^  Plática  que  hace  el  indio  negrito  á  los  indios  Laohimíes,  que  venían  á  dar 
guerra  á  los  nuestros — 2.*  Paces  que  se  hacen  por  medio  de  esta  plática  entre 
los  soldados  y  el  Lachimí — 3.<>  Ofrece  el  Lachimí  indios  de  guerra  contra 
Lutaima,  y  no  los  quiere  recibir — 4.»  Embajada  que  envía  Vanegas  á  Lu- 
taima 35 

CAPÍTULO  XIII 

1."  Embajada  de  Vanegas  dada  ai  Lutaima  por  el  indio  negrito  y  la  respuesta  que 
dio — 2.«  Sale  de  amistad  el  Lutaima  y  da  paso  franco  á  los  nuestros  para  las 
tierras  del  Tocaima,  su  capital  enemigo —3.''  Embajada  que  envía  con  el  ne- 
grito al  Tocaima  él  Capitán  Vanegas 38 

CAPÍTULO  XIV 

I.»  Determina  el  Tocaima  hablar  por  su  persona  á  los  españoles — 2.°  Pónelo  en 
efecto  y  vense  los  unos  y  los  otros — 3.**  Presenta  á  los  nuestros  abundancia  de 
frutos  de  su  tierra— 4/'  Asiéntanse  de  propósito  las  amistades,  y  fundan  los 
eepañoles  la  ciudad  de  Tocaima  en  su  tierra 41 

CAPÍTULO  XV 

1."  Avisa  Vanegas  á  Lachimí  que  venga  á  ayudarle  en  los  edificios  de  la  ciudad 
y  hállanlo  rebelado— 2.°  Determina  el  Capitán  Vanegas  castigar  de  su  rebe- 
lión al  Lachimí — 3.'  Ofrécesele  para  esto'el  Tocaima,  aunque  el  Vanegas  pro- 
cura estorbarlo— 4."  Dispónese  el  Tocaima  y  los  nuestros  para  el  castigo  del 
Lachimí 43 


IV  índice 


CAPITULO  XVI 


l.«  Toman  la  vuelta  los  nuestros  y  los  Tocaiinas  de  la  tierra  del  Lachinií,  que  los 
estaba  aguardando  con  prevención  de  guerra — 2.''  Llegan  á  darse  la  batalla  y 
prosíguenla  con  mucha  braveza  de  ambas  partes— 3.°  Pasan  adelante  en  ella, 
sin  conocerse  ventajas  de  consideración  de  una  y  otra  parte — 4.°  Muerte  de 
un  valiente  indio  por  mano  del  Guacana 46 

'     CAPÍTULO  XVII 

1/'  Huyen  los  Lachimíes,  y  siguen  el  alcance  los  Tocaimas,  haciendo  en  ellos 
crueles  estragos— 2.<>  Vuelven  los  españoles  con  victoria  á  la  ciudad,  y  deter- 
minan salir  otra  vez  á  reducir  al  Cacique  Calandaima — S.**  Llegan  á  su  pueblo 
de  noche  y  dase  la  batalla  con  muertes  y  prisión  de  algunos  indios,  y  victoria 
de  los  nuestros — i.*»  Los  cuales  procuran  la  paz  con  Calandaima  por  medio  de 
los  presos ¿ r 49 

CAPÍTULO  XVIII 

I.**  Salen  de  paz  el  Cacique  Calandaima  y  Conchima — 2.<>  El  cual,  habida  licencia 
de  los  españoles,  tomó  la  vuelta  de  sus  tierras — 3°  Sale  el  Capitán  Vanegas 
á  la  pacificación  del  Cacique  Iqueima,  consigúese  el  efecto  y  después  en  otros 
Caciques  hasta  dejar  de  paz  la  tierra — 4.°  Trátase  de  las  cualidades  y  disposi- 
ción de  la  tierra  de  Tocaima 52 

CAPÍTULO  XIX 

1.»  Historia  es  lo  mismo  que  pintura— 2.»  Traza  con  que  descubre  Don  Alonso  la 
hacienda  del  Capitán  Gonzalo  Suárez— 3.*'  Pretendiendo  Don  Alonso  sacar  el 
dozavo  de  la  Caja  Real,  prende  y  huyen  los  Oficiales  que  se  lo  contradecían — 
40  Provéese  por  Juez  de  Residencia  á  Miguel  Díaz  de  Almendaris~5."  Hácen- 
se  también  diligencias  contra  el  Adelantado  en  la  Audiencia  de  Santo  Domin- 
go, y  él  las  hace  para  salir  del  Reino— 6.°  Hace  el  Adelantado  á  Lope Montal- 
vo  de  Lugo  su  Teniente  General, 56 

CAPÍTULO  XX 

I.''  Temiendo  el  Adelantado  se  hiciese  la  gente  del  Reino  á  la  parte  de  los  Quesa- 
das  contra  él,  los  prendió — 2.°  Comete  la  causa  á  un  Alcalde  villano  que  dio 
garrote  con  aceleración  á  un  escribano —3.''  Sentencia  Don  Alonso  á  los  Que- 
sadas  á  destierro  de  todas  las  Indias  Occidentales — é.°  Despachó  el  Adelanta- 
do una  tropa  de  soldados  hacer  la  primera  entrada  á  los  í?kIíos  Muzos 59 

CAPÍTULO  XXI 

1  .^  Pretende  el  Adelantado  Don  Alonso  que  la  población  del  valle  de  Neiva  caiga 
dentro  de  su  Gobierno,  y  no  en  el  del  Adelantado  Belalcázar— 2.»  El  cual  se 


ÍNDICE  V 

lo  contradice  con  ásperas  razones  en  una  carta— 3.<»  Dispone  Don  Alonso  su 
partida  á  España  y  deja  por  su  Teniente  á  Lope  Monta! vo  de  Lugo— 4."  Em- 
bárcase el  Adelantado  en  el  Río  Grande  y  llega  á  Santa  Marta  con  los  que  le 
acompaíiaban — 5.»  Ordena  el  Capitán  Lorenzo  Martín  pueble  una  ciudad  eu 
la  provincia  de  Tamalameque — 6.«  Hácese  á  la  vela  el  Adelantado  en  Santa 
Marta,  y  tocando  en  la  ranchería  del  Cabo  de  la  Vela,  le  hacen  vuelva  las  per- 
las que  había  tomado  de  la  Caja  Real 61 

CAPÍTULO  XXII 

!.•  Sale  del  Cabo  de  la  Vela  el  Adelantado,  llega  á  la  Habana,  donde  le  prendie- 
ron, y  después  á  España— 2.°  Desde  allí  lo  proveyó  el  Rey  por  General  de  dos 
ó  tres  mil  hombres  de  á  caballo  en  la  Isla  de  Córcega,  donde  tuvo  una  prodi- 
giosa muerte — 3.'  Pleito  del  dozavo  por  parte  de  Don  Alonso  Luis  de  Lugo  y 
en  lo  que  se  compuso— 4.»  Llega  el  Licenciado  Miguel  Díaz  de  Almendaris 
á  la  ciudad  de  Cartagena.  Remí ténsele  de  Santo  Domingo  las  causas  de  los 
Quesadas 65 

CAPÍTULO  XXIII 

!.•  Desastrada  muerte  de  los  Quesadas,  y  llegan  los  demás  á  Cartagena  á  verse  con 
el  Licenciado  Miguel  Díaz— 2.'^  Procuran  los  del  Reino  la  brevedad  de  la  subi- 
da á  él  del  Miguel  Díaz,  ó  que  envíe  á  su  sobrino  por  su  Teniente— 3."  Al  fin 
lo  envía  con  los  del  Reino  y  el  Obispo  Calatayud,  á  donde  llegaron  con  breve- 
dad y  fué  recibido  el  Ursúa  en  Vélez--4.<»  Llega  después  á  Tunja  y  á  la  ciudad 
de  Santafé  y  lo  que  en  ella  hizo , ; 68 

CAPÍTULO  XXIV 

1."»  Recibe  á  Pedro  de  Ursita  el  Cabildo  de  Santafé  y  hace  una  plática — 2."  Pren- 
de al  Teniente  Montalvo  de  Lugo  y  al  Capitán  Lanchero— 3."  Enciéndese  la 
casa  del  Teniente  Pedro  de  Ursiía  una  noche,  por  lo  cual  prendió  algunos  in- 
dicados de  la  devoción  de  los  Lugos— 4."»  Entra  el  Obispo  Don  Fray  Martín  de 
Calatayud  en  la  ciudad  de  Santafé.  donde  era  Provisor  por  su  antecesor  el 
padre  Pedro  García  Matamoros — o."  Determina  irse  á  consagrar  á  la  ciudad 
de  Lima,  desde  donde  consagrado,  se  entiende,  bajó  á  Santa  Marta,  donde 
dicen  murió 71 

CAPÍTULO   XXV 

!.•  Envía  á  pedir  socorro  al  Nuevo  Reino  el  Virrey  Vasco  Núuez  Vela  para  contra 
Gonzalo  Pizarro— 2.°  Hace  leva  de  gente  en  el  Reino  para  enviar  al  socorro, 
que  llegando  á  la  Gobernación  de  Popayán,  tuvieron  nueva  de  la  muerte  del 
Virrey— 3."  Toma  la  vuelta  del  Reino  el  Capitán  Valdés  por  estas  nuevas,  de- 
jándose la  gente  que  llevaba  en  la  Gobernación  de  Popayán— 4.°  Entretiénen- 
se  estos  soldados  hasta  que  llegó  al  Pirú  el  de  la  Gasea  por  parte  del  Empera- 
dor, con  quien  se  juntaron  para  contra  Gonzalo  Pizarro 75 


^i  ÍNDICE 

CAPITULO  XXVI 

1.'  Las  leyes  que  comunmente  se  llaman  nuevas,  que  se  hicieron  en  el  año  de  m  il 
quinientos  cuarenta  y  tres,  para  el  mejor  Gobierno  de  las  Indias.  Cuando  se 
vido  el  Licenciado  Gasea  con  el  Licenciado  Miguel  Díaz  de  Almendaris  en 
Cartagena,  le  dio  en  nombre  del  Rey  las  nuevas  leyes  que  con  tanto  acuerdo, 
con  juntas  de  gente  de  todos  estados,  se  hicieron  el  año  de  mil  quinientos 
cuarenta  y  tres  para  todas  las  Indias  Occidentales,  que  las  trajera  y  hiciera 
publicar  y  guardar  en  este  Nuevo  Reino,  que  son  éstas 78 

CAPÍTULO  XXVII 

!•  Llega  el  Licenciado  Miguel  Díaz  á  la  ciudad  de  Santafé,  hace  publicar  las 
nuevas  leyes,  y  toma  con  rigor  la  causa  del  incendio  de  la  casa  de  Pedro  de 
ürsúa— 2.«  Ahorca  el  Licenciado  Miguel  Díaz  á  uno  por  la  causa,  y  da  tor- 
mento á  otros  que  haciendo  fuga  después  de  la  cárcel,  llegaron  á  la  ciudad  de 
Santo  Domingo— 3.0  Deponen  del  Miguel  Díaz  sus  contrarios  en  la  Audiencia 
de  Santo  Domingo  y  Real  Consejo— 4."  Envían  Procuradores  á  la  Corte  que 
supliquen  de  las  nuevas  leyes  é  informen  de  lo  mucho  que  conviene  se  ponga 
Audiencia  Real  en  el  Nuevo  Reino 82 

CAPÍTULO  XXVIIl 

1.*  Trátase  de  descubrir  las  provincias  de  Sierras  Nevadas,  habiendo  descubierto 
primero  el  Río  del  Oro  desde  la  ciudad  de  Tunja — 2."  Salen  Pedro  de  ürsúa  y 
Ortún  Velasco  de  la  ciudad  de  Tunja  en  demanda  de  Sierras  Nevadas  y  llegan 
á  los  indios  Chitareros,  donde  poblaron  la  ciudad  de  Pamplona — 3."  No  pasa- 
ron por  entonces  de  la  ciudad^de  Pamplona  en  prosecución  de  la  jornada,  por 
haber  hallado  en  aquellas  provincias  tanto  en  qué  entender — 4.°  Descúbrense 
muchas  minas  á  la  parte  del  Sur,  de  oro,  plata  y  otros  metales— 5.°  Propieda- 
des de  la  provincia  donde  está  fundada  la  ciudad 86 

CAPÍTULO  XXIX 

1.**  Llegan  los  tres  Oidores  á  Cartagena,  y  quedando  muerto  el  uno  en  la  villa  de 
Mompox,  suben  los  dos,  Góngora  y  Galarza,  y  llegan  á  la  ciudad  de  Santafé  — 
2."  Cédula  Real  en  que  se  dice  el  modo  que  se  ha  de  tener  para  meter  el  Real 
Sello  en  la  ciudad  de  Santafé,  donde  se  funda  la  AudierfWa — 3.**  Proveen  en 
el  Consejo  y  en  la  Real  Audiencia  de  Santo  Domingo  Juez  de  Residencia  para 
el  Licenciado  Miguel  Díaz.  Reducen  después  ésta  al  Licenciado  Surita,  Oidor 
de  Santo  Domingo— 4.°  Lope  Montalvo  de  Lugo,  libre  de  sus^cargos  por  la 
Real  Audiencia  de  Santo  Domingo;  desde  allí  se  va  á  España  el  Licenciado 
Surita,  y  viene  á  la  ciudad  de  Santafé  á  la  residencia  del  Miguel  Díaz í>l 


índice  VII 


CAPÍTULO  XXX 


1  .•  Por  las  noticias  que  se  tenían  de  los  indios  Muzos,  despachó  el  Licenciado  Mi- 
guel Díaz  de  Almendaris  al  Capitán  Melchor  de  Valdés  en  su  descubrimiento 
y  conquista— 2."  Deja  Pedro  de  Ursúa  la  nueva  ciudad  de  Pamplona  y  viénese 
á  la  de  Santafé  á  verse  con  los  Oidores— 3.»  Entra  Pedro  de  Ursúa  los  Muzos 
por  Saboyá,  donde  co^e  á  ciertos  Caciques— 4. «  Dificultades  y  riesgos  que 
pasa  Ursúa  con  sus  soldados  la  tierra  adentro ÍKÍ 

CAPÍTULO  XXXI 

1  .*■  Váse  entrando  Ursúa  la  tierra  adentro  de  los  Muzos  y  ranchase  en  una  parte 
de  ella — 2,**  Convócase  toda  la  tierra  contra  los  españoles,  si  bien  no  les  osa- 
ron acometer— 3.»  Sale  Pedro  de  Ursúa  con  otros  compañeros  de  sus  ranchos 
y  echan  una  emboscada  á  los  indios— 4,'*  Sale  Ursúa  con  sesenta  compañeros 
la  vuelta  del  Valle  de  Paima 96 

CAPÍTULO  XXXII 

1.»  Llega  el  General  Ursúa  al  Valle  de  Paima  á  hora  que  no  lo  era  de  acometer  á 
los  indios — 2.<>  Guazabara  que  allí  le  dan,  de  donde  se  retiran  los  nuestros  con 
muertes  de  tres  ó  cuatro— 3.»  Modo  con  que  se  libran  en  la  retirada  del  peli- 
gro de  los  indios— 4."  Tiro  acertado  de  Pedro  de  Ursúa,  con  que  libra  de  la 
mueiise  á  uno  de  sus  soldados 99 

CAPÍTULO  XXXIII 

1/'  Con  buena  traza  suben  y  ganan  los  españoles  una  cumbre  que  tenían  ocupada 
los  indios— 2,"  Retíranse  los  indios,  y  los  nuestros  á  sus  ranchos,  estimando 
los  unos  en  mucho  la  braveza  de  los  otros— 3.°  Engaño  que  trazan  los  indios 
para  dar  fin  á  los  españoles  deXTrsúa 102 

CAPÍTULO  XXXIV 

1 ."  Descubre  una  india  la  traición  trazada  por  los  Muzos  contra  nuestros  solda- 
dos—2.«  Castígala  Ursúa  ahorcando  á  los  más  principales  y  culpados  en  ella. 
3.0  Determina  Ursúa  fundar  una  ciudad  en  estos  Muzos  y  fúndala  con  el  nom- 
bre de  Tudela  de  Navarra — 4.°  Viene  Pedro  de  Ursúa  á  Santafé  á  dar  cuenta 
de  lo  hecho  en  su  ciudad  de  Tudela  á  la  Real  Audiencia,  que  le  ordena  vuelva 
otra  vez  á  dar  del  todo  asiento  á  la  población 104 

CAPÍTULO  XXXV 

1  .•  Vuelve  segunda  vez  á  entrar  en  los  Muzos  Pedro  de  Ursúa— 2."  Trazan  los  sol- 
dados una  emboscada  y  ceban  los  indios  para  que  entren  en  ella  con  unos 
puercos  jarretados— 3."  Sienten  los  indios  la  emboscada,  pero  al  fin  caen  en 


VIH  índice 

ella  por  coger  los  puercos— 4.  Salen  los  soldados  de  la  emboscada  y  matan  á 
muchos  de  los  indios— 5.»  Llegan  á  la  ciudad  de  Tudela,  hállanla  necesitada 
de  favor,  envíaselo  á.  pedir  á  la  Audiencia  y  dispónese  el  enviarlo 107 

CAPÍTULO  XXXVI 

1  ••  Trata  Pedro  de  Ursúa  de^salirse  otra  vez  de  su  ciudad  de  Tudela,  con  el  hipo 
que  tiene  de  buscar  el  Dorado— 2.°  En  poniendo  esto  en  efecto,  á  los  demás 
vecinos  les  fue  forzoso  desamparar  la  ciudad— 3."»  Socorro  que  da  García  de 
Paredes  á  un  soldado  al  salir  de  la  tierra  de  los  Muzos.  Puéblase  la  Villa  de 
San  Miguel— 4. "^  Toman  de  este  desamparo  mayor  avilantez  los  Muzos  contra 
los  Moscas,  de  que  se  siguieron  mayores  estragos  y  muertes 110 

CAPÍTULO  XXXVII 

1 ,°  Da  licencia  Miguel  Díaz  de  Almendaris  al  Capitán  Pedrozo  para  la  conquista 
de  los  Panches — 2.°  Dase  también  al  Capitán  G-alarza  para  la  conquista  de 
Ibagué — 3.'^  Fúndase  la  primera  vez  la  ciudad  de  Ibagué— 1.«  Trasládanla  de 
allí,  á  pocos  días  ó  tiempo,  á  otra  parte  y  eligen  Cabildo  en  ella 114 

CAPÍTULO  XXXVIII 

1.*  Disposición  de  la  tierra  de  Ibagué,  y  abundancia  que  tiene  de  ganado— 2.<>  Tér- 
minos de  la  ciudad  de  Ibagué— 3.*  Desmémbrase  esta  ciudad  del  corregimien- 
to de  Mariquita.  Vuélvese  después  á  él— 4."  Minas  que  se  han  descubierto  de 
todos  metales  en  los  términos  de  esta  ciudad 117 

CAPÍTULO  XXXIX 

!.•  Vienen  algunos  vecinos  de  la  ciudad  de  Cartagena  y  otras  á  esta  de  Santafé  á 
pedir  justicia  contra  el  Licenciado  Miguel  Díaz— 2.«>  Publica  Surita  su  resi- 
dencia, y  lo  que  en  ésta  sucedió — 3.*  Deja  la  residencia  comenzada  y  vuélvese 
á  BU  Audiencia  de  Santo  Domingo— 4.°  Entendiendo  el  Miguel  Díaz  quedaba 
ya  libre  de  residencia,  tomó  la  vuelta  de  Santo  Domingo,  habiéndosele  alzado 
un  piloto  con  seis  mil  pesos 120 

CAPÍTULO  XL 

1  .^  Sale  el  Capitán  Francisco  Núñez  Pedrozo  de  Santafé  á  la  población  de  Mariqui- 
ta— 2 .o  Puéblase  y  dase  la  razón  por  qué  le  dijo  Mariquita  por  vocablo  co- 
rrupto— 3."  Múdase  la  ciudad  del  primero  á  otro  sitio— 4.*  La  natural  fiereza 
de  los  naturales  de  aquella  tierra,  y  cómo  en  el  mismo  tiempo  se  salió  á  poblar 
la  ciudad  de  Victoria ^ 123 

CAPITULO  XLI 

I."  Propiedades  del  país  de  la  ciudad  de  Mariquita — 2.°  Propiedades  del  volcán 
de  Mariquita  y  de  lo  que  sucedió  cuando  reventó— 3."  De  la  nieve  que  siem- 
pre tiena  este  volcán  y  los  animales  que  se  crían  arriba  en  su  cumbre. 127 


INDICIE  IX 


CAPITULO  XLU 


l.«  Los  términos  de  la  ciudad  de. Mariquita— 2.o  El  Río  Grande  de  la  Magdalena 
pasa  por  gran  parte  de  ellos  y  de  su  puerto  de  Honda  y  Pesquería  de  Pumio. 
3."  Es  cabeza  de  gobierno  sobre  otros  pueblos— 4.»  Trátase  largamente  de  sus 
minas  de  oro  y  plata 130 

CAPÍTULO  XLIII 

1  .^  Intenta  Bartolomé  Hernández  entrar  desde  el  pueblo  de  Chianchión  por  las 
noticias  que  tuvo  de  ellas  en  las  provincias  de  los  Yariguíes  y  pénelo  en  efec- 
to—2.°  Confedera  Bartolomé  Hernández  las  provincias  de  los  Yariguíes  de 
las  guerras  civiles  antiguas  que  traían  entre  ellos — 3."  Fúndase  la  ciudad  de 
León  y  elígese  en  ella  Cabildo  y  Regimiento— 4."  Dase  noticia  á  la  Real  Au- 
diencia de  esta  población,  y  lo  que  de  esto  resaltó  la  muerte  de  un  Capitán 
que  entró  hacer  un  castigo  á  ciertos  indios  rebelados 133 

CAPÍTULO  XLIV 

I.*»  Muerte  desastrosa  del  Capitán  Miguel  Seco  Moyano  y  otros  dos  españoles,  por 
haber  muerto  él  otros  indios — 2.^  Por  ser  inútiles  las  tierras  de  los  Yariguíes, 
manda  la  Real  Audiencia  de  Santafé  se  despoblé— 3.°  Pénese  en  efecto,  y  sus 
vecinos  se  reducen  á  la  ciudad  de  Vélez,  fuera  de  un  Juan  Vizcaíno 138 


SÉPTIMA  NOTICIA  HISTORIAL 

CAPÍTULO  I 

1.0  Han  ido  las  dos  Religiones  sagradas  de  Santo  Domingo  y  San  Francisco  desde 
que  se  fundaron,  dilatándose  y  caminando  al  paso  de  la  Iglesia — 2 .•  Elige  el 
General  de  la  Orden  de  San  Francisco  Comisario  para  qtte  traiga  frailes  y 
funde  custodia  en  el  Nuevo  Reino—  3.»  Llegan  las  dos  Reli^ones  á  la  ciudad 
de  Santafé  y  tratan  de  fundar  conventos — i.°  Fúndanse  de  hecho  y  también 
en  la  ciudad  de  Tunja  de  Nuestra  Orden Hl 

CAPITULO  II 

1/  Edificados  los  conventos  de  San  Francisco  y  Santo  Domingo,  por  causas  que 
sobrevinieron,  se  mudaron  á  otros  sitios— 2.»  Segundo  y  tercer  Custodio  de 
la  custodia  del  Reino,  y  comiénzas3  á  tratar  la  vida  del  Padre  Fray  Miguel 
de  los  Angeles— 3.<»  Apariciones  del  Demonio  en  forma  visible  á  este  santo 
espíritu  de  profecía  que  tuvo— 4.°  Váse  de  esta  provincia  á  la  de  México,  y 
muere  en  la  Puebla  de  loa  Angeles 146 


índice 


CAPITULO  III 


l.«  Repártese  la  tierra  conquistada  á  los  religiosos  de  las  Ordenes  de  Santo  Do- 
mingo y  San  Francisco,  para  doctrinar  los  indios— 2. «  Familiaridad  grande 
del  Demonio  con  el  Jeque  Popón,  el  cual  declara  al  Bogotá  lo  que  le  había  de 
suceder  y  sucedió  con  los  españoles  acerca  de  su  muerte — 3.^  Aconsejó  el 
Jeque  Popón  á  sus  indios  de  Ubaque  contra  la  Ley  Evangélica  que  predican 
los  religiosos— á."  Traza  que  da  el  Padre  Fray  Gaspar  Sarmiento  y  un  Fran- 
cisco Lorenzo  con  que  prender  á  Popón 150 

CAPÍTULO  IV 

1.°  No  han  podido  los  indios  de  estas  tierras  darse  jamás  razón  de  la  Ley  Evangé- 
lica que  se  les  predica — 2."  Trabajos  que  se  padecían  en  el  principio  en  el 
doctrinar  á  los  naturales— 3."  Modo  con  que  se  doctrinaban  los  indios  de  este 
Nuevo  Reino— 4.0  Las  muchas  almas  que  han  baptizado  los  Religiosos  de  San 
Francisco  en  toda  la  provincia  del  Nuevo  Reino— 5.»  Reducen  á  nuestra  fé 
católica  el  Valle  de  Sogamoso  Religiosos  de  San  Francisco  y  fundan  convento 
en  la  ciudad  de  Vélez 155 

CAPÍTULO  V 

1 .°  Comiénzase  á  escribir  las  cosas  de  esta  provincia  que  tocan  á  la  religión  de 
San  Francisco  hasta  el  cuarto  Custodio— 2.*»  Pándase  el  convento  de  Nuestra 
Orden  en  la  ciudad  de  Cartagena,  en  la  isla  de;K3-etsemaní,  y  por  quién  se  le 
puso  este  nombre— 3.^  Pretende  la  provincia  de  Lima  se  le  adjudique  á  ella 
este  convento — i°  Determínase  pertenecerle  la  provincia  al  Reino,  y  pónese 
perpetuo  silencio  á  la  de  Lima  en  su  pretansión...., 159 

CAPÍTULO  VI 

1 .0  Elígese  primer  provincial  en  esta  Provincia  del  Reino,  y  ella  se  elige  y  confir- 
ma en  Provincia— 2.0  Fúndanse  conventos  de  la  religión  de  San  Francisco  en 
la  ciudad  de  los  Muzos  y  Palma — 3.*  Por  causas  que  se  ofrecieron,  enviaron 
en  una  comisión  treinta  y  dos  religiosos  de  la  Orden  de  San  Francisco  á  la 
Provincia  del  Reino— 4."  Eligen  el  segundo  provincial  de  esta  Provincia,  y 
quítanle  el  oficio  violentamente ,..,...,...      162 

CAPÍTULO  Vil 

1.0  En  tiempo  del  Padre  Fray  Juan  de  Belmes  se  funda  el  Otn vento  de  Anserma 
y  Santa  Clara  de  Tunja — 2.o  Viene  por  primer  Arzobispo  de  Santafé  Don 
Fray  Luis  Zapata  de  Cárdenas,  trae  comisión  para  averiguar  el  caso  del  Padre 
Olea  y  hace  Provincial  al  Padre  Aguado— 3.°  Demuélese  un  convento  de 
Carmelitas  que  estaba  fundado  en  la  misma  ciudad.  Pasa  en  España  el  Padre 
Fray  Pedro  Aguado— 4.o  Elígense  Comisarios  en  su  ausencia»  .....,,..,,..,„.„..,      165 


índice  XI 


CAPITULO  VIII 


1.0  Viene  el  Padre  Fray  Pedro  del  Monte  á  la  ciudad  de  Santafé  y  un  caso  que  en 
ella  le  sucedió — 2.°  Fundar  Frailes  Descalzos  en  el  sitio  que  antes  estuvieron 
los  nuestros  de  la  observancia  y  hoy  están  los  de  San  Agustín— 3.*  Provincial 
se  elig-e  al  Padre  Fray  Francisco  Cerón.  Fúndase  el  convento  de  Cartago— 
i."^  Vienen  Religiosos  de  la  España  y  poblase  la  Provincia  de  la  Grita— 5.°  Elí- 
gese Provincial  del  Reino  al  Padre  Azuaga,  y  incorpórase  la  Provincia  de  la 
Grita  á  la  del  Nuevo  Reino 169 

CAPÍTULO  IX 

I.''  Don  Fray  Sebastián  de  Ocando,  Obispo  de  Santa  Marta,  goza  su  Obispado  cua- 
renta años.  Fúndase  convento  en  Mompox — 2."  Elígese  en  Provincial  el  Padre 
Fray  Francisco  de  Gaviria — Fúndanse  los  conventos  de  Ocaña  y  Mariquita — 
3.**  Cédula  de  Su  Majestad  en  favor  de  la  Orden  de  San  Francisco— 4.*  Elíge- 
se en  Provincial  del  Reino  al  Padre  Fray  Francisco  Cerón  y  funda  el  conven- 
to de  la  ciudad  de  la  Palma— 5.»  Elígense  en  Provinciales  al  Padre  Fray  An- 
tonio de  Santa  María,  y  al  Padre  Fray  Juan  Raquero,  y  en  Obispo  de  Chile 
al  Padre  Fray  Pedro  de  Azuaga 173 

CAPÍTULO  X 

1.*  Elígense  en  Provinciales  al  Padre  Fray  Alonso  de  Vilches  y  al  Padre  Fray 
Martín  de  Sande.  Sujétanse  á  Nuestra  Orden  los  conventos  de  Monjas  del 
Reino  y  álzanle  después  la  obediencia.  Elígese  Provincial  al  Padre  Fray  Juan 
Manuel— 2.0  Queda  por  Vícecomisario  de  esta  Provincia  el  Padre  Fray  Mateo 
de  Molina,  trae  á  ella  frailes  de  España  el  Padre  Fray  Luis  de  Mejorada,  fún- 
dase convento  en  Tenerife — 3.*  Elígese  en  Provincial  el  Padre  Fray  Luis  de 
Mejorada,  y  dase  principio  á  los  estudios  de  artes  y  teología  en  las  provincias 
del  Reino 176 

CAPÍTULO  XI 

1.*^  Incorpórase  la  Custodia  de  Santa  Marta  en  la  Provincia  del  Reino  y  dase 
principio  á  la  resolución  con  un  convento  de  San  Diego  en  la  ciudad  de  San- 
tafé y  otro  en  la  de  Cartagena— 2.»  Elígese  Comisario"para  las  tres  Provincias 
Santafé,  Quito  y  Caracas,  y  introdúcese  Comisario  General.  Viénele  sucesor. 
3."  Elígense  en  Provinciales  el  Padre  Fray  Tomás  de  Morales  y  el  Padre  Fran- 
cisco Sileceo— i.**  Fúndase  convento  de  Recolección,  con  título  de  Nuestra 
Señora  de  los  Angeles,  en  el  sitio  que  llamando  Guaduas 180 

CAPÍTULO  XII 

1.0  Viene  por  Comisario  General  de  las  tres  Provincias  de  Tierra  firme  el  Padre 
Fray  Francisco  de  Herrera,  y  elige  Provincial  al  Padre  Fray  Alonso  Delgado, 


XlL  í  N  1)  í  C  L 

y  viene  por  Comisajio  el  Padre  Fray  Juan  de  Salinas— 2.«  Fúndase  convento 
de  Nuestr«i  Orden  en  la  Villa  de  Leiva,  reúnese  el  Gobierno  de  estas  tres  pro- 
vincias al  Comisario  General  del  Pirú  y  elígese  en  Provincial  al  Padre  Fray 
Juan  de  Fuentes — 3.°  Fúndase  convento  de  monjas  de  Santa  Clara  en  la  ciu- 
dad de  Cartagena 183 

CAPÍTULO  XIII 

l.«  Muere  el  Padre  Fray  Juan  de  Fuentes  y  después  se  elige  Fray  Juan  de  Núñez. 
y  por  muerte  de  ambos  se  eligen.  Comisarios  Provinciales  Fray  Felipe  Arias  y 
Fray  Francisco  de  Aldana,  vigésimo  Maestro  Provincial.  Eligen  al  Padre  Fray 
Pedro  Simón — 2°  RecapitúlajiBe  en  suma  las  cosas  de  esta  Provincia  del  Nue- 
vo Reino 186 

CAPÍTULO  XIV 

1 .»  Hechos  de  Gonzalo  Jiménez  de  Quesada  y  su  vuelta  á  Santaf é  de  España— 
2.^  Viene  el  Oidor  Montano  á  Bantafé  con  comisiones  para  tomar  residencia 
al  Licenciado  Miguel  Díaz  y  los  Oidores  Góngora  y  Galarza — 3."  Traen  preso 
á  Miguel  Díaz  y  tómasele  residencia — 4.<^  Llévanlo  preso  á  la  ciudad  de  Car- 
tagena á  lo  mismo 188 

CAPÍTULO  XV 

l.«  Acabada  su  residencia,  se  embíü'ca  MigueVDíaz  én  España,  donde  murió  canó- 
nigo de  Sigüenza.  Bl  fin  que  tuvieron  los  dos  Oidores  Góngora  y  Galarza — 
2.^  Llega  á  este  Nuevo  Reino  el  Obispo  D.  Fray  Juan  de  los  Barrios  y  muere. 
3.^  Trátase  de  hacer  entrada  á  descubrir  ciertas  noticias  de  minas  á  la  parte 
del  Sur  de  la  ciudad  de  Santafé^  y  va  á  ella  el  Capitán  Juan  de  Avellaneda. 
4."  Y  habiéndolas  descubierto,  pobla  una  ciudad  con  nombre  de  San  Juan  de 
los  Llanos 191 

CAPÍTULO  XVI 

1.°  Trátase  de  ir  en  descíibrimientí)  de  las  Sierras  Nevadas  y  pónese  en  efecto— 
2.^  Sucesos  varios  que  tuvieron  en  el  camino — 3.<^  Muerte  cruel  que  se  dio  á 
un  indio  que  lo  despedazaron  1.03  perros— 4.»  Fúndase  la  ciudad  de  Mérida  y 
repártense  sus  indios  en  los  conquistadores 194 

CAPÍTULO^  XVII 

l.*^  Emulación  que  se  levanta  contxa  Juan  Rodríguez  Suárez,  y  despáchase  contra 
él  al  Capitán  Maldonado,  que  1q  envió  preso  á  la  ciudad  de  Santafé— 2.<>  Muda 
el  Capitán  Maldonado  la  ciudad  de  Mérida  á  otro  sitio  y  procura  con  nuevas 
conquistas  ensancharle  sus  términos— 3."  Fúndase  la  Villa  de  San  Cristóbal 
por  el  Capitán  Maldoüado— 4."  Casos  que  suceden  á  Juan  Rodríguez  Suárez, 


índice  XIII 

j  cómo  lo  sentencian  á  muerte— o.»  Juan  Rodríguez  Suárez  sale  del  Río  del 
Oro  y  llega  á  la  ciudad  de  Trujillo,  donde  le  amparan  y  defienden  que  no  lo 
prenda  un  Juez  de  la  Audiencia I93 

CAPÍTULO  XVIII 

1."  Nueva  provisión  de  la  Audiencia  de  Santafé  para  prender  al  Juan  Rodríguez 
y  tampoco  tiene  efecto— 2.»  Muerte  de  Juan  Rodríguez  Suárez  y  cómo  le  te- 
men los  indios  aun  después  de  muerto— S.*^  Calidades  de  la  tierra  y  términos 
de  la  ciudad  de  Mérida , 202 

CAPÍTULO  XIX 

1.°  Sale  á  la  conquista  de  los  Muzos  de  la  ciudad  de  Santafé  el  Capitán  Lanchero. 
2 ."  Guazabara  que  dan  los  indios  á  los  españoles,  con  muerte  de  algunos  sol- 
dados y  pérdida  de  municiones— 3.»  Fúndase  la  ciudad  de  la  Trinidad  de  los 
Muzos,  en  que  se  padecieron  muchos  trabajos — 4.°  Reparte  Lanchero  la  tierra 
en  los  conquistadores,  y  hallándose  algunos  agraviados,  envía  la  Real  Audien- 
cia á  Don  Lope  de  Orosco  para  que  haga  la  partición  204 

CAPÍTULO  XX 

1 ."  Los  términos  de  la  ciudad  de  Muzo  en  división  de  los  de  la  Palma  se  hicieron 
y  los  apuntamientos  de  la  tierra  en  los  vecinos— 2.«»  Comiénzase  á  dar  noti- 
cia de  las  esmeraldas  de  Muzo— 3.°  Muchas  y  varias  especies  que  había  de 
esmeraldas— 4.*'  Modo  con  que  se  labran  las  esmeraldas.  Sacáronse  dos  muy 
gruesas,  y  número  que  hasta  hoy  se  ha  sacado  de  ellas — 5.**  Propiedad  de  la 
tierra  de  Muzo  de  minerales,  aves,  árboles  y  animales— 6."  Número  de  Gober- 
nadores y  Corregidores  que  ha  habido  en  esta  ciudad 207 

CAPÍTULO  XXI 

1,"  Sale  el  Capitán  Ospina  de  la  ciudad^de  Victoria  en  demanda  de  ciertas  noti- 
cias, y  funda  la  de  los  Remedios — 2P  Múdanse  á  diversas  partes,  obligados  á 
ello,  sus  vecinos  por  causas  que  sobrevenían 213 

CAPÍTULO  XXII 

1 ."  Salen  del  pueblo  algunos  á  buscar  nuevas  minas  y  hállanlas— 2.«>  Múdase  la 
última  vez  la  ciudad,  y  enriquece  con  el  mucho  oro  que  sacan — S.**  Falta  esta 
grosedad  de  oro,  con  que  vino  la  ciudad  muy  á  menos— 4.°  Descríbese  la  dis- 
posición de  la  tierra 21G 

CAPÍTULO  XXIII 

1."  Comiénzase  á  tratar  de  los^^indios  Colimas,  en  cuyas  tierras  se  fundó  la  ciudad 
de  la  Palma— 2.''  El  modo  que  tuvieron  los  Colimas  en  poner  nombres  á  sus 


XIV  índice 

tierras,  y  denominación  y  origen  de  este  vocablo  Colima— 3.°  Costumbres  de 
los  Colimas  en  sus  Mohanes,  guerras  y  mujeres  rameras— 4.°  En  lo  que  se 
ocupaban  éstss  el  tiempo  que  les- sobraba  de  sus  amores,  y  el  nombre  que  les 
tenían  puesto 219 

CAPÍTULO  XXIV 

l.'^  Costumbres  de  estos  indios  en  su  comer  y  beber,  y  algunas  propiedades  de  lo 
que  se  cría  en  sus  tierras— 2.<>  Caso  notable  que  sucede  en  el  baptismo  de  un 
niño — 3.^  Términos  de  las  tierras  de  los  indios  Moscas  y  lo  que  afligían  á  los 
Pancbes^nuestros  amigos — 4."  Salen  de  la  ciudad  de  Mariquita  á  hacer  entra- 
da en  los  Colimas  y  puéblase  una  Villeta 223 

CAPÍTULO  XXV 

].•  Traen  preso  á  Don  Antonio  de  Toledo  á  Santafé  porque  pobló  sin  licencia,  y  en 
su  lugar  va  el  Contador  Otálora  á  gobernarla — 2,°  Caso  que  sucedió  á  un  es- 
pañol y  aviso  que  dio  á  sus  compañeros,  con  que  se  despobló  la  Villa— 3."  Mán- 
dasele á  Don  Antonio  de  Toledo,  por  sentencia,  que  vuelva  á  reedificar  la 
Villa  de  La  Palma — 4.°  Vuélvese  á  poblar  segunda  vez  por  Don  Antonio,  y 
dásele  el  Gobierno  á  Don  Gutierre  de  Ovalle  y  vuélvese  á  Mariquita— 5.<>  Sale 
Don  Gutierre  de  Ovalle  á  correr  y  conquistar  la  tierra  de  los  Colimas,  y  lo  que 
sucedió  á  tres  españoles  con  un  indio  valiente 227 

CAPITULO  XXVI 

1."  Caso  notable  que  sucedió  á  Juan  Guerrero  con  un  valiente  indio — 2.°  Puéblase 
la  Villa  de  La  Palma  en  el  sitio  que  hoy  permanece,  y  dase  noticia  de  los  que 
entonces  había  y  los  que  le  han  quedado— 3.°  Granjeria  de  la  ciudad  de  La 
Palma,  y  ábrese  camino  desde  ella  para  el  Río  Grande 231 

CAPÍTULO  XXVII 

1°  Pretende  el  Mariscal  Quesada  la  jornada  del  Dorado  en  la  Real  Audiencia  y  en 
el  Real  Consejo  y  concédesele,  y  título  de  Adelantado— 2."  Capitulaciones  y 
asiento  que  se  toma  con  el  Adelantado  para  esta  jornada— 3  °  Gente  que  va  á 
la  jornada  del  Dorado— 4."  Ganado  que  llevaban  en  ella  y  algunos  casos  desas- 
trados que  comenzaron  á  sucederles,  y  el  uno  de  ellos  con  una  culebra  mons- 
truosa         234 

CAPÍTULO  XXVIII 

l.o  Los  muchos  trabajos  que  sobrevenían  hicieron  intentar  fuga  á  muchos  y  aun 
matar  al  Adelantado— 2.°  Por  los  que  se  huyeron j'y  los  que  salieron  con  su 
licencia,  vino  a  quedar  el  Adelantado  con  tan  poca  gente  que  se  hubo  de  salir 
de  la  tierra  con  grande  pérdida — 3.°  Cuéntanse  algunas  cosas  de  aquellas 
provincias 238 


Índice  xv 

CAPÍTULO  XXIX 

!.•  Conspiración  que  teme  la  ciudad  de  Tunja  con  los  soldados  de  Cerpa  y  Don 
Pedro  de  Silva,  y  el  remedio  que  se  procura — 2.»  Que  fué  determinarse  á  que 
se  poblase  una  villa  que  llama  de  Leiva,  donde  pudiesen  ocuparse  estos  solda- 
dos— 3."  Después  de  habérsele  poblado  una  vez,  se  dio  por  nula,  y  se  pobló  la 
segunda  que  hoy  permanece.  Trátase  de  su  término,  cualidades  y  conventos 
que  hay  en  él — 4.<>  Fundación  de  la  ciudad  de  Ocaña,  y  el  temple  de  sus 


241 


CAPITULO  XXX 


1.0  Metiendo  ganado  en  el  Nuevo  Reino  un  Villarroel,  lo  mataron  con  todos  sus 
compañeros— 2. *>  Dan  aviso  del  suceso  dos  soldados  en  la  Villa  de  San  Cristó- 
bal, de  donde  salieron  españoles  al  castigo— 3.0  Llega  el  Capitán  Cazares  al 
Nuevo  Reino  de  Granada,  donde  se  ocupa  en  algunas  pacificaciones  de  indios. 
i*  Entra  Cazares  en  demanda  de  minas  á  las  espaldas  de  Guatavita  y  puebla 
una  ciudad 245 

CAPÍTULO  XXXI 

1 .0  Alzanse  los  Gualíes  y  la  principal  razón  por  qué— 2.*  Entran,  á  su  pacificación 
los  soldados,  talándoles  sus  sementeras— 3. <>  Entra  Juan  Estevan  por  caudillo 
en  demanda  del  indio  principal  del  alzamiento.  Vése  con  él  y  mátalo.  Dispó- 
nese  otra  entrada  y  salen  ciertos  indios  de  paz  fingida— 4.'^  Matan  los  indios 
á  la  mayor  parte  de  los  españoles  de  esta  entrada  y  al  fin  se  pacifican  primera 
y  segunda  vez ,.      248 

CAPÍTULO  XXXII 

1  .•  Asiento  que  toma  el  Gobernador  Cazares  con  la  Real  Audiencia  de  Santaf é — 
2.0  Puebla  la  ciudad  del  Espíritu  Santo  de  la  Grita  donde  hoy  permanece. 
Cualidades  y  minas  de  aquella  tierra— 3."  Cosa  admirable  que  sucedió  en  las 
minas  de  cobre,  habiéndose  el  Rey  echado  sobre  ellas— 4.o  Puéblase  por  orden 
del  Gobernador  Cazares  la  ciudad  de  Barinas,  quince  leguas  de  la  Mérida  al 
Este.  Mucho  ganado  cimarrón  que  hay  en  los  llanos  cerca  de  esta  ciudad — 
5.«  Otras  conquistas  que  hizo  el  Gobernador,  su  muerte  y  los  que  le  han  suce- 
dido en  el  Gobierno 252 

CAPÍTULO  XXXIII 

1  °  Terremoto  que  sucedió  en  la  ciudad  de  la  Grita,  señales  que  les  suelen  preceder 
y  algunos  de  sus  efectos— 2.°  Prosíguense  los  sucesos  del  terremoto— 3.®  Vuela 
un  cerro  de  una  parte  á  otra  con  el  terremoto  en  el  Valle  de  los  Bailadores — 
4."  Efectos  que  hizo  en  este  cerro  y  un  alzamiento  que  intentaron  los  indios.      257 


XVÍ  ÍNDICB 

CAPÍTULO  XXXIV 

!.•  Capitula  el  Adelantado  Gonzalo  Jiménez  de  Quesada  con  el  Capitán  Alonso  de 
Olalla  para  que  entre  á  la  conquista  de  Pauto  y  Paparaene— 2.''  Trátase  de  la 
vida  y  muerte  del  Adelantado 261 

CAPÍTULO  XXXV 

1  .•  Capitula  y  toma  asiento  el  Gobernador  Alonso  de  Olalla  con  el  Presidente  Al- 
mendaris  para  el  Gobierno  y  conquistas  del  Valle  de  la  Plata— 2.»  Entra  á  su 
conquista  y  muere,  y  deja  por  sucesor  á  su  hijo  el  Capitán  Juan  López  de  He- 
rrera, que  también  murió— 3.<»  Asiento  que  tomó  Alonso  Estevan  Rangel  para 
pacificar  los  indios  Motilones  de  la  Boca  del  Zulia  y  puebla  la  ciudad  de  Sala- 
zar  de  las  Palmas 265 

CAPÍTULO  XXXVl 

1  .•  Antonio  de  Berrío  viene  de  España  al  Nuevo  Reino  á  heredar  al  Adelantado 
Quesada,  intenta  proseguir  las  conquistas  de  Pauto,  Papamene  y  la  Guayana. 
2.*»  Casos  que  suceden  á  los  primeros  pasos  de  la  conquista,  pasado  el  río  Ba- 
rraguán— 3.0  Sale  el  Gobernador  Berrío  de  la  conquista  y  se  vuelve  después 
sobre  ella,  y  puebla  la  ciuiad  de  Santo  Thome  en  Guayana 2(58 

CAPÍTULO  XXXVII 

l.«»  Enfermedad  de  viruelas  que  da  en  estas  tierras  del  Nuevo  Reino  y  el  estrago 
que  hizo — 2.*'  Llevan  á  Nuestra  Señora  de  Chiquinquirá  á  la  ciudad  de  Tun- 
ja,  por  devoción,  con  que  cesaron  las  viruelas  —  3.«*  Puebla  el  Capitán  Pedro 
Daza  la  ciudad  de  Santiago  de  Atalaya  y  mátanlo  en  ella  los  indios  Cusianas.      271 

CAPÍTULO  XXXVIII 

1 ."  Trátase  de  la  fundación  de  la  ciudad  de  Gibraltar  y  Pedraza — 2.<>  Principio» 
que  tuvieron  los  conventos  de  monjas  de  la  Concepción  y  Descalzas  Carmeli- 
tas de  la  ciudad  de  Santafé— 3.°  Capitulaciones  y  asiento  que  toma  el  Capi- 
tán Diego  de  Ospina,  Alguacil  Mayor  de  la  Real  Audiencia  de  Santafé,  por  el 
Gobierno  del  Valle  de  Nei va - 274 

CAPÍTULO  XXXIX 

Trátase  de  las  cosas  del  Nuevo  Reino  por  modo  de  recapitulación ^'77 

CAPÍTULO  XL 
Trátase  de  las  cosas  de  la  ciudad  de  Santafé , ..►•••      280 


índice  XVII 

CAPITULO  XLI 

Prosíguense  las  cosas  que  se  comprenden  eu  los  términos  de  la  misma  ciudad 28S 

CAPÍTULO  XLII 

Prosigue  la  recapitulación  de  los  Gobiernos  de  la  Audiencia  del  Nuevo  Reino 287 

CAPÍTULO  XLIII 

1.®  Comiénzase  á  tratar  de  los  dos  ríos  de  la  Magdalena  y  Canoa  — 2.«  Nacimiento 
de  ambos  y  su  corriente  hasta  el  Mar  del  Norte — 3."  Riqueza  del  río  del  Cauca 
y  grados  de  altura  en  que  entran  ambos  juntos  en  el  mar— i."  Navegación  del 
Río  Grande  de  la  Magdalena 291 

CAPÍTULO  XLIV 

1.»  Abundancia  de  pescado  que  tiene  el  río  dp  la  Magdalena— 2.°  Propiedades  de 
las  tortugas  y  manatíes— 3."  Caimanes,  y  cómo  crían  sus  hijos — i.^  ju  pes- 
quería y  modo  que  se  tiene  en  matarlos — 5.<'  Peleas  que  tienen  unos  con  otros 
y  con  tigres,  y  cómo  se  ceban  en  matar  gente — 6."  Lagartos  que  se  crían  en- 
tre los  nidos  del  comején 294 

CAPÍTULO  XLV 

1.0  Pide  ei  Cacique  de  los  Guamacaes  al  Cacique  Suamacá  una  hija  que  tenía, 
para  mujer,  y  concédesela— 2.»  Castigo  que  hace  el  Cacique  de  los  Guamacaes 
en  su  mujer — 3."  Plática  que  hace  el  Cacique  Suamacá  á  unos  indios,  incitán- 
dolos contra  los  españoles— 1,°  Mata  el  Suamacá  á  Alonso  Romero  y  otras 
personas  que  están  con  él 301 

CAPÍTULO  XLVÍ 

1.*  Alzamiento  general  de  los  Yariguíes — 2.«  Nombra  el  caudillo  de  Vélez  al  Capi- 
tán Benito  Franco  para  la  pacificación  de  estos  indios  y  sale  al  efecto — 3.<* 
Reedifica  la  ciudad  de  León  y  sale  al  castigo  de  algunos  indios  rebelados 305 

CAPÍTULO  XLVÍI 

1,0  Habiendo  muerto  el  Capitán  Bsnito  Franco  al  Cacique  Martinillo,  nombra  en 
su  lugar  al  Labogache— 2."  Salen  cuatro  soldados  por  mando  del  Capitán  á 
buscar  á  unos  indios  y  hállanlos— 3.'^  Conjúranse  estos  indios  contra  los  nues- 
tros y  dánles  algunas  heridas— 4.°  Vuélvense  los  soldados  al  Real  con  muchos 
trabajos .•      300 

CAPÍTULO  XLVIII 

1,°  Quiébrase  el  Capitán  una  pierna,  y  cesa  por  esta  causa  la  guerra  contra  los 
indios — 2.°  La  ciudad  de  Vélez  ha  sido  la  más  perseguida  de  indios  de  este 
Reino— -3.°  El  Capitán  Martín  Gómez  hace  gente  para  ir  contra  los  Yariguíes 
y  entra  en  sus  tierras— 4.°  Prende  las  mujeres  del  Cacique  Itupeque 312 


XVIII  I  N  D  I  C  K 


CAPITULO  XL3X 


1,^  Trata  la  Cacica  de  llevar  á  los  nuestros  donde  estaba  Itupeque,  cautelosamen- 
te—2.»  Salen  en  efecto  y  échanles  los  indios  una  emboscada— S."  Dánles  la 
guazabara,  en  que  hieren  y  matan  algunos  soldados— 4.»  Prosiguen  los  indios 
la  guazabara  y  matan  al  Capitán—S."  Escapan  con  la  vida  sólo  siete  soldados, 
encuentran  al  caudillo  Tamaris  y  vuelven  con  ellos 315 

CAPÍTULO  L 

1,0  Parajes  del  Río  de  la  Magdalena  donde  los  indios  han  hecho  daño  más  de  ordi- 
nario— 2.0  Modo  que  tienen  para  vencer  las  canoas  y  gente  de  ellas.  Trazas 
con  que  engañan  los  españoles  para  hacer  presa  en  ellos, . .  , 319 

CAPÍTULO  LI 

1,^  Pan  principio  los  indios  Carares  á  los  robos  grandes— 2.»  Matan  dos  religiosos 
de  San  Francisco.  Envían  soldados  al  castigo— 3. •  Repártese  entre  los  Caci- 
ques la  tierra  donde  cada  uno  de  ellos  habita,  para  hacer  guerra  á  los  nues- 
tros— I.»  Roban  y  matan  los  indios  á  Pedro  Jiménez  de  Bohórquez— 5.'«'  Otros 
daños  que  hiciaron  en  este  río 322 

CAPÍTULO  LII 

!,•  Viene  por  Presidente  á  esta  Audiencia  el  Doctor  Sande,  á  quien  piden  remedie 
los  daños  que  los  indios  hacen  en  el  Río  de  la  Magdalena— 2.°  Envía  el  Presi- 
dente al  Licenciado  Luis  Enríquez  á  este  efecto— 3.*  Salen  algunas  compa- 
ñías de  soldados  á  correr  la  tierra  y  hacen  algunos  buenos  efectos — 4."  El  Ca- 
pitán Benito  Franco  desgarrona  al  Cacique  Pipatón  y  otros  indios  que  hubo  á 
las  manos 326 

CAPÍTULO  luí 

!,•  Prevenciones  que  se  hacen  contra  los  Fijaos  y  Carares— 2.°  Nombra  el  Rey 
por  Presidente  de  la  Real  Audiencia  de  este  Reino  á  Don  Juan  de  Borja — 
3,0  Cédula  del  Rey  en  que  le  encarga  la  pacificación  de  los  indios  Fijaos  y 
Carares 330 

CAPÍTULO  LIV 

1,  Viene  el  Presidente  á  su  plaza,  y  da  principio  á  la  pacificación  de  los  Carares, 
2.*  Envía  algunas  tropas  la  tierra  adentro,  sacan  los  inflüos  de  mala  paz  y 
Yuélvense  á  rebelar— 3.®  Muere  Pipatón  y  cesa  de  todo  punto  la  guerra 333 


índice  XIX 


TERCERA  PARTE 

A  Don  Juan  Hurtado  de  Mendoza,  Marqués  de  Cañete,  Guarda  Mayor  de  la  ciudad 
de  Cuenca,  Gentil-hombre  de  la  Cámara  de  la  Majestad  de  Felipe  IV,  Señor 
de  las  Villas  de  Argote,  Pesadilla  y  Valdeolmos  y  otros  vasallos 337 

Prólogo  al  lector 341 

PRIMERA  NOTICIA  HISTORIAL 

CAPÍTULO  I 

1.*  Arma  Rodrigo  de  Bastidas  an  Sevilla  dos  navios  y  llega  con  ellos  al  puerto  de 
Cartagena— 2.0  Sigue  Alonso  de  Ojeda  sus  mismos  pasos  con  otros  dos  navios 
y  desembarca  en  la  costa  de  Urabá — 3.<»  Hace  algunos  rescates  con  los  indios, 
y  vuelven  á  la  Isla  Española 316 

CAPÍTULO  II 

!.•  Da  el  Rey  en  Gobierno  4  Alonso  de  Ojeda  la  tierra,  desde  el  Cabo  de  la  Vela 
hasta  Urabá— 2.«  Asiento  y  capitulaciones  que  toma  con  el  Rey — 3.^  Dale 
orden  del  modo  que  ha  de  tener  en  requerir  á  los  indios  den  la  obediencia  y  se 
conviertan  á  nuestra  fé '   348 

CAPÍTULO  III 

I.®  Viene  de  España  Juan  de  la  Cosa  con  los  despachos  de  Ojeda,  y  Diego  de  Ni- 
cuesa  por  Gobernador  de  Castilla  del  Oro — 2°  Sale  de  Santo  Domingo  Alonso 
de  Ojeda  á  su  Gobierno— 3.*^  Trae  en  su  compañía  dos  religiosos  de  San  Fran- 
cisco—4.°  Llega  á  Cartagena  y  hace  á  los  indios  de  aquella  Provincia  algunos 
requerimientos 352 

CAPÍTULO  IV 

I,*»  Envía  el  Gobernador  algunos  soldados  á  correr  la  tierra— 2. •  Dánles  los  indios 
una  guazabara  en  que  mataron  algunos  españoles— 3.»  Matan  á  Juan  de  la 
Cosa  y  á  todos  los  soldados  que  se  hallaron  en  su  compañía 355 

CAPÍIULO  V 

I,",  Sale  el  Gobernador  Ojeda  al  castigo  de  estos  indios  y  mata  muchos  de  ellos— 
2.**  Embárcase  para  Urabá,  donde  funda  una  ciudad,  y  envía  por  socorro  á 
Santo  Domingo 357 

CAPÍTULO  VI 

!,♦  Hace  el  Gobernador  una  entrada  la  tierra  dentro  con  copia  de  soldados— 2.°  Má- 
talos á  todos  en  una  guazabara  que  les  dan  los  indios— 3.°  Matan  también  al 
Capitán  Francisco  Becerra  con  toda  la  gente  que  llevaba— 4.»  Apriétales  el 
hambre  á  los  del  pueblo  fundado  por  Ojeda,  de  que  mueren  muchos 359 


XX  índice 


CAPITULO  VII 


1.*  Embárcase  Ojeda  para  Santo  Domingo,  donde  muere — 2.<*  Viéndose  los  del 
pueblo  que  fundó  apretados  del  hambre,  se. embarcan  la  vuelta  de  Santo  Do- 
mingo— 3.®  nácelos  volver  el  Bacbiller  Enciso,  que  les  traía  socorro— 4 .<>  De- 
terminan ir  al  Darién  y  pueblan  en  él  una  villa,  llamada  Nuestra  Señora  de 
la  Antigua 362 

CAPÍTULO  VIII 

I.**  Poca  noticia  que  han  tenido  estos  indios  de  su  origen— 2.o  Gigantes  que  había 
en  estas  tierras — 3."  Ignorancia  de  estos  indios  y  supersticiones— 4.°  Pacto 
que  tenía  con  el  Demonio  un  mestizo  Luis  Andrea 366 

CAPÍTULO  IX 

l,°  Aparecimientos  del  Demonio  al  mestizo  Luis  Andrea — 2."  Ofrecimientos  que 
le  hacían  por  medio  del  mestizo  los  indios— S.*»  Modo  que  tenían  en  sus  casa- 
mientos  , 369 

CAPÍTULO  X 

1,*>  No  reparaban  estos  indios  en  hallar  á  sus  mujeres  doncellas— 2.°  Guerras  que 
tenían  unos  con  otros  y  animales  que  se  crían  en  estas  tierras — 3.°  Dos  mara- 
villosas fuentes,  y  las  propieilades  del  perico  ligero 371 

CAPÍTULO  XI 

] .«  Dale  el  Rey  en  Gobierno  á  Rodrigo  de  Bastidas  la  tierra  desde  el  Cabo  de  la 
Vela  al  Río  Grande,  y  puebla  á  Santa  Marta— 2.°  Pasan  á  las  Indias  Don  Pe- 
dro de  Heredia  y  Alonso  de  Heredia,  su  hermano — 3.^  Viene  Pedro  de  Vadillo 
por  Gobernador  de  Santa  Marta,  y  Don  Pedro  de  Heredia  por  su  Teniente — 
4.»  Capitula  Don  Pedro  de  Heredia  con  el  Rey  y  dale  el  Gobierno  de  Carta- 


gena 


374 


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